PSN O OR OREA a eran ona : S pes S z z os = E ONIS pd e 2 Nan NEON SAA RS o » E - dan LI 4 An : A A A e Soy Re AS A yn ; AS o TR oO OA ER A RN ONAERS TAS A a EA A A on AS E e A A aa Ie os, e e DAA ES Ú SOS A RS AO A A A A A ROS NE ai SS ea al noo or a AS e a - RR Z O ES A CE a oa: a Cn A TOC acarició SARNA DRA Co are O A A Y TI is, no O cer rra ito A io e Ad A CN e IE a y ETC E A A es crio aa OS EZ TOCA Ea O ERE aa o z OA e AS Wo SODA > = a Ae y Te AR da A no RA Sano > A arar ORCADS RS E ATEO ES E E NS RN ANN RARA S e de A y Y A do ba, A asa du pa a A A ds AA Ar EN? id, A TORN HATE e AS O A e de z AS NS e o! SS O TS AS E: E ES A, = OS AS NS A a RAS INR ASS OS z LEO AE PERA OS NENAS $ A A a SS ES EN AIRIS OS OS A O A ce Pon AO ? X ms 2 IC ra o NE z OS O E : eS CO E e RS A A a ia, O o dare A A A A E e A AR Ñ A SS M=>S p==>=' 2, IEA AN ACTA mb 18929 NV We MS y === 1 Fu A, o LA ATURALEZA «e » PERIÓDICO CIENTÍFICO ¡35 SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL PUBLICADO BAJO LA DIRECCIÓN DEL SR. DR. MANUEL M. VILLADA. SEGUNDA SERIE. TOMO 111. —CUADERNOS NÚMEROS 41 Y 2. SUMARIO Ingeniero Jesús Galindo y Villa. —Biografía del Señor Ingeniero de Minas, Don Antonio del Casti- lo, primer Presidente de la Sociedad. —Secretaría de la Sociedad Mexicana de Histo- ria Natural. —Informe correspondiente á los años de 1892 á 1895. Profesor Alfonso L. Herrera.—Notas críticas acerca del Romerolagus Nelsoni. Dr. Jesús Alemán.—Informe acerca de un Aleu- ródico mexicano. Dr. Alfredo Duges.—El Carácter en los animales. —Flores de madera. Ingeniero de Minas Teodoro L. Laguerenne. —La hidrografía subterránea del Estado de More- los y la parte Norte del Estado de Guerrero. Dr, Alfredo Duges.—Paralelo de los cráneos de caballo y de asno. —Un nuevo género de Ofidio. Dr. M. M. Villada.—El erythroxylon ellipticam. Crónica Científica.—Dr. José Ramirez.—Un nombre genérico incorrecto, Secretaría de la Sociedad Mexicana de Histo- ria Natural. Sesión extraordinaria del 10 de Mar- zo de 1898. REVISTA CIENTÍFICA: L. Fletcher—Los meteoritos mexicanos y las lluvias meteóricas. Dr. José Ramirez,—Tres monstruosidades en ovarios inferos. Apéndice.—Trabajos presentados en el 22 Concurso Científico Nacional. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE CALLE DEL HOSPITAL REAL N. 3. 1898 Registrado en la Administración General de Correos como artículo de segunda clase. Y 1: NATURALEZA —- — A AÉÁ— - PERIÓDICO CIENTÍFICO DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL SEGUNDA SERIE.—TOMO 1IL. AÑOS DH 1897 A 1908 MEXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE CALLR DE SAN ANDRÉS Núm. 69. 1903 (1 ña da ol AS E AA "CUR . EA pull Yo b y / , o ni DA A Di ANTONES A EASTILLO SCIENTIA MINERALOGICA PERITO ET MEXICAN SOCIETATIS HISTOR14+NATURALIS PRIMO PRESIDI FASCICULUM HUNC EADEM SOCIETAS DEE: ha Es FONSAGRARÁ la Sociedad Mexicana de Historia N atural, varios números de su publicación, empezando desde ahora, á honrar la memoria de sus más distinguidos miembros difuntos, por me- dio de compendiosa biografía. La tarea es muy grata y ponemos manos á ella, dando eo- mienzo con los rasgos culminantes de la vida del meritísimo primer Presidente de la Sociedad, Señor IveenierRo be Misas Don ANTONIO DEL CASTILLO. Distinguióse el antiguo Colegio de Minería por la notable cantidad y ex- celente calidad de sus discípulos, entre los que descolló en primera línea Don Antonio del Castillo. > Nacido en el pueblo de Pungarabato, Distrito de Huetamo, del Estado de Michoacán, por el año 1820, el joven Castillo, cuyo padre fué Gobernador del Estado de San Luis Potosí, debió á su señora madre la carrera científica que constituyó el pedestal de su renombre. Enviado á México en 1832, hizo sus estudios primarios en una célebre escuela francesa; concluido todo lo cual ingresó al Colegio de Minería, donde, después de los requisitos legales y de la práctica respectiva, obtuvo el título de Ingeniero de Minas el año 1845. IV Antes de concluir sus estudios profesionales, ya había sido honrado con el nombramiento de Secretario del Colegio, puesto que desempeñó también de 1846 á 1848: así como la cátedra de Mineralogía de 1845 á 1851; obte- niendo, igualmente, por oposición, la de Laboreo de Minas. Fué el sustituto, durante más de media centuria, del insigne mineralogista Don Andrés del Río. Establecida la Escuela Práctica de Minas del Fresnillo, nuestro biogra- fiado, que hubo de ser uno de los fundadores, entró al desempeño de las cla- ses de Laboreo y de Mecánica aplicada á las minas. Ya á principios de 1869 encontramos al Sr. Castillo como Subdirector de la Escuela Nacional de Ingenieros. En 1876 entra á ocupar la Dirección hasta 1879; vuelve á ella en. 1881, con diversas interrupciones ocasionadas por ejercicios profesionales, hasta tres meses antes de sorprenderle la muerte. Creada en 1889 la Comisión Geológica, tomó el Sr. Castillo, que la diri- gía, mucho empeño en sus trabajos; convirtiéndose después dicha Comisión en el Instituto Geológico Nacional, dependiente de la Secretaría de Fomen- to, y que hoy tiene á su cargo con particular acierto, el Señor Ingeniero D. José G. Aguilera, Desempeñó, además, el Sr. Castillo, en la Escuela de Ingenieros, la cáte- dra de Química Analítica en los años 1880 á 1886. Abiertos los Congresos Geológicos Internacionales de Londres, Washino- ton y París, el Sr. D. Antonio del Castillo llevó ante esos certámenes la repre- sentación de México. Cuando el año 1868 un grupo de nuestros naturalistas pensó en la fun- dación en México de una Sociedad en cuyo seno se estudiaran todos los pun- tos relativos á la Historia Natural, se asoció el Sr. Castillo al pensamiento; y al tomar éste cuerpo y vida, cuando la Sociedad ya fué un hecho, enton- ces se honró al Sr. Castillo con el puesto de primer Presidente, que ocupó con acierto y con ventaja hasta Enero de 1870, en que le sustituyó el Sr. Dr. D. Leopoldo Río de la Loza. Otras corporaciones científicas le honraron con el diploma de socio, tanto en nuestra patria como en el extranjero. Por sus méritos científicos, le dedicó el sabio Profesor alemán, Dr. Ram- melsberg, una nueva especie mineral descubierta en Guanaceví, Durango, y que estaba simplemente considerada como uná bornita argentífera. Trabajador laboriosísimo, todavía en sus últimos años le hemos admira- do, á pesar de su avanzada edad, la energía de facultades y ese apego por cuanto á los ramos que formaron su especialidad tocaba. y Como geólogo mexicano, fué el Sr. Castillo uno de los más conocidos, y bajo su dirección se emprendieron diversos trabajos que han concurrido á complementar lo mucho que ya se posee acerca del suelo de nuestra Repú- blica para la formación de la Carta Geológica. La muerte vino á poner fin á esa existencia, arrebatando á la ciencia un obrero infatigable, y 4 México un hijo distinguido. En 27 de Octubre de 1895 sucumbió el Sr. Castillo, á los 75 años de edad. Las presentes líneas son un modesto homenaje tributado á su memoria, viva y perdurable. 1 Hemos dejado para el fin la enumeración de los principales trabajos del Sr. Castillo. Semejante labor se nos ha aligerado, gracias á la amabilidad de nuestro laborioso amigo el Sr. D. Rafael Aguilar Santillán, M. S, A., quien se sirvió facilitarnos la parte respectiva de su “Bibliografía Geológica y Mi- nera,” actualmente en prensa. ; He aquí ahora la lista de esas labores. —Resumen de los trabajos que sobre reconocimiento de criaderos y mi- nas de azogue se practicaron el año 1844, bajo la dirección de la J unta de Fomento y Administrativa de Minería. México, Imprenta de la Sociedad Li- teraria, 1845, 8. (En La Naturaleza, con notas y adiciones del autor.—II, 1871-73, págs. 39-140). —Cuadro de las especies mineralógicas de la República. 1846. — Instrucción sobre las vetas metalíferas. Discurso leído el 17 de No- viembre de 1848. —Notas sobre algunos minerales. 1848, —Rápida exploración geológica de las montañas inmediatas al Norte de la ciudad de Tehuacán y del cerro Tlachique, al Sur de Tepeyahualco. Mé- xico, 1849. —Informe sobre un reconocimiento de un criadero de plata en Santa Cruz Acatlán. México, 1851. vI —Reconocimientos de las minas y criaderos de hierro de dos grupos de erros, distantes entre sí más de una legua de Norte á Sur y situados entre los pueblos de Xonacatepec y Xalostoc de Oriente á Poniente, con una rápi- da exploración geológica de la región que comprenden, y acompañado de las cartas de su posición geográfica y topográfica. 1852. —Riqueza mineral de la República. Artículo 1.2 Península de la Baja California. México, Imprenta de Cumplido, 8? 1861. —Catálogo de las especies minerales y de sus variedades que se encuen- tran en México. 1864. —Descripción de la masa de hierro meteórico de Yanhuitlán, reciente- mente traída á esta Capital, y noticia y descripción de las masas de hierro meteórico y de piedras meteóricas caídas en México. 1864. Bol. Soc. Geogr., 1.* p., tomo X. —Cuadro de la mineralogía mexicana, conteniendo las especies minera- les dispuestas por orden de su composición química y cristalización, con arre- elo al sistema del Profesor Dana. 1864. Bol. Soc. Geogr., 1.2 p., X.—Min. Mex., VIL — Indicaciones acerca de la reforma de las Ordenanzas de Minería. Mé- xico, 1865. (“El Año Nuevo”). Reimpreso por Escalante en 1971 (“El Derecho”). —Discurso pronunciado en la sesión inaugural de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Septiembre 6, 1868. La Nat., L —Los criaderos de azufre de México y su explotación. La Nat., 1. —Ulasificación de mamíferos fósiles del Cuaternario del Valle de México. Zeits. Deut.— Geol. (Gessels. 1869. —La Guadalcazarita. La Nat., 11. , —Descubrimiento de una nueva especie mineral de bismuto. La Nat., UU. Min. Mex., 1 —Petrificación que se supone ser de una cabeza humana. Bo/. Soc. Greogr., 2.2 p., IV.—N. B. “Se refiere á una concreción de cuarzo con oro na- tivo diseminado.” —Dictamen de la Sección de Mineralogía de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, acerca de la nueva especie mineral de mercurio descubierta por su socio el Sr. D. Mariano Bárcena. La Nat., UL— Min. Mez., 11. —LDescripción del mineral bismutífero de San Luis Potosí, descubierto por el Sr. D. Florencio Cabrera. La Vat., UI. —Noticia sobre los criaderos de grafita ó plombagina de México y su explotación. La Nat., U.—-—Prop. Ind., núm. 16. VII —Un muevo El Dorado mexicano. Min. Mezx., 11. (Descubrimiento de placeres de oro en el Norte de la Baja California). —Adelantos de la Geología y Paleontología del Valle de México. Min. Mex., Y1V. 1878. —Las supuestas minas de carbón de piedra, de plata, de cobre, etc., en el Valle de México, y montañas que lo circundan. Mín. Mex., VII, 1880, número 6. —Corte de N. E. á 5. E. del Geyser de toba caliza llamado Cuescomate (Puebla). 1881. Escala, 0,001 por metro. —Paleontología y Geología del Valle de México. Min. Mex., VII, 1880. y 1881. —Informe que rinde el Director de la Escuela Nacional de Ingenieros, correspondiente al año de 1882. México, Tipografía de la Secretaría de Fo- mento, 1884. —Informe sobre el estado geológico actual del Peñón de los Baños. Lo/. del Minist. de Fomento, 1884. —Plano geológico minero del Real de San Antonio y El Triunfo (Baja Ca- lifornia). Revisado en 1889. Dib. Luis G. Becerril. Escala, 0,001 por 40 metros. —Catalogue descriptif des météorits (Fers et Pierres Météoriques) du Mexique avec Pindication des localités, «€. París, 1889. Avec une Carte (1 : 400000). —Bosquejo de una Carta Geológica de la República Mexicana. 1889. 1: 3000000. París. —Carta Minera de la República Mexicana. 1889. 1: 3000000. París. —Carta Minera de la República Mexicana. Corregida en 1893. 1: 200000. México. —Plano Geológico del Peñón de los Baños. 1887-93. Luis G. Becerril, dib. Escala, 1: 4000. —Comisión Geológica. Plano geológico de las minas de fierro de la Fe- rrería de la Encarnación y del Distrito Minero de San José del Oro. Con la colaboración de los Señores Ingenieros L. Cabañas y E. Ordóñez, de la mis- ma Comisión. Escala, 1: 20000. Lev. en 1888, publicado en 1893. —Catálogo descriptivo de los meteoritos (tierras y piedras meteóricas) de México. La Nat,, 2.* serie. 1, lám. —Bosquejo de una Carta Geológica de la República Mexicana. Escala, 1: 10000000. L. G. Becerril, dib. Lit. Moreau. Reformada con nuevos datos en 1891, 1892 y 1893. es J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. La idea fué acogida desde luego, y en 6 de Septiembre del año referido la SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL celebró su sesión inaugural bajo la presidencia de su primer dienatario, el Señor Ingeniero de Minas D. Antonio del Castillo, director que fué después de la Escuela Especial de Ingenieros. Fueron socios fundadores, además del Sr. Castillo, los Señores Ingeniero Arriaga (D. José Joaquín), Dr. Cordero y Hoyas (D. Francisco), Profesor He- rrera (D. Alfonso), Profesor Mendoza (D. Gumesindo), Dr. Peñafiel (D. Antonio), Profesor Río de la Loza (D. Manuel), Dr. Sánchez (D. Jesús), Dr. Urbina (D. Mamuel), y Dr. Villada (D. Manuel María); total, diez, y de los que sobreviven seis. Desde entonces comenzó la Sociedad sus interesantes trabajos, que corren impresos en su periódico intitulado La Naturaleza, obteniendo la valiosa coo- peración de socios, no sólo distinguidos, sino eminentes en los ramos científicos enltivados por la Sociedad. Larga empresa tendríamos con relatar la historia de éstos, aun cuando la tarea sería grata y facilísima, con sólo compendiar los informes que se leen en La Naturaleza. Baste decir que la Sociedad tiene un puesto respetable en el mundo científico, adquirido por sus constantes labores. . nl Desde hace veintiséis años la Corporación no ha interrumpido, felizmente, sus sesiones. Ha luchado, es cierto, con grandes dificultades para proseguir, y lo ha logrado. Apenas de la larga lista de socios que en los primeros tiempos de fundada ministraba la Secretaría, unos cuantos, firmes, constantes, abuegados, forman hoy el verdadero núcleo de la Sociedad, y por ende, ellos son los que lepropor- cionan vida y alimento científico. Unos porque han bajado al sepulero, otros por sus atenciones de empleo ó profesión, los más porque sólo recuerdan á la Socie- dad cuando han menester de ella, el caso verdadero es que los socios que for- man ese núcleo son los únicos sostenedores del, patriótico compromiso de la Cor- poración. Ñ Esto no es de extrañar en México, en donde todavía no cunde, como se ob- serva allende sus fronteras, ni el espíritu de asociación, ni el empeño por llevar adelante los trabajos científicos ya comenzados. Tal es el estado actual de nuestra Sociedad: cinco, ocho, diez, doce socios á lo sumo concurren á las juntas hebdomadarias el jueves de cada semana, más otros cuatro ó cinco que fuera de la Capital no olvidan á la Sociedad, y que in- fatigables envían siempre para ella buen acopio de trabajos. J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 3 ¡NN Entre los elementos con que cuenta la Sociedad, además del elemento mo- ral, señalaré, en primer término, el valioso contingente de publicaciones, tanto nacionales como extranjeras especialmente, que recibe en cambio de su publica- ción. Con ello ha formado una selecta biblioteca, toda de obras escogidas de Historia Natural, aunque todavía pequeña; cuenta asimismo con las colecciones ya bastante ricas del Museo Nacional, y además con una corta subvención de $1,000 que le señala anualmente el Presupuesto de Egresos del Erario Fede- 'al, subvención que goza desde el año de 1869, y que la invierte en la publica- ción de su periódico. 1V Cuando la Sociedad empezó á celebrar sus sesiones, verificábanse éstas en la Biblioteca del Museo Nacional; pero no siendo posible que la Corporación si- emiera teniéndolas sin local propio, pues necesitaba ir formando su biblioteca y además un departamento para su archivo, obtuvo de la Secretaría de Justicia é Instrucción Pública, la cesión de un sitio adecuado en el propio Museo, según se manifiesta por el documento que copio en seguida. Al margen un sello blanco que dice: “Secretaría de Estado y del Despacho de Justicia 6 Instrucción Pública.—Sección 2.*—Hoy se dice al C. Director del Museo Nacional lo que sigue: —Dispone el C. Presidente de la República que se ponga á disposición de la Sociedad de Historia Natural uno de los locales de ese Museo Nacional, y que se permita á la misma Sociedad haga uso, para sus estudios, de los objetos que se encuentran en ese establecimiento.—Libertad en la Constitución. México, Diciembre 1.2 de 1876.—(Firmado).—/gnacio Ramí- rez.—C. Presidente de la Sociedad de Historia Natural.—Presente.” La Sociedad posee hoy en el Museo un local independiente del resto de los departamentos del Establecimiento; el que consta de un salón bastante decente para celebrar sus sesiones, de otro para biblioteca y un tercero para archivo. Por lo que hace á los ejemplares de Historia Natural que se obsequian á la Sociedad, pasan á enriquecer las colecciones del Museo. V En cuanto á nuestras publicaciones, ocho tomos de La Naturaleza hay da- dos á la estampa, distribuidos en dos series. 1 Uno más desde que se redactó el presente Informe. 4 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETAPÍA. PRIMERA SERIE. Tomo TI Años de 1869 y 70. En la imprenta de I. Escalante. E E BA: E Y ES 0 TT O A SS q E A o 4 ze de > Va de 1880 el a A a O oa S dN 5 AN SS E6: E > s: *'SEGUNDA SERIE. Tomo IL. Años de 1887 á 90. En la imprenta de I. Escalante. (El último tomo publicado, que comprende el período del presente Informe, corresponde á los años de 1891 á 96). Por lo anterior se ve que la publicación de cada uno de los tomos de la pri- mera serie duró tres años para los II, UL, IV y VI, y dos para los IL, V y VII. En los de la segunda serie, cuatro el I y seis el II; siendo estos últimos como una enuarte parte más voluminosos. Aya Los establecimientos y corporaciones extranjeras que envían sus publica- ciones á la Sociedad en cambio de nuestro periódico La Naturaleza son los si- onientes: ESTADOS UNIDOS. 1.—Academy of Natural Sciences. Philadelphia. 2,—Academy of Sciences. California. 3.—Academy of Sciences of San Louis Missouri. 4.—American Pharmaceutical Association.. Philadelphia. 5.—American Museum of Natural History Central Park. N. Y. 6.—Brookville Society of Natural History. Ind. Richmond. 7.—Cincinnati Society of Natural History. New Haven. 8.--Club Botanical Torrey. N. Y. 9.—Comission of Fish and Fisheries. Washington. 10.—Connecticut Academy of Arts and Sciences. New Haven. 11.—Davenport Academy of Natural Sciences. lowa. 12.—Denisson Scientific Association. Granville, Ohio. 13.—Elisha Mitchell Scientific Society. N. Jersey. 14.—Kansas Academy of Sciences. Topeka. 15.—Meriden Scientific Association. Conn. 16.—Missouri Botanical Garden. St. Louis. 17.—Museum of Comparative Zóology. Cambridge, Mass. J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 5 18.—New Jersey Natural History Society. Trenton, N. Y. 19.—New York Academy of Sciences. N. Y. 20.—Oberlin College. Ohio. 21.—Redacción de “The American Journal.” N. Haven. 22.—Redacción de “The American Naturalist.” Philadelphia. 23.—Rochester Academy of Sciences. N. Y. 24. —Scientific Alliance of New York. 25.—Scientific Laboratoris of Denisson University. Granv. Ohio. 26.—Smithsonian Institution. Washington. 27.—Society of Natural History. Boston. 28.—Trenton Natural History Society. New Jersey. 29.—United States Department of Agriculture. Washington. 30.—U. $. Geological Survey. Washington. 31.—Wagner Free Institute of Science. Philadelphia. 32.— Wisconsin Academy of Science, Arts and Leters. Madisson. 33. —University of Kansas. CANADÁ. 34. —Geological and Natural History Survey. Otawa. 35.—Institute of Science. Halifax. Nova Scotia. CENTRO AMÉRICA. 36.—Instituto Nacioral de Guatemala. 37.—Sociedad Guatemalteca de Ciencias. .38.—Oficina de Depósito y Canje de Publicaciones de $. José de Costa Rica. AMÉRICA DEL SUR. 39.—Academia N. de Ciencias de la República Argentina. Córdoba. 40.—Instituto Geográfico Argentino. Buenos Aires. 41.—Museo de La Plata. República Argentina. 42,—Museo Nacional de Buenos Aires. República Argentina. 43.—Museo Nacional de Bogotá. República de Colombia. 44.—Museo Nacional de Río Janeiro. Brasil. 45.—Redacción de la Gaceta Oficial de Panamá. República de Colombia. 46.—Société Scientifique du Chili. Santiago de Chile. 47.—Museo Nacional de Montevideo. Uruguay. ISLA DE CUBA. 48.—Redacción de la Crónica Médico-Quirúrgica de la Habana. 49.—Ía. de la Revista de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales. Habana. J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. ALEMANTA. 50.—Academie der Wissenschaften. Múnchen. 51.—K. Academie der Wissenschaften. Berlín. 52.—Leopoldine Academie der Naturforscher. Dresden. 53.—Musée Teyler. Harlem. 54.—Naturhistorischen Vereines der preussischen Rheilande and W estfa- lens. Bonn. 55.—Naturwissenschaftliche Verein der Regierung Bezirk. Frankfurt a. O. 56.—Verein fúr Vat Naturkunde. Wu+rtemberg. AUSTRIA. 57.—K. K. Naturhistorischen Hof Museums. Wien. 58.—K. K. Geologisch Botanischen Gesellschaft. Wien. 59.—Ornitologischen Vereines. Wien. 60.—Academie des Sciences. Cracovia. BÉLGICA. 61.—Academie Royale des Sciences. Bruxelles. 62. —Société Entomologique. Bruxelles. 63.—Société Royale Malacologique. Bruxelles. DINAMARCA. 64.—Société Royale. Copenhague. ESPAÑA. 65.—Ateneo Científico, Artístico y Literario. Madrid. 66.—Sociedad Española de Historia Natural. Madrid. FRANCIA. 67.—Academie des Sciences. París. 68.—Bibliotheque Nationale. París. 69.—Jardin des Plantes. París. 70.—Redacción de la “Feuille des jeunes naturalistes.” París. 71.—Société Botanique de France. París. 72.—Société Zoologique de France. ,, 73.—Société Geologique de France. ,, 74.—Academie des Sciences et Lettres. Montpellier. 75.—Société des Sciences Naturelles de ''Ouest de France. Nantes. J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 7 ITALTA. 76.—Museo civico di Storia Naturale in Trieste. 77.—Societá Botanica Italiana. Firenze. 78.—Societá Italiana dei Microscopisti. Acireale. Sicilia. , ? SUECIA. 79.—Konkelige Norike Frederike Universitets. Christiania. RUSIA. s0.—Jardin Impérial de Botanique. St. Petersbourg. 81.—Société Impériale des Naturalistes. Moscou. 82. —Société des Naturalistes. Kiew. SUIZA. 83.—Société Entomologique. Berne. vil Paso ahora á exponer brevemente los datos científicos que obran en las ac- tas, como parte importante de las labores de la Sociedad, en el orden rignrosa- mente cronológico y por secciones. SECCIÓN DE BOTÁNICA. 1.—El Sr. Dr. D. Fernando Altamirano presentó un producto interesante ob- tenido de una planta indígena, en el Instituto Médico Nacional. Es un verdadero alcaloide perfectamente cristalizado en agujas, de un color pardo amarillento y lustre de seda. Fué extraído de la corteza de una especie arbórea de la familia de las Papaveráceas, la Bocconia arborea, Wats., vulgo Llorasangre, y en me- xicano Etzquahuitl; planta muy conocida en tierra caliente, en donde vegeta con abundancia. En Orizaba se ha colectado otra especie del porte de un arbusto pe- queño, la B. pubescens. 2.—Al alcaloide se le ha llamado boconina; existe en abundancia en la ci- tada corteza. La materia colorante que le acompaña se forma bajo la acción del oxígeno del aire. 3.—El Señor Profesor Lasso de la Vega, nuestro consocio, obtuvo la boco- nina hace aleún tiempo por primera vez; pero en cantidad pequeñísima, no pu- diéndose señalar entonces su verdadera naturaleza; sus propiedades fisiológicas son muy notables y muy enérgicas. 8 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 4.—El socio Dr. Toussaint ha hecho aleunas experiencias con la boconina, aplicando inyecciones hipodérmicas á ranas y perros; produciéndose con ellas la analgesia interna como la cutánea, sin que se observara el más ligero hipnotis- mo. La boconina tiene eran semejanza con la cocaina, y por sus propiedades se acerca mucho á la morfina. 5.—El Señor socio Dr. E. Armendaris extrajo el alcaloide citado, tratando la corteza con agua acidulada y evaporando ésta después; la materia colorante se destruye fácilmente con el negro animal, obteniéndose por este procedimiento mayor cantidad de producto. 6.— El mismo Dr. Armendaris emprendió, junto con el Señor Profesor Lo- zano, del Instituto Médico Nacional, el estudio del maíz americano en-compara- ción del mexicano, habiendo obtenido los signientes resultados previos: y Mexicano Americano bio 13% 7% IMC a ABOrOnES 50% 61% INMI 0 saca c OR 6% 3.5% La determinación del ázoe se hizo por medio del análisis elemental, em- pleando un aparato de los más perfectos, habiéndose obtenido la completa car- bonización del maíz y cl total desprendimiento del ázoe. 71.—El Sr. Dr. Ramírez determinó la especie á que pertenece el Azafrán de bolita que el Sr. Dr. Altamirano recibió de Guadalajara. Es la EPIA DDA he- theranta, de la familia de las Enforbiáceas. 8.—El Señor socio Dr. D. Manuel Urbina presentó una planta, procedente de Cuernavaca, que tiene el nombre mexicano de Huaxacatl; corresponde á la Mal- pighia mexicana. El fruto de esta especie no está descrito; mostró que era dru- páceo, de semillas ó pirenas aladas, y comestible. 9.—El Señor socio Dr. D. Manuel M. Villada presentó, á nombre del Señor socio, Profesor D. Alfonso Lu. Herrera, el ejemplar de una planta, en la cual se ve un caso de parasitismo artificial. Es nna labiada de género indeterminado, en la que se sembró semilla de Phalaris canadensis. Se practicó para esto una inci- sión, en el fondo de la cual se depositó la semilla, cnbriéndola en seguida para evitar la evaporación. La semilla llegó á germinar, desarrollándose"la parte aé- rea del vegetal. En un experimento ulterior se observó que una de las principa- les raíces en vez de dirigirse hacia la base del tallo de la planta nodriza, tomó una dirección inversa, lo que, en concepto del repetido socio, puede explicarse de dos maneras: ó bien por la menor resistencia de los tejidos más tiernos del ápice ó por haber sido arrastrada por el movimiento ascensional de la savia. 10.—El Sr. Dr. Ramírez comunicó, en 20 de Octubre de 1892, que el Señor socio, Profesor Lasso de la Vega, presentó una nota á la Academia Nacional de Medicina, dando cuenta de sus trabajos para la extracción de la boconina de la Boconia frutescens, reclamando el derecho de prioridad en el descubrimiento J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 9 de ese alcaloide. El mismo Dr. Ramírez manifestó que, como consta á la Socie- dad, el Instituto Médico Nacional es el primero que ha publicado los procedi- mientos de extracción del citado alcaloide, dando á conocer sus propiedades y los resultados de la experimentación fisiológica; que aun cuando en la Farma- copea Mexicana, publicada hace algún tiempo, ya se menciona la boconina como desenbierta por el repetido Sr. Lasso de la Vega, no se indican sus propiedades ni mucho menos su acción fisiológica. 11.—El Sr. Dr. Urbina presentó unos frutos de la Musa ensete, que se enl- tiva en el jardín del Museo Nacional. Hizo notar que al principio sólo producía frutos secos con semillas bien desarrolladas; que más tarde comenzó á darlos carnosos y que son los que pone á la vista de la Sociedad; es decir, de cápsu- la han pasado á baya. Es, pues, indudable que el cultivo ó el lugar en que vegeta la planta es lo único que puede haber influido en el desarrollo exagerado del tejido paren- quimatoso. 12.—El mismo Dr. Urbina comunicó que el Profesor Seaton rectificó que no era aún bien conocida, botánicamente, la Hierba de la Puebla que, como se sabe, es un Senecio. 13.—El Dr. Armendaris leyó una pequeña disertación relativa al análisis y propiedades de un bálsamo recogido en una planta remitida al Instituto Médico Nacional. Preparó con él un barniz muy transparente, que puede reemplazar per- fectamente al bálsamo del Canadá, en los trabajos de microscopio. 14.—El Señor socio Ingeniero D. José C. Segura indicó que la planta á que se refiere el Dr. Armendaris es una Bromeliácea del género /Hecthia; clasifica- ción que le dieron en el Museo de Historia Natural de París. Crece con abun- dancia en el Mezquital, Oaxaca, Tehuacán y otros puntos, en terrenos pedrego- sos; es generalmente conocida con el nombre de Guapilla. 15.—El Sr. Dr. Urbina presentó un ejemplar de una Gramínea, que crece á orillas del lago de Pátzcuaro, y llamada Maíz de Coyote; según el Sr. Watson, de los Estados Unidos, es especie nueva y la ha designado con el nombre de Zea canina. 16.—El Dr. Altamirano presentó un ejemplar de la Guapilla de que se ha- bló anteriormente ($ 14). 17.—Los Sres. Dres. Villada y Alcacio dijeron que la conocían como Dasy- lirion. El segundo manifestó que mucho la ha usado para curar la pulmonía, empleando el jugo que se reune en los bordes de las hojas. Que en San Lmis Potosí la gente del campo aprovecha esta planta como alimento y como refres- eo; que en la Huaxteca potosina sirve de forraje. El Dr. Altamirano sabe que la usan ignalmente para la anemia, la blenorragia, el catarro y la tos. 18.—El Sr. Dr. Ramírez comunicó haber recibido una carta del Profesor Seaton, de Cambridge, en la que rectifica haberse encontrado descrita la Hierba de la Puebla por el Profesor Erhenbere, como Senecio canicida (in Leopoldina La Nat.—Ser, 1L.—T. UIL.—Julio, 1897. 2 10 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. Carolinensis), y después por Schultz como S. Erhenbergianus. Ha prevalecido en la ciencia este último nombre. El Dr. Villada sostiene que corresponde á Mo- ciño la prioridad del nombre específico, quien con mucha anterioridad impuso á esta especie el asignado por Erhenberg. 19.—El Sr. Dr. Urbina clasificó dos plantas llamadas Timbe-ó Timba; una es la Acacia heterophylla, que crece con abundancia en San Luis Potosí, Hidal- go y Jalisco; la otra es la Baulinia platypetala? colectada en el mineral de Gua- dalcázar por el Dr. Villada; ambas son muy usadas en la curtiduría. 20.—El Dr. Armendaris tiene noticia que el Timbe se usa medicinalmente para las diarreas, sometiendo el polvo de la corteza á una torrefacción, como el ruibarbo. 21.—El Dr. Villada recuerda que el Profesor Lasso de la Vega se ocupó ya en el análisis del Timbe, en La Naturaleza, sin asignarle nombre botánico. 22.—El Dr Urbina llamó la atención sobre una Leguminosa con estípulas transformadas en espinas, de aspecto de cuernos, y en el interior de las cuales se aloja una hormiga, cuya clasificación ignora. La planta la tuvo como Acacia cornigera, pero en el herbario de Prinole está como A. spadigera. 23.—El Dr. Ramírez ha visto en Córdoba la misma planta con larvas; lo que hace suponer que los insectos devoran su interior para depositar allí sus hue- vezuelos. 24,.—El Dr. Villada informa que el Profesor Norton hace mención de la ci- tada hormiga en un trabajo que se reprodujo en La Naturaleza. Parece que son dos especies, Pseudomyrma bicolor y Ps. flavidula. 25.—El Dr. Urbina ha identificado la planta llamada Bella Inés, que usó mucho el Dr. D. Luis Muñoz para curar el cáncer del útero. Es la Castilleja te- mujflora, de Bentham. 26.—El Dr. Altamirano presentó una planta recogida por él en Oaxaca. Es un madroño, Arctostaphylos, que cubre los montes, distinto del llamado “borra- cho,” A. serratifolía, con el que tiene mucho parecido. 27.—El Dr. Urbina clasificó una planta que remitió de Jalisco el Profesor Bárcena, con el nombre de Ahuilote. Es el Vitex mollis, de H. B. K., de la fami- lia de las Verbenáceas. 28.—El Dr. Urbina presentó una muestra de la goma que produce el Tepe- guaje, arbusto muy conocido, de la. familia de las Leguminosas, Lysiloma aca- pulcensis. Esta goma posee cualidades que la hacen superior á las gomas de mezquite y á la arábiga. Es mucho más compacta que éstas y nada higroscópica; lo que hace suponer en la primera la falta de cloruro de calcio. 29.—El Dr. Altamirano presentó igualmente una muestra de Caucho que produce cierta planta de Oaxaca llamada Bejuco de hule, y que el Ministerio de Fomento remitió al Instituto Médico Nacional para su estudio. En concepto del Dr. Villada es una especie del género ZTaberneemontana, de la familia de las Apocináceas. J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 11 30.—El Dr. Alfredo Dugés, socio corresponsal, envió una fotografía que re- presenta una rara y curiosa monstruosidad del nopal manso, Opuntia vulgaris, atacado por el Coccus tomentosus. 31.—El Dr. Urbina comunica la noticia de que el Sr. Troncoso, Director del Museo, se ha encontrado en Madrid algunos apuntes inéditos relativos á Her- nández. 32.—El Sr. Segura informa que en Europa se está empleando un Rhus co- mo antifiloxérico, y que habiéndose presentado la filoxera en los viñedos de Parras, es la oportunidad de que se rectifique tal propiedad, que sería de muy benéficos resultados. 