UNAM 20919 ^Tituto DE GEOLOGÍA - CU QE535 .2 M6 1545 UNAM 20919 INSTITUTO de geología - cu INFORME Y coLiGGioN iie miemos RELATIVOS A LOS FENOMENOS GEOLOGICOS VERIFICADOS EX JALISCO EX EL PRESEME AÑO y en EPOCAS ANTERIORES. EDICION OFICIAL. GUADALAJARA, Tip, de S. Banda, calle de la Maestranza núm. 4. 1875. hOVl i J .T T: >1 aTAioiyj KOiaia:i 1 J< CAVI-) n da fisnc-itesM ü oh ,¡ ; o t < tu!l.'dab ,q T .¿T8I UNA VISITA 11 S. OPUSCULO POR SILVERIO GARCIA. > ¿Tft ‘V A1 0 /i A o O! f¡ s VJte X o q I. ) I La noche del 11 de Febrero próximo pasado, se hallaba Guadalajara en un estado de agitación extraordinaria. A las ocho y media de esa mis¬ ma noche se sintieron, con intervalos de pocos segundos, dos fuertes sacudimientos de tierra: el primero^de trepidación y el segundo de osci¬ lación, habiendo durado aquel cerca de medio minuto, y éste tres ó cuatro segundos. Los fenómenos físico-geológicos de que he ha¬ blado, impresionaron de tal manera d los habi¬ tantes de Guadalajara, que creyéndose próxi¬ mos á perecer entre las ruinas, pasaron aquella noche en medio de la mayor angustia. Las noticias que circularon al dia siguiente, Iej >s de calmar esa inquietud, le dieron mayor incremento. Y no'podia ser de otra manera^ se contaba que el pueblo de tean Cristóbal, intne, * m-I • , ; >ÍH —4— diato i Guadalajara y eitoada e a la llarranaa ,M « "*>«» *» -I lar,. J,, £ que^rrcSr 10 ] “ d ' Ch ° PUebl ° varios vo,cane8 lúe arrojad hamo; que el suelo se había abier- corro r? P '° runda3; <|Ue el «¡o Grande que oorro a orillas de San Cristóbal, se perdía com £ ziz a z á ] r griotas ’ f ' aedand ° u lecho. Se contaba también que tanto zi\ c ;r? com ° ° u 01 pueb, ° Lc. ao,rL h “ da de la ' Soledad . habían sulfurn« U res P‘ ruderos que exhalaban vapores sulfurosos, fuentes de agua termal y de petróleo. . er/.iDso estos sucesos con detalles tan es¬ pantosos, que todo el mundo creía que un peli- Z ■»'■«*!» i Guadalajara, y .. aperaba que por momentos fuéramos víctimas nnsmo catachsmo que acabó con San Cris- tobal. Queriendo el Gobierno calmar la ansiedad publica, nombró una comisión científica com¬ puesta del distinguido ingeniero Sr.D. Juan le- na.cm * Iatute y del Sr - >> Mariano Schiafino, e egra sta, para que dirigiéndose al lugar del siniestro estndiaran los fenómenos de que había sido teatro, y manifestaran su opinión sobre el peligro que corriera Guadalajara. A la comí- sion se agregaron varias personas, los señores ingeniero civil de la ciudad D. Miguel Sabás Gu¬ tiérrez, nombrado ad hoc por el Ayuntamiento; D. Angel Canobio; agrimensores 1). Lucio Gu¬ tiérrez y D. Salvador Pérez; D. Isidro del Mo¬ ral, Lie. D. Antonio Martínez Sotomayor y el autor de estas líneas. La comitiva salió de Guadalajara a las diez de la mañana del dia 17 de Febrero último. II. Poco antes del medio dia llegamos a la villa de Zapópan, en donde empezaron los señores ingenieros sus observaciones barométricas, y continuamos nuestro camino, no habiendo per¬ manecido en dicha villa mas «pie unos cuantos minutos. A las cuatro de la tarde pusimos el primer te- légrama en la “La Escoba, pidiendo uu termó¬ metro por haberse roto el que llevaba la comi¬ sión. Con tal motivo, empezó el Sr. Schiafino á ejercer sus funciones, poniendo en acción la magneta después de haber cortado los hilos te¬ legráficos, suspendiendo la comunicación entre Guadalajara y S. Cristóbal, y poniéndose en con¬ tacto con la primera do dichas poblaciones. Después de puesto el telégrama comimos en la Escoba, en donde reposamos por breve rato. Mientras tanto descansaban los compañeros, me — 6 — í)r t i lf v i! r ií j I 1 r l! i O • i - 1 J i V j *1 I ocupé de recorrer la fábrica de la Escoba. Este establecimiento me era ya conocido; varins ve¬ ces lo había visitado, pero siempre que lo hacia despertaba en mí fuertes emociones. Así es, que cuando tengo oportunidad, lo visito con pía- cer. r /l *- ícol >a es un establecimiento industrial de grande importancia, quizá el primero en su género que existe cu el Estado. Allí se elabo¬ ran sm cesar mantas de un hermoso tejido, que salten a Jalisco y que son consumidas también con aprecio en la República. En esa fabrica viven honestamente multitud fie jovenes graciosas y bellas, cuyos encantos es- y de Espisnosilla, {loeselia co cívica). El Triticum repens (grama) 'apiza el suelo aunque con esca¬ sez. Deppues de haber recorrido las cinco leguas de que he hablado, entramos á un terreno mas accidentado en donde se veían alguno^ (pinus), y multitud de robles (quercus robur) de poca talla. F^te terreno accidentado termina en un arroyo profundo dirigido de Oriente á I u- niente, y cuyo lecho seco tiene infinidad de pe¬ ñas negras (pérfidos); en la estación de aguas debe ser el citado arroyo un torrente impetuo- so. Saliendo del arroyo ' Hondo' 1 se eutra en una cañada de longitud de dos leguas, poco más <5 menos, cuyo piso está sembrado de piedras de acarreo, redondeadas y en número tan conside¬ rable, que los caballos casi no pueden dar un pa¬ so. Esas piedras, que hacen muy difícil la tra- — 12 - vesia, han bautizado a la cufiada con el nombre del ,* Pedregal.’’ A un lado y otro del camino se hallan elevadas colinas que insensiblemente se trasforman a' la derecha en montañas de ro¬ cas colosales de pdiliio. Eu ambos lados exis¬ ten bosques de robles, que impenetrables en otro tiempo, daban seguro asilo ¿ los bandidos que frecuentaban aquellos contornos. En efecto, el Pedregal fue eu épocas no muy remotas el teatro de las hazañas del célebre bandido co¬ nocido con el nombre del “Molonco” y de otros no menos renombrados malhechores. Los ca¬ minantes que atravesaban el Pediegal se veían precisados a hacer antes (estamento, y a pre¬ pararse paiaun viaje eterno. Raro era en ver¬ dad el dia que no asaltabau gavillas en el Pe¬ dregal. Tan famoso sq había hecho ese punto, como las Ardenas en tiempo de Luis XI, y como los Abruzaos en la época de los Condot- tiuii. I or fortuna han desaparecido ya Jas bandas que merodeaban en el Pedregal, y hoy se goza de seguridad, gracias á los destacamen¬ tos que el Gobierno ha puesto en Milpillas y lugares inmediatos. . Saliendo del Pedregal, so encuentra la hacien¬ da de Milpillas, cuya casa arruinada indica que ha sido víctima *del pillage y de la incuria del 8í —13 — tiempo- Las ruinas revelan que el edificio era de importancia, pero hoy solo quedan pocas ha¬ bitaciones desmanteladas que sirven de alber¬ gue á un destacamento de gendarmes. La aridez del terreno que rodea la citada ca¬ sa es notable: nn piso cubierto de rocas y de pe¬ queña cantidad de tierra vegetal, poco á propó¬ sito para sembradíos; unos cerros sin más ve¬ getación que robles, cuyas hojas coriáceas al mo¬ verse con el viento hacen un ruido seco y desa¬ pacible: he aquí lo que se presenta á los ojos del viajero, y lo que le causa una impresión desa¬ gradable. Los productos del monte deben ha¬ ber sido el principal elemento de riqueza de esa hacienda. Medio kilómetro más allá de Milpillas, empie¬ za la mesa de S. Juan, dilatado valle al cual se asciende con dificultad, porque el camino se abre sobre rocas lisas y aglomeradas con irregulari¬ dad, lo que hace que los caballos tropiecen, es¬ pecialmente cuando están herrados. Cuando empezamos á recorrer la mesa de S. Juan, el sol se ocultaba ya; el crepúsculo al des¬ vanecerse, nos alumbraba de una manera vaga é indecisa. Be pronto quedamos sumergidos en ja mayor oscuridad pero por fortuna fueron di¬ sipadas las tinieblas por la luna que aunque ar- rojaba débiles rayos, pues la niebla ocultaba su disco nos daba luz suficiente para continuar nuestra marcha. Serian las ocho do la noche cuando llegamos al íin do la llanura y entramos en la boca de la barranca. Allí nos vimos precisados á des¬ montar y á conducir nuestros caballos de la bri¬ da. Esta precaución nos íué muy útil, pues sin ella nos hubiéramos visto expuestos a rodar en el abismo. En efecto, el sendero que recor¬ ríamos era muy escapardo sus sinuosidades se desplegaban de un modo caprichoso. Se puede imaginar que el camino de la barranca es una ser¬ piente gigantesca cuyos anillos se desenvuelven irregularmente. Esta rara configuración, nacida de las exigencias del terreno, pues unas veces el camino faldea grandes colinas, y otras tiene que replegarse sobra sí mismo porque tropieza ó con un precipicio insondable ó con un cerro tajado íí pico, ha hecho que el tránsito sea muy peli¬ groso. El más leve descuido puede causar la muerte del viajero. No se nos ocultaban los in¬ convenientes que acompañan al descenso de la barranca, inconvenientes que tomaban mayores proporciones á la hora en que verificábamos ese descenso, guiados por los pálidos fulgores de una luna semioculta por la colina. —15— Habíamos andado más de media hora, y el cansancio empezaba á apoderarse de nosotros, porque además de bajar una cuesta empinada pisábamos en piedras sueltas que rodaban fácil¬ mente, y nos hacían dar pasos vacilantes, cuan- do llegamos al rancho de ‘ La Punta del Esca* Ion’’ donde pernoctamos. El rancho se compone de un jacal de zacate que sirve de cocina. Nosotros dormimos deba- jo de un techo de paja sostenido por empaliza¬ das, sin paredes y sin ningún otro abrigo que nos defendiera del viento. Mientras concilio el sueño, permanecí por al¬ gún rato contemplando el cerro del ' I raile que se destacaba entre las sombras, enfrente de nosotros. El cerro debe su nombre á la seme¬ janza que tiene una de las rocas porlídicas que huyen su cúspide, con un iraile de capucha cala¬ da. Los escritores de leyendas sacarían mu¬ cho partido do esa circunstancia, pues dándole vuelo á su rica imaginación, podrían forjar toda li¬ na novela, en la que abundaran las historias mís¬ ticas, los cuentos terríficos y las escenas deultra- tumba, en donde figuraran espectros que como el fraile, con la cabeza inclinada sobre su Breviario en actitud devota, vagaran todas las noches en las escabrosidades de la barranca por luengos 23 -lG- años, hasta que hubieran compurgado descuidos cometidos eu las salmodias 6 crímenes horren¬ dos capaces do erizar el polo al más descreído. Por fortuna no soy novelista ni poseo dotes pa¬ ra escribir leyendas, porque a ser así, de seguro no hubiera dormido en toda la noche, pues la hu¬ biera pasado á caza do protagonistas y en bus¬ ca de episodios que embellecieran la novela, y muy probablemente impresionado de una manera terrible con las visiones qüe yo mismo inventa¬ ra. Me contenté, por tanto, con admirar las obras do la naturaleza que se complace en ano¬ nadarnos con su magnificencia. V. Al día siguiente nos dirigimos al rancho del Escalón, adonde llegamos cerca de las ocho de la mañana. Allí empezamos á encontrar las víctimas de la catástrofe de S. Cristóbal. Cin¬ co camillas llevadas en hombros do campeci- nos, conducían á cinco personas; otros tantos heridos eran trasportados al hospital de S. Mi¬ guel de Belen de esta ciudad. Tres pertene¬ cían al sexo femenino, eran hermanas; juntas ca¬ yeron maltratadas por un mismo techo y jun(a3 quedaron en la horfandad más absoluta, pues el padre y la madre de esas infelices fueron sepul¬ tados al mismo tiempo entre los escombros. -17- La situación que tiene el rancUo del Escalón justifica perfectamente su nombre. ° , na penueña rinconada entre dos pendientes, donde se encuentra el rancho de al otra que sale del mismo rancho del Escabn nara concluir en la hacienda inmediata de Co ^n” Por manera que el citado rancho con sus verdes cañaverales, con sus 'numerosas hucr- tas en donde crecen á millares los papaj (melón zapote) ostentando sus frescas copas car- tradas do sabroso y aromático trato, y e p cioso árbol cuyo dorado pomo sobrepuja en her¬ mosura al que robd Hércules del jardín de las 1 lespéride?, parece un huerto babilónico cons¬ truido eu una elevada colina, d para hablar con más exactitud: un canastillo do matizadas llores y de fragantes plantas suspendido en medio del abismo. , . Kq el Escalón encontramos ya las señales del temblor. El suelo estaba hendido en varias grie¬ tas paralelas entre sí, cuya dirección era N. E. S. E., habiendo algunas de longitud de treinta metros. Ea las montañas inmediatas se veisn mareadas con toda claridad las huellas que de¬ jaron las.peñas al desprenderse de sus alvedlos con el sacudimiento. La cordillera en que se halla situada la hacien¬ da dsl Escalón abunda en pdrtido traquitico. Allí se encuentra una ancha veta de semio'palo con incrustaciones de calcedouia, que tal vez con el tiempo sea un nuevo manantial de industria jalisciense. Saliendo del Escalón continúala barranca ha¬ ciendo espirales caprichosas y causando la admi¬ ración del viajero para su fragosidad, y la ri¬ queza de su salvaje vegetación. Por todas par¬ tes ss ven las pachyras msignis y fastuosa (q\vl- velliua blanca y roja), el palo bobo (ipomea murocroides), el pitayó (cercas pitajaya Jacq.), el palo dulce (Varennea polystachii D. C.) de las leguminosas, el ciruelo (Spoudias myrubalanus L.) el cedro (ccdrale L.), la caoba (Swictema. L), el palo mulato (Sc7iinus), el Pochote (Bombax peutandrum ), el palo de fierro (Mesua lenca L.) de las Gutíferas, el Sabino (Tawdium dislichum, Richard), de las coniferas, y otros muchos árbo¬ les y plantas que fuera largo enumerar. A proporción qne el viajero se interna más en la barranca, mayores motivos encuentra de admiración. La belleza de las flores que tapi¬ zan el suelo, la gallardía de las enredaderas que cuelgan de las rocas en preciosos festones y lin¬ das guirnaldas; los pintados pajarillos cuyos can- tos alegran aquellas poéticas regiones, los árbo¬ les seculares que extienden sus verdes ramas so¬ bre las cristalinas aguas del rio de Santiago, que serpea magestuosamente en el fondo de la bar¬ ranca, y los endrmes acantilados que amenazan convertir en menudos fragmentos ¿ los viajeros que se atreven ¡í posar su planta entre aquellos riscos, contribuyen á aumentar la hermosura de cuadro. Allí ante la magnificencia de la nato- raleza, se siente el hombre pequeño, se anonada y se cree trasportado á esas mansiones deliciosas que sirvieron de albergue á nuestros primeros padres durante su inocencia, b bien se figura que arrebatado por el fogoso Pegaso lia sido conducido ;í la cumbre del 1‘indo, santificada con la presencia del divino Apolo y de sus nueve hermanas. Allí, en efecto, siento el hombre so- bre su frente la llama do la inspiración, y por unís infecundo que sea su cerebro, como el mió, germinan en él d millares las ideas, como sí hu¬ biera gustado del dulcísimo néctar que mana de la fuente Castalia. VI. Eran las diez de la mañana del dia 18, cuan¬ do llegamos al pie del cerro del “Embarcadero, situado al frente de S. Cristóbal. Apenas lia- - 20 - biamos desmontado los Sres. D. Lucio Gutiérrez, D. Antonio Martínez Sotomaycr y el autor de estas lineas, quienes formábamos la descubier¬ ta de la carabao», cuando do pronto se oyó una tortísima detonación, cuyo eco, repercutiéndose de una manera espantosa eu la barranca, nos llenó de terror. A esa detonación siguióse un violento sacudimiento de tierra. Las inmensas moles que nos rodeaban, se agitaron de uua ma- neia convulsiva sobre sus bases por un momen¬ to, y al íin se desprendieron haciendo un ruido lurmidable. I na granizóla de pedruzcos y de pe¬ ñas de diverso tamauo, cayerou desdo la cúspide del cerro, rodando sobro nuestras cabezas. La aquollos momentos fuimos prosa do una angustia indefinible. El peligro era inminente, porque nos hallábamos entro Scila y Carib- dis: estábamos al pió de ucu montaña taja¬ da a pico, do la cual se desprendían peñascos como impelidos por la mano de un gigante, sin tener siquiera el recurso de huir, porque el ca¬ mino, en el punto en que nos hababiímos, no tie¬ ne mas que una anchura de cuatro métros limi¬ tada hacia el Sur par la montaña, y háeia el Norte por el rio de Santiago. No había reme¬ dio: ó teníamos que perecer aplastados, ó las ondas del rio acabaría! gon nuestra existencia. En efecto, el rio es caudaloso, y i mayof abundamiento, muy pocos compañeros sab.an nadar. Tampoco podíamos retroceder, porque el camino que habíamos dejado tenia siete der¬ rumbaderos de peflas que cortaban nuestra re¬ tirada, y tuvimos por tanto, que resignarnosi á nuestra suerte. Por fortuna, el temblor tué muy rápido, duró apenas dos segundos, á cuya cir¬ cunstancia debimos quizá no ser en os p las piedras. Pero apenas Labia terminado el primer temblor, cuaudo escuchóse de nuevo la detonación con la misma intensidad. Sacudió se otra vez la tierra, volvieron á rodar las pe¬ ñas y por otros dos segundos que duró el tem¬ blor nos vimos expuestos á grandes peligros. Temiendo que repitieran los sacudimientos, y que al fin cayera sobre nosotros algunn roca, deseábamos pasar cuanto ante3 á la otra ribera dol rio. La canoa que sirve para hacer la tra¬ vesía se encontraba á la sazón á la margen dere¬ cha del rio, en la playa correspondiente ¡1S. Cris¬ tóbal. Llamábamos á gritos á los barqueros, y por más actividad que desplegaron, no pudieron llegar á nosotros sino cuando el peligro había pa¬ sado. ¡Con tanta rapidez se verificaron loe ter¬ remotos! Cuando llegó la canoa la tomamos por asalto. Todos queríamos entrar a' un mismo tiempo, y ruó aquel un momento de desorden. Tanto así puede el instinío de conservación! Al pisar la playa opuesta al cerro del Embar¬ cadero, otros dos sacudimientos de tierra tuvie¬ ron lugar, enteramente iguales A los anteriores, en duración y fuerza. Fuera deI pe]¡ „ ro pu(J¡ ; mos observar con tranquilidad cómo se despren- mn las peñas, y cómo arrastraban tras si todos objetos que encontraban á su paso, cual po¬ derosos aludes que así destruyen la clioza del campecino de los Alpes, como las elevadas cres¬ tas adonde solo trepan las gamuzas. Vil. Apenas habíamos dado unos cuantos pasos por el pueblo, cuando tropezamos ya con los extra- gos del terremoto. ;P or todas partes había es- combros! ¡Adonde quiera que dirigíamos mies- ras miradas encontrábamos ruinas! S Cristó¬ bal estaba formado por 16 manzanas de casas aproximadamente; pues bien, todas estas habían desaparecido. Solamente tres edificios perma¬ necían en pie (bastante averiados); pero ¡ay! muy pronto debian venir A tierra! La iglesia también cayó en su mayor parte: quedaban las paredes y la mitad del campanario en muy las- — 23 — timoso estado. Algunas de sus bóvedas exis¬ tían aún; pero tan agrietadas, que pudimos su¬ poner con fundamento que no resi stirian por mucho tiempo á los vaivenes de 1 suelo. Así ha sucedido, en efecto, pues ultimara ente se han derrumbado. En presencia de esas ruinas no solo me era imposible comunicar á mis amigos lo que por mí pasaba, pero ni siquiera podía darme cuenta de mis propias sensaciones. Abrumado por el do¬ lor, con la cabeza inclinada sobre el pecho y en pie, permanecí por largo rato conte mplando la destrucción de S. Cristóbal. ¡Cuántas veces enmedio de la mayor angustia me creí trasportado á los momentos terribles de la catástrofe, y rae pareció escuchar el pavo¬ roso estruendo subterráneo que precedió al ter¬ remoto! ¡Cómo creía entónces que el terreno se movía, que los edificios sacudidos con fuerza se desmoronaban y caían cual frágil caña que se dobla y rompe cuando sopla furioso el huracanj Arrebatado por mi loca fantasía, me pareció que era testigo ocular de las desgarradoras es¬ cenas que tuvieron lugar en aquella infausta no¬ che: aquí oia los quejidos lastimeros de las víc¬ timas; alií el llanto conmovedor del huérfano que preguntaba á gritos por su padre. Allí la 25 terna doncella desecha en lágrimas se despide amargamente de la amorosa madre que le arre¬ bato la suerte impía; un esposo busca á su es¬ posa, corre desolado de un lado á otro, exami¬ na un escombro, registra en otro, interroga todos los que encuentra por el objeto de su amor. Más adelante una infeliz madre arroja lastime¬ ros ayes, y estrecha convulsiva entre sus brazos a tierno retoño, íruto de sus amores, que hace pocos momentos jugueteaba y sonreía con ella, y que ahora permanece inmóvil sin contestar á sus caricias; semejante á una bella flor que agos¬ tada por el cierzo inclina su corola pálida y mus¬ tia, asi también el niño ostenta la blancura mar¬ mórea del cadáver, porque la muerte cruel le arrebató sus frescos colores. u vano la triste madre quiere reanimar el calor de su hijo y volverlo á la vida con sus gruientes ósculos. Los habitantes de S. Cristóbal, temblado y enoa de emoción, nos referian los terribles su¬ cesos que causaron la ruina de su pueblo, y que llenaron de luto á muchas familias. El hom¬ bre menos sentimental se conmueve al escu¬ charlas. Si tuviera tiempo suficiente si no de- s*. - 25 — seara que estos artículos no se prolongaran de¬ masiado, narraría con gusto los episodios que con motivo del temblor tuvieron lugar en S* Cristóbal. Pero supuesto que esto no es posi¬ ble, me contentaré con citar algunos aunque bre¬ vemente. Josefa Trillo, viuda de D. Refugio Váz¬ quez, que fué Gobernador de Zacatecas, vivió por algun tiempo en Guadalajara, y el mismo dia que sucedió el desastre salió de esta capital pa¬ ra S. Cristóbal, con objeto de atender á un ran¬ cho inmediato á dicho pueblo que era de su pro¬ piedad. Una familia amiga de la desdichada se¬ ñora, que reside en el rancho del Escalón, quiso detenerla por aquella noche; pero la Sra. Trillo no accedió á sus deseos y continuó su camino. Era de noche cuando llegó al frente de fe. Cris¬ tóbal, los barqueros habían concluido sus faenas y se rehusaron de pronto ó embarcar a la Sra. Trillo; pero ésta pidió con instancia ser embar¬ cada, y como tenia relaciones de amistad con los barqueros, logró al fin que la coudujeran en su ca¬ noa al otro lado del rio. No bien llegó la fera. Trillo á la casa de D^Rosa Navarro, en la que se hospedó, cuando conmoviéndose la tierra se des¬ plomó la casa y quedó sepultada bajo su techo. ¡El ángel de la muerte fué sin duda quien ras- —26— pirrf á la Sra. Trillo su viaje, y quien la condu- 3 ° i' , Cri8tóbal > batiendo sus negras alas! lana Rabio, de 15 años do edad, de hermo- eura poco común y perteneciente á las mejores amibas del pueblo, Lacia mes y tres dias que había unido su suerte á la del joven honrado y laborioso José Correa. Ese tiempo se desliad por la interesante pareja entre las delicias ine¬ fables que brinda Himeneo i los que consagrán¬ dose á su culto, atraviesan ol sendero de la vi. da coronados de flores, con el rostro radiante de jubilo, la sonrisa en los lábios, enlazadas sus manos, y jurándose un amor eterno. Pepe y llana se amaban entrañablemente. No es pnes extraño que su hogar fuera el santuario de la telicidad, y que cada nuevo dia que trascurriera solo sirviera para ser más indisolubles los dulces nudos que los unieran. La noche del 11 de Febrero de 1875 meren¬ daban juntos, una conversación animada era sos¬ tenida por los dos. Hablaban de sus castos amores: María ruborizada escuchaba las protes¬ tas de fidelidad que con entusiasmo le hacia Pe¬ po. Desgarrando el velo del porvenir, ofrecía Pepeá la vista de ella un hermoso horizonte lle¬ no de doradas ilusiones. ¡Ah! ignoraba que la muerte se cernía sobre sus cabezas! En efecto, —2Y— cuando pintaba Pepe con más fuego y con más vivos colores el cuadro de su dicha íuturaj cuan¬ do María con el pecho- palpitante de emoción, sumergida en un éxtasis casi divino, solo aten¬ día á las palabras de su esposo, porque su alma desprendida de lo terreno se hallaba en esos mo¬ mentos en las purísimas regiones del amor, es¬ cuchóse de pronto un ruido extraño, pavoroso en el centro de la tierra, que sacó á los esposos de su arrobamiento: María, pálida y con el sem¬ blante desencajado de terror se reíugió en los brazos de Pepe y ocultó su cabeza en el regazo de aquel. Como la débil yedra que asida al ro¬ busto tronco de una encina resiste el poderoso empuje de la tempestad, asi también Mana se acoje al seno de Pepe donde busca su refugio.». Ño habían pasado dos segundos cuando trono de nuevo la tierra, agitóse de una manera es¬ pantosa, las paredes de la casa vacilaron, Pepe y María se abrazaron con más tuerza y espera¬ ron tranquilos la muerte. Esta no se hizo es¬ perar mucho tiempo. El techo cayo con estré¬ pito, y los jóvenes dejaron de existir, ¡belices ellos que juntos bajaron al sepulcro sin haber visto palidecer la llama del amor, y sin que su luna de miel se hubiera llegado a eclipsar! ¡b ue- ron mil veces más venturosos que los amantes de .Teruel. — 28 — Veinticinco personas perecieron en S. Cris¬ tóbal, víctimas de la catástrofe; otras tantas fueron heridas y de éstas muchas remitidas al hospital de Belén de Guadálajara, en donde se¬ les prodigó los cuidados de la ciencia y de la caridad. Gobierno del Estado, inmediatamente que tuvo noticia de las desgracias ocurridas en S. Cristóbal, ordenó al director político de Zapó- pan, en cuya jurisdicción se halla S. Cristóbal, que dirigiéndose á aquel pueblo impartiera los so¬ corros necesarios á los infelices que quedaron sin hogar y sin familia. El Gobierno había dispuesto oportunamente que dos facultativos marcharan á socorrer á los heridos. La sociedad médica de esta ciudad ofreció los servicios do cinco de sus miembros médicos, los cuales se prestaban de una manera gratuita y expontánea á ejercer su pro¬ fesión. La misma sociedad facilitó las medici¬ nas y vendajes necesarios que con una abnega¬ ción digna de elogio, cedieron algunos señores farmacéuticos, socios de la misma, en bien de los enfermos. VIII. La comisión recorrió con detención á S. Cris¬ tóbal. No encontró más vestigios de los fenó- —29—] menos geológicos de que había sido asiento aquel pueblo, que dos grietas poco profundas, de 20 «i 30 centímetros de ancho, que atravesaban e pueblo en toda su ¡extensión y que iban a ter¬ minar á los cerros inmediatos al través del rio de Juchipila. Una de estas grietas, de cerca de 500 metros de longitud, está en la parto . ar o S. Cristóbal, en la ribera del rio Grande. ar te del cerro de la Soledad, situado al Poniente, y termina al Oriente, atravesando la corriente de los rios de Cuixtla y de Jncbipila. La otra grieta está en la orilla Norte del pueblo, a inme¬ diaciones del cementerio; parte de este punto y termina en un lugar llamado el Volcancito, atra¬ vesando igualmente la corriente del rio de Jucbi- pila. Esta grieta tiene de extensión 300 me¬ tros y en el montecillo donde concluj e se no tan varias abras radiadas que hicieron suponer á los habitantes de S. Cristóbal que existía allí un volcan. En la tarde visitamos el cerro del Chiquihuitillo, pequeña montaña situada a tiente de S. Cristóbal, á G0 mótros y en la ri¬ bera izquierda del rio de Juchipila. Esto cer ro, así como todos los que estaban á nuestra vis¬ ta,’ presentaban innumerables señales de derrurn- bes de rocas que aún continuaban: cuando 1 e & a mos á la cúspide del cerro encontramos qne es- taba completamente desmoronada por los sacu¬ dimientos que sufrid. El citado desmoronamien¬ to tenia lugar en toda la longitud de la cúspide, es decir, en una extensión de 300 métros, poco mis ó minos. Es, pues, indudable que ese cer- ro fue conmovido fuertemente. En la noche establecimos nuestro campamen¬ to en la plaza, cuyo aspecto lúgubre nos causa¬ ba honda tristeza. Rodeada de edificios des- ruidos y de una que otra tienda de campaña formada con manta y costales, en las que ha- mtubau las lamillas que escaparon de la destruc¬ ción, j en donde se almacenaban los pocos efec¬ tos que se pudieron sacar de los escombros, era muy i propósito para infundir en nuestro animo melancólicas reflexiones. Un hermoso fresno extendía sus verdes ramas sobre esa plaza casi esierta. En efecto, fuera de nosotros no ha¬ bía en ella más que 40 personas, 'únicos habitan- es i e ■ Cristóbal que como nosotros, se aloja¬ ban en la plaza. Eran las ocho de la noche; nos disponíamos í dormir, aunque creíamos que impresionados vi- vamente con los sucesos del dia, no era Wcil jue el sueno cerrara nuestros párpados á pesar e que derramara sobre nosotros con profusión sus benéficas adormideras. Sin embargo de es- -Si¬ to, estábamos ya recojidos. Un silencio sepul¬ cral reinaba á nuestro alrededor, que solo era interrumpido con el susurro del viento y con el ruido de las hojas del fresno que se desprendían del árbol al moverse. Repentinamente se oyó una sorda detonación, y pocos segundos des¬ pués se sacudió la tierra con violencia. Los ha¬ bitantes de S. Cristóbal despertaron sobresalta¬ dos y lleaos de un pánico terror; creyeron que se reproducían las tristes escenas que tuvieron lugar ocho dias antes á la misma hora. El re¬ cuerdo de esas escenas los conmovió de tal ma¬ nera, que pálidos y temblorosos dirigían sus mi¬ radas á todas partes como queriendo penetrar los misteriosos arcanos que encerraba la tierra en su seno, para inferir de allí toda la intensi¬ dad del peligro. Aquellos que habían tenido la desgracia de perder hacia ocho dias algún miem¬ bro de su familia, sufrieron más en aquellos momentos, en los que se les vino á la memoria la infausta suerte de sus deudos. El pincel del Ticiano ó de Rafael, y el numen poético de Chateaubriand, cantor del génio del cristianis¬ mo, serian los únicos capaces de describir y de pintar dignamente el imponente cuadro que teníamos á la vista. Aquellos habitantes de S. Cristóbal con sus semblantes desencajados por —32 — el terror, con bus manos enclavijadas, postrados en (¡erra y dirigiendo balbucientes preces al Eterno, ofrecían un espectáculo lleno de subli¬ me poesía. Mientras tanto, nosotros, con loa labios sella¬ dos por la emoción, eramos testigos mudos de a<|nel!n mugestuosa escena. 1-1 terremoto duró dos segundos. Poco á po¬ co recobraron su tranquilidad los habitantes de S. Cristóbal, y una hora después todo estaba en la mayor quietud. i El Sr. D. Juan Ignacio Matute indicó que era conveniente quo veláramos en la noche tornán¬ donos durante ella, para hacer las observaciones que fueran necesarias. A mí me tocó el turno en compañía del Sr. Matute, de diez á doce de la noche. A veces conversábamos el Sr. Matute y yo sobre los acontecimientos del dia, á veces quedábamos en silencio sumergidos en las más hondas meditaciones, ó bien contemplábamos con asombro los objetos que nos rodeaban. Nues¬ tra admiración estaba justificada. Acostados sobre el suelo de la plaza, veiamos perfectamen¬ te la espaciosa bóveda celeste de un hermoso color azul, sembrada de innumerables estrellas que arrojaban un brillo deslumbrador. Orion se encontraba precisamente sobre nuestras ca- —33- bezas, y su fulgor hizo que nuestras miradas se fijaran en él con deleite. Eotre tanto la luna re¬ corría el firmamento, esplendorosa y bella; sus rayos luminosos cayendo sobro los montes inme¬ diatos, los trasformaba, les daba una blancura que les agraciaba sobremanera. ¡Hasta las rui¬ nas iluminadas por el astro silencioso de la no¬ che, habían perdido su aspecto triste. El rio de Santiago seguía su curso al frente de S. Cristóbal, despeñándose en pequeñas y graciosas cascadas. Sus aguas límpidas y traspa¬ rentes reflejaban los argentados rayos de a lu¬ na que semejaban i las cascadas de que e ec o mérito, con un torrente de blanquísimas perlas que precipitándose de una altura, tornaban á ele¬ varse formando deslumbrantes copos. 4 la sazón daban las doce de la noche; con¬ cluía nuestra guardia y nos lisonjeaba entregar¬ la sin novedad; pero en esos momentos oimos un lejano ruido subterráneo que fué seguido de un fuerte temblor. Las penas rodaron con nu¬ do atronador. Los habitantes de S. Crist ^a despertaron sobresaltados. Nuestros compañe¬ ros también se pusieron en pie, y los Sres. D. Miguel Sabás Gutiérrez, y Canobio, empezaron á hacer sus observaciones. Improvisaron un péndulo con objeto de conocer la dirección del temblor, y con reloj en mano contaron su dura* cion. Desde entdnces siguieron los temblores por toda la noche d intervalos más ó ménos largos. Casi todos se acompañaban de ruidos subterrá- neos, y casi todos fueron de trepidación. Su frecuencia lué tal, que desdo las diez de la ma* ñaña del jueves en que llegamos a S. Cristóbal, hasta las nueve do la mañana del dia siguiente, contamos 26 temblores. lid viérnes 19 regresamos á Guadahjara des¬ pués de haber permanecido en S. Cristóbal 23 horas. yin. El pueblo de S. Cristóbal está situado al Nor¬ oeste de Guadalajara y á distancia de 14 leguas. La temperatura media de este pueblo es de 26° y su elevación es de 82o metros sobre el nivel del mar. Esta colocado en el fondo de una gran barranca, a la margen derecha del rio de Santia¬ go. ti pequeñísimo valle en que se halla el pueblo citado se limita al Norte por el cerro de Sebastian, al Oriente por la mesa del Tepe¬ guaje y por el cerro de Chiquihuitillo, al Ponien¬ te por el de la Soledad, al Sur por el rio Gran¬ de y por el cerro del Embarcadero. El rio de duchipila corre á la orilla del pueblo al Oriente, —35— s y el de Cuixtla al Poniente; de suerte que S. Cristóbal está rodeado por el Sur, Oriente y Po¬ niente, por tres rios. Este pueblo contaba antes de la catástrofe con ochocientos habitantes, cuyo principal giro era el comercio y el cultivo de caña y frutales. Tenia dos escuelas municipales; una de niños á la que concurrían cerca de 50 alumnos y la otra de ni ñas con treinta y tantas discipular Las maté- rias de enseñanza eran las correspondientes al 2? orden. Era cabecera de municipalidad, y perteneciente al partido de Zapopan. Ilabia en ese lugar un empleado en rentas (subreceptor), una oficina telegráfica del Gobierno de Zacate¬ cas, y un juzgado constitucional. Eu lo ec e siástico es un curato con rentas módicas, peí o suficient es para atender al culto. La riqueza urbana ascendía á la suma de $ 548 que repre¬ sentaban las fincas que pagaban contribuciones, y la rústica á la de $ 29,909. S. Cristóbal era un pueblo de porvenir, supues¬ to que en sus inmediaciones tiene que construirse el gigantesco puente sobre el rio Grande, que abrirá el camino entre Zacatecas y Jalisco, en cuya obra se hallan altamente interesados am¬ bos Estados, y para la cual decretó el Congreso general, en el presupuesto de Julio de 1874 á - 36 - Junio de 1875, la cantidad de 40,000 pesos, partida que se declaró vigente en el presupues¬ to que rige actualmente. Esa situación comer¬ cial de S. Cristóbal hacia que el tráfico hubiera sido activo en él, y augura para lo futuro, una vez terminados los fenómenos geológicos de que es teatro, un pcryenir bonancible para ese pue¬ blo. Según estoy informado, la animación ha rena¬ cido en S- Cristóbal á pesar de que ha seguido temblando. Las familias que escaparon de la catástrofe, han vueltoá su antegua residencia con sus hogares y han empezado á construirse con objeto de restablecer tal objeto sus habitaciones, con aquellasc ondiciones apetecibles de seguridad que son de tomarse, después que la experiencia ha aleccionado tan tristemente. E* de esperar¬ se que S. Cristóbal no solo vuelva á su antiguo ser, sino que además prospere material y mor¬ almente. Guadal? jira, Marzo de 1875. ■VI^TIE wraoiwroo. OPUSCULO POR SILVERIO GARCIA. CAPITULO I. ZAPOPAINT. I. El 16 de Marzo del presente ano salimos de Guadalajara los Sres. ingenieros D. Miguel I- glesias y D Juan Ignacio Matute, D. Ramón Fuentes, fotógrafo, y el que suscribe, con una escolta de nueve hombres y un oficial del 11? escuadrón de caballería. Nos dirigíamos al Ceboruco, en donde nos pro¬ poníamos estudiar los fenómenos que acompaña¬ ron la erupción de aquel formidable volcán¬ icos Gobiernos general y del Estado tomaron empeño en preparar dicha excursión, en bien de la ciencia y con objeto de tranquilizar, has¬ ta donde fuera posible, los ánimos de los habi¬ tantes de Guadalajara, bastante preocupados » con los temblores acaecidos en esos dias, y los 27 cuales ocasionaron la completa ruina del pueblo de S. Cristóbal. Nuestra salida se verificó á las oebo de la mañana. Una hora después nos encontrábamos en la villa de Zapópan, población que como es bien sabido, fundó el padre Fr. Antonio de Se- govia, compañero de los conquistadores. Zapó- pan está situada d los 20°, 44'20 "de latitud N., y á los 4 o 17' 23" de longitud O. de México: 2 leguas al O. N. O. de Guadalajara. Los vientos soplan durante el año, de O. á P., menos en la estación de aguas que cambia de P. á O. Esta villa ha sido desde tiempos muy remotos el lugar á que acude en romería la gente devota, con objeto de visitar á la virgen de Zapdpan, traída de España por el referido padre Segovia, y ;í la cual se hacia, en años an¬ teriores, dos famosas procesiones los dias 13 de Junio y 4 de Octubre: en la primera de esas fechas era conducida la imagen á Guadalajara, y en la segunda vuelta ásu santuario. Vino la reforma, y con ella acabaron las procesiones; pero quedaron los paseos que son muy concurri¬ dos, y en los cuales se ha tenido que lamentar, más de una vez, desgracias por la aíluencia de gente y por la multitud de carruajes y vehícu- los de rueda de toda clase que atropellan sin compasión al descuidado paseante. Zapópan es una población de poca importan¬ cia, cuenta con 2,000 habitantes dedicados u la ordeña, á la labranza, á la fábrica de carbón y á la conducción de zacate á la capital: es cabe¬ cera de curato; posee una receptoría de rentas; el empleado que la desempeña gana anualmen¬ te $ 1000; tiene, además, dos alcaldes constitu¬ cionales, Ayuntamiento compuesto de siete indi¬ viduos y un síndico. Existe en Zapópan un di¬ rector político con sueldo de $ / 20 anuales. Hay dos escuelas municipales, una con 22 niños y otra con 12 niñas; dos de la sociedad católica con 50 niños y 70 niñas, y una escuela particu¬ lar con 8 niños. Siendo gobernador el Sr. Lie. \ allarta, fun¬ dó el año de 1873 la escuela de agricultura, cu¬ ya instalación se verificó el dia 21 de Julio, de una manera solemne, con asistencia de los Po¬ deres del Estado, de las autoridades civiles y militares y de las corporaciones científicas. El local en que se encuentra dicha escuela, que hoy tiene 3G alumnos, es el antiguo convento de misioneros apostólicos, erigido en el año de 181G con dinero de la Sra. María Barrena y "V iz- carra. El Gobierno general cedió al Estado di- —42 — cho convento con el fin de que se estableciera allí la escuela de agricultura. Esta escuela que, como se ve, ha comenzado apenas á org a- nizarse, no da aún todo su fruto; pero es de es- perarse que la Junta Directiva de estudios de Guadalajara, bajo cuyo cuidado se encuentra así como el Gobierno, procuren fomentar el na¬ ciente plantel, único en su género en el Estado, y le dén todo el desarrollo apetecible. La im- portancia que tiene esto establecimiento es in¬ concuso, especialmente cuando se reflexiona en la riqueza agrícola do Jalisco, que permanece improductiva, por no haber sido todavía explo¬ tada. Se halla al frente de la escuela el ilustrado ingeniero, profesor de Veterinaria y de Agricul¬ tura, D. Migel García, quien fué llamado de Mé¬ xico por el Sr. Vallarla, para que so encargara de la dirección del establecimiento. Este em¬ pléalo goza un sueldo anual de $ 1,440, muy mezquino por cierto, si se atiende d los innume¬ rables obstáculos que tiene que vencer para colocar 4 la escuela d la altura que merece; ar¬ bitrando elementos de que se carece natural¬ mente cuando se cria un establecimiento. En la escuela de Agricultura habrá las cáte¬ dras siguientes; —43- I o y 2 o curso de Matemáticas: Mecánica, Topo¬ grafía, Física, Química, Historia natural, Agri¬ cultura teórica y práctica, Medicina veterinaria teórica y práctica, construcciones rurales, Zocte- nia, francés é inglés. Cuenta la Escuela con una hermosa y exten- as huerta llenado árboles frutales de diversa clase, y en la cual los alumnos han empezado í hacer sus ensayos en horticultura, som ran do algunos cuadros conforme á las reglas que dan los autores. El Sr. García ha procurado fa- m ¡li a rizar á sus discípulos con el estudio de la Botánica, tan indispensable á un agricultor, es¬ cribiendo en tablas que so colocan en cada cua¬ dro, el nombre técnico de la planta sembrada, el vulgar, el latino, la familia (\ que pertenece, y los usos que tiene en las artes, en la industria y en la medicina. De esta manera aprenderán los niños insensiblemente la ciencia de Linneo y de Decandolle. La huerta tiene poca agua que se conserva en un estanque que antes servia de baño a los frai¬ les. Faltan, sin embargo, algunas máquinas hi¬ dráulicas, cuyo uso y construcción necesitan co¬ nocer los agricultores para que sus trabajos sean más fructíferos. Como en la Escuela de Agri¬ cultura debe enseñarse la Veterinaria, es abso- latamente necesaria el agua para conservar el aseo y la buena higiene de los animales que allí se alojen. Es, por tanto, indispensable que las maquinas hidráulicas satisfagan esas necesida¬ des aumentando la cantidad del precioso líquido. No dudamos, por lo mismo, que la Junta Direc¬ tiva de estudios, atendiendo á estas considera¬ ciones, proveerán la Escuela de las máquinas referidas, así como de los demas instrumentos que se necesiten. Zapdpan es una población triste; sus calles desempedradas y sin banquetas en su mayor parte; sus edificios, poco notables, (si se excep¬ túan el Santuario de Ntra. Sra. de Zapc'pan y la Escuela de Agricultura), le dan un as¬ pecto melancólico. Con razón los frailes esco¬ gieron aquel lugar para sus contemplaciones ce¬ nobíticas. La soledad que reina en Zapopan convida á meditar. Las casas son de un solo piso, y poquísimas se distinguen por su arquitec¬ tura. El antiguo convento es de dos pisos y espacioso; pero adolece del defecto propio de los conventos; tiene largos y estrechos ambula¬ torios en los cuales se abren á uno y otro lado las celdas. La parte que ve al atrio es, sin embargo, hermosa y sencilla á la vez: dos series de arcos sobrepuestos, de otras, dos series de -45 - amplias ventanas, interrumpidas en el med con la lachada del templo, que es clmrr.g • coronada de dos torres de un solo cucrp con «los cúpulas que las terminan: he aquí q tituye el frontispicio del ant.guo convento, fren tispicio cuya elegancia resalta mds con el atrio cuadrangnlar, con hermoso enverjado de fierro v portadas jónicas de cantera que le rodean, templo es mngnífico; su exterior no correspo do al interior. Loa dos primeros altares son jónicos, los dos siguientes del órden compuesto, los cuatro e los cruceros jónicos. El altar mayor es corin¬ tio, y sus molduras