RS402 R56 UNAM 20662 INSTITUTO DE GEOLOGÍA - CU « ESCRITOS BIBLIOTECA IMPRENTA I. ESCALANTE, S. A. 1.a Cincuenta y Siete No. 8. Q BIBLIOTECA ESCRITOS — DE — LEOPOLDO RIO DE LA. LOZA VoS€ •v ESCRITOS — DE — LEOPOLDO RIO DE LA LOZA, COMPILADOS POR EL SEÑOR FARMACÉUTICO JUAN MANUEL NORIEGA Y PUBLICADOS POR LA SECRETARIA DE INSTRUCCION PUBLICA Y BELLAS ARTES, EN CONMEMORACIÓN DEL PRIMER CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE RIO DE LA LOZA. , do j ¿y¡^ MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE 1.a de Cincuenta y Siete Núm. 8. 1911 1 % AGO. WXi . .. ■ . * ‘l4wa [ISHOIj é ^OÍpLpTj ACUERDO POR EL QUE SE RESOLVIO LA PUBLICACION DE ESTA OBRA. Y BELLAS ARTES. SECCIÓN DE INSTRUCCIÓN SECUNDARIA, PREPARATORIA Y PROFESIONAL. México, 19 de julio de 1907. Comisiónese al C. Profesor Juan Manuel Noriega para que co¬ leccione los estudios escritos por el O. Leopoldo Río de la Loza y di¬ rija la publicación de dichos estudios, que formarán una obra editada por esta Secretaría con el fin de conmemorar el centenario del naci¬ miento del repetido C. Río de la Loza. ^JuMo §>i<¿zza. / ■ ■ . PRÓLOGO A Secretaría de Irstrucciór Pública y Bellas Artes ha querido honrarla memoria del primer quími¬ co mexicano, Dr. Leopoldo Bío de la Loza, publicando los escritos del ilustre desaparecido con motivo del pri¬ mer centenario de su nacimiento, acaecido en esta ciu¬ dad el día 15 de noviembre de 1808, y para el efecto se sirvió encargar al subscrito que los coleccionara. Al mismo tiempo que honrosa, satisfactoria y grata ha sido para mí esta comisión, y para corresponder por mi parte á esta confianza, en mí depositada, he puesto enjuego cuantos medios han estado á mi alcance para coleccionar los escritos de este ilustre sabio, esparcidos en diversas publicaciones de su época, casi agotadas hoy y por lo mis¬ mo muy difíciles de encontrarse; pero tras asiduas pesquisas y cons¬ tante trabajo puedo presentar al fin una colección de estos escritos en la que sólo faltan dos: uno acerca del cólera y otro de la vacuna, los que á pesar de una busca tenaz y cuidadosa (así como otros tra¬ bajos encontrados), en la que he sido hábil y empeñosamente auxi¬ liado por el Sr. Don Leopoldo Carrasco, ha sido imposible hallarlos; por tanto, si la recolección de estos escritos no pudo ser absoluta¬ mente completa, sí puede decirse que tiene una integridad suficiente. Nada correcto y sí muy injusto sería tildar á Bío de la Loza de poco adelantado en las ciencias que cultivó, tan sólo porque en sus escritos se ve que estaba muy distante su enseñanza de lo que hoy nos presentan las ciencias modernas; pues con tal criterio tendría¬ mos también que tachar de ignorantes á Vidal de Casis, Mierneyer, Luis, Lavoisier y otros sabios que fueron lumbreras en su época, tan X sólo porque no conocieron los microbios de Pasteur, las leucomainas de Armand (¡antier, los fagocitos de Metchnikoff ó las modernas teorías atómicas: para juzgar á n» hombre tenemos que retroceder á la época en que vivió; tenemos necesariamente, si nos preciamos de justos, que conocer hasta dónde habían llegado los adelantos de aquella época, y si con este juicioso criterio juzgamos á Río de la Loza, no sólo encontraremos que fué un verdadero sabio, que cono¬ ció cuanto la química enseñaba en su tiempo, sino que con su estu¬ dio, su constancia y su claro talento supo adelantarse á la época en que vivió. Los escritos del Sr. Río de la Loza no deben apreciarse tomando como término de comparación los conocimientos químicos que co¬ rresponden al estado actual de la ciencia, ni las teorías hoy acepta¬ das; pues si con ese criterio se juzgaran, resultaría que lejos de hon¬ rar su memoria al coleccionar sus trabajos, se tendría que cnlili< ai le como lamentablemente atrasado. Tampoco debe exigirse que la pu¬ blicación de ellos venga á servir, si no es bajo de un punto de vista especial, de auxiliar de la instrucción actual. El fin que la Secreta¬ ría de Instrucción Pública ha tenido, es evitar que estos escritos se pierdan y honrar la memoria de este ilustre mexicano, poniendo de manifiesto lo que este hombre de genio fué en su época; cómo se em¬ papó en los conocimientos químicos de entonces; cómo los mejoró y transmitió y cómo con su ilustración honró á su patria. En sus escritos se ve retratado al hombre de genio; se ve al mexi¬ cano amante como el que más, del adelanto de su nación en todo or¬ den de conocimientos; al maestro que protesta contra las rutinas } que se adelanta á su época, que ya entrevé horizontes nuevos para la química, su ciencia predilecta, y guía á sus discípulos por cami¬ nos nuevos, inculcándoles el horror á los métodos irracionales y ru¬ tinarios; al consejero de muchos gobiernos, que les indica el mejor camino para el adelanto de las ciencias, el bien y progreso de la agri¬ cultura, el aumento de la riqueza y la defensa de los bosques; al con¬ cienzudo químico, que eir srrs resultados analíticos no puede recibir objeción hasta nuestros días; al investigador celoso de los intereses nacionales, que estudia la naturaleza de los productos de su país; al sabio valiente que con sus consejos aparta á la nación del ridículo qrte hombres de escasos conocimientos ó de ruin criterio pudieran haber atraído sobre ella; y, en suma, al hombre por todos conceptos honra- XI do, concienzudo, ameno, que no por haber pasado su época deja de procurar instrucción; porque retratándose en sus escritos su genio metódico, observador, profundo, tranquilo y de amplios horizontes, no puede menos de resultar útil y provechosa la lectura de esos escri tos, puesto que en ellos el autor comunica su espíritu, sus tenden cias, su amor al progreso; ilustra con la claridad de sus apreciado ríes y enseña á tener solidez y buen juicio para apreciar las cosas, las ideas científicas y los procedimientos. Entre los citados escritos, la «Introducción al estudio de la Quí¬ mica» es la que más se resiente de las ideas aceptadas en su época, y si se prescinde de la consideración del tiempo en que fué escrita, hasta se experimenta alguna contrariedad al leer y al comprender que de los autorizados labios de ese maestro se oyeron teorías hoy inadmisibles de todo punto. Para evitar siniestras interpretaciones, me permití poner al calce de algunos párrafos de esa obra notas que recuerdan al lector que tenga presente la época en que apareció; pero no es culpa de un hombre ser influenciado por las ideas de su tiempo ni es fácil adelantarse á ellas: para juzgarlo con equidad basta saber que fueron entonces aceptadas, que se tuvieron como la última pala¬ bra de la ciencia, y en el caso particular de Río de la Loza, que este en todo revela no tener como criterio lo dicho por otro, sino que solo acepta una cosa en tanto que no sabe algo en contra; y se ve á cada paso que no le dejan del todo satisfecho las teorías mal apoyadas pol¬ los hechos; por lo tanto, que sus críticas son hoy dignas de estima¬ ción; pero en ese escrito dedicado á los estudiantes, no iniciados si¬ quiera en los conocimientos químicos, era indispensable que conden¬ sara y diera como bueno lo que por los sabios de esos días era tenido como tal; y no debe exigírsele en esa obra que entre en discusiones, si se atiende á la naturaleza de su objeto. Es, pues, disculpable pol¬ lo que en ella hay de atrasado para esta época, puesto que su labor significa un esfuerzo en favor de la difusión de los conocimientos en química y revela al maestro que prepara á sus alumnos para incul¬ carles después más sólidos conocimientos. ¿Cuántos escritos de los que hoy se publican serán mañana inaceptables] En los escritos relativos á investigaciones químicas se revela más claramente su genio y sus alcances. Siempre toma como punto de es¬ tudio algún objeto de interés general, lo desarrolla con claridad y con franqueza, tratando en todos los casos de llegará un resultado práctico XII Y de benéficos resultados para la industria, el comercio, la alimenta¬ ción ola medicina; pero es enemigo de asuntos triviales: lo que sienta como verdad lo ha comprobado por la práctica de laboratorio. ^No es, como se dice en, lenguaje familiar, de los que hablan de memoria. Por personas que lo conocieron y por algunos de los muy pocos dis¬ cípulos que aún quedan de los que asistieron á sus clases, he sabido practicaba veinte veces cada operación, siempre con gran maestría, y la media de los veinte resultados que obtenía era lo (pie consigna¬ ba en sus escritos como resultado final. Para ello empleó los me¬ jores métodos, y los resultados en cifras que obtuvo son hasta hoy aceptables. La falta de elementos de laboratorio, que en su tiempo se hizo sentir grandemente en el país, le impidió hacer muchos más estu¬ dios que, por haberlo oído de boca de uno de sus discípulos predilec¬ tos, me consta que deseó y que procuró emprender, y que no llevó á cabo por habérselo impedido las referidas dificultades, y esto que fué notoria su habilidad para suplir los útiles que no le era posible ob¬ tener en el comercio; pero si esos elementos no le hubieran faltado, le deberíamos ahora, repito, más y muy importantes trabajos, como la valorización del ázoe, que aquellos señores no pudieron entonces ejecutar y que mucho ha practicado ahora el Sr. Lucio y hasta ha creado métodos propios. Sin embargo, lo que Río de la Loza hizo lo dejó y lo dejará siempre bien acreditado como hábil manipulador y químico original, exacto y concienzudo. En sus discursos se ve al hombre reflexivo, sólido, tranquilo hasta en su manera de atacar, cortés en la defensa, enemigo de trivialida¬ des y de ocupar la atención de sus oyentes con simples juegos de pa¬ labras. En sus informes da á conocer cómo tomaba á pechos, como el ma¬ yor de sus deberes, el cumplimiento de cualquiera comisión que se le confiaba. Verídico en sumo grado, nunca se le ve ocultar verdades por dolorosas que fueran, y perseguía en todo con sus consejos el bien general y la mejora de cuanto estuvo en sus manos. Revela haber poseído el dón de prudencia, proponiendo siempre al gobierno ó á la sociedad remedios factibles, como conocedor que era de sus tiempos; y constante, con una envidiable constancia, se le ve luchar años en¬ teros contra toda clase de obstáculos hasta conservar la vida de la Escuela de Agricultura, por lo que ese plantel le es deudor de una XIII estatua en señal de gratitud, y minea olvidar que debe llamaile su padre. Para terminar estas líneas, séame permitido dejar aquí consig¬ nados los siguientes breves apuntes biográficos. Nació Don Leopoldo Pío de la Loza en la ciudad de México el 15 de noviembre de 1807. Sus padres fueron el muy honrado fabri¬ cante de productos químicos Don Mariano Pío de la Loza y la Si a. Doña María Guillen, ambos oriundos de la ciudad de Querétaro. En 1819 perdió al autor de sus días, y, hasta donde esto es posible, fue reemplazado por el segundo esposo de la señora su madre, que fue el Profesor de Earmacia Don José María Gustillos. Desde sus primeros años vióse obligado á compartir los trabajos de sus padres en la fabricación de productos químicos, y si es posi¬ ble que fuera ésta la causa de su afición posterior á los estudios quí¬ micos, fue por lo pronto la causa de que perdieia la salud poi todo el resto de su vida. A los trece años terminó brillantemente la educación primaria y pasó á cursar la secundaria en el Colegio de San Ildefonso, bajo el amparo del distinguido Doctor en Earmacia Don José María Mar¬ gas. En 1827 conquistó el título de cirujano, casi al mismo tiempo que perdía á su madre. Emprendió en seguida los estudios de farma¬ cia, v con dispensa de edad obtenía su título en 1833. Proporcionóle esta carrera el cargo de vocal del Consejo de Salu¬ bridad y de encargado de la vacuna. Hízose notar su celo en la pri¬ mera epidemia de cólera, hasta llamar la atención del entonces Pre¬ sidente de la República, Don Valentín Gómez Earías, no sin haberse conquistado en esos días el título de medico. Una vez en posesión de esos títulos, se dedicó desde entonces has¬ ta el fin de sus días al estudio de la química, y antes de lanzarse á hacer públicos sus vastos conocimientos, se preparó largamente en lo privado; hizo en su propia casa un ensayo de laboratorio, y con su propia familia un ensayo de profesorado, por lo que ya en 1813 se XIV le vió desempeñar con lucimiento las cátedras de química en la Es- cuela de ]YIedicina, en la de Minería, en el (gimnasio Industiial en 1845, en el Colegio de San Gregorio en 1852, en Bellas Artes en 1863, en la Escuela Preparatoria desde 1867 y, por ultimo, la de química analítica en la de Medicina desde 1868. Dice uno de sus biógrafos, el Sr. Don Gabino Barreda: «Lo que absorbía siempre y de preferencia su atención era la ciencia de Ber- tholet y de Lavoisier, y muy especialmente las complicadas, minu¬ ciosas v precisas operaciones de la análisis, cuyas manipulaciones ejecutaba con una delicadeza y una probidad científica intachables, no perdonando precaución ni medio alguno por insignificante que pareciese, con tal que él pudiese contribuir a garantizar la exactitud del resultado. El soplete, por el que tenia particular predilección \ en cuyo manejo procuraba siempre adiestrar á sus discípulos, era en sus manos una verdadera caja de reactivos, ya oxidando, ya redu¬ ciendo. ya volatilizando las diferentes substancias sí voluntad, y pre¬ parando siempre una amílisis que los otros reactivos solo tenían las más veces que confirmar. «Cuando llegó á adquirir esa profunda versación en las manipu¬ laciones prácticas; cuando se hubo asimilado todo lo que la ciencia había adelantado basta entonces; cuando en el silencio de su gabi¬ nete y en medio de los utensilios y aparatos de su laboratorio, se con¬ sideró suficientemente preparado para su importante misión, comen¬ zó con el entusiasmo de un apóstol y la abnegación de un héroe, aquel trabajo de propaganda científica que constituye su principal título á nuestra gratitud. «La difusión del gusto por los estudios químicos V sus numero¬ sas aplicaciones se debe, entre nosotros, á Rio de la Loza. El fue el primero que comenzó á quitar á ese estudio el carácter mistenoso, \ por decirlo así, ese tinte alquimista de que habían quedado impi ag¬ uadas todas sus operaciones y todos sus resultados: él íué el primeio < pie presentó los últimos como consecuencia de leyes invariables, } las primeras como condiciones lógicas de esas mismas le^es. «Durante ocho años, en su laboratorio privado, y haciendo casi siempre él mismo los gastos necesarios para sus demostraciones, se dedicó á difundir entre sus discípulos particulares los solidos cono¬ cimientos que había almacenado en su bien organizado cerebro. Sus lecciones fueron siempre una escuela práctica de la más completa XV experimentación: cada resultado era allí rigurosamente previsto y preparado. Prefería siempre el lenguaje de \\ ollaston al de Dalton en la doctrina de las proporciones definidas. Pe las tres partes en que se puede considerar lógicamente dividido el método de las cien¬ cias físicas, la última, ó la comprobación práctica, era la que liabía cautivado su atención y la que lo tenía embargado del todo. «Pero su papel principal entre nosotros fue el de un propagadoi infatigable, el de un Mesías que debía anunciarnos la buena nueva del cultivo efectivo y general de las ciencias que ponen la experien¬ cia v la observación como criterio de toda aserción. «Como propagador y vulgarizador, nuestro Leopoldo no tiene en¬ tre nosotros rival, y esto le da, en las circunstancias en que le tocó vivir, un valor más aquilatado, más precioso que si hubiera hecho dar un paso importante á la ciencia. La difusión de los conocimien¬ tos experimentales entre nosotros era una imperiosa necesidad, y Pío de la Loza la llenó cumplidamente. «La llenó en su laboratorio particular; la llenó en la clase de la Escuela de Medicina que se instituyó por él; la llenó en la Escuela de Agricultura, cuya cátedra de química aplicada estuvo á su cargo. «La llenó cumplidamente en la Escuela Preparatoria, que tuvo la feliz honra de tenerlo como profesor desde 1868 hasta 1872, en que las exigencias de una penosa enfermedad le impidieron satisfa¬ cer los impulsos de su voluntad de hierro. «La llenó en la cátedra de análisis química, que desempeñó to¬ davía un año más en- la Escuela de Medicina, á pesar de sus conti¬ nuos sufrimientos físicos; la llenó, en fin, en todas partes. La cáte¬ dra fué, sobre todo, su principal teatro; allí, en su asiento, con el ros¬ tro enjuto y marchito, más por los padecimientos que por la edad, con su mirada inteligente y penetrante, que contrastaba con la es¬ cualidez de su rostro, con aquellos ojos por los cuales parecía aso¬ marse su alma vigorosa y activa, á lanzar un mentís excepcional al profundo aforismo de los antiguos: Mens sana in corpore sano; con la cabeza completamente inclinada para seguir una evidente curva¬ tura dorsal; con los muslos fuertemente doblados sobre la pelvis; con las piernas íntimamente ligadas una con otra, retorcida la derecha sobre la izquierda como para reducir en lo posible las dimensiones materiales de su elevada estatura y concentrar en su cerebro toda su actividad vital; con una voz apacible, pero clara y sonora; con una XVI palabra elocuente y siempre precisa, aunque con cierta cadencia acompasada é igual, sirviéndose de un alumno para consignar en el encerado las mutuas reacciones de los cuerpos á que iba aludiendo, y del preparador para ir haciendo las demostraciones prácticas, logra¬ ba cautivar á su auditorio por horas enteras, inculcando y grabando sin esfuerzo ni dificultad en sus oyentes los más complicados fenó¬ menos de composición y descomposición de los cuerpos.» Muchos fueron y muy honrosos los puestos que estuvieron á su cargo, desempeñados todos con gran acierto é integridad: inspector en la Aduana; vocal de la Junta Directiva de Estudios; visitador de la Oasa de Moneda; presidente de la Comisión Promovedora de Me¬ joras en los Hospitales; miembro del Consejo de Instrucción Públi¬ ca; presidente de la Comisión para formar el Atlas de Historia Na¬ tural, Geográfico é Histórico del Valle de México; representante de México en la Exposición Industrial de Nueva York; miembro del Consejo de Salubridad, y director primero de la Escuela de Agricul¬ tura y luego de la de Medicina. Tales fueron los cargos oficiales en que gastó buena parte de su energía y para cuyo desempeño empleó todo el tiempo que el profesorado y el estudio le dejaron libre. Ya por modestia, ya por exceso de trabajo, rehusó otros muchos cargos y hasta la cartera de Instrucción Pública con que le brindó algún gobierno, desligándola desde luego de la de Justicia. Las sociedades científicas se disputaron la honra de contarlo en el número de sus miembros: fué socio de la de Estudios Médicos de la Universidad, corresponsal de la Emulación Médica de Guadala- jara, socio efectivo del Ateneo Mexicano, de la Sociedad Piloiátrica, presidente de la Promovedora de Mejoras en los Bosques, fundador de la Sociedad de Beneficencia Médica, doctor de la Universidad, miembro de la Academia Nacional de Ciencias, de la Sociedad Hum- boldt, de la Asociación Gregoriana, presidente de la Sociedad Mé¬ dica «Pedro Escobedo» v de la de Historia Natural, socio de la Acá- demia Médica «El Porvenir;» las sociedades médicas de Guadalaja- ra, San Luis Potosí, Guanajuato, Puebla y Toluca lo hicieron su so¬ cio correspondiente; figuró como miembro distinguido de la Asocia¬ ción Médico-Quirúrgica «Larrey,» Confraternidad Médica, Academia de Farmacia, Sociedad Farmacéutica Mexicana, y Geografía y Es¬ tadística. Las sociedades científicas extranjeras no le escatimaron sus lio- XVII ñores: en 1858 recibió diploma déla Sociedad Imperial de Zoología y Aclimatación de París; lo hizo su socio la Academia de Medicina de Madrid; en 1870 le envió su diploma el Museo de Ciencias, Lite¬ ratura é Industria de Nueva York; en 1875 la Sociedad Univeisal Protectora de las Artes Industriales le remitió una medalla de pii- mera clase por su descubrimiento del ácido pipitzalioico o riolózico, cuya originalidad, aun cuando discutida, es, sin embargo, innegable. Tal es, á grandes rasgos delineado, el hombre cuyos escritos me ha cabido la honra de colectar. Agobiado por los sufrimientos físicos, pero lleno de merecimien¬ tos, dejó de existir el día 2 de mayo de 1874. Lo más distinguido de la clase pensadora lloró á porfía su muerte. Casi en cada sociedad científica tuvo un biógrafo. Entre otros, el Dr. Pon Manuel Domín¬ guez, Don Manuel Suriano, Don Gabino Barreda, se ocuparon en escribir la biografía de nuestro distinguido químico. Los poetas no le escasearon sus cantos, los gobiernos sus recompensas y todo el país su más profundo sentimiento. Encuentro, pues, muy atinada la honra que ha resuelto tributar á la memoria de este ilustre mexicano la actual Secretaría de Ins¬ trucción Pública y Bellas Artes, y ojalá que yo, por mi parte, haya cumplido satisfactoriamente mi comisión. México, noviembre de 1910. ohiciii SllcMuat QZoziegci. / INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA QUÍMICA Ó CONOCIMIENTOS PRELIMINARES PARA facilitar el estudio de LA CIENCIA. Á LA JUVENTUD ESTUDIOSA DE MÉXICO. ADVERTENCIA DE LA PRIMERA EDICION. i' & J¡|a mala organización que se lia dado en la República a la en- JÍ| señaliza de las ciencias exactas, liace que se carezca de una |gp cátedra de química elemental que, economizando el tiempo, contribuya á que los alumnos comprendan fácilmente las doc¬ trinas especiales que se enseñan en cada una de las de aplicación. Eli vano se lia manifestado la necesidad de establecer, aunque sea una, en esta Capital, en la que se enseñen los principios generales de la ciencia; en vano se lia dado á conocer su influencia en los ade¬ lantamientos de las artes fabriles, en los de la agricultura, de la medicina y del comercio; en vano, en fin, se ha demostrado que ese es uno de los ramos de la buena educación en los países civilizados del mundo; esperanzas remotas y promesas no cumplidas: he aquí todo lo que se ha conseguido. Por esto los profesores encargados de las cátedras de química aplicada á la mineralogía y á la medicina, únicas con que hasta ahora cuenta México, se ven precisados á ocu¬ par una parte del año escolar en la enseñanza oral de aquellos prin¬ cipios: de aquí el embarazo en que se encuentran para la elección del autor que les lia de servir de texto, y de aquí también el poco fruto de sus afanes. Para remediar en parte tales inconvenientes, me lie decidido á redactar estos prolegómenos, convencido por la experiencia de que en vano se esfuerza el profesor en la exposición de doctrinas que no están en el libro; de que los alumnos deben reverlas y meditarlas; de que no es conveniente y útil obligarlos á que se ocupen en escri¬ birlas, y de que son, por otra parte, indispensables para la inteligen¬ cia de las doctrinas químicas. Nada nuevo se bailará en este trabajo: mi objeto es solamente presentar á los cursantes un cuerpo de doctrina, tan compendiado como es posible; pero en el que encuentre lo más importante, para familiarizarse sin gran pena con el lenguaje de la ciencia: sólo me propongo llenar los vacíos que se notan á primera vista en los auto¬ res designados, y remediar en parte los que proceden de la mala or¬ ganización que en general se lia dado á la enseñanza. ¿Cómo poder hablar á los cursantes de química, aun desde las primeras lecciones, de la pulverización y solución, de la filtración y decantación, sin sa¬ ber lo que significan estas voces? ¿Cómo tratar después del isome- rismo é isomorfismo, y menos de las formas cristalinas, siendo des¬ conocida para ellos la manera de apreciarlas? Aun las reglas de nomenclatura, más perfectas y más extensas cada día, son indispen¬ sables para entender las obras modernas y conocer, por sola la indi¬ cación de los nombres, la naturaleza de los compuestos, la relación de sus elementos, y aun su analogía con otros, así como las propie¬ dades que los caracterizan. No podré señalar, desde ahora, el orden y la extensión que me propongo dar á este trabajo, porque son muchos los vacíos que hay que llenar, y corto el tiempo de que puedo disponer: mis deseos no tienen límite: quisiera que los cursantes dominaran la ciencia, para (pie apreciaran su importancia y utilidad; pero sé muy bien que, en las circunstancias actuales, acaso hacen más de lo debido: ciento veinte lecciones (pie, á lo más, se dan en el año escolar, apenas bas¬ tan para estudiar la nomenclatura y los cuerpos simples; así es que hacen mucho si pueden dar razón de algunas de sus combinaciones y de los principios generales de la química orgánica. No se extra¬ ñará, por lo mismo, que dé la preferencia á las doctrinas más fáciles y compendiadas, y que cuide poco del orden de las materias. Voy á 3 escribir un Opúsculo para el uso de los cursantes de la Cátedra de Química de México, tal como está montada hoy: por lo mismo, solo debo procurar satisfacer esta necesidad, beliz si logio el objeto, } más aún, si consigo que este pequeño trabajo sea útil, en alguna manera, á los alumnos de la Escuela de Medicina. ADVERTENCIA PARA LA SEGUNDA EDICION. Agotados los ejemplares de la primera, y constantemente solici¬ tados, me veo precisado á hacer la reimpresión de este cuaderno, no obstante que aguardaba para ello la tranquilidad necesaria, y poder disponer de algún tiempo, á fin de dar á estos apuntes la extensión que exige la materia, haciendo en lo ya escrito las correcciones con¬ siguientes al transcurso de trece años que lian pasado desde la pri¬ mera edición. Sin esperanza de lograr lo primero, me decido por la reimpresión, limitándome á hacer algunas correcciones y aumentos que, aunque de poco valor, espero que servirán á los alumnos para recordar las explicaciones que oyen en la cátedra. Interesado en que se uniforme el idioma científico, y en que se perfeccione cual conviene, desterrando los galicismos, la confusión de unas voces y el doble sentido de otras, no deben extrañarse varios pormenores demasiado sabidos para los inteligentes; pero des¬ conocidos para los alumnos. Por esto he creído igualmente útil agre¬ gar algunas consideraciones relativas á los principales instrumentos, utensilios, aparatos cuya descripción no es común hallar en las obras que sirven de texto, á la vez que se dificulta á los cursantes el cono¬ cimiento de las voces equivalentes. Razones análogas me deciden a dar á conocer más tarde, y en un suplemento, los medios apropiados para el reconocimiento de las sales y de algunas otras substancias do uso común, pues aunque los trabajos analíticos, cualitativos y 4 cu aiiti-táti vos , pertenecen á la cátedra especial, como de Jieclio se exigen los alumnos en los exámenes que reconozcan varias subs¬ tancias, me lia parecido indispensable someterme á esa práctica, pre¬ sentándoles un compendio que podrán estudiar al concluir el curso. , Por último, he creído conveniente adicionar este opúsculo con algunas indicaciones relativas á las propiedades alotrópicas de algu¬ nos cuerpos, á la afinidad, y con y sin antagonismo, á la mejor cla¬ sificación de los cuerpos simples y, en general, á los puntos que no toca el autor designado, ó cuyas doctrinas no están conformes con las últimamente admitidas. Creo que por este medio seguiremos, en cuanto es posible, la marcha de la ciencia, y que los alumnos se en¬ contrarán, al finalizar el año, con los conocimientos indispensables á la carrera que han adoptado. INTRODUCCIÓN i - AL ESTUDIO DE LA QUIMICA PARTE PRIMERA. DEFINICIÓN DE LA QUÍMICA.-SUS DIVISIONES.-ANÁLISIS Y SINTESIS. MEDIOS ANALÍTICOS. -NOCIONES PRELIMINARES. 1. Química es la ciencia que enseña á conocer las reacciones mo¬ leculares de los cuerpos, separando y uniendo sus elementos. La palabra química se deriva, según unos, del griego, y cuya sig¬ nificación equivale en nuestro idioma á la palabra Yo /mulo o liqui¬ do: otros la hacen derivar de Chain, por haberse conocido con el nom¬ bre de Tierra de Cham, el Egipto, donde primitivamente fue cultiva¬ da, así como en la China y en las Indias. Antiguamente se Hamo AlcHmm, de la palabra Cham, y de la partícula árabe al, superior ó excelente. Más tarde fue conocida con el nombre de Pyrotecmca, ó arte del fuego: ciencia hermética, por atribuirse á Herrnes la inven¬ ción de las ciencias; Argyropea, ó arte de fabricar la plata: Chryso- pea, ó arte de fabricar el oro: por último, se le conoció con el nom¬ bre de ciencia spagyrica, derivándose ésta de dos voces griegas, separo y reúno, nombre el más significativo y adecuado, atendida la definí- ción y el objeto de la química. 2. Puede ésta dividirse eu general y aplicada: la primera com¬ prende: l.° La historia de la ciencia. 2.° Las definiciones. 3.° La descripción y uso de los instrumentos, utensilios y aparatos. L° Las nomenclaturas. 5.° Las leyes de las combinaciones, (i." lia división de los cuerpos y su clasificación. 7.° La descripción de los simples. 6 8.° La de las combinaciones que éstos forman. La aplicada se ocupa principalmente de los compuestos especialmente usados en el ramo á que se aplica. De aquí las subdivisiones en orgánica y anorgánica, en analítica, médica, mineralógica, agrícola, industrial, etc. La química médica es la química general, considerada en sus re¬ laciones con la medicina. Comprende la orgánica y la anorgánica, y se ocupa especialmente en conocer las reacciones moleculares que se verifican en la economía animal, sea entre sus elementes propios ó entre los de los cuerpos con los cuales están en relación, tales como la atmósfera, los alimentos, las bebidas y las sustancias medicinales. La química agrícola tiene por objeto el estudio especial de los cuerpos simples y compuestos que directa ó indirectamente influyen en la vegetación. Tanto el médico como el agricultor deben adquirir los conoci¬ mientos necesarios de la química analítica, para desempeñar con¬ cienzudamente su profesión. 3. Componer y descomponer son las principales operaciones de la química. Se lia dado el nombre de síntesis á la primera, y de anᬠlisis á la segunda. Cuando se han separado los elementos de un cuer¬ po y nuevamente combinados se obtiene el mismo compuesto, se dice que el análisis es verdadero ó perfecto: por ejemplo, el agua; cuando no se puede recomponer, se llama análisis falso ó imperfecto: ejem¬ plo, la sangre. Aunque esta división no sea ideológica, porque real¬ mente no hay análisis falsos, está generalmente admitida. El análisis se divide en cualitativo y cuantitativo: el primero sólo descubre los principios inmediatos, los radicales ó los elementos de los cuerpos, y el segundo sus proporciones ó la relación de esos ele¬ mentos. L Para analizar los cuerpos, emplea el químico, medios, agentes y reactivos. Las sensaciones y el raciocinio son los medios; la luz, el calórico y la electricidad, los agentes, y un número limitado de sustancias simples ó compuestas, cuyas propiedades y reacciones es¬ tán determinadas, son los reactivos. Los medios son, por lo común, indicantes de la marcha que se ha de seguir para descubrir la composición. El estado, brillo, densidad, formas, textura, dureza, quebradura, color, olor y sabor, son los ca¬ racteres fisiológicos ú organolépticos: unos obran físicamente y otros químicamente. Por ejemplo, al tocar el mármol, sentimos una im- presión desagradable, fría; pero la mano solo lia perdido algún calo rico: mas al contacto de una solución de sosa cáustica, expei imenta¬ mos una sensación untuosa, y á veces dolorosa, consecutiva á la ac¬ ción química. El raciocinio da medios positivos y medios negativos para descubrir los cuerpos: el azoato se distingue desde luego de otros gases por sus propiedades negativas; pero el hidrógeno y el oxígeno por las positivas. ' El calórico y la electricidad obran de un modo especial y dife- rente con relaciónalos cuerpos: las propiedades que ofrecen, juntas con los caracteres organolépticos, bastan en algunos casos para des¬ cubrir la naturaleza de una sustancia. Así, cuando sometemos un cuerpo á la acción del fuego, vemos que se carboniza ó se incinera, que se funde, se volatiliza, etc., etc., y cada uno de estos resultados nos indica la composición. Las reacciones particulares que presenta un cuerpo desconocido, cuando se trata por otro de composición determinada, resuelven las dudas á que pueden dar lugar el uso de los medios y de los agentes. El examen de un cuerpo puede hacerse empleando vehículos ó reactivos líquidos, ó algún agente con ó sin reactivos sólidos: en el primer caso se dice que se ha analizado poi vía húmeda, ^ en el se gundo por vía seca; el análisis al soplete, cuyos resultados son, por lo común, decisivos, y cuando menos indicantes, es un análisis por vía seca, y uno de los medios más preciosos, fáciles y sencillos que fre¬ cuentemente emplean los químicos. Algunos autores sólo admiten agentes como medios analíticos, y los dividen en agentes físicos y agentes químicos. Cuentan entre los primeros, la luz, el magnetismo, el calórico y la electricidad: entre los segundos, los reactivos. 5. Para reconocer los cuerpos, separar unos de otros y preparar ciertos compuestos, la química se sirve de algunas operaciones, á las que se han dado nombres particulares, que debe conocer desde luego el (1ue se dedica al estudio de esta ciencia. Las principales son: (i. División. — Es la operación que tiene por objeto separar más ó menos mecánicamente las partes integrantes de los cuerpos. Se * Xo obstante que los autores solamente numeran entre los caracteres organolépticos ]()s que estiman por los sentidos del tacto, del olfato y del gusto, parece consecuente no ex¬ cluir las impresiones que recibe el ojo para juzgar del color, brillo, etc.; por tal motivo, con¬ fundimos los caracteres organolépticos y los reputados como físicos. s practica cortando, limando, raspando, triturando, contundiendo ó pulverizando. Algunas de estas operaciones se subdividen con rela¬ ción á los instrumentos empleados al practicar la división: se corta con tijeras ó con cuchillo; se lima con escofinas ó con limas comu¬ nes; sé raspa y se rae con legras, raedores y rayos; se tritura, se con¬ tunde y se pulveriza usando de pilones, rastras ó arrastres, morteros, tambores, cilindros y pórfidos con moletas. Cada una de estas ope¬ raciones tiene nombres particulares, como contusión, trituración, levigación, porfidización, etc. La dilución y precipitación, que algu¬ nos comprenden en la pulverización, no deben confundirse con ésta. La pulverización se hace con intermedio o sin el: el fosfoio se pulveriza fundiéndolo en agua o en el alcohol, y agitando el liquide hasta su enfriamiento: algunas resinas y aceites solidos, empican o el alcohol ó el éter; ciertas partes vegetales y animales, con el azú¬ car ó la goma. Se usa también de estas sustancias paia icducii a polvo fino algunos metales, como el oro, la plata } otios que r maleables; por último, algunas sales se pulverizan por cristalizacio inicial. 7. Desecación. — Es la operación que tiene por objeto privai los cuerpos de la humedad que retienen mecánicamente entre sus par¬ tículas ó condensad a en su superficie. Esta operación es de la mayor importancia para conocei \ soí>. lar los fenómenos en los combinaciones, y para tener buenos i ci¬ tados analíticos, pues es indudable que las diferencias que se eiu iu tran en las análisis de un mismo compuesto, dependen, en el mayor número de casos, de su estado higroscópico. El asma se combina con muchos cuerpos: entonces pertenece á su c3 * , constitución misma, y no debe procurarse quitarla por la desecación, cuando se desea conocer la naturaleza del compuesto. L n equivalen¬ te de óxido de potasio se combina con otro de agua, y al compuesto que resulta se le da el nombre de potasa cáustica: si se abandona al aire ó se trata por el agua, tomará uno, dos, cuatro o más equiva¬ lentes, formando una solución de hidrato de protóxido de potasio o un poliliidrato. La evaporación y la fusión ígnea privarán á este compuesto del agua en exceso, volviéndolo á la combinación de equi¬ valente por equivalente: diremos entonces que hubo una desecación, ó que el hidrato de potasa se puede secar sin descomponerlo, lleván¬ dolo hasta la fusión. No debe confundirse la evaporación con la 9 desecación: cu el ejemplo puesto, aquélla ha sido previa y ésta pos¬ terior. Para desecar un cuerpo, es muy importante conocer su natura¬ leza, ó cuando menos sus propiedades al estado de sequedad: así se llega á elegir, sin peligro y con facilidad, el medio para desecarlo. Los procedimientos de que se sirve la química, son: A. El simple contacto del aire. Se usa de este medio con los cuerpos que por su exposición al ambiente quedan opacos ó reducidos al estado de polvo blanco. Ejem¬ plo: El sulfato, el fosfato, el carbonato de sosa, y, en general, todas las sales efiorescentes. Fresenius recomienda como medio mejor para desecar estos cuerpos, reducirlos á polvo, colocarlos entre las hojas de papel de estraza, y someterlos á presiones fuertes hasta conseguir el objeto. B. El contacto de una atmósfera desecada artificialmente. Si se abandona el sulfato de magnesia al aire húmedo, no sufre alteración; inas si se hace pasar una corriente de aire seco o calien¬ te, se eflorece con facilidad. Para esto, basta obligar al aire á que se ponga en contacto con algunos cuerpos ávidos de agua, tales como el ácido sulfúrico, el cloruro de calcio, etc. Las sustancias que se descomponen por su contacto con el aire, se desecan en el vacío, bajo la campana de una máquina neumática, sirviéndose o no de esos cuerpos absorbentes. O. La elevación de temperatura por intermedio. Los cuerpos que no experimentan alteración á la temperatura del vapor de la agua, y aun hasta 200°, se desecan colocándolos en estufas, é) empleando el baño de maría, el de vapor de aceite o de algunas sales. Hay muchos aparatos construidos con este objeto, y que satisfacen todas las indicaciones, como se vera en la parte que trata de los utensilios. 1). La elevación de temperatura hasta el rojo. Los cuerpos que no se alteran á esta temperatura, son los que mejor se prestan á la desecación: basta ponerlos en un crisol apro¬ piado, evitar el contacto de materias extrañas y esperar el enroje¬ cimiento: en muchos casos sirve de guía la fusión ígnea del cuerpo que se deseca. Según lo expuesto, pueden reducirse á cuatro los medios princi¬ pales de desecación: primero, la compresión; segundo, el vacío; ter- ■ r Vi V* fc i *-»i « 1'» "av no8 simples v átomos compuestos, que pueden condensarse mas o menos y los segundos ser formados hasta por cuatro elementos, y raras veces seis ó más. Pero en los cuerpos cristaloides la foima recular que determinan, descubre en muchos casos su naturaleza > amTcriando esta forma pueda variar, debemos conocerla y apreciarla con todas las modificaciones de que es susceptible. Dos fenómenos principales y muy notables presentan g • cuerpos: 1.» Cambio de propiedades en los compuestos de elemen, ... de una misma naturaleza y en una misma relación isómeros). 2.° Una forma común para los compiles os . elementos de naturaleza diferente (cuerpos isomorfos). El cambio de propiedades en los compuestos isómeros no se Imi ¬ ta á las físicas; también las químicas varían en muchos casos. Si el compuesto sól¡ es modificado en su forma, densidad, ) dades ópticas, etc., se dice que es bimorfo, trnnorfo o polnno^fV, varían también sus propiedades químicas, se llama comunment - mero. El bi, noi-fis.no, trimorfis.no y polimorfismo, no son mas q ■ una modificación de la isomería; pero ésta se observa en puestos, y el bimorfismo, trimorfis.no y polimorfismo se presenta, también en los simples. Ejemplo: el azufre puede cristalizar en o - taedros rectos de base romboidal del cuarto sistema, o por prismas alargados oblicuos, de base romboidal, quinto sistema: es, por lo mismo, un cuerpo bimorfo y ’ más, la forma utricular. El carbono ofrece tres aspectos d fe.e nt, . se dice con más propiedad que es un cuerpo simp e, "m° « • los compuestos, tomaremos el carbonato de cal, por s . el . n m compuesto bimorfo que se conoció. La Aragón, ta cristaliza e^i mas rectos de base rectangular, y el Espato de Isla, id, a en ion, k°6 El isomorfi smo supone necesariamente cambio de elementos y no de forma: es decir, que un elemento ó un radical substituí e a o i< en su totalidad ó en parte, sin que varíe el tipo del compiles o. equivalente de proto-óxido de fierro se combina con dos de peroxn , x^i^rxisr i. . . . 27 y forma el fierro magnético:' el proto-óxido de manganeso substituye al de fierro, sin determinar cambio en la forma ni en el tipo del com¬ puesto: en este caso el proto-óxido de fierro es isomorfo con el de manganeso. Algunos usan de la voz polimorfismo como genérica, aplicándola aun á los cuerpos que sólo se presentan bajo dos formas; otros la em¬ plean para indicar las propiedades isomorfas de los cuerpos; pero los más entienden por polimorfismo el cambio de propiedades físicas que presentan los compuestos de elementos de una misma naturaleza. Según esto, hay que considerar en los cuerpos simples y en los compuestos, tres modificaciones principales: 1. a Cambio en las propiedades físicas. Polimorfismo. 2. !l Cambio en las propiedades químicas. Isomería. 3. a Propiedades comunes en los compuestos de naturaleza dife¬ rente. Isomorfismo. El polimorfismo puede determinarse por la variación de tempe¬ ratura, por la presión, capilaridad y por la presencia de cuerpos ex¬ traños. El azufre cambia de propiedades sólo por la variación de temperatura: el bi-cloruro y el bi-yoduro de mercurio, toman formas incompatibles, haciéndolos cristalizar á temperaturas diferentes. La presencia de una corta cantidad de aceite volátil de romero, de trementina ú otro semejante, destruye la propiedad inflamable que presenta uno de los fosfuros de hidrogeno, etc., etc. Resulta de lo dicho: que los cuerpos simples y los compuestos de una misma naturaleza, pueden presentar cambios notables en sus pro¬ piedades físicas y químicas, y que estos cambios son relativos a la dis¬ posición particular de sus moléculas; disposición que está bien ex¬ presada, admitiendo tipos ó grupos moleculares, aun cuando no se conozca d priori su constitución íntima. Veamos ahora qué se entiende por cristalografía. 33. Se da este nombre á la ciencia que enseña las leyes á que es¬ tán sometidos los cuerpos cristalizares, así como sus diversas formas y los medios de definirlas. La que trata de la formación de los cristales y de cómo se producen, se llama cristalogenia. La que estudia los fenó¬ menos eléctricos de los cuerpos cristalizados, cristalo-eléctmca. La que comprende estos dos ramos, ha recibido el nombre de cristalología. * El cristal de roca, el carbonato de cal, el diamante y otros varios productos habían llamado la atención de los antiguos por la regularidad de sus tormas. naturales, Lineo fué 2» Se llama cristal, ó más propiamente cristales, a los poliedros re¬ gulares que resultan de la solidificación lenta de los cuerpos líquidos ó gaseosos. Al ocuparse de las formas regulares y apreciables de los cuerpos, debe considerarse en los poliedros las partes de que están formados, sus divisiones, modificaciones, tamaño, etc.; pero antes es necesario repetir, que siendo los cristales unos sólidos de formas geométricas, con caras, aristas rectas y dispuestas simétricamente al eje, no deben confundirse con los sólidos que presentan caras irregulares, forma¬ das accidentalmente por retracciones ó rompimientos: una vez segu¬ ros de esto, dice Beudant, debe buscarse por un estudio detallado los caracteres que distinguen las diversas especies de cristales, y que des¬ cubren sus diferencias. El mejor medio consiste en someterlos á una medida rigurosa, sirviéndose de instrumentos convenientes. 31. Para facilitar el estudio de este compendio, será útil conocer algunas hipótesis admitidas por los autores, y formuladas con clari- dad por M. Laurent. 1. a Todos los cuerpos sólidos están formados por la reunión de moléculas yuxtapuestas. 2. a Estas moléculas son semejantes en un mismo cuerpo, pero diferentes en los demás. 3. a Las formas poliédricas de las moléculas son simples; el te¬ traedro y el prisma, de tres y de cuatro caías. 4. a Las formas difieren unas de otras por las dimensiones de sus aristas y por el valor de los ángulos. 5. a Todas las moléculas están dotadas de fuerzas atractivas, cu- vas resultantes se confunden con los ejes ó líneas que atraviesan si- «/ métricamente las moléculas. 6. a La intensidad de esas fuerzas varía por la influencia de cau¬ sas exteriores, tales como el calórico, la electricidad, la presión, la presencia de cuerpos extraños, la naturaleza del disolvente, etc. Al pasar un cuerpo del estado líquido ó del gaseoso al solido, sea por enfriamiento, por concentración, por reacciones químicas, etc., sus moléculas quedan libres, pudiendo girar sobre sí, conforme el primero en asegurar que esa regularidad no podía ser un electo casual, pues era cons¬ tante: en el hecho, y con su buen juicio, clasificó algunos cuerpos. Los trabajos de Rame de Lisie, adelantaron los de Lineo, mejorándolos aún con la medida de los ángulos; peí o no es sino A Haüy á quien se reputa como el criador de la cristalografía. Más tarde ha llegado la ciencia áun grado de perfección tal, que era preciso dividirla en los ramos indicados. 29 á las leyes de su atracción recíproca, yuxtaponiéndose liasta formar un sólido apreciable. Supóngase la molécula a (fig. 2.a) suspendida en un líquido ó apoyada en un hilo: al precipitarse las moléculas b, c, d y e, inmediatas á la primera, serán atraídas por ésta, precisa¬ mente en el sentido de sus caras homologas, dando por resultado el sólido representado en la figura 3.a, compuesto de siete moléculas, contando con las inmediatas á las caras anterior y posterior. La precipitación de las cuatro que aparecen con la letra/, en la figura 4.a, y su adhesión á aquéllas, en virtud de las mismas leyes, dará por resultado el sólido O, que representa la figura 5.a, en cuyo plano aparecen nueve moléculas, más otras tantas anteriores y pos¬ teriores; resultando un sólido con veintisiete moléculas: la adhesión de las diez y seis inmediatas, b, c, d, dará otro mayor con veinticinco moléculas en un plano, ó sean ciento veinticinco en todo: fácil es co¬ nocer, que detenida la cristalización en un momento cualquiera, re¬ sultará un cristal con un número de moléculas 1, 27, 125, 343, cuyos números serán los cubos de los impares 1, 3, 5 y 7; la reunión simé¬ trica de los cristales elementales , formará un cristal semejante á la molécula elemental, al que se da el nombre de primitivo ó forma pri¬ mitiva. Si la resultante de la fuerza atractiva de las moléculas a, a, a, figu¬ ra 5.a, no es igual y sí mayor con relación á las moléculas b, b, b, b, resultará el compuesto que se ve en la figura 6.a Aplicando el mis¬ mo raciocinio, tendremos el rombo que lleva el número 7, cuyo cris¬ tal es una forma secundaria ó derivada, obtenida por la reunión de las moléculas primitivas. Bastará fijar la atención en las figuras 8.a, 9.a y 10.a, para comprender la manera de formarse las retracciones ó descrecimientos. Cuando las moléculas primitivas son prismas oblicuos, como lo representa la figura 11.a, el lado a, b, será paralelo á la gran diagonal del cuadrilátero m, n, o, p, y el lado a, c, lo será á la pequeña diago¬ nal del mismo cuadrilátero, ó al de rr, tt, formado por las tres mo¬ léculas que faltan en ancho y dos en altura, en los ángulos entran¬ tes respectivos. En cuanto á la formación de los cristales derivados, dan los auto¬ res una explicación inversa. Supóngase un rectángulo a, b, c, d, figu¬ ra 12.a, al que se quitan ó truncan los ángulos paralelamente á sus diagonales, ó lo que es lo mismo, se quita sucesivamente en los 30 ánmilos una molécula en el sentido de su altura, y otra en su anclio; es decir separando diez moléculas de cada uno de los ángulos a, b, c, d, ó sea cuarenta (en cada plano), resultará el rombo m, n, o, p. Por medios análogos, truncando los ángulos del rombo a, b, c, <1. figura 13.a, resultará el rectángulo derivado m, n, o, p. 35. Hemos dicho que todos las formas cristalinas pueden ser ob¬ tenidas, truncando, sea los ángulos sólidos, ó ya las aristas de los pa- ralelipípedos ó formas tipos. Supóngase la base de un prisma A, figu¬ ra 14.a, dividido perpendicularmente á esta base, y paralelamente a los lados «ó, ac, bd, y, por lo mismo, en dirección á las diagonales nf, be, y o d, sin coincidir con ellas; es evidente, que con las seis divisio¬ nes liehas en las seis caras, se obtendrá un prisma hexagonal más pe¬ queño que el primero: cortando el prisma por el centro A, en la di¬ rección nf, e d, be, resultarán seis prismas de base triangular equilᬠtera. A su vez, uno de estos prismas dará los cuatro triangulares, re¬ presentados en la figura 15.a, ó el prisma hexagonal C, con más los tres triangulares representados en la figura 16.a, pidiendo, por lo mis¬ mo, ser considerado el prisma hexagonal como triangular \ i ¡< i , i ■ 36. En el examen de los cristales hay que considerar los ejes, las caras, las aristas, las esquinas, etc. Se llaman ejes de un cristal, las líneas que se suponen pasan por su centro y terminan en el medio de dos caras, aristas ó esquinas opuestas, como se ve en las figuras 17 -a y 18.a Se llama eje principal, al central de la posición vertical, ó al más simétrico (a,'b, figuras 17.a y 18.a): los demás se llaman secun- darios ó colaterales: c, d y e, /, figura 1 / . Las caras de los cristales, son los planos de que están formados: a, a, a, figuras 19.a y 20.a; aristas, las líneas que separan las caras: o, o, figura 17.a; esquinas, los puntos de interrupción de tres ó más ca¬ ras: o, o, figura 24.a Las caras, las aristas y las esquinas, pueden i homogéneas ó heterogéneas, es decir, iguales y semejantes ó disím¬ bolas y desiguales, por su posición, tamaño, formas, inclinación, etc. Según la posición del eje principal, y su puesto único, así toman nom¬ bres particulares las caras, las aristas y las esquinas: las caras en que termina el eje principal, se llaman básicas ó terminales, (f, d, fitina 18.a; las caras menores que forman los vértices, se llaman caras de apuntamiento: c, c, figura 21.a; y las paralelas al eje principal, late¬ rales ó prismáticas: a, a , a, figuras 19.a y 20.a, así como las aristas; pero las aristas no paralelas al eje principal, se llaman de la base 1 , » 31 figura 28.a, y esquinas de la base á las que son formadas por estas ó que concurren á su formación: o, o, figura 24.a; los cristales que sólo tienen un eje principal, se llaman monoaxes, figura 18.a, y los que tienen más, poliaxes, figura 17.a La substitución de una caraá una arista ó esquina, toma el nombre de truncamiento: d, d, d, d, figura 19.a, y o, o , o, o, figura 19.a bis; la de dos caras homogéneas, biselamiento: d, d, figura 20.a; la de tres ó más, homogéneas también, apuntamiento: figuras 21.a, c, c, y 22.a, r, r; las aristas del bisel son siempre paralelas á la arista biselada, figura 20.a Con relación á la posición del biselamiento, del truncamiento y apuntamiento, hay que distinguir los de las caras y los de las esqui¬ nas; así se dice: biselamiento de las aristas, apuntamiento de las ca¬ ras, etc. Las caras laterales de un cristal pueden ser planas ó curvas; si la curvatura es hacia dentro, se llaman cóncavas; hacia fuera, convexas; adentro y afuera, convexo-cóncavas; en cuanto á la figura, puede ser cilindrica, esférica ó cónica. Aunque los cristales son comúnmente macizos, los hay también huecos v excavados en los extremos. * • Los cuerpos cristalizares varían con relación al tamaño de los cristales, v esta variación se nota aun en los de una misma natura- / «. leza; lo cual depende del tiempo en que se verifica, de la cantidad del vehículo, de la temperatura, etc.; en general, se distinguen los cristales en extremadamente grandes, muy grandes, grandes, media¬ nos, pequeños, muy pequeños y extremadamente pequeños. Si se comparan las dimensiones en cada uno, pueden dividirse en cortos, largos, aplastados, prolongares, tesulares, gruesos, delgados, en agu¬ jas, alesnados y capilares. También pueden presentarse separados ó en grupos: los primeros se llaman solitarios; los segundos, pueden ser agrupados sencillamente (gemelos, triples, cuádruplos), y hallar¬ se perpendiculares, paralelos, etc., ó agrupados complicadamente, formando hacecillos, ramilletes, enrejados, estrellas, botones, crestas, rosas, escalas, tolvas, pirámides, etc. En cuanto á su superficie, pue¬ de estar lisa, rayada, áspera, costrosa, granosa ó escabrosa. La raya¬ da puede ser sencilla ó doble, simétrica ó irregular. Por la textura hay que distinguirla en compacta, estriada, hojo¬ sa, fibrosa y pizarreña. 32 Además de estos caracteres, muy importantes para conocer los cuerpos, y aun para señalar en algunos casos su naturaleza, hay que • agregar otros que pueden considerarse como relativos o secundarios, y son el aspecto común y el de separación. En el aspecto común hay que examinar la trasparencia, la opa¬ cidad; la raspadura, su color, viso y lustre; la dureza y flexibilidad, ductilidad y fragilidad; la tiznadura, el sonido y el apegamiento á la lengua. Los caracteres específicos, se toman de los grados en que se presentan los genéricos y también de la falta de éstos, ó sea de los caracteres negativos: así, la tiznadura comprende á los que tiznan muoho ó poco y á los que nada tiznan: la flexibilidad, á los flexibles y á los inflexibles, etc. En el aspecto de separación, hay que considerar la figura de las partes separadas, el lustre y las caras de separación, aplicando las doc¬ trinas generales relativas al examen de los cristales. Algunos de es¬ tos caracteres sirven también para distinguir los cuerpos amorfos, y aun varios opinan que sólo á éstos se deben referir. Aunque son muy numerosas las modificaciones que presentan en sus formas los cuerpos cristalizados, el conocimiento de ellas es me¬ nos difícil de lo que debiera esperarse, porque hay ciertos principios fundamentales de la cristalografía, que la han. simplificado notable¬ mente. En confirmación de esto, Reudant establece los hechos si¬ guientes: 1. ° Que muchas formas, aparentemente diferentes, se entrelazan de una manera natural y no son más que modificaciones más ó me¬ nos variadas unas de otras. 2. ° Que todas las formas conocidas y aun por conocer, pueden re¬ ferirse á sólo seis grupos distintos y que presentan caracteres bien marcados. 3. ° Que en cada uno de esos seis grupos, todos los poliedros pue¬ den referirse á una forma única, tomada indistintamente entre las que se presentan, resultando de aquí que los estudios cristalográficos se reducen á conocer bien las propiedades físicas y geométricas de un número determinado de formas, tomadas como tipos de todas las otras. Hemos dicho que los cristales pueden ser más ó menos modifica¬ dos en sus formas, presentando caras que se colocan de diversa mane¬ ra sobre sus aristas ó sobre sus ángulos sólidos, extendiéndose en mu- cfiós casos á expensas de las caras primordiales ó Haciendo que éstas desaparezcan, y den por resultado sólidos muy diferentes. Estas mo¬ dificaciones pueden ser parciales ó totales, es decir, sobre las aristas, sobre los ángulos, ó en unas y en otros á la vez. La extensión de las caras Homogéneas, puede ser desproporcionada y presentarse más ó menos encorvadas, ásperas, estriadas, etc., resultando de estas modi¬ ficaciones la mayor ó menor imperfección de los cristales, Hasta el punto de impedir que se reconozcan fácilmente. Sin embargo, Hay leyes cuya aplicación quita todo embarazo, y, por lo mismo, deben te¬ nerse presente en los estudios cristalográficos. La principal y que está generalmente reconocida, es la ley de siL metría, por la cual se establece: que en un cristal, todas las partes dé una misma especie son modificadas á la ves, de la misma manera ó re¬ cíprocamente; que las partes de diferente especie, son modificadas dife¬ rentemente. Por esto se observa, que las aristas de una misma espe¬ cie son todas modificadas á la vez; pero si Hay aristas de diferente especie, las modificaciones son también diferentes. Las modificacio¬ nes secundarias que pueden presentarse como excepciones de esta ley, son determinadas y aparentes por la formación anormal de los agregados. El Sr. del Río admite otras leyes, ó mejor diré, esplana la ante- i rior, así: 1.a Paralelismo de las caras . — Todo eje de caras de un cristal, junta ó reúne caras Homogéneas. 2. a Variación de los ejes. — Los ejes determinados de una figura se alargan ó se acortan siempre en las variaciones que ocurren, por coeficientes racionales enteros ó quebrados, y por lo común muy sen¬ cillos. 3. a Relación deformas. — Dadas dos combinaciones Heterogéneas, pueden encontrarse separadas, sin que sea preciso que Hallándose una dé necesariamente la otra. ' 4. a Constancia de los ángulos de inclinación. — -Sea cual fuere su irregularidad que se observe en el crecimiento de las caras y la mo¬ dificación en las combinaciones, los ángulos de inclinación de las caras de una figura, son constantes é invariables. Ya se lia diclio que estas leyes pudieran considerarse compren¬ didas en la de simetría, pero no está por demás tenerlas presentes para la mejor inteligencia de aquélla. 34 Se lia dicho igualmente, que los sólidos están formados por la reunión de partículas semejantes para un mismo cuerpo, pero dife¬ rentes de las de otro, pues esas partículas toman las formas polié¬ dricas más simples, y de su agregación regular resultan los cristales cuyas formas conservan la primitiva de la partícula, que puede con¬ siderarse como el núcleo y servir para establecer tantos grupos prin¬ cipales, cuantas son las formas. Esto es lo que constituye los sistemas cristalinos, las formas tipos ó furnias simples, y á las que pueden ie- ducirse todas las que so han observado hasta ahora, sea truncando los ángulos sólidos ó las aristas de los paralelípedos, correspondien¬ tes á las formas simples que vamos á conocer, compendiando el sis¬ tema de Regnault, con las aclaraciones del Sr. del Río y otros. Pero antes sería bueno hacer notar, que de los seis sistemas cris¬ talinos, cinco están caracterizados por tres ejes, y sólo uno tiene cua¬ tro: por lo mismo, éste, que es el tercer sistema, no puede mní ilu¬ dirse con los otros. En cuanto á los cinco de tres ejes, el quinto y el sexto están caracterizados por ser oblicuos: de los tres restantes hav que notar que en el primer sistema, los tres ejes son rectangulares y semejantes; que en el segundo, aunque también los tres son rec¬ tangulares, sólo dos son semejantes; por ultimo, en el cual to, los tu s ejes son desiguales y de especie diferente. Teniendo presente este re¬ sumen, es fácil referir las formas cristalinas al sistema correspon¬ diente. PRIMER SISTEMA CRISTALINO Ó SISTEMA REGULAR 37. Las formas de este sistema están caracterizadas por tres ejes rectangulares semejantes (fig. 17.n). Las formas simples correspon¬ dientes á este sistema, son: FA octaedro regular. — Formado por ocho triángulos equiláteros; aristas iguales entre sí; ángulos iguales de cuatro caras, y los diedros de 70°, 32' (fig. 23.a). Hexaedro ó cubo. — Seis caras cuadradas iguales: los tres ejes rec¬ tangulares, unen los centros de las caras opuestas; ocho esquinas de tres caras homogéneas; ángulos de las aristas de í)0° (ti g. 2La). Dodecaedro rombal. — Doce rombos cuyos ángulos son 109°, 2 l‘emi-ootae- carafreLt fr"/ (%• ^--Veinticuatro sólido es el de uTl & !T con ejes peí fectamente iguales: al primero se llama directo ó de primera clase, y al segundo, inverso ó de segunda clase. Dada una substancia cristalizable en octaedros de base cuadrada, pueden presentarse algunos cristales diferentes, y, sin embargo, tonel entre sí una relación simple, porque la longitud relativa de los e,es principales se hallará en una relación simple. Las formas compuestas de este sistema, son: 1. a La que resulta de la combinación de los dos octaedros primi¬ tivos de primera y de segunda clase, formando ésta truncamientos sobre las aristas de aquél, y presentando al mismo tiempo la cara terminal igual d (fig. 47.a) y el octaedro de primera clase o. , 2. a La combinación del octaedro primitivo o, con el octaedro ob¬ tuso de la misma clase o (fig. 48.a). 3. a La del octaedro primitivo o, con el prisma recto de la misma clase (j (fig. 49. ). . /tí „ 4. a La misma forma o, con el prisma recto de segunda clase a (hg. 50.a). ' 5a La de dos prismas rectos g y a, con el octaedro primitivo o, y con el correspondiente de la segunda clase d, dominando en la com¬ binación el prisma recto (fig. 51.a). 6.a La del octaedro primitivo o, con el agudo de la misma clase 38 3, y el prisma recto de la segunda «, dominando esta forma en la combinación (fig. 52.a). Tercer sistema cristalino. Hexagonal ó romboédrico. 39 jJ}ls formas simples del tercer sistema cristalino, están carac¬ terizadas por cuatro ejes, tres semejantes entre sí y que se cortan en ángulos de 60o: el cuarto es de diferente especie y perpendicular a los otros tres; el eje único se considera como principal, y los tres res¬ tantes como secundarios; no liay relación constante en la longitud del eje principal con los secundarios. En este sistema, las caras están dispuestas simétricamente con relación á los tres ejes secundarios; pero están dispuestas de una ma¬ nera diferente con relación al eje principal. Así como en el segundo y en los tres últimos sistemas, hay en el tercero formas indefinidas, que no pueden por sí determinar un cristal. Las principales formas simples que presenta el tercer sistema, son: El dodecaedro hexagonal (tig. 53. d). — Lon doce caras, diez \ °i lio aristas y ocho esquinas: las caras, son: triángulos isósceles; las aris¬ tas, de dos especies, doce terminales, I), y seis laterales, G; las esqui¬ nas, también de dos especies: seis laterales de cuatro caras, A, A , v dos terminales, C, G, de seis caras. La base que da la sección por las aris¬ tas laterales, es un hexágono regular, con los tres ejes secundarios; las secciones por las aristas paralelas, dan rombos. Se distinguen ge¬ neralmente dos especies de dodecaedros, el directo y el imeiso. (ii el primero, los ejes reúnen los ángulos de la base (tig* 5-1. ), } cu ( l segundo, los medios de las caras opuestas (tig. 55. ). El romboedro ó semi-dodecaedro (tig. ¿>6.‘l). Ion seis caías, dote aristas y ocho esquinas: las caras son rombos; las aristas, de dos pecies: seis terminales, X, y seis laterales; las esquinas, tambo n di o especies: dos regulares de tres caras, C , y seis con tres caras irregu¬ lares, E. El eje principal junta los ángulos terminales, C; los secun¬ darios reúnen los medios de las aristas laterales opuestas, A. El romboedro puede considerarse como derivado del dodecaedio hexagonal, suponiendo que las caras alternadas del dodecaedio m desarrollan de manera que hacen desaparecer las intermedias, no \ I Ij ,í ■] i L^UVUUsTA. 3. 39 quedando más que las caras del dodecaedro, paralelas dos á dos. Se¬ gún la elección que se liaga de las caras alternadas, así se obtendrán dos romboedros, uno de primera clase ó directo (fig. 56.a), y otro de segunda ó inverso (fig. 57.a). Los romboedros, así como los octaedros, presentan alguna serie de figuras más obtusas y más agudas: el obtuso tiene las caras incli¬ nadas al eje principal, de la misma manera que las aristas de la for¬ ma aguda. Hay en el tercer sistema cristalino, algunas otras formas simples, pero más complexas que las anteriores; por ejemplo, un só¬ lido de veinticuatro caras, que son triángulos escalenos, y al que se da el nombre de didodecaedro (fig. 58.a); uno de dos caras y triángu- gulos escalenos, que se llama hemi-dido decaedro ó escalenoedro (fig. 59.a); pero estas formas no son las más comunes. Las combinaciones del tercer sistema ó formas compuestas, son: La del dodecaedro primitivo, r, con el primer prisma de seis ca¬ ras, g (fig. 60.a). La del romboedro principal, r, con el romboedro obtuso r/2 , domi¬ nando éste (fig. 61.a). La del romboedro principal, r , como dominante, con el primer obtuso y el primer agudo (fig. 62.a). La del romboedro primitivo, con el segundo romboedro agudo, dominando éste (fig. 68.a). La del prisma de seis caras, g, con un romboedro de segunda cla¬ se, r/2 (fig. 61.a). La del romboedro principal, r, con el segundo prisma de seis ca¬ ras, a (fig. 65.a). La del prisma de seis caras, g, con la cara terminal C (fig. 66.a). Por último, la del escalenoedro 31/2, con el romboedro principal, r (fig. 67.a). Cuarto sistema cristalino. Rómbico ó prismático rectangular recto. 10. En las formas de este sistema hay tres ejes rectangulares, des¬ iguales y de especies diferentes; por lo mismo, la afección del eje prin¬ cipal es arbitraria, las relaciones de los ejes son también indife¬ rentes. 40 Las formas simples de este sistema, son: Pirámides rombales ú octaedros de base rombal (tig. (18.a). Las caras son triángulos escale¬ nos: aristas de tres especies: cuatro terminales, I), que reúnen las ex¬ tremidades del eje principal á las del primer eje secundario; otras cuatro también terminales, F, que juntan las extremidades del eje principal con las del segundo secundario, y cuatro laterales, G, que reúnen entre sí las extremidades de los ejes secundarios. Los ángulos sólidos son de tres especies: dos terminales, 6’, colocados á las extre¬ midades del eje principal; dos laterales, A, á las del primer eje secun¬ dario, y los otros dos, B, á las del segundo eje secundario. Las seccio¬ nes por las aristas terminales, dan rombos (tigs. 69.a y 70.a) y la de las aristas laterales dan la base de la tig. 71.a La relación de los ejes en cada una de las substancias crista lizables en octaedros de base rom- ba, es simple. Las formas compuestas de este sistema, son numerosas. 1. a Combinación del octaedro principal, o, con el obtuso %, la cara terminal e y el segundo prisma horizontal / del octaedro prin¬ cipal (tig. 72.a). 2. a Del octaedro principal, o, con dos prismas verticales, g y % (tig; 73.a). 3. a Del mismo, con el prisma horizontal d y el vertical 7La). 4. a Del prisma vertical g, de la forma primitiva, con dos horizon¬ tales,/}^ 2/f (%• "5.a). 5. a De dos prismas horizontales, f y d/2 con Ia cara terminal o (tig- 76.a). 6. a La misma combinación, dominando la cara terminal (fig. 77.a). 7. a La del primer prisma vertical de la forma primitiva g, con la cara terminal recta C, dominando ésta (tig. 78.a). 8. a Del prisma radical g, de la forma primitiva, con el primer prisma horizontal d/2 y la carta C (tig. 70.a). 0.a La del octaedro principal, o, con dos caras laterales dominan¬ tes, a y h (tig. 80.a). Quinto sistema cristalino. Prismático rectangular oblicuo, y también clinorombal ó semiprismáíico. 41. Caracterizado por tres ejes desemejantes, dos oblicuos, uno sobre otro, y el tercero en ángulo recto sobre los otros dos, no hay relación en el tamaño de los ejes, y es indiferente el principal. 41 La figura más sencilla de este sistema representa un octaedro de ejes oblicuos, y las caras, que son triángulos escalenos, son tam¬ bién de dos especies: las aristas de cuatro especies; cuatro termina¬ les, que reúnen los ejes y tienen las opuestas iguales entre sí, por la oblicuidad de los ejes; otras cuatro también terminales, que reúnen los ejes y son perpendiculares, y cuatro laterales que juntan los ejes perpendiculares y son iguales entre sí (fig. 81.a). La sección hecha en las aristas I), I)' , da un paralelogramo, y se llama sección prin¬ cipal (fig. 82.a); la de las aristas laterales da un rombo (fig. 83.a). El octaedro de este sistema no tiene todas las caras semejantes, y, por lo mismo, no es realmente una forma simple. Puede conside¬ rarse como una combinación de dos prismas oblicuos, uno formado por las caras B, A, G; G, A, B' ; B, A', C', y G', A', B' ; y el otro por las caras B, G, A'; G, A', B'; B, A, G' , y G, A', B' (fig. 81.a); uno será el anterior del octaedro y otro el posterior: esta distinción es importante, porque sucede con frecuencia que en las formas com¬ puestas de este sistema, los octaedros siempre presentan uno de sus prismas oblicuos, ó uno es dominante. Las formas compuestas, son: 1.a La combinación del octaedro pri¬ mitivo o, o', con el prisma vertical principal g (fig. 81.a). 2. a La misma o, o, con el prisma principal g , y las caras termi¬ nales b, paralelas á los ejes (fig. 85.a). 3. a La del prisma oblicuo anterior o, o, del octaedro principal, y el prisma vertical g, y la cara terminal b (fig. 86.a). 4. a La del prisma oblicuo posterior o, del octaedro principal; el prisma vertical g, y tres sistemas de caras terminales (fig. 87.a). jSexío sistema cristalino ó prisma oblicuo no simétrico clinoromboidal. 12. Caracterizado por tres ejes desemejantes oblicuos, sin rela¬ ciones constantes en su longitud: la elección del eje principal es in¬ diferente. La desigualdad y oblicuidad de los ejes hace que las for¬ mas de este sistema no presenten sus caras simétricas, sino solamente pares de caras que, siendo paralelas, son semejantes. El octaedro de este sistema, representado en la fig. 88. , es la foi- 6 42 „p«,- .. * . - f “ , CT- .1. terminal F lo es de W, y la lateral h den, i * tres especies, formados por aristas desígnales, i en las avistas terminales y laterales, dan paralelogramos La fig. 89“ representa la combinación del octaedro principal o y e pusm.i vertical ,j; la cara terminal a, es paralela á los ejes. Los cristales de este sistema son, por lo común, eomp k.h os \ iiiuv difíciles de ser definidos de una manera completa, porque los octaedros y los prismas sólo presentan pares de caras. Mn embargo, pueden distinguirse por la falta de simetría, la de truncamientos * rectos, en las esquinas y en las aristas, la de biselam.entos y de apuntamientos de caras homogéneas y de caras que se corten en án¬ gulos rectos. El sexto sistema cristalino contiene menos substancias cristalizadas que los cinco primeros, y esa falta de simetría es el mejor medio pava distinguirlo. ' En los seis sistemas señalados, apenas se lian podido hacer algu¬ nas indicaciones muy precisas para llegar á determinar las fminas cristalinas. Cada sistema necesita indicarse con algún detenimiento, examinar las fórmulas correspondientes y las combinaciones que pueden presentar; mas como esto corresponde á los tratados de cris¬ talografía, quedará satisfecho el objeto que nos propusimos, termi¬ nando esta parte con una indicación de los principales medios usa- dos para conocer las formas. 43. El examen atento de un cristal y de la simetría en sus mo¬ dificaciones, basta comúnmente para reconocer el sistema cristalino á que pertenece, si corresponde al regular, y si no se quiere mas que indicar las formas simples que entran en su constitución; peí" no sucedo lo mismo en cnanto á los otros sistemas. No basta indicar entonces las formas simples; es necesario apreciar exactamente los valores de los ángulos que forman entre sí Wejes, cuando no son rectangulares, y el tamaño correspondiente á cada una de las iormas simples que componen el cristal. Los ángulos de los ejes y las relaciones de tamaño, no pueden medirse sobre el cristal; el único elemento que se presta á la me¬ dida directa es la inclinación de las caras unas sobre otras; pero es evidente que los ángulos de los ejes y su tamaño respectivo, están en relación geométrica inmediata con la inclinación de las caras, y 43 por lo mismo, conociendo esta inclinación, se pueden determinar los ángulos y el tamaño de tosejes, porque no se tiata más que de solver un simple problema de geometría; esto sucede á lo menos cuanto á los sistemas rectangulares; pero los cálculos son más com plicados tratándose de los sistemas oblicuos; no obstante, los ejem¬ plos numéricos que se encuentran en los tratados de ciistalografía, facilitan las operaciones. Siempre que se quiera definir un cristal, debe medirse el mayoi número de sus ángulos; pero hay casos en los cuales basta conocer¬ los valores de sólo algunos, como cuando el cristal pertenece á uno de los sistemas cristalinos simples, ó cuando liay ángulos cuya de¬ terminación no es necesaria, por ser conocidas las relaciones geomé¬ tricas, la dirección de los ejes, etc. Sin embargo, Regnault advierte, que el químico que pretende definir un cristal con exactitud, debe medir todos los ángulos diedros, con el mayor cuidado, inscribir sus valores y expresar todo de una manera rigurosa. Con estos datos podrá después determinar los elementos del cristal, es decir, la in¬ clinación de los ejes y sus relaciones de longitud. La operación más importante á este fin, consiste en medn la inclinación de las caras unas sobre otras. Para esto se usa de ins¬ trumentos adecuados, que se llaman goniómetros. Pos clases funda¬ mentales son las más usadas: los goniómetros de aplicación y los e reflexión. 44 Entre los primeros, el más coimin es el conocido poi de Haürz y que se ve en la figura 90.“: está compuesto de un semi¬ círculo, con dos alidadas, una fija, a, b, y otra movible, d, f, la que señala en el limbo el ángulo del cristal. Para medir un ángulo r le¬ dro, se aplica una de sus caras sobre la alidada fija, en su pro on- , , ación, de manera que la arista del ángulo sea perpendicular al p a- ño del limbo: después se hace girar la alidada móvil, hasta que su prolongación descanse sobre la otra cara del ángulo: entonces el an- ,,„lo comprendido entre las alidadas mide el que sebosea. El meca¬ nismo de las correderas g,h, permite cortar o alargar las alidadas. Este goniómetro sólo da valores aproximados, y es de difícil aplicación para los cristales artificiales, que por lo común no tienen resistencia, y se rayan y aun destruyen á la menor presión. 45 Los goniómetros por reflexión dan resultados mucho mas exactos: bien que sólo son aplicables á los cristales de algún lustre, 44 ó délo contrario, usando de medios especiales, como las láminas de mica. La construcción de estos instrumentos está sujeta á varias modificaciones, que los hace más ó menos cómodos, más ó menos exactos; pero esas modificaciones no influyen en los fundamentos. Estos consisten en ver por reflexión, en una de las caras del cristal, la imagen de algún objeto, después de haber fijado el círculo conve¬ nientemente; en volver el eje junto con el círculo, hasta que aparece la imagen en el lugar correspondiente, y en leer en el círculo y en el nónius el suplemento del ángulo que se busca. Tres son los goniómetros más generalizados hasta hoy: el de Walloston (fig. 91.a), el de Charles (fig. 93.a) y el de Babinet (fig. 91.a). En el primero se ve un círculo vertical graduado en L, Tj , y ar¬ mado en un eje horizontal c, a: el círculo mayor se hace girar por medio del mediano v; el nónius n queda constantemente fijo; el eje a, c, se hace girar moviendo el pequeño circulo s; una pieza articu¬ lada c, g, c', b, es la que recibe el cristal en z, la que puede moverse en varios sentidos para dar al cristal la debida colocación respecto á a, c, sirviéndose de un pedazo de cera. Las partes móviles b, c , g, c, aproximan ó alejan el cristal al limbo, pudieiulo darle diversas inclinaciones, hasta colocar la arista en dirección rigurosamente paralela al eje de rotación del limbo. Colocado después el instrumento sobre una mesa y al frente de un edificio que presente líneas horizontales notables, para tomar dos por miras, como la superior del mismo edificio y una cornisa inferior, ventana, etc., se mueven los tornillos X, X, X, para dar al instru¬ mento la debida posición por medio de un nivel de burbuja de aire. Hecho esto, se procura que la arista del ángulo que se quiere medir, sea perpendicular al plano del limbo: el ojo debe percibir la línea inferior en la dirección del cristal; girando el eje a, c, y conservando el otro fijo, debe aparecer la mira superior reflejada sobre una de las caras del cristal y rigurosamente paralela al inferior, vista direc¬ tamente. Cuando se ha llenado esta condición, el ángulo será per¬ pendicular al plano del limbo, y la arista lo será si la segunda cara satisface la condición de la primera. Para medir el ángulo, sólo hay que colocar el limbo en el cero del nónius, por medio del círculo v: volver, por medio del botón .9, el cristal á la posición en la que el ojo percibe la imagen reflejada i_i A- ]vn hñta. 4 i V !. i 45 sobre una de las caras del cristal sobrepuesta á la mira directa: des¬ pués liacer girar, por medio del círculo t>, el limbo que lleva necesa¬ riamente en su movimiento el cristal, hasta que el ojo percibe rigu¬ rosamente, en la misma posición, la mira superior reflejada sobre la segunda cara del cristal y en coincidencia con la mira inferior. El ángulo queda medido por la indicación del nónius, que da el suplemento del ángulo del cristal, como lo demuestra la íig. 92. dG. El goniómetro de Charles se compone de un limbo móvil a, b, alderredor de un eje, en un pie y con tornillos V, V, V, como apa¬ rece en la fig. 93.a; de una alidada e,f, igualmente móvil alderre¬ dor del mismo eje, en la que hay una cubierta de cera para colocar el cristal; de un anteojo d, con un hilo vertical; y de dos niveles, njüp- Arreglado eí anteojo debidamente, se hace coincidir el hilo con la esquina de un edificio que sirve de mira: se coloca el cristal con la arista principal y se nota la reflexión sobre una de las caras del án¬ gulo diedro, de manera que la mira quede cubierta por el hilo del anteojo: la misma operación se practica respecto de la segunda cara, y así se consigue, con algunos tanteos, dar la debida posición al cris¬ tal. Para obtener el ángulo, se lee el que forma la alidada con el cero, en el momento en que coincide el hilo con el objeto reflejado por una de las caras: se hace girar después la alidada sola, hasta ha¬ llar la coincidencia en la segunda cara, V el ángulo que resulta for¬ mado por el movimiento de la alidada, será el suplemento del ángulo que se busca. ±7. El goniómetro de Babinet (fig. 94.a), se compone de un sus¬ tentáculo ó pie de latón A, que recibe el mango de madera B, en el que está fijo el instrumento, cuyo círculo graduado es O, C: dos an¬ teojos, D, A’, el primero fijo y el segundo móvil, sirven de miras, por medio de los hilos representados separadamente en a, b: hay, ademas, el nónius f y la plataforma F, como la del goniómetro de Charles. Para medir un ángulo, se comienza por arreglar los anteojos, ha¬ ciendo que los hilos se vean claramente, para lo cual se aproxima ó aleja el lente ocular: después se hace lo mismo con el tubo que lleva los hilos, teniendo esto por objeto percibir con toda claridad los cuer¬ pos colocados á distancia: un movimiento de rotación al tubo, basta para dar á los hilos la posición representada en a, h: dispuestos asi los anteojos, se colocan en su lugar; el puntó de cruzamiento de los 46 hilos cj, li, i , j, se encontrará en la intersección a de los hilos c, d, e, f: si éstos no se ven con toda claridad, bastará graduar conveniente¬ mente el lente ocular del anteojo uioa il. En el caso de no haber superposición de los hilos, se procurará, subiendo ó bajando el tornillo r, cuanto fuere necesario. Hecho esto, se ñja el cristal en el platillo F; por medio de una poca de cera, se da al anteojo F un movimiento á la izquierda y á la derecha, mo¬ viendo el portacristal cnanto fuere necesario para percibir los hilos del anteojo fijo I), al dirigir la vista por el anteojo F: si el entieciu- zamiento b no coincidiere con la línea c, d, se levantará ó bajará el cristal lo conveniente para que su cara quede bien colocada: lo mis¬ mo se hará para arreglar la segunda cara. Dispuesto así el goniómetro, se procede á medir el ángulo, para lo cual se coloca el.nónius á cero, se hace girar el platillo solo, hasta ver en el cristal coincidir la intersección de los hilos; se mueve en¬ tonces el nónius, cuyo movimiento sigue el cristal, y fijándolo, luego que vuelve á aparecer la coincidencia de los hilos, se ve, indicado por el nónius, el suplemento del ángulo que se busca. / 47 PARTE TERCERA. INSTRUMENTOS, UTENSILIOS Y APARATOS. Comúnmente se confunden estas voces, asi como las de herra¬ mienta y máquina, y sin embargo, debe darse á cada una su aplica¬ ción conveniente Una cápsula, una retorta, una alargadera, una campana, etc., son utensilios y no instrumentos, aparatos ni máqui¬ nas; la misma retorta con alargadera y un recipiente, componen un aparato destilatorio y no una máquina, instrumento, herramienta ni utensilio: las limas, perforadores para tapones, tijeras, etc., son ins¬ trumentos, aunque también estén comprendidos bajo la denominación genérica de utensilios de laboratorio. Un elemento de Bunsen es un o aparato galvánico, y á la reunión de varios elementos se llama igual¬ mente aparato galvánico; se da con más propiedad el nombre de mᬠquina galvánica á los aparatos arreglados con algún mecanismo, para facilitar su uso, como sucede con la de Wollaston, máquina eléctrica, pneumática, etc., y en ningún caso, instrumento, utensilio ni herra¬ mienta; pero sí está admitida, aunque no con la misma generalidad, la voz aparato; así se dice aparato eléctrico, pneumático, etc. Basta lo dicho para formarse una idea de la aplicación que debe hacerse de cada una de esas voces. Aunque en el curso de las lecciones se verán los utensilios, instru¬ mentos y aparatos de que se hace uso en los laboratorios, es conve¬ niente dar desde ahora la descripción de algunos, á fin de conocer los nombres, y con especialidad las partes de que están formados, o aque¬ llas en que se consideran divididos. Agitadores. ( I)e agitatio ) . — Y arillas de vidrio de diferentes gruesos y tamaños, empleadas para mover los líquidos, y facilitar la mezcla ó 48 la combinación (le loa cuerpos. En algunos casos se luice uso de las espátulas. AlmnUque.-D* la partícula árabe al y la equivalente a marrn- ta resultando la frase vasija suprema ó excelente. Es un aparato des¬ tilatorio más ó menos complicado, según los usos a que se destina. Los hay de vidrio, de cobre, de hoja de lata y de platina. Los pri¬ meros conservan la forma defectuosa que tenían los alambiques antiguos, y, por lo mismo, lian caído en desuso, sustituyendo a estos las retortas, cuando el líquido que se quiere destilar exige, por su naturaleza, vasijas de vidrio. El alambique de vidrio consta de dos piezas: la inferior, c, b, fin- 1.*, llamada cucúrbita, y la superior 0, capitel , á la (pie también llamaron los antiguos, montera ó calva. En la cucúrbita se conside¬ ran tres partes: el fondo ó cápsula, que comprende basta la linea a, a; el cuerpo, que es la comprendida entre esta linca y la />, l>, que es lo que se llama boca. En el capitel hay, igualmente, otras tres parres: la bóveda C, el canal ó reguera, figurada al interior en i, y la mns ó pico 11. Los alambiques de vidrio son, por lo común, de una sola pieza, en cuyo caso tienen una tubuladura en e, por donde se vierte el líquido que se quiere destilar. La destilación en estos alambiques se liace, comunmente, en baño de arena. Los alambiques de hoja (le lata son usados rara vez. por su poca duración, y los de platina, lo son por su valor subido; pero min usa- dos en las fábricas de ácido sulfúrico. Los de cobre son los más útiles, y, por lo mismo, los que si' em¬ plean generalmente. Varían mucho en el tamaño, forma y en las partes de que se componen; mas para los trabajos de laboratorio, es bastante el que representa la íig. 2.a Está compuesto de cuatro pie¬ zas principales: La caldera a, a , a, a; el baño ú cucúrbita B; el ca¬ pitel G, y el refrigerante M. Cuando se pretende destilar á fuego desnudo, se coloca en la caldera el capitel, que comunica t on el pentín, quedando, por lo mismo, sin uso el baño ó cucúrbita B; mas cuando la destilación se lia de hacer á baño de muría, éste entra en a, a, a, a, v recibe la pieza <7. 7 7 7 s v *■ f f El refrigerante M se compone de la cuba I) y del serpentín o culebra JE; éste recibe en su parte superior la extremidad g del ca¬ pitel, y termina en el tubo G, al que se llama nariz, que en algunos casos termina con una llave. Varios refrigerantes tienen en la parte 49 superior del serpentín, la caja d, que atendiendo algunos á la forma, la llaman lentejuela, cuyo objeto es facilitar la condensación de los vapores. El embudo de rama larga é, lleva el agua fría al fondo de la cuba, y el líquido derramado por el pico í, á proporción que se calienta. Algunos alambiques tienen, además, un tubo que comuni¬ ca con la caldera v el interior del baño ó cucúrbita, el cual sirv e «/ para las destilaciones al vapor. En otros se satisface este objeto por medio de diafragmas perforados, que descansan en el interior del ba¬ ño y á alguna distancia de su fondo, para colocar en ellos las subs¬ tancias sobre las cuales ha de llevar su acción, sea el agua o el vapor. Alargaderas. — Las formas comunmente usadas, se ven represen¬ tadas en las figs. 3 y 4; están dispuestas de manera que, recibien¬ do por una parte la extremidad de una vasija destilatoria, queda la opuesta en comunicación con el recipiente y, por lo mismo, distante éste del fuego. Generalmente son de vidrio, y las hay rectas y curvas. La parte a, se llama boca; la b, vientre, y la c, pico. Un simple tubo sirve en muchos casos de alargadera y aun á la vez de refrige¬ rante, si es prolongado: en la industria se hace igualmente uso, para el mismo fin, de canales de barro. Almirez. — Utensilio semejante á los morteros, pero precisamente de metal y no de vidrio, porcelana ó piedra, como los morteros. (A éase esta palabra). A Izadores. — Discos de madera de diez á quince centímetros de diámetro y de varios gruesos, destinados á sostener las vasijas y pie¬ zas de los aparatos á la altura conveniente. También se emplean, con el mismo fin, banquillos y plintos de madera, cuyas formas y tama¬ ños varían mucho, y en fin, los ladrillos comunes y los sustentácu¬ los de aro, de pinzas, etc. Aparatos de desalojamiento.— Son tan multiplicadas las formas y tamaños de estos aparatos, que sería muy largo describir todos y tantos cuantos nos presenta el comercio: baste decir, que los usados en la economía doméstica para preparar el café por lejivación, son aparatos de desalojamiento. El más usado en los laboratorios, es el de Robiguet, modificado, y que representa la fig. 5.a Se compone del frasco A, de la garra¬ fa B y del tubo G: el primero tiene una llave en A, que sirve para sacar el líquido, sin tener que desmontar el aparato: la boca i), reci¬ be la vasija superior, y la b, la extremidad recta del tubo C: lecuivo / 50 en e, para comunicar con la garrafa por la boca lateral; la del cen¬ tro queda cerrada por el tapón d, y tiene, además, la llave c, que se abre ó cierra, según conviene. El digestor de Mr. Payen, puede considerarse como una combi¬ nación del aparato de desalojamiento y del digestor ó marmita de Puliré: tiene la ventaja de poder servir á temperaturas superioies á la ordinaria. Se compone (fig. 0.a) de un baño de uniría, común; de un matraz de dos bocas A, y uno de tres, C; de una garrafa h \ de un tubo de seguridad E: en el baño de maría se pone, además, un termómetro; en la garrafa se coloca la substancia, sobre la (pie lleva su acción el vapor conducido por el tubo c, d. Balón, — Voz usada indebidamente, en lugar de matraz y de re¬ cipiente. (Véanse estas palabras). Banquillos. ( Véase alzadores). Barreños, de la voz barro.— En México se usa con más generali¬ dad la palabra cajete. Los hay de diversas formas y tamaños, según los usos á (pue se destinan en los laboratorios: lo importante os n confundirlos con los lebrillos, de los cuales se distinguen por estar éstos vidriados, ni menos usar de las voces francesas tet ni terrino, ha¬ biendo las castizas, cajete, barreño y lebrillo. Braseros. — Generalmente se da este nombreen química, a las hor¬ nillas fijas construidas en el laboratorio con varios hogares, destina¬ dos al uso común; mas los braseros manuales que no tienen chime¬ nea, se llaman, con más propiedad, hornillas portátiles; los que las tienen, y están construidos de manera que favorecen la reverbera¬ ción, se llaman hornos, distinguiéndose éstos, según los usos á que se destinan. Las fraguas y las forjas se diferencian de las hornillas y de los hornos, tanto por la forma, como porque unas y otrasson alimen¬ tadas por el viento de un fuelle: si éste es de tamaño proporcionado para trabajar el fierro, se llaman, con más propiedad, fraguas: si es menor, ó si se tiene por objeto trabajar el oro ó la plata, se llaman forjas. Yo obstante; esto, son de uso común las fraguas portátiles, al¬ gunas de las cuales no son mayores que una forja. Las lámparas y los sopletes difieren mucho de estos aparatos de combustión. En todo horno hay que considerar cuatro partes; la fig. 8.a re¬ presenta un horno de reverbero, en el que se ve el cenicero a, el ho¬ gar b, el cuerpo del horno e, la bóveda c , y la chimenea d: ésta lleva algunas ocasiones el registro é, para arreglar el tiro; es decir, para 5. s. 51 aumentar, disminuir ó proporcionar la combustión: el cenicero está separado del bogar por medio de la parrilla. La parte exterior a, que da entrada al aire, se llama boca del cenicero, y la i, puerta ó boca del hogar. En una hornilla común (fig. 7.a), se consideran las mismas par¬ tes, pero funcionando en ellas, como chimenea, las muescas coloca¬ das en la parte superior ó labio de la hornilla, que dan paso á los productos de la combustión. La fig. 9.a representa un horno de tu¬ bos, el cual funciona como los de reverbero. En el horno de copelación (fig. 9.a), hay que considerar, además de las partes correspondientes al horno de reverbero, los ventilado¬ res h, li, la mufla colocada en (j, figurada con puntos, y la puerta de carga o, que sirve para poner el combustible. La fig. 11.a repre¬ senta el horno ú hornilla de Liebig para análisis orgánicas. Campanas. — Vasijas de forma variada, siendo la más común en los laboratorios, algo semejante á un frasco sin fondo: sirven para recibir los gases, trasvasarlos, medirlos, mezclarlos ó conservarlos. Las campanas se distinguen por su naturaleza ó materia de que es¬ tán formadas, por su tamaño, figura y número de bocas ó tubuladu¬ ras. Con relación á la materia, lo común es que sean de vidrio ó de cristal, mas también las hay de fierro, de cobre y de hoja de lata: las de fierro son muy usadas en las fábricas del gas de alumbrado, y casi todos los gasómetros las tienen de fierro ó de hoja de lata. El tamaño varía mucho con relación á los usos á que se destinan: unas son tan pequeñas como las de los voltámetros; medianas, como las que sir¬ ven para la cuba de Liebig, y tan grandes, que pueden contener dos mil y más pies cúbicos de gas. En cuanto á la figura, las hay, rec¬ tas (fig. 12.a) y curvas (fig. 12.a bis): unas, «y otras se distinguen en comunes y graduadas: las comunes son de botón (figs. 12.a y 14a), abiertas ó tubuladas (fig. 13.a), de dos tubuladuras (fig. 14a), y de lla¬ ve (fig. 15.a). En toda campana se consideran tres partes: la bóveda a, a (fig. 12.a); el cuerpo, que es la parte comprendida de a, a á b, b, que es la boca, formada por el labio ó borde de su parte inferior. Cápsula. — Especie de cazuela, de dimensiones muy variadas, cu¬ ya forma, generalmente se aproxima mas o menos á la de una semi- esfera hueca. Las cápsulas más usadas en los laboratorios, son de porcelana higiocerama; pero las hay de vidrio, de fierro, cobre, plata y platino. Las comunes son simplemente segmentos de esfera con 52 ó sin pico, sirviendo este para verter cómodamente los líquidos (fig. l(j.íl); en unas el fondo es plano (fig. 17.a), en las más es convexo: las hay sin mango y con él (fig. 18.); por último, las más completas tienen tapa. Cajetes. — Equivalente á la voz francesa tet y test. (Véase barre¬ ños). Copelas. Diminutivo de copa. — Pequeñas vasijas á manera de cáp¬ sulas y hechas con polvo de huesos calcinados, pero que difieren de las cápsulas por el mayor grueso de sus paredes, y por ser únicamente destinadas á los ensayes por copelación. Cornamusa. — Palabra originalmente de la baja latinidad, proce¬ dente de las clásicas Cornn y Musa , aplicada á la trompa musical \ también á la gaita, á que se asemeja la retorta de los químicos, lla¬ mada antiguamente cornamusa. (Véase Retorta). Crisoles. — De eructare , atormentar, y según otros, de que origi¬ nalmente se pintaba á los crisoles una cruz, antes de servirse de el ios. Vasija cilindrica, cónica ó triangular, de varias dimensiones, que sirve para someter diversos cuerpos á la acción de un fuego más o me¬ nos activo (figs. 19.a y 20.a). Comúnmente son de barro refractario; pero en los laboratorios los hay también de porcelana, de fierro, de plombagina, de cobre, de plata, de oro y de platina (fig. 20. bis), tienen ó no pico y tapa, y los hay con fondo plano y convexo; aun los de fondo plano tienen el interior cóncavo. Cucharas. — De una voz griega que equivale á concha, por servirse primitivamente de las conchas como cucharas. En los laboratorios se hace uso de pequeñas cucharas para colocar los cuerpos en los plati¬ llos de las balanzas, para recoger los precipitados de los filtros de lienzo y para los trabajos al soplete; pero las que más se emplean, son las de fierro, que llevan el nombre de cucharas de proyección (fig. 21.a a, b). Están formadas de una cápsula, á la que se une un mango del mismo metal. Las hay de diferentes tamaños y más ó me¬ nos cóncavas. Digestor.— De digerere, digerir, cocer. La construcción de estos aparatos está fundada en los principios que sirvieron de guía á Mr. Papin para construir la marmita, que lleva su nombre. Este diges¬ tor v el de Mr. Payen, son los más usados en los laboratorios. (\ éase €/ ** aparatos de desalojamiento). Emb udos. — V asij as, por lo común de vidrio, cuya forma es la de 53 un cono, con el vértice prolongado por un tubo que recibe el nombre de rama del embudo, así como la parte cónica se llama cuerpo. Ln los laboratorios los hay de varios tamaños y se distinguen en lisos (fig. 22.a) y con boceles, á los que vulgarmente se llaman acanala¬ dos (fig. 23.a); éstos sirven especialmente para las filtraciones; los de rama corta, para trasvasar los gases, y los comunes para pasar líquidos de una vasija á otra. Los hay igualmente de cristal, con llave (fig. 24.a), y se usan, ya en substitución de los separatorios, de los portafiltros ó de los aparatos de desalojamiento. Eolípilas. — Voz equivalente á 'porta-viento. Lámparas de construc¬ ción especial, que producen un fuego activo por la combustión del vapor alcohólico, comprimido y calentado por sí mismo. Escusa-mozos. — (V óase portafiltros). Espátulas . — Del latín, spattula. Pequeñas palas de naturaleza di¬ ferente, que sirven para remover los líquidos, como los agitadores, ó para desprender las materias adheridas á los filtros ó alas vasijas. Las hay de vidrio, de hueso, de cuerno y metálico; éstas tienen, por lo co¬ mún, un mango de madera, y las de fierro, llamadas elásticas, presen¬ tan la forma de un cuchillo sin punta y con doble filo. Estufa. — Del latín stuffa. Se da este nombre á todo espacio li¬ mitado, cuya temperatura es superior á la atmosférica, pudiendo man¬ tenerse más ó menos elevada, por diversos medios caloríficos. Se usan comúnmente para desecar los cuerpos sin alterar su naturaleza. La industria se sirve, por lo común, de piezas ó aposentos de más ó menos amplitud; pero en los laboratorios se da la preferencia a la de Cray Loussac, representada en las figuras 25.a y 26.a Se compone de una caja doble, A, cuya cavidad se llena, sea de agua ó de aceite, por el tubo a: en la tubuladara b, se coloca un termómetro, que da á co¬ nocer la temperatura interior: el tubo de vidrio c, indica el nivel del líquido: en el interior de la caja se ven dos entrepaños metálicos, d, d, que sirven para colocar las substancias que se pretenden de¬ secar. M. Liebig hace uso de otros dos aparatos: uno, en el cual queda sometido el cuerpo á la doble influencia del calórico y del aire seco, y otro, a la del mismo agente y del vacio, empleando, paia foiinailo, la bomba que lleva su nombre. Ha}" otras diversas estufas, cuya fuente calórica es un quinqué. La de Mr. D’Arect, es una especie de armario de mucha mayor capá- 54 cidad que las anteriores (fig. 27.a); inas entre las de este género, ofre¬ ce ventajas la representada en la fig. 28.a Resulta de lo dicho, que si se atiene á los medios empleados para calentar las estufas, pueden dividirse en las siguientes: De baño de mana, de aceite, de vapor y de aire caliente. Fo rjas, — ( Véase braseros) . Fraguas. — (Véase braseros). Frascos. — Vasijas comúnmente cilindricas, de cristal ó de vidrio y de capacidad variable, muy usadas en los laboratorios para contener ó para preparar diversos productos. Los hay comunes y esmerilados: éstos tienen sus tapones de la misma materia, y adoptados por medio del esmeril; los primeros no tienen tapón propio; unos y otros se dis¬ tinguen por el diámetro relativo de las bocas ó tubuladuras: así se di¬ ce: frascos de boca ancha (fig. 29.a), frascos de boca estrecha (íig. 30.a); también se distinguen por el número de tubuladuras, diciendo: deuna (ñg. 30.a), de dos (figs. 31.a a y 31.a bis), y de tres bocas b, b (íig. 31.a). Por último, los hay perforados en el fondo, con ó sin llave (íig. 5.a). Algunos pretenden distinguir con el nombre deponías, los frascos de boca ancha; mas este uso no se ha generalizado: otros han intro¬ ducido la voz francesa, bocal, cuya significación en español (jarro para vino) dista mucho de la idea que se quiere dar, refiriéndose á los frascos de boca ancha, cuya denominación parece ser la que ofrece menos inconvenientes. Las materias de que están formados los frascos, sirven para dis¬ tinguirlos: así se dice: de vidrio, de cristal, de fierro, de cobre, de porcelana y aun de barro, aunque éstos se llaman, con más propie¬ dad, tarros y porrones, según el tamaño. Gasógenos. — Voz que equivale á Generador de gas. Aparatos de construcción especial, destinados á preparar y conservar los gases, disueltos en un vehículo adecuado, para emplear el líquido según conviene. El más usado es el que representa la fig. 32.a Los hay de barro, llamados vasos siphoides, cuya forma se ve en la fig. 33.a Los primeros están formados del vaso que funciona como generador, y en el que se ponen las substancias productoras del gas; éste pasa á la vasija que contiene el líquido que se quiere saturar. Generadores. — Recibe este nombre toda vasija, sea cual fuere su forma, naturaleza y tamaño, que por la reacción de las substancias puestas en su interior, produce uno ó varios gases. Así se llama ge¬ nerador de hidrógeno á un simple frasco, matraz, retorta, barril, etc., dispuestos convenientemente para desprender hidrógeno; generador de cloro, de ácido carbónico, etc., á las grandes vasijas de plomo usadas por los industriales, ó á las que se emplean en los laborato¬ rios de química. El matraz A, fig. 31.a, funciona como generador. Hy dropyróforos . — Se llaman comúnmente eslabones de gas, piró¬ foros y lámparas liidro-pneumáticas, á unas vasijas de cristal ó de porcelana, dispuestas de manera que, dejando escapar por una aber¬ tura capilar el hidrógeno producido en su interior, pueda éste infla¬ marse en virtud de la acción que ejerce en contacto con el aire, sobre la esponja de platina. La palabra hy drópyrqfor o está com¬ puesta de tres voces griegas, que equivalen á agua, fuego y llevo, ó sea portafuego del agua, para distinguirlo de los compuestos pyroplió- ricos, generalmente sólidos. Hornillas. — (Y éase braseros). Hornos. — (Y éase braseros). Laboratorios portátiles. — A imitación del inventado por Gay Loussac, y á la lámpara de Guitón, se encuentran hoy en el comer¬ cio, diversamente modificados. En esencia son unos aparatos me¬ tálicos manuales, destinados á los trabajos químicos en pequeña escala, y construidos conforme á los principios que han servido para los sustentáculos. Así es que con un laboratorio portátil se tiene el sustentáculo de aros, cou disi intos diámetros; eL de pinzas y el de quijada ó abrazadera. Los hay con quinqué y cou lámpara común (fig. 3 á.a). •> Lámparas. — Estos utensilios son de grande utilidad para los tra¬ bajos químicos, sirviendo más bien como medios caloríferos que como iluminantes. Es tal la variedad que hay hoy de lám puyas, que sería difícil ocuparse de todas las que proporciona el comercio: unas se distinguen con el nombre desús inventores, como las de Cárcel, de Berzelius, de Guitón, Eavy, etc.; otras, por la materia de que están formadas: de vidrio, latón, cobre, hoja de lata, etc.; algunas, por la susbtancia que sirve para la combustión: lámpara de alcohol, lámpara de aceite; otras, en fin, por el sistema de construcción, y según que favorece más ó menos la combustión: lámpara común de alcohol, lámpara de alcohol, de Argaut ó de doble corriente, dosi- mática ó eolypila, pneumática, etc. Las mas usadas a necesaiias en 56 un laboratorio, son las comunes de alcohol (fig. 34.a a), las de este líquido v de doble corriente, las de aceite de doble corriente, la eo- lvpila y la lámpara de esmaltador. Lebrillos. — Utensilios de barro vidriado, de mayor diámetro en la boca que en su fondo, más anchos que altos, parecidos álos cajetes, de los cuales difieren por no ser éstos vidriados. Pueden distinguirse por la clase de barro de que están formados, y por el lugar adonde están construidos. No debe usarse la voz francesa terrine, porque no hay necesidad de castellanizarla, habiendo la palabra lebrillo, y po¬ diendo decir con propiedad, lebrillo francés, común, mexicano, etc. (fig. 35.a). Lejiviador ó lexiviador. — ( Véase aparato de desalojamiento). Matraz. — Vasija de vidrio comúnmente de forma esférica, y tam¬ bién semi -esférica y elipsoidal, con una prolongación tubular igual o poco mayor que su diámetro (tigs. 36.a y 37.a); las vasijas de la mis¬ ma forma, cuyo tubo excede del diámetro, reciben el nombre de sublimadores (fig. 38.a); y el de recipientes, las que sólo tienen un se- mi-diámetro, poco menos é> poco más (fig. 39. ,l a, a); en los matraces llamados de ensaye, el tubo es prolongado y tienen una forma elip¬ soidal (fig. 40.a). En los matraces, en los sublimado i es a pientes, hay que considerar cuatro partes: el fondo, la bóveda, el cuello y la boca; el primero puede ser plano ó convexo; en este caso el fondo comprende la parte a, b, c, fig. 37.a, y se llama cápsula; de la línea a, c, á la d, e, toma el nombre de bóveda, la que nunca fal¬ ta, ni aun en los de fondo plano; la parte d, e, f, se llama cuello, y la abertura que se halla en la extremidad de éste, recibe el nombre de boca. Ésta puede ser simplemente cortada ó reforzada por medio de una cinta del mismo vidrio ó volteada; en este caso recibe el nom¬ bre de labio. Algunos recipientes de pequeño tamaño, tienen, además, tubuladura ( A, fig. 41.a), sin ó con un tapón ajustado al esmeril; otros llevan dos tubuladuras, resultando en este caso con tres bocas. En la denominación de estas vasijas, es común oir usar de la voz francesa bailón. (Véase la lista). Morteros. — Del latín mortarium. Utensilios de vidrio, de porce¬ lana, de piedra ó de madera, destinados á quebrantar, triturar, di¬ solver ó mezclar varios cuerpos por medio de un pilón. Varían por su tamaño, por su figura y por la materia de que están formados. En cuanto al tamaño, los mayores son comúnmente de piedra, más ó LAjyniiNr-A 6. 57 menos dura y con pilones de inadera; se llaman de basalto, de pórfido, de mármol (fig. 43.a), de tecali, etc. Los manuales son de porcelana, de bizcocho, de vidrio (fig. 46.a), de cristal y de ágata (fig. 43.a c ). La forma varía con relación á la profundidad, á la de la curva de su con¬ cavidad y á laque hay entre ésta y la convexidad del pilón. Cada una de estas formas es adecuada al uso á que se destinan los morteros; lo mismo sucede con relación á la materia de que están formados, de¬ biendo siempre cuidarse, que la substancia que se ha de pulverizar, sea menos dura que la del mortero, y que no ejerza acción química sobre éste (fig. 43.a). No obstante que se confunden, como se ha dicho, las voces mor¬ tero y almirez, debe reservarse la última para los de metal, como fierro, bronce, etc. (fig. 44.a). Mufla. — Pieza de barro refractario, esencial á los hornos de en¬ saye y destinada á recibir las copelas (fig. 10.a bis). Obturadores. — Del verbo obturar, tapar, cerrar. En química se da ese nombre á unos discos de vidrio para transportar, de un lugar á otro, el gas que contienen. Los hay con un reborde, formando especies de platillos, y con pie, como los de una copa grande. Plintos. — (V éase alzadores). Pomos. — (Véase frascos). Portafiltros. — Se da este nombre á unos cuadrados de madera, con cuatro ó más clavos ó puntas, que reciben y sostienen los lienzos empleados como filtros, ó sobre los cuales se pone el papel. Se da el mismo nombre á unos banquillos dispuestos para recibir el lienzo ó uno ó más embudos en los cuales se ponen los filtros. Entre los pri¬ meros, los hay sencillos (fig. 45.a) y con pies, llamados fijos (fig. 46): éstos también son simples y dobles. Aunque comúnmente se usan los embudos como portafiltros, no por eso reciben este nombre, con¬ servando el propio, por estar destinados á diversos usos. Porrones. — Grandes tarros ó vasijas de barro, con una, dos y tres bocas, usados en las fábricas como frascos y como recipientes (figs. 47.a y 48.a). No obstante que algunos usan las voces tourillon y bom¬ bón, es conveniente desecharlas. Recipiente. — De recipiens, recibidor. Aunque se da este nombre átoda vasija destinada en las operaciones de laboratorio á recoger al¬ gún producto, se aplica especialmente á las esferas de vidrio con cue¬ llo corto, usadas comúnmente para recoger los productos destilados. 8 58 Así, un frasco común, un lebrillo, un matraz, etc,, sirve en mu¬ chos casos de recipiente. Los recipientes de los laboratorios son de poca capacidad; mas en la industria los hay de vidrio hasta de veinte litros, siendo aún mayores los de barro, llamados porrones, y los me¬ tálicos. En el artículo matraz se ha dicho que debe desterrarse la palabra bailón del lenguaje químico, usada en lugar del recipiente, y se ha fijado la diferencia entre éstos, los matraces y los sublima¬ dores. Recipiente florentino o separatorio. Se da este nomine a una va¬ sija de forma, tamaño y naturaleza variable, destinada a sepaiai un líquido menos denso, de otro que lo es más. Los separatorios comu¬ nes tienen la forma representada en la fig. 49.a; otros son metáli¬ cos y semejantes á las cafeteras; otros, en fin, no difieren de los // as¬ cos de llave. Refrigerantes. — Del latín refrigero. Utensilios de forma y natu¬ raleza variable, destinados a favorecer la condensación de los vapo¬ res, por medio de corrientes de agua o de aire. Hay casos, como en las sublimaciones, en los que no se adopta aparato alguno especial, la bóveda v cuello de un sublimador, de un matraz ó de una retorta, puestos en contacto con el ambiente, sirven de condensadores: los le- cipientes, tambores y cámaras en la destilación de varios ácidos líqui¬ dos, en la sublimación de las ñores de benjuí y en la del azufre, sin en, igualmente, de refrigerante. Se ha visto que los alambiques lo tienen especial y de formas variadas; pero hay uno notable por su. utilidad y sencillez, conocido con el nombre de refrigerante de Liebig y h - presentado en la fig. 39.a Retortas. — Del latín rctorqueo, sinónimo de cornamusa. Vasijas destilatorias de forma particular con fondo convexo, de diversos ta¬ maños y de diferentes materias. Se distinguen en tubuladas (fig. 50.a), cerradas ó ciegas (fig. 51.a), y en divididas (fig. 52.a, a y b). Con relación ásu naturaleza, se construyen de vidrio, de cristal, de barro, de porce¬ lana, fierro, plomo y platino: así se dice: retorta de cristal tubulada, retorta de vidrio ciega, retorta de plomo dividida. En toda retorta se consideran cuatro partes: el fondo ó cápsula, que comprende la parte a, b, e; el cuerpo ó bóveda, la que bay de ésta á d, e; la garganta /, } por último, el cuello g; una retorta bien construida debe tener la gar¬ ganta amplia, de manera que, confundiéndose con la bóveda, no forme ángulo recto. 