BOXjETIüT DE LA REAL SOCIEDAD ESPAN'OLA DE HISTORIA NATURAL TOMO XVHI.— 1918 MADRID (MUSEO NACIONAL DE CIENCIAS NATURALES) I3:iFÓ3DE,03VlO.— TELÉF. 3-4-4:3. -I 9-t S lADRlD.— IMPR. DE FOSTANET, LIBERTAD, 29.— TELÉF." 991. JUNTA DIRECTIVA DR I. A REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL PARA 1918 Presidente D. Gustavo Pittaluga. Vicepresidente D. Antonio Martínez y Fernández Castillo. Tesorero D. Ignacio Bolívar y Urrutia. Secretario D. Ricardo García Mercet. Vicetesorero D. Cayetano Escribano y Peix. I 'icesecretario D. Cándido Bolívar y Pieltain. Bibliotecario D. Ángel Cabrera Latorre. Comisión de publicación. Don Florentino Azpeitia.— D. Romualdo González Fragoso.— D. Antonio Casares Gil.— D. Lucas Fernández Navarro.— D. Luis Lozano Rey.— D. Domingo Sánchez y Sánchez. Comisión de Catálogos. Don Blas Lázaro e Ibiza.— D. Federico Qredilla y Gauna.— D. José María Dusmet y Alonso.— D. Enrique Pérez Zúñiga.— D. Ángel Cabrera Latorre. SECCIÓN DE BARCELONA Presidente D. José Fuset Tubiá. Vicepresidente D. Maximino San Miguel de la Cámara. Tesorero D. Francisco Pardillo y Vaquer. Secretario D. Emilio Fernández Galiano. SECCIÓN DE SEVIL.I.A Presidente D. Feliciano Candau. I Icepresidente .■ D. Antonio González Nicolás. Tesorero D. Francisco de las Barras. Secretario D. Mariano Simó. Vicesecretario D. Jacinto Owin. SECCIÓN DE ZARAGOZA Presidente D. José López de Zuazo. I 'icepresidente D. Patricio Borobio. Tesorero D. Pedro Ferrando y Más. Secretario D. Pedro Moyano. n I i) JUNTA DIRECTIVA SECCIÓN DE CRANADA Presidente D. Carlos Rodríguez y López Neyra. Tesorero D. Francisco Simancas Señan. Secretario D. Fidel Fernández Martínez. Comisión para el fomento del Museo regional. Don Enrique Requena.— D. Francisco Soriano.— D. Manuel Diez Tortosa. SECCIÓN DE SANXANDER Presidente D. Vicente Aguinaco. Tesorero D. Luis Alaejos y Sanz. Secretario. D. Ricardo Ruiz de Pellón. Comisión del Museo. Don José Gómez Vega.— D. Federico Vial.— D. Orestes Cendrero.— D.José Rioja Martín.— D. José Olabe. SECCIÓN DE SANTIAGO Presidente D. Eugenio Labarta. Tesorero D. César Sobrado Maestro. Secretario D. Antonio García Várela. SECCIÓN DE VALENCIA Presidente D. Ramón Trullenque. Vicepresidente D. Francisco Moróte Greus. Tesorero D. José Hueso. Secretario D. Luis Pardo y García. Socios fundadores de la Real Sociedad Española de Historia Natural. D. José Arguniosa. t D. Ignacio Bolívar y Urnitia. Excma. Sra. Doña Cristina Brunetti de Lasala, Duquesa de Mandas, t D. Francisco Cala, t Excma. Sra. Doña Amalia de Heredia, Marquesa Viuda de Casa Loring. t Excmo. Sr. D. Miguel Colmeiro. t D. Antonio Cipriano Costa, t Excmo. Sr. D. Cesáreo Fernández Lo- sada. D. Saturnino Fernández de Salas, t D. Manuel María José de Galdo. t D. Joaquín González Hidalgo. D. Pedro González de Velasco. v D. Ángel Guirao y Navarro, t D. Joaquín Hysern. t D. Marcos Jiménez de la Espada, t D. Rafael Martínez Molina, t D. Francisco de Paula Martínez Sáez. t D. Manuel Mir y Navarro, t D. Patricio María Paz y Membiela. f Excma. Sra. Condesa de Oñate. t D. Sandalio Pereda y Martínez, t D. Laureano Pérez Arcas, t D. José María Solano y Eulate. t D. Serafín de Uhagón. f D. Juan Vilanova y Piera. f D. Bernardo Zapater y Marconell. t Presidentes que ha tenido esta Sociedad desde su fundación en 8 de Febrero de 1871. 1871-72. Excmo. Sr. D. Miguel Colmei- ro. t 1873. D. Laureano Pérez Arcas, t 1874. limo. Sr. D. Ramón Llórente y Lá- zaro, t 1875. limo. Sr. D. Manuel Abeleira. t 1876. Excmo. Sr. Marqués de la Rivera, v 1877. limo. Sr. D. Sandalio Pereda y Martínez, t 1878. D. Juan Vilanova y Piera. t 1879. Excmo. Sr. D. Federico de Bote- lla y de Hornos, t 1880. D. José Macpherson. t 1881. D. Ángel Guirao y Navarro, t 1882. Excmo. Sr. D. Máximo Laguna, v 1883. Excmo. Sr. D. Manuel Fernández de Castro, f 1884. D. Pedro Sáinz Gutiérrez, v 1885. D. Serafín de Uhagón. f 1886. D. Antonio Machado y Núñez. v 1887. limo. Sr. D. Carlos Castel y Cle- mente, t 1888. Excmo. Sr. D. Manuel M. J. de Galdo. t 1889. D. Ignacio F. de Henestrosa, Con- de de Moriana. t 1890. D. Francisco- de P. Martínez y Sáez. t 1891. D. Carlos de Mazarredo. t 1892. D. Laureano Pérez Arcas, r 1893. Excmo. Sr. D. Máximo Laguna, t 1894. Excmo. Sr. D. Daniel de Cortá- zar. 1895. D. Marcos Jiménez de la Espada, t 1896. D. José Solano y Eulate, Marqués del Socorro, t 1897. D. Santiago Ramón y Cajal. 1898. D. Manuel Antón y Ferrándiz. 1899. D. Primitivo Artigas, t 1900. D. Gabriel Puig y Larraz. f 1901. D. Blas Lázaro e Ibiza. 1902. D. Federico Olóriz y Aguilera, t 1903. Excmo. Sr. D. Zoilo Espejo, t 1904. D. José Rodríguez Mourelo. 1905. D. Salvador Calderón Arana, f 1906. D. Florentino Azpeitia. 1907. D.José Casares Gil. 1908. D. Luis Simarro y Lacabra. 1909. D. José Gómez Ocaña. 1910. D. Joaquín González Hidalgo. 1911. limo. Sr. D. Emilio Ribera y Gó- mez. 1912. Excmo. Sr. D. Ricardo Codorníu. 1913. limo. Sr. D. Juan M. Díaz del Vi- llar. 1914. limo. Sr. D. José Madrid Moreno. 1915. limo. Sr. D. Fernando García Are- nal. 1916. D. José María Dusmet y Alonso. 1917. D. Eduardo Hernández-Pacheco. X.ISTJL DB SOCIOS DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL EN 9 DE ENERO DE 1918 Socios protectores. EN ESPAÑA S. M. el Rey D. Alfonso XIII. ■Excmo. Sr. D. Manuel Allendesalazar. Excmo. Sr. Duque de Medinaceli. Excmo. Sr. Duque de Alba. Excmo. Sr. Duque de Luna. Excmo. Sr. Marqués de Santa Cruz. Excmo. Sr. D. Juan Navarrorreverter. EN EL EXTRANJERO S. A. S. el Príncipe Alberto de Monaco. Sr. Marqués de Mauroy. (Francia.) Socios honorarios. Castellarnau (D.Joaquín María de), Inspector general del Cuerpo de Ingenieros de Montes.— Segovia. Engler (Dr. Adolf), Geheimer Regierungsrath, Professor der Botanik, Director des Kgl.-botanischen Gartens und Museums.— Motzstrasse, 89, Berlín, W. Geikie (Sir Archibald), Director of Geological Survey of England and Wales.— 28, Fermyn Street, S. W., Londres. Hollaud (William J.), Director del Museo Carnegie en Pittsburgh (Estados Unidos). Lázaro e Ibiza (D. Blas), de la Real Academia de Ciencias, Doctor en Farmacia y en Ciencias, Catedrático de la Facultad de Farmacia.— Palafox, 19, Hotel, Madrid.— (Botánica.) Perrier (Edmond), Director del Museo de Historia Natural, Miembro del Instituto.— París. Poulton (EdwardB.), Profesor de Zoología en la Universidad. —Oxford (Inglaterra). Ramón y Cajal (Excmo. Sr. D. Santiago), de las Reales Academias de Medicina y Ciencias, Catedrático en la Facultad de Medicina, Consejero de Instrucción pública.-Calle de Alfonso XII, 72, Madrid. Simón (Eugéne).— Villa Saíd, 16 (70, rué Pergolése), Paris.—(Arrícnicfos ) Tschermak (Prof. Dr. Gustav).— Universitat, Viena. LISTA DE SOCIOS Socios Correspondientes extranjeros (D. MM. Acloque (Alexaiidre). — 69, Avenue de Segur, Vari?,.— (Historia natural ge- neral.) Arnold (Dr. J.J.— Munich. Balsamo (Francesco).— Via Salvator Rosa, 290, Ñapóles.— CZ?otó«/cí7 y princi- palmente algas.) Bedel (Louis), de la Sociedad entomológica de Francia.— 20, rué de TOdéon, Paris, G^.— {Coleópteros paleárticos ) Blanchard (Dr. Raphaél), Profesor en la Facultad de Medicina, de la Acade- mia de Medicina, Director de los Archives de Parasitologie.— 226, Boulevard Saint-Germain, París, 7<^.— (Entomología general, Hirudineos.) Bois (D.), Assistant au Muséuni.— 15, rué Faidherbe a Saint-Mandé (Seine), ¥r anexa.— (Botánica.) Boulenger (G. A.), del Museo británico. — Courtfield Road, 8.— South Kensing- ton, S. W .—Londres.— (Erpetologia e Ictiologia). Brancsik (Dr. Cari).— Trencsen {Hungría).— (Entomología.) Bréthes (D.Juan), Conservador en el Museo Nacional, calle de Mar Chiqui- ta, 236, Villa General Urquiza, Buenos Aires.— (Entomología.) Brizi (Ugo).— Museo Agrario, Via Santa Susana, Roma.— (Botánica y princi- palmente flora de Italia.) Bucking (Dr. H.), Profesor en la Universidad.— Estrasburgo (Alemania). Burr (Malcolm), Doctor en Ciencias por la Universidad de Oxford, Ingeniero jefe de «Kent Coal Concessions Ltd.»— United University Club, Pall Malí Enst S. W., Londres {\ng\aterra).—( Dermápteros y Ortópteros.) Camerano (Lorenzo), Profesor de Anatomía comparada y Director del Mu- seo zoológico de la Universidad.— Palazzo Carignano, Turín {iiaWa).— (Ana- tomía comparada, Gordldos.) Cannaviello (Prof. Eurico). —Villa Bruno, Portici (Ñapóles). Cari (Dr. J.), Ayudante del Museo de Historia Natural.— Ginebra {Suiza).— (En- tomología, Mlrlápodos.) Chevreux (Edouard).— Route du Cap, Bóne(Constantina).— Argelia.— (Cn/stó- ceos anfípodüs.) Choffat (Dr. Paul), de la Academia de Lisboa y de la Comisión del Servicio Geológico de Portugal.— Rúa do Arco a Jesús, 113, Lisboa. Coggeshall (Arthur), Jefe del Laboratorio de Paleontología del Museo Car- negie.— Pittsburgh (Estados Unidos). Corbiére (Louis), Profesor de Botánica en la Universidad. — Cherburgo (Francia). De Toni (Pr. Dr. Joannes Baptista), Director del Jardín Botánico de la Uni- versidad de Müdena (Italia). Dervieux (Prof. D. Ermanno).— Via Cario Alberto, 29.— Turín (Italia). -C/^aro- miniferos.) Distant (W. L.). — Steine Haus, Selhurst Road, South Norwood, Surrey (Ingla- terra).—(■/yemZ/^/é'/os.v) Dollíus (Adrien), Director de La Feuille des Jeunes natnralístes.—Rwe Pierre Charron, 35, Paris. (1) Con el objeto de fomentar las relaciones científicas entre los socios, se indica entre paréntesis y con letra bastardilla, después de las señas de su domicilio, si el socio cultiva en la actualidad más especialmente algún ramo de la Historia Natural. DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORLV NATURAL 9 MM. Fauvel (C. Alberto), Abogado.— Rué Choroii, 3, Caen {¥r&\\c\ci).-(Coleópteros U especialmente Estafilínidos.) Gebien (H.)..-Stockardtstrasse, 21, Hamhm^-Wamm.— (Coleópteros.) Gestro (Raffaello), Doctor, Director del Museo Cívico de. Historia natural. - Viileta Dinegro, Genova {[Í3\\a).— (Coleópteros.) Griffini (Dr. Achille), Profesor en el Liceo «Berchet».— Milán (Italia).— ("ZT^to- mologia.) Grouvelle (A.).— Director de la Manufactura nacional de Tabacos de Issy, rué Ernest-Renan, Issy-les-Moulineaux (Seine) (¥ra\\c\cí).—( Clavlcornios exó- ticos.) Harlé (E.), Ingeniero.— 36, rué Emile Fourcaud, Burdeos {Fraríc\&). — (Paleon- tología.) Heckel (Edouard), Profesor en la Facultad de Ciencias.— 31, Cours Lieutaud, Marsella (¥ranc\a).— (Botánica.) Horváth (Qéza), Doctor en Medicina, Director del Museo Nacional de Hun- gría.—Museumring, 12, Budapest (Austria-Hungría).— r/Zem/p/eros.; Janet (Charles), Ingeniero, Doctor en Ciencias. -71, rué Paris Voisinlieu prés Beauvais, Oise (Francia).— ('Geo/o^/a y Paleontología, Hormigas, Avispas ti Abejas.) Jeannel (Dr. Rene).— 7, rué Ozenne, Toulouse (Hte. Qaronne) (Francia).— (/«- sectos cavernícolas.) Keil (D. Napoleón M.), Profesor en la Escuela de Comercio, Socio del Club de Historia Natural de Praga y de las Sociedades Entomológicas de Berlín, Stettin y Dresde.— Ferdinandstrasse, 38, Praga (Bohemia). Klapalek (Prof. Francisco).— Karolinenthal, 263, Praga.— (Tricópteros y Neu- rópteros.) Lagerheim (Prof. Gustav), Profesor en la Universidad de Estocolmo.— Cfiotó- nica sudamericana.) Leclerc du Sablón (M.), Profesor en la Universidad de Toulouse (Francia). Lesne (Pierre), Asistente de Entomología del Museo de Historia Natural.— 10, avenue Jeanne, Asniéres (Seine) (¥ r anexa). ~~( Entomología , Coleópteros.) Lewis (Jorge).— 87, Frant Road, Tumbridge Wells (\x\g\ai&rra).— (Coleópteros del Japón e Histéridos.) Martin (Rene), Abogado.— Le Blanch (Indre) Francia.— (Neurópteros de Eu- ropa y Odonatos.) Meunier (Stanislas), Profesor de Geología del Museo de Historia Natural.— 3, quai Voltaire, Paris.— (Litologia.) Montandon (Arnald L.).— Filaréte, Strada Viilor, Bukarest (Rumania). -r//!?- mípteros, principalmente heterópteros.) Olivier (Henry).— Baroches-au-Houlme (Orne), Francia. Piccioli (Comm. Francesco), Director del Instituto Forestal. — Vallombrosa (Italia).— Cfiotó«íca.^ Piccioli (Dott. Lodovico), Prof. ord. di Selvicoltura, Apicoltura e Tecnología nel R.° Istituto superiore Forestal.— Florencia (\\.a\\a).—( Botánica.) Porter (Dr. Carlos E.), Director del Museo y Laboratorio de Zoología aplica- da y Catedrático de Zoología general. Entomología y Microscopía del Insti- tuto Nacional Agronómico; Director y fundador de la Revista Chilena de Historia Natural y de los Anales de Zoología Aplicada; Director de la obra Fauna de Chile, Oficial de Instrucción pública, «Chevalier» del Mérito Agrí- cola, etc.— Dirección postal: Casilla, 2974, Santiago {ChWe.).— (Histología normal, Crustáceos decápodos, Longícornios , Hemípteros heterópteros, Cóccidos, Agromysidae y Bibliografía zoológica de la América latina). Reitter (Edmond).— Paskau ( Austria).— (Coleópteros.) 10 LISTA DE SOCIOS MM. Richard (Jules), Doctor en Ciencias, Director del Museo Oceanógrafico.— lAonáco.— (Crustáceos inferiores.) Salomón (Dr. W.).— Instituto Mineralógico de la Universidad.— Heidelberg (Alemania). , Schouteden (H.).— 12, Chaussée d'Ixelles, Bruselas.— (Heniipteros.) Schulthess Rechberg (Antón v.), Doctor en Medicina. — Thalakerstrasse, Zuricli (Suiza).- (Entomoloffia, Ortópteros e Himenópteros.) Torre (D. Carlos de la), Catedrático en la Universidad de la Habana (Cuba). Turnez (W. Henry), de la Comisión Geológica.— Washington (Estados \Jm- áos).— (Geología.) Verneau (Dr. Rene), Profesor en el Museo de Historia Natural.— 48, rué Du- couédic, Paris W (Francia). Washington (Dr. Henry St.).— Locust, Mammouth Co., N. J. (Estados Unidos). Weise (J.).-Griebenowstrasse, 16, Berlín, u. 37.— (Coleópteros, esp. Curculió- nidos y Crisomélidos.) Socios numerarios (i). 1918. Academia de Infantería.— Toledo. 1915. Achúcarro (D. Nicolás), Doctor en Medicina, Profesor auxiliar en la Univer- sidad Central.— Lista, 11, M.aár\á.—(Histologia.) 1903. Aguilar y Carmena (D. Fernando), Farmacéutico, Director de la Estación de Biología vegetal.— Illescas {loXeáo).— (Biología vegetal.) 1912. Aguilar-amat (D. Juan Bautista), Ingeniero industrial.— Barcelona. 1912. Agulnaco (D. Vicente), Médico oculista.— Santander. 1902. Alabern (D. Enrique), Doctor en Medicina.— Borne-Pelaires, 104, Palma de ^aWorca.— (Citología general e Histología.) 1897. Alaejos y Sanz (D. Luis), Doctor en Ciencias, Conservador de la Estación de Biología marina.— Santander. 1907. Alcalde del Río (D. Hermilio), Profesor en la Escuela de Artes e Industrias de Torrelavega (Santander). 1914. Aleonada González (D. Ángel), Licenciado en Ciencias Naturales.— Alonso Fernández de Madrid, 2, Palencia. 1917. Aldama Herrero (D. Ricardo), Alumno de Ciencias.— Barcelona. 1915. Almela Meliá (D.Juan), Auxiliar del Instituto de Reformas Sociales.— Madrid. 1901. Almera (D.Jaime), Canónigo de la Catedral.- Sagristans, 1, 3.°, Barcelona.— (Geología y Paleontología.) 1914. Alvarado Fernández (D. Salustio), Licenciado en Ciencias Naturales.— Resi- dencia de Estudiantes.— Madrid. 1915. Alvarez de Toledo (D. Ramón), Profesor auxiliar de la Facultad de Medi- cina.—Granada. 1914. Alvira (D. Mariano), Doctor en Medicina.— Zaragoza. 1908. Andreu y Rubio (D. José), Profesor de Historia Natural en el Seminario de Oriliuela (Alicante). 1875 Antón y Ferrándiz (D. Manuel), Catedrático de la Facultad de Ciencias, Di- rector del Museo de Antropología.-01ózaga,5y7, Madrid,— Mwíropo/o^^í'oJ 1894. Aragón y Escacena (D. Federico), Doctor en Ciencias Naturales, Catedrá- tico en el Instituto —León. (1) El nombre de los socios numerarios va precedido de la cifra que indica el año de su admisión en la Sociedad, y el de los socios fundadores y vitalicios, de las abre- viaturas S. F. y S. V., respectivamente. DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORL\ NATURAL 11 1917. Aragón y Escacena (D. Francisco), Ayudante del Instituto.— León. 1898. Araraburu y Altuna (D. Pedro), Doctor en Medicina, Director de la Escuela de Veterinaria.— Coso, 5, Zaragoza. 1905. Aranda y Millán (D. Francisco), Catedrático de Zoología en la Universidad. Paseo de Sagasta, 22, Zaragoza. i885. Aranzadi y Unamuno (D. Teiesforo), Doctor en Farmacia y en Ciencias Na- turales, Catedrático de la Facultad de Farmacia de la Universidad.— Cor- tes, 635, 3.°, 2.", Barcelona. - (Antropología y Botánica.) 1910. Ardlz Acha (D. Manuel). — Paseo de Pamplona, 7, Zaragoza. 1909. Ardois (D. Juan).— Princesa, 43, ÍAaáñá. -(Coleópteros del Globo.) 1903. Areses (D. Rafael), Ingeniero Jefe del Distrito Forestal de Pontevedra.— Tuy (Pontevedra). 1902. Arévalo Carretero (D. Celso), Doctor en Ciencias Naturales, Catedráti- co y Vicedirector del Instituto, Director del Laboratorio de Hidrobiología del mismo.— Gran Vía del Marqués del Turia, 69, 2.°, Valencia.— ( Hidrobio- logía. J 1915. Arias de Olavarrieta (D. José), Licenciado en Ciencias naturales.— Luna, 25, Madrid. 1904. Arias Encobet(D. José), Catedrático en la Universidad.— Qomis, 37, princi- pal, Barcelona.— (Dípteros.) 1906. Aser y C* (A.).-13, Unter den Linden, Berlín, W. 1872. Ateneo científico y literario (Biblioteca del).— Prado, 21, Madrid. 1917. Ateneo Conquense.— Mariano Catalina, 30, Cuenca. 1917. Ateneo de Sevilla. 1915. Ateneo Montañés.— Santander. 1912. Atilló y Costilla (D. Manuel), Profesor de la Escuela de Ingenieros de Mon- tes.—Ferraz, 44, Madrid. 1897. Azpeitia y Moros (D. Florentino), Profesor en la Escuela de Minas.— Fer- nando VI, 10, Madrid.— (Malacología y Diatomas.) 1917. Báez Velasco (D. Eligio).-Puerta del Sol, 6, Madrid. 1902. Bago y Rubio (D. Miguel), Comandante de Ingenieros. — Traiano, 15 y 17, Sevilla. 1904. Bahía y Urrutia (E.xcmo. Sr. D. Luis), Abogado, Senador del Reino.— Alma- gro, 29, Madrid.-( Agricultura.) 1913. Balasch (R. P. Jaime), Profesor de Historia Natural.— Colegio de San José, Valencia. 1906. Balguerias y Quesada (D. Eduardo), Conservador del Jardín Botánico.— Príncipe, 27, Madrid. 1914. Barbera Martí (D. Faustino), Doctor en Medicina, Director de la Revista valenciana de Ciencias Médicas.— Valencia. 1913. Barnet (D. Ricardo), Profesor de la Escuela Alemana.— Barcelona. 1891. Barras de Aragón ( D. Francisco de las), Catedrático de Mineralogía y Botánica de la Universidad. — Reinoso, 8, Sevilla. — (Entomología ij Botánica.) 1901. Barreiro Martínez (R. P. Agustín).— Agustino, Doctor én Ciencias Natura- les.—Madrid.— ('yVíf/ (//esporos. > 1895. Bartolomé del Cerro (D. Abelardo), Catedrático, por oposición, de la Uni- versidad.—Salamanca. 1911. Beathy (Beatrice M.).— Minas del Astillero (Santander). 1916. Beato y Pérez (D. José), Alumno de Ciencias.— Ledesma (Salamanca^. 1916. Becerra y Herráiz (D. Antonio), Licenciado en Ciencias Naturales.— Cádiz. 1912. Bellido y Golferichs (D. Jesús María), Catedrático de la Facultad de Medi- cina.—Zaragoza. 12 LISTA DE SOCIOS 1906. Beltrán Bigorra (D. Francisco), Catedrático de la Universidad y Director del Jardín Botánico.— Pizarro, 10, 'Va\encia.— (Botánica ) 1905. Benedlto (D. José María), Jefe del Laboratorio de Taxidermia del Museo Na- cional de Ciencias Naturales.— Claudio Coello, 118, Madrid. 1912. Benedito (D. Luis), Colector taxidermista del Museo Nacional.— Claudio Coello, 118, Madrid. 1912. Benlsa (R. P. Fr. Melchor de). Director del Observatorio.— Totana (Murcia). 1915. Benjumea Calderón (D. Antonio), Ingeniero de Minas.— Sevilla. 1913. Bernaldo de Qulrós (D. Constancio), del Instituto de Reformas Sociales.— Lagasca, 97, Madrid. 1910. Berraondo (D. Maiuiel), Catedrático en el Instituto.— Albacete. 1912. Bertrán Olivella (D. Andrés), Alumno de Ciencias Naturales.— Barcelona. 1903. Bescansa Casares (D. Fermín), Catedrático de Historia Natural en el Insti- tuto.—La Coruña.- (Botánica.) 1898. Blas y Manada (D. Macario), Doctor en Farmacia.— Pez, 1, Madrid. 1901. Bofill (D. José María), Doctor en Medicina.— Aragón, 281, Barcelona. 1912. Bolívar y Pieltain (D. Cándido), Conservador interino del Museo Nacional de Ciencias Naturales.— Paseo del General Martínez Campos, 33, Madrid.— (Carábidos y Ortópteros.) 1913. Bolívar y Pieltain (D. Ignacio), Doctor en Medicina, Ayudante del Insti- tuto de Radiactividad. -Don Ramón de la Cruz, 12, Madrid. S. F. Bolívar y Urrutia (D. Ignacio), Catedrático en la Facultad de Ciencias, Di- rector del Museo Nacional de Ciencias Naturales.— Paseo del General Mar- tínez Campos, 33, Niaáñá.— (Ortópteros, Hemípteros y Crustáceos.) 1915. Bolos y Vayreda (D. Antón), Farmacéutico.— San Rafael, 28, Olot (Gerona). (Botánica.) 1909. Bordas Celma (R. P. Manuel).-Escuelas Pías de Mataró (Barcelona). 1898. Borobio (D. Patricio), Catedrático en la Facultad de Medicina.— Coso, 47, Zaragoza. -(Pediatría.) 1872. Boscá y Casanoves (D. Eduardo), Licenciado en Medicina, Catedrático jubi- lado de la Facultad de Ciencias en la Universidad. -Avenida del Puerto, 42, V a\e.nc\a.— (Reptiles de Europa.) 1900. Boscá y Seytre (D. Antimo), Doctor en Ciencias, Catedrático en el Institu- to.—Castellón.— C/Wí>2é'ro/o.í?'/í7.> 1916. Breuil (M. Henry), Profesor en el Instituto de Paleontología humana.— París. 1912. Brolemann (H. W.).— Pau (Bajos Pirineos, ¥ranz\a).- ( Entofnología general especialmente Miriápodos.) 1901. Brugaés y Escuder (D. Casimiro), Doctor en Farmacia y en Ciencias. - Bruch, 66, Barcelona.— (^///s/o/Ojg-/« vegetal.) 1883. Buen y del Cos (D. Odón de), Ex Senador, Catedrático de Mineralogía y Bo- tánica en la Universidad Central, Director del Instituto Español de Ocea- nografía.—Lagasca, 116, M.aár\á.—( Biología marina.) 1915. Buen y Lozano (D. Fernando de), Licenciado en Ciencias y Alumno de Far- macia.—Lagasca, 116, Madrid. 1911. Buen y Lozano (D. Rafael de), Catedrático de la Sección de Ciencias en la Facultad de Medicina.— Cádiz. 1916. Buen y Lozano ( D. Sadi de). Licenciado en Medicina. — Lagasca , 1!6, Madrid. 1915. Busquets Mollera (D. Narciso), Licenciado en Ciencias Naturales.— Bar- celona. 1901. Caballero (D. Arturo), Catedrático de la Universidad. -Bertrán, 104, San Gervasio (Barcelona). 1913. Caballero Fernández (D. Justo), Alumno de Ciencias.— Barcelona. DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 13 1908. Cabeza de León (D. Salvador), Catedrático de la Facultad de Dereclio en la Universidad.- Santiago. 1912. Cabré y Aguilió (D. Juan).— Ventura Rodríguez, 2, M.adTÍd.-~(Espeleología.) 1902. Cabrera y Díaz (D. Agustín), Doctor en Ciencias, Catedrático en el Institu- to.—Laguna de Tenerife (Canarias). 1891. Cabrera y Díaz (D. Anatael), Médico cirujano.— Laguna de Tenerife (Cana- rias).—f/Y/Vne/íd/y/ÉTOs, Véspidos, Eiiménidos y Masáridos del Globo.) 1S9G. Cabrera y Latorre (D. Ángel), Agregado al Museo Nacional de Ciencias Na- turales; Caballero de la Orden civil de Alfonso XIL— Claudio Coello, 115, Madrid.— CyVtom/'/íTos y Dibujo científico.) 1917. Cabrero Martínez (D. Federico).— Sevilla. 1906. Calaíat León (D. Juan).— Fuencarral, 42, Madrid. 1901. Calleja y Borja-Tarrius (D. Carlos), Catedrático en la Facultad de Medici- na.—Cortes, 248, pral., Barcelona.- (Histología.) 1910. Cambronero y González (D. Saturnino), Farmacéutico militar.— Veneras, 1 y 3; l."dcha., Madrid. 1889. -Camps (Sr. Marqués de). Diputado a Cortes.— Canuda, 16, pral., Barcelona. 1916. Cañáis Carreño ÍD. Juan), Alumno de Ciencias Naturales.— Barcelona. 1914. Candan y Pízarro (D. Feliciano), Rector y Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad.— Sevilla. 1913. Carandell y Pericay (D. Juan), Doctor en Ciencias naturales. Catedrático en el Instituto.- Cabra.— (Geo/o^rá.^ 1905. Carballo (D. Jesús María).— Antonio Acuña, 3, ís\aáñá.— (Espeleología.) 1913. Carreras Montoya (D. Ricardo), Alumno de Ciencias Naturales.— Caballero de Gracia, 10 y 12, pral. izqda., Madrid. 1914. Carreras Reura (D. Francisco), Licenciado en Ciencias Naturales.— Carran- za, 16, entresuelo, Madrid. 1918. Carrión y Carrión (D. Pascual), Ingeniero Agrónomo.— San Fernando, 29, Sevilla. 1877. Carvalho Monteiro (Excmo. Sr. D. Antonio Augusto de). Doctor en Dere- cho y en Ciencias Naturales por la Universidad de Coimbra, y Miembro de la Sociedad de Aclimatación de Río Janeiro.— Rúa do Alecrim, 70, Lisboa (Port\i§,a\).— (Lepidópteros.) 1901. Casamada Mauri (D. Ramón).— Pelayo, 17, 2.°, Barcelona. 1914. Casan (Rvdo. P. Ignacio), Profesor de las Escuelas Pías de Utiel.— Valencia. 1901. Casares Gil (limo. Sr. D. Antonio), Médico Mayor de Sanidad Militar, Conseje- ro de Sanidad.— Plaza de Santa Catalina, 2, JAaár{á.—( Hepáticas y Musgos.) 1901 . Casares Gil (Excmo. Sr. D. José), Catedrático en la Facultad de Farmacia, Se- nador del Reino.— P.^ de Sta. Catalina, 2, Madrid.— (Análisis guímico mineral. ) 1906. Cascón y Martínez (D. José), Ingeniero Agrónomo.- Lagasca, 119, Madrid. 1901. Casino de Zaragoza. 1911. Castaños Fernández (D. Emiliano), Catedrático del Instituto.— Huesca. 1912. Castro y Barea (D. Pedro), Doctor en Ciencias Naturales, Auxiliar en la Uni- versidad.—Sevilla. 1905. Castro y Pascual (D. Francisco), Catedrático de la Facultad de Farmacia, Secretario general de la Universidad Central.— Valverde, 9, Madrid. 1901. Cátedra de Mineralogía y Botánica de la Universidad de Barcelona. 1901. Cátedra de Mineralogía y Botánica de la Universidad de Santiago. 1907. Cátedra de Mineralogía y Botánica de la Universidad Central.— Madrid. 1916. Cátedra de Mineralogía y Zoología de la Facultad de Farmacia de la Llniver- sidad de Santiago. 1914. Cavero Martínez (D. Isidoro), Licenciado en Ciencias Naturales.— Sagasf a, 3, Madrid. 14 LISTA DE SOCIOS 1884. Cazurro y Ruiz (D. Manuel), Doctor en Derecho y en Ciencias Naturales, Ca- tedrático en el Instituto.— Paseo de Gracia, 78, Barcelona.— (Prehistoria // Micrografi'a.) 1905. Cendrero (D. Orestes), Doctor en Ciencias Naturales, Catedrático en el Ins- tituto.—Santander. 1916. Cerralbo (Excmo. Sr. Marqués de).— Ventura Rodríguez, 2, Madrid. 1891. Chaves y Pérez del Pulgar (D. Federico), Doctor en Ciencias Físico-quími- cas, Director del Museo regional. ~ Córdoba. — (Mineraloffía y Cristalo- grafía.) 1913. Cillero y Ángulo (D.José), Ayudante del Instituto.— Reus. 1913. Cillero y Ángulo (D. Marcelino\ Catedrático en el Instituto.— Reus. 1916. Codina (D. Ascencio).— Sors, 35, Gracia, Barcelona.— C/r?st?c/os de Cataluña.) 1873. Codorníu (Excmo. Sr. D. Ricardo), Inspector general jubilado de primera clase del Cuerpo de Ingenieros de Montes, Gran cruz de Isabel la Católica y del Mérito Agrícola.— Murcia. 1914. Cogolludo y Bejarano (D. José María), Licenciado en Ciencias y Farmacia. Martín de los Heros, 20, }A.aár\á..^( Botánica.) 1907. Colomo y Amarillas (D. Victoriano), Profesor en la Escuela de Veterinaria. Olivar, 1, Madrid. 1913. Conde de la Vega del Sella.— Nueva (Asturias). 1914. Conde y Lledó (D. Enrique), Ingeniero de Minas.— Claudio Coello, 1, Madrid. 1917. ContrerasOcón (D.Cristóbal), Profesor auxiliar de la Universidad. —Granada. 1892. Corrales Hernández (D. Ángel), Catedrático en el Instituto.— Ciudad Real. 1872. Cortázar (Excmo. Sr. D. Daniel de). Senador del Reino, Inspector general ju- bilado del Cuerpo de Ingenieros de Minas, de las Reales Academias de la Lengua y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Consejero de Instruc- • ción pública.— Velázquez, 16, hotel, Madrid. 1901. CoscoUano y BuriUq (D. José), Catedrático en el Instituto.— Baeza. 1915. Crespi y Jaume (D. Luis), Catedrático en el \nst\t\xto.—Lngo.—( Agricultura.) 1902. Cru y Marqués (D. Enrique), Naturalista disecador.— San Vicente, 245, Valen- cia.—rOo/o^/fl y Ornitología.) 1903. Cruz (D. Emiliano de la). Ingeniero jefe de las Minas de Ribas (Gerona), de las Sociedades geológicas de Londres, Francia, Bélgica e Italia, etc.. Inge- niero graduado de los Institutos de Minas de Londres y de Newcastle.— Minas de Ribas, Gerona. 1902. Cruz Nathan (D. Ángel B. de la). Profesor auxiliar en el Instituto.— Liber- tad, 117, Cabañal (Valencia).— ('Zoo/o^vo.; 1915. Cuesta Urcelay (D. Juan), Licenciado en Ciencias Naturales.— iyVartín de los Heros, 57, Madrid.— ('fíotó«/ca.; 1912. Cusí y Ventades (D. Ernesto), Doctor en Ciencias, Conservador interino del Museo Nacional de Ciencias Naturales.- Ferraz, 94, Madrid. 1910. Dantín y Cereceda (D. Juan), Catedrático en el Instituto.— Guadalajara. 1910. Darder Pericas (D. Bartolomé), Licenciado en Ciencias.— Vallori, 18, Palma de lAaWorca.— (Estratigrafía.) 1910. Darder y Cánaves (D. Emilio).— Temple, 9, Palma de Mallorca. 1908. Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca. 1916. Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valencia. 1913. Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad.- Obispo, 9, Valladolid. 1909. Delgado Lauger (D. Jorge).— Paseo de Colón, 3, Barcelona. 1917. Deselaers (Dr. Hubert), Doctor en Medicina.— Moya, 4, Barcelona.— f/l/z/ro- pologia.) 1902. Deulofeu (D. José), Catedrático de Química inorgánica en la Facultad de Farmacia.— Santiago. DE LA RKAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 15 1890. Díaz del Villar (limo. Sr. D. Juan Manuel), Doctor en Medicina, Catedrático en la Escuela de Veterinaria, Consejero de Sanidad.— Atocha, 127, duplica- do, Madrid.— (Episoarios y Entomozoarios.) 1899. Díaz Tosaos (R. P. Filiberto), Doctor en Ciencias, Conservador por oposición en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.— Fuencarral, 155, Madrid. 1901. Diez Tortosa(D. Juan Luis), Catedrático en la Facultad de Farmacia.— Reyes Católicos, 47, Granada.— f'ZJo/í/Ví/cf?.^ 1907. Diez Tortosa (D. Manuel), Licenciado en Ciencias Naturales.— Granada. 1911. Dodero (D. Agostino), fu Gno.— Vía Qropallo, 6-3; Casella póstale, 1160, Gé- S V ■ ■ x^Q)\&{\\.?lX\q).— (Coleópteros de Europa.) 1915. Dominguez (D. Baldomero), Catedrático de Historia Natural en el Instituto.— Almería. 1917. Domínguez y Montero (D. Pedro), Alumno de Ciencias Naturales.— Línea del Tajuña.— Albalate de Zorita. 1917. Doreste y Betancor (D. Federico).— Ballesta, 5, 2.°, Madrid. 1913. Dubois (D. Carlos).— Ferraz, 52, bajo, Madrid. 1903. Dulau (M.).— Soho Square, 37, Londres. 1890. Dusmet y Alonso (D. José M.), Doctor en Ciencias Naturales, Naturalista agregado al Museo Nacional.— Plaza de Santa Cruz, 1 ,h\adx\d.—( Himenóp- teros.) 1909. Eguren y Bengoa (D. Enrique), Catedrático de la Universidad.— Oviedo. 1898. Eleizegui (D. Antonio), Catedrático en la Facultad de Farmacia.— Plaza de la Universidad, 5, 3.°, Santiago. 1888. Elizalde y Eslava (D. Joaquín), Catedrático de Historia Natural en el Institu- to.—Logroño. 1912. Escalas Real (D. Jaime), Doctor en Medicina.— Salellas, 2, Palma de Ma- llorca. 1902. Escribano (D. Cayetano), Conservador del Museo Nacional de Ciencias Natu rales, Profesor auxiliar de la Facultad de Ciencias.— Colmenares, 6, 2.° iz- quierda, Madrid. 1872. Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos (Biblioteca de la).— Alfonso XII, Madrid. 1872. Escuela de Ingenieros de Montes (Biblioteca de la). -Madrid. 1894. Escuela de Veterinaria de Madrid. 1905. Escuela Normal de Maestros de Granada. 1917. Escuela Normal de Maestras de Guipúzcoa.— San Sebastián. 1917. Escuela Normal de Maestros de Sevilla. 1917. Escuela Normal de Maestras de Vizcaya.— Bilbao. 1915. Escuela Superior de Comercio de Málaga. 1907. Espejo y Casabona (D. Francisco), Regente de la Escuela Normal de Maes- tros.—Granada. 1905. Estación de Biología marina.— Puerto Chico, Santander. 1917. Estébanez (D. Rosendo), Doctor en Farmacia.— Plaza de Bilbao, 7, Madrid.— (Botánica.) 1932. Esteva (D. José), Presbítero.— Clavería, ó.— Q&rona.— ( Botánica general y Criptogamia.) 1914. Ezquieta y Ares (D. Joaquín), Alumno de Ciencias Naturales.— Barcelona. 1878. Facultad de Ciencias de la Universidad (Biblioteca de la).— Valencia. 1906. Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada. 1917. Facultad de Ciencias de la Universidad de Murcia. 1903. Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada. 1914. Fallot (M. Paul).— Laboratoire de Géologie, place Notre Dame, Grenoble (Francia). 16 LISTA DE SOCIOS 1909. Faura y Sans (D. Mariano), Presbítero, Profesor Auxiliar, por oposición, en la Facultad de Ciencias. -Valencia, 234, principal, ¡.".—Barcelona. 1914. Feced Cañeque (D. J. Gonzalo), Licenciado en Ciencias Naturales.— Humilla- dero, 2, Madrid. 1914. Fenech (D. Rafael), Ingeniero.-Qranada. —rCr/sto/o^ra/i'a química.) 1910. Feraández (D. Ambrosio). — Agustino. — Colegio de Uclés, por Tarancón (Cnencñ\.-(Lepldópteros.) 1911. Fernández Alonso (D.^ luana). Profesora en la Escuela Normal de Maestras de La Coruña. 1904. Fernández Galiano (D. Emilio), Catedrático en la Universidad.— Barcelona. 1914. Fernández Hernández (D. Alfredo), Profesor de Historia Natural en el Co- legio Cervantes.— Hernán Cortés, 19, Valencia. 1908. Fernández Martí (D. José), Doctor en Medicina y Licenciado en Ciencias Naturales, Jardinero Mayor del Botánico.- Valencia. 1907. Fernández Martínez (D. Fidel), Médico.— Granada. 1916. Fernández Montesinos (D. Gregorio), Médico.— Granada. 1890. Fernández Navarro (D. Lucas), Catedrático de Cristalografía en la Facul- tad de Ciencias.— Velázquez, 64, Madrid. 1913. Fernández-Nonidez (D. José), Decano y Catedrático de Zoología en la Uni- versidad.—Murcia. 1917. Fernández Riofrío (D. Benito), Licenciado en Ciencias Naturales.— Bar- celona. 1900. Ferrando y Más (D. Pedro), Catedrático de Mineralogía y Botánica en la Universidad.— Paseo de Sagasta, 9, Zaragoza. 1912. Ferré Gomis (D. Roberto).— Barcelona. 1885. Ferrer (D. Carlos), Doctor en Medicina y Bachiller en Ciencias.— Ronda de la Universidad, 16, 1.°, Barcelona. 1914. Ferrer (R. P. Francisco), Profesor y Secretario del Colegio de la Concep- ción de Onteniente (Valencia). 1907. Ferrer Hernández (D. Francisco), Profesor Auxiliar, por oposición, en la Universidad.— Sierpe, 3, M.3iár\ú..-~(Esponjas.) 1915. Ferrer y Galdiano (D. Manuel), Licenciado en Ciencias Naturales.— Paseo de Recoletos, 37, Madrid.— (^Cn/stóceos.^ 1879. Flórez y González (D. Roberto).-Cangas de Tineo (Asturias).-r£'«/omo- logia.) 1901. Folch y Andreu (D.Rafael), Catedrático de la Facultad de Farmacia.-Madrid. 1912. Fónt Quer (Dr. Píoi, Licenciado en Ciencias y Farmacéutico militar.— Sicilia, 26 bis, Barcelona.— r^otó/j/or/.j 1914. Fraga Torrejón (D. Eduardo de). Maestro superior.-Olid, 4, Madrid. 1910. Franganillo Balboa (P. Pelegrín), S. J., Profesor y Director del Laboratorio biológico y micrográfico en el Colegio de la Inmaculada.— Apartado 32, G\\óx\.—{Aracnología y en especial Araneologia.) 1917. Frankowski (D. Eugeniusz), Ayudante del Instituto Antropológico de la Universidad de Cracovia.— Carretas, 12, Niaáñá..— ( Antropología ij etno- grafía.) 1914. Fructuoso Tristancho (D. Gonzalo), Auxiliar en el Instituto.— Albacete. 1888. Fuente (D. José María de la), Presbítero. -Pozuelo de Calatrava (Ciudad Rea\).— (Entomología. Coleópteros de Europa. Admite cambios de estos in- sectos.) 1915. Fuentes Pascual (I). Joaquín), Doctor en Ciencias Químicas y Director del Laboratorio Agrícola de Navarra -Pamplona. 1890. Fuset y Tubiá (D. José), Catedrático en la Universidad.— Valencia, 195, Bar- celona.- ((insanos !j Dihnio cie/itífico.) DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 17 1914. Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Sevilla. 1904. Galán (D. Alfonso), Licenciado en Ciencias Naturales, Conservador del La- boratorio biológico marino de Baleares.— Palma de Mallorca. 1910. Gamuiidi Ballester (D. Juan), Farmacéutico militar.— Palma de Mallorca (Baleares). 1916. Gandolfi Hornyold (Dr. Alfonso), Privat-Docent de la Universidad, 6, Ave- nue de Florissant, Ginebra. 1914. Garbayo Ayala (D. Saturnino), Alumno de Ciencias Naturales.— Barcelona. 1872. García y Arenal (limo. Sr. D. Fernando), Ingeniero Jefe de Caminos, Cana- les y Puertos.— Lista, 4, Madrid. 1913. García Banús (D. Mario), Doctor en Ciencias Naturales.— Olózaga, 6, Ma- drid.—(Hisfo/ogía.) 1913. García Bayón-Campomanes (D. Pedro), Licenciado en Ciencias Naturales.— Don Benito (Badajoz). 1915. García del Cid (D. Francisco), Alumno de Ciencias Naturales.— Barcelona. 1906. García González (D. Joaquín).— Preciados, 46, 3.°, Madrid. 1913. García ízcara (D. Dalmacio), Director de la Escuela de Veterinaria.— Plaza de la Cebada, 9, Madrid. 1877. García Mercet (D. Ricardo), Secretario de la Asociación española para el progreso de las Ciencias. Naturalista agregado al Museo Nacional de Cien- cias Naturales, Subinspector de Sanidad militar,— Glorieta de Quevedo, 10, Madrid.^(Himenópteros de Europa.) 1899. García Várela (D. Antonio), Catedrático de Mineralogía y Botánica en la Universidad de Santiago {Ga\\c\a).^( Hemipteros.) 1910. García Velázquez (D. Pedro), Ingeniero de Minas.— Res, 6, Sevilla. 1909. Garma (D. Félix de la), ex Diputado provincial. Licenciado en Derecho.— La Paraya-Guriezo (Santander).— fP/sc/cü/torí/.j 1900. Gelabert Rincón (Rvdo. D. José).— Llagostera, Gerona.— (Mineralogía y Geo- logía.) 1917. Gil de Ceballos (D. Julio), Alumno de Ciencias Naturales.— Mérida (Badajoz) . 1914. Gil Lletget (D. Augusto), Licenciado en Ciencias Naturales. —Serrano, 19, Madrid.— M^es-^ 1912. Gil Montaner (D. Federico), Ayudante del Instituto.— Campoamor, 24 y 26, Castellón. 1917. Gila (D. Frutos), Licenciado en Ciencias químicas.- Gobernador, 31, Madrid. 1896. Giménez de Aguilar y Cano (D. Juan), Catedrático de Historia Natural en el Instituto. Casa ^\ar\ca.—Cuer\ca.—( Lepidópteros.) 1912. Goizueta y Díaz (D. Jesús), Catedrático y Decano de la Facultad de Farma- cia.—Barcelona. 1912. Gómez de Llarena y Pou (D. Joaquín), Doctor en Ciencias Naturales, Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid.— ('Geo/o^v'a y Geografía.) 1914. Gómez Fernández (D. Luis).— Travesía del Conde Duque, 8, Madrid. 1911. Gómez Llueca (D. Federico), Farmacéutico, Catedrático en el Instituto.— Teruel.— ('Geo/o^í'fl.^ 1917. Gómez-Menor y Ortega (D. Juan), Alumno de Ciencias Naturales.— Pez, 24, Madrid. 1914. Gómez Miguel (Rvdo. P. Ensebio), Profesor de las Escuelas Pías.— Sevilla. 1894. Gómez Ocaña (Excmo. Sr. D. José), Senador vitalicio, de las Reales Acade- mias de Medicina y Ciencias, Catedrático de Fisiología en la Facultad de Medicina.— San Agustín, 7, segundo, Madrid. 1916. Gómez Rodríguez (D. Mariano de la Paz).— Plaza de Alfonso XII, 8, Linares (Jaén). 9. Gómez Vega (D. }Qsé).—?>aniands^r.—( Antropología.) Tomo xvui.— Enero, 1918. 2 18 LISTA DE SOCIOS 1910. González (D. Saturio), P. B. ^Convento de Santo Domingo de Silos (Bur- gos).—(Mamíferos.) 1881. González Fragoso (D. Romualdo).— Eloy Gonzalo, 14, principal, Madrid.— (Micoloffí'a.) S. F. González Hidalgo (D. Joaquín), de la Real Academia de Ciencias, Catedrá- tico de Zoografía de animales inferiores y moluscos, Jefe de la Sección de Malacología del Museo Nacional.— Carmen, 4, Madrid. 1916. González Nicolás (D. Antonio), Ingeniero de Minas.— Sevilla. 1915. González Regueral (D. José Ramón), Licenciado en Ciencias Naturales.— Inerarity, 13 y 15, Gijón. 1902. González Sánchez (D. Francisco).— Granada. 1917. González Sevilla (D. Ramón). Granada. 1914. Goñi Nagore (D. Ramón), Licenciado en Ciencias Naturales.— Mayor, 79, Pamplona. 1918. Granja agrícola de la Fundación Rodríguez Fabres. ^Salamanca. 1882. Gradilla y Gauna (D. Apolinar Federico), Catedrático de la Facultad de Ciencias, Director y Jefe de la Sección de cultivos del Jardín Botánico.— Estrella, 7, principal, N\.adrid.— (Geología t/ Botánica.) 1898. Gregorio Rocasolano (D. Antonio), Catedrático de la Facultad de Ciencias. Zaragoza. 1916. Guerrero Rodríguez (D. Gregorio F.), Licenciado en Ciencias Naturales.— Lope de Vega, 39 y 41, principal, Madrid. 1907. Heintz (D. Luis), Licenciado en Ciencias, Director del Colegio de Nuestra Señora del Pilar.— Goya, 13, Madrid. 1893. Hernández-Pacheco y Esteban (D. Eduardo), Catedrático de la Facultad de Ciencias, Jefe de las Secciones de Geología y Mineralogía del Museo Nacional de Ciencias Naturales.— Eloy Gonzalo, 13, Madrid.— CGeo/o^/'a í/ Paleontología.) 1888. Hoyos (D. Luis), Doctor en Ciencias Naturales y en Derecho, Catedrático de la Escuela Superior del Magisterio.— Genova, 19, M.adrid.— (Antropología.) 1901. Hueso (D. José), Doctor en Ciencias, Profesor numerario de la Escuela Nor- mal.—Llano del Remedio, 8, Valencia. 1915. Huguet del Villar (D. Emilio), Director Fundador del Archivo Geográfico de la Península Ibérica.— Lista, 62, Madrid. 1907. Huguet y Padró (D. Mariano), Doctor en Medicina.— Barcelona.— r^acter/o- logía.) 1895. Huidobro y Hernández (D. José), Doctor en Ciencias, Conservador por opo- sición en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. -Ruiz, 12, segundo, Madrid. 1895. Ibarlucea (D. Casto), Catedrático de Agricultura en el Instituto. -More- ras, 6, segundo, Cáceres. 1914. Ibarra y Méndez (D. Rafael), Licenciado en Ciencias Naturales.— Ferraz, 7, Madrid. 1916. Iglesias Iglesias (D. Luis), Doctor en Ciencias Naturales.— Santiago.— ^Co- leóp teros.) 1902. Imprenta de Fortanet.- Libertad, 29, Madrid. 1908. Instituto general y técnico de Alicante. 1906. Instituto general y técnico de Baeza. 1903. Instituto general y técnico de Barcelona. 1901. Instituto general y técnico de Burgos. 1916. Instituto general y técnico de Castellón. 1906. Instituto general y técnico de Ciudad Real. 1909. Instituto general y técnico de Cuenca. DK LA RKAL ESPAÑOLA DE HLSTORIA NATURAL 19 1916. Instituto general y técnico de Figueras (Gerona). 1907. Instituto general y técnico de Granada. 1901. Instituto general y técnico de Quadalajara. 1903. Instituto general y técnico de Huelva. 1908. Instituto general y técnico de Huesca. 1908. Instituto general y técnico de La Coruna. 1917. Instituto general y técnico de Lugo. 1917. Instituto general y técnico de Mahón. 1915. Instituto general y técnico de Málaga. 1904. Instituto general y técnico de Orense. 1904. Instituto general y técnico de Falencia. 1901. Instituto general y técnico de Palma de Mallorca. 1904. Instituto general y técnico de Pontevedra. 1909. Instituto general y técnico de Reus (Tarragona). 1915. Instituto general y técnico de Salamanca. 1872. Instituto general y técnico de San Isidro (Biblioteca del).— Madrid. 1903. Instituto general y técnico de San Sebastián (Guipúzcoa). 1913. Instituto general y técnico de Santander. 1901. Instituto general y técnico de Santiago, 1916. Instituto general y técnico de Sevilla. 1880. Instituto general y técnico de Valencia. 1901. Instituto general y técnico de Vitoria. 1901. Instituto general y técnico de Zaragoza. 1909. Instituto Oswaldo Cruz.— Chez Mr. A. Schlachter, 46, rué Madame, Paris. 1872. Jardín Botánico (Biblioteca del!.— Madrid. 1906. Jerónimo Barí oso (D. Manuel), Doctor en Ciencias Naturales, Auxiliar en la misma Facultad, Catedrático del Instituto.— Salamanca.— (^5/70íoos.> 1884. Jiménez de Cisneros (D. Daniel), Catedrático de Historia Natural en el Insti- tuto.—Medina, 38, Alicante, 1901. Jimeno Egurbide (D. Florentino), Doctor en Farmacia.- Plaza Real, 1, Bar- celona. 1917. Jorro Azcurre (D Ángel), Alumno de Ciencias Naturales.— Barcelona. 1917. Junta de Obras del Puerto.— Almería. 1909. Labarta (D. Eugenio), Ingeniero de Minas.— Santiago. 1907. Laboratorio biológico marino de Baleares.— Palma de Mallorca. 1906. Laboratorio de radiactividad de la Facultad de Ciencias, Madrid. 1913. Laguna y Gómez (D. Luis), Licenciado en Ciencias naturales. —Estación, 8, Miguelturra (Ciudad Real). 1884. Lauffer (Excmo. Sr. D.Jorge), Agregado al Museo Nacional de Ciencias na- turales, Gran Cruz del Mérito Agrícola, Caballero del mismo y de la Orden civil de Alfonso XII.— Juan de Mena, 5, M.adñd.— (Coleópteros i¡ Lepidópte- ros de España.) 1888. Laza (D. Enrique), Presidente de la Sociedad Malagueña de Ciencias.— Mo- lina Lario, 4 y 6, Niá\a^a.—( Análisis químico.) 1917. Leroy (Dr. Edouard), Doctor en Ciencias por la Universidad de Bruselas.— Fábrica Solvay. Torrelavega (Santa\\áer).—( Fanerógamas y Geografía bo- tánica.) 1909. López (Excmo. Sr. D. Claudio), Marqués de Comillas.— Madrid. 1889. López de Zuazo (D. José), Doctor en Ciencias Naturales, Catedrático en el Instituto.— Zaragoza. 1907. López Mateos (D. Rafael), Catedrático de Agricultura en el Instituto.-Granada. 1901. López Mendigutia (D. Fernando), Doctor en Ciencias Naturales, Profesor au- xiliar, por oposición, en la Facultad de Ciencias.- Barcelona. 20 LISTA DE SOCIOS 1909. Loro y Gómez del Pulgar fD. Manuel V.), Catedrático en el Instituto.— Soria. 1909. Loustau y Gómez de Membrillera (D. José), Catedrático de Mineralogía y Botánica en la Universidad.— Murcia. 1905. Lozano Rey (D. Luis), Catedrático de Zoografía de Vertebrados de la Uni- versidad Central, Jefe de la Sección de Osteozoología del Museo Nacional de Ciencias Naturales.— Lagasca, 119, Madrid. 1901. Llenas y Fernández (D. Manuel).— Avenida de la República Argentina, 5, principal, Barcelona.— (Botánica.) 1902. Llordy Gamboa (D. Ramón), Doctoren Cienciasy Medicina.— Jorge Juan, 59, Madrid.- (Química geológica.) 1914. Llórente Lacave (D. Carlos).— Sevilla. 1916. Llórente Lacave (D. Juan Pedro).— Sevilla. 1908. Llovet Vergara (D. Alejandro).— Escuderos, 4, Segovia. 1897. Maciñelra y Pardo (D. Federico G.), Cronista oficial de Ortigueira (La Co- r\xi\a)-~( Prehistoria.) 1907. Macho Tomé (D. Aquilino), Doctor en Farmacia.— Saldaña (Falencia). 1887. Madrid Moreno (limo. Sr. D. José), Sub-Jefe del Laboratorio municipal. Ca- tedrático de Técnica micrográfica e Histología vegetal y animal en la Fa- cultad de Ciencias, Jefe de la Sección de Microbiología del Jardín Botáni- co, Consejero de Sanidad y de Instrucción pública.— Serrano, 40, Madrid.— (Micrografia.) 1917. Maluquer y Nicolau (D. Joaquín), Ingeniero Industrial, Bai'celona. 1903. Maluquer y Nicolau (D. José).— Rosellón, 323, Barcelona. 1913. Marcet (D. Jaime), Profesor auxiliar de la Universidad. — Lauria, 49, Bar- celona. 1913. Marín Sáenz de Viguera (D. Antonio), Licenciado en Ciencias naturales.— Madrid. 1873. Marín y Sancho (D. Francisco), Licenciado en Farmacia.— Silva, 49, 2.° de- recha, Madrid. 1914. Martí Más (D. Ramón), Alumno de la Facultad de Medicina.— Pi y Margall, 52, Valencia. 1915. Martín Lázaro (D. José), Farmacéutico. — Hospital Militar.— Valladolid. 1910. Martín Lecumberri (D. Nicomedes E.), Auxiliar en la Universidad.— Diago- nal, 323, Barcelona.— (Diatomáceas. Microfotografia.) 1918. Martin y Cardoso (D. Gabriel), Licenciado en Ciencias Naturales.— Marqués de Urquijo, 3, Madrid. 1889. Martínez de la Escalera (D. Manuel».— Zurbano, 9, lAaár\á.— (Coleópteros de Europa y Marruecos.) 1892. Martínez Fernández-Castillo (D. Antonio), Doctor en Ciencias Naturales, Catedrático en el Instituto de San Isidro.— Ferraz, 84, ^\aár\á.—( Ento- mología e Histología.) 1918. Martínez González (D. Serapio), Alumno de Ciencias Naturales.— Pizarro, 15, 3.°, Madrid. 1903. Martínez Girón (D. Paulino), Abogado y Vicecónsul de Chile.— Corral del Rey, 9, Sevilla. 1893. Martínez Núñez (R. P. Zacarías), Agustino, Doctor en Ciencias Naturales. El Escorial (Madrid). 1874. Martínez y Ángel (D. Antonio), Doctor en Medicina. — Hortaleza , 89, Madrid. 1901. Martínez y Martínez (D. Cesáreo), Catedrático en el Instituto.— Convento, 2, Qijón. 1913. Marvier (D. Evan), Ingeniero Inspector del servicio telegráfico de la Compa- DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 21 ñia de los ferrocarriles Andaluces.— Sánchez Pastor, 8-10, M-d\sg,'d.-( Ento- mología.) 1914. Mas de Xaxars y Palet (D. José M.'''), Ingeniero químico.— Méndez Núñez, 6, 3.°, 2.''.— Barcelona.— rCí2ra6/í/os.; 1898. Más y Guindal (D. Joaquín), Oficial 1.° de Sanidad militar.— Ruiz, 13, Madrid. 1912. Maynar Dupla (D. Jesús), Doctor en Ciencias Naturales.— Manifestación, 93, Zaragoza. 1913. Mayordomo (D. Valentín), Profesor de Historia Natural en el Colegio de Nuestra Señora de la Antigua.— Orduña (Vizcaya). 1905. Mazarredo (D. Rafael), Ingeniero Jefe de Caminos.— Alcalá, 31, Madrid. 1909. Medina Martínez (D. Alfonso), Médico.— Serrano, 36, Madrid. 1888. Medina Ramos (D. Manuel), Doctor en Medicina, Catedrático de Anatomía en la Escuela de Medicina.— San Vicente, 8, SeviUa.—(/ilmenópteros.) 1913. Meisser{Dr. D. Benedicto).— Barcelona. 1909. Melcon (R. P. Agustín).— 10, Jang-tszée-poo-Road. Shanghai. China (Via Si- heria).— (Lepidópteros.) 1892. Mendoza (D. Antonio), Jefe del Laboratorio provincial en el Hospital de San Juan de Dios.— Ronda de Atocha, 1, Madrid. 1910. Mir y Llambias (D. Antonio), Catedrático de Agricultura en el Instituto.— Mahón. 1917. Miranda Rivera (D. Alvaro), Licenciado en Ciencias Naturales.— Serrano, 76, Madrid. 1908. Montero y Rodríguez-Almarza (D. José), Licenciado en Ciencias Naturales. Madrid. 1911. Monteverde (D. Félix), Ingeniero de Montes.— El Escorial (Madrid). 1914, Morales Antequera (D. Carlos), Ingeniero agrónomo, Director de la granja de Alfonso XIII.- Sevilla. 1917. Morales Fontán(D. Carlos).— Argote de Molina, 16, Sevilla. 1903. Moran Bayo (D.Juan), Catedrático de Agricultura en el Instituto. -Córdoba (durante el verano en Medina de las Torres, Badajoz). 1908. Morcillo (D. Ramón), Presbítero, Profesor del Sacro-Monte.— Granada. 1909. Moreno Sevilla (D. Fernando).- Granada. 1909. Moreno y Rodríguez (D. Agustín).— Catedrático del Instituto.— Orense. 1900. Moroder y Sala (D. Federico).- Baja, 26, Valencia.— (Entomología, Coleóp- teros y Hemípteros.) 1914. Moróte y Greus (D. Francisco), Doctor en Ciencias, Catedrático de Agricul- tura y Director del Instituto. -Pi y Margall, 52, Valencia. 1914. Motos Fages (D. Mariano), Alumno de Ciencias Naturales.— Barcelona. 1898. Moyano y Moyano (limo. Sr. D. Pedro), Catedrático y Secretario de la Es- cuela de Veterinaria, Comendador de número de la Orden civil del Mérito Agrícola, Caballero de la Orden civil de Alfonso XII y Caballero de 2.^ clase de la Orden del Mérito Militar.— S. Nacional, 18 duplicado, Zaragoza.— C£"/- nologia zootécnica.) 1914. Múgica Mondragón (D. Hilario), Alumno de Ciencias Naturales.— Hurtado de Amézaga, 30, Bilbao. 1902. Muñoz-Cobo (D. Luis), Doctor en Ciencias.— Catedrático en el Instituto.— h\k\aga.—(Malacologla- y Mineralogía.) 1917. Muñoz y Muñoz (D. Juan), Farmacéutico Militar.— Sevilla. 1872. Museo Nacional de Ciencias Naturales (Biblioteca del).— Hipódromo, Madrid. 1894. Museo Pedagógico (Biblioteca del).— Daoiz, 3, Madrid. 1889. Nacher y Vilar (D. Pascual), Catedrático en la Facultad de Ciencias.— Granada. 1905. Nascimento (D. Luis Gonzaga do).— Setubal (Portugal). 22 LISTA DE SOCIOS 1905. Navarrete (D. Adolfo).— Zurbano, 8, Madrid. 1903. Navarro (D. Leandro), Profesor de Patología vegetal en el Instituto Agríco- la de Alfonso XII.— Madrid. 1917. Navarro Martin (D. Francisco), Licenciado en Ciencias Naturales.— Resi- dencia de estudiantes, Madrid. 1908. Navarro y Neumann (R. P. Manuel M." S.\ S. J.— Director de la Estación sismológica de la Cartuja.— Apartado núni. 32, Granada.— (Sismología ij es- pecialmente terremotos españoles.) 1916. Navaz y Sanz (D. José María), Alumno de Ciencias Naturales.— Hortaleza, 30, Madrid. 1908. Nieto Valls (D. Gustavo), Catedrático en el Instituto.— Las Palmas (Ca- narias). 1915. Novel Peña (D. José), Licenciado en Farmacia.— Avenida de Cervantes, ho- tel. Granada. 1902. Novella (D. Joaquín), Catedrático en el Instituto de Gerona. 1898. Novoa y Álvarez (D. Francisco), Vicecónsul de Portugal en Goyán, Socio correspondiente de la Arqueológica de Pontevedra y de la Española de Hi- giene, Comendador de las Ordenes de Cristo y de la Concepción de Villavi- ciosa de Portugal, Médico municipal de Tomiño, Socio de número de la Cruz Roja Española y condecorado con la medalla de plata de la misma Sociedad y con la de plata de Puentesampayo.— (Por Tuy), Goyán. 1917. Obermaier (Dr. Hugo), Profesor agregado al Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. 1872. Oberthür (D. Carlos), de la Sociedad Entomológica de Francia.— Faubourg de París, 36, Rennes (Ille-et-Vilaine), Francia.— (Lepidópteros.) 1872. Oberthür (D. Renato), de la Sociedad Entomológica de Francia.— Faubourg de París, 36, Rennes (Ille-et-Vilaine), Francia.— (Coleópteros.) 1872. Observatorio Astronómico (Biblioteca del).— Madrid. 1917. Observatorio del Ebro.— Tortosa. 1911. Olabe Alonso (D.José).— Santander. 1911. Olea y Córdova (D. Gregorio).— Subinspector Farmacéutico de Sanidad Mi- litar.—Valverde, 8, pral., Madrid. 1909. Olivar (D. Manuel), Doctor en Medicina, Profesor auxiliar en la Escuela de Veterinaria.— Zaragoza. 1887. Onís (D. Mauricio Carlos de). Licenciado en Ciencias.— Santa Engracia, 23, principal, Madrid. 1890. Ortega y Mayor (D. Enrique)— Calle de Carretas, 14, Laboratorio químico, Madrid. 1897. Orueta (D. Domingo de), Ingein'ero de Minas.— Claudio Coello, 23, Madrid. (Geología.) 1915. Owin y Cortés (D. Jacinto), Profesor de la Facultad de Medicina.— Sevilla. 1905. Padró (D. José), Tecnógrafo de la Facultad de Ciencias. — Huertas, 70, Madrid. 1894. Palacios (D. Pedro), de la Real Academia de Ciencias, Inspector general jubilado del Cuerpo de Ingenieros de Minas.— Montesquinza, 9, Madrid. 1911. Pan Fernández (D. Ismael del). Catedrático en el Instituto. —Cáceres.— CGí'O- logia.) 1881. Pantel (R. P. José), S. J.-Maison d'études, Gemert (Holanda).— M^^/ow/V? de insectos, Ortópteros.) 5 . Pardillo Vaquer (D. Francisco), Catedrático de Cristalografía en la Univer- sidad.—Aribau, 152, Barcelona. 1913. Pardo García (D. Luis), Alumno de Ciencias Naturales. -San Vicente, 205, Valencia. DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 23 1882. Paúl y Arozarena (D. Manuel José de).— San Vicente, 10, SeviUa.— fPafolo- gía reffctal.) 1903. Pazos Caballero (D. J. H.), Médico-cirujano; Miembro de varias sociedades científicas y Corresponsal de la Academia de Ciencias de la Habana.— Mar- tí, 46, San Antonio de los Baños {CuhH).~(D!/jteros parásitos.) 1898. Pella y Porgas (D. Pedro), Ingeniero industrial, químico y mecánico; Socio de mérito de las Económicas Aragonesa y Qerundense de Amigos del País y del Ateneo de Teruel; Ingeniero Jefe de la explotación del Ferrocarril de Cariñena a Zaragoza. —Zaragoza. —(Geología.) 1907. Pereyra Galbiatti (D. José), Perito agrónomo por la Escuela de Montpellier. Arrecife (Lanzarote, Islas Canarias).— (Agronomía y Geología Agrícola de Canarias.) 1913. Pérez (R. P. Valentín), Escolapio.— Getafe (Madrid). 1918. Pérez Casanova (D. Gonzalo), Alumno de Ciencias Naturales.- Residencia de estudiantes, Madrid. 1915. Pérez de Barradas y Alvarez de Eulate (D. José).— Madrid. 1915. Pérez de Pedro (D. Félix), Licenciado en Ciencias Naturales.— Jardines, 15, Madrid. 1881. Pérez Lara (D. José María).— Jerez de la Frontera (Cádiz).— (Botánica.) 1873. Pérez Ortego (D. Enrique), Doctor en Ciencias, Profesor auxiliar en el Ins- tituto del Cardenal Cisneros.— C. de San Bernardino, 7, Madrid. 1916. Pérez Gutiérrez (D. Miguel), Licenciado en Ciencias Naturales.— Taberni- llas, 13, Madrid. 1894. Pérez Zuñiga (D. Enrique), Profesor auxiliar en la Facultad de Medicina.— Paseo de Trajineros, 32, Madrid. 1907. Peris Puentes (D. Ernesto).— Burriana (Castellón). 1909. Peso y Blanco (D.José), Doctor en Medicina.— Gran Vía, 13, Granada. 1902. Pi y Suñer (D. Augusto), Catedrático en la Facultad de Medicina.— Bar- celona. 1901. Pie (D. Mauricio), de la Sociedad entomológica de Francia.— Digoin (Saóne- et-Loire), Francia. — f£'«^ general de Argelia. Col. e Himenopt. paleart. Melíridos, Punidos, Antícidos, Pedílidos, Briiquidos y «NanoptiyeSA de todo el mundo.) 1915. Pifia de Rubíes (D. Santiago).— Madera, 9, M.aár\á.— (Química mineral.) 1903. Pittaluga (D. Gustavo), Catedrático de Parasitología de la Facultad de Me- dicina en la Universidad Central.— Blanca de Navarra, 4, Níaáriá.—( Investi- gaciones micrográficas aplicadas a la clínica.) 1916. Pía (D. Joaquín), Editor.— Gerona. 1917. Planchuelo y Portales (D. Gregorio), Licenciado en Ciencias y Farmacia.— Fernando VI, 23, 2.°, Madrid. 1915. Planas Garau (D. Antonio), Licenciado en Ciencias Naturales.— Fuenca- rral, 80, Madrid. 1905. Pons (D. Enrique , Catedrático en el Instituto.— Pamplona. 1887. Prado y Sáinz (D. Salvador), Doctor en Ciencias Naturales; Catedrático y Director del Instituto.— Guadalajara. 1917. Prieto de Castro (D. Blas), Licenciado en Ciencias Naturales.— Cruz, 37 y 39, Madrid. 1916. Pro y Alonso (D. Andrés), Licenciado en Ciencias Químicas.— Arrabal, Sa- lamanca. 1912. Pujol (D. Manuel).— Vellisca {Cuenca).—(Lepídópteros.) 1912. Quelle (Dr. Otto).-Konigstrasse, 3, Bonn (,Alemaiúa).--(Geología y Geografía.) 1895. Ramón y Cajal (D. Pedro), Catedrático en la Facultad de Medicina.— Si- tios, 6, Zaragoza.— (Histología.) 24 LISTA DE SOCIOS 1917. Ramos Escudero (D. Abel), Licenciado en Ciencias Naturales.— San Mar- cos, 22, Madrid. 1872. Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Biblioteca de la).— Valverde, 26, Madrid. 1901. Real Biblioteca de Berlín (Konigliche Bibliothek).— Behrenstrasse, 40, Ber- lín W. 64. 1917. Reichenow (Dr. Eduard).— Avenida de la Plaza de Toros, 2, Madrid. 1914. Rey Gelabert (D. Luis del). Ingeniero Agrónomo del Servicio catastral.— Sevilla. 1915. Rey Montero (D. José Cipriano), Catedrático de Agricultura del Instituto.— Málaga. 1907. Reyes Calvo (D. Manuel), Farmacéutico, Licenciado en Ciencias. -Plaza de Herradores, 2, Madrid. 1883. Reyes y Prósper (D. Eduardo), Catedrático de Fitografía en la Facultad de Ciencias; Jefe de la Sección de herbarios en el Jardín Botánico.— San Ber- nardo, 56, M.aárid.— (Anatomía microscópica vegetal, Criptógamas y Or- quídeas de España.) 1872. Ribera (limo. Sr. D. Emilio), Doctor en Ciencias Naturales; Catedrático en la Escuela Superior del Magisterio.— Orellana, 1, Madrid. 1915. Rleta Sister (D. Joaquín), Alumno de Ciencias.— Plaza de la Constitución, 4, Valencia. 1917. Río-Hortega (D. Pío del). Doctor en Medicina.— Prado, 10, Madrid. 1914. Rioja Lo-Bianco (D. Enrique), Doctor en Ciencias Naturales.— Blasco de Qaray, 17, Madrid.— rOusonos anélidos.) 1886. Rioja y Martín (D. José), Doctor en Ciencias Naturales, Director de la Esta- ción de biología marina.— Castelar, Puerto chico (Sanianáer).— (Anatomía de animales inferiores.) 1909. Ríos y Rial (D. Cándido), Director y Catedrático de Historia Natural en el Instituto General y Técnico.— Santiago.— CMnera/o^-m.^ 1902. Riva (D. Maximino de la), Profesor auxiliar en la Facultad de Farmacia.— Santiago. 1896. Rivas Mateos (D. Marcelo), Catedrático en la Facultad de Farmacia de la Universidad; Diputado a Cortes.— Sagasta, 19, lAaáúá.— (Botánica.) 1917. Robert Soler (D. José), Profesor auxiliar de la Escuela de Ingenieros Indus- triales.—Barcelona. 1916. Rodrigo (Rvdo. P. Sabino), Agustino.— Madrid. 1908. Rodrigo Lavín (D. Cipriano), Doctor en Ciencias y Medicina, Auxiliar por oposición en la Facultad de Ciencias.— Hartzenbusch, 15 y 17, Madrid. 1884. Rodríguez Aguado (D. Enrique), Doctor en Ciencias y Medicina, Profesor Auxiliar de la Facultad de Ciencias.— Reyes, 13, Madrid. 1906. Rodríguez y López Neyra (D. Carlos).— Catedrático de Farmacia.— Granada. 1912. Rodríguez y López Neyra (D. Emilio), Doctor en Ciencias Naturales, Cate- drático en el Instituto.— Palma de Mallorca. 1903. Rodríguez y López Neyra (D. Manuel), Catedrático de la Facultad de Far- macia.—Churruca, 17, hl\.aáx\á.—( Liqúenes de España.) 1880. Rodríguez Mourelo (D. José), Académico de la Real de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Profesor de Química industrial orgánica en la Escuela Superior de Artes e Industrias.— Piamonte, 14, h\.aár\á,— (Mineralogía y Química.) 1914. Rodríguez Olleros (D. Jorge), Licenciado en Ciencias Naturales. — Santa Clara, 6, Zamora. 1915. Rodríguez Sardina (D. Juan). —Isabel la Católica, 19, Madrid. 1909. Rodríguez y Rosillo (D. Abilio), Catedrático del Instituto.— Figueras. DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 25 1916. Roig Blnlmells (D. Jerónimo), Alumno de Ciencias.— Barcelona. 1916. Romani(D. Amador).— Barcelona. 1914. Romeo (D. Fermín), Doctor en Ciencias Químicas.— Zaragoza. 1914. Roselló (D. Eduardo), Comandante retirado de Infantería. -San Bartolomé, 5, Valencia.— (Alalacoíogia.) 1907. Roussel y Ory (D. León), Ingeniero Agrónomo; Catedrático de Agricultura del Estado en Francia; Director del servicio agronómico de la Sociedad general de Industria y Comercio.— Prado, 7, Madrid. 1914. Royo Gómez (D. José), Licenciado en Ciencias Naturales.— San Vicente, 45, Madrid.— En verano: Colón, 60, Castellón.— rGÉ'o/oá'''o.>' 1915. Rubio Vicente (D. Ramón).— Madrid. 1914. Rueda Ibáñez (D. Félix de la). Profesor en la Escuela Normal de Maestros. Barcelona. 1913. Ruiz (D. Fernando), Librero.— Plaza de Santa Ana, 13, Madrid. 1915. Ruiz de Pellón (D. Ricardo), Profesor odontólogo.-Santander.— ('///sZ'otoá'/o.J 1918. Ruiz Romero (D. Mariano), Alumno de Ciencias Naturales.- General Felipe Martínez, 12, Jaén. 1890. Sáenz y López (D. Juaní, Licenciado en Ciencias, Director del Colegio de Santa Ana.— Mérida (Badajoz). 1916. Sagarra (D. Ignacio de).— Diagonal, 482, Barcelona— (Lepidópteros.) 1914. Salaya y León (D. Ricardo), Licenciado en Ciencias Naturales.— Alcalá, 93 moderno, Madrid. 1915. Sales Crespo (D. Vicente).— Torno de San Gregorio, Farmacia «La Central»,. Valencia. 1913. Salguero (D. Luis).— Heras (Santander). 1906. San Miguel de la Cámara (D. Maximino), Catedrático de Geología en la Uni- versidad; Miembro de la Real Academia de Ciencias y Artes. -Diputa- ción, 162, Barcelona.— (Petrografía de España.) 1901. Sánchez Bruil (D. Mariano), Catedrático en el Instituto general y técnico.— Alfonso I, 28, Zaragoza. 1914. Sánchez-Mantero Fisat (D. Remigio). — Alcantarillas, 6, Daimiel (Ciudad Real). 1891. Sánchez Navarro y Neumann (D. Emilio), Doctoren Ciencias Naturales, Profesor auxiliar en el Instituto.- Santa Inés, 2, Cáá\z.-( Entomología.) 1914. Sánchez Robles (Rvdo. P. Manuel), Cartuja: Apartado 32, Granada. 1885. Sánchez y Sánchez (D. Domingo), Doctor en Ciencias naturales y en Medi- cina; Conservador, por oposición, en el Museo de Antropología; Profe- sor en la Escuela de Artes e Industrias.- Atocha, 96, lAaáriá.-( Anatomía comparada.) 1913. Sánchez y Sánchez (D. Manuel), Doctor en Ciencias Naturales.— León, 23, segundo, Madrid.— ('///s/o/o^-Za animal.) 1898. Santos y Abreu (D. Elias), Licenciado en Medicina y Cirugía y Director del Museo de Historia natural y Etnográfico.— Santa Cruz de La Palma (Ca- narias).—(Entomología 11 Botánica.) 1911. Santos Ruano (D. Leoncio), Médico. — Santander. 1902. Schramm (D. Jorge).— Ville Soillete, Casablanca (Marrruecos). - (Coleóp- teros, Cerambícidos.) 1912. Sección de Ciencias de la Facultad de Medicina de Cádiz (Universidad de Sevilla). 1898. Segovia y Corrales (D. Alberto), Catedrático de Zoología general en la Fa- cultad de Ciencias.- Leganitos, 47, Madrid. 1917. Selgas y Marín (D. Ezequiel), Alumno de Ciencias Naturales.— Jorge Juan, 6, Madrid. 26 LISTA DE SOCIOS 1902. Seminario Conciliar de Orihuela. 1872. Senado (Biblioteca del).— Madrid. 1915. Seres (D. Manuel), Catedrático de Anatomía de la Facultad de Medicina. Sevilla. 1915. Seró Navas (D. Prudencio), Médico.— Barcelona. 1913. Serra Robert (D. Francisco), Alumno de Ciencias.— Barcelona. 1907. Serradell (D. Baltasar). —San Pablo, 71 y 73, Barcelona. — rCo/7a«/7/o/o^/'fl. Paleontología y Mineralogía.) 1915. Serrano y López Hermoso (D. Ricardo), Doctor en Farmacia. —Pez, 32, Madrid. 1909. Sierra (R. P.Lorenzo).— García Paredes, 41, Madrid —(Espeleología.) 1915. Silva (D. F Emygdio da\ Director de la Biblioteca de la Facultad de Derecho, de la Universidad.— Lisboa. 1899. Silva Tavares (Excmo. Sr. D. Joaquín de), de la Real Academia de Ciencias de Lisboa; de la Sociedad entomológica de Francia; Socio correspondiente de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, y fundador de la So- ciedade Portuguesa de Sciencias Naturaes.— Apartado 21, Pontevedra.— (Zoocecidias.) 1908. Sim ancas Señan (D. Francisco).— Paseo de la Bomba, 7-8 (Hotel), Granada 1889. Simarro (D. Luis), Doctor en Medicina, Catedrático de Psicología experi- mental en la Facultad de Ciencias.- General Oráa, 5, M.aárid.-~(Hístología.) 1914. Simó y Delgado de Mendoza (D. Mariano), Ingeniero de Minas.— Sevilla. 1890. Siret (D. Luis), Ingeniero.— Cuevas de Vera (Almería).- ('Geo/og'/'G y Antro- pología.) 1912. Sirvent (D. Ángel), Auxiliar en la Facultad de Medicina.— Barcelona. 1901. Sobrado Maestro (D. César), Catedrático en la Facultad de Farmacia.— San- tiago.—c5o/«7n'co.^ 1909. Sobrino y Buhigas (D. Ramón), Doctor en Ciencias Naturales, Catedrático en el Instituto.— Pontevedra.— CGeo/o^/'fl y Prehistoria.) 1916. Sociedad Bilbaína.-Bilbao. 1901. Soler y Batlle (D. Enrique), Farmacéutico Militar.— Mayor, 51, Sarria (Bar- celona). -(Botánica.) 1910. Soler y Luesma (D. Amadeo), Doctor en Medicina y Cirugía.— Palacios Ma- laver, 8, Sevilla. 1912. Soler Pujol (D. Luis), Naturalista preparador.— Calle de Raurich, 13 y 15, Barcelona. 1911. Soler Segura (D. Federico), Coronel de Infantería retirado.— Luzón, 1, Ma- drid. 1913. Soriano Lapresa (D. Francisco).- Granada. 1915. Soriano y Pérez (D. Clemente), Alumno de la Facultad de Ciencias. —Za- ragoza. 1908. Suárez de Figueroa y-Cazeaux (D. José), Doctor en Medicina.— Barcelona. Valencia, 209, principal. 1905. Surmely (D. Eduardo), Profesor de idiomas.— Concepción Jerónima, 15 y 17, Madrid. 1913. Susaeta y Ochoa de Echagüen (D. José M."), Doctor en Ciencias Naturales, Catedrático del Instituto.— Cartagena. 1903. Taboada Tundidor (D. José), Doctor en Ciencias Naturales, Licenciado en Derecho, Catedrático en el Instituto.— Granada. 1899. Tarazona y Blancli (D. Ignacio), Catedrático en la Facultad de Ciencias. Principe Alfonso, 11, Valencia. 1899. Tarín y Juaneda (D. Rafael), Doctor en Ciencias Naturales, Profesor auxi- liar de la Universidad.— Torno de San Cristóbal, 9, Valencia. DE LA IIKAL ESPAÑOLA ÜE HISTORIA NATURAL 27 1908. Tello (D. Francisco), Médico.— Aguirre, 1, Madrid. 1910. Tenorio (D. Bernardo).— Venerables, 5, Sevilla.— ('Gé?o/oj?-/a.j 1907. Tomás Corrales (R. P. A.), Rector de las Escuelas Pías y Catedrático de Historia Natural.— Granada. 1900. Torremocha Téliez (D. Lorenzo), Catedrático en la Facultad de Medicina. Valladolid. 1912. Torres Minguez (D. Alejandro), Farmacéutico.— Barcelona. 1914. Trullenque Esteve (D. Ramón), Farmacéutico de Carlet (Valencia).- ('Geo- logia.) 1914. Tuñón y Mallada (Rvdo. P. José M."), Dominico.— Santa María de Nieva (_Ss&g,ov\a).— (Mineralogía.) 1917. Turmo Benjumea (D. Julio), Ingeniero de Minas.— Sevilla. 1902. Turró (D. Ramón), Director del Laboratorio Microbiológico.— Notariado, 10, Barcelona. —(Bacteriología.) 1917. Universidad de Salamanca (Biblioteca de la). 1903. Universidad de Santo Tomás.— Manila. 1911. Universidad de Viena (Biblioteca de la). 1915. Uria Riu (D.Juan), Licenciado en Derecho. -Campoamor, 0\\eáo.— (Antro- pología y Prehistoria.) 1904. Uruñuela (D. Julio), Doctor en Ciencias Naturales, Conservador en el Jardín Botánico.— Madrid. 1900. Vales Failde (limo. Sr. D. Javier), Auditor del Tribunal de la Rota. -Prince- sa, 77, Madrid. 1917. "Vázquez Sanz (D. Juan), Alumno de Ciencias Naturales.-Barcelona. 1914. "Velaz de Medrano (D. Luis), Profesor en la Escuela de Ingenieros de Mon- tes.—Gaztambide, 5, Madrid. 1906. Verdaguer Comes (D. Pablo).— Mar, 94, Valencia.— CGeo/o^/a.; 1909. Vial (D. Federico).- Santander. 1912. Vicioso Martínez (D. Carlos), Ayudante de Montes.— Hortaleza, 84, Madrid. (Botánica.) 1914. Vidal (R. P. Juan Crisóstomo), Profesor de Historia Natural en las Escuelas Pías.— Valencia. 1909. Vidal y Carreras (D. Luis Mariano), Inspector general de! Cuerpo de Inge- nieros de Minas; Presidente de la Comisión del Grisú; Miembro de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona; Socio correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid.— Bar- celona. 1899. Vidal y Compaire (D. Pío), Doctor en Ciencias Naturales, Conservador, por oposición, en el Museo.— Justiniano, 7, Madrid. 1915. Vidai y López (D. Manuel).— Huércal-Overa {Púm&x\?i).—(Cicindélidos del Globo.) 1917. Vila Caro (D. Eugenio), Médico.— Barcelona. 1893. VHa Nadal (D. Antonio), Catedrático en la Universidad de Barcelona. 1896. Viñals y Torrero (D. Francisco), Doctor en Medicina.— Plaza de los Minis- terios, 9, Madrid. 1913. Vives y Fieras (Srta. Catalina), Licenciada en Ciencias Naturales.— Carrera- de San Jerónimo, 31, Madrid. 1916. Wernert Ulrich (D. Pablo).— Alcalá, 143, Madrid.— ('£'/«o/o^/'í7 y prehistoria.) 1907. Wynn Ellis (D. Federico).— Barcelona.— rfíotoVz/ca.^ 1915. Zabala (Rvdo. P. Julián), Profesor de Historia Natural del Colegio de San Bartolomé de Bogotá (Colombia). 1907. Zabala y Lara (D. Miguel), Químico de la Azucarera Santa Juliana y Farma- céutico.—Granada. 28 LISTA DE SOCIOS 1907. Zambrano y García de Caravantes (D. José), Farmacéutico.— Granada. 1912. Zamora (D. Ricardo), Farmacéutico.— Siles (Jaén). 1915. Zamorano Ruiz (D. Manuel), Licenciado en Ciencias Naturales.- Rambla, 15, Murcia. 1915. Zapata y Castañeda (D. Francisco), Médico de la Marina civil.— Sevilla. 1915. Zarco García (D. Ángel), Colector del Museo.— Raymundo Lulio, 10, Madrid. (Coleópteros.) 1912. Zariquiey (D. Ricardo), Doctor en Medicina.— Mallorca, 237, Barcelona.— CCo- leópteros.) 1905. Zulueta (D. Antonio de). Doctor en Ciencias Naturales, Encargado de Cursos prácticos de Biología del Museo.— Claudio Coello, 64, Madrid. Socios agregados. 1914. Alcayde Vilar (D. Manuel).— Serrano, 5, Madrid. 1915. Aldaz (D.Julián).— Zumaya (Guipúzcoa). 1904. Aterido (D. Luis), Jardinero Mayor del Botánico.— Madrid. 1914. Belbeze Pérez (D. Luis), Licenciado en Ciencias Naturales.— Ponzano, 4, lAa- áúá.~(Coleópteros.) 1917. Benlloch (D. Carlos), Alumno del Bachillerato.— Valencia. 1914. Betanzos (D. Domingo).— Santander. 1910. Casares (D. Demetrio).— Granada. 1908. Diez Tortosa (D. Ángel), Profesor auxiliar en el Instituto.— Mariana Pine- da, 5, 3.", Granada. 1909. Escobio Franco (D. Jesús).— Gaboya, 6, 4.°, Sav.i&wáer.— (Antropología.) 1899. Escribano y Ramón de Moneada (D. Francisco), Licenciado en Medicina. Hidalgo, Torrevieja (Alicante). 1914. Fernández Aguilar (D. Rafael), Alumno de Ciencias Naturales.— Lagasca, 64, Madrid. 1914. Ferrer (D. José), Alumno de Ciencias Naturales.— Zaragoza. 1898. Izquierdo Gómez (D. Juan Antonio), Catedrático de Ampliación de Física en la Universidad.- Paz, 17, Valencia. 1914. Lana (D. Francisco), Alumno de Ciencias Naturales.— Zaragoza. 1913. Martínez de la Escalera (D. Fernando).— Zurbano, 9, Madrid. 1897. Martínez Gámez (D. Vicente), Catedrático en el Instituto.— Jerez.— fO/ví/to- logia de España.) 1915. Oppelt y Sanz (D. Amador), Profesor de la Escuela de Comercio de Málaga. 1910. Requena Espinar (D. Enrique). — Granada. 1915. Rodríguez Rodríguez (D. José), Alumno de Medicina.— Granada. 1909. Savirón y Caravantes (limo. Sr. D. Paulino); Decano y Catedrático de la Facultad de Ciencias; Comendador de número de la Orden civil de Alfon- so XII.— Zaragoza. DE LA REAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 29 Socios fallecidos. NUMERARIOS 1916. Castell (D. Francisco). 1878. Comerma (D. Andrés Avelino). 1897. Merino (D. Baltasar). 1909. Pedraja (D. Eduardo de la). 1874. Puig y Larraz (D. Gabriel). 1899. Sanchiz Pertegas (D. José). 1879. Sanz de Diego (D. Maximino). RESUMEN Socios protectores 9 — honorarios 10 — correspondientes 5S — vitalicios 2 — numerarios 542 — agregados 20 Total 639 Madrid, 9 de Enero de 1918. El Secretorio, Ricardo García Mercet. ÍNDICE GEOGRÁFICO DE LOS SOCIOS '*' ESi^^n^^^ Albacete. Berraondo. Fructuoso. Albalate de Zorita. Domínguez (P.)- Alicante. Instituto. Jiménez de Cisneros. Almería, Domínguez (B.). Junta de Obras del Puerto. Arrecife. Pereyra Qalviatti. Baeza. Coscollano. Instituto. Barcelona' Aguilar-amat. Aldama. Almera. Aranzadi. Arias. Barnert. Bertrán. Bofiil. Brugués. Busquets. Caballero (A.). Caballero (J.). Calleja. Camps. Cañáis. Casamada. Cátedra de la Universidad. Cazurro. Codina. Delgado Lauger. Deselaers. Ezquieta. Faura. Fernández Qaliano. Fernández Riofrío. Ferré Gomis. Ferrer (C). Font Quer. Fuset. Garbayo. García del Cid. Goizueta. Huguet y Padró. Instituto. Jimeno Egurbide. Jorro. López Mendigutía. Llenas. Maluquer (Joaquín). Maluquer (José). Marcet (J.). Martín Lecumberri. Mas de Xaxars. Meisser. Motos. Pardillo. Pi y Suñer. Robert. Roig. Romani. Rueda. Sagarra. San Miguel. (*) No figuran los residentes en Madrid. Las iniciales H, C o A, precediendo a un apellido, indican que se trata, respectivamente, de un socio honorario, correspon- diente o agregado. Olí LA lUÍAL ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 31 Seríj Navas. Serra Robert. Serradell. Sirvent. Soler (E.). Soler Pujol. Suárez de Figueroa. Torres Mínguez. Turró. Vázquez. Vidal. Vila Caro. Vila Nadal Wynn Ellis. Zariquiey. Bilbao. Escuela Normal de Maestras. Mugica. Sociedad Bilbaína. Burgos. Instituto. Burriana (Castellón). Peris Fuentes. Cabra. Carandell Cdceres. Ibarlucea. Pan. Cádis. Becerra (A.). Buen (R.). Sánchez Navarro. Sección de Ciencias. Cangas de Tineo (Asturias). Flórez. Cartagena . Susaeta. Castellón. Boscá (A.). Gil Montaner. Instituto. Royo Gómez. Ciudad Real. Corrales Hernández. Instituto. Córdoba. Chaves. Moran. Cuenca. Ateneo Conquense. Giménez de Aguilar y Cano. Instituto. Cuevas de Vera (Almería). Siret. Dainiiel (Ciudad Real). Sánchez Mantero. Don Benito (Badajos). García Bayón. El Escorial. Martínez. Monteverde. Flgueras. Instituto. Rodríguez Rosillo. Gerona. Esteva. Novella. Pía. Getafe (Madrid). Pérez (V.). Gijón (Oviedo). Franganillo. González Regueral. Martínez y Martínez. Goyán (Pontevedra). Novoa. Granada. Álvarez de Toledo. (A) Casares (D.). Contreras. ' (A) DíezTortosa(A.). Diez Tortosa (J.). Diez Tortosa (M.). Escuela Normal de Maestros. Espejo. Facultad de Ciencias. Facultad de Farmacia. Fenech. Fernández Martínez. Fernández Montesinos. González Sánchez. González Sevilla. Instituto. López Mateos. Morcillo. 32 ÍNDICE GEOGRÁFICO DE LOS SOCIOS Moreno Sevilla. Nacher. Navarro Neumanii. Novel Peña. Peso y Blanco. (A) Requena. Rodríguez L. Neyra (C). (A) Rodríguez Rodríguez. Sánchez Robles. Simancas Señan. Soriano. Taboada. Tomás Corrales. Zabala. Zanibrano. Giiadalajaro.' Dantin. Instituto. Prado. Heras (Santander). Salguero. Hiielva. Instituto. Huércal-Overa (Almería). Vidal y López. Huesca. Castaños. Instituto. ¡llescas (Toledo). Aguilar y Carmena. Jaén. Ruiz Romero. Jerez (Cádis). (A) Martínez Qámez. Pérez Lara. La Corana. Bescansa. Fernández Alonso. Instituto. Laguna de Tenerife (Canarias). Cabrera (Agustín). Cabrera (Anatael). Las Palmas (Canarias). Nieto. Ledesma (Salamanca). Beato. León. Aragón (D. Federico). Aragón (D. Francisco). Linares (Jaén) Gómez Rodríguez. Logroño. Elizalde. Llagas fera (Gerona). Gelabert. Lugo. Crespi. Instituto. Mahón (Baleares). Instituto. Mir. Málaga. Escuela Superior de Comercio. Instituto. Laza. Marvier. Muñoz Cobo. (A) Oppelt. Rey Montero. Matará (Barcelona). Bordas. Mérida (Badajos). Gil de Ceballos. Sáenz y López. Miguelturra (Ciudad Real). Laguna. Murcia. Codorníu- Facultad de Ciencias. Fernández-Nonidez. Loustau. Zamorano. Nueva (Asturias). Vega del Sella (C. de la). Olot (Gerona). Bolos. Orduña (Vizcaya). Mayordomo. Orense. Instituto. Moreno Rodríguez. DE LA REAL ESPAÑOLA DU HISTORIA NATURAL 33 Orihuelo (Alicante). Andreu. Seminario. Ortigueira (Corana). Maciñeira. Oviedo. Eguren. Uria Riu. Falencia. Aleonada. Instituto. Palma de Mallorca (Baleares). Alabern. Darder (B.). Darder(E.). Escalas Real. Galán (A.). Gamundi Ballester. Instituto. Laboratorio biológico marino. Rodríguez L. Neyra (E.). Pamplona. Fuentes. Qoñi. Pons. Pontevedra. Instituto. Silva Tavares. Sobrino. Pozuelo de Calatrava. Fuente. Reus (Tarragona). Cillero (J ). Cillero (M.). Instituto. Ribas (Gerona). Cruz (E.). Salamanca. Bartolomé del Cerro. Decano de la Facultad de Ciencias. Granja agrícola. Instituto. Jerónimo Barroso. Pro. Universidad. Saldaña (Falencia). Macho Tomé. Tomo xvni.— Enero, 1918. San Sebastián. Escuela Normal de Maestras. Instituto. Santa Cruz de la Palma (Canarias). Santos y Abreu. Sta. María de Nieva (Segovia). Tuñón. Santander. Aguinaco. Alaejos. I Ateneo Montañés. Beathy. (A) Betanzos. Cendrero. (A) Escobio. Estación de Biología marina. Garma. Gómez Vega. Instituto. Olave. Rioja(J.). Ruiz de Pellón. Santos Ruano. Vial. Santiago (Corana). Cabeza de León. Cátedra de la Universidad. Deulofeu. Eleizegui. Facultad de Farmacia. García Várela. Iglesias. Instituto. Labarta. Ríos. Riva, Sobrado. Santo Domingo de Silos (Burgos). González (S.). Segovia. Castellarnau. Llovet. Sevilla. Ateneo. Barras. Benjumea. Cabrero. Candau. 34 índice geográfico de los socios Carriol!. Castro. Escuela Normal de Maestros. Gabinete de Historia Natural. García Velázquez. Gómez Miguel. González Nicolás. Instituto. Llórente (C). Llórente (J. P.). Martínez Girón. Medina. Morales Antequera. Morales Fontán. Muñoz. Owin. Paúl. Rey Gelabert. Seres. Simó. Soler Luesma. Tenorio. Turmo Benjumea. Zapata. Siles (Jaén). Zamora (R.). Soria. Loro. Teruel. Gómez Llueca. Toledo. Academia de Infantería. Torrelavega. Alcalde del Río. Leroy. Torrevieja (Alicante). (A) Escribano. Tortosa. Observatorio del Ebro. Totana (Murcia). Benisa. Tutj (Pontevedra). Areses. Uclés {Cuenca). Fernández. Valencia. Arévalo. Balasch. Barbera. Beltrán. (A) Benlloch. Boscá(E.). Casan. Cru. Cruz Nathan. Decano de la Facultad de Ciencias. Facultad de Ciencias. Fernández Hernández. Fernández Martí. Ferrer (F.). Hueso. Instituto. (A) Izquierdo. Martí. Moroder. Moróte. Pardo. Rieta. Roselló. Sales Crespo. Tarazona. Tarín. Trullenque. Verdaguer Comes. Vidal. Valla dolid. Decano de la Facultad de Ciencias. Martín Lázaro. Torremocha. Vellisca (Cuenca). Pujol. Vitoria. Instituto. Zaragoza. Alvira. Aramburu (P.). Aranda. Ardiz. Bellido. Borobio. Casino. Ferrando. (A) Ferrer (F.). Gregorio Rocasolano. Instituto. (A) Lana. López de Zuazo. DE LA RRAL ESPAÑOLA DE HLSTORIA NATURAL Maynar. Moyano. Olivar. Pella. Ramón y Cajal (P.). Romeo. Sánchez Bruil. (A) Savirón. Soriano. Zamora. Rodríguez Olleros. Zumaya (Giiipiiscoa). (A) Aldaz. E:x:Ti^^nsrj"Eí^o Alemania. (C) Arnold.-J/w/?/c/z. Asher.— Berlín. (C) Bucking.—Estrasburg-o. (H) Engler.-fíer///z. (C) Gehien.—Hamburgo. Quelle.— Bonn. Real Biblioteca.— Ser///?. (C) Sa\omon.~Heidelberg. (C) Weise Q.).-Berlin. Argelia. (C) Chevreux.— 5óne. Austria-Hungría. (C) Brancslk. — Trencsen. (C) WorvÁih.— Budapest. (C) Kh&ú.-Praga. (C) Klapalek.-Pra^a. (C) Re.\ti&r.—Paskau. (H) Tschermak.— F/e«íz. Universidad (Biblioteca).— Viena. Bélgica. (C) Schouteden. —Z?n¿5e/as. Brasil. Instituto Oswaldo Cruz. Chile. (C) Porter.— So«í/o^o. China. h\e.\CQn.— Shanghai. Colombia. Zabala.— 5o^otó. Cuba. Pazos.— 5a/z Antonio. (C) Torre.-Habana. * Estados Unidos. (C) CoggeshaU.- Pittsburgh. (H) HoWand.—Piítsburgh. (C) Turnez.— Washington. (C) Washington.— ¿oc«5f, Mammouth Francia. (C) Acloque.— Por/s. (C) Bedel. -iDar/s. (C) Blanchard.— A*í7/-/5. (C) Bois.-Saint-Mandé. BreuW.—Paris. Bro\emann.—Pau. (C) Corhiére. —Cherburgo. (C) Dollfus.-Pans. FaUot. —Grenoble. (C) Fauvel.- Cae«. (C) Grouvelle (A.).-/ssy. (C) Uarlé.— Burdeos. (C) Heckel-Marseíla. (C) Janet. — I/oís/«//eM. (C) Jeannel. — roH/o«5e. (C) Leclerc— Tow/owse. (C) Lesne.—Asniéres. (C) Marqués de Mauroy. (C) Martin (R.).-Le Blanc. (C) Meunier.— /'ans. Oberthür (C\\.).—Rennes. Oberthür (R.).—Rennes. (C) OUvier. —Baroches au tioulme. (H) Perrier (FA.).~Paris. P\c.—Digoin. (H) Simón.— Pí7n5. (C) Verneau. —Por/s. Filipinas. Universidad.— ¿Wí7/2/7í7. Holanda. PanieX.—Kasteel Gemert. 36 ÍNDICE GEOGRÁFICO DE LOS SUCIOS Inglaterra. (C) Boulenger.— ¿OHí/res. (C) Bmr.—Dooer. (C) Distant— South Norwood. Du\au.— Londres. (H) Geikíe— Londres. (C) Lewis {G.).—TiJmbridge Wells. (H) Poulton.-O-r/b/ü'. Italia. (C) Balsamo.— Ñapóles. (C) Bñzl— Roma. (C) Camerano. —TY/n/z. (C) Cannaviello.— Por//c/. (C) De Toni.—Módena. (C) Dervieux.— 7M/-//Z. (A) Dodero.- Génooa. (C) Gestro.— Ge/20t><7. (C) Qriffini.— Mtó/2. (C) PiccioH (Fr.).— Vallombrosa.- (C) PiccioH (L.).— Florencia. Marruecos. Schramm.- Casablanca. Monaco. (C) Richard.— Afó/?flco. Portugal. Carvalho.— ¿ís^oa. (C) Choffat.-Z,/s6oo. Nascimento.— 5e/«6«/. Suva.— Lisboa. Ilepú.blica Argentina. (C) Bréthes.— Buenos Aires. Rumania. (C) M.ontandon. —Bucarest. Suecia. (C) Lagerheim.—Estocolmo. Suiza. (C) Car\.-Ginebra. Gandolfi HornyoXá.- Ginebra. (C) Schultliess Rechberg.— Zwr/c/7. RELACIONES del esfado de la Sociedad y de su Bibliofeca LEÍDAS EN' LA SESIÓN DE DICIEMBRE DE 1917 POR EL SECRETARIO D. RICARDO GARCÍA MERCET Y EL BIBLIOTECARIO D. ÁNGEL CABRERA LATORRE Memoria de Secretaría. Señores: El año 1917 no ha ofrecido para nosotros nada digno de especial mención, ni de que sea particularmente comentado. La guerra a que asistimos como espectadores — como espectadores, ya llenos de asombro y admiración, ya un poco sobrecogidos, a veces justamen- te indignados— no ejerce hasta ahora ninguna influencia perjudicial sobre la producción científica española. Somos, sin duda, en esto, una excepción, de la cual debemos hallarnos satisfechos, pues en las restantes naciones de Europa, aun en las que no forman parte ni del uno ni del otro grupo de beligerantes, las sociedades cientí- ficas han visto desmerecer considerablemente el interés y la impor- tancia de sus publicaciones a medida que los rigores de la lucha armada se han ido dejando sentir sobre los pueblos con mayor in- tensidad. Entre nosotros, los españoles, no es la Sociedad de Historia Natural la única que ha llevado en 1917 vida tan próspera como la que llevaba en los años anteriores al 1914: son todas las corporacio- nes científicas de nuestro país; son todos los centros de investiga- ción; son todas las manifestaciones de la actividad de nuestros hombres de estudio los que han revelado en el año que acaba de ter- minar una pujanza cuando no igual, mayor que la que revistieran en los años precedentes. Cierto que la repercusión de los trastornos que sufren los pue- blos que están en armas llega a nuestro país y produce algún des- asosiego en los espíritus y un malestar que van exteriorizando las 38 RELACIONLS DEL ESTADO DE LA SOCIEDAD multitudes; pero no son tan extensos, ni tan profundos, ni tan graves que alteren fundamentalmente nuestra vida y obliguen a cada ciu- dadano a desentenderse de lo que constituye, por decirlo así, el objetivo espiritual de su existencia. Así nuestros mineralogistas, nuestros botánicos, nuestros zoólo- gos, nuestros espeleólogos, etc., han continuado, en 1917, con fru- to y provecho las investigaciones y trabajos a que venían entre- gándose, dando buena prueba de la eficacia de su labor las comuni- caciones que mensualmente han dirigido a nuestra Sociedad, las cuales, encerradas en los diez Boletines que publicamos, de Enero a Diciembre, hacen de éstos en 1917 un volumen de 598 páginas de impresión, con 18 láminas independientes del texto y un consi- derable número de dibujos intercalados en el mismo. Entre los con- socios que han contribuido con notas originales al sostenimiento de nuestro Boletín figuran los Sres. Alvarado Fernández, Barras, Boscá, Bolívar y Pieltain, Barroso, Cabrera, Calafat, Carandell, Carballo, Dantín, Dusmet, Eguren, Estébanez, Escalera, Faura Sans, Ferrer, Fernández Navarro, Fragoso, Folch, Giménez de Aguilar, Gómez de Llarena, Jiménez de Cisneros, H. del Villar, Her- nández Pacheco, La Fuente, Maluquer, Madrid Moreno, Navarro Neumann, Obermaier, del Pozo, Pardillo, Pina de Rubíes, Reiche- now, Rioja, Royo Gómez, Rio Ortega, Sánchez y Sánchez, Sobri- no Buhigas y Wernert. Con noticias bibliográficas han enriquecido nuestras publicaciones los señores Caballero, Bolívar, Dantín Ce- receda, Alvarado, Dusmet, Fernández Galiano, Fernández Navarro, Fragoso, Cuesta, Ferrer Hernández, Ferrando, Pardillo, Rioja, San Miguel, Vicioso y Zulueta. Finalmente, comunicaciones verba- les contenidas en las actas de las sesiones fueron expuestas por los señores Breuil, Bernaldo de Quirós, Dorestes Betancort, Hoyos Sáinz, Carandell, Calafat, Fernández Navarro, Hernández Pache- co, Fragoso, Obermaier, Iglesias, Royo y Wernert. Hecho sucintamente el resumen de la labor realizada por nuestra Sociedad en el año 1917, y dando buen ejemplo de acatamiento a las indicaciones que en nuestra junta del mes de Diciembre se diri- gieron a los señores socios recomendándoles sean parcos en pala- bras y se ciñan lo más posible a los asuntos que deseen tratar en las comunicaciones que redacten para ser publicadas en nuestro Bo- letín (pues el papel que gastamos ha subido de precio considera- blemente y cada día que pasa va adquiriéndolo más elevado), ter- minaré esta nota de Secretaría haciendo la mención obligada — pero Y DK SU BIBLIOTECA 39 no por obli<2;ada menos cordial ni menos expresiva —de los conso- cios que han fallecido en el año 1917. Son éstos los Sres. D. An- drés A. Comerna, D. Francisco Castell, el P. Baltasar Merino, don Eduardo de la Pedraja, D. Gabriel Puig y Larraz, D. José Sanchiz Pertegas y D. Maximino Sanz de Diego. Como veis, los que han dejado de figurar entre nosotros, por de- función, son pocos en número, pero aun siéndolo, su muerte repre- senta una pérdida bien considerable para la ciencia española. En efecto, entre los fallecidos se encuentran los Sres. Comerna y Puig, ingenieros de gran competencia y notoriedad, y el R. P. Bal- tasar Merino, botánico de mucho mérito y de extraordinaria labo- riosidad que deja escrita una obra (la Flora de Galicia), ya ala- bada y ensalzada como se merece en las páginas de nuestro Bole- tín por plumas más competentes y autorizadas que la mía. Dedicado el recuerdo que es costumbre consignar en estas notas a los consocios de quienes la muerte nos separó, pongo fin a mis palabras con un deseo que afluye a mi pluma como expresión de mis más hondos sentimientos: el de que al escribir la Memoria de Se- cretaría del año 1918 pueda empezarla, en Enero de 1919, con las siguientes palabras: «Dichosamente han cesado de tronar los cañones en las tierras y mares de Europa y asistimos a los comienzos de una nueva era de paz. Las publicaciones científicas del extranjero vuelven a ofre- cer el interés que hace años revestían, y presentan a la considera- ción de los hombres estudiosos trabajos atrayentes y dignos de meditación...» Cuando podamos escribir un párrafo así concebido dejará de pe- sar sobre los espíritus la preocupación que actuaimente no puede menos de embargarles y que, aun no ejerciendo todavía influencia apreciable sobre la producción científica española, constituiré un motivo de sobresalto y de inquietud para todos y da origen a un cierto malestar que tal vez llegaría a comprometerla de prolongar- se el estado de cosas sobrevenido como consecuencia de la güera mundial estallada el año 1914. El Secretario, Ricardo García Mercet. 40 RELACIONES DEL ESTADO DE LA SOCIEDAD Estado de la Biblioteca. Desde que comenzó la gran guerra, que empezó en europea y ha venido a degenerar en universal, ha sido en el año que acaba de transcurrir cuando más se han dejado sentir en nuestra Biblioteca los efectos de la inmensa contienda. El número de publicaciones recibidas ha sido, en efecto, menor que nunca, ya por la absoluta incomunicación con ciertos países, ya por haberse suspendido en otros, con carácter temporal, algunas revistas debidas al esfuerzo personal de editores o de hombres de ciencia. Igualmente, por la escasez de producción, hemos recibido muy pocas obras en concep- to de donativo. No solamente los tiempos son poco propicios para la labor científica, sino que además la carestía cada vez mayor del papel obliga a autores y editores a una involuntaria quietud. Así, entre libros y folletos, apenas se han enviado a la Biblioteca medio centenar de obras, y de ellas, la mayoría de autores españoles. Por compra, en cambio, se ha hecho una valiosa adquisición: la del re- manente de la biblioteca del que fué nuestro consocio, el doctor don Francisco de P. Martínez y Sáez, entre cuyos libros hay algunos de tanto valor como los antiguos Anales de Historia Natural y la Geografía del Ecuador, de Villavicencio, a la que acompaña un mapa, que es el mismo usado por aquel naturalista en el viaje al Pa- cífico, de perdurable memoria. También se ha atendido durante este año a la encuademación de libros, empastándose cien volúmenes, y se ha proseguido la catalo- gación por fichas de todo lo recibido. En cuanto al movimiento de lectores, se han pedido en el año doscientas sesenta y ocho obras, sin contar las consultas del mo- mento, bibliográficas o de referencia, ni la lectura de las obras y publicaciones que se dejan sobre la mesa durante el mes siguiente a su recepción, y a la que, sin necesidad de pedirlas, tienen derecho todos los miembros de la Sociedad. El Bibliotecario, Ángel Cabrera. LISTA DE LAS SOCIEDADES coT} las que cambia, y de las publicaciones periódicas que recibe, la I^eal Sociedad española de f4istoria natural. Alemania Deutsche Entotnologische National Bibliothek, Berlín. Deutsches Entomologisches Museum, Berlin-Dahlem. Entomologische Mitteiliingen . Deutsche Entomologische Gesellschaft, Berlín. Deutsche Entomologische Zeitschrift. Entomologischer Internationaler Verein, Stuttgart. Entomologische Zeitschrift. Entomologische Litteraturblatter, Berlín. Entomologischer Verein Iris, Dresden. Iris. Entomologischer Verein, Berlín. Berliner Entomologische Zeitschrift. Entomologischer Verein zu Stettin. Entomologische Zeitiing. Geologisches Centralblatt, Leipzig. Internationalen Entomologen- Verein, Stuttgart. Entomologische Rundschau. Insektenbórse. Societas Entomológica. Naturee Novitates, Berlín. Naturforschenden Gesellschaft, Rostock. Sitzungsberichte und Abhandlungen. Naturhistorische Gesellschaft zu Nürnberg. Abhandlungen. Jahresbericht. Mitteilungen. Naturwissenschaftllchen Verein, Bremen. Abhandlungen. Physikalisch-medizinischen Gesellschaft zu Würzburg. Sitzungsberichte. Verhandlungen. Verein für naturwlssenschaftliche Unterhaltung zu Hamburg. Verhandlungen. 42 PUBLICACIONES QUE RECIBE Zoologischer Anzeiger, Leipzig. Zoologisches Museum, Berlin. Mitteiliinscen. Rustría- Hungría Académie des Sciences de Cracovie. ^ Bulletin international. K. K. Naturhistorisches Hof museum, Wien. Annalen. K. K. Zoologisch-Botanische Qesellschaft in Wien. Verfiandlangen. Katalog Literatury naukowej Polsldej, Budapest. Museum Nationale Hungaricum, Budapest. Anuales historico-natiirales . Societas entomológica Bohemias, Praga. Acta. Ungarischer Centralbureau für ornithologische Beobachtungen, Bu- dapest. Aqiiila. Wiener Entomologische Zeitung, Wien. Bélgica Observatoire royal de Belgique, Bruxelles. Anima iré. Société belge d'Astronomie, Bruxelles. Annales. Annnaíre. Bulletin. Société belge de Géologie, de Paléontologie, et d'Hydrologie, Bru- xelles. Bulletin. Mémoires. Société royale zoologique et malacologique de Belgique, Bruxelles. Annales. Brasil Jardim Botánico, Río de Janeiro. Archivos. Museu Goeldi de Historia natural e Ethnographia, Para. Boletín. Museu Paulista, Sao Paulo. Revista. Sociedade scientifica de Sao Paulo. Revista. LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 43 6osta Rica Instituto físico-geográfico nacional de Costa Rica, San José. Anales. Sociedad nacional de Agricultura, San José. Boletín. ehile Anales de Zoología aplicada, Santiago. Boletín de bosques, pesca i caza, Santiago. Instituto Central Meteorológico y Geofísico de Chile, Santiago. Publicaciones. Museo Nacional de Chile, Santiago. Boletín. Revista chilena de Historia natural, Santiago. Société scientifique du Chili, Santiago. Actes. Dinamarca Société botanique de Copenhague. Botanisk Tidsskrift. Dansk Botanisk Arkiv. Ecuador Biblioteca Municipal, Guayaquil. Boletín. Egipto Société entomologique d'Égypte, Le Caire. Biilletin. Memorias. España Asociación española para el Progreso de las Ciencias, Madrid. Clínica y Laboratorio, Zaragoza. Club Montanyenc, Barcelona. Biitlleti. Facultad de Ciencias de Zaragoza. Anales. Farmacia y Medicina, Barcelona. Anales. 44 PUBLICACIONES QUE RECIBE Ibérica, Tortosa. Ingeniería, Madrid. Institució catalana d'Historia natural, Barcelona. Bittlleti. Institución libre de enseñanza, Madrid. Boletín. Institut d'Estudis Catalans, Barcelona. Anuari. Arxius. Instituto central Meteorológico, Madrid. Instituto de Radiactividad, Madrid. Boletín. Instituto geológico de España, Madrid. Boletín. Memorias. Junta de Ciencies Naturals, Barcelona. Anuari. Musei Barcinonensis Scientiarnm Naturalium Opera. Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas, Madrid. Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Comisión de investigaciones paleontológicas y prehistóricas. Memorias anuales. Laboratorio de investigaciones biológicas, Madrid. Trabajos. Laboratorio municipal de Higiene de Madrid. Boletín. Ministerio de Fomento, Madrid. Boletín Oficial de Minas y Metalurgia. Ministerio de Marina, Madrid. Boletín de Pescas. Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. Observatorio de Física cósmica del Ebro, Roquetas. Boletín mensual. Observatorio meteorológico de Cartuja (Granada). Boletín mensual. Boletín anual. Peñalara, Madrid. Real Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales, Madrid. Boletín. Memorias. Revista. Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Boletín. Memorias. Real Sociedad Geográfica de Madrid. Boletín. Revista de Ceografía Colonial y Mercantil. LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 45 Revista de higiene y tuberculosis, Valencia. Sociedad aragonesa de Ciencias naturales, Zaragoza. Boletín. Sociedad española de Física y Química, Madrid. Anales. Sociedad malagueña de Ciencias, Málaga. Boletín. Universidad de Zaragoza. Anales. Estados Cnidos y sus eolonias Academy of Natural Sciences of Philadelphia. Proceedings. Academy of Science of Saint-Louis. Transactions. American Association for the Advancement of Sciences, Cincinnati. Proceedings. American Museum of Natural History, New York. Annnal Report. Bnlletin. Monographs. Brooklyn Institute of Arts and Sciences. Cold Spring Harbor Monographs. Museum. Science Bnlletin. Carnegie Museum, Pittsburgh. Annals. Annnal Report. Memoirs. Prize Essav Contest. Celebration ofthe Fonnders Day. Chicago Academy of Sciences. Annual Report. Bnlletin. Geological and Natural History Survey. Natural History Survey. S pedal Pnblication. Davenport Academy of Sciences. Proceedings. Departamento del Interior. Oficina de Agricultura. Manila. Boletín del Agricultor. Revista agrícola de Filipinas. Department of the Interior. Weather Burean. Manila Central Obser- vatory. Bnlletin. Annnal Report. Essex Institute, Salem. Bnlletin. 46 niBLICACIONES QUE RECIBE Field Museum of Natural History, Chicago. Public ations. Report. lowa Academy of Sciences, Des Moines. Proceedings. John Hopkins Univarsity Circular. Missouri Botanical Carden, St.-Louis. Annals. Anniial Report. Museum of Comparative Zoologyat Harvard College, Cambridge. Anniial Report. Biilletin. New- York Zoological Society. Zoológica. Oberlin College, Laboratory Biilletin. Ohio Biological Survey, Columbus. Biilleiin. Ohio State University Scientific Society, Columbus. The Ohio Journal of Science. Public Museum of the City of Milwaukee. Annnal Report. Bulletin. Smithsonian Institution, U. S. National Museum, Washington. Annual report. Bulletin. Contributions from the U. S. National Herbar lum. Miscellaneous Collection. Proceedings of the U. S. National Museum. The American Naturalist, New-York. The Philippine Journal of Science, Manila. Tufts College, Massachussets. Studies. United States Department of Agriculture, Washington. Bulletin. United States Qeological Survey, Washington. Bulletin. Mineral Ressources of the United States. Professional Paper. Water-Supply and Irrigation Paper. University of California, Berkeley. Publications. University of Colorado, Boulder. Studies. University of Illinois, Urbana. Illinois biological Monographs. University of the State of New York. New York State Museum. Annual Report. Bulletin. LA IIKAL SOCIKDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 47 Wilson Ornithological Club, Oberlin, Ohio. The Wilson Biilletin. Wisconsin Academy of Sciences, Arts and Letres, Madison. Transactions. Wisconsin Qeological and Natural History Survey, Madison. Bidlelin. Francia Academia des Sciences de Paris. Comptes-rendiis: Académie internationale de Qéographie botanique. Le Mans. Ballet in. Bulletin scientifique de la France et de la Belgique, Paris. Bulletin trimestriel de TEnseignement professionnel et technique des Peches maritimes, Paris. Facultades Sciences de Marseille. Anuales. Instituí de Zoologie de l'Université de Montpeliier. Travaux. Laboratoired'Histologie de la Faculté de Médecine de Montpeliier. Travaax. La Feuille des Jeunes Naturalistes, Paris L'Echange, Moulins. Le Naturaliste, Paris. Muséuin d'Histoire Naturelle de Paris. Bulletin. Revuedes Pyrénées, Toulouse. 1914. Bulletin. Revue genérale des Sciences purés et appliquées, Paris. Société botanique de France, Paris. Bulletin. Mémoircs- Société botanique de Lyon. Societé de Qéographie du Maroc, Casablanca. Bulletin. Société des Amis des Sciences naturelles de Rouen. Bulletin. Société des Sciences naturelles de l'Ouest de la France, Nantes. Bulletin. Société de Spéléologie, Paris, Spelunca. Société d'Histoire Naturelle de l'Afrique du Nord, Alger. Bulletin. Société d"Océanographie du Qolfe de Gascogne. Bordeaux. Rapports. 48 PUBLICACIONES QUE RECIBE Société entomologique de France, Paris. Anuales. Biilletin. Société francaise de Minéralogie. Biilletin. Société géologique de France, Paris. Biilletin. Société linnéenne de Bordeaux. Actes. Société linnéenne de Lyon. Annales. Société linnéenne de Normandie, Caen. , Bulletin. Mémoires. Société linnéenne du Nord de la France, Amiens. Bulletin. Mémoires. Société nationale des Sciences naturelles et matiiématiques de Cher- bourg. Mémoires. Société zoologique de France, Paris. Bulletin. Station Entomologique de la Faculté des Sciences, Rennes. Insecta. Université de Toulouse. Annuaire. Bulletin. Holanda Fondation de P. Teyler van der Hulst, Haarlem. Archives du Musée Teyler- Rijks Herbarium, Leiden. Mededeelingen. Société hollandaise des Sciences, Haarlem. Archives néerlandaises des Sciences exactes et naturelles. Inglaterra y sus Colonias Australian Museum, Sydney. Legislative Assembly. Records. Colombo Museum, Ceylan. S polla Zer Iónica. Department of Agriculture of Nova Scotia, Truro. Bulletin. Entomological Society of London. Transactions. LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL 40 Entomological Society of Nova Scotia, Truro. Proceedings. Entomological Society of Ontario. Anniial Rcport. Linnean Society of New South Wales, Sydney. Proceedings. Natural History Society of Glasgow. The Glasgow Natiiralist. Transactions. Queensland Museum, Brisbane. Annals. Royal microscopical Society, London. Journal. Royal Physical Society, Edinburgh. Proceedings. Royal Zoological Society of New South Wales, Sydney. The Australian Zoologist. Sarawak Museum. Journal. South African Museum, Capetown. Annals. The Canadian Entomologist, London. The Entomologist's Record and Jour. of Variaton, London. The Zoológica! Record, London. The Zoologist, London. University of Toronto. Stndies. Zoological Museum of Tring. Novitates Zoológicos. Zoological Society of London. Proceedings. Transactions. Italia Accademia Gioenia di Scienze Naturali, Catania. Atti. Laboratorio di Zoología genérale ed agraria della R. Scuola superiore d'Agricoltura in Portici. Boíl et tino. La Nuova Notarisia, Modena. Musei di Zoología ed Anatomía comparata della R. Universitá di Torino. Bollettino- Museo Cívico di Storía naturale di Genova. Annali. Reale Stazione di Entomología agraria in Firenze. Redia. Tomo xviii.— Enero, 1918. 4 50 PUBLICACIONES QUE RlíCIBE Rivista coleotterologica italiana, Camerino. Rivista italiana di Ornitología, Bologna. Rivista técnica e coloniale di Scienze applicñte, Napoli. Societá di Naturalisti in Napoli. Bollettino. Societá di Scienze naturali ed economiche di Palermo. Giornale di Scienze naturali ed economiche. Societá entomológica italiana, Firenze. Biíllettino. Societá italiana di Scienze naturali in Milano. Memorie. Societá siciliana di Scienze Naturali, Palermo. // Naturalista Siciliano. Societá toscana di Scienze naturali, Pisa. Atti. Societá zoológica italiana, Roma. Bollettino. Japón Tokyo Zoological Society. Annotationes zoologicae Japonenses Méjico Dirección de Estudios biológicos, México. Boletín. Instituto geológico de México. Boletín. Parergones. Instituto Médico Nacional, México. Anales. Museo Nacional de Historia Natural, México. La Naturaleza. Sociedad científica «Antonio Álzate», México. Memorias y Revista. Sociedad mexicana de Geografía y Estadística, México. Boletín. Monaco Institut Océanographique, Monaco. Bulletin. Resultáis des campagnes scientifiques du Prince Albert Jer de Monaco. Noruega Universitas Regia Fredericiana, Christiania. LA lUíAL SOCIKDAÜ líSPANOLA DK HISTORIA NATURAL 51 Perú Sociedad geográfica de Lima. Boletín. Portugal Academia das Sciencias, Lisboa. Boletim Bibliographico. Boletim da segunda clase. Jornal de Sciencias. Memorias. Annaes de Sciencias Naturaes, Foz de Douro. Memorias. Broteria, Braga. Serie botánica. Serie de \nilgarizagao scieniifica. Serie zoológica. Commicao dos traballios geológicos de Portugal, Lisboa. Communicagoes. Memorias. Instituí de Bactériologie Cámara Pestaña, Lisboa. Archives. Sociedade Broteriana, Coimbra. Boletim. Société portugaise des Sciences naturelles, Lisboa. Ballet in. República Argentina Academia nacional de Ciencias, Córdoba. Biilletin. Ministerio de Agricultura (Sección de Geología, Mineralogía y Mine- ría), Buenos Aires. Museo de La Plata. Anales. Revista. Museo nacional de Buenos Aires. Anales. Sociedad científica argentina, Buenos Aires. Anales. Sociedad Pliysis. Buenos Aires. Boletín. Rusia Jardín botánico de Tiflis. Kaukasisches Museum. Tiflis. Mitteilungen. 52 PUBLICACIONES QUE RECIBE Musée botanique de TAcadémie impériale des Sciences, de Petro- grado. Travaux. Musée zoologique de TAcadémie impériale des Sciences, de Retro- grado. Anmiaire. Societas entomológica rossica, Retrogrado. Reviie riisse d'Entomologie. Trudy (Horce). Société impériale des naturalistes de Moscou. Biilletin. Noiiveaux Mémoires. Société ouralienne d'Amateurs des Sciences naturelles, Ekaterinoslaw. Bnlletin. San Salvador Museo Nacional de El Salvador, San Salvador. Anales. Suecia Entomologiska Foreningen i Stockholm. Entomologisk Tidskrift. Geological Institution of the University of Upsala. Bnlletin. Université Royale d' Upsala. Suiza Naturforschende Qesellschaft in Basel. Verliandlnngen. Schweizerische Entomologische Qesellschaft, Schaffausen. Mitteilnngen. Société Vaudoise des Sciences naturelles, Lausanne. Bnlletin. Société zoologique suisse et Muséum d'Histoire naturelle de Genéve. Reviie suisse de Zoologie. Cruguay Museo nacional de Montevideo. Anales. Venezuela Museos Nacionales, Caracas. Gaceta. Madrid, 31 de Diciembre de 1917. Ángel Cabrera, Bibliotecario. BOLEvTIN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL Sesión del ^ de Enero de J9I8» PRESIDENCIA DEL SR. D. GUSTAVO PITTALUGA El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué aprobada. Admisiones y presentaciones.— Fueron admitidos como socios nu- merarios los señores y establecimientos presentados en la sesión de Diciembre. Toma de posesión. — Al ocupar la mesa el Sr. Pittaluga dirige un expresivo saludo a la Sociedad y agradece a todos su elección para la presidencia de la misma en el año corriente. Hace notar que para él esta elevación ha constituido un honor inesperado y que estima como uno de los más grandes que en su vida pueda recibir. Dice que, aunque alejado un poco, por el ejercicio déla profesión médica, de la labor a que se entregan los hombres que cultivan la ciencia por la ciencia misma y sin finalidad utilitaria de ninguna clase, se siente atraído por esta clase de trabajos, a los que concede el altí- simo interés que revisten, como base de todo perfeccionamiento y progreso científico. Añade que siempre tuvo predilección por el es- tudio de las ciencias naturales y que sus enseñanzas en la cátedra procura orientarlas en esa dirección, a fin de que se despierte en sus discípulos el interés por esa clase de conocimientos. Finalmente, ensalza con gran entusiasmo la obra que viene realizando la Socie- dad Española de Historia Natural y ofrece seguir contribu- yendo a ella en la medida que lo permitan su inteligencia y sus fuer- zas materiales. Al terminar su discurso el Sr. Pittaluga, de cuyas palabras sólo damos aquí un compendio, en el que hasta pudiera echarse de menos la fidelidad, demostraron todos los concurrentes a la Junta, con un 54 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA aplauso, la satisfacción con que acogían las manifestaciones del se- ñor Presidente. Asuntos varios — El Sr. Fernández Navarro, haciendo resaltar el interés que ofrecen las publicaciones de la Société Géologique de France, ruega a la Junta directiva que, bien por cambio o por com- pra directa, se completen los Anales y Memorias de dicha Sociedad, de la que faltan bastantes tomos en nuestra biblioteca. Un ruego análogo dirige con relación a los Archives des Scien- ces physiques et Natiirelles de Genéoe, que revisten asimismo un interés excepcional para todos los naturalistas, por ser publica- ción en que aparecen trabajos de todas las ramas de las ciencias físi- cas y naturales. Interesa también al Sr. Fernández Navarro se solicite de la Di- rección del Instituto Geográfico un ejemplar del Anuario estadis- tico de España, correspondiente a 1916. Por último, indica la conveniencia de que la Junta directiva estu- die y proponga un plan de estudios y exploraciones en Marruecos para llevarlos a cabo en el año actual, solicitando el apoyo y con- curso del Ministerio de Estado, si fuere preciso. — El Secretario lee una carta dirigida al Sr. Bolívar, por el reve- rendo P. Longinos Navas, en la que, con referencia a un acuerdo tomado el día 5 de Diciembre por la Sociedad Aragonesa de Cien- cias Naturales, se dice lo siguiente: «Esta Sociedad, en sesión celebrada hoy con numerosa asistencia (Sres. Aramburu, Pueyo, Puig, Carderera, López de Zuazo, Gi- meno. Ferrando, Bellido, Navas, Vargas), se ha enterado, por re- lación del Sr. Ferrando, del incidente ocurrido a la Estación de bio- logía marítima de Santander y de las iniciativas y gestiones reali- zadas por la Real Sociedad Española de Historia Natural para obtener que sea incorporada de nuevo y definitivamente al Museo Nacional de Ciencias Naturales. Por tratarse de un asunto científico la Sociedad se ha creído con derecho y deber de interesarse por él. Se ha acordado en principio que a cada Estación debe concederse el incorporarse a la entidad que más le convenga. En su virtud, en el caso presente, la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales, por voto unánime de los que asistieron a la sesión, desea que la Estación biológica marina de Santander siga incorporada al Museo Nacio- nal DE Ciencias Naturales, y para ello se adhiere a las gestio- DE HISTORIA NATURAL 55 nes que ha realizado o realizare la Real Sociedad Española de Ciencias Naturales.» Aprobación de cuentas —El Sr. Gómez de Llarena, en su nombre y en el de los Sres. Barreiro y Sánchez, lee el documento siguiente: «Comisionados los abajo firmantes para la comprobación de las cuentas de nuestra Sociedad, según costumbre reglamentaria, pro- cedieron al estudio detallado de las mismas, pudiendo comunicar a sus consocios el hallarse conformes y satisfechos del resultado de su labor. El importe de los ingresos ordinarios por cuotas ha sido de 9.910,07 pesetas, que, unidas a la subvención de 5.000 pesetas anuales con- cedidas como otros anos por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, suman un total de 14.910,07. Los gastos, cada vez mayores, a causa de las circunstancias ac- tuales, han llegado a 12.587,83 pesetas. Queda, no obstante, a favor de la Sociedad un saldo efectivo de 2.322,24 pesetas y créditos por valor de 1.913,50, que en gran par- te se saldarán en el presente año. Una vez más consignamos que este resultado, constantemente beneficioso para la Sociedad, es debido, en su mayor parte, a la eficaz actividad de los señores Tesorero y Vicetesorero, a los que hacemos público nuestro agradecimiento y el de todos nuestros con- socios, y pedimos para ellos un voto de gracias. Madrid, 8 de Enero de 1918, — Eduardo Surmely,— Agustín Jesús Barreiro.— Joaquín Gómez de Llarena.» Comunicaciones. —El Sr. Fernández Navarro da cuenta de una nota publicada por él en los Comptes rendas de V Académie de Sciences de París sobre la no existencia del cretácico en la isla de Hierro. —El Sr. González Fragoso entrega una comunicación titulada Pugillus sucundus mycetorum Persiae. — El Sr. Gil Lletget presenta una nota sobre una subespecie de la polla de agua de Filipinas (Gallindus chlorous). —El Sr. Bolívar y Fieltain, en nombre de D. Manuel Vidal y Ló- pez, propone para la publicación una nota sobre Cicindélidos. Secciones. — La de Valencia celebró sesión el 27 de Diciembre en el Laboratorio de Hidrobiología Española del Instituto General y Técnico. 56 BOLETIII DE LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA El Sr. Moróte anuncia la próxima publicación del segundo tomo de los «Anales del Instituto General y Técnico», en el que figuran como «Trabajos del Laboratorio de Hidrobiología Española» los dos siguientes: núm. 6: Algunas observaciones sobre la alimenta- ción de la Anguila en Valencia, Santander, Lisboa y Aveiro, del profesor Gandolfi Hornyold, y núm. 8: Algunos rotíferos planktónicos de la Albufera de Valencia, del profesor Arévalo Carretero. El Sr. Trullenque da cuenta de la inmediata apertura, en Valencia, de una Casa que se dedicará a facilitar objetos y material científico, y que si en la época de su nacimiento su vida será modesta, más ade- lante podrá adquirir desarrollo, contribuyendo eficazmente de este modo al fomento y divulgación de las ciencias naturales en Valencia. Finalmente se procedió a la elección de Junta directiva para el próxi«io año de 1918, siendo nombrados por unanimidad los señores siguientes: Presidente D. Ramón Trullenque. Vicepresidente D. Francisco Moróte Graus. Tesorero D. José Hueso. Secretario D. Luis Pardo García. — La de Barcelona celebró sesión el 29 de Diciembre, bajo la pre- sidencia de D. Telesforo de Aranzadi. El Sr, San Miguel presenta, como nuevos socios de número, a los Sres. D. Antonio Portusach Roca, perito agrícola; D. Domingo Pa- let y Barba, diputado provincial, y D. Juan Bosch Domingo. El señor Tesorero lee las cuentas del año, que son aprobadas. Se acuerda, a propuesta del señor Presidente, hacer constar en acta el agradecimiento de la Sección a dicho señor Tesorero por su buena gestión administrativa. El Sr. Suárez de Figueroa presenta una comunicación titulada: «Modificaciones de la secreción láctea determinadas por la electri- cidad». El Sr. Aranzadi presentatambiénotro trabajo titulado: «El índice de altura del triángulo facial». El Sr. Caballero entrega asimismo una nota cuyo título es: «Adi- ción a los Micromicetos de Cataluña, de Gz. Fragoso». Se procede a la elección de nueva Junta directiva para el año de 1918, resultando proclamados por unanimidad los señores siguientes: DE HISTORIA NATURAL 57 Presidente ... D. José Fuset Tubiá. Vicepresidente. . D. Maximino San Miguel de la Cámara. Tesorero . . - . D. Francisco Pardillo Vaquer. Secretario D. Emilio Fernández Galiano. —La de Sevilla celebró sesión el 2 de Enero de 1918 en el Mu- seo de Historia Natural de la Universidad. Fué presentado para so- cio numerario D. Vicente Puyal y Gil, ingeniero agrónomo. Abierta la sesión por el Sr. Morales Antequera, y leída y apro- bada el acta de la anterior, se procedió a dar posesión a la nueva Junta, ocupando la presidencia D. Feliciano Candau. En nombre de las respectivas Juntas usaron de la palabra los dos Presidentes, sa- liente y entrante, con motivo del acto que se realizaba. A propuesta de D. Manuel Medina se concedió un unánime voto de gracias a la Junta saliente. El Sr. Tenorio dio cuenta de haber encontrado en el término de Castilblanco lavas traquíticas, sobre un conglomerado triásico, cerca del río Nías. También encontró rocas semejantes en el de Constantina. El Sr. Barras dio cuenta de la comunicación que, con fecha 21 del pasado Diciembre, le hizo en carta el médico de esta ciudad don Antonio Ariza, referente al encuentro en las patas de varios estor- ninos, cazados no lejos de Sevilla, de anillos de aluminio numerados y llevando todos la inscripción siguiente: «Lotos Prag Austria»; y presentó dos de estos anillos, que le había remitido dicho Sr. Ariza, que llevan los números 15.206 y 17.851. Añadió que, dado el inte- rés que tienen estas observaciones sobre la emigración de las aves, convenía, además de dejarlas consignadas, hacerlas llegar a su punto de origen para conocimiento del investigador que las está realizando. Nota bibliográfica. De D. Juan Dantín (Sección de Madrid): Fernández Navarro (L.): Le Pie du Teyde et le cirque de las Cañadas a Ténériffe. (Compt. rend. de l'Acad. des Scienc, tomo 165, págs. 471-473), \^\1 .—Sur la structure et la compo- sition pétrographique du Pie du Teyde (Compt. rend. de l'Acad. des Scienc, tomo 165, págs. 561-563), 1917. Nuestro laborioso consocio ha emprendido una muy interesante 58 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA monografía acerca del volcán del Teide, sobre el cual hay ya nu- merosos trabajos, mas todos incompletos y aun contradictorios. El Pico del Teide está, al presente, en una fase poco activa de fumarolas permanentes, tanto más numerosas y patentes cuanto más cercanas a la cumbre. Compleja es su composición petrográfica. Traquitas —de grandes cristales sanidínicos— traquitas fonolíticas (en numerosos bancos), productos de proyección intercalados entre ambas son las rocas más dominantes. Corrientes de labradorita y de basalto irrumpen en la uniformidad, recubriendo los mantos traquíticos productos de erup- ciones modernas de cada vez más básicos. La caldeira o circo de Tenerife en que se yergue el Pico del Tei- de aparece como un gigantesco cráter explosivo. Por lo que toca a la edad —relativa al menos— el profesor Fer- nández Navarro va datando muy racionalmente estos materiales tan diversos. El gran volcán que hoy forma la caldeira se ha edi- ficado sobre restos de erupciones submarinas (Teño, Anaga), en días, tal vez, del terciario medio. Muchos fenómenos se han ido des- pués sucediendo, hasta detenerse en las muy modernas lavas ne- gras andesíticas que forman el manto exterior del Teide y en la úl- tima erupción del Chaborra contemporánea de la Revolución fran- cesa (1798). Notas y comunicaciones. Una nueva forma de Anfibio urodelo (Molge Bolivari) por E. Boscá y Casanoves. (Lámina i.) Por segunda vez (1), he de justificar la preterición en que he te- nido, durante más de seis lustros, algunos materiales con que me favorecieron buenos amigos, al enterarse de mis aficiones herpeto- lógicas, acordándose precisamente durante su permanencia en loca- (1) Véase Boscá: Adiciones herpetológicas a la fauna de Cataluña. (Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat., Abril, 191(3.) Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIIl. Lám. I. Molge Bolivari Boscá. DE HISTORIA NATÜRAI- 59 lidades entonces fuera de mi alcance; mas al retorno de mi estudio, que no debí abandonar, me encuentro con otra forma nueva (2), si bien representada por un solo individuo, y, por consiguiente, pri- vándonos, por de pronto, de todos aquellos caracteres internos cuyo conocimiento exige desfigurar el ejemplar, así como el grado de parentesco para con sus congéneres, como las partes cartilaginosas de la cabeza, por ejemplo. En cuanto a su estado de conservación aparece acartonado y rí- gido en sus extremidades, sin duda por la fuerza del alcohol en que se le puso en los primeros momentos, pero ello proporciona, en cam- bio, el haber conservado bien su coloración, circunstancia que en los animales de este grupo suele tener valor característico. Esta adquisición coloca a la Península Ibérica, con respecto a los Urodelos indígenas, al nivel de la fauna italiana y después de la fauna de Francia, sin duda de las mejor estudiadas, tomando los datos de la estadística de Schreiber en su Herpetologia europea, edición de 1912, y prescindiendo aquí de la existencia, en el indica- do grupo, de algunas variedades. Provisionalmente puede considerarse como el urodelo de los de menos talla entre los conocidos, a menos que a la postre resultara ser un individuo joven. Su cabeza es oval, con el hocico redondeado, apenas saliente sobre el mentón, algo deprimido hacia adelante, presentando el mayor diámetro transverso en la comisura de la boca; sobre el vér- tice, mirado con la lente, se dibuja como una placa rostral de los reptiles, pentagonal, y cuyo ángulo superior se interpone contra los orificios nasales, que son redondos y abiertos hacia adelante, algo hacia afuera, rodeados por el relieve del esfínter, obturados a vo- luntad. Canto rostral marcado, con el área cefálica relativamente extensa y algo convexa, formando relieve a sus lados las respecti- vas órbitas, cuyo ojo es francamente lateral; un pliegue o rugosidad cutánea, se extiende del ángulo posterior orbitario a lo largo del cuello; boca desprovista de festón carnoso sobre la mandíbula supe- rior; lengua más bien grande, 'alargada, con sus bordes sinuosos, libre por los lados y por detrás (1); con algunas papilas hacia los (1) Véase Bosgá: Un género nuevo para la fauna herpetológica de España y especie nueva o poco conocida, 1. c. Junio, 1916. (2) A causa de las manipulaciones para su estudio y dibujo, la len- gua ha quedado separada de la brida carnosa que la unía a la parte de la sínfisis, rasgándose los tejidos y quedando libre por accidente. 