COLECCIÓN UNIVERSAL - N.* 531 -
MARIVAUX
El juego del amor y del azar
COMEDIA
Pr«clo: 60 céntimos
MADRID, 1921
/
V
\
\
\
Varivau*
EL JUEGO DEL AMOR Y DEL AZAR
MCMXXI
ES PROPIEDAD Copyright by Calpe, Madrid, 1921.
Papel expresamente fabricado por La Papelera Española
M ARIV AUX
ix2
El juego del amor y del azar
COMEDIA
La traducción del fra icés ha sido hecha por Pedro Morante
MADRID, 1921
‘Tipográfica Renovación" (0. A.). Larra, 6 y
8. - MADRID
Fierre Carlet de Chamblain de Marivaux nació en París en 1688. Hombre rico , quedó arruinado por las especulaciones de Law, el famoso financiero; fué gran amigo de Fontenelle, de madame de Ten- cin y de madame de Lambert. Debutó en la litera¬ tura escribiendo novelas bastante malas. En 1720 dió una tragedia , Aníbal, que fué un fracaso. Dedi¬ cóse a la comedia, y surtió abundantemente la escena del teatro de los Italianos. Sus obras principales son: Arlequín pulido por amor, Sorpresas del amor, Juego del amor y del azar, Las falsas confiden¬ cias, La prueba, El legado. Intentó publicar perió¬ dicamente U7ws repertorios de observaciones mora¬ les, con los títulos de Espectador francés, de 1722 a 23; El Gabinete del filósofo, etc. Dos novelas tardías suyas son excelentes: la Vida de Mariana (1731-1741), y el Aldeano engrandecido (1736); murió en 1763.
Marivaux deja una huella imborrable en la his¬ toria de la comedia francesa. Es en ella como Vat- teau y Lancret en la pintura: modernísimo, tierno, galante, sutil , con una punta imperceptible de lige¬ reza y aun de libertinaje, que se oculta tras el brillo cortés y la elegancia refinada de tono y maneras. Dentro de ese marco se desenvuelve una psicología minuciosa del amor, llena de ricas perspectivas, de exquisitos detalles, de ternuras y emociones contení
das. La novedad de su teatro es ésa , y ésa también La originalidad poderosa de su técnica, que ha sido tanta que ha pasado al idioma la palabra marivan- dage como sinónimo de sutileza amorosa en la con¬ versación, y, por decirlo asi, concepto en la pasión mundana.
PERSONAJES
Orgón, viejo hidalgo , padre de Mario y de Silvia. Dorante, pretendiente de Silvia.
Mario, hijo de Orgón.
Pasquín, criado de Dorante.
Silvia, hija de Orgón.
Lisette, doncella de Silvia.
Un criado de Orgón.
La escena en Parts , en casa de Orgón.
"n
\
EL JUEGO DEL AMOR Y DEL AZAR
ACTO PRIMERO
ESCENA PRIMERA Silvia y Lisette.
SILVIA
Pero te digo y te repito: ¿qué te importa eso a ti? ¿Por qué respondes de mis sentimientos?
LISETTE
Es que creí que ahora vuestros sentimientos serían como los de todo el mundo. Vuestro padre me pregunta si os parece bien que él os case, si esto os ocasiona alegría; yo, naturalmente, contes¬ to que sí, y quizá no hay en el mundo muchacha como vos, para quien este si no sea verdadero; el no es el que no es natural.
SILVIA
¿Que no es natural el no? ¡Qué necia candidez! ¿Ves en el matrimonio tantos encantos?
LISETTE
¡Una vez más, sí!
SILVIA
¡Cállate! ¡A otra parte con tales impertinencias! Has de saber que no te corresponde juzgar mi co¬ razón por el tuyo.
LISETTE
Mi corazón es como el de todo el mundo. ¿Qué culpa tengo yo de que el vuestro no sea como el de los demás?
SILVIA
¡De seguro que, si se atreviese, me tacharía de original, de rara!...
LISETTE
Si fuese vuestra igual, ya lo veríamos.
SILVIA
Lisette: estás haciendo todo lo posible por in¬ comodarme.
LISETTE
(
No es ese mi propósito. Pero, en el fondo, vea¬ mos: ¿qué mal he hecho yo con decir al señor Or- gón que os casaríais de buen grado?
SILVIA
Lo primero, que no has dicho la verdad, porque no me causa la menor pena permanecer soltera.
¡Otra novedad!
LISETTE
II
SIL, VIA
No es necesario que mi padre crea que con ca¬ sarme me proporciona un gran placer, porque esto le hace obrar con una confianza que acaso no le sirva luego para nada bueno.
LISETTE
¿Qué? ¿No os casaréis con el hombre que os destina ?
SILVIA
¡Qué sé yo! Quizá no me agrade, y eso me in¬ quieta.
LISETTE
Dicen que vuestro futuro es una excelente per¬ sona: apuesto, amable, gallardo, con talento y muy buen carácter. ¿Qué más queréis? ¡No es posible pensar en un matrimonio más dulce, en una unión más deliciosa!
SILVIA
¡Deliciosa! ¡Qué loca eres con tus expresiones!
LISETTE
A fe mía, señora, es una dicha que un amante de tales prendas quiera casarse con todas las de la ley; apenas habrá doncella a quien él corteje que no esté en peligro de casarse con él sin cere¬ monia. ¡Amable, apuesto! Tiene lo indispensable para el amor: posee amenidad, talento, bellas do¬ tes para la vida social. ¡Pardiez! Todo es perfecto en este hombre; reúne lo útil con lo agradable. Lo tiene todo.
12
SILVIA
Así es en el retrato que tú haces, y dicen, ade¬ más, que a él se parece, pero es un decir, y yo po¬ dría muy bien no ser de esa opinión. Es buen mozo, aseguran, y eso es casi lo peor.
LISETTE
¡Lo peor, lo peor! ¡Vaya un pensamiento extraño!
SILVIA
Pensamiento de mucho seso. Los buenos mozos suelen a menudo resultar unos fatuos. Lo tengo ya observado.
LISETTE
Pues no tiene razón, si es fatuo; pero la tiene si es guapo.
SILVIA
Dicen también que tiene buena figura. Pase¬ mos por ello.
LISETTE
Sí, sí; puede perdonársele.
SILVIA
l \ ,
De belleza y de buena presencia queda dispen¬ sado; son prendas superfluas.
LISETTE
¡Cáspita! Si llego alguna vez a casarme, ese su- perfluo será para mí lo más indispensable.
' SILVIA
No sabes lo que dices. En el matrimonio hay
13
más trato con el hombre razonable que con el hombre amable; en una palabra, yo no le pido otra cosa sino que tenga buen carácter, y esto es más difícil de encontrar de lo que a primera vista parece. Oigo elogiar mucho el suyo; pero ¿quién ha vivido con él? ¿Acaso no se enmascaran los hom¬ bres, sobre todo cuando tienen talento? He visto yo algunos que parecían excelentes personas cuan¬ do estaban con sus amigos: eran la bondad, la ra¬ zón, la alegría personificadas; en su fisonomía mis¬ ma estaba la garantía de las buenas cualidades que todos les atribuían. «Este señor tiene aspecto de ser un hombre galante, una persona muy ra¬ zonable», decíase continuamente de Ergasto. «Y en verdad que lo es», se respondía. Y yo misma así lo dije: «Su fisonomía no miente.» Sí, sí, fiaos de esa fisonomía tan dulce, tan atenta, que desapare¬ ce un cuarto de hora después, substituida por un rostro brutal, sombrío, huraño, que es el terror de la casa. Ergasto se casó. Su mujer, sus hijos, sus criados, no conocen otro rostro que el hura¬ ño; él ostenta por todas partes, fuera de su casa, esa fisonomía tan amable que todos le conocemos, y que no es mas que una careta que se pone al salir.
LISETTE
¡Qué fantástico es ese hombre de las dos caras!
SILVIA
¿No es acaso agradable encontrarse con Lean¬ dro? Pues bien; en su casa es un hombre que no
14
dice una palabra, que ni ríe ni regaña. Es un alma helada, solitaria, inaccesible, que su mujer no co¬ noce, y con la que no mantiene relación alguna; ella está casada con una figura que sale del gabi¬ nete, pasa al comedor y mata de fastidio, de frío y de aburrimiento a todo el que le rodea. ¿Un marido muy ameno, verdad?
LISETTE
Me he quedado helada de oíros referirlo. Pero ¿qué tenéis que decirme de Tersandro?
SILVIA
¡Tersandro! El otro día llegué a su casa cuan¬ do acababa de reñir con su mujer. Me anuncia el criado, y acude a mí un hombre con los brazos abiertos y el aspecto sereno y desenvuelto; hu- biérase dicho que acababa de sostener un colo¬ quio interesante y espiritual: su boca y sus ojos reían aún. ¡El hipócrita! Así son los hombres. ¿Quién podrá creer que su mujer es digna de lás¬ tima? La encontró abatidísima, descolorida, con los ojos aún hinchados de llorar. La encontró como yo seré quizá algún día: ese es mi futuro retrato; voy, por lo menos, a exponerme a ser una copia de ese modelo. Me dió lástima, Lisette. ¡Ay, si yo también llegase a darte lástima! ¡Sería te¬ rrible! ¿Qué dices de esto? Piensa, piensa en lo que es un marido.
LISETTE
Un marido es un marido. No debisteis acabar
15
con esta palabra, pues me reconcilia con todo lo demás. * . .
ESCENA II
Orgón, Silvia y Lisette.
orgón
Hija mía, buenos días. No só si te agradará la noticia que te traigo. Tu pretendiente llega hoy; su padre me lo anuncia en esta carta. Nada res¬ pondes, pareces triste. Lisette, por su parte, baja los ojos. ¿Qué significa todo esto? (A Lisette J Habla tú, pues. ¿De qué se trata?
LISETTE
Señor: un rostro que hace temblar, otro que infunde frío, un alma helada que permanece aje¬ na a todo, y luego el retrato de una mujer de aba¬ tido semblante, una tez apagada y ojos hincha¬ dos por las lágrimas... He aquí, señor, lo que nos¬ otras considerábamos con tanto recogimiento.
ORGÓN
¿Qué quiere decir ese lío? ¡Un alma..., un re¬ trato! Explícate, que nada entiendo.
SILVIA
Estaba hablando con Lisette de la desgracia de una mujer a quien maltrata su marido; citᬠbale el caso de la de Tersandro, a quien encontré el otro día muy abatida porque su marido acaba-
16
ba de reñirle. Y a propósito de esto hacía yo algu¬ nas reflexiones.
LISETTE
Sí; hablábamos de una fisonomía que va y vie¬ ne; hablábamos de que un marido lleva careta cuando está con la gente y hace una mueca cuan¬ do se encuentra en su casa con su mujer.
ORGÓN
(A Sel vía J De todo esto, hija mía, deduzco que el matrimonio te alarma, tanto más cuanto que no conoces a Dorante.
LISETTE
Primeramente es hermoso, y esto es casi lo peor.
ORGÓN
¡Lo peor! ¡Estás loca con tu peor!
LISETTE
Yo digo lo que aprendo. ¡Esa es la doctrina de la señorita! Yo estudio bajo su dirección.
ORGÓN
Vamos, vamos, no se trata de eso. (A Silvia .) Escucha, hija querida: ya sabes cuánto te quiero. Dorante viene a casarse contigo. En el último via¬ jo que hice a provincias combinó esa boda con su padre, que es mi más íntimo y antiguo amigo; pero fue a condición de que vosotros dos os gustaseis y de que tendríais entera libertad para explica¬ ros respecto de punto tan trascendental. Te prohi- bo, pues, toda complacencia respecto a mí. Si
17
Dorante no te agrada, no tienes mas que decirlo, y en seguida se marcha; si tú no le agradas a él, también se marcha, y asunto concluido.
LISETTE
Un dúo de ternezas decidirá, como en la ópera: «Tú me gustas, yo te quiero; pronto, un notario.» O bien: «¿Me amas?» «No.» «Ni yo tampoco; pronto, a caballo.»
ORGÓN
Por mi parte, yo no he visto nunca a Dorante. Cuando estuve en casa de su padre, el hijo esta¬ ba ausente; pero por los elogios que de él me han hecho, no tengo el menor temor de que uno y otro os rechacéis.
SILVIA
Estoy conmovida por vuestras bondades, par dre mío. Y ya que me prohibís toda complacen¬ cia, os obedeceré.
ORGÓN
Te lo ordeno.
SILVIA
Pero, si me atreviese, os propondría, a propósi¬ to de una idea que se me ocurre, el concederme una merced que me tranquilizaría por completo.
ORGÓN
Habla. Si la cosa es hacedera, concedida está.
SILVIA
0
Hacedera es; pero temería abusar de vuestra bondad.
El jdego del amor.
2
18
ORGÓN
Abusa, pues. En este mundo hay que ser un tanto demasiado bueno para serlo bastante.
LISETTE
Solamente el mejor de los hombres puede expre¬ sarse de tal modo.
ORGÓN
Explícate, hija mía.
SILVIA
Dorante llega aquí hoy... ¿Y si yo pudiese ver¬ le, examinarle un poco, sin que él me conociese? Lisette es ingeniosa, señor; ella podría ocupar mi lugar por algún tiempo; a la vez, yo ocuparía el suyo.
ORGÓN
(Aparte.) Su idea es graciosa. (En voz alta.) Déjame pensar un poco acerca de lo que me pro¬ pones. (Aparte.) Si la dejo hacer, va a ocurrir algo muy singular; seguramente que ella misma no espera... (Alto.) Sea, hija mía; te permito re¬ presentar la farsa. ¿Estás bien segura de soste¬ ner tu papel, Lisette?
