Doctrinas y Descubrimientos FLORENTINO AMEGHINO Nació en Lujan el 18 de septiembre de 1854. Cursó allí primeras letras y Oontinuó sus estudios en la Escuela Normal de preceptores de Buenos» Aires, siendo más tarde ayudante primero y luego director de la Escuela Ele- mental de Mercedes. Su afición por las ciencias natura- les se manifestó en edad temprana: sus primeras publi- caciones se remontan a 1875 y durante treinta y cinco años estudió afanosamente la geología, la paleontología y la antropología sudamericanas. La nómina de sus publicaciones comprende 179 títu- los: las más significativas son las siguientes: "Los mamíferos fósiles de la América meridional", 1880; "La formación pampeana", 1880; "La antigüedad del hombre en el Plata", 1880; "Un recuerdo a la memoria de Darwin. El transformismo considerado como una ciencia exacta", 1882: "Filogenia", 1884; "Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina", 1889; "Recherches de Morphologie philogénétique sur les molaires supérieurs des Ungulés", 1904; "Paleontología A^rgentína", 1§04; 'Xe» formations sédimentaires du oré- tacée supérieur et du tertiaire de Patagonie", 1906; "No- tas preliminares sobre el Tetraprothomto argentinus", 1907; "Le Diprothomo Platensis, un precurseur de l'hom- me du pliocéne inférieur de B. Aires", 1909; "Geología, paleogeografía, paleontología y antropología de la Re- pública Argentina", 1910; "Origen poligénico del len- guaje" (postuma), etc. Su único título oficialmente adquirido fué el de maes- tro de escuela; en las ciencias naturales fué un autodi- dacta, encauzándose en la orientación evolucionista de Lyell y Darwin. Fué profesor en las universidades de Córdoba, Buenos Aires y La Plata, miembro de numerosas Academias y Sociedades Científicas, y en 1902 fué nombrado director del Museo de Historia Natural de Buenos Aires. Falleció en la ciudad de La Plata el 6 de agosto de 1911; el sepelio de sus restos y el funeral civil celebrado en el Teatro Argentino fueron dos grandes homenajes tributados por nuestro mundo intelectual al sabio natu- ralista, cuyas virtudes morales fueron tan eximias como su genialidad científica. 'la cultura ARGENTINA' FLORENTINO AMEGHINO Doctrinas y descubrimientos I, Geología, Paleogeografía, Paleonto- logía y Antropología Argentinas. — II. Paleontología Argentina. — III. Ori- gen y Ennigraciones de la Especie Humana. — IV. Credo filosófico. -• 3.» Edición — Textos revisado» por ALFREDO J. TORCELLI § BUErJOS AIRES LA CULTURA AnOíaíTINA" — BELGRANO 475 1923 0CT15 19B8 ^.. L. J. Rosso Y CtA. Impresores la, faieoseoorana, paieoDioioiía, snipoiogia DE LA RBPUBLrICA ARGBISTIIVA (i) (Obra CLXVI de la Edición oficial completa) (1) Sinopsis (última) publicada en Mayo de 1910. ^ 3 \ INTRODUCCIÓN I. Retrospecto. — II. Estado actual de estos estudios en la Argentina. — III. Cronología I. Retrospecto, Si bien el descubrimiento del primer esqueleto de Megaterio, efectuado a unes del sigio diez y ocho, lla- mó la atención de las personas ilustradas de la épo- ca, las investigaciones sobre estas ramas de las cien- cias naturales en nuestro país se iniciaron en la primera mitad del siglo pasado con los viajes y tra- bajos de los sabios naturalistas Darwin y d'Orbigny y sus distinguidos colaboradores Ovven, Blainviile, Gervais, Sowerby y otros que ^estudiaron las colec- ciones que aquéllos habían reunido. El ejemplo del primer naturalista argentino Dr. Francisco Javier Muñiz que allá por los años de 1840 a 1850 coleccionaba y estudiaba los huesos fó- siles de los terrenos de la Pampa y la radicación en el país de los naturalistas Bravard y Burmeister, despertaron un vivo interés por el estudio de las ciencias naturales. En el último tercio del siglo empezó a formarse una pléyade de hombres de ciencia que pronto de- bían dedicarse con ahinco al ímprobo trabajo de co- nocer bajo todos sus aspectos el suelo de la patria. ÍO SINOPSIS Í)E 1910 Dieron impulso a esas investigaciones el entonces Museo provincial de Buenos Aires (hoy Museo na- cional), y la Academia nacional de ciencias len Cór- doba, creada por ei genio de Sarmiento. La Sociedad Cientiñca Argentina y el Instituto Geográfico Argentino, institutos creados en aquella época por iniciativa del doctor Estanislao S. Zeba- llos, quien en sus concepciones adelantábase a su tiempo, aceleraron ese movimiento que vino a com- pletarse con la fundación del Museo de La Plata, obra del doctor Francisco P. Moreno. Hace de todo esto algo más de un cuarto de si- glo. El conocimiento geológico del territorio de la Re- pública era muy embrionario, pero desde entonces se han descubierto íormaciones correspondientes a la mayor parte de las épocas geológicas; y los va- cíos que aun quedan se llenaran en breve, pues las investigaciones en tal sentido avanzan rápidamente. La Paleontología, compañera inseparable de la Geología, ha seguido a ésta en sus progresos y hasta puede decirse que ha avanzado de una manera más rápida proporcionando a aquélla los datos indispen- sables para la determinación de la época de las dis- tintas formaciones y las conexiones geográficas de las tierras y los mares de las épocas pasadas. La prueba de esta inseparabilidad está en que la mayor parte de los paleontólogos se han dedicado también a estu- dios de Geología y los geólogos se han visto obligados en más de una ocasión a ocuparse de Paleontología. La Antropología es igualmente inseparable de la Paleontología por un lado y de la Geología por otro, cuando menos por lo que se refiere al hombre y sus precursores de las épocas pasadas (Paleoantropolo- gía). SINOPSIS DE 1910 n II. Estado actual de estos estudios en la República Argentina. Muchos son los que kan contribuido al adelanto de estas ciencias en la Argentina, y sin tener la preten- sión de mencionarlos a todos, acompaño una lista de los más conocidos, pidiendo disculpa por aquellos cu- yos nombres no están presentes en mi memoria en el momento de trazar estas líneas. Se han ocupado de geología y paleontología argen- tina, entre los que ya no son de este mundo : Nacio- nales (^) : Bravard Augusto, Burmeister Germán, Delachaux E., Echagüe C, Eguía Manuel, Fourous, Godoy E. B., Heusser J. C., Llerena Juan, Moneta P., Muñiz F. J., Puígari M., Valentín Juan. Ex- tranjeros: de Blainville, Borchert, Aloys, Bracke- busch L., Branco, Cope, Comalia, Cuvier, Darwin, Desor E., Gaudry, Gervais, Hatcher, Huxley, Larra- zet, Laurillard, de Moussy, Nodot, Owen R., d'Orbig- ny, Philippi R. A., Sowerby, Stelzner, Strobel, Zit- tel C. Se han ocupado o se ocupan de estudios geológicos o paleontológicos en nuestro país: Nacionales: seño- res Ameghino P., Ameghino C, Ambrosetti J. B., Aguirre E., Bodenbender, de Caries E., Doering A., Hermitte, Keidel, Kurtz, Lallemant Ave, León R., Mercerat, Moreno Francisco P., Napp E., Ortiz T., Romero Antonio A., Roth S., Scalabrini P., Schicken- dantz F., Schiller Gualterio, Stapenbeck, Zeballos E. S. Extranjeros: señores de Angelis d'Ossat, Alessan- dri G., Barnum F., Behrendsen, Burckhardt C, Bohm, Claraz G., Canu F., Cossmann M., Dames W., Diisen P., Gunnar Andersson, Hauthal, Hyades, Ihering II. (1) Considero también como nacionales a aquellos de ori- gen extranjero que se han formado en el país o se han radi- cado definitivamente en él. ti SINOPSIS BE Í91Ó V., Koken, Kayser, Lambert, Loriol, Lovisato, Ly- dekker, Nathorst A. G., Niedeiiein, Nopcsa, Nordens- ckjold Otto, Ochsenius, Ortmann, Pilsbry, San Gior- gi D., Schlosser M., Scott W. B., Scrivenor, Sinclair J. W., Siemeradzki, Stienmann, Smith Woodward A., Stanton, Tournouér A., Trouessart, Vehrli, Wil- ckens, Winge H., Zapalowski, Zuber. Se han ocupado de Antropología, Arqueología pre- histórica, Etnografía, Lingüística, etc., de los que ya han muerto : Nacionales : Aguiar D., Burmeister G., Carranza J. A., Leguizamón M., Liberani I., Lista R., López F. V., Mitre Bartolomé, Quiroga Adán, Trelles M. R. Extranjeros: Boggiani, Broca, Hamy, Orbigny, Quatrefages, Vogt C, Virchow. Se han ocupado o se ocupan de los mismos estu- dios : Nacionales : señores Ameghino FL, Ameghino C, Ambrosetti, Basaldúa, Boman, Brackebusch, Bruch C, Dillenius señorita Juliana, Debenedetti, Fontana, Holmberg E. L., Lafone Quevedo, Lehmann-Nitsche, Martínez B. T., Marelli C. A., Mercante Víctor, Mo- reno Francisco P., Moyano C, Cutes F. F., Pelleschi, Roth S., Scalabrini, Senet Rodolfo, Spegazzini, Thi- bon Jb'., Torres L. M., Zebalios E. S. Extranjeros: se- ñores, Buschan, Chervin, Ihering H. v., Kobelt, Koll- man, Lovisato, Mantegazza, Mahoudeau, Martín Ru- dolf, Nordensckjold Erland, Rutot, Soren, Hansen, Ten Kate, Verneau. En la enseñanza superior universitaria hay cáte- dras de Geología en las tres universidades de Buenos Aires, La Plata y Córdoba. Hay un servicio de re- levamiento del Mapa geológico e hidrológico de la provincia de Buenos Aires por medio de perforacio- nes y una División nacional de geología e hidrología dependiente del Ministerio de Agricultura, que envía comisiones de investigación geológica a toda la Repú- blica. Hay gabinetes de Geología en varios museos SIN0I'8I8 DE 1910 13 provinciales, Colegios nacionales y Escuelas norma- les de las principales ciudades de la república: los de las universidades de Buenos Aires y de Córdoba están a la altura de los mejores de Europa. La Paleontolo- gía tiene cátedras independientes en las universida- des de La Plata y Buenos Aires. Hay una cátedra de Antropología en la universi- dad de Buenos Aires y dos en la universidad de La Plata, una en la Facultad de ciencias naturales y otra en la Facultad de derecho. La Facultad de filosofía y letras de la ciudad de Buenos Aires posee un Mu- seo de antropoloíría y de etnografía con ricos mate- riales que aumentan de año en año. Por último, los dos grandes museos nacionales de Buenos Aires y de La Plata por sus grandes y valio- sísimas colecciones de geología, paleontología y an- tropología igualan a los de las grandes capitales del viejo mundo y hasta los aventajan por muchos con- ceptos. Podemos, pues, afirmar que en este campo de los conocimientos humanos existe una ciencia argentina que trabaja con elementos propios y métodos nuevos, produciendo numerosas publicaciones que llevan cada año un poderoso contingente a la ciencia universal. Ya no somos simples exportadores de productos natu- rales. Exportamos también ideas, que no sólo contri- buyen a aumentar el caudal de los conocimientos hu- manos, sino que en algunos casos como en el de la paleontología de los mamíferos y de la paleoantro- pología han revolucionado por completo esas ciencias, dándoles otras bases y nuevos rumbos. Trátase ahora de dar una ligera idea de estas cien- cias en lo que a la Argentina se refiere, dedicada, no a los especialistas sino al público ilustrado en gene- ral, tarea abrumadora que quizá resulte para mí un fracaso, pues es muy difícil condensar en un reducido 14 SINOPSIS DE 1910 ii limero de páginas los resultados adquiridos y ex- puestos en cientos de volúmenes por una falange de autores que constituyen legión. De cualquier modo, sólo se trata de un ensayo cu- yas deficiencias tienen que ser forzosamente numero- sas y para el cual, mientras no haya otro mejor, pido la benévola indulgencia de los lectores. III. Cronología. Desde la remotísima época durante la cual nuestro planeta adquirió una corteza suficientemente espesa y una temperatura bastante baja para que en él pudiera desarrollarse la vida, hasta nuestros días, cuentan los geólogos cinco grandes eras o épocas de duración muy desigual : la Arcaica o Azoica, esto es : desprovista de vida; la Primaria o Paleozoica; la Se- cundaria o Mesozoica; la Terciaria o Cenozoica; y la Cuartenaria o Antropozoica. A grandes rasgos o en conjunto se caracterizan : la Arcaica, por la ausencia de restos orgánicos; la Paleozoica, por la aparición de los Peces ; la Mesozoica, por la abundancia de gi- gantescos Reptiles; la Cenozoica, por el gran desa- rrollo de los Mamíferos ; y la Antropozoica, por la presencia del Hombre dotado de la palabra: el ''Homo sapiens'' de Linneo. Las grandes eras geológicas han sido de duración muy desigual. La duración de la era Antropozoica es efímera, en parangón de las dos primeras; y la era Cenozoica, aunque de muchísima mayor dura- ción, representa un espacio de tiempo muy limitado en comparación de las eras Paleozoica y Mesozoica : la era Arcaica ha sido probablemente de una dura- ción tan larga como el espacio de tiempo que repre- sentan las otras cuatro juntas. Pasaremos en revista con mayor rapidez a las eras más antiguas, pues los hechos son generalmente más SINOPSIS DE 1910 15 • kidoisüs y no tienen el interés de aquellos más próxi- jiios a nosotros. El interés de los hechos aumenta a medida que nos acercamos a los tiempos actuales, tornándose también más y más precisos. CAPITULO I Era Arcaica Los tiempos anteriores a la primera aparición de la vida sobre la tierra constituyen la era Arcaica o Azoica, es decir: desprovista de vida. El océano cubría las nueve décimas partes de la superficie del globo y las pocas tierras emergidas constituían islas bajas muy alejadas unas de otras. Los terrenos de esas islas se han transformado en gneis y micasquitos cristalinos, aunque estratificados. Sud América estaba representada por tres masas independientes, una al Norte y las otras dos al Sur de la línea ecuatorial. La del Norte comprende la re- gión Nordeste de Brasil y la Guayana oriental. Los dos macizos meridionales se encuentran uno al Este sobre el Atlántico y el otro al Oeste del prime- ro sobre el Pacífico. Son los que paulatinamente die- ron origen al territorio argentino y determinaron su relieve. El macizo oriental lo forma la gran meseta de Bra- sil meridional en la cual el arcaico aparece a la vista sobre grandes superficies. El macizo occidental está constituido por el esqueleto del macizo montañoso del Noroeste de la Kepública Argentina y de Bolivia ; pero los afloramientos del arcaico son escasos por estar cubierto por rocas más modernas. Entre ambos se extendía una vasta depresión que corresponde a la que aún persiste sicruiendo el eje del río Paraná y su prolongación al Norte el río Para- fiíiíotsis m 1910 ty guay. Esta depresión ocupada por el inconmensura- ble Océano primitivo penetraba de Sur a Norte desde el territorio actual de la Pampa bonaerense hasta la gran cuenca del Amazonas, que entonces también era un mar que iba del Atlántico al Pacífico. Uno y otro macizo constituían dos grandes islas que enviaban hacia el Sur prolongaciones alargadas y más o menos continuas. Los añoramientos arcaicos de Brasil meridional se prolongan al Sur en las sierras de la Banda Oriental del Uruguay, donde terminan a orillas del río de la Plata,, siendo Martín García su último afloramiento en esta dirección. En la orilla argentina, en la misma ciudad Buenos Aires se hunde a 300 metros de pro- fundidad para reaparecer más al Sur en las sierras de Tandil y de la Ventana y todavía más allá en la sierra San Antonio, en Patagonia septentrional, lO- bre la misma costa del Atlántico. Del macizo del Noroeste u occidental con relación al anterior, siguiendo a lo largo de lo que os hoy la cordillera de los Andes, se sucedían hacia el Sur, for- mando como una cadena, núcleos arcaicos aishidos con anchas interrupciones, trazando como un bos- quejo de los futuros Andes. Esos núcleo^? arcaicos hoy casi todos ocultos debajo de potentes formacio- nes sedimentarias y eruptivas, aparecen bioK MsibhíS, más al Oeste a lo largo de la costa chiiona, pj'obando que esa es desde entonces la verdadera costa Oiiciitil del Pacífico. Hacia el oriente, en lo que debía ser algán Oía A territorio argentino, desprendíanse de este oi'cadena- miento principal, ramificaciones secundarias, igual- mente interrumpidas, que con dirección Norte a Sur, a veces ligeramente inclinadas al Sudeste, constitu- yen la parte básica de las sierras aisladas que surgCD de la llanura argentina al oriente del encadenamiento Doctrinas de Amegbino 2 í^ SINOPSIS DE L3Í0 principal de los Andes. Tales son la sierra de Uman- ga, que con interrupciones prolongadas alcanza ha- cia el Sur hasta la sierra del Gigante, la sierra de Famatina, la de Velasco y San Luis, el Aconquija, la Serrezuela y los tres cordones de la sierra de Cór- doba, casi todas con prolongaciones discontinuas hacia el Norte y hacia el Sur. Las aguas del Atlántico se extendían rodeando es- tos cordones hasta la región de los Andes, donde se mezclaban a las del Pacífico que pasaban a este lado por las anchas abras transversales del cordón arcaico principal. Tal era, en la primitiva edad de la tierra, la arma- zón sobre la cual se ha levantado el suelo del territo- i-io argentino. CAPITULO II Era Paleozoica La época Paleozoica abarca un espacio de tiempo inmenso y se divide en cinco grandes períodos que íi partir del más antiguo, llevan los aombres de Cám- brico, Silúrico, Devónico, Carbonífero y Pérmico. I. Cámbrico. Sobre las rocas arcaicas aparecen las más antiguas capas sedimentarias fosilíferas de los primeros tiem- pos paleozoicos, consistentes en areniscas micácicas, esquistos, micasquitas, cuarcitas y filitas. Se conocen terrenos de esta época en las provincias Salta y Ju- juy y más al Sur en la sierra de los Llanos, en la provincia La Rioja. Todos los organismos son mari- nos. Se caracteriza esta época por un mar sin límites, de aguas densas, uniforme y de igual profundidad; tie- rras bajas, islotes achatados perdidos en el inmenso Océano sobresaliendo apenas sobre el nivel de las aguas; temperatura tórrida, uniforme, tanto en los polos como en el Ecuador; atmósfera caliginosa con superabundancia de nitrógeno, cargada de ácido car- bónico y enormes cantidades de vapor de agua : todo igual, todo uniforme sobre toda la faz de la Tierra. En ese medio, que es una de las fases de la transfor- mación evolutiva de los planetas, apareció la vida en todas las latitudes a la vez, constituida por organis- ió Éi^ÚpBtS DE 1916 mos imperfectos e inferiores representados primera- mente por gusanos, a los que siguen luego crustáceos (^'Olenus", ''ArioneUus") y moluscos C'Hyoli- thes", ''Lingula'', ''Obolus", etc.), primitivos e igualmente uniformes desde uno hasta otro polo. II. Siliirioo. Los terrenos de esta época consistentes en esquis- tos arcillosos, grauvacas, calcáreos dolomitas, ocupan una mayor extensión que los de la época precedente. fSe conocen en las provincias Salta y Jujuy (sierras de Cabalonga, Cochinoca, Aguilar) y en varias locali- dades (Tontal, Paramillo, Zonda, Cerro Nevado, La- ja, Villicun) de las provincias La Rio ja, San Juan y Mendoza. En la sierra de Famatina aparecen gran- des masas de rocas paleo volcánicas (pórfidos), estra- tificadas en su parte inferior y sin estratificación en la superior. Las inferiores son el resultado de erup- ciones submarinas que levantaron el macizo encima de las aguas continuando luego con mayor intensi- dad. Es el principio del levantamiento continental del suelo argentino. La fauna es la misma que caracteriza esa época en las demás regiones de la tierra, crustáceos primitivos C'Trilobitas"), poliperos del grupo de los Graptóli- tos y Moluscos, especialmente Braquiopodos y Cefa- lópodos. En las capas más superiores aparecen los primeros vertebrados, representados por peces primi- tivos del extinguido grupo de los Ganoideos. En nues- tro país no se conoce hasta ahora más que el género ''Megalaspis''. III. Devónico. En la República Argentina sólo se conoce hasta ahora como terreno de esta época el de Jachal, en la SINOPSIS DE 1910 21 provincia San Juan, pero los hay también en las islas Malvinas al Sur, al Norte en Bolivia y al Oeste en Chile, enfrente de los yacimientos de San Juan. La fauna consta sobre todo de numerosos Braquiapodos, Trilobitas y algunos Crinoideos. Las especies del ya- cimiento de San Juan presentan relaciones no tan KÓlo con las del Devónico de las Malvinas, sino tam- bién con las de la misma época de África meridional. Los caracteres de esta fauna han permitido esta- l)lecer que durante el período Devónico un mar poco profundo de aguas muy bajas se extendía de Oeste a Este desde la región oriental de la cordillera argenti- )ia hasta África austral y quizá se prolongaba hasta Australia y Asia meridional. Este mar de aguas bajas fSudamerica-africano) es el precursor del gran con- tinente austral de la época Mesozoica. En Jachal las oapas devónicas inmediatamente sobrepuestas a la fauna marina mencionada contienen, aunque escasos, i'estos vegetales, que demuestran que continuaba el movimiento ascensional iniciado con las erupciones volcánicas del Silúrico de Famatina. TV. Carbonífero. Los terrenos de la época Carbonífera son esqiiistos negros, grises y colorados, a veces bituminosos, are- niscas, esquistos y conglomerados que alternan con capas de hulla o carbón de piedra más o menos puro. Parece que se extienden por sobre una extensión con- siderable de la precordillera de las provincias andi- nas, pero presentan pocos afloramientos. Se conocen on las localidades de Retamito, Traniche y Guaco, en la provincia San Juan y en cerro Bola y Potrero de los Ángulos, en la provincia La Rioja. Estas capas con numerosos restos de vegetales son de oricren te- rrestre o continental v ocunan también una extensión considerable de Brasil meridional particularmente en 22 SINOPSIS DK 1910 los Estados San Pablo y Santa Catalina. En la Ar- gentina no se conocen capas de esta época con fósi- les marinos, pero existen en Bolivia y las hay tam- bién en Chile precisamente en la misma latitud que las de San Juan, de modo que mientras las aguas del Pacífico avanzaban entonces más al oriente que en la actualidad, de este lado de la cordillera no sólo era tierra firme sino también la zona más occidental de una gran región continental. La flora de esa región presenta en conjunto los ca- racteres de la flora carbonífera de las otras regiones de la tierra, pero con una diferenciación que la apro- xima más a la de las regiones apartadas del hemisfe- rio austral que a la de las regiones del hemisferio sep- tentrional. Se trata de una flora lujuriosa compuesta de criptógamas y principalmente de heléchos gigan- tescos que ha prosperado en tierras bajas, lagunosas, sobre las mismas comarcas en la época precedente ocupadas por el mar. Como por otra parte presenta notables relaciones con la flora del Carbonífero de Australia, se deduce que el mar sudamérica-africano, i">oco profundo en el período devónico, se había trans- formado en algo así como un archipiélago de grandes islas bajas, lagunosas y anegadizas que alcanzaba liasta el continente australiano, permitiendo la dis- persión de la flora carbonífera austral de Oeste a Este desde Nueva Gales del Sur hasta la precordille- ra argentina. V. Pérmico. Este x^f'i'íodo puede considerarse como una conti- nuación del Carbonífero, con algunas modificaciones en la flora; en ausencia de ésta es a veces difícil dis- tinguir los terrenos de uno y otro período. En nues- tro país sólo se conocen terrenos de esta época en el Bajo de Velis, en la parte septentrional de la sierra stN'orsT.s DF 1910 23 de San Luis, de la sierra de los Llanos, de La Rioja y en algunas localidades de la sierra de Famatina. Constan principalmente de esquistos arcillosos y are- niscas, que en el Bajo de Velis contienen una flora abundante y de una conservación tan perfecta que ha permitido una determinación precisa. El mayor parecido de esta flora es con la del Pér- mico del interior del Indostán, en la región de Gond- wana, con cuyo nombre se la distingue y también con el de 'aflora del Glossopteris'*. La misma flora se co- noce también en Nueva Gales del Sur y en Victoria, en Australia, en Tasmania, del África austral y en Sud América, de Brasil meridional. Los fósiles ca- racterísticos de este período son heléchos arbolescen- tes del género "Glossopteris'^ que ya aparecen en Australia durante el período Carbonífero y se ex- tienden durante el Pérmico por sobre todas las tie- rras del hemisferio austral, siendo completamente desconocidos en el hemisferio septentrional. Por el estudio de esta flora se ha podido com- probar que el levantamiento de una parte conside- rable del hemisferio austral, que ya hemos visto se había iniciado en el Devónico y continuado en el Carbonífero, adquirió su mayor desarrollo durante el Pérmico. Extendíase desde las regiones tropica- les hacia el Sur un vastísimo continente al que se ha dado el nombre de Gondwana y que iba sin discontinuidad desde las regiones occidentales de la Argentina hasta las orientales de Queensland y Nue- va Gales del Sur, abarcando en su conjunto Aus- tralia, India y la mitad austral de África y Sud América. Este gran continente en el cuadrante de la República Argentina extendíase por el Sur hasta las regiones polares formando el principio de la Mesozoica antartica, mientras por el Norte estaba limitado por un dilatadísimo océano que corría pa- 24 SINOPSIS DE 1910 ralelamente a la tierra en la misma dirección trans- versal. Sobre las tierras emergidas de esta época es don- de aparecen en abundancia los organismos animales terrestes, de un aspecto uniforme en todas partes, como uniforme se conservaba la temperatura en to- das las regiones del Globo. CAPITULO III Era Mesozoica La diferenciación de los or^^anismos se efectuó con mucha lentitud. La uniformidad biológica, por lo que se refiere a la distribución geográfica, persistió durante toda la época Primaria o Paleozoica, pero cada vez menos acentuada a medida que nos acer- camos a épocas más próximas a la nuestra. En la era Mesozoica, las- tierras aumentaron en extensión y se elevaron a maj-or altura. El Océano redujo sus límites en la misma proporción, ganando en profundidad lo que iba perdiendo en superficie. Las aguas profundas aislaron las masas continentales de una manera más completa y éstas a su vez opu- sieron barreras a las aguas. La dispersión de los seres en todas direcciones volvióse más difícil. La traslación sólo pudo efectuarse desde entonces en di- recciones determinadas por la configuración física, esto es : en forma ' de emigraciones : los organismos marinos a lo largo de las costas y enfilando los es- trechos : los organismos terrestres pasando por sobre istmos y transponiendo montañas. Juntamente con este cambio se efectuaba también la diferenciación climatérica. La temperatura cesó de ser uniforme y diseñáronse gradualmente las zonas que en combinación con la configuración fí- sica de las comarcas, dieron origen a los climas regionales, acaso el más activo de los factores que intervinieron en la diferenciación de los organismos, 26 SINOPSIS DE 1910 diferenciación que nos permite determinar las rela- ciones de las floras y las faunas de las distintas re- giones y restaurar los caminos que siguieron en sus emigraciones a través de las tierras de otras épo- cas, que no son las mismas de las de lioy, sumi- nistrándonos los datos necesarios para rehacer las antiguas conexiones de los continentes perdidos. A partir de esta época los organismos de las grandes regiones geográficas determinadas por la configuración física de la faz de la Tierra, evolucio- naron por separado, dando origen a la formación de faunas y floras localizadas en el espacio y limitadas en el tiempo. La era Mesozoica representa un espacio de tiem- po mucho menor que el de la época paleozoica, sin dejar por eso de corresponder a una época de du- ración inconmensurable. Se divide en tres grandes períodos que a partir del más antiguo llevan los nombres de Triásico, Jurásico y Cretáceo. I. Triásico. Los terrenos triásicos se encuentran en el mismo caso que los del período anterior; aparecen en es- casos puntos y en extensión muy limitada. Se co- nocen los del cerro de Cacheuta, Agua del Zorro, al Oeste de las minas del Paramillo y Challao, en la provincia de Mendoza, y de Marayes, al Oeste de la extremidad Sur de la sierra de la Huerta, en la pro- vincia de San Juan. Constan de esquistos a me- nudo bituminosos, areniscas, margas y conglomera- dos: en parte aparecen interpuestas capas de hulla impura generalmente de poco espesor. En todas esas localidades, pero principalmente en la de Cacheuta, se encuentran numerosos restos (le vegetales bien conservados que permiten una de- SIIÍOPPIR DE 1910 27 terminación perfecta. Se trata de una flora nume- rosa compuesta esencialmente todavía de criptóga- mas y en la que siguen predominando los heléchos. Los ''Glossopteris'' del período Pérmico han sido substituidos por ''Thinnfeldias", que son los fósiles característicos. Hay algunos Crustáceos de agua dulce C'Estheria") y restos de peces ganoideos (^'Semionotus"). , La flora es la misma que se encuentra en el Triásico de Australia, Tasmania, Nueva Zelandia, In- dia y en los Karoo beds de África meridional. En esta última región está acompañada de una fauna de Reptiles primitivos sumamente notables, cuyos vestigios se han encontrado también en la parte me- ridional del Brasil. El Mesosaurus está representa- do en Brasil por el Stereosternum, de San Pablo, donde también se han encontrado restos de Dinosau- rios carniceros ; y más al Sur, en Río Grande, huesos de Anomodontes parecidos a los del trías de África. De todo esto se ¿educe que el territorio argentino continuaba formando parte del continente Gondwa- na, que conservaba más o menos los mismos con tornos que en el período pérmico. Los terrenos sedimentarios de este período en la República Argentina presentan intercaladas grue- sas capas de rocas eruptivas, principalmente de me- láfiros, que prueban se iniciaba la ascensión de la región de los Andes y sus precordilleras. II. Jurásico. El período Jurásico ha sido sumamente largo y se divide en varias secciones que la índole de este trabajo no me permite examinar por separado. Los terrenos de esta época, compuestos principal- ■rnoti + r» río ofilpnr^nc ncnnícfnc y^ nrr>nicr>no r^vncnnfj^-p 28 SINOPSIS DE 1910 en nuestro país un gran desarrollo, pero están li- mitados a la región de los Andes, formando una faja angosta dirigida de Norte a Sur paralelamente al eje principal de la Cordillera. En Chile, sobre la vertiente occidental, presentan idéntica disposi- ción. Los fenómenos volcánicos que hemos visto re- aparecer con gran fuerza en el Eético levantaron el primitivo cordón arcaico del eje de los Andes, transformándolo en una tierra larga y angosta, ya bastante elevada, pero conservando las grandes abras transversales que se ha visto existían desde la era Arcaica. Juntamente con este levantamiento y como consecuencia de él se inició de este lado y a lo largo del pie de los Andes la formación de un angosto y profundo valle que, empezando hacia el Norte en la provincia de La Rio ja, se extendía hacia el Sur hasta el océano Antartico, atravesando la Tierra del Fue- í?o, que entonces estaba unida al continente. Por las abras transversales de la cordillera las aguas del Pacífico pasaron a este lado de los Andes y ocupan- do el mencionado valle formaron un mar interior angosto y largo que ha recibido el nombre de mar Andino. En el fondo de este mar interior se acu- mularon los depósitos marinos del Jurásico y del Cretácico. La costa oriental del mar Andino era la costa occidental del continente Gondwana; la línea de esta costa oriental está indicada por capas de con- glomerados porfíricos trabajados por las aguas del mar jurásico. En afloramientos aislados más o menos exten- didos, pueden seguirse los terrenos Jurásicos desde la nrovincia de San Juan hasta el territorio de Ma- gallanes. En uno de estos afloramientos (Piedra Pin- tada, en el territorio del Neuquén), se han encon- trado impresiones vegetales, cuyo estudio ha proba- do que en nuestro suelo la flora del principio de &iNOfsrs DE ióló 59 la época Jurásica constaba todavía de heléchos y ci- cadeaceas. La fauna de invertebrados marinos pre- senta durante toda la época los mismos caracteres que la del Jurásico de las otras regiones de la tierra; es la época del gran desarrollo de los Cefalópodos del grupo de los Amonitas, de los cuales los hay tan grandes que semejan ruedas de carros. Entre los vertebrados hay abundancia de peces ganoideos, ha- biéndose encontrado también restos de los Ictiosau- rios y de los cocodrilos de rostro muy delgado y pro- longado (Teleosaurios) que surcaban las aguas del mar Andino. De la fauna terrestre de esa misma época en la Argentina, no se conoce todavía absolu- tamente nada. Como ya lo indica la formación del mar Andi- no, la época Jurásica se inició en el hemisferio aus- tral con un avance del océano sobre el antiguo con- tinente Gondwana que poco a poco se fué despeda- zando. Australia y Nueva Zelandia quedaron aisla- das por el agua durante el Jurásico medio. Luego se inició la formación del océano Indico y desaparecie- ron las tierras que unían directamente África al Asia meridional. En el Jurásico superior, la antigua masa continental quedó reducida a ÍSud América y África que permanecieron unidas, constituyendo un solo con- tinente llamado Etiope-brasileño, limitado al Norte por el mismo antiguo océano extendido de Este a Oeste llamado Thetis, mientras que entre lo que hoy es África austral y el tercio meridional de América del Sud, el Atlántico austral constituía una especie de mar interior casi cerrado, pero con una pequeña comunicación con el océano Indico ; este último se co- municaba a su vez con Thetis, el cual avanzaba ha- cia el Oeste desde la India por el Mediterráneo, las Antillas y Panamá, hasta confundirse con el océano Pacífico. Sd BiÑÓPSIS Í)E 19 10 III. Cretáceo. Con la época Cretácea se inició un estado de co- sas más íntimamente ligado con el presente. Los cam- bios en la forma de la Tierra pueden indicarse con mayor precisión y las relaciones del mundo viviente de las épocas pasadas con el actual resultan más y más estrechas. La evolución de los vertebrados te- rrestres dio lugar al surgimiento de problemas su- cesivos cada vez más interesantes, que relacionándose unos con otros culminan en el que los domina a to- dos: el origen del Hombre. Es, pues, natural, que a medida que nos acerquemos a la época actual vaya abundando en mayores detalles. Los terrenos de la época Cretácea tienen en la Kepública Argentina un desarrollo enorme, presen- tándose, aunque con grandes interrupciones, desde las fronteras de Bolivia, Paraguay y Brasil, en el Norte, hasta el estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego, hacia el Sur. Constan casi siempre de potentes capas de are- niscas generalmente coloradas o amarillentas, sin fó- siles o con fósiles, pero en otros puntos (especial- mente en la zona que ocupaba el mar Andino), apa- recen capas calizas o margosas con fósiles marinos. La formación Cretácea que viene desde Bolivia, en donde ocujía vastas superficies, se extiende sobre la mayor parte de la provincia de Salta y la región septentrional de Tucumán. Ocupa también una parte considerable de la pro- vincia de Corrientes y aparece más al Sur de la re- gión de la Cordillera en distintas localidades de La Eioja, Mendoza y San Juan. En Patagonia se pre- sentan formaciones cretáceas de un extremo a otro del territorio. Ahí es donde ha sido mejor estudiada y dividida en dos grandes secciones ; la inferior, que lleva el nombre de formación Chubutiana o **de las SíKOfsis bE 19ld 31 ateniscas rojas", y la superior, el ''de formación Guaranítica". a) Cretáceo inferior. La formación Chubutiana, tal como su nombre lo indica, se extiende sobre el territorio del Chubut, cuya parte más central ocupa, extendiéndose por el Norte hasta cerca del Kío Negro y por el Sur basta la región superior del Sehuen. Consta de areniscas generalmente muy duras y de muy distintos y va- riados colores y representa una formación contijiental con fósiles exclusivamente terrestres o de agua dulce ({ue se extendía al oriente, más allá de los límites actuales de Patagonia, puesto que sus estratos des- aparecen bajo las aguas del Atlántico. En Patagonia occidental, en la gobernación del Neuquéu y en la región Sur de Mendoza, las capas correspondientes son de origen marino; se depositaron en el fondo del mar Andino. En la fauna marina predominan todavía los Amonitas acompañados de numerosos La- melibranquios, la mayor parte de géneros todavía existentes. Persisten los Ictiosaurios y los Teleosau- rios, a los que se agregan Plesiosauros y gigantescos Mosasaurus. En las capas más inferiores de la región del lago Pueyrredón aparecen embutidos en la mis- ma roca que los Amonitas, Iqs restos del mamífero hasta ahora más antiguo de Sud América, aparente- mente un precursor de los Zeuglodontes de princi- pios del Terciario. Al oriente del mar Andino, en la tierra firme, prosperaba una flora en la cual predominaban ya las fanerógamas y que parece casi idéntica a la del Cretáceo de Norte América. En las mismas capas aparecen los primeros Dinosaurios herbívoros de] grupo de los Saurópodos y los Carniceros del orden de los Terópodos, lagartos que adquieren su mayor 5¿ gíÑOPSis Oí: 1§16 desarrollo en la época siguiente. Por fin, en las capas más superiores de la misma formación aparecen los primeros mamíferos terrestres. El más importante es el diminuto *'Proteodi- delphys", de la familia de los Microbioterios, anima- les aliados de las actuales comadrejas C'Didelphys") cuyos antecesores son ; era muy parecido al Paurodon del Cretáceo de Norte América, y a pesar de ser un marsupial, presentaba algunos caracteres de Un- gulado. Otros restos indican un herbívoro marsupial CArchaeoplus")' como si en este horizonte fuera difícil establecer una línea de separación entre los marsupiales Carniceros y los Ungulados placentarios. Placas óseas aisladas de animales acorazados reve- lan que en esa remotísima época ya habían aparecido los actuales armadillos. I-ias relaciones de la flora y la fauna argentinas de esta época con las de Estados Unidos, prueban que durante el Cretáceo inferior hubo una comunica- ción continental entre Norte América y la región del continente Etiopebrasileño correspondiente a la parte septentrional de Sud América, que persistió hasta el Cretáceo medio y desapareció en el Cretáceo superior, b) Cretáceo superior. La mitad superior del Cretáceo está representa- da por la formación Guaranítica, que es una de las más vastas. Divídese en tres horizontes principales : el Pehuenche, que constituye la base; el Notostilo- pense, la parte media, y el Piroteriense, la superior. Consta en su mayor parte de una sucesión de are- niscas rojas en las que predominan las de origen terrestre, subaéreo y de agua dulce. Constituye el suelo de Corrientes y Misiones. SINOPSIS DE 1910 33 Al Sur reaparece en el interior sobre el río Negro y sobrepuesta a las areniscas abigarradas ocupa el centro del territorio del Chubut, apareciendo más al Sur en afloramientos aislados hasta San Julián y Lago Argentino. No hay duda que a grandes pro- fundidades debe extenderse por todo el territorio rgentino hasta el pie de las montañas. Por el Este, ■n Patagonia, donde no ha sido cortada y barrida por las aguas del Océano de la época Patagónica, aparece en la costa hundiéndose en las profundida- des del océano, probando que se trata de una gran rpoca continental durante la cual la tierra firme se extendía indefinidamente hacia el oriente. Kl Cretáceo vsuperior fué para el hemisferio aus- tral la época de mayor extensión de las tierras. El antiguo continente Permotriásico (Gondwana), re- aparece aún más extendido que al fin del Primario, constituyendo el eran continente austral, durante el cual la distribución de las tierras y las aeruas en a superficie del Globo fué inversa de la actual. En el día, las grandes masas continentales se encuentran al Norte de la línea ecuatorial, mientras que el hemisferio Sur aparece cubierto por un vasti» Océano del que surgen tierras aisladas de escasas dimensiones y en el cual penetran en forma de pe- nínsulas triangulares, prolongaciones de la masa con- tinental ártica. En los últimos tiempos de la era Mesozoica, du- rante la época Cretácea, la distribución de las tie- rras y las aguas era precisamente la inversa ; al Nor- te de la línea ecuatorial se extendía entonces un vasto océano sembrado de islas y al Sud una gran masa continental en la cual se encontraba engloba- do nuestro territorio, que estaba unido con África al oriente por una tierra llamada Arquelenis y se prolongaba al través de la región polar antartica Doctrinas do Ameghino. 