y adornos muy hermosos. F.n el crucero izquierdo hay una bella capí dedicada á los Dulces Nombres, y pertenece a órden compuesto. El pavimento de la iglesia es de madera y lorma preciosas labores. En Zapó pan existe otra iglesia: la parroquia, cuyo altar mayor es de madera, y pertenece al género churrigueresco. El otro altar de pie ra, es jónico. _ El Ayuntamiento de Zapópan lia querido em¬ bebe )er su villa, á cuyo efecto ha construido un vistoso jardin denominado de ‘ Zaragoza/’ cuyo costo monta á la soma de $ S00, empezó á cons- —46— truirse en el ano pasado, en la huerta del “Obis- pado. ,, A orillas de la población, al lado izquierdo del convento y hacia el Sur, existe una barranca de poca profundidad y extensión que se llama “El Profundo,” que otras veces ha servido de lugar de recreo á los habitantes de Zapópan, pero que hoy ha sido dividida por una tapia levantada por los religiosos. Medio kilómetro de distan¬ cia, en el mismo rumbo del Sur, hay otra bar¬ ranca que se dirije del Occidente al Oriente y en cuyo fondo existen varios vertientes de agua cristalina. Esos vertientes han sido aprovecha¬ dos por los dueños del terreno, quienes han cons¬ truido baños. En tiempo de calores hay en ellos una afluencia considerable de gente, atraí. da por la frescura y por las virtudes medicina¬ les de las aguas de “Los Colomos,” nombre que . llevan los baños mencionados. En efecto, se cuentan curaciones maravillosas verificadas allí. Haciendo á un lado las fábulas inventadas por la credulidad, parece cierto que las aguas de “Los Colomos” son excelentes para combatir las afec¬ ciones cutáneas de todo género; supongo que son alcalinas. En el caluroso mes de Mayo y en los de¬ mas del verano, “Los Colomos” son el asiento de un movimiento inusitado; los carruajes van y vienen; ios elegantes, á caballo luciendo su destreza en equitación, recorren su camino; ca- rabanas en burro so suceden unas a otras y aun grupos de gente pedestre, cuyos escasos recursos monetarios les impiden tomar un ve¬ hículo cualquiera. Se improvisan do la noche á la mañana, con empalizadas y zacate, cuar¬ tos campestres, pero cómodos, en cuyo fon¬ do serpea el trasparente arroyo, en donde el fatigado paseante encuentra uu bienestar inex¬ plicable al sumeigirse en sus cristales: una can¬ tina y una fonda convidan con sus apetitosos aro¬ mas, y sus incitantes licores, á. los gastrónomos y á los sacerdotes de Baco. En algunos dias una música de cuerda deja oir^ sus melodiosas notas en aquellas barrancas. Es de verse en¬ tonces la animación que reina en los concluien¬ tes, y el júbilo que se irradia en sus semblantes. Las bellezas naturales del lugar contribuyen, en grau manera, á dar expansión a los ánimos. Una barranca de pocos métros de profundidad (25 ó 30), formada por aluviones, cuyas paredes eriazas y cenicientas presentan de vez en cuan¬ do alguna planta de verde tallo, como la lobelia xaliscieucis de llores rojas, el huicliicliile (locase lia coccínea ) de rosas también encarnadas, al- — 48 — guna que otra ortiga (Tournefortia herssulissi - ma), y matas do jaral, goteando en algunos puntos agua cristalina que insensiblemente au¬ menta en cantidad, formando pequeñas cata¬ ratas que bañan á muzgos y á heléchos que mus tarde se convertirán en un torrente: he aquí lo que causa la admiración del que visita á “Los Coloinos.” Otras veces, como en el baño llamado de “La Piscina,“de las paredes secas y arenosas del barranco, brotan de pronto manan¬ tiales, como si la vara de Moisés reproduciendo el milagro del desierto, hiciera saltar el agua. Los manantiales de que he hecho mención, creo que deben su nombre á la sagittciria sagittosfóhae quo crece en aquellos contornos. IL t El departamento de Zapdpan comprende tres municipalidades, Tala, Zapdpan y S. Cristóbal. Municipalidad de Zapdpan. Pueblos que contiene. Tesistan (comisaría municipal), Atemajac (co- misaiía municipal), Zoquipan, Iluentitan, S. Es¬ teban, Ixcatan, ocho leguas al N. N. O. de Za¬ pdpan, Nestipac, Jocotan y Ocotan. (Los últi¬ mos pueblos tienen comisario de policía). — 40 — HACIENDAS. Sta. Lucia, La Venta del Astillero, Ibarra, S. Antonio del Salto, Huastla, Magdalena, Sole¬ dad, Lazo, S. Lorenzo, Cópala. RANCHOS. La Mora, S. Rafael, La Mojonera, Puente de la Venta, S. Acasio, S. Antonio, Lo de Velas- co, La Cruz, El Refugio, S. Isidro, Camachos, Pie de la cuesta, Puentillo, Federacha, S. Lu¬ cas, Los Talancones, Los Belenes. Nistcpec, S. Ignacio, Rancho nuevo de Aternajac, Bueuavis- ta, Coll, Sta. Eduwige?, Tepopote, Chicalote» Rancho nuevo, Mezquite, Tateposco, Zapote. Existen ademas en la municipalidad de Zapo- pan las máquinas de hilados y tejidos de Ate- majac, Experiencia, Salto y la Escoba; la de papel (del Batan), (la de Aternajac es también de papel), y el molino de harina del Salvador, montado á la Europea, cuya construcción diri¬ gió el Sr. ingeniero D Vicente Ortigosa, dueño del molino. Municipalidad de S. Cristóbal. PUEBLOS. S. Cristóbal, con 800 habitantes, que viven del comercio, de la agricultura y del cultivo de hortalizas y frutales. Es curato. iieneAjunta- - — 50 — miento, compuesto de cinco regidores y un sín¬ dico; dos alcaldes constitucionales, un subrecep- tor de rentas, un empleado del registro civil, una oficina del telégrafo del Gobierno de Zacatecas, dos escuelas municipales para niños de ambos sexos. HACIENDAS. Tablón, Colchón, S. José y M* y Sta. Catarina. RANCHOS. Epatan, Escoba, Higueras, Mezquitan, Las Lo'pez, Sosocola, Teocaltita, Cuixtla y Tama¬ rindo. Municipalidad de Tala. PUEBLOS. Tala, con Ayuntamiento compuesto de cinco individos y un síndico; un alcaide constitucio¬ nal, un subreceptor de rentas, un empleado del registro civil, dos escuelas municipales para ni¬ ños do ambos sexos. Es curato; sus habitan¬ tes viven de la agricultura y de la fabrica¬ ción del vino mezcal. Tala está situada á 14 leguas de Guadalajara, y 12 al O. S. O. de Za- p<5pan. HACIENDAS. Cuisillos, Refugio (de importancia, con 600 - 51 - habitantes y con tabernas para elaborar vino mezcal) y Huastla. ranchos. Cañada y Laguna. Todo el departamento tiene 12,700 habitan- Al salir de Zapópan tomamos el camino de la Venta del Astillero, el cual está sembrado de rancherías, casi desde los arrabales de Zapdpan hasta la Venta. Entre esos ranchos se cuenta el de “La Mojonera,” célebre en los fastos de nuestra historia desde la batalla dada por las valientes tropas del modesto Gral. Ramón Coro¬ na á las huestes vandálicas de Lozada, el 2S de Enero de 1873. Al pasar por ese rancho mí memoria me representó muy al vivo todos los episodios de la batalla, referidos en el parte ofi¬ cial del Gral. Corona. Con presencia de los lu¬ gares en que se verificaron aquellos sucesos, me sentí profundamente conmovido; me figuraba que veialas chusmas lozxdeñas arrojarse sobre las tropas de Corona con ímpetu casi irresistible; oia el estruendo del combate, el silbar de las balas eh trueno ronco del canon, el agudo toque del clarin, el estrépito causado por el choque - 52 - de Ja caballería, el clamoreo de los combatientes y los ayes lastimeros del que moría- ¡Horrible debió ser esa batalla! Los indios del Nayarit pslearon con una bravura sorprendente, y J 03 sol¬ dados de' 9 Corona se portaron como verdaderos be" roes; pero, ¡aquella era la batalla entre Atila y Aecio! ¡Era la lucha entro la barbarie y la ci¬ vilización! ¡La sociedad quedó triunfante! Perdonen mis lectores las digresiones; pero natural es que al pisar los sitios que fueron tes¬ tigos de la matanza, mi imaginación hubiera vo¬ lado a aquellas uefastas horas, y hubiera consa¬ grado un recuerdo á los que perecieron en de¬ fensa de la humanidad. Desde Zapópan hasta la Venta hay un exten¬ so valle que deleita la vista del que lo recor¬ re. Hacia el Norte se dejan ver en lontanan¬ za la fábrica de hilados y tejidos de «La Es¬ coba,» la hacienda de Sta. Lucia y la de la Magdalena. A la izquierda, y al Sur se bailan los Pueblitos de los Cedazos, y una larga cordillera de montañas que partiendo del Col!, casi al fren¬ te del pueblo de Ocotan, se prolonga hasta el pueblo de Ocotan, formando un semicírculo cuya concavidad mira al Sur. Estas montañas poco elevadas están cubiertas de robles (quercus ro- bur), y de pinos (pinus). -53- L\ venta del Astillero, á 7 leguas de distan¬ cia de la capital del Estado, es en la actualidad residencia de un empleado en el ramo de pea¬ jes. La casa de la hacienda, asi como un mag¬ nífico mesón, se hallan junto al camino. l r n enorme arco de piedra do grosera adquitectura, construido durante el gobierno colonial, da en¬ trada al camino, ú cuyos lados se encuentran las humildes chozas de los campesinos que trabajan en la hacienda. Esas chozas albergarán á cosa de doscientas personas. Saliendo de !, La Venta,” se entra en un ca¬ mino más accidentado y lleno de peligros. En efecto, una montaña eleva da y fragosa se encuen¬ tra á la derecha del camino que lame el pie de la citada montaña. Enormes rocas porfídicas desprendidas de la altura obstruyen el sendero, una de ellas dividida en dos partes es conocida con el nombre de “Peña rajada.” El camino serpeando sobre un suelo desigual y escabroso se abre de pronto en la montaña que ha sido ta¬ jada á pico. Este punto lia recibido el nombre de “El Reventón.” Las dificultades consiguien¬ tes á un mal piso, se aumentan con las peñas desprendidas de su base y rodadas en la vía. Esta circunstancia, así como los montes de pi¬ nos y robles que coronan los cerros, hicieron en — 64 — otra época estos lugares peligrosos al viajero, porque eu ellos establecieron sus reales por mu¬ cho tiempo los bandidos. La gendarme] ía dio terrible caza á los ban¬ doleros y acabo con ellos. Actualmente están tranquilos aquellos coutornos; existen, sin em¬ bargo, reliquias del pillaje. Adelante del “Re¬ ventón, había hace pocos años unos ranchos que fueron convertidos en ruinas; se ven aún los jacales quemados y los montones de escombros. Según estoy informado, el Sr. D. Ricardo L. Jones, actual dueño de la hacienda de la Venta del A stillero, ha contribuido muy poderosamente á la destrucción de los baudidos, prestando opor¬ tuna cooperación á las gendarmerías y expulsan¬ do de su hacienda á todos aquellos cuya conduc¬ ta es sospechosa ¡Ojalá y todos los hacenda¬ dos imitaran al Sr. Jones! ¡No tendríamos que lamentar el avance del latrocinio! Pasando “El Reventón” encontramos algunos arroyuelos de a*ua turbia y cenagosa cuya cor¬ riente es de Norte á Sur. Se conocía con el nombre colectivo de los 5 arroyos. Sus aguas fertilizan los terrenos del rancho de Sta. Cruz, á cuya inmediación corren. IV. Era medio dia cuando llegamos á Sta. Cruz. Allí nos esperaba el distinguido ingeniero y na¬ turalista I). Mariano Barcena, quien debía in¬ corporarse á la caravana y marchar con noso¬ tros al Ceboruco. El Sr. Bíircena venia de la ciudad de Ameca, adonde fué á visitar u su pa¬ dre moribundo. Por fortuna recobró pronto el enfermo la salud, y el Sr. Barcena pudo ya unirse con nosotros. Barcena os un joven sim¬ pático y de excelentes modales, estudioso y que ha adquirido ya un nombre en la república de las letras. Lo acompañaban los niños Juan Jo¬ sé y Arnulfo Matute, hijos del Sr. 1). Juan Ig¬ nacio Matute. Acampamos al pie de un mezquite; comimos frgalmentey descansamos un rato; el calor era sofocante, queríamos refrescarnos con alguna fru¬ ta, pero nada encontramos en aquel rancho que mitigara nuestra sed; los tendajos no tenían más surtido que vino y plálauos, cosas que, por cier¬ to, no apetecíamos; nos decidimos, sin embargo, por los plátanos á falta do otra cosa, lo que hi¬ zo que nuestra digestión fuera laboriosa. Las casas de Sta. Cruz son en su mayor par¬ te de zacate, una que otra es de terrado; casi todos los corrales están cercados con las agudas — 56 - y espinosas hojas del jocuistli (Bromelia pin - gnin L). Más allá de Sta. Cruz se extiende una inmen¬ sa llanura que termina en el rancho del “Are¬ nal.” Debe su nombre á la gran cantidad de arena que cubre el valle en que está situado. Las casas del rancho son pintorescas, en su ge¬ neralidad de teja, muchas de terrado; pero casi todas se distinguen por sus portadas y arque- ríos de ladrillo caprichosamente tallado. A medio kilómetro de distancia del “Arenal’’ se ve un acueducto de piedra bajo cuyos arcos pasa el camino de Amatitan. Saliendo del cita¬ do acueducto empieza otra llanura extensa que termina en las puertas de Amatitan: uno que otro montecillo pequeño costea el camipo en su lado izquierdo. Los montes referidos son por¬ fídicos; en algunos existe la bacía. En la segunda llanura de que he hablado, cre¬ ce en grande abundancia y en tamaño colosal la lobelia jalisciense. En ninguna otra parte la he visto tan crecida. Hay algunas plantas de dos ó tres metros de altura. La salvia (po- hjstachiá) es también abundante en aquellos pun¬ tos. A proporción que nos acercábamos al pueblo de Amatitan se hacia más declive el terreno. —57- Situada la población al pie de un cerro que se halla al Oriente, y en una hondonada, no la per¬ cibimos sino cuando estábamos casi en sus go¬ teras. Dominada completamente por la calzada que está al entrar, presenta un bonito panora¬ ma. La vista abarca todo el caserío; uQa ele¬ vada torre sobresale: es la de la iglesia: en su derredor se apiñan las casas, como en un colme¬ nar se agrupan las celdillas simétricamente. El cerro do Amatitan de que acabo de hablar, es, en concepto del Sr. ingeniero D Longinos Banda, un volcan: hé aquí cómo se expresa es¬ te distinguido profesor: “Los basaltos que se notan cerca del Arenal, los rastros de mandelstein que se encuentran en las inmediaciones de Sta. Cruz, dicen con clari¬ dad que un volcan más debe hallarse muy cer¬ ca de Amatitan, y nosotros creemos que no pue¬ de ser otro que el cerro del mismo nombre.” CAPITULO 2 » Casa blanca. » » Coastecomate. ” ” Coapecliita. ” ” Contla. ” ” Guadalupe. ” ” Istaco. Machita. ” ” Pilar. ” ” Palo alto. ” La quitería. ” Nuevo. ” Del Refugio. ” Santa Rosa. ?/ del Tizate. ” ” Tecolo. 9 II. Saliendo de Amatitan se entra en una larga lla¬ nura cubierta en una grande extensión con la her¬ mosa planta que suministra el mezcal. Al lado izquierdo del camino se prolonga una cordillera que partiendo del cerro de Amatitan termina en — 62 — el de Tequila. Pequeños montecillos redondea¬ dos y de poca elevación, forman esa cadena montañosa, que como he dicho, concluye en el elevado cerro de Tequila, cuyo vértice de aspec¬ to crateriforme, indica que fué un volcan. Auto¬ ridades respetables participan de esta misma creencia. El Sr. Banda dice así: “Las peperi- nas, obsidianas y basaltos que se notan en la cuesta de Tequila y lomas del camino de Mag¬ dalena, indican otras erupciones plutónicas que pueden haber tenido su origen como lo nota el súbio viajero Galleotti, en el cerro de Tequila. Por uno y otro lado del camino, en el valle limitado por la cordillera, se bailan extensos po¬ treros, propios para los sembradíos. Estos po¬ treros están tapizados de variedad de plantas; sin embargo, la lobelia y la salvia parecen domi¬ nar en aquellos sitios. A veces encontrábamos el Ahnlote , árbol de preciosa flor morada cuya clasificación botánica está haciendo mi ilustrado amigo el Sr. Bárcena; y alguna que otra btgno- nmeea. Por más de cuatro leguas se extiende la lla¬ nura de que he hablado; á su fin se encuentta Tequila. En las inmediaciones de esa ciudad el terreno cambia de naturaleza; es de un color ro¬ jo, y está cargado de óxido de fierro. En los — 03 — suburbios de Tequila lie encontrado la patota, árbol de la familia de los fumi, extendiendo su ramaje en el camino, y convidando con su ver¬ de sombra al fatigado viajero. Al entrar á Tequila se tropieza con un arro- yuelo, cuyas aguas se deslizan silenciosas por la pradera, siguiendo un curso que se dirijo de Isot- Cerca de ese arroyo, y junto á las primeras cu¬ sas de Tequila, se halla una pequeña ermita de¬ dicada á la Sta. Cruz. La devoción de los líeles cuenta de esa Cruz grandes prodigios, que no han sido bastantes para encender el entusiasmo religioso en el pecho de los creyentes, quienes han dejado que la ermita se arruine con las m- curias del tiempo. Serian las nueve de la mañana cuando llega¬ mos á Tequila. Permanecimos en esa ciudad muy poco tiempo; apenas el necesario para sa¬ ludar al Sr. D. Sixto Gorjon, jefe político del 12? cail ton del Estado, cuya cabecera es Tequi¬ la, con quien nos ligan estrechos lazos de amis¬ tad. Media hora después de haber llegado a la población, continuamos nuestro viajé; pero jus¬ to es que antes de referir lo que nos pasrí al de¬ jar la ciudad, haga una ligera descripción de ella. ^ 30 —G4- CAP1TUL0 3? La ciudad de Tequila , Cualquiera que recorra el camino de Tequila observará que ese camino se hace más bajo al jleg,,r a Amatitan. En esta población se ascien¬ de, como recordarán nuestros lectores, á una ho ya, de tal suerte que puede decirse con toda se¬ gundad, que partiendo de Amatitan se encuen¬ tra un valle mucho más bajo que el del Arenal y que Amatitan está en el extremo oriental de ese valle, y Tequila en el occidental. La llanu¬ ra, pues, se limita al Este por el cerro de Ama- litar» y al Oeste por el de Tequila, formando las dos poblaciones mencionadas sus confines. Es¬ ta circunstancia hace que tengan un paisaje be¬ llo y sorprendente. Por lo que toca á Tequila, reclinada al pie de una elevada montana, pare¬ ce un nido de pájaros colocado entre las rocas } abrigado de los vientos. Visto Tequila des¬ de el sendero escarpado que va á Magdalena, ofit'ce un panorama magnífico: el sendero está tallado en la pena; sus espirales dan vuelta ca¬ prichosamente; semejante á ua caracol de ele¬ vado campanario, posee escalones atrevidos, aé¬ reos, que, suspendidos en el abismo, causan vér¬ tigos al que osa mirar su sima. Pues bien, des- 65— de ese punto tiene Tequila uua vista hermosísi¬ ma: sus calles y plazas se destacan perfectamen¬ te; ú los pies del espectador bulle agitada la muchedumbre; se escucha el rumor causado por las gentes que transitan por las calles, como el lejano.sumbido de las abejas. Por todas partes se elevan columnas de humo: son las tabernas, principal fuente de riqueza en Tequila, que, cual mónstru >s gigantescos, arrojan al respirar enor¬ mes cantidades de vapor; por todas partes se ven campos sembrados de agave amcvicana. El color azul ceniciento de esta planta hace un contraste muy notable con el suelo rojo, y le dá un maths lindísimo. Las calles dg Tequila son rectas y bien-orien¬ tadas: existen muy regulares edificios. La igle¬ sia parroquial se levanta al Oriente de la plaza. Es un monumento de cantería sin pintura algu¬ na al exterior, lo que hace que su mo*e se eleve mages tuosa y lúgubre destacando su negra silue¬ ta sobre la risueña plaza de armas engalanada con sus verdes naranjos. Según estoy inlormado, el Sr. Gorjon tomó empeño en adornar la plaza, lo que consiguió perfectamente. Es cuadrilonga, su mayor extensión es de Oriente á Poniente; un elegante embanquetado la circunda, y los asien¬ tos son de manipostería y de buen gusto. Una fuente antigua se encuentra en el centro deco¬ rada con tritones y dioses marino?. La iglesia, examinada interiormente, es buena; sus altares pertenecen según creo al drden do'- rico. El costado occidental de la iglesia ve á la plaza, la entrada principal mira al Sur. En¬ frente de la iglesia hay uu pequeño portal que contiene varias tiendas de comercio, y en el atrio un bonito jardín. Tequila tiene 4,370 habitantes, de estos son 164 indígenas. Hay en dicha población dos es¬ cuelas municipales y dos particulares, concur¬ ren á ellas 439 alumnos de arabos sexos; se les enseña: escritura, aritmética, geografía, gramᬠtica castellana y moral, urbanidad, historia de México, dibujo natural y liueal. Eu el mes de Marzo último hubo en Tequila 28 nacimientos, 2 matrimonios y 30 defuncio¬ nes. El número de nacimientos habidos en el último semestre en Tequila, según el registro parroquial, es de 110 en dicha ciudad y 185 en la comprensión del curato. Ya dijimos en otro lugar que el número de nacimientos habidos en el mismo semestre en la vicaría do Amatitan y su jurisdicción fue de 130. Según cálculos de personas de criterio, desde el año de 1872 á la lecha, lia habido en Tequila un aumento consi- —67— derable de población, pudiendo estimarse ese aumento en un 25 pg. Hay que advertir que no existe entera conformidad entre los datos to¬ mados del registro civil y los de la parroquia. El comercio se mantiene en Tequila en esta¬ do regular; consiste en ropa, abarrotes y comes¬ tibles. El principal giro es la elaboración del vino mezcal. Existen en la ciudad doce taber¬ nas, uua en Huisisilapa, otra en la hacienda de la Estancita y dos en el rancho de la Cofradía. El número de barriles de vino que en esas tabernas se elaboran es de dos mil cada mes, más bien más que ménos Todo ese vino sale de la población y el que se consume en ella ade¬ más de la cantidad dicha, puede calcularse en 125 barriles mensuales, es decir, que esta canti¬ dad debe agregarse á la de dos mil de que se ha hablado. El sistema de elaboración es do fue¬ go directo por medio de alambiques. He aquí según el Dr. Oliva, el procedimiento para ex¬ traer el alcohol del Maguey, impropiamente lla¬ mado vino de Tequila. “El mezcal se obtiene poniendo á fermentar después de tatemadas las cabezas y destilando; el anhidro, poniendo eu contacto por 24 horas el alcohol de 36° C con cal apagada, calentada al rojo, que todavía caliente se pone en el alambi- —68 que, virtiéndole un peso igual al suyo de alcohol y destilando después lentamente al baño de Ma¬ ría, fraccionando los productos, repitiendo la operación.” El mezcal, pues, se obtiene como todo alcohol? de dos clases: del comercio y anhidro, puro ó absoluto. El dél comercio 6 hidratado contiene además de agua, acido acético, aceite y princi¬ pio extractivo, según el sentir del ilustre far¬ macólogo citado, ílégma y un principio acre. El mezcal es de un sabor y olor particulares. Tomado el mezcal de Tequila con moderación, es útil en algunas enfermedades, especialmente en lás del estómago, y sobre todo, en aquellas cuya curación requiere un medicamento túnico. El vino de Tequila usado cou exceso es mu} T dañoso: además de los padecimientos qce oca¬ sionan los alcohólicos en general, como ddi- rium tremens, etc. etc., parece que tiene una acción muy particular sobro el hígado, pues en los tomadores do mezcal son muy frecuentes las inflamaciones de esa entraña que terminan por supuración. Las hepatitis pueden ocasionarse, y de hecho se ocasionan con los otros alcóholi - eos; pero repito que es más común y más rápi¬ damente desarrollado con el vino Tequila. El vino mezcal es consumido con - precio en — 69 - )a República, por cuyo motivo sale ele Tequila Ja mayor parte del «que allí se elabora, para ven¬ derse en otros puntos. Este producto del país tiene también prestigio en el extranjero, pues tengo noticias que en Estados-Unidos so lia ven¬ dido á precio de oro. El único inconveniente que se ha tocado para darle impulso á ese ramo de industria, es el subido importe que causa su condujcion al extranjero. Es do desearse, por tanto, que se proteja la exportación del 1 e- quila con leyes adecuadas, pues de esta manera e l mezcal se convertiría en un fecundo manan¬ tial de riqueza pública.; A pesar de la facilidad que hay en Tequila pr.- ra que el afecto al vino satisfaga su vicio, no es¬ tá tan desarrollado como era de esperarse, cosa que verdaderamente sorprende. Asegura el Dr. Oliva que el mezcal proviene del agave ameri¬ cana de Linneo; pefo sin clasificar las diversas especies de ese género, que produzcan mezcal. En Tequila se cultivan varias clases de mague¬ yes diferentes en figura y tamaño, que llevan los nombres vulgares de chino bermejo, chato y ma¬ no de muía; lo que prueba que en efecto existen variedades del gene i o agave americana que dan mezcal. El Sr. D. Gaspar Sánchez Ochoa pu¬ blicó en “El Cultivador,” periódico de agricuí- tura, un excelente trabajo sobre el maguey, lleno de interés, especialmente para las poblaciones que como Amatitan, Tequila y Magdalena, viven del cultivo del maguey y fabricación del mez¬ cal. Estas consideraciones me hacen copiar en seguida dicho trabajo. u # * ‘‘Eita preciosa planta, una de las más útiles y ricas producciones del suelo mexicano, tiene en esta tierra privilegiada su más perfecto desar¬ rollo. Es de orígeu enteramente americano; pero no obstante, en las Américas del Sur y Centro América, su crecimiento es le ito y su fecundidad tan limitada, que en muchas partes ni aún se le conoce. En los Estados-Unidos solo A se encuentra en los invernaderos, por lo que se le puede llamar con mis exactitud planta oriun¬ da. enteramente del suelo azteca. El maguey pertenece i la familia Amarylhdice y al género agavus 6 ag ive, cuya palabra viene del griego y significa noble, ilustre, por lo que, aplicándose á la planta del maguey, podría decirse planta gentil, planta gallarda, magestuosa y distingui¬ da. El género agave a que pertenece el maguey, se divide en dos grandes especies, agave avneri• -71- acan y agave orientalis; pero esta última, que nace y creco con dificultad en las tierras de la India, tiene un aspecto tan estéril y triste, que parece una planta enteramente diversa del legí¬ timo y verdadero agave americana. El maguey mexicano ha sido importado á la India por los ingleses, pero sus grandes esfuer¬ zos no lian dado resultado alguno, pues aquellas regiones parecen no favorecer en nada al legí¬ timo maguey azteca, notándose su degeneración completa y perdie ndo del todo sus cualidades peculiares y hasta su magestad y gallardía El agave mexicano tiene dos grandes produc¬ ciones, su abundante líquido que vierte el cen¬ tro ó corazón de la planta del maguey, y el fila¬ mento de sus ojas; del primero se elabora el pulque, y coa este elementicio y medicinal licor, se pueden fabricar varios vinos de excelente calidad. El maguey que nace y crece en los terrenos pertenecientes á los Estados del interior de la República, lo sujetan (\ un procedimiento indus¬ trial del todo diverso al que se aplica para la extracción del pulque, y obtienen, los que lo be¬ nefician, el riquísimo vino mezcal conocido con eL nombre de Tequila en el Estado de Jalisco, y con el de Pinos en los Estados de San Luis Po- 81 — 72 — tosí, Zacatecas, Durango y otros. Este vino posee grandes cualidades higiénicas, es suma¬ mente apreciado en el extranjero, y en los Esta¬ dos-Unidos ha sido bautizado con el nombre de Mexican brandy, y en Inglaterra con el de Mexican gin. Este ramo de industria peculiar del país, con la exportación, formará un manan¬ tial de riqueza inagotable. Lo mismo que el filamento de las hojas del maguey, y que lleva el nombre de henecken , y cuya industria es co¬ nocida desde tiempos muy remotos por los tol- tecas, que habitaron el suelo mexicano. La industria del maguey ha ido en constante adelanto y desarollo, pero en estos últimos tiem. pos ha venido á ser un precioso y riquísimo efecto do exportación, pues todos los dias se ha¬ cen en Europa y los Estados-Unidos varias aplicaciones ¡í distintas industrias con tan im¬ portante textil. Antes de examinar detenidamente el porve¬ nir inmenso que tiene el agavus azteca para la exportación, analizaremos el origen de esta plan¬ ta, gentil desde los tiempos primitivos, el des¬ cubrimiento de su líquido como licor y las pri¬ meras industrias que criaron los toltecas del fi¬ lamento de sus hojas. Cuando los conquistadores pisaron por pri- —73 — mera vez las ricas campiñas del suelo del And - huac, se presentó ante su vista un panorama nuevo enteramente y engalanado con tantas ma¬ ravillas de la naturaleza, que con razón los tras¬ portaba de continuo á profundas meditaciones y á un éxtasis de contemplación constante; y, efectivamente, todo debió causarles novedad; las raras montañas coronadas de nieves eternas que se elevan sobre la mesa central, destacán¬ dose del fondo de dilatados y perfumados va¬ lles, cubiertos siempre de verdor que esmalta a las numerosas flores las que brotan sobre la tier¬ ra mexicana. Pero una de las plantas que mas llamaba la atención de los conquistadores, era, y con razón, el maguey que asomaba sus genti¬ les hojas de entre los siticios, las festucas y las yedras silvestres. La planta del maguey, después que pasó el huracán de la conquista, fué objeto de mucha atención y de profundo estudio para los hom¬ bres científicos que venían de Europa, unos co¬ mo viajeros y otros á vivir sobre el suelo de lo que se llama Nueva España. Veamos lo que el padre José Acesta escribió sobre sus estu¬ dios del maguey en 1586. El árbol de las maravillas es la clasificación exacta que merece la planta del maguey. En — 74 — efecto, sa remoto y misterioso origen, su forma, su modo de vivir y morir, sus multiplicados productos, todo contribuye á que sea diguo de ocupar un lugar muy distinguido entre la infini¬ dad de plantas quo forman la magnífica y admi¬ rable flora mexicana. ¿Quién plantó el primer maguey? ¿dónde se plantó? ¿fué esta planta anterior al diluvio ó posterior á este grande cataclismo? ¿se íormó acaso de algunas de las sustancias quo quedaron depositadas en la tierra? O era el maguey plan¬ ta de las regiones del Asia, y las aves atrave¬ sando las montañas y les mares trajeron estas semillas para depositarlas en la mesa central del Anáhuac, ó los primeros habitantes que pa¬ drón á estas regiones fueron los que conduje¬ ron en su larga y extraña peregrinación todas las semillas de las plantas útiles, á fin do culti¬ varlas y servirse do ellas para su alimento y vestido. El origen del maguey es tan oscuro y dudoso, como de los habitantes primitivos que ocuparon estas ricas regiones; y cuando se tra¬ ta de profundizar la materia, se encuentra que la historia de esta planta está unida de una ma¬ nera íntima á las tradiciones fabulosas y á los grandes sucesos de las antiguas razas que ocu¬ paron estas dilatadas y fecundas tierras. -75- E1 historiador Lorenzo ButuriDi, que como es sabido reunió una abundante y preciosa colección de mapas y manuscritos antiguos de los mexica¬ nos, dice: que el dios Ixquitecalt fue el que inven¬ tó el nodo de sacar el aguamiel del maguey, y que un monarca de los Calimas que se embriagó en público, para disculpar tan vergonzosa falta, instituyó una fiesta que fué la cuarta movible , en honor de los dioses del vino, y en dicho dia se daba licencia general á todos para embriagarse. Cualquiera que sea el fundamento de esta in¬ terpretación de las figuras simbólicas de los in¬ dios, no cabe duda que es mas exacta y verídi¬ ca la siguiente narración de otro historiador de crédito, y que parece haberla sacado ó traduci¬ do de los papiros de maguey, donde estampa¬ ban sus significativos geroglíficos los antiguos tol tecas. Por los años de 1045 á 1050 reinaba en el imperio de Toyan el octavo rey tolteca, llamado Tcpancaltzin; era un monarca sabio, rígido en sus costumbres, muy amado de sus vasallos y temido y respetado de sus vecinos y tributarios; jamas habia cometido falta que empañase su con¬ ducta. Un dia, y era en el año décimo de su reinado, se presentó en su palacio un noble y pariente suyo llamado Papauziut . Señor, le di- - 76 - jo, mi hija ha descubierto que del centro de las plantas del melt que tiene en su jardín, brota un licor dulce y aromático, y hemos veDÍdo á ofre¬ cer á nuestro rey las primicias de este descu¬ brimiento. El rey le dio las gracias, lo hizo sentar junto á su trono y ordenó que fuese conducida á su presencia la hija de su noble pariente. La doncella entró con un tecomalt pintado de color rojo, en el cual había algunos presentes y flores, y además, otra basija llena de aguamiel del maguey. Tenia diez y seis años, era de ese cutis sedo¬ so y moreno de las hijas de los trópicos; con grandes ojos negros, de cabello abundante, ne¬ gro y lustroso; de boca fresca, encarnada, fran¬ ca y graciosa, que encerraba una dentadura más blanca que el marfil; se llamaba Xochilt ,, es de¬ cir, ñor , y en efecto no hacia en todas las cam¬ piñas del Anáhuac , flor pue pudiera compararse á la hermosa hija de Papahiint. El monarca recibió el presente, gustó del li¬ cor y dió las gracias d su noble pariente; p ro con un abrazo y turbación tal, que desde luego se notaba que algo pasaba e n su alma. Xocliüt t' por su parte, pudorosa, inocente y casta, bajaba los ojos; el c olor encendía sus mejillas y sus mi- - 77 - rada8 no se atrevían ó encontrarse con las de su soberano. Desde este momento su suerte que¬ dó decidida. A los pocos dias Tepancaltziu ro¬ gó á su pariente enviase á su hija con una nue¬ va provisión de aguamiel, y como en esto hacia grande honor el soberano á la familia \ochilt se encaminó al palacio acompañada de su nodriza, y presentó de nuevo un iecolthalt con el sabroso licor. El rey le dijo que una doncella tan nobie y hermosa debía ser educada y servida como una princesa en la casa real, y en consecuencia, la envió á su palacio de Palpan participando á su pariente esta resolución con la nodriza que re¬ gresó sola á la habitación de la doncella. Durante más de un ano, el amor y las delicias coronaron la ardiente pasión del monarca, que de su unión estrecha con Xochilt resultó un ni¬ ño hermoso como los padres que le dieron el sér. Se le puso por nombre Mecolnezin es de¬ cir, (hijo del maguey), aludiendo á que esta plan¬ ta fué el origen de tan afortunados amores. El padre de la jóven que liabia concebido ya sospechas, y que sobre todo deseaba ver a su hija, de la cual había ya estado separado cerca de dos años, se disfrazó de mercader, y logró introducirse al palacio de Palpan hasta llegar -78- i la presencia de su hija ií la que encontró con un niño en los brazos. Las costumbres puras y sencillas de los pri¬ meros toltecas, no podían menos de convertir ta¬ les lances amorosos en motivo do escándalo y aun de crimen; así es que Papantzin no contuvo su cólera é indignación, sino por le respeto pro¬ fundo y tradicional que los subditos profesaban á sus reyes; pero con la conciencia y el derecho de un padre engañado y ofendido, se presentó á reclamar al rey la honra de su hija. El rey, mas con el lenguaje de un enamorado que con el tono altivo de un monarca, procuró discul¬ parse y prometió distinguir á su noble querida, y fijar en su hijo la sucesión de la corona. Colmó de presentes al ofendido viejo, prome¬ tiéndole que cuidaría de reparar su honor, en la primera oportunidad. El monarca era casado; pero en efecto, tan lúe. go como falleció la reina, se llevó a Xoclúlt y á su hijo á su residencia, y poco después se casó con ella. En pocos años después, el hijo del maguey , fué un jóven gallardo, entendido, inclinado al gobierno del reino y á la guerra. Habiendo con¬ cluido su padre del periodo de su reinado que debia ser de 52 años, mandó que fuese recono- —79 - cido como sucesor su hijo, que se llamó mas tar¬ de Topihin ó el justiciero, y reinó largos años, teniendo el cariño, admiración y respeto de los régulos 6 señores de la corte. Eda poética é histórica leyenda india, pare¬ ce sin duda alguna, marcar con exactitud el des¬ cubrimiento ú origen que tuvo la bebida del pulque en aquellos remotos tiempos de los tofo- cas: Hernán Cortés en las difusas relaciones que escribió i Cirios A" apenas consagró unas cuan¬ tas líneas al maguey. En la segunda de sus cartas, hablando del mercado de México, dice: vendeja miel de abe¬ jas y cera, y miel de cañas de maíz, que son tan melosas como las de azúcar, y miel de unas plau- tas que llaman maguey, que es muy mejor que arrope, y de estas plantas hacen azúcar y vino que asimismo venden. Nada podría dar testimonio más patente de lo adelantado que estaba la agricultura entre los toUccas ’tj los mexicanos, como el esmerado cultivo del maguey; el estudio minucioso que habían hecho de todas sus propiedades, y el úti¬ lísimo empleo y aplicación de sus productos a las necesidades y a' los placeres de la vida. Los españoles en general hablaban del vino que pro- 32 — 80 — ducia la planta del maguey, y de la embriaguez de los indios; pero no observaban el arte y es¬ mero con que se aprovechaban de ella, y que era para los nobles un objeto de riqueza inago¬ table, y en la mayor parte de los señoríos y rei¬ nos culhuas, tecpanecas y mexicanos, la base de la subsistencia de las familias en la clase ínfima del pueblo. El historiador Molina, hablando del uso que hacían del maguey I 03 pueblos primitivos, dice: como es sabido, la industria entre los mexicanos tenia un adelanto raro y peculiar; los artistas se servían del maguey para confeccionar las be¬ llas y singulares obras de mosaico y plumas que trabajaban. De estas pencas hechas pedazos, so servían mucho los maestros que llamaban amentccatt , y que labraban de pluma y oro, colocando encima de estas pencas un papel finísimo de algodón, y tan delgado como una toca, labrando sobre e] sus dibujos. Los pintores también se aprove¬ chaban mucho de estas hojas 6 pencas, y hasta los que hacían casas tomaban un pedazo y en ella echaban el barro. El mismo historiador hace notar que desde ej tiempo de los toltecas se extraía la fibra fina del maguey, para construir con ella tales gruesas y -81 — delgadas con las que se vestían los toltecas y mexicanos , 6 igualmente construían con dichas fibras una especie de papiro delgado y traspa¬ rente, de gran consistencia, duración y flexibi¬ lidad, y en el opio imprimían aquellos pueblos sus simbólicos, pintorescos y significativos gt- roglíficos. La planta del maguey es hasta, el dia ignora¬ do el origen de su nombre, y tanto en el idio¬ ma de los toltecas como en ei de los mexica¬ nos y chichiraecas, es desconocida del todo es¬ ta palabra, sn etimología en los autores anti¬ guos no se encuentra absolutamente sino en tan solo la referencia que se hace de que en las is¬ las conocidas hoy con el nombre de las Antillas, los naturales da aquellos tiempos daban este nombre á I 03 Aloes ; el maguey en mexicano se llama metí ; pero ios españoles continuaron lla¬ mándole maguey, y así ha quedado hasta el dia, lo mismo que la palabra pulque que en azteca pe llama neutli, no encontrándose tampoco la eti¬ mología de dicha palabra, ni aun en los tiempos de los toltecas, pues, como es sabido, en aquella época remota que fué su descubrimiento, recibid el nombre de Meconefoin, y no se sabe de la mis¬ ma manera por qué los españoles cuando pisa- ion por primera vez el Nuevo Mundo, dieron a este licor el nombre de pulque. Por las narraciones de los cronistas é historia¬ dores que vinieron á la Nueva-España, des¬ pués de Ja conquista se despertó naturalmente Ja curiosidad é investigación de los hombres científicos que procuraron conocer los caracte¬ res propios y estructura especial de Ja planta e maguey; ya que sabiau sus raras produecio nes por el testimonio de cuantas personas venían a la tierra mexicana y encontraban en las lla¬ nuras y faldas de las montañas millones de aqoe- f plantas, y á juzgar por lo que escribid Alzate en los anos de 1770, el maguey y sus numerosas y variadas clases, estaba confun¬ dido con los Abes, y esta misma ha sido t ira- bien la opinión del célebre botánico Linneaus, que al calificar la planta del maguey cuando lle¬ gó al conocimiento de aquel sabio naturalista, seguramente tuvo noticias muy exactas de las cualidades peculiares y singulares que caracte¬ rizan aquella preciosa planta, y marcó desde en¬ tonces una gran división botánica Heranlna Mo¬ no gy nía, al géuero Agabns o Agave, y á la fami¬ lia AmarUlidicie , y al describir su flor, dice lo si¬ guiente: cáliz ninguno, corola de un pétalo en for. ma de embudo, bordo partido en seis lacinias iguales lanceoladas y derecha?, estambres seis> teniendo los filifarenes derechos y más largos ' — 83 — que la corola, con las anteras lineares más cor¬ tas que los filamentos y rodadizas. Pistilo: gérmen oblongo adelgazado por una y otra parte, y bajo de la corola estilo filiforme del largo de los estambres, de tres lados con el estigma en cabezuela y también de tres lados. Pericarpio: cápsula oblonga de tres ángulos, adelgazada por una y otra parte, de tres celdi¬ llas y tres ventallas. Semillas : numerosas. Especies: agavus americana. Caracteres específicos : hojas con dientes espi¬ nosos y escaporamoso. El mismo célebre botᬠnico Linneaus , para demostrar el grave error en que han caido algunos naturalistas, marca la di¬ ferencia que existo entre el género Agavus y el género Alves, y dice: la planta á que pertenecen estos últimos, dá una flor Liliacia raonopet.ata tabulada, cortando en seis partes en algunas es¬ pecies el cáliz, y en otras el pistilo, pasa indis¬ tintamente á tubo largo ú oblongo, las más ve¬ ces cilindrico dividido en tres loculamentos (5 células, y su género se divide en distintas va¬ riedades, especies Alvé Oficinalts , Alvé Vul¬ gar is, Alvé Americana , Muricata y Alvé Ame - ricani Florida , y observa el mismo Linnea¬ us que no obstante de ser de grande utilidad el género Alvé por sus gomas y otras peculiar!