LISETTE
¿Yo, señor? Sabéis quién yo soy; a ver, intentad meteros conmigo, y si os atrevéis, faltad al respe¬ to a la persona que adopta este ademán. He aquí una muestra de las buenas maneras con las cua¬ les os espero. ¿Qué decís de ello? ¿Eh? ¿Reconocéis a Lisette?
ORGÓN
¡Soberbio! ¡Como que me engaño actualmente a mí mismo! Pero no hay tiempo que perder. (A Silvia.) Vete a vestirte de acuerdo con tu papel. Dorante puede sorprendemos. De prisa, y que se avise de esto a toda la casa.
SILVIA • !
No me falta casi mas que un delantal.
lisette , .
Yo voy a ataviarme; ven a peinarme, Lisette, para acostumbrarte a tus funciones; haz el favor de poner un poco de cuidado en tu servicio. ¡
SILVIA
Quedaréis contenta, señora marquesa. Vamos.
ESCENA III Mario, Orgón y Silvia.
MARIO
Hermana: te felicito por la noticia que acabo de saber; se dice que vamos a conocer a tu prome¬ tido.
SILVIA
Sí, hermano mío; pero no tengo tiempo para de¬ tenerme: voy a ocuparme de negocios serios, que nuestro padre te dirá; hasta luego, pues.
20
ESCENA IV Orgón y Mario.
orgón
Déjala, Mario, y ven, que yo te diré de qué se trata.
MARIO
¿Qué hay de nuevo, señor?
ORGÓN
Te reoomiendo, ante todo, la mayor discreción respecto a lo que voy a confiarte.
MARIO
Seguiré vuestras órdenes.
ORGÓN
Hoy veremos a Dorante; pero no le veremos sino bajo un disfraz.
MARIO
¿Bajo un disfraz? ¿Acaso viene de máscara? ¿Vais a dar un baile?
ORGÓN
Escucha lo que su padre me dice en esta carta. (Lee.) «Por otra parte, yo no sé lo que pensaréis de una idea que se le ha ocurrido a mi hijo; es ex¬ travagante, él mismo lo declara; pero el motivo es perdonable y aun delicado: consiste la tal idea en que me ha rogado le autorice a presentarse en
21
vuestra casa bajo el disfraz de su criado, quien a su vez hará el personaje del amoj>
MARI <3 . ;
¡Ah, ahí ¡Tendrá gracia í • , s% . ...;*
ORGÓN
Escucha el resto: «Mi hijo sabe cuán serio es el compromiso que va a contraer, y espera, dice, bajo tal disfraz, que ha de durar breve tiempo, sor¬ prender algunos rasgos del carácter de nuestra futura, y conocerla mejor, para acomodar sus ideas sobre su decisión, todo ello con arreglo a la liber¬ tad que, de común acuerdo, hemos resuelto conce¬ derles. Por mi parte, yo, confiando en cuanto me habéis dicho de vuestra amable hija, he consen¬ tido en todo, tomando tan sólo la precaución de advertiros a tiempo, a pesar de que mi hijo me haya rogado que le guarde el secreto. Por vuestra parte, podéis, sobre este particular, obrar, con res¬ pecto a vuestra hija, como lo estiméis oportuno.» He aquí lo que el padre me escribe. Mas esto no es todo, pues ocurre, además, lo siguiente: y es que tu hermana, inquieta ella también sobre su pro¬ metido, cuyo secreto ignora, me ha pedido per¬ miso para representar aquí la misma comedia, y esto precisamente para observar a Dorante, así como éste quiere observarla a ella. ¿Qué dices de esto? ¿Sabes de algo más extraordinario que esto? Actualmente, ama y doncella se disfrazan. ¿Qué me aconsejas, Mario? ¿Debo o no avisar a tu her¬ mana ?
n
MARIO
A fe mía, señor, puesto que las cosas toman tal rumbo, entiendo que vale más dejarlas que sigan su curso y respetar la idea que se les ha ocurrido a Dorante y a Silvia. Tendrán que hablarse los dos bajo su respectivo disfraz, y ya veremos si su co¬ razón les advierte de lo que valen. Quizá Dorante cobre gusto por mi hermana, por muy doncella que se le aparezca; lo que sería sumamente halagüeño para ella.
ORGÓN
Ya veremos cómo Silvia sale de esta intriga.
MARIO
Es una aventura que no dejará de divertirnos. Quiero asistir a ella desde su comienzo y hostigar a los dos.
ESCENA V
Mario, Silvia, en traje de doncella , y Orgón.
• • r . ..
SILVIA
Heme aquí, señor. ¿Qué tal me encontráis dis¬ frazada do esta suerte? Hermano mío: ya que sa¬ bes de qué se trata, ¿qué te parezco?
MARIO
A fe mía, hermana, la conquista del criado es cosa hecha. Pero... ten cuidado no vayas a esca¬ motear Dorante a tu ama.
23
SILVIA
Francamente, no me disgustaría agradarle en el papel que represento; me agradaría subyugar su razón, aturdirle un poco sobre la distancia que existirá entre él y yo. Si mis encantos lo logran, no dejaré de estimarlos. Por otra parte, esto me ayudará a conocer mejor a Dorante. Respecto de su criado, no temo sus suspiros; seguramente no se atreverá a abordarme; mi fisonomía tendrá algo que inspirará más respeto que amor al bergante.
MARIO
Vamos, hermana, después de todo, «se bergante, como tú dices, no dejará de ser tu igual.
OROÓN
Y no podrá dejar de amarte.
SILVIA
¡Pues bien!... El honor de gustarle no me será inútil: los criados son generalmente indiscretos; el amor es hablador, y yo haré del criado el histo¬ riador del amo.
ESCENA VI
Mario, Silvia, Orgón y Un Criado, un CRIADO
Señor: acaba de llegar un criado que desea ha¬ blaros. Viene con un mandadero que trae una ma¬ leta.
24
ORGÓN
Que entre.
(Sale el criado.)
ESCENA VII Mario, Silvia y Orgón.
orgón
Es, sin duda, el criado de Dorante; su amo pue¬ de haberse quedado atrás, para dejar en orden sus asuntos. ¿Dónde está Lisette?
SILVIA
Se está vistiendo, y frente a su espejo juzgará muy imprudente que le entreguemos a Dorante; piensa acabar en seguida.
ORGÓN
Cuidado, que viene alguien.
ESCENA VIII
Mario, Silvia, Orgón y Dorante, disfrazado de criado.
DORANTE
Busco al señor Orgón. ¿Acaso es a él a quien tengo el honor de hacer reverencia?
ORGÓN
Sí, amigo mío, al mismo.
26-
DORANTE
Señor: sin duda habréis recibido ya noticias nuestras; soy el criado del señor Dorante, quien me envía para anunciarle, ofreciéndoos sus res- petos, en espera de tener el gusto de hacerlo él personalmente.
ORGÓN
Sabes cumplir admirablemente con tu misión, Lisette: ¿qué dices tú de este mozo?
SILVIA
¿Yo, señor? Digo que es bien venido y que pro¬ mete.
DORANTE
Es usted muy amable; procuro siempre cumplir mis obligaciones lo mejor posible.
MARIO
No está mal, ¿eh? Cuidado con tu corazón, Li¬ sette.
SILVIA
¿Mi corazón? ¿Qué puede importarle eso a mi corazón?
DORANTE
No os enfadéis, señorita; lo que dice el señor no me hará vanidoso.
SILVIA
Me agrada esa modestia; conservadla siempre.
26
MARIO
Perfectamente. Pero me parece que ese nombre de señorita que te otorga tiene un tono demasia¬ do formal. Entre gentes como vosotros, el estilo de los cumplidos no debe tomar un aire tan cere¬ monioso: estaríais siempre en guardia. ¡Ea, ea, po¬ déis trataros más cómodamente! Tú te llamas Li- sette; y en cuanto a ti, muchacho, ¿cuál es tu nombre?
DORANTE
Burguiñón, señor, para serviros.
SILVIA
¡Pues sea, Burguiñón!
DORANTE
¡Vaya por Lisette! Yo no dejaré por eso de ser vuestro servidor.
MARIO
¡Vuestro servidor! Es todavía mucho cumplido. No debéis hablaros así. Tu servidor es como hay que decir.
ORGÓN
(Riendo.) ¡Ah, ah, ah!
SILVIA
( Bajo a Mario.) Te estás burlando de mí, her¬ mano mío.
DORANTE
Respecto al tuteo, yo espero las órdenes de Li- ' sette.
SILVIA
Haz lo que quieras, Burguiñón; ya está roto el hielo, puesto que esto divierte a los señores.
DORANTE
Gracias, Lisette; respondo en el acto al honor que me haces.
ORGÓN
Valor, muchachos; y si comenzáis a amaros, ya estáis libres de ceremonias.
MARIO
¡Oh, poco a poco! Amarse es ya otro punto. Qui¬ zá ignoráis que yo tengo cierta simpatía por Li¬ sette. Verdad es que ella no me corresponde en igual grado; pero yo no quiero de ningún modo que Burguiñón se atraviese entre los dos.
SILVIA
¡Qué! ¿Así lo tomáis? Pues ahora yo quiero que Burguiñón me ame, ¡ea!
DORANTE
Haces mal en decir yo quiero , bella Lisette; no tienes necesidad de ordenar para ser servida.
MARIO
Señor Burguiñón: esa galantería la habéis ro¬ bado en alguna parte.
DORANTE
Tenéis razón, señor; la encontré en los ojos de Lisette y me tomé la libertad de apropiármela.
28
MARIO
Cállate, que esto es peor aún; te prohibo tener tanto ingenio.
SILVIA
No lo tiene a costa vuestra; y si lo encuentra en mis ojos, libre es de tomarlo.
ORGÓN
Hijo mío: perderás el pleito. Retirémonos. Do¬ rante va a llegar. Vamos a avisar a mi hija, y túr Lisette, enseña a ese muchacho el aposento de su amo. Adiós, Burguiñón.
DORANTE
Señor: me hacéis demasiado honor.
ESCENA IX Silvia y Dorante.
SILVIA
(Aparte.) Se divierten como si estuviesen en el teatro. No importa. Procuraré aprovecharme. Este muchacho no es tonto; afortunada puede consi¬ derarse la doméstica que le enamore. Va a galan¬ tearme. Le dejaré hablar, con tal de lograr de él lo que necesito saber.
DORANTE
(Aparte.) ¡Es sorprendente esta muchacha! No
29
hay mujer en el mundo que no se honrare con tan bello rostro. Hagamos amistad con ella... (Alto.) Puesto que ya nos tratamos en estilo amistoso y hemos abjurado de toda reverencia, dime, Lisette: ¿puede compararse contigo tu señorita? Yo no sé cómo se atreve a tener una doncella tan linda como tú.
SILVIA
Burguiñón: lo que acabas de decirme me anuncia que, según la costumbre, llegas con la intención de decirme ternezas, ¿verdad?
DORANTE
Sinceramente, debo confesarte que no había venido con tales propósitos. Por muy criado que sea, no he tenido nunca grandes tratos con do¬ mésticas: soy de un gusto un poco más fino; pero, en lo que a ti respecta, no me atrevo a mantener tal opinión. Yo no puedo explicarme el por¬ qué; pero tú me dominas, me haces tímido; ape¬ nas si oso tratarte con familiaridad; siento ten¬ taciones de descubrirme ante ti, y cuando te tu¬ teo me parece que blasfemo; en fin, siento una comezón de tratarte con tales respetuosas corte¬ sanías, que te harían reír. ¿Qué clase de doncella eres tú, con tu aire de princesa?
SILVIA
Mira: eso que dices haber sentido al verme es precisamente la historia de todos los criados que me han visto.
30
DORANTE
A fe mía, que no me causaría sorpresa el saber que es también la historia de todos los amos.
SILVIA
Linda frase, en verdad; pero vuelvo a repetirte que no estoy acostumbrada a los requiebros de los que se visten como tú.
DORANTE
¿Es decir, que mi ropaje no te agrada?
SILVIA
No, Burguiñón; dejemos en paz al amor y sea- mos buenos amigos.
DORANTE
¿Nada más? Tu pacto se compone de dos cláu¬ sulas imposibles.
SILVIA
(Aparte.) ¡Qué hombre* ¡Nadie creería que es un criado! (Alto.) Sin embargo, es indispensable su eje¬ cución; se me ha predicho que yo me casaría con un hombre de posición, y desde entonces juré no pres¬ tar oídos a quien no lo fuere.
DORANTE
¡Diantre! ¡Cosa extraordinaria! Justamente lo que tú juraste para el hombre lo juró yo para la mujer: hice promesa de no amar en serio mas que a una muchacha de posición.
31
SIL. VIA
Sigue, pues, adelante con tu proyecto.
DORANTE
Quizá no me aparto de él tanto como creemos. Tú tienes el aire de una persona distinguida, y a veces se es de un alto linaje sin saberlo.
SILVIA
( Riendo.) ¡Ah, ah, ah! Te daría las gracias por el elogio, si éste no fuera a costa de mi madre.
DORANTE
Pues bien; véngate en la mía, si me encuentras con suficiente buen tipo para ello.
SILVIA
(Aparte.) Lo merecías. (Alto.) Pero no se trata de esto. Basta ya de bromas. Se me ha predicho un hombre de posición para esposo, y a ello me atendré estrictamente.