59 Funcionando como vasijas destilatorias los cilindros de fierro, que se usan para preparar los ácidos clorhídrico y azótico, el carbón animal, el gas de alumbrado y otros productos, se da á esos cilindros y á los semi-cilindros, el nombre de retortas, distinguiéndolas por sus dimensiones y por el numero de tapas: retorta de una boca, de una tapa ó de un fondo, la que sólo tiene un fondo móvil, y de dos, si ambos discos están separados; llevando su respectivas asas y sus tornillos de presión. Rodetes. — Especies de roscas, tejidos como estera y hechos de paja, de zacate ó de esparto; se usan para mantener en la posición conveniente, los matraces, retortas, cápsulas, y en general, toda vasija de fondo convexo. Los pequeños, suelen hacerse de orillo ó de lienzo (fig. 1.a o). Separatorios. — (Yéase recipiente florentino). Siphoide , botella. — Especie de gasójeno de barro, destinado á con¬ tener líquidos gaseosos, principalmente la cerveza y los vinos espu¬ mosos (fig. 33.a). Sopletes. — Tubos de diez y ocho á veintidós centímetros de lon¬ gitud, terminados en una extremidad por una abertura capilar, y la opuesta por otra de dos á tres milímetros de diámetro. Los hay de vidrio, de fierro, de cobre, de latón y de plata, con caja y sin ella, y con easquillo de platino ó sin él. La forma más cómoda y generalmente usada, es la que representa la figura 53.a Está com¬ puesta de cinco partes: la boquilla ó embocadura a, la rama compren¬ dida de a á b, la caja e, el pico d y el easquillo e: á éste llaman algu¬ nos, aunque impropiamente, boquilla. También se da el nombre de sopletes á otros varios aparatos, de los cuales forma parte el easquillo de los sopletes comunes. Así, los gasómetros que tienen en la parte superior, una llave, en cuya extre¬ midad recibe el easquillo, funcionan como sopletes; una simple ve¬ jiga con llave, un frasco, las bolsas impermeables y otros aparatos, cuyo mecanismo está adecuado para dar salida á los gases compri¬ midos, se llaman igualmente sopletes y aun se distinguen por la naturaleza de los gases: sopletes de oxígeno y de aire, soplete oxilií- drico, aerliídrico, etc. Tubos. — Del latín tubas. Caños más ó menos cilindricos, cuya longitud es mayor que su ancho. En química son muy usados, espe¬ cialmente los de vidrio, de porcela, de fierro y de goma elástica; va- rían mucho en dimensiones y en formas. En todo tubo recto hay que considerar el cuerpo ó rama y las bocas ó extremidades. La longitud, el diámetro y el grueso de la masa, á la que vulgarmente dan el nom¬ bre de carne, se indica en fracciones métricas; así se dice: tubo de vi¬ drio de setenta centímetros de largo, quince milímetros de diámetro y dos de grueso ó de carne; con relación á la figura, se llaman rectos (fig. 11.a b, V ); ensanchados, como en c; afilados, d y b; en U, e, e; curvos, íig. 31.a c; recurvos, d, d, d; en tres de bola, g; de cinco bo¬ las ó de Liebig y también de análisis, g (fig. 11.a); graduados, etc. Con relación á los usos, se llaman de seguridad, en tres, y en tres de bola, g (fig. 31.a); recto de seguridad,/,/; recurvo de seguridad ó de Welther, fig. 55.a; abductor, b (fig. 39.a); refrigerante, c; tubo ó pro¬ beta de ensaye, fig. 56.a, etc. Los tubos de porcelana, son, por lo común, rectos, y algunas veces encorvados en una sola de sns extremidades. En cuanto á los de fierro, generalmente se aprovechan los de fusil, dándoles la figura que con¬ viene. Aunque los de hoja de lata son de poca duración, la facilidad con que son construidos y su poco costo, hace que sean muy usados. Los de latón, y, sobre todo, los de cobre, se emplean mucho en los tra¬ bajos industriales. No se ha hecho mérito en este compendio, de otros varios instru¬ mentos, utensilios y aparatos, ya por ser conocidos de los alumnos, to¬ dos los que son comunes á las cátedras de física y de química, como los heudiómetros, wooltámetros, aparatos eléctricos, galvánicos, etc., ya porque lo dicho es bastante para llamar su atención, dando á esta parte de la ciencia, la importancia que exige y aplicando las reglas indicadas, tanto á los objetos no mencionados, como á las modifica¬ ciones y composiciones de algunos, que sólo forman variedades. Con esto, y con atender á las explicaciones qne oyen en la cátedra, les sera más fácil comprender las doctrinas del texto que siguieren, teniendo presente en la traducción, la siguiente lista, para evitar la impropie¬ dad en el uso de las voces. 61 LIST .A. de algunas de las voces usadas impropiamente, y otras cuya equivalencia es conveniente fijar. Acetoso. — Voz que ha desaparecido del idioma científico, confor¬ me á las reglas de nomenclatura, debiendo, por lo mismo, substituirla con la de acético. Análisis. — Aunque es frecuente oir dar á esta palabra el género masculino, lo que acaso decidió á los autores de algunos de los diccio¬ narios á ponerla como común de dos, en el idioma científico debe usarse en el femenino: análisis cuantitativa v no cuantitativo. 7 «/ Arsénico. — Si hubo una época en la cual se usó este nombre, refi¬ riéndose al ácido arsenioso, debe notarse que aun entonces se agregaba el adjetivo blanco, y boy con más razón debe limitarse el uso de esta palabra, aplicándola al cuerpo simple. También debe cuidarse de no numerarlo entre los metales, como lo hacen algunos, diciendo arsé¬ nico metálico, el metal arsénico, etc., supuesto el acuerdo de los quí¬ micos en colocarlo entre los metaloides. Azoe, ázoe, azoeto y azote. — Aunque usadas indistintamente las tres primeras voces, es preferible la última, tanto para evitar los dos sonidos de aquéllas, según se quiera pronunciar ázoe ó ázoe, como porque se presta mejor la palabra azote á la formación de los deriva¬ dos: ácido azótico, azoto-sulfúrico, azotatos, azotitos, etc. Con los ra¬ dicales ázoe y azóe, ó se contravienen las reglas de nomenclatura, su¬ puesto que la sílaba adicional no sería ico sino tico; ó de observarlas, resultarían las voces azoeico ó azoico: con el radical azoeto se tendría el derivado azoético,j los demás, como azoetatos, azoetitos, etc., muy extraños á los nombres usados. Tales motivos hacen más preferible la adopción del radical azote, aun cuando sea voz francesa. Dos objeciones pudieran presentarse en contra: la primera, no ser conforme exactamente con la etimología; y la segunda, confundirse, en cuanto á la significación, con la acción de azotar, con el azote ó látigo, calamidad, etc. En cuanto á lo primero, no es inconveniente, supues¬ to que hay muchos casos análogos en los teuninos c icntiíicos, \ aun los autores de la nomenclatura nos han dado el ejemplo; y respecto á lo segundo, lo tenemos igualmente en los azotito. s, h ipo-a^oti/os, etc., cuyas voces son generalmente usadas. Balón. — De la voz francesa bailón, por matraz, recipiente, subli¬ mador, globo, etc. Significando aquélla, en español, fardo de mercan¬ cías ó de papel y pelota (fraude, cuyas significaciones distan mucho de la idea que se quiere dar, creo necesario no usarla en el idioma científico, ni aun en el vulgar. Calórico v calor.— No obstante que tanto científica como general- mente, hay acuerdo en distinguir el agente físico calórico de la sensa¬ ción que éste determina, y aun de los efectos que puede producir, se ove con frecuencia confundir las dos voces, lo cual conviene evitar, t- dando en cada uno de los casos la aplicación relativa. Capsules fulminantes. — Debiendo decirse casquillos o cópulas ful¬ minantes, sin necesidad de usar la voz cápsul. Carbón. — En el lenguaje químico debe fijarse la atención en el uso de este nombre y no confundirlo con el carbono, como es común hacer por falta de reflexión, aun tratándose del carbón animal y del vegetal. Cloroforme. — En español debe terminar en o, cloroformo. Creosote. — Por creosota, voz femenina, y, por lo mismo, es mal di¬ cho, «el creosote.» Fosar. — Verbo francés no admitido é inadmisible en el idioma castellano: no obstante, lo usan algunos médicos refiriéndose á las do¬ sis de los medicamentos, y otros, en el idioma químico, á las proporcio¬ nes ó cantidades de los cuerpos: fijar la dosis, apreciar la cantidad, es¬ timar, valorizar, etc., parece que son frases más apropiadas. Electroscopo, estetóscopo, etc., en vez de electroscopio, estetosco¬ pio, polariscopio, etc. Vo es fácil comprender por qué se usan aque¬ llas voces, aun por los mismos que dicen, con propiedad, microscopio, telescopio, estetoscopio y otras. Aún es más impropio y no falta quien, suponiendo esdrújulos aquellas palabras, diga electroscopo. Flux y flujo. — Comúnmente usadas estas voces en lugar de fun¬ dente: fundente blanco, fundente negro, y no flux ni flujo blanco, flux y finjo negro, como impropiamente dicen muchos. Fonte. — Vasija de fonte, tubo de fonte, frasco de fonte, son frases 63 que deben evitarse en la locución científica, diciendo, como debe de¬ cirse, vasija de fierro fundido, tubo de lámina ó frasco d q fierro colado. Hay algunos casos en los cuales equivale la voz fonte á la de bronce. Hidriodato. — íío debe sustituirse á yoduro, mucho menos tratán¬ dose de las combinaciones insolubles. En el mismo caso se hallan los hidrocloratos, liidrobromatos, etc.; aun admitiendo la teoría, que su¬ pone la reacción de esos compuestos, cuando son disueltos, debe de¬ cirse: yodo-liidrato, cloro-hidrato, etc., ó yodidrato, clorhidrato, etc. Higr ométrico. — Es muy común aplicar esta voz para indicar la propiedad que tienen los cuerpos de tomar agua, en cuyo caso no debe decirse sino higroscópico; pues no obstante que un cuerpo hi¬ groscópico puede emplearse como higrométrico, hay diferencia entre las propiedades inherentes á los cuerpos y la aplicación de ellas á un fin particular, como es el de estimar el peso ó el volumen del vapor acuoso. Imantar. — Aunque el diccionario de Salvá admite este verbo, ni está conforme con la voz imán, de que se deriva, ni es la más propia en el idioma científico: hay fundados motivos para creer, que más bien el uso, casi exclusivo de los textos franceses, hace que se tome del verbo aimanter y sus derivados, no usando del más adecuado imanar, al que creo debe darse la preferencia. Marganesa. — Aunque usada esta palabra por profesores muy res¬ petables, creo que debe abandonarse, tanto por no estar admitida en el idioma, como porcfne sería oponerse al uso científico general, y porque si, como es de presumir, tomó su origen de Mangóla, divini¬ dad mitológica, sería aún más impropia, por tener que sustituirla?/ del radical con la r del derivado. Pero si se supone derivada de Mar¬ ga, sería destruir la idea que se tiene de estos compuestos. También debe cuidarse no confundir los nombres manganesa y manganeso, co¬ mo suele hacerse involuntariamente, tanto refiriéndose al cuerpo ele¬ mental como al compuesto oxigenado. Mineralogía, climatología , geología, etc., en lugar de mineralogía, geología, climatología, para no ser poco consecuentes; siendo un he¬ cho que no se dice, paleontología, cristalográfica, fisiología ni ana¬ tomía. Mortero. — Casi todos los que leen, y aun los que publican tra¬ ducciones del francés, dan la preferencia á esa voz, desechando la más propia, argamasa, conocida con el sinónimo de mezcla. Dos razones principales hay para no emplear en ese caso la palabra mortero. La primera es: ser voces anticuadas las de morter y mortero, y por sólo esto, no tan propias como la de argamasa; y la segunda: tener la voz mortero diversas significaciones, siendo la menos conocida la que se refiere á la argamasa. Parece más conforme decir argamasa hidráulica, de pared, terciada, etc., que morter ó mortero hidráulico. Níquel ó Nickel, niquelo y niquelio. — Aunque el diccionario de la lengua admite la primera y la última voz, la preferencia debe fijarse, facultativamente, teniendo presentes las razones de conveniencia cien¬ tífica. En ésta como en otras palabras, pudiera resolver la cuestión, el origen de ella; Kupferniehel, que equivale á cobre de Nicolás, pare¬ ce exigir la adopción del nombre nickel, que, por otra parte, se presta bien á la formación de los derivados, sin alterar ni aun la ortografía. Óxido. — Siempre en el idioma español ha sido esdrújulo y nin¬ guna razón hay para no decir óxido, supuesto que las que dan los que emplean aquélla, son de tan poco valor, que no meren mencio¬ narse. Platina. — Algunos usan esta palabra refiriéndose al platillo de la máquina neumática; la que debe preferirse es disco, por ser más significativa. También se ha usado la voz platina como femenina, refiriéndose al metal; mas hoy se da la terminación masculina, para cuyo cam¬ bio, acaso se ha tenido presente que, con excepción de la plata, todos los metales son del género masculino: así es que, aunque primitiva¬ mente se derivara la voz platina, de plata, que más tarde recibió el nombre de plata agria, hoy está admitida, tanto en Francia como en España, con la terminación masculina, que usaremos en adelante Quinina. — Así es común decir, en contravención á la nomencla¬ tura, pues tiene la terminación en ina, como todos los compuestos or¬ gánicos análogos, y es voz femenina, como lo son morfina, estricnina, veratrina, etc., sulfato de quinina, nitrato, solución de quinina, etc. También es frecuente confundir la base quinina con las sales de que forma parte, y aunque bien puede decirse, sin impropiedad mar¬ cada, administro la quinina, no sucede lo mismo, tratando, por ejem¬ plo, de su solubilidad, de la dosis, etc. Suelo. — Es tan genérica la significación de esta palabra, y nues¬ tro idioma tiene tantas muy adecuadas á la aplicación especial que se quiera hacer, que no hay necesidad de emplearla al decir, por ejein- 65 pío, suelo volcánico, vegetal, de labor, por ser frases impropias; debe preferirse la voz terreno, en unos casos, y de roca en otros, dicien¬ do: terreno arcilloso, calcáreo, vegetal, etc., así como roca cuarzosa, volcánica, etc. Tartárico y tartaroso. — En la buena locución científica, sólo se admite la voz tártrico. Tierra. — En dos casos se advierte el uso impropio de esta pala¬ bra: el primero, refiriéndose á una superficie laborable, y aunque en el idioma vulgar esté admitida tal aplicación, en el científico, parece que debe preferirse la palabra terreno, que indica las dos cosas, á sa¬ ber: la extensión ó superficie limitada y la naturaleza terrosa. La segunda impropiedad es aún más notable, diciendo, por ejem¬ plo, crisol de tierra, horno de tierra, etc., en lugar de crisol de barro, horno de barro, pues aunque todo barro es tierra, no toda tierra es barro. Título. — Así se dice por algunos, refiriéndose á las ligas metáli¬ cas, y aunque la voz francesa titre, tiene, en muchos casos, esa signi¬ ficación, que está conforme con la latina titulas, de que se deriva, debe tenerse presente que, considerada, aun en el idioma francés, como una parte de la metrología, el equivalente en nuestro idioma es ley; así se dirá: ley de la plata, del oro, de los metales, etc.; pero en nin¬ gún caso, título de la plata, del oro, etc. Trojel. — Si es repugnante esta voz dicha por personas vulgares, lo es más cuando sale de la boca de los peritos, no para referirse al fardo, como se usó en un tiempo, sino al troquel, tan conocido con el nombre de cuño. Oreo que los ejemplos citados serán suficientes para que los cur¬ santes fijen la atención en el uso de las palabras, evitando los gali¬ cismos, tan frecuentes como impropios; especialmente los de aque¬ llas voces que, encontrándose en los diccionarios con su significación correspondiente, alejan la necesidad de adoptar la de un idioma ex¬ traño. Así dicen, por ejemplo, suport por sustencálculo en unos ca¬ sos; portador ó recibidor en otros: tole por lámina de fierro, ó fierro laminado; soda por sosa; terrlma, por lebrillo; reeflemmt, por dilata¬ ción, ampliación, hinchazón, y así otras, más ó menos inadecuadas que deben abandonar. 9 f 67 APÉNDICE* que servirá, concluido que sea el estudio de la química orgánica. Aunque algunas de las cuestiones que voy á tratar someramente, deberían encontrarse formando parte de los artículos contenidos en lo ya escrito, lie creído preferible sacrificar el buen orden á la con¬ veniencia que resultará á los alumnos, consignando aquí los puntos principales de las adiciones y explanaciones orales. Oreo que por este medio recordarán fácilmente las doctrinas que faltan en el texto, al¬ gunas de las cuales no es fácil á todos comprender desde las primeras lecciones. Clasificación de los cuerpos simples. — Tres son los sistemas de cla¬ sificación ó división que lian dado los autores: 1.a Metálicos y meta- loideos ó metaloides. 2.a Metálicos y no metálicos. 3.a Electro-nega¬ tivos y electro-positivos. Eácil es conocer que la primera clasificación es, sin duda, la más impropia, atendiendo á la significación de la voz metal oideo, ó semejante á los metales, y á que todos enumeran entre éstos á los simples, que como el oxígeno y el azoeto, el hidrógeno, el cloro, etc., distan mucho de esa semejanza que debiera caracteri¬ zarlos. «Semejante significación, dice un autor distinguido (D. P. Mata), representa ideas falsas, exige suposiciones y carece de verda¬ deros caracteres diferenciales. La segunda, peca, igualmente, por inadecuada: si todos los sim¬ ples comprendidos bajo la denominación de no metálicos, fueran como aquellos gases ó aun como el fósforo, el bromo y otros, no ha¬ bría inconveniente en adoptarla; mas numerándose entre ellos el boro y el silicio, el yodo y el carbono, el arsénico, el antimonio, etc., que verdaderamente son semejantes á los metales, no satisface esa clasifica¬ ción á las exigencias didácticas, ni á la propiedad de las palabras. * No debe olvidar el lector, la época en que escribió el Sr. Rio de la Loza. N. del R. 68 Se objeta á la tercera clasificación, ser relativa y no común la ,, re¬ medad positiva ó negativa de los elementos en las comb.nacones que forman- pero tal objeción no tiene valor, si se atiende á que ella está reconocida como doctrina en las combinaciones, á que no despierta ideas falsas y á que aleja todo escrúpulo, supuesto que en las com¬ binaciones formadas por los diez V seis simples comprendidos entre los electro-negativos con los metales, éstos funcionan como posi- tÍYOS. . . . , Fundados en tales datos, daremos la preferencia a la división de los cuerpos simples, en dos grandes clases; primera, electro-nsff ni con H <) Del misino modo puede explicarse la formación del compuesto I bO‘, por medio de PbO + ozona libre 0 = 1'bO Las propiedades especiales de que me be ocupado con reine, on al oxígeno se lian observado igualmente en el hidrógeno, y aun acaso se hayan notado ó se noten más adelante en otros casos. Sea lo que fuere' el hecho es que hoy se conoce el hidrógeno alotrópico, cuyo poder reductor lo distingue del común, como lo comprueba el autor del modo siguiente. Se condensa el hidrógeno en un cuerpo poroso que sirva de elec¬ trodo negativo, hasta que el desprendimiento del gas anuncie que el electrodo está saturado: se lava y se pone en una solución saturada de sulfato de plata: el metal aparece entonces reducido, lo que no se verificaría empleando el hidrogeno común. Se puede, igualmente, obtener el hidrógeno alotrópico, colocando en una vasija con agua pura acidulada, una campana de boca, á la cual se adapta un tapón que da paso al hilo negativo y á un im o re¬ curvo, cuyo uso diré adelante. El hilo debe terminaren una lamina de platino, y el electrodo positivo quedará sumergido en el mismo líquido hacia el exterior de la campana: el tubo recurvo sirvo para llevar el hidrógeno á una solución de séquix-cloruro de fierro, a la que se ha agregado una corta cantidad de percianuro de horro ; po¬ tasio: el contacto del gas determina la precipitación del cianuro te¬ rroso férrico, lo cual demuestra el poder reductor del hidrógeno alo¬ trópico. Xo podiendo retardar por más tiempo la publicación délo escrito, y debiendo servir hasta el fin del curso del compendio analítico que me propuse dar, haré más adelante la publicación, a fin de <¡ los cursantes tengan un memorándum que poder consultar para el ( co¬ nocimiento de las substancias, que por lo común les presentan < a los exámenes, cuyo memorándum les servirá igualmente para sus cstu- */ dios farmacológicos y los toxicológicos. 83 Lista alfabética de los cuerpos simples, de los signos que los represen¬ tan, de sus equivalentes y de los compuestos que forman con el oxígeno, por el Sr. Dr. D. Leopoldo Rio de la Loza. (Publicada en el “Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Ia época, tomo X, págs. 281-286). nombres SÍMBOLOS EQUIVALENTES 0 = 100. H = 1, Aluminium . • • Al 170,98 13,68 Argén tum (a) . Ag 1,350,00 108,00 Arsenicum . '• • • As 937,50 75,00 Aurum . Au 1,229,16 98,33 Azoetum, seu Nitrogenum. Az 175,00 14,00 Baryum . i Ba 858,00 68,64 Bismuthum . Bi 1,330,38 106,43 Borum . B 136,15 10,89 Bromum . . . Br 1,000,00 80,00 Cadmium . Cd 696,77 55,74 Caesium . Cs ¿1,541,87 ¿123,35 Calcium . Ca 250,00 20,00 Carbonum . • - • • C 7500, 6,00 COMPUESTOS OXIGENADOS Al 2 O3., sexquióxido de alumi¬ nio ó alúmina. Ag20, subóxido de plata. AgO, protóxido de plata. AgO2, bióxido de plata. AsO3, ácido arsenioso. AsO5, ácido arsénico. AuO. protóxido de oro. AuO3, ácido áurico. Az, protóxido de azote. Az2, bióxido de azote. Az3, ácido azotoso. Az4, ácido hipoazótico. Az5’ ácido azótico. BaO, protóxido de bario ó ba¬ rita. BaO2, bióxido de bario. Bi203, sexquióxido de bismu¬ to. gi-’O5 , ácido bismútico. BO3, ácido bórico. BrO5, ácido brómico. CdO, protóxido de cadmio. CsO, protóxido de cesio. CaO, protóxido de calcio ó cal. CaO2, bióxido de calcio. CO, óxido de carbono. C203, ácido carbonoso ú oxᬠlico. CO2, ácido carbónico. mitidas. 84 nombres SÍMBOLOS equivalentes COMPUESTOS OXIGENADOS Ce o = ico. : 590,80 11 = 1. 47,26 ( 1 /' Chlorum . C1 443,20 35,45 \ Cromum . Cr 328,50 \ ( 26,28 \ 1 Co 369,00 29,52 | Columbium seu Tantalum. Ta 1,331,15 106,50 J Cupriim . Cu 396,60 31 , < 3 • Didimum . Di ¿620,00 49,60 Er » Ferrum . Fe 350,00 28,00 Fluorum seu Phorum . . . . Fl 237,50 19,00 Glucinium . . G1 87,06 6,96 Hidrargyrum . • He 1,250,00 100,0C Hidrogenum . H 12,50 1,0C Ilmenium . 11 ¿786,59 62, 9í Iodum . - ■ • I 1,586,00 126, 8S Iridium . .. Ir 1,232, Oí 1 98,5 Kalium seu Potassium. . . . K 488,93 39,1 v" v 1 * CIO3, ácido cloroso. CIO4, ácido hipoclórico. CIO5, ácido dórico. CIO7, ácido perclórico. C13013, ácido cloroso-clórico. CIO3 2 (CIO5). C13017, ácido cloroso-perclóri- CO C1,03 2 (CIO7). CrO, protóxido de cromo. Cr203, sexquióxido de cromo. CrO3, ácido crómico. Cr20,7 ácido percrómico. CoO, protóxido de cobalto. Co203, sexquióxido de cobalto. ; TaO, óxido de tántalo. > UUU. Dioxmu uc ) CuO2, peróxido de cobre. No estudiados los compuestos oxigenados. Idem Idem. FeO, protóxido de fierro. FesO4 , óxido magnético. FeO, Fe203. . Fe2 O3, sexquióxido ó peróxido de fierro. FeO3, ácido férrico. i No se conocen compuestos oxi¬ genados de fl uoro. G1203, sexquióxido de glucinio ó glucina. Hg20, protóxido de mercurio. IlgO. deutóxido de mercurio. 110, protóxido de hidrógeno ó l atrua. O2, deutóxido de 1 ó agua oxigenada. oxigenados. 103, ácido iodoso. 104, ácido hypoiódico. Jj IO5, ácido iódico. I IO7, ácido periódico. IrO. protóxido de iridio. IrO2, bióxido de iridio. K20, subóxido de potasio. -IkO, protóxido de potasio. (KO2, bióxido de potasio. 85 NOMBRES SÍMBOLOS EQUIVALENTES 0 = 100. H = 1. Lanthanum . . La 588,30 47,06 Lithium . . . Li 80,33 6,43 ] Magnesium . • • • Mg 150,00 12,00 r Manganesum . . . . . . Mn 344,68 27,57 / Molybdehum . ... Mo 575,83 \ 46 ,08 i Naírium vel Sodium. . Na 287,50 23,00 j Nickellum . . . . . Ni 369,75 29,58 | Niobium . . ■ • . . . . Nb ¿1,251,53 100,12 í Osmium . Os 1,242,62 99,41 Oxigenum . ... . . . . 0 100,00 1 12,50 Palladium . .... Pd 665,47 53,24 j Pellopium . .... Pp » » Phosphorum .... .... Ph 387,50 31,00- Platinum . . • .... Pt 1,232,08 98,57 Plumbum . . ... Pb 1,294,50 103,56 Rhodium. . . . . . Rh 651,96 52,16 Rubidium . ... Rb ¿1,067,00 85,36 Ruthenium . . . ... Ru 651,96 52,16 COMPUESTOS OXIGENADOS na. 12,00 MgO, protóxido ele magnesio ó magnesia. neso. :n203, s «raneso. ó mangan esa. MnO3, ácido mangánico. )2 bióxido de sodio. )3, ácido osmioso. )4 , ácido ósmico. Unidad ponderal y volumétri¬ ca. PdO, protóxido de paladio. PdO2, bióxido de paladio. Óxidos desconocidos. Ph2U, óxido de fósforo. PhO, ácido hypofosforoso. PhO3, ácido fosforoso. PhO5, ácido fosfórico. Pb20, subóxido de plomo. PbO, protóxido de plomo. Pb203, sexquióxido de plomo ó plombato de plomo. PbO2, ácido plómbico, peróxi¬ do ú óxido pulga. KhO. protóxido de rhodio. Rh203, sexquióxido de rhodio. RbO, protóxido de rubidio. RuO, protóxido de ruthenio. j Ru203, sexquióxido de ruthe¬ nio. RuO2, bióxido de ruthenio. 86 NOMBRES SÍMBOLOS equivalentes 0 = 100. II = 1 Seleniuin . Se 495,28 39,62 Silicium . Si 266,74 21,34 S tan n uní . Sn 737,50 59,00 Stibiuni . Sb 750,90 60,55 Strontiura . Sr 543,00 43,84 Sulphur . S 200,00 16,00 Thallium . Til » » Tellurum . Te 801,76 64,14 Terbium . . .. Tr » » Thorium . Th 743,86 59,51 Titannum . Ti 314,70 25,18 Tunjrstenum vel Wolfran. Tu 1.150,78 92,00 Uranium . U 750,00 60,00 Vanadium . . . V 855,84 68,47 Yttrium . Y 402,31 32,18 Zincum . Zn 406,50 32,52 Zirconium .... Zr 419,73 33,58 COM PUESTOS UX l< ¡ BN A DOS jSeO3, ácido selén ico. 9. ,, ( Si-’O3, sexquióxido de silicio. ,J 'j S¡03, ácido silícico ó siliza. -v MV/ V'muu.jv, I SnOa, ácido estánico. | Sb203, sexquióxido de antimo- nio ó ácido antimonioso. ( Sbv04, ácido antimónico. I SrO, protóxido de estroncio ó -j es t rondana. ( SrO2, bióxido de estroncio. S302, ácido hiposulfuroso. / SO3, ácido sulfuroso. I )*, ácido sulfúrico. \ S3Os, ácido hiposulfúrico ó di- ) tiónico. S304, ácido subhyposul fúrico ó tritiónico. S40 , ácido hyposulfúrico b¡- sulfurndo ó tetratiónico. S404, ácido hyposulfúrico te- \ trasulfurado ó pentatiónico. No conocidas las combinacio¬ nes oxigenadas. j TeO3, ácido teluroso. ( TeO3, ácido telúrico. No conocidas las combinacio¬ nes oxigenadas. I TiO3, ácido titánico. f TuO3, ácido tungstenoso. | TuO3, ácido tungsténico. : ido I de urano. VO3, bióxido de vanadio. VO3, ácido vanádico. 32,18 YO, protóxido de vtrio ó ytria. ZnO, protóxido de zinc. ZnO3, bióxido de zinc. Zr'-’O2, sexquióxido de zirennio ó zirconia. 87 Tabla de signos y equivalentes químicos, por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza. (Publicada en el “Boletín de la Sociedad Mexi¬ cana de Geografía y Estadística,” P época, t. X, págs. 279-296). Señores: Hace algunos años que puse en práctica una idea en beneficio de la enseñanza química, y cuyos resultados lian correspondido á mis es¬ peranzas. Oreí que, fijando en la clase un cuadro perceptible y claro, en el que los alumnos tuvieran á la vista los signos y los equivalen¬ tes químicos, serían más conocidos para ellos, y se les fijarían en la memoria con mayor facilidad: así lia sido, en efecto, y por lo mismo, es lioy indispensable el retrocar ese cuadro, puesto que el tiempo transcurrido lia introducido algunas modificaciones, algunas refor¬ mas y aun algunas adiciones. En efecto, en la tabla antigua solo apa¬ recen sesenta y dos cuerpos simples, mientras hoy se cuentan sesenta y cinco;*' el valor relativo de algunos de éstos lia sido mejor estudia¬ do, y por tanto, difiere del que entonces se fijo; otros, que estaban sin cantidad, la tienen ya; por último, deben figurar en la lista el caesio, el rubidio y el tlialio, desconocidos hasta aquella fecha. Pues bien, señores; este trabajo, aparentemente sencillo, que casi pudiera presu¬ mirse de un orden mecánico, exige alguna intervención científica, como es fácil demostrar. (Nfi basta tomar un tratado de química y hacer copiar la tabla de equivalentes, por varias razones que indicaré brevemente. Sea la pri¬ mera, el que los autores no están de acuerdo, ni en el número de los cuerpos, ni en los valores relativos; y supuesta esa diferencia, es pre¬ ciso decidir, científicamente, la tabla que haya de preferirse, o cu su caso, formar una, tan completa, como es necesario. La segunda, que escritas las más en idiomas extranjeros, hay que adecuar los nom¬ bres al Español que se habla en México. La tercera, que derivados esos nombres, así como los símbolos, de voces latinizadas, deben que¬ dar en armonía con las reglas gramaticales. Pudiera objetarse, di¬ ciendo que, por una parte, los españoles ya se han encargado de este 88 trabajo, y que, por otra, varios autores, ó los más, lian latinizado las voces; por desgracia esto no es exacto. A los españoles lia sucedido lo que á nosotros; estudiando y leyendo las obras escritas en idioma extranjero, los galicismos y la impropiedad de las palabras ha lle¬ gado á ser familiar, sin cuidarse de la buena correspondencia, de la exactitud, ni menos de la precisión. Pero aun hay más; en el orden científico, el voto ú opinión aislada y, por lo común, sin examen, de un traductor ó de un profesor, no tienen valor; es necesario que una corporación perita medite, elija y decida; sin esto, jamás se logrará uniformar el idioma científico, principio y base de la ciencia misma. Hoy que todos sus ramos están representados en las varias comi¬ siones que forman la general científica, es fácil, en mi opinión, pres¬ tar ese servicio, encargándose cada una de la parte que le correspon¬ de, y sometiendo cada dictamen á la discusión y resolución de la junta general. En tal virtud excito á la Sección físico-química: 1. ° A que examine, modifique ó corrija la tabla de signos y equi¬ valentes químicos que tengo el honor de presentarle. 2. ° A que cada uno de sus vocales se encargue de presentar, en la primera sesión de cada mes, las voces, puntos, teorías ó doctrinas, ya físicas, ya químicas, relacionadas con la propiedad y la unifor¬ midad del idioma científico. 3. ° A que la Sección físico-química excite á la gran Comisión, para que, examinando el punto general, y conviniendo en su utili¬ dad, puedan las otras secciones cooperar á ese trabajo. • r ■ 89 LENGUAJE CIENTÍFICO. Propiedad de las palabras equivalentes. (Tomado de “La Unión Médica de México.” Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). La uniformidad del idioma científico es una necesidad recono¬ cida desde los primeros tiempos, necesidad que aumenta con la mar¬ cha de las ciencias y con sus aplicaciomes. Si se ha dado la prefe¬ rencia á los idiomas griego y latino, no sólo ha sido por la facilidad de formar voces compuestas, siuo también porque ha habido una época, y no corta, en que fueron los más conocidos del mundo lite¬ rario. Verdad es que cada nación ha modificado, en armonía con su propio idioma, las palabras derivadas de esas lenguas; mas siem¬ pre procurando darles un valor, cadencia y ritmo, no sólo constan¬ tes, sino aun consecuentes, y en ningún caso contrarios á los princi¬ pios científicos. Aun cuando nada de esto fuera exacto, bastaría la irregularidad consiguiente al desacuerdo, para combatir tan pernicioso abuso, lla¬ mando al mismo tiempo, la atención de algunos, que, ó alteran las palabras, pretendiendo fundarse en principios falsos, ó poco reflexi¬ vos, las repiten como las han oído, conservando así los abusos que se transmiten de generación en generación, aumentando el número de palabras impropias, y aun sancionando en alguna manera el uso de ellas, por la generalidad con que se emplean. Acaso se diga que hay voces cuya pronunciación es dudosa, así como los equivalentes, y que de esto procede ese desacuerdo que da lugar á que cada cual siga la regla que le parece, ó lo que es más común, que ninguna tenga, lo cual no puede menos que ser perú i- 12 I no cioso á la enseñanza y aun á las ciencias. Esto demuestra la necesi¬ dad de arbitrar un medio que aleje los incon\ ementes \ haga des¬ aparecer los abusos. Yo no sé qué relación pueda haber entre las palabras: correde) 'a, vara dentada y cremalleia, usadas indistinta¬ mente como equivalentes de la francesa crémaillerc; el galicismo, so¬ bre todo, es lo más impropio, como creo son los siguientes: Balón, palabra que dice tanto, y son tantos los objetos que com¬ prende hoy, que nada significa: en español debe referirse únicamente á los fardos de mercería, á los de papel o á las grandes pelotas de juego; mas es común oírla aplicada á los aereostatos, matraces, re¬ cipientes, sublimadores, y, en general, á toda esfera hueca, sea cual fuere la materia de que esté formada y el uso á que se destine; es decir, que se le pretende dar en español la aceptación francesa, y esto no sólo sin necesidad, sino introduciendo la confusión y proscri¬ biendo las palabras significativas de nuestro rico idioma. Bocal. Esta palabra, usada, igualmente, cuando se generalizó el idioma francés, lia recibido una acepción enteramente contraria á la que tiene, tanto en él como en español: en éste se refiere al jarro de boca estrecha, que sirve para sacar el vino de las tinajas; y en aquél, al vaso grueso de cuello corto; pero la mayor parte de los que usan la palabra bocal, se refieren á los pomos ó frascos de boca ancha, con¬ trariando, por lo mismo, la significación de aquélla. Butosoario. Aunque son bien recibidas y generalmente usadas las palabras entomología, entomologista, etc., no veo la necesidad de emplear aquélla, teniendo el equivalente español que falta á éstas. En cuanto á los géneros y terminaciones, bastará hacer méritos de las siguientes: Creosote, cloroforme, quinino, sulfate, nitrato, etc., por creosota, cloroformo, quinina, sulfato, nitrato, etc. Estetóscopo, lactoscopo y electroscopo, por estetoscopio, lac tos- copio y electroscopio. Azoe, por azoé ó azoeto. Oxido, por óxido. Sulfuro, por sulfuro, etc., etc. (reodesia, mineralogía, gcognosia, etc., no obstante que á la vez se dice topografía, astronomía, fisiología, geometría, etc. 1 latina y 'platino. Aunque ha sido común usar de la primera de estas p alabias, refiriéndose al metal, se encuentra en varias obras es¬ pañolas modernas, con terminación masculina: en los más idiomas 91 es también del mismo género, y varios distinguen, con razón, el me¬ tal platino de los objetos que corresponden al femenino, como el me¬ naje ó ajuar, la platina de las armas de fuego, y la contraplatina, la platina ó raspa, usada en las fábricas de papel, la plancha ó lámina de las prensas tipográficas, el platillo de las máquinas neumáticas, etc., etc. Además, con excepción de la plata, todos los metales, ó más bien dicho, todos los cuerpos simples, son masculinos, y aun este genero se presta mejor para formar las palabras compuestas y deri¬ vadas, razón suficiente, en mi concepto, para no dar grande impor¬ tancia al oiigen de la palabra. Sea cual fuere la opinión que se adopte, no hay duda que debe usarse por todos una sola determina¬ ción. Creo suficientes estos datos para demostrar, como se ha indicado, la necesidad de uniformar el idioma científico, muy especialmente en las cátedras que, como se sabe, son las fuentes en que se alimen¬ tan las generaciones llamadas á transmitir las palabras, con la propie¬ dad ó impropiedad que las han aprendido. En cuanto á los medios de satisfacer esa necesidad, sin duda que serán varios; pero acaso sea el más pronto y sencillo el establecimiento de una asociación á la que estarían obligados á asistir todos los profesores encargados de las varias cátedras, á discutir éste y otros puntos de interés general, para dar la norma á que todos deberían sujetarse. Esta misma cor¬ poración se encargaría de resolver muchas cuestiones de política, ci¬ viles, judiciales y gubernativas; y lo serían de acuerdo con el interés público: la administración, la industria y las ciencias, obtendrían, no hay que dudarlo, incalculables ventajas. Para apreciar más esta exi¬ gencia, bastará anunciar lo que son y lo que merecen ser la mayor parte de esos privilegios exclusivos, que no sólo enervan la industria, sino que sirven de réinora á la instrucción científica, sin la cual la nación no puede colocarse en el lugar que le corresponde. 92 Opinión del Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza, sobre la química ele¬ mental de Guerin-Varry. (Tomado del Periódico de la Academia de Medicina de México). La dificultad de que los tratados de química reúnan á la conci¬ sión la claridad necesaria en las obras didácticas, y el no hallarse este defecto en la segunda edición del compendio publicado por üue- rin-Varry, lo hacen recomendable, especialmente para los que sólo aspiran á instruirse en los elementos de la ciencia, cuya utilidad se lia hecho tan manifiesta, que se cuenta en el número de los ramos de educación. Para este fin, es uno de los mejores libros publicados hasta hoy: su autor da en veinte hojas las nociones de física indis- pensables para la inteligencia de los fenómenos químicos; trata des¬ pués de los metaloides y sus combinaciones; de los metales y las li¬ gas; de los compuestos de metaloides y metales; de las sales y leyes de composición á que están sujetas; en fin, habla de la fabricación del vidrio, piedras artificiales y lozas, concluyendo con un pequeño tratado de química orgánica y un apéndice no menos útil. En cada artículo hay método y claridad, y la descripción de los instrumentos y uso de los aparatos, forman un conjunto propio para adquirir ios conocimientos precisos, y digno de estudiarse por los que quieran no ser enteramente extraños á la ciencia. QUÍMICA ORGÁNICA. Son conocidos los luminosos escritos de Liebig y Dinnas, y la utilidad de sus trabajos puede calcularse por el cambio que han he¬ cho sus doctrinas en las de los ramos que tienen alguna relación con la química. La medicina, sobre todo, encuentra un campo abierto á nuevas investigaciones. Con las teorías de Liebig, se explica hoy me¬ jor la oxigenación de la sangre, la calorificación, la digestión, el mo¬ do de obrar de los medicamentos y de los venenos, y aun la produc- 93 > ción de algunas enfermedades. En la introducción de su obra se en¬ cuentran doctinas aplicables a la inteligencia de muclios fenómenos fisiológicos, patológicos y terapéuticos; pero es de temer que pasan¬ do esa aplicación de su justo límite, baga retroceder la ciencia á la época, no muy distante, del entusiasmo que produjo el Opúsculo del Man gin. Su teoría halagó, entonces, como hoy halaga la de Liebig, mas es preciso no olvidar que descansa en hipótesis que disminuyen su valor. En prueba de esto, lie aquí lo que dice, en la página décima de su tratado: «Los radicales compuestos nos son desconocidos; de lo contrario, darían medios más seguros para establecer la constitu¬ ción de los cuerpos orgánicos.» En otra parte, confiesa que «no hay medios para conocer la manera de unirse ó separarse los diversos grupos definidos de materias orgánicas.» En fin, en la página quin¬ ta, advierte que «está obligado á tornar por punto de partida ciertos compuestos hipotéticos, en favor de los cuales hay grandes analogías.» Esta ingenuidad se hace tanto más recomendable, cuanto que por el estilo del autor no se notaría ese vacío á una simple lectura, y sin expresar confesión: por lo demás, la obra merece estudiarse y no juz¬ gar de ella sin meditar antes en las doctrinas expuestas en la intro¬ ducción. * ¿ También es digno de leerse, el «Ensaye químico de los seres or¬ ganizados,» publicado recientemente por un mexicano; sin duda es de las mejores lecciones que ha dado Mr. Duinas; su claridad y con¬ cisión exceden á los escritos conocidos hasta ahora; puede reputarse como un resumen del Curso de Química Orgánica, en el que se en¬ cuentran pensamientos brillantes y doctrinas convincentes. 1*4 Discurso pronunciado por el Catedrático de Química Médica de la Es¬ cuela de Medicina, en el acto público del ramo, el día 23 de No¬ viembre de 1852. Muy útil es para mejorar la enseñanza, que los establecimientos de educación den cuenta al público de su marcha y progresos, por medio de funciones literarias, que acrediten sus adelantos. La Escue¬ la de Medicina procura llenar este deber, afirmando así el buen nom¬ bre que supiera adquirir con su filantrópica dedicación; y ya que en el presente año lia tenido el sentimiento de verse atacada con injus¬ ta ligereza, preciso es que intente su defensa, ofreciendo al público v al gobierno, nuevos hechos que contraríen ese equívoco concepto. La cátedra de química, que forma parto de ese útil colegio, debe tam¬ bién tomarla en la defensa; debo demostrar que no es indiferente á su faina, y que tanto los alumnos como su catedrático, se han esfor¬ zado por llenar sus respectivas obligaciones; sin desviarse del cami¬ no que trazara el honor á los que aspiran al título de módicos, aman¬ tes del progreso de la ciencia y del renombre del establecimiento. Esto, y no una vana presunción, obligo á los actuantes a admitir ré¬ plicas libres, ya que sus catedráticos juzgaron que este medio era, si no el único, sí el más eficaz para poner un dique á las injustas mui muí aciones de sus gratuitos enemigos. X>or eso tengo el honor de diiigir la palabra en este sentido á tan respetable concurrencia. Siento que el punto principal de mi alocución! no pueda ser ameno \ generalmente apreciado; siento también no poderlo tratar con la maestría que sería de desear; y siento, en fin, que los datos y los expe¬ rimentos se resientan de la imperfección consiguiente á la falta de tiempo y al número reducido de observaciones. Pero las personas que me escuchan valorizarán mi buen deseo, apreciando en lo que val¬ gan los trabajos emprendidos y la utilidad que de ellos pueda resul¬ tar á la ciencia y al público. / 95 Pretendo dar á conocer un nuevo principio inmediato, curioso por su aspecto, precioso por las reacciones que presenta, y útil por la acción que ejcice sobie el organismo. A este principio, que tengo el honor de presentar, con la cristalización que le es propia, he dado el nombre de Acido Pipitsalioico , para conservar el mexicano, que tal vez cambíale por el de Eupatorico, sin duda mas científico, si en¬ cuentro el ácido en las otras especies del mismo género. Entretan¬ to, séame permitido que deje consignada en este escrito una breve historia que contenga los nombres de las personas que me han pro¬ porcionado la bella oportunidad de ocuparme de un adelanto na¬ cional. Antes de la conquista, era conocida y muy usada por los indíge¬ nas, como purgante, la raíz de una planta, á la que dieron el nom¬ bre de Pipitzalioac: es decir, planta menuda, y cuyos efectos son repe¬ tidos: esta es la opinión del Sr. Galicia, á quien he consultado sobre la etimología; pero el doctor Hernández, en su apreciable obra de Historia plantar mn Nova: Hispania?, dice lo siguiente: «Herba est ra- dicibus innixa fibrarum, helleborive instar, mide sumsit nomen . y además, Hilium pituitamque vomitione, aut alvo excitata detrahit se- miuncue devórala pondere tussique et vetustis medetur plagis.» Se ve por esto, que en la época en que escribió el doctor Hernández, no sólo se usaba la raíz para curar los vómitos y las enfermedades co¬ nocidas entonces como pituitosas, biliosas, etc., sino también, que era empleada como un vulnerario contra las úlceras inveteradas. Parece que después ha continuado usándose, probablemente con buen éxito; pero sea lo que fuere, diré cómo tuve conocimiento del vegetal, y del principio inmediato que me ocupa. Hará tres años, me fue presentada por los Sres. I). Severiano Pérez y D. Mariano Ortega, una sustancia particular, que me dije¬ ron ser la resina obtenida de una planta abundante en Tenango del Valle y que les había dado á conocer el Br. H. Pascual Díaz Leal. Como aquellos señores deseaban que me ocupara desde luego en el examen de la supuesta resina, y me faltara tiempo para ello, la de¬ volví casi sin examen, sintiendo no poderlos complacer. Hace dos años que la dirección de colonización ó industria me consulto, si se¬ ría conveniente presentar el principio á la exposición de Londres: yo hice entonces los experimentos que creí necesarios para fundar mi parecer, que fué negativo, proponiéndome aprovechar una oportuni- dad para conseguir la raíz necesaria y dedicarme al reconocimiento de tan curiosa sustancia. Al haberse recibido de aquel curato el an¬ tiguo profesor de medicina, Br. D. Luis (i. Poza, debo el contar con ella y dar cuenta en esta función de los trabajos emprendidos; advir¬ tiendo antes, que hace muy pocos meses presentó el mismo Sr. Ortega, á la Academia de Medicina, las observaciones que tenía recogidas, manifestando el deseo de que continuaran haciéndose, como en efecto las han tomado á su cargo los profesores 1). Felipe Castillo y i). Luis Hidal go, de cuyos trabajos haré mérito adelante, ocupándome ahora de la clasificación botánica. Aunque no me ha sido posible tener á la vista un ejemplar de la planta, en buen estado, para fijar la clasificación con la debida segu¬ ridad, por el que presento, y apoyado en el examen que de él han hecho los señores L>. Pío Bustamante y D. Joaquín Yarela, me de¬ cido por la siguiente. La planta conocida con el nombre de Pipitzahoac, es de las tala- mi fio ras de Mr. l>ec; sgnanteras de Juss; sgngenesia poligamia igual de Lin.; una de las eupatorios, que abundan en la República, y muy probablemente el Eupatorium sessififolium, si se atiende á los ca¬ racteres que presenta el tallo y las hojas, que, como se ve, son sen¬ tadas y semi-abrasaderas. La raíz, que también está á la vista, ofre¬ ce caracteres físicos notables; pero el más particular es, sin duda, el de contener al estado de libertad, ocho por ciento del principio in¬ mediato que me ocupa: basta dar un corte transversal para descu¬ brirlo. Como el color, sabor y demás propiedades organolépticas de ella, pueden apreciarse suficientemente, aun por las personas extra¬ ñas á esta clase de investigaciones, hablaré de la preparación del áci¬ do pipitzahoieo. Son varios los métodos que pueden emplearse; pero me limitaré á indicar los que juzgo más adecuados. l.° \Por siddimación. — Reducida la raíz seca á polvo grueso, se mezcla con un volumen de arena igual al suyo: puesto el todo en un matraz proporcionado, se coloca en baño de arena, la que se calien¬ ta, cuidando que la temperatura no pase de 80° 0o Para separar el ácido, que cristaliza en la bóveda y cuello del matraz, se quita el íondo de éste, sea usando el diamante, ó lo que es mejor, de un fie¬ rro enrojecido. Bn la cápsula queda la arena empleada, complicada en la materia orgánica de la misma raíz y tina parte del principio 97 alterado por la temperatura, que uo puede ser igual en la masa de arena. Este método no es económico, pero es el mejor para conocer las propiedades del ácido, por obtenerse así más puro. 2. ° Por precipitación. — Triturada la raíz seca, se deja en mace- ración, por cuatro ó cinco días, en ocho veces su peso de alcohol á 32° de Chartier, ó sean 82,5 centesimales: se cuela el líquido con expresión, se filtra y se trata por ocho veces su volumen de agua fría, se recoge el precipitado, se lava con agua destilada y se deja secar á la temperatura ordinaria: reunidas las aguas de la lavadura, se so¬ meten á la destilación para aprovechar el alcohol en otras operacio¬ nes, pues no debe destinarse á otros usos. Este método es el más económico, y el producto que resulta es bastante puro para los usos medicinales é industriales. 3. ° Por evaporación espontánea. — Se sigue la misma marcha in¬ dicada en el segundo método para obtener la solución alcohólica, y se abandona el líquido á la evaporación espontánea para que cristali¬ ce: las aguas madres se tratan por el agua común para redisolver después el precipitado resultante y repetir la solución y cristaliza¬ ción. Aunque este método es más costoso y da menor cantidad de producto, ofrécela ventaja de que el principio inmediato es más puro que el obtenido por el segundo método. 4. ° Por descomposición de las sales. — Se forma un pipitzahoato de plomo, que es soluble en el alcohol, tratando el macerado alcohóli¬ co por el acetado de plomo: se descompone la sal que resulta por el ácido sulfúrico y se purifica el principio inmediato, por solución y cristalización. Aunque este cuarto procedimiento parezca más sencillo y económico, creo que no se debe usar y que es preciso ase¬ gurarse de la separación total de la combinación plombosa. Propiedades del ácido pipitzahoico. — Es sólido, de color amarillo rojizo, cristaliza en agujas de cuatro caras terminadas en bisel y agrupadas concéntricamente: su olor tiene alguna analogía con el de los productos valeriánicos, sabor acre, persistente, y más sensible en la cámara posterior de la boca. Sometido á la acción del calor, se ablanda á + 67° (centígrados), se funde á + 70°, se sublima á -f 75°, y los vapores son abundantes á -j- 80°, cristalizando por el enfriamiento y descomponiéndose en parte. 13 98 Es insoluble en el agua fría, casi insoluble en la caliente, y muy poco soluble en los aceites fijos y volátiles. A -f- 21° (le temperatu¬ ra disuelve el alcohol 0,065 y el éter bídrico 0,140. Las soluciones, y también el producto sublimado, dan reacción acida. Los ácidos sulfúrico, cloro-hídrico y acético, no forman combi¬ nación alguna, aunque el primero disuelve parte y lo descompone: el azótico v más fácilmente el cloro-hipoazótico, son descompuestos, sobre todo al calor, pero sin indicar la formación de ácido sulfúrico y, por lo mismo, la presencia del azufre en el principio inmediato. El cloro, el yodo, el bromo y el azufre, se combinan más ó me¬ nos fácilmente y dan compuestos con caracteres especiales; siendo el más notable el de conservar, ó más bien, aumentar su reacción ácida, lo que me hace presumir que haya formación de ácidos compuestos que deberían llamarse cloro-yodo y bromo-pipi tzahoicos, como se denominan el cloro-valerísico y cloro-salicílico, etc. La potasa, sosa y amoníaco, así como los óxidos de plomo, fierro, cobre, zinc y otros, forman sales; algunas cristalizabas y caracteri¬ zadas por el color violado, de tinta variable, muy pocas por la ama¬ rilla, v todas estas combinaciones pueden considerarse como pipit- zahoatos, fácilmente alterables por la acción del fuego. La capaci¬ dad de saturación de este ácido es débil, pero su sensibilidad con los álcalis es igual, si no mejor, que la del tornasol enrojecido, como se está viendo en esta solución, que sólo contiene 0,000006 de ácido pi- pitzahoico; pudiéndose reducir aún á dos y hasta una millonésima. Los pipitzahoatos coloran los tejidos de lana, seda y algodón, y los colores son fijos, y serán estimados siguiendo las reglas que acon¬ seja la química al tintorero, y estudiando, sobre todo, la cantidad y naturaleza de los mordentes. Aunque el número de operaciones practicadas hasta ahora, en unión de mi amigo el Sr. Oraveri, no dejan enteramente satisfecha la escrupulosidad indispensable á estos trabajos, no habiendo cosa alguna notable que inspire desconfianza en los resultados, presenta¬ mos la composición elemental del ácido pipitzahoico, protestando rectificarla y fijar los equivalentes cuando se hayan estudiado los pipitzahoatos. En mil partes de ácido pipitzahoico, hay: 99 O . 201,24 H . 088,32 0 . 638,66 Az . 076,78 — 1000,00 Se ye, por lo expuesto, que el producto de que me lie ocupado es uu principio inmediato, volátil, colorante, ácido y azoado, y se ve también, que presenta muchas reacciones que estudiar, varias pro¬ piedades que conocer, y que, aun las indicadas, apenas me lia per¬ mitido el tiempo tocarlas muy de paso. Concluiré, por lo mismo, esta parte, por no cansar más la atención del auditorio, con el resu¬ men de las propiedades fisiológicas y terapéuticas, tanto de la raíz como del principio que contiene, sirviéndome de los datos recogidos por los profesores Castillo é Hidalgo. La raíz obra como los purgantes drásticos, á la dosis de dos ó tres dracmas. En mayor cantidad, su acción es más notable, deter¬ mina cólicos y vómitos biliosos. Las orinas de las personas que toman la raíz, son coloridas, más ó menos, en amarillo verdoso, y esta coloración se advierte en algu¬ nos casos, aun cuando lia pasado el efecto purgante. Éste se manifiesta, por lo común, dos horas después de la inges¬ tión de la sustancia. El ácido pipitzalioico es un drástico desde la desis de seis á do¬ ce granos, colorando las orinas lo mismo que la raíz. He todo se infiere que el vegetal debe sus propiedades al ácido pipitzalioico, aunque, si se atiende á la proporción que contiene la raíz del principio inmediato, ésta es mucho menos activa, más em¬ barazosa y repugnante para su administración, y también para fijar lei d OS1S. Eli cuanto á las aplicaciones industriales que puedan hacerse de la nueva materia colorante, será objeto de otros trabajos que exigen experimentos particulares. ' Acaso pueda presentarlos al público, y acaso entonces, con mas tranquilidad y tiempo, perfeccione los que ahora ofrezco a la Escue- la de Medicina. No debo concluir sin recomendar, cuanto meiece, la buena co ducta que han observado todos los alumnos que me acompañaron en el año escolar que ha terminado: sólo uno cometió una taita, que re- lio paró arrepentido, separándose después voluntariamente. Los demás lian dado pruebas de aplicación, según lo acreditan las honrosas ca¬ lificaciones que obtuvieron en sus respectivos exámenes: otros las dieron de laboriosidad y desinterés, destinando una parte de sus aho¬ rros para la compra de las substancias que consumían en sus traba¬ jos de laboratorio, á que se dedicaban todos los días (pie no eran fes¬ tivos ó de cátedra. En fin, alguno de los mismos alumnos hizo más; se comprometió á desempeñar, en cuanto lo permitían los conoci¬ mientos adquiridos en cuatro meses, la penosa tarea de un prepara¬ dor que no ha tenido la cátedra por la ausencia inevitable de mi apreciable discípulo 1). Florencio Cabrera. Keciban todos esta sin¬ cera y tierna manifestación pública, y no olviden (pie la química es, . en nuestro país, una rica mina no explotada aún, y que á ellos toca seguir el camino que dejo trazado al presentar un nuevo principio inmediato orgánico, el primero de su género que yo sepa se da á co¬ nocer en México. Noviembre 23 de 1352. L. Río de la Loza. (Del periódico de la Academia de Medicina, páginas 131 á 137). 101 LA GOMA ARGHIP1N. Treinta y odio años liace que apareció un pequeño artículo rela¬ tivo á este producto vegetal, en un opúsculo publicado en Puebla por la Academia Médico-quirúrgica, é intitulado: Ensayo para la materia médica mexicana. En el dilatado período transcurrido, ninguno, que yo sepa, lia des¬ vanecido las dudas á que dio lugar ese artículo; ninguno lia indica¬ do los lugares en que se encuentra; la familia, género y especie del vegetal que le produce; la composición, las propiedades, usos y apli¬ caciones de esa goma; no obstante que las indicaré someramente, son más que suficientes para esperar que sea un producto útil en el orden terapéutico é indudablemente en el industrial. Sea ó no, debe estimarse la goma en vista de datos seguros fun¬ dados en los resultados del examen que de ella se haga, ó desechar¬ se por el contrario, pero con la seguridad que exige la consideración demasiado sabida de que «nada hay en la naturaleza que pueda de¬ cirse inútil y sin aplicación.» Esta es la que toca al hombre inqui¬ rir; y la ciencia le presenta hoy tantos caminos, tantos medios pata esa indagación, que bastará un pequeño esfuerzo para lograr el fin. Increíble parece que los mexicanos, siempre anhelantes por co¬ nocer los descubrimientos científicos de todos los países del mundo, veamos con tanto desdén cuanto nos es propio, cuanto corresponde á nuestro país, y aun algo más, que aguardemos á que nos vengan los estudios y datos europeos, referentes á nuestras producciones na¬ turales. El grado de instrucción y laboriosidad de varios de nuestros compatriotas, ya los pone en aptitud de emprendei esta dase de es tudios, y haciendo á un lado la exagerada modestia que los caracte¬ riza, contribuirán á la independencia científica que exigen la mejo- ✓ • 102 ra de la enseñanza, los progresos i 1 1 (1 1 1 t I \ ^ aprovechamiento de nuestras multiplicadas y ricas producciones. El cuerpo médico mexicano cuenta con la gloria de ocupar un buen lugar entre los que más figuran en los otros países: ;por qué no procuran la misma distinciém en los ramos anexos á la medicina, puesto que las ciencias físicas y las naturales, lian salido de la tute¬ la, é> mejor dicho, del monopolio en que estuvieron hasta hace trein¬ ta años? Grato, muy grato para mí es observar, que á pesar de que el es¬ tudio y especial dedicación á las ciencias naturales es casi improduc¬ tivo en nuestro país, hoy se generaliza de una manera provechosa, no sólo entre aquellas personas, cuya profesión exige esos conoci¬ mientos, sino aun entre varias do las (pie son extrañas á las carreras literarias. Por otra parte, las asociaciones científicas que, como esta Academia, á la que tengo la honra de dirigirme, la Sociedad Hum- boldt, la de Geografía y Estadística, las médicas, «Pedro Escóbelo» y Eiloiátrica, pero muy principalmente, la de Historia Natural, traba¬ jan con entusiasmo y presentan en sus publicaciones, artículos de grande importancia. Aquéllos y éstas concluirán dentro do algún tiempo el importante trabajo que con tan buen éxito lian comenzado. Disimulad, señores, el que me haya desviado del camino que al comenzar me propuse seguir; pero es tan vehemente el deseo que me anima por los adelantamientos científicos en nuestro país y por su positiva independencia, que involuntariamente me encuentro con¬ ducido por el camino que menos debiera seguir. Sólo me había pro¬ puesto excitar á aquellos de nuestros comprofesores radicados en los lugares en donde se encuentra el archipín, á que se dediquen á la clasificación del vegetal que lo produce, á que tomen nota de los nombres con que se conocen en cada localidad, los usos que hagan de la goma y cuanto más se relacione con ella. Entretanto, y por mi parte, presento únicamente algunos apun¬ tes como resultado de algunos trabajos que hace tiempo comencé, y que últimamente quise rectificar, aprovechando la dedicación de los alumnos de la Escuela de Medicina, Jiménez Don Manuel, Lucio Don Víctor, Jáuregui y algunos otros á quienes quise dar á conocer prácticamente la marcha que conviene seguir en esta clase de tra¬ bajos. El que ahora ofrezco debe verse, por lo mismo, como el prin¬ cipio de los varios que conviene hacer: como un simple anuncio, \ 103 cuyo fin principal es el de llamar la atención de los prácticos á quie¬ nes me dirijo. La goma archipín es notoriamente una producción curiosa, útil y capaz de diversas aplicaciones, atendidas las propiedades que has¬ ta ahora se conocen. Ha sido considerada como una goma, porque, como se sabe, este es el nombre con que se han confundido todos los productos vegetales análogos al archipín, como las resinas, las gomo- resinas, los bálsamos y las verdaderas gomas. En el «Ensayo para la materia médica» ya citado, y que se pu¬ blicó en 1832, se anunció, aunque sin asegurarlo, que era, como es, en efecto, una gomo-resina. Sus propiedades, aun las simplemente de aspecto, que llamaré fisonómicas, no permiten que se confundan con otros cuerpos, ya apa¬ rezca en masa globulosa de varios tamaños, que llegan á ser mayo¬ res que el de una naranja, ya en lágrimas muy semejantes á las que se forman en las velas que lian escurrido, y en otras mayores, que son estalactiformes, ó ya, en fin, en trozos irregulares de varios tamaños. La coloración, aunque muy varia, es también característica: se presenta como un blanco de leche, ó amarillenta, como la que toma el marfil, ó de un amarillo rojizo ó moreno más ó menos oscuro: algu¬ nas veces se observan manchas verdosas ó de un verde algo azulado. La goma es compacta, pero quebradiza, y quebradura vidriosa. A veces se notan en la goma incrustaciones foliáceas y aun cortica¬ les, engastadas más ó menos en la masa gomosa; también es común hallar en la misma masa ampollas ó cavidades formadas probable¬ mente por la interposición del aire al solidificarse el jugo vegetal. El promedio del peso específico del archipín es, á la temperatura de -f- 18° c., de 0,9383. Esta gomo-resina es inodora y de un sabor amargo persistente. Puesta al fuego directo, chisponotea, deciepita y desprende humos de olor débil algo análogo al del copal. Calen¬ tada sobre una lámina, arde, la fiama es roja y muy fuliginosa. Al fuego, en vasija cerrada, desprende humos blancos, vapores acuosos, un aceite amarillo rojizo, que en parte se solidifica, tomando el as pecio de un polvo amarillo; también da algún alquitrán de un mo¬ reno oscuro, que el fuego sostenido transforma en biea negia quebia diza: el líquido acuoso, el aceite y el alquitrán, despiden un olor fuer¬ te y picante, análogo al de los productos que íesultan de la destila ción de las maderas: el residuo que deja la goma, consiste en un 104 carbón ligero. Oreo que conviene hacer un estudio especial v en ma¬ yor escala de los productos pirogenados, cuya reacción, como debe suponerse, es notablemente ácida. El archipín forma con el agua un líquido lechoso, una especie de horchata más ó menos viscosa, según la cantidad de goma empleada: el papel, el cartón, la loza, la madera, etc., quedan bien adheridos por medio de la masa formada con la goma: las chimeneas de los quinqués y las guardabrisas rotas y pegadas con dicha goma, resis¬ ten bien la acción del fuego, y cuando ha calentado el pegamento, cambia el aspecto lechoso por el moreno transparente. La solubilidad de la goma en el agua es un tanto variable, mas puede lijarse tomando el promedio en un 34 %. El alcohol precipi¬ ta la goma de la solución acuosa, mas no se obtiene igual cantidad a la disuelta. Abandonando al aire la solución acuosa, se altera pierde su viscosidad, se acidifica más y aparece la nata criptogámi- ca, tan común á las soluciones gomosas. El aspecto del archipín, y más aún el de la solución, hacen pre¬ sumir que contendría alguna cantidad de almidón: no obstante esto, yo no he hallado ni vestigios, aun después do hacer hervir el líquido' los reactivos manifiestan la existencia del gumato de cal, v aun¬ que no he estimado ponderal.nente la proporción, sí puedo decir que es notable la que contiene de esta base, la cual da lugar á sospechar que los terrenos en que vegeta la planta que produce la goma, sean El alcohol disuelve, por término medio, un cuarenta v cuatro por ciento: el producto de la evaporación conducida debidamente, .leja na resma de color amarillo de ámbar transparente, seca, quebradi- za, fusible entre 53° y 55° c, que da al fuego el olor balsámico de ^ ’ Per° maS 8naTe> y no l)ioante Pirogenado. aunai etV>b,a “T ^ a,C<>h''I> ‘^Mendo toda la resina, pues tSa v ci 8 °PTa010ne8 praCtÍCa‘,as 86 ,la" atenido solamente de pe i d" "C0 a rtay °Ch° P°r CÍento> - P«*able que esto dc S de, v rícul " 3' dÍfiCUltadeS Ínherente8 a >a grande volatili- nuestra ^ «>» la poca presión de 0m558 A tal m*p •' 111111110 llle(ll°, como se sabe, sólo es de 105 El sulfuro de carbono disuelve igualmente el arel, ¡pin, pero en r iorehícuios antedic,,os’ ^ 8id<> líquido lo ,me 'j'T e" CUenta’ con relación á esto el sulfuro e , ^ CUant° “l ^ Ija resi"a obtenida con (]ades ' S * aS °tras dos- en «epecto y demás propie- También el cloroformo ejerce sobre la gomo-resina efectos aná- ;T a r 0h,)1’ 61 éter y 61 como disolvente . a l>arte resinosa, y el producto es igual al de los otros vehículos La p, opoicion ha sido de treinta y uno y cuatro décimos por ciento de resma disuelta. Es notable la acción que tiene el ácido acético concentrado sobre el archipín: aun simplemente triturado éste con el ácido, se favorece ■ u desprendimiento, que es como el que se advierte cuando se trata poi el aculo sulfúrico un acetato anhidro. La gomo-resina forma con 5 aCKl° U"a ma8a Vlsc0sa alg<» transparente y sin el aspecto lechoso qiie presenta cuando es tratada aquélla por el agua: la adición de s a a la solución acética la determina en el acto. La cantidad di- suelta por el ácido corresponde á un treinta y cuatro por ciento, y • las sesenta y seis no disueltas, lo son por el agua treinta y uno. El acido acético no sólo disuelve la resina; á la vez descompone el guniato de cal, combinándose con esta base. i El ácido sulfúrico mono-hidratado ofrece también reacciones no- tables. En su primer contacto presenta el archipín una coloración verde, que desde luego pasa al rojo, después al de guinda claro y al íin obscuro: agregando un poco de alcohol á la solución sulfúrica, toma un color semejante al del vino carlón. Presumo que estas co¬ loraciones provengan del ácido miícico producido por la acción : ¡ sulfúrico, como sucede por el tratamiento de las gomas con el azótico. El agua, sea sola ó conteniendo alguna base soluble, determina la precipitación de la resina en la solución sulfúrica. El ácido azótico reobra activamente sobre el archipín; desprende vapores rutilantes: hay notable elevación de temperatura, coloración de un amarillo rojizo y formación de una costra deleznable, queme he asegurado ser formada por la resina. El líquido, tratado debida¬ mente, da ácido múcico. El ácido clorhídrico, y, en general, los ácidos débiles, así como las 14 106 soluciones alcalinas, disuelven las gomas: ésta es precipitaWe por el alcohol. El ar chipi n, sometido á la combustión, deja por residuo un cen¬ tesimo, por término medio, de una ceniza blanca, porosa, casi inso¬ luble en el agua, pues el producto de la evaporación, apenas da una mancha formada por pequeñísimos cristales, que parecen ser de cal sulfatada. Tratada la parte insoluble de la ceniza por el ácido clor¬ hídrico, es disuelta con efervescencia, casi en su totalidad, y en la solución se descubre la presencia de la cal, y vestigios apenas apre¬ ciables de magnesia. Ni en las cenizas ni en las soluciones del archi- pín lie hallado otras bases ni sales particulares. Eormando el resumen de lo expuesto, diré: Primero. Que se ignora hasta hoy cuál sea el vegetal que produ¬ ce la goma arcliipín y, por lo mismo, la familia a que peí lerna e. pues aunque un botánico ha presumido que pudiera ser la /> uvsai a fjum- mífera de E., familia délas Tevcbinthacceas , todas las probabilida¬ des están en contra, supuesto que el archipín es muy diverso del Ca- chibou de las Antillas, llamado también resina de (i ominar t o del go¬ mero blanco. Segundo. Que el archipín es indudablemente una gomo- resina, Cüya composición sobre cien partes puede fijarse en la siguiente: Goma . Resina soluble en el alcohol, en el éter y otros vehículos . 44 Agua, cal. indicios de ácido sulfúrico y de magnesio, materias ex¬ trañas y pérdidas . 22 — 100 Tercero. Que hasta ahora no se tienen las observaciones y datos suficientes para decidir ni en pro ni en contra sobre las propiedades pectorales diuréticas y vulnerarias que se atribuyen al archipín. Cuarto. Que atendiendo á la naturaleza y propiedades de esta gomo-resina, convendría estudiar su acción fisiológica y terapéutica, así como sus aplicaciones industriales. Quinto y último. Que sean las que fueran, conviene llenar el va¬ cío que se nota relativo á la etimología de la voz, á la clasificación del vegetal, á los lugares en donde se encuentra y á los usos del ar¬ chipín. EL LAGO DE TEXCOCO. ARTICULO DEL 8R. D. LEOPOLDO RIO DE LA LOZA. Es un lieclio, que desde tiempos muy remotos, el lago de Texco- co lia sido una mina inagotable de sales, entre las que figuran, como principales, el carbonato de sosa y el cloruro de sodio ó sal común; ocurre desde luego preguntar: ¿cómo no se ha agotado esa mina y de dónde vienen tan útiles productos'? Oreen unos, que arrastradas pol¬ las lluvias algunas rocas feldespáticas y en contacto con los terrenos calcáreos, se despiertan reacciones cuyos productos son las sales que encontramos en las aguas del lago, y que en virtud de la evapora¬ ción cristalizan confusamente en los terrenos desecados. Tal aseve¬ ración me parece destituida de fundamento, por dos razones princi¬ pales: es la primera, que no creo fácil la descomposición de los fel¬ despatos, en las condiciones en que se hallarían en la laguna; y la segunda, que no me parece corresponder la proporción de sales con¬ tenidas en las aguas, ni aun sólo las explotadas, á la que pudiera su¬ ponerse procedente del feldespato; contaremos, ademas, que no obs¬ tante haber hallado en el agua más de tres milésimos de potasa, ma¬ yor habría debido ser la cantidad, si todas las otras sales tuvieran su origen en la descomposición de aquellas rocas. Ee aquí debo inferii, que por mucha parte que se les quiera dar en la producción de las sales, sería muy dudoso que á ellas debieran únicamente su origen. La segunda opinión, acaso más admisible á la primera vista, deja de serlo después de algunas reflexiones. Se supone que existió en el lago, ó en comunicación con él, un banco de sal gema sobre la cual 108 obran las aguas continua y regularmente. N o no creo poi las aguas, deja la sosa al estado de carbonato; esta teoría es indudable. 8>i fijamos en kilogramos el mínimo que anualmente consume cada habitante en su persona y lavado de ropa, y si tomamos el promedio ; ue contienen los distintos jabones, estimándolo en un ocho por cien¬ to de sosa, es decir, ochenta gramos por individuo, siendo 165,823 5?s habitantes del Valle, resultan 37,265 k 810 gramos de sosa, cuya cantidad, agregada á la anterior, procedente de los animales, da un total anual en kilog ramos, de 1.397,169. Para mayor seguridad en cuanto á este cálculo, he tomado in- lorines de buena fuente, á íin de conocer la cantidad de jabón que comúnmente se fabrica cada año en la ciudad, y resultando como mínimo 138,500 arrobas, ó sean 1.593,581 kilogramos, he supuesto que sólo una mitad es consumida en el Valle, á saber: 7 96,790k5, que dividido por él número de habitantes, resulta corresponder á cada uno, lk710, es decir, que nada hay exagerado en aquel cálculo. Debe tenerse presente, que no hago mérito de la sosa ni del clo¬ ro procedentes de las orinas de los bípedos ni de los vegetales, de las aguas y de innumerables deshechos, que conteniendo esas substan¬ cias, llegan definitivamente al lago, no siendo exagerado estimarlos en una mitad de aquella suma, quiero, al contrario, que ésta se rebaje á la mitad, á un tercio ann, y siempre se tendrá conocido el origen de esas sales y demostrado al mismo tiempo, que hay una admirable circulación salina acompañada de una serie no interrumpida de reac¬ ciones tan curiosas y variadas, que la imaginación se pierde al con¬ templarlas. Sin hacer mérito de los feldespatos, ni de los bancos de sal gema, y sin forzar en nada la imaginación con sólo teorías, se tie¬ ne, según creo, explicado satisfactoriamente el hecho de que hayan transcurrido siglos sin haberse agotado esas dos sales tan importan¬ tes y útiles, diré mejor, tan necesarias á la mayor parte de las in¬ dustrias, á las plantas, á los animales, y, sobre todo, á la salud del hombre. 110 De todo lo expuesto es fácil inferir: l.° Que el lago de Texcoco es un depósito de grande importancia para México, ya se considere des¬ de el punto de vista hidráulico, ya industrial o ya medico. 2." Que es una fuente inagotable de productos, tanto salinos como alimenti¬ cios. 3.° Que ejerce una influencia marcada y muy poderosa en la insalubridad del Talle. 4.° Que la ciencia tiene medios para evitar ó, cuando menos, para disminuir esa influencia. 5.° y ultimo. Que su misma importancia exige que sea atendido convenientemente y no ¡continúe abandonado como hasta aquí. 111 AZUFRE Y SALITRE (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátrica de México.’ Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). Parecerá bien extraño ocuparse en un periódico de medicina, de los perjuicios que ocasiona el estanco del salitre y del azufre; mas si se atiende á que tal prohibición sirve de demora á la enseñanza v progreso de una de las ciencias auxiliares de la medicina; á que son indispensables para la preparación de muchos medicamentos de uso común, y, en fin, á que ocupándose hoy el legislador de tan intere¬ sante asunto, deben tomar parte todos los que puedan contribuir con sus reflexiones á ilustrar la materia, no se extrañará que los médicos consagren algunas líneas á favor de las ciencias, de las artes, y, lo que es más, á favor de su patria, por cuyos adelantos se afanan. La medicina quedaría estacionaria, si la química no con tribu} eia á sus descubrimientos, si no le hiciera conocer las reacciones de los simples, las proporciones de los compuestos, los agentes que modifi¬ can su acción, los que la aumentan y los que descubren su natura¬ leza; si no hiciera palpables las alteraciones á que están sujetos los sólidos y líquidos del cuerpo humano, la dislocación de sus compo¬ nentes, la falta ó exceso de algunos ó de todos sus principios y el influjo que ejercen sobre los seres de la Naturaleza; esos elementos indispensables á su existencia, y que mezclados en determinadas pro¬ porciones, constituyen la atmósfera que los mantiene y vivifica, ó los que los marchita y destruye en circunstancias especiales. La quí¬ mica, que es tan necesaria á la medicina, no sirve menos al agricul¬ tor y al fabricante, y aun al legislador y al juez. Esta ciencia no Í12 puede enseñarse, ni menos aprenderse, si faltan los agentes más úti¬ les, más generales y más necesarios para obtener los principios ele¬ mentales de los cuerpos, para procurarse innumerables compuestos y para conocer la naturaleza de otros. En vano el discípulo estudia¬ rá una teoría en su libro, en vano verá pasar como un relámpago el experimento del catedrático, si no examina poi si los liecbos, si no los compara con las teorías y no procura lijarlas con sus obseiva- ciones v práctica. liada de esto es compatible con el subido piecio de los ácidos, para cuya preparación son indispensables aquellas ma¬ terias, y tales compuestos lian de valer muclio mientras subsista el estanco peligroso, cuyo único apoyo lia sido el infundado concepto de que favorece al erario. A éste le es más conveniente atender á la riqueza pública, la que sin duda aumenta con los progresos de las ciencias naturales, y muy particularmente con los de la física y química. Le es más útil tener buenos médicos, mineralogistas prácticos, fabricantes discretos, agii- cul'tores previsores y militares científicos, que aumentar la caja pu¬ blica con dos ó tres millares de pesos, fruto de ese bárbaro é impru¬ dente monopolio, que no remedia sus necesidades. Le es más nece¬ sario nivelar la industria del país con la de los más civilizados, favorecer las exportaciones, proporcionar medios honrosos de sub¬ sistencia, proteger el comercio interior, y disminuir, cuanto más se pueda, las pasivas relaciones mercantiles con las otras naciones, que el dictar leyes prohibitivas que no lian de ser respetadas. Le es, en fin, más necesario caminar con la época de ilustración, que oponerse al impetuoso torrente de las investigaciones y descu¬ brimientos. Xo debe olvidarse que liay semillas que, una vez arrojadas, ger¬ minan sin cultivo, sea cual fuere la fertilidad del terreno, úiexico ha despertado de un letargo profundo y duradero, pero reparador V benéfico; ha conocido las inmensas ventajas que proporciona el cul¬ tivo de las ciencias naturales; no se le ocultan las innumerables y útiles aplicaciones de la química, la amenidad de sus operaciones, la exactitud de sus doctrinas y la necesidad de generalizar su estudio y de que forme parte de la buena educación. Ye que en cada nueva fábrica que se establece, que en cada industria que se proyecta, y en cada establecimiento que se reforma, tiene que ocurrir á la química para resolver mil cuestiones, perfeccionar los procedimientos, eco 113 nomizar gastos, aumentar los productos y aprovecharlos muchos que encierra el riquísimo terreno que le pertenece, virgen aún en varios puntos poco conocidos y mal explotado en otros. Ye también que por esa falta de conocimientos no se multiplican los medios de subsistencia, no se encadenan las artes, y fácilmente se arruinan las más seguras em¬ presas. Ye, por último, y es lo más monstruoso que puede verse, leyes que instalan cátedras de química en los establecimientos de agricultu¬ ra é industria, en el Colegio Militar, en el de Minería, en el de Medi¬ cina, etc., y leyes de la misma época que declaran estancados el azu¬ fre y el salitre; decretos que reforman esos establecimientos y otros que se oponen á sus adelantos; disposiciones á favor de los mineros y otras en que se les obliga á pagar á peso de oro las primeras ma¬ terias indispensables á sus labores. Tal estado no puede existir si de buena fe se quiere proteger la enseñanza secundaria, si se desea au¬ mentar el erario, favorecer la industria, mejorar la agricultura, y atender, en fin, á los ramos más útiles y productivos, íntimamente relacionados con las ciencias exactas, y muy particularmente con la física y la química. Un vivo deseo de que la actual administración no lleve poi mas tiempo la fea nota de la anterior, de que se consideren las necesida¬ des del público, de que progresen las ciencias y de que sean atendi¬ das las juiciosas y sólidas reflexiones de la junta de industria, lia dictado estas líneas, que es de esperar no sean infructuosas en la sa¬ bia y patriótica consideración del legislador. 15 114 cisTiisr^. (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátrica de México.” Publicado por el Sr. Dr. Don Leopoldo Río de la Loza). Uno de los servicios unís importantes que lia prestado la química á la medicina, es el dar á conocer la composición de los cálculos uri¬ narios. La facilidad de hacer llegar á este aparato las substancias medicinales; la propiedad que tienen algunas de formar compuestos solubles y aun delicuescentes, y la acción especial de muchas, pro¬ porciona un medio fácil y seguro, en ciertos casos, de evitar los dolo¬ res de una operación, y los crueles padecimientos á que, por lo co¬ mún, están sujetos los enfermos por la presencia de esos cálculos en algún punto del aparato urinario. Sin embargo de las innumerables análisis que lian beclio hasta ahora los químicos más distinguidos, no han hallado cálculos cuya composición sea tan variada, que el examen de su naturaleza exija grandes trabajos y profundos conocimientos; por el contrario, hay algunos que muy raras veces se encuentran, y que, por lo mismo, apenas han podido estudiarse, fijando únicamente los caracteres más notables que los distinguen de los demás. A este número pertenece la cistina de Thenard ú óxido cístico de Wollaston, substancia que no se me había proporcionado examinar, hasta estos últimos días, que los Sres. Muñoz y Yertiz, casi á un mismo tiempo, la han reco- 115 gido de las orinas. Dos particularidades ofrecen, qne creo dignas de notarse: la primera, la cristalización perfecta de una de las porcio¬ nes; la segunda, la solubilidad de ambas en el ácido acético, y, por lo mismo, el no ser precipitada por dicho ácido, de la solución alcalina. En cuanto á la cristalización, ninguno de los autores que ha lle¬ gado á mis manos le da forma; sólo aseguran que es confusa, y la que presento á la Sociedad con el número 1, es tan perfecta, que aun á la luz artificial se distinguen bien los prismas de que hablaré después. Su blancura debe igualmente llamar la atención, pues que la cistina examinada hasta ahora, es amarillenta, como la que se ye marcada con el número 2. Una y otra se disuelven en los ácidos acético, sulfúrico, clorhídrico y azótico; también se disuelven en la potasa y el amoníaco cáusticos; son insolubles en el agua, el alcohol y el carbonato de amoníaco; las soluciones ácidas dan por la evapo¬ ración agujas nacaradas, fáciles de distinguir. En cuanto á los ca¬ racteres negativos, sólo diré que no dejan confundir esta substancia con ninguno de los compuestos ó productos de la orina. Y si á las propiedades mencionadas que ofrecen los compuestos de que se trata, se agregan las que presentan al soplete, y que son comunes con el ácido úrico, como lo son los de la cistina, se convendrá en que no es más que la que describen los autores con este nombre, y en que es dig¬ no de notarse el que se presente en cristales perfectos. El examen microscópico de éstos, hace ver claramente que son, en su mayor parte, prismas cuadran guiares perfectos; que algunos están truncados oblicuamente en un extremo; otros presentan dos caras anchas y dos angostas, biselados en ambos extremos sobie las caras más anchas; hay también tablas cuadran guiares, rectángulas biseladas en todas sus aristas, y, por último, prismas cilindroides rec¬ tos v curvos. Es también de notar, que la cistina marcada con el nu¬ mero 2, presenta algunos prismas cuadran guiares perfectos, y agiu- pamientos formados por éstos y mas ó menos regulares. Mi amigo, el Sr. Don Domingo Eazo, ha encontrado, al examinar el numero 1. cristales de color azul, nueva particularidad que merece estudiaise, En cuanto á la insolubilidad de la cistina, nada extraño es que, al examinarla, los autores que se han ocupado de ella, le señalarán este carácter particular, no teniéndolo realmente, supuesto que han sido tan pocos los que la han hallado, y supuesto también que no hayan tenido á su disposición la cantidad suficiente para repetir los expe 116 rimentos. Tampoco será extraño, y sí lo más probable, que en efec¬ to presente alguna vez esa propiedad, y que yo no la haya encontra¬ do en las dos que están á la vista, porque varíe el estado molecular, lo que le baga también variar de propiedades, como sucede con otros muchos cuerpos. El tartrato bórico-potasio oficinal, preparado con cuatro partes de bi-tartrato de potasa y una de ácido bórico, no siem¬ pre es soluble en dos veces su peso de agua fría, y cuando no lo es, basta disolverlo al calor y evaporarlo convenientemente para que se haga soluble. Las propiedades químicas y físicas de los cuerpos, pueden variar y varían, en efecto, de los isoméricos, mudando ó no el peso de su átomo, así es que bien puede considerarse como isomérica la cistina examinada, con la (pie han dado á conocerlos autores, fijando como propiedad química especial, el ser soluble en el ácido acético, y como propiedad física, la cristalización prismática de que he hablado ya. Esto es, sin duda, más sencillo y natural, que el dar como cuerpo nue¬ vo, el compuesto de que me ocupo, sólo porque ofrece los dos carac¬ teres mencionados, y más cuando es idéntica su íntima composición con la cistina, cuyo origen y propiedades son conocidas de todos. Antes de concluir, debo indicar la utilidad práctica que puede sacarse del examen de las substancias mencionadas v las reflexiones «/ á que da lugar. Sin duda que ni la investigación microscópica, ni la analítica, pueden servir para conocer el asiento y la naturaleza de la enferme¬ dad; mas si se trata solamente de evitar la formación de cálculos urinarios; si se pretende que desaparezca el precipitado que dejan las orinas de los enfermos, de quienes procede esa cistina, y si no hay otro medio de curación conocido, debe administrarse el ácido clor¬ hídrico en agua azucarada, á fin de llenar tres indicaciones á cual más importantes: primera, regularizar la secreción folicular y glan¬ dular del aparato urinario; segunda, cambiar la composición de la orina; y tercera, impedir la precipitación de la cistina. Sin duda que el estado de los enfermos debe arreglar la conducta del médico, y ser¬ vir de mucho para fijar la dosis del medicamento. En cuanto á la parte química, creo útil dar á conocer ese nuevo estado molecular de la cistina, porque prueba, sin duda, que el ácido úrico no sólo puede hallarse libre ó combinado con las bases, sino también presentar, por la modificación que sufre, los caracteres de 117 aquélla, así como la combinación en cristales perfectos, solubles en el ácido acético. ¿Por qué esa rara coincidencia, de que en una misma época se baya obtenido la cistina de las orinas de dos enfermos, siendo tan rara su presencia en ellas? Cuestión es esta que acaso podrán resol¬ ver los profesores que asistan á aquéllos, conformándose, por ahora, en presentar el resultado de mis observaciones. 118 METODO FÁCIL PARA PREPARAR EL VALER1ANATO DE ZINC. (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátrica de México/-'’ Publicado por el Sr. Dr. Don Leopoldo Río de la Loza). El uso que comienza á tener este remedio, obligará á los farma¬ céuticos á prepararlo, y muchos habrá que, careciendo de los autores que tratan de él, tengan que procurárselo del comercio, que puede estar adulterado, como sucede, por lo común, con los medicamentos de algún valor. Los procedimientos indicados en las obras de quími¬ ca son más ó menos complicados, y algunos hay que no carecen de inconvenientes. El que ahora propongo, es, sin duda, más fácil y sen¬ cillo, habiendo tenido ocasión de ensayarlo con buen resultado, aun- que nunca dudé ni habrá quien dude del éxito. Mi método consiste en reducir á polvo grueso la raíz de valeriana del país; dejarla en maceración por 2f horas, con doble de su peso de agua pura; obtener por destilación la mitad deilíquido empleado; saturarlo por el carbonato de cal; filtrar el líquido y descomponer el valerianato por la cantidad precisa de sulfato de zinc muy puro; vol¬ ver á filtrar para separar el sulfato formado; evaporar dos tercios del líquido y repetir la filtración y la evaporación para que cristalice; las aguas madres darán nuevos cristales, que se redisuelven con los primeros para repetir la cristalización, secando después el producto entre hojas de papel de estraza. (No debe hacerse uso de aguas alcalinas para la destilación, por¬ que se pierde una parte del ácido; el sulfato de zinc ferruginoso nltera el producto, y aun usando del puro, jamás debe emplearse en mayor cantidad de la muy precisa para descomponer el valerianato, 119 debiéndose preferir que haya un poco más de éste que de sulfato, para lo cual basta agregar, después de la precipitación, la cantidad necesaria de yalerianato, á fin de descomponer totalmente el sulfato soluble; por último, la segunda filtración, antes de cristalizar la sal, hace que se obtenga enteramente pura, hidratada, soluble, blanca, con el olor característico de la raíz de valeriana, y con el gusto azu¬ carado y estíptico que le es propio, é igual á la que se prepara por el método directo. De paso recomendaré otra modificación económi¬ ca hecha á éste, que consiste en substituir el carbonato de sosa al de potasa que aconsejan los autores. El poco tiempo de que he podido disponer, no me ha permitido señalar los mejores reactivos para asegurarse de la pureza de esta sal; pero sí indicaré que el ácido oxálico y los oxalatos dan abundan¬ tes precipitados blancos, como los valerianatos de cal y de zinc; que el amoníaco no forma precipitado con ninguno de éstos, y que el cia¬ nuro férrico-potásico ó prusiato rojo, apenas enturbia el último. Oreo, por lo dicho, que debe estudiarse con alguna atención, com¬ puestos tan particulares, que acaso serán remedios heroicos, si se ad¬ ministran convenientemente. 120 QUÍMICA— NUEVO PAPEL REACTIVO. (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátrioa de México.” Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). Aunque tenemos en nuestro país muchas materias colorantes vegetales, propias para la preparación de papeles reactivos, se ve, con sentimiento, (pie la mayor parte del (pie se consume en la Re¬ pública, es traído de Europa. Yo lie usado por mucho tiempo los pétalos conocidos en el comercio con el nombre de rosilla ( Cornelina tuberosa), y en adelante me propongo dar la preferencia al teñido con el zumo de zarzamora (Hubus fnu'ticosus), porque creo reúne ventajas sobre la rosilla, la violeta del país (¡Sida triloba), el rába¬ no, etc. El zumo de zarzamora se fija tan fácilmente en el papel sin cola, que basta sumergir éste en un poco de tiempo en el líquido depura¬ do, para tenerlo de color igual, y con la particularidad de que puede secarse al sol, sin que por esto se altere. Así preparado, no sólo sir¬ ve para indicar la presencia de un álcali, sino que puede hacer dis¬ tinguir unos de otros, porque, según parece, la reacción no es una con todas. Con el amoníaco, por ejemplo, es mucho más sensible que con la potasa, la sosa y la cal, y aun el matiz varía con cada uno. Xo obstante, sobre esto no lie hecho todas las experiencias nece¬ sarias por falta de tiempo, y porque hasta ahora puedo decir que ape¬ nas he descubierto la útil aplicación que puede hacerse del zumo de la zarzamora. También creo que esa materia colorante puede servir para dar color al algodón, al cánamo y al linó; así es que, con un poco de 121 estudio, se liará un importante servicio á la industria manufacturera y á la agricultura. Al dar á luz estos apuntes, aun antes de poder presentar el resul¬ tado de mis observaciones, me propongo llamar la atención de los profesores, esperando que contribuirán con sus trabajos, á los ade¬ lantos de nuestra naciente industria. A este fin lie creído conveniente presentar una muestra del pa¬ pel de zarzamora, que aunque no está preparado más que con el zu¬ mo depurado y sin saturar una parte de su ácido, como debe hacerse, es lo bastante para que el que guste pueda ensayarlo, apreciar su uti¬ lidad y aun prepararlo mejor. También debo recomendar el jarabe de zarzamora como uno de los más gratos al paladar, como reactivo, y como uno de tantos sub¬ ácidos, que puede ser útil en algunos casos. 1 122 (Tomado del “Periódico de la Sociedad Filoiátrica de México.” Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza.) Con este nombre se conoce en la República un molúsculo de la clase de los Acéfalos, género primero de la familia de los Ostraseos. No sé que hasta ahora se hayan ocupado los médicos de nuestro país en estudiar estos animales, y conocer sus efectos sobre la economía, lo que creo de algún interés, tanto porque son usados como alimen¬ to, como porque se les atribuye la propiedad de causar niales agudos, que se han considerado por algunos como verdaderos envenenamien¬ tos, y aun se ha fijado la época del año en que determina con más frecuencia esas alteraciones particulares. Nuestras almejas son testáceos de agua dulce, de pequeño tama¬ ño, compuestas en su mayor parte de albúmina, moco y una peque¬ ña cantidad de las sales calizas que forman sus conchas, y son el carbonato y el fosfato de cal. Esta composición tan simple, daría su¬ ficientes garantías para no tener funestos resultados de su empleo, si la experiencia no hubiera demostrado la insuficiencia de las análisis en la investigación de las substancias vegeto-animales. El hecho es que hay personas que no digieren las almejas, y que son ataca¬ das de gastro-enteritis graves, que en algunos casos terminan con la muerte. El pequeño tamaño de estos animales lierinafroditas, el no abun¬ dar en las inmediaciones de esta capital y, sobre todo, lo desabrido de ellos, hace que mas bien se condimenten con otros manjares, como el arroz, que el que formen por sí un platillo especial. Sólo las to- 123 man entre nosotros las personas de la clase inedia y suprema, pues la ínfima, que no en todo tiene depravado el gusto, ve con desprecio un alimento tan poco agradable y proporcional mente costoso. Desde luego llama la atención el que las almejas de nuestro país no determinen la urticaria ni los síntomas de narcotismo, que, según se dice, ocasionan los animales del mismo género que se toman en otros países. Yo á lo menos no lie visto ni sabido de algún caso de esta especie, como tampoco lie observado si tienen la propiedad de endurecerse en el alcohol, de disolverse en el vinagre y de descom¬ ponerse ó cortar la leche, como las de Europa. Para mí, no tienen las almejas el menor atractivo, ni como manjar, ni como analéptico, ni menos creo que los males que ocasionan sean debidos al veneno que se supone abunda en ellas en la época que media del mes de Mayo á Septiembre. Yo es, sin embargo, fuera del caso, hacer estas indicaciones, tan¬ to porque corresponden al plan que me he propuesto seguir, como porque deseo oir las observaciones recogidas por los socios de la con¬ fraternidad médica, para decidir fundadamente sobre las ventajas é inconvenientes que resultan de su empleo. En cuanto á los efectos terapéuticos que se atribuyen á las con¬ chas de las almejas, basta conocer su composición, para inferir que se han recomendado como otros muchos amuletos, sin que en reali¬ dad tengan más propiedades que las comunes á los fosfatos y carbo¬ nates de cal. 124 DROGAS MEDICINALES (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátrica de México.” Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza.) Es muy interesante al módico saber los fraudes que, por lo común, se advierten en las drogas medicinales más usadas, y creo, por tanto, que dando á conocer algunos de los (pie he observado, llamo la aten¬ ción de los dignos miembros de la Sociedad Filoiátrica a un objeto de utilidad práctica. Es preciso advertir que no todos los medica¬ mentos alterados lo son fraudulentamente; un error de doctrina, el hábito ó la poca reflexión, hacen muchas ocasiones que no se despa¬ chen las substancias medicinales, tales como las pide el módico, y como supone que deben ser. La costumbre introducida, de algunos años acá, de preparar solamente los emplastos y los ungüentos, los aceites y los jarabes, es, sin duda, lo que más expone al farmacéutico, lo que hace que se confunda el médico y peligre en muchos casos la salud y la vida del enfermo. Para comenzar á desterrar estos abusos, es preciso señalarlos, y aunque sédo haré mención de algunos en este escrito, por tener que sujetarme á determinado tiempo, procuraré ocuparme del mismo asunto en los turnos venideros, limitándome, por ahora, á hacer simples indicaciones, bastantes para prevenir á los profesores que hagan uso de las substancias siguientes: Codeina. — Pe tres maneras se ocasionan perjuicios al despa¬ charla. 1.0, por hallarse mezclada con morfina; 2.°, por substituirla con esta, y 3.°, por disminuir la dosis prescrita. La mayor parte de 125 la codeína que hay en las oficinas, se halla en el primer caso, y aun¬ que no puede decirse que de esto resulte un grave mal, es, sin duda, muy conveniente cuidar que sea enteramente pura. Los profesores médicos harán bien pidiéndola á las oficinas, sola, para evitar en lo posible el engaño, pudiendo así distinguirla de la morfina, y apre¬ ciar la cantidad, lo que, sin duda, no es fácil, cuando se manda disol¬ ver en las bebidas ó mezclar con otras substancias. Morfina. y sales de morfina. — Sigue usándose el acetato im¬ puro, sobre cuyo abuso he escrito ya: mas hay que señalar otro no menos pernicioso. Cuando se prescribe la morfina é> sus sales en po¬ madas, aceites, etc., se disminuye la dosis para bajar el importe de la receta, á fin de atraer al marchante, seguros los que esto hacen, de la impunidad del fraude. Otro tanto sucede con la veratrina, la estricnina, y en general con los medicamentos valiosos, que también se mezclan torpemente con substancias inactivas, que casija más se reconocen al tomarlas de las droguerías. Lactucario. — Se ha generalizado tanto el uso del extracto de lechucia como sucedáneo del lactucario, que algunos médicos lo lian abandonado como inútil, y otros han aumentado considerablemente la dosis: así es que aun cuando el farmacéutico despachara el veidadeio lactucario, tendría que modificar la dosis, lo que, por lo común, no es conveniente, é) se expondría á causar un mal realmente sin culpa del médico. Menos activo que el opio, el lactucario es narcótico, y por lo mismo, siempre que se use en buen estado, y se tenga de él entera confianza, debe administrarse en cantidades piopoicionadas. Taheño. — Parecerá increíble que siendo tan conocidos hoy los procedimientos económicos para obtener en abundancia este orgánico, sean tan repetidos los casos en que se substituye con ext tos mal preparados, y cuya acción sobre la economía, no puede pararse con la del tanino: mas el hecho es, que lia} boticas en M co, en donde no se tiene presente la baja del precio, m las piopie- dades particulares del ácido, para despacharlo tal como debe ÁCIDO ACETICO. — Si sólo se destinara para uso externo, poco importaría su mayor ó menor concentración, y el que contuviera substancias que alteran su pureza, como sucede con el de c 7 mas el gran consumo que se hace actualmente del acetato de amo¬ níaco, obliga al farmacéutico á desechar el que contiene cobre o algunas salces que se añaden para hacer que parezca mas concentra- 126 do de lo que realmente es. Creo, por lo mismo, que para no expo¬ nerse, debe purificarse por la destilación, aunque se aumente por 3 demas preparaciones hechas con él. Acido bórico. La pureza de este ácido es también de alguna importancia terapéutica, porque son bien conocidas las ventajas del ciemor soluble que lo contiene. El ácido bórico natural , que es el más abundante en el comercio, necesita ser purificado antes de em- plearlo, } la experiencia ensena que es más económico y seguro ob¬ tenerlo de la descomposición del sub-borato de sosa, pues trabajando paia esto tanto como para purificar el natural , se obtiene de mejor calidad. I)e paso advertiré, que no falta quien substituya el crémor soluble con el tártaro soluble , aun cuando esto no se haga de mala fe. Nitrato de plata. — Es muy común usar el fundido, aun cuando se prescriba el cristalizado, fijando poco la atención en la impureza del primero y en sn poca solubilidad. Las substancias me¬ dicinales, cuya dosis debe señalarse escrupulosamente, deben tam¬ bién prepararse con cuidado, pues no es de tan poca importancia el mal que pueden causar aun los remedios del uso externo, pudiendo servir de ejemplo el nitrato de plata. Sulfato de sosa. — En el del comercio se encuentra general- o mente un exceso de base, que no sólo disminuye la propiedad pur¬ gante de esta sal, sino que causa muchas veces inflamaciones gra¬ ves. Además, como el sulfato se florece fácilmente, perdiendo la agua de cristalización, varía la dosis que se pretende dar á los en¬ fermos: estos inconvenientes y su mal sabor, me han decidido á pre¬ ferir el sulfato de magnesia. El procedimiento operatorio que tanto se ha generalizado hoy, y puse en práctica el primero, que consiste en descomponer el sulfato de cal por el carbonato de sosa, exige re¬ petir la cristalización, o cuando menos lavar bien los cristales para privarlos del cloruro de calcio que suelen contener, y aunque en pequeña cantidad, hace variar el efecto del medicamento. Magnesia calcinada. — Se ha exagerado tanto la dificultad de , A se han confundido de tal manera las propiedades medicinales de ésta, con las del carbonato, que lo mis¬ mo es pedir una ú otra. Afortunadamente lian podido apreciar algu¬ nos médicos los buenos efectos de la magnesia bien calcinada, siem¬ pre que han estado satisfechos de su pureza. En las oficinas de algún despacho se conserT a muy bien la magnesia, teniéndola en pomos 127 bien tapados y de mediana capacidad; mas si se nota que hace efer¬ vescencia con los ácidos débiles, debe repetirse la calcinación ó usarla como carbonato de magnesia. / Eter acético. — Aunque es uno de los más usados, rara vez se encuentra en buen estado, aun para usarlo al exterior. Todavía hay algunas oficinas donde se prepara, destilando aguardiente y vinagre común en proporciones iguales: otras, en las que se agrega un poco de ácido sulfúrico, y otras, en fin, que descomponen por el mismo ácido el acetato de plomo, mas en tan pequeña cantidad, que apenas se forma una insignificante de éter. Rarísima vez se cuida de que el producto de la destilación no contenga ácidos libres, lo que nota¬ blemente perjudica al buen efecto del medicamento. La rectificación es una de las operaciones que puede asegurarse que no se acostum¬ bra liacer en México, porque se supone de poca importancia. Es fᬠcil descubrir, por el gusto, cuándo el éter contiene ácido, y por el olor que es característico, el que está bien preparado de la simple mezcla de alcohol y vinagre. Aunque es muv frecuente hallar en el éter sulfúrico del comer¬ cio, mayor ó menor cantidad de agua y de alcohol, esto no perjudi¬ ca, sino porque impide fijar la dosis del medicamento; mas no sucede lo mismo con el éter hidroclórico medicinal, pues además de que casi sólo es alcohol, en la mayor parte de las oficinas se substituye con lo que se llama vulgarmente espíritu de nitro dulce, suponién¬ dose, sin fundamento, que obran de un mismo modo. Para concluir, señalaré otro fraude muy común, aunque parezca insignificante. La mayor parte del jarabe de goma que se gasta en México, no la contiene; y aunque es mucilaginoso el que se vende en lugar de aquél, hay un engaño muy fácil de descubrir, y que debe corregirse, tratando por el alcohol común el jarabe que se pre¬ tende reconocer; queda diáfano si no contiene la goma, y en caso contrario, la precipita, tomando el líquido un aspecto lechoso. NOTA DEL COMPILADOR.— -Felizmente, los fraudes que el Sr. Río de la Loza señala en su tiempo, señan corregido de un modo radical, y, actualmente, estos productos se encuentran puros en las boticas. 128 ^vTZKJTÑrcro. (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátriea de México.” Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza.) Con este nombre se gastan en nuestras boticas las sumidades flo¬ ridas de una planta vivaz por la raíz, de la familia de las cor imbífe¬ ras, de la singenesia poligamia superfina, y del genero Artemisa ó Artemisia. Aunque se encuentran boy más de cien especies de este género, y muchas de ellas posee nuestra República, silvestres y cul¬ tivadas, preferimos como sucedáneo de la A. absintliium , la A. la- cinata , conocida con el nombre vulgar de estafiate. Este se encuen¬ tra en las alturas que rodean el valle de México: la feracidad del terreno lo hace crecer tanto, que casi llega á la altura de un hom¬ bre; sus flores son tan abundantes, que se coge hasta una vara de tallo cubierta toda de espigas. Septiembre y Octubre son los meses en que más abunda; su olor es fuerte, alcanforado y pesistente, de¬ bido al aceite volátil, que contiene en la proporción de 0,008. Este aceite es de un color amarillo claro; su consistencia es como la de los aceites volátiles espesos; se descompone con facilidad, por cuyo motivo debe conservarse en frascos herméticamente cerrados; entra en la composición de algunas preparaciones farmacéuticas de uso externo; pero su mayor consumo lo hacen los vinateros, que lo gas¬ tan con el nombre de esencia de Palancapatli, para hacer la mixtela de estafiate, conocida con el nombre de mixtela de hambre; no sé si esta voz es corrompida de ámbar ó si le llaman así porque es esto¬ macal v determina la hambre. 129 El extracto preparado con este vegetal conserva el aroma de la planta; es de un color pardo negruzco; absorbe la humedad del aire por la potasa, el sulfato y el muriato de potasa que contiene; por esta razón es preferible envolver en un polvo absorbente y no platear las píldoras hechas con él. También está compuesta la planta de una materia azoada muy amarga; de otra resiniforme, que también lo es de clorofila, albúmina, fécula y leñoso. No se deben asociar á esta planta, ni los acetatos de plomo, ni el sulfato de fierro, ni el zinc. No me detengo en referir las innumerables virtudes que posee este vegetal, por ser las mismas que se atribuyen al verdadero ajenjo ó Al. absinthium, á 1 a A . marítima y á 1 a A . pontica; basta recordar que entra en la composición del elixir de Stongliton, y de todos los amar¬ gos, como el visceral y otros; se preparan con él muchos liidrolados, alcoholados, sacaruros, sacarolados, especies antelinínticas, estoma¬ cales, etc.; por último, esta planta puede usarse en lugar de la gen¬ ciana, la centaura, el colombo y las san toninas, acaso con mejor éxito, por encontrarse en ella en más cantidad los principios á que éstas deben sus virtudes, y tener, además, otros muy activos y de una acción decidida sobre la economía. 