3. 34 SINOPSIS DE 1910 hasta Australia y Nueva Zelandia, sin que éstas es- tuvieran en comunicación directa con África. Sobre ese antiquísimo continente austral de la época Cretácea y especialmente en su parte céntrica, constituida por lo que hoy es territorio argentino, prosperaban una flora de aspecto tropical y una fau- na variadísima. Sobre ese territorio se desarrollaron también los más perfectos de los organismos, la gran clase de los Mamíferos, en faunas sucesivas cada vez más di- versificadas, que no se dispersaron luego por las tie rras australes y por distintos caminos penetraron más tarde en el hemisferio Norte. Sobre este conti- nente austral, al llegar al fin de la época Cretácea, ya habían aparecido y desaparecido, sucediéndose unas a otras, varias faunas niastológicas y se encontraban ya constituidos los principales órdenes que todavía existen. Durante esa misma época Cretácea en las tierras insulares del hemisferio Norte, la clase de los Mamí- feros se encontraba representada únicamente por unos pocos marsupiales raquíticos y de los menos especializados. La gran barrera de los Andes era entonces su- mamente baja y no obstruía las corrientes atmosfé- ricas. El clima era caliente y húmedo y una vege- tación exuberante cubría todo el territorio argen- tino. Hasta en las mismas mesetas patagónicas, hoy secas y estériles, prosperaban grandes bosques de pal- meras y coniferos, cuyos restos petrificados llenan capas enteras, encontrándose a menudo gigantescos troncos transformados en pedernal y parados en su posición natural, constituyendo bosques muertos, bos- ques de piedra, columnas de pedernal que allá en los desiertos patagónicos, al sobresalir del suelo, la imaginación de los pobladores de aquellas regiones SINOPSIS DE 1910 35 los toma por mástiles de embarcaciones petrifica* (las. Alternando con las ramas y los troncos trans- formados en piedra que llenan las capas de arenis- cas rojas (piso pehuenchense), se encuentran canti- dades de osamentas igualmente petrificadas y per- tenecientes a vertebrados terrestres del extinguido grupo de los Dinosaurios, reptiles de los más sorpren- dentes, de aspecto sumamente variado, cuyo nombre significa "lagartos terribles", y que por su colosal tamaño lo eran, en efecto, muchos de ellos. Los seres que más se les aproximan actualmente son las iguanas, pero eran invariablemente de cuerpo más levantado. Algunos de sus representantes alcanza- ban un largo de treinta y más metros... jiguanas del tamaño de las más corpulentas ballenas! Es algo que maravilla contemplar los aspectos tan distintos y tan variados de esos extraños seres. Al lado de los colosos más formidables que hayan pisado la tierra firme de nuestro planeta, los ha- bía no mayores que una liebre. Unos eran carnice- ros y otros herbívoros, con el cuerpo acorazado o sin coraza. Algunos ostentaban adornos cefálicos en forma de hojas óseas curvas y cortantes como gua- dañas, o de formidables cuernos, ya verticales, ya in- clinados hacia atrás o a los lados, y a veces dirigidos hacia adelante ; en ciertos casos no se quedaban limi- tados a la cabeza sino que se extendían en hilera lon- gitudinal por sobre toda la línea media del cuerpo hasta la misma cola, hilera a veces reforzada con otras laterales paralelas. Muchos tenían los cuatro miembros iguales o casi iguales, pero en otros los anteriores o torácicos eran muy cortos y los poste- riores mucho más largos y gruesos, con cola igual- mente gruesa y larga, de modo que caminaban a la manera del canguro. En otros los miembros anterio- 36 smOFSIS DE 1910 res se habían atrofiado completamente: éstos eran bípedos, siendo lo más extraordinario que aparte la diferencia de tamaño, los pies de esos colosos eran de forma casi ig:ual a los de las aves. ^ En este período es cuando alcanzó dicho grupo su mayor desarrollo en el territorio argentino, siendo su representante más gigantesco el género "Argy- rosaurus/'. El * ' Titanosaurus " de las areniscas gua- raníticas del Neuquén es de dimensiones algo más moderadas, pero muy notable por tratarse de un género que tiene representantes en el Cretáceo de la Tndia, de Inglaterra y de Madagascar. El género **Bothriospondylus", del Jurásico de Inglatera y del Cretáceo de Madagascar, se ha encontrado en las areniscas rojas del río Negro, en las proximidades de Roca. Todos eran herbívoros. Los carniceros eran de proporciones más moderadas. En el período subsiguiente u horizonte Notosti- lopense, disminuyen en número y sus últimos repre- sentantes, como los géneros *'Crenyodetes" y **Lon- cossaurus", eran cercanos del género ^'Megalosau- rus" del viejo mundo. Juntamente con los Dinosaurios se encuentran también reptiles de otros tipos, particularmente co- codrílicos, como el * ' Notosuchus * * y el *'Cynodon- tosuchus", del grupo extinguido de los ''Mesosu- chia", parecidos a los del horizonte Puberckiano del Jurásico de Inglaterra; ofidios como el género **Denilysia'', que es el más antiguo representante de este orden hasta ahora conocido, y numerosas tor- tugas, tanto marinas como fluviátiles y terrestres. Entre estas últimas merece una mención especial el género ''Miolania'*, que es uno de los más extra- ordinarios de este grupo. '^Miolania^' era una tortuga terrestre de tamaño colosal, comparable al de los m4s grandes gliptodog,- BlNOtSlS DE 1910 37 tes de la Pampa. El carácter más singular de este animal reside en la cabeza, que estaba armada de grandes protuberancias de las cuales dos se prolon- gan de un modo extraordinario, constituyendo un par de cuernos parecidos a los del buey. La cola no era menos extraordinaria que la cabeza, pues estaba protegida por un estuche óseo compuesto de varios anillos imbricados y con protuberancias cónicas, presentando así un parecido extraordinario con la del género desdentado **Gliptodon". Los primeros restos de esta tortuga cornuda fue- ron exhumados hace ya años en los depósitos cua- ternarios de Australia. El hallazgo reciente de una especie de este género en la parte media de la formación Guaranítica del territorio del Chubut cons- tituye una sorpresa de importancia excepcional, pues consagra definitivamente la existencia de ese antiguo continente austral desaparecido. Una tortuga terres- tre de tamaño tan enorme y de movimientos tan len- tos y pesados, sólo pudo pasar de uno a otro conti- nente por sobre un puente continuo y bien firme. Las Aves remontan a una gran antigüedad: en el horizonte Notostilopense se encuentran ya repre- sentados casi todos los grupos existentes, incluso el del avestruz. Los pingüines aparecen en el horizonte Piroteriense representados por formas pequeñas co- mo "Cruschedula*' o de mayor tamaño que el aves- truz como **Cladornis'^ pero entonces eran aves plantígradas que todavía no se habían adaptado a la vida acuática, o por lo menos eran de hábito prin- cipalmente terrestre. El "Physomis'^ del Piroteriense era un ave co- rredora y de presa, de doble tamaño que el aves- truz dé África, perteneciente al extinguido grupo de los Estereomitos, que alcanza su mayor desarro- 38 SINOPSIS DE 1910 lio en la formación Santacruceña del Eoceno supe- rior. Pero los animales de esa época que en nuestro suelo y por las razones apuntadas más arriba presen- tan un especial interés, son los Mamíferos. Los Desdentados constituyen un grupo primitivo que da a las faunas sudamericanas un aspecto carac- terístico muy particular. Comprenden dos gran- des secciones: los acorazados y los desprovistos de coraza. Los acorazados son los armadillos que ya exis- tían en el Cretáceo inferior: en el Notostilopense son más numerosos C'Astegotherium", **Anteuta- tus", etc.) y aumentan en el Piroteriense : se distin- guen de los existentes por las placas óseas colocadas unas al lado de otras sin que estuvieran trabadas por suturas. Los Peltéfilos (*'Peltepliilus") que aparecen en el horizonte Piroteriense y alcanzan su mayor des- arrollo en el Santacruceño, son todavía más notables. La coraza consta de placas sueltas dispuestas en hi- leras transversales de uno a otro extremo, con el sis- tema pilífero atrofiado. La dentadura es continua y dispuesta en forma de herradura, con todos los dien- tes cortantes y los incisivos de gran tamaño. En la parte anterior del cráneo, encima de la nariz, tenían cuatro placas óseas desarrolladas en forma de cuer- nos, dispuestos en dos pares transversales, de los cuales el par posterior, mucho más gruesos y más largos, cónicos y algo encorvados hacia atrás, dan a la cabeza un aspecto sumamente bizarro. Algunas especies alcanzaban el tamaño de tapires ; y como ya lo indican la disposición de la dentadura y los co- prolitos que de ellos se han encontrado, eran ani- males feroces y de presa que se alimentaban de otros mamíferos. Un armadillo, o, empleando el nombre SINOPSIS DE 1910 39 vulgar: un peludo feroz y carnicero como un tigre y armado de cuernos como un rinoceronte, es algo que no hubiera podido inventar la imaginación más vivaz. Aparecen también en el mismo horizonte los pri- meros gliptodones C'Glypatelus") de talla muy pe- queña y todavía poco diferenciados de los verda- deros armadillos. Los Desdentados no acorazados, de los cuales hoy en Sud América sólo quedan vivos los perezosos y el oso hormiguero, fueron en las épocas pasadas extraordinariamente numerosos. La casi totalidad de las especies fósiles pertenecen a un grupo distinto y hoy extinguido, al que se ha dado el nombre de gravigrados ("Gravigrada'*), a causa del enorme tamaño y el aspecto robusto y pesado de los prime- ros que fueron conocidos. Pero ese distintivo sólo es propio de los representantes más modernos del grupo ; los más antiguos que aparecen en el Notos- tilopense ("Protobradys") eran animales muy pe- queños, del tamaño de ratas y muy escasos. En el Piroteriense son algo mayores y más frecuentes ("Proplatyarthrus", '*Orophodon"), pero de for- mas poco variadas. Los Microbioterios ("Microbiotheridae*'), des- cendientes del "Proteodidelphys" del Cretáceo in- ferior, que se distinguen apenas de los pequeños Di- délfidos existentes, sin ser muy abundantes, se en- cuentran representados en todos los horizontes. La historia paleontológica de estos pequeños seres, que constituyen el tronco de origen de la casi totalidad de los Mamíferos, es verdaderamente sorprendente. De los órdenes en el día existentes son los más antiguos .Mamíferos que se conocen. Este tipo primitivo ha presenciado todas las gran- des revoluciones y enormes cambios geológicos que 40 SINOPSIS DE 1910 se han producido desde el principio de la época cre- tácea; ha asistido a la aparición sucesiva de todos los grandes grupos de Mamíferos ; ha sido testigo de la formación gradual de grandes órdenes que llega- ron al apogeo de su desarrollo en forma de gigan- tes y luego desaparecieron; ha presenciado un cam- bio continuo de la superficie de la Tierra y de los seres que la poblaban; y en medio de ese perpetuo movimiento, sólo él ha permanecido inmóvil, siendo hoy lo que era hace millones de años. * ' Didelphys ", esa especie enana de aspecto tan insignificante, es, por su vejez, el más venerable de los Mamíferos, y abrigando su débil prole en los pliegues de su mis- ma piel, en el * ' marsupiium " para darle calor y vida, preservarla de las asechanzas externas y perpetuar la especie, es en la naturaleza (y me place repe- tirme), el más perfecto emblema del amor materno, el más elevado, el más noble y el más santo. Los Insectívoros constituyen un grupo de Sarco- boros, de aspecto casi tan primitivo como el de los Microbioterios y Didélfidos. En nuestra época rio tienen ningún representante en Sud América, pero los tuvieron en las épocas pasadas ; a éste pertenecen los géneros ''Argyrolestes" y ' ' Nemolestes ' ' del No- tostilopense de Patagonia. Los Mamíferos carniceros están representados por todo uñ grupo al que se ha dado el nombre de Es- parasodontes C'Sparassodonta"), cuya talla varia- ba desde la de una laucha hasta de los más gran- des osos. Presentan caracteres mixtos de placenta- rios y marsupiales y representan el tronco de donde se desprendieron los marsupiales Carniceros del con- tinente australiano, los Carniceros placentarios de ambos hemisferios y un crecido número de formas extinguidas del hemisferio septentrional designadas con el nombre de Creodontes. SINOPSIS DE 1910 41 Se presentan bien desarrollados en los dos ho- rizontes superiores. ' * Arminiheringia ", del Notosti- lopense, era un carnicero del tamaño de un tigre, pero con caninos de un largo extraordinario, tan sólo comparables a los incisivos de los roedores, de crecimiento continuo e implantados en alveolos su- mamente profundos; las muelas superiores quinta y sexta tenían forma de cuchillas. El "Proborhyae- na^' del Piroteriense era de tamaño mucho mayor, pues alcanzaba las proporciones del oso blanco actual, i)ero los caninos eran de forma más normal, más t'ortos y notablemente más gruesos. Otro grupo interesantísimo del Cretáceo argen- tino es el de los Plagiaulacoideos, pequeños mamí- ieros marsupiales con una dentadura sobre el tipo de los canguros australianos, pero con los miembros más iguales, con cinco dedos en cada pie y sin ves- tigios de sindactilismo. Eran sumamente numerosos y íueron los que dieron origen a los marsupiales aus- tralianos designados con el nombre de Diprotodontes, de cuyo grupo forman parte los canguros. Hace unos pocos años nadie hubiera sospechado que estos úl- timos hubieran podido tener origen en otro continen- te que no fuera Australia y menos aun en la Ar- gentina, separada hoy de las tierras australianas por el inmenso abismo del Pacífico. Todos los Plagiaulacoideos eran pequeños, del tamaño de lauchas; los más grandes alcanzaban el tamaño de una comadreja común. Aparecen en la i'ormación Guaranítica, adquieren su mayor desarro- llo en la Santacruceña y se extinguen en la Entre- iriana. Fueron numerosísimos, tanto por la cantidad co- mo por la variedad de sus formas. Se dividen en dos urandes grupos: el de los Paucituberculados y el de los Multituberculados o Aloterios. Los Paucitu- 42 SINOPSIS DE 1910 berculados, con dentadura más o menos completa y muelas con pocas puntas o con crestas, son los más primitivos y los antecesores de los Diprotodontes australianos. Aparecen en el Notostilopense, con la familia de los Garzónidos (''Progarzonia'^ "Pseudhalmarhiphus"), a la que se agregan en el Piroteriense los Bpanórtidos C'Palaepanorthus") y los AbderHidios (''Parabderites"). Los Multituberculados con la dentadura reduci- da (una gran muela hipertrofiada en cada lado de cada mandíbula y las que siguen hacia atrás con nu- merosos tubérculos cónicos en la corona), están rela- cionados con los animales parecidos del Cretáceo y de la base del Eoceno de Norte América y Euro- pa. Aparecen en Patagonia en el Notostilopense, re- presentados por las familias de los Polidolopidios (*'Polydolops", ''Eudolops", ''Pseudolops»', etc.), los Promisopidios C'promysops", "Propolymasto- do'') y los Neoplagiaulacidios (" Anissodolops"). Los Roedores aparecen recién en el Piroteriense como descendientes de los Plagiaulacoidios de la fa- milia de los Promisopidios. Constituyen un grupo poco numeroso, pero compacto, el de los Cefaló- midos ("Cephalomys'', "Asteromys", etc.), de ca- racteres muy primitivos, poco especializados, todos muy pequeños y forman al parecer el tronco de origen de todos los Roedores terciarios. Para el conocimiento de los Ungulados, su ori- gen y evolución, la historia paleontológica de su des- arrollo en la Argentina es de capital importancia. Este gran grupo de Mamíferos está representa- do en la naturaleza actual por cinco subórdenes: el de los Proboscidios ("Proboscidea") o elefantes ; los Periosodáctilos ("Perissodactyla") o imparidigita- dos, como el tapir; los Artisotáctilos (**Artiodacty- la'*) o parigitados como los rumiantes; los Hipoi- SINOPSIS DÉ 1910 43 dios o solidúngulos (''Hippoidea'') como el caballo, y los pequeños Iliracoidios ('^Hyracoidea") de as- pecto externo parecido al de roedores, como el Hy- rax. Exceptuada Australia, Sud América es hoy la región más pobre en Ungulados. No tomando en cuenta los importados, los indígenas de este conti- nente se reducen al tapir entre los imparidigitados y a los guanacos, algunos ciervos y el dicotiles o pécari entre los paridigitados. Nada más. No sucedía lo mismo en las épocas pasadas: y a este respecto no puede haber mayor contraste, pues Sud América es precisamente la región de la Tierra en la cual hubo mayor número de Ungulados y de tipos más variados. Los mismos tres subórdenes de los Proboscidios, Hiracoidios e Hipoidios que en la época del descubrimiento no formaban parte de la fauna sudamericana, tuvieron acá, en otras épocas, numerosísimos representantes. Además de los cinco subórdenes de Mamíferos Ungulados existentes mencionados, se conocen ocho subórdenes hoy completamente extinguidos. De és- tos, cuatro: los Tilodontes (**Tillodonta"), los An- cilopodos C'Ancylopoda'*), los Amblipodos ("Am- blypoda") y los Condilartros C'Condylarthra"), se conocen fósiles de Europa y Norte América, pero to- dos tuvieron un mayor número de representantes en nuestro territorio. Los otros cuatro subórdenes ex- tinguidos: los Protungulados (**Protungulata'0» los Litopternos C'Litopterna"), los Toxodontes (**Toxo- dontia") y los Tipoterios (''Typotheria*'), son has- ta ahora exclusivos de Sud América. Quiere decir que en Sud América vivieron nu- merosos Ungulados de todos los subórdenes que vi- vieron o viven en las distintas regiones de la Tierra y además un considerable número de otros pertene- 44 SiífoPSís í)E 1010 cientes a subórdenes que le son exclusivos. Es una prueba concluyente de que Sud América fué su pun- to de origen y el centro de su primitivo desarrollo e irradiación. Esto da una clara idea de la grandí- sima importancia de las investigaciones paleontoló- gicas efectuadas en nuestro país durante los últimos veinte años. Constituyen su tronco de origen los Protungu- lados, pequeños mamíferos descendientes de los Mi- crobioterios, en su mayor parte del tamaño de lau- chas y ratas, con uñas agudas y muelas mamelona- das ; participan a la vez de los caracteres de los pla- centarios y los marsupiales, de los Ungulados y los Unguiculados. A este grupo pertenece el ^*Archae- oplus" del Cretáceo inferior. En el Notostilopense hay varios géneros, de los cuales el más típico es ''Caroloameghinia". Se extinguen por completo an- tes de llegar a la base del Piroteriense. Una de las primeras ramas aisladas de este tron- co común fué el suborden de los Tilodontes, anima- les que por su tamaño eran comparables a los Roe- dores, a los que también se parecían por los incisi- vos, mientras que las muelas eran de Ungulados y las uñas de Unguiculados. En Patagonia el género típico es el "Notostylops'', que ña dado su nombre al horizonte que contiene sus restos. Los Tilodon- tes también se extinguen antes de llegar al Pirote- riense, pero pasaron a Europa y Norte América don- de vivieron hasta la base del Terciario. Los Ancilópodos son mamíferos primitivos que descienden directamente de los Protungulados y po- seían todos los caracteres de Ungulados perfectos, menos en los dedos, que eran arqueados en forma de ganchos y armados de garras comprimidas late- ralmente, como en los Unguiculados. Aparecen en el Notostilopense representados por sil^OPtis SE 1919 4<; la familia de los Isotémnidos (*'Prostylops'\ *'Iso- temnus", etc.), con numerosos representantes, todos de talla pequeña, pero en el Piroteriense se diversi- fican y adquieren un tamaño considerable. Los León- tinidios ("Leontinia") se distinguen por sus gran- des incisivos en forma de caninos. El *'Asmodeus", de la familia de los Homaloterios, es uno de los más gigantescos seres que liayan vivido en la superficie de la tierra. Este suborden alcanza hasta el Santa- cruceño y va a extinguirse en el Plioceno inferior de Europa y Norte América. Los Amblípodos son grandes Ungulados primiti- vos de cuerpo muy pesado y algo parecidos a los elefantes, de miembros gruesos en forma de colum- nas con cinco dedos en cada pie. Aparecen en el Notostilopense basal con representantes muy peque- ños que aumentan de talla en el Notostilopense su- perior, donde están representados por dos familias, los Trigonostilopidios (''Trigonostylops") y los Al- bertogaudridios (' ' Albertogaudrya ") . La familia de los Astrapoterios se desarrolla en el Piroteriense y algunos de sus géneros, como **Pa- rastrapotherium", superaba en tamaño a los más grandes elefantes. Animales semejantes (''Corypho- don") aparecen en Europa y Norte América en época bastante más reciente. El pequeño Hyrax actual de África y Asia es el único sobreviviente de un suborden que durante el Cretáceo superior tuvo en nuestro suelo numerosos representantes que aparecen en el Notostilopense ("Acoelodus", ''Odfieldthomasia*', etc.), de la fami- lia de los **Acoelodidae'' y alcanza hasta la parte superior del Piroteriense ("Archaeohyrax'*, **Argy- rohyrax"), de la familia de los **Archaeohyracidae''. De los Hiracoidios parten varias ramas que die- ron origen a otros tantos subórdenes distintos. Una, 46 SINOPSIS DE 1910 la de los Hipoidios, sale de los Acelódidos y conduce a los caballos actuales ; empieza en el Notostilopense con formas muy pequeñas como '^Patriarchippus", de la familia de los Notohipidios y adquiere un gran desarrollo en el Piroteriense ("Morphippus"), *'Rhynchippus", etc.); se distinguen de los verda- deros caballos, sobre todo por la dentadura, que es en serie continua. Continúan su desarrollo en el Terciario. Los Tipoterios representan otra rama despren- dida de los Hiracoidios primitivos ; en la forma del cráneo y el aspecto de la dentadura presentan un notable parecido con los Roedores. Aparecen en las capas superiores del Notostilopense y abundan en el Piroteriense (**Eopachyrucos", ^'Prosotherium"). Los Toxodontes constituyen una tercera rama desprendida de los Hiracoidios que se aisló en una época un poco más reciente que la de los Tipote- rios, separándose de los Arqueobiracidios en el ho- rizonte Piroteriense ("Proadinotherium'', ^'Prone- sodon"), para alcanzar su mayor desarrollo en el Terciario. Los Condilartros forman un suborden de Ungu- lados que tomaron origen en los Protungulados. Son todos muy pequeños, con muelas mamelonadas, pen- tadáctilos y plantígrados. Sus restos se encuentran desde en el Notostilopense CDidolodus'', **Eupro- togonia**, ''Cephanodus'*, etc.), hasta el Piroterien- se (Lambdaconus), donde son raros y no pasan al Terciario. En Europa y Norte América los restos de este suborden están limitados al Eoceno. Los Litoptemos descienden directamente de los Condilartros. Los más notables son los Proterotéri- dos, esbeltos, ligeros como gamas y con un solo vaso en cada pie, imitando caballitos en miniatura. Apa- recen recién en el Piroteriense (**Deuterotherium", BI3T0PSI8 DE 1910 4? "Eoproterotherium") y pasan al Terciario, en don- de adquieren su mayor desarrollo. La otra familia del mismo grupo, la de los Macroquénidos,. que tan- to desarrollo alcanza en el Terciario, aparece tam- bién en el mismo horizonte ("Protheosodon"). La historia paleontológica de los Proboscidios o elefantes es sumamente curiosa. Aparecen en la par- te media de la formación Guaranítica, desprendién- dose de los Condilartros, representados por animales pequeños como *'Paulogervaisia", que apenas se dis- tinguen de estos últimos y que luego adquieren la talla del tapir, muelas con crestas transversales y pequeñas defensas como el género "Carolozittelia'' del horizonte Notostilopense, Un poco mayor y con defensas uñ poco más grandes es el ''Propyrothe- rium'\ y así se llega gradualmente hasta los Piro- terios de la parte más superior del horizonte Piro- teriense. El *'Pyrotherium'' era un animal tan gran- de como los elefantes actuales, con fuertes .defensas superiores e inferiores y muelas con dos crestas trans- versales como el **Dinotherium". En las formacio- nes Patagónica y Santacruceña no hay animales pa- recidos. La línea se corta en Sud América para con- tinuar en el hemisferio oriental, donde habían lle- gado por sobre el Arquelenis (el puente que unía a Sud América con el continente negro). Los encon- tramos en el Eoceno superior y en el Oligoceno de África, representados por ''Moeritherium'*, **Bary- therium" y **Palaemastodon'\ En el Mioceno in- ferior pasan a Euroasia, en donde se transforman ''Mastodon'' y '^Dinotherium". En el Mioceno su- perior, el **Ma»todon'* pasó de Euroasia a Amé- rica del Norte, sieuió la ruta del Sur, encontró el puente que acababa de ligar a ambas Américas, lo cruzó y al principio de la ^poca Pliocena llegó a nuestra Pampa al mismo punto de partida del gran 4t SINOPSIS BE 1919 ciclo emigratorio emprendido por sus antiquísimos antepasados, los Piroterios de la época Cretácea. Para completar el grandísimo interés que despier- ta esta antiquísima fauna mastológica austral, me queda por mencionar la presencia de vestigios de cuadrumanos inferiores, de tamaño muy reducido (**Notopitliecus", "Adpitliecus'^ **Henricosbornia'', etc.), del Notostilopense, como los antecesores délos Lemúridos extinguidos de Europa y Norte América y de los existentes en el mediodía de Asia y África, mientras que otra rama, la de los Clenialitos, condu- ce a los Homonculidios del Terciario antiguo de nuestro suelo, que son los antecesores de los Monos de ambos mundos, y, por consiguiente, del Hombre- I CAPITULO IV Era Cenozoica Los geólogos dividen esta era en cuatro períodos, que, a partir del más antiguo, llevan los nombres de Eoceno, Oligoceno, Mioceno y Plioceno. El período Eoceno es el que representa el mayor espacio de tiempo, casi igual al de los otros tres jun- tos. El período Plioceno es el de menor duración. I. Eoceno. Con las capas del horizonte Piroteriense termina la era Secundaria y empieza la Terciaria, que se inicia con una conmoción y un cambio general en la orografía de los continentes y en la distribución de las tierras y las aguas. Grandes erupciones vol- cánicas acompañaron el levantamiento de las gran- des cadenas de montañas antes sólo esbozadas y las aguas oceánicas se transportaron de Norte a Sur. El hemisferio septentrional se transformó en continen- tal y el hemisferio austral en insular y peninsu- lar. Una vez que las tierras septentrionales del Nor- te del Ecuador quedaron transformadas de insula- res en continentales, aparecen sobre ellas numerosos Mamíferos placentarios, especialmente Unjrula'ios y C.-in. leeros primitivos, cuyos antecesores se bu.ícan inútilmente en las capas de la época Cr.'táeea ; no se los encuentra. . . Y no se los encuentra porque ernn allá los recién lleeados, porque aquelia no es Doctrinas de Ameghlno. 4. 50 SINOPSIS DE 1910 SU patria de origen, porque cuando atravesaron en peregrinación hacia el Norte la línea ecuatorial, mi- les de siglos hacía que pisaban las tierras australes en donde se habían desarrollado y diversificado en faunas sucesivas con numerosísimas formas; acá, ya eran viejos ; acá, grandes órdenes que se habían cons- tituido con suma lentitud, que habían alcanzado el apogeo de su desarrollo, ya habían desaparecido y sus restos yacían sepultados en las profundides de capas geológicas correspondientes a períodos que en ese tiempo remotísimo eran ya de épocas pasadas. El continente antartico quedó despedazado y las faunas de sus distintas partes evolucionaron desde entonces por separado. Australia quedó completamente aislada hasta nuestros días; la fauna primitiva de Esparasodon- tes y Plagiaulacoideos, que recibiera del antiguo te- rritorio argentino, continuó su evolución indepen- diente hasta transformarse en los Tilacinos, los Da- siuros y los canguros actuales y extinguidos de la misma región. En el resto del Globo las aguas y las tierras que- daron distribuidas y conexionadas en una forma muy distinta de la que presentaban en la época del Cretáceo superior. África austral, al perder en parte su antes per- fecta conexión con Sud América, se unió con Asia, que ya formaba una tierra continua con Europa; pero el Atlántico central, que se extendía por el Sahara hasta el mar Rojo, oponía una barrera al pasaje directo de las faunas de África austral a Eu- ropa y viceversa. En cambio, con la transforma- ción continental del hemisferio Norte surgieron tie- rras que pusieron en comunicación directa a la mi- tad septentrional de Europa con América del Nor- te a través del Atlántico septentrional: esto queda SINOPSIS DE 1910 51 demostrado tanto por los potentes depósitos de ori- gen terrestre y continental que se encuentran en Groenlandia como por el gran parecido de las fau- nas terrestres eocenas de Europa y Norte América. Ambas Américas permanecían separadas por el océano y los territorios de Panamá y Centro Amé- rica encontrábanse sumergidos en un ancho mar que ponía en comunicación el Atlántico y el Pacífico, como lo demuestran los depósitos marinos terciarios eocenos que se encuentran en el mismo istmo de Pa- namá. Debido a estas comunicaciones a través de ambas Américas, las antiguas faunas de Moluscos que se encuentran fósiles en las costas meridionales del Pacífico (Chile) presentan grandes analogías con la fauna de Moluscos del Mediterráneo, que es un parecido que no existe con la fauna actual del mismo océano. El Atlántico estaba transversalmente dividido en varios trozos. Lo que hoy es Atlántico septentrional estaba ocupado en su mayor extensión por las tie- rras que unían a la región Norte de América sep- tentrional con el Norte de Europa; y el Atlántico austral estaba cruzado por el Arquelenis, que unía a Sud América con África tropical austral. El Atlán- tico central, limitado al Norte y al Sur por grandes barreras transversales, constituía un ancho y largo brazo del Pacífico que se extendía de Oeste a Este al través de ambas Américas hasta el golfo Pérsico, mientras que más al Sur penetraba por la cuenca del Amazonas dividiendo a Sud América en dos grandes penínsulas unidas por un itsmo en su parte más occidental. Así dispuestas las tierras y las aguas, los antiguos Mamíferos del territorio argentino, que a causa de la submersión del continente austral quedaron en la parte meridional del continente africano, pasaron 52 SINOPSIS DE 1910 pronto al continente asiático, donde encontraron un medio favorable a su desarrollo y evolución. Los Pi- roterios, se transformaron en los Proboscidios, los Acelódidos en Hiracoidios, los Notohipidios en ca- ballos, los Condilartros en paridigitados e impari- digitados, etc. Por esa misma vía invadieron el continente euro- asiático los demás Mamíferos sudamericanos tales como los Monos, los Roedores, los Desdentados y los Didélfidos. De allí por sobre las tierras que ocupa- ban el Atlántico septentrional, pasaron a América del Norte, donde no pudiendo proseguir su camino se localizaron especializándose bajo distintas formas a cual más bizarras y fantásticas. Volvamos a la Argentina que, a partir de esta época ya empieza a tomar el relieve topográfico y los contornos geográficos que conducen g^radualmen- te a su conformación actual. Los terrenos eocenos en la República Argentina; se distril)uyen en dos grandes secciones: la formación Patagónica, que corresponde al Eoceno medio e in- ferior, y la formación Santacruceña, que representa el Eoceno superior. La primera es principalmente marina y la segunda subaérea. El período Eoceno se inicia en la Argentina con el predominio de las aguas marinas en el hemisferio Sur, que produjo la destrucción del continente aus- tral. Hemos visto que afines del Cretáceo el terri- torio argentino se prolongaba al Este, en dirección a África, mientras que al pie de los Andes se ex- tendía de Norte a Sur un mar mediterráneo : el mar Andino, formado por aguas del Pacífico que por abras transversales pasaban a este lado de los An- des. Los valles del Chubut, del Senguer, del Deseado, del Sehuen, etc., que cruzan Patagonia de Oeste a Este, eran entonces grandes ríos que venían del fllKOPSIS DE 1910 53 oriente y llevaban sus aguas al Oeste para verterlas en el mar que bañaba la base oriental de los Andes. Con la destrucción y submersión de la tierra conti- nental que se extendía al oriente, las inmensas olas de la gran transgresión marina del mar patagónico destruyeron la costa atlántica que retiróse gradual- mente hacia el Oeste. Juntamente con este avance del océano sobrevino un levantamiento de los Andes que cambió la pendiente del territorio hacia el Este, volcando las aguas del mar Andino en los valles transversales mencionados, que las llevaron al Atlán- tico ; esos valles que antes llevaban las aguas dul- ces del continente patagónico oriental al mar Andi- no, desde entonces, a partir de la época Terciaria, llevan las aguas dulces de la región de la cordillera al Atlántico. El mar Andino, que persistía desde el principio de la época Jurásica, desapareció para siempre, pero algunas de las grandes abras trans- versales de los Andes continuaron ocupadas por las aguas del Pacífico, que pasaban a este lado forman- do brazos o golfos aislados entre sí. En la parte oriental del territorio el abajamiento del suelo fué por lo menos de unos 800 metros. En este colosal avance, el océano ocupó la mitad de la superficie actual de Sud América e hizo transgresión sobre el territorio argentino hasta alcanzar en la parte Sur los primeros contrafuertes de los Andes, mientras que por el Norte penetraba en la depresión longitudinal del Paraná-Paraguay hasta el interior del continente, comunicándose con el mar que ocu- paba la cuenca del Amazonas aislando el territorio del Brasil meridional y la República Oriental del Uruguay, que quedaron separadas del macizo occi- dental. En el fondo de este océano se depositaron las capas de la formación Patagónica que aparece en \^^ 54 SINOPSIS DE 1910 zona litoral a partir de Puerto Madryn, en el fondo de Golfo Nuevo, y se extiende sin discontinuidad hasta más allá de la boca del río Santa Cruz, con un espesor que pasa a veces de 400 metros, reapare- ciendo más al Sur en la región de Magallanes. En la costa es exclusivamente marina, pero más al Oes- te, en la parte central del territorio del Chubut y en varias regiones de la cordillera, está representada por formaciones terrestres y subaéreas. El Eoceno superior se inicia con un levantamien- to general de la parte de América meridional que se extiende al Sur del Ecuador y las aguas del océa- no emprenden un rápido retroceso. El mar que ocu- paba la depresión del Paraná-Paraguay quedó en seco y la región meridional de Brasil y Uruguay que- daron de nuevo unidos al continente. En Patagonia austral el levantamiento no fué continuo : el retro- ceso de las aguas marinas fué interrumpido repeti- das veces por nuevos avances del océano, que han dado origen a la formación de capas alternadas, ma- rinas y de agua dulce, con las cuales empieza la for- mación Santacruceña. La tierra firme alcanza por fin a extenderse al Oriente hasta más allá de las Malvi- nas y engloba por el Sur la Tierra del Fuego. Los volcanes de la cordillera entraron en un período de intensa actividad, levantaron los Andes a conside- rable altura y la inmensa cantidad de cenizas arro- jadas por sus cráteres y desparramadas por los vien- tos y las aguas dulces acumularon sobre esa tierra nuevamente emergida la gran formación Santacru- ceña que, con un espesor de varios cientos de me- tros, se presenta a descubierto en el territorio Santa Cruz y puede seguirse hacia el Norte a lo largo de las faldas de los contrafuertes de los Andes hasta la parte Sur de la provincia de Mendoza. Sus capas {?pii vastísimos osarios de faunas extinguidas, ■nrtfiít SIS idio 53 Durante todos esos cambios, el Atlántico austral, en su parte media aumentaba en profundidad y avanzando gradualmente en dirección Norte conclu- yó con el Arquelenis, del que sólo quedan como prue- bas visibles de su antigua existencia, reposando so- bre su zócalo sumergido, los picos volcánicos de las islas Trinidad, Ascensión y Santa Helena. La fauna marina de invertebrados de la época Eo- cena está ahí constituida, como en todas partes, por géneros que todavía existen casi todos, pero con la casi totalidad de sus especies extinguidas. Los peces del mar patagónico presentan afinida- des cretáceas en las capas básales; los de las capas medias y superiores tienen el aspecto eoceno de to- das partes. Aparecen en las costas argentinas y antes que en las otras regiones de la tierra, verdaderos Cetáceos, tanto del grupo de las ballenas, representadas por formas pequeñas ('^Paleobalena"), como del grupo de los Delfines ('^Prosqualodon'*, ^'Argyrocetus", etcétera). La evolución anterior de estos animales es todavía un misterio. Pero como en la época del Cretáceo superior, el gran interés paleontológico queda concentrado en las faunas terrestres. Entre las Aves, el grupo de los Estereornitos con- tinúa su evolución en el Patagónico y adquiere su mayor desarrollo en el Santacruceño, **Brontornis'*, **Eucallornis*', ''Liornis'', y "Phororhacos". eran verdaderos colosos alados. La cabeza del **Phoror- bacos lonírissimus" era más voluminosa que la de un caballo. Eran aves de alas cortas, gruesas e inade- cuadas para el vuelo. En algunas de ellas, los dedos tenían uñas liíreramentp acuminadas, pero en la ma- yor parte estaban armados con uñas arqueadas, com- primidafi y aceradas como las de las águilas. La mandíbula maciza y prolongada tenía la parte ante- rior vuelta hacia arriba ; el pico arqueado y compri- 56 BINOPSIS DE 1910 mido terminaba en una larga y sólida punta trian- gular dirigida hacia abajo, que constituía una for- midable arma ofensiva. Eran aves corredoras y de presa que medían sus fuerzas con los más grandes Mamíferos de la época. Entre los Desdentados acorazados persisten los Peltéfilos que adquieren formas bastantes variadas, como también los armadillos