DORANTE
¡Ay, Lisette! Si yo lo fuese, la predicción me amenazaría; sentiría grave temor de realizarla. No tengo fe en la Astrología; pero soy un fervoro¬ so creyente de tu belleza.
SILVIA
(Aparte.) ¡Y no se agota! (Alto.) ¿Acabarás? ¿Qué puede importarte la predicción, puesto que ella te excluye?
32
DORANTE
Nc» se ha predicho que yo no pudiese amarte.
SILVIA
No; pero se ha predicho que nada ganarías con ello, y yo te lo confirmo.
DORANTE
Haces perfectamente, Lisette; este orgullo, este alto aprecio de ti misma, te sienta a las mil mara¬ villas, y aunque aleje de mí toda esperanza, me satisface; te lo deseó al verte; es una prenda más que te avalora, y me consuelo de perder con ello, ya que tú ganes...
SILVIA
(Aparte.) Verdaderamente, me sorprende este muchacho, a pesar de todas mis prevenciones. (Alto.) Dime: ¿quién eres tú, que así te expre¬ sas?
DORANTE
El hijo de honradas gentes, que no eran ricos.
SILVIA
De todo corazón te deseo mejor suerte, y si a ella pudiese yo contribuir, de muy buena gana lo haría. La Fortuna ha sido ingrata contigo.
DORANTE
Más lo ha sido el amor; mejor quisiera que me fuese lícito pedir tu corazón que obtener todos los bienes de la tierra.
33
SILVIA
(Aparte.) Henos ya, gracias a Dios, en conver¬ sación tendida. (Alto.) Burguiñón: no me es po¬ sible enfadarme por tus frases de amor; pero cam¬ biemos, por favor, de rumbo. Hablemos de tu amo. Supongo que puedes pasarte sin hablarme de amor.
DORANTE
También tú podrías pasar sin hacérmelo sentir.
SILVIA
¡Ah! Acabarás por enfadarme. No me impacien¬ tes. Deja ya tu amor.
DORANTE
Haz desaparecer tu encanto.
SILVIA
(Aparte.) Creo que acabará divirtiéndome. ¡En¬ cantador! (Alto.) Burguiñón: ¿pero quieres aca¬ bar? ¿Será preciso que tenga que dejarte? (Apar¬ te.) Debería ya haberlo hecho.
%
DORANTE
Espera, Lisette. Yo quería hablarte de otra cosa; pero ya no me acuerdo.
SILVIA
Yo también tenía algo que decirte; pero me has hecho también perder mis ideas...
DORANTE
Recuerdo haberte preguntado si tu ama podía compararse contigo.
El juego del amor.
3
34
SILVIA
Vuelves al mismo camino por un atajo. Adiós.
DORANTE
I
Te digo que no, Lisette. De quien se trata es de mi amo.
SILVIA
Sea. Quería yo hablarte de eso también, y es¬ pero que, confidencialmente, podrás informarme. Tu lealtad hacia él me hace concebir buena opi¬ nión: ya necesita tener mérito para que tú le sirvas.
DORANTE
Bueno; creo que me permitirás darte las gra¬ cias por lo que acabas de decirme.
SILVIA
Haz el favor de no parar mientes en la impru¬ dencia que he cometido al decírtelo.
DORANTE
He aquí otra respuesta de las que me ponen fue¬ ra de mí. Haz como gustes; es inútil mi resistencia, y confieso la desgracia de verme detenido por lo que hay más amable, más bello en el mundo.
SILVIA
Y yo, por mi parte, confieso también que no sé cómo he hallado en mí tanta bondad para escu¬ charte. Es verdaderamente singular.
DORANTE
Tienes razón; nuestra aventura es única.
35
SILVIA
(Aparte.) A pesar de todo lo que me dice, no me he marchado, no me marcho, sigo aquí... y aun le contesto. Verdaderamente, esto pasa de broma. (Alto.) Adiós.
DORANTE
Acabemos lo que estábamos diciendo.
SILVIA
Adiós te digo; no hay cuartel. Cuando venga tu amo, ya procuraré, para bien de mi ama, conocer¬ le, si vale la pena. Mientras tanto, ¿ves esta ha¬ bitación? Pues es la vuestra.
*
ESCENA X
Pasquín, bajo la vestimenta de Dorante .
Silvia y Dorante.
dorante
He aquí a mi amo.
pasquín
¡Ah! ¿Estás aquí, Burguiñón? ¿Habéis sido bien recibidos mi maleta y tú?
DORANTE
Imposible era que se nos recibiese mal, señor.
PASQUÍN
Abajo me dijo un criado que entrase aquí, y
36
que avisarían de mi llegada a mi suegro, que es¬ taba con mi mujer.
SILVIA
¿Queréis decir el señor Orgón y su hija, sin duda alguna, señor?
PASQUÍN
Eso es; mi suegro y mi mujer, es lo mismo. Aquí vengo a casarme, y me esperan para ello, según se convino. Sólo falta ya la ceremonia, que es una bagatela.
SILVIA
Una bagatela que bien merece reflexión.
PASQUÍN
Sí; pero cuando se ha pensado ya en ella, no hay por qué volver a la misma idea.
SILVIA
( Bajo a Dorante .) Burguiñón: según veo, poco trabajo cuesta en casa de vuestro amo ser hombre de mérito.
PASQUÍN
¿Qué le contáis a mi criado, hermosa?
V. SILVIA
Nada. Le digo tan sólo que voy en busca del señor Orgón.
PASQUÍN
¿Y por qué no decís mi suegro, como yo?
SILVIA
Es que todavía no lo Os.
37
DORANTE
Tiene razón, señor; la boda aun no está realizada.
PASQUÍN
Pues ya estoy aquí para realizarla.
DORANTE
Esperad a que todo esté terminado.
PASQUÍN
¡Pardiez! Vaya remilgos para un suegro de ayer o de mañana.
SILVIA
Sí, señor; tenéis razón. ¿Qué diferencia tan gran¬ de hay entre estar casado y no estarlo? Corro en su busca, para informarle de vuestra llegada.
PASQUÍN
Avisa también a mi mujer; hazme ese favor. Pero, antes de marcharte, di: tú, tan bonita, ¿eres acaso la criada de la casa?
SILVIA
En efecto.
PASQUÍN
Perfectamente. Lo celebro. ¿Crees que yo guste aquí? ¿Cómo me encuentras?
SILVIA
Os encuentro... gracioso.
PASQUÍN
Bueno, así me gusta. Procura mantenerte en ese sentimiento; tal vez encuentre recompensa. .
38
SILVIA
Sois bien modesto, si os satisfacéis con él. Pero me voy. Sin duda no han avisado a vuestro suegro; si no, ya estaría aquí. Voy yo a avisarle.
PASQUÍN
Decidle que le espero con cariño.
SILVIA
(Aparte.) ¡Extraña suerte! Ninguno de estos dos hombres ocupa el lugar que le corresponde. (Sale.)
ESÓENA XI
• \ . * . f • ■ , *
Pasquín y Dorante.
pasquín
Bien, señor, mi comienzo se presenta admira¬ blemente; ya le gusto a la criada.
DORANTE
i Qué necio eres!
PASQUÍN
¿Por qué? ¡He hecho tan bonita entrada!...
DORANTE
Me prometiste dejar en la puerta de esta casa tu manera tonta y trivial de hablar. Te había dado instrucciones perfectas; te recomendó serie¬ dad, y nada más. Ya veo que has hecho todo lo contrario, y que hice mal en fiarme de ti.
39
PASQUÍN
Me portaré mejor en adelante, y puesto que el ser serio no basta, daré en lo melancólico y hasta lloraré si es preciso.
DORANTE
No sé dónde estoy. Esta aventura me aturde. ¿Qué debo hacer?
PASQUÍN
¿Es que la novia no es guapa?
DORANTE
Cállate, que viene el señor Orgón.
ESCENA XII
Orgón, Pasquín y Dorante.
ORGÓN
Querido señor: os pido mil perdones por habe ros hecho aguardar; pero hasta hace un instante no he sabido que os hallabais aquí.
PASQUÍN
Mil perdones, señor, son demasiados; sólo es ne¬ cesario uno cuando no hay mas que una falta. Por lo demás, todos mis perdones están a vuestra disposición.
ORGÓN
Procuraré no tener necesidad de ellos.
40
PASQUÍN
Sois el amo y yo el servidor.
ORGÓN
Estoy, os lo aseguro, encantado de veros y os esperaba con impaciencia.
PASQUÍN
Hubiese venido primeramente aquí con Bur- guiñón; pero cuando se llega de viaje se está, como sabéis, mal pergeñado, y he preferido pre¬ sentarme aquí en un estado más atractivo.
ORGÓN
Y lo habéis logrado. Mi hija se está vistiendo; estaba un poco indispuesta. Mientras baja, ¿que¬ réis refrescar?
PASQUÍN
Nunca rehusé tomar un vaso con nadie.
ORGÓN
Burguiñón: procurad acomodaros por vuestra parte.
PASQUÍN
El muchacho es goloso; ya procurará beber de lo mejor.
ORGÓN
Que no deje de hacerlo.
FIN DEL PRIMER ACTO
0
ACTO SEGUNDO
ESCENA PRIMERA
Lisette, disfrazada con la ropa de Silvia, y Orgón.
orgón
¿Qué deseabas, Lisette?
LISETTE
Quisiera hablaros un momento.
ORGÓN
¿De qué se trata?
LISETTE
De deciros en qué estado se encuentran las cosas; porque importa que estéis al corriente de ellas, con el fin de que no tengáis queja de mí.
ORGÓN
¿Se trata de algo serio?
LISETTE
Sí, de algo muy serio. Consentisteis en principio en que la señorita Silvia se disfrazase, y a mí me pareció de perlas la combinación, y sin conse¬ cuencias; pero confieso que me he^ equivocado.
42
ORGÓN
¿Equivocado? ¿Cómo? ¿Por qué?
LISETTE
Señor: cuesta trabajo alabarse a sí mismo; pero, a pesar de todas las reglas de modestia, es indis¬ pensable, sin embargo, que os diga que, si no ponéis orden en lo que está ocurriendo, vuestro futuro yerno no tendrá corazón que ofrecer a vues¬ tra hija. Tiempo es ya de que ella se dé a conocer, y aun más que tiempo, porque yo no respondo ni aun de mañana mismo.
ORGÓN
¿Eh? ¿De dónde sacas que Dorante no querrá casarse con mi hija cuando llegue a conocerla? ¿Desconfías de sus encantos?
LISETTE
No; pero no desconfiáis vos demasiado de los míos. Porque os advierto que van por buen camino y no os aconsejo que los dejéis paso franco.
ORGÓN
Te felicito, Lisette. (Ríe.) ¡Ah, ah, ah!
LISETTE
¿Conque os reís? ¿Lo tomáis a broma, señor? ¿Os burláis de mí? Bueno, bueno; ya veréis el resultado.
ORGÓN
Sigue tu camino sin miedo, Lisette.
43
LISETTE
Os lo repito una vez más: el corazón de Dorante camina muy de prisa. Actualmente le gusto mu¬ cho; esta noche me amará; mañana su amor será adoración; yo no lo merezco; la cosa parecerá de muy mal gusto, todo lo que queráis; pero ello será un hecho. Y no os quepa duda; os garantizo que ma¬ ñana seré adorada.
ORGÓN
¿Y qué te importa? Sigue. Si tanto te ama, que te despose.
LISETTE
¿Qué? ¿No os opondríais a ello?
ORGÓN
No, por mi honor, si le llevas a ese punto.
LISETTE
Señor: ¡cuidado! Hasta aquí yo no ayudé a mis encantos naturales. Solos hicieron sentir sus efectos. Pero como llegue a poner algo de mi parte, no hay remedio, todo va por el suelo.
ORGÓN
Destruye, asuela, quema, ¡cásate! Todo te lo per¬ mito, si acaso puedes.
LISETTE
Con esta condición, mi fortuna ya está hecha.
ORGÓN
Pero dime: ¿te ha hablado mi hija? ¿Qué piensa ella de su prometido?
44
LISETTE
Apenas si hemos encontrado ocasión de cam¬ biar impresiones, porque el pretendiente no me deja ni un momento; pero, a juzgar por las apa¬ riencias, no me parece que está muy contenta. La encuentro triste, pensativa, y es de esperar que acabe ordenándome que rechace a Dorante.
ORGÓN
Yo te lo prohíbo, en cambio. Evito el explicar¬ me con mi hija, pues tengo mis razones para ha¬ cer durar la comedia; quiero que Silvia examine a su prometido más a su gusto. ¿Y el criado? ¿Qué hace? ¿No se le ha ocurrido enamorar a mi hija?
LISETTE
Es un hombre muy raro; he notado que cuando se encuentra con ella hace el hombre de mundo, porque tiene buen tipo; la mira, suspira...
ORGÓN
¿Y ella se enfada?
LISETTE
Ella... se pone colorada.
ORGÓN
Tú te engañas; no creo yo que las miradas de un criado puedan hacer turbarse a mi hija.
LISETTE
Señor: se ruboriza.
ORGÓN
Enrojecerá de indignación.
45
LISETTE
Bueno. Como usted guste.
ORGÓN
Escucha. Cuando hables con ella, dile que sos¬ pechas que ese criado quiere indisponerla con su amo; y si ella se enfada, no te importe, yo lo arre¬ glaré todo.
ESCENA II
Lisette, Pasquín y Orgón.
orgón
Pero he aquí a Dorante, que parece buscarte.