33.—El Dr. Urbina, en confirmación de lo anterior, hace observar que en Cuernavaca se emplea con éxito para combatir la filoxera, el Pseudosmodingium perniciosum. 34.—El Dr. A. Dugés remitió de Guanajuato dos curiosos ejemplaros de in- sectos atacados por hongos. El primero es un coleóptero del género Cheiropla- tis, y el otro una larva, también de coleóptero, del género Tenebrio: el hongo del primero es una Torrubia, y el de la segunda es Claviceps Ravenelli. 35.—Á propósito de este asunto el Dr. Villada hace notar que es muy fre- cuente ver en tierra caliente á las chicharras ó cicadas atacadas en estado de eri- sálida, por la Torrubia sobolifera, que acaba por matarlas. 36.—Nuestro consocio el Sr. Profesor Bárcena remitió al Dr. Villada una planta indígena que se ha estado usando con éxito en León y Lagos para curar el tifo. El Gobierno de Jalisco pidió la planta para que se ensayara en el Hos- pital de Belén, Guadalajara; se propinó á tres enfermos en cocimiento fuerte, obrándoles como diaforético, y en todos ellos con resultado favorable. 37.—Según los Sres. Bárcena y Villada la planta es de la familia de las Onagrariáceas, género G/aura, especie indeterminada. Se le llama por el vulgo hierba del golpe, y es distinta de la (7. odorata que se cultiva en los jardines. 38.—Los Sres. Segura, Villada, Urbina, Herrera y otras personas visitaron un jardín que el Sr. D. Lauro Arizcorreta ha establecido en un terreno salitroso contiguo al canal de San Lázaro, en esta ciudad: dicho Sr. Arizcorreta rellenó con basura aquel terreno fangoso, abriendo, además, aleunas zanjas para darlos salida á las agnas estancadas. Calcúlase la extensión del terreno en tres hectá- reas y en un metro de espesor el relleno. 39.—La idea se considera buena y diena de elogio, y si tuviera imitadores en mucho contribuiría al saneamiento de la ciudad de México. 40.—En aquel jardín llama la atención que al lado del cafoto se levante el pino, y que plantas tropicales se acompañen con las de la zona fría. 41.—Sin embargo de esto, en concepto de los señores citados, el enltivo es muy artificial, y desde nego se nota que el cafeto no vegeta en buenas condi- ciones: es indudable que con el tiempo este jardín no dará el buen resultado que espera sn actual propietario, fiado en el éxito hasta hoy obtenido; pues es segn- 12 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. ro que el salitre acabará por invadirlo de nuevo, teniéndose que renovar enton- ces el terreno, y así en lo de adelante. 42,—El Dr. Armendaris comunica haber leído un artículo en el Diario de Farmacia de París, suscrito por los Sres. Michaud y Tristan, relativo al azúcar del maguey. Hasta hoy se le ha considerado como una glucosa común, y los an- tores citados la reputan como una azúcar especial, dándole el nombre de aga- vosa. El mismo Dr. Armendaris ha tenido oportunidad de encontrar el alcaloide llamado agavina, que por primera vez aisló nuestro consocio el distinguido quí- mico D. Vicente Fernández, en un alcohol de Tequila que para su análisis le fué remitido. En este mismo alcohol encontró también la expresada azúcar que, debido á sus reacciones, tomó por glucosa, y es la agavosa. 43.—Se rectificó por el Dr. Villada que la planta contra el tifo, remitida por el Profesor Bárcena, no es especie nueva como se había creído, sino la Gaura coccinea, que vegeta en toda la Mesa Central. En México existen, además, tres ó cuatro especies perfectamente determinadas, entre ellas la (7. bracteata, que es de Oaxaca, y la €. hispida, común en el Valle de México. 44.—El Señor socio Barón de Brakel Welda presentó una planta para la curación del tifo. El Dr. Cano y Alcacio manifestó que es el Quenopodium fe- tidum, vulgo Pazote de Zorrillo: tiene un aceite esencial muy abundante que posee propiedades anestésicas. 45.—El Dr. Armendaris expuso que por el estudio que ha hecho de la planta antes mencionada, puede asegurar que domina en ella más la resina que el aceite esencial; obra éste como antihelmíntico, propinándolo en emulsión. 46.—El suscrito secretario presentó una planta que le proporcionó el Sr. D. J. García Icazbalceta, y que es una excelente medicina para curar el tifo: tiene el nombre vulgar de Tlatlancuaya. 47.—El Dr. Urbina hace observar que es una especie muy conocida de la familia de las Amarantáceas, Alternanthera achyrantes, y que la considera casi inerte. : 48.—El Dr. Villada expresó que en La Naturaleza corre impreso un artículo de muestro consocio el Sr. Profesor Ibáñez, de Puebla; en él consta la descrip- ción de la planta bajo el nombre botánico de Achyranthes Calea, que no ha sido aceptado. 49.—El Dr. Villada habló en la sesión del 23 de Noviembre de 1893 de un artículo muy interesante, publicado en el “Boletín de Agricultura,” etc., del Mi- nisterio de Fomento, relativo á las plantas que vegetan en los terrenos salados. El expresado artículo contiene un buen acopio de datos acerca de algunas espe- cies de Quenopodiáceas australianas, que han sido cultivadas con éxito en En- ropa en terrenos de la naturaleza expresada, y las cuales sirven especialmente como forrajeras. El estudio de esta cuestión es de grande interés para México, por la considerable extensión que ocupan los repetidos terrenos; pero más que de especies exóticas, dice el Dr. Villada, debe llamarse la atención en las indí- J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 13 genas ó ya aclimatadas de la expresada familia; pudiéndose citar desde luego las siguientes: el Huauzontle, Chenopodium Bonus Henricus; la Alegría, Ch.rubrum; el Pazote, Ch. ambrosioides; el Quelite común, Ch. viride; los Romeritos, Cheno- podina linearis, ete., ete. 50.—El Dr. Urbina fué de opinión que se comenzara el estudio por los te- rrenos próximos á la Villa de Guadalupe; lo cual daría, quizá, lugar á que se explotaran con mayor provecho. Con motivo de este asunto inició el mismo Señor socio el estudio de las medidas más eficaces para salvar de la ruina el histórico bosque de Chapultepec. 51.—En la sesión del 30 de Noviembre de 1893, y con motivo del asunto de los terrenos salados, el Dr. Villada sometió á discusión las cuestiones siguientes, para que los socios se ocuparan en estudiarlas: “1,2 ¿Qué extensión ocupan estos terrenos en el país? 2.* ¿Cómo han sido formados y de qué terrenos geológicos hacen parte? 3." ¿De qué elementos minerales están compuestos y en qué proporción? 4,2 ¿Qué cantidad de substancias orgánicas contienen? 5.* ¿Cuál es su vegetación espontánea y á qué cultivos están destinados? 6.*—¿Qué especies vegetales serían las más á propósito para establecer en ellos plantíos regulares y productivos? 7.2 ¿Á qué influencias meteorológicas están sujetos y en qué condiciones de humedad se encuentran? 8." ¿Cómo pudieran modificarse económicamente para hacerlos fértiles? 9.* Estudio comparativo de su flora especial en los distintos lugares del globo.” Aprobadas en lo general, quedó aplazada su discusión en lo particular, sin perjuicio de comenzar desde luego el estudio por los del Valle de México. 52.—El Sr. Segura presentó un caso teratológico en la variedad de rosal Mamada “Príncipe Alberto,” que se cultiva en la Escuela N. de Agricultura. Con- siste en la proliferación mediana de una de las flores, que ofrece otra superpues- ta en la prolongación del eje: las demás permanecen normales, aunque menos desarrolladas. 53.—El Dr. Altamirano encontró atacado por un insecto el árbol de las Ma- nitas, que se cultiva en Coatepec Chalco. Según el Sr. Herrera (h), es la Tísche- ria heliopsisella, del orden de los Lepidópteros. 54.—El Dr. Urbina tuvo ocasión de examinar la corteza del árbol HMamado Cucharillo, que produce un tinte carminado y que se explota en Michoacán. 55.—El Dr. Villada informó haber colectado en su expedición á Cacahua- milpa trece especies botánicas, de las cuales ha clasificado las siguientes: Hupa- torium divergens, Serjania racemosa, Alvaradoa amorphoides, Lippia callicar- pefolia, Licania arborea, Acacia tomentosa, Cordiía gerascanthus, Dodonea viscosa y una variedad nueva de la Brewería mexicana, y á cuya descripción dió lectura. 14 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 56.—El Dr. Urbina presentó un caso curioso de proliferación frondipara en el ramo hojoso que salía del ápice de una pera, en el cual se desarrollaron otros cinco, como si las semillas de este fruto les hubieran dado nacimiento. 57.—En una excursión botánica que el Dr. Altamirano hizo á Monte Alto (Distrito de Jilotepec, Estado de México), colectó más de 180 ejemplares de plan- tas, entre ellas una especie de Capulincillo, Monnina xalapensis, afine del M. Ocampi de los Sres. Villada y Herrera. 58.—En otra excursión hecha por el mismo Dr. Altamirano, colectó este se- ñor el Madroño borracho, Arctostaphylos serratifolius: entre los ejemplares vi- nieron alennos de hojas enteras, pero por lo demás idénticos á los de hojas ase- rradas, y deseaba saber si serían de otra especie. : 59.—El Dr. Villada opinó que eran de considerarse como simple variedad de la citada especie, producida, quizá, por un cambio de vigor en la vegetación. 60.-—El Dr. Ramírez mostró un ejemplar del Physalis angulatus, que ofre- cía un lóbulo foliar convertido en raíz. 61.—El Dr. Urbina dió cuenta con un fruto que ha examinado, al parecer de una Pasiflora ó eranadita; es enteramente pubescente, de color amarillo y sa- bor agridulce: que continuará su estudio cuando tenga el ejemplar de toda la planta. Informó también que hizo la identificación de una planta que le fué re- mitida; la que resultó ser el Cercocarpus Fothergillivides, de K. in H. B., como puede verse. 62.—El Dr. Armendaris anunció que un español residente en Silao, Estado de Guanajuato, le proporcionó ejemplares de una planta conocida con el nom- bre de Escobilla, la que se ha usado con buen éxito en aquella localidad para curar el tifo: el donante solicita que se haga el estudio de ella. 65.—El Dr. Cano y Alcacio hizo presente que la mencionada planta es una Compuesta que crece en los lugares cultivados y húmedos, y que florece de Sep- tiembre en adelante. Que la ha aplicado á enfermos atacados de tifo, y que ha podido cerciorarse que posee propiedades tónicas. 64.—El Dr. Villada, por encargo del Dr. Altamirano, presentó á la Socie- dad una mata de maíz con 36 mazorcas, en concepto del remitente: caso que este último señor considera como extraordinario. 65.—El Sr. Segura manifestó que el susodicho ejemplar no corresponde al Zea mays, sino á la Euchleena luxurians, Mamada maíz primitivo. En Chalco crece espontáneamente en las milpas, mezclándose con el maíz. Se cree que es originario de Centro América, y se tiene como un buen forraje. 66.—El Dr. Urbina expuso la opinión de que la expresada especie es, quizá, el tipo silvestre de donde procede el maíz enltivado, pues ha observado que por el cultivo los caracteres del Euchlena se modifican más y más, acercándose á los del género Zea. 67.—Diserepó en este punto el Dr. Villada, aduciendo que el llamado maíz primitivo conserva siempre sus caracteres esenciales, no obstante vegetar por mu- J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 15 chos años al lado del maíz cultivado, pues apenas se observan en el primero va- riaciones muy accidentales. 68.—Prosiguiendo el mismo asunto, en otra sesión manifestó el Dr. Altami- rano que el llamado maíz primitivo se dió por primera vez en la hacienda de Ahuehuetes el año de 1893, y que le llamó mucho la atención el número de ma- zorcas que produjo. Que no se explica lo raro que es en ese lugar, siendo tan común en otros no muy distantes. 69.—El Dr. Villada expresó que, como es bien sabido, ciertas especies tie- nen una área de vegetación muy reducida, y que por circunstancias especiales se diseminan con eran lentitud. Agregó que el género Buchleena comprende va- rias especies que vegetan en diferentes lugares del país: la E. Bowrgei en el Valle de México; la E. luxurians en Chiapas, San Luis Potosí, etc. 70.—El Dr. Altamirano comunicó la observación que ha hecho de que en los terrenos tequezquitosos inmediatos á la Capital vegetan con lozanía el tepo- zán, Buddleía americana, y el sauz, Salix Bonplandiana. 11.—El Dr. Villada informó á la Sociedad que el Profesor J. W. Harshber- ger, de la Universidad de Pensilvania, en su muy interesante trabajo intitulado: “Maize: A. Botanical aud Economic Study,” Enero de 1894, sostiene la opinión de que el maíz enltivado no es una especie autóctona, sino derivada de un tipo antecesoral que en la actualidad persiste al estado salvaje. Las relaciones que unen á los géneros Tripsacum y Zea apoyan suficientemente, en concepto del autor, la hipótesis de que el primero es una forma teratológica del segundo. “Las espigas hembras del maíz, dice textualmente el distinenido profesor ame- ricano, con toda probabilidad están fasciadas en una mazorca continua, teniendo la espiga, cuando madura, tendencia á romperse en secciones ó piezas. Las es- pigas en el Trípsacum son axilares y terminales, separándose espontáneamente en la madurez, en secciones. Las espiguillas pistiladas de dos flores con la in- terna fértil y la externa abortada, se hallan engastadas en una sección oblonga del raquis engrosado, ocupando un repliegue de forma navicular, cerrado por la eluma cartilaginosa externa. El Zea tiene dos espiguillas con dos flores cada una, la interna fértil y la externa abortada, colocadas aquéllas en una depresión infun- dibuliforme de una mazorca carnosa. Tal parece que ésta ha sido formada por la unión de varias espigas distintas; dicha conclusión se robustece comparando los caracteres del Zea con los del Tr2psacum y Euchlena; pues en estos dos géneros las secciones son trapezoidales y se desarticulan fácilmente con el fruto coloca- do en una cápsula cartilaginosa, formando un falso fruto. El estudio de las es- pigas empobrecidas confirma esta opinión. Á menudo ocurre una bifurcación del ápice, cuando el raquis se prolonga en dos ejes. Los tejidos se separan algu- nas veces suficientemente para mostrar las diferentes espigas de que se compo- ne la mazorca carnosa. La colocación de los granos corresponde á las espigas separadas de la mazorca consolidada. Esta estructura y arreglo teratológico, in- dica la unión probable de algunas espigas en un eje grueso. y carnoso, con gra- 16 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. nos en la circunferencia; cada par de hileras limitado lateralmente por un surco largo y angosto, una hilera correspondiendo á una sola espiga de la Huchleena 6 el Tripsacum.” 72,—El mismo Dr. Villada expuso en una de las sesiones que le habían co- municado varios datos acerca de la jícama que se vende como fruta en los merca- dos; aquéllos le hacen-suponer que no sean especies distintas la llamada de agua y la de leche. La primera la habían clasificado, tanto el exponente como el Dr. Urbina, de Pachyrhyzus angulatus, y la segunda de P. palmatilobus. Esta últi- ma parece, además, corresponder al Coentic de Hernández, que es un tipo silves- tre de México. Los datos á que se alude arriba son: que la de leche se produce cuando no se da á la planta el cultivo conveniente; y sobre todo si se deja de practicar en ella la llamada capazón, que consiste en suprimir el tallo prinei- pal, con el fin de que los jugos se acumulen en las raíces, volviéndose así más ACuOosas. y 73.—Habiendo manifestado el propio Dr. Villada que se ocnpa en escribir unos Apuntes de botánica agrícola, desea escuchar la opinión de la Sociedad so- bre un punto del que tiene duda. Como se sabe, la higuera que se enltiva tanto en Europa como en América, es un arbusto asiático de la familia de las Moreas. Pues bien: en la primera produce dos clases de frutos, nnos en la Primavera y otros en el Otoño; pero en México son dos árboles distintos los que respectiva- mente dan las brevas y los higos. Ocurre, por lo mismo, preguntar si ambos cons- tituyen realmente dos especies distintas ó si deben considerarse como simples variedades del Ficus carica. 74.—Los Sres. Cano y Alcacio, y Urbina opinan por lo segundo. El primero agrega que los pies traídos de Enropa para su propagación en México, se cor- taron, quizá, unos en la época en que el árbol producía higos y otros cenando bre- vas, y que al aclimatarse quedaron definitivamente separados. 75.—Acerca del mismo asunto manifestó el Dr. Altamirano que, en su con- cepto, el higo y la breva son simples variedades de la misma especie; que en igual caso se encuentra el granado de fruto dulce y el que lo produce agrio, ó sea el Punica granatum. 76.—El Sr. Segura sostiene que siendo dos árboles distintos el higo y la bre- va, con caracteres persistentes, deben constituir, por lo menos, dos razas perfec- tamente separadas. 77.—Por lo que toca al granado, el Sr. Bárcena fué de opinión de que eran dos especies distintas, correspondiendo la flor llena al granado dulce. El fruto del agrio se emplea para preparar jarabes y refrescos, y la raíz se aplica como tenífugo. : 78.—Hizo observar luego el Dr. Villada que lo dicho por el preopinante no era suficiente para que su opinión fuera aceptada, y que todos los autores están conformes en admitir sólo una especie en el expresado género Punica. 79.—El Dr. Altamirano comunicó á la Sociedad que cuando hubo gran en- J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 17 tusiasmo por el ramié (fibra textil de la £ehmería nivea), obsequió á un amigo suyo con unas semillas de esta especie, que sembradas dieron nacimiento á una planta que con el tiempo se vió que era un tepozán, Buddleía americana: cree que las semillas de una y otra deben ser muy parecidas, al grado de permitir el fraude. xl : » S0.—El Sr. Bárcena llamó la atención del Dr. Altamirano de que existe una variedad de ranmié con la hoja plateada muy parecida á la del tepozán. S1.—El Dr. Urbina identificó la planta llamada vulearmente Palo de Ma- ría, traída hace tiempo del Estado de Guerrero por el Dr. Altamirano. Es la Cordia gerascanthus, de hojas reticuladas, coriáceas y lampiñas. En cuanto al C. gerascanthoides es más bitn conocido con el nombre de Palo de leche. 82.—Refiriéndose á la planta anterior, el Dr. Altamirano hizo la observa- ción de que el árbol segrega, incindiendo la corteza, un jugo que sirve de vnul- nerario. Es de color verdoso, olor agradable y tiene el nombre de Bálsamo de María. *. 83.—La Sociedad de Geografía y Estadística invitó en Mayo de 1894 á la nuestra, para que una comisión de su seno dictaminara acerca de los medios más adecuados para impedir la destrucción de los bosques, por la tala inmoderada á que están sujetos; así como también de las medidas conducentes para llevar efi- cazmente á cabo su repoblación. Quedó nombrado el Dr. Villada para ocuparse en este asunto. S4.—El Sr. Bárcena presentó á la Sociedad espigas de trigo enfermas, de la hacienda de Buenavista, á orillas del lago de Chapala. 85.-—Á esto respecto el Sr. Segura manifestó en la misma sesión que desde el año 1700 se hace mención de esta enfermedad del trigo, que se llama caries: es originada por un hongo que lleva el nombre genérico de Tilletía. Por fortuna se ha encontrado un antídoto que parece ser infalible, cual es someter el grano, antes de sembrarlo y durante media hora, á la acción del sulfato de cobre, dis- poniéndose para esto de una solución del 1 al 39/,. 86.—El Dr. Ramírez clasificó como nueva una especie de Rosácea, á la que impuso el nombre de Plerostemon rotundifolius. 87.—El mismo señor socio expuso en otra sesión un caso enrioso de peloria en los flores de una planta cultivada del género Antirhynaum, y el cual es un he- cho bastante raro en la planta á que se refiere. 88.—El Dr. Urbina clasificó dos plantas colectadas en el Popocatepetl por los Sres. Aguilera y Ordóñez; una es la Draba jorullensis, de K. ¿n H. B., y la otra la D. popocatepetlensis, de Hemsley. S9.—El Dr. Ramírez rectificó la clasificación de la planta Mamada Zábila. y que es el 4Aloes vulgaris. Por el acíbar que produce puede aprovecharse en farmacia. 90.—Estando presente en la sesión del 6 de Noviembre de 1894 nuestro in- fatigable y estudioso consocio, el Sr. Ingeniero D. José N. Rovirosa, fué invita- La Nat.—Ser. 1.—T. 111.—Sept. 1897. 3 18 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. do por el Presidente de la Sociedad para que se sirviera informar verbalmente acerca de los rasgos principales de la flora tabasqueña. El interpelado, obse- quiando la invitación, expuso el asunto en un erudito discurso que, en brevísimo extracto, es como sigue: “He recorrido Tabasco signiendo dos cuencas, una la del río González y otra la del Grijalva; recorriendo asimismo los afluentes é in- ternándome á Chiapas. Explorando la costa he encontrado, principalmente, Ri- sofóreas, Rosáceas y Malváceas: entre éstos el Mibiscus tiliaceus; además el Lo- ranthus calyculatus, única especie cercana al litoral. De las Ciperáceas la más notable es el Seírpus maritimus. Como plantas dienas de llamar la atención puedo citar la Vallisneriía spiralis en las lagunas de Tamulté de las Sabanas, y la Nymphea ampla. Entre las arborescentes puedo señalar la Pimienta, Pimen- ta officinalis, que forma bosques; alounas Bixáceas; el Cochlospermum hibiscot- des, de las Terstroemiáceas; el Pochote, que erróneamente considerado por algu- nos como Ceiba, se le ha colocado en el género Bombazx, siendo el Eriodendron anfractuosum. Úsase en la veterinaria para el piquete del animal llamado yerba, que es arácnido del sénero Mygale? según entiendo, y que tira la pezuña á los caballos por la inflamación que produce. El Guapaque, Ostrya mexicana, aun- que más bien creo que es la especie caroliniana; el Ojite, Brossimum alicas- trum, y el Ramón, Trophis americana. Entre los helechos el Ceratopteris thalic- troides, que flota en el agna al lado de la Pistia stratiotes y la Jussiea natans. Entre las frutescentes hállase la Entada polystachia; de las Bienoniáceas, el Gua- yacán, que es una Zabebuia que tiene aquel nombre como específico. De las Malpigiáceas se ven en los lomeríos la Byrsonima Karwinskiana y la Malphy- gia glabra. De las Aristoloquias, la 4. odoratissima, A. feetens y A. trilobata. En la falda de la sierra se observa un cambio en la flora, debido tal vez á la na- turaleza del suelo más bien que á la altura, por ser poco notable; señalaré una Melastomácea del género Blackea. En Tepeapa se encuentran muchas Begonias, entre otras la B. pustulata y la B. gracilis. En todo el Estado abundan las Pal- meras: recuerdo la Palma real, Oreodoxa regía, un Trínaz de los terrenos húme- dos, y aleuna Chamaedorea. De Coníferas, el Pinus Hartegwi; el roble, Quercus xalapensis entre las Cupuliferas; la Stevia serrata de las Compuestas; el Eryn- gúum Schiedeanum. Finalmente, la parte alta de la sierra tiene semejanza con la Mesa Central, ofreciendo allí Helechos de los géneros Marattia y Osmundia.” 01.—El Dr. Altamirano informó haber encontrado en el lago de Tetzcoco una planta de peciolos excesivamente inflados y que cree puede ser una Na- yadácea. 92.—La misma planta la recibió el Dr. Urbina, procedente del lago de Xo- chimilco, y la ha clasificado como Pontederia cordata. 93.—El Dr. Villada manifestó que había encontrado esta planta en plena floración en el vivero de Lerma; que es una especie originaria de la América del Sur que se ha propagado por todas partes con la piscicultura. Es de notar que el hinchamiento del peciolo que le sirve á la hoja de flotador, aumenta bajo la J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 19 o acción directa del sol. Según se le ha comunicado, el nombre botánico de esta planta es Eichornia crassipes, pero que anteriormente estaba incluida en el gé- nero Pontederia. 94.—En la sesión del 4 de Enero de 1895, el Dr. Urbina dió cuenta con la clasificación de algunas plantas colectadas en el Popocatepetl por los Señores Aguilera y Ordóñez. Sus nombres son como sigue: Castilleja canmert, Hems,; C. tolucensis, H. B. K.; Penstemon campanulatum (vulearmente Chilpa colora- do), colectado también por el Sr. Bárcena en el Nevado de Colima, á 3,000 me- tros sobre el nivel del mar; Draba jorullensís, H. B. K.; Polemoníum confer- tum, Gray; P. humile (vulgarmente Tlatonatizíhuitl). Estas dos últimas especies no las menciona la “Biología Centrali Americana.” Lupinus bilineatus, Bentham (vulgarmente Amatzíhnitl). La especie más abundante de este género es el £. mexicanus, colectado por Pringle 4 12,000 pies de altura. Por último el Senecio arbutus (vulgarmente Tlalancapatle). 95.—El Dr. Villada comunicó que había recibido ejemplares de un fruto del todo igual á uno de los que el Sr. Rovirosa descubrió en las palizadas del Gri- jalva (acarreo de este río). Es también muy parecido al que el Dr. Altamirano colectó en la Huaxteca con el nombre de Durazno de mono. Finalmente, es al que se ha llamado Nuez de Calatoga, que obra como vomi-purgante. Según el Sr. Rovirosa, el árbol que lo produce es la GFeo/froya superba. 96.—El Dr. Altamirano comunicó haber colectado en los terrenos salados _del pueblo de San Juan de Aragón, como á 4 kilómetros al Norte de la ciudad de México, una planta llamada Tememe, de la familia de las Ficoideas, que ve- gota en ellos con cierta abundancia; según el Dr. Ramírez es el Sesubium portu- lacastrum, conocido en algunos lugares de España con los nombres de Yerba del vidrio ó Verdolaga de Indias: la raíz posee gran cantidad de azúcar y elorn- ro de sodio, comiéndola los puercos con avidez. Esta especie no es, pues, excln- siva de nuestra flora, sino que vegeta también en el Antiguo Continente. 97.—El Sr. Segura informó que con el fin de estudiar las modificaciones que sufre por el enltivo la Zuchleena 6 Maíz primitivo, lo sembró por dos años seguidos en la Escuela N. de Agricultura, sin conseguir resultado notable; pero que más tarde la volvió á sembrar, quedando verdaderamente sorprendido de su transformación; las espigas llegaron á adquirir bastante parecido con las del maíz cultivado: hecho que viene en apoyo de las ideas que profesa el Dr. Urbi- na sobre este particular, y que son las mismas que sostiene el Profesor Harbsh- berger en el escrito de que se ha hecho mérito. El mismo Sr. Segura llevó á cabo algunos experimentos para comprobar la retrogradación de la especie. 98.—El Dr. Ramírez refiere que entre las plantas colectadas por el Dr. Al- tamirano en la hacienda de Eslava, al Sur del Valle de México, identificó el gé- nero y especie de un árbol amado Huejote, que es muy abundante y que pa- rece extenderse á los Estados Unidos; es el Salíx lasiolepsis: también una Pasi- flora de flores fugaces, y que no ha encontrado descrita: lo que es muy notable, 20 TNG: "'ORME DE LA SECRETAPÍA. pues todas las especies de este gónero vegetan en Tierra Caliente, y la localidad en que se colectó es de clima frío. En fin, el Rhamnus serratus, que se reputa como venenoso. Las dos primeras especies las volvió á colectar el Dr. Altami- rano en el Cerro del Pino, cerca de Ayotla, que goza ienalmente de temperatura fría: mas advirtiendo que la segunda, tanto en esta vez como en la anterior, sólo la encontró en los lugares abrigados en que el calor es más elevado y constante. 99.—El Dr. Villada informó á la Sociedad, que habiéndosele consultado la manera de distinguir en las semillas del datilero, Pheeniz dactilifera, las que pro- ducen los pies hembras y las que producen los pies machos, cree que en la for- ma y dimensiones deben encontrarse principalmente los elementos para separar unas de otras, y así en las demás plantas dioicas. La persona interesada, que es un agricultor de uno de nuestros Estados fronterizos del Norte, necesita saber la solución de este asunto, pues se propone establecer un plantío de la citada pal- mera, especialmente con árboles productores, que son los femeninos. La res- puesta ha sido que la manera más segura de propagarlos se hace por medio de los vástagos que brotan al pie de los mismos. 100.—El Dr. Ramírez refiere que en una especie de coca del país, distinta de las conocidas del género Erytroxilon, ha tenido oportunidad de apreciar un carácter morfológico, que ha pasado inadvertido, pero que juzga de interés, cual es el signiente. Las hojas llevan estípulas intra-axilares, señaladas por los au- tores; así como otras imbricadas y afilas, en cuyas axilas nacen de ordinario las flores, y que por algunos han sido consideradas como brácteas: ahora bien; cada una de ellas tiene adherida en el fondo del surco de su cara externa un apéndice alesnado, y que por su situación semi-oculta no había sido, quizá, notado ante- riormente: no cabe duda que estos órganos no son sino hojas desprovistas de limbo, el cual ha sido sustituido por las estípulas; quedando así explicada la colocación aparentemente anómala de las inflorescencias. 101.—El Dr. Villada expuso en otra sesión, que le habían sido enviadas las flores de un arbusto llamado Trompetilla, que vegeta en distintos lugares del S. O. del Valle de México; que se tenía interés en conocer su clasificación, por usarse con éxito en los casos de tos ferina: con el examen de toda la planta que tuvo ocasión de hacer, identificó que es la Bignonia radicans, subgénero Teco- ma, de la flora mexicana. 102.—El Dr. Ramírez hizo presente que con el nombre de Cnajiote se cono- cen dos ó tres especies distintas de árboles productores de goma que vegetan en las tierras cálidas del Estado de Morelos y en otras varias del país. Que Her- nández estableció la diferencia entre unos y otros señalándolos con calificativos especiales; por el momento puede asegurarse que la goma del cnajiote colorado es distinta de la llamada archipín. 103.—El Dr. Urbina expresó que en su concepto la primera es producida por el Pseudosmodingium perniciosum, y la segunda por la Bursera gumnufera. Que el llamado cuajiote amarillo es la Bursera fagaroides. J. GALINDO. —INFORME DE LA SECRETARÍA. 21 SECCIÓN DE ZOOLOGÍA. 1.—El Sr. Segura hizo uma expedición al Estado de Michoacán, comisiona- do por el Ministerio de Fomento, para el estudio de la plaga del pulgón que des- truye los cafetales de Uruapan 2.—El insecto que ataca el cafeto es una cochinilla del orden de los Hemíp- teros, género Dactylopius, muy común en las plantas de ornato y en los naran- jos. Se conoce con el nombre de pulgón lanoso ó piojo. 3.—El Profesor Riley, de los Estados Unidos, ha referido este insecto á la especie destructor. Abunda en los cafetales de Uruapan desde el mes de Abril hasta que se establecen las lluvias, disminuyendo después notablemente. 4.—Según informes, sábese que el Dactylopius existe en Uruapan desde tiempo inmemorial; pero sólo atacaba el naranjo, rosa laurel y clavel especial- meénte. Hace cinco años que ha comenzado á hacer estragos en los cafetales: en 1891-92 se exacerbó el mal, siendo invadidos casi todos los plantíos del expre- sado lugar. 5.—Dieno es de notar que en virtud de fenómenos meteorológicos, que 1o han sido bien observados, desaparece la plaga en una huerta, de un año al si- guiente, volviendo á adquirir las plantas toda su lozanía. 6.—Como remedio del mal se ha considerado que es de suma eficacia la tala de los cafetos que llaman poda; pero fuera del grave inconveniente que tiene de retardar, por lo menos un año, la fructificación, se ha palpado su inutilidad, pues los retoños vuelven á ser invadidos. Se recomendó las soluciones de sulfato de cobre para destruir la fumagina, que es el resultado de la presencia del pulgón; aun cuando á éste nada le pasa por estar protegido por una materia lanuginosa que sólo es soluble en el alcohol. 7.—El insecto ataca el envés de las hojas, y se estaciona en la base de las yemas y de los pedúnenlos. Por su secreción azucarada prepara el terreno para el desarrollo de la fumagina, presentando entonces la planta el aspecto de estar atizonada. El insecto, por una succión constante, debilita los órganos en que se halla estacionado; pero en concepto del Sr. Segura la fumagina es la que deter- mina por asfixia la muerte de la planta. 8.—Las preparaciones insecticidas más eficaces tienen por base el jabón, el petróleo, los álcalis, el azufre, la brea y la cal. 9.—El Sr. Dr. A. Dugés envió á la Sociedad un trabajo relativo al Coleonyz elegans, en el cual se describe minuciosamente este saurio. Se tiene la creencia vulgar de que todas las especies de Gecotianos son sumamente peligrosas por el veneno que segregan unas glándulas situadas en las pelotas adheridas de las ex- tremidades de los dedos; pero hasta ahora no se tienen datos científicos que com- prueben el efecto tóxico. 10.