C'Proeutatas", **Ste- notatus", *'Prozaedyus", etc.), entre los cuales es notable el **Stegotherium'* por su coraza toda im- bricada, el gran desarrollo del sistema pilífero y el rostro prolongado en forma de pico delgado muy lar- go con mandíbulas estiliformes y aparato dentario atrofiado. Los representantes del grupo de los Glip- todones son numerosos C'Propalaehoplophorus", *'Eucinepeltus", etc.), y, aunque de tamaño nota- blemente mayor que *'Glypatelus'' del Piroteriense, conservan todavía muchos caracteres de los arma- dillos. Los Desdentados gravigrados adquieren en el Pa- tagónico una mayor diferenciación; en el Santacru- ceño conservan en su mayor parte las pequeñas di- mensiones de las épocas precedentes, pero se multi- plican en número extraordinario adquiriendo una variedad de formas verdaderamente extraordinarias. Entre ellos hay tipos como **Hapalops", **Euchoe- lops", **Prepotherium^', **Analcitherium*\ etc., en los cuales aparecen ya diseñados los precursores de los géneros pampeanos, pero ligados unos a otros por graduales variedades intermedias que constituyen como una reticulación en todas direcciones. Los Microbioterios conservan muchos representan- tes, todos ellos pequeños (**Microbiotherium", *'Eodidelphys", etc.), algunos difíciles de separar de las verdaderas comadrejas; pero los Insectívoros quedan reducidos al solo género *'Necrolestes", pa- recido al ^'Chrysochioris", actual de África. Los carniceros Esparasodontes adquieren un gran desarrollo tanto por el número de sus representan- tes como por su tamaño y su gran diversiñcacióu. SINOPSIS DE 1910 57 Unos, como **Pseudoborhyaena" del Patagónico y ''Borhyaena^' del Santacniceño, eran de írran tama- ño y de cráneo corto y ancho como los tijrres y los leones; otros (''Prothylacynus") se parecían al ti- lacino actual de Australia, pero el mayor número, como ''Cladosictis*', **Araphiproviverra'^ etc., de tamaño más reducido, eran de cráneo y rostro alar- gado como los zorros. Los plaíriaulacoidios del grupo de los Paucituber- culados son numerosísimos, sobre todo en la forma- ción Santacruceña. Los principales géneros son: ''Garzonía'', ''Asdestis", ''Epanorthus" y ''Abde- rites'', siendo sobre todo muy notable el último a causa de la cuarta muela inferior, que es sumamen- te grande, cortante y rayada verticalmente. Los Roedores son sumamente numerosos, con un asombroso número de géneros y especies, pero per- tenecen todos al o-rupo do los TTistricomorfos (puer- co espines, vizcachas y cávidos). En la gran sección de los Ungulados han desapa- recido los subórdenes de los Condilartros, Hiracoi- dios y Proboscidios (Piroterios) que todavía tenían representantes en las capas más superiores del Cre- táceo. Los Ancilopodos persisten, pero se han he- cho más raros; el género típico es ''Homalodothe- rium'*, animal corpulento y pesado, de cabeza pro- porcionalmente muy pequeña; alcanza hasta el San- tacruceño. Los Amblípodos o Astrapoterios son abundantísimos y de enorme tamaño en el Patagó- nico C'Parastrapotherium", * * Liarthrus ' ', etc.). Hasta el Santacruceño sólo llega el Astrapoterio ("Astrapotherium"), de talla gigantesca, con gran- des colmillos en forma de prismas triangulares y miembros delgados en relación al tamaño extraordi- nario del cráneo. Los Notohipidios (Ilipoidios), todavía abundan en el Patagónico (''Argyrohippus", "Pseudhippus", etcétera) presentando con los caballos un mayor pa- recido que los del Cretáceo superior: pero se extiu- 58 «riíopii* m 1910 gue en la base del Santacniceño, siendo su último representante el género * ' Notohippus ", que es el ti- po de la familia. Todos los representantes del suborden de los Ti- poterios son pequeños y poco diversificados ('^Proty- potherium", "Hegetotberium'', ''Pacsyrucos'*, etc.), pero han dejado especialmente en la formación San- tacruceña una cantidad de restos verdaderamente asombrosa, comparable tan sólo a la que han dejado los Nesodontes, suborden cercano del precedente, pero constituido por animales de tamaño considera- blemente mayor. Los Nesodontes ('^Nesodon", **Adinotherium"), que son los antecesores de los Toxodontes pampeanos, alcanzaban el tamaño de un buey, y durante su crecimiento pasaban por estadios de un polimorfismo dentario sorprendente. En el suborden de los Litopternos, la familia de los Macroquénidos ("Macrauchenidae") está repre- sentada en el Patagónico por ^'Cramauchenia", de mayor tamaño que ''Prothesedon" del Piroteriense y en el Santacruceño por "Theosodon", de tamaño mucho mayor y cuya fosa nasal empezaba a tomar los caracteres tan particulares de la de Macroquenia. La familia de los Proterotéridos presenta una mayor diferenciación, estando ya representada en el Pata- gónico por varios géneros (**Prolicaphrium", ''Pro- thoatherium", ''Heptacomus", etc.). En el Santacruceño son numerosos y variadísimos ; unos, como ''Licaphrium'', **Diadiaphorus'' y *' Pro- tero therium^*, eran tridáctilos, con el dedo central de cada pie muy grande y los laterales pequeños en la misma forma que los Anquiterios e Hipariones del antiguo continente; otros, como *'Thoatherium", eran monodáctilos esto es: de un solo dero en cada pie, como los caballos, a los que se habían anticipado en la evolución de los miembros. SllfOPJir« »E 1916 59 Los precursores de los Primatos, los Notopitecos del Cretáceo superior, se extinguen antes de alcan- zar el Terciario; en cambio aparecen desde la base del Eoceno los verdaderos Monos, representados en las capas inferiores del Patagónico por formas di- minutas como "Homunculites'' y ''Pitheculites", cuya talla no era superior a la de una laucha y en las del Santacruceño por seres algo mayores, llama- dos ''Pitlieculus'^ ''Homunculus", ' ^ Anthropops ", de caracteres ya tan elevados que permiten conside- rarlos como los más antiguos antecesores de los Antropomorfos y del Hombre. II. Oligoceno. El período Oligoceno es de bastante duración geo- lógica, pero en la República Argentina está poco es- tudiado aún y los datos que se le refieren son en par- te bastante confusos. En general parece que fué un período continental con submersiones regionales. El continente se extendía todavía hacia el oriente, mu- cho más allá de sus límites actuales. El territorio argentino, especialmente en Patagonia, era bastante más elevado que en nuestra época, quedando así so- metido a una fuerte denudación que lo cruzó de va- lles de erosión, cuyos materiales fueron llevados por las aguas al fondo del Atlántico. El período se inicia con un avance de las aguas del Pacífico meridional que pasan a este lado de los An- des cubriendo la mayor parte de la región Sudoeste de Patagonia austral al Sur del río Coyle y la tota- lidad de la Tierra del Fuego, sin que por eso se pu- sieran en comunicación con el Atlántico, cuya costa occidental se encontraba mucho más al Este. En el fondo 4e este antiguo recodo del Pacífico se 6o SINOPSIS DE 1910 acumularon los estratos de la ** formación Magalláni- ca" que con un espesor de 500 metros se presenta al descubierto de los alrededores de Punta Arenas. Consta de una sucesión de capas de origen marino que alternan con otras terrestres o de agua dulce. Estas últimas están a veces constituidas por mantos de lig- nita más o menos pura, contienen los restos de una flora compuesta sobre todo de especies extinguidas de los géneros *'Fagus", *'Notofagus" y "Araucaria". Los estratos marinos contienen numerosos fósiles de moluscos de una fauna casi por completo extingui- da, pero de aspecto Pacífico. Esta serie de capas está coronada por otra bastante espesa conocida con el nombre de horizonte Arenaense, cuyos fósiles mari- nos son de aspecto Atlántico. Esta alternación de es- tratos marinos y terrestres indica una oscilación con- tinua de la tierra y de las aguas del Pacífico que por repetidas veces avanzaron al Este y retrocedieron al Oeste, hasta que un gran movimiento de báscula le- vantó la región occidental arrojando las aguas del Pacífico al Oeste de los Andes, y sumergió la región occidental permitiendo que las aguas del Atlántico avanzaran al Oeste hasta Punta Arenas para que pu- dieran depositarse en ella los estratos del Arenaense. Esto prueba que la Patagonia austral en continuo movimiento era teatro de grandes conmociones vol- cánicas, y pequeños, pero numerosísimos volcanes dieron origen a los vastísimos mantos de basalto que como negro sudario cubren en las mesetas patagóni- cas las formaciones más antiguas. Depósitos terrestres muy potentes de la época del Oligoceno inferior aparecen en la región de la cor- dillera en las proximidades del lago Fontana y en otros puntos, pero permanecen poco menos que in- explorados. Sólo sabemos que contienen una rica fau- na de mamíferos con la mayor parte de los elementos de la fauna Santacruceña, a los que se agregan otrgg SINOPSIS DE 1910 61 de aspecto más reciente, entre los cuales los prime- ros representantes de la familia de los Toxodontes, otros cercanos de las Macroquenias, de los Escelido- terios, etc. Al llegar aquí comprobamos un gran hiato o la- guna en nuestros conocimientos : no sabemos nada de lo que se refiere al Oligoceno medio. Reanudamos el hilo que hemos venido siguiendo en los últimos tiempos oligocenos, durante los cuales se produce un nuevo descenso del suelo y el mar vuelve a penetrar tierra adentro cubriendo en muchas par- tes poco a poco los terrenos subaéreos que contienen los Mamíferos de las épocas precedentes. En las costas patagónicas la transgresión fué de un avance corto y está representada por las capas ma- rinas de golfo Nuevo (puerto de Pirámides), de unos 50 metros de espesor y otras mucho más delgadas que en la boca del Río Negro alternan con areniscas de agua dulce. En el Norte, el avance fué mucho más considerable. Las aguas marinas invadieron la cuen- ca del Río de la Plata, penetraron en el interior si- guiendo la depresión del Paraná y en forma de un brazo angosto, muy largo y bastante profundo lle- garon por el Norte hasta la ciudad de Corrientes. Este brazo de mar se rellenó con los grandes ban- cos de calcáreo, arcillas y areniscas que constituyen la formación Entrerriana que aparece al descubierto en las barrancas de la margen izquierda del Paraná en la provincia de Entre Ríos. Contiene una fauna de Moluscos que todavía con- serva un 85 por ciento de especies extinguidas. Reco- rrían ese mar angosto y largo numerosos tiburones extinguidos de los géneros **Carcharias", **Odontas- pis", "Lamna", *'Oxyhrina" y "Carcharodon", y entre los de este último género el colosal **Carcharo- don megalodon*' que asolaba todos los mares de la época; caimanes enormes, gaviales parecidos a los 62 SINOPSIS DE 1910 del Ganges, juntamente con delfines de rostro muy delgado y extraordinariamente largo C'Pontistes", ''Pontivaga"). Al final de la época oligocena el océano se retiró de la depresión del Paraná y de la región litoral de Buenos Aires, estacionándose más o menos en sus lí- mites actuales y entonces grandes ríos cavaron sus cauces en la formación marina mencionada, que se cegaron con los depósitos arenosos fluviales del ho- rizonte Mesopotamiense, en los cuales se encuentran los restos de la fauna de Mamíferos de entonces que se presenta profundamente distinta de las del Eoceno. Los Ancilopodos y los Amblipodos (Astrapoterios) han desaparecido. De los Tipoterios quedan escasísi- mos representantes. Los Nesodontes han sido reem- plazados por géneros de la familia de los Toxodontes C'Paleotoxodon'', **Xotodon") y de la de los Ha- plodonterios (''Haplodontherium^', * ' Toxodonthe- rium''). Los Litopternos están representados por los géneros típicos C'Scalabrinitherium" y ''Protero- therium"). Los Esparasodontes C'Achlysictis") y los Plagiau- lacoidios C'Zygolestes'') se han hecho sumamente escasos. Lo Monos probablemente habían emigrado hacia el Norte. En cambio los Desdentados gravi- grados (''Promegatherium^', *'Lestodon", "Promy- lodon", etc.) y los Gliptodones C'Sclerocalytus", ''Protoglyptodon^', **Lomaphorus", etc.), aunque más escasos en número, se encuentran representados por formas que alcanzan un tamaño considerable. Los Roedores histricomorfos eran sumamente nume- rosos y de gran tamaño ; los depósitos fosilíferos del Paraná contienen restos que indican la antigua exis- tencia de vizcachas (''Megamj^s'^ ''Euphilus^') de la talla de bueyes y caballos. La fauna de esta época es además sumamente no- table por la aparición de varios géneros, tales como SINOPSIS DE 1910 63 "Kibodon", ''Hyaenodon", "Cyonasua", ''Proarc- totíierium ", "Apñicyon" y vanos otros, genérica- mente idénticos unos, otros aliados de formas del Ter- ciario medio de Europa. Esto coincide con la apari- ción en el Terciario medio de Europa de numerosos géneros de aspecto sudamericano, especialmente Koe- dores ("Peratherium", "Theridomys'', "Arcliaeo- mys", * ' Cuvierimys ' ', *'Issiodoromys", etc.) El nú- mero de estas formas comunes o muy parecidas au- menta considerablemente durante la época Miocena en ambos continentes y plantea nuevamente el pro- blema de la vía que han seguido para pasar de uno a otro mundo. El Arquelenis ya había desaparecido desde el Eoceno superior. Norte América continuaba separada de Sud América desde el principio de la era Terciaria y además en la casi totalidad de los casos se trata de formas extrañas a aquel continente. Las emigraciones tienen, pues, que haberse producido por una conexión al través del Atlántico. Esta conexión, ya sea continua o más o menos discontinua, que puede llamarse "guayanosenegalense" surgió en el último tercio del período Oligoceno, durante la época del ho- rizonte Aquitaniense, como lo prueban los fósiles ma- rinos del aquitánico de las Antillas, idéntico y en la misma roca que los del Aquitánico de Italia, Malta, etcétera. Se trata de especies cuya dispersión sólo pudo efectuarse siguiendo las costas de un continen- te o las de una cadena de islas muy próximas entre sí. Las Azores, Madera y Canarias son los últimos vestigios de esa antigua conexión, que persistió casi hasta el fin del período Mioceno. III. Mioceno. El período Mioceno fué también principalmente continental y durante él la tierra firme adquirió una extensión todavía mayor que en el período Oligoceno. Los terrenos de esta época en la Argentina se agru- 64 SINOPSIS DE 1910 pan en dos grandes secciones que se conocen con los nombres de ** formación Araucana" y ''formación Tehuelclie'', pero que en vez de encontrarse super- puestas con sincrónicas, representando facies que se extienden sobre regiones distintas. La mejor conocida es la Araucana, que se extiende al Norte del Río Ne- gro de Patagonia y se ha dividido en cinco pisos u horizontes : liíonegrense, que es el más antiguo ; Arau- canense ; Ilermosense ; Chapalmalense y Puelchense, que es el más reciente. En su conjunto es una formación casi exclusiva- mente terrestre o subárea; consta de una sucesión de capas de arenas y areniscas pardas, grises y amari- llentas, a veces con capas arcillosas, que cubren la Pampa Central y del Sudoeste (Araucanense). Se presenta también muy desarrollada con cientos de metros de espesor en las provincias Catamarca y Tu- cumán (Araucanense), en donde ha sido levantada por el Aconquija. En la provincia San Juan ha to- mado parte en los pliegues de la Cordillera subiendo en el Espinacito a la altura de 4.450 metros. Reaparece más al Norte en la puna de Jujuy a 4.500 metros. En la región Oeste de la provincia Men- doza los estratos de la parte superior de la formación alcanzan a 500 metros de espesor. Aparece también sobre la costa en la localidad conocida con el nombre de Monte Hermoso (Ilermosense) y más al Norte, al Sur de Mar del Plata, constituye la parte basal de la barranca de los Lobos (Chapalmalense) ; al Norte y al Oeste de la provincia Buenos Aires entre la sierra de Tantil, el Plata y el Paraná constituye el gran manto de arenas subpampeanas (Puelchense), la ver- dadera fuente inagotable de agua pura semisurgente en la llanura pampeana. Por fin en la región de los Andes patagónicos bajo la forma de areniscas azula- das que aparecen también en la boca del río Negro (Ríonegrense) alcanza más de 1.000 metros de espe- SINOPSIS DE 1910 65 sor. Es la más vasta de las formaciones sedimentarias de la Argentina. Desde el principio del período Mioceno impetuosos torrentes arrastraron desde las altas regiones de la Cordillera cantos angulosos, trozos graníticos y por- firices, rocas de todas clases que las aguas dulces dis- persaron luego por sobre todo el territorio patagó- nico, cubriéndolo con la inmensa capa de rodados que se extienden desde el río Negro a Magallanes ; es la formación Tehuelche, que, en su parte más antigua, corresponde a la formación Araucana del Norte. Al fin de esta época se produce un abajamiento del suelo con su correspondiente avance oceánico (transgresión Puelchense) que da origen a los de- pósitos marinos del cabo Buen Tiempo (Fairwea- ther), sierra Laziar, monte Espejo, etc. Pero esta in- mersión que sólo en la parte austral de Patagonia parece llegó hasta el pie de los Andes, fué de corta duración. Patagonia austral volvió a surgir del fondo del mar y la llanura argentina quedó desde entonces constantemente emergida, sin que las oscilaciones posteriores del Océano redujeran notablemente sus contornos que, por el contrario, en distintas épocas avanzaron más sobre el Atlántico. Durante el Mioceno continúan aumentando los ma- míferos de aspecto africano y europeo hasta entonces aparentemente extraños a Sud América. Aumentan los Creodontes C'IIyaenodon", **Parahyaenodon'\ ''Hyaenodonops"), los Subúrsidos ('^Amphinasua'', ''Pachynasua"), los Úrsidos C * Chapalmalania ' ', **Arctotherium'', *'Pararctotherium'') y Cánidos primitivos C'Amphicyon", **Dinocynops'') ; Artio- dáctilos (**Listriodon", *'Microtagulus") y Lepóri- dos de aspecto arcaico ("Argyrolagus") ; ratones característicos del Terciario europeo C'Cricetodon") o de afinidades africanas, que demuestran que las Doctrinas de Ameghino. 6. 66 SINOPSIS DE 1910 relacioiies entre ambos continentes continuaban. Los fósiles marinos miocenos de Panamá y las Antillas, idénticos a los miocenos de la cuenca del Mediterrá- neo, prueban que la conexión guayanosenegalense persistió hasta el último tercio de la época Miocena, en que desapareció. El hundimiento de esta conexión coincido con el surgimiento de otra. Hasta entonces ambas Américas habían estado separadas por el océano y los territo- rios de Panamá y Centro América estaban sumergidos en un ancho mar interamericano que ponía en comu- nicación el Pacífico con el Atlántico central Norte, limitado al Sur por la conexión guayanosenegalense. Al final del Mioceno, grandes movimientos tectóni- cos produjeron un levantamiento general de las ca- denas de montañas que de Sur a Norte recorren el Nuevo Mundo seguido de una gran regresión de las aguas del océano. La masa continental adquirió una mayor extensión y las dos Américas se pusieron en comunicación por el surgimiento de una vastísima superficie de tierra en lo que hoy es el golfo de Panamá y el mar Caribe. Las islas Galápagos por un lado y las Antillas por el otro quedaron englobadas en esa tierra nuevamente emergida y América, bajo la forma de una gran masa continental rectangular, se extendía entonces desde uno a otro polo. La fauna Araucana se distingue por una diminu- ción en la variedad de las épocas precedentes, una especie de empobrecimiento en su diversificación; en cambio, el menor número de representantes ha sido en general compensado por un aumento en la talla. En conjunto se aproxima a la fauna pampeana, cuya precursora inmediata es. Subsisten la mayor parte de los géneros de Desden- tados gravigrados de la formación Entrerriana, pero con especies distintas y de mayor tamaño. Entre los SINOPSIS DE 1910 67 Gliptodones son característicos de este período el '^Plohophorus", el **Nopachtus" y un precursor del ''Doedicurus", tan corpulento como un gran hipo- pótamo. Los armadillos son numerosos, distinguién- dose entre ellos el ^'Macroeuphractus", peludo de la talla de un tapir y con grandes dientes caniniformes superiores e inferiores. Una de las características de la fauna araucana es la relativa abundancia de restos de marsupiales de la familia de los Didélfidos, algunos de mayor tamaño que los más grandes representantes actuales de este grupo. Los Roedores son numerosísimos, alcanzando un gran desarrollo las familias de los verdaderos Octo- dóntidos ("Dicselophorus", ''Pitlianothomys", etcé- tera), y de los Cávidos, entre estos grandes carpin- chos C'Hydrochoerus"). Los gigantescos Megamys de la formación Entrerríana han desaparecido, pero en cambio otro género cercano : el ''Tetrastylus*', que ya existe en el Entrerriano representado por formas pequeñas ('*T. laevigatus", '^T. diffisus"), en la formación Araucana aumenta de talla a medida que pasa a los horizontes más superiores ("T. montanus" y *'T. araucanus", del araucanense, **T. giganteus", del hermosense) hasta que en el horizonte Chapal- malense se transforma en un vizcachón de dimensio- nes colosales (''T. gigantissimus"). Carniceros no hay más que perros, osos y numero- sos subúrsidos. Los Ungulados se reducen a cuatro subórdenes : Tipoterios, Toxodontes, Litopternos y Artiodáctilos. Estos últimos están rpresentados por el género "Lis- triodon" del Mioceno de Europa y el diminuto y misterioso '*Microtragulus". Los Litopternos de la familia de los l*roteroterios C'Epitherium*', *'Eoauchenia", etc.) abundan hasta el horizonte Hermosense y se extinguen en el Chapalmalens-' <'f^-^ 68 SINOPSIS DE 1910 el género '^Chapalmatherium", en el cual el calcáneo y el astrágalo han adquirido la conformación carac- terística de los Perisodáctilos típicos. La familia de los Macroquénidos está representada por el solo gé- nero *'Promacrauclienia", descendiente del *'Scala- brinitherium'' del Entrerriano y antecesor de la * ' Macrauchenia " del pampeano. En los Toxodontes, además de ''Xotodon'' y *'To- xodon'^ se encuentra el corpulento ''Trigodon", tan grande como el mayor de los rinocerontes, con una cabeza triangular provista de un gran cuerno en me- dio de la frente y con un cerebro extraordinariamen- te reducido. Fué seguramente el más bruto de los Mamíferos conocidos. Presenta además la particula- ridad, única entre los Mamíferos, de tener cinco in- cisivos inferiores, de los cuales el del medio, aunque impar, está implantado en el mismo eje longitudinal mediano de la sinfisis. En el suborden de los Tipoterios es sumamente abundante el género típico **Typotherium". Pero, aunque pequeño, el animal más característico y más interesante de la formación es el Paquirucos C'Pachyrucos"), cuyos restos son abundantísimos. Sus caracteres son por demás anómalos, pues carece de caninos y tiene incisivos de Koedor. Su tamaño era el de una pequeña vizcacha, pero más bajo de piernas y de cuerpo más corto y más grueso. El crá- neo es corto y excesivamente ancho, con órbitas extraordinariamente grandes, colocadas lateralmente y dirigidas un poco oblicuamente hacia atrás. Además, la parte posterior del cráneo, muy gruesa y ancha, presenta la particularidad de poseer hacia arriba, en cada ángulo lateral superior, una especie de bola ósea, formando dos grandes cajas esféricas dependientes de los temporales y en comunicación con las cajas auditivas, que se encuentran debajo. SINOPSIS DE 1910 69 Eran dos cajas de resonancia. . . especie de micrófo- nos destinados a reforzar los más leves sonidos. De esto podemos deducir que el Paquirucos era un animal dócil, tímido, de aspecto agradable, que vivía en cuevecillas y madrigueras en los pajonales, de los que tan sólo se alejaba lo necesario para procurarse el alimento ; pero siempre alerta, con las orejas afila- das y sus grandes ojos saltones, que lo mismo avista- ban los objetos adelante como atrás, atisbando el más pequeño movimiento, o recogiendo en sus cajas sono- ras el más leve ruido que pudiera indicarle un pró- ximo peligro, para emprender inmediatamente la fuga y refugiarse en ^u madriguera. Mas ni aun así conseguía ponerse al abrigo de los ataques de su gran enemigo. Como era sin duda de carne muy sabrosa, constituía el principal alimento del hombre de entonces, o más bien dicho, de su pre- cursor. En efecto : juntamente con los restos de esa fauna se han encontrado vestigios de la acción de un ser inteligente, consistente en huesos astillados longi- tudinalmente, con señales evidentes de choques, como los que se encuentran en los paraderos relativamente modernos; y en algunos pedernales trabajados, sin duda sumamente toscos, pero con todos los caracteres de ima talla intencional. Encuéntranse en las mismas capas trozos de tierra cocida o quemada, y de escorias, ya aislados en la formación, ya formando masas que pasan gradualmente al terreno que las envuelve, in- dicando antiguos fogones en unos casos e incendios intencionales en otros. Algunas de esas escorias son absolutamente idénticas a las que se producen actual- mente incendiando gruesas matas de cortadera. Esos fogones están acompañados de los mencionados hue- sos astillados y huesos quemados, de preferencia los de Paquirucos, que a veces han quedado embutidos en las mismas escorias. Y para completar este con- junto, se han encontrado también restos óseos del au- 70 SINOJPSIS DE 1910 tor de esas acciones, que señalan un Hominideo muy primitivo, de algo más de un metro de alto, propor- cionalmente muy grueso y de un andar bípedo difícil, al que he dado el nombre de ''Tetraprothomo" (cuar- to antecesor del hombre). Es el precursor del hom- bre más antiguo conocido hasta ahora. IV. Plioceno. El período Plioceno comprende en nuestro suelo la casi totalidad de los terrenos que han sido desig- nados con el nom] re de formación Pampeana, gran depósito de arcilla que debajo de la tierra vegetal se extiende por sobre la llanura argentina y por sobre toda la superficie de la provincia Buenos Aires, siendo así el más accesible a la observación. En la cuenca bonaerense alcanza un espesor de 30 a 40 metros. Es un limo de color rojizo, a veces pardo o amarillento, con numerosas concreciones calcáreas llamadas ^' tos- cas'^ sin guijarros o rodados de rocas antiguas ni en capas ni aislados, con excepción de las cercanías de las montañas, donde abundan intercalados en el limo pampeano, capas de arenas y de guijarros. Todo el depósito en conjunto es de origen subaéreo, pero cerca de la costa del Plata y del Atlántico contiene capas de conchas marinas que indican antiguos avances y retrocesos del océano. Esas transgresiones marinas no tienen importancia, ni por su espesor ni por su ex- tensión transversal hacia tierra adentro, pero la tie- nen por su extensión longitudinal y porque permiten subdivisiones verticales precisas que constituyen pre- ciosos jalones para la identificación de depósitos sedimentarios distantes entre sí. La fauna de Mamíferos originaria de este conti- nente continuó disminuyendo en niímero de represen- tantes, pero adquiriendo los individuos de las distin- tas especies proporciones más y más colosales. SINOPSIS DE 1910 71 Entre los Desdentados acorazados del grupo de los armadillos, "Eutatus" se asemejaba al peludo ^'Da- sypus" y "Propraopus" a la mulita "Tatusia", pero alcanzaban cuádruple tamaño. El " Chlamydothe- rium", que es un tipo intermedio entre los Gliptodo- nes y los armadillos, tenía el tamaño de un gran buey. Los Gliptodones representados por los géneros ''Sclerocalyptus", ''Panoclitus'', ^'Glyptodon" y **Doedicurus'', adquieren una talla verdaderamente colosal. El cráneo en estos animales, cubierto por un casco en forma de boina, ha tomado un contorno casi cúbico con grandes apófisis cigomáticas en forma de cuernos descendientes; la mayor parte de las vérte- bras se han soldado unas a otras, formando un largo tubo que se une a la coraza, la que en edad adulta se osifica en una sola pieza que carece de ñexibilidad ; la cola, muy gruesa y muy larga, consta de varios anillos movibles e imbricados unos en otros, seguidos (excepto en "Glyptodon") por un largo estuche o tu- 1)0 terminal cilindrico aplastado. En el ''Doedicurus" este tubo tiene más de un metro de largo y se ensan- cha de una manera extraordinaria en su extremidad terminal, tomando forma de gigantesca clava. La co- raza de este género difiere de la de todos los demás Gliptodones y armadillos en que no tiene escultura externa, pero sí un considerable número de grandes perforaciones que la atraviesan de parte a parte ; en vida, esta coraza estaba cubierta por el cutis, que a su vez estaba cubierto por una epidermis de natura- loza c(5niea y de aspecto tubercular : las grandes per- íoraiciones que atraviesan la coraza daban paso a los vasos del sistema vascular destinados a nutrir la par- te dérmica externa y renovar las escamas córneas epi- dérmicas que la cubrían. En el género ''Glyptodon" la cola es gruesa, muy corta, y su coraza protectora constituida desde la base hasta la punta por una su- 72 SINOPSIS DE 1910 cesión de anillos embutidos unos en otros y armados dq grandes tubérculos cónicos que presentan la for- ma de trompos. Varias veces, al exhumar estas grandes corazas, se han encontrado en ellas vestigios dejados por el hom- bre. En la llanura argentina las corazas de estos gi- gantescos desdentados sirvieron de abrigo y de refu- gio al hombre que fué su contemporáneo. Los Desdentados gravigrados típicos de la forma- ción pampeana están representados por los géneros ' ' Scelidotherium ", '' Mylodon ", (' ' Eumylodon " ) , *'Lestodon", ''Glossotherium" y ''Megatherium'^ que ya aparecen constituidos en la época Miocena, pero sólo en las capas más superficiales de la forma- ción Pampeana es donde adquieren el extraordinario desarrollo que los ha hecho célebres. Son de cabeza alargada y más o menos cilindrica y con un aparato dentario más o menos parecido al de los actuales pe- rezosos. Los miembros son cortos y sumamente grue- sos, particularmente los posteriores, y estaban arma- dos de formidables uñas, a veces en forma de garras. La cola era muy gruesa y seguramente se ayudaban de ella para sostener el cuerpo. El más gigantesco de todos es el "Megatherium", que podía alcanzar más de ocho metros de largo, con un cuerpo de grosor extraordinario; distingüese también por sus muelas, que tienen la forma de gruesos y largos prismas cua- drangulares con las coronas cruzadas por un par de crestas transversales altas y gruesas, separadas por un profundo valle. Uno de estos gravigrados, el ^'Mylodon'', presentaba una particularidad única entre los Mamíferos; todo el cuerpo, desde la punta del rostro hasta la extremidad de la cola y sobre los miembros hasta encima de las mismas falanges un- gueales, estaba protegido por millares de pequeños huesecillos dérmicos sumamente duros y compactos, parecidos a granos de café algo irregulares embutidos SINOPSIS DE 1910 73 en el espesor del cuero y colocados uno junto a otro como los adoquines de un empedrado. Además de esta coraza protectora estaban cubiertos por un tupido pelo, largo, grueso y duro como el del oso hormi- guero. Parece que un representante de este grupo *'Neomylodon" ha vivido hasta tiempos muy recien- tes, pues en algunas cavernas de la extremidad me- ridional de Patagonia se han encontrado huesos toda- vía frescos envueltos en carne seca y cuero, conser- vando el pelo intacto y con su color natural. Los Koedores histricomorfos son numerosos, pero se alejan poco de los actuales; las vizcachas gigan- tescas de las épocas pasadas han desaparecido. En cambio, invaden el territorio numerosísimas legiones de pequeños ratoncillos del grupo de los Miomorfos. De los Ungulados primitivos quedan pocos. Entre los Tipoterios siguen abundando los repre- sentantes del género típico ^'Typotherium'', pero limitados exclusivamente a la parte basal de la for- mación. Del numeroso suborden de los Toxodontes sólo queda el género típico *'Toxodon", cuyos vo- luminosos representantes de hábitos acuáticos como el hipopótamo, alcanzaban la corpulencia de éste. De los Litopternos no queda también más que un género: ^'Macrauchenia'', animal más corpulento que un caballo, de miembros largos, con tres dedos en cada pie como los tapires, y cráneo pequeño provis- to en vida con una larga trompa parecida a la del elefante. Pero la gran diferencia de la fauna pampeana, comparada con las que la precedieron en las épocas pasadas, consiste en la aparición casi súbita de un considerable número de formas casi hasta entonces extrañas a Sud América. Tales son los Felinos en general, y particularmente el **Smilodon", tigre más robusto que el león de África y armado de un par de caninos superiores sumamente largos, muy com- 74 SINOPSIS DE 1910 primidos lateralmente, arqueados como una hoz y de bordes cortantes y dentellados como una sierra; los Osos, algunos tan corpulentos como bueyes (''Arcto- therium", ''Equus", etc.), los tapires, los pécaris ("Dicotyles"), los ciervos y guanacos, grandes Mas- todontes, Roedores, Lagomorfos, Miomorfos y Esciu- romorfos, etc. ; algunos originarios del viejo mundo, y los demás de América del Norte, constituyendo una evidente prueba de que en esta época las re- laciones entre ambas Américas debían ser relativa- mente fáciles y constantes. Esto se explica fácilmente. Las faunas terrestres antes limitadas por el mar interamericano, una vez que esta barrera hubo desaparecido, pusiéronse en movimiento en sentido inverso, las del Norte hacia el Sur y las del Sur hacia el Norte, produciéndose un intercambio zoológico que dio por resultado la formación de faunas mixtas, cuyo origen fué has- ta hace poco inexplicable. Pasando por encima de esa tierra recientemente emergida y trazando un círculo completo a través del tiempo y del espacio, volvieron a la Argentina muclias de las formas que la habitaron durante el Cretáceo, pero todas ellas modificadas y desconocidas. En esta época emigraron de América del Norte a la del Sur los canes, los grandes felinos 3^ demás descendientes de los anti- guos Esparasodontes, las llamas, los ciervos y los tapires, que vivieron y multiplicáronse en la lla- nura argentina al lado de los Toxodones, los Glip- todones y los Megaterios. Pero, pasando por sobre esas mismas tierras, la fauna argentina avanzó ha- cia el Norte, invadiendo América Septentrional. Los corpulentos Toxodones de nuestro suelo fueron a ex- tinguirse en Nicaragua. Los pesados Gliptodones de la Pampa llegaron hasta el Anahuac, donde se en- cuentran sus corazas en los taludes del valle de Méjico, en los alrededores de la ciudad del mismo SINOPSIS DE 1910 75 nombre, y todavía más al Norte, en las capas su- perficiales de las llanuras de Tejas y Nuevo Méjico. El carpincho ("Hydroclioerus") del río Paraná lle- gó hasta la Florida, acompañado por el Clamido- terio, que es el más corpulento de los verdaderos ar- madillos que vivieron en nuestro suelo. Los gigan- tescos gravigrados extinguidos de la llanura bonae- rense, los Milodones y los Megaterios, avanzaron to- davía más lejos, encontrándose sus restos en Cali- fornia, Virginia, Georgia, Carolina y en todo el va- lle del Missisipí, mezclados con los representantes más caracterizados de la fauna norteamericana. Para complicar aún más este entrecruzamiento de faunas, muchos de los Mamíferos que del hemis- ferio oriental, pasando por el puente guayanosene- galense, habían llegado a fines del Mioceno a la región septentrional de América del Sur, prosiguie- ron desde allí su camino en dirección inversa, unos hacia el Norte (elefantes, rinocerontes, etc.), otros hacia el Sur ("Listriodón'*, ''Coassus", "Dinocy- iiops", etc.), y algunos como los caballos y los Mas- todontes, en ambas direcciones a la vez. Tratándose, geológicamente hablando, de una épo- ca muy cercana a nosotros, es natural que entre en detalles algo más minuciosos, prestando atención a depósitos que por su poca extensión y escaso es- pesor pasarían inadvertidos en el caso de formacio- nes más antiguas. Las divisiones y subdivisiones del período Plio- ceno en la Argentina, sólo tienen por ahora un va- lor real para la cuenca del Plata, que es la región mejor estudiada. El piso más inferior (Preensenadense) lo cons- tituyen margas verdosas, arcillas grises y areniscas cuarzosas de un espesor de 12 a 15 metros que de- bajo del municipio de Buenos Aires descansan so- bre las areniscas del piso Puelchense de la forma- 76 SINOPSIS DE 1910 ción Araucana, las cuales se encuentran a una pro- fundidad de 40 a 50 metros. No se conoce al des- cubierto en ninguna parte. De este piso ha sido extraído el cráneo del ya famoso *'Diprothomo". Del resto de la fauna no se conoce casi nada. Sigue a este piso el llamado Ensenadense o Pam- peano inferior, que, con un espesor de 15 a 20 me- tros, se encuentra al descubierto en el cauce del Kío de la Plata y en la base de las barrancas del río Paraná, en las provincias Buenos Aires y Santa Fe; en la base de las barrancas del Atlántico, que se extienden desde Mar del Plata hacia el Norte y desde Miramar hacia el Sur, hasta más allá de Necochea, y en la parte superior de la barranca de los Lobos, al Sud de Mar del Plata. En Buenos Aires las capas inferiores descienden de 10 a 12 metros debajo del nivel ordinario de las aguas del Río de la Plata y las superiores se elevan hasta 6 u 8 metros encima del mismo nivel. En su tercio inferior, a unos 4 metros debajo del nivel ordinario de las aguas del Río de la Plata, en Buenos Aires, a 7 metros en La Plata, presenta una capa marina de uno a tres metros de espesor, con conchas fósiles, llamada Interensenadense, que divide a este piso en dos secciones: el Ensenadense, basal, debajo de la capa marina, y el Ensenadense cuspidal, arriba; paleontológicamente se distinguen: el primero por la presencia del Paquirucos y el segundo por la ausencia del mismo género. Ambas secciones contienen numerosos restos de Tipoterio, carácter paleontológico que separa el piso Ensena- dense del que viene más arriba, llamado Bonaerense o Pampeano superior. El Interensenadense corres- ponde a un avance marino de corta duración, pero que parece penetró tierra adentro hasta una distan- cia relativamente considerable de la costa actual. Los estratos marinos interensenadenses pasan al des- SINOPSIS DE 1910 77 cubierto en las barrancas de Mar del Plata, donde suben hasta 20 metros sobre el nivel del mar y a trechos más o menos interrumpidos puede seguirse hacia el Sur hasta más allá de la boca del arroyo Cristiano muerto. Al norte de la boca del Quequén grande, en la llamada Loma negra, suben hasta una altura de 50 metros. Los terrenos de la parte de la llanura bonaerense que se extiende al Sur des- de la sierra del Tandil hasta Bahía Blanca y que forma con relación a la que se extiende hacia el Nor- te de la misma sierra, como una meseta, pertene- cen, en su casi totalidad, al horizonte Ensenadense. Hacia la mitad de la formación Pampeana se produce otro abajamiento de la llanura y un se- gundo avance del océano, que penetra mucho más adentro de sus límites actuales, formando espesos bancos de conchas marinas que ahora se encuen- tran a muchos metros de profundidad debajo de la arcilla roja, en La