PASQUÍN
¡Ah! Al fin os encuentro, maravillosa dama; a todo el mundo pregunto por vos. Servidor, queri-' do suegro, o casi casi suegro.
ORGÓN
Servidor. Adiós, hijos míos. Os dejo juntos; con¬ viene que vayáis amándoos, antes de decir la pa¬ labra definitiva en el altar.
PASQUÍN
De buena gana haría las dos cosas al mismo tiempo.
ORGÓN
\
No seáis impaciente. Adiós.
16
ESCENA III
Lisette y Pasquín.
pasquín
Señora: me dice que no me impaciente. ¡Qué cómodamente se expresa el hombre!
LISETTE
Me cuesta trabajo creer que os apene la espera, señor; más bien creo que, por galantería, os la dais de impaciente. ¡Si apenas acabáis de llegar! Vuestro amor no puede ser muy grande; es, a lo sumo, un amor recién nacido.
PASQUÍN
¡Os equivocáis, prodigio de mi existencia! Un amor por vos no guarda la cuna mucho tiempo; vuestra primera mirada ha hecho nacer el mío; la segunda le dió fuerzas, y la tercera le hizo un robusto mancebo. Procuremos darle una posición cuanto antes, y cuidad amorosa de él, ya que sois su madre.
LISETTE
¿Os parece que le maltrato? ¿Está tan abando¬ nado?
PASQUÍN
En espera de verle b;¡en dotado, dadle tan sólo vuestra bella y blanca mano, para que se entre¬ tenga.
47
LISETTE
Tenedla, ya que no hay medio de estar en paz con vos sino sujetándose a vuestros caprichos.
PASQUÍN
( Besándole la mano.) ¡Querido juguete de mi . alma! Esto me embriaga como el más delicioso vino. ¡Qué lástima que sólo sea un sorbo!
LISETTE
Vamos, vamos, basta ya. Sois demasiado ávido.
PASQUÍN
Sólo quiero ya vivir con este y para este tesoro.
LISETTE
¿Pero habéis perdido la razón?
PASQUÍN
Sí, la he perdido; vuestros ojos son los ladronas que me la han robado.
LISETTE
Imposible me parece amor tan grande. No me atrevo a creerlo.
PASQUÍN
No me importa lo que sea posible o imposible; es el caso que os amo como un loco, y podéis fᬠcilmente comprobarlo en el espejo.
LISETTE
El espejo no me serviría sino para hacerme más incrédula.
48
PASQUÍN
¡Adorable muñeca! Vuestra humildad más tie¬ ne de hipocresía.
ESCENA IV
Lisette, Pasquín y Dorante.
LISETTE
Alguien viene. Es vuestro criado.
DORANTE
Señor: ¿podría hablaros un momento?
PASQUÍN
¡No! ¡Maldita sea la tropa de los criados, que no nos dejan un momento tranquilos!
LISETTE
Ved lo que os quiere, señor.
DORANTE
Sólo necesito deciros una palabra.
PASQUÍN
Señora, como diga dos, la tercera será para despedirle. (A Dorante.) Veamos.
DORANTE
(Bajo a Pasquín.) Ven, impertinente.
‘ • PASQUÍN
(Bajo a Dorante.) Injurias son ésas, no pa¬ labras. (A Lisette.) Reina mía, perdonad.
I
i
49
LISETTE
Haced como gustéis.
DORANTE
Líbrame de todo esto, no te entregues; aparen¬ ta preocupaciones; pon aire serio en tu rostro, y hasta preocupado... ¿Comprendes?
PASQUÍN
Sí, amigo; no te inquietes, retírate.
ESCENA V Lisette y Pasquín.
pasquín
¡Ah, señora! Si mi criado no hubiese venido, hu¬ bierais escuchado lindas frases, que ahora sólo se¬ rán comunes palabras, fuera de mi amor, que es extraordinario. Mas, a propósito de mi amor, ¿cuándo el vuestro vendrá a hacerle compañía?
LISETTE
Hay que esperar a que venga.
PASQUÍN
Sí; pero ¿cuándo?
LISETTE
Apremiante es la cuestión. ¿Sabéis que me po¬ néis en un verdadero compromiso?
El juego del amor.
4
50
PASQUÍN
¿Qué queréis que haga? Me quemo y no tengo otro remedio que gritar ¡fuego!
LISETTE
¡Si yo pudiera explicarme ahora mismo!...
PASQUÍN
Opino que eso es lo mejor que debéis hacer.
LISETTE
El comedimiento de mi sexo me lo impide.
PASQUÍN
No será el que ahora se usa, que autoriza a eso v aun más.
LISETTE
Pero ¿qué deseáis?
PASQUÍN
Decidme solamente un poquitín que me amáis. Escuchad: yo os amo. Haced vos el eco, princesa. Repetid.
LISETTE
¡Qué insaciable! Pues bien, señor; os amo.
PASQUÍN
¡Ay, señora! Muero... Mi dicha me confunde. ¡Me amáis! ¡Cosa admirable!
LISETTE
Me sorprende la explosión súbita de vuestro ca¬ riño. Quizá me améis menos cuando nos conozca¬ mos mejor.
51
PASQUÍN
¡Ay, señora! Cuando a eso lleguemos, seré yo quien más pierda. Habrá mucho que rebajar.
LISETTE
Encontráis en mí cualidades que no poseo.
PASQUÍN
Y vos, señora, no conocéis las mías; de rodillas debiera hablaros.
LISETTE
Reflexionad que de su destino nadie de sueño.
PASQUÍN
Padres y madres lo hacen todo a su capricho.
LISETTE
Por mi parte, mi corazón os hubiera escogido en cualquier clase social en que os hubiese hallado.
PASQUÍN
Quizá no sea tarde todavía.
LISETTE
¿Puedo yo decir lo mismo?
PASQUÍN
¡Ay! Aunque no hubierais sido m8s que una hu* milde fregona y yo os hubiese visto con el can¬ dil en la mano bajando a la cueva, para mí seríais mi princesa siempre.
LISETTE
¡Ojalá sean eternos tan bellos sentimientos!
52
PASQUÍN
Para fortificarles por ambas partes, juremos amarnos siempre, a pesar de todas las faltas de or¬ tografía que hayáis podido cometer sobre mi per¬ sona.
LISETTE
\ . M
Aun tengo yo más interés que vos en ese jura¬ mento, y le hago de todo corazón.
/
PASQUÍN
(De rodillas.) Vuestra bondad me deslumbra y me postro ante ella.
LISETTE
Deteneos. No puedo permitir que os pongáis en esa postura, y sería ridiculez en mí el consen¬ tirlo. Levantaos.
ESCENA VI
Lisette, Pasquín y Silvia..
LISETTE
Otra vez vienen a importunarnos. (A Silvia.) ¿Qué quieres, Lisette?
SILVIA
Quisiera hablaros, señora.
PASQUÍN
¡Qué te parece! ¡Eh, amiga, vuelve de aquí a un cuarto de hora! Las doncellas, en mi país, no
53
entran a hablar con los señores sino cuando se las
llama.
SILVIA
- Señor: es preciso que hable a la señora.
PASQUÍN
¡Pero mirad qué chica más testaruda! (A Li- setteJ Reina de mi vida, despedidla. (A Sil¬ via.) Lárgate, hijita, que tenemos orden de amar¬ nos antes de la boda; no interrumpas nuestras funciones.
LISETTE
¿No puedes volver dentro de un momento, Li- sette?
SILVIA
Pero, señora...
PASQUÍN
Ese pero sólo es bueno para darme calentura.
SILVIA
(Aparte.) ¡Ah, qué hombre más bruto! (Alto.) Señora: os aseguro que la cosa es urgente.
LISETTE
Permitidme, pues, un momento, señor.
PASQUÍN
Puesto que el diablo lo quiere y ella también... Paciencia. Me pasearé mientras hablan. ¡Ah, cuán¬ tas impertinencias hay que aguantar de la gente ordinaria!
54
ESCENA Vil Lisette y Silvia.
SILVIA
Te encuentro admirable de no despedir a ese bárbaro y hacerme soportar sus brutalidades.
LISETTE
Señora: yo no puedo representar dos papeles al mismo tiempo. Debo ser ama o criada, obedecer u ordenar.
SILVIA
Perfectamente; pero, ya que se fué, escúcha¬ me como a tu ama que soy. Bien ves que este hombre no me conviene de ningún modo.
LISETTE
No habéis tenido tiempo de examinarle mucho.
SILVIA
f
¿Estás loca con tu examen? ¿Es necesario ver¬ le dos veces para apreciarlo en su justo valor? En una palabra, no le quiero. Mi padre, aunque pare¬ ce comprender lo que tal hombre me repugna, no aprueba, al parecer, mi desvío, pues esquiva toda conversación conmigo y hasta huye de mí. Así, pues, tú eres quien, de la manera más suave po¬ sible, debes sacarme de este aprieto, haciendo comprender a ese joven que no estás dispuesta a casarte con él.
I
55
LISETTE
No sé si me atreveré, señora.
SILVIA
¿Por qué? ¿Quién te lo impide?
LISETTE
El señor Orgón me lo ha prohibido.
SILVIA
¿Eh? ¡Parece imposible que mi padre proceda así!
LISETTE
Pues él es quien me lo ha prohibido positiva¬ mente.
SILVIA
En ese caso, te encargo le manifiestes mi aver¬ sión hacia Dorante y le asegures que esta aver¬ sión es invencible. No quiero creer que, sabido esto, pretenda que las cosas sigan ya adelante.
LISETTE
Pero, señora, ¿qué tiene vuestro prometido de odioso, de desagradable?
SILVIA
Me es antipático, te digo, y tu pooo celo tam¬ bién.
LISETTE
Todo lo que so os pide es que os toméis el tiempo preciso para poder juzgarle en justicia.
56
SILVIA
Le odio ya o bastante, y no necesito más tiem¬ po para que este odio sea mayor.
LISETTE
¿Acaso el presumido de su criado no habrá trabajado contra el amo?
SILVIA
Pero ¿qué tontería estás diciendo ?J¿Qué tiene que ver el criado en esto?
LISETTE
Es que yo desconfío de él. Me parece que filo¬ sofa demasiado.
SILVIA
Basta ya de apreciaciones. Ya me cuido yo de que ese criado me hable lo menos posible. De to¬ dos modos, en lo poco que he hablado con él he visto que es hombre de criterio.
LISETTE
Pues yo le creo capaz de haberos contado ton¬ terías, sin más objeto que hacer brillar su in¬ genio.
SILVIA
¿Acaso mi disfraz no me expone a oír dichos y requiebros? ¿Pues entonces? ¡Qué manía tie¬ nes de imputar a ese muchacho una repugnancia en la que de ninguna manera tiene parte, obligán¬ dome a mí, al mismo tiempo, a defenderle! No se trata de querellarle con su amo, ni de creerle un
57
picaro, para que yo, que escucho sus historias, re¬ sulte una imbécil.
LISETTE
¡Oh, señora! Ya que le defendéis de tal manera, llegando hasta el enfado, comprendo bien que debo callarme.
SILVIA
¡Ya que le defendéis de tal manera!... ¿Qué ma¬ nera es ésa? ¿Qué pretendes insinuar? ¿Qué ideas andan por tu magín?
LISETTE
Digo, señora, que jamás os vi tan enfadada como ahora, y que nada entiendo del motivo de vuestra acritud. Si ese criado no ha dicho nada, enhorabuena, no hay que enfadarse para justifi¬ carle. Por mi parte, estoy conforme con lo que de¬ cís, no me opongo a la buena opinión que de él tenéis.
SILVIA
¡Qué manera más perversa de retorcer las co¬ sas! Siento ganas de llorar de rabia.
LISETTE
Pero, señora, ¿qué maldad encontráis en lo que digo?
SILVIA
¡Que qué maldad encuentro! ¡Que me enfado! ¡Que tengo de él una buena opinión! Me estás fal¬ tando al respeto. ¡Cielos! ¡Una buena opinión! ¿Qué debo responder? ¿Qué significa todo esto? ¿Sabes
58
con quién estás hablando? ¿A dónde iremos a parar por este camino?
LISETTE
Nada puedo deciros. Creo que no volveré en buen tiempo del asombro que acabáis de ocasio¬ narme.
SILVIA
Tienes unas maneras de hablar que me ponen fuera de mí. Retírate. Estás insoportable. Déja¬ me. Tomaré otras medidas.
ESCENA VIII Silvia, sola.
Me estremezco todavía de lo que he tenido que escuchar. ¡Con qué impudor, en su fuero interno, nos consideran los criados! ¡Cómo la degradan a una estas gentes! No acabo de tranquilizarme. ¡Cada vez que pienso en lo que ha dicho y en cómo lo ha dicho, me causa horror y miedo! ¡Se trata de un criado! ¡Cosa extraordinaria! Apar¬ temos la idea con que esta insolente ha venido a ennegrecer mi imaginación.
ESCENA IX Silvia y Dorante.
SILVIA
He aquí a Burguiñón; he aquí el hombre por el cual me salgo de mis casillas. Pero no es culpa
59
suya; este pobre muchacho no debe pagar erro¬ res ajenos.
DORANTE
Lisette: por mucho que te alejes de mí, no pue¬ do dejar de hablarte. Me parece que estoy que¬ joso de ti.
SILVIA
Burguiñón: te ruego que suprimamos el tuteo.
DORANTE
Como quieras.
SILVIA
Nada empiezas poniendo de tu parte.
DORANTE
Ni tú tampoco. Fíjate que me dices «te rue¬ go*...