—El Dr. Villada dió cuenta con una nota interesante que apareció en el 22 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. núm. 3 del tomo XVIII del “Boletín de la Sociedad Zoológica de Francia,” acerca del Spheeroma Dugesit, sp. nov., descrita por el Profesor Dollfus. Como se sabe, son crustáceos de la familia de los Isópodos, que viven en agua salada. Es, pues, notable esta nueva especie, por haberse encontrado viviendo en el seno de agua dulce, casi termal, en el Estado de Aguascalientes. Oon este motivo recordó el mismo Dr. Villada que hace aleunos años el Sr. Bárcena descubrió una especie fósil del expresado género, extraída á 268 metros, mediante una perforación ar- tesiana que se practicó en un terreno del Valle de Ameca (Jalisco). Juzaándola nueva, le dió el nombre específico de Sph. Buwrkarti, como puede verse en el ar- tículo que trata de este asunto publicado en el tomo III, pág. 179 de “La Natu- raleza.” El Sr. Bárcena considera el yacimiento de dicho fósil de formación ma- rina, pues antes de que se descubriese la especie viviente de que se ha hecho mérito “era un caso reconocido que los Esferomas habitaban exclusivamente el mar. : 11.—El Prof. D. Alfonso L. Herrera relató las observaciones que ha hecho respecto de alimentación en un Vespertilio mexicanus que tuvo aprisionado; sien- do curioso que tomaba el chocolate con avidez. Notó también que la contracción de los párpados se hace de manera cirenlar, exactamente como la del iris, de tal suerte que desempeña el oficio de pupila. El Dr. Toussaint, por una disección cuidadosa, encontró que el músculo orbicular tenía un solo punto de inserción en el ángulo interno del ojo, y no dos como sucede generalmente; conservando, por lo mismo, en este último caso, la abertura palpebral al cerrarse, su forma alargada, y no volviéndose redonda como en el citado murciélago. 12.—El Dr. Ramírez expuso que la araña, llamada Chintlatlahua, que causó graude impresión en el público por haberse anunciado como remedio eficaz para la curación del tifo, es el Latrodectus mactans, v. cwrassavica. Que se ha comprobado que no sólo es del todo inútil en dicha enfermedad, sino que su ad- ministración, tal como se aconseja, es realmente peligrosa. 13.—El Dr. Villada refirió brevemente el trabajo presentado por el Doctor Sánchez á la Academia N. de Medicina, relativo á los helmintos ó gusanos in- testinales. Como es sabido, son tres ó cuatro las especies que viven en el intesti- no del hombre: la tenia armada 6 Tenia solium, la T. saginata, que es inerme, y el Botriocephalus latus. Las dos primeras se encuentran en México, aunque la segunda raras veces: así como también dos variedades del 7. solíum, la T. fenes- trata, que ofrece perforaciones, y la 7. nigra, que es de color negro apizarrado. Respecto del botriocéfalo, cuyas larvas viven en el cuerpo de los salmónidos de agua dulce, su existencia en México debe ser muy accidental por la falta de aquellos pescados. 14.—El Dr. Urbina presentó á la Sociedad los siguientes ejemplares, remi- tidos al Museo por el Dr. Dugés: dos GFastrus equi, extraídos del estómago de un caballo; un Ascaris suilla, Dug., del puerco; un Distoma hepaticum ú orejuela, del hígado del buey. Varios Argas ó Garrapatas: 4. turicata y A. Megnina, del. J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 23 puerco; un Rhynchoprion penetrans, Oken ó Nigua; un Gonyocates rectangula- ris? del pavo real; un Melophagus ovinus, L., del borrego; un /eematopivaus suis, Den., del puerco, y un /7. piliferus, Den., del perro. En fin, un Distoma indeter- minado del bagre, Zetalurus Dugesi. 15.—El Dr. Altamirano presentó en una de las sesiones un gallo que murió “en el Instituto Médico Nacional; el animal tenía injertado un espolón en la cres- ta, que aumentó notablemente durante la vida del animal: el exponente ofreció completar la observación con el estudio histológico de la pieza. 16.—En otra sesión el Dr. Urbina presentó á su vez un feto monstruoso de bo- rrego que ofrece las partienlaridades siguientes: un apéndice en la región frontal, correspondiendo al seno de este hueso; debajo dos ojos bien desarrollados, unidos en la línea media; por último, la barba encorvada hacia arriba, en forma de cucha- ra: esto en cuanto al exterior. El cerebro se encuentra imperfectamente desarro- llado y con abundante derrame en la cavidad craneana, acusando hidrocefalia. 17.—La Sociedad acordó que pasaran al Museo dos ejemplares que remitió el socio Sr. Armendaris: una hoja cubierta de huevezuelos curiosamente dispues- tos de una langosta, Sehistocerca americana; un capullo formado de fragmen- tos de tallo por la oruga de un lepidóptero vulearmente llamado “carga-basura,” tal vez del género Psiche. 18.—El Dr. Cano y Alcacio trató de un coleóptero llamado “barrenillo,” que es una verdadera plaga para la agricultura, pues perjudica notablemento los plantíos de chile, taladrando sus frutos 6 impidiendo con esto su desarrollo: es seguro que desde su estado de ovario introduce en ellos sus huevezuelos, y más tarde sus larvas devoran su interior. El insecto en cuestión es una mueva especie, á la que dió el Dr. Cano el nombre de Antonomus Eugenii, en honor del distinguido miembro de esta Sociedad, Dr. D. Engenio Dugós. 19.—El Dr. Armendaris presentó un curioso ejemplar de tenia que ofrece caracteres de distintas especies, lo que hace difícil su determinación: pasó al Dr. D. Jesús Sánchez para su estudio. 20.—El Dr. Ramírez presentó en una de las juntas del mes de Septiembre de 1894 un nido de chupamirto formado de lana cardada, y que fué fabricado en el gaucho de un corredor que servía para suspender un farol. El hecho es en- rioso por tratarse de una avecilla excesivamente arisca. La incubación dilató quince días, y en otros tantos se completó el desarrollo de los polluelos. 21.—El Dr. Villada presentó algunos ejemplares de un gran coleóptero, traído de Yucatán por el Sr. Ing. R. Barba, Profesor de la escuela de Agricultu- ra; constituye una plaga para los plantíos de henequén, Agave sisaliana. En idio- ma maya tiene el nombre de maz, y según el exponente, es el Xilorictes testatus. 22.—El Sr. Segura, comisionado por la Secretaría de Justicia, estudió en Córdoba un insecto que asimismo es una plaga para los plantíos de ese lugar. Es el Dactylopius destructor, que por la sequía se multiplica extraordinariamen- te. El agente más eficaz para destruirlo es la jabonadura de petróleo. 24 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 23.—El Dr. Urbina dió cuenta con un parásito de la rosa laurel, Neríum oleander, afine del que produce la goma laca que, como es sabido, pertenece al género Cartheria: pasó para su estudio al Dr. Toussaint. 24.—El Dr. Ramírez comunicó que en varios periódicos han aparecido ar- tículos relativos á la emigración de las golondrinas: que según parece no la ve- rifican realmente, sino que tan sólo invernan entre las rocas de las montañas; * que ésta era opinión de Alzate, á la que no se dió crédito. 25.—El Dr. Villada recibió del Sr. Segura, para su estudio, nnos pequeños insectos que han aparecido en las hortalizas de Monterrey, causando en ellas al- gunos perjuicios. Son hemípteros heterópteros del género Kermes. 26.—El Sr. Segura expuso haber recibido de Monclova, Estado de Coahni- _la, insectos que destruyen los sembrados de algodón. Pertenecen al género An- tonomus, del orden de los Coleópteros, y se conocen vulgarmente bajo el nom- bre de Picudos: este mismo insecto le fué también remitido de Michoacán. Tiene ionalmente noticia de que en Texas un insecto destruye los sembrados de la mis- ma planta, y sospecha que sea el mismo. Finalmente, el Profesor Riley, entomo- logista del Departamento de Agricultura de Washington, le ha impuesto el nom- bre específico de 4. grandis. 27.—Á propósito de este insecto recordó el Dr. Ramírez que hace cerca de dos años que del Estado de Guerrero le remitieron un insecto destructor del algodón, y que á no dudar es la especie citada. Si así fuere, llama verdaderamente la atención que se haya diseminado en una área tan extensa. 28.—El Sr. Segura informó asimismo que en Querétaro y Guanajuato ha aparecido una numerosa legión de ratas que destruye los sembrados, especial- mente los de trigo y chile. Anida en los cerros y hace sus exenrsiones durante la noche. En sólo una semana se han matado sesenta y cinco mil; la plaga, no obstante, continúa con un carácter alarmante. Agregó que tiene, en fin, cono- cimiento de que aleuna vez se ha aconsejado el empleo del virus rábico para exterminarlo. 29.—El Dr. Ramírez recordó que en el Museo Nacional existe un ejemplar del expresado roedor, que fué remitido por el Sr. D. Eduardo Gallo. Corres- ponde exactamente al Speromys hispidus, y que con toda probabilidad ha emi- erado del Norte. Le parece también que se recomendó como agente destructor la inoculación del virus del cólera de las gallinas. J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETA RÍA. 25 * MINERALOGÍA, GEOLOGÍA Y PALEONTOLOGÍA. 1.—El Dr. Villada presentó á la Sociedad veinte muestras de tecalís, proce- dentes de la hacienda de Jimulco (Estado de Coalmila), que la Secretaría de Justicia 6 Instrucción Pública remitió-al Museo Nacional. Estos ejemplares de caliza estilaticia son de los más hermosos del país, por la variada figura y colo- ración de las manchas. 2.—El Señor Ingeniero Aguilera manifestó que en Za Naturaleza se pu- blicó un artículo del Sr. Bárcena, en la época en que el tecali comenzaba á ex- plotarse. Hizo memoria de los tecalis blancos de Tepeaca (Puebla); de los verdes de Tecamachalco (íd.); de los blancos y verdes de Tepeji (Hidaloo); señalando, en fin, otros varios del país que ofrecen diferentes aspectos; mas ninguno de ellos puede competir corr los de Jimulco, que son muy notables, tanto por el co- lor rojo vivo de las manchas, que es excepcional, como por su aspecto de ágata, que es también muy raro. Es sabido que la coloración se debe al fierro; cuando este mineral se halla en estado de protóxido la produce verde, como sucede si el yacimiento se encuentra en aguas saladas. La explotación, por último, del teca- li, puede ser de gran porvenir en México. 3.—El Señor Ingeniero D. José Joaquín Arriaga, socio de número, presentó unos ejemplares de mineral de fierro, en la forma de pequeñas esferas, de di- ferente tamaño, procedentes de una hacienda del Estado de Nuevo León; y en donde los hay desde el volumen de un garbanzo al de una naranja. Sabe que también se encuentran en Amozoc (Estado de Guerrero), de un tamaño mu- cho mayor. 4.—El Dr. Villada manifestó que los ejemplares, aunque curiosos, 1o tie- nen nada de raro; son de hematita conerecionada, propia de los terrenos vol- cánicos, y que la persona que los remitió al Sr. Arriaga sospechaba que fueran de hierro meteórico, lo que no es exacto. 5.—El Señor Ingeniero E. Ordóñez, socio de número, dió lectura á un intere- sante estudio litológico acerca de la roca del Calendario Azteca; emitiendo, ade- más, la opinión del sitio en que se halla el yacimiento de aquélla; que por la distancia á que se encuentra, debió ser de muy difícil ejecución el transporte á esta ciudad, del bloque tan pesado y voluminoso que se necesitó para labrar aquella pieza. El trabajo del Sr. Ordóñez pasó á la Comisión respectiva para su publicación en La Naturaleza. 6.—El Dr. Urbina presentó varios ejemplares de madera fosilizada, obse- quiados al Museo por el Señor Gobernador de Tlaxcala. El Sr. Aguilera infor- mó que este material fósil se extiende en grandes mantos al N. E. de la ciudad de Tlaxcala, principalmente en el cerro de las Silicatas, en donde se encuentran también osamentas de Equus, Elephas y otros restos pliocenos. (Que pone en re- serva el parecer del donante, que atribuye la procedencia de estos leños petri- La Nat.—Ser. IL.—T. HIT.—Oct. 1897. 1 -26 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. ficados á ciertos árboles de los que actualmente existen en muchas de nuestras montañas, y entre otras razones por el hecho de que hoy en día no se ven sino raquíticos arbustos en toda la sierra de la expresada región. Los ejemplares de que se trata son: unos, jilópalos, y otros, jilolitas; pueden labrarse y adquirir un bello pulimento, siendo, por lo mismo, un buen material para fabricación de ob- jetos de adorno y fantasía. 7.—En una exploración que hizo el Señor Ingeniero Don Guillermo B. y Puga, socio de número, á la gruta de Cacalmuamilpa, fijó los lugares en donde se podía hacer*tel estudio completo de la formación de las conereciones calizas, y determinó, además, las dimensiones de algunas de las estalaomitas: datos que comunicó someramente á la Sociedad, á reserva de completarlos en un trabajo que tiene en preparación. 8.—El mismo señor socio expuso que en su visita al cerro del Pino, cerca de Ayotla, en el Distrito de Chalco, observó que la formación de la vertiente occi- dental de aquel cerro es muy semejante á la del cañón del Zopilote que une los valles de Ixtlahuaca y Tepetongo: sobre un terreno de aluvión descansan los ba- saltos, extendiéndose debajo del primero una toba caliza, y cerca de la laguna de Texcoco, que toca á sus faldas, el propio terreno se halla cubiertó por un arenal ferruginoso. 9.—En una excursión que emprendió el Dr. Altamirano á Tula (Estado de Hidalgo), descubrió un yacimiento de restos fósiles, de los que presentó á la Sociedad algunas muestras: pudo observar también que las canteras de toba ca- liza de aquella localidad se hallan cortadas por mumnerosas vetas de yeso, y que las hace, por lo mismo, poco útiles para las construcciones. El Dr. Villada ma- nifestó que los ejemplares recogidos por el preopinante eran fragmentos de di- versos huesos del Elephas primigentus, que son abundantes en el Valle de Mé- xico. Que respecto de la roca, es una toba caliza de agua dulce, y que las vetas que presenta se deben, quizá, á infiltraciones de agnas selenitosas. 10.—El Dr. Villada manifestó que el Señor Diputado Don Mannel Ticó, que estaba haciendo excavaciones en Santiago Tlatelolco, al Norte de la cin- dad, extrajo un fragmento de la quijada de un caballo, que parece algo fosili- zado: del mismo yacimiento se han extraído restos de cerámica antigua y otros objetos de la misma época. El Sr. Aguilera opina, á primera vista, que pudie- 'an pertenecer al Equus excelsior, de Cope, que es propiamente el caballo cua- ternario, pues las demás especies fósiles de este género son del plioceno superior. Él mismo ha hecho la observación que casi siempre se encuentran restos de ani- males antiguos con los arqueológicos, por lo que se comprende que en esos Ca- sos hubo remoción del terreno. 11.—El Dr. Villada agrega que en otras de las excavaciones en Santiago, se ha encontrado un gran número de cráneos humanos colocados sobre láminas de mica, y que tenían puestas habas venenosas entre las mandíbulas: que cree son de la /Zura crepitans; supone que lo primero se hizo para precaverlos de la J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 27 humedad, y lo segundo á título de preservativo contra la putrefacción, ó simple- mente por cuestión de rito. 12.—En la sesión del 23 de Septiembre de 1893 se dió lectura á un trabajo del Señor Profesor A. L. Herrera, socio de número, relativo al hombre prehis- tórico de México. Comprende dos partes: la primera se ocupa en el estudio de una mandíbula humana que se halló en el cerro de Xico, lago de Chalco; en la segunda, con este hallazeo se procura demostrar la existencia en México del hombre fósil. / 13.—El Sr. Ordóñez elogió el trabajo antes citado, que revela en su autor una suma laboriosidad; pero duda de que la mandíbula sea realmente fósil: prime- ramente por el lugar en que se encontró, el cual no es tierra firme, sino un islote que surgiósde en medio de las aguas por efecto de una erupción volcánica; y se- gundo, por ser poco á propósito un terreno de esa clase para que en él se con- servasen restos de tal naturaleza. Además, la situación de Xico indica que las aguas quedaban muy elevadas para que hubiesen podido permanecer los huesos en el lugar en que fueron hallados. 14.—El Sr. Aguilera hacesuyas las razones del preopinante, y expone que el trabajo del Sr. Herrera adolece de una falta capital, y es la de concederle poca importancia al yacimiento. Que uno de los fundamentos que aduce para juzear fó- sil la mandíbula en cuestión, estriba en la presencia del fluoruro de calcio que con- tiene; pues la existencia de este mineral en los huesos se considera por algunos como decisiva en el caso, lo que en lo absoluto no es de aceptarse. Por otra par- te, ¿la existencia de la mandíbula humana y la realmente fósil de un caballo en el mismo sitio, demuestra la misma edad para ambos huesos? De ninguna mane- ra, pues no cabe duda que ambas han sido removidas de su primitivo lugar. Se ha invocado también el hallarse adheridos á la mandíbula detritus feldespáti- cos; pero sabido es que las tierras actuales los contienen ignalmente; luego esta circunstancia nada areuye en favor de la remota antigiiedad del hueso. Si hi- ciéramos, por otra parte, la recoustrucción ideal del Valle, nos encontraríamos que el nivel de los lasos era mucho más elevado; quedaría también por ver si el islote de Xico existía antes del enaternario; pero como lo ha dicho muy bien el Sr. Ordóñez, es del todo volcánico, y hasta ahora poco á poco va desecándose á medida que el agua desciende. En resumen, juzga el Sr. Aguilera que el es- tudio geológico es de mucha mayor importancia que los estudios químicos. Por otra parte, hay que tener en cuenta que las osamentas antignas se encuentran á menudo, como se sabe, mezcladas con las modernas. 15.—El Sr. Armendaris, á su vez, hizo presente que es muy difícil distinguir por la composición química, un hueso fósil de otro que no lo es, puesto que los mismos partidarios del fluoro dicen que no es de grande importancia este ele- mento. 16.—El Sr. Aguilera, para reforzar sus argumentos, citó el caso de que una vez, al estarse abriendo el canal de México á Chaleco, se rompió una chinampa, 28 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. de la que se sacaron en abundancia restos humanos á poca profundidad; lo cual indica que á lo sumo podrán tener de 300 4400 años de existencia. Agregó tam- bién que no es de aceptarse tampoco el pretendido hombre fósil del Pedregal, pues se hallaron sus restos con cerámica, que demuestra una época reciente. 17.—El Señor socio Ingeniero D. Pedro López Monroy, dió cuenta de una expedición geológica que hizo á una región bastante interesante, al Este de la ciudad de San Luis Potosí (Hacienda de Guascamá, Partido de Cerritos). En los terrenos cercanos al casco de la finca notó el enrioso fenómeno de encontrarse las montañas cretáceas, con sus capas de caliza compacta transmutadas ¿2 situ, en sulfato de cal. Surgen estas montañas de entre los depósitos cuaternarios de la llanura; pero las que se enlazan por diversos rumbos, alejándose de la re- ción, aparecen sin transmutación aleuna. El subsuelo de la llanura está forma- do de sulfato de cal, arrastrado por las lluvias de las montañas á que se aln- de. La explicación del expresado fenómeno geológico puede ser la siguiente: examinada la región atentamente, se advierte que los estratos calizos se hallan cortados en distintos lugares por diques de basalto, de aspecto lávico. En co- nexión con ellos, y como fenómenos posteriores, sobrevinieron emanaciones hi- dro—termales, que dieron lugar á depósitos de azufre en las fracturas irregulares de las mencionadas capas de caliza, y que en la actnalidad se explotan en dos minas desde muchos años atrás. Ahora bien: mediante la acción atmosférica so- bre los gases sulfurosos de las emanaciones, pudo formarse el ácido sulfúrico que, obrando incesantemente á su vez sobre el carbonato de cal, acabó por con- vertirlo en sulfato. De estos hechos brevemente expuestos, como dice el Señor López Monroy, puede estimarse que entre las simples erupciones basálticas cua- ternarias y las volcánicas de la época actual con sus azufreras, existe en el país un enlace muy interesante digno de estudiarse. ñ 18.—El Sr. Ordóñez hace una breve reseña de su excursión al Popocatepetl, que emprendió en compañía del Sr. Aowmilera, asentando lo siguiente. Esta mon- taña es la segunda altura de la República, pues la primera corresponde al Pico de Orizaba. Se halla situada en el extremo meridional de la Sierra Nevada, la cual separa el gran valle de Puebla de la cuenca de-México. Desde 1789, es decir, hace más de un siglo, el Padre Alzate publicó una descripción sucinta del aspecto físico de aquella serranía, y dió á conocer su importancia hidrográfica. La mon- taña, vista á lo lejos, tiene la forma de un cono interrumpido por un pico lateral saliente del lado N. O., y otro más pequeño al S. E. Sus pendientes hacia el E. son más uniformes que las del O. Está compuesta de tres partes: la superior, for- mada de un casquete de nieve, de superficie y pendientes uniformes, con la base irregular, debido al distinto límite de las nieves persistentes y á los surcos por donde descienden las aenas en fusión; la media la constituye un tronco de cono formado por las arenas, de superficie cortada por líneas radiantes que dan paso á las aguas antes dichas, y de menor pendiente por la naturaleza misma del ma- terial detrítico de que está formada; la inferior, que es la falda, es muy irregn- J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 29 En - - 3 lar en su contorno, tanto por la presencia de rocas macizas desnudas, como por el desgarramiento profundo á que dan lugar la prolongación de los mismos acciden- tes de la parte superior: su pendiente es intermediaria de las dos primeras. La ci- ma de aquel inmenso cono que, como se ha dicho, está formado de tres partes, se halla truncada oblicuamente, dando lugar á una enorme cavidad ó cráter, enyo borde más elevado se encuentra al N. O. y el más bajo al N. E.: el primero es lla- mado Pico MAYOR. La porción del cono cubierta de nieve está formada en parte por la roca dura y compacta, y en parte por las cenizas y productos triturados arrojados durante las modernas erupciones. La regularidad se interrumpe en ciertos lugares por pequeños acantilados 'enbiertos también de nieve y que apa- recen como escalones en los flancos. Al N. y N. O. de la misma, existen grietas anchas y más ó menos profundas, que también hacen desigual la superficie. En el invierno y días lluviosos la nieve ofrece notable solidez y con la superficie enteramente lisa; cirennstancias que hacen muy difícil y aun peligrosa la ascen- sión. En los días serenos, y á la madrugada, por el contrario, es de poca consis- tencia y granosa, siendo entonces relativamente fácil el ascender. El espesor de la nieve varía mucho: suele reducirse á 10 centímetros ó alcanzar alounos me- tros: esto depende de la inclinación, de la naturaleza del suelo, de la exposición, etc. El límite de las nieves persistentes varía también mucho en las distintas épocas del año, aunque no en la misma proporción en todo su contorno: así, en el lado N., puede alcanzar una diferencia su nivel hasta de 100 metros, y en el del Sur llega en ciertos años hasta desaparecer; lo cual se explica porque hacia este rumbo recibe el volcán corrientes de aire seco y caliente de los valles más bajos de Puebla y Morelos: es también la razón de tener mayor altura y formar una capa más deleada en esta región que en la opuesta. Tomando un término medio, la nieve persistente se encuentra en el lado N. á una altura de 4,350 me- tros. Grandes contrafuertes y tortuosas barrancas de mucha profundidad se des- prenden de la montaña en distintas direcciones: las últimas, cuyas rampas se ha- llan formadas de arena, dividen el terreno en numerosos montículos, entrela- zados de mil maneras. En el corte natural se pueden contar, de arriba abajo, las siguientes capas: arena negra, brecha roja, íd. amarilla, íd. de pómez, y al pie material de derrumbe. Se observan también cordones de lavas de color rojo y pardo—rojizo, que se desprenden de crestones semejantes de los labios del erá- ter; son de bizarro aspecto y de sinuosa dirección: en vista de la frescura y rn- gosidad de estas rocas, es indudable que son el producto de ernpceiones moder- nas. Se advierte también en cierto lugar una depresión semicircular, de la que nacen multitud de pequeñas barrancas, y una de grandes dimensiones Mamada de Tlamacas, la cual es alimentada por deshielos de un ventisquero incipiente que se forma en una eran hondonada de más argiba. El llamado Pico del Fraile se levanta á la mitad del cono de nieve, al N. O.: de ese lado su pendiente es de 45; pero en el opuesto forma un colosal y profundo acantilado, casi vertical, en la gran barranca antes citada. Es curioso ver cómo se desprenden de sus partes 30 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. — - 3 salientes columnas de nieve á manera de estalactitas. El Pico del Fraile ha sido considerado por algunos geólogos como resto de un cráter, lo que no parece exacto en vista de la naturaleza de las rocas de que está formado. Existen, sí, depresiones de aspecto enteramente crateriforme, como la que da nacimiento á la barranca del Potrero. Respecto del profundo cráter que ocupa la cima del Popocatepetl, desde luego se ve que tiene una posición excéntrica respecto del eje de la misma montaña. La cavidad, que en su origen debió ser de forma de embudo ó cono invertido, á consecuencia de grandes derrumbes y de acumula- ción del material, sólo la conserva en la base, pues en lo demás afecta la de un cilindro elíptico: sus paredes son, por lo mismo, acantiladas, y el fondo cubierto de montículos y grandes bloques rocallosos diseminados por dondequiera; en la parte casi libre de escombros se halla una pequeña laguna cuyas dimensiones varían en las distintas épocas del año. El eje mayor de la boca del cráter, diri- gido de N. E. á $. E, tiene una longitud como de 612 metros, y el eje menor de 400. Su profundidad, tomada desde el borde más bajo es, aproximadamente, de 205 metros, y de 505 del más alto. Su borde no es uniforme, sino profundamente desgarrado, sobre todo en los lados $. y E.; la parte del N., que es la más ele- vada, se llama Pico Mayor; la del S. y S. E., Portezuelo; la del E., Espinazo del Diablo, y la más baja, que comprende el N. y N. E., Labio inferior. La estrue- tura del cono revela estar formado de una serie de corrientes de lava superpues- tas, coronadas de material detrítico, brechas, arenas, cenizas, ete.: corresponde, por lo mismo, al tipo de los volcanes estratificados de algunos geólogos. Las la- vas de las corrientes más bajas que se han podido estudiar al microscopio, tie- nen una estructura diversa respecto de las superiores: son más egranosas y de me- nor lustre; en las últimas es resinoso, aunque de variable intensidad. En la an- tiena Petrografía se designaban á las primeras con los nombres de resínita y piedra pez, y las segundas con los de pórfido traquítico ó traquita, según que la estructura porfiroide estaba ó no bien desarrollada. Cada capa de lava compacta se halla separada de la inmediata inferior, por otra más ó menos gruesa de bre- chas compuestas de fragmentos de la misma lava, cimentados por una materia terrosa, arenas aglutinadas ó lapilli. La producción de estos detritus se explica sin dificultad por efecto de los gases acumulados debajo de la chimenea, momen- tos antes de una erupción, sobre el tapón de lavas consolidadas, resto de una co- rriente anterior que obstruye dicho canal de salida. Los gases, por lo mismo, llegaban á adquirir una gran tensión, y las rocas del tapón eran lanzadas en pe- dazos á diversas distancias. Llama la atención que no existan lechos de arena fina interpuestos entre cada corriente, semejante á la que ahora cubre una gran parte de los flancos exteriores del gran cono: puede explicarse la falta de ese material, ó porque la fuerza de proyección no permitía que se triturasen fina- mente, ó que, por su débil peso, era arrojado á mayores distancias. Cada capa de brecha y su inmediata de lava, marcan un paroxismo, separado de otro por un espacio de tiempo más ó menos largo: así, en la superficie superior de algn- J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 31 * nas lavas no se observa alteración aleuna, y en otras, el agrietamiento y des- ienaldad de aquélla, indican un largo trabajo de erosión atmosférica, y de con- signiente, un período de calma. El gigantesco acantilado, que tiene el nombre, como se ha dicho, de Pico del Fraile, no es sino el remate de una serie de co- rrientes que avanzaron hasta el lugar en que se encuentra, y que por derrumbes sucesivos, originados por erosión, quedaron al fin aisladas. Su estructura reve- la, efectivamente, estar formado de capas alternadas de lava y brechas, entera- mente concordantes y de la misma naturaleza respecto de las que forman el gran cono: la opinión de los distinguidos geólogos Félix y Lenk, que lo consideran como restos de un antigno cráter, del que se conservaría únicamente el cuadran- te S. E., representado por el citado Pico del Fraile, no es de aceptarse por lo ya expuesto. Las últimas corrientes de lava son tres, bien perceptibles: la inferior, que es la más antiena, llega más abajo del límite de la vegetación arborescento; la superior, que es más reciente, en el lugar llamado La Cruz; la primera, que os la más larea y ancha, forma acantilados en su terminación, que sobresalen de la capa de arenas que cubre á todas: los extremos de las otras dos cireunseriben erandes semicírculos. Se omiten otros accidentes de las mismas, por no hacer de- masiado larea esta comunicación, así como la distinta opinión que sobre su ori- cen han emitido los citados Sres. Félix y Lenk. Respecto del completo pulimento que se advierte en ciertas partes de ellas, atendiendo á la dirección en que se verificó, debe atribuirse más bien á la acción de la nieve que á la de la arena levantada por los vientos que soplan constantemente con mayor ó menor inten- sidad; disentiendo también en esto de aquellos mismos geólogos, que lo atribu- yen á lo segundo. El manto de arenas de espesor variable que cubre casi toda la superficie del cono, viene á terminar la serie de productos eruptivos arroja- dos por el Popocatepetl; su extensión revela larga duración y energía en esta faz de su actividad volcánica. Ésta comprende, pues, tres períodos: lávico, brechó- geno y cinerógeno. Por último, la serie de lavas del Popocatepetl pueden refe- rirse á tres distintas especies petrográficas, cuales son: Basalto labradórico, An- desitas de hiperstena y Traquitas. ; Las observaciones de alturas hechas con el hipsómetro, dieron los resultados siguientes: Altura del rancho de Tlamacas...................- 3,931 metros. Límite de la vegetación arborescente por el lado N... 4,030 ,, Altura media de las nieves persistentes, lado N..... AU Altura del Malacate sobre el fondo................ NI Altura del Pico Mayor sobre el fondo ó máxima pro- ondaa cri as [ds trat sit 505 ,, Altura del Pico Mayor sobre el Malacate........... SO ¡Diámetro mayor delcrdter nenes 612, Altura de México. sobre el Mar ....o..ocuicon.onon.. 2,280 32 J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. = CIENCIAS AUXILIARES. 1.—El Dr. Armendaris presentó tres fotomicrografías tomadas por él mismo, que representan la Trichina spiralis, el Acarus scabiei (hembra y macho) y un cilindro urinario. Le ocurrió emplear en este trabajo una disposición original de la cámara vertical conocida, la cual consiste en colocar ésta en lugar del tubo del microscopio, á la distancia que se halla el ocular. 2,.—El mismo señor socio presentó otra fotografía que representa un cisti- cerco encontrado en las meninges de un enfermo que estuvo hace aloún tiempo en el Hospital de Guanajuato, y que sucumbió de accidente cerebral. 3.—En otra sesión el repetido socio mostró dos fotografías: una del corte transversal de la jícama, que el General Don Aureliano Rivera emplea para la curación del tifo, y que no es sino la raíz tuberosa de la Valeriana toluccana; y la otra de la planta entera. 4.—El propio señor socio comunicó haber leído en el “Diario de Farmacia y Química de París,” un artículo que trata de la dosificación de los alcaloides de ciertas plantas; agregando que sería conveniente que los farmacéuticos hagan la dosificación de las drogas que reciben, á fin de que el médico tenga siempre un punto seguro de que partir. 5.—El socio antes citado dió cuenta de haber extraído un alcaloide del Cnan- chichic, Garría ovata, excesivamente amargo y que parece estar unido á un elucosido. ASUNTOS DIVERSOS. 1.—El señor socio Dr. M. Toussaint informó acerca de una excursión hecha por los Profesores del Instituto Médico Nacional al lago de Texcoco. Recogió aguas y tierras: en una primera experimentación se formaron en aquéllas, colo- nias de bacterias en número de trescientos mil individuos; y en una segunda que se hizo después en otra excursión, fueron incontables. 