60 BOLETÍN DE La REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA bordes y en el fondo intermaxilar inferior; dientes del paladar en dos filas convergentes hacia adelante y un tanto separadas por de- trás en forma de V, muy aguda; choanas grandes, abiertas hacia detrás y algo afuera, con el borde de su orificio acentuado y segui- do de una depresión, coincidiendo en una misma línea recta trans- versal, el vértice de las filas dentarias del paladar, con el borde anterior de las choanas. Cuello largo y grueso; cuerpo alargado, cilindráceo, poco abulta- do; la abertura de la cloaca longitudinal y disimulada; cola algo más corta que el resto del animal, en forma de hoja de espada, más ancha en su base, se estrecha uniformemente terminando en punta redonda, y en su borde inferior, apenas escotado, después de la cloaca, lleva un estrecho festón membranáceo, extendido a las tres cuartas partes de la longitud posterior. Miembros delgados; el ante- rior terminado por cuatro dedos romos en su extremo y libres entre sí, el primero y el último casi iguales en longitud, siguiendo el segundo en mayor proporción, y el tercero es el más largo; sobre la parte externa del carpo se presenta un tubérculo pequeño, re- dondo; miembro posterior algo más corto que el de delante, con un reborde cutáneo saliente sobre la parte externa de la pierna, termi- nando con cinco dedos como aplastados y romos, los dos extremos son rudimentarios, el centro el más largo y los colaterales casi iguales entre sí, formando el conjunto una palma, aunque reducida, por hallarse reunidos por su base, mediante la piel. El tegumento aparece como enarenado por granos pequeños, re- dondos y duros, que dan al tacto sensación de aspereza, presentán- dose repartidos de modo uniforme indistintamente por todas las re- giones externas del animal, y con respecto al plano inferior tienden a formar filas transversas. La coloración de su parte superior se manifiesta de un rojo ama- rillento uniforme con dos manchas ocelares de borde negro y centro amarillo sobre los costados del pecho, las primeras de cada lado aparecen simétricas en su colocación, mientras que la segunda mancha del lado derecho se halla corrida hacia el vientre; en la parte inferior, el rojo amarillento también uniforme, incluso para la zona caudal, es más claro, destacándose a simple vista unos pun- tos negros esparcidos particularmente a lo largo de los flancos. Atendiendo al borde cutáneo existente sobre la parte externa de la pierna, se parece este Molge Merrens, al M. Rusconii Gene, mientras que por el elemento córneo de la piel recuerda al M. as- DE HISTORIA NATURAL Cl pera Duges, y podría colocarse en la clave correspondiente entre ambas especies, por cierto las dos pertenecientes al grupo en que los individuos masculinos carecen de apéndices cutáneos du- rante la época del celo; pero sería aventurado el afirmarlo mientras no se sepa si el ejemplar en estudio provisional es o no adulto y cuál sea su sexo. Dimensiones.— D&\ hocico al extremo de la cola = 58 mtn.; del hocico al ángulo de la comisura de la boca = 5 mm.; ancho de la cabeza en este mismo punto = 5 mm.; ancho del cuello en su parte media = 4 mm.; del hombros la ingle = 16 mm.; de la ingle a la parte posterior de la cloaca = 5 mm.'; longitud de la cola = 29 mm. Procede este animal del valle de Tena, en la vertiente meridio- nal de los Pirineos aragoneses a 1 .600 ó más metros de altura sobre el nivel del mar, donde se halla el sanatorio de Panticosa (Huesca), habiéndose encontrado al propio tiempo que las especies también de altura Molge áspera y Rana ibérica, durante el verano de 1876, por nuestro consocio Dr. Ignacio Bolívar Urrutia, que reúne, entre otros títulos, el de reorganizador indiscutible del Mu- seo Nacional de Ciencias Naturales, y a quien tengo el honor de dedicarlo, correspondiendo en parte a las dedicatorias recibidas mediante sus obras entomológicas. Sobre la no existencia del cretácico en la isla de Hierro (Canarias) d' por L. Fernández Navarro. Los Sres. J. Cottreau y P. Lemoine describieron hace algún tiempo un erizo cenomanense Discoidea pulvinata Desor. var. maj'or que, procedente de la isla de Hierro, les había sido comunicado por el sabio botánico M. J. Pittard, autor de una flora del Archipié- lago (2). (1) Esta nota, con ligeras variaciones, ha aparecido en los C. R. de la Academia de Ciencias de París, correspondientes a 3 de Diciembre de 1917 (t. 165, núm. 23). Como se trata de un asunto de especial inte- rés, por referirse a una comarca española, y como ha sido ya tratado en esta Sociedad, nos ha parecido útil su reproducción en el Boletín.— L. F. N. (2) J. Cottreau et P. Lemoine: Sur la présence dii Crétacé aux iles Cañarles. («Bull. Soc. géol. de Fr.», serie 4', t. x, 1910, p. 267.) 62 boletín de la REAL SUCIEDAD ESPAÑOLA Cuando se publicó este estudio (1) hice yo notar la extrañeza que me causaba semejante descubrimiento, realizado en una región en que geólogos como J. González, Walter y Knebel no habían encon- trado más que materiales eruptivos, y que yo mismo había recorrido con atención sin poder señalar nada de naturaleza sedimentaria, a excepción de algunas costras travertínicas no fosilíferas, muy redu- cidas, que las gentes del país llaman «caliches», y que no son utili- zables ni siquiera para la fabricación de cales. Aunque las informaciones que yo recibí más tarde de la isla y una visita rápida que hice en 1911 a la localidad señalada por Pittard confirmaron mi punto de vista, no he querido rectificar la noticia sin que un estudio detallado me permitiera hacerlo con toda segu- ridad. En efecto, en Julio pasado he vuelto a Hierro y he recorrido con detalle y en toda su extensión el barranco de la Caleta, donde dice Pittard haber encontrado el erizo descrito. Recorrí asimismo todos los alrededores por si hubiera podido realizarse alguna confusión de nombres. He vuelto a reconocer la isla en casi toda su extensión y me he informado de los naturales del país acerca de la existencia de materiales sedimentarios, en particular calizas, que seguramente no hubieran pasado desapercibidas, a causa del valor que representa la cal en el país. Mis investigaciones me permiten afirmar hoy día, sin duda algu- na, que el cretácico no existe en la isla de Hierro, y más particu- larmente en el barranco de la Caleta y en los alrededores de Val- verde. No existen otros materiales no volcánicos que las manchas travertínicas insignificantes que ya hemos mencionado, completa- mente desprovistas de fósiles y seguramente muy modernas. La atribución errónea —si no es debida a un cambio de ejempla- res o de etiquetas— puede ser atribuida a dos causas: o que se haya recolectado un resto de lastre de buque, o que se hayan toma- do como procedentes de Hierro fragmentos de calizas de Fuerte- ventura, que son frecuentemente importadas para la fabricación de cales. La primera hipótesis es la más probable, tanto más que La Esta- ca es el único puerto de la isla y en sus alrededores se encuentran abundantes lastres de barcos, entre los que pueden hacerse los más extraños hallazgos. La segunda hipótesis está apoyada por la exis- (1) Bol. di- la R. Soc. Esp. de Hlst. Nat., t. xi, 1S)11, págs. 131 y 275. DE HISTORIA NATLKAL G3 tencia de dos antiguos hornos de cal, uno al final del barranco de la Caleta y otro en el barranco inmediato de Montaña Blanca; en sus inmediaciones se pueden todavía recoger trozos de la caliza em- pleada en la fabricación. Pero debe advertirse que no sabemos que en Fuerteventura haya sido señalado el cretácico, y que las calizas de aquella isla que conocemos son todas travertínicas modernas. Mrs. Cottreau y Lemoine hacen observar en su nota que el erizo estudiado ofrecía algunos de sus caracteres borrados por pulimento, lo que indica que estaba algo rodado. Es un dato más para creer que se trata de un ejemplar extraño a la localidad en que ha sido encontrado. En todo caso, cualquiera que haya sido la causa de la confusión, es importante rectificar este error, pues que se han basado (y se seguiría tal vez haciendo lo mismo en adelante) en la supuesta exis- tencia del cretácico de la isla de Hierro, conclusiones trascendenta- les que necesitan pruebas positivas y sobre las que no quepa la menor duda de confusión o de error. Algunas leyendas y creencias populares españolas relacionadas con serpientes y lagartos por H. Breuil Durante los numerosos viajes que desde hace diez y seis años vengo haciendo en muchas provincias de España, he tenido alguna vez la ocasión de observar, fuera de mis estudios propios, algunos hechos dignos de ser consignados. Uno de ellos se relaciona con el folk-lore antiguo del país, y cua- tro veces distintas, en provincias muy apartadas una de otra, he oído referir el mismo cuento, de modo tan uniforme, que hasta pue- do decir que si la misma persona me lo hubiera contado tres veces distintas, las frases no se hubieran parecido más. La primera vez que he tenido conocimiento de la leyenda que voy a referir, me encontraba con D. Federico de Motos, en la provincia de Almería, al pie de la vertiente meridional de la Sierra de María; estudiando las pinturas paleolíticas del estilo de Levante de la Cue- va Chiquita, cerca del Cortijo de los Trenta, y no lejos del pue- 64 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ble de Chirivel, pregunté el motivo de tal nombre. Efectivamente, la cueva, sin ser grande, tenía mayor tamaño que las otras vecinas, de modo que no podía ser eso un motivo para llamarla Chiquita. Entonces me dijeron los pastores con quienes hablaba yo que el nombre verdadero era Cueva de la Chiquita, y como yo pregun- tara en seguida de qué chiquita se trataba y si acaso la cueva había servido de vivienda a alguna muchacha desgraciada, me contaron lo siguiente: «No se trata de personas, sino de una culebra chiquita. Los anti- guos del país dicen que en otro tiempo, hace muchos años, vivía por aquí un pastorcillo con un rebaño de cabras, y por la noche se albergaba en la cueva y allí dormía. Y un día vio una culebra chi- quita y le dio migas de pan a comer y leche de sus cabras a beber. Y todos los dias que venía el pastorcillo volvía la chiquita y el pastor la obsequiaba del mismo modo. Pero, corriendo los años, creció el muchacho y se hizo hombre, y entonces tuvo que dejar el rebaño para ir a servir al rey. Muchos años después volvió a su tierra, y otra vez se fué detrás del ganado por la sierra. Un día pasó por la cueva, y dijo a su compañero: «Vea, cuando era chico, dormía aquí muchas veces, y todos los días me salía una culebra chiquita, a la que obsequiaba con pan y leche». Y se quedó otra vez aquí para dormir el pastor; mientras dormía, salió otra vez la culebra, pero, con los años había crecido mucho, y se había hecho una serpiente muy grande, y se acercó al pastor, y durante su sueño le envolvió entre sus vueltas, le puso la cabeza encima de la suya, y le ahogó.» Esto lo consigné en mis notas el día 24 de Marzo de 1914. El 20 de Junio de 1916, estando yo en la provincia de Cáceres, en el tér- mino de Cañameros, vertiente meridional de la Sierra de Guadalu- pe, copiando las pinturas neolíticas de la cueva conocida como de Alvarez, pregunté a un pastor que vino a visitarme durante mi tra- bajo, cómo se llamaba la cueva, y me dijo que además la nombraban Chiquita o, mejor dicho, de la Chiquita, y, sin que yo le indicara nada de lo que conocía de la leyenda de Chirivel, me la contó en términos iguales. La tercera vez que tuve ocasión de oiría, fué el día 6 de Sep- tiembre de 1916, en la provincia de Madrid, en Torrelaguna, en la familia del Sr. D. Antonio San Gil. Únicamente nótase que esta vez no se trataba, como lugar del supuesto suceso, de una cueva, sino de una peña o, mejor dicho, laja, situada a la orilla derecha DE HISTORIA NATURAL 65 del arroyo vecino a la población, a la salida de la garganta del ba- rranco No te pares. También he conocido la misma leyenda como historia contada por unos abuelos, hace muchos años, en el pueblo de Ayllón (Sego- via)(l). El caso de una leyenda encontrada aisladamente en sitios tan dis- tantes como las provincias de Almería, Cáceres, Segovia y Madrid, es tan extraño que no se puede explicar sino como procediendo de una fuente muy lejana y haciendo parte del verdadero folk-lore de España. También es notable que, dos veces, esté relacionado con cuevas adornadas de pinturas rupestres. Por otra parte, hay una re- lación muy curiosa entre la leyenda y las estatuas mitriacas figuran- do un hombre envuelto completamente con una serpiente grande apoyando su cabeza en la suya. Esta relación pareció muy digna de ser consignada al Sr. Fierre Paris, Director del Instituto Francés, lo que me llevó a creer acaso posible que estas cuevas hayan servido, en el tiempo del desarro- llo del culto mitríaco en la Península, como sitio consagrado a éste, y señalado por alguna figura de las que acabamos de mencionar. En tal caso, es muy probable que anteriormente a la época roma- na, existiese ya un cierto culto popular con motivo de las figuras misteriosas e inexplicables pintadas en estas cuevas. Volviendo a otros detalles que me dio el pastor de Cañameros, ya sin relación directa con el mismo asunto, diré que éste me contó también una leyenda que se conserva, a propósito de un molino arruinado, muy antiguo seguramente, que se ve a unos pocos me- tros aguas arriba de la cueva. «Cuando habia gente en el molino, y que para el servicio del mismo se tenía atrás una presa enchar- cando el arroyo, sucedió que en esta presa se escondió un animal tremendo, como una serpiente, y que todas las personas que se aso- maban a la orilla del estanque artificial, perecían. Entonces la gente de la comarca decidió matar al monstruo, para lo que destrozaron el molino, rompieron las murallas que cortaban el curso del agua, y el animal, espantado, acaso herido, tomó la fuga río abajo con tanta fuerza, que desde entonces se nota el rastro de su paso.» A esta reseña, creo conveniente comparar otra, a pesar de que (1) En esta ultima reseña hay esta variación: que se atribuye la aco- metida de la serpiente al caso que el pastor no le daba comida como en otro tiempo. Tomo xviii.— Enero, 1918. 5 66 boletín de la. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ya es ajena a España; mi amigo Rene Vallois, del Instituto Fran- cés, la recogió en la isla de Rhodes de boca de unos aldeanos con quienes hablaba de una cueva del interior de la isla. Le dijeron que un día unas mujeres vieron una serpiente muy grande, que salía de la cueva; fueron a avisar gente de tropa, y cuando vinieron, ya no había ninguna serpiente; pero sí señales de su rastro por las arenas y cantos removidos, que indicaban se había arrojado al mar. En este caso, se puede, sin demasiada temeridad, suponer que la serpiente no ha sido otra cosa que una corriente de agua que salió durante pocas horas de la cueva y que arrastró grava y piedras y llegó hasta el mar. La creencia de que en los charcos hondos viven serpientes o monstruos, existe en Australia, y probabablemente en muchos otros pueblos. En la provincia de Cádiz, en la garganta del Acizcar, cerca de Facinas, se encuentra un charco de agua muy hondo, debido a las capas de arenisca que forman un barraje natural al curso del arroyo. Mi amigo el coronel inglés Willougby Verner, que ha recorrido la comarca durante muchos años, me dijo que, cuando era joven, se había bañado en esta balsa, y que los vecinos hicieron todo lo posi- ble para disuadirle, diciéndole que toda persona que se metía en este charco moría en seguida. En la misma región, pero más al Norte, cerca de la cueva de la Pileta, prohibí yo una vez a mi arriero que matase una magnífica cu- lebra que se veía entre unas peñas vecinas a nuestra vereda, y, a pesar de desistir de su propósito, mi orden no fué de su agrado, y me dijo que estos animales son muy malos y muy dañinos, por- que vienen a mamar de las mujeres preñadas, y son causa de que la criatura muera antes de nacer. Como refería esta creencia vulgar a mi amigo el coronel Verner, me dijo lo que se cree en esta parte de Andalucía, relacionado con el lagarto. Las mujeres de esta comarca tienen muchísimo miedo de tal reptil, y no se atreven a satisfacer sus necesidades entre la ma- leza donde pueden encontrarse lagartos, porque están convencidas de que tienen la costumbre de internárselas en el cuerpo, aprove- chando esta ocasión. Y como mi amigo les manifestase curiosidad por saber por qué procedimiento curaban las personas que tenían un lagarto en el cuerpo, le contestaron que las curaban calentando un canto de gran DE HISTORIA NATURAL 67 tamaño, y aplicándoselo al vientre. Entonces, el lagarto, notando el calor, y convencido de que picaba el sol, salía fuera. Hay también la creencia en Sierra Morena y por otras partes de Andalucía, de existir una serpiente muy temible, la víbora volante. Tales son las notas sobre la creencia y leyendas populares, rela- cionadas con reptiles, que tuve la ocasión de apuntar en mis corre- rías. Probablemente sería fácil a los españoles cosechar muchos más documentos de la misma índole. El índice de altura del triángulo facial por Telesforo de Aranzadi. En mi última publicación, titulada «El triángulo facial de los crá- neos vascos», Memoria S."* del tomo x de Memorias de ¿a Real Sociedad Española de Historia Natural, presenté un nuevo ín- dice craneométrico, que llamaba índice de altura del triángulo facial. Este índice lo proponía con la dimensión antero-posterior de la cara (prostio-basio), como denominador, y la perpendicular, bajada a ella desde el nasio, como numerador (véase pág. 392 (34) de la Memoria). Decía que me había movido a buscar una altura del triángulo en sentido más estricto que la dimensión NP (nasio-pros- tio), directamente medida, el hecho de que el orangután quedaba en situación intermedia, con respecto a diversas razas humanas, si el numerador del índice era esta última dimensión NP. En efecto, el índice facial vértico-longitudinal , así calculado, resultaba para el cráneo femenino del orangután de 66,7, quedando muy por bajo de él los humanos masculinos de Nueva Guinea, con índice de 60,1 , y poco menos distantes que éstos los femeninos, así como los austra- lianos, bosquimanes, hotentotes, varias otras razas negras e indos- tánicas y un cráneo prehistórico francés. En cambio, considerando como altura la perpendicular a la base (PB) del triángulo, aquel cráneo femenino de orangután quedaba en 43,6, muy por bajo de los humanos masculinos de Nueva Guinea, con 58,4. La diferencia de índice es en aquél de 23,1 y en éstos sólo de 1,7. En el cráneo neandertalense de La Chapelle aux Saints es de 8,6 y en los papuas masculinos de 6,6. BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA La identidad del índice de altura con la fórmula seno B x seno P senoN permite calcular aquél sin construir el triángulo, si hemos hallado por trigonometría los ángulos; pero puede convenir en algunos ca- sos calcular el índice sin haber calculado los ángulos. Para tal caso podemos utilizar la fórmula trigonométrica del área S- = -^— =p{p — a){p — b){p — c), en que la h es la altura sobre el lado <7 y /? es el semiperímetro. ' De esta fórmula se puede deducir el valor de // en función de p, a, by c. Si en vez de a, b y c ponemos los lados del triángulo facial PB, PN y NB, y llamamos P al perímetro, podemos transformar la fórmula de manera que nos dé: h _ > P(P — 2.PB)(P — 2.PN)(P — 2.NB) "PB"~ 2.PB^ que resuelve el problema con facilidad mediante logaritmos. Ello me ha llevado a descubrir un error de cálculo en mi Memoria por lo que se refiere a los cráneos masculinos de Mogador, segundo tipo: su índice de altura no es 70,9, sino 67,1; este último valor es causado por un error en el cálculo de los ángulos; el ángulo N no es 65" 18', sino 67° 18', y el ángulo B no es 42° 36', sino 40" 36'. Quedan, por tanto, estos cráneos mucho más lejanos de los vascos de como aparecen en las figuras 6.^ y 7.^, viniendo a coincidir con los de San Juan de Luz. Indicaba en la Memoria (pág. 393) (35) que desde 66,0 para arri- ba todos los promedios se refieren a razas boreales, y que las razas australes quedan todas en los índices de 64,0 para abajo. Además de hacer la salvedad de que con estas últimas quedan los ainos, los cuales geográficamente no son australes, como tampoco lo son los dos cráneos prehistóricos de Francia citados, es de advertir que los dravidas y singaleses, weddas y birmanes habitan algunos grados al Norte del Ecuador. También conviene hacer la salvedad de que muy probablemente no corresponderían a este tipo austral de trián- gulo facial las razas americanas y polinesias. La gran amplitud de variación de este índice, que en los cráneos DE HISTORIA NATURAL 69 vascos alcanza de 59,6 a 88,8, es decir, 24,9 de amplitud masculina y 22,1 de la femenina, parecería invalidarlo para la caracterización de las razas, si no nos acordásemos de que también el índice nasal y la estatura, como también el ángulo facial, son muy variables, y, sin embargo, nadie los desecha como caracteres antropológicos. La razón de estas variabilidades está en que son caracteres que se desarrollan después del nacimiento e influyen en ellos todos los agentes externos que modifican, retardan o detienen el crecimiento. Aunque los índices no necesitan, en realidad, de calificativos, la tendencia general a buscar la abreviación de las frases descriptivas, mediante palabras técnicas, me impulsa a buscar adjetivos que distingan a los índices altos y bajos. Para ello recordaré que en la Memoria indicada ponía en relación el lado PB del triángulo con el desarrollo maxilo-faríngeo, y hacía notar la diferencia sexual del triángulo por predominio del tipo respiratorio en el varón y del di- gestivo en la mujer; esto último se hace notar en el triángulo por tener la mujer menos diferencia por defecto en el lado maxilo-farín- geo y más por exceso en el ángulo intrafacial, opuesto a ese lado, por quedar el punto N, arranque de la nariz, más retirado. En otras palabras, así como el lado PB es el lado maxilo-faríngeo o mandu- catorio, el lado PN es el lado nasal o respiratorio. Luego los índices altos indican predominio nasal y los índices bajos predominio ma- xilo-faríngeo. Por eso he ideado, ya que los términos de hipsipro- sopos y cameprosopos se usaron en otro sentido, los calificativos de rinoprosopos y gnatoprosopos; el primero responde a lo que, usando de una hipérbole del lenguaje familiar, se suele decir «caras todo nariz»; el segundo vendría a querer decir, con una hipérbole complementaria, «caras todo mandíbulas»; aquél para los índices de altura de cifra grande, éste para los índices de altura de cifra pequeña. Por lo que ya se ha indicado más arriba, parece conveniente ele- gir como límite entre los dos grupos el valor 65, y no adoptamos el sistema de separar un grupo intermedio, porque creemos preferible el método dicotómico para las correlaciones y combinaciones con los otros elementos directos o derivados en el triángulo facial. Las com- binaciones se evidencian en la siguiente figura (1): (1) Necesidades de ajuste y la conveniencia de no reducir la figura hacen que ésta no aparezca en la posición más adecuada a la que es más frecuente en el perfil fisonómico: bastaría hacerla girar hasta la hori- zontalidad del título explicativo. 70 boletín de la real sociedad española En esta figura se ha hecho a todos los triángulos comparables por su forma, independiente del tamaño, haciendo BN, o sea el lado cerebral, el primeramente desarrojlado, igual a 100 y común para todos los triángulos; los otros dos lados no se han dibujado, redu- ciendo su señalamiento al punto P, o vértice alveolar, de algunos tipos; además, se han trazado los siguientes lugares geométricos: ^ 'c 12-17 ¡J..—In caulibus sic- cis Bupleuri linearifoliiDC, prope Kouh-Sefid, leg. Ferd. Mar- tínez de la Escalera, vi, 1899. El tipo lo describí sobre Bapleuram Baldensis, de cerca del río Karum, recolectada en el mismo mes y año. Apenas varía más que algo en las dimensiones, todas mayores en el tipo. 13. Phyllachora Tragacanthae (Lev.) Sacc— Do/^/z/í/efl: Traga- canthae Lev.— Sacc, Syll. fiing., ii, p. 614. Loculis numerosis, minimis, intus albidis, contextu distincte pa- renchymatico; ascis sporidiisque non visi. — In foüis rachidisque siccis Astragali erinifolii Pau, prope Kouh-Sefid, leg. Ferd. Mar- tínez de la Escalera, vi, 1899. Especie cuya inclusión en el género Phyllachora es dudosa, en- tre otras causas por su estructura parenquimática. Como Léveillé, en los ejemplares recolectados en Persia, por Aucher, de Astragalus Tragacanthus, no encontré aseas ni ascosporas. Es posible se trate de una especie cuya fructificación se verifique en las hojas y raquis caídos durante la primavera inmediata. Esferopsidales. 14. Cytospora Suenes Qz, Frag., sp. n. Maculis griseis, indeterminatis, pycnidiis numerosis atro-fuscis, in mesophyllo inmersis, epidermide semper tectis, globosis vel oblon- gis, magnis usque 275 ¡x, in diam., contextu membranáceo, plerum- que 1-locularis, rariis 2-3-locularis, subastomis, sporulis hyalinis, numerosissimis, bacillaribus, 3-5 X 0,7-1 a, rectis, saepe concatena- tis, sporophoris hyalinis, rectis, densissime congestis, longiusculis usque 15 X 1 \j., stilosporis longioribus intermixtis.— In foliis emor- tuis Silene Boryi Boiss., var. Sefldiana Pau, prope Kouh-Sefid, leg. Ferd. Martínez de la Escalera, vi, 1899.— Socia adest Pleos- porae Clematidis f. Suenes nov. 84 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA 15. Ceuthospora Astragalina Gz. Frag., sp. n. Stromatibüs sparsis, irregularibus, oblongis, depressis, atris, subcoriaceis, semierumpentibus, intus uni- vel pluri-locularis, loculis inaequalibus, sporuüs copiosis, bacillaribus, hyalinis, minu- tis, 2-3x0,5-0,7 a, in cirrhus albidus exsilientes.— In caulibus, rachidisque siccis Astr'> 14-15. Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. Trabajos. Serie Zoológica, n.° 32. Peñalara, Madrid. Año iv, n.° 48. Real Sociedad Geográfica de Madrid. Boletín. Tomo lix, 4.° trimestre. Revista de Geografía Colonial y Mercantil. Tomo xiv, n.os 10-11. Revista de higiene y tuberculosis, Valencia. Año x, n.° 114. Sociedad aragonesa de Ciencias naturales, Zaragoza. Boletín. Tomo xvi, n.o» 9-10. Estados Unidos y sus Colonias Departamento del Interior. Oficina de Agricultura. Manila. Annual Report for 1916. Francia Académie des Sciences de Paris. Comptes-rendus. Tome 165, n»» 22-27. Revue genérale des Sciences purés et appliquées, Paris. 28'^ année, nos 22-23. Société d'Histoire Naturelle de l'Afrique du Nord, Alger. Bulletin. Tome viii, Vt" 8. Société entomologique de France, Paris. Bulletin. 1917, nos 15-I6. Société linnéenne de Bordeaux. Actes. Tome lxix (1915-16). Inglaterra y sus Colonias Sarawak Museum. Journal. Vol. 11, n** 7. South African Museum, Capetown. Annals. Vol. ix, part 6; vol. xi, part 6; vol. xiv, part 3; vol. xvi, part 1; vol. xvn, parts 2 3. The Canadian Entomologist, London. Vol. xlix, n° 11. Italia La Nuova Notarisia, Modena. Gennaio, 1916. MÉJICO Sociedad científica «Antonio Álzate», México. Memorias y Revista. Tomo xxxvi, 1."" y 2.^ partes. (Continuará.) Sesión del 6 de Febrero de J918» PRESIDENCIA DEL SR. D. ANTONIO MARTÍNEZ El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué aprobada. Admisiones y presentaciones.— Fueron admitidos los señores pre- sentados en la sesión anterior, y propuestos para nuevos socios nu- merarios D. Marcial Escribano, licenciado en Ciencias Naturales; D. Luis Pérez Muñoz, D. Victoriano Suárez y el Instituto General y Técnico de Soria, por los Sres. Bartolomé del Cerro, Martín Lá- zaro, Bolívar (L) y Loro, respectivamente. Notas y comunicaciones,— El Secretario lee una comunicación que nos dirige la Societá di Science Naturali ed Economiche di Palermo, en que nos participa el fallecimiento de su Presidente, el ilustre geó- logo Profesor Giovanni di Stefano, acordándose constase en acta el sentimiento de la Sociedad por tan sensible pérdida. El mismo Secretario leyó una nota acerca de un género poco co- nocido de microhimenópteros parásito de huevos de ortópteros. —El Sr. Hernández-Pacheco presentó una comunicación escrita por D. Jorge Bonsor, relativa al terremoto sentido el año 1504 en Carmona y en Los Alcores. El mismo Sr. Hernández-Pacheco leyó una nota complementaria de la comunicación anterior. El Sr. Hernández-Pacheco, a propósito de la Nota leída por el Sr. Pardillo en la Sección de Barcelona, titulada Algunas con- sideraciones más respecto al yeso del Cerro de los Angeles (Madrid), manifiesta lo siguiente: Los autores de la Nota original en que se describen los curiosos ejemplares de yeso de las canteras inmediatas al Cerro de los Án- geles, titulada Mineralogía, Geología y Prehistoria del Cerro de los Ángeles, publicada en el Boletín de nuestra Sociedad co- rrespondiente al mes de Diciembre de 1916, no piensan insistir más en un asunto que consideran expuesto con suficiente claridad en la Nota mencionada y en la posterior del Boletín de Diciembre de 1917, remitiendo a dichas publicaciones a los especialistas para que juzguen de los ejemplares descritos y representados, y si la inter- 88 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA pretación que expone el Sr. Pardillo en sus notas es consecuencia de falta de claridad en los escritos de los Sres. Hernández-Pacheco y Royo o de comprensión por parte del Sr. Pardillo. Respecto a los ejemplos, algunos muy conocidos y tomados de publicaciones clásicas, que expone en su Nota última el Sr. Pardillo, de formación de cristales de calcita a expensas del sulfato calcico, entienden que no prueban ni desaprueban por sí solos el aserto que sostiene el Sr. Pardillo de que los yesos de Getafe son sencillas pseudomorfosis de calcita en yeso. Cuando el Sr. Pardillo nos solicitó el envío de los ejemplares en cuestión creímos que iba a acometer el estudio de las leyes que presiden a la agrupación aparentemente irregular de las láminas de yeso que constituyen los complejos cristalinos, lo cual hubiera sido entrar en lo que juzgamos el fondo del problema que planteamos en nuestra nota primitiva. Continuar una discusión sin aducir más datos que los consignados en el trabajo primitivo, creemos que no conduce a fin científico al- guno pertinente a la resolución del problema, el cual seguimos cre- yendo queda sin resolver en su esencia. —El Sr. Bolívar (D. Ignacio) comunica la siguiente rectificación sinonímica: En mis Observaciones sobre los Truxalinos, publicadas en el tomo de 1909 del Boletín de esta Sociedad, propuse para el Hyalopteryx australis Walkerel nuevo nombre genérico de Frog- gattia, dedicado en honor del distinguido naturalista australiano Mr. Froggatt. Pero el mismo nombre genérico había sido ya em- pleado por Ashmead, cinco años antes, para un género de himenóp- teros calcídidos (Mem. Carnegie Museum, vol. i, págs. 238-241, 1904), lo que yo ignoraba. Por esta razón me veo en la necesidad de cambiar el nombre que di en 1909 proponiendo para sustituirle el de Froqgattella. Así, la especie a que se refiere habrá de ser denominada Froggat- tella australis (Walker). Posteriormente he vuelto a hablar de este género en los Traba- jos del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Ser. Zoológi- ca, niim. 20, 1914), al rectificar la distinción y caracterización de los Truxalinos del antiguo mundo. Secciones.— La de Barcelona celebró sesión el 26 de Enero, bajo la presidencia de D. José Fuset. DIÍ HISTORIA NATURAL 89 El señor Presidente da cuenta del fallecimiento del socio Sr. Suá- rez de Figueroa,. pronunciando breves palabras en elogio del fina- do; propone, y así se acuerda, que conste en acta el sentimiento de la Sección por baja tan sensible. Son admitidos los socios presentados en la anterior reunión, y pro- puestos como nuevos numerarios los señores D. José R. Bataller Calatayud y D. José Suriol Torra, alumnos de la Facultad de Cien- cias; D. Otto Gutzwiller y D. Jaime Pujiula, presentados, respec- tivamente, por los Sres. Pardillo, Vila Coro, San Miguel y Bus- quets. El Sr. Aranzadi lee una nota titulada: «Una pregunta acerca del retajo y la bota de potro»; el Sr. San Miguel, otra que versa sobre el estudio petrográfico de tres hachas neolíticas pulimentadas de Villahermosa (Ciudad Real), y el Sr. Fernández Galiano, otra titu- lada: «Sobre el pretendido hallazgo del aparato reticular de Golgi en las células del tubérculo de Solanum tuberosumy> . —La de Zaragoza celebró sesión el día 31 de Enero, bajo la presidencia del Dr. D. Jesús María Bellido. Después de leída y aprobada el acta de la anterior, el señor Pre- sidente manifestó que, como primer acto de la presente, procedía que tomasen posesión de sus cargos los señores que componen la nueva Junta directiva para el año 1918, ya que, por ausencia de algunos socios, no pudo verificarse en el mes anterior. El Dr. Be- llido, al dejar la presidencia, mostróse agradecido a todos los socios por las atenciones recibidas, y acto seguido D. José López de Zua- zo ocupó la silla presidencial e hizo presente su más profunda gra- titud por el cargo que se le había otorgado, y también lo hicieron los demás señores de la Junta, ofreciéndose todos a realizar los tra- bajos posibles favorables a esta Corporación. Seguidamente el Sr. Ferrando (D. Pedro) presentó una nota so- re «Ventajas del goniómetro teodolítico». —La de Sevilla celebró sesión el 1 .° de Febrero, en el Museo de Historia Natural de la Universidad, bajo la presidencia de D. Feli- ciano Candau. Don Antonio González Nicolás usó de la palabra acerca de los ya- cimientos de minerales de cinc de la provincia de Santander. Don Carlos Morales Antequera dio interesantes noticias acerca de la Granja agrícola de Sevilla. 90 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD EtePANOLA Don Pedro Castro Barea presentó la preparación micrográfica, re- cientemente hecha por uno de los alumnos, de una anfibolita reco- gida, con otras rocas, por el Sr. Barras, en su excursión de Sep- tiembre pasado, entre Constantina y Lora del Río. El Sr. Barras presentó algunos ejemplares de rocas y minerales recogidos, durante su última excursión, a fines del año anterior, en Mérida y otros puntos. Notas bibliográficas. Del Sr. Fernández Navarro (Sección de Madrid): Estudios relativos a la Geología de Marruecos (del Bo- letín del Instituto Geológico de España). Madrid, 1917. Un vo- lumen de 360 páginas, con abundante ilustración de cortes, mapas, fotograbados, láminas en color, etc. Una comisión del Instituto Geológico, formada por los ingenieros Sres. D. E. Dupuy de Lome, D. J. Miláns del Bosch, D. P. Fer- nández Iruegas y D. A. del Valle, bajo la dirección de D. Agustín Marín, ha emprendido el estudio de la Geología de nuestro protec- torado nord-marroquí. El primer resultado de sus trabajos ha sido la publicación del volumen a que se refiere esta nota. Comienza el trabajo por una «Introducción», breve resumen de los estudios siguientes, redactada por el Sr. Marín. Los estudios propiamente dichos son pequeñas monografías de las zonas de Ceu- ta, de Tetuán, Atlántica y de Melilla: las tres primeras por los se- ñores Dupuy de Lome y Miláns del Bosch, y la cuarta por los seño- res Valle y Fernández Iruegas, más un estudio de las rocas hipogé- nicas, debido al Sr. Marín. La forma de las monografías es la ya clásica en los trabajos del Instituto y antigua Comisión del Mapa. En el estudio petrográfico parece el Sr. Marín haber seguido las inspiraciones del Sr. Orueta, a quien repetidas veces reconoce como maestro y a cuyo reputado estudio sobre la Serranía de Ronda alu- de con frecuencia. Publicación esta tan importante por su objeto, como por la justa reputación de sus autores, merece que la señalemos con alguna aten- .ción en el Boletín de nuestra Sociedad. I. Zona de CeM/a.— Comprende una ligera descripción geográ- fica de la península de la Almina, campo exterior de Ceuta, hasta las canteras de Benzü, y una estrecha faja costera, hasta cerca de la desembocadura del río Negro, seguida del estudio geológico de DE HISTORIA NATURAL 91 la misma comarca. A los autores no les ha sido posible, por el esta- do del país, llegar al Musa y a Xixa, cosa que nosotros pudimos conseguir en la excursión reseñada en nuestro libro Yebala y el bajo Lucas. Los terrenos encontrados son los hipogénicos (dique serpentinoso de Ceuta), el estrato-cristalino, cámbrico (señalado por mí como si- lúrico), devónico, pérmico, triásico, eoceno, plioceno y cuaternario. También se mencionan con alguna detención los conocidos yaci- mientos antimoníferos de Beni Mzala. Lo más interesante en nuestra opinión es el señalamiento de un asomo de areniscas y calizas arcillosas hacia Dar Riíién, calificado por analogía como eoceno. Dada la estructura uniclinal de la cordi- llera y la disposición de los terrenos en la misma, la aparición del eoceno en este punto es tan curiosa como difícil de explicar. II. Zona de Tetuán.- En este capítulo se comprende la des- cripción geográfica y geológica de la faja litoral desde río Negro a Tetuán, alrededores de esta ciudad marroquí y valle del Martín, con indicaciones acerca de la sierra del Haus y de las primeras estriba- ciones de los Beni-Hosmar. Como novedades interesantes de esta parte del trabajo debemos señalar el asomo arcaico (estrato-crista- lino) y pérmico de Dar Squirix y las manchitas miocenas de Samsa y Lauzien. III. Zona Atlántica.— La región descrita en esta parte del tra- bajo es próximamente la recorrida por nosotros en 1913, excepto el triángulo comprendido entre el camino alto de Larache a Alcázar, el paralelo 35° y la costa, que pudimos explorar, aunque a la ligera. También hicimos una excursión al yebel Sarsar, en zona francesa, a cuyo punto parece que no han logrado llegar los Sres. Dupuy de Lome y Miláns del Bosch. En cambio han tenido la suerte de visi- tar la interesante Emsora, cuyos monumentos megalíticos no nos permitió conocer el estado de revuelta en que el país se encontraba al finalizar nuestra expedición. Una estancia, sin duda, más detenida que nuestro rápido viaje, ha permitido a los autores descubrir unos pequeños manchones ofítico- triásicos en localidades que no tuvimos ocasión de visitar, así como limitar con cierta precisión los terrenos. Una observación nos per- mitiremos hacer, sin embargo, en este punto, y es la falta en la carta y en la descripción de la mancha eocena de Arcila. Precisamente la razón del pequeño avance de la línea de costa en este punto es la existencia de dicho manchón, señalado por nosotros en Yebala y el 92 BOLETÍN DK LA REAL SOCIKDAD ESPAÑOLA bajo Lucas y en nuestras «Observaciones geológicas en la Penín- sula Yebálica» (Memorias de la Real Sociedad Española de His- toria Natural, tomo viii, 1914). En ambos trabajos figura una foto- grafía tomada en la costa, al Sur y casi en las mismas murallas de la ciudad, en que pueden verse las areniscas de grano grueso con grandes nodulos de caliza azulada arcillosa, que forman para los Sres. Dupuy de Lome y Miláns del Bosch el tercer tramo del numulítico de la región. (Véase pág. 127 del trabajo que reseñamos.) El estudio de esta zona termina en unas «notas hidrológicas» en que se hacen indicaciones acerca de la región en general, y muy especialmente acerca del abastecimiento de aguas de Larache, Al- cazarquivir, Arcila y Tánger. Para Larache se señala, como ya hi- cimos, la cuenca de Qadira. IV. Zona de Melilla.— Esta parte del trabajo tiene un carácter de estudio más detenido que los anteriores, como producto que es de una observación proseguida de más largo tiempo. Lleva una nota bibliográfica preliminar, detalle que falta en los demás bosquejos. Los cortes y la carta que acompañan al trabajo son más detallados y precisos. También las fotografías y figuras son, en general, más instructivas. No tiene ya, en suma, el carácter de bosquejo preli- minar con que se presentan los anteriores, sino el de una verdadera monografía. Los terrenos reconocidos en la zona son, según los autores, el estrato cristalino, silúrico, mesozoicos (triásico, liásico, jurásico y cretácico), terciarios (eoceno, mioceno y plioceno) y modernos (dilu- Yium y dunas actuales), además de las rocas hipogénicas, con gran desarrollo en la comarca. De estos terrenos constituyen cita comple- tamente nueva la presencia del cretácico y del eoceno, así como la de algunos pequeños asomos de ofitas y serpentina. Están señalados también numerosos manchones hasta ahora desconocidos de diversos terrenos, y limitados con gran detalle los varios asomos eruptivos. En cuanto al terreno arcaico de la península de Tres Forcas, punto litigioso de la geología de Guelaya, no acaban de convencer- nos los datos de los Sres. Valle y Fernández ¡ruegas. Sin que ne- guemos su existencia, sospechamos que no tiene toda la extensión que los distinguidos ingenieros le asignan, y seguimos creyendo pa- leozoicas antiguas a las pizarras satinadas claras y cuarcitas alter- nantes que constituyen la mayor parte del manchón. Debemos reco- nocer, sin embargo, que es un asunto muy difícil de resolver con los datos que hasta ahora hemos aportado unos y otros. Los auto- ÜK HISTORIA NATURAL 93 res tendrán, sin duda, ocasión de estudiar sobre el terreno y con minuciosidad el asunto y llegarán a su resolución definitiva. El estudio termina con una nota sobre hidrología superficial y subterránea de la comarca, y lleva como apéndice un estudio acer- ca de los criaderos de minerales de Quelaya, cuyo origen metamór- fico o metasomático no se halla todavía claramente dilucidado. V. Estudio petrográfico de las rocas hipogénicas de Ma- rruecos.—F ara. este estudio, cuyo título no encontramos del todo exacto, divide el autor la región reconocida en las siguientes zonas: Gurugü, Tidinit y alrededores, montes de Beni-bu-Ifrur, Tres For- cas, Ceuta y zona atlántica. Al ocuparse de cada una describe los tipos de rocas que encuentra más interesantes, concluyendo por ha- blar de la edad de las mismas, del proceso eruptivo y, si hay lugar, del metamorfismo por ellas producido. En el resumen con que termina el trabajo divide las rocas hipo- génicas estudiadas en tres grupos, que llama peridótico o antiguo (peridotitas y serpentinas resultantes de su alteración), ofítico o se- cundario y terciario. En este último, con mucho el más importante, estudia dioritas, andesitas y basaltos, con sus afines. No podemos seguir al autor en las consideraciones que el estudio de cada grupo le sugiere, porque se alargaría demasiado nuestra nota y porque se trata de interpretaciones de fenómenos que necesariamente han de tener mucho de personal. No concluiré esta noticia sin felicitarme de que el Instituto Geo- lógico, con sus poderosos medios, haya tomado por su cuenta la ta- rea de dar a conocer geológicamente la zona de nuestro protecto- rado marroquí. A esta labor tuve en algún tiempo la aspiración de dedicar mi modesta actividad, pero me han faltado, para conti- nuarla, los medios materiales. No desconfío, sin embargo, de poder aportar de cuando en cuando alguna colaboración a este patriótico objeto, y, entre tanto, no puedo menos de ver con satisfacción que por esta vez no tendrán que venir a descubrirnos los extranjeros. El entusiasmo y el justo prestigio de la Comisión nombrada por el Instituto nos dan la seguridad de que la carta geológica de nues- tro Protectorado, en la parte accesible a la investigación, será pronto un hecho. De ello me felicito y por ello felicito muy cordial- mente a la Comisión que ha emprendido tan interesante trabajo. —Del Sr. Dantín Cereceda (Sección de Madrid): ScHWALBACH Lucci (L. J. de L.): Estudos geográficos .— Al- 94 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA teragoes litarais. A ria de Aveiro. (Un foll. de 70 páginas, con lina carta. Lisboa, 1918.) El trabajo se divide en dos partes: Alteraciones litorales —en que el autor no excusa generalidades, ya conocidas, sobre la peni- llanura y el arrasamiento marino; los movimientos positivos y nega- tivos y la descripción de varios tipos de costas — y la ría de Aveiro. La descripción de la ría de Aveiro tiene interés positivo. Añade muchos datos locales, pero pocos a la génesis y a la nomenclatura morfológica en la descripción que, de esta ría, hicimos nosotros ha- ce seis años. Se sabe que el dinamismo de la ría de Aveiro recuer- da el de los ha ff del Báltico alemán. La corriente marina que, de N. a S., barre la costa de Portugal, parece, con los acarreos del Vouga la causa más eficaz en el cegamiento del estuario de Aveiro. Sus condiciones biológicas son la resultante de la salinidad y de las mudanzas de los fangos inconsistentes: cita el autor una lista de peces, moluscos y crustáceos que habitan sus aguas. Muy intere- sante el capítulo referente a la población y a las industrias de la co- marca. Notas y comunicaciones. Adición a ios Micromicetos de Cataluña, de Gz. Fragoso por A. Caballero. Del abundante material micológico que, procedente de diversas partes de Cataluña, se halla acumulado para su estudio en el Labo- ratorio de Criptogamia de la Junta Municipal de Ciencias Naturales de Barcelona, hemos entresacado la lista de Uredales que expone- mos a continuación: 1. Uromyces Anthyllidis (Grev.) Schroeter. En Anthi/llis tefraphylla. CasteMeieh (Barcelona), 25, v, 17. Leg. Qros. 2. Uromyces Terebinthi (DC) Winter. En Pistacia vera. Montserrat (Barcelona), 16, vii, 17. Leg. Font Quer. 3. Uromyces appendiculatus (P.) Link. En Phaseolus viilgaris. Prat del Llobregat (Barcelona), 20, ix, 17. Det. Font Quer. Leg. Gros. Dlí HISTORIA NATURAL 95 4. Uromyces Fabae (P.) Schroeter. En Faba vulgaris. Nuestra Señora de Brugués. Qavá (Barce- lona), V, 17. Leg. Fernández Riofrío y Caballero. 5. Uromyces striatus Schroeter. En Medicago pentacycla. Nuestra Señora de Brugués. Qavá (Barcelona), v, 17. Leg. Fernández Riofrío y Caballero. 6. Uromyces reticulatus (Tluin) Bubák. En Alliiim victoriale. Las Agudas (Montseny, Barcelona), 14, VIII, 17. Leg. Font Quer. 7. Uromyces excavatus (DC.) Leo. En Euphorbia verrucosa. Hospitalet (Barcelona), 12, v, 17. Leg. Qros, 8. Uromyces monspessulanus Tranzschel. En Euphorbia serrata. Castillo del Aramprunya (Qavá-Barce- lona), V, 17. Leg. Fernández Riofrío y Caballero. 9. Uromyces Phyteumatum (DC) Ung. En Phyteuma spicatum. Santa Fe del Montseny (Barcelona), 14, VIII, 17. 10. Puccinia Allii (DC) Rudolphi. En Alliiirn roseiim. Santa Cristina (Barcelona), iv, 17. 11. Puccinia Barbeyi (Roum.)Magnus. En Asphodetus fistulosus. Playa de Ampurias (Gerona), v, 17. 12. Puccinia Cynodontis Desm. En Cynodon Dactylon. Estación del ferrocarril de Gualva (Ge- rona), 15, VIH, 17. 13. Puccinia Symphyti-Bromorum Fr. MüUer. En Bromas tectoriim. Nuestra Señora de Brugués (Gavá-Barce- lona), V, 17. Leg. Fernández Riofrío y Caballero. 14. Puccinia Polygoni-alpini Cruch. En Polygonum alpinum. Montseny (Barcelona), 13, viii, 17. 15. Puccinia Violae (Shum.) DC. En Viola sylvatica. Santa Fe del Montseny, 13, viii 17. 16. Puccinia malvacearum Mont. En Malva sylvestris. Santa Cristina (Barcelona), iv, 17. 96 boletín de la real sociedad española 17. Puccinia Bupleuri Rud. En Bupleumm fruticescens. Montserrat (Barcelona). Leg. Font Quer, 16, vil, 17. En Biipleurum tenuissimum. Farola del Llobregat (Barcelona). Leg. Qros, 7, ix, 17. 18. Puccinia Betonicae (A. y S.) DC En Betónica offícinalis. Empalme (Gerona); leg. Gros, 26, v, 17. 19. Puccinia punctata Link. En Galium cruciatum. Santa Fe del Montseny (Barcelona, 13, VIII, 17. 20. Puccinia hispánica Bubák. En Thrincia hirta. Tibidabo (Barcelona), v, 17. 21. Puccinia canariensis Syd. En Thrincia tuberosa. Santa Cristina (Barcelona), iv, 17. 22. Puccinia Chrysanthemi Roze. En Pyrethrum sinense. Jardines de Sarria (Barcelona), iv, 17. 23. Melampsora Helioscopiae Winter. En Eiipliorbia Helioscopia. Nuestra Señora de Brugués (Gavá, Barcelona), v, 17. Leg. Fernández Riofrío y Caballero. 24. Zaghouania Phillyreae (DC) Pat. En Phillyrea angusti folia. Empalme (Gerona), xi, 17. Leg. Fer- nández Riofrío. La Puccinia Barbeyi, la P. Bupleuri, la P. Polygoni-alpini, la P. Betonicae, la Zaghouania Pliillyreae, el Uromyces reticu- latus y el U. Phyteumatum son nuevos para nuestra flora, y, ade- más de estas especies, se adicionan a la flora catalana el Uromyces Terebinthi, el U. appendiculatus, el U. excavatus, la Puccinia Cynodontis, la P. Sympliyti-bromorum, la P. punctata, la P. ca- nariensis y la P. Clirysanthemi. Todas estas especies han sido revisadas por nuestro sabio maes- tro en esta materia Sr. Gz. Fragoso, y algunas de ellas, como la P. canariensis Syd., han sido determinadas por él. No tenemos que añadir que le quedamos muy agradecidos. DE HISTORIA NATURAL 97 Ventajas del goniómetro teodolítico por Pedro Ferrando Mas. Sabido es que precisando la dirección de una recta determinamos también la del plano que le es perpendicular, y por ello, determi- nando la posición del polo de una cara, queda determinada la orien- tación de ésta. Ahora bien, para fijar la posición de un polo y, por tanto, la del radio o recta que lo determina, basta conocer dos án- gulos: 1.°, el azimutal o longitud geográfica, llamado generalmen- te -f , que es el formado por el plano meridiano que contiene la recta con el meridiano inicial; y 2.°, la distancia polar, denominada p, que es el ángulo que forma dicha recta con el radio polar. Con el fin de medir dichos ángulos y precisar así la posición de las caras de los cristales, propuso Fedorow (1) la construcción del goniómetro teodolítico. Consta éste, por tanto, fundamentalmente de dos limbos graduados, cuyos ejes de rotación se intersectan per- pendicularmente: uno horizontal A (fig. I.**) para medir el ángulo 'o y otro vertical B para medir el ángulo o. El eje de rotación del lim- bo A soporta el aparato de centrado de Fuess (a), sobre el que se coloca el cristal c; y dicho soporte puede girar y elevarse más o menos (independientemente del limbo), moviéndole por su extremo inferior d. De este modo se llega a colocar el cristal en la intersec- ción de los ejes de rotación de ambos limbos. El limbo vertical B tiene una abertura circular {b) en su centro para observar la posición del cristal. El citado limbo vertical B lleva fijos a él dos anteojos: el colimador D, cuya hendidura, colocada en un diafragma interior, se ilumina también interiormente por medio de una pequeiía bombi- lla eléctrica, y el anteojo ocular E, acodado con un prisma de refle- xión total, para poder observar la imagen reflejada más cómoda- mente por detrás del limbo. Además este anteojo ocular se utiliza (1) Anteriormente Miller, como iniciador de la proyección esférica, había ya previsto las ventajas de aplicar el principio del teodolito a la medición de los ángulos diedros de los cristales de numerosas facetas, y el Sr. Pardillo dice en su libro de Cristalografía que lo aplicó al estu- dio de un cristalito de platino. Tomo xviii.— Febrero, 1918. 7 98 boletín uk la real sociedad española al propio tiempo como microscopio para mirar las caras del cristal, interponiendo la lente movible h. Dichos dos anteojos tienen sus ejes ópticos formando un ángulo constante, cuyo plano es paralelo al limbo vertical y normal, por tanto, al eje de rotación del mismo. El trípode que soporta el goniómetro se apoya en una plataforma giratoria P, que facilita el movimiento de todo el aparato. Para medir los ángulos diedros del cristal y hacer al propio tiempo el dibujo del mismo, fijando la posición de los polos de sus caras, se empieza por colocar una de éstas, común a dos o más zonas, algo más alta que el eje de rotación del limbo B y en posición paralela al limbo horizontal A. Esto lo comprobaremos observando en ella cons- DE HISTORIA NATURAL 99 tantemente por reflexión, haciéndola girar en su plano, la imagen de la hendidura del colimador, poniendo vertical la bisectriz del án- gulo que forman los ejes ópticos de los dos anteojos. El plano de dicha cara es el utilizado para la representación o di- bujo del cristal, tanto en proyección estereográfica como en gnomó- nica, siendo el polo de la misma el centro del círculo fundamental de la proyección estereográfica o del de distancia de la gnomónica. La magnitud del radio, igual en ambas, es arbitraria. Logrado esto, hay que conseguir, moviendo el limbo horizontal con el cristal, que con un determinado giro del limbo vertical veamos por reflexión en otra cara la misma imagen del colimador y en igual posición con respecto al retículo del ocular que hemos visto en la primera. Evi- dentemente sucederá así cuando la referida bisectriz del ángulo for- mado por los dos anteojos sea perpendicular a la segunda cara, y, por tanto, entonces el plano de dicha cara y la arista del diedro que forma con la primera, serán normales al limbo vertical. El giro que habrá dado éste para observar la reflexión en la segunda cara nos dará la medida d.el ángulo suplementario del referido diedro, y co- nocido dicho ángulo, podremos fijar en el dibujo la posición del polo de dicha cara (1). La recta que una los polos de las citadas dos caras será la representación del plano de zona de las mismas que, por ser perpendicular al plano del dibujo, estará representado por un diá- metro del círculo de representación o del de distancia. Este diáme- tro contendrá los polos de todas las caras de dicha zona, cuyos án- gulos p nos los darán los sucesivos giros que habremos de efectuar con el limbo vertical, para observar por reflexión la imagen del co- limador en las distintas caras de la zona. Además dicho plano de zona será el meridiano inicial para medir los ángulos azimutales ¡p que formen con él los planos de las demás zonas que tienen como cara común la colocada en posición horizontal. Para proceder a la medida de los ángulos diedros de dichas zonas basta hacer girar sucesivamente el limbo horizontal los ángulos ne- cesarios cp, para colocar paralelamente al limbo vertical el plano de zona correspondiente, y esto lo comprobaremos realizando la medi- da de los distintos diedros de la zona, como hemos ya descrito. (1) Para la determinación gráfica o trigonométrica de la posición del polo puede verse la figura 80 del libro de Cristalografía geométrica, del Dr. Fernández Navarro. 100 BOLlíTIN Dlí LA REAL SüCHíDAD KSPaNOLA De lo expuesto se desprenden las principales ventajas que ofrece el goniómetro teodolítico, sobre los de un solo limbo. En primer término, sin tener que tocar el cristal, con sólo hacer girar el limbo horizontal que lo soporta, vamos colocando sucesiva- mente en posición de medida los ángulos diedros de las distintas zonas, lo cual facilita muchísimo las mediciones, sobre todo en los cristales pequeños y de numerosas caras. Además, al propio tiempo que se van midiendo los ángulos agrupados por zonas, se fijan en el dibujo los planos de éstas por los ángulos que forman entre sí y la posición de los polos de sus caras, resultando así la representa- ción o dibujo del cristal como consecuencia inmediata de la medida del mismo. Estas ventajas son mayores cuando se trata de maclas. Y no resulta solamente la representación gráfica de las caras por medio de sus polos, sino también la representación analítica o al- gébrica, es decir, las características o índices que constituyen el símbolo de las mismas (zonas y caras), cuya determinación persi- gue el cálculo cristalográfico. Esto último, llamado modernamente cálculo tetragonométrico o tetragonometría, se funda en la relación armónica que existe entre los senos de los ángulos que forma entre sí los planos de zona de un cristal. Combinando trigonométricamente las medidas goniométricas de dos haces de planos de zonas, ajustando previamente en el gonió- metro las dos caras correspondientes a dichos haces, obtendremos cuatro ángulos independientes (dos de cada haz), en función de los cuales pueden hallarse los índices de todas las caras. Constituye esto, por tanto, una gran simplificación del cálculo cristalográfico descrita con mayor amplitud en los Arxiiis de Vlnstitiit de Cien- cíes (núm. 6), por mi distinguido amigo Dr. Pardillo, al cual mani- fiesto públicamente mi agradecimiento por haberme facilitado a mí y a mis discípulos el manejo del goniómetro teodolítico. DU HISTORIA NATURAL 101 La constitución estratigráfica del Moncayo por Pedro Palacios. En la sesión ordinaria de la Real Sociedad Española de His- toria Natural, habida en 5 de Diciembre último, el Sr. Gómez de Llarena dio lectura a una Nota que, bajo el título de «La estrati- grafía del Moncayo», fué publicada en el número correspondiente del Boletín de dicha Sociedad. En esta Nota, previo un resumen del contenido de otra Nota mía, inserta en el tomo xxxviii del Bo- letín del Instituto Geológico, en la cual consigné las razones que me inducían a atribuir edad carbonífera a la serie de estratos que constituyen la parte alta de aquella cordillera, emite el Sr. Gómez de Llarena su opinión, frente a la que yo expongo, de que esa serie de estratos corresponde al miembro inferior del Trías, o sea al de la arenisca abigarrada. El dato principal, y aun pudiera decirse el único, en que funda esta afirmación, es el haber hallado en una las- tra de pizarra, entre la fuente de San Gaudioso y el santuario de Moncayo, una impresión que refiere a una pisada de Chirotherium, además de otras varias muy borrosas observadas no lejos de la primera. La noticia de tal hallazgo me hizo recordar que hace ya algunos años encontré, cerca también de la fuente de San Gaudioso y sobre una lastra de cuarcita, relieves de Cruzianas, bien conservados y con caracteres tan bien apreciables, que pudieron ser referidos sin duda alguna a la especie Frcena Roualti del siluriano inferior, se- gún hice constar en mi Reseña geológica de la región meridio- nal de la provincia de Zaragoza. Indicaré, además, que cerca del mismo paraje debe de estar el contacto de las masas silurianas que afloran en aquella vertiente bajo el nivel de la Peña del Cu- charón con las de edad posterior, que se les sobreponen en estra- tificación discordante y forman la cumbre de la montaña; no siendo extraño, dadas las circunstancias locales, que puedan encontrarse allí, juntos o poco distantes, vestigios fósiles de una y otra edad. No entraré en consideraciones acerca de la clasificación genéri- ca que atribuye el Sr. Gómez de Llarena a la impresión por él obser- vada, y que sirve de base a su argumentación. 102 boletín de la. real sociedad española Pero, aparte de esto, no puedo menos de llamar la atención sobre las diferencias que se observan, por lo que respecta a su naturaleza y caracteres petrográficos, entre la serie de estratos que forma las cumbres del Moncayo, los cuales han venido atribuyéndose al tramo de la arenisca abigarrada, y la de los que constituyen este tramo en otras localidades del centro de España; diferencias que hacen violento el admitir el sincronismo geológico entre unos y otros. De referir al miembro inferior del Trías las cumbres mencionadas, es muy difícil explicar por qué la misma acción sedimentaria que ori- ginó el depósito de las hiladas de la arenisca roja en las vecinas co- marcas de- las provincias de Soria y Zaragoza, acumuló otras tan distintas en el sitio donde hoy levanta sus relieves dicha cordillera. Menciona el Sr. Gómez de Llarena, al final de su Nota, el trabajo publicado años atrás por el geólogo alemán Wurm, que hizo un es- tudio del Trías en la región central y meridional de Aragón; y añade que en el mapa que acompaña a este trabajo figura el Moncayo comprendido en una de las zonas señaladas como de Trías inferior. Conviene advertir que el referido mapa, según en el mismo se indi- ca, es reproducción en mitad de escala de una parte déla hojanüm.21 del de la Comisión del Mapa geológico de España. En esta hoja no se especifica el horizonte del Trías a que corresponde la mancha en que se comprende al Moncayo; y es natural suponer que al con- siderarlo en su mapa el geólogo alemán incluido en el miembro infe- rior de esa formación, debió de atenerse a lo que constaba en las publicaciones de la expresada Comisión, puesto que en la serie de datos locales que en su trabajo expone, no se echa de ver que ex- tendiera sus investigaciones a las alturas de la cordillera. Hace algunos años el Dr. D. Pedro Ferrando, catedrático de la Facultad de Ciencias de Zaragoza, visitó la vertiente aragonesa del Moncayo, y del resultado de sus observaciones dio cuenta en uno de los volúmenes publicados con ocasión del Congreso celebrado en Madrid el año 1913 por la Asociación española para el pro- greso de las Ciencias. El Sr. Ferrando, después de mencionar las distintas rocas que intervienen en la constitución de la cordillera, se inclina a considerar las que forman la cumbre, no como triásicas, sino como silurianas, teniendo en cuenta, a falta de datos paleonto- lógicos, la concordancia estratigráfica en que él las supone con las de esta última edad, que asoman en la parte inferior de aquella vertiente. No creo pertinente insistir aquí en las razones que me indujeron DE HISTORIA NATUHAl. 103 a rectificar lo admitido antes de ahora acerca de la edad geológica de la serie de estratos que forma la cumbre del Moncayo. Única- mente haré constar, salvando el respeto debido a las opiniones de los Sres. Gómez de Llarena y Ferrando, que abrigo la convicción de que dicha serie es de formación paleozoica, si bien distinta de la siluriana, y espero que nuevas investigaciones lleguen en su día a confirmar mi creencia de que corresponde al período carbonífero. El género Centrodora Foerster (HimenópterosCalcídidos). por Hicardo García Mercet. La circunstancia de haberse encontrado en nuestro país una es- pecie de este género, nos permite caracterizarlo con exactitud, señalando su sinonimia y las diferencias que le separan del género Aphelinus Dalman. Gen. Centrodora Foerster. Centrodora Foerster, Kleine Monographien, pág. 66 (1878). — Howard, Rev. Apheii. Ñor. Amer., pág. 19 (1895). — Ashmead, Mem. Carn. Mus., vol. I, núm. 4.°, pág. 346 (1904). — Schmiedeknecht, Gen. Ins., 92 fase, pág. 453 (1909). Paraphelinus Perkins, Honolulú Exp. Stat. Haw. Div. Ent. Bull. pági- na 264 (1906). — Girault, Journ. N. Y. Ent. Soc, pág. 181 (1911). Centrodora Mercet, Trab. Mus. Cien. Nat., núm. 10, pág. 109 (1912). Parap/ie/inus Mercet, Trab. Mus. Cien. Nat., núm. 10, pág. !07(19l2) Áphelimis Girault, Mem. Queensland Mus., vol. II, pág. 180(913). Caracteres. — Hembra: Cuerpo estrecho y alargado. Antenas de seis artejos: escapo, pedicelo, funículo de tres artejos y maza entera, sin divisiones transversales. Pedicelo notablemente largo. Ojos lampiños. Estemas posteriores contiguos a la órbita interna del ojo compuesto correspondiente. Tórax casi dos veces más largo que ancho. Escudo del mesonoto algo más largo que ancho. Alas anteriores estrechas y largas; nervio submarginal tan largo como el marginal. Alas posteriores con una doble fila de pestañas, dispues- tas con regularidad y paralelamente al borde anterior y dejando entre sí un espacio o franja regular y perfectamente dibujado. Patas 104 boletín de lal real sociedad española normales. Abdomen tan ancho como el tórax, alargado. Oviscapto algún tanto saliente. Macho: Para mí desconocido y que, por lo mismo, me abstengo de caracterizar. Observaciones.— El gen. Centrodora se diferencia perfecta- mente de Apheliniis; pero es igual a Paraplielinus, a pesar de que se haya considerado como distinto por los naturalistas Perkins y A. Girauít. Yo mismo, en mi trabajo monográfico de los Afeliniíio.s publicado por la Junta para Ampliación de Estudios el año 1912, con- sideré como diferentes ambos géneros (Centrodora y Parapheli- nus), aceptando el criterio que sobre el particular sustentaban los dos autores citados. En efecto: según Girault, Parapheliniis se distinguiría de Centrodora por presentar un artejo menos en las antenas, los ojos lampiños y las alas en parte ahumadas. Si Centro- dora, en efecto, ofreciera las antenas con un artejo menos que Pa- raphelinus, habría motivo fundado para mantener la separación entre uno y otro. Pero la observación de Girault es errónea: Cen- dora presenta en las antenas el mismo número de artejos que Pa- rapheliniís; ofrece las alas largas y estrechas, ahumadas en parte también, y con los nervios marginal y submarginal de igual longi- tud, como Paraphelinus. No puede, por lo tanto, caber duda de que uno y otro son iguales. Ahora bien; así como Centrodora y Paraphelinus son idénticos, no puede decirse lo mismo de Cen- trodora y Aphelinus, y yerra seguramente quien pretenda equi- pararlos. En este error ha incurrido A. Girault, que en Menioirs of the Queensland Museum (1913) considera el gen. Parapheli- nus como sinónimo de Aphelinus, lo que equivale a decir (puesto que Paraphelinus y Centrodora son iguales), que Paraphelinus debe pasar a sinonimia de Centrodora. Sin embargo, Centrodora (Paraphelinus) y Aphelinus se distinguen y separan fácilmente entre sí por los caracteres siguientes: Gen. Aphelinus: Cuerpo ancho y rechoncho. Tórax más ancho que largo. Escudo del mesonoto más ancho que largo. Alas anterio- res anchas. Nervio submarginal, generalmente, mucho más corto que el marginal. Alas inferiores desprovistas de fila regular de pes- tañas paralelas al borde anterior. Especies parásitas de Cóccidos y Afídidos. Gen. Centrodora: Cuerpo estrecho y alargado; aspecto muy diferente de Aphelinus. Tórax unas dos veces más largo que an- cho. Escudo del mesonoto más largo que ancho o tan largo como DE HISTORIA NATURAL 105 ancho. Alas anteriores estrechas. Nervio submarginal tan largo como el marginal. Alas inferiores con una doble fila de pestañas dispuestas regular y paralelamente al borde anterior. Las especies cuya biología conozco, son parásitas de huevos de Ortópteros. Distribución geográfica.— El gen. Centrodora comprende una especie de los Estados Unidos, otra de Trinidad, otra de las islas Hawai, alguna de Australia y dos europeas. Por primera vez se le señala ahora como habitante de España. He aquí la enumeración de esas especies por el orden en que fue- ron descritas (1): Centrodora locustarum Giraud. Agonioneuriis locustarum Giraud, Verh., K. K. Zool. bot. Ges. Wien, volumen XIII pág. 1278 (1864). Apheliniis locustarum Dalla Torre, Cat. Hym. vol., V, pág. 221 (189S). — — Mercet, Trab. Mus. Cien. Nat., núm. 10, pági- na 101 (1912). Patria: Austria inferior. Observaciones.— Es posible que la forma-tipo del gen. Cen- trodora (C. amoena) tenga que pasar a ser sinonimia de esta es- pecie. La duda sólo podría resolverse a la vista de los tipos de cada una o examinando ejemplares recogidos en las localidades donde fueron hallados los que sirvieron para las descripciones de Giraud y Foerster. La descripción de la especie típica es tan breve, que podría aplicarse a varias del mismo género. C. locustarum es pa- rásita de Xiphidium fuscum. Centrodora amoena Foerster. Ceutrodora amoena Foerster. Kleine Mon., pág. 66 (1878) — Schmiedeknecht, Gen. Ins,, 92 fase,, pág. 453 (1909). — Mercet, Trab. Mus. Cien. Nat., núm. 10, pág. 113(1912). Patria: Alemania. (1) De Australia debe haber alguna más que la C. australiensis; pero como están descritas bajo el nombre de Aphelinus, y las descrip- ciones son muy breves e incompletas no es posible calcular cuáles co- rresponden verdaderamente al gen. Centrodora- 106 boletín de la real sociedad española Centpodora Xiphidii Perkins. Paraphelinus Xiphidii V&ñúns, Hon. Exp. Stat. Haw. Div. Ent. BulI, página 264(1906). Parapfielíniís Xiphidii Mercet, Trab. Mus. Cien. Nat., núm. 10, pági- na 110(1912). Patria: Islas Hawai. Centpodora speciosissima Girault. Paraphelinus speciosissimiis Girault, Journ. N. Y. Ent. Soc, pági- na 182(1911). Paraphelinus speciosissimus Mercet, Trab. Mus. Cien. Nat., núme- ro 10, pág. 108(1912). Patria: Estados Unidos. Centrodora australiensis Girault. Paraphelinus australiensis Girault, Arch. Naturges, pág. 74 (1913). Paraphelinus australiensis Girault, Mem. Queens. Mus., vol. II, pá- gina 180(1913). Patria: Queensland (Australia). Centrodora Tomaspidis Howard. Paraphelinus Tomaspidis, Howard, Proc. Ent. Soc. Wáshing., pági- na 82 (1914). Patria: Isla de la Trinidad. Centpodora sp.? Caracteres. — Hembra: Frente y parte anterior de la cabeza de color anaranjado; occipucio pardo obscuro; estemas de color de rubí; ojos parduscos; pronoto casi negro; mesonoto, parápsides, es- cudete y nietatórax de color amarillo de limón; mesopleuras negras; axilas amarillas, ribeteadas de negro; abdomen casi negro. Antenas ligeramente negruzcas, con la maza amarillenta. Alas anteriores hialinas en la base, ahumadas completamente en el trozo de limbo Dlí HISTORIA NATURAL 107 que corresponde al nervio marginal, ligeramente ensombrecidas ha- cia el ápice; nervios negruzcos. Patas del primer par amarillo-blan- quecinas, con los tarsos negruzcos; patas intermedias con las cade- ras negras, los fémures negruzcos y las tibias y tarsos blanqueci- nos; patas posteriores con las caderas y los fémures negros y las -Cd Fig. 1.''— Antena de Centrodora sp.? tibias y los tarsos amarillento-blanquecinos, excepto el último arte- jo, que es negruzco. Aspecto general del cuerpo del insecto: estrecho y alargado. Cabeza tan ancha como el tórax; frente ancha, casi lisa, con algu- nas pestañitas negras; ojos lampiños; estemas dispuestos en trián- gulo abierto, cada uno de los posteriores próximo a la órbita interna del ojo compuesto correspondiente. Antenas como indica la figu- ra 1.^ Tórax mucho más largo que ancho. Pronoto corto, con una pestañita negra a cada lado; mesonoto tan largo como ancho, con una fila de seis pestañas negras sobre el bor- de anterior, y en el disco con tres filas de pestañitas finas e incoloras, la primera fila compuesta de cuatro pesta- ñas y la segunda y tercera formadas por dos pestañas solamente; parápsides con dos pestañitas negras; axilas con una pestaña, negra tam- bién; escudete más ancho que largo, con cuatro pestañas ne- gras dispuestas en dos filas; metatórax liso y lampiño. Alas anteriores largas y es- trechas, con pestañas marginales cortas y pestañas discales cubrien- do el limbo, excepto en la línea calva que arranca del nervio estig- mático y en el espacio claro correspondiente a la región que recorre el nervio submarginal. Éste con cinco pestañas en el dorso, el mar- Fig. 2."— Ala posterior de Centrodora sp.? 108 boletín de la real suciedad española ginal con seis; la célula costal lleva una pestaña en el tercio basilar y otra próxima al ápice. Entre el nervio marginal y la línea calva hay siete filas longitudinales de pestañas gruesas. Nervio estigmá- tico corto, grueso e irregular. Nervio posmarginal nulo. Alas posteriores estrechas, triangulares, con una fila de pestañi- tas en el borde superior contiguas a las pestañas marginales; para- lela a esa fila de pestañitas y por debajo de ella se encuentra otra fila, también dispuesta con regularidad. Entre una y otra fila queda un espacio o franja, de bordes paralelos, que recorre la mitad apical del ala. Las pestañas que salpican el resto del limbo no se agrupan especialmente. Las pestañas marginales del borde posterior son un poco menores que la anchura máxima del ala. Patas normales. Espolón de las tibias intermedias casi tan largo como el metatarso; éste algo más corto que los dos artejos siguien- tes reunidos; fémures posteriores ligeramente ensanchados; tibias posteriores con un espolón muy pequeño; metatarsos posteriores un poco más largos que el segundo artejo. Abdomen tan largo como la cabeza y el tórax reunidos, casi liso, con una pestañita a los lados de cada segmento. Oviscapto algún tanto saliente. Longitud del cuerpo 0,996 mm. — del oviscapto 0,182 — — del escapo de las antenas 0,110 — — del pedicelo 0,053 — — del 1 .° y 2.° artejos del funículo reunidos 0,042 mm. — del tercer artejo del funículo. . 0i053 — — de la maza 0,112 — — de las alas anteriores 0,830 — Anchura máxima de las mismas 0,182 — Longitud de las alas posteriores 0,630 — Anchura máxima de las mismas 0,084 — Longitud de las pestañas más largas del borde posterior 0,056 — Patria: San Rafael, en la provincia de Segovia. Observaciones. — Esta especie debe ser próxima a C. íocusta- riim Girault, a C. amoena Foerster y a C. speciosissima Qiraud. De esta última, descrita con algún más detalle y precisión que las DE HISTORIA NATURAL 109 anteriores se distingue por un conjunto de caracteres que expondré comparativamente: C. speciosissima. Cabeza de color amarillo. Tórax amarillo, con las tégulas, las axilas y el escudete negros. Patas amarillas, con las caderas y fémures posteriores negros. Nervios alares amarillentos. Tercer artejo del funículo un tercio más largo que el pedicelo. Escapo alargado, un poco más largo que el tercer artejo del fu- nículo y la maza reunidos. C. sp.? Cabeza de color rojizo anaran- jado. Tórax amarillo, con el pronoto, las tégulas y mesopleuras negros. Patas amarillas, con las caderas intermedias y posteriores negras, los fémures intermedios negruz- cos y los posteriores negros. Nervios alares negros. Tercer artejo del funículo de igual longitud que el pedicelo. Escapo de igual longitud que la maza. C. sp.? pudiera ser C. locustanim Qiraud y aun C. amoena Foerster, pero la insuficiencia de las descripciones de estas espe- cies y su falta de precisión impiden que se les pueda asimilar con exactitud cualquier forma que se encuentre. El ejemplar único que sirve para describirla fué recogido por el Sr. Bolívar y Pieltain sobre plantas gramíneas de escaso porte, en las praderas de San Rafael, en la vertiente norte de la cordillera del Guadarrama. Se desconoce el parasitismo de C. sp.?, pero como Centrodora Xiphidii es parásita de los huevos del ortóptero Xiphidium uari- penne, y C locustarum lo es de X. fiiscum, bueno será quede consignado que cerca de San Rafael el mismo Sr. Bolívar y Pieltain ha señalado la presencia de este último: el Xiphidium fiisciim F. lio BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Sobre el pretendido hallazgo del aparato reticular de Golgi en las células del tubérculo de Solanuní tiiberosum por E. Fernández Galiano. En el número del Boletín de la Sociedad Española de Biolo- gía, correspondiente a la sesión del 16 de Junio de 1916, aparece inserta una comunicación del P. José A. de Laburu, en la que dice el autor haber descubierto el aparato reticular de Golgi en las cé- lulas del tubérculo de patata. El procedimiento técnico empleado ha sido el conocido de Cajal, que consiste en fijar el material de estu- dio en urano-formol, tratarlo después por la solución acuosa de ni- trato de plata y ulterior reducción en el formol-hidroquinona. En cada uno de estos líquidos ha dejado el P. Laburu los pedazos de tubérculo de patata, de un centímetro de largo por otro de ancho, durante veinticuatro horas. El resultado obtenido lo consigna el autor en breves páginas, do- cumentadas con once hermosas microfotografías; en éstas puede verse con toda claridad multitud de formaciones dibujadas por la plata reducida, con gran variedad de figuras y tamaños que el autor reputa como correspondientes a otras tantas formas y tallas del aparato reticular de Golgi. Deseosos nosotros de comprobar personalmente tan interesante hallazgo, emprendimos trabajos a ello encaminados, sirviéndonos de pequeños trozos de tubérculo de patata, de los cuales fueron unos sometidos exactamente al mismo tratamiento que el P. Laburu ha empleado, habiendo variado para otros el tiempo de permanen- cia, tanto en el baño argéntico como en el reductor. Los resultados técnicos obtenidos concuerdan con los conseguidos por el mencio- nado autor, pero nosotros diferimos de él en la interpretación de las preparaciones. Estimamos nosotros, en efecto, que las formaciones negras dibu- jadas por la plata reducida en el seno del tejido no representan el aparato reticular de Golgi, sino que consisten en precipitaciones argénticas accidentales sobre diversos parajes de las células, opi- nión que nos proponemos razonar en las líneas que siguen. Al afirmar el P. Laburu que las aludidas formaciones negras re- DE HISTORIA NATURAL 111 presentan retículos de Golgi, lo hace sin presentar pruebas de su aserto. Estas pruebas son, sin embargo, necesarias; pues es cosa sabida que en las preparaciones tratadas por los métodos de la plata, al lado de formaciones preexistentes, correctamente impreg- nadas, prodúcense con frecuencia precipitaciones accidentales que pueden enmascarar el dato anatómico buscado y confundir al inves- tigador. Por los estudios de numerosos histólogos se sabe que el aparato de Golgi puede experimentar grandes transformaciones dentro de la misma célula a compás de los cambios evolutivos de ésta. En cambio, las células pertenecientes al mismo tejido, o a la misma modalidad de tejido cuando éste presenta diversas variedades, o, en fin, las de idéntica significación fisiológica cuando el tejido se compone de varias categorías de células, exhiben aparatos de Golgi sustancialmente iguales, siempre que examinemos tales células en análogas condiciones funcionales y embriológicas. Constituyen excepción a esta ley muchas células nerviosas que poseyendo idénticas dimensiones y desempeñando análogo papel funcional muestran gran variedad de formas y tamaños de retículos de Golgi. Todas estas diversas formas y tamaños están, sin embar- go, ligadas entre sí por transiciones que relacionan estrechamente aparatos reticulares que, en apariencia, difieren mucho; es suficien- te, para convencerse de ello, examinar la figura 35 y siguientes de un trabajo en que Cajal estudia tal singularidad de los retículos neuronales (1). Del propio trabajo copiamos el siguiente párrafo, que sintetiza el pensamiento de Cajal acerca de la significación de las mentadas va- riaciones: «De todas las mutaciones, la más general, aquélla de que parecen depender las demás, afecta a la cantidad de la materia ar- gentófila. Células hay que parecen haberla consumido casi del todo, en tanto que otras la mantienen incólume, y aun con exceso, sobre la dotación normal. Tales variaciones cuantitativas motivan, en buena parte, las estructurales; pues de ordinario, cuando el caudal argentófilo es rico, los trabéculos y granos se juntan, produciendo red tupida; al revés, cuando la dotación mengua, los grumos se (1) Algunas variaciones fisiológicas y patológicas del aparato reti- cular de Golgi. (Trab. del Lab. de Invest. biológ. de la Univ. de Madrid, tomo XII, 1914.) 112 boletín de la real sociedad EJíPANOLA adelgazan y aislan, rompiéndose los trabéculos finos de unión y des- apareciendo, por tanto, la disposición reticular.» No es éste el caso que el P. Laburu presenta en el tubérculo de patata. Muchos de los retículos que dibuja pertenecientes a diversas células difieren tanto entre sí por su forma y tamaño, que difícil- mente se podría formar con ellos una serie en que se pasara de un término a otro distante por gradaciones suaves, dependientes de la riqueza en materia argentófíla; basta comparar entre sí las citadas figuras de Cajal y comparar, también entre sí, las microfotografías del P. Laburu para comprobar la exactitud de lo que decimos. En la conclusión octava del mencionado trabajo de Cajal se afirma la existencia de una relación proporcional entre la actividad funcio- nal de la célula y la extensión y masa de la materia integrante del aparato reticular. Como se ve, se compagina mal este aserto con la presencia de un aparato reticular tan desarrollado y tan rico en for- mas como el que el P. Laburu fotografía en células cuya actividad fisiológica está reducida al mínimum, según acontece en las del tu- bérculo de patata antes del período de la germinación. Tampoco son estas grandes variaciones en las células del tubércu- lo de patata identificables con las que el retículo de Golgi experi- menta en las células glandulares al compás de los progresos del proceso secretor, puesto que aquellas células no están sometidas a tales mutaciones. Por análoga razón no son tampoco tales mudanzas comparables a las que el aparato de Qolgi sufre en ciertas células decadentes (del cartílago en vías de osificación, etc.) Al final del artículo que comentamos confiesa su autor no haber estudiado bien la polarización del aparato reticular ni las relacio- Fig. 1. N. Núcleo. Fig. nes de éste con el núcleo. Por lo que nosotros hemos podido obser- var, el supuesto aparato no está sujeto a ninguna condición de em- plazamiento dentro de la célula del tubérculo de patata; el mayor desorden reina en su orientación con respecto a la superficie de este órgano. Además, en muchos casos se encuentra a gran distan- DK HISTORIA NATURAL 113 cia del núcleo (figs. 1/', 2/' y 3/'") (1), cosa que hemos podido com- probar tiiiendo con hematoxilina los cortes ya tratados por el méto- do de la plata reducida. Esto se halla en plena contradicción con los datos que conocemos, sacados de la citología animal, que ense- Fig. 3." N. Núcleo. Fig. 4.^ ñan que el aparato de Golgi está colocado a un lado del núcleo, en los dos extremos del mismo diámetro nuclear, alrededor del núcleo.^ pero siempre muy cerca de este órgano celular y, a menudo, en contacto con él. Las precipitaciones argénticas son, frecuentemente, varias den- tro de una misma célula del tubérculo de patata y en distintos pla- nos de ella, unas veces cerca y otras lejos del núcleo, como de- muestran las figuras 4.'', 5.''' y 6.": en estos casos ¿a cuál de ellas N--V- Fig. 5.''' N. Núcleo. Fig. 6." elevaríamos a la categoría de aparato de Golgi, siendo así que to- das son iguales ante la técnica? Singularmente instructiva es la fig. 7.^. En ella se ve una preci- pitación de plata formando un a modo de cordón varicoso e irregu- (1) En las figuras, las precipitaciones argénticas están reproduci- das con la mayor fidelidad posible. Las restantes líneas de los dibujos son esquemáticas. Tomo xviii.— Febrero, 1918, 114 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA lar que circunda un voluminoso grano de almidón, que aparece som- breado en el- dibujo. Se ve bien aquí que tal formación no es, a pe- sar de su aspecto, un aparato de Golgi, puesto que ciñe un grano de una sustancia que no pasa de la modesta categoría de material de reserva. Este hallazgo no nos ha sorprendido, pues en un traba- jo nuestro, publicado en 1916 (1) hicimos notar el aspecto de cor- dón varicoso que toman las precipitaciones argénticas al deposi- tarse sobre ciertos granulos yacentes en el protoplasma de los fla- gelados del género Chilomonas. Hemos sometido algunos trozos de tubérculo de patata a una ac- ción muy prolongada del líquido reductor (hidroquinoma-formol-sul- fito sódico), con lo que hemos conseguido una precipitación casi uni- Fig. 7."— A: Grano de almidón. Fig. S.'' forme de granulos argénticos sobre la membrana celulósica. Sobre muchas de estas membranas se destacan vigorosamente formacio- nes que, como las dibujadas en la fig. 8.^, representan el borde de desgarrones que, por azares del corte, pueden observarse con mu- cha frecuencia, sobre el cual se ha depositado la plata. La granula- ción argéntica depositada sobre la membrana sirve eficazmente para fijar la situación de las mentadas precipitaciones, y para hacer ver que se trata de soluciones de continuidad de la membrana, puesto que el espacio que limitan aparece completamente limpio de granulos de plata. Esta clase de preparados nos hace ver también que la inmensa mayoría de los precipitados argénticos residen so- bre la membrana celulósica. En la fig. 9.'' copiamos de una preparación ejecutada por uno de nuestros discípulos cuatro células de un corte de embrión de Koel- (1) La acción del nitrato de plata reducido (fijación al urano-for- mol) sobre algunos protozoos (Trab. de la Soc. de Biol. de Barcelo- na, 191(3), Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. II. ^-, ir •-•s. •? • >■. 1 •■ ■■)( '-^ f> Fot. P. Castko Bakea. Movimiento vertical producido por el terremoto de 1501, en los bastiones del Alcázar de Carmena. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. II!. Fot. P. BOSCH GlMPKRA. FiG. 1." — La grieta mayor en la vertiente del Alcázar. I'^Ot. F'. BOSCH ÜIMPIÍKA. Fi(¡. 2."— Vista de la vertiente del Alcázar en direccicjn al Convento 1)1': HISTOIilA NATURAL 115 reuteria que ha sido sometido al tratamiento de la plata reducida con fijación al urano-formol. En ellas pueden verse precipitaciones argénticas, las formas de las cuales son semejantes a las fotogra- fiadas por el P. Laburu en el tubérculo de patata. Dada la identi- dad de origen y de aspecto de tales formaciones argénticas, si ad- Fig. 9." mitimos que las de la patata representan retículos de Golgi, nos veremos obligados a admitir que los de la Koelreuteria también lo son; nada, sin embargo, más distante de la realidad, pues puede apreciarse claramente en los dibujos de la fig. 9.'' que en tres de las células se depositan las susodichas formaciones argénticas fue- ra del protoplasma (que se muestra retraído por la acción de los re- activos), y en la restante, como puede verse observando la prepa- ración, la precipitación se ha efectuado sobre la cara interna de la membrana celulósica. En esta célula no aparece dibujado el núcleo porque cae precisamente debajo del precipitado. Laboratorio de Histoloffia de la Facultad de Ciencias de Barcelona. El terremoto de 1504 en Carmona y en Los Alcores por Jorge Bonsor. (Láminas ii y iii). El célebre cura de Los Palacios, el bachiller Andrés Bernáldez, que fué confesor de Isabel la Católica y protector de Colón, es el que con más detalles dejó descrito este espantoso terremoto; en su Historia de los Reyes Católicos dice (1): (1) Andrés Bernáldez: Historia de los Reyes Católicos, dos tomos, Sevilla, 1870, publicada por la Sociedad de Bibliófilos Andaluces, tomo II, págs. 263-266. 116 boletín de la real sociedad española «En cinco dias de Abril del año de 1504, Viernes Santo, entre las nueve a las diez del dia, tembló la tierra en España muy espan- tosamente, e fue el mayor terremoto en esta Andalucía, e fue tan grande espanto que las gentes se calan en el suelo de temor, e es- taban como fuera de sentido, e fue de esta manera. Fue oido un muy grande ruido que iba por el aire, e junto con él, todos los edi- ficios, fortalezas, iglesias e casas se estremecieron y dieron tres o cuatro baivenes al un cabo y a otro, uno acostándose hacia el me- dio dia, y otro, enderezándose y esto pareció en las iglesias, por- que estaban a la lengua hacia lebante.... »En la villa de Carmona se sintió este terremoto mas que en toda España, ca fue tan terrible y espantoso, que parecía que todos los edificios andaban en goznes, y la tierra no tenia asiento, y cayeron tantos edificios de las fortalezas, de las Iglesias e de las casas, que de aqui a cinco años no se restaurarán, ni harán, y cosas quedarán en testimonio de ello, mientras la villa durare. Cayó la Iglesia de Santa Maria de Gracia, que es el Monasterio de los frayles de San Isidro, fuera de la villa, e mató dos frayles. En la villa de Carmo- na, como por cada parte cayeron casas, murieron algunos, e duró alli un gran rato el terremoto, de manera que andavan los hombres e las mugeres por la villa abrazándose unos con otros, enjozados, sin sentidos, perdida la color, como gente de otra vida, que con el espanto pensaban que era la fin del mundo; e cesado el terremoto, buscaron y enterraron los muertos, e curaron los heridos, e quedó de daño hecho en la villa de valor de mas de veinte cuentos de ma- ravedís. E en algunos lugares de cerca de Guadalquivir, desde Al- calá del Rio arriba, fue de la manera de Carmona, ansi como en Cantillana, Tozina y Palma, fue en toda Castilla, y en Medina del Campo, por donde estaba el Rey y la Reina, también fue grande espanto.... «Siguióse después de este gran terremoto y espantoso movi- miento de la tierra, muchas fortunas y menguas que sintió España, muchos trabajos y hambres y pestilencias y muertes; y la primera fortuna que sintió España fue la muerte de la Reyna Doña Isabel, que murió aquel propio año, adelante, en el mes de Noviembre.» Otro testigo ocular, un fraile del convento de San Isidro de Car- mona, nos dejó sobre la catástrofe la nota siguiente, en un manus- crito sobre la Invención de Nuestra Señora de Gracia: «Estan- do cantando la Pasión el Viernes Santo, en el Convento, se cayo la capilla mayor y mató a dos de los pasionistas y no murieron mas DE HlSTÜllIA NATUliAL 117 porque el regidor Antonio de Baeza Barba, que estaba junto a San Mateo con sus criados y pastores tratando de pelar las ovejas, ha- biendo oido el golpe, y oyendo que los frailes tocaban las campa- nas pidiendo auxilio, acudió con su gente, con azadones y herra- mientas y sacaron el tercer pasionista de entre los escombros (1).» En Sevilla, según un auto del Cabildo en el Archivo de la Cate- dral: «El terremoto estremeció con horrible y cruel estruendo to- das las iglesias, monasterios, edificios y otras casas públicas y pri- vadas: de manera que todos se veian como pendientes y que ame- nazaban caer... »E1 rio Guadalquivir, elevando sus aguas por tres o quatro veces con sus naves, sus lanchas, y toda la esquadra, horrorizó de tal ma- nera a las gentes que todos a un tiempo creian haber llegado el dia del Juicio. Nadaban los peces sobre las aguas; porque el rio sobre- manera alterado, desde lo hondo subian varias olas... »Ademas de esto, los que se hallaban en los campos aseguraron haber observado muchos otros prodigios, principalmente que llo- vían granizos, que se obscureció el sol, que la tierra se estremecía con grandes movimientos y que creyeron que toda la ciudad de Se- villa se habia derrocado desde sus cimientos: que habiéndose abier- to nuevos pozos por todo el campo, arrojaban abundantemente agua por grandes bocas, y que al instante se cerraron y secaron: que las peñas y los montes abiertos por medio exhalaban vientos mezcla- dos de cenizas, y que el terreno se hundió con sus arboles, y fue cubierto por las aguas. En los pueblos de Carmona, Cantillana, Vi- llanueva. Lora y en otros las iglesias, las casas, las murallas y otros edificios se cayeron, oprimiendo con sus ruinas a muchos hombres y mugeres, de los quales unos murieron y otros quedaron heridos: de manera que, abandonando todos sus casas, su dinero y sus muebles huian desordenadamente a los campos. Hay también algunos, que afirman que vieron fuentes cuyas aguas eran de color de sangre, principalmente en los pueblos del Almadén, Cazalla y otros que fueron casi enteramente destruidos.» «Después de esto, el día 21 del mes de Junio, que era también Viernes, como a las once de la noche volvió a temblar la tierra sa- cudiéndose tres o quatro veces hacia arriba...» «Hay muchos que afirman haber sentido temblar la tierra en el (1) Manuel Fernández López: Historia de la Ciudad de Carmona, Sevilla, 18S6, pág. 339. 118 boletín de la real sociedad española tiempo intermedio, y aun después; pero lo que todos vimos y senti- mos es lo que llevamos contado» (1). Se sintieron los efectos del terremoto por toda la Península y por el Norte de África, pero en ninguna parte hizo tantos daños como en Carmona, donde cayeron o se grietaron la mayor parte de los edificios públicos y numerosas casas particulares. Se hundieron mu- chas bóvedas de los templos: la iglesia de los Jerónimos, la pa- rroquia de Santiago, donde se puso después una hermosa techumbre de ladrillo por tabla, con azulejos de reflejo metálico. La antigua iglesia del Salvador, que ocupaba todo el lado Sur de la plaza prin- cipal de Carmona, encontrándose después de la catástrofe en estado Fig. 1. -Alcázar de Carmona.— Plano de la Plaza de Armas con la grieta abierta en el suelo y la parte desprendida de las murallas. ruinoso, hubo que cerrarla definitivamente y más tarde fué demolida. Todos los otros templos sufrieron más o menos desperfectos y hubo que restaurarlos: no quedó en Carmona un solo techo anterior al principio del siglo xvi. En Sevilla, según Ortiz de Zúñiga, se hundieron las techumbres de las iglesias de San Francisco y de San Pablo; también se grietó en muchas partes la nueva catedral, que estaba entonces constru- yéndose (2). Coincide con la fecha del terremoto la desaparición en Carmona de (1) En la disertación de D. Diego Alejandro de Gálvez: adiciones a las notas de ios Anales de Ortiz de Zúñiga. Madrid, 1796; tomo i, pá- ginas 420-438; tomo iii, pág. 192. (2) Ortiz de Zúñiga: Anales de Sevilla, tomo iii, pág. 193. DK HISTORIA NATURAL 119 un acueducto romano que atravesaba sobre elevados arcos la parte baja del arrabal de San Pedro, llevando las aguas de los altos del Campo Real al interior de la población. Al principio del siglo xvi, conservaba todavía Carmona en rela- tiva conservación todas sus fortalezas: sus dos alcázares, sus mura- llas y puertas. Después del desastre de 1504, de las cinco puertas de la población no quedó en pie más que la de Sevilla, no perdiendo Fig. 2.*— Alcázar de Carmona.— Vista exterior indicando el desprendimiento cau- sado en la muralla del Sur por el terremoto de 1504. ésta más que uno de sus tres arcos romanos: el segundo desde el interior. Las puertas de La Sedia, de Morón y de Marchena, también de antigua construcción romana, cayeron y no se levantaron más. Del recinto de murallas, grandes trozos fueron rodando a la Vega, sobre todo en las murallas del Sur y la altura llamada El Picacho. En el Alcázar principal, el palacio de D. Pedro (1), hubo grandes desperfectos, cayéndose algunas torres y partiéndose otras. A la (1) También llamado Alcázar de arriba o de la puerta de Marchena, para distinguirle de los otros dos, de las puertas de Sevilla y de Córdoba. 120 BOLEIIN DE La. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA derecha de la Plaza de Armas, por la parte que mira al Sur, se ob- serva un hundimiento del terreno con 50 metros de muralla, dejando en el suelo una profunda grieta de un metro de ancho. De la mura- lla no queda hoy en pie más que dos grandes trozos de tapia (véase A y B del plano, fig. 1.^); el resto, con la torre del ángulo, rodaron desde lo alto a la Vega. Se ha podido medir con alguna precisión el movimiento vertical del terreno por el corte (C), donde la tapia (B) se desprendió de la parte de la muralla que quedó firme. El terreno bajó en este sitio la altura de dos tapiales; midiendo estos 90 cm. nos da una depre- sión de 1,80 m. (fig. 2.^ y lám. ii). También se observa en este si- tio un movimiento de E. a W. de 1,40 metros. La orientación de la falla en lo alto del Alcázar es de E. a W.; pero, desde este punto hasta el convento de San Jerónimo, situado a menos de un kilómetro de distancia, sigue una dirección SE.-NW, Bajando por la vertiente del cerro, a unos cien metros de la forta- leza, se presenta la grieta mayor (véase lám. iii). Esta se abre en una roca caliza dura; mide en la parte superior 6,60 m. y en el fondo 3,50 m. de ancho; la profundidad actual es de 8 m. Otra falla paralela, al lado Sur, tiene una abertura de 85 centímetros. Más lejos, y próximo al convento, no se puede medir más que la parte superior de las grietas, por encontrarse éstas hoy llenas de tierra; tienen de ancho de 2 a 5 m. Las paredes casi ver- ticales que presentan parecen indicar mucha profundidad. Cuenta Arellano (Antigüedades y excelencias de la villa de Carmona. Sevilla, 1628) que los Reyes Católicos sintieron sobre- manera los destrozos causados en Carmona por el terremoto, espe- cialmente los experimentados por el Alcázar, el cual era del patri- monio real. Pensaron enviar alarifes para su reparo; pero, como la obra fuera de grande costo y la corona tuviera otras cosas a que atender, quedaron las obras en proyecto (1). Bien dijo el cura de Los Palacios que ni en cien años se podrían levantar tantas minas y que cosas quedarían^ como la falla del Alcázar, en testimonio de este cataclismo, mientras la villa durare. En toda la extensión de la cordillera de cerros, llamados los Al- (1) Man. Fernández López: Historia de la ciudad de Carmona, "péL- gina289. DE HISTOKIA NATUHAL 121 cores, entre Carmona y Alcalá de Guadaira, se notan en la caliza numerosas grietas que ocasionaron el desprendimiento de grandes peñas. Éstas fueron cayendo a la llanura, desde las alturas, mien- tras otras rocas inmensas, quedándose suspendidas en las vertien- tes de los cerros, forman hoy con la vegetación silvestre el cuadro más pintoresco de esta comarca. Coinciden estos desprendimientos del terreno con antiguos movi- mientos sísmicos que se sucedieron en los Alcores desde los tiem- pos más remotos. La Peña de los Sacrificios, del Acebuchal (fig. 3.^), es pre- cisamente una de estas rocas que en tiempos prehistóricos, deslizán- Fig. 3.''— El Acebuchal. — :K (Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Serie Zoológica, núm. 33, 1917; 54 páginas, 2 láminas en color y 1(3 figuras en el texto.) El autor ha estudiado la división nuclear en una ameba, Wasie- leioskia gruber i (Schard'mger), del grupo «limax», observando que este protozoo tiene dos modos completamente diferentes de divi- sión nuclear. Uno de ellos es la conocida promitosis; el otro con- siste en una división amitósica particular del núcleo que produce dos núcleos hijos, en cada uno de los cuales está ya iniciada una nueva división que una vez terminada da origen a cuatro núcleos nietos. El autor propone denominar sindiéresis a este fenómeno, designando a su vez con el nombre de protodiéresis a la división que produce los núcleos hijos, y con el de metadiéresis a la pro- ductora de los núcleos nietos. El autor (con un detalle y minuciosidad que pudiera parecer ex- cesivo a quien ignore cuan grande es la disparidad de criterio existente entre los numerosos autores que han estudiado la divi- sión en las amebas «limax») discute y compara sus resultados con los obtenidos por los demás investigadores, sacando en consecuen- cia que algunos de ellos sólo han visto la promitosis, mientras otros han observado a la vez figuras de promitosis y sindiéresis. Entre estos últimos hay diez que serian en una fase única estados de am- bos fenómenos, al paso que sólo tres autores reconocen dos modos diferentes de división nuclear en las amebas de ese grupo, pero sus descripciones difieren mucho de las del autor, ya por no haber em- pleado una técnica adecuada, ya y principalmente por no haber observado todas las fases de la sindiéresis. Apuntaremos aquí que los particulares núcleos iniciales de ella, que el autor llama de pantosoma, así como las fases finales de la proto- y metadiéresis no habían sido vistas aún por nadie. Es conveniente hacer notar que todos los individuos estudiados procedían de un único quiste inicial, de modo que no puede caber duda alguna de que todos los estados representados en los primo- rosos dibujos que ilustran el trabajo (ejecutado por el autor en cola- boración con doña Luisa de la Vega) se refieren a la misma especie. 138 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Este trabajo tiene no solamente la importancia de estudiar con la detención apuntada la división nuclear de una ameba (pocos son los protozoos de ese grupo en que esta importante cuestión se co- noce), sino que resuelve algunas cuestiones de capital importancia en la división de las del grupo «limax» (con las cuales el autor pro- pone hacer la familia V ahlkampfidae) y además deja claramente planteados otros problemas importantes. — De D. Enrique de Eguren (Sección de Madrid): L. DE Hoyos y T. de Aranzadi: Etnografía: Sus bases, sus métodos y aplicaciones a España. Manuales Corona. Madrid, año 1917. Si no muy abundante y no menos ordenada aparece la bibliografía española que atañe al título de la obra publicada hace ya algunos meses, puede decirse que es ésta precisamente el elemento primor- dial en la materia a que se refiere, encauzado dentro del terreno científico, como en su encabezado enuncian los competentes autores del interesantísimo Manual. • Y si es por mis aficiones que einprendo la tarea de enaltecer el valor del trabajo, confíen sus autores en mi admiración hacia su la- bor más que en la suficiencia que mi persona supone en la competen- cia del asunto, del que son maestros consumados, y de quienes he aprendido y sigo anotando cada día provechosas enseñanzas. Advertido el lector de este criterio, sucinta ha de ser mi exposi- ción en la labor bibliográfica del nuevo Manual, colección de ejem- plares conferencias sobre vasta materia desarrolladas por ambos ilustrados profesores en el Ateneo de Madrid, y que, tanto en con- cepto de aquélla, así como en honor de éstos, sería merecedora de un más extenso y acertado comentario bibliográfico que el presente. Ha sido motivo de tan valiosas Conferencias el decidido entusias- mo que los autores sustentan hacia el característico y esencial pro- blema etnográfico que abarca el territorio español, cuyo interés y labor prima para acometer la compleja empresa compendiados apa- recen en el Manual de su publicación. Aun a trueque de alterar en mi labor el orden de exposición de la materia en él desarrollada, doy comienzo a aquélla por enunciar el estudio que supone el trabajo que suscribe D. L. de Hoyos en la segunda parte del Manual. Delimitando en primer término el campo natural de la Etnografía, trata de emprender la resolución del problema etnográfico en terri- DE HISTORIA NATUIIAL 139 torio español, cuya «necesidad y iirí^encia» hace resaltar con la com- paración que tal cuestión ha supuesto en el desarrollo asombroso que estos estudios han adquirido en el extranjero ante la labor casi negativa que de ellos se ha hecho en España, y no sin dejar de se- ñalar lamentables equívocos en que la crasa ignorancia de elementos tachados de «directores» han cometido, confundiendo lastimosamen- te estudios Etnológicos con Enológicos. Y, como dice: «Ante la desconceptuación científica en que desde €ste punto ncs hallamos es vergonzosa, pero merecida», nada mejor que el estusiasmo que trata de despertar hacia esta índole de estu- dios, poniendo en parangón la labor realizada en Alemania, Austria- Hungría, Inglaterra, Estados Unidos y Francia, que en su criterio ordena en relación de la intensificación del trabajo, para después de enunciar Holanda y Bélgica, señalar la reciente, pero no por eso menos característica y propia, de Italia y Portugal, sin olvidar algu- nos países sud-americanos. La importancia que el asunto encierra se deduce, no sólo de sí mismo, sino que es suficiente pasar la vista sobre la copiosa expo- sición que el autor hace de la fecundísima tarea ya realizada en los países citados para llegar al convencimiento del atraso y situación consiguiente que análoga tarea supone en España. En relación con el interés capital del asunto, reconoce y señala con acierto la urgencia que la investigación requiere ante la pérdida de materiales esenciales en la primordial labor de recolección, y consecuencia aquélla del cambio de vida tan intenso, y muy en par- ticular al que a determinadas regiones de España se refiere, puesto que tiende a desaparecer en las que pueden reconocerse como co- marcas naturales lo típico y propio de ellas, debido a la fusión y renovación constante de los elementos innatos a las mismas. Difícilmente se podría acometer la empresa si guardando ésta un recinto propio de investigación no participase de una norma de eje- cución en su desarrollo para llegar al apetecido resultado con éxito indiscutible, y desde este punto de vista nada más interesante que la labor compendiada que el Sr. Hoyos realiza del área propia que abarca el estudio etnográfico, del método y procedimientos para llevarlo a cabo, de los elementos naturales que constituyen aquél, en el criterio geográfico, en su valor cronológico, en el conjunto psico-social, reflejo inmediato en la caracterización etnográfica. No deja de señalar el autor que la labor que se trata de ernpren- der no es sólo obra de una, dos o pocas más personas que, llenas de 140 • boletín de la real sociedad española entusiasmo y no menos conocimiento científico, han de contribuir a su desenvolvimiento, procurando con su ánimo y peritaje dar cima a la magna empresa: es tarea de muchos, al mismo tiempo que de larga duración, y sin olvidar que una cosa muy distinta es la inter- pretación de los hechos por el natural del país, a cuyo manantial precisa recurrir y cuya materia nunca debe ser desperdiciada, y la estimación de los mismos por parte del investigador científico que a ellos ha de amoldar las conclusiones de su metodización. A este respecto reclama una colaboración espontánea y numerosa que con empeño y constancia pueda ir acumulando datos bajo la norma de Cuestionarios, de los que incluye, como excepción mere- cida, el publicado como base para la Información promovida por la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Ma- drid, y que se refiere a tres rasgos característicos de la vida: el nacimiento, el matrimonio y la muerte; recuerda otros ajenos y propios y los que deben ser substituidos por el que «puede y debe ser redactado por un especialista .en Etnografía o Folklore». Semejante recopilación y la simultánea recolección de materiales que con aquélla ha de llevarse a cabo, entraiía la formación de un núcleo director y un centro de conservación, y estimando ambas cuestiones en toda su importancia y urgencia, resume en siete cláu- sulas el programa de trabajo que requiere la Etnografía española. Dedicado por D. L. de Hoyos su documentado escrito a la memo- ria de Joaquín Costa, falta por enunciar el valioso trabajo del doc- tor Aranzadi, como complemento inmediato de labor propia, al ciclo de Conferencias desarrolladas y coleccionadas con tanto acierto. Bien conocida es y cimentada tiene su reputación científica, espe- cializada en la materia que desarrolla en sus seis Conferencias, fiel reflejo de una constante investigación y trabajo continuado para en reducido espacio dar una ligera idea de la materia que en amenísima exposición tan admirablemente desenvuelve, ya que su autoridad en esta clase de estudios no necesita de otro comentario que el re- cuerdo del alto puesto que le corresponde entre los autores que han consagrado sus desvelos al desarrollo y progreso de los estudios etnológicos, antropológicos y etnográficos. Con arreglo al desarrollo cifrado en el subtítulo del Manual, co- mienza por definir la finalidad de la Etnografía como ciencia que «estudia la cultura de los pueblos», y más que en la cualidad mental de éstos, desde el punto de vista de su producción materializada en manifestaciones culturales; expone con singular agudeza y precisión DE HISTORIA NATURAL 141 clara lo que en general constituye materia árida y pesada en todo tratado: la característica del asunto, el cuerpo que abarca, el atra- yente estudio que la Etnografía supone, ya en su relación con la Historia, en particular con la Geografía, con la Lingüística, y no sin hacer resaltar que es el idioma una sola de las manifestaciones de cultura, pues «cada pueblo se manifiesta también de otro modo que por el idioma, y en muchos casos sin acudir a idioma ninguno; muchas cosas culturales se hacen sin hablar y hasta sin pensar con palabras, aunque pensando mucho y hondo, como lo saben muy bien los grandes artistas, los grandes santos y los grandes inventores y emprendedores; la interpretación verbal, más o menos imperfecta, la elaboran después, si es caso... la mano hace al hombre antes que la lengua, y no es el único instrumento del espíritu el lenguaje...» Reclama como auxiliar de la ciencia en estudio a la Sociología para la que aquélla sirve de base, y ambas unidas a la Psicología, pero sometidas todas estas ramas científicas al tamiz «de la disci- plina naturalista de la Etnología», ya en su relación con la Etnogra- fía, en sentido del todo a la parte, por más que dentro de la consti- tución de un pueblo quepan comparaciones etnológicas. Lástima grande es que abandonando el lógico trazado en la ex- posición de la norma y método científico etnográfico, por apremio de tiempo en el enunciado de su doctrina y obligado por las cir- cunstancias, tenga que ceñirse en sus cinco conferencias restantes al estudio de los problemas ya etnográficos, bien etnológicos espa- ñoles que constituyen los temas propios de aquéllas; ante la situa- ción creada y después de señalar las características que el objeto y dato etnográfico encierran, acude como medio más claro de salvar la caracterización de aquéllos a la exposición de ejemplos de pro- pia investigación, y a través de los que se reconoce su propósito de metodizar y vulgarizar aquellas propiedades. Al efecto, constituye uno de sus temas el carro chillón, cuyo origen lo relega a momento de edad anterior a la del bronce, y, de- limitando la vasta área etnográfica en la que se reconoce su pre- sencia, la extiende en la actualidad desde Portugal (Escocia e Irlanda del siglo xviii) a la Mandchuria, por la zona de latitud media y propia del hemisferio boreal; señala su presencia como infiltra- ción india, o intermedia malaya, en Filipinas y la India, así como por importación española explica su existencia en América, por más que esta última forma podría suponer análogo origen para dichas islas. En su labor pedagógica hacia el señalamiento de los caracteres 142 BULKTIN UI<: LA REAL SOCIIÍDAD KSPANÜLA etnográficos recuerda que la zona expresada, si no cabe admitirla como universal, la señala como ejemplo de una verdadera unidad geográfica, cuyo centro irradiador, sin considerarlo indiscutible y libre de todo prejuicio de teoría, podría suponerse en la época neo- lítica bien en el Cáucaso, el Asia menor o la Mesopotamia. El carácter de construcción lo supone bien precisado en el mile- nario euzkera, y el típico chirrido lo advierte poetizado en una can- ción gallega y otra burgalesa. Es complemento de su tema la diversidad en las formas de rue- das, de cuyo carácter se vale para mostrar un ejemplo de paralelis- mo etnográfico, y cuya mayor riqueza en variedad de formas de- muestra que es propio del área geográfica del norte de España, la que, sin atreverse a considerarla como zona de invención del carro chillón, no deja de advertir que sin conocerla difícilmente se pue- de ocupar un autor del origen e historial del mismo. Recordando el carácter folklórico, etnográfico y etnológico que en sí encierra el carro chillón, y precisando la significación de estos criterios, se ocupa más tarde, después de rechazar las teo- rías sacro-rituales acerca del origen del carro para referirlo a una procedencia económico-agrícola, de otro problema que con el ante- rior se relaciona y que participa de aquellos tres conceptos: el yugo. Nada más interesante que seguir la copiosa relación de datos que sobre sus formas expone, en relación con el modo de uncir los animales de una u otra especie, clasificando aquéllos, para más fácil referencia, en grupos de mera denominación descriptiva: en yugos de collares, yugos de costillas, yugo de cuadro o de bastidor y yugo para los cuernos, que, aunque aplicados para el mismo uso desde tiempo inmemorial, se reconoce en las formas de cada grupo particularidades típicas de los países que señala y que se hallan comprendidos en zona análoga a la del carro chillón extendida, por el Norte a Suecia y a Marruecos y Abisinia por el Sur; constituye cada grupo un área geográfica más o menos extensa, por el autor definidas, haciendo resaltar el interés europeo occidental del yugo para los cuernos, a diferencia de los restantes que, como el carro chillón, representan un interés europeo-asiático. Con los dos referidos elementos de estudio obtiene motivo su- ficiente para dar idea exacta de lo que representan las fronteras etnográficas en atención a las políticas y aun a las lingüísticas, re- conociendo para las primeras no verdaderos límites, sino zonas mix- tas, y sin olvidar las llamadas de atenuación. DR HISTORIA NATURAL 143 A este propósito recuerda como ejemplo de hecho etnográfico el toreo, el que extendido en la Península Ibérica deja sentir su in- fluencia con carácter atenuado en el mediodía de Francia, y sobre cuyo origen en infimdada creencia atribuido a los árabes no cree imposible referir su influencia, dada su reducida área, a una primi- tiva infiltración de colonos portugueses. En análogo sentido reconoce los rasgos rítmicos y coreográficos del fandango, que lo considera extendido hasta Auvernia, hacien- do una verdadera labor crítica de los bailes a él asiinilados y la ca- racterización de los mismos en personajes, movimientos y compás que en ellos dominan. Accidentalmente se ocupa del «aurresku», al que desea ver redi- mido de su prostitución lamentable, al mismo tiempo que aclara jui- cios equívocos sobre la «espatadantza» o danza de las espadas. Siguiendo al ilustrado catedrático en el desarrollo de sus Confe- rencias, dedica la quinta no ya a problemas etnográficos españoles, de los que dice muy bien no cabe reducirlos a un estudio propia- mente peninsular, sino que es preciso extenderlos fuera de aquél, puesto que suponen análoga condición para otros países, como los ejemplos descritos han podido demostrarlo. Se refiere a las etnografías criollas, cuya presencia se reco- noce hoy en la Península del mismo modo que la etnografía espa- ñola ejerció su influencia en el indio americano. Con aguda erudición recuerda a este objeto un buen número de datos de la misma significación etnológica y que a adivinanzas se refiere, a las que se da una filiación española, pero que también cabe referirla a otras naciones europeas; en justa reciprocidad en las prestaciones de cultura, combatiendo la idea de atribuir a las ci- vilizaciones indígenas hechos y datos propios de infiltración en ellas como el señalado, establece en cambio, la procedencia ameri- cana de la piedra de chocolatero, la que, a través de la etnogra- fía criolla se esparce en Europa por intermedio de España; se ex- tiende en consideraciones interesantísimas acerca del metate ame- ricano, en su construcción, uso y forma de efectuarlo, demostrando su arraigo en territorio español y su aplicación, aunque escasa, en la actualidad. Desde este punto de vista de la relación entre la forma del ob- jeto etnográfico y el modo de usarlo o postura, trata de la bola del juego de bolos, curiosísimo y valioso compendio de datos que el autor va exponiendo correlativamente a su adquisición, y en la 144 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA que francamente se advierte el celo investigador e intriga constan- te en que mantiene al culto profesor toda esta clase de problemas, y del que últimamente enunciado surgen toda una complicada serie de combinaciones que al juego de bolos se refieren, y las que dan origen al estudio de la distribución geográfica de todos los elemen- tos que en el juego intervienen, para tratar de reconocer su diver- sidad de origen. Resumiendo el estudio desarrollado en las conferencias prece- dentes, se dedica en su última a emitir las posibles deducciones que de las cuestiones expuestas se desprenden; y fijándose con espe- cialidad en el uso que la madera supone en la cultura de la Europa occidental, estima su caracterización con valor no más pequeño que el representado por las propias de la piedra y el metal en el área referida, y cuyo origen, salvando el patrimonio celta, habría que referirlo a población anterior, ya ligur, bien ibera o vascona, ele- mentos como sus antecesores dotados de una civilización más o me- nos esparcida. Recapitula con los ejemplos expuestos la caracterización etno- gráfica, subraya la necesidad imperiosa de su autenticidad, exten- diendo su sabio consejo a la labor de adquisición y observación, ya directa o intermedia; recomienda la imprescindible recolección de los objetos y organización de datos, siempre en la idea de una posi- ble pérdida más o menos lejana y difícil de recuperar, ya con crite- rio de facilitar el estudio; opta por la creación de Museos regiona- les, y señala, como prueba de sus juicios, cómo con un poco de entu- siasmo y no menos buena voluntad ha sido motivo de un desarrollo portentoso la Sección Etnográfica del Museo de la capital guipuz- coana en muy poco tiempo. A no dudarlo que tal incremento adquirido, y cuyo desarrollo ha sido motivo de reciente felicitación por parte de la Real Sociedad Española de Historia Natural a su Patronato, no sólo se debe a la fecunda labor de sus paisanos, sino que en gran parte la patriótica obra es reflejo fiel de la competente dirección del doctor Aranzadi. Si, como es de esperar, una labor anátoga y general se realiza siguiendo las huellas de los párrafos por él suscritos en el Álbum del Museo de San Sebastián, pronto ha de conocerse en el aumento del número de colaboradores con que da fin a su escrito, como re- sultado positivo del interés que a los estudios etnográficos han des pertado las Conferencias compendiadas en el Manual que suscriben D. L. de Hoyos y D. T. de Aranzadi. DK HISTí)RIA NATURAL 145 Notas y comunicaciones. Notas helmintológicas (2.'' serie) por Carlos Rodríguez López-Neyra. Continuación de las primeras noticias referentes a los gusanos parásitos de los animales vivientes en la región granadina, que pu- blicamos en los Boletines de esta Sociedad en Noviembre del año 1916, son las presentes notas, congratulándonos haber hallado ilustres compañeros que nos han proporcionado medios de informa- ción bibliográfica, algunos, como el Sr. Bolívar, facilitándonos re- vistas hasta de su biblioteca particular; otros, como los señores que citaremos en las páginas siguientes, que nos han proporciona- do especies para su estudio y varios alumnos y ex alumnos que nos han ayudado bastante en tarea tan pesada como la emprendida. Sir- van las presentes líneas para testimoniar todo nuestro profundo agradecimiento. Bos taurus L. Moniesia alba Perroncito, 1878.