Plata, Quilmes, Magdalena, San Pedro, Belgrano y otros puntos. Tienen un espesor de dos a cinco metros y constituyen el piso Belgranense, que se encuentra inmediatamente so- brepuesto al Ensenadense, por término fhedio, a unos 8 metros sobre el nivel de las aguas del río de la Plata. Aunque este piso sea de escasa potencia, tiene gran importancia en la cuenca de dicho río, porque proporciona un punto de partida seguro para dis- tinguir el Pampeano inferior o Ensenadense del su- perior o Bonaerense. Después del Belgranense, el nivel del suelo vuel- ve a subir, retirándose otra vez el océano lejos de sus límites actuales. Estamos en la época de la deposición del Pampeano rojo superior, que es el que debajo de la tierra vegetal cubre toda la ex- tensión de la llanura con un manto de arcilla rojiza de un espesor de 15 a 20 metros y constituye el piso n horizonte Bonaerense. Es un limo algo más 78 SINOPSJS DE 1910 suelto que el del Pampeano inferior y que paleon- tológicamente se distingue por la ausencia completa de Tipotéridos. En esta época, bastante próxima de la nuestra, la llanura bonaerense, al Norte de la sierra de Tan- dil, tenía una configuración física y una extensión distintas de las de boy. Sus límites orientales se ex- tendían por sobre una extensa zona ocupada ahora por las aguas del océano, y en su superficie se des- parramaba en decenas de miles dé hilos separados el inmenso caudal de agua que por la depresión pa- ranense descendía de las elevadas comarcas del Nor- te a las llanuras porteñas, y que poco a poco de- positó el gran manto de arcilla rojiza que consti- tuye el Pampeano superior. Entonces no existían ni el río de la Plata ni el cauce actual del Paraná. La meseta sobre la cual está edificada la ciudad de Buenos Aires, que domina en unos 20 metros el nivel del Plata, avanzaba por sobre lo que ahora es el cauce del río hasta la Colonia, y se podía ir a pie enjuto desde Buenos Aires a Montevideo por sobre la misma línea que recorren las mensajerías fluviales. Donde ahora surcan las aguas los vapo- res, pastaban entonces pacíficamente los acorazados Cliptodones y los elefantes de muelas mamelonadas llamados Mastodontes. De los cauces de las innu- merables corrientes de agua que cruzan la llanura actual, no existía el menor vestigio. Sobre la costa del Atlántico, en baja marea, se ven depósitos la- custres con innumerables masas de conchillas de los géneros * ' Planorbis ", '*Ampullaria", etc., que de- muestran que allí, en el nivel hoy cubierto por las aguas saladas del Atlántico, había grandes lagos do agua dulce. Al fin de esa época grandes sacudimientos sís- micos modificaron notablemente el aspecto del te- rritorio. Se produjo una profunda hendedura de SINOPSIS DE 10.10 79 Sur a Norte, que, partiendo de la provincia Bue- nos Aires, penetró hasta el interior del continente sudamericano. Las capas marinas de la formación Entrerriana se levantaron desde las profundidades del suelo liasta el nivel que presentan sobre la mar- gen izquierda del Paraná, en la provincia Entre Ríos, y las aguas dulces, corriendo a la hendedura, formaron el bajo Paraná y su prolongación hacia el Norte, el río Paraguay. Siguiendo el eje de esta falla hizo sentir sus efectos el movimiento sísmico del 4 de Junio de 1889. El levantamiento del suelo se hizo sentir sobre toda la llanura de la provincia Buenos Aires, le- vantándose la sierra de Tandil y la llanura adya- cente unos 150 metros sobre el nivel anterior. Estos movimientos no fueron ajenos a los de los Andes, pues coincidieron con una intensa actividad vol- cánica, durante la cual las cenizas de los volcanes de la cordillera llegaron hasta la costa bonaerense del Atlántico. Se han encontrado acumulaciones de ceniza volcánica en el subsuelo de Buenos Aires; y en Olivera, a sólo 80 kilómetros de la ciudad, hay capas que pueden seguirse a lo largo de las barrancas del río Lujan, en una extensión de más de un kilómetro, y depósitos estratificados de piedra pómez pulverizada de más de un metro de espesor. Este movimiento ascensional se extendió hasta el más lejano Sur, y los depósitos marinos d^l mioceno su- perior de sierra Laziar, monte Espejo, etc., se levan- taron unos 200 metros, 150 metros más arriba del nivel del mar. Desde entonces las aguas del océa- no, carcomiendo la costa y empujándola cada vez más hacia el Oeste, han formado la prolongada lí- nea de acantilados, que, como murallón inmenso, se prolonga casi sin interrupciones desde la boca del río Negro hasta cabo Vírgenes, para reaparecer del 8o SINOPSIS DE 1910 otro lado del estrecho a lo largo de la costa oriental de Tierra del Fuego. Con el encauzamiento de las aguas en la hen- dedura del Paraná cesó la acumulación del limo rojo de la formación Pampeana, y siguió una larga épo- ca (hiato Postbonaerense) durante la cual la llanu- ra quedó sometida a un largo y lento proceso de de- nudación, que desniveló su superficie, excavando to- dos los valles y hondonadas por donde corren las aguas actuales. Es la época de la formación de la red hidrográfica existente en la región que se ex- tiende desde la sierra de Tandil hasta las márge- nes del Plata y del Paraná. CAPITULO y Era Antropozoica Con relación a las precedentes, es de duración efímera. Su importancia resulta únicamente de la supremacía que desde entonces adquiere el Hombre sobre el resto del mundo animal. Empieza con la dispersión de **Homo sapiens" y ''Homo ater'', por sobre la totalidad de la superficie habitable de la Tierra y se divide en dos períodos: el Cuater- nario y el reciente en que vivimos. I. Cuaternario. El principio del período Cuaternario se inicia con un descenso dontinental que parece se extendió de Sur a Norte, desde Magallanes basta el mar de las Antillas; se interrumpen nuevamente las co- municaciones entre ambas Américas, volviéndose a sumergir la tierra que por largo tiempo las unie- ra. Vemos entonces, durante los tiempos cuaterna- rios, a Norte América invadida por nuevas formas; reemplazan a los Mastodontes gigantescos elefantes acompañados por varias otras formas del antiguo continente. Vemos al **Elephas colombi'', los bison- tes, los *'Equus tau*' y **conversidens'', descender por los valles de Méjico y avanzar hacia el Sur has- ta el istmo de Panamá; pero lo encontraron inte- rrumpido y no pudieron pisar el suelo de Sud Amé- rica. Doctrinas de Ameghino. 6. 82 SINOPSIS DE 1910 En el territorio argentino cesa el proceso de de- nudación correspondiente a la época del hiato Post- bonaerense y empieza un descenso del suelo que avanza gradualmente. Como consecuencia del des- censo, las corrientes de agua, poco a poco interrum- pen su curso, transformándose en lagunas, cañadas y cañadones, en cuyo fondo se depositan los sedi- mentos verdosos amarillentos, conocidos con el nom- bre de Pampeano lacustre ; estos terrenos constituyen el horizonte o piso Lujanense, el cual, aunque de época Cuaternaria, por su aspecto y por su fauna, constituye el piso más reciente de la formación Pampeana. La tercera transgresión oceánica pampeana (trans- gresión Lujanense), resultante de este abaja- miento, depositó en las costas y en la parte infe- rior del curso de los ríos bancos marinos aun po- co, conocidos, pues muy raramente pasan al descu- bierto. Estos depósitos se distinguen con seguridad por la presencia de millones de cascaritas de un pe- queñísimo molusco extinguido (' ' Littorinida Ame- ghinoi"), que falta absolutamente en las formacio- nes lacustres sobrepuestas más modernas. Además, los restos de Mastodontes, Macroquenias, Toxodon- tes, Milodones, Escelidoterios, Megaterios, Cliptodo- nes, Eanoctus, etc., se encuentran por millares en estos terrenos, donde perecieron empantanados: fue- ron su última tumba. Con la desaparición repentina y casi completa de esa maravillosa fauna, coincide un descenso no- table de temperatura. La región más occidental del territorio argentino, especialmente en Patagonia, es cruzada de Oeste a Este por ventisqueros, que ba- jando de los Andes, acumularon al pie de éstos in- mensas masas de detritus, que las aguas, en su curso hacia el océano, desparramaron luego por sobre to- S1ÍÍ0Í»SIS DE 1910 S3 do el territorio, cubriéndolo de un espeso manto de cascajo y cantos rodados, fijados por arena como im macadam sobrepuesto a los rodados patagónicos de la formación Tehuelche del Mioceno y del Plio- ceno. Más al Sur, en el extremo austral de Pata- gonia, la Tierra del Fuego se separa del continente sumergiéndose en su mayor parte en el Atlántico, y el mar, sembrado de témpanos de hielo, cargados de Umo, cascajo y cantos angulosos, avanza sobre el continente cubriéndolo con un espeso manto do ^'drift'^ glacial, que se extiende hacia el Norte hasta cerca del río Gallegos. A este estado de cosas, en el tercio superior del período cuaternario, le sucede un nuevo ]evanta- miento del suelo; entramos en un nuevo hiato y en un nuevo período de denudación, aunque no tan intensa y prolongada, como la que siguió al ho- rizonte Bonaerense. Las aguas estancadas en las lagunas formadas en el fondo de las hondonadas y valles de los an- tiguos ríos emprendieron nuevamente su antiguo curso interrumpido, llevándose una parte de los se- dimentos lacustres pampeanos del piso Lujanense, antes por ellas mismas depositados. A este período de denudación sucede un abajamiento más consi- derable; los ríos y arroyos vuelven a interrumpir su curso, formándose a lo largo de sus cauces nue- vas cadenas de lagunas, en cuyo fondo se deposi- tan nuevos sedimentos lacustres sobrepuestos a los del piso Lujanense y conteniendo una fauna ya muy parecida a la actual, pero persisten todavía algu- nos géneros pampeanos como **Mylodon" y *'Doe- dicurus", acompañados de algunas especies extin- guidas de armadillos, carniceros, ciervos y guanacos. Los depósitos lacustres de esta época constituyen lo que se ha dado en llamar piso Piálense. Mientras esto sucedía tierra adentro ; el Océano 84 SINOPSIS DÉ Í910 emprendía una nueva transgresión, avanzando mu- chas leguas al interior para formar el vasto depó- sito de arenas verdosas y amarillentas que bajo la forma de una ancha faja se extiende paralelamente a la costa actual, por el Norte, desde Belgrano hasta San Pedro, y por el Sur desde el Kiachuelo, a lo lar- go de la antigua barranca, por Quilmes, La Plata y la Magdalena, hasta más allá de Mar Chiquita. Es- tos terrenos, que alcanzan en algunos puntos hasta 10 y más metros de espesor, aunque sincrónicos con los del piso Platense, han sido separados con el nombre de piso Querandino y contienen enormes acu- mulaciones de conchilla que desde hace años es ex- plotada en grande escala. Durante la transgresión oceánica querandina, el estuario del Plata era más ancho y estaba completamente ocupado por las aguas marinas, que formando una profunda bahía pene- traban en el ancho valle del Kiachuelo 20 kilóme- tros tierra adentro, aislando por el Sur la meseta donde más tarde se levantaría la ciudad Buenos Ai- res, que avanzaba lentonces sobre el mar en forma de una prolongada península, cuyas dos puntas más salientes eran la barranca frente a la estación Re- tiro por el Norte, y la loma del parque Lezama, por el Sur. Un nuevo levantamiento del suelo desalojó a las aguas marinas en una ancha faja de la costa, dejando en seco los sedimentos de la transgresión Querandina, con cuyo surgimiento del fondo del mar se cierran los tiempos cuaternarios y empiezan los de la época reciente. II. Reciente. Entramos en los primeros tiempos de la época actual; el océano ocupa todavía el estuario del Pla- ta hasta más arriba de San Nicolás, pero prosigue SINOPSIS DE 1910 85 lentamente el levantamiento del suelo y el océano continúa en retirada. Las corrientes de aguas es- tancadas vuelven a emprender su curso interrumpi- do, cavando sus cauces actuales a través de las antiguas formaciones lacustrinas del Lujanense y del Platense. Las aguas dulces del Paraná y del Uruguay desalojan paulatinamente las aguas sala- das, ocupando el ancho estuario, que las aguas del Paraná llenaron en su parte superior con los sedi- mentos que forman el Delta, de una potencia de 10 a 20 metros. Se rellena gradualmente de barro y arena el vasto valle del río de la Matanza (Riachuelo). En los terrenos bajos de la costa atlántica, como los de la bahía Samborombón, se forman los cangreja- les, depósitos barrosos que en la bahía de San Blas penetran 100 kilómetros hacia el interior y descien- den a más de 40 metros de profundidad. En el interior, en los valles y al pie de las regiones mon- tañosas, las aguas dulces acumulan depósitos de ro- dados y cascajo, que tienen cientos de metros do espesor, mientras que en la costa las olas del océano arrojan a la playa los materiales arenosos que bajo la acción de los vientos se acumulan, sobreponién- dose unos a otros, hasta formar la inmensa cadena de médanos del litoral bonaerense, de 2 a 8 kiló- metros de ancho y hasta de 30 metros de altura, modelándose así, poco a poco, la configuración su- perficial actual del territorio argentino. En una época sumamente reciente, cuando la llanura argentina ya había adquirido su relieve y toda su fisonomía actual, tuvo lugar un último aba- jamiento del suelo, aunque de poca intensidad, acom- pañado de la transgresión marina correspondiente, seguido muy pronto por otro movimiento ascensio- nal equivalente. Purante este último abajamiento (transgresión 86 SINOPSIS DE 1910 Aimarense), las aguas del océano penetraron en los cauces de los ríos actuales, en algunos casos, como el del río Salado de la provincia Buenos Aires, has- ta 200 kilómetros tierra adentro, depositando en el fondo de los cauces depósitos de barro marino y formando a lo largo de la costa, en las antiguas pla- yas sumergidas, depósitos de conchas marinas, que aparecen hoy a lo largo de las márgenes del Plata y del Atlántico, en forma de montículos alarga- dos, cubiertos por talares que se conocen con el nom- bre de albardones. Eecientemente causó una verda- dera sorpresa sab r que durante esta última trans- gresión marina d. época tan moderna, todavía vi- vían algunos de los más gigantescos Desdentados y Carniceros de las épocas pasadas ; del barro marino azulado del fondo del cauce del Salado se han ex- traído restos de animales extinguidos, y entre otros: huesos de una gigantesca especie de ''Doedicurus" en estado casi absolutamente fresco, y del barro flu- vial del fondo del cauce del arroyo Tapalqué se han exhumado huesos de ''Smilodon" que parecen macerados ayer. La última regresión marina de importancia que puso fin a los tiempos cuaternarios y dejó en seco los grandes bancos costaneros de conchas marinas de la transgresión querandina, hizo sentir sus efec- tos sobre toda la costa sudamericana del Atlántico. Ese avance continental sobre el océano volvió a unir a ambas Américas, cuando ya en la del Norte ha- bían desaparecido el ^'Elephas colombi" y los otros grandes Mamíferos que lo habían acompañado en su emigración hacia el Sur. El puente reaparecido bajo la forma de una tie- rra angosta y tortuosamente larga, sirve desde en- tonces de camino a los pueblos prehistóricos de nues- tro hemisferio, que, sucesivamente y entrecruzándo- le, se dirigieron de Norte a Sur y de Sur a Norte? SINOPSIS DE 1910 87 sembrando el camino de ruinas, donde la mezcla de cien pueblos desorienta hoy a los más hábiles investigadores del pasado prehistórico del Nuevo Mundo. Y ese mismo puente, por la naturaleza tan- tas veces roto y destrozado, emergido y sumergido, es hoy destruido por el hombre con ayuda de la más complicada maquinaria inventada por el inge- nio humano, que, sin que de ello deba resentirse nuestro orgullo, debemos reconocer tuvo por primi- tivo punto de partida los fogones y los toscos peder- nales que nuestros lejanos ascendientes dejaron se- pultados en las capas miocenas y pliocenas de Mon- te Hermoso, Chapalmalal, Mar del Plata y Neco- chea. III. El Eomlre. El Hombre forma parte del orden de los Pri- matos, que aparecen en el período Cretáceo conjun- tamente con los primeros Ungulados. Estos Pri- matos primitivos tienen ya numerosos representan- tes en el horizonte Notostilopense ; tales son los No- topitecos C^Notopithecus"), los Adpitecos ('^Adpi- thecus"), **Henricosbornia" y una cantidad de ani- males parecidos que se acercan, por un lado a los Hiracoidios más primitivos ya los primeros Ti- poterios, y por el otro a los Lemúridos primitivos del Eoceno de Norte América y de Europa, como f Hyopsodus*', * * Notharctus ", "Adapis" y varios otros. En la base del Terciario, en la formación Pa- tagónica, hay restos de verdaderos Simios (**Ho- munculitos'', ''Pitheculites"). El * * Homunculites " parece ser el tronco de donde descienden los mo- nos del viejo mundo, con excepción de los Antro- pomorfos. El ''Pithoculito^'V rln tamaño diminutísimo, evo- 88 SINOPSIS DE 1910 lucionando en Patagonia, su patria, dio origen a los Homunculidios del Eoceno superior (''Homuncu- lus", "Antliropops", ^'Pitheculus") de muy varia- das formas, todos muy pequeños, pero de un as- pecto sumamente elevado. La cabeza del Homúnculo parece la semblanza de un cráneo humano en mi- niatura y la del Antropops debía ser de un pare- cido mucho mayor todavía. Hasta es probable que algunos representantes de este grupo fueran ya in- dustriosos y conocieran el fuego.- Dan fundamento a esta coreencia el hallazgo, en los estratos subaéreos de la formación Santacruceña, de pequeños man- chones aislados de tierra cocida, de color ladrillo, quemada aparentemente ''in situ" y la presencia en los mismos estratos de huesos con incisiones regu- lares trazadas al parecer con puntas de piedra su- mam^ente pequeñas, manejadas por diminutísimas manos. En Norte América no se conocen monos fósi- les en ninguna de las formaciones terciarias de ese continente, y los pocos que actualmente viven en Méjico y Centro América son tipos sudamericanos que han penetrado en esos países en época muy re- ciente. En Europa y Asia los monos aparecen recién en el Mioceno, representados por variados tipos que no tienen predecesores en las formaciones más anti- guas de las mismas regiones. ¿De dónde llegaron? Es evidente que de Sud América, de la cual eran ya vetustos pobladores, pasando por sobre el mismo camino que recorrieron los Subúrsidos, los Arctote- rios, el Anfición, el Hienodon, los Listriodontes, los Roedores histricomorfos, etc. De todos los Monos conocidos, los Homunculi- dios son los que reúnen mayor número de carac- teres comunes con el Hombre y los que más se apro- ximan al tronco primitivo de donde se separaron los SINOPSIS DE 1910 89 Monos americanos o Patirrinos, los Antropomorfos y los Hominidios. Estos caracteres de los Homunculidios dieron origen a una sospecha. ¿No habrá tenido el Hombre su origen en Sud América . . . quizá en nuestra Pampa ? Los últimos descubrimientos transforman la sos- pecha en realidad. En los antiquísimos yacimientos oligocenos de la formación Entrerriana del Paraná se han reco- gido huesos y dientes tallados, algunos por manos poderosas, que hacen sospechar, al lado de precur- sores humanos de pequeña talla, la existencia de otros corpulentos como Gorilas, de los que también es probable se conozcan fragmentos óseos. De la mitad inferior de la formación Araucana se han recogido restos de fogones, que luego abun- dan en la parte superior, particularmente en los horizontes de Monte Hermoso y Chapalmalal, junta- mente con huesos tallados, partidos, quemados, etcé- tera, objetos que, cada vez más perfectos y cada vez con mayor abundancia, se presentan en todos los horizontes sucesivos hasta la época actual. Dos piezas óseas recogidas en Monte Hermoso ; un fémur y un atlas, indican la presencia de un Hominidio precursor del Hombre, de talla muy pe- queña, quizá no mayor de un metro, que por al- gunos caracteres aproxímase a los Antropomorfos, al cual he dado el nombre de ''Tetraprothomo argenti- nus'\ Es, sin duda, el antecesor del ''Diprothomo platensis'*, encontrado en las capas más profundas de la formación Pampeana en la misma ciudad Bue- nos Aires, Hominidio de cráneo pequeño, muy alar- gado, sumamente bajo tanto en la región frontal como en la parietal, de rostro muy prognato, na- riz dirigida directamente adelante y cuya raíz coin- cidía con el borde superior de las órbitas, glabela 90 SINOPSIS DE 1910 dirigida hacia adelante sin inversión hacia atrás en su parte inferior, y una talla que seguramente no pasaba de lm.30... un verdadero Hombre-mono. En las capas que vienen encima del Pampeano medio (Interensenadense y Ensenadense cuspidal), el ''Diprothomo", se ha transformado en el ''Homo pampaeus", del que se conocen muchos vestigios, y, entre otros, cráneos casi enteros. Es de talla un po- co mayor y de cerebro algo más voluminoso, debido al cráneo que se ha levantado considerablemente en la región parietal, mientras que la frente continúa extremadamente baja. Es asimismo sumamente lar- go (índice cefálico alrededor de 60) y muy angosto, con los costados casi paralelos, la glabela sin inver- sión hacia atrás en su parte inferior, cara de ta- maño enorme en relación a la frente, órbitas muy grandes y de mayor altura que anchura, visera bien desarrollada, pero sin bureletes superorbitarios, ros- tro muy prognato, mandíbula maciza y con mentón bien pronunciado, talla alrededor de lm.50. Por to- dos estos caracteres, parece corresponder a un gé- nero ("Prothomo'^) de una conformación interme- dia entre el "Diprothomo" de las capas más anti- guas y el "Homo" de la época Cuaternaria y de los tiempos recientes. La industria lítica del "Ho- mo pampaeus", consistente en guijarros rodados de forma alargada tallados en una de sus extremida- des, es de aspecto todavía más primitiva que la de los eolitos de Europa. De la misma época, o quizá algo más reciente, es el "Homo sinemento", el cual, conservando al- gunos caracteres muy primitivos, por otros había so- brepasado en su evolución al "Homo sapiens '\ Sus representantes eran pigmeos (lm.40) de rostro muy prognato, con mandíbulas sin mentón como el "Ho- mo primigenius ' ', pero con dentadura ortognata mu;^ SINOPSIS DE 1910 9 I regular y sin la última muela. Es una especie que ha desaparecido sin dejar descendientes. En el Pampeano superior, en las capas más re- cientes del horizonte Bonaerense, encontramos el ''Homo caputinclinatus", de talla igualmente pe- queña (lm.40 a lm.50) y diez y ocho vértebras dor- solumbares, de frente apenas un poco menos depri- mida que en "Homo pampaeus", pero sin visera, cráneo sumamente largo y angosto (índice cefálico alrededor de 68), región parietal muy alta, glabela fuertemente invertida hacia abajo, pero no hacia atrás, nasales muy anchos y sin depresión trans- versal en la raíz, órbitas extraordinariamente super- ficiales y de consiguiente rostro muy prolongado ha- cia adelante ; por último, el agujero occipital está colocado en la parte posterior del cráneo más atrás que en muchos monos, lo que le daba a la cabeza una posición fuertememte inclinada hacia abajo. En las capas más recientes de la formación Pam- peana (piso Lujanense) y las Postpampeanas más antiguas a la época Cuaternaria, los descendientes de dos de las especies anteriores aparecen ya muy diversificados, pero con todos los caracteres del gé- nero "Homo". El cráneo es más voluminoso, más corto y más ancho ; la frente es más o menos abo- vedada; la gabela vuelta hacia abajo aparece in- vertida hacia atrás en su parte inferior; las órbitas son normales, es decir, profundas y más anchas que altas y el rostro es más corto, más humano. Una rama se entró por el camino de la bestia- lización, aumentando la talla y desarrollando inser- ciones musculares que denotan una fuerza brutal. El cráneo, conservando en parte su forma alargada, se hace sumamente espeso y macizo, con fuertes cres- tas que anticipan las sinostosis de las suturas, se desarrollan gruesos arcos superciliares, las órbitas 92 SINOPSIS DE 1910 mucilio más anchas que altas adquioren una forma rectangular y el rostro se vuelve más prognato, con mandíbulas macizas de una fuerza enorme. Los úl- timos representantes de esta raza fueron a extin- guirse en época reciente en los arenales del valle del bajo río Negro y de la región litoral del terri- torio del Chubut. En el Cuaternario de Santiago del Estero apa- recen los restos de una raza (raza de Ovejero), que se aisló quizá en una época anterior, pues es muy pequeña, de sólo lm,30 de alto, con mandíbula de mentón fuerte y cráneo corto, ancho y liso, pre- sentando un lejano parecido con el tipo negrito de A.sia y África. Otros restos de las capas de conchas marinas del Aimarense de la costa del río de la Plata se caracterizan por una mandíbula de mentón fuyente y dentadura anterior oblicua, con la parte interna superior de la región sinfisaria detrás de los in- cisivos, excavada y dirigida oblicuamente hacia ade- lante y hacia arriba como en el tipO' de Homo pri- migenius. La mayor parte de los vestigios humanos del cuaternario superior (piso Lujanense) pertenecen a la raza designada con el nombre de ''Lagoa Santa", de talla más bien baja que alta, cráneo volumino- so todavía un poco alargado y frente elevada y re- gularmente arqueada. Parece ser la que ha dado origen a la mayor parte de la población indígena de América en las épocas más recientes. Veamos ahora cómo, partiendo de Sud América, pobló el Hombre los demás continentes. Que los hombres que habitan las otras regiones de la tierra tienen un origen común con los de Sud América es un hecho indiscutible; pero mientras los Hominidios aparecen aquí como de una época geológica remotísima, en los otros continentes mu SINOPSIS DE 1910 93 de edad inucliísimo más reciente. Del Viejo mando no se conocen hasta ahora sino del Cuaternario, y los más antiguos, como *'Pseudhomo heidelbergen- sis" y ''Pithecanthropus erectus'', no parecen re- montar más allá del Cuaternario inferior. Esto nos conduce a considerar a Sud América como la cuna del género humano, concordando con lo que nos en- señan la Paleontología y la Filogenia, que nos de- muestran con razones perentorias que tanto el Viejo mundo como Australia y Norte América deben ser eliminadas de las regiones en las cuales los Ho- minidios pueden haber tenido su primer origen. La línea de los *'Hominidae" a^parece como una continuación de la de los ' ' Homunculidae ", que hu- biera prolongado su existencia en este continente liasta la época actual. La rama que dio origen a los Antropomorfos tiene que haberse desprendido de esta línea antes de la aparición del * ' Tetraprothomo ' \ Fueron éstos los primeros Hominidios que pasaron al Viejo mundo al fin de los tiempos eocenos o al principio del Oligo- ceno por sobre los últimos vestigios del Arquelenis, como lo prueba el recientísimo descubrimiento, ya antes por mí pronosticado, de restos de pequeños Antropomorfos en el Oligoceno del África septentrio- nal; una vez allá, se bestializaron adaptándose a la vida arborícola, dando así origen a los Antropoi- dios fósiles y actuales de Europa, Asia y África. De los descendientes de esos Hominidios primitivos, los que han conservado mayor número de los carac- teres de la familia son el ''Pseudhomo heidelber- gensis'^ del Cuaternario inferior de Heidelberg, en Alemania, y el * * Pithecanthropus erectus" del Cua- ternario inferior de Java. En el Viejo mundo, aparece el Hombre como formando dos grandes grupos de caracteres muy distintos, uno austral y otro septentrional. El pri- 94 SINOPSIS BE 1910 mero, que ha recibido el nombre de ''Homo ater*^ lo constituyen en primer término las razas enanas de los akas, bosquimanos, hotentotes, negritos, etc., distribuidos en la zona tropical de África y Asia, y aliados de todas las demás razas negras, negroi- des y australoides, que se extienden por las mismas regiones hasta Australia, no pasando al Norte de la zona tórrida sino por muy rara excepción. Es evi- dente que ese conjunto de razas y variedades cons- tituyen un grupo muy inferior al de las razas cáu- caso-mongolas, que habitan más al Norte, en la zona templada; estas últimas constituyen el ''Homo sa- piens'', esto es: el segundo grupo o septentrional. El "Homo ater", ese agrupamiento inferior que no tiene ni tuvo representantes en Europa, ni en la región de la zona templada de Asia, ni tampoco en América del Norte, se encuentra en el mismo caso que los Antropomorfos. Por sus caracteres tiene que haberse desprendido de la línea principal des- pués del "Diprothomo", y fué desde Sud América hasta las regiones que habita, pasando por encima de los últimos vestigios del antiguo puente guaya- nosenegalense, probablemente a principios de la épo- ca Pliocena. El camino seguido por las razas cáucaso-mongo- las de Europa y de la zona templada de Asia, fué completamente distinto. Esto se prueba por el he- cho de que los mongoles son extraños al continente africano de una manera absoluta, y los caucásicos no avanzaron más al Sur de la cuenca mediterrá- nea. Por consiguiente, los cáucaso-mongoles siguie- ron necesariamente otro camino en su dispersión. Salta inmediatamente a la vista que el conjunto cáucaso-mongol presenta mucho mayor parecido con el grupo americano que no con el negro-negroide. Por muchos de sus caracteres los mongoles apare- cen como tipos intermedios entre los caucásicos y los SINOPSIS DE 1910 95 americanos. Por otra parte, el grupo americano se extiende sin interrupción de Norte a Sur, casi desde uno hasta otro polo. Constituido en Sud América por la evolución del ''Homo pampaeus", pasó des- pués a Norte América, que también tiene su Hom- bre cuaternario. Norte América recibió de América del Sur sus primeros hombres con la emigración de la fauna mas- tológica sudamericana, que allá en la época Plio ce- na, pasando por sobre el puente de Panamá, que acababa de surgir, invadió aquel continente, po- blándolo con Mamíferos extraños, allí antes descono- cidos. Los colosos de la pampa argentina, los Me- gaterios, los Milodones, los Toxodontes y los pesadí- simos Gliptodones, acompañaron en su éxodo a los descendientes del "Homo pampaeus", el Hombre americano, yendo a dejar sus últimos restos óseos en los valles de Méjico y en las llanuras de Esta- dos Unidos, donde desaparecen para siempre de la superficie de la Tierra. El Hombre sobrevivió a sus acompañantes y continuando su interminable pere- grinación, dividióse en dos ramas, que tomaron ca- minos opuestos. Una tomó rumbo al Norte y al Oes- te, invadiendo el continente asiático, siguiendo allí su evolución hasta constituir la raza mongólica. La otra tomó rumbo al Nordeste y al Oriente, y pa- sando por sobre el puente que al fin del Plioceno y al principio de la época Cuaternaria unía a Euro- pa con Canadá, transformada en el tipo de Ga- lley-Hill, invadió Europa occidental, en donde un grupo se aisló, evolucionando independientemente en el camino de la bestialización hasta constituir el "Ho- mo primigenius*^ el Hombre de Neanderthal, de Spy y de la Chapelle-aux-Saints, que es una especie ex- tinguida, cuyos tíltimos representantes sucumbieron en los abrigos de Krapina. Los demás ocuparon gra- dualmente toda Europa, y evolucionando en la vía 96 SINOPSIS DE 1910 de la humanización, se transformaron gradualmente en el Hombre caucásico, la raza blanca, que es la más perfecta y a la que le está reservado el dominio completo de nuestro Globo. Van para veinte años, cuando recién se inicia- ban en nuestro suelo los grandes descubrimientos paleontológicos, en un estudio sobre las vías pro- bables de la evolución y diversificación de los Ma- míferos, tuve una visión profética. Kefiriéndome en- tonces a los Primates más antiguos y más primiti- vos, dije: ''Encontraron ellos su mayor seguridad entre las selvas, subiéndose a los árboles y recorriendo grandes distancias, pasando de rama en rama, ejer- cicio que les exigía el empleo tanto de los miem- bros anteriores como de los posteriores, hasta que se convirtieron en arborícelas perfectos; los cuatro miembros que antes servían a la locomoción terres- tre se encontraron transformados en cuatro manos, esto es, en cuatro órganos de prehensión, destinados a la locomoción arbórea, por lo cual fueron desig- nados con el nombre de cuadrumanos; son los Mo- nos. ''Pero otros Planungulados, por causas que no es ahora del caso averiguar, viéronse confinados en comarcas llanas y desprovistas de árboles, icomo nues- tras pampas; carecían allí de puntos de refugio y tenían que confiárselo todo a la vista y a la astucia. En la llanura, una de las condiciones esenciales pa- ra la seguridad individual es poder divisar al ene- migo desde lejos. Para observar a mayor distancia necesitaban apoyarse sobre sus miembros posteriores, que eran plantígrados, irguiéndose sobre ellos lo po- sible para luego tender la vista y escudriñar el ho- rizonte. En este ejercicio los miembros posteriores adaptábanse cada vez más a la sustentación y a la marcha, y los anteriores a la prehensión, transfor- BiNorsis DE 1910 97 mandóse, con la sucesión del tiempo, la posición ho- rizontal en vertical. La vista dirigida horizontal- mente hacia adelante, dominaba el espacio máximo que le permitía abarcar su mayor elevación. El crá- neo, a su vez, en lugar de estar más o menos sus- pendido como se encuentra en la posición horizontal, descansando desde entonces sobre una base vertical, permitióle un mayor ahorro de fuerza, acompañado de un mayor desarrollo cerebral y un aumento en la intensidad intelectual o pensante en detrimento del instinto bruto heredado de sus antepasados. Ese fué el antecesor del Hombre. ^'Convertidos los miembros posteriores en órga- nos exclusivos de locomoción y los anteriores en ór- ganos de prehensión, al precursor del hombre ya no le fué posible recoger en el suelo el alimento con la boca; tuvo que alzarlo, llevándolo a ella por m-e- dio de las manos, ejercicio que desarrolló en él la facultad de' observación, enseñándole que poseía ins- trumentos admirables que obedecían a su voluntad. Empuñó un día, por acaso, una rama, y al moverla comprendió que poseía un arma ofensiva y defensi- va. Otro día arrojó a cierta distancia un objeto que tenía entre las manos — una piedra — y descubrió el arma ofensiva por excelencia : el proyectil arrojadizo de nuestra época, el arma más mortífera. Maquinal- mente golpeó otra vez un guijarro contra otro, par- tiéndolo en fragmentos angulosos y cortantes, acaso lastimándose esas manos en evolución, aprendiendo en carne propia que esas lajas de piedra eran más duras y cortantes que los dientes. Quedaba descu- bierto el cuchillo, aunque fuera de piedra, el pri- mer instrumento, el más primitivo y el más útil. **Esas toscas lajas de pedernal llamadas cuchi- llos de piedra, fueron para nuestro precursor infi- nitamente más preciosas que no lo son para nos- otros los instrumentos de metal más perfectos y com- Doctrínas de Ameghino 7. 98 SIIs'OPSlS DE 1910 pilcados. Mellado el filo de esos primeros y toscos instrumentos a causa del desgaste producido por el uso, quiso luego reemplazarlos repitiendo intencio- nalmente la misma operación con el pí"opósito de ob- tener objetos parecidos. Escogió dos piedras que le parecieron adecuadas, golpeólas fuertemente la una contra otra, entreabrióse una de ellas y salió un cuchillo . . . pero del choque también saltó de la otra una chispa iluminándole el semblante. Había descubierto el fuego, y con esa chispa inextinguible prolongada a través de las edades y transformada en resplandeciente antorcha, alumbra a la huma- nidad en su camino con rayos luminosos cada vez más intensos!" Paleontología Argentina ^^^ Relaciones filogenéticas y geográficas (Obra CXXIII de la edición oficial completa) I. Los estudios paleontológicos en la Argentina. — II. Antigüedad de nuestro territorio. — III. L»as for- maciones sedimentarias. — IV. Los Peces. — V. Los Reptiles. — VI. Las Aves. — VII Los Monotremos. — VIII. Loa Cetáceos. — IX Los Desdentados con coraza. — X. Los Desdentados sin coraza. — XI. Dis- persión de los Desdentados. — XII. El grupo de los Sarcoboros. — XTII. Los Roedores. — XIV. Los Quiróp- teros.— XV. Los Sirenios.