Unam h i ii i ili l 21057 ITUTO DE GEOLOGÍA-CU UNAM 21057 INSTITUTO DE GEOLOGÍA - CU \ S ~ot\ / Jí CXDO $ (¡S¿? BIBLIOTECA K'v» > ■ ■ » ; . • ‘ ' 1 LA FILOXERA M Al^EE A ID IB O O IMI BATIELA EN LA REPUBLICA MEXICANA, POE MANUEL R. VERA INGENIERO AGRONOMO. MÉXICO OFICINA TIPOGRÁFICA DE LA SECRETARÍA DE FOMENTO. Calle de San Andrés núm. 15. (Avenida Orientes-oí. 1895 % - ' ' . i 1 ,q i. > ■ r A.M3LV .Si: ■ *í A .V i; ■ • . • ■ •-• mm . >' • . • r ' a • - . u\, ' - 1 - > • \ .■ / r I 1 'JrV v^ ;: ■ / íiS* IENEO el objeto de la comisión con que se me raíces, siendo como ellas, todas hembras. Pasado algún tiempo, la nueva generación aparece salien¬ do de esos huevos, y los jóvenes recien nacidos se fijan, por su parte, sobre las hojas de las extremidades, para formar nue¬ vas agallas, y continuar así la reproducción de sus congeneres hasta la caída de las hojas; ó bien descienden á las raíces pa¬ ra ejercer sus funciones como madres radicíeolas. Algunas observaciones de Marión y Cornu les conducían á concluir que en determinadas circunstancias, los insectos ápteros nacidos de los huevos de las madres ponedoras de las raíces, eran capaces de salir de la tierra para ir a formar aga lias sobre las hojas; pero los hechos de esta naturaleza pare¬ cen ser demasiado raros, y más bien puede asentarse como regla general, que en el mayor número de casos, los insectos de las agallas no tienen otro origen que una parte de la ge¬ neración salida de los huevos de los sexuados, fundándose en la experiencia de Balbiam: en un campo plantado de Vitis Riparia, cuyas hojas año por año se cubrían de gran canti- 20 dad de agallas, mandó en el invierno tratar la mitad del cam¬ po con su mezcla, con el objeto de destruir los huevos de invierno que pudieran existir sobre las cepas; la otra mitad no recibió ningún tratamiento, y en la primavera siguiente se la vió cubrirse de gran número de agallas, mientras que la primera permanecía inmune de las susodichas excrecen¬ cias; prueba concluyente de lo antes asentado. Por otra parte, esta forma de filoxera parece ser peculiar, ó al menos más constante, en algunas variedades de vides americanas, especialmente en todas las descendientes de la Ri¬ paria; aunque no es raro verla desarrollarse en algunas varie¬ dades europeas; y entonces elige como sitio para formar sus agallas, las hojas tiernas de las extremidades, prefiriendo las más suculentas. ACCIÓN DE LA FILOXERA SOBRE LAS VIDES. De todas las lesiones causadas por el insecto sobre cada una de las cepas que llegan á estar al alcance de su azote, sin duda la primera que aparece como uno de los síntomas anunciadores de la enfermedad, es la presencia de hincha- mientos ó tuberosidades en la parte más delicada de la cabe¬ llera de las raíces, invadiendo casi la totalidad de estos órga¬ nos, tan preciosos para la vida de las plantas; se les encuentra, al examinarlos, completamente deformados (fig. 11), haciendo un contraste marcado con las partes similares de las raíces, que se encuentran sanas, ya sobre la misma cepa ó comparándolas con las de las que aún no sienten sobre sí el peso enorme del terrible animal. Fijando la atención en estos signos primor¬ diales, se nota que las raíces de un diámetro un poco mayor están marcadas por gran número de protuberancias que afec¬ tan la forma de verrugas, las cuales van decreciendo de di¬ mensiones en razón directa de la edad de las partes afectadas; de modo que se ven muy deprimidas y bastante pequeñas en las raíces cuyos tejidos han alcanzado cierta edad y se encuen¬ tran por esto mas duros y resistentes. 21 Estas protuberancias anómalas sólo son las consecuencias, ios efectos producidos por la acción de las picaduras del in¬ secto y la succión que ejerce del protoplasma, que encerra¬ do en las celdillas, desempeña, como se sabe, todas las fun¬ ciones vitales de ellas; la desaparición del protoplasma arras¬ tra consigo la desorganización, primero de las celdillas que forman lapilioriza délas raíces ó las del lugar atacado, trans¬ mitiéndose las alteraciones después, por medio de los vasos conductores de la savia, á las radículas desde luego, á las raíces más tarde, para herir de muerte á los tejidos y acarrear la putrefacción, tanto de unas como de otras. Una vez devastadas las raíces más tiernas, cambian de as¬ pecto las de mayor edad, llegando á tener una coloración ne¬ gruzca, y una contextura esponjosa y bastante quebradiza. En los momentos en que esto sucede, no encontrando ya los medios y las condiciones indispensables á su existencia, el insecto las abandona, para ir sobre las vecinas más cercanas, por las hendeduras de la tierra, á continuar su obra de des¬ trucción. En fin, aun cuando quedan á la planta algunos res¬ tos de vida, no son bastantes los medios de que dispone para levantarse y volverse vigorosa; por consecuencia, debe aca¬ bar por morir. Mientras esto pasa y se cumple en la parte subterránea de las cepas, algunas indicaciones se muestran en la parte aérea. Dependen éstas de múltiples circunstancias que concurren, de común acuerdo, unas veces para acelerar la marcha; otras para detenerla, formando obstáculo á los rápidos progresos del ataque; así, el tiempo durante el cual la filoxera ha estado posada en las raíces, es un factor que debe tomarse en cuen¬ ta, pues generalmente no se nota ninguna alteración en el follaje, si no es pasado uno ó dos años; el número de insec¬ tos que ejercen la destrucción, fácil es de comprender que influye de una manera notable, para acortar o alargar ese plazo; la naturaleza del suelo, como el vigor y lozanía de la cepa, tienen también su influencia; mas de cualquier modo 22 que sea, el mal aparece al exterior por puntos que sólo inte¬ resan á algunas cepas; en ellas la vegetación no solamente es anormal, sino que se muestra deprimida y raquítica. Fórman- se círculos más ó menos bien delineados que se ensanchan poco á poco y van abarcando en su desarrollo á las vides Bituadas en tornó del punto en que aparece el foco; de ma¬ nera que se va formando una mancha, una especie de cuenca, cuyo centro está ocupado por las cepas que, contando mayor tiempo de atacadas, se encuentran muertas por completo ó en un grado altamente avanzado de decaimiento y de postra¬ ción: al rededor y á corta distancia se encuentran otras, que en menor escala, dejan entrever no muy alejado el término de su vida. Separándose aún más, en el sentido del radio, se va notando, por grados bien sensibles, á medida que se llega al borde exterior de la parte infestada, las diferencias en el pro¬ greso de la enfermedad, y se presentan, al paso que se avan¬ za, cepas cada vez más vigorosas, no obstante poseer mayor número de insectos. Las ramas de las cepas que siguen á las ya muertas, se en¬ cuentran retraídas, las hojas toman un tinte amarillento des¬ de el mes de Julio, y al poco tiempo se las ve caer. La pro¬ ducción de frutos presenta un fenómeno notable: general¬ mente al principio y bajo la influencia del ataque, aumenta en cantidad, sobrepasando el rendimiento medio; pero no tar¬ da en decrecer a medida que el mal avanza, y llega á veces á una proporción que espanta. Al mismo tiempo, las bayas del racimo no llegan á la madurez perfecta, quedando muchas de ellas rojas, en lugar de tener el tinte negro que se busca para colorar los vinos. Como se ha visto, no sólo sobre las raíces tiene su sitio la enfermedad, sino que las hojas, á su vez, dando lugar á la producción de agallas, contribuyen, por su parte, á aumentar las consecuencias de la invasión, pues muy conocido es el im¬ portante papel que desempeñan en el fenómeno de la nutri- cion, y perturbándose sus funciones, no pueden ayudar á la 23 planta á sostenerse, al menos en cierto grado de vigor; sin embargo, la influencia nociva de la desorganización de una parte de las hojas es menor, y no puede compararse con la ejercida en las raíces, que causa horribles estragos. A consecuencia, tanto de unas como de otras lesiones, las plantas que rodean las cepas muertas mueren también, mien¬ tras la mancha crece; y con el tiempo, de un modo fatal si no se interviene, el radio de infección aumenta hasta que, llegando á ser confluentes las manchas, devastan viñedos de las más grandes dimensiones. CIRCUNSTANCIAS QUE INFLUYEN EN LA MARCHA DE LA ENFERMEDAD. La acción destructora de la filoxera, se encuentra sujeta á multitud de circunstancias, que concurren á facilitar los me¬ dios de propagación, prestando los mejores auspicios a la ra¬ pidez de su desarrollo; ó que, por el contrario, sirven para dis¬ minuir la intensidad del azote, minorando los fatales resul¬ tados de la presencia del insecto. En los terrenos arenosos que presentan caracteres bien marcados y cuyos granos son tan finos como los de las pla¬ yas del mar, el insecto encuentra grandes dificultades para vivir, ya sea porque la rápida renovación de la cabellera de las raíces facilita la nutrición de las cepas, y éstas están en mejores condiciones de resistir, ó porque apretándose mejor el terreno, no deja intersticios por donde la filoxera pueda pasar á otras plantas. Los abonos enérgicos, así como los riegos practicados con habilidad, las escardas, y en general, las labores repetidas que extirpan las malas hierbas y remueven perfectamente el suelo, contribuyen también considerablemente á la reconstitución del sistema radicular de las cepas, aumentando, por conse¬ cuencia, la fuerza de resistencia. Por el contrario, los viñedos situados en terrenos secos, 24 duros, poco profundos, de naturaleza arcillosa, de subsuelo impermeable, a los que no se les aplica ningún abono y en los que los cultivos se ejecutan sin cuidado y de mala manera, se encuentran en condiciones muy desfavorables que los hacen sensiblemente inferiores para resistir a los ataques y oponer¬ se, siquiera en parte, á la marcha de la invasión. En los suelos arcillosos, que se endurecen y hienden bajo la acción de los calores del Estío, la cabellera de las raíces de las cepas se rompe con facilidad, obedeciendo á la atracción que ejerce la tierra al retraerse; además, la renovación se ha¬ ce con suma dificultad, pues las raicesitas no tienen la fuer¬ za suficiente para vencer, en su desarrollo, la resistencia que les opone la arcilla; mientras que la filoxera tiene paso fran¬ co por las grietas, para transportarse á donde le conviene ir. Se comprende por esto, que los viñedos desaparecerán rápi¬ damente de esos terrenos. Eas cepas bien formadas, de troncos gruesos y vigorosos, resisten mucho mejor á la acción del parásito que las delga¬ das y raquíticas, cuya vegetación se cumple de una manera tan inconveniente. En efecto, de las funciones desempeña¬ das por las hojas en mutua correlación con el sistema radi¬ cular de las plantas, resulta una acumulación, en la cepa, de materiales nutritivos propios á su existencia, que se distribu¬ yen, utilizándose una parte de esos materiales, en la formación del esqueleto leñoso; así como para activar la multiplicación de los órganos aéreos y subterráneos; otra está destinada ála formación del fruto, mientras que una tercera queda como re¬ serva, para sei vir el ano siguiente á la formación de las prime¬ ras hojas y de las raíces mas tiernas. Perpetúandose la mis¬ ma serie de fenómenos de un ano al otro, fácil es concebir por este continuo encadenamiento de hechos, que mientras los troncos de las cepas sean más gruesos, mayor será la cantidad de materias nutritivas almacenadas en reserva, más fácil, por consiguiente, dar al principio de cada año los elemen¬ tos indispensables á la formación de los órganos de nutrición, 25 y por lo tanto, se contará con mejores aptitudes para resistir á la filoxera, que en el caso de una cepa joven, delgada y ra¬ quítica, que no tiene gran cantidad de materias nutritivas en reserva. El clima también hace sentir su influencia, y de una mane¬ ra marcada, sobre la intensidad y marcha de la enfermedad. En los lugares donde la temperatura es bastante alta pa¬ ra formar un clima cálido, el número de generaciones de la filoxera es más considerable que en aquellos lugares que pue¬ den calificarse de fríos; además, en aquéllos, la sequedad del suelo en Estío es mucho mayor, y la cabellera, como se ha dicho,, se renueva con mucha más dificultad que en las regio¬ nes septentrionales. El mal causado sobre las raíces por la picadura de la filo¬ xera, parece estar en relación directa de la actividad vegeta¬ tiva de la planta; habiéndose observado que las picaduras del insecto son siempre mucho más peligrosas en Junio y Julio que al fin de Agosto ó Septiembre, época en que la actividad de la vegetación es mucho menor. Se ha dicho algunas veces que la potencia destructora de la filoxera parecía atenuarse de año en año, y llegó á creerse hasta en su expontánea desaparición; pero en el estado actual de su conocimiento, nada permite esperar ni hay en que ba¬ sar la realización de tal hecho. Los que tal habían pensado, hacían su inferencia, de la comparación que efectuaban con otros insectos nocivos, cuya acción es periódica, ó con ciertas enfermedades debidas á la presencia de criptógamas (oidium, mildiou, antragnosis, etc.), cuya existencia depende á menudo de circunstancias que varían de un año á otro. La filoxera, lejos de ser influenciada por esas circunstancias, resiste a los fríos más intensos que pueden sobrevenir en el medio don e vive, á la vez que la intemperie no parece producirle efecto alguno destructivo; se reproduce y cumple con facilidad sus metamorfosis, en todos los climas donde la vid puede vege¬ tar, y se ignora que tenga como enemigos, séres organiza- f 26 dos bastante potentes, para detener de una manera sensible su lujuriosa reproducción. De todos estos hechos, hay una conclusión terminante que sacar: combatir á este insecto por todos los medios eficaces, si se quiere conservar los viñedos que aún no han sido ata¬ cados. , \ ; . : .v PRICIPALES MEDIOS DE COMBATIR LA FILOXERA. A pesar de la dedicación y empeño con que se ha tratado de encontrar por medio de cuidadosos estudios, un procedi¬ miento en que fundar la esperanza de llegar á la destrucción radical del insecto, no obstante el largo transcurso de tiempo que para ello se ha empleado, los resultados no han corres¬ pondido, ni á las esperanzas, ni al empeño, ni al talento de los sabios interesados en este asunto; no han sido coronados de un éxito completo, y tal vez no podrá conseguirse tenien¬ do en cuenta la manera de ser del insecto. Desviados de ese camino por los fracasos obtenidos, se ha planteado el proble¬ ma de manera á encontrar un medio de combate, con la po¬ tencia suficiente para establecer un modas vivendi entre la vid y el parásito que la asedia; de tal modo, que pueda vegetar de una manera conveniente, para que al ser cultivada, produzca un rendimiento ventajoso. Entendida la cuestión desde este punto de vista, las investigaciones practicadas han sido muy fructuosas, y puede decirse que la ciencia está armada de procedimientos que en la lucha contra el terrible insecto, le permitirán salir victoriosa. Los medios que se utilizan para enervar los estragos de la filoxera, pueden dividirse en dos categorías diferentes: 1? Los medios que entrando directa¬ mente en lucha con el parásito, tienen encomendada la mi¬ sión de destruirlo: considéranse comprendidos aquí todos los insecticidas en general, la extinción de los focos, la destruc¬ ción del huevo de invierno y la sumersión; 2? Los procedi¬ mientos que sin fijarse en la destrucción directa del insecto, tienen por mira rodear al viñedo de condiciones que le per¬ mitan resistir, conservando sn vigor: en esta categoría se en¬ cuentran colocadas, la plantación en los terrenos arenosos y la reconstitución por cepas resistentes. DESTRUCCIÓN DEL HUEVO DE INVIERNO. Como se ha dicho al tratar de la filoxera alada, al salir de la tierra, emprende el vuelo; y arrastrada por el impulso de los vientos, va á muy largas distancias, á depositar sus huevos, de los que nacen los insectos sexuados; y éstos, á su vez, dejan¬ do los suyos, producirán en la primavera siguiente nuevas manchas ó focos de infección. Por otra parte, no obstante la inmensa fecundidad de que está dotada la filoxera, su poten¬ cia de reproducción no es ilimitada: los hechos confirmados por las observaciones practicadas durante su puesta, en diver¬ sas épocas del año, así como el estudio de sus órganos repro¬ ductores, han bastado para establecer que su fecundidad dis¬ minuye, á medida que aumenta el número de generaciones que se suceden en el suelo; y acabaría por llegar a una com¬ pleta esterilidad, si no fuera reavivada de tiempo en tiempo, y á intervalos regulares, por la intervención de los insectos sexuados que producen el huevo de invierno, del que resulta una generación cuya potencia reproductiva se encuentra en el más alto grado de fecundidad. Determinar el tiempo duran¬ te el cual llegaría esa esterilidad, el tiempo que tardarían las generaciones subterráneas, sucediéndose sin interrupción, y bastando por sí á su propia reproducción, sin necesitar que se efectúe ninguna cópula, es una cuestión importante que esta en relación directa con el procedimiento de ataque de que se tr&t3í Las hembras con ovario, como generalmente se le encuen¬ tra en Otoño, reducido á dos ó tres tubos ovigeros solamen¬ te, & consecuencia déla rapidez con que se forman nuevos gér¬ menes en el interior de esos tubos, pueden aún gozar de gran 28 fecundidad; lo que ha hecho pensar á Balbiani, que hay ra¬ zones bastantes para fijaren cuatro ó cinco años, la duración délas colonias subterráneas que estuvieran privadas de la in¬ tervención que les presta la generación de los sexuados. Y á este respecto, y atentas las notas anteriores, la destrucción del huevo de invierno tiene la doble ventaja de presentarse, primero, como tratamiento curativo, oponiéndose en gran par¬ te, de una manera directa, á la aparición de nuevas colonias que irían á establecerse sóbrelas raíces; é indirectamente, coad¬ yuvando á la desaparición de las ya establecidas, que por sí van degenerando; en segundo lugar, el medio es un preven¬ tivo que pone á cubierto los viñedos aún inmunes, del peli¬ gro de la invasión por los huevos depositados sobre las cepas. Este procedimiento de defensa ha sido propuesto por Bal¬ biani, quien comprendiendo los requisitos y necesidades que debía llenar, ha preconizado la mezcla de: Aceite pesado de hulla. 