SILVIA
Se me había escapado.
DORANTE
Pues bien, créeme, hablemos como podamos. No vale la pena de molestarnos, para el poco tiem¬ po que nos queda ya de estar juntos.
SILVIA
¿Se marcha tu amo? Poco se pierde.
DORANTE
Y lo mismo con el criado, ¿verdad? Termina tu pensamiento.
60
SILVIA
Ya le hubiese acabado yo, si ello me hubiera venido en gana; pero no pensaba en ti.
DORANTE
En cambio, yo no te pierdo de vista.
SILVIA
Escucha, Burguiñón, de una vez para siempre: te quedes, te vayas, te vuelvas, todo ello debe serme indiferente, y me lo es en efecto. No te quiero bien ni mal, ni te odio, ni te amo, ni te amaré, a menos que me vuelva loca. He aquí mi estado de ánimo, el único que yo puedo tener, y hasta debie¬ ra callármelo y nada decirte.
DORANTE
Mi desgracia es inconcebible. Me robas con es¬ tas palabras todo el reposo de mi existencia.
SILVIA
¡Qué fantasía ha ido a anidar en tu espíritu! Lástima me das. Vuelve en ti. Tú me hablas y yo te contesto; es ya mucho, es quizá demasiado, pue¬ des creerme; y si tú supieras la verdad de todo esto, verdaderamente me estarías agradecido. En¬ contrarías en mí una bondad sin ejemplo, bondad que yo criticaría en otra mujer. Sin embargo, yo no me la reprocho: el fondo de mi corazón me tran¬ quiliza; lo que hago es digno de alabanza. Te ha¬ blo por generosidad, sí; pero esto no puede durar más tiempo; estas generosidades sólo son buenas
61
un momento, y yo no soy de condición para estar tranquila siempre sobre la inocencia de mis inten¬ ciones. Acabemos, pues, Burguiñón, acabemos, te lo pido. ¿Qué significa esto? Es una burla. No ha¬ blemos más de ello.
DORANTE
¡Ah, querida Lisette! ¡Cuánto sufro!
SILVIA
Volvamos a lo que querías decirme. Te que¬ jabas de mí cuando entraste. ¿De qué se trataba?
DORANTE
De nada, de una bagatela; tenía ganas de verte, y creo que tomé ese pretexto.
SILVIA
(Aparte.) ¿Qué decir a esto? Aunque me enfa¬ dase sería lo mismo.
DORANTE
Tu ama, al marcharse, parecía acusarme de ha¬ berte hablado mal de mi amo.
SILVIA
Eso se imagina; si te vuelve a hablar de ello, niégalo valientemente, que de lo demás yo me en¬ cargo.
DORANTE
Después de todo, esa cuestión me preocupa bien poco.
62
SILVIA
Si no tienes nada más que decirme, ya nada te¬ nemos que hacer juntos.
DORANTE
Déjame, al menos, el placer de contemplarte.
/ < *
SILVIA
i
¡Claro! ¡Como no tengo otra cosa que hacer que entretener la pasión de Burguiñón! El recuerdo de todo esto me hará reír algún día.
DORANTE
¿Te burlas? Tienes razón. No sé lo que digo ni lo que te pido. Adiós.
SILVIA
Adiós. Veo que tomas el buen camino. Pero, a propósito de tu despedida, me queda aún una cosa por saber. Me habías dicho que os marchabais. ¿Es de verdad?
DORANTE
Por mi parte, yo debo marcharme, si no quiero volverme loco.
SILVIA
No era precisamente para obtener esa respues¬ ta por lo que te había detenido.
DORANTE
Sólo cometí una falta, y es la de no haberme marchado en cuanto te vi.
63
SILVIA
( Aparte.) En todo instante necesito olvidar que le escucho.
DORANTE
¡Si supieras, Lisette, en el estado en que me en* cuentro!...
SILVIA
¡Oh! No será tan curioso de saber como el mío, te lo aseguro.
DORANTE
¿Qué puedes reprocharme? No me propongo ha¬ certe sensible en provecho mío.
SILVIA
(Aparte.) No hay que fiarse.
DORANTE
¿Y qué podría yo esperar procurándome tu amor? ¡Ay! Aun cuando poseyese tu corazón...
SILVIA
¡Que el cielo me libre! Cuando le tuvieses, no lo sabrías, y yo lo haría tan bien, que ni aun yo mis¬ ma lo sabría. ¡Vaya una idea que se te ha ocurrido
DORANTE
¿Es verdad que ni me odias, ni me amas, ni me amarás?
SILVIA
Sin dificultad alguna.
DORANTE
¿Sin dificultad? ¿Qué tengo yo acaso de horrible?
<64
SILVIA
Nada. No es eso lo que te perjudica.
DORANTE
Pues bien, querida Lisette; dime cien veces que no me amarás nunca.
SILVIA
¡Oh! Ya te lo he dicho lo bastante. No tienes mas que creerme.
DORANTE
¡Que te crea! Abate la esperanza de una peligro¬ sa pasión; sálvame de los efectos que temo. No me odias, ni me amas, ni me amarás; agobia mi oorazón con esta certidumbre. Obro de buena fe; socórreme contra mí mismo, pues me es muy ne¬ cesario. Ya ves que te lo pido de rodillas. (Se arro¬ dilla.)
ESCENA X
Mario, Orgón, Silvia y Dorante.
{ O r g ó n y Mario se detienen y los escuchan
en silencio.)
SILVIA
¡Famoso paso! No faltaba mas que esto a la aventura. ¡Qué desgraciada soy! He aquí lo que tolera mi bondad. Levántate, Burguiñón, haz el favor, que puede venir alguien. Diré lo que gus-
65
tes. ¿Qué deseas? No te odio, hombre. Levánta¬ te. Y aun te amaría, si pudiese. No me pareces mal. Bástete esto.
DORANTE
Qué, Lisette, si yo no fuese lo que soy, si fue¬ se rico, de honrada condición, y te amase lo que te amo, ¿no sentiría tu corazón repugnancia por mí ?
SILVIA
Seguramente.
DORANTE
¿No me odiarías? ¿Me tolerarías?
SILVIA
De todo corazón Pero levántate.
DORANTE
Pareces decirlo seriamente, y si esto es verdad, mi razón está ya perdida.
SILVIA
Digo lo que quieres, y tú no te levantas.
ORGÓN
(Aproximándose con Mario.) Es verdaderamente lamentable interrumpiros; la cosa marcha a las mil maravillas. ¿Verdad, hijos míos? Adelante, adelante.
SILVIA
Yo no puedo impedir a este muchacho que se ponga de rodillas, señor. No estoy en estado de imponerme a él, me parece a mí.
El juego del amor.
5
m
ORGÓN
Os convenís perfectamente los dos. Pero escu¬ cha dos palabras, Lisette, y luego podréis reanu¬ dar la conversación, una vez que nos vayamos. ¿Permites, Burguiñón?
DORANTE
Me retiro, señor.
ORGÓN
Anda, y procura hablar de tu amo con un poco más de respeto que acostumbras.
DORANTE
¿Yo, señor?
MARIO
Sí, señor Burguiñón; dícese que no os distin¬ guís por el respeto que todo criado debe tener a su amo.
DORANTE
No comprendo lo que queréis decirme.
ORGÓN
Adiós, adiós. Ya te disculparás en otra ocasión.
ESCENA XI
Mario, Silvia y Orgón.
ORGÓN
Silvia: no te atreves a mirarnos. ¿Te encuentra» turbada?
67
SILVIA
¿Yo, padre? ¿Cuál sería el motivo de mi turba¬ ción? Gracias al cielo, me encuentro como de or ¬ dinario; es una figuración vuestra.
MARIO
Hay algo, hermana, hay algo.
SILVIA
Algo hay en tu cabeza, no digo que no, queri¬ do hermano; pero lo que es en la mía, sólo hay la sorpresa de lo que estáis diciendo.
ORGÓN
¿Es ese muchacho que acaba de marcharse quien te inspira esa extremada antipatía que tienes por su amo?
SILVIA
¿Quién? ¿El criado de Dorante?
ORGÓN
Sí. El galante Burguiñón.
SILVIA
El galante Burguiñón, cuyo epíteto ignoraba, no me hablaba de su amo.
ORGÓN
Sin embargo, se asegura que es él quien le hace desmerecer a tus ojos, y sobre ese particular qui¬ siera hablar contigo.
SILVIA
No vale la pena, padre, y nadie en el mundo,
68
sino su mismo amo, me ha inspirado la natural aversión que hacia él siento.
MARIO
Por mucho que digas, hermana, tu aversión es demasiado grande para ser natural, y alguien te ha ayudado.
SILVIA
( Con vivacidad.) ¿Qué significa ese aire miste¬ rioso con que me dices eso, hermano? ¿Quién me ha ayudado? Dilo.
MARIO
¡Vaya un humorcito que tienes, hermana! ¡Hay que ver cómo te pones!
SILVIA
Estoy ya cansada del papel que represento, y si no fuese por no enfadar a mi padre, ya hubiese dado al traste con la comedia.
ORGÓN
Líbrate bien de hacer eso, hija mía. Justamente he venido para recomendártelo. Puesto que tuve la complacencia de permitirte representar esta farsa, es preciso, te lo ruego, que a tu vez seas compla¬ ciente, suspendiendo tu opinión definitiva sobre Dorante y examinando si la aversión que te han hecho concebir por él es legítima.
SILVIA
¿Acaso no os enteráis de lo que digo, padre?
69
¿No he dicho ya que esa aversión es natural, que nadie me la ha hecho concebir?
MARIO
¿Cómo? ¿Ese charlatán que acaba de salir de aquí no te ha hecho algún tanto tomar asco a su amo?
» SILVIA
(Furiosa.) ¡Qué expresiones! ¡Me ha hecho to¬ marle asco! ¡Asco! Tales palabras son impropias de nosotros. Sólo oigo ya cosas inauditas, expre¬ sadas en un lenguaje inconcebible. Se me en¬ cuentra turbada; algo debe de haber, y, además, es el galante Burguiñón quien hace que tome asco a su amo. Será todo lo que queráis; pero yo no entiendo mía palabra.
MARIO
Por lo que vemos, aquí lo más extraordinario y fuera de tono eres tú. ¿De quién te quejas? ¿A qué vienen esos recelos? ¿Qué idea sospechas en nosotros?
SILVIA
Valor, hermano. ¿Por qué fatalidad no puedes hoy decirme una palabra que no sea chocante? ¿Qué sospechas quieres que yo tenga? ¿Estás vien¬ do visiones?
ORGÓST
Verdaderamente, te encuentras presa de una agi¬ tación tal, que no te reconozco. Por lo visto, ese estado de agitación es la causa de que Lisette
70
nos haya hablado en la forma que lo ha hecho. Acusaba a ese criado de no haber abogado ante ti en favor de su amo, «y la señorita— nos ha dicho — le ha defendido contra mí con tanta cólera, que aun estoy sorprendida». Sobre esa palabra de sorprendida le echamos una buena regañina; pero tales gentes ignoran la consecuencia de una palabra.
SILVIA
¡Qué impertinente! ¿Hay nada más odioso que esa muchacha? Confieso que me enfadé por espí¬ ritu de justicia respecto a ese criado.
MARIO
Yo no veo ningún mal en esto.
SILVIA
¿Hay nada más sencillo? ¿De modo que porque soy equitativa, porque no quiero que se perjudi¬ que a nadie, porque deseo salvar a un criado del daño que puede hacérsele respecto de su amo, por todo eso se dice que me encolerizo, sorprendiendo a todo el mundo? Un momento después un mal espíritu razona; hay que enfadarse, hay que ha¬ cerla callar, hay que tomar partido contra ella a causa de la consecuencia de lo que está diciendo. ¡Partido! ¿Pero acaso tengo necesidad de que me defiendan, de que me justifiquen? ¿Se puede inter¬ pretar mal lo que hago? Pero, ¿qué hago yo? ¿De qué se me acusa? Informadme, por Dios, pues la cosa es seria. ¿Están jugando conmigo? ¿Se burlan de mí? No vivo ya tranquila.
ORUÓN
Tranquilízate, hija.
71
SILVIA
No, señor. ¡No hay tranquilidad que valga! ¿Cómo? ¿Sorpresas? ¿Consecuencias? Venga una explicación. ¿Qué quiere decir esto? Se acusa al criado sin razón. Estáis equivocados. Lisette es una loca y él es inocente. Y no hay más. ¿Para qué insistir sobre lo mismo? Estoy indignada.
ORGÓN
i
Te contienes, hija mía, para no pelearte también conmigo. Pero liquidemos este incidente de la mejor manera; puesto que el único sospechoso que hay aquí es ese criado, que Dorante le eche.
SILVIA
¡Desgraciado disfraz! Sobre todo, que Lisette no se acerque a mí; la odio más que a Dorante.
ORGÓN
Eso, como gustes; pero te supongo encantada de que ese muchacho se marche, pues su amor hacia ti te debe molestar grandemente.
SILVIA
No tengo razón para quejarme; me toma por una sirvienta, y como tal me habla, desde ese punto de vista; pero ya me cuido de no dejarle decir lo que le plazca.
72
MARIO
No creas que dominas la situación a tu capricho,
como dices.
ORGÓN
¿Acaso no le hemos visto a tus pies, aun a pesar tuyo? ¿No tuviste, para hacer que se levantara, que decirle que no te disgustaba?
SILVIA
(Aparte.) Me ahogo.