- —84 — dades, está muy léjos, sin embargo, de las gran¬ des propiedades que caracterizan á la Agavus americana , y distingue también el mismo natu¬ ralista que aun el Agavus que brota sobre las tierras de las Antillas, perteneciente también al Agavus Americana, parece ser de una especie muy distinta, por lo que clasifico aquel botánico a la planta del maguey que nace en dichas islas, como pertenecientes á la especie Agabus Gu¬ íenles, y hace notar á la vez que aunque el fila¬ mento de sus hojas es do grande utilidad para los naturales de aquellas islas, él no obstante di¬ fiere mucho de Jas cualidades raras que carac¬ terizan al verdadero Agavus Americana y más aún todavía al que nace y se desarrolla en el suelo azteca. El gran naturalista Iíumboldt, al clasificar el maguey, comete también un grave error, pues lo hace pertenecer indudablemente al género de las Brunuhaceas ; y el botánico Decan'tolle come¬ te igualmente el error de hacer pertenecer el maguey al género de las Siliaceas ; y otros natu¬ ralistas lo hacen pertenecer más erradamente todavía al género Cactus. Cuando el Dr. Hernández vino á México en el año de 1570, enviado por Felipe II para es¬ tudiar la historia natural de este país y princi- - 85 - palmente la rica y variada Flora mexicana, co¬ metió también graves errores con respecto á la clasificación exacta de la planta del maguey, y tuvo necesariamente que hacer sus estudios, anᬠlisis y descripciones á la manera en que las ha¬ cían los naturalistas de aquella época, que muy poco habían adelantado del sistema usado por Plinio, tan atrasado respecto del muy claro, ana¬ lítico, exacto y clasificativo que viene usándose desde que el gran botánico Linneaus escribió sus obras. En las noticias que el Sr. Hernández trasmi¬ tía á Espafía en aquellos tiempos, se notan tam¬ bién graves inexactitudes en sus distintas clasi¬ ficaciones, y muy particularmente se percibe que hacia poco caso de las etimologías de los nombres toltecas, chichimecas y mexicanos; des¬ cribiendo el maguey amarillo, dice: Metí Coxtle, siendo así que la palabra que se usa en mexica¬ no para denominar el color amarillo es Coxtic ; lo mismo sucede con el nombre de Mexocolt , ma¬ guey de círculos y que viene á ser una contra¬ dicción de Metí, palabra muy conocida en mexi¬ cano y que determina el nombre del maguey. Es indudable que el cultivo de esta preciosa planta ha venido siendo de grande importancia para los pueblos primitivos, y principalmente — 86 — en las épocas prósperas 1,300 el juez, 500 el secretario, 300 el esen b'iente y 120 el ministro ejecutor Juzgados V?, 2? y 3? constitucionales. Estas oficinas tienen un escribiente y uu ministro eje¬ cutor cada una, disfruta el sueldo de $ 120 anua¬ les cada escribiente y 36 cada ministro ejecu- tor. , , Administración de correos y del tim > del Ojo de Agua. )¡ ” Lo de Teresa. y. Después de haber reconocido el camino tor¬ tuoso, escarpado y abierto en la peña viva que se halla al Occidente de la ciudad, se entra en un largo y estrecho callejón cubierto a' uno y otro lado de enredadeias, de algunos huizaches, de lobelias y de matas de salvia. Ea el fondo de este callejón se cava el lecho de un torrente se¬ co en la actualidad, pero cuyas aguas, en Ja es¬ tación de lluvias, corren mugiendo y saltando en aquel lecho petreo y escabroso, Las lavas ro¬ jas, la obsidiana y la piedra pez que se alternan * con rocas porfídicas en el camino de que he ha¬ blado, son sustituidas en el «Arroyo seco del Muerto» (así se llama el callejón), con bellos ejemplares de basalto hojoso, cuya forma repre¬ senta muy al vivo las hojas de un libro. Eran las diez de la mañana cuando visitamos estos puntos, hora en que los rayos solares em¬ pezaban á sentirse con alguna fuerza; sin embar¬ go, recorríamos con delicia el camino, recreán¬ donos con la caprichosa y variada naturaleza que siempre se presentaba a nuestra vista con nuevos encantos; los señores geólogos, mirando con detención todas las penas, no dejaban esca¬ par la más pequeña oportunidad que revelara la creación. Al través de aquellas rocas, al pare¬ cer inútiles, encontraba Bárcqna ricos tesoros geológicos y señales evidentes de las diversas re¬ voluciones seismológicas que se habian efectua¬ do en aquellos contornos. Yo escuchaba aten¬ tamente las sabias disertaciones de Bárcena, so¬ bre el origen volcánico de aquellos terrenos. Allí conocí alguna variedad de esferolita des¬ crita por nuestro ilustrado compatriota, quien, con un^empeño que agradezco en el alma, que¬ ría sacar le mí un discípulo aventajado en geo- logia; pero ¡ay! cuánto temo que sus esfuerzos hayan sido estériles'pues no me siento con ta- — 108 — maños para cultivar la cicucia de Humbolty Vilanova. Al salir del callejón del Muerto encoutramo s una llanura cultivada con agave. El campo azu¬ leaba con la hermosa planta que erguia sus tallos airosamente. Al contemplar los inmen¬ sos beneficios que pueden resultar á la nación con la industria nacida del cultivo del agave > siento en mi pecho una simpatía profunda á esa planta erizada de fuertes púas, que constituye el bienestar de muchas familias, y deseo que se elevo esa industria á un grado de apogeo sor¬ prendente; pero cuando noto que el uso inmode¬ rado del vino mezcal causa muchos daños, se apodera de mí una honda tristeza. Mi alma es presa entonces de dos sentimientos opuestos ¡Ojalá v se obtengan con leyes previsoras las ventajas mercantiles del mezcal, sin los incon¬ venientes de la embriaguez! Algunos pequeños collados ondulantes y si¬ nuosos siguen esa llanura. Al pie de una coli¬ na se encuentra el rancho «Lo de Teresa.» Des¬ de la cima de la colina se ve el rancho mencio¬ nado, alegrando aquellos lugares solitarios y tristes. En efecto, los collados de que he ha¬ blado están cubiertos de pocos huizaches y de pequeños árboles de gúacima (de las burcera- —mo¬ ceas) , cuyos frutos elipsoides y espinosos tanto se recomiendan en las enfermedades de pecho; y de uno que otro guayabo silvestre (psidium pommí ■ ferian) y el suelo, tapizado cu una larga exten¬ sión de fragmentos de obsidiana que dan al mon¬ te un color negrusco que lo asemeja a un campo incendiado. De pronto aparece un rancho lleno de árboles frondoso?, animado con la charla de campesinos de alegre semblante, } en ios potro ros se ve el ganado pastando tranquilamente. Este conjunto risueño saca al viajero de las té¬ tricas meditaciones en que se sumerja natura- mente á la presencia de aquellos montes de as¬ pecto lúgubre. Pero después del rancho conti¬ núa la misma aridez, los mismos collados que no terminan sino á pocos kilómetros de Magdalena, en donde empieza de nuevo la llanura. A los huizaehes se agregan una gran cantidad de Mez¬ quites (miñosa foetida) y de árboles y arbustos que embellecen ia pradera. En este punto ter¬ mina la obsidiana, que, como he dicho, se en cnentra casi desde las goteras de lequila, or- mando largas zonas. He visto algunos fragmen- tos de obsidiana, negrísima como el azabache, trasparente y pulimentada como un cristal, y del diámetro de media vara. Poco antes de llegar á la Magdalena, algunos - 110 — arroyuelos de agua cristalina riegan el campo esmaltado de flores, corriendo mansamente al través de ese campo. V CAPITULO 4 tancia aumenta la fuerza de la opinión que he señalado. Por otra parte, varios vecinos anti¬ guos de Magdalena aseguran que en terreno de la hacienda de Sta, María (propiedad del Sr. D. Joaquín Orendain) existen ruinas que indican que en ese lugar hubo un pueblo, y se inclinan á creer que haya sido el de Guaxicar. Para di¬ lucidar, pues, completamente esta cuestión, se necesita un estudio de esas ruinas, y emprender nuevas investigaciones históricas. t - t III. Magdalena tiene varias plantas medicinales; El asclrpias bicolor (plato y taza en Magdalena, Señorita en Ahuacatlan), de bonita flor con péta¬ los encarnados y amarillos, abunda mucho. Esta planta seca y pulverizada es un estornu¬ tatorio tan fuerte que provoca ia epíxtasis (flujo de sangre por las narices). La leche que se re- coje de la planta, olida cu un algodón, produce el mismo efecto. Sejcree que la /Señorita es el antídoto seguro de la rabia. Cocida y bebida, según el dicho de algunos campesinos, sana indefectiblemente á los mordidos por animales rabiosos. Aunque no he visto un solo caso que confirme esta creencia, me parece oportuno consignarla en estos apun- —119— tes, para que los facultativos hagan experien¬ cias que revelen las virtudes antihidrofdbicas de la Señorita. El Mático del país crece abundantemente en Magdalena, donde se conoce con el nombre de Cordoncillo. Este arbusto tiene de tres á cua¬ tro metros de altura. En el ano de 1865 escribid una Memoria so¬ bre el Cordoncillo el Sr. Dr. D. Antonio del Rio, médico instruido que ejerce en Ahualulco? la cual corre impresa en el núm. 15 del tom. 2? de la “Revista Médica” drgano de la f 'Sociedad de Medicina” de Guadalajara. El Sr. del Rio cree que el Cordoncillo es semejante ó casi igual al piper angustífolium o al arthante elongata. El señor profesor de farmacia D Manuel Pé¬ rez, publicó en Colima el año de 1869 un opús¬ culo titulado “Del Mático y de sus usos terapéu¬ ticos.” Eq ese opúsculo se ocupa del Cordoncillo, y lo clasifica así: Arthante—Clase Dandria Tri- ginia (Sistema sexual de Linneo), Según esto, es evidente que los Sres. del Rio y Pérez están enteramente de acuerdo en cuanto á la clasifi¬ cación del Cordoncillo. El Sr. Pérez le dá la sinonimia siguiente: Arthante elongate Miguel Piper angustifolium Pulí y Pavón (Flora peruana) -Piper elongatwn 37 —120 Vahi.-Stephensia elongata -KunthArthanle me¬ xicana. -Perez”. El Sr. D. Benjaroin Retes, farmacéutico de Tepic, analizó las hojas del Cordoucillo y encon¬ tró: Clorófila en gran cantidad.—Aceite esen¬ cial de un verde claro, en abundancia.—Resina morena que se precipita en glóbulos de varios tamaños en el agua destilada, saturada. Resina que se altera con facilidad por el calor.—Ex¬ tractivo gomoso, goma, etc., etc.—El Sr. Pérez ha dicho: “El análisis químico ha demostrado que el Mático contiene Clorofila, una Resina blan¬ da y de un color verde oscuro, materia coloran¬ te amarilla y morena, sales de potasa y de cal, goma, lignina, aceite volátil algo espeso, crista- lizable, de un color verdoso. Las propiedades medicinales del Mático son debidas á la resina y al aceite volátil. • “El aceite volátil del Mático pertenece á la clase de las esencias no oxigenadas, su fórmu¬ la es C. 20 H. 1G, deposita por el reposo crista¬ les de Estearoptena, su color verdoso es debi¬ do á la mezcla de la resina con la Azulena, (la fórmula de la Azulena es C. 1G H. 13 O.), tiene un olor fuerte semejante al de la planta, pero menos agradable, su sabor es picante y acre, es y' ¿L 121- poco soluble, en el algoa; el alcohol de 95 y el /,tp r lo disuelven fácilmente. ’ ^Los usos medicinales del Cordoncillo son kis mismos del Mático extranjero hl 1 r ,o ha usado con éxito en las d.sent 4 cial mente en aquellas que han res.st.do ni pico del opio, calomel, ipecacuana, ergpt.0., • También la ha usado ventajosamente en la en ^ cipela en cataplasma, y h a ™ C °“ ooD el cou . éintensos ardores P ueb ’ dente y s -r • e desear que se propagara en tea nosotros i uso do esta planta, ya q«e u fuerte consumo se hace del Mítico extrae^ y que tanto — de dónete se puede traer con facilidad. do de este deseo, me he detenido un poco co¬ piando algunos párrafos de ife9 . morias de los Sres. del Rio y I ere*, 5 “ tando algunas de las ideas sobre la matera, > - que no me es posible insertar Integros b^opus- Los mencionados. He querido, ademas, que en otros lugares de la República don e no conocidos los trabajos de los Sres. del B J rez, tengan siquiera una ligera idea 122 - Hay también en Magdalena las yerbas medi¬ cinales propias de las tierras ca'lidas, y de las cuales hablaré más tarde. Su estado sanitario es excelente. No hay allí endemias. Las epi¬ demias casi no son conocidas. Las enfermedades que se observan en Magdalena son intermiten¬ tes francfcs, pocas disenterias y muy raras angi¬ nas. Predominan las intermitentes. Ea el Cerro Viejo ó de Magdalena existe una mina de oro abandonada. Según sé dio esa mi¬ na bastante metal, y aún parece que se traía de explotarla de nuevo. Existe también, en Ja misma montaña otra mina de fierro, cuya veta promete ser abundante. Los vecinos de Magdalena nos enseñaron una muestra de un mineral que creyeron carbón de piedra, pero que en rialidad era Lignito, betumi¬ nosa. Se nos dijo que había sido recogida di¬ cha muestra del cerro de Magdalena. IV. Magdalena es cabecera de curato. Ea lo ci¬ vil es municipalidad, perteneciente al 12° can¬ tón (Tequila). —123 — • Haciendas y ranchos pertenecientes á la munici¬ palidad: de Magdalena. Hacienda de S. Andrés. ” ” La Quemada. Rancho ” Ojo Zarco. ” 77 La Joya. » 77 Lo de Guevara, n ’v La Cofradía y Portezuelo. 77 Huicipila. V. El dia 18 de Marzo á ias cinco de la mañana, salimos de Magdalena con rumbo A Man La atmósfera estaba aún purificada con el aire fres co de la mañana. Al salir de la población tuvi¬ mos que pasar muy cerca de la laguna, cuyas suaves brisas llegaban hasta nosotros impregnan- donos con delicia de esa aura matinal que per¬ fumando el ambiénte, nos hace respirar con pla¬ cer. La laguna movia ligeramente sus tersas agua= al ligero s -pío del céfiro. Las garzas do albo plumaje, arrojandoalegres grasmdos batían sus alas sobre la laguna, salpicando su blanca vestidura con líquidas perlas; los pajarillos can¬ taban alegremente saludando el nuevo día, que engalanado con el ropaje que la Aurora tiñera de púrpura y de oro, aparecía ya sobre el hori- - 124 - zontc. Mientras tanto, caminábamos silencioso s contemplando llenos de arrobamiento y de ad¬ miración los preciosos matices que tomara el cielo. De pronto el disco incandescente del sol so dejó ver, y luminosos rayos se desprendieron alumbrando la. tierra. Entduces la escena cam¬ bió: las negras siluetas desaparecieron, los con¬ tornos indecisos so exclarecieron, los objetos iluminados con la luz clara y suave del crepúscu¬ lo se retrataron con fidelidad, y los hermosos co¬ lores que la Aurora habia robado al iris para co¬ locarlos eu las nubes, se fueron desvaneciendo poco á poco, quedando al cabo de alguuos minu¬ tos sustituidas con la deslumbrante claridad del sol... Era cerca do las siete cuando entramos en una larga llauura eu la que so eúcueutra la ha¬ cienda ds la Quemada y otros varios ranchos de poca importancia. La llanura termina al llegar al lancho del «Salitre,» que costea la falda de un pequeño cerro eu el que abunda la lacia. Allí empezamos á encontrar una que otra clavellina y algunos palos bobos. La familia de los hc.us volvieron á tener sus representantes en aquellos contornos; enormes zalates encontrábamos de vez en cuando en el camino. La vuelta que es¬ te da en el Salitre es pequeña, vuelve á dirigir- se en línea recta al Occidente, después de haber andado bácia el Norte por un centenar de mó- tros, aproximadamente. Después del Salitre se halla el rancho del Za- pote, llamado así por nn corpulento árbol (Casi¬ miro» ednlis. Lall) que se levanta en la puerta del lancho. „ , El Zapote está situado en un terreno mas ba¬ lo que el Salitre* Fuá preciso, por tanto, subir una colina para volver á tomar el nivel que hablamos dejado. Eran las ocho y media de la mañana cuando llegamos á la cima de la colina, siendo sorprendidos agradablemente con la vista del volcan. El Ceboruco estaba todavía lejo- (4 16 leguas). La montaña se veia en lontanan¬ za de una manera vaga, y sus contornos se confun¬ dían con los de las cordilleras inmediatas. Es¬ to no obstante, tuvimos el gusto de ver las nu¬ bes de humo, las que después de elevaise por algunos minutos, se extendían en una faja sutil y delicada. En aquellos momentos un grito do entusiasmo se escapd de nuestro pecho y salu¬ damos con la efusión del alma á ese prodigio de la naturaleza que Íbamos á visitar, y el cual, desde una grande distancia, se nos ostentaba magestuoso y bello* Después del Zapote se entra en un largo ca- —126 mino estrecho y escabroso flanqueado á su de¬ recha por una montaña poco elevada, aunque extensa, cubierta de tapidos bosques de robles. En este punto se albergaba á la sazón, una pe¬ queña banda de foragidos, los que huyeron á nuestra vista, y los que horas antes habían que¬ rido desvalijar á unos transeúntes; intentona que fue fatal, pues según se nos aseguró habían de¬ jado un muerto en el campo, sin haber conse¬ guido robar. El lugar del combate se llama la Casa de Teja, por un pequeño edificio arruinado con techo de teja que alií existe. El camino en este punto, además de ser escabroso, es pendien¬ te. Cuando se ha recorrido media legua vuelve «í elevarse el^terreno y se entra en una inmen¬ sa llanura d cuyo fin se encuentra la hacienda de Mocil i til tic, en donde había anteriormente un excelente molino de arros, movido por agua, y cu J a casa que hoy sirve de fonda y posada, se halla en ruinas,¡aunque manifestando indicios de su antigua opulencia. La hacienda de Mochitiltic ó del Refugio , está situada en un pequeño collado que se desciende insensiblemente para prolongarse de nuevo en la llanura, la cual está llena de huizachis (mimo» sa ungui cacti) de colosal tamaño, de cerca de 4 métros de altura, en uua extensión de poco —127— más de media legua. El terreno en este sitio indica que eu tiempo de aguas debe ser muy an goso. Concluyendo este llano se entra en la barranca de Mochitiltic. CAPITULO 5? La burranca de Mochitiltic. Quisiera poseer una inteligencia privilegiada y una imaginación de fuego, para describir dig¬ namente las bellezas de esa barranca. ¿ ero quién es aquel que se atreve, con su lenguaje lno v con sus palabras balbucientes, á narrar las explendentes galas con que el Hacedor Supre¬ mo ornó á la naturaleza? Ni el alado pajarilla que todos los dias a'egra aquellas encantadas mansiones con sus gorjeos, puede manifestar en dulces trinos, la felicidad de que goza en oque- lias florestas siempre risueñas, en aquellos mon¬ tes cubiertos con odoríferas plantas, en aquell rugosidades cuyas abras ostentan la flor e pe¬ ña en aquellas rocas vestidas con ei hermosn - mo coamecate (mecatlxochilt Bárcena) lazos de flores (A.ntigonon leptopus. Hookei) y otras no menos agraciadas enredaderas. Ni el tor¬ rente que despeñándose en el fondo de la bar¬ ranca corre después sobre menuda arena, y sa cariñoso el pie de la Musa paradisiaca (plá- 00 —128 — taño), y arrastra en su corriente á la rosa sil* vestre que cuando abría su corola para perfu¬ mar el ambiente, vino el soplo pérfido de Eolo y la arrancó de su tallo; ni ese torrente, repito, puede, valiéadose de la mágica voz de las náya¬ des, expresar su admiración por las bellezas que le rodean en aquel lu gar pintoresco. Pero el hombre, aunque no cuente con las poderosas alas del águila, quiere atrevido elevar su vuelo á una altura á la que no le es posible llegar. * * La barranca de Mochitiltic está situada á las 6 leguas delxtlan; su mayor longitud es de O. riente á Poniente. La temperatura media en el plan de la barranca es de 23° C. y su altura sobre el nivel del mar de 845 métros. Esta barranca tiene de extensión 2 leguas. Al terminar la llanura, cubierta de huizaclies, se halla la boca de la barranca. El descenso se hace al principio por una rampa suave que poco á poco se estrecha y se vuelve pendiente; serpeando más tarde con sinuosidades más ó me¬ nos marcadas. La barranca de Mochitiltic se distingue de la de S. Cristóbal y de otras que - 129 — ♦ conozco, porque sus caminos se prolongan mas y son menos tortuosos é inclinados. Esta dispo¬ sición es notable al bajar al plan, siguiendo e mismo derrotero que nosotros, es decir, de la ha¬ cienda del Refugio á la barranca. Por lo que toca á la porción del camino que se recorre, desde el plan de la barranca á su cumbre, rumbo á Ixtlan, es mas escarpado y ílesuoso. Como he dicho ya, es imposible describir con exactitud las emociones que se experimentan al contemplar aquella explendente vegetación. Los corpulentos árboles propios de un clima tropi¬ cal abundan por todas partes: las pachiras y los amyris hermosean, las unas con sus graciosas llo¬ res de color de rosa y blancas, de largos y sedo¬ sos estambres, semejando preciosas cabelleras; los otros con sus tallos de severo aspecto, cu¬ biertos de pequeño follaje: las Guácimis (de las bureerAceas) con su cápsula espinosa, el Ozote , de la misma familia botánica que las anteriores, el Mesua ferrea. L., de las Gutifeias, de piopie dades diaforéticas; la Verennea polistaehia D. C. (Coatí de I 03 mexicanos) de las leguminosas, (Palo dulce, Taray) cuya goma es superior á la quino, y cuya madera es de un uso vulgar en las epizootias de las gallinas, según afirma el Dr. Oli- — 130— va, y el Tepehuaje (Acacia Acapuleensis. Iv.) cayo extracto puede dar un succedaneo de la tierra japónica; crecen con abundancia en aque¬ llos puntos. No son raros allí los ejemplares de Acacia paiota , ni las del Quauhtecomatl del Dr. Hernández ( Crescentia a } ala , de las Bigno- niáceas). El Rkammis Hamloldiianus de Bom- pland (vulgarmente tullidora), tan común eu Querétaro, ¡donde parece constituir el vegetal característico de la Flora de aquel Estado, se¬ gún la opinión del Sr. Barcena, existe también en la barranca de IVIochitiItic. El Rhamnus de¬ be tener propiedades medicinales muy nota¬ bles, si se atiende á su acción fisiológica sobre los animales. Los campesinos dan á beber el cocimiento de las hojas del Rhamnus a los cer¬ dos que destruyen ios sembradíos, y les causan una parálisis pasajera. Con objeto de investigar 1 os principios químicos que contenga el Rliam- n u3, me traje una regular cantidad de hojas y do corteza. Pien30 emprender algunas experien¬ cias para deducir de ellas las virtudes medicina¬ les que posea el Rhamnus. Sé que eu la capi¬ tal de la República se estudia con empeño este vegeta 1 , y no dudo que I 03 sabios médicos de la gran Tenochtitlan obtendrán opimos frutos de sus investigaciones. Por mi parte, sospecho que —131 — el Rhamnus puede ser eficaz en las afecciones convulsivas; tal vez en el baile de S. Vito: espero» sin embargo que el tiempo satisfaga mis dudas en este punto. No hago la descripción botánica del Rhamnus, porque ya corre impreso un nota¬ ble trabajo del Sr. Barcena, en el que se ocupa de ella con la brillantez con que acostumbra su autor. Era medio dia cuando llegamos á la barranca; los rayos del sol cayendo perpendicnlares sobre nosotros, hadan muy penosa nuestra marcha- Descendíamos con lentitud, cuya circunstancia nos proporcionó la oportunidad de observar con detenimiento los objetos que nos rodeaban; mientras que recomamos el camino no deja¬ mos de admirar maravillas: aquí un hermo¬ so tecomasuchil enlazaba su robusto tallo eon el flexible del Bhcogonium Olivae, y mezclaba sus preciosas flores amarillas con los lindos racimos rojos del Exogonium, formando uu conjunto en¬ cantador; allí varias leguminosas de llores mo¬ radas tapizaban el camino; más acá algunas mal- pigiáceas (Galpkimia y Tetrapterys) salían entre l a ¡ peñas, adornándolas con sus rosas de color amarillo; más allá se veia la p’anta conocida con el nombre de B ídem Jielerophyla , Ort. t de las compuestas, engalanando las cercas con sus péta- I —132 — los anaranjados. En el fondo de la barranca existe nn riachuelo cuya corriente salta con ím¬ petu sobre grandes peñas basálticas, convir¬ tiéndose al caer en pequeñas burbujas y en blan¬ quísima espuma que se trasforman de nuevo en un copioso raudal que se desliza murmurando al través de campos sembrados de cañaverales , de papayos y de plátanos , los cuales refrescan las linfas del riachuelo, con la suave sombra de sus verdes hojas. Eomedio de ese vergel se levan¬ ta un edificio rústico que convida a los viajeros al descanso. En esa casa comimos y reposamos algunas horas. Recostados en el corredor, nues¬ tra vista abarcaba las casuclias que circundan a la que nos servia de alojamiento y a una gran parte del paisaje. Entonces comprendí cuan grato ha de ser vivir en aquellos sitios embelle¬ cidos por la Omnipotencia divina, contemplar diariamente los primores de la naturaleza, re¬ crear los oidos con el canto vocinglero de las aves y respirar un ambiente siempre perfumado coa el aroma que se desprende de las flores. Multitud de aves surcaban I 03 aires, llaman¬ do nuestra atención con la diversidad de sus can¬ tos y colores: Guacamayas, que si no me equivo¬ co pertenecen al géuero Cathartes atratus ; los pericos de copete colorado, y las cotorras, del / — 133 — psittacus ; las chachalacas de las gallináceas; y las urracas ( trepadoras ); el cuervo, el zopilote y diversas clases de gavilanes, e innumerables pu- jarillos de distinta forma y tamaños. Dando las tres de la tarde montamos a caba¬ llo, emprendimos de nuevo la marcha. Subía¬ mos una cuesta empinada, teniendo á nuestra izquierda un precipicio y a la derecha un ele¬ vado crestón. Caminábamos de sorpresa en sorpresa. A veces veíamos un desfiladero, á cu, yos pies existia un profundo abismo; a veces las rocas casi suspendidas sobre nuestras cabe¬ zas, parecían que estaban próximas íí caer, ora la montaña se presentaba riente aute nosotros con el verde ropaje de su exuberante vegeta¬ ción; ora aparecía una enorme masa de rocas desnudas y estrelladas por la potente acción vol¬ cánica: los colores azulado, violeta y amarillen¬ to que la diversa composición química y geoló¬ gica de las peñas y la distancia daban a los mon¬ tes vecinos, aumentaban la hermosura de aque¬ llas vistas agrestes. Por fin, llegamos á la cumbre; pero no sin tropezar antes con señales recientes de la domi¬ nación lozadeña. Existen aun los fortines que hace dos años levantó Lozada después de la der¬ rota que sufrió en «La Mojonera.» —134— s Al contemplar esos restos de una ominosa servidumbre, ¡cuántas veces se vino á mi me¬ moria el recuerdo de la época gloriosa en que Guaxicar se fortificó en aquellos mismos para¬ jes y rechazó con heroísmo á los conquistado¬ res! ¡Cómo se me figuraba ver al noble tactoam al frente de sus coras y de los guerreros colima * canos esgrimir su macana y arengarlos, prepa¬ rándose á resistir á las huestes de Cristóbal Cí¬ ñate! ¡Cómo recordaba también al ínclito cura Mercado que en aquellos mismos lugares peñas¬ cosos dió pruebas de su amor á la patria procla¬ mando la independencia! ¡Qué diierencia entre Guaxicar y Mercado, y el tigre de Alica! ¡Cuán¬ to cambian los tiempos! Ei Lie. Navarrete dice, en su historia, que en Mochitiltic existen algunos cánones de los que conducía el cura Morelos á Guadalajara, desde S. Blas. Yo no pude verlos, y solamente en¬ contré cerca de Ixtlan una culebrina semien- terrada en el camino, ¡testigo mudo, pero elo¬ cuente, del patriotismo del cura Mercado! * * * Al terminar la barranca de Mochitiltic se ha¬ lla un espeso bosque de Guácima9 que se pro-- longa cerca de media legua. Eu este punto se —135 — encuentra con más abundancia el MdHanus; en donde concluye el bosque empresa el camino de Man sembrado de piedras sue tas, redondeadas, pero sin accidentes y so re piso más <5 menos plano. En este ormino hay algunas rancherías que le dán animación; las que están próximas á Man, como ¿as otros, tienen cañaverales y trapiches en donde se elabora azúcar de buena calidad. Serian las siete de la tarde cuando al faldear un pequeño cerro (el de Sta. Catarina) divisa¬ mos á Ixtlan. Descendimos una cuesta larga para llegar á las calles de la villa, la cual está en una cañada más baja que el camino que ha¬ bíamos recorrido de suerte que al dar vuelta al cerro de Sta. Catarina, dominamos completa¬ mente la población y veíamos, por tanto, todo su paisaje. Como sucede en todas partes, loa edificios más elevados son los que mejor se ven en Ixtlan. Un campanario en forma de pir - mide (del templo parroquial), es el que sobre¬ sale entre ellos. ,. El cerro de Sta Catarina que, como he di¬ cho, se halla al Oriente de Ixtlan y muy inme¬ diato á ella, está formado de tezontle, ( ava r - ja) es redondeado, de poca altura y extensión. 39 —136— C v . CAPITULO. 6? La villa de lxtlan. A cuatro leguas de Ahuacatlan y al Oriente de dicha población, se halla lxtlan, álos 21° 10 N. y 5 o 17 ; O. de México, y á los 1043 métros sobre el nivel del mar. La temperatura media de lxtlan es de 22? C. Los vientos que corren en dicho lugar son casi todo el año de Poniente á Oriente, excepto en la estación de aguas que son de Oriente. El cerro de Sta. Catarina por el Este, el de la Peña colorada al Oeste, el de Juanacatlan al Norte y el del Dorado al Sur, limitan á lxtlan. La villa que nos ocupa es de importancia, los datos estadísticos que raás[tarde daré, prueban mi aserto; por ahora me contentaré con descri¬ birla, aunque sea a grandes rasgos. lxtlan cuenta con buenos edificios; sus calles son rectas y amplias, especialmente la princi¬ pal. Tiene una plaza cuadrilonga que actual¬ mente se está reformando, la que se extiende de Oriente á Poniente. Hay en ella una fuente con una columna en el centro. Al derredor de la plaza se han colocado algunos asientos de cantera que sirven de arriate á naranjos. Es¬ tos asientos que están alternados con pequeñas —137— columnas que aostienen faroles, son muy bajos. En frente de la plaza mencionada y hacia o. Oriente se halla un portal con tiendas de ropa moy bien surtidas; esta circunstancia me hace creer que el comercio es activo en Ixt.au. bro ¬ ten además de este portal, "otros dos de los cua¬ les uno de'antiquisimay fea construcción por - noce á las "casas consistoriales, el otro esta ocu- Dado por tiendas. P La iglesia está situada al Oriente de ilstlan. y la puerta principal ve al Occidente. o- monumento antiguo y de tosca arquitectura. No tiene bóvedas, sino envigado, cubierto e cielo razo; los altares son de piedra y de ór en dórico. La altara del templo no esta proporcio¬ nada á su longitud. Aunque no tengo las medí- das exactas de la iglesia, no temo afirmar que es baja, pues á la simple vista se nota este e- *j¡n el exterior nada tiene do notable la igle- sía* la torre de dos cuerpos, termina en pirámi¬ de ' Un pequeño atrio enverjado’ contiene al¬ gunas plantas y varios cipreses >e en aquel recinto estrecho parecen como aprisionados. Ua iglesia tiene otra puerta en el [costado derecho, la que cae á una plazoleta poco extensa. Por decreto del 0. Pedro Ogazon, goberna- dor constitucional del Estado, de fecha 27 de Marzo de 1861, se ordeud que la villa de Ixtlan faera la cabecera del departamento de su nom¬ bre, comprendiendo á lo que antes de ese decreto ee llamaba: ‘‘Departamento de Akuacatlanpe¬ ro después; durante la dominación de Lozada, se trasladó la cabecera del departamento a la villa do Ahuacatlan por disposición de aquel bandido; posteriormente, en la época que el 7 o cantón del Estado de Jalisco (Tepie) ha sido de¬ clarado anticonstitucionalmente distrito militar, ha continuado Ixtlan subordinado á Ahuacatlan. De suerte que en derecho Ixtlan es la cabecera del departamento, de hecho no lo es, infringién¬ dose la ley. Ixtlan es una población muy antigua, pues la historia refiere que el conquistador D. Irancisco Cortés, al dirijirse á Xalisco, pasó por Ixtlan, Méxpan y Ahuacatlan. Algunos historiadores creen que las poblaciones referidas y las que componen el departamento de Mascota, forma¬ ban el reino de Xalisco, cuyo trono ocupaba una reina varonil, cuyo nombre se ignora. La municipalidad de Ixtlan cuenta actualmente con 10,000 habitantes, repartidos de la manera si¬ guiente: 5,500 en la población, 500 en el pue¬ blo de Mexpan, en Cacalutan 500, y en los ran- —139— chos de la Cidra, Terrero S. José de «racm. Rancho de Arriba, Ocote ; c¡en . cbo Nuevo, Rancho de Abajo, Sayulapa da de la Labor y el Carrizo, 3.600 * ^ en grande escala respectivamente M e _ azúcar, el maiz y el mezcal; e rijo , ’ ° banzo y papa, en escala regu an lo 8 ^ cipa.es que tiene la mumcip b ad d ^ la arriería, el comercio y el giro e Real de Hostotipaquillo. . . , & la En la villa hay una escuela Mu P q que concurren 60 niños, cómo termin ’ q y casi siempre está servida dicha escnebpor profesores no titulados; las materias q . gao cu ella son las correspondientes al pi Ót Us oficinas civiles en Man son: la secreta¬ ría y tesorería del Ayuntamiento, las que - sempeñau los empleados en renta8 ’ re S 1S ¿ vil y correo. Existe ademas una oücma teleg üca En lo eclesiástico es cabecera de parro • ! Hay en la población dos regulares boticas, y dos establecimientos fotográficos. Las enfermedades reinantes son: las fiebres de todos tipos, y especialmeute intermitentes y remitentes, que atacan al concluirla estación — 140 — aguas; en el verano reino epidémicamente la escarlatina anginosa, sin causar la mortalidad de niños que causó eu Ahuacallan. Sé que las afecciones uterinas, especialmente cancerosas, son frecuentes eu Txtlau, así como también las diarreas acompañadas con atrofia del higado, tales cuales las describid el Sr. Dr. D. José M* Camarena, catedrático de las dos Patologías en la escuela de Medicinado esta ciudad. El im¬ portante trabajo del Sr. Camarena á que me re¬ fiero, corre impreso en “El Repertorio Jaliscien- se” do ciencias médicas. Esa diarrea es tam¬ bién muy común en Guadalajara. Las plantas medicinales que existen en Ixtlan son casi las mismas que encontré en Magdalena y Ahuacatlan. CAPITULO. 7? Ahuacatlan. El camino do Ixtlan á \huacatlan es casi to¬ do parejo; pocas irregularidades presenta en su trayecto. Cerca de Mexpan existe un peque¬ ño cerro del que se extrae una preciosa cante¬ ra gris con incrustaciones de mica llanca y ama¬ rilla, que hacen brillar la cantera dicha como si estuviera sembrada de lentejuelas de oro y plata. Mexpan es un pueblo de indígenas, pequeño —141 — y de escasísima importancia. Tiene una igle¬ sia de adobe arruinada y cuyas paredes agrie¬ tadas por los temblores, están sostenidas por puntales. No tiene de notable mas que unos corpulentos fresnos que crecen en una calle an¬ cha que simula una plazoleta. Este pueblo tie¬ ne 500 habitantes, según se ha dicho en otro lugar. Los terrenos de Mexpan son muy feraces: según estoy informado, las cañas de milpa que en ellos se siembra tienen hasta 6 métros de al¬ tura. Dejando atras á Mexpan, sigue el camino con el mismo aspecto que antes. El cerro situado á orillas de ese pueblo, y del cual he hablado, es conocido con el nombre del Molcajete de Mexpan. Es el principio de una pequeña cor¬ dillera que se dirije paralelamente al Ceboruco, al Oeste de ese volcan, la cual termina á poca distancia de los cerros Pochotero y Molcajete de Ahuacatlan. La villa de Ahuacatlan (tierra de Ahuacates, por los muchos árboles de este nombre que alh nacen), está situada á los 21° 11' de latitud N., y á los 5 o 23’, 13” de longitud O. de México; su temperatura media es de 22° C., y su altura — 142 — sobre el nivel áel Mar 1003 métros. Los vien¬ tos que corren más comunmente son de Oeste a Este, no siendo raros los de N. O. S. E. Al N. O. de la población se halla el Ceboruco, y al S. el cerro del Cacalote , de basalto hojoso, y al S. E, el de la Médica , de la misma composición geológica. Ahuacatlan tiene regulares casas, cuatro por¬ tales destinados al comercio. (Existía otro que ha sido destruido por su fealdad); una plaza (que en los dias que estuvimos en Ahuacatlan se componia), y dos iglesias: la antigua que es- tá hoy abandonada porque amenaza ruina, tie¬ ne una arquitectura semejante á la de Ixtlan; es decir, envigado en lugar de bóvedas > una linternilla octógona también techada con vúgas, con amplias ventanas y que hace las veces de cimborrio. La fachada no carece de gracia: sus campanas están colocadas en arcos dispuestos con gusto y elegancia. En el año de 1800, en las noches del 23 á 27 de Setiembre, creció la corriente del rio que atraviesa Ahuacatlan, y saliendo de su cauce inundó la iglesia y causó en ella grandes extragos, quedando desde en¬ tonces inutilizada, por cuyo motivo el Sr. Presb. D. Procopio Toro, cura del lugar, invito a los vecinos para que se fabricara otra iglesia (la -143- , boy está concluida y en servicio). Esta ilación fué aceptada con gusto y en ménos sus constructores, pues ellas sirvieron de alba Siles, de maestros y de peones, haciendo la mez¬ cla, subiendo por los andamios y desempe fiando, en fin, todas las labores propias de la la- bañilería, ¡Siempre la mujer cuyo corazón sen¬ sible y sentimientos delicados la constituyen e ornato de nuestra sociedad y el ángel tutelar de nuestros hogares, se distingue por su forta¬ leza y por su heroísmo! ¡Ella so^a es capaz de sacar de ese raudal de ternura qus brota de su alma, fuerzas suficientes para acometer las empresas más difíciles, cuando se encaminan al bien de la familia, ó cuando tienen por norte el cumplimiento de sus deberes religiosos! La iglesia es chica, pero agraciada y sobre todo muy limpia. Tiene siete bóvedas de ca¬ pialzado, las que están adornadas con 12 venta¬ nas ogivales, cubiertaslcon bonitos trasparentes. La iglesia es de una nave; pero tiene á los lados dos capillas (que carecen de bóveda, pues tienen vigas y cielo razo), que terminan en los cruce¬ ros de la iglesia, con los cuales comunican di¬ rectamente. Esta disposición hace que la igle- 40 c \ , . . 144- CR 8ia tenga tres naves, aunque separadas del cuer- po de ella por dos paredes. Las capillas de que he hablado, las cuales forman las naves la¬ terales, tienen sus puertas en el atrio junto á la principal, dando á la fachada una bonita pers¬ pectiva. Hay dos altares en cada crucero, de orden dórico. El altar mayor lo constituye un her¬ moso templete corintio. Los adornos del tem¬ plo son decentes, y sus estatuas buenas. En la parte exterior aun no está concluido, faltan las torres y pulir y pintar el frontispicio. Ea el átrio hay un pequeño jardín, y según sé, pronto se plantará otro más extenso, en el de la parro¬ quia vieja, que se prolongará por una porción de terreno inmediato. Al Norte de ambas iglesias, y dividiendo la población, corre un riachuelo de Oriente á Po¬ niente; sobre sus aguas hay un puente de cante¬ ría que no tiene más defecto que ser angosto, pues difícilmente podrá pasar un viajero ecues¬ tre. En Ahuacatlan hay muchos árboles frutales, especialmente ahuacates (laurus persea) de las lauríneas. En el cerro de Cacalote brotan los manantia¬ les de agua que surten á la población. Aunque í ir- •<í. —145 — t eeos manantiales están muy iamediat0S ’ !L Ahuacatlan se halla al pié del cerro, sin embar¬ go los vecinos han proyectado introducirla a centro de la población por medm de «na cañe- ría Esta empresa la consiueru j - —¿ i— tlenses, que muy ea urev t8 Ahuacatla a ntiene2,700habitantes;cuenta con dos escuelas municipales, A las que concurren más de 200 alumnos de ambos sexos, } , 1 qo discípulos de ambos sexos, ticulares con 80 aiscipum mnnick' El Ayuntamiento está compuesto d «« ne s v de un síndico: el 0. Flamimo U loa es e presidente del Ayuntamient. Ja director.^ Htica está desempeñada por el C. G g n , l!e n disfruta el sueldo anual de $ 0UU. na tero, quie - 11 n ° de honorarios, tesorero municipal gana el 12 P“ , Los Se recaudan en esa oficina $ 3 , 0 üü.anua.es juzgados constitucionales {son dos: algente de 1» está el C. Francisco Martínez Bstrad y del 2° el C. Fernando Hennquez. La recep rentas está desempeñada^ un empleado que goza honorarios; hay oficinas de correos y tele- gI LoThabitantes de Ahuacatlan se dedican á la agricultura, á la arriería y al comercio. a- \ —146 — da año emigran de 200 á 300 con objeto de tra¬ bajar en las salinas de Chila que están en la costa de Mascota, en el Pacífico . Se eleboran de 5 á 6 mil cargas de sal anualmente. Algunas caravanas se dilijen también á S. Blas con el fin de trabajar en las salinas de aquel puerto, por cuenta de la casa de Barron y Forbes. Las salinas de Chita son propiedades de personas de Ahuacatlan, y por consiguiente, el beneficio que de ellas resulta á los hijos de la villa es mayor y más directo que el que obtienen con las sali¬ nas de S. Blas. Otros 200 hombres, aproxima¬ tivamente, se ocupan en el corte de madera en S. Blas, por cuenta de la casa de Dikxon. Lo expaesto es más que suficiente para que se co¬ nozca la laboriosidad de los ahuacatlenses, quie¬ nes no se contentan con trabajar en su tierra, sino que buscan la subsistencia en lugares leja¬ nos; siendo de advertir que no emigran de su población impelidos por la miseria como los sa- boyanos, que se ven obligados á dejar sus hoga¬ res para buscar en otra parte sus alimentos, su¬ puesto que cuentan con terrenos feraces como los de las haciendas de Ciénega, S. Juan de Te- titlan y otros, cuyo cultivo les da los alimentos necesarios á la vida. He dicho que la villa de Ahuacatlan es muy antigua, así es en efecto; pero es preciso advertir \ -UT- que cuando perteneció al reino de Xalisco no es¬ taba situada en el mismo lugar que hoy ocupa. El Ahuacatlan de entonces se hallaba en un punto llamado el rincón de Ciénega , inmediato al cerro del Cacalote , de que he hablado. En este sitio, distante de Ahuacatlan una legua a lo sumo, al Sur Este, existen aún ruinas, como cimientos, restos de Teocalhs, etc. Desde el ano de 1870 que hizo su erupción el Ceboruco, se han desarrollado en Ahuacatlan y lugares circunvecinos algunas enfermedades, causadas indudablemente por las cenizas airo- jadas por el volcan. Las enfermedades e as vias respiratorias son muy comunes: las bron^ quitis, las laringitis agudas y crónicas están allí al órden del dia. En Marzo último tuve oca¬ sión de examinar á individuos atacados de esas afecciones. Vi también muchas ozenas, inflama¬ ciones de la conjuntiva ocular, papeias (1) y en¬ fermedades cutáneas. En ese mismo mes se desarrolló la escarlatina anginosa, de una ma¬ nera terrible, especi límente en los niños: se acompañaba muchas veces con parótidas rebel¬ des á todo tratamiento, las que en pocas horas concluían con el enfermito. En los casos de es¬ carlatina que tuve ocasión de observar, la e- ropcion era tan rápida y pasajera que casi pa- (1.) Esta enfermedad es anterior a la erupción. —148— ’i * saba desapercibida, y era preciso mucho cui¬ dado para verla. Esto mismo llamo la aten¬ ción del Sr. Dr. D. José María Parra, que resi¬ de en Ixtlan, en cuya población atacó también la escarlatina, aunque no con la intensidad que en Ahuacatlan, eu donde causó más defuncio¬ nes, según lo he dicho ya. En Ahuacatlan abunda la capitaneja (bidens heterophilia) que crece en las cercas de los po¬ treros, la señorita que nace en las calles que ta¬ piza con las láminas sedosas, tan blancas co¬ mo el algodón, que envuelven sus semillas; la salvia que forma bosquecillos en los campos; la granada de china silvestre ( Passijlora serrastis- tipala), con su bello fruto amarillento, brotan¬ do entre las cercas; no es rara una variedad de sen (purgante) de las leguminosas (Cassia Cae- salpinia exostemm. Fl. mex). Se halla también en Ahuacatlan el Tabachin (chacaxochitl de los mexicanos, Poinciana pulcherrima L .) arbolillo que, ademas de ser de ornato, tiene notables virtudes medicinales, debiendo preferirse la in¬ fusión délos folíolos del Tabachin, á losdelseD, en sentir del Dr. Oliva; el copalchi, de las ru¬ biáceas (Coutorea latiflora?), el Tamarindero (Fructus tamarindi) leguminosa, y una infini¬ dad de plantas propias de aquel clima que creo superfluo contar. «• y —149— * * :!