20 partes. Naftalina bruta. no > . a Cal viva . 120 „ A S ua . 400 „ empleada untándola sobre la madera de las cepas, y cuyos re¬ sultados parecen perfectamente eficaces. Esta mezcla se prepara con substancias de la mejor cali¬ dad, eligiendo la naftalina sólida, de un color moreno ó un poco ciato, y completamente exenta de líquido; la cal debe ser grasa, y en cuanto sea posible, recién fabricada. Se pone en un recipiente determinado la naftalina, procurando que esté bastante pulverizada; sobre ella se vierte el aceite pesado, y se remueve para conseguir la incorporación, mientras en otro se apaga la cal, arrojándole pequeñas porciones de agua, como si se hiciera con regadera; momentos antes de que ya no se despida vapor de agua, y estando aún bastante caliente a cal, se vierte en ella la mezcla de aceite y naftalina, y se remueve, sin dejar de agregar agua en pequeñas cantidades, 29 procurando sostener cierta temperatura, que servirá para ha¬ cer fundir la naftalina. De este modo se tiene una pasta color de café con leche, que se hace líquida, agregándole el resto de agua; pero se aconseja ponerle desde luego, sólo doscientas partes, de las que debe tener, reservando las otras doscientas, para agregar de ellas la mitad, en el momento en que se prac¬ tica la operación; y la otra parte que queda, más tarde, cuan¬ do la mezcla se haya puesto demasiado espesa. La ejecución de este procedimiento reclama una operación anterior, para ser menos costoso y conducir á mejores resul¬ tados: se trata de la limpia y separación de todas las exfolia¬ ciones de la corteza y madera muerta del tronco de las cepas, lo que se hace valiéndose de un raspador ó de un cuchillo de filo embotado, y recogiendo todos estos desechos para inci¬ nerarlos en un lugar separado; cuando se trata de viñedos jóvenes, casi se hace inútil el descortezado; y tratándose de cepas viejas, sólo habrá necesidad de practicarlo cada tres o cuatro años. Una vez llevada á efecto la operación anterior, con una brocha de crines rígidas se extiende la mezcla prescrita sobre toda la parte aérea de las cepas, donde las substancias que la componen se adhieren perfectamente,} 7 van, poco á poco, pe¬ netrando á las partes muertas de la corteza y ocupando los intersticios y anfractuosidades, para destruir hasta los huevos más escondidos. La época mas apropiada a la piáctica de es ta operación, sin duda es el invierno; pero el momento pie ciso, se cree que es el anterior a la apertura de las yemas, prefi riendo que sea después de efectuar la poda. Los gastos que reportasen muy reducidos, porque las subs¬ tancias de la mezcla no tienen un precio exorbitante y a raspada de las cepas es operación sencil la y susceptible e ser ejecutada coa notoria rapidez. Tratamiento relativamente económico, en lo que cabe, puede ser soportado por los vi¬ ñedos que dan un rendimiento de mediana consideración. 30 y ejecutado con esmero, podría bastar en muchos casos para defender el plantío. En los climas cálidos, la eficacia de este tratamiento se en¬ contrará un tanto atenuada; pero de cualquiera manera, se opondrá al progreso de la invasión, minorando en parte, y con un costo mínimo, los desastres causados por la filoxera y los gastos consiguientes á la conservación del viñedo ata¬ cado en mayor escala. Por otra parte, la práctica de esta operación no se limita á la persecución del huevo de invierno, sino que también des¬ truye algunos insectos, que en esa época se refugian en las exfoliaciones de la corteza, y que cuando son en gran número, acarrean graves consecuencias para la planta; y acaba con otros que por si tienen predilección por ella, y le forman una plaga que es indispensable destruir, lo que sólo se consigue con un tratamiento especial, que demanda algunos gastos; de mane¬ ra que vista asi la destrucción del huevo de invierno, es bas¬ tante económica, y debe practicarse, como una operación de cultivo de las de mayor importancia. SUMERSIÓN. • I Este procedimiento, preconizado en una época, para com¬ batir la vida de la filoxera, como su nombre lo indica, es el medio basado sobre la inundación de los viñedos atacados, durante un período de tiempo más ó menos largo; pero sufi¬ ciente en todos los casos para lograr la asfixia del insecto: el procedimiento es racional, y parece á primera vista el más eco¬ nómico, más fácil de ejecutar y el más sencillo de concebir. Es de creerse que sometida a la acción de un medio cuyas consecuencias son fatales á ciertos individuos de la escala zoológica, la filoxera, sintiéndose influenciada de una mane¬ ra funesta, acabaría por desaparecer, y en efecto sucede así; mas sabido es también que, mientras más se desciende en la escala formada por los seres vivientes de la Creación, más ru- 31 dimentario se encuentra el aparato respiratorio, que llena sus necesidades con muchísima facilidad, oponiendo, por esta ra¬ zón, gran resistencia á la asfixia, y alargando, más ó menos, según las circunstancias, el término de conseguirla. Balbiani ha visto conservarse vivas bajo el agua, por espacio de quin¬ ce días, como máximum, filoxeras acabadas de nacer. Hasta cierto punto, el plazo es demasiado corto; pero las condiciones de ejecución están muy lejos de poder reunirlas en la práctica, pues casi siempre quedan burbujas de aire entre las partículas de tierra. Lo que no puede obtenerse por esta razón, en algu¬ nos casos se consigue alargando la permanencia del agua so¬ bre el lugar, y preparando el terreno de manera que facilite, ayude y concurra, en lo posible, al fin que se propone el me¬ dió. En vista de lo expuesto, hay que considerar, en general, los elementos indispensables para conseguirlo; esto es, el agua, los viñedos y la práctica. Agua .—Dado que pueda conseguirse el agua, ya la que espontáneamente sale de los veneros y corre libre por los ríos, ó ya la que valiéndose de artificios, puede obtenerse de pozos artesianos ó norias, para practicar la sumersión, es indispensable, de una manera general, estar en posesión de una gran cantidad de ella, por estar sujeta la operación a cii- cunstancias que son variables con la naturaleza del terreno y las condiciones atmosféricas. . Examinada la cuestión desde un punto de vista enteramen¬ te teórico, se necesitan 2,500 metros cúbicos de agua, para cubrir la superficie de una hectárea, con una capa de veinti¬ cinco centímetros de espesor; pero esto, en caso de que el sue¬ lo fuera completamente impermeable y no se mojara ningu¬ na de sus partículas; lo que es imposible conseguir, porque gran parte de ese volumen ge absorbe, y además, otra se pier¬ de por evaporación, sin tener en cuenta la cantidad que pue- de perderse por las corrientes que se establezcan, debido á la imperfección de los bordos, que es de recomendarse y se suponen bien construidos. Por todas estas c.rcuns- 32 tancias, la cifra asentada arriba es muy pequeña para llenar los requisitos; y es indispensable tener á su disposición una mayor cantidad, que puede estimarse, de una manera aproxi¬ mada, para suelos de mediana consistencia, en 6,000 metros cúbicos, para impregnar la tierra y formar la capa del espe¬ sor deseado sobre la superficie del terreno. Como debe tenerse siempre sensiblemente constante la cantidad de agua sobre la superficie del suelo, y como se esta¬ blece una corriente hacia el interior de la tierra, una parte se pierde, turbándose el equilibrio que se trata de establecer; de modo que para lograr conseguirlo, es preciso conservar afluente en la parte anegada una cierta cantidad, que equi¬ valga á todas las pérdidas que puedan tener verificativo. Este gasto se ha encontrado que es el más variable, por la diversidad de las circunstancias particulares, oscilando desde £ hasta Yo, y como término medio T x y á ^ por día, de la cantidad tomada como indispensable para establecer la inundación, ó sea, de 600 á 400 metros cúbicos por 24 horas; tomando co¬ mo término medio 40 días que dure la sumersión, se tendrá un total de 22,000 á 30,000 metros cúbicos. Esto es, en lo que se refiere á la cantidad; en cuanto á la calidad de las aguas, hay también que tomarla en cuenta, por¬ que aquéllas que no ha mucho tiempo han atravesado en su corriente un cauce tortuoso, que presente desniveles de poca ó mucha consideración, de manera que al caer formen cas¬ cada, absorben alguna cantidad de aire: algunas veces mu¬ cho, otras poco, pero que desde el punto de vista de su acción insecticida pierden mucho de su eficacia, pues se sabe que las filoxeras cuando pueden disponer, siquiera sea de una peque¬ ña cantidad de aire, se sostienen y pueden prolongar su vida. Por otra parte, en algunos casos, aunque muy raros, el agua ha atravesado por terrenos sueltos, que deslava con mu¬ cha facilidad, arrastrando consigo los principios fertilizantes de aquéllos; y al practicar la sumersión, se depositan en el terreno del viñedo los limos que trae suspendidos, efectuán- 33 cióse, á la vez que la destrucción de la plaga, un abono cuyos beneficios pueden considerarse como un atenuante de las su¬ mas de los gastos; pero aguas de esa naturaleza son tan ra¬ ras, que puede decirse que es casi imposible encontrarlas; y por el contrario, la sumersión, en vez de mejorar los terrenos, forma para ellos un medio seguro de agotamiento, como con¬ secuencia de la corriente que, al establecerse hacia las pro¬ fundidades de la tierra, arrastra consigo los nitratos, carbona- tos y todas las substancias solubles, dejando el suelo en un grado notable de pobreza, que es necesario corregir por la práctica de los abonos, siempre que se quiera evitar la esteri¬ lidad consiguiente. Terreno. _Tratándose de este particular, no todos los te¬ rrenos se encuentran en las condiciones indispensables y re¬ queridas por la práctica de una sumersión eficaz: unos hay, situados de tal manera, que este medio de defensa no sólo se¬ ría inútil, sino más bien nocivo; otros, en apariencia bien acon¬ dicionados, son de naturaleza impropia, y los resultados déla inundación serían fatales. Los muy permeables, con subsuelo de mual propiedad, casi siempre dan lugar á un fracaso, tan¬ to por el agotamiento que se produce, cuanto porque el agua, renovándose con más frecuencia, acarrea cierta cantidad de aire, favorable á la vida del insecto. Los suelos arcillosos muy compactos son inadecuados porque casi siempre estancan el agua, dando origen á la producción de ciertas enfermedades criptogámicas, y también porque impiden su calentamiento puesto que el calor del sol se pierde evaporando el agua y L plantas, como se sabe, no tienen entonces a su d^ ción el número de calorías suficientes para vegetar en ““o “o'nsiderarse, que los únicos terrenos apro- piados i la práctica de la tencia media, cuya capa ara y conseguir. • ^^r.nio nue no es tacú conseguí 34 nos inconvenientes son los horizontales, ó los colocados en una pendiente suave; pues de lo contrario, habría que divi¬ dir el viñedo en mayor número de partes, lo que traería como consecuencia inevitable el aumento de los gastos, por la ma¬ yor extensión de bordos que sería preciso construir. Práctica de la operación .—La ejecución de este procedi¬ miento comprende la preparación del terreno, la época con¬ veniente para obtener mejores resultados, la duración más ó menos larga con el mismo objeto y el período de tiempo que debe mediar entre dos operaciones consecutivas. Generalmente se elige la forma rectangular, para circuns¬ cribir los terrenos que van á inundarse, porque así se prestan para trabajarlos más cómodamente, y hacen las labores me¬ nos costosas; pero cuando el terreno es casi horizontal, y pue¬ de darse á la parte por inundar mayores dimensiones en to¬ dos sentidos, es preferible hacerle afectar la forma cuadrada, porque como el perímetro debe estar circuido por un bordo para retener el agua, y el cuadrado es la forma rectangular que abarca mayor superficie por una extensión dada de períme¬ tro, así se minoran los gastos de construcción del expresado bordo. Ahora, cuando existe una pendiente sensible, lo más conveniente es practicar divisiones rectangulares, cuyo lado mayor, sea la media de las curvas de nivel, procurando que el menor no sea de gran longitud, para evitar la necesidad de levantar mucho el bordo del lado inferior. Las dimensiones más apropiadas á cada subdivisión, tanto desde el punto de vista económico como desde el de la destruc¬ ción de los insectos, son las que abarcan mayor superficie de terreno, porque la extensión total de los bordos es proporcio¬ nalmente menor, y porque las raíces de las cepas que penetran en la base de los diques de retención, por lo regular no que¬ dan sometidas á la acción destructora del agua, y las filoxeras que en ellas pululan constituyen un nuevo foco de infección; de manera que es de todo punto importante, para obtener mejores resultados, disminuir lo más que se pueda esa espe- 35 cié de protección inevitable; pero fácil es de comprender la imposibilidad, en que casi siempre se está, de poder llevar la aplicación de este principio basta el rigor de su prescrip¬ ción, que sería formar de todo el viñedo una sola tabla de inundación: en primer lugar, ios terrenos rara vez son hori¬ zontales, y su inclinación es un obstáculo á la práctica; y en se¬ gundo, es casi cierta la imposibilidad de disponer de una sola vez, del agua indispensable para llenar, en las condiciones de¬ bidas, toda la extensión del viñedo; por estas circunstancias se ha adoptado, como término medio, 10 á 20 hectáreas, pa¬ ra que pueda resultar económico. Debe procurarse al establecer los cuadros de inundación, que queden como en gradería, para que el exceso de agua de los más altos se aplique á los que inmediatamente les siguen según la pendiente, estableciendo, al efecto, compuertas para darla paso fácil sin perjudicar los diques; sin que obste esto para dar á cada uno independientemente el resto de agua que necesita. Deben también practicarse caños y compuertas de descarga, para efectuar un escurrimiento fácil y lapido des¬ pués de la operación. La construcción de los bordos debe ¡(acense en forma de prisma de sección trapezoidal, con taludes á 45 grados, por ser la forma que presenta mejor estabilidad y mayor resis¬ tencia. La anchura de la base menor del bordo depende del empuje del agua que debe soportar el dique: siendo un me¬ tro para alturas de agua que varían de 0,50 á un metro; pero en todos los casos deben asegurar como mínimum la reten¬ ción de una capa de agua de 25 centímetros, pasando por en¬ cima de este nivel, cuando menos 20 centímetros, para dete¬ ner las olas que se forman con el viento; ademas, es necesario agregar 10 P § de la altura que se adopte, para contranestar al efecto de la compresión. lfa Epoca conveniente-Ve las observaciones que el momento en que la filoxera es mas Bensibleala acmo destructora del agua, es aquel en que desplega mayor 36 dad en sus fenómenos vitales, teniendo éstos verificativo en el período de tiempo que transcurre del principio de Abril á mediados de Octubre; alargándose el plazo alguna vez, pero en todo caso, antes de la entrada del invierno; porque pare¬ ce, en su estado de completa somnolencia, ser más refracta¬ ria y resistente á la asfixia. De manera que el estío sería la época más propicia para efectuar la sumersión, siempre que al practicar el tratamiento hubiera sólo que preocuparse por los efectos causados sobre la filoxera, sin atender á las conse¬ cuencias de cualquiera naturaleza que pudieran resultar; pe¬ ro es preciso tener en cuenta que el viñedo está sometido á ciertas necesidades de cultivo y existencia, que es indispen¬ sable llenar, resultando de lo contrario, y con una sumersión prolongada, graves consecuencias. Desde el momento en que la vegetación se detiene, el agua deja de presentar los incon¬ venientes que tiene; entonces los sarmientos están bien for¬ mados, y no les llega una savia acuosa que les fuera perjudi¬ cial; las demás partes de la planta están suficientemente lig- nificadas y se encuentran en idénticas condiciones; el campo no está ya sujeto á sufrir ninguna remoción de tierra y puede recibir el agua. En consecuencia, lo más pronto posible in¬ mediatamente después de este momento, será el más conve¬ niente para practicar la sumersión; pero como no en todos los lugares se verifica el hecho en los mismos días, la cuestión se reduce á estar en atenta observación, para discernir el mo¬ mento oportuno. Duración .