MARIO
Y aun ha sido preciso, cuando te preguntó si le amarías, que tú agregases tiernamente: «De buen grado»; sin lo cual, aun estaría a tus plantas.
SILVIA
¡Afortunada apostilla, hermano! Mas como la . acción me desagradó, su repetición no resulta ama¬ ble. Pero, hablando en serio: ¿cuándo va a acabar la comedia que os estáis dando conmigo?
ORGÓN
Lo único que yo te pido, hija mía, es que no te determines a rechazar a Dorante sino con cono¬ cimiento de causa. Espera aún, que seguramente después me darás las gracias del plazo que te pido; yo te lo aseguro.
MARIO
Yo, por mi parte, te predigo que te casarás con Dorante, ¡y aun de todo corazón! Pero, padre, yo te pido gracia para el criado.
SILVIA
¿Gracia por qué? ¡Pero si yo quiero que se marche!
ORGÓN
Su amo decidirá. Vámonos ya.
MARIO
Adiós, hermana, y sin rencor.
ESCENA XII Silvia, sola.
¡Ah! Mi corazón se contrae. No sé qué se mezcla en la confusión en que me encuentro. Me aflige esta aventura; desconfío de todos los rostros, y no, no estoy contenta de nadie, ni aun de mí misma.
ESCENA XIII Silvia y Dorante, dorante
¡Ah, Lisette! Te buscaba.
SILVIA
No valía la pena, puesto que yo huyo de ti.
dorante
(Impidiéndola salir.) Detente, Lisette. Tengo
74
que hablarte por última vez. Se trata de una cosa cuyas consecuencias importan a tus amos.
SILVIA
Díselo a ellos mismos. No te veo una vez sin que me cuestes penas; déjame.
DORANTE
Igual me pasa a mí. Pero escúchame, te digo. Vas a ver de improviso cambiar las cosas de as¬ pecto por lo que voy a decirte.
SILVIA
Bueno; pues habla. Ya te escucho, puesto que está escrito que mi complacencia hacia ti ha de ser eterna.
DORANTE
¿Me prometes el secreto?
SILVIA
Nunca traicioné a nadie.
DORANTE
Lo que voy a confiarte se lo debes a la estima¬ ción que por ti siento.
SILVIA
Lo creo; per<* procura estimarme sin decirlo, porque parece pretexto.
DORANTE
Te engañas, Lisette; me prometiste el secreto; acabemos. Ya has visto cómo me ha sido imposi¬ ble dejar de amarte.
75
. SILVIA
Ya estamos como siempre. No estoy dispuesta a escucharte. Adiós.
DORANTE
¡Quédate! Ya no es Burguiñón quien te habla.
SILVIA
¿Eh? ¿Quién eres, entonces?
DORANTE
¡Ah, Lisette! Ha llegado el momento en que vas a ser juez de las penas que han atormentado mi corazón.
, SILVIA
No es a tu corazón a quien yo hablo; es a ti.
DORANTE
¿Nadie se acerca?
SILVIA
Nadie.
DORANTE
El estado en que están las cosas me obliga a ser sincero. Soy lo suficientemente honrado para no dejar que los sucesos se deslicen como hasta aquí.
SILVIA
Sea.
DORANTE
Sabe que quien galantea con tu ama no es quien se cree.
SILVIA
(Vivamente.) ¿Quién es, pues?
D Olí ANTE
Un criado. ¿Y entonces?
SILVIA
DORANTE
Dorante soy yo.
SILVIA
(Aparte.) Ya veo claro en mi corazón.
DORANTE
Bajo este ropaje de criado quería compenetrar¬ me de lo que era tu ama antes de casarme con ella. Mi padre, al salir de casa, me permitió hacer lo que he hecho, y todo lo acaecido me parece un sueño. Odio al ama, de la cual yo debía ser esposo, y amo a la criada, que debía encontrar en mí un nuevo amo. ¿Qué debo hacer en las presentes circunstancias? Me avergüenzo por ella de decirlo; pero tu ama tiene tan poco gusto, que está enamo¬ rada de mi criado, hasta el punto de que, si los dejaran, se casarían. ¿Qué debo hacer?
SILVIA
(Aparte.) Ocultárnosle quién soy. (Alto.) ¡Qué cambio de situación más extraordinario! Mas ante todo, señor, os presento mis excusas por lo que en mis palabras haya habido de irregular en nues¬ tras entrevistas.
DORANTE
(Vivamente.) Cállate, Lisette; tus excusas me
77
apenan, pues me recuerdan la distancia que nos separa y me la hacen aún más dolorosa.
SILVIA
Pero ¿es tan seria vuestra simpatía hacia mí? ¿Me amáis hasta ese punto?
DORANTE
Hasta el punto de renunciar a todo compromiso, ya que no me es dado unir mi suerte a la tuya; y en este estado, la sola felicidad que yo puedo encontrar es la de saber que no me odias.
SILVIA
Un corazón que me ha escogido en la condición humilde en que me encuentro bien merece ser acogido con todos los honores, y yo pagaría de buen grado vuestro amor con amor si no temiese haceros aceptar un compromiso que a vos en pri¬ mer término perjudicaría.
DORANTE
Como si no fuesen bastante tus encantos, la nobleza con que me hablas viene a sumarse a ellos, dándote un valor aún más grande.
SILVIA
Alguien viene. Sufrid todavía un poco lo de vuestro criado, que las cosas no irán demasiado de prisa y tiempo tendrefnos para salir de este apuro.
DORANTE
Seguiré tus consejos.
ESCENA XIV
7S
Silvia, sola.
¡Respiremos! ¡Gran necesidad tenía yo de que fuese Dorante!
ESCENA XV S i l v i a y Mario.
MARIO
Vuelvo a buscarte, hermana, pues comparto contigo las inquietudes con que te dejamos, y quiero librarte de ellas. Escúchame.
SILVIA
( Vivamente .) Afortunadamente, hermano mío, hay otras noticias que vienen a esclarecerlo todo.
MARIO
¿Y son?
SILVIA
Que Burguiñón no es Burguiñón. ¡Es Dorante!
MARIO
¿De cuál hablas, hermana?
SILVIA
El mismo me lo ha dicho. El. Acaba de salir.
¿Pero quién?
MARIO
79
SILVIA
¿No me entiendes?
MARIO
Si te comprendo, que me ahorquen.
SILVIA
Ven. Vámonos de aquí. Vayamos en busca de nuestro padre, a quien quiero informar de lo que pasa. También tendré necesidad de ti, hermano. S i me ocurren nuevas ideas. Vas a fingir que me amas; ya has dicho algo de eso en broma; pero, sobre todo, te ruego que guardes el mayor secreto.
MARIO
¡Seguramente que lo he de guardar! ¡Como que no entiendo de todo esto ni una palabra,!
SILVIA
Vt.mos, hermano, ven. No perdamos más tiempo. En la vida ha ocurrido nada más extraordinario que lo que aquí está ocurriendo.
MARIO
Yo pido al cielo que Silvia no delire.
K1N DEL ACTO SEGUNDO
ACTO TERCERO
ESCENA PRIMERA Dorante y Pasquín.
pasquín
¡Ay, señor, mi querido señor! ¡Por favor os lo pido!
DORANTE
¿Otra vez?
PASQUÍN
Tened compasión de mi buena suerte; no os in¬ terpongáis entre la fortuna y este humilde servidor vuestro; no hagáis perjuicio a mi buena sombra.
DORANTE
¡Miserable! ¿Pero intentas burlarte de mí? ¡Me¬ recerías cien bastonazos!
PASQUÍN
Y no los rechazo, si los merezco; pero cuando los haya recibido, permitidme volver a merecer otros tantos. ¿Queréis que vaya a buscar el bastón?
DORANTE
¡Bribón!
81
PASQUÍN
¿Bribón? Sea. ¡Pero esto no me impide hacer fortuna!
DORANTE
¡Pero qué cosas se le ocurren a este picaro-
PASQUÍN
¿Picaro? Bueno; puede convenirme también; un bribón no puede encontrarse deshonrado porque le llamen picaro; pero un picaro puede hacer una buena boda.
DORANTE
¿Cómo, insolente? ¿Quieres que deje en el error a un hombre honrado y que soporte que, bajo mi nombre, te cases con su hija? Escucha: como lle¬ gues a hablarme de tales impertinencias, en cuan¬ to haya advertido al señor Orgón de quién eres, te despido. ¿Comprendes?
PASQUÍN
Veamos si hay medio de arreglarlo todo. Esta señorita me ama, me idolatra. Si le declaro mi ver¬ dadera situación y, no obstante, su corazón sigue latiendo por mí, y aun está dispuesta a que se ce¬ lebre la boda, ¿os opondréis?
DORANTE
Desde el momento en que conozca tu verdade¬ ro estado, no tengo yo por qué oponerme a nada.
PASQUÍN
Bueno; pues voy a declarar a esta linda perso- El juego del amor. 6
82
uilia mi verdadera condición, y es de esperar que por una librea más o menos no nos peleemos, y que el amor, que todo lo iguala, no ponga reparos a esta unión, que permitirá al criado pasar de un salto y definitivamente de la antesala al salón.
ESCENA II Dorante, solo.
Todo lo que aquí pasa, todo lo que me sucede, es realmente increíble. Me gustaría, sin embargo, entrevistarme con Lisette y saber el resultado de lo que me prometió hacer con su ama para sacarme de este apuro. Voy a ver si puedo encontrarla sola.
ESCENA III Dorante y Mario.
MARIO
Detente, Burguiñón; tengo algo que decirte.
DORANTE
¿Qué puedo hacer en servicio vuestro, señor?
MARIO
¿Estás enamorando a Lisette?
DORANTE
Es tan amable esa muchacha, que difícilmente puedo pasarme sin hablarle de amor.
83
MARIO
¿Y ella? ¿Cómo recibe tus galanterías?
DORANTE <
Señor: ella lo echa a broma.
MARIO
Eres ingenioso. ¿No haces también el hipócrita?
DORANTE
No; pero ¿qué os importa? Aun suponiendo que Lisette pueda encontrarme digno de su amor...
MARIO
¿Digno de su amor? ¿Dónde vas a escoger ta¬ les términos? Me parece que usas un lenguaje bien diferente del de las gentes de tu condición.
DORANTE
Señor: yo no sabría expresarme de otro modo.
MARIO
: i 1 •>. \ ' s .. • V
¿Es aparentemente con tales delicadezas de ex¬ presión con las que quieres conquistar el corazón de Lisette? Esto se llama imitar a los grandes señores.
DORANTE
Os aseguro, señor, que yo no imito a nadie. Pero seguramente no venís tan sólo a motejarme de ridículo y tenéis algo más importante que decirme. Hablábamos de Lisette, de mi inclinación hacia ella y del interés que ésta os inspira.
84
MARIO
¿Cómo? ¿Hay ya un dejo de celos en lo que me dices? Modérate un poco, ¿eh? Me decías que, su¬ poniendo que Lisette tuviese algún afecto hacia ti... Sigue.
DORANTE
¿Para qué necesitaríais saberlo, señor?
MARIO
¡Ah! ¡Ya se descubre! Es que, a pesar del tono de broma con que te hablé antes, me sería suma¬ mente desagradable que Lisette te amase; es que, sin más discusión, te prohibo que vuelvas a diri¬ girte a ella. Y no es que yo tema que se enamore de ti, no, pues Lisette pone su corazón por enci¬ ma de un hombre de tu especie; es que me desazo¬ na sobremanera tener a Burguiñón por rival.
DORANTE
Verdaderamente os creo, porque Burguiñón, con todo y ser Burguiñón, no está tampoco con¬ tento de teneros por rival.
MARIO
Que se aguante.
DORANTE
Fuerza será. Pero, señor, ¿tanto la amáis?
■ ' ‘ • MARIO
Lo bastante para entablar con ella unas relacio¬ nes serias en cuanto tome ciertas medidas. ¿Com¬ prendes lo que quiero decir?
85
DORANTE
Sí; me parece adivinarlo. Pero, en esas condi¬ ciones, ¿acaso sois correspondido?
MARIO
¿Pero tú qué te crees? ¿No valgo la pena de ser querido? -
DORANTE
Seguramente que no esperaréis que vuestros ri¬ vales hagan vuestro elogio, ¿verdad?
MARIO
La respuesta es ingeniosa, y aun razonable, y por eso te la perdono; pero me mortifica no poder decir que ella me ama, y no hago esta confesión» como puedes comprender, en homenaje tuyo, sino porque siempre he preferido decir la verdad -
DORANTE
Me asombráis, señor. ¿No conoce Lisette vues¬ tras intenciones respecto de ella?
MARIO
Lisette sabe demasiado que la quiero, y no pa¬ rece hacer gran aprecio de ello; pero es de esperar que la razón se impondrá a su corazón. Adiós; re¬ tírate en silencio. Su indiferencia por mí, a pesar de todo lo que la ofrezco, debe consolarte del sa¬ crificio que harás por mí. Tu librea no es como para inclinar la balanza de tu lado, y tú no eres ri¬ val capaz de poder contender conmigo.
86
ESCENA IV
Mamo, Silvia y Dorante.
MARIO
¡Ah! ¿Eres tú, Lisette?
SILVIA
¿Qué tenéis, señor? Parecéis emocionado.
MARIO
Nada. Unas palabras que decía a Rurguiñón.
\
SILVIA
Parece que está triste. ¿Le regañabais?
DORANTE
El señor acaba de decirme que os ama, Lisette.
SILVIA
Yo no tengo culpa alguna.