130 (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátrica de México.” Publicado por el Sr. Dr. Don Leopoldo Río de la Loza). He aquí una cuestión que han resuelto por la afirmativa la ma¬ yor parte de los autores de materia médica, y que, sin embargo, no creo decidida. Permítaseme recordar que cuando los métodos de preparación ofrecen ventajas comerciales, se recomiendan los pro¬ ductos como más eficaces, y muchas veces se encarecen sus virtudes con razones que alucinan, pero que no satisfacen: los médicos, por su parte, prevenidos con las teorías, se deciden á favor de tales drogas; y si hay uno de reputación que asegure el buen efecto del medica¬ mento, repiten muclios su doctrina, y el impetuoso torrente lleva consigo á los más observadores y mejor intencionados. Esto es lo que creo ha sucedido con el mercurio al vapor preco¬ nizado en el siglo actual, acaso por las muchas aplicaciones que se han hecho últimamente de su inmenso poder, aplicaciones muy úti¬ les, sin duda, pero que no deben pasar de ciertos límites. La manera de obrar el mercurio sobre la economía, no es aún bien conocida, de lo qne resulta que los autores no están de acuerdo en sns virtudes y aplicaciones. Los más atribuyen la inconstancia de sus efectos á los diversos métodos preparatorios, olvidando, sin duda, que los conoci¬ mientos actuales son más que suficientes para asegurarse de su com¬ posición, y olvidando también, que su estado de división es el que más influye en los resultados, y que, por lo mismo, debe estudiarse de¬ tenidamente. Xinguno negará que en la dosis en que se administra el proto- cloruro de mercurio como purgante, obra irritando la mucosa gastro- 131 intestinal; que esta irritación es más favorable y debe procurarse en el intestino grueso; que las sustancias insolubles son absorbidas con más facilidad cuando están más divididas; que la absorción del pro- to-cloruro disminuye y aun destruye su propiedad purgante; y en fin, que el mercurio al vapor, está mucho más dividido que el levigado, obtenido por sublimación. ¿Cómo, pues, recomendar el primero, cuan¬ do se necesita mover el vientre? ¿Cómo olvidar que puede ser ab¬ sorbido antes de pasar del estómago, y que aun para evitar esto se aconseja asociarlo á la jalapa ó al acíbar, al nitro ó al azufre? Dos son las razones principales que se han dado para preferir el proto-cloruro al vapor: primera, que está libre de bicloruro y de sub¬ nitrato: segunda, que siendo más dividido obra con más energía. El examen de estos dos puntos liará conocer las ventajas que ofrece el mercurio obtenido por sublimación. Si se supone ignorancia ó mala fe en el despacho ó administra¬ ción del calomelano, sólo debía recomendarse su pureza y no des¬ conceptuar con tan débil argumento un remedio heroico en muchos casos; mas por si, el contrario, se ha creído que en todos los otros métodos de preparación que no sea el de vapor, resulta mezclado con bicloruro, con subnitrato ó con los dos, y se ha creído también que estos compuestos no podían separarse del calomelano, se ha cometi¬ do un error, y por lo mismo, la doctrina que se funda en él es ente¬ ramente falsa. Yo convengo en que el farmacéutico debe cuidar escrupulosa¬ mente que el proto-cloruro no contenga cantidad alguna de bicloru¬ ro, y en que el médico, por su parte, debe también estar satisfecho de ello; mas no puedo convenir en que ofrezca la menor dificultad tal reconocimiento, ni menos en que la presencia de una corta cantidad de subnitrato, perjudique ni contraríe la propiedad purgante del me¬ dicamento. También es de notar que se ha cometido otro error al suponer que hay ó puede haber subnitrato en el mercurio sublimado, cuan¬ do en los métodos generalmente usados no intervienen los compues¬ tos de azoeto, y que aun cuando se prefiera el azotato de mercurio, no se forma ni puede formarse el subnitrato, que es tan común ha¬ llarlo en el proto-cloruro obtenido por precipitación. En cuanto á la presencia del bicloruro en el mercurio sublima¬ do, es un argumento que prueba mucho, y que, por lo mismo, nada 132 prueba. Tanto el mercurio sublimado como el precipitado, y el que se obtiene al vapor, pueden contener y contienen muchas veces soli¬ mán; mas por eso debe recomendarse que se lave cuidadosamente hasta disolver todo el cloruro soluble, cosa muy fácil de saber, tra- tand.o por un álcali las aguas de las lavaduras. Queda, pues, demostrado, que la primera razón de preferencia que dan los autores, carece de todo fundamento, lo que debe atri¬ buirse á que no conocen la práctica de los laboratorios, ni los frau¬ des más comunes de los comerciantes de drogas. La resolución del segundo punto ofrecería algunas dificultades si sólo se fundara en la acción que ejerce el mercurio sobre la eco¬ nomía, y no se atendiera á los hechos observados; afortunadamente, éstos hablan en contra de la doctrina que combato, y aun en cuanto á lo primero, no creo tan difícil, como parece á primera vista, dar una explicación satisfactoria, concediendo, como debe concederse, que cuanto más dividido está el mercurio dulce, obra con mayor energía. La mayor energía del medicamento es útil, cuando se quiere pro¬ ducir la mercurialización, ó lo que es lo mismo, cuando se necesite un remedio que no limite su acción al canal intestinal; mas cuando se pretende que obre sobre éste, como obran los purgantes, es preci¬ so servirse de todos los medios conocidos para impedir la absorción, y uno de esos medios es, sin duda, cuidar que su acción sea local, lo que no se consigue cuando está muy dividido, y mucho menos cuan¬ do está hidratado. Hubo un tiempo en que se creyó que el precipitado blanco tenía la misma composición que el mercurio dulce, y no obstante esta opi¬ nión, habiendo notado los médicos que variaban los efectos de uno y otro compuesto, hoy no se duda que varían también en su compo¬ sición, como creo no debe dudarse que varía la del proto-cloruro sublimado y la del vapor, pues éste contiene agua que no hay en aquél, aun cuando sea en menos cantidad que la que se halla en el precipitado. Bien sé que este argumento supone resuelta otra cuestión quími¬ ca de la mayor importancia, y es: que el agua está en combinación con el mercurio, y no simplemente interpuesta, como aseguran la ma¬ yor parte de los autores. Mas el que haya meditado un poco sobre la teoría de la precipitación, ó haya leído las últimas memorias del recomendable Berzelius, no dudará que, además de los óxidos hidra¬ tados, hay otros compuestos que pueden combinarse con el agua en proporciones definidas. Si es cierto que los cuerpos simples ó compuestos son rápidos cuando son solubles, y que se hacen solubles cuando están hidrata¬ dos, aunque no lo sean antes, no hay duda que el cloruro de mercu¬ rio hidratado es, en parte, soluble, porque es más rápido que el su¬ blimado, como puede convencerse todo el que tenga educado el sentido del gusto. Ese estado de liidratación y la nueva propiedad que ad¬ quiere de disolverse en parte, favorece su acción general, y se opone, por lo mismo, á que obre como purgante. Según esto, creo fuera de duda, que el proto-cloruro al vapor es el más propio para obrar de una manera general, y que esto es lo que debe entenderse cuando se dice que es más activo que el subli¬ mado. Oreo también, que aunque la dosis del medicamento influye notablemente en sus efectos, no es fácil evitar que sea absorbido to¬ tal ó parcialmente, aun cuando esa dosis sea bien calculada; y creo, por último, que el segundo argumento que me ha ocupado, lejos de servir para recomendar el proto-cloruro al vapor, es un fuerte dato para prescribirlo en todos los casos en que sea necesario que obre como purgante. Aunque lo dicho basta para llamar la atención de los prácticos, quiero, antes de concluir, indicar algunas de las ventajas que hacen preferible el proto-cloruro levigado á los que se obtienen por preci¬ pitación ó interviniendo el vapor. De los tres efectos inmediatos comunes á los purgantes: irrita¬ ción, secreción ó flujo de líquidos en el tubo intestinal, y contrac¬ ción ó aumento de su movimiento peristáltico, son más necesarios y útiles los dos últimos que el primero. El mercurio dulce irrita menos cuando sólo obra como purgan¬ te, y como el proto-cloruro al vapor y el precipitado se hallan en condiciones más favorables para ser absorbidos, irritan más, no de¬ terminan abundante el flujo de líquidos, no activan el movimiento peristáltico, y pierden la ventaja que los hace preferibles á los laxan¬ tes, catárticos v drásticos conocidos. En los casos que el proto-cloruro obra como purgante, y, sin embargo, es absorbido, sus efectos son más lentos y determina otro mal, tanto más grave, cuanta mayor es la cantidad que se adminis- 134 tra. Y aunque el proto-cloruro levigado no carece enteramente de estos mconyenientes, pues se lia visto que algunas veces obra como el mercurio al vapor, ni son tan repetidos estos casos, y por lo co¬ mún sólo sucede cuando se administra con demasiada timidez ó cuando no se asocia á la jalapa ú otra substancia que favorezca su acción. De todos modos, el proto-cloruro levigado es más constante en sus efectos que el proto-cloruro al vapor, y el precipitado, sobre todo si se cuida de proporcionarla dosis y de asociarlos á la jalapa, que de todas las substancias que se lian recomendado, es, sin duda, la que favorece el buen efecto del medicamento, sin alterar en nada su composición. He aquí algunos de los fundamentos que me obligan á no adini- tii doctiina de los autores sobre la preferencia que pretende dar al proto-cloruro al vapor, sin exceptuar casos. Pero satisfecho de mis observaciones, deseo que los prácticos publiquen las suyas, que se discuta el punto con la debida imparcialidad, y que, cuando me¬ nos, se lije la atención para reunir datos, que no es difícil falten hoy, porque se ha proscrito en nuestras oficinas de farmacia el mercurio levigado, substituyéndolo con el preparado al vapor. o— 185 3STUEVO ilPIROCZEIDIlVEXIE^TO TARA OBTENER EL PROTO-CLORURO DE MERCURIO. (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátrica de México.” Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Pío de la Loza). La esperanza de yer publicada la Farmacopea Mexicana, .y el deseo de dar á conocer en ella el procedimiento operatorio, inven¬ tado y practicado desde el año de 1818 por mi respetable y querida madre, me obligó á no dar antes á luz este artículo, que al fiu me lie decidido á publicar, en vista de los muchos obstáculos que se oponen á que la Academia de Farmacia realice sus filantrópicos deseos. Sin duda que el procedimiento que me ocupa, ofrece tanto inte¬ rés científico como económico. Ninguno de los autores de química que han llegado á mis manos, hace mención de él, y por lo mismo, no se ha establecido la teoría, ni se han explicado los diversos fenó¬ menos que se presentan en el caso de la operación. Los efectos cons¬ tantes del producto obtenido por este método, y el estar en armonía con nuestras necesidades y con el estado de la industria en nuestra República, lo hacen recomendable á los prácticos, quienes tienen que luchar á cada paso con la falta de utensilios y con la carestía y mala construcción de los que pueden disponer; inconvenientes que, sin duda, no tiene la fórmula adoptada por la Academia de Farmacia y consignada en su precioso libro. 136 El procedimiento mexicano está fundado en la facilidad de com¬ binar el mercurio metálico con el cloro, al estado de gas naciente, y la de fijar las proporciones de los compuestos recomendados en este método. Si se mezclan partes iguales de colpa ó sulfato de fierro, de sal de la tierra ó cloruro de sodio y de azogue, favoreciendo la reacción entre los dos compuestos por una corta cantidad de agua y por la agitación, se nota que hay elevación de temperatura; que el mercu¬ rio se divide, y que la mezcla varía enteramente de aspecto, despren¬ diéndose una pequeña cantidad de cloro. El que queda, que es pre¬ cisamente el necesario para formar el mercurio dulce, entra en com¬ binación con el fierro para formar el p roto-cloruro , mientras el sodio oxidado por el oxígeno del metal, se une al ácido para formar el sulfato de sosa; y uno y otro compuesto retienen en suspensión los glóbulos del mercurio. Esto es lo que sucede, en mi opinión, en la primera época del procedimiento; veamos ahora lo que pasa en la segunda. Puesta la masa en su sublimador á la acción gradual del fuego, hay evaporación de la mayor parte del agua que contenía aquélla, descomposición de una pequeña cantidad de la misma agua, separa¬ ción del cloro combinado al fierro, oxidación de éste, unión del cloro con el mercurio, y volatilización con el nuevo cloruro que cristaliza eií las paredes del matraz, quedando como productos fijos, sulfato de sosa, ó bien óxido ferroso-férrico, ó peróxido, ó una mezcla de este último v de una corta cantidad de sulfures de fierro y de sodio, se- gún que la temperatura ha sido más ó menos elevada y más ó menos sostenida. Pudieran darse otras teorías más satisfactorias á primera vista; pero, en mi opinión, menos probables. En la mezcla del mercurio con las sales y antes de que intervenga el fuego, no hay reacción en¬ tre las substancias, ni tiene otro objeto la operación que el de divi¬ dir el mercurio, para facilitar después su combinación con el cloro, luego que éste se halla libre, á consecuencia de la descomposición por el calor. Mas en esta hipótesis, ¿cómo explicar la elevación no¬ table de temperatura en el momento de la mezcla? ¿Cómo suponer que el metal queda dividido sólo por la agitación? Ademas, si se tra¬ ta por el agua esta mezcla para separar el mercurio, no se obtiene exactamente toda la cantidad que se ha empleado, lo que prueba, sin 137 duda, que hay reacción, confirmándose esta doctrina con el examerl del producto, en el que se encuentra una pequeña cantidad de proto- cloruro de mercurio, formado, sin duda, á expensas del gas que se desprende al disolver én el agua una parte de las sales. También pudiera suponerse que sólo una parte del ácido del sul¬ fato, se combina con la sosa para formar en el primer tiempo de la operación el cloruro de mercurio, ó en otros términos, que no se for¬ ma el cloruro de fierro; mas el heclio contraría esta doctrina, no obstante que está en armonía con las teorías químicas generalmente admitidas. Yo me inclino más á la primera, y convengo desde luego en que es preciso repetir las experiencias para decidir fundadamente esta importante cuestión. Si en lugar de emplear partes iguales de cloruro, de sulfato y azogue, se ponen dos de aquéllas y una de éste, se obtiene el biclo¬ ruro por el mismo procedimiento, lo que prueba la exacta correspon¬ dencia de la primera doctrina con los resultados prácticos. Es inútil advertir, que por el método que recomiendo, se obtiene el proto-cloruro al vapor y el sublimado; pues es bien sabido, que sólo se necesita usar de aparatos propios al fin que se proponga el operador; mas no es inútil dar algunas otras reglas que son indis¬ pensables al buen éxito de la operación. Yo es indiferente emplear el sulfato de fierro, conocido en el co¬ mercio con el nombre de colpa, ó el que se usa más comúnmente con el de caparrosa, pues bailándose éste menos descompuesto que el pri¬ mero, sería necesario variar las proporciones señaladas, á fin de no obtener las más veces bicloruro, y algunas lo que se llama en los la¬ boratorios mercurio azogado. Tampoco es indiferente el estado de sequedad, ó lo que se llama calcinación, porque haciéndola, como se hace, al fuego, éste descompone más ó menos el sulfato, según que es activo ó prolongado. La sal común debe ser decrepitada y redu¬ cida á polvo fino, lo mismo que el sulfato, y al hacer la mezcla con el azogue, se lia de cuidar mucho que la cantidad de agua no sea mayor que la precisa para favorecer la reacción, pues de lo contra¬ rio, se unirían las sales sin dividir el mercurio, y los resultados de la operación no serían los que se desean. En cuanto á las vasijas, es indiferente servirse de las de vidrio ó de barro, con tal que éstas no estén vidriadas interiormente, ni sean porosas. También hay que notar, que debe mantenerse el fuego por 18 128 más tiempo que el recomendado en los métodos ya conocidos. El aumento de combustible es muy pequeño inconveniente, comparado con las notables ventajas prácticas y con la economía de los ácidos, que en nuestro país es tanto más apreciable, cuanto que por una fa¬ talidad para la industria, tienen un precio subido, y lo tendrán mien¬ tras el azufre y el nitro se hallen estancados como están hov. Oreo inútil entraren otros pormenores, comparando los procedi¬ mientos comúnmente usados, con el que lia adoptado la Academia de Farmacia: pocos conocimientos se necesitan para decidir á favor de éste, y aun cuando, por otra parte, no tuviera las ventajas que lie indicado, es necesario conocerlo y examinarlo, porque contribuye á la mejor inteligencia de la teoría química de los compuestos bina¬ rios, teoría que aún no está bastante estudiada, á pesar de lo mucho que se ha escrito sobre la materia, y de los sólidos argumentos de Wilson. 139 ALUMBRADO DE GAS. (Tomado de la “Unión Médica de México,” de 1856. Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). Comenzaré por dar una idea del asunto que me ya á ocupar, su¬ puesto el cambio que sufren las palabras, cuya significación queda muchas yeces confiada al capricho de un ingeniero, ó á la poderosa voluntad de un artesano. La voz que tiene hoy en México una sig¬ nificación tal, que no es ni la científica, ni la falsa de nuestro Dic¬ cionario de la lengua, se aplica impropiamente al aceite volátil de trementina, á la mezcla de éste con el alcohol, ó para corregir el ab¬ surdo, se le llama gas líquido. No trataré en este artículo de ninguno de ellos; sí del producto gaseoso complexo, en el que se hallan el hi¬ drógeno proto y bicarbonado, el óxido de carbono, el ácido carbóni¬ co, la benzina, etc., etc.; de este producto aeriforme que tanto ha ocupado y ocupa á los químicos y á los médicos. ¿Sería conveniente alumbrar la ciudad con este gas? ¿El lugar tomado por los empresarios para establecer los generadores y el de¬ pósito, es adecuado? ¿Los aparatos y construcciones dan suficiente seguridad? He aquí las cuestiones físico-médicas que desea el cuer¬ po municipal queden resueltas, y que tocaré someramente, para que otros profesores de instrucción, con mejores datos y más tiempo, las ilustren cual convienen al bien de la población. Guando recuerdo que desde que Lebon se propuso aprovechar, en 1786, el gas de madera, como medio iluminante, que algunos anos 140 después, Mardocli sustituyó la hulla á la madera, y que más tarde han empleado otros con el mismo fin las resinas, las grasas, etc., etc., aumentando cada Tez los aparatos, dando mayor extensión á los tu¬ bos y multiplicando el número de mecheros, debo presumir, que le¬ jos de ofrecer la práctica inconvenientes graves, por el uso del gas luminoso, ha presentado ventajas, no sólo económicas, sino también higiénicas. Francia, que tanto cuida de la salud pública, cuenta en la actua¬ lidad con ocho fábricas, en las que hay unos ochocientos generado¬ res de capacidad variable, para alimentar ochenta y cinco mil luces en una extensión de más de cuatrocientos mil metros, es decir, como quinientas mil varas. Sabido es que en Inglaterra, en los Estados Unidos y, en general, en las naciones principales, se halla estableci¬ do este sistema de iluminación, sin más accidentes que aquellos co¬ munes á todo lo que está sujeto al descuido ó al abandono. Estos hechos tienen más valor que cuantas teorías pudieran darse. Agre¬ garé, sin embargo, que aun los casos fatales citados por los autores, son, respectivamente, raros, y casi siempre se nota la parte que en ellos ha tenido, sea la ignorancia de los unos ó el abandono de los otros, resultando de todo, que la primera cuestión debe resolverse por la afirmativa. El examen médico de la segunda, tampoco ofrece dificultad has¬ ta ahora. La fábrica comienza á levantarse en uno de los ángulos del terreno de la cindadela, inmediato al paseo de Bucareli, es decir, á extramuros de la ciudad, en lugar que actualmente es de muy poca población, y opuesto á los vientos dominantes. Verdad es que la ma¬ yor parte del año, el paseo es uno de los más frecuentados; que es hoy el tránsito para las poblaciones inmediatas, y que se encuentra en la parte más estrecha de la ciudad; pero tal inconveniente lo será sólo para el empresario, y los otros son inherentes á la mejora. Estos establecimientos pertenecen á los molestos y relativamen¬ te peligrosos; debe, por lo mismo, evitarse el que ocupen el centro de la población; pero no pudiendo quedar demasiado distantes, pa¬ rece que el punto de elección es adecuado. No se entienda, sin embargo, que yo pretenda quitar á la policía la intervención y la vigilancia que debe tener; está en los intereses de la empresa el que no haya pérdidas de gas, y así se evitará la in¬ comodidad del mal olor y los peligros de las detonaciones y de la as- 141 tíxia; mas no obstante ese interés, debe también la autoridad sobre- vigilar á los empresarios, garantizando así al público. Sería una fa¬ talidad que ésta y la empresa se descuidaran, de manera que la atmós¬ fera inmediata á la fábrica, llegara á contener, en un tiempo dado, tal cantidad de gas, que la liiciera notablemente molesta, pues nun¬ ca en esa constante ventilación de la localidad sería peligrosa á los pasajeros. En cuanto á la tercera cuestión, yo no la juzgo del momento para la municipalidad, aunque sí creo que lo es para la comisión nom¬ brada; ésta debe vigilar los trabajos de construcción y de distribu¬ ción, marchando los empresarios de acuerdo con ella, y concillando la economía de los unos con la seguridad del público. Ya que lie tenido que ocuparme de estos puntos, haré una apli¬ cación de esos principios á un aparato establecido hace tiempo: quie¬ ro hablar del que está en la Academia de San Carlos. Colocado el gasómetro de plomo en una pieza techada, con poca ventilación, y casi central á un edificio en el que se encuentran objetos irrepara¬ bles, si fueran destruidos, á el que igualmente concurre cada noche un número considerable de alumnos, tendríamos que lamentar cual¬ quier accidente, no muy remoto si se atiende á las condiciones de organización y construcción. Yo creo es suficiente garantía el que no haya habido un suceso grave; basta que pueda haberlo para procurar evitarlo, y á ello debo excitar á las personas encargadas de tan útil establecimiento, y á la municipalidad, que manifiesta un noble inte¬ rés por el bien público. AZOTURO DE HIDRÓGENO. (Tomado del Periódico de la Academia de Medicina de México. Publicado por el Sr. Dr. Don Leopoldo Río de la Loza). Entre los agentes terapéuticos que nos proporciona la química, es uno de los más útiles el amoníaco líquido ó álcali volátil. El uso que se hace de él, y la experiencia de muchos años, demuestran las ventajas que se obtienen de su empleo como modificador de los co¬ lores, como reactivo ó como medicamento. Los aparatos para ex¬ traerlo se perfeccionan cada día, y los que hoy tenemos presentan bastante comodidad por la cantidad de producto que se puede sacar en cada operación; pero como en las oficinas de farmacia que hay en México no se hace tanto consumo de ese efecto, y como no todos los dueños de ellas pueden gastar ciento ó más pesos que cuestan, me ha parecido útil dar la descripción de los utensilios que componen el aparato económico que acostumbro usar. Las vasijas de vidrio y de barro que emplean algunos para esta operación, se rompen con facilidad, no permiten sacar cantidades pro¬ porcionadas de líquido saturado, y hacen subir el valor del efecto. Las de cobre tienen el inconveniente de que una parte del gas se combina con él y las destruye. Las de fierro son, sin duda, las mejo¬ res; pero su precio elevado y las muchas junturas que tienen que taparse, por ser comúnmente retortas ó cilindros de dos piezas, obli¬ gan á emplear más tiempo en montar el aparato, y son, por lo mis¬ mo, incómodas. El serpentín que tienen algunos de estos, aumenta los inconvenientes, y no hay necesidad de servirse de él, siempre que \ i * ■ ✓ v 143 se pongan en cada operación, de diez á doce libras de mezcla, por¬ que basta la corriente de aire para mantener frío el recipiente, y dis¬ minuir la tensión del gas. En una hornilla ordinaria, pongo en baño de arena el bote de hoja de lata A; el tapón está agujereado para dar paso á la extremidad de los tubos B y O: la otra extremidad del segundo queda sumergida en la poca agua que contiene el frasco Woulf D: el tubo E conduce el gas lavado á la damajuana E, en donde encuentra la agua que debe saturar. Para dar más solidez á la primera vasija, la mando construir de hojas de lata engargoladas, de más de cuarenta y hasta de sesenta libras de capacidad, y pongo en cada operación diez ó quince de mez¬ cla. Algunos autores quieren que se haga con tres partes de cal apa¬ gada (hidrato de cal), y dos de sal amoníaco (Hispana Vi rey); otros piden dos de la primera y una de la segunda (Chevallier, Báchard y Berzelius); pero la experiencia me ha enseñado, que con partes igua¬ les de una y otra, como prescriben Henry, Guibour y Bonchardat, se verifica la descomposición total, y ocupa la masa una tercera par¬ te menos. Tampoco están de acuerdo los autores en la cantidad de agua que se ha de saturar con un tanto dado de hidrocl orato de amo¬ níaco; pero en atención á los usos que tiene el álcali como medica¬ mento, y á los grados que marca el del comercio, se tendrá una den¬ sidad proporcionada, si señala 50° ó 52° del alcoliómetro de G. L. = 20 de O. I)e estos grados salen comunmente, saturando en este aparato, dos partes de agna con tres de mezcla. Los cuerpos extraños que se encuentran en el amoníaco líquido, provienen de la sal, de la cal ó del agua que se satura. La cal de comercio contiene algunas veces aceite empireumático, que comuni¬ ca su olor al producto y lo altera: una parte de la cal pasa con el va¬ por del agua, queda disuelta, se combina con el gas carbónico, y for¬ ma costras que se adhieren á las paredes de las vasijas en que se guarda el álcali: las aguas de México contienen más ó menos canti¬ dad de cuerpos orgánicos que alteran su pureza, y sales que aumen¬ tan su gravedad. Para evitar que el amoníaco sea impuro, y para apreciar con alguna exactitud los grados de saturación que señala, se debe emplear únicamente agua destilada, y lavar el gas como ten¬ go dicho. No se debe echar á la mezcla más que la cantidad de agua muy 144 precisa para formar una masa espesa, porque si fuera en exceso, pa¬ saría por el tubo, lo obstruiría ó llenaría el frasco de Woulf. Ade¬ mas, la agua del bote retiene fuertemente una cantidad de gas que se pierde, porque la temperatura no basta á desprenderlo, y como al hacerse la descomposición de la sal se forma agua, ésta impide que se desoldé la vasija, y mantiene la masa en consistencia proporcio- nada. Puede omitirse en muchos casos el frasco intermedio, siempre que no se quiera tener el gas lavado, y según los usos á que se desti¬ ne el álcali. Entonces el aparato es más sencillo; pero los grados que marca el líquido no son exactos por la presencia de la cal que pasa con el vapor. Hay otras consideraciones que no deben olvidarse al preparar el amoniaco, y aunque son reglas generales que se encuentran en los autores que tratan de la extracción de los gases, me parece muy útil dar un extracto traducido del artículo sobre destilación de Soubei- ran, procurando aplicar sus doctrinas al aparato que represéntala lámina.* Siempre que se trata de extraer un gas (dice el autor), es necesa- lio tener presentes los principios siguientes: 1. ° Todos los gases están dotados de cierta elasticidad ó tensión elástica, en razón de la cual obran sobre las paredes de las vasijas en que están encerrados. 2. ° La tensión de un gas es proporcional á su cantidad, aumenta con la temperatura y disminuye con el enfriamiento. o. La atmósfera pesa sobre todos los cuerpos: su presión es igual al peso de una columna de agua de treinta y dos pies, ó al de una co¬ lumna de mercurio de veintiocho pulgadas ó sesenta y seis centí¬ metros. L Los líquidos transmiten la presión en todos sentidos. Haciéndose la emisión del gas en A, pasará sucesivamente del bote al primer frasco, y de éste á los demás. Al principio de la ope¬ ración, eUíquido estará al nivel en todos los tubos; pero bien pronto se acabará este equilibrio. ¿Por qué causa? ¿Cuáles son los fenóme- nos que resultan? Esto es lo que conviene examinar. Si se desprende una cantidad de gas de la vasija A, aumenta la * Se supone que hay otro frasco de Woulf entre el frasco D y el bote A; y que uno y otro tie¬ nen un tubo recto en la boca de en medio. 145 tensión elástica del aire qne encierra, y por consiguiente, ejerce una presión más fuerte sobre sus paredes y sobre los líquidos de los tubos B y O, que ceden á esta presión; de manera que el líquido se eleva hasta cierto punto en el brazo más alto del primero, y desciende igual cantidad en el segundo, hasta que la presión de la atmósfera de A sea bastante poderosa para deprimir toda la columna del líquido en O. Entonces el gas atraviesa el líquido, y cuando no se disuelve en él, aumenta la tensión elástica de la atmósfera en D. Aquí se manifies- tan fenómenos semejantes á los que acabamos de examinar, á saber: aumento de fuerza elástica, y por consiguiente, presión á la superfi¬ cie del líquido en D, elevación de este líquido en el tubo recto y de¬ presión de él en el tubo E, igual á la elevación en el tubo recto. Si hubiera otros frascos intermedios, sucedería lo mismo que con este; pero en el último, el líquido no sube al tubo recto, porque es- tando abierto el frasco, el gas que recibe se mezcla á la atmósfera, en donde su efecto llega á ser inapreciable, y la presión del aire so¬ bre la superficie del agua es contrabalanceada por la que ésta ejerce igualmente sobre el tubo recto. Así es que este tubo es inútil en el caso que se supone, y sólo se ha puesto para hacer más fácil la expo¬ sición de la teoría. Cuando el gas que se produce en A llega á desprenderse en el úl¬ timo frasco, si se examina el nivel del líquido en los tubos, se ve que es igual al de la agua en el del último frasco E, que está más ele¬ vado en D, que lo estaría aún más si hubiera otro anterior, y en fiiq que su elevación en B es igual á la suma de la elevación en los dos frascos. Examinemos la causa de este fenómeno. El nivel del tubo recto es igual al de la agua; se ha dicho que esto proviene de que la presión del aire se ejerce igualmente y por el interior del tubo sobre la superficie del líquido en el frasco. El líquido sube cierta cantidad en el segundo tubo recto; esto consiste en que la presión del gas es más fuerte en el irasco que la de la atmósfera que pesa sobre el líquido por el tubo recto, porque era igual antes que la operación comenzara . El líquido subi¬ ría más si hubiera otro frasco de Woulf entre éste y el bote A: por¬ que la tensión elástica del gas en este frasco aumentaría por la resis¬ tencia que opone á su salida el líquido del frasco anterior. En efecto, el gas, en el penúltimo frasco, no tiene que vencer otra resistencia que la del líquido contenido en el tubo y la de la atmósfera, mientras 19 146 que para escaparse del primero, es necesario que su tensión sea tan fuerte, que iguale al peso de toda la agua contenida en el tubo C aumentada de la presión de la atmósfera del penúltimo frasco, que’, como hemos visto, es mayor que la del aire. K" fin> 81 la depresión es igual en el tubo en tres ó en S á la su¬ ma de la de los dos tubos rectos, es porque para salir el gas de la vasija - , debe vencer las presiones que ejercen los frascos siguientes. Por tanto, cuando Imy muchos frascos, debe ponerse un tubo en tres muy grande, porque sin esta precaución saldría el gas con más facilidad por este tubo que por el de los frascos. Pero como los tubos en tres son muy incómodos y se quiebran con más facilidad cuando son gran¬ des, se llenan de un líquido más denso que el de los frascos, y enton¬ ces se deprimen menos por una presión igual. Para esto se liace uso del acido sulfúrico, y algunas veces del mercurio. P1 USO mas importante del tubo en tres, es el de impedir la mez¬ cla de los productos. Si no se pusiera este tubo cuando la tensión interior de la atmósfera del bote disminuye por el abatimiento de la temperatura, siendo la presión en el primer frasco la misma, se di¬ rige a la atmósfera de A, obra sobre el líquido del primer frasco y lo hace pasar al bote. Por consiguiente, disminuye la tensión elásti¬ ca del primer frasco, no contrabalancea la del segundo, el líquido de éste pasa á aquél por el tubo que los comunica, y así en todos, hasta el ultimo, del cual pasa por la presión del aire exterior. Pero cuan¬ do liar tubos de seguí idad, á medida que falta la presión en A, el aire comprime el líquido del tubo en tres, lo obliga á pasar al tubo más corto, y bien pronto cae al aparato y restablece el equilibrio. M misino efecto se produce en los otros frascos por los tubos rec¬ tos; pero es necesario que entren muy poco en el líquido, porque si no, sube este por los tubos recurvos antes que el aire obre sobre la columna del líquido que se opone á que entre por el tubo recto. Cuando se quieren disolver gases, y que se opera en grande, se suprime el tubo en S ó en tres, y para evitar la absorción, se coloca entre el primer frasco y la vasija en que se liace el desprendimiento, un frasco intermedio con una pequeña capa de agua. El tubo que paite de aquella vasija penetra en el frasco sin llegar al líquido. Se sume, je en éste un tubo recto de seguridad. Resulta de esta dispo¬ sición, que el gas desprendido pasa á los recipientes, y el tubo recto intermedio deja entrar al aire cuando la tensión elástica disminuye. 147 REMEDIOS INCONSTANTES. (Tomado del Periódico de la Academia de Medicina de México. Publicado por el Sr. Dr. Don Leopoldo Río de la Loza). Son muchas las cansas que contribuyen para que los medicamen¬ tos sean inciertos: unas dependen de la facilidad con que se alteran; otras del método de prepararlos; algunas del lugar que los produce, y muchas de la codicia de los comerciantes. El descrédito de los agen¬ tes farmacéuticos consiste más bien en las modificaciones que reci¬ ben, que en su poca acción sobre la economía; al administrar una de estas substancias, es bastante mal perder el tiempo sin conseguir efecto alguno. México sufre los perjuicios que hace el comercio de la droguería, y los que ocasiona la ignorancia; casi todos los medi¬ camentos enérgicos son valiosos, y los fraudes son, por lo mismo, más frecuentes; el que descansa en la buena fe del vendedor, se ex¬ pone á ser engañado y á perjudicar á los enfermos; la desconfianza es esencial al médico v al farmacéutico: éste no debe recibir un «/ cuerpo sin haberlo ensayado por los medios conocidos; no bastan los sentidos para decidir de la pureza de un remedio, ni lo poco que se sabe, acerca de su modo de obrar, autoriza para ver con despre¬ cio esta parte de farmacología. He señalado en otro artículo una de las causas que contribuyen para que los medicamentos sean infieles, y es la falta de una farmacopea que arregle la práctica de la farma¬ cia; ahora me propongo indicar algunos de los remedios inconstan¬ tes, á fin de llamar la atención, tanto de los profesores que los pres- 148 criben, como de los que están encargados de prepararlos, y evitar, en cuanto se pueda, los males que causan la necesidad, el abuso ó la mala fe. Acidos. — Son pocos los que se usan en estado libre, y. menos los que gozan de propiedades específicas notables, que merezcan conservarse perfectamente puros; pueden reducirse á tres los que se gastan en México, y que exigen cuidados particulares: el nítrico, el liidrociánico y el benzoico. M ácido nítrico fue en una época remedio universal, y, por lo misino, cayo en tal descrédito, que apenas se emplea actualmente; algo b{d de haber contribuido á esto las alteraciones del medica¬ mento; su mezcla con el acido sulfúrico, con el cloro, con el gas nitioso, ^ los grados de concentración, hacen variar su acción sobre la economía: ¿cómo señalar la que determinan los cuerpos inter¬ puestos? Es muy difícil; pero es fácil conocer que disminuyen la cantidad del que se desea administrar; y aunque todos tienen una propiedad común sobre los tejidos orgánicos, también tienen una especial, que no se advierte en otros. Si los ácidos forman, por su unión con los cuerpos inorgánicos, compuestos particulares, y si su contacto sobre la piel determina fenómenos propios á cada uno, es de presumir que, introducidos en la economía, den lugar á cambios diversos, según el agente empleado. Por tanto, se debe procurar el ácido nítrico, constantemente, de 1042 de densidad, sin mezcla de otro, conservarlo bien tapado y fuera del influjo de la luz. El liidrociánico, que se ha recomendado en algunas enferme¬ dades pulmonares y de la piel, y como calmante del sistema ner¬ vioso, dista mucho de corresponder á estas virtudes por la facilidad con que se altera: sólo el contacto de la luz lo descompone en una hora, y es raro que dure útil más de quince días; aun el medicinal, que necesita más tiempo para alterarse, llega á quedar inservible. Los buenos resultados que se lian conseguido con su empleo, depen¬ den más bien de los remedios asociados. Entre los daños ocasionados por la poli farmacia, es uno de los principales el de no poder apre¬ ciar, con la exactitud debida, el efecto de un medicamento. Si estu¬ viera demostrada la acción de este ácido en las enfermedades del pulmón, sería más seguro usar alguna preparación de almendras amaigas, como la agua destilada, con preferencia á la del Laurel ce¬ loso, porque el cianuro de potasio propuesto por Robiquet, como 149 Sticcedáneo del ácido hidrociánico, se altera por sil contacto con el gas carbónico y el oxígeno de la atmósfera. El ácido benzoico medicinal, no debe usarse químicamente puro, porque la substancia volátil, de olor de vainilla, es la que obra como expectorante. Los vapores de pez, el creosoto y demás produc¬ tos empireumáticos empleados en la tisis pulmonar, tienen la ma¬ yor analogía con el aceite volátil que impregna el ácido benzoico sublimado, que, en mi opinión, es el que se lia de preferir. Acetatos. — Se pueden reducir á dos los acetatos inciertos usa¬ dos en farmacia: el de amoníaco y el de morfina; pues no creo que tenga inconveniente la substitución que hacen algunos del acetato de sosa por el de potasa; antes bien, siendo éste delicuescente, debe preferirse el primero, con particularidad cuando se pide en papeles, teniendo cuidado de aumentar la dosis en la proporción de cuarenta por ciento, atendiendo al agua de cristalización que contiene. Al principio del siglo XVII, recomendó Minderero una prepara¬ ción hecha con espíritu de cuerno de ciervo y vinagre fuerte, em¬ pleada por los médicos con el nombre de Espíritu de Minderero , que impropiamente conserva el acetato de amoniaco de nuestras boticas. Aquella sal es tan inconstante en sus efectos, como la que se gasta actualmente; el espíritu de cuerno y el vinagre, empleados entonces, no podían contener siempre igual cantidad de ácido y de base, como no la hay en el vinagre destilado y el amoníaco líquido, que la far¬ macopea española prescribe para hacer esta sal. Por este método sólo marca dos ó tres grados del areómetro, es decir, que en cinco partes no hay realmente más que dos de acetato líquido, sin contar con las substancias extrañas que suele haber en el álcali y el vina¬ gre, que aumentan la densidad. Aa se ve á cuántos errores clínicos puede dar lugar este abuso, no sólo por faltarle al liquido concen¬ tración, sino porque es más íntima la combinación, siendo mayor la fuerza de los componentes. Por esto creo que el mejor procedimien¬ to para hacer el acetato de amoníaco, consiste en usar el carbonato de amoníaco y el ácido acético concentrado, agregando, cuando se lia verificado la saturación, una cantidad de agua destilada suficien¬ te para reducir el líquido á 136 de densidad; pero sea cual fuere el método que se siga para prepararlo, sólo debe usarse el que marque cinco grados del areómetro. Xo sé por qué se gasta más el acetato que el sulfato de morfi- 150 na, teniendo éste algunas ventajas sobre aquél. Las sales cristaliza das son más puras que las evaporadas á la sequedad, v he aquí una de las razones en favor del sulfato; la otra es, que los que sacan este alcaloide, preparan el acetato con el líquido que no da más cristales de morfina; además, el acetato, en contacto con el agua, forma una sa soluble y otra que no lo es; y como, en general, mientras más " 1<1!<3a e8ta una substancia, es más enérgica, debe preferirse el sul¬ fato « las otras sales de morfina. Por mi parte, tengo más confianza en un grano de extracto de opio bien hecho, que en igual o mayor dosis de una sal de morfina. Jarabes.— Casi todos los enérgicos varían en sus efectos por algunas ó por todas las causas señaladas al principio de este artícu- lo; hablare de los más usuales. FA Jarabe de mana se £asta hoy más que todos los jarabes pur¬ gantes, y por desgracia no se encuentra en México preparado de igual modo y con las mismas proporciones y substancias., En algu¬ nas oficinas le echan tan poco, que no puede tenerse como laxante aun para los niños de corta edad. Una onza de maná en una libra de jarabe blanco, no produce efecto alguno; hecho con el cocimiento de sen, resulta un jarabe poliámico, que no está indicado en todos los casos, o no se puede administrar por circunstancias individuales. Si se hace con cantidades proporcionadas de maná, se tiene un buen purgante para los niños, que reúne cuantas ventajas se pueden desear, y más si se asocia con magnesia mexicana, que obra mejor que la inglesa, sin necesidad de agregarle el jabón que usan algu¬ nos, ni de añadirle líquidos que, cuando menos, aumentan las dosis que han de tomar los enfermos. Las fórmulas que conocemos, piden azúcar para hacerlo; pero me parece más útil la miel de abejas, porque abunda en nuestro país, coadyuva á la virtud del medica¬ mento, no se fermenta ni se cristaliza con la facilidad que el jarabe de azúcar, y no tiene los inconvenientes que se han observado en otros lugares, en donde la toman estos insectos del acónito y otras plantas venenosas, que comunican sus propiedades á la miel. Esta es la formula que me parece mejor: si se generaliza, tendremos un remedio constante y útil : Maná en suerte Miel de abejas. 1 libra. 4 libras. 151 Clarifíquese con la suficiente cantidad de agua, para que marque 30° hirviendo, y cuélese, sin dejarla mucho tiempo al fuego. Cada onza de este melito contiene dos dracmas de maná, y con esa can¬ tidad y un dracma de magnesia mexicana, se purga bien á un niño de más de un año. A pesar de que en la farmacopea española, á que nos debemos sujetar, ' se encuentra la fórmula del jarabe de opio, no se prepara en todas partes con arreglo á ella, y es, por lo mismo, un remedio in¬ cierto, aunque, por su energía, debía hacerse con escrupulosidad. La substitución de la tintura tebaica es mala, porque ni obra del mismo modo que el extracto de opio, ni puede regularse, con la exactitud debida, la cantidad que contiene cada onza de jarabe. Es preciso sujetarse á la fórmula de esa farmacopea, para que los pro¬ fesores de medicina encuentren constantemente la misma dosis de opio, y no pidan cantidades indeterminadas para endulzar las bebidas, como sucede hoy. ' «/ El jarabe diacodión debe proscribirse de nuestra materia médi¬ ca, porque las adormideras con que se prepara, no tienen la virtud que se busca en ellas; es mejor substituir el de extracto de opio, usándolo en menos cantidad. El jarabe de ipecacuana es otro de los remedios inciertos, pero que serviría de mucho á la terapéutica, si se preparara con exacti¬ tud. Su inconstancia no sólo depende de la mala fe, sino también de las diversas fórmulas que se encuentran en los autores; del ve¬ hículo empleado para extraer la parte activa del vegetal, y de la clase de raíz que se usa. Siempre que varíen los simples, ha de va¬ riar la energía del medicamento; para evitar este mal, es preciso que todas las oficinas se sujeten á una fórmula, y cuando esto no puede conseguirse, es indispensable que el médico sepa cómo está prepa¬ rado el jarabe, para no exponerse á que falte el remedio, ó á produ¬ cir más efecto del que quería. A o me detendré en analizar las diver¬ sas recetas que se han publicado para hacer este sacarolado; mi objeto es señalarlo como infiel, y estimular á los profesores á que usen el que recomiendan los Sres. Henry y Cfuibourt en su tratado de farmacia. A o sólo es preferible este jarabe, porque se hace con el Ln esa época aún no se publicaba la Farmacopea Mexicana, y debido á su falta, los farmacéuticos de aquella época no tenían una reg’la fija para sus preparaciones. — N. del C. 152 alcohol á 22°, que extrae toda la parte activa de la ipecacuana, por¬ que cada onza representa diez y seis gramos de ésta, y porque no tiene fécula ni grasa, ni el aceite nauseabundo; sino porque se con¬ serva mejor, y aun puede hacerse extemporáneamente, con tres gra¬ nos del extracto y una onza de jarabe simple. Los jarabes de rui¬ barbo, de peonía, de espárrago, de zarza y de liquen, son también inciertos, lo mismo que los melitos de rosas y de cebolla albarrana. El de peonía podía substituirse, con muy buen éxito, por el de con¬ trayerba, preparándolo según esta fórmula: Contrayerba del Parral . 4 onzas. Agua hirviendo. . 1 libra. Déjese en infusión por espacio de cuatro horas, y cuélese con expresión. Se tiene dispuesto un jarabe á 37° hirviendo, hecho con cuatro libras de azúcar blanca, al que se añade el líquido aromáti¬ co, y se cuela. Sería necesario llenar algunos números del periódico, para men¬ cionar todos los remedios inconstantes é inútiles que están en uso; una infinidad de plantas secas que no tienen acción sobre el orga¬ nismo, ó es contrario á la que se les atribuye, como nuestra tila y gordolobo ( OnwphaUum ), y porción de aguas, aceites, ungüentos, etc., que ocupan lugar, para vergüenza nuestra, debían desecharse por inservibles y aun dañosos en algunos casos. ¿Que efecto se puede esperar del agua carbónica oficinal, y demás remedios de esta clase? La ciencia ganaría mucho con una reforma radical, y con que los encargados de la policía médica hicieran un esfuerzo en cumpli¬ miento de sus deberes y en bien de sus semejantes. 153 LIPAROLADO DE ESTRAMONIO. (Tomado del “Periódico de la Academia de Medicina de México.” Publicado por el Sr. Dr. Don Leopoldo Río de la Loza). Entre los muchos ramos de ciencias naturales que deben ocupar al médico, es uno de los principales el conocimiento de las sustan¬ cias medicamentosas que produce el lugar que habita, y el estudio de sus virtudes y modo de obrar en la economía. Este deber, común á todo el que se dedica al arte de curar, es más obligatorio á los hi¬ jos de una nación que deben interesarse, no sólo en los adelantos de la ciencia que profesan, sino también en los progresos del paÍ3 que los vio nacer. Los medicamentos indígenas son preferibles, en igual¬ dad de circunstancias, á los exóticos, por la facilidad que hay en con¬ seguirlos, por tener menos costo, por estar menos expuestos á ser adulterados, y porque, conocida su eficacia, llegan á ser efectos de exportación, dando impulso á la industria y al comercio. La fertilidad de nuestro suelo, las diversas combinaciones de mi¬ nerales, y las numerosas familias de animales que se nos presentan por todas partes, son suficientes para reducir la materia médica al círculo de nuestro territorio, sin extrañar, á la cabecera del enfermo, ningún agente que cure sus dolencias. Purgantes drásticos y laxan¬ tes, sustancias emolientes, anodinas ó narcóticas, tónicos de toda es¬ pecie, finalmente, se puede decir que no hay una clase de medica¬ mento que falte en la República. Muchos pueden usarse como suc- cedáueos de otros exóticos, y acaso con mejor éxito; pero las pocas 20 lo4 observaciones lieclias sobre este punto, y el estudio exclusivo de au¬ tores, que no pueden estar al alcance de todos nuestros productos, liace que se prefieran los que se usan en Europa. A fin de contribuir de algún modo a los adelantos de este ramo, insertaré, cuando me toque el turno, algunos artículos acerca de las virtudes de los reme¬ dios que se usan en México: hablaré de los succedáneos que puedan emplearse, y de los que actualmente se gastan y deben proscribirse por ser dañosos, comenzando por proponer la manteca de estramo¬ nio, que puede sustituir a la pomada de belladona, de que tanto se sirven hoy los profesores de medicina. Desde que Ohaussier observó que la belladona era un remedio eficaz para combatir la rigidez espasmódica del cuello del útero, se generalizó tanto el uso de este vegetal, que acaso se le supusieron más ^ irtudes de las que realmente tiene; se puede asegurar, que el liparolado de belladona es, de todos, el que más se prescribe para cu- íai muchas enfermedades. A o diré que es tan poco eficaz en los ca¬ sos á que se aplica, como lo lia sido el extracto y la tintura de esa planta para preservar de la escarlatina; pero sí puedo asegurar, que la mezcla del último con la manteca, que es la fórmula más común, tiene el defecto de que, al untarse en la piel, forma grumos, que no pueden ser absorbidos, y lastiman al enfermo. Si se calienta antes de servirse de ella, se precipita el extracto, y sólo queda la grasa sin ninguno de los principios medicinales de la planta. Creo, por tanto, que en caso de emplear esta pomada, sería más útil gastar la que se hace cociendo la yerba en la manteca; pero siendo tan abundante en nuestros campos el toloache (Datura /Stramonium ), y no careciendo de las virtudes que se atribuyen á la belladona, debe preferirse á ésta. Las buenas cualidades de un medicamento, dependen de que su preparación sea constante, para que lo sean sus efectos: el estramo¬ nio contiene la daturina en sus semillas y en las hojas; pero como en aquéllas hay más cantidad de esta base alcalina, no es indiferen¬ te hacer la pomada con unas ú otras. Sin embargo, se han consegui¬ do buenos resultados con las hojas aplicadas exteriormente bajo la forma de cataplasmas, en los reumatismos crónicos, en las neuralgias faciales, en algunas enfermedades crónicas del hígado, etc. Se pue¬ de decir que tenemos más experiencia de las virtudes de éstas, que de las semillas, sea por el poco uso que se ha hecho de ellas, ó tal vez 155 porque se ha creído que el aceite que contienen, entorpece la acción de la base orgánica, cuando se ponen á cocer con la grasa. Se pue¬ de preparar la manteca ó liparolado del estramonio, según esta fór¬ mula. Hojas frescas de estramonio, una parte. Semillas de la misma planta, una parte. Manteca lavada, cuatro partes. Macliáquense las hojas y las semillas, y pónganse con la mante¬ ca á un fuego suave, hasta que se consuma la mayor parte de la hu¬ medad, cuélese con expresión y clarifíquese por el reposo. Las plantas frescas son mejores que las secas para esta clase de preparaciones: el toloache es de la familia de las solanáceas, su álca¬ li orgánico tiene casi los mismos caracteres físicos y las mismas pro¬ piedades medicinales que la atropina: la poca diferencia que hay en¬ tre esta y la daturina, hace preferible la última, porque es más solu¬ ble en el agua, muy poco menos soluble en el alcohol y más volátil. Dice Dumas que la atropina, la daturina y la hiosciamina, difieren tan poco entre sí, que acaso, estudiando mejor estas bases, se verá que es una sola. También dice, hablando de su acción sobre la economía, que haciendo la disolución de una pequeña cantidad de daturina, y tocando con ella el ojo, determina la dilatación de la pupila, en tan¬ to grado y de una manera tan persistente, que puede durar hasta ocho días. Si esta es una de las virtudes más principales de la bella¬ dona, si su acción sobre el iris y el cuello del útero, son determina¬ das por un mismo agente, y si la experiencia ha demostrado la eficacia del estramonio en las enfermedades á que se aplican los narcóticos de la misma familia, debe usarse de preferencia á la belladona, y más para uso externo. Es verdad que interiormente se ha de admi¬ nistrar con más prudencia que la belladona, por ser más enérgica; pero ésta no es razón para proscribirla, ni menos para creer que sus preparaciones son remedios infieles y dañosos, como dice Ewards; él mismo asienta, que la acción del estramonio sobre la economía ani¬ mal, es semejante á la de la belladona. Merat cita algunos casos de epilepsia, de convulsiones, etc., curados con esta planta. Yo la he visto usar frecuentemente en algunas enfermedades nerviosas, con buen éxito. Por último, si el estramonio es tan venenoso como dicen algunos, la terapéutica sacará mayores ventajas de su aplicación, 156 porque los venenos han sido, por lo común, las medicinas más útiles, sus efectos son palpables, y sólo necesitan de una mano diestra que los administre, y evitar los malos resultados que sólo el abuso puede ocasionar. 157 ALGUNAS PREPARACIONES FARMACÉUTICAS. EMULSIÓN DE CEEA. (Tomado del “Periódico de la Academia de Medicina de México.” Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). En el ultimo numero de este periódico, se ha recomendado la emulsión preparada con cera blanca, y me lia parecido conveniente llamar la atención de los prácticos, sobre la preferencia que debe darse a esta respecto de la amarilla. Desde luego creo, que siendo muy variables los procedimientos para el blanqueamiento de la cera, hasta el grado de influir algunos en la intensidad de la luz, debe no ser indiferente la acción terapéutica del remedio: fundado en esto, me parece preferible la cera que no lia sufrido preparación alguna, teniendo cuidado de desechar la que está mezclada con pez, que es el fraude más común que se observa en nuestro país. Eu cuanto al procedimiento de Mr. Greisler, se nota en la prác¬ tica no ser el mejor, como ha dicho el Sr. Martínez; la razón es muy sencilla. La cera necesita 68° para mantenerse en fusión: v no es cómodo ni seguro tener á esa temperatura una redoma, para hacer la mezcla a fuerza de sacudimientos. Tampoco es conveniente ser¬ vil se de morteros de cobre, porque son atacados por la cera, aun cuando estén bien limpios, y los de porcelana y de composición, ne¬ cesitan ser calentados por la agua, lo que hace la operación molesta y dilatada. Yo me sirvo, con buen éxito, de una cápsula de porcela- na y mano de lo misino, para liquidar á un calor suave la cera y mezclarse el mucílago, añadiendo después el jarabe y agua. La emul¬ sión así preparada tiene todas las cualidades que se desean, y sin duda que los farmacéuticos de México no encontrarán las dificultades de que se queja Steimbrenner. El Sr. Martínez lia logrado, sin mucho trabajo, hacer la emulsión, sirviéndose de las mismas proporciones que Greisler, pero desechando el procedimiento que éste encarece. Con respecto al uso de la yema de huevo, soy de la misma opi¬ nión que el Sr. Hidalgo: las bebidas hechas con ella, son, por lo co¬ mún, indigestas, y cuando no hay necesidad de usarla, es mejor no aventurarse. Oreo que lejos de resultar algún inconveniente de la adición del aceite de almendras ó el sesamino, es útil el asociarlo, pues fundiendo con él la cera, queda más dividida y su acción es más eficaz. Ácido cítrico. — En estos últimos días he tenido motivo de exa¬ minar este ácido, tomado de varias partes, y me ha llamado la aten¬ ción lo escaso que es en el comercio, y el descaro con que se da el tártrico, que, aun cuando fuera igual en sus propiedades medicina¬ les, no lo es en las físicas y químicas, ni tampoco en su valor; por lo mismo, debe perseguirse el fraude, cuidando escrupulosamente de no recibirlo sin previo análisis. Los farmacéuticos, fiados en la buena fe de los vendedores, se conforman comúnmente con que la sustan¬ cia que compran tenga algunos de los caracteres físicos que le son propios; y más por apatía que por la ignorancia que suponen los dro¬ guistas, reciben efectos de mala calidad, y con las mezclas que la co¬ dicia del negociante hace alguna vez, con perjuicio del público y de la ciencia. tfo me cansaré de repetir que el farmacéutico ha de ser muy des¬ confiado en estos puntos, para evitar, cuando menos, que le hagan pagar por una libra de ácido tártrico, cinco veces su valor real. Sal de Sedlitz. — Hoy se hace algún consumo de esta sal, y á la verdad que su gusto, menos desagradable que el de otros purgan¬ tes, la novedad, los buenos efectos que produce, y el tener propieda¬ des que no se observan en todos los laxantes, la hacen recomendable á los ojos de los prácticos, del vulgo y, sobre todo, de los hipocon¬ dríacos, que tanto abundan en las grandes poblaciones. Sin embar¬ go, no carece de inconvenientes, que es útil evitar. Se encuentran en el comercio dos clases de cajas con el nombre de polvos de Sedlitz, 159 tillasen qtie entra el sulfato de magnesia, bicarbonato de sdsa y ácido tártrico, y otras con estas dos sustancias y el tartrato sódico- potásico, ó sal de Seignette. Esta variedad liace inciertos los efectos del medicamento, y desde luego se nota que la acción purgante de aquéllas, es menor que la de éstas. Las primeras dan por resultado tartrato y sulfato de sosa, sulfato de magnesia y un poco de carbo¬ nato de la misma base, porque, comúnmente, liay un exceso de bi¬ carbonato, respecto del ácido. Las segundas sólo dan tartrato sódico- potásico, menos repugnante al gusto y más á proposito para llenar las indicaciones que se desean ai administrar el medicamento. No es mi ánimo ocuparme en la enumeración de las virtudes que se atribuyen á la sal de Seignette; basta decir, que si una juiciosa observación le niega alguna de esas virtudes, también le concede muchas de grande utilidad en la práctica. Por tanto, creo necesario proscribir la sal de Sedlitz preparada con sulfato de magnesia, ó á lo menos, no despacharla sino cuando el facultativo la pida expresa¬ mente. También me parece que, para estar seguro de la composición y proporciones en que entran las sales, así como de su buena calidad, es preciso que el farmacéutico disponga por sí las cajas, desechando la preocupación vulgar de dar el mérito que no tienen á las drogas cubiertas de adornos, y cuya única recomendación es la de llevar el método escrito en idioma que no todos entienden. Garbanzos supurantes. — Entre las varias fórmulas que reco-, miendan los autores para preparar este tópico, se da la preferencia á la de Wislin, aunque, en mi opinión, hay casos en que se obtienen mayores ventajas de los que se hacen con masas supurantes. Me abstengo de entrar en estos pormenores, porque me lamento, como Erosseau, de la variedad de epispásticos y otros muchos remedios que, sin ventajas positivas, no son más que un lujo de la farmacia. Sólo haré notar, que los garbanzos de Wislin pueden hacerse con los de lirio, y que es mejor usar el alcoholado de torvizco, hecho direc¬ tamente, que la solución del extracto que piden las farmacopeas. Respecto de lo primero, tengo dos razones: una, la mayor facili¬ dad con que se empapa el lirio de la tintura; y otra, que á la vez promueve la supuración y dilata la fuente, porque hincha más que las cuentas de naranja. En cuanto á lo segundo, se advierte que el extracto alcohólico de laureola no se usa entre nosotros, y, por lo mismo, tiene que pre- 160 pararse únicamente para los garbanzos, que después de ese trabajo, se lia de disolver nuevamente el extracto, y que el alcoholado so¬ brante, si no es en cantidad regular, se pierde. Todo esto se evita sirviéndose de la siguiente fórmula: Corteza de torvizco . i parte Alcohol á 36° . i . ••••*•••••• x .. Se divide la corteza por el procedimiento de Coldef, y se deja macerar en el alcohol por ocho días; se recoge el líquido por expre¬ sión y se filtra; se separan las cuentas de lirio, hechas á torno, del hilo que las une, se dejan en el líquido durante tres minutos, se ha¬ cen secar, cuidando de moverlas, para que el barniz quede igual; se repite esta operación cuatro ocasiones y, estando bien secas, se guardan. Es mejor no frotarles para darles lustre, pues esto, lejos de ser útil, tiene inconvenientes. También creo preferible el alcohol á 36°, porque la tintura es más activa que la que se prepara con el de 31°. Mon esta. — Hoy se usa, con el fervor que es común en México, la corteza conocida con ese nombre, y recomendada el año de 1839 en uno de los diarios de química médica, con el pomposo título de nuevo medicamento astringente. Aquí, como en Europa, hay reme¬ dios de moda que, desgraciadamente, se prescriben con furor para dejarlos bien pronto. Sin ir muy lejos, pueden citarse como ejem¬ plos, la cainca y el guaco, el ácido hidrociánico y la codeína, el aceite de croton y otros muchos purgantes drásticos, de fatal recuer¬ do para no pocas familias. La nueva corteza tendrá ó no las virtudes que se le atribuyen; pero es necesario observar sus efectos con especial cuidado, y des¬ echarla como inútil, siempre que su acción sea igual á la de tantas plantas astringentes que produce nuestro feraz terreno. Recuérdese lo que se dijo en otra época de la cuasia amarga, la simarruba y la ipecacuana; recuérdense también las virtudes que la experiencia concede á estos vegetales, y no se olvide el consejo del sabio de Cos: experimentum periculorum. A los prácticos toca dar á estos apuntes el valor que merezcan, y á mí oir las reflexiones que quieran hacer, y que no dudo sean el resultado de sus experiencias. Preparaciones de fierro. — Aunque desde tiempo inmemo- 161 rial se ha usado este metal como medicamento, no se había hecho tan general como en la época actual, en que la química presta ser¬ vicios positivos al arte de curar. Muy poco ha que se administra, con segniidad, como antidoto del arsénico; que se combate con feliz éxito la cloi osis; que se da la debida preferencia á ciertos compues¬ tos medicinales, y que se conocen los cambios que produce en el estado de la sangre. Pero una de las condiciones indispensables es la puieza de los compuestos, sobre lo cual pretendo llamar la aten¬ ción de los profesores, generalizando al mismo tiempo algunas de las doctrinas publicadas últimamente. Pl sulfato de fierro del comercio no debe emplearse en las ofici¬ nas, aun cuando se purifique con las limaduras, pues esta operación no da siempre buen producto ni es más económica. La caparrosa abunda en otros sulfatos, tales como el de cobre, y no es raro hallar alguna que contenga arsénico, en cuyos casos es muy expuesto pre- paiar con ella las aguas minerales de uso interno, las píldoras de Blaud, las sacarinas de allet, los polvos de JVfeuzer y otros muchos compuestos. Tampoco es raro encontrar el sulfato descompuesto- por falta de precaución para conservarlo, y debe tenerse presente, que no es lo mismo administrar el sesqui, el proto ó el peróxido de fierro, porque no todos estos compuestos son igualmente solubles en los lí¬ quidos del estómogo, ni todos determinan iguales efectos. El sulfato ferroso se descompone fácilmente; pero puede conservarse muy bien en alcohol, y debe tomarse esta sencilla precaución para tenerlo bueno. Carromatos de fierro.— La descomposición del sulfato por los carbonatos alcalinos, no siempre presenta las ventajas que se le han señalado; su mayor ó menor acción depende del estado en que se ad¬ ministra y del procedimiento empleado para prepararlo. Con las píl¬ doras de Blaud obtienen unos brillantes resultados, mientras otros lamentan la ineficacia del remedio. El sub-carbonato, por doble des¬ composición, no se conserva en todas circunstancias, v el carbonato de protóxido obra con más energía y prontitud que el peróxido que resulta, lo que se atribuye fundadamente á la solubilidad del prime¬ ro en los líquidos del estómago. Si las dos sales que constituyen las píldoras no son puras, ni se pulverizan separadamente; si se trituran juntas mucho tiempo; si para formar la masa se añade gran cantidad de goma; si la potasa 21 162 está húmeda; si es cáustica y si no se envuelven las píldoras en mi cuerpo inerte, ni se conservan fuera del influjo atmosférico, no co¬ rresponderán los efectos del medicamento. La agua del sulfato es su¬ ficiente para hacer la masa, y si la potasa contiene más, hay necesi¬ dad de mayor cantidad de goma, y las píldoras adquieren una dureza que las hace de difícil solución. Si el álcali es cáustico, no resulta carbonato, sino óxido ferroso, qne por sn contacto con el agua y el aire, pasa fácilmente al estado de óxido férrico; mientras que la po¬ tasa que no ha entrado en combinación con el ácido sulfúrico, reo¬ brando sobre la pequeña cantidad de sub-carbonato ferroso, lo priva del gas carbónico y se sobre-oxida. He aquí una razón para preferir el bi al sub-carbonato de potasa ó al de sosa. Mr. Vallet, al explicar los fenómenos que ha observado en el acto de confeccionar estas píldoras, dice: que ya heclias, continúa la oxida¬ ción lenta del metal, de lo que resulta hidrato de peróxido de fierro y bicarbonato de potasa. Esta opinión, adoptada por Mr. Soubeiran y repetida por otros, no satisface al entendimiento. En primer lugar, hay que advertir, que pasado algún tiempo de hechas las píldoras, no está el fierro hidratado; en segundo, y es lo más notable, que no se tiene en cuenta el ácido de la sal de fierro que formó el sulfato de potasa. Acaso por olvido no se mencionó esta sal; de lo contrario, la teoría no es admisible. La preparación del azafrán de marte exige también estas precau¬ ciones. He poco tiempo á acá, se nota que no es igual el de todas las oficinas, lo que proviene de los diversos procedimientos empleados para obtenerlo. Son tantos los cambios á qne está sujeto el carbona¬ to preparado por doble descomposición, que bastarían para negar al método la preferencia que hoy se le da. Hos cosas se advierten en ese producto: primera, que contiene fierro al estado de peróxido, y segundo, qne muchas ocasiones no hay ni vestigios de carbonato. Si se tratara de administrar éste luego que se ha precipitado y lavado, se daría el medicamento que se desea, con la ventaja de ser un pol¬ vo impalpable; pero después de secarlo al contacto del aire, no es, por lo común, un hidrato ferroso combinado con el gas carbónico, sino un óxido férrico, que no es raro haya perdido todo el ácido. La mayor parte de los autores, aseguran que se da el carbonato férrico, mas no falta quien crea que no hay más que el ferroso, fundando su teoría en qne en la supuesta combinación están juntos el carbonato ferroso 163 y el óxido férrico, como sucede en el procedimiento de que se lia he¬ dió mérito. Ao obstante, con algunas precauciones puede conseguir¬ se que el precipitado contenga, ya seco, una parte de carbonato; pero también hay óxido férrico que disminuye los efectos del medi¬ camento. La preparación del carbonato ferroso por los bicarbonatos alcali¬ nos, da mejor producto que cuando se emplean los carbonatosó sub- cafbonatos, sobre todo, si se pone menor cantidad de la prescrita; pero no está enteramente libre de los inconvenientes indicados. Si se rocían las limaduras y se abandonan al contacto del aire, se con- sigue en poco tiempo un medicamento constante en sus efectos, que aunque no está reducido á un polvo tan sutil como el que resulta de la precipitación, es propio para el objeto á que se destina. Etiope marcial. — Este óxido intermedio no es, entre las prepa¬ raciones de fierro, de las más útiles á la medicina; pero tiene toda¬ vía algún uso y debe proscribirse el que se halla mezclado con car¬ bón. El procedimiento últimamente recomendado por los autores, que consiste en la descomposición por el fuego, de algún producto orgánico en contacto con el fierro dividido, es, sin duda, el más eco¬ nómico, el más pronto y el que da mejor resultado. Puede servirse indistintamente del azúcar ó el vinagre, y conseguir notables venta¬ jas respecto de los antiguos métodos, por la agua y los aceites fijos; pero la azúcar deja mayor cantidad de carbón que el vinagre, loque hace á éste preferible. De todos modos, es preciso lavar el producto para tenerlo puro; pues aunque las materias extrañas no influyen en las propiedades del medicamento, disminuyen la cantidad del que se pretende administrar. En cuanto á los lactatos, acetatos, yoduros, malatos y demás com¬ puestos ferruginosos, recomendados últimamente, no me parecen me¬ jores que los anteriores, sino en los casos en que hay indicación que llenar, aprovechando las propiedades que se atribuyen á los cuerpos negativos, que forman con el fierro una de esas combinaciones. Al¬ gunas, como los lactatos, deben ensayarse antes de administrarlas, pa¬ ra evitar el engaño á que dan lugar la ignorancia ó la mala fe. Jaleas medicinales. — La facilidad con que se alteran las jaleas vegetales y animales, ha obligado, sin duda, á los médicos á usarlas menos de lo que quisieran, pues hasta ahora no se niega la utilidad de esas preparaciones en el tratamiento de algunas enfermedades. 164 También lia cooperado á esto, el abuso, que cada día se extiende mas, prefiriendo productos elegantes á los que son más útiles, pero menos vistosos. La cola de pez, que ocupa en las mesas de los gastrónomos uno de los primeros lugares, ba pasado de los talleres al hornillo del repostero, al brasero del último figón y al aparato evaporatorio del farmacéutico, de donde es conducida, despidiendo el aroma del aza¬ har, hasta el lecho del enfermo. ¿Quién piensa hoy en la jalea de cuernos de ciervo? Disparate; es mucho mejoría de Ichtyocolla, más nutritiva, más blanca, menos repugnante y, sobre todo, los químicos han demostrado que es la jaletina pura, la grenetina sin olor ni sa¬ bor. Pero debe prescribirse con el nombre de jalea animal; este es más conforme con el idioma, y nada importa que la jalea sea de ave ó de cuadrúpedo; todas nutren y no hay que ocuparse de los cuernos ni de la cola. A estas y otras conjeturas ha dado lugar el prurito de reforma y la poca observación. Bien sé que no se debe fiar el trata¬ miento de una enfermedad á sólo el uso de las jaleas; pero no puede negarse la doble ventaja de esta substancia, como alimento y como medicamento. Parece que antiguamente se preferían los cuernos de venados, por carecer de materia grasa; mas como puede aislarse con facilidad de las partes animales, creo indiferente usar de cualquiera, empleando las tendinosas y cartilaginosas de los cuadrúpedos. Para que las jaleas medicinales sean útiles, es preciso cuidar de su prepa¬ ración y, sobre todo, de conservarlas sin que se alteren, lo que es fᬠcil evitar. Se cree generalmente, que tapando bien la vasija que con¬ tiene una jalea, se conserva mejor y dura más sin agriarse y aun corromperse; este es un error que me ha hecho conocer la experien¬ cia y del que podría dar razón, si no tuviera que limitarme á llenar sólo una hoja de este periódico; basta referir el hecho, para que haga la prueba quien quiera desengañarse. Dejando de una misma jalea una parte en cápsula ó taza, al aire libre, y otra en bote tapado, se podrá conservar la primera por mucho tiempo, sin descomponerse, mientras la segunda entra fácilmente en fermentación, á no ser que la temperatura se oponga á esta reacción. Otro tanto puedo decir de las jaleas vegetales, y aun de las jaletinas: un hecho que está áia vis¬ ta de tedos me servirá de prueba. En México es común conservar las jaleas en cajas de madera, que llamamos cajetas, cuyas tapas no ajustan, quedando el dulce al contacto del aire. Sin embargo, antes se azucaran que entrar en fermentación, lo que podrá atribuirse a la cantidad de azúcar, que generalmente es mayor de la que se emplea para las jaleas medicinales. Pero como esas mismas jaleas se alteran guardándolas en vasijas bien tapadas, es de creer que aun cuando el azucai favorezca su conservación, liay también otras condiciones ne- cesaiias y aun indispensables. Una poca más de azúcar que la pres- ciita por los autores, no daña al medicamento, ni destruye sus pro¬ piedades, y siempre es preferible la jalea dulce á la fermentada. Lo mismo digo en cuanto á la consistencia: las jaletinas son más suaves y vistosas que las jaleas; pero estas se conservan mejor, y si alguna vez repugnan al enfermo, es fácil, calentándolas con una poca de agua, darles el punto conveniente. Piltre las jaleas vegetales que se usan en farmacia, la de liquen ocupa el primer lugar. Hay quien asegure que no es una jaletina, sino un mucílago espeso, en lo que no esto} de acuerdo, porque, bien preparada, tiene todos los caracte- íes de la jalea; pero desentendiéndome de esta cuestión de nombre, creo que la adición de la cola del pescado, recomendada por algunos para darle mayor consistencia, facilita su descomposición y da un saboi desagradable, por lo que debe proscribirse, limitándose á con- centiai bien el cocimiento de liquen, á darle buena consistencia v á quitai á la gelatina la poca miel que siempre se separa. Un conclu¬ sión, esta maxima es aplicable á la conservación de los objetos de histoiia natural, á pesar de que se opone á las que dan los autores, quienes pretenden que se guarden aquéllos en estantes bien ajusta¬ dos, paia impedir el contacto del aire, o en capelos que sólo encie- nan una cantidad determinada. He visto muchísimas piezas diseca¬ das } ege tales destruidos por los insectos, y aun en j^erfecta putre¬ facción, por haberse cuidado de seguir ese consejo, tan contrario á lo que enseña la experiencia. 166 SOBRE VEJIGATORIOS. Escrito por el Pfr. de medicina y farmacia, D. Leopoldo Río de la Loza. (Tomado del “Diario del Gobierno,” de 1836). Sin embargo de que con la palabra vejigatorio se designa en te¬ rapéutica toda substancia que, aplicada á la superficie del cuerpo, determina una secreción serosa y forma ampolla, no quiero tratar de todas v cada una de las que se lian empleado y emplean con este fin: sólo me limitaré á hablar de aquellas que más comúnmente se usan entre nosotros, y, con especialidad, del emplasto epispástico ó de can¬ táridas. El euforbio, la corteza de drimis, la semilla de mostaza, y algunas timeleas, que casi siempre se emplean como rubefacientes, sirven en muchos casos de vejigatorios, sea por la acción de otros cuerpos con los que se mezclan, ó por el espacio de tiempo que se mantienen en contacto con la piel, ó, en fin, por la mayor disposición de los indi¬ viduos á quienes se aplican. El euforbio ( eupltorbia offieincilis ) y el mezereon (dwphne me- zereum) se usan poco en materia médica; pero se consumen en la ve¬ terinaria. El primero tiene el inconveniente de ser peligroso su ma¬ nejo, en razón de que es más poderoso ptarmico é) estornutario. Ea corteza de drimis ( drimis Winter ) se gasta bastante en tintura alco¬ hólica, y podría emplearse con muy buen éxito como vejigatoiio, haciendo con su polvo y vinagre, una cataplasma que, puesta en con¬ tacto con la piel, produciría buen efecto. La mostaza ( sinapis nigra ) es, sin duda, de lo que más uso ha¬ cemos como rubefaciente; pero se cree por el vulgo que su acción se aumenta en razón de la fuerza del vinagre; de manera que cuando se quiere que no determine sino una ligera irritación, se manda hacer la cataplasma con vino ó agua, lo que resulta contra la intención que se proponen, pues siendo la agua la que desarrolla más el aceite irri¬ tante de la mostaza, produce mayor efecto que la que se hace con vino ó vinagre. La harina de trigo ó de linaza, que se agrega para hacer sinapismos, lejos de aumentar su actividad, la disminuye, su¬ puesta una cantidad; es decir, que la cataplasma hecha con una onza de mostaza y lo que baste de agua, produce sobre una misma piel y en un tiempo dado, mayor irritación que la hecha con media onza de mostaza, media de harina de trigo ó linaza, v el vinagre suficiente, pues es indudable que, en ésta, la cantidad del cuerpo irritante es menor, y el añadido en nada aumenta su energía. Lo mismo puede decirse de las otras substancias que se acostum¬ bran agregar á los sinapismos: tales como la pimienta, ruda, ajo y otras, pues disminuyendo la cantidad de mostaza, no compensa la que aquéllas contienen de principio rubefaciente, al que se pierda en ésta. La cantaridina ó principio vejigatorio de las cantáridas, no ha correspondido á los deseos de Mr. Robiquet; pues si es cierto que puede producir los efectos que señala este sabio, también lo es que no son tan violentos como se piensa, y que su uso no carece de inconve¬ nientes. El principio volátil de la cantárida, del que está privada la cantaridina, impide mucho que obre con energía. La solución etérea de esta substancia, no me ha surtido efecto, sino después de muchos }r mnJ repetidos toques, en que se gasta más cantaridina que la que habría producido el polvo de cantáridas necesario para formar am¬ polla. Aún hay más: la epidermis de muchos enfermos es tan grue¬ sa, tan insensible á la impresión do los agentes exteriores, que estoy cierto que no alcanzaría un escrúpulo de este principio inmediato para que les hiciera efecto sobre un espacio de dos pulgadas; y aun cuando esta cantidad fuera bastante, no todos podrían gastar en ella. Ninguna de las substancias mencionadas carece de inconvenien¬ tes como epispásticas; por esto preferimos, y con buen éxito, el polvo de cantáridas, mezclado, o con manteca, cera, etc., ó con la levadura, ó con la pez, trementina y aceite; á estas mezclas se les dan los nom¬ bres de pomadas ó ungüentos, cataplasma y emplasto epispástico. 168 Todas pueden producir vejiga; pero no todas en igual espacio de tiem¬ po, ni de un misino modo, y por esto usamos más del emplasto que de la cataplasma, y de ésta más que de la pomada. Ésta se emplea para avivar los cáusticos; pero la facilidad con que se liquida al ca¬ lor del cuerpo, la poca permanencia que tiene sobre una superficie no ulcerada, y el tiempo que tarda en obrar, han obligado á los prác¬ ticos á limitar su uso para sólo aquél objeto. Debo advertir de paso, que en los casos que convenga usar la manteca, debe preferirse la colada, que no lleva consigo el polvo de la cantárida, pues éste se adhiere á las superficies que toca, y produce escoriaciones y ampo¬ llas en muchos puntos, que ocasionan dolores, y de los que se des¬ prende con dificultad. La cataplasma, que vulgarmente se llama cáustico, se usa más que las otras preparaciones, y se hace mezclando el polvo de cantᬠridas con vinagre y poniendo esta masa sobre levadura. Esta prepa¬ ración no es de las mejores, pues presenta desventajas en su aplicación, que no tiene el emplasto, por lo que creo que debe preferirse. La le¬ vadura y la masa hecha con la cantárida, no pueden ser en tan pe- quena cantidad, que no formen una elevación bastante para exten¬ derse á la presión: se extenderá, tanto más, cuanto más prominente, blanda y comprimida esté la cataplasma. El facultativo no puede, en caso alguno, prevenir estos accidentes, ni puede, por consiguien¬ te, limitar exactamente el tamaño: tampoco puede, en muchos casos, fijar el lugar, pues como este cáustico no es un cuerpo glutinoso, que pueda adherirse á la piel, los movimientos del enfermo, un descuido al ponerlo ú otro motivo, lo desvía y no obra por haberse repartido el tiempo en varios puntos, ú obra en todos los que toca, si las cir¬ cunstancias han favorecido; de lo que resulta, ó una vejiga en el lu¬ gar que se desea, pero de mayor extensión, ó varias vejigas en otros puntos, ó ningún efecto, cuyos inconvenientes refluyen, de todos mo¬ dos, en perjuicio del enfermo, y se malogra el tiempo más precioso Estas desventajas no tiene el emplasto de cantáridas: su consis¬ tencia, las substancias que lo componen y el grado de calor del cuer¬ po, influyen mucho para que determine efectos constantes en el lu¬ gar que se quiere y al grado que conviene. Cubierta su superficie en la mayor parte con el polvo de la cantárida, determina una irrita¬ ción igual: el resto de esta superficie, la ocupa la mezcla que envuel¬ ve el polvo, y mantiene el emplasto adherido á la piel, hasta que por 169 el aflujo linfático que determina, se desprende, y desprende, al misino lempo que la humedad, al emplasto que se había adherido á ella. Así es que, formada la ampolla, se separa el emplasto sin trabajo, del mis¬ mo tamaño y figuia que tenía cuando se puso, del mismo lugar y con su propiedad vijigatoria, tan decidida como si no hubiera servido. lista ultima circunstancia recomienda con especialidad su uso pues piopoiciona una economía necesaria en algunos casos, especial¬ mente en los hospitales, en donde, los más días, se hace uso de cáus¬ ticos: ya sean para un mismo individuo ó ya para otros, pueden ser¬ vil os que se quiten, con tal que se tenga cuidado de limpiarlos con un íenzo y no calentarlos cuando se pongan. Oreo á propósito citar, entre otros, un caso reciente, en apoyo de las ventajas que tiene el emplasto sobre el vejigatorio común. h« hoinbie, de más de cincuenta años, que vive en la calle del arque de la Moneda, número ocho, fue atacado de una hemorragia cerebral y, en su consecuencia, quedó hemiplégico; le hice aplicar un vejigatorio, hecho con el emplasto, á la parte posterior del cuello y dispuse que se le curara á las ocho horas: en ese tiempo había for¬ mado ampolla; mas deseando asegurar la revulsión con la irritación de una superficie mayor, ordenó que se limpiara el mismo parche y se e pusiera entre las dos escápulas, de donde, pasadas cuatro horas, se debía quitar y ponerlo, por igual tiempo, en el dorso, lomos, etc. Como dije a. los asistentes que no había de producir ampolla, cuan¬ do quitaron el emplasto y vieron que la había, se propusieron dismi- . 'ernl'"’ Y 1° dejai on la segunda vez sólo dos horas; mas este espacio fue bastante para que se hubiera formado otra, de modo que en catorce horas, tenía el enfermo toda la columna vertebral cubier- a e una vejiga, sin haber hecho uso más que de un cáustico, que aun sirvió para las piernas. Como éste, tengo otros casos, que no me permiten dudar de las ventajas de esta composición, siempre que esté preparada con escrupulosidad, pues en esto consiste el buen resulta- cío y el crédito del medicamento. Hay vanas fórmulas para preparar este emplasto, que no sólo di¬ fieren en cantidades, sino también en los ingredientes. Unos quieren que se amase el emplasto simple, ó diapalma, con el polvo de la can- tanda; y otros, que se haga sobre un emplasto, por mezcla. El pri¬ mero no carece de inconvenientes, y el segundo, que es el que más se usa entre nosotros, se prepara con arreglo á la Farmacopea espa- 170 ñola, que si es buena en cuanto á los ingredientes, no lo es en cuan¬ to á las cantidades, pues queda tan duro, que no puede adherirse á la piel; circunstancia que es indispensable para que obre bien. Se re¬ media este mal, substituyendo trementina, en la misma cantidad, á la pez que pide: de manera que, en lugar de echar para una receta dos onzas de aquella y dos de esta, se deben emplear cuatro de la primera, omitiendo la segunda. El mismo objeto se consigue agre¬ gando media onza más de aceite del que prescribe la fórmula. Así se obtiene un emplasto de buena consistencia, que pega bien á la piel y no se liquida con el calor. No obstante esto, para obtener un buen producto, es necesario otras reglas, que no las observan todos. Se acostumbra por algunos liquidar á fuego fuerte la trementina, la pez y la cera, é inmediatamente que se cuela la mezcla, echan el polvo muy sutil de cantáridas, de lo que resulta que pierde la trementina, por el calor muy fuerte, el aceite volátil que contiene, y, por conse¬ cuencia, aumenta la consistencia del emplasto. El polvo de cantári¬ da también pierde, con este calor, su principio volátil, y estando muy tino, no obra en toda la superficie, como el mediocre. Otros calientan el emplasto para extenderlo sobre la badana, y algunos, aun cuando lo extiendan en frío, agregan, con la mejor in- tención, más polvo á la superficie del emplasto, y hacen que se ad¬ hieran por medio del calor que comunica una brasa que pasean poi encima. Todos estos procedimientos se deben abandonar, para obte¬ ner los efectos que se desean. También es ventajoso el ahorro de tiempo, pues para disponer un par de cáusticos, del tamaño común, se necesitan veinte minutos, y para disponer dos de igual tamaño, no sou necesarios más que diez, es decir, que con éstos se ahorra una mitad del tiempo, muy pieci- so en algunos casos, y que hace preferir éstos á aquéllos. Resulta de todo, que siempre que el emplasto esté preparado se¬ gún hemos dicho, y que el enfermo se halle en circunstancias pro¬ pias para que le obren los vejigatorios, debe preferirse el emplasto epispástico á todos los otros; que la ccuitaridina, ya sea disuelta en éter, ó ya en aceite, no produce su efecto con la violencia que se creyó, y debe, por lo mismo, quedar en el desuso que hoy tiene; que la mostaza obra con mayor actividad mezclada con agua, que con cualquier otro líquido, y que, después de ésta, debe preferiise, como rubefaciente, la corteza de Drimis. 171 VARIEDADES, FALSIFICACIÓN DEL CHOCOLATE (Tomado del “Periódico de la Academia de Medicina de México.’ Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). El chocolate, de que tanto uso se hace en México, especialmente por la clase inedia y la ínfima, no está fuera de los tiros de la codi¬ cia mercantil. Para economizar la canela, sin que falte el aroma, darle buen color y aumentar el peso, lo adulteran con aceites volᬠtiles y fijos, con achote, fierro y otros cuerpos más ó menos nocivos. Por fortuna, no se sabe, hasta ahora, que le mezclen substancias tan dañosas, como las que ha descubierto la análisis, en algunos de los fabricados en París.* Aquí se conforman con agregarle tierras ocrosas, para remedar el matiz de los buenos cacaos; pero la propor¬ ción del fierro no llega á ser tal que perjudique notablemente á la salud. En estos últimos días ha sido denunciado el chocolate de una de las fábricas de la capital; un simple reconocimiento indicó la exis¬ tencia del fierro, mas quería saberse si sería ó no dañoso, y era pre¬ ciso, para eso, determinar la cantidad. La análisis cuantitativa de¬ mostró, que el chocolate denunciado contenía: 0,01 de fierro, ó sean cinco gramos en cada tablilla, de poco menos de una onza de peso. El reconocimiento comparativo descubrió vestigios del mismo me¬ tal en otro chocolate, de cuya pureza se tenía satisfacción, lo que hizo Diarios de química médica, farmacia v toxicolosía. 172 sospechar su presencia en la semilla; inas son tan pocos y tan limi¬ tados los trabajos sobre su composición, que es muy necesario el de¬ dicarse á estas investigaciones, para fijar la de cada especie de ca¬ cao. Entretanto, puede asegurarse, con un autor de nota, que la ex¬ tractiva del cacao, así como la del café, tienen la propiedad de dar un precipitado verde con las sales de fierro, y el tinte azul, con los cianuros dobles. EXAMEN DE UN LÍQUIDO ARROJADO PO{[ VOMITO Cay aderes organolépticos . — Líquido de color moreno rojizo, visto por reflexión; por refracción, se presenta dividido en tres capas: la superior ó inferior, de color moreno, y la media, diáfana, de color amarillo rojizo: algunos cuerpecillos que flotan en él, tienen el as¬ pecto membra-uni forme, y todo abunda en burbujas, iguales álas que ofrecen los esputos. La capa inferior es de consistencia gelatinosa, olor análogo al de la sangre, el que se hace más notable por el calor. Examen microscópico. — Glóbulos pequeños, redondos, de color ro¬ sado, 7 otros mayores é irregulares, sin color: grandes círculos lumi¬ nosos, formados por las burbujas: corpúsculos irregulares. La mayor paite de los glóbulos se disuelven en la agua, y los que quedan pre¬ sentan un cuerpo tembloso. Caracteres químicos. — La agua disuelve, en parte, la membra-uni- forme que contiene el líquido, se enturbia, forma espuma y toma un color rojizo. L1 caloi hace que pierda el líquido el color, y forma un coágulo moreno. La potasa le hace tomar este color, visto el líquido por reflexión, y por refracción, el verde amarillento; disuelve la mayor parte del coágulo y deja un líquido glutinoso. Los ácidos clorhídrico y nítrico, lo decoloran y disuelven en par¬ te el coágulo: el sulfúrico no destruye el color. El hidro-sulfúrico hace que tome el verdoso, y disuelve el coᬠgulo. 174 El éter sulfúrico no cambia el color y lleva el coágulo á la su¬ perficie. En fin, el producto de la incineración, da por el ácido clorhídri¬ co y el liidrocianato ferroso-potásico, un color azulado. Be estos datos puede inferirse que el líquido sometido al reco¬ nocimiento, contiene sangre, moco y, acaso también, pus. Una anᬠlisis comparativa de las tres, mezclados en diversas proporciones, será de grande utilidad para el diagnóstico de algunas enfermedades. lxijie.x iones. Eos caracteres organolépticos son, sin duda, un buen recurso en esta clase de investigaciones, cuando se tiene algún hábi¬ to para comparar los hechos con utilidad; mas es casi imposible pin tai las sensaciones con los coloridos propios. ¿Gomo describir las que dan al olfato la sangre y el pus? ¿Cómo expresar la que distin¬ gue á aquellas, en el acto de la combustión, de este producto anor¬ mal? Hay tanta analogía entre la que desarrollan las substancias 01 ganicas, que es fácil equivocarlas, y más seguro el no atenerse so¬ lamente á los datos que ministran los sentidos. En el reconocimien¬ to de que se trata, hay indicios para creer que el líquido no es sólo sangie, 3 para sospechar de la existencia de algunos de los produc¬ tos de la expectoración. Esto mismo confirman las observaciones microscópicas: sin em¬ bargo, Ivirmer, fundado en la pequeñez de los glóbulos, aseguraría que era sangre arterial; Hewson, que provenía de un animal joven; Bumas, que procedía de otro que no había tomado alimento; Scli- midt, que eran glóbulos sin vida, y no faltaría quien se empeñara en probar que eran de hombre ó de mujer, de buey ó de conejo; todo esto nos parece una exageración de la utilidad del instrumento. El que la agua no disuelva todos los glóbulos, y la analogía de los que quedan, con los de la sangre, hacen sospechar la presencia del pus: esta sospecha se aumenta por los caracteres que ofrece el lí¬ quido, si se trata por el ácido sulfúrico y por la potasa. La espuma que forma, su solubridad, en parte por el álcali cáustico, el aspecto viscoso que presenta, y, sobre todo, el disolverse en el agua por la presencia de la sangre, revelan la existencia de alguna cantidad de moco. A éste, ó á la mezcla de los tres líquidos, se debe, tal vez, el que no aumente la consistencia, por su contacto con el ácido hidro-sulfú- rico, y á que no cambie de color por el éter, ni tome el tinte verde 175 S poi el cloihidrico. Mas la perdida de color del líquido por el calor, y la formación del coágulo, el subir éste con el éter hasta la superfi¬ cie y los matices que presenta con la potasa, son bastantes para ase¬ gurar que contiene sangre. En cuanto á los resultados obtenidos por la incineración, no son satisfactorios. Otra ve z lie indicado la propiedad que tiene el liidrocianato fe- rroso-potásico, de presentar con el ácido sulfúrico débil, el color que da con las sales ferrosas, y con el precipitado azul, si el ácido no es Puro; notaré ahora, que igual cosa sucede con el clorhídrico, lo que hace creer que aquel reactivo no merece tocia la confianza que se pre¬ tende darle, ó, cuando menos, que no se debe fiar sólo en él para las investigaciones médico-legales. M. Orfila asegura que esos ácidos, así como el acético y otros, no ejercen alguna acción á la temperatura ordinaria , sobre el cianuro amar dio; pero que hay descomposición haciendo hervir la mezcla. Es¬ tas experiencias, repetidas á la temperatura ordinaria, demuestran lo contrario; por tanto, creo muy expuesto juzgar de la existencia del fierro por el tinte azul, cuando no se ensaya el precipitado por los medios convenientes. La pureza de los ácidos, del cianuro, del agua, y, mas que todo, el empleo de otros reactivos, son indispensables para decidir fundadamente. En cuanto al líquido analizado, hay que notar, que la persona que lo arroja por vómito, no presenta más que síntomas nerviosos, según me ha indicado el profesor D. M. Jiménez, quien está encar¬ gado de su asistencia. Aunque estos apuntes no los creo de mayor interés para los pro¬ fesores instruidos, acaso servirán, el valor de los reactivos y la uti¬ lidad de esta clase de investigaciones, para el diagnóstico y plan cu- rativo de algunas enfermedades. ¿DEBEN PROSCRIBIRSE LAS MEDIDAS DE CAPACIDAD EN LAS OFICINAS DE FARMACIA? # (Tomado del “Periódico de la Academia de Medicina de México,” y publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). He aquí una cuestión á que ha dado lugar el uso nuevamente introducido en algunas boticas, de servirse de la balanza para el despacho de toda clase de bebidas, fomentaciones, unturas, etc. Aun¬ que nuestras leyes prohíben expresa y terminantemente este abuso, uo pretendo sostenerlas ni criticarlas; quiero analizar el punto, invi¬ tando a los profesores, que no opinen como yo, á que publiquen las lazo lies en que se apoyan. Oreo que la ciencia y el bien de los en¬ fermos, merecen algún sacrificio; por mi parte, estoy resuelto á ha¬ cerlo y confesar mi error, si fuere convencido, ó esforzarme en con¬ testar á los argumentos que se hicieren. Mas si quedare sin respues¬ ta este artículo, lo que no es creíble, tendré derecho para asegurar que ha triunfado mi opinión y que la crítica promovida en los corri¬ llos, lia sido injusta y nada decente. Para iniciar la cuestión, con la claridad y orden debidos, fijaré algunos puntos, que hay que examinar atentamente. 1. ° La infidelidad de las balanzas. 2. La diversa densidad de los líquidos que se despachan en las oficinas. °* ^jas uiuchas substancias que, por lo regular, entran en la com¬ posición de esos líquidos. 177' ® U8° de Seña,ar P°r el ™lun*en la dosis de los medicamentos. La, complicación del despacho y lo inútil de la innovación que pretendo combatir. lis bien sabido que las balanzas de las boticas no son tan exactas 001110 debleran> 7 i™ es mucho más difícil construir y conservar una 1 egnlar balanza, que una buena medida. Comúnmente no se exa¬ minan aquéllas, ni se comparan las pesas, y aun ignoran algunos las reglas que se han de observar al reconocer esos instrumentos: mas quiero suponer que la balanza es muy buena y las pesas exactas, en cuyo caso esta más expuesta á descomponerse, por mil circunstan¬ cias bien conocidas, especialmente por el continuo uso que tiene en as oficinas de regular despacho. Una balanza sensible, puede no ser- O pm so o el peso de la tara, por el menor roce del fiel, la oxidación del metal en el punto de apoyo, el cambio del eje de suspensión, e c., etc., de lo que se infiere que las balanzas pueden engañar, no solo por su mala construcción, sino también por accidentes relativos al uso frecuente que se hace de ellas, al poco cuidado ó al ningún conocimiento de los que las manejan. La diversa densidad de los líquidos, es otro de los inconvenientes graves del uso de las pesas. Los cocimientos, por ejemplo, que se pre¬ paran con substancias compuestas de partes más ó menos solubles, hacen variar el peso específico de los líquidos, de lo que resulta un tam 10 c e volumen. En este caso, el vehículo no debe pesarse antes (e hacer el cocimiento, porque la evaporación disminuye su canti¬ dad: tampoco después, porque ni se puede apreciar la que pierden todos los vegetales usados en farmacia, ni ésta es una con relación a lempo, grado de calor y á la proporción entre el vehículo y la substancia. Supóngase que se prescribe una libra de emulsión de al¬ mendra en cocimiento de yerbas emolientes, que se pesarán doce onzas ( O agua para prepararlo y hacer después la emulsión, ó se pesa el cocimiento ó, en fin, la horchata. Los resultados en los tres casos no son idénticos, y de todos modos se anotarán inconvenien- efe astantes para asegurar que es mejor atenerse al volumen, que a la densidad de los líquidos usados en terapéutica. Si todos los que se piden á las boticas fueran cocimientos de plantas poco activas, aguas inertes, nada importaría la mayor ó me¬ nor exactitud; pero lo común es que sirvan de vehículo á medicamen¬ tos activos, cuya dosis se fija por el volumen. Una libra de agua 2.3 178 simple con jarabe de opio, puede ocasionar males, si no se atiende ala proporción de la bebida. En todas las que entran muchas tinturas, aguas y jarabes en cantidades pequeñas, no pueden pesarse, y aun cuando se procure hacerlo, los resultados serán infieles. Citaré, para notar mejor los inconvenientes, una de las fórmulas que se despa¬ chan con frecuencia. Agua de lechuga . 2 onzas. Agua de azahar . 2 onzas. Almendra amarga . 1 dracina. Jarabe ciánico y de goma, de cada uno . 2 dracmas. Supongamos que se tara la vasija en que debe ir la bebida; que se pesa uno de los líquidos: la adición de los restantes es tan exacta, que no pasa de la cantidad prescripta. Más de una vez sucederá lo contrario, y no es de creer que se repongan estas faltas, perdiendo el tiempo y el trabajo. Si se pesan separadamente las aguas, los jara¬ bes y demás componentes, hay de menos la parte que queda en la va¬ sija, y falta la escrupulosa exactitud que se recomienda al prescribir las medidas. Otro tanto puede decirse en cuanto á los líquidos de uso externo, con más que la densidad de los alcoholados, de los aceites y las aguas medicinales es menos proporcionada y más expues¬ ta á errores, que pueden y deben evitarse, para que los medicamen¬ tos compuestos de muchos líquidos sean fijos en su composición y constantes en sus efectos. En México, es costumbre ordenar en gotas, dedales, cucharadi- tas, cucharadas y pozuelos, los líquidos de uso interno, y se ha cal¬ culado, por datos aproximativos, el ámbito de cada una de esas medi¬ das, tanto que un médico pocas veces se equivoca al distribuir, en determinado número de tomas, el líquido que receta. Al formar este compuesto, lo que menos tiene presente es el peso, y á la verdad que, por mucha que sea su práctica, no siempre tendrá la seguridad que pres¬ ta el volumen, como término fijo é independiente de la densidad. ÍSo es necesario esforzarse para probar que con más facilidad y violencia se mide que se pesa; que la medida simplifica el despacho, y que de esto depende la seguridad del enfermo, la exacta observa¬ ción del médico y el menor trabajo y mayor confianza del farmacéu¬ tico, que no puede por sí despachar todas las recetas. Si se examinan con imparcialidad y buena fe las razones que he 179 indicado; si se atiende á los descuidos que se observan en la prácti¬ ca, y se compara el número de autores respetables que aconsejan el uso de las medidas para el despacho de las fórmulas magistrales, se convendrá en que la innovación que se pretende es inútil y perjudi¬ cial, y eu que no deben proscribirse las medidas de capacidad en las oficinas de farmacia. 180 UN VISTAZO AL LAGO DE TEXCOCO. Su influencia en la salubridad de México. Sus aguas— Procedencia de las sales que contiene. — El Áliuauíli. (Por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). (No sin motivo lia llamado la atención de muchas personas, des¬ de la conquista hasta nuestros días, ese depósito general del Valle de México; pero no obstante esto y los innumerables trabajos emprendi¬ dos, las observaciones recogidas y aun los escritos publicados, aun queda bastante por hacer y por decir; cuestiones hay que no se han examinado cuanto deben serlo, tales como las médicas, las químicas, las agrícolas y otras. I oco, muy poco agregaré, por mi parte, á lo que ya se sabe, y me¬ nos aún á lo que está por conocerse; sin embargo, acaso sea en algo útil este pequeño contingente; si no lo fuere, limitado será el tiem¬ po que piei da el lector, jmes mi objeto sólo se reduce á presentar unas breves indicaciones sobre la naturaleza de las aguas del lago, su influencia en la salubridad de México, la procedencia de las sales que contienen y algunas otras consideraciones que naturalmente dan de sí estos puntos. Comenzaré por decir que no he hallado en el lago unos límites tan regularizados y precisos, como es común verlos marcados en los dibujos, con sus términos perfectos y constantes; la multitud de char¬ cos mas ó menos extensos, más ó menos superficiales, ya aislados, ya comunicados entre sí, ó bien con el gran depósito, por medio de ve¬ nas, estrechas ó amplias, cortas ó prolongadas; los islotes que apare- cen en diversos puntos y los varios canales que allí desaguan, todo contribuye a que no sea fácil fijar, con la debida exactitud, esos lími¬ tes, unís variados aún por las estaciones y por la mayor ó menor abundancia de las lluvias. Así es que, en mi opinión, la forma v di¬ mensiones dadas hasta lioy al lago de Texcoco, únicamente d¿ben estimarse como aproximadas y relativas. La* aguas que recibe directa y exteriormente, no son de la mis¬ ma naturaleza en todos los lugares de esa parte, la más baja del Ya- e, un simple examen basta para persuadirse de esa verdad, conoci¬ da aun por los transeúntes, quienes distinguen dos: una con el nombre e salada y otra de limpia; aquélla, dicen, ocupa la parte occidental, y esta la sur y la oriental. Aseguran que las aguas limpias no sólo provienen de las lluvias directas y de las indirectas de los montes de líente y Sur, asi como de las vertientes de éstos, sino también de salios veneros de agua dulce que se abren en el lago mismo: yo nin¬ guno vi, porque dicen que no son fijos, desapareciendo de unos puñ¬ os pai a derramar en otros. Lo cierto es, que satisfecho de que el iqun o no era igualmente salado, debía elegir un lugar determinado, paia íecoger el agua que pretendía examinar. Yo preferí tomarla como a unas quinientas varas al Y. O. de la cruz, ya porque esta se¬ na! se reputa como el centro de la laguna, y ya porque debe ser la mas concentrada, y al mismo tiempo la más constante en su compo¬ sición, en una época dada. El agua que me ha servido, está tomada a las once del día siete de Octubre último, con la precaución de sus- peiu ei poi algún tiempo el movimiento de los remos y aun el déla canoa, en cnanto fue posible. Más adelante me ocuparé de la natu- ia eza el agua recogida, haciendo desde luego algunas indicaciones con relación á la laguna misma. Ij<> puinero que Hamo mi atención, fue su corta profundidad, pues en los pocos reconocimientos que hice en solo la travesía, la ma¬ yor que encontré fue de 0”, 582, y como á esa fecha no debían darse por terminadas las lluvias, debo presumir que en los meses de Febre¬ ro o arzo, habrá menos agua que en otros años por la misma época. -Natural era examinar las lamas tomadas del fondo del lago; las puntas de los remos me sirvieron á este fin, dándome una arcilla muv plástica, tenue, de un gris azulado al salir, y ya seca, de un color mo- icno cenizo, idéntica en todo a la que aparece en varias capas de los terrenos del Valle, y que ha sido recogida al abrir las fuentes bro- 182 tantes. Tal identidad y, además, el aspecto gelatiniforme ocroso qne tomó el agua de la laguna, al concentrarla para estimar el residuo, me confirmaron con la idea que lie tenido sobre la posibilidad de conocer boy los limites primitivos del lago. En el opúsculo publica¬ do en 1854: está anunciada la existencia de esa materia gelatinifor¬ me, ocupando el sexto orden, en el corte del pozo de Santa Catarina, á la piofundidad de 8 , 97, debiendo notar, que no es el único rum¬ bo en que se lia encontrado: fundado, por una parte, en este lieclio y, poi °ti a, en la identidad de las arcillas, creo seguro que los puntos adonde se descubran tales materias, lian sido lechos bajos del lago, cuyo antiguo limite quedará, en consecuencia, indicado por medio de la sonda. Como en la muy útil memoria que está escribiendo el Sr. D. Ma¬ nuel Orozco, se dan curiosas noticias relativas á diversos productos usados como alimenticios y procedentes del mosco, que tanto abun¬ da en la laguna, así como de varias aves que aparecen desde que co¬ mienza el invierno, procuraré fijar la atención en cuanto se relaciona con esos objetos. Por desgracia, ni la estación, ni los puntos que re¬ corrí, favorecieron mi propósito; algunas agachadizas, conocidas vul¬ garmente con el nombre de agachonas ( scolapax f/allinago ), fueron las únicas aves que se me presentaron en el tránsito: nada encontré del cuculin ó cuculito, y aun el puxi lo vi en cantidad tan pequeña, que no podría ser explotada. Me he persuadido de que este puxi no es otra cosa que las pieles de la larva del mosco, desecho de su trans¬ formación, y que aparece como espuma en la superficie del agua; re¬ cogido, seco, y observado con el microscopio, se presenta bajo la for¬ ma de un saco transparente, de cinco á siete milímetros de longitud, de color amarillento, más ó menos rojizo ó moreno, con las impre¬ siones de seis, siete y hasta ocho anillos bien marcados, indicante todo del tamaño y de la forma de la larva. Aunque de un olor y sa¬ bor repugnantes, para las personas que no han educado su paladar, es un producto bastante azoado, y, por lo mismo, un buen alimento para la clase trabajadora que lo consume. Muy probablemente el puxi ha de abundar en las orillas del lago, opuestas á los vientos dominan¬ tes, que son, por lo común, el de A. y sus derivados. Otro de los productos alimenticios que reconoce el mismo origen, y del cual también se hace mérito en la citada memoria, es el gus¬ toso y curiosísimo ahuautU ; yo diría que es el más interesante, bajo todos aspectos, entre los productos de ese pequeño insecto, habiendo logrado aun el figurar, tanto en la humilde choza del miserable jor¬ nalero, como en las mesas exquisitas de las otras clases sociales. La industria del ahuautli, es verdaderamente curiosa, y á la ver¬ dad que se necesita toda la paciencia, economía y laboriosidad de nuestros pobres indígenas, para sostener y fomentar una empresa, cuyas utilidades distan mucho de la compensación debida á tan mo¬ lestos trabajos. Los que se ocupan en ellos, tienen que comenzarlos fijando los límites de la parte del lago que pueden ó quieren explo¬ tar, lo cual hacen clavando estacas de trecho en trecho, ó simple¬ mente ramas en el fondo del lago: tienen después que formar haces de tule (Cyperus), y que fijarlos también, colocándolos en hileras, con una parte fuera del agua: más tarde, recogen esos haces, los tien¬ den en los islotes para que sequen, los sacuden, á fin de separar los huevecillos adheridos al tule, los limpian de las basuras y demás cuerpos extraños, y tienen, por último, que solicitar la venta de su cosecha, al ínfimo precio de medio real ó á menos el cuartillo. Para juzgar mejor de este trabajo, y, sobre todo, para calcular el inmenso número de moscos que hay en la laguna, es conveniente saber que el cuartillo de huevecillos, que equivale á poco menos de dos libras, solo pesa trescientos setenta y seis gramos, pero contiene muy cerca de siete millones de cascarones, pues no son en realidad huevos; yo, á lo menos, no he llegado á encontrar uno solo lleno, no obstante haberlo procurado. Cien partes de ahuautli han dado: Materia animal . gg Sales . 