• i> u <¡5te haciendas y ranchos pertenecientes á la mu¬ nicipalidad de Ahuacatlan, con el número de sus habitantes, cálculo aproximado. PUEBLOS. Zoatlan, casi en ruinas con 200 habitantes. Comatlan con 200 habitantes. HACIENDAS. S. Juan Tetitlan (casco) 125 habitantes. Sta. María fie Ciénega (casco) 40 habitantes. RANCHOS. Do Sta. Clara con 80 habitantes. ” Los Limones con 30 ” Los Copales 100 J/ ” La Cuadrilla de la Cofradía con 75 ha¬ bitantes. ” Las Carretas con 20 habitantes. La Campana ” 10 ” Minitas ” 80 n ” Las Cebollas v 25 Los Cerritos ” 100 ” Potrerillo ” 20 ’ 7 Paso de S. Juan con 100 habitantes. Los Ranchos con 200 habitantes. —150— Potrero de Comatlan (dos ranchos) con 25 habitantes. Angostura con 30 habitantes. Tepezapote ” 100 Arroyo colorado con 7 ” Montenegro con 70 ” La Calera ” 50 ” La estancia de Yillanueva con 125 habi¬ tantes. El Guallavo con 15 habitantes. Las Cuevas o Tunal con 25 habitantes. Uzeta con 200 habitantes. Total de habitantes en la municipalidad de Ahuacatlan 4,7G2. CAPITULO Yin. El Ctboruco. I. A las 9 de la mañana del dia 19 de Marzo próximo pasado, llegamos al pueblo de Ahua¬ catlan. Después de comer en este punto, con¬ tinuamos nuestro camino hacia el rancho de U- zeta, á donde llegamos al terminar la tarde. Allí pernoctamos, y el dia siguiente á las siete de la mañana emprendimos nuestra marcha al Ceboruco. Dejando a Uzeta á nuestra espalda % —161— y dirigiéndonos al Nor-Este, caminamos por el lecho de un arroyo seco y al travos de un cam¬ po sembrado de mimosas (unguis cacti y fostielee), de añil cimarrón, de leguminosas con flores co¬ lor de rosa, y de uno que otro individuo de la familia de los ficus . Un cuarto de legua distante de Ezeta, á nues¬ tra derecha, empezaba una cadena de montanas poco elevadas que so perdían á lo lejos en la cumbre del Ceboruco. A la izquierda se eleva otra cadena montañosa cuya extremidad se pro¬ longaba más en la anterior, y que así como la primera, terminaba en la cúspide del cerro. A proporción que avanzábamos, distinguíamos con más claridad la forma de las montañas de que he hablado: enormes rocas negruzcas des¬ prendidas de la altura, obstruían el cauce de un arroyo, haciendo que su corriente, desviándose de su antiguo trayecto, formara el arroyuelo de que he hecho mención. Esas rocas ofrecían un aspecto imponente; sus grandes masas, desga¬ jadas completamente, revelan de una manera muy clara la poderosa fuerza que sacándolas de bus alveolos, las hiciera rodar por el suelo. Después de haber recorrido una legua, de pronto nos encontramos en un campo solitario, cuya desolación imprimía en nuestro ánimo una 41 - 152 - melancolía profunda. Tristísimo ero, en efecto, el terreno que pisábamos: estaba formado por pequeños montecillos, simulando cuchillas más ó menos largas, limitados por grietas profundas y cubiertas con una capa de polvo ceniciento, que semejaba muy al vivo blancos sudarios. La ve¬ getación estaba muerta; pinos gigantescos au¬ mentaban en aquellos lugares; pero desprovistos de la sabia fecundante, inclanaban hácia la tier¬ ra sus ramas desnudas; testigos mudos y elo- euentes del terrible cataclismo que did nacimien¬ to al volcan, solo quedaban en pie como por un milagro, para indicarnos los extragos que causa el Ceboruco en su furor: millares de árboles de la misma especie yacían derribados. l)e vez en cuando veiamos plantas pertenecientes á la familia de las aristolochias, la Lopezia, de las anagrarias , y agaves ; pero en tan pequeño nú¬ mero, que lejos de hermosear el campo con su presencia, le daban un aspecto más lúgubre ha¬ ciendo resaltar su infecundidad. La lohelia xa - lisciensis ostentaba sus corolas rojas en el fondo de una vertiente que, desprendida de una mon¬ taña, contenia una poca de agua estancada y fé¬ tida. Parece que esa planta nace en todas par¬ tes, pues la he visto en los terrenos fértiles y en —153 — los eriazos, en los húmedos y en los secos. Hay que advertir, sin embargo, que en el Ceboruco y en el punto donde aparecen quemados los pinos, escasea mucho la ¡abena, siendo muy contados los ejemplares que de ella so encuentran. Las aves habian abandonado sitios ingratos que les negaban el sustento, los reptiles 6 insectos hu¬ yeron despavoridos del calor urente. Aquella atmósfera mortífera aleja de sí á todo sér vi¬ viente, y solo el hombre, que orgulloso desafia los peligros, es el único capaz do penetrar en tan espantosa soledad y de exponerse á los ter¬ ribles efectos de la cólera del volcan. Proseguimos nuestro camino hasta donde lo permitieron las cabalgaduras, llegando al pie de la montaña; en cuyo vértice existe el crᬠter. En este punto, conocido con el nombre de la «Majada de los indios,» establecimos nuestro campamento, á una distancia de 2 kilómetros del volcan. Nuestra llegada á ese punto se verificó d las doce del día; volvimos los caballos á Uze. ta, y después de haber descansado un rato, co¬ mimos frugalmente. II. A las dos de la tarde de ese mismo día (20 de Marzo) emprendimos nuestra ascensión al volcan. La pendiente que teníamos que subir 154— era muy elevada y casi vertical. Pisábamos una tierra suelta que 3e desmoronaba fácilmen¬ te, lo que dificultaba en gran manera nuestra marcha. El sol arrojaba sobre nosotros sus más ardientes rayos; ni una sombra había que refres¬ cara nuestras frentes; y para colmo de males, la provisión de agua se había agotado, pues no pen¬ sando hacer la ascensión sino hasta otro dia, no contábamos con la suficiente para nuestras ne¬ cesidades. Por lo que he dicho, se puede com¬ prender que nuestra caminata fuó en extremo fatigosa. Con la respiración anhelante, con el rostro encendido y empapado de sudor, logra¬ mos al cabo de dos horas y después de mucho trabajo, llegar al vértice de la montaña. ¡Qué be¬ llo espectáculo se presentó á nuestra vista! A distancia de 400 metros estaba el cráter del vol¬ can. Enormes columnas do humo salían de ese cráter cada diez minutos, formando hermosas nubes, unas veces blanquísimas, otras negras y algunas mezcladas de blanco y negro. En oca¬ siones el cúmulus permanecía por algunos minu¬ tos, cirniéndose magestuosamente sobre el aire y tomando la forma de árbol descrita por Plinio el jóven;y cuando el viento soplaba con fuerza, después de haberse elevado un poco la columna, se desvanecía en la atmósfera en ligeros stratus • —156— Las figuras caprichosas que las ráfagas de viento hacían tomar á la nube, variaban sin ce¬ sar. Ya era un penacho de flotantes plumas, ya un almenado castillo, ya una torre de gálicas agujas; ora una ave gigantesca batía sus alas so¬ bre la montaña, ora un monstruo horrible era ar¬ rojado por el antro. Todo lo que la imagina¬ ción más exaltada pudiera desear, se encon¬ traba allí, desde lo más bello hasta lo mas re¬ pugnante. Podían realizarse con facilidad los delirios de una loca fantasía. Sentados en la cumbre de la montaña permanecimos una hora contemplando el volcan, y á no ser porque la noche se aproximaba, hubiéramos permanecido por más tiempo en aquel lugar encantado, Al declinar la tarde descendimos al campamento, después de haber grabado nuestros nombres en el tronco de un elevado pino, único vegetal que allí existía. Quisimos perpetuar nuestra me¬ moria dejando en aquel árbol seco un monu¬ mento que recordara nuestra audacia. ¡Vanidad y nada más que vanidad! ¡Pronto la acción des¬ tructora del volcan hará desaparecer el pinoy nuestros nombres, sepultándolos en el más profundo! En efecto, una grieta se abre ya en el suelo —ISO — que pisábamos, y es de temer que en una con- mocion se derrumbe. También pusimos con las piedras que pudimos recojer, un montecito que servia de pedestal á una crrz formada con ramas del pino. ¡El sig¬ no de la redención enarbolado en los parajes donde reina la muerto, como el ancora más fir¬ mo de salvación, como Ja egida poderosa con que cuenta el mortal que se atreve á poner su débil planta en las regiones desoladas por el fuego! El descenso fué también penoso. No obstan¬ te que nos apoyábamos en ramas de árbol que nos servían de bastones, nos resbalamos con fre¬ cuencia y nos dimos más de una caída. Ya era noche cuando llegamos al campamen¬ to, en donde nos esperaba una nueva decepción. Como he dicho ya, nos faltaba el agua, la sed nos devoraba, y deseábamos refrescar nuestras secas fauces. Nos alentaba la esperanza de que al llegar al campamento encontraríamos el lí¬ quido precioso que mitigara nuestra sed, pero no fué así; los mozos no habían vuelto de üzeta, y tuvimos que contentarnos con el agua infecta y cargada de sulfato de fierro que había en un charco. Las personas que subieron hasta la cúspide del volcan, fueron las siguientes: los Sres. D. Miguel Iglesias, D. Juan Ignacio Matute, D. Ma¬ riano Barcena (ingenieros nombrados en co¬ misión por los Gobiernos general y del Estado); los vecinos de Ahuacatlan D. Flaminio Ulloa, presidente del Ayuntamiento, D. Flavio Parti¬ da, administrador de correos, D. Mateo Serra¬ no, D. Fernando Henriquez, D. Onofre Borra- yo y D. Apolonio Pérez; D. Juan Casal, admi- mistrador déla hacienda de S. Juan Tetitlau; los niños Arnulfo Matute de 12 años de edad, y Juan José del mismo apellido, de 15 años; el Sr. D. Ramón G. Fuentes, fotógrafo de la comisión, el autor de estas líneas, Marcos Romano, guía, y Magdaleno Ansaldo. III. Pocas noches he tenido en mi vida tan deli¬ ciosas como la que pasé al pié del volcan. Im¬ presionado todavía con las fuertes emociones que había experimentado con la vista del cráter, no acertaba á darme cuenta con lo que por mí pa¬ saba. La imaginación no podía ocuparse de otra cosa que de las diversas peripecias de la ascensión. Se me figuraba que había sido tras¬ formado al tiempo de las hadas y de los encan¬ tamientos, y que gracias al golpe de una varilla mágica, veía realizárselos fantásticos cuentos de —158— las mil y una noches. Permanecí mucho tiem- po sumergido en la más honda meditación, y trabajo me costó salir de ella cuando llegó la ho¬ ra de recojernos. El campamento estaba situa¬ do, como llevo dicho, en la cumbre de la Majada de los indios . Algunos compañeros improvisaron con palos secos y con frazadas, tiendas de cam¬ paña; otros teniamo3 por pabellón el estrellado cielo, y por lecho la dura tierra. Un silencio sepulcral reinaba en el campamento; los árboles deshojados estaban inmóviles, sin dar animación al cuadro; ningún arroyo zuzurraba; ni siquiera un insecto hacia oir su discordante chirrido. Nuestro campamento tenia el aspecto de un vas¬ to cementerio alumbrado por dos fogatas que chisporroteaban de una manera lúgubre. De im¬ proviso la luna en llena apareció sobre la mon¬ taña. Su disco luminoso despedía plateados ra¬ yos que atravesando la nube arrojada por el crá. ter, daban á ésta un brillo deslumbrador. Ex- tasiado contemplaba los diversos matices que la luz de la luna hacia tomar á la nube: una tras¬ parente gasa iluminada profusamente, no podia sobrepujarle en belleza; ni su blancura, ni su forma aerea, podrían competir con lo vaporoso, con lo niveo de la nube» Cuando la luna asomó completamente su risueña faz, le dio preciosos — 150 — tintes desde el rosa hasta el dorado subido. Eran los colorea con los cuales el crepúsculo vespertino hermoseaba la nube; pero más deli¬ cados, más tiernos. El copo de algodón se tor¬ naba á veces en un cúmulo de un bello dorado, á veces en un plumero color de gualda. El cie¬ lo, entre tanto, estaba puro, ostentando su her¬ moso azul tachonado de estrellas que cintilaban con viveza exparciendo suaves fulgores. De¬ repente el silencio fué interrumpido con una de¬ tonación sorda que se repitió por intervalos lar¬ gos. A esa detonación siguieron otras muchas acompañadas de derrumbes, en las montañas que estaban á nuestra izquierda. Las peñas en¬ rojecidas por el fuego volcánico, rodaban hacien¬ do un estrépito infernal. Parecía que PlutoD, queriendo obsequiarnos con una fiesta, habia puesto en movimiento á Vulcano y á sus cíclo¬ pes, quienes se apresuraban á iluminar nuestro campo con las chispas de sus fraguas. Así pa¬ so la noche: ¡noche encantadora que jamás so apartará de mi memoria! Apenas la aurora habia teñido el horizonte de oro y carmín, cuando nos dispusimos á abando¬ nar el campamento; sin embargo, mientras se levantaron las tiendas de campaña y nos desa¬ yunamos parcamente, trascurrió el tiempo más 42 qiie suficiente para que el aatio rey avanzara en su marcha magestuosa, difundiendo un color agradable. Cuando estuvimos listos para par¬ tir, no lo pudimos hacer porque las cabalgadu¬ ras no volvían aun de Uzeta. Como los derrum¬ bes continuaban con fuerza, quisimos observar¬ los de cerca, y nos dirigimos :í la montana en que se verificaban, que estaba inmediata 6 noso¬ tros. Inicia la izquierda. Nos acercamos hasta su base, á una distancia de dos metros, y allí encontramos el suelo resquebrajado y lleno de grietas, quo seguían la dirección del N. O. S. E. La montaña tenia una inclinación de 50 grados y en su cumbre había dos sulfataras. Uu fenómeno sorprendente se realizaba en estos momentos: los trabajos plutónicos conti¬ nuaban sin interrupción, y cuatro veces por mi¬ nuto, se oían fuertes detonaciones que imitaban el estallido lejano do un cañón, que eran segui¬ das do derrumbes cada medio minuto. Las pe¬ ñas se precipitaban con una furia espantosa; enormes masas basálticas cayeron casi á nues¬ tros pies, en donde se desmenuzaron en peque¬ ños fragmentos. Era atronador el ruido que ha¬ cían al caer, y densa polvareda se elevaba en la montana cada vez que se desprendían esas mo¬ les. Lúa lluvia de pedruzeos de diversos tama- 161 ños descendía del cerro, aumentando el polvo y el estruendo. Conmovidos profundamente asis¬ tíamos á esa obra grandiosa de la naturaleza. Durante largas horas contemplamos extasiados aquel magnífico espectáculo, y de buena gana hubiéramos permanecido allí mas tiempo; pero nos era forzoso volver temprano á Uzeta, y nos resolvimos a marchar. Antes de separarnos de aquellos contornos, quisimos conservar un re¬ cuerdo que reviviera las gratas emociones que en ellos experimentamos. Con tal fin, quema¬ mos nuestros kípices, sombreros y demás obje¬ tos que tuvimos á mano, en las piedras incandes¬ centes, por la acción del fuego central, que aca¬ baban de caer. Cargados con estos trofeos, mon¬ tamos á caballo y emprendimos nuestra mar¬ cha hacia Uzeta, adonde llegamos ai medio dia- En Uzeta permanecí los dias 22, 23 y 24, que aprovecharon los señores ingenieros en recorrer la falda del Ceboruco, en ascender á varias de sus eminencias, eu hacer las medidas necesarias para fijar la situación del cerro, su configuración, y en examinar las diversas masas geológicas que lo componen; mientras tanto, unas veces me ocu¬ paba en arreglar mis apuntes, otras los acompa¬ ñaba en sus expediciones. El Sr. D. Ramón G. Fuentes hacia, por su parte, esfuerzos inauditos > —16*2— para sacar excelentes vistas fotográficas qne re¬ trataran fielmente al volcan. Y aunque tuvo que tropezar con dificultades casi invencibles (sopló por varios dias un viento fuerte de P. s haciendo grandes polvaredas que impedían que funcionara la fotografía; las sustancias químicas se alteraban con facilidad por los cambios de temperatura, influyendo no poco en esas altera¬ ciones la mala calidad del agua de (Jzeta carga¬ da de sales); sin embargo, esas circunstancias no impidieron que el Sr. Fuentes hubiera sacado unas vistas del volcan tan perfectas como de¬ seaba. V. El Ceboruco se encuentra situado hácia el N. E. del rancho de Uzeta. El cráter de este vol¬ can se halla á poco más de ocho kilómetros de[ citado rancho. La mayor extensión del cerro es de Nordeste á Sudoeste, teniendo una circun¬ ferencia de 15 leguas: su elevación es de 2164 metros sobre el nivel del mar. Visto por el la¬ do de Uzeta y del Ceboruquito(rancho), presen¬ ta dos ramales principales, de los cuales uno se dirije hácia el Sur y el otro hácia el Poniente. En la cumbre se notan dos hendeduras profun¬ das que forman cañadas que se prolongan en la dirección del Norte ai Sur en una pequeña par- —les¬ te y lo restante al Occidente. Esas hendeduras parece que son ocasionadas por desmoronamien¬ tos, debidos á su vez á la conmoción que la ma¬ sa del cerro ha experimentado con los fenóme¬ nos volcánicos de que ha sido teatro. El cráter actual se encuentra en la pared Oriente déla hoya nacida de ese desmoronamiento que fue en otro tiempo cráter. Los bordes de esa hoya la componen por el lado del Poniente y del Norte, las cumbres de las puertas y de los Encinos (pun¬ to adonde ascendimos), y por el Oriente y Sur, la de la Coronilla. Del borde inferior del nue¬ vo cráter escurre una faja negra de lava que se dirijo hácia el Poniente. En ese mismo borde, y hácia la derecha se ve una sulfatara que des¬ pide una corriente constante de humo blanco que colora de amarillo los lugares que toca. En la pared del cráter nuevo, y en la parte superior de la boca, se nota uu socaven del diámetro apa¬ rente de dos metros, de bordes frangeados, y que arroja vapor. Es preciso advertir que las dos leguas monta¬ ñosas, de las cuales una se dirije hacia el Sur y la otra hácia el Poniente, tienen agregadas otras cadenas, aunque perteneciendo a distintas épocas Las más recientes están hácia el Poniente, y al¬ ternan con las antiguas. El aspecto físico de — 1G4 — esas dos clases de montañas es diferente. Las nuevas tienen un color ceniciento-violado; gene¬ ralmente hablando, las piedras que las compo¬ nen poseen el brillo metálico, y una textura más ó menos pulida. Las antiguas son negruz¬ cas sin pulimíento, y verdaderas escorias, aun¬ que algunas veces suelen presentar los caracte¬ res de las anteriores. Ambas están formadas de variedades de basalto. La vegetación, como lo he hecho notar, no existe en las montañas nuevas; mientras que en las antiguas abundan las terebintáceas, elaphrium copallíferum (copal); Amyris copal!fera (suchicopal); las rubiáceas, coutorca latifora (copalchi); las mimosas (huiza- che, conchilla), los ficus (Tepezalate), las bom- báceas, especialmente Pachira insigms (clave¬ llina blanca), el bombax pentandrum (pochote), los cactus (el pitahayo), las pasifloras, el helio- tropo blanco héliotropw albus de las borragineas; las leguminosas, el añil cimarrón (indigofera vul- garis), la sida abutiloides y otras muchas plautas. El dia 25 de Marzo exploro la comisión la fal¬ da Norte del Ceboruco. De IJzeta empezaron sus reconocimientos, y terminaron en los Coles (rancho). Durante esa exploración se observo una serie de cerros cónicos colocados casi en una misma linea, que del Ceboruco partían hacia i el Occidente. Esos cerros presentan todos los signos que caracterizan á los volcanes apagados. Se conocen con los nombres do Molcajete G run¬ de, Molcajete Chico, cerro de los Tabacos y cer¬ ro de Tequepespan, y están todos unidos con una corriente de lava antigua que rodea sus lai¬ das, y que nace del Volcan. VI. El rancho de Uzeta pertenece A la hacienda de S. Juan Tetitlan, propiedad de las Sras. Cor¬ tés y la cnal administra el Sr. D. Juan asa que tan benévola hospitalidad nos ofrecid. Ese rancho lo componen algunas casucas construidas ‘con zacate. Cuenta con 300 habitantes que vi¬ ven de la labranza, del cultivo de pequeñas huer¬ tas eu las que abuudau sandias que en otras épocas se han llamado la atención por su sabor agradable, pero que en el presente año se he¬ laron, privando á sus dueños de los recursos que les proporcionaban con su venta. Uzela está en la falda Occidental del Cebo- ruco, i un cuarto de legua de dicha falda. 1 or el frente del rancho corre un riachuelo que na¬ ce de un centenar do vertientes que brotan en el fondo de una pequeña barranca que se halla á pocos metros del rancho, hacia el Sur. —160 — t-Yr j&»« rlachueio dú que hablo, tenia no hace muchos años (el de 4G) poca agua, la que ha aumentado considerablemente después del año de 1870 en que empezó la actual erupción del Ceboruco. Hoy es uu torrente abundante en aguas minera¬ les que desembocan en otro rio que pasa cerca de la casa principal de la hacienda de S. Juan Tetitlan. El agua de este riachuelo tiene una temperatura de 24° del termómetro centígrado, y es rica en sales minerales. El rio de Tetitlan que resulta de la confluencia de los ríos de A- huacatlan y de la Tetilla, mantiene en sus lím¬ pidos cristales un crecido número de boquine¬ tes, de truchas y de bagre; peces que, según creo, á reserva de rectificar mi juicio, pertene¬ cen a los Malacopterigeos , representantes de los siluros, salmbnides , &c. El miércoles santo nos regaló el Sr. Casal al¬ gunas truchas que devoramos con una delicia gastronómica verdaderamente romana. Sabido es que el pueblo de Lúculo y do Fulvic Herpino era aficionado á las buenas comidas, y especial¬ mente á las lampreas (muroena), al rodaballo (ronibus), al esturión (accipemer), y al mújol (mu- Hits)-, pues bien, el sabor delicado de las truchas me hace creer que dejaria satisfecho el exigente i —167— paladar de un romano, y que ofuscaría la fama de Z:íi°e S deU:-ta se limita por los cerros del Fraile, de S. Pedro Lagunillas y de corral a so al Poniente; al Sur por los cerros del lúea clio, Rincón de las Navajas y Tahstaca, a te por los cerros de S. Pedro Tequepespan y de la Peña, y al Oriente por el Ceboruco. La barranca que se encu entra al Sur de L ze¬ ta es de corta extensión, ti ene la forma de una herradura cuya concavidad ve hu.ia z ' profundidad de esa barranca es de 00 metí . En ella se encuentra abundante mente e exogo niun Olivae (planta trepadora de las c “ ü J o1 ^' ceas, clasificada y descrita por el di t.ngnrdo naturalista D. Mariano Barcena, quien la dedico á la memoria del Sr. Dr. D. Leonardo Oliva). Los bulbos de esta planta son usodos por los habitantes de Uzeta como purgante. I amoien se bailan en dicha barranc a el Hiñe Baraedce de las malpigiaceas (claceficada por el Sr. Barcena guacimas, de las burceraceas. Mastaitas dafnia* árbol cuya leche inflama y escoria la piel, anona silvestre (anona índica), tecomasnchil, árbo de preciosa flor amarilla, ficus y varias plantas co¬ mo la sagiliaria sagitta¡foha (colomo), ase epias incarnata (señorita) la loeselia coccínea ( ñuic i- —168 chili) y otras muchas. Existe, ademas, en la misma barranca, un subarbusto llamado vulgar¬ mente Margarita, que es conocida en Uzeta co¬ mo purgante, y cuyo nombre botánico no indico aquí, porque actualmente me ocupe en estudiar¬ lo y clasificarlo. ¿Este arbusto será el mismo que se conoce en Hostotipaquillo y Mochitiltíc con los nombres de Margarita y yerba de la fle¬ cha, á la cual se atribuyen virtudes antihidrofd- bicas muy notables? Procuraré averiguarlo. Eq la barranca que describo abundan chacha¬ lacas (aves silvestres trepadoras) cuya sabrosa carne constituye el plato favorito de los campe¬ sinos de Uzeta, y Catarinas (verdaderas trepa¬ doras del género Psitacus) de hermoso plumaje verde. ITe creído conveniente incluir la descripción del rancho de Uzeta en la del Ceboruco, tanto porque tiene con esa montaña relacciones direc¬ tas, ya por las aguas minerales de que está muy provisto, y que reconocen por origen la acción volcánica, ya por la proximidad en que se en¬ cuentra del volcan, proximidad que influye ne¬ cesariamente en el modo de ser geolo'gico de U- zetay que debe revelarse en sus productos yen su vegetación, como porque en aquel rancho se encuentran las prolongaciones montañosas del —169— Ceboruco, y porque eu él estableció la comisión cientílica eu centro de operaciones. / VII. El 27 de Marzo (sábado de gloria) regresó la comisión al pueblo de Ahuacatlau, donde per¬ maneció hasta otro día á las ocho de la mañana, en cuya hora se dirigió al pueblo de de Xala con objeto de examinar el Ceboruco por su parte O- riectal. Visto por ese lado nada tiene de par¬ ticular el volcan. La figura del cerro es seme¬ jante á la que se observa por el rumbo de Uze- ia, es decir, una aglomeración de cadenas cuya forma irregular es difícil de describir. En la base se notan también prolongaciones digitadas como en la cara occidental; pero menos nume¬ rosa y de apariencia menos escabrosa. En ella se ven serpear arroyos emblanquecidos por la ceniza que los cubre. En una de esas prolonga¬ ciones se halla un cerro de poca elevación for¬ mando un cono perfecto. Este cerrito ha recibido el nombro de Molcajete de Áhudcatlan y parece un cráter apagado. Otra de las prolongaciones de que hablado la forman los cerros Pedregoso ij Pocho tero, entre los cuales cruza el camino que nosotros seguíamos. En este punto abunda la piedra pómez, y, según los científicos de la comisión, se hallan las piedras pez y perlita con transiciones á la pómez. En la falda del Ceboruco comprendida entre Ahuacatlan y los cerros Pochotero y Pedregoso, además délas mimosas unguis cati y de la lobelia xalisciense (l) se encuentra en abundancia la salvia polistachia y la asclepias incar nata. Cerca del medio dia llegamos á Xala y conti¬ nuamos nuestro camino hacia el Norte del Ce boruco, hasta quedar á la vista de las coles , ran¬ cho que habia sido ya visitado por la comisión, llegando de este modo á rodear completamente el Ceboruco, y á explotarlo por todas direccio¬ nes, recorriendo las quince leguas que tiene de (1) Esta planta fuó descubierta y clasificada por el Sr. Dr D. Reyes G. Flores, quien la recomienda en las afecciones nerviosas del pedio: asma, coqueluche, etc., y en las bronqui¬ tis crónicas. La experiencia demuestra cada día las virtudes de la lobelia xalisciense en las afecciones dichas. Sustituye perfectamente á la lobelia influía. _ El Sr. Dr. Oliva especificó á la lobelea en los términos si guientes: * ‘FAMILIA DE DAS LOBEALIACEAS, TKÍBU DELISSEACEAS, GENE- I»U Delissea, especie. Xalisciensis. Nov. Diagosis : Delissea Xaliscensis: caulebifario cut quadrifa- i-io; foliis vix petiolatis, oblongolancealatis, utrinque acutis, remóte dentatis, dentibus minimis, pedunculis axillaribus flo¬ re longioribus; calyce persistente obconico seu liernis phaeri- co, 5 dentato; fructu capsulari. Nova especie.” —171 - circunferencia la base del cerro. ' ®° m ', m . 0 p® n el rancho de Ouapam, en la falda Norte del Ce- bornco v después de haber descansado por dos horas nos dirigimos hacia Xala, adonde llegamos i las cinco de la tarde, Visitamos esa población V la de Xomulco (compuesta enteramente de in¬ dígenas que viven en chozas con techos de za cate y paredes formadas con canas de milpa), y regresamos á Ahuacatlan i las ocho de la no- che. , Poco tengo que decir acerca de lo que obser¬ vé en esa excursión. Desde el Pochotero hasta Xala, y desde este puebla hasta el rancho de Cuapam, crecen una gran cantidad de egumino- sas flor amarilla, papilonacea, y otra legumino¬ sa de flores igualmente amarillas, venenosa, que no comen los animales; es planta anua y m«y abundante en aquellas comarcas; vegeta también allí una que otra Pactó-a ¿wsrgms, algunos ejem¬ plares del ipomea murocroides (palo bobo u • te) purgante? y la Pantana Cámara llamada en el cantón de Tepic “Frutilla” (No cana) y en Ame- ca, endonde se cria sobre las cercas, «Sonora;» tiene corimbios de flores amarillas, “cas " roías, <5 mezcla de las primeras de las u tunas. En México, según estoy informado, sei usa com planta de adorno. Pertenece i la familia —172 — verbenáceas y es medicinal. El Dr. Oliva habla de ella en su farmacología, auuque sin describir¬ la, y la llama Matizadilla, coueeiiédoles gran¬ des virtudes en los reumatismos y afecciones catarrales. A esta planta le dieron los anti¬ guos mexicanos el uombre.de Jocfaquiuh. También se halla en los mismos lugares la be- rengena (solanum osculenlum L ). En las cercas de los potreros inmediatos á Xala, vi la planta conocida con el nombre de plumbagus silbestre. El rancho de Cuápam es una especie de oasis: enmedio de la desnudez del Ceboruco y de las montañas que se hallan al Norte de ese mismo rancho, montañas que se extienden hasta Xala y Xoraulco, donde toman el nombre de cerros de Taquextlo y de Tlahuisolta, y después de ha¬ ber atravesado un arroyo seco y pedregoso, se encuentra Cuápam, cuyas pequeñas huertas con¬ vidan al reposo coa su verdor y frescura. Gra¬ cias á una atarjea constantemente llena de agua que á fuerza de trabajo y de paciencia se ha he¬ cho descender del cerro inmediato y que fertili¬ za sus terrenos, Cuápam puede brindar al tran¬ seúnte con un paisasaje pintoresco. Los plata* taños extienden sus verdes hojas para que el viajero descanse á su sombra y recupere las fuer¬ zas que ha pedido; la anona silvestre y algunos árboles frutales aumentan el agradable y risue¬ ño aspecto que presentan las huertas de Cua- pam. En una dehesas huertas, en la que descan¬ samos por algunas horas, encontré un arbusto que había visto en Magdalena; el cordoncillo ó seaíel m ático del país, 'pipar angustif oliunti Cerca de los Coles/en otra rancho que se lla¬ ma Iluitzizilapam, se encontré la comisión una enorme pena, hecha ampolla completamente, y con tal perfección, que parecía que había sido fabricada de la misma manera que los niños for¬ man soplando en nn tubo de carrizo, las bom¬ bas de jabón; tenia 7 métros de circunferencia. Una de las cosas que llaman más la atención de las personas que viajan por Xala, es la .fertili¬ dad de aquellos terrenos. Las mazorcas de maiz son de un tamaño prodigioso, las he visto de una longitud de 18 pulgadas; v las cañas de milpa son tan gruesas que sirven, según se nos ha re¬ ferido, de materiales de construcción á las casas de Xomulco y aun á algunas de Xala. Se nos ha informado por persona fidedigna [el Sr. Lie. D. Cruz Salazar, vecino de Xala] que las cosechas de maiz son allá abundantes, j puede calcular¬ se un 300 por 1 como término medio. Hace dos años se levanté en Xala una cosecha tan abun* —174 — dante, como hacia 15 años que no se veia. Hay que advertir que las cenizas del Ceboruco caen sin cesar sobre Xala y sus llanuras, pues e\ viento de Poniente que casi siempre sopla, ar ¬ roja las cenizas hácia esos puntos. De suerte que los habitantes de Xala, que al principio vie¬ ron llenos de terror que el Ceboruco vomitava llamas, cenizas y piedras enrojecidas, creyen¬ do que convertiría en desiertos páramos sus fe. races tierras de promisión, hoy contemplan tran¬ quilos los efectos del volcan que ha aumentado con las cenizas la fertilidad de sus campiñas. Lo que pasa en Xala está en absoluta contra¬ dicción con lo que sucede en otras partes. En Ahuacatlan é Ixtlan se quejan del Ceboruco, y aseguran que lia ejercido una maléfica influen¬ cia en los sembradíos y en los árboles frutales. yiii. El Ceboruco es una montaña digna de estu¬ dio. Por cualquier parte que la contemple el observador, encontrará atractivos infinitos y so. brados motivos de admiración. El contraste tan notable que existe entre las cadenas de nue¬ va formación y las antiguas, ostentando las úl¬ timas una vegetación más ó menos expléndida, y las primeras un aspecto desolado y triste, ofre— — XV5— cen al curioso un fecundo piones Allí se deleita la vista cou las prec r g Ltn que la naturaleza se adorna eu las rf'P-iones tropicales donde la primavera I Xa y se conturba al únimo del viajero, quien se siente presa de una angustia terrible cua Te halÍ frente d frente cou la pavo*.^soledad que reina eu oa “P OS ^Xecorr" grandes d'is- rlfueo-o Y no se necesita recor,ti 0 :;s n. E -1. '"T” ™””“: brados do corpulentos arboles, e p j biertas con fragantes flores que embaí aman e ambiente, y en donde trinan dulcem ute e u dus miisicns, el políglota y otra multitud canoras, á las zonas desiertas donde J el silbido del viento que arremolina.nonton de cenizas parodiando al Simonn, el estridente ruido causado por el troncliamiento de »»«« cas y el ronco estrépito de perlas que se derrum ban. Bastan unos centenares de metros para pasar de paisajes pintorescos, de bellísimos n M á las mansiones de la muerte. Él Ceboruco tiene diversas montanas que re Telan distintas erupciones; unas de tiempo in¬ memorial, y otras que datan del año de 8 0; las últimas se dirigen al Occidente y al Se cuentan cinco erupciones marcadas jor , --- -m- coiocacion que guardan las lavas. El cráter ar. roja vapor, cenizas y arena, al mismo tiempo que el suelo se ha ampollado y levantado, de suerte que lo que antes era planicie, ahora es una montaña encumbrada. El levantamiento de la tierra ha sido al prin¬ cipio muy rápido, pues según observaciones he¬ chas en el año de 1870 por el Sr. D. Benito Par¬ tida, vecino de Ahuacatlan, cuyos apuntes ten¬ go a la vista, Ia3 montañas crecían cinco varas diariamente, y fundado en esto hecho, calculó el mismo Sr. Partida que el levantamiento volcánico llegaría á IJzeta el 15 de Junio del mismo ano, pronostico que estuvo á punto de cumplirse, á no haberse bifurcado la cadena montañosa de nue¬ va formación y seguido otra ruta, salvando así á Pzeta de Ja catástrofe que la amenazaba. El Sr. I)r. D. Teodoro Fuentes, dice en su cuader¬ no que publicó sobre la erupción del Ceboruco en 18/0, que el día 26 de Febrero pudo recor¬ rer una gran prte del arroyo llamado de los Guates, y que el día 17 de Marzo ya no le fue posible hacerlo, porque el citado arroyo estaba obstruido y formaba un pequeño cerro. El Sr. í). Antonio Caravantes, que en la misma época observo al Ceboruco, refiere hechos análogos á ^os que he citado. —177 La rapidez con que se levantó el terreno es la única circunstancia capaz de explicar cómo en cinco años se lian íormado montañas que tie¬ nen dos leguas de extensión y 600 metros de altura. (1) No puede contemplarse con indiferencia el suceso maravilloso que pasa en el Ceboruco. ¿Qión es aquel que permanece frió é impasible, cuando es testigo de la prodigiosa fuerza expan¬ siva de los gases que depositados en el interior de la tierra, pretenden salir á la superficie, cau¬ sando el levantamiento de las llanuras? La teoría del fuego central está plenamente confirmada en el Ceboruco, y basta ver esas cor¬ dilleras que no obstante su época reciente (do 1870 á esta parte) tienen una elevación impo¬ nente, para que el mas incrédulo quede conven¬ cido de que los eminentes geólogos que sostie¬ nen la mencionada teoría, no han inventado una fábula, sino que apoyados en los luminosos prin¬ cipios de la ciencia y en la indestiuctible auto¬ ridad de los hechos, han caminado con pasos agigantados por el sendero de la verdad. Como es de suponer que el Ceboruco este re- (1) Hoy solo se observa que las masas montañosas avanzan, aunque con lentitud, impulsaeas por las lavas y por la acción voH tánica. —178— lacionado con los demas volcanes de la Repú¬ blica, con la zona de que ha hablado Hamboldt, creo conveniente que el estudio hecho en el Ce- boruco se haga extensivo á los otros volcanes. Pero como la realización de ese pensamiento de¬ be tropezar con graves dificultades, desearía que siquiera fuera estudiado el Colima, que por ser el más inmediato al Ceboruco, debe tener con él relaciones muy estrechas. Nadie más á pro¬ pósito para llevar acabo tan úlil empresa, como la misma comisión científica que exploró al Ce¬ boruco. Supongo, por tanto, que en caso de que el Gobierno acoja esta idea, ella será la de¬ signada para examinar el Colima. El estudio que propongo será útilísimo, pues abrirá una ancha vía á las investigaciones geo¬ lógicas, y confirmará sin duda, las teorías que hayan nacido en vista de los productos volcáni¬ cos del Ceboruco, y será el único medio capaz de tranquilizar los ánimos preocupados con los temblores. Guadalajara, Abril de 1875 .—Silverio Gar - —179- Leguano publicado por los Sres. Jiménez y García Cubas, el año de 1862 (1). Leguas. Distan oias. __ De Guadalajara á la Pólvora. 1,1 8 * » „ á Zapópan ’ (villa). 0,80 1.98 á la Mora (R) 0,96 2,9 á la Higueri* ?) j > y> yy >> j j j’ y 9 yy J! lia (R). 0,75 á la Mojone- ra (R). 0,43 á la Pnerta de la Venta (B). 1,43 al Astillero (Venta del) (H). 0,35 á lo de Ve- lasco (R) • • • 1,28 i los Lome- lines (R)**** 0,40 á Sta. Cruz Ceboruco. Distancias. Leguas. — 180 — (congrega- •' cíod). 1, 04 8,62 De Guadalajara al Arenal (congre g a- cion). 1,59 10,21 77 ; j á Ama ti tan (pueblo) .... 1,81 27,02 77 if al Barqueño > 77 á Te q u i 1 a (0.). 0,44 15,34 18 >> 77 á 1 o de Gue- vara (R.). . 3,22 18,56 77 7» á la Magda- lena (P) .... 0,20 99,46 7» 77 á la Puerta- * del Vallado (R) . 1,50 20,96 23 7» 77 á Santiaguito (Rt) * • • • • • 0,30 21,26 V 77 á la Quema- da (R) . 0,57 21,83 Distancias. Legnaá; 11 > 3 33 5» 31 13 11 33 11 11 11 33 13 1 1 11 33 V 11 11 11 guita (R.) 0,45 22,28 al Tequez¬ quite (con¬ gregación) 0,36 22,64 al Zapo t e (R). 0,36 22,99 á la Caña¬ da (R.).... 0,80 23,79 á Barranca (B.). 0,86 24,65 á Mochitil- tic (H y Venta).... 0,63 25,28 al Tajo (R). 1,03 26,31 á S. Jo a - quin (R-).. 0.59 26,90 al Plan de Barr a n -- cas (R.).. 0,62 26,52 al Ocote (R.). > •«• • 4,05 29,57 al Arroyo Seco (R.) 0,69 30,26 —182 — Distancias. De Guadalaj »> u 11 n 11 11 11 n 11 i i 11 11 i > ii 11 ii i i •i ?> 11 >> i > n n i al Terrero (H). á los Ran¬ chos de la Ci- dra.. * *.. á íxtlan (V). Méxpan (P). á Coatlan (p-). Ahuacat 1 a n (V.). á Cobrería [B ]. al Marquesa¬ do [R]... al Ceboruco (R.). á Uzeta (R.) a S. Juan B. Te t i 11 a n (H.). á Sta. Isa¬ bel al Torreón (R). Leguas. 0,36 30,62 0,39 31,01 1,12 32,13 1,15 33,28 0,38 33,66 1,46 35,12 0,60 35,62 1,83 37,55 0,61 38,16 0,68 38,84 0,78 39,57 0,92 40,49 0,57 41,06 —183— , . Leguas. Distancias. __ De Gnadalajara i Chapalilla (R.). 0,36 41,42 al Ocoti lio [R.]..,. 1,12 42 > 54 al Mi r a d o r (R). 4 ,32 46,86 i S. Leonel ” ” [H ]. 0,61 47,47 á la Labor (R). 0,38 47,85 á la Estancia (R).. 0,46 48,31 „ á San Caye¬ tano [H].. 3,18 51,49 al Congreso (R). 0,60 52,09 al Vladeseño (H). 0,74 52,83 „ al Isidreño (H.). 0,62 53,45 á Tepic (C). 0,68 54,13 ,, á lo de La- medo (R).. L^ 4 5£5> 4 ^ á la Fortuna (H) t .. * -. 039 55,86 44 —134 Distancias. Leguas, De Guadalajara d Palo Alto (Ü) • • r • • • • 0,50 55,36 M 39 d la Laja (R). 0,86 57,22 ?> 31 d los Chivos uB<01 (B). 4,81 59,03 »> 11 á la Presa V | i (R) . 0,63 59,66 91 11 al Portillo de arriba [R]. 0,93 60,59 19 11 d Buenavista 1 í* C K i. y [R] . 2,62 63,21 ff 13 a Navarreto (R) . 0,18 63,39 13 31 al Jardín (H) 0,92 64,31 11 13 al Paso d e Guaritemba r o o,*> £RJ ... 0,63 64,94 M 91 al Capotillo / { ^ *1 (R). 2,38 67,32 ** ) ) S. Blas (villa y puerto).. 5,50 72,82 A'los Sres. ingenieros D. Juan Ignacio Ma¬ tute t D. Miguel Iglesias. La explicación de los fenómenos seismológi- cos no está ya basada sobre hipótesis dudosas, sino en una multitud de hechos que se confir¬ man y relacionan á medida que las ciencias tísi¬ cas y naturales derraman su luz sobre las pagi¬ nas misteriosas de la historia de la tierra Partidario como soy de la existencia del fuego central en nuestro plaueta, y por las observa¬ ciones que he verificado en una gran parte del territorio mexicano, no me sorprenden las mani¬ festaciones volcánicas que se han sentido últi mámente, pues ellas son el resultado de la exis¬ tencia de ese fuego central y su localización es debida á la que se observa en las huellas que dejaron los fenómenos ígneos verificados en una época remota en esta parte de ía , En efecto, si se observan la mayor parte de —-188 — las cadenas de montañas que forman el esquele¬ to de nuestro territorio, se deduce fácilmente que al principio del periodo terciario hubo un gran movimiento plutónico que ocasionó el levanta¬ miento de esta parto del continente americano, cuyo movimiento tuvo origen en la América me¬ ridional y en el lugar que hoy ocupaa las gigan¬ tescas montañas de los Andes. Las masas que allí aparecieron, enviaron sus ramificaciones ha¬ cia el N. O., formando el núcleo principal de una parte del continente hasta apoyarse en las rocas paleozoicas que ya existían al Norte del lugar en que hoy se encuentran los Estados-U¬ nidos. Esa dirección N. O.