—Sujeta la sumersión á diversas circunstancias, varía su duración con el clima, con la naturaleza del terreno y con la estación. Eespecto al clima, puede decirse que tiene una acción bien marcada, porque la observación demuestra que para obtener el mismo resultado varía el tiempo con la latitud, siendo me¬ nor el número de días á medida que se avanza á la región septentrional, donde á lo más que ha podido llegarse, tratan¬ do de acortar el período, es á 30 días; mientras que en las v 37 plantaciones del Mediodía, debe prolongarse en nn término muclio mayor, .alcanzando á veces basta 60 días. La explica¬ ción de este becbo está en la menor multiplicación de la filoxera en los climas fríos, donde puede dejarse mayor nú¬ mero de insectos vivos, sin que los inconvenientes resultantes sean de suma gravedad; mientras que en los otros climas la reproducción es tan rápida y se encuentra favorecida de tal modo por la temperatura, que por pequeño que sea el núme¬ ro dejado, basta para encender nuevos focos y propagar la plaga. La altitud, que tiene influencia en la temperatura me¬ dia del lugar, obra también en el mismo sentido, y se ve en las regiones meridionales de planicies elevadas, disminuir la duración del tratamiento. El suelo ó los terrenos de una consistencia media necesitan menor tiempo para abandonar su aire, que los demasiado sueltos y sin ninguna consistencia, por lo que el periodo ten¬ drá que disminuir; los compactos, de subsuelo impermeable, por la misma consideración, son los que necesitan menos tiempo; y si no fuera por los inconvenientes ya señalados, serían los mejores para esa práctica. En tratándose de la estación, la influencia que sobre la duración ejerce es de notoria consideración, pues sentado ya que la acción sobre la filoxera es tanto más eficaz cuanto mas activa es su vida, y que esta actividad cambia según las es a, ciones, fácil es comprender que en los climas mendionales- donde en el otoño aún se encuentra el anima eposi. lluevas, se destruirá con mayor facilidad que en el mvierno, época que pasa en un estado de completa macaón.. L.prac¬ tica lo confirma así, pues mientras que en .1 otono b stan so lo de 35 á 40 días, en el invierno se necesitan de 40 a 50, y a ’C”t^al período intermediario entre dos opera- ciones,^es^de aconsejarse que se limite sólo ;—- 38 que se hayan logrado los rebultados del insecticida más acti¬ vo y que sea imposible en ciertos años demostrar la presen¬ cia del insecto en ninguno de los viñedos sumergidos, cada nuevo estío serán reinvadidos por los alados que transporta el viento ó por los ápteros que emprenden por el suelo sus marchas, partiendo de las plantaciones contiguas; de manera que se hace indispensable purgar los viñedos año por año de las peligrosas visitas que con su multiplicación pudieran de nuevo comprometerlo. SULFURO DE CARBONO. Este insecticida fué propuesto para combatir la filoxera, desde el año de 1872, fundando en él las más lisonjeras es¬ peranzas, en vista de la gran actividad que tiene como tóxico respecto del insecto; por otra parte, se esperaba conseguir una difusión fácil á través del suelo, como una consecuencia de la facilidad con que se volatiliza y de la gran densidad de sus vapores; su precio, relativamente bajo, hacía creer que fuera posible su aplicación de una manera económica, para poder utilizarlo en grande escala y con él conseguirse lo que tanto se ambicionaba. El año de 1873 se hicieron las pri¬ meras experiencias con objeto de probar el procedimiento, haciendo penetrar el insecticida en el seno de la tierra por medio de un tubo metálico. Se obtuvo entonces un éxito hasta cierto punto notable, y con gusto y satisfacción se ci¬ taban los resultados obtenidos por esos experimentos; mas por desgracia, poco tiempo después las cosas habían cambia¬ do de aspecto: los buenos resultados hasta allí logrados, se cambiaron en sentido enteramente contrario; la imperfección de los medios de aplicación del sulfuro, la insuficiencia respec¬ to al conocimiento de la época más apropiada para la práctica del tratamiento y las dificultades numerosas con que se tro¬ pezaba, en los lugares donde se hacían entonces las experien¬ cias, son las causas á que hasta ahora se atribuyen los fracasos 39 obtenidos en distintos lugares, y que obrando en el ánimo de los viticultores, se vieron obligados á abandonar el procedi¬ miento. Pero no faltaron quienes, perseverando en el método y haciendo nuevas investigaciones, llegaran á modificar el manual operatorio, consiguiendo con ello allanar algunas de las dificultades, basta alcanzar mejores resultados; se conti¬ nuaron las tentativas de aplicación, valiéndose de palas inyec- toras, y mejor difundidos los vapores, se reavivaron las espe¬ ranzas perdidas, y nuevos y concienzudos estudios se em¬ prendieron con objeto de resolver el problema; resultando de estos trabajos la luz sobre muchos puntos obscuros y un método en la práctica que debía seguirse. Una vez que la ciencia había dado á conocer el modo de comportarse la filoxera en atmósferas cuyo grado de satura¬ ción tóxica estaba más ó menos adelantada, una vez que se sabia, por haberlo sancionado la experimentación, que en un medio cuya atmósfera estaba formada por vapores ue sulluro de carbono,las filoxeras mueren rápidamente; que si la propoi - ción disminuye á ^ de vapor, mueren también en un tiempo bastante corto, alcanzándose el mismo resu tac o aun c t • nue disuelto en el agua en una proporción de xotr > Zn’ 2- e. suficientemente activo para producir buenos re¬ sultados-una vez averiguado esto, se ha formulado el princi¬ po l’e que debe reposar e, tratamiento: L partes del suelo en que se desarrollan * insecticida capaz de atacar eficazmente a sin perjudicar al vegetal. á efecto, hay que tornar 6 bie n son ya obran en un sentido, íavo ■, an la causa de los fracasos de conser var Epoca del tratammio.-S letnpreju derse á en condiciones satisfactorias " ’ m ismo en que se la ejecución del tratamiento cuando se espe- 40 ostensible al exterior, como generalmente sucede, entonces se encuentra que las raíces aparecen casi en su mayor parte destruidas; necesitándose, aun después de purgadas por com¬ pleto de su parásito, muchos años para que pueda la cepa re¬ constituir sus raíces. En muchos casos, no obstante un largo transcurso de tiempo, no llega á reconstituirse un sistema ra¬ dicular favorable y propio á las necesidades de la planta. Por otra parte, las cepas cuyas raíces están ya profundamente al¬ teradas, son demasiado sensibles á la acción de los vapores sulfo-carbónicos y no permiten, por esto, el empleo de can¬ tidades bastante grandes para desembarazarlas prontamente del insecto; mientras que cuando desde un principio se tratan los viñedos, las raíces de las cepas menos atacadas resisten más, se renuevan con más facilidad y con mayor prontitud, y en general, la vegetación no sufre depresión sensible. En cuanto á la estación más adecuada á la práctica del tra¬ tamiento, se había pensado que el período en que la vegeta¬ ción reposa, era el que llenaba mejor las condiciones reque¬ ridas, porque era en el que menos habría que temer los ries¬ gos que pudieran correr las plantas en presencia del sulfuro de carbono; pero no obstante, se recomienda, salvas las ma¬ yores precauciones, practicar un tratamiento en la época en que las jóvenes filoxeras, que forman la generación nacida del huevo de invierno, hubieran descendido á las raíces. Este tra¬ tamiento debería traer, como resultado, Ja muerte de los in¬ sectos originarios de las generaciones de todo él año; otro igual debería efectuarse en el invierno, con el objeto de des¬ truir las colonias de invernantes. En la actualidad, se sabe que es posible alcanzar los mejo¬ res resultados, en cualquiera estación del año, siempre que la operación se practique con el debido cuidado y se eviten los momentos en que el suelo se encuentre bastante húmedo; porque en esas condiciones la evaporación del insecticida se hace lentamente; y encontrándose en solución relativamente concentrada mientras permanece en el estado líquido, puede 41 alterar las raíces. Por el contrario, en tiempos excesivamen¬ te secos, es necesario igualmente evitar el tratamiento, sobre todo tratándose de terrenos que, al retraerse, se hienden de¬ jando un gran número de grietas; porque entonces la evapo¬ ración se hace demasiado rápida, y fácilmente se pierden los vapores en la atmósfera. Por último, se aconseja no efectuar ningún tratamiento en el período de tiempo que transcurre desde la floración hasta la madurez del fruto; pues casi siempre hay una diminución en las funciones de cierto número de radículas, y, como con¬ secuencia, un atraso, aunque ligero, en la vegetación, que in¬ fluye perjudicando la formación del fruto. Influencia de la naturaleza del suelo .—La naturaleza del terre¬ no tiene una influencia decidida en el éxito de la operación, por lo que debe tenerse presente al tratar de discernir si en un lugar dado, el procedimiento será eficaz, dando los resultados que se desean. Cuando los terrenos son marcadamente arci¬ llosos, se encuentran muy cargados de humedad, la cual, como se dijo, impide la difusión regular de los vapores; o bien se encuentran excesivamente secos y agrietados, facilitan o a pérdida del sulfuro de carbono en el aire, por lo que se les considera como impropios. Además, como en la pnmavera generalmente adquieren pocos grados de ca or, no las condiciones necesarias para una producción fácil de má ¬ culas; y siendo así, las cepas seriamente atacadas, o ño r tituyen su sistema radicular, ó si lo hacen, es ma y de mucho tiempo; resultando el tratamien o muy . los beneficios muy pequeños. En estos terrenos, cas todj as operaciones practicadas, sólo ban dado ongen a fracaso y ^^Lo^terreno^pedregosos, áridos, poco profundos^speciab mente los situados en climas cálidos y ««o». ' siderados como pertenecientes í la eategona ddo^mprop^- por haber dado casi siempre malos ' e3 “ a con8 ¡ s tencia los terrenos ricos, de bastante profundad y cons.s 42 media, ni muy húmedos ni muy secos, son aquellos en que los tratamientos por el sulfuro de carbono han dado los resulta¬ dos más satisfactorios; por lo que se les considera como los primeros desde ese punto de vista: en ellos la difusión de los ga¬ ses tiene lugar de una manera regular, casi uniforme; las cepas no encuentran estorbos que se opongan á la pronta re¬ cuperación de las raíces que han perdido. En segundo lugar, pueden considerarse como buenos los lu¬ gares cuyo suelo es arenoso, porque en ellos la acción insec¬ ticida del sulfuro encuentra como coadyuvante la resistencia que naturalmente opone la arena á la marcha de la filoxera. En cuanto al estado del suelo en el momento de aplicar el sulfuro, es conveniente que no sé haya removido reciente¬ mente, pues un ligero endurecimiento de la superficie evitará, hasta cierto punto, la evaporación del sulfuro al aire libre y aumentará las probabilidades de una acción más prolongada; pero tampoco debe estar muy compacto porque se aumentan las dificultades al practicar la operación. Aplicación del sulfuro .—La observación atenta de los hechos y la investigación científica han demostrado que la difusión de los vapores sulfocarbónicos está sujeta á ciertas leyes, que es preciso conocer y tener en cuenta en la aplicación del in¬ secticida: desde luego, se ha comprobado que una vez hechas las inyecciones, la cantidad de vapor sulfo-carbónico conte¬ nida en el suelo y en los agujeros practicados, decrece del nivel del fondo de éstos á la superficie, sin que el agente in¬ secticida se difunda en grado apreciable á mayor profundi¬ dad; después, el radio de difusión y la permanencia de los vapores en el seno de la tierra, no alcanzan un aumento pro¬ porcional á las dosis del líquido que se emplea; en fin, como el sulfuro no solamente debe ponerse al alcance del pie de las cepas, sino que debe ser distribuido lo más uniformemen¬ te posible en toda la capa de tierra que ocupan las raíces, se ha pensado, fundándose en el primero de los hechos asenta¬ dos arriba, que es perfectamente útil colocar el sulfuro á su- ) 43 ficiente profundidad; y apoyándose en el segundo, que es mu¬ cho mejor administrar la misma cantidad de sulfuro en el mayor número de veces posible, que en un solo tratamiento, naciendo de aquí la idea de multiplicar las operaciones; proce¬ der evidentemente más eficaz que cualquier otro; pero en la práctica ha sido abandonado casi por completo, porque el enorme aumento de gastos no es compensado, en el mayor número de les casos, con los beneficios que reporta. Conocida la acción destructiva del sulfuro de carbono so¬ bre las raicecitas más delicadas y las que han sufrido los ata ques de la filoxera, debe procurarse hacer la repartición o más uniforme que se pueda, en los distintos lugares del suelo, para evitar la formación de depósitos ó acumulaciones peli¬ grosas, que comienzan por ennegrecer la parte herida para entregaría después á la putrefaeción. Para evitar consecuen¬ cias tan terribles, y lograr mejores resultados, se deposite; el sulfuro en el suelo, ó en una sene de agújelos, r distribuidos alrededor de las cepas, o por med o d ra, a S P ral el as y bastante aproximadas, hacendó uso délas palas yectoras ó bien de los arados sulfurosos. ' Las primeras palas usadas para myec£ — ^ furo, estaban formadas de un s,mple tubo “ etal ’ q joro, y luc o 0 1 o se mod ¡fi c aron un poco, y se eons- debia depositarse. Des _ manera automática, dejabau es- truyeron aparatos que de ‘ n0 satisfacían aúu de¬ caparla cantidad que se -P modoa se trató de llenar, bidamente las exigencias, que de re - basta que Gastine, que ahora posar tales aparatos, ic eo y ^ , e tuv0 ] a idea de lleva su nombre. Vermorei, pm ^ su ’ modelo depositar perfeccionar este apaia o, y^ te determinada de 44 cosa que no siempre podía obtenerse con la pala de Gastine; por lo que es de recomendarse la perfeccionada por Yermorel. La pala inyectora de Gastin (fig. 12, lámina 6) se compone de un receptáculo cilindrico terminado por un tubo que se ha¬ ce penetrar en el suelo; dos mangos M sirven para facilitar su empleo. En el interior, una bomba hidráulica, con un émbolo cuyo tallo sobresale de la parte alta del receptáculo, sirve para inyectar en el suelo, por la extremidad del tubo, una dosis exactamente determinada de sulfuro de carbono. El obrero hunde el tubo apoyándose con las manos en los mangos M y con un pie en el pedal P; cuando el instrumento ha llegado á la profundidad deseada, introduce con fuerza el tallo del émbolo, y la inyección se deposita en el fondo del agujero. El tallo del émbolo vuelve á subir bajo la acción de un resor¬ te interior, quedando el instrumento cargado para una segun¬ da inyección. Se retira la pala del suelo, y el obrero tapa in¬ mediatamente el agujero dando un golpe con el talón, ó bien nn ayudante que le sigue puede hacerlo con una barra de ma¬ dera terminada con una maza de acero. Puede hacerse va¬ riar la carrera del émbolo y las dosis, cambiando el núme¬ ro de anillos colocados en la parte superior del tallo del ém¬ bolo. La pala Yermorel (fig. 13, lámina 6) está formada, como la precedente, de un receptáculo de zinc ó de cobre R, aba¬ jo del cual está fijo un tallo de perforación; dos mangos S y un pedal P sirven para introducirla. El cuerpo de bomba A contiene un émbolo L, cuyo tallo Y Y' lleva en la parte supe¬ rior una cabeza Y, y termina abajo por una cubeta B de cue¬ ro, embutida de manera de formar una juntura perfecta. Un resorte M envuelve el tallo y lleva el émbolo de abajo hacia arriba después de cada inyección. Abajo del émbolo, las