14 = 100 Era de presumir, según lo dicho, que el ahuautli fuera entera¬ mente insípido, mas el hecho es contrario á esta presunción, porque una gran mayoría le encuentra un gusto agradable. Piré, por últi¬ mo, en confirmación del inmenso número de moscos que hay en el lago y de su extraordinaria fecundidad, que así como no hay exage¬ ración al decir que el ahuautli se consume en cargas, tampoco la hay en asegurar que ese pequeño animal se recoge separadamente en la abundancia, y que sirve de alimento principal á los pájaros domés¬ ticos. Al atravesar la laguna, se percibe un olor pantanoso tan marca- 184 do que naturalmente ocurren algunas reflexiones. ¿Hasta qué punto 111 mra ese aire Ylolado en líl insalubridad de México? ¿La constitu ción médica (le la ciudad empeora á proporción que pasan más años? Cuando recuerdo que la parte NE. y SE. ha sufrido más por las epi¬ demias que la opuesta de la ciudad; que no pocas, aun han comen- nado por algunos de los rumbos comprendidos entre esos vientos; que las enfermedades estacionales, y aun las comunes, son menos fre¬ cuentes o menos graves, en el espacio comprendido de NO. á SO.; que una mayoría de los leprosos ó lazarinos vienen al hospital de las pequeñas y cercanas poblaciones del SE.; cuando se comparan, en hn, los datos parroquiales, como complemento de esas observacio¬ nes, parece que hay fundamento para creer que el lago de Texcoco, sus canales y vasos de agua ó potreros comunicantes, tienen una par¬ te muy principal en la mayor insalubridad de algunos de los rum¬ bos de la ciudad, y como consecuencia, en la de la población toda, con especialidad por las enfermedades contagiosas que fácilmente se extienden a todo el A alie. Los que conocieron antes de 1813 y 1814 los poblados barrios de San Pablo, ¡a Palma, y más principalmente los de San Sebastián y Pepito, y comparan lo qne son hoy, no pue¬ den desconocer lo dicho antes, á saber: la influencia perniciosa muy probable del lago de Texcoco y de sus partes comunicantes. Has sin ir tan atrás, ¿qué sucedió en el cólera morbo en 1833; en las varias epidemias de escarlatina, enfermedad tan rara antes en Mé¬ xico, principalmente bajo las variadas formas malignas; en la viruela confluente, antes reputada como periódica, y en tantas otras epide¬ mias, menos graves, si se quiere, mas no por eso menos molestas y siempre significativas? Creo bastantes los hechos citados para juz¬ gar sobre la primera cuestión; pasaré á la segunda, acaso de más di¬ fícil resolución, pero por lo misino de mayor interés, tanto médico como gubernativo. I no de los más útiles servicios que presta la estadística, es el re¬ lativo a la salubridad de las localidades: sin buenos datos, los juicios que se formen, no pueden pasar de conjeturales, y como, por desgra¬ cia, carecemos de tales datos, la apreciación que' paso á hacer, sólo descansa en recuerdos comparativos. La frecuencia y funestos estra¬ gos de esa escarlatina maligna que he mencionado, la más sostenida de las fiebres tifoideas, de las catarrales agudas, las eruptivas, etc., hace presumir que la insalubridad de México ha estado y está en ra- lí-5 zón directa del tiempo transcurrido. Pudiera contrariarse esta propo¬ sición, señalando como causas el mayor movimiento de la población, e cambio en los usos y costumbres, con particularidad en cnanto al legimen alimenticio, el malestar de los ánimos en tantos años de nuestras punibles locuras, la miseria y otras análogas; no obstante, sin negar a estas causas la parte que pueden tener en algunos casos es de presumir que influye más lo descampado de la parte correspon- Uiente al lago de Texcoco, su azogamiento progresivo, la multitud de deposites superficiales de agua, y en consecuencia, la muy exten¬ sa superficie de descomposición y de desecación periódica. Dado á conocer, aunque muy someramente, el juicio que be for¬ ma o con relación á las influencias insanas del lago, parece necesa¬ rio escogí ,ar y proponer algunos medios adecuados y posibles, para quitar, o a lo menos disminuir, los males que originan esos padras- tros de la capital. Dos son los que estimo realizables: uno consiste en la multipli¬ cación y en el establecimiento de arbolados en la parte descubierta e la ciudad; y el otro, en la regularidad y limitación del lago, pero e manera que fuera disminuida la superficie de descomposición, stana por demas el repetirlo que es tan sabido con respecto á influencia saludable de los vegetales, así como la que ejercen me- cárneamente las arboledas con relación á los vientos; de ahí es que, pi escindiendo de tales consideraciones, examinaré los inconvenien¬ tes que pudieran suponerse para el logro de esos plantíos. El prime¬ ro y acaso el principal, se haría consistir en la naturaleza de los te- renos porque siendo salitrosos, tequezquitosos y en general salinos «on enteramente estériles. Tal dificultad no es, á mi juicio, invenci- ’ “ír T®h°® m6dÍOS Para «unque con más ó menos costo. I,no sena la elección de los lugares, otro el de los vegetales, y en ultimo caso la artificial de la tierra de plantación. ISo siendo, como no es, indispensable, que las filas ó hileras de arboles queden en puntos precisos, con relación á las distancias del ago, es claro que pueden elegirse los más adecuados, sean quienes fueren los dueños de los terrenos que se han de plantar; v como de >s limites actuales de la laguna, á la parte KE., E. y SE. de la ciu- ad hay mas de una legua, se tiene suficiente espacio para elegir los puntos que nías convengan. Con respecto alas especies de árboles, creo que son bien conocidas 24 186 las buenas condiciones climatológicas del Valle, que tanto favorecen al desarrollo de varios sauces y aun de álamos; aquéllos, con especiali¬ dad, reúnen cuantas ventajas pudieran desearse: su abundancia hace que cuesten muy poco; la facilidad con que se multiplican por esta¬ cas, asegura el éxito; la rapidez eu su crecimiento, el vivir bien en los lugares húmedos y aun pantanosos, su forma, ya elevada y esbel¬ ta como el Salix pira m ida lis, ó ya copada como el 8. Bomplandia et Babilónica Populos alba et migra , todo contribuye á la pronta reali¬ zación de un proyecto tan necesario y útil, alejando los inconvenien¬ tes que en efecto tendrían otros vegetales extraños á la gran familia de las amentáceas. Mas supóngase que, no obstante lo dicho, la naturaleza del terre¬ no se opone á la vegetación; ¿es acaso un obstáculo invencible con¬ tra el cual la industria agrícola tenga medios que oponer? Vi se ha¬ ga gran mérito del excesivo costo, porque la salubridad de la pri¬ mera y principal ciudad de México, bien merece aun mayores ero¬ gaciones. Por último, el segundo de los medios que paso á indicar, íaA orece la realización del primero. ItíSte segundo consiste en la limitación regularizada del períine- ti° ^a»°* i11(licare los fundamentos que apoyan tal pensamiento. Habiendo actualmente un espacio muy considerable entre la ca¬ pital a el lago, cuyo nivel difiere poco de las orillas de éste, estima¬ das en tiempo de secas así, como de los terrenos intermedios, quedan éstos cubiertos por las aguas en la estación de las lluvias, ya por la poca profundidad del gran vaso, que es la causa principal, y ya por la confluencia que debe estimarse como general y de tiempo limita¬ do. Por otra parte, varios potreros que sirven como depósitos tempo- íales, no hallando expeditos los canales de desagüe, ni siendo bástan¬ le paia la corriente su diferencia de nivel, aumentan igualmente la supeificie de evaporación y de descomposición, á la de los terrenos inmediatos al lago. Al terminar las lluvias, esa evaporación es ge- neial, activa y de una vasta superficie; las aguas siguen los puntos declives, los terrenos ocupados por ellas se desecan, los animales y los vegetales mueren y entran en descomposición; con más, las ina- tenas orgánicas llevadas de la ciudad á la laguna durante el año y en una cantidad fabulosa. Entonces es cuando más se nota ese olor palustre, cuando más se desarrollan las fiebres catarrales, las intermi¬ tentes, etc.; cuando la constitución médica, en fin, cambia notable- 187 mente, con perjuicio de los habitantes del Valle. Disminuir cuanto más se pueda la superficie de evaporación, profundizando con regu¬ laridad una parte de ella, es el medio que juzgo adecuado para ale- jar en lo posible los inales indicados, favoreciendo al misino tiempo p ,t;'° COn la lnay°r capacidad del gran depósito v aun acaso lle¬ gando a convertir en laborables algunos de los terrenos que actual¬ mente son estériles. Me parece que estas indicaciones no necesitan explanación: podrá el buen juicio médico dudar, conceder ó negar SU u 1 1 ad; pero aun en este último supuesto, y por mucho que se exagere el gasto, no podiendo negarse que, cuando menos, es una me¬ jora material, parece lógico asegurar que debe emprenderse la obra, a ochenta gramos por individuo, siendo 46o, 82o los habitantes del Valle, resultan 37,265-840 gramos de sosa, cuya cantidad, agregada á la anterior, procedente de los animales,’ da un total anual en kilogramos, de 1.397,469. Para mayor seguridad en cuanto á este cálculo, be tomado in- 01 mes de buena fuente, á fin de conocer la cantidad de jabón que ' i 192 comunmente se fabrica cada año en la ciudad, y resultando como mínimo 138,500 arrobas, ó sean 1.593,581 kilogramos, he supuesto que sólo una mitad es consumida en el Talle, á saber: 79,6795 kilo¬ gramos, que dividido por el número de habitantes, resulta corres¬ ponder á cada uno, lk710, es decir, más que lo supuesto antes: creo, por lo mismo, que nada hay exagerado en aquel cálculo. Debe tenerse presente, que no hago mérito de la sosa, ni del clo¬ ro procedente de las orinas de los bípedos y de los cuadrúpedos, ni de los vegetales, de las aguas, y de innumerables desechos, que con¬ teniendo esas substancias, llegan definitivamente al lago; no siendo exagerado estimarlas en una mitad de aquella suma: quiero, al con¬ trario, que ésta se rebaje á la mitad, á un tercio aún, y siempre se tendrá conocido el origen de esas sales y demostrado al mismo tiem¬ po, que hay una admirable circulación salina, acompañada de una serie no interrumpida de reacciones tan curiosas y variadas, que la imaginación se pierde en contemplarlas. Sin hacer méritos de los fel¬ despatos ni de los bancos de sal gema, y sin forzar en nada la ima¬ ginación con sólo teorías, se tiene, según creo, explicado satisfacto¬ riamente el hecho de que hayan transcurrido siglos sin haberse ago¬ tado esas dos sales tan importantes y útiles, diré mejor, tan necesa¬ rias á la mayor parte de las industrias, á las plantas, á los animales, y, sobre todo, á la salud y á la vida del hombre. De todo lo expuesto, es fácil inferir: l.° Que el lago de Texcoco es un depósito de grande importan¬ cia para México, ya se considere bajo el punto de vista hidráulico, ya industrial, ó ya módico. Que es una fuente inagotable de productos, tanto salinos como alimenticios. 3.° Que ejerce una influencia marcada y muy poderosa en la in¬ salubridad del Talle. f.° Que la ciencia tiene medios para evitar ó, cuando menos, dis¬ minuir esa influencia. K o y último. Que su misma importancia exige que sea atendido convenientemente, y no continúe abandonado como hasta aquí 193 AGUAS POTABLES DE MÉXICO - . ' ' X Informe presentado por la Comisión de Ciencias auxiliares á la Sociedad Mexicana de Hisíoria Nafural. (Por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza). La Comisión encargada de los trabajos analíticos promovidos por el Si. Mendoza, relativos al agua potable, conocida en esta capital con el nombre de agua delgada, tiene el honor de poner en conoci¬ miento de la Sociedad, los resultados de sus investigaciones, los pro¬ cedimientos que ha preferido, y el juicio que ha formado con refe¬ rencia á una cuestión de notorio interés, no sólo para los habitantes de la capital, sino también parados de todas las poblaciones que con¬ sumen esa agua y la hacen conducir por cañerías de plomo. Y r,o es este el único servicio que prestará al público y á las autoridades la Sociedad de Historia natural, al ocuparse del asunto, supuesto que la cuestión tiene una importancia general: ella ha sido y es cada día más y más estudiada, pues el uso de las cañerías de plomo, no está limitado al Distrito de México y á la Kepública mexicana: se ex¬ tiende a innumerables países, en muchos de los cuales se hace uso de aguas potables, cuya composición es más ó menos análoga á la que aquí se consume. El estudio de las cuestiones de este género, es, por otra parte, de un interés científico general. Se observa, además, que no obstante los diversos trabajos empren¬ didos, de tiempos muy atrás, por muchos de los químicos de más nota, en los diversos países del globo, los modernos no dan por concluidos 25 194 I los relativos á la acción qne puedan tener las aguas potables, va seati conducidas por cañerías de plomo, ó bien depositadas en vasijas cu¬ biertas en su interior con láminas de este metal. En confirmación de ello, bastará recordar á la Sociedad, que la disposición que tomó para que los comisionados que suscriben se ocuparan del asunto, fue promovido con motivo de que el Sr. Mendoza puso en conocimiento de esta Sociedad, que había leído en la Química analítica de Mus- pratt, publicada, en 1805, que las agitas amoniacales , y principalmen¬ te las que contienen azótalo de amoníaco, disuelven el plomo, aun cuan¬ do aquéllas contengan sulfato y bicarbonato de cal. Tal observación despertó en dicho señor el deseo de reconocer si en el agua delgada existían algunas sales amoniacales, y si, en efecto, se hallaba disuelto alguno de los compuestos plumbíferos. La socie¬ dad no sólo comprendió la importancia de la cuestión; juzgó, sin duda, desde luego, que era un obligatorio deber suyo, el llamar la atención de las autoridades y del público, para lo cual necesitaba la plena prueba, que solamente podían ministrar los escrupulosos trabajos ana¬ líticos, convenientemente repetidos. He aquí la necesidad de nom¬ brar una comisión que se encargara de ellos, en unión del socio que promovió el asunto. Y como, por otra parte, el que esto escribe ha¬ bía tenido, hace muchos años, que hacer un estudio práctico relativo á las mismas indagaciones, y no creía difícil, por varias razones, que hoy pudiera demostrarse la existencia de algún compuesto de aquel nocivo metal, no obstante el no haberlo descubierto en aquella épo¬ ca, era preciso repetir los trabajos, supuesto que los notorios adelan¬ tamientos de las doctrinas químicas, la mejora de los procedimientos analíticos, el aumento de nuevos reactivos, y, sobre todo, la mayor 4 perfección de los instrumentos, utensilios y aparatos, han elevado á esta clase de investigaciones á un grado de perfección tal, que por ella han sido borrados, en estos últimos años, algunos de los cuer¬ pos que, hace muy poco, figuraban en la lista de los simples; han sido descubiertos otros y se ha precisado con mayor seguridad la verdadera naturaleza de diversos compuestos. Ya d a extraño sería, como se lia dicho, que hoy fuera apreciada la existencia de un cuer¬ po que, entonces, no fue posible el descubrir, ni lo será más tarde, si por algún nuevo medio ó procedimiento especial se hiciesen per- ceptibles, fracciones menores de la que indicará la Comisión. Tan frecuentes son estos casos, que en los mismos trabajos que ahora t 195 piesenta, se t iene un ejemplo, y es el relativo á la existencia de com¬ puestos amoniacales, no señalados antes en la agua delgada, y que ahora se han encontrado, aunque no en todos, sí en algunos de los experimentos, lo cual es debido á la mayor exactitud del procedi¬ miento empleado esta vez y recomendado últimamente por prácticos de nota. La Comisión debía dar, y dio principio al desempeño del en¬ cuito que le fue condado, trazando el plan que convenía seguir en sus investigaciones, djándose en los métodos más expeditos y segu¬ ros, y preparando los medios materiales de que debía servirse. La mayor parte de los trabajos fueron ejecutados en el laboratorio de la Escuela de Medicina, sirviéndose de agua tomada de la misma cañería y no de la fuente: otros experimentos hechos en particular, o bien repetidos por los individuos de la Comisión, manifiestan la empeñosa solicitud de adquirir cada uno la plena convicción en los resultados: así es que, si en los que pasa á dar á conocer, se hallare alguna inexactitud, ya sea en lo material ó en las deducciones con¬ siguientes al desempeño del encargo que le fué confiado, podrán hacerse todas las observaciones que ocurrieren, satisfechos los seño- íes socios de que los deseos de la Comisión están reducidos á que la decisión que se diere, sea tan exacta cual conviene á las cuestiones de esta naturaleza, y tan concienzuda cual lo exige la salubridad de las poblaciones y aun la de ellos mismos, entre quienes hay dos en- feimos cuyos padecimientos tienen algo de común con los observados en los casos de envenenamiento por la acción lenta de los com¬ puestos de plomo: se comprenderá por esto, que para ellos, la cues¬ tión es á la vez de interés personal. Otro de los cuidados de la Comisión fué el de alejar todos los accidentes que dieran al agua ó á los residuos de la evaporación al¬ guno de esos compuestos, ú otros que pudieran confundirse con los de plomo; accidentes que, por remotos que parezcan, son más comu¬ nes de lo que generalmente se cree. Uno de ellos, y comúnmente general, es el de la impureza del ácido sulfúrico, especialmente cuando se prepara en el acto de usarlo ó en aparatos inadecuados, ya elevando la temperatura más de lo debido, ó ya omitiendo la la¬ lación escrupulosa, lo cual da resultados engañosos de muy perni¬ ciosa influencia en las análisis delicadas. En cuanto á la estimación de los reactivos empleados, sólo tuvieron que ser considerados como 196 principales, los más sensibles para descubrir el plomo, y el más pro¬ pio para la apreciación del amoníaco. Respecto á los primeros, la Comisión dio la preferencia al ácido sulfhídrico puro, haciéndolo obrar sobre las soluciones acidificadas, pues además de que, por regla general, así debía hacerse, se aumenta la sensibilidad del reactivo y se aleja todo motivo de confusión, según lo confirman los siguientes resultados: El ácido sulfhídrico descubrió Yieo.ooo del plomo contenido en la solución salina, y con y32 0ü0 la presencia del sulfuro fue demasiado notable. Se hizo llegar una corriente de ácido sulfhídrico en siete libras de agua tomada del chorro de la fuente, y ligeramente acidulado el líquido, sin que apareciera reacción alguna; mas bastó yi00-0ü0 de hidrato de plomo, para que se notara la coloración característica, pudiéndose afirmar, en consecuencia, que el agua delgada no con¬ tiene una cantidad de sal de plomo igual á la indicada esta vez por ese reactivo. El cromato neutro de potasa hizo sensible la existencia del plo¬ mo en la porción de 1/160.000, y el bicromato, cuya sensibilidad au¬ mentó con el ácido acético, permitió descubrir y300 000 del metal. El yoduro de potasio no acusó con estas fracciones la presencia del plomo, y, por lo mismo, debe concluirse que la sensibilidad del yoduro es menor que la de los antedichos. En cuanto á los procedimientos empleados para descubrir el amoníaco, bastará decir que fué adoptado y puesto en ejecución el primero de los recomendados por Mr. Boussingault, y que los resul¬ tados obtenidos en la primera experiencia, fueron los siguientes: 93 c. c. de solución ácida normal, que exigían de amoníaco, para ser neutralizados, 20.92 c. c., solamente necesitaron 19.15, de lo cual se deduce que debió producir el agua 1.77 c. c.; mas como este producto fué el de cuatro litros de agua, resultan de amoníaco líquido, para cada litro, 0,4425 c. c., ó sea, al estado anhidro y en gramos, 0,1266. Atendiendo á que los álcalis fijos producen amoníaco en presen¬ cia de las materias azotadas alterables, se creyó conveniente repetir el experimento con el agua sola y con la única modificación de sus¬ tituir con el ácido clorhídrico, el sulfúrico, usado antes para la so¬ lución normal. El producto de esta operación fué tratado conve- ✓ 197 nientemente para ensayarlo con el bicloruro de platino; pues éste se creyó ver á la escasa luz crepuscular, el precipitato del cloro- platinato amoniacal, lo cual indicaba que el amoníaco existía en el agua al estado de carbonato. Acto continuo se pasó al segundo tiempo de la operación. Vuel¬ ta á poner la probeta en el aparato pneumático, con otra cantidad igual de solución clorhídrica normal: se agregaron á la misma agua que contenía el matraz, cuatro gramos de potasa cáustica, y se hizo marchar como antes la operación. Concluida ésta, y reconoci¬ do el líquido de la probeta, resultó una cantidad igual de amoníaco, de cuyos datos puede inferirse que, de los mil doscientos sesenta y seis, diez miligramos de amoníaco anhidro, producidos por un litro de agua, seiscientos treinta y tres corresponden al radical preexis¬ tente, y otra cantidad igual al de nueva formación, producida por el efecto de la potasa sobre las materias orgánicas contenidas en el agua, ó por alguna sal amoniacal no volatilizare al hervor del líquido. Antes se ha indicado que la formación del cloro-platinato amo¬ niacal no fue tan clara que diera la debida seguridad; era preciso, por tanto, repetir la operación, como en efecto se hizo, por tres de los que suscriben (Sres. Hay y Río de la Loza, I). L. y D. M.). Oien centímetros cúbicos de la solución normal clorhídrica em¬ pleada esta vez, exigía cuatro y cinco centésimos de amoníaco líqui¬ do, para ser saturado. La cantidad de agua, puesta para desprender el amoníaco, fue de cinco litros, y concluida la operación, se encon¬ tró que la solución normal necesitó 4,05 c. c. de amoníaco para ser saturada; es decir, que los cinco litros de agua nada produjeron de la base amoniacal; tampoco con la potasa, como se había hecho en la experiencia anterior. ¿Cómo explicar este hecho? ¿Será que, por algunos puntos, en los de unión del aparato, se escaparon los gases desprendidos, sin llegar á la solución normal? Ao es de creerse esto, supuesto que pudo for¬ marse el vacío, y que se vieron atravesar los gases por el líquido de la probeta. ¿Será que hubo algún error en las medidas ó en el estado de concentración de los líquidos clorhídrico y amoniacal, ó algunos de tantos accidentes análogos, nada raros en estas manipulaciones? Los encargados de ellas, únicamente aseguran que no tuvieron con- 198 ciencia de accidente alguno que despertara en su ánimo la duda, pues la marcha de la operación fue regularizada. ¿Será, en fin, que la existencia de los compuestos amoniacales en el agua de que se trata, no sea constante? Cuando se reflexiona que, paia llegar el líquido á la Capital, tiene antes que recorrer algunas leguas por atarjeas descubiertas, ya elevadas, ya al nivel de la tierra o más bajas, de manera que fácilmente se mezclan las aguas super¬ ficiales con las materias que arrastran de los lugares inmediatos; cuando se nota que los vecinos y los transeúntes tienen á su disposi¬ ción el agua, y que, en efecto, se sirven de ella, no sólo en el orden eco¬ nómico, sino aun en el industrial v como fuerza motriz; cuando se toma en cuenta la ubicación de las vertientes, su elevación, montuo¬ sidad y tantos otros accidentes más ó menos favorables para la for¬ mación del amoníaco ó para la simple disolución de los compuestos ya formados, así como el de otras muchas substancias de diversa na¬ turaleza, se llega á comprender cuán variada deberá ser en cantidad y calidad la de las materias extrañas contenidas en las aguas, sea en solución ó en suspensión. Convencido de ello el que esto escribe, no quiso dejar pasar Ja oportunidad que se presentó de buscar el plomo en el agua, un día después de hecha la limpia en el acueducto inmediato á la Cajfital. Pudiera ser, acaso, que removidas las lamas de la extensa arquería, arrastraran las primeras aguas algunas materias que en el curso ordi¬ nario de ellas no llegaran hasta el lugar de donde se había tomado el agua reconocida. Los resultados de este nuevo examen, practicado conforme á los principios ya mencionados, fueron igualmente nega¬ tivos; no se descubrió vestigio alguno de plomo. Mas volviendo á la cuestión relativa al amoníaco, confesará la Comisión, que los trabajos emprendidos no bastan para resolver con plena seguridad si existe ó no en el agua delgada; si su presencia es constante ó temporal; si se forma por sí en el curso del líquido ó le viene de las lluvias, del rocío, de las orinas de los animales, de los estiércoles y demás materias que, como se ha dicho, ensucian más ó menos el líquido en el largo camino que recorre. Y si, por otra parte, es un hecho demostrado que ese radical alcalino se forma en un gran número de circunstancias, siendo de las más comunes la coexistencia de los álcalis y las materias azotadas, así como la de los elementos que lo constituyen, especialmente si aparecen en estado alotrópico, 199 se com elidía en la dificultad de dar una resolución concienzuda, sin íepetii los experimentos, inquirir varios datos y resolver previamente las interesantes cuestiones generales indicadas. Pero como lo que ahora ocupa á esta Sociedad, como más apre¬ miante por el interés público, consiste en saber si existe ó no alguno de los compuestos de plomo en el agua potable, y sólo tiene ésta, con la del amoníaco, una relaeión de causa y no de esencia, bien puede encargarse únicamente de la primera, y dejar por resolver la se¬ gunda. La Comisión seguirá, por tanto, dando á conocer algunos más de los trabajos practicados, sin omitir aun los que aparente¬ mente pudieran juzgarse contrarios á las conclusiones que presenta. Como punto general, y para evitar repeticiones, dirá: que todas las veces que necesitó del agua que debía reconocer, fué tomada con las debidas precauciones del chorro de la fuente, en vasijas bien lim¬ pias y sin intervenir la filtración. Que para las varias evaporaciones se sirvió separadamente de una retorta de cristal, de una cápsula de porcelana, de una de plata y, por último, de un caso de cobre per¬ fectamente limpio y jamás estañado. Que los reconocimientos del agua ya concentrada, así como de las materias insolubles, los prac¬ ticó), tanto acidulando el agua muy ligera y previamente, como em¬ pleándola en su estado natural. Que las cantidades de agua puestas á evaporar, lian sido: una de dos litros, otra de cuatro, de siete, y la principal de cincuenta, reducidas á un octavo, á un décimo y á un cincuentavo del volumen. Que el agua empleada lia dado, á la tem¬ peratura y presión del laboratorio, exactamente un peso correspon¬ diente al del volumen; así es que, medido cuidadosamente un litro, pesó un kilogramo, y por último: que siempre que para ello no lia habido alguna contraindicación, ó bien indicación especial para el empleo de un ácido, uso de preferencia del acético puro. En dos de los reconocimientos practicados por la Comisión, sien¬ do el primero el que hacía con el producto de la reducción á un oc¬ tavo, sospechó que, en efecto, pudiera contener el líquido sometido al examen algún compuesto plumbífero. Una ligera coloración mo¬ rena apareció con la solución sulfhídrica, y pasado algún tiempo, se observó una pequeñísima cantidad de precipitado negro, pero cuya naturaleza, con relación á la base, hizo sospechar que fuera fierro. Parecerá extraño este juicio, sabiendo que el ácido sulfhídrico no precipita el fierro; mas como se suponía en el agua la existencia de 200 compuestos amoniacales, en cuyo caso podría formarse el precipita¬ do, y como, por otra parte, liay otros varios compuestos que también hacen que se forme, no carecía de fundamento tal sospecha, apoya¬ da, además, con el hecho de que, tratado por el bicromato de potasa otra parte del líquido examinado, no indicó ni aun vestigios del plo¬ mo que se buscaba. No obstante, la Comisión debía aspirar á la evi¬ dencia, apoyada en hechos tan claros como bien definidos. Nuevas indagaciones practicadas con el producto de siete litros de agua evaporada y su residuo, bastaron para persuadirla, que la coloración y precipitación eran producidas por el fierro procedente de la arcilla ferruginosa. Esta vez se hizo uso del amoníaco, del sulf- hidrato de la misma base, del cromato y bicromato de potasa, del ácido sulfúrico y, por último, del carbonato de sosa para tratar con¬ venientemente el residuo insoluble. Nada de plomo, algún fierro, alúmina y cal, fueron las únicas bases descubiertas. Veamos lo que pasó con los productos obtenidos de los cincuen¬ ta litros del agua evaporada. Esta fue la concentración hecha en cazo de cobre, sin liga, bien limpio, y previamente reconocido. No obstante estas precauciones, parecerá igualinentete extraño que la Comisión diera la preferencia á la vasija de un metal atacable como es el cobre, y que presenta en sus reacciones varios de los caracteres correspondientes al plomo, por pertenecer ambos al segundo grupo de los metales, es decir, á los precipitables por el hidrógeno sulfurado, ó insolubles en los sulfuros alcalinos. Mas si se recuerda la facilidad que hay para separar un metal de otro, y especialmente la propiedad de formar el plomo con determinados ácidos, sales insolubles que, por el contrario, las dan solubles con el cobre, será fácil comprender que, por una parte, la Comisión no halló en esto inconveniente alguno, mientras por la otra quedaba satisfecha la necesidad que tenía de evaporar una gran masa de agua en el menor tiempo posible. Aún hay otra razón que ocurrió al que esto escribe, y fué la de estudiar y satisfacer prácticamente una de las doctrinas bien conocidas de muchos. El amoníaco y va¬ rias de las sales amoniacales, ejercen sobre el cobre y sus compues¬ tos una acción poderosa, bien marcada y bastante característica, es¬ pecialmente al contacto del aire: éste había de ejercer su influencia durante el tiempo de la evaporación; y si el agua contuviera com¬ puestos amoniacales, presentaría á la vez el líquido concentrado, los 201 caiacteies propios de los compuestos amoníaco-cúpricos; mas como éstos no aparecieron, preciso es concluir, que ó no hubo en toda esa grande masa de agua puesta á evaporar, compuesto alguno amoniacal, ó es falsa la doctrina antedicha. Pero volviendo á ocuparnos de la marcha de la evaporación, hay que notar que se hizo colocando el cazo bajo la campana, aislándolo hasta del hogar, para que en el supuesto de hallarse el plomo, no hubiera que atribuirlo á las influencias exteriores del laboratorio. Los cincuenta litros puestos primitivamente, fueron reducidos á un litro; y como debe suponerse, quedó un residuo, no sólo por los com¬ puestos de naturaleza insoluble después de la evaporación, sino tam¬ bién los que, siendo por sí solubles, fueron precipitados por falta de vehículo, deparados esos residuos, bien lavados y tratados conve¬ nientemente los insolubles en el agua, así como la solución, fueron á su vez reconocidos por los medios ya indicados, habiéndose obte¬ nido los siguientes resultados. Pero antes dará á conocer la Comi¬ sión la cantidad de materias fijas obtenidas de los cincuenta litros de agua: 1? Procedentes del filtro y en gramos . 2 843 2? Procedentes adheridos á las paredes del cazo . 4,000 Total correspondiente á los 50 litros, gramos . 6,843 Cuya cantidad corresponde, por litro, á 0,13686 gramos. Permítase á la Comisión hacer notar que los resultados analíti¬ cos obtenidos en 1854 con relación al peso de las substancias fijas, apenas difieren de las que ahora presenta, según se ve por la siguien¬ te comparación: En 1869 se obtuvieron, por litro, gramos . 0,13686 Eu 1854 se obtuvieron, por litro, gramos . o, 14504 Diferencia: gramos . . . 0,00815 Es claro que una diferencia de ochocientos quince, cien miligra¬ mos, en la cantidad de cincuenta litros, más bien pudiera reputarse como confirmatoria de la exactitud de ambos trabajos ejecutados con quince años de diferencia. Pasemos á dar á conocer otros resul¬ tados. Puestos 100 c. c. del producto de la evaporación con la cantidad 26 202 necesaria de ácido acético, y tratado después por el ácido sulfhí¬ drico, no se manifestó reacción alguna, ni la hubo con la adición de un poco de amoníaco. El residuo insoluble en el agua fué disuelto por el ácido acético, en la proporción sobre mil partes de 0,333, y un decigramo de la par¬ te disuelta dio, con el ácido sulfhídrico, en gramos 0,0005 de un sul¬ furo que, por los medios bien conocidos, quedó demostrado ser de co¬ bre, con más alguna alúmina proveniente de la acción del amoníaco. Se ha indicado que, además de los trabajos emprendidos por la Comisión, hubo otros ejecutados en particular, siempre en solicitud del pleno convencimiento á que cada uno aspiraba. Entre estos tra¬ bajos señalará la Comisión los siguientes: El Sr. Mendoza quiso asegurarse si en el agua gorda descubría algún compuesto de plomo: á este fin trató convenientemente algu¬ nas de las incrustaciones ó depósitos procedentes de la evaporación de dicha agua, y nada encontró. El Sr. Herrera, por su parte, recogió, con las precauciones debi¬ das, los depósitos arcillosos de las aguas, y en unión del Sr. Río de la Loza, H. Manuel, procedieron al reconocimiento: los resultados fueron claramente negativos; ni vestigio alguno hallaron de com¬ puesto de plomo. El Sr. Hay estudió cuidadosamente algunos de los tubos conduc¬ tores, fundado en el siguiente raciocinio: si existiere en el agua de que se trata, la cantidad de plomo que se ha dicho, ó aun cuando sea en una mucho menor, es claro que dejará en la superficie interna de los tubos, vestigios notables de la acción corrosiva del agua, cuyo efecto será tanto mayor, cuanto mayor haya sido el tiempo que hu¬ biere estado el metal en contacto con el líquido; pues no obstante esto, se vio, con la claridad que toca á la evidencia, como pueden no¬ tarlo los señores socios en los tubos que están á la vista, que lejos de perder dichos tubos en espesor, había aumentado éste con el sarro ó toba calcárea arcillosa, la que, barnizando el interior, deja la super¬ ficie metálica libre del contacto del líquido. Hay que advertir, que de esos tubos, uno ha estado en servicio durante diez años, y el otro treinta y seis. El Sr. Río de la Loza, H. Manuel, se ocupó también de buscar el plomo en el agua gorda, pero nada le indicó la presencia de este metal. 203 El que esto escribe, hizo á su vez dos rectificaciones, concentran¬ do por una parte dos litros de agua, y por otra cuatro, reduciéndolos á un décimo de su volumen: en el primero buscó el amoníaco, pero sin hacei uso de base alguna, y sí de ácido sulfúrico para formar una sal más estable; y en el segundo, el compuesto plumbífero: ni vesti¬ gios halló de éste, y aunque con aquél obtuvo un precipitado de clo- ro-platinato, no hubo indicación alguna que revelara el desprendi¬ miento del álcali. ^o obstante los datos que ministra el conjunto de los trabajos referidos, pretende la Comisión ejecutar otros en esta sesión, que aunque sencillos, presten materia bastante para que cada uno de los señores socios presentes puedan juzgar de los hechos, previa la so- bievigilante autorización de los señores secretarios, tanto en la pro¬ cedencia y toma del agua, como en las manipulaciones preparato- íias. Si, como lo espera la Comisión, correspondieren los resultados auténticos á los que ha mencionado, quedarán confirmadas las si¬ guientes deducciones referentes á los trabajos ejecutados por los que suscriben. I a Que la existencia de sales amoniacales en el agua potable de la Capital de México, no es constante. 2. a Que cuando se han hallado dichas sales, se reconoció encon¬ trarse al estado de carbonato y en la proporción de seiscientos trein¬ ta y tres, diez miligramos por litro. 3. a Que una proporción igual de amoníaco fue obtenida, después de poner al agua una parte de potasa cáustica. La Comisión carece de datos para resolver si este amoníaco procedió á una sal fija pre¬ existente en el agua, ó de su formación por el efecto de dicha potasa sobre las materias orgánicas contenidas en el líquido. 4. a Que con ninguno de los reactivos empleados ha logrado la Comisión descubrir en el agua ni aun vestigios de compuesto algu¬ no de plomo, ni disuelto ni precipitado. 5/ Que las incrustaciones calcáreo-arcillosas que tapizan el in¬ terior de las cañerías, preservan probablemente al plomo de ser ata¬ cado por el agua, aun cuando ésta contenga sales amoniacales. Seiá, además, útil el hacer una aplicación en el orden higiéni¬ co, fundada en los resultados expuestos. Si es un hecho que los reac¬ tivos fiue han sido empleados por la Comisión, indican la existen¬ cia de /160000 de plomo, y de una manera muy clara la de 1 /32 00(l 204 puede asegurarse, sin temor de errar, que las aguas examinadas no contienen esta cantidad, y que, por lo mismo, aun cuando exista al¬ guna menor, no será nociva á la salud. En consecuencia, si más tar¬ de se descubriere algún otro reactivo más sensible, ó si se diere á co¬ nocer algún nuevo procedimiento, no por ello resultará falsa esta úl¬ tima proposición. El relator cumple con un deber de justicia, recomendando á la Asociación la constancia y laboriosidad del Sr. Hay, quien acompa¬ ñado de I). Manuel Río de la Loza, no omitió trabajo alguno en las diversas manipulaciones que se juzgaron necesarias para el desem¬ peño de la Comisión que la Sociedad se dignó confiar á los que sus¬ criben, quienes se darán por satisfechos si logra que ella se persua¬ da del interés que han tomado por corresponder á los deseos que la animan. México, Mayo 3 de 1869. 205 OPÚSCULO SOBRE LOS POZOS ARTESIANOS Y LAS AGIJAS NATURALES DE MÁS USO EN LA CIUDAD DE MEXICO, CON ALGUNAS NOTICIAS RELATIVAS AL CORTE GEOLÓGICO DEL VALLE, Y UNA LISTA DE LAS PLANTAS QUE VEGETAN EN LAS INMEDIACIONES DEL DESIERTO VIEJO. Publicado por L. Rio de la Loza y E. Oraveri. (Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística. Suplemento al Tomo VI, 1* Ep., págs. 9 al 19). Entre los muchos servicios que presta la química á la sociedad no es de menor importancia el dar á conocer la composición de las aguas, alejando todo escrúpulo al indicar de una manera segura el uso que de ellas puede hacerse. Destinadas unas á satisfacer las ne¬ cesidades domésticas, otras á las industriales, y no pocas al restable¬ cimiento de la salud del hombre, es preciso descubrir su composición y fijar la naturaleza y proporciones de los cuerpos extraños que con¬ tienen. Así pueden separarse las potables, de las que únicamente puedan servir al agricultor, al curtidor y al fabricante, y de aque¬ llas en que el médico encuentre un agente terapéutico que aprove- cliar, en beneficio del género humano. Poi esto, el reconocimiento de todas las usuales es una verdade¬ ra necesidad, que los gobiernos ilustrados procuran satisfacer, ya promoviendo, ó ya premiando suficientemente los trabajos empren¬ didos con ese objeto; mas en los países cuya actividad comercial es 206 favorable á las empresas, no es tan necesaria esa protección, porque los negociantes contribuyen, aunque indirectamente, á los muchos é importantes beneficios, qne son la consecuencia necesaria de las in¬ vestigaciones de los químicos. A esto se debe el ver cada día nuevas publicaciones, nuevos tratados especiales, que poder consultar, sobre la composición de las aguas potables y de las minerales, tanto de las grandes ciudades, como de las pequeñas poblaciones y aun de los lu¬ gares desiertos. Sin esas investigaciones, la química no habría he¬ cho, en este orden, algunos descubrimientos útiles, perfeccionando sus procedimientos analíticos, mejorado sus aparatos y dado á la me¬ dicina y á la industria nuevos compuestos, explotados con incalcula¬ bles ventajas. Y si México no ha entrado aiin en el pleno goce de ellas, parece llegado el tiempo de que procure apreciarlas, de que destine el gobierno algunas sumas á tan fructuosas indagaciones, y también, de que los establecimientos científicos, y los profesores to¬ dos, se interesen en los adelantos del país, en los de la ciencia y en los suyos. Contribuir con una pequeña parte á tan noble fin, es el objeto de este escrito, y será el premio de nuestros trabajos el haber satisfecho un deseo, no menos que la halagüeña, aunque remota es¬ peranza, de que sean útiles al público y estimados por los que quie¬ ran j uzgarlos. H ace algún tiempo que deseábamos visitar los manantiales que proveen á la ciudad de agua potable, no sólo por curiosidad, sino también para reconocer su posición, distancia relativa, rocas inme¬ diatas, y cuanto pudiera relacionarse con el examen químico de las aguas potables, el que nos proponíamos repetir, sirviéndonos ahora de procedimientos y de reactivos que no se habían empleado antes, y que debían dar á conocer las diferencias consiguientes á su mayor exactitud. La ocasión no podía ser más favorable: precisados el año pasado á reunirnos, casi diariamente, en el laboratorio del colegio de medicina; obligados en cierto modo á conocer el agua de que nos servíamos para nuestras operaciones, y provistos de instrumentos, utensilios y aparatos propios, que, con los de la cátedra, formaban una colección más que suficiente, tuvimos también la fortuna de con¬ tar con el empeño de dos de los alumnos aplicados, los Sres. Pérez Soto y Diez de Bonilla, quienes desempeñaron satisfactoriamente los trabajos de que estuvieron encargados. El primero de los que suscriben, confiesa ingenuamente, que sin 207 el estímulo, constancia y empeño del segando, muy difícilmente ha¬ bría llevado á su término una empresa que exige, además de la prác¬ tica, alguna dedicación, y sobre todo, el tiempo preferente de que no estaba á su arbitrio disponer. Acaso haya quien juzgue excusada la repetición de estos recono¬ cimientos, fundándose en que no han faltado artículos en los perió¬ dicos, donde se encuentran relaciones más ó menos extensas, que dan razón de los que lian sido hechos en diversas épocas, y dando tam¬ bién por terminado cuanto en el caso pudiera decirse; nuestra opi¬ nión, sin embargo, es contraria: algunos de esos artículos lian sido escritos por uno de nosotros, y por los dos, el del agua del Peñol; nuesti o juicio, por lo mismo, al decidirnos á repetir las experiencias y publicar los resultados, es tan severo como fundado. Hay, además, que advertir, que en cada uno de los reconocimientos practicados antes, se lia tenido un objeto determinado, que no ha sido precisa¬ mente el de fijar con escrupulosa exactitud, y en el orden común, la composición de las aguas sometidas al examen; basta notar que no liay una sola publicación que reúna el análisis, tanto de las potables, como de las minerales de más uso; que todas han sido hechas antes de tener en la ciudad los pozos artesianos; y basta recordar, por úl¬ timo, la perfección á que lian llegado los procedimientos analíticos, así como la necesidad de repetir los experimentos, para asegurarse de la exactitud de los anteriores. Nosotros mismos, al encontrar aho¬ ra vestigios de yodo en- el agua de Guadalupe, hemos creído necesa¬ rio buscarlo también en la del Peñol, dudando si habíamos hecho esta indagación en aquella época, no obstante haber quedado satis¬ fechos de los trabajos emprendidos entonces. Mas volviendo á nuestro propósito, diremos: que avivó el deseo de comenzar estos trabajos, la empresa nuevamente establecida pol¬ los Sres. Pane y Molteni, á quienes estaba reservada la gloria de ha¬ cer conocer prácticamente la utilidad de las fuentes brotantes. El servicio que han prestado es de triple interés, y cada uno á cual más útil y necesario. Ao sólo han proporcionado el agua de que carecían muchas localidades: también facilitan el conocimiento geológico de los terrenos, y acaso llegue la ocasión de que la industria minera con¬ siga en la República, rica en metales preciosos, las importantes y positivas ventajas que cada día se obtienen en los países que cami¬ nan a la vanguardia de las mejoras. El taladro de los Sres. Pane y 208 Molteni, servirá doblemente en la República como sonda explorado- ía, de cuyas indicaciones se aprovecharán el agricultor y el indus¬ trial, sabrá utilizar el geólogo, y ofrecerá nuevas explotaciones al minero. Mas aun cuando así no fuera, nadie puede dudar del hecho bien conocido del publico, y es, que los agraciados con el privilegio, han dado á varios puntos de la ciudad, agua brotante y permanente, proporcionando al mismo tiempo el conocimiento de las capas inte¬ riores del Talle. Invitados para examinar las aguas de sus pozos, y comisionados también por la extinguida junta de industria para hacer el debido examen, hemos creído útil el dar a conocer la composición de las que hemos tomado de tres de esos manantiales que actualmente están en uso. Los propietarios y el público apreciarán, en lo que valen, los da¬ tos que presentamos, y que irán, además, acompañados del corte geológico, con la descripción correspondiente. Esta parte del trabajo es, sin duda, desconocida, supuesto que nada hemos visto publicado hasta ahora sobre las rocas del Talle, tomadas á una profundidad de más de sesenta varas. Acaso estas noticias contribuyan á dar algún interés al escrito, y para hacerlo más completo, nos ha parecido conveniente, no sólo pre¬ sentar la composición del agua mineral, conocida con el nombre del Pocito de Guadalupe, cuya análisis completa hemos hecho ahora, sino el repetir en la tabla, omitiendo la parte razonada, la que dimos en 1849 sobre la del Peñol de los baños. Tos es también muy satisfactorio, agregar una lista con los nom¬ bres de las plantas que hemos encontrado al visitar los manantiales. Acompañados de nuestro inteligente amigo el Sr. 1). Guillermo Schaffner en las expediciones emprendidas con ese objeto, ha basta¬ do una indicación para que se prestara gustoso, ofreciendo un con¬ tingente, tanto más apreciable, cuanto que neutralizará de algún modo la aridez propia de los trabajos químicos. Conocida la parte que cada uno ha tenido en los que publicamos, nos ocuparemos de los manantiales, dando algunos imperfectos por¬ menores de una de esas expediciones más divertidas, instructivas y útiles, para los que reciben inmediatamente las agradables y varia¬ das impresiones que se disfrutan en esos amenos lugares, en donde tanto resplandecen las obras maravillosas del Criador. 209 La idea que en general se tiene de un manantial, nos hacía creer que hallaríamos en el origen de las fuentes del agua, conocida en esta capital con el nombre de agua delgada, vertientes regularizadas y abundantes: creíamos, por los informes recogidos, que la de los Leo¬ nes estaría á tan corta distancia de la venta de Cuajimalpa, que ha¬ ríamos á pie, y sin fatiga, desde este punto, la expedición proyecta¬ da. Nada de esto fue exacto. Arreglada nuestra marcha con los Sres. D. Guillermo Schaffner y D. José del Pozo, para la mañana del 13 del pasado Diciembre, y preparados con cuanto creíamos ne¬ cesario para los trabajos emprendidos, juzgamos prudente solicitar personas que, conociendo aquellos lugares, pudieran servirnos de guía. Nos pareció un hallazgo haber encontrado á los aguadores ó guardas, pagados por el Exorno. Ayuntamiento, con sólo el objeto de cuidar de las aguas; mas desgraciadamente salimos pronto de tal eiror, pues los guardas no conocían las vertientes, ni habían pasado jamás déla presa. Pelizmente teníamos en el canal mismo un con¬ ductor seguro, pues siguiendo la dirección opuesta á la corriente, de¬ bíamos llegar al término propuesto, aunque con alguna más dificul¬ tad, como pudimos notarlo á nuestro regreso. La fuente, ó fuentes de los Leones, no son en su origen una al- berca ó depósito de las aguas; éste ha sido construido como á dos le¬ guas antes de llegar á las primeras vertientes, las que, comenzando en dos cañadas, que á pocos pasos terminan en una, presentan mu¬ chas y pequeñas venas diseminadas en todas direcciones. La extensa y fértil cañada varía de dirección, pero siempre re¬ conociendo al N. y encanalando las aguas; lo que ha economizado al hombre el trabajo de conducirlas de larga distancia, y de recogerla de tantas vertientes que, aunque pequeñas por la cantidad que cada una produce, su número hace que aumente la del agua á medida que más camina. Llegando á esa alberca, conocida con el nombre de presa de los Leones, sigue el arte la obra comenzada por la natura¬ leza. Allí se ve cambiar el curso natural de las aguas, interrumpido por la manipostería que las recoge, llevándolas á un canal rústico y nada económico, que se une al que trae el agua del Desierto, antes del deposito conocido con el nombre de reposadera, para seguir con dirección á Santa Pe. Decimos que el canal no es económico, tanto porque su mala construcción exige frecuentes y, por lo mismo, costosos reparos, como 27 210 por la cantidad de agua que constantemente se pierde, ya absorbida por el lecho terroso del caño, ya derramada por los puntos desbor¬ dados y que con frecuencia lo azolvan. Es verdaderamente sensible que no se haya continuado la obra comenzada en la presa, y que ha¬ bría sido tan ventajosa á la población como á los fondos municipa¬ les, evitándose el grave mal de que, en la época de las lluvias, llegue á la ciudad una agua lamosa, que debía ser tan limpia y saludable como en las vertientes. Al examinar los elevados montes de ese pintoresco sitio, se des¬ cubren marcadas las alturas por la fisonomía particular que da á cada una la vegetación que le es peculiar. El Sr. Schafíher ha creído obseivar allí el mismo aspecto de los Alpes, confirmando después esta idea, al descubrir, en los Leones, muchas familias vegetales v aun algunas especies que corresponden exactamente á las que, en iguales condiciones, se encuentran en los puntos elevados. Así, la Montia fontana, Lúzala Alopecuros, Jungermania tcnella, Hyp- num tomentosum, y demás que, con la Gentiana y la Alchemüla, la Poa y la Valeriana, la Potentilla, el Gnhnaphalimn, Sedum, etc., for¬ mando un contraste admirable en esas selvas de frondosos pinos, harían creer, al suizo más extraño á la botánica, que se hallaba en terreno de su país natal. I ero lo que más sorprende al visitar esos lugares en el rigor del invierno, es, sin duda, el encontrar una vegetación lozana y rica, el vei una floresta en contraste con el hielo, que aún permanece á me¬ diodía en los puntos adonde no han penetrado los abrasadores rayos del sol. Nosotros lo hemos tenido á la vista á las tres de la tarde, en un día claro y hermoso, como son comunes en México, y á la veidad, que para extrañar allí los encantos de la primavera, sería Preciso haber observado, allí mismo, las bellezas de esa vivificadora estación. Limitado fue, sin duda, el tiempo de que pudimos disponer para un examen, cual correspondía, si nuestra visita hubiera tenido por objeto únicamente la parte botánica: algunos géneros y especies ve¬ getales se ocultarían á la rápida indagación que pudo hacerse en me¬ nos de seis horas; sin embargo, se ha podido formar, con los ejem- plai es recogidos, la lista que pondremos adelante, ocupándonos, desde luego, en dar á conocer el terreno, las observaciones barométricas y los íesultados del examen del agua, practicado en la misma fuente. Abunda en esos lugares el mantillo terroso más rico que pudie¬ ra desearse para el buen cultivo, y así se observa, en efecto, en todos los puntos de donde no lia podido ser arrastrado por las aguas; hay, sin embargo, en otros sitios, alguna cantidad de arcilla ocrosa, irre¬ gularmente diseminada, y cuyo aspecto tiene analogía con la mate¬ ria arcillosa que ensucia el agua delgada en la estación de las lluvias. El pórfido de esos montes presenta dos variedades: una azulada más abundante, que parece ser inferior, y otra rojiza supe¬ rior, cubiertas las dos de un conglomerado. Ao hallamos en estas rocas diferencia alguna digna de notarse, aun comparadas con las de otros puntos de la cordillera, cuya identidad se descubre á la sim¬ ple vista. Dos observaciones pudimos hacer con el barómetro: una, ade¬ lante de la presa de los Leones, á las dos y media de la tarde, y la otra en las fuentes del mismo nombre, es decir, en las primeras ver¬ tientes, y una hora después. He aquí los datos recogidos: Observaciones. Barómetro. Termómetro fijo Primera . 505.10 1205o C. Segunda . 503.20 11025 Estas observaciones han servido para conocer que en la primera estación nos hallábamos á cosa de 1,280 metros sobre el piso del atrio de la Catedral (cuyo punto tomamos siempre por comparación), } en la segunda, á cosa de 1,322: de manera que sirponiendo el nivel del atiio á 2,270 metros sobre el del mar, según los datos del Barón de Humboldt, tendríamos una altura para la primera estación, de 3,533,93 y de 3,560,89 para la segunda, lo que sólo daría la diferen¬ cia de 113 metros 11 centímetros, comparada esta última con la al¬ tura dudosa que dio á Ajusco el mismo Humboldt, lo que nos hace presumir que tuvo razón este sabio para dudar de su observación. El examen de las aguas, tanto de la presa como de las mismas vertientes, indica desde luego mayor pureza, comparada con la que se toma en la ciudad. La reacción es tan débilmente alcalina, que Para apreciarla fué necesario compararla con la destilada. El ácido I ipizahoico dió, sin embargo, un cambio manifiesto, confirmando este hecho el juicio que antes habíamos formado sobre la utilidad de este nuevo reactivo. Para conocer la densidad del agua y estimar su Termómetro libre. Horas. 10°00 C. 2 h. 30' 9°75 3 h. 30' 212 residuo, nos pareció mejor recogerla antes de la presa, considerando que la de este punto tendría una composición constante, y al mismo tiempo se habría cargado, en su tránsito, de las sustancias extrañas solubles ó insolubles que más importa conocer. Como era de supo¬ nerse, hay en esa agua menor proporción de cuerpos extraños que en la que llega á México; la densidad no es más que 1,000,028, y el residuo de un litro, ó sean mil partes, apenas llega á 0,045: también se descubren en el líquido algunos infusorios y muy corta cantidad de tierra vegetal, siendo esto lo único que contiene en la estación en que la hemos recogido, pues no debe olvidarse que varía mucho en la de las lluvias, por las razones indicadas al principio. Si hubiéi amos de dar crédito á los informes recogidos, el agua de los Leones no es permanente; se dice que disminuye y aun falta en la ultima época de la seca, apareciendo nuevamente cuando han co¬ menzado las lluvias. ffo obstante esas noticias, hemos encontrado la misma cantidad el día 11 de Marzo. También será conveniente no¬ tar, que no llega á la ciudad toda la de los manantiales: á poca dis¬ tancia de la presa se divide por dos caños, uno que comunica con el canal del desierto, y otro que se nos aseguró ser propiedad de la ha¬ cienda de San Borja: en otros puntos hay igualmente algunas tomas, que ignoramos si son permanentes y si pertenecen á particulares ó son de servicio público. L1 segundo manantial, y acaso el más importante de los que sur¬ ten de agua á la ciudad, porque da, sin duda, mayor cantidad, es el que llaman del Desierto. Situado, como el de los Leones, hacia el sudoeste de la plaza principal de México, da una igual en su aspecto, composición, etc., á la de este manantial, cuyo dato, reunido al de la posición relativa de uno y otro, manifiestan claramente que am¬ bos reconocen un mismo origen, aunque las vertientes se abran en los lados opuestos de las montañas. El desierto y el camino que á él conducen, son fértiles como el de la fuente de los Leones: el aspecto de las rocas, el de la vegetación y la fisonomía toda, presentan la ina- “Oi ailal°gía: Y aunque hemos encontrado algunas plantas que no vi¬ mos en los Leones, es necesario considerar el tiempo transcurrido de una visita á otra, pues es bien conocida la influencia de las épocas en la vegetación, no obstante que en nuestro país no sean tan mar¬ cadas las estaciones, como lo son en otros. Tales motivos nos permi¬ ten oinitii la desciipción de ese lugar, que fué en un tiempo de cris- 213 tiana meditación, y actualmente se halla convertido en ruinas y úni¬ camente habitado por el dependiente que cuida los restos de una fᬠbrica de vidrios planos, cuyos trabajos están suspensos, y por las aves nocturnas que anidan en las bóvedas subterráneas, sobre las que des¬ cansa hace 248 años el lóbrego edificio que sirvió de alojamiento á los religiosos carmelitas descalzos. Es una pena ver por todas partes los estragos causados por la mano destructora del tiempo, y contem¬ plar cuánto se gastará en edificios que, aunque de tosca construc¬ ción, no deberían verse hoy enteramente abandonados. Mas dejando este punto, daremos á conocer las observaciones barométricas hechas en la venta de Cuajimalpa, la que se hizo cerca de la fuente ó estan¬ que frente al convento, y por último, la que corresponde al manan¬ tial de Santa Ee. Hs. Baróm. Term. fijo. Cuajimalpa 10 h. 00' Desierto... 11 h. 20' Santa Fe.. 4 11.25' 563 543,80 577 14° C. 14° 22° Term. lib. 13° 13° 210 Altura calculada en metros. 387. 649. 180. Excusado parece recordar que una sola observación no inspira confianza, tratándose de conocer la altura. Al fin de la lista correspondiente á las plantas recogidas en el manantial de los Leones, pondremos únicamente los géneros que se han encontrado en el Desierto, y que no vimos en aquel lugar; de¬ biendo advertir que todos los de la primera lista, se hallan también en el camino y en las inmediaciones del antiguo convento. Sólo nos resta, para concluir esta parte, hacer unas breves indicaciones sobre los manantiales del agua, llamada en la ciudad agua gorda. Conocidos de muchos, como no lo son los del agua delgada, bas¬ tara anunciar que se hallan á la parte Sur del cerro de Ohapultepec, situado al OSO. de la catedral. El agua que llega á la ciudad y abas¬ tece la parte Sur, procede únicamente de uno de los manantiales: el que distinguen con el nombre de alberca chica. La grande es propie¬ dad particular, y sirve más bien para el riego de los campos. La ob¬ servación barométrica, única que hicimos en la grande, á las diez de la mañana del día 12, dio 0,590; termómetro fijo, 24°, y libre, 18°75* pero no siendo seguro este dato, como hemos dicho, por ser único, no merece confianza el de la altura correspondiente de 2.03 T O. Sería largo, fastidioso y en general inútil, entrar en todos y en 214 tamos pormenores relativos á los trabajos de laboratorio; por esto nos limitaremos á indicar aquellos que creemos conveniente cono¬ cer al lector, comenzando por anunciar que el agua delgada que sir¬ vió para la análisis, la tomamos de la llave del laboratorio de la Es¬ cuela de Medicina, en San Hipólito, y la gorda, de la fuente del balto del Agua. Hemos tenido, como regla general, filtrar el agua de que se ha lecho uso, sea para estimar la proporción del residuo, ó la de alguno de los cuerpos extraños, aproximándonos así al conocimiento de su composición, y separando siempre las materias extrañas insolubles que no sólo varían según las épocas, sino también por mil accidentes que no es fácil evitar. Mas al recoger los gases, excusado parece de¬ cir que esa precaución habría sido perniciosa; por lo mismo, se ha tomado el agua, tal cual se recoge en las frentes de la ciudad. Gomo el estado de hidratación de los residuos solubles varía no¬ tablemente, según las temperaturas, se ha preferido la de 120° O. tanto para la desecación total, como para estimar cada uno de los cuerpos. Verdad es que este método no está enteramente libre de inconvenientes; el más conocido es el de la descomposición del clo- inio e magnesia; pero siendo fácil la corrección por el cálculo, v no evitándose la descomposición, aun á menor temperatura, es, sin duda, mas seguro llevarla á 120° que á 80° y á 100°, como pudiera ha- cerse. También se ha adoptado el sistema de repetir una sola vez las operaciones, siempre que los resultados han confirmado la exactitud 1 limeta, peio en jos casos contrarios, se lia procurado con la íepetic.on de aquéllas. Los datos que ahora se presentan, son, por lo mismo, el promedio de dos ó mas operaciones. omo en el agua mineral de Guadalupe se tiene que apreciar el residuo soluble y el insoluble, y el primero no se obtiene priyado enteramente del segundo, por la simple filtración en frío, se lia Ue- a Ia concenti ación en su estado natural, separando después uno r<)’ " (lllc 1108 ocnPainos de esta agua, eminentemente ine- ( icinal, liaremos otra advertencia importante para los que quieran ' ^ 1°S Vfsti8ios (^e 3G(to que contiene. La evaporación no la evado á la sequedad total, persuadiéndonos que esto exigía & dado, poique el } oduro existente, descomponiéndose con al¬ gunos cloruros á una temperatura elevada, hace se pierda fácilmen- 215 te la muy pequeña cantidad que contiene del compuesto yodado, el que sólo sería ponderable evaporando una gran masa de líquido: por esto, no liemos señalado el peso ni la combinación, conformándonos con observar la reacción característica que da con el cloruro de pa- ladio, y la más sensible que se presenta al formarse el yoduro de amidina, tratando convenientemente el residuo alcohólico, según el recomendable método del profesor Cantó, de Turín. dudamos que los trabajos emprendidos con el agua del pocito de Guadalupe, demuestren de un modo palpable lo que dijimos al principio sobre la utilidad de los de este género. Muchos saben que esa agua es carbónica, ferruginosa, y que tiene otras sales que la hacen útil como medio terapéutico, y sin embargo, no se ha hecho de ella el aprecio científico debido, ni se pudiera juzgar de su efica¬ cia, con algún fundamento, sin tener los datos de su composición cuantitativa. Si se compara el agua mineral de Guadalupe con esa multitud de aguas análogas, que tienen en Europa una celebridad proveí bial, será preciso concederle la ventaja, al conocer la natura¬ leza y proporciones de los agentes medicinales que naturalmente hay en ella. Y si á esta ventaja se agrega la muy apreciable, de encon- tiaise la fuente á una legua de la capital, no habrá dificultad en darle la preferencia sobre esa multitud de drogas que, perdiendo v ganando piestigio, según las épocas, la avaricia especulativa y los caprichos de la novedad ó de la moda, no dan más triunfos que los que se obtendrían, en su caso, con el agua del Pocito, verdadera limonada carbónica y compuesto ferruginoso, acaso más eficaz y constante que las famosas píldoras de Blaud ó de Vallet, y hoy el carbonato de E. Merle, reputado como infalible. Mas dejando este punto á la consideración de los médicos, lia¬ remos otras advertencias. Paro parecerá á las personas extrañas á las manipulaciones quí¬ micas, el ver, por la tabla analítica que presentamos, que no se hu¬ biera apreciado separadamente algunas de las sustancias contenidas en las aguas, como el fierro y la alúmina: más fácil habría sido esto, tratándose de las que contienen mayor cantidad, bastando entonces la del residuo obtenido; mas no consiguiendo esto con todas, prefe¬ rimos seguir la misma marcha en el examen de las potables, segu¬ ros, por otra parte, de que no es de gran valor esa indagación espe¬ cial; por lo mismo, nos conformamos con presentar el dato recogido. 2 16 Aunque es común suponer que algunos de los compuestos inso- ubles están disueltos en las aguas, por hallarse al estado de bicar¬ bonatos, como la cal y otros, sin duda que en las potables de que nos ocupamos es inútil tal supuesto, apoyándonos, primero, en la mínima cantidad que contienen (un millonésimo de cal), y segundo ? ‘ ‘° d6 qne el hem)r no da el precipitado calizo. Aun los depósitos que se forman en las vasijas en que se calienta agua por a,gU'1 tl6mP°’ y P'dncipalmente en las calderas, son más bien con,- puestos sulfocalcáreos ó silícicos seo-iín mm {■' i- agua gorda ó con delgada ’ § ^ 6'Stan all"Iel'tad- «>» Ei examen atento de la tabla que presentamos, llama la atención r :ra con: t n° menos que ia aei ^,0 **- X Ze T6f ’ a" P0C° C0munes 6,1 las potables de países, y tan constantes en todas las de la Ciudad, comprendi- es el dets MP0T arteSÍan°S; PU6S aUn^e »'§«»<>« de éstos, y dud 1 ’gneles, en cuya agua no se encuentra silicato, está, sin a, compensado, porque, como se ye, tratándose del ácido silícico, lleva la cifra mayor. ’ cad";,::" á la materia °rgánica oh*»™»*» 0„ 1,» residuos de ber eiícontr 7 7™°* ** ^ «1 hecho de ha- aqnélla ^ ° ^ ^ 6 erl®nCla8’ y sabpl«ios que las emprendidas después de esa labor-’ ”°J \'7°" l0S r!SUltados 1ue se deseaban. La constancia y i T ° 6S0S Sen°reS’ veneieron las dificultades, y al fin pa¬ lo, de veinte los pozos que han abierto y están en uso. Tam- 217 bien el Sr. Alian lia emprendido en los últimos meses, el mismo negocio, aunque empleando la sonda de vara rígida, y con el pro¬ yecto de llevarla á mayor profundidad: uno tiene concluido en la Colonia del Paseo de Bucareli, mas carecemos de datos para ocu¬ parnos de estos trabajos. Las aguas brotantes del Valle de México son tan buenas como las potables, siempre que se toman las precauciones convenientes Para evitar la mezcla de las profundas con las salobres superficia¬ les. Esta falta de precaución hizo que la del primer pozo abierto en el Paseo de Bucareli, fuera hedionda, y lo mismo la de San Lázaro: se tiene una prueba de la causa que señalamos, con el hecho de que el segundo de los pozos, abierto en el mismo paseo, y á muy poca distancia del primero, dio desde luego una agua igual á la de los Migueles, y otras que son, sin duda, potables. Verdad es que gene¬ ralmente contienen las de los pozos artesianos mayor cantidad de ácido carbónico, que las aguas delgada y gorda; pero, en primer lu¬ gar, esto no perjudica á la salud, y aun hay muchos casos en que es útil: y en segundo, basta filtrarlas ó abandonarlas al aire, para que pierdan el exceso de gas ácido; también se nota en alguna de las aguas un olor sui géneris, que el vulgo distingue con el nombre de azuñoso: el examen practicado nos da á conocer que proviene de la pi esencia de una cantidad variable de gases carbonados, que aunque inodoros al estado de pureza, no es así cuando son produc¬ tos natuiales, siendo común también el hallarlos impregnados de ese olor característico de los ladro-carburos bituminosos, lo que en efecto sucede con los gases contenidos en las aguas de algunos po¬ zos artesianos, como es fácil notar en el de la Aduana, calle de Cordobanes y otros. Vo siendo tan solubles estos gases combustibles, como lo es el carbónico, basta filtrar el agua, ó aun abandonarla al contacto del aiie, paia que se volatilicen, disminuyendo y aun desapareciendo del todo el mal olor. En todo lo demas relativo á la descomposición, la tabla da á conocer y sirve para comparar la de los pozos con la de las otias aguas. En cuanto á la cantidad que da cada pozo, hecho con el taladro de que hasta ahora se han servido los empresarios, es de 2,880 barriles en 24 horas, si se toma el nivel del piso, disminu¬ yendo, en proporción á la altura á que se quiere que suba: la ma¬ yor á la que la han llevado, es de cinco varas, quedando reducidos <¡8 218 á 720 barriles en las veinticuatro horas, los 2,880 de que liemos hablado. íío podemos concluir esta parte, sin ocuparnos un momento de las aguas de Sancopinca. Aún existe al 270. de la Ciudad, y aun á menos de una legua, el manantial conocido con ese nombre: se cree que surtía antigua¬ mente de aguadulce á una parte de la Ciudad, y á juzgar por los restos de la cañería, debió usarse aun mucho después de la conquis¬ ta, porque la manipostería está construida al estilo español de aque¬ lla época y con los desechos de un caño de barro cocido, que muy probablemente fué el que usaron los indígenas. El manantial de Sancopinca es hoy pernicioso á los propietarios de los terrenos in¬ mediatos, y aun á toda la población, porque su derrame mantiene un extenso pantano insalubre, que favorece, además, en tiempo de lluvias, las inundaciones de todos los otros puntos que tienen sus derrames con dirección á los potreros de Aldana. Se haría, por lo mismo, un doble servicio, y se evitarían estos males, aprovechando el agua que hoy se pierde y perjudica, ó segando la vertiente, si no se considera útil. Comisionado uno de nosotros en 18f7 para reconocer el agua, y practicado otro examen, nos hemos persuadido de que, aunque no tan buena como la delgada, es mejor que la gorda, pues su densidad es de 1,000201, y sólo contiene sobre mil partes, 0,15011 de sustan¬ cias fijas de la misma naturaleza que las del agua gorda, como lo son también los gases. La temperatura en el manantial, es como la de los pozos que hemos examinado, y como la de Guadalupe, y el ma¬ yor número de las fuentes del Valle, de + 21° 50 C°, sea cual fuere la atmosférica y sobre cuyo dato llamamos la atención, por juzgarla de alguna importancia. Sería útil completar este trabajo, comprendiendo los relativos á tantas otras fuentes de aguas dulces, que se encuentran más ó me¬ nos inmediatas á la Ciudad, tales como las de Ooyoacán, Cliurubus- co, Popotla, Guadalupe, etc.; mas sin tiempo para ello, nos limitare¬ mos á decir, que en todas direcciones se hallan vertientes de aguas que tienen mucha analogía, por su composición, con las que hemos examinado, y que son más comunes al S. v al O. de la Ciudad que al E. v 27. «/ He aquí la tabla analítica de que hemos hecho mención, ad- 219 virtiendo que la indicaeión correspondiente á la temperatura, se¬ ñala la que marca cada una de las aguas, en la fuente misma; que la densidad está tomada en condiciones iguales, y que la cantidad re¬ lativa de los gases, correspondiente á un litro, menos en la del Pe¬ ñol, está apreciada en centímetros cúbicos á 0o de temperatura y 0,76 de presión: en fin, la proporción de sustancias fijas corres¬ ponde también á un litro de agua. 220 TABLA 3DE LAS MAS XJSAL1DA.S | Temperatura en las vertientes . Delgada ó del Desierto. + 9°C. 1,000267 I Densidad . PRODUCTOS GASEOSOS | Aire . 10,151 2,809 0,750 Oxígeno . . Acido carbónico . Azoeto . Vapor de agua . Total c. c. por litro . 13,710 PRODUCTOS SOLIDOS Sulfato de cal . 0,00326 0,02171 0,01169 Carbonato de cal . ) ,, de magnesia . i ,, desosa . ¡ , , de potasa . j Cloruro de potasio . 0,00396 t ,, desodio . j ,, de magnesio . 0,00349 0,03985 \ Silicato de sosa . í ,, de potasa . j Azotato de potasa . 1 Yoduro de potasio . . i Apocrenato de sosa . j Siliza . 0,05169 í Alúmina . | Alúmina y fierro . 0,00849 j Fierro . , . | Manganesa . 0,00087 | Materia orgánica . [ ,, bituminosa . Pérdida . . Total en gramos por litro . 0,14501 | Id. de sustancias fijas solubles é insolubles en el agua del pocito . j * Los gases del agua del Peñol están apreciados tomando cien centímetros cúbicos del que 1 terca grande, reconocida á las diez de la mañana del 12 de Febrero, y á dos metros de profun- L 221 ANALITICA EN LA OIXJXDJAID HDIE MÉXICO. Gorda o de Chapultepe Pozo c. de los Migueles Pozo de Bucareli. Pozo de la cali de Cordobanes. e Peñol de los Baños. Pocito de Guadalupe. + 22, °5 1,000280 + 21, °5 1,000144 + 21, °5 1,000230 + 21° 1,000144 + 44, °5 1,00165 + 21, °5 ! 1,00134 i 10,390 1,760 15,650 0,060 13,15 Indeterminados. 6,2 - 8,73 0,990 7,240 1,18 63,3 28,8 1,7 234,90 8,00 13,140 22,950 14,33 100,0 * 251,63 0,00652 0,029 0,056 0,256 0,341 Sustancias solubles. Indicios. Sustancias insolubles. 0,02712 0,02215 0,00241 0,01130 0,01482 0,00457 0,29751 0,02086 0,06035 0,03901 0,03662 0,03689 0,06949 0,07109 0,19275 0,00086 0,00668 0,10790 0,05845 0,480 0,01000 0,00535 0,000911 0,00840 0,04271 0.01071 0,02825 0,02997 0,08375 0,01040 0,147 0,06771 0,03230 0,01321 0,00372 0,02158 Indicios. Indicios. . k 0,07468 0,07745 0,06282 0,04515 0,04082 0,13809 0,00364 0,016 0,06541 0,00686 0,00162 0,00276 0,00150 Indicios. Indicios. 0,00102 Indicios. 0,15978 0,01800 Comprendida Indicios. Indicios. Indicios. 0,00206 0,02907 0,00093 0,00180 Comprendida en la materia Comprendida 6ii la materia 0,29004 0,14751 0,23282 orgánica. 0,19879 1,3250 orgánica. 0,60264 orgánica. 0,72618 1 39889 se desprende del manantial. La temperatura del agua de Chapultepec corresponde á la de la al- didad. 222 ) APUNTES RELATIVOS A LAS FUENTES BROTANTES 0 POZOS ARTESIANOS, por el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza. (Publicado por el “Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística. U Ep., t. X, págs. 61-68). Nombrado, en unión del arquitecto de la ciudad, para recibir los nuevos pozos brotantes abiertos últimamente por D. Sebastián Pane en esta capital, lie creído que prestaría un servicio, en el orden cien- tiíico, no limitándome á dar simplemente mi opinión sobre si las aguas de esas fuentes son ó no potables: esto bastaría, sin duda, para cumplir con el encargo; mas la ciencia ganaría poco, y tal considera¬ ción me decidió á reunir los datos que aparecen en la tabla adjunta. Tuve a la vez otra razón, acaso más poderosa para mí, y fue la de dar mayor extensión al trabajo publicado en 1854. El que ahora pre¬ sento puede reputarse como un apéndice, y creo que la comparación de ambos ofrecerá datos para resolver varias cuestiones de alguna importancia á la física, la química, la geología, la medicina, etc. Es de sentirse que falte en este último cuadro una parte del ma¬ yor interés, á saber, la continuación del corte geológico. En la pu¬ blicación de 1854 aparecen treinta y dos órdenes de capas, á la pro¬ fundidad de cincuenta y dos metros sesenta y un centímetros, pro¬ fundidad mayor á que liabía penetrado la sonda hasta esa época; pero ho} ha llegado á poco más de ciento cinco metros, según se ve en la tabla, es decir, á doble profundidad, pero sin que se tenga una idea exacta de los órdenes correspondientes, ni de la naturaleza de las ca- pas inferiores. Este vaeío, que acaso pueda llenar más tarde, procede de que, nombrado para hacer el reconocimiento, cuando los pozos habían sido abiertos y aun entubados, tuve que limitarme al simple examen de los materiales existentes en los fondos. Lo primero que llama la atención es que los pórfidos, arenas Y de¬ más de esos lechos, son de la misma naturaleza que los encontrados en las capas brotantes menos profundas, y todos idénticos á los de al¬ gunos cerros del valle, es decir, á los qne actualmente son arrastra¬ dos por las aguas. ¿Qué tiempo ha transcurrido para llenar, cuando menos, esos ciento cinco metros á que ha penetrado la sonda en el pozo de la Concepción? Hay datos para presumir que aun á mayor profundidad se hallarán materiales de la misma naturaleza; pero de todos modos creo que, con muy poco trabajo, se podrían fijar los años que han pasado, y por lo mismo, la profundidad primitiva del gran lago que forma hoy el extenso Valle de México. Por esto es de sen¬ tirse que no hubiera tenido efecto el contrato que se asegura celebró el empresario hace tres años, para continuar sus trabajos con el ba- ireno hasta tocar el fondo primitivo. Acaso más tarde se realice tal proyecto, tan útil á las ciencias enlazadas con la geología. Conviene advertir que la capa de agua de los pozos reconocidos ahora, es la cuarta de las brotantes, contando de arriba para abajo; que es la más duradera; que contiene, con pocas diferencias, las mis¬ mas sustancias extrañas, en general la misma densidad, y lo que es mas, la misma temperatura, con variaciones insignificantes que no con espondeo a las profundidades relativas. Compárese, por ejemplo, el pozo de la calle de Cordobanes, reconocido en 185d, con el de la 1 lazuela de San Lucas, abierto ahora, y se verá que la temperatura solo di fiei e en medio grado; que la cantidad de residuo lo es sólo en setenta y nueve cienmiligramos; y que con relación á los radicales, únicamente hay de diferencia, en la segunda, ácido sulfúrico, que en aquella época no se encontró en la primera, como no se halló en las de los pozos de los Migueles y de Bucareli: la temperatura de éstos es un grado más elevada que la de San Lucas, no obstante que ésta viene de doble profundidad respecto de aquellos dos, cuyos hechos paiecenan contrariar las observaciones recogidas con relación al ca- lorico central. Para más asegurarme de tal resultado, que no debía esperar, me serví de un termómetro bien sensible, rectifiqué el cero, y 110 S()l° rePetí 1& observación en los nuevos pozos, sino que reconocí 224 salios de los antiguos, sirviéndome del mismo instrumento; así es que estoy satisfecho de la exactitud en las observaciones. No puedo decir lo mismo con relación al orden de las combina¬ ciones. es tan firme mi creencia en cuanto á las modificaciones que sufren los compuestos sometidos á la evaporación y desecación, y tan diferentes de las soluciones naturales, que más bien deberían fijarse en éstas, aunque conforme á las doctrinas químicas, que no dan, co¬ mo se hace, los resultados que de hecho se obtienen al analizar los íesiduos, pues por sólo serlo, ya han sido alterados ó modificados: un ejemplo me servirá para aclarar este concepto, fundado en datos quí¬ micos. Los carbonatos no se hallan en las aguas al estado neutro, ni menos básico, habiendo como hay en las aguas ácido carbónico libre: pieciso es, por lo mismo, que las sales, de las cuales forma parte, exis¬ tan al estado de bicarbonatos, y aun si esto no fuera, algunas no es¬ tallan disueltas. Además, es indudable que la elevación de tempera- tuia descompone los bicarbonatos, y este principio bastaría para no estimar como neutros los carbonatos obtenidos en los residuos, ni menos como libre todo el ácido carbónico separado por el hervor de las aguas. d ales consideraciones, muy importantes para el químico, lo son más para el médico, por la aplicación práctica que tiene que hacer, tanto higiénica como terapéuticamente. ¿La cal, la magnesia y otros compuestos contenidos en las aguas potables, obrarán sobre la eco¬ nomía de la misma manera al estado neutro que al básico ó ácido1? ¿La siliza combinada determinará los mismos efectos, va fisiológicos o ya patológicos, que la que se encuentra libre? ¿La reunión de diver¬ sos compuestos, es decir, esas soluciones complexas, darán los mis¬ mos íesultados que la solución de uno solo, ó aun de varios, pero em¬ pleados separadamente? Para mi no hay duda que la naturaleza de las combinaciones ejerce grande influencia en el orden funcional, y que, por lo mismo, es de considerarse detenidamente. Hagamos una aplicación de esta verdad con un hecho conocido de muchos. Cuando algunos de los habitantes de la ciudad de México, acos- tuinbiados á tomar el agua llamada delgada, la sustituyen con la gorda, tienen que sufrir por algunos días, más ó menos, en sus diges¬ tiones: algunas de las varias aguas potables de la ciudad de Tlalpan * determinan efectos análogos, aun por lo común más rebeldes, y en otros lugares de la República se notan igualmente. Natural es que 225 el médico ocurra á la química para estimar la causa de esas altera¬ ciones funcionales: pues bien, siguiendo el ejemplo puesto, compare¬ mos esas aguas. La de Chapultepec ó gorda, tiene de más que la del¬ gada, un poco de ácido carbónico, sulfato y carbonato de cal, carbo¬ nato de magnesia de doble cantidad, carbonato de sosa, cloruro de sodio, azotato de potasa y siliza: hay de menos algún oxígeno, cloru¬ ros de potasio y de magnesio, silicato de sosa, alúmina y fierro: en el conjunto ó total resulta tener de menos, en los productos gaseosos, una cantidad que no llega á un centímetro cúbico por litro, mien¬ tras las sustancias fijas, en la gorda, aparecen de doble proporción. USTo obstante, debe creerse que no es el mayor peso del conjunto el que determina sobre la economía el efecto anunciado, sino la presen¬ cia de los compuestos calcáreos y magnesianos en una solución de otras varias sustancias, demostrado como está en la práctica, que las aguas potables que contienen tales bases no son las más saludables, ni lo son las salitrosas, cuando se usan habitualmente, no obstante que unas y otras pueden ser medicinales, según los casos y la manera de emplearlas. Pudieran, sin embargo, presentarse hechos que, aunque no tan frecuentes, sean en alguna manera contrarios, ó aparezcan como ta¬ les. No faltan personas que, habituadas al uso del agua gorda, tienen que sufrir como aquéllas, en los primeros días que emplean la delga¬ da ó la de los pozos artesianos: tal resultado no siempre es debido al simple cambio de una agua por otra: hay que tener en cuenta las ha¬ bitudes, la variación de rumbo, de habitación y otras. México, como muchas ciudades populosas, tiene sus barrios, sus arrabales, sus rum¬ bos más ó menos ventilados, más ó menos húmedos, más ó menos po¬ blados, abundantes ó no en vegetación, talleres, etc., y cada uno de estos accidentes hace variable la importancia higiénica. La práctica médica demuestra diariamente lo que valen esas influencias, á las que debe agregarse la susceptibilidad individual: por tales conside¬ raciones y otras que omito, creo que no hay en el hecho aislado opo¬ sición alguna con lo dicho al principio; debiendo inferir que la na¬ turaleza de las aguas potables tiene grande influencia en la salubri¬ dad. Y si tales observaciones son de algún peso, si los datos quími¬ cos demuestran claramente que las aguas de los nuevos pozos de que me ocupo, son más puras que la gorda, no hay duda que el médico puede, con plena confianza, dar la preferencia á aquéllas, sin más 29 226 que aconsejar que sean expuestas al aire, ó lo que es mejor aún, filti ailas, para ganar en oxígeno lo que pierden de sus gases natu¬ rales. Muy oportuno me parece el tocar otras cuestiones qne, por vul¬ gares que se consideren, cuentan con el apoyo de personas instrui¬ das, ó lo que es peor, de las que tienen reputación de tales. Sea la piimera, la de que las aguas de todos los pozos brotantes son muy sulfurosas: otra, la de que son depilatorias, es decir, que favorecen la caída del cabello; generalmente hablando, ambas cosas son falsas, como es fácil demostrar. Iíay algunos pozos que, recientemente abiertos, dan aguas que arrastran más ó menos cantidad de gases pantanosos, es decir, de pioductos mixtos, en los que, dominando el hidrógeno protocarbona- do ó gas de los pantanos, el ácido carbónico, el óxido de carbono y el aire, llevan también hidrógeno libre y una corta cantidad de sulfu¬ rado; mas esto no es lo común, y en los nueve á que me refiero, no he podido apreciar cantidad alguna de ácido sulfhídrico, no obstante haber empleado reactivos muy variados y sensibles. Como la existen¬ cia del hidrógeno protocarbonado es casi constante, á su presencia y á la mezcla con los otros gases debe atribuirse el olor que se percibe al brotar las aguas, y que se ha confundido con el del hidrógeno sul- furado, llamándole impropiamente sulfuroso. La disolución de esos gases es tan poco estable, que basta la exposición al aire para qne des¬ aparezcan enteramente, en cuyo caso esas aguas son más saludables que muchas de las que se usan en varias poblaciones. Aun la delga¬ da, que en tiempo de secas es la mejor de las dos que más consumo tienen en esta ciudad, deja de serlo en el de lluvias. Pero yo quiero suponer que la presencia de esa cortísima cantidad de gas sulfhídri¬ co fuera constante; supondré también que no siendo fugaz, queda en las aguas; pues sin embargo, no hay que preocuparse con la aplica¬ ción inadecuada de las doctrinas medicas. El hidrógeno sulfurado es un veneno, respirado aún en corta cantidad; ¿pero lo es también in¬ gerido en dosis inapreciable con los alimentos ó las bebidas? La exis¬ tencia constante de ese gas en el tubo digestivo, no sólo del hombre sino de todos los vertebrados, responde más satisfactoriamente que cualquier otro raciocinio. Esta y otras muchas cuestiones Lexicoló¬ gicas íeclaman una crítica severa, un examen concienzudo, que haga desaparecer algunos errores. Preciso es, en atención á lo mucho di- cho, hacer á un lado la preocupación, j)or la que se suponen insalu¬ bres las aguas de las fuentes brotantes. Dada á conocer la naturaleza de la mezcla gaseosa, es fácil bailar la explicación de algunos hechos que hace poco tiempo llamaron la atención de varias personas en esta capital, y aun dieron lugar á di¬ versos comentarios, unos comerciales ó especulativos, y otros hijos de la preocupación ó del fanatismo, que con frecuencia dominan á la ignorancia. Abierto un pozo artesiano en la feligresía de San Sebastián, se halló que los gases desprendidos ardían á la aproximación de una flama: este hecho no se hizo tan público como otro igual, que algún tiempo después causó grande admiración en una de las casas del Puente del Espíritu Santo. Curioso fue y divertido el ver que varias personas se disputaban la preferencia á un privilegio que pretendían, con el objeto de explotar la supuesta mina, ya como luminosa ó bien como calorífica. Ao se necesitaba mucho para contestar satisfacto¬ riamente á las consultas de los menos ligeros ó más desconfiados: yo lo hice entonces, asegurando á uno de los interesados, que pronto ce¬ saría la abundante salida de los gases, y con ella desajjarecería la ilusión dominante de haber hallado una fuente de riqueza. Mas volviendo á la segunda de las dos preocupaciones anuncia¬ das, que es la propiedad depilatoria á esas aguas, bastará decir que innumerables hechos observados con alguna atención durante diez años, me persuaden que no hay más que una preocupación desfavo¬ rable, destituida de razón, pues aunque no faltan quienes pretendan fundarse en datos prácticos, ellos no están juzgados escrupulosa¬ mente, y ni cuentan con otro apoyo que el adagio vulgar «Post hoc, ergo propter lioc:» liay, en efecto, coincidencias que pueden simular la realidad, y yo creo que ésta es una de tantas que es necesario des¬ truir. La opinión sobre la supuesta propiedad depilatoria, domina comúnmente en las señoras, más expuestas á preocuparse y más in¬ teresadas en conservar su cabello: con sólo esto se tiene explicada tal preocupación, si se reflexiona que ellas son las que más usan esa multitud de cosméticos, entre los cuales no faltan los depilatorios directos é indirectos: ellas, las que con la frecuencia de peinarse y con la manera de hacerlo, favorecen la destrucción del bulbo; ellas, las que tienen que criar á sus hijos, en cuyo período es casi general que pierdan más ó menos el cabello. Para que se juzgue con más fundamento de la poderosa influencia de las preocupaciones, men¬ cionaré otra opuesta á la anterior, á saber, la fe que tienen esas mis¬ mas personas en varias plantas, atribuyéndoles la virtud de hacer crecer y aun nacer el pelo; sea lo que fuere de todo esto, yo tengo la intima convicción, fundada en la práctica, de que las aguas de las fuentes bi otantes de esta capital no son por sí depilatorias, ni hay doctrina en que fundar tal propiedad. Excusado sería mencionar las ventajas de esas aguas para el la¬ vado, la tintorería y otras aplicaciones industriales, si no hubiera quienes con su exagerada antipatía, ni aun para ese uso las juzgaran útiles. JSTo hay duda que cuanta menores la cantidad de sales calcá- íeas contenidas en las aguas, menor es su acción sobre las materias colorantes, y menor la del jabón descompuesto; y como cuanto me¬ nos se descomponen, limpia más y se consume menos, es seguro que las aguas más puras son las mejores para la tintorería y el lavado, tanto por la economía como por el efecto producido. Aplicando es¬ tos principios á las aguas de los pozos reconocidos y teniendo en con¬ sideración los resultados del examen analítico, queda demostrado que son las más propias, no sólo para esos usos, sino en general para todos los de economía doméstica, y aun para muchos de los medici¬ nales y de los químicos. Me cieo obligado á llamar la atención sobre un punto, que juzgo de ínteres social, á saber, el de la legislación relativa á las fuentes brotantes, comprendiéndosela servidumbre de los derrames. Multi¬ plicándose como se multiplican cada día esos manantiales, muy prin¬ cipalmente en el Talle de México, preciso es evitar las cuestiones, estableciendo leglas que fijen los derechos de los propietarios que pretendan abrir nuevos, y otras que resuelvan las que de hecho se lian piesentado. A fin de dar á conocer cuán necesario es este paso, me limitaré á citar un caso entre varios que, como perito, me han pa¬ sado los juzgados. Algunos de los vecinos de Atzcapotzalco contribuyeron para abnr en la plaza del pueblo una fuente brotante, con el derecho de poder conducir á sus casas el agua por medio de cañerías subterrᬠneas. Mas como el nivel de la casa de uno de los accionistas era su- peiior al del manantial, se encontró, después de hechos los gastos, con que el agua no llegaba. Entonces resolvió mandar abrir otro pozo en el patio de su casa, y como la fuente pública disminuyó en 229 cantidad, ó por lo menos se creyó así, el pueblo le puso pleito, y el juzgado me propuso varias cuestiones que debía yo resolver para fun¬ dar su sentencia. Fácil fue decidir sobre algunas, tales como la de niveles relativos, distancias, influencia que pudiera tener la nueva fuente con la antigua, etc.; mas no era tan sencilla la más importante para las partes, los derechos del común en oposición con los del ve¬ cino. Inútil era buscar un apoyo en nuestras leyes para fundar mi parecer, lo que me obligó en cierto sentido á legislar, procurando una resolución equitativa, y reducida á lo siguiente: «que el vecino estaba en su derecho para abrir en su casa la fuente brotante, pero á condición de tomar una capa distinta de la correspondiente á la ya abierta en la plaza.» Pues bien, como ésta hay otras cuestiones que se han presentado á nuestros juzgados y que reclaman disposiciones legislativas: ellas y las de otros países pueden servir para dar las más adecuadas á las necesidades de México, prestando con ello un buen servicio. Acaso parecerá superfino hallar en la tabla algunos datos que bien pudieran omitirse, creyendo que á nada conducen, tales como las horas de observación, la densidad estimada con los gases y sin ellos, y aun las de la correspondencia del metro con la vara y la del litro con el cuartillo; mas yo he tenido para ello razones de observa¬ ción y razones de necesidad. Estas han sido: que celebrado el con¬ trato con referencia á varas y á jarras, tenía que arreglarme á él, sin omitir por eso la estimación métrica. En cuanto á las de observa¬ ción, comenzare por las horas, cuya anotación es, en mi concepto, de más importancia de la que generalmente se cree. Baste decir que no habiendo una regularidad perfecta en la salida de las aguas, ese dato llega á ser necesario. Algo más tengo que agregar con relación á las densidades. Natural sería suponer que cuanta menor fuera la densidad de una asrua dada, menor sería también la de las sustancias extrañas lijas que contuviera; pero tal raciocinio no es siempre exacto, como puede verse examinando los datos que aparecen en la tabla. El agua de Santo Tomás la Palma, tiene una densidad como de cinco diez- miligramos mayor que la de San laicas, y no obstante esa diferencia, ésta deja casi seis centigramos más de residuo que aquélla. Aún hay otra cosa: la de Santo Tomás, privada de gases, sólo aumenta en den¬ sidad once cienmiligramos, mientras la de San Lucas aumenta veinte: 230 este hecho, que está en armonía con los datos recogidos de las otras aguas, manifiesta claramente la influencia que deben tener en las densidades la presencia de mayor ó menor cantidad de gases, no de¬ biéndose, por lo mismo, inferir por sólo la densidad, la mayor ó me¬ nor cantidad de residuo ó sustancias extrañas fijas que deba con- tener. Hace días que habría concluido estos apuntes, si no hubiera te¬ nido el deseo de agregar, en la tabla adjunta, los datos relativos á la fuerza ascensional, datos que juzgo tan útiles, que acaso sirvan para estimar, con la oportunidad que es de desear, la mayor ó menor esta- bilidad de las fuentes brotantes. Confieso, con la franqueza que debo hacerlo, que nada he visto so¬ bre este punto en los autores que han llegado á mis manos, v que, por tanto, no estoy enteramente seguro del resultado práctico; mas este es un motivo que me decide á dar á conocer la idea, para que, examinada por personas competentes, sea acogida y reglamentada, ó bien desechada, como acaso pueda merecer. El primero de los medios que me ocurrió para estimar la fuerza ascensional, fue el de adecuar un flotador, construido bajo los princi¬ pios fundamentales del aerómetro de Nicliolson: pretendía yo y creía fácil estimar con pesas, por medio de mi instrumento, la fuerza as¬ cendente de las aguas brotantes; pero tal idea no correspondió á mis esperanzas, aunque si me sirvió para confirmar las observaciones he¬ chas antes, con relación á la remitencia ó irregularidad en los derra¬ mes de esas fuentes. Preciso era ocurrir á otro medio, cuyos princi¬ pios son conocidos, cual es el de la estimación métrica de esa fuerza ascensional relativa. Entubada una vertiente á una altura dada, so¬ bre el piso, á fin de evitar el escurrimiento, el nivel del líquido en el tubo será tanto más elevado, cuanta mayor es la impulsión ascen¬ dente, en cuyo caso, la medida, partiendo del nivel del piso, repre¬ sentará la fuerza relativa, que bastaría para el objeto; mas si se qui¬ siera tener la absoluta, se calcularía el peso de la columna del líqui¬ do, partiendo del lecho de la vertiente y tomando en cuenta el de la atmósfera. Siento, en cuanto á esto, no poder presentar desde ahora los datos correspondientes á los nueve pozos de que lie hecho mención; pero motivos independientes de mi voluntad han impedido la aplicación practica de ese medio sencillo. Concluyo, pues, fijando en términos 231 precisos los puntos de que me lie ocupado, declarando antes, que sin la cooperación y empeño en los trabajos de laboratorio del profesor D. Sebastián Reyes, preparador en la cátedra de química de la Es¬ cuela de Agricultura, acaso no habría emprendido todos los que se hicieron; así es que creí justo que suscribiera la tabla, como un efi¬ caz colaborador. 1. ° Las aguas de los nueve pozos abiertos últimamente, tienen, con pocas diferencias, las mismas sustancias extrañas, la misma den¬ sidad y las mismas propiedades organolépticas. Casi no difieren de las de los pozos antiguos, cuya profundidad es aproximadamente una mitad menor. 2. ° La corta diferencia en la temperatura de esas aguas no co¬ rresponde á la que debía esperarse, atendiendo á la que se tiene con relación á la profundidad. 3. ° Los materiales que se encuentran en las vertientes, aun á cien¬ to cinco metros, son de la misma naturaleza que los que actualmente arrastran las aguas de lluvia. 4. ° Los compuestos contenidos en todas las potables, deben fijarse, médicamente juzgando, más bien conforme á las doctrinas químicas racionales, que á los resultados obtenidos por el simple examen de los residuos. 5. ° Siendo las aguas de los nueve pozos abiertos últimamente, más puras que la gorda ó de Chapultepec y tanto como la delgada, cuando viene limpia, son de las más saludables y propias para el la¬ vado, la tintorería y en general para todos los usos económicos, in¬ dustriales y aun químicos comunes. 6. ° Dichas aguas no son ni sulfurosas ni depilatorias. Su olor fu¬ gaz es debido á la presencia de gases carbonados. 7. ° El desprendimiento abundante de gases combustibles, es sólo recientemente abiertos y de corta duración; por lo mismo, no se pres¬ tan á ser aprovechados industrialmente. 8. ° La legislación relativa á las fuentes brotantes y á sus derra¬ mes, es una de las necesidades para México. 9. ° y último. Hay un medio fácil para estimar la fuerza ascen¬ sión al de las fuentes brotantes. Julio de 1863. TABLA ANALITICA de las nueve fuentes brotantes el año de 1853, en las plazuelas Localidades . Pechas en que se hicieron los reconocimientos . Horas en que se hicieron los reconocimientos .... (La m indica mañana y la t tarde) . Diámetro de los tubos exteriores, apreciado en milímetros Llevacion de los tubos sobre el piso de cada lugar, estimada en milí¬ metros . Profundidad de las vertientes, apreciada en metros . ” ” i) 55 ,, ,, varas . Materiales en el fondo de las vertientes. Todas han dado, en más o menos cantidad, pórfidos en pequeñas matatenas, arena cuarzosa y porfirítica morada, pómez, mica, y en algunas marga tenaz y fel¬ despato. Cantidad de agua por minuto, estimada en litros y á 0.“838 sobre el piso . Cantidad de agua por minuto, estimada en cuartillos y á 0. “838 sobre el piso . Temperatura atmosférica. Termómetro centígrado rectificado el cero . Temperatura del agua. Termómetro centígrado rectificado el cero . Aspecto de las aguas. Todas son diáfanas é incoloras, con pequeñas cantidades de arena en suspensión. Olor y sabor, al salir de los manantiales: ligeramente sulfo-liidro-car- bonado, que se pierde prontamente al aire. Reacción: neutra en todas, y el papel de sal de plomo no presenta al¬ teración alguna. Densidad, tomada con raras excepciones á +18° C . ,, en las mismas condiciones, pero privadas las aguas de los gases . Cantidad de gases, reducidos á 0o t y 79 p. en un litro . Cuyos gases se hallan en la siguiente proporción: Azoeto . 11,649 c. c. Ácido carbónico . 3,207 Oxígeno . 2, 524 Gases hidro-carbonados . i5030= 18,41 * Sustancias fijas o residuo desecado á 4- 120° por litro y en gramos. Dichas sustancias son: Gramos Sulfato de cal . 0,000547 5, ,, sosa . 0,000460 Silicato de potasa . 0,008916 5, ,, sosa . 0,022055 Cloruro ,, sodio . 0,010997 Carbonato de sosa . 0,057143 ,, ,, magnesia . 0,014760 Siliza . 0,065760 Alúmina y fierro . 0,002540 Materias orgánicas . 0,010000 Indicios de ácido fosfórico, azótico, apocré- nico y pérdida . 0,004822 0,198000 233 abiertas por D. Sebastián Pane en la Ciudad de México indicadas á continuación. 1 San Lucas. Abril 13. 10 h. m. San Juan. Abril 15 9 h. 40' m. i Candelaria. Abril 15 10 h. 40' m. Los Ángeles. Abril 15 5 h. t. Merced.’?' Abril 21 y 22. 11 h. 6' m. San Pablo. Mayo 1° 10 h. m. Santo Tomás, Mayo 1.a 11 h. m. Concepción. Mayo 9. 5 h. 25 t. Salto óelAgua Mayo 9. 6 h. 20 t. 0,070 0,070 0,070 0,070 0,070 0,070 0,070 0,070 0,070.3 p1 0,838 93,856 112 0,838 101,662 120,59 0,838 100,162 119,52 0,838 95,160 113,55 0,838; 98,554 117,20 0,838 90,562 108,00 0,838 96,370 115,00 0,838 105,300 125,00 0,838-1 v. 101,400 121,00 106,76 94,447 119,998 73,478 98,554 70,264 114,522 63,184 85,00 234 207 . .. ^4, 263 161 216 154 251 138,46 186,20 + 20° + 20°, 5 18° 20°, 9 22, °5 21° 20° 21°)5 12° 21° 22° 20°, 75 17° 21°, 5 16c 21°, 25 18° 20ü,5 1,00038 1,00036 1,000367 1,000366 1,000607 1,000367 1,000812 1,000366 1,000403 1,00058 18,41 c.c. 1,000584 1,000553 1,000659 1,000680 1,000551 1,000923 1,000513 1,000623 0,198 0,211 0,196 0,18l 0,1409 0,185 0,1398 0,248 0,191 * No lutn sido estimados los gases en las otras aguas, porque con algunas diferencias en la cantidad, lian de ser de la misma naturaleza que las del agua de San Lucas. Por la misma razón no lian sido separados los simples y los radicales de las sustancias fijas, una vez que el análisis indicativo demostró su presencia. Conclusión: Fácil es inferir de los datos anteriores, que las aguas de dichos pozos son más puras que la gorda de Cliapultepec, y que, suficientemente aereadas, son tan saludables como la delgada limpia. Merced de las Huertas, Mayo 26 de 1863. £. oftto be ia £o^ci. S. cHeijeo 3° QUIMICA. AGUA POTABLE DE TEOTIHUACÁN (Tomado del Periódico de la “Sociedad Filoiátrica de México.” Publicado por el Sr. Dr. D. Leopoldo Pío de la Loza). Aunque no presenta mayor interés la análisis de esta agua, por no poder ofrecer un trabajo completo, careciendo de la correspondiente descripción sobre la naturaleza del terreno, situación, temperatura, etc., no creo del todo inútil dar á conocer las sustancias extrañas que contiene dicha agua, tanto porque es una de las más puras que he examinado hasta ahora, como porque este apunte podrá servir para ir formando la historia de las aguas potables y minerales del Depar¬ tamento, único objeto que me ha impulsado á publicar otros traba¬ jos de este género. La agua de Teotihuacán, tal como la he recibido de una persona interesada en saber su composición, ofrece los caracteres y propieda¬ des siguientes: Diáfana, sin color, olor ni sabor: no tiene acción sobre los pape¬ les reactivos; su densidad es sensiblemente igual á la del agua desti¬ lada, y no contiene otros productos gaseosos que una corta cantidad de aire. A excepción del azotato de plata, ninguno de los otros reac¬ tivos usados comúnmente demuestra la existencia de sustancias ex¬ trañas, si se examina el agua en su estado natural; mas reducida pol¬ la evaporación á Vio de su volumen, forma un precipitado blanco, tra¬ tada por las sales solubles de barita, de cal, de plomo y por el bioxa- 235 lato de potasa. No precipita con el amoníaco, ni con el bicloruro de platina. Evaporada convenientemente una libra de agua hasta la seque¬ dad, dio tres granos de residuo de color blanco amarillento, el que, calcinado en un crisol de platina, perdió Ve de su peso y quedó ente¬ ramente blanco. Los respectivos tratamientos por el alcohol y la agua, los azota- tos de plata, de barita y el ácido oxálico, lian demostrado que el re¬ siduo era compuesto de sulfato y carbonato de cal, de cloruro de so¬ dio y de materia orgánica, en las proporciones siguientes, calculando sobre cien mil partes: Sulfato de cal . 0,00010 Carbonato de id . 0,00005 Cloruro de sodio . 0,00010 Materia orgánica . . 0,00005 Se ve, según estos datos, que ni la agua delgada de esta capital, que es una de las potables más puras, contiene, como la de Teotihua- cán, sólo tres diez milésimas de sustancias extrañas. No obstante, me han informado que en el manantial es hedionda, lo que acaso pro¬ vendrá de la descomposición de algunos cuerpos orgánicos, de la que resultan productos gaseosos muy volátiles, que pueden separarse de la agua agitándola, como lo demuestra el hecho de no haber en¬ contrado esos gases en la que he analizado. Es de desear que las personas instruidas que visiten la fuente de Teotilmacán, hagan las investigaciones necesarias y publiquen los resultados. 23(J Algunas observaciones sobre la utilidad de las aguas minerales. Ojeada á las de la República. Análisis de las termales de Atotonilco. Lntre los diversos objetos que ofrece nuestro país, dignos de la contemplación del naturalista y del médico, sin duda es uno de los principales el examen de las aguas minerales de la República. Xo sólo hay que extrañar un tratado especial sobre la composi¬ ción y uso de las más notables; también liay que lamentar el poco ó ningún conocimiento que tienen de ellas muchos profesores médicos, entre los que no faltan quienes recomienden su empleo. Por sólo esta consideración, me habría decidido á presentar á la Sociedad Piloiá- tiica la análisis de las aguas de Atotonilco, que una feliz casualidad me proporcionó examinar; pero lie tenido otra más importante, y es el que se ventile la cuestión médica sobre la verdadera utilidad de estos baños como agentes terapéuticos. La ciega ignorancia, la fatal codicia y la necia superstición, han exagerado hasta tal punto las virtudes y propiedades de las aguas mi¬ nerales de todos los países, que hombres de alguna instrucción han sido arrastrados al extremo opuesto, como temerosos del maléfico influjo á que conducen involuntariamente las preocupaciones. Este eiror, más pernicioso que el primero, lia quitado á las ciencias v á las artes un tesoro; á los médicos una arma con que combatir, y á la humanidad un medio de disminuir, en algunos casos, los padecimien¬ tos á que está sujeta. Apenas puede creerse que hombres eminentes, que han enrique- ciclo la ciencia con sns escritos médicos, y cuyos nombres son justa¬ mente venerados, mancharan sus obras con artículos burlescos, muy ajenos de sus conocimientos. Si no es útil ni conveniente ver las aguas 'minerales al través del prisma de la prevención, como ha dicho Andral, es aún más perni¬ cioso decidir sin observar y juzgar solo por analogía. En este defecto lian incurrido algunos escritores de materia médica, negando á las aguas minerales una acción especial sobre el organismo, concedien¬ do á las artificiales las mismas propiedades que á las naturales, exa¬ gerando los abusos y suponiendo decididas muchas cuestiones geoló¬ gicas que aún están por resolver. A o me ocuparé en combatir los débiles argumentos en que apo¬ yan sus opiniones, porque sería necesario escribir una memoria ex¬ traña al objeto que me he propuesto; pero sí recordaré las muchas curaciones que han logrado con las aguas minerales, innumerables enfermos, atacados de erupciones cutáneas, de parálisis y males ner¬ viosos, en quienes no habían surtido buen efecto compuestos artifi¬ ciales muy semejantes. También debo recordar que, por exactas que sean las análisis de las aguas con que nos brinda la naturaleza, no dan á conocer todos los principios que entran en su composición, ni sus com¬ binaciones particulares ; que en química, como en medicina, hay fra¬ ses que halagan sin convencer, pero que marcan el hasta aquí de las ciencias; que si se abusa de los baños minerales, lo mismo que de otros muchos agentes terapéuticos, no deben proscribirse como da¬ ñosos, porque esto equivaldría á prohibir el uso del fierro, fundado en el necio temor de que puede fabricarse con él el puñal del asesi¬ no; y en fin, que hacer olvidar el examen de las aguas minerales, es obligar á los amantes de las ciencias físicas á que no se ocupen más délas interesantes cuestiones sobre la temperatura, acción disolvente, composición, etc., y á no inquirir otros productos tan útiles como el yodo v el bromo, el ácido bórico é innumerables sales. Satisfecho de estas verdades, me decidí hace tiempo á examinar algunas de nuestras aguas minerales, tanto por saber su composición, como por reunir el suficiente número de observaciones para llenar uno de los vacíos que se notan en la terapéutica del país. Y aunque hasta ahora no haya podido realizar este pensamiento, deseo, apro¬ vechando la oportunidad, comenzar por dar á conocer la composi¬ ción de una de las aguas termales inmediatas á la capital, haciendo 238 antes una breve reseña de las minerales en general, con arreglo á los datos que lie podido reunir. La República Mexicana ofrece, en su vasto territorio, abundantes manantiales de aguas puras como las de las lluvias de otoño, carga¬ das de sustancias extrañas como las medicinales más célebres de Eu¬ ropa, frías, templadas y tan calientes, que algunas marcan 96 ° O. Las liay acidas y salinas, azufrosas y ferruginosas, pestíferas é ino- doias, j tan variables en su naturaleza como en las proporciones de sus principios. Gnsi todas contienen acido carbónico, libre v combi- nado, sulfato y carbonato de cal; en muchas se encuentra el cloruro de sodio, y en corta cantidad el de magnesio. No creo que se han ha¬ llado compuestos de yodo ni de bromo, lo que no es raro, si se atien¬ de á que no existen estos metaloides ni en el carbonato de cal, ni en el cloruro de sodio, tan comunes en nuestros terrenos, ni en los ve¬ getales examinados hasta ahora. Hay tanta cantidad de sulfato de magnesia en algunas aguas minerales, que basta evaporarlas al aire libre para obtener la sal cristalizada, casi pura y suficiente para el consumo de la República: pueden citarse, entre otras, las de Olietla, cerca de Izúcar, en el departamento de Puebla, cuya extracción se ha suspendido desde que indebidamente se hace venir la del Norte. Los azotatos de cal, de potasa y de sosa, que rara vez se mencio¬ nan entre los componentes de las aguas minerales de Europa, se ha¬ llan, aunque en pequeña cantidad, en algunas de las nuestras, sobre todo en los manantiales de los terrenos calizos. ¿Cómo explicar de una manera satisfactoria los fenómenos de nitrificaeión, supuesta la regularidad y existencia constante de estas sales? Yo he visto v exa- *. minado en las termas de Atotonilco, las agujas capilares del nitro calcáreo de los mineralogistas, y aun he sacado de esas aguas una pequeña cantidad de él. También debe llamar la atención la presencia del ácido sulfhí¬ drico en las aguas termales, cuyas fuentes se encuentran en esos te¬ rrenos calizos y muy distantes de los piritosos, porque el hecho con¬ traría, á lo menos en parte, la doctrina admitida por los que atribu¬ yen á la descomposición del sulfuro de fierro, tanto la temperatura elevada del agua como la formación del gas ácido; fundándose, entre otras razones, en que sólo se ha encontrado en las aguas de Eugliien. Los compuestos de silicio y de aluminio, en las minerales de Méxi¬ co, son más raros de lo que pudiera creerse, si sólo se atendiera á la 239 abundancia de sus óxidos en la naturaleza, á que se encuentran en la mayor parte de las de Europa, y especialmente en las de Toscana, cuyo terreno es análogo al nuestro, y á que no carecemos de sales aluminosas; sin embargo, faltan en muchas de las medicinales de la República que lie examinado hasta ahora. Aunque poco comunes las bituminosas, no se puede decir que ca¬ recemos de ellas: es bien sabido que á poca distancia de la capital hay una fuente abundante en petróleo, cuya extracción debe favore¬ cerse, por ser uno de los productos naturales de grande utilidad á la industria, á la química y á la medicina. En algunas aguas minerales existen igualmente cantidades va¬ riables de sustancias orgánicas, pero que no influyen, ni por su natu¬ raleza, ni por la proporción en que se encuentran, en las propieda¬ des medicinales de aquéllas. Acaso se extrañará que no haya hecho mención de otros gases que suelen hallarse en estas aguas, tales como el azoeto y el hidró¬ geno, el oxígeno y el aire; mas debo confesar que en este punto ca¬ rezco de datos propios y que no me son conocidos los ajenos; que los medios de investigación son tan delicados y ocupan tanto tiempo, que no compensa el trabajo á la utilidad; y por último, que no te¬ niendo las más veces á mi disposición más que cortas cantidades de aguas mal recogidas, no lie debido ocuparme en aislar esos princi¬ pios volátiles, de preferencia á los fijos, que, como se sabe, dan á las aguas medicinales propiedades características más permanentes. Se ve, según esta breve reseña, que las aguas minerales de la Repú¬ blica pueden dividirse, siguiendo la clasificación generalmente adop¬ tada, en termales y frías, alcalinas y ácidas, ferruginosas y azufrosas, entre las que se encuentran las gaseosas. En cuanto á sus efectos en las enfermedades, dependen por lo común, ó son debidos á su tem¬ peratura y á los compuestos que predominan en cada una, pudiendo asegurar que no obran en general sobre la economía del mismo mo¬ do que los medicamentos oficinales de su especie; que las sustancias reputadas como inactivas, entre las cuales se hallan algunas disuel¬ tas y que no son solubles en otras circunstancias, obran de alguna manera, probablemente aumentando la acción, disminuyendo ó mo¬ dificando la que les es propia; que el poderoso influjo de la imagi¬ nación, el del régimen y la distracción consiguiente á los viajes, son generalmente provechosos; y en fin, que deben estudiarse los efectos 240 de cada una de las aguas minerales de la República y hacerse aplica¬ ciones racionales, sin generalizar su uso ni exagerar sus virtudes. Acaso otra vez tendré el gusto de ocuparme de este importante asun¬ to en la extensión que merece, y también de los diversos efectos te¬ rapéuticos, entre las aguas minerales facticias y naturales, limitán¬ dome por ahora á tratar de las termales de Atotonilco. La hacienda de este nombre, en cuyo terreno se encuentran los baños, está situada trece leguas al Norte de esta capital, y según las observaciones hechas por el Sr. D. alguna otra cosa que se¬ ría necesaria descubrir por repetidos experimentos. Todos los procedimientos aconsejados hasta ahora, dan definitiva¬ mente buenos resultados á la extracción del rojo de ocotillo: las dife¬ rencias pueden reducirse á tres principales, y son relativas: l.°, al ren¬ dimiento; 2.°, á la fuerza ó brillo del color, y 3.