-S. E. que se obser¬ va en el continente mismo y en las cadenas de montañas á que me he referido, se encuentra también en la mayor parte de nuestras vetas metalíferas y en casi todos los accidentes que afectan las montañas mexicanas. De tales hechos se deduce que en la misma dirección y hacia la línea media de ese núcleo montañoso, se conservan aún algunas cavidades , por las que, y en sus ramificaciones, circulan actualmente las masas fluidas ó incandescentes con que la parte central de nuestro globo inva¬ de con frecuencia á su costra solidificada. Los hechos que he observado y que acabo de —189 — citar, podrían explicar el origen de la gran ga¬ lería subterránea que, á juicio del sábio Huirt- boldt, debe existir en nuestra República hácia los 19° de latitud N. y en una dirección de E. á O. , _ _ La hipótesis de aquel sábio estaba fundada sobre las observaciones verificadas en su tiem¬ po y por las que se sabia que la mayor parte de los fenómenos seisraoldgicos se observaban en la dirección mencionada. Los hechos poste¬ riores apoyan aquella presunción del ilustre • • Admitida la existencia de aquella galería, nos queda por explicar ía causa de los terremotos y la localización que se les ha observado ultima mente. . Para lo primero tenemos que recurrir á las diversas teorías que se han establecido con tal objeto, y entre ellas debemos aceptar la que se halle más de acuerdo con los progresos de la geología y que pueda relacionarse más bien con los hechos locales que observamos cou más ge¬ neralidad. La hipótesis que satisface cou mas precisión las circunstancias enunciadas, es la de atribuir los fenómenos volcánicos de nuestra época geológica á los efectos que produce el va¬ por de las aguas del mar cuando circula por las —190— galerías interiores de la tierra y que, compri¬ miendo en algunas partes los torrentes de lavas que se hallan en el origen de tales galerías, los obligan á buscar alguna salida hasta encontrar los respiraderos de los volcanes d alguna parte débil de la costra terrestre, por la que se abren paso híícia el exterior. Los hechos en que se apoya esa hipótesis son ciertos, y en nuestro pa^s tienen una rigurosa aplicación. En efecto» la existencia de la mayor parte de los volcanes actuales sobre los litorales 6 en las partes an¬ gostas de los continentes, la presencia del vapor de agua y del cloruro de sodio en los productos de las erupciones, etc., hacen suponer con mu¬ cho acierto que al filtrarse las aguas de los ma¬ res por las hendiduras de las rocas y llegar has¬ ta ponerse en contacto con las masas incande- centes, se evaporan dichas aguas y los gases que forman ejercen sus efectos dinámicos para pro¬ ducir los fenómenos que tratamos de explicar. Como manifesté, en nuestro país tiene una apli¬ cación perfecta esta teoría, pues la situación de los volcanes y la dirección en que se observan los fenómenos seismológicos más sensibles, están de acuerdo con aquella, al mismo tiempo que con los hechos de que hice mención. En apoyo de todas esas observaciones tenemos que añadir —191— las que han hecho muchas personas ilustradas que han visitado el istmo de Tehuantepec, < on e han notado con mucha frecuencia los ^Cimien¬ tes terrestres y los ruidos a** 1 *"^ 1 ® “ deben atribuirse únicamente a los ducidos por el choque de las aguas del mar Durante los terremotos y rmdos ea neos que se sintieron hace poco tiemp Guaúajuato, Midieran, ilustrado director del telégrafo de cuidado de anotar en un mapa e a P las localidades en que se sent.an os teromott* Al observar ese mapa noté que la «W * de dichas direcciones partían del golft n0 y combinando las '«^f^trlba eu maha una figura cuyo vért.ce 86 “ . ]a9 inmediaciones de Ucareo, en cuyo Inga ^ día entido los sacudimientos terrestres «* » - tensidad y mayor frecuencia que en otros lug rea del país. Esas observaciones ap°ya F v mí como la hipótesis teoría que he aceptado, aa cuu r del barón de Humboidt los fenómenos volcánicos, y actna i men - que si las bocas por donde se ¿ te las erupciones no bastasen para ^ -192- los vapores y las lavas que hoy conmueven la tierra, si hubiera necesidad de que se abriera otro respiradero, éste debía formarse con más probabilidad hácia la convergencia de las direc¬ ciones citadas. En cuanto á la localización de los fenómenos, creo que puede explicarse por la dirección, figu¬ ra y dimensiones de las galerías en que circulan las materias que buscan salida, pues bien pue¬ de suceder que estas se concentren en algunas hoquedades que se hallen debajo de las localida¬ des que conmueven y en las que están ejercien¬ do sus efectos hasta que puedan circular con fa¬ cilidad y dirigirse hácia las bocas de erupción. Esta circunstancia podría efectuarse actualmen¬ te en la capital de Jalisco y sus alrededores, y sus efectos se harán sentir con más ó menos in¬ tensidad hasta que las materias aprisionadas en el interior de la tierra puedan seguir los cami¬ nos que los conduzcan al Ceboruco ó al Colima. La proximidad de estos respiraderos explica la localización de los fenómenos que se han sentido en estos dias, así como la probabilidad de su corta duración y de que sus efectos no sean de más entidad que los experimentados hasta ahora. Con más probabilidad debe esperarse que no se abra un nuevo volcan en las cercanías de Gua- 4 «-Í —193 — dalajara, pues ios fendmenoB sentidos no sonbas¬ tantes para presumir que la corriente séismica que ha conmovido el terreno en que descansa la capital, pueda taladrar la costra terrestre sin di¬ rigirse de preferencia hácia las bocas abiertas con anticipación y que están expeditas para co muniear el interior de nuestro globo con la at- mctefera que lo rodea. Ameca de Jalisco, Marzo 2 do 1875. Ma¬ riano Barcena. Guadalojara, Abril 2 de 1875.—Sr. ingenie¬ ro D. Ignacio Ortiz de Zarate.—México.— Muy estimado amigo:—Por disposición del señor Mi¬ nistro de fomento, me asocié á los señores inge" nieros Iglesias y Matute, para hacer un estudio del volcan que se halla en el distrito de Tepic y es conocido con el nombre de «Ceboruco.» Ayer volvimos de nuestra expedición, y hoy nos ocupamos de escribir el informe que, sobre el estudio que se nos recomendó, vamos & pre¬ sentar al Supremo Gobierno; y aunque en ese documento constará una noticia pormenorizada de nuestras observaciones, me propongo comu¬ nicarle en esta carta algunos de mis apuntes ae viaje, para dar á vd. una idea general del refe¬ rido volcan y de los trabajos geológicos que practica en la actualidad. El Ceboruco se halla situado á tres leguas N.--N O. de Ahuacatlan: está constituido por varios cerros elevados y algunos ramales mon¬ tañosos que se dirigen en diversos sentidos Al examinar ese conjunto de cerros, se nota fácilmente que pertenecen á varias épocas de erupción, pues presentan diferencias muy sensi- —195 — bles en sus figuras, elevaciones, dirección gene¬ ral y aun en el aspecto de las rocas que las coas- tituyen. . Eq presencia de estas montañas se aprecia con exactitud el valor de las investigaciones geológicas, pues solo con su auxilio podemos de¬ terminar el órden cronológico de las rocas que las formau y que la historia no podría revelar¬ nos, porque el espacio de tiempo en que la tra¬ dición y las letras se han encargado de recor¬ darnos los acontecimientos que se verifican en la tierra, es infinitamente pequeño respecto de los tiempos trascurridos en los periodos geo o- gicos que precedieron al actual. A mi juicio, al aparecer el Ceboruco se formo un enorme cráter del cual salieron las masas basálticas que hoy constituyen las elevadas cum¬ bres de los Encinos y las Puertas, que estáni e las regiones O. y N- del cráter actual, asi como el cerro de Aahuacatlan que forma su respal oriental. Corresponden también á esa época algunos basaltos ojosos que se ven en el lecho de los arroyos más profundos de aquella loca- ¿dad, así como la gran cantidad de piedras pó¬ mez y cenizas que forman la cúspide de los cer ros citados y llenan los valles inmediatos, cous tituyendo bancos y capas de mucho espeso . —196 — aparecM eXtr6m ° ° rÍeUtaI de e8e S ran <*«« q«ehov r I r ormediquede basa,t ° *>**** r imifion • ama CU " lbr0 de ,a Coronilla, cujas am licaaones se extendieron bañando las ver- fuld is H '/ S ' del Cerr ° de A)lQÍ *catlan y las faldas de los cerros de los Encinos y las Fuer- pft A’ ° r Gn 8uces,0Q ^u las erupciones n d j IDgUe P ° r ,a ““‘órale» de las rocas que produjeron, así como por su pog¡c¡on re , at¡V3i P«os los ramales de la Coronilla interrumpen los a \ve to s } las vertientes del cerro de Ahuaca- tlan. Después de estos fenómenos se presentaron otos también muy importantes que formaron un, ramal montañoso llamado Lomerío del Desfiladero , que parte del pié del cerro de las Puertas hácia etit an, y otras cejas y picos montañosos que estiín en las vertientes orientales del cerro de Ahuacatlan. A consecuencia de los fenómenos indicados- el gran cráter quedó dividido en varias porcio nes, de las que se distinguen ahora dos princi¬ pales, que son: el cráter obstruido situado en la base oriental deí pico de los Encinos, y la gran hoquedad por donde se verifica la erupción actual. Presumo que entre la cumbre de la Co¬ ronilla y el cerro de Ahuacatlan existe otro crá- ter profundo y que no pude examinar por eer imposible llegar hacia aquel punto, á causa de la fuerte inclinación que tienen los montículos de ceniza que lo rodean. Pasadas esas tres épocas de erupción, se ve¬ rifico el derrame de la lava basáltica que se ha¬ lla sobre el camino de Tepic, que se designa más propiamente con el nombre de Ceboruce , y la corriente idéntica que descendió hacia el N. y se esparramó sobre la cumbre de las Puertas, é inundó un pequeño y sinuoso valle que se ha¬ lla entre algunos conos, también volcánicos, y contemporáneos del cráter primitivo, que están exparcidos en las inmediaciones del pueblo de Tequepexpan. Llegado el Ceboruco á ese estado, permane¬ ció así por mucho tiempo, pues siendo esas cor¬ rientes las que anteceden á la erupción actual, no se tiene noticia de que se cite por algún his¬ toriador la época de la erupción. Debe supo¬ nerse, sin embargo, que ésta no fué muy ante¬ rior al tiempo de la conquista de México; así lo revelan el aspecto de lava y el avance tan li¬ mitado que ha hecho sobre ella la vegetación, mientras que en las otras formaciones que he citado, hay ya algunas capas de tierra proceden¬ tes de la alteración de los basaltos, y que aun- .— 198 — que mezclados á las cenizas, forman un terreno en que han podido desarrollarse una multitud de árboles y arbustos de diversas familias. Debido en gran parte á la altura relativa de esos diferentes ramales de montanas, como á la naturaleza de las capas que los cubren, el aspec¬ to de la vegetación es distinto en cada uno de ellos, y especial á cada formación, al grado de que los tipos vegetales que presentan, ayudan bastante para hacer la distinción cronológica de aquellos terrenos. Las montañas correspondientes á la primera época de erupción se hallan pobladas de alies y encinas de grande altura; los ramales de L la Co¬ ronilla están ocupados por numerosos copales (amiris) y por la clavellina blanca, que en los catálogos botánicos está citada con el nombre de Pachira insignia A las rocas de tercera épo¬ ca corresponden estas mismas plantas; pero aso¬ ciadas á diversas especies de mimosas y a algu¬ nas especies trepadoras de la familia de las As- clepiadeas. Las corrientes de la penúltima e- rupcion solo presentan algunas cácteas, aralias y clavellinas en los paredones que limitan sus flancos; pero en el centro de la corriente se presenta ésta en su más completa y árida des¬ nudez. Las rocas de la erupción actual, calien- 199 —*• tes aún, tienen un color ceniciento que las dis¬ tingue de las formaciones anteriores, desde una distancia considerable. Después de los tiempos de la conquista bas¬ ta el mes de Enero de 1870, el Ceboruco apa¬ recía adornado con sus bosques magníficos y manifestaba babor olvidado sus antiguas relacio¬ nes con el interior de nuestro globo, pues en la historia solo consta que en los años de 1783^ y 1832 babia rugido suavemente, causando á la vez unas conmociones ligeras que casi pasa¬ ron desapercibidas. Aseguran, sin embargo, algunos habitantes de Ahuacatian, que desde tiempo inmemorial se percibían algunos vapores acuosos en el lu¬ gar que hoy existe el cráter de erupción. En el mes de Febrero de 1810 abandono por fin el Ceboruco este sueño aparente, manifestan¬ do su aócion con algunos ruidos subterráneos y sacudimientos que se sintieron en los dias 18 y 21, y a esos anuncios se siguió la emisión de vapores por la cavidad que se halla al pié de la cumbre de la Coronilla. Siguieron manifes¬ tándose aquellos con más impetuosidad, y el dia 23 del propio mes de Febrero se declaro franca¬ mente la erupción, apareciendo grandes colum¬ nas de vapores y cenizas, así como un escurri- 48 — 200 ^— miento de lava que descendió primero iiácía el Sur y se dirigió después al Oriente, siguiendo el curso del arroyo de los Cuates, por cuyo le¬ cho prosiguió avanzando hasta detenerse des¬ pués de los años en las cercanías de la ranche¬ ría de Uzeta, perteneciente a la hacienda de íetitlan. Los habitantes de las cercanías describen con el mayor pavor aquellos fenómenos, aterrado¬ res á la vez que sublimes, y aunque se han fa¬ miliarizado ya coa el peligro, no abandonan el temor de que el fin de esta erupción sea un cataclismo terrible, para cuyo desenlace no hay ningunos dalo3 probables, y sí, por el contrario, debemos esperar que los efectos sean de menor entidad, d medida que pase el tiempo, porque las manifestaciones van decreciendo sucesiva y regularmente desde el año de 1872 hasta esta fecha. El 19 de Marzo próximo pasado llegamos al pie del Ceboruco y acampamos en el rancho de Uzeta que se halla en las faldas occidentales del volcan. Al dia siguiente hicimos un reconoei- mieto con el fin de buscar un camino de más fᬠcil acceso para llegar hasta el cráter. En estas investigaciones ascendimos hasta la mitad de la cumbre de los Encinos, y no queriendo perder / — 201 — <*....b.¡o «« r zazzl “° s “ rou d estrozados desde sus raíces, y algún tienen sus ramos encorvados y uu.dos co ri tratasen do manifestar su desesperación y su dolor. Las plantas herbáceas muneron^am- algunas 0 d^raices'más' superficiales que no pene- -—204 — El nuevo cráter está abierto al nivel de la cumbre de los Encinos, cuya altura determina¬ mos con nuestros barómetros, y resultó ser do 2,054 metros sobre el mar; la cumbre de la Co¬ ronilla, que forma el respaldo oriental del crᬠter actual y es el punto más elevado del Cebo- ruco, tiene 110 metros sobre el pico de los En¬ cinos, y por tanto, la altura de ese volcan so¬ bre el Océano es de 2,164 ’métros, y de 1,391 sobre el rancho de Uzeta, situado en la base del Ceboruco y sobre el camino de Tepic. Con es¬ te dato puede comprenderse la importancia de los trabajos litogéuicos de aquel coloso que ha formado sobre la superficie del valle de Uzeta y Akuacatlan una acumulación de rocas de más de mil métros de altura. De la nueva boca aparecen con intermitencias de diez minutos, grandes y espesos cúmulos de vapor acuoso y de cenizas blancas y negt as que, elevándose gradualmente, forman las figuras más elegantes y caprichosas que pueden imaginarse. Estos penachos vaporosos, después de elevarse á una grande altura sobre el volcan, son arre¬ batados por el viento y los va reclinando poco á poco hasta convertirlos en nubes estratiformes que se extienden sobre el valle de Jala, donde —205 - depositan sus finísimas cenizas. En este cráter que está al pié de la Coronilla, tiene su origen la corriente de lava que comenzó a salir en fe braro de 1870; en su nacimiento forma una cas- cada que se dirige al S. y cambiando brusca¬ mente de rumbo sigue háeia el Poniente, basta detenerse á corta distancia del caperio de Pzeta. Al principio de su salida, avanzaba esta lava sobre el lecho del arroyo de los Cuates, con una velosidad de 4 á 5 métros diarios: al ün « detuvo ensanchándose notablemente en su es tremo occidental. En la actualidad Coima uo ceja montañosa de 7,500 metros de longitud, sien¬ do su mayor anchura de 1,000 en el extremo citado, y teniendo una altura media de 500 me tros. De las medidas trigonométricas que prac¬ ticamos y tomando en cueuta las estrangu la¬ ciones y demas accidentes de esta nueva cor i llera, creemos que su volámen es prósimamen- te de dos mil millones de metros cúbicos. Das la¬ vas actuales no forman corrientes extendidas co¬ mo las que se ven en el cáramo defiepic, y per tenecen a la cuarta época de erupción, sino gran¬ des acumulaciones de masas destrozadas mez¬ cladas con cenizas, y presentando el mismo as¬ pecto que la cordillera del Desfiladero, que cor¬ responde á la tercera erupción. En el nuevo — 202 — traban hasta la profundidad en que fue más in¬ tenso el calor. Las gramíneas que tapizaban las cañadas y cubrían las pendientes más sua¬ ves, desaparecieron por completo lo mismo que sos granos, pues en la actualidad no so encuen¬ tra ninguna planta que las represente en aque¬ llas montañas que sufrieron la acción del fuego con mayor intensidad. Desde esa época terri¬ ble huyeron los insectos y las aves; los cuadrú¬ pedos perecieron, y en la actualidad no se oyen otros ruidos que las detonaciones del volcan y los estrépitos pavorosos que producen lus rocas candentes al desprenderse de las mezefcas y cor¬ nisas de la nueva cordillera, formada por la erupción actual. Aquel es el cuadro más per¬ fecto de la desolación y de la nuerte; es un bos¬ quejo de los cataclismos que en tiempos anterio¬ res terminaban !ag edades del mundo para dar origen á una nueva era, en que la superficie de la tierra cambiaba de aspecto, y en que una nueva generación de animales y de plantas se sustituía á las que dejaban de existir. El ejem¬ plo en pequeño, que vemos ahora en las monta¬ ñas del Ceboruco, presenta también el interés de demostrar cómo han podido aparecer en las launas y en las floras de determinadas edades, algunos tipos pertenecientes^ á otras distintas l —203 — y que debían haber desaparecido con sus con temporáneos. En la actualidad se ven a a o de los troncos abatidos y secos de los abies y de las encinas, algunas mimosas qu * pudieron re¬ sistir al cataclismo antes citado, y en sus ramos tostados y ennegrecidos por el calor, comienzan á aparecer sus verdes y multiplicadas hojas bi- compuestas. Asociadas á estos representantes de la flora extinguida en aquel lugar, se obser¬ van algunas plantas nuevas, principalmente de aquellas cuyos granos pelosos 6 ligeros, son tras¬ portados fácilmente por los vieatosy deposita¬ dos en las vertientes de las montañas. Después de contemplar este cuadro desolador llegamos á la cumbre de los Encinos, desde,cu- V a cima dominante pudimos observar los cráte¬ res antiguo y moderno y el origen de la nueva * cordillera <$ ramal de montañas, que cou su tra¬ bajo regular é incesante, se ocupan, en for¬ mar actualmente aquel volcan. El cráter anti¬ guo es una excavación que tendrá 200 metros e profundidad, respecto de la cumbre de los En¬ cinos, é iguales dimensiones en su longitud y anchura. Hacia el Oriente está limitado por un dique de paredes verticales que lo separa del cráter moderno y está bañado en un corto espa¬ cio por la corriente actual. fanaal, que vemos formarse actualmente, se en¬ cuentran ya los accidentes que afectan las mon¬ tañas antiguas, como son crestones, mezetas, ca¬ ñadas, etc., y en su formación nos ofrece tres mecanismos diferentes que nos dan una idea muy exacta acerca de la generación de Jas mon¬ tañas. Al principio hubo escurrimiento de la¬ vas y empuje poderoso de las masas de rocas que salían por el cráter, y probablemente por algunas grietas que se formaron en el arro¬ yo de los Cuates, pues algunos observadores asegaran haber visto al principio de la erupción hasta cuatro humaredas del mismo espesor y aspecto que la del cráter principal. Después de la salida y avance de estas rocas por el cau¬ ce de aquel arroyo, se verificaron algunos levan¬ tamientos de terreno que detuvieroa á la cor¬ riente y la hicieron bifurcarse, formando dos ramales que se separaron un poco y al fin se reunieron al ensancharse hácía el Poniente. Al efectuarse los levantamientos, se notaban, primero: algunas desigualdades ligeras en el ter¬ reno, aumentaban estas progresivamente, hasta que la lava las empujaba hácia un lado <5 las elevaba á una altura considerable, llevándolas con tal suavidad, que los árboles que sostenían - 207 - . conservaban por mucho tiempo su posición ver¬ tical. A estos dos trabajos geológicos del derrumbe de la lava v el del levantamiento* se anade otro «/ también muy notable y que sirve tanto para a- yudar al avance de la masa general en su ca¬ mino, como para modelar ó arreglar la figura de las montañas. Consiste ese trabajo en la expoliación ó división d e las masas que se se¬ paran en grandes hojas y fragmentos esquinados á medida qne se enfrian al contacto del aire. Ea los dias que estuvimo s en el Oeboruco, tu¬ vimos ocasión de obs ervar todos esos trabajos, que aunque no se verifican con la gran intensidad que tenían en los dos anos primeros de la erup- cíod, siguen manifestándose ahora con una regu¬ laridad sorprendente. Mientras en el cráter principal aparecen las emisiones periódicas de vapores y cenizas, la corriente de lavas, que forma la cascada de que hice mención, descien¬ de lentamente manifestando un estado pastoso muy notable; y en la nueva cordillera continúan los trabajos del levantamiento y la división de las masas. El primero se hace más sensible hacia el punto donde se bifurca la corriente, y en una meceta que se halla eu un lugar inme¬ diato á aquel, y en el que se están lomando actualmente dos pequeños ramales 6 estribos la¬ terales. El dia 22 de Marzo presenciamos por muchas horas ese interesante fenómeno: al prin¬ cipio se escuchaba una fuerte detonación; era seguida por el derrumbamiento de varias rocas, que siguiendo las pendientes más escarpadas de aquellas montañas, arrastraban otras masas que hallaban á su paso, y se formaba una avalanche que descendía rápidamente causando un ruido aterrador. Los fragmentos que caían estaban aún incandescentes, y cuando tocaban el tronco de algún pino lo incendiaban rápidamente. Este efecto es más vistoso durante la noche, pues á la detonación precursora del derrumbamiento se seguía la aparición de un punto luminoso que iba aumentando de intensidad y de tamaño, has¬ ta que al fin se desprendía de aquel lugar una masa enrojecida que al rodar por las pendientes de la montaña, dejaba un surco luminoso simu¬ lando una corriente de fuego. Parece que el levantamiento se ha hecho más sensibio desde el año de 1872 hasta la actuali¬ dad, pues algunos habitantes de Uzeta y Teti- tlan se manifiestan sorprendidos por el aumento de altura que han notado últimamente hácia la bifurcación de la nueva cordillera. Es de creer¬ se que ésta esté sufriendo una inyección por al- 209 — gima de las grietas que se han formado en el arroyo de los Coates, cuya existencia esta tam¬ bién demostrada por varias resquebrajaduras que notamos sobre el terreno, las que son pa¬ ralelas entre sí y á la dirección general de las nuevas montañas. El fraccionamiento dejas ro¬ cas se verifica más generalmente en las vertien¬ tes dirigidas hácia el Norte, y parecen más fre¬ cuentes en las primeras horas de la mañana. Estos trabajos continúan con regularidad y no es posible prever sus efectos finales ni el tiem po de su duración. El estudio litológieo del Ceboruco es de mu- cho interés para el mineralogista, pues en sus montañas encontrará uaa gran variedad de ro¬ cas basálticas que, aunque presentan algunas analogías, pueden distinguirse, sin embargo, las que corresponden á cada época de erupción. El tipo de rocas es un basalto compacto de co¬ lor negro agrisado; su textura es desigual que pasa á astillosa; lustre mate ó poco resmosu; dureza de 6, peso de 2 á 3. Contiene granos de olivino verde y cristales de feldespato blanco agrisado. Aunque no dispongo actualmente de todos los medios necesarios para hacer el estu * dio físico y químico de esta roca, le encuentro ciertas particularidades que me hacen apreciar- —210 la como un tipo que debe distinguirse con un nombro especial. Si mis estudios posteriores confirman estas apreciaciones, distinguiré siem¬ pre en mis citas á aquella roca con el nombre de Céboruquita, pues aunque soy enemigo de la multiplicidad de los nombres litoldgicoi, veo que tenemos en nuestro país ciertos tipos de rocas que no pueden definirse claramente con los nombres generales ds pórfido, basalto, etc. En las variedades de aroca á que me refiero hay algunas muy compactas de lustre resinoso y otras bastante hojosas que forman verdaderas escorias. En las lavas de la erupción actual se observan algunas de color negro agrisado d ro¬ jizo; tienen el lustre resinoso de la piedra pez y están salpicadas de cristales y granos vitrios, que probablemente serán de naturaleza feldes- pática; á mi llegada á México haré determina¬ damente el estudio de los elementos que consti¬ tuyen la roca citada y sus diversas variedades. Comprendiendo el interés que presenta el estudio del Ceboruco, nos esforzamos actual¬ mente en escribir para presentar al Supremo Gfobierno una relación detallada de nuestras observaciones, y aunque no tuvimos la f >rtuna de ver el volcan en los dias de su mayor activi¬ dad, esperamos que nuestro sabio maestro el - 211 — Sr D Antonio del Castillo, dará á conocer las observaciones que hizo en el año de 1870 cuan- do comenzó el volcan su actual erupción. Mu¬ cho estimamos que una persona tan ilustrada en la geología haya presenciado los fenómenos mas importantes que se presentaron al comenzar el Ceboruco sus nuevas manifestaciones de ac -i vidad. • Mucho se ha discutido sobre la influencia qae pueda tener ese volcan en los fenómenos seis- mológicos que se están sintiendo en Jalisco. A. reserva de manifestarle en otra vez mis opmione en este respecto, creo que no debemos conside¬ rar al Ceboruco como la causa de los ^tembló res que ahora se experimentan en Guadalaja- ra, sino como una consecuencia del gran tra ajo geológico que se verifica en las galenas subter¬ ráneas que existen sin duda en nuestro territo¬ rio y sobre las que se encuentran las poblacio¬ nes conmovidas y las bocas de erupción. Muy pronto tendré el gusto de verlo, y entre¬ tanto reciba mis afectuosos recuerdos. Soy su afectísimo amigo Q. B. S. M. - María - no Barcena” ti:l ** w » *: 1 ¿ ,)¿ l ' ■Oríj i t,:, j! ■ f ' í • '.V,'¡ü 7 i'. •í 1 7 j íiíifi i íUí# 0 »-i , iMlp,?i4üí^‘oíj:n' •fft'Xjf lili V1 m fítip *Íi)liíM*ÍU¡ f.\ ¿'Hfoü.jotjjr-Jüiít £d Oi c^jfv -fiií >8 8 tí>m í»ui 3 f>'í eoi na ; • ■h i r ¿y .*1 sí' 3 & ' ' "■'-ÍC: iq ■ • , jJ'f;, 1 •; -‘ííT 7U 9 ; ¡ V< ¿»;í; j •bImsooo fe'*oiocí*!Í/ o)f rj;p a*> ; "' • ! - : i; •> ? 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Se me ha informado que comisiones de per- sonas científicas nombradas por el Gobierno ge¬ neral y el del Estado, se ocupan de examinar¬ las cosas tal vez para explicar los fenómenos o para tranquilizar los espiritas; pero liasta hoy no be visto nada de lo que las comisiones hayan di- cho ó explicado. Sin pretensiones de ninguna clase, y solo por complacer á varios amigos, voy a emitir mi opinión sobre los terremotos actuales que son del mismo género que otros que ya se han expe- - 21G - rimentado en Guadalajara en diversas ocasio¬ nes. Los terremotos son consecuencias naturales de la constitución y estado de nuestro globo; de manera que deberán sentirse en lo sucesivo co¬ mo se han sentido desde tiempos remotos. La causa, según lo que enseña la geología, es muy natural y fácil de entenderse, sabiendo algo del estado y constitución de nuestro globo, que, se¬ gún todos los caractores que presenta, puede de¬ cirse que en su interior se encuentra en estado de fusión y que las materias fundidas y los ga¬ ses que contiene se bailan en continuo movi¬ miento. «Los fenómenos volcánicos, dice Cor- dier, son un efecto simple y natural del enfria¬ miento interior del globo, un efecto puramente termomótrico, etc.» Efectivamente, el enfriamiento de la corteza del globo hace que éste sufra una contracción, por cuya causa las materias fundidas y los gases comprimidos tienden ü escaparse. Este escape se hace generalmente por los conductos existen¬ tes, que sen ciertos canales más ó menos exten¬ sos, por donde corren las materias. Si estos canales se hallan expeditos, las conmociones de¬ ben ser naturalmente menos sensibles que en el caso en que se hallen obstruidos completamente, / —217 - ó oxtraugulados, por decirlo así; pue 8 en tal ca. so deben producir las corrientes de materias y gases, no solo choques terribles, sino reventazo¬ nes quo harón estremecer grandes espacios de terreno. Detesta manera se explican las erup¬ ciones pacíficas, digámoslo así, 6 comunes, y las catástrofes que nombramos reventazones de un volcan ó apertura de nuevos cráteres. Supuestas en buen estado ó expeditas las co municaciones, ó mejor dicho, los canales por don¬ de corren las materias fundidas y los gases, las conmociones de algunas localidades deberán ex¬ tinguirse/cesar <5 moderarse luego que los vol¬ canes en' 1 actividad hagan la erupción de las ma¬ terias en movimiento; pero si esos canales so hallaren obstruidos del todo <5 en parte, es in¬ cuestionable que los resultados serán terribles especialmente si la salida se hace por g” e 88 aberturas próximas á las poblaciones. s o es lo que ha sucedido á la desgraciada población de S. Cristóbal antes de verificarse la apertura de la extensa grieta del cerro de Sta. ruz, si¬ tuado en la margen izquierda del no de Cuitzeo, ó de Santiago, y al S. O. de aquel pueblo. Probablemente las conmociones que ha suiu- do esta,capital .han sido consecuencias de las cor¬ rientes de gases que fueron á estallar al cerro \ —218— de Sta. Cruz , las que pueden haber causado las columnas de humo que aseguran haber visto al¬ gunos caminantes eu los volcanes del Colli y del Popoca, situados al Occidente de Guadala- jara. ! ambien pueden haber tenido origen los mo- \ imientos sentidos en esta ciudad en las corrien¬ tes que, viniendo del foco central de la isla de Uuadalupe (en las Antillas), pasan por los vol¬ canes de Puebla y del Jorullo, para irse á reu¬ nir en el Ceboruco que en dias pasados arrojaba columnas de gases y cenizas. Tal vez esas nuevas corrientes convertidas en una sola, si¬ guen su curso al Occidente y pueden haber cau¬ sado las conmociones que so han sentido, según dicen, en las islas Marías, terminando con la a- pertura de un cráter d respiradero en una de ellas. Muchos creen que el temblor del dia 11 de Febrero vino del Oriente (probablemente de la isla de Guadalupe), y que el del dia 9 de Marzo lia venido del foco central de la isla de Célebes, tocando primeramente en los volcanes de Gua¬ temala, siguiendo la cordillera y pasando por las sierras de Tapalpa y del Perote. Guadalajara, según entendemos, se halla den- t ro del ángulo q U9 forman las corrientes del Jo- —219- rullo y del Popoeatepetl, que van á tener su convergencia en el Ceboruco; y no seria remoto que otra corriente, separándose de la del Popo- catepetl, á la derecha, siga la sierra Madre y uno de su ramales tome la dirección del Cebo- ruco. Este volcan, en nuestro concepto, es tan te¬ mible como el de Colima; y aunque el Colii y el Popoca no han hecho erupción de que se guarde la fecha, el extenso valle de Atemaxac debe sus peperinas y pómez á estos dos cerros; así como las obsidianas y basaltos de Sta. Cruz, de Ama- titan y de Tequila, han debido su origen á los volcanes extinguidos del cerro de Tequila, o- masillo y otros que están inmediatos. Por la apertura de la gran grieta del cerro de Sta. Cruz, por las eyecciones gaseosas de Colli, del Popoca y del Ceboruco, puede creerse con probabilidad que está concluyendo la época presente de los temblores; y si es cierto que se ha abierto una grieta ó cráter en una de las is¬ las Marías, es probable que cesen las calamida¬ des que se han sentido desde Febrero á esta fecha. Creo, por tanto, que debeu ir calmando los espíritus de los habitantes de esta hermosa ca- —220 pital, y que con más tranquilidad se dediquen i reparar las aveiías que han sufrido sus pro¬ piedades, pidiendo al Ser Supremo aleje de aquí para siempre ese terrible azote de los terremo¬ tos, que ha causado tantas víctimas en el mundo. Sírvase vd. aceptar, si lo creyere útil, las anteriores líneas, y hacer de ellas lo que fuere de su agrado. De vd. S. S. —Longinos B anda. Guadalajara, Marzo, 21 de 1875. SEISMOLOGIA. LOS TERREMOTOS DE JALISCO. " A mi maoBtro D. Antonio _del Castillo. Un trabajo geológico muy importante se veri¬ fica sin dada en nuestro territorio, y que se ma¬ nifiesta desde el año de 1870 hasta la actuali¬ dad, por la erupción de dos volcanes en el As¬ tado de Jalisco, y por los terremotos y ruidos subterráneos que se han sentido enjel mismo Es¬ tado y en otras.localidades de la República. Con el fin de relacionar los hechos para dedu¬ cir de ellos algunas consecuencias probables, voy á hacer una ligera reseña de los principales fe¬ nómenos ocurridos en la época que acabo de mencionar. Sabido es que desde hace cinco ano3 abrie¬ ron sus bocas el Ceburuco y el Colima, para arrojar una inmensa cantidad de rocas, cenizas y vapores acuosos, al grado de que las materias sólidas vomitadas por el primero de aquellos volcanes, se extienden en una longitud de 7,800 metros, teniendo nna anchura media de 200, y una altara de 500, constituyendo, en consecuen¬ cia, un ramal montañoso de considerables di- mensiones. - 222 - La acción volcánica, que fué muy activa por el espacio de dos á tres años, ha continuado pos¬ teriormente en el Ceboruco, aunque con menos intensidad que al principio, y en el'Colima ha] su¬ frido pocas interrupciones, manifestándose con más ó menos actividad, sin dejar sin embargo de presentar constantemente alguno de los ca¬ racteres propios de los trabajos volcánicos. Aquellas erupciones se anunciaron con al- guuos sacudimientos terrestres de poca impor¬ tancia, pero más tarde comenzaron estos á ma¬ nifestarse con mayor intensidad, conmoviendo á diversas localidades, sin que sus efectos fue¬ ran dignos de llamar la atención; y se creyó, por tanto, que serian fenómenos comunes y ac¬ cidentales como los que se han observado casi siempre en nuestro país. Tal suposición ha desaparecido desde que hemos visto que los ter¬ remotos experimentados de tres años á la fe¬ cha, han venido acompañados de otro3 fenóme¬ nos alarmantes, y sobre todo, por su localiza¬ ción, durante un tiempo más ó menos largo, en varias poblaciones de la República. Hacia el mes de Setiembre de 1872, se notó la persistencia de los fenómenos seismológicos en las cercanías de los volcanes de Agua Fría y — 223— Jaripeo, en el Estado da Guanajuato; y la socie¬ dad mexicana de Geografía y Estadística man- dó en comisión para que estudiaran aqne os e nómenos, á los señores ingenieros D. Santiago Ramírez y D. Vicente Reyes. Por estos obser- , : mna rmo li región conmovida era vadores supirao3 que Ja rt D iuu eminentemente volcánica, y en su informe vimos citados cráteres apagados y una multitud de fu- marolas y sulfataras que se hallan eu aquellas localidades, y muchas de ellas formadas por efec- to de los terremotos que se sintieron por e p cío de cincuenta dias, en cuyo tiempo contaron 200 sacudimientos notables los habitantes de las rancherías inmediatas á los volcanes. Los cri¬ es y demás respiraderos se hallan abiertos so- bre las rocas Raquíticas que sirvieron de agen- tes de levantamiento délas rocas sedimenta as que forman muchas do las montañas de aquellas cordilleras. Varios de los terremotos expe- mentados en el lngar á que me refiero fneron precedidos y acompañados de ruidos subtei- neos más 6 menos intensos. . Después de aquellas primeras manifestaciones volcánicas se lian sentido otras, principalmente al fin del afio pasado, en que fné conmovida por iguales fenómenos una gran zona del territorio di nuestra República. 50 —224 — Después de algunos terremotos ligeros, vino a accon seismoldgica para Ojarse en el pueblo de XoA.tepee, del Estado de Morolos, y la mis- «a sociedad de Geografía nos mandó aXSt. Ra- ■ para ‘l uo estudiáramos aquella lo- ^ahdad y los fenómenos que allí se inanifesta- Por las observaciones que practicamos, y au- xdiados con los datos que se hallan en el archivo del Ayuntamiento de Xochitepec, informamos á a sociedad que la población se hallaba ediflca- da sobre una formación do toba caliza taladrada cioneYde 7vc!Z dYJnT* ^ , ‘” 0r sas dimensiones; que no se en- a ría ningunos signos que indicaran alguna erupcron volcánica reciente, pues las masas ba¬ sálticas que están en las cercanías de aquel pue- o corresponden al periodo terciario y que los enomenos seismoldgicos experimentados allí, habían comenzado el 7 de Octubre del afío pa¬ sa o y concluido el 11 del mismo mes. El pri¬ mer sacudimiento se sintió' á las tres de la ma- íana del u*a citado, y fué precedido de un ruido faerte y prolongado; en los dias 8, 9, 10 y 11 se sintieron iguales fenómenos, y se notó que un manantial de agua sulfurosa que existia en una as calles de la población había aumentado -225- no labio mente sus aguas y aun presentaba una nueva boca inmediata a la vertiente principal. Los sacudimientos cesaron por completo sin de¬ jar al exterior ningún signo que hiciera prever una erupción volcánica. Durante estos fenóme¬ nos se notaron varios terremotos que se exten¬ dieron en una superficie muy dilatada. Uniendo sobre un mapa las localidades con¬ movidas se obtuvieron una serie de líneas que partiendo del golfo de México, iban á converger próximamente en el lugar en que se hallan los volcanes de Agua Fria y Jaripeo de que acabo de hacer mención. Al abandonar la acción volcánica aquel lugar en que se había fijado, fue á sistemarse á la ciu¬ dad de Gaanajuato, donde se manifestó por va¬ rios dias con intensos y frecuentes ruidos subter- áneos. So escucharon éstos con más claridad desde el dia 12 al 30 de Noviembre, y al prin¬ cipio fueron tan repetidos que algunos observa¬ dores aseguran haber percibido 114 en veinti¬ cuatro horas. El conocí aliento de estos fenómenos y su mo¬ do de presentarse hicieron presumir la existen¬ cia de una acción volcánica intensa y sostenida; pero esperábamos que los cráteres abiertos y en actividad que se hallan en Jalisco, fuesen bas- taates para desahogar las galerías subterráneas en que creemos que existe el origen de tales fe¬ nómenos. Sin embargo, no sucedió así, y aque¬ llas manifestaciones se han fijado de una manera tenaz y ya al armante en el Estado de Jalisco. A las ocho y media de la noche del 11 de Fe¬ brero de este año, se sintió un fuerte terremoto en el pueblo de S. Cristóbal, situado á quince leguas N. O. de Guadalajara; en el momento de efectuarse el movimiento se percibió un ruido subterráneo bastante sensible, que se escuchó también en Guadalajara, donde se sintió el sacu¬ dimiento con bastante intensidad. Los efectos de este terremoto, que fué el anuncio de otros mu¬ chos que so han sentido después, fueron deplo¬ rables; todo el caserío de S. Cristóbal cayó ai suelo de un solo golpe, y 26 de sus habitantes murieron bajo los escombros.; del os demas que se salvaron quedaron algunos heridos y todos re¬ ducidos á la miseria, perdiendo sus hogares y todos sus bienes. Ea el mismo momento de es¬ ta catástrofe se averió la mayor parte de las ca¬ sas de Guadalajara, aunque ninguna cayó por completo como se había asegurado al principio- El terremoto del dia 11 se sintió también en Ahuacatlan, Santa Ana, Zapotlanejo y otros lu¬ gares de Jalisco, extendiéndose también por el —227— N., principalmente en el Estado de Zacatecas. Como dije antes, este fenómeno geológico no u más que el anuncio de otros muchos, que aunque felizmente no se han presentado con la intensi¬ dad que aquel, siguen manifestándose con tena- cidad, demostrando la existencia de una causa local, cuyos efectos uo pueden preverse de una manera seguraporlos caracteres reveladas hasta hoy. El terreno en que estaba la población de S. Cristóbal siguió conmoviéndose en ios días siguientes á aquel en que aconteció el primer sacudimiento, y las conmociones se han sentido casi constantemente en Guadalajara y algunas de ellas se han extendido en varias direcciones y en un espacio muy extenso en nuestro terri¬ torio. Las fechas en que esos fenómenos han sido más sensibles fueron 11, 16 ,18, 23, 24 y 2/ de Febrero; 2, 3, 4, 5, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 16, - y 28 de Marzo; 5, 15, 19, 21 y 23 de Abril pro- ximo pasado. Todos estos sacudimientos se ban sentido en S. Cristóbal y la mayor parte de ellos en G.ua- da’lajara; los que se lian distribuido en «na ex ¬ tensión mayor fuera de los de 1S de ternero y 9 de Marzo, y más especialmente este último que se manifestó simultáneamente en varios puertos 228 — del Golfo y del Pacííico, así como en la capital de la República, en numerosas localidades del in¬ terior y aun en los Estados que están al Norte ó inmediatos á la frontera. Ea S. Cristóbal fué tan tenaz la persistencia de los fenómenos en un principio, que el ingeniero D. Juan Ignacio Ma¬ tute que fué expresamente á observarlos, perci¬ bió 26 sacudimientos terrestres en 22 horas el dia 18 de Febrero. Esta tenacidad se notó también por algunos dias en Guadalajara, y en consecuencia de la repetición más bien que por la intensidad de los movimientos, continuaron averiándose los edificios aunque sin arruinarse por completo. Muchos propietarios sostuvieron sus casas con algunos puntales de madera y actualmente se vea todavía estos, eu casi todas las calles de la ciudad. Al fin del mes de Marzo que estuve en Gua- nalajara se sentían apenas los movimientos, y esta circunstancia me hacia concebir la esperan¬ za de que pronto se extinguirían por completo; pero el 15 del mismo mes que fui á S. Cristóbal, en compañía del Sr. ingeniero D. Miguel Igle¬ sias, para estudiar aquella localidad, sentí un fuerte sacudimiento acompañado de ruidos sub¬ terráneos idénticos á los que escuché hace pocos dias en las cercanías del Ceboruco, y que era —229 — producido por los derrumbamientos de las rocas incandescentes de la nueva cordillera que lia formado aquel volcan con los productos de la erupción actual. Este fenómeno y los efectos producidos por los anteriores, que se perciben sobre el terreno, me resolvieron definitivamente á creer que eu aquel lugar existia una acción lo¬ cal que hacia temer la continuidad de los ter¬ remotos, como sucedió después de aquella fe¬ cha. , , El caserío de S. Cristóbal estaba situado en una esplanada pequeña formada con los detri¬ tus arenosos del rio Grande o de Tololotlan que limita al S, dicho terreno; ai E. le sirve de lími¬ te el rio de Juchipila y al O. el de Cuistla; así es que aquel está comprendido entre tres rios que corren por la base de los cerros elevados y cortados á pico que forman la hondonada cono, cida con el nombre de Barranca de S. Cristóbal Todos aquellos cerros están formados de bancos alternativos de traquita rojiza y de una roca amigdaloide de color verde que contiene nume¬ rosas concreciones y cristales de analcima y na» trolita. No se nota ningún cráter ni cono vol¬ cánico en aquella localidad y todas sus monta¬ ñas corresponden al periodo terciario. Durante el sacudimiento experimentado el 11 — 230— de Febrero se formaron algunas resquebrajadu¬ ras en el terreno, de las cuales se conservan dos que examiné el 15 de Abril. Una de ellas par¬ to de la playa del rio Grande y dirigiéndose al N. E. pasa por un cerro aislado que se distin¬ gue con el nombre de ChiquihuitiÜo ; en la cum^ bre de este cerro se dividid la grieta causando algunos derrumbamientos laterales y el hundi¬ miento de una parte del terreno. AI Poniente del caserío hay otra resquebrajadura casi para¬ lela á la anterior en una cierta extensión, y se inclina después hasta reunirse probablemente | I f.( \ | con aquella. Examinadas las direcciones seguidas por los principales terremotos acaecidos desde lebrero á esta fecha, vemos que están comprendidas en una superficie de figura casi elíptica y que el máximum de efecto parece más sensible en las cercanías de uno de I 03 focos de esa elipse don¬ de podemos considerar colocados á S. Cristóbal y Guadalajara. El terremoto del día 0 de Marzo, asi como algunos otros de los que hemos sentido en este año y varios de los anteriores, se han extendido en una gran superficie haciéndose más sensibles en una zona comprendida entre los grados 18 y 21 de latitud N. y siguiendo casi siempre una 231 — dirección N. O.