aber¬ turas D comunican el receptáculo con una válvula lateral T. Bajo la influencia de la presión del émbolo, el sulfuro de car¬ bono es expulsado hacia el tubo E, y comprimiendo un ob¬ turador J, abajo del tubo, penetra en la cámara de salida G, 45 de donde es expulsado al interior del tallo de perforación pa¬ ra salir por K Este tallo termina en una punta de acero I que se atornilla en la extremidad de la pala. El obturador se mantiene cerrado cuando la bomba no funciona, gracias á un resorte en hélice cuya tensión se arregla por medio de las tuercas E. En fin, para arreglar la dosis de sulfuro correspon¬ diente á cada golpe de émbolo, se colocan anillos de cobre Z en el tallo del émbolo, como en la pala de Gastme; la ca¬ rrera completa del émbolo da 10 gramos de sulfuro; con un anillo, la pala da 9 gramos; con dos anillos, da 8; con tres ani¬ llos, 7; con cuatro anillos, 6; con cinco anillos, 5 gramos. En el grabado la dosis es de 5 gramos. # El tallo perforador de las palas, tiene la longitud suficiente para penetrar á las diferentes profundidades que se habían creído más convenientes para lograr mayores beneficios en los suelos de distintas naturalezas; pero como se sabe ahora oue el número de tierras que pueden prestarse sin inconve¬ nientes graves al tratamiento por el sulfuro es muy reducn do, se ha convenido al fin, en establecer como suficientes, SO á 40 centímetros de profundidad. , Las inyecciones deben repetirse de una toda la superficie del plantío, procurando que Iiaeas de agujeros sean paralelas á las de la plantación cuando estas - tínbtablecidas simétricamente; pero que el orden se ha pA/“““e la pala sino después cuidado en no deposit 1 “p, de la oep a, porque de de alejarse, cuando menos, , - a] ra í z de im- lo contrario se expondría uno a en ^ produciría una fuer- portañola, que perjudicada por eso 8ÍempI . e que se te conmoción en la cepa- . , forma de q U incuncia, pueda, distribuir,las ¿ difusión regular de los porque no sólo es precis ^ ^ ^ ]a saper fi c ie que vapores que tocan a cada P > de agu j e ros que dé¬ se pretende tratar. En varía much. ben practicarse en una extens 46 con distintas circunstancias; pero en tesis general, puede asen¬ tarse que mientras mayor es el numero de pequeñas dosis en que se reparte una cantidad dada de sulfuro, mucho mejor es la difusión y mas eficaz el insecticida; peroá consecuencia del gran aumento de gastos al practicar mayor cantidad de agujeros, se aconseja para obtener resultados sensiblemente satisfactorios, practicar tres inyecciones por metro cuadrado, lo que hace 30,000 por hectárea; sólo cuando los terrenos son compactos, y por consiguiente, la difusión difícil, con¬ viene aumentar uno más, llegando entonces como total á 40,000; hay veces, demasiado raras, en que es necesario pa¬ sar de esa cifra; en ese caso debe tenerse cuidado de disminuir la cantidad en cada inyección para no sobrepasar laque debe ponerse en determinada extensión. Los arados sulfurosos o inyectores de tracción son apara¬ tos que dejan escapar en el fondo de un surco que practica una reja delantera, una cantidad determinada de sulfuro de carbono. Los hay de diferentes formas y a manera de las pa¬ las, existe un gran número de modelos, entre los que hay que citar con especialidad los de Gfastine, Vernette, Saturnin, Ca- bat, etc., cuyo mecanismo particular y variable con cada uno de ellos, tiene por objeto depositar, de una manera automᬠtica, el sulfuro de carbono en el fondo del surco. A la categoría de estos aparatos pertenecen los instrumen¬ tos de distribución del sulfuro, que pueden adaptarse á un arado cualquiera; tales son: el sulfurador de Lefontain y el Salmíor tíiis de Audebert (fig. 14, lámina 6), que es uno de los arados ó inyectores de tracción de uso común en el Bor- delais. Ln la figura esta marcado con el número 1 un tubo regulador de cobre que atraviesa el tapón del embudo 2, pa¬ ra dejar que penetre el aire en el interior del recipiente y se mantenga constantemente el mismo gasto; con el número 3, un cilindro de cobre donde se pone el sulfuro de carbono; con el 4, una llave que, abriéndose á voluntad del conductor por intermedio de la varilla articulada 8 y 9, deja escapar un 47 chorro de líquido; el número 5 marca una tuerca que sirve para dirigir, en el sentido más conveniente, el tubo inyector 6, que termina por un ajuste cuyo diámetro corresponde á la cantidad de sulfuro que debe depositarse y á la velocidad del apero; el número 7 muestra un estribo por el que se fija la placa de apoyo, al eje del arado. A, es el fondo del surco abierto por el páso del arado; en él cae el líquido y éste es cubierto por la tierra que levanta la vertedera al practicar el surco contiguo. La manera de funcionar de estos aparatos exige que los viñedos estén plantados en líneas regulares y simétricas. En estas condiciones, y cuando las líneas están separadas un me¬ tro, por ejemplo, se dan dos pasos de arado en cada uno de los’espacíos comprendidos entre ellas, procurando que ca- da surco inyectado quede á 25 centímetros de la hilera de cepas correspondiente. Cuando la separación delinea a linea es mayor, se debe tratar toda la superficie del suelo; siendo más conveniente practicar el primer surco de inyección, á una distancia de 25 á SO centímetros de los pies de las cepas; y los surcos siguientes, de 50 á 60 centímetros uno de otro El objeto de la construcción de estos aparatos es la dis¬ minución del costo de la mano de obra; pero la practica ha correspondido mal á las ideas preconcebidas, porque dejando el líquido á la profundidad de 10 á 12 centímetros, la mayor parte se pierde en la atmósfera; por el contrario, haciéndolos depositarla inyección á una profundidad más grande, el^ nes¬ gó es mayor porque no respetan las raíces, y P J causados son de fatales consecuencias. depositar las Respecto á la cantidad de sulfuro que deben depositar las palas 6 los arados, ha estado sujeta á la^“ripio, do- chos experimentadores: se propusieron^ sis bastante considerables, preocupándose ^ tóxica, sin tener en cuentados M , a doB¡s de 100 eionarse á las cepas; asi, Thenard, prop gramos para cada planta; pero ya sea por 48 ó por el costo elevado del sulfuro, la proporción fué reducién¬ dose, hasta llegar á 30 gramos por metro cuadrado; lo que hace un total de 300 kilos por hectárea. Con el objeto de alejar en lo posible las probabilidades de perjudicar las raíces de las cepas, se ha aconsejado efectuar dos tratamientos consecutivos, empleando en cada uno de ellos la mitad de la dosis prescrita, ó sea 15 gramos, separa¬ dos por el plazo de 5 ó 6 días. El sulfuro de carbono recientemente fabricado es un líqui¬ do incoloro é inodoro; pero pasado algún tiempo, toma una coloración amarillo-rojiza y un olor de huevos podridos; su densidad es mayor que la del agua, hierve á la temperatura de 46° O., á la temperatura ambiente se volatiliza con suma rapidez, y en mezcla con el aire es explosivo; cuando se en¬ cuentra en estado líquido se inflama con mucha facilidad, ar¬ diendo con una llama azulosa; los vapores son muy deletéreos, lo que lo hace excesivamente peligroso, y requiere muchas precauciones para su empleo. Sulfuro de carbono disuelto en el agua .—Concebida la idea de que si se pudiera aplicar el sulfuro disuelto en pequeñas proporciones en el agua, además de conseguirse una repar¬ tición mejor del insecticida en el suelo, se lograría evitar los inconvenientes que presenta cuando se le aplica puro, no tar¬ dó en conocerse las condiciones bajo las cuales se efectúa la disolución: á la temperatura ambiente, según Rommier, la proporción es de dos gramos por litro; pero no es preciso lle¬ gar á ese grado de saturación para lograr el resultado que se busca, pues se obtiene haciendo disolver solamente cuatro decigramos en la misma cantidad de agua. Para efectuar la solución es casi necesario hacer uso de aparatos apropiados. De entre los primeros fabricados puede citarse al de Ckiandi; después, Fafeur y Denoist perfeccio¬ nando los modelos, han logrado obtener con los suyos, á vo¬ luntad, soluciones á cualquier grado de concentración. La fi¬ gura 16 (lámina 6), representa uno de estos aparatos. Un tubo 49 de conducción A B se encuentra estrechado en C, entre dos puntos a y b de donde parten dos tubos que se pueden cerrar por intermedio de las llaves R y R' ó que, estando abiertos, establecen la comunicación con un recipiente inferior Y; el tubo E que parte de b llega hasta la parte inferior del recipien¬ te. Lleno el recipiente de sulfuro de carbono y agua, por el tu¬ bo A B y bajo la acción impelente de una bomba, se hace pasar una corriente de agua en el sentido de la flecha: el estrecha¬ miento C determina entonces, proporcionalmente á la velo¬ cidad de la corriente, una presión que se transmite, por la abertura a, al contenido del recipiente y obliga al sulfuro de carbono, depositado en el fondo á causa de su mayor densi¬ dad, á subir por el tubo E, para ir á ponerse en contacto, por la abertura b, con la corriente de agua del conducto A B. La relación entre la abertura de la llave R' que se abre más ó menos, según sea necesario, y el diámetro del estrechamien¬ to determina la proporción de sulfuro de carbono proyectado en la corriente y por consecuencia la proporción en que el sulfuro se encuentra disuelto. La llave R / tiene por objeto interrumpir la comunicación cuando hay necesidad de repo¬ ner el sulfuro en el recipiente. Con este aparato pueden ob¬ tenerse soluciones de concentración variable: en la práctica basta sólo disolver de 60 centigramos á un gramo por litro. Para ejecutar el tratamiento por el sulfuro de carbono di¬ suelto, en el conducto de repulsión de una bomba, se adapta el aparato de Fafeur y se recibe la solución en cubos, para transportarla basta los pies de las cepas, donde se vierte en escavaciones practicadas de antemano; ó por medio de tubos de caucho se la conduce a las escavaciones. El mayor número de tratamientos por soluciones Bulfo-car- bónicas se ha practicado en el Departamento del Ande (Fran¬ cia); allí los resultados obtenidos confirman la eficacia T“«» « * i 50 rá variar de 150 á 180 kilogramos por hectárea, prefiriéndose la mayor cantidad para la última estación. Debe en todos los casos evitarse el empleo de soluciones muy concentradas porque son perjudiciales á las raíces de las cepas. SULFO-CARBONATOS ALCALINOS. J. B. Dumas con objeto de suprimir la mayor parte de los inconvenientes señalados al sulfuro de carbono aplicado di¬ rectamente, propuso substituirlo por los sulfocarbonatos alca¬ linos de sodio ó de potasio, que son sulfuras dobles de uno de estos metales y de carbono. Son delicuescentes y bajo la acción de un ácido, en presen¬ cia del agua, inmediatamente desprenden hidrógeno sulfura¬ do y sulfuro de carbono, á la vez que se forma una sal de la misma base del sulfo-carbonato: así, cuando se trata del de potasio bajo la acción del ácido carbónico, de 120 partes de sulfo-carbonato puro se producen: Sulfuro de carbono. 38 partes. Hidrógeno sulfurado. 17 Carbonato de potasa. 69 ,, Es de advertirse, que los sulfo-carbonatos que se encuen¬ tran en el comercio, marcan por lo regular de 35 á 42 grados B. y casi siempre contienen la mitad de su peso de agua de disolución; los de mejor calidad, contienen, cuando más, de 15 a 17 por ciento de sulfuro de carbono; de 20 á 22 por cien¬ to de potasa, y de 8 a 9 por ciento de hidrógeno sulfurado. Se ve que estos compuestos proporcionan el sulfuro de car¬ bono, en condiciones enteramente favorables; en ellos se le encuentra fijo y no presenta el peligro de inflamarse, ni ofre¬ ce grandes dificultades de transporte. Estas sulfo-sales agregan, además, á las ventajas de facili¬ dad de empleo y carencia de peligros de intoxicación, la de disolverse en todas proporciones en el agua. 51 El suUo— carbonato de potasio tiene la preferencia sobre el de sodio porque al descomponerse deja en el suelo uno de los elementos mas preciosos (la potasa) de la alimentación de la vid. Las cualidades de que goza el sulfo-carbonato y los buenos resultados que se lian obtenido de su empleo, son debidos á que el sulfuro de carbono que en gran parte contiene y deja desprender al descomponerse en la tierra, á consecuencia del modo de aplicación del compuesto, se distribuye en toda la zona sometida á su acción, difundiéndose de una manera más uniforme; de tal modo, que se consigue así el máximum de efec¬ to útil, efecto ayudado poderosamente por el ácido sulfhídri¬ co que resulta también de la descomposición del sulfo-carbo¬ nato, y que aumenta la eficacia de los vapores del sulfuro; por la acción alcalina que saponificando el líquido grasoso que se encuentra al rededor de las filoxeras, las pone á des¬ cubierto y las hace más accesibles á los insecticidas. En fin, una última ventaja resulta de que queda en el suelo una bue¬ na cantidad de potasa como abono. Modo de aplicación . —El único medio de obtener una buena difusión del agente insecticida de que se trata, es aplicarlo disuelto en cierta cantidad de agua para formar una solución tóxica de determinado título capaz de saturar el cubo de tie¬ rra en que viven las raíces de las plantas, vertiéndola en ex¬ cavaciones practicadas con ese objeto al pie délas cepas. Las dimensiones de la excavación varían según el método seguido en la plantación del viñedo, el declive del terreno y las labores de cultivo que se acostumbren practicar. Generalmente se hacen afectar á estas excavaciones ó es¬ pecie de recipientes, la forma rectangular cuadrada y se prac tican de manera que el fondo quede lo mas horizontal que se pueda y procurando siempre darles una capacidad suficien¬ te para contener una cantidad de agente insecticida tal que alcance á comprender, dentro de la esfera de acción de este, hasta los límites del sistema radicular. 52 El título de la solución ó sea la cantidad de sulfocarbonato que se debe emplear en la mayoría de los casos, está sujeta á variar con cada uno de éstos. Cuando se trata de viñedos en completo desarrollo, la cantidad media de sulfo-earbonato más conveniente es de 500 á 600 kilogramos por hectárea; de suer¬ te que á cada cepa corresponde esta cantidad dividida por el número de plantas contenidas en la superficie de 10,000 me¬ tros cuadrados, ó sea de 50 á 60 gramos en los plantíos de 10,000 matas, y de 25 á 30 gramos para los de 20,000, etc. Si se trata de viñedos que solamente tienen de uno hasta tres años de plantados, no debe pasarse del cuarto ó á lo más del tercio de la dosis prescrita. El tanto de agua en que debe disolverse la cantidad, deter¬ minada ya, de sulfo-carbonato, oscila entre dos límites gene¬ ralmente aceptados y representados por y es decir, que para tres ó cuatrocientas partes en peso de agua, debe ponerse una de la sal por disolver. Este título es el que ha dado mejores resultados en la mayoría de los casos, y sobre todo, cuando se trata de suelos de consistencia y poder de absorción medios. Pero hay casos en los que la absorción se hace de una ma¬ nera imperfecta, ora porque el suelo es de naturaleza arcillo¬ sa, lo cual constituye un grande inconveniente, ora por en¬ contrarse impregnado de un exceso de humedad. Hay enton¬ ces que bajar el título de la solución á ^i-g- y aun á ^-^-g- para no perjudicar las plantas. En cambio, hay terrenos demasiado permeables, donde la solución, por consiguiente, permanece un tiempo muy res¬ tringida en contacto con las raíces, y para conseguir el efecto deseado, se hace necesario emplear líquidos de mayor con¬ centración, pudiendo llegar, sin temer ningún peligro, has- TTo* Atacando al insecto la solución insecticida al mismo tiem¬ po por su contacto y por las emanaciones que despide, la po¬ tencia de su acción está relacionada directamente, y depende 53 del tiempo que permanece obrando ó de su grado de concen¬ tración. Tal aserción es igualmente cierta en lo que toca á las ce¬ pas, por lo que hay que tenerla en cuenta, según las circuns¬ tancias de uno .