2.—El mismo Dr. Toussaint dió alennos detalles acerca de la técnica de las manipulaciones bacteriológicas; agregando que le amó la atención encontrar sólo una especie de bacterias en el agua del susodicho lago, que peptonizan la eelatina: el Bacillus aquatilis subdeliquefasciens. 3.—El Dr. Urbina es de opinión que el lago de Texcoco no ha sido ni será sausa de insalubridad para los habitantes de la Capital, puesto que por la des- composición de sus aguas y productos no se ha desarrollado epidemia aleuna, no obstante el olor de marisco que se percibe en tiempo de secas, debido á la putrefacción del mosco. Que si hay en la ciudad enfermedades infecciosas de carácter epidémico, éstas son debidas á la descomposición de ciertos productos J. GALINDO.—INFORME DE LA SECRETARÍA. 33 e= = == = FF AAA == — = — que no son neutralizados por el cloruro de sodio, como sucede en el lago. Cree, por lo tanto, que debe conservarse, siendo benéfico en vez de perjudicial. 4.—El Dr. Armendaris es de la misma opinión, agregando que, en efecto, no se ha encontrado en las aguas del lago el hidrógeno sulfurado; pudiéndose decir en general que la agua de filtración contiene gran cantidad de cloruro de sodio y un 259, de otras sales. 5.—Confirmando lo anterior, el Dr. Toussaint dijo: que las sales impiden el desarrollo del mierobio productor de la malaria. 6.—El Sr. Segura recordó que en el Congreso de Médicos 6 Ingenieros, reu- nido en México cuaudo era Ministro de Fomento el General Riva Palacio, la idea dominante fué no desecar los lagos, sino mantenerlos vivos por medio de canales. CONCURSOS CIENTÍFICOS. En el mes de Marzo de 1895 la Sociedad fué invitada por la Academia Me- xicana de Jurisprudencia, correspondiente de la Real de Madrid, á tomar parte en los Concursos Científicos que las Corporaciones metropolitanas celebraron durante los meses de Julio y Agosto del propio año en la Cámara de Diputados. Obsequiando la invitación, la Sociedad nombró para que la representaran á sus socios los Sres. Dres. D. Eduardo Armendaris, D. Fernando Altamirano, D. Ma- nuel M. Villada y D. José Ramírez; Ingeniero D. José C. Aguilera, Profesor D. Alfonso L. Herrera y Lic. D. Ricardo Ramírez. Conforme al programa especial, tocó en turno á la Sociedad el 1.2 de Agosto, llevando la voz los Sres. Villada, Altamirano y Ramírez D. Ricardo. Los temas escogidos, y de antemano aproba- dos por la Sociedad, fueron los siguientes: I. Necesidad de la conservación de los bosques. Desarrollado por el primero. Il. Ídem de la repoblación de los bosques. Desarrollado por el segundo. TIL. Legislación sobre los bosques. Desarrollado por el tercero. NOTICIA NECROLÓGICA. La Corporación ha tenido que lamentar la pérdida de cuatro de sus socios: el Sr. Dr. D. Eugenio Dugés, muy entendido y laborioso entomologista, muerto en Morelia el 13 de Febrero de 1895; el Sr. D. Hugo Finck, inteligente y entu- siasta colaborador, radicado en Córdoba; el Sr. Ingeniero D. Antonio del Casti- llo, primer presidente que fué de la Sociedad, á quien la muerte sorprendió en esta Capital el 27 de Octubre del citado año. Jesús Galindo Y Villa, La Nat.—Ser. 1L.—T. 1M1.—Ener. 1898. 5 NOTAS CRÍTICAS ACERCA DEL ROMEROLAGUS NELSONI POR EL SEÑOR PROFESOR DON ALFONSO L. HERRERA SOCIO DE NUMERO. Con el título de “A Remarkable Rodent,” dice lo siguiente el cronista del periódico titulado “Vatural Science,” pág. 151, vol. X, Marzo de 1897: “En 1894, el Sr. E. W. Nelson encontró en la montaña del Popocatepetl, México, á una altura de 3,000 metros, varios ejemplares de un pequeño roedor sin cola, de orejas cortas, que vive entre las grandes masas de zacatón, teniendo costumbres y coloración parecidas á las de un Metorito (Arvicola);* las madri- vueras de estos dos animales entrecruzándose algunas veces.” “Dicho roedor fué descrito últimamente por el Dr. C. Hart Merriam, con el nombre de Romerolagus Nelsoni (Proc. Biol. Soc. Washington, vol. X, págs. 169-174, Diciembre 29, 1896), refiriéndolo á los Leporide.? Sin embargo, difiere del verdadero tipo leporino, tanto por su locomoción sobre las cuatro patas, co- mo por ciertos rasgos morfológicos importantes. Aunque alounas especies orien- tales, quizá desconocidas para el Dr. Merriam, también se apartan de los ca- 'acteres generalmente asignados á los Leporidos, si no fuese por la competencia reconocida del Dr. Merriam, nos inclinaríamos á clasificar este roedor del Po- pocatepetl entre los Lagomyde. Los siguientes caracteres son los asignados á esta familia: clavícnlas completas, miembros posteriores cortos; carencia de cola externa, orejas cortas. El cráneo, es cierto, se dice que es muy parecido al del Lepus (subgénero Sylvilagus). Se aparta, no obstante, del tipo Leporino por la depresión de la caja craneana, el alargamiento posterior de los yugales, la pe- queñez y falta de las crestas snpraorbitarias en la parte anterior: caracteres to- dos que lo asemejan al cráneo de los Lagomyde. Pero como deseraciadamente 1 Semejanza por convergencia. 2 El artículo del Dr. Merriam, traducido al castellano, se publicó en la pág. 525, 2% Serie, volu- men IT de este periódico. A. L. HERRERA.—ROMEROLAGUS NELSONI. 305 faltan datos relativos á la dentición, por hoy deben contentarse los especialistas con tomar nota de este animal y reconocer que es de un interés extraordinario.” “Vamos á hacer tres objeciones al nombre de Romerolagus Nelsoni. La pri- mera es que nos parece recordar que en el Catálogo de la Exposición Mexicana en la Exposición de Chicago, se reprodujo una fotografía de este roedor con el nombre de “Lepus díazi,” sp. nov., propuesto por el Sr. Ferrari Pérez. Desgra- ciadamente esto ha sido desdeñado por el Dr. Merriam. Además, no podemos aprobar esta combinación de nu nombre moderno con un nombre griego: las pa- labras como Rtomerolagus, Leedsichthys, Agassizocrinus, Lichtensteinipicus, Uroskinnera y Cookilaria, son la burla del sabio y el “hazmerreir” (laughing- stock) del vulgo. En fin, si este animal “nuevo y notable” tiefre, en realidad, un interós distinto del que se concede á otros descubrimientos, ¿no es lamentable que el nombre que se le asigna sea de un interés tan insignificante y puramente personal?” Por mi parte paso á exponer lo siguiente. Aunque no poseo las obras de anatomía comparada indispensables para establecer una comparación minuciosa, sí me creo autorizado para afirmar que el Dr. Merriam sufrió una distracción grave, pues como se verá por los datos que siguen, debió comparar su Romero- lagus con el Lagomys y no con el Lepus. - ROMEROLAGUS. “Yugalesmuy alargadas pos- teriormente.” (Merriam). “Caja craneana menos en- corvada y más deprimida pos- teriormente que en Lepus syl- vaticus y sus semejantes.” (Me- rriam). “Clavículascompletas.” (Me- rriam). “Faltan anteriormente los apófisis post-orbitarios.” (Me- rriam). “(Miembros posteriores cor- tos.” (Merriam). “No hay cola.” (Merriam). “Orejas muy pequeñas.” (Me- rriam). LAGOMYS. “El yugal, después de sobre- pasar el apófisis zigomático del temporal, se prolonga directa- mente hacia atrás en punta muy larga.” (Cuvier).1 “Jl cráneo es más prolonga- do y más deprimido, sobre todo atrás.” (Ouvier). ““Clavículascompletas” (Claus). “Faltan los apófisis post-or- bitarios.” (Allen).? “Miembros posteriores cor- tos, no más largos que los an- terjores.” (Chenu). *“Cola nula.” (Chenu.) “Orejas cortas.” (Chenu). 1 Recherches sur les ossements fossiles. Vol. VII, pág. 51. 2 Report U. $. Geol. Survey. Vol. XI, pág. 405. LEPUS. ““La unión de la parte zigo- mática con el yugal se borra tan pronto, que si no se exami- naran individuos muy jóvenes, se podría creer que no hay yu- gal.” (Cuvier). “El perfil del cráneo presen- ta una curva casi uniforme.” (Cuvier). “Clavículas incompletas.” (Huxley). *“Muy desarrollados” (Allen). “Patas posteriores largas.” (Flower y Lydekker). *““Cola corta, encorvada” (Id. ) “Orejas largas.” (Id.). 36 A. L. HERRERA.—ROMEROLAGUS NELSONI. ROMEROLAGUS. “Largo 295%,” (Merriam). “Vive en el Popocatepetl.” (Nelson). Entre3,050 y 3,660". “Crepusculares.” (Nelson). ““En vez de moverse por me- dio de una serie de saltos, ca- mina en todas (Merriam). direcciones.” “Costumbres parecidas á las de una Arvicola.” (Merriam). LAGOMYS. “LargodeL. Alpinus 2607,” (Chenu). “Habitan principalmente en las montañas, y de preferencia se encuentran en los lugares peñascosos.” (Gervais). ““Habitan las mesetas hela- das.” (Claus). ““L. pusillus.—Montes Ura- les. L. alpinus.—Montes Altai. L. ogotona.-—Países monta- ñosos. Baikal. L. hyperboreus.—Cerca del Estrecho de Behring. L. rufescens.—Colinas pe- ñascosas del Cabul. L. Hodgsonii.—Pendientes S. E. del Himalaya. L. Nepalensis. —Tibet. L. Roylii.—A 11,500 pies. Choor. L. princeps. —Montañas ro- callosas.” (Gervais).! ““Crepusculares.” (Brehm). ““En vez de moverse por me- dio de una serie de saltos, ca- mina en todas direcciones.” (Brehm). “Costumbres parecidas á las de una 4Arvicola.” (Brehm). LEPUS. Más grandes. “Las liebres por el contrario, frecuentan los bosques y las lla- nuras.” (Gervais). “Hay especies de liebres en las regiones calientes del Afri- ca y en el suelo helado del polo ártico, Ó en las grandes cordi- lleras, á considerable altura so- bre el nivel del mar.” (Gervais). “Diurnas y nocturnas. * (Brehm). “Salta.” “Costumbres muy distintas de las de una Arvicola.” En cuanto á la forma del esternón, que parece tan extraordinaria al Sr. Me- rriam, no es excepcional en los roedores de las montañas, y se asemeja mucho dicho hueso al de una Marmota, según puede verse en la “Ostéographie des Mam- miferes,” de De Blainville. En resumen, el Sr. Merriam, sin acordarse ni una sola vez de los Picas ó Lagomys, compara su Romerolagus con las liebres, y naturalmente encuentra orandes diferencias y se cree autorizado para fundar un género muevo que di- fiere del género Lepus por todos los caracteres que distinguen á éste del Lago- mys. De la misma manera, si yo comparo una especie de Canis con otra de Pelis, puedo llegar al descubrimiento de un género nuevo singular. Como el Sr. Merriam no proporciona ningún dato relativo á la cuestión de 1 México, según Beristain. Catálogo de los mamíferos de México, pág. 12. 2? SerieTomolll. : LA NATURALEZA . Lepus diazi FERRARI PEREZ, sp. nov. am Aleurodicus Dugesi A Cock. A J. ALEMÁN. —ALEURODICO MPXICANO. 37 capital importemcia de los molares superiores (5 en Lagomys y 6 en Lepus), pu- diera quedar alguna duda respecto al género de nuestro roedor; pero de todos modos rechazamos el nombre y extrañamos el olvido del naturalista norteame- ricano, que no menciona siquiera al Sr. Ferrari Pérez, el primero que colectó ejemplares de este habitante del Popocatepetl y dió informes preciosos al Se- ñor Nelson. ] Propongo, por último, que se llame simplemente Lagomys sp? al roedor del Popocatepetl, mientras se estudia más detenidamente. Octubre 11 de 1897. a e PP INFORME ACERCA DE UN ALEURODICO MEXICANO (ALEURODICUS DUGESII, A. Cockerell, 1. sp.) POR EL SEÑOR DOCTOR JESÚS ALEMÁN, SOCIO CORRESPONSAL. Según mi respetable maestro el Sr. Dr. Alfredo Dugús, este insecto vive en Guanajuato sobre diversas plantas, entre otras el Hibiscus rosasinensis, y en las begonias de hojas auchas, sin causarles, al parecer, gran daño. La hembra de- posita en ellas sus huevezuelos, que cubre de polvo, trazando una verdadera es- piral, la cual indica cómo el animalito, partiendo de un punto, va sin interrup- ción dando vuelta hasta terminar la postura (lám. 1.%, fig. 1). Del huevo sale una larva muy pequeña (fio. 2), la cual, sin mudas, se transforma en una pupa ó6 crisálida que se presenta como siene: forma ovoide y color blanco opaco por la secreción pulvermlenta que la enbre; se vuelve transparente por el éter y el cloroformo, y pueden verse entonces los órganos chupadores, los ambulatorios, los repliegnes abdominales, las glándulas secretorias y un apéndice bi-articula- do en la extremidad posterior (figs. 3 y 4). Á los lados de la cara dorsal de la pupa existen seis glándulas, y un poco más afuera una multitud de otras suma- mente pequeñas; todas ellas secretan una substancia sólida y al parecer de natu- raleza grasosa. Las primeras producen tubos formados de tres cilindros acana- lados y embutidos los unos en los otros, y las segundas forman cuadrados que sirven de sostén á la pupa; como éstas viven en colonias, la caída y el encnen- tro de los tubos de muchas constituyen una maraña de hilos blancos, nacarados. debajo de la cual existen aún los animales perfectos (figs. 5, 6y7). 38 J. ALEMÁN, —ALEURODICUS MEXICANO. Las elándulas tubígenas están constituidas por el parenquima glandular, que tiene un color amarillento y del cual nacen los tubos secretorios que, uniéndose lateralmente y distribuidos en tres círenlos concéntricos, dan cuenta cabal de la forma de su secreción; además, se comprende que los canales de las pequeñas elándulas, formando series longitudinales interrumpidas de trecho en trecho, ori- ginan los cuadrados que sirven de sostén. Las alas superiores presentan sobre un fondo blanquizco las bandas grises descritas por el Sr. Cockerell, y también los puntos negros del espacio apical, el quese encuentra en la terminación de la nervadura superior, y además, con aleuna frecuencia, otro. en el círculo formado entre la segunda y tercera fajas y la parte más abierta del ángulo de bifurcación de la nervadura primordial. Es de notar que la rama superior de ésta se desprende de una manera abrupta, como dice el autor citado; pero en los ejemplares vistos por mí no puede decirse que efecti- vamente haya dos nervaduras, pues cuando el ala se desprende completa se ve el tronco formado de una sola (fio. 8). El polvo harinoso que recubre las alas tiene la figura de botoncitos, los cua- les, uniéndose, adquieren una forma arbórea (fio. 11). Los ojos son compuestos, negros y bastante grandes; las antenas con el ba- sal muy pequeño, el segundo largo y en maza; los restantes subiguales, y juntos de dos en dos tienen el tamaño del segundo (fig. 12). La hembra, como se ha dicho, deposita simplemente sus huevezuelos en las hojas, y como para esta operación no necesita de gran esfuerzo, su oviscapto es débil (fio. 10). El macho tiene dos corpecillos apendiculares, colocados entre dos apéndices prehensores bastante robustos (fig. 9). Terminaré esta breve noticia transcribiendo la descripción del expresado insecto publicada en inglés por el Señor Profesor A. Cockerell, de los Estados Unidos, y cuya traducción fué hecha por el Sr. Dr. A. Dugés, á quien debida- mente agradezco este servicio. ALEURODICUS DUGESI, A. Cock., n. sp. —Longitud del cuerpo, 1?/, milí- metros; íd. de la ala superior, 2*/, milímetros; en su mayor anchura, 1*/,. El pri- mero de color amarillo agrisado y cubierto de un polvo blanco, con el abdomen plateado por debajo. Alas blancas, las superiores con reflejos irizados y man- chas semejantes á las del 4. ornatus, pero de un gris muy pálido, y muy dis- tintas en los detalles. Hay cuatro fajas erises á través de las alas; la tercera y la cuarta unidas por una banda longitudinal. La primera ó basal se encorva bruscamente hacia adentro, después de cruzar la nervadura principal que se ra- mifica tan cerca de la base del ala, al grado de que prácticamente hay dos ner- vaduras; esta faja se desvanece en el ánenlo formado por aquéllas, pero engro- sándose de nuevo una vez que pasa al otro lado de la segunda. La segunda faja es ancha hasta la primera nervadura; después de ésta se interrumpe amplia- mente, continuando en seguida bajo la forma de una mancha casi circular, cuya mayor parte está arriba de la segunda nervadura, y terminando en el borde de A. DUGES.—EL CARÁCTER EN LOS ANIMALES. 39 la ala en una banda angosta y obliena. La tercera faja semejante á la segunda hasta la primera nervadura que encuentra en el lugar en que se bifurca; se des- vanece en ese punto para volver á aparecer intensa del otro lado de la bifurca- ción, y de allí, siguiendo hacia abajo, se desvanece otra vez mucho. La cuarta y última faja, ancha, encorvándose hacia adentro al pasar á través de la extremi- dad de la repetida bifurcación y uniéndose con una prolongación de la tercera faja; separada después de ella, se bifurca en el extremo inferior. La curva de la cuarta faja cireunscribe una área apical blanca y en la que hay un punto gris: existe también otro en la extremidad de la segunda nervadura. Las pupas se encuentran en la cara inferior de las hojas, y son del tipo or- dinario: ovaladas, deprimidas, de color ocráceo pálido y enbiertas de polvo blan- co harinoso. Este insecto me fué remitido de Guanajuato por el Sr. Dr. A. Dugts. Es el primer Aleurodicus de México, afine del A. ornatus, Cock., de Jamaica. El gé- nero encierra hasta hoy cinco especies, todas neotrópicas, excepción hecha del A. asarumis (Shimer, 1867), que es norteamericana. Guanajuato, Marzo de 1897. SA — EL CARÁCTER EN LOS ANIMALES Por eL Señor Doctor ALrreDO Duces SOCIO CORRESPONSAL Cuando se observan sin prevención las costumbres de los animales, se queda uno sorprendido de la semejanza que tienen con el hombre, bajo este punto de vista, unos seres que nos parecen inferiores á nosotros, orgullosos bípedos que nos consideramos como aislados intelectualmente del resto del mundo. Muchas pásinas se han escrito sobre la inteligencia y el instinto, y hoy nadie pone en duda, sino alennos preocupados, que la primera de estas faculta- des resida en los animales en grados diversos. Aunque menos estudiadas las metapsicosis ó cambios en las ideas, las inclinaciones están, sin embargo, admi- tidas, sobre todo cuando se trata del carácter, ya que todo el mundo reconoce los defectos de animales viejos que, al contrario en su juventud, eran jugueto- nes y de temperamento dócil. Si se comparan estos hechos en los animales y en 40 A. DUGES:—EL CARÁCTER EN LOS ANIMALES. el hombre, se convence uno bien pronto que no hay entre los dos sino diferen- cias del más al menos, y no diferencias de naturaleza en los fenómenos: son los mismos actos, las mismas manifestaciones más ó menos desarrolladas ó inhibi- das, según la perfección de los organismos. Hay un lado de la cuestión que ha sido algo menos estudiado, y es este: así como vemos hombres buenos y también malos, los unos valientes y los otros cobar- des, estos morosos y aquellos activos, según las diferencias de organización, las idiosinerasias, y dejando á un lado la intervención de la educación, así también encontramos en los animales diferencias notables bajo este aspecto; claro está que no se trata más que de animales en los cuales no hay ó hay poca influencia de la domesticación, que como se sabe, modifica á veces profundamente las in- elinaciones naturales. ¡Cuántas veces en el redondel de una plaza no he visto yo toros impe- tuosos, violentos, encarnizados en el ataque, seguidos de otros tomados del mismo rebaño, y que huían de los toreros y daban media vuelta para evitar la garrocha del picador! En una misma camada, ¿no vemos perros bravos y otros pacíficos, gatos indolentes y otros extremadamente juguetones, canarios que se amansan casi solos, al grado que se les puede dejar libres, juntos con otros her- manos más ó menos ariscos? Se podría escribir un libro con todos estos ejem- plos, pero quiero solamente llamar la atención sobre hechos análogos observa- dos en los reptiles, animales que parecen tener todos nn carácter moral cons- tante para cada especie, y cuya inteligencia no se manifiesta sino de una mane- ra bastante vaga. Se dice generalmente: las víboras de cascabel son feroces; las culebras man- sas; las tortugas apátieas, etc., ete.; sin pensar que aquí mismo se encuentran las mismas variaciones individuales que en los animales superiores. REPTILES POR LO COMÚN FÁCILES DE ENCOLERIZAR.—Emys ornata: esta bonita tortuga es de una índole batalladora, y siempre tira á morder á la des- cuidada. Cinosternon pensylvanicum es realmente feroz, sobre todo cuando está hambriento, é infiere crueles heridas: desde pequeñito manifiesta sus malas in- clinaciones. Sceloport: casi todos son pendencieros, á pesar de que la debilidad de sus quijadas les impide hacer alouna impresión dolorosa. (+errhonotus lioce- phalus: aunque se amanse fácilmente, al principio de su cautiverio amenaza siem- pre, y con la boca abierta se echa sobre la mano que lo quiere coger, llegando á morder con tenacidad y á sacarsangre. Cnemidophorus sexlineatus es otro sau- rio valiente y violento que no se acostumbra, en general, á ser manoseado. T'ro- pidonotus melanogaster, y en general las culebras acuáticas son bastante irasei- bles, y al atraparlas se enroscan y hacen saltar el líquido fetidísimo de sus glán- dulas anales, y muchas veces el excremento, como medio de defensa. Pityophis Deppei se acostumbra pronto á ser manejado; pero recién cogido ó después de haber tenido siquiera media hora de libertad, vuelve á su natural, se echa ru- siendo sobre la gente, é infiere mordeduras dolorosas. En cuanto á Zamenis A. DUGES.—EL CARÁCTER EN LOS ANIMALES. 41 teeniatus es muy valiente y se abalanza con rapidez, y vibrando su larga cola, contra cualquiera gente ó animal que intente apoderarse de él. Crotali: la ineli- nación normal de las víboras de cascabel es ponerse en actitud de defensa, so- nando su sonaja y atacando cuando se acerca uno á poea distancia: sin embargo, hay sus excepciones, y entre las muchas que he tenido en jaulas, hubo varias que no manifestaban ningún sentimiento hostil al acercarme á ellas, y solamente se enfadaban cuando las llegaba yo á tocar. REPTILES POR LO COMÚN MANSOS.—Cestudo ibera, Xerobates Berlandiert: estas tortugas, como todas las otras terrestres, son enteramente inofensivas, y tan fáciles de domesticar, que vienen á tomar el alimento en la mano. Tapaya or- bicularis: inocentísima criatura; el camaleón ni siquiera intenta defenderse, y aun reción agarrado, se snele quedar sin movimiento en la mano de su propie- tario. Ctenosaura acanthura é6 Iguana rhinolopha: las ignanas se amansan pron- to, pero al estado libre son agresivas y se lanzan contra las personas que las quieren agarrar: una vez cogidas se defienden enérgicamente con sus poderosas mandíbulas, y sobre todo con las uñas, que cortan como navajas. HTeloderma hor- ridum: no conozco el carácter del escorpión en su estado natural; pero guardado en cautividad, he observado que este animal es de movimientos lentos, se deja manosear sio manifestar impaciencia, y necesita ser muy atormentado para que abra la boca. Por lo demás es bien sabido que su mordedura es fatal para ani- males de tamaño mediano ó pequeño. Grerrhonotus imbricatus: muy poco pro- penso á morder, y volviéndose fácilmente de una mansedumbre tal que viene á coger entre los dedos los insectos que se le presentan. Llevé uno á París, y el guardián de los reptiles lo traía casi siempre en el hombro, porque al acercarse á la jaula que lo encerraba, el animalito arañaba la pared para que lo sacaran. Contrasta este carácter con el de Gerrhonotus liocephalus. Conopsis nasus y Co- ronella regalis Arnyi: no se pueden dar serpientes más dóciles que estas: su ín- dole es como la del camaleón. Tropidonotus collaris: en lo general esta especie de enlebra de agua es mansa, pero he tenido una tan feroz que desde el fondo de su jaula se venía encima de mí con el hocico abierto para morderme. Elaps fulvius: la coralilla no tiene mal genio, más bien al contrario: cuando se la tiene entre las manos sin mortificarla ni asustarla, se deja manejar con la misma faci- lidad que los Conopsis ya mencionados. Bothrops atrox: he visto dos grandes individuos de Nauyaca, y eran tan indolentes que ni siquiera alzaban la cabeza cuando se les tocaba; merecerían bien el nombre de tepocho (tepochtli, estúpido) que aplican en Orizaba á otra víbora del mismo género. Advertiré que estos dos ejemplares estaban recién cogidos en Veracruz. La apatía ó la violencia de movimientos en los reptiles no guarda relación con el orden á que pertenecen; quien observa entre los Tenanídeos, verbigracia, un camaleón y un escelóporo, verá bien pronto la exactitud de esta proposición; las tortugas terrestres son apáticas y las acuáticas activas; las serpientes arborí- La Nat.—Ser. I11.—T. UI.—Febr. 1898. 6 42 A. DUGES.—FLORES DE MADERA. colas son muy ágiles, mientras las nanyacas y las boas se arrastran de costumbre perezosamente. Se podrían multiplicar estas observaciones, pero lo dicho basta para probar mi tesis y demostrar que entre los animales se encuentran las mismas diferen- cias geniales que entre los hombres. Octubre 15 de 1897. PTOS DE IMA IDE NENA POR EL MISMO SEÑOR SOCIO. Muchas personas, poco conocedoras de botánica, confunden bajo el nombre general de parásitas, todas las plantas epífitas. Varias orquídeas, tilandsieas y otras, reciben el mismo título que las orobanquias, cusentas, foradendros, muér- dagos, etc., siendo así que sólo estas últimas son verdaderamente parásitas, pues las primeras no sacan su alimento de los vegetales sobre los cuales se encuen- tran, mientras las segundas chupan realmente los jugos de la planta que las sostiene. Un parásito bien conocido en México es el llamado Ingerto (Loranthus ca- lyculatus), cuyas hermosas flores anaranjadas ostentan su vivo color entre unas hojas verdes, gruesas y flexibles. | Sabido es que las aves, ávidas del fruto, no pueden digerir la semilla y la expulsan tal como la tragan, envuelta en nn mucílago viscoso que las hace ad- herir á las ramas donde caen y sobre las que germinarán más tarde. Habiendo tenido oportunidad de estudiar el modo con que adhiere el In- gerto á su huésped, y la formación ulterior de las que llaman lores de madera 6 flores de palo, he diseñado varias fases del fenómeno, de manera que pocas palabras serán suficientes para hacer comprender el origen de estas bonitas y singulares expansiones, por lo menos de las producidas por el Loranthus ca- lyculatus. En las figuras 1.? y 1” se puede ver perfectamente un enorme engrosamien- to colocado entre el parásito y la planta alimentadora: en este caso el Zngerto se halla sobre una rama de huisachi (Acacia farnesiana). La fig. 2.? representa un corte del tumor, y se ve muy bien que está consti- tuido en parte por el tronco abultado del encino huésped y en parte por la base engrosada del loranto. En la fig. 3.2 he dibujado con toda exactitud un corte análogo: el sujeto atacado es un copalillo (Bursera cuneifolia). Es imposible ver de una manera 22% Serie Tormo UIT La Vatluraleza Lám. I7. FLOR DEMADERA. drid deco y . 4 . 2* Sere Tomo UI. LA NATURALEZA. Lám. 111 FLOR DE MADERA DEL GUAYABO, Psidium pomiferum, L. Copia de un ejemplar de las Colecciones del uses NACIONAL. A. DUGES.—FLORES DE MADERA. 43 más clara la relación de una planta con la otra, y la división de la tuberosidad en dos porciones distintas. La línea angulosa A” A! señalará más tarde el punto de separación de los dos vegetales. La fig. 4.* es el retrato fiel de una flor de madera de mezquite (Prosopis juliflora) de tamaño natural. Hay que advertir que el gabinete de Historia Na- tural del Colegio de Guanajuato posee un ejemplar de más de veinte centíme- tros de diámetro. En algunas de estas excrecencias se distinguen bien las capas concéntricas de la madera. En fin, he figurado (fig. 5.2) una sección de un ingerto artificial de rosales interesando los dos sujetos, que hace ver la analogía que existe en los dos casos; pero en este último la unión de los individuos es íntima, indisoluble. FLOR DE PALO.—Explicando ahora todas estas figuras, diremos que lo que llaman con este nombre y es producido en Guanajuato por el Loranthus caly- culatus, se forma de la manera siguiente: La semilla del parásito, al germinar, introduce su raíz á través de la corteza del árbol invadido: inmediatamente co- mienza á crecer el brote, cuya madera penetra hasta cerca del corazón de la planta atacada, y su tejido celular prolifera de una manera enorme, ensanchan- do considerablemente la base de adherencia. Al mismo tiempo la irritación pro- ducida por su presencia determina en el sujeto sustentador un aflujo enorme de jugos nutritivos, y otra tumefacción, formada de tejido celular, viene á aplicar- se, á amoldarse sobre la primera, de manera que en el exterior las dos se con- funden y dan lugar á una gruesa bola (fig. 1.* y 1”). En la sección de esta pro- tuberancia patológica se ve bien (figs. 2.2. y 3.*) que los dos vegetales no están con- fundidos de una manera íntima: la fig. 5.2 deja ver la extremidad del cono de la base ensanchada del Loranthus, penetrando hasta la medula del copalillo. Examinando al microscopio un corte de esta región, se nota que los vasos y fibras de los dos vegetales no están en comunicación, y de consiguiente el pará- sito recibe su alimentación por absorción de los líquidos mediante el tejido ce- Inlar de la planta que lo sostiene y el suyo propio, pues ambos tejidos son muy permeables. La punta del cono que toca el corazón del copalillo contiene celdi- las espirales que son propias del Ingerto, pero no he visto vasos en este punto, á no ser una ó dos traqueidas delgadísimas. Ahora bien: el loranto, no teniendo más que una adherencia celular, acaba de extraer de la planta nutritiva todo el alimento que ésta es capaz de darle, lo agota, florece, fructifica y muere. Entonces se desprende de una pieza; su base abultada y cónica se separa y queda en la otra planta una cavidad cónica tam- bién y con surcos que van del centro á la periferio (fig. 4.2) y fueron producidos por otras tantas salientes del Ingerto. La flor de madera está formada. Guanajuato, Septiembre de 1897. ISI UD ES) SOBRE LA HIDROGRAFTIA SUBTERRANEA DEL ESTADO DE MORELOS Y LA PARTE NORTE DEL ESTADO DE GUERRERO POR EL SEÑOR INGENIERO DE MINAS DON TEODORO L. LAGUERENNE, SOCIO DE NÚMERO. En el Estado de Morelos se observa una extensa formación caliza, que co- mienza casi al pie de la serranía de Huitzilac y lo atraviesa en toda su longitud de N. E. áS. W., internándose en segnida en el Estado de Guerrero hasta más adelante de la ciudad de Iguala: esta formación puede tener una longitud de N. á S. de ciento veinte kilómetros, y de E. á O. su extensión es, por lo menos, de sesenta, ensanchándose en algunas partes y estrechándose en otras. El aspecto general que presenta es el de grandes llanuras intermnpidas por montañas que aparecen aisladas, pero si se buscan los centros de levantamiento, se ve que to- das están en la misma dirección: cerca de las extremidades de esta línea se no- tan verdaderas cadenas de montañas calizas, las cuales son notables porque en las partes elevadas están desprovistas de vegetación, que sólo aparece en los 1n- gares más bajos, es decir, en las llanuras, en donde la caliza se encuentra recn- bierta por rocas arcillosas, arenáceas, etc., propias de las formaciones terciarias y cuaternarias, ó sean rocas del Tiempo Cenozoico. Por la parte del N. E. considero que el centro del levantamiento ha sido el cerro de la Herradura, situado á cuatro kilómetros al N. de Cuernavaca. Este cerro, que tiene la figura expresada, es un volcán apagado; en dicho cerro existe una abra longitudinal ó cañón formado por la salida de las corrien- tes de lava, cuyo paso está perfectamente marcado; la misma roca volcánica que forma su piso, repercute el sonido de las pisadas de las personas que lo reco- rren; en otra parte del mismo cerro se encuentra otra abra en forma de embudo, recubierta interiormente por lavas rojizas, que se presentan á la vista del obser- vador como retorcidas, y que quizás sea el cráter del antiguo volcán. Las corrientes de lava han formado el Tescal de Tejalpa, cerca del pueblo del mismo nombre, el cual comienza como á la tercera parte del camino que de Cuernavaca conduce á Yantepec; este tescal, formado por rocas basálticas de T. L. LAGUERENNE.—LA HIDROGRAFÍA SUBTERRÁNEA. 