-S. E., pero ramificándose mu¬ chas veces inicia el N„ como ha sucedido más especialmente en este año. De todos esos hechos se deduce, pues, la exis. tencia de una acción general que se manifiesta con pocas interrupciones desde el año de 1870, conmoviendo grandes extensiones de terreno ó localizando sus efectos durante un tiempo varia¬ ble en determinados lugares. Si en el estado actual de nuestros conocimien¬ tos no eÉ posible evitar la producción de los ter¬ remotos, no por eso debemos dejar de observar¬ los aun en sus más insignificantes detalles, por¬ que del conocimiento de estos podremos fijar la explicación definitiva de las causas que los pro¬ ducen, y conocidas que seaü, podrá el hombre con el tiempo, deducir algunas reglas para pre¬ vedla producción de esos fenómenos y librarse de sus efectos. Haciendo una aplicación inmediata de las ob¬ servaciones que acabo de citar, procuraré apo yar algunas de las teorías establecidas para ex¬ plicar las causas que originan los terremotos, su localizacioD, etc., así como la causa que ocasio na actualmente su persistencia en S. Cristd a y Guadalajara. En un artículo que sobre este asunto publique, IES -Dffí OEoknbDÜifliri .S-.Q .K nobos’ií& en el periódico oficial del Estado de Jalisco, ma¬ nifesté mi adhesión á la teoría del barón de Hum- boldt que admite la existencia de grandes gale¬ rías subterráneas dirigidas de E. á O. en nues¬ tro territorio, y otra teoría que supone la prin¬ cipal influencia, para la verificación de los fenó¬ menos volcánicos, ;í la acción de los vapores que se forman por las aguas del mar que, filtrando* se ii través de las rocas, llegan á ponerse en con¬ tacto con las masas incandescentes del interior de nuestro planeta: el vapor que resulta en es¬ te caso, circula en las galerías subterráneas pro¬ duciendo presiones y movimientos, obrando sobre las masas de lava las hace circular por tales conductos interiores, hasta obligarlas a- brirse paso rompiendo la costra sólida de la tierra^ ::o£i-?£i6üel bobo oh noioonbo'jq si También ha vuelto á discutirse últimamente la teoría antes expuesta, acerca do la influen¬ cia que pueden tener los cuerpos celestes en la producción de los terremotos por la atracción que ejercen sobre la masa líquida de la tierra; más tarde discutiré mis datos, en ese sentido, para ver si se deducen de ellos algunos hechos en pró de aquella suposición. r ^ Cuando adopté las dos teorías mencionadas, cité en~su apoyo algunos hechos que había ob- —233— servado anteriormente, y 'os que se han pre si?litado más tarde robustecen aún mis opinio¬ nes v me estimnlan’á amplificar ruis concep os antes expuestos. dhinítnenm En los terremotos generales que se han ex¬ perimentado se encuentra casi siempre como li¬ nea de mayor intensidad la señalada por el ba¬ rón de Humboldt y situada hácra los 10 grados, latitud NV; pero debemos considerarla mas am¬ plificada formando una zona comprendida de los 18 á los 21 grados. Esa galería supuesta por el ilustre viajero, debe considerarse constituida por diversas bucearas de formas irrcgu ares p sentando infiamientos, estrangulaciones y otros accidentes como los que observamos en las gru¬ tas V cavernas que comunican al exterior. Ya be manifestado otras veces que la existen¬ cia de esas galerías, en una dirección aproxi¬ mada á la que calculó aquel sabio, pudiera de¬ mostrarse atendiendo á la configuración general de nuestro territorio, á la dirección cas, cons¬ tante N. O-S. E, de sus cadenas de montaña., así cómo á la mayor parte de sus vetas, grutas acantilados y demas accidentes que presentan las mismas. No creo aventurado suponer que desde el tiempo en que se formaron las monta¬ ñas traquíticas de esas cordilleras, que aren —234— grandes galerías dirigidas en el mismo sentido que los otros accidentes y comunicando con la masa fluida de la tierra. En los últimos sacudimientos que hubo en Jalisco no estaban completamente do acuerdo los observadores acerca de las direcciones se¬ guidas por las corrientes seísmicas, y casi esta- bau en igual numero los que sostenían que el movimiento se efectuaba de S. á N. como de E. a O. Eq este caso lo más probable es adop¬ tar una dirección intermedia N. O-S. E. como aseguran haberla observado con más constan¬ cia algunas personas ilustradas, que por su tran¬ quilidad en el momento del peligro, pueden ha¬ ber hecho sus observaciones con más precisión- Los seismógrafos han indicado también con mu¬ cha frecuencia aquella dirección. Por otras observaciones exteriores que son las más accesibles á nuestros sentidos, podemos explicar también la prolongación de los moví, mientos hacia el N. y S. de la zona indicada y fuera de los límites que Ies hemos asignado. En efecto, con mucha frecuencia encontramos una multitud de vetas, por lo común estériles, que extendiéndose en aquella dirección cortan y dis¬ locan á las que se hallan colocadas de N. O. á fe. E., y es de creerse, por tanto, que haya tam- —235— bien algtmaa galerías trasversales por las que se extiendan los movimientos al N. y S. como se ha observado últimamente. En cuanto á la influencia del vapor de agua sobre la producción de los terremotos, no me esforzaré en demostrarlo, porque atendiendo á los productos de las erupciones donde siempre desempeña aquel un papel tan importante, por la proximidad de los volcaues a la3 costas de los mares y por otras circunstancias análogas, se admite con mucha confianza aquella teoría que nuestros hechos locales demuestran también. Admitiendo como causa de las direcciones se¬ guidas por los movimientos, la que suponemos á las galerías interiores, nos falta explicar la diferencia de intensidad eu los efectos produci¬ dos por uu mismo terremoto en diferentes luga¬ res, su generalidad, loealizacfon y persistencia, como se h,a observado en S. Cristóbal y (xuada- lajara- Cuando los gases que circulan en las galenas terrestres sufren alguna compresión por los tor¬ rentes de lavas"que ocupan algunos de ¿os espa¬ cios en que estaban aquellos distribuidos, o por otra infinidad de causas, algunos de esos gases encontraran salida por las comunicaciones de las galerías y otros quedarán encerrados, pro- —236 - duciendo, por esta causa y por las diferentes fi¬ guras y dimensiones de las hoquedades que los contienen, presiones también diferentes, qae.¡de¬ ben variar á su vez con el espesor de las pare¬ des de los conductos y con el estado de cohesión V * v - :_s ,-4 de los elementos sólidos que las forman, y pro¬ ducir así efectos distintos sobre la superficie afectada por una misma conmoción, : . Siendo la causa del movimiento esas prisión nes dt los gase 3 y de las materias fluidas,, no puede creerse que una masa tenga que recorrer una o . Lancia inmensa en un espacio de tiempo infinitamente pequeño para producir movimien¬ tos simultáneos en localidades muy lejanas; po* ro esa simultaneidad de acción, por las cansas expresadas, puede explicarse considerando que la parte inferior y descubierta de una galería inmensa se halle en contacto con la materia fluí da de la tierra, y que empujada esta por la pri¬ sión del vapor acuoso, se precipita de lleno com¬ primiendo á la vez todas las materias gaseosas que ocupaban las galerías y que produciendo sus choques en una vasta extensión, conmueven en un mismo tiempo á las localidades separadas por enormes distancias. La invasión parcial de las lavas en uua galería producirá, en consecuen¬ cia, un efecto limitado, y muchas veces la aso- / -237— * 'i r * ^ JS j?ií»XÍ Obl>V 19800 ciacion de ambas cosas ocasionará á su vez efec¬ tos mixtos como se observa en muchos casos. En cuanto á los fenómenos que se presentan actualmente en S. Cristóbal, donde juzgo que es¬ tá el foco de los movimientos que se experimen¬ tan en varios lugares de Jalisco, creo que pueden explicarse por la existencia de una erupción sub¬ terránea que se verifica de una galería á otra lateral ó sobrepuesta á la primera. No juzgo necesario que toda erupción se haga al exterior, pues bien puede recibir sus productos una cavi¬ dad ocupada antes por materias gaseosas que desalojadas por las lavas seguirán la3 ramifica ciones de las galerías produciendo movimientos locales, como sucede en G-uadalajara. La persistencia de los fenómenos seismolqgi- eos de §,.Cristóbal; j -los ruidos que allí se ob- servan, comparables á los producidos poi os derrumbamientos de las masas de rocas, como su¬ cede en el Ceboruco, me inducen í adoptar a teoría que acabo de exponer, pues en cuestio¬ nes como la presente solo por comparaciones con los fenómenos conocidos, podemos juzgar os ie chos con más precisión. Llegados á estas conclusiones podría pregun¬ társenos: ¿la erupción subterránea que se supone enS. Cristóbal podría salir al exterioi? or o - 338 - obseivado hagta ahora, y si los fenómenos si¬ guen la ley de decrecimiento que presentan actualmente, es de suponerse que no, porque la • . y • costra terrestre ha resistido en aquel lugar los choques más intonsos del principio y si se hu¬ biera debilitado por los derrumbamientos inte- f n «¡ores, ó se hubiese llenado la cavidad que reci¬ be los productos de la erupción, las manifesta¬ ciones seísmicas serian más sensibles que como ahora se observan; pero si una nueva série de fe¬ nómenos viniera á presentarse sí seria temer un resultado fatal en aquellas localidades; pero aunque sobre este caso no se pueden fijar reglas seguras, es de esperarse que, como ha sucedido en muchos lugares, no se repitan los fenómenos ó si reaparecen, lo hagan con menos intensidad. México, Abril de 1874. Mariano Barcena. i i . í —239 - GOBIERNO SUPERIOR ■ DEL DEPMHIfl DE IBM Excelentísimo Sr.—Tenemos el honor de a- compañir í V. E. la memoria que contiene nuestro juicio sobre las cuestiones cuya resolu¬ ción nos pidió el Exorno, Sr. Galindo, digno an¬ tecesor de V. E. en el Gobierno, al tener la bon- dad de nombrarnos en comisión para que exa¬ minásemos el estado en que se hallan las monta¬ ñas conocidas con el nombre de Colli, que es el de una de ellas. Hemos tenido el sentimiento de que no sea posible se honre nuestra memoria con la ürma del Sr. Chavero, por haberse ido antes de que el dictamen se extendiese; mas podemos asegu¬ rar á Y. E. que su juicio está conforme con el de los que suscribimos. . Y. E. se servirá recibir nuestros trabajos, no por el poco valor que tienen en sí, sino por la voluntad con que los hemos emprendido, como una prueba del amor que nos merece la capital del departamento, á cuya cabeza, y conforme á cuyos votos V. E. se halla colocado, y las pro¬ testas de nuestro respeto, como un testimonio de nuestra estimación y consideración a que Y, E, es tan acreedor. 52 —2J0 — é.V .. Guadalajara, -Junio 3 do 1844.— Fr. Manuel de S. Juan Cris'ostomo.—Joaquín Martínez .— Lxcmo. Sr. D. Antonio Escobedo, Gobernador del departamento de Jalisco. Contestación. Con la atenta nota de vdes. fecha 3 del cor¬ riente rne3, que con posterioridad se puso en manos del Excmo. Sr. Gobernador, recibió la memoria que contiene el juicio de vdes. sobre las cuestiones cuya resolución Ies encargo el digno señor antecesor en el Gobierno de S. E. geneial D. Pánfilo Galindo, al nombrarlos en comisión para el examen del estado en que se hallen las montañas inmediatas á esta capital, conocidas con el nombre del Colli. S. E. ha leído con sumo agrado ía citada me¬ moria, y estimándola muy merecedora de que llegue á conocimiento del público, ha dispuesto se inserto en el periódico oficial, dando á vdes. las más expresivas gracias por sus interesantes trabajos. Todo io que me ordena el mismo Excmo. Sr. Gobernador ponga en conocimiento de vdes. en debida contestación, como tengo el honor de ha¬ cerlo, así como el que si no se les remitie¬ ron las noticias oficiales sobre los últimos tem¬ blores recogidas en esta secretaría, de las pre- í - - 241 — fecturas, fué porque ignoraba S. E. el objeto con que fueron pedidas, por no aparecer esta circunstancia en el expediente íelativo manda do formar por un acuerdo anterior al ingreso de S. E. en el Gobierno, y no haberse servido esa comisión recabarlos, ni insinuar en manera algu¬ na que los necesitase para el desempeño c su encargo. . ., Protesto á vdes. con este motiva mi conside¬ ración y mny distinguido aprecio. Dios y libertad. Guadalajara, Junio 22 de 1844.—/. Agapito Gutiérrez, secretario de Go¬ bierno.—A los señores comisionados 11. P. Er. Manuel de San Juan Crisdstomo y D. Joaquín Martínez. i 242— DICTAMEN que sobre el estado del volcan del Colli y los temblores que de 25 de Marzo á 27 de Mayo del presente año de 1844, se sintie¬ ron en la ciuaad de Q acídala jara, formo la co¬ misión nombrada pava el electo, por el Gobier no del departamento. Querer explicar los fenómenos de la natura¬ leza, cuando no hay datos suficientes, es un a temeridad: pero ir acopiando los hechos y noticias que pueden conducir á una explica¬ ción satisfactoria, es siempre laudable, y con este objeto salo á luz la presente memoria. (D. Pablo de la Llave). Al segundo 6 tercer temblor de los que he¬ mos sufrido, de 2o de Abril á 2 do Mayo, se alar* marón los ánimos de los vecinos de Guadalaja- ra, y comenzaron á temer no fuesen esos fenó¬ menos precursores de mayores desgracias. Las noticias que se recibían diariamente, hacían co. nocer que solo la ciudad era el campo de bata¬ lla de los agentes subterráneos, y la consecuen¬ cia de que en ella o muy cerca estaba el origen de los sacudimientos, era bastante natural. ¿Qué otro podía dárseles por el común de las gentes, que una revolución de Yulcano? Otro tanto pensó el pueblo de Escocia en los repetidos y fuertes movimientos que en Julio de 1842 expe¬ rimentó su país. Desde eutónces, pues, se fijó —243— la atención de nuestro pueblo en el Colli, sobre el que años hace, se circulan varios cuentos, cuentos, sí, pero trágicos para la población. Ningún rastro de iguales temores se encuen¬ tra en los tiempos pasados, y nosotros creemos que, la rehabilitación del Jorullo, ó algún mas estudio de la física en este siglo y ñues del pa¬ sado, han influido en el temor que se tiene del antiquísimo volcan. Con el objeto de calmar los espíritus y hacer conocer á todos el estado de esas montañas y la influencia que los agen¬ tes naturales, que consideramos como en ella encerrados, pudieran haber tenido en los tem¬ blores, el Excmo. Sr. Gobernador interino, ge¬ neral D. Panfilo Galindo, dispuso nombrar una comisión que hiciese un reconocimiento del Colli v le presentase su dictamen. S. E. se sirvió honrarnos con su compañía á la comisión. Los que suscribimos recibimos el favor de haber si¬ do nombrados para ella, en unión del Sr. D. Francisco Chavero. Luego que regresamos á la ciudad, dimos de ello parte oficial á S. E„ manifestándole al mismo tiempo, que á nuestro juicio, nada tenia que temer la población de por esas montañas, ofreciéndole que tan luego como los prefectos de los distritos del departamento contestaran si se habían sentido los temblores en -244— sii8 respectivas jurisdicciones ó no, pondríamos en conocimiento del Gobierno nuestra opinión, para que pesándola en su alta prudencia, toma¬ ra las providencias oportunas á tranquilizar los ánimos de nuestros conciudadanos, que estaban en su mayor parte, como Saúl cuando se le apa¬ reció la sombra de Samuel. No ha llegado á nuestras manos ni una sola de las contestaciones de los prefectos, y si el señor administrador de correos D. José Pérez de Acal, no nos hubiera hecho el favor de fran¬ quearnos datos con que suplir los oficiales, aun ignoraríamos si los temblores habían experimen- tádose solo en nuestra ciudad, ó si el departa¬ mento ó parte de él había tenido la misma ca¬ lamidad. Por las comunicaciones que hemos visto, creemos aquello, si bien por lo que he¬ mos oido, no dejaron de sentirse concusiones li- jerísimas, por algunas personas en otros puntos; un pasajero de Amacueca, asegura que allí se sintió uno de los temblores con mucha fuerza, mas nada dice de los otros. Aun reclamaríamos las contestaciones oficia¬ les, si no fuera porque ni debemos ni podemos di¬ latar más nuestro dictamen; no lo primero, por¬ que algunos se han imaginado que la dilación es estudiada, y que la prudencia ha puesto un can- dado á nuestros labios para no anunciar á un pueblo desdichado las desgracias que le amena¬ zan; no lo segundo, porque muy en breve que¬ dará la comisión imposibilitada de explicarse, pues ya nuestro digno compañero el recomen¬ dabilísimo coronel Chavero, se ausentó de la ciudad antes de poder firmar el dictamen, en cuyas ideas tenemos la satisfacción de que esté conforme con nosotros, y uno de los que queda¬ mos, está para salir de esta ciudad. No creemos fuera del caso el hacer memoria de dos visitas anteriores á la nuestra hechas ai Colli y Popoca, con el objeto de inspeccionar esas montañas en circunstancias como las que allá nos llevaron. En el año de 1806 se temió desde luego, el quo el Colli taviera algún arre¬ bato semejante al del volean de Colima, y como el espanto que la catástrofe de Zapot an causó, era muy grande, los ánimos estaban agitados fuerte y dolorosamente, creyendo que la ruina de Guadalajara sobrevendría de uno á otro mo¬ mento. El señor presidente de la N. Gf. D. Roque Abarca, creyó de su deber el iuspeccionar po* sí mismo, si en efecto Vulcano había converti¬ do las montañas de Guadalajara en otra Léña¬ nos, ó si bajo de ellas sus negros cíclopes ha- bian establecido su obrador, como lo tuviérofl. en el Etna. Su visita dió el feliz resultado de que se desengañasen los que habian concebido ideas falsas sobre el estado verdadero de las montanas, y se alentasen los medrosos para com¬ batir su temor. Cuando en 1818 se padeció la plaga de los temblores, que eran efecto del volcan de Coli¬ ma, lo que no se podía saber, sino después de algunos días, el Illrao. Sr. Cabañas, sin duda para serenar los ánimos conturbados con lo que pasaba, y aun más, con lo que teraian de muy cerca, mandó una comisión con el objeto de exa¬ minar el estado del Colli. El resultado de una y otra fue, el que les vecinos de Guadalajara se convenciesen de que no tenían por qué vivir so¬ bresaltados por lo que de allá pudiera sobreve¬ nirles. No sabemos si el Sr. Abarca escribió sus ob¬ servaciones, pues en el archivo del gobierno na¬ da se halla, ni sobre volcanes, ni sobre temblo¬ res; mas sí sabemos, que por una boca que es¬ taba bastante abierta en Popoca, tomó agua con una botella y la condujo á la ciudad, sin duda para analizarla. La comisión enviada por el Sr. Cabañas, extendió su dictámen, que no ha sido posible haber á las manos. Personas con- —247 — temporáneas y capaces de juzgar del escrito, nos aseguran que en él se explicaban los temb ores acaecidos por los principios generales de física, sin dar parte alguna al Colli, en los que habían azotado á esta población. Sin duda esta comi¬ sión observaría en esta montaña las infiltraciones de azufre, que de pocos años á esta parte han de¬ jado de verificarse en ella. ¿Qué hay, pues, de nuevo, en el Colli y en Popoca, respecto de lo que entonces había? Fm el primero, la falta do azufre cristalizado, y en el segundo, la boca capaz de recibir una botella no existe, pues en ambas montañas no hay sino respiraderos de una pulgada ó dos de diámetro, colocados como cañones de tubos de ahajo para arriba, con lo que no permiten la introducción de ningún cuerpo. Por los resultados, pues, po- demos asegurar, que en las tres veces que se ha examinado al Colli y á Popoca, nada ee lia ha¬ llado en ellos digno de inspirar temor fundado á los vecinos de Guadalajara, de que de esas montañas pandatür ovino malum . La comisión actual desearía tener las Irnos bastantes para desempeñar el honroso é impor¬ tante encargo que se le ha hecho! Muy distan tes estamos los que suscribimos, de creernos con ellas, y solo respondemos de la verdad de los / — 248 — hechos. La hemos bascado al establecer las doc¬ trinas de la ciencia, á que hemos debido consul¬ tar, y nuestros lectores verán que hemos huido de intrincarnos en el laberinto de aquella diver¬ sidad y contradicciones de los geólogos que sor¬ prenden al célebre Cuvier. Nuestro ánimo ha sido el participar ;í nuestros lectores de nuestra convicción, y esta es, que bajo cualquiera hipó¬ tesi, Guadalajara no tiene peligro alguno de rui¬ na que le pueda venir por las montañas del Co- lli y de Popoca. Lejos ha estado de nosotros deseo alguno, que no sea el bien de nuestros con¬ ciudadanos. Si alguno de ellos no está confor¬ me con el método en que hemos formulado nues¬ tras ideas, deles el que a su juicio deban tener, con tal que no nos niegue ni la verdad, ni los he¬ chos, ni la rectitud de nuestra intención. Noso¬ tros no queremos sino indulgencia y gratitud á la buena voluntad con que nos prestamos a tra¬ bajar, y la más dulce recompensa de nuestras fatigas será el conseguir ahuyentar los temores que por su existencia y la de la ciudad habían asaltado en los últimos temblores á nuestros con¬ ciudadanos, es decir, á nuestros hermanos, á los hijos de nuestro común Padre; á los hijos de una misma patria con nosotros; á los que tenemos —249— un placer en pertenecer, y por los que trabaja¬ remos gustosos toda nuestra vida. Cuál es el estado de las montañas del Colli y de Popoca: qué señales hay en ellos de vida: qué acción pueda ésta ejercer sobre nosotros: qué influencia pueden haber tenido en los temblores pasados del 25 de Abril al 27 de Mayo: que na¬ turaleza fué la de estos: qué otras causas pudie¬ ron haber tenido y tener: hasta qué punto son de temerse los temblores en nuestro suelo; son. las materias que ai presente tratarémos, sin ol¬ vidarnos de que: “Querer explicar los fenóme¬ nos de la naturaleza, cuando no hay datos su¬ ficientes, es una temeridad: pero ir acopiando “los hechos y noticias que puedan conducirá “una explicación satisfactoria, es siempre lauda- “ble, y con este objeto sale á luz la presente me- “moda.” ¡Ojalá y en ella la filosofía guíe nues¬ tra pluma! El Colli y el I’opoca son dos montañas, dis¬ tante la una de la otra cinco leguas entre si, y aquella tres y ésta cinco de la ciudad hacia el Poniente, ambas entrelazadas por una cordille¬ ra que cubre un ámbito de veinte y cinco á trein¬ ta leguas, y una y otra dominantes á las demas. De ellas, solo en el Colli y en el Popoca se percibe la presencia del fuego, si bien, todas, en I —250 su figura y la naturaleza de los cuerpos que las forman, dan testimonio de haber tenido un co¬ mún origen, y ese fue una espantosa revolución volcánica, que rompió por el Colli y Popoca, á las quo el fuego hizo madres y hermanas á la vez de todas las otras montañas. No hay en la ciudad quien no conozca la es¬ pecie de terreno de ellas, pues las lluvias, si‘ glos hace, están arrebatándoles de costra en cos¬ tra, sus capas, para sembrarlas en el bajío que la tierra forma en el valle de Atemajae, incli¬ nándose desde la raiz do las montanas hasta el rio de S. Juan de Dios; ni eso solo, sino que alu¬ viones espantosos y antiquísimos fueron á de¬ poner los despojos que habían quitado á las mon¬ tañas, hácia la parte orieatal de la ciudad, pues desde ella hasta el rio grande b Chinacuatenco j se camina por un terreno volcánico do ia espe¬ cie del que aquí tenemos, si bien en unas par¬ tes modificado ya, y en otras como desvanecido, cual las sombras de un buen dibujo, hasta perder¬ se en superficie de otra naturaleza; eu los sur¬ cos perpendiculares de las montañas, se ve la acción de las aguas grabada de una manera in¬ deleble, al mismo tiempo que los adelantos de una destrucción, que hará con el tiempo aparez¬ ca el valle invadido por esas montañas. X, — 251 — La del Cotí i (nombre abreviado comunmente, en ei del Coi,) es de figura cónica, su vértice lia sufrido depresiones tan considerables, que algu¬ nas de ellas han dejado un claro en la superficie, de cinco á seis varas de circunferencia: no son raras en la montaña estas planchas grabadas en fondo, digamos asi. ¿A. qué otras causas pueden atribuirse esas depresiones sino á hundimien¬ tos, que ó de golpe o poco á poco han ido acae¬ ciendo? Ea ellas están el cráter ó bocas del vol¬ can, pues se le encuentran varios respiraderos, por donde salen continuamente vapores de agua y por los que se exhalan ácido-hidro-sullurieo, e refalgar la sal marina, sal solina y el azu Hasta poco ha, se hallaban en abundancia filtra¬ ciones cristalizadas de esta sustancia en la mon¬ taña; han desaparecido; los aldeanos del pueblo de Sta. Ana de los Negros, nos decían que ya no se hallaba el azufre en el Col, porque habían cargado con él á la ciudad. En la circunferencia de las depresiones ay rocas cristalinas, feldespáticas, albíticas y pirogé¬ nicas, y la montaña está como ceñida de un a- jomádmenos ancho de rocas angulares dei primer género de ellas, uuas reducidas a frag¬ mentos vatios en sus figuras, y de ellas, otrau de considerable grandor, y todas colocadas c e - 252 - manera que parecen seguir la corriente de las aguas. Mucha, muchísima pómez, llamada co- niunmente entre nosotros, con el nombre indio, de jal; algún basalto; tal cual obsidiana, montones de masas aglomeradas unas sobre otras, y las ca¬ vidades que resultan de sus formas irregulares, lítu ih de íimsimo polvo arenisco, que se tiene por cenizas de los volcanes; tal es la naturaleza de la superficie del Colli. Al pie de la montaña esta un pueblito llama¬ do Santa Ana de los Negros, porque [en efecto, descendientes de Can, libres por la piedad deKque fue dueño de ellos, que los hizo hombres sui juris, } al mismo tiempo señores de aquel terreno, se reunieron en congregación. Antiguamente hn- bo población de indios, d donde está la nueva ó muy cerca de allí, pues en el llano donde se le¬ vanta el Colli aun subsisten en pie dos <5 tres mus d sepulcros, pequeñas colinas de adobe he¬ chas, por supuesto, á mano. Esos monumentos se conservan muy bien, y el deterioro que han tenido, no se debe sinoá los constantes golpes d infiltraciones de las aguas. No hay por allí un solo rastro de ruinas. La raza india se refundid en la africana; equilibráronse ambas perfectamen te en la actual, según la fisonomía de ella; de tiem- P° inmemorial, el pueblo de Santa Ana ha sido 253 la cueva del hijo de Vuleano á quien Hercules, por cierta chanza dennos bueyes mató, que Vir¬ gilio describe en el libro 8? de la Eneida. El carácter geológico del Popoca, es el mismo que el del Colli; las depresiones de aquel, son ma¬ yores y mucho mayor en número que las de es¬ te; los meatos ó respiradores, á manera de bocas do tubos por donde el agua convertida en vapor y las otras materias ya dichas reducidas á gas se escapan de la montana, son igualmente más numerosas y están colocadas de manera que for¬ man una línea cuyos extremos miran, el uno al Sur y el otro al Norte- Las depresiones de ambas montañas tienen diversas fisonomías que corresponden á las diversas épocas de su antigüe¬ dad. Hácia el Oeste brota del halda de una de ias montañas una fuente de agua sulfurosa de 36° de temperatura del termómetro centígrado. Esas aguas corren dos leguas sobre terrenos feldespá- ticos, derrepente se hunden en considerables abras que parten el terreno, y á poca distancia vuelven á aparecer, corriendo ufanas, y entre una nube densa de vapor se descuelgan en donde la tierra les presenta un vaso máa bajo que el camino por donde vinieron. ¿Que prueban estos hechos? que en tiempos muy -254— atraa el Colli y Popoca estuvieron en gran acti¬ vidad; que ellos vomitaron las lavas, las póme¬ ces y todas las materias que forman en veinte varas de profundidad, en los parajes más altos» nuestro suelo y el do los lagares comarcanos cu¬ yo nivel permitieron su extensión: que no se han apagado hasta el dia, por lo que no puede nume¬ rarse entre los volcanes de los tiempos históri¬ cos, de que solo han quedado los vestigios y la memoria, como muchísimos de que está sembra¬ do el mundo, y muy particularmente la Italia; loa volcanes del Colli y de Popoca, ó el solo vol¬ can que tenga esas dos bocas, deben colocarse eutre los saturninos que algunos geólogos llaman diluvianos, pues su existencia es anterior á toda data histórica, como adelante diremos, y al mis¬ mo tiempo entre los Jovianos ó post—diluvianos por no estar apagados del todo; que ya fuese en el fin de la primera revolución, ya en otra pos¬ terior causada por el fuego, los vapores del agua y los aires enrarecidos no pudiendo salir por las bocas que habían dado á los anteriores libertad, ó por ser pequeñas para tal tumulto, ó por estar cubiertas en parto é totalmente por el mismo amontonamiento de los cuerpos de la superficie, no se lanzaron todos como los primeros á lo al¬ to, sino que abrieron un portillo y desde entón- —255—* ces en unión de la agua hirviendo velut agrume fado quadata porta, ruunt ; que ademas de esa gran puerta, se abrieron y abren continuamen¬ te otras muchas ventanas 6 chimeneas, por don¬ de incesante están saliendo, formando columnas delgadas que se ven cual las de humo que en una atmósfera pacífica se percibe está saliendo de las chozas de los labradores por entre la pa¬ ja y ramujos de que están formadas: que en ese estado de cosas, es muy natural haya mutacio¬ nes, las cuales sobrevengan unas veces por las depresiones del terreno, otras por aguaceros, tan breve por la gravitación misma de los cuerpos que están en la parte superior y tan breve por la condensación de los gases, lo que vimos, re¬ cociendo de uno de los tubos de comunicación, en la montaña de Popoca, algún azufre cristal i zado que hemos traido con nosotros: que si tal sucede no pueden dilatar mucho los vapores y gases en abrirse otros conductos, por el estado de la costra que forma la bóveda de esas cavi¬ dades, pues no puede resistir á la infiltración m á U violencia; y en fin, que esta bóveda ha de irse hundiendo ya en pequeñas, ya en grandes porciones. Oreemos con solo la observación de los iec o., resueltas las más importantes cuestiones que e 54 - 256 - ben ocuparnos. ¿Existe un volcan en Colli? Sí. ¿Es de aire como decían al vulgo, otros de ese vuh go? No. ¿Es de fuego como antiguamente lo fné? Tampoco. ¿Pues y de que? de agua, de la agua caliente que brota en la Laja, donde están los baños 6 termas de este nombre, y de la agua que filtrada viene por el acueducto á nuestras fuentes, que analizada desprende de sí, con ¡os reactivos, el azufre. Sí, tenemos á nuestra vista, y sobre nuestras cabezas un volcan; pero un volcan pacífico, ino¬ cente, y que lejos de amenazar nuestras vidas ayuda á su conservación, pues en el estado en que muchos siglos ha se halla, y continuará, es¬ tá imposibilidad de convertirse en un principio de destrucción, y nos calienta y satura unas a- guas de cuyas cualidades saca la medicina gran¬ des partidos. “El agua, la sal y los gases, son los alimen¬ tos de los volcanes, y el fluido eléctrico, encen¬ diendo esos gases, ó como otros quieren, el fue¬ go central inflamándolos, es la causa activa de esa revolución espantosa en la naturaleza.” En proporción pues, de la sal, del agua y de los gases que se depositan en la tierra, será el pe¬ ligro y aun la posibilidad de una erupción. Donde no se pueda formar un conjunto de 257 — esas materias, 6 no necesitan los gases inflama¬ dos y vapores del agua de grandes esfuerzos para salir de la prisión en que están, no hay que temer verifiquen una explosión y mucho me¬ nos de temerse es, en unas montañas en donde apenas se calienta el agua, cuando halla una ca¬ pacísima salida, camino que le es más fácil de conseguir que el que pudiera abrirse por la cús¬ pide del Colli y de Popoca. Otro tanto sucede con los gases; expánsense cuanto quieran, ya la superficie de la montaña está como un cernidor, y si sus agugeros no son bastantes, la costra de las montañas no opondrá sino una ligera resis¬ tencia á que ellos se abran nuevos portillos: y ¿aun las mismas montañas no se están prestando á hacerlo por sí, en los hundimientos que con¬ tinuamente sufre su vejez? Momentos habrá en que tantas ventanas no sean bastantes, y en¬ tonces aquellos revolucionarios agentes sacu¬ dan las montañas y éstas comuniquen al valle su convulsión, que nosotros experimentaremos en los temblores; pero ¿qué pudiera durar este choque? La victoria de los vapores y de los gases es segura y del instante; ¿qué tenemos que temer, pues, de ellos? Aun cuando se su¬ cedan unos á otros en esa faena, ¿la causa de los temblores no es aislada, del momento, y sin en- — 258 — cadenamiento, con las que pueden sobrevenir después? ' Esas faltas de respiraderos por la clausura indispensable de algunos <5 la abundan¬ cia de los vapores, ¿no son causas bastantes pa¬ ra muchos de los sacudimientos quo liemos sufri¬ do? La acción del fuego, dice Brisson, reduce el agua á vapores, y á poca física que se sepa se comprenderá que nada puede compararse con la fuerza irresistible de estos vapores puestos en expansión, cuando no tienen saiida. Cuando se verifique en las entrañas de esas montañas ese fermento, la inflamación de los gases que allí se encierran excitarán el fluido eléctrico y encenderá los gases que tienen mi¬ nada la tierra y ruedan de continuo retozando debajo de nuestros piés, por los ligerísimos po¬ ros, digamos así, y alguna que otra vena de la tierra, y esta debe ser una causa y la más próxi¬ ma de los temblores locales á que esté expuesta Guadalajara. Pero ¿qué pueden durar estos sacudimientos, teniendo en la barranca tantos respiraderos por donde aquellos deben exhalar¬ se? En los pasados temblores se oían en ella detonaciones como da un canon de á treinta y seis, de lo que estamos seguros por varios tes¬ timonios, y uno de ellos es de una de las per¬ donas de más saber y de más experiencia que -259 — hay en la ciudad, quien recorre esos lugares las más tardes, haciendo ejercicio. Sus muchos es¬ tudios en todas materias, sus viajes por la mar y por tierra, su géaio observador, su talento y su probidad, todas sus circunstancias son tales, que para nosotros es indubitable el hecho, se señor está pronto á jurar su verdad, si necesa¬ rio fuera. Otros dos señores no menos respeta¬ bles pudiéramos citar, y uno de ellos tiene mérito de haber estudiado las cieno,as natura¬ les y de haberse hecho acreedor a la estimación por su saber en ese ramo, de uno de los de si P fesion Qué son esas detonacioacs, sino o tantas explosiones de los gases encerrados en nuestro suelo? Ellos y los vapores se escapan por donde tienen la salida más fácil. Cuando reflexionamos en las circunstancias locales de esta ciudad, vemos que si bien sentada en are¬ na, está tan firme como en una roca, y que si no deja de sufrir sacudimientos, esta mas bre que otra, de que le acaezca la fatalidad que á Mecína, á Lisboa y á Guatemala en el s.g o pasado ¿Podrá haber otra causa local de t Mores en Guadañara? Ya la vimos en los hun¬ dimientos que se dejan ver en las SD P« rft “ ieS las dos montañas; ellos han sido efecto \ ie be rae desplomado algunas partes considerables r — 260 — del terreno, y s¡ han caído de golpe, deben ha¬ ber hecho retemblar á las montañas, y al valle, y a la ciudad, más ó menos vivamente. En va¬ nos pozos del acueducto de ésta, han sobreve¬ nido esos desprendimientos de las capas de la bóveda, en este año, y no dudamos que al to¬ car en el fondo, habrán hecho sentir un ligero sacudimiento á la tierra, en algunas varas de circunferencia. Hé aquí otro principio de mo¬ vimiento para nuestro suelo, pero de menos consecuencia aún que los designados ya. No se entienda que nos imaginamos el que en proporción de las materias que vomitó el volcan es la caverna que se ha formado bajo de las montañas, porque entonces todas las entra¬ ñas de un ámbito de cien leguas, hubieran sido apenas bastantes para que el fuego diese á luz tan fecunda raza como la que procreó este vol¬ can. No es as/, ciertamente, cuando conside¬ ramos, dice el célebre Patrio, en su memoria leída en el instituto y publicada en el Journal de Phisique, cuando consideramos sin preven¬ ción la masa incalculable de las materias arro¬ jadas por los volcanes, la imaginación se espan¬ ta con los vacíos que deberán hallarse bajo de las montanas. Si se examina, por ejemplo, el volumen de las materias pétreas, fijas y sólidas que componen el Etna, y si á ellas agregamos el volúmen de las materias combustibles que de¬ bieron servir á su fusión, que debió ser triple, al menos, que el de las rocas, ¿cdmo podremos sufrir la idea del vacío que debe bailarse bajo de Sicilia y de la Italia. ¿No seria menester acudir al poder de los milagros para preservar esos países, de que á cada instante se hundiesen en los abismos? En medio de ia misma Fran¬ cia, la Auvernia está toda cubierta de monta¬ ñas volcánicas, de las que algunas tienen cinco y seis mil pies de elevación, y todas ellas ocu¬ pan un espacio de veinte leguas de latitud y do¬ ce de longitud: si |bajo de este país existen va¬ cíos proporcionados á las masas de estas monta¬ ñas, ¿no debemos temer el verlo desaparecer to¬ talmente? Mas no: tranquilizaos, habitantes de la Sicilia, de la Auvernia, y de todos los países volcanizados, la tierra no os tragará, no os ve¬ réis sepultados en su seno: hasta ahora ninguna provincia, ninguna ciudad han probado seme¬ jante catástrofe. Todos los países del mundo se han visto más d menos agitados, han sido sa¬ cudidos de temblores: los edificios han venido á tierra, mas ninguno de ellos ha desaparecido luego que el suelo ha vuelto á su estado tran¬ quilo, se han encontrado en la superficie todas las ruinas y se lian reedificado las ciudades en sus mismos lugares. Ninguna roca se lia perdi¬ do, ninguna materia sólida que liaya existido en el seno de la tierra, lia salido de ella. Pues ¿y qué son las lavas? ¿de donde vienen esas pó¬ mez? ¿de dónde tanta arena? Ya lo dice Pa- trin. Los volcanes son como las fuentes de e- manaciones de un fluido que se renueva sin ce¬ sar: una parte de sus gases se inflama y se di¬ sipa en la atmósfera, y la otra se condensa en lavas. Con el contacto del aire, se forman ins¬ tantáneamente las masas pétreas, á la manera que el g 3 s-ílórico-silizoso se convierte en cuar¬ zo, luego que lo toca el agua. Más nosotros hemos hablado de vacíos, pues¬ to que hemos visto en las depresiones de las montañas una de las causas probables de los temblores de Guadalajara. No hay contradic¬ ción entre nuestra acersion, y la dotrina de Pa¬ tria tan cierta como filosófica. Que existen esos hundimientos, es un hecho evidente a los sentidos: que á consecuencia de ellos se desplo¬ ma ó hunde la bóveda de la montaña, es una consecuencia de la ley de la gravedad de los cuerpos, y que no puede verificarse si no hay nn vacio donde se realice, es de eterna verdad. Luego hay bajo el Colli y Popoca, cavidades, — 263 — inmensas cavidades, que no son la nimpJiarum domus de Virgilio. ¡No, todo lo que podrá de¬ ducirse es, que el interior de las montañas, por la infiltración de las aguas y de los gases, y la solución de las sales, está en un estado muelle y blando y que las aguas poco á poco han ido ar¬ rebatándose en su carrera de siglos, algunas par¬ tes del lecho por donde pasan y otras do la bó¬ veda que las encierran. Da dia en dia se debo haber aumentado el desencaje de tados los cuer¬ pos que formaban el alma, digamos asi, de las montañas, y hé aquí como sin que halla caver¬ na alguna bajo la superficie que fuó del valle, pueden y aun es cierto, que existen vacios á donde para evitarlos, la naturaleza, que de c— líos se horroriza, diría un peripatético, so agol¬ pan los cuerpos superiores precipitándose á lle¬ narlos, pues un cuerpo no se mueve sino por que pasa de donde está adonde no está, lo que no podía entender no obstante que lo veía, el cirujano del sofista Zenon sin negar, pues, los hundimientos de las dichas montañas, que vie¬ ron nuestros ojos; convenimos en que esas ca¬ vidades no existen bajo de la tierra, sino en la imaginación de los poetas; nada tiene de extra- fío que Lucrecio, entre las causas de los tem¬ blores, haya puesto el que, montes enteros se 55 -264 hundan hasta el fondo de grandes cavernas, y al caer hagan sacudirse al mundo; ¡que horror! .... Cadunt totí montes magnoquc repente con• cussu latí discerpunt , inde tremores (L. 6.) No seria exacta la consecuencia de los que de la doctrina expuesta dedujesen que á nuestro jui¬ cio las materias encendidas no abran bocas, (que quedan después como grietas), por donde salen bocanadas ya de fuego, ya de agua hirviendo; lo que decimos es, que no hay en los volcanes vó¬ mitos de tierras; haya abras, pero considerénse como los surcos que forma el arado, si bien más profundas, y no nos' imaginemos que por esas aberturas nos está arrojando el fuego cuanto tiene la tierra en las entrañas. En varios tem¬ blores de Zapotlan se ha partido la tierra, y el espantoso terremoto de la Guadalupe, una de las islas Antillas, descrito en el núm. 444 del excelente periódico francés redactado en Méxi¬ co con el título de Le Courrier Frangais, entre otras escenas horribles que refiere acaecieron entónces fue, la de que se abrió la tierra y de ella se escaparon torrentes de agua, de un vo¬ lumen considerable; todo esto no quiere decir que se forman cabernas bajo de ella. Es un hecho reconocido generalmente el dia de hoy, y cuya observación se debe á Delue, —266— en sus cartas sobre la historia de la tierra, (tom. 2 p. 477) que no existe volcan alguno eri actividad en el interior del continente, sesenta y tres leguas están extendidas entre el Colli y el mar: ¿cómo, pues, lo hemos llamado volcan? Lo llamamos en efecto, porque lo es de agua, mas no hemos dicho que esté en la actividad en que los de fuego, que son á los que abraza ese principio: sí, asusta la palabra volcan cuan¬ do se trata del manso, pacífico Colli; le darémos el dictado de semi-volcan, con que'algunos geó¬ logos denominan los que se hallan en el caso que nuestra montaña. Claro es, que i! medida que de la costa se aleje el volean, su vida si la tiene, debe ser débil y su actividad poco temibic, remisa y de corta duración. El Vesubio en Ñapóles, el Etna en Sicilia, y el Heela en Islandia, casi sobre la mar, ¿que son sino chimeneas del infierno? El volcan . e Colima que está más al centro, pues dista vein¬ te leguas del mar, padece sus parasismos ion lardos, y sus vigilias no son tan formi a es co mo°las de aquellos: el de Orizaba <5 Xitlaltepe- tl que está á las treinta y seis, después «de un sueño larguísimo, despertó en 1545, y su acción no fué ni muy larga, ni muy violenta: lo prime¬ ro y lo segundo se puede decir del oru o 266 - que está á la misma distancia de la mar que rizaba; el Popocatepetl (cerro que despide hu¬ mo) sito á las 78 leguas de la costa, es el que menos dá^que hablar de sí. ¿Qué tendremos, pues que temer del Colli, que ge aproxima á esta distancia? Y ¿ p0 r qu é le disputaremos el nombre de volcan que dan los geólogos al Popo- catepetl? r • P asar dolante, nótese que si los indios del