— Intestino delgado; una vez en 50 observaciones (2 por 100). Ovis aries L. Moniezia alba Perroncito, 1878.— Intestino delgado; en un 5 por 100. Moniezia trigonophora Stiles et Hassal, 1893.— Intestino delgado en un 4 por 100. Coenuriis cerebralls Rudolphi (=Larva de la Taenia coenurus Küchenm, 1853).— Muy poco frecuente; en la masa encefálica. El Dr. Simancas Señan nos ha traído para su clasificación un ejem- plar de las larvas del Oestriis ovis L., 1761, que, como sabe- mos, produce una falsa tornada del carnero; esta enfermedad parasitaria, parece no ser frecuente en la localidad, presentán- dose pocas veces en el matadero, de donde se han obtenido ambas observaciones. 146 BOL'-.TIN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Félix domestica Briss.— 3 autopsias. Dipylidiiim Trichesei Diamare, 1892. — Porción inedia del intestino delgado hasta el primer tercio del intestino grueso; muy abun- dante en un caso, en el cual los excrementos aparecían de un color rojizo sanguinolento, producido por el acumulo de un gran número de los últimos proglotis de estos parásitos, que aparecen teñidos con la mencionada coloración. A más de esta particula- ridad, que no es rara en las especies de este género, presenta caracteres muy diferenciales de los restantes Dipi/lidium, como son su pequeño tamaño (25 mm. en nuestros ejemplares hasta 45 mm.) y la existencia de 80 ganchos distribuidos en cuatro coronas. Los ganchos de las tres primeras, tienen la forma de uña de gato y sólo los de la última tienden a la forma general en este género que es la de una espina de rosal. Los ganchos de las primeras coronas son de 36 a 50 ¡x de longitud. Poros genitales dobles, situados en el primer tercio de los anillos aun no completamente maduros y en el primer cuarto en los carga- dos de huevos. Cápsulas parenquimatosas que encierran cada una un solo huevo. Dipylidium Chyzeri v. Ratz, 1897.— Intestino delgado; dos veces. Los caracteres más esenciales son: poseer 12 a 13 coronas de ganchos en forma de espina de rosal, y que van decreciendo de tamaño desde los anteriores que miden 14 [jl de altura: Huevos dispuestos uno en cada cápsula parenquimatosa. La longitud de los ejemplares que poseemos varía de 120 a 270 mm, Epimys rattus frugiVorus Rafinesqiie. — 15 autopsias. Mymenolepis diminuta Rudolphi, 1819.— Intestino delgado; dos veces (13 por 100). Synphacia obvelata Rudolphi, 1802 {=Fiisaria obvelata Zeder, 1803; Ascaris obuelata Rwá., 1802; Oxyiiris obvelata Brem- ser, 1819; Oxyiiris stroma Linstow, 1884).— Intestino ciego; tres veces (20 por 100). Epimys norVegicus Erxleben (var. albina). — 6 autopsias. Cysticerciis fasciolaris Rudolphi (= Larva de la Taenia crassi- collisRuá.., 1810).— Enquistada en el hígado; dos veces en seis ejemplares disecados, procedentes de Algeciras (Abril, 1917). Dlí HISTOIÍIA NATURAL 147 Mus musculus breVirostris Waterhouse.— 3 autopsias. Cysticerciis fasciolaris Rud (=Larva de la Taenia crassicollis Rud, 1810). — Enquistada en el hígado en un caso. Pitymys ibericus regutus Miller. — 15 autopsias. Syphacia obvelata Rudolphi, 1802. — A las muchas especies que parásita este oxyurido, podemos añadir esta raza típica grana- dina del Pitymys ibericus, cazada en los alrededores de Gabia la Grande (Granada) en el mes de Noviembre de 1917; solo hemos hallado en todos los ejemplares disecados la especie que mencionamos, parasitando el intestino ciego en 4 casos, es de- cir, aproximadamente, un 26 por 100 de frecuencia. Columba livia domestica Gmelin.— 20 autopsias. Davainea crassula Rudolphi, 1819 (= Taenia columbae Zeder, ISOO). — Intestino delgado; una vez (5 por 100). Como Fuhrmann ha demostrado (Neiien Davaineiden. Centralbl. f. Bakt., etc. Abt. I. Orig., tomo x, lám. ix, págs. 94 y 124, 1909), esta especie no tiene los poros genitales unilaterales, sino irregular- mente alternando (i. d. i. i. i. i. i. d. i. d, i. d. i. i. i. i. i.). Los restantes caracteres de nuestros ejemplares son: longitud total = 250 a 400 mm.; latitud máxima = 4 mm. Escolex de 230 'j. de diáme- tro; ventosas de 90 ;j.; róstelo con cerca de 70 ganchos en do- ble corona y cada uno de 20 u de longitud. Bolsa del cirro pi- riforme, de 100 \i. de longitud. Cada anillo contiene 30 a 40 testículos. Cápsulas parenquimatosas muy visibles, formadas por dos partes, una periférica esponjosa, poco coloreada y otra central coloreada en pardo obscuro, de 90 ;ji de diámetro, en donde se sitúan 3-4 huevos. Heterakis columbae Gmelin, \1%Q {= Ascaris maculosa Rud., 1802).— Dos veces (10 por 100), habitando de preferencia el in- testino delgado; en un caso, el número de parásitos era tan ex- traordinario, que llegaba casi a obturar dicha región intestinal. Turtur auritus Bp. — 3 autopsias. Bertiella Delafondi Railliet, 1892 (= Taenia sphaenocephala Megnin, 1891; Taenia Delafondi Ra\\\\Q.i, 1892).— De lasares 148 BOLETÍN DE LA REAL SOCIlíÜAI) ESPAÑOLA observaciones efectuadas, dos corresponden a tórtolas cazadas en los alrededores de Granada, hallando en una de ellas sólo un ejemplar de la especie en cuestión y otro de los casos pro- cede de una tórtola disecada en Baeza (Jaén) por el Sr. Cos- collano, profesor de Historia Natural de aquel Instituto. El cestode que nos ocupa fué descrito muy confusamente por Megnin (Un nouveaii taenia dii pigeon, ou plutót une espéce douteuse de Rudolphi rehabilite. C. R. Soc. Biol. 1891, pági- nas 751-753), creyendo haber vuelto a encontrar la Taenia sphce- nocephala Rudolphi, confundida por Linstow en su compendio de helmintología y por Krabbe en su trabajo anotado en otras ocasio- nes, con la Davainea crassula Rud., 1819. Railliet (Sur un tae- nia du pigeon domestique représentant une espéce nouvelle. C. R. Soc. Biol., 1892, págs. 49-51) demuestra que la tenia de Me- gnin no puede confundirse con la especie descrita por Rudolphi como parásita de la paloma casera, creando una nueva especie que denomina Taenia Deiafondi Railliet. Posteriormente Fuhrmann (Bemerkungen über einige Vogelcestoden. Centrab. f. Bakt., etcétera. Abt. I., tomo xxix, 1901, págs. 757-763), estudiándolos ejemplares originales de Rudolphi y Railliet, demuestra que la Taenia Deiafondi Railliet es una genuina Bertia, por tener iner- me el escolex, poros genitales alternando irregularmente y huevos sin aparato piriforme y que nada tiene que ver con la Taenia sphcenocephala Rudolphi, la cual es una típica Drepanidotaenia (= Tíymenolepis), que posee 10 ganchos en el róstelo y en los anillos tres testículos. Ahora bien, el nombre Bertia propuesto por Blanchard en 1891 es homónimo áoX Bertia Ancey, 1888, co- rrespondiente a un género de moluscos, por lo que Stiles y Hassal, en 1902, lo sustituyen por el de Bertiella. Gallus galliiiaceus Pallas. — 100 autopsias. Davainea cesticillus Molin, 1858 (= Taenia infundibuliformis Dujardin, 1845).— Intestino delgado; en un 17 por 100 de los casos. Los ejemplares completos que tenemos sólo alcanzan una longitud de 25 a 70 mm. por una latitud máxima de 1,4 mm. La Davainea mutabilis Rütner, 1901, está muy mal descrita y parece ser, en opinión de Fuhrmann y Ransom, idéntica con la Da- vainea certicillus Molin. Esta misma manera de pensar anota DK HISTORIA NATURAL 149 Skrjabin en su trabajo «Zivei neuen Cestoden der Hausvógeh (Zeitchrift f. Infektionkr., tomo xv, 1914, págs. 249-260). Davainea tetragona Molin, 1858 (= Davainea Bothrioplitis Piaña, 1881. Dav. parechínobothridalAaga\\\^es? , 1898. Dav. longícollis lAoWn?, 1858).— Intestino delgado, desprovisto de quistes; en un 3 por 100 de autopsias. A más de las diferencias mencionadas en la nota anterior (Bol. de la R. Soc. Esp. de HiST. Nat,, tomo XVI, 1916, pág. 61), para diferenciar esta espacie de la Dav. echinobothrida Megnin, 1880, debemos anotar que en esta última especie los poros genitales se sitúan alternando irregularmente en los bordes laterales de los pro- glotis, mientras que eri la Dav. tetragona Molin son unilate- rales. Hymenolepis cantaniana Polonio, 1860 {=Taenia cantaniana Polonio, 1860. Davainea oligophora Magalhaes, 1898). In- testino delgado; en un 4 por 100 de casos. Esta especie, en- contrada por Polonio en el pavo común de Padua, fué incluida por Blanchard (Notíces helminthologiques, deuxiéme serie. Mem. Soc. Zool. de France, 1891, tomo iv, págs'. 439-440) con duda en el género Davainea, encontrándose también como parásito intestinal del faisán, pavo real y pollo. La especie en cuestión es de seguro una de las más discutidas. En 1898 Magalhaes (/Votes d'/ielminthologie brésilienne; s\x\hme note. Arch. Parasit. París, tomo i, núm. 3, págs. 445-449) describe con el nombre de Davainea oligophora un teniadeo encontrado en los pollos del Brasil. En 1899 Railliet y Lucet (Sur l'identité du Dav. oligophora Magal et du Taenia cantaniana Pol., Arch. Parasit. París, tomo ii, núm. 1, págs. 144-146), demuestra la abso- luta identidad entre las especies descritas por Magalhaes y Polo- nio, y, por último, Ransom (The Taenioid cestodes of North Ame- rican birds. Smith. Inst. U. S. Nat. Museum. Bull. 69, 1909, pá- ginas 36-41) hace un detenido estudio de esta especie, demostrando que es un genuino Hymenolepis. Tanto por tratarse de una espe- cie tan controvertida, cuanto por diferir algo los ejemplares estu- diados por nosotros, de los descritos por este autor, creemos de verdadero interés extractar la descripción dada por Ransom, ha- ciendo un estudio comparativo de los datos obtenidos por los dis- tintos observadores que de ella se han.ocupado, como puede verse en el cuadro siguiente: Tomo xviii.-Marzo, 1918. 10 150 boletín de la real sociedad española I ■S¿iS 1 '^ »r o E ¿ s . • -■S':? .1 SPI OJ ir ra XJ OT 3 0) "O 3 O CT O "o o Z ¿ iq|8s 8 ;— ¡ •+- C en o ra ra ra ro DJ c^i Mo 1 w 4- e . •a § So £i^d li S"2e Cí ral ro -»-• 3 ro a3 <^ E 3 o O" O LO COOl ro ^ o o o ^ «oío co ■o E II S ¿ ^■gco C/) LO ¿ O) =1 V^Vi W o ra ra ra lO (M TT OÍ ra -( fO en •^^ ^ o ■ \n 5*0 S i 1 1 ^ E ^r . « « '^ ra _; rt u c 5 SiS.E rL rL lO i^ IB lO ra¿ 3 w'E 2" 3 ii >.S : £t:_ ) q3.2í <" LO PO ra ra lO LO '* OÍ C3- co •^ ca 'tí-o = _E ."^3 0; ro 7-j 3^ C¿ 01 o E ¿ Eo -Iro 1 1 1 ^ a 00 £ ; c« 3 i cíT'ra 2" o; . 3 ro >. 05 — ■c: O V- % E ■C3 o •o 0) "ai •o C > 3 a j= ce si 3 S (j o en ra ra¿ 0) D aj •a -a -a ce C/3 73 É "^ :/3 T3 _C/3 o Ot3 CQ O =< — X 1^ n •t^ = ^ O ■ - ' "o bJ3 > o t/- = c o > E E M C/3 O C -^ o C C O 0) 'ra -ra ¡^ O O ra 1/) a; o 1- 'E c 3 . _ .^ o J JÜJ> J 0- b S, i -^' ^ — . ¿ ^o ^ ''-- "^ 1 1 1 3 «1 O O 1 O 1 ."Zm o '^psg ^Z: Ol Ol t-~ a I 1 í 1 Z 1 '. 7 0) N CC •o O ra (U •ro ■— ro o >) u o (U T3 o: T3 Q. 0) •o •^ 3 ro c U •^ o w > 0 = o •o '5) ce C! •a _ro •a T3 3 •d u de la 0 exc i a la r; loi longi a Ion derech izquier la longi ngitu titud. íbulo »- o _ - °^"« ngitud total, titud máxima pesor al nive stancia del p( stancia del ai ividad bucal, ófago muscu ófago entero lación entre c as. . , n entre ro cu ■-^^ > ; "O esota argan spícul elació 3 isa. . ngitu evos la o C3 t« — — J^ 'S> VI 0) ^ 'o O 3 O J J DJ Q Q o W W D¿ O üJ Cüí m jru 191 boletín de la real sociedad española Vanellus Vanellus L.— 3 autopsias. Anomotaenia variabilis Rudolphi, 1802 (= Taenia variabilis Rud., 1802).— Intestino delgado; una vez. Gallinago scolopacinus Bonap.— 3 autopsias. Choanotaenia stillifera Krabbe, 1869 (= Taenia, Hymenolepis stíllifera Krabbe, 1869).— Intestino delgado; una vez. Esta es- pecie, descubierta por Krabbe y descrita muy sucintamente en su valioso trabajo sobre los cestodes de las aves, fué estu- diada ligeramente de nuevo por Clerc en 1911, y últimamente Braczynska ha dado a conocer una acabada descripción en su re- ciente publicación Étiides anatomiques et histologiques sur quelqiies noiwelles espéces de cestodes d'oiseaux (Bull. Soc. Se. Nat. de Neuchátel, tomo xl, 1914, pág. 206). Este autor hace notar la discrepancia en la longitud de los ganchos, entre los ejemplares estudiados por Krabbe, que son de 45 a 55 [j. long., y los que él ha observado, que teniendo la misma forma de los representados por Krabbe (págs. 67-68, plana 8), alcanzan una longitud de 65 jx. Los individuos de esta especie que hemos obtenido y han sido objeto de estudio, no han llegado a tener proglotis cargados de huevos, pero presentan todos los caracteres anotados en la descrip- ción dada por Braczynska, menos el tamaño de los ganchos, que es el mismo que les asigna Krabbe. Sus caracteres son los siguientes: longitud total 3 a 4 mm. (según Braczynska oscila entre 5 y 6 milí- metros); latitud máxima, 0,4 mm. Escolex globoso de 250 \j. de diá- metro, con cuatro ventosas voluminosas elípticas, cuyo diámetro , mayor es' de 140 \t. y un róstelo de 70 [x de diámetro, armado por una corona sencilla de 10 ganchos idénticos a los representados por Krabbe y Braczynska, de 50 \x de longitud. Poros genitales alter- nando irregularmente. Choanoíenia embryo Krabbe, 1869 {=Taenia embr y o Krahhe, 1869).— Intestino delgado; 5 ejemplares en un caso. Aploparakis filum Goeze, \782 (=Taenia filiim Goeze, 1782: Monorcliis fiiliim Clerc, 1902).— Intestino delgado; 4 ejempla- res en una vez. Aploparakis crassirostris Krabbe, 1869 {= Taenia variabilis DE HISTORIA NATURAL 155 • Rud. ex parte, 1802; Taenia crassirostris Krabbe; Monar- chis crassirostris Krabbe, Clerc, 1902).— Intestino delgado; 5 ejemplares en una disección. Helodromas ochropus L.— 2 autopsias. Anomotaeni-a globulus Wedl, 1856 {= Taenia globulus Wedl, 1856; Choanotaenia globulus Wedl, Clerc, 1903).— Intestino delgado; una vez. Rana esculenta L.— 33 autopsias. Porrocoecum numidicum Seurat, 1917.— Este ascárido, reciente- mente descrito por Seurat como parásito duodenal de la Rana ridibundaFa\\,áe Argel y Aumale (Argelia) (Sur une Ascáride de la Grenouille, C. R. Soc. Biol. París, 1917, tomo lxxx, pá- ginas 94-97), lo poseíamos en nuestras colecciones parasitológi- cas desde primeros de 1915, entre las muchas especies a clasificar que por falta de bibliografía esperan el momento oportuno. Sólo lo hemos hallado dos veces (6 por 100), habitando el duodeno; en la primera vez encontramos cinco hembras y un macho, y en la segunda dos hembras y dos machos. Brama rayí Bloch.— 10 autopsias. Gymnorhynchus reptans Rud., \S\Q{=Scolex gigasCxxv., 1817; Floriceps saccatus Cuv., 1817; Anthocephalus elongatus Rud., 1819). — Larva de un 7'e/rar/!í//zc//«5 (según Vaullegeard del Tetrarhynchus gigas Vaulleg., 1899). En los músculos; muy abundantes en siete observaciones de 10 ejemplares proce- dentes de Almuñécar (Granada). Es creencia vulgar que las japutas o papardos que poseen en sus músculos este parásito tienen sus carnes más finas, siendo preferidas por los aficiona- dos a este pescado. Astacus torrentium Schz. Distomum isostomum Rud., 1819.— Los ejemplares de esta especie proceden de Madrid (Octubre de 1912), y han sido recolectados en el celoma de varios cangrejos de río disecados por el doctor Nonídez, quien tuvo la amabilidad de donárnoslos para su cla- sificación. 156 boletín de la. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Estudio petrográfico de tres hachas neolíticas pulimen- tadas, de la colección de D. Luis Mariano Vidal, proce- dentes de Villahermosa (Ciudad -Real) por M. San Miguel de la ('amara con la colaboración de J. Marcet Riba. (Lámina iv.) Hace algún tiempo que deseaba hacer el estudio micrográfico de algunas hachas pulimentadas, de color negro o verde obscuro, cuya naturaleza a primera vista suponía no era de jadeita, ni de cloro- melanita; pero tampoco podía, sin más examen, definir la especie petrográfica que las forma. Comuniqué a mi querido e ilustre amigo D. Luis Mariano Vidal mis deseos, y poco después tuvo la amabilidad de suministrarme tres esquirlas, pequeñísimas, es verdad, pero que me podían servir para clasificar la especie petrográfica de dichas hachas. Dos de las esquirlas eran de unos 2 mm'-*; la otra, de 1 cm^ a pesar de la pequenez del material, gracias a la habilidad y paciencia de mi dis- tinguido discípulo D. Jaime Marcet, auxiliar interino de la cátedra de Geología de la Universidad de Barcelona, pude disponer de tres preparaciones, suficientemente delgadas, sin perder nada del ya escasísimo material. El éxito de este primer intento me animó a proseguir la labor, y el Sr. Vidal, siempre dispuesto a ayudarme y favorecerme en mis investigaciones, me ofreció muestras de varias hachas que, sucesi- vamente, iré estudiando. En las obras de Prehistoria de España que he podido consultar, no he encontrado mención alguna de hachas formadas de anfibo- lita; y en las dos. notas que sobre la naturaleza de las hachas pu- limentadas de España se han publicado, tampoco se cita esta roca entre los materiales empleados para la confección de dichos instru- mentos neolíticos. La primera nota se debe al Dr. F. Quiroga: «So- bre el jade y las hachas que llevan este nombre en España» (Ana- les Soc. Esp. Hist. Nat., tomo x); en ella no menciona ninguna con caracteres análogos a las que me ocupan, ni cita el autor la anfi- bolita entre los materiales que el hombre neolítico empleó en España para confeccionar sus hachas pulimentadas. La segunda se publicó Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. IV. Fiff. 1." Fig.! Fi«. 4. Fig. 5." Fig. 6.' CIEDAD ) •ilgunas hacBaF-ptttírríeñtadas, de color negro o verdeoBscurb, cuya .idturaleza a primera vista suponía no era de jadeita, ni de cloro- í'ielanita; pero tampoco podía, sm más examen, definir la especie petrográfjfitrtjlie las~fmujTa . Co^í«íiniqué a mi queridoX^iiustre amigo D/Luis Mariano Vidal miy deseos, y poco después ruvo la amalj^dad de suministrarme tyes esquirlas, pequeñísimas, ^sVerdad, aero que me podían servir aratclasificar la especie ipetrográfica de«ic¿ias hachas. Dos de Isn esquirlas eran ^e unos 2 mni*; la otrat de 1 cm'; a pesaKde la equeñez del material, gracias a \k habUmad y paciencia de mi dis- nguido discípulo D. Jaime Maraet, auxilVar interino de la cátedra de^GeoIogía de la universidad de-.Barcelona, pude disponer dg tres preparaciones, sufieieiitemeníé delgadas, sirK^Derder nada del ya escasístn;o material. El éxito üe-^stE-fffímer intento me animó a proseguir la labor, y el Sr. Vidal, siempre dispuesto a ayudarme y favorecerme en mis invesrigaciones, me ofreció muestras de varias hachas que, sucesi- '. ''mente, iré f^studiar. 1o. i a de España que he podido cqnsultar, ú;. alguna de hachas formadas de anfibo- i- ■ .. - que sobre la naturaleza de las hachas pu- limentad,' t', han publicado, tampoco se cita esta roca entre los ni.iuuiults empleados para la confección de dichos instru- mentos neolíticos La primt • ■ bre el jade y ui l:f chv; qiif les Soc. Esp. caracteres análo^o.-j a, iüo t,:K bolita entre los materiíiíes qi e t para confeccionar sus iiarh ; 1:01 ■^e al Dr. F. Quiroga: «So- >mhre en España» (Ana- n enciona ninguna con j (•! autor la anfi- ' 'opleó en Españf< ^tmda se publicó Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. IV. Fig. I. Fig. 2." Fig. 3. Fig. 4.' Fig. 5.' Fig. 6.' DE HISTORIA NATURAL 157 en el tomo xvi del Bol. Com. Mapa Geol. de España, y se titula «Las hachas de piedra pulimentadas en España», por don Lucas Ma- Uada; el autor reproduce el trabajo anterior de Quiroga y añade algunos datos y observaciones personales, pero tampoco dice haber visto hachas de anfibolita. Nuestro estudio tendrá, por lo menos, la importancia de dar a conocer el uso en España de mayor variedad de materiales para la obtención de hachas pulimentadas que los conocidos hasta ahora. Y si en nuestra investigación bibliográfica hubiéramos olvidado algún trabajo que ya indique la existencia de estas clases de hachas en España, tampoco habríamos perdido del todo el tiempo. Las tres hachas pueden clasificarse como anfibolitas plagioclási- cas, pero en su estructura y composición difieren notablemente. I Hacha de roca verde obscura, compacta, de grano mediano; la fractura fresca es verdosa y deja distinguir agujas y laminillas ver- des, brillantes, de anfibol; la parte pulimentada permite reconocer mejor la composición y estructura de la roca; en ella se perciben a simple vista láminas o granos ne- gros de anfibol y otros gris claro verdosos o rojizos de feldespato. Tiene las siguientes dimensiones: 106 X 82 X 50 mm.; pesa 804 gr.; su peso específico es 3. De su forma da idea precisa la fig. 1.^ Al microscopio ofrece estructu- ra granoblástica, compuesta de anfibol y feldespato con algo más del primero que del segundo, de cuarzo escaso y de magnetita re- lativamente abundante (lám. iv, figuras 1 y 2). El anfibol se presenta en lámi- nas cuadrangulares o irregulares; unas secciones muestran cruceros prisrnáticos paralelos entre sí; otras son francamente fibrosas y casi todas ellas con bordes deshilachados. En la preparación, extraordi- nariamente pequeña (menos de 2 mm'-), no hay secciones según (001), pero hay dos que forman con este pinacoide ángulo pequeño Fig. I.*"— ''2 de su tamaño. Cl. deD. L.M.Vidal. 158 BOLKTIN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA y permiten medir con gran aproximación el valor del crucero pris- mático (los ángulos medidos son de 123° y de 57°). Es de color verde, a veces algo rojizo, teñida por óxido de hierro; su pleo- croísmo es fuerte, ng verde obscuro, Um verde ligeramente azulado y np verde claro amarillento; algunas fibras son más claras, ng ver- de claro y Up incoloro, y en ellas aparece muy patente un crucero normal al eje mayor de la fibra. Las láminas tienen ángulos de ex- tinción según el crucero prismático, de 12° a 24°; las fibras ofrecen extinción paralela a la fibra o de ángulo de 8° a 13°; puede obser- varse que el ángulo de extinción aumenta con la coloración del mineral; en las incoloras no llega a 15° y en las de color verde in- tenso alcanza a 24°; todas ellas son positivas según el alargamien- to. Los datos apuntados nos permiten clasificar el anfibol que forma placas y fibras muy coloreadas como horblenda común; las fibras de coloración muy débil como actinota y las incoloras con extin- ciones paralelas o de pequeñísimo ángulo, como antofilita o gedrita. El feldespato es muy xenoblástico: en la preparación no hay sec- ciones convenientemente orientadas para poder determinar su es- pecie; unas se extinguen de una sola vez, otras presentan bandas polisintéticas regulares y no muy estrechas y otras se componen de dos elementos, semejando, por su manera de presentarse entre N +, a las maclas de Carlsbad; es incoloro muy limpio y de igual refrin- gencia que el bálsamo del Canadá, y birrefringencia muy débil, de 0,005 a 0,036. A primera vista y en muchas secciones se con- funde fácilmente con el cuarzo, que también existe, aunque más es- caso, en la roca. Aunque con cierta reserva nos permitimos clasifi- car como anortita y ortosa estos feldespatos. La magnetita es abundante, próximamente un 20 por 100 de la roca; se presenta en placas grandes irregulares y en granos pequeños. II Hacha de roca gris verdosa, compacta, de grano finísimo: la frac- tura reciente es casi negra y no permite distinguir elemento al- guno; sólo se reconoce, con el auxilio de la lente, una parte negra y otra gris clara; la parte pulimentada es mucho más clara y en ella se destacan mejor los dos elementos, blancos y negros. Tiene 136 mm. de largo, 65 de ancho y 30 de espesor; pesa 413 gr. y su peso específico es 2,99 (fig. 2). En preparación microscópica presenta estructura grano-nemato- blástica y cribosa, compuesta de fibras finísimas de anfibol agrupa- DE HISTORIA NATURAL 159 das en asociaciones radiales, longitudinales, a modo de manojos de finísimas fibras, en penachos y en formas irregulares; de placas verdes con multitud de pequeños granos incoloros incrustados que determinan la estructura cribosa. Ambas formas, juntamente con masas y granos irregulares de magnetita, placas y granos de fel- despato y granos de cuarzo, forman la compleja estructura de esta roca (lám. iv, figuras 3 y 4). El anfibol se ofrece en placas y en fibras; las placas son, unas de color verde, muy pleocroicas, con ex- tinción y birrefringencia propias de la horblenda común; otras de color verde muy pálido, menos pleocroicas con ex- tinción ondulada, y que atribuímos a la variedad de actinota llamada nefrita; su birrefringencia es menor que la de las placas de horblenda. Las fibras son de color verde claro, poco pleocroicas (ng verde claro, Up incoloro); su extin- ción varía de 8° a 12°, birrefringencia menor que las placas de horblenda y de nefrita, positiva según el alargamiento; caracteres que nos llevan a clasificarlas como actinota. Además de las asocia- ciones q-ue hemos dicho que adoptan es- tas fibras, se las ve también aisladas en- tre los demás elementos; a veces parten de una placa de horblenda algunas fibras; a pesar de su extremada delgadez, se componen de dos o tres individuos, de tal manera dispuestos, que su extinción es simétrica con relación al plano de macla o de asociación (+ 12° — 12°), en otras los cristales parecen asociados según un plano normal a la fibra, y una parte de ella aparece iluminada, mientras la otra parte está extinguida, siendo el ángulo de extinción diferente para las dos partes. Las porciones o placas cribosas se componen de una substancia verdosa, poco o nadapleocroica, que no tiene acción sensible sobre la luz polarizada (ni aun con la lámina de yeso puede demostrarse una débil birrefringencia) y que no podemos referir con seguridad a ninguna especie mineral conocida; pudiera ser un producto ser- pentinoso o cloritoso, resultado de la alteración de algún anfibol o Fig. 2.^— ■/2 de su tamaño. Cl. de D. L. M. Vidal. 160 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA piroxeno, pero serían necesarios ensayos microquímicos para clasi- ficar con seguridad la substancia que nos ocupa. Los granos incrus- tados son de feldespato indeterminable y de cuarzo. El feldespato se presenta sin formas propias y, en general, sin maclas, lo cual hace difícil clasificarle y aun distinguirle del cuarzo que le acompaña en la roca; excepcionalmente se observan elemen- tos idioblásticos con bandas polisintéticas, pero por su pequenez y por la falta de secciones convenientemente orientadas es imposible determinar con seguridad la especie de plagioclasa a que corres- ponde; es siempre incoloro y muy límpido, de refringencia próxima- mente igual a la del bálsamo del Canadá y de birrefringencia inter- media entre la del cuarzo y la de la nefelina; entra en proporción muy inferior a la de los elementos negros, próximamente un 20 por 100 de la roca. La magnetita, relativamente abundante, adopta, en general, clara ordenación paralela. III Hacha de roca negra, compacta, de grano finísimo; la fractura fresca es gris muy obscura y no deja percibir elemento alguno; la parte pulimentada es negra, semi-mate y per- fectamente homogénea. Sus dimensiones son 66x46x26 mm., pesa 120 gr. y su peso relativo es de 2,9 (fig. S.""). Examinada con el microscopio ofrece es- tructura grano-nematoblástica de elementos finísimos, constituida esencialmente por an- fibol, plagioclasa, cuarzo y magnetita (lámi- na IV, figs. 5 y 6). El anfibol se presenta en delgadísimas Fig. 3."— V2 de su tamaño. . j- • . • 1 j ci. de D. L. M. Vidal. agujas, ordmanamente aisladas y sin orien- tación determinada, formando una apretada trama reticular, en placas fibrosas y en placas continuas. Las fibras son incoloras o algo verdosas, poco o nada pleocroicas; su extin- ción varía de 8" a 22°; la birrefringencia es variable, bastante ele- vada en las de extinción superior a 15° y menor en las de extinción inferior a 12°; todas son positivas según el alargamiento. Creemos que estas fibras y agujas pueden referirse a dos especies: a la acti- nota las más coloreadas y de mayor ángulo de extinción, y a la an- tofilita las incoloras y de extinción paralela o de pequeño ángulo. DE HISTORIA NATURAL 161 Las placas ofrecen caracteres de horblenda unas y nefrita otras. El feldespato, asociado al cuarzo, forma la base fundamental de la roca y presenta los mismos caracteres que en la roca anterior. La magnetita no adopta aquí ordenación paralela tan manifiesta, pero se ve cierta tendencia a ella, y desde luego es el único elemen- to con estructura paralela. En España son abundantes las anfibolitas plagioclásicas en Sierra Nevada, Guadarrama y el Pirineo, principalmente. De las descrip- ciones y rocas que conocemos de estas regiones, sólo algunas de la Sierra Nevada, descritas en el tomo publicado por la Comisión del Mapa Geológico de España (1890-93), titulado «Estudios relati- vos al terremoto de Andalucía ocurrido el 25 de Diciembre de 1884», son semejantes a las estudiadas en esta Nota. En el «Estudio geo- lógico del Sur de Andalucía desde la Sierra Tejeda a la Nevada», por Ch. Barrois y A. Offret, págs. 159 y 160, se describen pizarras actinolíticas (anfibolitas) con anfibol en agujas y en penachos, y un producto verdoso de descomposición; el feldespato es ortosa, labra- dor o anortita poco maclada; hay, además, cuarzo. En el «Estudio geológico de la Serranía de Ronda», por Michel Levy y Bergeron, página 188, se describen otros tipos ricos en magnetita e ilmenita, compuestos de anfibol y labrador y de anfibol y anortita. En cambio las anfibolitas que describe D. Domingo de Orueta en su «Estudio geológico y petrográfico de la Serranía de Ronda» (Me- morias del Instituto Geológico de España) no se parecen en nada a las aquí estudiadas, como puede comprobarse con las hermo- sas microfotografías que acompañan a sus descripciones. (Laboratorio de Geología de la Facultad de Ciencias de Barcelona.) Explicación de la lámina. Fig. I.**— Luz natural. Aumento, 60 diámetros: 1, horblenda; 2, plagio- clasa; 3, magnetita. (Cl. J. Marcet.) Fig. 2.^— Luz polarizada, nicoles -j-- Aumento, 60 diámetros. Cl. J. Mar- cet.) Fig. 3.^— Luz natural. Aumento, 60 diámetros: 1, nefrita; 2, horblenda; 3, producto verdoso isótropo con incrustaciones de cuarzo y feldespato (estructura cribosa); 4, feldespato; 5, granos de cuarzo; 6, magnetita. (Cl. J. Marcet.) Fig. 4.^— Luz polarizada, nicoles -|- • Aumento, 60 diámetros. (Cliché J. Marcet.) Fig. 5.^*— Luz natural. Aumento, 60 diámetros. (Cl. J. Marcet.) Estruc- tura grano-nematoblástica de elementos muy menudos. Fig. 6.^— Luz polarizada, nicoles -|- . Aumento, 60 diámetros (Cliché J. Marcet.) 162 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Trampas cuaternarias para espíritus malignos por Hugo Obermaier. Entre los productos de la civilización del Archipiélago de la India Oriental (Célebes e islas vecinas, Malaca) se destaca un grupo de objetos singulares que tienen el nombre de salasa, an-^ chak, klangkang, etc., los cuales han sido descritos por varios auto- res, habiéndose dedicado a su estudio, en primer lugar, A. B. Meyer y O. RlCHTER (1). Trátase de unos armazones bastante pequefios, de la forma gene- ral de una «jaula», confeccionados con varillas o astillas. El andamio primitivo de esta «arquilla» suele estar entretejido con líber, hilos o materiales semejantes, y además ostenta, por lo regular, colgadu- ras de haces de hojas deshilachadas o de largas hierbas, a modo de espesas franjas (fig. 1.*'^). En las costas existe una variedad de esta jaula que semeja una canoa, encontrándose también armazones de aspecto combinado entre barco y jaula. El objeto de estas jaulas es de índole religiosa, siendo usadas como trampas de cacodemones («god-cage»), esto es, para la cap- tura de espíritus malignos. Son aparatos con los que se efectúa la magia de protección, aprisionando a los espíritus en ellos para impedir que sigan haciendo daño, y en donde a menudo se colocan agradables y tentadores señuelos para que los espíritus caigan con más facilidad en la trampa. Son de mucha importancia, además, las colgaduras áo. flecos y ma- nojos, pues no sólo ejercen éstas gran atracción sobre los espíri- tus, sino que es creencia que fácilmente se enredan en ellas, cuan- do, seducidos por conjuros y señuelos, se aproximan a las trampas, y una vez enredados ya no pueden escaparse. Estas jaulas son luego expuestas con el «espíritu capturado» o depositadas en deter- minados lugares de culto (en el templo de los espíritus, etc.), en (1) A. B. Meyer und O. Richter: Ethnographische Miszeüen, ii, (Nr. 1. Qeisterfallen im Ostindischen Archipele). «Abhandlungen und Berichte des Konigl. Zoologischen und Anthropologisch-Ethnographi- schen Museums zu Dresden.» Bd., x, 1902-1903. [Abhdlg. 6]. Dres- den, 1903. Fig. \.^— Trampas malaicas de espiritas. A, de Eandangan (Célebes septentrional).— B, de Célebes meridional.— C, de las Islas Nanusa.— D, de Malaca.— E, de Célebes meridional.— F, tipo canoa, de Célebes meridional.— Según A. B. Meyer y O. Richter. 164 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPATs^OLA donde permanece aprisionado el cacodemón. En la costa se procede a la exposición de la jaula-canoa dentro del mar, por lo cual los in- dígenas creen deshacerse para siempre de su contenido. Esta es la idea más generalizada, y por ello es probablemente también la más antigua de las conocidas sobre la «captura de espí- ritus dañinos». En los restantes casos se «emplean estas jaul,as prin- cipalmente para la magia de enfermedades, en el sentido de que se supone al enfermo poseído de un «espíritu de enfermedad», pues acercan al enfermo la jaula con su contenido de señuelo y se exor- ciza al espíritu por conjuros e incluso por la fuerza (con tiros, etc.) y se le «captura» entonces. En otros lugares, habiendo perdido el enfermo la «fuerza vital», interpretada como «alma pequeña», sirve la misma jaula para capturar esta almita que a su vez, puede ser reintegrada al cuerpo por hechizo. Idea aun más reciente parece ser aquella que ve en las arquillas arriba descritas, no trampas de cacodemones, sino habitaciones de espíritus (casetas de espíritus). En ellas se alimenta a las almas de los antepasados con comida y bebida; por lo cual éstas se encargan de la protección de los habitantes, alejando a los espíritus dañinos. Para este efecto, se las lleva a menudo al sembrado y a la selva para servirse también allí de su buena influencia. Estas trampas de espíritus son, como veremos, la expresión de conceptos y usos antiquísimos, que aun en el día de hoy están dispersos, por lo menos, por toda la zona malaica. Suponiendo que estuviesen dibujadas las mencionadas tram- pas de espíritus, de perfil o vistas desde arriba, sin perspectiva y sólo en sus contornos característicos, resultarían formaciones que se parecerían de un modo sorprendente a los pretendidos tectifor- mes cuaternarios. En efecto, limitados al arte parietal cántabro^aquitánico (1), (1) Pertenecen además a este grupo del arte las capas de dibujos más antiguas de la Cueva de la Pileta (Málaga). Véanse las obras: E. Cartailhac et H. Breuil: La Cáveme d'Altamira. IMónaco, 1906. L. Capitán, H. Breuil et D. Pevrony: La Cáveme de Font-de-Gamne. Monaco, 1910. H. Alcalde del Rio, H. Breuil et L. Sierra: Les Covernes de la Re- gión Cantabriqíie (Espagne). Monaco, 1911. H. Breuil, H. Obermaier et Alcalde del Rio: La Pasiega. Monaco, 1913. H. Breuil, H. Obermaier et W. Verner: La Pileta. Monaco, 1915. DE HISTORIA NATURAL 165 muestran a menudo estos tectiformes una forma general de «cho- zas» y construcciones semejantes, lo que hizo suponer a sus des- cubridores que se tratase de reproducciones de chozas o tiendas. A medida que aumentaban los descubrimientos, aumentaban también los materiales y resultó que numerosas variantes de este tipo no podían relacionarse en modo alguno con viviendas humanas. Esto fué motivo para que algunos autores interpretasen los tectiformes como trampas de animales, teoría hasta cierto grado plausible, puesto que si se reprodujesen los diversos tipos de trampas de los pueblos salvajes y hasta de los campesinos actuales, se obtendrían figuras semejantes a las de aquéllos (1). Sin embargo, hay que observar a esto, que el arte todo de la ci- tada región tiene un carácter religioso muy marcado. Las pinturas no fueron hechas con fines meramente «decorati- vos», puesto que en gran número de ocasiones se hallan colocadas en lugares apenas accesibles, en los nichos más recónditos y rodea- das de la más absoluta obscuridad. Puede afirmarse con seguridad que los grabados son muchas veces del todo «invisibles» y fueron confeccionados sólo para la vista del autor y de la Divinidad. Estos trogloditas fueron arrastrados hacia la prolongada noche de las cavernas por un encanto místico, que les llevó a practicar en ta- les lugares la magia de la caza Ésta se usa, aun hoy, por ejem- plo, en Anam, en donde es costumbre grabar en la arena el dibujo del animal a cuya caza se quiere proceder; de esta manera se efec- túa el conjuro y la matanza simbólica. Coincide con esto el que en Viaux, en la cueva del Castillo, en la de la Pasiega y otras, se vean colocadas sobre algunas representaciones de animales, flechas o azagayas, pintadas como indiscutibles testimonios de los conjuros efectuados sobre ellos (2). Por consiguiente, no es comprensible que en esos misteriosos lugares de culto se encuentren al lado de las figuras de magia animal, otras de «retratos», al parecer banales y faltos de importan- cia, como serían los de chozas y trampas de animales. Deben de tener estas «figuras tectiformes» una idea más profunda, religiosa, (1) Esta idea nos fué sugerida estudiando el artículo de R. Avelot et H Gritty: La chasse et la peche dans les foréts de l'Ogoué (Congo fron<;ais).—L' Anthropologie, tomo xxiv. Paris, 1913 (págs. 663-678). Véanse especialmente las figuras 5, 6, 7,8, 10, 11, 12 y 13. (2) Véase H. Obermaier: El Hombre Fósil. Madrid, 1916 (ca- pítulo vil). Tomo xviii.— Marzo, 1918. 11 166 boletín de la REAL SOCIKDAD ESPAÑOLA que esté en correspondencia con todo el ambiente misterioso en el cual se hallan enclavadas. La fantasía de estos hombres primitivos estaría, sin duda, como poseída del temor a poderes hostiles invisibles, así como lo es la de los actuales pueblos salvajes. La dura lucha por la existencia, las desgracias, la mala suerte se figuraban ellos que era, con seguridad, la obra de espíritus hostiles; la neutralización de éstos era, pues, por lo menos, tan importante como el asegurarse un buen éxito de caza de animales. ¿Qué más natural, entonces, que el interpretar los numerosísimos tectiformes como trampas de espiritas, figura- das en las cavernas, aproximadamente, en tamaño natural? No puede ser pura casualidad la coincidencia tan extraña de es- tas representaciones cuaternarias con las trampas de cacodemones de la actualidad etnológica. A pesar de su gran variedad forman aquellos tectiformes, evi- dentemente, un grupo único y uniforme, resaltando siempre la for- ma fundamental de las jaulas o formaciones estrechamente empa- rentadas con ellas, que fueron tiendas, chozas, arquillas, cesti- tas o semejantes entretejidos cerrados, que no pudiendo ser com- prendidos sin exclusión como viviendas humanas, caben, en cambio, sin esfuerzo, en los grupos de las trampas de espíritus y jaulas, que, en efecto, pueden tener una forma muy variable y cuyo ele- mento esencial lo compone un armazón cerrado que sirve de prisión (1) (fig. 2.'*). Siendo ya de por sí muy plausible esta hipótesis, porque toma en cuenta lógica y naturalmente, toda la mentalidad del hombre cua- ternario, queda aún más reforzada por notables detalles que se observan en estos tectiformes. Pues estos signos muestran a menudo un relleno sorprendente de entretejido que recuerda enteramente las paredes tejidas de las trampas actuales de espíritus, las cuales con (1) Existen al iado de estos tectiformes, tomándolo en el verdadero sentido de la palabra, otros signos simbólicos que, en algunos casos, podrían ser efectivamente, «tectiformes» de representación sencilla, pero que casi siempre pueden simbolizar cosas o ideas de otra índole, y sobre cuya significación no estamos enterados en lo más mínimo. En esta breve comunicación hacemos abstracción completa de seme- jantes figuras de edad postcuaternaria y de paralelos etnográficos del arte rupestre exótico. Pues parecen representarnos otros círculos de mentalidad, aumentando con ello, desde luego, las posibilidades de su interpretación. DE HISTORIA NATURAL 167 frecuencia son bastante artísticas y con «entradas» abiertas para aquéllos. Pero aun es más interesante que conozcamos del cuaternario va- rios «tectiformes» que muestran lazos y flecos, que cuelgan libres de los contornos. Estos lazos y flecos tienen suma importancia en las trampas de espíritus modernas de muchas regiones, porque en ellos es dónde se enredan los cacodemones cuando se acercan a la trampa, bien provista de señuelos. Reproducimos como muestras varios tectiformes de las conocidas cavernas de La Pileta y Altamira, tectiformes dibujados a la lige- ^ t^^^^^^ Fig. 2.^— Trampas cuaternarias para espíritus malignos («tectiformes» en forma de jaulas, en general con tejido de relleno). a, b: Cueva de Font-de-Gaume (Dordoña).— c, d, e: Cueva de la Pasiega (Santan- der).—/:- Cueva de Altamira (Santander).— Según H. Breiil. ra, pero en los que, sin embargo, están figuradas los flecos con con- ciencia, seguramente por considerarles importantes y esenciales. A estas piezas, probablemente figuradas desde arriba, hay que añadir otras, vistas de perfil, que existen en la cueva del Buxii (cerca de Cangas de Onís, Asturias), descubierta por el Conde de la Vega del Sella (fig. S.'"*). Tienen la forma evidente de «arquillas» tejidas, de las cuales se ven, colgando hacia abajo, tejidos libres, una parte deshilachados y en forma de red otra, de modo que aquí se impone involuntariamente la convicción de que estamos en presencia de trampas de espíritus del estilo de las modernas malaicas. Puede suponerse, pues, que en la época cuaternaria depositarían trampas o jaulas originales en las cuevas sagradas, considerándose como necesario el figurarlas a la vez en las paredes con los correspondientes actos de magia, 168 boletín de la. real sociedad española Fig. 3.^— Trampas cuaternarias para espíritus malignos («tectiformes» con flecos exteriores para la captura). a-f: Cueva de la Pileta (Málaga). —¿•, A, cV Cueva de Altamira (Santander); \a i: Según H. Breuil.]— *-h; Cueva del Buxu (Asturias). Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII.— Lám. V. W-A yu'.0 («Rev. R. Acad. Cien. Ex. Fís. y Nat.», t. xv, Abril, 1917). A pesar de su fecha, no hace mucho que se ha publi- cado este trabajo. El autor sigue utilizando los ricos materiales existentes en la co- lección de ortópteros de su padre. Estudia 16 especies de Traulia y una de Celebesia, género que crea. De ellas son nuevas seis, y dos subespecies, de Tonkín, Filipinas, Célebes, etc. Las descrip- DE HISTORIA NATURAL 203 ciones están hechas con la exactitud y precisión heredadas por Bo- lívar y Pieltain. CoDiNA (Ascensi): Cicindeles de Catalunya («Treballs de la Inst. Catal. d'Hist. Natural». Barcelona, 1916). Aparecido recien- temente. Trabajo minucioso en que, después de la bibliografía y descripción del género, se ocupa de las 1 1 especies o variedades halladas en Cataluña, con cuadros para determinar unas 64 aberra- ciones o formas. Lleva cinco dibujos y una lámina en color, con 26 figuras. Seguramente será útil para los recolectores de este varia- ble género en otras provincias de España. CoDiNA (Ascensi): Heteróceros de Cataluña, 2.^ serie («Boletín de la Soc. Arag. de C. Nat.», t. xvii, núms. 1, 2 y 3). Después de referirse el autor a algunos trabajos publicados por otros, pos- teriormente a su 1." serie («Bol. de la Soc. Arag.», 1914), indica las localidades en que ha hallado casi todas las mariposas que cita, así como los nombres de algunos colectores que le han proporcionado las restantes. La lista que sigue, enriquecida con abundantes noti- cias y datos biológicos, según costumbre de este concienzudo ento- mólogo, comprende 192 especies o formas, de ellas, 90 nuevas para Cataluña, entre las que hay 42 también nuevas para toda la Pen- ínsula. Es, por tanto, un refuerzo muy valioso que prueba la asidui- dad de tan benemérito lepidopterólogo. CoDiNA (Ascensi): Heterocers nous per a la fauna de Cata- lunya {<^Bni\\. Inst. Cat. Hist. Nat.» Marzo, 1918). Lista, con lo- calidades, de 90 especies encontradas por él, nuevas para Cataluña, de las cuales 41 (que marca) eran también nuevas para la Península. Sociedad Entomológica de España. Con este nombre se ha constituido en Zaragoza, con fecha 9 de Enero, una Sociedad para el estudio de los insectos en sus aspectos teórico y práctico, admi- tiendo también trabajos sobre otros animales inferiores, excepto los moluscos. Publica un boletín mensual, y ha nombrado presidente a D. Hermenegildo Corría y secretario al R. P. Longinos Navas, y ya cuenta con más de 70 socios. Para los que ya llevamos muchos años con afición a las Ciencias Naturales es agradable observar el desarrollo que vienen adqui- riendo tales estudios. Durante casi un cuarto de siglo la Sociedad 204 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Española de Historia Natural puede decirse que reunió en sí sola todo lo que en España se publicaba sobre Historia Natural, salvo algunos pocos estudios de las Academias de Madrid y Barcelona. Después fueron apareciendo, sucesivamente, la Catalana, la Arago- nesa; empezaron los importantes y extensos trabajos del Museo de Madrid, la Asociación del Progreso de las Ciencias (que siempre tiene uno o más tomos en cada Congreso dedicados a nuestra sec- ción) y, recientemente, las publicaciones del Museo de Barcelona. Y, sin embargo, no solamente no disminuyen las anteriores, espe- cialmente las de la Española, cada vez de más importancia, sino que aun el impulso científico puede crear otros organismos. La Sociedad Entomológica de España, hermana menor de todas las demás, empieza con un Boletín, hoy modesto, pero que es de suponer que contribuirá también a los adelantos de la ciencia es- pañola. Fuente (José M.'* de la): Catálogo sistemático-geográfico de los Coleópteros observados en la Península ibérica, Pirineos y Baleares. («Bol. Soc. Entomológica de España» t. i, núms. 1 y siguientes). No es ocasión de juzgar este extenso Catálogo, que sólo está en su principio. Pero sí puedo afirmar una vez más que creo de gran utilidad todo lo que sea recopilación metódica de un grupo de insectos. Podrá tener defectos la obra del Sr. La Fuente, fácil será hallárselos, puesto que la crítica es fácil, pero con tales defectos, su utilidad será enorme y seguramente todo coleopterólqgo español lo consultará en lo sucesivo. Tales labores son ingratas, los naturalistas notan más bien sus errores, pero ellas aumentan el núme- ro de aficionados, por las facilidades que dan para el estudio. La ex- periencia muestra que, en cuanto hay un trabajo sintético sobre un grupo, se cazan más insectos de él. Navas (P. Longinos): Tricópteros nuevos de España: 5." se- rte. («Broteria: Serie zoológica, v. xvi, fase, i; Braga, 1918). Des- cribe: de la familia Riacofílidos, P. Laufferi sp. n., semejante a fraudulenta Mac Lachl., de La Ceana (Lauffer!); /?. viduata sp. n., de Roní (Lérida) afine a tristis Pict. y producía Mac Lachl., R. chesa sp. nov., de Hecho (Huesca), semejante y menor que aquitanica Mac Lachl. De la familia Limnofílidos, Grammotau- lius basilicus Nav. 9 nueva, sobre ejemplares del Museo de Ma- drid; Halesus productus sp. nov., de San Ildefonso (Segovia), DE HISTORIA NATURAL 205 (Mz. Escalera!); //. laureatiis sp. nov., del Escorial (Lauffer!). De la familia Hidropsíquidos, H. pulla sp. nov., de San Ildefonso (Co- lección Seebold, Museo de Madrid), y crea el nuevo gen. Ulmeria, dedicado al Dr. Jorge Ulmer, dándole por tipo Hydropsyche le- pidaPlct. De la familia Policentrópidos, Neurocentropus (n. gen.), verniis sp. nov., de Sobradiel (Zaragoza); Lithax anceps sp. nov., de Espot (Lérida); Brachy cent rus seruatus sp. nov., de San Fiel (Portugal) (Tavares!); Micrasema vestitum sp. nov., de Benasque (Huesca), y Seriscostoma médium Nav. var. parallela nov. de Cañizares (Selgas! Museo de Madrid). Navas (P. Longinos): Excursiones entomológicas por el N. de la provincia de Lérida. («Butll. Inst. Cat. H. Nat.^>, Febrer, 1918). Tras una ligera reseña de viaje, enumera 108 especies o varieda- des de Neurópteros y órdenes afines (Paraneurópteros, Tricópte- ros, etc.). Entre ellas describe nuevas: Baetis nexus, de Sant Joan de l'Erm; Chrysopa vulgaris Schn. var. gemella nov., pa- recida a rubrícala Nav., de Lérida, Navarra y Huesca; Aleurop- teryx aequalis n. sp., afine a Lcewi Nav., de Lérida, Navarra y Huesca; Stenophylax nigricornis Pict. var. mista nov., semejan- te a testacea Zett., de Sant Joan de l'Erm; Drusus bicolor n. sp., afine a chrysotus Ramb., de Montenartró, y Pseudagapetus pla- cidus n, sp., semejante a insous Mac Lachl., de Sant Joan de l'Erm. Con algunas otras que nombra y no describe, o que ya ha descrito el mismo autor en anteriores publicaciones, resultan 14 especies o va- riedades nuevas, o sea, el 12 por 100 de las cazadas en dichas excur- siones. Nueva prueba de lo que falta por descubrir en nuestros in- sectos. — Del Sr. Fernández Navarro (sección de Madrid). Termier (Pierre): Contribution a la connaissance de la tec- tonique des Asturies: anomalies au contad du Houiller et du Déüonien d'Aranao. «C. R. de l'Acad. des Se», t. 166, núm. 11, página 433. (Con una carta geológica esquemática y tres pequeños cortes.) El sabio geólogo francés ha comprobado que el contacto del de- vónico (eifeliense) y el hullero (westfaliense superior) en Arnao es siempre anormal, y que una zona de rocas milonitizadas se inter- cala constantemente entre ellos; los bancos próximos al contacto toman frecuentemente la disposición lenticular que caracteriza a los 206 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA estratos estirados. El espesor de la zona milonítica puede llegar a 50 metros. El milonito se ha constituido, sobre todo, a expensas del devónico, que está mucho más perturbado que el hullero. El autor va estudiando minuciosamente el contacto de ambos te- rrenos en todos los puntos en que sus condiciones son fácilmente observables. La pequeña carta que acompaña al trabajo permite seguirle con facilidad en esta labor. Los cortes hacen patente la disposición general y las relaciones de las diversas capas entre sí. De las investigaciones del profesor Termier y de lo que se sabe por los trabajos de explotación de esta hulla, resulta que la miloni- tización del devónico al contacto del carbónico de Arnao es un fe- nómeno general. Este hecho tiene gran importancia, porque aclara mucho todo un capítulo de la historia tectónica de Asturias. Debe- mos agradecer al eminente académico esta contribución importante con que enriquece la historia geológica del Norte de nuestra Pen- ínsula. Notas y comunicaciones. Notas sobre briozoos por Manuel Gerónimo Barroso. Habiendo logrado reunir nuevos materiales de briozoos, es mi propósito el ir dando a conocer las especies de nuestras costas, mientras preparo un trabajo de conjunto acerca de todas ellas. Has- ta ahora, en mis publicaciones anteriores, he dado cuenta ya de 105 especies, cuyos representantes, en su mayoría, se conservan en la Estación de biología marina de Santander, y otras, en mi colec- ción particular. DE HISTORIA NATURAL 207 Gen. Alderina Norman, 1903. Alderina imbellis (Hincks, 1860). Membranipora imbellis Hincks.— New Poolyzoa from Ireland (Quar, Jour. Micr. Soc, vol. VIII, p. 275, lám. xxx, fig. 1). — — Jelly. — Synonymic cat. of rec. mar. Bryozoa, 1889, p. 151. — — Calvet.— Expt. sct. du «Tra- vailleur» et du «Talismán», Bryooz., 1906, p. 389. Una pequeña colonia sobre un fragmento de concha de molusco. La Marona, Santander. Las zoecias son referibles a los dibujos de Hincks, 1 y 2, lám. xx (Hist. of brit. mar. Polyzoa, 1880), y las márgenes de las mismas marcadamente granulosas, semejantes en aspecto a la Biflustra aquiianica jnWien, 1903. Norman eligió esta especie como tipo de su género Alderina, utilizando los caracteres siguientes para la diagnosis: pared frontal por completo membranosa, contorno de ordinario granuloso, sin es- pinas laterales. Sinavicularias, pero con poros nodulosos, fre- cuentemente desarrollados a los lados de la zoecia. Ovicela generalmente con una costilla o con un área deprimida por de- lante. Poros-cámaras (de los autores ingleses), dietellas (de los franceses) en la especie tipo (fig. 1."), en número de dos pares laterales y uno dis- tal; bien dibujados por Levin- sen (Zoología Dánica. Mosdyr, 1894, lámina iv, fig. 27). Actualmente las antiguas especies de Membranipora se clasifi- can en géneros y aun en familias diferentes. Canu y Bassier, 1917, han propuesto un grupo Membraniporae, divididido en cuatro sec- ciones: I, sin ovicela; II, ovicela endozoecial; III, ovicela hipers- Fig. l.'^— Alderina imbellis (Hincks). Poros-cámaras, según Levinsen. 208 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA tomial cerrada por la valva opercular; IV, ovicela hiperstomial no cerrada por la valva opercular. Las especies españolas de Membranipora citadas por mí en tra- bajos anteriores quedarían agrupadas, y con la situación genérica que se expresa a continuación: Sección I Gen. Membraniporina Levinsen, 1909. Membraniporina ? membranácea (Linné, 1766-1768). 1912. Membranipora membranácea G. Barroso. — Brioz. Est. Biol. mar. Santander (Trab. Mus. de C. Nat., núm. 5, página 18). Esta especie la pongo con interrogante dentro del género y de un modo provisional, porque Membraniporina no es un género defi- nido, sino más bien un grupo artificial propuesto por Levinsen. Canu ha propuesto un género Nichtina, pero yo no he podido aun proporcionarme la obra en que está publicado. Gen. Conopeum Norman, 1903. Natural History of East Finmark (Ann. Mag. Nat. Hist. (7); vol. 11, p. 586). Conopeum Lacroixi Ant. 1912. Membranipora reticuliim G. Barroso.— (Trabajo indicado, página 19.) Sección IV Gen. Callopora Gray, 1848. Callopora lineata (Linné, 1766-1768). 1912. Membranipora lineata G. Barroso.— (Trabajo indicado, página 20.) Ülí HISTORIA NATl'RAL 209 Callopora Dumerilii (Audouin, 1826). 1912. Membranipora Dumerilii Q. Barroso. — (Trabajo indicado, página 18.) Callopora tenuirrostris (Hincks, 18S0). 1917. Callopora tenuirrostris G. Barroso.— Notas sobre brio- zoos. (Bol. R. Soc. Esp. de Hist. Nat., Octubre, p. 495.) Gen. Amphiblestrum Gray, 1848. Amphiblestrum Flemingii (Busk, 1853). 1912. Membranipora Flemingii G. Barroso.— (Trabajo indicado, página 20.) Gen. Alderina Norman, 1903. Alderina imbellis (Hincks, 1860). Fam. Opesiulidae Jullien, 1888. Subfamilia Mlcroporinae Hincks, 1880. Gen. Rosseliana Jullien, 1888. Rosseliana Rosseli (Audouin, 1826). 1915. Membranipora Rosseli G. Barroso.— (Bol. R. Soc, Esp. de Hist. Nat., Octubre, p. 414.) Palmicellaria tenuis Calvet, 1906. Palmicellaria tenuis Calvet. — Exp. sct. du «Travailleur» et du «Talismán» Bryooz., p. 431, lám. xxviii, figs. 7 y 8. Fragmento de la parte inferior de una colonia. Santander. La colonia se ramifica dicotómicamente, pero con los entrenudos muy cortos, comprendiendo de ordinario tan sólo dos zoecias bise- riadas cada una. Calvet ha dejado incompletamente definida esta especie, y yo he tropezado también con los inconvenientes que des- 210 boletín de la REA.L SOCIEDAD ESPAÑOLA pues de seco el ejemplar presentaba unos reflejos tan particula- res, que fué necesario calcinar para su observación, perdien- do con esto, datos sobre el opérenlo y avicularias; pero en cambio en el ejem- plar original, lasovi- celas se daban como desconocidas y el nuestro las presenta (fig. 2.^) poco sa- lientes, casi inmer- gidas, lisas y abrién- dose muy profunda- mente en el peris- toma? Como falta el opérenlo no he po- dido determinar las relaciones de éste con la ovicela. El lado dorsal de la colonia se corresponde muy bien con la figura de Calvet; única- mente los poros son más abundantes. Fig. 2.^— A, Palmlcelloria tennis Calvet; B, Procesos espinosos del peristoma, con avicularias. Noticias de los trabajos realizados en el Perú en el siglo XVIII por los botánicos Tafalla y Pulgar, recogidas en el Archivo de Indias de Sevilla por Francisco de las Barras de Aragón. Muchos son los documentos que en el Archivo de Indias se en- cuentran pertenecientes a la labor de nuestros naturalistas en el Perú en la brillante época de las Comisiones botánicas del siglo xviii. Fre- cuentísimas son las notas de envíos de ejemplares. Tomando algu- nas al azar para citarlas como ejemplos, nos referimos a la comuni- cación del Presidente de la Contratación de Cádiz, fechada en dicha ciudad en 22 de Julio de 1788, y dirigida al Ministro D. Antonio DE HISTORIA NATURAL 211 Valdés, en que se da cuenta de que los oficiales reales de Lima re- mitieron por la Fragata Concordia tres cajoncitos, «uno con se- tenta rendiciones de plata y quatro de oro, y los dos restantes con semillas destinadas al Jardin Botánico». El Ministro contestó en 6 de Agosto del mismo año ordenando se le enviaran. (Estante 145, cajón 7, legajo 23.) Fechando en Lima en 15 de Diciembre de 1788, el Virrey del Perú, Croix, dio cuenta al Ministro del envió de un cajoncito de semillas que le había entregado, para su remisión, el botánico Tafalla. «Dicho cajoncito, con la carta del Virrey, pasó a S. M. en 26 de Abril del 89, según la resolución de S. E., que corre bajo la orden de 29 de Abril de 89 al expresado Virrey expresándole el enterado del decreto que expidió para suspender la remensura general de tierras por los in- convenientes que halló de parte de los intendentes y sus subdelega- dos». No hemos encontrado los documentos, cuya carpeta, de donde tomamos la noticia, añade que pasaron a otros expedientes de Lima de 1789. En una nota de envío, sin fecha ni indicación de procedencia, pero que parece referirse a objetos de varias partes, dice: «Asimismo vienen dos cajones de hojalata que contienen 585 dibujos de plantas iluminadas que han remitido los botánicos del Perú». Además de los casos precedentes hemos encontrado, cuando in- vestigábamos en el Archivo de Indias noticias referentes a Filipinas, varios documentos de los botánicos Tafalla y Pulgar, que creemos merecen se dé cuenta de ellos, entre otras razones porque ponen de manifiesto su cooperación con los naturalistas de la expedición de Melaspina. Todos estos documentos proceden del estante 145, ca- jón 7, legajos 23 y 24. El Virrey del Perú, D. Francisco Gil y Lemos, con fecha 14 de Abril de 1790, en Lima, comunicó el envío por la fragata Princesa (que por cierto era propiedad de la Real Compañía de Filipinas) de diferentes plantas vivas, que al efecto habían preparado los botáni- cos Tafalla y Pulgar. La relación firmada por estos dice: «Lista de las plantas vivas que remitimos al Excmo. Sr. D. Antonio Porlier en el navio nombrado Princesa para el Rl. Jardin Botánico de Ma- drid.—Cinco barriles.— N." 1 . Plumieria, vulgo Sache 2; Casias 1 . N.° 2. Mimosa Inga, vulgo Pacae 2; Ficus radicans, vulgo Higue- ron 1.— N.°3. Mimosa Inga, vulgo Pacae 6; Achiias Cuamosa, vulgo Luciemo 1; Psydium, vulgo Palillo 1; Ficus radicans, vul- go Higueron 1; Semillas de la Coffea, vulgo café, sembradas.— 212 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA N.° 4. Celiisia 1; Hibiscus, vulgo flores Chinenses 4; Singenesia, vulgo Estrella Mexicana 1; Peitaria, vulgo árbol del Ajo 1. — N." 5. Malpighia granatifolia, vulgo Cerezas, semillas de Lúcu- ma, sembradas. — Lima y Abril 10, de 1790.— Juan Tafalla.— Fran- cisco Pulgar.» De otro envío del Perú se acusó recibo en Madrid en 30 de Di- ciembre de 1790. La comunicación del Virrey del Perú, D. Francisco Gil de Lemos, está fechada en Lima en 20 de Mayo de 1790. Tiene una orden marginal puesta en Madrid, en que se dispone que parte de esas semillas se remitan al Jardín Botánico establecido en Tene- rife y el resto vayan a disposición del Rey. La carta de los botánicos al Ministro D. Antonio Porlier, dice: «Exmo. Sor.: Participamos a V. E. como en el Navio Princesa, que salió de este puerto el dia 17 de Abril, tenemos remitidas cinco macetas de plantas vivas para el Rl. Jardin Botánico de esa Corte, cuyas listas entregué en esta Rl. Secretaría para que se las dirigie- sen a V. E. para su inteligencia, y esperamos lleguen con felicidad por haberse hecho cargo de su cuidado D. Teodoro de.Croix; y por ahora remitimos a V. E. un paquete de semillas para dicho Jardin, cuyas listas tengo entregadas en dicha Secretaría, a mas de la que incluimos dentro de esta; las dichas semillas son las únicas que se han podido acopiar, pues hallándome convaleciente después de cua- tro meses de una peligrosa enfermedad, y encargando los médicos que escuse la inmoderada agitación, causa que fue de la dolencia pa- sada, no me ha sido posible recolectar mayor contidad.» «La escasez de nuestros sueldos no nos permite excursiones fo- ráneas sin incurrir en empeños y semejantes trabajos acaecidos. Esta desproporción y el anhelo que nos asiste por salir a los Andes, donde puede lucir nuestro trabajo y comisión, nos ha obligado a represen- tar varias veces a V. E. esta urgencia, sobre lo cual V. E. deter- minará lo que tuviere por más conveniente y certificarse de todo por los Srs. D. Hipólito Ruiz y D. José Pavón, prácticos en estos expedientes en estas expediciones.— Ntro. Sr. prospere la impor- tante vida de V. E. m, a.— Lima y Mayo, 15 de \7Q0.— Juan Tafa- lla . — Fran cisco Pulgar. » «Lista de las semillas remitidas al Excmo. Sr. D. Antonio Por- lier, para el Rl. Jardin Botánico de Madrid en 15 de Mayo de 1790. — N." 1. Ricinus major, vulgo Higuerilla.— N." 2. Annona muri- cata, vulgo Huanabana.— 3." Annona sculenta, vulgo Chirimoya. — 4.° Tropeoluní volubile, vulgo Pajaritos.— 5.° Eupatoriuní Dlí HISTORIA NATURAL 213 scandens, vulgo Hiedra —6." Celisia, vulgo frutos para la ciá- tica.—7." Diiamellia Manglillo, vulgo Menglillo.— 8." Convolvii- lus piinicens, vulgo enredadera.— 9/' Mimosa pern'ambucana.— 10. Palma, vulgo Cocos de Chile. — 11. Clutia, vulgo Piñones de montaña. — 12. Eupaíorium, vulgo Chilca. — 13. Gemís novum, vulgo Pájaro bobo. — Juan Taf alia.— Francisco Pulgar. Este cajón fué remitido por el virrey D. Francisco Gil de Lemos con oficio que fechó en Lima el 20 de Mayo de 1790, y en Diciem- bre del mismo año llegó a Madrid, según recibo de 30 de dicho mes. La cooperación de los botánicos de referencia a la expedición científica de Malaspina no dejó de tener importancia, como se de- muestra con varios documentos que tratan de las excursiones reali- zadas con los naturalistas que acompañaban al insigne marino, y en las cuales ellos, por su parte, recogieron ejemplares, que remitieron a Madrid. Con fecha 15 de Junio de 1790 decían, dirigiéndose al mi- nistro D. Antonio Porlier: «Excmo. Sr.: Participamos a V. E. como por orden del Excmo. Sr. Virrey de estos Reynos y a petición del Sr. D, Alexandro Malaspina, comandante de las dos corbetas de S. M., salimos, hoy dia de la fecha, de esta capital en compañía de los botánicos de dichas corbetas a hacer una excursión por las quebradas y cordilleras próximas coií el fin de acopiar algunas pro- ducciones naturales pertenecientes a su comisión, de cuya expedi- ción damos parte a V. E. para su inteligencia.» «En el navio nombrado «la Mexicana», próximo a hacerse a la vela, de este puerto al de Cádiz, remitimos a V. E. dos cajones de las raices de una planta llamada Okas en la lengua vulgar, con el fin de que procree en el Rl. Jardin Botánico de esa Corte, como planta tan importante.» «Asimismo mandamos a V. E. en este correo, por dirección del Excmo. Sr. Virrey, un cajoncito con diez y seis especies de semi- llas para el expresado Jardin Botánico, cuyas listas incluimos a V. E. para su inteligencia.» «Nuestro Sr. guarde la importante vida de V. E. m. a. Lima y Junio 15 de 1790.— /wo/z Taf alia.— Francisco Pulgar. «Lista de las semillas remitidas al Excmo. Sr. D. Antonio Por- lier para el Rl. Jardin Botánico de Madrid en 15 de Junio de 1790. — N.° 1. Ricinus maj'or, vulgo Higuerilla.— N.° 2. Annona muri- cata, vulgo Guanábana. — 3.° Annona sculenta, vulgo Chirimoya. 4.'' Eupatorium scandens, vulgo Hiedra.— 5.° Eupatorium, vulgo Chilco,— 6.° Clutia, vulgo Piñones de la montaña.— 7.° Tro- ToMO xviii. -Abril, 1918. 14 214 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA peolum ü ol ubi I e, vvXgo Pajaritos. — 8.° Convoluiilus punnicens, vulgo enredadera.— 9.° Genus novum,vu\go Pájaro bobo. — 10.^4/2- nona reticulata, vulgo Anona. — 11. Mimosa pernambiicana. — 12. Palma, vulgo Cocos de Chile.— 13. Celisia, vulgo Frutos para la ciática. — 14. Capsicum, vulgo Aji arnancho. — 15. Psidium, vul- go Palillos.— 16. Genus novum, vulgo Avellanas de ChWo,.— Juan Taf alia. —Francisco Pulgar. (E. 145; C. 7; L. 24.) El mismo Virrey, D. Francisco Gil, fechando en Lima a 3 de Sep- tiembre de 1790, remitió al ministro D. Antonio Porlier un cajon- cito de semillas que le habían entregado los botánicos D. Juan Ta- falla y D. Francisco del Pulgar, con destino al Jardín Botánico de Madrid. Según decreto marginal de 22 de Marzo de 1791, debían pasar a manos de D. Carlos Ruta, para que las presentara al Rey. En la misma fecha se acusó recibo al Virrey del Perú. La comunicación de los botánicos al ministro dando cuenta del envío dice: «Excmo. Sr.: Participamos a V. E. cómo el día seis del presente llegamos a esta capital, de regreso de la excursión que de orden del Excmo. Sr. Virrey de. estos Reynos emprendimos en compañía de los naturalistas de las corbetas de S. M., que llegaron a este puerto del Callao, bajo el mando del Sr. D. Alejandro Ma- laspina, habiendo recorrido las quebradas inmediatas a la capital y hasta las montañas de Huanuco, en las que se acopiaron varias plantas, semillas, aves y minerales, aunque en corta cantidad, por haber sido el tiempo tan limitado.» «Por dirección del Excmo. Sr. Virrey de estos Reynos, remiti- mos a V. E. un paquete con veintitrés especies de semillas, cuyas listas tenemos entregadas a dicho Excmo. Sr. a más de la que in- cluimos a V. E. para su inteligencia». «Nuestro Señor prospere la importante vida de V. E. dilatados años. Lima y Agosto 30 de 1790.— /«a/z Taf alia. — Francisco Pulgar. » «Lista de las semillas que contiene el paquete remitido al Exce- lentísimo Sr. D. Antonio Porlier en 30 de Agosto de 1790». — N.° 1. Bignonia simplicifolia.—2. Bignonia ccsrulea, vulgo Hiara- visco. — 3. Bignonia, vulgo Carnagero. — 4. Cineraria? acaulis, vulgo Calhua-calhua.— 5. Senecio odoratus.—Q. Capsicum, Yu\go Rocoto. — 7. Bitneria aculeata, vulgo uñas de gato.— 8. Genus noüum., vulgo Cautu.— 9. Mimosa vilco, vulgo Vilco.— 10. Cos- tus ? — \\. Ignota.— \2.— Ignota ? Ant. Genus novum ex Oc- tandriis?—\d>. Eupatorium.—\A. Ignota.— \5. Cactus multian- DE HISTORIA NATURAL 215 gularis, vulgo Pitafaya.— 16. Ranvolfia odorata.— \l . Ignota, ex Dioecis, vulgo Lloqui.— 18. Costas?— \Q. Ignota.— 2^. Da- xanta.—2\. Duamellia, vulgo Manglillo.— 22. Mimosa, vulgo Huarango.— 23. Citrus, vulgo limón úW\.—Juan Taf alia.— Fran- cisco Pulgar. >^ Los envíos se hacían sin interrupción, tal fué el de 20 de No- viembre del mismo año 1790, en cuya fecha firmada solamente por Tafalla se puso la siguiente comunicación al ministro: «Excelen- tisimo Sr.:Tor dirección del Excmo. Sr. Virrey de estos Reynos, remitimos a V. E. un paquete con veintidós especies de semillas y cinco dibujos pertenecientes a la flora peruana, cuyas listas tene- mos entregadas a dicho Excmo. Sr. por triplicado, a más de la que incluimos a V. E. para su inteligencia.» «Hacemos presente a V. E. como estamos esperando nos conceda la gracia de aumentarnos el sueldo según y como lo tuviere por conveniente, para emprender nuestras excursiones por las monta- ñas, con el fin de acopiar varias producciones naturales pertene- cientes a la Historia Natural, con especialidad plantas vivas y se- millas dignas de atención para aumentar el número de ellas en ese Real Jardin Botánico, que es el fin a que se dirigen las intenciones del Soberano, pues lo limitado de nuestros sueldos no nos da lugar a hacer excursiones tan dilatadas sin que experimentemos algúii empeño, de todo lo cual podra V. E. si lo tuviere por conveniente informarse de los Sres. D. Hipólito Ruiz y D. José Pavón, quienes están impuestos en los gastos que se originan en dichas expedi- ciones.» ^ «Dios guarde a V. E. muchos años. Lima Noviembre 20 de 1790. —Juan Tafalla.y> (Estante 145, cajón 7, legajo 24.) En 16 de Diciembre de 1790 fechó el Virrey la comunicación al Ministro remitiendo la de los botánicos y la lista del envío; ésta dice así: «Lista de las semillas remitidas al Exmo. Sr. D. Antonio Por- lier para el Rl. Jardin Botánico de Madrid en 20 de Noviembre de 1790. — N.° 1. Bignonia, vulgo carruagero.— 2. Bignonia coeru- lea. — 3. Capsicum , vulgo Rocoto. — 4. Senecio odorus. — 5. Igno- to.—Q. Bignonia simplicifolia.—l . Ignota ex Dioecia, vulgo Lloqui.— 8. Vulgo Calluha-calluha.— 9. Costas. — \Q. Duamellia, vulgo Manglillo. — 11. Costas. — 12. Mimosa, vulgo Huarango.— 13. Portulaca, vulgo Lengua de vaca. — 14. Cucúrbita, vulgo Po- tito.—15. Ricinus maj'or. — 16. Solanum pepino, vulgo pepino. — 17. Cucúrbita, vulgo Maere.— 18. Citrus, vulgo Cidron. --19. Cu- 216 BOLETÍN DK LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA curbita, vulgo Mate.— 20. Cifras, vulgo Limón sutil. — 2\. Sida paniculata.—22. Tropeolum peregrinum, vulgo Pajaritos.— Di- bujos: 1. Cassia. — 2. Estrella Mexicana.—^. Mimosa.— A. Gon- zalezia dependens. — 5. Gemís novum, \\x\go Cantu.—Juan Tafa- lla.— Francisco Pulgar. y> (Estante 145, cajón 7, legajo 24.) De otro envío dieron cuenta al Ministro en comunicación de 20 de Junio de 1791 diciendo: «Exmo. Sr.: Parcipamos a V. E. como hoy,, dia de la fecha, salimos de esta Capital para las montañas de Hua- nuco, con el fin de acopiar varios productos naturales y sacar algu- nos dibujos de varias plantas que se nos piden de esa Corte perte- necientes a la Flora Peruana.» «En el navio del comercio nombrado La Concordia remitimos- a V. E. tres cajones de raices, frutos y semillas, para el Real Jar- din Botánico de esa Corte, cuya lista remitimos a V. E. para su in- teligencia.» «Por el correo del veinte de Mayo próximo pasado tenemos remi- tidos a V. E. por dirección del Exmo, Sr. Virrey de estos Reynos,. un cajón de semillas con diez y siete especies de semillas y diez y ocho dibujos pertenecientes a la Flora Peruana, cuyas listas tenemos- entregadas a dicho Exmo. Sor., a más de la inclusa en el mismo pa- quete. Nuestro Señor prospere la importante vida de V. E. m. a.— Lima y Junio 20 de \79\.— Juan Tafalla. — Francisco Pulgar.-» «Lista de las semillas, frutos y raices que contienen los tres cajo- nes remitidos en el buque del comercio, nombrado La Concordia, al Exmo. Sr. D. Antonio Porlier para el Real Jardin Botánico de Madrid en el aiio 1791.» «Cajón n,° 1 . — Raices de Okas, Olimos, Flores de San Juan o Be- gonia tuberosa, una enredadera o Convolvulus, dos Piñones de Montaña, Nueces del Rey no y frutos del Limoncillo o Cosrnia bal- sa mi f era. •!> «Cajón n.° 2.— Semillas de las dos especies de Higuerilla o Rici- nus maj'or et minor.» «Cajón n." 3.— Troncos de las tres especies de Suches o Plumie- ria para plantar.— y««« Tafalla.— Francisco Pulgar.» Este importante envío llegó a Cádiz y se dio cuenta al Ministro- por el Presidente de la Contratación; ordenándose en 1 1 de Noviem- bre de 1791 que remitiera todos los cajones a Madrid. (Estante 145,. cajón 7, legajo 24.) DE HISTORIA NATURAL 217 Modificaciones de la secreción láctea determinadas por la electricidad por J. Suárez de Figueroa. Después de presentar nuestra anterior nota sobre las modifica- ciones de la secreción del sudor determinadas por la electricidad, quisimos comprobar si se obtendrían los mismos resultados en la se- creción láctea, empleando los mismos medios que en el estudio de aquella secreción, es decir, de la electricidad galvánica, farádica y estática. Las pruebas realizadas fueron las siguientes: Electricidad galvánica; galvanización de la glándula: se realiza colocando uno de los polos sobre la glándula, el otro perdido a la espalda; intensidad, de 5 a 10.000 amperios; duración máxima, me- dia hora; en la piel que cubre la glándula y en la que aplicamos el polo se presentan las tres fases de rubor, calor y sudor, sucesiva- mente, pues primero se inyecta más o menos la parte en la que se actúa, después se da la sensación de calor y, por último, se presen- tan tenues, pequeñísimas, gotas de sudor. Resultado de la electrización en la forma dicha es un pequeño aumento en la secreción láctea, pudiendo extraerse más cantidad de leche que la que se obtendría en las mismas circunstancias, pero sin emplear la electricidad. Electricidad galvánica; galvanización del pezón: Con una corriente aun menos intensa que en el caso anterior, y en menos tiempo, se produce aumento de la secreción, pues aquí al poco tiempo de actuar se ven fluir pequeñas gotitas de leche por los conductos galactóforos; aquí la secreción estaría estimulada por excitación de los nervios sensitivos en sus terminaciones en el epitelio cutáneo, donde dice Cajal que los hacecillos nerviosos se dividen y subdividen varias veces por debajo del dermis papilar, engendrando un plexo más o menos horizontal de anchas mallas, se- parándose de los haces de este plexo algunas fibras que ingresan en el dermis papilar en el cual se dicotomizan varias veces; la ex- tremada sensibilidad de esta parte de la glándula, no solamente 218 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ante la electricidad, sino ante cualquier otro excitante, nos hace pensar que seguramente existen también en el pezón los llamados por Cajal meniscos o discos táctiles, corpúsculos orvideos (células de Merkel), debajo de los cuales existe un disco cóncavo convexo- continuado con una fibrilla nerviosa amedulada y que han sido evi- denciadas por Ranvier en el hocico del cerdo y en los pelos sensi- bles de los animales, habiéndose encontrado terminaciones seme- jantes, aunque desprovistas de células de Merkel, en el pulpejo de los dedos del hombre y glándulas sudoríparas; el encontrarse estos elementos en sitios de gran sensibilidad es por lo que creemos existan en esta parte de la glándula y faciliten impresionándose la secreción láctea. La electricidad galvánica determina una vasodilatación que favo- rece la secreción, lo que concuerda con las experiencias de Laffont, que vio que, exci4:ando el nervio mamario en la perra, entraba en erección el pezón, se dilataban los vasos y se segregaba leche; se da también una excitación funcional de la glándula, por la actua- ción de la electricidad sobre las fibrillas terminales que, como tiene demostrado Cajal acaban libremente sobre las células secretoras sin penetrar en el protoplasma, hecho confirmado por Fusari y Pa- nasci, Retzius, Muller y Cl. Sala. La electricidad farádica aumenta también el líquido segregado, pero los resultados son muy irregulares, no son tan seguros como con la galvánica. Siempre la electrización farádica tiende a aumentar la secreción, pero los resultados son inconstantes y variables. Así como empleando la electricidad Frankliniana en la secreción del sudor vimos que ésta disminuía y que aumentaba, en cambio, la cantidad de orina, esta electricidad no modifica en nada la se- creción láctea, lo que sin duda es debido a que la glándula requiere que se actúe directamente sobre ella, como se hace con la gal- vánica y farádica y no se consigue electrizando al sujeto de expe- rimentación; los chispazos, efluvios hechos sobre la glándula si tie- nen acción sobre la secreción, de ello nos ocuparemos en otra nota. Haciendo el resumen de todo lo dicho pueden darse las siguien- tes conclusiones: 1.° La electricidad galvánica aumenta la secreción láctea. 2.° La electricidad farádica aumenta la secreción láctea. 3.° La electricidad estática no aumenta ni disminuye esta se- creción. DE HISTORIA NATURAL 219 4." El aumento se debe principalmente a la cantidad de agua, por lo que es más pobre en principios, pero haciendo repetidas ac- tuaciones eléctricas van progresivamente aumentando estos prin- cipios. Acerca de la existencia de tierras negras en la submeseta meridional de la Península ibérica por J. Dantin Cereceda. Después del trabajo, harto conocido, de Ramann (1) y del publi- cado por el profesor Hernández Pacheco (2), apenas si se han alle- gado estudios o noticias acerca del carácter y proceso evolutivo en que al presente paran los suelos laborables de España. Un resumen muy sucinto acerca de su índole, génesis y distribución geográfica —con datos nuevos en una gran parte— ha sido publicado por nos- otros (3). En la región del Mediterráneo occidental, hasta la fecha, no se conocían otras tierras negras que las de Andalucía —tienen a Mar- chena por su centro— descritas en los trabajos de Ramann y H. Pa- checo antes citados y las del Norte de Marruecos, dadas a conocer por Thompson, descritas más tarde por Gentil (4) y por nosotros (5) en las zonas francesa y española, respectivamente. Con esta nota intentamos contribuir al conocimiento de las tie- rras negras de la Península ibérica. (1) Raman (E.): Das Vorkommen klimatischer Bodenzonen in Spa- nien. (Zeit. der Gesellsch. für Erdkunde zu Berlín, págs. 165-168, con una Schematisceen liarte der Bodenarten, lám. 14, 1902.) (Hay una nota bibliográfica de este trabajo, publicada por Calderón (S.) en el Bol. de LA Soc. Esp. DE HisT. Nat., toitio III, pág. 127, año 1903). (2) Hernández Pacheco (E.): Las tierras negras del extremo S. de España, etc. (Trab. del Mus. de Cieñe. Nat., serie geológ., núm. 13, páginas 1-27. Madrid, 1915.) (3) Dantín Cereceda (J.): Cultivo de las tierras de secano en las co- marcas áridas de España, 150 páginas, con 20 figuras 1916. (4) Gentil (L.): ¿'origine des ierres fértiles du Maroc occident. (Bull. Soc. Géolog. de Fr., ser. 4.^^, vol. viii, págs. 31-34, 1908.) Gentil (L.): Le Maroc physique, págs. 314-319. París, 1912. (5) Dantín (J.): Las tierras negras de Marruecos. (Trab. del Mus. Nac. de Cieñe. Nat., serie geológ., núni. 13, págs. 27-37 Madrid, 1915.) 220 boletín de la real sociedad española Hace ya tiempo que vienen solicitando nuestra atención ciertos manchones — poco extensos en general — de tierras negras exis- tentes en el ángulo NE. de la submeseta meridional. Se hallan situadas siempre en el dominio del neógeno continental y en el ám- bito de la gran estepa castellana. Particularmente se hacen más fre- Fig. 1."— Distribución de las tierras en parte de La Sagra (escala de 1 : 40.CC0). I. Tierras negras degeneradas.— II. Tierras mediterráneas. (Datos topográficos del Mapa de España, hoja núm. 630. Yepes.) cuentes en el territorio estepario de las cuencas del Henares y Ja- rama, más señaladamente en la del último. Sobre la distribución geográfica de estas tierras anunciamos otio trabajo. En esta ocasión habremos de referirnos únicamente a un pequeño manclrón hallado y estudiado en La Sagra (Toledo). Dos puntos sometemos a nuestra consideración: DE HISTORIA NATURAL 221 A) Cómo son y en donde se hallan las tierras negras de que se trata. B) Cuál puede ser su probable origen. A) En el extremo SE. de La Sagra (Toledo), en los kilóme- tros 50 a 53 de la línea de Madrid a Ciudad Real, cercanos a la estación de Villaseca-Mocejón, hay un patente manchón de tie- rras negras (fig. 1 .") que queda aproximadamente comprendido en- tre los 39° 59' y 39" 57' de latitud N. y los 0° T y 0° 10' de longi- tud W. de Madrid. Son, sin duda, alguna, tierras negras típicas, pero, en la actuali- dad, en vías de degeneración: su superficie está alterada y carece del color tan intensamente negro que nosotros vimos en los at-tua- res marroquíes. La degeneración y menoscabo subsiguiente del color superficial —quedado únicamente en negruzco— tiene lugar no más que en las capas superiores: a medida que se excava y profundiza se observa que se tornan más negras cuanto más hon- das, hasta llegar a tonos fuertemente negros. En el pozo sin reves- tir, señalado en la figura 2.^, de la finca del Sr. Christias, se observa muy bien el tránsito gradual desde la superficie negruzca —por de- generación y empobrecimiento en materia orgánica— hasta los to- nos patentemente negro mate, sin degeneración alguna, de las ca- pas más profundas (fig. 2.''). Las tierras negras del manchoncillo sagrefío en cuestión son pro- fundas: por término medio de dos a tres metros de espesor, siendo más frecuente este último. Están descansando sobre las margas azules (cenizales) y rojizas del sarmatiense continental castellano. Del mismo modo que las tierras negras andaluzas, las sagreñas son suelos esteparios, fuertemente impregnados de sales (nitro o sa- litre y epsomita principalmente). Tanto más negras y profundas, tanto más cargadas de sales. Creemos que esta concentración sa- lina se debe al triple y simultáneo juego de: a) Por encontrarse estas tierras en lugar llano —de penoso y lento desagüe — y en cotas más bajas que las de alrededor (Cerro de Villaluenga, Cerro de los Moritos, Cerro de Aceca, etc.), las aguas acarrean y acumulan en ellas las sales disueltas en más altos niveles. b) Las margas salíferas infrayacentes ceden a las tierras ne- gras por disolución y capilaridad las sales de que se hallan carga- das; y c) El crecimiento en riqueza salina en el espesor de las tierras 222 boletín de la real sociedad española A negras se agrava con el régimen actual de aridez y de sequía por cuanto impide el lavado que estos suelos han menester para quedar desembarazados de su exceso de sales. La capa (fig. 2.") se debe a la capilaridad que ha conducido des- de el fondo hasta ese nivel —deteniéndose en él por evaporación del disolvente — las sales disueltas. Si éstas llegan a aflorar en la propia superficie constituyen entonces los sue- los llamados en el país estrágales o asirá- gales. B) La modificación superficial de estos suelos y la presencia, todo en su torno, de una aureola pardo rojiza de arcillas ferruginosas — tierras ya propiamente mediterráneas (figu- ra I.**) — indican la fase en que se encuentran de su evolución. Son tierras negras en el pe- ríodo de su degeneración —bien que no muy avanzada — y de tránsito a las tierras rojas mediterráneas. Fueron en un principio origi- nadas por podredumbre de una vegetación muy herbosa que las fué ampliamente enrique- ciendo en materia orgánica durante tiempos, lluviosos. Ahora la materia orgánica se viene activamente quemando en un régimen clima- tológico, como el actual, de sequía creciente (llueven 360 mm. en La Sagra). La combustión es mayor y más rápida en la superficie que en las capas más profundas. Como en los tchernoziom rusos, la pradera primitiva ha degenerado, de par con el cambio climatológico, en la estepa salina, árida y seca. La estrecha adaptación — en la relación de causa a efecto— de los trigos — duros, recios, densos— a estas condiciones explica el éxito de su cultivo. No olvidemos tampoco la estepa de gramíneas (esparto, Stipa). D Fig. 2.^ -Corte del pozo sin revestir en la finca del Sr. Christias. A, Porción superior de la tierra negra, dege- nerada en la superficie (2 metros).— B, Capa de sulfates terciarios.— C, Porción inferior de la tierra negra (1 me- tro).—D, Margas azu- les sarmatienses. Escala de 1 : 50. DE HISTORIA. NATURAL 223 Especies nuevas o poco frecuentes en la fauna del Secundario de España por D. J. de Cisneros. Recientes investigaciones en el cerro del Aljibe, al S. de la Al- coraya, citado ya en otras ocasiones como lugar notabilísimo por la cantidad y calidad de los fósiles que encierra, han dado por resul- tado el encuentro de un individuo de la especie Pygope janitor Pict,, juntamente con otras especies que a continuación diremos. Al Sr. Albricias, mi antiguo discípulo y entusiasta aficionado, es a quien se debe este hallazgo. La especie que nos ocupa ha sido ya citada en España desde hace varios años, encontrada por Mr. Kilian en Fuente de los Frailes (Cabra), única localidad citada en el Catálogo general de las es- pecies fósiles encontradas en España, publicado en 1892(1), por el insigne Mallada, y claro está que, no indicándose otra localidad, no había hasta aquella fecha más datos acerca de esta especie, cir- cunstancia extraña, porque en aquellos años D. Juan Vilanova había visitado las cercanías de la Sierra de Crevillente, en donde abunda esta especie, juntamente con otras del género Pygope. Lo que me inclina a creer que la especie que nos ocupa ha debido confundirse con la Terebratula o Pygope diphya F. Col., o quizá con la Tere- bratiila o Pygope dilátala Cat., con las que tiene parecido. Muchos años hace que yo he encontrado esta especie en el Titó- nico de las provincias de Murcia y Alicante y aun en el Infracre- táceo de Murcia (Cañada Lengua, al SE. de Caravaca), mez- clada con especies que no dan lugar a duda: Phylloceras Tethys d'Orb., Ph. semistriatus d'Orb., Holcostephaniis Astieri d'Orb., H. Hispanicus Mallada, H. intermedias d'Orb., //. Alcoyensis Nickles, Piilchellia Lorioli Nikles, Haploceras Grasi d'Orb., Desmoceras difflcile d'Orb., Davalía dilátala Blain, D. lata Blain, Belemnites pistilliformis Blain, etc., etc., es decir, la fauna característica del Neocomiense hasta su tramo superior o Barre- miense inclusive, dándose el caso curioso de encontrar individuos (1) Página 99, núm. 1.139 del Catálogo. Q. m. indicación que corres- ponde al Titónico superior o zona del P. diphya Col. 224 boletín Dlí LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA de la especie Pygope janitor (fig. I."") no lejos de ammonites, tan raros como la especie Kossniatella Agassiziana Pict., que permiten suponer que esta especie ha aparecido antes del Gaiilt o que el Pygope janitor se extiende más arriba del Barremiense. En el caso presente el encuentro de un individuo de la especie dicha en el Barremiense de la loma del Aljibe es lo primero que se cita en España. El individuo, mal conservado por faltar el gan- cho o porción superior de la concha, conserva intacto el cordoncillo Fig. -Pygope jan¡lcrY'\cte:t. Loma del Aljibe (Alcoraya). Fig. '2.'^ — Belemnites pistillifonnis Blain . Loma del Aljibe (Al- coraya). de la valva mayor, y aunque el orificio que 'atraviesa las dos val- vas está obstruido por la ganga, no.deja de reconocerse la especie. Las valvas presentan cerca del borde paleal unos resaltos que in- dican que su crecimiento no fué uniforme, hecho muy frecuente en estos Braquiópodos. En la misma roca, una caliza margosa obscura, bastante fuerte, iba incluido un Belemnites pisíilliformís^\a\r\, que representamos en la figura 2. Esta especie ha sido encontrada por Mr. Kilian en el Barremiense de Vergons (Bajos Alpes). MM. Uhlig y Haug lo citan en el Neo- comiense inferior y medio, y M. Vélain en el Neocomiense medio de los Bajos Alpes (1). (1) Datos tomados de los Estudios rotativos at terremoto de Anda- lucía, pág. (332. Versión castellana publicada en el Botetin de la Comi- sión del Mapa Geológico de España, 1890-93. DV: HISTÜlUA NATURAL 225 M. E. Favre cita esta especie en el Neocomiense inferior del Mediodía de Francia y en igual piso en Crimea. La presente nota tiene por objeto: primero, hacer presente que la especie es muy abundante en el Titónico español, pues aunque Mr. Kilian la califica de especie rara en Cabra, no poseyendo más que dos individuos y otros dos en la colección de Verneuil, yo po- seo más de 30 y pasarán de 200 los que han pasado por mi mano; segundo, que la especie alcanza una extensión vertical o duración quizá mayor que en otros países, extendiéndose desde el Titónico hasta las capas superiores del Neocomiense, por lo menos. Otras especies no citadas en la fauna fósil de España. Ammonites (Oppelia) trachynotus Opp. — Esta especie no ha sido citada aún en España, y aunque no muy frecuente, la hemos encontrado en la Sierra de Crevillente en las calizas blancas inme- diatas a las capas rojas que encierran la" rica fauna del Ammonites acanthicus. Se considera esta especie como característica de la zona del Amm. tenuilobatus; Zittel la refiere a todo el Kimme- ridgiense. El ejemplar representado por M. E. Favre (1), idéntico al que he encontrado, aunque el que poseo es mucho mayor, presenta gruesos tubérculos en la región sifonal y otros, por pares alargados en la terminación de las costillas, reuniéndose en ellos tres o cuatro cos- tillas y dejando espacios entre los tubérculos laterales, adonde van a parar una o dos costillas que terminan en pequeños abultamientos. El nombre de trachynotus propuesto por Oppel está perfectamente aplicado. M. Favre cita un ejemplar de 93 cm. Yo lo he encontrado de 120. Amm. (Oppelia) pseudo-flexuosus E, Favre.— Esta especie tampoco ha sido citada en nuestra patria. La he encontrado en el mismo yacimiento que la anterior. De menor tamaño, carece de los gruesos tubérculos en la región sifonal, reemplazados por un cordón de pequeños granos que dan a los ejemplares pequeños una gran belleza. Las costillas terminan en pequeños tubérculos o se reúnen dos de aquéllas para formar un solo grano alargado en el sentido (1) La zone a Ammonites acanthicus dans les Alpes de la Suisse et de laSavoie, pl. 3.^, n.° 2. 226 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA radial. La especie puede alcanzar varios centímetros, habiéndola encontrado de 7 cm. El ombligo, deSmm., presenta sus paredes perpendiculares al plano de la concha, formando, por tanto, una arista viva. Tres ejemplares. Sierra de Crevillente (1). Anim. (Peltoceras) transversarius Quenst. — Citada como del Oxfordiense inferior, la hemos encontrado en las mismas capas rojas que encierran el Perisphinctes plicatilis Sow., con sinnúmero de otros Ammonites de los géneros Simoceras, Aspidoceras, etc. Sierra de Crevillente. Amm. (Peltoceras) Toucasianus d'Orb.— En la misma zona de calizas rojas. Esta especie se considera como una variedad de la anterior por algunos autores. Las costillas son más finas, más echadas hacia atrás y na- ciendo de un pequeño tubérculo en el borde umbilical. Muy raros. Mai-Valera (Murcia). Amm. (Aspidoceras) Caletanus Opp.— El Sr. Mallada cita esta especie, considerán- dola como sinónima del Amm. longispinus d'Orb., tan sólo en Torrevelilla. Se encuen- Fig. z.^-Aptiichus icBDis tra también en la Sierra de Crevillente en V, Meyer. Titónico de Crevillente. las calizas blancas del Kimmeridgiense(?). Termino esta nota citando un Aptychiis que, aunque en mal estado por haber sufrido una intensa exfolia- ción, puede reconocerse como el Ap. Icevisv. Meyer (fig. S.*"), es- pecie no citada hasta el presente en nuestra patria. Corresponde a la zona de Pygope dilatata Cat., del Titónico de la parte orien- tal de la Sierra de Crevillente. En notas sucesivas daremos más datos para aumentar la lista de las especies fósiles de España. (1) E. Favre: loe. cit., pl. S.'', fig. 1 Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. VI. Fio. 1.'— Afloramiento de turba próximo al río del Cristo (Burgos). FiG. 2."— Topografía de la ribera derecha de! valle del Cristo. DE HISTORIA NATURAL 227 Nota geológica acerca de una extensa formación de Turba descubierta recientemente en Gumiel de Izan (Burgos) por M. San Miguel de la Cámara. (Lámina vi.) En el pasado mes de Julio tuve precisión de ir a este pueblo y pasar en él algunos días; como mi viaje no tenía relación alguna con estudios geológicos, ni esperaba se me presentara ocasión de hacer investigaciones geológicas, iba desprovisto del material ne- cesario. Nada más llegar al pueblo me enteré de la existencia de un yacimiento de turba recientemente descubierto y denunciado, y tuve ocasión de examinar algunas muestras: esto despertó en mí deseos de conocer y estudiar la formación, y a ello dediqué un día. El poco tiempo disponible y la falta de aparatos y mapas, me impi- dieron poder llevar mis investigaciones hasta donde hubiera de- seado, y por ello, necesariamente, esta nota ha de limitarse a anotar observaciones y sentar algún problema que posteriormente trataré de resolver o resolverán los geólogos que viven más próximos a esta localidad. La turba aflora en un arroyito de escasísimo caudal, que vierte sus aguas en otro maj^or conocido en el país con el nombre de Río del Cristo; el valle principal también se conoce con el mismo nom- bre, por tener su nacimiento muy cerca de la ermita del Cristo de Reveche. Es un valle ancho, de fondo plano, limitado por dos líneas de cerros que forman reunidos en su parte alta dos lomas alargadas, planas o ligeramente abombadas, de pendiente suave y de poca altura; seguramente no pasan de 20 m. sobre la vaguada del Río de Cristo; ambas aparecen recortadas por multitud de an- churones y vallejos, normales al eje medio del valle principal, siem- pre de pendiente mayor y como él anchos y de fondo plano (lá- mina VI, figura 2.^); tanto aquéllos como éste son utilizados para el cultivo: de secano los vallejos, principalmente cereales y vi- ñedo, y de regadío el valle, por lo menos en su parte inferior, que constituye una fértil vega llamada de Nandearroyo. Aflora la turba en el anchurón lateral más importante, que es el 228 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Único recorrido por un arroyo permanente; el barranco abierto por dicho arroyo en la tierra de labor, alcanza ya unos dos metros de profundidad en algunos sitios y en ellos aparece la turba formando las paredes de su lecho menor, cuya anchura es de un metro pró- ximamente; el lecho mayor, cuando se conserva, alcanza hasta cuatro metros (lám. vi, fig. 1.^). Este afloramiento natural me hacía suponer que en todo el valle y en sus ramificaciones debía existir turba, que naturalmente se iría encontrando a mayor profundidad, cuanto más nos alejáramos del origen de los valles; así es, en efecto: a un kilómetro próxima- mente, y en una tierra de labor del valle principal, se excavó un ancho pozo, y a poco más de dos metros apareció la capa de turba; otro pozo abierto en la parte más alta del valle, cerca ya del pie de los cerros de la ribera izquierda, también suministró turba, pero de poco espesor y mala calidad; en cambio, en él se encontró, cosa que me llamó la atención, un tronco de enebro y varios trozos y ramas del mismo árbol. Actualmente no hay enebros en aquella región, y no he encontrado indicación alguna de que hayan existido, ni los naturales del país recuerdan haber oído que en el término municipal haya habido bosques de enebros; sin embargo, hay un término que se denomina «El Enebral», y esto parece indicar la existencia en él de estos árboles. Arma la turba entre dos capas de marga gris, que encierran mu- chos moluscos y restos vegetales, en mayor o menor proporción, según su proximidad a la turba. El contacto no es igual en todos los sitios; así en el afloramiento natural, vemos debajo de la capa laborable una arcilla que va endureciéndose y haciéndose margosa, y en seguida viene la turba, ofreciéndose el contacto clarísimo (lá- mina VI, fig. 1."); en el pozo del valle principal hay además de esas dos capas una de marga gris o toba caliza muy arcillosa que,, poco a poco va ennegreciendo y cargándose de restos vegetales,, troncos, hojas y fibras de musgos. La turba es musgosa en la parte superficial y compacta en la media y profunda; bastante dura cuando seca y a veces con brillo- vitreo y fractura astillosa o concoidea, por lo que creyeron en un principio que era lignito; la musgosa y la menos compacta y la te- rrosa llevan gran cantidad de conchas. Aunque no se conoce el es- pesor de la formación en los distintos puntos del valle, por los datos obtenidos puedo asegurar que no excede de dos metros, siendo por término medio de uno. UE HISTORIA NATURAL 229 Constituye un buen combustible, pues según datos suministrados por el Sr. Ferrán, de la Escuela de Ingenieros industriales de Bar- celona, que amablemente se me ofreció para hacer las determina- ciones que necesitara, es un carbón de 4.120 calorías, que deja el 10 por 100 de cenizas. De los ensayos preliminares efectuados en el laboratorio de Química orgánica por el profesor García Banús, resulta: que 100 gr. de turba dan 40 de carbón; 35 de agua y alqui- trán y 25 de productos volátiles, entre los cuales se encuentra el amoníaco. Los líquidos procedentes de la destilación contienen un 88 por 100 de agua amoniacal y un 12 por 100 de alquitrán casi sóli- do; las aguas amoniacales encierran el 2 por 100 de amoníaco. Como el yacimiento está próximo a la estación del ferrocarril de Aranda de Duero (14 kilómetros de carretera) se ha tratado de ex- plotar; actualmente trabajan sólo diez obreros y desconozco la in- tención y los usos a que destinan el material los dueños de las per- tenencias. En todos los valles y vegas del término municipal se encuentra, en cantidad mayor o menor, la turba; hasta ahora la he encontrado en seis puntos bastante distantes unos de otros, y ya puedo asegurar que la formación se extiende muchísimo en la cuenca del Duero y probablemente en la del Esgueva. Gracias a la abundancia de moluscos que encierran la turba he podido determinar su edad posterior a las formaciones diluviales; los valles en que se formaron los turbales fueron excavados por los ríos cuaternarios, y cuando cesaron las grandes lluvias, que deter- minaron activísimo derrubio en toda la región, como demuestran la infinidad de valles, vallejos y barrancos y el avanzado estado de evolución de las vertientes, en un clima relativamente frío e indu- dablemente más húmedo que el actual, se extendió por todos ellos el régimen turbal. El ilustre malacólogo Sr. Bofill y Poch, a quien entregué los mo- luscos recogidos en la turba, ha reconocido las siguientes especies. Succinea debilis Mor. Conulus fulvus M.ü\\. Helix Ataxiaca Fagot. » neglecta D. Zúa subcylindrica L. Limnaea paliistris Müll. » truncatula L. Pisidium cinereum k\á. Tomo xviii.— Abril, 1918. 15 230 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Todas ellas viven actualmente en lugares húmedos y pantanosos^ por lo que considero esta turba como correspondiente a la forma- ción aluvial. Esta, cubierta por tierras de labor, ocupa una gran su- perficie de la cuenca del Duero, y, sin embargo, no figura en el mapa geológico más que en los bordes de dicho río. Si se hiciera un nuevo mapa y se figurara con toda su extensión, cambiaría por completo de aspecto la repartición de los terrenos; en el único que existe, una mancha uniforme, correspondiente al mioceno lacus- tre, ocupa toda la cuenca del Duero y el término municipal de Gu- miel de Izan. Los cerros, altozanos y lomas que limitan la formación aluvial, siempre redondeados, de pendientes suaves y poco elevadas, están constituidos por bancos de arcilla roja que se emplea para hacer tejas, ladrillos y cerámica basta; de arcilla más impura, con la que se obtienen adobes para la construcción de las casas del pueblo; de arenas o areniscas poco coherentes, a veces de grano finísimo y blancas casi siempre; de arenisca gruesa con cantos redondeados de cuarzo y capas lenticulares de conglomerados, todo ello frecuen- temente con estratificación cruzada. En algunos puntos, y particu- larmente cuando se abren pozos para alumbramiento de agua po- table, se ven, a unos cuatro metros de profundidad, arcillas muy endurecidas de color rosado o abigarradas; encima se encuentran arenas, y la capa superficial es un aluvión suelto de cantos cuarzo- sos del tamaño de nueces o avellanas y muy bien redondeados; esta estructura se presenta muy clara cerca del pueblo, en el Quijar; sobre estos cantos descansan capas de arenas blancas, y encima de ellas hay un grueso banco de arcilla que forma los cerros testigos del Castillo y del Alto Santiago en el pueblo mismo, y cuya base está a unos dos metros sobre el Quijar. Las lomas que bordean el valle del Cristo se componen de are- niscas poco coherentes, algo micáceas, en la toase; generalmente de poco espesor e interestratificadas con margas tobáceas; encima aparece una capa de arcilla, que se aprovecha en las laderas para el cultivo de cereales y de vid; más arriba la arcilla se hace margosa y más dura; después hace saliente un gran banco de arenisca grue- sa con cantos y bancos lenticulares de conglomerados, formados por cantos de caliza y cuarzo y cemento de arenisca arcillosa o de molasa basta; termina la serie en una capa de arcilla que al princi- pio lleva diseminadas en su masa algunos cantos rodados, que poco a poco van desapareciendo, hasta quedar una arcilla ferruginosa en DE HISTORIA NATURAL 231 la parte superior, análoga a la del cerro del Castillo y segura- mente correspondiente al mismo nivel (fig. 1.^). En ninguna de estas lomas, ni en lo alto de los cerros testigos, se ve caliza, pero existe en la región la caliza de los páramos más al Este, hacia Villalvilla y Villanueva. Los caracteres del terreno, los materiales que lo componen y su disposición, difieren mucho de los del mioceno de la Meseta y del Fig. 1."— Corte geológico de las lomas de la ribera izquierda del valle del Cristo. 1, arcillas; 2, arcillas arenosas; 3, arcillas con cantos; 4, areniscas gruesas con lentejones de conglomerados; 5, arcillas; 6, arenas finas; 7, margas; 8, tierra laborable; 9, margas tebáceas; 10, turba. mismo terreno en la provincia de Burgos. En primer lugar, faltan en absoluto las formaciones yesíferas, y no existe la caliza de los páramos que abunda cerca, y en los límites de esta provincia con la de Soria y en otros muchos puntos de la cuenca del Duero. La su- cesión estratigráfica tampoco corresponde a la señalada por todos los autores en el mioceno de las dos Castillas, pues en la zona es- tudiada en esta nota alternan conglomeradas arenas y arcillas que se repiten varias veces; los extensos guijares de las cercanías del pueblo y los altozanos que limitan los vallejos actuales descansan siempre sobre arcillas rojizas que parecen formar el nivel inferior, pero los niveles estratigráficos no se corresponden, ni se reparten uniformemente en los diversos puntos estudiados, sino que en unos alcanzan mayor altura que en otros los dos elementos esenciales de la formación (margas-arcillas y areniscas-conglomerados). Si consideráramos como miocénica esta formación, correspondería 232 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA al tramo medio del mioceno de Soria (1), que consta de maciños, molasos, gonfolitas, arcillas y margas de color rojizo, asociándose todos o parte de estos materiales de modo diverso. No hay, sin em- bargo, verdadera analogía entre ambos terrenos, y en ningún punto del término de Gumiel encontramos las extensas mesas de Langa, San Esteban, etc., que se ven desde el ferrocarril de Ariza a Va- lladolid. La composición general del mioceno de Burgos, según Aránza- zu (2), es de «caliza, con extraordinaria abundancia de fósiles de agua dulce en la parte superior; siguen inmediatamente debajo las arcillas, las margas y yesos, y todo el sistema descansa en maciños y gonfolitas, siendo también la turba un elemento terciario». El autor de este trabajo no conoció bien la relación estatigráfica de las for- maciones de turba con el mioceno; yo he encontrado turba en San- to Domingo de Silos, en Huerta del Rey y en Gumiel de Izau, y siempre es aluvial. Según Sánchez Lozano (3), el mioceno, que no le cita en la re- gión de Aranda de Duero, está compuesto por calizas más o menos fosilíferas y margas, que en algunas regiones forman grandes pára- mos; evidentemente no refiere el autor al m.ioceno los terrenos por mí estudiados, Hernández Pacheco (4) considera el mioceno lacustre de la me- seta central constituido por tres tramos: el inferior con arcillas y arenas; el medio con margas, y el superior con calizas; sólo podría- mos atribuir el de Gumiel al tramo inferior, pero estando al nivel del medio y superior de Burgos y Soria no encuentro razones fun- damentales para decidirme. De todo ello, y de lo que a continuación expongo, creo poder sospechar que estos terrenos no son miocenos, sino cuaternarios. La falta de buenos mapas topográficos y de geológicos detallados (1) «Descripción física, geológica y agrológica de la provincia de Soria\porD. Pedro Palacios, Mem. del Instituto Geológico de Es- paña, 1890. (2) «Apuntes para una descripción físico-geológica de las provincias de Burgos, Logroño, Soria y Guadalajara». Boletín de la Comisión del mapa geológico de España, tomo iv, pág. 39. (3) «Breve noticia acerca de la Geología de la provincia de Bur- gos». Boletín de la Comisión del mapa geológico de España, tomo xi. (4) «Geología y Paleontología del mioceno de Palencia». Comisión de investigaciones paleontológicas y geológicas. Mem. nüm. 5 (con la colaboración de J. Dantín Cereceda). DE HISTORIA NATURAL 233 impide por ahora establecer relaciones estratigráficas, y la ausencia de fósiles hace difícil la determinación exacta de terreno o piso, por lo que en esta nota no afirmo nada con carácter definitivo; me limito a plantear un problema interesante, cuya solución hará, con toda seguridad, modificar profundamente el mapa geológico en esta parte de la provincia. Estos terrenos tienen indudable analogía con los considerados como cuaternarios por los geólogos que han estudiado la geología de la provincia de Burgos y con los de la misma edad de la provin- cia de Soria. Larrazet (1) describe el cuaternario del río Arlanzón, que se com- pone de depósitos rojos o amarillentos, en capas alternativamente compuestas de cantos rodados, arenas de elementos más o m.enos finos y arcillas... Sánchez Lozano dice que el cuaternario tiene poco desarrollo en la provincia, «una masa diluvial de poca extensión, formada de can- tos rodados, se halla entre los pueblos de Mecerreyes, Covarrubias, Retuerta y Puentedura, y otra junto al Pisuerga, cerca de Alar del Rey. Las corrientes de agua actuales dejan también los correspon- dientes depósitos, de los cuales el más importante es el del Duero que, al llegar a Aranda, ensancha su límite en un espacio compren- dido entre La Aguilera, Sotillo, Roa, Hoyales y Castrillo». No da más detalles el autor sobre esta mancha cuaternaria, a la que quizá podría unirse la estudiada en esta nota. Lo más interesante, para el objeto que persigo, el demostrar la probable edad cuaternaria de las largas lomas, cerros y serrijones poco elevados de Gumiel, es el estudio que del cuaternario de la provincia de Soria hace D. Pedro Palacios en la Memoria antes ci- tada. El diluvial de Soria, dice, suele constituir lomas y cerrillos alineados en la divisoria de los cursos de agua, o extensas terreras limitadas por altos y rápidos taludes. Se compone de conglomerados de grandes elementos y espesores de más de 20 m.; en algunos pun- tos se ven dos zonas distintas: la inferior, potente masa de arcillas de color rojo; la superior, de arena, gravas con cantos rodados y le- chos de guijas de cuarzo, que a veces tienen el aspecto y la consis- tencia de los miocénicos. Hay en el valle del Ucero arenas con can- tos rodados (como en Gumiel), y los cantos de las arenas son me- (1 ) Recherches géologiques sur la región oriéntale de la prooince de Burgos. Liile, 1896. 234 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ñores que los del conglomerado. En Alcubilla hay conglomerados análogos a los del mioceno. Estos bancos se ven descompuestos en la superficie (Calatañazor). Las analogías entre los caracteres del diluvial de Soria y los del terreno por mí estudiado me parecen bien manifiestas; estudios más detallados, que me propongo hacer, me permitirán resolver definiti- vamente el problema planteado a consecuencia de una rápida ex- cursión. Antes de terminar me creo obligado a expresar mi profundo agra- decimiento al ilustrado farmacéutico D. Macrino Arribas y al inte- ligente alumno de la Escuela de Comercio D. Julián Arribas, quie- nes me acompañaron y ayudaron eficazmente en mis exploraciones. Géneros nuevos de Encirtinos de España. por Ricardo García Mercet. Gen. Khinoencvrtus nov. Caracteres.— Hembra: Cabeza subtriangular, vista de frente, con puntuación muy fina y puntos muy gruesos y bastante profun- dos, como de Bothríothorax, esparcidos irregularmente sobre la puntuación fina fundamental. Frente más bien ancha. Ojos pestaño- sos, ovales; estemas en triángulo obtusángulo; mandíbulas biden- tadas en el ápice; el diente externo cortísimo; el central muy grande y agudo; el interno completamente obliterado; mejillas casi tan largas como el diámetro longitudinal de los ojos. Cara levanta- da por encima del clipeo, formando como una pequeña protuberan- cia chata, de sección circular rebordeada. Antenas separadas entre sí, en la base, por el escudo y levantamiento facial, formadas de escapo, pedicelo, funículo de seis artejos, y maza grande, ancha y triarticulada. Pronoto muy corto; mesonoto y escudete muy con- vexos. Axilas muy cortas y separadas entre sí por una distancia mayor que la longitud del borde anterior de cada axila. Alas ante- riores grandes, ligeramente ahumadas en toda su extensión; el nervio submarginal se divide en postmarginal y estigmático antes de llegar al borde superior del ala; nervio marginal nulo; el estig- mático un poco más largo que el postmarginal. Patas largas, nor- males. Abdomen corto, triangular. DE HISTORIA NATURAL 235 Macho: Difiere de la 9 por los caracteres siguientes: antenas filiformes; artejos del funículo profusamente pestañosos; maza en- tera, de la misma anchura que los artejos del funículo. Frente muy ancha. Alas completamente hialinas. Abdomen truncado en el ápice. Patas menos gruesas. Observaciones. - Este género pertenece, indudablemente, al grupo que podría formarse con Bothriothorax y otros afines, pero se diferencia fácilmente de ellos por el pronunciamiento facial, la nerviación de las alas anteriores, la pequenez de las axilas, la dis- tancia que separa sus ápices, etc. La disposición que adoptan los nervios de las alas anteriores es algo parecida a la que ofrece el gen. Aethognatus Silvestri, pero se diferencia de éste por la pro- tuberancia de la parte inferior de la cara, la forma de las mandíbu- las y las antenas del macho. Aethognatus, en efecto, presenta sólo cuatro artejos en el funículo de la antena masculina, y ésta es en su conjunto muy parecida a la de la 9- El d de Rhinoencyrtus la ofrece filiforme; su funículo está compuesto de seis artejos y es abundantemente pestañosa en toda su extensión. Es también muy característico de Rhinoencyrtus la gran distancia que separa entre ííí los ápices de las axilas. Rhinoencvrtus Maienoíti nov. sp. Caracteres. — Hembra: Cabeza de color azul muy obscuro, ■con el fondo de los puntos gruesos verdoso metálico; pronoto y me- sonoto azul obscurísimos, apenas brillantes; escudete negruzco, aterciopelado, mate; metatórax negro azulado; abdomen azul, con reflejos dorados, sobre todo en la base. Ojos pardos; estemas de color de granate; antenas pardas; mandíbulas rojizas. Patas del pri- mero y tercer par negruzco azuladas, con los tarsos pardo claros; patas intermedias azuladas con el tercio apical de las tibias y todos los tarsos amarillentos parduscos. Frente y cara con alguna pubescencia blanquecina. Ojos gran- des; los estemas posteriores mucho más distantes entre sí que del estema anterior; frente, entre los estemas, casi tan ancha como la longitud del escapo. Antenas insertas muy próximas al borde de la boca; escapo cilindroideo, largo; pedicelo piriforme, un poco más largo que el primer artejo del funículo: este primer artejo cilindri- co, casi tres veces más largo que ancho; el segundo artejo más corto que el primero; tercer artejo más corto que el segundo y tam- 236 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA bien más corto que el cuarto; el quinto y el sexto artejos más lar- gos y más anchos que el cuarto; la maza más ancha que el funículo, tan larga como los cuatro primeros artejos de éste reunidos, muy oblicuamente truncada en el último artejo. Mesonoto mucho más ancho que largo, punteado-estriado en el sentido de su longitud; axilas y escu- dete con finas estrías longitudinales; es- cudete aterciopelado, triangular, redon- deado en el ápice, muy convexo, semi- globoso; ángulos posticolaterales del metatórax con escasa pubescencia blan- quecina. Alas anteriores grandes y anchas, ahumadas por igual en la mayor parte de su extensión, con un espacio claro Fig.l.^— Antena áeRhynoencyrtus Fig. 2.^ — Nerviacióii característica del ala Malenottii '^. anterior de Rhynoencyrtus Malenottii (muy aumentada). en la base y con pestañas marginales tan cortísimas que sólo en preparación micrográfica pueden distinguirse; los nervios de color pardo; las pestañas discales extendidas por toda la superficie, ex- cepto en la línea calva que arranca del origen del nervio estigmá- tico. Alas posteriores hialinas. Patas normales; fémures posteriores ligeramente ensanchados. Espolón de las tibias intermedias largo y grueso; tarsos interme- dios engrosados; tarsos posteriores, filiformes. Abdomen, en la base, tan ancho como el tórax, triangular, corto, deprimido en la cara dorsal y fuertemente convexo y recorrido por una quilla, de la base al ápice, en la cara ventral. El iiltimo seg- mento fuertemente retraído de los lados hasta el borde posterior del primer anillo. Oviscapto poco saliente. DE HISTORIA NATURAL 237 Longitud del cuerpo 1 ,300 mm. — del escapo 0,267 — — del pedicelo 0,068 — — del funículo 0,303 — — de la maza 0,231 — — de las alas anteriores 1,095 — Anchura máxima de las mismas 0,547 — Macho: Antenas insertas a bastante distancia de la boca, al ni- vel del borde inferior de los ojos; más largas que el cuerpo y tan gruesas en la base como en el ápice; pedicelo tan largo como an- cho en su extremidad; primer artejo del funículo algo más corto que el escapo; los artejos del funículo casi de igual longitud unos que otros y abundantemente pestañosos; la maza más larga que el artejo precedente, pero más corta que el 5.° y 6.° reunidos. Frente mucho más ancha que en la 9- La cara más azul. Alas anteriores y posteriores hialinas. Abdomen tan corto como en la 9) truncado en el ápice. Longitud del cuerpo 1 ,100 mm. Distribución geográfica: Provincia de Madrid. Laguna de Peñalara (Bolívar y Pieltain); Vaciamadrid! Observaciones.— Especie de parasitismo desconocido y de la que sólo poseemos un ejemplar cf cogido sobre gramíneas de esca- so porte, el 4 de Septiembre de 1917, en lo alto de la Sierra de Guadarrama, y una 9 capturada sobre hojas de Populas alba, en Vaciamadrid, en 14 de Septiembre del mismo año. Está dedicada al entomólogo italiano Dr. Ettore Malenotti, de la Estación de Ento- mología agraria de Florencia, al que se debe el conocimiento de al- gunos microhimenópíicos muy interesantes. Gen. Pholidoceras nov. Caracteres.