ú otro modo de acción, en los dos casos. Militan estas razones en favor de la necesidad de estable¬ cer como regla, que la disolución de sulfo-carbonato debe hacerse de manera que se conozca exactamente el título, em¬ pleando para ello recipientes de dimensiones conocidas, y si es posible, cuidadosamente graduados. La solución tan perfecta cuanto sea posible, debe hacerse en el momento mismo en que se va á emplear, porque si se prepara con algún tiempo de anticipación, corre el riesgo de perder sus propiedades insecticidas. A veces, á consecuencia de la aglomeración de las cepas, se hace en extremo difícil el paso con los recipientes en que se conduce la solución, y entonces se procede á una operación viciosa: después de haber humedecido convenientemente la excavación, se coloca en ella, del modo que se juzgue mas adecuado, la cantidad correspondiente de sulfo-carbonato y se agrega el agua necesaria para disolverlo, hasta alcanzar, poco más ó menos, el título debido. Se dice, en otros térmi¬ nos, que la operación se hace más fácilmente y con mayor ra¬ pidez sobre el lugar mismo de aplicación; pero muy fácil es de comprender, que lejos de aventajarse con este proceder, se cae en el grave inconveniente de no conocer el titulo exac¬ to, exponiéndose, por lo tanto, á perjudicar las cepas o a de¬ jar un número de insectos más ó menos considerable que perpetuará la plaga. No está por demás agregar que al fin del tratamiento, so¬ bre todo del del Estío, se debe verter un poco mas de agua en las excavaciones, para oponerse á las emanaciones toxi¬ cas que, desprendidas bajo la acción del calor, se perderían en la atmósfera. Epoca del tratamiento. Los tratamientos por el sulfo-car- 54 bonato pueden efectuarse en cualquiera estación del año, lo mismo que los que se hacen con el sulfuro de carbono; pero de una manera general, puede establecerse que si se trata de regenerar viñedos que se encuentran bastante debilitados, es preferible tratarlos lo más pronto posible á partir del momen¬ to en que el insecto llega al estado de invernación, es decir, del mes de Octubre al de Abril; si los ataques no han sido de tal manera intensos que hayan comprometido seriamente el plantío, habra menos inconvenientes en tratarlo un poco más tarde, y aun en esperar la llegada del Estío. Los tratamien¬ tos efectuados en Agosto, Septiembre y hasta la somnolencia del insecto, producen poco efecto: unas veces son prematu¬ ros, otras tardíos; prematuros, porque los insectos que no pue¬ dan ser matados, tienen á su disposición tiempo bastante pa¬ ra pulular y reproducirse antes de entrar en invernación, y no se hace, por consecuencia, inútil el tratamiento de invier¬ no, otras veces tardíos, porque las cepas no podrán aprove¬ charse de la destrucción de las filoxeras para la reconstitución de sus partes dañadas antes que se detenga la vegetación. Ejecución del tvatamiento .—Es indispensable, para poder lle¬ var a cabo la operación, disponer de agua en la cantidad de¬ bida, en todas las partes del viñedo y en las mejores condi¬ ciones de baratura; una vez adquirida por cualquier medio, debe poder ser fácilmente enviada al lugar del trabajo por simples canales practicados en la tierra, ó bien por bombas de especie variable; la elección del medio de conducción de¬ penderá de la topografía del terreno y de la mayor ó menor distancia á que se encuentre instalado dicho trabajo. En el caso de hacer uso de bombas para la conducción, el agua tomada por la que se haya preferido, podrá enviarse al viñedo que se va á tratar, por medio de una canalización de lámina metálica de un milímetro de espesor, y de una cons- —trucción especial, según las indicaciones de Mouillefert. Los tubos de un calibre de siete á diez centímetros y de cinco me¬ tros de longitud, se acoplan con suma facilidad gracias á jun- 55 turas de alveolo: son fácilmento transportables por los obre¬ ros y bastante blandos para plegarse á las sinuosidades del terreno sin romperse, aun describiendo curvas de un radio bastante pequeño. * Tendida la columna principal, se le articulan perpendicu¬ larmente nuevas columnas secundarias separadas unas de otras por una distancia de ochentas metros; sobre esta nueva cana¬ lización se encuentran, de distancia en distancia, tomas de agus, que poseen cada una, una llave para cerrar el paso ó permitir la salida del líquido; á estas llaves se adapta una ca¬ nalización, que puede llamarse de tercer orden, formada de tubos de caoutchouc, de diez metros de longitud y tres cen¬ tímetros de diámetro interior. Estos últimos son, propiamen¬ te, los canales de distribución, esencialmente móviles y pu¬ diéndose alargar ó acortar á voluntad, basta treinta ó cuaren¬ ta metros; añadiendo ó quitando unidades de diez metros. Cada tubo está terminado por una llave que permite el es- currimiento continuo del agua ó interrumpe su paso, según que se encuentre abierta o cerrada. Para regularizar el gasto del agua por todas las llaves de salida y evitar las roturas que pudieran efectuarse, se coloca, en la extremidad del tubo principal ó en su parte mas e eva¬ da, un recipiente acumulador que puede recitar momentᬠneamente un exceso de líquido enviado por la maquina^ 1 fuerza de presión que se desarrolla en el recipiente es la que produce esos resultados. , El agua puesta á disposición de los obreros med.ode este sistema de canalización, es recitada en cu m¡ _ cientos setenta litros de capacidad, colocadas en dad de cada uno de los tubos de caoutchouc para efecto ellas la disolución del sulfo-carbonato que debe ve.terse las excavaciones practicadas al pie de as 1P eficiente los obreros deben e9 ‘ ar „“ queT máquina pueda condu- * -—•—“* 56 mino medio, dos individuos por cada llave de agua, más al¬ gunos otros, que servirán para cambiar la dirección de los tubos, para conducir el material á otro punto y para la dis¬ tribución del sulfo-carbonato á los encargados de liacer la solución y aplicarla al terreno. El costo de instalación de este sistema y el que origina su separación del terreno, es de muy poca importancia, pues se estima en diez pesos por kilómetro, lo que permite tener, á bajo precio, el agua necesaria, y en condiciones de práctica inmejorables. Gracias a este modo de conducción del agua, no sólo los terrenos colocados en condiciones adecuadas de declive y con cursos de agua superiores, pueden ser el objeto de este me¬ dio de curación, sino que también aquellos menos favoreci¬ dos poi la naturaleza pueden ser sometidos á una práctica cuyos resultados son tan benéficos. Efectos del tratamiento .—Los resultados que se obtienen de la acción del sulfo—carbonato aplicado al suelo, no se hacen sentir o no se manifiestan exteriormente, sino hasta la época del Estío, si se trata de viñedos cuyo grado de decadencia es¬ ta bastante adelantado y el sistema radicular profundamente maltratado, pues el tiempo de primavera sólo basta para re- generai una parte de las raíces. Si el viñedo está menos en¬ fermo, podrá con el tratamiento conservarse en estado de prosperidad; pero si esta completamente invadido, y sus raí¬ ces destruidas al grado de comprometer las cepas, puede ob¬ servarse un decaimiento en comparación con el año anterior en el que puede haberse recogido una buena cosecha, y los beneficios se notarán hasta más tarde. Según lo que antecede, por este procedimiento la regene¬ ración de los viñedos es siempre posible, si se practica lo que exigen las circunstancias; pero desde el punto de vista eco¬ nómico, por el que se está obligado á mantener una relación conveniente entre los gastos y los productos obtenidos, no es posible obtener ventajas aceptables sino cuando los viñedos -están colocados en condiciones favorables: cerca de un río, por ejemplo, y cuando la suma de los productos pueda sopor¬ tar la de los gastos de la defensa. De lo contrario, es preferi¬ ble cambiar de cultivo, para tener un interes conveniente del capital que sin fruto se invirtiera en la regeneración. PROCEDIMIENTO DESTRUCTIVO. Todos los procedimientos ya examinados presentan defec¬ tos de mayor ó menor consideración, pero que de cualquiera manera influyen para que en la práctica no se obtengan de un modo completo los resultados indispensables para llegar al objeto deseado, ó la recompensa justamente merecida por lo laborioso de la ejecución, por una parte, y lo oneroso por otra. Alguno de ellos no puede aplicarse mas que en reduci¬ dos y determinados casos; á otro se le reprocha el producir en las plantas el efecto que precisamente se trata de comba¬ tir, y por último, los gastos originados por un tercero, son muchas veces mayores que el valor mismo délos viñedos que se pretende libertar. Puede suceder, entonces, que los pro¬ ductos que se obtienen no basten, ya no para producir bene¬ ficios de cierta importancia, sino ni siquiera para pagar el ca¬ pital que año por año es necesario anticipar. Todos ellos no pueden considerarse más que como paliati¬ vos cuyos benéficos efectos pueden acrecerse en determinadas condiciones, así como ser ineficaces, completamente nulos y aun perjudiciales, de conformidad con las diversas circuns¬ tancias. Además, siempre serán, aun en los casos en que se logren los mejores resultados, bastante costosos para que el giro de la explotación pueda por mucho tiempo conservarse Ea vista de semejantes consideraciones, se ha tratado de circunscribir la marcha de la filoxera suprimiendo todos los medios que pudiera aprovechar para su subsistencia, fijándo¬ se la atención en el procedimiento destructivo o de extm- ción. 58 Este procedimiento está basado, no como los otros en la destrucción exclusiva del insecto, sino también de las cepas sobre las cuales está ejerciendo los terribles estragos consi¬ guientes á su evolución, porque está perfectamente demos¬ trado que las plantas curadas por los otros medios, emplean mucho tiempo en lo que pudiera llamarse la convalecencia- para recuperar sus fuerzas y poder rendir sus primeros pro¬ ductos aceptables. Y luego, no puede quedar excluido el te¬ mor de que en medio de una regeneración que parece efec¬ tuarse felizmente, se presente una nueva invasión, perdién, dose entonces, con todo lo que parecía aprovechado, el tiempo transcurrido. La ejecución es demasiado sencilla, no necesita aparatos especiales, no demanda preparaciones adecuadas ó arreglos del terreno para llevarse á cabo; no requiere elementos cuyo valor esté por encima de los recursos de muchos propietarios, ni le son indispensables obreros adiestrados que no siempre es posible conseguir, ó que aunque se consigan, es preciso aleccionar antes; resultando, como se comprende, mientras adquieren la pericia necesaria, imperfectas de sobra las pri¬ meras operaciones practicadas. Consiste en hacer una limitación rigurosa de la área de in¬ fección, visitando cepa por cepa, desde el centro de las man¬ chas hacia la circunferencia, para ir abarcando todas las plan¬ tas que lleven en sus raíces la causa de la enfermedad y evi¬ tar de ese modo que se sacrifiquen de una manera indebida las que se encuentren inmunes. Una vez efectuado el trazo de la línea de separación de las partes enferma y sana del vi¬ ñedo, debe aumentarse el radio de destrucción en una longi¬ tud que varía entre quince y veinte metros, con el objeto de establecer una zona preservativa que hará más segura la ac¬ ción del procedimiento. La época más adecuada para efectuar la inspección de la zona infecta, es la misma en que la filoxera presenta mayor intensidad en el desarrollo de sus funciones vitales; entonces, 59 la agitación en que se encuentran todos los insectos recién necidos, facilita su descubrimiento y evita las dificultades que necesariamente se tendrían para encontrarlos en los lugares donde se ocultan durante su período de invernación. Como queda asentado, á ese estado de exaltación vital corresponde el período de tiempo que transcurre mientras dura el Ye- rano. Se procede, pues, en esta estación, á cortar, á veinte centí¬ metros de la superficie del suelo, tanto todas las cepas com¬ prendidas en el área de la mancha como las situadas en la zona de preservación, quemando con ellas, sobre el mismo lugar, todos los tutores ó estacas que hayan servido ya, sin permitir que salga de ese lugar ningún fragmento, por insig¬ nificante que sea, de las vides que deban sujetarse a la inci¬ neración; así se precaverá del contagio la parte que se encuen¬ tra exenta de la plaga. 'No es conveniente practicar al mismo tiempo la extracción de la parte subterránea porque se corre el riesgo de propagar la invasión; los insectos, encontrándose en estado de exaeei- bación vital, cambian constantemente de lugar, y a ejecuar sus movimientos, pueden, con suma facilidad, ser arrastrados por el viento hacia alguna de las partes indemne.. Como con¬ secuencia se haría inútil ó nocivo el procedimiento que bien ejecutado da excelentes resultados y consigue lo que no em- pre pueden alcanzar los otros medios de ataque ya enume- ^Para concluir los trabajos de la estación de que se trata se recomienda hacer lo que puede llamarse la del terreno con alguno de los insecticidas conocidos, prefl Sudóse el .ne Jar se acomode á las circunstancias parti- lT^óTde Verano, se espera á que el Invierno esté en toda su plenitud, para ejecutar la segunda paite amiento que consiste en cavar, al rededor de los troncos “s en la operación precedente, fosas tan profundas co- .60 mo puedan serlo las últimas radículas de la planta, para ex¬ traerlas sin dejar ninguna de éstas en el suelo, pues seguiría sirviendo de abrigo á los insectos que se le encontrasen adhe¬ ridos. Ejecutada la extracción, tan perfectamente como sea posible, se pone fuego también sobre el mismo lugar, á los despojos arrancados, practicándose en seguida una nueva des¬ infección de la parte desentrañada, para matar las últimas filoxeras que hubieran podido escapar. Como precaución de suma importancia, es conveniente que los aparatos empleados en el trabajo de extracción, no se usen para practicar ninguna labor en otro viñedo, sino después de haber sido cuidadosamente desinfectados en el mismo lugar en que se ocuparon, porque pueden servir de vehículo de transporte al germen de la enfermedad. Igual cosa puede de¬ cirse de los obreros, quienes llevando adheridos á sus zapa¬ tos algunos insectos pueden ir á sembrar la plaga, en puntos más ó menos distantes. El lugar no está, inmediatamente después de ejecutado el tratamiento, en condiciones de poder recibir nuevas plantas de vid, porque quedan aún algunas filoxeras, que apoderán¬ dose de las raíces encenderían nuevos focos. El tratamiento, en tal caso, se volvería infructuoso como lo serían los gastos erogados en las replantaciones; por lo cual es conveniente de¬ jar en descanso esos terrenos por el espacio de cinco años, tiempo en que, como se dijo, quedaría agotada la potencia de reproducción del insecto; al mismo tiempo se regeneraría la fertilidad perdida por la tierra en muchos años de soportar las vides. Juzgado á primera vista, este procedimiento no cuenta ni puede contar con el favor y las simpatías de parte de los pro¬ pietarios, que no ven en él otra cosa que un golpe dado á sus intereses: la destrucción de extensiones á veces muy grandes de su plantío, la destrucción de la extensión total, en ocasio¬ nes, no es seguramente un medio que lleve en sí mismo, y sin otros considerandos, nada de halagador. De aquí ha na- 61 cido la viva oposición que ha encontrado siempre que ha sido propuesto. Por eso ha llegado á darse el caso de que los pro¬ pietarios recurran á las armas para defender sus viñedos. Es cierto que más tarde, cuando la filoxera ha terminado su obra, llegan á arrepentirse de -no haber aceptado un medio que les ponía momentáneamente en las condiciones á que los reduce el destructor insecto. Pero para ese tiempo, además de las pérdidas sufridas por el propietario opositor, que ya no tie¬ nen remedio, comienza á nublarse el porvenir de los viñedos circunvecinos, contagiados en mayor ó menor extensión; y si para éstos se va á tropezar con las mismas dificultades, no es difícil comprender hasta dónde irá á parar semejante estado de cosas: el dueño pierde una propiedad, el Gobierno una ayuda, el país una industria. , . Comparado con los otros, este procedimiento es el único verdaderamente eficaz y de seguros resultados. Este corta e mal de un solo golpe, los demás son paliativos. Ante un vi¬ ñedo invadido por la filoxera, la situación es la misma exac¬ tamente que la de un cirujano en presencia de un miembro atacado de gangrena: preciso es amputar si quiere conservar- se la vida del enfermo. Detenerse en la destrucción de las manchas filoxéricas es, según la expresión de Targione zetti, suspender la operación por respeto a un nervio pone - pal de la parte amputada. . . - Examinada la cuestión bajo el punto de vis a yecum ’ comparando el Debe con el .Haber de la cuenta ds: expia¬ ción del viñedo, se encuentra que los decrecientes productos que rinden las cepas comprendidas en las mancha fi oxer^ cas ni siquiera bastan para indemnizar ya no la ex e tal de la parte en que han propagado el ^ £ ni su propio valor. En consecuencia, es una ilusión, J 1-*™ > r r ísx; .. rJ „ y progresivamente se va minando el vmeao 62 quedar del todo destruido, el resultado final lógico tiene que ser la pérdida de tiempo, trabajo y dinero. En cambio, después de ejecutado el procedimiento de des¬ trucción, los beneficios obtenidos son de los más satisfacto¬ rios: abí están Suiza, Italia y Alemania que hablan elocuen¬ temente en este sentido y ponen de relieve toda la suprema¬ cía del procedimiento. El brillante resultado de los tratamientos