Oriente de México dieron á la mon¬ taña humeante ese nombre, los del Poniente que hablaban la misma lengua que los otros, im¬ pusieron eLmismo nombre á otra montaña que abia tenido el mismo origen y el mismo para¬ dero que su homónima, así como para explicar los últimos el calor que se sentía en la primera montana de la cordillera que domina nuestra vista, la llamaron Colli: aquí sí que rebus conve- niunt nomina ,.. ,suis. Y el mar Chapalico, apenas dista del Colli do¬ ce leguas, ¿sus’ aguas no serán muy & propósito para causar en donde se forme un depósito sub¬ terráneo de ellas, lo mismo que las dei Pacífi¬ co?. ... ¿Dirémos aún que nuestro antiguo vol¬ can ya queda fuera del peligro en que está Co¬ lima?. ... No basta que la tierra esté cerca de la mar, para que rompa y dure un volcan, pues — 267 — si así fuera, todas las costas estarían empedra¬ das de ellos, y en nuestro caso toda la playa de l a laguna; todos los lugares á la redonda esta¬ rían como los hormigueros cuajados de pequeñas piedras, hechos un acervo de volcanes. Pudo en efecto tener el Colli su origen de la laguna, pero no fné así. Este volcan está en el mismo ca¬ so y en las mismas circunstancias que otros mu¬ chos, cuyo origen no fué ni puede ser el que de heríamos dar en esa hipótesis al nuestro; con que no le busquemos diversa causa. Si de la laguna vive el Colli, bien mezquina y constante en su sistema de economía debe ser esa laguna, pues siglos hace que nada le da ni nada le quita, lo que es tanto mas de maravillarse, cuanto que la laguna ba sufrido grandes revoluciones á ve¬ ces, y las montañas volcánicas no han experi¬ mentado mutación: las agu s de ellas ni se au¬ mentan, ni se disminuyen; los efectos; de los ga¬ ses no se han hecho jamás más perceptibles de lo que en el dia, y más bien las sustancias combus¬ tibles se han disminuido, y eu tiempos en que las aguas de la laguna lian rebozado á inundar las tierras contiguas. Si existiera comercio alguno e ntre la laguna y el Colli, en la pléctora que su- 1 rió aquella tres años hace, nuestras montañas hubieran vomitado torrentes de agua que no be- - 268 - mos visto salir de ellas. Dejemos, pues, al Pa- l °: 8U ! derecIl0s * s ^o para ser tenido por au 01 de la revolución volcánica del Ooíli. ¿ no será de temer que el Chapalee, con sus guas, nos Jo ponga en actividad? No, cierta¬ mente, pues cuanta agua impregnada en las sus¬ tancias en que lo está la de la laguna, viniera dado que su nivel lo consintiera, á dar á nues- as montañas, se iría saliendo por la hermosa oca que tienen, y los gases que despidan, con los vapores en que se convirtiera, una parte de esas aguas, velarían a los aires por tantos respi- raleros, sucesiva y continuamente: ¿edmo, pues, se formará la revolución temida? ¿Puede hacerse de Chapalac nn volcan? Por qué, pues, lo se¬ ria activo el del Colli, cuando nada entra en él que no salga precipitadamente? Nada decimos sobre la altura de nuestro terreno respecto del de la laguna, porque esa reflexión tendría otras muy fuertes que la desvanecerían. ¿Y cual será la antigüedad de ese volcan? Tanta que entre el Diluvio y la erupción de aquel, no se halla época geológica niDgun en el terreno conocido antes por los indios con el nombre del Arenal d Jalisco, pues luego que se agotan estas materias volcánicas se dá con eígra- nito primordial, como se ve en la roca sobre qu 0 —269— está levantado el puente de San Juan de Dios, y se experimenta en la banda oriental del rio, al abrir los pozos. Las tribus que poblaban es¬ tas tierras, vinieron á colonizarlas mucho antes que los mexicanos, y otras muchas familias que muy á los principios de la era cristiana se in¬ ternaron en nuestro continente, y para los po¬ bladores de Atemajac no era el volcan sino una montaña que calentaba, y otra que humeaba* Signo de su antigüedad histórica, como de su pacífica condición, pues después de dos mil años aun no merecen nombres mas duros ni alarman¬ tes. ¿Seria el Colli anterior ó posterior, o coetáneo al Ceboruco? ¿El uno y el otro lo serian al de Colima? ¿Habrán estado ralacionados entre sí? ¿Lo estarán el Colli y el Colima? He aquí cues¬ tiones muy agradables, pero que no pueden re¬ solverse sino por conjeturas. ¿\ que dan las conjeturas sino probabilidades? Hemos considerado el estado del volcan de agua, que tenemos á la vista, y la influencia que pudiera tener en los temblores locales de Guada- lajara; mas en efecto, ¿los que hemos pasado, se¬ rán consecuencia de esas causas? No hablemos del acaecido el 25 de Marzo, ni del que sufrimos el 27 del pasado, los dos han sido de una misma naturaleza, el movimiento de ambos fué de ondulación y se sintió el balanceo de Oriente á Poniente, lo que se experimenta cuando la causa de los temblores está en el vol¬ can de Colima, ó en los que del Oriente de Gua- dalajara vienen. Los que del 25 de Abril al 2 de Mayo estuvieron sobresaltándonos, fueron de trepidación, no se sintieron todos sino en la ciu¬ dad y sus lugares comarcanos y no cesaron sino después de algunos aguaceros. Si solo hubiera las causas dichas de donde pudiera temerse un temblor, nos hallaríamos en el caso de ser fortu¬ nosos, pues lo es y muy mucho, qui potuit rerum cognoscere cansas: mas ¿quién parándose en un hormiguero podrá señalar el animal que lo picó? Además de las causas dichas que son locales pa¬ ra los temblores en Guadalajara, hay otra que lo es universal, por su naturaleza, pero que toma el carácter de particular cuando obra en un so¬ lo punto. La tierra es el estanque del fluido eléctrico, dicen los físicos, y á poco que obser¬ vemos el clima de Guadalajara, conoceremos que está nuestra ciudad sumergida, si podemos expli¬ carnos así, en ese fluido eléctrico que nos hace sentir, como á los que habitan su país de predi¬ lección y con mas frecuencia y mas particular¬ mente que á otros, sus fenómenos. —271- Después de las aguas tan abundantes como las que tuvimo§ en el año anterior, experimen¬ tamos unos calores extraordinariosjjjdesde Marzo (y en Abril á las 11 y á la sombra señalaba el ter¬ mómetro centígrado de 18 á 20 grados), y en me¬ dio de ellos los temblores, y en seguida las lluvias precoces y borrascosas, que nos han hecho creer que nos hallamos en el mes de Julio. Si fuera posible conservar la cabeza en].su lugar, mien¬ tras duda uno^si vivirá en el momento siguiente, y si su muerte será una de las mas horrorosas; si pudiera hacer la filosofía impasible al hombre en circunstancias en que los edificios le amena¬ zan matarlo, y el suelo parece que se lo quie¬ re tragar podríamos observar los temblores y examinar la verdad de lo que otros aseguran haber acaecido durante ellos. No sabemos no¬ sotros hasta qué punto será verdad lo que he¬ mos oido, aunque lo creemos inverosímil, y es que en el temblor de la noche del 29 de Abril, mientras el sacudimiento, se vieron relápagos de luz en el aire; esto nos lo repitieron gentes sin estudios, sin lectura y de buena fé, que ni han oido ni aprendido en los libres que es uno de los fenómenos que acompañan muchas veces á los temblores de tierra. Ya advertimos que la electricidad que reina 56 - 272 - entre nosotros con un centro más firme y cierto que el que suponía el imbécil Eolo, empuñaba .luno sobre los vientos, cuando le decía, Ninbo- rungue tempeslatumque facis pdentem , nos está, en el ano presente, haciendo conocer su po¬ der con grande fuerza, y más temprano de lo que otros años lo han verificado. En los de 1567 y 15G8 so experimentaron fe¬ nómenos parecidos á los actuales; después de muchas lluvias, en los anteriores, y del desborde de la laguna, se explicaron repetidas veces los temblores, si bien abarcaron más extensión de terreno para sacudirlo, que los que acabamos de pasar. La relación de esos sucesos está en la obra inédita de Mota Padilla, titulada: “Historia de la conquista de Nueva Galicia ,” cap. 47. El dia 30 de Diciembre del año de 1567 sobrevino un terremoto que arruinó varias iglesias, y ya el dia 15 de Julio había crecido tanto la laguna de Chapalac, que destruyó todas las fábricas de su pueblo, aunque no pereció persona alguna por Providencia Divino, ni en Chapalac, ni en las demas partes con las ruinas de las iglesias- no fué así en el temblor que se experimentó el dia 27 de Diciembre de 1568; en él cayó la igle¬ sia de Cocula, cogiendo miserablemente al pa¬ dre Fr, Esteban de Fuente Ovejuna, su funda -273— dor, y en el mismo dia en el pueblo de Zacoal- co cayó la iglesia y perecieron setenta indios y el padre Fr. Hernando Pobre que la habia fundado. El año de 73 hubo un huracán que duró tres horas en Colima (día 14 de Noviera bre) y al mismo tiempo tembló la tierra, de suerte que cayeron muchas casas y la iglesia: el siguiente año de 74 se padeció una gran peste en la Nueva Galicia. ¿Quién no ve la electri¬ cidad, trastornándolo todo, revolucionando la na¬ turaleza en el país, que no esta menos en el.dia, bajo de su influencia destructora? ¿Por que he¬ mos de acusar al Colli de lo que tal vez esta ino¬ cente? hay más, si él ha contribuido á ponernos en cuidado, ha sido porque a el mismo no ha de aberlo dejado en reposo, la electricidad, si bien, no puede ponerlo en estado de causarnos extragos. Si en los temblores pasados hay algo de ac¬ ción volcánica, no la busquemos ej i el Colli, si¬ no dejemos al tiempo, que el nos descubra el agresor; por sospechas, culpemos hasta ahora de nuestros sustos, al de Colima. Si se nos di¬ jera que ni en Zipotlau, ni en los lugares circun¬ vecinos á él, se han sentido los temblores de Abril y de Mayo, que ese fenómeno se ha cir¬ cunscrito casi en la area de la ciudad, que no —274— ha tenido comuaicacion con punto alguno excén¬ trico do ella, contestaremos: que estas reflexio¬ nes nos harán cautos y prudentes para decidir ore rotundo , sobre las causas de muchos efectos qae pueden ser hijos de muchas y distintas ma¬ dres, pues no hay dificultad en concebir que, alguno de los temblores pasados, debieran su origen a la electricidad, otros en consecuencia, de ella, á ios vapores y gises dei Colli y del Popoca, y tal vez de esas revoluciones hayan sobrevenido en las montañas hundimientos y magno .... repente, concussu late disserpunt inde tremores ; mas no por estas observaciones, asegu¬ raremos que esos temblores han sido indepen¬ dientes, de toda mocion volcánica. Esos respi¬ raderos formidables de nuestro planeta, llevan á veces sus efectos'á puntos distantes, y como bandidos, toman caminos por donde no son sen¬ tidos, con lo que se presentan derepente sin saberse de donde ni cómo han venido. Tal vez parecerá nuestro juicio 6 exótico 6 infundado a primera vista, pero se desvanecerá esa opinión 8i se lee la relación siguiente tomada al pie de la letra de la cítala obra de Mota Padilla, al cap. o3. ‘ Fue muy memorable para la ciudad de Zacatecas el ano de 622, porque parece que el estar opulentas las minas, y buenas las leyes 275— de los metales, daban motivo á algunos desór¬ denes, y siendo así, que nunca se habían experi¬ mentado temblores, el día 6 de Mayo comenza¬ ron y por espacio de cuatro meses se continua¬ ron tan terribles, que se discurrió quedase la tier¬ ra despoblada, hasta que el cabildo y regimien¬ to de aquella ciudad, en concurrencia del vica¬ rio eclesiástico, que entonces lo era, el Sr. D. Juan de Ortega Santéiicea, coa todos los demas vecinos, determinaron elegir Patrono para que los librase de ellos, y habiendo propuesto va¬ rios santos, salió en suerte el glorioso San Ni¬ colás Tolentino, á quien juraron celebrarle to¬ dos los años su fiesta, como lo hacen con gran solemnidad, y no ha vuelto á temblar. Otro3 dicen ser Patrón de la ceniza, que por el dia nueve de Junio del mismo año, viérnes á las cuatro de la tarde, fué de hacia Panuco á Zaca¬ tecas, un viento recio, que llevaba tanta ceniza, que oscureció el sol, y lo veían tan blanco co¬ mo la luna en su llena. Causó tanto temor, que las gentes por las calles se confesaban á voces y quedaron las azoteas, calles e interior de las casas, cubiertas de ceniza, y por diligencias que se hicieron no se pudo saber su origen, por no haber en más de cien leguas en contorno vol¬ can alguno.” Si las cenizas no hubieran reve- —276 — lado la causa misteriosa de la plaga de los tem¬ blores que aquejaron á Zicatecas, ¿se hubiera sospechado que eran producidos por alguno de los volcanes, que están á ciento y más leguas de aquel terreno privilegiado hasta entonces, que se creía libre de los ímpetus de Vulcano? Otra reflexión salta á los ojos, leyendo esa historia, y es, que puede muy bien suceder el que se pasen en un país cuatro meses entre los vaivenes y sustos de temblores, sin que por eso haya de deducirse, que le amenaza la erup¬ ción de un volcan. Cuando se va á verificar esa horrible cseena, preceden movimientos in¬ quietos y perturbados de la tierra y también, .. Subito mugiré solurn raucoque fragore. llor- remdum procul auditae resonare cávemete. Más no siempre que se repiten las convulsiones de la tierra y se oyen esos roncos mugidos, se ve en el mismo lugar el espectáculo que en Jorullo acaeció, donde Extemp o Va 1 lis visa est trepidare projunia. Tune .... penelralia scwdi. In préc^ps volví trepido 'magnolia casu. Quien eti un soliio constructum mar more tem■ plum. Átolli vissum, tellure tumente. A aiucho3 aterrorizaban los ruidos con que i 277— venían acompañados los temblores: fenómenos son^inseparables los unos de los otros, y si no siempre se oyen aquellos cuando se sienten és¬ tos, es debido á la sorpresa y trastorno que se experimenta ai tener la desdichado que la tier¬ ra, la madre común del género humano, la que recibe al li ombre vivo cuando nace, y 3o guar¬ da muerto para la resurrección, le falte y se le huya de los pies, y al ver que las casas y a edifi- cios levantados para nuestro amparo, defensa y descanso de la vida, se vengan sobre nosotros para sepultarnos vivos. La alarma que produjeron los últimos tem¬ blores, la repetición de ellos y la atención que se ponía al esperarlos, daban margen a que se observasen por uno que otro, mejor al presente que lo que se puede hacer cuando apenas se siente cuando ya dejan de existir, como sucede con el rálampago, que se ve cuando no se espe¬ ra, y se desaparece cuando aun lo buscan los ojos. Ni esos ruidos son siempre indicios de volca¬ nes que están para abrirse; si así faera, no exis¬ tiría la mayor parte de nuestias poblaciones y el país fuera uu erizo de montañas ignivómicas. ;Oué seria de nuestra hermosa capital de Méxi¬ co, donde son tan frecuentes y repetidas esas —278— descargas de artillería subterránea? Léanse los apuntes para la historia de los ruidos subterrᬠneos, que D. Pablo de la Llave publicó en el re¬ gistro, trimestre de Eaero de 1882, y allí se ve¬ ra, cómo estos truenos de la tierra en ciertos meses del aiio, se repiten como para saludar á la Aurora cuando asoma su faz lucida sobre el pintoresco y delicioso valie, donde esta la ciu¬ dad de Moctezuma. El lector de esos apuntes, fije su atención en estas dos cláusulas. La pri¬ mera dice: ‘‘siendo los meses de Marzo, Abril y Mayo los más propensos á temblores, en los de los años de 30 y 31 que se oyeron estos rui¬ dos, pasaron sin temblar, y en este de 31 en que escribo, solo se ha verificado este fenómeno en Julio y en Agosto, lo que es extraordinario. En estos dos ultimos meses, oia de cuando en cuando las salvas. La segunda es la siguiente: “Hay á veces espantosos ruidos subterráneos, y que duran muchos dias, sin producir extragos como los que huoo en Gruanajuato á fines del si¬ glo pasado: otros al contrario, anuncian infalible¬ mente tembrores corno en varias partes del Sur en que les precede muy poco antes.” ¿Qué ha habido de extraordinario, ni maravilloso, en cuan¬ to hemos pasado, que no sea muy frecuente en nuestro país, sin que tengamos desgracia alguna —279 — que llorar? Bendigamos á la Providencia, en vez de afligir y conturbar nuestros espíritus. Hase dicho que los temblores de esto año lian sido dehm género jamas experimentado en íioa- dalajara, que nunca se habían sufrido más fuertes, y que han excedido en número a los que en otros años han venido fi molestar a la ciudad con sus impertinentes visitas. Ninguna de esas opiniones inspiradas por cq miedo son ciertas. Los temblores do Marzo do 1806 y los de Abril de 1818, fueron do trepida¬ ción, fueron gemelos de los del año presente: en ellos se sentía la misma elevación y depresión de la tierra, como si fuera un cuerpo clástico que se extendía y encogía violentamente; ni los pasados ni los actuales han dejado vestigio algu¬ no, ni ruinas por donde poder comparar la fuer¬ za de ellos entre sí; la memoria de las antiguas sensaciones es muy débil para que podamos fiar¬ le tal decisión; si hubo, pues, esa fuerza que se pondera, seria en dos d tres de los sacudimien¬ tos, los deraa3 no fueron sino ligerísimos sento¬ nes, que parecían más bien concusiones nervio¬ sas no poco frecuentes en nuestro clima: el nú¬ mero de ellos ha sido exagerado, y con todo, los más funestos y meticulosos, no contaron sino sie. te del 25 de Abril al 2 de Mayo. ¡El año de 18 57 | 280 — se llegaron á repetir por veinte veces en nna noche! ¿Por qué, pues, nos quejamos? Con qué justicia? ¿por qué tememos nuestra ruina? Los temblores, los ruidos subterráneos, son indicios de una próxima erupción de volcan, pero donde puede romper y dónde hay elemen¬ tos para esc volcan; y qué temblores enton¬ ces! qué frecuentes! qué asoladores! qué ruidos tan repetidos y orribles! Ojalá y los que tie¬ nen la imaginación preocupada con ese peli¬ gro, leyeran la terriblemente bella descripción! que del Jorullo hizo en su preciosa obra titula- lada, rmticatio mexicana , el ex-jesuita Rafae Landivar, de quien son los muy latinos versos ya referidos; y entónces exclamarían gozosos, no, no llorará la Elegía la destrucción de Guadala- jara, como lamentó las desdichas del Jorullo, en la célebre composición de Mosiño! ¿Y que fal¬ ta á la relación de esa catástrofe, hecha por el sabio del Lio en su excelente Manual de geolo¬ gía, á la pág. 42? “El llano de Malpaís forma una mesa elevada sobre el nivel del mar entre 2 y 3,000 pies, y rodeada de colinas de basalto, traquita y tova volcánica, indicando que, en un periodo remoto había sido el país teatro de vol¬ canes; pero desde el descubrimiento del nuevo mundo había estado tranquilo, y el sitio del nue. -281— voqae está á 36 leguas del mar por el punto más cercano, eran unos fértiles campos e ca na y añil, regados por los dos ríos pequeños Gui- tomba y S. Pedro. El mes de Junio de 59 bu- bo ruidos subterráneos y temblores seguidos por espacio de dos meses, basta que en Setiembre rompieron las llamas del fuego disparando á una altura prodigiosa, fragmentos de rocas encendi¬ das.» Nosotros no bemos oido tan espantosos ruidos, ni los temblores fueron tan frecuentes, ni recios, ni en estación en que no sea muy co¬ mún ese feudmeno en nuestro suelo; con que de¬ mos caso que el Colli, aún quedase sujeto á la influencia de la mar, no obstante la distancia que de él lo separa, y que no estuviera convertido en una caja repartidora, que distribuye cuantos elementos propios para un volcan reciba, y ni así podríamos acusarlo de abrigar en sus entra¬ ñas agentes de una revolución de luego. Dijimos que los temblores de Guadalajara, ni en el año presente, ni en los anteriores, dejaron en pos de sí ruinas por donde pudiéramos medir su fuerza, y no dudamos que los escombros de las torres de nuestra catedral en su inmenso vo¬ lumen se bayan presentado á la imaginación de cuantos estén leyendo nuestro dictamen. No, no debemos acusar á esos temblores de la catás- —282 - trofe, pues ellos dieron ocasión y no fueron cau¬ sa de la desgracia; desatada estaba la cúpula, cerramiento de esas torres, y demasiado babian durado sin amarre; las piedras colocadas sola¬ mente unas sobre otras, al menor vaivén ¿no ha¬ bían de venirse abajo? No fué ánimo nuestro el incluir á Zapotlan en la inmunidad, digamos así, qué de extragos ha gozado Guadalajara por ia ligereza de unos temblores v la poca duración de todos: no obstante, nos parece conveniente hablar del espantoso suceso de 1806, que sin una mprudencia no hubiera acaecido. Desde que se edificó el templo que sepultó bajo sus escom¬ bros á tantos desdichados, se puso en él el prin¬ cipio de su ruina: ni las paredes, ni las bóvedas tuvieron amarres. Aun con el barniz de su ju¬ ventud, ya tenia el templo todos los síntomas de decrepitud y se dejaba ver próximo á su disolu¬ ción: no podía ser, siao espantosa como pintan los poetas, las de los vivientes más fuertes mo¬ ribundos. Era este estado tan visible, que se cerró el edificio años antes, y los fieles acudían á la actual iglesia, pequeña para la población. Eq Marzo de 1806 se hicieron unas misiones, y le empeñaron los vecinos en que los sermones fueran en el templo abandonado ya, para que cu¬ pieran todos los que quisieran oir al predicador. -283- Se tuvo la debilidad do condecender con ellos, y á la hora del sermón, un temblor, vino á sacudir la postrada iglesia que cayó en gran parte para cubrir vivos bajo tan horroroso sepulcro, a la mayor parto de los asistentes. En uno y en otro caso, se quedaron en pie todos los otros edificios, entre los que no todos están «í prueba de recios temblores. En Guadalajara, ¿cuál otro de tantos, que anos atras están ruinosos, cuál da las muchas paredes aisladas, que están tan llovidas y carcomidas por el salitre en los arra. bales, besaron la tierra en los temblores del afio de 1818? Esas memorias no deben sobrecojcr- nos, sino hacernos cautos pera evitar otras des¬ gracias. Hase dicho que Guadalajara está sobre una campana de arena. ¿Habrán podido formar do tan delesnable materia una campana por peque¬ ña que sea, los que lo han asegurado? ¿Cuánto pesarán los edificios de esta extensa ciudad? ¿Por qué, pues, no se ha hundido? Se quiere, por algunos otros, que esa campana sea compuesta de capas, y que en cada sacudimiento se des¬ prendan alguna* 3 , con lo que de dia en dia la cos¬ tra es más delgada; si así fuera, una de estas no¬ ches iban todos los edificios á dar unos so¬ bre otros, hasta los abismos, y nosotros todos —284— - dentro de ellos: en el año de 18 cundid tanto ©sa idea, que puso en consternación á la gente, que en su mayor parte no son ni físicos ni geó¬ logos. Quién sabe á dondo hubieran llegado las consecuencias de ese terror, si el Sr. D. José de la Cruz, cuya memoria para Guadalajara es como la de Revillagigedo para México, no hu¬ biera hallado recurso en su génio para evitarlas. Sé que algunos profetas, decía en cuantas par¬ tes estaba y se hablaba de temblores, sé que al¬ gunos profetas nos anuncian que nos vamos á hundir; cuando yo sepa quiénes son, los manda¬ re á Chapala, para librarlos de la común des¬ gracia. Enmudecieron los agoreros y quedo ej pueblo en paz. A poco[que se reflexione se ve la imposibilidad de que se formase ni mantuviese esa bóveda. Es incuestionable que nuestro terreno á muchas varas de profundidad,'es formado de los olívio- nes que nos vienen del Colli. Tiempo hubo en que no existieron esas montañas, pues no existia elvolcan. Firmes, pues, en el terreno de aque¬ lla época; rompe el fuego, se forma esa cordille¬ ra volcánica: las aguas comienzan á desnudarlas para vestir la superficie donde ahora está la ciu¬ dad: ¿las arenas y las pómeces que condujeron las aguas, se quedaron en el aire, ó se acostaron so- — 285 — bre el lecho que preexistia? ¿Si la primera ave¬ nida de esos cuerpos graves no so quedó en el aire, la segunda quedaría pendiente? ¿y la tercera? ¿y las demas? En todos los tempora¬ les nos traen esas materias las aguas, ¿quien de nosotros al salir de su casa, se ha encontrado con que ya el zahuan está colocado bajo una bó¬ veda de arena? E 9 te modo de pensar que tan¬ to se presta á la chanzi, nos hace acordar do cierto maestro, que se propuso dar lección de geografía á sus discípulos. A la hora señalada, llamó la atención de ellos haciendo un globo que anticipadamente estaba colocado en la mesa, y dijo á los muchachos: señores, conozcan vdes. la tierra: véanla como es redonda y dá vueltas so¬ bre dos grandísimos pilares. Uno do esos seño¬ res, que no era nada lerdo le pregunta: ¿y dónde están sentados esos pilares? El maestro sin per¬ turbarse le contestó, en el aire, majadero. En el mismo aire que están esos pilares descansan¬ do, se sostiene la bóveda donde esta edificada la ciudad de Guadalajara. Lojos de sernos per¬ judicial, la naturaleza del terreno por su poro¬ sidad y figura, favorece la evasión de los vapo¬ res y los gases. Sabemos que en el siglo pasado hubo un filó¬ sofo que asegurase, y sin haber visto nuestro — 286 — continente sino en los mapas, que todo él no era smo nna erupción volcánica muy posterior diluvio; también hubo otro que afirmaba que en nuestro suelo, ni ¡adraban ni mordían los ÍTfZ : < y ( ° tr0 <1U ° quiere f)Ue ,os indios brota- sen de la tierra como los bongos, porque ¡aué disparate por grande que sea, pregunta Cicerón, “ ha Tlst0 honrado en la boca de algún filo'! "°- f ^ juventud de nuestro continente, es e as ideas peregrinas que han circulado en muchas de las tantas conversaciones á que dieron lugar los temblores en nuestros dias. -a roca primitiva sobre que están extendi¬ das tas estratas volcanizadas de nuestro suelo y que se descubro con facilidad en los parajes elevados del departamento y la playa de Zacoal- co sembrada de reliquias antidiluvianas, de las que hay algo en nuestra ciudad, y el estado geo¬ lógico de las montañas del Poniente, el del Ce- ] °', UC ? } y de Chapalac, todo prueba que elsue- de Guada laja ra era tan viejo como el mundo - que acaso para hacer valer sus derechos de ma- yoridad, Hama muchacho al nuestro. Este país, pues, sufrid el cataclismo del di- luvio, y formaba parte de aquel ¿uerpo árido y seco á quien saetí Dios de las aguas, y llamé tierra. Antes de esa universal anegación, ¿cuál —287— es el volcan que pudo existir, pues casi todos los combustibles que dan pábulo a esas hogue¬ ras, digamos así, no pertenecen sino a monta¬ ñas de segunda formación? ¿Mas continuarán los temblores? El terror arranca esa pregunta, y mejor que contestar á ella, debemos destruir su origen. “Si contem¬ plamos lo futuro en sí mismo, esto es, en su na¬ turaleza, solo á Dios es conocido, diremos con el príncipe de la Mirándola; si lo buscamos en las causas de donde depende, no lo podemos co¬ nocer sino en proporción y en cuanto conoce¬ mos esas causas y la conexión entre ellas y los sucesos futuros.” De las que hemos designado para los temblores, unas se han modificado por la estación, otras permanecen quién sabe hasta qué grado, en capacidad de producir este fenó¬ meno, que se ha hecho temer tanto en nuestros dias; y se pondrán en acción? Quid crastina volveret etas Scíre nefas homini. Si nos atreviésemos á anunciar que ya no sentiremos en el año presente ni dentro de tan¬ tos más, sacudimiento alguno de la tierra, me¬ receríamos el que cada uno de nuestros lectores nos reprendiese en los términos en que el cie¬ lo improperó á Job su temeridad- 58 - 288 - Y dime si por dicha penetrados Han sido ya de tí los hondos mares. Los abismos secretos apartados? Abrióse á ti la puerta, en los lugares, A do vive la muerte dolorosa La casa de tinieblas y pesares? . Estante, nosotros diremos á nuestros con¬ ciudadanos, sin temor de que la naturaleza se complazca en condenarnos como ligeros: “Se¬ renaos, vecinos de Guadalajara, pues las causas que pueden mover nuestras habitaciones y sa¬ cudir nuestro suelo, están de tal manera aisla¬ das unas y neutralizadas todas, que no hay que temer el que se ceben en nuestros edificios, ni abran aquellas bocas por donde la tierra vomi¬ ta, entre las angustias de un doloroso paito, el fuego y los torrentes de agua hirviendo, pues el Huido eléctrico, los gases, las aguas, tienen tan¬ tas salidas en el Colli y Popoca, y las barran¬ cas cuantas les son necesarias para dejar inmu¬ nes nuestras casas, nuestros templos, nuestra ciudad. Temblará ó no la tierra; pero ni esos temblores repetidos son de todos los años, ni ellos nos sepultarán en ruinas. Desde el afio de 806 no volvieron á sentirse frecuentes sino hasta 818 y desde 818 hasta 844. Y un vol¬ can de fuego en el Colli, es tan imposible como el contene reí curso de las aguas.” —289 — No podemos concluir nuestro dictamen sin ocupamos de una cuestión moral de la mas alta importancia; la humanidad reclama el que en ella fijemos nuestra atención. ¿Cuál es la cau¬ sa que está obrando en los áaimos de nuestros conciudadanos, para con tanta facilidad abatir¬ los y sumergirlos en una melancolía, cuyos efec¬ tos se dejan sentir en todas ocasiones? Cuando un país es feliz, resiste con más energía la des¬ gracia con qae le amenaza la naturaleza; el mal moral hace que todos los males aparezcan ma¬ yores y que se exageren los peligros. La [faz de nuestra población está escuálida, amarillenta y su corazan carcomido de aquel gusano que corroe la médula de los huesos; tristia coráis jlec- tit cervicem. El Excmo. Sr. gobernador y¡el M. I. Ayunta¬ miento, harán lo posible por tranquilizarlos de sus nuevos temores, haciéndoles entender, que á sus inquietudes no se agregará la fatalidad de una emigración ó peligros de vivir en un suelo bamboleante ni á discreción de un fuego asolador. IJceat esse beatis. Gfuadalajara, Junio 3 de 1844. Fr. Manuel de S. Juan Crisost orno.—Joaquín Martínez. —290 Por la nota de vd. fecha 3 de Mayo dei pre¬ sente año, vi que el M. I. A. tuvo á bien nom¬ brarme en comisión en unión de los Sres. D. Ma¬ nuel Escorza y Lie. D. Jesús L. Portillo, con el objeto de que reconociera si habría o no lugar á una erupción en el Colli como lo temía el públi¬ co. Pasamos luego reunidos con otra comisión nombrada por el Supremo Gobierno á cumplir con nuestro encargo; mas como esta operación exije mucha observación y más que esto cál¬ culos de consideración, no pude dar cuenta tan pronto como quisiera con el resultado de mis trabajos, hasta hoy que tengo el honor de ad¬ juntar mi dictámen para que se sirva ponerlo en conocimiento de ese M. I. C. Aprovecho la ocacion para ofrecer á vd. mi más distinguido aprecio y consideración. Dios y libertad. Guadalajara, Julio 18 de 1844 .—Joaquín Martínez .—Señor secretario del Ayuntamiento. —291 — Examen de los volcanes y los temblores. En el estudio de la naturaleza, el hombre a cada paso se ve precisado a confesar su ignoran cia, y aunque tantos golpes á su orgullo, debie- raa alejar de sus deseos esta pretensión de co¬ nocerlo todo, su noble entusiasmo lo reanima con la dulce esperanza de encontrarse más goces y mayores bienes. Por esto es que adelantamos, y por esto las ciencias cada dia hacen progresos. La verdad de este principio puede deducirse de la exepriencia en cada uno de nosotros cuan¬ do nos proponemos algún objeto. Cuando se ha querido explicar lo que se igno¬ ra, se han reputado errores como principios; pero ellos al fin han motivado los axiomas; y para levantar un suntuoso edificio, cuyos ador¬ nos admirables los ha de formar el reluciente oro y el diamante más trasparente, esta tierra que despreciamos ha tenido una gran parte. Si aplicamorla'especie, á la explicación de los tem- blores^acaecidos en esta capital, del 27 de Mar¬ zo al 25 de Mayo del presente año de 1844, aunque cometamos un error al admitir esta ó aquella 3 razon, éste va á servir como la tierra en el edificio, porque tal vez provocará á los gran¬ des ingenios y ellos encontrarán la verdad. Una multitud inmensa de efectos y de causas - 202 se nos agolpan para cumplir en cuanto podamos, animados de los más puros sentimientos, con la comisión con que el M. I. A. nos ha condecora¬ do, y al electo, nos hemos propuesto para el me¬ jor acierto, ver esto coa detención y examinarlo todo; por cuyo motivo nuestro dictamen ha sido tan retardado. Los temblores están ligados por sus causas con jos volcanes, y con otros fenómenos, resultando de la esplicacion de todos mas probabilidad en favor de nuestras aserciones y mas medios para Juzgar con exactitud en los hechos. Por lo que ha sido necesario analizarlos. Los mas principales que se notan, son: las erupciones, quj consisten en la eyaculacion fuera de la costra sólida de tierra, sea en el aire, sea en las aguas de ma¬ terias que provienen del interior, Esto que se designa con el nombre de erupción, es acompa¬ ñado de otras muchas circunstancias, como tem¬ blores de tierra, levantamientos y depresiones (hundimientos) de la costra sólida, desprendi¬ miento de calor, de luz, ruidos subterráneos, y fenómenos meteorológicos; refiriéndonos la his* toria que todo esto que constituye á los'volcanes en actividad de desaparecer muchas~veces ójya súbita, ó gradualmente. Ella nos dice que en e l centro de los mas grandes continentes, y con f —293 — más frecuencia en los mares yen sus inmedia¬ ciones, después de un ruido aterrorizados se for¬ ma un promontorio producido como por am~ pollamiento, algunas veces de mucha extensión, y en cuyo centro aparece una boca^mas ó menos grande por donde hacen su salida las materias que constituyen la eyaculacion. Estas materias, que son sólidas, líquidas 6 gaseosas y que unas veces son lanzadas á una altura de mucha consi. deracion, caen á la superficie de la tierra y van tomando una figura cónica regular elevándose en proporción de su misma salida; y que si alguna vez no hay esta regularidad, es porque se for¬ man hendiduras, ó porque las materias al salir, pueden producir otro ampollamiento como el pri¬ mero, en algunos puntos de ellas mismas. Las materias que salen en estado gaseoso, se desig¬ nan generalmente con el nombre de humo; y son formadas por el vapor acuoso, por algunos ácidos y’por materias sublimables. Las liquidas salen por lo común en estado de fluidez ígnea, y por su enfriamiento constituyen las arenas que se de¬ signan con el nombre de lavas. Otras materias que salen también fluidas, pero de fluidez acuosa y que corren en abundancia y con precipitación por los flancos, parece que no siempre vienen del interior, sino que son efecto de los fenómenos —294— meteorológicos que se pasan al exterior. Las materias sólidas lanzadas en las erupciones, es- táu siempre en estado pulverulento, y se desig¬ nan con el nombre de cenizas 6 arenas: siendo algunas tan grandes y de tal forma, que les han dado el nombre de escorias, y son impelidas con tal fuerza, que cuando son menudas oscurecen los campos inmediatos. La tierra se extremece v a/ cruge: los lagos se secan y las aguas hierven. El barón de Humboldt refiere que la erup¬ ción que sepultó la villa de Peleléo el 4 de Fe¬ brero del año de 1797, fue compuesta de mate¬ rias en forma de cieno, y que el 19 de Julio del año de 1698, el país de Alentour fué cubierto de un cieno arcilloso, que contenia muchos pescados del género Pimelodus. Otro escritor nos refiere que el volcan casi apagado de Imbarú, en el año de 1691, vomitó también una cantidad tan gran¬ de de estos pescados, que dió lugar^á una fiebre pútrida que reinó mucho tiempo; y que cuando apareció este volcan, ocupó el valle quizá más hermoso de aquel país, formando un promontorio bastante elevado, de figura cónica regular, á con¬ secuencia de las lavas. Ya hemos dicho que siempre que alguna otra causa, como fisuras <5 le¬ vantamientos de la misma materia, producidas en — 295 — fuerza de la propia erupción, no interrumpan el (5rden, la figura es cónica regular. El 29 de'Setiembre del año de 1538, en un tem¬ blor de tierra se ha visto elevarse al Norte de Nápoles, una colina alta y de forma alargada. Las islas de Kemeni, las de Santorin y otras, pa¬ rece que tieneneste mismo origen, así como las de Malpais, cerca del volcan del Jorullo en Méxi¬ co, donde una superficie de más de siete miriá- metros cuadrados, dice el barón de Humboldt, fueron levantados como una vejiga y sobre este terreno han elevádose mil pequeños conos de ro¬ cas pyrogénicas el año de 1759. No es extraño ver á los volcanes dandol ugar á erupciones continuas y después apagarse. Es¬ tas interrupciones que son más ó ménos largas, traen consigo grandes desastres, pues parece que cuanto mayor ha sido el parosismo, mayor es erupción, y por consiguiente los males. De to¬ das las erupciones del Vesubio, la más violenta ha sido la que destruyó las villas de Pompeya, de Herculanum y de Stabia, el ano de 1M9, te niendo lugar despus de un parosismo tan largo, que no se tenia noticia alguna de la ultima re¬ solución ; pero que no dejaba duda por la existen¬ cia del cráter y porque estas mismas villas des- — 296 — * traídas, habían sido levantadas con productos volcánicos. Los temblores que siempre acompañan á las erupciones, no dan materia para hacer de ellas una descripción poética, dice Mr. Bosingault: son mas desastrosos para los habitantes de la tierra, y ¿muchas veces entre aquellos y estos no hay co¬ incidencia. La agitación más ó raénos violenta del[suelo'acompanada de ruidos semejantes á los dejin'cañon,'no dura algunas veces sino un ins¬ tante, y tan débil que no deja ninguna traza de su paso, y una porción de las personas que ae encuentran sobre los lugares no lo sienten; pero otras veces son de larga duración, se renuevan con frecuencia, y son tan fuertes, que los edificios son arruinados, el suelo se huende, las montañas enteras* sejiinden y aparecen nuevas; los ríos son detenidos¿en*sus cursos, y aun los mares se resienten. El mismo temblor unas veces se pro¬ longa á distancias inmensas agitando una super¬ ficie considerable, como el acaecido el 17 de Ju¬ nio del año de 1826, que se hizo sentir según el mismo Bosingault, en toda la Nueva Granada, cuya superficie es de seis mil miriámetros cua¬ drados; mientras que otros no tienen lugar sino en un espacio limitado, tal fué el temblor en la isla de Ischia cerca de Nápoles, el 2 de Febre- —297 - ro del año de 1828. Dice Mr. Covelli qne fué tan fuerte, que muchos edificios se arruinaron, que los habitantes todos creyeron que iban á perecer sepultados en las aguas del mar, y que no obstante un sacudimiento tan fuerte, no fué sentido ni en la isla de Próeida que está muy inmediata, ni sobre las partes del continente ve¬ cino. Esta es la historia, aunque sucinta, de los hechos, véamos las causas. Así como las divisiones de las ciencias] cada dia se hacen más necesarias por los numerosos progresos que hacen, los que ya no pueden ser abrazados por un solo hombre, ni ellas quedarían bien refundidas por contener ideas distintas, así también con los fenómenos naturales, respecto de la hipótesis. Cuando la geografía no^se ocu¬ paba sino del estudio de las divisiones que se podian hacer de la superficie de la tierra, consi¬ derada con relación á la posición del sol, no era necesario ampliar más su sentido, como hoy que pertenecen también á ella el conocimientojde sus desigualdades y el de la distribución de las aguas. Cuando la química no quería otra cosa que tras¬ formar todos los metales en oro,* no había sino alquimia, y hoy que se ocupa de conocer la es - tructura íntima de todos los cuerpos y la acción que ejercen los unos sobre los otros, es ya quí- —298— mica orgánica, inorgánica, médica, artística, etc. Cuando los naturalistas no conocían sino un cor¬ to número de séres, con muy pocas consideracio- nes>ran todos abrazados; pero á proporción que aquellos hau aumentado, han criádose nuevos, para comprenderlos. Esto mismo ha sucedido con las hipótesis. Un número limitado podrá explicarse muy bien con la admisión de una, de la electricidad por ejemplo; pero muchos ya no cabrán, y será preciso admitir otras, y de estas serán preferidas las que abracen más. Puestas las causas que dan lugar á los fenóme¬ nos que queremos explicar, á una distancia inac¬ cesible para nuestros sentidos, ha sido preciso re¬ currir á las hipótesis, y se ha conseguido tanto por este medio, que no dudamos se deban admitir. Para explicar, pues, cuál es la causa de la infla¬ mación de los volcanes? cuáles las materias pa¬ ra alimentar su fuego; de dónde provienen las materias que constituyen la eyacuiacion; qué fuer za las impele hasta afuera; por qué tiene parosis- mos; por qué producen los temblores; y por qué hay fenómenos meteorológicos y otros [de este órden, se han admitido hipótesis; y si alguna aun¬ que fuera muy vaga, hiciera sospechar á los geó¬ logos que la tierra tenia una organización en algo parecida á la de los séres organizados que —299 — eon regidos por «na ley propia y por la cual d cada paso vemos modificadas las uglas genera les de la física, liabrian hace mucho tÚMPiio des¬ cansado en ella, y podiia decirse bajo este su¬ puesto, que las lluvias son las lagrimas de es o co loso animal, vertidas á fueiza dei dolor y dei tor¬ mento: los temblores, esa elevación y depresión que producen los pulmones en la inspiración y es¬ piración; las erupciones volcánicas, los escremen- tos; las fuentes, la oriaa; los vapores acuosos, ol producto de la traspiración; los ríos subterra neos, el líquido reparador, los tubos, los vasos de su circulación; y los publadores todos, ese ro paje natural que el Criador del uuiverso les lia concedido á muchos para librarles del luror do la inclemencia. Aunque Mr. l’atrin y otros, de esta manera han querido aclarar las muchas di¬ ficultades que se les presentan á los que quieren indagar la verdad, lejos de explicar lo que se de¬ sea, dá origen á mayores dificultades y dudas. Tendremos que admitir entonces que este plane¬ ta tiene la facultad de reproducirse, de nutrirse, de crecer como lo hacen los minerales que la cons¬ tituyen, y desempeñar actos que manifiesten su vida. No puede concederse una teoría que pug¬ na al buen sentido y á la'observacion, aunque la — 300 — naturaleza sea una, invariable y guarde mucha aimoDÍa en sus obras. La composición y descomposición de las pyri- tas á que muchos han recurrido, puede admitir¬ se en partes; pero tampoco basta, porque si es ver dad que ellas dan lugar al desprendimiento de la elctricidad, la cantidad que ellas producen de es¬ te fluido no puede explicar todos los fenómenos, y para que haya esta descomposición es necesario que concurran algunas otras circunstancias que no siempre tienen lugar. La presencia del aire y del agua son necesarias; y estos agentes pues¬ tos en contacto de la3 pyritas las descomponen, dan entonces la electricidad; pero al fin esto ter¬ mina por no poderse renovar con tanta frecuen¬ cia como es