DORANTE
\
Y me prohíbe amaros.
SILVIA
¿Y prohíbe también que yo os parezca amable?
MARIO
Yo no puedo impedir que te ame, bella Liset¬ te; pero no quiero que te lo diga.
SILVIA
No me lo dice ya; me lo repite.
87
MARIO
Por lo menos, no lo repetirá estando yo presente, lietírate, Burguiñón.
DORANTE
Espero a que Lisette me lo ordene.
MARIO
Pero...
SILVIA
Dice que espera; tened, pues, paciencia.
DORANTE
¿Tenéis simpatía por el señor?
SILVIA
¿Qué clase de simpatía? ¿Amor? Creo que no será preciso que nadie me lo prohíba.
DORANTE
¿No me engañáis?
MARIO
Verdaderamente, estoy representando aquí un lindo personaje. Que salga. ¡Quo salga inmedia¬ tamente! ¿A quién hablo yo, entonces?
DORANTE
A Burguiñón, simplemente.
MARIO
Pues bien; ¡que se vaya!
DORANTE
(Aparte.) ¡Lo que tengo que sufrir!
88
SILVIA
Ceded, puesto que se enfada.
DORANTE
(Bajo a Silvia.) ¿Acaso es eso lo que deseáis?
MARIO
Vamos, acabemos.
DORANTE
Me habíais ocultado ese amor, Lisette. (Sale.)
✓ ^
ESCENA V
Mario y Silvia.
SILVIA
Si yo no amase a este hombre, confesad que se¬ ría bien ingrata.
MARIO
(Riendo.) ¡Ja, ja, ja!
ESCENA VI
Mario, Silvia y Orgón. orgón
¿De qué os reís, Mario?
MARIO
De la cólera de Dorante, que acaba de mar¬ charse, obligado por mí a dejar a Lisette.
\
89
SILVIA
Pero ¿qué os ha dicho en la entrevista que aca¬ báis de tener con él?
MARIO
No he visto hombre ni más intrigado ni de peor humor.
ORGÓN
No está mal que sea cogido en su propio cepo, y, por otra parte, nada hay más halagador ni más digno de ser agradecido que lo que hasta ahora has hecho por él, hija mía; pero ya va siendo de¬ masiado.
MARIO
Pero ¿hasta dónde hemos llegado, hermana?
SILVIA
¡Ay, hermano! Por mi parte, declaro que no pue¬ do por menos de confesar que la comedia me sa¬ tisface.
MARIO
¿Comprendéis, padre, lo que significan estas pa¬ labras, la dulzura que de ellas se desprende?
ORGÓN
! Pero, hija, ¿crees que él llegará hasta ofrecerte su mano bajo el disfraz con que ante él apareces?
SILVIA
Sí, padre mío; así lo espero.
MARIO ,
¡Hipocri tilla! Ahora ya no nos riñes, todo son dulzuras.
90
SILVIA
Pero si no dejáis pasar nada.
MARIO
¡Ah, ah! Tomaré mi revancha. Antes te queja¬ bas de mis expresiones; ahora me toca reírme a mí un poco a costa de las tuyas. Tu alegría es tan divertida como antes lo era tu inquietud.
ORGÓN
Por mi parte, no podrás quejarte, hija mía; a todo cuanto quieras accedo fácilmente.
SILVIA
¡Ah, señor! ¡Si supierais cuán agradecida os es¬ toy! Dorante y yo estamos destinados el uno al otro; él debe conducirme al altar. ¡Si supierais cómo no podré nunca olvidar cuanto hace hoy por mí; cuán agradecida le quedará mi corazón por la ternura de que me está dando tan grandes pruebas! ¡Y cómo todo esto hará que esta unión sea una unión tierna, hecha a base de un verdadero y grande amor! El no podrá nunca acordarse de nuestra historia sin amarme, y yo, cuando también piense en ella, me encontraré aún más unida a él. Al dejarme montar este tablado, habéis fundado la felicidad de nuestra vida. Es un matrimonio úni¬ co, una aventura cuyo solo relato es ya conmovedor; es el golpe de fortuna más singular, más feliz, más...
MARIO
(Riendo.) ¡Ja, ja, ja! ¡Qué sensible tienes el co¬ razón, hermana! ¡Qué elocuencia!
ORCrÓN
Hay que convenir en que los trofeos de la vic¬ toria, si la obtienes, serán magníficos.
SILVIA
¡Ya lo creo que la obtendré! Dorante está ven¬ cido: espero a mi cautivo...
MARIO
Sus cadenas son más doradas que él se figura, pero ya está padeciendo demasiado el pobrecillo. Voy teniéndole lástima.
SILVIA
Lo que le cuesta decidirse le hace más estima¬ ble a mis ojos. Cree que, al casarse conmigo, cau¬ sará un gran dolor a su padre. Cree traicionar so alcurnia y su fortuna. He aquí grandes temas de reflexión. Me agradaría triunfar; pero es preciso que sea yo quien arranque la victoria y no él quien me la dé. Deseo un combate entre el amor y la razón.
MARIO
Y que la razón perezca.
OROÓN
Es decir, que quieres que sienta toda la exten¬ sión de la impertinencia que creerá hacer. ¡Qué insaciable vanidad de amor propio!
MARIO
Se trata del amor propio de una mujer, y con eso está todo dicho.
92
ESCENA VII
Mario, Silvia, Orgón y Lisette.
orgón
Callad. He aquí a Lisette. Veamos qué nos quiere.
LISETTE
Señor: me habéis dicho que me abandonabais a Dorante, que me entregabais su cabeza sin con¬ diciones; os he cogido la palabra; trabajé para mí, y vais a ver ahora cómo hago yo las cosas. Dorante está en mi poder. ¿Qué debo hacer? ¿Me le cede la señorita?
ORGÓN
Hija mía: por última vez, ¿renuncias a él?
SILVIA
Sí; se lo doy a Lisette, con todos mis derechos. Diré como tú: nunca seré parte en un corazón que yo misma no haya subyugado.
LISETTE
¿Queréis, pues, que me case con él? ¿Lo per¬ mite el señor?
ORGÓN
Por mi parte, accedo; si él te ama, arreglaos como podáis.
MARIO
También tiene Lisette mi consentimiento.
93
LISETTE
Gracias, gracias a todos.
ORGÓN
Un momento. Falta una pequeña restricción, y es que, para disculparnos nosotros de lo que ocurra, le digas algo de quién eres.
LISETTE
Pero si le digo algo, lo sabrá en seguida todo.
ORGÓN
Si tanto te quiere, ¿no podrá soportar amor tan grande golpe semejante? No creo yo que él sea hombre que repare en pelillos.
• LISETTE
Justamente aquí llega en busca mía. Tened la bondad de dejarme el campo libre; se trata ahora de mi obra maestra.
ORGÓN
Tienes razón. Retirémonos.
SILVIA
De todo corazón.
MARIO
Vamos.
04
ESCENA VIII Pasquín y Lisette.
PASQUÍN
Al fin, reina mía, os veo. Y ahora ya sí que no os abandono, porque ya he padecido bastante pri¬ vándome de vuestra presencia; ¡hasta he llegado a creer que me esquivabais!
LISETTE
Debo confesar, señor, que algo hay de eso.
PASQUÍN
Cómo, alma querida, elixir de mi corazón, ¿que¬ réis va terminar con mi existencia?
V
LISETTE
No, amigo mío; su conservación me importa tanto como a vos.
PASQUÍN
¡Ah! Esas palabras me fortifican.
LISETTE
No deberíais dudar de mi cariño.
PASQUÍN
Me gustaría besar esas palabras, recogiéndolas tío vuestra boca con la mía.
LISETTE
Pero me estáis metiendo prisa por la boda, y i* i [>adre no me había aún permitido contesta-
95
ros. Acabo de hablar con él, y con arreglo a lo que él me ha dicho puedo anunciaros que podéis pe¬ dirle mi mano cuando gustéis.
PASQUÍN
Antes de pedírsela a él , permitidme que os la pida a vos; quiero darle las gracias por la caridad que hará entrando en mis manos, que son verdadera¬ mente indignas de poseerla.
LISETTE
No rehusó prestárosla un momento; mas a con¬ dición de que la guardéis luego para siempre.
PASQUÍN
Mi pequeña y querida mano, gordezuela y pu¬ lida: os tomo sin regateo; no siento el menor te¬ mor por el honor que me hacéis; lo único que me apura es el que yo pueda daros.
LISETTE
Más honor me haréis que yo a vos.
PASQUÍN
No seáis tontina. Yo sé bien lo que me digo.
LISETTE
Yo considero vuestro amor como un regalo del cielo.
PASQUÍN
El regalo que os hace no le arruinará: bien poco vale.
LISETTE
Yo le encuentro magnífico.
PASQUÍN
Es que no le veis a plena luz.
LISETTE
No podéis comprender cómo me turba vues¬ tra modestia.
PASQUÍN
No hay de qué. Sería demasiado impúdico si no fuera en esta ocasión modesto.
i
LISETTE
En fin, señor, ¿debo deciros que es a mí a quien vuestro cariño ennoblece?
PASQUÍN
¡Ay! ¡Ay! No sé dónde meterme.
LISETTE
Os repito que me conozco demasiado bien.
PASQUÍN
Y yo también. Y no creáis que me encuentro muy satisfecho de ello, ni lo estaréis tampoco vos cuando lo sepáis. No podéis figuraros lo que hay en el fondo del saco.
LISETTE
(Aparte.) Tanto rebajamiento no es natural. (Alto.) ¿De dónde viene lo que me decís?
97
PASQUÍN
Esa es la madre del cordero.
LISETTE
Me inquietáis verdaderamente. ¿Es que acaso no sois...?
PASQUÍN
¡Ay, ay! Que tiráis de la manta.
LISETTE
Sepamos de qué se trata.
PASQUÍN
(Aparte.) Preparémonos para quedar lo mejor po¬ sible. (Alto.) Señora: ¿es vuestro amor de robusta constitución? ¿Soportará el dolor que voy a causar¬ le? ¿No le amedrentará un aposento mezquino? No tengo más remedio que alojarle modestamente...
LISETTE
Pero, pronto, acabad. Libradme de esta inquie¬ tud. En una palabra, ¿quién sois?
PASQUÍN
Soy... ¿No habéis visto nunca una moneda fal¬ sa? ¿Sabéis lo que es un luis de oro falso? Pues bien; yo me parezco un poco a eso.
LISETTE
Acabad. ¿Cuál es vuestro nombre?
PASQUÍN
¡Mi nombre! (Aparte.) ¿Le diré que me llamo Pasquín? No me atrevo. Casi rima con faquín.
El juego del amor. 7
98
USETTE
¿Pues qué?
PASQUÍN
¡Ah, hombre! Algo puede sacarse de aquí. ¿Odiáis la calidad de soldado?
LISETTE
¿Qué entendéis por soldado?
PASQUÍN
Por ejemplo: un soldado de antecámara.
LISETTE
¿Un soldado de antecámara? ¿Entonces no es¬ toy hablando con Dorante?
PASQUÍN
El es mi capitán.
LISETTE
Gañán.
PASQUÍN
(Aparte.) No he podido evitar la rima.
LISETTE
Y que a este pordiosero...
PASQUÍN
(Aparte.) ¡Vaya una voltereta que estoy dando!
LISETTE
... le haya estado yo pidiendo gracia, agotándome en humillaciones...
PASQUÍN
¡Ay, señora! Si acaso preferís el amor a la gloria
99
os prometo satisfaceros tanto como el más lina¬ judo señor..
LISETTE
¡Ja, ja, ja! ¡No puedo por menos de reírme de su gloria! Y no hay otro partido que tomar. Mira: mi gloria te perdona; ella es acomodaticia en gra¬ do sumo.
PASQUÍN
¿Es verdad, caritativa señora? ¡Ah! ¡Cuánto os deberá mi amor!
LISETTE
Chócala, Pasquín; me has cogido en mis propias redes. El soldado de antecámara puede codearse con la criada de la señora.
PASQUÍN
¿La criada de la señora?
LISETTE
Ella es mi capitán, o el equivalente.
PASQUÍN
¡Diablo!
LISETTE
Ahí tienes tu revancha.
PASQUÍN
* *. • ' » i
¡Y que a esta pordiosera haya estado yo casi Una hora ocultándola mi miseria!...
. i
LISETTE
Concretemos. ¿Me amas?
i * ;
100
PASQUÍN
Eso ¡ya lo creo! Habrás podido cambiar de nom¬ bre, pero no de rostro, y sabes demasiado que nos hemos jurado fidelidad, a pesar de todos nuestros defectos.
L.ISETTE
El mal no es grande. Consolémonos. Hagamos que nada ha pasado entre nosotros y demos qué reír. Parece ser que tu amo ignora toda la verdad respecto a mi ama. No le digas nada. Dejemos las cosas como están. Creo que es él quien viene. Se¬ ñor: soy vuestra servidora.
PASQUÍN
( Riendo.) Y yo, señora, vuestro servidor. ¡Ja,
ja, ja? - ¿mm
ESCENA IX Pasquín y Dorante.
dorante
¿Y qué? ¿Te has despedido de la hija dé Or- gón? ¿Le has dicho quién eres?
PASQUÍN
Sí. ¡Pobre muchacha! He encontrado su corazón más dulce que un cordero. No pestañeó cuando la dije que me llamaba Pasquín y que era un simple criado. «Amigo mío — me dijo — : cada cual tiene su nombre y su librea en la vida. La vuestra no os cuesta nada.» Esto no deja de ser gracioso.