°, al tiempo necesario para obtener éste. En cuanto á lo primero, hemos notado que no es necesaria la extremada división de la planta, como aconsejan algu¬ nos, que la trituración la altera, y que los colores obtenidos son me¬ nos limpios, sin que por ello aumente la cantidad del producto: bas¬ ta cortar la planta en pequeños pedazos, después de haberla lavado, para quitar las materias terrosas y demás extraños que manchan los colores. El método que algunos recomiendan para obtenerlos limpios, y que consiste en frotar el liquen en una criba, para separar el pol¬ villo, productor de la materia colorante de la fibra vegetal, es el que rinde menos, sin notable diferencia en el tono de la tinta; hemos ob¬ servado á la vez, que el residuo herbáceo, obtenido por este método, es susceptible de producir materia colorante, aunque de inferior cali¬ dad. Lo que principalmente influye en el mayor ó menor rendimien¬ to, además de la especie de liquen, su desarrollo, recolección y conser¬ vación, es la naturaleza de las bases empleadas, la localidad, la tem¬ peratura y el tiempo que dure la operación: un lugar suficientemen¬ te ventilado, con buena luz y una temperatura de -f- 15° y mejor á -(- 30°, son las condiciones que más favorecen los resultados. En cuan¬ to á la naturaleza de las bases, tenemos necesidad de hacer algunas observaciones. En primer lugar, diremos que, tanto las alcalinas, como las alcali- no-terrosas, producen la materia colorida; así es quelapotasa, sosa, amo- ilíaco, cal y barita, la dan con más ó menos prontitud de tonos ya- íiados y en la misma proporción. Pero hay que notar, que no con¬ viene usar los álcalis cáusticos, pues son muy preferibles los carbón a- tos. Se dice que la adición de lacal es útil, porque hace que se despren¬ da el amoníaco, cuando éste lia sido empleado en la preparación del color; mas tal teoría carece de fundamento, como es fácil demos¬ trar. El principio colorígeno, en contacto con el carbonato de amo¬ niaco, determina la combinación de éste y la separación, dislocación ó combinación particular del ácido carbónico; ya sea como radical, ó bien poi sus elementos, favorece las reacciones. Como prueba de esto, citaremos uno de los experimentos hechos con otro fin. Convenía observar hasta qué punto era preferible el empleo de los carbonatos, al de los álcalis cáusticos, y por otra parte, la influen¬ cia del aire en las reacciones de esas bases, en contacto con el ocoti¬ llo. Para ello fué puesta una cantidad de este carbonato de sosa, pe¬ ro en una atmósfera carbónica, totalmente privada de aire; las reac¬ ciones se verificaron como si éste no hubiera faltado, y se obtuvo la materia colorida; en consecuencia, parece claro que la acción del ai- íe, más bien influye por la corta cantidad de ácido carbónico que con¬ tiene, que por la acción de los elementos oxígeno v azote. Esto explica también el hecho observado aun por los indus- tiiales, de que el mayor ó menor tiempo, es favorable á la formación del coloi producido por el liquen; y como, por otra parte, la sosa cáus¬ tica no lo produjo con la facilidad que el carbonato, es seguro que deben sei preferidas estas sales. Pero aún hay más: los químicos han notado que en las reacciones, para obtener algunos de los principios inmediatos, contenidos en los liqúenes, hay desprendimiento de áci¬ do carbónico; ¿cómo conciliar esto con el hecho de haber obtenido la materia colorante, en una atmósfera carbónica, y con la práctica tan antigua y común de procurar una fermentación urinosa, produc¬ tora abundante de ese gas ácido? lácil es darse razón de todo, ocurriendo á las doctrinas generales de la ciencia. Ha} que distinguir diversos tiempos en las reacciones que se ve- íifican pai a llegar al resultado final, es decir, á obtenerse la materia colorida: uno de los primeros y principales, es el aislar, según unos, ó acidificai, según otros; el de formar con ellos las combinaciones sa¬ linas que constituyen la materia colorida: en la primera reacción, la 253 presencia del ácido carbónico es favorable como medio, ó radical dis¬ locador, ó bien como sobre saturante: en la segunda, como constitu¬ yente de un compuesto que favorece la producción de la sal colori¬ da. ¿Quién no recuerda los buenos efectos debidos á las dobles des¬ composiciones? Esto es lo que pasa, sin duda, en tales casos. Ocupémonos ahora de las bases preferibles para obtener la mate¬ ria colorante roja. Emulados en los experimentos hechos, colocamos, en primer lugar, el carbonato de sosa: su precio cómodo, la facilidad con que se consigue puro, la que tiene para cristalizar el compues¬ to salino, como se ve en la muestra que presentamos, la limpieza del color y la economía en tiempo para, obtenerlo, son cualidades que se recomiendan. Ponemos en segundo lugar la potasa, porque tam¬ bién ofrece economías; la lejía de ceniza obtenida por desalojamien¬ to, á la temperatura ordinaria, produce buenos resultados; la adición de una poca de lechada, una vez formada la materia colorida, mejo¬ ra la tinta. En cuanto al carbonato de amoníaco, si se emplea el del comercio, es costoso, y si el de las orinas, es repugnante. Con respecto á los alcalinos terrosos, sólo habría que considerar la cal; pero va hemos dicho que son preferibles los carbonatos, pues no sirviendo el de cal, por ser insoluble, y necesitándose más tiem¬ po si se usa la lechada, está claro que no ofrece ventajas, si no es como auxiliar en los casos indicados. Con lo dicho, quedan establecidas las reglas principales para faci¬ litar el rendimiento mayor del compuesto colorido, la pureza y bri¬ llo de los colores, y los medios para economizar el tiempo. Diremos ahora unas cuantas palabras respecto de la acción del fuego sobre el pasto del ocotillo. Sabido es que existen en varios vegetales, algunos principios inmediatos cristalizares, que pueden ser obtenidos por su¬ blimación; pero nuestra Roccella ninguno ha dado de ese género, si¬ no únicamente los pirogenados comunes; es decir, agua, ácido acé¬ tico, aceites ligero y pesado, volátiles á diversos grados, gases hidro v oxicarbonados v residuo carbonoso. No contando con la cantidad suficiente del vegetal para reconocer debidamente los productos de la incineración, sólo pudimos observar indicaciones relativas á la exis¬ tencia de silicatos, sulfatos, cloruros y carbonatos de cal, de magne¬ sia y de sosa; acaso contengan, además, potasa y ácido fosfórico, pero no estamos seguros de ello. La Comisión ha creído conveniente el poner á la vista de los se- 254 ñores socios, tanto el liquen que ya vieron, pero que no había sido cla¬ sificado, como algunos de los productos obtenidos, entre los cuales se puede notar la forma cristalina que afectan y que, en general, corres¬ ponde al primer sistema regular, así como los agrupamientos casi constantes en plumas ó en estrellas. Entre las sales coloridas, la que cristaliza con más facilidad, no obstante de ser higroscópica, es la obtenida por la sosa; á ésta sigue la amoniacal, y al fin la de potasa. Ee todo lo dicho, resulta: que el liquen tintoreal, que vegeta en la Baja California y en otros lugares de la República, llamado orchi- 11a y también pasto de ocotillo, es de la familia de los Liqúenes Roc- cella fusiformis de Acharius, y ariedad linearis, que suele hallarse mez¬ clada con alguna otra de las especies ó variedades de Roccella; que en la colectación no se cuida del estado y edad de la planta, de lo cual resulta, que el poder colorante varía, siendo tanto menor, cuanto que las plantas sean más tiernas; que la composición, propiedades y usos del ocotillo; son semejantes á la de la Roccella tintórea; que para obtener las materias colorantes, roja, violeta, etc., pueden usarse los medios y métodos que aconsejan los autores; mas teniendo en cuen¬ ta que es preferible el empleo de carbón atos de sosa, y que la tempe¬ ratura, las aguas carbónicas y una atmósfera carbonatada, favorecen las reacciones y economizan tiempo; que lejos de ser favorable la ex¬ tremada división del liquen es más bien perjudicial; que en los resi¬ duos del liquen que ha servido para la extracción del rojo, se encuen¬ tra y puede obtenerse fácilmente una materia colorante amarilla, y por último, que la cantidad de los principios colorígenos es tanto más abundante, cuanto mayor es el desarrollo de la parásita. ^[PUIKrTES SOBIIE ALGUNOS PRODUCTOS DEL MAGUEY Nuestros apreciables amigos, los Sres. D. Leopoldo Lío de la Lo¬ za y D. Francisco Pimentel, se lian dignado favorecernos con los ar¬ tículos siguientes: «Todo el que conozca la historia de esta preciosísima planta, que sépalas innumerables aplicaciones que hacían de ella los antiguos indígenas v que medite en tantas otras de que es susceptible, así como en los medios de mejorar las producciones que actualmente se emplean, no pueden prescindir del interés que conduce á un examen atento, de cuanto se relaciona con tan importante vegetal, ó cuando menos al que inspira el conocimiento de los resultados obtenidos por los que de él se han ocupado. No obstante todo lo que se sabe, es fácil convenir, en que el ma¬ guey y sus productos, aún no están suficientemente apreciados ni ex¬ plotados; que bajo el punto de vista científico, tanto botánico, como médico y químico, tiene mucho que estudiar; que cada especie, cada variedad, presenta diferencias en cuanto á la edad, producciones, na¬ turaleza de éstas y rendimientos; que dada una especie, esas diferen¬ cias son también relativas á las influencias meteorológicas y geoló¬ gicas; que rigorosamente hablando, aún no se conocen suficientemen¬ te los productos de los magueyes cultivados ; que el fermento propio del jugo azucarado es sui cjetieris; y en fin, que á la abundancia y pro¬ piedad acidificante que lo caracteriza, se debe probablemente la fᬠcil alteración del pulque. Y si á estas alteraciones se agregan las que ponen en práctica los negociantes de mala fe, será fácil conocer la dificultad de fijar á esa bebida fermentada una composición con¬ tante. 256 Hace algunos años que me limité á dar un promedio, sirviéndo- me de los pulques de las casillas y de algunos tomados al descargar los anieros o conductores, proponiéndome aprovechar la primera oportunidad para examinar las aguamieles y el licor fermentado, pe¬ lo íecogido en los tinacales ó bodegas de depósito: aunque no he lo¬ grado esto último, ni reconocido el aguamiel de Apan, presentaré al¬ gunos datos, que servirán acaso como indicante para que otros em¬ prendan trabajos más completos. JUGO AZUCARADO O AGUAMIEL. La que sirvió en Septiembre de 1858, fué tomada á una legua, poco más al . O. de esta Capital, de magueyes en buena vegeta¬ ción, cultivados en los bordes de los ríos, cuyo terreno es arcillo-are- noso-calcáreo. Las plantas se hallaban en la época correspondiente a lo que llaman media raspa, y el aguamiel se recogió á las ocho de la mañana, es decir, dos horas después de separada la de la noche, para evitar que estuviera diluida por el agua de las lluvias. Las cla¬ ses de magueyes fueron tres, conocidas vulgarmente con los siguien¬ tes nombres: Densidad Crintidad Cantidad 0 en kilo- de las aguamie¬ les. de azúcar por litro. de agua¬ miel: 24 h. en litros. gramos. — — — — Metl-coxtii . 95.53 3,900 4,013 Mapitzahuatl ó mepchahuac. . . . . . .... 1.035 95.53 7,500 7,762 Chato . 92,23 Se extraviaron los datos Sumas . 283,29 11,400 11,775 Promedio . 0,94,43 5,700 5,887 Estos trabajos los emprendí el 17 de Septiembre y siguientes, en la Escuela de Agricultura, de la que era Director, auxiliado por el preparador de la clase de química, profesor Carmona, y en presen¬ cia del catedrático de agricultura, D. E. de León Oollantes, y de los cursantes de su clase, D. A. Herrera, D. A. Aguirre, D. I. Pavón y D. T. Zárate. 257 En atención á que, tanto al comenzar, como al concluir las ras¬ pas, producen los magueyes menor cantidad de aguamiel, y á las no¬ tables diferencias relativas al tiempo que están en fruto, pues hay unos que sólo la dan en un mes, otros, cuatro ó seis, y algunos hasta ocho ó nueve, tomaré como término medio, ciento veinte días y su¬ pondré que uno con otro producen cinco litros cada día, formando un total de seiscientos litros, ó sean en solo entero, seiscientos vein¬ tiún kilogramos, como cantidad total del jugo azucarado, equivalen¬ te á cincuenta y seis kilogramos de azúcar, conforme á los prome¬ dios anteriores. Es de presumir que los rendimientos de los mague¬ yes de Apan, así como los de todas las otras localidades, más adecua¬ das al cultivo de la planta, sean mayores; pero aun sin esto, las uti¬ lidades serán muy superiores á las de cualquier empresa agrícola. El examen microscópico del aguamiel y el empleo de los agentes y de los reactivos convenientes, ha indicado, además de la presencia del azúcar, la del agua y la de las sustancias albuminoides, cuya re¬ producción es perceptible, así como la de las reacciones que las ca¬ racterizan. Cien partes han dado: Residuo de la evaporación y desecación á + 100° . 8,866 Residuo de la incineración . . . . 0,726 Goma y albúmina, precipitada por el alcohol absoluto . 0,540 Materia resinosa, obtenida por el éter y soluble en el alcohol, cantidad indeterminada. En las cenizas se encontraron potasa en cantidad notable; sosa, poca cal y magnesia; poca alúmina, cloro, ácidos carbónicos, sulfú¬ rico, fosfórico y silícico. Pudiera admitirse, juzgando por la cantidad de los precipitados y por las afinidades relativas, que esos radicales existen combinados al estado de sulfato y fosfato de cal, silicatos de potasa y de alúmi¬ na, carbonatos de potasa y de alúmina, carbonatos de potasa, de sosa y cloruro de magnesio. Igualmente podría admitirse, en vista de to¬ dos los resultados obtenidos al examinar el aguamiel y como térmi¬ no medio, que cien partes de éstas, contienen: Azúcar . . Goma y albúmina soluble . Sales dichas . . . Agua libre y combinada, materia resinosa y albuminoide, gases y pérdida . . . 9,553 0,540 0,726 89,181 Suma . 100,000 33 258 Se ve, por lo dicho, que la cantidad de azúcar contenida en el aguamiel, es igual á la que da químicamente el zumo de las bue¬ nas remolachas. Oreo suficientes estos datos para seguir más adelante una mar¬ cha sistemada, estimando separadamente, si se quiere, cada una de las sustancias designadas en complexo. Mas por imperfectos que se supongan estos íesultados, ellos bastan para sacar las consecuencias necesarias, tanto medicas como industriales. M medico puede prescribir ó bien proscribir, con fundamento, el uso de la miel de maguey y de su derivado, que es el pulque , sabien¬ do que en la primera encuentra sustancias analépticas, diuréticas, edulcorantes, etc., y que en el pulque debe estimar, además, el al¬ cohol, el ácido acético libre y combinado, así como el fermento. A su \ez, el industrial hallará los datos precisos y exactos para calcu- lui, según los íendimientos, ya en azúcar ó bien en pulque, si le con¬ tiene más fabricar la primera, seguir con el expendio del segundo, ó bien, según yo creo, aumentar sus plantaciones y abrazar los dos íamos á la vez; pues aunque debe tener en cuenta que, industrial¬ mente, no se obtiene toda la azúcar contenida en un jugo dado, sí es de suponer que con el aguamiel conseguirá un ocho por ciento, en¬ tre azúcar y melaza. Confirmará igualmente, por los datos que le presento, que uno de los abonos, o sean mej oradores de los magueyales, son las cenizas ve¬ getales, y que entre éstas debe preferir las de las pencas de las mis¬ mas plantas, que en su poda, y más aún en su muerte, las ministran en abundancia. Debe inferir, por último, que los componentes más apreciables del aguamiel, serán tanto más abundantes y de mejor calidad, cuan¬ to más atendido sea el cultivo, proporcionándose al mismo tiempo una economía de éste en el de su crecimiento y sazón ó raspa. Para mayor seguridad en el juicio, conviene pasar al examen del produc¬ to sacarino. AZUCAR DE MAGUEY. Los antiguos indígenas, no sólo apreciaron el aguamiel, tanto re¬ ciente como fermentada, ó convertida en pulque: también la evapo¬ raban para formar un jarabe espeso, conocido con el nombre de miel de maguey, una especie de azúcar morena, que, aun después de la conquista y actualmente, se prepara y consume en las localidades adonde vegeta esa preciosísima planta, y finalmente, un vinagre usa¬ do como refrigerante, y lo que aún llaman tortillas de maguey. El Dr. Hernández hace mérito de ello, en la página 253, libro 7.° de su obra. Dice, entre otras cosas, hablando del maguey: “ Suc - cus destillatione fit dulcior decoccione vero et dulcior et spission, doñee tándem congatur in saccharum . HJ saccliaro, quod ex cedem sueco cogitur parant acetum nempe, resoluto exaqua et noven diebus inso¬ luto.” No obstante esto, creo que no se había intentado seriamente la pu¬ rificación del azúcar de maguey, hasta que los Señores Pontones y Chousal la procuraron, obteniendo después un privilegio exclusivo. He aquí lo que escribí en Septiembre de 1858, época en que hi¬ cieron la solicitud: «Hay algunas empresas, ideas é> acontecimientos, que aunque por distintos motivos llaman la atención de la sociedad, y aun sin vo¬ luntad ni intención se ocupan de ellos á la vez, el entusiasmo se pro¬ paga con admirable rapidez, y más ó menos duradero, tiene, como todas las cosas, su declinación y su fin. 7 V t La indiferencia es el último término de esa especie de conmo¬ ción, que invade, según su importancia, sea á una familia, á una ciu¬ dad, á una nación ó al mundo todo. Y aunque esto ha sido siempre, no podrá negarse que el siglo ac¬ tual es fecundo en acontecimientos v casi todos de la mavor iinpor- tancia. La Nación Mexicana, aunque nueva entre las demás, no ha sido menos, y aun es preciso convenir en que su infancia es toda de ac¬ tividad y de constancia: guiada por el ejemplo de las que le han pre¬ cedido, no sólo las sigue en su marcha, sino que aspira á colocarse al nivel de ellas, teniendo que combatir con los antiguos hábitos de algunos de sus hijos, con la apatía y el egoísmo de otros, y con las exageradas aspiraciones de muchos, cuya única opinión, cuya única mira, es el vivir á costa de la parte productora y laboriosa de la so¬ ciedad. He aquí, por desgracia, el estado normal de este país. Sin embargo, y aunque aún sufre las fatales consecuencias de las guerras intestinas, las nuevas vías de comunicación, el estudio y co- 260 nocimiento del país, el desarrollo de varias industrias y los aconte¬ cimientos más notables, son las ocupaciones preferentes de los hom¬ bres que conocen mejor los medios más eficaces para destruir el es¬ píritu revolucionario y para elevar al país á la altura á que debe co¬ locarse. La extracción de la azúcar de maguey, es una de las industrias que, no sin razón, preocupa en este momento á muchos.* Los propietarios de las haciendas de caña temen á un poderoso ri- \ al; los de las de pulques, sienten que un privilegio les prive, por algu¬ nos años, de los beneficios que pudieran ellos tener; los comercian¬ tes aguardan una baja del efecto, como consecuencia de la abun¬ dancia que suponen ha de haber; los consumidores afirman, aunque sin conocer el producto, que la clase del azúcar no ha de ser buena, poi su mal sabor; los médicos piensan proscribirla de sus formúla¬ nos j colocarla entre los irritantes; unos aseguran que no es producto nuevo, otros que sí; los interesados apuran sus alegatos; los aboga¬ dos escriben suplementos; el gobierno se encuentra indeciso, ocu- ne á los peritos, y todos los interesados, va directa ó va indirecta- > %j */ mente, se hallan á la expectativa de la resolución final, porque, co¬ mo indiqué al principio, hay empresas que llaman la atención de muchos. Yo, entretanto, no he debido despreciar la oportunidad, y estu¬ diando el valor sacarimetrico del aguamiel y algunos otros zumos vegetales, examiné, también con mi amigo el Sr. D. Luis Yarela, las tres muestras de azúcar de maguey, presentadas al gobierno pol¬ los Sres. Pontones y Chousal, así como una cuarta de otra superior de caña, resultando de esos trabajos el siguiente promedio: OLASES. En Pan . 081,5 } Menuda blanca . 081,5 i Azúcar de maguey. Morena . 080,0 ) Blanca de calla . 086,0 Aunque estos datos bastan para conocer que el maguey da una azúcar tan útil como la de caña, agregaré hoy, que continuando sus ti abajos el Sr. Pontones, presentó más tarde, no sólo los derivados más usados del azúcar, como el piloncillo, el aguardiente y el vina- gie, sino aun la candi, perfectamente limpia y cristalizada. * En 1858. 261 Decidido, por tanto, que el jugo de nuestros magueyes produce una azúcar que ocupa el segundo lugar entre las del comercio, na¬ tural es indagar, como ya indiqué, si su explotación es conveniente, industrialmente juzgando. Para resolver esta cuestión, liay que con¬ siderar, entre otras cosas, dos como principales. La primera es la comparación entre los rendimientos del agua¬ miel convertida en pulque, con los del mismo zumo transformado en azúcar. La segunda, la facilidad ó dificultad para establecer este nuevo ramo productor. Oreo, en cuanto á la primera, que si los magueyales lian de per¬ manecer en el estado de abandono en que boy se hallan; si la prác¬ tica racional y los conocimientos agrícolas no lian de tener aplica¬ ciones; si los plantíos no se multiplican, y, sobre todo, si los propie¬ tarios y los arrendatarios sólo lian de contar con los escasos brazos de que lioy pueden disponer , es, sin duda, preferible continuar con la ex¬ plotación del pulque y no pensar en la del azúcar. Mas si tales inconvenientes desaparecen, basta un cálculo sen¬ cillo para decidirse por lo contrario. Yo lo lie formado, agregando á los datos indicados, los del costo de cada maguey, desde su planta¬ ción basta su raspa; el promedio de sus productos en aguamiel y, por lo mismo, en azúcar; los gastos de fabricación, expendio, etc., resul¬ tando de todo, que los empresarios pueden contar, por este medio, con el rédito anual de un cincuenta por ciento. En contra de esta halagüeña idea, liay que oponer las considera¬ ciones relativas á la segunda de las cuestiones propuestas. En efecto, la falta de población laboriosa, á saber, de brazos se¬ cundarios, es un obstáculo de grande importancia para las empresas de este género. Puede asegurarse que todos los ramos de explotación agrícola tropiezan actualmente con esta dificultad, basta el pun¬ to de tener que limitar sus labores á menos de lo que permite la ex¬ tensión de sus terrenos. Pero aún hay más: esos brazos secundarios, á los que acaso pue¬ de confiarse una labor, no tienen, en general, la misma disposición para la industria azucarera. Ésta requiere, además, un capital proporcionado para la buena elaboración de los productos, ó sea el establecimiento para la fabri¬ cación; y debe tenerse presente, que pocos han de ser los que cuen¬ ten con la posibilidad para ello. 262 Por último, antes lie indicado que al público repugnaría este efec¬ to, preocupado más de lo debido por sólo su procedencia, cosa que no es nueva en su género, porque así sucedió con la de la remolacha. Presumo, sin embargo, que llegará un día en que el azúcar de ma- guey, su alcohol y su vinagre, figuren en el comercio como liov fisni- ran los productos de la caña.* VINO DE MAGUEY, PULQUE O NEUTLI. Si no es fácil hallar en el comercio vinos de uva no adulterados, es más difícil encontrar el de maguey, tal como debía ser, no obstante que su bajo precio sería una garantía que alejara todo temor de frau¬ de. Pero el hecho es, que son tantas y variadas las materias que se encuentran en los pulques del comercio, que se llega á perder la pa¬ ciencia, con el convencimiento de que no es fácil fijar ni el promedio de su composición, aun con respecto á las partes esenciales, como son el alcohol, agua, azúcar, mucílago, fermento, etc. Parece, en efecto, que cada vendedor al menudeo tiene sus fórmulas particulares ó las materias predilectas de que hace uso, según el estado en que reciben los pulques, el rezago que de ellos tienen y aun la presunción, con¬ forme á su experiencia, de la mayor ó menor salida del efecto. La cal, el agua, el almidón, harina, la goma, el tequezquite y al¬ gunos vegetales más o menos inocentes ó nocivos, son comúnmente de los que más uso hacen para encubrir, ya la mucha fluidez, la aci¬ dez y hasta la corrupción de la bebida fermentada: esto sin contar con el abuso de los conductores, que consiste en la adición de diversas aguas más ó menos impuras, y sin hacer mérito de las modificacio¬ nes naturales relativas á las estaciones, como son las lluvias y, sobre todo, la elevación de la temperatura, que tanto violenta la alteración del producto. Nú obstante lo dicho, hay en la capital algunas casillas estable¬ cidas por propietarios de las haciendas y de los ranchos que prestan mayor garantía, en cuanto á no tener esa bebida sustancias extrañas perjudiciales a la salud, aunque en general no le faltan las de las aguas de que se sirven los conductores. Esa piesunción se ha realizado en parte, puesto que actualmente se consumen en la plaza algunos barriles de aguardiente de maguey, además del conocido tiempo lia con el nombre de mezcal. 263 De la misma clase se encuentran en los expendios de algunos de los contratistas, principalmente cuando se procura el pulque á las pri¬ meras horas en que reciben la carga; pero en la mayoría de las otras casillas, son tan notables las alteraciones de esa bebida, que llega á percibirse al olfato la presencia del ácido sulfhídrico y de sulf hidra¬ tos, y el líquido se ennegrece, dejándolo en vasijas de barro vidria¬ das, cuyo barniz, como se sabe, es un silicato de plomo. Si por estos fraudes y aun sin ellos, la sola fermentación que se desarrolla no modificara y alterara el jugo azucarado producido por las plantas, es claro que, conocida la composición del aguamiel, lo es¬ taría igualmente la del pulque. Mas no siendo así, se hace indispen¬ sable: primero, el examen del pulque en los tinacales: segundo, el del que se recibe en las garitas ó al llegar á las pulquerías: tercero, el de varias muestras de diversas casillas, tomado principalmente en las tardes, que es cuando, por lo común, se halla más alterado; y cuarto ? el de los de Enero, Mayo y Agosto, que son los meses en que princi¬ palmente se advierten las alteraciones estacionales. Entretanto que esto se realiza, presentaré algunos datos tomados de los que en distintas épocas me han dado los trabajos emprendi¬ dos, en el concepto de que aún no he logrado examinar el producto recogido en los tinacales ó bodegas destinadas á la fermentación y depósito. Densidad. — Es tan variable como lo son la cantidad de gases y la del sedimento que contienen los pulques, pues que la modifican notoriamente: he aquí lo que ha dado en las condiciones que se in¬ dican: Pulque de casilla, recogido en la tarde, con las heces propias y examinado á -+- 15° c. . . . . . 1,103 Pulque de casilla decantado . . .... 0,002 Id. id. id. filtrado . . 0,997 Id., frasco tomado al llegar la carga . 0,9943 Es de advertir que este último marcó dos grados al aerómetro, lo cual confirma la influencia de los gases en el método de la doble pe¬ sada. Examex microscópico. — El pulque fresco, tal como se recibe de los conductores, deja ver las sustancias albuininoides, bajo la forma 264 de filamentos ya existentes y de otros que se forman por la unión de pequeños globulillos, que agregándose en un sentido, aparecen como fibras, que á su vez se unen, tomando el aspecto de radículas ó de pe¬ queñas arborizaciones; algunas se agrupan en masas, y entre unos y otros hay glóbulos mayores oscuros, con pequeños núcleos luminosos. El yodo determina débilmente la coloración azul, que es más apre¬ ciable si previamente se hierve el líquido. Examen sacarimétrico. — El pulque es más ó menos polarisan- te, según las condiciones en que se toma; pero debo advertir que este carácter no prueba por sí solo la existencia del azúcar; depende más comúnmente de la presencia de la albúmina. Ko obstante, privado de las materias extrañas y sirviéndose del licor fresco, suele hallarse alguna cantidad muy varia de azúcar; yo he obtenido una indicación conespondiente á 8,2o por litro; pero lo mejor para asegurarse de la existencia de la azúcar, es el preferir los reactivos químicos, á fin de Persuadirse de que no es común hallarla, si es en condiciones deter¬ minadas. Acción del calórico y de los reactivos. — El pulque se acla¬ ra un poco, formando una espuma viscosa, precipitando las materias en suspensión, y desprendiendo los gases con el olor característico y algo alcoholizado del licor. Aunque la cantidad de estos gases es muy vaiia, puede estimarse, como más común, por litro y reducida á o. t. y 0,760 p. en c. c.=190,46. I Acido carbónico . 179,81 Acido sulfhídrico . 000 00 , ’ Oxigeno. . 002.29 Azoeto . 008,36 190,46 Variable ó no existente. Alcohol. — Destilado convenientemente al pulque fresco de ca¬ silla, da diversas cantidades de alcohol, según la del agua adiciona¬ da y de la mayor acidez; pero en general, puede estimarse como re¬ sultado de varias operaciones y en alcohol absoluto, de veinticinco á cuarenta gramos por litro. Evaporados cien gramos de pulque hasta la desecación á -{- 100° O., han dado: 265 Residuo . 2,300 Llevados hasta la incineración, dieron . 0,220 Las cenizas se hallaron formadas de materias so¬ lubles en el agua . 0,168 Materias solubles en los ácidos . 0,037 Id. insolubles . 0,015 =0,220 Las substancias que forman las cenizas, sólo difieren, por la can¬ tidad, de las que se hallaron en el aguamiel, pero no por su natura¬ leza; así es que, como en ella, el carbonato de potasa es el dominante. Conviene también notar, que filtrados por el papel cien gramos de pulque, dieron dos decigramos de residuo, formado por las subs¬ tancias albuminoides que aparecen en el microscopio, las cuales pro¬ ducen la proteína y las reacciones correspondientes, á saber: colora¬ ción azulada con el ácido clorhídrico, solución en la potasa, precipi¬ tación por el ácido acético y formación del ácido xanto-proteico ca¬ racterístico. El alcohol absoluto precipita la goma y disuelve la ma¬ teria resinosa, que á la vez separa el agua: el éter la separa también del mismo modo. La reacción del pulque sobre los colores vegetales es constante¬ mente ácida, y tanto más activa cuanto más tiempo tiene; el hervor no destruye esa propiedad. El fermento natural del licor tiene tal disposición á despertar á la vez la fermentación alcohólica y la acé¬ tica, que al salir del maguey, es decir, cuando apenas está iniciada la fermentación, la reacción ácida es mayor de la que corresponde á sólo la presencia del ácido carbónico: así es que un estudio cuidado¬ so del fermento, viéndolo bajo todos sus aspectos, así como el del principio aromático, que alguno considera como aceite volátil acre, y por último, el de la materia resinosa sería muy útil, sin duda. Pudiera inferirse, en el supuesto de que el licor tuviera una com¬ posición constante y supuestos también los datos antedichos, que hay en un litro: Substancia albuminoide, goma y resina . 12,57 Azúcares . 8,23 Sales indicadas solubles en los ácidos . 0,37 Sales indicadas solubles en el agua . 1,68 Sales indicadas insolubles en esos vehículos . 0.15 Alcohol absoluto (promedio de tres operaciones). 36,80 Agua y productos gaseosos . 940,20 1000,00 34 266 Juzgo oportuno el formar un cuadro comparativo de la composi¬ ción del aguamiel y del pulque, uniendo prudencialmente, bajo de un rubro, los productos de cada líquido, estimados en mil partes. Aguamiel. Pulque. Substancias albuminoides, gomayresina. 25,40 12,57 Azúcares . 95,53 8,23 Sales . 7,26 2,20 Alcohol absoluto . 0,00 36,80 Agua, gases y pérdida . 871,81 940,20 1000,00 1000,00 LA GOMA DEL MAGUEY. El señor presidente de la comisión científica remitió, con feclia 13 del mes próximo pasado, á la sección físico-química, unos diez ó doce gramos de goma de maguey, que el que subscribe se encargó de examinar, en atención al corto número de personas con que cuenta la sección, y á que las pocas que concurren á los trabajos ya tienen designados aquellos á que cada uno se lia de ocupar. Sabido es que la goma que producen los magueyes lia sido usada hace mucho tiempo para la preparación de las tintas, ya sola ó ya mezclada con la de los árboles frutales, con la cual tiene semejanza, ó bien, aunque raras veces, con la del mezquite ó mezquitl (luya cir- cinalis), según la malicia ó la viveza de los colectores. Su color obs¬ curo, y aun casi negro, la abundancia de cuerpos extraños adheridos á la goma y el no disolverse con la facilidad que la del mezquite, han hecho que se vea con desprecio por los industriales, quienes la consumen, sin embargo, en las épocas en que escasea la de buena ca¬ lidad, ó bien estimulados por el ínfimo precio á que la consiguen. Parece que los antiguos indígenas la usaban como medicinal, pues se sabe que hacían diversas aplicaciones de todos los productos del maguey. Veamos las propiedades de la goma, que dan estos pre¬ ciosos vegetales con que la naturaleza ha enriquecido aun la parte menos fértil de nuestro vasto territorio. Caracteres exteriores. — La goma de maguey tiene, por su i aspecto, mucha analogía con la de los guindos, de los ciruelos, duraz- 267 nos, capulines y demás frutales. Su color es comúnmente obscuro, aunque de tintas variables, desde el amarillo de ámbar basta el rojo muy obscuro: la forma es en granos de varios tamaños, más ó menos esféricos ú ovales, á veces en lágrimas ó vermiculados, lisos o rugo¬ sos ó más comúnmente mamelonados, con diversos cuerpos extraños leñosos y terrosos, tanto adheridos á la superficie como interpuestos en su masa: la quebradura es vidriosa y más o menos transparente: el sabor, muy débilmente estíptico; después de algún tiempo se di¬ suelve en la saliva. Densidad. — Varía según las cantidades de las materias extra¬ ñas, principalmente las terrosas; el promedio de tres operaciones lia dado, á -fl5o 0., 1,31. HlGROSCOPlClDAD. — Vo es notable; la que lia estado abandona¬ da al aire húmedo de la estación actual, perdió, sobre cien partes y á +1000 O., 007,00. Solubilidad. — Variable también por las materias extrañas: á la temperatura ordinaria, cien partes dejaron 020,30 de residuo; pero á una temperatura elevada sólo quedaron las materias extrañas, ha¬ biendo obtenido 016,00 de residuo. Caracteres polariscópicos. — La solución gomosa decolorada por el carbón, es levógira; fue necesario diluirla, porque concentrada no permite el paso á la luz. La falta de una cantidad proporcionada de goma no permitió em¬ plear la sal de plomo, porque se haría indispensable descomponer el arabinato insoluble. Caracteres microscópicos. — 1.° Solución. Líquido gelatini- forme, tembloroso, en parte algunos glóbulos, y cuyas reacciones co¬ rresponden á las que se observan en la copa. 2.° Residuo ó parte no disuelta. Materia glutinosa formada por varios cuerpecillos, tanto angulosos como esferoidales, con núcleo luminoso, y otros de forma y tamaño variables, entre los que se descubren fibras leñosas. El yodo, usado convenientemente, produce la tinta azul, aunque débilmente. Acción del calórico. — A cien grados aclara el color, pasando al amarillo sucio y aun al amarillo claro, elevando más la tempera¬ tura: si ésta se sostiene, hay desprendimientos de humos espesos, de olor algo sacarino, de reacción notablemente ácida, y que arden con una flama brillante de base azulada: al fin se carboniza la materia sin fundirse, v al contacto del aire se incinera. 7 «/ 268 ÍTeaccioxes. — Tratada la solución hecha en frío, ha dadoi Con el tornasol, reacción casi neutra. Oxalato de amoníaco, precipitado blanco. Alcohol id. id., notable. Subacetato de plomo, id. id. Protoazoato de mercurio, enturbiamiento. El percloruro de fierro sólo determina la coloración del líquido sin dar precipitado alguno. Tanto el ácido sulfúrico concentrado como el diluido, ofrecen los caracteres correspondientes á la goma arábiga, aunque dando una coloración más subida, probablemente por la abundancia de las ma¬ terias extrañas orgánicas. Los caracteres han sido negativos con los siguientes: Zinc yodado y solución de yodo, agua de cal y de barita. Acetato neutro de plomo, sulfato de cobre amoniacal, azotato de plata. Substancias que forman las cenizas: Cien partes de goma han dado 004,5 de cenizas, es decir, menos que el promedio de la arábiga y algo más que la de frutales. Estas cenizas contienen: Substancias solubles en el a<:ua . 000,7 Id. id. en el azótico . .... 001,8 Id. insolubles en ambos vehículos. . . . 002,0 004,5 La solución acuosa de las cenizas ha indicado, con los reactivos, las siguientes: Acido sulfúrico. Idem carbónico. Idem clorhídrico. Cal. La solución azótica dió: Acido carbónico. Idem sulfúrico. Cal. El residuo, totalmente insoluble, sólo ha dado siliza y alúmina. La corta cantidad de goma de que pude disponer y el no ser tiempo 369 oportuno para colectarla, no lia permitido asegurarse de la pieseii- cia del ácido fosfórico, de la sosa, la magnesia, etc.: en cuanto al áci¬ do, se manifestaron indicios con la sal de bismuto. Conclusiones y observaciones. — Los caracteres enunciados manifiestan claramente que la goma del maguey tiene grande ana¬ logía con la que producen los árboles frutales, así como con la va¬ riedad colorida de la de las mimosas, comprendida la sección de las ingas, la variedad roja de la del senegal ( Acacia Adansonii) , y en general, con las de color obscuro que vienen mezcladas á las gomas que ofrece el comercio bajo la denominación genérica de goma arᬠbiga y de goma del senegal. La del maguey difiere, sin embargo, de la de los frutales, por la mayor cantidad de materia disuelta, la faci¬ lidad con que se hace soluble la parte que de pronto se reputa como insoluble, el mayor enturbiamiento con el oxalato de amoníaco, aca¬ so proporcional á la mayor cantidad de goma disuelta, por lo mis¬ mo, á la notable precipitación con el alcohol, y en fin, por no dar pre¬ cipitado alguno con el percloruro de fierro, como lo dan, según los autores, tanto la parte soluble de la goma de frutales como la de la arábiga, la del senegal y de tragacanto. No sin motivo he substitui¬ do á las voces arabina, basorina, ceraeina, kuterina y adragantina, las de materia soluble y materia insoluble, por alejar toda cuestión de tantas como se hallan en los autores sobre este punto. Tal vez no faltaría quien diera el nombre de af/abina á la parte insoluble de la goma examinada. De todo lo expuesto es fácil inferir: que la goma producida pol¬ los magueyes no ofrece grande importancia bajo el punto de vista médico ni el industrial. La goma de las ingas en nuestro país, y en general las que llevan en el comercio los nombres de arábiga, del senegal, etc., así como las substancias mucilaginosas, en cuyo número debe contarse hoy la go¬ ma artificial, que tanto abunda y que tan bien recibida lia sido, aca¬ so porque es muy conocida su procedencia, son preferibles para las aplicaciones terapéuticas. En cuanto á los industriales, sabido es que si algunos lian opinado que la goma de los frutales, la goma negra, no es buena ni aun para la tinta de escribir, teniendo la de los ma¬ gueyes algunas de las propiedades, es conveniente no usarla sino en los casos de necesidad. Además, la dextrina lia facilitado á los fabri¬ cantes de tejidos, de papel y demás, un medio económico y en algu- 270 nos casos más útil que las gomas, cuya escasez les producía á veces un aumento en sus gastos. Concluiré por advertir, que juzgando poco fructuosa la análisis elemental, y careciendo de goma para hacerla, lie omitido ese tra¬ bajo. En confirmación de tal juicio, bastará presentar el siguiente cuadro comparativo, referente sólo á la goma arábiga: Berzelius. Prout. Foucroy. Ure. Carbono . 41,906 36,3 23,08 35,13 Hidrógeno . 6,788 63,7 11,51 6,08 Oxígeno . 51,306 0,0 65,38 55,79 Azoeto . ■> 0,000 0,0 0,00 3,00 Estos datos constan en los anales de física y química, y ellos bas¬ tan para decidirse á no perder el tiempo en un trabajo infructuoso. Tengo que dar término á estos apuntes, con el sentimiento, no sólo de no haber formado un trabajo tan completo como lo exige la naturaleza del asunto, sino aun de no haber tocado la parte relativa á los (insanos y á las tortillas de maguen, al algodón, á lo que se usa bajo el nombre de mezcal de penca y quiote, y lo que es aún más im¬ portante, al examen cuidadoso de los magueyes considerados como plantas textiles. Acaso llegue el día en que, visitando los tinacales y las magueyeras, pueda completar el trabajo, dándome entretanto por satisfecho, si logro que estos apuntes sean el móvil para que otras personas, con más tiempo y mejores elementos, se dediquen al estu¬ dio concienzudo de esos vegetales, cuyos resultados serán tan impor¬ tantes á las ciencias como á la industria y al comercio. México, Noviembre de 1804. 271 EL AN IMAL PLANTA. POE EL SK,. IDIR. ID- LEOPOLDO EIO IDE LA. LOZA. (Publicado en el “Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.” 1* Epoca, tomo X, págs. 315-318). En la reseña histórica sobre los trabajos de la Sociedad, que pre¬ sentó el día l.° de Enero de este año el señor Secretario I)r. I). José Guadalupe Romero, aseguró que yo me ocupaba en el examen del insecto conocido con el nombre de animal-planta. Su aseveración me comprometió, de manera que fué preciso el procurar lo necesario para el examen enunciado, teniendo hoy la satisfacción de pagar á la Sociedad esa deuda, por extraño que parezca á su institución el asunto de que paso á ocuparme. Hace más de treinta años que llegó á mis manos un ejemplar del insecto mencionado; pero la necesidad de adquirir algunos otros, y principalmente la de estar preparando en ese tiempo mi examen ge¬ neral de medicina, me obligaron á aplazar para más tarde el recono¬ cimiento que yo mismo deseaba. La falta de ejemplares y ocupacio¬ nes preferentes de otro orden, habían hecho que pasara el tiempo sin realizar ese propósito, hasta que hará dos años conseguí otros tres ejemplares, que me sirvieron para persuadirme de lo inexacto délas ideas vulgares que se tenían respecto al origen, naturaleza y propie¬ dades de ese curioso objeto. Hoy, que además del compromiso con la Sociedad, hay otro, para mí muy sagrado que satisfacer, y que he tenido la fortuna de que mi apreciable discípulo D. Rafael Barba me remitiera varios ejemplares, paso á exponer el juicio que be for¬ mado sobre el particular; pero antes indicaré cuáles son las ideas vul¬ gares más generalizadas. Se dice que el animal habita en los campos, alimentándose de vegetales, y que á cierta época de su vida cava la tierra lo necesario para quedar cubierto; pero que esto lo hace eligiendo algunos luga¬ res en donde abunda la semilla de una planta, la cual, germinando inmediata al animal, deja en él implantadas las radículas del nuevo ser, y que cuando éste crece, aquél muere. Aseguran otros que, nutriéndose el animal con esa misteriosa se¬ milla, cuyo nombre ninguno indica, germina en los órganos interio¬ res, el tallo aparece al exterior, el animal se enferma, é instintiva¬ mente se inhuma antes de morir, muriendo igualmente, pero más tarde, el vegetal insecticida, de lo que resulta el conjunto que ofre¬ cen los ejemplares que están á la vista. Tales cuentos han dado oca¬ sión á que se afirme, aun por personas no muy vulgares, que el ob¬ jeto que motiva este artículo, es un compuesto de animal y de vege¬ tal, ó como suponen algunos, que aquél se convierte en raíz, cuya planta y ramas parten de la cabeza. Preciso es convenir en que, cuan¬ do el animal está aún medio cubierto con alguna tierra, el aspecto es efectivamente el de un pequeño vegetal con todas las partes que le son propias; pero visto con atención, se encuentra ser totalmente un animal. ¿A qué familia pertenece? ¿Las ramificaciones ó prolon¬ gaciones son partes necesarias, ó son accesorias á él? En el segundo caso, ¿cómo explicar su formación? He aquí las cuestiones que paso á examinar. El animal en cuestión y supuesto en el estado natural, es un in¬ secto hemíptero, homóptero, y de la familia de las cicadarias: es la cicada communis, ó sea la C. plcbsia, de Lin., que es la Tettigonia fraxini, de Fab.: acaso sea una variedad de la común. Lo que llaman animal-planta es la larva de ese insecto en su tran¬ sición al estado de ninfa, y probablemente muerto, sin llegar á su to¬ tal desarrollo, á consecuencia de la alteración orgánica que constitu¬ ye un estado patológico, cuyos productos son verdaderamente excre¬ cencias, ó diré mejor vegetaciones dérmicas, que simulan más ó me¬ nos el tallo de una planta, en muchos casos, con sus ramos, su inflo¬ rescencia y su fructificación. La extremidad libre del tallo aparece 273 las más veces como una pequeña coliflor; pero en general, tiene mas analogía en su conjunto con el coral, sin que le falte aun la tinta ro- sada, propia del coral rojo. El examen químico apoya aún esta analogía, descubriendo a pie senda de las sales calcáreas que se encuentran en ese zoófito; pero aun hay más: en algunos de esos pequeños tallos se observan con e microscopio cristalitos cúbicos de cloruro de sodio, como los hay en el coral bruto, mezclados con alguna arena cuarzosa, todo lo cual au¬ menta la analogía entre el pólipo marino y el insecto que nos ocupa, y al que el vulgo, sin saberlo, ha dado ó traducido el nombre grleB° zoófito, llamándole animal-planta. Aunque yo no he dudado de la naturaleza del supuesto vegeta , tuve la necesidad de demostrar químicamente que eia animal. Octubre del año pasado, uno de los médicos del ejército expediciona¬ rio, deseaba asegurarse de si las pequeñas ramas eran ó no vegetales. La naturaleza de los productos obtenidos por la acción del fuego, a del carbón producido, y por último, la de las cenizas, no dejo duda alguna de que todas esas producciones animales son de naturaleza animal. He aquí los datos recogidos entonces, en presencia del ¡sr. D. Joaquín Yarela. Pesada una de las excrecencias y previamente lim¬ pia y desecada, dio en gramos . 0,19 Productos volátiles amoniacales, obtenidos al fuego de destilación . ’ , 0,18 Residuo carbonoso . Este residuo perdió por la calcinación . 0 ’14 Dió de sales, en su mayor parte calcinadas . 0,04 No hay, pues, duda de que la parte que se reputa como vegetal, es de naturaleza animal. La investigación anatómico-patológica era otro de los trabajos que convenía hacer: ella ha venido á demostrar que, conservándose las partes exteriores de la larva, es decir, el esqueleto tegumentario y sus apéndices, todo el interior ha sufrido, por el contrario, una com¬ pleta transformación. En efecto, dividiéndola poi mitad, en e tido de su longitud, presenta, según se ve, un todo homogéneo, blan¬ co, fofo, v muy semejante al agárico ó á alguno de los hongos comes¬ tibles: parece que una modificación análoga á la que se verifica en lo que vulgarmente se llama petrificación, ha solidificado el interior 35 274 de la larva, dándole la uniformidad que se advierte, y por la cual se pueden explicar la alteración orgánica, la enfermedad y la muerte del insecto al comenzar su transformación. ¿Cuál es la causa deter¬ minante de esa alteración orgánica? ísTo es fácil resolverlo, y menos faltando, como me faltan, los datos relativos á la vida de esos seres, en el local en donde se lian recogido, y muy particularmente los geoló¬ gicos, que son, en mi opinión, los que más lian de influir en el des¬ arrollo de las producciones anormales. Para que las personas extrañas á la zoología comprendan mejor lo supuesto, creo conveniente advertir que las cigarras pertenecen á los insectos que no sufren, como otros, una completa transformación; es sólo una semi-metamorfosis, cuyas transiciones no están perfecta¬ mente marcadas. Desde que nacen tienen la forma que conservan, liasta que mueren, sin más variaciones que las del crecimiento, y la muy notable relativa á la falta ó á la aparición de las alas. En algu¬ nos de los insectos en cuestión, apenas se encuentran pequeños ma¬ melones en los puntos correspondientes á las alas; pero en los más, es¬ tas son rudimentarias, es decir, que la alteración orgánica comienza en la larva, y según la constitución individual, el insecto, ó llega al es¬ tado de ninfa, ó bien muere al comenzar esta metamorfosis. Por esto be creído más propio considerarlo como larva-ninfa, aunque es más común bailarlo en este último estado. Hay más: las cigarras corres- ponden á los insectos que nacen en los terrenos, y no en las hojas ó en los troncos de los vegetales, como hay otros muchos, lo cual expli¬ ca el hecho de encontrarse enterrada esa larva-ninfa. Por último, las cigarras, aunque pobres en su sistema vascular, tienen un aparato di¬ gestivo bien desarrollado, que desaparece en el animal-planta, según se nota en la figura C: en A se tiene un ejemplar, cuyas ramificacio¬ nes parten del centro de la cabeza y terminan en punta; en B, uno en el que salen del tórax y terminan en coliflor, de color rosado; y por último, en D, se ve una de las extremidades anteriores, con los dientes de sierra, que sirven al animal para cavar la tierra. Estos ejemplares y los demás que be tenido á la vista, lian sido re¬ cogidos en Izúcar de Matamoros, distrito del Departamento de Pue¬ bla: se me lia dicho que los hay en las Mixtecas y en otras tierras ca¬ lientes. Es de desear que las personas conocedoras que residan ó que visiten esos lugares, recojan los datos necesarios para formar la histo¬ ria completa de ese curioso insecto. Entretanto, terminaré estos apun- 275 tes, anunciando que las vegetaciones anormales no son especiales a uno solo de los dos sexos, pues tanto se observan en el macho como en la hembra, y que aunque es lo común que sólo tengan una excie- cencia, y ésta parta del centro de la cabeza, también las hay múlti¬ ples y naciendo de varios puntos del cuerpo. El adjunto dibujo da una idea del tamaño, forma y vegetación patológica de la cigarra, que hace tiempo ha sido un objeto curioso, pero que no he sabido se hayan ocupado especialmente de él, ni aun he visto en los autores cosa alguna que indique haberlo observado. Resulta de todo lo dicho, que el animal-planta es la larva-ninfa de un insecto hemíptero, homóptero, perteneciente á la familia de las cicadarias ( cicada communis), de la que podrá ser una variedad, y que la parte reputada como planta es una producción anormal, una ex¬ crecencia de naturaleza anormal. Merced de las Huertas, Julio 17 de 1864. 276 EL ANIMAL PLANTA. (Después (le dado á luz el trabajo del Señor Don Leopoldo Río de la Loza, sobre el “animal planta,” apareció publicada en el periódico intitulado “La Sociedad,” una carta que con fecha 31 de Agosto de ese mismo año (de 1864) dirigió el Señor Don Antonio Cas¬ tillo á los Señores Redactores de aquel periódico. En dicha carta hacia algunas observa¬ ciones al trabajo del Señor Rio de la Loza, basadas todas en estudios y publicaciones de sabios extranjeros y manifestando á la vez quedar en duda sobre el género y especie del “hongo parásito” en cuestión. Dicha carta demandó la siguiente contestación del Señor Rio de la Loza). Sres. redactores de «La Sociedad.» — México, Septiembre 7 de 1864. — Muy Señores míos: En el núm. 441 del periódico de lides., correspondiente al día 4 del actual, he leído un artículo suscrito por el Sr. 1). Antonio del Castillo, referente al que yo presenté en una de las sesiones de la Sociedad de Geografía, bajo el título de «El Animal Planta.» Como el asunto es de interés científico, cuento con el favor de lides., esperando que tendrán la bondad de publicar las i siguientes líneas. o No sin fundamento ha llamado la atención del Sr. Castillo v de %/ otras muchas personas, tanto el animal de que hice mérito, como el escrito mismo. En efecto, cuando una opinión, una doctrina ó una teoría se generalizan, y más aún cuando cuentan con el poderoso apoyo de los sabios distinguidos de diversos países, toda idea presen¬ tada en contrario no puede menos que llamar fuertemente la aten¬ ción y ser combatida fácilmente con las armas poderosas de tan res¬ petables autoridades. He aquí lo que ha pasado y pasará aún con relación á mi primer artículo. El Sr. Castillo, con mucha caballerosidad que mucho le agradez¬ co, hace algunas reflexiones, muy propias del espíritu observador . 277 que más conviene en estos casos, y á lo que yo debo corresponder, no sólo declarando exactas las citas que menciona, sino agregando, que, sin duda, por su genial moderación omitió otras varias que es¬ toy seguro pudo haber hecho, aun cuando se suponga que solo le son conocidas las obras que cita, á saber: el Diccionario de las ciencias naturales y la Historia de vegetales parásitos, escrita por Mr. Car¬ los Robín. Con sólo lo que este ilustre profesor refiere al tratar de la Sphaeria, habría sobrado para apoyar este juicio: «que en gene¬ ral los naturalistas más distinguidos se han ocupado de los parásitos en los animales, colocándolos entre las criptógamas.» Añadiié, que los estudiosos profesores D. Alfonso Herrera y D. Gumesindo Men¬ doza, quienes han examinado con el microscopio la producción anor¬ mal de la cigarra, han hallado algunos cuerpecillos que creen sei los esporos de un hongo. Hecha por mi parte esta aclaración, creo poder indicar, con li¬ bertad, algunos de los motivos que, me han obligado á no admitii todas las ideas que se hallan en los autores sobre el asunto que me ocupa; no se podrá, pues, atribuir al caprichoso espíritu de sostenei lo escrito, y sí al solicitar la decisión de algunos puntos que en mi humilde opinión son cuestionables, no obstante la íespetable autoii- dad de la mayoría que los ha dado por resueltos. Cuando se ve, como puede ver todo el que examine sin preven¬ ción alguna, el desacuerdo de los autores, ya sobre el origen, desa¬ rrollo, influencia, clasificación, etc., de los parásitos estudiados en los animales: cuando se recuerda la inmensa variedad de sistemas, de doctrinas, de métodos y de principios científicos que en los diversos tiempos han reinado, acogiéndose con entusiasta aclamación, para caer más tarde en el olvido, ó bien para quedar como simples recuer¬ dos históricos, ó ya reducidos a los limites convenientes, sin la abu¬ siva aplicación que se les diera: cuando se comparan las formas, pro¬ piedades, naturaleza, etc., de los seres orgánicos vegetales y anima¬ les, especialmente en los puntos en que se confunden: cuando á esto se agrega y medita sobre las condiciones y cuidados que requieien las observaciones microscópicas, tanto mayores cuanto mayor sea la fuerza que se prefiera para la observación: cuando se atiende á que las decisiones relativas al estudio de los parasitos en los animales, requiere la concurrencia de varios de los ramos de las ciencias natu¬ rales, comprendidas las médicas: cuando, en fin, se ve que profeso- 278 res no menos distinguidos que los micrógrafos, niegan alguna ó al¬ gunas de las doctrinas de éstos, ó cuando menos no están en perfec¬ to acuerdo, natural es que se despierten dudas, que se desconfíe de las doctrinas y que se procure investigar la verdad, por nuevas ob¬ servaciones, ya propias ó bien ajenas; pero sí destituidas de toda preo¬ cupación. fácil convenir, por ejemplo, como aseguran algunos, en que un pequeñísimo cuerpo dotante en el aire, germen ó simien¬ te de un nuevo ser, lijándose, ya en el interior ó en el exterior de un animal, } solo obedeciendo á la presión atmosférica, presta ésta el auxilio suficiente para que ese germen penetre los tejidos, dando piincipio á su desarrollo. jVLás difícil se hace creer que ese cuerpeci- 11o este dotado, sea de un instinto electivo, ó de una fuerza atracti¬ va o cosa equivalente, pero siempre favorable á su reproducción, y eso en puntos determinados y con el requisito de que tengan esos puntos condiciones igualmente determinadas. Y si, por otra parte, se tienen en cuenta las producciones anormales, su aspecto, naturaleza, reproducción y cuanto se relaciona con ellas: si se atiende á la opi¬ nión de los micrógrafos, que distinguen la aparición de las criptó- gamas por semilla ó por absorción, ó sea por contagio, ó como di¬ cen otros, la producción germinal y la espontánea: si no puede du¬ darse de la existencia de ciertas enfermedades contagiosas, entre cu¬ yas producciones hay algunas que fácilmente se confunden con los parásitos en cuestión, natural es dudar, cuando menos, de las con¬ secuencias, fundadas en tales datos. Por otra parte, si en alguna de esas excrecencias se examina atentamente la cubierta tegumentaria, fijándose en los puntos de unión del vegetal con el animal, se observa una continuidad y una homogeneidad perfectas, incomprensibles, sin duda, si no es admitien¬ do que tal producción parte del interior, aun cuando más tarde apa¬ rezcan ó no las vegetaciones. Este es uno de los casos, y no el úni¬ co, que creo puede presentarse en las cigarras de que me lie ocupado. El mismo Dr. Robín nos da en la figura 4.a, lám. 13.a de su obra, un dibujo de la SpTiaeria Hobertsii, en el que se nota con to¬ da claridad, no sólo la continuidad de la parte tegumentaria del ani¬ mal, sino también la del micelio, que en cuanto á su origen se ha¬ lla en igual caso, es decir, que ese, como el de las cigarras, sea más bien en su principio una producción morbosa. 'í 279 En la mayor parte de las cigarras que he visto, la parte anormal es única, y sale de un punto determinado de la cabeza, lo cual no es fácil comprender sin admitir la enfermedad del animal, porque, } a se suponga la fijación del esporo, ó bien se admita el contagio, apa¬ recieran indistintamente las ramificaciones, sin que sean aplicables ni convenientes las razones que para explicar hechos análogos da el respetable Dr. Eobin. Verdad es, y ya lo he dicho, que también se encuentran las producciones en el dorso y aun en otros puntos del cuerpo de las cigarras; pero además de que esto no es común, gene¬ ralmente no llegan á su total desarrollo. Puede suceder, sin embar¬ go, que vistos los animales por los colectores, como objetos de sim¬ ple curiosidad, únicamente se procuren los que tengan ramas cefáli¬ cas, reputándolas como más propias para satisfacer esa curiosidad, y desechando, en consecuencia, todos los que á su juicio no ofrezcan interés. Si así fuere, mi raciocinio quedará destruido en cuanto á esto. Aunque precisado á ser conciso, creo no deber omitir otras indi¬ caciones, para dar término á este artículo, más extenso de lo que me proponía y de lo que por su naturaleza da de sí la materia. Vo veo dificultad en admitir, que dado el cadáver de un animal, vegeten en él algunas criptógamas; por consiguiente, si muerto con una producción anormal, ésta presenta mejores condiciones para el desarrollo del vegetal, allí germinará ésta, pudieiulo aún suceder que lo mismo tenga lugar durante la vida y hallándose el animal en inacción. Si todos los hongos tuvieran una misma composición; si la fun- guina y los fungatos, la materia animal y la grasa, la gema ú olios principios, fueran constantes en esos vegetales, muchos de los pun¬ tos dudosos quedarían resueltos; mas por desgracia, su composición es muy varia, y no hay que contar con ese auxilio. He dicho que algunos autores de nota difieren en opiniones, sea negando en ciertos casos la presencia de las criptógamas, ó bien al ocuparse de su desarrollo, clasificación, etc., lo cual demuestra cla¬ ramente que aún no están resueltas, con la claridad debida, carias cuestiones importantes. Sin ocurrir á otras fuentes, se puede ver que el mismo Mr. Eobin ha tenido que ocuparse en su obra, de impug¬ nar á Wallrotli, Laboulbene, Cfrisolle, Linneo, Sulzer, Monneret; y tantos otros, que es inútil citar: baste decir, que él mismo reforma 280 algunas de sus apreciaciones anteriores, y que termina su obra con un apéndice, en el que constan diferentes especies de cuerpos, que crecen sobre los animales vivos, pero que varios micrógrafos ban re¬ putado indebidamente como vegetales, no siéndolo. En vista de las contradicciones indicadas y de otras muchas que sería largo enumerar, nada extraño es que se dude, que se llegue á ser partidario del escepticismo. Si se quiere, yo lo seré en este pun¬ to, mas no puedo obrar contra lo que me dicta la razón. Esperemos á que la Sección de botánica y geología, que según lie sabido se ocu¬ pa actualmente del insecto, presente sus trabajos. Es probable, que dando una descripción detallada del animal, especialmente bajo el punto de vista anatómico-patológico, así como la de todas y cada una de las partes constitutivas del hongo, en el caso de haberlo, que¬ den resueltas fundadamente las cuestiones anunciadas. L. Río de la Loza. ■ ' ' ' ■:! ■ V 281 EL CACTUS OPHIOIDES. Habiendo encontrado el Señor Conde de la Cortina una nue\ a especie de cactea en Mezquital y deseando rectificar ó ratificar su especie, solicitó la opinión del Señor oc- tor Don Leopoldo Río de la Loza, la cual se la dió en la siguiente carta: Noviembre l.° de 1845. Debo á la fina amistad del Sr. D. J. Ct. de la Cortina, y a su constante empeño por conocer las producciones de nuestro suelo, el descubrimiento de la nueva especie de cactus que representa la ad- junta estampa litográfica. Reservándome para otra vez el completar su descripción, seña¬ laré ahora los principales caracteres, suficientes por si para distin¬ guirlo. Su figura, como se ve, es la de una serpiente enroscada, aun¬ que los anatómicos la comparan mejor á la que dan las circunvolu¬ ciones intestinales; por esto, y por estar descritas otras dos especies con los nombres de C. serpentinas y de G. serpeas, me había inclina¬ do á llamar á esta nueva, C. enteriformis ; mas no siendo conocidos de muchos el aspecto que ofrecen los intestinos cuando se levanta la pared anterior del vientre, y queriendo, además, respetar la opinión de algunos amigos, me decidí á llamarle cactus opJdodes, fijando los siguientes caracteres. « Caulis carnosas cuín órbitas transversas, saleo longitudinale, tu- berculis oblongis et fasciculis, Spinarnm setacearum coronatis quorum diue quatuorve majare* altor, ci/lndriew et llevaría, tos. Nondmn floretea escemplarium examini sabjeefam.» 36 282 «Tallo carnoso con circunvoluciones que le dan el aspecto de nna serpiente; un surco logitudinal, tubérculos mamilares, oblongos y coronados por manojos de espinas cetáceas, con dos ó cuatro ma¬ yores blancos y divergentes. (Aún no florece).» Me son desconocidos los usos que pueden hacerse de esta planta; pero desde luego me propongo examinar el zumo lechoso que da cuando se le hacen incisiones superficiales; y aunque no ofrezca otro interés que el de su figura, es, sin duda, un vegetal sumamente apre¬ ciable. LA AGRICULTURA Y LA VETERINARIA EN LA NACIÓN MEXICANA, POR EL SR. DR. DON LEOPOLDO RÍO DE LA LOZA. La historia de la Agricultura nacional debería considerarse en los tres períodos principales: el anterior á la conquista, el de la do¬ minación española, y el de la independencia del país; pero convi¬ niendo por ahora el ocuparse únicamente del último, como más ne¬ cesario al objeto que motiva este escrito, serán enunciados somera¬ mente los hechos que durante él han pasado. A este fin, conviene indicar uno á uno los proyectos concebidos, las leyes publicadas, } las disposiciones relacionadas con el establecimiento en la enseñan¬ za agrícola. Conviene, igualmente, comprender la de la Veterinaria, cuya his¬ toria data de sólo diez años, en cuyo período ha sido anexa a la pri¬ mera: conviene después comparar esos proyectos, señalar á cada uno sus ventajas y sus inconvenientes, presentar el plan más adecuado á las exigencias nacionales, en general, á las de las industrias agrí¬ colas en particular, y á las de las carreras de los naturalistas y de los veterinarios, concluyendo con algunas observaciones, que podran ser de utilidad en el orden administrativo. La noticia de los fondos con el que se sostuvo el Establecimien¬ to de enseñanza Agrícola que aún existe; la délos profesóles que en él han servido durante las cuatro reformas principales por que ha pasado; y por último, el número y clase de alumnos que lia tenido en cada una de ellas, harán igualmente parte de este escrito, como da- 284 tos útiles para dejar un juicio fundado. Y aunque el asunto es vas¬ to por su naturaleza, y más que esto, por la serie de sucesos que lian tenido lugar, sólo serán indicados aquellos que ofrezcan algún interés. Durante los primeros doce años, siguientes á la independencia de México, en 1821 la industria agrícola permaneció estacionaria. Muy raro propietario introdujo algunas modificaciones en el cultivo, al¬ gunas reformas en los beneficios de sus productos, y esto, luchando, como debe suponerse, con un enemigo poderoso, que lo es siempre, el de las ciegas costumbres y el de las rutineras preocupaciones. Mas al fin, la introducción y la lectura de buenos libros, los viajes á paí¬ ses extraños, emprendidos por algunos de los propietarios y por otros de nuestros compatriotas amantes de la ciencia; los adelantamientos v aclimatación de ciertos ramos auxiliares de la agronomía; el uso de alimentos y de medicamentos, hasta entonces desconocidos; la intro¬ ducción y cultivo de nuevas plantas de jardinería, y más aún, el en¬ tusiasmo patriótico, que alentaba á los promovedores de las me¬ joras materiales, todo contribuyó á que la industria agrícola no fue¬ ra indiferente á varios particulares y á algunas de las administracio¬ nes que han gobernado el país. Veamos cuáles han sido los proyectos á que en consecuencia die¬ ra lugar ese pensamiento noble, desinteresado y benéfico, pero que no por ello ha dejado de tropezar con obstáculos más ó menos graves. PRIMER PROYECTO. En los últimos meses del año de 1833 apareció un plan general de estudios, por el cual se dispuso, entre otras cosas, que en el Hos¬ picio y huerta de Santo Tomás se estableciera una cátedra de botᬠnica, ana de agricultura práctica y otra de química aplicada á las ar¬ tes. Yo hay duda que, aun cuando tal disposición se hubiera lleva¬ do á efecto, lo cual no sucedió, no habrían quedado satisfechas las necesidades de esa enseñanza, ni menos las del país, que aún consi¬ deraba en su mayor parte la antigua y defectuosa cultura. El hecho es, que derogada la ley en 1831, todo volvió á su anterior estado. 285 SEGUNDO PROYECTO. A mediados del siguiente año de 1835, murió en la ciudad de Lagos, el Sr. Presbítero Don Miguel Guerra, dejando un capital de 90,000 ilesos, según el dicho de los alliaceas, \ de 150,000 se0un *l voz pública, destinados en su mayor parte al establecimiento en i cha ciudad de una Escuela de Agricultura, cuya benéfica disposi ción no llegó á realizarse, por varios incidentes que seria largo enu¬ merar. La Inobservación de la voluntad del testador, dió ocasión a que la Junta de Industria de México, excitara al Obispado de Gua- dalajara y á la vez al Gobierno general, para que tal disposición tu¬ viera su cumplimiento; paso que no dio resultado alguno, y poi o mismo, la Nación siguió privada de la enseñanza agrícola, para cu¬ yo establecimiento creyó ver un auxilio en la generosa donación de P. Guerra. TERCER PROYECTO. Mas en 1843, algunos de los buenos hijos de México, para q nie¬ les no era desconocida la importancia de esa ciencia, ni sus progre¬ sos en los países cultos, se propusieron con todo empeño el darle una irgan ización adecuada, y uno de ellos, el Señor Lie. Don José Ur¬ bano Ponseca, emprendió tan notable tarea, no sólo trabajando per¬ sonalmente y ocupando á sus amigos para que sirvieran, sin retribu¬ ción alguna, las cátedras correspondientes, sino también haciendo fuertes erogaciones de su propio peculio, las que poi desgiacia que ciaron igualmente perdidas. Con el modesto nombre de Gimnasio Mexicano se dedicó el Sr. Ponseca á preparar todo lo necesario pa¬ ra montar su Establecimiento en el Olivar del Conde, á legua y me¬ dia de la Capital, y cuya solemne apertura se verificó dos años des¬ pués, el 28 de Septiembre de 1815, bajo la especial atención del Ateneo Mexicano, cuya patriótica y útil asociación concluyo des- pues. 286 La falta de cooperación por parte de los gobiernos de los Esta¬ dos, que la habían ofrecido; los acontecimientos políticos que lian sido constantemente la remora invencible de todas las empresas úti¬ les, y el haber consumido sus fondos propios el patriota desintere¬ sado, que tantos servicios prestara á la enseñanza, todo contribuyó á la clausura del Gimnasio, y México quedó, por tercera vez, sin un es¬ tablecimiento en el que se dieran los conocimientos agrícolas teóri- cos-prácticos, cada día más necesarios. CUARTO PROYECTO. Entretanto, un ministro ilustrado y emprendedor, el Sr. I). Ma¬ nuel Baranda, al formar el plan general de Estudios, publicado en Agosto de 18J3, dió á las ciencias naturales un mediano lugar, y con él, una esperanza á los agricultores, esperanza que supusieron convertida en realidad al ser publicada la ley de 2 de Octubre del mismo año, por la cual se establecían una Escuela de Agricultura v una de Artes. Presidida en esa época la Junta Directiva por una persona igual¬ mente notable, como lo fué el Sr. D. Lucas Alamán, y sometida á esa Corporación la ejecución de la ley, se comenzó desde luego á pre¬ parar lo necesario para la erección de ambas escuelas. Mas el desa¬ rrollo de este pensamiento, cuyos resultados debieron ser de notoria utilidad; los esfuerzos emprendidos con tan buena fe, y las esperan¬ zas halagüeñas que hacían vislumbrar un pacífico porvenir, todo que¬ dó destruido por cuarta vez, dejando en pos de sí una impresión des¬ consoladora y los fundados temores del desaliento consiguiente á ella. Sin embargo, en esta ocasión se consiguió algo más que en las anteriores, pues no se abandonó el campo al tropezar con los pri¬ meros obstáculos; por el contrario, se luchó con mil y mil contradic¬ ciones, se allanaron varias dificultades, se formaron los reglamen¬ tos, fueron nombrados algunos catedráticos, se eligió y tomó un lu¬ gar adecuado, como lo es la Hacienda de la Ascensión y, además, el edificio de San Jacinto, y en fin, se dió principio á los trabajos pre- 287 tíos parala recepción de alumnos y para la apertura de las dos es¬ cuelas. Así pasaron más de tres años sin que se verificara la apertura de las clases, porque disminuidos notablemente los fondos de la Dilec¬ ción de industria, por el bloqueo y otras varias causas; exhausto el tesoro público y urgido por necesidades más apremiantes; denegado por la mitra de México el reconocimiento del capital que tenía im¬ puesto en la Hacienda de la Ascensión, y, en consecuencia, anula¬ da la venta de la finca; invadido más tarde el territorio por los Nor¬ teamericanos, sin poderse ocupar la Nación toda, más que de la guerra, á que tan injustamente filé provocada, los gastos erogados quedaron perdidos, los trabajos comenzados inútiles, y todos los sa¬ crificios estériles. QUINTO PROYECTO. Demasiado conocida ha sido en México la ilustración y buenos servicios de uno de nuestros compatriotas, el Sr. D. José (rómez de la Cortina, cuya franqueza y afabilidad acaso excedieron á la que le convenía; el hecho es, que en toda empresa científica, en todo pro¬ yecto útil, en todo lo que era servir al público, el nombre del Conde de la Cortina figuraba en primer término. Apenas había ingresado como Gobernador del Estado de México, en lSfb, cuando dispuso que se arbitrara el medio de proteger la industria agrícola, foi man¬ do sociedades, que sin gravar los fondos públicos, dejaran satisfecha esa necesidad que le era tan conocida. En efecto, el 24 de Agosto del mismo año, fueron publicados por bando los “ Estatutos de la So¬ ciedad de Agricultura del Estado de México,” en los cuales se dejaba á la misma Sociedad el cuidado de organizar la enseñanza agiícola con el establecimiento de Escuelas especiales. Dos acontecimientos políticos se opusieron como antes a la realización de este piojecto, aunque obteniéndose la ventaja de que algunos de los propietaiios salieran de la apatía que lesera general, y aun de que llegaran á for¬ mar alalinas asociaciones agronómicas. El caso, es que sin embaigo, el proyecto fracasó y la buena marcha agronómica siguió exclusiva¬ mente confiada á los esfuerzos de particulares. 2H8 SEXTO PROYECTO. Ha sido tal la confianza y tal la íntima convicción de la utili¬ dad y necesidad que tiene México de una escuela de Agricultura, que los mismos que habían tropezado con tantas dificultades y aun otros que se resolvieron á tomar parte en esa noble empresa, la pro¬ yectaron de nuevo por sexta vez, renovando su fe entusiasta y su es¬ peranza patriótica. Veamos lo que pasó en el segundo semestre de 1849. Sabido es que el Colegio de San Gregorio estaba á cargo de una Junta Directiva, servida gratuitamente por personas de muy buena representación social: entre éstas se hallaba el Sr. Eonseca, quien lejos de abandonar el proyecto que tantos sacrificios le había costa¬ do, propuso á la Corporación y logró que aprobara un plan de ense¬ ñanza agrícola, cuyos fundamentos consistían en aprovechar parala teórica el servicio casi gratuito de algunos profesores, y para la prác¬ tica, la propiedad rural que tenía dicho Colegio, á saber, la Hacien¬ da de San José Acolman y sus ranchos anexos, ubicados en el par¬ tido de Texcoco. Tanto el plan, como los programas de cada una de las cátedras que en él se establecían, están publicados, aunque con muchas erra¬ tas, en 1850, bajo el título de Presente á los Agricultores ó noticia de los ramos de enseñanza en el Colegio de San Gregorio g en su Hacienda de San José A colman. En el siguiente año, 1851, solicitó la misma Junta Directiva del Colegio de San Gregorio, de la de colonización é industria, que auxiliara una empresa en que la misma Junta estuvo interesada: acordó ésta, en efecto, y el Gobierno aprobó, que se dieran quinien¬ tos pesos para hacer práctica la enseñanza de la química agrícola, cuya cantidad fué entregada el día diez de Octubre del mismo año. La administración de 1852, de la que fué uno de sus Ministros el Señor Eonseca, dispuso, primero, que la misma Dirección de indus¬ tria sostuviera en San Gregorio cuatro alumnos, destinados precisa¬ mente á los estudios agronómicos; más tarde pagó, igualmente, por sólo un año, la colegiatura de un quinto alumno. En todos los jóve- 289 nes se notaba, en esa época, la decidida inclinación con que habían adoptado y seguían la nueva carrera, llegando el caso de que aun algunos de los que antes de organizar las cátedras habían comenza¬ do la de Jurisprudencia, la abandonaran por la de la Agricultuia, aumentando así el número de los estudiantes de este ramo, no obs¬ tante que ni el programa de estudios había circulado lo necesaiio, ni el estado del país, siempre en revolución, permitía llegaran á íeu- nirse todos los que hubo en el último ano escolar. Preciso es confesar que la enseñanza, tal como estaba montada, no era perfecta, ni debía serlo por dos motivos principales: sea el primero, que las nuevas empresas no son desde luego perfectas; y el segundo, que los escasos fondos con que se contaba no permitían las erogaciones indispensables para la buena instrucción. Sin embaí go, los actos públicos de las materias correspondientes á los cuatro años, fueron relativamente lucidos; y además, veremos que este embrión, aunque imperfecto en sus primeros pasos, debía desarrollarse más tarde, conquistando el principio, poco conocido hasta entonces, de la necesidad y conveniencia de la enseñanza agrícola en el extenso te- rreno que nos concedió la Providencia. Así quedó la enseñanza como hospedada graciosamente en el Colegio de San Gregorio, y esos buenos resultados fueron el fruto que recogieron por primera vez los hombres constantes que en otras cinco nada habían conseguido. Véase ahora lo que resultó de la organización proyectada en 1853. SÉPTIMO PROYECTO. Oreado en ese año un nuevo Ministerio, bajo la denominación de omento, industria y comercio, y Mamado á él uno de los colabora¬ mos en los proyectos de la enseñanza agrícola, era preciso que le endiera la mano, como en efecto sucedió. El Sr. D. Joaquín Velázquez de León, reunido con su sobrino, el Señor 1). Miguel, y con dos promovedores de esa mejora importante, e ocuparon desde luego en la formación de la ley: recabo el primero Le dichos Señores la sanción del Gobierno, y en 17 de Agosto del mis- 37 290 mo año, fue publicado un decreto doblemente benéfico, pues por una parte disminuía el considerable número de abogados, con la supre¬ sión de uno de los cuatro planteles que entonces había en sólo la Ca¬ pital, y por la otra mejoraba notoriamente la enseñanza de una pro¬ fesión, vacilante aún y muy provisionalmente alojada en el Colegio de San Gregorio. No fue ese el único beneficio que se obtuvo en esa época. Persua¬ didos los autores de ese provecto, de que la Escuela de Agricultura tenía necesidad de terrenos para sus labores; de que carecía de ellos en el edificio de San Gregorio; á que la Hacienda de Acolucan se hallaba á mayor distancia de la que conviene á la sobre vigilancia, auxilios v conveniencias, tanto didácticas como familiares; v sabien- do, en fin, que privado el Gobierno de la Hacienda de la Ascensión, sólo contaba con el edificio de San Jacinto, y no con sus terrenos, se propuso y logró que comprara éstos el Gobierno y que fuera separa¬ do el edificio, adecuándolo á la enseñanza que debía darse. Desde luego tuvo que hacerse el arreglo indispensable consiguiente á la extinción del antiguo Colegio de San Gregorio. Porque repuesta á la vez la Compañía de Jesús, y dispuesto que se volviera á encargar de la Iglesia de Loreto y de la dirección de la juventud, como autes lo estuvo, le fueron entregados ambos edificios, y sólo se consiguió dividir, según convenio, algunos de los muebles, utensilios y libros que pasaron á San Jacinto; que fueran á él los alumnos que quisie¬ ran seguir la carrera agrícola, y que pasaran á los Colegios de San Ildefonso y Seminario los que pretendieran continuar la de Juris¬ prudencia ó de Cánones. Por este medio, se cortaron algunas cues¬ tiones y se alejaron inconvenientes, que acaso, sin la necesaria pru¬ dencia, habrían sido una remora para la realización del proyecto. El Sr. Velázquez juzgó que sería más conveniente el confiar la enseñanza y dirección agrícolas, á un profesor traído de Europa, y consecuente con esta idea, la puso en ejecución; mas como al llegar el profesor, á quien se había contratado por cinco años, no sólo se vio que desconocía el idioma español, sino también las costumbres, las influencias climatológicas y demás exigencias agronómicas, pa¬ saron dos años sin que los alumnos lograran hacer las debidas apli¬ caciones de los estudios preparatorios que ya tenían, ni menos ad¬ quirir los profesionales, de que más necesitaban. Enera de esta gra¬ ve dificultad, los amantes de la agricultura tuvieron el gusto de que 291 los alumnos tomaran posesión del nuevo plantel el día 22 de Eebie- ro de 1854. El Sr. Lie. D. José <>. Arrióla, quien funcionaba entonces co¬ mo Rector del Colegio de San Gregorio, siguió en San Jacinto con el mismo encargo; las cátedras comenzaron y, al concluir el ano de 1855 se verificaron los exámenes de las clases preparatorias, se dio un acto público de Química agrícola el U de Noviembre, y fueron distribuidos los premios respectivos el día 18 del mismo, podiendo considerarse con estas funciones como terminado el séptimo esfuer¬ zo de los emprendidos con el fin de establecer definitivamente la en- señaliza agrícola. . En cuanto á la Veterinaria, nada se hizo, no obstante bailarse organizada la carrera en la citada le} . OCTAVO PROYECTO. Las influencias, siempre fatales, á consecuencia de los cambios de administraciones hizo temer mucho por la Escuela de Agricultu¬ ra al consumarse el plan de Ayutla: mas, por fortuna, fue encargada la cartera de Fomento á una persona cuya ilustración y buenas cua¬ lidades son desconocidas para unos y acaso equivocadamente juzga¬ das por otros. El Sr. 1). Manuel Silíceo, lejos de destruir o aun de abandonar la obra comenzada, se decidió desde su ingreso a per¬ feccionarla, pero con tal empeño, con tal entusiasmo, que Ogro que tomara una parte activa el Sr. D. Ignacio Comonfort, 1 residente entonces de la República. Tanto los hijos de la Escuela, como los promovedores de su organización y sus antiguos empleados, recono¬ cen agradecidos los beneficios de sus decididos protectores. Algunas de las personas que habían trabajado en las anteriores empresas fueron nombradas desde luego, para modificar o mejor di¬ cho, mejorar la ley de 1853, y el 1 de Enero de 1856 se publico la nne autorizaron los dos funcionarios mencionados. No es tiempo de formar el juicio crítico de éstas y de otras leyes V disposiciones dadas en los diversos períodos; más adelante, cuando estén conocidas todas nos ocuparemos do este penoso trabajo, única¬ mente por juzgarlo indispensable para que, aprovechándose la expe- 292 rienda, pueda escogerse lo más útil y adecuado á la enseñanza del ramo, las conveniencias del país y á las necesidades de las indus¬ trias agrícolas. Previniéndose en la ley de 1856, que los profesores de la Escuela de Agricultura, nuevamente organizada, eligieran de entre ellos mis¬ mos al que debía encargarse de la Dirección del Establecimiento, íné uno de los primeros pasos que se dieron, quedando nombrado, el mes de Enero de 1856, el Catedrático de Química que subscribe y á quien entregó el edificio y los terrenos de San Jacinto el Sr. Lie. Ai lióla, Lector que fue del colegio de San Gregorio, y que, como se lia dicho, había quedado con el mismo carácter en la Escuela de Agri¬ cultura. El nuevo Director se encontró con que íaltaba mucho á ésta para logiar el fin á que se debía llegar, y conociendo, además, los proyec¬ tos de mejoras discutidas en 1853, solicitó del Gobierno que se dieran los íecuisos necesarios á fin de emprender algunas obras indispensa¬ bles. Preciso es, en este punto, hacer justicia á la Administración de esa época, pues no sólo concedió en los días tranquilos lo que le fué pedido, sino que aun en los momentos más críticos, porque pasó des¬ pués, lejos de escasear los recursos pecuniarios á la atención personal que le diera al principio, se dedicó con el mismo empeño á fomen- tai la Escuela, como si el Gobierno se hallara en condiciones norma¬ les, en perfecta paz y abundante en recursos. Acaso esa entusiasta pi otee (*ion i la que el publico otorgo al Establecimiento, influveron ( n que se desviituara la institución, proyectando darle mayor en¬ sanche del que acaso convenía, como se dirá adelante. Para que se juzgue de la protección que por su parte concedió el público á la Escuela, bastará comparar los estados que se hallan al fin, en los que aparece el número de alumnos existentes en cada uno de los años correspondientes de 1855 á 1864. La dificultad de hallar profesores para la enseñanza de la parte aginóla, piopiamente dicha, ha sido el obstáculo más poderoso con que se ha tenido que luchar, pues aunque constante y empeñosamen¬ te se procuro, por desgracia todos los esfuerzos fracasaron, por mo¬ tivos que debo callar. La persona que había sido contratada en Pa¬ rís bajo el título de Director de Agricultura , no correspondió á las esperanzas y á los deseos, que sin duda, se tendrían al ocuparla: el hecho es que la instrucción quedó limitada durante los ocho meses escolares de 1856, á que los al mu nos rompieran terrones con el aza¬ dón, cuando las lluvias lo permitían. La Dirección de la Escuela es¬ tuvo este año y los siguientes en verdadero conflicto, pues por una parte observaba la falta de método en el catedrático nominado, v por otra veía la confianza que se tuvo en el, fundada, sin duda, en la estimación que generalmente se lia dado á los extrangeros, comoque éste había presentado como garantía el título de profesor de agricul¬ tura. No obstante esa confianza, se resolvió la Dirección, en el año siguiente, á informar, reservada y verbalmente, primero á la Junta protectora y después al Gobierno, de conformidad con el juicio que tenía formado, en vista de los hechos; mas como se creyó que era forzoso respetar el contrato, el mal siguió en 1857, y los alumnos muy poco ó casi nada aprendieron. Sin embargo, siendo un debei \ además un noble interés de la Dirección, el insistir segunda y tercera vez, señalando una falta que continuaba y cuyas fatales consecuen¬ cias se tenían á la vista, no vaciló en informar por escrito, logrando al fin que fuera llamado el substituto, á la vez que el propietario con¬ cluyera el tiempo de su contrata, en una comisión independiente á la Escuela. Muy poco se adelantó con el cambio, á pesar de que el nuevo nombrado llevaba, como su anterior, el título de profesor de agricultura, expedido por una de las escuelas europeas; su falta de conocimientos climatológicos, de la aptitud de los trabajadores, de los usos y costumbres en el país, y algunos defectos perniciosos á la buena educación y extraños al profesorado, nulificaron la enseñanza y obligaron á la Dirección á solicitar que fuera separado. Penetra¬ da la Junta protectora de la conveniencia de esta resolución, la pro¬ puso y obtuvo, aunque dejando por necesidad, un vacío en la parte más importante, vacío que se procuró llenar de la manera que se di¬ rá después. Excusado habría sido el ocuparse en estos pormenores, si no fue¬ ra preciso el aprovechar para el futuro los resultados del pasado, en un punto de vital interés. Mientras esto pasaba (1857), continuaron como en el año anterior las obras materiales y la apertura de fuentes brotantes; la provisión de máquinas, instrumentos, utensilios y aparatos; la de libros, para la biblioteca y para textos; la de muebles y objetos de iglesia; en fin, siguió la misma protección que se había dispensado al Estableci¬ miento, hasta el mes de Agosto, en cuyo tiempo, distraídos los fon- 294 dos del Gobierno en otros gastos que juzgó preferentes, disminuye¬ ron los auxilios del Ministerio, y la Escuela no pudo realizar las me¬ joras que había emprendido y las que tenía proyectadas, considerán¬ dolas indispensables. La falta en la República de profesores de agricultura dotados de las cualidades indispensables, y lo apremiante que era el no sus¬ pender las lecciones del ramo principal, obligaron, tanto á la Junta protectora del Establecimiento como á la Dirección, á llamar á un mexicano de quien se habían hecho muy especiales recomendacio¬ nes, como práctico, inteligente y conocedor, no sólo de la agricultu¬ ra del país, sino también de la de Norteamérica, adonde había sido educado. Preciso es decir, que los alumnos hicieron indudablemen¬ te más que antes, se dió algún orden á los cursos, y auxiliado el pro¬ fesor con el servicio gratuito de la clase de primer año de agricul¬ tura, de la cual se encargó el Director en Enero de 18(30, comenza¬ ron las excursiones agrícolas, y con ellas, á mejorarse la enseñanza, despertando entre los estudiantes ese benéfico estímulo, que tanto influye en los adelantamientos científicos. / Conviene notar que, durante los tres años comprendidos, de fines de 1857 á 18(30, la Escuela sufrió, además, frecuentes trastornos, por las convulsiones políticas, hasta el punto de tenerse que trasladar los alumnos una vez al Colegio de San Ildefonso y dos al de Letrán, cuyo Rector, que lo era el Sr. Lie. D. José M.a Lacunza, les abrió sus puertas con la mejor voluntad y con la más caballerosa atención. Eácil es conocer, que esos acontecimientos tuvieron grande y muy contraria influencia en los adelantos de la juventud; mas, sin embar¬ go, ni un sólo año dejaron de verificarse los exámenes finales ni los premios consiguientes á ellos. Antes se ha indicado, que acaso la entusiasta protección que se otorgó á la Escuela en 1856, influyó en su contra, desvirtuando la institución; véase de qué manera: Resuelto el Sr. Ministro á fomentar los ramos útiles y positivos, y viendo, por otra parte, que en la Escuela de Agricultura y Veteri¬ naria se hallaban establecidas varias de las cátedras, comunes con las que corresponden á los estudios de los Ingenieros topógrafos, de los mecánicos y de los civiles, proyectó agregar las de los ramos que faltaban, y, en consecuencia, acordó que se reformara la ley publica¬ da el I de Enero de 185(3. La Di rección juzgó inconveniente este paso, ya porque en su opinión, y generalmente hablando, el crecido número de alumnos perjudica á la buena marcha de la educación y de la enseñanza, ya por las mayores erogaciones que eran consiguien¬ tes, y ya, en fin, y como fundamento principal, por el temor de que los jóvenes, prefiriendo la carrera de los Ingenieros, abandonaran la de Agricultura, y con mayor motivo la de Veterinaria, como en efecto sucedió. No obstante estas razones, la Junta protectora creyó más sólidas las del Sr. Ministro, y fue comisionada la misma Direc¬ ción para que, en unión de algunos de los profesores, se ocupara, bajo el plan dado, de la reforma de la ley. Así se verificó, publicán¬ dose ésta con fecha 31 de Diciembre del mismo año de 185G, en la que fueron organizados los estudios de los Ingenieros. Bien pronto se vió, como estaba previsto, que varios de los alum¬ nos prefirieron seguir estas carreras, especialmente la de Topógra¬ fos, y que para tener alumnos que se dedicaran á la de A eterinaria filó necesario solicitarlos empeñosamente, lográndose, con no pocas dificultades, que se presentaran siete de la Escuela de Artes, esta¬ blecida en 1857. El cambio de administración que tuvo lugar en 1858, dejo á la Escuela en pie y en observancia de la ley dada en fines de 18ob; pero el Ministerio del cual dependía aquélla, lejos de favorecerla de alguna manera, pensó en disponer y dispuso de los fondos del Esta¬ blecimiento. En efecto, la Escuela de Agricultura contaba en 1858 con fincas y capitales impuestos al seis por ciento, formando la su¬ ma de 859,770 pesos, que desaparecieron del modo siguiente: En Febrero de 1859, entregados al Gobierno del Gene¬ ral Miramón . $ 264, G01 En Mayo de 1860, entregados á la misma Administra¬ ción . . ... $ 325,696 En 1861, á la Administración del Sr. Juárez . $ 269,479 Suma igual .... $ 859,776 Es claro que la Escuela tenía disponibles para sus gastos un ré¬ dito de 51,586 pesos 56 centavos, de los que únicamente debía dedu¬ cir 660 pesos por el capital de once mil que reconocía á la Archico- fradía del Santísimo, los gastos para el culto en la Iglesia de Lore- to, los de los alumnos que continuaron en San Ildefonso y Semina- 296 rio, y lo correspondiente á contribuciones, reparaciones y recauda¬ ción. Espanta verdaderamente el contemplar, cómo ha desaparecido esa suma, en qué tiempo y para que; preciso es decirlo, porque liay frases que salen de los labios, á la manera que los suspiros se arran¬ can del pecho. ¿En qué se ha empleado esa fortuna por mil títulos sagrada? En cambiar á los miserables en acaudalados, y lo que es peor, en regar el extenso teritorio mexicano con la sangre de sus hijos. ¡Dios perdone á los autores de tan perniciosos extravíos! Pero sigamos la historia. En el transcurso de 1859 á 1860, en que faltaron los fondos propios, los profesores dejaron de contar con el pago puntual de los sueldos, que aún se les deben, los alumnos no fueron debidamente atendidos en su ropa, calzado y demás necesi¬ dades de ese género; las obras materiales quedaron suspensas, las labores mal atendidas, v la aflicción y el desaliento substituveron á se habían concebido. Con lo dicho debe darse por terminado el segundo período, en cuanto al establecimiento de la Escuela en San Jacinto, ó sea el re¬ tazo de los trabajos emprendidos por los amantes y protectores de la Agricultura. NOVENO PROYEOTO. Ocupada la Capital por las fuerzas liberales, en Diciembre de 1860, y separado, sin causa alguna, el Director de la Escuela de Agricultura y Veterinaria, en los primeros días del mes de Eebre- ro de 1861, comenzó el noveno período que comprende hasta Mayo de 1863. Natural era, que tanto el cambio de Oobierno como el del Jefe del Establecimiento, alteraran, en bien ó en mal, la marcha de éste; pero habiendo recaído el nombramiento de nuevo Director en una persona demasiado influente en el partido triunfante, se creyó, con fundamento, que la Escuela ganaría, recobrando, cuando menos, sus bienes ú otros equivalentes. Por desgracia no filé así, pues los ingresos apenas bastaron para cubrir los buenos sueldos de algunos de los empleados, sin que se hiciera en toda esa época adquisición al¬ guna de importancia, ni mejora material, ó se atendiera tal vez al pago puntual de los profesores y á las necesidades de los alumnos. i 297 Por otra parte, la marcha de la enseñanza, en los últimos dos años y medio, filé tan variada como poco atendida. P1 plan geneial de estudios, publicado el 15 de Abril de 1861, fijo algunas bases ge¬ nerales que dicen poco; mas como no llegó á observarse, y como las órdenes y disposiciones oficiales eran frecuentes y aun contrarias, de¬ bían alterar el orden con perjuicio de la buena instrucción. Muy pronto quedó como olvidada la Junta protectora, suprimida la cátedra de religión, después destituido el capellán, y, por último, cerrada y abandonada la capilla y en libertad los alumnos para se¬ guir la creencia que mejor les pareciera. La música, la gimnasia, el manejo de armas, los idiomas, se quitaron igualmente: el Reglamen¬ to quedó sin observancia y las disposiciones económicas constante¬ mente expuestas á las consecuencias de los acuerdos eventuales. Lo dicho basta para juzgar de lo que pasaría en cuanto á la educación civil v moral; rebajado el principal resorte que enfrena á la juven¬ tud, todo debía seguir esa senda tortuosa que tanto infinjo ejerce en la ruina de las sociedades. Mas volviendo á los primeros meses del año de 1861, diie que la nueva Dirección comisionó á dos de los profesores para que ex¬ tendieran un proyecto de reforma: este trabajo fue presentado, pero inútil; porque se adoptaron otras modificaciones más ó menos nota¬ bles: mencionaremos algunas de las que tuvieron lugar á principios de 1863, en que fueron aumentados los sueldos de algunos de los profesores de Veterinaria, aumentado, igualmente, el trabajo al de botánica, con notables inconvenientes, encargándole la clase de geo¬ logía y de minerología; establecida y provista una de zootecnia, reducida á sólo una, las tres de agricultura, y destituidos, por lo mis¬ mo, dos de los profesores que las servían, con otras reformas de más ó menos importancia. Fácilmente se conocerán los inconvenientes á que dieron lugar tales disposiciones, y especialmente la ultima. Habiendo entonces cursantes de primero, segundo y tercer año de agricultura, y obligados todos á recibir una misma lección, los dos últimos tuvieron que sacrificar el tiempo, oyendo lo que ya habían estudiado, y á quedarse sin que se les enseñara la parte que les fal¬ taba. Desde luego se descubre la fuente de donde partió esa inade¬ cuada reforma. Preocupadas sin duda las personas que intervinie¬ ron en ella con el programa de la Escuela de Grignon, y deseando modificar el personal de ella en consecuencia con las ideas de esa 38 298 época, se intentó trasladar á la Escuela de México, un orden de en¬ señanza que, por inadecuado, debía ser improductivo. Baste anun¬ ciar que en Francia están reconocidos y estudiados sus terrenos, sus producciones, sus aguas, climas, influencias meteorológicas, necesi¬ dades industriales, aptitud individual, todo, en fin, de cuanto debe te¬ nerse presente al organizar una Escuela de ese género, á la vez que en México, casi todo está por hacer, todo está por crear. Allí abun¬ dan los Establecimientos para toda clase de enseñanzas; aquí son limitados: allí bastan las elementales designadas para los grados de bachilleres en letras y en ciencias; aquí es indispensable que á to¬ das, pero muy especialmente á las naturales, las físico-químicas y las matemáticas, se dé mayor extensión: allí serán provechosas las lecciones orales; aquí son del todo infructuosas: allí se tiene una ju¬ ventud eu su mayor parte vigorosa y capaz de resistir á las influen¬ cias de aquel clima; aquí generalmente éste es fatigante y sus na¬ cionales menos robustos: allí conviene á los cursantes de agricultu¬ ra trabajar como un gañán; aquí ni su posición social lo permite ni su constitución se presta á ello.... mas, para qué seguir: medíte¬ se un poco sobre todas y cada una de las condiciones particulares de México, reflexiónese en lo (pie se ha dicho con relación á los fatales resultados que dieron aquí los profesores cuya carrera habían hecho en Europa, y se convendrá en que no es conveniente adoptar sin examen, en el orden agronómico, todos los métodos, instituciones y usos de otros países. Esta última proposición es aplicable á otras va¬ rias carreras. Pretender trasplantar á México la enseñanza europea tal como allí se da, equivale á retroceder: las ciencias necesitan acli¬ matarse v la enseñanza relacionarse con las costumbres, con la cons- titución individual y con las capacidades relativas: sin esto no hay que aguardar buenos frutos. Perdóneme el lector esta digresión, y volveré al punto del cual me había separado. Entre los males consiguientes á la marcha de la Escuela durante ese período, fué otro de incalculables consecuencias, el de la admi¬ sión tumultuosa á los exámenes de agrimensores, en los que aún fun¬ cionaron como sinodales los mismos alumnos, de la manera más ex¬ traña: así es, que los títulos se multiplicaron con perjuicio de los es¬ tudios agronómicos, y con descrédito del Establecimiento. Sería preciso el dar demasiada extensión á este escrito, si hubieran de in¬ dicarse uno á uno, todos los acontecimientos notables de ese corto 299 período; basta decir, que en él perdió la Escuela lo que había gana¬ do antes, y más perdió en los sucesos que tuvieron lugar en Mayo de 1863. Cuando las personas que figuraron en el gobierno de esa época, se decidieron á no defenderse en la capital, de la invasión que se aproximaba, dictaron algunas disposiciones generales relativas á los Establecimientos nacionales de enseñanza y cuyo objeto final pare¬ ce que fue el de su destrucción completa: esto á lo menos pudiera inferirse observando lo que pasó en la Escuela de Agricultura. Fué arrendada ó acaso se simuló un arrendamiento de la finca por diez años, á favor de la persona que entonces funcionaba como catedrᬠtico de agricultura, pero esto se hizo de tal modo, que desde luego alejó toda idea de realidad: el que se decía arrendatario, no presen¬ tó más comprobante del contrato, que un recibo firmado por el Di¬ rector, representando un valor de siete mil pesos, es decir, que solo pagaba el tenedor de la finca, á razón de setecientos pesos anuales, ó sean cincuenta y ocho treinta y tres centavos en cada mes. Por otra parte, el ganado vacuno fué vendido, así como los bueyes, bes¬ tias de tiro, el coche, alfombras, Horeros, objetos de iglesia, otros de la Escuela de Artes v cuanto más se consiguió realizar á vil precio. Varios de los instrumentos y aparatos fueron extraídos del Colegio y conducidos á casas particulares, tal vez para asegurarlos; en fin, tanto se hizo en poco más de un mes, que en realidad admira como pudo librarse lo que aún existe actualmente. DÉCIMO PROYECTO. Preciso era que, llegando á noticia del Cfobierno tal desorden, procurara poner coto á esos demanes: en efecto, en los primeros días de Julio del mismo año, fué nombrado como depositario el catedrᬠtico de física D. Joaquín Varela, á quien se encargó que desde lue¬ go entrara en posesión de la finca y de cuanto hasta entonces se ha¬ bía salvado. Convertido el edificio en cuartel fué inevitable el dete¬ rioro, é imposible la continuación de los estudios, para la conclusión del año escolar; así es que durante los últimos siete meses de ese año los trabajos consistieron en procurar recoger algunos de los objetos extraviados; en las labores propias de la estación que fueron la co¬ secha, trilla, desgrane, etcétera, y en disponer lo necesario para que continuaran los estudios en 1864, aun cuando fuera con un plan provisional y transitorio. A costa de grandes esfuerzos, v venciendo las muchas dificulta- des que para ello se presentaban, se logro al fin dar principio á las cátedras el día primero de Febrero de ese ano; mas taita de alumnos instruidos eu los ramos preparatorios e indispensables para dedicar¬ se á los estudios superiores y profesionales, hizo que únicamente fueran abiertas las siguientes cátedras: de primeras letras, de dibu¬ jo, de idioma francés, de idioma inglés, de aritmética, compren¬ diéndose los principios de contabilidad, y elementos de geografía, de álgebra, geometría y trigonometría plana, de agrimensura, de nocio¬ nes de física y de química, de mecánica general y agrícola y la de botánica y zoología. No es tiempo de juzgar sobre los resultados de esa enseñanza, más tarde podrá hacerse con algún fundamento. Entretanto, y para com¬ plemento de esta breve reseña, ha parecido conveniente agregar el estado núm 8, en el cual constan los nombres de los profesores a de los empleados que estaban sirviendo hasta fines de 1860, las clases que desempeñaban y sueldos que debían disfrutar. En un estado se¬ mejante, marcado con el núm 2, constan los profesores encargados de las cátedras hasta Mayo de 1863; por último, bajo el núm. 3, apare¬ cen los que actualmente están sirviendo (1 861). Terminada con esto la historia muy compendiada de los esfuei- zos hechos por tantos años para establecer en México la enseñanza agrícola, es tiempo de formar el juicio comparativo que habíamos ofrecido, examinando las ventajas y los inconvenientes de esos pro¬ yectos, á fin de señalar el que más convenga en adelante. Los autores de la ley publicada en 1833 acaso supusieron, que así como basta un administrador para dirigir una propiedad rural, también bastaría un sólo catedrático para dar con provecho la ense¬ ñanza agrícola. No comprendieron, además, que todos los ramos de las ciencias naturales deben popularizarse eu México y fomentarse con empeño, no sólo por el enlace que tienen con la Agricultura, sino también con el de las otras industrias y con las ciencias, espe¬ cialmente las médicas. El plan de 1833 no es, por lo mismo, admi¬ sible tal como fué redactado. 301 Como en 1835 no llegó á cumplirse con las benéficas disposicio¬ nes que dejó en su testamento el Presbítero Guerra, 110 hubo pro¬ yecto alguno; pero debe tenerse presente el hecho, porque aún hoy la autoridad está en el caso de exigir el cumplimiento de la dispo¬ sición y acaso poder contar con ese fondo auxiliar. El tercer proyecto dado en 1843 fué muy útil parala época en que se dió y especialmente para satisfacer el plan que se propuso el Si. Eonseca, mas no es ya de actualidad. Su mira lúe establecer un Gim¬ nasio, á donde se diera la enseñanza agrícola, pero al mismo tiempo la de otros diversos ramos, sin excluir la instrucción social: hoy es pre¬ ciso que la enseñanza agrícola sea única y sólo conjunta con la \ ete- rinaria por el íntimo enlace que tienen una y otra y por la apremiante necesidad de que ésta continúe sin mucho gravamen para el eraiio. El cuarto proyecto, puede considerarse dividido y subdividido en varios, pues aunque en la ley del Sr. Baranda se trazo un plan, la junta de industria lo modifico primero, lo varió después y lo com¬ plicó en fin, uniendo las Escuelas de Agricultura } de Altes que, por las razones antedichas, no es conveniente adoptar. Además, en uno de esos planes, el presentado en 1844 por D. Santiago Meiville, se excluye la instrucción preparatoria, se quiere que los alumnos se ocupen durante tres años en el estudio de la geología, que se les en¬ señe la construcción de los instrumentos aratorios y, en fin, que un solo catedrático sea á la vez Vicedirector y cultivador de viñedos. Tal proyecto es, por lo mismo, inadmisible. I>ero se necesita para conocer los inconvenientes de él, mas no debemos excusarnos de decir dos palabras sobre la conveniencia o inconveniencia de dividir las escuelas preparatorias de las de los es¬ tudios especiales, aun cuando sea un punto que toca más directamen¬ te al plan general, supuesto que ese plan debe comprender á la en¬ señanza agrícola, y que ha habido y aun hay diversas opiniones. Las razones principales que se dan en favor de la división, son. primera, la de haber sido adoptada en muchos de los países civili¬ zados: segunda, la de economizarse pot este medio los gastos; tei ce¬ ra, la de no multiplicar las cátedras de unas mismas materias. \ éan- se ahora algunas de las que son contrarias. Conviniendo en la utilidad que por lo común resulta de iniitai los usos ó las disposiciones de las naciones más experimentadas, no debe seguirse tal sistema de una manera absoluta, a mas, cuando es 302 tá bien conocido y plenamente demostrado, qne en cuanto al sistema de enseñanza, México es excepcional, en ese y otros varios puntos, co¬ mo por ejemplo, la no admisión de internos, la falta de textos, las lecciones orales, etcétera, etcétera: de lo que resulta, que la primera razón no es buena. liiii cuanto á la segunda, lo es sin duda menos, va se considere que todo gasto en favor de la instrucción es indispensable y de nin¬ gún modo perdido, y ya que comparando los presupuestos en los dos casos, se advierte desde luego que la diferencia en favor de la econo¬ mía es tan pequeña, que no merece ser considerada. Hay que oponer á la tercera las ventajas incuestionables que re¬ sultan de que las cátedras preparatorias sean en número proporcio¬ nal al de los establecimientos de instrucción, ya porque tanto las fa¬ milias como los alumnos crían simpatías por los establecimientos, y éstas son favorables para los adelantos; ya porque los estudios pre¬ paratorios se pueden adecuar á la respectiva profesión, y ya, en fin, porque la enseñanza, es tanto más fructuosa, cuanto menor es el nú¬ mero de los cursantes. Tomemos un ejemplo que podrá servir para estimar estas reflexiones en su justo valor. Supóngase organizado en la Capital el Colegio de Estudios preparatorios, para las carreras matemáticas; á él deberían ir todos los que boy concurren á la Aca¬ demia de San Carlos, al Seminario de Minería, al Colegio Militar, á la Escuela de Agricultura, á la de Comercio y aun los que asis¬ ten á Letrán, San Idelfonso, etcétera. Y bien ¿qué local sería bas¬ tante para contener esa multitud de alumnos que en la actualidad cursan el primer año de matemáticas y aun el segundo v las clases de física? Suponiendo que lo hubiera y que estuviese dispuesto de manera que todos los educandos pudieran oir al profesor y ver los experimentos, éste tendría necesidad de limitarse á dar lecciones ora¬ les, lo que bastaría para que la enseñanza dejara de ser fructuosa. * He todo lo expuesto resulta que el cuarto proyecto de 1843 y su apéndice ó modificación de 1844 no son convenientes, para que la enseñanza agrícola en México sea fructuosa. Como en el quinto plan establecido por el Sr. Cortina en 1864, únicamente se previno la organización de la junta general que ha¬ bía de formar el proyecto de snseñanza misma, no es posible formar * Aun hay más: la experiencia tiene demostrado que en México, no da buenos resulta¬ dos ese sistema, como no los dio en 1833 y 1853 en cuyas épocas se pretendió establecer. 