— XVI. Los Ungulados. — XVII. Los Primates. (1) Conferencias dadas en Buenos Aires (1904) en el curso especial para profesores de ciencias naturales de los institu- tos de enseñanza normal y secundaria de la República Ar- gentina, En la distribución de materias de este curso de ciencias naturales, me lia tocado daros un par de conferencias sobre Paleontología, que es la ciencia que trata de la vida de las épocas pasadas, de los seres que fueron y ya no son, pero que, transforma- dos en pétrea materia inerte, nos han dejado sus efigies para que nos sirvan de enseñanza y de guía en la reconstrucción del pasado físico y biológico de nuestro Globo. Mas, ¿qué idea podría daros acerca de una cien- cia tan vasta en unas pocas horas? O una enumera- ción de nombres absolutamente estéril, puesto que de ella no os quedaría ni el confuso recuerdo ; o las generalidades que ninguno de vosotros ignora y que encuéntranse en numerosos textos que os son fami- liares. Supongo que este curso, hasta cierto punto im- provisado, se continuará en los años venideros; el de este año sería entonces como un ensayo que ser- virá de base y de enseñanza para organizar los ve- nideros en forma más adecuada y provechosa. Debe ser así (y en esto creo interpretar la men- talidad del ilustrado Ministro de Instrucción Públi- ca), estas conferencias deben versar sobre temas con- cretos, que, variados anualmente y tratados en una forma sintética, permitan poneros al día con los úl- timos progresos de la ciencia. He escogido como tema para las conferencias de este año,' la Paleontología Argentina en sí misma y en sus relaciones filogenéticas y geográficas con la de los otros continentes. Asimismo, queda tema i02 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA tan vasto que para que os sea de algún provecho me es necesario limitarme aún más: os hablaré de los vertebrados extinguidos, y especialmente de los mamíferos. Los estudios paleontológicos en la Argentina Hace más de un siglo que esta región de Améri- ca y especialmente la llanura bonaerense, es cono- cida como una de las más ricas en restos de mamí- feros fósiles. De I)s alrededores de Lujan se exhu- mó, a fines del penúltimo siglo, el primer esqueleto de Megaterio que se llevó a Madrid y fué la ad- miración de los enciclopedistas o sabios de esa épo- ca. El rey Carlos III creyón que fuese el esqueleto de un ejemplar de la fauna actual de éste que a la sazón era su dominio, y expedió una orden al virrey de Buenos Aires para que mandara a Es- paña un Megaterio vivo, añadiendo que, si por lo muy uraño que tal monstruo debía ser, no era po- sible cazarlo vivo, se lo enviasen empajado. Desde entonces, pero sobre todo a partir de me- diados del siglo pasado, fuéronse encontrando restos de nuevos mamíferos fósiles, unos que, como el Milo- donte y el Escelidoterio^ se parecían al Megaterio, mientras que otros, como el Gliptodonte, el Panoctus y el Dedicurus, parecían mulitas o armadillos de tamaño gigantesco. Todos estos seres extinguidos, extraordinarios por su forma y su tamaño, procedían de las capas más superficiales del terreno de la Pampa. Las fau- nas más antiguas que habían precedido a esos colo- sos eran completamente d'esconocidos. Los grandes descubrimientos paleontológicos que PALEONTOLOGÍA ARGENTINA IO3 se lian lieclio en la Kepública y que han dado un completo vuelco a la Paleontología, cuando menos por lo que se refiere a los vertebrados superiores, datan apenas de tres lustros. Veinte años ha el número de mamíferos fósiles de nuestro territorio llegaba apenas a un medio cien^ to. Hoy conocemos aproximadamente unas mil qui- nientas especies de mamíferos fósiles procedentes de nuestro suelo. Las pocas decenas conocidas del pe- ríodo anterior fueron descubiertas y descriptas por naturalistas extranjeros, entre los cuales descuellan los nombres de Owen y de Darwin; pero puedo anunciaros un hecho altamente honroso para nues- tro país: la casi totalidad de las especies de mamí- feros extinguidos de nuestro suelo que, en las úl- timas dos décadas han tomado carta de ciudada- nía en la patria siempre fraternal de la ciencia, han sido descubiertos, catalogados y descriptos por ex- ploradoras y naturalistas argentinos. II Antigüedad de nuestro territorio líJn el catálogo de los mamíferos fósiles que se conocen del mundo entero, aproximadamente una tercera parte corresponden al territorio argentino. Esta proporción no está ciertamente en relación con la extensión de nuestro suelo comparada con el resto de la tierra, pero voy a daros la explicación del hecho. El territorio argentino, en su parte más medi- terránea, que constituye por así decirlo el esque- leto del macizo del Noroeste, así como algunas de las sierras aisladas de la llanura, es un suelo emer- gido desde las más remotas épocas geológicas; exis- I04 PALEONTOLOGÍA ABGENTINA tía en la época Azoica, con anterioridad a la época Paleozoica, es decir, antes de la aparición de la vida sobre la tierra. En esas primeras tierras emergidas adaptáronse al ambiente terrestre los primeros organismos rudi- mentarios y excesivamente simjples que pupulaban en el vastísimo, pero poco profundo océano que cubría la casi totalidad de la superficie del Globo. Un mar sin límites, de aguas densas, uniforme y de igual profundidad; tierras bajas, islotes acha- tados perdidos en el inmenso océano y que apenas sobresalían sobre el nivel de las aguas; temperatura tórrida, uniforme, tanto en el polo como en el ecua- dor; atmósfera caliginosa, con superabundancia de nitrógeno, cargada de ácido carbónico y enormes cantidades de vapor de agua, — todo igual, todo uni- forme sobre toda la faz de la tierra. En ese me- dio, que es una de las fases de la transformación evolutiva de los planetas, apareció la vida en to- das las latitudes a la vez, representada por orga- nismos imperfectos e igualmente uniformes desde uno hasta otro polo. La diferenciación de los organismos se efectuó con suma lentitud. La uniformidad biológica en cuanto se refiere a la distribución geográfica, persis- tió durante toda la época primaria o Paleozoica, pe- ro cada vez menos acentuada a medida que nos acercamos a épocas más próximas de la nuestra. Durante la era Mesozoica, las tierras aumenta- ron en extensión y eleváronse a mayor altura. El océano redujo sus límites en la misma proporción, ganando en profundidad lo que perdía en super- ficie. Las aguas profundas aislaron a las masas con- tinentales de una manera más completa, y éstas, a su vez, opusieron barreras a las aguas. La disper- sión de los seres en todas direcciones se hizo más difícil. La traslación sólo pudo efectuarse desde en- PáLKONTOLOGÍA AJtGENTlííA I05 tonces en direcciones determinadas por la configu- ración física, esto es, en forma de emigraciones ; los organismos marinos, a lo largo de las costas y enfilando los estrechos, y los organismos terrestres, pasando por sobre istmos y trasponiendo montañas. Conjuntamente con este cambio efectuábase tam- bién la diferenciación climatérica. La temperatura cesó de ser uniforme y diseñáronse gradualmente las zonas, que, en combinación con la configura- ción física de las comarcas, dieron origen a los cli- mas regionales. A partir de esa época, los organismos de las gran- des regiones geográficas determinadas por la con- figuración física de la faz de la tierra, evoluciona- ron por separado, dando origen a la formación de faunas y floras localizadas en el espacio y limitadas en el tiempo. Colocaos delante de un globo geográfico — diri- gid la vista alternativamente sobre ambos hemisfe- rios, Norte y Sur, y notaréis en seguida que las grandes masas continentales encuéntranse al Norte de la línea ecuatorial, mientras que el hemisferio Sur aparece cubierto por un vasto océano del que surgen tierras aisladas de escasas dimensiones y en el cual penetran, en forma de penínsulas triangu- lares, prolongaciones de la masa continental ártica. Durante los últimos tiempos de la era Meso- zoica, en la época Cretácea, la distribución de las tierras y las aguas era precisamente inversa de la actual; entonces, al Norte de la línea ecuatorial ex- tendíase un vasto océano sembrado de islas y al Sur una gran masa continental, en la cual encon- trábase englobado nuestro territorio, que estaba uni- do con África al Oriente y prolongábase a través Io6 PALEONTOLOGÍA AEGENTINA de la región polar antartica hasta Australia y Nueva Zelandia. Sobre este antiquísimo continente austral de la época Cretácea, prosperaban una flora de aspecto tropical y una fauna variadísima. Sobre ese con- tinente desarrolláronse también los mamíferos en faunas sucesivas cada vez más diversificadas. Al lle- gar al final de la época Cretácea, ya habían apa- recido y desaparecido, sucediéndose unas a otras, va- rias faunas mastológicas y encontrábase ya consti- tuidos los principales órdenes hoy todavía existen- tes. Durante esa misma época Cretácea, en las tie- rras insulares del hemisferio Norte, la clase de los mamíferos encontrábase representada imicamente por unos pocos marsupiales, raquíticos y de los me- nos especializados. Con el principio de la época terciaria las tie- rras septentrionales al Norte del Ecuador transfor- máronse de insulares en continentales ; y aparecieron entonces sobre ellas numerosos mamíferos placenta- rios, especialmente Ungulados y Carniceros primiti- vos, cuyos antecesores búscanse en vano allá, en las capas de la época Cretácea. No se los encuentra. No se los encuentra, porque ahí son los recién lle- gados; porque esa no es su patria de origen, por- que cuando atravesaron en peregrinación hacia el Norte la línea ecuatorial, miles de siglos hacía que pisaban las tierras australes, donde habíanse des- arrollado y diversificado en faunas sucesivas con numerosísimas formas; acá, ya eran viejos; acá, grandes órganos que habíanse constituido con suma lentitud, que habían alcanzado el apogeo de su des- arrollo, ya habían desaparecido y sus restos yacían sepultados en las profundidades de capas geológicas que corresponden a períodos en ese remotísimo en- tonces de épocas pasadas. í>ALEONTOLOGÍA ARGÉNTICA 107 He ahí explicada la razón o el por qué de la extra- ordinaria cantidad de especies de mamíferos extin- guidos cuyos restos se encuentran sepultados en los terrenos sedimentarios, cretáceos y terciarios del territorio argentino. III Las formaciones sedimentarias Para que podáis seguir mi exposición con pro- vecho es indispensable que tengáis una idea de la sucesión de esos terrenos distribuidos en pisos u ho- rizontes que se agrupan en formaciones. En el cua- dro que presento sólo he incluido las formaciones sedimentarias, principalmente de agua dulce o sub aéreas, que se han sucedido a partir del cretáceo inferior hasta nuestros días : 53 recientes Postpampeana Reciente Cuaternario . . . . ^ I L r iuj£ Plioceno ^ Pampeana . . \ ens Mioceno s Araucana . . ^ j, Olisoceno^ Bntrorriana . \ ¡raTnsT^"^' Terciario r aluvioncf I platense lujanense bonaerense isenadense hermosense araucanense Eoceno c * ~ J santacrucence Santacrucena «j notohipidiense _, ^ . . J astrapotericulense Patagrónica . -^ colpodonense Cretáceo Ír piroteriense 0„ara„«ica . ^„^Z7tZVeZ7 l)ehuechenso ^ScHor.-! Chubutiana . ^ protodidelfense Todas estas formaciones presentan capas mari íoS PALEONTOLOGÍA AÍtGÉNTlNA lias y capas de origen subaéreo o de agua dulce; presentan, pues, restos fósiles de organismos terres- tres y marinos, pero casi siempre en capas distin- tas. Fósiles marinos y terrestres mezclados en una misma capa sólo se presentan como raras excep- ciones. La formación Cliubutiana, que representa la mitad inferior del cretáceo se extiende, como lo indica su nombre, sobre el territorio del Chubut, cuya parte más central ocupa. Consta de una sucesión de are- niscas generalmente muy duras y de muy distintos y variados colores, y, debido a esta última circuns- tancia, conócese también con el nombre de "forma- ción de las areniscas abigarradas". Contiene fósiles terrestres en unas partes y marinos en otras ; pero la mayor parte de la formación es estéril, esto es, des- provista de fósiles. La formación Guaranítica, que es una de las más vastas, representa la mitad superior del cretáceo, y consta en su mayor parte de una sucesión de are- niscas rojas entre las cuales predominan las de ori- gen terrestre, subaéreo y de agua dulce. Esta for- mación constituye el suelo de Corrientes y Misiones ; al Sur reaparece en el interior sobre el río Negro ; y sobrepuesta a las areniscas abigarradas ocupa el centro del territorio del Chubut, apareciendo más al Sur todavía, en afloramientos aislados, hasta San Julián y el lago Argentino. La formación Patagónica es una formación cos- tanera de gran espesor que aparece en la zona li- toral desde Puerto Madryn en el fondo del golfo Nuevo hasta el Sur de la boca del río Santa Cruz, donde desaparece hundiéndose en las profundidades del Atlántico. En la costa es exclusivamente ma- rina, pero más al Oeste contiene depósitos terrestres o subáereos. Como edad, corresponde al Eoceno me- dio e inferior. PALEONTOLOGÍA ABflENTlXA lOQ La íormación Santacruceña se extiende sobre el territorio de Santa Crnz, desEe el río Chico hasta Gallegos y desde el Atlántico hasta la Cordillera. En su conjunto es una formación terrestre con al- gunas capas marinas subordinadas, particularmente en la parte inferior. Corresponde, como edad, al eoce- no superior y quizá en parte al Oligoceno inferior. Constituyen la formación Entrerriana una gran sucesión de capas, en su mayor parte de origen marino, que aparecen a la vista a lo largo de la margen izquierda del río Paraná en la provincia de Entre Ríos. Las mismas capas reaparecen más al Sur, en la boca del río Negro y se extienden en la región costanera del Atlántico hasta el goKo Nuevo. En un tiempo estas capas eran incluidas en la formación Patagónica ; hoy sabemos que cons- tituyen una formación distinta, de época mucho más reciente. Corresponde al Oligoceno superior, pero hay naturalistas que la consideran aún más reciente, esto es : como de la época Miocena. La formación Araucana es casi exclusivamente te- rrestre o de origen subáereo ; consta de una sucesión de capas de arenas y areniscas pardas, grises y ama- rillentas que cubren la Pampa central y del Sud- oeste. Se presenta también muy desarrollada, con cientos de metros de espesor, en una parte de las provincias de Catamarca y Tucumán. Aparece asi- mismo sobre la costa, cerca de Bahía Blanca, en la localidad conocida con el nombre de Monte Hermo- so. El inmenso depósito de cascajo rodado y de ca- pas de arena intercaladas que desde el río Negro ha- cia el Sur cubre toda la superficie de los territorios patagóniícos, ha recibido el nombre de formación fPe- huelche y representa en su parte más antigua la formación Araucana del Norte. La formación Arau- cana corresponde a la época Miocena. La formación Pampeana es el gran depósito do ICI PALEONTOLOGÍA AKGENTINA limo y areiiia pardorrojiza que se extiende por sobre la llanura argentina y cubre toda la extensión de la provincia Buenos Aires, alcanzando en parte un espesor de más de cien metros. En su gran conjunto es una formación subáerea, pero en la región que está próxima a la costa contiene intercaladas capas de origen marino. Corresponde a la época Piiocena, pero es posible que las capas más superficiales acu- muladas en cuencas de erosión de la misma forma- ción, como las del piso lujanense, entren ya en la época Cuaternaria. La formación Postpampeana, o, con más propie- dad: los terrenos postpampeanos, preséntanse en de- pósitos aislados de naturaleza muy distinta, en toda la extensión de la Kepública. Los más antiguos co- rresponden a la época Cuaternaria y los restantes son de los tiempos recientes, o geológicamente hablando, de la época actual. No os figuréis que estas distintas formaciones re- presentan períodos de tiempo más o menos iguales. Muy al contrario : corresponden a épocas de duración muy desigual. La formación Postpampeana repre- senta un espacio de tiempo mucho más corto que la Pampeana; y esta última fué de duración mucho más corta que cualquiera de las formaciones tercia- rias más antiguas. Sólo la formación Guaranítica re- presenta entre las formaciones mesozoicas un espacio de tiempo casi tan considerable como todo el conjun- to de las formaciones terciarias. IV Los Peces Desde los vertebrados inferiores hasta los mamífe- ros, sólo haré mención de uno que otro de los descu- brimientos más importantes. PALEONTOLOGÍA ARGENTINA III En la clase de los Peces no se ha descubierto nin gún tipo que presente notables diferencias con los conocidos de las otras regiones de la tierra, pero es de interés conocer que las capas marinas de la for- mación Guaranítica, contienen restos de un grupo de peces de aspecto arcaico, que predominaron durante la época Mesozoica, pero que hoy sólo tienen escasí- simos representantes. Es el de los Ganoidios, cuyo distintivo más culminante consiste en tener el cuerpo protegido por escamas cubiertas por una capa de una substancia de aspecto vitreo y brillante, parecida al esmalte. Los restos que se encuentran con mayor fre- cuencia son las escamas y dientes hemisféricos per- tenecientes al extinguido género *'Lepidotus", cono- cido antes procedente de las formaciones mesozoicas de Europa, India y Brasil. Un grupo que está cerca del precedente es el de los Dipnoidios (**Dipnoi''), peces con doble respira- ción branquial y pulmonar, representado en nuestra época por sólo tres géneros: el *'Lepidosirena" de Brasil, Argentina septentrional y Paraguay; el *'Pro- topterus" del interior de África; y el **Ceratodus*' de Australia, — los tres de hábito fluvial. Este grupo, que hoy está casi extinguido, alcanzó su mayor des- arrollo durante la época Paleozoica, empezando a disminuir rápidamente durante la mesozoica. Se co- nocen numerosas especies fósiles del género austra- liano ''Ceratodus", procedentes de los terrenos meso- zoicos antiguos de Europa, África, India y Norte América. No ha mucso se encontró una especie del mismo género en el guaranítico de Patagonia; es la más moderna de las especies fósiles y presenta un mayor parecido con las especies mesozoicas de Eu- ropa que con la actual de Australia. No se conoce ningún representante terciario. Los restos de peces que más abundan en nuestras formaciones cretáceas y terciarias, son los dientes de 112 PALEONTOLOGÍA AKGENTINA Coiidroterigios o peces cartilaginosos como las rayas y los tiburones, todos los cuales pertenecen a géneros que todavía viven o que, si están extinguidos, cono- cíanse con anterioridad procedentes de otras regio nes. En las capas marinas de la formación Guaranítica, se encuentran numerosos dientes de tiburones de los géneros * * Oxyrhina ' ', ''Lamna", ''Odontaspis", *'Notidanus", ' ' Scapanorhynchus ", ''Corax" y *^Sy- necliodus''. Los dos últimos se han extinguido. To- das las especies son distintas de las existentes, pero en su mayor parte son idénticas a otras ya conocidas de los terrenos cretáceos de Europa y Norte Améri- ca. Algunas de las especies de los géneros **Lamna'' y ^'Oxyrhina" eran de dimensiones mucho mayores que las existentes. Los tiburones de la formación Patagónica se dis- tribuyen en los génjeros ' ' Oxyrhina ' ', **Lamna'', ''Odontaspis*' ' ' Notidamus ", ^'Galeocerdo'' y '*Car- charodon", todos existentes pero representados por especies extinguidas que también se encuentran en los terrenos eocenos del hemisferio boreal. En las mismas capas hay dientes de rayas que indican ani- males que debían alcanzar aproximadamente un diá- metro de dos metros. En la formación Entrerriana se encuentran los mismos géneros que en la formación Patagónica, y, además, *'Hemipristis'', **Sphirna'' y ** Carcharías ' \ Las especies son, en general, más pequeñas que las de la formación Patagónica e idénticas a las que se en- cuentran en las formaciones oligocenas y miocenas de Europa y Norte América. Hay, sin embargo, una especie: el * * Carcharadon megalodon'*, que es el ti- burón más gigantesco que haya existido. Los dientes de los tiburones de este género son de contorno trian- gular y de bordes cortantes y dentellados como sie- rras. El más gigantesco de los tiburones actuales, PALEONTOLOGÍA ARGENTINA II3 que es el **Carcharodon Rondeleti", alcanza a tener diez metros de largo y tiene dientes de cinco a seis centímetros de alto por dos a tres de ancho en la ba- se. Los grandes dientes del "Carcharodon megalo- don" tienen quince centímetros de alto por doce de ancho en la base. Figuraos lo monstruoso que sería un tiburón con una boca armada de más de cien dien- tes de esa forma. Un grupo de peces Condropterigios, cercano de los tiburones es el de los Cestracionidios, pero con dien- tes de una forma completamente distinta, pues son (le corona aplastada, parecidos a; habichuelas, desti- Jiados no a cortar y despedazar sino a triturar. Es ¡na familia que tuvo un considerable desarrollo du- . ;inte la época Mesozoica, pero que actualmente sólo stá representada por el género ''Cestración", limi- tado a las aguas del océano Pacífico. El mismo gé- nero ha sido hallado también, en estado fósil, en Eu- ropa y Norte América, pero sólo en las formaciones cretáceas y alguna vez,, aunque muy raramente, en la base del Eoceno. Es, pues, digno de mención el liecho de la existencia de dientes de este mismo gé- nero en la formación Entrerriana y también en la Patagónica. Los Reptiles Los reptiles alcanzaron su mayor desarrollo du- rante los tiempos mesozoicos. La variedad de formas que presentan es verdaderamente extraordinaria, y tal es su abundancia, en relación con las otras clases de vertebrados, que a menudo se designa a la era Se- cundaria o Mesozoica con el nombre de ''época de los reptiles '\ Igualmente abundantes son en los terrenos corres- Doctrinas de Amegliino 8. i 14 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA pendientes de nuestro suelo. Pero recién se inicia su estudio y sólo voy a hablaros de algunos de los gé- neros más extraordinarios de los distintos grupos. Los ofidios fósiles son muy escasos y hasta hace poco sólo se conocían procedentes de los terrenos ter- ciarios, por cuya razón eran considerados como de origen relativamente muy reciente. Es, pues, una no- vedad el hallazgo de ofidios en las areniscas inferio- i'es de la formación Guaranítica de Patagonia, pues demuestra que son de una antigüedad mucho maj^or fiue la que se les suponía. El único descripto hasta ahora es ''Denilysia", género extinguido próximo a las boas, que alcanzaba aproximadamente dos metros de largo ; pero hay restos que indican ofidios del mis- mo grupo mayores que las más grandes boas de la actualidad. El orden de los cocodrilos ya está representado en la parte inferior de la formación Guaranítica por gé- neros como *'Notosuchus" y **Cynodontosuchus", de tamaño muy pequeño, desprovisto de escamas, de cráneo corto y ancho j dentadura muy diferenciada, con grandes caninos y pequeños incisivos. Estos gé- neros tienen su mayor parecido con los cocodrilos del jurásico de Europa. En la formación Entrerriana abundan los restos del género ''AUigator'', algunos de los cuales indican caimanes cuatro veces más corpulentos que los actua- les del Río Paraná. En las mismas capas encuéntran- se los restos de un gran ^'GaviaP', género de coco- drilos que en nuestra época vive en las aguas del Ganges, en India. Los reptiles extinguidos más sorprendentes, de as- pecto más variado y entre los cuales se encuentran las formas más gigantescas, son los llamados Dino- saurios, nombre cuya etimología significa *' lagartos terribles '^ como que, en efecto, lo eran muchos de ellos. Los seres que actualmente más se les aproxi- PALEONTOLOGÍA AEGENTINA II5 man son las iguanas, pero aquellos eran invariable- mente de cuerpo más levantado. Algunas de esas formas extinguidas alcanzaban un largo de treinta y más metros ... j Iguanas de un tamaño como el de las más corpulentas ballenas! Es algo que maravilla el contemplar los aspectos tan distintos y tan variados de esos extraños seres. Al lado de los colosos más formidables que hayan pi- sado la tierra firme de nuestro planeta, los había no más grandes que una liebre. Unos eran carniceros y otros herbívoros, con el cuerpo acorazado o sin cora- za. Algunos ostentaban adornos cefálicos en forma de hojas óseas curvas y cortantes como guadañas, o (le formidables cuernos, ya verticales, ya inclinados liacia atrás o hacia los lados, a veces dirigidos hacia adelante, los cuales, en ciertos casos, no estaban limi- tados sólo a la cabeza sino que se extendían en hilera longitudinal por sobre toda la línea media del cuer- po hasta la misma cola, cuya hilera era a veces re- forzada con otras laterales paralelas. Muchos tenían los cuatro miembros sensiblemente iguales, pero otros tenían los anteriores o torácicos muy cortos y los posteriores mucho más largos y gruesos, con cola igualmente gruesa y larga, de modo que caminaban a la manera del canguro. En otros, los miembros ante- riores habíanse atrofiado por completo : éstos eran bípedos, siendo lo más extraordinario que, aparte la diferencia de tamaño, los pies de esos colosos eran de forma casi igual a los de las aves. Los restos de Dinosaurios son muy abundantes en las capas de la formación Guaranítica, así como tam- bién en las más antiguas del cretáceo inferior y del Jurásico, pero hasta ahora han sido poco estudiados. El grupo mejor conocido de los Dinosaurios car- niceros es el de los Megalosauridios, con dientes lan- ceolados, comprimidos y de bordes dentellados; en- cuéntrase representado en la formación Guaranítica Il6 ÍALÉOiííOLOGÍA AEGENTlNA por los géneros ' ' Genyodectes " y ''Loncosauros'*. **Microcoelus'', de las areniscas rojas del Neuquen, parece pertenecer al mismo grupo y ser aliado del **Allosaurus" del Jurásico superior de Norte Amé- rica. Entre los Dinosaurios herbívoros sobresale el gé- nero ' ' Argyrosaurus ", procedente de las areniscas rojas guaraníticas de la región del lago Musters. Era del grupo de los Dinosaurios que caminaban asentan- do en el suelo los cuatro miembros, parecido a los géneros nortemaricanos *'Brontosaurus" y **Atlan- tosaurus^', sobrepasándolos en tamaño, pues no de- bía tener menos de treinta metros de largo. El ''Ti- tanosaurus", de las areniscas rojas guaraníticas del Neuquen, es de dimensiones algo más moderadas, pe- ro muy notable por tratarse de un género que tiene representantes en el cretáceo de India, de Inglaterra y de Madagascar. El género " Bothriospondylus ' ^ encontrado primeramente en el Jurásico de Inglate- rra y después en el cretáceo de Madagascar, acaba de descubrirse también en las areniscas rojas del río Negro, en las proximidades de Roca. Entre los Reptiles que en nuestro suelo han dejado numerosos restos fósiles, me queda por mencionar el orden de los Quelonios o tortugas que se encuentran a partir del cretáceo inferior. En su casi totalidad pertenecen a tipos que aún existen en este continen- te, pero algunos de ellos alcanzaron dimensiones enormes. Encuéntranse en este caso las tortugas te- rrestres del género * ' Testudo ' \ En la formación En- trerriana, en ■el horizonte hermósico de la formación Araucana y hasta en la misma formación pampeana, hay restos de testudos cuya coraza o escudo alcanza- ba de uno a dos metros de largo por de uno a uno y medio de alto. Os he dicho que la casi totalidad de las tortugas fósiles de nuestro suelo pertenecen a tipos todavía PALEONTOLOGÍA ARGENTINA 11 7 xisteiites. Hay, en efecto, una •excepción, y la cons- tituye uno de los géneros más extraordinarios, que f'S el que lleva el nombre de ''Miolania". Era una ituga terrestre de tamaño colosal comparable al de ios más grandes gliptodontes de la Pampa. El carác- ter más singular de este animal reside en la cabeza, que estaba armada de grandes protuberancias, dos de las cuales se prolongan de un modo extraordina- rio, constituyendo un par de cuernos parecidos a los del buey. La cola no era menos extraordinaria que la cabeza, pues estaba protegida por un estuche óseo compuesto de varios anillos imbricados y con protu- l)prancias cónicas, presentando así un parecido ex- Mordinario con el género desdentado **Glyptodon". Lfos primeros restos de esta tortuga cornuda fueron •humados hace ya años en los depósitos cuaternarios de Australia. El hallazgo reciente de una especie del mismo género, a la cual la he designado con el nom- bre de *'Miolania argentina '^ cuyo hallazgo fué efectuado en la parte media de la formación Guara- nítica del territorio del Chubut, fué, pues, una ver- dadera sorpresa. Ambas especies, argentina y austra- liana, son de un tamaño aproximadamente igual. Os he dicho hace un instante que durante la época cretácea extendíase en el hemisferio Sur un vasto continente que, a través de las reglones polares, ponía en comunicación a Patagonia con Australia. La exis- tencia de esta antigua comunicación se deduce de la analogía que existe entre un considerable número de seres que habitan las aguas costaneras marítimas y las aguas dulces de los lagos y los ríos en Australia y Sud América. Y mayor es aún el parecido entre los vertebrados superiores, pues puede decirse que los mamíferos actuales y cuaternarios de Australia son los descendientes de los que poblaban la Argen- tina durante los últimos tiempos de la era mesozoica. 7''^ 1--11-- > flol eénoro "Miolnnin" on lo formapíór Il8 PAI.EONTOLOGÍA ARGENTINA Guaranítica de Patagonia, consagra definitivamente la existencia de ese antiguo continente desaparecido. Una tortuga terrestre de tamaño tan enorme y de movimientos tan lentos y pesados, sólo pudo pasar de uno a otro continente por sobre un puente con- tinuo y bien firme. VI Las Aves Los liuesí^ de las Aves son generalmente pequeños y pneumáticos, es decir : de interior hueco y sin mé- dula, que constituyen circunstancias poco favorables para su conservación en la tierra; esto explica por qué los restos fósiles de esta clase son generalmente escasos. Parece que casi todos los grupos existentes se re- montan a una antigüedad considerable, pues en la parte superior de la formación Guaraní tica ya se en- cuentran representantes de casi todos los órdenes .xistentes, sin que presenten diferencias muy notables con la única excepción de los **Impennes" o pengüi- nes, entre los cuales hay géneros muy distint-'»?-": de los actuales. Los que más se apartan de lo-: existeíit»^s son los Cladornidios de la parte superior de la for- mación Guaranítica. Se distinguen por el tíir;',o-me- tatarso bastante largo, pero muy ancho y aplastado en sentido antero-posterior. Esta parte del pie apo- yábase en el suelo, presentando así el único ejemjüo conocido de aves plantígradas. Además, todavía no se habían adaptado a la vida acuática, o por lo menos eran de hábito principalmente terrestre. *'Criische- dula'^ por su tamaño, era comparable a los má-í pe- queños de los pengüines actuales; pero **Cladornis'', que es el género típico del grupo, era más corpulento que el avestruz de África. lEl ''Paraptenodytes" de PALEONTOLOGÍA ARGENTINA 1 19 la formación Patagónica ya era un verdadero pen- güin de hábitos acuáticos como los actuales, pero al- gunas de sus especies alcanzaban un tamaño dos ve- ces mayor que el de un avestruz. Al lado de este gi- gante vivía el pequeño **Apterodytes" en el cual las alas habían desaparecido por completo. Hase encontrado, además, en nuestro suelo, un gran grupo de aves extinguidas, muy distinto de todos los actuales, al que se ha dado el nombre de Estereorni- tos (Stereornithes) y comprende las aves de tamaño más colosal que han existido sobre la tierra. Como te- nían huesos más sólidos que los de las otras aves, se han conservado más fácilmente y se encuentran en relativa abundancia. Poseen caracteres de los Katitos y de los Carinatos y su tamaño variaba desde el do una gallina hasta alcanzar estaturas de cuatro, cinco y más metros. Eran de alas cortas, gruesas e inade- cuadas para el vuelo. Sus miembros posteriores eran muy fuertes. Los dedos tenían, en unos géneros, uñas ligeramente acuminadas, pero en la mayor parte de ellos, estaban armados de uñas arqueadas, comprimi- das y aceradas como las de las águilas. La mandíbula, maciza y prolongada, tenía la parte anterior vuelta Hacia arriba, mientras que el pico arqueado y com- primido terminaba en una larga y sólida punta triangular, dirigida hacia abajo, la cual, en las gran- des especies, constituía una formidable arma ofen- siva. Eran aves corredoras y de presa que no debían temer medir sus fuerzas con los más grandes mamí- feros de su época. Aparecieron en las capas más su- periores de la formación Guaranítica ; alcanzaron su mayor desarrollo en los estratos superiores de la for- mación Araucana. Los géneros de mayor tamaño son : ''Physornis*' de la parte más superior del Guaraní- tico; * * Brojitomis ", "Liornis", **Eucallornis", y * * Phororhacos ' ' de las formaciones Patagónica y San- I20 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA tacruceña. La cabeza del ^'Phororliacos longissimus " era más voluminosa que la de un caballo. En Nueva Zelandia, Australia y Madagascar tam- bién existieron aves gigantescas, pero en época geo- lógica muy reciente ; y, aparte el tamaño, no tenían ningún parecido con los Bstereornitos. El único repre- sentante probable de este grupo, que se conoce fuera del territorio argentino, es el género ''Diatryma'* del eoceno de América del Norte. VII Los Monotremos Los mamíferos constituyen los más perfectos de los organismos, y como grupo zoológico abarca tam- bién el Hombre. Las especies existentes son nume- rosas, pero es muchísimo mayor el número de las es- pecies extinguidas. Los más imperfectos de los mamíferos, o, por lo menos, aquéllos que más se acercan a los reptiles, son los Monotremos, representados por el Equidno y el Omitoíprintcio, limitados hoy a la región australia- na, donde los más antiguos representantes fósiles que se les conocen no se remontan a más allá de la época cuaternaria. No se conocen procedentes de ninguna otra región, con excepción quizá de la República Ar- gentina. En la formación Santacruceña se encuen- tran los restos de dos géneros: ' ' Adiastaltus " y "Anathitus'^ cuyo mayor parecido es con los mo- notremos, pero no arrojan luz alguna sobre el origen de este grupo. De paso, os diré también que los auto- res recientes que se ocupan del estudio de los mono- tremos, como el profesor Sixta y otros, se inclinan a considerarlos como un orden de reptiles y como el que más se aproxima de los mamíferos. Por mi par- PALEONTOLOGÍA ARGENTINA 121 le, ni lo afirmo, ni lo niego. No tengo, al respecto, pinión formada. VIII Los Cetáceos Dejando de lado a los Monotremos, los más infe- riores de los mamíferos son, a mi modo de ver, con- trariamente a la opinión dominante, los Cetáceos. No me es posible daros las razones en qué me fundo, porque entraría en un tema demasiado largo. Los cetáceos actuales se dividen en dos grandes subórdenes: los Mistacocetos o ballenas, que están desprovistos de dientes ; y los Odontocetos, que están provistos de dientes como los delfines. Los Mistacocetos representan, evidentemente, el tipo más especializado y más reciente. Aparecen en la formación patagónica, en la cual son escasos y peque- ños, y alcanzan un gran desarrollo en la formación Entrerriana, pero en su configuración no presentan diferencias notables con los actuales. Los odontocetos constituyen un tipo mucho más primitivo. Én la formación Patagónica están repre- sentados por géneros como ''Prosqualodon" y *'Ar- uyrocetus'', que tienen nasales bastante bien desarro- llados cubriendo en parte la fosa nasal, que es una conformación más normal que la de los cetáceos más recientes. El *'Diochotichus" de la misma forma- ción, se distingue por el rostro muy alargado, con los dientes anteriores de corona cónica y los poste- riores comprimida y bicuspidada. El Odontoceto más notable de la formación Entre- i-riana es el **Pontoplanodes", de cráneo muy pe- nueño y con- un rostro muy delgado y de largor ex- traordinario; su mayor parecido es con el género ''Pbitnnista" del Gan^'o^ pm Tndin El "Pnntisto^'' 2 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA se parece a ''Stenodelpliis" actual. El ''Pontivaga'* es del mismo grupo, ¡pero presenta ambas ramas mandibulares soldadas en casi todo su largor, for- mando un hueso ancho y aplastado. El origen de los cetáceos es todavía un misterio ; aparecen súbitamente en la base del terciario sin que se les conozca antecesores. El examen del apa- rato dentario, que en las formas menos especializadas es compuesto de numerosos dientes, simples y cónicos, como en los reptiles, háceme suponer que se trata de anim^ales muy primitivos ; pero esos caracteres de inferioridad están acompañados de otros que indican una especialización que ha llegado a sus últimos lí- mites : tal es la forma del cráneo, la pérdida de los miembros posteriores y la adaptación de todos sus órganos al medio acuático. Esta especialización pre- supone la existencia, durante la época mesozoica, de una larga serie de predecesores que nos son comple- tamente desconocidos. IX Los Desdentados con coraza Los Desdentados constituyen otro grupo primitivo que da a las faunas sudamericanas un aspecto ca- racterístico muy particular. Comprenden dos. gran- des secciones: la de los acorazados y la de los des- provistos de coraza. Los acorazados son los armadillos, que j^a se en- cuentran 'en las capas más antiguas del G-uaranítico, representados por animales pequeños como "Aste- gotherium'^ ' * Anteutatus ' ', etc., con la coraza cons- tituida por placas óseas colocadas unas junto a otras, sin que estuvieran trabadas por suturas; no hay vestigios perceptibles del sistema piloso, que se de- !