— yWí7c/?o,- Frente muy ancha; ojos bastante con- vexos; mejillas tan largas como el diámetro longitudinal de los ojos; mandíbulas cortas, ligeramente bidentadas en el ápice; palpos ma- xilares de dos artejos, el basilar muy, corto; palpos labiales de un artejo. Antenas insertas al nivel del borde inferior de los ojos, for- madas de escapo, pedicelo, funículo de seis artejos y maza entera, estrechada e irregularmente oval en el ápice. Artejos del funículo 238 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA por lo menos tres veces más largos que anchos, provistos de pes- tañas en verticilo; el sexto lleva además en la cara interna una fila longitudinal de escamitas, en número de 10, dispuestas perpendicu- larmente a la superficie del artejo. Tórax como tres veces más largo que ancho. Pronoto grande, prolongado hasta la base de las tégulas, tan largo como el escudo del mesonoto. Este triangular, corto; más corto que ancho en la base. Axilas pequeñas, triangulares, contiguas en el ápice. Escudete más bien corto, ampliamente redondeado en el borde posterior. Alas ru- dimentarias, que no llegan al borde posterior del metatórax. Patas normales. Espolón de las tibias intermedias grueso y tan largo como el metatarso. Metatarsos posteriores más largos que los inter- medios. Abdomen algo más ancho que el tórax. Los cuatro primeros seg- mentos transversos, normales, ocupan los dos tercios basilares de la región; el último anillo retraído lateralmente hasta el borde pos- terior del cuarto. Observaciones: Este género debe considerarse próximo, rela- tivamente, a Leptomastix, Beocharis, Ericydmis, etc. Se me ha ocurrido que pudiera ser el cf de Anusia Foerster, ya que otros géneros de antenas ensanchadas en la 9? como Cerapterocerus, Eusemion, tienen machos con verticilos pestañosos en los artejos del funículo. Como hasta ahora no he visto descrito ningún cf de Anusia, me es imposible establecer las diferencias masculinas en- tre el género de Foerster y el mío. Los caracteres de éste, por otro lado, no parece que concuerdan en nada con los atribuidos a la 9 de Anusia. Esta presenta el tórax más ancho que largo, el pronoto corto, la frente más larga que ancha, mientras que Phoíidoceras ofrece el pronoto grande, el mesonoto triangular y el tórax, en su conjunto, mucho más largo que ancho. Esta reunión de caracteres torácicos diferenciales me parece lo suficientemente importante para que no pueda asimilar al género Anusia el macho que me sirve para establecer el género Pholidoceras. Haré observar que aun cuando no encuentro descrito en ninguna parte el cf de Anusia figura este sexo en los cuadros dicotómicos de los géneros de Ectrominos publicados por Ashmead y Schmie- deknecht en Memoirs of the Carnegie Museuní y en el Genera Insectorum de Wytsmann. Uno y otro autor atribuyen al cf de Anusia la misma conformación antenal que a la 9> y es seguro que ambos se equivocan, pues ningún Encirtino cuya 9 ofrezca en las DE HISTORIA NATURAL 239 antenas algo de verdaderamente extraordinario reproduce esta disposición en el sexo masculino. Por consiguiente, no se puede ad- mitir que el cf ^ie Aniisia ofrezca los caracteres con que aparece incluido en los cuadros de Ashmead y Schmiedeknecht. No creo, asimismo, que este género sea asimilable al Philopo- nectroma Bréthes (de la República Argentina) que presenta una fila de escamitas en la cara interna del sexto artejo del funículo y otra más corta en la base de la maza. El género de Bréthes está estudiado de un modo tan superficial que su característica podría aplicarse al cf de varios géneros de Encirtinos. Por fortuna Bréthes intercala un dibujo en su descripción y de este grabado puede de- ducirse un conjunto de caracteres diferenciales de bastante impor- tancia entre Philoponectroma y Pholidoceras. He aquí, compa- rativamente expresadas, las diferencias más notables que encuentro entre uno y otro género: Philoponectroma. Pholidoceras. Antenas unifornieiiiente pelosas. Antenas con verticilos pesta- ñosos. Sexto artejo del funículo y base Sexto artejodel funículo con una de la maza con una fila de esca- fila de escamitas. .v'aza con pes- mitas. tafias solamente. Pronoto muy corto. Escudo del Pronoto muy grande, tan largo mesonoto más largo que ancho. como el escudo del mesonoto. Éste más corto que ancho. Escudete triangular. Escudete semicircular. Metatarsos intermedios largos. Metatarsos intermedios cortos. Alas grandes. Alas rudimentarias. Este líltimo carácter no es en realidad genérico, pero contribuye a establecer más las diferencias que separan los dos géneros com- parados. Pholidoceras brachyptera nov. sp. Caracteres.— yV/í7c/?o." Cuerpo uniformemente de color pardo claro, con el abdomen ligeramente más obscuro; a veces el pro- npto, el mesonoto, las axilas y el escudete se obscurecen también, y sólo la cabeza conserva el color pardo claro o pardo rojizo. An- tenas pardo negruzcas, con el escapo más claro. Patas de color amarillento blanquecino sucio con los tarsos negruzcos. 240 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Cabeza tan ancha como el tórax, casi lisa, con algunas pestañi- tas muy cortas sobre la frente; mejillas incurvadas hacia la boca; estemas en triángulo equilátero, los posteriores tan separados en- tre sí como de las órbitas internas de los ojos compuestos. Escapo de las antenas ligeramente compri- mido y ensanchado; pedicelo un poco más largo que ancho en el ápice; primer artejo del funículo más largo que el pedicelo y tan an- cho en la base como en el ápice; se- gundo artejo más estrecho en la base que en el ápice, un poco más largo que el 1.°; los artejos 3.°, 4.° y 5." de casi igual longitud; el 6.° ^rj algo más largo que el precedente y con las escamitas carac- terísticas en la cara Fig. 4.''-Esca- . , . mita del 6." ar- interna; maza casi tejo dei funícu- ^. ,a A . A r.^ ,-. tan larga como el \o áe Phoiicio- Fig. 3.^ — Antena de Pholidoceras '^ ceras brachyp- brachyptera ^ (muy aumentada). 5." y 6.° artejos re- tera. unidos. Pronoto y mesonoto casi lisos, con la superficie como escamosa y con pestañitas negras irregularmente esparcidas, más largas cuanto más próximas al borde posterior; escudete con algunas pes- tañitas en el disco y dos más largas sobre el borde posterior. Me- tatórax muy corto. Alas cortísimas, verdaderamente rudimentarias. Patas normales; tarsos intermedios apenas más gruesos que los anteriores; espolón de las tibias intermedias casi tan largo como el metatarso; tibias posteriores con un espolón apical; metatarsos pos- teriores tan largos como el 3.° y 4.° artejo reunidos. Abdomen liso,, tan ancho como el tórax y tan largo como la cabeza y el tórax to- mados en conjunto; los segmentos llevan a cada lado una pestañita negra. Longitud del cuerpo. 1 ,080 mm. — del escapo 0,131 — — del pedicelo 0,042 — — del funículo 0,466 — — de la maza 0,142 -- DE HISTORIA NATURAL 241 Distribución geográfica: Puerto de los Cotos, en la Cordi- llera del Guadarrama, en el mismo límite de las provincias de Sego- via y Madrid. Observaciones. — La especie ha sido encontrada sobre gramí- neas de escaso porte, en los meses de Julio y Agosto de 1917, jun- tamente con Diversícornia pinícola cf , Ericydnus longicornis 9 (forma braquíptera), Dinocarsis herniptera 9 (forma de alas ru- dimentarias). Su cazador es el Sr. Bolívar y Pieltain. Granos de fécula polimorfos o corroídos por el R. P. Jaime Pujiula, S. J. A propósito de cierto estudio en las células de Vallisneria spi- ralis, me sorprendió la presencia de granos de fécula, cuyo aspec- to (fig. 1 .^) discrepaba no poco del de los granos ordinarios (fig. 2.^). Los granos en cuestión eran más o menos fusiformes, con una su- Fig. 1."— Célula parenquimatosa de Vallisneria spiralis; g, granos de fécula corroídos?, x ca. 300. perficie que recordaba la de un tornillo. Recientemente he obser- vado también formas parecidas en el tubérculo de la patata; bien que aquí el aspecto de su superficie se asemejaba más a la de los tubérculos de Stachys escalenta (crosne del Japón). La interpretación de estos granos divergentes se ha de buscar, a mi juicio, más que en el dominio de la morfología en el de la fisiología, pues entiendo que se trata sencillamente de granos atacados por la diastasa y en vía de digestión. Esta interpretación se funda, res- pecto de Vallisneria spiralis, casi exclusivamente en la razón fi- siológica general de que los granos de fécula o almidón represen- tan condensaciones sólidas de substancia de reserva hidrocarbonada. 242 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Ahora bien, para aprovecharse de ella la planta, precisa la disolu- ción previa de los granos; disolución que efectúa la diastasa. Así y sólo así es como puede la substancia hidrocarbonada abandonar una célula para entrar en otra. Los surcos anillados serían, pues, en nuestros granos efecto de la corrosión diastásica. Cuanto a los granos del tubérculo de la patata, la explicación es Fig. 2."— Célula feculífera de Vallisneria spiralis; g, granos de fécula ordinarios; n, núcleo, x 370. la misma; pero se puede añadir, en confirmación, que los obser- vamos en un tubérculo cuyos ojos comenzaban a desarrollar sus yemas. La circunstancia de hallarse relativamente pocos de estos granos no implica especial dificultad, puesto caso que la diastasa puede por circunstancias, hasta topográficas, ser activa en una célula y nO' serlo en otra, fuera de que no hice especial estudio para averiguar su frecuencia, contentándome con referir simplemente lo que ob- servé en un corte. Por lo demás, no intento sino indicar la explicación que de mo- mento se me ofrece, dejando el decir la última palabra al que de propósito estudie este punto, para lo cual puede esta misma indica- ción estimular a alguno. DE HISTORIA NATUlíAL 243 Publicaciones que ha recibido la Heal Sociedad Española de í^istoria iMatural durante el mes de Marzo de 1918. (La liste siiivante servirá d'accnsé de réception.) España España forestal, Madrid. Año iv, n."* 33-34. Ibérica, Tortosa. Año v, n."? 218-221 . Ingeniería, Madrid. Año xiv, n.'^'' 435-466. liistituci(3n libre de enseñanza, Madrid. Boletín. Año xlii, n.*^* 694-695. Junta de Ciencies Naturals, Barcelona. Miiseí Barcinonensis Scientiarum Natiiraliiim Opera. Series Geológica, i. Ministerio de Fomento, Madrid. Boletín Oficial de Minas y Metalurgia. Año ii, n.° 9. Observatorio de Física cósmica del Ebro, Roquetas. Boletín mensual. Vol. viii, n.os 6-8. Peñalara, Madrid. Año v, n.° 51. Píiysis, Barcelona. 1918, n> 3. Real Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales, Madrid. Memorias. Tomo xxvii. Revista. Tomo xv, n.° 9. Sociedad aragonesa de Ciencias naturales, Zaragoza. Boletín. Tomo xvii, n.o^ ]-2. Sociedad española de Física y Química, Madrid. Anales. Año xvi, n.° 150. Estados Unidos y sus Colonias Ohio State University Scientific Society, Columbas. The Ohio Journal of Science. Vol. xviii, n"' 1-3. Francia Académie des Sciences de Paris. Comptes-rendus. Tome 166, n° 11. Revue genérale des Sciences purés et appliquées, Paris. 29* année, n'is 3-4. Société entomologique de France, Paris. Bulletin. 1918, nos 1-2. Inglaterra y sus Colonias Zoological Society of London. Proceedings. 1917, Parts iii-iv. 244 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Méjico Dirección de Estudios biológicos, México. Boletín. Tomo ii, n" 2. Portugal Broteria, Braga. Serie de viilgariza^ao scientifica. Vol. xvi, fase. 2. SUECIA Entomologislía Foreningen i Stoclíholm. Entomologisk Tidskrift. Arg. 38, Haft. 1-4. Bolívar y Pieltain (C.).— Estudio monográfico de la sección «Trau- liae». (Rev. R, Acad. Cieñe; Madrid, 1917.) Sesión extraordinaria del 1." de Mayo de 19 í 8. PRESIDENCIA DEL SEÑOR DON GUSTAVO PITTALUGA Ei Presidente manifiesta que se ha convocado a sesión extraor- dinaria para tratar de si convendría introducir algunas pequeñas modificaciones en el Reglamento de la Sociedad, ya que ha de pro- cederse a la reimpresión del mismo, por haberse agotado los ejem- plares de la última edición de este folleto. — Leídas por el Secretario las modificaciones propuestas, fueron aprobadas por unanimidad, excepto la relativa a la rebaja de la cuota de socio vitalicio, que fué objeto de alguna discusión, 'en la que intervinieron los Sres. Bolívar (D. Ignacio), Olea, Dusmet, Hernández Pacheco y Fernández Navarro, acordándose en defini- tiva que para ser considerado como socio vitalicio se estipule la cuota de 200 pesetas, pagaderas "de una vfez o en dos plazos, te- niendo derecho el que las abone a las publicaciones corrientes y a cinco tomos de publicaciones atrasadas, siempre que hubiere ejem- plares disponibles de los volúmenes que desee el socio vitalicio. Sesión deí U" de Mayo de J9I8. presidencia del SEÑOR DON GUSTAVO PITTALUGA El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué aprobada. Admisiones y presentaciones. — Fueron admitidos los señores pre- sentados en la sesión anterior, y propuestos: para socio Correspon- diente extranjero, el profesor Oldfield Thomas, del British Museum, por los Sres. Cabrera, Bolívar Pieltain y Gil Lletget, y para socios numerarios, los Sres. D. Mariano Potó y D. Antonio García Fres- ca, por los Sres. Cabrera y Pérez de Barradas, respectivamente. Necrología. — El Presidente participa el fallecimiento de nuestro consocio D. Nicolás Achúcarro, histólogo de grandes méritos, del que relata los principales rasgos de su vida. Pide conste en acta el Tomo xviii.-Mayo, 1918. 16 246 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA sentimiento con que se ha enterado la Sociedad de la muerte de tan distinguido miembro numerario. Así se acuerda. —El Sr. Bolívar (D. Ignacio) propone se publique en el Boletín una breve biografía del finado, indicando a la vez que podría en- cargarse de escribirla el Sr. Pittaluga. — El Presidente agradece la designación de que ha sido objeto, considerándose muy honrado con el cometido que le confiere la Sociedad. — El Sr.'Royo da cuenta de una excursión realizada por la Alca- rria, recientemente, exhibiendo fotografías de la región recorrida. — El Sr. Fernández Navarro presenta una nota de los Sres. Dar- der y Carandell sobre orogenia, felicitándose de que los jóvenes na- turalistas, no solamente ejerciten sus facultades en el terreno de la investigación, sino que se remonten al campo de la Filosofía y tra- ten de explicar los fenómenos de la Naturaleza. — El Sr. Arias de Olavarrieta lee una nota relativa al carbonífero del norte de Cantillana. — El Sr. Bolívar y Pieltain presenta dos notas: una sobre Brio- zoos, de D. Manuel G. Barroso, y otra del Sr. Eguren, sobre Ele- mentos étnicos eneolíticos de Asturias. — El Sr. Cabrera Latorre, refiriéndose a un lote de mamíferos disecados, adquirido recientemente en Londres por el Museo Na- cional de Ciencias Naturales, señala algunas curiosas variedades de antílopes africanos y un ciervo raro de América, que encierra el lote de referencia. — Con este motivo, el Sr. Pittaluga habla también de los antílo- p2S de África, señalándolos como portadores del protozoario pro- ductor de la enfermedad del sueño, — El Sr. González Fragoso comunica la siguiente nota: En recientes excursiones a Ribas de Jarama (Madrid) el señor D. Carlos Vicioso ha encontrado, entre otros uredales, los si- guientes: Aecidiiim Ranunculaceariim DC, en Ranunciüus Assoi (ma- trix nova), cuyas relaciones no pueden por ahora asegurarse. Puccinía Phlomidis Thüm., en Phlomis Herbaventi (matrix nova), en facies ecídica. Puccinia Agropyri Eli. et Ev., facies ecídica en Tlialictrum minas. Uromyces Ferulae Juel, facies ecídica en Férula Assoi Pau (= F. glauca Asso). Este Aecidium es diverso del Ae. Ferulae DE HISTORIA NATURA!, 247 Roussel, que, según el profesor Maire, formaría sus teleurosporas probablemente en graminales (1). También el Sr. Vicioso me ha comunicado un ejemplar que creo del Uredo Alismatis Thüm., sohr& Al isma ranuncnloides {maiúy. nova), procedente de Cercedilla (Madrid).,, especie curiosa, que no sé haya sido citada anteriormente en Europa. El Sr. Font Quer, nuestro consocio, me ha enviado también al- gunas especies dignas de mención. Helas aquí: Melampsora piilcherrima (Bub.) Maire, en facies picnídica y ceomática sobre Merciirialis anima de Caldetas (Barcelona), es- pecie ya antes citada en Cataluña. jEcidium Ficarice Thüm., en F icaria ranunculoides, del Valle de Avencó, en Montseny. Es imposible asegurar si este ecidio per- tenece al Uromyces Dactylidis Otth, o al U. Rumicis (Schum.) Winter, ambos existentes en Cataluña. yEcidium Valerianellce Biv.-Bernh., sobre Valerianella mi- crocarpa Lois. (matrix nova), procedente del Barranco de La Gra- nada (Ibiza), especie ya citada en Baleares, por Maire, sobre Va- lerianella trúncala Betcke; Uromyces Scillarum (Grev.) Winter, en Urginea Scilla, de Formentera. Esta especie ha sido encontrada ya en Baleares por Maire y por nuestro consocio D. A. Planas sobre Miiscari co- mosum. Uromyces tuberculatus Fuckel, en hojas de Euphorbia exi- gua, del Cabo de Berbería (Formentera), especie no citada ante- riormente en las Baleares. Uromyces monspessulanus Tranzschel, en Euphorbia serra- ta, de Ibiza, que también se cita por primera vez en las Baleares. Puccinia depauperans Sydow, facies ecídica en peciolos, tallos, y hojas de Viola WiUkommiRínm. et Sch. (matrix nova), del Va- lle de Avencó, Montseny, recolectada por Gros. Esta especie es en extremo afine a la P. Violes (Schum.) DC, y no se ha citado ante- riormente en España. También el profesor Caballero ha recolectado varias especies, de las que se ocupará .en un trabajo referente a la flora micológica de Cataluña. (1) Véase Maire (R.): en Actas de la Soc. d'Hist. Nat. du Nord de l'Afrique, tomo ix, pág. 30 (1918). 248 boletín de LA RUAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Secciones.— La de Valencia celebró sesión el 25 de Abril en el' Laboratorio de Hidrobiología Española del Instituto General y Técnico, bajo la presidencia del Sr. Trullenque. — El Sr. Arévaio presentó un dibujo de un flagelado crisomonádi- do del género Dinobryon Ehbrg., cuyas colonias ha recogido abun- dantemente en el plankton de los meses de Enero y Febrero en la Albufera. — El Sr. Trullenque presenta una nota que se incluye para su pu- blicación en el Boletín, acompañada de fotografías, acerca de una especie nueva, la Linaria Trullenqiiei, estudiada por el Sr. Pau. —La de Barcelona celebró sesión el 27 de Abril, bajo la presi- dencia de D. José Fuset. Son admitidos los socios propuestos en la reunión anterior. — El Sr. Fernández Galiano propone como nuevo socio numera- rio a D. Francisco de S. Aguiló Forteza, alumno de Ciencias Na- turales. ' — El Sr. San Miguel dona a la Biblioteca de la Sección un tra- bajo suyo, titulado «Excursiones geológicas por los alrededores de Barcelona». —El Sr. Faura dice que la Pontificia Accademia Romana del Nuovi Lincei (Roma, Palazzo della Cancillería) solicita, por su con - ducto, cambio del Boletín y las Memorias de nuestra Sociedad, por las Atti et Memorie suyas. — El Sr. Fernández Galiano lee un trabajo que versa sobre la disposición del tejido conjuntivo en el ventrículo del corazón de Helix. — El Sr. Marcet describe un procedimiento gráfico para repre- sentar la composición mineralógica de las rocas. —La de Sevilla celebró sesión el i." de Mayo en el Museo de Historia Natural de la Universidad, bajo la presidencia de D. Fe- liciano Candan. Se dio cuenta del donativo hecho a la Sociedad por el distingui- do profesor de la Facultad de Letras de Sevilla D. Joaquín Haza- ñas del folleto que ha editado y prologado con el título Apuntes de dos conferencias dadas por el abate H. Brenil en la Uni- versidad de Seoilla, 20-21 de Marzo de 1918 (Sevilla, Imprenta Sobrinos Izquierdo, Francos, 43 a 47). Se acordó que constara en acta el agradecimiento. DE HISTORIA NATURAL 249 —El Sr. Barras usó de la palabra para dar noticia de que el día 20 de Abril próximo pasado, a las nueve de la mañana, sintió des- de su casa, calle Calería, núm. 7, un temblor de tierra, acompa- ñado de ruido, que ocasionó la caída de un tabique y produjo grie- tas en varias paredes. Aunque sólo, aproximadamente, puede calcu- lar, dada la dirección de la caída de dicho tabique y otros indicios, íjue la transmisión de la onda sísmica fué de NO. a SE. El tem- blor de tierra fué percibido por muchas personas y se produjo alar- ma, saliendo algunos huyendo a la calle. — El Sr. Tenorio dijo que no hacía mucho tiempo, próximamente un mes antes de la citada por el Sr. Barras, de la que también te- nía noticia, se había sentido otra oscilación bastante perceptible a las seis de la tarde (diez y ocho, hora anterior al reciente decreto), del 21 de Marzo, cuya oscilación sintieron varias personas en ba- rrios de Sevilla tan distantes entre sí como el de Santa Cruz y San Lorenzo, También tenía noticia de otro sismo percibido en la ma- drugada del 26 de Abril próximo pasado. Con este motivo, y confirmando estas observaciones y haciendo referencias a los temblores de tierra de Granada ocurridos en estos días, usaron también de la palabra los Sres. González Nicolás, Ben- jumea. Simó y Morales Antequera. — El Sr. Brioude presentó y donó al Museo universitario un crá- neo procedente de una antigua necrópolis que existe en una altura inmediata al pueblo de Hornachuelos (Córdoba). Se halla sobre te- rreno granítico, encontrándose las tumbas excavadas en esta roca y cubiertas con lajas de pizarra. Con este motivo hicieron uso de la palabra los Sres. Candau y Barras, mostí-ando este último la hoja antropológica de dicho crá- neo, cuyos datos pasarán a formar parte de un trabajo que tiene en preparación. El mismo Sr. Brioude presentó también una interesante fotografía de las masas de granito existentes junto al caserío de la Nava, en- tre Andújar y Bailen. — D. Pedro Castro Barea presentó un trabajo titulado: Mine- rales de Andalucía. Especies y localidades no citadas exis- tentes en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Sevilla. 250 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Notas bibliográficas. Del Sr. Royo Gómez (Sección de Madrid): Carandell (J.) y Gómez de Llarena (J.): El glaciarismo cuaternario en los Montes Ibéricos. Trabajos del Museo Nac. de Cieñe. Nat. de Madrid, Serie Geológica, núm. 22, 1918. En este trabajo señalan como principales centros glaciares de los Montes Ibéricos, los macizos de la Demanda, Neiia, Urbión, Cebo- llera y Moncayo, habiendo estudiado ellos solamente los de la De- manda, Urbión y Moncayo. Describen la geología y geografía de los tres macizos citados, y consideran como Montes Ibéricos la zona montañosa comprendida entre las Sierras de la Demanda y la del Moncayo, pasando luego al estudio detallado de todos los glaciares, los cifcles son: el de la Laguna de Urbión, que es el mejor conservado; los de las Lagunas Larga, Helada y Negra, y los del Hornillo, de los Terreros y del nacimiento del Duero, todos en el macizo de Urbión y habiendo dejado huellas de varios retrocesos; los de las Hoyas de Negutia, la Resilla, Escolracia y otra Laguna Negra en el de la Demanda y, por último, los del Moncayo, que tan sólo son tres. De todos ellos los que han alcanzado mayor desarrollo son los de Urbión, debido a que éste se halla rodeado de cortinas montañosas que le separan de las llanuras y retienen las nieblas. Finalmente, calculan el límite de las nieves perpetuas cuaterna- rias en la glaciación máxima, obteniendo para la Sierra de Urbión 1.800 m., para la de la Demanda 1.950 m., y para el del Monca- yo 1.933 m. Consta el trabajo de 62 páginas, de 17 láminas, entre las que hay dos panoramas, uno del circo glaciar de. Urbión, y otro del de las Lagunas Larga, Helada y Negra, de un bloque del macizo de Urbión, y un esquema orográfico de la Demanda, Neila y Urbión, con sus centros glaciares, siendo de lamentar que a causa de las actuales circunstancias los fotograbados no sean tan buenos como era de desear, a pesar de ser inmejorables la mayoría de las foto- grafías para ellos empleadas. —Del Sr. Sánchez (M.) (sección de Madrid): Alvarado (Salustio): ^Plastosomas y leucoplastos en algu- nas fanerógamas. Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Natu- DE HISTORIA NATURAL 251 rales. Serie Botánica, nüm. 13, 1918 (con una lámina y 14 figuras en el texto). Después de hacer un breve resumen histórico sobre la cuestión y de discutir diversas opiniones sobre los métodos mitocondriales pasa el autor a reseñar los hechos por él observados. Primeramen- te estudia la evolución del condrioma en las células del periblema de la radícula del garbanzo, en donde se obtienen brillantes resultados con el método de Achúcarro-Río Hortega, introducido en la técnica histológica vegetal por Madrid Moreno. Observa el autor que el condrioma es abundantísimo en las células meristemáticas termina- les, en donde está integrado por pequeños condriocontes cortos, baciliformes que se reúnen en grupos perinucleares unos, y situa- dos en el protoplasma exterior otros, existiendo también uniendo a entrambas clases, condriocontes irregularmente alineados. A me- dida que las células se alejan del ápice de la raíz se modifica el condrioma, observándose que en las próximas al pleroma desapare- cen los cortos condriocontes primitivos, siendo sustituidos por fila- mentos bastante largos, formados por la alineación de varios de aquellos plastosomas. Siguiendo la diferenciación de las células me- ristemáticas en parenquimatosas puede asistirse a la fragmentación de estos cordones mitocondriales en mitocondrias granulosas que no son sino los primitivos plastosomas ahora libertados. En cualquiera de estos estadios se notan ciertos granulos un poco más voluminosos que las mitocondrias y de distinta composición química, puesto que pueden teñirse solos, los cuales son los leuco- plastos de Schimper, que se constituyen por modificaciórt química de un solo plastosoma, como lo demuestra claramente la observa- ción de las células de la última fase, en la cual es fácil de observar el fenómeno. Deduce también el autor de sus observaciones, que el número de leucoplastos de las células no aumenta por división de otros leucoplastos, sino por transformación química de otras mitocon- drias, puesto que los leucoplastos, al revés que las mitocondrias, no son susceptibles de división; y que, por lo tanto, la teoría de Schimper sobre el origen de los plastos debe modificarse ligera- mente, pues sus leucoplastos no proceden de otros preexistentes, sino de plastosomas que dicho sabio no pudo ver.' Según el autor, los 'granos de almidón parecen nacer por modi- ficación química de todo el leucoplasto o el plastosoma originario y no por secreción de la substancia amilácea en una vesícula pre- S52 BOLKTIN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA formada como dicen los autores. El crecimiento de los granulos- debe verificarse tanto por aposición como por intususcepción. Ter- mina el autor su trabajo extendiéndose sobre las relaciones entre los plastosomas y leucoplastos y el núcleo, deduciendo que éste juega por su influencia trófica un gran papel, tanto en la diferen- ciación de los leucoplastos como en la formacón del almidón: en las células viejas, estos fenómenos sólo tienen lugar en las proxi- midades del núcleo; en las jóvenes, en cualquier lugar de la célula. Nicolás Tíchúcarpo No hace muchos días —el 23 del pasado mes de Abril— hemos perdido a nuestro consocio D. Nicolás Achúcarro, uno de los espí- ritus más finos, más delicados, más penetrantes que hayan surgido en la ciencia española durante estos primeros años del siglo xx. Ha muerto joven, a los treinta y ocho años, cerca de su villa natal, Bil- bao, en la aldea de Neguri, tras larga y dolorosa enfermedad, que comenzó de modo insidioso y vago hace años, preocupando honda- mente a sus amigos; y que pronto cubrió de un velo de amargura la dulce y perenne sonrisa y la luminosa claridad de los ojos de Achúcarro. Pocas veces deja un hombre, al morir joven todavía, una estela de pesadumbres, de recuerdos, de añoranzas y de honda y sentida devoción, prescindiendo de las altas y públicas pruebas de su ta- lento y de su labor científica, tal como la deja entre la juventud es- tudiosa y entre sus compañeros y amigos Nicolás Achúcarro. Han escrito de él, con gran emoción, en estos días, el maestro suyo y de todos, D. Santiago Ramón y Cajal (al conmemorarle en la Sociedad Española de Biología); D. José Ortega y Gasset; el Dr. Gregorio Marañón; el Dr. Rodríguez Lafora, y otros. La Real Sociedad Española de Historia Natural ha de rendir igualmente su homenaje fervoroso a la memoria de Achúcarro: primero, por la lo- zanía y el esplendor de los frutos que con un trabajo de quince años Achúcarro ha entregado a la producción española y a la ciencia uni- versal; luego porque esta labor intensa se ha desenvuelto toda en los campos afines a las Ciencias Naturales, particularmente en los de la Biología y de la Histología normal y patológica del sistema nervioso; y, por fin, porque al lado mismo del aula en que la So- ciedad Española de Historia Natural se reúne en sus sesiones men- NICOLÁS ACHÚCARRO DK HISTORIA NATURAL 253 suales, pared en medio, trabajó Achúcarro hace algún tiempo, du- rante más de un ano, cuando la «Junta para ampliación de estudios» le confió la dirección de un Laboratorio para la preparación de los discípulos destinados a perfeccionar sus estudios en el extranjero. Aquel hombre dotado con tanta riqueza de las más exquisitas dotes de la sugestión, y de la más poderosa entre todas, cual es la facul- tad de conservar cierta nativa ingenuidad casi infantil; aquel espí- ritu amplio y sutil al propio tiempo, esquivo de todos los artificios de la forma, y, sin embargo, jamás abandonado por un gesto de es- pontánea elegancia, pasó muchas veces, día tras día, por estas sa- las del Museo, y aquí dejó caer poco a poco en la inteligencia de sus escogidos alumnos el regalo de sus enseñanzas y principalmente de su ejemplaridad. Nicolás Achúcarro estudió la carrera de Medicina en la Facultad de Madrid; primero, con Simarro y Madinaveitia; luego, con Cajal, de quien recibió el impulso definitivo para orientarse en las inves- tigaciones anatomopatológicas y micrográficas en general. Su -pe- ricia técnica era ya considerable, cuando (1901-1902) resolvió irse a París, donde permaneció cerca de un año al lado del eminente neurólogo Fierre Marie. Al año, en parte por indicación del neurólogo alemán Lewandowsky, con quien trabó entonces gran amistad, marchó a Munich, y empezó a trabajar, bajo la inspiración de Kraepelin, en el Laboratorio de Alzheimer. Es de aquel tiempo uno de sus trabajos más interesantes, sobre la histopatología del sistema nervioso de los animales atacados de rabia. Fué luego a Florencia, y en la escuela de Psiquiatría, dirigida por Tanzi y Lu- garo, tuvo ocasión de conocer la mayor parte de los jóvenes neuró- logos e histopatólogos italianos, entre ellos Donággio, Cerletti, Perusini (muerto este último en guerra, hace dos años, en una ac- ción sobre el Isonzo), con los cuales conservó siempre excelentes relaciones de amistad. Regresó nuevamente a Munich, y al cabo de un nuevo período de intensa labor al lado de Alzheimer, de quien logró extraordinaria estimación, fué propuesto y escogido entre muchos neuropatólogos para cubrir el puesto de jefe del Laborato- rio anatomopatológico del Manicomio federal de Washington, en los Estados Unidos de Norte América. Su producción científica de aquel tiempo, publicada en gran parte en inglés, en parte en ale- mán, y acornpañada por buen número de trabajos de colaboradores 254 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA • y discípulos suyos, ha contribuido al esclarecimiento de importan- tes cuestiones científicas, sobre todo en el campo histopatológico, que atañen al alcoholismo y a sus efectos sobre el sistema ner- vioso central, al reblandecimiento cerebral, a la corea, a la pa- rálisis general y a la tabes, a la demencia precoz y a la demen- cia senil. Sustituido por R. Lafora, y por invitación suya, en el cargo que desempeñaba en el Manicomio de Washington, regresó a España requerido por afectos familiares y por insistencias, harto justifica- das, de la Junta de ampliación de estudios y de los ambientes cien- tíficos de Madrid; fué nombrado, por oposición. Médico de número del Hospital provincial, y luego encargado de la organización de un Laboratorio de Histología y de Anatomía patológica, que más tarde (hace tres años) se fundió con el Laboratorio de investigaciones bioló- gicas, dirigido por D. Santiago Ramón y Cajal. La labor de Achú- carro fué en este ambiente y durante los siete años en que sobrevi- vió (a partir del 1911) extraordinariamente fructífera. Recordare- mos tan sólo: en primer lugar, los métodos técnicos que se deben a su perspicacia y a su insistente trabajo, sobre todo el procedi- miento del tanino y del óxido de plata reducido, conocido con el nombre de «método de Achúcarro» para la impregnación del tejido conectivo en sus más finos haces y delicadas fibrillas, método no superado hasta ahora por ningún otro; en segundo lugar, sus estu- dios, que bien pueden calificarse de geniales, sobre la estructura y la función de la neuroglia, a la cual atribuía en estos últimos tiem- pos, con fundamentos fehacientes, un interesante papel, a modo de órgano de secreción interna, en la génesis o en el equilibrio fisio- lógico de los actos emotivos; hipótesis que abre el camino a nuevas e importantísimas investigaciones. «El maestro — dice Cajal— valía tanto como el hombre y el sa- bio. No lo creía él, que alegaba, movido por la modestia, su falta de condiciones oratorias.» Y más adelante: «Como todo docente de vocación, Achúcarro convivía familiarmente con sus educandos, vi- gilaba de cerca sus ensayos, les alentaba en sus decepciones técni- cas, les sugería ideas directrices y, en fin, les orientaba incansable- mente en la bibliografía, que conocía a fondo y de primera mano.» Estas palabras del profesor ilustre que ha visto, apesadumbrado, DE HISTORIA NATURAL 255 desaparecer prematuramente uno de sus hijos espirituales, de los más estrechamente unidos a su obra científica, son de las que con mayor fidelidad dejan entrever la huella profunda que la actividad de Achúcarro ha trazado en el espíritu de la juventud estudiosa. Su pérdida es de aquellas que las colectividades humanas cono- cedoras de sus valores morales han de lamentar con mayor descon- suelo. Cabe recordar — sin que esto aminore la pena — aquel verso griego: ov oí -9'YjoI cpiXouatv a-KOií-vvjaxsí vfjoc, que Leopardi tradujo con tanta y tan desconsolada gentileza: Miior giovane colui che al Cielo é caro. Gustavo Pittaluga. Mayo de 1918. Notas y comunicaciones. Nuevos datos para la geología de la submesata del Tajo por J. Royo Grómez. Examinando en el Mapa geológico de España las regiones de la Alcarria y de la Mancha, se nota que el mioceno que las forma se halla interrumpido, no sólo por los manchones de la sierra de Alto- mira y sus estribaciones, tenidos hasta hace poco tiempo como cre- tácicos y que en notaí> anteriores (1) hice ver que son también mioT ceños, sino además por un manchoncito de jurásico señalado entre Viana de Mondéjar y La Puerta, en la provincia de Guadalajara. En una excursión reciente, realizada por esa región y a la cual me ha acompañado nuestro consocio D. Félix Pérez de Pedro, he (1) Royo (J): «Dalos para la geología de la submeseta del Tajo». Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat., tomo xvii, 1917, págs. 519-527, y véase además el acta del mes de Marzo del presente año del mismo Boletín. 256 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA podido comprobar que tampoco existe ese jurásico, puesto que lo que allí se encuentra es mioceno plegado, aunque con distintos bu- zamientos a los que he dado a conocer en las anteriores notas so- bre el resto del citado terreno en esta submeseta. El Sr. Castel (2), en su Memoria geológica sobre la provincia de Guadalajara, al tratar del terciario y describiendo los cerros llama- dos «Tetas de Viana», de la citada localidad, dice que el pueblo se asienta sobre unas capas de caliza, que aunque no encontró fósiles en ellas que se lo demostrasen, las supone jurásicas, por lo que en el mapa geológico que acompaña a su trabajo señala el manchón como de esa edad, siendo luego publicado también como tal en el mapa geológico de España hecho bajo los auspicios de la Comisión para ello encargada. En esta excursión he podido ver que la región comprendida en- tre Cifuentes, Mantiel y La Solana, al E. de Viana de Mondéjar, es una zona de hundimiento en la que las calizas superiores han descendido unos 200 metros, pudiéndose ver aún cómo desde los Altos de las Muelas al S. de Viana y de los del Modorrón al SE. de Cereceda las calizas miocenas que allí se encuentran relativamen- te horizontales, descienden nuevamente hacia el N. para luego for- mar, por medio de diversos pliegues, la serie de lomas que surca- das por el río Tajo con sus enormes meandros encajados consti- tuyen esa comarca, y en la que tan sólo destacan «Las Tetas de Viana», las cuales se divisan por el S. aun desde la Sierra del So- corro en Sacedón. Las calizas que señala en Viana el Sr. Castel como jurásicas no son más que la continuación de las capas que bajan desde los Altos de las Muelas, y las areniscas y conglomerados que se encuentran encima son las capas que suelen alternar con las calizas y que tam- bién las encontramos en los citados Altos, si bien la erosión las ha hecho desaparecer en gran parte. En cuanto a los fósiles, no es raro que no los encontrara allí, pues- to que debido a las presiones tan enormes que sufrirían dichas cali- zas cuando se efectuaron los movimientos que perturbaron esta re- gión, se han hecho más compactas, desapareciendo aquéllos; sin embargo, en su continuación en los Altos hemos encontrado los moluscos fósiles tan típicos de las calizas miocenas de los páramos, (2) Castel (C): «Provincia de Guadalajara. Descripción geológica.) Bol. de la Com. del Mapa Geol. de España, tomo viii, 1881, pág. 147. DE HISTORIA NATURAL 25r y en muy buen estado de conservación en cuanto a su concha y hasta coloración (Plaiiorbis, Nerita, Melanopsis, etc.). En La Puerta la erosión ha dejado al descubierto por debajo de las calizas, continuación de las de Viana, las margas yesíferas grises, apareciendo con infinidad de pliegues, debido a que éstas son más endebles y en vez de seguir paralelas a aquéllas se han ■ comprimido y plegado más fuertemente. En cuanto a las llamadas «Tetas de Viana», son dos cerros casi iguales, en forma de troncos de cono, con las cumbres casi planas y coronadas por un alto tajo o «ceño», como llaman en el país, sien- do su altura próxima a 1.100 m. sobre el nivel del mar, casj igual a la de los páramos más próximos, y de unos 250 m. sobre el valle del río Solana. Están formadas tan sólo por las capas del tramo superior del mioceno continental, o sea, en la base por las calizas de Viana, luego areniscas que van pasando insensiblemente a conglomerados con un espesor de unos 70 m. y, por fin, las calizas, de unos 60 m., parte de las cuales forman la planicie de la cumbre, la cual es acce- sible solamente por un punto (no muy fácil de escalar), de lo que se aprovechan las gentes para dejar ganado lanar en la parte alta sin temor a que se escape, pues tanto para subir como para bajar las reses lo tienen que hacer por medio de cuerdas. Por lo que respecta a su tamaiio, baste decir que la planicie de la cumbre tiene forma ovalada, en la que el diámetro mayor en la del S. es de unos 250 m. (N. a S.) y el menor de 100 m. (E. a W.). La del N. es más estrecha, pero más larga y en las mismas direc- ciones que la anterior. Sus, capas no son horizontales, sino que for- man un suave sinclinal cuyo eje va de E. a W. y situado en el co- llado que las separa entre sí. No entro en más detalles respecto a la tectónica y demás, por reservarlo para el trabajo que sobre toda esa región tengo en preparación. Por último, debo hacer notar que desde los Altos de las Muelas en Viana y desde otros puntos de las provincias de Guadalajara y Cuenca, he podido contemplar parte de las sierras señaladas en el Mapa como cretácicas de Canredondo, Arbeteta a Alcantud, Prie- go y sus continuaciones al S. en manchoncitos aislados, habiendo encontrado gran parecido en su aspecto con las regiones por mí estudiadas de mioceno muy plegado (Sierra de Altomira, etc.) y dando, además, la coincidencia de no haber encontrado fósiles en ellas los Sres. Cortázar y Castel, que de ello se han ocupado, cuan- 258 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA do aquéllos son tan abundantes en los restantes manchones cretáci- cos del N. de Guadalajara y en los de la serranía de Cuenca, hace que no tenga por muy segura (por lo menos, para gran parte de ellos) la edad a dichos manchones asignada, esperando que poste- riores estudios nos la determinarán exactamente. Digestión intracelular en un acaro por Eduard Reichenow. (Lámina vii ) Gracias a la hospitalidad que he encontrado en el Museo Nacio- nal de Ciencias Naturales, he podido proseguir durante mi actual estancia en Madrid, mis investigaciones sobre hemogregarinas. Con este motivo se evidenció la necesidad de conocer más detenida- mente la anatomía del acaro Liponyssus saiirariim, animal trans- misor de los parásitos de la sangre de Lacerta muralis, según señalé en un trabajo anterior (Reichenow, 1913). Las nuevas observaciones sobre el desarrollo de las hemogregarinas, así como las referentes a la anatomía e histología del mencionado acaro, serán publicadas detalladamente en otro lugar. En la presente nota daré sólo una corta descripción del muy notable proceso de diges- tión del acaro, que, por efectuarse intracelularmente, es de interés especial para la fisiología comparada de la digestión. Desde hace mucho tiempo se sabe que en los metazoos inferiores se presenta una forma de digestión en la cual las partículas de ali- mento son incorporadas a las células del epitelio intestinal mediante procesos ameboideos, para ser digeridas en el interior de ellas. Ya en el año 1857 describió Lieberkühn este modo de digestión en Spongilla; en los celentéreos lo observó primero Claus (1874) en sifonoforos y Jeffery Parker (1880) en H'ydra fusca. Fueron fun- damentales para esta cuestión los trabajos de Metschnikoff (1878, 1879, 1880, 1882), quien se dio cuenta déla gran importancia que se debe atribuir a la existencia en los metozoos más inferiores de un proceso de digestión que es general en los protozoos. Por sus inves- Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. VII. --r"^ "?"'^:>. <^i>l •^^r Ed. Reichenow, del. DE HISTORIA NATUKAL 259 tigaciones se comprobó que este proceso es general tanto en los es- ponjiarios como en los celentéreos, y además lo observó por vez primera en algunos turbelarios. Pero más sorprendente que en los animales mencionados — metazoos de organización ínfima— es la presencia de la digestión intraceUiIar en los gastrópodos, observa- da por Enriques (1902), el cual, por el contrario, no la ha podido comprobar en los cefalópodos y lamelibranquios (Ostrea edulis) por él estudiados. Por lo que conozco actualmente de la bibliografía, veo que no ha sido descrita hasta la fecha la digestión intracelular de partículas figuradas de alimento en otras clases de animales; en particular no se conoce nada sobre este fenómeno en los artrópodos. El acaro Liponyssus saw/arz/m Oudemans (1901) pertenece a la familia de los gamásidos. La larva con seis patas se metamorfo- sea sin tomar alimento en ninfa con ocho patas, la cual chupa san- gre de lagartija, llenándose de una sola vez. Terminada la diges- tión, resulta, por metamorfosis de la ninfa, el animal adulto, hembra o macho. La hembra fecundada se nutre también de sangre de la- gartija, y después de cada succión de sangre pone una parte de sus huevos. Ordinariamente ha puesto todos los huevos después del tercer período de digestión, y entonces va muriendo lentamente. El macho no chupa sangre y parece tener suficiente para el resto de su vida con el alimento tomado cuando ninfa. Para comprender el proceso de la digestión tenemos que hacer algunas indicaciones sobre el aparato digestivo. En la figura 1 .^ del texto he dibujado los órganos de digestión y de excreción de un acaro hembra joven y todavía ayuno, según la reconstrucción he- cha mediante una serie de cortes. La sangre, chupada por la farin- ge musculosa (f), pasando por el esófago (e), va al intestino me- dio (im), que en toda su extensión es digestivo. El intestino medio de los arácnidos se caracteriza, como es sabi- do, por su tendencia a formar ciegos, que aparecen con gran varia- bilidad en los diversos representantes del grupo. Están extraordina- riamente desarrollados en las arañas, en las que constituyen un verdadero sistema de tubos múltiplemente ramificados. Fué prin- cipalmente esta última disposición la que condujo a designar estos ciegos erróneamente como hígado, hasta que Bertkau (1884, 1885) 260 boletín de la rf.al sociedad española pudo comprobar que no se trata de tubos glandulares, sino de por- ciones del intestino digestivo. En los ácaros, los ciegos del intestino medio muestran el grado mínimo de desarrollo, pero también en ellos se observan grandes variaciones en su número y disposición, aun Fig. L"— Aparatos digestivo y excretor de una hembra joven antes de ingerir alimento, x 140. 1, quelíceros; 2, pedipalpos; 3-6, patas; c, cerebro. (La explicación de las restantes letras se halla en el texto.) entre los de formas próximas. En la especie presente .'vemos, coma muestra la figura, a cada lado del intestino medio una evaginación que, a su vez, se divide en una rama anterior y otra posterior; además, anteriormente se prolonga formando un ciego corto que DE HISTORIA NATURAL 261 se extiende dorsalmente por delante de la desembocadura del esó- fago; y posteriormente se prolonga también, formando otro ciego corto y dorsal, que se extiende por detrás del arranque del intes- tino final. El intestino final (if) tiene exclusivamente el papel de conducir los excrementos a un gran recipiente esférico, la vesícula rectal (vr), desde donde pueden ser evacuados directa- mente por el ano (a). La vesícula rectal repre- senta una cloaca, puesto. que desembocan en ella también los órganos de excreción, los tu- bos de Malpighi (tm). Éstos son un par de tubos sencillos, cuyos extremos anteriores están situados en los ar- tejos básales del primer par de patas. Pri- mero se extienden hacia atrás por debajo del intestino y forman, cada uno, tres cortas sinuo- sidades que penetran algo en las bases del segundo, tercero y cuarto par de patas; luego ascienden hacia el lado dorsal y prosiguen hasta más allá de la vesícula rectal; detrás de ésta tuercen hacia abajo; luego marchan ha- cia delante, y, finalmente, vierten en la ve- sícula en su cara inferior, a los lados de la des- embocadura del intestino final. El epitelio del intestino medio, que no está funcionando (fig. 2.^ del texto), da la impre- sión a primera vista de estar compuesto por varios estratos. Esta impresión es debida a que algunas células del epitelio, que sobre- pasan mucho en tamaño a las otras, tienen Rg. g.'^- Corte de una .•11 ■ . . r . , , parte del epitelio intes- hinchada su porción mas próxima al lumen tinai de un acaro antes intestinal y, poniéndose en contacto, estas e ingejir^a^imento. partes hinchadas cubren completamente a las células más pequeiías. También éstas últimas son de tamaño muy variable y no alcanzan todas, por lo tanto, la misma altura en el epitelio. Después de la descripción del proceso digestivo podre- mos tratar de las relaciones de estas diferentes formas de células. Cuando después de tomar alimento el acaro el intestino medio queda repleto de sangre, se modifica completamente el aspecto del epitelio. Las grandes células que sobrepasan a sus vecinas, intro- ToMO xvMi.— Mayo, 1918. - 17 ■262 boletín de LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ducen entonces profundamente su porción libre en la masa del ali- mento, y resaltan tanto del conjunto del epitelio que ordinariamente suelen quedar unidas a él tan sólo por un pedúnculo delgado. En su superficie aparecen grandes pseudópodos, cuya estructura reticular muy fina los distingue claramente del protoplasma interior de retí- cula muy tosca. Por lo tanto, podemos diferenciar, como en una ameba, una capa ectoplasmática y un endoplasma (lám. vii, figs. 4 y 7). Los pseudópodos cogen y envuelven los glóbulos de la san- gre, y de este modo los dirigen al interior de la célula. Los eritrocitos de las lagartijas son muy favorables para la ob- servación del proceso de digestión intracelular, puesto que, a cau- sa de su color amarillo y de tener núcleo, permanecen durante mucho tiempo perceptibles en el interior de las células. Pocas ho- ras después de la ingestión del alimento, pueden encontrarse ya las grandes células intestinales repletas de eritrocitos (lám. vii, figu- ra 5). Inmediatamente después de la incorporación de la presa em-- pieza su digestión. Se pueden hallar numerosos glóbulos de la san- gre reunidos en una gran vacuola digestiva, pero por regla general quedan separados los glóbulos, de modo que, cuando se han liqui- dado, resulta una vacuola de alimento en lugar de cada uno de ellos. Del mismo modo que, al empezar la digestión, la forma caracterís- tica del eritrocito se cambia en forma esférica, así también los ele- mentos cromáticos de su núcleo confluyen formando una esfera, al principio provista todavía de vacuolas, y luego sin estructura (lá- mina VII, fig. 6). Esta esfera cromática disminuye paulatinamente hasta quedar por completo disuelta. El contenido de las vacuolas pierde, por fin, su color amarillo, y el producto final de la digestión se presenta como un líquido homogéneo, que luego sale de la célula. Estando infectados muy a menudo los eritrocitos de las lagarti- jas por hemogregarinas, resulta que también estos parásitos perte- necen a los elementos figurados del alimento tomado por el acaro, y, por lo tanto, exigen una breve indicación. En el intestino del acaro, las hemogregarinas quedan unas incluidas en los eritrocitos, otras se salen de éstos y se mueven libres en el plasma sanguíneo. Pueden ser incorporadas por los fagocitos del mismo modo que los glóbulos, pero pueden también penetrar por movimiento propio en el interior de las células del epitelio, y esta penetración activa explica su presencia en células que, por lo demás, no dejan reco- nocer ningún indicio de función fagocítica (lám. vii, fig. 3). Dejan- do aparte los gametocitos maduros, todos los demás parásitos lie- DE HISTORIA NATURAL 263 gados al interior de los. fagocitos son digeridos sin dificultad. Tam- bién tienen la misma suerte una parte de los gametocitos: los que quedan salvos, se acumulan en vacuolas particulares de las células (fig. S.'^/del texto), donde pueden encontrarse en grandes canti- dades. La proporción de los gametocitos que perecen, aun siendo de la misma procedencia, es muy diferente en los diversos ácaros; en numerosas hembras y en todas las ninfas no subsiste ni un solo pa- rásito. No puedo indicar las causas de esta diferencia. Puede de- cirse, como en otros casos semejantes conocidos, que los diferen- tes ácaros poseen un distinto grado de inmunidad hacia los pará- sitos, sin que por ello quede explicado nada. Los gametocitos que se han salvado del aniquilamiento regresan al lumen intestinal hacia el final de la digestión, y allí, con la conjugación de individuos ma- chos y hembras, se reanuda el proceso de su desarrollo (véase Rei- CHENOW, 1913). Volvamos a los procesos de digestión que se observan en la cé- lula epitelial. Como restos no digeribles de alimento quedan en ella granitos de pigmento pardos y muy refringentes que, después de cada acto de digestión de la célula, se acumulan en mayor canti- dad y se transforman en numerosas masas esféricas (lám. vii, figu- ras 7 y 8, y fig. 4.^ del texto). Estas partículas de pigmento se originan exclusivamente en las células que han digerido glóbulos de la sangre de lagartijas. Antes de la primera succión de sangre no está, pues, pigmentado el intestino del acaro. Una vez repleta la célula del epitelio con esferas de pigmento queda incapaz de actividad digestiva ulterior y perece. Esta célula sale del conjunto epitelial (véase la fig. 4.^ del texto), y cae en el lumen intestinal, donde adquiere forma esférica. Su núcleo dege- nera y desaparece, lo mismo que la estructura del protoplasma, que- dando finalmente sólo una gran esfera repleta de gotas de pigmen- to (lám. vil, fig. 9). Estas células de pigmento se encuentran en el lumen del intestino aumentando con el progreso de la digestión; de modo que hacia el final de cada período digestivo el intestino que- da repleto con gran cantidad de ellas. Poco a poco van pasando por el intestino final a la vesícula rectal, donde se disgregan, si no lo han hecho ya en el camino. Mientras dura la digestión observamos en el lumen intestinal, no sólo las células del epitelio gastadas que van pereciendo, sino tam- bién otras que contienen todavía eritrocitos bien perceptibles, en 264 boletín de La REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA las que, por consiguiente, está aun en plena actividad la diges- tión intracelular. De esto se deduce que también algunas células todavía aptas para la función se separan del conjunto epitelial, para ejercer su actividad en medio del quimo. Estas células, naturalmente, tienen que devolver al lumen intestinal el alimento digerido; y es evidente que también por parte de los fagocitos que se encuentran en el conjunto del epitelio se efectúa la devolución del alimento principalmente hacia el intestino y sólo en medida muy escasa —si en realidad tiene lugar — a través del delgado pedúnculo hacia el celoma. Por lo menos no se observan nunca en los pedúnculos va- cuolas de alimento de tamaño grande. El cuadro normal de la digestión muestra que los glóbulos de la sangre de las lagartijas, que no han sido todavía incorporados por los fagocitos, permanecen inalterados en el intestino hasta que les llegue el turno, lo que puede tardar a veces más de una semana. De esto podemos deducir que en el acaro de que nos ocupamos- no son segregados fermentos digestivos, siendo, por tanto, la di- gestión exclusivamente intracelular. Parece contradecir esta observación el que, en algunos casos, po- cas horas después de la succión del alimento, podemos observar en el intestino del acaro la liquidación de los elementos figurados de la sangre. Como no es probable que en la misma especie la mayor parte de los individuos no posea ninguna huella de digestión extra- celular, mientras se presenta ésta de un modo muy activo en algu- nos, tenemos que buscar para este hecho otra explicación: según mi opinión es ésta una infección bacterial del intestino del acaro. Por regla general no existen bacterias en el intestino del acaro; con lo cual no se afirma la absoluta esterilidad de este órgano^ sino únicamente el hecho de que no aparecen bacterias mediante la investigación microscópica. En los raros casos en que se las en- cuentra se observa que son incorporadas por las células del epi- telio del mismo modo que los otros elementos figurados, y que son digeridas (lám. vii, fig. 6). Ordinariamente logra el ácaío domi- nar de este modo la infección, pero a veces las bacterias aumentan de tal manera que el animal perece. De lo antedicho resulta que el contenido líquido del intestino que va a ser absorbido consiste en una mezcla de substancias ya des- compuestas y de alimento no digerido, el cual es el plasma de la sangre de la lagartija. Todas las células del epitelio toman parte en la absorción; pero las mayores más activamente que las menores, DE HISTORIA NATURAL 265 como puede deducirse del número y tamaño de las vacuolas que en ellas se presentan (lám. vii, figs. 1 y 3)- Como una parte del líquido absorbido —el plasma sanguíneo— ha de ser digerido intracelular- mente antes de pasar al celoma como quilo, no existe ninguna dife- rencia fundamental entre las células que sirven a la absorción y los fagocitos. Observamos también que estas células son aptas para incorporar elementos figurados pequeños, como bacterias; por lo tanto, no es sorprendente el hecho de que estas células puedan transformarse en fagocitos, para reparar de este modo el gasto constante de esta forma de célula. No parece tener lugar una multiplicación de los elementos del in- testino, como tampoco de las células de ningún otro tejido, durante toda la vida del acaro, una vez concluido el desarrollo embriona- rio. Nunca he podido observar divisiones de núcleos: el reemplazo de los fagocitos que, cargados de materias de excreción, se han des- prendido del conjunto del epitelio, se efectúa exclusivamente ocu- pando su lugar las mayores de las células que se habían dedicado hasta entonces únicamente en hacer utilizable el alimento líquido. Entre estas células mayores que van a transformarse en fagocitos y las más pequeñas del intestino se encuentran todas las transicio- nes (lám. vil, figs. 1 y 3). Las más grandes tienen ya la misma for- ma de clava que los fagocitos, y, como éstos, sobresalen mucho de las células vecinas: la falta de pigmento en su interior prueba que no se han ocupado todavía en la digestión de los glóbulos de la san- gre. Éstas son las formas que se convierten en fagocitos jóvenes mediante el desarrollo de grandes pseudópodos. No he podido observar células especiales de secreción en el in- testino del acaro, lo que no es sorprendente, puesto que falta com- pletamente la digestión extracelular. Así resulta el notable hecho que todas las células intestinales son del mismo tipo y que la gran variedad de formas que presentan los elementos del intestino es sólo debida a diferentes estados de función y grados de madurez de las células. La duración del proceso de digestión siguiente a una succión de alimento es variable según se trate de una ninfa, o de una hembra después del primer acto de succión, o de una hembra después del segundo. Como se desprende del modo de efectuarse la digestión, resulta que la velocidad del proceso depende directamente de la proporción matemática entre la superficie y el volumen del alimen- to tomado, y como, dada una cantidad mayor de alimento, esta pro- 266 boletín de la real sociedad española porción se modifica en contra de la superficie, necesita, por consi- guiente, la hembra, que en su primer acto de succión chupa más sangre que la ninfa y en el segundo todavía más que en el primero, un lapso de tiempo cada vez más largo para la digestión. Naturalmente, como toda actividad celular, la velocidad de la digestión depende también de la tempe- ratura. A temperatu- ra que oscile entre 20'' y 30" centígra- dos, digiere la ninfa en el transcurso de uno o dos días; el aca- ro hembra , después del primer acto de succión , en tres o cuatro días, mientras después del segundo acto de succión tarda en terminar la diges- tión próximamente ocho días. A tempe- raturas inferiores a 20° el proceso es mu- cho más lento y a me- nos de 10° se detiene casi por completo. Como lo caracte- rístico de este pro- ceso de digestión con- siste en una sucesión Fig. S.-'-Corte de una parte del epitelio intestinal de de actos de fagocito- un acaro durante la digestión. >; 800. (La explicación ■ , -«i ^ i de las letras se halla en el texto.) SIS de Celulas del epi- telio y en el reempla- zo de los fagocitos gastados por otros nuevos, pueden encontrarse a la vez, mientras dura la digestión, todos los estados de las células unos junto a otros. Por esta causa, el cuadro histológico del epitelio intestinal se nos presenta con una variedad desconcertante de formas, según repro- duce la figura 3." del texto. En la base vemos las células todavía DE HISTORIA NATURAL 267 en estado joven Yr/^, las cuales toman sólo parte escasa en la ab- sorción y en la digestión del alimento líquido; en b se encuentra una célula absorbente que va rellenando un hueco y desarrollándose en célula en forma de clava. Células que ya tienen la forma de cla- va característica de los fagocitos, pero que aun no han tomado más que materias líquidas, están indicadas con la letra c. Avanzando más hacia el interior del intestino que el resto del epitelio, ob- servamos los extremos dotados de pseudópo- dos de las células que de momento están en actividad fagocítica (d); al lado hay otras células (e) que ya es- tán más o menos llenas de glóbulos de sangre de lagartija y mues- tran, además, una ri- queza varia de pigmen- to, prueba de una acti- vidad digestiva prece- dente. Ya repleta del todo de granos de pig- mento, pero todavía ocupada en la diges- '^*'" '' tión de algunos eritro- Fig. 4." -Corte de una parte de la pared del intestino r'ún^ cfi nrticcTifa lo de un acaro hembra, mostrando la situación de los 1-1LUC5, 5>c pic^eiiLd Id ovocitos entre las células epiteliales. Los ovocitos Célula /, mientras otra '^" '"" '*°' '^'""'ia'"St'¿loa ^^'^^ '"^'"''°'' ^^ contigua está ya ma- dura para la expulsión. La célula más inferior designada por e y también la célula /contienen hemogregarinas. No es muy considerable la actividad de absorción atribuida en este acaro al epitelio intestinal; pues los ovocitos, a causa de condi- ciones anatómicas muy particulares que. no puedo describir aquí con detalle, toman directamente parte en la absorción. Los ovarios se encuentran situados en la misma pared del intestino y los ovo- © A-''f% ^■Jj 268 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA citos apartan las células y sobresalen mucho —en particular cuan- do están ya crecidos— en el lumen intestinal. Es un aspecto muy notable el ver los ovocitos formando con las células del intestino un conjunto epitelial continuo (fig. 4.'' del texto). La absorción directa del alimento por los ovocitos —ya manifiesta por la disposición histológica— puede comprobarse indudablemente por la existen- cia de vacuolas muy grandes de alimento, cuyo lugar de formación se halla en el lado adyacente al lumen intestinal (véase la figura). Como el alimento del acaro se invierte principalmente en el desarro- llo de los huevos, relativamente muy grandes — 0,35 mm. de longi- tud y 0,25 mm. de anchura—, resulta que la absorción en su mayor parte se efectúa por éstos. Las condiciones anatómicas aquí indicadas muestran una vuelta hacia estados muy primitivos, relacionada con el parasitismo de este acaro. Surge, por lo tanto, la cuestión de si tenemos que con- siderar también el modo intracelular de la digestión como un fenó- meno regresivo análogo, o si está justificada la suposición de que este proceso 'de digestión tiene una distribución más amplia entre los ácaros o, en general, entre los arácnidos. Por de pronto, es importante demostrar que mis hallazgos en Li- ponyssus coinciden completamente con las descripciones histo- lógicas del epitelio intestinal de otros arácnidos, dadas por varios investigadores. Del epitelio del intestino medio de los falángidos hace constariya Plateau (1876) —cuyas observaciones han sido confirmadas por Rossler (1882)— que se compone de una sola es- pecie de células cuyos representantes tienen, unos aspecto cilin- drico, otros el de clava, encontrándose entre ambas formas todas las transiciones. Idéntica descripción da Henkinq (1882) en el aca- ro Trombidium fuliginosum. Bertkau (1884, 1885) y Schimke- wiTSCH (1884) observan estos dos tipos celulares en araneidos, pero los consideran como dos especies diferentes de células; Bert- kau ve en las células en forma de clava células de secreción, que segregan los fermentos digestivos, y asigna, en cambio, a las célu- las menores «elípticas» la función de depósito de alimento. En la descripción de Bertkau es de interés particular, a causa de su coincidencia con mis hallazgos, la indicación de que las células cla- viformes se juntan por encima de las otras, limitando de este modo sólo ellas el lumen intestinal. Birula (1891) ha comprobado en las solpugas (Galeodidae) que, no obstante la variedad de sus formas, son de la misma especie todas las células del intestino medio; y el UE HISTORIA NATURAL 269 mismo resultado obtuvieron Bernard (1893) en los escorpiones y pseudoscorpiones, y Nordenskióld (1908) en Ixodes. Estas com- probaciones de la composición uniforme del epitelio intestinal son de particular importancia, porque podíamos esperar la existencia de células especiales de secreción en caso de efectuarse la diges- tión en el lumen intestinal. Nordenskióld encuentra que las gran- des células claviformes del intestino de Ixodes muestran prolonga- ciones ameboideas, y observa que estos pseudópodos pueden abra- zar las partículas que existen en la sangre chupada —por ejemplo los cristales que a veces aparecen — , pero no ha observado fagoci- tosis, suponiendo más bien que las partículas de aumento abrazadas son disueltas por la segregación de fermento. De mucha mayor importancia que la conformidad hasta ahora tratada en la estructura histológica del epitelio intestinal, es el he- cho de que en los más diversos representantes de los arácnidos ha sido observada también la expulsión de células del epitelio repletas de pigmento o cristales o la separación de porciones de semejantes células. El desprendimiento de células del epitelio enteras en gran- des cantidades en el curso de la digestión lo señalan Platau, Róss- LER y Bernard en los falángidos; el último, además, en escorpio- nes y solpugas; Batelli (1891) y Berlese (1897), como también MiCHAEL (según indicaciones de Bernard) en ácaros. Según Bert- KAU, se separa en los araneidos únicamente el extremo libre de las células provisto de pigmento; Bernard señala el mismo fenómeno en los pseudoscorpiones, y Henking en el acaro Trombidium. Bernard encuentra además, en todos los representantes de los arácnidos por él estudiados, la expulsión de corpúsculos cristalinos sin pérdida de materia celular. No tengo razón alguna para supo- ner que un proceso análogo pueda tener lugar con los granitos de pigmento de Liponyssus. Batelli ve en los pigmentos de las células epiteliales fermentos digestivos, y por ello admite que el desprendimiento de las célu- las y su distribución en el quimo tiene la significación de llevar los fermentos a todos los lugares donde son necesarios. Ya Henking, pero principalmente Bernard, consideraron los granitos que se van acumulando en las células del intestino como excreciones ori- ginadas en la digestión del alimento. Tal opinión supone en el fon- do la existencia de procesos de digestión en el interior de las célu- las epiteliales, y Bernard, en efecto, ha sacado esta deducción: en todos los arácnidos por él investigados describe el proceso de di- 270 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA gestión, admitiendo que el alimento no digerido es reabsorbido en estado líquido por las células epiteliales y que se acumula en su interior en vacuolas digestivas, donde es paulatinamente digerido, hasta que quedan sólo restos no digeribles en forma de granitos cristaloides. Compara las vacuolas digestivas de las células epite- liales con las de las amebas, de las que pueden distinguirse, s'egún asegura Bernard. Como vemos, ya Bernard indica la existencia de digestión in- tracelular en los arácnidos. El que esta indicación haya evidente- mente merecido sólo escasa atención (1) se debe sin duda a que se echa de menos aquí la fagocitosis de partículas figuradas de ali- mento, fenómeno que está ligado al proceso de la digestión in- tracelular, fundada sobre las observaciones hechas en esponjas, celentéreos y platodes. Naturalmente, esta conexión no es necesa- ria, puesto que el estado de agregación del alimento incorporado es indiferente para el concepto de la digestión intracelular; pero la fal- ta o, por decir mejor, la no observación de la fagocitosis, quita a la afirmación de Bernard el único apoyo que la haría convincente. Pues no es posible por una investigación meramente histológica lle- gar al convencimiento de que el contenido de las vacuolas de las células del epitelio intestinal representa una parte del quimo que rellena el intestino y de que ambos se componen de substancias to- davía no absorbibles. Únicamente el descubrimiento de la incorporación de partículas figuradas por las células del epitelio en Liponyssus, unido al conoci- miento de la completa coincidencia de tan particulares condiciones histológicas en el intestino medio de los diversos representantes de los arácnidos, da prueba de la exactitud de la opinión de Bernard y a la vez nos autoriza a afirmar que la digestión intracelular es una función generalizada en los arácnidos. El hecho de que ninguno de los numerosos investigadores haya señalado hasta la fecha fenómenos de fagocitosis en el intestino de los arácnidos se explica probablemente, porque el alimento se halla de ordinario en el intestino en forma de una masa ya líquida, más (1) El estudio de Bernard no está mencionado en los trabajos de conjunto sobre digestión intracelular que he tenido a mi disposión, por ejemplo: Richet, Dictionnaire de Physiologie, tomo iv, 1900, artículo Digestión; y Handworterbiich d. Natunvissensch., tomo x, 1915, artícu- lo Verdauuriff. DE HISTORIA NATURAL 271 O menos homogénea, y porque las partículas figuradas, cuando existen, no tienen aspecto suficientemente característico y sufren una modificación demasiado rápida en la célula epitelial para poder ser reconocidas en ella como cuerpos extraños. Cuando el alimento no consiste en jugos perfectamente líquidos —como es el caso en algunos ácaros— queda por explicar el modo como se verifica la liquefacción de las materias alimenticias, y con ello se suscita a la vez la importante cuestión de si en los araneidos, al lado de la di- gestión intracelular, está ya desarrollada la digestión extracelular. Bertkau ha comprobado en los araneidos que el alimento se li- quida por la acción de las secreciones de las glándulas salivales, fuera del cuerpo, ya antes de ser chupado. Queda indeciso en qué medida este hallazgo es aplicable a los otros arácnidos, puesto que frecuentemente no han podido ser halladas glándulas salivales. El hecho probado por Bertkau es muy interesante para la filogenia del proceso digestivo, puesto que es este el primer paso que nos indica el camino por el que se desarrolla paulatina- mente la digestión extracelular. La importancia de este primer paso consiste evidentemente en que facilita, gracias a la liquefacción del alimento, la incorporación de éste a las células epiteliales; pero, además, la disgregación de los materiales, forzosamente con aqué- lla relacionada, quita a las células una parte del trabajo. Según las observaciones de Chapeaux (1893), son muy análo- gos los fenómenos en los celentéreos. Este autor observa que en las actinias el comienzo de la digestión es debido a las secreciones de los filamentos mesentéricos, confirmando de este modo la an- tigua opinión de los hermanos Hertvv'ig (1879) sobre la significa- ción de estos filamentos; en cambio, en los sifonóforos, la diges- tión parece ser exclusivamente intracelular. No es difícil comprender que con la perfección del sistema glan- dular intestinal van siendo trasladados cada vez más el proceso de la digestión desde el interior de la télula al lumen intestinal, de modo que son posibles todas las transiciones entre la simple fago- citosis y el complicado proceso de digestión de los más desarrolla- dos animales, ya que ni aun en los mamíferos falta del todo la di- gestión intracelular; pues es sabido que se admite que el desdobla- miento de los ácidos nucleínicos tiene lugar en el interior del epitelio. Probablemente en todo el reino animal la digestión intra- celular coexiste con la extracelular, siendo muy variable la propor- ción entre ambas, según el grado de organización de los anima- 272 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA les. Sin embargo, hasta la fecha no se ha prestado apenas atención a esta coexistencia, debido a que —bajo la influencia de ideas fisio- lógicas, sacadas de la investigación de los seres más elevados — se ha considerado la digestión extracelular como el tipo de la di- gestión. Como en mis anteriores trabajos publicados en español la traduc- ción fué efectuada por Herrn Paul Wernert y la revisión de ésta por el Sr. D. Antonio de Zulueta, por lo que expreso aquí a am- bos señores mi cordial agradecimiento. Trabajos citados. (No he podido consultar las obras señaladas con asterisco.) Batelli, a. (1891): Note anatomo-fisiologiche sugli Ixodini. Bul!. Soc. Entom. Ital., vol. 23, pág. 218. * Berlese (1897): La digestione negli Acari. Riv. Patologia vegetale, vol. 5. Bernard, H. (1893): Notes on some of the digestive processes in Arach- nids. Journ. of the R. Micr. Soc, 2, pág. 427. Bertkau, Ph. (1884): Über den Baii und die Funktion der sogenannten Leber bei den Spinnen. Arch. mikr. Anat., vol. 23. — (1885): Über den Verdaaungsapparat der Spinnen. Arch. mikr. Anat., vol. 24. * Birula (1891): Der Mitteldarm der Galeodiden. Biol. Centralbl., vol. 11, pág. 295. Chapeaux, M. (1893): Recherches sur la digestión des Coelentérés. Arch. Zool. Expér. et Gen., ser. 3, vol. 1, pág. 139. ''■■ Clal's (1874): Schriften zoolog. Inhalts, 1, pág. 31. Enriques, P. (1902): Le foie des Mollnsques et ses fonctions. Arch. ¡tal. de Biologie, vol. 37. — (1902): II fegado dei MoHuschi e le sue fiinsioni. Mitteil. a. d. Zool. Station zu Neapel, vol. 15, pág. 281. Henking, H. (1882): Beitrage zur Anatomie, Entwicklungsgeschichte und Biologie von Tronibidium fuliginosum. Zeitschr. f. wiss. Zool., vol. 37. Hertwig, o. y R. (1879): Die Actinien, Jena. METscHNiKor-F, E. (1878): Verdauungsorgane einiger Süssmasserturbel- larien. Zool. Anz., vol. 1, pág. 387. — (1879): Spongiologische Studien. Zeitschr. f. wiss. Zool., vol. 32, pág. 349. — (1880): Über die intrazellulare Verdauung Ijei Coelenteraten. Zool. Anz., vol. 3, pág. 261. — (1882): Zur Lehre über die intrazellulare Verdauung niederer Tiere. Zool. Anz., vol. 5, pág. 310. DE HISTORIA NATURAL 273 NoRDENSKioLD, E. (1908): Zar Anatomie und Histologie oon Ixodes re- duüius. Zool. jahrb., Abt. f. Anat., vol. 25, pág. 637. OuDEMANS, A. C. (1901): Notes on Acari. Third series. Tijdschr. d. Ne- derlandsche Dierk. Vereen, ser. 2, vol. 7. '■■■ Parker, J. (ISSO): On the histologij of Mydra fusca. Quart. Journ. Micr. Sci., pág. 223. '• Plaieau, F. (1876): Notes sur les phénoménes de la digestión et sur la structure de l'appareil digestio chez les Phalangides. Buli. Ac. r. se. Belgique (2), vol. 42. Reichenow, E. (1913): Karyolysus lacertae, ein wirtwechselndes Cocci- dium der Eidechse Lacerta muralis und der Milbe Liponyssus sau- rarum. Arbeiten a. d. K. Qesundheitsamte, vol. 45, pág. 317. RossLER, R. (1882): Beitráge zur Anatomie der Phalangiden. Zeitschr. f. wiss. Zoo!., vol. 36, pág. 671. ScHiMKEwiTSCH, W. (1884): Etude sur V anatomie de l'épeire. Ann. Sci, nat. Zool., vol. 17, pág. 1. Explicación de la lámina VII. Todas las figuras corresponden a preparaciones fijadas por la diso- lución de ScHAUDiNN y teñidas por la hematoxilina de Delafield. Han sido obtenidas con el obj. apocr. Zeiss 2 mm. y el ocul. comp. 8 y la cámara clara de Abbé, dibujando a la altura de la platina; el aumento es, pues, de 1.000 diám., próximamente. Figuras 1-3. — Células del epitelio intestinal de Liponyssus saurarum, jóvenes y todavía no aptas para la fagocitosis, mostrando todas las transiciones desde las formas más pequeñas (fig. 3, a la izquier- da) hasta la forma completamente desarrollada de clava (fig. 3, centro). Esta última célula contiene una pareja de gametocitos de la hemogregarina Karyolysus lacertae que ha penetrado en ella. Figura 4. — Célula joven que, mediante la formación de pseudópodos, se ha transformado en fagocito. Figura 5.— Célula del epitelio repleta de eritrocitos de lagartija. Figura 6.— Célula de epitelio con eritrocitos de lagartija en diferentes grados de digestión y con bacterias fagocitadas, la mayor parte de las cuales están reunidas en una gran vacuola. Figura 7. -Célula del epitelio que, como restos de una digestión pre- cedente, contiene granos de pigmento y que ha formado nueva- mente pseudópodos para una nueva fagocitosis. Figura 8. —Célula repleta de granos de pigmento e incapaz de más ac- tividad digestiva. Figura 9.— Célula repleta de granos de pigmento que se ha desprendido del conjunto epitelial y que ha tomado forma esférica en el lumen intestinal. 274 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Dos nuevos antílopes de la subfamilia Tragelaphince por Ángel Cabrera. De algunos años a esta parte se han descrito una porción de an- tílopes del género Tragelaphiis, más o menos parecidos al «guib» de Buffon (T. scriptus) y diferentes entre sí por ciertos caracte- res externos. Algunos de estos antílopes son marcadamente más grandes que otros; en unos el cuello está enteramente cubierto de pelo, mientras en otros presenta un ancho espacio pelado, que pa- rece la huella de un collar; unas formas tienen en la cara, entre los ojos, dos manchas blancas alargadas y convergentes, formando una V, manchas que en otras faltan por completo, y, finalmente, las rayas y manchas blancas del cuerpo pueden existir constante- mente o pueden borrarse en el animal adulto. Lydekker y Blai- ne, en el Catalogue of the Ungulate Mammals in the British Museum, admiten nada menos que veintiocho formas distintas, aun- que considerándolas todas como simples razas locales de T. scrip- tus; pero no puede afirmarse si las veintiocho son realmente ver- daderas mientras no se comparen series más numerosas de ejem- plares. Probablemente, algunas de las formas descritas serán una misma cosa, y en cambio, puede asegurarse que todavía quedan por describir algunas otras, pues son muchas las localidades donde la especie existe y de donde no han venido aún ejemplares a los museos. Según parece, cada mancha de selva de la región etiópica tiene una forma propia, y aun puede tener varias, pues de la com- paración atenta de las descripciones parece deducirse que dentro de una gran extensión de bosque, una montaña o un gran río pue- den separar dos razas, y que las razas de altura son diferentes, en la misma región, de las de sitios llanos. Entre unos cuantos mamíferos exóticos que el Museo Nacional de Ciencias Naturales acaba de adquirir de la Casa Rowland Ward, de Londres, hay un Tragelaphus del grupo scriptus, pro- cedente de la Provincia Central del Uganda, al que no conviene ninguna de las numerosas descripciones publicadas hasta ahora, siendo sus caracteres tan distintos de los de aquellas formas que DE HISTORIA NATURAL 275 habitan regiones inmediatas, que creo preciso describirlo como re- presentante de una raza inédita. Tragelaphus scriptus heterochrous subsp. nov. Una raza de gran tamaño, casi como las más grandes de esta es- pecie, con un espacio pelado alrededor del cuello, sin manchas blan- cas en V entre los ojos y con las fajas verticales de los flancos bo- rradas en el adulto; color del cuello y del cuerpo obscuro, en mar- cado contraste con el de la cabeza. Caracteres. -- Cabeza de color leonado ocráceo vivo, casi naran- ja ocráceo en las mejillas y rojizo-naranja obscuro en la frente. La nariz por encima, hasta la altura de los ojos, negra. Manchas blan- cas de los labios, mandíbula y garganta, como de ordinario. Dos pintas blancas en cada mejilla, debajo del ojo. El tronco y el cuello, de un color pardo Bruselas, que contrasta con el matiz ocráceo de la cabeza, y que en la parte posterior, hacia los muslos, pasa gra- dualmente a leonado. La superficie abdominal, lavada de gris, pero no más clara que los flancos, ni sensiblemente más obscura. A lo lar- go del lomo, próximamente desde la mitad del cuerpo, hay una cresta de pelos blancos; a cada lado del cuerpo hay indicios, apenas per- ceptibles, de dos o tres bandas blancas, y a lo largo de la parte baja del flanco se extiende una serie de manchas blancas, muy bien marcadas, lo mismo que unas cuantas motas esparcidas irregular- mente por los muslos. El cuello, en su cara inferior, por debajo de la zona desnuda, presenta una banda transversal blanca bastante extensa. Los miembros torácicos, desde el codo hasta el carpo, son por fuera de un negro lustroso, y por dentro blancos junto al carpo, y negros sobre la región carpiana. Desde ésta, por delante del metacarpo, desciende una tira negra hasta la cuartilla, que es enteramente de este color, salvo dos manchas blancas que ocupan, como de ordinario, la cara anterior de los dedos. La caña es en los lados y por detrás de color rojizo canela, con una gran mancha blanca posterior debajo del carpo. Los muslos, leonados por fue- ra, son en su cara interna blancos, pero la parte baja de la pierna, hasta encima del corvejón, es negra en todo su contorno. ^Las ca- ñas posteriores son de un. rojizo canela muy vivo, con una tira .blanca por delante, desde la articulación hasta cerca de las cuarti- llas, y éstas son negras con dos manchas digitales blancas, lo mis- mo que las anteriores. Cola por encima, del color del dorso, con al- gunos pelos negros hacia la punta; por debajo, blanca. 276 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Dimensiones.— Cabeza y cuerpo, 126 cm.; altura en la cruz, 75; pie posterior, con las pezuñas, 37; cola, sin los pelos, 19; longitud de los cuernos, en su curva anterior, 33; separación entre las pun- tas de los mismos, 19,5. rZ/jo.— Macho adulto, de lafalda occidental del monte Elgón, Uganda. Museo Nacional de Ciencias Naturales, nüm. 18. iv. 22. 16. Las formas geográficamente más próximas a ésta son T. scriptus locorince Mtsch., de la parte meridional de Toposa, hasta el mon- te Debasien, y T. s. dama Neum., de Kavirondo y la meseta del Uasingishu, al otro lado del monte Elgón. Ambas tienen también el collar pelado, pero locorince tiene un color general más claro y más vivo, rojo ocre, y la cresta dorsal negra, con sólo algunos pe- los blancos; y en cuanto a dama, raza originalmente descrita so- bre una piel sin cabeza, según Hollister, que ha examinado un ejemplar completo, es de las razas que presentan entre los ojos dos rayas blancas convergentes. De las otras formas que habitan regio- nes vecinas, T. s. diance Mtsch., de las inmediaciones del Albert Nyanza, tiene una coloración general ocrácea anaranjada; hay- wood.i Thos., del alto Quaso-Nyiro, tiene las manchas interocula- res en V y carece de zona pelada en el cuello; eldomce, del bosque de Mau, al sudeste de la meseta del Uasingishu, es de color bistre, sin tonos rojizos en la cabeza, y tj'aderi Alien, de la provincia de Naivasha, es un animal más corpulento y de un color más claro, sobre todo en el cuello, que no contrasta tan bruscamente con la cabeza, en la cual son también más apagados los matices. En los ejemplares de T. s. tjaderi que yo he visto, los cuernos son cons- tantemente más pequeños que en el tipo de heterochrous. En éste la longitud del cuerno es próximamente como el doble de la distan- cia entre su base y la punta del hocico, mientras en tjaderi ú largo de los cuernos apenas pasa de una vez y tercio dicha distancia. En el mismo envío que el bonito antílope que acabo de dar a co- nocer, ha recibido nuestro Museo un situtunga macho, que parece representar también una forma nueva, y como tal se describe a con- tinuación. Limnotragus spekei inornatus subsp. nov. Parecido a L. s. spekei, pero más pálido y sin el menor indicio- de manchas blancas en la parte inferior del cuello. Caracteres. — Color general oliváceo leonado («tawny olive» de Ridgeway)-, bastante pálido y ligeramente lavado de gris, pasando DE HISTORIA NATURAL 277 a ante en el cuello y en una estrecha línea dorsal, y a sepia calien- te en la cara y las patas. Dos manchas alargadas entre los ojos, formando ángulo, otra debajo de cada ojo, los labios, la barbilla, la región carpiana por detrás y la parte anterior de los muslos, blan- cos. No hay ninguna mancha blanca, ni siquiera esbozada, en la garganta, en la parte inferior del cuello ni en el cuerpo. Cola con la punta negra, y la superficie inferior blanca. Dimensiones. — Cabeza y cuerpo, 175 cm.; alzada en la cruz, 93,5; cola, sin los pelos, 40; pie posterior, con las pezuñas, 52. Cuernos: longitud en línea recta, 62,5; siguiendo la curvatura ante- rior, 72; separación entre las puntas, 36. r/oo.— Macho adulto, del lago Young, Rhodesia Nordeste; caza- do por Mr. Alfred Sharp. Museo Nacional de Ciencias Naturales, número 18. vi. 22. 14. Lydekker y Blaine, en el catálogo del Museo Británico, no ad- miten más que una especie de Limnotragus, con cuatro razas: dos occidentales, gratas y albonotatus, y dos orientales, spekei y selousi. De estas últimas, spekei, que es del Uganda, tiene una alzada de 90 cm., y el pelaje pardo grisáceo en los machos y pardo rojizo en las hembras, a veces con algunos indicios de manchas más pálidas en el cuarto trasero; selousi, de las cuencas del Zambezé y del Chobi, es más corpulento, de un metro o poco más de alzada, y el color es pardo grisáceo en ambos sexos. La raza de la Rhode- sia nordoriental, que geográficamente se encuentra entre estas dos, tiene también una alzada intermedia, pero se diferencia por igual de ambas por su pálido pelaje y por la ausencia completa de marcas blancas en la garganta y superficie inferior del cuello. Especies nuevas o poco conocidas de la fauna fósil de España / por Daniel Jiménez de Cisneros. (Continuación .) Aturia zic-zac Sow (?). En una excursión que hice en años pa- sados a Callosa de Ensarriá encontré en Farines, localidad situada al S. del río Guadalest, un pequeño y bien conservado Nautilus y otros dos cefalópodos en mal estado de conservación y pertene- cientes a una misma especie. Estudiados detenidamente, resulta Tomo xviii.— Mayo, 1918. 18 278 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA que se trata del género Atiiria, que no se cita en el catálogo del Sr. Mallada, ni M. Nicklés encontró en este lugar, aunque fué visi- tado y detenidamente estudiado por el geólogo francés. Como los dos ejemplares se encuentran en mal estado, pensé, aí recogerlos, que se trataba de la Hercoglossa dánica, pues el Garumniense se encuentra inmediato a Farines. Al reconocerlos detenidamente encuentro que se trata de una concha completamen- te involuta, sin ombligo, de forma discoide, de región externa re- dondeada, con los tabiques muy arqueados, con lóbulo lateral muy agudo y profundo en los costados, más próximo a la región externa y como a unos "-/-i del radio. Tiene 24 mm. de diámetro y unos 14 milímetros de grueso cerca del eje, en donde alcanza su mayor an- chura. Por las figuras a que puede referirse, creo que se trata de esta especie. Como estas dos conchas se encuentran en estado piritoso, no he podido levantar los tabiques para ver la estructura del sifón. En- contrados hasta el presente sólo estos dos ejemplares en Fa- rines (1). Olcostephanus trimerus Opp. — Esta especie se ha incluido por varios autores como del género Perisphinctes (Mallada, E. Fa- vre); pero, siguiendo a Zittel, la incluímos en el gen. Olcostepha- nus (Holcostephamis de otros autores), dada su forma, ornamen- tación, etc. M. Kilian encontró esta especie en el Malm de Cabra, y se ha considerado como especie rara en España. La hemos encontrado en el collado de Las Ortigas, al E. de la' Sierra de Crevillente. Perisphinctes Basilicce E. Favre (La zone a Ammonites acan- thicus dans les Alpes de la Suisse et la Sauoie, pág. 43 pl. iii, figs. 9 y 10).— Esta especie, descrita por M. Favre en la obra cita- da, no es conocida en España, no obstante no ser rara. El ejemplar (1) Aunque no cito en esta nota especie alguna de la Sierra Alme- dia, situada al NW. de Callosa, he de manifestar en este lugar que, no obstante el parecer de M. Nicklés, que la considera como nummulítica, poseo de allí dos Echinocorys semigtobiis Lam. de mediano tamaño y de la forma y tamaño de los encontrados en otros puntos del cretáceo superior de la región. Ignoro los motivos que M. Nicklés tiene para juz- garla nummulítica, y es posible que haya encontrado fósiles que la ca- ractericen, pudiendo suceder con la Sierra Almedia como con la de La Cortina, considerada por el geólogo francés como mioceno, porque así es efectivamente en su ladera N., mientras que el S. es cretáceo medio,, habiendo encontrado yo un trozo de Stoliczcaia dispar. DE HISTORIA NATURAL 279 aquí fotografiado (fig. 1.'') procede del barranco de Los Nebros (enebros), cerca de Archivel (Caravaca), y corresponde a la des- cripción, dibujo y dimensiones del descrito por M. Favre. Las dimensiones para un individuo de 95 mm. de diámetro son: 30 mm. de grueso y 38 mm. de diámetro o abertura del ombligo, y sus relaciones con el diámetro de la concha, tomado como uni- dad, es: Ombligo 0,39 Espesor 0,31 Para los ejemplares que describe M. Favre, estos números oscilan: Ombligo de 0,36 a 0,40 Espesor de 0,28 a 0,31 que corresponden a las proporciones del ejemplar que poseemos. La descripción de la especie coincide en un todo, y es como sigue: Concha discoidal, comprimida, vueltas de la espira cubrién- dose como unos -¡.^ de la anchura, cayendo .^-i^^^^^™^^^^—^.^-. rápidamente hacia el ombligo, en el borde ^^BBK^K^-i3 del cual adquiere el mayor espesor. Aber- tura ancha en la base, estrechándose hacia l^^m^K3W9II^^HHHi' -^ '^'"' ' r la región sifonal, muy escotada por las vuel- .■-™«-.— ^^^^^^^— ».«^ . tas de la espira. Om- ^HRH^^^^Hra ^ ^' ' ü bligo profundo de di- mensiones un poco variables. Tampoco hemos podido apre- F'ig.l.^—PerisphinctesBasilicB E. Favre. Malm del ciar los tabiques en Barranco de los Nebros, Archivel (Caravaca). este ejemplar. Costillas que adornan la superficie, de 40 a 50 por vuelta (próxi- mamente este último número en el ejemplar nuestro), un tanto in- clinadas hacia adelante, bien marcadas alrededor del ombligo hasta los Va de los costados. La región externa (sifonal) está provista de costillas finas, numerosas, iguales, un poco inclinadas hacia ade- 280 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA lante, siendo las unas prolongación directa de las costillas umbili- cales, mientras que las otras se separan por bifurcación o trifurca- ción, situándose entre aquéllas. La concha presenta estrangulacio- nes (1) en número de dos o tres por vuelta. Una de ellas se percibe con mucha claridad en la adjunta fotografía. M. Favre hace notar que la ornamentación de la concha varía poco con la edad, observándose tan sólo que las costillas se dividen en haces más numerosos a medida que el animal crece. Así en un individuo de 60 mm. las costillas son generalmente bifurcadas yal- gunas tan sólo trifurcadas. Cuando los individuos son de mayor talla dominan las trifurcadas habiendo algunas que se dividen en cuatro, y' en este período se encuentra la última parte de la vuelta del ejemplar que se acompaña. La formación del Barranco de los Nebros corresponde al Oolítico superior, zona de la Oppelia tenuilobata, y de allí proceden otros ammonites de difícil determinación. Estratos de calizas rojo-mora- das, muy fuertes, semicristalinas, y, por tanto, muy difíciles de pre- parar los fósiles, habiendo empleado más de tres horas en dejar en condiciones de visibilidad el ejemplar aquí representado. N. B.— Existe además esta especie en el Malm de Fuente-Álamo, que allí cité (Trab. del M. de Cieno. Nat., 2, pág. 13). También he citado esta especie en una nota publicada en nuestra Sociedad (Abril, 1911, Las Losillas y el Collado de la Plata), encontrándose también en caliza rojiza, juntamente con Phylloce- ras ptychoicum Quenst. , Perisphinctes stephanoides Opp., Rhacophyllites Loryi Mun., etc., etc.' Aspidoceras contemporaneus E. Favre (?). Esta especie se considera como sinónima del A. inflatiis Ziet (non Sow.), y yo cité en el trabajo sobre Fuente Álamo (loe. cit.), correspondiendo a la descripción que de ella hace M. Favre, aunque la figura aparece con el ombligo más ancho que en el ejemplar que poseo. Por esto la considero dudosa. ' Aspidoceras cyclotas Opp. -Esta especie ha sido incluida por el Sr. Mallada en su Catálogo con el núm. 1.378, encontrándose en Cabra (Córdoba) y entre Estellent y Andraitx. Como especie poco frecuente la incluyo, habiéndola en Mai-Valera(Caravaca), un ejem- plar, y en Fuente Álamo tres pequeños ejemplares.- (1) Paradas de crecimiento suele decírseles, en rigor, la reabsor- ción del peristonia. DE HISTORIA NATURAL 281 Sobre el carbonífero de Cantillana (Sevilla) por José Arias de Olavarrieta. En unas excursiones realizadas el verano pasado por el norte de Cantillana (Sevilla) y desembocadura del Biar, tuvimos ocasión de estudiar la zona que el mapa geológico de la Comisión señala como triásica y que, dirigiéndose próximamente de norte a sur, termina en las cercanías del referido pueblo. Camino de la «Huerta Alta» y al borde del río se distinguían cla- ramente unos conglomerados coherentes de cantos desiguales, al- gunos bastante gruesos, de cuarcitas y pizarras, cementados por arena ferruginosa y alternando con ellos gruesas capas de areniscas de grano muy fino y, como todo el conjunto, de color rojizo. Por en- cima de los conglomerados, no lejos de la «Casa de Minguito», ya- cen inmediatamente superpuestas unas calizas compactas de color negruzco. Llama la atención la relativa horizontalidad de la formación, dis- tinguiéndose tan sólo ligeras ondulaciones, excepto el borde que toca al «Serrajón», en el que las capas aparecen fuertemente levan- tadas. Un afloramiento de pizarras micáceas , con gran abundancia de heléchos fósiles, asoma bajo el conjunto litológico anteriormente descrito, lo que nos hace dudar sobre la naturaleza triásica de los conglomerados. A nosotros nos interesa señalar que, por las especies recogidas y clasificadas, el carbonífero de Cantillana corresponde al Westfalien- se. Nos proponemos en excursiones próximas hacer un estudio de- tenido sobre la región objeto de estas líneas. Las especies encontradas hasta ahora son: Annularia sphenophylloides Zenker. Asterophyllites equisetiformis Schlotheim. Sphenophyllum emarginatum Brongniart. Pecopteris densifolia Goeppert. Pecopteris crenulata Brongniart. Mariopteris miiricata Schlotheim. Neuropteris sp. 282 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Apuntes sobre el origen de las montañas por Juan Garanden y Bartolomé Darder. Estudiando las últimas direcciones del pensamiento de los geó- logos, en lo que respecta a las interesantes cuestiones que plantea la discusión de las doctrinas orogénicas, hemos tratado de relacio- nar las actuales tendencias y buscar una explicación al modo de formarse las montañas, no intentando representarnos tanto el cómo del proceso orogénico cuanto el por qué de éste. No se nos oculta lo aventurado de la tarea, navegando en un mar de hipótesis, la mayoría ya conocidas y algunas de ellas originales. De entre todas hay que escoger las que más se acerquen a la verdad, y ahí está lo peligroso de la empresa. Por esto mismo, y por conocer el alcance de nuestras propias fuerzas, estamos con- vencidos de la existencia de ideas erróneas, según nuestro modo de pensar; mas por si entre ellas hubiera alguna real, no hemos vaci- lado en su publicación, convencidos, no de haber llegado a encon- trar la verdad, pero sí de haber dado un paso de hormiga hacia ella. Cuando Descartes y Saussure, en el siglo xviii, atribuyeron la formación de las montañas a compresiones laterales de los sedimen- tos, crearon la base de la actual teoría orogénica, que tardó unos cincuenta años en desarrollarse, ya que durante esta época estuvo obscurecida por las concepciones dogmáticas de Hutton y Buch, que atribuían los levantamientos a fuerzas exclusivamente volcánicas. Resucitada por Lyell, Fouqué, Prévost (1), Beaumont (2), etc., la idea de Saussure se desarrolló, se convirtió en doctrina y la teo- ría volcánica quedó relegada al olvido. A la aceptación de las ideas de Saussure en la posteridad con- tribuyó en sumo grado la concepción del geosinclinal, debida a Hall (3), en 1859, el cual atribuía el hundimiento progresivo de los fondos oceánicos al peso mismo de los sedimentos. (1) CoNSTANT Pprévost: «Sur la théorie des soulévements. Observa- tions.» Bull. Soc. Géol. de France; 1." serie, t. x, pág. 430. (2) Elie de Beaumont: «Notice sur les systhémes de montagnes», 3 vol., 1.143 págs. París, 1852. (3) James Hall: «Natural History of New York». Paleontoíogy, vo- lumen III, pág. 70. Albany, 1859. DE HISTORIA NATURAL 283 Dana (1), en 1873, emitió la hipótesis de que el hundimiento sería ■debido no al peso de los sedimentos, sino más bien a la compresión lateral entre los horsts; y muy modernamente Stille (2) supone que los geosinclinales son producidos por dos fallas paralelas que pro- vocan el hundimiento de la zona comprendida entre los dos horsts y la consiguiente acumulación de sedimentos en ella a causa de su más bajo nivel. Réstanos indicar que Chamberlin (3), en 1913, supone que los geosinclinales no existen: que lo que sucede es que la acumulación de sedimentos procedentes de los escudos implica la consiguiente -elevación del nivel de las aguas y la transgresión de éstas sobre las partes bajas de aquéllos; estas partes bajas a su vez se inclina- rían hacia el centro de la Tierra a consecuencia del peso de los se- dimentos acumulados, con arreglo a la teoría de la isostasia. Nos hallamos, pues, ante cuatro teorías distintas: a) compresión lateral; b) hundimiento de los sedimentos por su mismo peso; c) fo- sas tectónicas directoras de geosinclinales, y d) alabeamiento de los bordes de los escudos. En todas ellas se presentan numerosas pruebas de sus asertos; mas un detenido examen demuestra que están muy lejos de ser con- tradictorias y mucho menos de excluirse mutuamente, pues son tantos los fenómenos que se suceden en la corteza terrestre y tal su complicación, que muy bien puede admitirse que en un geosincli- nal obren a la vez el peso de los sedimentos y la compresión late- ral, lo mismo que pueda producirse a causa de esta misma compre- sión y peso de los sedimentos la ruptura longitudinal de los bordes de los escudos, como indica Stille. Parece, pues, que cada uno de los autores indicados ha descu- bierto una parte del fenómeno; pero éste en sí, repetimos, es pro- bablemente el resultado de todo cuanto hasta hoy se opina, más otros factores aun no tenidos en cuenta. (1) James D. Dana: «On some Results of the Earth's Contraction irom cooling, including a Discussion of the Origin of Mountains and the Nature of the Earth's interior.» Amer. Journ. of Scienc. ^.^ serie, tomo IV. (2) Geologisches Centralblatt, 1913. (3) Chamberlin: «Diastrophism and the formative processes. Journ. Geol., 1913. 284 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Casi unánimes los geólogos en admitir la existencia de una litos- fera, de una pirosfera y de una barisfera en la constitución de nues- tro globo, difieren sus opiniones al analizar la estructura de la li- tosfera y pirosfera. Así, unos son partidarios de una hipótesis que considera la Tierra como un cuerpo visco-sólido, plástico y, por ende, moldeable. Otros la consideran rígido-elástica, siendo la pirosfera la parte elástica y la litosfera-la parte rígida. En favor de esta última teoría ha aportado poderosos argumentos Chamberlin, el cual, en su trabajo antes citado, hace notar que si la Tierra fuese plástica, o sea visco-sólida, existiría un equilibrio isostásico per- fecto entre los segmentos continentales y los oceánicos, y la conti- nua carga de los bordes de los escudos sería la causa del continuo hundimiento de éstos; pero al mismo tiempo el centro de los escu- dos, por la correlativa descarga, iría elevándose, y de esta suerte jamás podría producirse la peniplanación de ellos, como sucede. Para Chamberlin, el peso de los sedimentos acumulados en los bordes va elevando la tensión elástica hasta un cierto límite máxi- mo, que al ser rebasado da lugar a la deformación. No vemos que tal hipótesis esté en contradicción con la teoría de la contracción, sino que, por el contrario, se sumarían los efec- tos de las presiones tangenciales con los de las tensiones elásticas. Con los trabajos de Chamberlin, la teoría de la isostasia, al me- nos tal como la concibió Dutton (1), ha sufrido un golpe, pues fun- dándose implícitamente en la teoría visco-sólida, al ser demostrada por la realidad de las penillanuras el error de que la Tierra sea un cuerpo visco-sólido, plástico, no puede sostenerse la hipótesis de la isostasia, a no ser con grandes modificaciones. Lo que sí parece deber admitirse es el hundimiento perfecto de la carga que produce la acumulación de los sedimentos y la eleva- ción causada por la descarga automática de otras regiones de los escudos continentales. Pero todo entre ciertos límites. Bailey-Willis (2) relaciona con fortuna la isostasia y la contrac- ción tangencial, suponiendo que ésta produce las fuerzas y que aquélla determina la dirección de los pliegues. (1) Edm. Dutton: «On some of the greater problems of Physical Geography. Bull. of the Philos. Soc. of Washington, t. xi, pág. 51,1892. (2) Bailey Willis: «The Mechanics of Appalaclüan Structure» 15 th. Ann. Rep. of the U. S. Geol. Siirvey, ii, pág. 211, 1883. DE HISTORIA NATURAL 285 Fijada ya nuestra opinión respecto de tan fundamentales concep- tos, podemos proceder a exponer de una manera cronológica el re- sumen de nuestras ideas sobre la formación de las montañas. No prejuzgaremos ahora aquí otra cuestión básica, que ha cons- tituido siempre y constituye la preocupación de los físicos: el ori- gen de los astros, para llegar a concebir la iniciación de la fase planetaria de nuestra Tierra. Nos ocuparía muchas páginas el co- mentar la extensísima bibliografía que abarca tan magno problema, que hoy día va hallando soluciones racionales con el poderoso auxi- lio de la radioactividad como propiedad general de la materia. En F. W. Clarke, The Data of Geochemistry, del Servicio Geológi- co de los Estados Unidos, 1911, se da abundante bibliografía acer- ca de tan interesante punto; encarecemos, además, la lectura de la conferencia dada por J. M. Becquerel en la Sorbona, año 1911, con el epígrafe <'-La evolución de la materia y de los mundos» (véase Revue Scientifíque, París, 1911). Sea cual fuere el detalle íntimo de la evolución de las radiaciones que, dispersas por el espacio, primero, hayan quizá interferido entre sí, o hayan sido captadas por aglomeracioneserran- tes de meteoritos, atraídas por la gravitación relativamente in- tensa de éstos, si partimos de la hipótesis de que el origen de los as- tros se debe a concentraciones sucesivas de la materia única, acaso el hidrógeno en diversos estados poliméricos, se llega a un momento en que la Tierra se hallaba en un estado parecido al actual del Sol, es decir, un núcleo a temperatura elevadísima, rodeado de una at- mósfera constituida en gran parte por el hidrógeno. La evolución periódica de éste, dando lugar a la filogenia de los elementos quí- micos y sus combinaciones, originaría la consiguiente liberación de grandes cantidades de calor; es lógico suponer que, dada la tempe- ratura que entonces poseía la Tierra, el agua estaría disociada en sus componentes, y que en este estado de equilibrio se mantendría hasta que, empezando a descender la temperatura, se alterara el equilibrio químico y ella misma se mantuviese en el estado de vapor. Sincrónicamente aparecerían a modo de escorias diversos núcleos de solidificación, flotando en la masa ígnea, con desplazamientos lentos, quizá parecidos a los que se observan en las manchas so- lares (fig. I.**). Es evidente que estos primitivos núcleos irían extendiéndose y espesándose a medida que la temperatura fuese descendiendo, y creciendo regularmente en espesor y tamaño tomarían una forma 286 BOLEIIN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA lenticular, teniendo el máximum de este espesor en el centro, y adelgazándose paulatinamente hacia los bordes. Flotando a modo de escorias, los núcleos de solidificación primiti- vos necesariamente debieron soldarse entre sí: su soldadura cons- tituiría un escudo primitivo, en el cual habría elevaciones corres- pondientes a los centros de los diversos núcleos, y depresiones en los puntos de unión de éstos. Los escudos continuarían creciendo, mas al propio tiempo en las partes de la pirosfera comprendidas entre varios escudos aparece- ría una delgada película de solidificación. En esta fase empezaría a existir una litosfera, mala conductora del calor, que aislaría la pirosfera de la atmósfera y que permitiría al agua mantenerse líquida sobre las partes bajas de los escudos, al par que la precipitada en las delgadas películas interescutelares sería inmediatamente vaporizada, volviendo a caer en forma de lluvias torrenciales sobre los escudos. La consecuencia de este fenómeno sería acelerar el enfriamiento de nuestro globo, hasta poder mantenerse líquida el agua, merced a cuyo estado se iniciaría una denudación activísima y el consi- guiente transporte de los materiales desde los escudos a las partes interescutelares. Además de la atmósfera primitiva es posible que se verificasen precipitaciones sólidas, que extendidas uniformemente por los es- cudos y partes interescutelares serían pronto acumuladas en éstos por los arrastres ácueos. Es, pues, evidente, que poco a poco las partes interescutelares irían aumentando de peso, mientras que los escudos irían alige- rando su carga. El peso de los materiales acumulados en el fondo del océano que se fué formando encima de las partes más delgadas de la envoltura elástica y la pérdida de volumen de la tierra ocasionaría la apro- ximación de dichos escudos, desarrollándose fuerzas tangenciales y estableciéndose así falsas soldaduras, en las cuales el espesor sería naturalmente mínimo. De ahí que si las cuencas oceánicas primitivas tendían a exten- derse por encima de los escudos primitivos, el ahondan iento paula- tino de las mismas contrarrestaba esta tendencia transgresiva. Todos los productos de acumulación son de carácter rígido, in- elástico. Teniendo en cuenta la acción de la gravedad, la consecuencia, DE HISTORIA NATURAL 287 según la Isostasia^ sería el inundamiento progresivo de los puntos de unión de los escudos a medida que se acumulasen los materiales, y la elevación de los centros de aquéllos, a causa de la disminución de peso, hasta límites compatibles con la elasticidad de la zona elástica que los soportara. En las zonas de unión de los escudos se inicia entonces la forma- ción de un geosinclinal primitivo, ocasionado por las fuerzas tan- genciales y por el peso de los sedimentos, con la pérdida de volu- men de la tierra (figs. 2.^ y 3.^). En esta fase la tierra aparecería como una verdadera red de geosinclinales que franjearían a los escudos, de mediocre relieve. Tales geosinclinales participarían de un doble carácter rígido- elástico, puesto que los productos de acumulación carecerían de la homogeneidad de que goza la zona elástica extendida entre los bor- des de los escudos primitivos. Esto, no obstante, las mismas fuerzas tangenciales darían por resultado el que si por una parte surgían anticlinales o sistemas de cordilleras que surcasen la superficie del globo, por otra las regiones profundas, más próximas a la zona elás- tica (zona de fiowage), participarían de las condiciones físicas y químicas que caracterizan el metamorfismo profundó (anamorfismo). Como resultado del levantamiento de cadenas montañosas en el eje de los geosinclinales (figs. A.^ y 5.^) se restablecería el equilibrio elástico, por la descompresión, y se iniciaría un proceso de erosión que denudaría el relieve enorme de las cordilleras primitivas. A la fase de orogénesis sucede, pues, otra de equilibrio diastró- ■fico, durante la cual la tierra ha disminuido de volumen. El levantamiento de estas cordilleras en el emplazamiento de los antiguos mares lleva como coqsecuencia la transgresión de éstos sobre los escudos. Mas muy pronto la denudación de las cordilleras da lugar a la acumulación de materiales a lo largo de ellas, formando bandas que, por el aumento de peso, tenderán a hundirse paulatinamente. En el caso de que las primitivas cordilleras fuesen disimétricas en algunos de sus segmentos o alineaciones, la denudación se veri- ficaría con preferencia en la vertiente más abrupta; de modo que en tal caso pudiera originarse un solo geosinclinal secundario en vez de dos, uno a lo largo de cada vertiente. • El resto de los primitivos escudos, festoneados así por cordille- ras primarias y secundarias, quedaría formando horsts estables, sometidos solamente a movimientos epirogénicos, causados por los 288 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA mismos geosinclinales con su presión liacia el centro de la Tierra, que arrastrarían, por tracción, a aquéllos. Tales horsts, a la larga, según se ha dicho, irán cubriéndose de sedimentos a medida que los océanos vayan siendo desalojados de ellos, y serán a su vez asiento de geosinclinales futuros, cuando por el paso de aquéllos sus regiones profundas se diluyan en la pi- rosfera y adquieran en conjunto más elasticidad. Los mares, pues, son desplazados: de diastróficos pasan a ser epi- continentales, y viceversa. Los mares diastróficos representan el drenaje de los escudos primitivos. Llegados después de períodos de que no queda señal alguna so- bre la Tierra, se habrían formado por el mecanismo que nosotros hemos indicado los plegamientos huronianos, rodeando a escudos más o menos primitivos. Los datos de la geología actual no permi- ten sino pensar que, en las regiones hoy conocidas, especialmente en Europa, la denudación y el arrastre de los materiales se habría efectuado hacia el exterior, siguiéndose de aquí la formación de geosinclinales en el Vorland de los escudos o del escudo prehuro- niano, al par que empezaría la peniplanación de las montañas huro- nianas. El océano primitivo sería rechazado asimismo hacia el exte- rior. Del geosinclinal perihuroniano se levantarían las montañas caledonianas; éstas, a su vez, por la resistencia mayor que ofre- ciera un escudo prehuroniano que el inmediato (cubierto por mayor cantidad de aguas oceánicas, sometido a mayor peso y más flexible por consecuencia de una y otra circunstancia), se arrumbarían en dirección centrífuga, y, por consiguiente, los arrastres serían más intensos hacia el exterior que hacia el interior. Lentamente se iría formando un geosinclinal que bordearía al escudo hurocaledoniano, ya homogéneo, por peniplanación de sus montañas y «por soldadura de sus partes profundas, del que posteriormente surgirían las cor- dilleras hercinianas, que se añadirían de esta manera al escudo, cada vez más complejo y engrosado. Considerando el fenómeno entre tres escudos distintos, es evi- dente que si el escudo intermedio es menor que los otros dos, los geosinclinales irán —cada vez más— ganando parte del escudo in- termedio, corroyéndole, hasta acabar por hacerle desaparecer, uniéndose los dos geosinclinales en uno solo. Los centros de los escudos serían penillanuras, y, por el contra- DE HISTORIA NATURAL 289 rio, serían tanto más montañosos cuanto más a los bordes de éstos nos refiramos. La consecuencia de esto será que, por isostasia, en lo que per- mita la elasticidad de las zonas profundas intermedias a la litosfera y la pirosfera, los bordes — tomando un gran segmento de arco te- rrestre— estarán más hundidos, y la Tierra primitivamente esférica tenderá a una forma poliédrica de tantas caras curvas como gran- des escudos existan. Análogamente habría ocurrido con los levantamientos alpinos: producto éstos de la imperfecta unión de geosinclinales que bordea- ban a los grandes escudos huronianos, conservaba el geosinclinal alpino en muchas porciones de su eje restos del escudo hérciniano invadido por él. Algunas porciones de éstos, tal como indica la figura 6.^, al ser levantados junto con las capas del geosinclinal, formarían los terrenos primarios que suelen servir de eje a las cor- dilleras alpinas (salvo, claro está, los casos de metamorfismo con- temporáneo del levantamiento a que nos referimos). Parece confir- mar nuestro modo de ver la concordancia existente entre los estra- tos de los terrenos primarios y de los secundarios del geosinclinal alpino, pues de ser estos ejes los restos de una cadena herciniana debería existir una notable discordancia entre los estratos elevados en dos épocas tan distintas. Por el contrario, si suponemos la pro- gresiva invasión del mar sobre restos de escudos primitivos que se- paraban los grandes escudos huro-caledo-hercinianos, nos podíamos explicar muy bien los conglomerados y areniscas permo-triásicas que indican el régimen continental o de mínima profundidad; y ade- más se aclararía la significación de la concordancia de dichos estra- tos, puesto que sobre estratos no plegados, sensiblemente horizon- tales, de estos escudos, se habrían depositado los estratos, también horizontales, del geosinclinal alpino, y al ser plegados por el dias- trofismo miocénico conservarían su paralelismo. Tal es la exposición sucinta de nuestras ideas. Las exponemos solamente como preliminar, pues pensamos aducir en otro trabajo más extenso las pruebas que nos suministren los estudios experi- mentales que queremos intentar, y señalar ejemplos en las distintas regiones de la tierra; y modificando, como es natural, los conceptos acerca de cosas que actualmente nos parecen verosímiles, pero que posteriormente podremos juzgar como erróneas. 290 boletín de la real sociedad española o > 'C ü 0) 6c - "5 O '^ F 0) bD 3 CO ni •a 0) o O 0) n A u:2 ■ca o 'N o ce -— . 01 ¡0 cí c « h (U " RESUMEN GENERAL ESTADIOS PERIÓDICOS DE EVOLUCIÓN TERRESTRE 1 Pérdida de volumen. Acortamiento de la zona elástica, compresión de ésta. Condensación de materias. Diastro fismo. Acumulación de energía, absorción de calor, enfriamiento de la superficie del globo. Glaciarismo.^ Erosión. Equilibrio diastrófico (Penillanura). Soldadura falsa de los escudos. Pérdida general de calor. Degradación de materia, liberación de energía. Radioactividad.— Volcanismo.? Pérdida de volumen. Acortamiento de la zona elástica, compresión de ésta. Condensación de materia. D i a s t r o f i s m o . Acumulación de energía, absorción de calor, enfriamiento de la superficie del globo. Glaciarismo? Carandell (J.) y Dardek (B.).— Apuntes sobre el origen de las montañas. núcleos de solidificación, primilivo escudo pnmi livo nro sfera Fig. 1.''— La Tierra al formarse la litosfera. Soldadura deles núcleos de solidificación para consti- tuir los escudos primitivos. Este proceso de formación de los núcleos rígidos en el seno de la en- voltura elástica fundamental se habría detenido al precipitarse de la atmósfera primitiva los cuer- pos químicos. Océano Fig. 2.^— Interrumpido el proceso de solidificación por la presencia de los primeros precipitados químicos, éstos se estratifican por orden de sus densidades. Las zonas elásticas que quedan entre los escudos primitivos emiten, a su vez, gases y líquidos pesados, gérmenes del océano primitivo. Los materiales pesados sufren un desplazamiento, atraídos hacia las cuencas oceánicas, en las que se ponen en contacto con el fondo elástico, comprimiéndole. Liberación de agua y aparición de los océanos propiamente dichos. Régimen erosivo normal en los materiales que quedaron en los escudos. Fig. 3.*— Vencida la elasticidad de la zona elástica rígida por la compresión délos fondos oceá- nicos y por la disminución del radio terrestre, se fragua un geosinclinal entre determinados escu- dos (los de menor superficie o los de mínima rigidez). Estos se arquean algo. Transgresión entre los escudos A y B. Regresión en el escudo C, y en los demás escudos tanto menor cuanto más ale- jados del teatro diastróf ico. Régimen de penillanura en todos éstos Acentuación déla forma po- liédrica en el globo terrestre Carandell (J.) y Darder (B.).— Apuntes sobre el origen de las montañas. Océano Fig. 4.^— Al levantarse el geoanticlinal se rectifican los escudos, acortándose la zona elástica por soldadura de los dos sinclinales. El núcleo del anticlinal se condensa, se vuelve rígido, inelástico. Fenómenos de anamorfismo en los antiguos materiales pesados y en los sedimentos inmediatos. La parte interna a la zona elástica que ha creado el proceso orogénico se transforma en elementos radioactivos (?). Fig. 5.* Soldadura falsa de los escudos A y B. Anulación parcial de la posibilidad de nuevo dias- trofismo entre A y B, exceptuado el caso de una rotura (Stille). El mar, rechazado, engrosa a los otros océanos. Movimientos epirogénicos positivos en el escudo doble A-B. Transgresión en los otros escudos, en los cuales el océano se hace epi-continental (shelf-sea). Erosión en C que tiende a hundir el segmento elástico e entre A-B y C. De sobrevenir nuevo diastrof ismo surgirá un geoan- ticlinal entre A-B y C. íííli^^5^/^ Fig. Q.^-a, parte de un escudo ya peniplanado. h, escudo posterior semi-peniplanado. c, cadena montañosa que tiende a la penillanura. d, escudo primitivo que va siendo invadido por los geosinclinales. s, geosinclinales. DE HISTORIA NATURAL 291 Publicaciones que ha recibido la f^eal Sociedad Española de Historia jMatural durante el mes de Abril de 1918. España España forestal, Madrid. Año iv, n.° 35. Ibérica, Tortosa. Año v, n.f-s 222-225. Ingeniería, Madrid. Año xiv, n.os 467-469. Institución libre de enseñanza, Madrid. Boletín. Año xlii, n.o 696. Instituí d'Estudis Catalans, Barcelona. Arxius. Any v, n.