303 juicio de él: pasaremos por tanto á examinar el sexto proyecto co¬ rrespondiente al año de 1859. El plan que se fijó aparece como el mas metódico, de cuantos hasta esa fecha habían sido publicados; comprende la instrucción preparatoria, distribuyendo en cinco años todas las materias, y desti¬ nando, además, dos de ellos exclusivamente á la práctica en la Ha¬ cienda de Acolman. Sin embargo, se notan en él algunos defectos que lo hacen hoy inadoptable: sea el primero, que la enseñanza de los ramos preparatorios y de los auxiliares es demasiado elemental; el segundo, que acaso se atiende más de lo que conviene á la de la agrimensura; y el tercero, que la de la física se divide en dos años, distantes uno del otro, sin que por ello se dé completa. El proyecto tiene la recomendación de estar acompañado del programa que de¬ be seguirse en cada una de las cátedras, pensamiento que conviene adoptar con tanta más razón, cuanto que la experiencia enseña, que los colegios á donde se estudian varios ramos constitutivos de una carrera, y dados por varios catedráticos, falta esa unidad, ese enlace indispensable que debe formar un todo homogéneo y consecuente, para que el estudio y los resultados finales sean provechosos, con economía de tiempo y de trabajo. Además, por ese medio se instru¬ ye al público de lo que más Ib importaba ver, y de lo que tiene de¬ recho á exigir del Establecimiento, así como este de sus proíesores. Pasemos á examinar el séptimo proyecto. Habiendo sido formado por las principales personas que se ocu¬ paron del anterior, es fácil inferir que descansaba en las mismas ba¬ ses, pero además fué perfeccionado en la parte didáctica y muy me¬ jorado en la adquisición de fondos de que antes carecía. Aun cuando en la ley de 1853 sólo se viera la organización de las cátedras de Veterinaria, no puede dudarse que fue una mejora de grande importancia para el país. Con tal determinación se crio una nueva carrera, se procuró destruir el charlatanismo y la perni¬ ciosa ignorancia de los antiguos albéitares, se proporcionaron al pú¬ blico médicos veterinarios inteligentes y moralizados, á quienes pu¬ diera confiar los animales enfermos, que además de tener un valor real, tienen por lo común el estimativo que es incalculable; en fin, con el sólo hecho de organizar esa carrera se demostró que los mexi¬ canos no desconocían las exigencias sociales de los países ilustrados, ni la de procurarlas al suyo. 304 Con respecto á la Agronomía, se estableció, igualmente, una ins¬ trucción sólida, tanto en la parte proporcional como en la de sus ra¬ mos auxiliares, con los cuales y los dos años de práctica agrícola, dada debidamente, habrían salido del establecimiento profesores verdade¬ ramente útiles. Hay que agregar que en esa ley se cuidó de que los alumnos no fueran extraños al estudio de la lógica: este es un princi¬ pio general, pues la experiencia tiene demostrado que el de las mate¬ máticas precisa las ideas; mas auxiliado por el de la lógica permite, además, comunicarlas con mayor facilidad, claridad y método. No obstante esas ventajas de la ley, no por eso lia dejado de ser criticada, señalando en ella dos defectos: el primero, que hace la ca¬ rrera dilatada, y el segundo, que recarga á los alumnos con el estu¬ dio de muchas materias; pero si se reflexiona que todas las profesio¬ nales consumen tanto y aun más tiempo que la de Agricultura; que ésta es directamente productora ó indispensable á las necesidades del hombre, y que el conjunto de conocimientos que en ella se adquiere es susceptible de varias aplicaciones, aun independientes de la agrí¬ cola en un caso y de la veterinaria en el otro, se convendrá en que son necesarios los siete años que se exigen á los segundos y los diez á los primeros. Cuando transcurrido algún tiempo se examinan, con los datos de la experiencia, los trabajos de ese genero, se ven, por lo común, con perfecta claridad todos los defectos que se ocultaban al formarlos; pero en el que nos ocupa sólo hallamos dos, uno de los cuales acaso se dejó para el reglamento, pero que conviene consignar en la ley; este es el de no haber establecido las excursiones agrícolas, y el se¬ gundo, el de señalar escasas dotaciones á los profesores y empleados. En cuanto á los fondos de que hemos hecho mención, la ley con¬ signó, en efecto, para las escuelas de Agricultura y de Veterinaria, los siguientes: el sobrante de los bienes de parcialidades, el edificio de San Jacinto y sus terrenos, los bienes del Hospital de naturales, los del Colegio de San Gregorio, los que pertenecían al Juzgado de intestados y sus capellanías laicas; por último, las pensiones de los alumnos: si este conjunto no bastaba para todas las necesidades, las atendía cuanto hasta allí no lo habían sido. Y si el juicio muy someramente anunciado es exacto, no sería in¬ adecuado el adoptar hoy esa ley en la parte relativa á la enseñanza, aunque con las modificaciones indicadas. 305 El octavo proyecto, ó sea la ley de 4 de Enero de 1856, tuvo igual¬ mente los dos anteriores como base fundamental: ella dio además mayor desarrollo al establecimiento, ya disponiendo que hubiera un cuerpo de profesores agregados, ya aumentando los fondos con los auxilios d6 los del Ministerio de Fomento, ya extendiendo la ense¬ ñanza á la clase de mayordomos, ya abriendo la puerta para que por disposiciones reglamentarias pudieran aumentarse las cátedras con¬ venientes, y ya, en fin, creando una junta protectora que, procurando bis mejoras, cuidase del cumplimiento de la ley y de los reglamen¬ tos. De aquí pudiera inferirse que el juicio favorable emitido res¬ pecto del plan anterior, comprende á éste aun con ventaja, tanto ma¬ yor cuanto que redujo el tiempo á cinco años; mas no es así, por en¬ contrarse los siguientes defectos. El de sacrificar demasiado á la economía del tiempo, en la dura¬ ción de los estudios, la extensión y aun algunas materias necesarias al agricultor, como son la lógica, la geología y la mineralogía. Otro es el de no organizar las excursiones agrícolas, el de prevenir que el director fuera temporal, que sólo hubiera un prefecto y, por ultimo, el conservar las limitadas dotaciones del plan de 1853. De esto re¬ sulta que excogitando lo útil de los dos planes, se mejoraría notable¬ mente el que hoy pretenda darse. Hay que mencionar un decreto accidental que tocó en parte á la Escuela de Agricultura, y acaso con más notables resultados de los que pudieran esperarse: éste filé el de l.° de Julio de 1856, por el que se reglamento la carrera y los exámenes de los agrimensores. Comprendiéndose en él á la Escuela de Agricultura v autorizándola para expedir títulos profesionales, varios de los alumnos que entonces existían tomaron la resolución de abandonar los estudios agronómicos, por seguir una carrera más corta, más fácil y que equivocadamente supusieron que les sería más productiva. Eos resultados han venido á demostrar, con hechos irrecusables, cuán perniciosa fué esa disposición, con particularidad en los años de 1861, 1862 y 1863, pues no era lo mismo autorizar á los agricul¬ tores como agrimensores, supuesto que se les exigían los estudios ne¬ cesarios, que el permitirles, después de haberlos sostenido cuatro o más años, que cortaran la carrera, recibiendo el título de simples agrimensores. Es, por lo mismo, de desearse que al formar la nueva lev se tengan en cuenta las razones indicadas. o 39 306 Pasemos al examen de la ley de 31 de Diciembre de 1856, que corresponde al noveno de los planes de que se lia lieclio mención. Dos clases de modificaciones especiales contiene esa ley: una relati¬ va a las carreras de agricultura y de veterinaria, ya establecidas, y otra á las de ingenieros, creadas nuevamente. Se ha dicho en cuanto á éstas que deben ser enteramente extrañas al establecimiento, siem¬ pre que se quieran fomentar cual conviene las dos primeras: así es que no hay necesidad de agregar nuevos fundamentos para apoyar la idea de su separación. En cuanto á las modificaciones en la parte agrícola, juzgamos útil la de dividir la enseñanza en la que corres¬ ponde á los mayordomos, á los agricultores teórico-prácticos y á los profesores de agricultura. La de la enseñanza veterinaria, igualmente dividida en la que se lia de dar á los mariscales ó albéi tares y la de los profesores ó médicos veterinarios, es una mejora que también debe adoptarse. En cuanto á las dotaciones, aunque aumentadas, no son ni equitativas ni suficientes. Por último, la subsistencia de la Junta protectora es indudablemente útil, y sobre no ser, como no es gravosa, debe reorganizarse. Se ha indicado que el último proyecto, ó mejor dicho, los varios que siguieron en el período comprendido de Enero de 1861 á Mayo de 1863, fueron los que dieron los peores resultados; que la ley de 15 de Abril de 1861 sólo dio bases muy generales y no llegó á po¬ nerse en práctica; en fin, que de cuanto entonces hubo nada se en¬ cuentra que convenga adoptar. Pero como aun hoy no faltan quie¬ nes opinen á favor de dos modificaciones, que en parte son alucina- doras, una por económica y otra por novedosa, se hace indispensable el volverse á ocupar de ellas. Es la primera, la de que un solo catedrático quede encargado á la vez de la administración de las labores y de la enseñanza de los tres años de agricultura. Tal disposición es notoriamente perniciosa: todo el que ha tenido ocasión de seguir un curso completo de las ma¬ terias que forman todo el curso, y considere igualmente que éste se ha de dividir en los tres años correspondientes á los estudios de los alumnos, se persuadirá que es de todo punto imposible el atender á cuatro cosas á un tiempo, sin sacrificio de la enseñanza y aun del or¬ den en la administración de las labores. Además, como el buen mé¬ todo exige que cada uno de los profesores termine su curso con las excursiones agrícolas, esto no tendría lugar si se adoptara esa ense- 307 fianza unitaria. En conclusión, no debe olvidarse que la adquisición de los buenos conocimientos agrícolas, es la base y el objeto primor¬ dial del establecimiento; que á ello deben encaminarse todas las dis¬ posiciones, y que entre los medios para lograrlo, ocupa el primer lu¬ gar la necesidad de que baya un profesor para cada uno de los tres años que ordenadamente lian de cursar los alumnos, terminando con las excursiones, de cuyos provechos nadie deberá dudar. La segunda modificación, que no sin motivo liemos calificado de novedosa, consiste en la creación de la cátedra de Zootecnia. Esta no es en realidad sino una parte de la Zoología, y es precisamente de la que de preferencia tiene que ocuparse el catedrático de este ra¬ mo con más detenimiento; dados á conocer los principios generales de Zoología, debe fijarla atención en el estudio de los animales úti¬ les, ó lo que es lo mismo, de la Zootecnia: no hay, pues, razones í an¬ dadas para crear una plaza más, ni para complicar los estudios, de¬ masiado extensos aun sin esta reforma. El alumno que ha concluido con aprovechamiento su carrera escolar, hará más tarde lo que todos y en todas las profesiones es común hacer: perfeccionar sus estudios pasando del de las obras elementales al de las clásicas, y aumentan¬ do el de los ramos enlazados con aquellos que tienen conocidos. El que esto escribe no ignora que en la Escuela de Grignon ha estado confiada á M. Allibert, la enseñanza de la Zootecnia; mas tam¬ bién sabe que en los estudios seguidos para el bachillerato, se exige como previo el de historia natural, que comprende, como es sabido, el de la Zoología. Mientras en Grignon no son admitidos los alum¬ nos sin tener aquéllos, y además diecisiete anos de edad, aquí no se fija ni se debe fijar ésta, y el estudio de los ramos preparatorios y auxiliares es conjunto con el de los profesionales, sistemándolos en un modo gradual, con el laudable fin de economizar el tiempo. ^No hay, por lo mismo, razón fundada para imitar esa práctica. Ha llegado el caso de poner término á esta parte del escrito, por¬ que habiéndose indicado que hoy no existe realmente plan alguno en el orden agrícola, tanto por falta de alumnos que tuvieran los es¬ tudios preparatorios, como por el carácter provisional y transitorio que se ha adoptado, es más conveniente el aplicar las doctrinas esta¬ blecidas y las observaciones anunciadas, á la redacción del proyecto que más convenga preferir, aprovechando para ello la experiencia de treinta años de empeñosos esfuerzos, lo que en general y en nía- 308 yor tiempo se ha tenido con relación á los métodos de enseñanza adecuados á la nación mexicana y, sobre todo, el conocimiento de sus diversos climas, usos y costumbres, tanto individuales como agrí¬ colas. Pero antes diremos dos palabras referentes á una idea desatendi¬ da en todos los planes mencionados, idea que acaso á primera vista se juzgue de menos importancia de la que realmente tiene, á saber: la necesidad de que los que aspiren al título de profesores de agri¬ cultura, sean por ese mismo hecho agricultores ó naturalistas, á la vez que unos y otros hagan previamente los estudios de latinidad y de griego. Aunque estos idiomas se consideran como muertos, no hay duda que el latino es el que se ha usado y usa actualmente, no sólo en las obras clásicas, sino aun en las más sencillas descripciones botánicas, los nombres de los vegetales y de los animales son también latinos; y puede agregarse que para adquirir una sólida instrucción en los di¬ versos ramos que corresponden á las ciencias naturales, se hace in¬ dispensable el conocimiento de ese idioma. En cuanto al griego, bas¬ tará decir que, derivados de él los términos científicos, su estudio facilita y fija mejor el de los ramos principales y, por tanto, es inex¬ cusable el conocer, cuando menos, la parte gramatical apropiada á las aplicaciones que se han de hacer. Aunque el objeto que me obligó á escribir esta reseña, exigía agregar un proyecto de estudios y otros varios datos que convenía tener á la vista, me resuelvo á omitirlos, así como los estados de que hice mención, á fin de evitar al lector el cansancio y aun el fastidio de los artículos demasiado extensos; creo que lo dicho basta para se¬ guir la historia de la enseñanza agrícola en México. ¡Ojalá que la nueva ley anunciada últimamente satisfaga á todas las necesidades y no adolezca de los muy graves defectos que acompañan á las que están formadas con el débil apoyo de las teorías alucinadoras, y á las que se oponen nuestros climas, nuestras costumbres y la constitución física de los habitantes de este desgraciado país! He aquí el proyecto de ley que pudiera adoptarse para la ense¬ ñanza agrícola y la veterinaria, sea formando parte del plan general de estudios que se piensa dar, en cuyo caso se antepondría el capítulo ó título correspondiente, ó bien publicándolo como un decreto aisla¬ do, en el cual al preámbulo de uso común seguirían estos artículos: 309 Art. 19 La enseñanza para las carreras de Agricultura y de A e- terinaria, continuará definitivamente, conforme á esta lev, en el edifi¬ cio de San Jacinto, con los terrenos que le pertenecen y los más que se procurará agregar. Art, 29 La Escuela Imperial de Agricultura y Veterinaria será sostenida por los fondos públicos, dependerá del Ministerio de Ins¬ trucción Pública y se darán en ella, además de la enseñanza prima¬ ria para externos, la de los ramos preparatorios y los superiores ne¬ cesarios á las dos carreras. Art, 39 La carrera agrícola comprende: 19 La instrucción común propia para formar mayordomos inte¬ ligentes. 29 La que corresponde á los agricultores teórico-prácticos o ad¬ ministradores de fincas rústicas. 39 La que deben tener los profesores de Agricultura. Art. 49 La carrera Veterinaria comprende: 19 La instrucción común necesaria para formar mariscales. 29 La correspondiente á los médicos-veterinarios ó profesores de Veterinaria. Art. 59 Todos los que solicitaren ser admitidos como alumnos en la Escuela Imperial de Agricultura, acreditarán que tienen los co¬ nocimientos correspondientes á la instrucción primaria: á los que pretendieren seguir la carrera de profesores de Agricultura, se les exigirán, además, los de latinidad y de los dos primeros años de filo¬ sofía. Art, 69 Los que aspiraren á recibir la instrucción agrícola co¬ mún ó para mayordomos, recibirán la materia correspondiente á la grande y pequeña cultura, así como la necesaria para perfeccionar su educación, todo conforme con las disposiciones que detallará el reglamento. Permanecerán tres años en el establecimiento, y durante ellos trabajarán en calidad de peones, por el tiempo y de la manera que se les señale. Art, 79 Los agricultores teórico-prácticos liarán su carrera en cinco años, conforme al orden siguiente: Primer año. Aritmética completa; conocimiento de pesas y medi¬ das, así como de sus correspondencias; álgebra y geometría elemen¬ tal; idioma francés; dibujo natural. Ejercicios gimnásticos, compren¬ diéndose los de natación. 310 Segundo ano. Física y química agrícolas teórico-prácticas. Idio¬ ma francés. Dibujo de paisaje. Equitación. Tercer ano. Botánica y zoología agrícolas. Agronomía, compren¬ diendo el conocimiento y uso de los instrumentos, utensilios y máqui¬ nas agrícolas. Ejercicios prácticos de jardinería, dirigidos por el pro¬ fesor del ramo. Dibujo de máquinas. Manejo de armas. Cuarto año. Agricultura teórico-práctica. Veterinaria elemental, comprendiendo la pequeña cirugía y la práctica de herrajes. Dibujo anatómico. Quinto año. Cría, engorda y mejora de ganados. Contabilidad agrícola y elementos de construcciones rurales. Excursiones agríco¬ las dirigidas por el profesor, para la práctica y perfección de los es¬ tudios hechos en los cursos. Art. 8? Eos alumnos que fueren aprobados en el examen de quin¬ to año, podrán presentarse al profesional, y aprobados en él, recibi¬ rán el título que los autoriza para la administración de las lincas rus¬ ticas y para la valuación de las labores, de los sembrados, de los lle¬ nos y de las producciones agrícolas. Art. 9(-> Los alumnos que aspiraren al título de profesores de Agricultura, estudiarán, en siete años, los ramos siguientes: Primer año. Análisis geométrica, geometría descriptiva y princi¬ pios de calculo diferencial é integral. Idioma inglés. Dibujo de mᬠquinas. Ejercicios gimnásticos, comprendiendo los de natación. Segundo año. Agrimensura y nivelación, levantamiento de pla¬ nos, y aplicaciones de la geometría á los planos acotados. Medida y distribución de las aguas. Idioma inglés. Dibujo topográfico. Ma¬ nejo de armas. Tercer año. Botánica, Física agrícola teórico-práctica, Geografía elemental, Gramática griega, Dibujo anatómico, Equitación. Cuarto año . Zoología, Química agrícola teórico-práctica. Ana¬ tomía y fisiología hipiátricas. Dibujo anatómico. Ejercicios prácti¬ cos de jardinería, bajóla dirección del profesor del ramo. Quinto año. Agricultura teórico-práctica, Geología y Mineralo¬ gía. Patología hipiátrica general, y la interna y externa. Práctica de herrajes. Sexto año. Agricultura teórico-práctica, comprendiendo la cría, mejora y engorda de ganado. Clínica interna y externa. Materia médica é higiene hipiátricas. 311 Séptimo año. Agricultura teórico-práctica, comprendiendo las construcciones rurales, la contabilidad agrícola y los avalúos. Ex¬ cursiones ordenadas bajo la Dirección del profesor para la práctica y perfección de los estudios hechos en los cursos anteriores, y para la de las industrias de mayor interés al agricultor y naturalista. Art. 10.° Concluido el séptimo año podrán presentarse los alum¬ nos al examen profesional, y los que fueren aprobados, recibirán el título que los autoriza, para ejercer las profesiones de agricultor, na¬ turalista, de médico- veterinario y de agrimensor. Art. 11.° Pasados ocho años de organizada esa carrera, no po¬ drán obtener cátedra alguna en los ramos designados para los cur¬ sos, ni desempeñar las comisiones científicas correspondientes, los que carecieren del título respectivo. Los avalúos de las fincas rústi¬ cas, de las labores, de los sembrados y de las producciones rurales, así como los reconocimientos y juicios de peritos, únicamente ten¬ drán valor legal, cuando fueren autorizados por dichos profesores, o en su caso, por los naturalistas, por los agricultores teórico-prácti- cos, los médicos veterinarios, los ingenieros ó los agrimensores titu¬ lados. Art. 12.° Los que aspirasen al título de Mariscales, estudiarán en tres años los ramos siguientes: Anatomía generaly descriptiva. Pisiología é higiene. Exterior de los animales domésticos, sus bellezas y sus defectos. Patología ge- neral y la interna y externa. Operaciones y herrajes. Art. 13.° Los médicos-veterinarios estudiarán en seis años los ramos siguintes: Primer año. Aritmética completa. Lógica. Idioma francés. Di¬ bujo natural. Ejercicios gimnásticos, comprendiendo los de natación. Segundo año. Písica y química elementales, teórico- prácticas. Botánica. Idioma francés. Dibujo anatómico. Equitación. Tercer año. Principios generales de Zoología y estudio comple¬ to de los animales domésticos. Anatomía y fisiología liipiátricas. Dibujo anatómico. Equitación. Cuarto año. Patología general y la interna y externa. Pequeña cirugía y práctica de herrajes. Manejo de armas. Quinto año. Clínica interna y externa. Operaciones y herrajes. Sexto año. Clínica interna v externa, operaciones y herrajes. Higiene veterinaria. Vicios redhibitorios. Art. 14.° Los alumnos que concluyeren el sexto año, podrán pre¬ sentarse al examen general: en el caso de ser aprobados, recibirán el título que los autoriza para ejercer la profesión, sin cuyo documento no se permitirá tener enfermería liipiática ni banco de herrador. Los Mariscales titulados podrán tener banco, pero sólo funcionarán co¬ mo peritos legales dentro de los límites de su ejercicio. Art. 15.° En cada una de las carreras que establece esta ley se harán prestamente los cursos completos, y los alumnos no pasarán de un curso al otro, sin el examen y aprobación en todas las mate¬ rias asignadas al anterior. Art. 1(>.° El Establecimiento dará la enseñanza y toda clase de asistencias á diez y seis alumnos pobres, diez destinados á la agri¬ cultura y seis á la Veterinaria: estarán dotados de talento claro, moralidad y buena conducta, suficientemente acreditadas: la mane¬ ra de nombrar á dichos alumnos y demás condiciones necesarias, quedarán consignados en el reglamento, sirviendo de base, que en ningún caso serán admitidos, más de diez y seis alumnos de gracia. Art. 17.° Los individuos que habiendo comenzado los estudios en otros Establecimientos pretendieran continuarlos en la Escuela de Agricultura, serán admitidos en ella presentando el correspon¬ diente certificado, á satisfacción del Director, ó sustentando un exa¬ men en los ramos que se creyeren instruidos. Los que presentaren título profesional, adquirido en el estranjero, acreditarán la legali¬ dad del documento, identificarán la persona y sólo sustentarán el examen general, Art. 18.° El Gobierno nombrará una Junta Protectora del PJsta- hlecimiento, compuesta de cinco vocales y otros tantos suplentes, cu¬ yas atribuciones designará el reglamento que ella forme y apruebe el Gobierno, siendo las principales; sobrevigilar y autorizar los gas¬ tos, acordarlos económicos, cuidar del exacto cumplimiento de esta ley y de los reglamentos y proponer las mejoras y adelantos de que fuere susceptible el Establecimiento. Art. 19.° El cargo de vocal de la Junta es gratuito, honorífico y de confianza, y no será renunciable sino por causas que el Gobier¬ no califique de justas. Art. 20.° El Director es el jefe del Establecimiento y el inmedia¬ to responsable de su buena marcha, en el orden científico, moral y económico, así como del exacto cumplimiento de esta ley, del regla- 313 mentó y de las disposiciones supremas: es el conducto preciso de co¬ municación con el Ministerio, para todos los asuntos que lo exijan, y cuidará, con especial atención, que los profesores hagan las aplica- caciones correspondientes á los ramos de que están encargados, á íin de que los alumnos adquieran una instrucción sólida y positivamen¬ te práctica. Art. 21° El Director presentará á la Junta protectora, dentro de un mes, el reglamento que designe sus atribuciones y obligacio¬ nes, así como las del Rector, profesores y empleados; las condicio¬ nes que lian de tener los alumnos para ser admitidos; la maneia con que se lian de hacer los exámenes anuales y generales; la expedición de títulos profesionales, provisión de cátedras, distribución de tiem¬ po en cada uno de los años, y cuanto más corresponde al reglamen¬ to interior. Art. 229 La Escuela I. de Agricultura y Veterinaria tendrá un cuerpo de profesores agregados, que serán sustitutos, habiendo uno para cada cátedra; disfrutarán, cuando estuvieran en ejercicio, la mitad del sueldo asignado al propietario, el que cubrirá el fondo, si la falta fuere por enfermedad; en todos los otros casos percibirá el sueldo íntegro, correspondiente al propietario. Los profesores ad¬ juntos serán nombrados por el Gobierno, á propuesta de la Junta protectora, oyendo al Director; mas pasados seis años de publicada esta ley, la provisión de las vacantes se hará por oposición. Art. 239 La planta de profesores y empleados y los gastos anuales en la Escuela Imperial de Agricultura y Veterinaria, es la siguiente: Un Director, que será catedrᬠtico, con el sobresueldo de. Un Rector y Capellán encar¬ gado de la educación religio¬ sa y moral . Dos prefectos, á 600pesos cada uno . Dos preparadores para las cla¬ ses experimentales, quienes serán también subprefectos, á 600 pesos cada uno . Un prosector de anatomía y Al frente . 1,800.00 600.00 1,200.00 1,200.00 4,800.00 Del frente . $ 4,800.00 preparador de la cátedra de historia natural . Un Ecónomo, tenedor de libros y encargado de la Secreta¬ ría . Un profesor y sustituto de la clase de enseñanza prima¬ ria . Un maestro de ejercicios gim¬ násticos, comprendiendo los de natación . _ A la vuelta . 600.00 800.00 600.00 400.00 $ 7,200.00 40 314 De la vuelta . $ 7,200.00 Al frente . $ 25,600.00 Uno de equitación . 400.00 Cuatro profesores de veterina- Uno de manejo de armas _ 400.00 ria. á 1 .200 pesos . 4,800.00 Uno de música . 400.00 Asistencia de diez y seis alum- Uno de dibujo natural, anató- nos de gracia, á 300 pesos mico y de paisaje . 600.00 cada uno . 4,800.00 Uno de enseñanza primaria. . 600.00 Alimento de los empleados re- Uno de idioma francés ... . . 600.00 sidentes en el Establecí- Uno de idioma inglés . 600.00 miento . 1 ,600.00 Uno de gramática griega. . . . 600.00 Para sueldos de sirvientes. . . 2,000.00 Un profesor para la clase pre- Para reposición de utensilios paratoria . 1,000.00 de refectorio y cocina . 400.00 Uno para matemáticas y me- Para gastos de enfermería. . . 800.00 cánica elemental . 1,000.00 Para el servicio en las cátedras Uno de delineación, geometría experimentales . 1,000.00 descriptiva y sus aplicacio- Para el culto en la Capilla del nes . ■„ . 1,000.00 Establecimiento, compren- Uno de topografía y construc- didas las funciones de San ciones rurales . 1,000.00 Isidro y Viernes de Dolores 400.00 Uno de botánica y zoología.. 1,200.00 Gastos anuales en carruajes y Uno de física . 1,200.00 animales de tiro y silla _ _ 1,500.00 Uno de química . 1,200.00 Idem en alumbrado . 400.00 Uno de geología y mineralogía 1,200.00 Idem en Secretaría . . . 300.00 Unode horticultura yjardine- Idem en premios . 300.00 ría teórico- prácticas . 1,200.00 Idem en reparaciones de fá- + Tres de agricultura teórico- brica . 600.00 prácticas, á 1, 200 pesos .... 3,600.00 Idem en rayas y labores, com- Sobresueldo del profesor de prendiendo ios del jardín y agricultura encargado de la huerta . . 6,000.00 hacienda . 600.00 Idem imprevistos . 200.00 Del frente . $25,600. 00 Suma $ 50,700.00 Art. 24? Los gastos en instrumentos, utensilios y aparatos, así como los de las contribuciones rurales, adquisición de terrenos, ga¬ nados y semillas; los de libros y periódicos para la biblioteca, excur¬ siones agrícolas y, en general, todos los extraordinarios, serán pre¬ supuestados gradual y oportunamente á fin de que nada falte para que la enseñanza sea completa y fructuosa. Art. 25? Quedan derogadas las leyes, reglamentos y órdenes, contrarias á ésta, comprendiéndose la de l.° de Julio de 1856, en las partes relativas á la Escuela de Agricultura, que desde la fecha no hará exámenes de los agrimensores, ni expedirá los títulos que únicamente autorizan para el ejercicio de esta profesión. 315 Por extraño que se considere el que figuren entre las partidas mil y seiscientos pesos correspondientes á los maestros de ejercicios gimnásticos y equitación, de manejo de armas, y de música, es una necesidad que conviene satisfacer en los establecimientos de educa¬ ción, pero con especialidad en el de Agricultura. En primer lugar, ocupa á los alumnos una parte del tiempo destinado al descanso, que siendo el más peligroso conviene reglamentar, alejando por ese me¬ dio todas las ocasiones, á veces, contrarias á la buena moral. En segundo, que cada uno de esos ejercicios tiene ventajas reconoci¬ das: los gimnásticos vigorizan; el manejo de armas educa, es útil al cazador y contribuye á que el hombre estime su dignidad; la músi¬ ca es un entretenimiento recreativo, que suaviza el carácter y sirve de compañía en las soledades del campo; en fin, la equitación es una positiva necesidad para el agricultor. Acaso á primera vista aparezcan igualmente exagerados los cin¬ cuenta mil setecientos pesos anuales que deben invertirse en el soste¬ nimiento de la Escuela; mas si se reflexiona que hay que deducir de esa suma, en la que figuran seis mil pesos para rayas, la de los pro¬ ductos de las labores, con los cuales quedan comprendidos; que casi siete mil pesos se consumen en las asistencias completas de los alum¬ nos de gracia y en la de los superiores, residentes en el Estableci¬ miento; que éste tiene organizado y que sostiene la enseñanza para seis carreras y, por lo mismo, el número de profesores es mayor del que sería para sólo una ó dos; que siendo experimentales la mayor parte de las lecciones, son por lo mismo consumidoras; que la nece¬ sidad de sostener dos carruajes con sus animales de tiro, aumenta los gastos; y en fin, que también hay un aumento en ellos por solo la distancia á que es preciso que esté la Escuela, se convendrá en que realmente los gastos son demasiado económicos. Por conclusión: si, como es de esperarse, ella corresponde con sus trabajos escolares y con el aprovechamiento de los alumnos al desa¬ rrollo de la industria agrícola en todos los ramos á que es llamada, no hay duda que los fondos públicos acrecerán en una proporción incalculable, retribuyendo con usura esa pequeña erogación. En fin, no hay que olvidar, que la protección á la Agricultura y á la Mine¬ ría, son en todos los países, pero con especialidad en México, las fuentes inagotables de su riqueza, paz y prosperidad. 316 ADVERTENCIAS Y OBSERVACIONES FINALES. Al trazar la historia compendiada de la Agricultura en México, nos hemos fijado de preferencia en lo que ha sido su enseñanza en los últimos cuarenta y tres años, y muy particularmente la que se ha se¬ guido en la Escuela de San Jacinto, que hasta hoy subsiste: pero he¬ mos tocado varios puntos de los que emanan cuestiones que es tanto más conveniente examinar cuanto que están íntimamente enlazadas, bien con el sistema general de enseñanza que haya de preferirse para toda la nación, bien con el que se ha adoptado para continuar ó no la que se da en San Jacinto. Comenzando por este segundo punto, forzoso es decir que las dis¬ posiciones que se tomen deben reconocer como base fundamental la de que lo que allí existe, dista mucho de todo lo que es indispensa¬ ble á un establecimiento agronómico de enseñanza en armonía con los progresos de la ciencia: fácil es demostrar esto por la simple enu¬ meración de lo único con que puede contarse. EDIFICIO. Aunque irregular por su construcción antigua y por el destino que tuvo durante tantos años, hay la capacidad suficiente para cole¬ gio de internos y alojamiento de algunos de sus empleados y sirvien¬ tes. Se cuentan en buen estado la sala de estudios, las cátedras, la capilla y la enfermería; falta, sin embargo, que adecuar algunas de sus partes á los objetos a que deben ser destinadas. A este numero pertenece la enfermería veterinaria, indispensable para las clínicas; la sala para disecciones; cuartos para completar los pocos que hoy tienen los sirvientes; cochera, vivienda para el director; y por últi¬ mo, que hacer algunas reparaciones en los techos, paredes, tapias^ etc. En cuanto á edificio, puede decirse que se tiene lo más y taita i . , . t lo menos. 317 SERVICIO DE CÁTEDRAS. Las de botánica y zoología, de geología y mineralogía, de física, de química, de agrimensura, de dibujo y de primeras letras, si no tie¬ nen todo lo que requiere una buena enseñanza, no les falta lo más, como sucede respecto de las de veterinaria y de agricultura; las ne¬ cesidades de éstas siendo mayores y más importantes, son, por lo mis¬ mo, más urgentes. BIBLIOTECA. Aunque provista de más de cuatro mil volúmenes, muchos de ellos son extraños á las materias propias del establecimiento; hay otras que faltan enteramente, y varias, con especialidad las periódi¬ cas, están truncas. Es conveniente, además, el suscribirse a las pu¬ blicaciones periódicas extranjeras para estar al nivel de los adelantos. JARDIN Y HUERTA. He aquí una de las partes que requieren mayor cuidado; boy no es un jardín de recreación, ni es una huerta, cuyo cultivo y produc¬ tos corresponden al nombre que lleva; menos es un jardín de plan¬ tas, un jardín botánico, en el que el orden y la clasificación de los vegetales facilite á los alumnos el conocimiento de la ciencia, al pro- fesor la sólida enseñanza y á los establecimientos todos adonde debe darse ese ramo, un recurso del cual siempre han estado privados. En el año de 1858 promovió empeñosamente el director de la Es¬ cuela de Agricultura, el establecimiento de un jardín botánico que sirviera igualmente á los alumnos médicos: designado el lugar y tra¬ zado el plano, se comenzó por preparar el terreno y levantar el cer¬ cado. Los gastos debieron ser cubiertos por ambas escuelas, á saber, la de Medicina y la de Agricultura. El Sr. Muñoz Ledo, Ministro entonces de Fomento, acogió la idea con tal agrado, que personal¬ mente llevó cien pesos para que desde luego principiara la obra. ¡Contraste notable! ¡Quién había de suponer que esa miserable suma costaría al establecimiento el perder, mediante dos acuerdos dados por la misma administración y firmados por la misma mano, la enor¬ me suma de 590,297 pesos! El resultado fue de que la escuela se quedó sin bienes y sin jardín botánico. HACIENDA Y LLENOS. La extensión de los terrenos es la siguiente: Terrenos en labor . 649, C07 metros. » del jardín y huerta . 26,036 » » pantanosos laborables . 92,257 » » en edificios, calzadas, andado¬ res y acequias . 72,602 » Superficie total . 839,902 metros. 83 Lecturas, 99 aras, 02 centiaras, ó cerca de dos caballerías. Se ve que dista mucho de merecer el nombre de hacienda, que generalmente se le da. Si por las economías indispensables de la épo¬ ca en que se compró fué un triunfo y una adquisición, hoy conviene darle mayor extensión, lo que no es difícil procurándose los terrenos colindantes: los propios de la escuela están comprendidos unos bajo otros y una parte de ellos pantanosos; por fortuna, atravesados por dos ríos, se prestan á la mejora que debe procurarse. La magueyera, como esquilmo importante, requiere una reposición. En cuanto á los llenos, casi puede decirse que falta todo y al¬ go más, puesto que el instituto exije, por su naturaleza, el conoci¬ miento, cría y engorda de toda clase de ganados, el de todas las ra¬ zas, y ser en fin, en cuanto diga relación con la parte rural, una fin¬ ca modelo. Hoy se cuenta con un sólo establo, que no basta, y con un palomar; no hay un aprisco, ni zaurdas, ni gallineros, ni caba¬ lleriza; en fin, faltan los ganados y sus alojamientos. Faltan, igual¬ mente, trojes, depósito para carretas, colección de instrumentos y máquinas, pues lo que se encuentra en cuanto á esto es limitado y generalmente malo. 319 En vista de lo dicho ocurre naturalmente el preguntar, si con¬ vendrá el que se continúe dando en San Jacinto la enseñanza agrí¬ cola y veterinaria, ó será preferible el trasladar la Escuela á otro lu¬ gar, supuesto el gasto que tiene que erogarse en aquel ediñcio. En sentir del que esto escribe, debe preferirse lo primero, por las razo¬ nes siguientes: La de estar hecho un gasto, no despreciable, el que sería del todo perdido, con la traslación: la de hallarse situado con¬ venientemente, tanto para que las familias puedan mandar á sus edu¬ candos, sin tropezar con las dificultades que aún se exageran entre los mexicanos, cuando los establecimientos están distantes, como pa¬ ra aprovechar la buena instrucción de los profesores y la puntual asistencia de los empleados, que faltaría sin duda en otra localidad: la de contar con todos los recursos de una Ciudad protectora, sin los inconvenientes de que los alumnos vivan dentro de ella. Bajo el punto relativo á la salubridad, la experiencia de más de nueve años tiene satisfactoriamente demostrado, que San Jacinto es, en cuanto áesto, uno de los lugares más apropiado para una casa de educación. Verdades que, respecto á la instrucción práctica, sería útil el contar con una extensa propiedad rural de las que no faltan en la Nación, que tuviera á la vez terrenos de climas fríos, templados y calientes; pero siendo los de San Jacinto templados, los cultivos de los otros dos quedarán perfectamente conocidos, y aun estudiados, cuidando de que se realicen las excursiones agrícolas. Además de las razones dichas, hay una muy relacionada con otra cuestión importante y de la cual pasamos ó ocuparnos. ¿Bastará un sólo establecimiento agronómico de enseñanza para toda la Nación? Entretanto que el número de sns habitantes, el es¬ tado de las vías de comunicación y el de los fondos públicos se ha¬ llen como lo están hoy, basta uno sólo convenientemente atendido. Si todas las leyes deben ser la emanación reglamentada de las nece¬ sidades y de las conveniencias de los pueblos, en las de instrucción pública es preciso seguir este sistema con extricta escrupulosidad y más todavía cou las naciones que, como México, se hallan en su in¬ fancia y obligadas por otros motivos á observar una prudente eco¬ nomía: no hay para qué pretender un desarrollo prematuro, que cos¬ tará la vida, ni menos Tin lujo ruinoso, que lejos de dar crédito ape¬ nas merece compasión. Por esta y otras razones análogas, conviene que la enseñanza agrícola, la veterinaria y todas las que correspon- 320 den á las carreras especiales, como son la minería, medicina, inge¬ niería, comercio, etc., queden limitadas por ahora á un solo estable¬ cimiento, aun cuando la grande extensión del territorio nacional pi¬ diera bajo otras consideraciones la multiplicación de ellos. Día lle¬ gará en que el aumento notable de la población ponga de manifies¬ to la necesidad; entonces Guadal ajara y San Luis Potosí, reclama¬ rán su Escuela de Minas, de Agricultura y de Medicina; mas por boy no hay otra razón para solicitar su establecimiento que la de provincialismo y las alucinadoras que se derivan de el. En esas ciudades, así como en otras de las principales, Puebla, Morelia, Gruanajuato, Zacatecas, etcétera, conviene por ahora, orga¬ nizar únicamente los estudios preparatorios, para todas las carreras; mas las cátedras superiores que constituyen los ramos profesionales, así como la recepción á los exámenes generales y la expedición de títulos, deben limitarse á sólo la Capital. Durante el Gobierno Yi- rreinal únicamente en México hubo colegio para mineros, no se co¬ noció la enseñanza agrícola, y aun la médica, nada más contó con la que daban las Universidades de aquí y de Guadalajara. Después de la independencia, cada Estado se propuso imitar inconsiderada¬ mente cuanto veía en la Capital; pero, careciendo de personas y de medios materiales, adecuados á la buena enseñanza, el charlatanis¬ mo y la ignorancia fueron generalmente el pésimo fruto de esas as¬ piraciones, emanadas del espíritu de provincialismo. Si, pues, se de¬ sea que las ciencias progresen y que las profesiones no se prostitu¬ yan, debe limitarse el número de las Escuelas especiales á las ex- trictamente necesarias, organizar prudentemente la enseñanza pre¬ paratoria y multiplicar cuanto más se pueda los establecimientos de educación primaria, que es por hoy lo que más conviene. Fundados en tales principios generales, emanados y apoyados en los hechos que han pasado, y en atención á lo dicho, respecto de la enseñanza agrícola en particular, podemos concluir con las siguien¬ tes proposiciones: 1. a La agricultura y la veterinaria son las principales fuentes de riqueza nacional y, por lo mismo, al Gobierno conviene fomentarlas por cuantos medios sean necesarios. 2. a Uno de los principales consiste en la buena organización de la enseñanza y en la estabilidad del plan que se adopte. 3. a Por hoy conviene montar debidamente un solo estableció 321 miento nacional para la enseñanza agrícola, agregando á él la de la historia natural y la de veterinaria, conforme al proyecto de ley preinserto. 4. a Este establecimiento debe ser el que actualmente existe en San Jacinto, pero con las mejoras propuestas y las más que se juz¬ guen necesarias. 5. a No conviene sostener más que diez y seis alumnos de gracia, y aun estos deben ser escojidos entre los que hayan dado pruebas irrecusables de talento claro, moralidad, buena conducta y que, ade¬ más, aseguren su permanencia en el Establecimiento por todo el tiempo necesario para concluir su carrera. 0.a No debe continuar la autorización que se dio á la Escuela de Agricultura para examinar y expedir títulos á los agrimensores. Noticia de los alumnos que ha tenido la Escuela de Agricultura en los años que se expresan á continuación: FISTOS INTERNOS Medios pupilos de paga Externos en clase superior Externos en l»s letras TOTAL Deducidos los exter- ! nos de pri¬ meras le¬ tras quedan de gracia de paga Noviembre 1855 10 14 18 42 24 ? í 1856 13 35 3 27 78 51 > ? 1857 32 118 15 2 42 209 167 ? ? 1858 36 94 9 9 41 189 148 » 5 1859* 35 43 9 3 44 134 90 ? 5 1860 o3 56 10 6 40 145 105 5 ? 1861 34 18 10 4 13 79 66 ; ? 1862 34 31 8 7 18 98 80 Mayo 1863 5 2 4 6 26 43 17 Abril 1864 20 6 7 O O 48 34 36 * En este año fueron vendidas las fincas y circuló con algún fundamento la noticia de haberse mandado cerrar el Establecimiento. 41 322 PERSONAL DE LA ESCUELA DE AGRICULTURA al finalizar el año de 1855. Rector del Establecimiento . Administrador de los fondos . Capellán y catedrático de Religión . . Prefecto de estudios . Médico y catedrático de terapéutica. Ecónomo . Administrador de las labores . Clase de enseñanza primaria . ,, ,, idioma francés . 9 9 9 9 9 9 5 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 ,, ,, inglés . ,, „ alemán . ,, dibujo natural, anatómico y paisaje. . ,, aritmética, álgebra y geometría . ,, trigonometría y de geometría, des¬ criptiva y analítica . , , mecánica y agrimensura . ,, botánica y zoología . ,, física . . ,, química . ,, ositocnosia y geología . ,, agricultura . ,, delincación, geografía y arquitectu¬ ra rural . D. José Guadalupe Arrióla. ,, Antonio Icaza. ,, Anastasio Vera. ,, Anastasio Rodríguez. ,, Agustín Zepeda. ,, José María Rosas. ,, José María del Valle. ,, Zeferino Barajas. ,, Carlos Audiffred. ,, José Gener. ,, Gregorio Pfaner. ,, Ignacio Bustillos. ,, Juan M. Bustillos. ,, Francisco Ch avero. ,, Miguel Velázquez de León. ,, Pío Bustamante. ,, Joaquín Varela. ,, Leopoldo Río de la Loza. ,, Joaquín Velázquez de León. ,, Julio Laverriére (cat.° temporal). ,, Vicente Heredia. NOTAS. — Las cátedras de los Señores Bustillos, Velázquez de León, D. Joaquín; Veláz¬ quez de León, I). Miguel, y Audifred, fueron servidas por los sustitutos D. Isi¬ doro Chavero, D. Francisco Hermosa, D. Joaquín de Mier y Terán y D. José Gener. Los sueldos correspondientes á este año, fueron satisfechos. S 323 PERSONAL DE LA ESCUELA DE AGRICULTURA al finalizar el año de 1856. j- XJ IÑT T .A. PBOTECTO TZ-A- . CARGOS Y CÁTEDRAS. Presidente . Vocal . ,, Secretario . ,, Suplente . 55 55 . 5 5 5 5 . NOMBRES. Sr. Lie. D. José Urbano Fonseca. , Mariano Riva Palacio. 5 5 5 * 5 5 ,, ,, José M.a Godoy. D. Luis Robalo. Joaquín G. Icazbalceta. ,, Manuel Campero. P. Director y catedrático de química . Vice-Director y catedrático temporal de agricultura . Capellán y catedrático de Religión . Prefecto y Secretario . Sub-Prefecto y preparador de química - Administrador de los fondos . Administrador de las laboies . Mayordomo . . P. Médico del Establecimiento y catedrático de veterinaria . Maestro de ejercicios gimnásticos . P. P. P. P. P. P. P. P. P. de manejo de armas . Dibujo natural, anatómico y de paisaje. . . Cátedra de primeras letras . - . de idiomas, inglés y francés . de delincación . de primer curso de matemáticas.. de segundo ,, ,. -5 de geografía y agrimensura . de botánica y zoología . de física ... . ,, Leopoldo Río de la Loza. ,, Julio Laverriére. ,, Vicente García. ,, Ignacio Rivera. ,, Amado Aguirre. ,, Antonio Icaza. ,, Joaquín Guzmán. ,, José Domínguez. ,, Agustín Zepeda. ,, Feliciano Chavarría. ,, Antonio Poucel. Ignacio Bustillos. ,, Zeferino Barajas. ,, José Gener. ,, Eugenio Bergeyre. Juan A. Bustillos. Joaquín de Mier y Terán. Francisco Chavero. Pío Bustamante. ,, Joaquín Varela. sOTAS. _ La clase de primer curso de matemáticas fué servida por el Sr. I). vero como sustituto del Sr. Bustillos. L» P. indica que los profesores eran propietarios, y los que no la tienen, F.n este año quedaron pagados todos los profesor es > 1 mp (a Isidoro Cha- interinos. t 324 PERSONAL DE LA ESCUELA DE AGRICULTURA al finalizar el año de 1857. El de la Junta protectora, Director, Administrador de los fondos, Capellán, Médico y Mayordomo, continuaron como en el alio anterior y además los siguientes: Primer prefecto . Segundo prefecto . . Subprefecto y per parador de química . Profesor de anatomía . Jefes . Mayordomo . Escribiente y sustituto de primeras letras. Maestro de ejercicios gimnásticos . ,, ,, manejo de armas . , , , , música . P. Cátedra de dibujo natural, anatómico y P. P. P. P. P. P. P. P. paisaje . ,, 1.a de educación primaria . 2 a 5 5 ■J' 55 55 55 . * * ,, de idioma francés . ,, ,, ,, inglés . ,, ., ,, alemán . ,, ,, botánica y zoología . ,, ,, anatomía y fisiología . ,, ,, anatomía y farmacología . . , ,, delincación . ., geometría y sus aplicaciones . . ,, ,, primer año de matemáticas _ ,, ,, segundo afío de matemáticas.. ,, ,, mecánica y analítica . . , ,, topografía, geología y astrono¬ mía . ,, ,, construcciones propias del in¬ geniero . ,, ,, física . ,, ,, química . . ,, agricultura . ,, ., economía y derecho rural . D. Ignacio Rivera. ,, José María Vergara. ,, Juan Car mona. ,, Felipe Zepeda. ,, Luis Orozco y D. Albino Magaña. ,, José Domínguez. ,, Pedro Miranda. ,. Feliciano Chavarría. ,, Antonio Martel. ,, Agustín Balderas. ,, Ignacio Bustillos. ,, Zeferino Barajas. ,, José Ortiz Monasterio. ,, José Gener. ,, José Gener. ,, Oloardo Hassey. ,, Pío Bustamante. ,, Ignacio Al varado. ,, Eugenio Bergeyre. ,, Luis G. Anzorena. ,, Vicente Heredia. Isidro Chavero. ,, Joaquín Mier y Terán. ,, Juan Cardona, ,, Francisco Chavero. ,, Juan M. Bustillos. ,, Joaquín Varela. ,, Leopoldo Río de la Loza. ,, Santiago Motte. ,, Joaquín Guzmán. NOTA. — Hoy nada se debe por los sueldos correspondientes al ano de 1857. 325 PERSONAL DE LA ESCUELA DE AGRICULTURA el 15 de Enero de 1801. La Junta Protectora continuó, menos los Sres. Riva Palacio y Rovalo. Director . , . Vi ce-Di rector . Capellán y catedrático de Religión . Prefecto ,, segundo y preparador de química Tesorero adminisirador . Mayordomo . Preparador de física . Prosector de anatomía . P. Médico y catedrático de patología y farma¬ cología . Cátedra de ejercicios gimnásticos . ,, música . . p. ,, dibujo natural, anatómico y pai¬ saje . . ,, ,, enseilanza primaria . ,, ,, idioma francés . P. P. ,, ,, alemán . ,, anatomía y fisiología . ,, operaciones y herrajes . ,, botánica y zoología . ,, delincación y geometría . . , primer año de matemáticas... ,, segundo ,, ,, ,, - ,, mecánica . ,, topografía y astronomía . P. ,, ,, física . P. ,, ,, química . ,, ,, agricultura 1er y 3er años D. Leopoldo Río de la Loza. ,, Joaquín Mier y Terán. ,, José María Garay. „ Luis Orozco. ,, Sebastián Reyes. ,, Ramón Alcaraz. ,, José Domínguez. ,, Miguel Parra. ,, Felipe Zepeda. ,, Agustín Zepeda. ,, Joaquín Noreña. ,, Agustín Balderas. ,, Ignacio Bustillos. , , Crisóforo Magaña. ,, Antonio Balderas. ,, José Gener. ,, Oloardo Hassey. ,, Ignacio Alvardo. ,, Eugenio Bergeyre. ,, Lauro M. Jiménez. ,, Vicente Heredia. ,, Isidoro Chavero. ,, Joaquín Mier y Terán. ,, Juan Cardona. ,, Francisco Chavero. ,, Joaquín Varela. ,. Leopoldo Río de la Loza. ,, Francisco Collantes. sIOTA.— De los años de 1858 á 1861 se adeuda á los profesores una parte de sus sueldos, cuyas cantidades no figuran por no haberse podido ministrar los datos correspondientes. 326 PERSONAL DE LA ESCUELA DE AGRICULTURA en Mayo de 1863. Director . Prefecto y preparador de química . Tesorero . Mayordomo . Preparador de física . . Prosector de anatomía . Administrador de las labores, y catedráti¬ co de los tres años de agricultura Médico catedrático de patología . Preceptor de primeras letras . Catedrático de mecánica , agrimensura y de¬ lincación . Catedrático de botánica, zoología y geología ,, ,, anatomía y fisiología . ,, ,, zoothecmia . ,, ,, física . ,, ,, química . . D. Juan Navarro. ,, Sebastián Reyes. ,, José María Márquez. ,, Francisco Domínguez. ,, Francisco Vivanco. ,, José Luz Gómez. ,, José Andrade. ,, Agustín Zepeda. ,, Carlos Angulo. ,, Francisco Chavero. „ Lauro M. Jiménez. ,, Ignacio Al varado. ,, Luis Ordaz. ,, Joaquín Varela. ,, Leopoldo Río de la Loza. NOTA.— De 1861 á Mayo de 1863 se quedaron debiendo á los catedráticos parte de sus sueldos. I 327 PERSONAL DE LA ESCUELA DE AGRICULTURA en 1804. Director y catedrático de física y química ele¬ mentales . Prefecto de estudios y Secretario . M y sustituto de cátedras . Rector, Capellán y Catedrático de Religión . . Ecónomo y Secretario . Conserje y guarda ropa . . Admiuistrador de las labores . Preparador de física . ,, „ química . . Maestro de ejercicios gimnásticos y natación. Catedrático de idioma francés . ,, ,, botánica y zoología . mecánica y agrimensura . ,, estudios preparatorios . • >? n primer año de matemáticas .. . Preceptor de primeras letras . D. Joaquín Varela. ,, Ignacio Vi vaneo, „ Sebastián Reyes. ,, Jesús Orsufío. ,, Efrén Sánchez. ,, Tomás Becerra. ,, Lucio Becerra. ,, Luz Gómez. ,, Antonio Rolón. ,, Joaquín Norefla. ,, José Gener. ,, Roberto Heaven. ,, Lauro Jiménez. ,, Juan Cardona. ,, Luis G. Ansorena. ,, Joaquín García. ,, Carlos Angulo. El que suscribe ha estado encargado de formar esta reseña histórica. NOTA.— Todos los sueldos correspondientes á este año, han sido satisfechos con pun un lidad. 328 Es adjunta la reseña histórica de lo que ha sido la Agricultura en México, y con particularidad la enseñanza de esta ciencia, desde su establecimiento en la Escuela de San Jacinto. Aunque el trabajo quedó concluido desde el 28 del pasado, y pu¬ de por lo mismo haber cumplido exactamente con la disposición del Ministerio de Fomento, que lijó como plazo el día primero del ac¬ tual, el tiempo empleado en que lo pusiesen en limpio, el cotejo y correcciones indispensables y la rectificación de los estados finales han demorado la entrega que ahora hago; debiéndose tener presen¬ te que. como sabe esa Dirección, casi un mes transcurrió del tiem¬ po en que se me dió la comisión el 1(> de Marzo en que recibí los documentos, que se juzgó necesario tener presentes. Xo quedo satisfecho de que el adjunto escrito llene plenamente el objeto que todos debemos desear, pero sí lo estoy de haberlo pro¬ curado, á costa de mayor trabajo del (pie correspondería si sólo se juzgara por los resultados. Esto se comprenderá al saber, que la ma¬ yor parte del tiempo filé perdido en la vista de los expedientes, en procurarse las leyes, reglamentos y disposiciones que era convenien¬ te tener á la vista, y, por último, en concretar la serie dilatada de acontecimientos y coordinarlos después. Me parece que únicamen¬ te falta como dato importante, un estado que dé á conocer el pasivo de la Escuela de Agricultura, cuyos comprobantes no lie consegui¬ do hasta la fecha. Merced de las Huertas, Mayo 5 de 1S94. T IDE BOSQUES Y EXPORTACIÓN DE MADERAS Desde 30 de Septiembre de 1851, presentó á esta Secretaría una exposición la Sociedad promovedora de mejoras materiales y muía¬ les, manifestando los males consiguientes á la enorme tala que lian sufrido v sufren los bosques con que se surte esta Capital de made¬ ras, leña v carbón, refiriendo el lieclio de que lós indígenas de los pueblos que tienen bosques propios, lian cortado y cortan á su antojo los árboles, sin sujeción á la ordenanza antigua de bosques y sin observar siquiera el método que aconseja la razón en beneficio pio- pio, y previendo la alza progresiva de precios en las maderas de construcción v la más trascendental al común de los consumidores, «/ en las que sirven para combustible, supuesto que aquí se carece del carbón de piedra con que cuentan otros países. También indicó que el sistema generalmente empleado por los indígenas en el corte de los encinos, es el de trozarlos por el tronco, y no por los brazos, dejando una banderilla, como vulgarmente se dice, ó de horca y pendón como previene la ordenanza, de que re¬ sulta que el árbol así destruido, nada puede producir en lo sucesivo, mientras que cortándole los brazos gruesos, á los cuatro anos está más frondoso, y con brazos mayores que cuando se cortó. Que en los cortes de ocote y oyainel es más considerable la tala y el desperdicio, porque nunca cortan un árbol grueso para sacar de él diversas piezas, según permite su diámetro, sino que buscan un árbol del grueso de la pieza que se proponen sacar; y si por ejem- pío, necesitan una vigueta ó morillo, no elijen la punta de un árbol grueso, cuya base produciría otras piezas grandes, pues talan un a r- bol tierno, que con el tiempo daría piezas de más tamaño y valor que la vigueta ó morillo que en lo pronto necesitan; cuando hacien¬ do uso del método establecido para el corte de maderas, se aprove¬ cha basta la última rama de un árbol, sin talar los tiernos que van á reemplazar á aquéllos, contribuyendo así á la conservación de los bosques. Que en auxilio de estos medios destructores emplean otro de más trascendentales consecuencias, cual es el de las quemazones, que vulgarmente llaman chamusquinas, porque desde el mes de Enero incendian los pastos resecos con el hielo, bajo el pretexto de que naz¬ can mejor los nuevos; y como los aires dominantes en esta estación extienden el fuego á muchas leguas de distancia, resulta á veces que no sólo destruven los retoños v árboles en sazón, sino también las leñas, maderas y carbón existentes en los puntos circunvecinos, sin castigarse á los incendiarios con la pena que prescriben la ordenan¬ za de bosques y las leves comunes. Que habiendo, por otra parte, aumentado el consumo del combus¬ tible por bis fábricas que usan vapor y por el mayor número de pa¬ naderías y baños que cada día va exigiendo el crecimiento de la población, lia subido de punto la tala y desperdicio de los bosques, mayormente cuando en los que circundan el Valle de México, no se planta un sólo árbol, con lo cual llegará el caso de que no lia}' a bosques sino á grandes distancias; experimentándose los males que desde entonces se anunciaban, y se sienten más cada día de la esca¬ sez y carestía de maderas, leña y carbón, de insalubridad en la atmósfera .por la falta de arboledas, y diminución ó retardo de las lluvias. La sociedad expuso también, que la frecuente renovación del personal de los Ayuntamientos, ha sido perjudicial al plantío de árboles en los caminos, calzadas, alamedas, y paseos públicos de sus respectivas demarcaciones, pues terminando en breve tiempo el período ordinario de estos cuerpos colegiados, cuando apenas empie¬ zan á instruirse en los negocios de su municipio, han tenido que dejarlos á sus sucesores; concluyendo con proponer un proyecto de ordenanzas de bosques y plantíos, porque habiéndose encargado detenidamente de examinar las leyes que sobre la materia rigen en 331 otros países, encontró que ninguna era adoptable al nuestro, por ser enteramente diversas sus circunstancias. Ese proyecto se pasó á informe del Agente general de Agricul¬ tura, quien lo evacuó extensamente en 31 de Enero de 1855, con¬ viniendo eu el hecho de que los montes arbolados sufren una tala considerable, especialmente los cercanos á las grandes poblaciones: que el mal viene de muy atrás pues ya se hacía sentir desde antes de la conquista, según el testimonio de los historiadores: que después de ella ocurrió su intensidad, como lo hizo notar el Ba¬ rón de Humboldt: que ésta vá en aumento todos los días, por las causas que asigna la Sociedad de mejoras y que á esta incuria en la conservación y renovación de los árboles, se deben los malos efectos v se deberán todavía otros mavores de los que indico dicha «/ ^ corporación. Aunque ese estado de cosas pedía urgente remedio, y aunque la agencia convino en que tocaba ponerlo al Supremo (tobierno, por¬ que en todas partes corresponde al poder público reprimir los abu¬ sos de la propiedad particular, que ceden en perjuicio del bien co¬ mún, no le parecieron apropósito en su totalidad, las medidas con¬ sultadas por la sociedad para el logro del laudable lin que se propu¬ so; y aduciendo sobre el particular las ilustradas doctrinas de Jove- 11 anos v refutando el proyecto en la parte que lo califico incon¬ gruente é irrealizable, concluyo proponiendo el que conceptuaba que podía entonces adoptarse. No sólo las citadas Sociedad y Agencia fueron el orden por don¬ de se trasmitía al Supremo (tobierno el clamor de un mal que se la¬ mentaba hace tiempo y hacía profunda impresión en varias partes: la Sociedad de mejoras materiales de Acayucan, en 20 de Junio de 1853; el Ayuntamiento de México y el (fobierno de su Distrito, en 21 de Febrero de 1851; la Jefatura política del Territorio de Te- huantepec, en 18 de Marzo del mismo año; el Interventor represen¬ tante del Supremo (tobierno de la Compañía Sloo, del expresado Te- huantepec, en 28 de Noviembre del propio año; la Diputación terri¬ torial del Mineral del Monte, en 31 de Enero de 1857; el Agente en Jalapa por este Ministerio, en 5 de Mayo de 1857, y hasta en nues¬ tros días, el minero del Chico, D. Tomás Mancera, en ocurso de 13 de Enero último, han representado enérgica y vigorosamente acerca de esta materia, promoviendo se dicten las medidas eficaces para 332 contener un mal que cada día va en aumento, y exponiendo a su vez que continúa la tala de los bosques y la carestía del combustible, que del ameno y frondoso bosque del mineral ya sólo queda el nom¬ bre, cuando antes contaba con numerosos y elevados encinos, lo cual es ya muy difícil reponer, pues necesitan el largo período de cien años para estar en su virilidad; que con notable perjuicio de la salu¬ bridad pública, la agua se lia desecado en sus veneros por falta de los árboles; que el arbitrio más directo para impedir su total des¬ trucción, sería hacer uso del carbón de piedra, tanto en las maqui¬ nas de vapor como en los hornos de las terrenas, \ en todas las otras operaciones en que fílese aplicable dicho fósil, que luía en gian abundancia en Zacualtipán; y que una patriótica apelación á los particulares, sería muy débil estímulo para salvar los intereses de la comunidad, aun cuando las autoridades quieran velar y se esfuercen en hacer eficaces las disposiciones relativas á arbolados y bosques, porque, ó no hallan la cooperación de los habitantes y labradores, ó á sus exhortaciones y providencias oponen la fatal fuerza de iner¬ cia. si no es que quedan nulificadas por las frecuentes excitaciones políticas, que nada útil y provechoso dejan plantear en el país. Es verdad que en circular de 15 de Abril de 1857, dirigida á los Gobernadores de los Estados, se les excitó á que bajo su más estie- cha responsabilidad procurasen la observancia de las disposiciones videntes, ordenando que no se usare por leña sino las ramas de poda y los árboles viejos y deformes; que por cada uno que se coi tai e se plantaran cuatro nuevos; y que á los infractores de dichas disposi¬ ciones se les castigase con penas severas; pero esa circular ni fue bastante eficaz para remediar el mal en toda su extensión, ni los Go¬ bernadores cuidaron de llevarla á efecto, ni tampoco filé acatada por los que debieron cumplirla, y sin embargo de que el 19 de Septiem¬ bre de 1853 expuso el Ministerio que se estaba formando un [n elec¬ to de ley que reglamentase el corte de maderas y la censen ación de los bosques, no consta en esta Secretaría que hubiese llegado á ex¬ pedirse. La reseña histórica de esos hechos conduce á otras consideracio¬ nes análogas, porque por una precisa consecuencia de la continua agitación del país, por el desprestigio en que cayeron sus autorida¬ des á causa de su fácil é incesante destitución, y porque en vez de ocuparse exclusivamente del bienestar y mejora del pueblo, más bien 333 cuidaban de conservarse en los puestos, estando siempre en atalaya contra sus enemigos, llegó á relajarse en sumo grado el eficaz resorte de la obediencia, tan necesario para que surtan efecto las disposicio¬ nes de los que mandan. Además lia hecho conocer la experiencia, que no ha sido solo la impericia en el corte de árboles la que ha dado margen á su devas¬ tación, sino también la necesidad, siempre creciente, de maderas y combustible para las habitaciones, las operaciones del laboreo de mi¬ nas, las máquinas de vapor y el beneficio de plata por toneles, que requiere gran cantidad de leña para mantener el fuego noche y día, no menos que el establecimiento de terrerías y, recientemente, el de los ferrocarriles, que aún no emplean, como en Europa, el carbón de piedra. A estas causas se agrega la del interés de los propietarios, de los madereros, de los leñadores y carboneros, en procurar á cualquier costo sacar las mayores ventajas posibles del consumo de esos artí¬ culos, al precio á que el público se ve obligado á pagarlos por nece¬ sidad, sin atender tales especuladores á que se devasten los bosques, ni cuidar tampoco de su reposición por medio del plantío de nuevos vástagos, que repongan con el tiempo los árboles que destruyan. Pues todavía se agrega á esto la insuperable dificultad de sobre¬ vigilar que el corte se haga con sujeción á las reglas establecidas, porque la vasta extensión de las serranías, unida á la diseminada y escasa población que hoy tiene nuestro extenso país, y la facilidad que los indígenas tienen de transitar esas serranías por veredas prac¬ ticables ó enteramente desconocidas, y aun la posesión de hecho en que han estado y aún permanecen de explotar á su arbitrio este ra¬ mo de riqueza pública, han hecho nugatoria toda medida que tien¬ da á civilizarlos en este punto y poner coto á practica tan abu¬ siva, sin ser bastante eficaz para conseguirlo, el establecimiento de guardabosques, porque, en el aislamiento á que tienen que estar re¬ ducidos en el ejercicio de sus funciones, corren grave peligro de ser víctimas de su celo, lo cual, naturalmente, retraerá á muchos de acep¬ tar estos comprometidos cargos, aun cuando se les asignen regula¬ res dotaciones, ó los orillará á coludirse con esa clase de industria¬ les ó á disimular que sigan como hasta aquí en el mismo desorden que observan, por temor de no perder los destinos o la vida: siendo testimonio de la expresada dificultad el hecho que refiere el Prefec- to Político de Paclmca, á consecuencia de la orden que se le dirigió para que impidiese la destrucción de los montes de Capula, de los cuales se estaban sacando, cada semana, basta cuarenta mil arrobas de leña, pues lia manifestado que los naturales de aquellos montes se sublevan con frecuencia; y que, por la escabrosidad de los lugares, no liay vigilancia que baste, ni de propietarios, ni de autoridades, á evitar dicho abuso, supuesto que á pesar de las disposiciones superio¬ res y de la fuerza armada puesta para observarlas, roban constante¬ mente los árboles v la leña. A vista de estos hechos, difícil es resolver el problema de si se¬ rá mejor aplazar la expedición de la ordenanza de bosques y plan¬ tíos para cuando acabe de pacificarse el país, y moralizándose sus ha¬ bitantes, se hallen en aptitud de acatar y obedecerlas reglas que se establezcan, ó si no obstante la actual situación y la tenaz rebeldía con que algunos se oponen á los positivos progresos y adelantos, que está reclamando la cultura del presente siglo, será conveniente dar desde hoy el paso de expedir esa ordenanza, consultando en ella las medidas oportunas para que no se quede sólo escrita y puedan lle¬ gar á lograrse sus interesantes objetos. A la prudencia y sabiduría de V. M. toca resolver esta cues¬ tión y á mí proponerle el proyecto de que se trata, como lo ve- rifico después de un maduro examen sobre tan delicada materia, adoptando en su mayor parte el que consultó la Agencia general de Agricultura, como también el reglamento que la Legislatura de Jalapa expidió el 19 de Diciembre de 1X15, y ampliando uno y otro con los artículos conducentes, además de los que me han pare¬ cido necesarios respecto á la explotación de maderas, mediante áque las preciosas y variadas que se extraen para el extranjero, apenas rinden una corta utilidad al fértil suelo que las produce. PROYECTO DE ORDENANZAS i» K DE ARBOLADOS Y FORMADO POR EL SR. DR. DON LEOPOLDO RIO DE LA LOZA. CAPITULO I. De los plantíos, su conservación y aumento. Art. 1() Todos los funcionarios municipales del Imperio y la Dirección de caminos, quedan obligados á multiplicar y conservar los árboles en los términos que expresa esta ley. Art. 2f) Igual obligación tienen los propietarios de predios rús¬ ticos, ó los arrendatarios por cuenta de los primeros. Art. 3? Los propietarios de que habla el artículo anterior, plan¬ tarán cada año cinco árboles, cuando menos, por cada caballería de tierra de regadío, y uno, a lo menos, por cada una de las de tempoial. Los que sólo tuvieren una caballería ó menos, plantarán el número proporcional hasta cubrir sus linderos. Art. 4? Las Municipalidades y Comisarías pondrán, anualmente, cuando menos, a razón de un árbol por cada cien habitantes. Los Prefectos, en vista de las circunstancias de cada población, podrán asignarles un número mayor de árboles. Art. 5? La Dirección general de caminos pondrá cada año cin¬ co árboles por cada legua de los caminos que están á su cargo. El mismo número plantarán los empresarios particulares de caminos y ferrocarriles. Art. 69 Las plantaciones encargadas á los funcionarios munici¬ pales, se liarán en las plazas y en los lugares que designaren las res¬ pectivas Juntas protectoras de arbolados; las que lo están á la Direc¬ ción general de caminos y á los empresarios, en las calzadas de su cargo; y las de particulares, en los lugares de su propiedad que ellos mismos eligieren. Art. 79 Los Ayuntamientos y Comisarios municipales forma¬ rán desde luego dos padrones, en los que conste: la extensión de los predios, tanto nacionales, como del común ó de propiedad particu¬ lar, á fin de conocer y fijar el número de árboles que debe plantar, todos los años, cada uno de los respectivos responsables. Del 15 de Marzo al 15 de Abril procederán dichos funcionarios al examen co¬ rrespondiente, para asegurarse de haberse ó no cumplido con las obli¬ gaciones contenidas en esta Ordenanza, dando cuenta á la Junta pro¬ tectora, la que impondrá á los infractores, gubernativamente, las pe¬ nas en que hubieren incurrido. Art. 89 La Dirección general de caminos remitirá, igualmente, cada año, en la primera quincena de Mayo, al Ministerio de Fomen¬ to, un estado general, en el que conste el lugar, número y especie de árboles que hubiere puesto, así como los que corresponden á los empresarios de caminos y de ferrocarriles. Las Juntas protectoras de arbolados remitirán dicho estado á los Prefectos políticos. CAPITULO II. De la poda y del corte de maderas. Art. 99 La poda de los árboles, se hará solamente en invierno y á la caída de las hojas, permitiéndose cortar únicamente las par¬ tes secas, y de las vivas, las que fueren indispensables para evitar la deformidad de los árboles, ó para aumentar la copa en los de las cal¬ zadas. El corte total de un árbol, sea de la especie que fuere, en ningún caso se hará, sino hubiere llegado á su decrepitud, ó cuando menos á su perfecta virilidad. Menos se permitirá el cortar mayor número del que corresponde, conforme á las disposiciones vigentes y á todas las reglas que ellas prescriben. Art. 10.° Todo el que estuviere autorizado para cortar made¬ ras, quedará sujeto á las reglas siguientes: 337 1. a Las estacas se cortarán de la ramazón; y en general, toda pieza chica, de las puntas de los árboles gruesos y sazones. 2. a Los oyameles, ocotes, cedros y Ayacahuites, se cortarán á tres cuartos de vara de altura, sobre el nivel del suelo. Los encinos madroños y ahuehuetes, se cortarán de horca y pendón por las ramas, dejando la mayor y más derecha, para que sirva de guía. Solo se cortarán por el tronco los árboles de estas tres ultimas clases, cuan¬ do por viejos no puedan dar ya retoños vigorosos, y por cada uno de estos que se corte, se plantarán cuatro vástagos que los reemplazen. 3. a Las cortezas de uso industrial, o medicinal, serán coitadas únicamente de los árboles, que han llegado á su decrepitud, de los arrancados por los vientos, ó de los que hubieren muerto. 4. a La extracción de la trementina y demás principios, sean re¬ sinosos, gomosos etc., así como las colectaciones de fruta, o de tintos, tales como los que dan la cera vegetal, las bellotas } demás, no po¬ drán hacerse destruyendo el vegetal, sino cortando los frutos á mu¬ ño, v haciendo las incisiones á una altura tal del árbol que este no muera hasta que haya dado su máximo producto. La extracción de la trementina sólo se liará de los árboles adultos. CAPÍTULO III. De la exportación de maderas. Art. 11? Ningún buque nacional ó extranjero podrá exportar maderas de construcción ó de ebanistería, de los puertos habilitados para el comercio de altura ó cabotaje del Imperio, sin previo permi¬ so de la Junta protectora del puerto respectivo. Art. 12.° Para obtener ese permiso deberá el consignatario ó Capitán del buque, presentar á dicha Junta su solicitud, acompaña¬ da de un certificado de la Aduana Marítima, en que conste haber concluido su descarga y no tener pendiente responsabilidad alguna con la Hacienda pública, conforme á las leyes. Art 13.° Al expedir el permiso deberá el Capitán ó consignata¬ rio del buque, entregar en la caja de la Municipalidad respectiva, dos pesos cincuenta centavos por cada una de las toneladas que mi¬ da el mismo buque, según el certificado que presentará de la Capi- 338 s tanía del puerto, pagando, además, un peso por la salida de cada ár¬ bol, ó la madera equivalente. Art. II. ° Estos permisos no se concederán sino por las Juntas protectoras que residan en los puertos habilitados para el comercio de altura, de los cuales podrán pasar los buques al de cabotaje que hayan designado para tomar la madera, sujetándose previamente los buques extranjeros, á lo que previene la ordenanza marítima vi¬ gente. Art. 15.° Cuando los consignatarios ó Capitanes de buques ex¬ tranjeros pretendan que éstos exporten maderas de las que expresa esta ley, de algún río ú otro punto de la costa del Imperio, no ha¬ bilitado para el comercio de cabotaje, deberá solicitar el permiso co¬ rrespondiente de la Secretaría de Fomento, por conducto de la Jun¬ ta protectora del puerto más inmediato, á los habilitados para el co¬ mercio extranjero. CAPÍTULO IV. De los desmontes. Art. 10.° No se podrá hacer desmonte total ni parcial de ningún bosque, sino con licencia escrita de la respectiva Junta protectora de arbolados, y ésta, para concederla <> negarla, mandará instruir expe¬ diente sobre la necesidad del desmonte que se solicita. CAPITULO V. De los incendios. Art. 17.° Se prohíbe todo incendio en los arbolados, ya sea cau¬ sado por simple daño, por mejorar los pastos, por la mala situación de las carboneras, ó por cualquier otro motivo. Art. 18.° Todo el que aprehenda ó denuncie á un incendiario, quedará exento, durante un año, del sorteo para el ejército y de toda carga concejil. - 239 CAPÍTULO VI. De las penas en que incurran los infractores de esta Ordenanza. Art. 19.° Los dueños de predios rústicos, los funcionarios muni¬ cipales, los directores y empresarios de caminos que no planten el número de árboles que les corresponden, según las prevenciones de estale}", pagarán cinco pesos de multa porcada árbol que dejen de plantar, entendiéndose que la multa respecto de los funcionarios j empleados es personal y no se lia de cubrir de los fondos nacionales. Art, 20.° Todo el que corte un encino, madroño ó fresno, por el tronco, y no de liorca y pendón, además de satisfacer al dueño el du¬ plo valor del árbol, pagará una multa de tres pesos, y si no tiene pa¬ ra cubrirla, sufrirá de uno á seis meses de obras publicas. Ln igual pena incurrirá el que no reponga los arboles cortados, confuí me á lo dispuesto en la parte 13. ll del art. 42. Art, 21.° Todo el que corte ó mande cortar cualquier árbol que no hubiere llegado á su mayor crecimiento, pagará una multa de dos á cien pesos, según los casos, ó sufrirá de uno á seis meses de obras públicas, á juicio de la Junta protectora. Art. 22.° Todo individuo que sin la correspondiente licencia da¬ da por escrito, sea de la autoridad, o en su caso del propietaiio del arbolado, extrajese maderas, leña, carbón, zacate, hojas secas, frutas silvestres ó cualquiera otro artículo de los que producen los montes, además de pagar al dueño el calor del efecto, pagará una multa de veinticinco centavos á cien pesos, ó de tres días á seis meses de obias públicas. Art, 23.° Todo incendiario de montes, además de pagar los per¬ juicios y costas de apagar el incendio, será puesto a disposición del Juez, quien le impodrá como pena de seis meses á cuatro anos de obras públicas. Art. 24.° Por todo desmonte que se haga en bosques de perte¬ nencia de los pueblos, sin la licencia que previene esta ordenanza, además de quedar el terreno desmontado, sin uso alguno hasta vol¬ ver á ser montuoso, pagarán los individuos de Ayuntamiento o Co¬ misario Municipal á cuya jurisdicción pertenezca dicho tereno, una 240 multa de ciento á quinientos pesos, que el respectivo Prefecto polí¬ tico queda obligado á hacer efectiva gubernativamente. A los pro¬ pietarios particulares se impondrá la misma pena. Art. 25.° Las penas establecidas en este capítulo se duplicarán en caso de reincidencia. CAPITULO VII. De los premios que se otorgan á los que se ocupen de la multiplicación de los árboles. Art. 20.° Todo agricultor que acreditare competentemente te¬ ner, en el curso de un año, mayor número de árboles prendidos, de aquel que le corresponde conforme á las disposiciones vigentes, ó el que presentare un almácigo bien logrado, con plantas arbóreas, sean comunes ó de nueva industria, tiene derecho á solicitar los premios establecidos en esta Ordenanza. Art. 27.° Estos premios consisten: l.°, en una mención honorífi¬ ca; 2.°, en el accésit al premio; 3.°, en un premio primero, y 4.°, en un premio extraordinario. Art. 28.° La mención honorífica se hará constar por un certifi¬ cado que dará la respectiva Junta Protectora, expresando que el in¬ teresado ha merecido bien del público, por la producción en un año de un número de plantas arbóreas que no será menor de doscientas ni pasará de cuatrocientas, ya sean obtenidas por semilla ó bien por estaca ó planta. Art. 29.° El accésit consistirá en un diploma que dará el Mi¬ nisterio de Tomento, con la medalla que para recompensar el méri¬ to civil estableció la ley de 14 de Octubre de 1863, pero dedos cen¬ tímetros de diámetro. Este premio corresponde al que acredite ha¬ ber logrado reproducir en un año, conforme á lo dispuesto en el ar¬ tículo anterior, de quinientas á ochocientas plantas arbóreas. Art. 30.° Obtendrá el premio primero el que acreditare de la misma manera haber logrado en el año mil plantas. El premio será la medalla á que se refiere el artículo 29, pero con el tamaño que fi¬ jó dicha ley, y el diploma correspondiente. 341 Art, 31.° El premio extraordinario se otorgará á todo el que contribuya á la multiplicación de los árboles, con tal que el núme¬ ro exceda al que designa el artículo anterior. Este premio consisti¬ rá en la medalla civil, con el diploma correspondiente, y además, en la dispensa de las cargas ó de las contribuciones personales, confor¬ me á la importancia del mérito contraído, y por el tiempo que, a pro¬ puesta de la Junta Protectora, acordare el Ministerio de Fomento. Art. 32.° El agricultor que reuniere dos certificados de men¬ ción honorífica, tiene el derecho de cambiarlos por la medalla y el diploma que acreditan el accésit; el que tuviere este diploma y un certificado, podrá cambiarlos por los comprobantes al primer pre¬ mio; el que reuniere dos primeros premios, tiene derecho al extraor¬ dinario. Art. 33.° Los agraciados con el accésit ó con el primer premio, podrán usar la medalla pendiente de una cinta verde y puesta al costado izquierdo; los que lo fueren con el extraordinario, la usaran pendiente del cuello, con igual cinta verde: una y otra de un centí¬ metro de ancho. CAPITULO VIII. De los inspectores de los arbolados. Art, 3L° La primera autoridad política del partido, visitará en su demarcación, con el carácter de inspector, sea solo, o asociado con algunos de los funcionarios municipales, todos los arbolados, in¬ clusos aun los de propiedad particular, así como los de las calzadas, y vías de comunicación, cuando menos tres veces al ano. Art. 35.° Son obligaciones de los inspectores: 1. a Cuidar del cumplimiento de esta Ordenanza. 2. a Imponer á los infractores las multas que determina esta ley, y cuidar que sean enteradas en la tesorería de la Junta Protectora. 3. a Pedir á los Jueces y jefes de fuerza de policía, y á taita de ésta á los de cualquier otra armada, los auxilios que necesiten para el ejercicio de sus funciones. 1.a Eormar una memoria escrita que remitirán á las J untas Pro¬ tectoras de arbolados en los primeros quince días del mes de Abril de cada año, en la que aparecerán el número de árboles y las clases de los que lian sido plantados en el curso del año anterior, las in¬ fracciones de Ordenanza que liayan castigado, el monto á que as¬ cienden las multas impuestas, y las demás noticias y observaciones que reputen conducentes al objeto de que trata la memoria. Art. 36.° Dichas Juntas pasarán, en los segundos quince días del mes de Abril de cada año, las expresadas memorias á los Prefec¬ tos políticos de los Departamentos, agregando las observaciones que estimen oportunas. Art. 37.° Los Prefectos políticos remitirán al Ministerio de Fo¬ mento, dentro de los primeros quince días del mes de Mayo de cada año, la colección de memorias que hayan recibido, añadiendo cuan¬ to sobre ellas les ocurra. Art. 38.° La Dirección general de caminos, remitirá directa¬ mente al Ministerio de Fomento, en el mes de Mayo de cada año, relación pormenorizada de los plantíos que hayan hecho en el ante¬ rior, expresando el número de árboles plantados en cada calzada y ferrocarril. CAPITULO IX. De las Juntas protectoras de arbolados. Art. 39.° Se establecerá en cada partido una Junta protectora de arbolados y plantíos, compuesta del Prefecto, como Presidente; del cura párroco; del Administrador de rentas, y de dos labradores propietarios y dos suplentes, probos ó inteligentes, que nombrará la respectiva Prefectura. Art. J0.° La instalación de estas Juntas tendrá lugar á los ocho días de recibirse en cada partido esta ley, elegirá desde luego á plu¬ ralidad de votos, un Secretario de entre sus individuos, que lleve el libro de actas y correspondencia y el de registro de boletas para cor¬ tes de madera y permiso de su exportación, participando al Minis¬ terio de Fomento su instalación, por medio de los órganos esta¬ blecidos. Art. 31. 0 Las sesiones de las Juntas serán públicas, tendrán lu¬ gar dos cada mes, designando la fecha en que ha de celebrarse la 313 ordinaria el mismo día de su instalación, sin perjuicio de tener las extraordinarias que juzguen oportunas. Además, para expeditar sus trabajos, formarán un reglamento interior, y darán cada tres meses parte de sus acuerdos al Prefecto político respectivo. Art. 42.° Son obligaciones de la Junta: 1. a El más exacto y puntual cumplimiento de la presente Orde¬ nanza, en la parte que le concierne. 2. a Proponer al Gobierno las reformas, adiciones ó variaciones que estime convenientes al objeto á que se dirige esta Ordenanza, fundando siempre el motivo de las modificaciones que consulte. 3. a Dictar las disposiciones que le competen y requerir á las de¬ más autoridades para que tomen las providencias que correspondan al aumento y mejora de los bosques y arbolados. 4. a Remitir al Gobierno, anualmente, por conducto del Prefecto, en la segunda quincena del mes de Abril, la memoria de que trata el artículo 16.° y un estado especificativo de los bosques existentes en el período de su compreliensión, detallando los que sean, por los nombres con que actualmente están conocidos y distinguiendo los antiguos de los que se hubieren formado de nuevo. 5. a Designar el sitio ó sitios más análogos para la formación de viveros ó almácigos y trasplante de árboles, las especies que de estos han de propagarse en cada lugar, y el tiempo en que debe verificar¬ se, así la propagación por granos ó estacas, como la plantación de árboles. 6. a Si en la adquisición de los sitios á propósito para los objetos expresados hubiere alguna dificultad, ocurrirán al Gobierno á fin de que la remueva; en la inteligencia de que siempre que se trate de terrenos de propiedad nacional ó de comunidad se liará uso de ellos; pero si en el terreno que se designe hay alguno ó algunos que lo es¬ tén poseyendo con título legal, se les dará el tiempo necesario para que lo desocupen, indemnizándoles previamente, á juicio de peritos, los perjuicios que reciban. 7. a Proporcionarse las semillas, plantas y estacas que sean nece¬ sarias y que más convengan á la localidad respectiva. 8. a Hacer que se vigilen los cortes de maderas, bajo las reglas que contiene esta Ordenanza, y cuidar de que se exijan y enteren las multas en que incurran los contraventores, aplicándoles los cas¬ tigos que merezcan. I 344 9. a Sobrevigilar que los celadores de bosques y los visitadores estén por su cuenta armados. 10. a Cuidar también de que residan en el punto de la demarca¬ ción que se les señale para vigilarla, sin que puedan ausentarse de ella ni mudar de residencia, á menos de que obtengan permiso déla Junta. Ésta, en los terrenos de propiedad nacional, podrá designar¬ les un pedazo de tierra para que lo labren y formen sus habitaciones. 11. a P< >nerse de acuerdo con los propietarios particulares de bosques, para que, en obsequio del bien común, del método y del or¬ den, hagan que se ejecuten cumplidamente las prevenciones de esta Ordenanza, sin dar lugar á las penas que establece. 12. a Cumplir en lo que les concierne con el artículo 7.°, cuidan¬ do escrupulosamente se hagan efectivas las penas establecidas. 13. a Vigilar con toda eficacia que por cada árbol viejo ó defor¬ me que corte, se planten cuatro vastagos, conforme previene la par¬ te 2.a del artículo 10. Art. 43.° Son atribuciones de las Juntas: 1. a Nombrar y destituir á los celadores de bosques, conforme á las atribuciones que designará el reglamento. 2. a Nombrar igualmente y destituir del mismo modo uno é> más agentes que en los pueblos del partido de su comprehensión desem¬ peñen las funciones que se les confieran, para la más puntual obser¬ vancia de la presente Ordenanza, sin que puedan excusarse los nom¬ brados, á menos de que tengan impedimento legal calificado bas¬ tante á juicio de la autoridad política. Dichos agentes tendrán el ca¬ rácter de jefes y sobrevigilantes de los celadores, y además el de vi¬ sitadores de los bosques, inclusos aún los de propietarios particula¬ res, estando subordinados inmediatamente á los inspectores de bos¬ ques y plantíos. 3. a Designar las dotaciones que han de disfrutar los celadores y los agentes, quienes serán pagados de las arcas de cada Municipali¬ dad, siempre que el fondo de multas no baste en virtud de tener que cubrir la atención preferente, que es la de plantaciones. 3.a Designar también, en el interior de las poblaciones, las pla¬ zas, paseos ó calzadas y demás en que fuere conveniente formar ar¬ bolados, hacer los plantíos y cuidar de su conservación, bajo las re¬ glas que fijarán. 5.a Conceder ó negar permisos determinados para el corte de 345 maderas, dando á los interesados la debida boleta, que será registia- da en el libro correspondiente, exigiéndoles por el permiso la cuota que señalará la tarifa. 6. a Expedir iguales boletas para el mismo corte, respecto de los terrenos comunales ó de comunidad de indígenas, cerciorándose pie¬ riamente de la legalidad con que poseen esos terrenos. Las boletas se expedirán sin exigir cantidad alguna á los que acreditaren liallai- se legalmente en posesión de este derecho. 7. a Procurar que conforme se rayan cumpliendo los términos de los arrendamientos estipulados, sobre montes o bosques de propie¬ dad nacional, no se consientan otros sino con las garantías necesa¬ rias y utilidades convenientes, según las disposiciones del reglamento. 8. n Hacer contratos de arrendamiento por tiempo limitado, sin que pase de cinco años, y preria aprobación del gobierno. 9.a Celebrar convenios, supuesta dicha aprobación con los ac¬ tuales empresarios de corte de maderas y con los que en lo sucesivo se dediquen á este ramo de industria, así respecto del numero de ái- boles que deben reponer anualmente en el punto del corte, además de los designados en esta Ordenanza, como de la pensión que han de satisfacer por virtud de su especulación, expidiéndoles el correspon¬ diente permiso. 10. a En caso de que no sea conveniente que se continúen o se establezcan cortes de madera en algún sitio, suspenderán o negaián la licencia mientras el (Gobierno resuelve con vista del infoiine cii- cunstanciado de la Junta y del Prefecto político, quienes cuidarán de extenderlos exacta y concienzudamente. 11. a Aprobar ó desaprobar las licencias supletorias que otorguen sus agentes para cortes parciales de madera en caso de necesidad momentánea y urgente, que para ellos hubiere, estableciendo siem¬ pre el número de árboles que deben reponerse por cuenta de los in¬ teresados ó la cantidad que han de enterar al fondo para su reposi¬ ción. Esta disposición y las dos anteriores, sólo se contrallen á los bosques y arbolados públicos; pero nunca á los de propiedad de par¬ ticulares, á quienes las Juntas no pueden impedir los cortes, si bien informarán al (Gobierno cuando observen ó sepan asertivamente que aquellas no se hacen con sujeción á las reglas de esta Ordenanza, pa¬ ra que sufran las penas que establece. 12.a Expedir permisos por escrito para la exportación de made- -14 346 ras, cuidando de que se enteren en las arcas de la Municipalidad los derechos de que se hablará después. 13.a Celar que los productos de estos derechos y los de boletas para el corte de maderas, como también los de las multas que se exi¬ jan, sean invertidos en los nuevos plantíos, acotándolos ó cerrándo¬ los si fuere posible, y en el pago de dotaciones de los celadores y agentes. Art. 11.° Las Juntas protectoras de los partidos de los Depar¬ tamentos y territorios en que se producen maderas preciosas, ten¬ drán presente al ejercer la facultad 5.a las circustancias peculiares de sus partidos y las cuotas que se han pagado hasta aquí por el cor¬ te de esas maderas, para lijar las que en lo sucesivo deban satisfa- cerse según la asignación de la tarifa que será propuesta desde lue¬ go, procurando que se saquen para el país las mayores utilidades posibles. CAPITULO X. Vigilancia de las autoridades y demás funcionarios públicos. Art. 45. 0 Los celadores y visitadores de bosques, quedan exen¬ tos del sorteo para el ejército, y de toda carga concejil durante el tiempo en que ejerzan sus cargos, y las autoridades les darán auxi¬ lio siempre que lo pidan. Dichos celadores y visitadores podrán arrestar y conducir ante el Juez más inmediato, á todo individuo que sorprendan en delito infraganti, como contraventor á esta Orde¬ nanza, para que sea juzgado y castigado sumaria y debidamente; dando aquéllos parte del hecho á los inspectores. Art. 46.° Toda autoridad, corporación civil, funcionarios y em¬ pleados públicos están obligados á celar la conservación de arbola¬ dos, en la parte que les corresponda ó en la que su celo les sugiera, dando aviso de las infracciones que adviertan de esta Ordenanza, ya sea al inspector respectivo, ya á la Junta protectora del partido, ó ya á la autoridad pública. Art. 47? Estos avisos serán preferentemente atendidos para dic¬ tar, en su caso, las providencias conducentes. Art. 48? Uno de los deberes más estrechos de la policía rural, será el de vigilar la observancia de esta Ordenanza, arrestando á los 347 infractores para que, puestos á disposición de la autoridad competen¬ te, sufran el castigo que hayan merecido. Art. 199 Cualquier descuido ú omisión de parte de los funcio¬ narios á quienes toque la vigilancia de este ramo, se castigaiá con una multa proporcionada que aplicarán en su caso los inspectoies, la Junta protectora ó los Prefectos de los Departamentos. Art. 509 Las obligaciones impuestas á los propietarios las eje¬ cutarán en su caso los arrendatarios. Art, 519 En vista de los datos que remitirán las Juntas protec¬ toras, formará el Ministerio de Fomento, los reglamentos á que aque¬ llos dieren lugar. Art. 529 Quedan derogados: el decreto de 11 de Agosto de 1851, las circulares de 2 de Septiembre de 1858 y 2 de Noviembre de 1800, el reglamento de 18 de Abril de 1861, así como todas las le¬ yes, reglamentos ú órdenes contrarias á lo dispuesto en esta Oule- nanza. DICTAMEN ACERCA DE LAS CAÑERÍAS DE PLOMO, APROBADO POR EL COLEGIO DE MEDICINA. EN 1840. (Tomado del “Periódico de la la Academia de Medicina de México.’’) Ha llamado la atención del Exmo. Ayuntamiento la cuestión suscitada estos días, sobre si perjudican á la salud de los habitantes de México las aguas potables conducidas en caños de plomo. Sin em- ' bargo de que antes de poner estos tubos consultó aquella corpora¬ ción con personas instruidas, y no se resolvió á quitar las de barro hasta que quedó satisfecha de que los nuevos acueductos no serán capaces de dar á la agua cualidades nocivas, ha querido ahora oir la opinión del Colegio de Medicina, tan justamente convencida de la im¬ portancia del asunto, como celosa del bien común. Con este objeto ha remitido el expediente que obra en su secre¬ taría, y se reduce á cuatro cuadernos relativos al asunto, que contie¬ nen los informes y providencias tomadas desde 1718 hasta 1801. He ellos aparece, que la cuestión se ha ventilado más bien por lo rela¬ tivo á la comodidad y economía, que por lo que respecta á la sa¬ lubridad pública. Ñi es de extrañar que haya sucedido así en México, en aquella época, pues ni la química poseía los nuevos descubrimien¬ tos que la han enriquecido posteriormente, ni era la ciencia más cul¬ tivada entre nosotros: por estas razones, muy poco ó ningún prove¬ cho se puede sacar para resolver la cuestión que se ha encargado al Colegio de Medicina, de los datos que suministran los referidos cua- 349 tiernos, cualquiera que sea por otra parte la celebridad de las auto¬ ridades y personas que lian intervenido en el asunto. A pesar de esto, se advierte que las cañerías de plomo, lian tenido en todo tiempo á su favor la opinión de muchas personas; y las que han sido de distinto sentir, como el proto-medicato de 1718, no die¬ ron razones para apoyar su aserto; y sólo 1). Fausto Elhuyar alegó en 1801 la fácil destrucción de este metal, y su conversión en óxido más ó menos soluble en el agua, y, por consiguiente, más ó menos no¬ civo á la salud. La cuestión que se quiere resolver es práctica, y nada se hará atendiéndose á las teorías, sin observar los hechos y repetir los expe¬ rimentos. Saber si las aguas potables son ó no puras; conocer en el segundo caso las substancias que hay en ellas; en qué cantidades, y estudiar la acción química que ejercen sobre el plomo de los caños que las conducen, he aquí los puntos principales para decidir con fun¬ damento. La comisión nombrada por la Dirección de ciencias médicas para ocuparse del asunto, estaba satisfecha por los trabajos particulares á que se habían dedicado dos de sus individuos, que no había datos para asegurar que las aguas de México, conducidas por tubos de plo¬ mo, perjudican visiblemente la salud. A o obstante, resolvió hacer de ellas un nuevo reconocimiento, buscar, valiéndose de los reactivos más sensibles, el metal de los caños ó alguno de los compuestos que pueden formar uniéndose á otros cuerpos, para examinar la cues¬ tión médica después de conocer la naturaleza y cantidad de las substancias contenidas. Poco satisfecha de su saber, pretendió asociarse con otros profe¬ sores de juicio y de conocimientos, á fin de que nada dejara que de¬ sear suresolución. Siente no haberlo conseguido, apesar de sus esfuer¬ zos, pero tiene la satisfacción de presentar el resultado de sus traba¬ jos, apoyado en hechos que alejan de sí las conjeturas, y en la ínti¬ ma convicción de cada uno de los individuos que forman la comisión. La agua delgada es la más pura de las dos que se gastan, en México: los cuerpos gaseosos que contiene no son más que un poco de aire y muy corta cantidad de ácido carbónico. Las substancias li¬ jas son: sulfato de cal, cloruro de sodio y poquísimo carbonato de magnesia, en la proporción de un cuatro mil avo de las tres sales. En la gorda hay también gas carbónico, menor cantidad de aire, 250 sulfato de cal, cloruro de sodio y carbonato de cal y de magnesia, en la proporción de un mil ayo de estos cuatro cuerpos. Ninguna de las dos aguas en su estado natural cambia los colo¬ res azules vegetales; pero reducidas por la evaporación ala vigésima parte de su peso, manifiestan ser alcalinas, á causa de los carbonatos que tienen en disolución. En una y otra hay restos de materias orgᬠnicas, y á éstas se debe atribuir el color amarillento que adquieren, cuando se evaporan, para reducirlas á menor volumen. Ninguno de cuantos reactivos aconsejan los autores para descu¬ brir el plomo, lia hecho, ni sospechar, que puedan contenerlo alguna de las aguas; siendo de notar que se han tomado de las fuentes más distintas, que por lo mismo estuvieron más tiempo en contacto con el metal de los caños. Mas prescindiendo de estos hechos, está de¬ mostrado que las aguas de la ciudad no son absolutamente puras: se sabe cuáles son las substancias extrañas que contienen, y es muy fᬠcil convencerse de que éstas no pueden obrar sobre el plomo en las circunstancias en que se hallan en contacto con él. Supóngase que se forma un p roto- óxido de plomo, como temió el Señor Ellmyar, que no queda adherido eu forma de cubierta á las paredes del tubo, sino que se desprende; pues en este caso se precipi¬ taría, porque su peso específico es mayor que el del agua; y aun cuan¬ do fuera arrrastrado por la corriente, quedaría depositado en los re¬ codos de los caños, principalmente en los ángulos formados por la unión de los tubos horizontales con los ascendentes, ó en los depósi¬ tos y fuentes. Es verdad qne algunos autores creen que el oxido de plomo es en parte soluble en el agua, que los álcalis facilitan la oxi¬ dación del metal, y que los plombatos de potasa y de sosa son solubles; pero ellos mismos aseguran que no sucede esto cuando los álcalis se hallan al estado de carbonato. Por otra parte, la sosa que hay en las aguas está combinada con el ácido hidro-clórico, que tiene mayor afi¬ nidad que el plomo, hablando según la teoría más conocida, y por lo mismo no puede verificarse la descomposición del hidro-clorato, y formarse el cloruro metálico. El aire contenido en las aguas es más abundante en oxígeno, por¬ que su afinidad con ellas es mayor que la que tiene con el ázoe, según las observaciones del Barón Thenard * quien asegura que puesta la agua á hervir, el último aire que se desprende está más cargado * Tom. 1?, pág. 241, 6.a edición. 351 de oxígeno que el primero; lo que prueba que la unión de estos dos cuerpos es suficiente para mantenerla en circunstancias comunes, é impedir, por lo mismo, la acción del sólido falto de poder para hacer que se efectúe el doble trabajo de descomposición y combinación. Según esto, es evidente que el oxígeno del aire contenido en las aguas, no obra activamente sobre el plomo de los caños, por el estado particular en que se encuentran los dos cuerpos; y que, aun cuando se verifique la combinación por motivos extraordinarios, como ninguno de los cuatro óxidos admitidos por Berzelius son solubles en las aguas de México, quedarían precipitados, y no cambiarían el estado de es¬ tos líquidos. Tampoco se puede formar sino el óxido menos oxigena¬ do, que, como dice Lassaigne, «se obtiene cuando el metal está su¬ mergido en agua aereada; pero es tan superficial la capa de óxido, que las partes que están debajo conservan su brillo y sus propiedades, á un pequeño espesor.» El mismo autor se expresa también en estos términos: «En razón de lo poco que se altera el plomo, se lia desti¬ nado para conducir y distribuir las aguas potables.» La comisión se abstiene de entrar en pormenores respecto del ázoe, porque el que esté más empeñado en persuadir que hoy las aguas de la capital son dañosas, no se valdrá de este cuerpo para explicar la descomposición del plomo. ís"o sucederá lo mismo con relación al último gas de los que lie¬ mos dicho contienen las aguas. El ácido carbónico libre es capaz de unirse al plomo y formar un compuesto insoluble en el agua, que lle¬ ga á ser soluble cuando está sobrecargado de gas carbónico; pero aun la agua gorda, que es la más impura de las dos que se gastan en la ciudad, no está sobrecargada del gas, y por lo mismo no forma el bicarbonato, como se demuestra claramente sirviéndose de los reacti¬ vos usados para descubrir el plomo, y viendo el trabajo que cuesta obtener esta sal aun en las fábricas de albayalde, en donde se encuen¬ tran los elementos necesarios para formarla. La temperatura y la presión atmosférica no favorecen la combinación, y cuando se lia ve¬ rificado, es tan poco estable el nuevo compuesto, que en un suave calor, como dice el mismo Lassaigne, hace que pierda el ácido car¬ bónico, y quede, por residuo, proto-óxido de plomo. Las opiniones de este químico sirven de respuesta á los que, sin haber meditado á Orilla, han tomado sus expresiones para persuadir que las aguas de México se impregnan del plomo de las cañerías. 352 Al hablar el autor, de este metal, en su tratado de medicina legal,1 dice: «Que la agua que lia pasado por acueductos de plomo, ó que lia caído en techos cubiertos por este metal, puede tener en disolu¬ ción gran cantidad de este yeneno para determinar graves acciden¬ tes.» El profesor Orilla cuidó bastante de no asegurar, que toda agua que se hallara en estas circunstancias determinaría precisamen¬ te accidentes graves; no sólo se sirvió de estas expresiones p uede te¬ ner, sino que agregó en el mismo párrafo los caracteres que presen¬ ta un líquido cuando está impregnado de plomo. ¿Quién que haya tomado las aguas potables de esta capital dirá que tienen un sabor ligeramente azucarado y estíptico ? La comisión ha visto, que los sul- fatos, los hidro-sulfatos, los cromatos y los álcalis no obran sobre las aguas en cuestión como sobre la disolución de acetato de plomo, pro¬ piedad (pie el mismo autor2 cree necesaria para sospechar que una agua es dañosa. La comisión podría citar muchos autores que opinan en favor de las cañerías de plomo, pero liaría fastidioso este escrito, y por tan¬ to se conforma con remitir á los escrupulosos á los artículos respec¬ tivos del Diccionario Tecnológico, principalmente al que escribió Franceur,3 y con traducir el siguiente párrafo del Tratado de química de (xiraudin, publicado en 1839. «La oxidación del plomo en el aire húmedo, dice el autor,4 es muy pronta, pero superficial. J £y menos rápida bajo la agua aereada. Cuando el agua se renueva, el óxido se cambia poco á poco en carbonato de proto-óxido de plo¬ mo, que es blanco. La agua facilita singularmente la formación de este carbonato. He aquí por qué se advierte siempre una costra blanca sobre las paredes de los receptáculos, precisamnnte un poco mas allá de la superficie del agua. Por fortuna este carbonato es in¬ soluble; de manera que no comunica al líquido ninguna propiedad da¬ ñosa. El que observe con cuidado los tubos que han servido para con¬ ducir las aguas, notará que la superficie interior presenta el mismo aspecto, como lo ha visto la comisión, que ofrecen las láminas de plomo expuestas algún tiempo al contacto del aire. — Las paredes de 1 Tomo 3.°, pág. 245. 2 Párrafo citado. 3 Tom. 5.°, pág. 490. 4 Pág’. 356. 