efectuados en Pregny, del Cantón de Ginebra, deja plenamente demostra¬ da la eficacia del procedimiento: se ha conseguido retardar la reinvasión por más de once años, tiempo más que sobrado para poner al viñedo en condiciones favorables al éxito com¬ pleto de la lucha, sustituyendo las plantas, para complemento de seguridad, por otras menos vulnerables á la acción de la filoxera. En Italia ha sido, por no decir el exclusivo, el principal medio de defensa puesto en práctica para salvar de irremisi¬ ble ruina la viticultura de ese país. Alemania dictó sus medidas con la severidad requerida, y gracias á ellas, puede felicitarse ahora de que los daños cau¬ sados entranen relativamente una consideración insignifican¬ te: no se ha temido la pérdida de la parte destruida ni se ha marcado ninguna oposición; una vez descubierto un foco de infección, sin pérdida de tiempo, se someten á la incineración todas las cepas, tutores, etc., comprendidos en la mancha; y así es como, extirpando radicalmente esos primeros focos, se demostró, al fin de 1892, una desproporción inmensa entre el número de hectáreas devastadas por la plaga en Austria, y las destruidas en Alemania, habiendo aparecido simultᬠneamente en una y otra partes. En tanto que en la primera se encontraban perdidas 160,000 hectáreas, sólo se contaban en la segunda 72 pasadas por el fuego, comprendiendo en es¬ te número las de la zona de preservación. En vista de tales resultados, la Alemania no debía dejar de aprovechar el pro¬ cedimiento; y en efecto, para el fin del mismo año se habían circunscrito ya 14,800 cepas en Schemshein para ser someti¬ das á la acción de la destrucción por el fuego. Con tales ejemplos, Francia que ha sido la nación más adic¬ ta á los procedimientos curativos, convencida de las ventajas que obran en favor del procedimiento destructivo, tanto bajo el punto de vista económico como el de los resultados prácticos en la consecución del objeto perseguido, y basada en un com¬ pleto convencimiento, se la ve promulgar la ley de 21 de Ma¬ yo de 1883, relativa á las medidas por tomar en contra de la filoxera en Argelia; ley que lleva su rigor al mismo extremo que alcanzaron los alemanes con su legislación. Conociendo que el rigor de esa ley no debía quedar sólo como un documento para la historia, sino comprendiendo que de su rigurosa y estricta aplicación debía nacer un resultado semejante al que en otras partes se había obtenido, al dirigir al Gobernador General de la Argelia las instrucciones para hacer ejecutar la ley, el Ministro de Agricultura le recomienda el eficaz cum¬ plimiento de ella, á la vez que le pone de manifiesto las tra¬ bas que pudiera encontrar para el descubrimiento de los focos filoxéricos; é insiste sobre la necesidad de la activa ejecución del método tan pronto como se haya demostrado la presencia del insecto. Al efecto, se ha llevado á cabo con toda escru¬ pulosidad en el Departamento de Oran, en Tlemcen y Si i bel-ables, lo mismo que en Mansourab, con tan magníficos resultados, que nada dejan que desear. . Es el procedimiento por excelencia, y todo propietario que se encuentre en la triste condición de ver pulular en sus vi¬ ñedos las filoxeras, que al multiplicarse rápidamente destru¬ yen todo lo que está á su alcance, al mismo tiempo que ame¬ nazan de muerte toda la extensión que puede abarcar el p an- tío de cepas, debe apresurarse & sacrificar, en beneficio dé la mayor parte de su propiedad, el número conveniente de pies de vid, para destruir radicalmente al enemigo que de una ma. ñera cierta le asegura un porvenir de completa ruina. , Los otros procedimientos, los que ¡jprovechan la acción as- 64 fixiante de los insecticidas, por los enormes gastos que origi¬ nan los tratamientos repetidos que es preciso ejecutar, han dado nacimiento á reuniones de individuos formando sindi¬ catos para poder efectuar las curaciones más económicamen¬ te. El de destrucción no necesita del concurso de nadie para poderse ejecutar, y basta sólo el conocimiento de los inmejo¬ rables resultados que con él se obtienen, para deber ser pues¬ to en práctica en el momento mismo en que las sospechas de infección se sancionen con la presencia del insecto. Las condiciones en que se encuentra nuestra República respecto de dificultades para la adquisición de insecticidas, son altamente desventajosas: no hay en ella fábricas de sulfu¬ ro de carbono que proporcionándolo á bajo precio suminis¬ trase todo el que se necesitara, ni hay esperanzas tampoco de que pudieran instituirse prontamento; importarlo de donde existe sería inconveniente, por una parte, por lo oneroso del cambio, y por otra, á consecuencia de los altos fletes que oca¬ siona, siendo una materia inflamable; además, las vasijas es- , peciales en que se envasa darían lugar á un nuevo gasto, y la suma total de todos los que habría necesidad de erogar serían insoportables para los productos de nuestra viticultura que, puede decirse, aún no acaba de abandonar la cuna. Los sulfo-carbonatos son susceptibles de las mismas con¬ sideraciones, y aunque su transporte es mucho más fácil y no ofrece peligros, en cambio, requieren en su aplicación el concurso del agua que, por desgracia, no sólo no alcanza, si¬ no que escasea en la región vitícola. Por otra parte, la inmensa mayoría de las plantaciones existentes en la actualidad están formadas por la variedad Uva de la Misión (Mission grapes de los californianos), cuyos frutos no satisfacen las condiciones indispensables para la ob¬ tención de un vino de primera calidad, que ameritándose en el mercado, alcanzara elevado precio y pudiera entonces pa¬ gar lo gastado en la conservación de las cepas por paliativos más ó menos costosos. 65 El fiel de la balanza se inclina, pues, en favor del procedi¬ miento destructivo, que sin duda alguna es, en las circuns¬ tancias actuales de nuestro país, el único recurso á que se pue¬ de acudir, si quiere contarse con el éxito; el único procedi¬ miento que ofrece resultados eficaces; el solo medio de salvación segura de los viñedos heridos de muerte irremisible. CEÍAS AMERICANAS RESISTENTES. Después de aplicado el método destructivo, único capaz de curar radicalmente la enfermedad y después de restringir la extensión de las plantaciones, hay que pensar que cultivos como el de la vid, que rindan los mismos beneficios, no se encuentran en la región que le es apropiada, para poder aban¬ donarlo, sustituyendo con otros vegetales los plantíos qu forman la riqueza de esos terrenos. De modo que se - cesario volver á poblar éstos con la misma planta, pero en condiciones que disten mucho de las existentes, ya que a- cióu del parásito se ha hecho sentir de una manera tan tem Í en adelante, tales condiciones - “ concón ~£ tables si no garantizan suficientemente el va or del tmmp J los capitales que se inviertan: porque no es o niente hacer plantaciones para verso después de mas me, años en el mismo caso que al principio. En otro tiempo, la reconstitución de los viñedos era un problema de difícil solución: las observaciones qut> Lab había recogido acerca de la resistenoia que M ^ canas Isabelle oponían á la picadura P fan . aún bien confirmadas, y era preciso esp a . fand ¡ éndosei dadas en el nuevo hecho tomaran 1 y, ^ en establecieran definitivamente el me o q ° porvenir una etapa brillante enb — *>% & ^ Esta etapa ha comenzado. Ahora todo' Eur0 . con provechosa ventaja la exper,emi adqu, d po ^ ^ pa tras largos años de penalidades, ya __ 5 68 prender experimentos para llegar al resultado; otros han te¬ nido al par que la honra, la desgracia de ser los primeros á quienes ha tocado emprender la marcha por un camino eri¬ zado de dificultades y que en gran parte debía recorrerse al azar; pero ¿qué mejor? resuelto el problema sólo hay que po¬ nerlo en práctica para recoger I 03 beneficios. El cultivo de las vides americanas ha llegado á ser la base de las explotaciones vitícolas, no de un solo país, sino de to¬ dos los que han querido colocarse á la altura de las útiles exi¬ gencias científicas de la época: en el Departamento del He- rault la superficie plantada de vides americanas alcanza á más de la enorme cifra de 130,000 hectáreas; Italia no está menos bien provista relativamente; España ha seguido la misma vía, y muchas otras naciones han optado por imitar á las anterio¬ res, llevando al terreno de la práctica la ejecución del medio que realizará el sostenimiento de la viticultura en el justo equilibrio alcanzada en tiempos pasados. Las vides americanas son las destinadas á repoblar los cam¬ pos arrasados por la filoxera; se les ha dado el nombre de re¬ sistentes á causa de los pocos ó nulos estragos que sufren al ser colocadas en campos completamente enfiloxerados. Esta propiedad ha sido demostrada por las observaciones recogi¬ das en los campos de explotación, y las conclusiones científi¬ cas sacadas del estudio comparativo practicado entre las raí¬ ces de la Isabelle y las de la Vitis Vinifera. Existe al presente el convencimiento más completo de que por esta sustitución se llegan á reconstituir con ventaja los campos de vid ya perdidos, y este convencimiento ha nacido de la justa interpretación de los hechos observados, tanto en los ensayos primordiales emprendidos en Europa con el ob¬ jeto de averiguar hasta dónde podían abrigarse fundadas es¬ peranzas de éxito, como de los recogidos en el viejo campo de estudio ofrecido por los terrenos acusados de ser el lugar de origen del parásito. Parece ser que amenguándose, en un principio, el desarrollo de las cepas atacadas, tras largos años 67 de continua lucha con el insecto, han acabado ellas por ha¬ bituarse á la presencia del nocivo huésped: sea adquiriendo la fuerza suficiente para resistirlo sin peligro, ó la suprema¬ cía en el combate para rechazar á un enemigo cuja presencia es de consecuencias tan funestas para el resto de las cepas que, careciendo por hoy de propiedad tan preciosa, son ven¬ cidas en la lucha. Desde el año de 1620 puede tomarse el encadenamiento de los hechos para seguir paso á paso en la dirección que condu¬ ce á la conclusión establecida. En ese año se hicieron en Vir¬ ginia (Estados Unidos), por la Compañía de Londres, las pri¬ meras tentativas para implantar el cultivo de las vides euro¬ peas, y desde entonces también se demostró la falta completa de éxito en tales pretensiones, se vieron los inconvenientes resultados de tal empresa y se palpó la imposibilidad de con¬ seguir la aclimatación de las citadas variedades, no obstante los minuciosos cuidados que les prodigaban los experimenta¬ dos y hábiles viticultores que con tal objeto se hicieron llegar al lugar citado. En seguida tocó su tumo á los suizos, franceses y alema¬ nes en la continuación de la obra principiada por los ingle¬ ses, y, como ellos, sólo obtuvieron desengaños por recompen¬ sa á sus infructuosos esfuerzos. Idénticas fueron las cond.cio- nes en que se encontraron trabajadores más perseverantes, quienes bajo la dirección de Pufour, quedaron en el campo pretendiendo recoger la corona que no habían podido con¬ quistar sus predecesores: en un principio, los resultados ob¬ tenidos fueron como debían ser, semejantes a los anteriores, hasta que relegando al abandono las cepas europeas y fijando la atención en las que sobre el lugar vegetaban de una mane¬ ra silvestre [SehuykO] se hicieron con éstas nuevas planta nes origen de viñedos muy diferentes de los primeros La compañía denominada La Kami, formada con el obje¬ to de explotar viñedos en los terrenos sus ensayos en distintos puntos, en Kentueky, Tennessee, \ 68 Ohio y Alabama; pero según los informes rendidos á la Aca¬ demia de Ciencias de París, no fneron más afortunados que los anteriores en la explotación. Todos estos fracasos fneron atribuidos á la diferencia de clima en comparación con el del lugar natal de las cepas que se trataba de implantar, ó á causas más ó menos triviales que por entonces bastaban para explicar el hecho suficientemen¬ te; pero en el estado de adelanto á que condujo el descubri¬ miento de la filoxera, no podían sostenerse tales explicacio¬ nes, y menos si se toman en cuenta las indicaciones encon¬ tradas por Planchón al recoger los datos para formar la historia de su insecto. En Filadelfia, como queda dicho, se encontró un herbario, con un ejemplar de vid europea, la que sólo podía prosperar, y lo hacía de una manera notable, cuan- ' do ingertada en la raíz de la variedad indígena Mustang, era extraña á los fenómenos cumplidos en el seno de la tierra, mientras su follaje todo quedaba bajo la influencia del clima, La prueba evidente de la antigua existencia en ese lugar, de la filoxera, por sí sola se desprende del herbario del Dr. Engelmann, de Saint Louis Missouri; allí encontró Planchón agallas filoxéricas sobre las hojas de un ejemplar de Vitis Mon¬ tícola (Buckley) recogido el año de 1834 en Texas por Ber- landier. De esto es fácil concluir, como lo hace Foex, que la existencia de la filoxera, cuando menos, data de esa fecha. Si se dirige una mirada investigadora á los viñedos forma¬ dos con variedades indígenas, se ve que se conservan en per¬ fecta prosperidad y lozanía, sin que se note ningún contra¬ tiempo y sin que ningún signo revele que la enfermedad haga sentir su maléfica influencia; mientras que en California, cu¬ yos viñedos fueron formados con las cepas españolas traídas por los misioneros, desde el momento en que el insecto cayó sobre ellos, se presentaron en progresión asombrosa los mis¬ mos estragos ocasionados en la Europa. La conclusión es cla¬ ra: las cepas indígenas americanas viven con la filoxera, sin que esta sea un obstáculo bastante serio para impedir que el 69 desarrollo y vegetación de la planta siga verificándose de una manera normal, y regular. Una vez conocidos en Europa estos hechos de inaprecia¬ ble importancia, se pensó en utilizarlos; pero al mismo tiem¬ po surgió el temor de la posibilidad de un cambio en las pro¬ piedades de las cepas americanas al ser trasladadas de su lugar de origen al viejo continente. A consecuencia del cam¬ bio de clima, terreno ú otra cualquiera circunstancia, podrían degenerar en cierto modo, lo cual daría por resultado hacer¬ les perder su preciosa resistencia a los ataques filoxeiieos. Para dar categórica respuesta á cuestión tan importante era preciso dedicarse á buscar los resultados en el campo de la experimentación. Así se hizo. La plantación de Laliman hecha en Bordeaux, es una de las que se encuentran como de mayor edad, corres¬ pondiendo en longevidad con la de Borty en los terrenos de Poquemaure (Gard). Ambas plantaciones sometidas á los ataques constantes de la filoxera, puesto que los lugaies que se les destinaron habían sido los sitios más fuertemente des¬ truidos, y abundaban por consecuencia los insectos, conservan todas sus plantas en un alto grado de vigor y en una prospe¬ ridad completa; sin que el tiempo haya sido un factor, como en otras veces, coadyuvante á la acción del parásito, puesto que después de más de veinticinco años que cuentan de exis¬ tencia, no se ha marcado ninguna perturbación en la salud de dichas plantaciones. Más concluyente aún es la experiencia practicada en Ohi- bron del Var por H. Aguillon, quien después de mirar sus campos completamente arrasados por la filoxera, emprende un nuevo plantío á fines de 1872. La superficie plantada ocu¬ paba un número considerable de hectáreas y contenía la ele- vada cifra de 150,000 sarmientos procedentes de diversas va¬ riedades de vid; el número de éstas ascendía á 840 aproxima¬ damente; todos los sarmientos prendieron igualmente_bien como si no se sintieran influenciados más que por la fuerza J 70 de la vida; pero al año siguiente todas las variedades euro¬ peas comenzaron á mostrar los síntomas de un decaimiento que las hizo acabar por desaparecer, mientras que quedaron sobre el terreno las cepas correspondientes á los sarmientos cuyo origen era de plantas americanas [ York Madeira , Jae- quez, Cunningham, Herbemont, Taylor]. Estas afortunadas va¬ riedades se conservan hasta la fecha en condiciones de vida tan inmejorables, que puede concluirse por eso la importancia que bajo el punto de vista de la resistencia ofrecen las varie¬ dades citadas, sin que parezca aminorar su valor la naturale¬ za guijarrosa y empobrecida del suelo á que se confiaron. Si se quieren más pruebas, si quiere llegarse hasta la evi¬ dencia en el camino de la demostración, no hay más que tra¬ bar conocimiento con los interesantes ensayos hechos por Reich en Armeilleres (Bouches de Rhone), y que consistían en cavar en el terreno fosas bastante profundas, formar en el fondo de cada una un lecho de espesor conveniente con raí¬ ces enfiloxeradas y plantar en seguida sobre ese suelo artifi¬ cial las cepas consideradas ya como resistentes, en mezcla, por decirlo así, con