° 1. Junta de Ciencies Naturals, Barcelona. Aniiari. ii, 1917, vols. i ii. Ministerio de Fomento, Madrid. Boletín Oficial de Minas y Metalurgia. Año ii, n.° 10. Peñalara, Madrid. Año v, n.° 52. Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Memorias. Vol. xiii, n.'"23 27. Revista de higiene y tuberculosis, Valencia. Año xi, n." 118. Sociedad aragonesa de Ciencias naturales, Zaragoza. Boletín. Tomo xvii, n.° 3. Sociedad española de Física y Química, Madrid. Anales. Año xvi, n.° 151. Estados Unidos y sus Colonias Indiana Academy of Sciences. Proceedings, 1915. Wilson Ornithological Club, Oberiin, Ohio. The Wilson Biilletin. Vol. xxix, n° 4. Francia Revue genérale des Sciences purés et appliquées, Paris. 29« année, nu- mero 5. Société d'Histoire Naturelle de TAfrique du Nord, Alger. Bnlletin. Tome ix, n^s 2-3. Socióté entomologique de France, Paris. Annales. Vol. lxxxvi, ¿' et 3" trimestres. . Bulletin, 1918, n.''^3-4. Société frangaise de Mincralogie. Bnlletin. Tome xl, n^s 7-8. Japón Tokyo Zoological Society. Annotationes zoologicae Japonenses. Vol. ix, Parts 1-2. 292 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Paraguay Anales Científicos Paraguayos, Puerto Bertoni. Serie ii, n.° 2. Portugal Broteria, Braga. Serie botánica. Vol. xvi, Fase. i. Suiza Université de Lausanne. Bulletin des laboratoires de Géologie. N"' 21-22. ¿Debe España conservar nuestras posesiones de Guinea? {Colección de cartas y artículos publicados en la revista La Voz de Fernando Pdo.— Barcelona, 1916.) GuÉBHARD (A.).— Notes provéngales, n.'"2-3. Sesión del 5 de Junio de 1918. PRESIDENCIA DEL SEÑOR DON GUSTAVO PITTALUOA El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué aprobada. 0 Admisiones y presentaciones. — Fueron admitidos los señores cuya presentación se liizo en el mes de Mayo y propuestos para socios numerarios el Sr. D. Gonzalo Ceballos, Ingeniero de Montes, y D. Lilis Buñuel, alumno de Ingenieros Agrónomos, presentados, por el Sr. Bolívar y Pieltain. Notas y comunicaciones. — El Sr. Pittaluga da cuenta de los tra- bajos que, en unión del Sr. De Buen (D. Sadi), viene realizando para llegar al conocimiento de las especies del género Phleboto- mus (insectos dípteros) que viven en nuestro país, donde sólo apa- recía hasta hace poco señalada la presencia del Ph. pqpatasii. Con este motivo se extiende en algunas consideraciones relativas al pa- pel que estos pequeñísimos insectos representan en la transmisión de algunas enfermedades, entre ellas la conocida entre los médicos con el nombre de fiebre de los tres días. Estimula a los entomólo- gos a que emprendan el estudio de los dípteros hematófagos, seña- lando la importancia y trascendencia que habían de revestir estas investigaciones. Por último invita al Sr. De Buen (D. Sadi) para que presente a los señores que asisten a la sesión preparaciones micrográficas de las cuatro especies de Phlebotomiis encontradas hasta ahora en España. Sobre el nombre vulgar que reciben estos insectos en algunas loca- lidades españolas, donde les llaman «beatas» o «beatillas», hacen uso de la palabra el Sr. Pittaluga y los Sres. Viñals, Dusmet y Lozano. —El Sr. Zulueta, en nombre de la Srta. D.'' Juana Fernández Alonso, profesora de la Escuela Normal de Maestras de Coruña, presenta las siguientes indicaciones de nombres vulgares: Las jibias (Sepia offlcinalis) reciben de los pescadores el nom- bre de Chopos, en Muros, y Chocos, en Vigo. Los Cardiiim co- mestibles tienen diversos nombres vulgares, según la localidad: en Coruña les llaman Berberechos, Croques en Vigo y Carneiros en Puentedeume. Estos moluscos abundan mucho en las costas de Galicia. Los pescadores de Muros llaman luras al calamar, sobre Tomo xviii.— Junio, 1918. 19 294 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA todo cuando es pequeño. El género Scyllium, que sirve de alimento a la gente menesterosa, es llamado melgacho en Coruña, y pata- rruxos y rouras en Vigo. El Pagellus centrodontus, es conocido vulgarmente en Coruña, con el nombre de Olio mol. A una espe- cie del género Trigla, muy abundante en Coruña, se la designa con el nombre vulgar de Escacho. Por último, a los delfines les WamanyVigornias en Vigo, y Arroaxes en otras muchas localida- des gallegas, — El Sr. De Buen (D. Fernando) lee una nota relativa a la Me- moria del Sr. Sobrino Buhigas acerca de la purga de mar o hema- totalasia. — El Secretario, en nombre de D. Daniel Jiménez de Cisneros, presenta una nota acerca de especies nuevas o poco conocidas de braquiópodos liásicos del SE. de España. — El Sr. Sobrino comunica que su sospecha de que el Gonyaulax polyedra pudiera servir de alimento a la sardina (1) ha tenido com- pleta confirmación, según acaba de comprobar, no sólo por el au- mento de sardina en el mes de Mayo, durante el cual se presentó la hematotalasia, sino por otro dato decisivo y que juzga de gran importancia, cual es el que el tubo digestivo de las sardinas que ha disecado lo tenían materialmente repleto de Gonyaulax y en pe- queña proporción de otras especies, que le acompañan. Un cálculo sencillo y bastante aproximado eleva a más de 16 millones el núme- ro de Gonyaulax contenidos en el intestino y estómago de una sardina cf , de 17 cm. de longitud y 40 gr. de peso, con una capa- cidad digestiva de 1.680 mm^ —El Sr. Lozano da cuenta del ingreso en las colecciones del Mu- seo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, de un Ibis ere- mita (L.), interesante ave remtida por D. Guillermo Jiménez Athy, administrador de Correos en Monte Arrui (Melilla). El ejemplar ha llegado, por desgracia, en mal estado de conser- vación; pero de él se hará la preparación del esqueleto. La especie es propia de África del Norte hasta Abisinia y del Asia Menor, y hasta se afirma que existió en Europa hasta el si- glo XVI en ciertas regiones del centro y del SE. En algunas locali- dades de Marruecos, como Mazagán, Mogador y Tánger, ha sido citada por Meade-Waldo, Hartert y Favier. La presencia del ave en (1) Véase R. Sobrino: La purga de mar o Hematotalasia. Mem. Soc Esp. Hist. Nat. tomo x, Mem. 9.% 1918. DE HISTORIA NATURAL 295 la región de Melilla viene a suministrar un dato más que añadir a los que se tienen hasta ahora y que establecen los h'mites septentriona- les que actualmente alcanza la especie en su distribución geográfica. Estas aves pueden muy bien haber dejado de frecuentar las localida- des europeas, donde el laboreo de los campos y el tránsito humano es más intenso, persistiendo sólo en su área geográfica actual, donde en- cuentran las regiones desiertas que ellas prefieren para su existencia. Secciones.— La de Barcelona celebró sesión el 25 de Mayo, bajo la presidencia de D. José Fuset. — Se admite al socio propuesto en la anterior reunión. —Los Sres. San Miguel y Marcet presentan como nuevo socio de número a D. Timoteo Botey Mateu, Licenciado en Ciencias. — El P. Pujiula lee un trabajo en el que dice haber encontrado un caso de carioquinesis tripolar en el óvulo de Iris. —El Sr. Marcet lee otro en el que sintetiza los resultados obte- nidos con su procedimiento gráfico para representar la composición mineralógica de las rocas. — El Sr. Bataller anuncia haber hecho un estudio sintético de las bauxitas de la región catalana. — La de Sevilla se reunió el 1." de Junio, en. el Museo de Histo- ria Natural de la Universidad, bajo la presidencia de D. Antonio González Nicolás, el cual donó dos ejemplares de azufre nativo de Conil, en marga, y uno de yeso fibroso de la misma procedencia. También donó un frasco de petróleo procedente de la mina lla- mada Pensilvania, que posee el Sr. Rodríguez Caso, en Villamar- tín, y varios trozos de las arcillas que cubren la formación pe- trolífera. Acerca de esto, además del Sr. González Nicolás, usaron de la palabra los Sres. Paúl y Albors. — El Sr. Barras dio noticias acerca de los trabajos realizados en Sevilla en el siglo .xviii por el notable botánico D. Pedro Abat. —La de Zaragoza celebró sesión el día 29 de Mayo, bajo la pre- sidencia- del Dr. López de Zuazo. El señor Presidente manifestó que, habiendo fallecido una hija del Vicepresidente, Dr. Borobio, proponía se hiciese constar en acta el sentimiento que a todos había causado la desgracia que afligía a tan querido consocio, acordándose así por unanimidad. — El Sr. Ferrando presentó varios ejemplares de un mineral pro- •cedente de Ortells (Provincia de Castellón), que le habían sido en- 296 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA viados para analizarlos, suponiendo que pudiesen ser útiles para obtener hierro o aluminio. Efectuado el análisis por nuestros con- socios D. Paulino Savirón y D. Fermín Romeo, resultó que están constituidos por 34,15 por 100 de Si O2 55 » » » Fe2 O3 5,80 > » » A\, O, 4,10 » » >' Ca O e indicios de Mg O Contienen abundantes inclusiones de cuarzo, y sus caracteres físicos parecen ser de estaurolita cristalina o de un silicato de hie- rro, aluminio y calcio análogo a dicha especie. Sería interesante conocer las circunstancias del yacimiento de este mineral, si bien el aspecto de los ejemplares hace sospechar que la localidad en donde se les ha encontrado no sea el primitivo, sino más bien uno secundario o de acarreo. Notas bibliográficas. Del Sr. Fernández Navarro (Sección de Madrid): Hernández-Pacheco (E.): Le cambrien de la Sierra de Cór- doba (Espagne). C. R. Acad. Se, t. 166, n. 15 (Abril de 1918). El autor llega a las conclusiones siguientes, que resumimos: 1 . Una gran parte de los terrenos considerados hasta ahora como cámbricos pertenecen al carbonífero. Éste se extiende sobre las vertientes y la base de la Sierra de Córdoba y se prolonga pro- bablemente por debajo de las calizas, margas y arcillas de la llanu- ra del Guadalquivir. 2. La formación de pizarras calcíferas y arcillosas de color vio- lado o verdoso y de calizas marmóreas es cámbrica (Qeorgiense su- perior o Acadiense inferior), como demuestra su fauna de Arc/iceo- cyatidce. 3. La disposición estratigráfica de los materiales cámbricos y carboníferos indica que la falla o gran fractura hética, señalada por Macpherson, existe visiblemente en Córdoba. 4. El borde de Sierra Morena estaba ya fracturado — como supo- ne Macpherson— al final del paleozoico. Estas líneas de fractura y las producidas por el movimiento tectónico han servido de vía a mate- riales eruptivos y han permitido la formación de filones metalíferos.. DK HISTORIA NATURAL 297 Hernández Pacheco (E.): Les Archceocyatidce de la Sie- rra de Córdoba (Espagne). C. R. Acad. Se, t. 166, n. 17 (Abril de 1918). El autor ha descubierto un interesante yacimiento de arqueociáti- dos, rico en ejemplares y en especies. De éstas hay dos nuevas para la ciencia; el Archceocyathiis Navarroi Hern.-Pach, y el Dictyocyathus Sampelayaniis Hern.-Pach, descritas en la nota. En la misma se discuten rápidamente las opiniones relativas a la significación biológica de estos organismos, inclinándose el autor a ■considerarlos como un grupo especial próximo a las esponjas. Termier (P.): Contributions á la connaíssance de la tectoni- que des As tu ríes: la signification des milonites d'Arnao. C. R. Acad. des Se, t. 166, n. 13 (Abril de 1918) (1). El autor compara el pliegue de Arnao con el de Ferroñés, lle- gando a la conclusión de que en el N. de Asturias, después del depósito de los últimos sedimentos wesfalienses y antes del plega- miento general estefaniense, se han realizado arrastres (charría- ges) que desplazaron acá y allá las capas primarias y las han separado más o menos de su primitivo substrátum. El pliegue de Arnao, el más joven de los estratos carboníferos de Asturias y que no se asemeja a ninguno otro, no está en contac- to hoy con el terreno sobre que se depositó. El milonito existía antes del estiramiento del pliegue, sin duda con un espesor consi- derable mayor que el que hoy se observa , por cuya razón no ha desaparecido enteramente como otros estratos. Estos viejos fenómenos de plegamientos y deslizamientos con- temporáneos del estefaniense inferior, episodios independientes y anteriores al plegamiento de conjunto de todo el primario asturia- no, demuestran la complejidad de la cadena herciniana. La aparente sencillez de ésta era debida a insuficiencia de documentación. Termier (P.): Contributions a la connaíssance de la tectoni- que de?, Asturies: las Peñas de Careses; la zone anticlinale Careses-Fresnedo. C. R. Acad. des Se, t. 166, n. 18 (Mayo de 1918). Las rocas blancas de Careses surgen bruscamente del seno de (1) Véase en el acta de la sesión anterior nuestra nota biblio- $:ráfica. 298 BOLETÍN DH LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA las arcillas varioladas del Trías, que las rodean totalmente. Cada una representa un anticlinal que sube de las profundidades del Trías, rasgándole como una «hernia». La roca blanca que las constituye pertenece al substrátum de las capas triásicas, probablemente al piso dinantiense del carbonífero. Estas peñas corresponden a una zona, anticlinal en conjunto, for- mada de pliegues bruscos y agudos, que vienen a constituir una cadena de «hernias» de 3 km. de longitud real. Dicha sierrecita es la prolongación exacta déla Sierra de la Paranza, borde occidental dinantiense de la cuenca hullera de Asturias. Otras observaciones permiten afirmar al autor que debajo del manto mesozoico que cubre el paleozoico asturiano, en un recorrido de 16 a 17 km., existe una zona anticlinal múltiple formada de plie- gues agudos y apretados, capaz de hacer surgir a través del Trías los terrenos primarios subyacentes. Termier (P.): Contribiitions á la connaissance de la tectoni- qiie des Asturies: plis liercyniens et plis pyrénéens, cliarria- ges antéstéphanens et charriages postnummiilitiques. C. R. Acad. Se, t. 166, n. 20 (Mayo de 1918). De sus observaciones personales y de la interpretación de obser- vaciones hechas por otros geólogos, deduce el autor la siguiente sucesión de fenómenos orogénicos, desde el hullero, en Asturias y en las provincias limítrofes de Santander, Palencia y León. a) Arrastres antestefanienses (o tal vez del estefaniense inferior), provocados por violentos esfuerzos en la región marítima situada al N. de Asturias, en relación sin duda con los grandes arrastres antestefanienses del macizo central francés. Testimonio único conocido, los milonitos de Arnao. b) Plegamientos hercinianos de época estefaniense, que afec- tan a toda la región y forman pliegues apretados, que pasan de la dirección NE. (costa) a WNW. (región alta). c) Arrastres postnumulíticos áe edad algo imprecisa, pero siempre posteriores al numulítico de San Vicente de la Barquera. Resultan de un violento empuje de N. a S. haciendo cabalgar sobre la actual región de la costa segmentos de la región marítima y de- terminando el avance general de todo el país cantábrico sobre la región tabular de Castilla. d) Píegamiento pirineano, posteriores a estos arrastres. Pliegues de dirección E. o E.-SE., desigualmente intensos, reduci- DE HISTORIA NATURAL 299 dos a veces a ondulaciones amplias, bastante agudos otras, para hacer desaparecer los pliegues hercinianos. Como siempre, se ob- servan pliegues «postumos», es decir, movimientos de poca ampli- tud que recuerdan después de largos siglos los movimientos inten- sos anteriores. —Del Sr. Royo Gómez (J.) (Sección de Madrid): Jiménez de Cisneros (D.): Geología y Paleontología de Ali- ca///e. Trabajos del Mus. Nac. de Cieñe. Nat., Serie Geol. n. 21, Madrid, 1917. (140 págs., 5 figs. en el texto, 9 láms. de fósiles, 2 láms. panorámicas y un mapa geológico, en 1 : 100.000.) Como su título indica, trata de la Estratigrafía y Paleontología del partido judicial de Alicante, siendo el primero de los varios que se propone publicar hasta completar el estudio de toda la pro- vincia. Es un trabajo muy concienzudo, resultado de unos trece años de estudio continuo sobre el asunto, bastando para compren- der la importancia que tiene, la simple ojeada sobre sus largas listas de fósiles y la comparación del mapa geológico que le acompaña con los publicados anteriormente por otros autores. Empieza por una ligera descripción geográfica y por la distribu- ción de los manchones geológicos, para pasar luego al estudio de- tallado de ellos por orden de antigüedad. Los terrenos que señala son: El Triásico (Muschelkalk y Keuper) que, a pesar de ser pobre en fósiles en España, él los ha encontrado allí en gran abundancia, sobre todo los de pequeñas formas. Cala- mites, y hasta vertebrados, que supone sean reptiles. El Jurásico, que tan sólo se encuentra en la Sierra de Foncalent y pertenece al Titónico, El Cretácico, con sus tres divisiones de Eocretácico (Va- langiniense, Hauteriviense, Barremiense y Aptense), Mesocretácico (Albense o Gault, Cenomanense y Turonense dudoso), y Neocre- tácico (Senonense y Maeschtritiense), siendo de todos ellos el más importante por la variedad de fósiles el Eocretácico, pues sólo de él se citan unas 179 especies diferentes, de las cuales quizá más de 30 sean nuevas. El Eoceno, del que cita unas 40 especies, sien- do muy nofable la Lorenzínía af . apenníníca Da Gabielli (medusa) del Luteciense. El Neógeno (Helveciense, quizá Tortoniense tam- bién y Plioceno), del que señala bastantes fósiles; y, finalmente, el Cuaternario, con sus depósitos marinos y de agua dulce, y la playa levantada de la Albufereta. 300 boletín de la KtCAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Notas y comunicaciones. Sobre los Odocoileus de Colombia por Ángel Cabrera. (Lámina viii.) Hace bastantes años, en la primera mitad del siglo pasado, el via- jero y naturalista francés M. Roidin llevó al Museo de Historia Na- tural de París, un cráneo de un ciervo obtenido en Bogotá, con sus cuernas, de las. cuales publicó más tarde Pudieran, en su Mono- graphie des espéces da genre Cerf (1), una excelente figura, acompañada de las siguientes interesantes noticias: «Nous possé- dons dans le cabinet d'Anatomie du Musée de Paris, un cráne sur- monté de son bois... II est originaire des hauts plateaux de Bogotá, dans la Nouvelle-Grenade, et a été donné á notre collection natio- nale par M. le docteur Roulin, zoologiste bien connu par sa belle découverte du Tapir pinchaque.Ce bois ressemble beaucoup par sa forme á celui du Cerf de Virginie, mais il est moinsgrand et ne porte qu'un andouiller en arriére et en dehors, á la moitié du bois: le maitre andouiller est en dedans. Le cráne, dépourvu de cani- nes, nous a paru plus effilé que dans le Cerf de Virginie. Le bois de ees individus de Colo'mbie varié beaucoup, d'aprés ce que nous a appris M. Roulin, de l'obligeance duquel nous avons grandement á nous louer dans cette circonstance. Un dessin de cette espéce que ce savant zoologiste a bien voulu nous montrer, nous a presenté des perches trés-semblables á celles de la figure donné par mon- sieur Wagner (2). Pour la couleur, ce serait celle du Cerf d' Antis: examen fait de tous les individus de notre collection qu'il a exa- mines, c'est encoré ce dernier type qui ressemblerait le plus, sui- vant M. Roulin, á ce Cerf de Colombie. Ajoutons que les taches de (1) Arch. du Mus. d'Hist. Not., vi, 1852, pág. 335, iám. xxiii, fig. 1. (2) Refiérese Pudieran a la figura del Cervus niexiconus, publicada en la lámina ccli A de los suplementos a los Sáugethiere de Schreber. DK HISTORIA NATURAL 301 la tete, qui s'y trouvent aussi bien formées que dans le Cerf de Virginie, séparent ce type du Cerf dii Mexique. »C'est, par conséquent, un nouveau sujet de recherches poiir les voyageurs que ce type Colombien. D'aprés ce que nous a appris, en outre, M. Roulin, la chute des bois et le rut n'arriveraient pas chez lui á- des époques fixes, et le pelage n'oífrirait pas de gran- des différences de teintes dans les diverses saisons.» La figura, que he creído conveniente reproducir (fig. I.**), repre- senta claramente las cuernas de un ciervo del género Odocoileus, vistas de distinto modo: la derecha de frente, la izquierda por el lado interno. El tallo está fuertemente encorvado hacia delante y hacia dentro, y aparte de la gar- ceta, que es completamente inter- na, no hay más que un candil, pos- terior y situado un poco más arri- ba del punto donde el tallo cambia de dirección. Parece que Puche- ran sospechaba que se podía tra- tar de un ciervo nuevo, no obstan- te lo cual se abstuvo de darle nombre, limitándose a decir más adelante en el mismo trabajo,: «II y aura á examiner de nouveau l'espéce découverte sur les hauts plateaux de Bogotá, pour savoir si elle appartient au Ceruus me- xicaniis ou bien si elle doit for- mer un type nouveau.» Sin llegar a hacer este nuevo estudio que el zoólogo francés creía necesa- rio, y sin otra base que el cráneo y cuernas en cuestión, veintisiete años más tarde estableció Fitzinger una nueva especie, llamándola Cervus columbi'cus (\), nombre que realmente no puede ser más adecuado, puesto que era el primer ciervo de cuernos ramosos del que se sabe de un modo cierto que procedía de Colombia. Mucho tiempo antes Wiegmann (2) describió su Cervus gymno- tis, colocado hoy también en el género Odocoileus, y le asignó Colombia por patria, pero sin fundamento ninguno, puesto que él Fig. 1/— Cuernas del tipo de Odocoi- leus gymnotis columbicus. (Según Pu- cheran, Arch. Mus. d'Hist. Nat., vi," iám. xxni, fig. 1.) (1) Sitzungsb. K. Akad. Wiss. Wien, lxxix, 1879, pág. 66. (2) Isis, 1833, pág. 963. 302 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA mismo hizo constar que el tipo había sido llevado a Alemania de la región del Orinoco, vía Santo Tomás. Otro ejemplar de la misma especie, descrito y figurado por Pucheran, procedía de Cumaná, de modo que puede admitirse como localidad típica de gymnotis el valle del Orinoco, y en modo alguno Colombia, como los autores en general venían repitiendo. En 1846 Qervais y Gay (1) fundaron una nueva especie, Cervus goudotii, sobre una sola cuerna, llevado a París por M. Goudot, quien lo adquirió en «les regions élevées de la Nouvelle-Grena- de». Era una cuerna pequeña y con un solo candil basilar y dirigido hacia atrás. Como dice muy bien Osgood (2), el haberse recibido esta cuerna de Colombia sin datos más concretos no quiere decir que el animal a quien perteneció fuese indígena del país, y por otra parte, la forma y tamaño parecen indicar un ciervo joven, o acaso con cornamenta anormal, de modo que C. goudotii ha de ser relegado al número de las especies indeterminables. Osgood supone que también el cráneo tipo de coliimbicus pudo ser obtenido en Bogotá y proceder, sin embargo, de las regiones llanas más orientales, pero esta opinión no puede admitirse cuando se han leído los párrafos de Pucheran antes copiados. El doctor Roulin no sólo había llevado a París el cráneo y las cuernas, sino que conocía la especie a que pertenecían, la había visto, había he- cho dibujos de ella y recordaba su coloración en las distintas esta- ciones. Ciertamente, no veo el menor motivo para sospechar que un naturalista tan bien documentado acerca de este ciervo se equi- vocase en cuanto al sitio donde vive, ni para dudar de que haya Odocoileus en los Andes de Colombia, ya que positivamente sa- bemos que este género está representado en los Andes ecuatoria- nos y peruanos. Una de las mayores autoridades que en Europa hemos tenido so- bre mamíferos ungulados, Lydekker, consideró al O. coliimbicus como sinónimo de O. gymnotis (3), pero lo hizo así creyendo, como la mayor parte de los autores, que este último era de Colombia. Mas recientemente (4), el mismo autor modificó su opinión, consi- (1) Annales des Sciences Naturelles, Ser. 3, v, 1846, pág. 94. (2) Field Mus. of Nat. Hist., Zoo!. Series, x, niím. 11, 1914, pági- na 138. (3) Deer of all Lonas, 1898, pág. 265. (4) Catalogue of the Ungulate Mommals in the British Museum, iv. 1915, pág. 172. DE HISTORIA NATURAL 303 derando estos dos ciervos como diferentes y designando provisio- nalmente como coliimbiciis una hembra de La María (Colombia occidental) que hay en el Museo británico; pero parece inclinado a aceptar la opinión de Osgood acerca de la localidad típica. Teniendo en cuenta todos estos antecedentes, que parecen ten- der a representarnos el ciervo de Roulin, o Ceruus colombicus de Fitzinger, como una forma dudosa, se comprenderá cuál ha sido mi satisfacción al recibir nuestro Museo Nacional de Ciencias Natu- Fig. 2." -Cabeza de Odocuileus !>ymnotis cohimblciis, de perfil y de frente. (Según el ejemplar del Museo Nacional de Ciencias Naturales.) rales un ejemplar enviado por la casa Rowland Ward, de Londres, que permite conocer sus verdaderos caracteres. Este ejemplar es un macho adulto procedente de Colombia. Por desgracia, no tenemos datos más concretos sobre la localidad, pero su pelaje largo y com- pacto y su coloración, en la que predominan los matices grises, in- dican que se trata de un animal de montaiía. Las cuernas (fig. 2.^), aunque menos desarrolladas, tienen la misma forma que las del crá- neo tipo de columbicüs, y el color del pelo recuerda mucho el del Hippocamelus antisiensis, es decir, que entre ambos ciervos, viéndolos juntos, se nota en seguida aquella analogía en que insistió Pucheran y que, desde luego, revela cierta semejanza en el «habi- tat». Todas estas particularidades obligan a creer que se trata del 304 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA mismo ciervo encontrado por Roulin en los Andes colombianos. Creo, pues, interesante describir en detalle este ejemplar. Su pelaje es, como digo, muy compacto y bastante largo, mi- diendo los pelos del lomo unos 35 mm. En la frente es también muy largo y está corno encrespado. Falta en absoluto la glándula meta- tarsiana, pero existe la del tarso, oculta bajo un espeso cepillo de pelos largos y tiesos. Las orejas están revestidas exteriormente de pelo muy corto; el de su interior, en cambio, es largo y espeso. El color de la región dorsal es pardo-ante (el «buffy brown» de Ridgway), pasando a paño claro («light drab») en los hombros y muslos, y a gris paño sucio en el cuello y lados de la cabeza. Mi- rados aisladamente, los pelos del lomo son de un gris purpúreo a partir de la raíz, con una ancha banda de color pardo rapé, otra zona mucho más estrecha crema, y la puntita sepia; los de los flan- cos, de color paño claro con un anillo subterminal blancuzco. La parte central de la cara es parda de hueso, color que se desvanece poco a poco hacia los lados y que en la frente se halla espolvorea- da con ante-crema por ser de este color las puntas de los pelos en- crespados. Una tira obscura se continúa desde aquí, entre las ore- jas y a lo largo de la parte superior del cuello, desvaneciéndose al llegar a la cruz. Cada ojo está rodeado por delante y por debajo por un cerco obscuro, mientras encima de ellos hay un espacio de color ante. El hocico por encima y en los lados está ocupado por una mancha parda de hueso, unida en el centro al color de la cara, pero en los lados aislada por un espacio blancuzco. Una estrecha línea blanca separa también dicha mancha del borde superior del rinario, y a cada lado de éste, en el labio, hay también un espacio blanco. El labio inferior es en el centro blanco, pero detrás hay una banda parda de hueso que en medio avanza un poco en punta y que, unida con la mancha del hocico, forma como un bozal. La mandíbu- la, por debajo, es blancuzca. Las orejas, de un pardo clavo por fuera y blancas interiormente. La región axilar es de un tono ante caliente. El bajo vientre está vestido de largos pelos blancos, y son también blancuzcas las partes interiores del antebrazo y de los muslos. En las extremidades, el color general paño claro está ligeramente lavado de ante, y en el borde posterior de la pierna, sobre el corvejón, pasa a crema. Debajo de la articulación carpiana, por delante, hay una mancha parda de hueso, mal definida, y en las cuatro extremidades hay otra mancha del mismo color en la par- te anterior de los dedos, sobre las pezuñas, prolongándose un poco DK HISTORIA NATURAL 305 hacia arriba. El cepillo do la glándula tarsiana está compuesto de pelos de un pardo hueso muy obscuro, con la punta crema, que es el color que aparece al exterior. Cola del color del cuerpo por enci- ma, pasando a pardo clavo hacia la punta; por debajo, con largos pelos blancuzcos y crema. Dimensiones. —Longitud desde el hocico a la raíz de la cola, 138 cm.; cola, sin los pelos, 12,5; oreja, 14,5; pie posterior, con las pezuñas, 37,5; alzada en la cruz, 76. Cuernas: longitud, siguien- do la curvatura por fuera, 29; separación en las puntas, 21,5; sepa- ración máxima, 28. Por esta descripción puede verse que el ciervo de las montañas de Colombia difiere de las formas gymnotis, del Orinoco, y peruüianus, de los Andes del Perú y del Ecuador. En gymnotis, el pelaje es más corto, las orejas están parcialmente desnudas, y en su coloración predominan los matices ocre y arcilloso, en vez del gris y el pardo. En penwianus, la coloración general se acerca más a la de columbicus, pero las cuernas tienen más candiles y el cepillo que oculta la glándula del corvejón es de un color rojo de herrumbre, como quemado, en vez de ser crema y pardo obscuro. El que no puedo diferenciar tan claramente es el Odocoileiis íasiotis de la Sierra de Mérida, en Venezuela. Juz- gando por la descripción original de Osgood (1), si no es el mismo columbicus debe parecérsele mucho. Las únicas diferencias que en- cuentro, bien poco notables por cierto, consisten en que en el tipo de íasiotis la línea obscura de encima del cuello se extiende hasta el medio del dor§o; la mancha obscura de los dedos anteriores se prolonga en una línea bien definida hasta la mitad del húmero, y el borde posterior del antebrazo ofrece un matiz blanco-ante, fran- jeado de canela pálido. Después de todo, nada de extraño tendría que columbicus llegase por los Andes de Colombia hasta las mon- tañas del noroeste de Venezuela; pero esto no se puede afirmar sin una comparación previa de ejemplares de ambas localidades. Lydekker, en el Catalogue of tlie Ungulate Mammals, con- sidera todos estos* ciervos sudamericanos como razas locales de Odocoileus virginianus; pero en realidad se distinguen muy bien de este venado norteamericano por su menor tamaño, su corna- menta más pobre y la constante falta de glándula metatarsiana. Como precisamente se asemejan ellos entre sí en estos caracteres, (1) Loe. cit., 1914, pág. 136. 306 boletín DK LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA parece lo más conveniente considerarlos como formas de una mis- ma especie, pero de una especie diferente de virginianus y a la que corresponde el nombre gytnnotis, como más antiguo; de modo que la raza de los Andes colombianos habrá de llamarse Odocoileus gymnotis coliimbiciis. Al mismo grupo pertenece la forma insular margaritae, que tiene el aspecto y coloración de O. gymnotis gymnotis, pero con menos alzada y algunas diferencias en el crá- neo. Si el tipo de Cervus savannarum Cabanis carece también de glándula metatarsiana, como afirma Brooke (1), probablemente ha- bría que incluir esta forma en el grupo en cuestión, y entonces nos encontraríamos con el hecho verdaderamente interesante de haber en las Guayanas dos Odocoileus diferentes, puesto que en varios Museos hay ejemplares de dicha procedencia que presentan esa glándula; pero esta cuestión nos apartaría dem.asiado del asunto de la presente nota, y es para tratada por quien disponga del material necesario. Otra forma local de O. gymnotis me parece la cierva del oeste de Colombia considerada provisionalmente por Lydekker como coíumbicus. Cuando yo visité el Museo Británico, estaba muy le- jos de sospechar que tuviera que ocuparme algún día de este ejem- plar, de modo que no puedo dar una descripción completa. Puedo asegurar, sin embargo, que su pelaje es más corto y mucho más ro- jizo que el de coíumbicus, pareciéndome muy exacta la breve des- cripción de Lydekker: «Short rufous brown coat». Esta diferencia corresponde muy bien a la de la localidad. La María, en el valle del Dagua, de donde procede dicho ejemplar, pertenece a lo que Chap- man (2) llama «zona tropical del Pacífico», mientras la región en que vive la forma coíumbicus entra en la «zona templada». No era posible que una especie tan plástica estuviese representada por una misma forma en dos zonas tan diferentes en altura, clima y vegeta- ción. La citada cierva (número 9. 7. 17. 39 del Museo Británico) puede ser, por consiguiente, el tipo de una nueva forma, para la que propongo el nombre de Odocoileus gymnotis tropicalis. (1) Proc. Zool. Soc. London, pág. 606. Sir Víctor Brooke dice en realidad «tarsal gland»; pero indudablemente quiso referirse a la glán- dula metatarsiana, puesto que añade que esta glándula «is marked by a very conspicucus white tuft, well shown in Mr. Keuleman's drawing (P. Z. S., 1872, pl. Lix)», y en la lámina a que se refiere, la glándula así señalada es la del metatarso, no la del tarso. (2) BulL Amer. Mus. of Nat. Hist., xxxvi, 1917. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVHI.-LAm. IX. \. Lekyíhopora santanderiensis Barr. DE HISTORIA NATURAL 307 La siguiente clave provisional permitirá distinguir las subespe- cies que creo pueden admitirse por ahora para Odocoileus gym- notis: a. Pelaje corto, sin matices grises. b. Color general ocráceo leonado, c. Tamaño mayor: longitud total del cráneo, unos 26 cm. (Lla- nos del N. de Venezuela, Orinoco) O. gymnotis gymnotis. c . Tamaño menor: longitud total del cráneo, unos 22 cm. (Isla de Santa Margarita, al N. de Venezuela) O. gymnotis margaritoe. b'. Color general pardo rojizo (Co- lombia occidental, en la zona tropical) O. gymnotis tropicalis. o'. Pelaje más largo y espeso, gris par- dusco. d. Pelos de la glándula tarsiana no rojos. e. Una línea obscura por delante de los miembros anteriores, desde el brazuelo a la cuar- tilla (Sierra de Mérida) O. gymnotis lasiotis. e'. Sólo una mancha obscura bajo el carpo y otra sobre los dedos (Andes de Colombia). O. gymnotis columbicus. d.' Pelos de la glándula tarsiana for- mando una mancha roja de he- rrumbre (Andes del Perú y Ecuador) O. gymnotis peruvianas. Notas sobre Briozoos por Manuel Gerónimo Barroso. (Lámina ix.) Gen. bekvthopora Mac Gillivray, 1882. Lekytbopora Santanderiensis nov. sp. Varias colonias de distintas procedencias (Santander) sobre ta- llos de hidrarios, con Sertularella y sobre Amphihellia. Colonias pequeñas, de unos tres milímetros, en forma de maza, con las zoecias confundidas p,or su base y dispuestas radialmente. Otras, más jóvenes, apenas abultadas en la parte superior. 308 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Zoecias ligeramente oblongas, con escasos poros frontales, cua- tro de ordinario; orificio subcircular, con un anter mayor que el poster, el cual determina un ancho seno. Sobre el orificio existe un perístoma muy desarrollado, casi tan largo como la zoecia y algo encorvado, terminándose frontalmente por un proceso tubuloso que lleva en el extremo una avicularia con mandíbula triangular dirigida hacia afuera, y a cada lado de este tubo, escotaduras y tres espinas que completan el borde del perístoma. Sobre todo, en la parte inferior de la colonia, hay heterozoecias es- parcidas, determinando salientes hemiesféricos, con cámaras avicu- larianas de dimensiones variables, pero siempre bastante grandes y profundas, que alojan avicularias con mandíbula espatulada y vér- tice redondeado. Ovicelas dorsales, en forma de nido, con poros alargados radial- mente en la parte superior, y orificio, abriéndose en la base del perístoma, por encima del opérenlo. Fam. Hippothoidae Levinsen, 1909. Gen, Haplopoma Levinsen, 1909. (Morph. and Syst. Stud. Chel. Bryozoa, pág. 280.) Zoecias con poros separados. El opérenlo es sencillo. Hay un ascoporo para el orificio de la compensatriz (1). La ovicela queda cubierta por kenozoecias con poros separados. Sin avicularias. DEFINICIÓN DE CANU Frontal de las zoecias guarnecida de poros separados y perfo- rada por un ascoporo medio, abriéndose en la compensatriz. El opérenlo es sencillo. La ovicela queda cerrada por el opérenlo. La ancestrula no tiene ascoporo, pero la abertura lleva una rimula que abre la compensatriz. Haplopoma bimucronata (Molí. 1803), Microporella impressa, var. bimucronata G. Barroso, Brioz. Est. Biol. mar. Santander (Trab. Mus. C. Nat., núm. 5, pág. 24, fig, 36, 1912). (1) Aparato hidrostático. DE HISTORIA NATURAL 309 Haplopoma impressa (Audouin, 1826). Microporella impressa G. Barroso. Trabajo indicado, pág. 23, figs. 3 y 3 íz. Microporella sp? G. Barroso. Trabajo indicado, pág. 27, figu- ras 4, 4 fl y 4 ¿?. Explicación de la lámina IX \.—T.ekYthopora Santanderiensis, x 60. 2.— Zoecias con oviceia y cámara aviculariana. 3. — Pen'stoma y oviceia. 4. -Avicularia, con mandíbula espatulada. 5.— Opérenlo. Noticias sobre varios envíos de objetos naturales hechos de América en el siglo XVIII, recogidas en el- Archivo de Indias de Sevilla por Francisco de las Barras de Aragón. 1 .^ Envió hecho por D. Felipe Sesma.— En 18 de Febrero de 1788 se dictó, para que se transmitieran las órdenes oportunas, la disposición siguiente (estante 145, cajón 7, legajo 24): «Con mo- tivo de haber hecho presente a S. M. y al Príncipe, N.° Sr., lo que contiene esta relación de D. Felipe Sesma, manifestó Su Alteza su deseo de que se remitiesen algunos gusanos en esqueleto para po- ner en Gabinete de Historial Natural, por lo que se hará este en- cargo al Presidente de Guatemala, y también para que envié la se- milla del árbol Carao y también algunas plantas vivas de él.» «Del propio modo se comunicará orden al Virrey del Perú para que remita algunas plantas viyas y la semilla del árbol que llaman en Lima Pecaes, como también algunas vainas maduras, y en za- zon de un árbol único que produce unas judias o porotos, encerra- dos en una vaina de más de tercia o media vara de largo, el cual he visto en Lima en una chácara que llamaban de Lastra, la cual está en el camino de los Amancaes, a mano izquierda y no muy dis- tante de la Alameda.— Pondranse luego las ordenes. — 18 de Febre- ro de 1788». No hay firma, pero debe ser del Ministro. Tomo xviii.— Junio, 1918. 20 31Ü boletín de la real sociedad española La orden para el Virrey de Lima lleva fecha de 23 de Febrero de 1788. En 22 del mismo mes y año se transmitió esta misma or- den al Presidente de Guatemala. La comunicación que había mandado el capitán de Dragones de Guatemala D. Felipe de Sesma, acompañada de un saquito de añil y otros objetos de que se dio cuenta al Rey, dice (E. 145, C. 7, L. 24): «El saquito es de la simiente del Fiquilice del Reyno de Guatemala y provincia de San Salvador, que es con su ramazón, que llaman Yerba, con la que se hace el más rico añil del mundo. Forma un matucho o arbusto de como vara y media de alto en el primer año, que se llaman tinta nueva, y cortando este retoño para el año siguiente la gran cosecha, creciendo la ramazón hasta tres varas más o menos, según la mayor fertilidad del terreno, aguas y templanza del clima; el color verde-gay es muy agradable a la vis- ta, con unas hojitas un poco más anchas y largas que la de la ruda, pero en la figura y color se la asemeja. Este fruto en aquel Reino pide mucha consideración». «Simiente del árbol Carao, que produce con grande abundancia esos chorizos que son una especie de cañafistolas bastardas. Los muchachos chupan el jugo o miel que tienen y es un poco purgan- te. Los cogollos y hojas de este árbol, machacados y frotándose con aquella masa que se forma de las hojas y cogollos, bien moli- dos a la piedra como de hacer chocolate, es excelente remedio para todo hervor de sangre que escupe sobre el cutis, secándolas a las dos o tres reflotadas en veinticuatro horas; y el árbol es silves- tre y muy hermoso; lo hay con abundancia en la costa del Sur de la provincia de San Miguel, en el Reyno de Guatemala, donde yo coji la muestra que acompaña y experimenté el remedio en mí mismo, que la fuerza de aquellos temperamentos me irritó extraordinaria- mente la sangre en todo el cuerpo.» «El calabazo es de una manteca que se hace en la provincia de Nicaragua de unos gusanos que se llaman Ages; sirve para preser- var y dar lustre a toda especie de madera, y es de un grande uso y hermosura para los ebanistas. El gusano que la produce es digní- simo de admirar, pues cuando llega a su perfección forma la figura de una tortuga del grueso de una haba de un encarnado hermoso. Se sustenta y crece insensiblemente sin movimiento en la ramazón de los arboles lechosos, pegados al palo, sin percibirse lo que co- men o chupan, ni desmerecen el árbol en su frondosidad. Al Gober- nador de Nicaragua, D. Juan de Oysa, le dispuse un calabazo de DE HISTORIA NATUUAL 311 la simiente de esos gusanos, que, con explicación más extensa para su cría, que sería excelente en Aranjuez, envió para S. M., creo que por medio del Presidente de Guatemala, en el año de 1786. —Felipe de Sesma.» (E. 145, C. 7, L.26). El Presidente de Gua- temala, D. José Estacheria, contestó al Ministro en 26 de Junio de 1788 que había dado las órdenes oportunas para que se recogie- ran los dichos gusanos Ages y plantas vivas de Carao y que co- municaría el resultado. Dirigida esta comunicación a D. Antonio Porlier (Ministro). 2° D. Esteban José Martínez. (Estante 145, cajón 7, le- gajo 24.) — En 23 de Diciembre de 1788, el Virrey de Méjico, Fló- rez, remitió, con los correspondientes ejemplares, la comunicación siguiente, dirigida al Ministro Valdés: «Excmo. Sr.: Al tratar con los rusos establecidos en Onolasca y demás parages de aquella al- tura, adquirió el Alférez graduado de Navio D. Esteban José Mar- tínez, comandante de la expedición, dos dientes o colmillos, que remito a V. E. en un cajón, y pueden ser de los caballos marinos que describe el ingles Cook en su historia de descubrimiento, y abundan en el Ártico. »Ofrecio aquel oficial dirigirme otras cosas particulares y nota- bles que condujo de aquellas distancias, y cuando me lleguen las pasaré a V. E., como lo ejecuto ahora con los colmillos indicados. Dios guarde a V. E. muchos años. — México, 23 de Diciembre de 1788.— Excmo. Sr.: Manuel Antonio Florez. — Excelentísimo Sr.: B.° Fr. D. Antonio Valdes.»— En nota marginal dice: «Se quedó el Rey con ellos». 3.° D. Francisco Gil y Lentos, Virrey del Períi. — Remitió, con carta fechada en Cartagena de Indias en 19 de Noviembre de 1789 un cajón de fósiles que, según él, eran huesos de gigan- tes, lo cual sostenía en una memoria extrafalaria, pero que demos- traba su buena voluntad. El cajón llegó a Madrid, y después de dar cuenta al Rey del envío, se dispuso que pasara al Real Gabinete de Historia Natural, oficiándose al efecto en 23 de Marzo del mismo año al Conde de Floridablanca. Merecen transcribirse por su exactitud los párrafos en que Gil y Lemos describe el yacimiento que él visitó y dónde recogió los ejemplares. Dice: «A tres cuartos de legua al nordeste del Nuevo Reyno de Granada, situado a 4", 45' de latitud boreal y en 303°,3' de longitud del meridiano de Tenerife, sobre un plano que supera al nivel del mar 2.874 varas; distante de las costas del Norte 135 312 - BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA leguas, de las del Sur 88 y de la punta del cabo de Santa Elena 135 leguas, se halla un campo con el nombre de los Gigantes, por una tradición inmemorial, y a esta denominación habrá tal vez ori- gen a los despojos que en él se hallen.» «Este es un llano como de una legua que recibe las vertientes de los cerros inmediatos, y descarnado con ellas presenta en su super- ficie varios despojos de vivientes cuya magnitud admira, como se verá por los qi¿e acompaño, recogidos de paso y sin hacer excava- ción ni diligencia particular; pues habiendo pasado casualmente por este parage cuando me regresaba de ver el maravilloso salto de Tequendama, oí por la primera vez el asunto y traté de recojer los que se presentaron y pudieron conducirse.» 3.° D. Baltasar Jaime Martínez Compañón. (Archivo de Indias, estante 145, cajón?, legajo 24.)— En 1.° de Febrero de 1791 comunicó el Presidente de la Contratación de Cádiz, González Guiral, al Ministro D. Antonio Porlier, a la vez que con la misma fecha lo hacía el Administrador de la Aduana al Ministro D. Pedro de Lerena, que por el paquebot «Nuestra Señora de los Dolores», procedente de Cartagena de Indias, que mandaba el Maestre don Julián Rodríguez de Torices, acababan de llegar a Cádiz 6 cajones de huacos de barros de la gentilidad, que mandaba el Arzobispo de Santa Fe D. Baltasar Jayme Martínez Compañón, para S. M. Pro- cedían del obispado de Trujillo, donde los recogió siendo Obispo. En 4 de Marzo de 1791, Victorio López, vecino de Yévenes, firmaba en Cádiz un papel comprometiéndose llevarlos a Madrid. Acompaña el expediente la lista detallada de los huacos, de los que el primer cajón contenía 46, el segundo 26, el tercero 20, el cuarto 45, el quinto 25 y el sexto 23. Es muy interesante el extracto en que se da cuenta del envío y que va fechado en 13 de Diciembre de 1791. Dice: «El Arzobispo de Santa Fe, antes Obispo de Truxillo: Ha remitido seis cajones de piezas de barro trabajadas por los indios, del tiempo de la gentilidad de aquel Obispado y acompaña el índice de todo, que es adjunto.» «Propone se entreguen, a S. M. y al Príncipe de Asturias para que se aficione a las cosas de aquellos dominios en los ramos de Historia Natural.» «Dice tiene otro cajón prevenido de piezas de oro, plata, tumba- ga, madre de perla o concha de nácar, hueso, piedra, madera, pita y algodón, hechas por los indios de los mismos tiempos y obispado y extraídas de sus huacas y sepulcros. Pero correspondiendo todas DE HISTORIA NATURAL 313 las piezas a uno de los nueve tomos de la Historia Natural de aquel obispado por estampas, estados y planas en 4.°, de papel de marca mayor que tiene ya encuadernados el mismo arzobispo, le ha pare- cido conveniente diferir la remisión de dicho cajón hasta que pueda hacer la de dicho tomo para que cotejadas dichas piezas se vea la conformidad y perfecta semejanza entre unas y otras, y por ellas pueda conjeturarse y comprenderse ser igual la correspondencia de las estampas de los 8 restantes y sus originales, por haberse for- mado con ellas a la vista.» «Esta obra, afirma el Obispo, Arzobispo, ha sido revisada por In- tendente de Truxillo, sus Cabildos y otros y por el Virrey del Perú, Gil y Lemos, que al paso a su capital se detuvo siete dias en Tru- xillo y todos la han colmado de elogios, manifestándole al Autor los más vivos deseos de que cuanto antes se acaben de extender las ra- zones que faltan para la inteligencia y explicación de algunas de las estampas.» «El Arzobispo, aunque no se halla tan satisfecho de que la obra merezca los elogios tan excesivos que de ella se han hecho, con- fiesa que tendrán novedad y a lo menos servirá de estímulo para que otros se aficionen y adelanten más la Historia Natural de aquel pais. Concluye con que por sus ocupaciones tal vez no podrá darla la última mano tan breve como quisiera.» «Nota.— Este celoso Prelado, ya anteriormente acreditó su celo y buen gusto remitiendo 24 (cajones de ejemplares) de Historia Na- tural que recogió en su visita a su diócesis de Truxillo, los cuales quiso ver y reconoció por sí S. M., y merece se le alabe su útil afi- ción y cuidado en recoger estas preciosidades.» «Por lo que toca a lo que insinúa de su obra de nueve tomos de estampas, parece que para que no sólo no se pierda su trabajo, sino para que se remita con brevedad como él lo desea, podía prevenír- sele que, pues tiene alli en Santa Fe al Director de la Expedición Botánica de aquel Reyno, Mutis, comunicase con él sus trabajos y de acuerdo de ambos se les diera la última perfección.» A continuación dice el documento: «Enterado el Rey. Y que se pasen las piezas de barros antiguos al Gabinete de Historia Natu- ral, si S. M. antes no las, manda subir para reconocerlos. Contés- tese el recibo al Arzobispo y que queda satisfecho de su celo y aplicación y espérala obra que promete, precediendo el reconoci- miento y arreglo de ella con Mutis, si le fuere posible, y de todos modos, procure la breve remisión de ella a España.» * 314 boletín de la. rkal sociedad española En un trozo de papel pegado a la portada del expediente dice: «No consta evacuada la resolución que se tomó sobre el envió de estos cajones, ni se sabe tampoco si los huacos se pasaron al Gabi- nete de Historia Natural, o se quedó el Rey con ellos, ni se con- testó o no al Arzobispo, dándole gracias por su celo como se mandó.» Acompaña el oficio original del Arzobispo dando cuenta de sus trabajos y la relación de los barros remitidos, fechadas ambas en Cartagena de Indias; la relación en 25 de Noviembre y el oficio en 13 de Diciembre de 1790. MINERALES DE ANDALUCÍA Especies y localidades no citadas, existentes en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Sevilla por Pedro Castro Barea. Entre las colecciones regionales que formó en la Universidad de Sevilla el eminente geólogo D. Salvador Calderón, figuraba como una de las mejores la de minerales. Con posterioridad a la marcha a Madrid del sabio maestro, acaso fué ésta la que más vicisitudes y alternativas padeció, y si bien se han conservado la mayor par- te de los ejemplares, se había alterado profundamente el orden de clasificación de Groth, a que se ajustaba la colección. Al encargarse de la Cátedra el Sr. Barras se propuso el arreglo de estas colecciones, pero se dedicó en primer término al de la ge- neral de minerales, con objeto.de tener tiempo de aumentar el nú- mero de especies y ejemplares de Andalucía cuanto pudiera. Apar- te de los que en excursiones distintas recogió por sí mismo y de los aportados también por nosotros en el tiempo que llevamos en Sevi- lla, debemos hacer constar qué la mayor parte de las adquisiciones se deben a donativos, algunos de verdadera importancia, hechos por los señores socios de la sección de Sevilla de nuestra Sociedad, y también por los alumnos de la Facultad de Ciencias. Encargado por el Sr. Barras del arreglo y ordenación según la clasificación de Groth de la colección regional de minerales, hemos dado cima al trabajo a fines de Abril pasado, incorporándole cuanto DE HISTORIA NATURAL ' 315 ■se había adquirido (lo que motivó el tener que construir una nueva vitrina), y formado también la colección correspondiente de repe- lidos. Como entre lo incorporado figuran algunas especies que no esta- ban citadas de Andalucía y numerosas localidades nuevas, hemos creído de interés publicarlas juntas en esta nota, indicando el nom- bre de sus colectores cuando es conocido. Grafito (1). Impuro: Provincia de Huel va. (Conde Diez). — Con feldespato: Sierra Morena (Tenorio!). Hasta el presente sólo había sido citado de Sierra Morena, por Bowles. azufre. El Carpió, Huelva (Conde!). Bismuto. Sobre cobaltita: Cueva de la Mora, Almonaster, Huelva (Conde!). ■Cobre. Cala, Huelva (Simó!). Mercurio. Gotas sobre una caliza: Conil, Cádiz (Tenorio!). Solamente cita- do hasta ahora en la región, y eso vagamente, de Zujar (Granada), por Calderón. Oro. Sobre cuarzo: mina «Sultana», Cala, Huelva (Conde!). 3Í3mutita (2). Sobre pirita: mina «Sultana», Cala, Huelva (Conde!) JPifita. Cazalla de la Sierra, Sevilla (Casares!).— Cala, Huelva; mina ' hago ver que no son ciertos aquéllos, que no están conformes con mis investigaciones y observaciones personales sobre la purga? Quede a juicio de las personas de recto criterio, la calificación que merece en este punto la argumentación con que se ataca un trabajo rehuyendo al mismo tiempo el ataque sereno e imparcial a los puntos capitales que contiene. Respecto a la Noctiluca, seguiré afirmando que no es la especie que produce la fosforescencia cuando las aguas purgan, porque entonces es debida a los Gonyaulax de un modo especial , y en primer lugar y secundariamente a otras especies biofotogénicas que acompañan a aquélla en pequeña proporción. Esto no obsta para que Noctiluca, que como yo digo en mi Memoria, es causa de la fosforescencia, o ardentía do mar durante otras épocas del año, deje de producirla y contribuya si existe a aumentar la que los Gonyaulax producen. El plankton por mí analizado en 1917 no poseía una sola Noctiluca, hecho que puede comprobarse, toda vez que conservo las muestras del que he recogido durante la purga, que tuvo lugar en Agosto. Y este año, en el cual la Hematotalasia se presentó en una época excepcional (mediados de Abril), no he hallado Noctiluca, estando DE HISrORIA NATURAL 355 las aguas invadidas por Gonyaulax, hasta el 14 de Junio, en que apareció devorándolos, después de lo cual volvimos a encontrarla repetidas veces en gran cantidad, y en el día 8 de Julio, que abun- daba extraordinariamente en la Ría, ya no contenía aquéllos en su interior, ni se percibían las grandes vacuolas que los englobaban; únicamente se destacaba un corpúsculo más obscuro que el resto del cuerpo celular: el núcleo, y en alguna que otra, muy pocas dia- tomeas. Pero antes de su aparición y durante la Hematotalasia las aguas poseían la fuerte fosforescencia producida por los Gonyaulax, como hemos comprobado. Dejo sin contestar la objeción en que se niega la conclusión por mí emitida de que «entre la alimentación y presencia de la sardina en estos mares y la Hematotalasia parece ser que existe una ín- tima relación; que aquélla se halla subordinada a ésta», «porque la especie que la produce forma parte principal del alimento de la sar- dina en ciertas épocas del año» (,págs. 50 y 52); dicha contesta- ción podrá el lector encontrarla en un trabajo que versará sobre La alimentación de la sardina y la Hematotalasia, concretán- dome por hoy a preguntar, para la mejor contestación de aquélla: ¿cómo es que después de decir D. Odón de Buen en los trabajos y notas, de los que parece hacerse solidario su señor hijo: «esa colo- ración roja que durante el verano invade las Rías es una de las causas principales de la putrefacción de los fondos»; «que esa pu- trefacción irá avanzando haciendo estériles las aguas para muchas especies que sólo visitan las zonas limpias, bien agitadas, con sufi- ciente oxígeno, sin gases nocivos», y que «esas Rías gallegas ca- minan en su proceso de esterilidad hacia la triste situación en que se encuentra, por ejemplo, el Mar Negro»?; ¿cómo después de haber dicho lo que antecede D. Odón de Buen, puede decir su hijo D. Fernando: «Las observaciones numerosas llevadas a cabo por el Instituto Español de Oceanografía muestran claramente que hay una coincidencia vital y no una subordinación, como pretende el Sr. So- brino»? Esto es sencillamente una enorme e inconcebible contradic- ción, no menos notable que aquella otra en que incurre el Director de dicho Instituto al hablarnos de la procedencia e incremento de los seres plankíónicos de la purga, y de la cual he de ocuparme al mismo tiempo. Ya ve el Sr. de Buen la facilidad y las poderosas razones que empleo para echar por tierra las objeciones con que trató de derri- 356 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA bar algunos puntos de mi trabajo; pero nunca las conclusiones prin- cipales del mismo, que siguen quedando en pie y tal cual las he for- mulado. Y así tenía que suceder, porque fueron y son hijas de la observación natural, serena y desligada de todo egoísmo, y la Naturaleza no suele engañar a los que la estudian y, estudiándola, la aman. Respecto a la alarma y sentimiento que a D. F. de Buen le produ- ce el temor de que en el extranjero se juzgue que en España se labo- ra sobre parte de la materia que nos ocupa, sin base científica alguna, cumple a nuestro deber y nos da propicia ocasión para que llamemos su atención con objeto de que procure remediarlo, excitando el inte- rés del Director del Instituto Español de Oceanografía e Inspector de Estudios Científicos y Estadísticos de Pesca, a fin de que se atiendan estos servicios, de verdadero interés nacional, con los me- dios de que dicho Instituto viene disponiendo. Nosotros seguiremos haciendo modestas investigaciones con los recursos propios, y sin otra finalidad que la satisfacción de contri- buir en la medida de nuestras fuerzas a lo que estimamos de inte- rés patrio, y muy especialmente de nuestra querida región gallega. Publicaciones que ha recibido la I^eal Sociedad Española de fiistoria JSlatüral durante el mes de IVIayo (continua- ción) y Junio de 1918. (La liste siiivante servirá d' acensé de réception.) Méjico Sociedad científica «Antonio Álzate», México. Memorias y Revista. Tomo xxxiv, n.os 11-12. Portugal Broteria, Brag-a. Serie de vulgarizaQao scientifica. 1918, fase. iii. SuiZA Société Vaudoise des Sciences naturelles, Lausanne. Bulletin. Vol. li, n" 193. Bois (D.).— Cecidie du gland de Chéne. (Bul!. Soc Pathol. Vegé- tale, 1916.) — Excursión botanico-horticole au Lac Majeur. (Bull. Soc. Nation. d'Acciimat., 1913.) — Qermes de Soja et germes de Haricot Mungo. (Bull. Scienc Pliarmacolog., 1915.) DE HISTORIA NATURAL 357 Bois (D.).— La lutte contre les ennemis des Plantes. (Journ. Soc. Nation. d'Horticult., 1916.) — Le Pirocydonia Winkieri, Daniel. (Revue Horticole, 1914.) — Un Begonia nouveau de Madagascar. (Not. System., 1915.) — Un nouveau begonia de Madagascar á feuillage décoratif. (Revue Horticole, 1915.) — Un iris nouveau du Maroc. (Revue Horticole, 1915.) Co.xsTANTiN y Bois.— Les varietés de Vanille. (C.-R. Acad. Scien- ces, 1916.) Hazañas (J.).— Apuntes de dos conferencias dadas por el abate H. Breuil en la Universidad de Sevilla. Sevilla, 1918. Pjccioli (L.).— Sacrse Romanae arbores silvaeque. (Ann. R. Inst. Sup. Forest. Nazion., 1918.) PiTTALUGA (Q.) y Buen (S. de).— Nota sobre los dípteros del género Phlebotomiis en España. (Bol. Inst. Nao. de Higiene de Alfon- so XIII, 1917.) Potó (M.)---La noción de medio ambiente en biología dinámica. (Bol. Soc. Oceanogr. de Guipúzcoa, 1918.) Mes de Junio España Asociación española para el Progreso de las Ciencias, Madrid. Congreso de Vallado/id. Tomo v. España forestal, Madrid. Año iv, n.° 36. Ibérica, Tortosa. Año v, n.os 231-233. Ingeniería, Madrid. Año xiv, n.os 473-475. Instituto de Radiactividad, Madrid. Boletín. 1918, primer trimestre. Ministerio de Fomento, Madrid. Boletín Oficial de Minas }' Metalurgia. Año ii, n.*^ 12. Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. Trabajos. Serie Botánica, n." 13; Serie Zoológica, n.° 35. Observatorio de Física cósmica del Ebro, Roquetas. Boletín mensual. Vol. viii, n.os 6-8. Peñalara, Madrid. Año v, n.° 54. Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Memorias. Vol. xiii, n.°^ 28-32; vol. xiv, n.°2. Revista de higiene y tuberculosis. Valencia. Año xi, n.° 120. Sociedad Entomológica de España, Zaragoza. Tomo i, n.°' 3-6, Sociedad española de Física y Química, Madrid. Anales. Año xvi, n.os 152-153. Estados Unidos y sus Colonias Ohio State University Scientific Society, Columbus. The Oliio Journal of Science. Vol. xviii, n°^ 5-6. 358 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Smithsonian Institution, U. S. National Museum,- Washington. Biilletin. N° 100 (vol. i, part 2). Francia Académie des Sciences de París. Comptes-rendiis. Tome 166, n"' 21-23. Revue genérale des Sciences purés et appliquées, Paris. 29'' année, n" 10. Société linnéenne de Bordeaux. Actes. Tome lxx, 2"' fascic. Inglaterra y sus Colonias The Canadian Entomologist, London. Vol. l, n"' 4-5. Zoological Museum of Tring. Novitates Zoologicae. Vol. xxiv, n"s 2 y 4; vol. xxv, n° 1 . Méjico Dirección de Estudios biológicos, México. Catálogo de la Seéción de Biología. Portugal Broteria, Braga. Serie zoológica. Vol. xvi, fascic. ii. Suiza Société zoologique suisse et Museum d'Histoire naturelle de Qenéve. Revue suisse de Zoologie. Vol. xxvi, n"' 1-3. Fernández Galiano (E.)- — El tejido conjuntivo del corazón de «Helix». (Treb. Soc. Biol., 1916.) González Fragoso (R.),— Contribución al conocimiento de los deute- romicetos de España. (Rev. Real Acad. Cieñe, Madrid, 1917.) Vidal y López (Manuel).— Junto al río Almanzora. (Bol. Soc. Arag. Cien. Nat., 1917.) — Sobre la existencia del Carabus (Dichocarabus) rugosas F. en Cataluña. (Bol. Soc. Entomol. de Esp., 1918.) — Un caso teratológico de Carabus (Macrothorax) morbillosus F. (Bol. Soc. Entomol. de Esp., 1918.) WiNDHAUSEN (A.). —Líneas generales de la estratigrafía del neocomia- no en la Cordillera Argentina. (Bol. Acad. Ñac. de Cieñe, de Córdo- ba, 1918.) — The problem of the Cretaceous-Tertiary Boundary ¡n South America. (Americ. Journ. of Science, 1918.) Sesión del 2 de Octubre de 1918. PRESIDENCIA DEL SR. D. A. MARTÍNEZ Y FERNÁNDEZ -CASTILLO El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué aprobada. Admisiones y presentaciones. — Fueron admitidos los señores pro- puestos en el mes de Julio. Notas y comunicaciones. — El Sr. González Fragoso envía una nota titulada «Notas para la microflórula matritense». —El Sr. Qila (F. A.) notifica la instalación de la colección de Meteoritos del Museo Nacional de Ciencias Naturales, en la sala de exposición general de minerales, y promete enviar una lista de los ejemplares existentes. Después indica las nuevas localidades españolas de los minerales siguientes: Grafito (comunicado ya en sesión el 3 de Abril de 1918), del término de las alquerías «El Pito» y «Sierra», cerca del Bal- neario de Retortillo (Salamanca), enviado por el profesor J. Barroso; Pirrotina, de las minas en explotación del Dr. Goetz-Pbilippi, de Guadalcanal (Sevilla); Wolfran, de Barrueco-Pardo (Salamanca), recogido por el Sr. R. de las Heras; Blenda picea, de entre Llansá y Puerto de la Selva (Gerona), y Oligisto irisado con magnetita, recogidos ambos por el Sr. Carandell. Ejemplares todos- clasificados e intercalados en las colecciones del Museo. — El Sr. Al varado comunica una nota sobre el condrioma y el sistema vacuolar en las células vegetales. Secciones.— La de Valencia celebró sesión, en el Laboratorio de Hidrobiología española del Instituto General y Técnico, el 26 de Setiembre. El Sr. Arévalo comunica la siguiente nota: «Entre los ejemplares recientemente ingresados por donación en las colecciones que están a mi cargo, merece especial mención un pájaro cazado en el inme- diato pueblo de Silla por D. José Plasencia. Se trata, en efecto, de una especie aun no citada de España y que es propia de la Europa septentrional, Loxia bifasciata Brehm. El ejemplar en cuestión es una hembra joven, y ofrece, por otra parte, la anomalía de tener la 360 BOLlíTIN DE LA REAL SOCIEDAD ISPAÑüLA mandíbula inferior muy prolongada y bífida. Como se ve, por tra- tarse de un ejemplar teratológico y, además, de una especie propia de tan apartadas y distintas regiones como son la Rusia septentrio- nal, Siberia y Canadá, y jamás señalada de España, el hallazgo tie- ne verdadero interés, que aumenta, además, por tratarse de un ani- mal joven y por tanto, al parecer, nacido en España. También es curioso que siendo este pájaro propio de los bosques de pinos, de cuyas semillas se alimenta, haya sido cazado en plena huerta valen- ciana, en un campo de alubias. Con respecto a la fecha de captura, que tuvo lugar el 8 de Septiembre del presente año, conviene tener en cuenta que en la colección de Brehm se conserva un ejemplar de hembra joven de esta especie cazado en la selva de Turingia en Agosto de 1826.» —La de Sevilla celebró sesión el 1 .° de Octubre, en el Museo de Historia Natural de la Universidad, bajo la presidencia de D. Ma- nuel de Paúl. — El Sr. Tenorio presentó interesantes ejemplares de fósiles car- boníferos en las pizarras de Cantillana, de muy cerca del pueblo. También cuarzos con turmalinas de Lora del Río. —El Sr. Paúl dio cuenta de sus excursiones realizadas durante este verano por las Provincias Vascongadas. — El Sr. Albors hizo el relato de una excursión a Benasán, en la provincia de Castellón. —El Sr. Barras presentó una interesante serie de ejemplares de pirita y galena procedentes de La Carolina, donados al Museo de la Universidad por el distinguido ingeniero de Minas D. Francisco de Borja Palomo. También presentó el Sr. Barras un ejemplar de Mustela ibérica Barret-Hamilton disecado, que ha sido donado al mismo Museo por D. Miguel Bago Quintanilla, y que procede de la finca «Tamoso», de su propiedad, situada entre los términos de Lora del Río y Alcolea. Por último, el mismo Sr. Barras dio cuenta de sus excursiones verificadas durante los pasados meses de Agosto y Setiembre a los pueblos de San Juan de Aznalfarache, Alcalá de Quadaira, Mairena y El Viso, y presentó los ejemplares de fósiles y plantas recogidos en ellas. 1)K HISTORIA NATURAL 361 Notas bibliográficas. Del Sr. Fernández Navarro (sección de Madrid): Gentil (Louis): Sur l'existence de grandes nappes de recoii- vrement dans la province de Cadix (Espagne méridionale). C. R. Acad. des Se, t. 166, n° 24 (17 juin, 1918), p. 1.003-1.005. Un reciente viaje ha permitido a M. Gentil reconocer la existen- cia, en la provincia de Cádiz, de tres grandes capas de recubri- miento. Una primera, mimulítica, que se prosigue desde La Línea hasta cerca de Cádiz, donde desaparece bajo el plioceno. Esta capa ha caminado en el S. de la provincia de W. a E., y después, más al N., se ha desviado hacia el NW,; sus repliegues dibujan las grandes líneas orográficas de la comarca. La segunda capa es, jurásica, frecuentemente con cretácico infe- rior, y a ella pertenecen las Sierras de Gibalbín y de Pajarete, y, probablemente, también las calizas secundarias de la Sierra del Pinar. El trías lagunar forma una tercera capa que frecuentemente recubre al flysch o se muestra a través de ventanas tectónicas, pero siempre desprovista de raíces. Esta capa es más extensa que las anteriores y las cubre en parte. Gentil (Louis): Sur V extensión, en Andalousie, des nappes de recouvrement de la proüince de Cadix (Espagne méridio- nale). C. R. Acad. des Se, t. 167, n" 2 (8 juillet, 1918), p. 83-85. En esta nota afirma el autor que el régimen de capas por él reco- nocido en la provincia de Cádiz se extiende a todo el ante-país de la cordillera Penibética (1). A pesar de las digitaciones que estudios de detalle puedan mostrar en ciertos puntos, una gran unidad pre- side a la arquitectura del antiguo estrecho Bético, pudiéndose seña- lar a todo lo largo de él las tres capas de recubrimiento numulítica, jurásica y triásica, que el autor ha reconocido en sus excursiones por la provincia de Cádiz. (1) El autor la llama «Béticq» con un cambio de valores muy fre- cuente, no sólo entre los extranjeros, sino entre españoles mismos. La cordillera Bética corresponde al escalón meridional de la meseta, más conocido con los nombres de Sierra Morena o cordillera «Mariánica». 3G2 BOLETÍN DE LA RKAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Gentil (Loitis): Sur V origine des nappes de recouvrement de VAndalousie. C. R. Acad. des Se, t. 167, n° 6 (5 aoút, 1918), p. 238-240. Siguiendo sus investigaciones acerca de la tectónica de la región andaluza, empieza el autor por suponer que el cristalofílico de la porción culminante de Sierra Nevada está en recubrimiento sobre el trías de Guadix y Granada. Supone que los contrafuertes meridionales de la cordillera Peni- béticá (el autor la llama Bética), el macizo paleozoico de Málaga y la vertiente SE. de la Serranía de Ronda, constituyen la zona de raíces de las capas de recubrimiento que se extienden sobre la ver- tiente septentrional de la Penibética y sobre el emplazamiento del antiguo estrecho Nord-Bético. Gentíl (Louis): Sur les dépóts néogénes da détroit Nord- Bétique (Espagne méridionale). R. C. Acad. des Se, t. 167, n° 8 (19 aoút, 1918), p. 299-301. Según el autor, los depósitos del estrecho Nord-Bético compren- den toda la serie miocena, siendo marinos en el mioceno inferior y medio, y lagunares primero, y lacustres después, en el mioceno superior. Así el estrecho ha funcionado como tal, desde el principio del mioceno, durante todo el transcurso del primero y segundo piso me- diterráneo; estaba cerrado durante el mioceno superior, como lo in- dican los depósitos lagunares y lacustres de la región de Granada. El origen esencialmente detrítico de los depósitos tortonienses que se extienden al pie de Sierra Nevada (Blockfonnation de von Drasche), indica que ya en esta época se preparaba con importan- tes movimientos orogénicos la oclusión definitiva del estrecho. Gentil (Louis): Sur I' age des nappes de recouvrement de V Andalousie et sur leur raccordement avec les nappes préri- faines (Maroc septentrional). C. R. Acad. des Sc.,'t. 167, n° 10 (2 septembre, 1918), p. 373-375. 1. Las areniscas burdigalenses y las margas helvecienses del estrecho Nord-Bético son más antiguas que las capas de recubri- miento. Los depósitos detríticos tortonienses serán, en gran parte al menos, posteriores al movimiento de dichas capas. Por último, los depósitos lagunares salobres y lacustres del mioceno superior son claramente posteriores al movimiento orogénico referido. La edad Dli HISTORIA NATURAL 363 de las capas de recubrimiento de Andalucía puede, por lo tanto, ser fijada con gran precisión entre el Helveciense y el Tortoniense. 2. El régimen de capas del Mediodía de España se extiende al otro lado del Estrecho de Gibraltar, sobre el continente africano. La capa eocena de la provincia de Cádiz se encuentra frente a Tarifa, recubre al Sur de Tánger domos cretácicos, se prosigue por las in- mediaciones de Arbaua y Yebel Sarsar y se liga probablemente por El Guelá de Slés a' la gran capa eocena de la región de Taza. Los testigos de la capa jurásica recubren en las crestas de Anyera al Flysch eoceno. Es verosímil que el liásico del Musa repose sobre dicho Flysch, como lo hace el Peñón de Gibraltar. En cuanto a la capa triásica, ha dejado en Marruecos septentrio- nal testigos diseminados, que se ligan al gran desarrollo de esta capa independiente en el Garb. Notas y comunicaciones. Notas para ¡a microflórula matritense por Romualdo González Fragoso. Himeníales. Coniophora membranácea DC, in Fl. franc, vi, p. 34.— Sacc, Syll. fung., VI, p. 649.— Sacc. et Dalla Costa, Hym. de la Fl. it., pp. 1.192 et Xñ^^.—Níerulíus lacrimans Var. piilvenilentus Fr. En muros húmedos, en la Estación Alpina de Biología del Gua- darrama, leg. C. Bolívar, IX-1916. ^ El Meriilias piilvemlentiis Fr. y el M. lacrimans (Wull.) Schum., este último citado en Portugal y España, son especies muy próximas. Gasíerales. Bovista plúmbea Pers., in Syn. Fung., i, p. 137.— Sacc, Syll. fung., VII, p. 96.— Petri, Gasíerales de la Fl. (tal., p. 62. En tierra.— Cercedilla (Madrid) y San Rafael (Segovia), leg. C. Bolívar, IV-1918. Especie común en casi toda la Península. 364 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Ustilagales. Ustilago Avenae (Pers.) Jensen, in Le charbon des cér., p. 4.— Uredo segetum y Avenae Persoon, in Disp. meth. Fiing., p. 57. Sacc., Syll. fung., ix, p. 283.-Schell., Die Brandpilze, etc., p. 6. En ovarios de Avena sativa. — Ton&\oáox\es (Madrid), leg. C. Bolívar, VI-1916. Ustilago Cynodontis P. Hennings, in Fungí afr., i (Hedwigia, 1896), p. 369.— Sacc, 5?///. fung.,ií.\y, p. 416. -Schell., Die Brandpilze, etc., p. 13. En espigas de Cynodon Dacii/lon.— Pozuelo y Torrelodones, leg. C. Bolívar, V et VI-1916.— El Escorial, leg. Cogolludo y Cuesta, V-1916. Ustilago Hordei (Pers.) Kell. et Sw., in Ann. Rep . Kansas Agr. Exp. St., 2, p. 2,>■'/'•■*{.„./ ' V argentóíilas, que resaltan en negro intenso sobre el fondo violado oscuro del resto de la formación. La membrana celular no •*>*i-'s.;*?'*''V*- .*;. M reduce la plata cuando la impregnación de las mito- condrias es buena, por lo cual se destaca en blanco entre los protoplasmas de las células contiguas. Por superposición ideal de células de preparacio- nes en que sólo el condrio- ma se ha impregnado (pa- recidas a la de la fig, 3.'''), con aquellas en que el pro- toplasma se mostraba con toda claridad y enmasca- raba el condrioma, se obtienen imágenes absolutamente idénticas a las dadas por preparaciones felices en que una ligera tinta violada hace destacar el protoplasma sin nublar lo más mínimo los negros plastosomas (fig. 2."). Se pueden, pues, referir todas las descripcio- nes a este caso sintético. En preparaciones de ese género se puede seguir fácilmente la evo- lución del condrioma y del sistema vacuolar. En efecto, en el punto vegetativo terminal de la raicilla de un garbanzo, a poco de empe" zada la germinación, se ven las células meristémicas de pequeño tamaño, espeso protoplasma y voluminoso núcleo, ocupadas por un V *•»"" e «^^•fl 4 Fig. 1.*— Dos células del meristemo terminal de la radícula de Cicer arietinum a poca distancia del vértice vegetativo. (Método de Achúcarro- Río Horteqa; 1.^ variante.) — M, membrana; N, núcleo; /z, nucléolo; T, trabéculas protoplás- micas; V, vacuolas. DE HISTORIA NATURAL 389 Gondrioma homogéneamente distribuido por todo el protoplasma bajo la forma de diminutos condriocontes bacilares, todos ellos sen- siblemente iguales y coloreados en negro. El sistema vacuolar se manifiesta por vacíos redondeados u ovalados de pequeño tamaño, excavados en la masa del protoplasma. En éste, en las trabéculas que limitan y separan las vacuolas, es donde toman asiento los cor- tos condriocontes bacilares (algunos en división), que constituyen el condrioma de la cé- lula. Aquí, pues, es necesario considerar los plastosomas y el sistema vacuolar como cosas totalmente dife- rentes e inconfundibles. La figura 1 ." represen- ta dos células en las cuales las vacuolas han adquirido ya un regu- lar tamaño, a causa de estar empezando su transformación en célu- las de parenquima. En las células del pe- riblema (en las cuales hemos estudiado en el citado trabajo la evo- lución del condrioma), las vacuolas se han he- cho aún mayores y me- nos numerosas, sin duda por estar forma- das por la confluencia de varias de las ante- riores. El protoplasma, como indica la figura 2.^, aparece acumulado principalmente alrededor del núcleo y en la porción periférica. Trac- tus protoplásmicos unen ambas porciones entre sí y aislan las va- cuolas unas de otras. En todas esas masas protoplásmicas es en donde el condrioma se localiza, pero, como consecuencia de la cada vez mayor delgadez de las trabéculas y de la creciente abundancia de protoplasma en la periferia y en derredor del núcleo, la gran ma- ^^"4^- --í^' '¿.^— . -»-«r5»5.7»;|í Fig. 2.^— Dos células del periblema de la raicilla de Cicer empezando su diferenciación en células pa- renquimatosas. (1.'' variante del método tano-argén- tico. Las mismas letras que la figura 1 .'', y a, acúmu- los periféricos de mitocondrias; b, acúmulos peri- nucleares.) 390 boletín de la real sociedad española yoría de los plastosomas ocupan esas regiones, y de aquí nacen aque- llos acúmulos periféricos (a) y perinucleares (b) que describimos en nuestro citado trabajo, y de que damos una imagen en las figuras 2.^ y S.'*. También es, suponemos, obra mecánica de esto la asocia- ción de los cortos condriocontes en largos condriomitos, que luego se tranformarán uniéndose, en condriocontes filamentosos de cate- goría superior. No es inverosímil, en efecto, que los plastosomas, alineados por necesidades mecánicas al adelgazarse las trabéculas por causa del ensanchamiento de las vacuolas, se pongan en con- tacto formando cadenas (con- driomitos), y que luego se unan en un largo filamento mitocon- drial. Eso es lo que nos hace pensar la longitud, a veces enorme, de los condriomitos y filamentos mitocondriales de algunas de las largas células de los «cordones iniciales»; ca- denas y filamentos que siem- pre se presentan como compri- midos entre dos largas vacuo- las y rodeados de la pequeña capa de protoplasma del trac- tus. Demostración, si bien in- versa, de esta acción mecáni- ca, la tenemos en la descom- posición de esos filamentos en sus plastosomas integrantes. Decíamos en nuestro anterior trabajo que, al transformarse las células meristémicas en pa- renquimatosas, tiene lugar la fragmentación de los filamentos ante- riormente formados, en mitocondrias granulosas que no eran mas que los condriocontes primitivos ahora libertados. Eso es debido, en nuestra opinión, a la falta de la acción mecánica que antes provocó la soldadura, al ser suprimidas las trabéculas por formación de la gran vacuola central, que relega el protoplasma y el núcleo a la pe- riferia de la célula. Sirva esto de explicación a nuestra suposición de la individualidad de los plastosomas durante estos fenómenos. Las células de la corteza de la raicilla, algo más desarrolladas que Fig. 3.*— Célula cortical de la raicilla del garbanzo más avanzada en la diferencia- ción que la anterior, y en la cual el con- drioma se ha impregnado independiente- mente del resto del protoplasma. (Letras de la figura anterior.) DE HISTORIA NATURAL 391 la representada en la figura 3.% nos permiten asistir a otra catego- ría de fenómenos. Algunos de los plastosomas habitantes de la por- ción protoplásmica perinuclear, j^a directamente o bien después de haber formado parte de un filamento mitocondrial y haber quedado libres nuevamente, toman la forma esférica y experimentan un aumento de volumen, a la vez que un cambio químico más o menos grande, convirtiéndose en leucoplastos. Esto es, en efecto, lo que se observa en la figura 4/, que representa una célula, en la cual la mayoría de los filamentos mitocondriales (f) se han descompuesto en sus plastosomas integrantes (m), después de haber quedado en forma de condriomitos (c). En esos leucoplastos (L), es pre- cisamente donde más^adelante se forman los granos de al- midón. Paralelamente a lo que su- cede en la raicilla, tiene lugar en el tallito la misma serie de fenómenos. Las jóvenes célu- las meristémicas terminales, con sus condriocontes y sus vacuolas perfectamente distin- tos, se transforman, al diferen- ciarse, en células en las cuales el protoplasma ocupa princi- palmente las regiones perinu- clear y periférica que, unidas por finas trabéculas, separan y limitan voluminosas vacuolas (fig. 5.^). Al igual que en la radícula, aquí, en las trabéculas, se forman filamentos mitocondriales por alineación y^fusión de los pri- mitivos condriocontes. Pero así como en la ráicilla'la mayoría de los plastosomas perinucleares crecían algo y se convertían en leucoplas- tos, más o menos diminutos (que luego formaban almidón), en esas w\ Fig. 4."— Célula más desarrollada que la de la figura 3.", exhibiendo sus filamentos mitocondriales (f), algunos descompues- tos en condriomitos (c) o en mitocondrias granulosas (m).\Los plastosomas perinu- cleares se están transformando en leuco- plastos (L)^que luego formarán granos de almidón. 392 boletín de la real sociedad española células los plastosomas perinucleares, ya en forma de mitocondrias, ya en forma de condriocontes, crecen mucho y pasan a cloro- plastos (c) (1). Para terminar la serie de hechos que ayudan a derribar la ten- Fig. 5.^— Células próximas al vértice vegetativo del tallito de Cicer arietinum. C, cloroplastos; las demás letras como en las figuras anteriores. denciosa teoría de Danqeard, citaremos el siguiente, de que es testigo la figura 6.'' tomada de nuestro anterior trabajo. Representa ésta dos células del hipocotileo y radícula de un embrión de Phaseo- lus üulgaris, en las que se pueden observar la independencia abso- luta del condrioma y del sistema vacuolar. Este aparece formado por numerosas vacuolas muy regulares, separadas y delimitadas por trabéculas protoplásmicas, cuyo conjunto simula una red, en la cual se hallan empastados los elementos de la otra formación, que afectan la forma de granulos mitocondriales. Algunos de ellos, sin haberse (1) La evolución del condrioma en el meristemo del tallito, así como la formación de los cloroplastos a expensas de los plastosomas será objeto de ulteriores observaciones. Hoy podemos adelantar únicamente ese hecho, que confirma los resultados de Lewitsky, Guilliermond, Forembacher, etc. DE HISTORIA NATURAL 393 convertido en leucoplastos, han formado diminutos granos de almi- dón, que luego crecerán bastante. III. — Resulta de nuestras observaciones, que el condrioma y el sis- tema vacuolar son dos formaciones absolutamente diferentes e incon- fundibles en toda ocasión y fase de desarrollo en que se observen, y que los plastosomas son el origen de los plastos vegetales. El sis- tema mitocondrial puede teñirse, en efecto, intensamente en negro por medio del método tano-argéntico, como ya habíamos demostra- do en otra ocasión; igual sucede con los plastos, sus derivados. Él r:'\ ''^•". .^e. -é-r-. -' - ■: 'd- \ ^^a^. ®,„- í^- Fig. 6.^— Células interiores del hipocotileo de un embrión de P/iaseolus viilgaris con su condrioma en forma de mitocondrias y los granos de almidón formaüos directamente por éstas. (Método de Achúcarro sin oro.) sistema vacuolar. por el contrario, jamás se revela directamente por ese método, a no ser que, por no aparecer teñido, se destaque en blanco sobre el protoplasma. Como estos resultados están dados por una técnica totalmente diferente de las empleadas por Dangeard y Guilliermond, no es necesario hacer resaltar el valor de la coincidencia (en lo tocante a ese punto) de nuestras observaciones con las del segundo de esos sabios. Réstanos ahora, para dar fin a esta nota, analizaren esencia el condrioma y el plastidoma de Dangeard. La formación celular que este sabio botánico llama condrioma no corresponde, como veremos, al condrioma de los autores que le han precedido. Si acaso, sólo las fases primeras del desarrollo del sis- 394 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA tema vacuolar, que dicho autor dibuja, pueden considerarse como formando parte del condrioma de los autores (que es lo que él dice). Pero ni aun eso podemos admitir, ya que según Danqeard, mito- condrias, condriocontes y condriomitos «se transforment quelque- foís presque instantanément les uns dans les autres...'» Esta variación rápida, a veces acaecida en quince o veinte segundos, está reñida con la fijeza de forma de los plastosomas, sobre todo en cier- tos lugares de la planta, como por ejemplo (f ig. 1 .^) en las células me- ristémicas terminales, en que son bacilares. Ignoramos qué puedan ser formaciones tan curiosas como esas que describe Danqeard, pero desde luego podemos afirmar que nada de lo que designa bajo el nombre de condrioma (sistema vacuolar), corresponde a lo que con el nombre de condrioma se conoce en citología. Los plastosomas, en efecto, son órganos protoplásmicos, es decir, formaciones mor- fológicas definidas, formadas filogenéticamente. En las vacuolas hay que distinguir dos partes, la membrana o tonoplasto, que es un órgano aloplástico, y el contenido (según Dangeard metacro- matina), que entra en la categoría de formaciones ergásticas, aun cuando consideremos con el autor que se transmite durante la división celular de una célula a otra. Analicemos ahora el plastidoma de Danqeard. Ese nombre ha sido creado por su autor para designar el conjunto de los plastos vegetales, que, por otra parte, no considera de distinta manera que los demás autores. Ahora bien, ha quedado demostrado que los plastos proceden de plastosomas, pero de plastosomas con caracte- res fijos y constantes, coincidentes precisamente con los atribuidos por el autor a su plastidoma. Por tanto, ¿qué es el plastidoma de Danqeard, sino el condrioma de los demás autores en el sentido más extenso, es decir, el condrioma propiamente dicho, más los plastos que de él se derivan? El nombre de plastidoma (aunque muy significativo y acertado) debe pues, ser abandonado, por no corresponder a nada nuevo, o bien puede ser relegado a designar, caso de ser cierta la hipótesis de Rudolph, al conjunto de los plastos y los elementos pseudomito- condriales que los originarían. (Advertimos que en las figuras 2." y 5.", el tono délas trabéculas protoplásmicas ha resultado un poco exagerado.) (Laborcitorio de Histología del Museo Nacional de Ciencias Naturales). DK HISTORIA NATURAL 395 Publicaciones que l^a recibido la F^eal Sociedad Española de flistoria f4atural durante los meses de üulio a Sep- tiembre de 1918. (La liste suivante servirá d'accusé de récepiion.) Brasil Museu Nacional, Río de Janeiro. Archivos. Vols. xvi-xx. España Asociación española para el Progreso de las Ciencias, iViadrid. Congreso de Sevilla. Tomo vi. Lista de socios. España forestal, Madrid. Año iv, n."' 37-38. Ibérica, Tortosa. Año v, n.»» 235-245. Ingeniería, Madrid. Año xiv, n.»» 476-483. Institució catalana d'Historia natural, Barcelona. Butlleti. 1918, n.os 2-5. Treballs. 1917. Institución libre de enseñanza, Madrid. Boletín. Año xlii, n.os 699-701. Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas. Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Serie Zoológica, n.° 36; Serie Botánica, n.° 14. Memorias anuales. 1916 y 1917. Ministerio de Fomento, Madrid. Boletín oficial de Minas y Metalurgia. Año ii, n."' 13 y 15. Observatorio de Física cósmica del Ebro, Roquetas. Boletín mensual. Vol. viii, n° 12; vol. ix, n.o« 1-2. Real Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales, Madrid. Revista. Tomo xv, n."' 10-12; tomo xvi, n."' 1-5. Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Boletín. Vo\. iv. n.° 2. Memorias. Vol. xiv, n." 3-7. Revista de higiene y tuberculosis, Valencia. Año x, n.°' 121-122. Sociedad aragonesa de Ciencias naturales, Zaragoza. Boletín. Tomo xvii, n.»' 6-7. Sociedad española de Física y Química, Madrid. Anales. Año xvi, n.° 155. Societat de Biología, Barcelona. Treballs. Any v (1917). Universidad de Zaragoza. Anales. Vol. ii. Estados Unidos y sus Colonias Missouri Botanical Carden, St.-Louis. Annals. Vol. v, n°' 12. 396 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Smithsonían Ins/itution, U. S. Eational Museum, Washington. Annual Report. 1916. Bülletin. N° 141. Contribiitions from the U. S. National Herbar iiim. Vol. xx, part 3. Wilson Ornithological Club, Oberlin, Ohio. The Wilson Bülletin. Vol. xxx, n° 2. Francia Académie des Sciences de Paris. Comptes-rendus. Tome 166, no» 24-25; tome 167, n»» 1-11. Académie internationale de Géographie botanique, Le Mans. Bülletin. 27* année, n°^ 343-345. Revue genérale des Sciences purés et appliquées, Paris. 29' année, nú- meros 11-16, Societé de Qeographie du Maroc, Casablanca. Bülletin. 3" année, n° 5. Société d'Histoire Naturelle de TAfrique du Nord, Alger. Bülletin. Tome ix, n° 7. Société entomologique de France, Paris. Annales. Vol. lxxxvi, 4' trimestres. 5////e//rt. 1918, n."^ 7-14. Société frangaise de Minéralogie. Bülletin. Tome xli, nos 1.3. Société linnéenne de Bordeaux. Procés-Verbaux. Tome lxx, 2*^ livr. Inglaterra y sus Colonias Royal microscopical Society, London. Joürnal. 1918, parts 1-2. The Canadian Entomologist, London. Vol. l, n"' 6-7. University of Toronto. Studies. 1918, n"' 14-16. Zoological Society of London. Proceedings. 1918, parts i-ii. Italia Reale Stazione di Entomologia agraria in Firenze. Redia. Vol. xiii, fase. 1-2. Monaco Instituí Océanographique, Monaco. * Bülletin. N"^ 340-343. Portugal Academia das Sciencias, Lisboa. Boletim da segunda clase. Vol. xi, fase. 1. Jornal de Sciencias. 3"* serie, tomo i, n° 2. Broteria, Braga. Serie de vnlgarizagao scientifica. Vol. xvi, fase. 4-5. Institut de Bactériologie Cámara Pestaña, Lisboa. Archives. Tomo v, fase. i. (Continuará.) Sesión del 6 de Noviembre de 19 J8. PRESIDENCIA DEL DR. D. GUSTAVO PITTALUGA El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué aprobada. Presentaciones.— Se propone para socio numerario a D. Mario A. Fontana, Ingeniero mecánico del Uruguay, presentado por el Sr. Bolívar Pieltain. Notas y comunicaciones. — El Secretario presenta, en nombre del Sr. Sobrino Buhigas, numerosas fotografías de signos grabados en rocas de la provincia de Pontevedra, sobre los que dicho señor pre- para una monografía. —El Sr. Hernández-Pacheco, en nombre del Sr. Eguren, lee una nota bibliográfica. —El Sr. Ferrer y Qaldiano (D. M.) comunica una nota sobre al- gunos Crustáceos de las Chafarinas y Marruecos. —El Sr. Gómez (D. L.) lee un trabajo sobre el laberinto membra- noso de los peces. —El Sr. Cuesta (D. J.) presenta una nota relativa a sus investi- gaciones sobre los pelos de la Lactuca saligna. —El Sr. Conde Diez da cuenta de un capítulo de la Memoria que, con el título de «Estudio geológico industrial de la cuenca car- bonífera de Burgos», publica en el número de Septiembre el Boletín Oficial de Minas y Metalurgia. El capítulo a que se refiere el se- ñor Conde se transcribe a continuación por lo que pudiera interesar a aquellos de nuestros consocios que se ocupan en el estudio del glaciarismo. Dice así el capítulo de referencia: «Las Conchas de Pineda. — En nuestras expediciones por los alrededores de Pineda de la Sierra, con el objeto de conocer los lí- mites del depósito hullero, recorrimos los barrancos transversales a la cuenca del Arlanzón, principalmente los de su margen izquierda, como el barranco de Riajales, que baja desde lo alto de la vertiente septentrional de la faja siluriana de Cabanas hasta el mismo pueblo de Pineda, y el barranco de Cerracín, situado dos kilómetros más arriba y que hace el mismo recorrido que el anterior por dicha lade- ra, pero en sentido un poco divergente. Ya hemos dicho que en la Tomo xviii.— Noviembre, 1918. 25 398 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA margen izquierda de este barranco es donde termina la formación carbonífera de Pineda; y al recorrer su margen derecha, observa- mos que sobre un cerrete formado por filadlos silurianos había di- seminados numerosos trozos de la pudinga hullera y cantos suel- tos de la misma esparcidos por todo el cerro y hasta trozos de las hiladas de arenisca que se encuentran intercaladas en este banco. El aspecto de estos depósitos y su situación en la desembocadura del barranco de Cerracín, que, como el de Riajales, arranca de las llamadas Conchas de Pineda (1.900 metros sobre el nivel del mar), nos hicieron sospechar la probable existencia de fenómenos gla- ciales en esta vertiente de la faja siluriana de Cabanas. Y en efec- to, examinando más atentamente la configuración de estas conchas gemelas, se aprecian en su cóncava superficie estrias radiales que vienen a converger en la parte inferior de las mismas, presentando todo el aspecto de cubetas glaciales, y, por tanto, nada tendría de extraño que los restos de pudinga observados sobre el cerro siluria- no del barranco de Cerracín fuesen verdaderos depósitos morrénicos y que estos dos barrancos que bajan de las Conchas de Pineda sean los antiguos cauces de heleros cuaternarios. Como el tiempo apremiaba, no nos fué posible hacer un recono- cimiento detenido de estos barrancos ni efectuar una ascensión hasta las Conchas, que hubiera sido seguramente muy interesante; pero creemos conveniente hacer constar nuestras observaciones, por si pudieran ser útiles a algunas personas especializadas en estos estudios, tales como los Sres. D. Hugo Obermaier y D. Emilio H. del Villar, que tan interesantes trabajos de investigación origi- nal han hecho ya y continúan haciendo en la glaciología española.» —El Sr. Pérrez de Barradas da cuenta de un trabajo suyo sobre los animales domésticos. —El Sr. Bolívar (D. C), en nombre de los respectivos autores, presenta dos notas: una, del Sr. Escalera (D. M.), acerca de una nueva especie española de Brachycerus, y otra, del Sr. Gerónimo Barroso, sobre Briozoos españoles. Secciones.— La de Zaragoza celebró sesión el 30 de Octubre, bajo la presidencia del Dr. López de Zuazo, y en ella se dio cuenta de un Oficio de la Sociedad Aragonesa protectora de animales y plantas, en el que se consignan los fines de la referida institución y sus ofrecimientos, acordando sea devuelto el atento saludo y se la ofrezcan recíprocamente los buenos oficios de la Sección. DE HISTORIA NATURAL 399 Concurrió a la sesión el Rdo. P. L. Navas, que hizo saber que su presencia tenía por objeto ofrecer a la Sección la Revista de la Academia de Ciencias de Zaragoza, presentando el primer nú- mero, y rogó el cambio con el Boletín de la Real Sociedad Es- pañola DE Historia Natural, para lo cual se acordó fuese en- viado dicho número a la Junta de Madrid. Acto seguido, los Sres. Ferrando y López de Zuazo, leyeron una nota sobre su excursión a la sierra de Algairén. —La de Valencia celebró sesión el 31 de Octubre en el Labo- ratorio de Hidrobiología del Instituto General y Técnico, bajo la presidencia del Sr. Moróte. La presidencia presenta un ejemplar de una roca eruptiva proce- dente del término de Picasent y vertientes orientales de la sierra Alédua, que llaman en la comarca Ascopalls. Dicha roca se encuen- tra formando un yacimiento en la vertiente de la montaña, don- de había y hay terrenos de cultivo, explotándose como cantera para extraer piedra, empleada hoy como grava de carreteras Exami- nado el ejemplar se acordó verificar su estudio micrográfico para poder clasificarlo acertadamente. El Sr. Boscá (D. A.) prometió enviar a la Sociedad una noticia referente a los microorganismos encontrados mediante investiga- ción microscópica de líquidos procedentes de' enfermos de la ac- tual epidemia. —La de Sevilla celebró sesión el 2 de Noviembre en el Museo de Historia Natural de la Universidad. Leída y aprobada el acta de la sesión anterior, dijo el Presidente que, como en años anteriores, se iba a proceder a la elección de Junta directiva de la Sección para el año de 1919. Suspendida la sesión diez minutos para verificar el oportuno cam- bio de impresiones, y verificada la votación, resultaron elegidos los señores siguientes: Presidente D. Antonio González Nicolás. Vicepresidente » Antonio Benjumea Calderón. Tesorero » Francisco de las Barras de Aragón. Secretario » Mariano Simó y Delgado de Mendoza, Vicesecretario » Jacinto Owin y Corte. El Sr. González Nicolás usó de la palabra para dar gracias, en nombre de la nueva Junta, por su elección. 400 boletín de la real sociedad española El Sr. Paúl presentó y donó al Museo Universitario un ejemplar de crocidolita (ojo de tigre), del Cabo de Buena Esperanza. El Sr. Tenorio dio cuenta de su última excursión a Sierra Mo- rena, El Sr. Barras presentó un trabajo titulado «El botánico D. Anto- nio Ramos, fundador del jardín de la Real Sociedad Médica de Se- villa, en el siglo xviii». Notas y comunicaciones. Minerales de la Sierra de Algairén por Pedro Ferrando y José L. de Zuazo. Con el fin de obtener ejemplares de minerales y rocas de dicha Sierra que completasen las colecciones regionales de la Facultad e Instituto hicimos la excursión, de cuyo resultado damos cuenta en esta breve Nota. La referida Sierra se halla situada en la región SW. de la pro- vincia de Zaragoza, siendo la continuación meridional del Moncayo, y está formada, como la base de éste, por pizarras y cuarcitas silu- rianas principalmente. Es zona muy interesante por la profusión de afloramientos metalíferos y roncas eruptivas. Después de recorrer en el ferrocarril que conduce a Cariñena las formaciones cuaternarias, terciarias y secundarias (en Muel) cruzadas por el río Huerva, llegamos al pueblo de Aguaron, situado ya en las estribaciones de la Sierra, recubiertas en su base por la formación diluvial que constituye el campo de Cariñena. A distancia de 3 kilómetros próximamente de dicho pueblo, en el borde derecho del barranco de las Tembleras, visitanaos una mina ya abandonada de Antimonita y ocre de antimonio, cuyos minera- les se hallan impregnando las cuarcitas que alternan en estratifica- ción concordante con pizarras arcillosas muy plegadas. Ascendiendo hasta llegar al puerto que separa las vertientes de los ríos Huerva y Grio, cogimos ejemplares de cuarzo muy bien cristalizado (birromboédrico) y hematites roja. Llegamos después a Codos, pueblo situado en lo más alto del DE HISTORIA NATURAL 401 valle del río Grio y en la terminación de la carretera, y atravesado por ella, se encuentra un gran afloramiento eruptivo de una roca granudo-cristalina de coloración verdosa, muy dura, al parecer pla- gioclásica-piroxénica, que se ha explotado como piedra de cons- trucción. Además hallamos también al ESE. de dicho yacimiento otro de roca granítica muy descompuesta, que nos proponemos estudiar por ser nueva para esta provincia. Del término de Codos podemos citar también baritina y hemati- tes roja (de igual aspecto que la de la mina de Tierga) procedentes del monte. En el trayecto de Codos a Toved, en el monte que forma la ver- tiente derecha del Grio, visitamos una mina en explotación de mi- nerales de cobre, y cogimos ejemplares de calcopirita, calcantita y baritina, formando esta última un dique o crestón de gran potencia que parece un estrato de cuarcita levantado casi verticalmente. Frente al pueblo de Toved observamos las margas irisadas triá- sicas, que afloran en un corto trayecto de la ribera derecha del ci- tado río. Continuando nuestra. excursión llegamos a Santa Cruz de Toved o de Grio, y recorrimos la margen derecha del río mencionado, en la que se habían hecho, en diversas ocasiones, labores de investi- gación por aflorar minerales de cobre, y en un socavón, así como en unas calicatas llevadas a cabo a diferentes alturas de la montaña había acumulados restos de esas labores, recogiendo ejemplares de calcopirita, algunos extraídos del mismo filón, malaquita y azurita, y en un pequeño valle hallamos grandes trozos de baritina, de los que separamos algunos pedazos para poseer ejemplares de esta loca- lidad. Por último, visitamos Alpartir, en cuyo término existe una mina de cobre gris argentífero, cuya explotación debió adquirir alguna importancia años atrás, pero suspendidos los trabajos por pérdida del filón, según nos dijo el encargado de la mina, no nos fué posible verla por estar inundadas las galerías y sólo merced a la amabilidad del referido encargado pudimos obtener buenos ejemplares de cobre gris argentífero, con siderita y otros de bornita que recogimos en pequeñas escombreras que había por los alrededores. Aquí dimos por terminada la excursión por ser el límite de la for- mación siluriana en el valle del río Grio. 402 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA NOTAS HERPETOLOQICAS I. Sobre el Coluber longissimus Laurenti — II. Presencia de la Lacerta viridis Daudin, en Cataluña.— III. ¿La Testudo graeca Linné, en Formentera? por Joaquín Maluquer. I. Sobre el Coluber longissimus Laur. Al publicar en Abril de 1916 la Nota herpetológica que figura en el Butlleti de la Inst. Cat. de Historia Natural de dicho mes, señalé la presencia en Cataluña del Coluber longissimus, basán- dome en una cita hecha por Plantada en el Butlleti de dicha Insti- tució, números 22 y 23 de 1903, y en un ejemplar existente en el Museo de la Institució. Al recibir mi Nota el Dr. Boscá me indicó que esta especie no había sido citada de España, y que él, por su parte, no había tenido hasta entonces ocasión de ver y examinar ningún ejemplar, por lo que gustoso le remití el del Museo de la Institució para su estudio. Posteriormente he podido comprobar que no era completamente exacta la localidad, aunque muy próxima, del ejemplar de la Institu- ció; pues no provenía de Santa Coloma, sino que era el mismo ejem- plar que Plantada citó en 1903 como procedente del Valles. Desde 1916 he procurado, en excursiones hechas por amigos o por mí mismo, recoger el mayor número posible de culebras de la comarca del Valles y del Montseny, por si aparecía otro ejemplar de tan raro ofidio en España. Por fin, en Agosto pasado mi compa- ñero del Museo de Catalunya, Sr. Novellas, recogió un ejemplar de Coluber longissimus, que mi hermano Salvador tiene vivo en un terrario. El ejemplar que nos ocupa fué cazado en un camino de los alre- dedores de Viladrau (Montseny), mientras estaba tomando el sol, el 15 de Agosto de 1918, o sea unos quince años después de haber sido cogido el primer ejemplar. Al poco tiempo de cogido devol- vió dos ratoncillos, cuya digestión seguramente procuraba ace- lerar con el calor solar cuando fué cazado, siendo probablemente también ésta la causa de haberse podido coger, pues sus movimien- DE HISTORIA NATURAL 403 tos fueron poco ágiles, cosa rara en esta especie. No cesó de inten- tar escaparse, no lográndolo a pesar de morder repetidamente la mano del amigo Novellas. Publicada ya la descripción del ejemplar que podríamos llamar número 1 en mi Nota Les Serps de Catalunya (1), creo que es suficientemente interesante la presencia de otro ejemplar para dar a continuación su característica. Coiuber longissimus Laur. (Elaphis Aesculapii D.). Localidad: Viladrau (Montseny, Cataluña). Fecha: 15 de Agosto de 1918. Descripción: 1 preocular, 2 postoculares, 2 + 2 temporales, 9 supralabiales; en contacto con la parte inferior del ojo los suprala- biales 5 y 6. 4 infralabiales en contacto con el escudete inframaxilar anterior, 23 hileras de escamas, 221 escudetes ventrales, 68 escudetes sub- caudales, escudete anal entero. Longitud total 620 mm. Cola 102 — Lo mismo que el ejemplar núm. 1, pertenece a la forma descrita por Bechstein con el nombre de leprosas. Con lo que queda indicado, está ya plenamente confirmada la pre- sencia del Coiuber longissimus Laur., en Cataluña. II. Presencia de la Lacerta viridis Daud., en Cataluña. A) En una excursión hecha por el Dr. Haas a los alrededores de Alós de Isil (Norte de Lérida), en Agosto pasado, pudo recoger un hermoso lagarto, que le llamó eií seguida la atención por su gran parecido a la Lacerta agilis del centro de Europa. Estudié el ejem- plar y me pareció que se trataba de una forma de Lacerta viridis; pero como no había tenido hasta entonces ocasión de examinar nin- gún ejemplar, pedí al profesor Sr. Lozano, del Museo de Madrid, me remitiera un ejemplar de esta especie y otro de Lacerta agilis, lo que hizo a los pocos días, con la amabilidad que le caracteriza. Estudiados estos ejemplares, y ofreciéndoseme alguna duda sobre (1) Publicaciones de la Junta de Ciencias Naturales de Barcelona. Serie Zoológica. Núm. VII. 401 boletín de la real sociedad española detalles de los escudetes cefálicos, remití el ejemplar de Alós de Isil al Dr. Boscá, quien me escribió que se trataba de una hermosa variedad de Lacerta viridis, de la que habla ya Lataste como rara en la Gironda. Siguiendo mi costumbre de describir los primeros ejemplares de las novedades herpetológicas de Cataluña, y como es éste el primer ejemplar de Lacerta viridis de nuestra región, lo describo a conti- nuación, y con mayor motivo por ser este ejemplar propiedad del Museo Senckembergiano de Franckfort y, por consiguiente, no po- derlo tener a mano para su comparación con otros ejemplares. Lacerta viridis Daud. Localidad: Alós de Isil (Norte de la provincia de Lérida). Fecha: 7 de Agosto de 1918. Descripción: Rostral no está en contacto con las fosas nasales. 3 postnasales, 2 frénales, 4 supralabiales anteriores al subocular, occipital más pequeño que el interparietal. Escamas temporales lisas, 2 grandes temporales en contacto con el parietal. Falta escudo timpánico. Pliegue guiar muy débilmente marcado. Collar dentado de 9 escu- detes. Escamas dorsales exagonales y fuertemente aquilladas, es- camas laterales mayores y más lisas. En el centro del cuerpo hay 47- escamas dorsales y laterales. Escudetes ventrales en seis hileras, siendo los mayores los de la segunda hilera; 31 escudetes ventrales en la segunda hilera. Poros femorales en número de 15. Escamas supracaudales fuertemente aquilladas, terminándose pos- teriormente en punta. Dimensiones: Longitud total 210 mm. Cabeza 16 — Anchura de cabeza 10 — Del hocico a las patas anteriores 22 — Del hocico al ano 72 — Patas anteriores 23 — Patas posteriores 36 — Cola 142 — Coloración: Zona vertebral más obscura que las laterales. Dorso con manchas negras, dispuestas longitudinalmente. Dos líneas dor- sales claro-amarillentas desde el ángulo externo-posterior de los DE HISTORIA NATURAL 405- escudetes parietales hasta la primera mitad de la cola próximamente; otra en cada flanco paralela a las anteriores. Cabeza uniforme su- periormente, tono verde con manchas amarillentas en sus lados y amarillenta inferiormente, lo mismo que el vientre. El tono general de coloración del dorso es verde obscuro y marrón. Es este primer ejemplar que hemos tenido ocasión de ver y es- tudiar muy parecido a la Lacerta agilis en su aspecto, según el Dr. Haas, y así lo he podido comprobar por algunos buenos dibujos que he tenido ocasión de ver. Con motivo de este parecido recor- damos que hay formas de Lacerta viridis tan próximas a la Lacerta agilis, sobre todo en el Sur de Rusia (Mar Negro), que es verda- deramente imposible separar estas dos especies que allí se con- funden en una forma. B) A mediados de Septiembre pasado el Sr. Novellas trajo de Viladrau (Montseny) dos hermosas Lacerta viridis, una de ellas cogida el 30 de Agosto y la otra el 12 de Septiembre. Posterior- mente el mismo señor ha traído de la misma localidad otros tres ejemplares de Lacerta viridis; estos cinco ejemplares los tiene en un hermoso terrario, al que se han acostumbrado bien, mi hermano Salvador. Finalmente, el P. Pérez Acosta, S. J., me remitió un ejemplar disecado procedente de la misma localidad Viladrau. Queda confirmada la presencia en Cataluña de este hermoso la- garto, en localidades tan distantes entre sí como Alós de Isil y Viladrau. La especie que nos ocupa estaba citada de Camprodón, en 1879, por F. Galí y J. Morer en Apuntes para el estadio de la flora y fauna de la comarca de Camprodón, pero como no se conserva el ejemplar, no tengo en consideración esta localidad, aunque por su situación es muy probable se encuentre allí Lacerta viridis. III. ¿La Testudo graeca Linné, en Formentera? Durante la excursión que con el Dr. Font Quer hicimos a Ibiza y Formentera, desde el 24 de Marzo hasta el 2 de Abril del corriente año, tuve ocasión de oir de los naturales de Ibiza que la tortuga terrestre existió hace tiempo en aquella isla, pero que hoy no se encuentra ya en ella ningún ejemplar libre. Igual observación hizo ya el Dr. Boscá en Septiembre de 1882 {Anales de esta Sociedad, 406 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA tomo XII, 1883) cuando su excursión de exploración herpetológica de Ibiza. En cambio, durante los tres días (28, 29 y 30 de Marzo) que pasé en Tormentera, me fué asegurado por cuantos consulté sobre este particular, y no fueron pocos que hay allí tortugas terrestres libres, que en aquella época no se encontraban, pero que más adelante con el buen tiempo salían. Me fué especialmente indicado un lugar: las Tanques den Teuet, donde casi siempre había tortugas, y allí nos dirigimos. Los habitantes de aquellas Tanques me aseguraron que aun no hacía ocho días habían matado una porque se les comía las plantas de su huerta. Buscamos por allí y nada encontramos, teniendo que regresar sin ningún ejemplar. En Mayo y Junio estuvo otra vez en Formentera el recolector Sr. Gros, quien ya nos había acompañado en la excursión de Marzo. A sus preguntas, también numerosas, todos contestaban que, en efecto, había tortugas en la isla; pero en su corta estancia no pudo ver ninguna, por lo que encargó a Francisco Mayans, de San Fran- cisco Javier, capital de Formentera, que cogiera seis ejemplares y nos los remitiera. Cuál no sería mi desagradable sorpresa al recibir una carta del Mayans, fechada en 30 de Junio, en la que, entre otras cosas, dice: «Del encargo de media docena de tortugas que usted me hizo debo decirle que he tenido dos de ellas encerradas en un cajón más de doce días, no siéndome posible hallar ninguna más para hacer el completo de las seis pedidas, y al ver que no había modo de cumplir su encargo, he soltado las dos que tenía y lo dejo por imposible». Lo expuesto me confirma la existencia de la tortuga terrestre, probablemente la Testado graeca L., en Formentera, y confío en que en otra excursión seré más afortunado en encontrar colabora- dores que no tomarán los encargos tan al pie de la letra como Mayans, que soltó las dos tortugas porque no pudo cazar las seis que le encargué. DE HISTORIA NATURAL 407 Notas sobre briozoos por Manuel Gerónimo Barroso. Gen. Osthimosia Jullien, 1888. Osthimosia eatonensis (Busk, 1881). Cellepora eatonensis Busk.— Descriptive catalogue of the spec. of Cellepora colected by the Challenger Exp. (Journ. Linn. Soc. Zool., vol. xv, p. 351.) — pumicosa var. eatonensis Jelly. — Syn. Cat. Bryoz., p. 57 (1889). — eatonensis Calvet. — Exp. scient. du «Travailleur» et du «Talismán», Bryoz., 1906, p. 444. Una colonia sobre tallo de un Hidrario, con Sertularelía, pro- cedencia el Bálamo (Santander), a 75 brazas. Otra del Jardín (San- tander). Osthimosia? armata (Hincks, 1860). Cellepora armata Hincks. — Descriptions of new Polyzoa of Iré- land (Quart. Journ. Micr. Soc, vol. vil, p. 278, lám. III, fig. 5). — — Jelly.— Syn. Cat. mar. Bryoz., p. 46(1889). — — Calvet. — Exp. scient. du «Travailleur» et du «Talismán», Bryoz., 1906, p. 442. — — G. Barroso.— Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat., Octubre, 1917, p. 499. Dos pequeñas costras sobre fragmentos de conchas de moluscos, Santander. En los ejemplares no hay ovicelas, y por ello nó puede asignarse con toda seguridad la situación genérica. Hincks describe las ovicelas lisas, con pared entera, mientras Calvet (Bryozoaires marins de la región de Cette, p. 65) señala las ovicelas de los ejemplares de esa región provistas de cuatro a seis perforaciones. Lekytliopora Santanderiensis Q. Barroso. Lekythopora Santanderiensis G. Barroso. — Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat., Junio 1918, p. 307, lám. ix (1). (1) En la explicación de la lámina aparece la figura I."" con la indica- ción >: 60. En realidad ese aumento correspondía al dibujo original, pero al reproducirle en el grabado ha sido reducido. 408 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Se conocían actualmente tres especies del género Lekythopora: L. hystrix Mac Gillivray, 1882; L. Watersi Calvet, 1902 y L. la- ciniosa Calvet, 1906. Es bien distinta de esta última, por la con- formación de la zoecia, de la abertura y del peristoma. De L. hys- trix se diferencia por la presencia de los procesos espinosos del peristoma, por la forma de la ovicela que no es orbicular y por la presencia del seno proximal del orificio zoecial primario. Con la que presenta mayores analogías es con L. Watersi, y probablemente pudiera considerarse como una variedad. En nuestros ejemplares ciertas colonias son particularmente típicas por su forma de maza. En cuanto al peristoma es constante la presencia de seis espinas, tres a cada lado del proceso tubular que lleva la avicularia; este tubo es semiespiral, a semejanza de L. hystrix; bien visible en el exterior del peristoma, que es liso, mientras que en L. Watersi la avicularia está sobre un dentículo y el peristoma aparece acanala- do (Calvet: Bryoz. mar. de la región de Cette, lám. ii, fig. 2). Además, en nuestra especie las grandes avicularias interzoecia- les son de una forma bastante más espatulada, y por la forma del opérculo el seno proximal de la abertura es mucho más ancho que en Lekythopora Watersi. Schizopodrella unicornis (Johnston, 1847). Esta especie ha sido citada como viviente, en trabajos míos ante- riores, en Cádiz y Santander. Últimamente el Sr. Gómez Llueca me remitió, para examinarlos, unos ejemplares fósiles, y, estudiados, resultaron ser de 5. unicornis forma ansata. El interior de las zoecias en esta especie no ha sido nunca representado, y como esto es útil y se le concede actualmente importancia, he hecho los dibujos que acompañan a esta nota. En el centro de las colonias las zoecias son exagonales, muy poco deformadas, dispuestas alrededor de la ancéstrula y con los orificios orientados radialmente, con relación a ella (figura I."", zoecias del centro de una colonia). En las partes más externas las zoecias quedan rectangulares, y en varios sitios su- perpuestas por otras cavidades ovicelas? en diversos estados de desarrollo (fig 2."). En el ángulo que forman la pared de la base y la parte inferior de las zoecias existen unos surcos, siete de ordina- rio, separados por pequeñas costillas que están como reforzando la unión de las dos paredes; no puede apreciarse claramente en los citados surcos perforación, lo cual les daría la significación de po- ros de comunicación interzoeciales (figs. 3.'\ 4.'^ y 5."). DE HISTORIA NATURAL 409 Fig. 2: Scliisopodrella unicornis John. Fig. I.-", zoecias del centro de una colonia, próximas a la ancéstrula; fig. 2.^, interior de las zoecias, pared central, con ovicelas?; figs. 3.^, 4.^ y 5.", surcos y costillas que existen en el ángulo formado por la pared basal y la parte inferior de las zoecias. no BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Algunos malacostráceos de P/Iarruecos por Manuel Ferrer y Galdiano. Encargado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de revi- sar y ordenar la colección carcinológica, encontré en la sección pa- leártica un pequeño lote de crustáceos de las Islas Chafarinas, y al hacer su clasificación me ha parecido de interés dar la lista de las veinte especies que le componen. Publico además una pequeña enu- meración de siete especies de Ceuta recogidas por el Sr. Fernández Navarro en el año 1905; ocho de Melilla colectadas por D. Luis Lozano en los años 1910, 1912 y 1916; una de Los Farallones (Tres Forcas) que envió el Sr. Galán; otra de Tetuán, donada por la seño- rita Josefa Sanz, y, por fin, dos especies de Tánger recogidas por los Sres. Bolívar (D. C.) y Escalera. Orden Decapoda. Familia Penaeidae. Sicyona carinata (Olivi). Islas Chafarinas. Recogido en el gánguil. Penaeus caramote (Risso). Melilla (Lozano), Tánger (Escalera). Parapenaeus longirrostris (Lucas). Melilla (Lozano). De esta interesante especie, que se encuentra en gran abundan- cia en dicha localidad, se han podido recoger ejemplares en la boca de la Scorpaena scropha; esto, unido a la abundancia en que se encuentra, comprueba que sirve de alimento a estos peces. Familia Atyidae. Caridina Desmaresti (Loly). Tánger, en las fuentes de Serf-el-Acab (Bolívar). Familia Alpheidae. Alpheus megacheles (Hailstone). Ceuta (Fernández Navarro). DE HISTORIA NATURAL 411 Alpheus dentipes (Quérin). Islas Chafarinas. Recogido en el gánguil. Athanas nitescens (Leach). Ceuta (Fernández Navarro), Islas Chafarinas. Familia Hippolytidae. Hippolyte prideauxiana (Leach). Mippolyte prideauxiana Bell, A History of the British Stalk- eyed Crustácea, fig., pág. 292 (1853). — Norman and Scott, The Crust. of Debon and Cornwall (1906). — Kemp, Decapoda Natant. Coasts Ireland, pág. 101, pl. xiii, figs. 8-10 (1910). Hippolyte viridis Heller, Die Crustaceen des südlichen Euro- pas, pl. X, fig. 3(1863). Islas Chafarinas. En el gánguil. Esta especie presenta variaciones de importancia en el rostro, puesto que los de mayor tamaño lo tienen inerme y en otros está provisto de un diente en su porción basal; ya lo consigna Stanley Kemp (1910) al tratar de esta especie; en los ejemplares que he tenido ocasión de estudiar he podido comprobar el referido carácter. Spirontocharis Grane hi (Leach). Islas Chafarinas. Recogido en el gánguil. Spirontocharis Bunseni (Pagenstecker). Islas Chafarinas. Recogido en el gánguil. Examinando 18 ejemplares de esta especie he podido observar las grandes variaciones que presenta en el rostro, y que me parece conveniente enumerar: 13 ejemplares tienen por encima cuatro dien- tes, aparte del que forma el ápice, y por debajo carecen de ellos, pero en el ápice, truncado oblicuamente, hay dos espinas además de la apical superior; dos presentan cinco dientes, aparte del que forma el ápice por encima, lo demás como los anteriormente descritos; uno presentaba los cinco dientes del caso anterior, pero en el ápice trun- cado oblicuamente no hay más que una espina además de la apical superior; en otro se observaban las cinco espinas por encima y la apical y dos más en la truncadura oblicua del ápice, y además una espina en la parte inferior del rostro, y, por último, un ejemplar pre- senta seis espinas en el rostro por encima, además de la apical y de las dos espinas de la truncadura oblicua del ápice, careciendo de espinas por debajo. Todos los ejemplares examinados son adultos, y esto desecha la idea de que pueda influir la edad en la determina- ción de estas variaciones individuales. 412 boletín Üli LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Familia Palaemonidae. Anchistia scripta (Risso). Alpheus scriptus Risso, Hist. Nat. de TEurope mérid., vol. v, pág. 78 (1816). PPericlemenes elegans' Costa, Fauna del Regno di Napoli, pl. VI, figs. 1-6. Palaemon biunguiculatus Lucas, Anim. Artr. de l'Algérie, pág. 45, pl. IV, fig. 4 (1849). Dennisia sagittifera Norman, Ann. and Mag. Nat. Hist.. ser. 3, vol. VIII, pág. 8 (tirada aparte), pl. xiii, figs. 8-13 (1861). Anchistia scripta Heller, Crust. des südlichen Europas, pági- na 256, pl. VIH, figs. 18 y 19 (1863).