353 los cañones no disminuyen notablemente de espesor, ni hay en sn ca¬ ra interna las desigualdades que presentaría si hubiera reacciones químicas. A más de estos datos, suficientes para decidirse en favor de las cañerías de plomo, hay otros no menos importantes. Supóngase que el oxígeno del aire contenido en las aguas se une al metal y forma un proto-óxido; que éste se combina con el ácido carbónico y la convierte en carbonato de plomo, ¿qué tiempo durarían en buen es¬ tado las cañerías? Basta calcular las proporciones de los dos gases contenidos en las aguas, y la que pasa de líquido en un tiempo da¬ do, para convencerse que antes de un año se habrían convertido los cañones en albayalde, lo que es absolutamente falso. La comisión ha descuidado de intento tomar en cuenta las subs¬ tancias sólidas contenidas en las aguas, al ocuparse del gas carbóni¬ co, porque los argumentos tomados de la acción que ejerce sobre aquéllas, son en favor de su opinión. El ácido carbónico que contie¬ ne una agua, se mantiene en el líquido mientras no se aumenta la temperatura ó se disminuye la presión; pero faltando estas circuns¬ tancias, se desprende, aun cuando el agua tenga en suspensión ó en disolución algunos cuerpos que carezcan de una fuerza de atracción bastante poderosa para que se verifique la combinación; pero si en las substancias contenidas en ellas hay afinidad, el gas se divide y se desprende la mayor parte, uniéndose la otra al cuerpo, con quien se obliga á poner en contacto. He aquí por qué se emplean las máqui¬ nas de presión para preparar los carbonatos y bi-carbonatos, con el objeto de no perder el ácido, como sucedería sirviéndose de vasijas descubiertas. Según esto, ¿cómo suponer que el plomo, que no es de los cuerpos que tienen más afinidad que la cal y la magnesia, tome de preferencia el gas carbónico? Es verdad que los carbonatos alca¬ linos son capaces de ceder á este metal el gas con que se hallan uni¬ dos, pero es precisamente cuando el plomo está combinado con un ácido más fuerte que el carbónico para unirse á la base de la sal for¬ mada por éste; y también porque en tal caso se halla al estado de gas naciente, lo que no sucede en las aguas de que se trata. Ya es tiempo de hablar de la acción que ejercen las substancias fijas contenidas en las aguas sobre el plomo de los tubos que las conducen. Las bases que se encuentran en el agua son la cal, la sosa y la 45 354 magnesia; pueden unirse al plomo y formar plombatos solubles, siempre que no estén en combinación con otros cuerpos que tengan mayor afinidad. Xo se puede negar que los ácidos sulfúrico, hidro- clóricoy carbónico, se unen á aquellas bases de preferencia al plomo, aun suponiéndolo al estado de proto-óxido; tampoco cabe duda que el sulfato de plomo es insoluble en la agua, y que el óxido métalico no descompone al sulfato de cal, única combinación que existe en las aguas, formada por el ácido sulfúrico. La sal de sosa no es des¬ compuesta por el plomo, y aun en la hipótesis de que se formara el cloruro y que hubiera igualmente el óxido de plomo en mayor can- _ tidad, se obtendría el cloruro con exceso de base insoluble en la agua, y por lo mismo incapaz de perjudicar á la salud. Sólo resta estudiar la acción que ejercen por sí las aguas pota¬ bles de la ciudad, sobre el plomo. La comisión cree inútil detenerse minuciosamente en este punto, porque los autores de más nota están de acuerdo en que las aguas que contienen sales solubles no obran sobre el metal, aun cuando se halle en ellas alguna cantidad de aire. Por tanto se ocupará mejor en referir un hecho que por sí sólo no deja duda que las aguas de que se trata no contienen el metal, ni alguno de los compuestos que puede formar unido á otros cuerpos. Este hecho es la contraprueba más segura que destruye cuantas teo¬ rías se pudieran inyentar para persuadir lo contrario; y él solo bas¬ ta para sosegar á los tímidos que esperan por momentos ser ataca¬ dos de los terribles síntomas del cólico de plomo. Se han tomado noyecientas noyenta y nueye partes de agua, en la que se disolyió una de acetato de plomo; se trató un poco de este líquido por el mismo ácido liidro sulfúrico que sirvió para buscar en las aguas el plomo que se supone, y al momento se formó un precipitado negro, tan abundante, que ocupó la mitad del líquido que servía para la experiencia. Después se tomó una parte de las mil que contenían el plomo, y se mezcló con otras novecientas noventa y nueve de agua pura; el mismo reactivo demostró claramente la presencia de la sal ^ metálica. Es decir, que el ácido liidro-sulfúrico de que se usó, puede descubrir una millonésima parte de plomo; pero como las aguas de la capital se habían reducido á una vigésima de su peso, se puede asegurar, sin temor de equivocarse, que no hay en éstas un veinte millonavo de plomo. Acaso no faltará quien pretenda persuadir, que en alguna de las 355 diversas épocas del año, y aun en las distintas horas del día, es cuan¬ do se forman los compuestos de plomo que se suponen; pero aun es¬ ta sospecha queda destruida, si se atiende á que la agua gorda no cambia de propiedades por la variación de las estaciones; que la del¬ gada no contiene en tiempo de lluvias substancias que obren sobre el plomo, en las circunstancias en que éste se encuentra; que la natu¬ raleza de los terrenos por donde pasan estas aguas, no puede cam¬ biar la posición de éstas, y, en fin, que el estado eléctrico de la at¬ mósfera no favorece la combinación de las substancias que contienen las aguas con el metal de las cañerías. La comisión desea no dejar punto por tratar de cuantos puedan servir para ratificar su opinión; por lo mismo, aunque parezca in¬ útil que se ocupe de la parte médica, quiere hacer notar una obser vaeión interesante, sacada de los hechos que ha referido. Los reactivos descubren una millonésima de sales de plomo, pe¬ ro no manifiestan una mil millonésima. Supóngase que las aguas de México contienen esta proporción; supóngase, también, que un habi¬ tante de esta ciudad tome diariamente cuatro cuartillos de agua, que, sin duda, no es el término medio, y de ambas suposiciones resul¬ ta, que en el espacio de un año habrá tomado mil cuatrocientos se¬ senta cuartillos de líquido, que no tienen más de trece granos, cua¬ trocientos cincuenta y cinco mil avos del compuesto de plomo, gra¬ tuitamente supuesto: dosis que no inquietaría la conciencia del mis¬ mo Hahnemann. Por otra parte, la comisión, que justamente ha tenido presente la opinión respetable de los profesores del Colegio de Medicina, no puede dudar que las enfermedades reinantes en esta ciudad, desde que hay cañerías de plomo, nada tienen de común, con las que produce este metal; cuya opinión se ve confirmada en el estado de muertos y nacidos del año de 839, que acaba de publicar el Exilio. Ayuntamien¬ to, pues en él consta que de 5,638 personas que fallecieron, sólo 27 han sucumbido al cólico, y no se expresa que haya sido saturnino. Los raciocinios expuestos, y más que ellos los hechos consignados, conducen irremisiblemente á creer que nadie dudará que las aguas potables de México no tienen una veinte millonésima de plomo; que no hay hecho alguno que demuestren contengan esta cantidad ver¬ daderamente homeopática , y que aun cuando se suponga gratuita¬ mente su existencia, no es capaz de alterar la salud de los habitan- tes de esta ciudad. Por lo mismo, en el humilde sentir de la comi¬ sión, sus trabajos deben producir un pleno convencimiento de que los acueductos de plomo no se oponen á la salubridad pública. México, Abril 25 de 1840. «£. cHto be tci £o^a. 9Tta wudi §lo&zebo. ¿E. be fa Pascua. IDIOT^MIIElÑr # _ /[probado por la Sociedad de fisiona flaíural, en la sesión del 17 de /[bril de 1873, y que tué presentado por la comisión nombrada para dilucidar la cuestión suscitada con motivo del fraccionamiento del aerolito de la “Descubridora.” (Tomado del periódico “La Naturaleza.”) Por acuerdo de Septiembre de 1871, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística mandó dividir en fragmentos el hermoso ae¬ rolito de que hizo donación D. Florencio Cabrera, de San Luis Po¬ tosí, á nombre de X). Vicente Irizar; aerolito llamado de la «Descu¬ bridora,» y que era uno de los ejemplares más notables por su mag¬ nitud entre los existentes en nuestra República. Al saber esta resolución la Sociedad de Historia Natural, que se ha dignado nombrarnos en comisión para estudiar este asunto, creyó que debía manifestar su opinión, contraria á aquella determinación, que le parecía y le parece perjudicial á las investigaciones científicas y al buen nombre de México como pueblo civilizado. Por esto mismo, sin pasión para juzgar, y mucho menos sin pre¬ vención respecto de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadísti¬ ca, á la que nos honramos en pertenecer algunos de los que subscri¬ bimos este escrito, hemos creído examinar esta cuestión para mani¬ festar los fundamentos de nuestra opinión, que, por desgracia, no está conforme con la de los ilustrados vocales de aquella Sociedad que subscribieron el dictamen de 31 de Agosto de 1872, apoyando el acuerdo de que hemos hablado. En toda esta cuestión, la Sociedad de Geografía y Estadística ha procedido con la vacilación propia de las resoluciones erradas, de las 35a O resoluciones que no pueden defenderse, porque lian sido dictadas con precipitación y sin examen; y si no tuviéramos pruebas tan conclu¬ yentes de este aserto, sería una tan clara como terminante el dicta¬ men ya citado de 31 de Agosto, el que, aunque escrito con fluidez y erudición histórica, no nos parece suficientemente fundado, podien¬ do considerarse más bien como una obra de imaginación, como una obra literaria, que como un trabajo científico basado en principios ciertos é incontestables. Que la corporación expresada lia procedido en este asunto con va¬ cilación y de una manera constantemente indecisa, lo explica la his¬ toria de este mismo asunto, que vamos á referir á grandes rasgos. En la sesión del 5 de Agosto de 1871, se dió cuenta á la Sociedad de Geografía y Estadística de haberse recibido el aerolito de que se tra¬ ta, remitido de San Luis Potosí, y fueron nombrados en comisión para estudiarlo los socios D. Leopoldo Río de la Loza y D Guine- sindo Mendoza, á quienes se agregaron después 1). Antonio del Cas¬ tillo, y más tarde, D. José Joaquín Arria ga. Los dos primeros señores dieron desde luego principio á sus tra¬ bajos, rectificando el peso del aerolito y haciendo que en su presencia se acabara de separar, por el mecánico Sr. Rossemberger, una parte que había empezado á desprenderse; habiéndose autorizado en la se¬ sión del 19 de Agosto, al Tesorero de la Sociedad para hacer el gasto de ese trabajo. De la porción separada se hicieron tres partes, las que fueron distribuidas entre los tres primeros comisionados, á fin de que cada uno ejecutara sobre ellas los trabajos correspondientes, para compararlos entre sí, una vez terminados. Entretanto, la Sociedad acordó ceder el aerolito al Museo Xacio- nal, como lugar más propio para ser expuesto al público y conser¬ varse. Mas desgraciadamente, este acuerdo fué derogado porta mis¬ ma Sociedad en su sesión del 30 de Septiembre del mismo año, y en consecuencia de esa misma determinación resolvió colocar la masa meteórica en la sala de sus sesiones para que estuviera á la vista; siendo notorio que en Septiembre de 1871 derogó sus anteriores acuerdos, resolviendo el fraccionamiento del curioso meteorito, que al efecto fué entregado al Sr. Beaurang. La simple exposición de los diversos y contradictorios acuerdos de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, que acabamos de referir, prueba evidentemente su indecisión y falta de seguridad 259 para adoptar la fatal resolución que venimos combatiendo y en la cual no hay la franqueza de reconocer un error verdaderamente la¬ mentable, puesto que ese error lia sido causa de un atentado cientí¬ fico, que la Sociedad de Historia Natural lia creído de su deber re¬ probar públicamente, sin que en nada hayan influido para cambiar su opinión á este respecto las observaciones contenidas en el dicta¬ men ya citado de 31 de Agosto. Antes de ahora, en la infancia de la civilización ó entre los pue¬ blos poco adelantados, pudo sostenerse como conveniente el fraccio¬ namiento de una gran masa meteórica como la de que tratamos, ó pudo llevarse á cabo sin llamar la atención de nadie, y nosotros mis¬ mos podríamos citar en apoyo de este aserto, tan poco conforme con los preceptos y las necesidades de la ciencia, entre otros casos, el que refiere Dufrenoy, de la destrucción del meteórico de Tocavita en el pueblo de Santa Rosa, y que el gobierno de Colombia compró para hacer una espada al libertador Simón Bolívar. Pero hoy, fraccionar un aerolito de las dimensiones del de la «Descubridora,» es una ver¬ dadera profanación que reprobarán todos los amantes á las ciencias, porque de esas masas hay tres elementos principales de estudio que destruye el fraccionamiento; elementos esenciales que constituyen su mayor mérito, á saber: el tamaño, el peso y la forma. Antes de ahora también, en la infancia de la civilización, «hubo un tiempo en que los aerolitos fueron objeto de la adoración supers¬ ticiosa de los pueblos antiguos: en (falacia se adoraba á Cibeles en mojante consagrada al culto del Sol, y la caída del célebre meteorito de JEgos Potamos impresionó vivamente á los Tracios.» Pero la ilustrada Sociedad de (feografía y Estadística no podrá suponer, ni por un momento, que la Sociedad de Historia Natural haya reprobado el fraccionamiento del aerolito de la «Descubrido¬ ra,» movida por un sentimiento de superstición religiosa ó de fanᬠtica adoración por la piedra destrozada, porque tal suposición sería ajena de corporaciones serias que se ocupan de ciencias físicas y na¬ turales, y no podría hacerse por ella un cargo á hombres cultos por hombres ilustrados en el siglo en que vivimos. Podría creerse que este recuerdo de otra edad, había sido evocado más bien para deslum¬ brar á los que no penetran en el fondo de las cuestiones, que para re¬ futar un parecer que está de acuerdo con la opinión de los hombres 360 dedicados al estudio de las ciencias, en los cuales no ejercen la mis¬ ma influencia que en los de imaginación, las vaporosas creaciones de la fantasía, tanto más peligrosas cuanto mayor es el brillo con que suelen presentarse. Por lo mismo, la observación anterior sólo debe tomarse como una reminiscencia histórica de una época bien atrasada y que no pue¬ de tener aplicación alguna en nuestros días, ni aun para disculpar un error como el que tenemos la necesidad de combatir. Tampoco nos parece fundada otra observación del dictamen de que tratamos, deducida de una reflexión del inmortal autor del Cos¬ mos, y que copiamos para examinarla. Los autores del dictamen se expresan así: «Los progresos en el estudio de los meteoros ígneos, dice el ilus¬ tre autor del Cosmos, serán tanto más rápidos, cuanto que abstenién¬ dose de tomar el camino que hasta aquí se ha seguido, los observa¬ dores separen cuidadosamente los hechos de las hipótesis, sujeten á prueba cada fenómeno, sin que por eso deban decretar como falsas ó dudosas todas aquellas cosas de que no se tenga una explicación satisfactoria. Me parece sobretodo importante no confundir con las relaciones físicas las relaciones numéricas y geométricas, general¬ mente más fáciles de verificar, cuales son: la altura, la velocidad, la unidad ó pluralidad de los puntos de que parecen partir los meteo¬ ros, el promedio de aerolitos, ya sean aislados ó periódicos, que caen en un tiempo dado; en fin, la magnitud y forma de las apariciones.» «Por lo demás, agrega el Barón de Humboldt, con el transcurso del tiempo, el estudio de estas clases de circunstancias, quiero decir, de las relaciones físicas y numéricas, debe necesariamente conducir¬ nos al mismo fin, á verdaderas consideraciones sobre la generación y naturaleza de estos fenómenos.» Dedúcese de lo que precede, agrega el dictamen, que el estudio de las propiedades de los cuerpos del género del que nos ocupa, no debe limitarse á calcular su peso, su densidad y volumen; no basta defi¬ nir su color, describir su estructura molecular; necesario es también conocer los diferentes aspectos con que puede presentarse su fuerza, su flexibilidad, su maleabilidad, su grado de pulimento, etc.; ya po¿' los resultados de apreciación, bajo el punto de vista de la especula¬ ción científica, ya porque pudieran encontrar algunas aplicaciones útiles en la industria, toda vez que se logre producir artificialmente 361 las amalgamas que, en su composición, nos presentan las masas me- teóricas.» Hasta aquí la parte del dictamen necesaria para nuestro objeto, y en la cual se encuentran datos abundantes y preciosos para apo¬ yar nuestra opinión, como Tamos á demostrarlo, viniendo ellos á producir, una vez bien examinados, consecuencias enteramente con¬ trarias á las que creyeron deducir los autores del fraccionamiento. El mismo Señor Barón de Humboldt, recomendaba, según aca¬ bamos de ver, como altamente útiles para el estudio de los meteo¬ ros ígneos, su magnitud y su forma, circunstancias esenciales, pro¬ piedades necesarias que desaparecen en gran parte, o quizá del todo, bien considerada la cuestión con el fraccionamiento, el cual dismi¬ nuye la magnitud y modifica radicalmente la forma. Por lo mismo, nosotros no comprendemos como de esta opinión, que se lia citado como una autoridad, y que lo es en efecto, no com¬ prendemos, decimos, cómo de esta opinión respetable, tan clara y terminantemente manifestada, los Señores que suscriben el dicta¬ men, hayan podido deducir que es útil y conveniente el fracciona¬ miento, que destruye sin necesidad y sin objeto digno de atenderse, dos circunstancias indispensables al estudio de los aerolitos según la misma opinión que se cita; subiendo de punto nuestra sorpresa al decirnos la comisión que el fraccionamiento es necesario también para conocer los diferentes aspectos con que puede presentarse su fuer¬ za de cohesión, (?) indagando su tenacidad, su dureza, su flexibili¬ dad, su maleabilidad, etc; objetos que pueden conseguirse, como lo probaremos más adelante, sin esa deplorable circunstancia. Asimismo encuentran muy importan te el fraccionamiento, los au¬ tores del dictamen, á fin de que los aerolitos no solamente se estu¬ dien en su superficie, sino que se examinen en el punto de vista de sus aplicaciones industriales, toda vez que se logre producir artificial¬ mente las amalgamas que en su composición nos presentan las masas meteóricas. Citamos textualmente estos conceptos del dictamen, des¬ pués de haberlos examinado, de haberlos meditados detenida é im- parcialinente, pues ellos, ó nada dicen, ó dicen algo que nadie pue¬ de comprender. En efecto, ¿qué significa producir artificialmente las amalgamas que en su composición nos presentan las masas metéo ri¬ cas? . . . . Nadie podra explicarlo satisfactoriamente, porque los hie¬ rros meteóricos no son amalgamas sino ligas. Así lo comprueban 40 362 los numerosos y concienzudos estudios hechos en Europa sobre estos cuerpos, por eminentes profesores. Yi en aquéllos, ni en las análisis que practicamos, ha podido encontrarse, como veremos des¬ pués, el mercurio, qne es el elemento distintivo de las amalgamas. Los autores del dictamen dicen, en uno de los párrafos de su es¬ crito, refiriéndose á la masa meteórica: «Su figura, aunque conser¬ vando vestigios de una forma geométrica, es, sin embargo, tan irre¬ gular, que en el estado actual de la ciencia, no es posible deducir de ella alguna conclusión en apoyo de las diversas hipótesis que se han hecho acerca de los aerolitos, por una parte, y por la otra, sien la con¬ figuración externa de los cuerpos meteóricos se creyese encontrar al¬ gún dato para la resolución del problema que investiga su proceden¬ cia, nada más fácil que llenar los vacíos que respecto de su forma pudiese dejar una simple descripción ó un dibujo, modelando la ma¬ sa sobre el natural.» Y en otro párrafo posterior, se agrega: «Es un hecho que todas las masas meteóricas poseen un carácter común, sean cuales fueren las diferencias de su constitución química inter¬ na: es un aspecto bien pron unciado de fragmento y á menudo una for¬ ma prismática ó piramidal truncada; caras anchas y un poco curvas, las aristas redondeadas» * y después: el aerolito de la «Descubridora,» tiene una forma muy marcada de prisma triangular de base ojival.» El simple estudio de estos párrafos, da la medida más completa de su importancia y de lo que pueden influir en una apreciación ra¬ cional y meditada para esclarecer una cuestión científica, digna de examinarse bajo las diferentes faces que se presentan. En el primero de esos párrafos, dicen sus autores, de una mane¬ ra absoluta, que los aerolitos, «sólo conservan vestigios de una for¬ ma geométrica;» en el segundo ya la admiten «á menudo » y como «un carácter común,» y, por fin, en el último, aseguran que el me¬ teorito de la «Descubridora» «tiene una forma muy marcada de prisma triangular,» lo cual una vez reconocido, era motivo suficien¬ te para conservarlo, á fin de poder estudiar esa forma, examinándo- la y sometiéndola á todas las-observaciones necesarias. ¿Será, acaso, despreciable é indigno del más prolijo estudio ese «carácter común» que, según el barón de Humboldt, subsiste, «sean cuales fuesen las diferencias de la constitución química interna» de ese género de ma¬ sas? ¿Yo es de llamar la atención esa comunidad de forma, y no se- * Cosmos, tomo l.°, pág. 133. 363 ría suficiente este hecho para haber conservado intacto el aerolito, objeto de la cuestión, ó es de ninguna importancia al estudio com¬ parativo'? Esos «vestigios de una forma geométrica» de que hablan los autores del dictamen, ¿no merecían la atención de la ciencia? ¿Sería preciso que esa forma fuese perfecta, para ser digna de estu¬ dio? La ciencia sabe aprovechar circunstancias que por poca medi¬ tación se juzgan á veces como despreciables: lo que parece insigni¬ ficante á una mirada investigadora, es tal vez inagotable tesoro pa¬ ra aquélla. Aun cuando nuestro meteorito no tuviese una foiina geométrica muy marcada; aun cuando sólo tuviera vestigios de ella, esto bastaría para excitar el deseo de estudiarla. Precisamente debe¬ ría haberse conservado, porque «no es posible que la ciencia en su estado actual deduzca de ella ninguna conclusión en apoyo de las diversas hipótesis que se han hecho acerca del origen de los aeroli¬ tos:» las observaciones de hoy, reunidas á las de mañana, llegarían á producir esa conclusión práctica. No comprendemos, á la verdad, cómo pueden haber incurrido en tan notables contradicciones, los ilustrados miembros de la Sociedad de Greografía y Estadística, que cabalmente destruyeron la forma del aerolito de la «Descubridora,» llevados de su ardiente entusiasmo por el progreso científico. Para estudiar la masa, bajo el punto de vista de sus aplicaciones industriales, ¿era preciso aniquilar completamente su forma? ¿Es tan poca la importancia que le dan los autores del dictamen? Por más que supongan oscura la ciencia sobie este punto, siempre es útil tal estudio: esa misma oscuridad debe estimular á la investigación. Debe tenerse presente, que en los aerolitos no sucede lo mismo que con muchos de los otros cuerpos que están sometidos al domi¬ nio de la Mineralogía, en los cuales se han ^podido determinar con precisión sus caracteres físicos y su composición química, hasta el punto que cada uno de ellos tiene su historia completa y el conjun¬ to de los caracteres constantes que los determinan perfectamente. En los aerolitos, por el contrario, la incertidumbre respecto de su origen, la diversidad de sus formas, la variedad de proporciones en sus elementos constitutivos, etc., hacen que cada ejemplar tenga un in¬ terés particular para el mineralogista que trata de encontrar el ma- vor número de caracteres constantes con que formar la descripción precisa de esos cuerpos. En consecuencia, en esta clase de estudios a 364 descriptivos, al mismo tiempo que se estudian las propiedades quími¬ cas, debe tenerse el mayor cuidado en estudiar las físicas, combinando los procedimientos de modo que, al investigar las unas, no se inutilicen los medios de determinar las otras; pues no debe olvidarse que cual- quiera circunstancia interesante que pasase inadvertida, ó que no pu¬ diera ya apreciarse por la imperfección de los procedimientos emplea¬ dos, sería una pérdida irreparable para la ciencia. Desgraciadamente tenemos que lamentar este triste resultado, respecto del aerolito de la «Descubridora» porque, como liemos visto, de una manera inne¬ cesaria fue mandado destruir sin que la comisión nombrada por la Sociedad de Oleografía hubiese hecho el gran número de observacio¬ nes que requería el interesante estudio de aquel ejemplar, y cuyo re¬ sultado habría enriquecido en gran manera la colección de datos que se lian determinado acerca de las analogías y diferencias que presentan esos cuerpos extra-terrestres, dándose un paso más en ese estudio descriptivo en que la ciencia lia fijado tanto su atención. Sabido es el interés que presentan en la Mineralogía los carac¬ teres exteriores de los cuerpos de que se ocupa, para establecer su es¬ tudio comparativo, y señalar aquellos que los determinan más par¬ ticularmente; y por tanto, tiene el mayor cuidado en conocer con exactitud la forma cristalina, el color, el lustre, etc . y con la reu¬ nión de estos caracteres, establece el diferencial y propio de cada substancia. Fijándonos de preferencia en el primero de los datos mencionados, bastará, para demostrar su importancia, el recordar que los progresos de la Mineralogía se lian hecho palpables, desde que Domé de Lisie, Haiiy y otros sabios, determinaron las leyes pre¬ ciosas de la Cristalografía y establecieron sus grupos cristalinos, en los cuales se fueron colocando los diversos cuerpos que antes esta¬ ban perdidos en un sinnúmero de clasificaciones confusas. La for¬ ma cristalina de los aerolitos no está aún perfectamente determina¬ da, y en el mayor número de los que se lian estudiado, como lo con¬ fiesan los autores del dictamen, han podido observarse algunos ele¬ mentos cristalográficos, más ó menos sensibles, y diversamente des¬ arrollados en cada uno de ellos. El estudio comparativo de estos sig¬ nos geométricos y el de las irregularidades que presentan, al mismo tiempo, que daría gran luz sobre la cuestión cristalográfica, ¿no po¬ dría revelar algunas de las circunstancias desconocidas en que se encuentran las masas meteóricas antes de llegar á nuestro planeta? AEROLITO DE YANHUITLAN. A . _ JwíaqX/ W Aviaba, ■ 3,_(5W ,{/OCÁP^W /VWtAWv^ . 365 ¿Éstas irregularidades están sujetas de algún modo á la ley de si¬ metría*? ¿La dirección y clase de movimiento que trajeron en su cur¬ so, influyeron de alguna manera en la producción de esas anoma¬ lías*? Como se ve, estas cuestiones están íntimamente ligadas con el estudio cristalográfico, y con las circunstancias desconocidas en que se encontraron aquellos cuerpos, para cuya averiguación niegan de una manera absoluta, la importancia de la forma, los autores del dictamen, «en el estado actual de la ciencia,» cuyo motivo debería precisamente impulsarnos á reunir todos los datos posibles en este sentido. Muchos de los aerolitos que se han encontrado en nuestro país, presentan signos geométricos bastante sensibles aunque diversamen¬ te desarrollados. El ejemplar que fue remitido de Oaxaca, hace al¬ gunos años, llamado de Yanliuitlán, y que se encuentra ahora en nuestro Museo Nacional, tiene una figura piramidal bastante nota¬ ble; me parece provenir de un tetraedro, cuyo desarrollo fue inte¬ rrumpido por causas poderosas. Al hacer la descripción de este ejemplar, en 1864, uno de los que subscriben manifestó la hipótesis de que: «Esa masa presentaba la figura de un tetraedro irregular ó de una pirámide oblicua de base triangular cuyos tres ángulos serían de 112° 307, 36° 30' y 31°; siendo muy de notar, el truncamiento de los ángulos B. y O. de la proyección de la pirámide (lám. 1, Eig. B.) La altura de ésta, es decir, la del vértice A, deberá estimarse, con corta diferencia, igual á la mayor profundidad actual del fierro me- teórico, puesto que las aristas A. B., A. O., A. D., se conservan aún lo bastante para determinar la figura, no pudiendo dudarse que las interrupciones, notoriamente artificiales, que se observan en la inter¬ sección de las caras laterales, proceden de las muestras que se han tomado en los puntos más accesibles al cincel, las cuales no deben confundirse con las alteraciones o modificaciones que le son pecu¬ liares. Entre los caracteres de cristalización que pudieran suponerse, se¬ ría acaso el más notable, el truncamiento indicado en A. B. y O. I). cuyas faces, sensiblemente paralelas entre sí, son perfectamente pla¬ nas, como si en ellas no hubiera obrado la causa que desaneglo mu¬ chas partes de la figura original redondeando las caras, y principal¬ mente la interseción de la base de las faces laterales, así como el án¬ gulo triedro L>. El carácter de estos detrimentos es el mismo que 366 habría, resultado en un prisma semejante de piedra, rodado laigo tiempo por un torrente impetuoso. También llama la atención una ranura perfectamente recta de cosa de 0. "003 de profundidad, que se advierte en la base, á 0.' 011 del truncamiento A. 13. y pai alela á ella. Aunque por su apariencia pudiera juzgarse lieclia artificial¬ mente por medio de la sierra, repugna tal hipótesis, considerada la sumadureza del metal y varios accidentes que indican ser otra la causa. «Las medidas aproximadas de la masa metálica, son: 0.m71 de truncamiento á truncamiento; 0.m45 en su mayor latitud correspon¬ diente al eje transversal L>. E., y 0,m43 de altura en el punto co¬ rrespondiente á A. «Acaso pudiera confirmarse la suposición antedicha, teniendo presente una propiedad particular del metal, y es, que al escofinarlo, y, más aún, al forjarlo, se nota esa separación laminar que no es co¬ mún encontrar en los fierros del comercio, y sí, como se sabe, en los cuerpos cristalizados. Así es, que en el supuesto de que esa grande masa fuera un cristal modificado ó en parte destruido por acciden¬ tes especiales, acaso se tendría un camino para llegar á descubrir el origen de esos meteoritos. Aun sin ello, creo que debe fijarse la atención en un hecho que, por serlo, no hay en él de teoría. ¿Cual es? La existencia de los pequeños cristales que se descubren en al¬ gunas grietas. Cuestiones son estas que exigen todos los conocimien¬ tos de las personas dedicadas al estudio de los curiosos fenómenos meteorológicos: ellas apoyarán ó desecharán la idea que me he de¬ cidido á indicar, fundada en resumen, en estos datos principales: «La forma del sólido. «La separación laminar, y «La existencia de algunos pequeños cristales en las cavidades ennegrecidas que presenta la masa.» Para que pueda apreciarse debidamente la importancia de este ejemplar, presentamos una lámina que ayudará á la comprensión de los raciocinios anteriores. El meteorito de Charcas, que fue enviado á Erancia y se conser¬ va con el mayor interés en el Museo de Historia Natural de París, tiene también la forma de un tronco de pirámide, según consta en la descripción que publicó de ese ejemplar el profesor de (Teología Mr. Haubrée: en esta descripción vemos una prueba de la necesidad que hay de establecer estudios comparativos entre estos cuerpos, » * \ AEROLITO DE LA “DESCUBRIDORA.” a. A. B. C. — Vistas de tres caras de la masa. D. — Figuras de Widmanstoetten 367 pues antes de emprenderla, refiere el ilustrado profesor, la que ya lia lieclio del fierro meteórico de Oaille, para tener así un término de comparación. En una pequeñísima superficie del meteorito, que mandó pulir para examinar las figuras de Windinanstaetten, encon¬ tró que las hojas de la Sclireibersita, estaban en parte dirigidas para¬ lelamente á las caras del octaedro regular, y otras á las del doca- edro romboidal. En un pequeño aerolito de Xiquipilco, que posee nuestra Socie¬ dad, se ha podido descubrir con facilidad una parte de un octaedro, siguiendo con un cincel la dirección de las láminas de la Sclirei- O be?' sita. El aerolito de la «Descubridora» debió haber sido muy intere¬ sante con respecto á su forma. Cuando tuvimos noticia de su frac¬ cionamiento, algunos de los que subscribimos, nos apresuramos á examinarlo, antes de que el cincel del mecánico acabase de destruir su forma general, para conservar siquiera una idea de sus caracte¬ res geométricos; desgraciadamente llegamos tarde: la masa meteóri- ca estaba ya dividida y no nos era posible apreciar su conjunto. Xuestra pena aumentó al observar que algunos fragmentos presen¬ taban secciones triangulares pertenecientes tal vez á una pirámide, cuya regularidad no nos era ya dado estudiar. En la superficie de aquellos fragmentos se notaban, sin ayuda del ácido, las láminas de la Schreibersita, formando diversas figuras roinboles, que parecían corresponder á cruceros octaédricos. La costra exterior esmallada de esta masa, no tuvo seguramente el espesor necesario para preservar¬ la de la oxidación, y la intemperie puso de manifiesto las láminas de aquel fosfuro. En el pequeño fragmento que nos sirvió para los ex¬ perimentos, y de que hablamos antes, se mandó pulir una parte de su superficie, que, sometida á la acción del ácido azótico diluido, dejó ver con la mayor claridad las figuras de Windmanstaetten, principal¬ mente dejando sumergida la placa en el ácido por algún tiempo, pues continuando la disolución del hierro, aparecen en relieve las láminas insolubles del fosfuro. Tenemos el honor de presentar una copia exac¬ ta de dicha placa (lám. 2, fig. D), la cual se dibujó colocando un papel sobre las figuras, y frotándolo con un fragmento de ploinbagina. Los mismos dibujos se obtuvieron pavonando dos piezas, las cuales adqui¬ rieron el color pardo de tumbaga, á l.° del pirómetro, y el azul viola¬ do á 2.° El aspecto mismo de la placa da á conocer su importancia, O 368 pues en ella se Te una serie de triángulos v cuadriláteros, en limeños de los cuales se encuentra, con bastante frecuencia, el ángulo de 109° que corresponde al crucero del octaedro. El agrupaniiento de las fi¬ guras es irregular en algunas partes, pero en otras se reúnen en se¬ ries, cuyas direcciones forman entre sí el ángulo citado. La tenden¬ cia que tiene la Schreibersita, á colocarse en estas direcciones, y aun el desorden que se le nota en algunos puntos, creemos explicarlo íá- cilmente, y de una manera que contribuye á la resolución del pro¬ blema cristalográfico del hierro metedrico. Probablemente, durante la solidificación de la masa, los elementos necesarios se combinaron para formar la Schreibersita, y ésta comenzó á cristalizar; pero cuan¬ do apenas habían principiado á formarse sus láminas, llego el mo¬ mento de la cristalización del hierro según el sistema isométrico, y aquellas láminas fueron arrastradas en la dirección de los cruceros del último; mas la tendencia cristalina, propia de la Schreibersita, y tal vez la cooperación de agentes desconocidos que concurrieron á estos fenómenos, impidieron la regularidad perfecta en la distribu¬ ción de las láminas del fosfuro. Si por la cooperación de esos agen¬ tes, la figura cristalina de los aerolitos no puede desarrollarse per¬ fectamente, y que por esta causa aparezca en muchos casos como forma fragmentaria, el estudio de la figura está íntimamente enla¬ zado con el de su origen, para averiguar si estos cuerpos nos presen¬ tan su forma propia, más ó menos alterada, ó son fragmentos de otros, de cuya figura pudieran proporcionarnos alguna idea. El es¬ tudio comparativo es, en estos casos, más interesante, pues sabido es que por el examen de los fragmentos, se ha intentado ya la restaura¬ ción de una masa mayor. Atendida la ilustración de las personas que nos dispensan la hon¬ ra de escucharnos, creemos que bastará lo dicho para demostrar la importancia del estudio de la forma de los aerolitos, por lo cual, pa¬ samos á ocuparnos de otros puntos del dictamen de la Sociedad de Geografía. Encuentran sus autores muy conveniente reemplazar las masas destruidas modelándolas sobre el natural. Así se hace, en efecto, con muchos de los objetos de historia natural, principalmente cuando están sujetos á alterarse ó descomponerse, ó cuando su gran valor los pone fuera del alcance de ciertas fortunas, como sucede con las piezas anatómicas y con las piedras preciosas; pero se comprende fá- 369 Gilmente, que los modelos no pueden tener nunca el mérito de los originales que representan, y muclio menos, como en el caso que nos ocupa, pues: la más ligera contracción ú otro accidente cualquiera que se verificase en el modelo, ocasionaría una serie de errores muy no¬ tables en las apreciaciones geométricas. «Cuando los Académicos del Cimento, de Florencia, hacían ar¬ der un diamante en el foco de un espejo ustorio; cuando Lavoisier y Cuy ton de Morveau y Sir Aumphry Davy, repetían el mismo expe¬ rimento en el oxígeno, ¿levantóse, por ventura contra ellos voz al¬ guna porque sometían á la combustión uno de los cuerpos más apre¬ ciados por la humanidad?» Esto preguntan los autores del dictamen, y después responden: «No; porque sus indagaciones, aunque costo¬ sas, iban á arrancar un secreto á la naturaleza; iban á ilustrar uno de los arcanos de la ciencia; iban, en fin, á poner de manifiesto, que entre el carbón que alimenta nuestros hogares y esos hermosos bri¬ llantes que reflejan los colores del iris, no existía ninguna diferen¬ cia en su composición química, y que sólo la diversidad de su agru- pamiento molecular era la causa que influía en su aspecto exterior.» Hubieran podido agregar: que esos experimentos los continua¬ ron Smithson, Thenard y otros químicos distinguidos, yen nuestros días, Humas, Stas, y esa pléyade de sabios, honra de la civilización, gloria inmortal de la humanidad, dejándose arrebatar por las her¬ mosas concepciones de una fantasía deslumbradora y fecunda; pero ninguna de esas consideraciones es aplicable al caso de que se trata. Es imposible suponer que los académicos de Florencia, ó los otros sabios, cuyos trabajos admiramos reconocidos, hubieran sometido á sus experiencias, para destruirlos, como se lia destruido sin razón el meteorito déla «Descubridora,» los grandes diamantes históricos tan raros en su especie, como son: los llamados «El Regente,» «El (irán Mogol,» «La Estrella del Sur,» «El Diamante Amarillo ó Florenti¬ no,» «El Saucy,» Eldiamante Verde, ó «Green Vaults,» etc. Era im¬ posible que los hubiesen destruido y, mucho menos, sin haber deter¬ minado antes su forma cristalina y otras de sus propiedades físicas, v sin saber si eran idénticos, ó tenían algunas diferencias que les «7 diesen un interés particular, pues el haber procedido de otro modo, era invertir el orden racional de las investigaciones científicas. No podemos suponer tampoco, que para invertir ese orden, se hubiesen preocupado aquellos sabios con el deseo de conocer la composición 47 370 de los ejemplares citados para averiguar si el arte con su constancia, tendría medios de imitarlos, d si la industria, con los portentos que realiza diariamente, dirigida por la ciencia, podría aprovecharlos en alguna de sus múltiples aplicaciones. Los académicos florentinos V los otros químicos que después lian sometido al análisis el diamante, lian operado sobre ejemplares cu¬ ya desaparición no importaba una pérdida irreparable, ó sobre los fragmentos desprendidos por la tabla cuando se labra la piedra. Pocos profesores se habrán ocupado tanto del estudio de los ae¬ rolitos, como Mr. Daubrée, á quien tuvimos ya la honra de citar. Todos los meteoritos que existen en el Museo de Historia Natural de París, han sido escrupulosamente estudiados de distintas maneras, por aquel distinguido geólogo; y sin embargo de estas multiplicadas y distinguidas pruebas á que ha sometido dichos cuerpos, se puede ob¬ servar aún la forma general de cada uno, para establecer útiles y frecuentes comparaciones con los ejemplares que se encuentran en ambos continentes, y cuya descripción se conozca. Mr. Daubrée, ha examinado también los productos que resultan de la fusión de las substancias meteóricas, y después, por medio de la síntesis, ha logra¬ do reproducirlas, con mucha aproximación, colocando rocas terres¬ tres análogas á aquellos productos, en circunstancias propicias; pe¬ ro en ninguno de sus interesantes experimentos, ha consumido en su totalidad ni ha desfigurado tampoco las masas cuyas propiedades se proponía estudiar. Ojalá y la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en el estudio que se propuso hacer del aerolito de la «Descubridora,» hu¬ biera también dispuesto los procedimientos, de tal manera, que sin alterar la forma, hubiese determinado todos los caracteres físicos \ químicos, pues aun para comparar la composición química del inte¬ rior con la de la superficie, como se proponía hacerlo, creemos que hubiera bastado un taladro, ú otro medio menos deplorable que el que puso en ejecución. Dicen en otro lugar los autores del dictamen que nos ocupa: «Se¬ ría ridículo que quisiésemos dividir todas las masas meteóricas que poseemos; pero están íntegras las que figuran en nuestros museos, y no habiendo sido analizadas sino superficialmente, parece muj ra¬ zonable el que, para facilitar los estudios y hacer mayor número de experimentos, fraccionemos el aerolito de la «Descubridora,» por- 3?1 que, ala verdad, las mismas razones que pudieran dársenos para sus¬ pender la operación que se practica, esas también podrían alegarse al botánico que mutila una planta para estudiarla, al zoólogo que para hacer sus investigaciones sobre los cuerpos animados, se ve en la necesidad de destrozarlos; al químico, que queriendo averiguar la composición de una sustancia en un hermoso ejemplar cristalizado, hace el sacrificio de su bella forma, pulv ei izand \ La contestación á estas palabras está comprendida en lo que liemos dicho sobre el interés particular de cada meteorito. No es exacto que las razones que alegamos contra el fraccionamiento, sean las mis¬ mas con que pudiera combatirse al botánico, al químico, y al zoólo¬ go, que, encontrando en abundancia ejemplares idénticos los destro¬ zan para hacer sus estudios. Ninguno de estos investigadores des¬ truiría, seguramente, ejemplares de interes particular, para hacer asi observaciones incompletas, y dejar una historia también incomple¬ ta, de objetos que ya no existieran. Acaso bastaría ya lo expuesto para decidir imparcial y equitati¬ vamente en la cuestión que origina este escrito; pero vamos á aña¬ dir el estudio que hemos hecho del fragmento arrancado de la ma¬ sa por los Sres. Lío de la Loza y Mendoza, a fin de demostrar que no había necesidad de la destrucción total del meteorito para veri¬ ficar las investigaciones que se proponía hacer la Sociedad de Creo- grafía y Estadística. Según manifestamos antes, no nos fué posible tomar siquiera una idea aproximada de la forma general de la masa, y por esto omiti¬ mos su descripción; pero a juzgar por la figura de las secciones } por lo que se leé en el dictamen que impugnamos, debemos suponer que aquélla era sensiblemente piramidal. Posteriormente al fraccio¬ namiento, hemos recibido unas fotografías que fueron tomadas de dicha masa cuando estaba en San Luis Potosí, las cuales represen¬ tan aisladamente tres de las caras del poliedro (Lám. 2, figs. A. B. 0.). Se notan en los contornos algunas líneas rectas que, en su ma¬ yor parte, deben corresponder á la dirección de los cruceros, pues al prolongar las principales, se obtienen algunas figuras semejantes á las que puso de manifiesto el ácido azotico en la placa pulida que se mencionó, y entre los ángulos de las intersecciones se encuentra con bastante frecuencia el de 109° que corresponde al crucero del octaedro. En la figura A se nota una hendedura que debe seguir la © m misma dirección, y presenta la particularidad de ser sensiblemente paralela á la linea a b del contorno, así como á otra línea negruzca que se encuentra entre ambas: siguiendo la traza de la hendedura, se ve que ya á terminar en una linea angulosa que parte del punto c en donde parece que había una notable prominencia. Al observar estos dibujos, hemos lamentado una vez mas la falta déla liguia original, y una vez más rechazamos, también, la opinión de susti- tuirla con modelos ó dibujos. El color de la masa, en la parte que estaba expuesta á la atmos¬ fera, es negro- parduzco, pero en algunos puntos aparece blanco de plata, debido á la presencia de la Schreibersita: en la superficie de ruptura, es de gris de acero blanquecino. La estructura de este fie¬ rro meteórico es notablemente cristalina; en general, es poco lustro¬ so, de lustre metálico; la parte oxidada de la superficie es mate. Su dureza es de 8; es dúctil y maleable. Su peso específico es de 7.38; el peso absoluto, estimado en San Luis Potosí, era de 570,037 kg. Atrae notablemente á la aguja magnética por ambos extremos. En el interior do la masa hay algunas cavidades irregulares ocu¬ padas por una substancia cristalina, pulverulenta, de color amaiillo de bronce que pasa á pardo de tumbaga, y de lustre metálico, que es la Froilita de Haidinger, ó sulfuro doble de fierro y níquel. La composición química del hierro meteórico de la «Descubri¬ dora» es la siguiente: Fierro . Níquel . . . Cobalto . Azufre . Indicios de cromo y fósforo. Pérdida. 89.51 8.05 1.94 0.45 0.05 100.00 Esta análisis, así como la determinación del peso específico, fue¬ ron ejecutados por nuestro consocio el Kr. D. Patricio Murpln , tan ventajosamente conocido como químico inteligente y lioinbie de instrucción. En la apreciación de esos cuerpos simples, siguió extric- ta y cuidadosamente el procedimiento indicado por Pivot para la análisis de los aerolitos. En vista de los caracteres mencionados, creemos que dicha ma- 373 sa correspondía á la sección de los Sideritos , y al grupo de los Holo- s i deros de M. Daubrée. Indicamos á continuación el resultado de alguno de los experi¬ mentos que liemos practicado, para conocer las propiedades físicas del hierro meteórico de la «Descubridora.» Su resistencia á la ruptura por compresión, es de 38 kg. por mi¬ límetro cuadrado. Los diversos ejemplares que fueron estudiados, afectaban la forma prismática ó cúbica; en todos se verificó la frac¬ tura de una manera semejante, y manifestaron una tendencia cons¬ tante á dividirse, principalmente en dos partes casi iguales por un plano diagonal, comprendido entre dos aristas opuestas de las bases, que cortaba á dos de las caras laterales según dos líneas oblicuas. Paralelamente á dichas líneas, se iniciaron también algunas abertu¬ ras. En el fierro meteórico marcha la fractura de un modo mucho más regular que en otras clases de fierro que se estudiaron simultᬠneamente con aquél, con especialidad el de la fábrica de la «Encar¬ nación.» En ambos se anuncia el fenómeno bajo una presión próxi¬ mamente igual, pero marcha desde este momento mucho más veloz¬ mente en el fierro meteórico, lo que, en nuestro concepto, es debido á la estructura cristalina de la masa, y á su heterogeneidad; pues probablemente la fuerza de cohesión en el fierro de la «Encarna¬ ción,» supera á la de adhesión entre los cristales del fierro meteorice. La resistencia á la ruptura por extensión, es de 40 kg. por milí¬ metro cuadrado. Es verdaderamente increíble el alto grado de elas¬ ticidad del alambre del fierro meteórico, pues repetidas veces duran¬ te cada experimento, se suspendía la acción de la potencia, para de¬ terminar los alargamientos, correspondientes á fuerzas dadas, \ fre¬ cuentemente sucedió, estando ya muy cercanos los alambres á su rup¬ tura, recobraran con notable precisión su longitud primitiva. Pudo observarse que durante la operación los alargamientos se verificaban en la misma relación que el crecimiento de la fuerza empleada. En el momento de la ruptura, y en el punto en que ésta se verificaba, se producía un estrechamiento de la sección transversal, que la reducía á 0.70 ó 0.75 de su magnitud primitiva, desarrollándose al mismo tiempo una cantidad de calor que hacía subir el termómetro centí¬ grado, 0.50° ó 0.75°. El nodulo de elasticidad de tensión del alam¬ bre de fierro meteórico, es 7.436,17 kg. por milímetro cuadrado. Parecía haber contradicción entre el valor del nodulo que es relati- 374 vamente pequeño, y el alto grado de elasticidad de que antes se ha¬ bló; mas atendiendo á lo que significa el nodulo, desaparece la du¬ da; y es clara la razón, pues la experiencia demuestra que los alam¬ bres se alargan con muy poca fuerza, y recobran su longitud primi¬ tiva con la misma facilidad con que la pierden. Oon el fin de obser¬ var las modificaciones producidas por la ruptura, se sometió a la ex¬ periencia, cinco veces, uno de los alambres, y se rompió bajo la ac¬ ción de fuerzas que crecieron en la relación de 1, á 1.13, a 3 .22, a 1.32, á 1.12. Aumentaba la resistencia pero disminuía la elasticidad, pues se produjo un alargamiento permanente medio do 0.0002, de la longitud primitiva. El nodulo de la elasticidad de flexión es 1.131,798527 kg. por i n i lí m e tro cua d r a d o . El coeficiente de dilatación lineal entre 0 y 100 grados, es 0,00,002,336,783. El de la dilatación cúbica es 0,00007010319. El fierro meteórico de la «Descubridora,» es notablemente ma¬ leable en frío, disminuyendo su espesor extraordinariamente sin rom¬ perse, v desarrollando á la vez una gran cantidad de calor que lo pavona de amarillo pajizo. En caliente se bojea muy fácilmente, lo cual es también ocasionado por la heterogeneidad de la masa, que se disgrega á causa de la elevación de temperatura, siendo en con¬ secuencia muy difícil soldar dos piezas. Para ser forjado necesita un gran número de caldas, durante las cuales se forma una escoria que llega á veces basta 0.30 del peso primitivo. Al citar estas experiencias tenemos que cumplir con un deber de justicia manifestando, que en todas ellas nos ayudó con la mayor eficacia nuestro apveciable consocio el joven I). Miguel l éiez, á quien la Sociedad estima como á uno de sus miembros mas labo¬ riosos. Antes de concluir, debemos de mencionar, que con posterioridad al dictamen que combatimos, se dijo por algunos vocales de la So¬ ciedad de Geografía V Estadística, que entre los fragmentos del ae- reolito partido, se habían encontrado diversas porciones de tierra ve¬ getal, presentando ese increíble descubrimiento como una ventaja inmensa producida por el fraccionamiento del meteorito de la «Des- cubridora.» Deberíamos pasar por alto este punto, porque el grave error 375 científico que envuelve, fue rectificado; mas liemos visto en «lid Americano,» una carta que de México le dirige á su redactor, el Sr. D. Andrés Clemente Vázquez, miembro de la Sociedad de Geo¬ grafía, en la que, ocupándose de esta cuestión, dice . «Y ya que le hablo de la Sociedad de Geografía y Estadística, voy á referirle un hecho que puede ser de mucha trascendencia pa¬ ra el mundo científico. «A la Sociedad le fué regalado un inmenso aereolito, que cayó en terrenos del Estado de San Luis. Hubo un socio que propuso la división del aerolito para hacer todo género de experimentos con la materia del mismo, y la moción fue aprobada. «La Sociedad de Historia Xatural, compuesta en su mayor parte, de hombres del antiguo régimen, protestó contra dicha determinación porque creyó ver en ella un atentado. La sociedad de Geografía no permaneció en silencio en su defensa: dio al público una magnífica Memoria, en la cual se evidenciaban magistralmente las ventajas del análisis y de la exploración, y los hechos han venido á darle la razón á tan respetable instituto. Sé que dentro del aerolito se ha encon¬ trado una sustancia extraña que hasta ahora parece tierra. «Usted calculará con su magnífico talento, todo el partido que de ese dato, de ese hecho irrecusable, habrán de sacar los defensores de la pluralidad de los mundos.» Es sensible que en un periódico destinado á la defensa de la hon¬ ra de América, aparezcan apreciaciones que, por ligeras, pudieran ceder en descrédito de la ilustración mexicana. El desprestigio que se procura arrojar sobre la Sociedad de Historia Yatural, impone á nuestro honor el penoso deber de entrar en algunas explicaciones científicas. En la mayor parte de los Sideritos hay cavidades más ó menos irregulares de diversas formas, entre las que predomina la cilindri¬ ca. Estas cavidades están ocupadas por la Froilita, y por el proto- sulfuro de fierro, en los cuales se nota siempre, la tendencia á la cristalización, el color y el brillo metálico que los caracterizan. En el fierro meteórico de Oaille, en el de Charcas y en otros muchos, se había observado ya la presencia de estos sulfuros. Hace tiempo que Itammelsberg, al hablar de los Sideritos, decía: «Casi siempre con¬ tienen partículas más ó menos grandes de sulfuro de fierro, que, sin embargo, no parecen ser de pirita común, ni de pirita magnética, si- 376 no de protosulfuro de fierro» La Froilita cuya presencia habíamos señalado en el aerolito de la «Descubridora» desde que examinamos el fragmento que sirvió para las experiencias, fue la que dio lugar á aquella equivocación que pareció por un momento servir de arma poderosa para combatir nuestra franca protesta contra el fracciona¬ miento del meteorito. Cuando se dudó en la opinión pública de la exactitud de aquella clasificación, tuvimos noticia de que el Señor profesor de química de la Escuela de Ingenieros, demostró hasta pol¬ la análisis, la verdad de la opinión que nosotros habíamos formado. La sustancia que se había tomado por tierra vegetal, resultó ser una mezcla de Froilita y de sulfuro de fierro. Deploramos que, sin expresar fundadamente alguno científico, se haya tomado un error, como pretexto plausible para herirnos. La palabra tierra, en la acepción en que fue tomada, significaba que la materia en cuestión, estaba formada de una mezcla de compuestos minerales y orgánicos. No oreemos necesario demostrar la inposibilidad de que los últi¬ mos pudiesen subsistir á la alta temperatura á que llegan los cuer¬ pos meteóricos á nuestro planeta, y menos aún, á la que tenían, cuando cristalizaron algunas de las substancias que los componen, y renunciando á este método sencillo de deinostracién, es evidente que para deshacer tan equivocada idea, bastará dar una ojeada so¬ bre la naturaleza de los cuerpos que constituyen los SUleritos.Tiíi presencia del hierro nativo, la de los silicatos de base de protóxulo, y la de los fosfuros, manifiesta que se ha efectuado en ellos una se¬ rie de reducciones que harían imposible la persistencia de los com¬ puestos orgánicos. El ilustre geólogo que hemos citado, al hacer un estudio comparativo entre las substancias más comunes de los aeroli¬ tos y las rocas terrestres, después de hacer mérito del menor grado de oxidación de las primeras, y de haberlas reproducido por la reduc¬ ción de las segundas, al hablar de esas analogías y diferencias, con- cluye con las siguientes palabras: «Sin insistir más sobre otros contrastes de la misma naturaleza, O reconocemos que la diferencia esencial entre los meteoritos y las ro¬ cas terrestres análogas, consisten en que los primeros presentan en estado de reducción, lo que las segundas contienen en estado de oxi¬ dación. Todo hace creer que las masas, entre las cuales existe tal se¬ mejanza de composición, habrían sido idénticas, no obstante la ínmen- l 377 Sil distancia que las separa, si no hubiesen sufrido acciones diferen¬ tes.» Todas las rocas terrestres que presentan tan notoria semejanza con los aerolitos, pertenecen á las regiones profundas de la tierra. El ilustre Daubrée, prosiguiendo infatigable en sus observaciones com¬ parativas sobre los meteoritos, lia llegado á restaurar teóricamente el planeta de que forman parte, v examinando cuidadosamente sus den¬ sidades, los considera como pertenecientes también á la masa interior de aquél. Así, pues, no formando parte de la corteza exterior, y más aún por las reducciones que lian sufrido, no pueden contener en su masa la pretendida tierra vegetal. Por lo anterior se ve, que tal vez mejor partido se puede sacar para defender la pluralidad de los mundos, del precioso estudio comparativo que venimos recomendan¬ do, para que es indispensable conservar á los meteoritos su forma, que de su fraccionamiento y de la equivocada creencia de que exis¬ ta tierra vegetal en su interior. El fraccionamiento del meteorito de la «Descubridora,» no lia producido ningún resultado que pudiera considerarse como nuevo, ó que equivaliese al interés que verdaderamente tenía el estudio de la figura general de la masa. Guando la ciencia nos lia enseñado con una precisión y con una lucidez admirables, las leyes de la compo¬ sición atómica de los cuerpos; cuando sabemos los principios en que descansa la constitución molecular de los compuestos, no podemos comprender qué necesidad liabía del fraccionamiento de las gran¬ des masas, ni del aniquilamiento de su forma cristalina para deter¬ minar su composición ó para investigar propiedades nuevas y apli¬ caciones desconocidas; no podiendo comprender tampoco, cómo no tuvieron presentes estos principios los ilustrados miembros de la So- ciedad de Geografía al decretar su lastimoso acuerdo, y por esto in¬ sistimos en creer que filé la consecuencia de una precipitación fatal. O o o ¿fe Cumpliendo con los justos deseos de la Sociedad de Historia Na¬ tural, tenemos la honra de presentar el fruto de nuestros estudios, después de algunos meses de madura reflexión y del frío examen, durante los cuales habrá calmado ya la excitación que en algunos dS 378 ánimos produjo nuestra protesta. Impulsados desde el principio por el interés de la ciencia y de la patria, hemos estudiado, serenos y sin pasión. Este asunto era para nosotros, y para la Sociedad, cuestión de ciencia, y nunca de odios, que ni existen ni deben existir entre los que llevan por fin único el adelanto científico, y por lema el bien de la humanidad. Así lo hemos juzgado siempre; con tal convicción hemos traba¬ jado; así lo juzgamos todavía, y esperamos que la Sociedad Mexica¬ na de Geografía y Estadística, y quienquiera que de este punto se ocupe, lo considerará bajo el mismo punto de vista que nosotros. Las investigaciones á que nos hemos entregado; el severo estudio que hemos hecho, y los cuidadosos experimentos que hemos practicado, eran indispensables, pues nunca nos hubiéramos atrevido á presen¬ tar á la Sociedad apreciaciones vacías, en cuestión de tan alta im¬ portancia. Tranquilos esperamos, pues, su fallo; hemos procurado corresponder á su confianza é interpretar sus sentimientos. Respetamos á la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, cuanto corresponde á su ilustración y á su merecida fama; mas si comprendiéramos que el fraccionamiento era una necesidad ineludi¬ ble, y que sus resultados fuesen útiles y convenientes, no podría suponérsenos tan obcecados é injustos, que dejáramos de recono¬ cerla y apreciarla. Pero si no tan sólo no encontramos tal necesi¬ dad, sino que vemos que la razón en que se funda ha sido causa de una medida inconducente y errada, ¿por qué no hemos de comba¬ tirla, como debe de combatirse todo error? Si tal razón ha dado origen á una resolución que de algún modo puede desconceptuar á nuestro país ante el mundo científico, como es posible que su¬ ceda en el presente caso, ¿por qué no esforzarnos para hacer pa¬ tente que ese error no ha tenido en su apoyo la sanción de todos los hombres que en México se ocupan de las ciencias físicas y na¬ turales? Quizá podría contestársenos que el error está de nuestra parte, que nuestra poca ilustración no nos hace apreciar coine- nientemente las condiciones y circunstancias todas que concurren en esta cuestión importante, y que, por lo mismo, el acto que re¬ probamos es digno de cumplido elogio; pero como las razones que se han emitido para apoyarlo y defenderlo, no son fundadas ni concluyentes, por no estar de acuerdo con los principios de la cien¬ cia, según hemos procurado demostrar; como no solamente no dis- 379 culpan este acto, sino más bien lo condenan al pretender presentar¬ lo como necesario y conveniente, como puede deducirse de las refle¬ xiones que ellas mismas nos lian sugerido en el examen que acaba¬ mos de hacer, debemos creer que el error no viene de nosotros, y que el fraccionamiento del meteorito de la «Descubridora,» ha sido un hecho digno de reprobación científica. México, Abril 10 de 1873. be ZDIOT-AJVLiEinT ds la comisión formada por Don Leopoldo Río de la Loza, Cabino Barreda, Alfonso Herrera y Gumesindo Mendoza, sobre un estudio hecho por el Doctor Desiderio Germán Rosado, de un insecto llamado “Botijón.” (Tomado del “Boletín de la Sociedad de Geografía Y Estadística.”) Conforme al acuerdo de la Sociedad, hemos examinado el insec¬ to conocido en Tabasco con el nombre vulgar de «Botijón,» y remi¬ tido por el Señor Doctor Don Desiderio Germán Rosado, el cual lo emplea en substitución de la cantárida, para formar con él emplastos y otras composiciones vesicantes, por las propiedades de este género que dicho insecto posee. Como era de suponerse, en virtud solo de las propiedades cáus¬ ticas del insecto, pertenece á la familia de los traquélidos, entre los coleópteros, hetereómeros y á la pequeña subfamilia de los vesican¬ tes, propiedad que hasta ahora no se ha hallado sitio en los insectos comprendidos en la familia arriba mencionada. Examinando cuidadosamente el insecto, y recomponiéndolo cuanto ha sido posible, por haber llegado en muy mal estado todos los individuos que se nos entregaron, hemos podido determinar no sólo el género, sino la especie, reconociendo que el insecto de que se trata es el Cantluiris Leninista, de Rat. Este insecto, como todos los de su género, tiene propiedades ve¬ sicantes, cosa que se deja ya entrever por el olor partí cul ai que des¬ pide. Además, la experiencia clínica ha demostrado que posee en alto grado las propiedades de esta naturaleza, que los Señores León y Rosado le atribuyen con justicia, 381 En 18GJ se hicieron, efectivamente, en la clínica de la Escuela de Medicina varios experimentos con un emplasto preparado con el polvo de estos insectos, cuyos resultados, según el informe que en¬ tonces dio el Señor profesor del ramo, Don Miguel F. Jiménez, fue¬ ron que dicho emplasto era notablemente más activo que el que or¬ dinariamente se empleaba en el hospital, el cual estaba preparado con el polvo de Cantharis Officinalis venido de Europa, pues constantemente se notó que el emplasto remitido de Tabasco, pro¬ dujo la ampolla en menor tiempo que el emplasto ordinario, ha¬ biéndose visto en uno de los experimentos, que la epidermis estaba levantada y la serosidad acumulada debajo de ella, á las dos horas de aplicado aquél. Y aunque en otra ocasión se necesitaron veinti¬ cuatro horas para lograr el objeto deseado, siempre resultó que el emplasto preparado con la cantárida indígena, obró constantemente en menos tiempo que el que acostumbraba emplearse en el hospital, llegando á ser esta diferencia á la mitad v á veces á las dos terceras partes del tiempo que el otro necesitaba, y en uno de los casos el tiempo necesario para producir la vesicación con el primero, fue la cuarta parte del que se necesitó para obtenerla con el segundo. Cin¬ co ó seis horas fue, por término medio, el tiempo necesario para que el emplasto produjese un efecto vesicante suficiente. La comisión, sin embargo, cree necesario hacer presente que, aunque según dijo en aquella época el remitente, el emplasto que mandaba estaba preparado de la manera ordinaria y sólo substitu¬ yendo el insecto llamado Botijón en vez de la cantárida extranjera, no se conocen exactamente las proporciones en que el polvo de aquél entraba en la composición, lo cual hace que la actividad res¬ pectiva en ambas no haya podido compararse con toda exactitud en las experiencias que hemos citado, pero siempre resulta que el in¬ secto de Tabasco posee las propiedades epispáticas necesarias, para substituir, con ventaja, á la cantárida traída de Europa, en los países donde aquél se encuentra. Mas como materia propia para el comercio, aunque el Señor Rosado, dice en su impreso que los insectos son muv abundantes en los lugares propios para su multiplicación, las cuales que se les atri¬ buyen de ocultarse con prontitud >/ desaparecer con rapidez cuando se les persigue, hacen creer que su cosecha no será fácil cuando se quiera hacer un poco en grande y que por lo mismo haya que sacar * 382 lili costo que la haga poco propia para extenderse como efecto mer¬ cantil y para poder entrar en concurrencia con otros muchos insec¬ tos que se conocen en el país y cuyas propiedades vesicantes no son menores que las del Botijón. En México, por ejemplo, abundan di¬ versas especies vesicantes, cuyo uso para la preparación de los em¬ plastos epispáticos se va generalizando entre nuestros farmacéuticos, no sólo porque se obtienen á menos precio que la cantárida que vie¬ ne de Europa, sino porque las indígenas son más activas en su acción. El Cantharis Ensera , que vive sobre la calabaza, el chayóte y el cliayotillo, y que se conoce vulgarmente con el nombre de pipila ciega ó fraile, es bastante abundante en el Valle de México y aun en el interior de la República; contiene los mismos principios que la cantárida oficinal, según las análises hechas por dos de nosotros (los Señores Herrera y Mendoza). Habiendo ensayado en el Hospital de Jesús, su director el Señoi Vértiz, el emplasto preparado conforme á la fórmula de la farmaco¬ pea mexicana, con este insecto, en vez de la cantárida extianjeiu, obtuvo muy buenos resultados, notándose que obra con más rapidez que el emplasto ordinario de cantáridas, necesitando por término medio de siete á ocho horas para obtener la vesicación. La cosecha de estos animales no ofrece gran dificultad, porque además de que son, como hemos dicho, bastante abundantes, son muy torpes para andar y no son capaces de volar. Hoy, según los informes que hemos tomado, se cosechan más ó menos, anualmente, unas cuarenta libras de estos insectos, que los indios venden á doce reales libra, cuando están secos, y á menos precio cuando están fres¬ cos. Si no se cosecha mayor cantidad, es acaso porque su uso no es¬ tá bastante generalizado, ó porque la utilidad que pueden sacar de los insectos no ha llegado á conocimiento de los que cultivan las plantas en que se multiplican, pues hoy si los persiguen es más bien con la mira de evitar el perjuicio que les ocasionan, que poi sacar de ellos algún provecho, á lo que hay que agregar la escasez de brazos. Otros muchos insectos vesicantes tenemos también en la Repú¬ blica v en el Valle de México, y entre ellos son muy notables los meloes, conocidos vulgarmente con el nombre de abadejos. Un emplasto preparado con el insecto descrito por el Señor Ha- 383 rranco, bajo el nombre de Meloe Tuda , ha dado en los experimen¬ tos que se lian hecho los mejores resultados, siendo más activo que el preparado con el Gantharis Ensera, pues la vesicación se ha ob¬ tenido con aquél en el espacio de cinco horas por termino medio. Un resultado casi igual se ha logrado también con otras especies del mismo género Meloe que existen en el Valle. He aquí las principales especies vesicantes, conocidas entre nos¬ otros y que pueden emplearse con ventajas como succedáneas de la cantárida: Gantharis Cardinales , G. Tunesta, G. Ginetipenis, G. Obesa, G. Maculata, C. Iiufipenis, G. Octomacnlata, G. Tadolata, G. Cuadrinerveta, G. Erytrotoras, G. Nichüy , la Ensera, de que he¬ mos hablado ya. Además varias especies de abadejos o de Meloes, cuya determinación no hemos tenido ocasión de hacer, pero que son muy abundantes, y como ya hemos dicho, muy activas, y sobre todo el Meloe Tuda del Señor Barranco. Por lo mismo, la comisión cree que el insecto llamado en d a- basco «Botijón» es digno de llamar la atención y deben darse al Señor Posado las debidas gracias: que dicho insecto teniendo, como se ha dicho, propiedades epispásticas, debe procurarse que su uso se vulgarice en todos los puntos donde su precio lo permita, y lo mis¬ mo debe procurarse con las otras especies indígenas mencionadas. Marzo 28 de 1869 iSeopofbo oKto be ícx Qo'Z d. fic.6i.no SWrcbct. dífonao ro. Quvnesinbo 9ttenbo^a. ÜICTAJVLIEIÑr que presentó la comisión de ciencias naturales formada por los Señores Don Leopoldo Río de la Loza, Joaquín Velázquez de León y Felipe Zaldívar, sobre ia muestra de carbón de piedra de la mina situada en el Departamento de San Juan de los Llanos, del Estado de Puebla. (Tomado del “Bolelin de la Sociedad de Geografía y Estadística.”) LEOPOLDO RÍO DE LA LOZA, RELATOR. La comisión que subscribe, obsequiando los deseos de esta So¬ ciedad, se reunió para examinar las muestras del combustible mine¬ ral que fueron remitidos á esta corporación por el Sr. I). Francisco Villanueva, de los minerales de S. Francisco Ixtactitlán de S. Juan de los Llanos, según se refiere en la comunicación pasada por la Se¬ cretaría de esta comisión; y conociendo la importancia que tendría en México la explotación del carbón fósil, el día que se encontrase situado á distancia conveniente de los lugares en que mas útil sería su consumo, como los de minas, fundiciones y los mas poblados, y donde más fábricas existen como sucede en esta capital, procedió con empeño al trabajo de sus indagaciones, teniendo la honra de presentar ahora el resultado de que pasa á dar cuenta á la Sociedad. Habría deseado la comisión conocer el criadero de donde se ex¬ trajeron las muestras del carbón mineral que llegó á su poder, pues si es cierto que las muestras mismas ya indican los terrenos á que pertenece su formación, en ésta apreciaría un geólogo las ventajas que podrían sacarse aprovechando la parte más útil de esta pro¬ ducción. 385 El carbón de piedra ú hornaguera, propiamente tal, se diferen¬ cia de la turba y de la lignita ó carbón pardo en su aspecto y una gran parte de sus propiedades, y tratándose del producto más útil, habríamos deseado que las muestras que examinábamos hubieran sido de la primera substancia. No ha sido así, pues en nuestro con¬ cepto es una verdadera lignita, la que se sujetó á nuestra investiga¬ ción, siendo esta la especie que los geólogos y mineralogistas llaman carbón pardo lamoso ó pantanoso. Mas no siendo despreciable esta substancia por los principios que contiene, V que son de notoria uti¬ lidad á la industria, quisimos hacer un reconocimiento más prolijo, como pasamos á manifestar después de cerciorarnos de ser una liy- nitci , por el uso do la potasa caustica. Desde luego notamos en la muestra presentada, dos substancias carbonosas, una más impura que la otra, y colocadas juntas en va¬ sos cerrados, y sujetándolas á la temperatura necesaria para su car¬ bonización, nos dieron el carbón residuo ó especie de caite, que pre- sentamos con este dictamen. De 100 partes de lignita obtuvimos 62,5 de colee, y esta misma especie de calce, sobre 100 partes, produjo, 25 de ceniza, y de la lignita 15. Ya se sabe que lo que se llama caite es el carbón de piedra despo¬ jado déla mayor parte de su hidrógeno, de su oxígeno, y demás mate¬ rias volátiles por una destilación previa, materia que en este estado se emplea con ventaja en la fundición de los minerales de berro y en el uso doméstico, en las chimeneas, etc., siendo de la mejor calidad el que procede de la especie de carbón que llaman canal (canalcoal), es decir, del carbón de piedra compacto. Hablando geológicamente, hay entre el carbón de piedra pro¬ piamente tal y las lignitos, diferencias notables. Un geólogo bus¬ cando combustibles minerales se propondría hallar el mas imper¬ fecto, es decir, la turba en los terrenos terciarios y secundarios, y el carbón de piedra en los primarios, entre los terrenos penco y devo¬ niano, sin que por eso dejen de encontrarse dislocadas, digámoslo así, algunas de estas substancias; pero no son tan considerables estas diferencias de los combustibles minerales, en el orden químico, y volviendo al reconocimiento analítico del que se nos encomendó, di- reinos que de 1000 partes resultaron: 49 386 De agua y substancias volátiles . 320 Desubstancias solubles enelácido cloro- hídrico (carbonato de fierro y de cal). 320 Arcilla, Sílice y sulfato de cal . 151 Carbón . 466 Betún . 35 Las operaciones dudosas se lucieron tres veces para fijar el pro¬ medio. Produjo en la destilación esta liguita una porción de gas hi¬ drógeno que quemamos después; pero no habiéndolo recogido todo, no damos la cantidad en este reconocimiento. Nos parece por lo ex¬ puesto que siempre es digno de reconocerse el criadero de esta li¬ guita, y que de su examen geológico resultarán otros datos más des- cisivos é importantes, relativos á la cantidad, mejor calidad y uso de estas substancias, sujetando siempre nuestra opinión á la de las personas más instruidas y respetables que componen esta Sociedad, á la que tenemos el honor de pertenecer. 387 EXTRACTO DEL EXPEDIENTE ANTIGUO INSTRUIDO I’OR EL SUBDELEGADO DE COLIMA, SOBBRE EL TERREMOTO QUE DESTRUYÓ PARTE DE AQUELLA CIUDAD EL AÑO DE 1818. (Publicado en el “Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.” Ia Ep. Tom. X. Pag. 39.) He leído el expediente instruido por la subdelegación de Colima con motivo de los terremotos ocurridos de las dos á las tres de la mañana del día 31 de Mayo del año de 1818, y cumpliendo con el encargo de esta Sociedad, paso á formar un resumen de lo que l.av de más importante en esos documentos oficiales. Es sabido que el año de 1818, Colima figuraba en la categoría de las villas; la autoridad superior llevaba el nombre de subdelega¬ do, quien estaba sujeto, tanto en el orden civil como en el militar, al gobernador é intendente de la provincia de Gnadalajara. El pri¬ mero de estos cargos estaba confiado en esa época á Don Juan Ju¬ nares, v el segundo al muy conocido General Don José de la Cruz. Al Señor Linares, auxiliado por el Ayuntamiento de la villa y pol¬ los alcaldes de barrio, tocó atender á la población en esa terrible catástrofe, y las providencias dictadas, los partes dirigidos a nia- d atajara, y las representaciones liecbas á la intendencia y al virrei¬ nato, forman el expediente que boy posee la Sociedad. 388 Este consta de ochenta fojas, y veinte de ellas corresponden al informe dado por el párroco de esa antigua villa, Don José Euge¬ nio Bravo, eclesiástico de instrucción v, sobre todo, de imaginación tan viva, que si hubiera omitido una parte de su narración, se su¬ pondría que el informe estaba escrito por algún joven vigoroso, ac¬ tivo y demasiado entusiasta; no sería fácil presumir que un anciano afligido por las fatales consecuencias generales que causaran los te¬ rremotos; atormentado al ver la miseria de sus feligreses, sin habi¬ tación y abrigo, y sufriendo cuanto es de suponer por otra calami¬ dad, cual filé la lluvia tenaz y prolongada, tuviera aliento para des¬ cribir los sucesos, establecer sus teorías, proponer el remedio que suponía radical, y todo con una firmeza que desde luego descubre sus íntimas convicciones. La Sociedad me permitirá que dé una idea aunque sucinta, de ese curioso escrito. El Señor Bravo creyó de su deber, no limitar sus trabajos pres¬ tando á sus feligreses los auxilios que reclamaba la situación; era ne¬ cesario, á su juicio, prevenir el mal y evitarlo en adelante. Para es¬ to, quiso, no sólo tratar de las causas que en general determinan los terremotos, sino también las especiales de Colima, y más todavía, una vez encontrado el remedio, persuadía á la autoridad para que fuera adoptado. Para esto, sin duda, se decidió á dar á su informe mayor extensión, y comenzando por las teorías generales, reinantes en aquella época, ocuparse de la situación déla villa principalmen¬ te con relación al mar, concluyendo con su fin principal, que era demostrar la necesidad de que la población se estableciese en terrenos seguros como suponía que eran los de la hacienda de la Huerta. No es imposible, dice el Señor Bravo, que en este lugar llegue á suce¬ der lo que aquí ó aunque la nueva población desaparezca como han desaparecido tantas y tantas ciudades; pero lo probable, lo más ve¬ rosímil, es, que no sea así, por estar hoy la villa en el centro de la línea que va del mar al volcán de S. á X. y con una distancia por el viento de sólo nueve á diez leguas. Separados de esa línea los terrenos propuestos, para que se tras¬ lade á ellos la población, el peligro se aleja, supuesta la teoría que con tanta fe desarrolla, y es, en resumen, la siguiente: Supone que el mar y el volcán están casi comunicados, y que siendo dos enemigos poderosos, cada uno tiende á romper esa comu¬ nicación; el fuego y el agua luchan para destruirse, el volcán con 389 su yíyo fuego evaporando las aguas del mar, y este con su abun¬ dante líquido apagando los fuegos de su rival. Como de esta supues¬ ta lucha, resulta una cantidad de vapores acuosos, hallándose compri¬ midos en el interior de la tierra, determinan esos terribles efectos a que lia estado y quedará expuesta la población, si no varía de lugar. No obstante esta teoría que el párroco desenvuelve, con vanos pormenores y por la cual se decide en su extenso informe, indica no serle desconocidas otras, y aun se llama partidario de la teoría eléc¬ trica, mencionando la del enrarecimiento del aire, las fermentacio¬ nes, la ignición de las materias combustibles, etc. La del fuego central y la de las reacciones químicas, eran, como debe suponerse, desconocidas para él. En el cuerpo de su escrito manifiesta tal convicción en sus opinio¬ nes, que no teme aún pronosticar la proximidad y frecuencia de los terremotos en la línea de Norte á Sur, que no pierde de vista. Su ra- ciocinio lo apoya en el estudio de los terremotos anteriores, comen¬ zando por mencionar el de 1794, que destruyó igualmente á Zapotlán el Grande-, Sayula y demás poblaciones de la línea. Cincuenta y siete años pasaron para sufrir otro movimiento fuerte, (pie tuvo lugar en ISO 6, siguiendo á éste otro aún más terrible en 1816, es decir, des¬ pués de diez años, verificándose á los dos años, el de 31 de Mayo de ISIS, que causó mayores males que los anteriores, anunciándose con esa frecuencia, dice, que se han de multiplicar los terremotos hacien¬ do inhabitable la villa. Es de notar que á pesar de los varios partes dados por las autori¬ dades y de otros muchos documentos que se hallan en el expediente, no pueda saberse exactamente cuál fué el número de muertos \ el de los lastimados que hubo á consecuencia de ese último terremoto. El informe del Sr. Bravo, que, como he dicho, merece más fe, sólo hace mención de ochenta y nueve muertos; mas como él mismo indica que son los que aparecen en los libros parroquiales, no debe concluirse que fueron los únicos muertos, pues muchos quedarían entre los es¬ combros por falta de parientes ó personas que solicitaran fueran so¬ corridos y que hicieran los gastos de parroquia, como es de presumir que se hacía para los ochenta y nueve á que se refiere. Menos se in¬ dica en dicho informe cuál fué el número de los lastimados, é igual vacío se advierte en cuanto al monto de las pérdidas pecuniarias: solo se dice, en general, que fué considerable en alhajas, ropa, muebles } 390 otros muchos efectos, pues todo se perdió, quedando el vecindario en la mayor miseria. Puede, no obstante, juzgarse de la riqueza de Co¬ lima por dos de los documentos que obran en el expediente: uno es el informe del síndico procurador y otro el proyecto de una contri¬ bución municipal. En el primero consta que en el año de 181o pro¬ dujeron las alcabalas 181,542 pesos y las rentas decimales 72,283 pe¬ sos 4 reales. En el segundo se calcularía que produciría la pensión municipal 17,892 pesos 4 reales. Creo que este último documento es igualmente interesante, porque da á conocer no sólo el consumo de los efectos, sino también los productos de Colima. Como entre éstos figura el algodón y yo be creído y creo que no está lejos el día en que el cultivo de este precioso vegetal contribuya de una manera muy especial á la riqueza y aun á la paz de nuestra República, me parece conveniente llamar la atención de los agricul¬ tores y de los empresarios, á fin de que, aprovechando los primeros momentos favorables, dediquen unos su trabajo y otros sus capitales á una empresa ventajosa bajo mil títulos, no sólo en Colima sino en otros muchos lugares de la República. Y si es verdad que hasta hoy ha habido que luchar con la inseguridad, con el mal estado de nues¬ tros caminos y muy principalmente con la falta de brazos, es de es¬ perar que con algún empeño, actividad y fe en los buenos resultados, se alejen los inconvenientes y no quedemos limitados á la exporta¬ ción de la plata y del oro de nuestros gastados minerales. México, Enero 29 de 1863. 391 EXPOSICION que hizo el Señor Secretario del Consejo Superior de Salubridad de J/léxico, Doctor Don Leopoldo Río de la Loza, á nombre de dicho Coporación, al E. Sr. Gobernador del departamento, pidiéndole que destinara una parte de la contribución personal en la dotación de veinte plazas de Médicos de Distrito; (Tomado del “Periódico de la Academia de Medicina de México”) México, Mayo 25 de 1841. Excmo. señor: El consejo supremo de salubridad, que está al alcance de las bue¬ nas disposiciones que lia manifestado Y. E. por todo lo que se hace en beneficio de los pueblos de este departamento, que palpa el entu¬ siasmo que le anima para proporcionar á sus habitantes médicos ins¬ truidos que minoren sus padecimientos y prolonguen su existencia, } en fin, que ve con grata admiración los sacrificios que hace para pei- fecoionar la enseñanza y el ejercicio de las ciencias médicas, no lia dudado distraer un momento su atención, para pedirle á nombre de la humanidad, que sea el primero que proporcione los recursos de que carecen los pueblos que la ley ha confiado al cuidado de Y. E. Los individuos que forman el consejo están intimamente conven¬ cidos de la justicia y necesidad de su pedido, y defendidos por una muralla impenetrable que hará enmudecer la crítica fatal de los que * Aunque no puede hoy tener efecto la parte de este proyecto, que trata de los recur¬ sos propuestos para datar las plazas de médicos de distrito, hemos creído útil el publicarlo tal como se remitió al gobierno del departamento. \ 392 todo lo censuran; Y. E. será venerado de los habitantes de la repú¬ blica si logra marchar á la vanguardia de este útil proyecto, y el con¬ sejo hará ver que no es el engrandecimiento de ese círculo de piole- sores, que sin más delito que su amor á la juventud, se ha hecho el blanco de genios inquietos, sino el del progreso, en cuanto tiene i ela¬ ción con los objetos que le están encomendados. Como al dirigir á Y. E. esta exposición trata de no hacerle perder el tiempo, estam¬ pando cuanto puede inferir de un simple relato, se limitará a decir con claridad y sencillez lo que crea útil al objeto. Si consigue que se realice este proyecto, ó cuando menos que Y. B. lo adopte, tendrá la satisfacción de haber arrimado una piedra al edificio social. Los partes que se lian recibido de varias prefecturas, manifiestan la escasez que hay en ellas de profesores del arte de curar. Sin eso, todo el que haya salido de la capital tiene que lamentarse del aban¬ dono á que están reducidos los infelices enfermos, y que admirarse al ver que la naturaleza lucha con las enfermedades y con los remedios de charlatanes y curanderos, en cuyas manos han de poner su vida los vecinos de esos lugares. Yo es éste el único mal que trae consigo la taita de hoinbies ins¬ truidos: careciendo de educación, faltos de moral y responsabilidad alguna, son asesinos impunes del género humano. Alaciase menes¬ terosa es ála que más destruyen, porque es la más ignorante, la mas sufrida y la que más carece de recursos para ponerse en manos ex¬ pertas. Los sangradores viciosos, los jugadores, los que solo viven contentos con el ocio, lie aquí por lo común quienes ejercen tan no¬ ble profesión. En muchos pueblos del departamento, se ha pensado reunir una cantidad por los vecinos de proporciones para sostener un facultativo; pero el ningún conocimiento que tienen de los profeso¬ res v las pocas garantías que dan los contratos particulares, dejan muchas veces siú efecto tan útiles proyectos. En prueba de lo dicho puede presentarse el oficio del señor prefecto de Temascaltepec, que, entre otras cosas, dice: «En Zacualpan nada existe, y sus autoridades v principales vecinos se han dirigido á mí, suplicando les piopoicio ne un facultativo que se quiera establecer en aquella población, ase¬ gurándole una regular iguala. Todos mis esfuerzos han sido hasta hoy inútiles, y deseara que la junta superior de salubridad realizara los míos en obsequio de aquella población, que hoy llama la aten¬ ción por su riqueza.» 393 Las ciudades como México, Toluca, etc,, proporcionan á los infe¬ lices el recurso útilísimo de los hospitales; pero los vecinos de pue¬ blos no pueden disfrutar de este aliVio, por la distancia de los luga¬ res, ó porque son tan escasos sus recursos y tan limitadas sus rela¬ ciones, que ni les basta para gastar en la conducción, aun cuando la enfermedad lo permita, ni pueden estar seguros de encontrar un le¬ cho para descansar por la última vez. ¿Que privilegio tiene la plebe de las grandes ciudades que no deba disfrutar la que habita las cho¬ zas aisladas1? Esta es el yunque de las naciones; aquélla, en su ma¬ yor parte, la plaga y deshonra de las sociedades; en una se hallan vi¬ cios y virtudes, docilidad ó inocencia; en la otra hay más vicios, ma¬ licia y corrupción; ésta vende caro su trabajo; aquélla se sacrifica para vivir con escasez; una y otra pertenecen á la especie humana, y una v otra deben ser atendidas. En las circunstancias en que nos hallamos sería absurdo solicitar que se repartiesen algunos hospitales en el departamento; pero no lo es ciertamente pedir que se establezcan médicos de distrito en los lu¬ gares adonde se carece de este recurso. Es inútil referir la practica que observan en este punto las naciones civilizadas, y las grandes su¬ mas que invierten los gobiernos para socorrer á los súbditos menes¬ terosos, en las muchas casas de beneficencia destinadas á recibir en¬ fermos crónicos, convalecientes, decrépitos, niños, mujeres de parto, etc , á más de los médicos de cantón, que no se encuentran entre nos¬ otros; más inútil es ocuparse en probar las ventajas que sacan las na¬ ciones que cuidan de la salud y la vida de un habitante: Y. E. esta al alcance de ellas, y hará la aplicación conveniente, permitiendo al Consejo que pase á tratar otro de los puntos que se propuso ventilar. Está en los intereses de los enfermos crónicos, del Consejo, del público y de los profesores, que haya en los pueblos hombres instruidos encargados de la salud y la vida de sus semejantes. Las primeras deben cuidar del cumplimiento des las leyes, y entre las antiguas y modernas hay muchos que le imponen la obligación de no permitir que ejerzan ramo alguno de las ciencias módicas sino los profesores recibidos legal mente. Las autoridades y el Consejo ven á su pesar que mientras no tengan los pueblos esos profesores, no se les puede quitar el único y aparente recurso de los que les propor¬ cionan remedios, carezcan ó no de los conocimientos indispensables. ¿Cómo, pues, se podrá exigir á aquéllas ni á éste el cumplimiento de 50 394 sus deberes1? ¿Un juez no tiene en su demarcación facultativos que curen los heridos, que inspeccionen los cadáveres, que digan si hubo envenenamiento, muerte aparente, etc., en los casos que se presen¬ tan? ¿Qué hace? la práctica demuestra diariamente que un mal bar¬ bero, una partera ignorante, ó un presumido charlatán, son autori¬ zados jurídicamente para desempeñar estas funciones comprometi¬ das, que son de responsabilidad para los profesores. La suerte y aun la vida del presunto reo y de la población, queda al arbitrio de esa gente venal capaz de venderse á poco precio y de sacrificar por me¬ nos, cuantas víctimas pueda. ¿Y cómo ese juez ha de prohibir que cure una fiebre el mismo á quien autorizo para que diere su opinión en un caso más comprometido? El Consejo, por otra parte, no puede pretender de Y. E. que los jueces sólo ocupen á profesores, cuando está convencido que no los hay en la mayor parte de los pueblos del departamento. Tampoco puede distribuir los Consejos subalternos ni cumplir con otras de las atribuciones que le están encomendadas por el ordenamiento. Poco se necesita para demostrar que el público, compuesto de jueces, de enfermos, de ofensores y ofendidos, sacará grandes venta¬ jas del arreglo que solicita. La ínfima clase, que carece de recursos, tendrá quien la vea en sus enfermedades, la media y la suprema ba¬ ilará lo que le falta, aun cuando abunde en proporciones; el juez sentenciará descansando en el voto del saber; el delito no quedaiá impune y la inocencia será respetada. El soldado mismo que no es¬ tá atendido, porque es notorio el mal estado del cuerpo llamado de salud, no quedará abandonado a su suerte, como sucede hoy cuando el cumplimiento de sus deberes le llama á esos lugares en donde no tiene recursos. Lo dicho bastaría, para decidir á favor de la medida propuesta, porque los objetos que se han tocado son del mayor interes. Mas quedan otros que no carecen de fuerza y es preciso indicar. El cole¬ gio de medicina tiene un número de alumnos, que reúnen a su ins¬ trucción la solidez de sus juicios y el reposo de la edad maduia. La mayor parte del terreno de México no ha sido visitada por el filóso¬ fo ni el naturalista; se encuentra virgen en su mayor parte, y es el depósito de objetos preciosísimos que vendrán á sacar á luz los amantes de la naturaleza, avergonzándonos entonces de nuestra iner¬ cia y apatía. La materia módica mexicana ha comenzado á foimai- 395 se á muchas millas de la república; nuestras plantas tienen que ii más allá de los mares á que les pongan un nombre que hemos de es¬ tudiar después en libros escritos en otro idioma; el comercio de la droguería nos toma los simples para reducirlos á la menor expresión, y pedirnos por un pomo, adornado con atavíos insustanciales, cuati o veces su valor real; los agentes terapéuticos mas enérgicos se hayan diseminados en el departamento, entretanto que esperamos con an¬ sia que nos vengan de Europa para ensayar su efecto; las artes tie¬ nen también que lamentar este mal, e indirectamente recibiián al¬ gún impulso si se realiza el proyecto; mas no siendo este objeto del Consejo, concluirá esta parte con asegurar que esos alumnos de que se ha hecho mérito, que han de recibirse muy pronto, que no han de tener inmediatamente en la capital bastante clientela paia sub¬ sistir, que se han acostumbrado al estudio y le han cobrado amor á las ciencias naturales, sacarían de ellas el provecho que se desea, j contribuirán de varios modos al engrandecimiento de su patiia. Las corporaciones encargadas de la policía médica, necesitan te¬ ner representantes facultativos en los lugares que se confíen á su cui¬ dado. Ninguno mejor que los médicos de distrito pueden desempe¬ ñar esta comisión. Las autoridades políticas que no están obligadas á ponerlos ni tienen los conocimientos indispensables, se ven en el caso de decidir con peligro de error, ó de consultar á los superiores, cuyo paso, moroso por precisión, es un obstáculo al buen sei vicio, e impide la marcha de los asuntos. Como el Consejo, al dirigir á Y. E. esta sencilla exposición, no tiene más objeto que el de cumplir con las atribuciones que le seña¬ la el ordenamiento, quiere presentar el pro y la contra, con la fi an¬ queza que inspira la verdad. Los vecinos del departamento, como los mas de los pueblos de la república, están acostumbrados á que los asistan en sus enfermeda¬ des curanderos ó ignorantes que aplican remedios ridículos, que tie¬ nen el mayor cuidado en hacer misterio de todo, y aún conseivan los más perniciosos de los sacerdotes del arte. Tin liombie íacional que no crea en sus hechizos y amuletos, que no ponga en práctica las curaciones bárbaras á que están habituados y que no satisfaga sus caprichos, será á sus ojos un tirano en quien no tendrán confian¬ za y acaso verán con horror. Pero este mal es preciso en una época de transición: la ignorancia de esa parte del pueblo ha de tenei fin, * 396 y debe contribuirse á su felicidad, mejorando esa parte de su edu- cación. La experiencia y la necesidad acabarán con preocupaciones tan perniciosas, y llegará un tiempo en que bendigan al gobierno los mismos que al principio recibieran mal sus proyidencias. Ya es tiempo de ocuparse del último punto, y acaso el de más interés; pero afortunadamente el que presenta lioy menos dificulta¬ des. Es muy justo que los que yiven en sociedad contribuyan pio- poreionalmente á cubrir los gastos que tienen que erogarse, supues¬ to que las yen tajas de ese orden social son comunes á los contiibu- yentes; mas como las fortunas no están ni pueden estar repartidas con igualdad, hay una clase que trabaja más, paga menos y en la que tiene el estado que invertir mayores sumas. A esta clase des¬ graciada es á la que lia tenido á la vista el Consejo al emprender es¬ te pequeño trabajo y por ella ha quitado á Y. E. un momento de sus complicadas atenciones. La ley que se acaba de publicaren la capital, el doce del actual, establece una contribución personal, que lian de pagar todos los ha¬ bitantes de la república, varones, desde diez y ocho años cumplidos, que tengan bienes ó se hallen capaces de trabajar: según el artículo 2.° de dicha ley se destina la mitad del producto de esta contribu¬ ción á cubrir el deficiente del presupuesto de gastos de cada depar¬ tamento, y según el tercero pueden las juntas departamentales dic¬ tar y poner en ejecución las providencias de que habla la quinta atribución constitucional, entre las que se halla de mejorarlos esta¬ blecimientos de instrucción y beneficencia pública. Yada más útil ni más necesario que invertir una pequeña parte de esta contribu¬ ción, en provecho de los contribuyentes. Entre los objetos de bene¬ ficencia pública, este es uno de los que más llama la atención y de¬ be atenderse de toda preferencia. La E. Junta departamental, de acuerdo con Y. E., ha dispuesto en el artículo 41 del ordenamiento, que entretanto se dotan cuatro plazas de médicos para pobres, se turnen para asistir á los de IMexico los once catediaticos y el pie ceptor del establecimiento. Y. E. y la E. Junta conocieron desde en¬ tonces la necesidad de esas plazas, aun en donde se tienen otros au¬ xilios que faltan en los pueblos. La ley antes citada pone en manos de la E. Junta y de Y. E. los recursos más á propósito para subvenir á esta necesidad, y el Consejo no duda que se pondrá el íemedio, pe¬ netrado como está de la filantropía del gobierno depaitamental. 397 Como por fortuna no todos los pueblos del departamento carecen de facultativos, no en todos deben ponerse médicos de distrito. Por las notas que han dirigido los profesores y las noticias que tiene el Consejo, cree que por ahora pueden dotarse veinte facultativos, que distribuirá en vista de los datos que ha reunido y de los que faltan y espera recibir. Si esta corporación pretendiera una recompensa digna del trabajo y responsabilidad de los médicos de distrito, aca¬ so no podría cubrir los gastos, la parte de contribución destinada al departamento; pero considerando la escasez de recursos, que los pro¬ fesores quedan en libertad para asistir á los vecinos de proporciones que les han de pagar, y, sobre todo, fiado en la filantropía de los fa¬ cultativos, quiere solamente señalar una gratificación con que pue¬ dan contar y decidirse á fijar su residencia en el punto que se les de¬ signe, cuidando de propagar la vacuna, de asistir á los pobres de valde, de curar á los heridos, inspeccionar los cadáveres y desempe¬ ñarlos encargos que crea el Consejo pueda confiarles. Como no todos los pueblos del departamento presentan iguales recursos, la dotación no puede ser general, y se debe aplicar en pro¬ porción á cada lugar. Tampoco puede dejarse de formar un cálculo para demostrar el poco costo con relación á las ventajas que resulta¬ ría al gobierno. Parece que los individuos que obtengan estas pla¬ zas, quienes han de ser precisamente médicos y cirujanos, no deben disfrutar menor gratificación que la de veinticinco pesos mensuales, ni á los que tengan más se dará una cantidad que pase de cuarenta. Supóngase que doce profesores disfruten veinticinco pesos, que cua¬ tro tengan treinta, y cuatro cuarenta, resultarán los gastos de qui¬ nientos ochenta pesos cada mes; á él se agrega otro de doscientos veinte pesos en medicinas y barbero, siendo el total de ochocientos pesos, con cuya cantidad se tendrán socorridos más de cuarenta pue¬ blos del departamento. Como aún no se han reunido todos los datos, no puede presen¬ tarse la exacta distribución en cada uno de los lugares que han de ser beneficiados: mas lo expuesto es suficiente para probar, que la contribución personal debe destinarse á un objeto tan útil y ne¬ cesario; que es bastante para dejar una pequeña parte al socorro de los contribuyentes, y que las utilidades que han de resultar al gobierno y al público son inmensas. Si V. E. adopta este proyecto, tendrá el Consejo la satisfacción 398 de formar el presupuesto con la especificación que exige el asunto. Entretanto, cree haber desenvuelto los puntos que se propuso tra¬ tar, con la consición propia de estos escritos. Si no liay en el la cla¬ ridad necesaria, si carece de frases poéticas que lo hagan ameno e interesante, y si por ultimo, le falta un estilo sublime que hable al entendimiento y decida al corazón, la prudencia de \ . E. suplirá es¬ tos vacíos, y el Consejo quedará satisfecho con haber procurado el bien á la clase más necesitada del departamento. 399 F Jjjj Din ■I ERRO METEORICO DE YAN Sabido es que la voz Aerolitlio se deriva del griego, y equivale en nuestro idioma á — piedra del aire — no obstante que el Diccio¬ nario la define diciendo — que es piedra que cae de las nubes. Pocos objetos pueden competir en cuanto á la sinonimia con estas miste¬ riosas producciones; generalmente están confundidas, cualquiera que sea su composición, bajo las denominaciones de piedras del cielo ó del rayo, globos de fuego, fierro meteórico, nativo y volcánico, ura- nolitos, ceraunitos, acero nativo, bólidos, meteoritos, meteorolitos, etc., etc.; pero rigurosamente hablando, la voz aerolito es la menos propia, refiriéndose á las masas ferruginosas que, como la que me ocupa, difieren de las piedras meteóricas, por su tamaño, testura, composición, etc., etc. Así las lian distinguido los mineralogistas y los geólogos, debiendo, por tanto, usar en lo que paso á decir, del nombre más propio y significativo, como lo es el de fierro meteórico. Pero antes no estará de más, ya que se trata este punto, el lla¬ mar la atención sobre la propiedad de aquella voz, supuesta la con¬ veniencia de uniformar el idioma. Suele decirse, aun por personas ilustradas, aerolita por aerolito, equivocando así el género y la acen¬ tuación; mas como se lia generalizado tanto el decir aerolito, y por otra parte la pronunciación es más fácil, no veo gran inconveniente en adoptarla, mas sí lo hallo en hacer el nombre femenino. El origen de estos cuerpos, así como el del fierro meteórico, no está aún satisfactoriamente decidido; pero sí el de su caída á la su¬ perficie de la tierra, de lo cual no se dudó aun doce ó catorce siglos antes de la era cristiana, según dice Beudant. Y aunque más tarde 400 no se dio fe al testimonio de los que presenciaron el 7 de Noviem¬ bre de 1192, en Ensislieim, la caída de las piedras meteoricas, casi á la vista del Emperador Maximiliano, ni las de otras muchas en di¬ versas localidades y en años posteriores, cuya narración fue mas tarde objeto de risa y burla, al fin, no podiendo dudarse más de he¬ chos auténticos, comenzaron á vacilar los sabios en 1795, y la con¬ vicción fue universal después de la caída de piedias en Eengala, j del fenómeno del Aguila en No rinan día. Desde entonces hasta hoy no se duda del fenómeno, ni menos en México, donde se ven caer con frecuencia todos los años, precisamente en esta época. Dos cuestiones preocupan á las personas inclinadas álaobseiva- ción de los fenómenos y de las producciones naturales: la primera consiste en dudar, si dada una masa de fierro, es ó no meteorice; la segunda se refiere al descubrimiento del origen ó procedencia de esos trozos metálicos. En cuanto á la primera, es preciso convenir en que, los que nie¬ gan y los que dudan, no carecen enteramente de razón, porque mu¬ chas veces se ha reputado como fierros meteorices los que no lo son. Aquí mismo se tuvo como tal, durante algún tiempo, el fierro pro¬ cedente de una almadaneta. Por fortuna la existencia ó no del níquel es un buen medio para resolver tales cuestiones. Varios de los que han visto el meteorito de Yanlniitlán, niegan que sea de origen me¬ teorice; pero, en primer lugar, lo que se sabe con relación á su his¬ toria, aleja toda duda, y en segundo, la composición, confirma este origen. Un cuanto á la segunda cuestión, que es la relativa a la proce¬ dencia de estos cuerpos, se lian formado las siguientes suposiciones, v otras que no es necesario mencionar. Primera. — Que hallándose en la atmósfera las moléculas me¬ tálicas en estado de vapor, se condensan por el enfriamiento, y for¬ mando masas de diversos tamaños, descienden en virtud de la pro¬ piedad que es común á todos los cuerpos. Segunda. — Que esos trozos, así como los aerolitos propiamente dichos, son arrojados por los volcanes lunares. Tercera. — Que son desprendidos de los planetas conocidos. Cuarta.— Que en sí son planetas indispensables inapreciables por su tamaño, y que recorriendo su órbita, llegan á tocar un punto en el cual, siendo superior la fuerza de la atracción terrestre, vence 401 ésta á la que les era propia y normal, lanzándose en consecuencia sobre nuestro globo. Este último supuesto es el que generalmente se admite aunque sin plena convicción, no obstante el apoyo que se pretende darle por la analogía con las estrellas errantes. Como quiera que sea, el hecho es que en México abunda el fierro meteórico. En Jiquipilco, dice el Sr. del Ilío, fué la lluvia menuda como lo indica la pequenez de los pedazos que se hallan en los te¬ rrenos de labor; habiendo caído en grandes masas en la hacienda de Potosí, Durango, Zacatecas, etc., etc. El Barón de Humboldt dice haber hallado en las inmediaciones de Toluca, y diseminadas en los campos, varias masas semejantes á las de San Yago, descubiertas por el Sr. Rubín de Oelis. Se sabe, además, que en estos y otros lu¬ gares del territorio mexicano, hace algunos años que á veces se han servido los herreros del fierro meteórico, y que aun en ciertos casos lo estiman y prefieren por su buena calidad, lo cual se debe, entre otras cosas, á que está ligado con el níquel. Las análisis hechas hasta aquí, manifiestan, que por lo común el fierro meteórico más puro contiene níquel, como el del Niágara, se¬ gún Rochwel: se dice que John encontró solamente fierro y cobalto en un ejemplar de México; en varios existen ambos metales, y tam¬ bién sellan hallado, como más comunes, el cromo, manganeso, cobre, calcio, estaño, magnesio, etc., etc.; é igualmente otros elementos, o sean mineralizadores, según llaman algunos, y son el azufre, silicio, arsénico, carbono, y aun en sentir de Berselius, una substancia par¬ ticular que presume pudiera ser un nuevo cuerpo simple. ¿Pertene¬ cerá éste á algunos de los nuevamente descubiertos, antes ó después de la preciosa invención del espectroscopio? * Tal vez; más por ahora nada puedo asegurar, en cuanto al de Yanhuitlán, del cual paso á ocuparme: Peocedeiñtcia. — El Sr. D. Ramón Larrainzar, en cuya casa he visto la masa meteóriea, ha tenido la bondad de proporcionarme al¬ gunos informes, que coinciden con las noticias puestas por el Sr. D. Manuel Orozco en el Suplemento al Diccionario de Geografía y que substancialmente dice así, al tratar de esa producción meteóriea: * Diré de paso, que prefiero esta voz á la más usada de espectrómetro, porque me parece que así lo exige la propiedad, supuesto que el instrumento no tiene por objeto medir el espectro, y sí ver en el espectro ó por medio de él. 51 402 «Se cree que cayó eu la Mixteca alta, al pie de un cerro conocido bajo el nombre de Deque-Yucunino, á siete mil pies ingleses de ele¬ vación, como á los 17° 29' de latitud boreal, y a 1° 47 , de lon¬ gitud oriental de México, en un pueblo llamado Santo Domingo Yanhuitlán, cabecera del partido de su nombre, Distrito de Tepos- colula, del cual dista cuatro leguas, y veinticinco de la Ciudad de Oaxaca, que es la Capital del Departamento á que pertenece el pueblo.» Yada se dice, ni creo que se sabe, en cuanto á la feclia y año en que cayó; pero sí se agrega que fue reconocido el meteorito por Mr. Austides Eranklin Moriney, habiéndole encontrado berro, níquel y sílice, sin mencionar las proporciones. Peso de la masa meteórica. — El mismo Sr. Larrainzar me aseguró haberla pesado, hallando que tenia novecientas diez y seis libras, ó sean cuatrocientos veintiún kilogramos, quinientos ochenta y cinco gramos, cuyo peso indudablemente no es el primitivo, pues luego se nota habérsele quitado una buena parte. Aspecto. — Como se advierte en los adjuntos dibujos marcados con los números 1 y 1 (bis), á primera vista es el de una matatena irregularmente piramidal, y cuyos extremos correspondientes al eje mayor, aparecen deprimidos, formando dos caras casi planas, una mayor que la otra; las superficies correspondientes á los ejes meno¬ res, son en su mayor parte unidas y compactas, dando en general un sonido fino y claro, como el de un yunque; sólo en las pocas super¬ ficies ásperas, se percibe éste algo mate ó apagado. Casi puede de- ciise que no hay oxidación superficial, pues la que se advierte debe reputarse como insignificante, y más, teniendo presente, que la masa ha estado en condiciones favorables para cubrirse de orín, lo cual confirma la observación de algunos autores, quienes atribuyen esta propiedad á una especie de barniz que libra al metal de las influen¬ cias oxidantes. La masa presenta tal dureza, que fueron rotos dos cinceles al tomar una parte, costando no poco trabajo el obtener alguna lima¬ dura. Las superficies descubiertas presentan el gris de acero carac¬ terístico del fierro uieteórico, aproximándose al blanco de plata; la parte visible del interior de las grietas, de que trataré adelante, se encuentra en parte ennegrecida, y se perciben algunos cristales ru¬ dimentarios correspondientes al primer sistema. Por último, haré notar que en varios puntos se descubren los efectos del instrumento 403 empleado para tomar ejemplares, debiéndose inferir, como dije, que el peso actual es seguramente menor que el primitivo. Mas volviendo á la forma, agregaré: que al tomar las medidas de la masa meteórica, en unión de mi apreciable amigo el Sr. Don Luis Varela, le ocurrió la idea de ver en ella un grande cristal cuyas for¬ mas regulares, aunque alteradas por causas tan desconocidas como su origen, pudieran determinarse muy aproximadamente, por la in¬ tegración á que conducen las partes menos alteradas. En efecto, pu¬ diera ocurrir como hipótesis, el representarse un tetraedro irregular, ó una pirámide algo inclinada de base triangular, cuyos tres ángulos serían de 112° 5, 36° 5 v 31°, siendo muv de notar el truncamiento de los dos ángulos triedros agudos, B, O. (figura 2.a) de la proyec¬ ción horizontal de la pirámide. La altura de ésta, es decir, la del vértice A, deberá estimarse, con corta diferencia, igual á la mayor profundidad actual del fierro meteórico, puesto que las aristas A. B., A. O., A. D., se conservan aún lo bastante para determinar la figura, no pudiendo dudarse que las interrupciones notoriamente ar¬ tificiales que se observan en la intersección de las caras laterales, proceden de las muestras que se han tomado en los puntos más ac¬ cesibles al cincel, que no deben confundirse con las alteraciones é> modificaciones que le son peculiares. Entre los caracteres de cristalización que pudieran suponerse, sería acaso el más notable el truncamiento indicado en A. B. y C. D., cuyas fases sensiblemente paralelas entre sí, son perfectamente planas, como si en ellas no hubiera obrado la causa que desarreglo muchas partes de la figura original, redondeando las caras y princi¬ palmente la intersección de la base con las fases laterales, así como el ángulo triedro D. El carácter de estos detrimentos es el mismo que habría resultado en un prisma semejante de piedra, rodado lar¬ go tiempo por las aguas de un torrente impetuoso. También llama la atención una ranura perfectamente recta de cosa de tres milímetros de profundidad, que se advierte en la base, á once milímetros de truncamiento A. B. y paralela á ella. Aunque por su apariencia pudiera juzgarse hecha artificialmente por medio de la sierra, repugna tal hipótesis, considerada la suma dureza del metal y varios accidentes que indican ser otra la causa. Las medidas aproximadas de la masa metálica, son: 71 centíme¬ tros de truncamiento á truncamiento, 15 centímetros en su mayor 404 latitud, correspondiente al eje transversal D. E., y de altura, eu el punto correspondiente á A. Acaso pudiera confirmarse la suposición antedicha, teniendo presente una propiedad particular del metal, y es, que al escofinarlo, y, más aun, al forjarlo, se nota esa separación laminar, que no es co¬ mún encontrar en los fierros del comercio, y si, como se sabe, en los cuerpos cristalizados. Así es que, eu el supuesto de que esa grande masa fuera un cristal modificado ó en parte destruido por acciden¬ tes especiales, acaso se tendría un camino para llegar á conocer el origen de esos meteoros. Aun sin ello, creo que debe fijarse la aten¬ ción en un hecho, que por serlo, nada hay en el de teoría, cual es la existencia de los pequeños cristales que se descubren en algunas grietas. Cuestiones son estas que exigen todos los conocimientos de las personas dedicadas al estudio de los curiosos fenómenos meteo¬ rológicos, ellas apoyarán ó desecharán la idea que me lie decidido á indicar, fundado en resumen en estos datos principales: la forma del sólido, la separación laminar y la existencia de algunos pequeños cristales, en las cavidades ennegrecidas que presenta la masa. Veamos las indicaciones relativas al peso específico y á la com¬ posición. Peso específico. — Tomado el del fierro tal como resulta cortado por el cincel, ha sido de . 7,82441 Majado en frío, dio . 7,82993 Este peso está tomado en una balanza de precisión sensible á un diczmiligramo, con una masa de poco más de doce gramos, y redu¬ cida la temperatura del agua á + 4°c. Composición. — Cien partes han dado: Fierro, estimado por el carbonato de ba¬ rita v por el succinato de amoniaco.. 96,58182 Níquel, apreciado por el bioxalato de potasa . 1,83200 Substancias volátiles, estimadas por di¬ ferencia . 0,36210 Arenas, conteniendo siliza libre, pi- roxena en sus variedades negra, blanca y verdosa, y acaso algunas otras materias análogas . Al frente . 98,78152 0,00560 i 405 Del frente . 98,78152 Carbono, estimado por el bióxido de mercurio . 0,00018 Cal, separada por el sulfidrato y por el oxalato de amoníaco . 0,60815 Alúmina y pérdida . 0,61015 = 100,00000 ADVERTENCIAS Y OBSERVACIONES. Se ha fijado la proporción del fierro sin considerar la que se ob¬ tuvo por el permanganato, atendiendo á la mayor exactitud en los métodos de pesadas, á la baja indicación que dio este reactivo, y á la coincidencia entre los dos mencionados antes. Gomo la cantidad limitada de metal de que podía disponer, no permitió repetir la ope¬ ración, para estudiar el carbono, y como además está calculado por el volumen de ácido producido y no por el peso, no confío en el re¬ sultado, y sí presumo que la proporción lia de ser mayor, puesto que las substancias volátiles parecen ser carbonadas, lo que por igual motivo no he podido estudiar. La sílice y demás que constituyen las arenas, han sido apreciadas por el aspecto. Me parece que podrá ser útil el anunciar, que en las varias reac¬ ciones propias á estos trabajos, se han presentado algunos fenóme¬ nos no cumunes, que pudieran conducir á la presunción de ser de¬ bidas á la existencia de algún cuerpo ó combinación desconocida. ISTo debo concluir sin llamar igualmente la atención sobre algu¬ nos puntos que juzgo de interés, ya con relación á la procedencia de estos meteoros, y más aún á la necesidad de rectificar las análisis de los que fueron examinados hace algunos años, así como las de los que no han sido analizados. En cuanto á lo primero, me fundo en los adelantos de la ciencia, en la mayor exactitud de los medios con que hoy puede contarse y en que habiendo, como hay en general, diferencias en los resultados analíticos, la repetición de éstos condu¬ cirá á la exactitud. Con relación á lo segundo, es decir, á las produc¬ ciones meteóricas aún no examinadas, es fácil conocer la razón que hay para ello: además, casi pudiera decirse que hasta una época re- 406 cíente se lia señalado la existencia de compuestos ó de elementos que hicieran presumir en la de algunos cuerpos orgánicos fuera del globo terrestre. Esos nuevos cuerpos simples que sospechó Mr. Berzelius que existirían en estos productos meteoricos; ese barniz á cuya presencia atribuyen otros la no oxidación de las masas ferru¬ ginosas; y por último, lo que se anuncia respecto al curioso fenóme¬ no meteórico observado en Mayo de 1868 en Montauban \ a ai ios lugares de Erancia, así como el análisis de esas producciones, todo tiende á apoyar la hipótesis relativa á la existencia de substancias orgánicas en esas curiosas producciones, demostrando más y más la importancia en la indagación del origen ó procedencia de unas y otras. Y ya que en el teritorio mexicano abundan, tanto el fierro meteórico como los aerolitos, no será tiempo perdido el que haya de emplearse en examinarlos, y en el estudio propio para la resolución de las cuestiones que están por resolver. México, Diciembre 31 de 1864. 