«;arrolló gradualmente en las épocas más recientes, PALEOMOLOÜÍA ARGENTINA I23 Un armadillo con representaates en las formacio- nes Patagónica y Santacruceña, llamado "Stegothe- rium'', tiene el rostro prolongado en forma de pico muy largo y las mandíbulas estiliformes, con unos pocos dientes rudimentarios. La coraza que era for- mada por placas sueltas, no trabadas, presentaba el sistema pilífero sumamente desarrollado. Los Peltéfilos ("Peltephilus") que aparecen en el horizonte Piroteriense y alcanzan su mayor desarro- llo en el Santacruceño, son todavía más notables. La coraza consta de placas sueltas dispuestas en hileras transversales de uno a otro extremo, con el sistema pilífero atrofiado. La dentadura es continua y dis- puesta en forma de herradura, con todos los dientes cortantes y los incisivos de gran tamaño. En la parte anterior del cráneo, encima de la nariz, tenían cuatro placas óseas desarrolladas en forma de cuernos dis- puestos en dos pares transversales, de los cuales el par posterior, mucho más gruesos y más largos, cóni- cos y algo encorvados hacia atrás, le daban a la cabe- za un aspecto sumamente bizarro. Algunas especies alcanzaban un tamaño de tapires; y como ya lo in- dican la disposición de la dentadura y los coprolitos que de ellos se han encontrado, eran animales feroces y de presa que se alimentaban de otros mamíferos. Un armadillo, o, empleando el nombre vulgar, un peludo feroz y carnicero como un tigre y armado de cuernos como un rinoceronte, es algo que no hubiera podido inventar la imaginación más vivaz. Los géneros **Proeutatus'' ''Stenotatus", *'Pro- zaédyus" y otros de las formaciones Patagónica y Santacruceña, así como '^Proeuphríictus" de las for- maciones Entrerriana y Araucana, eran armadillos parecidos a los dásipos actuales, de los cuales se dis- tinguen por la coraza, cuya parte anterior consta do hileras transversales movibles iguales a las de la par- te central. l2 4 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA El *'Macroenphractus" de la formación Araucana era un airmadillo más grande qne el "Priodon" ac- tual, con la particularidad única hasta ahora en los armadillos conocidos, de presentar un par de dientes superiores y un par inferiores desarrollados en for- ma de caninos. En la formación Pampeana, al lado de casi todos los géneros que aún existen, encontramos a **Euta- tus'^ y * ' Propraoims ", el ip rimero tan grande como el ''Priodon", pero más parecido al género "Dasy- pus" actual; el segundo todavía más grande, pero más parecido al actual género ''Tatú", que compren- de a los armadillos vulgarmente conocidos con el nombre de mulitas. Todos los armadillos de que os he hablado tienen muelas elípticas o cilindricas como los actuales. Hubo otros armadillos cuyas muelas eran de corona alar- gada y de prisma bilobado, acercándose así al tipo gliptodonte; son los Clamidoterios ("Chlamydothe- rium") que a partir del Guaranítico superior cons- tituyen'una línea independiente. En la formación Pampeana hubo especies de "Clamydotherium" que alcanzaban el volumen de un rinoceronte. Los gliptodontes son un grupo de Desdentados aco- razados que se distinguen de los armadillos, princi- palmente en la forma de la coraza, que carece de ban- das transversales movibles ; en la cabeza, que no ter- mina en rostro largo y delgado, presentándose, al contrario, como truncada transversalmente adelante ; y en las muelas complicadas, generalmente de forma triprismática. Empiezan como grupo independiente en la parte superior de la formación guaranítica con el género "Glypatelus" relativamente pequeño y todavía poco diferenciado de los verdaderos armadi- llos. En las formaciones Patagónica y Santacruceña están representados por los géneros "Propalaehoplo- phorus", "Eucinepeltus", "Cochlops" y otros va- PALEONTOLOGÍA ARGENTINA 1 25 rios que forman un grupo que todavía conserva en parte la forma de la cola de los armadillos, compuesta de escamas o placas imbricadas y libres. La coraza dorsal conservaba a los lados y en su parte inferior í>Tandes hendeduras verticales que separaban a las bandas transversales y dábanles cierta flexibilidad, últimos vestigios de las bandas movibles de los arma- dillos. Todas las especies eran de tamaño apenas un poco mayor que el ''Priodonte" actual. Estos géneros continuaron desarrollándose y au- mentando en tamaño hasta alcanzar la talla colosal de los gliptodontes de la formación pampeana, cono- cidos con los nombres de * * Sclerocalyptus ", ''Panoch- tus", ''Doedicurus", y **Glyptodon", cuyos esque- letos y corazas completas podréis ver en el Museo Na- cional de Buenos Aires y también en el Museo de La Plata. En estos animales el cráneo cubierto por un casco en forma de boina ha tomado un contorno casi cúbico con grandes apófisis cigomáticas en forma de cuernos descendentes; la mayor parte de las vérte- bras se han soldado entre sí, la coraza dorsal es de una pieza y carece completamente de flexibilidad; la cola, muy gruesa y muy larga, consta de varios anillos movibles e imbricados los unos en otros, se- guidos, excepto en el ''Glyptodon", por un largo es- tuche o tubo terminal cilindrico aplastado. En el gé- nero "Doedicurus", este tubo terminal tiene más de un metro de largo y se ensancha en su tercio poste- rior de una manera extraordinaria tomando la forma de gigantesca clava. La coraza de este género difiere de la de todos los otros gliptodontes y armadillos con que no tiene escultura externa, sino un considerable número de grandes perforaciones que la atraviesan de parte a parte ; en vida, esta coraza estaba cubier- ta por el cutis, que a su vez estaba cubierto por una epidermis de naturaleza córnea y de aspecto tuber- cular; las grandes perforaciones que atraviesan la 126 PALEOIÍTOLOGÍA AtlGENÍIIÍA coraza daban paso a los vasos del sistema sanguíneo destinados a nutrir la parte dérmica externa y a re- novar las escamas córneas epidérmicas que la cu- brían. En el género "Glyptodon" la cola es gruesa y muy corta ; y su coraza protectora estaba constituida desde la base hasta la punta por una sucesión de ani- llos embutidos unos en otros y armados de gran- des tubérculos cónicos que presentan la forma de trompos. Al exhumar estas corazas, se han encontrado va- rias veces en ellas vestigios dejados por el hombre. En la llanura argentina, las corazas de estos gigan- tescos Desdentados, sirvieron de abrigo y de refugio al hombre que fué su contemporáneo. Los Desdentados sin coraza Los Desdentados no acorazados, de los cuales en Sud América hoy sólo quedan vivos los perezosos y el oso hormiguero, fueron en las épocas pasadas ex- traordinariamente numerosos. La casi totalidad de las especies fósiles pertenecen a un grupo distinto y hoy extinguido, al que se ha dado el nombre de gra- vigrados (**Gravigrada") a causa del enorme ta- maño y el aspecto robusto y pesado de los primeros que fueron conocidos. Pero este distintivo sólo es propio de los últimos representantes del grupo; los más antiguos, que aparecen en la parte media de la formación Guaranítica, eran animales muy peque- ños, del tamaño de las ratas y muy escasos. En la parte superior de la misma formación, son algo ma- yores y más frecuentes, pero de formas poco varia- das. Otro tanto puede decirse de los de la formación Patagónica. En la formación Santacruceña, el ma- yor número conserva todavía las pequeñas dimensio- PALEOIÍTOLOGÍA AEGENTIIÍA ^27 nes de las épocas precedentes, pero se multiplican en número extraordinario y adquieren una variedad de formas verdaderamente asombrosa. Entre ellos aparecen ya diseñados los precursores de los géneros pampeanos, pero ligados unos a otros por graduales variedades intermedias que constituyen algo así co- mo una reticulación en todas direcciones. Los más grandes no eran de mayor tamaño que un tapir. Los géneros que aparecen emparentados con los más re- cientes y los únicos que os mencionaré, son: '*Eucho- loeps'', que es el antecesor de ''Megalonys"; *'Ha- palops'* que es el antecesor de '^Nothropus" y ''No- throtherium" y presenta modificaciones de formas que varían al infinito; '^Prepotlierium'' y *'Schis- motherium", que tienen algún parecido con el "Me- gatherium'^; y ''Analcitherium" que parece ser el precursor de los Milodontes y los Escelidoterios. A partir de la formación Santacruceña, los gravi- grados disminuyen gradualmente en variedad hasta reducirse a unos pocos géneros, pero adquieren en tamaño proporciones cada vez más considerables. Los géneros " Scelidotherium ", "Mylodon", "Les- todon" y ''Megatherium" aparecen ya constituidos en la formación Entrerriana, pero sólo en las capas más superficiales de la formación Pampeana adquie- ren el extraordinario desarrollo que los ha hecho cé- lebres. Los sobrevivientes de las épocas anteriores son pocos, pero todos de gran tamaño y muy distin- tos entre sí. Los gravigrados de la época Pampeana son de ca- beza alargada y más o menos cilindrica, con un apa- rato dentario parecido al de los perezosos actuales. Sus miembros son cortos y sumamente gruesos, par- ticularmente los posteriores, y estaban armados da formidables uñas, algunas en forma de garras. La cola es de un regular largor, pero muy gruesa y se- tlB PALEONTOLOGÍA ARGENTINA guramente ayudábanse de ella para sostener el cuerpo. Se ha creído que los gravigrados pampeanos se levantaban sosteniéndose sobre los miembros poste- riores y la cola y apoyaban sus miembros anteriores en los troncos de los árboles para alimentarse de las hojas y las ramas, y en esa posición habréis visto re- presentado el Megaterio en muchos tratados de vul- garización científica. Ello importa, sin embargo, un grave error. En aquella época, en la llanura argen- tina no había árboles; y los esqueletos más comple- tos se encuentran en terrenos que fueron ciénagas y bañados. Se alimentaban con la vegetación de la Pampa, que era entonces igual a la que actualmente prospera en la llanura bonaerense. Un género de estos gravigrados, el "Mylodon", presentaba una particularidad única entre los mamí- feros. Todo el cuerpo, desde la punta del rostro has- ta la extremidad de la cola y sobre los miembros hasta encima de las mismas falanges ungueales, es- taba protegido por millares de pequeños huesecillos dérmicos sumamente duros y compactos, parecidos a lentejas y granos de café algo irregulares, embuti- dos en el -espesoa' del cuero y colocados unos al lado de otros como los adoquines de un empedrado. Ade- más de esta coraza protectora, estaban cubiertos por un tupido pelo, largo, grueso y duro como el del oso hormiguero. Parece que un representante de este grupo vivió liasta una época muy reciente, pues en algunas ca- vernas de la extremidad meridional de Patagonia se han encontrado huesos frescos todavía, envueltos en carne seca y cueros conservando el pelo intacto y con su color natural. Delante de vosotros tenéis un tro- zo de cuero de este animal que se encuentra en un estado de conservación mucho más perfecto que mu- PALEONTOLOGÍA ARGENTINA 129 Cilios de los cueros de los animales empajados de nues- tros museos. Es absolutamente imposible que restos en este es- tado puedan ser de una época muy remota. Relacio- nes de viajeros e historiadores, que hacen referencia a un gran mamífero de Patagonia parecido al oso hormiguero y llamado *'Succarath" que no puede ser otro que el ''Neomylodon", confirman esta de- ducción. XI Dispersión de los Desdentados Sin dejar de ser un grupo esencialmente sudame- ricano, los Desdentados tienen o tuvieron escasos re- presentantes en los otros continentes con excepción de Australia. El pangolín C'Manis") vive en Asia y África y se ha encontrado fósil en India y Euro- pa. El ''Orycteropus", que es un armadillo sin co- raza, vive en el continente africano y se ha encon- trado fósil en Europa, Asia y Madagascar. En el eoceno superior de Francia se ha encontrado un ver- dadero armadillo acorazado: el ''Necrodasypus'^ cercano de los antecesores guaraníticos del género mtacruceño ''Stegotherium". Que todos ellos descienden de los desdentados pri- mitivos de Sud América, es indudable; y sólo pue- den haber llegado al continente oriental pasando por sobre tierras que se extendían sobre lo que hoy es el Atlántico y que ponían en comunicación a África con Sud América. La existencia de e-ste antiguo puen- te se prueba, no tan sólo por los Desdentados, sino también por un considerable número de otros mamí- feros de órdenes muy distintos que tienen represen- tantes en uno y otro hemisferio. Numerosos verte- Doctrinas de Ameghino 9. 130 Paleontología arge^xtina brado» de otras clases como también numerosos in- vertebrados, conducen al mismo resultado. No me es posible entrar en más detalles; y sólo puedo deciros que ese antiguo continente que exten- díase desde África hasta Sud América, existía du- rante los últimos tiempos de la época cretácea y que la separación gradual de ambas masas continentales se inició al principio del eoceno. La 'determinación de la existencia de esa conexión es fundamental para el conocimiento de la distribu- ción geográfica de las faunas extinguidas, que, de otro modo, se volvería inexplicable. Los únicos Desdentados actuales de Norte Améri- ca son: una especie de mulita que de Méjico al Sud se extiende por sobre casi toda América Meridional; y una especie del género ''Bradypus" que hacia el Norte alcanza hasta Nicaragua. Pero durante las época Pliocena y Cuaternaria vivieron en Méjico y Estados Unidos Desdentados gravigrados y glipto- dontes, de los mismos géneros en el mayor número de casos, parecidos en otros, a los que se encuentran en la formación Pampeana de la Argentina. En el Cuaternario inferior y en el Plioceno de esos países, se han encontrado géneros como ''Glyptotherium'' parecido a "Glyptodon", ^'Paramylodon" parecido a "Mylodon", '^Megalonyx" parecido a ''Pliomor- phus", y géneros como '"Chlamj'^dotherium", ^'Glyp- todon", **Mylodon'^ **Megatherium", etc., que son de los más característicos de nuestras formaciones más recientes. Es evidentemente la misma fauna de la formación Pampeana que invadió Norte América durante la época pliocena. En las formaciones norteamericanas anteriores a la parte superior del Mioceno no se encuentran ves- tigios de Desdentados. ¿Cuál es la causa? Es senci- lla. Norte América y Sud América estuvieron com- pletamente separadas por un mar que se extendía de J?ALEOMOLOGÍA AUGENTIXa I3I lí^t^ 'd Oeste ii través de Panamá y Ceutro Aniéricu durante loda la época del Cretáceo superior y du- rante la época Terciaria hasta el Mioceno superior. Ese mar impidió que los mamíferos de !¿ud Améri- ca pasaran a Norte América y viceversa. Esta sepa- ración también puede probarse con ejemplos toma- dos en todos los grandes grupos de la serie animal. La determinación de la existencia de esta barrera oceánica entre ambas Américas, es igualmente fun- damental para el conotcámienix> de la distribución geo- gráfica de las faunas extinguidas y la dirección que siguieron las antiguas emigraciones. Es evidente que los Uesdentaí :os tuvieron su ori- gen en Sud América. ¿De qué grupo zoológico des- cienden? Es lo que no sabemos. Cuentan en el nú- mero de los más antiguos mamíferos de este conti- nente y tan lejos cuanto nos es posible seguirlos en Jas épocas pasadas, excepción hecha del tamaño, pre- sentan siempre los mismos caracteres, sin que tam- poco muestren tendencia de acercamiento hacia nin- gún otro grupo. Un armadillo del Cretáceo antiguo y un armadillo de la época actual son fundamental- mente idénticos. Esto parecería indicar que tuvie- ron un origen independiente de los demás mamíferos y que probablemente descienden directamente de al- gún grupo extinguido de reptiles que todavía nos es desconocido. Es creencia general que los actuales armadillos son los descendientes degenerados de los antiguos gliptodontes, pero esa es mía creencia equivocada. En el camino de la evolución, los seres siguen siem- pre aumentando de talla hasta que mueren por ex- ceso de desarrollo. Cumplen precisamente veinte años desde el día en que, contra la creencia general, afirmé que los glip- todontes descienden de los armadillos y que algún día éstos serían hallados en terrenos mucho más an- 1 o2 P ALKO .\ TOLOGÍ A ARGENTI Tv' A tig'uos que ios que contienen los restos de aquéllos. Así liíi sucedido. Los armadillos son antiquísimos y los gliptodontes relativamente muy recientes. Placía los últimos tiempos de la época cretácea, el tamaño de algunos armadillos empezó a aumentar gradualmente ; y durante la época terciaria las esca- mas de la coraza fuéronse soldando paulatinamente entre sí hasta formar una coraza sólida de una re- sistencia inmensa; conjuntamente con este cambio, las muelas iban haciéndose más complicadas, el crá- neo se transformaba en una masa ciibica, soldá- banse unas a otras las vértebras del tronco, for- mándose un largo tubo dorsolumbar inflexible co- mo la coraza. . . y el armadillo apareció transforma- do en gliptodonte. En otros armadillos primitivos de la época cretá- cea, las escamas óseas de las corazas fuéronse atro- fiando gradualmente hasta desaparecer, desarrollán- dose en cambio el sistema piloso ; los dientes dismi- nuyeron en número y aumentaron en grosor; el crá- neo tomó una forma cilindrica, y, diversificándose, aumentaron gradualmente de talla hasta concluir en los gigantescos gravigrados de la época Pampeana, entre los cuales, por su mole enorme, sobresale el Megaterio. XII El grupo de los Sarcoboros En la naturaleza actual, hay dos mamíferos de un aspecto muy parecido, que la clasificación usual se- para por un abismo : el perro y el tilacino. El perro, o género **Canis", es el tipo del orden de los carní- voros (''Carnívora") ; y el tilacino (''Thylacynus") es el tipo del orden de los marsupiales poliprolodon- tes C'Poliprotodonta") ; en la disposición sistema- PALEO.NTOLGGlA ARGENTINA 133 tica se coloca a los primeros casi al iDrincipio de la serie y a los segundos casi al fin. Entre "Canis^' y ' ' Thylacynns ", la principal di- ferencia consiste en que el primero ha llegado al es- tadio placentario mientras que el segundo atraviesa por el estadio marsupial. En el resto de la organi- zación, las diferencias son pequeñas, siendo la más notable quizá la que ofrece el sistema dentario. De las siete muelas inferiores, en ^'Canis" y los carní- voros placentarios en general, la quinta es más gran- de que las otras, Comprimida lateralmente y de for- ma cortante, por cuya, razón se le ha dado el nombre de "muela carnicera^'. En "Thylacynus" y los po- liprotodontes en general, hay cuatro muelas inferio- res : cuarta, quinta, sexta y séptima, que tienen la misma forma cortante como la quinta o ''muela car- nicera" de los carnívoros placentarios. Cuando se estudia la naturaleza muerta, estas di- ferencias desaparecen y una interminable serie de formas hoy extinguidas une a los carnívoros pla- centarios con los carniceros marsupiales en una for- ma tan gradual e ininterrumpida, que no es posible decir dónde terminan los unos y dónde empiezan los otros. Ese libro, constituido por las capas geológi- cas de nuestro suelo, ya desde sus primeras hojas confirma mis previsiones estampadas en ''Filogenia*' y nos enseña log errores fundamentales sobre los cua- les reposa la actual disposición sistemática de los mamíferos. La distinción entre placentarios y mar- supiales, sólo nos indica el estadio de evolución al- canzado en el grado de viviparicidad ; pero esa dis- tinción aplicada a la división de los mamíferos en dos grandes subclases, constituye un grave error, por cunnto lovnnt;] barreras iní'ran(iueablcs que nos im 134 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA pidea reconocer el eistrecho parentesco qnc existe entre animales de una organización tan fundamental- mente idéntica como la del perro y el tilacino. Carnívoros marsupiales y carnívoros placentarios constituyen un sólo gran grupo zoológico: el de los Sarcoboros C'Sarcobora"), que quiere decir *' come- dores de carne". Este gran orden comprende siete subórdenes o grupos subordinados, cinco existentes y dos extinguidos. Los subórdenes existentes son: los Carnívoros (''Carnívora"), los Pinipedios C'Pinni- pedia"), los Insectívoros (''Insectívora"), los Dasiu- ros ("Dasyura") o carniceros marsupiales de Aus- tralia, ("Pedimanu") o carniceros marsupiales de América, conocidos vulgarmente con el nombre de comadrejas. Los subórdenes extinguidos son los Es- parasodontes ("Sparassodonta") y los Creodontes ("Creodonta") llamados también subdidelfos. Los Pedimanos o comadrejas, que en el día son exclusivos de América, son los de organización más primitiva entre los actuales Sarcoboros y también los que se remontan a una mayor antigüedad. La historia paleontológica de estos pequeños seres, es, en verdad, sorprendente. De los órdenes en el día existentes, son los más antiguos mamíferos que se co- nocen. En la Argentina aparecen en el Cretáceo an- tiguo, debajo de la formación Guaranítica, represen- tados por el diminuto "Proteodidelphys", que ape- nas se distingue de los pequeños didie'lfis existentes y abundan después en todas las formaciones hasta la época actual. De Sud América pasaron al conti- nente oriental, encontrándose fósiles en Europa des- de el Eoceno hasta el Mioceno ; y alcanzaron a Norte América en el Oligoceno, para extinguirse en el Mio- ceno, volviendo a invadir este último continente di- rectamente desde Sud América en tiempos geológicos muy recientes, Los de la época Cretácea y la mayor rALEO^'TOLOGÍA ARGENTINA 1 35 parte de los del Terciario antiguo en las formationw Patagónica y Santacruceña, constituyen un grupo conoeido con el nombre de Microbioterios ("Micro- Ijiotheridse") a causa de su excesiva pequenez y en- cuéntranse también en el Cretáceo superior de Nor- te América; se distinguen de los didelfideos existen- tes sobre todo por la región incisiva extremadamente larga. Este tipo primitivo ha presenciado todas las gran- des revoluciones y enormes cambios geológicos que se han producido desde el principio de la época Cre- tácea; ha asistido a la aparición sucesiva de todos los grandes grupos de mamíferos; ha sido testigo de la formación gradual de grandes órdenes que llega- ron al apogeo de su desarrollo en forma de gigantes y luego desaparecieron; ha presenciado un cambio t.ontinuo de la superficie de la tierra y de los seres que la poblaban ; y, en medio de ese perpetuo movi- miento, sólo él ha permanecido inmóvil, siendo hoy lo que era hace cientos de miles de años. ''Didel- l)hys", esa especie enana de aspecto tan insignifican- te es, por su vejez, el más venerable de los mamífe- ros, y abrigando su débil prole en los pliegues de su misma piel, en el "marsupium", para darle ca- ler y vida, preservarla de las asechanzas extemas y >erpetuar la especie es, en la Naturaleza, el más ijeríecto emblema del amor materno, el más elevado, el más noble y el más santo. Lus insectívoros constituyen un grupo de Sarco- boros de aspecto casi tan primitivo como el de los Pedimanos. En nuestra época no tienen ningún re- presentante en Sud América, pero los tuvieron en las épocas pasadas. A este grupo pertenece el género "Necrolti'stes", característico de la formación Santa- I3Ó PALEONTOLOGÍA AKGENTIKA cruceña. Por lo que se refiere a su conformación, me basta deciros que es sumamente parecido al ''Chry- sochlorys" actual del África del Sur, proporcionan- do así una nueva prueba de la antigua comunicación entre ambos continentes. Los Esparasodontes constituyen otro suborden de Sarcoboros de caracteres primitivos y próximos a los Pedimanos ; están completamente extinguidos, y bas- ta ahora sólo se han encontrado fósiles en el territo- rio argentino. Presentan una mezcla de caracteres propios de los Dasiuros o carniceros marsupiales y de los Carnívoros placentarios y Creodontes. Se aproximan a los Dasiuros por el ángulo mandibular invertido y por las cuatro últimas muelas cortantes ; se acercan a los Creodontes xjor la forma del cráneo y del astrágalo y también por el modo de reemplaza- miento de la dentadura, que es como en los Carní- voros, acercándose además a estos últimos y a los Creodontes por la ausencia de huesos marsupiales. Los había desde el tamaño de un hurón hasta el de los más gigantescos osos. Aparecen en la parte me- dia de la formación Guaranítica, adquieren su ma- yor desarrollo en la formación Santacruceña y se ex- tinguen en la formación Entrerriana. Los géneros conocidos de este grupo son muy numerosos y sólo mencionaré unos cuantos de los más grandes o que presentan particularidades notables. El ''Arminiheringia'', de la parte media de la formación Guaranítica, era un carnicero del tamaño de un tigre, pero con caninos de un largo extraor- dinario, sólo comparable al de los roedores, de creci- miento continuo e implantados en alvéolos sumamen- te profundos; las muelas superiores quinta y sexta tenían la forma de cuchillas. "Proboryaeiia", de PALEONTOLOGÍA ARGENTINA I37 la parte más superior de la misma formación, era de tamaño mucho mayor, pues alcanzaba las proporcio- nes del oso blanco actual, pero tenía los caninos de forma más normal, más cortos y notablemente más gruesos. "Pseudoborya?na", del Patao^óriico : y *'Bc- rhyaina", del Santacruceño, son grandes carnice- ros, de cráneo muy corto y muy ancho, como los ti- gres, a los cuales debían ser iguales en ferocidad, pero con un esqueleto mucho más robusto. Las espe- cies más pequeñas eran del tamaño de un puma, pe- ro las más grandes eran dos veces más corpulentas que un león. Algunas especies poseían vacuidades paulatinas como los Dasiúridos. El ^'Pseudothylacjmus" del Patagónico y el ^'Pro- thylacynus" del Santacruceño eran de la talla y proporciones de un lobo, pero de una conformación muy parecida al tilacino actual de Australia. El "Procladosictis" de la parte superior de la formación Guaranítica; el "Cladosictis" de la for- mación Patagónica; el "Amphiproviverra'', el '^Ha- thylacynus", el ''Sipalocyon" y varios otros de la formación Santacruceña, presentaban el mismo as- pecto, tamaño y proporciones que los zorros actuales a los que también se parecían por la forma alargada del cráneo. Los Orcodon/ties, carniceros primitivos que tanto abundan en el terciario antiguo de Europa, no tie- nen representantes en las formaciones correspondien- tes de la Argentina anteriores al Oligoceno, pero se han descubierto restos de ellos en las formaciones Entrerriana y Araucana; esos restos indican anima- les de la misma familia que el **Hyaenodon" de Eu- ropa y Norte América, que es un género que preci- 1 38 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA sámente se cneufentra en formaciones de edad más • menos equivalente. El parecido no se limita sólo a la dentadura, sino también a todas las demás partes del esqueleto ; y el astrágalo presenta en la parte posterior de la troclea articular la misma perforación característica de los Creodontes del hemisferio Norte. Los Pinipedios fósiles son escasos. Conócense al- gunos restos a partir de la formación Entrerriana y se parecen a los géneros actuales de la costa ar- gentina: '^ Otaria '' y "Arctoceplialus", presentan- do, sin embargo, curiosas desviaciones hacia el tipo de los antiguos Esparasodontes. Los verdaderos Carniceros pLacentarios terrestres, que constituyen el suborden de los carnívoros, son relativamente muy recientes; pero en la formación Entrerriana y en la base de la formación Araucana, aparecen, sin embargo, algunos géneros como ''Cj^o- nasua'* aliado de *'Nasua" actual; ''Notamphi- cyon" aliado de ''Amphicyon'' del Mioceno de Europa, ^'Proarctotherium" antecesor de ''Arcto- tberium", etc., que forman un grupo que no tiene antecesores aquí. No vinieron de Norte América porque ésta se encontraba entonces separada de Sud América por un ancho mar, y también por otra ra- zón más decisiva, y es que no hubo allá animales parecidos al "Arctotherium" hasta una época mu.y recente, durante la ■Cfual penetraron en Norte Amé- rica como emigrantes de la fauna pampeana que acompañaron a los milodones y los gliptodones en su larga peregrinación hacia el Norte al través de Panamá y la América Central, PALLIO.NTOLOGÍA ARGENTINA 139 Los verdaderos aliados de los Subúrsidos, Anficio- nidos y Arctoterios fósiles de la Argentina, se en- cuentran en el Oligoceno superior, en el Mioceno y en el Plioceuo de Europa y Asia. La única explica- ción plausible es que hayan llegado pasando por sobre tierras que durante el Oligoceno superior for- maban un puente más o menos contiguo entre Áfri- ca y Sud América. Esta conexión fué de corta du- ración, pero su existencia se prueba de un modo evidente por medio de un considerable número de tipos vertebrados, que durante el Oligoceno y el Mioceno existían a la vez en Sud América y en Euroasia, pero durante la misma época no tenían representantes en Norte América. Con todo, hay que tener siempre especial cuidado en np confundir esta conexión pasajera, que existió hacia el fin del Eogeno o al princii)io del Neogeno, con la otra co- nexión mucho más antigua, más completa y de mu- chísima mayor duración, formada por el gran con- tinente que durante la época Cretácea extendíase de Este a Oeste, uniendo ambos continentes, africano y sudamericano, en una sola masa continental. Recién durante la época Pampeana y después de unirse ambas Américas, es cuando los carnívoros de los demás tipos, bajando de Norte a Sur a través del istmo, llegaron a nuestras pampas, en cuyo limo se encuentran los restos de toidos los géneros que actualmente existen en nuestro territorio, aunque representados por especies distintas. Encuentras" también un género extinguido sumamente notable : el *'Smilodon", que es una especie de tigre más ro- busto que el león de África y armado de un par de caninos sumamente largos, muy comprimidos late- ralmente, arqueados como una hoz y de bordes cor- tantes y dentellados como una sierra. Se supone que con tan formidables armas daba muerte a los 140 PALEONTOLOGÍA ARCvi-NTIlNá gliptodontes, hendiendo y aserrando sus corazas con gran facilidad. Otro género extinguido muy notable de la forma- ción Pampeana es el ^'Arctotherium", que es el descendiente del ''Proarctotherium" de la forma- ción Entrerriana. Es un animal parecido a un oso, pero de cráneo más ancho y más abovedado, de ros- tro sumamente corto y tan corpulento como un buey; con todo, sus grandes muelas cuadradas y de corona mamelonada, indican claramente que no era muy feroz ni muy carnicero tampoco. "Pararcto- therium", de la misma formación, era de rostro to- davía más corto. El desarrollo filogenético de los Sarcoboros es así muy fácil de seguir, pues coincide admirablemente con la sucesión geoltSgica y con la dispersión o irra- diación geográfica do los distintos subórdenes. Os lo trazaré a grandísimos rasgos. Constituyen su tronco los microbioterios, que son los más imperfectos y más antiguos. De éstos, unos se conservaron apenas sin variar a través de todas las épocas y constituyen los Didélfidos (''Didelphy- daa") actuales. Otros perdieron el estado marsu- pial, conservando casi todo el resto de la organiza- ción primitiva y constituyen el suborden de los Insectívoros. Una rama desprendida del mismo tronco conservó el estado marsupial, pero el tama- ño de sus representantes aumentó gradualmente; se liicieron gradualmente más carniceros; las cuatro úítimas muelas de cada rama mandibular tomaron la forma de hojas cortantes y constituyeron el sub- orden de los Dasiuros de la región australiana. De la misma base que . la precedente se desprendió otra rama cuyos representantes transformaron también las PALEONTOLOGÍA ARGENTINA I4I cuatro últimas muelas de las ramas mandibulares en hojas cortantes, xjero conservaron la inversión del ángulo mandibular y perdieron el estado marsupial formando el grupo de los Esparasodontes del Cre- táceo y del Terciario antiguo de la Argentina. De estos Esparasodontes, nnos, buscando de preferencia sus presas en el elemento acuático, transformaron gradualmente sus miembros en remos y formaron el orden de los Pinipedios. Otros, pasando por sobre el continente cretáceo de Sud América al continente oriental, perdieron la inversión del ángulo mandibu- lar y se transformaron allí en el grupo de los Creo- dontes, que invadió luego a Norte América, pero no pasaron a Sud América a causa de la barrera oceáni- ca que se interponía entre ambas. Los Creodontes más recientes de las formaciones Entrerriana y Arau- cana, penetraron en Sud América por el puente oli- gocénico acompañando a los Subúrsidos y Úrsidos primitivos. lios Creodontes conservaban todavía en las ramas mandibulares, unas cuatro muelas cor- tantes y otros tres; estas muelas empezaron a dife- renciarse ; una de .ellas, la quinta, que es la única que conservó la forma cortante, se hizo mucho más gran- de; las dos posteriores se volvieron más pequeñas y tuberculosas y los Credontes se transformaron así en Carnívoros. Ese cambio se efectuó en el hemisfe- rio boreal a mediados de la época terciaria, y de Norte América invadieron a Sud América durante la época Pliocena, pasando por sobre el puente que aca- baba de surgir. Los Diprotodontes C'Diprotodonta") constituyen un gran superorden de mamífero>s, los más elevados de los cuales han alcanzado al estadio de placenta- rios. mientras que los demás atraviesan por el esta- 142 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA dio Biarsupial El carácter distintivo que ios separa netamente de los demás Unguiculados es el de po- seer en la parte anterior de la mandíbula un par de grandes incisivos hipertrofiados, a menudo opuestos a un par de incisivos superiores de la misma forma y tamaño. Los demás incisivos y los caninos son ru- dimentarios o faltan por completo. El intermaxilar es muy grande y la fosa nasal anterior es siempre terminal hacia adelante. Se dividen en tres grandes órdenes: los Hipsipri noideos C'Hypsiprymnoidea"), los Plagiaulacoidios C'Plagiaulacoidea") y los Roedores (''Rodentia"). Los Hipsiprinoidios, que comprenden todas las for- mas australianas, como los canguros ("Macropus", ''Bettongia" e ''Hypsipyrymnusi'^), pasan por el es- tadio marsupial, tienen los miembros posteriores más largos y más fuertes que los anteriores y siempre sindáctilos, esto es: con los dedos segundo y tercero del pie muy pequeños y ambos envueltos hasta la base de las uñas en un mismo estuche cutáneo. Los Plagiaulacoidios son diprotodontes marsupiales que tienen los cuatro miembros más o menos iguales y los posteriores sin vestigios de sindicalismo. Es un grupo casi totalmente extinguido. Los Roedores se distinguen fácilmente de todos los demás diprotodontes por encontrarse en el estadio de placentarios. La diferencia entre los Roedores y los Hipsipri- noidios australianos e& sin duda considerable, pero los Plagiaulacoidios extinguidos forman una serie continua, uno de cuyos extremos va a confundirse con los Hipsiprinoidios, mientras que el otro pasa gradualmente a los Roedores. Los Diprotodontes quedan así perfectamente deli- mitados sin que puedan confundirse con ningún otro grupo. De los Hipsiprinoidios no hay vestigios en nuestro PALEONTOLOGÍA ARGENTINA l.^J suelO; pttro sd encuentran restos de Flagianlacoidios. Entre los descubrimientos paleontológicos de los últimos quince anos, uno de los mas importantes es sin duda el lialiazgo de restos fósiles que prueban que en el territorio argentino vivieron numerosos di- protodontes de formas variadísimas, muchos de los cuales sólo se distmguen de los australianos por no presentar vestigios de sindactilismo. Todos eran pe- queños, del tamaño de lauchas; los más grandes al- canzaban el tamaño de una comadreja común. Apa- recen en la formación Guaranítica; adquieren su mayor desarrollo en la formación Santacruceña y se extinguen en la formación Entrerriana. Son tan numerosos que sólo mencionaré las fami- lias y el género o géneros más típicos de cada una. Los Polidolopidios ("Polj^dolopidag") se distin- guen por muelas rectangulares con dos filas longitu- dinales de tubérculos en las inferiores y tres en las superiores y la muela cuarta inferior hipertrofiada. El género típico, *'Polydolops", de la formación Gua- ranítica, se parece a "Menlscoessus" del Cretáceo su- perior de América del Norte. Los Promisopidios CPromysopidag") de la misma formación, cuyos géneros típicos "Promysops" y **Propolymastodon", son parecidos a *'Polymastodon" del Eoceno inferior de Norte América. ''Eomannodon'* y *'Anissodo- lops*' forman parte de la familia de los Neoplagiau- lacidios ("Neoplagiaulacida^"), cuyos representantes más típicos se encuentran en el Eoceno inferior y en el Cretáceo superior de los Estados Unidos y en el Eoceno inferior de Francia. Los ''Abderitidíe'' tie- nen muelas cuadrangulares y la cuarta inferior su- mamente grande, cortante y rayada verticalmente ; el género típico: ''Abderites'' se encuentra en las formaciones Patagónica y Santacruceña. Los Epa- nortidios C'Epanortidíc") se distinguen de los ante- rioros por l.i hiupI.m cuarta mMs i^íoquoña y no ravada 1^4 PALEONrOLOQfA ARGENTINA y las muelas siguientes con dos crestas en arco de círculo; es la familia más numerosa; aparece en el horizonte Piroteriense de la formación Guaranítica y adquiere su mayor desarrollo en el Santacruceño, en el cual predomina el género " Epanorthus ". Los Garzonidios (''GarzonidaB") son diprotodontes con muelas de una configuración parecida a las de los Didélfidos o comadrejas; se extienden desde la for- mación Guaranítica hasta la Santacruceña ; el géne- ro típico '^ Garzonía" es de esta última formaeión, así como también el curioso "Stilotherium". El di- minutísimo "Zygolestes" de la formación Entrerria- na, que es el último que desapareció de nuestro sue- lo, tenía muelas con crestas transversales como los diprotodontes australianos. Hasta hace poco, los Plagiaulacoidios eran consi- derados como un orden completamente extinguido. Fué, pues, una gran sorpresa para los zoólogos, el descubrimiento hecho últimamente en Colombia de un plagiaulacoidio vivo, del tamaño de una pequeña rata, al que se ha dado el nombre de ' ' Coenolestes " y constituye el tipo de una familia en la cual entra también el ''Zygolestes" de la formación Entrerria- na. XIII Los Roedores Un distintivo característico de la fauna mastológi- ca actual de Sud América es el considerable número de Roedores que contiene. Como es bien sabido, este orden se divide en cua- tro grandes grupos: los Lagomorfos ("Lagomor- pha"), los Esciuromorfos C'Sciuromorpha"), los Miomorfos ('"Myomorpha") y los Histricomorfos (' * Hystrichomorpha ") . PALEONTOLOGÍA ABGENTINA 1 45 Los Lagomox'fos, que comprenden a las liebres y los conejos se distinguen de todos los' demás roedo- res por poseer dos pares de incisivos superiores en vez de uno, por cuya razón llevan también el nom- bre de dupíicidentados. Son abundantes en Euroasia y Norte América y escasísimos en Sud América, don- ile penetraron en época reciente, viniendo del Norte por sobre el puente pliocénico. Los Esciuromorfos es el grupo que comprende a las ardillas; son numerosísimos en Euroasia, África y Norte América, pero escasos en Sud América, don- de penetraron en la misma época y por el mismo ca- mino que los Lagomorfos. Unos y otros, Lagomor- fos y Esciuromorfos, recién aparecen fósiles en las capas más superficiales de la formación Pampeana. Los Miomorfos son los ratones con todas sus múl- tiples variaciones; y se distinguen fácilmente de los demás Roedores por tener tan sólo tres muelas en cada lado de cada mandíbula. Abundantísimos en Norte América y en el continente oriental, donde ya se encuentran fósiles a partir del principio de la época Oligocena, recién pudieron penetrar en Sud América, viniendo también de la del Norte, durante la época Pliocena. A pesar de su llegada relativa- mente muy reciente, los Miomorfos se han multipli- cado en América del Sur de una manera extraordi- naria dando origen a un gran número de géneros con numerosísimas especies. Ningún rincón habitable ha quedado libre de tan prolífica plaga, pues encuén- transe hasta en los más inhospitalarios islotes del ar- chipiélafro Fueguino. Aparecen fósiles en la misma base de la formación Pampeana, comprendiendo nu- merosas especies y muchos géneros extinguidos, de los cuales no veo la Titilidad do recordaros los nom- bres poco eufónicos con que han sido bautizados. Los Histrieomorfos son "Roedores parecidos a los Esciuromorfos. de los cuales, en la Naturaleza ae- Doctrinas de Ameghino 10. 146 PALEONTOLOGÍA ABGENTINa tual, se distinguen por la pequeña perforación que en el cráneo de los mamíferos se encuentra colocada delante de las órbitas y lleva el nombre de ''aguje- ro suborditario " ; esta perforación es, en los Histri- comorfos, de un tamaño excesivamente grande, a menudo mayor que el de las mismas órbitas. Son los Roedores verdaderamente característicos de nuestro continente y de evidente origen sudamericano, pues aparecen en la parte más superior de la formación Guaranítica representados por formas pequeñas y poco especializadas, cuyo desarrollo y diversifica- ción puede seguirse luego paso a paso hasta la época presente. Los raquíticos Roedores del horizonte Piroterien- se que constituyen el extinguido grupo de los Cefa- lómidos ("Cephalomydie"), reúnen, aunque mal es- bozados, los caracteres de todas las familias de His- tricomorfos más recientes, terciarias y actuales, co- nocidas hasta ahora. En la formación Patagónica ya pueden distinguirse perfectamente caracterizados los grupos actuales de los Histricidios ('^Hystricidas'-') o puercos espines como ^'Hystrix'^ y Coendú'', representados entonces, entre otros, por el género ''Steiromys" y el grupo de las vizcachas, represen- tado por el género ''Perimys''. En la formación San- tacruceña ya aparece bien definido el grupo de los Miocastóridos (''Myocastoridaa"), cuyo único sobre- viviente actual es '^Myocastor", vulgarmente cono- cido con el nombre de ''nutria", pero que en las épocas pasadas tuvo numerosos representantes. En la misma formación aparecen los subungulados o Cávidos representados por los Eocárdidos ("Eocar- dinae"), una subfamilia completamente extinguida, que, en la formación Entrerriana, se transforma en los verdaderos Cávidos (^'Cavidas") entonces con formas variadísimas, hoy todas extinguidas, que fueron reemplazadas en la formación Araucana por PALEONTOLOGÍA ABGENTINA 1 47 otras distintas, hoy igualmente desaparecidas. I jos géneros actuales "Cavia", ''Dolichotis" e "Hydro- choerus" recién hacen su aparición en la formación Pampeana. Jbil grupo de los Octodóntidos C'Octo- dontidoB"), actualmente bastante numeroso, alcan- zó su mayor desarrollo en la formación Araucana, donde cuenta con un gran número de represt-ntan- tes, hoy todos extinguidos. Sería para vosotros demasiado fastidioso y sin ob- jeto oir el inacabable rosario de nombres raros apli- cados a todos esos animales de los cuales quizá hay en nuestro suelo unos cien géneros extinguidos; por manera que sólo os diré dos palab.'as sobre los gran- des Eoedores que fueron y parecen ser todavía una especialidad de nuestra tierra, o, por lo menos, el lugar donde han adquirido y adquieren su máximo desarrollo. Es, en .efecto, cosa muy sabida que los Roedores son en todas partes animales relativamente pequeños. ija única excepción la constituya el carpincho de nuestros ríos, el cual, completamente adulto, adquie- re proporciones que se api-oximan a las del tapir. Durante la época Pampeana hubo carpinchos de ta- maño doble más grande que el de los actuales. Hubo roedores todavía mayores. En la formación Entre- rriana se encuentran los '^Megamys", roedores de forma parecida a la de las actuales vizcachas, pero que alcanzaban la corpulencia de bueyes e hipopó- tamos. Los Histricomorfos, por su desarrollo paleontoló t;ico y su irradiación geográfica, constituyen uno de los grupos de mayor importancia. Las familias de los Histricidios y do los Octodónti- 148 ■ .