— Norman, Crust. of the Cannel Islands, pág. 358(1907). Islas Chafarinas. Recogido en el gánguil. El ejemplar estudiado es una hembra adulta con su puesta, siendo de notar la diferencia que se observa entre la descripción dada por C. Heller (1863) y el ejemplar que he tenido ocasión de estudiar. El nuestro presenta dos espinas en la región gástrica bastante distan- ciadas una de otra y ocupando casi toda la región; las espinas del rostro son en número de seis, y hay además una muy pequeña en su extremidad que no está mencionada en la referida obra; en la parte inferior del rostro nuestro ejemplar presenta solamente dos espinas, mientras en el descrito por Heller existen tres; el mayor desarrollo del rostro que se observa en el ejemplar que estudiamos, así como otras variaciones que vemos al comparar uno y otro, nos inducen a pensar que pudiera pertenecer a una variedad distinta, si no se trata de variaciones individuales, necesitándose examinar mayor número de ejemplares para aclarar este punto. Leander squilla (Linné). Ceuta (Fernández Navarro). Leander xiphias (Risso). Islas Chafarinas. Recogido en el gánguil. Familia Processidae Processa edulis (Risso). Islas Chafarinas. Recogido en el gánguil. ÜE HISTORIA NATURAL 413 Familia Crangonidae. Aegeon cataphractus (OH vi). Islas Chafarinas. Recogido en el gánguil. Familia Scyllandae. Arctus arctus (Fabricius). Melilla (Lozano). Familia Galatheidae Galathea intermedia (Lilljeborg). Islas Chafarinas. Familia Albuneidae. Albunea Guerini (Lucas). Melilla (Lozano). Familia Doríppidae. Dorippe lanata (Bosc). Islas Chafarinas. Familia Calappidae. Calappa granulata (Linné). Melilla (Lozano), Ceuta (Sanz). Familia Corystidae. Corystes cassibelaunus (Pennant). Islas Chafarinas. " Familia Portunidae. Portunus arcuatus (Leach). Melilla (Lozano). Portunus depurator (Linné). Melilla (Lozano). Familia Cancridae. Xantho floridus (Montagu). Ceuta (Fernández Navarro). Tomo xviii.— Noviembre, 1918. 26 414 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Xantho rivulosus (Risso). Ceuta (Fernández Navarro). Pilumnus hirtellus (Linné). Islas Chafarinas; Ceuta (Fernández Navarro). Eriphia spinifrons (Herbst). Los Farallones (Tres Forcas) (Galán). Familia Gonoplacídae. Gonoplax rhomboides (Roux). Islas Chafarinas. Familia Grapsidae. Leptograpsus marmoratus (Fabricius). Ceuta (Fernández Navarro); Islas Chafarinas, Familia Maiidae. Stenorhynchus longú-ostris (Fabricius). Islas Chafarinas. Acanthonyx lunulatus (Risso). Islas Chafarinas. Eurynome áspera (Pennant) Islas Chafarinas. Maia verrucosa (H. Milne-Edwards). Melilla (Lozano). Orden Stomapóda. Squilla mantis (Rondelet). Islas Chafarinas. 1)K HISTUKIA NATURAL 415 Una especie nueva de Brachycerus OÍ. de España (Col. Curculionidae) por Manuel M. de la Escalera Fig. I."*— Cabeza de Brachy- cerus rotundicollis nov. sp., vista de lado, x 12. Brachycerus rotundicollis nov., sp. (figs. I."" y 2.'.), Long., 12 mm. Rostro plano, desigual y groseramente punteado, subparalelo y algo ensanchado sobre el punto de inserción de las antenas y a van-' zando sobre la frente en ángulo, cuyos lados aparecen engrosados. Frente muy plana y contiguamente punteada. Órbi- tas oculares visibles por encima y di- vergentes; mirada de lado la cabeza las órbitas, en el borde anterior de los ojos, están a la altura del rostro y se van ele- vando suavemente en un fuerte engro- samiento abultado hasta su fin, y luego, haciéndose más estrechas y poco levan- tadas, circundan el ojo por completo, quedando oculta detrás de su borde superior toda la línea frontal. Antenas con la clava muy abultada, el doble por lo menos de ancha que el úl- timo artejo del funículo. Protórax de lados completamente redondeados, de base recta y con el lóbulo anterior apenas saliente sobre el occipucio, en absoluto nada biloba- do; el resto del borde poco avanzado lateralmente sobre las mejillas, fina- mente punteado en su superficie, con dos costillas medianas seguidas y pa- ralelas hasta el medio y luego apenas divergentes hasta- el borde anterior, donde se unen con el reborde del ló- bulo; canal mediano deprimido en su mitad anterior y en la posterior con Fig. 2^^^ — Brachycerus rotundi- coiiis, nov. sp., X 5. una costillita apenas acusada; protube- 416 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ♦ rancias laterales apenas señaladas y sólo cerca de la base. Epipleu- ras protorácicas punteadas muy finamente y con granulaciones poco distintas y menudas cerca del borde anterior. Élitros oblongo-ovales sin traza de costilla saliente; únicamente con las estrías marcadas por las series de granulación variólica o pústulas ligeramente aplastadas, opuestas una a una, o alternada- mente, bastante regulares. La sutura ligeramente hundida, sin rebor- de, y las pústulas llegando directamente a ella y opuestas una a otra; la costilla marginal indistinta, finísimamente aserrada y sin series de tubérculos mayores; antes bien, como una línea seguida apenas distinta de las epipleuras que tienen las series de tubérculos dis- puestas en cuatro filas. Patas subcilíndricas fuertemente rugoso-punteadas, sobre todo las intermedias y posteriores. Tibias anteriores con una arista cortante en su cara externa. Anillos abdominales con algunos puntos espa- ciados no muy grandes, haciéndose en el pigidium la puntuación más rugosa. Sin pubescencia alguna sobre cabeza, protórax y élitros, y sólo con algunas cerdillas muy cortas, rojizas, sobre los fémures y tibias, apenas visibles naciendo una a una de la puntuación y sólo aparentes pero también cortas sobre la cara interna de las tibias y fémures anteriores. Loe: Ayamonte (provincia de Huelva), un ejemplar en el Museo de Madrid. Distinta de todas las especies circamediterráneas por la forma de los lados protorácicos y sus relieves poco salientes; además, la falta de costillas la aproximaría únicamente de B . foveifrons; especie oriental que corresponde a otro grupo cuyas órbitas oculares no ocultan, o apenas, la curva del vértice vista la cabeza lateralmente, mientras que nuestra especie pertenece al grupo de B. undatus, plicatus, Pradieriy scutellaris, de órbitas que ocultan por com- pleto y sobrepasan con extremo la línea del vértice. DE HISTORIA NATURAL ' 417 Una bibliografía y unos comentarios por • E. de Eguren. Boletín de la Comisión de Monumentos de Vizcaya; Bil- bao, \9\S.— Sumario: Actas de la Comisión de Monumentos de Vizcaya. Expediente de la adquisición de la Cueva de Basondo. Las cuatro primeras exploraciones. Descripción de las pinturas de la cueva. Cronología de las cuevas de Cantabria y Dordoña. Situa- ción geográfica de la cueva. Época a que corresponden las pinturas y grabados. Fauna de la cueva. Técnica de los dibujos. Bibliografía de las cuevas de Vizcaya. Apéndice. Láminas. Si folletos se publican que por el solo enunciado de sus capítu- los inducen a un rápido examen, que inmediatamente se traduce en intrigante curiosidad hasta conocer el total de su contenido, no cabe duda que el asunto que encierra el expresado Boletín, co- rrespondiente al primer trimestre del año actual, es de aquellos que revisten especial interés, dada la materia que en él se desarro- lla, cada día más atrayente, mejor conocida y más vulgarizada. Es de tales cualidades, sin duda alguna la primera, impulso ini- cial que mueve a una lamentable afición a lanzarse ciegamente a tratar de cuestiones de tal índole, y dejándose llevar de aquel primer * ímpetu, y sin tener en cuenta para nada la segunda de las cualida- des señaladas y la consecuencia que de ella entraña la última, acometen una labor equivocada y errónea desde el encumbrado puesto sobre el que aquella afición les simula hallarse, de la que maltrecha queda la ciencia y su espíritu vulgarizador. A expensas de labor tan sensible, se pretende en casos, el man- tener, y erguido sobre falso pedestal, un prurito que, al ser desvia- do de una excelente intención, no tiene otro remedio que sufrir el vendaval de la sana y razonada crítica, para en justa reciproci- dad, sobre él recaer el triste estigma con el que inadvertidamente llegó a mancillar la verdad científica, en su incomprensible y mal entendido desafuero. 418 BOLETÍN DK LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Sirvan estas primeras palabras, para redimir a la publicación de la Comisión de Monumentos de Vizcaya de la situación poco airosa en que la ha sumido el Boletín trimestral a que hago refe- rencia, y cuyo retraso en ver la luz... ¡cuánto mejor hubiera sido indefinido! Labor bibliográfica es la presente en la que, ante la situación creada, no cabe otra norma que , desglosando el conjunto, descen- der al detalle en aquello que se mantiene el equívoco, el error y la inexactitud se sustenta, para aquilatar la verdadera significación de los hechos y el aprovechamiento posterior del dato advertido con precisión. Es tarea desagradable, por lo que de sincera participa, pero im- prescindible ante la necesidad de desechar el falso cimiento que, por lo superficial, no presta el apoyo suficiente a la nueva investi- gación, ya comenzada, sobre el asunto; y, en forma de evitar en la publicación de esta última, el primer laboreo que preciso sería, de requisada selección acompañada de un trabajo análogo al presente. Estimo como obligación el de anticipar éste, no sólo por salvar a aquélla de tal empresa, sino que, guiado por imperioso apelativo que reclama la revisión y acotamiento del equivocado trazado, para probarlo de antemano a la posible crítica extraña, y evitar de esta su temible generalización a un desprestigio común, frente 'al caso aislado digno de ser juzgado con energía y lástima. Cuanto queda expuesto tiende a percatar al lector del semi-anó- nimo folleto, de la ausencia absoluta de criterio científico a través de su contenido, y el que fruto directo es de un desdichado turis- mo puesto a merced de una presuntuosa notoriedad. Justo es no ol- vidar en el apercibimiento de aquél, que la empresa realizada deja a salvo al seno de aquella Comisión de Monumentos, desde el mo- mento que un «yo, como C. de la Real Academia de la Historia y Vocal Secretario de la Comisión de Monumentos de Vizcaya», de- nuncia la paternidad del escrito a favor de D. Fernando de la Qua- dra Salcedo, «Doctor en Derecho y Ciencias Sociales», según la constitución de aquella Junta, publicada a continuación del enca- bezado. Hechas estas obligadas consideraciones preliminares antes de emprender mi tarea, he de desarrollar ésta con arreglo a la norma seguida en el enunciado del Sumario. DE HISTORIA NATURAL 419 Comenzaré por lamentar la publicación de las Actas de la Comi- sión de Monumentos, documentos que estimo propios para perma- necer inéditos, pues no por conservarlas archivadas se había de empequeñecer la importancia de la cueva a la que se refieren. Conducen algunos de sus párrafos a un verdadero caos cientí- fico, con el que se pretende contribuir al espíritu vulgarizador de la <:iencia con errores manifiestos. Acerca de la referencia prehistórica que de un modo general atribuye a la cueva el Sr. Quadra Salcedo, he de advertir, sin ne- cesidad de insistir más tarde sobre ello, que a lo largo de su escri- to da pruebas patentes de apreciar indistintamente los conceptos propios de la prehistoria y de las situaciones cuaternarias; en nada estima diferenciación alguna. Se significa en dichas actas, ya de fecha anterior o posteriores a las exploraciones que describe aquél más tarde, la denominación propia de la cueva. La refiere el autor como cueva de «Cortézubi», de «San Mames» y, en general, de «Basondo». No hay tal; en el barrio de Basondo, jurisdicción de Cortézubi, hay varias cuevas y cada una distintamente designada, reconociéndose la que interesa, por las gentes de aquel contorno con la denominación de «Cueva de Santimamín»; la que encierra inexplicable acomodación lingüís- tica latino-euzkérica, al nombre de San Mames o Ames, del que aquél modifica el sexo al ocuparse de la cercana ermita de «Santa Mamiña», en un lugar, y «Santi Mamiña», en otro, siendo aquel santo el que, entre otros, se venera como patrón de la citada ermi- ta, y a cuya proximidad se debe sin duda aquella denominación. Inexactamente consignada aparece la distancia entre Bilbao y Cortézubi, «cinco leguas y media»; a muy pocos metros del pueblo citado se halla la demarcación correspondiente al kilómetro 35, con respecto a Bilbao. Que se llame «arbolar», para fijar la situación de la cueva, a lo que jaro es de madroño, laurel, encina, zarzaparrilla, etc., no me parece tampoco muy apropiado. Otro punto interesante al que aquellas actas se refieren es el de las representaciones de animales advertidas en cámaras interio- res; y si en las fechadas antes de realizar el autor las exploraciones a que antes aludí, se cita las figuras de «un reno» y de «una gacela», en acta posterior a éstas, se insiste en la presencia «de la figura de reno». Pues bien, ni figurado hay reno, ni gacela; y con esta mi afirma- 420 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ción, SÍ que está acorde la ausencia de tales representaciones en la colección de láminas que inserta al final del folleto, y de la que a su tiempo he de ocuparme; a no ser que, al embarazoso problema que alguna de aquéllas despierta, quepa el de añadir: ¿dónde está el reno, dónde la gacela? Lástima, pues, que tales consideraciones y otras numerosas que podrían hacerse, haya sido preciso reseñar acerca «del tesoro que se encierra para gloria del Señorío de Vizcaya y de toda la raza de los vascos en la maravillosa cueva»; tesoro magnífico, es cierto, pero cuya relación ancestral con la raza, a la que se aludió, es tan imaginativa como sin fundamento, cuestión ésta que no es de pro- bar en este lugar. Lo que maravilla sí, bastante más que la cueva, la que a tal realce no llega no obstante su notabilidad, son las apre- ciaciones señaladas al exponer en tal forma el valor grande que, sin duda, tiene. Si escaso interés científico podían suponer al objeto de su publi- cación los documentos aludidos, de candidez excesiva cabe tachar el acopio de otros que han merecido igual suerte, y que expone a continuación. Como preliminar al trabajo descriptivo, incluye suscrita por incóg- nita X, una Nota sobre la Historia del Arte rupestre. Trabajo impropio del alcance del presente sería el de anotar y cotejar frase por frase las noticias que, desligadas unas de otras, se aducen, en sentido de hacer ver el desarrollo de las primeras refe- rencias obtenidas acerca del arte rupestre; en las pocas líneas que al asunto se dedican, podría establecerse por detalle toda una serie de consideraciones que harían interminable mi cometido. Baste consignar que, si al tratar de los descubrimientos con mani- festaciones de arte rupestre, se afirma que: «Actualmente se cono- cen unos 28 en España, Mediodía de Francia e Italia», fácilmente puede apreciarse que si sobrepasa aquella cifra los reconocidos en España, triplican, por lo menos, tal número los hasta ahora señala- dos en los expresados territorios. Falsa en absoluto, es la afirmación hecha sobre la desaparición total del arte en la época neolítica, no período. Describe a continuación cuatro exploraciones realizadas en la cueva. Muy de lamentar, en efecto, son las profanaciones a las que el autor ha querido aludir, pero ninguna de ellas encierra el triste deseo de perpetuarse, como en un «Klin-Klon-1918», que es, sin DE HISTORIA NATURAL 421 duda, posterior a las que aquél se refiere, y cuya reprobable hazaña ha legado dentro del contorno de una de las figuras. Si tratase de transcribir la narración de la segunda exploración, no daría fin a intercalar signos admirativos y de interrogación, de- nunciadores del asombro a que dan lugar e inexactitudes que entra- ñan, las desacertadas frases que la integran. Baste hacer presente, pues es cuestión que principalmente inte- resa, que toda la relación métrica que refiere del interior de la cueva da lugar a una absoluta negativa, pues ni aun en sentido aproximativo, revela aquélla las situaciones propias del interior de \p misma. Daría por terminada mi referencia a tal descripción, si no me viese precisado a hacer constar un extremo interesante, en atención a ulteriores manifestaciones del autor. Es la opinión del aristócrata artista, quien acompañó al autor en el trabajo de copia de las figu- ras, y la que reflejada por éste, dice que expresan «todo el movi- miento y la impresión más justa de la conformación de cada animal y de sus actitudes peculiares». Insistir acerca de otros puntos, sería desbrozar el juicio científico de apreciaciones sin fundamento. No merece detenerse a cotejar su contenido descriptivo la tercera y cuarta excursiones, dado el pue- ril interés que denotan. He de ocuparme de reseñarla labor descriptiva que el autor hace de las figuras por él advertidas, relacionándola con las láminas a las que aquélla interesa. Sin embargo, ante la referencia que de la situación de las figu- ras indica al hacer su descripción respectiva, preciso es anticipar algún juicio acerca del croquis que de la cueva incluye. Con afir- mar que se halla éste desprovisto de escala y de orientación, está dicho todo; es así como puede reconocerse la inverosimilitud de aquel producto imaginario, ya que ni idea aproximada supone, tanto del interior como de la entrada de la cueva. Se ocupa en primer lugar de la figura del oso, con caprichosas apreciaciones; la superficie sobre la que aparece la figura no es terrosa, sino de dura estalactita. Como final escribe: «Todavía no se ha explorado el suelo de la cueva de Basondo; pero sería curioso encontrar el día que se ex- plore, la huella del oso que se halla pintado en sus paredes, como se han visto huellas del iirsiis spelaeiis en otras estaciones prehis- tóricas.» Pruebas curiosísimas, voy mostrando de huellas que a la 42T boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA cueva se refieren; pero difícilmente puede aparecer la del oso que se halla pintado. Copia de la figura original es el dibujo fotograbado, firmado por el Sr. Alcalá Galiano, a quien se deben otros seis. Describe en segundo término un caballo, cuya situación difícil- mente se concibe por las indicaciones que señala, en virtud de la falta de la determinación de las orientaciones a que antes hice alu- sión, y cuyo caso alcanza del mismo modo al oso ya indicado, así como al resto de las figuras. En opinión del autor se trata de un caballo; estimo, a juzgar por los rasgos figurados, que la representación es la de una yegua preñada. Es de advertir que en la lámina, la figura aparece en posición invertida en sentido transverso a la del original, lapsus del que tam- bién participa alguna otra lámina, y lo que hace perder en absoluto la idea de propiedad y precisión que entraña estos estudios. La afirmación de que «se halla éste completamente solo», no es cierta, puesto que el mismo paño muestra otras figuras próximas; una cosa es: «que no existe confusión entre sus líneas y las de nin- guna (?) otra figura», y otra muy distinta es atribuir aquel aisla- ' miento; lo que sucede, es que no hay relación alguna de composi- ción entre las diversas figuras. «Mide nuestro caballo... y corresponde al equus^K ¡Tableau! Se refiere a continuación a otro caballo, del que dice: «Se halla en el mismo plano que el oso»; hubiera escrito el mismo paño, y nada habría que advertir; pero el plano es otro, muy distinto. Larga serie de consideraciones podría hacerse acerca de sus re- ferencias a las figuras de tres bisontes, especialmente en relación con sus apreciaciones pseudo-estáticas; rectificar aquellas inexacti- tudes y salvar sus juicios infundados, sería labor impropia de los límites de la presente. La prioridad que se concede en el trabajo a las láminas de las co- pias firmadas por el Sr. Alcalá Galiano, anteponiéndolas a las pro- pias de los dibujos suscritos por el Sr. Quadra Salcedo, orden que sin duda se relaciona con el cronológico de obtención de unas y otras, es circunstancia que por lo visto induce a este último a aban- donar la descripción de otras figuras de bisonte, para incluir entre tales representaciones, la de otro animal, que dice «representa a un ciervo». No es exacto; se halla representada en la figura la cabeza y cuello de un ciervo, no existiendo en tal lienzo «otra ca- b"eza de ciervo», ni mucho menos «varios ciervos». DE HISTUlilA NATURAL 423 Emite a continuación lamentables apreciaciones sugeridas por otra figura de bisonte, de la que, en su cabeza, llega a afirmar ciertos rasgos humanos; será en el dibujo que suscribe. En la lámina que dice, representa los «bisontes en lucha» se ad- vierten trazos inexactos, y del original no se deduce tal actitud. Equivocadas referencias son las que aduce para las dos figuras siguientes, y en cuya descripción fácilmente se reconocen algunos errores. Está por conocerse el «ocre negro», que dice empleado para la pintura. Refiere como cabra, con mucha más exactitud, una figura que antes señaló como cabeza de ciervo. Del examen de la figura que en la lámina correspondiente, designa como «cabra pintada y grabada», dedúcese de sus rasgos superio- res, un perfil de exagerado antifaz al que parece remata largo y embudado gorro. Ni se trata de cabra, ni nada de pintura se advierte en el grabado a que se refiere. Basta variar los rasgos inferiores, completarlos, y suprimir el simulado ojo, para fácilmente apreciar la cabeza y cuer- nos del animal representado en el original. Haciendo caso omiso de las referencias del autor, a la situación de la figura anterior y de la última que describe por sus equivocadas indicaciones, la actitud sospechada para ésta es en absoluto imagi- nativa, y respecto al «ocre muy negro» , con el que dice está pintada, no es preciso insistir. Titula como Cronología de las cuevas de Cantabria y Bor- dona una labor que no puede responder más impropiamente a tal encabezado, ya que aquélla no es mas que el enunciado cronológico, en atención a la fecha del descubrimiento, de una serie incompleta de yacimientos de aquellas localidades, obtenida con mediano acierto de la «Lista de las cuevas o abrigos con arte' rupestre», que publi- ca H. Obermaier en El Hombre fósil. Nada tiene que ver tal exposición con la cronología de las-cuevas, que interesa en el enunciado. Brevísima porción de su trabajo deslina a exponer la Situación geográfica y geológica de la cueva. Si sobre este último punto de vista, hace someras indicaciones, falta en absoluto la más insig- nificante noticia acerca del primero. Aquellos párrafos en los que pretende establecer la Época a que corresponden (!) los grabados y pinturas, son suficientes para 424 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA revelar el fundamento que encierran; lo que «es indudable» que, por sí solos se comentan, y si es así, no ha lugar a que «tal vez deba de afirmarse» la falta de base científica que los atestigua. Fauna de la cueva.— YA lapsus de olvidar en el enunciado el concepto de representación en la fauna aludida, embarga la impro- piedad del mismo. Respecto a la clasificación que hace de la fauna representada en las pinturas y grabados, conviene advertir su disconformidad con las descripciones de aquéllos, los que no son ni los más perfectos, ni mucho menos los existentes. Por completo aparecen trastrocadas por el autor autorizadas refe- rencias de Breuil y de Obermaier, ya en su transcripción y sobre todo, en el fondo de las mismas. No acierto a dejar sin comentar, aun a trueque de pesada refe- rencia, el contenido del enunciado que dedica a la Técnica de los dibujos (?) y grabados. Sospecho que ha querido expresar: pintu- ras y grabados. Dice que: «Los dibujos están ejecutados con carbón y minerales manganesíferos». Pero, ¿y el ocre negro de que antes habló? Menos mal, que la última opinión se la revela Obermaier. Y en lo que se refiere a los grabados, ¿participan de la misma técnica? No hay párrafo que no deje de prestarse al comentario, confundien- do una vez más una referencia de Obermaier expresada en razón del arte representativo mobiliario i y referida por el autor a la ge- neral idea de figuras parietales. Inexplicables exageraciones relativas a las pinturas son conse- cuencia, sin duda, de un desconocimiento grande del catálogo que encierra el arte rupestre hasta hoy conocido. Olvidándose de la infundada cronología que acerca de las pintu- ras emitiera poco antes, aduce nuevos juicios erróneos acerca de la cuestión. Insiste de nuevo en consideraciones sobre las pinturas, in- sertando lamentables inexactitudes y apreciaciones, resultando en- tre estas últimas la sospecha de un posible enyugado entre dos ani- males, que se dice camina el uno tras del otro, llegando a suponer el arrastre de un vehículo... «Tal ha sido la opinión de algunos que también han expuesto el criterio de que se significa detrás del bisonte de último término otro que va en yunta; así puede dar lugar a pensar una especie de doble rabo que se advierte». Esto sí que es casi —tomar las orejas por el rabo — , pues sospechar en dos cabezas uncidas, por creer advertir UE HISTORIA NATURAL 425 una cola donde representa una pata, es prueba que atestigua con exceso el refrán. Por lo demás, hablar de yugo en el cuaternario, es tan estupendo como tratar el Sr. Quadra Salcedo del cuaternario. Si el autor tradujo la impresión del artista respecto a las figuras, coloca ésta en abierta oposición a su criterio propio, en aras de pa- trocinar una pretendida quietud que a aquéllas refiere. La calificación de sagrado recinto que atribuye a la cámara en la que aparecen las figuras, le induce a la conclusión siguiente: «Se- rían, pues, figuras a las que dedicaban cuito los antiguos vascos». ¡Qué afán de inmiscuir a los vascos en tales referencias! Sin em- bargo, motivo es éste para ponerse en evidencia y demostrarlo pal- pablemente. Incluye a continuación una serie de manifestaciones sobre un culto a tales figuras, que primero afirma, luego duda de él, y ter- mina tratando de sus grados de manifestación; el simbolismo que aquéllas encierran, no puede ser más opuesto al verdadero espíritu vulgarizador de la ciencia, el asentar aquellas consideraciones en tan absurda labor. En cuanto a la Bibliografía de las cuevas de Vizcaya, es in- completa; en cambio, incluye en ella algunas cuevas que nada tienen que ver con la espeleología vizcaína. Algo he de añadir con respecto a inexactitudes en otras láminas. No se llama Monte de San Mames aquel en que se halla encla- vada la cueva de Santimamín. En tal fotografía, no puede adver- tirse la situación de ésta, por impedirlo los montes que aparecen en primer término. La lámina xix, que dice representar la Entrada de la cueva..., no es exacta; la fotografía muestra la vista original, invertida late- ralmente. Algunos otros comentarios. Edición suscripta por el Sr. Quadra Salcedo, publicada como extracto del Boletín a que acabo de re- ferirme, y la que encierra la materia reseñada, se puso a la venta entre otras obras del autor, caso singular, en el Congreso de Estu- dios Vascos de Oñate. Si algún lunar pudo tener éste, fácilmente puede apreciarse en parte a que atape. Como final, baste indicar que, en el contraproyecto por aquél propuesto, publicado y desechado frente al plan que hubo de des- arrollarse en el citado Congreso, se adjudicaba una conferencia sobre la cueva de Basondo (?) el autor del folleto. Los que restan, el lector se encargará de hacerlos. 426 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Sobre la anatomía de la hoja de la Lactuca saligna L. por Juan Cuesta Urcelay Creemos útil la publicación de la presente Nota, por tratarse de una de las pocas plantas que presentan una forma de pelos, que no obstante haber sido estudiada por varios autores, a su conocimien- to, no se ha dado quizá la importancia que merece, pues aunque su presencia está limitada a un corto número de géneros de la fami- lia de las Compuestas, por sus relaciones con ciertos elementos ce- lulares internos, puede quizá contribuir algún día al esclarecimien- to de la función o múltiples funciones que los laticíferos desempe- ñan en la planta. Las hojas caulinares de la L. saligna L., de las cuales hemos hecho nuestras preparaciones, tienen una forma lanceolada y en la base dos orejuelas sagitadas. En su estructura son isolaterales; las dos epidermis son idénticas; sus células isodiamétricas y con las pa- redes exteriores espesadas; la cutícula es muy fina y los estomas, cuyas células son mucho más pequeñas que las restantes de la epi- dermis, están incluidos. Hay pelos cutinosos cortos y pelos laticí- feros. El parenquima de la hoja es todo él clorofiliano, menos al nivel de las nervaduras, francamente en empalizada inmediatamente de- bajo de las dos epidermis y más o menos irregular en la porción central, pero siempre dejando muy pequeños espacios intercelulares. En los fascículos, se distinguen además de los tubos liberianos y leñosos, vasos laticíferos que circulan paralelamente a aquéllos, en contacto con el líber y por fuera de él. En la nervadura media hay tres fascículos, envueltos por un pa- renquima acuífero que se extiende hasta las epidermis; entre éstas y aquél existe una capa de hipodermis colenquimatosa. Las nervaduras secundarias .están también rodeadas por células acuíferas, que aquí se limitan á formar una vaina; esta vaina se con- tinúa tanto hacia la epidermis superior como hacia la inferior por otras células de la misma naturaleza dispuestas en fajas; en un cor- te se distinguen perfectamente por la carencia de clorofila y su ma- yor talla. Por último, en las nervaduras de orden más inferior, las DE HISIÜRIA NATURAL 427 células acuíferas no hacen mas que rodear a los fascículos en unos casos y en otros no existen. Los laticíferos, que como hemos dicho más arriba siguen paralela- mente al curso de los fascículos, pueden ramificarse, y estas ramifi- caciones penetrar entre las células del parenquima. Una disposición parecida presentan los hidrocitos, que a partir de los vasos de ma- dera se insinúan también por el parenquima. Una vez hecha esta ligera descripción de la estructura de la hoja, Fig. l/ Fig. 2.^ Fig. 1.^— Pelo laticífero en el cual se ven las células más cortas en el primer plano una de ellas se continúa con el vaso laticífero: h, hidrocito. Fig. 2."— Otro pelo visto de lado en el cual se ve por completo la célula media, más larga. vamos a pasar al estudio de los pelos laticíferos, objeto principal de nuestro trabajo. Los pelos laticíferos han sido ya estudiados por varios autores. Trecul (1), Delpino (2), Piccioli (3), Kny (4) y Zander (5) sobre las bracteas involúcrales de los géneros Lactuca (L. scariola), Mulgedium, Prenanthes, Sonchus y Crepis. En la L. saligna L. los pelos laticíferos están formados por tres células generalmente, que provienen de otras tantas epidérmicas por un mayor desarrollo, conservando sus paredes finas; de las tres, (1) Trecul: Adansonia?, vii, pags. 169 y 180. (2) Delpino: Osservaz. etc. Malpigliia, vol. iii, 1890. (3) Piccioli: Rapp. biol.Bulí Societá bot. (tal, 1890. (4) Kny: Müctísafthaare d. Cicfioriac. Sitz. Ber. naturf. Freunde in Berlín, 1893. (5) Zander: Milchsaftfiaare d. Cicfioriac. Bibl. bot.; Heft 37, 1895. 428 boletín de la keal sociedad española una de ellas adquiere mayor desarrollo que las otras dos, a las cua- les sobrepasa (figs. 1.^ y 2/), y puede suceder también que las otras se desarrollen muy poco y apenas sobresalgan de la epidermis (fig. 3."). En esta figura se ve en el primer plano la célula principal y en la parte posterior un poco^de una de las otras.. Interiormente, están estas células especiales en relación con lati- Fig. 3.^ Fig. 4." Fig. 3.''— Pelo laticífero en el cual las células laterales apenas se han desarrollado. Fig. 4.''— Laticífero que se unirá a un pelo en un plano distinto del de la figura. Dibujo como el anterior para indicar las relaciones de los laticíferos con los hidrocitos h. cíferos, no con ramas de orden secundario, sino con las mismas ter- minaciones principales de ellos. En todas las preparaciones que hemos hecho no hemos visto más de un laticífero que esté en relación con el pelo, aunque pudiera suceder que hubiera más. En el caso por nosotros visto, el laticífero se dividirá en su extremidad, en tantos mamelones como células diferenciadas haya, uniéndose inmediatarhente después, cada una de éstas con cada una de aquéllas, estableciéndose posteriormente la comunicación por desaparición de los tabiques intermedios. Esta independencia en la unión del laticífero con cada una de las células, así como la de éstas en su crecimiento, nos hace pensar en la posibilidad de considerar este complejo que venimos de describir más que como pelos laticíferos, como verdaderos «aparatos» secre- tores de látex. También diremos que los laticíferos, una vez separados de los fascículos libero-leñosos, se encuentran con mucha frecuencia en re- lación directa con los hidrocitos (figs. ZJ" y 4.^). DE HISTORIA NATURAL 429 Sobre dos Zabriis de los Altos Pirineos de Aragón (Col. Carabidae) por Cándido Bolívar y Pieltain. Zabrus obesus Dej. ■ De esta especie, propia de la parte francesa de los Altos Pirineos, se conocía un solo ejemplar de la vertiente española: una 9i reco- gida por el Sr. Martínez de la Escalera, en Aguas Tuertas (valle alto de Hecho, provincia de Huesca) (1). El 19 de Julio último he encontrado un segundo ejemplar español, un cf , en Anglasé, a 1 .300 metros, en el valle alto de Canfranc (provincia de Huesca). Zabrus eserensis nov. sp. Tipo: un cf del puerto de Sahún (provincia de Huesca), en la co- lección del Museo de Madrid. Long.: 15 a 18 mm. Forma oblongo-alargada, convexa; coloración general negra, por encima muy brillante en los cf cf , completamente mate en las 99- Protórax transverso, más de vez y media tan ancho como largo en la línea media, bastante convexo; moderadamente escotado por de- lante, con los ángulos anteriores poco salientes y redondeados; las márgenes laterales, provistas de un reborde grueso y muy promi- nente, son redondeadas, siendo su curvatura casi igual hacia ade- lante que hacia atrás, por lo cual el protórax viene a ser próxima- mente de la mismi anchura en el borde anterior que en el posterior. El reborde y gran parte de la margen lateral son de color testáceo- rojizo, del mismo tono que los primeros artejos de las antenas. Los ángulos posteriores del protórax son obtuso-redondeados o sim- plemente obtuso-angulosos, y poco prolongados hacia atrás. La de- presión transversa anterior del pronoto, está apenas indicada; la posterior es bastante fuerte, estando la base cubierta de puntua- (1) Véase S. de Uhaqón: Ensayo sobre los de España y Portugal. Mem. Soc. esp. de Hist. Nat., tomo ii, pág. 386 (1904). Tomo xviii.— Noviembre, 1918. 27 430 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ción fina y aislada, que no se extiende sobre el disco. Los élitros son oval-oblongos, alargados, bastante convexos, algo más anchos que el protórax, casi dos veces tan largos como' anchos en la base, tomados en conjunto; de lados paralelos en su primer tercio, muy ligeramente ensanchados hasta algo después de la mitad de su lon- gitud, y estrechados después en curva hasta la extremidad. El ángulo humeral es saliente, aunque obtuso. Las estrías dorsales, bien marcadas, estando finísimamente punteadas; las interestrías son planas. Los segmentos abdominales 3.°, 4° y 5." tienen cada uno un pun- to pilífero a cada lado de la línea media; el segmento anal suele presentar dos a cada lado, pero he visto ejemplares con uno-uno, uno dos y dos-tres. He encontrado esta especie en los Altos Pirineos de la provincia de Huesca, a_ ambos lados del valle del Esera.— Puerto de Sahún, 2.000 m., 5-VIII-1918, 9 d'd y 2 $9.-Puerto de Castanesa, 2.100 metros, lO-VIII-1918, 2 d'tí'. Esta especie es muy próxima al Z. obesas Dej., del que se dife- rencia principalmente por su forma más alargada, la coloración de su cuerpo por encima no metálica, las márgenes laterales del pro- noto fuertemente rebordeadas y de tono testáceo-rojizo, la puntua- ción de la parte basal del pronoto más fina y aislada. Los dos machos del Puerto de Castanesa ofrecen las estrías de los élitros un poco más marcadas, por lo cual las interestrías no aparecen tan planas. Más encirtinos nuevos de España por Ricardo García Mercet. Género Tricladia nov. Caracteres.— Macho: Cabeza poco convexa; cara casi plana; frente muy ancha; mejillas largas; ojos ovales, más bien pequeños; mandíbulas bidentadas; el diente externo más grueso y mayor que el interno, ambos poco agudos; palpos maxilares de tres artejos, labiales de dos. Antenas ramosas, insertas no lejos del borde de DE HISTORIA NATURAL 431 la boca; escapo cilindroideo; pedicelo piriforme, más largo que el primer artejo del funículo; artejos primero, segundo y tercero del funículo más bien cortos; cada uno de ellos emite una rama lateral; cuarto, quinto y sexto artejos normales; el cuar- to muy largo; maza entera, alargada. Fig. 1.^— Antena del ¡^ de Tri- cladia hinnilis (muy aumentada). Fig. 2."— Detalle de la nerviación característica de Tricladia humilis (^ (muy aumentada). apenas más ancha que los artejos precedentes. Pronoto corto; es- cudo del mesonoto entero, más ancho que largo, sin surcos parap- sidales; axilas cortas, contiguas en el ápice; escudete triangular, apenas con- vexo, casi plano observado de perfil; metatórax corto; sus ángulos postico- laterales casi lampiños. Alas relativa- mente grandes, con pestañas margina- les cortísimas; pestañas discales cu- briendo todo el limbo, a partir del lugar del nervio estigmático; la línea oblicua depilada no llega a formarse, por apa- recer casi lampiño el tercio basilar del ala; nervio submarginal muy grueso en el último tercio de su longitud; nervio marginal también muy grueso, un poco más corto que el estigmático; nervio postmarginal cortísimo. Patas normales; espolón de las tibias intermedias más corto que el metatarso. Abdomen más ^"'8- 3.^-Antena de la 9 de Tricladia humilis (muy aumen- estrecho y más corto que el tórax. tada). 432 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Hembra: Cabeza algo más convexa; sin embargo, la cara casi plana; frente algo menos ancha que en el cf ! ojos mayores; meji- llas un poco más cortas que el diámetro longitudinal de los ojos. Antenas sencillas, largas, insertas muy cerca del borde de la boca; escapo alargado, cilindroideo; pedicelo más largo que el primer artejo del funículo; todos los artejos del funículo más largos que anchos en el ápice; el primero y el segundo casi de igual longitud y también igualmente anchos; el tercero un poco más corto y algo más ancho que los precedentes; el cuarto, quinto y sexto, sucesivamen- te, un poco más anchos; maza entera, alargada, redondeada en el ápice, tan larga como los tres artejos precedentes reunidos. Tórax, alas y patas conformados como en el cf. Abdomen deprimido, tan ancho como el tórax, pero algo más corto que éste; oviscapto muy largo y muy saliente, de longitud algo inferior a la del abdomen. Tipo: T. humilis. Observaciones.— Este género se distingue perfectamente de todos los encirtinos cuyos machos presentan antenas ramosas, por tener prolongados en rama lateral solamente el primero, segundo y tercer artejos del funículo. Tricladia humilis nov. sp. Caracteres.— yW(2c/zo.- Cuerpo uniformemente de color pardo obscuro, casi negro, con algunos reflejos broncíneos en el dorso del tórax; antenas negras, con el escapo bronceado; mandíbulas rojizas; patas pardas, con las rodillas y la extremidad de las tibias amari- llentas; tarsos amarillento-rojizos, con el último artejo negruzco; alas ligeramente ensombrecidas en toda su extensión. Cabeza superficialmente escamosa; cara ligeramente excavada; ojos apenas pestañosos; mejillas algo más largas que el diámetro longitudinal de los ojos; estemas en triángulo equilátero; los poste- riores tan separados entre sí como de las órbitas internas de los ojos compuestos. Escapo ligeramente comprimido, un poco más an- cho en la base; pedículo grueso, un poco más largo que ancho en el ápice; primer artejo del funículo corto; el segundo más largo que el primero; el tercero más largo aún, tan largo como el pedículo; cuar- to artejo cilindrico, tan largo como el escapo; quinto y sexto artejos algo más gruesos que los precedentes, ligeramente ovales; el quinto casi tan largo como los tres primeros artejos reunidos; el sexto algo más corto; maza alargada, un poco más corta que los dos artejos pre- DK HISTORIA NATURAL 433 cedentes reunidos; funículo, ramas del funículo y maza con pestañi- tas bastante largas sobre toda la superficie. Tórax brillante, superficialmente escamoso; el escudete liso en el tercio apical. Alas anteriores relativamente anchas y grandes, con el disco densamente cubierto de pestañitas, lo que comunica al ala un ligero ensombrecimíento; el tercio basilar del ala lampiño, con sólo un grupo de pestañitas en el sitio en que engruesa el nervio submarginal; una manchita ahumada aparece debajo del nervio mar- ginal, en el espacio comprendido entre éste, el estigmatice y el ápice del submarginal. Alas posteriores triangulares, cortas, estre- chas, densamente pestañosas en el disco y con pestañas marginales de corta longitud. Patas normales, más bien largas; tarsos intermedios un poco en- grosados; el metatarso con algunas espinitas en la cara interna; ti- bias posteriores con un espolón; los metatarsos posteriores apenas más cortos que los intermedios. Longitud del cuerpo 0,930 mm. — del escapo 0,183 — — del funículo 0,467 — — de la maza 0,167 — Hembra: Cuerpo del mismo color que el macho; patas interme- dias con las tibias amarillento-rojizas, ligeramente más obscuras cerca de la base; tibias posteriores pardo rojizo claras, con un anillo pardo-negruzco en el tercio basilar. Alas más claras que en el cT. Cabeza convexa, superficialmente escamosa, algo brillante, fuer- temente cóncava detrás de los ojos. Estemas en triángulo equiláte- ro; los posteriores un poco más separados entre sí que de las órbi- tas internas; cara casi plana, no excavada; ojos grandes, casi lampiños. Antenas como indica la figura 3.^ y como se ha dicho al describir el género. Tórax, alas y patas similares a los del sexo masculino. Sin embargo, las alas más estrechas que en el otro sexo. Abdomen con los cuatro primeros segmentos transversos, norma- les, de bordes anterior y posterior paralelos; el primero más largo que los siguientes; bordes laterales del último segmento retraídos hasta el cuarto, donde aparecen los espiráculos setíferos. Ovisc^ipto largo y saliente. 434 BULETIN DE LA KEAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Longitud del cuerpo 1 ,088 mm. — del abdomen 0,466 — del oviscapto 0,283 — — del escapo 0,199 — — del pedículo 0,066 — — del funículo 0,267 — — de la maza 0,149 — — de las alas anteriores 0,916 — Anchura máxima de las mismas 0,349 — Patria: El Escorial, provincia de Madrid. Observaciones.— No poseo ningún dato biológico acerca de esta especie, que fué encontrada en El Escorial, el día 26 de Junio del año corriente, por mi querido amigo el ya notable entomólogo don Cándido Bolívar y Pieltain. Fué recogida mangueando en matas y hierbas de escaso porte. Sobre el estudio del condrioma de la célula vegetal con el método tano-argéntico por Salustio Alvar ado. (Láminas xii a xv.) El estudio del condrioma, que en la célula animal ha sido objeto de tantas pesquisas desde hace ya niuclios años, no fué en los vege- tales motivo de investigaciones provechosas hasta hace poco tiempo. Comenzaron éstas en 1910, cuando Pensa (1) vio que elementos de apariencia mitocondrial se transformaban en los conocidos cloro- plastos. Desde entonces fueron muchos los autores que investigaron asiduamente la estructura del protoplasma vegetal, su condrioma y la cuestión del origen y desarrollo de los plastos; y este problema, que hasta esa fecha se tuvo como resuelto por la mayoría de los biólogos, volvió a> ser motivo de grandes estudios y discusiones. Atraídos por el interés del asunto acudieron a explorarlo muchos investigadores, y la cuestión, lejos de aclararse, se hizo cada vez (1) PiíNSA (A.): Alcnnc forma zioni endoccllulare dci ve^s;ctali. Anat. Anz., Bd. xxxvii, 1910. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Láni. XII. \ ' v • ^^ Ttir - A* •• *^ "^ FiG. I.*"— Cordones iniciales de Cicer arietiniim. Apoc. 3 mm. A. n. 0,95 Zeiss.— Oc. comp. 8; aumento 1.000 diam. r^ 'Üi.^ ■^-í « ^■ ..i % jf • "-P FiQ. 2."— Células meristémicas de la radícula de Cicer. Ob. '/i2 im. hom. A. n. 1,30 Leitz.— Oc. comp. 4 Zeiss (aumentadas unas 2.200 veces.) S. Alvarado, microfot. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. XIII. FiG. 3.^— Célula cortical de la prehoja de ¡iordeum vulgare. Ob. Vi2 im. hom. A. n. 1,30 Leitz.— Oc. conip. 8 Zeiss.— Aumento 1.800 diam. (reducida 'iio.) ^ ■* "V ^^ t «!^<** »^ * »• », \ --*# MR» %' •V ._^ : .1 ■- ■ . . JN. -. Fig. 4. ''—Célula cortical de la prehoja de Hordeum vulgare. Ob. Vi2 im. hom. A. n. 1,30 Leitz.— Oc. comp. 8 Zeiss.— Aumento 1.800 diam. (reducida Vio-) S. Alvarado, microfot. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. I Tomo XVlII.-Lám. XIV. <• U m a- **. r ir > •%* FiG. 5. ''— Célula cortical de la prehoja de Hordeitm vulsíare. Ob, '/i2Íni. hom. A. n. l,30Leitz. — Oc. comp. 8 Zeiss.— Aumento 1.800 diam. (reducida '/lo-) ■7V- «Vi,,, FiG. 6."— Célula cortical de la prehoja de Hordeum vulgare. Ob. ' 12 im. liom. A. n. 1,30 Leitz.— Oc. comp. 8 Zeiss.— Aumento 1.800 diam. (reducida V:o.) S. Alvaraüo, microfot. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVlII.-Lám. XV. • * • *'., V 1 1 i X FiG. 7.^— Célula cortical de la prehoja de Hordeiim vulgore. Ob. '/i2 im. hom. A. n. 1,30 Leitz.— Oc. comp. 8 Zeiss.— Aumento 1.800 diam. (reducida Vio.) FiG. 8."— Células corticales del hipocotíleo de P/iui,eo/iii, riil¿!ari^. Ob. "i2 im. hom. A. n. 1,30 Leitz.— Oc. comp. 8 Zeiss.— Aumentadas unas 1.800 veces. S. Alvarado, microfot. nií HISTORIA NATUKAL 435 más obscura, aumentándose el número de las hipótesis y teorías que tienden a explicarla. Las bases sobre que descansan esas hipótesis son, naturalmente, las conclusiones sacadas de observaciones verificadas con los más variados métodos; pero aquéllas son tan opuestas en muchos casos, que no podemos menos de admitir que esa disparidad de resultados radica en la mayoría de los casos en los métodos mismos, y no en los observadores. Como nosotros hemos trabajado con un método por nadie aplicado aún al estudio de esa cuestión, se impone una crítica razonada de los resultados que proporciona para poner de relieve todo el inmenso valor que nosotros le concedemos y las ventajas que sobre todos los demás posee. No ignoramos que un estudio tal sería obvio si se tratara de célu- las animales, pero como gran parte de la culpa de las discusiones entabladas a propósito del condrioma y los plastos se debe al des- conocimiento por parte de los botánicos de las conquistas que en citología animal se han llevado a cabo, sobre todo en estos últimos años en que los excelentes métodos de la escuela española han sido aplicados en gran escala, creemos de necesidad referir a la célula vegetal las conclusiones que del estudio de la célula animal se des- prenden, ya que las diferencias entre ambas se están reduciendo tanto, que actualmente puede decirse que no existen. Los métodos de investigación, aplicados hoy día al estudio del condrioma vegetal, se pueden clasificar en tres grupos: métodos de observación en vivo, ya directamente, ya mediante coloraciones vitales; métodos mitocondriales propiamente dichos, y métodos de impregnación. a) Métodos vitales.— Estos métodos, de aplicación tan antigua al estudio de la célula vegetal, singularmente para el conocimiento de los plastos, han sido empleados en las investigaciones del con- drioma vegetal por muchos autores (Lewitsky, Guilliermond, Pensa, Rudolph, Maximow, Dangeard, y otros). Grandes incon- venientes tienen las conclusiones basadas en observaciones de esta índole. El principal radica en la dificultad misma de la observación, ya que la débil refringencia de las estructuras protoplásmicas (en las observaciones en vivo directas) exige para que éstas se perciban diafragmar mucho, con lo cual se pierden las ventajas del objetivo de inmersión; y la coloración vital, según los mismos autores decla- ran, es dificultosísima, lográndose sólo en casos especiales, y para eso en el período precursor de la muerte. Excusado es decir los 436 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA engaños que semejantes métodos pueden ocasionarnos. Tampoco son pequeños los inconvenientes que atañen a la corta duración de la observación y a lo limitado de los objetos de estudio. Todos estos inconvenientes, que brevemente enumeramos, fueron pade- cidos por ScHiMPER y otros tantos pacientes y sabios observadores antiguos y, modernamente, por los autores citados. Consecuencia de esas dificultades son las conclusiones tan dife- rentes y aun opuestas, de algunos de estos autores. Testigos de ma- yor consideración son los resultados de Danqeard, que le han lle- vado a la emisión de una hipótesis nueva sobre la naturaleza y fun- ción del condrioma (1) y los de Pensa (2). Por lo tanto, las observaciones vitales y las conclusiones basadas en ellas merecen la desconfianza de los investigadores familiariza- dos con las modernas técnicas electivas. b) Métodos mitocondriaies.— Comprenden los métodos de Ben- da y Regaud y todos aquellos que colorean selectivamente las mito- condrias, siendo los de uso corriente entre los citólogos. Con ellos se han hecho la mayoría de las investigaciones en los vegetales. Sin presentar los inconvenientes de los anteriores, y dando resultados dignos de crédito, ofrecen, sin embargo, sus dificultades. Todos ellos son coloraciones regresivas, y como tales, requieren una decolo- ración que es necesario suspender muy a punto ya que los resultados pueden variar grandemente con el grado a que esa diferenciación se haya llevado. El clásico método de Benda al cristal-violeta, en el cual algunos autores exclusivamente confían, es de una inconstancia tan grande en los vegetales, que los fracasos por él originados son nu- merosos. Mucho más constante es el de Regaud, pero éste, como todo proceder en que intervenga la hematoxilina férrica, ofrece, a más de ser una coloración regresiva, el inconveniente que ha mos- trado WiLSON (3) de teñir concéntricamente, de tal modo, que siendo también concéntrica la decoloración, el punto en que ésta se suspenda hará variar los resultados aun en la misma preparación y dentro de la misma célula, según el tamaño de las estructuras coloreadas; y (1) Dangeard (P.-A.): S«r /« notare dii chondriome et son role dans la celliile. Comp. Rend. Ac. d. Se. Paris, tomo clxvi, 1918 (2) Pensa (A.): Fallí e considerazioni a proposito di alcune for- mazione endocellulare deivegelali. Mem. del R Ist. Lombardo de Sel. e Lett., vol. xxii, 1917. (3) WiLSON (E. B.): Sludies in chromosomes, ii. The Paíred Mi- crosomes, Idiochromosomes and Helerolropic Chromosomes in He- miplera. Journ. Exper. Zoo!., tomo n, 1905. DE HISTORIA NATURAL 437 de la misma inanera que cuando todos los cromosomas se habían decolorado por completo, se exhibía aún negro el cromosoma X (por ejemplo), estando decoloradas las mitocondrias pueden apare- cer teñidos los plastos (1). Nada de extraño tendrá que en los gru- pos mitocondriales no sea posible distinguir la mayoría de las veces los plastosomas integrantes. Se comprenderá, después de dicho esto, cuan delicada es la interpretación de la formación de vacuo- las en el seno de los condriosomas, que estos métodos revelan, y de que tanto partido se ha sacado. c) Métodos de impregnación. — Se agrupan aquí aquellos que revelan las mitocondrias, mediante la precipitacióo progresiva de plata coloidal, en su seno. El primero que aplicó métodos de esta clase a los vegetales fué Pensa (2), que empleó el de Golgi y el de Cajal al nitrato de plata reducido, que después modificó. Los resultados que obtuvo, concordaban en parte con los suministrados por los métodos mitocondriales, pero son de una irregularidad tan grande, revelan estructuras tan variadas, que Pensa se encuentra algo aislado entre los botánicos. Es indudable que mucho$ de los dibujos de este autor corresponden a plastosomas (aunque él, reco- nociendo el parecido, niegue que lo sean), pero otros dan la sen- sación de cosas muy diferentes: tal vez no sean mas que impregna- ciones incompletas de órganos celulares diferentes. Finalmente, otro método de impregnación es el de Achúcarro al tanino y plata amoniacal, aplicado a la histología vegetal por Ma- drid-Moreno (3) y Fernández-Galiano (4), y utilizado por nos- (1) Buena idea de el efecto de la decoloración concéntrica de la hematoxilina de hierro la tenemos en el endosoma de las amebas «limax», pues unas veces aparece homogéneamente teñido, otras deco- lorado en la periferia y negro en el interior, y siguiendo la decoloración pueden quedar algunos puntos centrales negros (o uno solo, en cuyo caso se interpretó como un centriolo) o bien puede decolorarse por entero. (Comunicación verbal de A. de Zulueta.) (2) Pensa (A.): Trab. cit., 1910, (3) Madrid-Moreno (J.): Las impregnaciones de plata en hisio- logía vegetal. Bol de la R. Soc. Españ. de Hist. Nat., tomo xiii, 1913. — El método tano-argéntico en histología vegetal. ídem, tomo XVII, 1917. . — Técnica de las comunicaciones plasmáticas en las células vegetales. Bol. de la R. Soc. Españ. de Hist. Nat.., tomo xvjii, 1918 (Marzo). (4) Fernández-Galiano (E.): El método de Achúcarro (al tanino Y plata amoniacal), aplicado al estudio de las células oleíferas de las semillas. Treb. de la Soc. de Biol., 1916. 438 boletín de L-^ üEAL SOCIEDAD ESPAÑOLA otros (1) para el estudio del condrioma, en la forma dada por mi maestro Río-Horteqa (2) en su «primera variante». Este método, cuya ejecución hemos señalado a la ligera en nuestra nota del mes pasado, y con detalle en el primer trabajo, está llamado a ser el método mitocondrial por excelencia en los vegetales. Las ventajas y facilidades que su empleo reporta son incontables, su sencillez y constancia, ideales. La fijación puede hacerse en formol al 12 por 100, pero el alcohol, el sublimado, el sublimado acético, el subli- mado-formol-ácido acético, los fijadores de Flemming y los mito- condriales, etc., proporcionan excelentes resultados. En formol (que puede aplicarse^ después de esos fijadores) pueden permanecer las piezas meses y meses sin que los resultados varíen. Aconsejamos únicamente la neutralidad del formol, para lo cual puede usarse la creta o, como aconseja N. H. Cowdry (3), el carbonato magné- sico. Los cortes pueden hacerse, y conviene que se hagan siempre que se pueda, por congelación o en celoidina. La parafina no da buenos resultados, pero aun en este caso pueden usarse cortes de ese género después de despojados de la parafina por el xilol. La finu- ra de los cortes en cualquier caso es condición indispensable, de- biendo ser finísimos en células meristémicas y, en general, en todas aquellas de denso o espeso protoplasma. Los cortes, previa inclu- sión en celoidina (en cuya disolución pueden permanecer las piezas tiempo indefinido), pueden tratarse sin ella, para lo cual bastará la- varlos en una mezcla de éter y alcohol absoluto a partes iguales, o con ella, pues nada perjudica los resultados su permanencia durante las manipulaciones ulteriores. Antes de montar la preparación será conveniente, en muchos casos, disolver la celoidina, pasando los cortes, después de tratados con el alcohol absoluto, por la esencia de clavo, que además los aclarará. Sin embargo, pueden montarse las preparaciones perfectamente (y en muchos casos será conve- niente) con la celoidina inclusora, porque, mediante la primera va- riante del método se presenta casi siempre incolora por completo. (1) Alvarado(S.): Plastosomas \' leucoplastos en algunas fane- rógamas. Trab. del Mus. Nao. de Cien. Nat., Ser. Bot., núm. 13, 1918. — El condrioma v el sistema vacuola r en las células vegetales. Bol. de la R. Soc. Españ. de Hist. Nat., tomo xviu, 1918 (pág. 385). (2) Rio-HoRTKGA (P.): Nuevas reglas para la coloración constan- te de las formaciones conectivas por el método de Acliúcarro. Tra- bajos del Lab. de In. Biol. de la Univ. de Madrid, tomo xiv. (3) CowDRV (N. H.): A comparison of mitocliondria in ptant and animal cells. Biolog. Biilt., vol. xxxiii, 1917. DE HISTORIA NATURAL " 439 Entonces la deshidratación se hará con el carbol-xilol, o bien con la creosota, que permite suprimir el alcohol absoluto. Tanto en éste como en el otro caso puede o no verificarse un tratamiento por xilol antes de poner el bálsamo. Es digno de tenerse en cuenta que puede emplearse después de este método una coloración de fondo mediante eosina, verde luz, etc. Lasmicrofotografías que acompañan a esta nota han sido obtenidas de preparaciones hechas con piezas fijadas en formol al 12 por 100 durante siete meses (cebada y garbanzo), o doce (alubia y garban- zo [fig. 2.^]), incluidos en celoidina y tratados y montados con ella. La marcha que sigue la impregnación en las células de garbanzo, alubia y cebada es la siguiente, poco más o menos: con un lavado conveniente, después del tanino, tíñense, en primer lugar, unas gra- nulaciones argentófilas, que aparecen en el interior de los nucléo- los; después, la substancia fundamental de ese orgánulo adquiere un ligero tinte violado, a la vez que las mitocondrias empiezan a teñirse débilmente. Siguiendo la impregnación, las mitocondrias ad- quieren el intenso color negro, que hace tan fácil su observación. A la vez, el nucléolo en las células de cebada toma un enérgico color negro, y el núcleo se muestra ya perfectamente teñido en violeta pálido. Llegado ese grado de coloración, la permanencia en la plata no es perjudicial, las más veces, por haberse alcanzado el con- sumo del tanino dejado por el lavado conveniente. Muchas veces, sin embargo, se tiñe en obscuro el núcleo (cebada), y luego se empiezan a impregnar las trabéculas protoplásmicas en un tono vio- leta claro, que permite observar fácilmente en su trayecto las mito- condrias. Ese tono va aumentando de intensidad y puede llegar a ser tal, que impida ver el condrioma; entonces se puede estudiar muy bien la arquitectura de la célula, como, por ejemplo, en. las del cotiledón de la cebada, etc. La figura S."" representa unas células del hipocotíleo de un embrión de alubia, tomadas de un corte no tra- tado por el oro, y que mostraba, por lo tanto, un tono rojizo en su protoplasma (1), sobre el cual se pueden ver las mitocondrias gra- nulosas teñidas en negro. (1) Debido a esto y al empleo de placas corrientes, el tono en que han salido las trabéculas protoplásmicas es más obscuro que el que en realidad tienen, con lo cual las mitocondrias no destacaban con la clari- dad que debían. Ha sido preciso retocar algunas de éstas (no todas), para que resalten más. Por lo demás, es el único retoque que hemos hecho en toda la serie de fotografías. 440 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA La coloración del condrioma es homogénea y progresiva, no in- fluyendo nada para la intensidad obtenida la magnitud de los ele- mentos que lo integren. Buena prueba de homogeneidad y de la lim- pieza de la impregnación nos la da la microfotografía 1.^ (que, como todas, a excepción de la 8.'"^, está sin retocar lo más mínimo), que representa un trozo de los cordones iniciales del tallito de garbanzo, con teñido exclusivo de mitocondrias, plastos perinucleares y nucléo- los, en negro, y núcleos, en gris. La figura 2.^ muestra elteiiido que puede obtenerse en las células meristémicas de la raicilla de garbanzo (sólo se han impregnado los plastosomas y los nucléolos). Es conveniente, dados los términos en que el estudio del condrio- ma vegetal está planteado, y los numerosos trabajos que a la fija- ción del protoplasma vegetal y a la coloración de sus mitocondrias están dedicados, poner a salvo de objeciones los resultados por nosotros obtenidos. De las observaciones efectuadas principalmente por Lewitsky y QuiLLiERMOND, deduce este último autor que las mitocondrias son los órganos celulares más delicados, los más alterables, los más difíciles de fijar. Casi todos los autores, opinan que el alcohol y el ácido acético, principalmente, las disuelven o alteran por completo, y que sólo algunos fijadores consiguen conservarlas en la forma que poseen en vivo (métodos mitocondriales). Quilliermond, además, afirma que, a excepción de estos fijadores, que conservan el proto- plasma en la forma que posee en vivo, los demás lo alteran y mo- difican tanto, que la mayoría de las estructuras descritas en el protoplasma son falsas, y producidas por la acción de los fijadores. El formol solo, que nosotros empleamos casi exclusivamente, ha sido reputado como un buen fijador del condrioma vegetal por Sa- pehin(I) y CowDRY (2). GuiLLiERMOND (3) lo séria entre los fija- dores mediocres, y parece indicar repetidas veces que es preciso el uso de los mordientes crómicos para que las mitocondrias no se disuelvan al pasar por los alcoholes. Todas estas conclusiones, que de ser exactas invalidarían, desde (1) Sapkhin (A.): Untersiicluingen ¿iher Individualitat cler Pías- tide. Arch. f. Zellfors., Bd. 13, 1915. (2) CowDKY (N. H.): Trab. cit. (3) Quilliermond: Contribution á l'C'tiide de la fixation dii crto- plasme. Comp. Rend. Ac. d. París, clxiv, pág 643, 1917. DE HISTORIA NATURAL 441 luego, las nuestras, están en pugna con las bellísimas investigacio- nes sobre célula animal de la escuela española, singularmente las verificadas recientemente por Río-Hortega acerca de la fina es- tructura del citoplasma. Estas observaciones verificadas con piezas fijadas en diversos líquidos, pero sobre todo en formol y alcohol, a veces durante lustros enteros, y coloreadas por el método de Achúcarro, las variantes de Río-Hortega y el reciente método de este sabio al carbonato de plata amoniacal (1), llevan al convenci- miento de que la mayoría de los fijadores conservan bien la estruc- tura del protoplasma y lasmitocondrias, y aun a suponer que, en mu- chos casos, la naturaleza del fijador es de poca importancia (2). Así vemos cómo ese autor describe mediante esos métodos bellísimas es- tructuras de un órgano tenido portan difícil de fijar como el centro- soma, en células nerviosas y neuróglicas (3), y en el cartílago de los cefalópodos (4); cómo estructuras de las células de ese órgano y de las neuróglicas (5) y epiteliales (6) aun desconocidas, se revelan de esa manera con incomparable nitidez; cómo la complicada trama conectiva de todos los órganos estudiados halla en esas técnicas un revelador ideal, y cómo, en fin, la mesoglea de las actínias, teni- da en general por anhista, se resuelve de esa manera en un tejido conjuntivo de complicada arquitectura (7), demostrándose así para siempre que no era el método de fijación el inepto para conservar- las, sino el colorante empleado ulteriormente para revelarlas, o la asociación en un método de fijador y colorante. Según nuestra experiencia, se puede aplicar a los vegetales esa misma conclusión —como ya se podía presumir dada la identidad de ambos protoplasmas— , y afirmar, como en otra ocasión dijimos, que tanto los fijadores mitocondriales, como el formol, solo o asocia- (1) Rio-HoRTiíGA (P.): Trab. del Lab. de In. Biol. de la Univ. de Madrid, fase. 4.°, tomo xv, 1918 (Febrero) y Bol. déla Soc. Españ. de Biol., 1918 (.Abril y Mayo). (2) Rio-HoRTEGA ha aplicado esos métodos con excelente resultado a cortes sacados de preparaciones antiguas, teñidos por métodos corrien- tes, después de desmontados. (3) Trabajos del Lab. de Inves. Biol. de la Univ. de Madrid, tomo XIV, 1916. (4) ídem, tomo xvi (fase 2."), 1918 (Junio). (5) ídem, tomo xiv, 1916. (6) ídem, tomo xv, 1917. (7) SÁNCHEZ V SÁNCHEZ (M.): Estudios sobre la histología de las actinias Trab. del Mus. Nac. de Cieñe. Xat., Ser. Zool. núm. 35, 1918. 442 boletín de LA. KEAL SOCIEDAD ESPAÑOLA do al sublimado o al alcohol, el sublimado acético, el alcohol solo, etcétera, son buenos conservadores del protoplasma y condrioma vegetales, siempre que se eviten los trastornos osmóticos fuertes. Los autores que, como Lewitsky (1), Guilliermond (2), Maxi- MOw(3), etc., llegan a opuestas conclusiones, se basaron en obser- vaciones deficientes unas veces, otras en erróneas interpretaciones de los hechos. Así, por ejemplo, el no obtener coloración del con- drioma u obtenerla deficiente empleando un fijador alcohólico o ace- tificado, lo interpretaron las más veces como debido a una disolución o destrucción de las mitocondrias por el reactivo, no mirando en el método empleado mas que al fijador y no al colorante o a la técnica total. Esto llevó a Guilliermond a estudiar la acción de los diver- sos fijadores sobre el condrioma y el protoplasma vegetales, siguien- do al microscopio, para controlar los resultados obtenidos por colora- ción, la marcha de la fijación. Observó así este sabio que muchos fijadores (precisamente los corrientes), alteran completamente la estructura del protoplasma, hacen que los plastosomas se anastomo- sen o se resuelvan en diminutos granulos más o menos refringentes, o se vacuolicen, o se disuelvan por completo (alcohol, líquido de Bouin, ácido acético, etc.), dándonos una muy errónea demostra- (1) Lewitskv (G.): Die Chlor aplástenla gen in lebenden uncí fixierten Zellen von Elodea canadensis. Ber. d. Deuts. Bot. Qes., Bd. XXIX, 1912. — Die Vergl ele tienden Untersucliungen über die Chondriosonien in lebenden und fixierten Pflanzenzellen. Ber. d. Deutsch., Bot. Ge sells., Bd. XXIX, 1912. (2) Guillilíkmond: (A.): Sur les atterations et les caracteres du chondriome dans les celliiles epidermiqíies de la flenr de Tatipe. Comp. Rend. Ac. d. Se. París, tomo clxiv, 1917. — Contribntion a Vétude de la fixation du cytoplasnie. Comp. Rend. Ac. d. Se, París, tomo clxiv, 1917. — Nouvelles recherches sur les caracteres vitaux et les altera- tions du chondriome dans les cellules epidermiques des fleurs. Me- moires de la Soc de Bioi., 1917. — Mitoclwndries et systéme vacuolaire. Comp. Rend. Ac d. Se París, tomo clxvi, 1918. — Sur le chondriome des champignons. A propos des/echerches recentes de M. Dangeard. Comp. Rend. de la Soc. de Biol., 1918. — Sur la signification du chondriome. Rev. Gen. de Bot., xxx, 1918. (3) Maximow: Sur les chondriosomes dans les cellules vivantes des plantes. Anat. Anz. Bd. xl, 1912. i)K HISTORIA NATURAL 143 ción de la estructura del protoplasma (1). Estos hechos, en ver- dad, confirmaban la interpretación dada a aquellos otros; pero es evidente que tanto a unos como a otros se les pueden oponer indis- cutibles objeciones. La pretendida disolución de las mitocondrias por la acción de algunos reactivos, observada en vivo, puede ser debida, tanto a una verdadera disolución como a una transparenía- ción de ellas (sabida es la acción fuertemente aclarante del ácido acético), máxime cuando es tan débil la refringencia de esos cor- púsculos. En cuanto al hecho de no obtenerse coloración de las mitocondrias mas que con el empleo de fijadores cromados, hecho interpretado como destrucción de las mitocondrias por los demás reactivos, dire- mos que radica en una idea equivocada de las mitocondrias y en una errónea aplicación a ellas de los conceptos de «fijación mor- fológica» y «fijación de substancia», que Regaud y Policard (2) han establecido. Podemos admitir después de los trabajos de esos dos autores y los de Fauré-Fremiet, Ratery, etc., que las mito- condrias consisten en un soporte proteico y una materia lipoide que lo impregnaría. Nosotros entendemos por fijación morfológica del condrioma la conservación de ese soporte proteico en su forma preexistente; por fijación de substancia, la conservación de la mate- ria mitocondrial característica. Ahora bien, los trabajos de esos auto- res prueban que ese lipoide es una substancia soluble en el alcohol y ávida del cromo. Este cuerpo, combinándose con el lipoide, lo insolu- biliza y permite su coloración. Por eso para colorear las mitocon- drias es necesario emplear un mordiente crómico, ya asociado al fijador (métodos mitocondriales), ya después (fijación por otros líqui- dos), para evitar que si éstas han sido conservadas por el fijador se disuelvan al pasar por los alcoholes. Los resultados del método tano-argéntico prueban que el condrio- ma no es un órgano tan fácilmente alterable, ni tan difícil de fijar como cree Guilliermond (3), y además que no es soluble todo él (1) Guilliermond: Contribiition á l'etiide de la fixation dii cyto- plasme. Comp. Rend. Ac. d. Sci. Paris, tomo cLxiv, 1917. (2) Regaud (Ci.) et Policard (A.): Sur la signification de la reten- tion da clirome piir les tissiis en techniqíie histologiqíie, aii point de viie des lipoídes et des mitochondries. \. Fixaüon v-morphologiqíie» et fixation «í/e siibstancey>. w. Resultáis et conclusions. Comp. Rend. de la Soc. de Bioi., tomo lxxiv, págs. 449 y 450. (3) Guilliermond: Contribution d l'étiide de la fixation du cyto- plasme. Comp. Rend. Ac. d. Se. Paris, tomo lxxiv, 1917. 444 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA en alcohol. Si se precisa insolubilizar por el cromo el compuesto «cromoceptor» de Regaud y Policard, cuando se desea colorear las mitocondrias por el cristal-violeta o la hematoxilina férrica, no es necesario tal operación cuando se intenta impregnarlas por el méto- do de AcHúcARRO-Río Hortega, pues para éste es suficiente que se conserve el soporte mitocondrial que se embeberá del tanino, y sobre el cual reaccionará la plata impregnándolo (1). Con una conservación «morfológica» del condrioma, el método tano-argéntico es de una constancia y claridad tan grandes, que se- guramente tomará carta de naturaleza entre los Botánicos, según ya Madrid Moreno (2) predijo. Para finalizar esta nota pondremos unos cuantos ejemplos, ava- lorados con microfotografías, de los resultados que se obtienen por dicho método. La figura 1.^ (lám. i) muestra un trozo de cordón vascular del tallito de garbanzo poco antes de su diferenciación, visto a un au- mento mediano. Obsérvese cuan enérgica es la coloración obtenida, así como la limpieza y la selección con que se han teñido las grue- sas mitocondrias que integran el abundante condrioma de las célu- las. El protoplasma aparece completamente incoloro, los núcleos se muestran ligeramente grises, permitiendo ver sobre ellos los plastos en formación y en el interior, uno o varios voluminosos nucléolos intensamente teñidos en negro. Los límites laterales de las largas y estrechas células que forman el cordón aparecen esbozados ligera- mente a causa de la mayor densidad del protoplasma parietal. La figura 2.^ (lám. i) representa el aspecto de las células del me- ristemo radicular del garbanzo muy cerca del vértice vegetativo, observadas a gran aumento. Los núcleos y el protoplasma aparecen completamente incoloros, siendo posible su distinción gracias a la intensa impregnación de los condriocontes y a los densos acúmulos que forman en las porciones perinuclear y perisomática de las célu- (1) Es probable que de la misma manera que la retención del cromo es debida al compuesto lipoide cromoceptor de Regaud, la retención del tanino sea causada por la existencia en las mitocondrias de cierta subs- tancia. Y de la misma manera que es el tanino el causante de la reac- ción argéntica en el seno de la mitocondria, debe ser el cromo (no el lipoide cromoceptor), el que permite la coloración por los métodos mitocondriales. (2) Madrid-Moreno: El método tano-argéntico en histología ve- getal. Bol. de la R. Soc. Españ. de Hist. Nat., tomo xvii, 1917. DE HISTORIA. NATURAL 445 las. Obsérvese también que las membranas celulares, por presentar- se sin teñir, permiten seguir los contornos celulares. La figura 3.^ (lám. ii) enseña el aspecto de una célula, vista a gran aumento, del parenquima cortical de la prehoja de la cebada, a los pocos días de puesta a germinar. Como se ve, el condrioma afecta la forma de mitocondrias granulosas perfectamente esféricas y casi aisladas por completo. Aquí y allá se observan en el proto- plasma grupos de dos, tres y hasta de cuatro plastosomas; en la porción perinuclear la acumulación de ellos es muy marcada, y aun- que pueden aún distinguirse grupos mitocondriales, éstos están cons- tituidos por mayor número de elementos. El núcleo se ha impregna- do en violeta aunque en la fotografía sale negro (por lo cual no se percibe nucléolo alguno en su interior), mientras el citoplasma se muestra incoloro en absoluto. La figura 4.^ (lám. ii), muestra otra célula cortical de otro lugar de la prehoja de cebada al mismo aumento que la anterior. Como se ve, es bastante parecida a la anterior; pero, sin embargo, en ésta los condriosomas ofrecen la particularidad de presentarse en su ma- yoría agrupados en parejas o cadenas cortas de tres individuos, y además, en ser muchos de ellos, no esféricos, sino ligeramente elip- soidales. Alrededor del núcleo los grupos de mitocondrias abundan y constan de muchos elementos. Otra célula de otro lugar de la prehoja de la cebada está repre- sentada en la figura 5.^ (lám. iii). Como se ve está provista de un condrioma bastante diferente de los otros dos, puesto que tiene la forma de condriocontes bacilares, tanto en los acúmulos perinuclea- res, como en la porción esparcida por el resto de la célula. Entre todos ellos apenas nos será posible encontrar una mitocondria esfe- roidal. Es digno de mención el aspecto que el condrioma exhibe en otras regiones de la plántula de la cebada (1). Por ejemplo, en la figura 6.^* (lám. iii), aparece una célula en la cual el condrioma se pre- senta bajo dos formas perfectamente barajadas en toda la extensión del citoplasma. Una de ellas la constituyen condriocontes cortísimos semejantes a los que vimos en las figuras 4.^ y 5.^ El otro lo inte- gran condriomitos y condriocontes más o menos largos, general- mente cruzados y a veces aparentemente bifurcados en Y. (1) La descripción detallada de las variadas formas del condrioma, del embrión y plántula de la cebada queda para otro trabajo. Tomo xviii.— Noviembre, 1918. 28 446 boletín de LA. EEAL SOCIEDAD ESPAÑOLA La célula representada en la figura 7.^ (lám. iv), de la misma pro- cedencia que las anteriores, muestra, rodeando a su voluminoso nú- cleo, teñido en violado pálido y provisto de un gran nucléolo com- puesto, intensamente negro, grandes asociaciones de plastocontes de varias clases (mitocondrias granulosas, condriocontes bacilares, condriocontes alargados, condriomitos), a veces tan compactos que, como ocurre con el gran acumulo de la derecha, no son distinguibles (en la fotografía) los elementos integrantes. Alternando con estos grupos mitocondriales, se ven mitocondrias, condriocontes, etc., per- fectamente aislados. (Obsérvese, por ejemplo, encima del núcleo un condrioconte bastante largo, distinguible gracias al tono poco- obscuro que tiene el núcleo). En el resto de la célula se aprecian aquí y allá elementos mitocondriales sueltos, pero más generalmente asociados en cadenas, herraduras, Y Y, etc., a su vez cruzados y aparentemente anastomosados. Finalmente, la figura S.^ (lám. iv) indica el aspecto de las células más externas de la corteza del hipocotileo de un embrión de alubia a las pocas horas de puesto a germinar, cuando se impregnan a la vez que el condrioma, en negro, las trabéculas protoplásmicas en rojizo, gracias al empleo del método de Achúcarro-Río Hortega, suprimien- do el virado del oro, pero no la fijación y decoloración en hiposulfi- to (1). El condrioma en estas células afecta todo él la forma de redon- das y diminutas mitocondrias, homogéneamente esparcidas por todo el protoplasma, en el espesor de las trabéculas protoplasmáticas que limitan las numerosas vacuolas de la célula. Advertimos que, así como en las demás fotografías no hemos re- tocado nada, en ésta hemos reforzado con lápiz las mitocondrias, porque si bien en la preparación se destacaban con perfecta clarir dad, en la fotografía no aparecían tan claras a causa del tono rojizo del protoplasma y al empleo de placas corrientes. (Laboratorio de Histología del Museo Nacional de Ciencias Naturales.) (1) El detalle de cómo efectuamos esta ligera modificación, puede verse en nuestro trabajo, ya citado, Plastosomas y ¡eucoplastos en algunas fanerógamas, X)ág. 10. UK HISTORIA NATURAL 447 Una Bathysciola cavernícola nueva, de la vertiente española de los Pirineos (Col. Silphidae) por Cándido Bolívar y Pieltain. Bathysciola (s. sír.) obermaieri nov. sp. (figs. 1." a 4.^). Tipo: un cf de la cueva de Santa Elena (Biescas), en la colección del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Longitud: 2 a 2,6 mm. Forma ancha, muy deprimida y poco estrechada hacia atrás. Co- loración pardo-testácea oscura, poco brillante. Pubescencia bastan- te larga y densa. Puntuación muy fina y superficial sobre el prono- to; las estriólas transversales de los éli- tros son muy visibles. Ojos nulos. Ante- nas no alcanzando los ángulos posteriores del protórax, finas, con "la maza bien acu- sada y ligeramente deprimida. Las longi- tudes proporcionales de los artejos son: 2^,2-|, 1^, 1, 1, 1, 1^,3/4, 1,1,2. El artejo ii es doble de grueso que el iii, éste dos veces más largo que ancho; los artejos iv, v y vi son distintamente más largos que anchos; el vii, también alarga- do, engrosado desde la base; el viii glo- bular; los IX y X transversos, trapezoida- les; el XI ovalado, vez y media más ancho que largo. Protórax apenas más ancho que los élitros, muy abombado en la parte anterior. Élitros de- primidos, con la extremidad redondeada; desprovistos de estría sutural. El aparato metatergal está muy reducido; la apófisis dorsal del metanoto se prolonga muy poco hacia atrás, y presenta un surco dorsal ancho. El borde sutural de los élitros no está replegado ni engrosado en ninguna parte de su extensión, estando fuertemente adherido al del élitro opuesto. Quilla mesosternal muy elevada, su borde anterior, que es arqueado, al unirse con el inferior, que es recto, constituye un diente agudo. Tarsos anteriores del macho Fig. l.*"— Silueta de B. ober- maieri no\. sp., x 20. 448 boletín dk la real suciedad española poco dilatados, más estrechos que la extremidad de las tibias corres- pondientes. Tibias posteriores rectas en los dos sexos. Tarsos poste- riores tan largos como los cuatro quintos de las tibias correspon- dientes; siendo su fórmula: 3, 2, 2, 1 — , 3. Órgano copulador del macho (fig. 2.^) fuertemente arqueado, de un tercio de la longitud del cuerpo. La porción terminal del pene es deprimida, la extremidad misma está encorvada en pico; lámina basal larga y redondeada. Saco interno del pene (fig. 3.'') provisto de una fuerte pieza en Y, cuyas ramas de bifurcación se continúan Fig. 2. Fig. z." Fig. 4. Fig. 2.", Órgano copulador ¡^ de B. obermaieri nov. sp., cara lateral izquierda, x 90; fig. 3.", Saco intrapeneano, =< 100; fig. 4.", Extremidad del estilo lateral izquierdo del órgano copulador (^ , cara externa, ;< 400. por dos bandas longitudinales dorsales que se anastomosan anterior- mente, hacia la parte media del saco. Las bandas apicales están muy desarrolladas, constituyendo unas fuertes piezas quitinosas dorsales. La ampolla terminal del canal eyaculador está muy poco ensancha- da. Estilos laterales insertos dorso-lateralmente, no alcanzando al ápice del pene; rectos y muy anchos en el tercio basilar, sufren .seguidamente una fuerte incurvación, al mismo tiempo que se hacen más estrechos, adelgazándose después muy paulatinamente hasta el ápice (fig. 4.''), en el cual son puntiagudos, y llevan cuatro sedas DE HISTORIA NATURAL 449 muy finas, iguales en longitud, dispuestas en fila sobre el borde superior en el ápice mismo, y dirigidas hacia el lado interno. Variaciones.— La variación individual es considerable, por lo que se refiere al tamaño, anchura del cuerpo, convexidad del pronoto y anchura de los tarsos anteriores de los machos. Habitat. —Espede cavernícola, que vive en una pequeña cue- va (1) de la margen izguierda de río Gallego, valle de Tena, en los Altos Pirineos de Aragón. Provincia de Huesca: cueva de la Ermita de Santa Elena, cerca de Biescas; 20 ejemplares, recogidos en 24 julio 1918. Esta Bathysciola viene a colocarse entre las del grupo v de Jeannel (2), al lado de la rugosa Sharp, especie muscícola de las provincias vascas españolas, con la que concuerda en muchos carac- teres, pudiendo diferenciarse de ella por las estriólas de sus élitros no tan marcadas, por su quilla mesosternal alta y dentada, y por los estilos laterales de su órgano copulador macho terminados por cua- tro sedas iguales en longitud. Es, por tanto, la B. obermaieri una forma muy semejante a otras actualmente lucícolas, debiendo ser considerada como adap- tada a la vida cavernícola rriuy recientemente. Me complazco en dedicar esta especie al ilustre profesor H. Ober- maier, como recuerdo por su colaboración en la exploración de esta cueva. El botánico D. Antonio Ramos, fundador del Jardín de la Real Sociedad Médica de Sevilla por Trancisco de las Barras de Aragón, La Real Sociedad Médica y su labor científica.— \}x\a de las instituciones científicas más antiguas de España es la Real Sociedad Médica de Sevilla, que se inició en una tertulia de médicos por los años 1697, siendo sancionada por Real cédula de Don Carlos II de Austria, expedida en 170(1. Don Felipe V de Borbón la confirmó • (1) La pequeña cueva de la Ermita de Santa Elena, donde he reco- gido esta especie, a pesar de sus reducidas proporciones, ofrece oscu- ridad completa y gran humedad. (2) Rev. des Bothijsc, 1911, pág. 241. 450 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA con otra Real cédula fechada en Barcelona el 1.° de Octubre de 1701. Se caracterizó esta Sociedad desde su fundación por el propósito de seguir en sus trabajos el método objetivo, dando conferencias y cursos de Anatomía sobre el cadáver; de Física y Química, con ex- perimentos, y también de Botánica, del mismo modo. Para esto últi- mo creó un Jardín Botánico, no muchos años después de fundada, y estimuló, en general, las investigaciones histórico-naturales. En la carta de Fernando VI, en que se confirman los privilegios anteriores, fechada en el Buen Retiro en 21 de Agosto de 1751, se dice entre otras cosas: «Que de orden de la Sociedad pasó a Fran- cia el Dr. D. Guillermo Jacobe, para establecerla correspondencia, que conserva, con la Real Academia de París, y compró una copiosa y selecta Biblioteca y un crecido número de instrumentos Anathó- micos, Chirurgicos, Physicos y Mathemáticos; para las experiencias anuales y para executarlas y tener los demás actos establecidos, compró la Sociedad casas principales, donde plantó un pequeño Jar- dín Botánico, aunque la estrechez del sitio y las inexcusables son,- bras no permitieron correspondiessen los efectos a la idea, y assí se determinó establecer uno fuera de la ciudad, como han practicado las mejores Academias de Europa; pero que por este defecto de fondos no pudisteis conseguir vuestra intención, y aspirando siem- pre a adelantar la Historia Natural, que es la que necesita en Espa- ña de mayor cultivo, siendo la base en que ha de fundarse la mejor Medicina, mandasteis a algunos Socios Numerarios que examinasen los sitios donde se creían hallarse particulares descubrimientos, y se encargó a los Socios Honorarios, repartidos en todo el continente y en la América, inquiriesen y avisasen las particularidades Physi- cas que observasen en los tres Reynos, Mineral, Animal y Vegeta- ble, todo a fin de formar y dar a luz una Historia Physica general de España, para cuya obra están recogidos preciosos materiales». Las palabras de este documento revelan el espíritu que animaba a la Sociedad. En consecuencia de todo ello, se consignaron en los estatutos artículos referentes al Jardín Botánico, y al socio Botánico que había de dirigirlo, y dar cursos de esta ciencia; pero, además de la esca- sez de fondos, a que el documento hace referencia, no debía haber facilidad para proporcionarse un profesor, y fué necesario que por la superioridad se dieran disposiciones para que se proveyera la plaza de Botánico y se creara el Jardín. DE HISTORIA NATURAL 451 Que en 1775 era cosa decidida la formación de dicho Jardín Botá- nico, no tiene duda, porque en dicho año, y sin que conozcamos la fecha exacta, se dirigió al Rey, D. Carlos III, un memorial motivado por amenazar ruina y pedir ayuda para edificar parte del edificio que ocupaba la Sociedad (es éste el mismo que hoy ocupa situado en la calle de Alfonso XII, antes de las Armas, antiguo Colegio de ios Irlandeses, y que fué cedido en 1772 por aquel insigne monarca), y en él dice, entre otras cosas, que habían gastado «más de trescien- tos reales en reedificar la tapia de la huerta que ha de servirle de Jardín Botánico». Luego el terreno destinado a este fin fué siempre la huerta, y, además, en 1775 aun no se habían emprendido los tra- bajos para formarlo. Según el libro de actas de la Sociedad, en que se contienen las del año 1776, resulta que en la sesión de 28 de Mayo se acordó que- daran en las arcas fondos para diferentes obligaciones, entre ellas los sueldos correspondientes a «las plazas Botánico, Anathómico, Matemático y Asesor, que estaban vacantes». En la sesión de 8 de Julio de 1776 se acordó fijar carteles anun- ciando la oposición a las plazas de Botánico, Anatómico y Mate- mático. Se conoce que así se hizo, porque en 31 de Agosto se leyó en sesión una carta fechada en Madrid en 21 del mismo mes, en la que D. Miguel Barnades, médico, pedía datos acerca de la plaza de Bo- tánico, .haciendo en ella observaciones acerca de la dotación de dicha plaza que, según los estatutos, debían ser de 800 ducados, y había quedado reducida a 200, y pidiendo muchos más detalles acer- ca de las obligaciones del profesor de Botánica. Por fin no se deci- dió Barnades. Quién era D. Antonio Ramos.— En7 áe Mayo de;1776, fechado en Sanlúcarde Barrameda, solicitó tomar parteen las anunciadas opo- siciones, Don Antonio Ramos «Botánico revalidado», según dice en su instancia, que se conserva en el Archivo de la Academia de Me- dicina de Sevilla (legajo de documentos correspondiente a dicho año). Había tenido botica abierta en Algarinejo, según afirma el notable botánico autor de la «Flora Camonense», D. Cándido María Trigueros, en una de la cartas sin fecha a Gómez Ortega, existente en el Archivo del Jardín Botánico de Madrid. En la misma instancia antes citada dice que está «instruido en la Botánica práctica y metódica». Según declara en la repetida instan- cia y también en una carta que el 6 de Septiembre del mismo año 452 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA de 1776, dirigió a D. Valentín González y Centeno, secretario 1 ." de la Sociedad Médica, era Ramos hacía dos años «soldado del Regi- miento de Caballería voluntario de Sevilla, en la Compañía del ca- pitán D. Ignacio Garnica», y solicitaba que la Sociedad le prestase la protección y los fondos necesarios para obtener su licencia, que obtuvo, efectivamente, con el apoyo que se le prestó. Debía ya conocerse bien el mérito de Ramos, porque en la carta que el secretario 1.° González y Centeno, dirigió en 2 de Noviem- bre de 1776 a D. José de Parada, creemos que el coronel del Regi- mieto, para pedir se licenciara a Ramos, dice: «Aunque en ambos destinos sirve a S. M., con muchas más ventajas puede hacerlo en el que solicita, por ser único en el día y con la suficiencia que se desea» . Sobre Ramos existe un juicio bastante exacto en la tercera carta del citado botánico D. Cándido María Trigueros, de las que de él se conservan en el archivo del Jardín Botánico de Madrid, y cuya carta, aunque no conserva fecha ni dirección, es seguro que va diri- gida a Gómez Ortega. En ella se dice como postdata: «Hoy, 1." de Abril, comienzan en el Jardín Botánico de la Real Sociedad Médica de Sevilla, las lec- ciones especulativas o Philosóphicas. Creo que se dan por el librito del Sr. Palau, el segundo de Vm. El que las ha de dar, D. An- tonio Ramos, es excelente empyrico, pero cortissimo sistemático:* algo conoce del sistema de Tournefort; pero nada más: si mis influ- xos, por los cuales se mueve en gran parte este asunto, pudieran hacer al dicho Botánico, tan buen methodista como conocedor prác- tico, pudiéramos concebir esperanzas, pero no hay más que esto» . El mismo Ramos confiesa esta deficiencia en la carta antes citada al Dr. González Centeno, cuando dice: «ya tendrá Vm. noticia tal vez de mi habilidad en la práctica, pero no tanto en la teoría a causa de estar ya dos años extraído de ella» por motivo del servicio mi- litar. Oposición a la plaza de Botánico. —En la sesión de 30 de Sep- tiembre de 1776, después de alguna discusión, acordó la Sociedad admitir a Ramos a las oposiciones. Debemos advertir que de obtener la plaza sería el sueldo sólo de 200 ducados, o sea la cuarta parte de lo que marcaba el Reglamento antiguo de la Sociedad, por lo cual no se había decidido Barnades. Se trató del modo, no previsto en el Re- glamento, de hacer dicha oposición, y se acordó que se verificara ante la Sociedad en dos días: «que el primer día sería de teórica so- DE HISTORIA NATURAL 453 bre los puntos que le señalase la Mesa; de que había de leer una hora de memoria, y si no se acomodaba por su falta de ejercicio a esto, lo hiciese leyendo su papel, siendo arbitra en esto la Sociedad, según las circunstancias del pretendiente opositor, y no sirviendo esto de regla, para lo sucesivo: el segundo día sería de práctica ex- poniéndole un determinado número de plantas secas y verdes para que se examinase por toda la Sociedad su práctico conocimiento de ellas, diciendo sus propiedades, nombres y exponiendo la clase a que se reducía cada una con método regular, siguiendo uno de los cinco más plausibles en el día: quedando después de esto la Socie- dad en plena libertad de conferir o no la dicha plaza, según juzgase de la suficiencia del opositor y las demás circunstancias que ador- nen al sujeto, según los fines para que le necesita». En 19 de Octubre de 1776 se celebró Junta por la Sociedad Mé- dica «para la oposición de Botánica, día de Teórica, de Don Anto- nio Ramos», quien era el único opositor. Disertó sobre los temas siguientes: 1.", «De la utilidad de la Botánica para la Medicina»; 2.°, «El modo más genuino de conocer las plantas»; 3.°, «Si el mu- dar de terreno las plantas les hace variar sus virtudes y en qué gra- do». Según el acta de la sesión, «leyó una hora cumplida», y luego, por disposición del Vicepresidente, Sr. Lorite, que presidía el acto, le hicieron objeciones los Sres. Olivares, Correa, Buendía y el Se- cretario 1.°, Sr. González y Centeno. Preguntados los demás so- cios si tenían algo que replicar, se mostraron satisfechos, y se le- vantó la sesión, dejando para después del día del ejercicio práctico el determinar de la suficiencia del opositor. En 21 de Octubre del mismo año de 1776, se reunió la Junta para que verificara Ramos el ejercicio práctico, y «habiéndolo presenta- tado para su inspección, hasta cuarenta (plantas) verdes medicina- les de todas clases, sólo una no conoció; pues otra que tampoco co- noció fué porque sólo le mostraron una hoja de ella, y otra de las dichas cuarenta dudó; después se le presentaron diez secas, de las que dudó de dos una, por estar mal conservada y otra casi del todo desfigurada; después se le pusieron tres diversas raíces secas, que coiíoció, distinguiendo muy bien dos, que eran muy semejantes, en cuya virtud, terminadas todas las preguntas que los señores farma- céuticos y demás señores gustaron hacerle sobre dicho conocimien- to, distinción y separación de clases de plantas, mandó su señoría se retirase». Se discutió y votó por todos los socios presentes si debía o no 454 boletín de La REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA adjudicársele la plaza, pues dominaba el criterio de que había esta- do deficiente en el ejercicio teórico (cosa que, por cierto, no se desprende del acta de que antes damos cuenta) y muy bien en el práctico. Como la Sociedad no había encontrado otro opositor y ur- gía la «necesidad de formar un Jardín Botánico, pues al presente sólo tenía un huerto con algunos árboles frutales y pocas plantas comestibles», se decidió, por fin, «concederle el cuidado, plantación y cultivo del Jardín Botánico... debiendo conservarle poblado del número de plantas medicinales que sea capaz», no obstante esto, se declaró abierta la oposición y se le negó asiento en el estrado y voz en la Sociedad; pero dándole el total del sueldo de 200 duca- dos y los alivios de gastos extraordinarios que la Mesa juzgara ne- cesarios para formar dicho jardín. Por el hecho de declarar abierta la oposición se reservó la Socie- dad la libertad de disponer de la plaza cómo y cuando le conviniera, y así lo notificó a Ramos, quien se conformó aceptando el cargo con este carácter de interinidad, pues en todo caso era mucho más ventajoso que el de soldado de Caballería, cuyo humilde origen debió influir mucho más que los defectos de los ejercicios, de la ca- piti minutio de que fué objeto. Formación del Jardín.— E\ Jardín fué la primera empresa aco- metida por Ramos, quien debió empezgr desde luego a realizar ex- cursiones para proporcionarse plantas y semillas. La Sociedad Mé- dica nombró una comisión inspectora de dicho Jardín, que había de visitarlo cuando menos una vez al mes, siendo los primeros comi- sionados D. Cristóbal Nieto de Peña, D. Valentín González y Cen- teno, D. Juan Sixto Rodríguez y D. Antonio José Correa. El informe más antiguo que hemos encontrado y que parece ser el primero, es de 10 de Marzo de 1777, y en él se dice que las plantas medicinales que hallaron en el Jardín «eran ciento y seis que constan en la adjunta lista (que efectivamente se conserva) que presentamos; todas bien producidas, aunque sin la metódica coloca- ción de sus clases, a causa de ser las primeras que se han traído, según el encargado las ha encontrado y las tiene dispuestas en cua- tro eras o cuarteles, para que, cogidas sus respectivas simientes, se vayan a sus tiempos sembrando con la debida separación». Co- mo vemos, y no podía ser menos, estaba aún el Jardín en prepara- ción. También en el informe se refieren a otros detalles, como la cañería del agua, etc., etc. Por el informe de 5 de Abril, resulta que se habían aumentado DE HISTORIA NATURAL ' 455 treinta y tres plantas, salvo las dos que había, y del mismo modo se repiten todos los meses las visitas hasta el 31 de Octubre del mismo año, acompañando dichos informes con las listas de las es- pecies añadidas. En la visita que lleva la fecha de 3 de Febrero de 1778 aparece ya el Jardín ordenado y dice: «Por D. Antonio Ramos, encargado de su disposición y custodia, nos fueron demostradas en los respec- tivos lugares y con la misma disposición que se expresa en la ad- junta lista, estando ya colocadas las plantas por sus clases y sec- ciones, según el orden y tablas Botánicas de D. Casimiro Gómez de Ortega, que pareció más conforme a dicho D. Antonio para su inteligencia, etc.». Esta lista de la escuela botánica, ya ordenada, es como sigue: Lista de las plantas del Jardín de la Real Sociedad vi- sitadas en el mes de Enero y colocadas ya según el orden de D. Casimiro de Ortega. CLASE PRIMERA DE TOURNEFORT Yerbas y subfrutices de flor monopétalo capaniforme. Sección I.'' Mandragora. Sección 2." Poligonato.— Brusco o Rusco o Yusbarba. Sección 3." Genciana.— Convólvulo o Corregüela.— Titímalo. Sección 4.''' Sección 5^ Apocinez o Yerba de Seda.— Asclepias. . 456 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Sección 6.^ Malva.— Althea o Malvabisco. — Alcea o Malva salvaje.— Abuti- lón o Malvabisco de Indias. ' Sección 1 .^ , Anguria o Zandia.— Campánula o Repinchos.— Colocynthis o Coloquintida.— Bryonia o Nueza blanca.— Melopepo, dos especies. Momórdica o Balsamina. — Cucumis o Cohombro.— Ranunculus o pie de L-^^ón, Sección 9." Aparine o Amor del Hortelano.— Cruciata.—Galium o Quajalc- che.— Rubia Tinctory o Rubia de tintores. CLASE DUODÉCIMA Sección 1.'' Xanthium: Lampazo menor. Sección 2.^ Yacea.— Lapa o Lampazo.— Cnicus o Cardo Santo.— Cacalia o la Calabacera.— Coniza.— Eupatorius o Agrimonia.— Senecio o Yerbacana. Sección 3." Abrotanus.— Absinthium montana o Ajenjos.— Asinthius Ofici- narum comum. — Absinthius Alepense o de Alepo. — Arthemisa o Ar- temisa.—Tanacetus o Artemisa menor. Sección 4.'* Amaranthus o Moco de pavo. Sección S."* Scabiosa. — Dipsacus, Cardin o Cardencha. DE HISTORIA NATURAL 457 CLASE DÉCIMACUARTA Sección 1.'' Áster atticus bubónico coniza.— Asfer. — Tussilago Fárfara o Uña de asno.— Virga áurea. Sección 3.^ Asteriscus. — Chamesmelus o Manzanilla. —Cotula. —Bellis o Margarita de prado. — Crysantemus o Yerba maravilla.— Buptamus o Manzanilla loca.— Leucantemus o Manzanilla.— Matricaria.—Mi- llefolius o Mil en rama. Sección 4." Caltha, Caléndula, flor de dos meses. Sección S.'' Carlina, Carlina. Contiene plantas, 56». Las visitas continuaron sin interrupción, acompañadas algunas de listas de plantas nuevamente adquiridas hasta el verano en que, se- gún consta en el acta de la Junta de Mesa, de 31 de Agosto del mismo año de 1778, había regresado Ramos de un viaje verificado de orden de la Sociedad, «a la Sierra Nevada y otras partes, para herborizar y conducir plantas y semillas, cuantas juzgara útiles y que necesitara el Jardín; en la que gastó treinta y dos días, y con- dujo todas las que constan en la certificación de visita al dicho mes de Agosto». Por esto se le dieron doscientos reales, por concepto de gastos extraordinarios. La certificación y lista de referen- cias dice: «Los infrascriptos. Socios de número, nombrados visitadores del Jardín Botánico de la Sociedad, en cumplimiento de lo mandado por S. M., certificamos que hicimos dicha visita en siete de Julio, seis de Agosto, y nueve de Septiembre de este presente año, y hallamos existentes las plantas cuyas subsistencia era compatible con la estación, y además vimos las semillas traídas de Sierra Ne- vada y otros parajes, para sembrarlas en almaziga, y después co- locarlas en sus respectivas clases, cuyo Catálogo es el siguiente: 458 BOLETÍN DE LA REAL SUCIEDAD ESPAÑOLA Semillas. — Cicuta, Nasturcio oriental, Ranúnculo bulboso. Ca- laminta Montana verdadera, Espárrago hortense. Trifolio Arbóreo, Filipéndula, Euforbias varias, Angélica Silvestre, Asclepias, Ele- vorastro, Timbra, Lithospermon, Apios de raíz tuberosa. Ranúncu- lo corrosivo. Digital, Alkenkejos verdaderos, Candela regia ver- dadera. Espica Nardo, Cedro, Cominos rústicos verdaderos, Apio caballar, Tlaspios, Camedrios, 3 especies, Dictamo blanco, Lunaria tercera, Zaragatona Arbusta, Alquimila, Sanícula, Eléboro negro, Dovónicos, Siempre viva mayor, Heléchos, Cariofilata, Poliano Arbusto, Armerión Filipéndula Montana». «Y para que conste firmamos la presente en Sevilla y Septiembre nueve, de mil setecientos setenta y ocho años.» Las semillas se sembraron en almáciga, y en la visita que lleva por fecha 16 de Noviembre de 1778,' que hubo que repetir con este fin, las vieron ya nacidas los comisionados. Las visitas continuaron, sin duda, sin interrupción, si bien faltan en el archivo los certificados de muchas de ellas. En las diferentes Juntas que celebró la Mesa o toda la Sociedad, en el mismo año de 1778 y principios de 1779, constan los abonos de pago a Ramos y algunos otros gastos del Jardín, como fué por una reparación en la cañería de! agua. También se dio cuenta de los informes de los visitadores. En la Junta de 4 de Marzo del 1779 se acuerda volver a Ramos «la licencia que el Coronel del Regimiento de Voluntarios de a Caballo le dio cuando salió de él y se conservaba en la Secretaría mientras la satisfacía la cantidad que la Sociedad le había anticipa- do para los costos de dicha licencia, y a más que le añadiese una certificación de estar actualmente en servicio de dicho Jardín, y a sueldo de la Sociedad. La había pedido el jueves antecedente para no ser detenido en los viajes que hiciese para la herborización de plantas, como todo fué hecho y entregado al mismo». Dedúcese, pues, que persistía el plan de hacer excursiones y traer al Jardín las plantas que dieran por resultado. En la Junta de 22 de Abril de 1779 fueron presentadas por el Conciliario "primero 128 semillas de plantas remitidas a la Socie- dad por Palau, con carta suya en que se dice el modo de cultivar- las, todo lo cual se entregó a Ramos con encargo de devolver la carta a la Secretaría. En la Junta de Mesa de 31 de Julio de 1779 se hacen pagos entre ellos 90 reales al Botánico, para ayuda de los gastos que hizo en la DE HISTORIA NATURAL 459- excursión de quince días a las marismas a herborizar, de cuya ex- cursión trajo «varias plantas raras y simientes unas conocidas y otras no». La última visita de que encontramos certificaciones es de 14 de Septiembre de 1780, y de ella hay una lista de 233 semillas dis- puestas para sembrarlas, y otra de 280 plantas vivas, según hacen constar los comisionados, Sr. Lorite, y González Centeno, ordena- das por el sistema de Tournefort. Como se ve, el Jardín era muy modesto, pero representaba un gran esfuerzo, y, a pesar de no haber podido pasar del sistema de Tournefort, ya entonces anticuado, constituyó un gran progreso. Donde no había nada, Ram.os lo hizo todo por sí solo; sin más ayu- da que la de un operario jardinero, que le agregaron, y a quien llaman en las actas el sargento, sin duda por haberlo sido. Cursos de Botánica.— En las actas de la Juntas de Mesa subsi- guientes, se ve que se ocuparon con frecuencia de los gastos del Jardín. En la de 9 de Marzo de 1778 se dice: «Después se trató de . los ejercicios que debía tener el Botánico, conviniendo los señores a que, a proporción del menor estipendio que gozaba respecto a la dotación antigua, fuese menor su obligación en dar sus lecciones botánicas y reduciéndole a una estación sola del año o algunos días de la semana en todo él, y esto, sólo en la mañana, a los jóvenes que se aplicasen a este estudio». • Es decir, que a pesar de todo lo que se dijo de su oposición, era Ramos capaz de dar un curso de Botánica. En la Junta de Mesa de 16 de Marzo de 1778 se propuso por el Vicepresidente la impresión de carteles para «convocar la asistencia de los jóvenes médicos, quirúrgicos y farmacéuticos a las lecciones públicas de Botánica, que se debían comenzar en los meses de Abril y Mayo, desde las diez de la mañana hasta las doce», y también en la misma sesión se acordó oficiar al Real Colegio de Boticarios por si acordaran enviar los mancebos de sus oficinas a dichas lecciones, que empeza- rían en primeros de Abril. Por este tiempo recibió la Sociedad, como donativo de D. Anto- nio Palau y Verdeja, segundo Botánico del Jardín Real, la obra que acababa de publicar, titulada: Explicación de la Flosofia y fun- damentos botánicos de Linneo; acompañada de una carta latina, que fué contestada con otra, dándole las gracias. Seguía en tanto la Mesa ocupándose de los estudios botánicos, y en la sesión de 4 de Mayo de 1778 se trató de la paga del Botánico 460 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA y de lo gastado en el jardín, y además se «adoptó un plan que se hizo saber al dicho D; Antonio Ramos, Botánico, para su observa- ción, é igualmente mandó el señor Vicepresidente que se insertase en este acuerdo, quedando el original firmado en la Secretaría; y es del tenor siguiente, concebido en trece ordenanzas. «Primera: Empezarán dichas lecciones de Botánica el día quince de Mayo. Se- gunda: Serán por la mañana, de diez á doce. Tercera: Durarán este año hasta que se den todos los principios de Barnades o Palau. Cuarta: Si hay copia de libros, se harán las lecciones por ellos, y si no, será preciso escribir. Quinta: De la lección que se da hoy, to- mará razón el maestro al día siguiente. Sexta: No es necesario darla de memioria; basta que se entienda, pero los términos se han de procurar retener. Séptima: Cada día se dará a lo menos una hoja. Octava: No habrá más vacación que los jueves y días festivos. No- vena: Las partes de las plantas se demostrarán al vivo, siempre que haya copia a mano. Décima: Cada uno de los discípulos irá con el traje que quiera, pero en el aula no se fumará, ni se interrumpirá la debida compostura, ni se estará con sombrero tocado. Undécima: Para la mayor claridad y comodidad se explicará y tratará todo en español. Duodécima: Como el fin de estas lecciones es la instruc- ción de la juventud y beneficio público, dándose este año la parte teórica, el Director no omitirá diligencia alguna para su logro. Dé- cimatercera: El Director no se presentará en clase sino peinado y de militar». Fácilmente se comprende al par que la buena voluntad, la sencillez y la falta de experiencia que revelan tan candidas or- denanzas. Separación y noticias posteriores de Ramos. — En este estado de cosas y cuando se podía esperar mucho más, empezó la Sociedad a atravesar una gran crisis, por habérsele suspendido el derecho de disponer de las toneladas que tenía concedidas sobre las flotas de Indias. En su consecuencia, en la Junta de 21 de Octubre de 1779, el Fiscal de la Sociedad, Sr. Rodríguez, pidió que se suspendieran los pagos al Botánico, al Sargento jardinero, y algún otro. El Vicepresidente dejó la moción sobre la mesa, para resolver en otra Junta, y así siguió pagando a Ramos sin interrupción. En el año siguiente de 1780 se le siguió al principio pagando y se anun- ciaron las lecciones públicas de Botánica para dar comienzo en la primera semana de Noviembre, pero en 2 de Septiembre, la Junta, en vista de la falta de fondos, deliberó de nuevo acerca del Bo- tánico, a quien era ya imposible pagar, y se pensó seguir pagando DE HISTORIA NATURAL 461 al Sargento jardinero el real y medio diario que se le daba para que conservase el jardín en el mismo estado que tenía. Se trató de todos estos extremos en Juntas sucesivas, y el resultado fué, que Ramos quedó cesante de su cargo, con fecha 21 de Octubre, en que se cum- plían los cuatro años devengados de su dotación pagada. Quedó encargado de la conservación del Jardín el sargento Juan de Espino, a quien después de algunas dificultades se asignaron 45 reales mensuales y casa. Esta determinación fué debida al Vicepre- sidente, quien sostuvo que se debía «por honor de la Sociedad con- servar el Jardín, en que se habían invertido más de 1.000 ducados y cuatro años de trabajo, teniendo adelantadas 500 plantas útiles preciosas; era preciso tener allí un hombre a quien se le encargase el cultivo y conservación, siquiera de las que allí había (Junta de Mesa de 1(3 de Octubre de 1780), plantadas». Por último, en la Junta de Mesa de 31 de Octubre de 1780, previ- no el Vicepresidente al Secretario D. Valentín González y Centeno, que hiciese a «D. Antonio Ramos una certificación del tiempo que había servido la plaza de Botánico interino de la Sociedad , pues quería llevar este testimonio del mérito que esto podría producirle, y que de ella quedase copia en la Secretaría». Esta certificación, por cierto muy laudatoria, es de 31 de Octubre de 1780. Quedó, pues, sin colocación y sin medios de subsistencia don Antonio Ramos, quien recurrió a la protección del ya citado don Cándido María Trigueros, el cual tenía verdadero interés por él, como lo demostró en su afán de proporcionarle colocación en el Jar- dín Botánico de Madrid, según resulta de sus cartas a D. Casimiro Gómez Ortega, a que antes nos referimos, y de las que se despren- de que después de haber pensado nombrarle visitador de Boticas, cosa para la que Trigueros le atribuyó suficiente capacidad, pero que a Ramos no agradaba mucho por apartarle de su principal fin, que era la Botánica, obtuvo en el Jardín Botánico de Madrid la plaza de «encargado del cultivo de los invernáculos con ocho reales y casa, lo cual aceptó Ramos con gusto». «Por estar en tan buen jar- dín y entre buenos profesores, mientras hacía méritos para cosa me- jor». No es de extrañar, pues, que su situación al perder el empleo fuera tristísima, en tales términos, que para buscar el apoyo de Tri- gueros había ido a pie de Sevilla a Carmona, no obstante de estar con tercianas (carta 9). No sabemos si Ramos ocupó por fin su modesto destino en el Jardín Botánico de Madrid, y si pasó o no en él el resto de su vida, 462 boletín de LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA pero es indudable el mérito de su labor en Sevilla, y que merecía el buen concepto que de él tuvo Trigueros, como lo expresa en la carta 14 de las citadas, cuando lo recomienda a Gómez Ortega, y de que copiaremos un párrafo para terminar: «En cuanto a su genio (el de Ramos), puedo decir que me ha ido muy bien y creo sucederá lo mismo a cualquiera que lo trate en términos atentos consiguien- tes y comedidos; quien lo quiera tratar con inconsecuencia, con do- minación áspera, y con superioridad ridiculamente afectada, no con- seguirá tanto. Es de todos modos exacto en cualquier cargo, se im- pone para siempre en lo que le explican bien una vez, y si llega a verse al oído de un botánico como Vm., será un perpetuo perro de manga suyo, porque la Botánica es su pasión dominante. Por esto su ojo es excelente, y si no es el mejor methodista, porque se lo estorbó el ser mucho tiempo soldado de Caballería, a lo menos las muchas plantas que conoce, las conoce desde que nacen hasta que mueren, y en cualquier estado que ve otras, las extraña de aquéllas, lo qual le hace muy bueno para herborizar: no obstante, es un regu- lar methódico tonrnefortiano, y oyendo se hará methódico en forma» . Publicaciones que ha recibido la I^eal Sociedad Española de fiistoria jMatural durante los meses de üulio a Sep- tiembre (continuación) y Octubre de 1918. (La liste suivante servirá d'accusé de réception.) República Argentina > Academia nacional de Ciencias, Córdoba. Boletin. Tomo xxiii, entrega 1.^ Suiza Société zoologique suisse et Muséum d'Histoire naturelle de Qenéve. Reme suisse de Zoologie. Vol. xxvi, n'"^ 4-7. Cabrera (A.). - Notas sobre el género Cebus: {Rev. Real Acad. Cieñe, 1917.) DoDERO (A.). — Coléoptéres endogés de la Catalogne. (Butll. Instit. Catal. d'Hist. Nat., 1918.) Ferrer Hernández (F.).— Esponjas del litoral de Asturias. (Trab. Museo Nac. de Cieno. Nat., 1918.) Qandolfi Hornyold (A.).— Algunas observaciones sobre la anguila de Mallorca. (Bol. de Pescas, 1918.) Ghébhard (A.).— Notes de Géophysique. (Notes Provéngales, 1918.) DE HISTORIA NATURAL 463 Qredilla y Gauna (A. F.)-— Biografía de B. Javier de Arizaga. Vitoria, 1918, 2 vols. Griffini (A.)-— Prospetto dei Qrillacridi delle Isole Filippine. (The Philipp. Journal of Science, 1915.) Lobo (B.) — A Lagarta Rosea da Qelechia gossypiella. Río de Janeiro, 1918. Mendes Correa (A. A.).— Sobre a abertura nasal no cránio dos Ma- míferos. (Ann. Acad. Polytechn. do Porto, 1916.) PujiuLA (J.).— Citología. Parte práctica, técnica y observación. Bar- celona, 1918. Silva Tavares (J.).— Cecidología brazileira. (Brotería, 1918.) Mes de Octubre Chile Anales de Zoología aplicada, Santiago. Año iv, n.° 1. Revista chilena de Historia natural, Santiago. Año xxi, n.os 4-6. España España íorestal, Madrid. Año iv, n."' 39-40. Ibérica, Tortosa. Año v, n.os 246-250. Ingeniería, Madrid. Año xiv, n.os 485-488. Institució catalana d'Historia natural, Barcelona. Butlleti. 1918, n." 6. Institución libre de enseñanza, Madrid. Boletín. Año xlii, n.° 702. Instituto de Radiactividad, Madrid. Boletín, vol. x, segundo trimestre. Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas. Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Serie Zoológica, n." 37. Ministerio de Fomento, Madrid. Boletín oficial de Minas y Metalurgia. Año ii, n."' 14 y 16. Observatorio de Física cósmica del Ebro, Roquetas. Boletín mensual. Vol. ix, n.° 3. Real Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales, Madrid. Revista. Tomo xvi, n.° 6. Revista de higiene y tuberculosis. Valencia. Año xi, n.°' 123-124. Estados Unidos y sus Colonias Academy of Natural Sciences of Philadelphia. Proceedings. Vol. lxix, Part ii; vol. lxx, part i. Missouri Botanical Carden, St.-Louis. Annals. Vol. iv, n° 3. Oberlin College. Laboratory Bulletin. N° 20. Ohio State University Scientific Society, Columbus. The Ohio Journal of Science. Vol. xviii, n° 7. 464 ■ boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Francia Academia des Sciences de Paris. Comptes-rendiís. Tome 167, n°' 13-16. Revue genérale des Sciences purés et appliquées, Paris. 29" année, nos 17-19. Inglaterra y sus Colonias The Canadian Entomologist, London. Vol. l, n"' 8-9. Italia Accademia Qioenia di Scienze Naturali, Catania. Bollettino. Fase 44. MÉJICO Dirección de Estudios biológicos, México. Boletín. Tomo ii, n." 3. Portugal Broteria, Braga. Serie botánica. Vol. xvi, fascic. ii. Société portugaise des Sciences naturelles, Lisboa. Bulleiin. Tome viii, fase. i. Mémoires. Serie zoológica, n° 3. Suiza Naturforschende Geselischart in Basel- Verliandluns^cn. B:vr' iyw. Barros V. (R.).— Nola^- iobre el «sapiío vaquero». (Rev. chil. Hist Nat., 1918.) Herbst(P.).— «Tetralonia chilensis» Herbst. (Rev. chil. Hist. Nat. 1917.) Navarro Neumann (M. M. S.).— Notas astronómicas. (Razón y Fe, 1918.) PoRTER (C. E.).--Aracnología chilena. (Bol. Mus. Nación, de Chile, 1918.) — Entomología chilena: Sobre algunos insectos de Nilahue. (Rev. chil. Hist. Nat., 1917.) — Los crustáceos de la expedición a Taitao. (Bol. Mus. Nación, de Chile, 1917.) Spegazzini (C.).— Breves apuntes sobre hymenogástreas sud america- nas. (Rev. chil. Hisi. Nat., 1917.) Thériot (J.).— Contribution á la flore bryologique du Chili. (Rev. chil. Hist. Nat., 1918.) Sesión del 4 de Diciembre de 1918. PRESIDENCIA DEL DR. DON GUSTAVO PITTALUQA El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué aprobada. Admisiones y presentaciones.— Fueron admitidos, como socios nu- merarios, los señores presentados en la sesión anterior, y propues- tos con el mismo carácter, D. Manuel G. Linacero y D. Luis Fer- nández Pérez, alumnos de la Escuela Superior del Magisterio, pre- sentado el primero por el Sr. Fraga Torrejón, y el segundo por el Sr. Doreste. Notas y comunicaciones.— El Sr. Ruiz de Azúa da cuenta de una sepultura tardenoisiense, encontrada en la provincia de Álava. — El Sr. Arias Olavarrieta anuncia la presentación de una nota sobre geología de los alrededores de Cantillana (Sevilla). — El Si. Cardoso participa haber encontrado en la Sierra de San Vicente un manchón arcaico no señalado en el mapa geológico. —El Sr. Cabrera (D. Ángel) hace verbalmente una comunica- ción sobre los leopardos de la costa de Guinea. —El Sr. Frankowski ruega a los señores socios que hayan re- cibido e\ Cuestionario acerca de su trabajo, en preparación, so- bre «las abejas en las creencias populares», que si tienen intención de contestarle, lo hagan a la mayor brevedad, pues tiene bastante adelantado este trabajo. —El Sr. Gómez Llueca presenta dos notas: una sobre peces fó- siles del Neogeno de la provincia de Alicante y otra sobre un Mylio- bates del Eoceno de la misma provincia. —El Sr. Gila presenta una nueva especie mineralógica descrita por el Sr. Pina. Se trata de un sulfuro doble de bismuto y teluro. Renovación de cargos.— Terminada la parte científica de la se- sión y siendo ésta la última del corriente ano, manifestó el Sr. Pre- sidente que era preciso proceder a la renovación de la Junta direc- tiva, eligiendo la que habrá- de ejercer funciones en 1919. Veri- Tomo xviu. -Diciembre, 1918. 29 466 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ficada la votación correspondiente, en la que tomaron parte 72 se- ñores socios, y efectuado el oportuno escrutinio, resultó elegida la siguiente: JUNTA DE GOBIERNO PARA 1919 Presidente D. Antonio Martínez y Fernández-Castillo. Vicepresidente D. Romualdo González Fragoso. Tesorero D. Ignacio Bolívar y Urrutia. Secretario D. Ricardo García Mercet. Vicetesorero D. Cayetano Escribano y Peix. Vicesecretario D. Cándido Bolívar y Pieltaín. Bibliotecario D. Ángel Cabrera Latorre. Rendición de cuentas.