variedades de Europa: al segundo año de instituida esta experiencia, ninguna cepa de las descendientes de la Yitis Yinifera se encontraba en su puesto, todas habían perecido; y el campo se veía en posesión de las americanas, que con su perfecto desarrollo acreditaban ser refractarias á la enfermedad que tan hábilmente se había tratado de inocu¬ larles. En el Sur de Francia, muchos viticultores no satisfechos con la aserción verbal ó escrita de lo que asentado queda, qui¬ sieron prácticamente comprobar lo que hubiera de cierto acer¬ ca de tan interesante cuestión, y se dedicaron á repetir con asiduidad las experiencias, llegando á alcanzar en crecido nú¬ mero los mismos buenos resultados. Ahora existen ya grandes plantaciones de esas cepas, po¬ seyendo, además de la notable importancia que resulta de su extensión, la no menor que nace de los pingües beneficios 71 que producen á los propietarios. Deben éstos ver con satis¬ facción el estado de prosperidad de sus viñedos en plena pro¬ ducción, indemnizándoles con creces su trabajo. Al contra rio, han sido objeto de duros fracasos los intentos de recons¬ titución de los campos devastados por la filoxera, con cepas originarias del viejo mundo. Como se ve, puede contarse de una manera cierta y segura con la resistencia relativa de las plantas en cuestión, y tal vez . no está lejos el día en que pueda decirse otro tanto en o que toca á la definitiva y absoluta oposición á las picaduras de insecto, si se atiende á los hechos observados en los Estados Unidos, á la edad ya bastante larga que llevan algunas plan¬ taciones de vides americanas en Europa, y á las deducciones científicas que se desprenden de las observaciones de gabi- "Tnnegables como son todos estos hechos, queda demostra¬ do queias plantas poseen la cualidad de defenderse por s. so¬ las- ñero si el por qué de esta cualidad se conserva en el e - alTincIgnita, resulta que no sólo no será posible dotar “SUL —— *' »/•“ iTii ella sino que ni se podrá prever si llegara el ideal a realizar se Para comenzar es indispensable encontrar la explicación Z Ll p Tra establecer más tarde las leyes que es precio del hechop suficientes para poder deter- acción entre los cuales pueda práctica- mente hacerse por las 72 miento, viendo las cosas más de cerca para poderlas apreciar en sus detalles, resulta insuficiente: fácil es reconocer que la abundancia misma de las raíces es un factor de consideración que obra en favor de la multiplicación de la filoxera, pues teniendo á su disposición, en gran cantidad, los elementos in¬ dispensables para su vida, ésta se activa; la reproducción se acelera de una manera rápidamente prodigiosa, y en condi¬ ciones tan favorables, llega siempre un momento en que por vigorosas que sean las funciones de la planta, no pueden com¬ pararse ni estar de acuerdo con la violenta propagación del insecto. Debe turbarse desde entonces, el equilibrio de las dos fuerzas encontradas, y la resultante es fatal para las plan¬ as, porque las filoxeras existen en número más que suficien¬ te para destruir todas las raíces. Ademas, una prueba concluyente y decisiva de que no es esta la causa del fenómeno, puede sacarse de la comparación de variedades, unas americanas y otras europeas: el YorkMa- deira (cepa americana) y el Aramon (del Languedoe) que son tipos, uno, el americano, en contraposición abierta con la hipó¬ tesis; el otro, de acuerdo en todas las concepciones de la expli¬ cación; el primero de una vegetación que no puede ser más que mediana; el segundo que vegeta de una manera notable- men e vigorosa: tocaba á aquél sucumbir, y resistir á éste, mas la practica ensena lo contrario; luego ese modo de expli- car el caso no puede aceptarse. Boutin, en 1876, formula una nueva hipótesis para expli¬ car la causa de la resistencia, diciendo que es debida á la pre¬ sencia en las raíces de las vides americanas de substancias plásticas que llama materias resinoides y que se opondrían á la extravasación de la savia por el lugar de la picadura del in- , , , R 8e gún sus experiencias, sería proporcio¬ nal a la cantidad de materias resinoides contenidas en las raí- no esMn f° me T Pr0d “ CÍd0S P01 ' 61 ata< i ue de ia fiI “»ra, la acH aC . ° °° n 139 conce P c! «^ 8 de la hipótesis, pues la acción mecánica ejercida por el rostro del insecto es Lsig- 78 niñeante, dadas las pequeñas dimensiones que lo caracterizan, para poder decir propiamente que haya una pérdida del lí¬ quido nutricio de la planta; ni es racional tampoco atribuir á la oclusión de orificios tan pequeños, por un mástic natu¬ ral, la resistencia de las vides. Además, los análisis practica¬ dos en la Escuela de Agricultura de Monpellier, según los datos de Boutin, y con un gran número de ejemplares, no han correspondido á las indicaciones relativas á la proporcio¬ nalidad de las materias resinoides con la resistencia de las vides. Examinando la manera de formarse de las alteraciones de las raíces por los ataques de la filoxera, se encuentra que las lesiones interesan solamente, y de una manera directa, el te¬ jido celular conjuntivo de la corteza, y algunas veces hasta los rayos medulares; se nota, además, que en la región del lugar donde se efectúa la picadura, se produce un aflujo de materias azoadas, cuya abundancia está en razón inversa de la proximidad al punto de ataque; mientras que parte del almi¬ dón, cuando existe, desaparece transformado en glucosa. La explicación de este fenómeno puede fácilmente encontrarse en la introducción ó formación, en la parte herida, de una substancia ácida cualquiera. En la misma región aparece lue¬ go una hipertrofia de los tejidos, á consecuencia de la forma¬ ción de nuevas celdillas; y el volumen que resulta aumenta más ó menos, según que los tejidos primitivos de la. raíz sean menos ó más duros y se opongan por este motivo, con poca ó mucha energía, al crecimiento local, pero acabando, al fio, en ambos casos, por limitar el desarrollo de la hipertrofia. Cuando este desarrollo ha alcanzado su grado máximo, se van alterando poco á poco los lugares hipertrofiados y dan enton¬ ces nacimiento á productos análogos a los de la descomposi¬ ción de los cuerpos cuaternarios, y que han sido designados por Thenard con el nombre de cuerpos húmicos. Estos pro¬ ductos tienen probablemente por origen la mayor actividad de la absorción ejercida por las celdillas, a pesar de estar ea- 74 turadas: las transformaciones vitales teniendo que hacerse sobre cantidades más grandes de materia, no pueden ser com¬ pletas, y dan productos intermedios. En las hojas el fenóme¬ no tiene una variante que influye para evitar la descomposi¬ ción, allí la hipertrofia puede tomar todo el ensanchamiento y desarrollo que le imprima la causa originaria. La importancia de las lesiones causadas por la filoxera, de¬ pende de las circunstancias que concurren en el momento del ataque: así, cuando las raíces tiernas no encierran aún un cuerpo leñoso regularmente organizado, las tuberosidades alcanzan un volumen considerable, y alterándose, completa¬ mente, traen consigo la muerte inevitable de las raíces ataca¬ das, cualquiera que sea la variedad de cepas á que pertenezcan; cuando, por el contrario, todos los elementos constitutivos del cilindro central radicular se encuentran bien demarcados, y los haces libero-leñosos están perfectamente constituidos, los hinchamientos adquieren un volumen más ó menos con¬ siderable, según el mayor ó menor espesor de los tejidos ce¬ lulares de la corteza y según la menor ó mayor densidad de los mismos. Una diferencia muy sensible se nota en la extensión de las alteraciones consecutivas á los ataques del insecto, conforme se trate de las raíces de una Yitis Vinífera ó de las de cierto número de especies americanas, como la Riparia, iEstivalis y Rupestris: mientras que en el primer caso las alteraciones in¬ teresan las distintas clases de tejido celular de la corteza, ca¬ pa generatriz, rayos medulares), en el segundo solamente la capa cortical es el sitio de los ataques y el único lugar donde se producen las alteraciones. Las consecuencias de la penetración de la picadura hasta los rayos medulares de la raíz de la Yitis Yinífera, después de cierto número de ataques, se muestran por la alteración consecutiva de los haces fibro-vasculares, cuyos elementos anatómicos se penetran de líquidos cargados de materias en descomposición, que provienen de los tejidos celulares; y, fi- 75 nalmente, por la destrucción de la raíz. Entre las especies americanas resistentes, todo se reduce á una alteración su¬ perficial que termina por la cicatrización de los tejidos y la formación de una especie de escara, que á poco tiempo se desprende, á consecuencia de la producción, por el tejido conjuntivo de la corteza, de una capa suberosa limítrofe que aísla la parte ulcerada. De manera que la mayor parte de las raíces, aun vivas y susceptibles de emitir nuevas radículas, mueren si pertenecen á la Vinífera; mientras que se conservan, si son de las espe¬ cies americanas. Sin embargo, hay cepas, las pertenecientes á la especie La- brusca, que parecen ocupar uu lugar intermedio entre las vul¬ nerables y las refractarias, si se las considera bajo el punto de vista de la importancia de las lesiones sufridas en los ata- ques y de la conservación de las raíces. Las diferencias citadas sobre este punto,‘en las dos catego¬ rías establecidas, encuentran una explicación racional en a diversidad correspondiente que se observa en la estructura de los tejidos de las raíces de las diferentes variedades de c - pas; pues observando raíces de la misma edad y de igual des¬ arrollo, en distintas especies, se demuestra » n L América. América. - A sia Oriental un* - C. Volumen varia-/y y¡ n ff era .. \ Europa y Asia. ble.I ’ i Vitis Muscadinia (Planchón).—V. Eotundifolia (Micheaux). Esta especie es comunmente conocida en los Estados Uni¬ dos con los nombres de Muscadine, Ballet , Bullace, kcujoer- nong; es originaria de los Estados del Sur (Georgia, Florida, Virginia), presenta una apariencia especial, y sus costumbres son del todo particulares; su vegetación es vigorosa, pero di¬ fícil de obtener, porque no se reproduce por medio de sar¬ mientos; su madera es demasiado dura, de corteza muy adhe- rente, sus hojas, pequeñas y redondas; los ingertos practica¬ dos en las cepas de esta especie casi siempre fracasan. La Scupernong, que es la variedad más conocida, da, de color amarillento, un fruto impropio para la fabricación de vi¬ no; las otras variedades, de fruto rojo, Thomas, Misil y Flower, lo mismo que la primera no resisten á la acción de la filoxe¬ ra, por cuyos defectos se considera la especie como inútil. 79 Y. Labrusca (Linneo-Micheaux). Generalmente conocida como Uva Fox. Las variedades típicas que descienden de ella, son Con- cord, Isabelle, Catawba, Ives Seidling; su origen está en Pen- silvania y Florida; para vegetar mejor requiere terrenos de naturaleza granítica, y que se conserven frescos. Es la especie más preferida por los americanos para cultivarla en sus jardines y viñedos. < Las cepas nacidas de la especie Labrusca son las que por sus raíces, el tamaño de su fruto, sus hojas y sus costumbres tienen más relación de semejanza con la Y. Yinífera; esto ha dado origen á la creación de un oran número de híbridos entre los cuales se cuentan como principales, el York Madevra, Greim’s, Irving, Delaivere, Secre¬ tan Uthello, Argawam, Black Fagle , Massassoü, Merrmac, Salen , Wilder , Senasqua, Noah , Triunph y lona. Las varieda¬ des también se cuentan en gran número siendo las mas im- portantes, con los tipos ya citados: Diana, IsmeUa Parhns Eentz Telegraph, Union Village, Elisabdh, Janesm e, og Todas las cepas de esta especie tienen pocas apütu- des para resistir á la filoxera; y el gusto de grosella negra (foxé) que poseen sus frutos las hace no poder competa con Y Yinífera en la calidad de sus productos. La York Madeira antiguamente considerada como desce ¬ diente de la Labrusca, y abora reconocida como mdependr - f - tí .ti o..,, 8Ó madera de buena constitución á la vez que presenta gran fa¬ cilidad de propagación por medio de sarmientos. Los inger¬ tos á que sirve de pie prenden bien, y se adaptan perfecta¬ mente la púa y el patrón, sobre todo cuando se trata de va¬ riedades cuya madera es compacta, como la Carignan , Etraire de l’Adhui, Persan, etc. Por su naturaleza, esta cepa es débil, sobre todo en los pri- - meros años, pero á medida que aumenta su edad, con el con¬ curso del ingerto, adquiere vigor, llega á ser más fuerte y se mantiene muy bien. Es digno de hacerse notar lo poco ata¬ cada que es por la clorosis. V. Candicans (Engelman).—V. Mustangensis (Buckley). Esta especie, conocida en los Estados Unidos con el nom¬ bre de Mustang , es oriunda de Texas, Arkansas y de la parte oriental de Nuevo México; su vegetación es tan vigorosa que llega al nivel de la cima de los árboles más altos; sus hojas y sarmientos son muy puvecentes y de color blanquizco que le ha valido su nombre; su reproducción por sarmientos es difí¬ cil, como lo es también que prendan en ella los ingertos. Es¬ tas razones han influido para no utilizarla en viticultura. Entre los híbridos, nacidos del Candicans y Rupestris, se cuenta el Champini, vigoroso, fácil de ingertar y bastante re¬ sistente á la filoxera. V. Lincecumii (Buckley). Procede de Texas donde se la conoce con el nombre Post- Odk-grape; sus uvas son grandes y de un cotor púrpura ne¬ gro. Poco conocida. V. ÍEstivalis (Micheaux).—V. Durand (Engelman). El Sumer-grape, de varios Estados de Norte-América (Mis¬ souri, Kansas, Arkansas, etc.) Los tipos encerrados en esta especie, son: Jacquez, Cunnin- gharn ó Long, Herbemont ó Warrem. Jacquez. —[Black Spanish, ’.Lenoir , Jack , Cigar-Box-grape, 81 Ohio, El Paso , Burgundy , Jf«c. Canto.] Esta variedad es natural de la Carolina del Sur, Condado de Lenoir, del cual ha tomado uno de sus nombres. 1? Jacquez como porta ingertos. —Se encuentran en la raíz del Jacquez gran número de filoxeras; pero su resistencia, cuando está ingertado, es segura, si se planta en terrenos apropiados, es decir, en los ricos y frescos, de naturaleza ar- eillo-arenosa ó calcárea, donde se desarrolla con mucho vi¬ gor; el ingerto parece disminuir su fuerza, y cuando se plan¬ ta en suelos secos y áridos muere en pocos años; pero de cual¬ quiera manera es uno de los mejores porta-ingertos. En las regiones tropicales se reproduce fácilmente por sar¬ mientos siempre que estén en buenas condiciones; y con ellas; la púa prende prontamente. 2? Jacquez como productor directo.— Es ciertamente, la cepa que da mejores resultados, en este sentido, en gran variedad de terrenos, así como la que presenta una vegetación más her¬ mosa y llena de vigor. El Jacquez posee gran facilidad de adaptación pero necesita buenos terrenos; de preferencia los ricos y frescos, porque en terrenos arcillosos impermeables muere pronto; mientras que bien colocado, el tamaño de sus racimos y su número forman una cosecha muy satisfactoria por lo abundante. A causa de la tardía madurez de sus fru- ~tos, se le prefiere para las regiones calidas; aunque es bastan¬ te adaptable á las frías; estando en éstas sujeto á las enferme¬ dades criptogámicas, es preferible desechar su cultivo. El Jacquez soporta el tiempo frío, como el seco, sin sufrir en na¬ da; para producir su máximum de cosecha requiere una poda larga cuya extensión varía según las condiciones en que se le plante. Produce un vino de coloración bastante subida que seria muy apropiado para mezclas, si el color fuera suficientemente estable; pero sucede con mucha frecuencia que cambia con mucha rapidez al contacto del aire, llegando á ser azul obs¬ curo y violeta amarillo; se puede, sin embargo, evitar este • Filoxera.- 6 82 cambio poniendo en las pipas cierta cantidad de ácido tártri¬ co. Mezclando las uvas del Jacquez con las de las cepas exis¬ tentes ahora, en la proporción de £ ó se puede obtener un buen vino de color muy intenso. Puede también cosecharse antes de su completa madurez, perdiendo una parte del al¬ cohol, pero asegurando en cambio, la estabilidad del vino. SübvARIEDADES.— Entre las subvariedades del Jacquez, las más importantes son: El Lenoir, muy parecido al Jacquez común; es conoci¬ do desde hace mucho tiempo; su cosecha y su vino parecen un poco mejores, pero siendo la diferencia insignicante, se ha usado en la misma extensión que el otro. 2^ Jacquez de las Sorres— Obtenido en el campo experi¬ mental del Herault, su uva es dos ó tres veces más grande que la del primero; de donde resulta una cosecha más abun dante y mayor cantidad de vino. Tanto por esto como por la facilidad de ingertarse, ya que la resistencia á la filoxera es igual, debe preterirse al común. 3? Jacquez Félix Sahut .