101
DORANTE
Pero ¿qué historia me estás tú contando?
PASQUÍN
Tan realidad es, que voy a pedir su mano.
DORANTE
¿Cómo? ¿Consiente en casarse contigo?
PASQUÍN
Decididamente.
DORANTE
Es demasiado; ella no sabe aún quién eres.
PASQUÍN
¡Diablo! ¿Queréis ver cómo me caso con ella con librea y todo? Sabed que un tan grande amor como el nuestro no se asusta de cambios de for¬ tuna; yo no tengo necesidad de vuestro indumento para salir adelante con mi empresa; ya podéis devolverme el mío. „ ,
DORANTE •
Eres un pillo; esto no puede concebirse, y bien veo que tendré necesidad de advertir al señor Or- gón, para que las cosas cobren su aspecto natural.
PASQUÍN
¿A quién vais a prevenir? ¿A nuestro padre? ¡Ah, el buen hombre! Le tenemos metido eja el bolsillo. Es la mejor persona del mundo, de la mejor pasta. Ya lo veréis vos mismo.
102
DORANTE
i Qué extravagancia! ¿Viste a Lisette?
PASQUÍN
¿A Lisette? No. Quizá ha pasado ante mí sin darme cuenta. ¿Creéis que un hombre de mi im¬ portancia va a reparar en una humilde criada? Eso se queda para vos.
DORANTE
Lárgate, que me pones furioso.
PASQUÍN
Como gustéis. Continuad vuestras aficiones. Adiós. En cuanto me case, viviremos cada uno en nuestra casa.
ESCENA X
« ' ' * . 5 . * . v .
Dorante, Silvia y Pasquín.
pasquín
Vuestra criada llega. (A Silvia.) Buenos días, Lisette. Os recomiendo a Burguiñón, que es un muchacho de mérito.
‘ ESCENA XI Dorante y Silvia.
dorante
(Aparte.) Verdaderamente es digna de ser ama¬ da. ¿Por qué me habrá hecho Mario tales adver¬ tencias ?
103
SILVIA
¿Dónde estabais, señor? Desde que me alejó de Mario no he podido encontraros, para daros cuenta de lo que he dicho al señor Orgón.
DORANTE
Sin embargo, no me he alejado mucho. ¿De qué se trata?
SILVIA
(Aparte.) ¡Qué frialdad! (Alto.) Por mucho que he hecho contra vuestro criado, haciendo bien pa¬ tentes sus defectos; aunque insistí grandemente por retrasar ese matrimonio el mayor tiempo po¬ sible, no ha querido siquiera escucharme. Erre que erre en su idea, habla ya hasta de enviar a buscar al notario. Urge, pues, que declaréis quién sois.
DORANTE
Esa es mi intención. Voy a marcharme de in¬ cógnito, y dejaré escrita una carta que instruirá de todo al señor Orgón.
SILVIA
(Aparte.) ¿Marcharse? Eso de ninguna mane¬ ra me conviene.
DORANTE
¿No aprobáis mi idea?
SILVIA
No me parece muy buena.
DORANTE
Sin embargo, no encuentro nada mejor, dada
104
la situación en que me hallo., a menos que hable yo mismo, y a eso, francamente, no me atrevo. Por otra parte, tengo mis razones para no detenerme en un sitio en donde nada tengo ya que hacer.
SILVIA
Como no conozco vuestras razones, no puedo aprobarlas ni combatirlas, y no soy yo quien debe preguntároslas.
DORANTE
Fácil os es suponerlas, Lisette.
SILVIA
Creo, desde luego, que no sentís gran entusias¬ mo por la hija de Orgón.
DORANTE
¿Sólo veis eso?
SILVIA
Hay aún otras cosas que podría sospechar; pero no estoy loca ni tengo la vanidad de detenerme a pensar en ellas.
DORANTE
Ni el valor de hablar de ellas, porque no ten¬ dríais nada agradable que decirme. Adiós, Lisette.
SILVIA
Tened cuidado, creo que no me entendéis; per¬ mitid que os lo diga.
DORANTE
Como queráis; la explicación no me sería favo-
105
rabie. Guardadme el secreto hasta que me haya marchado.
SILVIA
Pero ¿habláis en serio de marcharos?
DORANTE
¿Tenéis miedo de que cambie de opinión?
SILVIA
¡Qué amable sois, de estar tan bien enterado!
DORANTE
Ello es bien ingenuo. Adiós. (Se va lentamente.)
SILVIA
(Aparte.) Si se marcha, ya no le querré; no me casaré con él, (Le mira alejarse.) Se detiene, sin embargo; reflexiona, mira si vuelvo la cabeza; yo no me atrevo a llamarle. Sería singular que se marchase después de todo lo que he hecho... ¡Ab! Todo terminó. Se fue.
ESCENA XII Silvia, sola.
No tengo tanto poder sobre él como creía. Mi hermano ha estado torpe; no ha sabido tratar bien el asunto; las gentes indiferentes lo echan todo a perder. Y ahora, ¿qué hago yo? ¡Vaya un des¬ enlace!
ESCENA XIII
Dorante y Silvia.
SILVIA
Pero Dorante reaparece, sin embargo; creo que viene hacia aquí. Me arrepiento de lo dicho. Aun le amo. Fingiré que salgo de la estancia para que él me detenga; es necesario que pague nuestra re¬ conciliación.
DORANTE
(Deteniéndola.) Esperad un momento. Tengo aún algo que deciros.
SILVIA
«
¿A mí, señor?
DORANTE
, Siento remordimiento de marcharme sin habe¬ ros convencido de que no hago mal en ello.
SILVIA
Señor: ¿qué importancia puede tener vuestra justificación respecto de mí? No vale la pena. No soy mas que una humilde criada, y bien me lo hacéis notar.
DORANTE
¿Yo, Lisette? ¿Sois vos quien os quejáis, cuando me dejáis marchar sin decirme una palabra?
SILVIA
♦ 1 nL
Os contestaría sobre ese particular, si quisiera.
107
DORANTE
Decid. Yo no deseo otra cosa sino que alguien me demuestre que estoy equivocado. Pero ¿qué
# # t
digo? Mario os ama.
SILVIA
Ciertamente.
DORANTE
Y vos le correspondéis. Lo he notado por el gran deseo que tuvisteis antes de que me marcha¬ se. Así, claro es que no podéis amarme.
SILVIA
¿Que yo correspondo al amor de Mario? ¿Quién os lo ha dicho? ¿Que yo no puedo amaros? ¿Qué sabéis de eso? Decidís bien pronto las cosas.
DORANTE
Pues bien, Lisette; por todo cuanto más queráis en el mundo, esclareced todo esto. A ello os conjuro.
SILVIA
¡Para qué, puesto que os vais!
DORANTE
Ya no me marcho.
SILVIA
Dejadme. Mirad: si me amáis, no me interroguéis, "Teméis mi indiferencia y sois demasiado feliz con que me calle. ¿Qué os importan mis sentimientos’
DORANTE
¿Qué me importan,- Lisette’ ¿Puedes dudar aún de mi cariño?
108
SILVIA
No; y tan a menudo lo repetís, que os creo. Pero ¿por qué me persuadís de ello? ¿Qué queréis que yo haga con tal pensamiento, señor? Voy a hablaros con el corazón en la mano. Me amáis, sí; pero vuestro amor no es una cosa bastante seria para vos. ¿Cuántos recursos no tendréis para des¬ haceros de él? La distancia que nos separa, mil objetos que encontraréis en vuestro camino, los consejos que os darán contra tal pasión, las di¬ versiones propias de un hombre de vuestra al¬ curnia; todo va a conspirar contra este amor que despiadadamente pretendéis encender en mí. Al salir de aquí, os reiréis acaso, y tendréis razón. Pero yo, señor, si quedo con el recuerdo indeleble y el corazón anhelante, ¿qué será de mí? ¿Quién pondrá remedio a mis males? ¿Quién ocupará vues¬ tro lugar en mi corazón? Demasiado sabéis que, si os amase, no habría para mí nada en el mundo que pudiera conmoverme. Reflexionad en el estado en que me dejaríais, y tened la generosidad de ocultarme vuestro amor. Yo, que os hablo, sen¬ tiría escrúpulos de confesaros mi amor en las con¬ diciones presentes. La confesión de mis pensa¬ mientos podría perjudicar a vuestra razón, y bien veis que hago cuanto puedo por que tal cosa no ocurra.
«
DORANTE
¡Ah, Lisette querida! ¿Qué acabo de oír? Tus palabras tienen un fuego que me penetra. Te ado-
109
ro, te respeto. No hay linaje, ni fortuna, ni nada, que no desaparezca ante un alma como la tuya. Me avergonzaría de que mi orgullo resistiese aún ante ti, y mi corazón y mi mano te pertenecen.
SILVIA
La verdad es que mereceríais que las tomase. ¿No es ser generosa el disimularos el placer que me hacen? ¿Y creéis que esto puede durar más?
DORANTE
¿Me amáis, pues?
SILVIA
No, no; pero si continuáis preguntándomelo, peor para vos.
DORANTE
Vuestras amenazas no me asustan.
SILVIA
¿No pensáis ya en Mario?
DORANTE
No, Lisette. Mario me tiene sin cuidado; no le amáis. Ya no me podéis engañar. Me habéis ha¬ blado con el corazón, y bien claro he visto que sois sensible a mi ternura. Mi corazón se ha estre¬ mecido de alegría, y estoy seguro de que ya no podréis desvanecer esta certidumbre.
SILVIA
¡Oh! No he de intentarlo; guardadla. Ya veremos lo que hacéis con ella.
110
DORANTE
/
¿Consentís por fin en aceptar mi amor?
SILVIA
¿Os casaríais conmigo a pesar de ser quien sois, a pesar de la cólera de vuestro padre, a pesar de vuestra fortuna?
DORANTE
• i '
Mi padre me perdonará en cuanto os conozca; mi fortuna basta para los dos. y el mérito bien vale la nobleza de nacimiento. No discutamos más sobre esto, porque no pienso cambiar de opinión.
SILVIA
¿Que no cambiaréis? ¿Sabéis que me encantáis. Dorante?
DORANTE
Dejad que vuestro cariño brote espontáneamente al conjuro del mío.
SILVIA -
¡Al fin logró mi objeto! ¿No cambiaréis nunca?
DORANTE
Nunca, querida Lisette.
SILVIA
¡Cuánto amor!
1
ESCENA XIV
Marto, Silvia, Corante y Orgón.
SILVIA
Padre mío: habéis querido que perteneciese a Dorante. Venid a ver a vuestra hija obedeceros con más alegría que nunca.
DORANTE
¿Que oigo? ¿Sois su padre, señor?
SILVIA
Sí Dorante. La misma idea de disfrazarnos se nos ocurrió a los dos. Después de esta declaración, nada he de deciros. De que me amáis, no tengo duda alguna. Pero, a vuestra vez, juzgad mis sen¬ timientos por los vuestros; juzgad del aprecio que he hecho de vuestro corazón por la delicadeza con que he tratado de conquistarle.
ORGÓN
¿Conocéis esta carta? Por ella me enteré de vues¬ tro disfraz; pero mi hija sólo por vuestros labios lo supo.
DORANTE
No sé expresaros mi dicha, señora; pero lo que más me encanta son las pruebas que de mi cariño os he dado.
112
MARIO
¿Me perdona Dorante la cólera en que puse a Burguiñón?
DORANTE
No solamente os la perdona, sino que os la agradece.
ESCENA XV
Mario, Silvia, Dorante, Orgón, Lisette
y Pasquín.
pasquín
( Entrando , y a Lisette.) ¡Alegría, señora! Habéis perdido vuestro rango; pero no sois digna de lás¬ tima, puesto que Pasquín os queda.
lisette
¡Valiente consuelo! Eres tú el que con elio sales ganando.
PASQUÍN
No, yo no pierdo. Antes de conocemos, tu dote valía más que tú; ahora, tú vales más que tu dote. Vamos, brinca, marqués.
FIN DE LA COMEDIA
NOVELAS - TEATRO - POESIAS j FILOSOFIA - O U E N T O S - VIAJES HISTORIA - MEMORIAS - ENSAYOS ETCETERA, ETC.
Aparecen veinte números de unas cien páginas, cada mes, al precio de CIN¬ CUENTA CENTIMOS cada número.
FOR SUSCRIPCION TRIMESTRAL, SEMESTRAL
O ANUAL
(OCHO PESETAS AL MES)
CUARENTA CENTIMOS CADA NUMERO
Los 540 números publicados desde julio de 1919 - a noviembre de 1921 contienen obras de -
ALFIERI, ANDREIEV, APULEYO, AUSTEN, BALZAC, CERVANTES, DANTE ALIGHIERI, DAR WIN, DAUDET, DICKENS, FLAUBERT, FOGAZZARO, GARCILASO DE LA VEGA, GAUTIER, GOETHE, GOLDONI, GONCOURT, GORKI, HEINE, HUGO, IBSEN, JORGE SAND, KANT, KOROLENKO, LAMARTINE, LOPE DE VEGA, MACHA¬ DO, MERIMEE, MOLIERE, MUSSET, ORTEGA MUNI- LLA, PLUTARCO, P R E V O S T , SCHILLER, SHAKE¬ SPEARE, STAEL (Mmb. dh), STENDHAL, STEVENSON, SWIFT, TACITO, VIGNY, VOLTAIRE Y OTROS
CALPE
Compañía Anónima de Librería, Publicaciones y Ediciones.
MADRID
SAN MATEO, 13