— El Sr. Vicetesorero leyó el siguiente Estado económico de la Real Sociedad Española de Historia Na- tural en 1." de Diciembre de 1918. La Sociedad ha invertido en el presente año la suma de pesetas 13.528,18, y tiene un sobrante de 1.586,41, Procede lo gastado: 1 ." De la subvención anual concedida a la Sociedad por el Mi- nisterio de Instrucción Pública y Bellas Artes, que se eleva a la suma de 5.000 pesetas, invertida, en su totalidad, según se acre- dita por el siguiente estado, y cuya cuenta, formalizada por el Habilitado de estos fondos, consta este año de las partidas si- guientes: Abonado por la impresión de las Memorias, tomo x (números 9 y 10), tomo XI (núm. 1), índice de lo publicado: Geología y Boletín, tomo xvn (números 9 y 10) 1.955,80 — por papel para impresiones 1.290,92 — por grabados para las mismas 284,18 — por gastos menores 126,10 — por administración y otros gastos 1.125 — por impuestos del Estado y Habilitación 218 Suma igual a la concedida 5.000 2." De los recursos ordinarios de la Sociedad que, con el saldo sobrante del año anterior, han ascendido a 10.114,59 pesetas, cuya DE HISTORIA NATURAL 467 cuenta de Ingresos y Gastos, que arroja un saldo a favor de la So- ciedad de 1 .586,41 pesetas, es el siguiente: Estado de los ingresos y gastos ordinarios de la Real Sociedad Española de Historia Natural desde 1 " de Diciembre de 1917 a 30 de Noviembre de 1918. •IIÍOI1E:SOS Saldo a favor de la Sociedad en 1." de Diciembre de 1917 2.322,24 Importe de las cuotas corrientes de un socio protector (180), cuatrocientos treinta y tres numerarios, cinco de ellos extranjeros (6.502,50), y diez agregados (80) 6.762,50 — de treinta y tres cuotas atrasadas de socios numerarios, cuatro de ellos extranjeros (501), y ocho agregados (64) 565 — de las cuotas adelantadas para 1919 de los Sres. Andreu, Fonta- na, García Bayón, Ibarlucea, Oberthür (C), Pujol, Seminario de Orihuela y Sobrino, y para 1920 de los Sres. Ibarlucea y Oberthür (C.) 153 — de tiradas aparte, atrasadas, cobradas 68,50 — de la venta de publicaciones 205,70 — de los intereses de dos cédulas del Banco Hipotecario al 4 por 100. 37,65 Total 10.114,59 O- JLSTOS Pagado por la impresión del Boletín, tomo xvni (números I, 2, 3, 4, 5 y 6). 2.282,40 por papel para publicaciones 4.175,05 — por grabados 216,68 — por haberes de los dependientes 960 — por gastos de correo y envío de publicaciones 567 — por gastos menores y de oficina 145,60 — por los presupuestos de las Secciones 181,45 Total 8.528,18 Importa lo recaudado por recursos ordinarios de la Sociedad.. 10.114,59 - lo gastado 8.528,18 Saldo a favor de la Sociedad en 1.° de Diciembre de 1918.. . 1.586,41 La Sociedad tiene, además, un saldo a su favor, por atrasos, de 2.439,50 pesetas, según resulta de los estados y comprobantes que se acompañan. Madrid, 3 de Diciembre de \9\8.— El Tesorero, Ignacio Bolí- var.—£"/ Vicetesorero, Cayetano Escribano. 468 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA — El Sr. Presidente indicó que con arreglo a Reglamento proce- día fueran designados por la Sociedad tres miembros de la misma, que examinaran las cuentas y los justificantes a ellas unidos, pro- poniendo para ejercer este examen a los Sres. Fernández Navarro. Rioja (D. Enrique) y Qila. Secciones.— La de Zaragoza celebró Sesión el día 27 de No- viembre último, bajo la presidencia accidental del Dr. Borobio. Des- pués de leída y aprobada el acta de la anterior, el mismo señor ma- nifestó que habiendo fallecido la esposa del dignísimo consocio y Pre- sidente de la Sección, la Sra. D.^ María de la Paz Elizalde de López de Zuazo, proponía se hiciese constar en acta el sentimiento que a todos embarga por la desgracia que tanto aflige a tan esti- mado compañero. Asimismo hacía igual proposición, por el falleci- miento del hijo, Manuel, del Dr. Rocasolano, tan querido amigo de todos los asociados. Por unanimidad así se acordó. — A continuación se trató de la designación de la nueva Junta para el año próximo, y por aclamación fueron propuestos los seño- res siguientes: Presidente D. Patricio Borobio. Vicepresidente. D. Antonio de Gregorio Rocasolano. Tesorero D. Pedro Ferrando. Secretario D. Pedro Moyano. Vicesecretario. D. Jesús Maynar. — La de Valencia se reunió el 28 de Noviembre, bajo la presi- dencia del Sr. Trullenque, en el Laboratorio de Hidrobiología del Instituto General y Técnico. — El Sr. Trullenque lee la siguiente nota acerca de un nuevo hí- brido de Phlomis de la Flora Valenciana: En las estribaciones de la sierra del Caballón, en los términos de Tous y Carlet, crecen con bastante abundancia las especies bo- tánicas del género Phlomis, y entre ellas las Phl. crinita y Phl. Lychnitis. En una de mis visitas a dicha localidad me encon- tré con una especie de este género, que participaba de los caracte- res de ambas, por lo que la consideré como un híbrido de ellas; con esta sospecha acudí en auxilio del eminente botánico y querido compañero D. Carlos Pau, el que tan atento como siempre me con- testa a tenor siguiente: «La planta es realmente híbrida, y como yo publiqué esta com- DE HISTORIA NATURAL 469 binación y tengo el tipo publicado en mi herbario, todo lo que diga llevará el sello de la mayor seguridad. Hoy se formulan los híbri- dos con el signo de multiplicar; pero cuando se encuentran dos hí- bridos de los mismos padres y uno manifiesta influencia mayor de un padre, y el otro de otro padre, se acude al signo matemático mayor que o menor que. Y este es el caso de su planta, comparada con la que publiqué estos días de Andalucía. Atienda, pues; Phlomis CRiNiTA > Lychnitis Pau. —P/il. compositaPau, SO. Arag. de C. N. Phlomis crinita < Lychnitis Pau, n. hyhr. —P/iL Tnillenquei Pau, n. hybr. . crinita. — Hojas aovado-acorazonadas. Lt/chnitis.— Hojas lineales largamente decurrentes y delgadas. composita. —Hojas aovadas algo cuneiformes en la base. Trullenquei. - Hojas lineales oblongas largamente decurrentes, pero gruesas y afelpadas.» Réstame manifestar mi agradecimiento al querido compañero D. Carlos Pau por su delicada dedicatoria, y ofrecer esta pequeña observación a mis queridos consocios. —El Sr. Moróte muestra una interesante colección, formada por gran número de especies de plantas alpinas, procedentes de los Pirineos; es cedida galantemente por dicho señor para aumentar los herbarios del Museo de Historia Natural del Instituto. —El R. P. Casan presentó curiosos ejemplares de moluscos, en- tomostráceos , hidrácnidos y rotíferos de las aguas inmediatas a Gandía (Valencia), de los que hizo donación al Laboratorio de Hi- drobiología del Instituto, en donde se procederá a su estudio. —El Sr. Pardo manifiesta que: «En una de sus múltiples visitas a la Pescadería, tuvo la fortuna de hallar un ejemplar de 35 centí- metros de Temnodom saltator curioso Escómbrido que de ordi- nario habita las costas italianas del Adriático, apareciendo sólo esporádicamente en las costas francesas, según dice Acloque en su Fauna de France. Ni el profesor Cisternas, en su excelente Ca- tálogo de los peces del Mediterráneo, ni el marino Navarrete en su Manual de Ictiología Marina de España y Baleares, le citan, lo que también parece indicar su rareza. En virtud de este hallazgo, así como el del Hoplosthetus mediterraneus, de que ya di cuenta a la Sociedad, me propongo redoblar mis visitas al Mercado de Pescado por tener el convencimiento de que para ob- 470 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA tener especies raras no hay nada mejor que asistir al mismo asi- duamente, pudiéndose tener la seguridad de que se sacará prove- choso fruto» . —La de Barcelona celebró sesión el 29 de Noviembre, bajo la Presidencia de D, José Fuset. —El Sr. Presidente da cuenta de haberse recibido, con destino a la Biblioteca de la Sección, varias publicaciones. —El mismo señor comunica haber contribuido nuestra Sección con la cantidad de 50 pesetas al regalo de un martillo de geólogo hecho, como homenaje a nuestro consocio D. Luis Mariano Vidal, por varias Sociedades, con motivo de sus bodas de oro científicas. Aprovecha la ocasión para pronunciar frases de elogio a nuestro ilustre consocio, que el Sr. Vidal agradece. —El Sr. Faura lee una nota bibliográfica del trabajo de D. Sal- vador Vilaseca, titulado: «Els terrenys paleozóics del Camp de Ta- rragona». Reus, 1918. — Fueron leídas, además, las comunicaciones siguientes: una del Sr. Faura, titulada: «Observaciones sobre la presencia de una pu- dinga poligénica en digestión por el granito eruptivo de Valí For- nés, Cánoves, provincia de Barcelona»; otra del P. Pujiula, titu- lada: «La Stylonychia mytilus en el acuario microscópico»; otra del Sr. Fernández Riofrío, acerca de la estructura celular de las algas cianofíceas, y, finalmente, otra de D. Carlos Pau, leída por don A. Caballero acerca de los Hieracios catalanes. —La de Sevilla celebró sesión el 2 de Diciembre, en el Museo de Historia Natural de la Universidad, bajo la presidencia de D. Fe- liciano Candau. — Don Antonio González Nicolás dio cuenta de las investigacio- nes hechas por el Sr. Camino en busca de hulla en una finca de su propiedad, situada entre El Pedroso y Villanueva de las Minas, de que procedían interesantes ejemplares de fósiles y otros, que habían sido incorporados a la colección que está formando la Jefa- tura de Minas de Sevilla. — El Sr. Barras presentó una interesante colección de Algas de a playa de Chipiona, recogidas y preparadas por la excelentísima Sra. D." María Daguerre, viuda de Gestoso, avalorada con la car- peta en que está contenida y que lleva en una de sus tapas una acua- rela pintada por el ilustre arqueólogo sevillano D. José Gestoso. DE HISTORIA NATURAL 471 Nota bibliográfica. Del Sr. Fernández Navarro (Sección de Madrid): Gentil (Louis): Sur le sinchronisme des dépóts eí des mou- vements orogéniques dans les détroits Nord-Bétique et Sud- Rifain. (Espagne méridionale et Maroc.) C. R. Acad. Se, tomol67, núm. 20 (11 Noviembre 1918). Esta nota ofrece especial interés para la historia geológica de Andalucía. Los concienzudos estudios del autor, de antiguo prose-: guidos en Marruecos, y las valiosas observaciones que reciente- mente ha realizado en la región hética, le han permitido hacer una aproximación perfecta entre los estrechos Nord-Bético y Sud-Rife- ño, canales mediante los que se realizó en la época neógena la co- municación entre las aguas atlánticas y las mediterráneas. Gentil, compartiendo en esto las ideas de Haug, suponía que en- tre ambos estrechos no hubo exacta concomitancia, sino que el canal andaluz se habría cerrado cuando se abrió el marroquí, preci- samente en el mioceno medio (1). Hoy, modificando su anterior mo'do de ver, llega a la conclusión de que «La comunicación entre el océano Atlántico y el Mediterráneo queda establecida, lo mismo en España que en Marruecos, por la transgresión burdigalense, que alcanza su máximum en el Tortoniense. Después, la retirada del" mar saheliense, en el estrecho Sud-Rifeño como en el estrecho Nord-Bético, indicaba la regresión del mar mioceno, correspondien- do a la oclusión simultánea de los dos estrechos». Esta unidad notabilísima entré los dos estrechos queda en la nota de M. Gentil comprobada, no sólo por la identidad de facies de los depósitos contemporáneos, sino también por la simultaneidad de los grandes movimientos que los han afectado. Esta opinión, en la actualidad sustentada por Gentil, es la que nosotros sosteníamos precedentemente (2). Nos complace sobrema- nera que tan alta autoridad en Geología marroquí venga hoy a dar valor a nuestras opiniones de siempre. (1) Véanse: E. Haug, Traite de Geólogie, tomo ii, p. 1731, y L. Gentil, Sur la formatíon dii détroit Sud- Rifain. C. R. Acad. Se, tomo 152(1911), pág. 416. (2) Véanse: Yebala v el bajo Lucus. (Madrid, 1914), pág. 153; Ob- servaciones geológicas en la Península yebálica. Mem. de la R. Soc. esp. de Hist. Nat., tomo viii, mem. 4."", pág. 151. 472 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Notas y comunicaciones. Sobre los leopardos africanos, con descripción de una forma nueva por Ángel Cabrera. (Láminas xvi y xvii.) La idea de que los grandes gatos ocelados del Antiguo Mundo representan dos especies diferentes, que corresponderían con más o menos exactitud al pardus y la pant fiera de Oppiano y otros es- critores de la antigüedad, era corrientemente aceptada por los naturalistas de fines del siglo xviii y principios del xix, desde Buf- fon hasta Temminck; pero posteriormente los zoólogos, por lo me- nos la mayor parte, convinieron en considerar estas dos supuestas especies como simples modificaciones individuales de una especie única, el Felis pardus, si bien admitiendo para ésta varias subes- pecies o razas locales que se han distinguido con los nombres orien- talis, variegatus, fontanierii, j'aponensis, tulliana, etc. De las observaciones de los viajeros cazadores resulta, no obstante, que en una misma región pueden coexistir dos formas de félidos de este tipo, fáciles de distinguir entre sí, sobre todo por el tamaño, lo que viene a confirmar la opinión de los antiguos. Muchos zoólogos mo- dernos señalan el hecho. Blanford (1), por ejemplo, escribe: «Se ha pensado por muchísimos autores, y entre los naturalistas de la India por Sykes, Elliot, Horsfield, Hodgson y Sterndale, que hay dos especies de leopardos indios: uno mayor y otro más pequeño... La mayoría de los sportsmen que han cazado en la India central y mu- chos shikaris indígenas distinguen estas dos formas, y en algunas partes del país hay indicios de dos razas: una forma mayor, que habita las colinas y los bosques, y una forma más pequeña, que co- múnmente se presenta en los manchones de hierba y matorral entre los campos cultivados y los jardines. Dícese que la forma más gran- de tiene una cola más corta, la cabeza más grande, con una cresta (1) The Fauna of British India: Manimalia (1888-91). Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII.-LÁM. XVI. Fot. Molina. CRÁNEOS DE LEOPARDOS DE GUINEA, VISTOS POR ENCIMA (^>- y) 1. Panthera pardiis reichenowi. Yokó, Kámerun (tipo). 2. Panthera pardas leopardus. Río Muni, Guinea española. (Mus. Nac. de Cieñe. Nat.. man. 18. xi. 15. 1.) Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -LÁM. XVII. Fot. Molina. CRÁNEOS DE LEOPARDOS DE GUINEA, VISTOS POR DEBAJO (x j) 1. Panthera pardas reichenowi.Yokó,Kámerüm (tipo). 2. Panthera pardiis leopardiis. Río Muni, Guinea española. (Mus. Nac. de Cieñe. Nat., núm. 18. xi. 15. 1.) DE HISTORIA NATURAL 473 occipital, y manchas claramente definidas sobre un fondo pálido. La forma más pequeña tiene una cola relativamente más larga, una cabeza más redonda, manchas menos claramente definidas y pelaje más basto.» «Los sportsmen de la India — dice Lydekker (1) — están conven- cidos de la existencia de dos especies de grandes gatos manchados, aparte del leopardo cazador, a las que llaman, respectivamente, leopardo y pantera.» La misma opinión, pero extendida al África, encontramos en otros autores. «Tanto en África como en la India — nos dice W. L. Sclater (2) — , los cazadores han acostumbrado distinguir una varie- dad más pequeña, «de colinas», y otra mayor, «de llanura», cuyas diferencias han sido claramente señaladas por Kirby». Este último autor, en efecto, en su libro In \Haunts of Wild Game (1896), dice que en el África del Sur hay una variedad con el cuerpo de tres pies y siete pulgadas, medida inglesa, y la cola de dos pies y diez pulgadas, y otra cuyo cuerpo mide cuatro pies y cuatro pulga- das, mientras la cola sólo tiene dos pies y medio. Las observacio- nes del ilustre africanista Sir Harry Johnston coinciden con las de Kirby. «Los leopardos de toda África y de la India, Ceilán y Mala- sia — dice este viajero (3)— son absolutamente iguales en aspecto, tamaño y dibujo, aunque todas estas regiones ofrecen dos tipos distintos, según que el leopardo en cuestión habite los sitios abier- tos o los bosques. El leopardo de las llanuras herbáceas es un ani- mal grande, a veces próximo en corpulencia a una leona pequeña, con corto pelaje amarillo marcado muy claramente con rosetas bien señaladas, pero no grandes. El leopardo de los bosques de África y del Asia meridional es ligeramente menor, con una cola muy larga y un pelaje cuyo fondo tira más bien a gris que a amarillo, pero tiene manchas muy negras y anchas, algo más como las del yaguar». Refiriéndose a los leopardos del Somal, dice Swayne (4): «Hay un animal muy grande que vive en las colinas, que los sportsmen de la India llamarían una pantera y que, teniendo en cuenta la exage- ración de los indígenas, probablemente es del mismo tamaño. A ve- (1) The Game Animáis of India, Biirma, Malaya and Tibet (1907)^ página 309. (2) The Mammals of South África, i (19C0), pág. 36. Ci) Animal Life, i (1902), pág. 88. (4) En Lydekker, Game Animáis of África (1903), pág. 433. 474 BOLETIIÍ DE LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ees pueden verse en Aden pieles de pantera somalí muy grandes, puestas a la venta. El animal que comúnmente se encuentra por los cazadores, sin embargo, es el leopardo, que está muy extendi- do, hallándosele en todas partes, excepto en las grandes llanuras herbáceas sin árboles, donde probablemente no existen estos ani- males». Matschie (1) afirma que en Kilimatinde, Iringa, Kondoa- Irangi y otros puntos del África Oriental Alemana coexisten dos especies de leopardos bien diferentes en la piel y en el cráneo. «Junto a una pantera más grande, más tosca —dice — vive un leo- pardo más esbelto, más pequeño.» Finalmente, Lonnberg (2) indica que «generalmente se cree que en el África Oriental Inglesa hay dos clases de leopardos, una raza grande y otra pequeña», y añade: «El comisario provincial Dr. Hinde me ha hecho notar el hecho de que, según su propia experiencia, los leopardos de los bosques y sus linderos eran más grandes que los de las llanuras abiertas»?. Como se ve, los autores no están muy conformes respecto a qué clase de terreno habita cada una de estas dos formas; pero la exis- tencia de dos leopardos diferentes, uno grande y otro pequeño, en la misma región, o por lo menos en algunas regiones, es un hecho evidente. Las indicaciones más o menos vagas que acabo de repro- ducir son, en efecto, confirmadas por las observaciones de los espe- cialistas más concienzudos. Por de pronto, sabemos positivamente que en el nordeste de China hay dos panteras o leopardos diferen- tes: la forma fontanierü M..-Edw., que probablemeete es idéntica al, Felís japonensis de Gray, y el F. chinensis de este último autor, cuyo verdadero nombre parece ser orientalis Schlegel. En Siam, Nils Gyldenstolpe (3) ha encontrado tamaños muy diferentes dentro de un mismo sexo (longitud cóndiiobasal del cráneo, 158,3 milímetros en una hembra, y 179,8 en otra). Pasando al África, ve- mos que Thomas (4) ha descrito bajo el nombre de Felis pardas nanopardus una forma pequeña del Somal (cabeza y cuerpo, 115 centímetros en el d" y 107 en la 9; cola, 65 en el cf y 58 en la 9), y, sin embargo, sabemos que en el mismo país hay leopardos mucho más grandes, puesto que en los Records of Big Game de Row- (1) Wissenschaftliche Er^^ebn. der Expedit. Filchner nach China iind Tibct, X, i (190S), pág. 199. (2) Kiingl. Sv. Vet. Akademiens Handlingar , xlviii, núm. 5(1912), página 76. (3) Arkiv for Zoologí, viii, núm. 23 (1914), pág. 24. . (4) Ann. and Mag. Nat. Hist., ser. 7, xiv (1904), pág. 94. DE HISTORIA NATURAL 475 land Ward aparecen ejemplares de 210 y 215 cm. de longitud total. En el Museo Nacional de los Estados Unidos hay dos leopardos somalís que Hollister (1) refiere a la forma suahelica, que es mu- cho mayor que nanopardus. «Es completamente evidente —dice Hollister— que estos ejemplares no representan el Felis pardas nanopardus de Thomas». En el Uganda existen también dos for- mas diferentes: una que Heller llama Felis pardas chai, y otra más corpulenta, pero con cola más corta, que parece propia de mon- taña y que Camerano ha descrito como F. p. rawenzorii. En el África Oriental Inglesa, en fin, junto al F. p. saahelica, que es el leopardo común de aquella región, encuéntrase otra forma más ro- busta y con ciertos caracteres peculiares lo bastante marcados para que Heller la haya considerado como una subespecie distinta, bajo el nombre de Felis p. fortis (2). Lonnberg ha dado las figuras de las pieles de dos ejemplares que probablemente corresponden a estas dos formas; una de ellas pertenece a un animal mucho más robusto que la otra y con manchas más grandes, pero con la cola relativamente más corta. Desde hace años tengo el convencimiento de que el mismo hecho ocurre en el África occidental, por lo menos en la Guinea, y así lo he hecho consta!" en otras ocasiones (3); pero entonces no me fué posible distinguir de un modo definitivo los dos leopardos de aque- lla región, por no haber tenido a mi disposición otro material que algunos cráneos, sin localidad determinada, obtenidos por el Museo Nacional de Ciencias Naturales del viajero D. Luis Sorela, y va- rias pieles mutiladas traídas del territorio del Muni por algunos de los oficiales que figuraron en la Comisión de Límites enviada por nuestro Gobierno en 1901. Un interesante trabajo sobre cráneos de leopardos publicado posteriormente por Pocock (4); vino a confirmar mis suposiciones. El eminente director del Jardín Zoológico de Lon- dres, estudiando cuatro cráneos de leopardos de Cette-Cama (Ga- bón), llama la atención hacia el hecho de que uno de ellos es notable- mente más chico que los otros, teniendo 75 mm. menos de largo y 5Ó menos de ancho que el más pequeño de los otros tres. «Este crá- (1) Bulletin U. S. Nat. Mas., núm. 99 (1918), pág. 171. (2) Smithsonian Mise. Coll., lxi, núm. 19 (1913), pág. 5. (3) Mem. R. Soc Esp. de Hist. Nat., i (1903), pág. 24; ibíd., i (1908), página 448. (4) Proceed. Zool. Soc. of London, 1909, pág. 204. 476 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA neo — dice Pocock— viene en apoyo de lo que frecuentemente dicen los cazadores, que en las mismas localidades existen dos cla- ses de leopardos, unos más grandes, llamados panteras, y otros más pequeños, llamados leopardos. En cuanto al tamaño, este ejemplar pequeño se acerca mucho más al cráneo típico del leopardo enano del Somal, descrito por Thomas como F. pardas nanopardus, un leopardo que, juntamente con su congénere de tamaño normal del Somal, ofrece el ejemplo más notable conocido de una forma gran- de y otra pequeña viviendo en el mismo país». El detenido examen de nuevos materiales me permite hoy afirmar de un modo definitivo que, por lo que respeta a la Guinea, los cazadores están en lo cier- to, es decir, que en la Guinea Continental Española, el Kámerun y el Gabón existen dos leopardos diferentes, que hemos de consi- derar como razas, o acaso especies, perfectamente distintas. Apar- te de un cráneo de la forma grande obtenido por D. José Valero en los bosques del Muni (Mus. Nac. de Cieñe. Nat., núm. 18. xl 15. 1), los ejemplares que he visto de la Guinea Española carecen de indi- cación exacta de localidad, pudiendo haber llegado a la costa desde el interior; pero el Dr. Eduard Reichenow ha traído del Kámerun, entre otros muchos mamíferos interesantes, dos leopardos con datos precisos de localidad, cada uno perteneciente a una de las dos for- mas y que parecen indicar que éstas corresponden a condiciones topográficas distintas. El ejemplar más pequeño fué cazado por el Dr. Reichenow en Yokó, al N. del río Sánaga, en región abierta, de praderas herbáceas; el más grande procede del lindero de los bos- ques el S. del Sánaga, unas ocho leguas al N. de la estación de Akonolinga. Si esta diferencia de localización fuese constante, po- dríamos considerar estos leopardos como dos razas, como dos modos de adaptación de la misma especie; pero si ambos viviesen en los mismos sitios, y el haberlos cazado en sitios distintos topográfica- mente fuese casual, sería preciso mirarlos como especies diferentes. Sea como fuere, las diferencias entre ambas formas son bien mar- cadas. En la forma mayor, la cola es siempre proporcionalmente más corta, las manchas están más dispersas, y las partes inferiores y el extremo de la cola ofrecen un fondo poco más pálido que el del resto del pelaje, a lo sumo amarillento blancuzco; en la más peque- ña, la cola es muy larga, las manchas son más compactas, y el fon- do del pelo en el vientre y extremo de la cola es blanco puro. Pero donde mayor diferencia se observa es en los cráneos, aun de- jando aparte la cuestión de tamaño. El del leopardo grande pre- 1)K HISTUUIA NATUKAL 477 é senta una forma general más alargada, debida sobre todo a lo pro- longado y estrecho de la caja cerebral, y sin embargo, sus arcos cigomáticos están mucho más abiertos que en la raza o especie pe- queña, la cual tiene una caja cerebral más redondeada. La cresta sagital del primero es mucho más alta y más fuerte, y su fosa me- sopterigoidea ofrece la forma estrecha y alargada que Pocock con- sidera característica de F. pardas leopardus, en tanto que el leo- pardo pequeño tiene esta fosa relativamente corta y ancha, casi como se ve en los leopardos de la India y del África Oriental. Blanford, refiriéndose a los leopardos grandes y chicos de la In- dia, piensa que las diferencias pueden ser debidas a la edad, y Lonnberg, hablando de los del África Oriental Inglesa, cree que podrían atribuirse al sexo. Ninguna de estas opiniones explica el caso en los ejemplares de Guinea. Todos los cráneos en que yo he basado mis comparaciones son perfectamente adultos, con la sutu- ra basal borrada por completo, y tanto de la forma grande como de la pequeña he visto pieles de machos y de hembras. Además, cuando se examinan las medidas de cráneos de F. p. nanopardus publica- das por Thomas, las de F. p. chiii y F. p. suahelica dadas por Hollister, las de los leopardos de Eritrea que da Lonnberg, etc.^ se ve que, dentro de una misma raza, entre el cráneo masculino y el femenino hay una diferencia de longitud basal o de longitud cóndilobasal que nunca llega a 30 mm.; en tanto que la diferencia en la misma medida entre los cráneos grandes y los cráneos peque- ños de Guinea excede siempre de 45 mm. No cabe, pues, sino ad- mitir que en Guinea, como en el Somal y en otros países, hay dos formas diferentes de grandes gatos ocelados. Posible es que se trate de dos especies representadas paralelamente en los distintos países por diferentes razas geográficas, debiendo referirse a una especie todas las razas grandes y a la otra todas las pequeñas; pero hasta tanto que esto se demuestre mediante el estudio com- parativo de series numerosas de ejemplares con datos precisos de localidad, sexo, etc., lo mejor es considerarlas a todas como formas de la misma especie. Claro está, no obstante, que cada una de es- tas formas habrá de distinguirse con un nombre. Para poder deter- minar los que deben llevar las dos que viven en Guinea, me ha sido preciso revisar toda la sinonimia de los leopardos, y a conti- nuación doy un resumen de las conclusiones a que he podido llegar respecto a los nombres empleados para designar los de África. Felis pardas Linné, 1758 (Syst. Nat., ed. 10, pág. 41). Estable- 478 BOLKTIN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA cido sobre el «pardalis» de Ray, que no lleva dato de localidad y puede ser cualquier gato ocelado, y sobre la descripción que dio Próspero Alpino de los leopardos de Egipto. Como ya hemos de- mostrado, yo mismo hace ocho años (1) y Thomas poco tiempo des- pués (2), este nombre corresponde a la forma que vive en el valle del Nilo. Hollister designa con él, muy acertadamente, los ejempla- res del Sudán Egipcio. Felis panthera Schreber, 1776 {Süugthiere, iii, lám. xcix). Fi- gura copiada de la publicada por Buffon en 1761 con el epígrafe «La panthére femelle» (Hist. Nat., ix, lám. xii). Este ejemplar y dos machos, uno de los cuales se hizo representar también, vivie- ron en la casa de fieras de Versalles, y Buffon (pág. 160) dice que las tres panteras procedían de Berbería, ailadiendo: «La regencia de Argel regaló a Su Majestad las dos primeras, hace diez o doce años; la tercera se le compró, para el rey, a un judío de Argel». Por consiguiente, panthera debe ser el nombre de la forma arge- lina de la especie. Azara, Geoffroy, Temminck y otros autores de la primera mitad del siglo pasado creyeron que la «panthére femel- le» de Buffon era realmente un yaguar, fundándose en que sus manchas parecen muy grandes y tienen uno o dos puntos interiores; pero las figuras de Buffon, aunque muy aceptables para la época en que fueron hechas, no pueden considerarse como modelos de exactitud, y la descripción que del mismo ejemplar hace Dauben- ton no puede aplicarse al tigre americano. Según el minucioso co- laborador de Buffon, las manchas más grandes de su pelaje tenían dos pulgadas de diámetro, medida francesa, o sean 54 mm. En el yaguar, las manchas son siempre enormemente mayores. En cuanto a la presencia de puntos centrales en algunas manchas, es un ca- rácter más frecuente en los leopardos de lo que suele creerse, ob- servándose, por ejemplo, en la piel del Uganda representada por Lydekker en los Proceedings de la Sociedad Zoológica de Lon- dres (1907, pág. 784, fig. 205); en el ejemplar de Meru del Museo de Washington, figurado por Hollister (3); en otro fotografiado por Akeley en el África Oriental Inglesa (4), y en uno, cuya localidad se ignora, que se conserva en el Museo de Madrid, y en el que. (1) BoLRTÍN R. Soc. Esp. DB HiST. , Nat., X (1910), pág. 423. (2) Proceed. Zool. Soc. of London, (191 1), pág. 135. (3) L. c. 191S, lám. 5. (4) Travel, xxvii (1916), núm. 4, pág. 8. DE HISTORIA NATURAL 479 por cierto, algunas manchas miden hasta 64 mm. de diámetro. Aun sin descender a estos detalles, en el caso presente el dato de localidad, que los autores de hace un siglo parecen haber pasado por alto(l), es decisivo. Schreber, en el texto correspondiente a su lámina xcix (pág. 384, 1777), considera al animal representado como idéntico al F. pardas Linné; pero fuese cual fuere su opi- nión el redactar dicho texto, el hecho es que el nombre Felis pan- thera aparece por primera vez con la figura de un ejemplar ar- gelino. Felis leopardas Schreber, 1776 (1. c, iii, lám. ci). Figura co- piada de la lámina xiv de Buffon, representando «Le léopard». Buffon dice que emplea este nombre «para designar el animal del Senegal», por lo que debemos aceptar esta localidad como típica. Pocock hace extensiva la denominación F. pardas leopardas al leopardo grande de la costa de Guinea, y no hay inconveniente para aceptar su opinión mientras no se demuestre que los ejempla- res de esta procedencia difieren de los senegaleses. Las descrip- ciones y medidas de Buffon y Daubenton son perfectamente apli- cables a los leopardos grandes del territorio del Muni. Felis varia Schreber, 1776? (1. c, iii, lám. ci, B). Esta figura es otra copia de la lámina xiv de Buffon, pero con algunas modifi- caciones en las manchas y coloreada de un tono rojizo uniforme. Schreber no publicó texto ninguno alusivo a ella, ni la incluyó en su índice de láminas, de manera que la forma a que quiso referirse es absolutamente indeterminable. Felis pardas antiqaoram Griffith, \%21 (Animal Kingdom, v, página 165). Refiérese este nombre a la figura y descripción de un ejemplar del Museo de Hesse Cassel, publicadas en el tomo ii de la misma obra bajo la denominación de «Panther of the Ancients». ;- . a de Qui- (Mus. Ma- , Sorela). -^ c *J (U o w *~ -w 0) o -M U o "S «s "S '^'^ o 3 íU to o g"■ o^" °UT3 O-" o^" °c-a mm. mm. mm. mm. mm. mm. mm. mm. Longitud totaL... 191 190,5 189 282 266,5 * 253 240 236 ídem cóndiloba- sal 172 » » » » 232 219 218 Ancho cigomá- tico 119 114 120 181 181 157 150 153 ídem sóbrelos ca- ninos 48 47,5 47 63,5 66,5 63 58,3 61 ídem interorbita- rio 32 28,7 32 44,5 44,5 42,5 43 41,5 Estrechamiento postorbitario.. . 42 41,4 38,5 41 41 42 41,6 45 Ancho de la caja cerebral 66,5 83' 63,5 67,5 73 69 79 73,5 75,5 ídem mastoideo.. » » » » 97 94 98 Longitud máxima de los nasales.. 60 » 54 » » 80 70,8 65 Mandíbula ,. 125 » 126 » » » 158 » Del canino supe- rior al pm* 63 » 64 » » 81 75 76 Del camino infe- rior al nii 74,5 * 73 » » » 84 » Pm* 24x11,2 22 X? 23x11,5 27 X - 25,4 X ? 27,5x14,5 27 X 14,5 28x14 Mi 16x8 » 16,3x8 » » » 19,5 X 10 x Todas estas medidas son de cráneos perfectamente adultos; el tercero de reichenowi y el cuarto de leopardus, muy viejos, con todas las suturas borradas. Para los ejemplares de Pocock, he tra- ducido en milímetros las medidas que este autor da en pulgadas inglesas. El ejemplar de Yokó (Kámerun) que posee el Dr. Reichenow, y que he designado como tipo, parece ser un macho. En la piel no se observa indicio ninguno de las mamas, y en cambio parece haber bajo la raíz de la cola algún residuo de escroto. DE HISTÜUIA NATURAL 483 Sepultura Tardenoisiense de AXPEA (cerca do Tres- puentes: Álava) por Pedro Ruiz de Azúa. En el mes de Julio de 1918, el Colegio de Santa María que los religiosos marianistas tienen en Vitoria, fué invitado por la exce- lentísima Diputación de Guipúzcoa a presentar en el Congreso de Estudios Vascos, que se celebró en Oñate durante la primera sema- na del mes de Septiembre último, el esqueleto armado de un Ursas spelaeus que, procedente de la cueva de Aitzkirri (Oñate: Guipúz- coa), posee dicho Colegio. Al aceptar el Profesorado esa invitación, creyó sería útil para el conocimiento de la Prehistoria del país vasco mandar también a dicho Congreso todo el material arqueológico y prehistórico recogi- do en diversos puntos de la provincia de Álava por los profesores de Historia Natural que se venían sucediendo en la cátedra en los veintiocho años que el dicho Colegio lleva de existencia (1). (1) Tal vez no sea del todo inútil dar aquí un resumen sucinto del trabajo realizado por dichos Profesores, dado que estas indicaciones pueden ser provechosas para investigaciones ulteriores. Don Luis Heintz ha realizado un estudio minucioso sobre las grutas, cavernas y simas de Álava. Este trabajo forma parte de la Geografía general del país Vasco Navarro, editada por Alberto Martín de Bar- celona. En él describe el autor varias grutas no conocidas y hace un estudio detallado de la cueva Mairuelegorreta, situada en el monte Qorbea. A Don Constantino Díez se debe el esqueleto del Ursiis spelaeus por él reconocido en la cueva de Aitzkirri; otros restos de la misma especie encontrados en la cueva de Mairuelegorreta, y varios fragmen- tos de cuchillos neolíticos encontrados cerca de los dólmenes de Escal- mendi y Copelamendi, situados ambos en el término de Durana. Don Marcelo Alonso ha hecho excavaciones romanas; pero, sobre todo, tienen interés muy particular las realizadas en las sepulturas del Alece (Ylarduya), labradas en bloques de arenisca, desgraciadamente sin encontrar hasta el presente objetos que permitan determinar exac- tamente la edad de tales restos. Ha revisado el túmulo de Oquina, des- cubierto en 1913 por el Dr. E. Eguren y D. Pedro Lorentz (marianista). Ha hallado hachas neolíticas en Ullivarri-Camboa, de Ylarduy'a, en la Dehesa de San Bartolomé; y cuchillos de la misma época en el término de Arzubiaga. 484 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Deseando completar con algunos detalles el estudio de localida- des anteriormente exploradas, salí con unos cuantos profesores del Colegio, el 24 de Julio del corriente año de 1918, en excursión cien- Hueto díj^a VoHhechi irt/odd t 4J1cndoz.l -f^-V"^ írríd^d x/fjr^ e «Y.> de la figura 2.'', estaban juntas, pero la tercera «Z>) distaba 0,50 m. de la piedra «Y». El espacio que idealmente limitaban tenía 1,90 m. de diámetro. Por la parte más elevada limita el túmulo con un mal camino, apenas señalado en la roca, y que baja transversalmente del monte. A orillas de este camino se encuentran otras piedras de diferente tamaño que parecen haberse corrido de la montaña y que sirven en cierto modo de contrafuerte a las tres del túmulo que hemos descri- to precedentemente. Mencionaremos, para completar la descripción de los alrededores del túmulo, que otra escombrera irregular de piedras, generalmen- te de menor tamaño, se extiende a la izquierda de la losa «X» de la figura 2.^ La parte opuesta al arco formado por las tres losas X, Y, Z, se pierde en forma de un amontonamiento suave de. tierra, sin deli- '^&^^^^ Fie. 3.=* -Corte ael Tumiilo de Axpea por la línea A B C de la figura ^Z mitación de losas, hacia la roca desnuda, como se ve en e! corte ABC de la figura 3.'" Excavando el túmulo propiamente dicho, hemos' encontrado una capa de tierra vegetal entremezclada con piedras de escaso tamaño. Seguía debajo otra capa de tierra negra, con manchas de color blancuzco y de unos 0,30 m. de espesor. Esta capa, indicada por rayas oblicuas en la figura 3.'\ formaba al mismo tiempo el verda- dero «nivel arqueológico» del túmulo. Debajo de este nivel se per- cibe una capa de arcilla con.piedras. La base del túmulo está forma- da por la roca caliza cretácica, que ofrece una ligera depresión de unos 0,20 m.; de modo que la altura máxima del túmulo llega a ser de unos 0,80 m. Insistimos en que el túmulo presentaba el aspecto de estar abso- lutamente intacto e inviolado. Su excavación se realizó con ex- tremada minuciosidad y toda la tierra fué examinada a punta de navaja. La mejor prueba de la exactitud empleada es el hecho de haber 488 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA encontrado unas 340 cuentas de collar casi «microscópicas», que describiremos más adelante. Huelga observar que no ha escapado a nuestra observación ningún objeto de mayor tamaño, tal como huesos humanos, pedernales tallados, cerámica, etc. El nivel arqueológico estaba reducido, como ya hemos indicado, a la capa de tierra negra que se extendía inmediatamente debajo de la capa protectora de tierra vegetal. Los hallazgos prehistóricos se componen de huesos humanos y de utensilios arqueológicos. En cuanto a los restos humanos, no existían cráneos enteros, pero sí fragmentos bastante deshechos de bóvedas craneanas. Por el contrario, encontramos fragmentos más o menos deshechos de mandíbulas inferiores pertenecientes a cinco individuos adultos y un fragmento de'mandíbula de niño. La mayor parte de estos frag- mentos conservan todavía parte de la barbilla y llevan aún una serie de dientes. Además, y aparte de ellos, se encuentran 159 dien- tes aislados; provienen en parte de maxilares superiores, y en parte también de las mandíbulas inferiores mencionadas. Además de estos restos de cráneos, había escasos huesos del tronco. Existe un fragmento bastante grande de fémur, dos frag- mentos mayores de tibia, dos de húmero, uno de peroné, varios fragmentos de radio y cubito y trozos aislados de unas vértebras y de huesos de la mano y del pie. Fuera de esto, se encontraron varios trocitos de huesos largos cuya determinación anatómica exacta no parece posible. Añadiremos que, al lado de estos huesos de adultos, existen también algimos restos esqueléticos de niño de corta edad. Reuniendo todos estos restos no se llega a reconstitutir, ni con mucho, los esqueletos de los cinco individuos adultos, claramente indicados por la presencia de las cinco mandíbulas inferiores dife- rentes. Siendo, por lo demás, imposible que una tan gran parte de los restos esqueléticos haya desaparecido enteramente por descompo- sición total, dado el buen* estado de conservación de los huesos en- contrados, incluso de los huesecillos frágiles del niñO) llegamos a la conclusión de que en dicho túmulo no fueron sepultados cinco cadá- veres enteros de adultos, acompañados del de un niño, sino sola- mente una parte de los esqueletos. Indudablemente nos encontramos en presencia de la práctica, ya observada en otras ocasiones, de que estos individuos debieron ser DE HISTORIA NATURAL 48ÍI depositados primeramente en otro sitio, y solamente, después de la descomposición de sus cadáveres, una parte de los huesos encon- tró sepultura definitiva en el túmulo por nosotros estudiado. No cabe duda que en este sitio han sido depositados, en primer lugar, los cinco cráneos más o menos completos de adultos y el de un Fig. 4."— Cuchillos de silex del Túmulo de Axpea (tamaño natural). niño, y con ellos solamente una parte de los huesos de sus troncos correspondientes. Nos hallamos, por tanto, frente a una sepultura secundaria, lo cual da a nuestro halhzgo interés más particular. Los utensilios arqueológicos son escasos, pero ofrecen desde varios puntos de vista un verdadero valor científico. 490 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Se compone, en primer lugar, de cuatro instrumentos de piedra tallada de sílex, recubiertos en el transcurso del tiempo con una fuerte pátina blanca. El primero es una hoja larga de sílex de 108 mm. de largo, 24 de ancho y 3 '/.^ de espesor. Es una hoja finí- sima, en cuyo dorso se notan tres facetas con las crestas casi para- lelas; estas facetas representan los negativos de otros tantos cuchi- llos, que en la época de la piedra se tallaron del mismo núcleo. Los bordes largos presentan una serie de retoques pequeíiísimos de uti- lización, a los cuales acompañan unas mellas algo mayores, igual- mente bien patinadas en su concavidad, del mismo modo que la superficie de la hoja, que seguramente ha servido de cuchillo (figura 4.^, a). Hay otro cuchillo semejante al anterior, pero de menor tamaño (83 mm. de largo, 23 de ancho y 6 de grueso) (fig. 4.", b). El dorso de este ejemplar presenta una su- perficie algo más irregular y sus bordes han conservado el filo in- tacto, sin presentar ningún reto- que ulterior. Parece observarse que este ejemplar ha sido mayor, pero la rotura es antigua. Mayor interés tiene la figu- ra 5.'', a, que representa una pun- ta doble, cuyas dos extremidades están algo deterioradas. El lado derecho presenta un filo vertical muy cortante, sin retoque alguno; el lado izquierdo forma una convexidad casi angular, y está fuerte- mente rebajado por una serie de retoques verticales. Estamos en presencia de un tipo desconocido en el neolítico clásico, pero que recuerda claramente las hojitas de dorso rebajado del paleolítico final, con tendencia innegable hacia la forma geométrica. Esta forma geométrica se destaca aún con más claridad en la figura 5.", b. Su conjunto es francamente triangular, con tendencia a la forma trapezoidal. Está fabricado seguramente con un fragmen- to de hoja, pues en el dorso del mismo se advierte claramente el relieve liso de aquélla, interrumpido tan sólo por una ligera cresta horizontal. El corte (a la derecha) es muy fino, y a la izquierda se advierten con toda claridad dos cortes rebajados, que ofrecen la particularidad de no unirse directamente, sino dejando un pequeño Fig-. 3.''— Tipos geométricos del Túniíi lo de Axpea (tamaño natural). DE HISTORIA NATURAL 491 espacio oblicuo, que permite adivinar la anchura y forma antigua de la hoja de sílex utilizada para la confección de este utensilio. Las figuras 5, a y b tienen un carácter tipológico muy especial, que nos permite la determinación de su piso arqueológico, a pesar de disponer solamente de dos ejemplares. Si estas piezas tuviesen solamente la mitad de su tamaño, ningún especialista dudaría un momento en clasificarlas como «microlitos geométricos» del Azilio Tardenoisiense, encontrado en la Península Ibérica, especialmente en los amontonamientos de conchas del valle del Tajo, cerca de Mugem (Portugal); en las excavaciones de 1;. Cueva del Valle, cer- ca de Gibaja (Santander), y en otros sitios (1). Tratándose de piezas típicas de mayor tamaño y seguramente anteriores al neolítico clásico, no cabe duda deque nos hallamos en presencia de tipos de un Tardenoisiense más evolucionado, cuya situación en el marco crouí lógico se fija claramente en las indica- ciones siguientes, que debemos a la amabilidad del profesor Hugo Obermaier. El Tardenoisiense, en el sentido más amplio de la palabra, tiene un centro principal en la región mediterránea y singularmente en la Península Ibérica. Es una evolución del Capsiense cuaternario, de modo que sus fases más antiguas coinciden esencialmente con el Capsiense final y se intercala entre el Paleolítico y el Neolítico, es decir, forma una parte del Epipaleolítico. Los sílex geométricos de estas etapas antiguas son muy pequeños «de 10 a ISmm.de largo» y se mezclan en varios sitios, como en la ya citada Cueva del Valle, con el Aziliense típico; pudiéndose, por consiguiente, hablar en muchas regiones directamente de una época azilio-tardenoi- siense. A pesar de esto, hay que recordar que el Aziliense clásico tiene una distribución geográfica mucho menor que el Tardenoisiense clásico con microlitos geométricos. El Aziliense está limitado a la región cantábrica, Francia, Bélgica, Inglaterra y la zona del Rhin, mientras que el Tardenoisiense microlítico se extiende por toda la zona mediterránea (Sur de Rusia, Siria, Norte de África, España e Italia), Francia, Inglaterra, Alemania del Sur (Baviera), Alema- nia septentrional, Dinamarca, Suecia meridional y Provincias Bálticas. (1) Veáse H. Obermaier: El hombre fósil; Madrid, 1916; pági- nas 324 y 325. 492 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Además, este Aziliense, de área de dispersión mucho más limita- da, ha durado igualmente mucho menos tiempo que el Tardenoi- siense, cuyos principios coinciden, como hemos dicho, con ,el Cap- siense final, desarrollándose después paralelamente al Aziliense (entremezclándose algunas veces con él) y siguiendo sus etapas finales, después de la desaparición completa del Aziliense, parale- lamente al Asturiense y Campigniense, es decir, con el Protoneo- lítico. Este Tardenoisiense final está también caracterizado por tipos geométricos, pero los tales adquieren un tamaño mucho mayor y se sabe que las últimas reminiscencias de esta industria se han prolon- gado en algunos sitios hasta el verdadero neolítico, como sucede en Bélgica. Añadimos que estas supervivencias de forma Tarde- noisiense se encuentran hasta en los dólmenes, como ocurre en la Anta de Serranehira (Portugal) y en el dolmen de Saint-Laurent (Basses Alpes Francia) (1). Tipos geométricos del Tardenoisiense final son las dos piezas (figura 5.") del túmulo de Axpea, que se intercala, por consiguien- te, entre el Az 1 io -Tardenoisiense, de tipos microlíticos, y la ver- dadera época neolítica. Cabe estos pedernales se encontraba un pedazo de ocre de 47 mm. de largo, 23 de ancho y 11 de grueso, con superficies y bordes intencionadamente pulimentados, formando así una espe- cie de lápiz de color que sería entregado a uno de los muertos, seguramente a título de utensilio de tocador de ultratumba, como se deduce de los muchos restos de color que se encuentran en nu- merosas sepulturas prehistóricas, especialmente de la época de la piedra (fig. 6.^, a). Constituían otro objeto de adorno funerario uno o varios collares, de los cuales hemos podido salvar, a pesar de su pequenez extraor- dinaria, unas 340 rodajitas. Forman estas cuentas dos grupos: primero una serie de rodajas lisas de unos 5 a 7 mm. de diámetro y '/^ mm. de espesor. Son en extremo frágiles, a pesar de lo cual hemos podido conservar unos 40 ejemplares; son, sin duda, trozos de conchas de bivalvos corta- dos en forma más o menos circular y perforados, ora en su parte (1) Véase E. Cartailhac: Les ages préhistoriqíies de VEspagne etdii Portugal; París 1886, pág. 172, figs. 251 y 252. DE HISTORIA NATURAL 493 central, ora más cerca de la periferia. La dimensión del agujero varía también, pero suele ser poco más o menos de un milímetro. De menor tamaño, pero algo más resistentes, son las cuentas del segundo grupo, que han sido fabricadas con una pizarra blanda aprovechando las delgadas hojas producidas al exfoliarla. Tienen los bordes internos y externos impregnados de limonita, indicando esto que han estado bañados por aguas ferruginosas. (Según el aná- Fig. 6."— Túmulo de Axpea: a) trozo de ocre (tamaño natural); b) cuentas de collar i. (1,5 : \)\c) trozo de cerámica (tamaño natural). lisis de los Sres. D. Lucas Fernández Navarro y D. F. A. Gila.) De éstas hemos recogido unos 300 ejemplares. Su confección habrá costado a los Tardenoisienses una paciencia sobrehumana, puesto que su diámetro es solamente de 2 a 3 y Va nim., y su espesor varía entre Vj y 1 mm. Estos disquitos, perfectamente confeccionados, presentan también la parte central perforada, notándose, sin em- bargo, pequeñas variantes en la forma y situación del orificio, siem- pre más o menos redondo (fig. 6, b). Por fin, se ha encontrado asimismo un trocito de cerámica muy 494 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA mal elaborada y, por consiguiente, muy frágil. Del tal diremos que tiene color negro, y es más bien barro cocido con mezcla de un poco de arena, que un verdadero resto de vasija bien fabricada y utilizable. A pesar del cuidado especial que para encontrar más cerámica pusieron los excavadores, no lograron hallar más restos, debido acaso a que éstos se han deshecho completamente por la presión de la tierra y, más que todo, por la humedad (fig. 6, cj. De todo lo dicho inferimos que el túmulo de Axpea representa una sepultura protoneolítica de las últimas fases del Tardenoisien- se, que con grandes probabilidades podemos considerar como más o menos contemporánea del Campigniense francés. Lo prueban, en primer lugar, los sílex muy típicos, señalados en la figura 5.^; en se- gundo lugar, la ausencia casi absoluta de cerámica bien confeccio- nada, como es corriente observarla en las sepulturas del Neolítico clásico, y por fin, la inhumación parcial y secundaria que ofrece esta sepultura, como reminiscencia del Aziliense algo más antiguo. En efecto, todas las sepulturas azilienses hasta ahora encontra- das son depósitos funerarios «en dos etapas»; los dos esqueletos encontrados por Piette en la misma cueva de Mas d'Azil, los 33 cráneos aislados descubiertos en la cueva de Of net (Baviera) y el cráneo aislado de Kaufertsberg (Baviera) (1). Bien pudiera ser que el pedazo de ocre encontrado en nuestro Túmulo de Axpea tuviera un verdadero carácter de tabuización de la tumba (2). No estará de más advertir que semejantes prácticas de inhuma- ción parcial se han perpetuado en la Península Ibérica mucho tiem- po todavía, según ha comprobado G. Bonsor, quien encontró en el Campo Real, cerca de Carmona, una serie de tumbas neolíticas con huesos humanos colocados invariablemente en desorden (3); los cráneos estaban diseminados, y la mayor parte de los huesos pequeños del cuerpo, tales como vértebras y falanges, habían des- aparecido por completo, circunstancia que sugirió ya al dicho señor Bonsor la idea de que solamente una parte de los esqueletos había encontrado sepultura definitiva en los «silos» descubiertos por él. (1) Véase H. Obermaier: El hombre fósil, págs. 317, 322 y 333. (2) Véase P. Wernert: Boletín de la Real Sociedad Españo- la De Historia Natural, tomo xviii, 1918, pág. 334. (3) Q. Bonsor: Les colonies agricoles pré-romaines de la vallée du Bétis. Revae Archóologíqiie, tomo xxxv; París, 1899. DE HISTORIA NATURAL 495 A este propósito, el Sr. Obermaier nos comunica su opinión de que las «taulas» (mesas de piedra de unos 5 m. de alto) de las Islas Baleares eran probablemente las pilas donde se exponían los cadáveres para su primera descomposición, siendo después recogi- dos en los «talayots» o «nauetas» de la época del bronce. El Sr. BoNSOR señala nuevas sepulturas secundarias en las de Acebuchal y Bencarrón, cerca de Carmona (1), que pertene- cen ala primera época del hierro (Hallstattiense), cual lo prueban principalmente los hermosos grabados de hueso de estilo orientali- zante. Citaremos, por último, el hecho de que, aun en la misma época ibérica, existían en algunas regiones costumbres semejantes, pues Silio Itálico habla en dos ocasiones de que los naturales de España exponían los cadáveres al aire libre para ser presa de los «buitres inmundos». Nos sería muy fácil añadir a estas últimas referencias un sinnú- mero de ejemplos tomados de la etnografía moderna, pero no es nuestro propósito dar a este trabajo mayor extensión. Añadamos, para terminar, que de la época tardenoisiense clásica (contemporánea de la aziliense), solamente se conocen sepulturas en los ya citados «Kjoekkenmoeddings» de Portugal, donde se han encontrado más de 200 esqueletos, casi siempre en cuclillas, o en posición de decúbito supino. Los restos humanos del Túmulo de AxPEA son los únicos que se conocen hasta la fecha del Tar- denoisiense final. Estos restos parecen indicar individuos de poca talla y débil complexión, pero no podemos emitir opinión definitiva acerca de la raza vasca de esta época, ya que las reliquias son poco numerosas y se encuentran en mal estado de conservación. Aprovecho gustoso la ocasión de expresar mi gratitud a mi buen maestro y amigo el Dr. H. Obermaier, que con su gran competen- cia me guió en el presente trabajo, y para enviar asimismo una pa- labra de aliento a mis compañeros los marianistas de Vitoria, que, sin más aliciente que su entusiasmo por la ciencia trabajan, por el mejor conocimiento y progreso de la prehistoria de la región vas- congada. (1) Q. Bonsor: loe. cit. 496 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Representación gráfica de! análisis mineralógico-petro- gráfico, y consideraciones petrogenóticas que del mismo pueden deducirse por J. Marcet Kiba. (Láminas xvm a xxiii.) ' Deseoso de representar gráficamente los resultados deducidos del análisis mineralógico-petrográfico de las rocas eruptivas, con objeto de hacer bien manifiesta la composición respectiva y deducir en lo posible las relaciones que ligan entre sí a los diversos ele- mentos mineralógicos, de manera que permitiera deducir algunas consideraciones petrogenéticas, como con tan feliz éxito lograran los químicos dentro de su campo, creando la joven ciencia petroquí- mica, cúpome la satisfacción de iniciar tan magna empresa, de ma- nera tal, que la rápida observación de una determinada gráfica per- mite hacerse cargo de su composición, viendo los elementos que figuran en primer término y su relación con los demás (lám. xviii). Estas gráficas particulares, reunidas y comparadas entre sí, han mostrado relaciones tales que la evolución y diferenciación de los magmas han quedado bien manifiestas; y si en tesis generales nos eran ya conocidas, este detallado estudio las ha confirmado plena- mente, mostrando los más íntimos pormenores. La composición mineralógica de cada roca queda representada por una determinada curva petrográfica, y las pertenecientes a rocas de un mismo grupo tienen tales rasgos de semejanza, que han permitido trazar su curva correspondiente. Estas gráficas, no sólo nos permiten formar idea de qué elemen- tos está compuesta una roca y sus relaciones, sino también del gra- do de alteración y de los fenómenos a que ha estado sometida, en vista de los minerales neógenos que aparecen' sustituyendo, parcial o totalmente, a los de antigua formación. La representación gráfica del análisis mineralógico-petrográfico nos ha revelado ya, de primer intento, dos tendencias en la evolu- ción de las rocas eruptivas, ya que no es posible en manera alguna colocar las diversas gráficas en serie, y en cambio es bien factible Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. XVIII. ^ lf}e-t>t€i4ecay <^;^^^(;^í<« N5 ^X -^r Representación gráfica de la composición mineralógica de una Sienita micácea de Gieringer Loch, Peterstal, Schwarzwald. Colección Rosenbusch, núm. 30. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. :¿abro^: Tomo XVIII. -Lám. XIX. :'peri4o[ífe ^■^ &A\>Tx>i^-toir>ii'rr).dic^¿i o Cs'ia\. Troco|iU5 a.Oliy\ PUa^ioc|a5| 'A. / // / / / / / / ^ Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo X VIII. -LÁM. XX. T^ütírroTT :pcru\üti\í\ji ^ Gftbnos hr.d'ichos, o isisldM.VTrocoltttcoS .U OlilA ^^'3'^) o JOClflS. (OÍIS lf]j lio ' SOOlll-íOip / S O-S-ÍIfí iCm o 5'3|SÍUjOU ^ •n Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. XXI. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám. XXII. "^ ^^^-4 .^^-^^ ^^ Bol. de \a R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII. -Lám XXIII. DE HISTORIA. NATURAL 497 el establecer dos de ellas. Una de estas evoluciones queda caracte- rizada por el predominio del feldespato ortosa sobre el cuarzo, serie que hemos llamado normal, por evolucionar el magma de los granitos, al de las sienitas, dioritas, gabros, y finalmente al de las peridotitas. En la otra es el cuarzo el que predomina, originando una serie de rocas muy particulares que marcan el tránsito entre los granitos y las dioritas cuarcíferas, y entre éstas y los gabros, con- tinuando la evolución desde aquéllas de la misma manera que en la serie normal, hasta las peridotitas (fig. I.''). Otras gráficas dan resultados tanto o más sorprendentes que las anteriores, permitiendo contemplar las diversas fases de la evolu- ción magmática, desde las rocas más acidas hasta las básicas; y así Orf-of3 Fig. I.''— Esquema representativo de las dos tendencias evolutivas de las rocas eruptivas intrusivas, de la serie calco-alcalina. como Osann ideó su famoso triángulo, en que las rocas afines que- daban localizadas en determinados sectores, conocida que fuera la composición química de la roca, y luego los valores de diversas re- laciones entre los óxidos constituyentes — todo lo cual permitía ca- racterizar provincias petrográficas por el aire de familia, parentes- co o consanguinidad que ligaban a unas rocas con otras dentro de una determinada zona—, así en nuestras representaciones gráficas que hemos denominado de parentesco petrográfico, las rocas de un mismo grupo se reúnen en determinados sectores, formando carac- terísticos enjambres petrográficos, en los que el polo representati- vo de la roca, al igual que en la proyección gnomónica, queda de- terminado por los dos valores f y p, aumentando ambos con la basi- cidad de la roca, lo que determina su característica localización. Las rocas de cada sector quedan caracterizadas por su basicidad propia Tomo xvin.— Diciembre,, 1918. 31 498 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA y por SUS diversos elementos esenciales y proporciones relativas, lo cual permite deducir, localizada una roca por el análisis mineraló- gico, el grupo a que pertenece y sus relaciones con los demás, y conocer la composición correspondiente a una roca representada por su polo determinado: de aquí el carácter matemático de esta re- presentación gráfica, tan curiosa e interesante (láminas xix y xx). Estas gráficas, de parentesco petrográfico, permiten, además, ver claramente el carácter, más o menos típico, de una roca, al propio tiempo que su compatibilidad con la composición mineral ca- racterística del grupo a que pertenece; permitiendo en muchas oca- siones, y particularmente en las rocas de estructura granitoidea, la regularización y comprobación de los resultados adquiridos del aná- lisis microscópico mineral. Y para completar este estudio, y partiendo de los datos anterio- res, hemos podido trazar otras gráficas, con las que puede formarse idea de la evolución cuantitativa de un determinado mineral en la serie de rocas granitoideas calco-alcalinas y relaciones con los de- más elementos. Es otro de los interesantes resultados a que nos ha conducido este curioso estudio, que permite conocer la composición típica normal de todas las rocas eruptivas y la determinación de la gráfica correspondiente (láminas xxi y xxii). Para este estudio, y gracias a la amabilidad del farmacéutico D. José Robert, estimado consocio, hemos podido disponer de la completa colección de 347 preparaciones de las principales rocas, seleccionadas y arregladas por el eminente petrógrafo H. Rosen- busch y proporcionadas por la casa «Voigt & Hochgesang Gottin- gen». De ellas hemos escogido 33, muy típicas, pertenecientes a los principales grupos petrográficos de estructura granitoidea, de la serie calco-alcalina, para servir de base a esta primera parte de tan interesante estudio, que cabe extender a la otra serie de rocas, la alcalina, y de ambas, en las pertenecientes a las filonianas y efu- sivas, y quizá a las metamórficas. Dedúzcase de ello lo extenso de este estudio, en especial aplicándolo al de un macizo determinado. Las rocas estudiadas, precedidas del número indicador del lugar que ocupan en la colección, con indicación de la procedencia, son las siguientes: 1. Granito, Bernecktal, Schwarzwald. 2. Granitita, Nadelwitz, Bautzen. 3. Granitita, Striegau, Schlesien. DE HISTORIA NATURAL 499 4. Granitita, Baveno, Lago Maggiore. 5. Granitita anfihólica, Hohwald, Nieder-Elsass. 6. Granitita anfibólica, Haut du Faite, Markirch, Ober- Elsass. 30. Sienita micácea, Gieringer Loch, Peterstal, Schwarzwald. 33. Sienita anfibólica, Biella, Piemont. 34. Sienita anfibólica, Plauen 'Scher Grund, Dresden. 35. Sienita augitica, Gróba, Riesa, Sachsen. 36. Sienita augitica, Monzoni, Tyrol. 37. Sienita augitica, Monzoni, Tyrol. 38. Sienita augitica, Monzoni, Tyrol. 60. Diorita cuarcífera micácea, Klausen, Tyrol. 61. /"o/za/íYa, Adamello, Gebirge. 62. Diorita cuarcífera hipersténica, Lichtenberg, Odenwald. 64. Diorita augitica, Schemnitz, Ungarn. 65. Granodiorita, 3 y 5 millas S. W. Mount Ingalls, Sierra Nevada. 67. Diorita cuarcífera, Weinheim, Bergstrasse. 68. Diorita, Reixenbach, Odenwald. 69. Diorita, Kühler Grund, Eberstadt. 72. Gabro, Hitteroe, Norwegen. 73. Gabro, Ringeriket, Norwegen. 76. Gabro olivínico, Volpersdorf, Harz. 77. Forellenstein, Volpersdorf, Harz. 78. Gabro olivínico, Overkainsbach, Odenwald. 79. Gabro olivínico, Radautal, Harz. 81 . Hyperita, Knutepladsen auf Gomo, Kragerd. 82. Hyperita, Oedegarden, Telemarken, Norwegen. 91. Peridotita micácea, Kaltes Tal, Harzburg. 93. Wehrlita, Szarvasko, Ungarn. 94. Harzburgita, Baste, Harz. 97. Dunita, Kraubat, Steiermark. Los resultados deducidos del análisis mineralógico cuantitativo de estas diversas rocas, quedan indicados en el adjunto cuadro: 500 boletín de la real sociedad española ?lnál¡sis mineralógico cuantitativo de dic Elementos mineralógicos de primera consol Idaoión y secundarios o de alteración. G-ranitos Sienitas ó 'n o o cj SE "B w o (6 C8 '5 es w a c co ca co — l-'O iri c C8 03 C O co~ eo 4) u •co o E co 'c 'íñ o 'ó n co W— rrj m •ó .9 co co cfl - o _2 o •a £o O tu 6 'H "> o o o c.J- «5 O c i: — o d u 'c '> o o a n.-S >£ 1*) 03 C3 o. £ 00 Q. in 00 i h u o (U-co a. u -2 1 3 N CQ X É có 'n 3 Q Ú : IvKXJCOCü JLT AS 12.6 11.1 0.3 2.3 37.4 15.8' 12.5 12.6 6.3 61.8 (0.43) 59. 65.9 (1.6) 77.6 2.6 43.5 64.9 58.5 (20.) (0.4) 69.3 (80.) (3.) 76.8 85.5 50.2 46.4 11.9 46.9 58.6 (20.) (0.08) 67.8 71.6 0.32 0.18 0.14 1.1 m:bi^aiioci5.atjls 4. 0.4 0.2 2.6 2. 11.6 0.9 11.2 10.4 0.04 0.8 1.5 3. 6. 2.6 1.2 0.5 2.8 3. 41.9 ■ 4.6 4.6 12.5 11.2 10.4 0.84 4,5 g.6 1.7 5.8 41.9 18.2 6.9 25.3 25.1 25.1 1.6 2. 3.6 9.6 2.2 0.7 0.3 8.1 18.8 17.7 13, 3. 3,7 16.6 12.5 0.3 8.1 |8.8 30,7 6,7 16.6 22.7 12.6 35.3 - 15.5 27.4 23.2 13.7 2Q.2 38? 31, 31,4 15.9 2,4.6 ' 1.1 4.7 05 1,'>.4 39.3 31. 36.6 15.9 41. 6.5 b.5 1.7 4 3 3.4 6.9 ^JL4- 8.9 7.6 14.8 0.2 01 44.3 ?6 42.4 14. 47.6 26 "eTl 35 fí, Í0.7 1?.5 15.1 4f?,f) 42,4 6^.2. 9.8 ^ 11 ?, (1,5 0,2 25.3 29.7 35.6 19. 12,8 19.3 29.2 30.7 23.2 14.5 49.8 41.7 53.1 28.8 32.3 28.4 100. 100. 100. 100. 502 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA En la realización de este trabajo debo agradecer sabias y opor- tunas observaciones de mis reputados maestros el Catedrático de Cristalografía y Mineralogía de nuestra Universidad, Dr. Pardillo, y el Dr, D. M. San Miguel de la Cámara, Catedrático de Geología, quien ha revisado con cariño y entusiasmo la determinación minera- lógica de estas rocas, base esencial para el buen éxito de semejante estudio. Procede advertir que las gráficas deducidas de la composición mineralógica petrográfica de cada roca, que van acompañadas de sus correspondientes microfotografías, tanto en luz ordinaria como en polarizada, en manera alguna pueden ser tomadas como fiel reflejo de la composición mineralógica media, ya que no es posible, par- tiendo de una sola preparación, mucho más tratándose de rocas de estructura granitoidea, que se presta a concentraciones de deter- minados elementos, que pueden falsear la real determinación. El análisis mineralógico petrográfico de una roca de estructura grani- toidea de grano grueso, jamás debe ser deducida de la observación de una sola preparación y en ella de unos campos, sino de toda una serie pertenecientes a varias preparaciones de la roca en estudio. Sólo en estas circunstancias el análisis hallado reflejará la composi- ción mineralógica media. Con objeto de que se pueda formar idea de cómo se ha llevado a cabo estudio tan extenso, describiremos rápidamente la marcha se- guida en una de las 33 preparaciones estudiadas, la 20 de dicha co- lección, que procede de Qieringer Loch, Peterstalt, Schwarwald, como dice el Catálogo de la casa Voigt & Hochgesang, y muestra reunidos en asociación granitoidea, los elementos siguientes: Leucocratas: Cuarzo; feldespato ortosa, algo alterado en caolín; oligoclasa, transformada en parte en caolín y sericita. Melanocratasr Biotita; clorita y otros productos de transforma- ción de una mica o de un anfibol; zircón, magnetita y oligisto. La determinación cuantitativa, base de este estudio, se ha logra- do mediante un improvisado planímetro ocular, pedacito de cristal cuadriculado y puesto sobre el diafragma del ocular. Contando el número de cuadros ocupados por cada mineral, y determinando lue- go la correspodiente relación a 100, quedó determinada su compo- sición mineralógica cuantitativa; pero conviene advertir que deben DE HISTORIA NATURAL 503 observarse cuando menos 20 campos, si es que se desean resultados admisibles. La composición hallada es la siguiente: ELEMENTOS LEUCOCRATAS: Cuarzo ' 16,2 Ortosa 53,9 Caolín (1) Oligoclasa 13,6 Caolín (2) Sericita (0,2) ELEMENTOS MELANOCRATAS: Biotita 12,6 Clorita 2,4 Calcita 1 Zircón 0,1 Magnetita 0,1 digisto 0,05 100,00 La primera de las dos gráficas correspondientes a esta roca (lámi- na xviii) nos indica el género a que pertenece, ya que se refiere a los elementos esenciales, sin tener en cuenta cuáles son los diversos elementos melanocratas, y sí solamente la suma de todos ellos, lo cual contribuye a caracterizar básicamente la roca. La segunda nos da la especie de ella, puesto que hace ver claramente qué elementos negros la integran, carácter predominante en la determinación es- pecífica. De la observación de ambas puede deducirse el estado de altera- ción de la roca por los elementos neogenos procedentes de los an- tiguos minerales que se presentan indicados en las columnas perte- necientes a cada mineral esencial y a alturas proporcionales a su tanto por ciento. Así, por la observación de la gráfica, deducimos que la ortosa está bien poco alterada por la escasa attura a que está indicado el caolín, y lo propio diríamos de la oligoclasa, en que además existe sericita en menor proporción. Interesa el gran número de elementos de nueva formación procedentes de haberse desinte- grado un elemento negro, que seguramente era una mica o un anfi- bol, que aparece sustituida por clorita y en menor proporción cal- cita, zircón, magnetita y oligisto. La primera curva petrográfica nos indica el carácter sienítico de esta roca, por su forma especial, debida a los minerales esenciales 504 boletín de la. real sociedad española constituyentes; mientras que la segunda permite incluirle entre las sienitas micáceas, dado que, aunque tuviera en algún tiempo anfi- bol, éste estuvo menos representado que la biotita. Cabe clasificarle como calco-alcalina normal, ya que el feldespato ortosa predomina sobre el elemento cuarzo. Si localizamos dicha roca en gráficas representativas de paren- tesco petrográfico (lám. xxiii), sirviéndonos de la regla del polígono de fuerzas, caracterizadas éstas por la dirección que indique un de- terminado mineral, y por su intensidad la del tanto por ciento en que entre a formar parte, deduciremos el carácter ácido de dicha roca por la situación del polo representativo en los primeros sectores y su carácter sienítico micáceo, como nos indica el sector a que per- tenece. Su situación, relativamente cercana al centro, muestra notable basicidad, que queda neutralizada por la abundancia de elementos ácidos que le arrastran a los primeros sectores. Y, finalmente, localizada en dicha gráfica, podemos comprobar el análisis cuantitativo de dicha roca, comparándola con la normal de- ducida de toda una una serie de rocas: Cuadro comparativo COMPOSICIÓN Normal. Cuarzo Ortosa. Oligoclasa. Elemento negro (Mica). Investigada. 17 60 14 9 16,2 53,9 13,6 16,2 100 99,9 Por cuyo estudio comparativo deducimos que el tanto por ciento de la ortosa es en defecto con relación a la normal, mientras que el del elemento negro es en exceso, compensándose mutuamente; lo que parece indicar que dicha roca no es la tipo que represente la media del macizo a que pertenece, pues su composición difiere de la normal, aunque ligeramente. Diferencia debida, con seguridad, a una particular acumulación del elemento negro en la preparación estudiada de esta roca. (Laboratorio de Geología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona.) DK HISTORIA NATURAL 505 Hieracios catalanes por C. Pau. Don Arturo Caballero me remite en consulta unos cuantos hie- racios de los alrededores de San Juan de las Abadesas, recogidos en la segunda quincena de Junio del presente año, en una excursión de prácticas con los alumnos Sres. García del Cid y Aldama y con su auxiliar Sr. F. Riofrío; como considero interesantes algunas formas, aquí doy el resultado de su estudio. El H. coriaceum Sebéele, que desconozco y fué indicado en San Juan de las Abadesas, no lo he recibido. HiERACiUM PiLOSELLA L.— Collado de Santigosa. Var. PYRENAicuM.— //. Hoppeanum Schultes, var. pyrenai- cum Arv. Touv.— Peña Surroca a 1.800 m. alt. Costa (Introducción a la Flora Catalana) no enumeró mas que el tipo; Willkomm (Prodr. Fl. Hisp.) no trae ni la especie de Cataluña. La planta de Surroca nos parece más cercana al H. Peleteria- num Mérat que al H. Hoppeanum Schultes; y por más que la in- constancia de los caracteres diferenciales se aprecian, hasta en el reducido número de pies comunicados (cuatro partes), los escapos, densamente glandulosos en su tercio superior, la separan claramen- te del //. Pílosella de Santigosa. Las escamas exteriores del an- todio no son aovadas ni escariosas, como en el H. Hoppeanum; las cabezuelas tampoco son tan pelosas y sus escamas tan agudas, como en el H. Peleterianum. Especie extraordinariamente polimorfa y de bien difícil limitación sus formas. H. Aurícula L. forma minor, monocephala. — Collado de San- tigosa y las Costas: 1.000-1.600 m. alt. Dos pliegos con abundantes ejemplares. Las hojas pestañosas ge- neralmente en su parte baja, las hay sin pestañas y algunas pueden llevar en su margen escasos pelos: de 10-50 mm. de longitud. Son raros los pies de dos cabezuelas, éstas son de grosor variable, do- minando los microcéfalos; las lígulas traen el envés rojizo y los escapos de 2-10 cm. 506 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA H. MURORUM L. var. — Collado de Santigosa, las Costas y cerro de San Antonio. Esta forma pertenece al grupo de las variedades del /A muro- rum, mejor //. silvaticum L. (ut variet.), que se distinguen por la estrechez de sus hojas y lámina más o menos marcada en la base, y que abunda en Cataluña. Fué considerado por Willkomm como //. precox C. H. Sch, (Prodr. fl. hisp. ii, p. 268); como H. mé- dium Jord., por Costa (supL, p. 52). Arvet-Touvet y Qautier hicie- ron con esta forma su //. dolichellum; pero, anteriormente, con la muestra comunicada de Montserrat por el R. P. Marcet, creé el //. stenophyllum. Es planta variable por el margen foliar: la mues- tra de San Juan de las Abadesas lo presenta entero, más o menos remotamente dentado o sublaciniado; pero nunca tan profundamente lobado como en el tipo de Montserrat. H. Neocerinthe Fries.— //. Gouanii Arv.-Touv.— Abundantí- simo en la cantera de los yesos. H. ORTOMIXTUM Pau hybr. n. — H. murorum L., var. x Neoce- rinthe Pau = H. Coderianum Arv.-Touv. et Qautier (p. p.). Cerro de San Antonio a 1.200 m. alt. Suberiopodum el phyllopodum, rhizoma repens, caulis subvillosus aphyllus, pauciflorus; folia rosularia elíptica, oblonga, margine denticulato vel plus minusve laciniato, obtusa, mucronata, subtus ad costa pilosa et in petiolum brevem tantum angustata, infra ramealia sessilia, subamplexicaulia, cuspidata; pedunculi pubescen- tes dense glandulosi, capitula anthodio atro, glanduloso, squamae ápice villosae; ligulae ciliatae, stylus luteus. H. ABADESICOLUM Pau hybr. n. — H. murorum L., var. > Neo- cerinthe Pau = H. Coderianum Arv.-Touv. et Qautier (p. p.). Collado de Santigosa y cerro de San Antonio. A ortomixto differt: foliis radicalibus longe petiolatis, limbo majori, scapo monophyllo, folio petiolato, anthodii squamis latiori- bus, obtusiusculis, etc. El H. Coderianum Arv.-Touv. & Qautier no puede sostenerse, por estar constituido por un amontonamiento de formas híbridas, producidas por diferentes padres. Rouy (Flore de France, ix, pá- gina 308) lo hace variedad de la subespecie H. sonchoides Arv.-Touv.; pero advierte en la nota puesta al pie de la página: «varíete probablement produite par le croisement d'un des Hiéra- cium de la sous-section Cerinthea avec Tune des espéces de la sect. Pulmonar ioidea, telles que H. murorum, vulgatum, etc., Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII.— Lám. XXIV. Gómez Llueca, fot. FiG. I.*"— El fondo montañoso lo forma el «Maigmó» y sus estribaciones. Hacia el centro el pueblo de Agost, cuyas colinas inmediatas forman «Els Terrers». Gómez Llueca, fot. FiG. 2."- -Uno de los «Terrers» de Agost. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIII.-Lam. XXV. Uómez Llueca, fot. Myliohates Dixoni? Agassiz. 1, cara externa. 2, cara interna.— 3, visto lateralmente.— 4, visto de frente. DE HISTORIA NATURAL 507 mais avec predominance des premiers (soit //. alatum ou Voge- riacum, etc., > H. murorum (ou vulgatum, etc.), ce qui expli- que la diversité d'aspect des exemplaires distribués por MM. Ar- vet-Touvet et Qautier, sous ce méme nom de H. Coderianum dans leur «Hiéraciotheca». Por los descubrimientos de D. Arturo Caballero podemos fijar con certeza el nombre de los padres, en las formas de San Juan de las Abadesas; y si bien el murorum entra en su cruzamiento, el //. neocerinthe no es de la sección Cerinthea. sino de la Lanífe- ra. Según esto, en la producción del H. Coderianum, se supone que entran especies de tres secciones genéricas diferentes, y, por consiguiente, como decía antes, no puede sostenerse como especie ni como variedad. Hay ejemplares de estos híbridos en el herbario de Pau, Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, Museo Municipal de Ciencias Naturales de Barcelona y, desde luego, en el herbario de la Facultad de Ciencias de Barcelona. Sobre un Miliobátido fósil nuevo para España por Federico Gómez Llueca. ( Láminas xxiv y xxv.) De toda España, es en la provincia de Alicante donde el Num- mulítico tiene una de sus más importantes representaciones. Mo- dernamente ha sido y está siendo objeto de interesantes estudios, por parte de un ilustre paleontólogo, el Profesor Sr. Jiménez de Cisneros, cuyos numerosos trabajos figuran en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, aparte de otro sumamente detallado y completo, que en 1917 publicó en la Serie Geológica de los «Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales», y que titula: Geología y Paleontología de Alicante. También el Ingeniero de minas Sr. Novo Chicarro, en su Rese- ña geológica de la provincia de Alicante (Bol. del Inst. Geol., tomo XVI, ser. 2.^., 1915), en las páginas 109-117, estudia amplia- mente tan interesantes formaciones. Entre los más notables yacimientos fosilíferos, figura el conoci- do con el nombre de «Els Terrers», que se halla situado en las inme- 508 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA diaciones del pueblo de Agost (lám. xxiv, fig. 1 .''), formando colinas de no mucha elevación. La lámina xxiv, figura 2.'', representa uno de esos «Terrers», en el que puede verse, con claridad, la alternancia de bancos calizos y arcillas, que son los que esencialmente constitu- yen la formación, utilizándose estas últimas en alfarería, industria que forma una gran parte de la vida de aquella sociedad. Pero no es nuestro objeto describir tan visitado yacimiento, pues ya el Sr. Novo, en su trabajo antes citado, le dedica bastan- tes líneas, y el Sr. Jiménez de Cisneros en uno de sus trabajos. El Nammulítico de Agost (Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat., tomo v, 1905, págs. 523-530), hace de él un estudio particular. Nuestro deseo es solamente dar cuenta de un importante hallazgo realizado en aquella formación, que a más de ayudar a la determi- nación de las condiciones biológicas del medio en que se deposita- ron aquellos sedimentos, viene a aumentar el número de los peces fósiles conocidos, como pertenecientes a este terreno. Se refiere a un trozo de pavimento dentario de un Myliobates (véase lám. xxv) cuyo género no tenemos noticia de que haya sido citado en España hasta la hora presente. Desgraciadamente el ejemplar, aunque en buen estado de con- servación en su cara externa, se halla muy incompleto y sólo pre- senta restos de 5 de los dientes medianos. En conjunto, el ejem- plar mide 54 mm. en el sentido antero-posterior, 60 transversal- mente y 29 de máximo espesor, hacia la parte media de la placa, que disminuye gradualmente hacia el borde. La superficie externa presenta las coronas dentarias cubiertas por una capa de esmalte, que tiene color negro rojizo y se halla finamente cuarteado. Antero-posteriormente y en su parte media se encuentra recorrida por un canal poco profundo y de unos 10 a 12 mm. de anchura. Transversalmente, es convexa en conjunto, pero el canal medio la hace aparecer bilobada. A pesar de la pe- quenez de nuestro ejemplar, comparado con el tamaño que tendría la placa entera, ofrece una marcada convexidad en sentido longitu- dinal, por lo que creemos pertenece, seguramente, a la mandíbula superior. Los dientes no son rectos, presentando una suave curva- tura posterior. Aun cuando no nos es posible averiguar las dimen- siones de un extremo a otro lateral, podemos, sin embargo, me- dirlos longitudinalmente, viendo que alcanzan de 14 a 15 mm. en su parte central, y que la disminución hacia sus bordes es poco sensible. En sentido antero-posterior, la superficie de la corona no DE HISTORIA NATURAL 509 es perfectamente plana , sino abombada , aunque muy débilmente. Las roturas laterales muestran la estructura dentaria (lám. xxv, figu- ra 4.^). La cara interna, de tono más claro que la anterior, sometida sin duda a una activa erosión, aparece mostrando un aspecto poroso, marcándose bien las suturas de los dientes que no presentan por la causa dicha, las raíces acanaladas típicas de estos animales. Conocidas son las dificultades que para su determinación pre- sentan las placas dentarias de Myliobates, cuando éstas no presen- tan los dientes laterales, máxime en el presente caso, en que aun los centrales se hallan incompletos. No pudiendo, pues, examinar cuantos caracteres sean propios de la especie, hemos tenido que proceder por comparación, resultando nuestro ejemplar, si no idén- tico, por lo menos afín al Myliobates Dixoni Agassiz. Apoya nuestra opinión, el que esta especie es muy frecuente en el Eoceno medio, en el Luteciense de Braklesham; en las capas de Barton (Bartoniense), y también se encuentra en el Eoceno inferior de Bélgica y Francia. Es, por consiguiente, una especie que ocu- paba una gran extensión en la Europa occidental, y por lo tanto, no es extraño que también viviera en los mares del Luteciense es- pañol, a cuyos sedimentos se refiere en un todo el yacimiento de Agost, de donde procede nuestro ejemplar, La presencia de esta especie en el SE. de España, puede fácil- mente explicarse teniendo en cuenta la repartición geográfica de los mares de aquella época. En efecto, el mar Luteciense, en lo que afecta a la Península Ibérica, se extendía, cubriendo casi totalmen- te la parte NE. a todo lo largo de la cuenca actual del Ebro y se unía ampliamente al que, invadiendo una gran zona de la parte me- ridional de Francia, recorría su costa occidental, para después cubrir una gran parte de Bélgica y algunos condados del sur de Inglate- rra, como los de Sussex, Essex y Suffolk. Pero esta faja de mar Luteciense, saliéndose hacia el Mediterráneo, volvía a entrar en la Península por su parte meridional, formando el estrecho Bético, que en su parte oriental cubría precisamente una gran zona de la pro- vincia de Alicante. Se comprende, pues, con cuánta facilidad esta especie, que abundó en el mar Luteciense de Francia, Bélgica e In- glaterra, pudo pasar del antiguo Atlántico al Mediterráneo. Esto nos permite no sólo explicar la presencia de esta especie en el Luteciense del Levante de España, sino también presumir los lu- gares en que debe ser encontrada. 510 boletín de la real sociedad española Algunas especies de peces fósiles, nuevas y de interés para el Neogeno de la provincia de Alicante por Federico Gómez Llueca. (Lámina xxvi.) El estudio y determinación de algunos restos de peces fósiles, que hemos llevado a cabo en estos últimos meses, procedentes del Mioceno de Mallorca, hizo que al mismo tiempo nos ocupáramos de otros, que ya poseíamos, recogidos en una extensa formación neo- gena, situada al S. de la provincia de Alicante y muy especialmente en los cerros próximos a los pueblos de Rojales y Benijofar. No es la primera vez que se señalan de estos terrenos especies fósiles de particular interés, pues ya en 1908, recorridos por el profesor Sr. Jiménez de Cisneros (1), determinó, aparte de otras especies dé grupos inferiores, la presencia de un Ungulado, trozos del caparazón de un Trionyx^ dientes de Crocodilus, de Oxyrhina hastalis? kg., de Sphaerodus-, y otros dientes cónicos que no de- termina por su mal estado de conservación. Más tarde, en 1916, el Ingeniero de minas, Sr. Novo Chica- rro (2), al hacer el estudio de dicha formación, confirma con sus ha- llazgos algunas de las especies encontradas por el Sr. Jiménez de Cisneros. Nosotros, en esta nota, nos proponemos solamente dar a conocer ciertas formas nuevas para el yacimiento, algunas de las cuales creemos nuevas para el Terciario de España. Casi en su totalidad se hallan representadas por sus dientes y se encuentran repartidas entre los géneros y especies siguientes. (1) Excursiones por el S. y S\V. de la provincia de Alicante. (Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat., tomo viii, 1908, págs. 193-208.) Excursión a Rojales y Benijofar, págs. 197-204. (2) Reseña geológica de la provincia de Alicante. (Bol. del Ins- tituto geol., tomo XV, 1916, págs. 57-148, 1 mapa.)— Sistema plioceno, páginas 131-136. Bol. de iíi K' p. de Hist \'.it T.-um \ ■ Lx lá,min< •«í^''^ 1. Odontús/ns contortidens (Ag.) cara interna. 2 - — visto lateralmente. — cara interna. — externa extenniv nterna nar g _ _ — externa. 9. Carcharias (Prionodon) car^ interna. 4. ~ — — ej k 5. A líenticalata (J^^mjiXt ^^ 7. G(7/£mH| í/o latidens ^Sf^Sfíñ^rv W^^ o _ _ — exter X jQ _ - - externa, jj _ — — interna. 12. — — — externa. jji _^ — — intewia. ^M¿. — *l^^^ "~ rnTerñar ^^. - - - externa. ,g 17. Sphyrna prisca (Ag.) cara interna. Ig _ — — externa. 19. Rhinoptera Daoiesi S Wood., vista un poco de lado. gQ _ - - por su cara inferior. 2» _ _ — — superior. 423. ^M^a P'^^*^'^MÉ ""^JÉI^ iewte aníerior'delm Cl^S^fays. • # i Gómez Llueca, fot. >> HTÍN DE LA RFaL SOCIEDAD ESPAÑOLA Algunas esp c á de peces fósiles, nuevas y de interés pa a - 1 ^eogeno de ia provincia de Alicante .r^uiaál «1 9b aóioBoiiqjíS. por .9Írt9mlB19ÍBl 0Í8ÍV — — — . g .BmsíniBiBO (Lámina XXVI.) _ ^ , .Bmaiza — — .^ _ ji •.HmSÍX9 B1B3 (.aA) OtQ\U3tts\SV5 — .c El estudio y .dtítofdfliiftación de alí^unos restos d4) peces fósiles, que hemos llevadóW^9í5i¿^eff>é§(fefeí^5!!#l^w^vw@sl^ pTocedentes del Mioceno de Mallorc'e;l4|o. gue^al^^i^^^^ de otros, que ya poseíaiatiiSíxi&ecagidos^n una extensa Jprmación neo- gena, situada al S. d#1tf^fovincia de Alicante y muyfespecialmente en los cerros próxim(¿|'^|^1|)s3ueblos de Rojales y BÍ|iijofar. No es la primera .^e^íi^e-se sefíalan de estos tedíenos especies fósiles de particular-^^éff^ésr pues-ya en 1908, recorridos por el profesor Sr. Jiménér|f^j"^|!,^r^(^^-J^^^^d^term¿^ l'parte de otras especies dé grupos infeariíícas,-Ia presencia de-un Ujgulado, trozos del capafkib^a^''M"l¥mr{^f&\^Vmme^^mimuS¡ áe Oxyrhina hastal¿sP.^^^^^e S^haerodus, y otros dienTes cói1u|:os que no de- termina po««-^ütmal estado de-conservación. - .§£ . Más tarde, en 191(3, éí^^!Vi|eW%m^«íé«'ftiffflf9f3Si^ Novo Chica- rro (2), al hacer el estuli^^áFmc^fonnacíon^onfinna con sus ha- llazgos algunas de las especies encontradas por el Sr. Jiménez de Cisneros. Nosotros, en esta nota, nos proponemos solamente dar a conocer ciertas formas nuevas para el yacimiento, algunas de las cuales .creemos nuevas para el Terciario de España. C- -\ en su totalidad se hallan representadas por sus dientes y se xut 'ran repartidas entre los géneros y especies siguientes. (1, E.i sienes por el S. y SW. de la provincia de Alicante, (Bol. e L S 'C. Esp. de Hist. Nat., tomo viii, 1908, págs. 193-208.) Excur. tóh ' 'r-s y Benijofar, págs. 197-204. (2) l'cst' ^fica de la provincia de Alicante. (Bol. del Ins- tituto ge.^\., \\. ;!6, págs. 57-148, 1 mapa.)— Sistema plioceno, páginas ni-13'. Bol. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat. Tomo XVIIÍ.-Lám. XXVI. L i i ^^^^^ IR 4 X Ji A ^ II 12 - # Gómez Llueca, fot. DE HISTORIA NATURAL 511 Género Odontaspis Ag. Odontaspis contortidens (Ag.) (Lám. XXVI, figs. 1, 2, 3, 4.) Lamna contortidens Ag.— Agassiz, Recherches sur les pois- sons fossiles, vol. iii, pág. 294. Tab. 37 a, figs. 17-23. Pertenecientes a ésta, hemos encontrado dos dientes. Uno de ellos, casi completo y en el más perfecto estado de conservación, es el que nos ha servido para la determinación |específica. El otro, aun cuando le falta casi totalmente la raíz y se halla desprovisto de sus dientes laterales, no deja de presentar, tan distintamente como^ el primero, los pliegues característicos de la cara interna, y los bor- des cortantes, sólo hasta la proximidad de la base de la corona, caracteres que, unidos a la forma, son los más esenciales para la determinación. r\i^^r,c,;r.r,c.^ . -[' AlturQ de la coronB 60 SU carB exísma 19 mm. eTemol ar mt^ '^^"^ 'd- i"*^'-"^ ^6 ■/. - üfí^P.' ) Espesor de la base de la corona 5 - ^/mnw^ '"""/ Espesor de la ^°"^P'^t° (Anchura de la ídem id 7 Odontaspis denticulata (Ag.) (Lám. XXVI, figs. 5 y 6.) Lamna denticulata Ag.— Agassiz, ob. cit., vol. iii, pág. 29U Tab. 37 a, figs. 51-53. Un solo diente poseemos de esta especie, que, aunque algo dete- riorado, no ha perdido afortunadamente el carácter específico más esencial. Sumamente parecido por su forma al O. cuspidata (Ag.), pre- senta los conos laterales formando dientes más o menos regulares, carácter que puede observarse muy manifiestamente en la figura 5. Altura de la corona en su cara externa. 10 V2 mm. ídem id. interna 9 V2 — Espesor de la base de la corona 2^/4 — Anchura de la ídem id 6 '/a ~ 512 boletín de la REAL SOCI"EDAD ESPAÑOLA Género Galeocerdo Müll. y Henle. Galeocerdo latidens Ag. (Lám. XXVI, figs. 7-8.) Agassiz, ob. cit., vol. iii, pág. 231. Tab. 26, figs. 22 y 23. El único diente obtenido, representante de esta interesante es- pecie, es un excelente ejemplar, que no presenta más defecto que el ocasionado por el uso. Esto es precisamente lo que motiva que el borde anterior, en su parte extrema superior, aparezca desprovisto de los finos dentículos que debieran existir continuando los de la base del mismo borde. Mide en conjunto 18 mm. de largo por 9 V2 de alto. La co- rona, en su cara interna, algo escotada en su borde inferior, mide una altura de 6 '/a rn'"- ^^ cuyo lado la raíz es más alta; y en su cara externa 7 '/s mm., siendo la raíz menos visible y cuyo borde es paralelo al del esmalte de la corona. Si a estos caracteres añadimos los de que el cono es grueso y corto, y que la escotadura posterior forma un ángulo muy agudo, por debajo del cual los dien- tecitos son muy pronunciados, mientras que son muy finos sobre el borde de la punta del diente, e igualmente en su borde anterior, tendremos los caracteres esenciales para el diagnóstico específico, con los cuales, como vemos, corresponde en un todo nuestro ejem- plar, que, aun cuando no sea único, es el primero que se cita en España. Género Carcharías Cuv. Sub-género Prionodon Müll. y Henle. (Lám. XXVI, figs. 9-16.) Es el grupo del cual hemos obtenido una mayor representación. Seis dientes corresponden al citado sub-género, de los cuales he- mos representado los mejor conservados. Sabido es que estos dientes son en múltiples casos difíciles de se- parar de los correspondientes al género Sphyrna, pues su pareci- do, es en muchos casos tan grande, que sólo una especial competen- cia pudiera determinarlos con certeza, viéndolos aislados. En los UE HiyXUKlA NATURAL 513 nuestros, dada la finura de los dientecillos de que están provistos los bordes, pudiera pensarse que correspondían a aquel género, pues análogamente los poseen las Sphyrna cuando los dientes mar- ginales ocupan los bordes en totalidad. Sin embargo, al compararlos con otros que poseemos y que pertenecen al referido género, se nota la diferencia con claridad. Los ejemplares que estudiamos, tienen una forma más recogida y menos lanceolada. Además, casi todos son derechos, condición que en los de Sphyrna es excepcional. Por ello y a pesar de que algu- nas figuras del Agassiz (1) se asemejan notablemente, creemos estar en lo cierto al referirlos al subrgénero Prionodon. Sin ser necesaria una larga y penosa descripción, es suficiente la simple inspección de las figuras 9-12, para separarlas de las otras, 13-16. Deben corresponder a dos especies, o por lo menos a distinta mandíbula de una misma especie, pues debe tenerse en cuenta que en los Carcáridos, los dientes del arco mandibular superior son distintos a los del inferior. / Altura de la corona en su cara externa. . 10 mm. Medidas del ejem - \ ídem id. interna 7 '/2 — piar (figs. 9-10). . ) Anchura de la base del cono 6 — V Espesor de la base de la corona 2^/4 — ■ Altura de la corona en su cara externa. . 6 V2 — Medidas del ejem- \ Ídem id. interna 5 — piar (figs. 11-12). y Anchura de la base del cuno 4 — I Espesor de la base de la corona 1 ^/^ — / Altura de la corona en su cara externa. . 7 — Medidas del ejem- ) ídem id. interna 5 — piar (figs. 13-14). i Anchura de la base del cuno 3 '/j — (Espesor de la base de la corona 2 — I Altura de la corona en su cara externa . . 67,— ídem id. interna 5 " — Anchura de la base del cono 3 '/, — Medidas del ejem- plar (figs. 15-16). j Espesor de la base de la corona. '.'.'.'.'.'.'. 2 I Anchura total de la raíz 13 — Género Sphvrna Raf. Sphyrna prisca Ag. (Lám. XXVI, figs. 17-18.) Agassiz, ob. cit. vol. iii, pág. 234. Tab. 26 a, figs. 35-50. Por los caracteres antes anotados, podemos separar de entre los dientes hallados un representante de esta especie, que aun cuando (1) Ob. cit. Tomo xviii.— Diciembre, 1918. 32 514 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA le falta casi en totalidad la raíz, presenta, por el contrario, la coro- na casi intacta, dejando ver con exacta claridad los caracteres pro- pios de la especie. Altura de la corona en su cara externa.. 6^/4tnm. \ ídem id. interna 5 ','2 — Medidas , Anchura total de la base de la corona. . 8 V2 ~ ^Idem id. del cono en su base 5 '/2 — \ Espesor de la base de la corona 2 — Género Khinoptera Kuhl. (Lám. XXVI, figs. 19-22.) Este curiosísimo e interesante género, por primera vez citado como perteneciente al Terciario español, forma parte de la familia Mylíobatidae y se distingue de los otros géneros, segiín Zittel (1), por tener el pavimento dentario formado de cinco o más filas de dientes planos, que bien disminuyen de anchura, de dentro afuera, bien tienen todas casi las mismas dimensiones. Esto hace, que sien- do tan numerosos, posean un tamaño reducido, lo que aparte otros, caracteres, permite separarlos fácilmente de los dientes de Mylio- bates y Zygobates. Pero esa ñiisma pequenez y la débil soldadura que los une entre sí, hacen que sea difícil su hallazgo y que casi, siempre se les encuentre sueltos, lo que motiva una dificultad in- superable para la determinación específica, que no es posible en la^ mayoría de los casos mas que con pavimentos dentarios más o^ menos completos. Sólo dos dientes representan hasta ahora una especie en tan im- portante formación, y que por cierto no están completos, faltándoles parte de uno de los extremos. El de mayor longitud, mide 11 '/o mi- límetros en sentido transversal y sólo 2 '/^ en sentido anteroposte- rior. El otro, más ancho y más corto, mide 9 x 3 en la misma for- ma que el anterior. Claro es que con las reservas con que debe procederse al contar sólo con dos dientes aislados, diremos que en el Eoceno inglés y en el Eoceno medio (Bruxelliense) de Bruselas e Ixelles, y en el Laekeniense de los alrededores de Bruselas, se ha encontrado una especie que A. Smith Woodward clasificó como Rhinoptera Da- üiesi. Los dientes que atribuyó a la referida especie presentaban, (I) Traite de Paléontologie, tomo iii, pág. 100. DK HISTORIA NATURAL 515 una corona poco gruesa, que termina en el borde anterior en un bisel muy delgado, presentando en el borde posterior una ranura transversal, destinada a recibir el borde anterior, adelgazado, del diente que sigue inmediatamente. Por delante, la corona rebasa en casi la mitad de su longitud a la raíz. Esta raíz es corta y sus plie- gues son muy salientes y separados por anchos surcos. Las fotografías de nuestros ejemplares están hechas de manera que todos estos caracteres son perfectamente visibles, por lo cual, y a pesar de los escasos restos que poseemos, no dudamos en refe- rirlos a la Rh. Daviesi S. Woodward, que del mismo modo que otras especies de géneros de la misma familia: Myliobates, CEto- bates, Zygobates, han vivido seguramente durante varios perio- dos de la Era'terciaria. La relación que existiera entre la longitud y la anchura de nuestros ejemplares suponiéndolos completos nos hace suponer que formarían parte de la fila central del pavimento. Género Raja Cuv. (Lám. XXVI, fig. 23.) Perteneciente a este género, señalamos la existencia de una es- cama placoidea, que su mal estado de conservación nos impide de- terminar ni aun aproximadamente la especie a que pertenezca. La fotografía está tomada dg modo que se pueda ver el nacimiento del aguijón, del que por cierto sólo resta su base. Género Chpvsophrvs Cuv. (Lám. XXVI, fig. 24.) De la mancha que citamos, han sido señalados por los señores Jiménez de Cisneros y Novo, algunos dientes de Sphaerodiis (Cfirysophrys); no tiene, pues, nada de particular que hayamos en- contrado nosotros los dientes anteriores, representados por un ejemplar, que puede verse en la figura 24. Es sabido que este abundante género presenta su aparato dentario, formado por una fila anterior de dientes cónicos algo incurvados y otros posteriores que, reunidos, forman un pavimento de dientes redondeados. 51G boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA En resumen: para el conocimiento de la fauna paleontológica del Neogeno de la provincia de Alicante, y especialmente para la ex- tensa mancha de Rojales y Benijofar, aportamos en esta nota, los siguientes géneros y especies: Odontaspis contortidens Ag. Odontaspis denticulata Ag. Galeocerdo latidens Ag. Carcharías (Prionodon) 2 sp. Sphyrna prisca Ag. Rhinoptera Daviesi S. Woodward. Raja sp. Chrysophrys sp., dientes anteriores. Teniendo en cuenta el conjunto de especies citadas, y compara- das con la fauna ya conocida de otros yacimientos de España, Fran- cia e Italia, presumimos que aquellos estratos ocultan todavía im- portantes descubrimientos, que no tardarán en ser revelados. Bosquejo geográfico-geológico de la Sierra de San Vicente (Toledo) por Gabriel Martin Cardoso. En el pasado mes de Agosto realicé una excursión por la Sierra .de San Vicente (provincia de Toledo), de la que he obtenido algu- nos datos, que luego mencionaré y que . en otra excursión me pro- pongo ampliar; pero teniendo en cuenta lo poco descrita que está dicha Sierra, me permito hacer una breve introducción geográfica. Sígase la descripción en las figuras que acompañan a este bosquejo. La Sierra de San Vicente o del Piélago, segmento final del Gua- darrama, como la considera el Sr. Carandell (1), entre otras razones por conservar la primitiva orientación general NE.-SW. del sistema, se encuentra en la actualidad casi enteramente reducida a penilla- nura, por lo cual no es fácil, sobre todo en la parte occidental, se- ñalar sus límites con exactitud. El Sr. Carandell la hace comenzar en el mismo punto en que termina el Guadarrama propiamente di- (1) Calizas cristalinas del Guadarrama. Trabajos del Museo de Ciencias Naturales, serie geológica, núm. 8., pág. 21. DE HISTORIA NATURAL 517 cho y arranca también la Sierra de Gredos, en la Peña de Cenicien- tos; pero sus accidentes no pasan de pequeños desniveles (colinas, o _ « X2 • rio c/; c/3 - 'U'So o S«"l o c >co 2 no co ^'§'"-« • • S « N = 7 SU 035 2^ > >oi: ojSooo •3 1- t: — _. <¡J turo Vi 'O O ~r OO-O CT-ZÍ í; OJO "coi — ü 5 cerros de escasa elevación) (1), que no permiten que se destaque (1) Exceptuando el Berrocal de Nombela, que por estar completamen- te aislado, y no sólo muy separado del resto, sino que también del eje orográfico, no me voy a ocupar de él. Me concretaré al conjunto que de un modo corriente se llama Sierra de San Vicente. 518 boletín de La REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA el macizo sobre el nivel medio de los terrenos vecinos, hasta el cerro del Oso y Pelados del Real. Asimismo, en Cabeza Bermeja puede señalarse la conclusión, pues a partir de este punto las altitudes ba- jan bruscamente de 1 .000 a 600 m. para ir después, poco a poco, per- diéndose por los montes de Cervera y Pepino al W. y SW. Resul- ta, pues, que la parte verdaderamente montañosa, por encontrarse en un grado más atrasado de arrasamiento, la parte central, apenas mide una longitud NE.-SW. de 12 km. y una anchura N.-S. que no pasa de 10 km. Los puntos culminantes son: Pico de San Vicente, a 1.321 m. de altitud, desde donde se divisa en hermoso panorama la cuenca del Tajo; Pelados a 1.331, y Cruces a 1.366 (1), que como puntos de vista rivalizan y aun superan al anterior, mostrando en toda su mag- nificencia el pintoresco valle del Tiétar; la Sierra de Gredos, que cierra por el N. el horizonte, y al NE. y trasponiendo los cerros de Cadalso y Cenicientos, las cumbres próximas al Escorial, Reducido así el macizo orográfico que nos ocupa a su parte me- jor conservada, y separado de Gredos a una distancia media de unos 15 km. por el amplio valle longitudinal del Tiétar, viene a tener una figura casi triangular. Sus vértices estarían en los cerros del Oso, Cabeza Bermeja y Navalasierra. Sus vertientes son suma- mente rápidas, en particular la meridional, donde en extensiones menores de 3 km. se asciende en la vertical hasta 700 m., resultan- do una pendiente tan inclinada que ha motivado su característica topografía: la erosión y denudación torrenciales han recortado viva- mente la roca granítica, produciendo enormes canchales que difi- cultan en muchos puntos el acceso a las cumbres, y modelando nu- merosas figuras de descomposición del granito. Las gentes de los pueblos comarcanos citan muchos casos de desprendimientos de grandes bloques de granito en todas épocas. Por el lado septentrional, la pendiente es también muy rápida, aunque no tan desigual como la anterior, porque los materiales que la constituyen se van desmoronando según se descomponen y la vertiente no ofrece apenas discontinuidades. Los tres puntos culminantes que he citado al principio, marcan los vértices de un triángulo en el centro del macizo, dejando entre sí un alegre y pintoresco vallecito de altura, denominado El Piéla- (1) Datos tomados del Mapa topográfico del Instituto Geográfico, hoja niím. 602. DE HISTORIA NATURAL 519 go (1), de unos 3,5 km-, de extensión, y una altitud media en el fon- do de 1.150 m.; la roca hipogénica permanece oculta por un manto de tierra vegetal sin ninguna consolidación y sí en constante hume- dad, que produce frecuentes trampales y praderas permanentes. Casi cerrado por todas partes, el desagüe de este vallecito se realiza por el ángulo nordoccidental. El nivel de base de las aguas que recoge la vertiente sur está a 400 m. de altitud en el río Alber- che, que corre en dirección paralela a la Sierrra, hasta su confluen- cia con el Tajo. Los arroyos tienen, por lo tanto, que descender cerca de 800 me- tros en un trayecto de 12 km. y, como es natural, esto les da un poder erosivo tan grande, que han disecado profundamente la ver- tiente en segmentos separados por barrancos intermedios que son el asiento de dichos agentes demoledores. Quedan así destacados, marchando de SW. a NE., los cerros de Cabeza Bermeja, de San Vicente (que por ser el mayor ha dado nombre a la Sierra), Cituero y Oso, separados por las torrenteras de los arroyos Guadamora, Águila, Cañadillas y Saucedoso. En el extremo occidental el arroyo Navatejares y el río Guadierbas ayu- dan a este trabajo de disgregación. Así, el primero deja destacado por la parte N. al cerro de la Cabeza, que ya lo estaba por el Este, concediéndole individualización. Muy análogamente ocurre con el Guadierbas, que secundado por el arroyo del Lugar, aisla al Cerro de Navalasierra en el ángulo NW. Entre ambos cursos fluviales, queda una cuerda de menores dimensiones, que viene descendiendo desde el Piélago en dirección W., con los nombres de Rostro y Montijo. El cerro de San Vicente es el de pendiente mayor; por muchos puntos es por completo inaccesible. Tiene figura de pirámi- de cuadrangular, estando unido al resto del macizo por la cara sep- tentrional. Dos líneas de canchales, el Risco y la Vilanera, marcan perfectamente las otras dos aristas. Fijándose en el conjunto que presenta la Sierra desde Talavera (fig. 2."*), se echa de ver el contraste que ofrece la parte occiden- tal de cumbres redondeadas, con el resto, de agudos vértices. Basta observar la altitud del nivel de base de los ríos Tiétar y (1) Tanta es la bondad del clima en verano, que no ha dejado de lla- mar la atención de cuantos lo han visitado. El Conde de Cadillo, en sus minucias literarias De mi cosecha, Biblioteca Patria, tomo lxix, hace un cumplido elogio de este lugar. 520 boletín dk i,a real sociedad española •*-il - 3 •-a Alberche, que recogen las aguas precipitadas en la Sierra del Piélago, para encontrar la razón de esta topografía. I En el extremo orien- tal, el Alberche corre a- 400 m. de altitud, mien- tras el Tiétar, al N., se encuentra a 480. Esta diferencia de cerca de 100 m. en la vertical, mientras es escasa en la horizontal y en distan- cia al eje orográfico, es- tando los dos ríos sepa- rados entre sí 25 km., produce una erosión mu- cho más enérgica del= lado del Alberche que va ensanchando su cuen- ca a expensas del otro. En el extremo occiden- tal ya no lleva el Tiétar sobre el Alberche mas que 20 m., resultando un poder erosivo mucho más lento y continuado. Influye también, no po- co, en este relieve, el grado mayor de altera- ción de granitos, peg- matitas y, sobre todo, pizarras cristalinas, que constituyen la regiónW. de la Sierra. En dirección SE. del cerro de San Vicente es- tán los del Castillo y Cabeza Garrido, de al- tura mucho menor, que los arroyos Martín y Cañadillas han logradO' > ^ •a (U ce o co ce tn DE HISTORIA NATURAL 521' aislar completamente del macizo. Las demás eminencias son de es- casa elevación e importancia para ser mencionadas en un bosquejo general como éste. ... =í' ... Una gran parte de la superficie de la Sierra de San Vicente es granítica. Otra parte bastante menor pertenece a terrenos cristalo- fílicos. En términos generales, puede, decirse que el estrato-cristali- no forma una faja que ciñe al macizo por el extremo suroccidental. La distribución de los terrenos cristalofílicos puede verse en la Re- seña geológica de la provincia de Toledo de los Sres. Malladff y Dupuy de Lome (1), por lo cual me limitaré a citar varios retazos arcaicos de los alrededores de Hinojosa de San Vicente, no señala- dos en el Mapa Geológico. El mayor de todos constituye el fondo y vertiente occidental del Barranco del Hoyo, recorrido por el arroyo Guadamora. Le forman un conjunto de micacitas (rocas dominantes en estos isleos arcaicos) con numerosos cambios de buzamiento, y en gran parte alteradas, pudiéndose deshacer entre los dedos con mucha frecuencia; el color de la mica es variable, dominando el pardo- dorado y bronceado, como también el verde cuando está cloritizada; además, estas mica- citas suelen ser feldespáticas. Este conjunto ocupa una extensión aproximada de 2 km. de longi- tud en sentido NW.-SE. por unos 600 m. de anchura SW.-NE. Sir emplazamiento viene a ser el indicado en el adjunto croquis (figu- ra 1."), para cuya parte orográfica me ha servido de base el Mapa topográfico del Instituto Geográfico; los manchones A y B están señalados de acuerdo con el Mapa de Mallada y Dupuy de Lome (2), aunque en la descripción que hacen dichos señores se refieren a la situación distinta que tienen en el Mapa antiguo del Instituto Geo- lógico. Otra manchita de menor extensión se halla en el lugar llamado el «Atajo;>, al NE. y a un km*, de Hinojosa; se extiende desde el arro- yo Guadamora hasta casi la confluencia de dicho camino del Atajo con el de Hinojosa al Real; viene a tener unos 800 m. de longitud, por 200 de anchura. Los otros afloramientos son mucho menores:: en el lugar llamado El Judío (junto al arroyo del Águila) y en las. (1) Boletín del Instituto Geológico; Madrid, 1912. (2) Op. cit. 522 . boletín de LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA inmediaciones del arroyo Martín, en el Boyero, las fajas que se en- cuentran no pasan de unos 2.500 m-. En el arroyo del Sedeño y dentro de Hinojosa, algo mayores, de 7.800 m^ Además de micacitas suelen encontrarse algunos gneis y granitos gneísicos, a juzgar por los abundantes cantos rodados que de estos materiales existen; pero sobre todo, y con una estructura clarísi- ma, diversas leptinitas que forman lechos de variado espesor y cuya existencia no he visto indicada en ninguna de las obras consulta- das (1); los granos de cuarzo aparecen a simple vista claramente alineados. El yacimiento en que mejor caracterizadas me han pare- cido las leptinitas, es en el kilómetro 18.400 de la carretera de Ta-. lavera de la Reina a San Martín de Valdeiglesias (2). Es de notar la falta manifiesta de metamorfismo en los contactos de la micacita con el granito: la transición de una a otra clase de rocas es brusca. Todo induce a creer que se trata de un nuevo ejem- plo de inclusión mecánica de rocas arcaicas en el granito sin ir acom- pañado de metamorfismo; caso análogo al mencionado por el señor Fernández Navarro (3) en el camino de Cenicientos a Almorox. No he hallado tampoco rocas piroxénicas ni anfibólicas, y creo que si existen, sean muy escasas, porque en esta región son frecuentes las fuentes de agua opalina, indicando la ausencia de cal. El granito de la Sierra del Piélago, predominantemente grisáceo, aporfidado, con grandes ortosas, hasta de un decímetro de longitud en el Cerro de San Vicente, y mica negra, aparece frecuentemente con aureolas rojizas alrededor de la mica, tiñendo desigualmente el feldespato e indicando un principio de alteración. He observado, además, la frecuencia de la descomposición del granito en capas concéntricas (4) a media ladera y sobre todo en los barrancos del Águila y el Baíllo; es más rara en las cumbres, donde predomina (1) Peña: Reseña geológica de la provincia de Toledo (Bol. de la Com. del Mapa geológico, tomo iii, 1876.) Cortázar: Expedición geológica por la provincia de Toledo. (Bol. Com. map. geol., tomo v, 1878.) Mallada: Explicación del Mapa Geológico, tomo i. Mallada y DuPüY de Lome: Op. cit. Carandell: Op. cit. (2) Tomamos el término leptinita en el sentido de roca estrato-cris- talina formada esencialmente de feldespato y cuarzo. (3) Bol. Soc. Hist. Nat. tomo, ix, 1909, págs. 161 y 162. (4) Mencionada por el Sr. Carandell en su obra citada (pág. 28), tanto en Credos como en esta Sierra, ülí HISTORIA NATURAL 523 la descomposición en bloques de superficie uniforme; no faltando tampoco en la parte baja la alteración reticulada. Tanto el granito como las pizarras cristalinas, suelen estar atra- vesados por diques de pegmatitas, muy numerosas y turmaliníferas en el ángulo NW. (cuenca del Guadierbas y arroyo del Lugar), don- de se hallan láminas de mica de gran tamaño; por regla general, están muy alteradas. Pero principalmente es el cuarzo el que, en va- riadas direcciones y con diversos espesores, atraviesa por todas partes la masa hipogénica en numerosos diques. Merecen citarse por su gran potencia (más de 10 m.), el que en dirección N.-S. aparece al SE. de Hinojosa, atravesando el camino de Bayuela en el lugar que por esta razón llaman los Cantos Blancos, y el enorme dique que en dirección E.-NE.W.-SW. aparece en el lugar llamado los Guijos, entre Hinojosa y San Román. El cuarzo se presenta a veces incoloro, y frecuentemente, entre los cristales y sobre las caras de éstos, aparecen láminas rojas de oligisto de intenso brillo. Entre los cuarzos de Pepino he encontra- do nodulos de óxidos de hierro pseudomórficos de pirita y limoniti- zados en la superficie algunas veces. Excursiones por el plioceno de Cantiüana (Sevilla) y cuenca del Biar por ■ José Arias de Olavarrieta. Con el fin de obtener una impresión de conjunto de todo lo refe- rente a la cuenca del Biar, realizamos, durante el verano pasado, va- rias excursiones por el norte de Cantiilana (Sevilla) y pueblos limí- trofes, poniendo especial empeño en seguir el borde de dicha cuenca y avanzar en los terrenos que la confinan. No era nuestro propósito dar cuenta a la Sociedad de esos traba- jos, por el fin que nos propusimos al iniciarlos, y así lo hubiéramos hecho si una circunstancia especial, el hallazgo de plioceno en re- giones donde hasta ahora no fué señalado, no nos hubiera inclinado a ello. Existe, en efecto, en la orilla derecha del Guadalquivir, a unos 30 km. de Sevilla, el pueblo de Cantiilana, posando sobre unas margas compactas, de color blanco-azulado en superficie fresca y algo amarillenta en la expuesta a la acción de la intemperie. En 524 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPA^'OLA ellas, fueron encontrados gran cantidad de foraminíferos, algunos lamelibranquios de pequeño tamaño, y entre estos últimos, uno de tamaño mucho mayor, si bien de concha débil y poco peso. Todo ello, la escasez de fósiles, la pequenez de éstos y la naturaleza de la roca, nos hizo suponer se trataba de una formación de mar pro- fundo. Estas margas reúnen condiciones excelentes para el modela- do, por lo cual, se emplean en alfarería. Este horizonte se extiende por el E. hacia Villaverde del Río, por el N. hasta montarse sobre los conglomerados y areniscas triási- cas de la cuenca del Biar, hacia el S. hasta ocultarse en los sedimen- tos cuaternarios, y por el NW. en mucha mayor extensión, constitu- yendo lo que los naturales del país llaman «Los Barros», porque en épocas de lluvia se hacen fangos que dificultan el tránsito por aque- llos lugares. Siguiendo la carretera que va a Villanueva de las Minas, continúa a uno y otro lado el mismo nivel, con igual escasez de fósiles, hasta llegar al arroyo de Trujillo, en donde aparecen, por encima de él, unas margas arenosas, muy deleznables, cuajadas de fósiles. Recorriéndole hacia el N. hallamos la n^isma formación en el arroyo de Alcornocalejo, en donde yacen sobre las calizas mio- cenas. Volvimos a la carretera y continuando por ella encontramos de nuevo las margas compactas y más tarde las margas arenosas y deleznables; y en donde arranca la carretera-derivación para el cortijo de Alcornocalejo, aparecieron las calizas miocenas alter- nando con areniscas, con muchos fósiles, entre ellos un sinnúmero de Hetereostegina costata, algunos Clypeaster, Pectén Bes- ser i, Ostrea longicostris, etc. Aparecieron nuevamente, caminando siempre en dirección a Vi- llanueva, las margas azules sobre la caliza miocena y las arenas margosas y deleznables sobre las margas compactas, y ya en el pueblo, a orilla derecha del Huesna, en el sitio llamado «El Chapa- rral», encontramos las arenas margosas con gran cantidad de fósi- les, de aspecto igual a los hallados en el arroyo de Trujillo, posan- do sobre un banco de Ostrea. Anteriormente hemos dicho que las margas compactas yacen sobre la caliza miocena, y aunque la escasez de fósiles nos impidió coger buenos ejemplares, y además los recogidos fueron en su ma- yoría, moldes internos y algunos restos de conchas de difícil especi- ficación, creemos, sin embargo, que por hallarse posando sobre el mioceno, por su parecido a los fósiles claramente pliocenos de las arenas margosas, por no hallarle relación con ninguno de los hori- DE HISTORIA NATURAL 525 zontes miocenos de esta región y por su semejanza con el plioceno estudiado por D. Salvador Calderón en la orilla derecha del Gua- dalquivir, dicho nivel corresponde al plioceno. Las arenas margosas, por el contrario, nos han proporcionado gran número de ejemplares, de diversidad de especies y en buen estado d*e conservación. Ellos nos permitieron reconocer el plioceno, hasta ahora no hallado, en esta región. He aquí las especies encontradas en las arenas margosas proce- dentes del arroyo de Trujillo y de Villanueva de las Minas: Meretrix Itálica Defr. Venus multilamella Lam. Venus sp. Lutraria elliptica Roissy. Arca Fichteli Desch ? Pectunculus pilosus Linn. Solen vagina Linn. Cardita Bollenensis Font. Cardita Jouanneti Bast . Cardita sp. Cardium Hoernesianum Qrat. Lceuicardium obíongum Chemnitz, var. comitatensis Font. ' Pectén sp. Turritella tricar inata Brocchi. Turritella bicarinata Eichw. Turritella turris Bast.? Turritella sp. Turritella sp. Cerithium rubiginosum Eichw. Cerithium sp. N ática redem.pt a Micht. N ática Josephinia Risso. Natica sp. Cassis saburon Lam. Nassa sp. Nassa sp. Buccinuní Rosthorni Partsch. Conus sp. Marginella Stephaniae Costa. Ancillaria glandiformis Lam. 526 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Dentalium Boiiei Desh. Dentaliiim miitabile Doderleim. Varios poliperos. Desde un principio creímos que esas dos formaciones pliocéni- cas correspondían a dos pisos diferentes: uno inferior, constituido por las margas azuladas, y otro superior, por las arenas margosas y deleznables. Pero no tenemos hoy datos para afirmarlo, porque pudiera ser muy bien que las diferencias entre ambas capas, tuvie- ran su origen en un cambio de profundidad del mar. Con certeza, no se podrá resolver este problema, hasta que no se hallen fósiles clasificables en las citadas margas azules. Para terminar lo relativo al plioceno, añadiremos que los dos horizontes de que hemos hablado se parecen a los citados por Don Salvador Calderón en su trabajo Movimientos del valle del Gua- dalquivir {X). Dicho profesor estudió la formación pliocénica a uno y otro lado del río, y señaló en la orilla derecha, dos capas, una de margas azuladas, con abundantes foraminíferos, restos de equino- dermos y moluscos, y otra de marga arenosa, de poca consistencia y con bastantes fósiles. Estudió también la formación pliocénica de la orilla izquierda, y dice estar constituida por materiales diferen- tes a los de la orilla derecha, pues son calizos y no arenosos y ar- cillosos, con fósiles revueltos y rotos, que dan a entender su for- mación en playas. Como se ve, el plioceno señalado por nosotros, corresponde, como situado que está a la orilla derecha, a los que primero estudia. En Villanueva reconocimos también el mioceno, que desarrollán- dose mucho en la orilla izquierda del Huesna, sobre todo en espe- sor, se apoya en el carbonífero. Existe, en efecto, junto a la vía del ferrocarril, el llamado «ce- rro de la Calderona», formado por alternancias de calizas con ban- cos de arenas. Así como esta última es poco fosilífera, la caliza lo es mucho, en especial de foraminíferos, que se hallan en tan enor- me cantidad que no parece sino que estuviese formada sólo de esos animales. En ella encontramos Ostrea, Pectén, Clypeaster, etcétera. Tuvimos noticia, por el amable Ingeniero de Minas señor Reina Moñino, del hallazgo en el mioceno, de varias vértebras de un balénido, encontrado, al abrir un pozo, a unos 60 metros de pro- (1) Anal. Soc. Esp. Hist. Not., tomo xxii, págs. 5-18. DE HISTORIA NATURAL 527 fundidad. Es digna de mención la costumbre que tienen los habitan- tes de este pueblo de abrirse casas en las capas de arena, teniendo por techo y suelo la caliza. En nuestro deseo de seguir los terrenos que bordean la cuenca del Biar, nos dirigimos de Villanueva al cerro de la Encarnación, atravesando primero el mioceno, que en capas horizontales coro- na los cerros, y después el silúrico, que en extensa faja sigue a la cuenca del Biar por la izquierda. Uno de los últimos cerros meri- Bosqiiejo de la región estudiada. Ha servido de base la hoja correspondiente del Instituto Geográfico y Estadístico. (Escala, 1 : 135000.) dionales de esa mancha silúrica, es el citado cerro de la Encarna- ción, el cual, como el de los Alacranes, es de áspera subida y está constituido por capas alternantes de cuarcitas y pizarras diri- gidas de NW. a SE., con buzamiento de 65° al ENE. Los conglo- merados y areniscas triásicos del Biar se levantan y echan sobre 528 boletín de L\ REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ellas, en discordancia notable. Al bajar del cerro, por la vertiente este, hallamos el mioceno en capas horizontales, repitiéndose aquí lo que es tan frecuente en esta comarca, de encentrarse el mioceno coronando la mayor parte de los cerros. El arroyo del Parroso, que antes de su unión con el Huesna viene encajado en el silúrico, pene- tra en el triásico, entre el cerro de los Alacranes y el de la Encarna- ción, y corre por el mismo borde occidental de este último, sobre el triásico, en vez de seguir metido en el silúrico, como señalan los mapas geológicos. La misma formación de cuarcitas y pizarras, se repite hasta el cortijo de Fuenteluenga, en donde aparecen las cali- zas cristalinas, de aspecto marmóreo, que se dirigen de NW. a SE. buzando 65° al ENE., es decir, con dirección y buzamiento idénti- cos a los del cerro de la Encarnación. Toda la Sierra del Serrajón se halla formada por estas calizas marmóreas, constituyendo una arista cortante, de difícil subida por sus dos vertientes, que se ex- tiende hasta las «Lanchas», en donde aparece la formación silúrica, que ha de bordear hacia el norte la parte oriental restante de la cuenca. Merece especial mención la constancia con que se presentan areniscas y conglomerados triásicos, levantados y echados sobre las calizas, en discordancia visible. Ese mismo fenómeno se repite desde el cerro de la Encarnación, hasta las proximidades de Fuen- teluenga, y al otro lado del Biar se ven echados sobre las diabasas, que en enorme batolito ocupan el borde occidental de la cuenca. Si recordamos que dichos conglomerados y areniscas se disponen en capas horizontales y que sólo se levantan en los contactos con los terrenos que la limitan, la cuenca del Biar, más bien que depresión originada por la erosión de las aguas, es una fosa tectónica. El se- ñor Macpherson, en su trabajo titulado: Estudio geológico y petrográfico de la provincia de Sevilla (1), sin citar los hechos por nosotros referidos, suponía ya que la depresión del Biar obede- ce a alguna falla o quiebra en el terreno. Bajando la sierra de Fuenteluenga, por la vertiente opuesta al Biar, se entra en una extensa formación de pizarras, lo mismo en espesor que en longitud, pues se continúa al N. y NE. de la man- cha silúrica que se extiende desde el cerro de la Encarnación a Fuen- teluenga. Dichas pizarras, en las que hallamos capitas de cuarzo con gran frecuencia, están dirigidas de NW. a SE., con buzamiento (1) Bol. Com. Map. Geol. de España, tomo vi. DK HISTORIA NATURAL 529 65" al ENE. Y en algunos sitios están tan plegadas, que dentro del movimiento general se ven un sinnúmero de anticlinales pequeñí- simos. Atravesamos los «Labradillos» y llegamos a la sierra del Burro, que corre paralelamente a la de Fuenteluenga, constituyendo capas enormes de pizarras, con dirección y buzamiento idénticos a los hasta aquí señalados. Bordeamos dicha sierra y cruzamos el Parro- so en dirección a Villanueva, y las mismas pizarras continuaron hasta la aparición del mioceno en las cercanías de dicho pueblo, en donde dimos por terminadas nuestras excursiones. Como, por el momento, no nos proponíamos hacer estudio detalla- do de la cuenca del Biar, sino continuar las observaciones de conjunto iniciadas el año pasado, no podemos llegar a afirmaciones concretas sobre determinados terrenos. Creemos oportuno, sin embargo, anti- cipar nuestras impresiones sobre los terrenos de las sierras de Fuen- teluenga y del Burro, que tienen mucha relación con los vistos por nosotros en la sierra de Córdoba el año 1916, acompañando al se- ñor Hernández -Pacheco. Las calizas del Serrajón, de colores va- riables, algunas hasta negras, se asemejan a las calizas cámbricas del horizonte de arqueociátidos de la sierra de Córdoba y las pi- zarras de la sierra del Burro, a las del cámbrico inferior de la mis- ma sierra (1). Y no es de extrañar esto, si recordamos que no lejos de esta región, en El Pedroso, halló el Sr. Macpherson una forma- ción idéntica a la estudiada por e! Sr. Hernández-Pacheco en la sierra de Córdoba. Sobre la estructura de las Cianofíceas por B. Fernández Riofrío. En Febrero del año actual solicité, y me fué concedido por la Jun- ta para ampliación de estudios, la consideración de pensionadopara realizar estudios de Anatomía vegetal en el Laboratorio de Botáni- ca de la Facultad de Ciencias de esta Universidad de Barcelona, bajo la dirección del catedrático Dr. Caballero. (1) Le cambrien de la sierra de Córdoba. Comptes Rendas de l'Académie des Sciences; París, 15 avril, 1918. Tomo xviii.