407 EL SEÑOR PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD FARMACEUTICA MEXICANA, DOCTOR DON LEOPOLDO RIO DE LA LOZA, pide al señor Presidente de la República, POR CONDUCTO DEL SEÑOR MINISTRO DE GOBERNACIÓN, LA PROPIEDAD LITERARIA DE LA FARMACOPEA Y SU OBSERVANCIA EN LAS OFICINAS DE FARMACIA. (Tomado de la “Gaceta Médica,” Periódico de la Academia de Me¬ dicina de México). La Sociedad Farmacéutica de México tiene la satisfacción de po¬ ner en conocimiento del ciudadano Presidente de la República, por conducto del Ministerio del digno cargo de TJd., que está concluida la impresión de la «Farmacopea Mexicana,» y sólo pendiente de la encuadernación, porque para mandarla liacer necesita conseguir la resolución del Supremo (Gobierno, relativa á dos puntos importantes. Es el primero la declaración de la propiedad literaria, á la cual tiene derecho la Sociedad, conforme á la ley. Dicha declaración ya se pide hoy por conducto del Ministerio de Justicia. El segundo, y que motiva esta comunicación, es relativo á pedir al ciudadano Presidente, que si revisada la obra, de la cual remito á Ud. dos ejemplares, se juzgare que puede substituir con algunas ven¬ tajas á la antigua «Farmacopea,» publicada en 18J6, y cuya edición está agotada, tenga la bondad de disponer que las boticas del Distrito Federal y las de la Baja California, se arreglen á las prescripciones de la «Nueva Farmacopea» en lo relativo á las preparaciones oficina¬ les, pues en cuanto á las magistrales, claro es que tienen los profeso¬ res médicos la libertad necesaria para prescribir las que les convinie¬ ren ó juzgaren preferibles. 408 Como la Sociedad juzga conveniente poner cuanto antes á dispo¬ sición del público la obra mencionada, ruega á Ud. que tenga la bon¬ dad de interesarse en el despacho de este asunto. Independencia y libertad. México, Agosto 10 de 18 M. Leopol¬ do Lío de la Loza, presidente. — O. Lie. Cayetano Gómez y Pérez, en¬ cargado del Ministerio de Gobernación. — Presente. 409 Y DE 30 DE ENERO D (Tomado de “La Unión Médica de México.” La primera lectura de esa ley nos hizo conocer las dificultades que presentaría su ejecución en unas partes, y que en caso de lleva 1- se en otras á efecto daría resultados contrarios al espíritu con que sin duda fue dictada. Desde luego nos propusimos llamar la aten¬ ción de la autoridad en solicitud de un remedio, tanto más conve¬ niente y necesario cuanto que todo el que vea la ley aun pudieia inferir que las ciencias medicas se hallan en México, en un atiaso que á la verdad no tienen. Sin tiempo para realizar oportunamente ese propósito, liemos tenido el gusto de ver publicados dos aitículos en el Boletín del Cuerpo Médico Militar, en los que se tocan los puntos principales. No obstante, como el autor del articulo se ocu¬ pó someramente del decimocuarto de la citada ley, y no estemos en¬ teramente conformes con todas sus observaciones, haremos algunas que acaso puedan apoyar las que esencialmente comprenden los ai¬ tículos del Sr. Yander-Linden. El cloruro de zinc es acaso el compuesto menos adecuado para inyectar los cadáveres que se pretenden conservar: desde luego tie¬ ne el inconveniente de ser más untuoso al tacto que otios cloiuios; de que la preparación no es de uso común y sí de precio más subi¬ do; pues aún cuando esta consideración no se juzgue de grande im¬ portancia, no por eso debe despreciarse: los instrumentos son ata¬ cados más fácilmente, y sobre todo, y es la razón principal, lejos de conservar la coloración natural de la piel es común que tome un as¬ pecto bronceado ó moreno, más ó menos subido, según el método y 52 410 cuidado que se tiene en la preparación del cloruro. Resulta que, le¬ jos de ser el del zinc el mejor conservador y el más económico, es por el contrario una de las substancias cuyo uso debe proscribirse en tales casos. Quiero, sin embargo, suponer que liay en esto equivocación, y que al contrario es boy el mejor de los conservadores: ¿se inferirá, co¬ mo dice el Sr. Vander-Linden, que lo lia de ser siempre? ¿Será pru¬ dente que una ley marque el basta aquí de las investigaciones? A la verdad, que apenas pueda concebirse cómo al profesor ó profesores que intervinieron en la formación del art. 14 de la ley, se ocultaron estas y otras muchas reflexiones que es excusado presentar: y digo que intervino algún facultativo, porque no es de creer fuera puesto por personas extrañas: acaso se quiso dar una prueba de erudición con perjuicio de la ciencia médica. Sea como fuere, pretendemos con el articulista, que se revise la ley y se medite, consultando con personas capaces de juzgar sobre cada uno de los puntos facultati¬ vos que comprende: el voto de un hombre instruido será bueno; pe¬ ro puede alguna vez ser parcial ó inadecuado; puede no ser medita¬ do; y ya que el legislador carece de los conocimientos necesarios pa¬ ra juzgar rectamente, debe asesorarse como lo hace en casos análo¬ gos. Entretanto se revisa la ley, sería conveniente suspender sus efectos. 411 CONSERVACIÓN DE LOS CADAVERES. (Tomado del “Periódico de la Sociedad Fiioiátrica de México,” La conservación de los cadáveres por las sales de alumina o sus compuestos binarios, no debe tenerse como seguro, sino tomando otras precauciones á más de las indicadas en la memoria relativa á su preparación, leída por el Sr. Várela en la sesión del mes de lime¬ ro. Oreo será de alguna utilidad dar á conocer algunas de las obser¬ vaciones que lie podido liacer sobre esto en los casos que se me lian presentado, y cuyos resultados son conocidos de algunos de los so¬ cios que me escuchan. Advertiré, en primer lugar, que no hay inconveniente en que las soluciones de acetato y de cloruro recomendadas, se usen á más de los diez y siete grados que se aconseja generalmente; por el contra¬ rio, mientras más concentradas están es más seguro el efecto, y bien puede usarse una mezcla de las dos que marca 2CH sin temor de que cristalice, lo que sería sin duda un inconveniente. A ese grado es¬ taba la que sirvió para la Señora Cortina, y la inyección se hizo con la misma facilidad que si se hubiera empleado la que generalmente se recomienda, y no obstante que el líquido abandonado al aire en corta cantidad, cristalizaba en muy poco tiempo. Es verdad que la mavor concentración aumenta el valor del líquido; mas debe tenei- se presente, que el aumento consiste en una mitad más, que nada importa supuesto el gasto principal de la operación. Y aunque en los casos comunes el líquido á 10° asegura por sí el resultado, hay otros en que es indispensable asociarlo con algunas substancias que favorezcan su acción. La infiltración parcial ó total y el derrame en alguna de las cavidades, hacen ineficaz este medio de conservación, notándose tres efectos que se oponen al que desea, y son: la descom¬ posición de las sales de alúmina por la serosidad; su mayor dilata¬ ción en el agua, y por último, que la cantidad de líquido inyectado disminuye en razón directa de la serosidad infiltrada. «/ Como toda la alúmina precipitada por la serosidad deja de ser higroscópica, y la virtud de sus sales depende de esa propiedad, cuanta mayor sea la cantidad de óxido precipitado, hay mayor faci¬ lidad de que se verifique la descomposición cadavérica. El líquido inyectado y la serosidad derramada, se mezclan en parte después de algún tiempo, y lejos de impedir la descomposición la favorecen, porque sobrando agua para disolver las sales, queda más de la nece¬ saria para la descomposición, supuesto que la serosidad privada de bases y la alúmina precipitada, dejan libre la agua correspondiente. Aunque no tengo un número suficiente de datos para demostrar que las infiltraciones no permiten la inyección de toda la cantidad de líquido que sin ellas admitirían los vasos sanguíneos, me bastará decir que así lo he observado en dos casos, y que el raciocinio no se opone á estos hechos. Cuando hay ascitis ó hidro tórax, es fácil remediar los inconve¬ nientes indicados haciendo previamente la punción, para dar salida al líquido derramado en las cavidades y hacer después la inyección; mas no sucede lo mismo en los casos de edema, ni yo sé si el méto¬ do que he adoptado es el más conveniente. Largas incisiones que in¬ teresen la piel y el tejido celular, un vendaje que comprima fuer¬ temente y con igualdad, abandonar el cadáver por doce ó más ho¬ ras para poner después nuevas vendas, si no fueren suficientes las primeras y dejar el cadáver en el baño conservador; he aquí lo principal del método que he seguido hasta ahora y ha dado buenos resultados. Aunque antes preparaba el agua del baño con el mismo líquido albuminoso empleado en la inyección, me persuadí bien pronto que no era suficiente, y preferí usar una solución de bicloruro de mer¬ curio hecha en alcohol aromático y proporcionada al estado y al ta¬ maño del cadáver. Para esto me sirvo de una tina ó cajón hecho al intento para que el cadáver quede sumergido en el líquido sin que sea necesaria mucha cantidan de agua como se tiene que emplear, 413 sirviéndose de las tinas comunes. Dos libras de bicloruro disuelto en seis de alcohol de cidras compuesto, es suficiente para un cadᬠver de adulto, siempre que no haya comenzado la descomposición, ni hubiere infiltraciones, ni muerto de alguna de esas enfermedades en que hay descomposición de la sangre, como sucede en el escorbu¬ to, fiebre y escarlatina tifoideas: en estos casos es preciso poner una libra más de bicloruro y tres más de alcohol aromático. El resultado es más seguro cuanto más permanecen los cadáve¬ res en el baño; pero debe éste interrumpirse de tiempo en tiempo pa¬ ra que por su exposición al aire se evapore el agua de la periferia, fa¬ voreciendo así la descomposición del bicloruro, con el objeto de que el proto, que resulte forma una capa más gruesa, que se oponga á la acción del aire y asegure el resultado. Acaso pudiera creerse, que supuesta la preferencia que doy al compuesto de mercurio para el líquido del baño, también debería usarlo para la inyección, abandonando enteramente las sales de alúmina; mas tengo entre otras razones, dos que considero de gran pe¬ so: 1.a Las sales de alúmina inyectadas, reobran sobre el bicloru¬ ro y los productos que resultan, impiden la descomposición orgáni¬ ca. 2.a La solución mercurial ataca los instrumentos y los destruye con facilidad. Debo también notar, que el método propuesto no tiene el gran inconveniente de ennegrecer los cadáveres como sellan visto en Mé¬ xico algunos, aunque probablemente lia consistido en la mala pre¬ paración de las soluciones que generalmente se han hecho por doble descomposición. Pudiera sospecharse que el uso del mercurio en el líquido del baño determinará el mismo efecto, pero no sucede así según ha demostrado la experiencia. Para dar á conocer mejor el buen efecto de las sales de alúmi¬ na empleadas en las inyecciones, referiré un hecho que últimamen¬ te notaron conmigo los Senos Durán, (taleuxowski y Martínez del Pío. El cadáver de la Señora Cortina había sufrido tal descomposi¬ ción á las veinticuatro horas después de la muerte, que se hacía no¬ table hasta en el cuello y orejas: quince horas después de la inyec¬ ción y al primer baño había desaparecido enteramente, aun en mu¬ cha parte de la espalda. Es inútil ocuparse en manifestar que, no obstante las prepara¬ ciones indicadas, hay cadáveres que no pueden conservarse por la 414 inyección, sea cual fuere el método que se adopte y el líquido que haya de emplearse: el embalsamiento es en tales casos el mejor re¬ curso, y el barniz de albuminato de cal puesto antes del primer ven¬ daje, contribuye mucho al buen resultado. TERAPÉUTICA APUNTES SOBRE LOS EFECTOS DE LA TARÁNTULA, ADMINISTRADA AL INTERIOR. (Tomado del “Periódico de la Sociedad Filoiátrica de México.”) Aunque teníamos pensado no publicar nuestras observaciones sobre el uso de la tarántula basta que fueran suficientes para podei formar una historia completa de la acción de este nuevo agente te¬ rapéutico, nos liemos resuelto, sin embargo, á dar ahora estos apun¬ tes por no privar á los que quieran emplear pronto este producto animal, de los pocos datos recogidos hasta ahora y de cuya exacti¬ tud salimos garantes, y nos hemos afirmado cada vez más en esta resolución al reflexionar, en que, el que quiera administrar esta subs¬ tancia, no sólo se encuentra en una ignorancia casi completa de su acción sobre la economía animal, sino aun de las preparaciones y dosis en que debe emplearse, pues lo único que se sabe es que es un sudorífico bastante enérgico. En vista de esto hemos creído que es¬ tas observaciones, aunque cortas en número é incompletas en algunos puntos, pueden ser útiles á los médicos que quieran usar de una me¬ dicina que, en nuestro juicio, ha de ser con el tiempo de una aplica¬ ción frecuente y provechosa. No por esto dejaremos de continuar haciendo observaciones que, reunidas á las que publiquen otros pro¬ fesores, nos den nuevos datos que nos pongan en estado de describir la acción fisiológica y terapéutica de la tarántula con más extensión v exactitud. 416 Ahora comenzaremos estos apuntes con la descripción zoológica del animal, para que puedan tenerla á la vista los sujetos que de¬ seen emplearlo. DESCRIPCION. La tarántula pertenece á los animales articulados, clase 3.a, arac- nides, tribu de las vagabundas, primer subgénero Licosa taréntula. Tiene ocho ojos planos, de los cuales dos son mayores. Las man¬ díbulas en ganchos, cuerpo sin escamas, cuatro pares de patas robus¬ tas y cada una con siete articulaciones, dos pedi palpos poco más pe¬ queños y sin zarpa, dos manchones carnosos en la extremidad abdo¬ minal. Las tarántulas habitan en excavaciones hechas en la tierra y entapizadas de filamentos que impiden se desplomen las paredes. En invierno cierran por lo común la entrada de estas habitaciones o permanecen en ellas acechando la presa si carecen de provisión. La hembra lleva consigo sus crías por algún tiempo en la parte externa del abdomen, asegurándolas por medio de hilos; entonces el animal tiene el aspecto más horrible. Las tarántulas de que hemos hecho uso, han sido traídas de las tierras calientes situadas al Sur de México, en cuyos lugares se en¬ cuentran en abundancia. Preparación farmacéutica de tarántulas, y dosis en que se han empleado. Tintura alcohólica de tarántulas. Tarántulas . 1 onza. Alcohol á 36° de Cartier . 12 onzas Se lavan las tarántulas con alcohol á 22°, se machacan, se dejan en numeración en el de 36°, por quince días, se cuela el líquido con expresión y se filtra por papel. Del mismo modo se prepara la tintura etérea, empleando el éter sulfúrico medicinal en lugar del alcohol á 36° y las alcohólicas de 22° y 32° empleando el alcohol á estos grados. 417 El cocimiento se lm hecho poniendo á hervir durante dos minu¬ tos un escrúpulo de tarántulas en una libra de agua común, y colan¬ do el líquido. Dehe prepararse diariamente porque se altera con fa¬ cilidad. El cerato se ha preparado reduciendo por trituración á una masa suave dos onzas de tarántulas, y mezclándola á una libra de cerato de Galeno: también se ha preparado mezclándolo con la tintura al cohúlica de 32.° Al interior se han usado el cocimiento acuoso, las tinturas al¬ cohólicas á 22°, á 32° y á 36°, y la etérea, al exterior, las tinturas alcohólicas v el cerato. El cocimiento se lia dado hasta la dosis de 10 onzas en veinti¬ cuatro horas, en una ó en dos tomas, comenzando por una onza. Las tinturas alcohólicas hasta la dosis de doscientas gotas en una ó dos tomas, comenzando por cuatro. El éter, hasta veinte gotas en las veinticuatro horas comenzando también por cuatro. De las tres preparaciones, acuosa, etereay alcohólica dadas varias veces á los mismos individuos, calculando las proporciones de ma¬ nera que tomaran la misma cantidad de producto animal, es decir, cantidad de líquido en que se hubiera empleado la misma porción de tarántula, ha resultado menos activa la acuosa, más la eterea y mucho más la alcohólica. Para mayor claridad se prepararon las tres con la misma cantidad de animal á razón de una onza por libra, y se obtuvo siempre el misino resultado. La causa de que no se usara habitualmente del cocimiento acuoso preparado á razón de onza por libra, era la rapidez con que entraba en putrefacción, tanto mayor, cuanto érala cantidad del animal con relación á la del agua. Respecto de las tres tinturas alcohólicas se ha, notado que la de 36° es la más enérgica; esto hace creer que la de 40 lo será más, pero todavía no la hemos usado. * Es digno de atención el que aun con esta dosis de cuatro gotas, los enfermos suden muchas veces con abundancia, sobre todo si se atiende á lo muy pequeña qne debe sei la cantidad de principio activo que contengan cuatro gotas de alcohol, cuando la tintura tiene la duodécima parte de tarántula y todavía queda del animal un gran residuo por las par¬ tes que no son solubles. Este es un fuerte argumento contra algunos autores de terapéu¬ tica que no admiten sudoríficos propiamente dichos y dicen que cuando un líquido hace sudar, es por la mucha cantidad y alta temperatura á que se le administra. 53 418 Al exterior liemos hecho uso del cerato y la tintura alcohólica: el primero en las úlceras, la segunda en las manchas dolorosas de los lazarinos; pero no teniendo hoy sino muy pocos datos, hablare¬ mos de esto cuando nos ocupemos de la parte terapéutica. ACCION SOBRE LA ECONOMIA. Sobre 13 enfermos, 10 lazarinos, 2 elefancíacos y 1 atacado de ambos males, á quienes se lian dado las preparaciones de tarántulas, se ha notado que han obrado como sudoríficas, aumentando notable¬ mente la transpiración cutánea; el tiempo que ha pasado entre el acto de tomar la substancia y la aparición del sudor ha variado mucho, siendo en algunos de unos cuantos minutos, y en otros hasta de mu¬ chas horas; parece que esto depende de algunas circunstancias con¬ comitantes, como la quietud, el abrigo, etc.; y sucede á veces que aun en medio del sudor, si el enfermo se descubre ó hace algunos movi¬ mientos, el sudor se suspende, volviendo á reaparecer por el abrigo y la quietud, aunque no tome nueva cantidad de substancia. A dos enfermos que estaban tomando hacía algunos días la tintura, y en quienes se suspendió su uso por haber sido atacados el uno de erisi¬ pela, y el otro de congestión sanguínea cerebral, se lian visto conti¬ nuar sudando hasta tres días después de haber cesado de tomarla; esto hace creer que la substancia predispone á la economía para que las causas que favorecen la traspiración cutánea, la produzcan en cantidad muy considerable, aun cuando ellas por sí solas en el estado habitual sean suficientes para producir este efecto, y es de creerse también por lo antes dicho, que esta predisposición no es pasajera, aunque los datos que poseemos no sean bastantes para apreciar su duración con todo rigor. Algunos enfermos antes de presentarse el sudor dicen que sienten calor, principalmente en la cabeza; varios se quejan después de tomar la substancia de un ligero dolor en el es¬ tómago, que se disipa pronto. El sudor comienza por el pecho y, á proporción que va siendo más fuerte porque se aumenta la dosis de la medicina y el tiempo que lleva de usarse, se extiende gradualmente al resto del tronco, ca¬ beza, parte interna de los muslos, brazos, manos, piernas y pies; de 419 estos últimos, de los pies, pocos enfermos han sudado y esto pasado algún tiempo de tomar las preparaciones; pero sí se nota que aun las partes que no sudan al aumentarse la traspiración, en las otras, se ponen calientes; la cantidad de sudor debe ser considerable, su¬ puesto que la ropa á veces se empapa completamente: una vez se peso la camisa de un enfermo que acababa de sudar, y se notó un aumento de dos onzas, pero hay que notar lo mucho que el líquido se evapora, y que no sólo la camisa sino también la demás ropa estaba mojada. El pulso no ofrece grandes cambios á consecuencia de la admi¬ nistración de la substancia, se le advierte algo más frecuente antes de presentarse el sudor y durante él. La digestión parece que no sufre alteración ninguna: en algunos enfermos se advierte aumento en la gana de comer; ningún enfermo lia tenido sed. La orina no ha presentado diminución en su canti- * , dad más que en un solo enfermo, y eso por sólo dos o tres días, lo que se hace muy notable atendida la falta de sed y el aumento de la transpiración cutánea. Esto no sólo se ha observado en los enfer¬ mos del hospital de San Lázaro; el señor Martínez Millar nos ha co¬ municado una observación de un sifilítico á quien administro la tin¬ tura alcohólica de tarántula á 32° hasta la dosis de 15 gotas por día y en el que nunca advirtié) diminución en la orina, aun en el día en que los sudores fueron más abundantes; se expresa así en su obser¬ vación: «El sudor ha sido abundantísimo, no ha habido sed, ni au¬ mento ni diminución en la cantidad de la orina, ni tampoco cambio en sus cualidades; el pulso está á 100, etc.» En fin, concluiremos con manifestar que, de los 13 enfermos ci¬ tados, tres estaban atacados de diarrea y en ellos la acción sudorífica de las preparaciones ha sido en algunos días perceptible aunque dé¬ bil y en todos los demás enteramente nula. Einalmente, prometemos, como ya hemos dicho, publicar los da¬ tos que vayamos adquiriendo, principalmente los relativos á la acción terapéutica y creemos poder cumplir nuestra promesa en atención á que la principal dificultad que consiste en la adquisición de un nu¬ mero suficiente de animales, no existe hoy para nosotros, pues la Comisión del Exento. Ayuntamiento encargada del hospital de San Lázaro sabedora de que por este producto animal se habían obtenido si no curaciones, á lo menos alivios notables en algunos enfermos, ha promovido con el mayor celo y eficacia la adquisición de las ta- 420 1 rántulas, deseosa de mejorar la situación de los infelices atacados de esta enfermedad tan temible, particularmente en nuestro país. México, Septiembre 30 de 1844. £. 3íío be ía jEo£-a. oH. jarrero. 421 HIGIENE PÚBLICA (Tomado del “Periódico de la Sociedad Filoiátrica de México.”) Publicamos á continuación el luminoso é importante trabajo presentado y apro¬ bado por el Superior Consejo de Salubridad, sobre la situación y demás condiciones higiénicas de los tiraderos y sumideros diurnos y nocturnos. Creemos que nuestros lectores verán con interés un documento en que se resuelve con solidez y cordura una de las más urgentes cuestiones de higiéne publica. Secretaría del Consejo de Salubridad de México. En sesión de 19 del corriente aprobó el Consejo el siguiente dic¬ tamen: «La comisión encargada de abrir dictamen sobre la comunica¬ ción que el Sr. Alcalde primero del Exilio. Ayuntamiento, dirigió con fecha 30 del próximo pasado Marzo á este Consejo, consultando varios puntos de salubridad, sobre el importante ramo de limpias, se encuentra embarazada, pues si la gravedad del negocio, exije tiempo y meditación, su urgente premura le obliga á no detenerse en sus trabajos más que lo muy necesario para emitir su opinión. Afortunadamente haciendo la Comisión un análisis de las diversas cuestiones cuya resolución se busca, se ha convencido de que hay unas de ejecutivo despacho para los fines que ahora se propone al Exilio. Ayuntamiento, y otras que, aunque de mucha importancia, bien pueden diferirse un poco de tiempo para tener el de meditar¬ las mejor: desde luego parece que el Consejo de Salubridad debe ocu¬ parse de las primeras y reservar las segundas para reflexionar sobre ellas con atención y resolverlas con oportunidad. 422 La comisión opina que entre los problemas propuestos en la ex¬ presada comunicación, son del momento los siguientes: 19 Buscar el medio más apropósito y económico para destruir los muladares, y qué uso útil puede darse á los residuos. 2? En qué puntos y con qué precauciones convendrá establecer los tiraderos y sumideros generales diurnos y nocturnos. Consecuen¬ te á su opinión, pasa la comisión á encargarse de estos puntos, y aunque le inspiran demasiada confianza las luces del Consejo para no temer queden incorrectas las equivocaciones que ella padeciere, sin embargo, sabe muy bien que la topografía médica respectiva, es indispensable para resolver satisfactoriamente las cuestiones prácti¬ cas de higiene pública, v que es muy aventurado ocuparse de éstas sin los datos que aquélla suministra, como desgraciadamente sucede hoy en México. Entrando hoy en materia: la comisión no encuentra hoy otros medios más económicos y adecuados para destruir los muladares de la ciudad, que la combustión ó el acarreo: y desde luego se decide por la primera por las sencillas razones de ser evidentemente el me¬ nos costoso, el más violento y el que evita la conducción de mate¬ rias orgánicas en putrefacción: á fin de que la combustión llegue á convertir los muladares en un corto residuo de fácil trasporte es ne¬ cesario que después de haber quemado la superficie de estos asque¬ rosos montones, se remuevan cuantas veces fuese necesario para des¬ truir todas las materias orgánicas. La combustión presenta además la ventaja de hacer que desaparezcan algunas substancias nocivas y de contribuir con la elevación de temperatura, a purificar la atmós¬ fera que por lo común se encuentra en esos lugares cargada con las emanaciones de los pantanos. Sus únicos inconvenientes, que son los de un incendio, se pueden prevenir fácilmente, tomando en los si¬ tios en que hubiere este peligro las precauciones necesarias los productos de esta incineración á qué uso útil podrán destinarse? Esta segunda parte de la cuestión es de resolución más obvia que la primera: no son á propósito para engrasar los terrenos incultos, es¬ tando llenos de escombros, fragmentos de vidrio, etc; ni pueden dar por las sales delicuecen tes qne contienen, la consistencia que se bus ca en los pisos de los cimientos de las calles y plazas muy frecuen¬ tadas. Resta, pues, sólo emplearlos en la nivelación de aquellos pa¬ rajes en que no fuere necesaria mucho solidez: y de todos modos se 423 puede asegurar, que siendo ya incapaces de entrar en putrefacción, no pueden ser nocivos á la salubridad. La comisión se vé obligada á extenderse un poco más, al expo¬ ner sus ideas sobre la segunda de las cuestiones que se ha propues¬ to ventilar, porque ésta es complexa y abraza otras muchas del ma¬ yor interés. Después de un maduro examen se ha convencido de que los tiraderos generales deben hallarse á la distancia de doscientas varas, lo menos, de la última habitación de la ciudad; si estuvieran más próximos comprometerían su salubridad, y si más lejanos, se opondrían á la economía. Los diurnos pueden situarse en todos los rumbos, en los parajes que al Exilio. Ayuntamiento parezcan más apropósito, con tal de que se tenga cuidado de vaciarlos con alguna frecuencia para que no con el transcurso de los años se lleguen á formar esas montañas de inmundicias, que en vano se han fatigado por hacer desaparecer algunas ciudades de la Europa. Estos sitios deben tener la extensión conveniente, á fin de que, presentando ma¬ yor superficie, se facilite la combustión de las basuras, que debe sei en ellos constante; pero antes de entregar al fuego los desechos de la ciudad no hay obstáculo en permitir la rebusca con las reglas que se crean oportunas, á los infelices que viven de este miserable íecui- so, tanto por que no se debe destruir lo que todavía es útil, como por no quitar esta ocupación á los que no tienen otra. Seiá, pues, conveniente fijar el tiempo en que los carros pueden vaciaise en ta¬ les sitios, las reglas que se deben seguir al permitir la rebusca, las épocas de la variación de estos tiraderos, y, finalmente, el modo con que se debe practicar la combustión para su exterminio. Respecto á los sumideros nocturnos, la comisión opina que se deben situar precisamente entre S. E. y S. O. de esta ciudad, por que sus vientos dominantes son los del ÍL A los del S. y poique atia viesan la parte de nuestros horizontes más cubierta de vegetales. También la extensión de los ejidos que se encuentran en aquellos rumbos, proporciona mayor facilidad para cambiar con fiecuencia dichos sumideros. Estos deben ser excavaciones, cuya profundidad sea proporcionada á la sequedad del terreno y cuya extensión sea relativa á su número y á la cantidad de materias que haya de de¬ positarse. Con la tierra de estas excavaciones será conveniente for¬ mar los bordos y levantar tapias de adobe de seis varas de altura en la parte que ve á la ciudad, porque es útil impedir que los gases 424 que se desprenden de estos focos pestíferos senil aventados á la po¬ blación cuando sople el viento Sur. Con este mismo objeto y paia oxigenar más la atmósfera de aquellos sitios, será igualmente opoi- tuno plantar una arboleda del lado de las tapias (pie mira al Yoite para que con el tiempo exceda la altura de éstos y asegure más el efecto que se busca. Antes de que los sumideros construidos del modo que se lia descrito, se llenen completamente deben cubiirse con la misma tierra que sirvió para los bordos, cuidando de mezclar bien con ella las materias inmundas, á fin de que se forme un exce¬ lente abono para beneficio de los terrenos pobres. Bien conoce la comisión ser insuficientes los medios que pi opo¬ ne para establecer en esta populosa ciudad, la policía de limpieza y salubridad tan necesaria al bienestar de sus moradores y al crédito de sus autoridades; pero este Consejo que lia manifestado en todas ocasiones un positivo entusiasmo por corresponder dignamente á los objetos de su institución, no dejará perder la bella oportunidad que le presenta el ilustrado celo de los Sres capitulares que actualmente forman el Exilio. Ayuntamiento, para realizar sus deseos no sólo en uso de la atribución vigésima del ordenamiento, sino en obsequio de la ciencia médica, del honor mexicano y de la humanidad doliente. Más adelante podrá, sin tanta premura, ocuparse de proponer ideas sobre la limpia de calles, albañales de cuarteles y de casas de comu¬ nidad, construcción de letrinas públicas y particulares, reforma de hospitales y demás ramos á que puede referirse la comunicación que ha motivado este dictamen». Y cumpliendo lo acordado por el mismo Consejo, tengo el honor de transcribirle á Y. S. protestándole mi debida consideración. Dios y Libertad, México, Abril 19 de 1813.— Leopoldo Río de la Loza.— Sr. Alcalde de primera elección del Exilio. Ayuntamiento. 425 IDE ¡X_> SEITBCIO EN EL TRATAMIENTO DE LA EPILEPSIA «La niña (L M., de seis años de edad y de buena salud, dormía tranquilamente una noche en la que un accidente desagi adable } aterrador la despertó repentinamente: al siguiente día se advirtió que estaba fuera de sí, en un éxtasis que sólo duró algunos minutos, lo cual llamó poco la atención de su familia, juzgándose que sería un mal pasajero. Mas pocos días después se repitió el ataque, si¬ guiendo otro y otros con más ó menos frecuencia y durando más o menos tiempo el estado de privación ó insensibilidad. Ene entonces preciso ocurrir á los auxilios médicos, pero en vano se pusieron en práctica todos los que aconseja la ciencia y aun todos aquellos usa¬ dos por el vulgo: el mal se desarrolló con todos los síntomas carac¬ terísticos de la epilepsia, y, por fin, en vista de la ineficacia de los medicamentos se omitió todo tratamiento aguardando la aparición del período menstrual, como la única esperanza de curación. Espe¬ ranza desvanecida, porque el mal aumentó lejos de quitarse, obser¬ vándose de tiempo en tiempo, ya un estado cataléptico terminado con profundos suspiros, ya comatoso, tetánico, etc., etc., que condu¬ jeron á la enferma á un idiotismo no permanente, pero si repetido con frecuencia. Así transcurrieron catorce años sin conseguir más que cortos ali¬ vios y en períodos limitados, hasta que á la edad de veinte anos, a sin causa conocida, los ataques fueron tan fiecuentos que apenas se 54 426 suspendían tres, cuatro y á lo más cinco minutos para volver con mayor ó menor intensidad, de manera, que la fatiga del mal duiaba más que el descanso aparente de la enferma. Preciso era agualdar que la muerte pusiera termino muy pronto á tan penosos sufrimientos; la enferma, no obstante, siguió así y casi sin alimento alguno durante diez v odio días, con admiración de cuantos lo vieron. Ko era po- sible ser indiferente á tal situación, ni limitarse solo al tratamiento paliativo; yo me resolví á proponer á la familia la administración de una substancia, que si bien por sí ó por incidencia pudiera oca¬ sionar la muerte, era en mi opinión la única esperanza. Una vez ob¬ tenido el consentimiento de los interesados, comencé á administrar á la enferma la yerba de la Puebla (senecio canicida), de la manera siguiente: Mandé escojer la planta más reciente y reducirla á polvo, de ma¬ nera que contuviera todas sus partes, es decir, raíz, tallo y lioj as: dos dracmas del polvo fueron divididas en doce papeles, de los cuales ad¬ ministré uno; pasaron dos horas sin modificación alguna en los sínto¬ mas y di un segundo papel; á las dos horas siguientes se notó alguna variación, sobre todo en los movimientos convulsivos, lo cual me de¬ cidió á esperar más tiempo para dar ó no otra toma, que al fin dis¬ puse se administrara otra, pasadas otras dos horas; después de esta toma no me quedó duda de que la medicina ejercía su acción, los mo¬ vimientos convulsivos eran más fuertes, pero los accesos menos fre¬ cuentes v el semblante de la enferma recobró alguna animación; se le dió un alimento ligero y se dejaron pasar cuatro horas sin darle otra cantidad del polvo. Ua cuarta toma produjo efectos más malea¬ dos: el cuadro era el de un acceso epiléptico en el cual el paciente la enferma pudo dormir aunque con las interrupciones consiguien¬ tes á los ataques cada vez más distantes. Creí entonces disminuir la dosis del polvo reduciéndola á la mi¬ tad en cada toma, dar una cada cuatro horas y sostener su adminis¬ tración. Seis días después de haber comenzado el tratamiento con el polvo de la yerba, me recibió la enferma en el corredor de la casa, alegre y en completo bienestar. Ocho meses se pasaron sin acceso ni aun amago alguno, disfi li¬ tando la paciente de completa salud, robustez, inteligencia, buena docilidad y obediencia que antes no había; apetito y sueño buenos, 427 laboriosidad, todo, en fin, anunciaba el completo restablecimiento y por tanto la desaparición del mal. Desgraciadamente no fné así; un día, cuando menos se esperaba, vino una indigestión que se atribuyó á que la enferma había tomado chirimoya, y pocas horas después un nuevo acceso anunció que la enfermedad no había desaparecido. Los ataques vinieron con más ó menos retardo, y al fin, pasado algún tiempo, todo volvió á su estado primitivo. Eueron administradas nuevamente algunas tomas del polvo, mas habiéndose creído que las convulsiones aumentaban, se suspendió la administración sin que hasta hoy se haya tenido la constancia nece¬ saria para observar los efectos que produjera. ¿Esa larga interrupción del mal indicará que no hay en el caso que me ocupa lesión orgánica alguna y que se debe, por lo mismo, insistir en la administración del senecio? Yo creo que debe administrarse. Agosto 14 de 1866. 428 O IR, AGIO IST PRONUNCIADA POR EL SEÑOR I). LEOPOLDO RIO DE LA LOZA, EN LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA, AL RECIBIR EL GRADO DE DOCTOR EN TEOLOGIA. Omni quidem tempore prseclarisimum munus quo hodierna- die me decorari yoluistis, veluti eximia gvat-ia ab hominibus litera- min culto máxime perpolitis existí matnm est, quamquam ad tan ti lionoris consecntionem, ómnibus statutibus buyos alme Academia doctorum inaugoratine asignatis, se liberter subjicerunt. ¿Quid ergo dicam de magditudine gratis quam mitri omni mé¬ rito destituto, duntaxat maxiina, miraqce largitate vestra solemni- ter mine confederan! decreristis? Yos, forsitam, uticredó publica roce nitentis, in me tal i modo omandum aducti fuistis; yerum tu¬ rnen in hac re, valde benigne judicatis: si quid de me benedicitur mitri omnio iinmeritum est, ideoque magia, atque magis a voItís in me col lata gratia augetur. Quamobrem, Doctores amplisimi, men- tem meam sentí o angoribus affectari, ex alia enim parte, totam apud me gratuiti beneñcii vestri, cuyos debitorem me falteor niten- sionem considerabo; ex altera autem me ad ejus saltein minimam retributionem impotentis atiendo, et magno, moerore ofíicio. ¿Quid enim dulcís? Quid jucamdius, quam graticordis veras intimas que atfecciones, in lucein profene frosse? Si fuerit mitri datum nibil de- siderabo. Attáinen in anxietate mea lioc effugium liceat refrerire: ut, tos metipsi qui liunc mitri tantum lionorein contulistis inertia 429 yerba á trementibus labiia probata indnlgentissimo adimo aooipiatis; nnicuique vestrum, caterisqne dignissimua aodalibua qui lmjus íllus- tris, nationalis adque pontifica Academia ornamentum conatitunt, ex meo tofo corde sincere gratificor. Oara mitri semper evit, tanti beneñcii recordatio, quia bcnevolemtiam erga me yestram comme¬ morare possum, rependere numqnam. Dixi. 430 OK;AGIOIÑr PRONUNCIADA POR EL SEÑOR D. LEOPOLDO RIO DE LA LOZA, EN LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA, AL RECIBIR EL GRADO DE # DOCTOR EN TEOLOGIA. (Traducción literal). Ciertamente en todo tiempo se lia estimado el ilustre obsequio con que hoy habéis querido condecorarme, como una gran gracia de los hombres que se consagran al cultivo de las letras, aunque para conseguir tanto honor se han sugetado de buena voluntad á todos los Estatutos de esta Academia Madre de Doctores desde su fundación. ¿Qué diré, pues, de la magnitud de la gracia que ahora habéis dispuesto decorarme solemnemente á mí, destituido de todo mérito, tan sólo por vuestra grande y admirable largueza? Vosotros, quizá, como lo creo, fiándoos en la voz publica hacia mí, de tal modo habéis sido impelidos á decorarme; sin embargo, sobre ésto habéis juzgado muy benignamente: si algo bueno se dice de mí es inmerecido total¬ mente, por lo mismo se aumenta más y más el favor que se me ha conferido por vosotros. Por todo esto, ilustres Doctores, siento que mi alma se afecta con sobresalto, pues por una parte me confesaré deudor de vuestro beneficio tan gratuito para mí, por otra parte me veo impotente pa¬ ra recompensarlo aunque sea poco y me afecto con gran pena. ¿Qué hay más dulce, qué más grato como poder manifestar públicamente 4 431 » las sinceras é íntimas afecciones de un corazón agradecido? Si me fuera dado, ninguna otra cosa deseara. También en mi perplegidad séame permitido hallar este recurso: que vosotros mismos que me habéis conferido este tan gran honor, que mis insulsas palabras es¬ capadas de mis trémulos labios las reciban con indulgentísimo sen¬ timiento: á cada uno de vosotros y á los demás distinguidísimos compañeros que forman el ornamento de esta ilustre Nacional y Pon¬ tificia Academia, con todo mi corazón lo agradezco sinceramente. Siempre será grata para mí la memoria de semejante beneficio, por¬ que vuestra benevolencia conmigo la podré recordar y nunca co¬ rrespondería. ÜXSOXTE/SO DEL SEÑOR PRESIDENTE HONORARIO DE! LA SOCIEDAD MÉDICA “PEDRO ESGOBEDO DR. D. LEOPOLDO RIO DE LA LOZA, PRONUNCIADO EN LA INAUGURACIÓN DE DICHA SOCIEDAD. (Tomado de “El Observador Médico.”) Señores: Tengo la más grata complacencia al concurrir á la erección de la duodécima sociedad médica que se establece en la capital de la República, desde nuestra independencia basta la fecha. La tengo, porque anhelo por los adelantamientos científicos de todo genero, y la experiencia me ha enseñado que á las asociaciones, como á la que ahora se instala, deben en México las ciencias médicas sus notorios progresos. La tengo, porque al otorgarme el lugar distinguido que ocupo, recibo el expontáneo testimonio de amistad y de gratitud « * No estará por demás dar á conocer los nombres de esas asociaciones: Academia de Medicina práctica. Sociedad Médica del Distrito. Academia de Medicina de México. Confraternidad M é d i c a . Academia farmacéutica de México. Sociedad Médica de emulación. Sociedad Filoiátrica. Sociedad de entusiastas. Sociedad Médica de Beneficencia. Academia de Medicina la actual . Sociedad Fraternal Médica. Asociación Médica, Pedro Escobedo. 433 de mis apreciables comprofesores y (le mis no olvidados discípulos. La tengo, en fin, porque esta naciente reunión, llena de vida y de esperanza, ha comenzado por un acto de justicia al conservar el nombre respetable del inteligente catedrático que, desde 1822, sacó á la cirugía de la práctica rutinera en que se hallaba, y del menos¬ precio con que, no sin razón, era vista por muchos. Yo, en particular, secundando las nobles miras de esta Asociación, aprovecho la opor¬ tunidad para dejar consignado en el acta de esta solemnidad, un tes¬ timonio de mi reconocimiento á mi filantrópico maestro y muy exce¬ lente amigo, el Sr D. Pedro Escobedo. Cumplido este grato deber, espero me será permitido el ocupar un corto tiempo la atención de las personas que tuvieren la bondad de escucharme. Es común en las solemnidades, como la presente, el tomar por tema de los discursos algún punto relacionado con la historia, con los progresos ó las ventajas de las asociaciones; hablar sobre la mar¬ cha que se propone seguir en sus trabajos la que nuevamente se ins¬ tala, ó bien presentar la biografía de algún personaje, notable ya por sus escritos, por su saber ó por los buenos servicios prestados en be¬ neficio del género humano. Mas yo, Señores, propongo desviarme de esa costumbre, y pretendo tratar, aunque sea brevemente, de un punto médico que juzgo de utilidad práctica y, que aun me atrevo á decir, que establece principios que hoy ya tienen una aplicación general eu el orden farmacológico. ¿Quién no sabe cuán antiguo es el uso quo se ha hecho en me¬ dicina de los compuestos calcáreos, y cuán variadas han sido también las formas, las preparaciones y el origen ó procedencia de ellas? Han pasado los años y los siglos, se han modificado y cambiado los siste¬ mas médicos, se han perfeccionado más ó menos los artes auxiliares del ramo de curar, y esos compuestos no han caído en el olvido ab¬ soluto, ni menos en ese descuido á que los prácticos inteligentes tie¬ nen que condenar con frecuencia los mil y mil remedios recomenda¬ dos pomposamente por avaros especuladores, por fanáticos ignorantes y aun por médicos inteligentes, quienes apoyados en los principios generales de la ciencia y animados por el buen deseo de aumentar el número de los agentes farmacológicos, se han resuelto, no pocas veces, á observar á la cabecera de los enfermos, los efectos terapéu¬ ticos de las preparaciones nuevamente recomendadadas. Y ¿a que 55 434 atribuir esta estabilidad en el uso de los compuestos calcáreos? ¿Oo dio es que en todos los diversos países, en todas las escuelas y todos los prácticos los lian prescrito con más ó menos constancia, ya solos, ó bien con otros coadyuvantes más ó menos eficaces1? ¿Habián sido v aun serán estimados como sencillos e inactivos excipientes? Basta recorrer algunas obras de Materia Médica, para notar que en innumerables preparaciones constituyen la base de ellas, con exclu¬ sión de toda otra substancia activa, para persuadirse que los médicos de todos los tiempos los lian considerado como medicamentos efica¬ ces, dotados de propiedades particulares, y cuya administración es frecuentemente seguida del mejor éxito. Verdad es que la cal y sus compuestos no pertenecen á la categoría de esos agentes medicina¬ les tan activos que, como los de mercurio y de antimonio, de fien o y de yodo, de belladona, de quina, de opio y otros, ejercen una ac¬ ción especial, constante y característica, sobre la economía animal, y la ejercen con tal regularidad, que puede el médico calcular casi matemáticamente, no sólo las dosis que conviene administiai \ los efectos que lian de producir, sino también el tiempo en que lian de presentarse tales efectos, su duración y sus resultados. Vo obstante, si los que determinan los compuestos calcáreos no siempre son tan marcados y precisos, no por ello dejan de ser evidentes y en muchos casos de éxito seguro. Para que este lo sea aun más, conviene que tales preparaciones se usen mejoradas conforme á las nuevas doctii- nas, tanto químicas como fisiológicas y terapéuticas, supuesto que antes no pudieron alcanzar esos medicamentos los giados de peifec ción de que son hoy susceptibles. Vo es mi ánimo ocuparme en este escrito de la cal y de todos sus compuestos: me limitaré á tratar de sólo dos de los más usados y que por lo mismo exigen toda la atención del práctico. Estos son los carbonatados y los fosfatados. Sabido es que en los primitivos tiempos en que tuvo su oiigen el arte de curar, comenzaron á emplearse innumerables productos de ese género, cuya verdadera naturaleza era desconocida, pero que mas tar¬ de vino á demostrar la química que en su mayor parte tienen una mis¬ ma composición, á reserva de algunos más ó menos silícicos, ó alumi- nosos, á los cuales la ignorancia de aquellos tiempos había supuesto la misma composición y las mismas propiedades medicinales que aque¬ llos. Eácil es conocer cuánto debió influir en tal supuesto el tana- 435 tismo y la superstición: el hecho es que figuraban al lado de los car bonatos y de los fosfatos calcáreos, las amatistas y las perlas, las con- chas de que éstas se extraen y los rubíes orientales: en fin, basta recordar la fama que por mucho tiempo tuvieron los cinco fragmentos preciosos, llamados así por los antiguos, y compuestos de las esme¬ raldas, los granatas, los rubíes, las sardónicas y los jacintos. A arias de las personas que me oyen saben que, aún hace pocos anos, Ago¬ raban entre las preparaciones oficinales de uso común, las celebies conservillas de alquermes y de jacintos, compuestas, entre otras subs¬ tancias, de esas piedras preciosas, de las perlas, los corales y la lazu¬ lita. ¡Ouán caros costaban entonces á los pobres pacientes todos estos y tantos otros inútiles y aun perjudiciales remedios que salían délos amuletos! Mas por fortuna las investigaciones científicas, hechas a la vez en el orden químico y en el médico, han llegado á demostrai poi una parte que muchos de esos productos naturales tienen una mis¬ ma composición y unas mismas propiedades medicinales, y poi la otra que difiriendo enteramente varios de ellos en cuanto á su com¬ posición, también difieren en cuanto á la acción fisiológica y tera¬ péutica. Nada hay, en efecto, de común entre la que ejercen los compuestos calcáreos y los magnesianos, comparada con la que pro¬ ducen los silícicos y los aluminosos; álavez que son comunes la que determinan, por ejemplo, las partes huesosas de los diferentes ani¬ males, recomendadas por los antiguos como remedios especiales pa¬ ra determinados casos. El uso de las preparaciones calcáreas caibo- natadas v fosfatadas ha continuado hasta hoy y seguirá en adelan- te; en tanto que esas piedras preciosas han sido condenadas al olvi¬ do, por el unánime asentimiento de los prácticos instruidos. Mas no por esto la exclusión es tan absoluta cual conviene á los intereses clínicos. Esos compuestos calcáreos de que he hecho men¬ ción, v también los magnesianos, contienen en más ó en menos los aluminosos y aún los silícicos, que alterando la pureza de aquellos, modifican cuando menos sus efectos. He aquí el punto sobre el cual pretendo llamar la atención de los prácticos que me escuchan, apo¬ yado en alguno de los principios médicos, que, no obstante serles bien conocidos, no estará de más el indicarlos, aunque sólo sea como un simple recuerdo. Es de grande interés práctico, generalmente hablando, que los 436 agentes terapéuticos reúnan las siguientes cualidades: ser pinos, de composición constante, hallarse á un misino grado de hulratacion y lo más dividido que fuere posible; cualidades que son más necesa¬ rias respecto de las substancias destinadas al uso interno. Pero tan¬ to el fosfato y más principalmente el carbonato de cal, distan mu¬ cho de todas esas recomendaciones, y, por lo mismo, los efectos que determinan difieren en muchos casos. Se sabe que el carbonato de cal, empleado por los antiguos prácticos, fue el producto natural conocido con nombre de creta, variedad terrosa de las calcáreas carbonatadas. Este compuesto, tan abundante por todas partes, como variable en cuanto á las materias extrañas que contiene, es de uso muy general, y útil, sí, para las ar¬ tes y diversas industrias; mas no podrá dudarse que es también el menos adecuado para los medios medicinales. Xo es de hoy el co¬ nocimiento de esta verdad, pues ya vemos en los buenos tratados de farmacia, que no se mencionan los antiguos procedimientos de pre¬ paración. y sí están recomendados los de precipitación. En efecto, por este medio se obtiene un producto que reúne todas las condicio¬ nes que antes he mencionado, y satisface por tanto todaslas exigen¬ cias terapéuticas. Blancura perfecta, poca densidad, pureza, divi¬ sión extrema, liidratación, composición constante, nada desagrada¬ ble al paladar, y fácil disolución aun en los ácidos débiles; he aquí el conjunto de propiedades que hacen muy preferible este medica¬ mento, totalmente artificial, estando bien preparado, á esa variedad tan numerosa de los naturales, aun cuando hayan sido sometidos á la decantación y lavación recomendadas. Dos objeciones pudieran hacerse en contra de las ideas emiti¬ das: una con relación á las propiedades medicinales de alguno délos muerpos extraños contenidos en la creta natural, y otra que llamaré con su verdadero nombre, diciendo que es de interés comercial. Si las substancias extrañas contenidas eu las cretas naturales fueran únicamente las calcáreas fosfatadas, no ofrecería la adminis¬ tración de ellas, en cuanto á esto, inconveniente alguno; mas, lejos de esto, se encuentran otras que en vez de ser coadyuvantes del car¬ bonato de cal, determinan efectos contrarios, y aun algunas pueden dar lugar á otros padecimientos que agraven el que se pretende com¬ batir. Eácil es persuadirse de esta verdad, al recordar que entre dos 437 calizas naturales es común hallar, en proporciones variables, com¬ puestos silícicos, aluminosos, ferruginosos y magnesianos, con más vestigios manganesíferos, y aun más materias orgánicas de diversa naturaleza con las betuminosas, de las que Beudant enumera siete variedades, entre las que se hallan las de olor de hidrogeno sulfura¬ do. de sulfuro de carbono y de hidrógeno arsenical. En virtud de estos datos y de otros varios, que omito en ahorro de tiempo, ¿quién podrá dudar de las grandes ventajas que resultaran al dar la preferencia, para los usos medicinales, al carbonato de cal artificial? Eigo artificial, y no precisamente obtenido por precipitación, poique entre los varios procedimientos que he usado, me ha dado buen íe- sultado el directo, con intermedio. En cuanto á la seguna dobjeción, que es la de economía, aún pa¬ recerá á algunos ridículo el que me ocupe de ella: mas como estoy per¬ suadido por lo que se ve día á día que, generalmente hablando, hoy se atiende más á los intereses pecuniarios que á la salud y la vida del hombre, preciso es tener en cuenta esa avarienta propensión del gé¬ nero humano. Es un hecho, que cuando se ofrece á los droguistas una cantidad de lo que se conoce en el comercio bajo el nombre de Blanco de España, al ínfimo precio de cinco ó seis pesos quintal, y en algunos casos hasta dos y tres, lo compran para revenderlos en las tla¬ palerías con ese mismo nombre, y á las boticas con el de Creta pre¬ parada; mas á éstas, á precio mayor que á las primeras, No creo que todos harán tal cosa; pero sí creo que es preciso desconfiar de todos y siempre dar la preferencia al producto artificial, y al que llamare creta medicinal artificial, para distinguirla de la que es conocida con los nombres de creta preparada ó carbonato de cal. A lo expuesto con referencia á este compuesto, poco tengo que añadir, respecto del subfosfato de los huesos, que, como he indica¬ do es el único fosfatado con el que de hecho se substituyen desde ha¬ ce algún tiempo todos esos variados productos tan usados aun sólo liará cuarenta años. Hay desde luego una diferencia que consi¬ derar entre ambas preparaciones: la de la creta se reduce á la lo¬ ción, decantación v desecación de la calcarea natuial, en tanto que la de los huesos exije previamente la calcinación y después la pul¬ verización, levigación, lavación, etc., en el caso de seguir el proce¬ dimiento común; mas como he dicho que debe preferirse, sea el de doble descomposición, ó bien el de disolución y precipitación, en 438 uno y otro caso los trabajos son más complicados y mucho mayo¬ res los gastos. Pero ¿qué importa esto cuando se trata de las subs¬ tancias medicinales'? ¿Que significa el doble ó triple valor de esos preparados al lado de la salud, ó cuando menos del alivio que por su medio se puede alcanzar? Y esto es tanto más que notarse, cuan¬ to que las diferencias son verdaderamente insignificantes; si esas substancias inadecuadas como agentes farmacológicos, cuestan hoy, por ejemplo, de seis á veinticinco centavos libra y las preparadas debidamente lian de costar de veinticinco á cincuenta, ó aún más; no liaj^ duda que el aumento en el precio es inapreciable para el paciente y poco gravoso para el negociante. Mas aun cuando lo fue¬ ra, el deber profesional, el de humanidad y el de conciencia, exi¬ gen que se adopten los procedimientos preparatorios más conformes con los principios científicos, y con las indicaciones terapéuticas, supuesto que la misma escrupulosidad es una condición esencial, tratándose de la práctica médica y de la farmacéutica; mas ellas no serán fructuosas si se toman en cuenta, si se hermanan las doctrinas y buenos principios de los varios ramos que constituyen el arte de curar. El asunto de que me he ocupado exije la cooperación de las doctrinas químicas, de las fisiológicas, de las farmacológicas, y por último, de las observaciones clínicas. Sobre los resultados de éstas, llamo la atención de los prácticos, y abrigo la esperanza de que ellas vendrán á confirmar mis observaciones particulares. La tengo, igual¬ mente, de que los farmacéuticos, fijando más su atención respecto á los compuestos calcáreos de que he hecho mérito, proscribirán los pro¬ ductos naturales usados hasta hoy, substituyéndolos con las prepa¬ raciones hechas conforme á las últimas doctrinas recomendadas en los libros. Concluyo, Señores, pidiendo me disimulen, si juzgaren que el punto de que me he ocupado es impropio de esta solemnidad. Al darle la preferencia sobre todos los de el orden común, he querido presentar á la Asociación Médica Pedro Escobedo, un pequeño tra¬ bajo del género que conforme al Reglamento se propone seguir en sus labores; así como el darle, por este medio, un testimonio de agra decimiento por el honor que ha querido dispensarme. 439 [DISCURSO PRONUNCIADO EN DA SESIÓN DEL DÍA 4 DE JULIO DE 1869, EN QUPI LA SOCIEDAD MÉDICA “PEDRO ESCOBEDO,” CELEBRÓ EL PRIMER ANIVERSARIO DE SU INSTALACIÓN. (Tomado de “El Observador Médico.”) Señores: Un año liace que tuve el honor de concurrir a la instalación de esta Sociedad científica y á la vez médica de beneficencia, y en esa solemnidad expuse algunas ideas relativas á los compuestos calcᬠreos, considerados como agentes ó medios farmacológicos: hoy me propongo llamar la atención de la misma Sociedad, y de todos los profesores, presentando algunas indicaciones generales comprendi¬ das igualmente en el extenso y aún vacilante circulo de la medica¬ ción. Ella es sin duda la parte más valiosa del arte de curar; es á la que el práctico consagra definitivamente sus afanosas indagaciones; es la que pone de manifiesto, con hechos irrecusables, los interesan¬ tes servicios que la ciencia presta á la humanidad, y, sin embargo, es á su vez la más difícil de ser dominada, y en varios casos la más insegura en sus resultados. En efecto: si se considera la medicación como la parte de la te¬ rapéutica que se ocupa especialmente de las modificaciones orgáni¬ cas determinadas por los agentes farmacológicos, ó sea la parte á 440 que algunos autores lian dado el nombre de Farmacotecnia, se con¬ vendrá en que, no obstante ese considerable aumento de medios y de métodos curativos, la terapéutica es, como dice Darembergy otros, la parte de las ciencias médicas que proporcional mente lia adelan¬ tado menos. Esto proviene, sin duda, entre otras causas, de lo dificultoso que es el valorizar debidamente los resultados terapéuticos y de conocer cuál sería la marcha de la enfermedad, sin la intervención de esos agentes. Pero á mi juicio esas dificultades lian aumentado en la ac¬ tualidad, y no son por tanto los únicos obstáculos que se presentan á la cabecera del enfermo. Hoy tiene que luchar el médico con las preocupaciones, ya sean de buen origen, como las que proceden del simple deseo de recobrar la salud, ó ya del especulativo, bien pecu¬ niario, novedoso y fundado únicamente en simples teorías, más ó menos nacionales. ¿Quién que haya fijado un tanto su atención no observa que los medicamentos y los remedios han llegado a confundirse por el con- siderable y diario aumento de los segundos, por las modificaciones que la novedad ó la avaricia introduce en los primeros, y, lo que es aún peor, por la exagerada aplicación de los principios y doctrinas tomadas de las ciencias auxiliares del arte de curar? Tomemos en confirmación de esta verdad algunos de los mu¬ chos ejemplos que día á día se nos presentan; comenzando poi men¬ cionar una de las preparaciones que, no sin fundamento, ha sido en todos tiempos y aún es considerada como verdadero medicamento y medicamento de efectos palpables, de aplicaciones frecuentes para satisfacer varias indicaciones y sin duda de notoria utilidad. Quie¬ ro hablar del acetato de amoníaco de los modernos y establecer una comparación con los espíritus de 31 indevevo de los antiguos. Introducida la reforma de esta preparación oficinal, á princi¬ pios del siglo actual; acogida en varios países más ó menos ilustra¬ dos, y apoyada en el principio general que establece la preferencia que conviene dar á las substancias puras y de composición menos in¬ constante, parece que tal reforma quedaría sancionada por el tiem¬ po v confirmadas por la doctrina. Ho obstante esto, yo me atievo á presentar á la consideración de los médicos algunas ideas en contra¬ rio, y en solicitud de que, haciendo un examen comparativo y prác¬ tico, sobre los efectos terapéuticos de una y otra preparación, deci- 441 ¿lan sin preocuparse á cuál se deba dar la preferencia. Quiero mas: deseo que se observen especialmente esos efectos en el tratamiento de las fiebres llamadas esenciales, y aun en las otras enfermedades febriles, en las que están recomendadas las preparaciones de que me ocupo. Bien se que el que se opone á las costumbres ó a los hechos que aparecen como sancionados, se expone á no ser escuchado y aun acaso á la crítica, masó menos fundada: sé que declarándome ahora partidario de la antigua preparación, combato las ideas que hace años tenía acerca de los acetatos amoniacales; mas no obstante, una vez que los hechos y los últimos descubrimientos relativos a la natu¬ raleza de los productos pirogenados me lian hecho cambiar de ideas, creo que debo exponerlas con la franqueza que exigen la verdad y la ciencia. A esto se agrega que cuando el profesor Gay acepta la opi¬ nión de Chaussier, relativa a la mayor actividad de los medicamen¬ tos pirogenados entre los cuales se numera el espíritu de Mmderero, y cuando antes del empleo de la nueva preparación disfrutó aquella de tan general aceptación, que á la del uso actual no se concede en tan alto grado; parece prudente el emprender nuevas pruebas com¬ parativas, que fijen el verdadero valor de esos agentes farmacológi¬ cos, cuya accción sobre la economía nadie pone en duda. Yo no me ocuparé para apoyar estas breves indicaciones en la enumeración de esos diversos principios inmediatos, separados hoy de los productos pirogenados. ¿Quién no conoce su importancia, su utilidad, su acción sobre el organismo y la variedad de los compues¬ tos característicos que forman? Basta anunciar que la química cuen¬ ta hoy aún con medios sintéticos para obtener esos variados hidro¬ carburos entre los cuales figuran algunos mas ó menos activos, cu¬ yos efectos fisiológicos y terapéuticos los eleva á la categoría de me¬ dicamentos heroicos, como son por lo común innumerables substan- cias venenosas. La simple condensación molecular de varios de los productos pirogenados y la eliminación, como dice Berthelot, de algunos equivalentes de hidrógeno, son suficientes para lograr esas cuuosas transformaciones, fuera del organismo, pero que pueden tener lugar y aun ser favorecidas por su inflencia, tratándose de las preparacio¬ nes pirogenadas y además amoniacales. Tampoco entrare en os pormenores relativos á la acción fisiológica y terapéutica del aceta¬ to de amoníaco; sólo notaré que para estimarlas debidamente, y so- 56 442 bre todo tratándose del examen comparativo, es indispensable que la administración de ambos preparados sea tranca y en dosis íela- tivamente elevadas y proporcionales á los casos á que sean aplica¬ dos, pues es bien sabido que en general los efectos son marcados en las enfermedades febriles, pero empleando dosis proporcionales á la tolerancia del paciente. Se acusa sin razón al acetato pirogenado, de ser una prepara¬ ción inconstante, pero sin atender á que las mismas reglas que se observan para preparar y conservar el acetato común son aplicables á aquél y queda salvado el inconveniente. Fácil es conocer que al tratarse de modificar el antiguo medicamento, se obró con esa festi¬ nación qne comunmente produce el entusiasmo, con especialidad cuando una reforma se presenta adornada con el ropaje sobiepuesto, pero seductor, de una verdad reconocida ó de un principio estable¬ cido. ¡Cuántos casos análogos se presentan cada día, desde que la salud y la vida están bajo el dominio de la punible especula¬ ción! Mas volviendo á la cuestión principal diré: que si los nova¬ dores de la antigua práctica se hubieran limitado á recomendai y aun á fijar los grados areoinétricos de los espíritus de Mindeieio, habrían logrado satisfacer mejor las exigencias terapéuticas con la grande ventaja de no alterar, como indudablemente quedó alterado en su esencia, el útil agente empleado por los antiguos con tan feli¬ ces resultados. Si hoy se hace preparar esta solución salina cuidan¬ do que marque los mismos cinco grados que se exige para el de uso común, y además que el líquido amoniacal sea rectificado previa¬ mente, desaparecerá esa inconstancia que no sin motivo se quiere evitar. Otro de los motivos ó defectos atribuidos á la antigua piepaia- ción, es la de tener un color, olor y sabor más repugnantes que la que hoy se administra. No debo ocuparme en combatir tal especie, porque los prácticos de buen juicio estimarán mejor que yo, el poco valor que en sí tienen esos inconvenientes. Acaso yo esté preocupado, y acaso también no falten quienes vean en estas breves indicaciones la opinión de uno de tantos paiti- darios de las prácticas antiguas; mas lejos de ello, he dado algunas pruebas públicas de que soy amante de las reformas sociales; de que estoy persuadido, que las cuestiones del género de la que me ocupa, se deciden por los resultados prácticos y no simplemente por la fe médica: una serie de observaciones seguidas con inteligencia, juicio recto y la debida imparcialidad, son las únicas á que debemos dar crédito. Si alguno de los profesores que me escuchan, y particular¬ mente los empleados en los hospitales, quisieren encargarse del exa¬ men comparativo que he indicado, me atrevo á esperar que lleguen á reconocer más tarde que, el acetato de amoníaco pirogenado y pre¬ parado debidamente , es preferible al que hoy está en uso. 444 DISCURSO PRONUNCIADO POR EL SEÑOR D. LEOPOLDO RIO DE LA LOZA EN EL ACTO DE QUÍMICA DE LA ESCUELA DE MEDICINA, EL DÍA 7 DE DICIEMBRE DE 1845. (Tomado del “Periódico de la Sociedad Filoiátrica de México.” Excmo. Señor: Aunque la Escuela de Medicina lia dado repetidas pruebas del interés que toma por los adelantos de la juventud estudiosa, y son bien conocidos los sacrificios de todo género que en el período de doce años que tiene de establecida ha hecho en bien de la ciencia, cuenta entre sus primeras obligaciones la de manifestar al público, anualmente, el estado de la enseñanza médica. Para llenar este de¬ ber, hubiera apreciado que cada una de las trece cátedras estableci¬ das por la ley, diera los actos públicos, que bien pueden sustentar los alumnos, examinados con la severidad que exige la noble profe¬ sión á que se han dedicado; mas ya que no ha podido realizar ente¬ ramente sus nobles deseos, se limita á presentar uno solo de la cáte¬ dra de estudios preparatorios por ser de las dos que estableció el nue¬ vo plan de estudios publicado en Agosto de 1843, sin embargo de que el corto tiempo que la han cursado los alumnos, no permite es¬ perar los adelantos consiguientes á un curso completo y al orden y regularidad que es de suponerse no faltará en lo sucesivo. Esta con- 445 ducta franca, y hasta cierto punto atrevida, dará á conocer al público y á V. E. que lejos de ocultar los defectos del establecimiento tras el brillo alucinador de una función literaria, quiere que se juzgue del servicio de las cátedras por aquella en que menos se lia debido apro¬ vechar. Pendiente de la resolución del Supremo Gobierno, no pudo co¬ menzar la de química hasta el mes de Mayo último, concluyendo en Octubre; las lecciones no fueron diarias, porque no es conveniente que lo sean las de las cátedras experimentales; las festividades reli¬ giosas y políticas, así como otros motivos, disminuyeron el número de lecciones hasta tal punto, que sólo se dieron sesenta y seis en todo el año escolar: si á esto se agrega que las notorias escaseces de la es¬ cuela no permitieron erogar los gastos indispensables en cada lección para el aprovechamiento de los alumnos; no se culpará á éstos ni á aquélla de las faltas que sólo han dependido de las circunstancias particulares en que se ha encontrado. Después de esta sencilla manifestación, toca al público juzgar de los resultados; pero antes séame permitido recordar en pocas pa¬ labras los interesantes servicios que, sin interrupción, presta la quí¬ mica á varios ramos de la ciencia del hombre. Desde que el ilustre médico del hospital de Bagdad, tuvo en el décimo siglo, la feliz ocurrencia de emplear las preparaciones quí¬ micas para la curación de las enfermedades, que afligen á la especie humana, no ha faltado quien le siga en sus benéficas investigaciones ampliando más y más el inmenso campo que pudo vislumbrar el in¬ signe Bdiasis. Mas estaba reservada al inmortal Lavoissier la gloria de abrir el nuevo camino que debía conducir á la ciencia casi á su perfec¬ ción y con una velocidad sorprendente. Treinta anos fueron suficientes para exceder en mucho á los trabajos de sus antepasados, y para dar nueva vida á la agricultura/ y á las artes, al comercio y á la medici¬ na. Entonces los pueblos tributarios, montando sus fábricas, levan¬ tando sus talleres, regularizando su comercio, perfeccionando sus es¬ tablecimientos de educación y mejorando la policía de salubridad y ornato, dieron de mano á la miseria, proporcionaron ocupaciones lu¬ crativas, aumentaron los ingresos nacionales, atendieron á la salu¬ bridad de las poblaciones, hallaron medios de satisfacer las comodi¬ dades sociales, de defenderse, de ser considerados, y lo que es más, aseguraron su verdadera independencia, se hicieron vigorosos y pu- 446 dieron sin auxilios extraños atenderá sus necesidades. Pero no siendo mi ánimo trazar el cuadro halagüeño que tan bien dibujado se en¬ cuentra en la historia de la ciencia y de las naciones civilizadas, vuelvo al punto de que me había desviado, examinando las mejoras notables que la química ha introducido en cada uno de los ramos de la medicina. La anatomía, fundamento principal de esa ciencia, que con ex¬ quisita escrupulosidad y tacto fino, descubre en el cadáver los resortes más pequeños del movimiento y las cualidades aparentes de los se¬ res organizados, que patentiza las alteraciones ocultas de los tejidos de los órganos y de los aparatos, que da á conocer desde la simple textura de los acotiledones y de los zoófitos, hasta la sorprendente máquina de los árboles y de los hombres; la anatomía, repito, no debe menos sus progresos al horno investigador del químico, que al afila¬ do escalpelo del prosector. Yo hay ya que temer el repugnante desprendimiento de gases pestilentes, producidos por las reacciones cadavéricas: los compues¬ tos oxigenados del arsénico, el bicloruro de mercurio, uno de los car¬ buros de hidrógeno y las sales de alúmina, evitan las descomposi- siones á que, sin esos medios, llegan necesariamente los seres más complicados de la creación. Desaparecieron para siempre ciertos amuletos ridículos que, enmascarando con su grato aroma las ema¬ naciones nocivas, inspiran alguna confianza á los anatómicos y á los químicos de la edad inedia. El descubrimiento del cloro, el estudio de sus propiedades y el de la naturaleza y proporciones de sus com¬ puestos, ofrecen un medio fácil y seguro de purificación, convirtiendo en productos inocentes las combinaciones venenosas más activas. Hoy no se duda cuál sea la naturaleza de los líquidos orgáni¬ cos, como no se duda tampoco de la de los tejidos vegetales y ani¬ males. La anatomía patológica, fuente inagotable de descubrimientos útiles, nos ofrece también á cada paso alteraciones curiosas, que con¬ servadas por los procedimientos químicos más simples, forman ga¬ binetes preciosos, considerados con razón como otros tantos libros prácticos de mayor interés para el diagnóstico. Ya se ve que á tan útiles adelantos no ha sido extraña la química y que hoy con más razón debe preceder al estudio de la ciencia que da á conocer la es¬ tructura de los seres vivos y las alteraciones que resultan del estado patológico. 447 Todo lo que pudiera decir en este momento de la fisiología, se¬ ría poco y aun parecería exagerado: tantos y tan importantes lian sido los servicios prestados por la química á este ramo de las ciencias na¬ turales. Si la marcha del espíritu en los estudios fisiológicos (ha di¬ cho un célebre profesor contemporáneo) hubiera sido guiada por la razón, se habrían fijado desde luego de una manera exacta las pio- piedades físicas y químicas de los diversos tejidos y líquidos del cuerpo, y se habrían estudiado las que la vida añade ó quita á sus elementos; mas no ha sido esta la marcha que se ha seguido, y los perjuicios á la ciencia dependieron sin duda de que los fisiologistas fueron ex¬ traños á los conocimientos físicos y químicos. Basta notar, dice Magendie, la semejanza de los órganos digestivos con un aparato químico dispuesto para obtener determinados productos; la del res¬ piratorio con otro de combustión que, como un verdadero horno de muy sencillo artificio, quema con regularidad el combustible, produ¬ ciendo un calor constante y uniforme; basta, por último, ver tantos otros formando agua, gas carbónico, cloruros, etc., y separando esos mismos compuestos con sorprendente exactitud, para inferir que la fisiología se ha elevado al rango de la ciencia, apoyándose en las fí¬ sicas y haciendo aplicaciones útiles de sus descubrimientos. Mas sea que se considere á la anatomía y á la fisiología íntima¬ mente ligadas á la patología, ó que las inspecciones cadavéricas y los métodos de exploración hayan contribuido igualmente á susprogie- sos, el hecho es, que ha llegado á ser hoy una de tantas pruebas que no dejan dudar de los adelantos de la medicina. Yéamos, si no, qué enfermedades pueden clasificarse por medio de datos tan positivos y seguros como los que ministra la ciencia que se ocupa de las leac- ciones moleculares de los cuerpos, y cuán importante es descubrir las principales alteraciones de los líquidos del cuerpo humano. Por mucho tiempo fué desconocida la naturaleza de tres fluidos á cual más necesario en los fenómenos de la nutrición; el quilo, la linfa y la sangre: con el auxilio de la química se ha llegado á demos¬ trar su analagía de composición, probándose con ella, como dice 1 He- ritier, que la modificación del uno, determina necesariamente la de los otros dos. Partiendo de datos tan seguros se han examinado me¬ jor las alteraciones de ese sistema de vasos que constituye el aparato circulatorio y se han facilitado los medios de hacer obiai en la eco¬ nomía las substancias medicinales, sabiendo que la absorción es r tanto más activa cuanto la digestión es menos reparadora. Mas pa sernos á otras pruebas. Ya no se confunde el pus encontrado en los vasos linfáticos de algunos enfermos atacados d e phlegmatía alba ¿lolens, de úlceras y de cáncer con los otros líquidos naturales ó alterados; tampoco se duda de la presencia de sales calcáreas en los casos de espina ventosa, ni que penetran liasta las entrañas las substancias venenosas aplicadas exteriorinente, aun cuando sean insolubles. Además, el sentido físico-químico de la sangre, de ese líquido eminentemente reparador, fuente de vida y que, del nacimiento á la muerte, recorre un doble círculo, solidificándose en su curso, dejando una parte de sus principios inmediatos, quitando el carbono á los tejidos para transformarlo en ácido, ganando ó perdiendo oxígeno; origen principal del calor animal, de la acción nerviosa y del equi¬ librio eléctrico que resulta de la diferente cohesión del líquido ar¬ terial y venoso; la sangre repito, da á conocer por las alteraciones químicas apreciables, muchas de las orgánicas, proporcionando tam¬ bién, algunas veces, los medios de corregirlas. Al principio de las fiebres aumenta la cantidad de agua y disminuye la de fibrina } materia colorante, la de albúmina y de sales, mientras que al fin de estas enfermedades no se limita la alteración á sólo las proporciones, sino que varían sus elementos hasta tal punto que no es extraño se dudara en una época si era sangre el líquido vomitado en la fiebre amarilla, y si lo era el de las hemorragias en el período adinámico de la tifoidea. Yo ha mucho se atribuyó á la bilis la coloración ictérica de la piel y de la conjuntiva, suponiéndose que enteramente formada cir¬ cula con la sangre, sale con la orina y con el líquido de la transpira¬ ción, hasta que los trabajos de Chevreul, Aiulral y Lecanu dieron a conocer que la sangre de los ictéricos sólo contiene los principios co¬ lorantes de ese producto de la secreción. ¿La presencia de la urea en la misma sangre y de la albúmina en el líquido secretado por los ri¬ ñones, no son un signo precioso de la enfermedad conocida con el nombre de mal de Briglit? ¿La de la azúcar en este último no es pa- tognomónico de la diabetes? ¿Yo se sabe, además, por los trabajos de los químicos modernos, que aquellas glándulas sólo separan la azú¬ car sin intervenir en su formación? Yuestros mineros de Guian a j nato sucumben con frecuencia á una enfermedad que depende, sin duda, 449 de la alteración de la sangre, y que reclama, por lo mismo, los tra¬ bajos de la química, la que no será extraño descubra algunos medios de librarlos de una muerte cierta, dando á conocer el asiento, natu¬ raleza y método curativo del mal. Las interesantes experiencias de Magendie y Bouillard sobre la clorosis, así como las microscópicas de Donné, lian adelantado mucho la historia y tratamiento de esta enfermedad. L1 estado de la sangie de los escorbúticos, de los coléricos, de los gotosos, elefancíaticos, etc.; el de la orina en esas mismas enfermedades y en las fiebres erupti¬ vas, hepatitis, metritis y cáncer, aseguran en muchos casos el diag¬ nóstico v facilitan remedios útiles para el tratamiento. Debe, por lo mismo, el médico iniciarse en los misterios de la química para pene¬ trar en los de la patología. Preciso es, para no difundirse más, tocar solo de paso los otros dos ramos que hacen parte de la ciencia del hombre: la farmacología v la medicina legal. La historia natural médica, la farmacia y la materia médica, han sufrido tales reformas en el presente siglo, que sería indispensable dar un extenso tratado para poderlas enumerar. Basta decir que, an¬ tes de esa época, eran desconocidas las bases saliñcables y muchos áci¬ dos y productos orgánicos; que se ignoraban los medios seguros de purificación; que se administraban con timidez agentes preciosísimos, cuyas propiedades son relativas á las dosis; que los códigos farmacéu¬ ticos eran más bien un indigesto catálogo de fórmulas empíricas; que no se había fijado la atención en la incompatibilidad de las substan¬ cias medicinales, ni en la acción que ejercen sobre ellas el calórico, la luz y la electricidad; que los aparatos eran tan limitados como im¬ perfectos y escasos los auxilios que podía prestarla historia natmal, basta mencionar, en fin, que no se conocían los radicales compuestos, ni la presencia constante y proporcional de los elementos del agua y del gas carbónico entre los de los seres organizados. Xo obstante es¬ to, es preciso confesar que no han llegado á su perfección la terapéu¬ tica ni el arte de formular; pero sí puede asegurarse que, dejando el empirismo y la fatal polifarmacia, adelantan cada día haciendo nías palpables sus ventajas y utilidad. Desde la primera época del mundo, debió notarse que la morde¬ dura ó piquete de algunos animales causa accidentes funestos, y aun suele ocasionar la muerte; que iguales efectos produce el uso de al- « 57 450 ~'V' ganos vegetales y de mnclios cuerpos anorgánicos; desde entonces se cometieron grandes crímenes, que los delincuentes procuran ocultar más que las autoridades se empeñan en descubrir; se dieron leyes pe¬ nales, se atendió á la salubridad de las poblaciones, se cuidó de la de las familias y de los individuos, y con tales elementos se organizó más tarde la lexicología, la higiene pública y privada, la jurispru¬ dencia médica, la medicina legal, en fin, que, como dice Anglada, debió comenzar con la raza humana. No fué, sin duda, este ramo al principio más que un cúmulo de observaciones empíricas comunica¬ das por tradición; pero ha llegado al grado de verdadera ciencia, ne¬ cesaria á los gobiernos, útil á los magistrados, benéfica á los inocen¬ tes, azote de los criminales y eminentemente protectora de la espe¬ cie humana. Si alguna vez se lian hecho falsas aplicaciones de sus principios, si se han exagerado sus servicios, si no se ha comprendi¬ do su importancia ó si se ha abusado de sus doctrinas, culpables son los hombres y no la medicina legal, que debe su utilidad incuestio¬ nable á los verdaderos progresos de la química. He llegado al término que me propuse, manifestando los servi¬ cios que presta cada día la química á los diversos ramos de la cien¬ cia del hombre. La escuela de medicina, que desde su fundación se penetro i e esta verdad, lia trabajado con empeñoso afán hasta ver realizados sus filantrópicos deseos. Contando con el firme apoyo de un ministro, que aunque extraño á la medicina, no lo fué al adelantamiento de las ciencias, consiguió en 1843, no sólo que se establecieran las cáte¬ dras de física y química, sino que ellas tuviesen los instrumentos y aparatos necesarios para hacer efectiva la enseñanza; y si por circuns¬ tancias que son bien conocidas no ha logrado completar el gabine e v montar el laboratorio cual corresponde, tiene fundadas esperanzas de conseguirlo, fiada en la decidida protección del Supremo gobier¬ no no menos que en la cooperación de otras personas que tan im¬ portantes servicios le han prestado. Sus nombres serán de gratos re¬ cuerdos para los amigos de la humanidad, como lo son ya para esta juventud entusiasta y para los actuales profesores de la escuela, quie¬ nes tampoco olvidan los interesantes servicios y mérito distinguido del sabio profesor 1). Isidro Olvera, cuya muerte deploran. ♦ 451 discurso pronunciado por el señor doctor D. LEOPOLDO RIO DE LA LOZA, PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL, EN LA SESIÓN GENERAL CELEBRADA EL 12 DE ENERO DE 1871. Señores: Obligado por nuestro Reglamento á dirigiros la palabra en esta sesión, y agotados con el informe que acaba de leer el señor Secreta¬ rio los puntos de que para ello pudiera servirme, me limitaré á pre¬ sentar á la Sociedad algunas indicaciones que, desarrolladas por ella, acaso contribuyan á la consecución de las nobles miras a que se di¬ rigen sus tareas. Mas antes me ocuparé en consignar brevemente al¬ gunos hechos, que aunque sabidos hoy por muchos, pudieran ser más tarde adulterados ó desconocidos. Ro liace veintiocho meses que fue instalada la Sociedad de His¬ toria Natural por un corto número de profesores laboriosos, instruí- dos y emprendedores, quienes, amigos entre sí, lo son también de las ciencias, de la prosperidad y del buen nombre de nuestra patria. En tan corto período, los resultados de sus laudables afanes han excedi¬ do á sus esperanzas, como lo demuestra la reseña cuya lectura aca¬ bamos de oir, y las buenas y útiles relaciones establecidas en la ma¬ yor parte de los Estados de la República y aun fuera de ella. Hoy debemos felicitarnos por ello, así como al observar que el estudio de las ciencias naturales ha salido de los estrechos y muy forzados líini- tes á que se hallaba reducido hasta hace pocos años. Los médicos y los farmacéuticos fueron los únicos que, obligados por las leyes, con¬ currían poco más de una hora por unos cuantos días, á la mal orga¬ nizada clase elemental de botánica, y eso sin fe en la utilidad de tal estudio, y por lo mismo, sin la dedicación indispensable, siquiera para conocer los principios fundamentales del ramo. En cuanto al de zoo¬ logía, bastará recordar que, en general, apenas era conocida de muy pocas personas. Y no se crea que tal estado de cosas perteneció solamente á la época virreinal, no; doce años después de nuestra independencia si¬ guieron las cosas en el mismo estado; y, preciso es decirlo, á la ilus¬ tración, á la cultura, á los afanes de la clase médica, auxiliada más tarde por algunas personas ilustradas y después por los ingenieros de minas, se debe la marcha progresiva y aun el entusiasmo que hoy se advierte por el estudio de las ciencias naturales. Cuántos años han transcurrido para conquistar esta mejora; cuántos esfuerzos ha sido preciso reunir y cuántas preocupaciones que vencer, son hechos bien conocidos de las personas que me escuchan. Y si bien desde 1833 fueron organizados por la ley como lo están actualmente los establecimientos especiales de enseñanza, en cuyo programa figuró la de la historia natural, la violenta derogación de tales disposiciones nulificó la mejora intentada por los ilustrados au¬ tores del primer plan de estudios más adecuado á las necesidades de México. Increíble parecerá que cuando en los países civilizados del mun¬ do, no se dudaba del enlace de las ciencias naturales con las princi¬ pales carreras profesionales y su estudio era obligatorio, se preten¬ diera, en la capital de la República, sostener la inutilidad de tales conocimientos para los ingenieros y aun para los agricultores. Re¬ cuerdo con asombro que en la visita que un personaje de influencia hizo á la Escuela de Agricultura en 1856, calificó de inútil y gravoso al Gobierno ese establecimiento, fundándose en que en nuestro país, cuya fertilidad era notoria, bastaba la práctica, decía, para labrar la tierra y para conocer las yerbas. Después, y aun hoy mismo, ¿no juzgan varias personas como una extraña exigencia las disposiciones relativas del plan de enseñanza vigente, con especialidad en lo relativo á estudios preparatorios? ¿Yo hemos oído las severas críticas que se hacen con frecuencia sobre este 453 punto? Las personas dominadas por las primeras impresiones, las que repiten lo que oyen sin examen alguno, las que preocupadas por el deseo de que sus hijos concluyan su carrera en el menor tiempo po¬ sible, y las que sólo se ocupan en criticarlo todo, son otros tantos ene¬ migos de lo bueno y de lo útil. Ellas no reflexionan que aun la simple educación social no debe limitarse al estudio de las primeras letras: que los adelantamientos y perfección en las carreras profesionales exigen una base solida de instrucción, un conjunto de nociones indispensables, sin las cuales aun la tecnología científica se dificulta. Ellos, y por desgracia otros varios, ignoran que la riqueza de nuestro país no debe limitarse á la explotación de unos cuantos minerales, no ciertamente; el reino or¬ gánico es tan abundante, tan variado, y es llamado á ser tan útil y productivo, como el anorgánico. Y siendo esto así, ¿por que no apio- vechar esa fuente inagotable con que nos brinda la naturaleza? ¿Por qué no fomentar cual conviene el estudio de la botánica y de la zo¬ ología, procurando á la vez, con las exploraciones, aprovechar tantas y tan variadas producciones, limitadas 110}’ en su explotación y aban¬ donadas en su mayor parte? Por fortuna se lia dado un paso adelante en estos últimos años, cuyos benéficos resultados han correspondido, como ya dije, á las no¬ bles miras de las personas estudiosas y decididas á consagrar su tiem¬ po y su trabajo á la consecución de una importante mejora. La instalación de la Sociedad de Historia Natural, la publica¬ ción de su periódico, y la reorganización del Museo Nacional, han contribuido á esa mejora de una manera eficaz; y no hay exageración al decir que la unión, la buena armonía y los mutuos auxilios de ambos establecimientos, los han colocado en condiciones favorables para que las ciencias naturales lleguen en nuestro país al grado de cultura á que se encuentran en las naciones civilizadas. I)e esperar es que esa unión y buena armonía, que tan felices resultados han dado en el corto período transcurrido, se sostengan y aumenten en el año actual, á cuyo fin me será permitido el propo¬ ner á la Sociedad una idea, que si fuere acogida benignamente, sa¬ brá realizarla de la manera posible y conveniente. He dicho, y es bien sabido, que las exploraciones en lo relativo á las ciencias naturales son tan necesarias, que sin ellas no pueden adelantar. Por otra parte, no habrá quien dude, que si nuestro Museo I 454 ha de ser verdaderamente nacional, deben encontrarse en él todas las producciones notables de la República, para lo cual es indispen¬ sable la recolección, hecha con la inteligencia necesaria; y como en nuestro país no es un ramo á que se hayan dedicado personas a quie¬ nes poder confiar ese trabajo, resulta la mayor necesidad de organi- zar las comisiones exploradoias. Por desgracia el estado del Erario acaso no permita hacer todos los gastos que requiere una comisión bien montada; mas podría re¬ ducirse por hoy á determinadas localidades y al personal indispon- sable para lograr el fin propuesto. - . También sería conveniente, á la vez, el excitar á los go nemos de los Estados á que nombrara sus comisiones exploradoras, pues si no todos, varios hay que cuentan con algunos recursos para erogar los gastos: y aquéllos que no los tienen podrían arbitrar medios para cubrirlos. Verdad es que los resultados de ese sistema de ra ajos es, por su naturaleza, lento; mas conviene tener en cuenta que las empresas de este género llegan más tarte á sostenerse por si; y una vez organizadas, aun á ser productivas. El Gobierno puede contar, por otra parte, con la coopeiacion de la Sociedad de Historia Natural, y ésta, á su vez, con la adquisición de algunos ejemplares, ya para enriquecer la colección, o ien paia fomentar el cambio con las asociaciones relacionadas con ella. Sea lo que fuere, yo suplico á las Sociedades que examinen esta cuestión, sea acogiéndola y haciendo las modificaciones que juzgu- necesarias, ó bien desechándola si la cree irrealizable. Antes de minar, cumpliré con un deber de justicia y de reconocimiento, ma¬ nifestando en esta sesión solemne el que tiene la Sociedad de Hurtar Natural, al Soberano Congreso, al Supremo Poder Ejecu ivo y a «» dadano Director del Museo Nacional, por la protección que le h dispensado y que espera continuarán dispensándole en atención a felices resultados obtenidos hasta ahora. La corpoi ación i;ipro do secundar con sus trabajos las nobles miras del Supremo Gobierno fomentando los adelantos y mejoras en cuanto se relaciona con 1 Historia Natural, los medios indicados, y cuanto mas se relación adelanto, los pondrá en acción con el mismo fin, y los dara a co cer con la debida oportunidad. Concluyo, Señores, haciendo votos por los progresos de la So¬ ciedad y por el bienestar de sus dignos miembros. 455 IDISaiTIE^SO PRONUNCIADO EN DA ESCUELA DE AGRICULTURA, POR EL SEÑOR DOCTOR LEOPOLDO RIO DE LA LOZA Señores: Si la prosperidad de las naciones dependiera principal ó exclusi¬ vamente de la instrucción de los ciudadanos en los ramos profesio¬ nales y literarios, que hasta principios de este siglo continúan la carrera pública de las letras, México sólo debería protejer en los Co¬ legios establecidos antes de ahora, las cátedras necesarias al eclesiás¬ tico y al minero, al jurisconsulto y al médico; pero tal sistema, au¬ mentando notablemente las clases consumidoras, disminuiría, como lia disminuido los recursos de todo género, y, manteniendo en el abandono los abundantes elementos diseminados en el vasto territorio de la República, contribuiría de un modo eficaz á nuestro aniquila¬ miento gradual. ¿Ni cómo podría satisfacer las necesidades de todas las clases, los escasos recursos de la agricultura rutinera, ó las del mezquino y tímido comercio que hasta aquí hemos tenido'? Nuestras minas, aunque ricas y numerosas, empobrecidas unas por el tiempo y las labores, otras inutilizadas por el abandono en la época llamada de la insurrección, apenas bastarían para reparar las pérdidas del comerciante, consumiéndose sus frutos, sobre todo en las frecuentes exportaciones, y en alimentar al jurista, al medico y al empleado; al político y al militar, desgraciadamente empeñados en dirigir á la nación, víctima inocente, cuando no de las ambiciones, de las enga¬ ñosas esperanza y de los funestos resultados de las inexperiencias. 456 Si la felicidad social está íntimamente relacionada con la inte¬ ligencia V el vigor, y si tales dotes se adquieren con la metódica y esmerada aducación, explotando los recursos naturales y dando la preferencia á los ramos productivos; inútil y aun perniciosa sena toda disposición que descuidando los positivos y locales, atendieran más bien á los extraños y especulativos. Haber procedido de este modo es la causa de los males que se lian sucedido sin interrupción: nuestra pobreza v debilidad no reconoce otro origen. Persuadido de estas verdades, tuve el honor, hace tres años, de presentar al publico un plan de enseñanza, ó más bien una modificación al establecido en nuestros colegios, cuya base consistía en el fomento de ramos nuevos v positivos, que sirvieran para explotar con mano inteligente el ex¬ tenso y rico territorio, que aún nos dejara la codicia del vecino. Dos de esos establecimientos adoptaron con entusiasmo la modifica¬ ción propuesta; pero al de San Gregorio cupo la gloria de no retro¬ ceder á las dificultades, y de dar á México una carrera completa, nueva y necesaria, proporcionándome el lmnor de establecer la clase de Química aplicada á la agricultura, y de dirigir la palabra en este momento á la respetable concurrencia que me escucha. Sin abusar de su tolerancia, séame permitido en este acto solemne, que llame la atención hacia tres puntos, como principales de mi breve üiscu.so. Recordaré en primer lugar la utilidad de la carrera agrien a, o más propiamente, de la agronomía; en segundo, la del estm 10 i e a Química inaugurado en el presente año; y el tercero la franca expo¬ sición de los obstáculos que han impedido á los alumnos el adq.iu,, todos los conocimientos que ellos mismos deseaban. , Si no hay filósofo que, al contemplar el universo, vea con fría indiferencia ese armonioso conjunto que presenta la obra adunia e de la suprema inteligencia, tampoco hay quien desconozca la uti¬ lidad de la labranza y la necesidad de sostener y mejorar por su me dio la buana marcha de los sucesos, y con ella la prospeiula > nueza de las naciones. i , „i El cultivo de los campos, como todo lo que esta subordinad entendimiento humano, se perfecciona con la observación y con .e estudio, y desde la brillante historia que hace conocer su o 1 fue sin duda el de las sociedades, y su marcha en la época ( < - ’ cu el Egipto, hasta la edad presente, que lo es de los descu numen tos Científicos, todo es interesante, todo útil, y más o menos encar - 457 nados con los importantes ramos que forman las delicias del hom¬ bre. «Qué liay dice, un escritor contemporáneo, más noble y gran¬ dioso que la agricultura? Ella hace la opulencia de Jos imperios yes la felicidad del genero humano.» El cultivo de los campos es, en efecto, la fuente de donde nacen los goces sociales: en él encuentra el hombre el más bello paisaje que lo divierte, el aire purísimo que lo vivifica, el variado alimen¬ to que lo sustenta y da pasto á sus ganados, el fruto jugoso que lo refresca, la embriagante bebida que lo entona y hasta el eficaz re¬ medio que alivia sus dolencias y que más de una vez lo libra del se¬ pulcro. Las abundantes cosechas le proporcionan, además, el medio de relacionarse con todos los países del globo; de interesarse en la mejora de las vías de comunicación; de cuidar de la seguridad de los caminos; de procurar un buen sistema tributario; de tomar par¬ te en la defensa del Estado; en la paz pública, en la obediencia á las autoridades, en la conservación de las instituciones y en ser, en fin, útil á su patria, cuyo engrandecimiento asegura las propiedades ad¬ quiridas con el sudor de su rostro y con la dulce tranquilidad que deja en pos de sí la ocupación más noble y necesaria que le señala¬ ra el Omnipotente. Paréceme ver que en este instante no falta quien me juzgue animado del exagerativo entusiasmo; pero desaparecerá tal concepto con el examen imparcial y juicioso que cada cual haga al meditar las proposiciones enunciadas, verdaderas en sí mismas, con independencia de toda ilusión. Sin embargo, creo muy conve¬ niente concluir esta primera parte con la garantía de dos nombres ilustres: • «No seguiremos ocupándonos, dice Parmantier y Pose, del ori¬ gen, marcha y progreso de la agricultura, porque no puede du¬ darse que este arte precioso es la base de la fuerza, de la riqueza y de la prosperidad pública y particular; que la fertilidad ó la esterilidad han dominado á su vez en un misino país según que ha sido protegida ó desdeñada, honrada ó despreciada: pero siem¬ pre que las naciones han tomado empeño en que floresca, han adqui¬ rido tal grado de poder, que nadie se ha atrevido á medir con ella sus fuerzas.» Demostrada la utilidad de la industria agrícola será fácil dará conocer la necesidad de la instrucción científica, y también que la química es uno de los ramos, indispensables á esa carrera, conside- 58 458 rada por el Sr. Lamberto como la única propia para hallar la feli¬ cidad temporal. Seré breve al ocuparme de este segundo punto. Los agricultores de la República no lian tenido hasta el pre¬ sente otras reglas, que las muy equívocas, tomadas de la rutina; pu- diendo asegurarse que se encuentraactualmente como muchos de los ramos de instrucción que se extraviaron en su origen; es decir, apo¬ yados en la desordenada y perniciosa tradición, y en las muy escasas é incompletas observaciones particulares, ocultas muchas de ellas to¬ tal ó parcialmente con el velo misterioso de la avaricia. Pero cuan¬ do se conoce la relación de la ciencia agrícola con tantos y tan va¬ riados objetos, como presenta la naturaleza, forzoso es convenir en que la lia de tener con todas las ciencias exactas para que sea fruc¬ tuosa y recreativa, y que si México aspira á su felicidad, debe mar¬ char con los progresos de la época. ÍLida es él agricultor sin la botánica, dice (firaldin, que le da á conocer las plantas y las nociones que lo han de dirigir en la pie- ferencia relativa de las especies que debe cultivar. Sin la zoología que le indica los animales útiles y los dañosos, así como la maneia de educarlos y el uso que puede hacerse de ellos. Sin la mecánica que lo provee de máquinas, instrumentos y utensilios para facilitar sus labores, con mayor perfección, prontitud y economía. Sin la fí¬ sica que le enseña la influencia respectiva de los agentes naturales. Sin la química, por cuyo medio descubre la naturaleza de los terre¬ nos de labor, la manera de mejorarlos, las ventajas de los diversos abonos, los riegos, el valor comparativo de los productos alimenti¬ cios, los medios de satisfacer sus necesidodes, con los varios produc¬ tos alimenticios, de la industria, y tantos otros cuya enumeración juzgo excusada. La agronomía propiamente llamada así, ó sea el con¬ junto de los principios científicos tomados de la historia natural, de la física, de la mecánica y de la química, aplicadas al cultivo; ha nacido de los progresos de estas ciencias; v el siglo actual, rico para ellas en descubrimientos y en aplicaciones, la ha elevado a un punto en que distaba mucho en el pasado. El estudio de las cien¬ cias exactas, en el que está comprendido el de la química, es de consiguiente útil á los agricultores, y muy más necesario a los de la República, por lo mismo que en ésta no abundan los liombies científicos. 459 Debo pasar á la tercera parte- aprovechando el tiempo de que puedo disponer. Penoso sería, á la verdad, el tener que descubrir los propios de¬ fectos, si no estuviera, persuadido de que la verdad sieinpie ti imita, y de que eu todos los casos debe preferirse al engaito. Si las caneias teóricas de nueva creación encuentran obstáculos que solo el tiempo y la constancia hacen desaparecer, mayores deben sea pain las pi.n ticas, y sobre todo, si se carece de los recursos nesesaiios. La a„io nómica instiuida en este Colegio, lia tenido que luchai con esos in convenientes, y basta con las preocupaciones anexas á la falta de educación y á los malos hábitos: la cátedra de química no podía li¬ brarse de este mal, y de otro que por fortunaba desaparecido con el sólo hecho de haber terminado el ano escolar. Sin local adecuado para las lecciones; sin más substancias, ins¬ trumentos y aparatos propios, que los que pudo adquiiii con la do nación, que le hiciera la Junta de industria, por el afanoso empeño de uno de sus dignos vocales de la Directiva de este Colegio, la clase de química no ha contado con los medios suficientes paia que ( 1 tinto correspondiese á los afanes tan satisfactoriamente como era de de¬ sear. Si á esto se agrega que los cuatro cursantes de la misma clase carecían del estudio de la física, y que tuvieron que hacer conjunta¬ mente el de los dos ramos, cuya extensión es conocida, no se extra¬ ñará que apenas adquieran en siete meses de lecciones alternadas los conocimientos que manifestará en esta función el alumno que pie senta el Colegio á la calificación del público. Yo confío, por lo mismo, en el buen juicio y en la rectitud de los que puedan juzgai, espeiaiulo, además, dirijan su consideración á las mayores dificultades, algunas de ellas invencibles, para dar una función de este género en tiempo muy limitado, en un establecimiento sin laboratorio, y, lo que es peor, teniendo que colectar y conducir de varios puntos cuanto se ha creído necesario disponer. Pero sea cual fuere la estimación que haya de hacerse de ésta y de las funciones orgánicas de los días precedentes, ella nunca podrá rebajar el mérito de la intitución. Esta es necesaria en la República; • es conveniente y útil á los alumnos de este Colegio, y ha de ser el es¬ labón que una á las carreras literarias y consumidoras, con las lite¬ rarias y productoras, así como con las industrias artística y fabril. I 460 Yo me congratulo con mi desgraciada patria, porque lia dado un paso de positivo adelanto para su futura prosperidad con la admi¬ nistración que, desviándose del orden común, no puso obstáculo al¬ guno á la ejecución del plan que le propusiera la Junta Directiva de este seminario, con la misma Junta que, dando una prueba inequí¬ voca de que no limita su atención al recinto del Establecimiento que le está encomendado, realizó un pensamiento cuyos resultados son de interés general: me congratulo, en fin, con los Señores Réplicas y demás personas que lian tenido la bondad de honrar con su presen¬ cia el acto público de química agrícola que por primera vez se da en la República. Y vosotros, jóvenes apreciables á quienes les tocará la gloria de ser los primeros agrónomos que vea México, educados en las aulas de uno de sus Colegios, seguid constantes el camino que habéis tomado: despreciando, como hasta aquí, los obstáculos y haciendo un esfuerzo para perfeccionar los conocimientos adquiridos. La Yación colocará vuestros nombres entre los de sus mejores ciudadanos; el Colegio de San Gregorio, entre los de sus hijos predilectos, y yo, entre los de mis aprovechados discípulos y apreciables amigos. ¡Juventud mexicana! si queréis hallar alguna felicidad en la vida, procuraos llenar vuestros deberes civiles y religiosos, y alcanzar con el estudio un laurel que adorne vuestras sienes. INDICE PAGS. PAGS. , ... nll palabras equivalentes . Acuerdo por el que se resolvió la p ^ ^ ,n ^ ^ Dr D Leopoldo Rio blicación de esta obra . ^ de la Loza? sobre la química ele- Prólogo . Introducción al Estudio de la Quími ca. Advertencia de la primera edición . . Advertencia para la segunda edi ción . . Introducción al estudio de la Quími¬ ca. Primera parte . Segunda parte . Tercera parte . . Lista de algunas 89 de las voces usadas 5 23 47 impropiamente, y otras cuya equivalencia es necesario fijar . . Apéndice que servirá, concluido que sea el estudio de la química or¬ gánica . Lista alfabética de los cuerpos sim¬ ples, de los signos que los repre¬ sentan, de sus equivalentes y de los compuestos que forman con el oxígeno . . Tabla de signos y equivalentes quí¬ micos . Lenguaje científico. Propiedad de las 61 67 83 87 mental de Guerin-Varry . . Discurso pronunciado por el Cate¬ drático de Química Médica en la Escuela de Medicina, en el acto público del ramo, el día 23 de Noviembre de 1852 . La goma archipín . El origen del Tequesquite en el lago de Texcoco . Azufre y Salitre . Cistina . . Método fácil para preparar el vale- rianato de zinc . Química. Nuevo papel reactivo .... Almejas . . D rosas medicinales . Ajenjo . ¿Debe preferirse como purgante el p roto-cloruro de mercurio al va¬ por? . Nuevo procedimiento para obtener el proto-cloruro de Mercurio. . - • Alumbrado de gas . 92 94 101 107 111 114 118 120 122 124 128 130 135 139 462 PAGS. PAGS. Azoturo de hidrógeno . 142 Remedios inconstantes . 147 Liparolado de estramonio . 153 Algunas preparaciones farmacéuti¬ cas. Emulsión de cera . 157 Sobre vejigatorios . 186 Variedades. Falsificación del choco¬ late . . I77 Examen de un líquido arrojado por vómito . 17;1 ¿Deben proscribirse las medidas de capacidad en las oficinas de far¬ macia? . 175 Un vistazo al lago de Texcoco . 180 Aguas potables de México . 193 Opúsculo sobre los pozos artesianos y las aguas naturales de más uso en la ciudad de México, con al¬ gunas noticias relativas al corte geológico del Valle, y una lista de las plantas que vegetan en las inmediacionesdel Desierto Viejo. 205 Tabla analítica de las aguas más usa¬ das en la ciudad de México — . 220 Apuntes relativos á las fuentes bro¬ tantes ó pozos artesianos . 222 Tabla analítica de las nueve fuentes brotantes abiertas por D. Sebas¬ tián Pane en la Ciudad de Méxi¬ co el año de 1863 . 232 y 233 Química. Auua potable de Teotihua- cán . 234 Algunas observaciones sobre la uti¬ lidad de las aguas minerales. . . 236 El liquen tintóreo de la Baja Califor¬ nia . 243 Apuntes sobre algunos productos del maguey . 255 El animal planta . .. .271 y 276 El Cactus Ophioides . 281 La Agricultura y la Veterinaria en la Nación Mexicana . 283 Noticia de los alumnos que ha tenido la Escuela de Agricultura . 321 Personal de la Escuela de Agricultu¬ ra al finalizar el afio de 1855 . . . 322 Personal de la Escuela de Agricultu¬ ra al finalizar el afío de 1856 ... 323 Personal de la Escuela de Agricultu¬ ra al finalizar el afio de 1857 . . . 324 Personal de la Escuela de Agricultu¬ ra el 15 de Enero de 1861 . 325 Personal de la Escuela de Agricultu¬ ra en Mayo de 1863 . 326 Personal de la Escuela de Agricultu¬ ra en 1864 . 327 Tala de bosques y exportación de maderas . 329 Proyecto de ordenanzas de bosques, de arbolados y de exportación de maderas . 335 Dictamen acerca de las cañerías de plomo . 348 Dictamen aprobado por la Sociedad de Historia Natural, en la sesión del 17 de Abril de 1873, y que fué presentado por la comisión nombradapara dilucidarla cues¬ tión suscitada con motivo del fraccionamiento del aerolito de la “Descubridora” . 357 Dictamen de la comisión formada por Don Leopoldo Río de la Loza, Gabino Barreda, Alfonso Herre¬ ra vGumesindo Mendoza, sobre un estudio hecho por el Doctor Desiderio Germán Rosado, de un insecto llamado “Botijón” . 380 Dictamen que presentó la comisión de ciencias naturales formada por los Señores Don Leopoldo Río de la Loza, Joaquín Veláz- quez de León y Felipe Zaldívar, sobre la muestra de carbón de 468 PAGS. PAGS. piedra de la mina situada en el Departamento de San Juan de los Llanos, del Estado de Pue¬ bla . . . 384 Extracto del expediente antiguo ins¬ truido por el subdelegado de Co¬ lima, sobre el terremoto que des¬ truyó parte de aquella ciudad el año de 1818 . 387 Exposición que hizo el Señor Secre¬ tario del Consejo Superior de Salubridad de México, Dr. D. Leopoldo Río de la Loza, al E. Sr. Gobernador del departamen¬ to, pidiéndole que destinara una parte de la contribución perso¬ nal en la dotación de veinte pla¬ zas de Médicos de Distrito . 391 El fierro meteórico de Yanhuitlán . . 399 El Señor Presidente de la Sociedad Farmacéutica Mexicana, Doctor Don Leopoldo Río de la Loza, pide al Señor Presidente de la República, la propiedad litera¬ ria de la farmacopea . 407 Refutación á la ley de 30 de Enero de 1857 . 409 Conservación de los cadáveres . í . . . 411 Terapéutica. Apuntes sobre losefec- de la tarántula, administrada al interior . ■ 415 Higiene pública . 421 Del senecio en el tratamiento de la epilepsia . 425 Oración pronunciada por el Señor Dr. D. Leopoldo Río de la Loza, en la Universidad Pontificia, al recibir el grado de Doctor en Teología (en latín) . 428 Oración pronunciada por el Señor Dr. D. Leopoldo Río de la Loza, en la Universidad Pontificia, al recibir el grado de Doctor en Teología (traducción literal)... 430 Discurso del Señor Presidente Hono¬ rario de la Sociedad Médica “Pe¬ dro Escobedo,” Dr. D. Leopoldo Río de la Loza, pronunciado en la inauguración de dicha Socie¬ dad . 432 Discurso pronunciado por el Señor Presidente Honorario Dr. Leo¬ poldo Río de la Loza, en la se¬ sión del día 4 de Julio de 1869, en que la Sociedad Médica “Pe¬ dro Escobedo,” celebró el pri¬ mer aniversario de su instala- 439 cion . Dircurso pronunciado por el Señor Dr. D. Leopoldo Río de la Loza en el acto de Química en la Es¬ cuela de Medicina, el día 7 de Diciembre de 1845 . 444 Discurso pronunciado por el Señor Dr. D. Leopoldo Río de la Loza, Presidente de la Sociedad Mexi¬ cana de Historia Natural, en la sesión general celebrada el 12 de Enero de 1871 . 451 Discurso pronunciado en la Escuela de Agricultura, por el Señor Dr. D. Leopoldo Río de la Loza. . . . 455 * . . S** >T«ra*\ ri •: ?4£a .•' ÉÍg|íl %r$M ■SSS§j^§SS 5g§Í£^ '4i;W . Éek&HMÍ w 4;.v. .' .'W.v. C»; ■'• t mm?, «.M-: MSSflB « ÉÉ® v .;. v - : -■ ■ - . ,,:^ «>'ó^¡'2¿ '• y ■ *v/l;. •■* * :<*f'''A¿"f.4v"".' •■ '■■■- -'■'’ í.: . -■£*-’?*' '(•*."■? ‘í-'t >'■■ I£v ,f •', /? -fr-- •’ : -•:■ ■ :' •: \w v - •■ - .■ :- - • " -v^:-v, - >v- / . S í :í‘:. ' . ■ ? -; ' V&i r$£r .^¡-^' iV'¿> . * ^-;' ■ . SísíSfe ' S - . . .. ' • ' '-‘ü - '. ' ■■■:,? 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