45 =- textura algo ampollosa, se extiende poco más ó menos de N. á $S., siendo fácil seguir su dirección aun de lejos, pues en donde aparecen los órganos 6 Cereus, está uno seguro de encontrar dicha corriente de lava: en mi concepto, el levan- tamiento del cerro de la Herradura dió lugar á la formación de la cadena de montañas calizas, entre las cuales las más notables son: las de Tepoztlán, Barri- ga de Plata, Las Tetillas, el cerro de Juitepec y el de San Vicente; esta cordille- ra no es muy elevada. Por la parte del S. W., considero que el centro del levantamiento ha sido el cerro del Huizteco, en cuya base está construida la cindad de Tasco en el Es- tado de Guerrero, y dista en línea recta del de la Herradura cosa de ochenta kilómetros; el Huizteco es una masa de roca porfírica, que fué cansa del levanta- miento de la cadena de montañas, entre las cuales existe la Gruta de Cacahuamil- pa y otras varias, extendiéndose hacia el S. hasta el lugar llamado “La Piedra Chifladora,” en el camino que va del mineral de Tasco á Ieuala; forma, en fin, la serranía que se conoce con el nombre de Tlamacazapa, la cual es más eleva- da que la de las Tetillas. Estas formaciones calizas de que he hablado pertenecen, á no dudar, á la formación cretácea, pues los fósiles que he encontrado cerca de la Piedra Chi- fladora, así como los que he visto cerca de la Gruta de Cacahuamilpa y aun los que he examinado en el interior de ella, son idénticos á los que existen en el ce- rro de las Tetillas, y como se ha comprobado, estos fósiles son los característi- cos de la formación cretácea; además, como he dicho ya, estas calizas están des- provistas de vegetación en las partes elevadas, y ésta sólo aparece en los lugares en que dicha caliza está recubierta por rocas arcillosas y arenosas. En los cerros de Juitepec, así como en el de Huastepec, situados al S. E. de Cuernavaca, se encuentran grandes depósitos de sulfato de cal sumamente puro (yeso fibroso), acompañado en el cerro de Juitepec con el carbonato de cal ó sea el mármol, ve- teado algunas veces de diversos colores por óxidos metálicos: en esta gran for- mación caliza deben existir depósitos de sal gema y de azufre más ó menos con- siderables: la prueba de este supuesto la tenemos en que la mayor parte de las aguas que se emplean en el Estado de Morelos para el riego de los plantíos de la caña de azúcar, son más ó menos saladas: respecto al azufre, en la cindad de Jojutla se nota que todas las aguas de los pozos tienen un fuerte olor y sabor sulfuroso: el depósito de aquel mineral puede tal vez encontrarse entre los pueblos de Tlaquiltenango y de Tehuistla, pues desde estos puntos extremos es conducida el agua potable para Jojutla. Todos estos datos que acabo de enu- merar nos sirven para caracterizar la formación cretácea; mas tenemos otro dato, que es la existencia de infinidad de abras y cavernas en esta caliza, y esta particularidad podría hacer que se confundiese con las calizas jurásicas; pero esta hipótesis no es admisible, pues por los fósiles que he encontrado en dis- tintos lugares de esta formación, no me queda duda aleuna que deba clasificar- se como una formación de “calizas cretáceas.” 46 T. L. LAGUERENNE.—LA HIDROGRAFÍA SUBTERRÁNEA. Los dos grandes centros de levantamiento que he considerado, han trastor- nado completamente la estratificación de las capas calizas, y esto ha dado ori- gen á grandes cavernas, de las cuales algunas tienen sus entradas ó salidas ha- cia el exterior, y otras se comprende que existen en toda esta formación por las corrientes subterráneas de agua que las atraviesan, y que aparecen en aleunos lugares como para probarnos la existencia de aquéllas. Creo en la presencia de dichas corrientes subterráneas por los hechos que paso á referir. El Estado de Morelos está limitado del lado N. por la sierra que llamaré de Huitzilac, que es la misma que la de Las Cruces, que se atraviesa en el ca- mino que conduce de México á Toluca, la cual se extiende desde las inmedia- ciones de Toluca al Volcán del Popocatepetl, con una dirección media de O. á E.; está formada por basaltos y diversas variedades de estas rocas, y por lo tanto, puede clasificarse como perteneciente al período volcánico reciente. Es bastante elevada y divide al Valle de México de la Cañada de Cuernavaca. En la parte superior de esta sierra existen varias lagunas; en la estación de las lluvias la parte de agua que no se vuelve casi inmediatamente por evapora- ción superficial á la atmósfera, tiene que infiltrarse en el suelo, lo mismo que la de las lagunas, por los relices y abras de las rocas que forman dicha sierra, y ganar la parte más baja; al S. de esta sierra, es decir, del lado en donde se en- cuentra Cuernavaca, no tenemos ríos, pero sí existen numerosos ojos de agua, que aparecen en la formación caliza. En el pueblo de Tejalpa, situado al E. de Cuernavaca, existe una laguna que tal vez esté en comunicación con “Los Ojos de Gualupita,” situados al N. y muy cerca de aquella ciudad, y que son los que la abastecen de agna potable; al S. E., en terrenos de la hacienda de San Gaspar, se encuentran los manantia- les nombrados “Las Fuentes;” más adelante, en el pueblo de Juitepec, desde el año de 1874 han aparecido numerosos manantiales, habiéndose presentado éstos en mayor abundancia en el año de 1879, aun en puntos en donde no >» existían antes: el agua que producen es potable. La aparición de estos manantiales es debida, en mi concepto, á grandes de- pósitos subterráneos de agua, y como tal vez la salida de dichos depósitos se halla obstruida por los sedimentos que han ido dejando las aguas ó por de- rrumbes parciales de sus paredes, es natural que el agua busque una nueva sa- lida por las partes más débiles, apareciendo, en fin, al exterior, bajo la forma de pozos brotantes. La existencia de estas cavernas subterráneas está comprobada también por la desaparición repentina del agua que servía hace algunos años para el riego de los plantíos de caña de azúcar de la hacienda de Xochimancas, cerca del pnue- blo de Tecumán, actualmente estación del Ferrocarril Interoceánico: pues bien, los plantíos de caña de azúcar quedaron en seco de la noche á la mañana; dicha agua se conoce que buscó su salida por otro lado, tal vez cerca del pueblo de T. L. LAGUERENNE.—LA HIDROGRAFÍA SUBTERRÁNEA. 47 Xochitepec, en donde en la misma época aparecieron en las inmediaciones del río algunos manantiales, cuyas aguas arrastraban á veces pequeños fragmentos de carbón vegetal, lo cual nos indica que dichos fragmentos eran acarreados por la corriente subterránea que se formó al desaparecer las aguas de la superficio. Cerca de la hacienda de San José Vista Hermosa existe la laguna de Te- quezquitengo, de formación reciente; en dicho lugar existía hace pocos años un pueblo, y yo mismo he visto, casi en el centro de dicha laguna, la cúpula de la iolesia que remata en una cruz de piedra: se me dice que dicha laguna se formó con lo que llaman los achololes, ó sean los derrames de las aguas de regadío; no ereo esto por las razones siguientes: 1.* El nivel de dicha laguna está más alto que el nivel de la mayor parte de los campos de caña. 2.* Si esta fuera la can- sa, en todas las haciendas, en los puntos más bajos y cerrados, existirían lagu- nas semejantes. La formación de dicha laguna debe, en mi concepto, atribuirse á la existencia de corrientes subterráneas, pues según datos adquiridos, hace ya aleún tiempo que comenzaron á brotar manantiales en dicho lugar, los cuales con el tiempo llegaron á formar la laguna á causa de la configuración especial del terreno en que estaba coustruido el pueblo, y que puede compararse con el fondo de una olla, por ser una hondonada de cerros; esta laguna tiene su flujo y reflujo, pues hay épocas del año en que es visible gran parte de la torre, y otras en que apenas se ve la cruz de la cúpula. Es probable que la misma corriente subterránea sea la que ha formado la laguna de Coatetelco, cerca del pueblo de Mazatepec, al Oeste de la hacienda de San José Vista Hermosa, siguiendo después en dirección al pueblo de Cacahua- milpa, más al S. O., en donde también existen varios manantiales; dirigiéndose en seguida, tal vez por debajo de la serranía de Tlamacazapa, en donde son muy frecuentes las abras que en el país llaman sótanos, que afectando á veces la forma de pozos verticales, atraviesan numerosos bancos de caliza, hasta llegar á pro- fundidades desconocidas; otras ocasiones parecen ser cavidades que siguen las ondulaciones de las capas de estas mismas rocas calizas, y variando generalmen- te de aspecto según la sección visible al observador; hay también algunos termi- nados superiormente en forma de embudo y otros en la de pozos ó cavidades ci- líndricas; en todos estos sótanos se comprende que pasa una corriente de agua, pues en algunos es perceptible. á Á principios de este siglo el agua del Ojo de San Felipe, que forma el río de la barranca de Atlixtac, situado á cosa de seis kilómetros al E. del Mineral de Tasco, desapareció y vino á brotar cerca de la'cuesta del Platanillo, camino de Iguala, ó sea á una distancia de cuarenta kilómetros. Estas corrientes subterráneas son tal vez las mismas que alimentan á la la- euna de Túxpam, situada como á cuatro kilómetros al N. de Iguala; dicha lagu- na se desbordó en el año de 1879 é invadió aleunas de las calles de Ienala; este fenómeno tuvo lugar precisamente en los mismos días en que aparecieron los manantiales nuevos de que he hablado ya en el pueblo de Xochitepec, y en que 48 T. L. LAGUERENNE.—LA HIDROGRAFÍA SUBTERRÁNEA. se verificaron los hundimientos en una montaña immediata á la Gruta de Caca- huamilpa: todos estos fenómenos están, en mi concepto, íntimamente relaciona- dos, pues al tener lugar el hundimiento cerca de Cacahuamilpa, probablemente una gran masa de escombros interrumpió de pronto la dirección de la corriente subterránea; lmbo, por lo tanto, un retroceso en dicha corriente, por cuya causa el agua se desbordó en los extremos, pues fué notable el aumento de líquido en esa época en todos los manantiales de que me he ocupado en esta narración. El trayecto que recorren estas corrientes subterráneas en las cavidades ó abras que nos presenta esta formación caliza, puede, en mi concepto, comparar- se con las ramificaciones infinitas, las bifurcaciones, las ondulaciones, las quie- bras en zigzag, las fallas, y aun las alternativas de ensanchamientos y contrac- ciones y las dislocaciones que nos presentan las vetas metalíferas en su trayecto, variando únicamente el modo de llenamiento. Debajo de la Gruta de Cacahuamilpa, en el Estado de Guerrero, se com- prende que pasan los dos afluentes que forman el río de Huajintlán; el del lado del O. desaparece en el lusar nombrado Puente de Dios, y está formado por to- dos los arroyos que se encuentran en la sierra que del Mineral de Tasco se dirige al de Zacualpan, en el Estado de México; el del lado del N. desaparece en la abra de Huitztemalco, situada al N. de la ernta, siendo el río de San Jerónimo que nace á inmediaciones de Tenancingo, en el Estado de México. Es de presumirse que estas dos corrientes, al pasar debajo de la gruta, deban tener cauces distin- tos, pues aparecen sus aguas separadas en el paraje nombrado “Las Bocas,” al otro lado de la montaña, es decir, en la falda que ve al E. Del otro lado de la ernta, es decir, al O., existen aleunas abras y sótanos, pero parece que á poca distancia acaba la formación cavernosa, aun cuando si- gan las calizas, las cuales están interrumpidas al S. W. por los pórfidos; al N.W., en la otra vertiente, comienza lo que llaman el llano del Despoblado. Creo conveniente hacer notar que el volumen de agua de todos los manan- tiales inmediatos á Cuernavaca, ha disminuido desde que han comenzado las ta- las de los bosques en la serranía de Hnitzilac. Para terminar, debo indicar que en mi concepto el levantamiento porfírico del cerro del Huitzteco es el que ha dado lugar á la formación de los criade- ros minerales de Tasco, y también soy de opinión que si en el extremo opuesto, es decir, en los cerros de las Tetillas, etc., etc., se buscase con empeño, tal vez se encontraría algún criadero mineral que contenga oro, por estar subordinado el levantamiento de estas rocas al período volcánico. México, Agosto de 1897. —_——— AA PARALELO DE LOS CRANEOS DE CABALLO Y DE ASNO Por eL Señor Doctor ALFREDO Duces SOCIO CORRESPONSAL “LA. Muy difícil es, en la mayoría de los casos, determinar las especies de caba- llos fósiles, y probablemente más de una de ellas no es más que nominal, y fun- dada sobre particularidades de importancia problemática. Me parece que se fa- cilitaría el trabajo si se establecieran antes dos categorías entre los cráneos de equídeos, la una conteniendo los caballos propiamente dichos y la otra los asnos. ¿Hay modo de fundar estas dos divisiones? Es lo que me propongo probar, asen- tando las diferencias que existen entre estos dos subgéneros. Para uniformar la comparación han sido reducidas las dos cabezas á la misma escala. ASNOS. La frente presenta una convexidad longitudinal muy marcada (fio. 1). La cara es corta y más alta que la de los caballos, como puede verse por la fio. 2, , C. Fig. 1. Asno. A $ La Nat.—Ser, 11, —T. I.—Febr, 1898. 50 A. DUGES.—PARALELO DE LOS CRÁNEOS DE CABALLO Y DE ASNO. donde se han dibujado en superposición ambos cráneos. La órbita del ojo es subtriangular, debido á que el borde posterior de ella es casi recto. Si se traza una línea vertical partiendo de la protuberancia occipital, se observa que dicha línea pasa muy atrás de los cóndilos occipitales (fig. 1, P K). La mayor altura de la cara (fio. 1, O D) iguala la distancia entre la protuberancia occipital y el punto E que viene á quedar como á tres cuartos de la distancia de la órbita al agujero sub-orbitario. Desde la punta de los dientes (fig. 1, F) hasta el nacimien- to del hueso intermaxilar (fig. 1, H), hay casi el mismo intervalo que desde la protuberancia occipital hasta la mitad del apófisis post-orbitario (fie. 1, B I). La protuberancia occipital está muy saliente y bien distiuta. La distancia entre la punta del hueso nasal y su articulación con el intermaxilar doblada, alcanza co- mo á la mitad de los incisivos superiores. La línea A B (fio. 1), que pasa por la espina malar y el borde superior del orificio auricular, viene á cruzar la protu- berancia occipital ó se continúa un poco arriba de ella: esta línea es la de Les- bre, ligeramente modificada. Los molares superiores (fig. 4) carecen del pliegue que Lesbre llama caballuno y que está indicado en esta misma figura con las le- tras P. C. En la fio. 1 del cráneo del asno, las líneas 4 Z y C D miden respee- tivamente 0,7060 y 0,077; las he indicado para que se puedan comparar con las mismas en el caballo, donde son de 0,”058 y 0,073, y ver así la diferencia de al- tura de la cara en los dos equídeos. CABALLOS. La frente, vista de perfil, es plana y no ofrece la convexidad de la de los asnos. La cara es larga y relativamente angosta. La órbita del ojo es sub-circular. La línea B K (fig. 5) viene á caer entre los cóndilos occipitales ó Fig. 3. Caballo. á su nivel: se supone, como para el asno, que el cráneo descansa sobre una sn- perficie horizontal y está provisto de su mandíbula inferior. La línea C D (fig. 3) iguala á la distancia entre la protuberancia occipital y la mitad del espacio en- tre el ojo y el agujero sub—orbitario (E), ó sea la mitad de la longitud de la cabe- za con sus dientes. Las distancias F H y B 1 (fio. 3) difieren poco de las mismas » A. DUGES.—PARALELO DE LOS CRÁNEOS DE CABALLO Y DE ASNO. 51 en el asno. La protuberancia occipital es relativamente poco saliente y en con- tinnación con las curvas del occipital. La distancia LH doblada (fio. 5), es decir, la doble longitud de la porción libre del nasal, no alcanza más que á la entrada de las fosas nasales en el punto donde se articulan entre sí los huesos incisivos. La línea de Lesbre (fio. 3, A B), continuada, pasa hacia atrás de la protuberancia occipital. Los molares tienen un pliegue caballuno (fig. 4, P C) bien señalado: Líneas de esmalte según M. X. Lesbre. Bull. soc. anthropol. Lyon., núm. 1, 1892, o / XA Cuarto molar supe- rior de segunda den- Cuarto molar supe- tición del caballo. ¿ PC. ao] wo> rior de segunda den- P. C.—Pliegue tición del asno. caballuno. l á / 4. si se considera el borde interno de la corona de la muela, se le distinenen dos curvas de convexidad interior, entre las cuales hay dos dentículos, el anterior grande y sostenido por un pequeño pedícnlo, y el posterior chico, que es el plie- gue caballuno de Lesbre. No habiendo tenido oportunidad de medir un gran número de cráneos de los dos subgéneros mencionados, no quiero dar las reglas anteriores como abso- Intas, aunque las más importantes estén adoptadas por autores recomendables; pero creo que sufrirán pocas excepciones y que en lo general su aplicación será provechosa, tomando por guía el conjunto de ellas, y no una sola, tal vez la me- nos importante por su constancia. Fig. Juzeo de interés la reproducción del siguiente cuadro comparativo. SEGUN CORNEVIN. Caballo Asno indico nasal ss 28,77 á 42,76 42,3 4 46,70 Ángulo parieto-occipital. .. 83 á 1009 70.4 709 Capacidad craneana........ 510 á S21cc 370 á D86ce Peso del encéfalo.......... 394 4 7308 319 á 5218 Guanajuato, Marzo de 1898. o — UN NUEVO GENERO DE OFIDIO POR EL MISMO SEÑOR SOCIO. Deseribí y fienré en “La Naturaleza,” 2.2 serie, tomo IL, 1897, pás. 455, un Ofidio nuevo con el nombre de (reophis tecpanecus. CARACTERES GENERALES.—Aspecto de Coronelídeo, ó más bien de Cala- marídeo. Negro, con reflejos azules; seis fajas blancas dorsales, cortas y trans- versales; un collar blanco pasaudo sobre el carrillo y la mayor parte de la gar- canta. Siete supralabiales, 3.2 y 4.* tocando el ojo, la 5.2 más grande. Una pre- ocular muy pequeña arriba de una freno-oenlar: dos post-oculares. Temporales, 1+2+2. Cola muy corta, eruesa y obtusa. Quince hileras de escamas, la mayor parte provista de dos poros apicales. Una pre-anal. Cabeza, 0,025; cola, 0,023; longitud total, 0,50. Las vértebras dorsales, aun delante de la parte media del cuerpo, llevan una hipófisis marcada. El Profesor G. A. Bonlenger hizo de esta serpiente nn Atractus (Zoología, 1896, Rept., pág. 25); pero los Atractus ni tienen hipapófisis en las vértebras dorsales, ni fosetas apicales; sin embargo, el cráneo de (7. tecpanecus, del cual he figurado la única porción que poseía, se parece más al de un Atractus que al de un (reophis. Por otro lado, los (Feophis carecen de fosetas apicales y de hipa- pófisis, aunque se acerquen por su conjunto á la serpiente en cuestión; además, tienen las últimas labiales superiores en contacto con las parietales, lo que no pasa con (7. tecpanecus. Es, pues, evidente, que mi tecpanecus no es ni un Geophis ui un Atractus; pero como me parece que tiene afinidades con los dos, propongo para él un nue- vo género, el de Geatractus. Será entonces freatractus tecpanecus, A. Dug. He consultado á este respecto mua autoridad en erpetología, mi amigo el Profesor G. A. Boulenger, quien cree que este género nuevo es muy aceptable, siendo, además, un tipo interesantísimo, pues son umy pocos los Calamarídeos que tienen fosetas apicales. Guanajuato, Mayo de 1898. a AAA A 28 ermelomolt. LGA >, EEN A La e Valuraleza Erythroxvlon ellplicum RAMIREZ. Lám. IV. EL ERYTHROXYLON ELLIPTICUM, y. ax. INFORME ACERCA DE ESTA NUEVA ESPECIE POR EL SR. DR. MANUEL M. VILLADA, SOCIO DE NÚMERO. En el Tomo III, página 36 de los “Anales del Instituto Médico Nacional,” apareció un interesante artículo del Sr. Dr. José Ramírez, respecto de una plan- ta mexicana de especie desconocida, y que, como la Coca del Perú, contiene en sus hojas la cocaina, aunque en pequeña cantidad. Su descripción hecha por el autor, y que vertiré tan sólo al idioma latino, es como signe: ERYTHROXYLON ELLIPTICUM, J. Ram.—Arbor 4-5 m. altitudine, ramis suboppositis, in parte in- Jferiore rugosis et griseis, ad extremitatem ferruginosis; foliis alternis breviter petiolatis, ellipticis, tandem leviter elliptico-oblongis, in apice pauci acuminatis et fere mucronatis, in base aliquantu- hum cuneiformes, subcoriaceis, glabris; infra ferruginosis, reticulato-venosis, nervio centrali pro- minenti in duobus terciis inferiorem, supra aliquantulum venosis et nervio centrali etiam valdé prominente: 8-10 cent. longa, 4*/2-6 id lata; petioli 6-S mm., teretiusculi, canaliculati et plus fer- ruginosis; stipulis intrapetiolaris, oblongis, seu oblongo-lanceolatis et dupliciter longitudine quod petiolus, glabris, rubescentis, leviter striatis, surco exhibente in facie exteriore, indicium ejus adhe- rentice cum petiolo; subtér innovationis, stipule alice folia sustiturm, priores cequales, sed cum ap- pendici subulati, nigri, in facie externa et circam basis, dimidiam longitudine et totaliter adpressis ad stipulam; inforescentiis in fasciculis bracteatis, 6-10 forum, in axillis stipularum aphyllee. co- llocatis; bracteis numerosis in base petiolorum, imbricatis, 2 mm. longitudine, aovato-triangularis, mucronatis; pedunculis pentagonis, aristis usque ad sinus calycis prolongatis, 6-8 mm. longi el plus lati ad supra; calycis persistens, pentagoni, 5-partiti, glabri, cestivationis valvato-redupli cativi et sepali in base connati, lobis aovato-acuminati; petalis quinque ad ERYTHROXYLON COCA similles, sed supra plus lati, calyce longiores et appendix majus complicatus; staminis 10, mona- delphis, pistillo longiores; tubum globosum ad terciam longitudinis staminorum, contextee glandulo- scr, leviter prolongatus super quinque filamenta, quinque alía fascie interna nascentia, subter ali- quantulum margine superiore; antheris ellipticis, basifixis, lateraliter dehiscentis; ovari subtrigo- ni, 11/, mm. longitudine, triloculari, uni-ovulati (per abortum alice duce ovuli); styli 3 longitudine ovarii, in apice capitato-stigmatosi; drupiis per abortum uniloculare, monosperma: semina non vidimus. Floret in Marzo. Crescit in Motzorongo, Estado de Veracruz, México. Difert imprimis: ab E. MEXICANUS, H. B, K., foliis ellipticis apice acuminatis el fere mucro- natis et stipulis dupliciter longitudine quod petiolum; ab E. MACROPHYLLUM, Cav., foliis plus Mi- nore, non lanceolatis, nec utrinque acuminatis et fructu per abortum uniloculare: unicce speciel mexicante determinate in BIOLOGIA CENTRALI AMERICANA. Transcribimos en seguida, textualmente, la segunda parte del trabajo del Sr. Dr. Ramírez, y que se refiere á la misma planta. 54 M. VILLADA. —EL ERYTHROXYLON ELLIPTICUM, J. RAM. UN DATO MORFOLÓGICO DE LAS HOJAS. “En la parte descriptiva de la planta, dice el Sr. Dr. Ramírez, señalamos, además de las estípulas intrapeciolares, otras imbricadas y en cuyas axilas ge- neralmente aparecen las inflorescencias. Cuando clasifiqué la planta, poca aten- ción le presté á la existencia de estas estípulas afilas que habían sido bien se- ñaladas por los autores, y esto por lo frecuente que es encontrar mucho de vago en las descripciones de las plantas, sobre todo cuando los órganos no tienen á primera y ista la forma más conocida; tal sncede con las brácteas que, ó se les describe como hojas florales, ó aun son consideradas como haciendo parte, á tí- tulo de apéndices, de la primera envoltura de la flor.” “Como prueba de que el mismo órgano es considerado y descrito de dife- rente manera, nos va á servir de ejemplo justamente la descripción de estas es- típulas por varios botánicos.” “ICunt, que separa las Eritroxíleas de las Malpigiáceas, para formar un or- den distinto, al tratar del género mencionado se expresa así: Habitus: frutices aut arbores; ramuli juniores stipulis imbricatis obtecti et compressi.” “Endlicher, en la pág. 1,065 de su Genera, dice: Stipule intra-axillares, concavee, searioso-squamaformes, in pedunculis aphyllis bracteoliformes.” “Lindley, en el “Vegetable Kindom,” pág. 391, describe de este modo los órganos de que nos ocupamos: ramitas jóvenes frecuentemente comprimidas y cubiertas por escamas agudas é imbricadas; y más adelante: pedúnculos emer- giendo de numerosas brácteas imbricadas semejantes ú escamas.” “Bentham y Hooker, en el “Genera Plantarum,” vol. I, pág. 244, dicen: Stípulee intra peciolares innovationum sepe ramentacee imbricate et aphylle.” “Por último, Baillon, en la “Histoire des Plantes,” tomo V, pág. 51, se ex- presa en estos términos: Sus flores son solitarias ó están reunidas en pequeños ramilletes de cimas en la axila de las hojas ó de las brácteas que sobre ciertas ramas ocupan su lugar; y en la pág. 66: foliis alternis, simplicibus, integris; stipulis intrapetiolaribus, in inovationum nunc seepe imbricatis et aphyllis.” “Como es fácil comprender, después de la lectura anterior el espíritu queda confuso, y cabe la duda si en el caso se trata de brácteas ó estípulas; pero un estudio un poco detenido y la reflexión, conducen infaliblemente á considerar estos óreanos como verdaderas estípulas.” “Al emprender la descripción detallada de la planta, cuando se trató de es- tos órganos, hubo necesidad de definir termiuantemente su morfología, y por el examen cuidadoso llegué á encontrar el apéndice alesnado que hasta entonces había pasado desapercibido por su situación en el surco de la cara anterior de la estípula. Desde entonces ya no me eupo la menor duda de que estos órganos J. R.—UN NOMBRE GENÉRICO INCORRECTO. 55 eran hojas atrofiadas en su limbo, pero conservando sus estípulas perfectas, y así se explica la situación aparentemente anómala de las inflorescencias.” “Una vez definida la cuestión, investiené si en las obras en que se ha des- erito el género Erytroxylon y sus especies se hacía mención de este apéndice, y como no encontré nada relativo á este punto, me ha parecido que merecía la pena consienar este DATO MORFOLÓGICO que, á mi juicio, no carece de im- portancia.” México, Diciembre de 1897, E CRÓNICA CIENTÍFICA. UN NOMBRE GENÉRICO INCORRECTO. En el número 16 del volumen XXXII de los “Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences,” correspondiente al mes de Junio de 1897, apa- rece una memoria del conocido botanista Sr. J. M. Greenman, destinada á la des- eripción de plantas nuevas ó poco conocidas de México, y en la pág. 303 del fo- lleto se establece un género nuevo de Acanthacece, el Buceragenta, cuya etimo- logía el autor la explica de la signiente manera: “The generic name is taken from 005, Képas, and yiyvouai, in reference to the Spanish name Cuernavaca, from which place in comes.” El nombre genérico está tomado de fobos, K£pas y yiyronai, refiriéndose al nombre español Cuernavaca, de cuyo lugar proviene la planta. Así, pues, el Sr. J. M. Greenman supuso que el nombre de la capital del Es- tado de Morelos quiere decir cuernos de vaca, y de aquí el nombre griego com- puesto que le puso á la planta. Pero como la palabra Buceragenía ha sido for- mada partiendo de una interpretación errónea, creemos que será útil, para evi- tar confusiones en el porvenir á los botánicos que investigan las etimologías de los nombres genéricos, darles á conocer la verdadera etimología de Cuernavaca. Este nombre es una corrupción de la palabra nahuatl Cuauhnahuac, compuesta de cuahaitl, árbol, y de nahuac, cerca de; y sienifica, por lo mismo, cerca de los árboles, á la orilla de la arboleda ó del bosque. El jeroglífico de que se sirvieron los antiguos habitantes para representar á su ciudad en su escritura fienrada, representa un árbol (cuahuitl), cuyo tronco tiene una abertura bucal de la que sale una vírgula, signo de la palabra ó len- enaje (nahuatl).—J. R. SECRETA DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL Sesión Extraordinaria del 10 de Marzo de 1898. Presidencia del Sr. Dr. D. José Ramírez. Abierta la sesión á las 6 30 p. m., se leyó el acta de la junta anterior, la que sin discusión fué aprobada. El Señor Presidente expuso que, conforme á los Estatutos de la Sociedad, se tenía que proceder á la renovación de oficios, concediendo antes la palabra al Sr. Dr. Villada para que con su doble carácter de Tesorero y Director del periódico “La Naturaleza,” rindiera los respectivos informes. Este funcionario dió cuenta en seguida del estado de los fondos, é hizo una reseña del que guarda la publicación. Quedó nombrado el Sr. Inge- niero D. José C. Segura para hacer la glosa de la cuenta. Terminado este asunto procedióse á la elección por eserutinio secreto, que- dando nombrados por mayoría absoluta de votos los siguientes señores socios: ¡PRESIDENT 00 ona da ol INGENIERO D. JOSÉ C. SEGURA. VICEPRESIDENTE. +... .....- Dr. D. MANUEL URBINA. PRIMER SECRETARIO. ...... Dr. D. EDUARDO ARMENDARIS. SEGUNDO O na io INGENIERO D. JESÚS GALINDO Y VILLA. [PESORERO treo aero ea Dr. D. MANUEL M. VILLADA. Se hizo después el nombramiento de la Comisión de Publicaciones, resultan- do electos el Sr. Dr. Villada como Presidente, y Vocales los Señores Profesor en Farmacia Don Francisco Río de la Loza y D. Gabriel V. Alcocer. Á moción de varios señores socios, y aprobado por todos los presentes, que- dó electo Presidente Honorario de la Sociedad el Sr. Dr. D. Manuel M. Villada. Se levantó la sesión á las 7 30 p. m., habiendo asistido á ella los Señores Aguilar Santillán, Alcocer, Armendaris, Mendizábal Tamborrel (Joaquín), Ra- mírez, Río de la Loza, Sánchez (Jesús), Segura, Urbina, Villada y el suscrito —segmiudo Secretario. Jesús Galindo y illa, .o- 22S.T* II La Naturaleza LamV. Viste de la idad de 400 6 México. s o A . j > asas "Grandes (de Maq B) 5 5 - | = ER | E | en == z $, Yestdi0 Ae, La Ticos y Errestaio de TAC NT Cartas y | | / o y £ | S MAS | ES a AD e ¿ » MIS | Sar Jose de las Pee cajón - Sa a Fulaliq y po ¿ > ; A] Me ” «Paso del Águila ye ye z 'a] lanantial 17 e A FuerteDuncar > A 5 rta re Zardgoxa ; lof E OL dlamar tral . 1 parral - Natmucnia anta Rosalia mio [del P : ia, o LS tregorio o E Wupaderos E | Sa Rosa de. Muzqutz, Santal uz Buejuguilla : ESO. 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E: KR. 5. CONSERVADOR DE LA COLECCIÓN DE MINERALES DEL MUSEO BRITÁNICO. INTRODUCCION. Recientemente han sido publicadas las descripciones de algunos aerolitos del Desierto de Atacama, que posee actualmente el Museo Británico. Algunos de ellos son distintos de los que hay en otras colecciones, por haberse conservado intactos desde que se les descubrió: faltaba averiguar si procedían de lluvias meteóricas, cuyos productos han sido ya en parte coleccionados y descritos. Me pareció necesario emprender un estudio preliminar de la bibliografía meteorográfica del Desierto de Atacama, y llegué á persuadirme que la suposición de lluvias meteóricas en áreas extensas, fuese Ó no fundada en lo general, se apoya en pruebas insuficientes, con toda evidencia, respecto al expresado Desierto. Una vez dió origen á tal suposición un simple cambio de los letreros de ciertos ejemplares; otra, hubo interpretación errónea de los datos referentes á una localidad. En fin, aunque es cierto que se han recogido fragmentos de un mismo tipo en puntos muy distantes, se encontraban en caminos transitados, aunque peli- grosos, y por ellos se han transportado en mulas, otras veces, masas meteóricas semejantes. Se dijo que “4 cada paso se encontraban aerolitos en el Desierto,” en una época en que la mayor parte de esta región no había sido explorada. Hoy puede asegurarse lo contrario. En resumen: 1? Desde el año de 1751 sólo se han observado nueve lluvias de aerolitos. 22 Nunca han caído más de dos á la vez. 32 El más grande (Nejed) pesaba solamante 131 libras. 40 Varias veces han caído meteoritos á millares. 52 La distancia que separa á los aerolitos, ya sean de piedra ó de hierro, es, 4 lo más, de diez y seis millas. 62 En algunas regiones los aerolitos no se oxidan por completo sino hasta después de muchísimo tiempo. ; 72 En algunos lugares se han hallado recientemente numerosos aerolitos, quizá porque no se habían hecho antes exploraciones cuidadosas ni se había cultivado el terreno durante muchos siglos. 1 (Traducido para “La NaturaLEza” del Mineralogical Magazine, Vol. IX, núm. 42, pág. 91, por A. Herrera). 2 Mineralogical Magazine, 1889, Vol. VII, pág. 223. La Nat.—Ser. 11.—T. I11.—Febr. 1898. 