— Diciembre, 1918. 33 530 boletín de LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA En la presente nota quiero dar cuenta de los resultados por mí obtenidos hasta ahora en una de las cuestiones que me propuse es- tudiar: la estructura de las Cianofíceas, y cuyo estudio prosigo, ade- más de varios trabajos acerca de otros asuntos. Son las Cianofíceas plantas cuya situación en la Sistemática ve- getal-no está todavía bien definida, pues mientras algunos autores las consideran como Algas, modernamente se tiende a formar con ellas un subtipo de las Talofitas, al cual se da el nombre de Proto- fitas, caracterizado porque las plantas en él comprendidas carecen de vacuolas, leucitos y ntícleo verdadero. Esta dualidad en el modo de opinar los diversos autores se halla relacionada con la diferente manera cómo se ha interpretado la cons- titución bastante especial desús células en Ja multitud de trabajos citológicos a que han dado origen. Hay autores que admiten la presencia en estas células de un cuer- po comparable a un núcleo por su función. Entre éstos se encuentra BüTSCHLi (1), el cual admite que una célula de Cianofícea está for- mada por una zona cortical, que contiene en disolución un pigmento azul, y un cuerpo central; en éste distingue una red que encierra granulaciones, a las que llama granos rojos, por su propiedad de teñirse metacromáticamente por los colorantes azules, y afirma, des- pués de algunas dudas, que dichos granos no poseen las propiedades químicas de la cromatina. También son partidarios de la existencia del cuerpo central, con caracteres semejantes a un núcleo: Hieronymus (2), el cual llama granos de cianoficina, tanto a los granos rojos de Bütschli como a los situados en la zona cortical, de que hablaremos más tarde; Nadson (3), que llama a los primeros esferas miicilaginosas, por suponerlas formadas de mucílago, y a los segundos, granos de re- serva, que reemplazarían al almidón de otras plantas; Kohl (4) y Waqer (5), que suponen que el pigmento azul se halla en la capa cortical formando granulaciones o cianoplastos, etc. En cambio, Mever (6) considera constituida una célula de Ciano- fícea por una porción cortical, que para él es un cromatóforo, y un cuerpo central, el cual encierra multitud de granos de una substan- cia especial, la voliitina, que, según su- descubridor, es probable- mente un compuesto del ácido nucleínico, y a la que asigna los ca- DE HISIORIA NATURAL 531 racteres siguientes: ser soluble en el agua caliente y más todavía en la hirviente; insoluble en el alcohol, cloroformo y éter; soluble en los ácidos fuertes y en los álcalis, etc.; se tiñe con azul de metile- no, de rojo azulado o azul obscuro, y con la solución de rojo rute- nio (2 cg. de rt)jo rutenio en 10 c. c. de agua, en caliente), de rojo intenso; la solución concentrada de iodo-ioduro potásico la tiñe en amarillo. FisCHER (7), abundando en la creencia de que la zona cortical tiene el valor de un cromatóforo, opina, por el contrario, que el cuerpo central se encuentra formado por unos corpúsculos esféricos o discoidales (granos centrales) y por otros en forma de ovillo (pseadomitósicos) , constituidos por un hidrato de carbono, la ana- benina, que se origina de una transformación del glicógeno, que, formado en el cromatóforo, emigra al cuerpo central; la anabenina es insoluble en agua fría, caliente o hirviendo; soluble lentamente en la potasa al 5 por 100, y rápidamente en la concentrada; no se tiñe con el iodo ni con el carmín, y sí débilmente, pero no de modo parecido a la cromatina, con safranina, genciana, verde iodo y ver- de metilo; regularmente en la hematoxilina ordinaria, bien con el azul de metileno e intensamente con la hematoxilina férrica. Admi- te FiscHER que, llegado el momento de la división celular, estos granos de anabenina, que constituyen el cuerpo central, se reparten en cantidad igual entre las dos células hijas por un proceso muy se- mejante a la mitosis, y que él llama mitosis del hidrato de carbo- no (kohlhydratemitose); y fundándose en esto, considera esta porción de las células de las Cianofíceas como un estado ancestral del desarrollo filogenético del núcleo, viendo en la mitosis de los productos de asimilación el primer paso para llegar, pasando por términos intermedios, a la división carioquinética. GuiLLiERMOND (8), que en 1906 hizo un estudio detenido de estas plantas, admite que sus células se hallan formadas por una capa cortical, un cuerpo central y varias clases de granos de se- creción. Respecto a la primera, rechaza la suposición de Meyer y FisCHER de que represente un cromatóforo, y afirma que no es ni más ni menos que el citoplasma de las células en el que se encuentra el pigmento azul al estado de disolución. Considera formado el segundo por un retículo, que debe ser con- siderado como una verdadera red cromática, semejante al aparato cromidial de los Protozoos, sumergida en un hialoplasma. En la di- visión celular los cordones longitudinales de esta red, formados 532 boletín de LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA por unas granulaciones cromáticas reunidas por substancia funda- mental acromática, toman una cierta orientación axial hasta situar- se más o menos paralelamente unos a otros, produciéndose enton- ces una estrangulación en la parte media del haz por ellos formado, la cual, acentuándose, origina la formación de dos redes hijas; esta manera de división tan semejante a una mitosis es una de las razo- nes que tiene Guilliermond para afirmar la naturaleza nuclear del cuerpo central. En cuanto a los granos de secreción- los supone de tres clases; I."*, corpúsculos metacromáticos correspondientes a los granos rojos de Bütschli, de anabenina de Fischer, esferas mucilaginosas de Nadson y granos de volütina de Meyer; 2 '^ cuerpos nucleoli- formes de Meyer, y 3.'\ granos de cianoficina. Cree a los primeros originados por el cuerpo central, en el espesor de cuyo retículo se hallan generalmente, siendo pequeños y numerosos en las células de los filamentos jóvenes, y desapareciendo, o bien subsistiendo a! estado de gruesos glóbulos, en las células viejas. Los segundos, que no son constantes, son menos numerosos, uno o dos; se encuen- tran fuera del cuerpo central, y se caracterizan por teñirse inten- samente por la hematoxilina férrica, la hematoxilina cúprica y la safranina. Por último, los granos de cianoficina se hallan dispues- tos en el citoplasma cortical: unos, pequeños y angulosos, situados cerca de los tabiques transversales de las células, y otros de dimen- siones variables, en general bastante considerables, repartidos por todo el citoplasma cortical; unos y otros se tiñen de azul por la hemalumbre. Esta diversidad de pareceres y el deseo de comprobar los resul- tados de estos trabajos y aclarar, si nos era posible, las ideas acerca de estas plantas, fué lo que nos decidió a dedicarnos a su estudio, el resultado del cual vamos a exponer. Como material de investi- gación hemos empleado las especies del género Oscillatoria más frecuentes en Barcelona y sus alrededores, que por su tamaño, re- lativamente crecido, se prestan bien para nuestro objeto, y además el Nostoc, que forma parte del género Collema, liquen que hemos recogido en San Juan de las Abadesas (Gerona). Cuerpo central. — Para SU estudio nos hemos valido de prepara- ciones teñidas con la hematoxilina de Heidenhain, previa fijación DE HISTORIA NATURAL 533 en sublimado, mezcla de Fol, líquido de Bouin o licor de Perény. En estas preparaciones, especialmente en el material tratado por los dos últimos fijadores, hemos observado claramente los filamentos análogos a la cromatina que forman parte del cuerpo central, ha- biendo asimism*b apreciado la estrangulación que presenta el con- junto de los filamentos al aproximarse el momento de la división celular. Un aspecto del cuerpo central de los ejemplares de Oscillatoria, que hemos podido observar con frecuencia en nuestras preparacio- nes teñidas con la hematoxilina férrica, es el representado en las figuras 1." y 2.% o sea un cor- púsculo grueso de forma más o menos regular y tamaño varia- ble, y varios granos más pe- queños que aquél, cuyo núme- ro y talla es variable, que ro- dean al primero, en forma de corona, unos y otros teñidos intensamente. Se podría interpretar este aspecto considerando el cor- púsculo del centro como el re- sultado de la retracción de la red que forma el cuerpo cen- tral, y los granulos periféricos como granos de cianoficina, ya que éstos son coloreables por la hematoxilina férrica. Ahora bien, según Guilliermond, los granos de cianoficina se tiñen débilmente por la hematoxilina férrica mientras que los grá- , nulos en corona se tiñen intensamente por el mismo colorante. Por otra parte, como indicaremos al volver a hablar de estos gra- nos de cianoficina, en las preparaciones tratadas por la hematoxili- na ordinaria, azul láctico (*), etc., sólo se tiñen los granos situados en. las inmediaciones de los tabiques separadores de las células y no Fig. 1.'^ Fig. 1. Fig. 2.=» -Tricoma de Oscillatoria (Hema- toxilina férrica). A, célula que muestra un aspecto de los filamentos pseudomitósicos; B, célula con granos en corona. Fig. 2."— Tricoma de Oscillatoria (Hema- toxilina férrica). A, célula con granos en corona; B, célula en división. (*) Este colorante, que nosotros utilizamos por primera vez en las Cianofíceas, se emplea en la técnica micológica y se prepara mezclan- do 5 cg. de azul algodón con 30 gr. de ácido láctico. 554 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA los demás granos que puedan existir en aquéllas. Este hecho, unido al de que en nuestros preparados con hematoxilina férrica no se muestran los granulos inmediatos a los mencionados tabiques celu- lares, nos hace pensar que los granulos que llamaremos en corona, no son idénticos a los designados por los autores con el nombre de granos de cianoficina. En las numerosas figuras que ilustran el trabajo citado de Guil- LiERMOND (8) no ¡hemos encontrado la curiosa disposición morfo- lógica a que aludimos, así como tampoco hemos hallado mención de ella en el texto de los trabajos que hemos revisado. En cambio, no hemos podido comprobar en nuestras preparaciones la existencia de ciertos granos más o menos gruesos, tingibles por la hematoxilina férrica y asentados en la capa cortical, de que hablan Guillier- MOND, Nadson y otros autores. De todo esto deducimos que los granulos en corona pudieran sustituir a los granos corticales en las especies que nosotros hemos estudiado; en todo caso, su distribu- ción sería muy diferente, pues mientras los corticales son de des- iguaKtamaño y esparcidos sin orden por la masa cortical, los en' corona, sensiblemente de la misma talla, forman a modo de un pe- queño sistema planetario cuyo centro sería la gruesa formación central más arriba mencionada (filamentos retraídos?). Corpúsculos metacromáticos. — Ya dejamos dicho que estos cor- púsculos, que BüTSCHLi denominó granos rojos, han originado, por lo que a su naturaleza se refiere, gran diversidad de opiniones, pues mientras para Nadson son esferas mucilaginosas, son de ana- benina y volutina, respectivamente, para Fischer y Meyer. Ya indicamos asimismo que entre los reactivos de la volutina se' encuentra el rojo rutenio, que la tiñe de rojo intenso; nosotros he- mos tratado por este colorante filamentos de Oscillatoria en fresco y filamentos previamente sometidos a la acción del agua hirviendo. Hemos sometido los supradichos filamentos a la acción del rojo rute- nio en condiciones diferentes para dilucidar si los granos metacro- máticos son de volutina o de anabenina, pues, según Meyer, la volu- tina es soluble en el agua a 80° y mejor en la hirviente, mientras que la anabenina, según Fischer (9), es insoluble en el citado líqui- do en ebullición. Pues bien, en las células de los filamentos trata- dos en fresco durante veinticuatro horas por la solución de rojo ru- tenio (2 cg. de rojo en 10 c. c. de agua caliente, recién preparada), hemos podido observar la presencia de unos granos situados en el DE HISTORIA NATURAL 5?5 centro de la célula, de tamaño muy variable, teñidos intensamente en rojo, es decir, los granos de volutina de Meyer o de anabenina de Fischer (fig. 3.'')- En algunas células en que estos granulos eran muy numerosos y de pequeño tamaño hemos podido comprobar la presencia de utíb o dos de mayores dimensiones que seguramente corresponden a los cuerpos nucleoliformes de Meyer (fig. 4."). Por el contrario, en las células de los filamentos tratados durante unos minutos por agua hirviendo no hemos podido revelar median- te la acción del rojo rutenio estos granos, apareciendo solamente teñidos en estas células los gra- nos de cianoficina, que en los fila- mentos que no han sufrido la pre- via acción del agua hirviendo no ' 9 ^ i aparecían. De todo esto parece deducirse que la substancia de que están formados estos corpúsculos me- * tacromáticos es la volutina, que í es soluble en agua caliente y me- jor hirviendo, y no de anabenina, que es insoluble en el mismo lí- " quido. ' Fig. 3." Fig. 4.» Fig. 3." — Tricoma de Oscillatoria (Rojo riitenio), granos de volutina del cuerpo central. Fig. 4." — Tricoma de Oscillatoria (Rojo rutenio), granos de volutina y cuerpos nucleoliformes. Granos de cianoficina. — Como anteriormente indicamos, se lla- man así unos granulos situados en la porción cortical de las células, unas veces cerca de los tabiques de separación de las mismas, y otras en el seno de la capa cor- tical. Estos granos los hemos teñido con la hematoxilina ordinaria, si bien tardan bastante en teñirse; asimismo se tiñen con el azul lác- tico, mucho más intensamente que con el colorante anterior e inme- diatamente; por último, con la primera variante de Del Río-Horte- ga al método de Achúcarro (10), toman un color pardo obscuro o negro. Ahora bien, como hemos dicho más arriba, en todas las células de Oscillatoria que hemos tratado por los citados colorantes sólo se presentan de estos granos los situados en las inmediaciones de 536 boletín de la real sociedad española •• # • los tabiques (fig. 5.^), sin que nos haya sido posible observar ningu- no situado en medio de la capa cortical, quizá porque como no es constante la presencia de los granos de cianoficina no se encuentran en las especies por nosotros estudiadas; en cambio, en las células de Nostoc (fig. 6."), se presentan teñidos por los mismos reactivos dichos granos dispersos por toda la célula, pero siempre inmediata- mente debajo de la membrana celular, y regularmente distribui- dos, sin que se acumulen especial- mente en ningún territorio citoplás- mipo. Estos granulos, que en condicio- nes ordinarias no se tiñen con el rojo rutenio, toman una' coloración rosada con este reactivo, si las plantas han sido previamente sometidas a la ac- ción del agua hirviendo, como hemos tenido ocasión de observar en trico- mas o filamentos sujetos a este tra- tamiento con el fin de comprobar la disolución de la volutina. Todos estos caracteres especiales que, como decimos, son exclusivos de los granos de cianoficina, demues- tran claramente que estos granos no son idénticos a los rojos o metacro- máticos, en contra de la creencia de HlERONYMUS. Empleando para teñir las especies del género Oscillatoria, los colo- rantes ya citados, hemos apreciado claramente una diferencia entre los granos situados a uno y otro lado de un tabique y los colocados en las cercanías de los tabiques in- mediatos, que consiste en que mientras los primeros presentan ma- yor tamaño, forma regular y se tiñen intensamente, los segundos son más pequeños e irregulares y toman un tinte más pálido (fig. 5."). Antes de indicar la explicación que damos a este hecho, que creemos no ha sido observado con anterioridad, vamos a exponer brevemente la manera de dividirse estas células. Si examinamos un tricoma en vivo, observaremos que en las células completamen- {•••••• .^•"••« « • « C ft A [•••••#« ^•••••« /• 9 Fig. S.*" Fig. {)." Fig. 5.-''— Tricoma de Oscillatoria (Método de Achúcarro-Del Río Hortega), granos de cianoficina. Fig. 6."— Tricoma de Nostoc (Azul láctico), granos de cianoficina. DK HISTORIA NATUUAl. 537 te desarrolladas, hacia su parte media y en los dos tabiques latera- les, empieza a iniciarse la pared transversal que separará dos célu- las hijas; e igualmente, a uno y otro lado de este tabique rudimen- tario, se presentan otros dos principios de tabique mucho menos desarrollados; una vez que el tabique transversal ha adquirido su completo desarrollo, las dos mitades en que se ha dividido la célula crecen hasta adquirir su tamaño definitivo. Pues bien, creemos que los granos grandes y que se tiñen más intensamente son los situados a los lados del tabique de la célula madre, y los más pequeños y débilmente coloreados son los situa- dos en las cercanías del tabique recientemente formado y que esta- rían en vías de su completo desarrollo; de modo que estos cuerpos se originarían de nuevo a expensas del protoplasma de* las células hijas, y no se formarían como las mitocondrias, por ejemplo, por la división de los granulos análogos de la célula madre. Decimos en el comienzo de esta nota que uno de los caracteres en que se fundan los que forman con las Cianofíceas un grupo aparte de las algas, es la ausencia de los plastos en aquellas plantas. Esta creencia se funda en los resultados negativos que ha dado la investigación de las mitocondrias en estos vegetales; entre los que se propusieron su descubrimiento figura Guilliermond, que en 1911 (11), empleando los métodos de Benda y Regaud, no pudo revelar la presencia de mitocondrias en estas plantas, y el cual, al dar cuenta de los resultados obtenidos, dice que quizá con otros métodos técnicos más perfectos logren evidenciarse estas for- maciones. Como ya queda indicado, nosotros hemos empleado por primera vez en las Cianofíceas las variantes de Del Río-Hortega al método de Achúcarro que, como se sabe, consisten esencial- mente en el tratamiento por la plata amoniacal de Bielschowsky, de células que previamente han sufrido la acción del tanino; la pri- mera de estas variantes, que tan magnífico resultado ha dado en Histología animal para la demostración de las mitocondrias, ha sido recientemente ensayada con el mismo éxito en los vegetales por Al VARADO (12). Con el empleo de este método no hemos conseguido descubrir nada que pueda ser considerado como mitocondrias, ya que con la -primera variante de Del Río-Hortega, únicamente nos ha sido po- 538 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA sible inpregnar de un tono más o menos obscuro, hasta negro, los corpúsculos de cianoficina. Esto, por lo que hasta este momento se refiere, pues continua- mos el estudio de las Cianoficeas por este método que, aparte de lo citado, nos ha revelado ciertos detalles que quizá estudiados con detenimiento resulten interesantes. Trabajos consultados. 1) BüTSCHLi.— Weitere Ausführungen über den Bau der Cyanoph>- ceen und Bakterien. Leipzig, 1896.— Notiz über Teilungszustan- de des Zentralkorpers bei einer Nostocacee. Verhandl. d. natiTrh. med. Vereins Heidelberg. Bd. vi, 1893-1901.— Be- merkungen über Cyanophyceen und Bacteriaceen. Archiv. f. Protistenkiinde Bd. i, 190?. 2) HiERO.XYMUS.— Ueber die Organisation der Phycochromaceen- zelle. Bot. Ztg., 1893. . 3) Nadson. -Ueber den Bau der Cyanophyceen.— Protoplastes. Pe- tersburg, 1895 Scripta botan, horti. Petropol., iv. 4) KoHL.— Ueber die Organisation und Physiologie der Cyanoph}- ceenzelle, Jena, 1903. 5) Wager.— The Cell structure of the Cyanophyceae. Proc. Roy. Soc, 1903. 6) Meyer (A.).— Orientirende Untersuchungen über Verbreitung,' Morphologie und Chemie des Volutins. Botanische Zei- tung, 1904. 7) FiscHER (A.).— Untersuchungen über den Bau der Cyanophyceen und Bakterien. Jena, 1897.— Die Zelle der Cyanophyceen. Bo- tanische Zeitung, 1905. 8) GuiLLiERMOND. — Contribution á Tétude Cytologique des Cyano- phycées. Rev- genérale de Botaniqíie, 1906. 9) MoLiscH (H.).— Mikrochemie der Pflanzen, Jena, 1913. 10) Rio-HoRTEGA (P.). — Nuevas reglas para la coloración constante de las formaciones conectivas por el método de Achúcarro.— Trab. del Lab. de Investigaciones Biol. de la Univ. de Ma- drid, tomo XIV, 1916. 11) QuiLLiERMOND. — Sur Ics mitochondries des celluies vegetales.— Compt. rend. Ac. d. Sci. Paris, tomo cliii, 1911. 12) Alvarado (S.).— Plastosomas y leucoplastos en algunas faneró- gamas.—TVaó. del Lab. de Invest. Biol. de la Univ. de Mí?- drid, tomo xvi, 1918. (Laboratorio de Botánica de la Facultad de Ciencias de Barcelona). DE HISTORIA NATURAL 539^ Avance al estudio de algunas de las cuevas artificiales de Álava por Enrique de Eguren. Publicada en los Annaes da Academia Polytechnica do Por- to (1) la Memoria presentada por D. J. Cabré en 1917 al VII Con- greso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, celebrado en Sevilla, y que titula Extracto del <í Avance al estu- dio de la escultura prehistórica de la Península lbérica^\ se ocupa aquél en la segunda parte de su trabajo de «Los bajorrelieves de las cuevas de Marquínez, en Álava». Anticipándome, contra mi voluntad, a tratar de este asunto, mu- cho más vasto en realidad que cuanto parece revelar lo que hasta ahora se ha publicado acerca del mismo, comenzaré por indicar que si me ocupo de él, es en vista del interés que he podido observar ha despertado, aun sin llegar a abarcar el completo estudio que merece, y como éste no ha de tardar mucho tiempo en llevarse a cabo, permí- taseme, por el momento, aquilatar algunas referencias mientras aquél se verifica, con el fin de evitar desorientaciones advertidas, las que es justo atribuir a un incompleto conocimiento del total de datos, y de cuya circunstancia he sido de los primeros en participar. Cuestión es que me ha interesado mucho y de la que solamente he de ocuparme por ahora con respecto a su cronología y, como an- tes digo, en expresión de un avance de caracterizadísimos datos, dejando, por tanto, para más tarde, la significación y apreciaciones que el caso, en mi modesto criterio, requiere, una vez conocidos todos aquellos que un estudio detenido y completo puede propor- cionar. He sido, pues, inducido a la exposición de este asunto, no sólo por las alusiones de que ha sido objeto en distintas ocasiones el cri- terio que sobre la cronología de estas cuevas hube de exponer hace cuatro años en mi tesis doctoral (2), al trazar una sucinta reseña de (1) Tomo xíi; Coimbra, 1918. (2) Estudio Antropológico del Pueblo Vasco. La Prehistoria en Álnva; pág. 155; Bilbao, 1914. 540 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA síntesis prehistórica en Álava, sino que principalmente ha sido mo- tivo de mi resolución» precisamente, el hallarme dedicado desde hace mucho tiempo al estudio de la interesantísima serie de construccio- nes análogas a las cuevas citadas, y las que en extensa faja, apare- cen diseminadas en prolongadas zonas geológicas de naturaleza idéntica a la constitución del material en que están enclavadas las de Marquínez. Estudio es este que todavía no ha podido completarse por la vas- ta extensión a explorar que comprende, unido a la carencia de tiem- po hábil para realizarlo y la falta de medios positivos para llevarlo a cabo en consonancia con la capital importancia que encierra; sin embargo, es de presumir que, salvadas las mayores dificultades, ha de llegar aquél a feliz término, como lo merece el interés enorme que en sí guarda. Habría de limitarme, pues, a dar cuenta seguida de la proporción de aquél, basándome en la extensión de la prolongada estación pre- histórica (de la cual las cuevas de Marquínez no suponen nada más que una pequeña parte) y de cuyo conjunto es del que puede obte- nerse fundamento suficiente para fijar su cronología; pero antes de indicar los límites que aquél abarca, permítaseme seguir al Sr. Ca- bré en su trabajo, en forma de reseñar juicios preestablecidos al mo- mento actual. Comienza por incluir en éste una completa bibliografía que a las cuevas de Marquínez se refiere, y es acerca de la cita (1) que de mi criterio expone, sobre lo que he de hacer una salvedad. Por indagaciones posteriores a la fecha de mi publicación y los datos de ellas obtenidos todavía inéditos, he podido deducir la franca cronología eneolítica que corresponde al Túmulo de Oquina. Dedi- cado al estudio^'genérico de la región, he podido advertir que la hi-- pótesis para explicar la erección del Túmulo y, en consecuencia, la supuesta lucha entre elementos pobladores diferenciados por su gra- duación cultural, carece de fundamento (2), y hallo explicación cum- plida y satisfactoria a la existencia de aquél y de las cuevas más me- (1) Pág. 7. (2) Al reseñar ésta, el autor involucra, inadvertidamente sin duda, mi exposición; pero desde el momento que la refuto como inexacta, es- caso interés supone la aclaración correspondiente. DK HISTORIA. NATURAL 541 ridionales, en largas series dispuestas, admitiendo dos modalidades en la forma de inhumación, como consecuencia inmediata de la dis- tinta constitución geológica del terreno, y, por tanto, reconocién- dose ambas modalidades ante la diferente prestación que éste hubo- de proporcionar a sus moradores, con tal objeto. Reducido el problema a los bajorrelieves de Marquínez, se ha mantenido en litigio constante, como lo demuestra la bibliografía posterior que incluye el Sr. Cabré; pero mientras este estudio, tan especializado con respecto a las esculturas, se realiza, y en ocasio- nes distintas van apareciendo las opiniones acerca del mismo (1), no deja de llevarse a cabo otro, no menos interesante y más general, que comprende toda la estación prehistórica. Realizábanse estos trabajos independientemente de aquéllos; com- prendían la muy dilatada región sobre la que, los irregulares pilares areniscos que afloran de las colinas, se muestran horadados por la construcción de numerosas cuevas. Coincidía en esta labor con el joven profesor del Seminario Conciliar de Vitoria D. José Miguel de Barandiarán, y de nuestra asociada empresa, a partir de 1917, es de la que podemos dar algún avance, el que si no he podido antici- parlo más y proporcionarlo más completo, ha sido debido precisa- mente a los factores de que antes hice alusión. Sin embargo, antes de relatar mi trabajo, conviene no olvidar cier- tos puntos de vista. He de referirme a mi criterio sentado con respecto a la cronología de las cuevas, para cuya apreciación me vi obligado a valerme de referencias muy incompletas, que pude obtener de un hallazgo en ellas realizado, sobre objeto cuya existencia y desaparición se me comunicó en advertida duda (2U (1) Dispuesto el Sr. Cabré a rebatir la crítica que acerca de sus jui- cios hubo de emitir el abate Breuil en sus comentarios de L" Antropolo- gie y la Réviie Archeologiqíie, visita personalmente en 1916 las cuevas de Marquínez, a cuya tarea circunstancias especiales me impidieron acompañarlo, obteniendo de aquélla la serie de datos que en la Memo- ria de referencia expone. (2) Por referencia de mi malogrado maestro D. Federico Baraibar, conocido erudito alavés y competente arqueólogo, llegué a obteiier la intrigante noticia de la aparición en tiempos pasados, y en una de tales cuevas situadas en Marquínez, de una vasija de cobre de tamaño bastante grande, la que, reconocida y lastimosamente apreciada por los labriegos exploradores, se dice que fué empleada en la construcción de cencerros destinados al ganado caballar. Si el dato es esencialmente revelador, 542 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Sobre tan frágil prueba invoqué su cronología eneolítica, y claro es que la presencia (Je número tan crecido de construcciones, lases- culturas de una de ellas y el dudoso referido hallazgo, eran factores que habían de despertar un interés enorme para proseguir en la ex- ploración de aquéllas, a fin de poder ratificar o rectificar mis apre- ciaciones. Consecuencia de todo ello fueron mis ulteriores investigaciones, al mismo tiempo que el Sr. Barandiarán emprendía las suyas en otra parte de la estación, mientras que los Sres. Breuil y Cabré se limitaban al estudio de los bajorrelieves de Marqufnez. Sucedíanse las primeras mientras el sabio Profesor francés publi- caba su criterio (1) frente al significado por el Sr. Cabré, y desean- do contribuir al esclarecimiento de la cuestión, hube de mantener- me en silencio hasta obtener datos suficientes sobre que fundamen- tar mis opiniones. Asociadas las investigaciones del Sr. Barandiarán a las que hube de realizar, emprendimos la mutua tarea, y en avance a la descrip- ción de la riqueza que envolvía el objeto de nuestra exploración, expuso aquél en su Discurso inaugural del curso académico, en Oc- tubre de 1917: «En las descarnadas laderas de tantas colinas que se escalonan desde Faido hasta Marquínez, asoman las rocas areniscas de la épo- ca senonense, ya en forma de aislados peñones, ya como extensas cornisas de piedra blanquecina, cuyos verticales tajos ostentan se- tenta y dos puertas de otras tantas grutas artísticamente excava- das. Son éstas unas ordenadas estancias, de muchas y variadas cá- maras algunas, y de una sola, a modo de pequeña garita, las más. Su planta es a veces semicircular, y otras completamente redonda. pierde, en efecto, su valor grande, ante el criterio dudoso que de su aparición hoy se conserva; sin embargo, no he olvidar su anotación, aunque siempre basada en el juicio advertido. (1) Muy reconocido a la situación que me concede mi distinguido maestro, me creo obligado a rectificar, con todo respeto a su reconoci- da competencia, sus apreciaciones en relación con ciertos extremos a mi criterio atribuidos. {U Antropologie, tomo xxvii; 1916; pág. 444.) Creí exponer con claridad una probable referencia de su existencia a la edad del cobre, y no del hierro; y sobre la fotografía de los bajorrelie- ves por mí publicada, si supone, en efecto, la primera representación más exacta de ellos obtenida, no es la primera figurada, pues a tales se refiere, aunque muy poco aproximado a la realidad, el grabado de Adán de Yarza (pág. 168 de su Descripción física y geológica de la provin- cia de Álava; Madrid, 1885). DR HISTORIA NATURAL 543 O también un perfecto rectángulo, sobre todo cuando las dimensio- ■nes son mayores, como en las que miden seis -o más metros de lar- go, cuatro de ancho y otro tanto de alto, con dos o tres cámaras, además, abiertas en sus paredes. El techo afecta, en general, la for- ma de bóveda, de medio punto a veces, y rebajada casi siempre. Las paredes son en algunas nada más que desbastadas, y aun dejan ver las marcas del rudo pico con que se trabajó en ellas; mas otras, sin sa- lir del mismo tipo de distribución y forma, muestran una labor más delicada, comq si todas sus partes estuviesen labradas con finísimo cincel o hacha neolítica; y otras, por fin, tienen completamente liso el suelo, el techo y las paredes, ocultándonos así la naturaleza del ins- trumento con que se trabajó en ellas. Donde también muestran su habilidad aquellos antiquísimos obre- ros es en la hechura de las puertas, que, en general, miden más de metro y medio de alto por 0,80 de ancho. Mirándolas desde dentro de la gruta se ve que por todo el contorno de cada una, avanza un re- tallo en la roca, al que ajustaba indudablemente alguna Jancha de piedra o un grueso tablón; y a pocos centímetros del interior pre- sentan entrambos costados sendos agujeros donde encajaría atrave- sado un recio picaporte de madera. Hay también puertas de otras formas, y en ellas no pocos cana- les y profundos surcos, cuya finalidad es difícil de averiguar. Y no se crea que al cerrar la puerta quedaban a obscuras los que dentro se cobijaban, pues muchas de las cuevas tienen abiertas, de tanto en tanto, los orificios de luz en acampanada forma, que va es- trechándose hacia el exterior, y otras pudieron tener practicada su ventana en la misma losa o tablón de la puerta. Siendo, pues, patente el ingenio de aquellos obreros, que con tan- ta habilidad y buen gusto trabajaron en la ruda roca, es cosa extra- ña no dejaran en tan larga serie de muros excavados más figuras que las hasta ahora publicadas. Bien conocidos son los bajorrelieves de una de las cuevas de Marquínez... Habiendo examinado por el mes de Junio último, en compañía del ilustrado catedrático de este Seminario D. Manuel de Lecuona, las enmohecidas paredes de casi todas aquellas cuevas, no vimos más figuras en relieve que las men- cionadas; pero sí otras de labor incisa y dos pinturas que quizá no tendrán mucha importancia, pero que serán de las pocas conocidas en este género de cuevas, y cuya descripción dejo por ahora por parecerme sería prematura. ¿Cuál habrá sido el destino de estas misteriosas cuevas? En vein- 544 boletín DK LA. REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA tinueve de ellas conté ciento treinta y cinco sepulturas, abiertas en el suelo y en las paredes; todas trapezoidales, con ángulos más o menos redondeados y con una media canal labrada en los bordes, donde, sin duda, ajustaría la tapa. Recuerdan, pues, las grutas se- pulcrales de Finisterre, Aisne, Marne, Eure y Meuse, con sus se- pulturas y relieves, puertas, ventanas circulares, tabiques de divi sión, hornacinas y pequeños salientes rocosos con su orificio de sus- pensión y otras circunstancias que las hacen semejantes a las de aquellas localidades de Francia. ¿Serían grutas funerarias que, al mismo tiempo que contenían los cuerpos de los difuntos, eran tem- plos donde se celebraban funciones prescritas, por algún rito desco- nocido, o viviendas y cementerios a la vez, donde los vivos velaban por los despojos de los muertos, como sucedía en las habitaciones de la edad del metal descritas por los hermanos Siret en su magna obra Les premiers ages dii metal dans le SudEst de V Espagne? ¿A qué edad pertenecían los que socavaron tantas y tan hermosas grutas con tan larga serie de sepulturas? No pudimos hallar ningún resto de mobiliario que nos solucionase esta cuestión, ni he sabido que se hallase antes; y el caso no es de extrañar, pues las condicio- nes de aquellas grutas no consienten yacimientos por una parte, y los pastores y los labradores, que no pocas veces se guarecen en ellas, y las generaciones pasadas que hicieron lo mismo, no dejaron siquiera (al menos en las que pudimos ver) un sepulcro sin destapar, ni un objeto ni hueso que diese testimonio de aquellos hombres que tanto cuidaron de conservarlos, cuanto los de ahora se empeñan en destruirlos. Comparándolas, sin embargo, con las neolíticas de Fran- cia y aun de España, como las de Valdegeñas y Termancia, y te- niendo presente su mayor perfección, así como la falta que en esta zona se nota de monumentos eneolíticos, tan difundidos, por otra parte, en lo restante de Álava, no sería muy aventurada la opinión del que creyese que estas grutas datan de la edad del bronce, sin que esto quiera decir que no han sido habitadas en épocas poste- riores (1)». Pero no habíamos de contentarnos con reconocer la importancia que todos estos elementos de estudio reflejan, sin procurarnos nue- vos datos. Adquiridos éstos, dispuestos a enriquecer la serie, y, ante los menguados medios a nuestra disposición, recurrimos a prin- (1) Discurso Inaugural del Curso Académico en el Seminario Conci- liar de Vitoria. J. M. de Barandiarán, págs. 30 a 33; Vitoria, 1917. DE HISTORIA NATURAL 545 cipio del presente año en solicitud de aquellos imprescindibles, fun- damentando nuestra petición en informe adjunto, del que la parte por mí suscrita expongo a continuación. Algunas consideraciones acerca de la Prehistoria en Álava. Si puede decirse que ha sido Álava región privilegiada del País Vasco en el primer reconocimiento de jalones demostrativos de la existencia de poblaciones, cuya civilización supone una referencia prehistórica, y si tal privilegio encierra la primacía en la anotación de los mismos, demostrando su importancia el marcado asiento de civilizaciones pasadas, no podía pasar mucho tiempo en el proceso de investigación despertada en éstos últimos, para que, tras de un corto paréntesis que en aquél se advierte, y el, que si bien podría sospecharse ha sido de inacción, más exacto es referirlo a una sorda labor exploradora, no por eso menos intensiva, reapareciese de nuevo en su solar, no ya el señalamiento más o menos vago de yaci- mientos prehistóricos como de ellos precedentemente se ha hecho, sino que la tarea realizada presentase muestras de una de esas es- taciones bien precisada y extensa, puesto que abarca una gran parte del SW. de aquél, en su límite antigeográfico y antirracial con el actual Condado de Treviño, y cuya delimitación claramente rechaza la característica prehistórica de referencia. Y si fué en un principio la llanada alavesa la piedra de toque en la exploración de monumentos que las poblaciones eneolíticas lega- ron, dejándose llevar el investigador por la irregular cuenca del Zadorra más rica y extensa en su margen izquierda, y en la que aquéllos aparecen localizados; si por la cuenca del Bayas prosiguie- ron ulteriores investigaciones con no menos positivo resultado, di- fícil se hace recurrir en tierra alavesa a cuencas extensas, para tra- tar de ser advertido por su orientación y aquella característica, en el posible hallazgo de estaciones análogas, de situaciones seme- jantes. El quebrado terreno del restante suelo alavés no ha sido, sin em- bargo, motivo de ausencia de poblaciones prehistóricas, y si es esta la fecha que en el septentrión no se han reconocido nada más que muy pocos y aislados elementos denunciadores de aquellas civiliza- ciones, como consecuencia tal vez del impropio ambiente que en sus alturas hubo de reinar, unido, sin duda, a la naturaleza propia del Tomo xvni.— Diciembre, 1918. 34 546 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA terreno, no tal para el habitat de aquellas poblaciones francamente naturales, no sucede otro tanto en la serie de angostos valles que, a partir de la cadena montañosa que limita al S. la llanada alavesa, se extienden con casi regular paralelismo hacia la parte meridional de la provincia. San Bartolomé, Oquina (1), son puntos de referen- cia inmediatos a los Montes de Vitoria. Las cuevas de Faido, Laño, Urarte y Marquínez, aparecen guardando en localidades más meri- dionales, el escalonamiento a que antes se alude. No deja de reconocerse, además, una característica propia en las estaciones apuntadas; si son las primeras, las propias de las cuencas, manifestaciones dolménicas, se reconoce en las segundas su carácter tumular, para por fin advertir en las últimas una nueva manifesta- ción de aquellas civilizaciones remotas al culto funerario en la cons- trucción de cuevas artificiales, cuyo destino, por lo menos el de al- gunas de sus cámaras, había de dejarnos huella imperecedera del sentimijento propio de aquéllas hacia el reposo de los restos huma- nos, únicamente alterado por la viva y constante labor intrigante de la ciencia, encaminada a conocer los cimientos de la Etnografía. Esta diversidad de construcciones sepulcrales está en relación in- mediata con la naturaleza del terreno en el que aparecen enclava- das. Abundantísima la compacta caliza cretácea en las cuencas alu- didas, constituyen sus enormes lascas desgajadas de aquélla, el material adecuado para erigir los dólmenes del Valle de Cuartango y de la encauzada llanada alavesa hacia el boquete de La Borunda. Privadas aquellas poblaciones primitivas de tan necesario elemento para su arte lítico sepulcral, aprovecharon para el mismo la caliza y arenisca fragmentada y menos consistente de las localidades de San Bartolomé y de Oquina. Reconocieron, en cambio, en la zona arenisca que, envolviendo al Condado de Treviño, circunscribe las estaciones antes señaladas, un elemento natural de fácil laboreo ante sus menguados y toscos instrumentos de labor, el que constituyendo una serie más o me- nos continuada de colinas, no muy elevadas, y hoy cubiertas de ra- quítica vegetación por su ladera N., era denunciado en su vertiente del mediodía por numerosos cortes verticales, perfectamente orien- tados, y cuya situación brindaba un seguro abrigo para cobijar la (1) Los datos inéditos a que antes aludí, son los recogidos en esta «stación. l)K HISTORIA NATURAL 547 población viviente para inhumar con respetuoso sentimiento los restos de sus ascendientes próximos. Ahora bien, ¿cabe sospechar un sincronismo en las tres formas de arquitectura sepulcral de la prehistoria alavesa? Muy lejos, a sentar duda alguna, conviene advertir que no parece suceder tal cosa, y cabe suponer que la localización de las poblaciones demostrativas del variado modismo en el rito sepulcral no presupone, por lo menos en todas ellas, coexistencia sincrónica de sus poblaciones. El mero hecho de reconocer una distinta concepción de aquel arte, revela que sus diferencias estriban, no sólo en el carácter que establece el variado préstamo que la naturaleza del terreno procuró a sus mora- dores para la erección de tales monumentos funerarios, sino que, sobre todo, son las distintas modalidades, hijas de una evolución en la referida arquitectura prehistórica en el período evolutivo en que se desenvuelve la civilización de la época. Si en forma más patente que por la evolución arquitectónica se- pulcral, el proceso de transformación puede ser revelado por los instrumentos y útiles hallados en sus recintos, las estaciones alave- sas reseñadas conducen a determinar el evolutivo progreso civiliza- dor a través del solar alavés; y aunque, de momento, se carece de tales elementos de criterio por lo que a la zona de las cuevas artifi- ciales se refiere, es suficiente en este caso la apreciación del carác- ter artístico sepulcral para definir aquel trazado. Pero antes de enunciar la probable trayectoria marcada por tal evolución en la región alavesa, conviene fijarla cronología de dichas poblaciones. Son, sin duda, todas éstas representantes de la edad eneolítica, aunque propiamente neolítica, y, por tanto, anterior y parecen responder por sus hallazgos a la implantada en San Barto- lomé, pero cuya referencia, con precisión absoluta, no es exacta por falta de datos. Sin embargo, comprendidas todas ellas en la misma característica cronológica, no cabe dudar en la presencia de un período de transi- ción entre las manifestaciones dolménicas y tumulares, y el momento que representa la construcción de las cuevas sepulcrales artificiales. Es, por su situación el País Vasco, paso obligado y derrame in- termedio de las corrientes que cruzan del septentrión al mediodía o viceversa, y lo que hoy sucede acerca del particular, no es otra cosa que una mera repetición de lo acaecido en tiempos remotísimos. Acomodándose al fácil sorteo de la cadena Pirenaica Continental, comenzó la civilización cuaternaria, la propia del hombre fósil, por 518 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA seguir como cauce el suelo vasco en su derrotero de S. a N. en el' Paleolítico inferior; en sentido inverso, parece ser cruzó aquél la expansión propia del Paleolítico superior (1). No suponen, sin em- bargo, estas referencias en el asunto que se ventila, sino un com- plemento demostrativo del papel intermediario que juega el territo- rio vasco en la expansión de las corrientes primitivas en la trayec- toria de la Península Ibérica al suelo Continental (2). Pero volviendo a tiempos ulteriores a los referidos, acercándose a la época actual, limitando el caso a las edades prehistóricas, punto de partida que por ahora interesa, no deja de ser en ellas el suelo alavés, en relación con todo el solar vasco, como conviene siempre tener presente, campo apropiado para determinar la forma evolutiva de las civilizaciones que de tales épocas en él manifestaron su arraigo. Si en términos generales cabe admitir la expansión de la civiliza- ción dolménica por la zona costera, a lo largo del Atlántico y deri- vando por el Cantábrico hacia el SW. del actual territorio fran- cés (3), aparece el suelo vasco denunciando con claridad y riqueza la presencia de aquélla, y precisamente por lo que al territorio ala- vés se refiere, sus manifestaciones son patentes en su región central (1) El Hombre fósil, págs. 202 a 206. H. Obermaier; Madrid, 1916. (2) Aitz-bitarte, en Guipúzcoa; Balzola (Dima), y recientemente Santimamín en Corteznbi (Vizcaya), son yacimientos que han de cons- tituir el asiento de deducciones que con tales referencias se relacionan, y siempre en la creencia de que no tardarán en aparecer nuevos ele- mentos de juicio sobre los que han de ser aquéllas más precisas. (3) J. Déchélette: Manuel d'Archéologie préhistorique, tomo i. página 428; París, 1908. «Historia Universal», tomo i, H. Óbrrmaier;- Barcelona, 1917, Prehistoria, etc., pág-. 106. Nota. — El área de dispersión dolménica, según referencia de ambos autores, se significa en supuesta expansión costera de tai civilización. Bien puede suceder que las grandes cuencas de la Península hayan po- dido servir de cauce natural y fácil para alcanzar las regiones centrales las corrientes civilizadoras, y en cuyas localidades llegan a advertirse ulteriores manifestaciones de aquéllas, en razón de la evolución de las mismas, y en atención a la naturaleza del terreno. Todo ello, sin llegar a negar la primitiva expansión costera que parece rechazar el ilustrado marqués de Cerralbo (El arte rupestre en la región del Duratón. «Boletín de la Real Academia de la Historia», tomo lxxiii, pág. 143; Madrid, 1918), y, sobre todo, a establecer las consideraciones que acer- cadel hecho juzgado por los autores referidos expone el Sr. Jiménez Soler. («Historia Universal», tomo x, I.a antigua Península ibérica, páginas 154 a 162; Barcelona, 1918.) DK HISTORIA NATURAL 549 hacia ei N. lindando ya con aquellas importantísimas, reveladoras de. una población numerosa que tuvo asiento bajo las escarpadas cres- tas del Aralar navarro (1) o guipuzcoano y estribaciones del Aitz- gorri (2) en sus templados abrigos naturales, libres de la influencia de los fríos vientos del N. y NW. No deja, sin embargo, de reconocerse en todos estos centros de población una referencia eneolítica, puesto que a ella cabe refe- rir la cronología de su existencia. En efecto, no es sólo la civiliza- ción lítica la que en sus yacimientos se advierte: el conocimiento de las aplicaciones del cobre se revela en más o en menos, en todas aquellas situaciones. No aparece, pues, de modo preciso jidetermi- nado, representada la época propiamente neolítica si no es en algu- nas de ellas; pero, de todos modos, no dejan de ofrecer aquellos jalones una bien marcada situación lítica que se inicia en el cono- cimiento de los metales. Conviene, adem.ás, no olvidar que, una expansión propiamente costera y orientada como la antes señalada, de población conocedora 'del cobre, de su extracción y de sus aplicaciones, vino a importar tales elementos de progreso, mediante una infiltración más o menos pacífica a través de la población autóctona neolítica, estableciéndose entre ambas un desigual, pero recíproco y beneficioso intercambio, por el conocimiento que adquiere la población indígena del preciado metal a expensas de la codiciada rebusca del mismo en el suelo autóctono por el elemento alienígena. No es, precisamente, ni ha sido el suelo vasco el menos rico de la continuada cadena pirenaica peninsular en atesorar, ya en estado nativo, bien en sencillas combi- naciones, los filones de cobre, y esta circunstancia ha debido de in- fluir en la relativa y pronta iniciación de sus pobladores neolíticos en el aprovechamiento del mismo, denunciándonos hoy, entre la perfec- ción que sefíalan los útiles de piedra por aquéllos empleados, la es- casa proporción y algo tosca producción de los objetos de cobre. Pero no es sólo por el W. por donde hubo de orientarse la infiltra- ción de aquellas colonias esencialmente comerciales, guiadas por perspicaces y aventurados marinos, que en sus correrías de mar a (1) Ittjrralde y Süit: La Prehistoria en Navarra; Pamplo- na, 1911.— Aranzadi y Ansoleaga: Exploración de cinco dólmenes en el Aralar; Pamplona, 1915. (2) Revista Eiiskalerriaren alde, tomo vi, pág. 561; San Sebas- tián, 1916.— Discurso Inaugural de J. M. Barandiarán, págs. 16 a 24. 550 boletín de la REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA tierra pudieron seguir las cuencas naturales de los ríos que cortan la escarpada vertiente cantábrica en el país vasco; parece probable que un medio natural y fácilmente aprovechable por el elemento co- lonial infiltrador pudo ser la rica vega del Ebro que, en suave des- nivel, asciende a bañar la región meridional del actual territorio vasco. Algunas otras consideraciones podrían hacerse acerca de la pro- bable expansión apuntada. En los monumentos megalíticos de la lla- nada alavesa, fácilmente puede reconocerse, a través de su situación, una construcción distinta a la propiamente dolménica de aquellos otros implantados en las sierras ^que la limitan por N. y S. En efec- to, por las noticias que de sus descubridores se posee (1), se ha ad- vertido en el dolmen de Eguilaz, una variación en su arquitectura con respecto a la de aquéllos; se caracteriza ésta por la presencia del recinto dolménico más o menos análogo a los propios de los dólmenes serranos, pero también es cierto que, a dicho recinto, hubo de llegar- se por medio de una galería cubierta que lo ponía en comunicación con la periferia del montículo; establece esta variante una fase evo- lutiva posterior en la arquitectura dolménica. No puede decirse otro tanto con respecto al dolmen de Arrízala, para el que se sospechó en su primer reconocimiento una incompleta construcción. Siguiendo la llanada referida de E. a W., aparecen, en la que puede considerarse como región central de la misma, los dólmenes de Escalmendi y Capelamendi, reconocidos por los montículos que revelaron su presencia y de los que, es el primero, el único que de modo preciso cabe reconocerlo como una distinta modalidad en su construcción. Consiste ésta, en cámaras alineadas y hechas mediante pequeñas losas de cayuela; no es de extrañarían sencilla edificación y para la que sus constructores no pudieron valerse de otro material que el que pudo brindarles el terreno de su emplazamiento, y dado éste, sin duda que aquél lo obtuvieron de la débil y estratificada caliza (cayuela del país), sobre la que corre en anchuroso y no muy profundo cauce el río Zadorra, muy próximo a la erección tumular. De lo que expuesto queda, ¿puede suponerse que de los elemen- tos eneolíticos, propios de la población del valle y de las sierras que lo limitan, aunque coexistentes, representan los primeros una expan- sión que por La Borunda procedió de las vegas meridionales nava- (1) Véanse recopiladas en el Est. Antrop. del Pueblo Vasco. La Prehist. en Álava, págs. 124 y siguientes. DE HISTORIA NATURAL 551 rras, con probable posterioridad a la ya firme población serrana, y cuya infiltración pudo haber tenido lugar por Occidente? Si la variedad de arquitectura algo de ello deja entrever, tal vez la leyenda, en sus fantásticas concepciones, no quedaría a la zaga en apoyar tal supuesto; pero tales referencias carecen de un sano criterio científico, y la hipótesis necesita de datos más precisos para su confirmación. Difícil de aclarar por hoy estos extremos, lo que sí aparece pa- tente es que, entre ambas probables zonas de infiltración, se hallan implantadas las estaciones eneolíticas precedentemente señaladas. No es, pues, de extrañar la influencia de aquélla en la atrasada civi- lización autóctona. Ahora bien; salvo ligeros islotes, aparece bien significada la expansión dolménica a lo largo de la vertiente cantábrica para su entrada en la Gascuña, y no deja de reconocerse en esa trayectoria una nueva manifestación del arte sepulcral neolítico: las construc- ciones sepulcrales en cuevas naturales (1). De la primera, se llega transitoriam.ente a las cuevas sepulcrales artificiales del territorio alavés, no obstante no haberse reconocido en el suelo vasco hasta ahora, y tal vez por falta de exploración, la modalidad del nuevo tipo sepulcral que acabo de indicar. ¿Puede suponerse que sean las cuevas de Marquínez, Urarte, Laño, Faido, etc., consecuencia de una expansión civilizadora orien- tada del SE., o su construcción revela una trayectoria procedente del NW.? Son estas cuestiones que nuevas exploraciones serán encargadas de esclarecer. Es la muy interesante serie de cuevas que desde Faido se extiende hasta Marquinez, el objeto inmediato de este trabajo. Habidas en cuenta desde 1885, por D. Ramón Adán de Yarza, al describir la constitución física y geológica del suelo alavés (2), pue- de resumirse su bibliografía, según que ésta se refiera genérica- mente a la estación en conjunto, señalada posteriormente por Luis Heintz (3), y en mi Tesis Doctoral, o bien, haciendo resaltar siem- (1) De la época eneolítica en Asturias; E. de Eguren. Bol. de la Real Soc. de H. Nat., tomo xvn, págs. 462 a 486; Madrid, 1917. (2) Descrip. fis. geol. de la provincia de Álava, pág. 78. (3) Luis Helntz: 1m espeología en Álava; Madrid, 1918. 552 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA pre su importancia e interés enorme, fijándose en los bajorrelieves de una de las de Marquínez, y sobre cuyo asunto, más directamen- te que los autores citados, se ocupan Menéndez y Pelayo (1), el Sr. Cabré incidentalmente en su estudio del arte rupestre en Espa- ña (2), y con más detenimiento al tratar de comparar con aquéllos escenas ecuestres de la época (3), motivo de las referencias del Abate Breuil (4), cuyas apreciaciones determinaron las considera- ciones del folleto último publicado por el Sr. Cabré. No se ofrece, sin embargo, en el primerease, un estudio más com- pleto hasta el momento que de ellas se ocupó el Sr. Barandiarán. Habiendo reconocido en ellas elementos de estudio que a su me- tódica descripción relego, hemos tenido ocasión de visitar algunas comprendidas entre Faido y Laño. Realmente que, de nuestra rápida observación hemos obtenido datos de interés, y a los que, sin duda, han de sumarse otros que una exploración detenida puede propor- cionar en aquellas otras cuevas a las que, tanto el factor tiempo, como su difícil situación casi inaccesible con los escasos medios de reconocimiento que poseia, contribuyeron a no poder ser observadas en nuestra visita. Se trata de interesantísima serie de cuevas artificiales, cuya cro- nología es difícil hoy determinar con precisión, ante la absoluta ausencia de datos de referencia, como antes he indicado, en virtud de la negativa labor exploradora en el reconocimiento de útiles de la época, y cuyo resultado es consecuencia del abandono lastimoso en que tales cuevas han estado durante siglos por elementos que en ellas constituyeron su pasajero hogar, comunicándoles su carácter errante, guerrero y hasta pastoril en estos últimos tiempos. No dejan sus paños de mostrar la acción de las «hazañas», a las que estos casuales moradores hubieron de dedicarse en sus momentos de ocio, y ha sido, sin duda, durapte su estancia cuando la mano in- experta guiada por la ignorancia, y tal vez por el logro del codiciado tesoro, tan fantástico como deseado, arrebató de tan valiosos recin- (1) Historia de los Heterodoxos Españoles, tomo i, pág. 131.— 2. ' edición; Madrid, 1911. (2) El Arte rupestre en España: pág. 91.— Mem. de la Com. de Investig. Preh. y Paleont.; Madrid, 1914. (3) J. Cabré y J. G. del Rio: Los grabados rupestres de la To- rre de Hércules, pág. 18. Rev. de Arch. Bibliot. v Mus.; Madrid, 1915. (4) Remie Archeologique, pág. 326. L'Anthropologie, tomo xxvii, página 444; París, 1916. ülí HISTORIA NATURAL 553 tos el copioso caudal de datos auténticos, cuya pérdida nos priva ho}' de atestiguar la época de su construcción; sin embargo, no es de esperar pase mucho tiempo sin que se esclarezca tan esencial refe- rencia. Siempre en posición lógica y predispuesta a la rectificación, co- nocidas las características que antes apunté para las otras estacio- nes prehistóricas en Álava, no parece aventurado atribuir a la misma época la última expuesta, toda vez que constituye una fase de- rivada de la civilización dolménica, y ésta se advierte claramente que es eneolítica. La inhumación. S\n entrar en el fondo del asunto, labor que ha de realizarse tras una detenida y metódica exploración del total de cuevas, sólo cabe por el momento señalar una particularidad que se deduce de la mera observación del recinto funerario. Permite advertir ésta el reconocimiento de sepulturas, cuyas dimensiones con claridad demuestran su utilización como sarcófagos propios para individuos adultos, sin por esto faltar otros de tamaño menor, los que, si al primer golpe de vista, parecen recordar la inhumación de niños, conviene tener presente otra forma de inhuma- ción para los primeros: la posición «en cuclillas». Este supuesto ten- drá su confirmación o podrá ser rectificado en el venturoso momento en que, completamente virgen, aparezca en la exploración una sepul- tura de las referidas; pero el aserto participa hoy de verosimilitud ante esta forma de inhumación propia de la época, y recordando la mayor rapidez en la construcción del sarcófago, siempre en relación con el menor trabajo. Los grabados. —Son, sin duda, las representaciones simbólicas observadas en las cuevas, y que mi compañero Sr. Barandiarán ha de describir fijando su situación, uno de los elementos más típicos de mayor valor y de ahí su interés, que revelan la característica de las mismas a falta de otros elementos de juicio. Sin ocuparme por ahora del relieve mural de Marquínez, ya des- crito hace tiempo, veamos las nuevas manifestaciones del arte en otros estilizados y grabados en extremo interesantes. En la cueva señalada por el Sr. Barandiarán con el núm. 9, aparece sobre el paño interior que mira a Oriente, una figura humana esquematizada y perfectamente definida. Representa un varonil individuo, con signos de autoridad sobre su cabeza, representación del ídolo neolítico, y tal vez en relación con la jerarquía de los individuos allí inhumados. No he de detenerme a cotejar la bibliografía propia del caso para 554 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA establecer comparaciones con representaciones análogas en locali- dades de España y del extranjero; labor es esta que la relego al momento en el que se haya hecho, en conjunto, el estudio completo de la dilatada estación de referencia; pero lo que sí he de precisar es la perfecta y clara representación de una figura humana, caso que me parece propio para señalarlo con singularidad. Llama pode- rosamente la atención, la destreza con que los golpes de hacha han ido demarcando el motivo artístico sobre la tosca roca, los que fácilmente se advierten en una ligera observación. En la cueva más alta del macizo rocoso sobre el que aparece em- plazada la ermita de la Virgen de la Peña se reconoce un grabado cuya significación es más difícil de precisar. Se trata de una estilización tan pronunciada que para descifrarla hay que recurrir a su comparación con otras, a las que se han aplicado conceptos más o menos fundados, y que todavía pueden ser objeto de rectificaciones (1). A este respecto, es como cabe referirla no ya a un estilizado humano masculino, sino más bien femenino: un simbolismo del ídolo femenino (personificación primitiva de la mater- nidad?), coadyuvando a esta suposición la situación de la cueva, la que domina a otras, cuyo carácter sepulcral aparece bien claro. Conduce al posible significado expuesto, la presencia de otro gra- bado típico. En la cueva señalada por D. J. M. Barandiarán con el núm. 40, y en la que se reconocen cuatro sepulturas, existe un grabado cuyo examen francamente deja recordar el ídolo que el profesor H. Ober- maier denomina doble triangular (2), pero cuyo simbolismo no puede referirse al caso anterior, sino como guardián del recinto funerario. Apuntado el hecho, estudios posteriores han de aclarar tales refe- rencias. Las pinturas. — Coexistiendo con los grabados reseñados (3), aparece una nueva manifestación artística, la que, aunque más es- (1) J. Cabré: Arte rupestre ga liego y portugués. Mem. publ. pela Soc. Portuguesa de Se. Naturals; Lisboa, 1916. Los grabados rupes- tres de ia Torre de Hércules, etc. Nota.—E\ juicio advertido, refrendado aparece por Hernández Pa- checo (Estudios de arte prehistórico). Extr. de la R. Acad. de C. E. F. y N., pág., 21; Madrid, 1918. (2) H. Obermaier: Yacimiento de Las Carolinas (Madrid); pá gina 33, Mem. de la Com. de Invest. Paleont. y Preh., núm. 16; Ma- drid, 1917. (3) Dechelette, tomo i, pág. 5S6. DK HISTORIA NATURAL . 555 casa, no por eso constituye motivo de menor interés, sino todo lo contrario. En las cámaras más interiores, del que se puede considerar como segundo piso de las cuevas sitas en el peñón de la ermita antes re- ferida, y sobre dos de sus paños en particular, se reconoce la presen- cia de pinturas, cuyo simbolismo no cabe referirlo a otro motivo que a una nueva variedad en la concepción del ídolo neolítico que, al- canzando las postrimerías de su época, traspone los umbrales de la civilización posterior. Nada más sencillo para describir su motivo que asimilarlo al envés de una gran fronde cuyos fascículos primarios arrancan dicotómica- mente del raquis central y se extienden con más o menos regulari- dad y sinuosamente, advirtiéndose una mayor longitud en los infe- riores con respecto a los superiores, y abarcando el conjunto una forma deltoidea. El ocre rojo y a veces amarillento es el encargado de representar aquéllos, y la misma substancia es la que en gruesos puntos, más o menos circulares, viene a ocupar los sitios que en una o dos hile- ras simularían los soros que, en avanzado estado de maduración deV conjunto o simil del que me he valido, resaltasen, así como los fas- cículos del fondo de aquél. Análoga composición pictórica se repite sobre otro paño de cueva contigua y más exterior, y la que hoy no se muestra tan clara. El gran interés que ambas pictografías despiertan corre pareja con la importancia que la vasta estación supone para el estudio de la Prehistoria en Álava, y la realización de su estudio precisa lle- varla a cabo con el orden y detenimiento necesarios, en justa co- rrespondencia con la materia juzgada. Ligada la prehistoria del suelo ibérico (1), si fué Peña Tú en As- turias, la primera manifestación del ídolo eneolítico, grabado y pin- tado al aire libre (2), al mismo tiempo que supone su reconocimiento (1) Noía.—M.e limito a la región septentrional del mismo, prescin- diendo por ahora de las zonas meridional, central y occidental, las que tan rico caudal de datos han proporcionado a los autores y cuya com- pleta bibliografía es propia de publicación posterior, y de la que la pre- sente no es más que un anuncio. (2) Las pintaras prehisióricas de Peña Tú, pág. 23. E. H. Pache- co, J. Cabré y Conde de la Vega del Sella. Mem. de la Com. de Inv. Pal. y Preh., núm. 2; Madrid, 1914. 556 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA ¡a primacía en el N. de aquél, si de nuevo tal simbolismo encierra la pictografía del dolmen de Cangas de Onís, situado bajo de la er- mita de la Santa Cruz, propiedad en conjunto del Sr. Conde de la Vega del Sella (1), se manifiesta el arte de la época ya al NW. en los antes citados trabajos de Cabré, para de nuevo reaparecer en el centro de la región septentrional con la serie de casos que acabo de hacer mención, estableciéndose así el paso más o menos jalonado a la abundante colección que de tales manifestaciones encierra el te- rritorio francés. Para terminar, una última consideración cabe añadir con respecto a una coincidencia que observo entre algunos monumentos prehis- tóricos de Asturias y otros enclavados en Vizcaya y Álava, precisa- mente y con claridad, en las cuevas del peñón de la Virgen de la Peña, en Faido. Consiste aquélla en el reconocimiento de tales manifestaciones del culto cristiano en lugares donde, sin duda alguna, se ha credulizado un culto anterior, ¿Se trata de una sucesión de tradiciones en los mismos lugares? La ermita de la Santa Cruz, erigida sobre el montículo del dolmen de Cangas de Onís, la ermita de la Virgen de la Peña, cuyos depar- tamentos conservan, con ligera variación, relativamente moderna, la antiquísima repartición de las cámaras artificiales sobre el peñón practicadas, entre otros muchos casos que no son de recordar en este momento, inducen a rememorar, con el culto actual, las primiti- vas manifestaciones de un sentimiento análogo en la época prehis- tórica. En íntima relación la tradición religiosa con el reposo de los res- tos de las generaciones precedentes, vemos, hasta hace muy poco tiempo, mantenerse la inhumación de cadáveres en los mismos o contiguos lugares en los que el culto religioso se manifiesta, y cuyo dato parece demostrar esa sucesión de tradiciones, perfectamente localizada en los mismos y únicamente variados recintos. Si en la todavía reciente y sencilla manifestación del campesino serrano vasco a nuestra pregunta sobre el motivo y servicio del dol- men que próximo a su vereda diaria aparece con mutismo, para él (1) Tan interesante dolmen y otros de Asturias que he tenido ocasión de visitar en época reciente, gracias a la amabilidad de mi distinguido amigo, proporcionan interesantes datos que, con su reconocida compe- tencia, no tardarán en publicarse. DE HISTORIA NATURAL 557 absoluto, sólo puede indicar que sus antepasados guardaron siempre hacia aquél profundo respeto, y [que no hace todavía mucho tiempo, por signo externo y aun por súplica fervorosa, rogaban por el des- canso de ascendientes cuyos restos allí permanecían, bien puede esta tradicional costumbre dar motivo a pensar en la sucesión antes indi- cada, puesto que, libre el lugar de manifestación religiosa actual, aparece en él latente la conservación de ritos antiquísimos frente a manifestaciones megalíticas de época remota. Este sentimiento religioso, advertido hasta hace poco tiempo y revelada su significación bajo ambas formas, de las que no se halla otra explicación más que la rutinaria expresión de que «así lo hacían nuestros antepasados», ejemplo característico de la influencia que ejerce la fuerza de la tradición, hace abandonar otro supuesto, al que la aludida sucesión podría dar lugar, y por cierto bien opuesto al antes expresado. Me refiero a la suplantación que al primitivo culto pagano hubo de procurar el cristiano posterior, pretendiendo rehabilitar para el mis- mo, a la par que condenaba el precedente, el lugar donde éste rea- lizó sus sacrificios. Es evolución esta que con frecuencia se observa hasta nuestros días, pero deja de ser probable en este caso, ante las señales de respeto y veneración que los monumentos dolménicos de por sí han merecido, como antes indiqué; manifestaciones que abo- nan en su provecho a la primera idea apuntada, para cuya califica- ción se necesita todavía ahondar, y mucho, en el conocimiento de los sentimientos psiquico-religiosos de las edades prehistóricas, los que si probada su existencia, falta muchísimo por llegar a conocer su significado, y difícil resulta, por tanto, eslabonar la hasta ahora desconocida cadena de tan interesantes como atrayentes cuestiones. Después de lo expuesto, correspondería indicar la parte descrip- tiva que a las cuevas se refiere, encomendada al Sr. Barandiarán en el informe, y la que estimamos publicable para momento ulterior y próximo, puesto que ha de ser enriquecida con nuevos datos, pro- ducto de investigaciones a realizar en algunas de las cuevas que consideramos vírgenes de exploración, y para las que se requiere, dada su situación difícil y casi inaccesible, medios apropiados y tiem- po suficiente para llevarla a cabo de un modo completo. Este es el motivo por el que en esta ocasión quedan sin publicar 558 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA los gráficos de los grabados y pinturas, sus dimensiones, etc., y tan sólo advierto antes, sus probables significados. Todo ello demues- tra la obligada y, como tal, anticipada publicación de estas notas, como al principio hube de advertirlo. Ha de ser entonces, como digo, ocasión oportuna para dar a co- nocer en detalle cuantos frutos de aquélla se obtengan, permitiendo en este caso establecer comparaciones con elementos análogos ya- centes, bien en territorio ibérico, ya en suelo del continente, princi- palmente en lo que atañe al que a Francia corresponde, dada la pro- bable semejanza que parece encierran entre sí las estaciones repar- tidas por aquéllos y la que acabo de señalar. Teniendo en cuenta este criterio, no he de ocuparme por ahora de la labor altamente meritoria de los Sres. Breuil y Cabré, enca- minada a esclarecer interesantes puntos de vista sobre los bajorre- lieves de Marquínez. Cuanto queda expuesto tiende a ratificar la importancia que en- cierra el estudio de tan vasta estación prehistórica, a redimir éste del reducido margen, con el que hasta ahora ha sido tratado, a se- ñalar, por fin, nuevos elementos de juicio que hacen apreciar una probable cronología puesta en duda, basada en otros datos próximos a ser obtenidos, que han de fundamentarla con toda precisión. DE HISTORIA NATURAL 550 Publicaciones que ha recibido la F^eal Sociedad Española de flistoria natural durante el nnes de l*«loviembre de 1918. (La liste suivantc servirá d'acciisé de réception.) España Asociación española para el Progreso de las Ciencias, Madrid. Congreso de Sevilla. Tomo viii. Congreso de Valla dolid. Tomo vii. Ibérica, Tortosa. Año v, n.*^=* 251-253. ingeniería, Madrid. Año xiv, n.^s 489-491. Institución libre de enseñanza, Madrid. Boletín. Año xlii, n." 703. Instituto geológico de España, Madrid. Memorias. Tomo iii. ' Ministerio de Fomento, Madrid. Boletín Oficial de Minas y Metalurgia. Año ii, n.° 17. Peñalara, Madrid. Año v, n.° 59. Sociedad Entomológica de España, Zaragoza. Boletín. Tomo i, n.° 7. Sociedad española de Física y Química, Madrid. Anales. Año xvi, n." 156. Estados Unidos y sus Colonias Smithsonian Institution, U. S. National Museum, Washington. Bulletin. N° 99. Proceedings of tfie U. S. National Museum Vols. 52-53. University of California, Berkeley. Public ations. Enlomólo gv, i, n° 7; Zoblogy, xvi, nos 20-24; xvii, nos 8-11; xviii, n°M-6 y- 9. Wilson Ornithological Club, Oberlin, Ohio. The Wilson Bulletin. Vol. xxx, n° 3. Francia Académie des Sciences de París. Comptes-rendus. Tome 167, nos 17.21. Revue genérale des Sciences purés et appliquées, Paris. 29' année, nú- meros 20-21. Inglaterra y sus Colonias Entomological Society of Ontario. Annual Report. 1917. Royal microscopical Society, London. Journal. 1918, part 3. The Canadian Entomologist, London. Vol. l, n° 10. 560 boletín de la real sociedad española Portugal Broteria, Braga. Serie botánica. Vol. xvi, fase. 3. Suiza Schweizerische Entomologische Qesellschaft, Schaffausen. Mitteilungen. Vol xii, Heft 9-10. Aulló y Costilla (M.).— Comisión de la Fauna Forestal española: Reseñas de los trabajos verificados durante los anos 1914 a 1916. (Madrid, 1918.) DoGNiN (P.). — Hétérocéres nouveaux de l'Amérique du Sud. Fase. xiv. (Rennes, 1918.) Reichenow (E.).— Die Bedeutung der im Darme lebenden Mikroben für Menseh und Tier. (Deutseh. Zeit. für Spanien, 1918.) índice alfabético DE LOS GÉNEROS V ESPECIES MENCIONADOS O DESCRITOS EN EL TOMO XVIII DEL «BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL» (D Ablabesmyia melanops, 337. - pseudornata, 337. - suturalis, 337. - viriduliventris, 337. Ahrotanus, 456. Absinthiiim montana, 456. Absinthius Alepense, 456. Abutilón, 456. Acanthonyx lunulatus, 414. Achuas Cuamosa, 211. Acrostalagmus cinnabarinus, 376. Actinota, 158. Acuaria nasuta, 151. - * spiralis, 151. ^cidium Ficariee, 247. - Ranunculacearum, 246. - Valerianellae, 247. ^geon cataphractus, 413. ^thognatus, 235. iíitobates, 515. Ages, 310, 311. Agrimonia, 456. Aix galericulata, 135. Ajenjos, 456. Aji arnanclw, 214. Alabastro calizo, 317. - yesoso, 318. Albunea Querini, 413 Alcea, 456. Alderina * imbellis, 207. Aleuropteryx aequalis, 205. - Leewi, 205. Alisma ranunculoides, 247. Alkenkejos, 458. Alpheus dentipes, 411. - megacheles, 410. - scrlptus, 412. Alquimila, 458. Althea, 456. Alubia, 446. Aluminio, 296. Allium roseum, 95. - victoriale, 95. Amarant/ius, 456. Ameba, 137. Amianto anfibólico, 319. Ammonites acanthicus, 225. - (Aspidoceras) Caletanus, 226. - longispinus, 226 - (Oppelia) pseudo-flexuosus, 225. - tenuilobatus, 225. - (Pelfoceras) Toucasianus, 226. - (Oppelia) trachynotus, 225. Amor de Hortelano, 456. Amphihellia, 307. (1) Un asterisco * indica que el género o especie a que precede está descrito en este tomo, y dos asteriscos ** que se describe por primera vez. Sólo figuran en el índice las variedades nuevas. Los nombres vulgares van de cursiva. Tomo xvin. -Diciembre, 1918. 35 562 boletín dio la imoal sociedad española Anciilaria gandiformis, 225. * Anchistia scripta. 412. Andesita, 93. Anfibol, 157, 502, 503. Anfibolita, 90, 156. Angélica Silvestre, 458. Anguila, 56. Angaria , 456. Annona muricata, 212. - reticulata, 214. - sculenta, 212. Annularia sphenophylloides, 281. Anomotaenia globuliis, 155. - variabilis, 154. Anona, 214. Anortita, 161, 158. Anthocephalus elongatus, 155. Anthyllis tetraphylla, 94. Antílope, 274, 249. Antimonita, 400. Antofilita, 158. Anusia, 238. Aparine, 456. Aphelinus, 103. Apio Caballar, 45S. Apios, 458. Aplopaiakis crassirostris, 154. - filum, 154. Apocincz, 455. Aptychus Isevis, 226. Aquilegia vulgaris, 374. Aragonito, 128.317. Árbol del Ajo, 212. Arca Fichteli, 525. Arcilla, 222, 230, 295, 296, 344, 346, 487. Arcillas, 298, 508. Arctiis Arctus, 413. Archseociathidiae, 296. Archaaocyathus ** Navarroi, 297. Arenisca, 91, 101, 256, 257, 281, 318, 398, Areniscas, 230, 362, 542, 546. Armería plantaginea, 374. Arnierión Filipéndula Montana, 458. Arrhenatherum elatius, 364. Arroaces, 294. Art lie misa, 456. Asbesto de serpentina, 31S. Asclepias, 455, 458. Asinthius Oficinarum, 456. Asphodelus fistulosus, 95. Aspidoceras contemporaneus, 280. - cyclotas, 280. - inflatus, 280. Astacus torrentium, 155. Áster alticus bubónico coniza., 457. Asteriscus, 457. Asteroma graminis, 367. - reticulatum 367, 373. Asterophyllites equisetifonnis, 281. Astragalus erinifolius, 79. - florulentus, SI. - rhodosemus, 81 . - Tragacanthus, 83. Athanas nitescens, 41 1 Aturia, 278. - Zic-Zac, 277. Avellanas de Chile, 214. Avena sativa, 364. Azufre, 315, 317, 351, 352. Azurita, 317, 318, 401. Baetis nextis, 205. Balsamina, 456. Barbula, 373. Baritina 318, 401, Basalto, 58, 93. Bathysciola ** obermaieri, 447, 449. - rugosa, 449. Begonia tuberosa, 216. Belemnites pistilliformis, 223. Bellis, 457. Beocharis, 238. Berberechos, 293. Bertiella Delafondi, l47. Betónica officinalis, 96. Bidessus minutissimus, 339. Bif lustra aquitanica, 20?. Bignonia coerulea, 214, 215. - simplicifolia, 214. 215 Biotita, 502, 503. Bismutita, 315. Bismuto, 315, 465. Bisonte, 422, 423, 424. Bitneria aculeata, 214. DI-; HISTORIA NATURAL 563 Blenda, 335. - picea, 359. Bothriothorax, 233. Bogas, 329. Bornita, 401. Bos taurus, 145. Bovista plúmbea, 3ti3. Brachycentrus servatus, 205. Brachycerus froveifrons, 416. - plicatus. 41(i. - Pradieri, 41(i. - ** rotundicoliis, 415. - scutellai'is, 415. - undatus, 415. Brachypodium pinnatum, 314. Brama rayi, 155. Branchipus, 335. Bromus tectorum, 95. Brusco, 455. Brvonia, 456. Bryum, 373. Buecinum Rosthorni, 525. Bupleurum Baldensis, 83. - fruticescens, 96. - tenuissimum, 96. Biipt anuís, 457. Caballo, 422. Caballos marinos, 311. Cabra, 64, 423. Cacalia, 456. Cactus muitiangularis, 215. Café,2\\. Calabacera, 456. Calamintha montana, 456. Calamites, 299. Calanus finmarchicus, 331. Calappa granulata, 413. Calcantita, 401. Calcedonia, 129 • Calcita, 8S, 128, 503. - acicular, 317. - estalactítica, 317. - incrustante, 317. - litográfica, 317. - marmórea, 317. - oolítica siliciosa; 317. Calcopirita, 316, 319, 401. Caléndula, 457. Calhua-calhua, 214. Caliza, 62, 91, 230, 256, 257, 281, 296, 336, 343, 343, 485, 526, 527, 529, 546, 550. Calizas, 296, 320, 321, 322, 361, 524, 528. Callopora lineata, 20S. - tenuirrostris, 209. Calluha-Calluha, 215. Callha, 457. Camedrios, 458. Campánula, 456. Camptocladius fuiviscutellatus, 337. - palmensis, 337. - punctaticollis, 337. Candela regia, 458. Caniu, 214, 216. Caolin, 318. Capsicum, 215. Cardiarias, 512, 516. Carao, 309, 310, 311. Cardencha, 456. Car din, 456. Cardita BoUenensis, 525. - Jouanneti, 525. Cardium, 293. - Hoernesiapum, 225. Cardo Santo, 456. Caridina De'smaresti, 410. Cariofilata, 458. Carlina, 457. Carnagero, 214. Carneiros, 293. Carnero, 145. Casias, 211. Cassis saburon,525. Cavuela, 550. Cebada, 445. Cedro, 458. Celebesia, 202, Celisia, 213. Celusia, 212. Cellepora armata, 407. - eatonensis, 407. - pumicosa, 407. Centaurea, 366. - solsticialis, 78. Centhospora, 84. - ** Astragalina, 84. Centrodora amoena, 105. - australiensis, 106. 564 boletín de la real sociedad española Centrodora locustarum, 105. - speciosissitna, 106. - Tomaspidis, 106. - Xiphidii, 106. - sp? 106. Cephennium catalonicum, 33S. Cerambyx heros, 199. Cerapterocerus, 238. Ceratium, 331. Ceratolophus rufigastris, 338. - singularis, 338. Cercomacra tyranina atrogularis, 341. Cerezas, 212. Certhium, 525. - rubiginosum, 525. Cervus columbicus, 301, 302, 303. - Goudotü, 302. - gymnotis, 301, 302. - mexicanus, 301. - savannarum, 306. Cicindela campestris, 75. - Navasi, 75. Ciciüa, 458. Cidro n, 215. Ciervo, 246, 300, 301, 302, 303, 304, 305, 422. Ciervos, 201 . Cinc, 89. Cineraria? acaulis, 215. Citrus, 215. - limonium, 79." Cladosporium herbarum, 85. Clorita, 502, 503. Cloromelanita, 156: Clupea pilchardus, 329, 353. Clutia, 213. Clypeaster, 524, 526. Cnicíis, 456. Cobaltita, 315. Cobre, 315, 541,549. Cobre gris, 401. Cobre rojo, 317. Cocos de Chile, 213. Coenurus cerebralis, 145. Coffea, 211. Cohombro, 456. Colocynthis, 456. Coloquintida, 456. * Coluber longissimus, 402, 403. Columba livia, 147. Collema, 532. Cominos rústicos, 4f8, Coniophora membranácea, 363. Coniothyrium Ebeni, 84. - * oiivaceum f. Vise!, 374. Coniza, 456. Conopeum Lacroixi, 208. Conulus fulvus, 229. Conus, 525. Convólvulo, 455, Convolvulus arvensis, 371. - puniceus, 213. Coptocephala floralis, 339. Cornus asperifolia, 376. - pubescens, 376. Coryneum Corni-asperifoliae, 375. Corystes cassibelaunus, 413. Corregüela, 455. Cosmia balsamifera, 216. Cotilla, 457. Crepis 427. Crisocola, 318. Crocodilus, 135, 510. Croques, 293. Criiciata, 456. Cruziana, 101. Cryptocephalus majoricensis, 339. Crysantemus, 457. Cuarcita, 92, 101,281. Cuarcitas, 400, 527, 528. Cuarzo, 129, 136, 157, 230, 296, 315, 316, 400, 497, 502, 503, 504, 522, 523, 528. Cuarzos, 360. Cu cu mis, 456. Cucúrbita, 215. Cucurbitariaelongata, 369. - Qleditschiae, 369. Culebra, 64. Culicoides abdominalis, 338. - analis, 338. - erythrogaster, 338. - eximius, 338. - fraterculus, 338. - hiemalis, 338. - intermedius, 338. - pulcherrima, 338. - scutellatus, 338. DE HISTORIA NATURAL 565 Culicoides sericatus, 338. - varicornis, 338. - varius, 338. - versicolor, 338. Cylindropsis Zariquieyi, 33S. Cylindrosporium ** Casaresii, 375. - =•= malisoricum, 375. Cynodon Dactylon, 95, 364 Cyrnea eurycerca, 152. - lanceolata, 152. - Seuratti, 135, 152. Cysticercus fasciolaris, 146. Chaetomella atra, 374. Chamaerops excelsa, 170. Chamesmelus, 457. Chilomonas, 114. Chirimoya, 212. Chirotherium, 101. Choanotaenia embryio, 154. - stillifera, 154. Chocos, 293. Chopos, 293. Chrysopa rubricata, 205. - vulgaris, 205. Chrysophrys, 515,516. Dactylidis glomeratae. 366. Davainea cesticillus, 148. - * crassula, 147. - mutabilis, 148. - tetragona, 149. Delfín, 294. Denisia sagittifera, 412. Dentalium Bouei, 526. - mutabile, 526. Desmoceras difficile, 223. Dialogita, 317. Dianthi lustanici, 373. Dianthus fimbratus, 80. - lusitanicus. 370. - orientalis, 80. Diaporthe eres, 364. - foeniculacea, 364. - occidentalis, 365. Díctamo blanco, 458. Dictyocyathus ** Sampelayanus, 297. Didymella superflua, 365. Didymosphaeria brunneola, 368. - conoidea, 368. Digital, 458. Digitaiis, 37. Diño bryon, 243. Dinocarsis hemiptera, 241. Diorita, 93, 497. - augitica, 499. - cuarcífera, 499. Dipsacus, 456. - silvestris, 371 . Dypyiidium Chyzeri, 146. Discoidea pulvinata, 61. Distomum isostomum, 155. Diversicormia pinicola, 241 . Dolomías, 343. Dorippe lanata, 413. Dovónicos. 458. Dragó, 379. Drusus bicolor, 205. - chrysotus, 205. Duamellia. 215. - Manglillo, 213. Dunita, 449. Duvalia dilatata, 223. - lata, 223. Ebenus stellata, 79. Ektinosoma atlanticum, 331. Elaphis Aesculapii, 403. Eléboro negro, 458. Elevorastro, 458. Encina, 419. Enebro, 22S. Enredadera, 213. Epicoccum ** Panici. 85. Epimys norvegicus, 146. - raítus frugivorus, 146. Ericydnus 238. - longicornis, 241 . Eriphia spinifrous, 414. Erismatura leucocephala, 135. Erizo, 61 . Eryngium campestre, 367, 373. - glaciale, 373. Erysiphe Duriaeui, 371. - graminis, 371. - Poligoni, 371 . - táurica, 371. Escacho, 294. Esparto, 222. Espárrago hortense, 458. Espica Hardo, 458. 566 boletín de la real sociedad española Estaurolita cristalina, 296. Esteatita, 318. Estefanita, 316. Estornino, 57, Estrella Mexicana, 212. Euchroma gigantea, 191. Euforbios, 458. Eupatorios, 456. Eupatorium scandens, 213. Euphorbia, exigua, 247. - serrata, 95, 247. - verrucosa, 95. Eurynome áspera, 414. Euterpe gracilis, 331. Faba vulgaris, 95. Faronus Guimjuani, 338. Feldespato, 315, 497, 502, 504, 522. Félix domestica, 146. - chinensis, 474. - japonensis, 474. - panthera, 479. - pardus chui, 477, 481. - - fortis, 475, 480. - - leopardus, 477, 479, 481. - melanosticta, 480. - nanopardus, 475, 476, 477, 480. - ruvvenzorü, 475, 480. - - suahelica, 475, 477, 480. - varia, 479. Feruh Assoi, 246. Ficaria ranunculoides, 247. Ficus radicans, 211. Filipéndula, 458. Flor de dos meses, 457. Fluorina, 129. Foeniculum vulgaris, 365. Forcipomyia bipunctata, 338. - flavicincta, 338. - fulvescens, 338. - Palmensis, 338. - praecincta, 338. - pulcherrima, 388. - littoralis, 338. Froína Roualti, 101 . Franklinita, 318. ' Froggattella australis, 89. Qabro, 499. - olivínico, 499. Galathea intermedia, 413. Galena, 316, 335, 360. Galeocerdo latidens, 512, 516. Galeodidae, 268. Galium, 456, Gallinago scolopacinus, 54. Gallínula chloropus, 75. - Lozanoi, 76. Gallium cruciatum, 96. Qallus gallinaceus, 148. Garbanzo, 388, 444. Geco, 379. Gedrita, 158. Genciana, 455. Gleditschia ferox, 175. - triacanthus, 365, 369. * Gloeosporium harposporum, 373. 375. Glossothyris Aspasia, 320. Gneis. 343, 522. Gnomonia pusilla, 365. - tithymalina, 365. Gonfolitas, 232. Gonoplax rhomboides, 414. Gonyaulax, 354, 355. - polyedra, 294, 349. Gonzalezia dependens, 216. Grafito, 197, 315, 359. Grammotaulius basilieus, 204. Granatita, 318. - anfibólica, 499. Granito, 249, 343, 470, 497, 498, 520, 522, 523. Grimmiae pulvinatae, 375. Gymnorhynchus reptans, 155. Gymnostomum, 373. Halesus laureatus, 205. - productus, 204. - pulla, 205. Haploceras Grasi, 223. Haplopoma bimucronata, 308. - impressa, 309. Harzburgita, 499. Hederá Helix, 373. Helea nemestrina, 338. - nitens, 338. - murina, 338. - postrema, 338. - vicina, 338. Heléchos, 458. Helix, 248. DE HISTORIA NATURAL 567 Helix Ataxiaca, 229. - neglecta, 229. Helodromus ochropus, 155. Hematites concrecionada, 317. - ocrácea, 317. - roja, 400, 401. Hendersonia Ebeni, 85. Hercoglossa dánica, 278. Heterakis columbee, 147. - papulosa, 152. - vesicularis, 152. Hetereostegina costata, 524. Hiaravisco, 214. Hibiscus, 212. Hiedra, 213. Hieracium * abadesicolum, 50(3. - * auricola, 505. - * Coderianum, 506. - coriaceum, 505. - dolichellum, 506. - Hoppeanum, 505. - médium, 506. - * murorum, 506. - Neocerinthe, 506. - "*" ortomixtum, 50G. - Peleterianum, 505. - * Piloseila, 505. - precox, 506. - sonchoides, 506. - stenophyllum, 506. - sylvalicum, 506. - vulgatum, 506. Hierro, 495. - manganesífero, 317. Higuerilla, 212. Higiierón, 21 1 . Hippocamelus antisiensis, 303. Hippolyte prideauxiana, 411. - viridis, 411. Holcostephanus Alcoyensís, 223, - Astieri, 223. - Hispanicus, 223. - intermedius, 223. Homo aurignacensis, 73. Hombre, 547. Hoplostethus mediterráneus, 198, 496. Hordeum vulgaris, 364. Horblenda, 318, 158. Hiianabana, 212. Hulla, 206, 470. Hyalopteryx australis, 88. Hydra fusca, 258. Hymenolepis cantaniana, 159. - diminuta, 146. Hyperita, 499. Ibis eremita, 294. Icterus ** xantholemus, 340. Iguanodon, 133. Ilmenita, 161. Iris, 295. Ixodes, 269. Jadeita, 156. Jaro, 419. Jibia, 293. Judia. 309. Juglans regia, 175. Juncus, 372. - lamprocarpus, 367. Karyolysus lacertas, 273. Kentia Balmoreana, 176. Koelreuteria, 115. Krossmateila Agassiziana, 224. Labradorita, 58. Lacerta agilis, 403, 405. - * viridis, 402, 404, 405. - muralis, 258. Lachnella rufo-olivacea, 372. - scutellata, 372. Lactuca saligna, 397, 426. - scariala, 427. Loevicardium oblongum, 525. Lagartija, 259, 262, 263. Lagarto, 66, 403. Lamna contortidens, 511. - denticulata, 511. Lampazo menor, 456. Lapa, 456. Lasiobotrys, Lonicerae, 371. Laurel, 419. Lava, 57. Leander squilla, 412. - xiphias, 412. Lengua de vaca, 215. Lekythophora, hystrix, 408. - laciniosa, 408. - Watersi, 408. - Santanderiensis, 307 407. Leopardo 474, 475, 476. Lepidium Draba, 374. 568 boletín de la real sociedad española Lepidium heterophyllum, 374, - subulatum, 117. Leptinitas, 522. Leptograpsus marmoratus, 414. Leptomastix, 238. Leptosphaeria ** matritensis, 368. - Pampaniana, 359. - vagans, 369. - microscópica, 369. Leptotyphlus, 338. Leucantemiis, 457. Lignito, 228, 335, 336, 319. Limnotragus spekei ** inornatus, 276. - albonotatus, 277. - gratus, 277. - spekei , 277. - selousi, 277. Limoncillo, 216. Limonita, 317, 335" 493. Limón 11 til, 215. Linaria ** Trullenquei, 248. Linnea, 336. Liponyssus, 268, 270. - saurarum, 258, 259, 273. Lithospermon, 458. Lonicera, 372. - hispánica, 371. Lonicerae etruscas, 371. Lorenzinia af. apennínica, 299. Loxia bifasciata, 359. Luciemo, 211. Lúcuma, 212. Lunaria tercera, 458. Lutraria elliptica, 525. Limnaea palustris, 229. - truncatula, 229. Lloqui, 215. Macrochloa arenaria, 367. Macrochloa tenacissima, 371. Madroño, 419. Magnetita, 136, 157, 359, 502, 503. Maia verrucosa, 414. * Malaconiufn Pandani, 375. Malaquita, 401, 317, 318. Malpigliia granatifolia, 212. Malva, 456 - salvaje, 456. Malva sylvestris, 95. Malvabisco, 456. Malvabisco de Indias, 456. Mallaspis antennatus, 191. Mandragora, 455. Manganeso acerado, 316. Manglillo, 215. Manzanilla, 457. - loca, 457. Marcasita, 316. Margarita del prado, 457. Marga, 296, 146, 134. Margas, 230, 221, 317, 362. 344. 336, 524. 526. - irisadas, 401. Marginella Stephaniae, 552. Mariopléris muricata, 281. Mármol brechoso, 317. Mate, 216. Matr icaria, 457. Mayetia amplipennis, 338. Medicago pentacycla, 95. Meiampsora pulcherrima, 247. - Helioscopiae, 96. Melanomma Bubakii, 78. - '■* Ebeni, 79. - longicolle, 79. Melanopsis, 257. Melasmia salicina, 372. Meleagris gallopavo, 152. Melgacho, 294. Melopepo, 456. Membraniporina, 334. - ? membranácea, 208, Membranipora Dumerilii, 209. - Flemingii, 209. - imbellis, 207. - lineata, 208. - membranácea, 334. - reticulum, 208. - Rosselli, 209. Menglillo, 213. Mercurio, 315. Mercurialis annua, 247. Meretrix Itálica, 525. Merulius lacrimans, 363. - pulverulentus, 363. Metriocnemus Canariensis, 337..- - decor, 337. ~ hirsutulus, 337. - lurulentus, 337. - Palmensis, 337. DE HISTORIA NATURAL 569 Metriocnemus sociatus, 337. Mica, 522, 523. Micacita, 136, 318. Micraseina vestitum, 205. Microdiplodia ^* Alsines, 84. Microporelia impressa, 339. * Microsphaera penicillata, 371. - Dubyi, 372. Mil en rama, 457. Millefoliiis, 45r. Mimosa Inga, 211. - pernambucana, 213. - vilco, 214. Moco de pavo, 456. Molasa, 230. Molge áspera, 60. - ** Bolivari, 5S. - Rusconii, 60. Momórdica, 456. Moniezia alba, 145. - trigonophora, 145. Moscovita, 136. Mulgediuin, 427. Muscari comosum, 247. Mus musculus, 147. Mustela ibérica. 360. Myliobates, 466, 508, 509. Ñas tur cío oriental, 458. Nassa, 525. Natica, 525, 514. - Josephinia, 525. - redempta, 525. Nautilus, 277. Nefrita, l.")9. Nerita, 257, Neuropteris, 281. Noctiluca, 330, 354. Nogal. 175. Nostoc, 532, 536. Nuez blanca, 456. Numulites, 336. Odocoileus, 300, 301, 302. - columbicus, 302, 306, 307. - gymnotis, 302, 305, 306, 365. - lasiotis, 305, 307. - margaritse, 307. - peruvianus, 307. - trapicalis, 307. Odontapis contortidens, 511, 516. - cuspidata, 511. Odontapis denticulata, 511, 516. Oestrus ovis, 145. Ofita, 92. Oh-as, 213. Olcostephanus trinierus, 278.* Oiigisto, 316, 502, 503, 523. - irisado, 359. Oligoclasa, 502, 503, v504 Ópalo, 317. Opoponacis Chironii, 275. Oppelia tenuilobata, 280. Origanum virens, 363. Oro, 211, 315. Oropimente, 335. Orthocladius, articuiaris, 337. - filipes, 337. - griseicollis, 337. - lineolatus, 337. - pulchralis, 337. - umbráticas, 337. - vicinus, 337. Ortosa, 58, 503. - alterada, 319. Oscillatoria 532, 533, 534, 536. Oso, 202, 422. Osthimosia armata, 407. - eatonensi, 407. Ostrea 526. - eduiis, 259. - longirostris, 524. Oxyrhina hastalio, 510. Oxyurus obveolata, 146. - stroma, 146. Pacae, 211. Pagellus centrodontus, 294. Pajaritos, 212. Pajaro bobo, 213. Palaemon biunguiculatus, 412. Palillo. 21 1 . Palma, 213. Palmicellaria * tenuis, 209. Palpomyla flavipes, 338. Pandani Weschi, 375. Pandanus Wetchi, 376. Pantera, 474. Panthera pardus leopardus, 482. - reiclienowi, 481. Parapenaeus longirrostris, 410. Paraphelinus, 103. Paratrichodadius formosus, 327. 570 boletín de l\ real sociedad española Paratrichodadius millenarius, 337. - nigrovittatus, 337. - ornaticollis, 337. - pulchrigaster, 337. - soronians, 337. - pseudoictericus, 337. - multicolor, 337. Patarruxos, 294. Patata, 110, 112, 241. Pato mandarín, 134. Pecaes, 309. Pecopteris densifolia, 281. - crenulata, 281. Pectén, 525, 526. - Besseri, 524, Pectunculus pilosus, 525. Pedernal, 488. 492. Pegmatitas, 520, 523. Peitaria, 212. Penaeus caramote, 410. Pepino, 215. (¡Periclemenes elegans, 412. Peridinium divergens, 353. - polyedricum, 353. Peridinum divergens, 331. - polyedricum, 331. Peridotias, 497. - micácea, 499. * Perisphinctes Basilicoe, 278. - stephanoides, 280. PhcEnis dactylifera, 172. - dactylifera, 176. Phaseolus vulgaris, 95. Philoponectroma, 239. Phillyrea angustifolia, 96. Phlebotomus, 377, 378, 379, 380. - *Legeri, 377,381. - * minutus, 377, 383. - papatasü, 293. - perniciosus, 382. - * Sergenti, 377, 383. - verrucarum, 380. Phlomis, 370, 468. - composita, 469. - crinita, 468, 469. - Herbaventi, 246. - Herbae-venti, 371. - Lychnitis, 468. 469. - Trullenquei, 469. **Pholidoceras='=*beachyptera,239 Phoma dulcamarina, 370. - eres, 364. - * herbarum f. Dianthi, 370. - herbarum, 370. - Opuli, 370. - Visci, 375, 373. Phomopsis oblonga, 364. Phyllachora Andropogonis, 198. - Fragosoana, 198. - Funci, 372. - Tragacanthae, 83. Phylloceras ptychoicum, 280. - semistriatus 223. - Tethys, 223. Phyllosticta Casaresii, 373. - Dactylidis, 366. - hedericola, 373. Phyteuma spicatum, 95. Picarda, 329. Pie de león, 456. Piedras de Santa Catalina, 4^5. Pilumnus hirtellus, 414. Pinus, 171. - silvestris, 372. Piñones de montaña, 213. Pirita, 366, 315, 316, 317, 523. Piroxeno, 157. Pirrotina, 459. Pisidium cinereum, 229. Pistacia vera, 94. Pita f aya, 215. Pitymys ibericus, 147. Pizarra, 92, 101, 249, 2S1, 296, 493, 528, 529. Pizarras, 400, 520, 523. Planorbis, 257. 336. Plata, 211. Platino, 97. Platydactilus mauritanicus, 379. Pleosphaeria Escalerae, 83. Pleospora chlamydospora, 79. - Clematidis, 79, 369. - dessiliens, 81. - Dianthi, 313. - ** Escalerae, 80. - ** Escaleriana, 80. - * herbarum, 370. - ** Kouh-Cherrica, 80. - ** Kouh-Sefidica, 81. - Kurdistanica, 81. DE HISTORIA NATURAL 571 Pleospora mesopotamica, 81. - Suenes, 80. - soraria, 80. - rudis, 80. - vulgaris^ 366. Pleuridium, 373. Pleuromma armata, 331. Plumieria, 211, 216. Poa nemoralis, 369. Podón minutus, 331. Poligonato, 455. Polygonum alpinum, 95. Populus nigra, 372. Porcelanita, 315,316, 319. Portulaca, 215. Portunus arcuatus, 413. - depurator, 413. Porrocoecum numidicum, 155. Poterium Sanguisorba, 365. Potito, 215. Prenanthes, 427. Prionodon, 513. Processa edulis, 412. Psendagapetus insous, 205. - placidas, 205. Psydium, 211. Puccinia Agropyri, 246. - Allii, 95. - Barbeyi, 95. - Betonicae, 96. - Bupleuri, 96. - canariensis, 95 - Centaureas, 78. - Ciirysanthemi. 98. - Cynodontis, 95. •' depauperans, 247. - hispánica, 96. - inalvacearum, 95. • - Phlomidis, 246. - Polygoni-alpini, 95. - punctata, 96. - Symplhyti-Bromorum, 95. - ViolíE, 95, 247. Pudinga, 470. Pulchellia Lorioli, 223. Pygope, 320. - diphya, 223. - jonitor, 223. - dilatata, 223. Pyrenophora chrysospora, 371. Pyrenophora depressa, 82. - dubia, 79. - pachyasca, 79. Pyrethrum sinense, 96. Raja, 515. Rana esculenta, 155. - ibérica, 61, Ranúnculo bulboso, 458. - corrosivo, 458. Ranunculus, 456, - Assoi, 246. Ranvolfia odorata, 215. Rejal gar, 335. Repinchos, 456. Rhabdospora chlorospora, 374. Rhacophyllites Loryi, 280. * ■■ Rhinoency rtus **M a 1 e n o 1 1 i i , 235. Rhinoptera Daviesi, 514. 515, 516. Rhizobius bipartitus, 339. Rhynchonella Canevae, 322. - Caroli, 322. - curviceps, 322. - Dal Piazi, 322. - decorata, 321. - De Lottoi, 322. - diptycha, 322. - Fabianni, 322. - Fraasi, 322. - Gümbeli, 322. - tetraedra, 321 . Rhytisma salicinum, 372. Riacophyllus chesa, 204. - Laufferj, 204. - viduata, 204. Ribis Grossulariae, 368. - Uva-crispi, 368. Ricinus major, 212. Robinias Pseudoacaciae, 370. Rodonita, 318. Rocoto, 214, Rouras, 294. Rubia de tintores, 456. - Tinctory, 45(5. Rusco, 455. Sache, 2\\. Salix cinérea, 372. Salvia caespitosa, 82. Sanícula, 458. Sardina, 248, 294, 327, 328, 331, 572 boletín de la. real sociedad española 350, 351, 352, 353, 354, 355, 380. Scabiosa, 456. Scapholeberis, 335. Scolex gigas, 155. Scopelodromus Canariensis, 337. Scorpgena scropha, 410. Scyllium, 294. *SchizopodrelIa unicornis, 408. Senecio, 456. - odoratus, 214. Sepia officinalis, 293. Septoria Lepidii, 374. Sericita, 502, 503. Seriscostoma médium, 205. Serpentina, 318, 92. Serpiente, 66. Sertularella, 306, 407. Serrafalcus mollis, 371. Sicyona carinata, 410. Sida paniculata, 216. Siderita, 401. Siempre viva mayor, 458. Sienita, 497. - anfibólica, 4S9. - augítica, 499. - micácea, 499. Silene Boryii, 79. Silex, 201, 489, 494. Simocepiíáius serrulatus. Singenesia, 212. .Solanum Dulcamara, 365. - pepino, 215. - tuberosum, 89. Solen vagina, 525. Stipae pennatae, 369. *SphaerelIa aliena f . Hieracii, 366. - Dactylidis f. Matritensis, 366. - **eryngina. - Eryngii, 367. - eryngicola,'367. - graminis, 367. - Najas. - Tassiana, 366. - Thesii, 368. Sonchus, 427. Sphaerodus, 510, 515. Sphaeropsis *^^ Alsines, 84. Sphenophyllum emarginatum, 281. Sphyrna. 512, 513. - prisca, 513, 516. Spiriferina Di Stefanoi, 321. - rostrata, 320. Spirontocharis Bunseni, 411. - Cranchi, 411. Spongiila, 258. Squilla mantis, 414. Stachys acerosa, 81. - esculenta, 241. Stephylax nigricornis, 205. - testacea, 205. Stenorhynclius longirostris, 414. Stipa, 222. Strychnos Nux-vomica, 172. Stylonychia mytilus, 470. Succinea debilis, 229. Suches, 215. Symphacia *obveIata, 146. Taenia coenurus, 145. - columbae, 147. - crassicoilis, 146. - crassirostris, 155. - Delafondi, 147. - embryo, 154. - filum, 154. - giobulus, 155. - sphaenocephala, 147. - variabilis, 154. Tamus communis, 171. Tanacetus, 456, Tanytarsus, albisutus, 337. - hiemalis, 337. - praeornatus, 337. - trilineatus, 337. Taphrina áurea, 372. Tapir, 300. Teichospora Bormmulleri, 82. Teluro, 465. Temnodom saltator, 469. Tendipes dorsalis, 337. - noctivagus, 337. Terebratula aff. Bíttneri. 322. - globulina, 321. - punctata, 322. Terfezia, 376. Testudo graeca. 402, 405, 406 Thesium divaricatum, 365, 366. 368. Thesium divaricatum, 370. DR HISTORIA NATURAL 573 Thrincia hirta. 96. - tuberosa, 9(i. Timbra, 458. TU i malo, 455. • Tlaspios, 458. Tortugas, 406. Tragelaphus, 274. - diante, 276. - haywoodi, 276. - scriptus, 274. - - dama, 276. - *■•= heterochrous, 275. - lacon'noe, 277. - tjaderi, 276. Traquita, 58. Traulia, 202. Trematosphaeria erythrella, 376. *Tncladia, :I31. - ** humilis, 432. Trichosoma longicolle, 151. - retusum, 151. Tn\-hothecium roseum, 376. Trifolio Arbóreo, 458. Trifolium pratense, 371. Trigla, 294. Trionyx, 510. Trogasteropsis anophthalnius, 338. Trombidium, 269. - fuliginosum, 268. Tropeolum peregrinum, 216. - volubiie, 212. Turba, 227. Turmalina, 318. 360. Turritella, 525. - bicarinata, 525. - tricarinata, 525. - turris, 525. Turtur auritus, 1.57. Tiissilago Fárfara, 457. Ulmeria, 205. Ulmus campestris, 364. Uña de asno, 457. Uñas de gato, 214. Uredo alismatis, 247. - segetum, 364. Urginea Scilla, 247. Uromyces Anthyllidis, 94. - appendiculatus, 94. - Dactilydis, 447. - excavatus, 95. - Fabae, 95. - Ferulae, 247. - monspessulanus, 95, 247. - Phyteumatum, 95. - reticulatus, 95. - Rumicis, 247. - Scillarum, 247. - striatus, 95. - Terebinthi, 94. - tuberculatus, 247. Ursus spelaeus, 421. Ustilago Avenae, 364. - Cynodontis, 364. - Hordei, 364. - perennans, 384. Valerianella microcarpa, 247 Vallisneria spiralis, 241. Vanadinita, 318. Vanellus vanellus, 154. Veiezia rígida, 365. Venus, 525. - multilamella, 525. Vermicularia Dematium, 373. Verónica fruticulosa, 371. Víbora, 67. Viburnum Opulus, 370. Vi gomias, 294. Vilco, 215. Viola sylvatica, 95. - Viilkommi, 247. Virga áurea, 457. Viscum, 172. - laxum, 373, 474, 375. Waldheimia mutabilis, 322. - Meneghinii, 322. Wasielewskia gruberi, 137. Wolfran, 359. Xanthiiim, 456. Xantho floridus, 413. - rivulosus, 413. Yacea, 456. Yerbacana, 456. Yerba de Seda, 455. - maravilla, 457. Yeso, 87, 127, 232, 318. Yesos, 344, 351. Yjisbarba, 455. Zabrus ** eserensis, 429. - obesus, 429, 430. 574 BOLETÍN DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Zaghouania Phillyreae, 96. I Zeilleria Partschi, 320. Zandía, A5Q. \ Zigobates, 514, 515. Zaragatona, 558. Zircón, 502, 503. Zarzaparrilla, 419, | Zúa subcylindrica, 229. inie de lo [onleiQ en el tomo XVIII del «Boletl Págs. Junta directiva de la Real Sociedad Española de Historia Na- tural para 1918 3 Socios fundadores de la Real Sociedad Española de Historia Natural • 5- Presidentes que fia tenido esta Sociedad desde su fundación en 8 de Febrero de 1871 5 Lista de socios de la Real Sociedad Española de Historia Natural 7 índice geográfico de los socios 30 Relaciones del estado de la Sociedad y de su Biblioteca 37 Lista de las Sociedades con las que cambia v de las publica- ciones periódicas que recibe la Real Sociedad Española de Historia Natural 41 Sesión del 9 de Enero de 1918 53 Dantín.— Nota bibliográfica: Fernández Navarro (L.), Le pie du Teyde et le cirque de las Cañadas a Ténériffe 57 BoscÁ Y Casanoves (E.)-— Una nueva forma de Anfibio urodelo (Molge Boli vari). (Lám. i.) 58 Fernández Navarro (L.).— Sobre la no existencia del cretácico en la isla de Hierro (Canarias) 61 Breuil (H.).— Algunas leyendas y creencias populares españolas relacionadas con serpientes y lagartos 63 Aranzadi (T.)-— El índice de altura del triángulo facial 67 Vidal y López (M.).— Notas sobre Cicindélidos españoles. II. Nueva forma de Cicindela campestris L. y localidad española de la C. campestris maroccana sodata Esc 74 Gil Lletget (A.)-— La Gallinula chloropus de Filipinas 75 González Fragoso (R.).— «Pugillus secundus mycetorum Per- siae» 78 Sesión del 6 de Febrero de 1918 87 Hernández-P.'vcheco.— Consideraciones sobre el yeso del Cerro de los Ángeles (Madrid) 87 576 boletín de L\ REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Pags. Bolívar (I.)-— Rectificación sinonímica 88 Fernández Navarro (L.). — Nota bibliográfica: Estudios relati- vos a la geología de Marruecos 90 Dantín (J.).— Nota bibliográfica: Schwalbach Lucci (L. J. de L.), Estudos geográficos. Alteragoes litorais. A ria de Aveiro. 93 Caballero (A.).— Adición a los Micromicetos de Cataluña, de Qz. Fragoso 94 Ferrando Mas (P.)- —Ventajas del goniómetro teodolííico 97 Palacios (P.).— La constitución estratigráfica del Moncayo 101 García Mercet (R.).— El género Centrodora Foerster (Hime- nópteros Calcídidos) 103 Fernández Galiano (E.).— Sobre el pretendido hallazgo del aparato reticular de Golgi en las células del tubérculo de Sola- num tuberosum 110 Bonsor (J.).— El terremoto de 1504 en Carmona y en Los Alco- res. (Láminas ii y iii.) 115 Hernández-Pacheco (E.).— Nota adicional a la del Sr. Bonsor respecto al terremoto de 1504 en Carmona y en Los Alcores ... 123 Pardillo (F.).— Algunas consideraciones más sobre el yeso del Cerro de los Ángeles (Madrid) 126 Sesión del 6 de Marzo de 1918. 133 Royo Gómez (J.).— Excursión geológica por las provincias de Guadalajara y Cuenca.— Sobre el descubrimiento en Morella (Castellón) de dientes y otros restos de I guanodon? 133 Sección de V'¿7/e/7c/í7.— Beltrán: Fósiles de Morella.— Casan: Hallazgo del cladocero Simoceplialus serrulatas en Gandía. — Arévalo: Un ejemplar de la palmípeda Erismatura leucoce- phala cazado en la Albufera 1 35 Alv arado (S.).— Nota bibliográfica: Zulueta (A. de), Promito- sis y sindiéresis: dos modos de división coexistentes en ame- bas del grupo «limax>> 1 37 Eguren (E. de).— Nota bibliográfica: Hoyos (L. de) y Aranzadi (T. de), Etnografía: Sus bases, sus métodos y aplicaciones a España 1 33 Rodríguez López-Neyra (C.).— Notas helmintológicas 145 San Miguel de la Cámara (M.) y Marcet Riba (J.).— Estudio petrográfico de tres hachas neolíticas pulimentadas, de la colec- ción de D. Luis Mariano Vidal, procedentes de Villahermosa (Ciudad-Real). (Lám. iv.) 156 Obermaier (H.).— Trampas cuaternarias para espíritus malignos. 162 Madrid Moreno (J.). — Técnica de las comunicaciones plasmá- ticas en las células vegetales. (Lám. v.) 169 Eguren (E. de).— Cabezas humanas reducidas del Perú 177 DE HISTORIA NATURAL 577 Pags. Sesión del S de Abril de 19IS 197 González Fragoso (R.).— Rectificación sinonímica 198 Sección de Valencia.— Pardo: El Hoplostethns mediter raneas recogido en Valencia 198 Sección de Sevilla. —Pavi^. Sobre el nombre de «víbora voladora» aplicado al coleóptero Cerambvx heros 19S Sección de Zaragoza.- Ferrando: Estratigrafía del Moncayo. . 200 Cexdrero (O.).— Notas bibliográficas: Obermaier (H.), Yaci- miento prehistórico de Las Carolinas (Madrid); Hernández- Pacheco (E.), Los grabados de la Cueva de Penches (Oña, Burgos) 201 DusMET (J. M"*.)-— Notas bibliográficas: Bolívar y Pieltaín, Estudio monográfico de la sección «Trauliae»; Codina (A.), Cicindeles de Catalunya; Codina (A.), Heteroceros de Cata- luña; Codina (A.), Heterocers non s per a la fauna de Cata lunva; Sociedad Entomológica de España; Fuente (J. M'"".), Catálogo sistemático-geográfico de los Coleópteros observa- dos en la Península ibérica, Pirineos y Baleares; Navas (L), Tricópteros nuevos de España; Navas (L.). Excursiones entomológicas por el N. de la provincia de Lérida 249' Fernández Navarro (L.).— Nota bibliográfica: Termier (P.), Contribution á la connaissance de la tectonique des Asturies: anomalies au contad du Houiller et dii Dévonien d'Aranao . 205 Gerónimo Barroso (M.).— Notas sobre briozoos 206 Barras de Aragón (F. de las).— Noticias de los trabajos reali- zados en el Perú en el siglo xviii por los botánicos Tafalla y Pulgar, recogidas en el Archivo de Indias de Sevilla 210 Suárez de Figueroa (J.).— Modificaciones de la secreción láctea determinadas por la electricidad 217 Dantín Cereceda (J.)- — Acerca de la existencia de tierras ne- gras en la submeseta meridional de la Península Ibérica 219 Jiménez de Cisneros (D.).— Especies nuevas o poco frecuentes en la fauna del Secundario de España 223 San Miguel de la Cámara (M.).— Nota geológica acerca de una extensa formación de turba descubierta recientemente en Gumiel de Izan (Burgos). (Lám. vi.) 227 García Mercet (R.).— Géneros nuevos de Encirtinos de España. 234 PujiULA (J.).— Granos de fécula polimorfos, o corroídos 241 Sesión extraordinaria y ordinaria de /." de Mayo de 1918 245 González Fragoso (R.).— Algunos Uredales de la provincia de Madrid y de Cataluña 246 Sección de Sevilla.— Barras y Tenorio, Sobre el terremoto de 20 de Abril de 1918 249 578 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Pags. Royo Gómez (J ) -Nota bibliográfica: Carandell (J. ) y Gómez DE Llarena (J.)- El glaciarismo ciiatenario en los Montes Ibéricos • ■ 250 SÁNCHEZ (M.) — Nota bibliográfica: Alv arado (S.), Plastomas Y leucóplastos en algunas fanerógamas 250 PiTTALUGA (G.)-— Nota necrológica: Nicolás Achúcarro (con un retrato) 252 Royo Gómez (J.).— Nuevos datos para la geología de la subme- seta del Tajo 255 Reichenow (E.)-— Digestión intracelular en un acaro. (Lám. vii.) 258 Cabrera (A.).— Dos nuevos antílopes de la subfamilia Tragela- phinae • • •■ 274 Jiménez de Cisneros (D.)-~Especies nuevas o poco conocidas de la fauna fósil de España (continuación) 277 Arias de Olavarrieta (J.).— Sobre el carbonífero de Cantillana (Sevilla) 281 Carandell (J.). y Darder (B.)— Apuntes sobre el origen de las montañas 282 Sesión del 5 de Junio de 1918 293 . Fernández Alonso (J.).— Sobre nombres vulgares gallegos de algunos animales marinos 293 Sobrino (R). — Acerca del Gonyaulajr polyedra como alimento de la sardina 294 Lozano (L.)-— Un ave interesante, el Ibis eremita, recogido en Monte Arruit (Melilla) 294 Fernández Navarro (L.). — Notas bibliográficas: Hernández Pacheco, Le cambrien de la Sierra de Córdoba {Espagne); Hernández Pacheco, Les íArchaeocyatidae» de la Sierra de Córdoba (Espagne); Termier (P.), Contributions á la connaissance de la tectonique des Asturies: la signification des milonites d'Aranao; Termier (P.), Contributions a la connaissance de la tectonique des Asturies: las Peñas de Careses, la zone anticlinale de Careses-Fresnedo; Termier (P.), Contributions á la connaissance de la tectonique des Asturies: plis hcrciniens et plis pyrénéens, cliarriages antés- téphaniens et charriages postnummulitiques 296 Royo Gómez (J.)- — Nota bibliográfica: Jiménez de Cisneros (D.), Geología r Paleontología de Alicante 299 Cabrera (A.).— Sobre los Odocoileus de Colombia. (Lám. viii.) 300 Gerónimo Barroso (M.)-— Notas sobre Briozoos. (Lám. ix.) .... 307 Barras de Aragón (F. de las).— Noticias sobre varios envíos de objetos naturales hechos de América en el siglo xviii recogidas en el Archivo de Indias de Sevilla 309 DK HISTORIA NATURAL 579 Pags. Castro Barea (P.)-— Minerales de Andalucía: Especies y locali- dades no citadas existentes en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Sevilla 314 Jiménez de Cisneros (D.).— Especies nuevas o poco conocidas de Braquiópodos liásicos del SE. de España 319 Egurex (E. de).— Elementos étnicos eneolíticos de Asturias 323 Buen (F. de). — Sobre la coloración roja del agua en las Rías bajas y la biología de la sardina 327 Sesión del 3 de Julio de 1918 333 Werxert (P.).— Sobre los instrumentos neolíticos de Corral de Caracuel 333 Gerónimo Barroso (M.).— Rectificación genérica sobre la ¿Mem- branipora membranácea 334 Sección de Valencia. — BoscÁ (A.).— Sobre minerales y rocas de la provincia de Castellón 335 Dusmet(J. M.').— Nota bibiográfica: Santos Abreu (E.), Ensa- yo de una monografía de los Tendípédidos de las Islas Ca- narias; Dodero (A.), Coleópteros endogés de la Catalogue; Fuente (J. M.'' de la), Coleóptéres nuevos españoles 337 Fernández Navarro (L).— Nota bibliográfica: Meunier (E.), Contribución al estudio de la fosilización calcárea 339 Gil Lletget (A.). — Dos Passeres nuevos de la colección de la expedición al Pacífico 340 Darder Pericas (B.).— Nota sobre la formación de cordilleras por corrimientos 341 Sobrino Buhigas (R.).— Réplica a la nota y observaciones de D. F. de Buen a la Memoria «La purga del mar o iiematota- lasia» 348 Sesión del 2 de Octubre de 1918 359 GiLA (F. a.).— Nuevas localidades españolas de algunos mine- rales 359 Sección de Valencia .—Arév ai^o: Una Loxia bifasciata captura- da en Silla (Valencia) 359 Fernández Navarro (L.).— Notas bibliográficas: Gentil (L.), Sur l'existence de grandes nappes de recouvrement dans la province de Cadix (Espagne méridionale) ; Gentil (L.), Sur ¡'extensión, en Andalousie, des nappes de recouvrement de la province de Cadix (Espagne méridionale); Gentil (L.), Sur V origine des nappes de recouvrement de V Andalousie; Gentil (L.), Sur les depóts néogenes du détroit Nord-Bétique (Espagne méridionale); Gentil (L.), Sur l'áge des nappes de recouvrement de V Andalousie et sur leur raccordement avec les nappes prérifaines (Maroc septentrional) 361 580 boletín de LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA Pags. González Fragoso (R.).— Notas para la micoflórula matri- tense 363 PiTTALUGA (G.) y Buen (S. de).— Especies españolas del géne- ro Phlebotomus (Ins. Dipt.)- (Láms. x y xi.) 377 Alvarado (S.).— El condrioma y el sistema vacuolar en las cé- lulas vegetales 385 Sesión del 6 del Noviembre de 1 918 397 Conde Diez.— Nota sobre las Conchas de Pineda (Burgos) 379 Ferrando (P.) y Zuazo (J.).— Minerales de la Sierra de Algairen 400 Maluquer (J.).— Notas herpetológicas 402 Gerónimo Barroso (M.).— Notas sobre briozoos 407 Ferrer y Galdiano (M.). — Algunos Malacostráceos de Ma- rruecos 410 Escalera (M.).— Una especie nueva de Brachycerus 01. de Es- paña 415 Eguren (E. de).— Una bibliografía y unos comentarios 417 Cuesta Urcelay (J.).— Sobre la anatomía de la hoja de la Lac- tuca saligna L 426 Bolívar y Pjeltain (C.).— Sobre dos Zabriis de los Altos Piri- neos de Aragón 426- García Mrrcet (R.).— Mas encirtinos nuevos de España 430 Alvarado (S.).— Sobre el estudio del condrioma de la célula ve- getal con el método tano-argéntico (Lams. xii a xv.) 434 Bolívar y Pieltain (C.).— Una Bathysciola cavernícola nueva de la vertiente española de los Pirineos 447 Barras de Aragón (F. de las). — El botánico D. Antonio Ramos, fundador del Jardín de la Real Sociedad Médica de Sevilla 449 Sesión del 4 de Diciembre de 1 918 465 Renovación de cargos 465 Rendición de cuentas 466 Sección de Va/e/zc/í?.— Trullenque: Sobre un nuevo híbrido de Phlomis de la Flora valenciana.— Pardo: Captura del Temnc- dom sallator en Valencia 468 Fernández Navarro (L.).— Nota bibliográfica: Gentil (L.), Sur le sinchronisme des dépóts et des mouvements orogénique^, dans les détroits Nord-Bétique et Sud-Rifain 471 Cabrera (A.).— Sobre los leopardos africanos, con descripción de una forma nueva. (Láms. xvi y xvii) 472 Ruiz DE AzÚA (P.).— Sepultura Tardenoisiense de Axpea (cerca de Trespuentes, Álava) 483 Makcet Riba (J.).— Representación gráfica del análisis mineraló- gico-petrográfico, y consideraciones petrOgenéticas que del mismo pueden deducirse. (Láms. xviii á xxiii) 496 DE HISTORIA NATIIHAI. 581 Pags. Pau (C.)-— Hieracios catalanes 505 Gómez Llueca (F.).— Sobre un miliobátido fósil nuevo para España. (Láms. xxiv y xxv) 507 Gómez Llueca (F.)-— Algunas especies de peces fósiles, nuevas y de interés para el Neogeno de la provincia de Alicante. (Lá- mina xxvi) 510 Martín Cardoso (G.).— Bosquejo geográfico-geológico de la Sierra de San Vicente (Toledo) 516 Arias de Olavarrieta (J.).— Excursiones por el plioceno de Cantillana (Sevilla) y cuenca del Biar 523 Fernández Riofrío (B.).— Sobre la estructura de las Cianofí- ceas 529 Eguren (E. de).— Avance al estudio de algunas de las cuevas artificiales de Álava 539 índice alfabético de los géneros y especies mencionados o descri- tos en el tomo xviii del Boletín 561 índice de lo contenido en el tomo xviii del Boletín 575 advertencia.— Se ha publicado este tomo en cuadernos, que han aparecido: el l.''-2.°, a fines de Febrero; el 3.''-4.", a fines de Abril; el 7. "-8.°, a fines de Octubre; los restantes, dentro del mes correspon- diente. Lleva veintiséis láminas fuera del texto. MBI, WHOI I.IBRARY UH iñnn G