■PALEONTOLOGÍA ARGENTINA te Oriental y los primeros se encuentran fósiles en Europa a partir del Oligoceno. Son escasos en Amé- rica del Norte y en ella no se encuentran en ningu- na de las formaciones anteriores al Plioceno. Luego, en este caso, es absolutamente evidente que los His- tricomorfos no llegaron al continente Oriental pasan- do por América del Norte : primero, porque ambas Américas estaban separadas; y segundo, porque du- rante las épocas Oligocena y Miocena no había roe- dores Histricomorfos en Norte América. Pasaron, pues, a Euroasia marchando al Oriente por sobre el puente Oligocénico que a través del Atlántico unía a Sud América con África. Norte América recibió de Sud América sus escasos Eoedores Histricomor- fos actuales y cuaternarios, pasando por sobre el mismo puente que los grandes Desdentados acoraza- dos y gravigrados de la misma época. Más significativa es todavía la existencia en Eu- ropa, durante el Oligoceno y el Mioceno, de Roedo- res como ''Theridomys'', *'ArchíEomis", "Issiodo- romys", ''Nesocerodon" y otros, los dos primeros de los cuales pertenecen a las familias sudamericanas de las vizcachas y los dos iiltimos a la de las cavias, presentando un extraordinario parecido con géneros de las formaciones Patagónica y Santacruceña. No hay en Norte América absolutamente ningún repre- sentante, ni actual ni extinguido de esas familias, por lo cual es igualmente forzoso reconocer que pa- saron al continente Oriental por sobre el mismo puente Oligocénico mencionado. Por lo que se refiere a la evolución filogenética, los Diprotodontes descienden de los Sarcoboros más pri- mitivos. Ya ©s he dicho que los Garzúnidos, que son los más imperfectos de los Diprotodontes, tienen mué- PALEONTOLOGÍA ARGENTINA 1 49 las parecidas a las de los Didélfidos y Microbio terios. En un grupo de Microbioterios primitivos, el par de incisivos internos empezó a tomar un mayor des- arrollo que los externos, al mismo tiempo que empe- zó a disminuir el tamaño de los caninos y dientes contiguos. Los incisivos externos, los caninos y las primeras muelas se atronaron gradualmente, mien- tras que los dos incisivos internos inferiores alcan- zaron un tamaño considerable sin que hubiera cam- bio sensible en las cuatro muelas posteriores. Cons- tituyóse así el suborden de los Faucituberculados C'Paucituberculata") que tanto abundan en el Cre- táceo y el Terciario de Sud América y tienen igual- mente escasos representantes en el Cretáceo superior de Norte América. Forman parte de este suborden las familias de los ' ' Garzonidífi ", '*Abderitidae", ''Epanorthidge" y ''Ccenolestidas^'. En una rama de los Paucituberculalos, los tubércu- los de las cuatro muelas posteriores se dispusieron de modo que constituyeron muelas con coronas pro- vistas de dos crestas transversales. En el pie, los de- dos segundo y tercero se hicieron más pequeños y delgados, se aproximaron uno a otro y ambos queda- ron envueltos por la piel hasta la base de las uñas. . . se volvieron sindáctilos y constituyeron el orden de los Diprotodontes Ilipsiprinoideos, que es exclusivo de Australia. De esos mismos Faucituberculados primitivos se desprendió otro grupo, en el cual los tubérculos de las muelas posteriores fueron aumentando gradual- mente en número, alineándose en dos o tres hileras lingitudinales, separadas por surcos profundos. Estos constituyeron el suborden de los Diprotodontes Alo- terios (''Allotheria") o multituberculados (**Mul- tituberculata") hoy extinguidos todos y que vivie- ron principalmente durante la época mesozoica en la Argentina, Europa y Norte América. Constituyen I5;0 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA este suborden las familias de los "Plagiaulacidse", lo? 'Tolydolopidge", los ' ' Neoplagiaulacidse ", los ''Polymastodontidaí" y los ''Promysopidae". En una familia de este suborden, la de los Pro- misopidios del cretáceo superior de la Argentina, los dos incisivos internos superiores se desarrollaron a expensas de los laterales hasta alcanzar el mismo ta- maño de los opuestos inferiores ; unos y otros perdie- ron la raíz, se transformaron en dientes de crecimien- to continuo y tomaron una forma escalpriforme. Esos Promisopidios, pasando después del estadio marsupial al esta<^.io placentario, se transformaron en el gran orden de los Eoedores que viven hoy en todas las grandes regiones habitables de la Tierra. XIV Los Quirópteros Un orden de Mamíferos-, completamente aislado e inconfundible con otros, es el de los Quirópteros CChiroptera") o murciélagos. Por su aparato den- tario parecen ligarse a los Sarcoboros, pero la for- ma de los miembros y las funciones que desempeñan los aislan de ellos de un modo absoluto. Poco puedo deciros sobre ellos, pues hasta ahora no se conocen fósiles en nuestras formaciones, lo que constituye un hecho raro e inexplicable, pues han sido encontrados en las formaciones Eocenas de Europa y Norte Amé- rica. Esos restos, a pesar de su gran antigüedad re- lativa, indican tipos idénticos a los actuales, lo que prueba que se trata de un grupo que debe haberse aislado en época geológica sumamente remota. PALEONTOLOGÍA ARGENTINA I5I XV Los Sirenios Otro orden que por sn aislamiento es comparable al de los murciélagos, es el de los Sirenios ("Sire- nia") o lamantines. Por el aparato dentario se acer- can a los Un^lados, pero todo el resto de la con- formación es totalmente distinto. Se conocen fósiles del Eoceno de Europa y África, pero se parecen a los géneros que aún existen y no proporcionan in- dicaciones precisas sobre el origen probable de ellos. En la Argentina se ha encontrado un género ex- tinguido en la formación Entrerriana. Lleva el nombre de "Ribodon" y su mayor parecido es con el género "Manatus" que vive en la embocadura de los grandes ríos de África occidental y América oriental, en la costa marítima oriental de Sud Amé- rica y en la occidental de África. Los lamantines no se alejan de la zona litoral. La presencia del mismo género en las opuestas orillas del Atlántico, indica claramente que pasaron de África a Sud América emigrando a lo largo de una costa desaparecida: la costa septentrional de ese mismo puente Oligocénico, por sobre el cual pasaron los mamíferos terrestres. XVI Los Ungulados Pasemos al gran orden de los Ungulados. En la Naturaleza actual están representados por cinco subórdenes. El de los Proboscidios (*'Pro- boscidea") o elefantes; los Perisodáctilos C'Peris- í5'^ Paleontología augéntína sodactyla") o imparidigitados, como el tapir; los Ar- tiodáctilos C'Artiodactyla") o paridigitados, como los rumiantes; los Hipoidios (''Hippoidea") o soli- dúngulos, como el caballo; y el de los pequeños Hi- racoidios (''Hyracoidea") de aspecto externo pa- recido al de los Roedores, como el "hyrax". Exceptuada Australia, Sud América es hoy la re- gión más pobre en Ungulados. No tomando en cuen- ta los importados, los indígenas de este- continente redúcense : al tapir entre los imparidigitados ; y a los guanacos, algunos ciervos y el dicotiles o pécari entre los paridigitados. Nada más. No ocurría lo mismo on las épocas pasadas; y no puede haber mayor contraste al respecto, pues Sud América es precisamente la región de la Tierra en la cual hubo mayor número de Ungulados y de los más variados tipos. Los mismos tres subórdenes de los Proboscidios, Hiracoidios e Hipoidios, que en la época de la conquista no formaban parte de la fauna sudamericana, tuvieron aquí, en otras épocas, nume- rosísimos representantes. Además de los cinco subórdenes de mamíferos Un- gulados existentes mencionados, conócense ocho sub- órdenes, hoy completamente extinguidos. De éstos, cuatro: los Tilodontes C'Tillodonta"), los Ancilopo- dos ("Ancylopoda"), los Amblipodos ("Amblypo- da") y los Condilartros ("Condylarthra") se cono- cen fósiles de Europa y Norte América, pero todos tuvieron un mayor número de representantes en nues- tro territotrio. Los otros cuatro subórdenes extingui- dos: los Protungulados C'Protungulata"), los Ti- poterios C'Typotheria")? los Toxodontes C^Toxo- dontia") y los Litopternos ("Litopterna"), hasta ahora son exclusivos de Sud América. Quiere decir que en Su^ América vivieron nume- rosos Ungulados de todos los subórdenes que vivieron o viven en las distintas regiones de la tierra, y ade- P.SXEONTOLOGÍA ARGENTINA I53 «iá)¿ un considerable número de otro» pertenecientes a subórdenes que le son exclusivos. Importa una prueba concluyente de que Sud Amé- rica iué su punto de origen y el centro de su primi- tivo desarrollo e irradiación. Esto da una clara idea de la grandísima importancia de las investigaciones paleontológicas efectuadas durante los últimos años y que ahora se prosiguen con muchísima mayor acti- vidad. Los ProtuDgulados son mamíferos muy pequeños, del tamaño de las lauchas y las ratas, muy cercanos de los Didélfidos y más todavía de los Microbioterios, cuya misma fórmula dentaria tienen, pero las mue- las son de corona baja y mamelonada como en los Un- gulados más primitivos. Sus restos se encuentran li- mitados a la parte media e inferior de la formación Guaranítica. El género típico es ''Caroloameghinia". Son Microbioterios modiñcados, en los cuales las cús- pides agudas de las muelas, apropiadas para el régi- men insectívoro, se hicieron más romas, adaptándose a un régimen omnívoro. Las cuatro muelas posterio- res de las ramas mandibulares tomaron la misma for- ma cuadrangular y tuberculosa; pero las tres ante- riores conservaron la misma forma simple que en los Microbioterios. Los dedos debían llevar uñas arquea- das y comprimidas como los Pedimanos. De estos Protungulados salieron, como las ramas de una mis- ma mata, los distintos grupos de Ungulados. Una de las primeras ramas aisladas de este tronco común fué el suborden de los Tilodontes. Por el ta- maño eran comparables a los Roedores, variando más o menos en los mismos límites. Las muelas tomaron un contorno triangular y los tubérculos se unieron entre sí, adaptándose las coronas a un régimen her- bívoro. Los caninos se atrofiaron y los incisivos in- ternos se hicieron más grandes a expensas de los la- terales, con un aumento correspondiciito cu el ta- 154 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA maño de los intermaxilares, dándoles un falso aspec- to de Eoedores, aumentado con la conformación de los dedos que conservaban las falanges ungueales ar- queadas y acuminadas de los Micro bioterios. Además eran pentadáctilos y plantígrados. Sus restos se en- cuentran en la Argentina en la parte media de la formación Guaranítica. El género típico es "Notos- tylops" que precisamente distingue uno de los hori- zontes de la época Cretácea en Patagonia. Existen representantes del mismo grupo en el Eoceno de Eu- ropa y Norte América. La irradiación se hizo por el puente cretáceo que unía a Sud América con Áfri- ca, de donde pasaron a Euroasia y de allá a Norte América. Los Ancilopodos son un suborden de Ungulados primitivos igualmente armados de uñas como los Un- guiculados, con falanges ungueales hendidas y de- dos arqueados en forma de ganchos; en el resto de la conformación son Ungulados típicos. Las muelas presentan crestas transversales. Las formas más an- tiguas tienen la dentición sin diferenciación de for- ma entre los incisivos, los caninos y las primeras muelas ; en las formas más recientes hubo atrofia de los incisivos y un gran desarrollo de los caninos. Se constituyeron aislándose del mismo tronco que los ti- lodontes. Aparecen en el Guaranítico medio y se ex- tinguen en la formación Santacruceña. Los más an- tiguos son pequeños, pero los de los últimos tiempos (le la época Cretácea y los del terciario antiguo eran mamíferos muy corpulentos y pesados. El género tí- ])ico y mejor conocido es ''ílomalodotherium" de la formación Santacruceña, tan corpulento como un rinoceronte, pero de cabeza muy pequeña en propor- ción del cuerpo. El ''Asmodeus" del horizonte Piro- terieiise era todavía mucho más grande y figura en- tre los más gigantescos de los mamíferos. El ^'Leon- tinia", del mismo horizonte, es mi gran mamífero, PALEONTOLOGÍA ABGENTLNA 1 55 notable por tener un par de incisivos que presentan la forma de caninos, mientras que los verdaderos ca- ninos son completamente rudimentarios. Animales del mismo grupo, pero mucho más dife- renciados, se encuentran también en Euroasia desde el Eoceno superior hasta el Plioceno y en Norte Amé- rica solamente en el Mioceno. Alcanzaron esos con- tinentes por el puente Cretáceo siguiendo la misma ruta que los Tilodontes. Los Amblipodos son grandes Ungulados de cuer- 1)0 muy pesado y algo parecido ai de los elefantes, de miembros gruesos, con cinco dedos en cada ijie, siendo los más antiguos perfectamente plantígrados y los más recientes semidigitígrados, pero todos con grandes caninos superiores e inferiores. Aparecen en la parte media de la formación Guaranítica y se extinguen en la formación Santacruceña. Los prin- cipales géneros son el ''Albertogaudrya" en el hori- zonte Notostilopense y el ''Astrapotherium" en las formaciones Patagónica y Santacruceña; este último era de talla gigantesca y con grandes colmillos, pe- ro de miembros delgado^ en relación al tamaño ex- traordinario del cráneo. Los más antiguos Amblipo- dos eran del tamaño de ratas y se confunden con los Tilodontes y Ancilopodos más primitivos, con los que tienen un origen común. En Europa están li- mitados al Eoceno, representados en el Eoceno supe- rior por el género **Cadurcotherium" que apenas di- fiere del '^Astrapotherium" de Patagonia; y, en el Eoceno inferior, por el género ''Coryphodon", cer- cano de **Albertogaudrya" del Cretáceo de la Ar- gentina. El mismo género se encuentra en el Eoce- no de Norte América, donde se transforma en los cornudos Dinoceratos. En su emigración, al partir de Sud América, siguieron la misma ruta que los Ti- lodontes y los Ancilopodos. En una rama desprendida de los antiguos Protun- 156 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA guiados, las uñas tomaron una forma plano-acumi- nada intermedia entre la uña y la pezuña; la denta- dura, en su mitad anterior, tomó un aspecto unifor- me; los tubérculos de las muelas se unieron forman- do crestas; la fosa nasal anterior permaneció ter- minal hacia adelante, constituyéndose en esta for- ma el suborden de los Hiracoidios, que aparecen en el Cretáceo medio y alcanzan hasta las capas más superiores del horizonte Piroteriense, sin que pasen a los terrenos terciarios. Las formas m,ás notables son "Acoelodus" y ''Oldfieklthomasia" del horizon- te Notostilopense, muy parecidos al ''Hyrax" actual de África; y "Archaeohyrax" del horizonte Pirote- riense, que es de tamaño mayor y con muelas semi- prismáticas. Los Hiracoidios pasaron al hemisferio Oriental, al fin de la época Cretácea por el mismo camino que los grupos precedentes, encontrándose fósiles en África desde el Eoceno. De los Hiracoidios primitivos parten varias ramas que luego dieron origen a otros tantos subórdenes distintos. Una de esas ramas, la de los Hipoidios, conduce a los caballos actuales. Las muelas cortas y de corona baja de los primeros Hiracoidios, se vol- vieron gradualmente más largas y prismáticas, cu- briéndose con una gruesa capa de cemento; el crá- neo se volvió más largo, y como resultado de ese alar- gamiento se formaron barras entre los incisivos, ca- ninos y molares, constituyéndose la familia de los Notohipidios (^'Notohippidoa") que empieza en el horizonte Astraponotense de la formación Cretácea y alcanza hasta la formación Santacruceña. Los gé- neros del Cretáceo superior, como **Morphippus" y *'Khynchippus", conservan todavía la dentadura en serie continua y cinco dedos en cada pie. En los gé- neros de la formación Patagónica (*'Argyrohippus", "Pseudippus", etc.), el número de dedos se reduce a tres, de los cuales el del medio aumenta de tama- PALEONTOLOGÍA ARGENTINA I57 íio en detrimento de los dos laterales que se atrofian y concluyen por no asentar más en el suelo. Luego se acorta la cabeza articular del astrágalo ; aumenta el tamaño del único dedo funcional; las muelas ad- quieren una mayor complicación; se cierran las ór- bitas en su parte posterior, formando anillos com- pletos; y los Notohipidos se encuentran transforma- dos en los Equidios, que alcanzan su mayor desarro- llo en la base de la formación Pampeana (''NesoMp- pidion", * ' Hipphaplus ", ''Onohippidion", *'Stereo- hippus", ''Parahipparion", etc.) y se extinguen en los terrenos Postpampeanos más antiguos. De Sud América pasaron al continente Oriental por sobre el puente Oligocénico hacia la mitad de los tiempos terciarios ; y penetraron en Norte América por el ist- mo, yendo de Sur a Norte, a fines del Mioceno o a principios del Plioceno. Los Tipoterios constituyen otra rama desprendida de los Hiracoidios primitivos en dos cuales los dos incisivos internos cobraren un gran desarrollo a expensas de los laterales, que se atrofiaron o des- aparecieron; y las muelas se volvieron largas, pris- máticas, de base abierta y crecimiento continuo. Los pies, salvo raras excepciones, conservaron los cinco dedos y el estado plantígrado con uñas plano- acuminadas, más parecidas a las de los Unguicu lados que a las de los Ungulados. En el aspecto del cráneo y en la disposición de la dentadura pre- sentan im notable parecido con los Roedores. Em- piezan en la parte superior del Guaranítico y alcan- zan basta el Pampeano inferior. No se conocen has- ta ahora fuera del territorio de la República Argen- tina. El " Eutrachytherus ", del Guaranítico supe- rior, alcanzaba la talla del carpincho. El ^^Hegeto- therinm'\ notable por sus muelas muy simples, se extiende desde el horizonte Piroteriense hasta el San- tacrucense. El "Prosothcrium", de muelas P^^m rn-ís 158 PALEONTOLOGÍA ARGENTINA complicadas, es exclusivo del piso Piroteriense. El ^'Pachyrucus'^ parecido al precedente, se distingue por el enorme tamaño de sus órbitas, que indican era de hábitos nocturnos; las especies, comparables por su tamaño a liebres y conejos, se extienden desde la formación Patagónica hasta la base del Pampeano. Los Protipoteriosi C'Protypotherium"), sumamente abundantes en las formaciones Patagónica y Santa- cruceña, se distinguen de todos los demás represen- tantes del mismo grupo por la pequeña diferencia- ción de los incisivos. El "Typotherium", que es el género típico del suborden, abunda en la formación Araucana y en la base de la formación Pampeana; las especies de mayor tamaño alcanzaban la talla del tapir y por sus costumbres y modo de vivir eran comparables a los carpinchos. Los Toxodontes representan otra arma desprendi- da de los Hiracoidios, que se aisló en una época un poco más reciente que la de los Tipoterios, separán- dose de los Arqueohiracidios en el horizonte Pirote- riense. Se distinguen de los Tipoterios por ser tri- dáctilos en vez de pentadáctilos, semidigitígrados (las formas más recientes) en vez de plantígrados y por tener los dedos envueltos en pezuñas o cascos perfectos. Eran animales muy corpulentos y pesa- dos, sobre todo los de las épocas geológicas más re- cientes. Los más antiguos son los Nesodontes ('^Nesodon", "Adinotherium") que aparci'en en las capas más superficiales de la forinMción Guaranítica y alcan- zan su mayor desarrollo en la formación Santacru- ceña, en la cual los restos de esos animales abundan de una manera prodigiosa ; las especies de mayor ta- maño eran de la corpulencia de un buey y hasta al- go mayores. En las formaciones Entrerriana y Arau- cana se encuentran los géneros ''Haplodontherium" y *^Eutrigonodon" tan corpulentos como los más PALEONTOLOGÍA ARGENTINA 1 59 grandes rinocerontes. En la formación Pampeana se encuentra el ^'Toxodon" que tiene las proporciones de un hipopótamo y que, como éste, debía ser de cos- tumbres acuáticas. Los Toxodontes quedaron limitados a América del Sud, con la sola excepción del género ''Toxodon" que avanzó algo más hacia el Norte, hasta Nicara- gua. Los Condilartros forman un suborden de Ungula- dos extinguidos que tomaron origen en los Protun- gulados ; todos son muy pequeños con muelas mame- lonadas como las de los Suidios, pero plantí grados y con cinco dedos en cada pie. Sus restos se encuen- tran limitados a la formación Guaranítica y com- prenden numerosos géneros de los cuales sólo men- cionaré ''Didolod*us", ''Euprotogonia" y ^'Lambda- conus", que son los de mayor tamaño; a pesar de eso, apenas alcanzaban la talla de un pequeño ''Di- cotyles"; y *'Asmithwoodwardia", que es el más pe- queño. En Europa y Norte América los restos de este suborden están limitados al Eoceno ; y sólo pu- dieron llegar a esos continentes pasando por el puen- te Cretáceo ya mencionado. De los Condilartros se desprenden varias ramas que conducen a los ungulados que aún existen o que sólo desaparecieron en los tiempos geológicos más recientes. Pasando del estado plantígrado al digitígrado, re- duciéndose el número de dedos funcionales de cinco a tres, con gran predominio en tamaño del tercero o medio sobre los laterales, los Condilartros se trans- formaron en el suborden de los Litopternos. Eran animales de formas esbeltas y algunos alcanzaron un tamaño relativamente considerable. Aparecen en el horizonte Piroteriense y llegan hasta el Pampeano superior, donde se extinguen. Una familia notable de este suborden es la de los 1 6o PALEONTOLOGÍA ARGENTINA Protero terios ('' Protero theriidae ", animales muy pe- queños que por su aspecto y sus proporciones imi- taban caballitos en miniatura, con un dedo muy grande en cada pie, y dos laterales muy pequeños que no tocaban al suelo. El género típico ''Protero- therium" se encuentra en las formaciones Santacru- ceña y Entrerriana, "D entero therium" en el hori- zonte Piroteriense y ^'Prolicaphrium" en el Pata- gónico. El que alcanzó mayores dimensiones es "Dia- diaphorus", de la formación Santacruceña, que te- nía la talla de un guanaco. El ''Thoatherium", de la misma formación, es uno de los más pequeños, pe- ro sumamente notable por no tener más que un solo dedo en cada pie, sin el menor vestigio de los dedos laterales, absolutamente lo mismo que el caballo. Los últimos representantes de esta familia (''Epitlie- rium", '^Eoauchenia") se encuentran en la forma- ción Araucana de Monte Hermoso. La otra familia notable de Litopternos es ia de los Macroquénidos (''Macrauchenidas") que empieza igualmente en la izarte más superior del Guaraníti- co con el género Pampeano ''Macrauchenia". Este último es un animal más corpulento que un caballo, de miembros largos, con tres dedos en cada pie, (co- mo los tapires), un cuello largo como el de una ji- rafa, y un cráneo pequeño y provisto, en vida, con una larga trompa parecida a la del elefante. El ''Macrauchenia" tiene la fosa nasal anterior en for- ma de una abertura elíptica colocada arriba, hacia la mitad del cráneo, el cual, adelante de la mencio- nada fosa, se extiende formando techo convexo con- tinuo hasta el borde alveolar de los incisivos, lo que constituye una conformación anómala y absolutamen- te única en los mamíferos. El '*Protlleo»odon*^ de la formación Guaranítica superior, tiene la fosa na- sal de forma normal. El "Cramauchenia*', del Pa- tagónico; el *'Theosodon" del Santacruceño ; el PALEONTOLOGÍA AEGBNTINA iCl '*Scalabrinitherium'' de la formación Entrerriana ; y el *'Promacrauclienia" de la formación Araucana, representan otros tantos estadios intermedios que conducen gradualmente desde la conformación nor- mal de ^'Protheosodon*' hasta la anormal de ^'Ma- crauchenia". Los Perisodáctilos no tienen en nuestro suelo otro representante fósil que el tapir; y los Artiodáctilos, los pocos géneros aún existentes que, como tuve opor- tunidad de decíroslo, recién penetraron en Sud Amé- rica viniendo de la del Norte, al principio de la for- mación Pampeana. La historia paleontológica de los Proboscidios o elefantes es sumamente curiosa. Aparecen en la par- te media de la formación Guaranítica desprendién- dose de los Condilartros, representados por animales pequeños como ''Paulogervasia'', que apenas se dis- tinguen de estos últimos y que luego adquieren la talla de un tapir, muelas con crestas transversales y pequeñas defensas como el género '^Carolozittelia" del horizonte Notostilopense. Un poco mayor y con defensas algo más grandes es el ''Propyrotherium" y así se llega gradualmente hasta los Piroterios de la parte más superior de la formación Guaranítica. El ''Pyrotherium'* era un animal tan grande como los elefantes actuales, con fuertes defensas superio- res e inferiores y muelas con dos crestas transversa- les como el ''Dinotherium". En las formaciones Pa- tagónica y Santacruceña no hay animales parecidos. La línea se corta en Sud América para continuar en el hemisferio Oriental, a donde habían llegado por encima del puente Cretáceo ya desaparecido. Los en- contramos on el Eoceno y en el 01ií?oceno de África, representados por "Moeritherium", Barytherium'^ y "Palsemastodon". En el Mioceno pasan a Euroa- sia, donde se transforman en **Dinotherium", er< **Mastodon" y en **Elephas". "F^^ "^ Mioceno supo- Doctrinas de Ameghino 11. 1 62 PALEONTOLOGÍA ABQEIÍTINA rior, el ^'Mastodon" ele Euroasia pasó a América del Norte, siguió la ruta del Sud, encontró el puente que acababa de ligar a ambas Américas, y cruzólo ; y, al principio de la época Pliocena llegó a nuestra pampa, al mismo punto de partida del gran ciclo emigratorio emprenidido por sus antiquísimos ante- pasados, los Piroterios de la época Cretácea. XVII Los Primates Quédame por deciros unas pocas palabras sobre el orden de los Primatos, en el cual entra el Hombre. Los primatos aparecen también en el período Cre- táceo conjuntamente con los primeros Ungulados. Tienen ya numerosos representantes, todos muy pe- queños y de formas muy variadas en la base del ho- rizonte Notostilopense ; tales son los Notopitecos C'Notopithecus"), los Adpitecos C'Adpitbecus''), **Henricosbornia" y una cantidad de animales pare- cidos. Estos seres se acercan por un lado a los Hi- racoidios más primitivos y por el otro a los Lemú- didos del Eoceno de Norte América y Europa, co- mo el *'Adapis'' y varios otros. En la base del Ter- ciario, en la formación Patagónica, liay restos de verdaderos Simios (^'Homunculites", ''Pitheculi- tes") ; y en la formación Santacruceña encuéntran- se monos de formas muy variadas, todos muy pe- queños, pero de un aspecto elevado sumamente no- table. El más conocido es el **Homunculus". Es la semblanza de un cráneo humano en miniatura. En Norte América no se conocen verdaderos mo- nos fósiles en ninguna de las formaciones tercia- rias; y los pocos que actualmente viven en Méjico y Centro América, son tipos sudamericanos que han penetrado en esos países en época muy reciente. PALBONTOLOaiA ÁRQEirniTA l63 En Europa y Asia, los monos aparecen recién en el mioceno, representados por tipos variados que no tienen predecesores en las formaciones más antiguas de las mismas regiones. ¿De dónde llegaron? Es evi- dente que de Sud América, donde ya eran vetustos pobladores, pasando por sobre el mismo camino oli- goeénicio que siguieron los Subúrsidos, los Arctote- rios, los Histricomorfos, etc. Cuando le revelé al mundo científico la existencia de los Homunculidios, u hombrecillos, que es lo que ese nombre significa, no expresé opinión alguna so- bre el errado de parentesco de esos seres con rela- ción al Hombre. Otros lo han hecho. El doctor Mahoudeau, profesor de la Escuela de Antropología de París, ha hecho un detenido estu- dio de los monos de la formación Santacruceña, del cual resulta que, de todos los monos conocidos, los Plomunculidios son los que reúnen un mayor núme- ro de caracteres comunes con el Hombre y los que más se aproximan al tronco del cual se separaron los monos y el Hombre. Empleo las mismas palabras de Mahoudeau, vertidas al castellano. Resulta, pues, que el hombre puede haber tenido su precursor en Sud América . . . Quizá en nuestra ■^fimpa. Que el hombre existe en la Pampa desde remotí- simos tiempos, ya es cosa muy sabida. Existió du- rante toda la formación Pampeana y se han descu- bierto vestigios de su presencia o del precursor en Monte Hermoso, que es un yacimiento de época geo- lógica aún más antigua. Lo que no sabéis, porque -m no se ha hecho público, es que en el Museo Na- onal de Buenos Aires se acaba de recibir de Toay, en la Pampa Central, restos de fogones, encontrados mientras se excavaba un pozo, a cincuenta y un metros de profundidad, mezclados con restos de ma- 1 64 PALBOWTOLOQÍA ABQENTINA míferos de una fauna todavía más antigua que la de Monte Hermoso. Van para quince años, en un estudio sobre las vías probables de la evolución y diversificación de los mamíferos, tuve una visión profética. Hablando de un grupo extinguido, en aquella épo- ca para mí hipotético, y hoy una realidad (^), el de los Planungulados — decía : "Encontraron ellos (los Planungulados) su ma- yor seguridad entre las selvas, trepándose a L^s ár- boles y recorriendo largas distancias saltando de rama en rama, que era un ejercicio que exiíríalos el empleo tanto de los miembros anterior<\s como de los posteriores, hasta que se convirtieron en arborí- colas perfectos; los cuatro miembros que antes ser- vían para la locomoción terrestre, se encoütraioii transformados en cuatro manos, esto es: en cuah-o órganos de prehensión destinados a la locomoción arbórea, por lo que fueron designados con el nom bre de cuadrumanos; son los monos". *'Pero otros Planungulados, por causas que no es del caso averiguar ahora, viéronse confinados en ce» marcas llanas y desprovistas de árboles como núes tras pampas; carecían allí de puntos de refugio tenían que confiarlo todo a la vista y a la astucií' Una de las condiciones esenciales a la seguridad in dividual en la llanura, es la de poder divisar el ene migo desde lejos. Para observar a mayor distanciii necesitaban apoyarse sobre sus miembros posterio- res, que eran plan tigra dos, irguiéndose sobre ello< cuanto les era posible para luego tender la vista > escudriñar el horizonte. En este ejercicio, los miem- bros posteriores adaptábanse cada vez más a la sue;- tent ación y a la marcha, y los anteriores a la pre hensión, transformándose con la sucesión del tiempo (1) Los NotopitecüS, Arqueopitecos, etc. ?ALEOXTOLDQÍA ARGENTINA 165 la posición horizontal en vertical. La vista, dirigida horizontalmente hacia adelante, dominaba el espa- cio máximo que permitíale abarcar su mayor eleva- ción. El cráneo, a su vez, en lugar de estar más o menos suspendido como se encuentra en la posición horizontal, descansando desde entonces sobre una base vertical, permitióle un mayor ahorro de fuerza, acompañado de un mayor desarrollo cerebral, y un aumento en la intensidad intelectual o pensante en detrimento del instinto bruto heredado de sus ante- pasados. Ese fué el antecesor del Hombre. ''Convertidos los miembros posteriores en órganos exclusivos de locomoción y los anteriores en órga- nos de prehensión, al precursor del hombre ya no le fué posible recoger del suelo el alimento con la boca; tuvo que alzarle llevándolo a ella por medio de las manos, ejercicio que desarrolló en él la fa- cultad de observación, enseñándole que poseía ins- trumentos admirables que obedecían a su voluntad. Kmpiuló un día, por acaso, una rama; y al moverla, comprendió que poseía un arma ofensiva y defen- siva. Otro día arrojó a cierta distancia un objeto que tenía entre las manos — una piedra — y descubrió el arma ofensiva por excelencia, el proyectil arrojadi- zo de nuestra época, que es el arma más mortífera. Maquinalmente golpeó otra vez un guijarro contra otro, partiéndolo en fragmentos angulosos y cortan- tes, acaso lastimándose esas manos en evolución, aprendiendo en carne propia que esas lajas de pie- dra eran más duras y cortantes que los dientes. Que- daba descubierto el cuchillo, aunque fuera de pie- dra, el priíTi^i' i*nt:friimoTiín ni in 'i s primit¡vo y ol más útil. ''Esas toscas lajas de peaernai, llamadas cuchi- llos de piedra, fueron para nuestro precursor infi- nitamente más preciosas que no lo son para nos- otros los ÍTistrnm(Mi + o« fio motnl inTis pprfectos y com- 166 PALEONTOLOGÍA ÁEGENTIIÍA plicados. Mellado el filo de esos primeros y toscos instrumentos, a causa del desgaste producido por el uso, quiso luego reemplazarlos repitiendo inten- cionalmente la misma operación con el propósito de obtener objetos parecidos. Escogió dos piedras que le parecieron adecuadas golpeólas fuertemente la una contra la otra, entreabrióse una de ellas y salió un cuchillo . . . pero también del choque saltó de la otra una chispa iluminándole el semblante. ¡Había descubierto el fuego, y con esa chispa inextinguible, prolongada a través de las edades y transformada en resplandeciente antorcha, alumbra a la humni- dd en su camino con rayos luminosos cada vez más intensos ' \ Cuando así habla, no se conocían los antiquísi- mos fogones de Monte Hermoso y de Toay; el cono- cimiento de las faunas terciarias encontrábase aquí en su primer período embrionario ; no se sospecha- ba la existencia de las arcaicas y sorprendentes fau- nas de las formaciones cretáceas argentinas; nadie había ni siquiera soñado en la posibilidad de que fSud América hubiera sido el centro del desarrollo e irradiación de los mamíferos; nadie había soñado tampoco en la posibilidad de que los Primatos ya hubieran existido en plena época mesozoica conjun- tamente con los extinguidos Dinosaurios; y las for- maciones eocenas de las regiones australes de nues- tra República guardaban todavía escondido, en el profundo seno de sus poderosos mantos pétreos, el secreto de la existencia de aquellos primeros humil- des precursores de la Humanidad, ya en remotísimas edades extinguidos: los diminutos hombrecillos de Patagonia. ORIGEN Y EMIGRACIONES DE LA ESPECIE HUMANA c^^ (1) Los dos capítulos siguientes aparecieron en la "Revista seyendo por completo la copa del árbol, pu- diendo seguir las ramas hasta una distancia consi- derable, y poseyendo igualmente grandes trozos de las ramas principales del árbol, muchos de ellos con las bifurcaciones de donde calieron las ramas secun- darias, ¿cómo no se ha de poder colocar esas gran- des ramas en la posición relativa que debieron ocu- par en el árbol destrozado?" (i). II Cuna y emigraciones de los Mamíferos Son los datos de la Paleontología el fundamento ])rincipal de mis dos liipótesis fundamentales acerca (le la Antropogenia. (1) Ver: Preracio de "Füosenia", 1884. 174 AWTEOPOGENIA 1.^ La mayor antigüedad de la fauna de Mamífe- ros fósiles en Sud América, incluyendo los más an- tiguos Monos fósiles conocidos, prueba que los re- motos antepasados del Hombre evolucionaron en es- te continente; la existencia de antiquísimos restos fósiles humanos y de industrias primitivas corrobo- ra esa hipótesis. 2.° Las emio-raciones de los Mamíferos sudameri- canos para poblar los otros continentes, siguiendo las vías admitidas por la Paleogeografía, se han aconr- pañado de las emigraciones del Hombre o de sus precursores inmediatos. Se comprende, entonces, que para comprender las hipótesis antropogénicas deben tenerse presentes las conclusiones más generales de la Paleontología ar- gentina, en cuanto se refiere a la antigüedad de los Mamíferos sudamericanos y a sus diversas emigra- ciones. Los Mamíferos placentarios derivan de los apla- céntanos ; se ha procurado restablecer en relación fi- logenética. En los marsupiales se encuentra el ori- gen de muchos placentarios ; la distinción entre ellos sólo implica un grado distinto de evolución. En el gran grupo de los **Sarcobora" se reúnen todos los carnívoros, formando siete subórdenes o grupos, de lo3 cuales dos están extinguidos (''Creodonta** y '^Sparassodonta*'), 7 los demás están representados 3)or los carnívoros marsupiales vivientes. Los tipos primitivos de esos marsupiales serían los que dieron origen a los Mamíferos placentarios, algunas de cu- yas formas primordiales emigraron, yendo a consti- tuir las faunas de Mamíferos de los otros continen- tes. En suma : de los antiguos Mamíferos de la Patago- nia se originaron los Mamíferos que han habitado o habitan toda la superficie de la Tierra, a partir del Cretáceo superior (fines de la era Secundaria o urrROpOGEinA 175 Mesozoica). Después de descubierta la fauna del ''Pyrotherium'* y la del **Astraponotus'', la más anticrna del ''Notostylops'* y la más antigua toda- vía del "Proteodidelphys'', es imposible sostener que los Mamíferos de Patagonia desciendan de los de Norte América. Quedarían dos explicaciones : 1.* Los Mamíferos antiguos de Patagonia son de origen independiente; sus semejanzas con las fau- nas de otros continentes son un resultado del azar o de adaptaciones a condiciones semejantes. Esta explicación es demasiado simple e implica un retro- ceso a la antigua teoría de las creaciones sucesivas e independientes. 2.* Los diversos grupos de los antiguos Mamíferos de Patagonia tienen un origen común con los gru- pos similares del resto de la Tierra; sus semejanzas son el resultado del parentesco o de la unidad de origen. Esta explicación es esencialmente evolutiva y transformista, obligando a reconstruir su filogenia sobre los datos de la Paleontología comparada. Optamos, naturalmente, por la segunda, más com- '^licada v que nos obliga a estudiar, es decir: a apren- r 0).' Conviene hacer presente que el paleontólogo norte- americano Scott ha planteado una tercera explica- ción. Cree que los tipos de ambas Américas podrían haberse originado de antepasados comunes, mucho más antiguos y de ubicación desconocida. Esta hi- pótesis no se funda en ningún hecho; Scott supone que la formación Santacruceña corresponde al Eoce- no e infiere de ello la menor antigüedad de su fauna, aparte de que parece no tomar en cuenta los Ma- míferos del Cretáceo patagónico y su coexistencia (l)Ver: "Formaciones sedimentarias", pág. 16. 176 ANTEOPOGENIA con la fauna de Dinosaurios, perfectamente demos- trada. '1 -^^■'^^ Puede llegarse, por lo tanto, a esta conclusión fundamental: la región del desaparecido continente subtropical austral (Arquelenis) correspondiente a la parte Sudeste de la actual América del Sur, fué el centro de desarrollo de todos los Mamíferos; de allí se irradiaron por sobre toda la superficie de la tierra, mediante emigraciones efectuadas en distin- tas épocas y en diferentes direcciones. En nuestra última exposición sintética de la cues- tión (1907) dijimos que las emigraciones principa- les son cuatro. Por su orden de antigüedad, y empe- zando por la más remota, tenemos : I.**, emigración cretácea hacia Australia; 2°, emigración cretáceo- eocena hacia África: 3.^, emigración oligo-miocena hacia África; 4.