8 58 L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXIOANOS. ==. El Profesor Daubrée' dice que la dispersión limitada de los meteoros sugiere la idea de que entra una sola masa en la atmósfera terrestre, después de dividirse por la enorme resis- tencia del aire. Y cada uno de los pedazos, á causa de las diferencias de forma y de tamaño, encuentra una resistencia determinada en el aire, mayor para las grandes masas y para las grandes superficies. De manera que deberían caer los fragmentos de aerolito á mayores dis- tancias unos de otros que las observadas hasta la fecha. (Véase la nota). Esta explicación es tal vez inexacta, porque también puede explicarse la separación de los productos de una lluvia meteórica, suponiendo que una sola masa primitiva se va despe- dazando durante su camino. Pero si no fuera por la resistencia variable que opone el aire á cada fragmento, sería in- significante la dispersión de los productos de la masa primitiva, aunque fueran muy nume- rosas las “explosiones,” puesto que cada pedazo conservaría la enorme velocidad que le co- rresponde como miembro del cuerpo en movimiento. Mecánicamente es imposible que por explosión de una ó varias masas meteóricas puedan caer sus fragmentos en lugares muy dis- tantes de la línea general de travesía. Hay gran semejanza en la estructura y composición de los meteoritos aislados y de los que se recogen por centenares y aun millares en un mismo lugar. Los fenómenos luminosos y las detonaciones son iguales, ya sea que se produzca una lluvia ó solamente la caída de una masa aislada. Es difícil admitir, por lo mismo, que la enorme diferencia en el número de masas indi- viduales que se han encontrado después de diferentes caídas meteóricas, pueda explicarse sa- tisfactoriamente por las diferencias de estructura ó velocidad de bloques únicos que entran en la atmósfera terrestre. Sin embargo, no puede asegurarse que se hayan estudiado satisfactoriamente todas las consecuencias de la entrada en la atmósfera terrestre de uno ó varios cuerpos dotados de una velocidad planetaria. Oonvendría comparar las observaciones hechas acerca de la distribu- ción en todo el mundo de las masas pertenecientes 4 un solo tipo meteórico. Sería de interés científico el estudio de esta suposición: ¿Se encuentran esparcidas en una vasta extensión de terreno varias masas meteóricas pertenecientes 4 un tipo único bien definido? En el caso de que se concluyeran estas investigaciones se averiguaría si ha habido gran- des lluvias de meteoros en épocas comparativamente recientes, y si hay relación estrecha en- tre los meteoritos y las estrellas errantes. Nora. Para que los lectores de “La Naturaleza” puedan juzgar esta cuestión con ma- yor número de datos, copiamos en seguida algunas líneas de la conocida obra de Secchi.? “Se sabe que los fenómenos luminosos que presentan las estrellas errantes y los bólidos “se deben á la combustión de las masas que vienen de los espacios celestes y caen sobre la “tierra. Su velocidad, según los cálculos de M. Schiaparelli, es de 16 4 72 kilómetros por se- “gundo, según que sigan la dirección de nuestro globo 6 caminen en sentido contrario. Esta “velocidad es inmensamente superior á la que tienen las moléculas de los gases atmosféricos, “y es inferior á 500 metros por segundo. Por lo tanto, la masa meteórica produce durante su “trayecto una especie de tubo vacío y comprime fuertemente al aire, adelante, aumentándose 1 £tudes Synthétiques de Géologie Expérimentale. Paris, 1879, p. 672. 2 L'unité des forces physiques. Paris, 1874, p. 59. L. FLETOCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. EDO Lluvias de meteoros que se supone han ocurrido simultáneamente en grandes regiones. Se ha creído en las lluvias simultáneas de meteoros, fundando esta aseveración en la abundancia y modo de distribución de las masas meteóricas en el Desierto de Atacama, en África y en México. Se ha encontrado un número considerable de masas de hierro meteórico de una á dos- cientas libras de peso, cuando más, en el extenso territorio de los Estados Unidos de Norte América; pero ha sido imposible obtener, por comparación de sus caracteres mineralógicos, una prueba evidente de que los ejemplares hallados á grandes distancias unos de otros han pertenecido á un solo meteoro. Las pruebas de la dispersión en África de masas pertenecientes á un solo aerolito, son muy vagas, y según parece se reducen á una breve relación apoyada por el Capitán J. E. Alexander: “que había abundantes masas meteóricas diseminadas en una gran superficie de aquella región.”* El mismo Alexander escribió las palabras “mucho hierro” en su mapa, del lado Este del Gran Río de los Peces, á los 269 de lat. S.; pero este punto dista sesenta mi- llas de su camino, según su mapa, y Alexander no describe ni la localidad ni las cireunstan- cias del caso; es, pues, evidente que jamás vió los aerolitos y que se contentó con transcribir los informes de un indígena, lo que no prueba que aquellos cuerpos estén distribuidos en una gran superficie. Además, el Oapitán Alexander dice? que: “según aseguran hay al N. E. de Betania, cerca del gran río de los Peces, uná llanura cubierta de grandes moles de hierro: para levantar algunas de ellas se necesitaría de varios hombres. Yo poseo muestras de este hierro.” “4 un grado enorme la densidad de éste, y produciendo así un inmenso trabajo que destruye ““su fuerza viva. El Señor Conde de Saint-Robert ha probado que si se supone un aerolito es- “férico, de un centímetro de radio y un peso de 14 kilos, con una velocidad de 16 kilómetros, “al llegar á la región del aire en que la presión es de 0,2012, la velocidad del meteoro se re- “duce á 1,397 metros, después de haber desarrollado 446,850 calorías. Y si el proyectil tiene “4 la entrada una velocidad de 72 kilómetros, al llegar 4 dicha capa su velocidad se reduce á 41,403 metros, desarrollando 9.114,736 calorías; pierde, pues, en el primer caso "/,, de su ve- “locidad, y en el segundo %/;,. Es decir, que la principal pérdida de velocidad tiene lugar en “las capas más elevadas de la atmósfera; y donde la presión es de un solo milímetro, las ve- “Jocidades quedan reducidas á 4,871 y 5,105 metros, y se desarrollan 408,556 y 72,360 calo- “rías. De esto se deduce que el calor producido es suficiente para volatilizar la mayor parte “(de estos cuerpos, que sólo podrán llegar á tierra si son de una masa enorme. La atmósfera “nos sirve, por lo tanto, de coraza para defendernos de esta formidable artillería intra=plane- “taria (Saint-Robert. Thermodynamique, 2* Edition, p. 330). Es probable que una gran parte “de los cráteres lunares más pequeños haya sido hecha por estas piedras que llegan de las “profundidades del espacio.” (Nota de los Redactores). 1 An Expedition of Dis. Inter. Africa (countries of the Great Namaquas, Boschmans and Hill Damaras). 1838, vol. 2, appendix, p. 272. 2 Journ. Roy. Geogr. Soc. London, 1838, vol. 8, p. 24. 60 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS, METEORITOS MEXICANOS. Las pruebas relativas á los aerolitos mexicanos son mucho más abundantes y merecen mayor atención. México es más notable que cualquiera otra parte de la tierra por el número y dimensio- nes de las masas de hierro meteórico que en él se encuentran. Se supone generalmente que ha recibido lluvias meteóricas en sitios muy distantes para explicar este carácter. El Profesor Lorenzo Smith! llegó á la conclusión de que había pedazos de un mismo meteoro, diseminados en una superficie de centenares de millas en el Norte de México, y esta conclusión generalmente ha sido aceptada.* El Profesor Whitney* y el Sr. Urquidi* creen que una serie de masas meteóricas diseminadas en una extensión de más de 1,000 millas, en Mé- xico y los Estados Unidos, podían ser productos de una sola caída. Huntington? dice que el hecho de que se hayan encontrado ciertas moles de hierro “en lugares muy distantes unos de otros, no prueba que no hayan pertenecido al mismo meteorito, puesto que el de Roches- ter pasó sobre los Estados de Kansas, Missouri, Hlinois, Indiana y Ohio, y se supone, ade- más, que pasó también por Penusylvania y Nueva York, y cayó en el mar soltando pedazos durante su camino.” Por consiguiente, es probable que en una época remota haya pasado sobre los Estados Unidos un enorme aerolito, yendo á caer en México la masa principal, y que algunos frag- mentos se desprendieron durante su camino y cayeron en diversos puntos. El Profesor Bárcena dice:* “la propiedad peculiar del territorio mexicano, de atraer á los meteoritos, se observa todavía” (atracción de las estrellas errantes). Debemos resolver las cuestiones siguientes: 12 ¿Qué caídas de meteoritos se han observado con seguridad en México? 2% ¿En qué localidades se han descubierto masas meteóricas? 3? ¡Se sabe con certeza cuál es la distribución de los aerolitos en cada localidad? 4% ¡El clima de México es favorable para la conservación de los aerolitos? 5% ¿Han ocurrido algunas lluvias meteóricas en épocas remotas? 62 ¡Se han transportado algunos meteoritos á cierta distancia del lugar en que cayeron? 72 ¿Los antiguos mexicanos eran capaces de transportar monolitos? 8% ¿Adoraban á los aerolitos, por ser éstos cuerpos caídos del cielo? 92 ¡Existe alguna prueba de la dispersión de masas meteóricas de un mismo tipo? 10. ¡Si así sucede, tiene esta dispersión un origen celeste, Ó se debe á la mano del hombre? 1 Amer. Journ. Sc. 1871, ser. 3, vol. 2, p. 338. 2 Ibid. 1887, ser. 3, vol. 33, p. 116. 3 Proc. Cal. Acad. Nat. Sc. 1866, vol. 3, part. 3, p. 242, 4 Bol. de la Soc. Mex. de Geog. y Estad. Segunda época, 1871, vol. 3, p. 276. 5 Proc, Amer. Acad. Arts. and Sci. 1888, vol. 24, p. 34. 6 Proc. Acad. Nat. Sc. Philadelphia. 1876, p. 126. L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 61 1? ¿Qué caídas de meteoritos se han observado con seguridad en México? Sólo se han observado las siete caídas siguientes: Noviembre 24,—1804,—Hacienda de Bocas, Estado de San Luis Potosí. Bnero........ —1844.—Loma de la Oocina, Estado de Guanajuato. JU —1865.—Hacienda de Avilez, Estado de Duran go. Junio 11...... —1878.—Irapuato, Estado de Guanajuato. Septiembre 17.—1879.—Tomatlán, Estado de Jalisco. Junio 18......—1881.—Pachuca (?), Estado de Hidalgo. Noviembre 27.—1885.—Mazapil, Estado de Zacatecas. Oon excepción del meteorito de Mazapil, todos estos cuerpos eran de carácter pétreo. El meteorito de Mazapil era de hierro y no pesaba más que ocho libras. De ninguno se colectaron más de tres fragmentos. En el mismo lapso de tiempo hubo lluvias más conside- rables y caídas más numerosas en las Islas Británicas, que son más pequeñas que México. Es indudable que se han observado en esta nación (México) otras caídas de aerolitos, aunque no se han conservado los ejemplares. Se dice, por ejemplo, que los compañeros de Oortés vieron en Oholula un meteorito que debe haber caído en las inmediaciones de la Pi- rámide. En el año 1521 una bola de fuego, probablemente un meteorito, causó gran terror á los mexicanos: “muchos refirieron, después del sitio, que habían visto, entre otros prodigios, una corriente luminosa de color de sangre, que venía del Norte con dirección á Tepeyacac, con un estruendo parecido al que produce un torbellino, y atravesó el Distrito de Tlatelol- co, arrojando chispas y llamaradas, hasta que se sumergió en el lago.” (Prescott). 2* Localidades en que se han encontrado masas meteóricas. I. Coahuila y Nuevo León.—IL. Ohihuahua.—IIT. Sinaloa. —IV. Durango.—V. San Luis Potosí.—VI. Zacatecas. —VIIL. México y Morelos. —VIIT. Oaxaca.—IX. Guerrero. 3? Distribución de los aerolitos en cada localidad. Las noticias que poseemos de la distribución de las masas meteóricas son mucho más precisas en lo relativo al Centro y al Sur de México, que las referentes al Norte, más espe- cialmente 4 Coahuila. Nos ocupamos de una manera particular en los meteoritos del Bolsón de Mapimí, para averiguar si hay algo de verdad en las supuestas lluvias meteóricas que se diseminan en una gran superficie. Según veremos, ninguno de los informes relativos á esa región ha podido utilizarse hasta pasados muchos años después de la publicación de los trabajos de Shepard y Lorenzo Smith, y todas las deducciones que se hicieron respecto á las lluvias en esa región son muy dudosas. Los extractos que siguen, de obras publicadas en diversas épocas del siglo presente, bas- 62 L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. tan para demostrar lo difícil que hubiera sido obtener informes seguros de la distribución de las masas meteóricas en el Norte de México. Según Humboldt (1811),' “la región montañosa llamada Bolsón de Mapimí tiene más de 3,000 leguas cuadradas. Los apaches salen de ahí para ir á atacar las colonias de Coa- huila y de la Nueva Vizcaya. El Bolsón de Mapimí se considera unas veces como país inde- pendiente, y otras como parte integrante de la Nueva Vizcaya. Al Norte y al Este de la misma hay una tira de terreno inculto de 2,000 leguas de largo, habitado por guerreros in- dios independientes. Los fuertes construidos para defensa de los colonos están á una gran distancia y se teme mucho á los indios.” Según Ruxton* (1846), “en el Otoño del año pasado y en estos momentos (1846), los in- dios han sido más audaces que en los años anteriores.” “¿Todos los ranchos y haciendas de Durango y de Coahuila están rodeados por una alta muralla y bastiones circulares con troneras, en los ángulos. Se entra por una gran puerta que cierran en las noches, y hay siempre un centinela en la azotea que vigila las cercanías constantemente. .... Entre Mapimí y Obihuahua hay una vasta extensión de terreno des- poblado: lo ocupaban antes varias aldeas y ranchos, ahora ruinosos y abandonados. Una ve- reda cubierta de hierbas pasa por estas aldeas y conduce de Mapimí 4 Ohihuahua.” Según Bartlett* (1852), “los apaches han estado más atrevidos que de costumbre du- rante la Primavera y el Otoño de 1852, y han invadido toda la frontera. Muchas personas han muerto asesinadas á unas cuantas millas del Paso del Norte, y un hombre fué acribi- llado á flechazos á poca distancia del Observatorio Astronómico, á ocho millas del Paso. Nadie puede aventurarse á tres millas de esta Oolonia. Los comanches pasan á México atra- vesando el Río Grande en gavillas de 300 6 400, y penetran hasta el interior de Ohibuahua; han llegado á Durango y Zacatecas, y en fin, han podido atravesar Nuevo León y Coahuila. Horrorizaría el número de asaltos y asesinatos que cometen, si se conociera, Se teme menos á los apaches porque vienen en menor cantidad y no se alejan mucho de sus ranchos.” “Estas regiones, habitadas en un tiempo por un pueblo pacífico y feliz, están ahora de- siertas, y los fértiles valles que se cultivaban vuelven gradualmente á su estado primitivo.” “En los Estados mexicanos de que se habla está la cordillera de los Comanches, región en que abundan los cíbolos, al Norte y al Este de Santa Fe. En el Otoño y el Invierno se es- tablecen cerca del Río Grande, en el Bolsón de Mapimí, una llanura cerrada al Oeste por las montañas.” “Todas las pequeñas caravanas que se dirigían al Paso viniendo de San Antonio, fue- ron atacadas por los comanches. En ninguna época se ha tenido más alarma que ahora. “Como el Bolsón de Mapimí se encuentra actualmente (Noviembre, 1852) ocupado por los comanches y los lipanes, y éstos se han reunido por millares, no se atreven á intentar el viaje de Huejuquilla á Parras, aprovechando el corto camino que hay al $. O., sino en el caso de que se reunan 100 á 200 personas.” 4 “Algunas regiones de la frontera sufrían aun las hostilidades de los indios en la década de 186070.”* En circunstancias tan desfavorables ha sido imposible hacer exploraciones, guiándose por las noticias que se tenían acerca de los aerolitos diseminados en el Norte de México. 1 Essai politique sur la Nouv. Espagne, Paris, 1811, vol. 1, pp. 282-289. 2 Advent in Mexico and the Rocky Mountains by G. H. Ruxton, new ed. 1861, pp. 102, 111, 124. 3 California, Sonora and Chihuahua.—New York, 1854, vol. 2, pp. 384-6, 396, 455. 4 Encyclop. Britann. 1888, vol. 23, p. 820. L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 63 — De suerte que la suposición de las famosas lluvias de aerolitos se basa indudablemente en el hallazgo de masas meteóricas en unas cuantas localidades muy lejanas unas de otras. 4% ¿El clima de México es favorable para la conservación de los aerolitos? Gran parte del territorio mexicano es una meseta como el Desierto de Atacama, pero más extensa y elevada. Desciende gradualmente hacia el Norte. La capital está 4 7,600 pies; Durango, á 6,630; Ohihuahua á 4,600, y el Paso del Norte 4 3,800. De esto resulta que el aire es muy seco y el clima favorable generalmente para la conservación del hierro meteórico. Ward dice* que en este país, “4 pesar de lo despejado del cielo y de la pureza de la at- mósfera, hay mucha escasez de humedad y poca vegetación.” En la discusión relativa á los meteoritos de Atacama se probó que las piedras meteóri- cas sólo permanecen sin destruirse poco tiempo, aun en los lugares más secos de aquel Desierto. 5? ¿Han ocurrido algunas lluvias meteóricas en épocas remotas? La historia de algunos aerolitos mexicanos se remonta á épocas remotas. Uno de ellos fué descubierto en una sepultura antigua, en las ruinas de Oasas Grandes. Estaba envuelto en un lienzo igual al que cubre los cadáveres de los sepulcros inmediatos y quizá fué enterrado antes de la conquista de México. En una grieta de otro meteorito se ve un antiguo cincel de cobre, metal que usaban los aztecas para hacer sus armas, hachas y herramientas. En el Museo Nacional de México hay dos ejemplares de hierro meteórico pertenecien- tes al período azteca.? Por lo menos una de las masas meteóricos encontradas al Sur de Chihuahua, fué des- cubierta mucho antes del fin del siglo XVI. Los ejemplares del Valle de Toluca fueron hallados en 1776. El meteorito de la Descubridora se encontró antes de 1780; el de Zacatecas fué exami- nado en 1792; el de Charcas fué descrito en 1804. Es muy posible que con excepción de la pequeña masa meteórica que cayó en Mazapil en 1885, ninguna otra de las mexicanas haya caído desde que los españoles conquistaron el país hasta la fecha. Por consiguiente, parece que los elementos de estos meteoritos son casi inalterables, y quizá hacía muchos siglos que se encontraban en el sitio en que se les descubrió. 6? ¿Se han transportado algunos meteoritos á cierta distancia del lugar en que cayeron? ¡gunos han sido estudiados fuera del lugar en que se les encontró. El meteorito pro- cedente del sepulero de Casas Grandes no estaba evidentemente ¿n situ. Según noticias, es de forma lenticular y tiene 18 pulgadas de diámetro; pero de acuerdo con datos más recien- 1 Mexico, by H. G. Ward, Esq., Her Majesty's Chargé d'Affaires in that country during, 18257, 2nd éd, Lon- don, 1829, vol. 1, p. 8. 2 “Anales del Museo Nacional de México.” 1882, yol. 2, p. 473. 64 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. tes parece que su peso es tan grande que se necesitaron 26 pares de bueyes para llevarlo al pueblo. Los meteoritos de Saltillo, Potosí y Cerralvo se encontraron en las herrerías sirviendo de yunques. Las grandes masas meteóricas de San Gregorio, Concepción, Descubridora, Oharcas, Zacatecas y Yanhuitlán, han sido llevadas 4 grandes distancias más de una vez. Debe tenerse en cuenta la posibilidad de que hayan tenido lugar acarreos semejantes antes de la Conquista de México. 7? ¿Los antiguos mexicanos eran capaces de transportar monolitos? Las noticias siguientes son de gran importancia, pues prueban que había en México, an- tes de la Conquista, hombres capaces de transportar inmensos monolitos. “En el año 1790 se descubrió en la plaza de México un inmenso monolito circular, de piedra labrada, y tiene grabado el calendario: prueba de que los mexicanos conocían con pre- cisión la hora, los períodos de los solsticios y de los equinoccios y del paso del sol por el zenit. Es de pórfido obscuro y se calcula que pesaba, en su tamaño primitivo, cerca de 50 tonela- das. Se le transportó de las montañas que están más allá del lago de Chalco, á través de te- rrenos accidentados, cortados por corrientes de agua y de canales, en un trayecto de muchas leguas. Al atravesar un puente se rompieron los amarres y la pesada mole cayó al agua, de donde fué sacada con gran dificultad. El hecho de que se haya podido transportar un frag- mento de pórfido tan enorme á una distancia de tantas leguas, salvando tantos obstáculos y sin ayuda de animales (pues los aztecas no tenían bestias de tiro), demuestra su singular destreza y avanzada cultura.: Además, lo prueban también los conocimientos geométricos y astronómicos que revelan las inscripciones de esta piedra.” Fué enterrada por disposición del Arzobispo de México (1551-9), y se halla actualmente en el Museo Nacional. Se calcula que pesa 482 quintales Ó sean casi 24 toneladas. El Sr. Lic. D. Alfredo Chavero acaba de publicar en una larga serie de artículos? los re- sultados de un minucioso estudio de los jeroglíficos grabados en esa piedra, y concluye que no puede ser un calendario, sino probablemente una piedra votiva al Sol. “La fortificación de los tlaxcaltecas se componía de una pared de piedra, de nueve pies de alto y veinte de espesor, con un parapeto de pie y medio de ancho. Ocupaba más de dos leguas. Estaba formada por inmensos bloques de piedra sin cemento. Y todavía existen rui- nas de esta pared, con monolitos que tienen el ancho de la muralla, lo cual da idea de su so- lidez y sus dimensiones. Esta singular construcción marcaba los límites de Tlaxcala y servía de defensa contra las invasiones de los mexicanos.” Puede citarse la pirámide de Oholula como prueba de su babilidad mecánica. “Tiene 177 pies de alto; la base mide 1,423 pies de largo, es cuadrada y cubre casi 44 acres: en la cima se encuentra la plataforma, de un acre de área, con un suntuoso templo. Los viajeros la contemplan aún con admiración y se considera como la construcción más grande de Nueva España (?).” Humboldt* muestra en una lámina el aspecto que tenía en 1802, y asegura que ya es- 1 El original dice que “contaban con buena maquinaria,” lo cual es inexacto. 2 “Anales del Museo Nacional de México,” 1879, vol. I, p. 353; vol. II, p. 3 y siguientes. 3 Vue des Cordill. et Mon. des Peup. indig. de 'Amér. París, 1810, p. 24. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 65 taba construida la pirámide cuando llegaron los aztecas (A. D., 1190). Éstos suponían que la pirámide fué construida en la más remota de las épocas de sus tradiciones, la época de los Toltecas, cinco siglos antes. Ahora es una eminencia casi informe, con una iglesia en la cima. He aquí los informes de Humboldt relativos á las pirámides de Mitla. “Das ruinas de Mitla difieren de los edificios mexicanos por sus seis columnas de pórfi- do, colocadas en medio de un gran pórtico, como soportes del techo. Estas columnas, las únicas casi que se han encontrado en el Nuevo Continente, deben haber sido construidas en una época en que el pueblo estaba en la infancia del arte. No tienen base ni capitel. Miden cinco metros de altura. Son de pórfido anfibólico. Los detritus acumulados durante siglos ocultan la tercera parte de las columnas.”* En resumen, para semejante pueblo no ha de haber sido imposible transportar masas de hierro meteórico, aun las más grandes. 8% ¿Los antiguos mexicanos adoraban á los aerolitos por ser éstos cuerpos caidos del cielo? Nos parece inútil recordar al lector que desde los tiempos más remotos, y aun en nues- tros días, se han considerado los aerolitos, en varios países del Antiguo Continente, como objetos dignos de culto y adoración. Lo mismo sucede en el Nuevo Mundo. Como prueba de este culto podría citarse la leyenda azteca, según la cual estaba relacionada la creación de la humanidad con la caída de un cuerpo del espacio. Andrés de Olmos fué 4 México inmediatamente después de la Conquista; hizo un estu- dio concienzudo de los idiomas y tradiciones del país, y asegura? que, no obstante la diferen- cia de cultos entre las diversas provincias, había la creencia casi general de que la diosa Ci- tlalicue dió á luz un tecpatl que cayó en la tierra, en un lugar llamado CObicomoztoc (siete cuevas); que salieron del tecpatl diez y seis dioses y diosas, y que habiéndose quejado Citlali- cue de que no tenía quien la adorase, fué creada la humanidad. El tecpatl se presenta con frecuencia en los jeroglíficos aztecas, y es símbolo de uno de los días del mes. Manuel Orozco y Berra* ha descrito varios de aquéllos, en que figura el pedernal. El tecpatl tiene la figura de los cuchillós que usaban los sacrificadores. Según Humboldt,* los compañeros de Cortés vieron en Cholula un aerolito incandescen- te que venía de las nubes y cayó en la Pirámide. Añade que tenía la forma de un sapo. Me ha sido imposible descubrir el autor en que Humboldt se funda. Este viajero menciona una antigua tradición de los aztecas, registrada en un manuscrito de Pedro de los Ríos, conser- vado en el Vaticano: que Xelhua comenzó á construir la pirámide en conmemoración de un Gran Diluvio, al cual sobrevivieron solamente él y seis gigantes, hermanos suyos; que los dioses, irritados por su audacia, les castigaron enviándoles fuego del cielo, lo cual interrum- pió los trabajos, siendo dedicado el monumento á Quetzalcoat), dios del aire. 1 Essai politique. Paris, 1811, vol. I, page 264. 2 Monarquía Indiana por Torquemada. Sevilla, 1615, vol. IL, págs. 81-82. 3 Anales del Museo Nacional de México. 1880-82, vol. II, pág. 224. 4 Vues des Cordilléres et des peuples indigónes de 1'Amérique. Paris, 1810, page 38. La Nat,—Ser, 11.—T. I11.—Mar, 1898. 9 66 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Muñoz Lumbier dice* que el aerolito de Oholula fué colocado en la cima de Ja pirámide para servicio del culto. Es posible que exista alguna confusión entre las traducciones relativas á la caída de un rayo y de un aerolito, y que el origen celeste de la piedra “divina” haya sido supuesto por el traductor. El respeto que tenían los antiguos mexicanos al hierro meteórico está probado por el es- mero con que envolvieron y enterraron la gran masa de Casas Graudes. Los mexicanos del siglo XVI creían que una de las grandes masas de Chihuahua fué colocada en su sitio por la Divinidad, como señal para marcar los límites de los terrenos. Hay pruebas de que el culto á los aerolitos era frecuente en Norte América. En un mound, en Oktibbeha County, Missisippí, se descubrió en 1857,* en una excavación que se hizo en busca de antigúedades, un fragmento pequeño que pesaba 51 onzas. Tal vez lo en- terraron considerándole como simple reliquia del difunto, pues en los mounds de Little Mia- mi Valley, Ohio, se encontraron en 1883* varios aretes y utensilios de hierro meteórico. La masa de Brazos pesaba 320 libras, y se trasladó á San Antonio en 1836, pero la conocían los comanches mucho tiempo antes; la conservaban como fetiche ú objeto sagrado en un sitio en donde había varias veredas convergentes. Los que acertaban á pasar tenían la costumbre de hacer ofrendas á la piedra, consistentes en puntas de dardos, cuentas, tabaco y otros va- rios artículos. “Los indios la respetaban y creían que era extraña á la Tierra y la había en- viado el Gran Espíritu.”* La masa de Tron Creek pesaba 386 libras: se trasladó por el año de 1869 y también “era profundamente venerada por los indios, los cuales le hacían ofrendas de cuentas, dijes y cuchillos, antes de partir para la caza Ó la guerra.” ? En resumen, no sería extraño que un pueblo religioso y hábil, como el azteca, hubiera transportado masas meteóricas lejos de su primitivo yacimiento, con el objeto de adorarlas. Los grandes bloques de piedra de Salisbury Plain pueden presentarse como un buen ejem- plo del acarreo de pesadas masas, á grandes distancias, por un pueblo aún más primitivo. 92-10. ¿Existe alguna prueba de la dispersión de masas meteóricas de un mismo tipo? Si así sucede, ¿tiene esta dispersión un origen celeste ó se debe á la mano del hombre? Se conocen muy pocos casos comprobados de distribución amplia de meteoritos de un solo tipo. Las grandes masas de San Gregorio, Concepción y Ohupaderos, en Chihuahua, se parecen mucho por los caracteres exteriores, y provienen probablemente de la caída de: un solo meteorito. El máximo de distancia á que se encuentran es casi de 66 millas, pero más adelante se demostrará que las dos primeras masas han sido llevadas por el hombre á los si- tios en que hoy están. En algunas partes de Ooahuila y regiones circunvecinas se han encontrado fragmentos Los aerolitos de Chihuahua. México, 1880, pág. 6. Amer. Journ. Sc. 1857, ser. 2, vol. 24, p. 293. Íbid. 1887, ser. 3, vol. 33, p. 228. Trans. Acad. Sc. of St. Louis. 1857-60, vol. I, p. 622. Amer. Journ Sci. 1884, ser. 3, vol. 38, p. 286. Proc. et Trans. Roy. Soc. of Canada. 1887, vol. IV, sec. 3, p. 97. , Or q 0w0AÉA L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 67 de un mismo tipo, debidos probablemente á la caída de un solo meteorito. Estaban disper- sos á gran distancia unos de otros. Se han recogido masas de otro tipo en algunos puntos del Valle de Toluca, y se les ha transportado á distancias considerables. Sin embargo, hay mu- chas pruebas de que en estos dos casos la dispersión de los ejemplares fué artificial. En los casos restantes no hay hechos que certifiquen las pretendidas lluvias de aerolitos caídos á gran distancia unos de otros. Se supone que las masas de Tueson (que estaba anteriormente dentro de los límites de México, y ahora forma parte de los Estados Unidos) son productos de un meteoro, al cual pertenecieron también varias masas meteóricas mexicanas. Sin embargo, la bistoria y la descripción de las de PTucson* demuestran que no hay relación alguna entre ellas y las de México. HISTORIA Y DISTRIBUCIÓN DE LOS METEORITOS MEXICANOS. Burkart merece un lugar aparte al lado de Humboldt, por el mérito de sus estudios re- lativos á México, y ha contribuido mucho al conocimiento de los meteoritos mexicanos. Últimamente el Sr. Antonio del Castillo, Director del Oolegio de Minería de México, ha prestado un gran servicio publicando la lista de las masas meteóricas que existen todavía en ese país. * ES XX He aquí algunas de nuestras conclusiones: 1. La gran masa de Durango mencionada por Humboldt y buscada durante años por Burkart y otras personas es, indudablemente, idéntica á una de las masas de Obihuahua que se conocen en la actualidad. 2, El meteorito “Durango,” masa de Karaivinsky, fué descubierta en Labor de Guada- Inpe, 4 unas cuantas leguas de la ciudad de Durango. 3. El meteorito “Venegas” fué mencionado en 1854 por Lorenzo Smith. Es, indudable- mente, idéntico 4 la masa de la “Descubridora.” 4. La masa meteórica que se supone está cerca de los Zapotes, es idéntica á la de Za- catecas. p 5. Los meteoritos de Ohalco y de Oholula son idénticos á los de Yanhuitlán, y los frag- mentos hallados en la Mixteca, indudablemente forman parte de los mismos. 6. Se ha dudado del común origen de las masas de Coahuila mencionadas por Shepard y de las colectadas por Butcher; pero el hecho está ya perfectamente comprobado. 7. Se conoce el lugar en que se encuentra el meteorito “Sancha Estate.” 8. La masa de Río Florido es probablemente idéntica á la masa de la Concepción. Vamos á hacer ahora el estudio detallado de las masas meteóricas encontradas en di- versos lugares de la República. 1 Mineralogical Magazine, 1890, vol. IX, p. 16. 2 Catalogue Descriptif des Méteorites du Mexique. Paris, 1889. 68 L. FLETOCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. I.—ESTADOS DE COAHUILA Y NUEVO LEÓN. Las masas meteóricas de Coahuila pueden agruparse de la manera siguiente: 1. Las designadas por Shepard con el nombre de Bonanza. 2. Las colectadas por el Dr. Butcher. 3. Las procedentes de Santa Rosa (Múzquiz). Se ignora su historia. 4, La “Sánchez Estate.” Pueden añadirse las que siguen: 5. La masa meteórica de Fort Duncan, del lado del Río Grande que colinda con Texas. 6. La masa de Potosí (Nuevo León), y 7. La masa de Cerralvo a cp Trato de probar que todos los ejemplares provienen de una sola caída, que han sido lle- vadus de un pequeño distrito del Bolsón de Mapimí á Santa Rosa y diseminados artificial- mente para uso de las herrerías. Aspecto físico del Bolsón de Mapimí. Las masas de Ooahuila se descubrieron en el Bolsón de Mapimí que, según se ha dicho antes, frecuentaban los apaches, los comanches y los lipanes. » Con este nombre se designa desde tiempo inmemorial una gran porción del país limita- da al N. por el Río Grande y al 5. O. y E. por los pueblos de Huejuquilla, Mapimí y Santa Rosa, respectivamente. La descripción que sigue, de Wislizenus, dará una idea de su aspec- to general visto desde la parte Sur.* “Al salir de Mapimí el camino conduce á un valle muy abierto y plano, que pertenece al famoso Bolsón de Mapimí. Á la derecha, ó sea al E., á una distancia de tres á cinco mi- llas, se eleva una cadena de montañas calizas, alta y escarpada, y otra á la izquierda, de diez á 15 millas de extensión. Ambas se separan gradualmente, sobre todo la cadena meridional, que parece prolongarse hacia el N. E. para retroceder luego formando un ángulo hacia el S. O., ó un gran cul-de-sac 6 bolsa (Bolsón) en medio. Esta particularidad probablemente ha dado origen al nombre del país. La pendiente, en forma de bolsa, se extiende, al parecer, hasta el Río Grande. Al pasar una cordillera disfruté del paisaje singular del Bolsón de Mapimí visto desde lejos. Á nuestro alrededor había una inmensa llanura cubierta de matorrales, y 4 unas quin- ce ó veinte millas corría el Río Nazas, hacia el N., dentro de la bolsa mencionada, para for- mar la gran Laguna de Tlahualillo (desiguada generalmente en los mapas con el nombre de Lago Oaimán). Desde el punto en que yo estaba no se veía el lago ni la punta septentrional del Bolsón, pero los contornos de las montañas inmediatas parecían extenderse hacia el N. en una longitud de ochenta millas, y treinta por término medio hacia el E. y el O. Se cree generalmente que el Bolsón de Mapimí es un país bajo, llano y pantanoso, un simple desierto: esto me parece exacto en parte. El terreno del Bolsón es menos arenoso y 1 Memoir of a tour to Northern Mexico, connected with Col. Doniphan's Expedition in 1846-47 (Senate Doc.). Washington, 1848, p. 67. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS, 60 co mejor que el de las tierras altas; especialmente en el Valle de Nazas es negro y rico, y la ve- getación exuberante. Su elevación es de 4,487 pies en Mapimí; 3,785 en San Sebastián; 3,815 en San Loren- zo; 3,775 en San Juan; 3,990 en el Pozo, y 4,987 en Parras. Las masas meteóricas del Bolsón de Mapimí provienen probablemente de una sola caída. La suposición de la única caída de una sola masa, está comprobada por la similitud de caracteres de todos los ejemplares. Cuando se lava con agua fuerte la superficie pulida de un aerolito de Coahuila, se ve que no existen en ninguna parte Ó apenas se dibujan las figuras de Widmaustitten, tan co- munes en el hierro meteórico. En su lugar se encuentran los sistemas de líneas finas, rectas y paralelas, mucho menos frecuentes, que se llaman líneas de Neumann. Los ángulos de los diferentes sistemas varían naturalmente, según la dirección de la sección. Son iguales á és- tos los resultados que se obtienen tratando con agua fuerte unas muestras de los meteoritos “Sánchez Estate,” “Bonanza,” “Butcher” y “Fort Duncan,” que se hallan actualmente en el Museo Británico. En atención á la rareza de este carácter y al hecho de que estas masas meteóricas pro- ceden de una región comparativamente pequeña; recordando también que no se ha colectado todavía en Coahuila una masa del tipo más común, ni se ha encontrado el tipo de aquel Es- tado en otra parte de México, es preciso suponer que todos estos meteoritos han caído simul- táveamente, haya ó no tenido lugar la lluvia en extensas regiones. Después de estudiar los diversos modos de fractura del hierro meteórico, llegó Hunting- ton' á la conclusión de que no obstante la semejanza que existe entre las superficies tratadas con agua regia, son tales las diferencias del modo de fractura, que es imposible admitir que hayan pertenecido á la misma masa los meteoritos “Sánchez Estate” y los colectados por el Dr. Butcher. Deduce, en fin, que éstos son productos de una caída, y el “Sánchez Estate” se debe á otra, suponiendo que hubo en esta lluvia simultánea de aerolitos caídos en regiones muy distantes, algunos de ellos en Fort Duncan y otros á muchos centenares de millas, en Allen County, en Kentucky y Ohatooga Oounty, Georgia. Sin embargo, posteriormente se ha demostrado que no es igual, sino muy variable, la fractura en diversas partes de un mismo bloque, prueba de la poca importancia de este carácter. Masas meteóricas de Bonanza, Butcher y Santa Rosa.* Las noticias relativas á las localidades de donde proceden las masas meteóricas Bonanza y Butcher, difieren tanto, que á menos de compararlas minuciosamente, es imposible llegar á una conclusión definitiva. Los diversos autores que han escrito sobre la materia, no están nunca de acuerdo, y el último no hace la menor alusión, en ninguno de sus artículos, á las descripciones dadas en el mismo periódico por el primero. 1 Proc. Amer. Acad. of Arts and Sciences, 1888-89, vol. 24, pp. 34 and 313, 2 Las de Butcher y Bonanza tienen una misma procedencia. 70 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Las masas á que hace referencia Oarlos Upham Shepard' fueron visitadas por el Mayor E. M. Hamilton. La relación de Shepard está fundada en parte en una carta del profesor Forrest Shepherd, que había viajado en compañía de Hamilton, poco tiempo antes, por Nue- vo León; y en parte en ciertos informes posteriores del mismo Mayor Hamilton. La relación de Lorenzo Smith” está fundada en las descripciones del Dr. H. B. Butcher, que colectó va- rias masas meteóricas y las llevó 4 los Estados Unidos. Las discrepancias de los autores se refieren al número y tamaño de los meteoritos que existen en las diversas localidades y la distancia de éstas á Santa Rosa. a. Número y tamaño de los meteoritos. 1. METEORITOS DE BONANZA.—“En un espacio abierto que ocupa un cuadrado casi de un cuarto de milla, hay catorce grandes masas de hierro nativo, la mayor de las cuales se eleva más de cuatro pies sobre la superficie del suelo y mide cinco pies de diámetro al nivel del mismo. Su forma es la de una colmena. El Mayor Hamilton dice que hizo una excava- ción de diez y ocho pulgadas de profundidad en la tierra, y notó que el meteorito no era de menor diámetro en la parte que se había descubierto. Se ignora hasta qué profundidad llega.” (Oarta de Shepherd á Shepard, 1866). “El Mayor Hamilton vió trece pedazos: doce no habían sido removidos nunca de su lu- gar. Una pequeña masa de cerca de setenta y cinco libras había sido transportada al pueblo de Santa Rosa. La masa más grande se levanta de dos pies á dos pies y medio sobre el sue- lo; tiene tres pies de largo y algo menos de ancho. Se ignora hasta qué profundidad está en- terrada. Se calcula que algunas de las masas más pequeñas pesan de dos á tres mil libras.” (Oarta de Hamilton á Shepard, 1867). 2. METEORITOS DE BUTCHER.—“He llegado sin novedad y estoy haciendo mis prepa- rativos para mandar el hierro. Son ocho pedazos; pesa 290 libras el más pequeño y 654 el más grande; el peso de todos es casi de 4,000 libras. Antes de la explosión ha de haber sido el peso mayor, pues no me parece probable que yo haya podido recoger todos los fragmentos, pues se sabe que los indios se llevaron algunos, creyendo que eran de plata, y les transpor- taron á Santa Rosa.” (Dr. Butcher, 1868). Es difícil admitir que las masas meteóricas colectadas por Butcher, con un peso de 290 4 654 libras, sean las mismas que vió Hamilton y según su cálculo pesaban de dos á tres mil libras cuando menos. Butcher dice que tal vez no recogió todos los ejemplares; y realmente es posible que al- gunos no le hayan llamado la atención. Hamilton dice que las masas estaban diseminadas en una área de una á dos millas. En la versión que hizo Shepherd del informe de aquel via- jero, asienta que era un espacio en cuadro de un cuarto de milla. Según Butcher, “la llanura está cortada en muchos sitios por profundas barrancas, y en el fondo de ellas se encontraron varios pedazos de hierro entre la arena y las piedras. En la época de las lluvias el agua los mojaba ó los cubría. Sólo en la estación propia hay agua estancada en las barrancas y hon- donadas del valle.” Estas discrepancias no bastan para probar que sean distintas las localidades menciona- das por Hamilton y Butcher. 1 Amer. Journ. Sc. 1866, ser. 2, vol. 42, p. 347; 1867, ser. 2, vol. 43, p. 384, 2 Íbid. 1869, ser. 2, vol. 47, p. 383; 1876, ser. 3, vol. 12, p. 107. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. T b. Distancia entre las localidades citadas y Santa Rosa. Shepherd da un diagrama del camino que siguió Hamilton, con indicación de las dis- tancias. “De Santa Rosa se dirigió hacia el O. hasta Naciemento (Nacimiento), 4 40 millas más Ó6 menos. De Nacimiento siguió al O. 6 N.O., andando cerca de 15 millas, y llegó 4 un puerto de las montañas llamado Puerta Santana (Puerto Santa Ana). Oaminó 60 millas ha- cia el N., á lo largo del Valle, pasando un manantial, hasta llegar al punto en que concluyen las montañas, á la izquierda. Dió vuelta en donde terminan, pasando un segundo manantial, y continuó al N. O. haciendo 50 millas de camino, hasta llegar á un sitio en que aparente- mente se unen las montañas.” De todo esto se deduce que los meteoritos se hallaban 4 165 millas de Santa Rosa. Por otra parte, Butcher calcula que la localidad que visitó estaba á cerca de 90 millas del pueblo. Sin embargo, esta diferencia se explica perfectamente por un error de cálculo. En un mapa publicado por García Cubas, que me parece excelente, la distancia que hay entre Santa Rosa y Nacimiento es de 22 millas (en vez de “40 millas más 6 menos”); mientras que la dis- tancia entre Nacimiento y Puerto Santa Ana es menor de 15 millas. Es evidente, por lo dicho, que las distancias calculadas por Shepherd no tienen la exac- titud necesaria y no son de valor en la discusión. Las noticias que él adquirió directa Ó indirectamente, son contradictorias. Según los últimos datos publicados, quizá, con el fin de corregir los anteriores, los meteoritos estaban “4 cerca de treinta 6 cuarenta millas al N. de Santa Rosa, pero mucho más lejos al Ponien- te:” noticia muy difícil de interpretar. c. Rumbo que tomaron los viajeros al salir de Santa Rosa. Aspecto de la localidad. Tanto Hamilton como Butcher se dirigieron hacia las montañas, al N. O. de Santa Rosa, y las descripciones que dan de la localidad son casi iguales. “En seguida el Mayor Hamilton recorrió el Valle, dirigiéndose al punto en que parecían unirse las montañas, desde el lugar en que se estrecha dicho Valle hasta un espacio abierto que ocupa un cuadro de un cuarto de milla, en que crecían algunas palmas abanicos.” (She- pherd). “Es un Valle de aluvión ó llanura situado entre dos hileras de altas montañas que co- rren paralelamente á una distancia de una á tres millas.” (Butcher). d. Hamilton y Butcher no fueron los que descubrieron estos meteoritos. Hacía tiempo que se tenía noticia en el pueblo de Santa Rosa de las masas meteóricas diseminadas á una distancia de 90 millas al N. O. “Se sabe que hay hierro meteórico á unas 90 millas al N. O. de Santa Rosa. Un ameri- 712 L. FLETOCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. cano que reside en este pueblo, el Sr. Dr. Juan Long, me habló de un fragmento que pesa- ba 25 libras y poseía en aquel entonces un mexicano. Dicen que toda la superficie de la re- gión adonde cayó este valioso mineral, y tiene cerca de 30 acres, está cubierta de bloques más 6 menos grandes, algunos de 36 pies cúbicos y más.” (Arturo Schott, 1857).! “Según informes verbales del Prof. Posselt, hay hierro meteórico cerca de Santa Rosa, tanto bloques como fragmentos diseminados en una área considerable.” (Wichelhaus, 1863).? El fragmento que analizó Wichelbaus fué arrancado de un ejemplar de la colección Hei- delberg, sin duda muy pequeño, pues no se conservan en ésta más que 293.6 gramos de hie- rro de Santa Rosa. “El Dr. Juan A. Veatch vió en 1849, en Santa Rosa, una gran masa meteórica que ha- cía las veces de yunque en una herrería. Le dijeron que habían empleado muchos fragmen- tos de hierro nativo para diversos usos. La masa que vió el Dr. Veatch era del tamaño de un yunque común. Decían que procedía de las montañas situadas al N. O. del pueblo.” (Carta al Profesor Whituey, 1866).* “Algunas personas que vivían en los alrededores dijeron al Mayor Hamilton (1867) que aquel lugar solamente había sido visitado quince años antes por un viajero inglés, enviado oficial que debía investigar si aquel hierro podía utilizarse.” (Shepard, 1867). “Según un hijo del Dr. Long, poco después de 1837, un indio recogió, á 90 millas al N. O. del pueblo, un pedazo de 10 á 12 libras y lo llevó á Santa Rosa, creyendo que era de plata.” (Butcher, 1868). La siguiente noticia se refiere evidentemente al mismo Caso. “Uno de mis guías asegura que en aquella época (1837) un indio lipán caminaba á ca- ballo por el Valle cuando su espuela chocó con una masa meteórica, produciendo un sonido argentino. El indio desmontó, se confirmó en su opinión de que realmente era aquella masa de plata, y se llevó un pedazo de 104 12 libras para venderlo en Santa Rosa.” (Butcher, 1868). * e. Hamilton y Butcher fueron llevados por los guias al mismo punto. Ambos viajeros salieron de Santa Rosa: su objeto era ver los meteoritos de que se ha- blaba en el pueblo hacía tiempo. Butcher tomó guías en Santa Rosa. Los dos, en fin, se in- ternaron en las montañas por el N. O, Es poco probable que los habitantes del pueblo conocieran varios caminos en aquella re- gión tan peligrosa. Lo más verosimil es que hayan conocido la senda más cómoda, y por consiguiente, la misma que usaban los indios. Además, no es probable que los habitantes de Santa Rosa hayan sido tan afectos á las aventuras que se alejasen de ese camino con el fin de explorar el Bolsón. Hamilton y Butcher indican vagamente que pasaron por cierto valle, y el Dr. Butcher dice con toda claridad que estaba cerca de la vereda india. “Conseguí ocho guías mexicanos y dos indios, y partimos con rumbo á las montañas que están á una distancia de 35 millas, y encontramos el hierro meteórico á 90 millas de Santa Rosa. Como era imposible el paso de 1 Report on the U. S. and Mex. Bound. Survey. (W. H. Emory). 1857, vol. 1, part. 2, p. 34. 2 Pogg. Ann., 1863, vol. 118, p. 631. 3 Proc. Calif. Ac. Nat. Sc., 1866, vol. 3, part. 3, p. 241. L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 73 los vehículos por la vereda abierta en la montaña por donde nosotros entramos, me ocupé durante dos días en buscar otro camino por el cual pudieran transitar los bueyes arrastrando al ejemplar.” “Quando estábamos en las montañas el peligro era inminente, pues apenas nos había- mos alejado dos millas de la vereda real cuando pasaron trescientos indios llevando gran número de caballos robados.” Caminos del Río Grande en este Distrito. Una senda que tiene los caracteres descritos por Hamilton y Butcher debe considerarse como natural, y es probable que conduzca á algún punto en que el Río Grande es vadeable. Las caravanas indias no podían cruzar con facilidad ciertas regiones de este río, entre Presi- dio del Norte y paso del Águila. El Teniente Michler* rinde el informe que sigue: “Saliendo de este valle (en las cercanías de Fort Leaton, cerca de Presidio del Norte) penetramos repentinamente en la cordillera de las montañas de Bofecillos, á través de las cua- les ha abierto paso el río Ó lo ha encontrado, formando grandes caídas. El cañón de los Bo- fecillos tiene un aspecto menos escabroso que los siguientes. El Paso del Comanche, el eru- cero más célebre y más frecuentado por los indios, está precisamente abajo de la cordillera de los Bofecillos: varias veredas amplias y trilladas conducen al río en ambas riberas.” “Abajo del crucero el río corre por un terreno muy parecido al anterior. En frente se elevan las montañas de San Carlos á una altura considerable. El curso del río á través de ellas es grandioso é imponente; desde el extremo del cañón se le ve como un hilo, á una dis- tancia enorme: apenas se oye á esa altura el estruendo de las rápidas y las cataratas. La co- rriente está flanqueada por el cañón en una longitud de 16 millas; y al fin le abandona, repen- tinamente, como á la entrada.” ' “Siendo imposible bajar el río en botes, fué necesario un détowr. Le encontramos á unas 20 millas abajo del extremo inferior del cañón. Fué necesario cruzar el camino carretero del lado de México, lo cual hicimos, no sin luchar con ciertas dificultades en uno de los vados de los indios. El país es menos montañoso arriba y abajo de este punto. Pasados Los Chisos pudimos continuar nuestras investigaciones con menos trabajo que antes, hasta llegar á la Sierra de San Vicente. El río se abre paso á través de esas montañas, y ha formado un ca- ñón semejante al de San Carlos por su aspereza y magnificencia. Á unos 70 pies arriba del fondo del río está situado el antiguo presidio de San Vicente, abandonado desde hace mucho tiempo y derruido.” “Pasada la Sierra de San Vicente está cortado el terreno por profundos arroyos, lo que hace casi imposible las exploraciones. Más adelante un valle agreste, casi en áugulo recto con el río, precede al cañón de Sierra Oarmel (Oarmen), otro calabozo de rocas en que está aprisionado el Río Grande por algún intervalo.” “Ninguna descripción puede dar idea exacta de la magnificencia del paisaje. Más allá de la Sierra Carmel parece correr el río 4 través de una sucesión casi interminable de mon- tañas. Los cañones se sucedían, y los valles, únicos sitios en que se podía descansar y refres- 1 Rep. on the U. $. and Mex. Bound. Sur (W. H. Emory), 1857, vol. 1, part. 1, p. 80 et seg. La Nat.—Ser. 11.—T. I11.—Abr, 1898. 10 74 L. FLETOCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. carse, eran ya tan angostos y tenían tan poca vegetación, que difícilmente suministraban el pasto necesario para las mulas.” “Nos fué casi imposible acercarnos al río durante las 20 millas siguientes. La región es- taba cortada por profundos arroyos que corren entre colinas escarpadas, cubiertas de rocas volcánicas. Más adelante el país sufre un cambio notable: la formación es de piedra caliza y el río se abre paso á través de un profundo cañón que tiene cerca de 20 millas de largo. Sus bordes se componen de elevadas moles verticales de roca compacta. En muchos sitios des- embocan otros arroyos que tienen igual aspecto. Siguiendo su curso, con frecuencia nos vi- mos obligados á hacer détouwrs de 25 y 30 millas para avanzar unos cuantos centenares de pies. Más lejos se observa la primera fractura del cañón, y siendo el río vadeable, el paso es accesible para los indios cuando se dirigen á México. Este vado se conoce con el nombre de erucero Lipán, y los lipanes nos visitan en este sitio. Más adelante el lecho del río se estre- cha y queda encajonado constantemente entre muros naturales de 50 4 300 pies de altura. Frecuentemente nos sucedía que viajábamos millas enteras sin encontrar ningún sitio en que desembarcar.” FALTA DE DATOS. Si acaso las dos localidades fueran distintas, los guías no las conocían, y nunca se ha dicho en el pueblo que fueran dos. Además, Hamilton fué conducido por los guías de Santa Rosa más allá del lugar en quese encontraban las masas de Butcher, en menor número y más pequeñas, pero sin embargo, iguales en sus caracteres generales á las que dicho Hamil- ton había ido á ver desde tan lejos. Ahora bien; si las dos localidades estaban cerca de la misma vereda, era natural que los guías de Hamilton le hubieran hablado de los meteoritos de Butcher. ES UNA MISMA LOCALIDAD. Sólo se puede llegar 4 una conclusión, analizando los informes que venimos consideran- do: 12 Las masas visitadas por Hamilton y por Butcher estaban en la misma localidad. 22 Las masas que llevaban 4 vender 4 Santa Rosa de tiempo en tiempo, y las que usaban en las he- rrerías, tenían el mismo origen. Á juzgar por la descripción de Butcher, la localidad en cuestión se encontraba cerca del punto en donde hoy está un rancho llamado de San José de las Piedras, según el mapa de Coahuila publicado por García Oubas, quien coloca 4 este rancho á los 289 42 de latitud N. y 32 43' longitud O. de la ciudad de México. 4. LA MASA SÁNCHEZ ESTATE. Pesa 252 libras. Se encuentra actualmente en el Instituto Smithsoniano de Washing- ton, y fué dibujada y descrita por el Profesor Lorenzo Smith en 1854-55.* La llevó á los Es- tados Unidos el Teniente D. N. Oouch (no Gouch), que hizo algunas exploraciones en el N. 1 Amer Journ. Sc. 1855, ser. 2, vol. 19, p. 160. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 70 de México durante el Invierno de 1852-53.* La encontró sirviendo de yunque en el Saltillo. “Dicen que la llevaron de “Sancha Estate,” que está 4 unas 50 Ó 60 millas de Santa Rosa. Me dieron varios informes acerca de la localidad exacta, pero ninguno satisfactorio. Afirman que en el lugar en que encontraron esta masa meteórica hay otras muchas de enormes di- mensiones.” Genth analizó un fragmento de este ejemplar, pero incurre en error al decir que procede de Nuevo México;? probablemente el letrero decía N. de México (Norte de México). Ya hemos hecho obseryar que el Dr. Veateh vió una masa de hierro meteórico sirvien- do de yunque en Santa Rosa en 1849. Le dijeron en dicho pueblo que había masas de gran tamaño en las montañas situadas al N. O. de Santa Rosa. Saltillo tiene actualmente 26,000 habitantes, y está 4 más de 100 millas al S. de Santa Rosa, cuya población actual es de 3,350 habitantes. Precio de los yunques en el Norte de México. Antes de que se establecieran los caminos de hierro costaba mucho la conducción de yunques y otras mercancías pesadas que debían importarse á lugares de difícil acceso de la costa, como los pueblos del N. de México. La dificultad de conseguir hierro en lugares como Santa Rosa, á principios del siglo, está demostrada por el caso de Phillips, que necesitaba algunos tubos de fierro colado para las bombas de Catorce, lugar que es, comparativamente, de fácil acceso del lado de Santa Rosa y del Saltillo. No había más que un camino al N. de Jalapa por donde podía subir á la me- seta un carro que viniese de la costa oriental, pasando por Monterrey y el Saltillo. Phillips envió las bombas á Oatorce por este camino, siendo necesarios doce meses para que llegaran. Desgraciadamente se olvidaron los tubos de hierro colado, indispensables para hacer funcionar las máquinas. Pidió informes Phillips y le dijeron los habitantes de Catorce que la fundición más próxima estaba en Cincinnati, en el Mississipí. Phillips salió de Cator- ce, rumbo á Cincinnati, en Noviembre de 1824, con el fin de conseguir los dichos tubos. Se los entregaron en Mayo de 1825, y tardó once meses en transportarles á Catorce, desde Mayo de 1825 hasta Febrero y Marzo de 1826. Por tanto, un yunque sería comparativamente barato en el N. de México si se pudieran economizar unas 200 Ó 300 millas de camino. Es de suponer que los herreros establecidos á una distancia considerable de Santa Rosa se han surtido de yunques en ese pueblo, aprove- chando las masas de hierro meteórico portátiles. La conducción de un yunque de hierro meteórico de Santa Rosa á alguna de las otras poblaciones del N. de México, es más fácil que el transporte de las mismas, del desierto adon- de abundan los indios, á Santa Rosa. : Además, á medida que es mayor la distancia entre Santa Rosa y el punto á que se con- ducía el yunque, era más difícil averiguar con certidumbre la procedencia exacta. Los cálcu- los de Hamilton son una prueba suficiente de que no se puede dar importancia en la discu- sión á la diferencia que hay entre las “sesenta millas” 4 partir del Saltillo, y las noventa mi- 1 Smithsonian Report for 1854, p. 15, 86. 2 Íbid., p. 15. Amer. Journ. Sc., 1854, ser. 2, vol. 17, p. 239. 76 L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. llas” contadas á partir de Santa Rosa. La observación de que “hay muchas masas de enor- mes dimensiones en el lugar en que se encontró el meteorito “Sánchez Estate,” se refiere evi- dentemente á la única localidad que conocían los habitantes de Santa Rosa.” SITUACIÓN DE LA MASA SÁNCHEZ ESTATE. La única dificultad con que se tropieza cuando se trata de fijar la situación de esta masa, es su nombre singular “Sánchez Estate” que se le da en el artículo adonde se le describe. Burkart hizo notar desde hace tiempo que Sancha no es nombre mexicano, y que debe haber en esto algún error; supone que el verdadero nombre es, quizá, Sánchez; pero hasta la fecha nadie ha podido descubrir el origen de la denominación “Sancha ó Sánchez Estate.” Los datos siguientes sugieren una explicación. “San Lorenzo es un pueblo que consta de cerca de 1,000 habitantes. En su mayor parte pertenece al Sr. Sánchez, rico mexicano que nos recibió cordialmente y parece juzgar á los americanos de una manera favorable.” (Wislizenus, 1846-47).* “Poco después de habernos puesto en marcha vimos á la izquierda, á una milla de dis- tancia, la hacienda de Patos. Pertenece al Sr. D. Jacobo Sánchez, y se dice que es una de las mejores del Estado de Coahuila. Dicen también que este caballero es dueño de las tres cuartas partes del Estado, incluyendo varias haciendas grandes y valiosas, ricas en ganado, mulas y caballos. Los indios le han robado un gran número de éstos, y según me cuentan, el propietario pide 4 los Estados Unidos una indemnización de millón y medio de pesos. Las tierras de D. Jacobo se extienden en una línea de más de 100 millas.” (Bartlett, 1852).? Patos dista 36 millas al O. del Saltillo: tanto dicha localidad como San Lorenzo, están en el camino real que va del Saltillo 4 la ciudad de Chihuahua. Por consiguiente, la masa de Sánchez Estate era bien conocida en el Saltillo en la épo- ca en que la visitó Couch (1852-53), y habría que perdonar á los habitantes del pueblo que considerasen el término Sánchez Estate como sinónimo del Estado de Coahuila. Aun en el caso en que el herrero hubiera comprado la masa meteórica á algún empleado del Estado Sánchez, quedaría la certeza de que ese individuo tenía relaciones comerciales con Santa Rosa, habiendo un tráfico importante entre Saltillo y Texas, pasando por aquélla, en la ruta del Paso del Águila, sobre el Río Grande. Se puede deducir de lo que precede, casi con seguridad, que la masa Sánchez Estate fué encontrada en la localidad que visitaron más tarde Hamilton y Butcher. 5. METEORITO DEL FUERTE DUNCAN. Este ejemplar, cuyo peso es de 972 libras, fué descubierto en 1882 por el Sr. Ousick, en Fort Duncan, Texas, 4 140 millas al N. de la localidad especificada por el Dr. Butcher. Ousick dice lo siguiente: * “Volvía á la guarnición después de un corto viaje por los alrededores, cuando reparé ca- sualmente en un guijarro redondo, de aspecto metálico. Había sido llevado al Fuerte por uno 1 Libro citado, pág. 70. 2 Libro citado, vol. II, pág. 492. 3 Libro citado, vol. IL, pág. 492. L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Tr de los soldados, lo cual le costó bastante trabajo. El meteorito estaba en los terrenos de un Señor Wieste, en un antiguo terraplén del lado americano del Río Grande.” Eidden ha descrito el ejemplar y cree que es producto de una sola caída; pero Hunting- ton' manifiesta que no son suficientes las razones que alega Hidden, y sostiene que esta masa es uno de los productos de una lluvia de meteoritos caídos á grandes distancias unos de otros, y de la cual proceden los ejemplares que están al N. O. de Santa Rosa. Pero se observa igual carácter en los meteoritos del Fuerte Duncan y de Ooahuila tra- tados con agua fuerte, y la rareza de aquél prueba que son productos de una sola caída. Hemos dicho que en 1837 6 poco después, se conocían ya las masas de Coahuila, de ma- nera que si el ejemplar del Fuerte Duucan pertenece realmente al mismo meteoro, el mínimo de su antigiiedad, en la tierra, sería de medio siglo próximamente cuando lo encontró Ousick, Es fácil de transportar, pues pesa comparativamente poco. Ya hemos dicho que varias masas de mayores dimensiones han sido transportadas desde Santa Rosa hasta un lugar más dis- tante aún que Paso del Águila, pero en otra dirección, para servir de yunques. Además, hemos dicho también que por el pueblo de Santa Rosa pasaban muchas mer- cancías que se enviaban á Texas desde el lado oriental de la meseta mexicana. El Paso del Águila, en el cual está situado el Fuerte Duncan, era sitio en que se cru- zaba el río. No es del todo imposible que el meteorito del fuerte Duncan haya sido transportado á través del río por los indios Ó mexicanos para su venta ó uso en Texas; así adquirido y ol- vidado ó tirado después por el antecesor de Mr. Wieste, y accidentalmente vuelto 4 descu- brir por Ousick. (6 y 7). METEORITOS DE NUEVO LEON. Hemos dicho que los meteoritos del N. O. de Santa Rosa pueden buscarse en las forjas, á considerable distancia en contorno de la población. De hecho dos yunques de hierro me- teórico se han visto en Nuevo León, fácilmente accesible del Saltillo; aun no han sido exa- minados científicamente, y posible es que no sean de idéntico carácter 4 los de Coahuila. La noticia del primero fué comunicada 4 Shepard, en 1856, por Mc. Dermot,* quien vió usar en Cerralvo, el año de 1846, un yunque de hierro meteórico, Distrito de Oriente, Nuevo León, y semejante en su apariencia general al meteorito de Orange River: pesaba 300 libras, quedando bajo su inspección. El camino del Saltillo 4 Oerralvo es pendiente, y no ofrece gran dificultad. El segundo lo vió Weidner en la hacienda de Potosí, Distrito de Galeana, Nuevo León; estimó su peso en 200 libras, y que su forma era la de una pirámide cuadrangular. Hizo mención de él en 1870. Hay camino carretero entre el Saltillo y la referida hacienda, de 70 millas de largo. Potosí y Oatorce son entre sí de fácil acceso, y en el último se ha encontra- do igualmente hierro meteórico. 1 Amer. Journ. Sc. 1887, ser. 3, vol. 33, p. 115. 2 Amer. Journ. Sc. 1856, ser. 2, vol. 21, p. 216. 3 Neues Jahrbuch fir Min., 1871, p. 854; Catalogue Descriptif des Metcorites du Mexique, por A. Castillo, París, 1889, pág. 9. 78 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. El meteoro de Santa Rosa de 1837. “Lawrence Smith! publicó la detallada relación que sigue, de un meteoro que fué obser- vado en Santa Rosa en 1837. “En una carta fechada el 8 de Septiembre de 1868, el Dr. Butcher escribe por informe recibido del hijo del Dr. Long, que residió muchos años en Santa Rosa, que en la caída de 1837 apareció sobre la ciudad un meteoro el más brillante, en dirección N. O. Lo describe como el más bello y luminoso de todo el horizonte, con una cauda de igual brillo. Poco des- pués que desapareció tras las montañas lejanas, se percibió un ruido sordo, seguido inmedia- tamente de una tremenda explosión. Juzgó que se había verificado, al caer en la tierra y á una distancia de 35 millas entre Santa Rosa y las montañas. Al día siguiente, acompañado de algún amigo, emprendió un viaje con objeto de buscarlo, y después de dos días de pesqui- sas infructuosas regresó á la ciudad. Poco tiempo después un indio llevó una pieza de hierro meteórico de diez á doce libras de peso á Santa Rosa, creyéndola de plata; la encontró 4 90 millas al N. O. de la población, es decir, en la misma dirección que siguieron el Dr. Long y sus amigos; el Doctor se equivocó solamente en la distancia, deteniéndose en la base de las montañas en vez de atravesarlas y después seguir en el valle por 40 millas más.” Aunque la descripción de Long señala una caída meteórica en un lugar al N. O. de San- ta Rosa, no puede presumirse legítimamente con el mismo Long y Butcher, que la caída sea idéntica á la que se debió el hierro meteórico descubierto en la dirección indicada de la po- blación antes dicha. Si tal identidad se hubiese supuesto, habría bastado para establecer que las masas lle- vadas de Sánchez Estate, Fuerte Duncan, Potosí y Oerralvo, no eran fragmentos de una ex- tensa caída, sino que habían sido cada uno transportados á aquellos lugares Ó habían perte- necido á distintos meteoros. Análisis químico de los meteoritos de Coahuila. El practicado en algunos fragmentos ha dado el resultado siguiente: FUERTE DUNCAN SANCHEZ ESTATE CERCA DE SANTA ROSA “Nuevo México."| Smith,? Wichelhaus,* | Hierro de Bo-| “Hierro de Lupton,? Mackintosh,? | A A 1668. [snepard$1807.| Smith, 1569. pe A G. E, 8.130. G. E. 7.81. G. E. G. E. 7,825. E E. 7.692, G. E.— G. E. 7522. l ! Diigo EL Ferro, IS 96.17 95.92 95.82 96.07 97.9 92.95 91.88 94.90 íquel...... s.| 8.07 3.18 3.26 6.62 7 e Cobalto. ...... 0.395 357 | das 0.55 2.1 0-48 050 — | p487 por ait. Fósfor0....... ES 0.24 1.05 0-02 0.27 0.23 Residuo...... OD qe Sha a a 99.66 100.06 99.59 100.93 100.00 100.07 1 Amer. Journ. Sc., 1869, ser. 2, vol. 47, p.,384. 5 Amer. Journ., Sc., 1867, ser. 2, vol. 43, p. 385. 2 Íbid., 1854, ser. 2, vol. 17, p. 239. 6 Íbid., 1869, ser. 2, vol. 47, p. 383. 3 Íbid., 1855, ser, 2, vol. 19, p, 160. 7 Íbid., 1885, ser. 3, vol, 29, p. 232. 4 Pogg. Ann., 1863, vol. 118, p. 631. 8 Íbid., 1886, ser. 3, vol, 32, p. 304. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 79 No obstante las diferencias numéricas en los antedichos resultados, Lawrence Smith es- taba dispuesto á reconocer la identidad química de los hierros “Sánchez Estate” y “Butcher,” y dijo (1869) que la separación del hierro y níquel en sus análisis (1854-55) del primero era probablemente imperfecta. Datos bibliográficos relativos á otros caracteres de las masas de Coahuila. Además de las obras mencionadas, existen los opúsculos de Lorenzo Smith, relativos á una daubréelite. Amer. Jowrn. Sc., 1876, ser. 3, vol. 12, p. 107, y 4 un nódulo de cromita. Íbid, 1881, ser. 3, vol. 21, p. 461; los artículos de Bresina acerca del enclave de troilita y daubrelita, sobre las laminillas de Reichenbach. Sitzungsb. Al. d. Wiss. Wien, 1881, vol. 83, div. 1, p. 476; y sobre los planos naturales de separación. Zbid, 1882, vol. 84, div. 1, p. 282. II.—ESTADO DE CHIHUAHUA. 1. Meteorito de Oasas Grandes. 2. Meteorito que se exhibió en la Exposición Internacional de 1876 en los E. U. 3. Grupo de meteoritos que está entre Presidio del Príncipe y Ouchillo Parado. 