indispensable, una porción de aque- l'as no descompuestas, lo que no puede suceder. Los descubrimientos de Davy sobre la natura¬ leza de los metales que forman las bases de las tierras y de los álcalis, han dado lugar en estos últimos tiempos para imaginar diversas hipóte¬ sis fundadas sobre la suposición de que estos me¬ tales se encuentran abajo de la corteza occidada de nuestro globo, en un estado que les dá para la agua una'afinidad tal que, cuando este líquido les ataca, se|operan combinaciones y descom¬ posiciones rápidas que desarrollan un calor muy -301— fuerte para fundir las mezclas terrosas vecinas de los lugares donde se produce esta viva acción química, y dan origen á gases y á vapores que tienden á salir á la atmósfera, sacuden y levantan la corteza del globo, y llevan consigo otras mate¬ rias. Esta consideración explica de una mane¬ ra satisfactoria todo lo que se nota en los volca¬ nes y temblores, pero dá lugar á la dificultad que antecede. No se concibe cómo se establezca esta comunicación continua déla agua supeifi- cial con las materias metálicas del interior; por¬ que suponiendo que unacausa cualquiera baya es¬ tablecido esta comunicación, no debe bien pron¬ to impedirse ésta por la misma occidacion, po¬ niendo término á la composición y descomposi¬ ción que resulta de este contacto. La inflamación de la hulla y de la materia com¬ bustible á que muchos han recurrido teniéndola por muy capaz para dar origen a todos estos fe¬ nómenos, después que notamos que también es necesaria la presencia del aire, y cuya comunica¬ ción presenta las mismas dificultades, no se en¬ cuentra en cantidad tan considerable para pro- ducir todos los fenómenos volcánicos que hemos visto, y además qne no explica por qné hay pa- rosismos. - 302 — La electricidad que ha sido casi generalmen¬ te admitida, puede mus bien dar cuenta de cuan¬ to se pasa; pero algunas reflexiones convencen que ella desempeña un papel secundario, porqu8 aunque siempre se encuentra, es consecutiva á los fenómenos, como la vemos en las nubes. Por * otra parte, si las combinaciones ó descomposi- ciones las desprenden, como no hay duda, ésta ya no es primitiva y nos dejaría además en mu¬ chas dudas. Puede ella muy bien dar lugar á la erupción, á los temblores, á los ruidos subter¬ ráneos y á los demas fenómenos; pero si exami¬ namos su marcha, ya no podremos decir nada. Desprendida de la combinación hace su explo¬ sión, forma las nubes que también la desprende y vuelve á la tierra. En este caso parece más prudente creer que es mejor conductora la tier¬ ra que la atmósfera; sabiendo por otra parte que esta última no tiene capacidad para recibirla. Sentados estos principios no puede admitirse la electricidad como causa inmediata. Las vetas, propiamente dichas, que tionen un origen igual al de las erupciones, no pueden explicarse por efectos de la electricidad, porque si la electri¬ cidad resulta de las composiciones y descom¬ posiciones de los cuerpos, nunca quedarían en estado de cuerpos simples como vemos muchos. El calor central por sí, solo basta para expli¬ car todos los fenómenos sin recurrir á casuali» dades en hechos uniformes y constantes, y la di» fieultad se puede hacer depender únicamente de la verdad de su existencia. Que existe un fue¬ go central, 6 mas bien, que el centro de la tier¬ ra está aún en igincion, se infiere de muchos fe¬ nómenos. A proporción que una escavacion se profundiza la temperatura aumenta. El hielo que por muchos años existió en el vértice de alguna montaña elevada, ha desaparecido. De las consideraciones hechas cuidadosamente por Mr. Cordier, se estima que se puede evaluar la aumentación media de la temperatura á un gra¬ do del termómetro por veinticinco metros de profundidad, de aquí es de inferirse que á una profundidad de doscientos mil métros, por ejem¬ plo, las sustancias que no podemos fundir noso¬ tros en nuestros laboratorios, se encuentran allí tales cuales las vemos vomitadas por nuestoa volcanes. Como las excavaciones más profun¬ das se pueden suponer poco importantes con relación al rádio terrestre, se debe tener por cierta la existencia del calor central, aunque sean en esto muy imperfectos nuestros conoci¬ mientos, y aunque las observaciones de muchos geólogos no estén de acuerdo en el cálculo so- 60 -304— bre el aumento de temperatura en una profun¬ didad dada. ¿Cdmojpodremos explicar la desaparición del hieIo*del vértice de algunas montañas elevadas? Nadie dudará que su existencia no es debida á otra cosa que á la altura de estas mismas mon¬ tañas, y su desaparición á que estas’mismas han perdido su altura, acreditando esto Ja diferente medida de altura que bandado los naturalistas que en distintas épocas se han ocupado de este objeto. Yernos que cuando Baugner, Goder y Condamine vinieron hace un siglo á Quito, con trabajos relativos á la determinación de la figu¬ ra de la tierra, sus operaciones en las montañas Guaguapichinche, fueron muy difíciles por la nieve, y actúa Imente ya no se ve nada sobre e pico de ella. Las medidas dadas por Mr. Bou" cigualt sobre la altura de los Andes, son mucho menores que las dadas por Mr. Caldas y el ba¬ rón Humboldt, treinta años antes. Si estas de¬ presiones tienen lugar, como no puede dudar¬ se, parece que nadie ocurrirá para explicar I a desaparición del hielo del vértice de las monta" ñas, á otra causa que á la expuesta, pues sabemos que a proporción que se eleva uno en el aire la temperatura baja. Si la formación del hielo en el vértice de las montanas no es debida sino á la elevación de —305 ellas, su desaparición debe buscarse en la causa contraria; ¿y podrá satisfactoriamente explicarse este fenómeno, sin admitir que el centro de la tierra aún está líquido? En esto conviene hoy la mayor parte de los geólogos y á su admisión nada se opone; y sin pretender excluir del todo Ja hipótesis de la occidacion de los metales y la descomposición de las pyritas, porque algunas veces tienen lugar en los fenómenos volcánicos, es necesario admitir que el fuego central es una causa más constante. De esto se sigue, que se encuentra abajo de la corteza del globo una ma¬ sa en el estado de fluidez ígnea de un volúmen inmenso por relación al de esta corteza, supuesto que diez miriámetros hacen ménos de la sexajé- sima parte del radio terrestre; y que la parte exterior de la mesa fluida, tiende constantemen¬ te á pasar al estado sólido. El desprendimien¬ to de calor entónces, no es sino una comunica¬ ción de la alta temperatura que reina en las par¬ tes del globo de donde proviene la mayor parte de las materias vomitadas por los volcanes. La semejanza de todas estas materias, cualquiera que sea el punto del globo donde ellas se encuentren, ó cualquiera que sea la naturaleza del suelo don¬ de ellas han salido, indican la identidad del pun¬ to de su común origen y la distancia en que este —306 puntó se encuentra de la superficie de la tierra. La abundancia de las materias gaseosas que se desprenden en las erupciones volcánicas, puede también explicarse fácilmente por lo que se ve en nuestros laboratorios, y la producción de ga¬ ses que acompaña casi siempre la salida de la lava liquida aun á la superficie del globo, nos conduce á creer, que cuando la parte exterior de la masa liquida muda de estado, no pasa to¬ da al estado sólido, sino que se operan descom" posiciones que hacen que una parte se trasforme enfgas y esta salga á la atmósfera. La corta-espesura de la corteza sólida del glo¬ bo» y las innumerables soluciones de continuidad que la atraviesan, y que resultan, sea de la ex- tratificacion, sea de la contracción debida al en¬ friamiento progresivo o al empollamiento, esta corteza goza de una flexibilidad que es entrete¬ nida por la continuación deí enfriamiento y por los temblores de tierra; bajo este supuesto, los fenómenos volcánicos son una consecuencia sim¬ ple y natural del enfriamiento interior del glo¬ bo. La masa fluida interior sujeta á una pre¬ sión creciente, ocasionada por dos fuerzas, cu¬ ya potencia es inmensa, aunque los efectos sean lentos y poco sensibles, la corteza se contrae por una parte, y por otra pierde su capacidad inte- —B07— rior á consecuencia del movimiento de rota«ion. Las materias fluidas, entóneos deben salir sin ningún esfuerzo. Una corriente de lavas que ba tenido su ori¬ gen en un punto, cuya temperatura es muy ele¬ vada, aunque la distancia sea grande, debe sa¬ lir en estado de desarrollar un calor considera¬ ble, y parece, durante la noche, como un torren¬ te de fuego, debiéndose á esto el desprendimien¬ to de caldrico y de luz que se nota en las erup¬ ciones; y aunque también se ven verdaderas llamas, solo es cuando alguna descomposición da origen á desprendimiento del gas hidrógeno que se inflama con el contacto del aire ó alguaas ma¬ terias fuliginosas que las mismas lavas encuen¬ tran en su paso. Las lluvias y los demas fenó¬ menos metereológicos que se notan, son conse¬ cuencia de la electricidad desarrollada por el frotamiento del vapor acuoso. Ellas son las que más fuerza dan á los físicos para creer que todo tiene su origen en la electricidad; pero á mas de lo ya expuesto, se puede decir, que las aguas termales también de ella vendrían, lo que no podemos entender, teniéndola como causa primitiya. Cuando á los temblores preceden ó acompa¬ ñan las erupciones volcánicas, no hay que recur- -308— rír sino á las mismas causas para explicarlas; pero cuando esto no sucede como lo hemos visto en estos dias, y como lo refiere Mr. Bosingault, hablando de los grandes temblores de los Andes» preciso es entónces buscar otras. Los temblores de tierra más memorables do la Africa, aquellos que han arruinado las villas, La Catunga, Rio Bamba, Honda, Caracas, Guayra, Barquisimito, etc., en los cuales más de cien mil personas han perdido la vida, no han coincidido con ninguna erupción volcánica bien demostrada, y la oscila¬ ción del suelo en los Andes, debida á una erup¬ ción, es casi siempre local, por decirlo así; mien¬ tras que la que no está ligada á aquellos, á lo ménos en apariencia, se propaga á distancias muy considerables. Mr. Bosingault ha recurri¬ do entdnces á los hundimientos. Ya hemos vis¬ to que tanto la rotación del globo, como la gra¬ vedad ó peso de la costra, solida, tienden á de¬ primir esta misma costra; y como esta depre¬ sión no puede tener lugar sin hacer dilatar los gases que allí existen enrareciéndolos por la compresión, tenemos ya otra causa. Sea cual fuere la cueBtion de que se trata, cuando se habla de una manera general, basta que alguna teoría abrace los principales puntos que la constituyen, para que sea admitida con —309— fundamento sólido; pero cuando se trata de ave¬ riguar un hecho que tiene relación con otros mu¬ chos, y no están las opiniones de acuerdo, las dificultades son muy grandes, y cada uno quiere llegar á este fin por distintos caminos. En la práctica de la medicina tenemos de bulto el ejemplo: los profesores del arte conocen las cau¬ sas que motivan las enfermedades, la influencia de estas sobre los individuos, el desarrollo de la misma enfermedad, su progreso, el diagnós¬ tico, el pronóstico y el tratamiento; y si supone¬ mos dos ó más ocupados del mismo enfermo, y que ellos estén de acuerdo en los puntos esen¬ ciales, difieren no obstante, en la aplicación de los medios. Acontecerá lo mismo, aunque bajo otro aspecto, al querer inquirir la causa que de¬ terminó los temblores de esta capital; pero pre¬ ciso es ponernos antes de acuerdo en las bases de que debemos partir. De las noticias comunicadas por las autorida¬ des encargadas de los distritos á este superior Gobierno, se infiere que á excepción del ultimo temblor conocido en Colima, Zapotlan y Sayula, todos los demas fueron locales; luego la causa reside aquí. Mucho tiempo hace que los habitantes de es¬ ta capital han atribuido al Colli estas conmoci®- —310 — oes, y r en diferentes épocas han sido nombradas comisiones para que examinando este punto de¬ tenidamente digan si allí puede encontrarse la causa. Sin tener á la vista ningún dictámen de ellas, ni conocer sus pensamientos sobre el particular, estamos persuadidos de^que^creyeron lo que nosotros creemos, esto es, que existe un volcan. Todos los productos volcánicos se en¬ cuentran en este suelo. La punzolana, la pepe- riña, las rocas de estructura celulosa, las rocas conglomeradas y la piedra pómez ó jale, no de¬ jando por otra parte, duda los nombres de Colli y Popoca dados por los antiguos habitantes á las montañas inmediatas. Aunque esto basta para decir sin temor de equivocarnos, que en el Colli reside la causa de estos temblores, ya hemos di¬ cho que muchas veces no hay coincidencia entre estos y las erupciones, y era necesario, según este principio, ver si estas erupciones tenían lu¬ gar, 6 si alguna de las otras causas los motiva¬ ban. El examen de las montañas presenta á la observación cosas muy particulares; todas con¬ tribuyen á la averiguación del fin que nos pro¬ ponemos, y la descripción que hacemos de ellas contribuirá sobre manera para que los lectores tengan el mismo derecho que nosotros, y un fir¬ me apoyo al formar sus juicios. — 311 El Colli es una montaña de figura media esfe¬ roide irregular, atada casi por todas partes con otras, de figuras y tamaños variables: su altura es como de seiscientos pies, compuesta de rocas cristalizadas de tamaño muy considerable y de formas angulares; lo que hace su reconocimiento difícil por lo mucho que estas formas maltratan á los pies del observador. La vegetación que allí se encuentra es formada de plantas del gé¬ nero Queréus y algunas de la familia de las eru. cíferas. Por la parte que ve al Este y casi en su base, se nota un hundimiento muy grande, su vértice está deprimido, y siguiendo la cadena que se dirige al Oeste, se encuentra al centro de un círculo formado por un hundimiento como de cinco 6 seis varas de ámbito, un tnbo por donde se están desprendiendo gases que forman una columna de poca altura, pero bastante visi¬ ble. Fuera de este círculo y como al Norte de este tubo, se encuentran otros como confundí» dos, porque en un espacio de dos varas cuadra¬ das, hay siete ú ocho. Los gases que salen son formados por el ácido sulfuroso, ácido hidrosul- fúrico, azufre, sal amoniaco, salssolina y vapor acuoso. Sos flancos no presentan ninguna in¬ terrupción, y el terreno todo es de una misma naturaleza. 61 El Popoea, aunque dista como cinco leguas del Colli, pertenece á una misma época y á una mis¬ ma formación: no presenta ninguna interrupción volcánica: su altura es mucho más considerable, y los tubos allí son numerosos puestos en línea. Aquí se ven machos hundimientos sembrados por todas partes, y de profundidades y tama ños variables, no siendo el mayor de un ámbito de quince varas, ni de ocho el más profundo. Eu el orificio de los meatos se encuentran las materias sublimables de que hablamos; y á ex¬ cepción del azufre que por su cristalización de¬ ja ver la reciente época de su formación, todo lo demas ha estado puesto allí hace mucho tiempo. El gas que sale por los tubos es de la misma na~ turaleza que el del Collí, pero llama sobre esto ja atención el azufre cristalizado que aquí se en¬ cuentra y no en el otro punto. La llama tam¬ bién el número de hundimientos que aquí hay, y que se encuentran no en los mismos meatos como en el primero, sino fuera de él. Otra co¬ sa que nos parece á propósito referir, es, la altu¬ ra de las montañas tan diferentes, la corriente de las aguas que las separan y la abundancia de estas en las dos. En el Colli tienen su origen la mayor parte de la que se consume en esta ca¬ pital: es fria y casi pura, mientras que la que -S-S13— . tiene su origen en el Popoca tiene una tempera¬ tura de 360 centígrados y es muy impura, ms a agua termal sale casi en la base de la montana, por la parte que ve al Oeste; y después de ba. ber recorrido como dos leguas formando una cor. riente, se pierde en las hendiduras del suelo para aparecer de nuevo. Como más datos podríamos quizá determinar la causa que buscamos, de una manera incuestio¬ nable; pero no estando á nuestro alcance a pe¬ sar de los esfuerzos que hemos hecho para con¬ seguirlo, vamos á dar nuestro juicio, siu tener e orgullo de creerlo exento de error, pero con a dulce satisfacción de haber hecho lo posible. Que las montañas inmediatas designadas con los uombres arriba dichos, son prductos de un volcan, nadie podrá dudarlo, porque si se hacen comparaciones entre este y otros, no se ene traráu mas diferencias que las que producen influencia de los tiempos. Q.e existe aún ese volcan, también es cierto, según la definición q dan los naturalistas más recomendables. Que es tá él eu actividad, también lo es; porque ígim ■ que los productos de los volcanes en este estado, ó son sólidos, ó soo líquidos, ó son gaseosos A- qul los tenemos en los dos últimos, según loque hemos dicho, refiriéndonos á lo que observamos. - 314 — Que las erupciones de él motivaron los tem¬ blores, como se ha asegurado, no es cierto; por¬ que ni hay indicios de que haya habido una e- rupcioa de otra naturaleza de materias que las que salen hace mucho tiempo, ni tampoco se ha suspendido. ¡Cuánto valdría en las circunstan¬ cias en que nos encontramos, tener á las manos un acopio de materiales sacados de la experien¬ cia y de la constante observación! Se ha dicho que este volcan no es temible, que es pacífico y que no puede dar origen á esos males que tanto nos han alarmado. Las razones expues¬ tas para comprobar esta aserción, son de mucho peso para tenerlas presentes aquí también; pe¬ ro limitándonos para librarnos del cansancio, á agregar que, aun cuando variaran las materias que hoy constituyen la eyaculacion, siempre su salida seria franca, y las conmociones por esto, no nos acarrearían un eminente peligro. Si ad¬ mitimos hipótesis para buscar las causas, esta¬ mos muy lejos de recurrir al mismo medio cuan¬ do se trata de peligros. Nuestra imaginación entóaces recorre velozmente por los campos del Vesuvio del Etna, de Maccalonaba, de Moya, de Colima y del Ceboruco, juntando en el mo¬ mento la electricidad, la oocidacion de los meta- es, la descomposición y composición de las pil- 315- ritas de fierro y de cobre; la huya, el betumeo y el fuego central. No olvida tampoco la in¬ fluencia de los astros y los mares, de las sales y de la atmósfera. En sus mismos crímenes fija sus miradas y cree que en castigarle se compla¬ ce el cielo, rompiendo tantos lazos con que su clemencia lo estrecha. ¿Qué podría acontecer admitiendo las otras hipótesis y que realmente de ellas tuvieran su origen? No puede haber una erupción mayor; porque aquí no ha habido parosismos, y aunque ella tuviera lugar, sabe¬ mos que este fenómeno está en relación con la resistencia que la naturaleza del terreno opone, aquí hay muchos espacios vacíos por la configu¬ ración de la piedra, porque son angulares, y te¬ nemos muchos meatos. Sea, pues, cual fuere la causa que dá origen á la formación de los vol¬ canes y á su erupción, estamos seguros bajo es te aspecto. La presencia del azufre muy puro, ien cri s tal izado y de un color amarillo hermoso, nos ha hecho vacilar sobre si una cantidad mayor de materias gaseosas produciría los temb ores Ea favor de esta creencia uo hay más que es e producto recientemente formado, indicándolo asi s a purea», sa color y su muy pequen* eaatidai; pero faltando los demas productos, y no encon- 316 — £ 5 ? trándose alteración ninguna en ninguno de los otros cuerpos, parece fuera de duda que esta no fué la causa, y que su origen se deberá á otra que no es ninguna de las dichas. Nos resta solo averiguar si los temblores aquí» tuvieron lugar á consecuencia de la última causa á la que Mr. Bousingault ha referido después; que como nosotros no hemos podido explicarlos por las erupciones, las de los Andes, es decir, á los hundimientos. Sin fundamentos sólidos pa¬ ra atribuirla á las demas causas, estamos obliga¬ dos á admitir estas aunque no hubiera más ar¬ gumentos que los negativos ya dichos; pero es¬ to no es así. Las diferentes depresiones que hay en todos los puntos de las montañas acae¬ cidas en diferentes épocas, vienen en nuestro au¬ xilio. No encontramos, además, dificultad en las teorías, por ser consecutivo al choque de los cuerpos un extremecimiento más ó rnénos fuerte t segun¡su impulso, y por ser consecutivo también el enrarecimiento de los gasesjexistentes en las cavernas. Los naturalistas se han dividido al ad¬ mitir la existencia de estas, á pesar de las gran¬ des montañas que se forman en virtud de las erup¬ ciones, creyendo que las materias vomitadas tie¬ nen todas un origen ó estado gaseoso en el cen¬ tro, y que puestas ©n contacto con el aire, se 317— vuelven sólidas. Cualquiera que sea la natura¬ leza de ellas, y que analice minuciosamente los productos que puedan resultar del contacto de los cuerpos que salen, y los que suministra la atmósfera, se convencerá de que esto es falso; v í excepción de un número muy pequeño de gases que pueden sufrir este cambio, la mayor parte se encuentra fuera de este caso. La pepe- rina, el basalto, el jale y otros no pueden sufrir¬ lo. El azufre que aquí encontramos, tampoco lo ha sufrido, porque está en un estado elemen¬ tal, y en el otro encontraríamos una combina¬ ción de éste con alguno de los elementos que constituyen el aire. Lo mismo podríamos decir de los otros productos; pero siendo opinión se guida por muy pocos, parece que esto nos bas- Venimos á inferir de lo dicho que existen estas cavernas,y que ellas pueden causar la conmoción y los temblores, encontrando también en esta hipótesis medio para explicar el periodo regn ai que con frecuencia se observa. Una larga expe¬ riencia acredita que los temblores seman.fie tan casi siempre en determinada época. En . tío vemos que han acaecido muchos, ¿y no P de esto explicarse á efecto de las aguas" a e mosque de la agua de las lluvias una parte se — 318— r , r\ • \ exhala en vapores y otra es absorbida; y que es¬ ta absorción es tanto mayor cuanto el terreno es mus permeable. ¿Podrá haber otro terreno que lo sea más que el volcánico, estando forma¬ do de rocas todas angulares? La lentitud, pues, de esta absorción explica también, por qué sien¬ do la lluvia el tercer trimestre del año, los hun¬ dimientos vienen á efectuarse en el segundo. Los temblores que aparecen en otro tiempo, de¬ penden de otras causas, y nada podrá decirse con alguna probabilidad de ellos. No terminaremos nuestra consideración sobre temblores sin tocar, aunque ligeramente, ideas que conciernen al porvenir. Cuando vemos las muchas dilicnltades quo hacen embarazosísima la verdad sobre hechos que con nuestras faculta¬ des todas apenas hemos apreciado sin dejarnos todo el convencimiento que quisiéramos, debe¬ ríamos dejar en silencio un punto del que depen¬ de nada menos que la suerte de una población por mil títulos apreciable, y la de muchos habitan¬ tes que lo son afín más para nuestros corazones, convencidos do que por ningún medio podría¬ mos sustraernos do nuestro destino; pero este es muchas veces distinto del que esperamos y otras auu desconocido, y entdnces no lo teme¬ mos. Tendríamos mucho placer viéndonos en 319 — el último caso aunque fuera 61 muy inmediato, sin ocuparnos en analizarlo; mas como liemos vis- ^o que muchos pueblos han sido por ios temblo¬ res arruinados, de aquí lo esperamos. Los tem¬ blores serán más ó menos continuos, serán pro¬ ducidos por las erupciones 6 por los hundimien¬ tos, pero tengamos presente que en el primer caso, poco ó nada sufriremos, y que en el segun¬ do, también estamos libres por tener ya datos sacados del ejemplo de los otros hundimientos- No hemos visto ni ninguno nos refiere exista alguno muy inmediato al que pisamos. ¿No pue¬ de pensarse, por solo esto, que vivimos en un terreno donde no debe efectuarse? Que exis¬ ten cavernas, es incuestionable; ¿y existen ellas en el mismo suelo que ocupan nuestras casas; Si así fuera, veríamos aquí esos hundimientos, y las conmociones siempre y cada una de ellas pro¬ duciría desastres. Admitimos la existencia de las cavernas, y es¬ tamos lejos de temerlas; pues vemos por una parte que esas cavernas tendrán sn origen en un punto más distante de este en que vivimos; que estas pueden estar diseminadas, y aunque se hundan, no harán más que producir ligeras conmociones; y que, por ultimo, si descansamos sobre una bóveda, su espesura necesariamente 62 —320 es muy considerable. ¿Qué importa el peso de nuestros edificios si ella tiene lo menos veinte miriámetros de espesura? La marcha lenta de la naturaleza toda, nos suministra también ga¬ rantías de importancia. Muchos siglos han tras¬ currido ya desde la aparición de esas montañas, y no hemos tenido otros fenómenos más, que las conmociones. La luz propia de muchos astros aún no hiere á nuestros ojos, según la opiniou de algunos astrólogos, á pesar del tiempo que hace que han emprendido su marcha para veri¬ ficarlo. El enfriamiento de la misma costra só¬ lida de la tierra, es muy lento. ¿Por qué ha de faltar esta regla general en la materia que nos ocupa? ¡Cuántos otros fenómenos nos lo proba¬ rían si observáramos! Tal vez se habrían pro¬ nosticado muchas de las catástrofes habidas, si una observación constante acompañara al hom¬ bre en el estudio de ellas .—Joaquín Martínez. LA EXPLORACION CIENTIFICA DEL CEBORIJ OCX En forma de carta dirigida á nuestro amigo y colaborador el Sr. D. Antonio García Cobas, ha escrito el distinguido ingeniero Miguel Iglesias el estudio que publicamos í cotinuacion y sobre el cual llamamos la atención de nuestros lecto¬ res: Sr. Antonio García Cuba3.—México.-*Gn a— dalajara, Abril 10 de 1875.—Mi estimado com¬ pañero: Contando á vd. en el número de mis me¬ jores amigos y habiéndome manifestado varias veces sus deseos de que le envíe mis^escasas le¬ tras dándole cuenta de aquello mas notable que observe en mis repetidos viajes, tengo el ma¬ yor gusto en remitirle hoy la presente para re— —322 - ferirle, aunque de una manera violenta y desor¬ denada, mis últimas expediciones al pueblo de San Cristóbal y al volcan del Ceboruco. Ocu¬ pado en el informe oficial que presentaremos dentro de pocos dias, pronto tendré el placer de enseñarle nuestros planos, vistas fotográficas, colecciones de rocas y todos aquellos datos que hemos podido recojer. Los temblores que desde el dia 11 de Febre¬ ro próximo pasado se han estado sintiendo en Guadalajara y. sus contornos, me traj eron á es¬ ta ciudad. El señor ministro de fomento qui¬ so viniese á ser testigo presencial de estos fe¬ nómenos terrestres para informar al Gobierno lo que pudiese conocer respecto de ellos, tratando de estudiar hasta qué punto podría temerse la probabilidad de algún nuevo y temible aconteci¬ miento. El encargo era delicado para quien, como yo, no cuenta con vastos conocimientos en la ciencia geológica, y además por lo difícil de la¡cuestion propuesta. Sin embargo, comprendí la impor¬ tancia de mi cometido y sin vacilar vine á los pocos dias. No habían pasado aún tres horas de haber lle¬ gado por la diligencia, cuando sentí el primer temblor á las ocho de la noch Fué de una in- -323— tensidad media, de ocho segundos de duración y no causd grandes extragos. No obstante, la po¬ blación se hallaba muy alarmada ya al ver la frecuencia con que se producían los movimien¬ tos. Casi todos los dias se contaban dos 6 tres y generalmente eran en la noche. Las^princi- pales familias huían espantadas fuera de la ciu¬ dad á vivir en el campo y bajo ligeros^techos. Lo que había pasado en el inmediato pueblo de San Cristóbal, se esperaba por momentos se ve¬ rificase también en G-uadalajara. Ea aquel pue¬ blo el temblor del dia 11 había sido tan fuerte que había echado por tierra todas las casas, enterrando bajo sus escombros á unos 50 de sus habitantes y esto acompañado de pavorosos rui¬ dos subterráneos. Bajo estas tristes circunstancias llegué yo aquí. Desde luego comencé á visitar todo aquello, que me pareciddigno de un estudio interesante. Po¬ cos dias después vinieron algunos indios á avi¬ sar al gobernador que se veian algunos humos en los cerros del Col, situados á tres leguas al Poniente de esta capital. Esta noticia produjo un terror pánico: todos creían ver ya reventar un volcan á las puertas de G-uadalajara. Inmediatamente me trasladé á aquel lugar aso¬ ciado á mi apreciable compañero y digno amigo -S24— Sr, Juan I. Matóte, í quien confió esta comi¬ sión el Gobierno del Estado, acompañándonos también más de 50 personas délas principales de la ciudad. Reconocimos, en efecto, la existen¬ cia de una boca y respiradero que arrojaba al¬ gunos vapores sulfurosos; pero esta sulfatara era ya antigua, muchos vecinos la conocian y encon¬ traron que no presentaba variación alguna en su modo de ser natural. Realmente aquello no tenia un carácter alar¬ mante, y asi lo,dijimos al gobierno general y al del Estado. Pasé después al pueblo de San Cristóbal situa¬ do a 15 leguas al Norte de esta capital, en el fon¬ do de una profunda barranca, por donde corre el caudaloso rio de Santiago. Pude ver allí que no habían sido exajeradas las noticias que se nos habían dado. Todas las easas y la Iglesia de la población yacían por tierra, y los habitan¬ tes vivían en la pequeña plaza mayor bajo cho¬ zas formadas con palos y zacate. El temblor habia sido tan fuerte y violento, según me dije¬ ron, que no se podía andar en el momento de la conmoción. El mayor espanto y consterna¬ ción reinaban entre aquellos desgraciados que por su pobreza ó por el cuidado de los pocos in¬ tereses que les quedaban, aüu permanecían so- —£25— bre aquel terreno que se agitaba más de 20 re¬ ces por día. Grietas en que podía caber el brazo se ha- bian abierto en direcciones determinadas y por largas distancias. Un pequeño cerro que se en¬ contraba á lo largo de la línea de movimiento se había fracturado en muchos sentidos. Grandes derrumbamientos producidos en las fuertes pen* dientes de los cerros del contorno, sepultaron en algunos puntos los hermosos huertos que antea produjeran muy ricos y sazonados frutos tropi¬ cales. Me instalé bajo una enramada en la plaza, y- en unión de la autoridad salí después á obser¬ var le s efectos producidos por los temblores, su dirección, intensidad y todas aquellas circuns¬ tancias que los acompañaban. Examiné las grie¬ tas por las que salía vapor de agua; vi ios der¬ rumbes de los cerros, se rae hizo notar el aumen¬ to que habían tenido todos los manantiales de agua y auu se creía ver mayor cantidad de ella en los tres ríos que circundan la población. Durante el tiempo que permanecí en S, Cris¬ tóbal, tuve ocasión de sentir cuatro fuertes mo¬ vimientos de la tierra entre otros varios apenas perceptibles: uno de ellos fué demasiado largo, pues pasó de 46 segundos. Después supe, por — 326 la vía telegráfica, que este temblor se había sen¬ tido hasta en esa misma capital de la Repúbli¬ ca. Era el 9 de Marzo á las nueve de la maña¬ na y me ocupaba de formar el plano detallado de aquel interesante montoa de ruinas. Pare¬ cía, en efecto, que aquel suelo saltaba ó se ba- leanceaba sobre flexibles resortes. Ruidos sub¬ terráneos semejantes á los que producen lejanos carruajes al rodar sobre los empedrados, se de¬ jaban oir en cada movimiento y eran seguidos posteriormente por el que causaban las piedras al desprenderse de las paredes verticales de las montañas. Acudieron á mí algunos vecinos para consultar¬ me sobre aquellos fenómenos. Se comprendía que alguna intensa acción volcánica estaba ma¬ nifestándose allí, quizá la más enérgica que so haya sentido en muchos siglos en nuestra na¬ ción; pero no era fácil prover todavía hasta qué punto podría llegar en sus terribles efectos. Sin embargo, era necesario calmar los ánimos dema¬ siado acobardados ya coa todos aquellos suce¬ sos. El recuerdo de las víctimas que dias pa¬ sados se habían sacado de los escombros, entre las que contaban casi todos aquellos desgracia¬ dos algún hermano, pariente ó amigo, le ha¬ cia derramar abundantes lágrimas. —327 En la noche, ya muy fatigado, me retiré í des¬ cansar bajo mi choza; pero mi imaginación, de" masiado excitada con todas aquellas escenas, no me permitía conciliar el sueno. Repentinamen¬ te llegan á mis oidos algunos cantos lejanos: me levanto y me dirijo al lugar de donde salían. Eran los vecinos que, reunidos expontáneamen- te en un lugar descubierto, pues no contaban ya con iglesia, ni con casas, arrodillados, con la ca¬ beza descubierta y una vela en la mano, entona¬ ban alabanzas pidien io á Dios misericordia. Des¬ pués, presididos por el de mayor categoría, por¬ que el cura se hallaba ausente, hicieron una pro¬ cesión que recurrid todas las calles del pueblo. Regresé a Gruadalajara y supe allí que los tem¬ blores se habían sentido también con bastante energía, lo que h sbia llevado al extremo el pᬠnico general. Todas las casas se hallaban apun¬ taladas, pues nadie se creía seguro bajo de ellas estando tan llenas de cuarteaduras. La circu¬ lación de los carruajes por las calles se habia prohibido por la autoridad. Algunas personas construían pequeñas casas de madera en las pla¬ zas; otras se iban á dormir en la noche á las huertas del prdximo pueblo de S. Pedro. Supimos entdnces que el volcan llamado Ce- borneo, situado i 48 leguas al Oeste de Ouada- 63 — 328— Iajara y próximo al camino de 8. Blas, manifes¬ taba nueva actividad en la erupción que persis¬ te desde el 24 de Febrero de 1870. Desde lue¬ go me trasladé áaquel punto acompañado délos ingenieros Juan I. Matute y Mariano Barcena, activos é inteligentes colaboradores. . Llegados á los tres dias a' Ahuacatlan, pobla¬ ción que se halla en la falda del Ceboruco, á dos y media leguas de distancia, comenzamos es e luego nuestras exploraciones. Por este ado no se veia el cráter ni la parte más intere¬ sante de la montaña, y sí solo las inmensas co¬ lumnas de humo blanco que salían de su vér¬ tice. Resolvimos acercarnos mas y nos traslada¬ mos al rancho de Uzeta que es el mejor punto de vista que tiene el volcan, por ser ha'cia este punto adonde se eslán dirigieodo las corrien¬ tes de la erupción. Continuada sin descanso ésta desde el año de 1800, ha levantado ya una cadena de cerros que forma hoy nn nuevo es¬ tribo de la gran mor,tafia. La longitud de esta cadena es de 7,590 metros, su mayor anchura de mil y | a altura de sus diversos picos pasa en estos momentos de 500. U a cálculo aproxima¬ do que hicimos de su masa, nos did una canti¬ dad do 1860 millones de metros cúbicos. —329 — Instalados en el rancho de Uzeta por 10 dias, tuvimos ocasión de observar dia y noche lo que pasaba en el volcan. La formación de las nue¬ vas montañas es lenta pero constante, y el fenómeno se produce de la siguiente manera: Al principio el suelo se calienta interioran nte, la vegetación muere con la falta de humedad en sus raíces; el terreno se hiende ó cuartea, como se dice vulgarmente, eu diversos sentidos, pero más generalmente en el paralelo de la linea del levantamiento; comienza á elevarse gradual¬ mente formando ampollas ó pequeñas eminen¬ cias que cada dia suben mas; se va formando háeia el medio un filo ó arista; las pendientes á uno y otro lado crecen en proporción al des¬ prendimiento de las piedras que, al rodar a las partes mas bajas, arrastran la tierra y los vege¬ tales. Nuevas piedras salen del interior y des¬ cienden con elevada temperatura. La acción continúa así por largo tiempo; después apare¬ cen ya grandes rocas que, enrojecidas, ruedan á su vez arrastrando consigo otras muchas y cansando un gran movimiento en aquella falda. Antes de desprenderse se oyen detonaciones interi )res como cañonazos lejanos; después vie¬ ne de arriba la avalancha de piedras resbalán¬ dose sobre las rápidas pendientes y levantando —330 — grandes columnas de polvo que parecen á lo le¬ jos humos blancos. Algunos picos cónicos se ven sobre aquella masa que son diversas bocas por donde salen constantemente vapores sulfu¬ rosos; en su derredor se ve condensado el azu¬ fre y manchadas las rocas con el color amarillo de éste, y aquella montaña se eleva cada día más; nuevas rocas que salen calcinadas del inte¬ rior, ruedan y sirven de base a' las que de nue¬ vo arroja el volcan de su seno; adelantándose sobre el terreno, ensanchando la montaña más y más y cambiando Ja forma de ésta á cada ins¬ tante. Es posible ver con eDtera impunidad la mar¬ cha constante de aquella masa, desde pocos me¬ tros de distancia de su pie. Así lo hicimos va¬ rias veces siguiendo con atención aquel fenóme¬ no para poder estudiarlo en todas sus partes. Algunas rocas que caían cerca de nosctios esta¬ ban en tal estado de incandescencia, que que¬ maban en pocos instantes gruesos trozos de ma¬ dera que les poniamos encima. Su enfriamien¬ to después era tan rápido, que se estrellaban frecuentemente reduciéndose en multitud de pe¬ queños fragmentos. La roca que domina allí es el basaito negro ó rojizo, más ó ménos es¬ ponjoso, y al caer exhala un olor fuerte de cío- —331— re y azufre que dura hasta muchos días des¬ pués. , . . Largas horas pasábamos en la contemplación de esta variada escena. De noche era mucho más imponente, tanto porque los ruidos subter¬ ráneos se percibían con más claridad, como por¬ que se producían corrientes de fuego que, ini¬ ciadas en la cresta de los cerros con una luz re¬ pentina. y tan viva como la eléctrica, se derra¬ maba por los flancos con gran rapidez hasta lle¬ gar á la llanura: quedaba brillando por algunos minutos; después se apagaba para aparecer en o- tro punto una nueva luz y una nueva comente descendente. El juéves Santo en la noche nos pareció que el volcan se conmovía aún más que de ordinario: era todavía de dia cuando vimos las corrientes de fuego bajar por las pendientes con violencia y en gran número. Esto nos hizo permanecer allí en observación hasta las altas horas de ia noche: ninguno de nosotros quería desprenderse de aquel espectáculo que producía en nuestra alma una indefinible emoción. La naturaleza en sus grandes y sublimes manifestaciones, sorprende y fascina la inteligencia humana: en su contempla¬ ción se experimenta un gran placer á !a vez que se siente uno sobrecogido de pensamientos ver- — 332— daderam mte religiosos. ¡Cuán grande y podero¬ so es eie Ser Supremo que gobierna y dirige la naturaleza con leyes tan sabias como inmutables, manteniendo esa armonía infinita que rige al uni¬ verso! ¡Cua'n pequeño es todavía el hombre que orgulloso con su ciencia, se encuentra por donde" quiera lleno de imperturbables misterios y pro- fundos arcanos, s ¡ n poder, á pesar de sus constan¬ tes esfuerzos, llegar i descifrarlos. Estas y otras mil ideas so presentaban involuntariamente en nuestra imaginación, al presenciar aquel espec¬ táculo sublime que infundía en el espíritu senti¬ mientos mas elevados, emociones más puras que las que podríamos tener ante los altares, en ese momento iluminados, de los templos de México. Naturalmente todas estas escenas nos anima¬ ban para intentar la ascensión hasta la cima del volcan, y ver de cerca lo que pasaba en aquel ardiente cráter que seguía vomitando constante¬ mente espesas y grandes nubes de humo y ceni¬ zas. Si al principio se nos presentaba aquella expedición como peligrosa, nos animaba la noti¬ cia de que alguuas personas entusiasmadas s • ha¬ bían acercado hasta muy cerca de la cima. Una mañana, la del 20 de Marzo, llegamos al lugar hasta el cual otros viajeros habiau llegado, y —333— desde donde pudimos examinar muy de cerca la masa más candente de la montana. ► Era preciso ir más adelante; por tanto resol, vimos subir hasta la cumbre y dejamos allí los caballos y todo aquello que pudiese embarazar nuestra marcha. No estábamos preparados, nues¬ tras provisiones eran pocas y el agua muy esca¬ sa. Sin embargo, comenzamos á ascender sin va¬ cilar: la pendiente era muy rápida y el suelo es¬ taba formado de cenizas blancas con piedras pó¬ mez que se resbalaban al poner el pié. Ningu- na sombra nos ponía á cubierto de los ardientes rayos de aquel sol abrasador, pues á pesar de que en quel sitio existia hacia pocos anos un es¬ peso bosque de encinos y pinos corpulentos, to¬ dos sus troncos yacían ahora por tierra, quema¬ das sus raíces y derribados por ia fuerza de los vientos, lo cual hacia más penoso y difícil nues¬ tro paso. Además, si en otras montañas es fᬠcil ir disminuyendo la pendiente con una marcha oblicua, aquí no nos era posible hacer esto por ir entre dos hondos arroyos que casi paralela¬ mente bajaban desde la cima y habían degradado un suelo que sin vegetación permite el descen¬ so violento de las piedras y cenizas. Por fin, después de más de tres horas de con¬ tinuados esfuerzos y mutua ayuda, llegamos has- 334- ta la cumbre de la montana. ¡Qaé bello y gran¬ dioso espectáculo se presentó á nuestra vista! El cráter del volcan se hallaba á nuestros pies con toda su imponente magestad. Desgraciadamen¬ te tres pequeños cerros ó conos de erupción que han brotado en medio de él, lo han dividido en do 3 partes casi iguales. La más distante de no¬ sotros que se hallaba á unos 400 ó 500 métros de distancia todavía, es la que al presente se ha¬ lla en erupción, y no nos era posible llegar has¬ ta ese lugar, tanto por lo inaccesible y fragoso del terreno, como porque se hallaba en un esta¬ do candente. Al frente teníamos, á ia mitad de la distancia, los conos de erupción, entre los que viraos agujeros profundos como de dos ó tres raétros de diámetro que despedían abundantes vapores de azufre y el cual se veia depositado en derredor en bellos cristales. Detras estaba el anchuroso cráter en cuyo seno deseábamos arro¬ jar nuestra mirada atrevida. De allí nacen esas columnas de humo y cenizas que veiaraos desde [a llanura, tan densas, tan blancas y que se ele¬ van en la atmosfera hasta alturas inconmensu¬ rables. Por intervalos de 8 á 12 minutos arro¬ jaba una inmensa bocanada, que al ascender en el aire producía sobre el cráter una sombra muy oscura. Poco después se notaba que la nube despedía multitud de piedras pequeñas, á seme¬ janza de la lluvia que se desprende de una nu¬ be tempestuosa. A veces se vé también, y prin¬ cipalmente de noche, salir un relámpago de den¬ tro del cráter. Ruidos como de grandes piedras que caían para el interior de aquel antro, se oian conprecuencia. A uno y otro lado del cráter se veían las cor¬ rientes de lava: la de la izquierda descendía há- -