**, emigración mioceno-plioceno-cua- ternaria hacia América del Norte (^). La primera e^núgración empezó hacia la mitad de la época cretácea, antes de constituirse el grupo de los Ungulados; por ella recibió Australia los Sar- eoboro'S primitivos, que se transformaron en los Di- pro todontes o canguros, y demás familias a%ivs. Fue- ron por sobre un puente que unía a Patagonia con Australia, a través de las regiones polares, esa C(»- nexión no fué continua, sino formada pnr tierras que se iban sumergiendo del lado patagónico a me- dida que emergían avanzando hacia Australia. No hubo emigración en sentido contrario, es decir: de Australia a Patagonia. La segunda emigración, hacia África, se efec- tuó pasando por sobre el Arquelenis, en el período cretáceo-eocénico. Pasaron a África representantes de los principales órdenes de Mamíferos (Prosimios, (1) Ver "Tetraprothomo", pá,g. 228 a 231. AKtEaPOQENlA f/y Protungulados, Condilartros, Hipoidios y Perisodác- tilos primitivos, Hiracoidios y Amblipodos, Probos- cidios primitivos, Ancilópodos, Sarcoboros primiti- ^vos que se transforman en Creodontes y Carniceros, ■'Plagiaulacoidios, algunos Roedores y algunos Des- dentados primitivos que se transformaron en los Manidos y Oricteropódidos existentes). En África esa fauna evolucionó desde entonces por separado de la que quedó aislada en Sud América; de África invadió gradualmente Europa y Asia, y de allí pasó a América del Norte. Todas las faunas de Mamífe- ros del Terciario antiguo de África, Europa y Norte América son formas evolucionadas de ascendientes sudamericanos que salieron en esta emigración. Por ese camino no huba emigración en sentido inverso, porque aún no había Mamíferos en Euroasia. Du- rante toda esa época, las dos Américas estaban se- paradas por un ancho mar. lia tercera emigración, hacia África, por sobre los últimos restos del Arquelenis, empezó probable- mente a principios del Oligoceno y continuó hasta el Mioceno inferior. Pasaron hacia África grupos que faltan en el Cretáceo superior de Sud América, apa- reciendo solamente en el Eoceno medio y superior; en cambio en el antiguo mundo se encuentran en el Oligoceno inferior y hasta el Mioceno superior (pa- saron los Didélfidos, los Monos, los Subúrsidos y los Koedores del suborden do los Histricomorfos). Exis- tió una corriente emigratoria, en la misma época, de África a América ; algunos grupos que en el viejo mundo se constituyeron en el Eoceno superior y el Oligoceno (por evolución de la fauna recibida en la anterior emigración) aparecen en Sud América en época un poco más reciente (algunos Creodontes, va- rios Carniceros de las familias de los Cánidos y de los Úrsidos, los Listriodontes y algunos otros Artio- dáctilos primitivos). Durante este período Sud Amé- DoatrinAi de Ameghino 19. rica continuaba aislada de Norte América, y desde entonces está aislada de África. Esta interrupción del Arquelenis produjo la fusión del Atlántico Nor- te y el Atlántico Sur, lo que concuerda con la mayor semejanza de las faunas marinas después del Mio- ceno, habiendo sido muy distintas en el Eoceno y el Oligoceno. La cuarta emigración de Mamíferos sudameri- canos se dirige hacia Norte América, por sobre la gran conexión de ambas Américas producida en la segunda mitald del Mioceno. Las faunas, hasta en- tonces detenidas por el mar interamericano, se en- trecruzaron; se produjo un intercambio zoológico que dio por resultado la formación de faunas mixtas, cuyo origen fué hasta hace poco inexplicable. Fue- ron de Sur a Norte América formas que aquí se en- cuentran ya en pisos más antiguos (los Desdentados gravigrados y los Gliptodontes, el corpulento Toxo- donte, los Roedores histricomorfos, los Didélfidos y por último los Monos, aunque estos últimos sólo lle- garon a Méjico) ; vinieron de Norte a Sud América las especies que allí son evidentemente más antiguas (los Mastodontes, los Tapices, los Llamas y los Cier- vos, los Equidios y la mayoría de los Carniceros pla- centarios). La Paleontología comparada confirma estas ideas. Solamente en Patagonia se encuentran Ungulados primitivos en las mismas formaciones cretáceas que contienen numerosos Peces y Reptiles; allí se origi- naron y desde allí se han dispersado por sobre los otros continentes. Los Mamíferos han pasado de Sud América a África, de aquí a Europa y de aquí a Norte América, modificándose durante el camino ba- jo la inñuencia de las nuevas condiciones de adap- tación. Antes de conocerse la fauna de Mamíferos fósiles del continente africano, pudimos hacer una predicción legítima: ** Fundándonos en lo que sabe- AKtBOPOQSlílA 179 mos de Sud América y Euroasia podemos restaurar todo el pasado del continente negro : todo grupo fó- sil del Terciario euroasiático, y que se encuentra también en el Cretáceo de la Argentina, debe haber existido en África durante el Eoceno '\ Descubri- mientos posteriores, hechos en el Terciario de Egipto, confirmaron esta previsión. La fauna de Mamíferos, después de atravesar África y Europa, emigró a Estados Unidos, a través de comunicaciones terrestres que ya no existen ; por eso la fauna fósil de Mamíferos es más reciente en Norte América que en Europa. Aquí los Mamíferos permanecieron acantonados much tiempo, especia- lizándose, variando para adaptarse al medio y revis- tiendo formas nuevas y tipos originales; durante mucho tiempo no pudieron emigrar a Sud América, estando separados ambos continentes por la zona oceánica que unía el Atlántico con el Pacífico. A fines de la época Miocena se estableció la comu- nicación de ambas Américas, por el istmo de Pana- má, efectuándose entonces una reemigración de los Mamíferos que mucho antes habían salido de Sud América para África y Europa; se los encuentra en capas geológicas mucho más recientes que el Cretá- ceo, aunque ya profundamente diferenciados por las variaciones miliseculares sufridas en África, Europa y Norte América ; algunas especies serían irrecono- cibles si no se hubieran estudiado los tipos interme- dios en los continentes por donde pasaron. Puesto que hasta fines del Mioceno no había co- municación, la antigua fauna de Mamíferos del con- tinente sudamericano no puede haber venido de Nor- te América. En África y Europa es posterior que en Patagonia. Tampoco pudo venir de Australia, que nunca tuvo Ungulados; es probable que esa gran isla estuviera ya aislada a comienzos de la épocaXlre- I So AKTEOPOQEKIA tácea, antes de que aparecieran los primeros Ungu- lados. De esos dos elementos — mayor antigüedad en Pa- tagonia y reconstitución natural de las vías migra- torias— se infiere que la fauna de Mamíferos ha te- nido su origen en la América del Sud. Esta idea es el eje de toda la Paleontología argentina. m La ascendencia del Hombre La especie humana, reintegrada a su rango bioló- gico dentro de los fenómenos de la Naturaleza, que- dó incluida en la concepción transí ormista ; a medi- da que los estudios científicos disiparon las preocu- paciones teológicas, los zoólogos y los antropólogos fueron señalando los procesos evolutivos que pueden haber derivado al Hombre de los Mamíferos más afines. Darwin, con gran acopio de observaciones, trató el tema en sus *' Orígenes"; después de nue- vos complementos y demostraciones, las ciencias ge- néticas (Embriología), morfológicas, (Anatomía e Histología comparadas), y fisiológicas (Bioquímica y Biodinámica comparadas) concuerdan — con ejem- plar unanimidad — en referir el Hombre al grupo de los Mamíferos placentarios, incluyéndole en el or- den de los Primatos. El parentesco de las ramas filogenéticas prehuma- nas (los Hominidios) presentó, sin embargo, lagu- nas de consideración mientras sólo se tomaron en cuenta las especies vivientes; el ''phylum^' siinio humano presentaba soluciones de continuidad y fal- taban ciertos eslabones para rehacer el árbol genea- lógico del Hombre. Los modernos estudios de Pa- leontología han contribuido a reconstruirlo, comple- AlíTROPOGEKIA l8l tando el conocimiento de las especies vivas con el de las extinguidas. En el camino de su perfeccionamiento, el trans- formismo acoge y renueva problemas antropogéni- cos otrora mal planteados. El antiguo poligenismo de las razas humanas reaparece ahora como poligenismo en la evolución general de las especies vivas, plan- teando la posibilidad de que la evolución de los Mo- nos, los Hominidios intermedios y los Hombres se ha- ya efectuado en dos o más **phylae'* independien- tes, contra la general opinión monogenética y mono- filética. La originalidad esencial de nuestros estudios an- tropogenéticos consiste en una rectificación filoge- nética del "phylum" de los Hominidios que estable- ce el parentesco entre el Hombre y los Monos extin- guidos, al mismo tiempo que excluye la descenden- cia directa del Hombre de los Monos vivientes. Una terminología propia y expresiva, nos sirvió desde 1884 para ir ampliando, corrigiendo y confirmando las primitivas hipótesis, mediante las rectificaciones que fueron siendo necesarias. Hay tres términos esenciales en nuestro **phy- lum" antropogénico : 1." Los Monos fósiles americanos. 2.* Los Hominidios fósiles americanos. 3.* El Hombre fósil americano. En 1884, en **Filoí?enia'' publiqué un cuadro an- tropogenético, del Hombre y de los Antropomorfos, restaurando teóricamente las formas de sus precur- sores extinguidos; el cuadro sólo tenía el valor de una hipótesis, no conociéndose por ese entonces los precursores establecidos por simple inducción. En 1889. he reconstruido ese *'Phylura*' de los antecesores del Hombre, dándole la expresión si- guiente. De un grupo de antiquísimos ** precursores copiunes'* se desprenden tres órdenes. El c^e loa 1 82 ' ANTROPOGENIA ''Anthropoidea" (comprendiendo los precursores directos del Hombre y de los Monos antropomorfos) ; el de los *'Simioidea'', que comprendía a los demás monos, con excepción de los Lemúridos; formaban éstos el tercer orden, de los *'Prosimiae". Al prime- ro de esos órdenes lo subdividía, a su vez, en dos familias: **Hominidae** (rama originaria del Hom- bre, con posición vertical, miembros anteriores cor- tos y cerebro sumamente grande), y los '^Anthro- pomorphidae'' (rama originaria de los Antropo- morfos, con posición oblicua, miembros anteriores largos y cerebro )or lo menos una mitad menor). En 1906, estuco-ando las faunas de Mamíferos del Cretáceo superior y del Terciario patagónico, en comparación con las faunas de los otros continentes, establecí las relaciones filogenéticas generales del Hombre con los Antropomorfos y los demás Prima- tos, y de éstos con los Sarcoboros y los Ungulados. En la misma obra modifiqué ligeramente el **ph-\ - lum" general de los Primatos. En el ''phylum" particular de los ^'Antbropoidea'* (considerado co- mo **&uborden") aparecen intercalados dos tipos nuevos, anteriores a la separación de los Hominidios y los Antropomorfos: los ''Homunculidae'' y los ''Hominidae" primitivos. Estas modificaciones pu- ramente teóricas, nos permiten reconstruir un **phy- lum^', de acuerdo con los datos recientes. El Hom- bre desciende de los Clenialitiidios a través de los Prosimios, los Simios primitivos, los Antropoidios, los Homunculidios y los Hominidios primitivos, exac- tamente como los Antropomorfos. Los antecesores comunes de los Hominidios y los Antropomorfos, previstos por Darwin y los darvinistas, son los Ho- minidios primitivos. Conviene hacer algunas advertencias para salvar los peligros de error a c^ue se presta la nomeiicl^' ANTROPOGENIA 1 83 I.** Los "Antropoidios", los ''Homunculidios" y los ''Hominidios primitivos'* (derivados los tres de los **Simioidios primitivos"), son Monos y están con- siderados como antecesores comunes de los *' Monos antropomorfos" y de los "ITominidios" verdade- ros. 2.° Los ''Ilominidios" verdaderos ("Tetrapro- thomo", ''Triprothomo", ''Diprothomo" y **Pro- thomo"), son tipos intermedios entre los Monos pre- cedentes y el Hombre. Corresponderían a este grupo los restos fósiles del Tetraprothomo argentino, el Diprothomo platense y el Homo pampeano. 3.** Kl Pitecántropo de Java y el Pseudhomo de Heidelberg no son considerados como Hominidios precursores de la especie humana, sino como formas extinguidas. Nos parece indispensable retener esa distinción entre Monos, Hominidios y Hombres, para no incu- rrir en confusión. :84 ANTROPOGENTA ANTROPOGENiA (Sinopsis definitiva) Homo Prothomo Diprothomo Triti'othomo Tetraprothomo Tlominidae Hominiclae primitivos Homun:!ulidse Antropoidea Simioidea Prosimla primitiva AÍH^OPOGENIA 1S5 iL'sta reconstrucción antropogénica es más rica en detalles que la corriente en otros antropólogos trans- mistas. El valor de la doctrina general depende de los datos paleontológicos sobre la fauna de mamífe- ros y su confirmación podrán darla los hechos paleo- antropológicos. IV Emigraciones de la especie humana El Hombre partió de Sud América para poblar los otros continentes. Que los hombres que habitan las otras regiones de la Tierra tienen un origen común con los de Sud América, es un hecho indiscutible; pero mientras acá los Hominidios aparecen como de una época geológica remotísima, en los otros conti- nentes son de edad muchísimo más reciente. Del Viejo Mundo no se conocen hasta ahora sino del cua- ternario, y los más antiguos, como "Pseudhomo hei- belbergensis'' y **Pithecanthropus erectus'', no pa- recen remontar más allá del cuaternario inferior. Esto nos conduce a considerar Sud América como la cuna del género humano, concordando con lo que nos enseñan la paleontología y la filogenia, que nos demuestran con razones perentorias que tanto el Viejo Mundo como Australia y Norte América de- ben ser eliminados de las regiones en las cuales los Hominidios pueden haber tomado su primer origen. !.• De la línea de los Hominidios (continuación de la de los monos Homunculidios) se desprendió la **rama que originó los monos antropomorfos'*, an- tes de que apareciera el ''Tetranrothomo*'. Esa ra- ma de los. Hominidios pasó al Viejo Mundo a fines del eoceno por sobre los últimos restos del Arquele- nis. Allí los Hominidios degeneraron (se ** bestiali- zaron'*), adaptándose a la vida arborícola, y origi- 1 86 ANTROPOGENIA liaron los monos antropoideos fósiles y actuales de Europa, Asia y África. Entre los descendientes me- nos degenerados de esa rama, tenemos a los tipos de Heidelberg y Java, encontrados ambos en el cia- ternario inferior. 2.** De la línea de los Hominidios se desprendió la *'rama que originó el Homo Afer'' (razas afro- asiáticas de la zona tropical, negros, negroides y aus- traloides, etc.), pasando por sobre los últimos ves- tigios del antiguo puente guayano-senegalense, pro- bablemente a principios de la época pliocena. Ese conjunto de razas y variedades ha alcanzado un grado de evolución mayor que las precedentes, pero menor que el siguiente. 3.** De la línea de los Hominidios se desprendió la ''rama que originó el Homo sapiens" (razas cáuca- so-mongólicas), como resultado de la evolución del ''Homo pampaeus'^ en Sud América, pasando a Norte América por sobre el puente de Panamá que acababa de surgir en la época pliocena. Esta rama siguió emigrando, dividiéndose en dos grupos que tomaron caminos opuestos. Una siguió hacia el Nor- te y Oeste, invadiendo el Asia (raza mongólica). La otra hacia el Norte y el Este, pasando sobre el puente que al fin del plioceno y principios de la era cuaternaria unía el Canadá con la Europa, entran- do a este continente (ya transformada en la raza de Galley Hill). Un grupo se aisló, degenerando (Ho- mo primigenius, hombre de Neanderthal, de Spy y de la Chapelle-aux-Saints, especie extinguida, cuyos últimos representantes sucumbieron en los abrigos de Krapina) ; los demás grupos se difundieron gra- dualmente por toda Europa, transformándose gra- dualmente en el hombre caucásico, la raza blanca, la más perfecta y a la que está reservado el dominio de nuestro globo. Conviene señalar 1^ concordaucia cronológica de ANTROPOGENIA 1 87 estas emigraciones humanas cpn las emigraciones de mamíferos de Patagonia, así como las vías paleogeo- gráficas seguidas por unas y otras, que son las mis- mas. Estas *' doctrinas", fundadas en los datos paleon- tológicos, son independientes de los ** descubrimien- tos paleoantropológicos", es decir, del hallazgo de restos fósiles pertenecientes al hombre y a sus pre- cursores. Por eso los trataremos aparte, en otro ar- tículo, en que reuniremos lo que se refiere a los "mo- nos fósiles americanos", a los * ' hominidios " fósiles americanos y al ''hombre fósil americano", procu- rando dar una impresión clara de conjunto. Un sabio, en presencia de los cambios continuos que observaba en mi obra, tuvo la idea de pregun- tarse: "¿Qué debemos pensar de eso?" Para terminar esta reseña, creo bueno recordar las palabras que le respondí, y de las que no me he apartado nunca: "Simplemente, que nuevos descu- brimientos han modificado o ampliado mis conoci- mientos precedentes. He advertido que ciertas espe- cies, que yo consideraba apropiadas para caracteri- zar ciertos pisos, no lo son suficientemente, y las he suprimido y reemplazado por otras que me parecen más características. He aumentado su número con especies características recientemente encontradas en las capas de irnos u otros pisos. Esos cambios no serán los últimos. En el cuadro que irá al fin de esta Memoria suprimiré, probablemente, algunas de las especies que he conservado en mi cuadro anterior, reemplazándolas por otras ya conocidas o reciente- mente descubiertas, procurando acercarme cada vez más a la verdad. Para eso trabajo y estudio. Cam- biaré de opinión tantas veces y tan a menudo como adquiera conocimientfi- "--—■• -i ^Km --- vi'- aper- 1 88 ANTBOPOGENIA ciba de que mi cerebro ha dejado de ser apto para esos caminos, dejaré de trabajar. Compadezco de to- do corazón a todos los que después de haber adqui- rido y expresado una opinión, no pueden abando- narla nunca más" (^). (l) "Formatlona", p&firína llf, CAPITULO II LOS RESTOS FÓSILES DEL HOMBRE Y DE SUS PREDECESORES EN EL CONTINENTE SÜD- AMERICANO. I. La genealogía sudamericana del Hombre. — II. Los Monos fósiles sudamericanos. — III. Los Ho- minidios fósiles sudamericanos. — IV. El Hombre fósil sudamericano. — V. Su posición geológica respectiva. Al exponer mis doctrinas sobre la ascendencia del Hombre y su sitio de origen en la Tierra, he dicho que me parece indispensable distinguir, en lo posible, los tres términos del problema: 1.* Los Monos fósiles sudamericanos. 2.° Los Hominidios fósiles sudamericanos. S.** El Hombre fósil sudamericano. Se comprende que no pretendo dar a mis opinio- nes un carácter infalible, pues el error es siempre po- sible en la apreciación de hechos y épocas tan remo- tas. Pero me parece que nadie tiene el derecho de emitir opiniones sin conocer los hechos como yo los conozco, y mucho menos de juzgar por detalles aisla- dos, olvidando que fundo sobre los resultados paleon- tológicos la antigüedad que atribuyo a los pisos geo- lógicos. tgo ANTROPOGElílA La genealogía sudamericana del Hombre Al construir hipotéticamente la filogenia del Hom- bre (a través de los Simios primitivos, los Antropoi- dios, los Homunculidios, los Hominidios primitivos y los Hominidios), no quise ser afirmativo sobre su sitio de origen en la superficie de la Tierra. Pero, desde 1880 (^), y aun antes mi convicción sobre ese punto estaba hecha. Por ese entonces llegué a plantear esta conclusión : "La ciencia no puede determinar hasta ahora qué punto de la superficie del Globo ha sido la cuna pri- mitiva del género humano; por consiguiente, Vio hay razón ninguna para hacer emigrar al Hombre del an- tiguo al nuevo mundo, puesto que la emigración bien puede haberse verificado en sentido contrario" (p. 211, t. I). No hay duda alguna que los estudios de Paleontología comparada imponen este razoramientc legítimo : si la América del Sud es la cuna y centro de irradiación de los mamíferos, puede haberlo sido de los precursores del hombre; si en Sud América vivió la rama filogenética que conduce al Hombre, los Monos "Homunculidios" de Patagonia, esa evolución puede haberse operado allí mismo ; si esos Monos no están en ninguna otra parte de la Tierra, es probable que su evolución hacia el Hombre actual, su "huma- nización", se haya producido en Sud América. Esos tres razonamientos son lógicos si se aceptan las premisas ; por eso, teóricamente, pude afirmar que la humanidad había nacido en esa parte del mundo, mucho antes de que se produjeran los descubrimien- (1) Ver "La Antiííüedad del hombre en el Plata", edición de 1880; y página 152 del tomo III de la edición Oficial de las Obra» Completas y la correspondencia científica. JiÍJTKOPOGENlA t^í tos de fósiles humanos terciarios y cuaternarios que han confirmado esa profecía. En 1891, ante los restos de los primeros Monos fó- siles descubiertos en Patagonia, afirmé ya que **el punto de origen de los verdaderos Monos y del pre- cursor del Hombre, que hasta ahora se creía debía encontrarse en algunas regiones del viejo mundo, se encuentra así trasladado a Sud América''. Más tarde insistí sobre la posibilidad de que, no ya el precursor, sino el Hombre mismo, sea de origen sudamericano. En 1906 procuré establecerlo así so- bre bases inconmovibles (páginas 421 a 452) (^), Partía de este hecho sencillo: la característica prin- cipal del Hombre es el gran desarrollo del cerebro, y, por consiguiente, del cráneo, que toma una forma cada vez más abovedada. Ninguna especie viviente, próxima al Hombre, ha tenido un cráneo con crestas salientes. Los Microbiotéridos, desde donde se rami- fican todos, tenían un cráneo liso y sin crestas. A partir de esa raíz común, pasando por los Prosimios del Cretáceo superior y de la base del terciario, y después por los Homunculidios hasta el Hombre, el cráneo ha aumentado progresivamente su volumen y su abovedamiento. Es el proceso evolutivo que yo llamo "hacia la humanización". De ese tronco, que va directamente de los Cleniali- tidios al Hombre, pasando por los Homunculidios, se hstn separado sucesivamente ramas laterales en va- rias épocas. En esas líneas divergentes hay un pro- ceso continuo hacia una mayor osificación del crá- neo en correlación con un mayor desarrollo de los caninos y los molares, lo que ha dado origen al alar- gamiento del rostro y a la formación de fuertes cres- tas temporales, de las crestas occipital y sagital, de los grandes rodetes superorbitarios (^f(\ A o^o pro- (1) Ver "Les formatlons sécllmentair< P^2 ANTEOPOGENIA ceso evolutivo eu los Prímatos, lo llamaré ''hacia la bestialización". De las ramas *' bestializadas" nacieron los Monos actualmente vivientes en ambos mundos, mientras que en la rama ''humanizada" se encuentran los Homuneulidios y el Hombre. Los Monos primitivos (anteriores a la "bestializa- ción") se parecían un poco más al Hombre actual que los Monos actuales (ya "bestializados") ; en ese sentido, y poniendo en paralelo el Hombre con los Monos actuales del antiguo continente, puede decir- se que no es el Hombre el que se presenta como un Mono perfeccionado, sino, ai contrario, son esos Mo- nos los que aparecen como Hombres bestializados. Esa evolución es, sobre todo, evidente para los Mo- nos antropomorfos. Tal es, en general, la opinión de los antropogenis- tas sobre el origen del Hombre; hemos perfecciona- do el parentesco entre el Hombre y los Monos antro- pomorfos, haciendo derivar a éstos de nuestros in- mediatos ascendientes ñlogenéticos, los Hominidios primitivos, y no de los Monos primitivos. Si para Darwin eran nuestros primos hermanos, para nos- otros son simplemente nuestros hermanos degenera- dos o bestializados. Este modo de ver introduce, en cambio, una varian- te en la evolución de los Antropomorfos; después de separarlos de un tronco común al del Hombre, con- sidero que han sufrido una regresión involutiva, co- mo ocurre con otras muchísimas especies que no pue- den adaptarse a las variaciones del medio en que vi- ven. Son, pues, como he dicho, "los parientes más próximos del Hombre, pero sólo en línea descendente y divergente, de ningún modo en la línea ascendente directa" (^). (1) "T«traprotliomo", páff. 20 #. ANTR0P0GE2ÍIA 193 Considero imposible que ninguno de los Monos ac- tualmente vivientes pueda devenir un Hombre, pues su evolución ha tomado un camino divergente que los aleja cada vez más del Hombre. Todos los Mo- nos fósiles conocidos del Viejo mundo pertenecen también a esas ramas divergentes y ''bestializadas"; se encuentran en el mismo caso, no solamente el fa- moso Pitecántropo de Java, sino también el Hombre de Neanderthal, pues ambos representarían líneas di- vergentes extinguidas, que se han separado del tron- co central en una época relativamente muy reciente. n Los Monos fósiles sudamericanos Mucho antes de los descubrimientos de fósiles pre- liumanos, había previsto que éstos debían lógicamen- te hallarse en América, por la correlación genética entre los antiguos Monos americanos y los Homini- dios verdaderos, que pueden considerarse como sim- ples Monos al compararlos con el Hombre actual ; así, por ejemplo, el cráneo restaurado del ''Diprothomo", en parangón con el del "Homo" y de los Antropo- morfos, no se parece a ninguno de los dos, sino al de su antecesor, como es natural: ese cráneo no es evidentemente el de un Hombre, sino el de un pre- cursor. Ese grupo de precursores es sudamericano. Por la conformación del cráneo, los más próximos parientes del Hombre deben buscarse entre los Mo- ,nos americanos. Sus parientes más inmediatos son los Homunculidios terciarios, pero entre los Monos vivos, los hay que no se alejan mucho de los fósiles; tal es el género **Cebus", pero sobre todo "Saimi- ris", cuyo cráneo es más humano que el del Pitecán- tropo y de cualquier otro Mono antrnpnnHn-fo cono- Doctrinas de Ámeghino 18. 1 94 ANTROPOGENlx\ cido. Es el Único de todos los Monos vivos que tiene el agujero occipital colocado tan adelante como el Hombre y que mira hacia abajo como en este último. La forma humana del cráneo de esos Monos america- nos (Homunculidios y Saimiris) representa el tipo primitivo por el cual han pasado los Monos del Vie- jo Mundo, inclusive los Antropomorfos y el Hombre, lo que se prueba por el desarrollo ontogenético de estos últimos. El proceso de evolución regresiva se ha producido, sin embargo, en la mayor parte de los Monos americanos; los menos alejados del tipo pri- mitivo son los Saimiris, y entre ellos el '* Saimiris boliviensis ", cuya curva frontal es más alta que la de algunos cráneos humanos. En conclusión, los An- tropomorfos son los parientes más cercanos del Hom- bre en la línea descendente divergente, los Saimiris en la línea ascendente divergente, y los Homunculi- dios en la línea ascendente directa. ANTROPOGENIA 195 Hombre Hpminidios Monos Cercopitécidos Antropomorfos Simidios Antropomorfidios Hominidios primitivos (precursores) Homunculidios Piteculites (Simioidios) Homunculites (Cercopitécidos primitivos) Clenialitidios (Prosimios) Microbiotéridos Conviene recordar el fragmento del "pliylum" si- mio-humano que puede relacionarse con los Monos fósiles • debe tenerse en cuenta que — con excepción de los Hominidios y el Hombre — todos los grupos que figuran en el cuadro se refieren a la evolución de los Monos. En Europa y Norte América, los Frosimios, o por lo menos animales que parecen más o menos relacio- nados con los Lemúridos actuales, aparecen en el Eo- ceno y se extinguen en el Oligoceno; en cambio, en Patagonia, los Prosimios o Lemúridos ** aparecen en I gb ANTROPOGENIA las capas superiores del Cretáceo" y se extinguen en el Eoceno. Los verdaderos Monos no han dejado ras- tros fósiles en las capas terciarias de Norte América, y en Europa sólo aparecen el Terciario medio ; en Patagonia "aparecen ya en la base del Eoceno", don- de coexistieron con los Lemúridos ; han continuado vi- viendo en Sud América sin interrupción hasta la épo- ca actual, pero se irradiaron desde Patagonia, proba- blemente desde mediados de la época Terciaria, De Sud América fueron al Viejo mundo, probablemente a principios del Mioceno, o a fines del Oligoceno. Este dato paleontológico (mayor antigüedad de los Prosimios y los Simios en Sud América) es el punto de partida de las inducciones antropogenéticas. Los Prosimios fósiles, tan abundantes en el Cretá- ceo superior de Patagonia llegan haista el Terciario pero en él son ya muy rarois. Adviértase que es muy difícil establecer las relaciones exactas entre los Prc- simios del Cretáceo y los Prosimios del Eoceno, pues son casi desconocidos los restos fósiles de los que vi- vieron en las épocas intermedias (piso Piroteriense). En el Eoceno inferior de Patagonia los Prosimios están representados por el género * * Clenialites ", no- table por su pequeña talla, sus ramas mandibulares fuertemente arqueadas, sus molares persistentes infe- riores muy complicados, y, sobre todo, por el molar 4, que está constituido a semejanza del molar í>. Por ese último carácter se aproxima al ''Microsyops elegans" de Marsh, del Eoceno superior norteameri- cano, y al "Plesiadapis" del Eoceno superior de Cer nay (Francia) ; pero el estudio morfológico compa- rativo de los molares permite afirmar que el género ' ' Clenialites " es el más antiguo de todos los simila- res. Los caracteres primitivos de **Clenialites" autori- zan a considerarlo como el tipo de una familia dis- ANTROPOGEMA 1 97 tinta ; por una parte habría dado origen a los Micro- siopidios, Plesiapidios, Anaptomorfidios y todos los otros Prosimios conocidos, mientras por otra habría dado los verdaderos Monos (a través de "Pitheculi- tes^'), hasta los Hominidios primitivos, de donde se ramifican los Antropomorfos y el Hombre. En la formación Santacrucense se encuentran res- tos de los c: eneros **Homocentrus" y "Eudiaseatus". que también han sido referidos al mismo grupo. Los Prosimios del Eoceno de Patagonia no proporcionan ningvin dato sobre las emigraciones del Terciario me- dio, pues sus representantes en el viejo continente y en Norte América descienden de la emigración más antigua, que se había efectuado ya al fin del Cretá- ceo. En cambio tienen mucha importancia filogené- tica, pues prueban no solamente el origen sudameri- cano de los Prosimios, sino también que esos Prosi- mios de Patagonia son los antecesores de los Monos. Desde el punto de vista de las relaciones entre América del Sud y el Antiguo continente, durante el Terciario medio, los verdaderos Monos tienen mucha más importancia que los Prosimios, pues su distri- bución geográfica y geológica permite establecer su punto de origen y su emigración, así como su filoge- nia, aunque esta última sólo en sus líneas generales, dado el estado actual de nuestros conocimientos. liOS Monos verdaderos no tienen representantes fó- siles en ninguna de las formaciones terciarias do Norte América; los pocos Monos que habitan actual- mente en América Central y Méjico, pertenecen a géneros sudamericanos emigrados allí en una época muy reciente. América del Norte queda, pues, ex- cluida como posible' centro de aparición de los Mo- nos. En cambio, oii el Terciario dL*l Antiguo continen- te, a partir del Eoceno, se encuentran numerosos y variados Monos fósiles. A mediados de esa época apa- 19^ ANTROPOGENIA recen Monos Antropomorfos C'Simiidae") ya neta- mente constituidos, y un poco más tarde Cercopite- cos y formas intermedias mal definidas que no po- drían clasificarse en ninguna de las dos familias pre- cedentes. No se conocen precursores autóctonos de esos Monos del Mioceno en las formaciones terciarias del Antiguo continente (Eoceno y Oligoceno) ; pa- rece, luego, evidente que esos Monos perfectos de Eu- ropa y Asia, aparecidos allí sin antecesores inmedia- tos, son inmigrantes. ¿De dónde pueden haber emi- grado? De Sud América, pues aquí se los encuentra desde la base del Jroceno C'Homunculites" y **Pi- tlieculites") y con iüucha variedad y mayor evolu- ción en el Eoceno superior (''Anthropops", '*Ho- muuculus'' y ^'Pitheculus"), Los Monos deben, pues, incluirse entre los Mamíferos que a fines del Oligo- ceno o principios del Mioceno emigraron de Sud .América a África, y de aquí a Europa y Asia. Aparte de su importancia para la Paleogeografía y para el origen de los Primates, este problema se vincula estrechamente con el sitio de origen del Hom- bre, a punto de constituir su principal fundamento paleontológico. De los Clenialitidios (Prosimios) se originan dos ramas: "Pitheculites" y " Homunculites " (Monos), cuyos restos se han encontrado en el Terciario anti- guo de Patagonia, piso Colpodonense ; la escasez de excavaciones induce a creer que en esa época las es- pecies de Monos debieron ser abundantes. La rama del *'Pitheculites" se continúa con los Hominidios y remata en el Hombre y los Antropomorfos; la rama del Homunculites da origen a los Cercopitecos. El ''Pitheculites" es un Mono muy primitivo y debe descender de algún Clenialitidio del Cretáceo superior; es más evolucionado que el Clenialites. Es el más pequeño de los Monos conocidos y sus carac- ATsTROPOGENIA 199 .res permiten colocarlo en la línea directa del ''ph-y- lum" simio-lmmano, como antecesor de los Homun- culidios, los Hominidios y el Hombre. El *'Homiinculites" es un mono muy pequeño, aunque de talla mayor que el Pitheculites, con quien está emparentado por el abolengo común de los Cle- nalitidios. No se encuentra en la línea directa que conduce a los Hominidios y al Hombre; es una ra- ma colateral de la cual parte el tronco de los Cer- copitecos. Su nombre podría hacer creer que es pa- riente de * ' Homunculus ", como yo mismo lo creía cuando lo describí por vez primera, pero después de haber completado el estudio de la pieza reconocí que está muy lejos de él. (Formaciones, 426). El ''Ho- munculites pristinus", del Eoceno inferior de Pa- tagonia, por la conformación de la mandíbula y de los molares, es idéntico al género "Macacus", aun- que difiere de él por la fórmula dentaria. Nada tie- ne que ver con los Monos sudamericanos propios del Terciario superior, del Cuaternario o de los vivien- tes; pertenece al grupo de los Monos del Antiguo continente, que constituyen la familia de los ''Cer- copithecidíe*' y debe considerarse como el antecesor inmediato de ese grupo, cuya fórmula dentaria es de tipo más evolucionado. Llegando a la formación Santacrucense, nos en- contramos de nuevo con verdaderos Monos, de aspec- to más evolucionado que los precedentes. Son los Ho- munculidios (derivados de *'Pitheculites", cuyo ti- po es el género "Momunculus'^ del que se conocen i'pstos fósiles menos incompletos. El "Homunculus patagonicus" presenta caracteres lie inducen a colocarle en la línea directa que con- uce a los Hominidios primitivos. Su cráneo pre- cita un aspecto bastante evolucionado ; el estudio (le su fémur nos sugirió la idea de que le era posible ^OO ANTROfOGÉNlA la posición erecta. Su estatura, de pie (?), se lia cal- culado entre 45 y 40 centímetros. El *'Anthropops" presenta caracteres aún más evolucionados; lo mismo que el precedente, vivió en Patagonia durante el Eoceno superior; su talla era algo más grande y su posición ha podido ser erecta. Consideramos a los líomunculidios como ios ante- pasados de todos los Monos del Nuevo y del Viejo mundo, exceptuados los Lemúridos. La división en Catarrinos (los del Viejo continente) y Platirrinos (los del Nuevo) nos parece de poca importancia, por no ser de rigurosa exactitud. Los Homunculidios eran Catarrinos por todos sus caracteres, menos por el número de dientes; pero estimo que la fórmula dentaria es de valor relativo, pues puede variar de familia a familia, entre los géneros de una misma fa- milia y entre las especies de un mismo género. Por ciertos caracteres, el * * Ilomunculus " se parece más al Hombre que a los Antropomorfos, de donde se in- fiere que en estos últimos degeneraron algunos carac- teres evolutivos: se ** bestializaron" en vez de hu- manizarse. Los Homunculidios no eran arborícolas o trepado- res; caminaban en la posición bípeda, erecta o se- mierecta. Fundamos esta conclusión en el gran pa- recido de los fémures del ''Homunculus'' y del Hom- bre, y también en la morfología de los cóndilos arti- culares de ese hueso : su extensión hacia abajo y atrás, prueba que la articulación con la tibia se efectuaba en una línea vertical o poco menos. Los brazos de * ' Homunculus ' ' eran proporcionalmente mucho más cortos que los de los Antropomorfos, aunque más lar- gos que los del Hombre; el acortamiento de los bra- zos en eso último es un carácter evolutivo reciente- mente adquirido. El húmero del * ' Homunculus " só- lo difiere del humano por la presencia de una perfo- ANTROPOGÉNÍA 201 ración en el cóndilo interno, carácter primitivo y ancestral en el '^phylum" del Hombre, en quien sue- le reaparecer con carácter atávico. De los Homunculidios derivan los "Hominidios primitivos'', grupo establecido teóricamente, pues no se han encontrado sus restos fósiles. Debieran co- rresponder a horizontes diversos de la época Oligo- cena, cuyas faunas son todavía poco conocidas. Esta laguna del "phylum" podrá, acaso, llenarse con nuevos descubrimientos que no es infundado consi- derar probables. De esos Hominidios primitivos se desprenden dos ramas destinadas a evolucionar de muy distinta ma- nera: los ''Hominidios verdaderos" que se transfor- man en Hombres y los Antropomorfidios (o Simi- dios) que engendran a los actuales Monos Antropo- morfos. Estos últimos, en vez de seguir la vía de la ''humanización", como ocurrió con la rama que lle- gó al tipo humano actual, siguieron la de la "bestia- lización", profundamente acentuada en el actual Gorila. Para que pueda estimarse en conjunto el sitio de origen, la edad geológica y la distribución geográfica de los Monos ("Simioidea") y de los Antropoidios ("Anthropoidea") basta observar mi cuadro de sus representantes distribuidos por continentes y por épocas geológicas (^). in Los Hominidios fósiles sudamericanos La familia de los Hominidiüs, o antecesores inme- diatos d^l Hombre, se en r-i eteriza por los siguientes caracteres: ocho molares de reemplazamiento, posi- (1, Ver "Tetraprothcmo", pág. 232. 202 AKTROPOQÉNIA ción erecta, miembros anteriores cortos con relación a la talla, cerebro relativamente voluminoso, cráneo relativamente abovedado donde no existieron crestas salientes, rostro corto, caninos muy poco desarrolla- dos, dedo interno del pie no oponible, hábitos terres- tres. El conocimiento de los Hominidios fósiles ha pre- sentado en el llamado Viejo continente muchas difi- cultades, y cada hallazgo motiva disputas inacabables. El ''Pithecantropus erectus" fué su primer repre- sentante de valor genérico; es probable que el "Ho- mocentrus argentinus ", y otros imperfectamente co- nocidos, puedan referirse a este mismo grupo. El 28 de Septiembre d'D1CE 239 Págs. les: el espacio, el tiempo y el movimiento. — Constitución de la materia. — Materia y movi- miento. — La materia y la vida. — La evolu- ción de las formas vivas. — Las funciones de adaptación al medio. — Las funciones psíquicas. — La longevidad futura 215 PLEASE DO NOT REMOVE CARDS OR SUPS FROM THIS POCKET UNIVERSITY OF TORONTO LIBRARY QE Ameghino, Florentino 231 Doctrinas y descubrimientos kZ 1923 P&ASci,