—Nacido de la semilla del Jacquez es muy productor; y su uva es muy grande, lo que le daría cierta importancia; pero no se conoce hasta ahora su resis¬ tencia, adaptación, etc. CüNNINGHAM. Es una vid de la parte Sur de los Estados Unidos; fué pro¬ ducida en el jardín de Jacobo Cunningham (Virginia). Se reproduce con suma dificultad por medio de sarmientos, y, además, no puede considerarse como un buen porta-ingertos, en cambio, resiste bastante bien á la filoxera, madura su fruto muy tarde, y se adapta á los suelos de todas naturalezas, siem¬ pre que no sean excesivamente húmedos y fríos, dando sus me¬ jores resultados sobre colinas pedregosas y secas. Su vino es muy alcohólico, pero de muy poco color; esto hace que sólo puedan obtenerse vinos blancos que, bien fabricados, adquie- 83 ren cierto valor; pero no costea hacerlos á causa de la peque¬ nez de las cosechas y de la madurez muy tardía. Herbemont. Este crece muy bien en la Carolina del Sur, Texas, Geor¬ gia, Florida y, en general, en terrenos de colinas pobres; es bastante resistente á la filoxera y fácil su adaptación á los te¬ rrenos; hasta ahora parece que los pedregosos y permeables, que absorben fácilmente el calor y conservan cierta frescura durante el Verano, son los más apropiados para él; requiere climas cálidos, mas cuando se planta en fríos deben preferir¬ se las colinas expuestas al Sur; su propagación por sarmien¬ tos es difícil y su madurez tardía; produce, no obstante la poda larga que se le debe practicar, en menor cantidad que el Jacquez; su vino es regular, pero sin color. V. Riparia (Michaux). Encontrada esta especie en casi todas partes de Norte Amé¬ rica, se adhieren pocas ó ningunas filoxeras a sus raíces y es por eso muy resistente. Los terrenos de aluvión, profundos y permeables, ligeros, frescos sin ser húmedos, y arenosos frescos, son los más ade¬ cuados á su vegetación; no se adapta á los terrenos calcáreos, aun cuando crece en algunos de color obscuro formados poi la mezcla de tierra fina y guijarros calcáreos. El clima tiene poca influencia sobre la Riparia, cuando se le planta en terrenos apropiados; su propagación por sarmien¬ tos no presenta dificultad alguna, estando en el mismo caso los ingertos que se practican en ella, siempre que se efectúen cuando es aún joven, en el primero y segundo años, porque sucede lo contrario en los subsecuentes. Subvariedacles .—Por la selección se ha producido un gran número de subvariedades de Riparia, que pueden agruparse de la manera siguiente: 84 1? Riparias Tomentosas, que están caracterizadas por tener sus hojas y ramas tiernas cubiertas de borra. Crecen muy bien en terrenos ligeramente húmedos y algo arcillosos. 2? Riparias Glabras. Estas no tienen borra sobre las hojas, de aquí su nombre; sus costumbres son opuestas á las de las anteriores: requieren terrenos más bien secos que húmedos, de manera que es preciso conocer la naturaleza del terreno para elegir las cepas que le convienen. 3? Nuevas Riparias. Para la adaptación en terrenos calcᬠreos se han ensayado varias Riparias, pero los resultados ob¬ tenidos hasta ahora no son decisivos. Entre ellas la que se llama ücimond parece adaptarse bien á los calcáreos; pero no se sabe qué tiempo pueda durar. Clinton. Entre las Riparias cultivadas, el Clinton es una de las cepas que tienen alguna importancia como productores directos; cultivado sobre hilos de alambre, en terrenos férti¬ les y ligeros, á la orilla de los ríos, produce cosechas muy grandes. Su vino es bastante alcohólico, de buen color y fᬠcil conservación. La cepa es refractaria á la caída de las flo¬ res y resiste la peronosporea , pero sus cualidades parecen ser mas aparentes que verdaderas: en primer lugar, su resisten¬ cia a la filoxera es bastante cuestionable, pues en terrenos se¬ cos muere pronto; el valor dado á su vino es solamente limi¬ tado, porque á causa de su gusto desagradable (foxé) muy pronunciado, no puede tener más porvenir que el consumo local; por último, es cuestionable también si su producción puede durar mucho tiempo, porque la larga poda que se le da puede acabarlo. \ V. Rupestris (Scheele). Es muy semejante á la Riparia y se encuentra en muchos de los Estados de Norte América, pero con especialidad en íssoun, Arkansas, Texas, Nuevo México y Territorio In- io, donde se conoce con los nombres Sand-grape in Mission 85 ,/S 'ugar-grape in Texas. Como su semejante, es muy resistente y se adapta á muclios terrenos, sobre todo á los áridos y po¬ bres excepto los muy calcáreos; el clima tiene poca influencia sobre sus cepas, pero adolece del gravísimo defecto de no po¬ derse propagar por sarmientos ni ser fácil de ingertar, aun¬ que con una selección de la madera y gran cuidado en la pre¬ paración de los sarmientos se puede obtener una vegetación regular. Hay un gran número de variedades de la Rupestris, consi¬ derándose de mayor importancia la Rupestris Ganzen, R. Martin , R. de Forworth, R. con costumbres de Taylor , y la R. Paul-Giraud. Se ha tratado de utilizar sus importantes cuali¬ dades y hacer desaparecer sus principales defectos, emplean¬ do los varios tipos de Rupestris para la producción, por cru¬ zamiento, de nuevas variedades que dieran mejor resultado. V. CORDIFOLIA (MlCHAUX). Esta especie se encuentra en la región comprendida entre Hueva Inglaterra y Texas, en los bosques de los valles del Mississippi, donde se le conoce con los nombres de Winter- grape , Frost-grape, Chicken-grape. Las cepas pertenecientes á esta especie son ditíciles de propagarse por sarmientos, no se emplean en los cultivos, y sólo sirven como elementos de hi¬ bridación de los diferentes tipos de la Riparia y la Rupestris. Y. Berlandiéri (Planchón). Conocida con el nombre de Sweet mountain en Texas, de donde es nativa. Se ingerta con facilidad, pero se propaga mal con sarmientos; es muy resistente á la filoxera y se sena- la como una de las cepas que mejor se adaptan a terrenos blancos y calcáreos, por lo cual se la considera de impor¬ tancia. 86 V\ Foexeana (Montícola).—(Buckley). Es nativa de Huevo México y muy poco conocida hasta ahora. V. Arizonica (Engelman). Especie silvestre de Arizona; además de ser vigorosa y pro¬ pagarse con suma facilidad por medio de sarmientos, parece prestarse bien á la práctica de los ingertos; pero aun no se conoce bien su valor como cepa resistente. V. Californiana (Bentiiam). Especie silvestre de California, de vegetación medianamen¬ te vigorosa, de propagación ditícil y dudosa resistencia al ataque de la filoxera: además, muy sujeta á las enfermedades criptogámicas. Tal es la experiencia que de ella se tiene en Europa; mientras la obtenida en California, con plantaciones en pequeña escala, tendería á probar todo lo contrario. V. Cinérea (Engelman). Conocida con el nombre de V. Cciuesccns en los terrenos bajos del Mississippi y Missouri; abunda en Illinois, Luisia- na y Texas. Tiene muchas ligas de estricta relación con el Berlandiéri, crece en terrenos muy calcáreos, y aunque pare¬ ce no ser tan vigorosa y fácil de propagarse como la Riparia, es de suma importancia para los terrenos donde ésta no pue¬ de vivir. Sus aptitudes á la resistencia y sus cualidades como porta-ingertos aún no han sido establecidos. V. Cariboba (De Candolle). Especie silvestre de las regiones tropicales de la América,, muy poco conocida y menos utilizada. 87 Vitis del Asia Oriental. Estas vides que están representadas por siete especies co¬ nocidas con los nombres de Coignetm, ThumbergU Flexuosa , Anuir ensis, Rommeti, Spinomtís Davidi y Pagmuccii, solamen¬ te son un objeto de curiosidad y no se las estima en nada para la reconstitución de los viñedos. HÍBRIDOS. El híbrido es la planta que resulta de la fecundación de dos especies distintas de vid. Los híbridos poseen gene¬ ralmente caracteres intermedios á los de sus geneiadores. El objeto de la hibridación es la creación de nuevas cepas que adquieran las cualidades de sus generadores y no los de¬ fectos: la idea principal es tener cepas muy resistentes a la filoxera, fácilmente adaptables á todos los terrenos, cualquie¬ ra que sea su naturaleza; fáciles de propagar por sarmientos V fáciles de ingertar, como las variedades de la V. Vimfera, y también encontrar nuevas plantas que se puedan usar como Pr Nume°rosos híbridos se han producido en estos últimos años v algunos de ellos parecen poseer buenas cualidades; pe¬ ro hay que esperar varios años para saber que puesto ocupa¬ rán en la viticultura; no obstante, justo es hacer notar el que á la fecba se conoce, mejor. ., A Ei _ Vialla -Esta cepa es considerada como un híbrido de iti paria y Labrusca. Se da muy bien en terrenos ligeros, pro¬ fundo! y frescos, donde á pesar de ser atacada por filo» en gran número, es resistente; es muy vigorosa y constituye la planta más fácil de propagar por sarmientos, pudiendo - "üene dn sabor (foxé) de grosella negra muy pronun¬ cio, por lo que no se usa como productor directo. 88 En Francia, Couderc lia producido gran número de híbri¬ dos, varios de los cuales, hasta ahora parecen ser de bastante valor, y se basan sobre ellos, con derecho, fundadas espe¬ ranzas. Con cada una de las cepas americanas van asentadas sus cualidades mas relevantes, así como los defectos correspon¬ dientes; todo en limites reducidos, pero suficientes para po¬ der, sin embarazo alguno, hacer la elección apropiada cuando se trate de reconstituir viñedos en los que la filoxera ha lle¬ vado a termino su obra inflexible de destrucción. Bastará para ello, conocer las circunstancias y condiciones concurren¬ tes, para buscar la cepa apropiada y en conveniente relación con ellas. PLANTACIÓN EN LOS TERRENOS ARENOSOS. Los insecticidas, la sumersión, la destrucción del huevo de invierno y, en cierto modo, el empleo de las cepas resisten¬ tes, tienen por principal objeto conservar los viñedos ya exis¬ tentes, y que han llegado á estar bajo el dominio de la tre¬ menda acción de la filoxera; pero como lo natural es el en¬ sanchamiento de la viticultura, y han de constituirse nuevas plantaciones, justo es aprovechar las observaciones recogidas en el campo de la practica, para no verse después en la nece¬ sidad de recurrir a tratamientos ó medios costosos para no perder por completo el capital invertido en ellas. Para tener una plantación que por si pueda mantenerse y prosperar, que del mismo modo se conserve sin necesitar coadyuvantes que la sostengan, el medio es obvio: ó se recurre á las cepas re¬ sistentes, ó si se está en posibilidad de elegir terrenos, deben preferirse los de naturaleza arenosa. Cuando se pueda, es conveniente aprovechar esos terrenos, porque se evita con ello la necesidad de ingertar las cepas americanas para obtener productos de suprema calidad; en ellos puede fundarse la seguridad de obtener una resistencia 89 tan completa como con aquellas variedades, demostrándolo así los hechos sucedidos en el transcurso de la invasión filoxé- rica de la Europa, confirmados por la experimentación. Ma¬ rión la ejecuta formando un suelo artificial arenoso y ponien¬ do en él cepas cuyas raíces abundaban de parásitos; al cabo de poco tiempo las raíces se encontraban limpias y restable¬ cida su cabellera; la conclusión era la resistencia que oponía la arena al ataque del insecto. Yannuccini adelanta más sus trabajos y dice que los in¬ tersticios dejados por las arenas sólo son capaces de dar paso á las filoxeras recién nacidas, pues las medidas micrométri- cas del insecto subterráneo bien desarrollado son mayores; ahora, mientras el parásito está en los primeros días de su vida, puede circular á su entera voluntad; pero una vez fijo, comenzará á crecer é irá llenando el vacío dejado por los gra¬ nos de arena, hasta tocar y aun á rechazar algunos de ellos, entonces, sólo quedarán espacios sumamente reducidos, casi capilares, y si en tales condiciones, por cualquier motivo, cierta cantidad de agua llegare á estar en contacto con la are¬ na, que como se sabe la absorbe con mucha rapidez y facili¬ dad, la filoxera se encontrará envuelta en una capa de agua que impide el funcionamiento de su aparato respiratorio, y al fin, terminará por perecer asfixiada. Entre todas las explicaciones emitidas parece la mas racio¬ nal y la que mejor se acomoda hasta la fecha a las exigencias científicas; porque las fundadas en la acción insecticida de la arena, en la aspereza de los guijarros irregulares de cuarzo, en la acción del cloruro de sodio contenido en las arenas, han sido destruidas con suma facilidad. Todos los terrenos arenosos en que los caracteres físicos pio- pios se encuentran bien marcados, demuestran en un grado más ó menos alto, su acción benéfica en la prolongación de la existencia del viñedo; pero sólo en aquellos cuya propor¬ ción de arena silicosa no desciende de un 60 por ciento, puede esperarse una indemnidad absoluta. 90 Los terrenos formados de arenas calcáreas parecen ser me¬ nos eficaces para la conservación del plantío, pues se aglome¬ ran y comprimen más fácilmente; y mientras el estado de te¬ nuidad de las partículas del terreno es mayor, los resultados son más satisfactorios. Muchas veces basta sólo la presencia de un subsuelo are¬ noso, silicoso y nutritivo, en que las cepas puedan extender su sistema radicular, para asegurar la conservación del viñe¬ do; entonces las raíces que vegetan en la capa superior, están bajo la influencia de la filoxera y, por consecuencia, expues¬ tas á perecer; pero las^ situadas en las profundidades, en el subsuelo, están á cubierto de los ataques del parásito, en con¬ diciones favorables para una producción abundante de radí¬ culas, y en aptitud, por consiguiente, de nutrir y sostener las cepas; ellos deben ser los preferidos y en ellos ejecutadas las plantaciones. / FE DE ERRATAS. Págs. Línea. Dice. 1 12 por progreso la agricultura. 12 12 la especie forma. 12 24 ópteros. 13 13 21 milímetros á 28 de largo por 10 á 13. 16 2 19 34 Balbiam. 26 7 31 4 31 14 43 8 52 29 55 1 63 24 64 15 Léase. por el progreso de la agricultura, la especie vastatrix forma, ápteros. 21 á 28 centésimos de milímetro de largo por 10 á 13 de ancho, de los otros. Balbiani. Principales. Balbiani. el. los. restringido. fácilmente. bel-abbes. prontamente. ÍIT3DICE Págs. Prefacio. 1 Consideraciones generales. 5 Descripción del insecto. 10 Huevos de Invierno... 13 Madres ponedoras de las raíces... 14 Ninfas. 16 Insecto alado. 16 Sexuados. 17 Galleólas. 18 Acción de la filoxera sobre las vides. 20 Circunstancias que influyen en la marcha de la enfermedad. 23 Principales medios de combatir la filoxera. 26 Destrucción del huevo de Invierno.«. 27 Sumersión. 30 Agua. 31 Terreno. 32 Práctica de la operación...... 34 Epoca conveniente. 35 Duración. 36 Sulfuro de carbono. 38 Epoca del tratamiento. 39 Influencia de la naturaleza del suelo. 41 Aplicación del sulfuro...... 42 Sulfuro de carbono disuelto en agua. 48 Sulfocarbonatos alcalinos. 50 Modo de aplicación. 51 II Epoca del tratamiento. Ejecución.. Efectos del tratamiento.... Procedimiento destructivo. Cepas resistentes. Yitis Muscadinia. ,, Labrusca. ,, Candicans. ,, Lincecumii. „ -¿Estivalis. ,, Riparia. >, Rupestris. ,, Cordifolia. ,, Berlandieri. ,, Eoexeana. ,, Arizonica. » Californiana. ,, Cinérea. ,, Caribaea. » del Asia Oriental. Híbridos. Vialla. Plantación en los terrenos arenosos Pe de erratas. Págs. 53 . 54 . 56 . 57 . 65 78 79 80 80 80 83 84 85 85 88 86 86 86 86 87 87 87 88 91 LAMINA 1. Fie, 1. Üaiz vieja enftloxerada-—Fig. 2. Radícula enflloxerada vista con JentfcT_Fig- 8. Filoxeras jóvenes ágiles, vistas por el dorso y el vientre.—Fig. 4 Madrw ponedoras, vistas por la parte dorsal y ventral: muy aumentadas LAMINA 2. Fototipia de la Secretaria, de Fomenta. la Secretaria ae tomento. r!g . 5. Filoxera a* rzrzz «;:r;:Un—“*' : -f 7 - A6 ‘ u " ,Jl. car. superior «.rio, de 1. hoja, *F Fototipia de la Secretaria de Fomento. Fig. 8. Ramo de vid cubierto de agallas. LiAakíi.Vt% **•, Fig. 10. Fotciipja de la Secretaria de ítawhto. me 9. Madres partenogenésicas galleólas vistas por la parte dorsal y ven¬ tral muy aumentadas:—Fig. 10. Agalla abierta para mostrar su contenido^ -Fig. 11. Raíces de vid-.A, mostrando la parte abandonada por el insecto, 6, la atacadí y c,la que se encuentra sana. LAMINA * % Fig. 3 bis. •Fig. 5 bis. Fig. (i bis A. Fig 6 bis D. Fig. 0 bis E. Fototipia de ¡a Seorot-iria de Tomento, Fig. 3 bis. Huevo de Invierno.—Fig. 5 bis. Huevos de filoxeras rndicíeolas.— Fig. G bis A. Ninfas vistas por el dorso y el vientre.— Fig. 6 bis B y C. Huevos de filoxera alada — Fig. 6 bis D. Filoxera sexuada hembra.— Fig. 6 bis E. Filoxera sexuada macho. I LAMINA 6. Sgusgsm - Ky.'e p| ! pl¡S| V*- - “ ' . j; 'Fototipk de M Secretaria de Fovcntc. Fig, 12. Pala inyectara de Gastine.—Fig. 13. Pala inyectara de "Yermorel._Fig. 14. Arado sulfuroso “Salvator vitis.”—Fig. 16. Apa¬ rato para disolver el sulfuro de carbono en el agua.