4. Grupo de meteoritos que está cerca de Huejuquilla 6 Jiménez. I. METEORITO DE CASAS GRANDES. El nombre de Casas Grandes Ó Oasas Grandes de Malintzin, se aplica á una antigua ciudad y fortaleza que dominaba el camino viniendo del N. á la meseta mexicana. Se halla si- tuada en el Distrito de Galeana y está 4 125 millas en línea recta, al S.O. de Paso del Norte. Según los informes de Marcos de Niza, Ooronado, Espejo y otros, parece que en el siglo XVI, en la época de la conquista hecha por los españoles, los fértiles valles que se extienden hasta los distritos del Norte de Santa Fe, estaban habitados por indios que habían llegado á un grado relativamente elevado de civilización. Eran afectos á la agricultura, tejían sus ves- tidos y vivían en grandes aldeas compuestas de casas de varios pisos, construidas con ado- bes. También la población del Valle de México vino del N., y se sospecha que las ruinas que existen todavía entre el Valle de México y el país situado al N. del Río Grande, indican los sitios en que hicieron alto los indios durante su emigración al $. Oasas Grandes de Malintzin es una de estas antiguas reliquias. Tarayre! fué el primero que hizo mención del descubrimiento de una masa de hierro meteórico en las ruinas de Oasas Grandes. En 1867 presentó el informe siguiente: “Miiller, el director de la Oasa de Moneda de Ohihuahua, acaba de hacer un importante descubrimiento en el gran templo de Casas Grandes.” “Al practicar una excavación en una de las cámaras del laberinto se encontró, á poca profundidad, una masa lenticular de hierro meteórico de 50 centímetros de diámetro, envuelta 1 Archives de la Comission Scientifique du Mexique. Paris. 1867, vol. 3, page 348. 80 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. cuidadosamente en lienzos iguales á los que sirven de mortaja á los cadáveres de las antiguas tumbas de esta localidad. Los sepulcros inmediatos son cámaras de mampostería, con sec- ción horizontal elíptica de 1,5 y 1 metro de altura. En el fondo de todas las tumbas está sentado el cadáver; tiene las rodillas levantadas y está envuelto en lienzos hechos de fibras que se parecen á las del maguey. Alrededor están colocados los objetos que pertenecían al difunto: collares, brazaletes y vasijas de barro.” En 1873 el Sr. M. Pierson, Vicecónsul de los Estados Unidos en Paso del Norte, es- cribió una noticia de la cual extractamos lo siguiente: ““Hace tres Ó cuatro años, algunos de los habitantes de Casas Grandes discurrieron ha- cer excavaciones en esas ruinas. Uno de ellos, más afortunado que los otros, descubrió una gran cámara en cuyo centro estaba una especie de tumba de adobe. Continuó las excavacio- nes, y encontró en medio de la tumba una gran masa de hierro meteórico envuelta cuidado- samente en un lienzo corriente.” : “Se uncieron 26 yuntas de bueyes y otras tantas fuertes cadenas de troncos de madera para llevar el meteorito al pueblo de Casas Grandes. Mide 2 pies 6 pulgadas cuadradas y pesa 5,000 libras.” Es imposible decir de dónde trajeron esta masa los antiguos habitantes de Casas Gran- des, hasta que se haga un examen científico más completo de los meteoritos mexicanos. No se ha vuelto á tener noticias del meteorito de Casas Grandes, desde la carta de Pier- son. 'Pomé informes en el Paso y me dijeron que murió Pierson y que no se conserva recuer- do en el pueblo de las circunstancias del caso. La descripción de Pierson se aplica tal vez 4 la masa meteórica de que nos ocupamos en seguida. 2. Meteorito que se exhibió en la Exposición Internacional de los Estados Unidos en 1876. . En el Museo Nacional de Washington se conserva un bloque completo de hierro me- teórico que pesa 4,000 libras. El Dr. F. W. Olarke recuerda haberle visto entre los minera- les mexicanos en la Exposición Internacional de 1876, y también recuerda que oyó decir que le habían llevado del Estado de Ohihuabua.. El mismo Dr. Clarke me regaló una fotografía de las masas de Ohihuahua y de Tueson: ésta tiene la forma de un anillo; la primera, que es arredondada, mide 28 pulgadas de ancho y 38 de alto. Se ignora su historia antes de 1876. El Profesor Bárcena, encargado de la sección mexicana en la Exposición de Filadelfia, leyó un artículo relativo á los meteoritos mexicanos en la Academia de Ciencias: no hace mención de la masa de Casas Grandes, ni de la que estaba precisamente en la Exposición de Filadelfia, lo que me parece singular, á no ser que haya considerado iguales á ambas. Sin embargo, no se deben tener en cuenta las pruebas negativas, pues Bárcena tampoco hizo mención directamente del inmenso meteorito de San Gregorio. Esta masa no puede haber formado parte del grupo de Presidio del Príncipe, pues se- gún se verá á continuación, el informe del Profesor Bárcena prueba que en 1878 no se había removido ninguna de las masas del grupo, llevándola lejos de la localidad primitiva. 1 U. $. Centennial Commision. International Exhibition, 1876. Reports and Awards, 1880, Washington, vol. 3, group 1, p. 369. L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. sl KKá-———————————___ ___—_— _—_________—————————————á—á—áA—AA La única gran masa de que se ha hecho mención, además de las anteriores, es la de Río Florido, perdida en la actualidad. Más tarde demostraremos que es idéntica á la masa de la Concepción. 3. Grupo de meteoritos que está entre Presidio del Principe y Cuchillo Parado. Solo se tienen los datos siguientes: Cornejo dice* (186970): “José Salazar Harregui ha visto una masa de hierro meteórico entre Cuchillo Parado y Presidio del Príncipe. Atrajo un polo del imán y rechazó el otro. En este lugar hay otras muchas masas de menor tamaño.” 'Pambién el Profesor Mariano Bárcena las mencionó en 1876.* “Se han encontrado algunos ejemplares de hierro meteórico de diversas dimensiones en los alrededores de Presidio del Príncipe, Estado de Chihuahua.” Debe advertirse que en 1854, José Salazar Hlarregui fué el representante de México en la Comisión encargada de fijar los límites entre este país y los Estados Unidos.* En los mapas modernos no está marcado Presidio del Príncipe, pero no sucede lo mismo en los antiguos, pues en el de Humboldt está señalado 4 45 millas al N. de Chihuahua, en el mismo paralelo que Cuchillo Parado, que está á unas 100 millas al O. 4. GRUPO DE HUEJUQUILLA Ó JIMÉNEZ. Á principios de este siglo se designaban con el nombre de “hierro de Durango” las ma- sas de este grupo, lo que hizo que Humboldt, al describir una de ellas, dijese que estaba cer- ca de la ciudad de Durango: más tarde nos ocuparemos de este asunto. Huejuquilla, cabecera del Distrito de Jiménez, es el pueblo más próximo al sitio en que están las masas de este grupo. Según Bartlett,' aunque dicho pueblo está marcado en los mapas con el nombre de Jimé- nez (1852, en honor de un patriota mexicano), el pueblo conservaba el nombre indio, que se presenta bajo diversas formas: Huajuquillo, Huejoquillo, Huexuquilla, Huejuquilla, Heju- quilla, Haxuquilla, Guajuquilla y Guayuquilla. Actualmente hay en la población una esta- ción llamada Jiménez, que pertenece al Ferrocarril Central Mexicano, y tal vez caiga en des- uso el antiguo nombre; pero como en todos los informes está designado el pueblo con su de- nominación primitiva, nos parece conveniente que se siga usando el nombre Huejuquilla. Estas masas son las que están distribuidas en una extensión mucho mayor que la ocu- pada por los otros grupos. Generalmente se supone que esta dispersión es natural. La historia de dichos meteoritos requiere un estudio minucioso para averiguar el máxi- mo de la distancia que los separa. 1 “La Naturaleza.” 1869-70, vol. 1, pág. 356. 2 Proc. Acad. Nat. Sci. Philadelphia, 1876, page 122. 3 Report on the U $. and Mex. Bound. Survey. W. H. Emory. 1857, vol. 1, part 1, p. 35. 4 Lib. cit,, vol. II, p. 453. La Nat.—Ser. I1.—T. 111.—Abr. 1898. n 82 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Exceptuando la masa de Río Florido, todas las que mencionamos á continuación existen. a. La masa de la Hacienda de San Gregoriv. b. La masa de la Hacienda de la Concepción. c. La masa que estaba hace muchos años en Río Florido. d. Dos masas que están en la Hacienda ó Rancho de Ohupaderos. e. Un pequeño fragmento procedente de Sierra Blanca. f. Un pequeño fragmento procedente del rancho del Tule. DIMENSIONES DE LAS MASAS. Largo Ancho Altura Peso Chupaderos (a)............ 2.25 2.20 0.34 15800 pr bi dosis 2.15 ly 0 0.5 9 290 CONCA 150 0 0.4 3130 San Gregorio. Cónica: diámetro de la base.... 1. 2 1.0 11 560 Río Florido. Las mismas dimensiones que la masa de la Concepción. Sierra Blanca. Pequeño fragmento. Tule. Pequeño fragmento. De Chupaderos á San Gregorio hay 66 millas en línea recta. Tule está más lejos de Ohupaderos, pues se encuentra á 42 millas más allá de San Gregorio. Pertenecen todas estas Masas á una sola caída. Tenemos muy pocos datos acerca de las figuras que se han obtenido lavando con agua fuerte la superficie de estas masas; pero hasta hoy los resultados obtenidos parecen confir- mar la suposición de que estas masas provienen de una sola caída, pues aunque un pequeño fragmento de la masa de la Concepción no dió figuras de Widmanstatten, las de San Grego- rio, Sierra Blauea y Durango presentan una estructura octaédrica bien definida,' y se ha de- mostrado que un ejemplar bastante grande de la masa de la Concepción no era de dimensio- nes suficientes para hacer el examen científico. Sin embargo, son tan raras las grandes masas de hierro meteórico, que es difícil creer que cuatro de las más grandes que se han encontrado hasta ahora en toda la superficie de la tie- rra, hayan caído en diversas épocas en un distrito tan limitado. En las fotografías que ha te- nido la bondad de enviarme el Sr. D. Antonio del Castillo, se nota que el aspecto exterior de las masas es muy semejante, y esto se debe 4 numerosas inclusiones de troilita, que des- vanecen toda duda relativa 4 la unidad de la caída. Indicaremos que las pruebas referentes al pequeño fragmento de Tule son poco con- vincentes y no tienen importancia. 1 Beschreibung und Eintheilung der Meteoriten zu Berlin (Rose). 1864, p. 64, Die Meteoriten Sammlung in Wien (Brezina). 1885, p. 71. Proc. Amer. Acad. Arts and Sciences. 1888, vol. 24, page 35. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 83 Los alrededores de Huejuquilla, Concepción y San Gregorio, favorecen el transporte de las masas meteóricas. Ruxton dice:* “El primer día de camino, partiendo de Durango, pasamos por un campo inculto y salvaje (1846) cubierto de excelentes pastos, pero sin el menor rastro de cultivo.” Dos días después pasó por el Rancho de Yerbanis, atravesando otras llanuras igualmente incultas, rodeadas de serranías que parecían gemelas. Su aspecto no cambia durante 1,000 mi- llas, y el croquis de la llanura de los Sauces se tomaría por el croquis de El Paso ó por cual- quiera otra llanura de las que están situadas entre Durango y Nuevo México. Tienen gene- ralmente 10 á 20 millas de ancho y están separadas por una elevada colina, aunque no se nota diferencia en su altura desde Chihuahua hasta El Paso. El camino es llano, excepto al atravesar las colinas. ' Teniendo en cuenta el carácter montañoso de la región al O. de la meseta y la escasez de puntos vadeables del Río Grande, se comprende que el camino antes descrito haya sido preferido para el tráfico entre la Ciudad de México y las provincias, hasta el extremo N. de Nueva España. Este tráfico había adquirido ya grandes proporciones á principios del presente siglo. Humboldt dice:? “Millares de mulas llegan cada semana á México, desde Obibuahua y Du- rango, cargadas de plata, acero, cuero, jabón, algo de vino de El Paso, y semillas.” Para ir de Río Florido á Santa Rosalía, se tomaba generalmente el camino de la Con- cepción, el Valle de San Bartolomé 6 Allende, Santa Oruz y Río del Parral. Había otro ca- mino que pasaba por Huejuquilla en vez de atravesar el Valle de San Bartolomé, pero era me- nos usado. Puesto que Bartlett y su caravana siguieron este camino, es evidente que ambos presentan iguales facilidades para el transporte de las masas meteóricas. Es probable que el primero haya servido principalmente para pasar al importante pueblo de El Valle. Actual- mente hay un camino carretero entre Ohupaderos, Huejuquilla y El Valle. Así, pues, el país no presenta obstáculos para el transporte de las masas, desde los al- rededores de Huejuquilla hasta la Concepción Ó San Gregorio. A. LA MASA DE SAN GREGORIO. Hace tiempo que se tiene noticia de la existencia de hierro nativo en Huejuquilla. En su lista de meteoritos mexicanos dice Castillo, refiriéndose 4 las masas de Ohupade- ros: “Según la Historia de Felipe IL, el explorador Antonio de Espejo fué el que hizo este descubrimiento en 1581.” Parece que solamente llevó á cabo nna expedición, y que partió del Valle de San Bartolomé hasta el 10 de Noviembre de 1582. Además, en el informe respec- tivo no hace mérito de ninguna masa de hierro, y como siguió el curso del río Conchos, tal vez nunca estuvo en las inmediaciones de Obupaderos. * Como nos pareció que había algún error en esto, buscamos los datos admitidos por Cas- 1 Libro citado, pages 108-09. 2 Ensayo citado, vol. 2, pág. 689. 3 Hakluyt's Collection of the Early Voyages, Travels and Discoveries of the English Natim London newed, 1810, . vol, 3, p. 457. LOS METEORITOS MEXICANOS. 84 L. FLETCHER. tillo, encontrándolos en la “Historia de Felipe TI, Rey de España, por Luis Cabrera de Córdoba»! Damos á continuación la traducción literal del párrafo: En 1544 el Virrey envió á Francisco Vázquez Coronado con un gran número de acom- pañantes para que hiciera una exploración en Nuevo México, cuya comisión desempeñó sa- tisfactoriamente. Pero no sucedió lo mismo al fraile Marcos de Niza, que le sirvió de guía, pues se dedicó con tanto ardor á convertir á los indios, que lo mataron, como se descubrió después. Los habitantes de Nueva España no hicieron ninguna otra tentativa para conquis- tar aquella región hasta 1581, en cuya época el Virrey Don Lorenzo Xuárez de Mendoza, Conde de Coruña, envió á Francisco Vázquez Ohamuscado con varios soldados y frailes de la orden de San Francisco: como éstos no quisieron retirarse con los soldados, sino que persis- tieron en seguir predicando, fueron asesinados por los bárbaros. En este año, Espejo, Casta- ño y el Capitán Francisco de Leiva Bonilla, hicieron una excursión sin contar con la licencia indispensable: este último fué perseguido durante 100 leguas por el Capitán Don Pedro de Cazorla, que estaba de Gobernador en esa época y que le prohibió que entrara 4 Nuevo Mé- xico, bajo pena de que se le declararía traidor. Se deseaba tanto que el rey diera su permiso para emprender esta conquista, que muchos caballeros ofrecieron sus vidas y sus Estados, animados por el celo cristiano. g Gracias á las recomendaciones del Virrey, el monarca resolvió conceder esta comisión á Don Juan de Oñate, con el título de Adelantado. Llegaron á los pueblos situados en la frontera de la Nueva Vizcaya, en que hay la tra- dición india siguiente: Que cuando llegaron de Nuevo México para poblar el Antiguo, su deidad, en forma de una vieja, colocó ahí una notable mojonera de hierro, al parecer de más de 809 quintales, por cuyo motivo algunos de ellos volvieron á su país natal, en tanto que el resto se fué 4 poblar 4 la Nueva España. Esta maravillosa señal, brillante como plata pulida, que les servía así de lindero, estaba en el desierto á los 279 5' de latitud. El Adelantado entró con $0 carros cargados de granos y semillas y acompañado de magníficos soldados, entre los cuales había algunos solteros y otros que llevaban consigo á sus familias. Su marcha era en extremo penosa, pues no cono- cían el camino y no llegaron al punto adonde se dirigían sino hasta después de siete meses. Según los mapas más modernos, Huejuquilla está 4 los 279 10' de latitud; así es que la masa citada en esta relación pertenece indudablemente al grupo Huejuquilla. Podría suponerse erróneamente que dicha masa fué descubierta en 1581 por Espejo y Oñate, 4 juzgar por la relación citada. LA EXPEDICION DE ESPEJO. Hemos obtenido algunos datos más precisos tomados del informe de la expedición de Espejo, publicado en 1586. ? El fraile Agustín Ruiz, que vivía en el Valle de San Bartolomé, oyó decir que había otros pueblos más al Norte. En 1581 partió acompañado de otros dos frailes y de ocho sol- dados y se dirigió á esos pueblos con el fin de convertir 4 los indios. Llegaron á la región lla- 1 Madrid, 1619, lib. 13, pág. 1163: también “Edición publicada de real orden.” Madrid, 1876-77, vol. 2, pág. 677. 4 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 85 mada desde entonces Nuevo México, y uno de los frailes fué asesinado. Los soldados rehu- saron ir más lejos y resolvieron volverse, y como Ruiz y su compañero no quisieron seguirlos, se quedaron solos en el pueblo. Á la vuelta 4 El Valle de los soldados, los frailes que resi- dían ahí pretendieron enviar auxilios á sus hermanos que se habían quedado atrás, y Espejo, un rico mexicano, natural de Córdoba, que estaba entonces en las minas de Santa Barbola (sic) 6 Barbosa (sic), se encargó de llevar á cabo una expedición. Habiendo obtenido la li- cencia necesaria, partió del Valle de San Bartolomé el 10 de Noviembre de 1583, “con 115 caballos y mulas y muchas armas, provisiones y.criados.” Los frailes fueron asesinados antes que llegara Espejo, el cual regresó en Julio de 1583, y publicó una relación de su viaje, en Madrid, en 1586. LA EXPEDICION DE OÑATE. La expedición de D. Juan de Oñate difiere por completo de la anterior, pues tuvo lugar muchos años después; no con el objeto de explorar el país, sino con el de apoderarse de él y colonizarlo. Según una carta escrita por Tribaldus Toletus! en 1605, D. Juan salió de Mé- xico “en el año 1599 con un ejército de 5,000 hombres, incluyendo los niños, las mujeres, los jóvenes y los soldados. Llevaba también una gran cantidad de provisiones, carneros y Ca- bras, bueyes, y en fin, todo lo necesario para la vida, y caballos, armas y otras cosas que de- ben llevarse siempre en esta clase de expediciones.” Como D. Juan tardó siete meses en el viaje, llegó 4 la mojonera de hierro en 1599 ó 1600, probablemente en este último año, según la carta de Tribaldus Toletus. Inscripción de la masa de la Concepción. Si la gran expedición colonizadora de Oñate hubiese pasado realmente por el límite mar- cado por la masa de hierro, en 1600, sería probable que dicha señal fuera la masa de la Concepción, y podría darse otra explicación de ciertas marcas visibles todavía en la superfi- cie de esa masa. Urquidi? propietario de la hacienda de la Concepción, dice lo siguiente en 1871: “Entre otras marcas hay una inscripción hecha con bastante limpieza y regularidad, que dice: A. 1600.” Bartlett,* que vió la masa en 1852, dice: “En la parte de arriba, que es muy lisa, hay una inscripción con la fecha 1600, y no pude descifrar porque está muy desfigurada con cruces y martillazos. Se dice que la inscripción se refiere á la época en que se transportó esta masa.” Se ha comprobado que la masa de la Concepción fué transportada á la hacienda el 29 de Abril de 1780, desde un punto situado 4 muchas leguas de distancia; de lo cual se deduce que la inscripción se refiere no á la época en que la traslación se hizo, sino á la expedición 1 Purchas his Pilgrimes in five bookes, etc. London, 1625. Fourth part. The Eighth booke, chap. 1, p. 1565-67. 2 Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. 2.* época. México, 1871, vol. II, pág. 275. 3 Libro citado, vol. II, pág. 457. 86 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. de Oñate en 1600; la “limpieza y regularidad” de la inscripción, comprueban la industria y laboriosidad propias de una expedición tan importante como esta. En todo caso, la inscrip- ción fué grabada probablemente antes de que se removiera la masa en 1780; de otro modo la traslación no hubiera sido olvidada tan pronto como en realidad lo fué. La conexión que pueda existir entre la expedición de Oñate y la inscripción de la masa de la Concepción, ha sido aceptada por Muñoz Lumbier;* sin embargo, aunque esta aserción parece natural, no está bien fundada. Oastillo publicó su lista de meteoritos mexicanos cuan- do estaba en París, lejos de su biblioteca particular: indudablemente su cita de Espejo fué una mala pasada que le jugó su memoria, y él creía citar el artículo de su primer discípulo Muñoz Lumbier, en que está el extracto de la Historia de Felipe II por Luis Cabrera de Córdoba. En qué fecha tuvo lugar la expedición de Oñate. Es muy difícil fijar la fecha en que tuvo lugar la partida de la expedición colonizadora de D. Juan de Oñate. Ludovico Tribaldus Toletus, cuya carta está fechada en 1605, se fija en el año 1599, basándose en una obra manuscrita de Andrés García Céspedes, “que no pudo obtener permiso para publicarla, pues no quieren que esta clase de cosas salgan á luz.” Tam- bién otro contemporáneo, Luis Cabrera de Córdoba (1559-1623), aunque da detalles minu- ciosos acerca de la excursión, no dice la fecha de su partida. Según los manuscritos del pa- dre Jerónimo de Zárate Salmerón,? cuyo diario fué publicado en 1629, D. Juan de Oñate sa- lió de la ciudad de México á Nuevo México en 1596, y en 1599 emprendió de allí una expe- dición más al N. en busca de la mentada ciudad de Quivira. Los años 1591, 1595 y 1598, también han sido aceptados como fecha de su partida de la ciudad de México. Por otra pat- te, la petición de D. Juan a) Rey de España para que le permitiese colonizar Nuevo México, se dice que tenía la fecha de Septiembre 21 de 1595. El decreto del Rey, confirmando la ca- pitulación y convenio celebrados entre el Virrey y D. Juan, está datada en San Lorenzo, Julio 8 de 1602. La aprobación de este decreto por la Real Audiencia de Nueva España, fué promulgada en la ciudad de México en 20 de Junio de 1604.* En conclusión, parece que la de Jerónimo de Zárate Salmerón es la más correcta, pues este padre vivió ocho años en Nuevo México poco después de la colonización, y que la expedi- ción de Oñate partió de la Ciudad de México en 1596. Y annque indudablemente siguió co- municándose con México y recibiendo nuevos refuerzos de colonos, sólo podemos deducir que en cualquiera época en que hayan grabado esa inscripción sobre la masa de la Concepción, les impulsó el deseo de que se supiera que ya era conocida en 1600. Según D. Manuel Orozco y Berra,* D. Juan de Oñate y sus compañeros se dedicaron á buscar metales preciosos en Nuevo México con tanto ardor, que se olvidaron de construir un fuerte en San Gabriel y asegurar provisión de semillas para la colonia. Sobrevino, por lo tan- to, el hambre, y los colonos se aprovecharon de la ausencia de D. Juan, que había empren- dido una excursión exploradora, para volverse 4 Santa Bárbara en 1601. Á su vuelta á San 1 Los aerolitos de Chihuahua. México, 1880. 2 Documentos para la Historia de México. 3.* serie. México, 1856, vol. I, págs. 23-26. 3 The Spanish Conquest of New Mexico. Por W. W. H. Davis. Doylestown, Pa., 1869, p. 264. 4 Apuntes para la Historia de la Geografía en México. 1881, pág. 183. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 87 Gabriel, D. Juan los declaró traidores y los condenó á muerte; partió para Santa Bárbara con el fin de hacerlos ejecutar y llegó en Enero de 1602, Es claro que en el año 1600 hubo un aumento extraordinario de tráfico en los alrede- dores de las masas de hierro pertenecientes al grupo Huejuquilla. Otras noticias relativas á la masa meteórica ó señal de los terrenos de la Concepción. Aunque Jerónimo de Zárate Salmerón no cita la masa de hierro al hacer el relato de la expedición de Oñate, hay en su diario un párrafo que nos permite establecer que la masa ci- tada en la relación anterior, no es ni la de Ohupaderos ni la de la Ooncepción. Después de haber citado otras pruebas en apoyo de su idea de que México había sido poblado en la an- tigiiedad por tribus venidas del Norte, Zárate Salmerón añade: * “Hay una antigua tradición entre los indios, según la cual existe un pedazo de hierro á tres leguas de Santa Barbola (sic) y á media legua del camino carretero que conduce á Nue- vo México, que es un recuerdo de la llegada de los mexicanos para poblar este país (Méxi- co); y que hicieron alto ahí, y que el ídolo que acostumbraba hablar con ellos les dijo que se quedaría en aquel lugar para recuerdo. El fragmento de hierro debe pesar más de 800 quinta- les, y los indios dicen que una diosa en forma de india vieja y arrugada acostumbraba arras- trarlo. ¡Qué fuerzas debe haber tenido la vieja india!” “Podos los que pasan por ahí cerca van á verla como á una curiosidad. Un herrero de Santa Barbola (sic) le arrancó un pedazo, y otros, creyendo que era el crestón de una mina de hierro nativo, hicieron debajo de él una excavación y se confirmaban en su sospecha, pues juzgaban que era un objeto demasiado grande y difícil de mover y de arrastrar hasta aquel sitio. Al quitar la tierra que la sostenía, se inclinó á un lado la masa y aún se encuentra en esta posición.” Estos datos se refieren evidentemente á la masa que cita Jesús Oabrera de Oórdoba en su Historia de Felipe IL. Ambas noticias son de'un carácter diverso y se han de haber he- cho independientemente una de otra, aunque tratan de la misma tradición india, pues el úl- timo historiador murió en 1623,* y parece que nunca fué á México, mientras que el diario de Jerónimo de Zárate Salmerón, conservado en la ciudad de México, se publicó hasta 1629. De manera que existen dos datos para fijar la posición de la mojonera de hierro á fines del siglo XVI. 1? Que estaba en el camino que siguió Oñate para ir 4 Nuevo México, á los 279 5” de latitud Norte. 2% La masa estaba á tres leguas de Santa Bárbara y á media legua del camino real que conducía 4 Nuevo México. Documentos para la Historia de México. 3.* serie, México, 1856, vol I, págs. 47 y 48- Grande Encyclop. Paris, 1889, vol. 8, page 648. 1 2 88 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Santa Barbola es lo mismo que Santa Bárbara. En la descripción del viaje de Espejo, publicada en 1586, se dice que al regresar los sol- dados al Valle de San Bartolomé, Espejo estaba en las minas de Santa Barbola (sic); en otra parte, más adelante, el nombre impreso es Barbora. Jerónimo de Zárate Salmerón escribe Barbola, pero se había familiarizado con la obra citada anteriormente y tal vez se limitó á copiar aquel nombre. Davis'* consultó varios documentos oficiales antiguos, y dice que Es- pejo estaba en las minas de Santa Bárbara; un lugar de ese nombre se encuentra á ocho le- guas al Sur de Hidalgo del Parral. Al principio parecía que la Santa Barbola de 1582 era completamente distinta de la Santa Bárbara actual, pues según J. A. de Escudero,” las vetas metalíferas de Santa Bár- bara se descubrieron hasta 1747. Como se demostrará más adelante, esta fecha está errada por culpa de la imprenta, y debe leerse 1547. La nota que copiamos á continuación demuestra que los españoles explotaban las minas de Santa Bárbara en el siglo XVI, y que éstas fueron anteriores aun á las del Parral. “La mina de Santa Bárbara está en la división de Hidalgo, al S. E. de esta población; fué descubierta en el año 1547. La mayor parte de las minas han sido abandouadas desde tiempo inmemorial, pero deben haber sido muy ricas, pues las vetas fueron explotadas en toda su extensión.” “El pueblo de Santa Bárbara, inmediato 4 Hidalgo (del Parral), fué la primera parte del Estado de Obibuahua que poblaron los españoles. Empezó á formarse en 1556 á causa del descubrimiento de las vetas minerales, y en el año 1600 había ya siete mil habitantes empleados en la explotación de las minas de oro. La diminución de los productos de Santa Bárbara y los nuevos descubrimientos hechos en Parral, dieron por resultado que parte de la población se fuera á este último punto y después se extendiese más hacia el N. á causa del descubrimiento de Santa Eulalia, Cieneguilla y Ousihuiriachic.” La relación siguiente confirma la identidad de Santa Bárbara y Santa Barbola.* “Lionnel Waffer (sic) dice que hay minas de plata en la Nueva Vizcaya, y que Durango es el pueblo principal; los demás se llaman Barros, Santa Bárbara 6 Barbola Endehe y San Juan? Los viajes de Lionnel Waffer ocurrieron en 1677 y 1688. En París se publicó una tra- ducción francesa de la relación de dichos viajes en 1706, con el título de “Les Voyages de Lionnel de Waffer.” Ni en el original ni en la versión francesa se encuentra mención alguna de Barbola. Endehe 6 Ende es, sin duda, otra población idéntica al Indé actual que está á 30 leguas al S. E. de Santa Bárbara. 1 The Spanish Conquest of New Mexico, By W. W. H. Davis. Doylestown, Pa., 1869, p. 239, 2 Noticias estadísticas del Estado de Chihuahua. México, 1834, pág. 129. 3 Bol. Soc. Mex. Geog. Estadís. 1,* época, 1857, vol. IV, págs. 246 y 272. 4 Algemeine Historie der Reisen zu Wasser und zu Lande. Leipzig bei Arkstee und Merkus, 1755, vol. 13, pp. 508, 686. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 50) La antigua mojonera es igual á la masa que está en San Gregorio. Ninguna de las cuatro masas que existen al S. del Estado de Chihuahua está á tres le- guas de las minas de Santa Bárbara. Las dos de Obupaderos yacen muy lejos del camino de Nuevo México y de las minas; más adelante se demostrará que la masa de la Concepción fué traída en 1780 de un paraje distante de toda localidad minera. La masa más cercana al lugar citado es la que existe en San Gregorio, hacienda situada á ocho willas al N. O. del Valle de San Bartolomé, entre este pueblo y Parral: la hacienda está 4 una legua del cami- no de Parral. La historia no desmiente la aserción de que esta masa es la antigua mojonera. No puede concederse valor en la discusión á las diferencias de peso (800 y 250 quinta- les). Sin embargo, la situación actual de la masa no coincide con la señalada por Jerónimo de Zárate Salmerón. Santa Bárbara dista unas diez leguas de la bacienda de San Gregorio y del camino real de Nuevo México. Hay un camino carretero que pasa por Cerro Gordo, Torreón, Bocas, Cuevas, Hidalgo del Parral, y á tres leguas de Santa Bárbara: si este cami- no existía en el año 1600, y á él hace alusión Jerónimo de Zárate Salmerón, es indudable que la masa fué transportada por los españoles 4 muchas leguas de distancia. Por otra pat- te, si alude al camino que pasa por el Valle de San Bartolomé, es muy corta la distancia de tres leguas de Santa Bárbara. La gran “masa de Durango” citada por Humboldt. La gran mojonera de hierro había sido relegada al olvido desde hacía dos siglos, cuando la obra clásica de Humboldt sobre Nueva España llamó la atención del público hacia la existencia de esa masa. Desgraciadamente, su ignorancia de la historia del ejemplar y su error relativo al sitio que ocupaba en México, han originado interminables disputas é in- útiles investigaciones. ; Al describir la ciudad de Durango, dice:* “Cerca de ella está esa enorme masa de hierro maleable y níquel, cuya composición es idéntica á la del meteorito que cayó cerca de Agram, en Hungría, en 1851. D. Fausto de Elhuyar, Director de la Escuela Real de Minas de Mé- xico, me dió algunos fragmentos, que he regalado para diversas colecciones europeas. Vau- quelin y Klaproth han publicado su análisis. Me aseguran que esta masa pesa casi 19,000 kilogramos, esto es, 4,000 más que la de Otumpa, Tucumán (América del Sur) que descu- brió Rubin de Celis.” 1 Essai cit. Paris, 1811, vol 1, page 293. La Nat.—Ser, 11.—T. II.—Abr. 1898, 12 90 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Diversas opiniones referentes á la masa de Durango mencionada por Humboldt. Ohladni (1819)* opina que los informes que dieron á Humboldt son falsos, y que la su- puesta gran masa era idéntica, comparativamente, con la pequeña de Oharcas (578 kilogra- mos). Esta opinión se funda en las pruebas negativas de que Sonneschmid? no menciona nin- guna masa descubierta cerca de Durango, en su Revista de Minas Mexicanas, publicada en 1804. Este argumento es insostenible, para Obladui al menos, puesto que él mismo confiesa la existencia de las masas de Sierra Blanca, de que tampoco hace mención Sonneschmid. La verdad es que éste no describió más que aquellos distritos mineros que visitó; y si cita las masas de hierro meteórico de Charcas y Zacatecas, es porque están en dichos distritos. Oomo no se ocupa de ninguna de las minas de los alrededores del Valle, era de suponerse que omi- tiese las masas de hierro meteórico de esa parte de México, ya sea que tuviese noticia de su existencia Ó la ignorase. . Hardy (1829) creía que tal vez esta masa era idéntica á la de San Gregorio. Ramírez (1845)* niega la existencia de la masa de Durango, y opina que los fragmentos que regalaron 4 Humboldt eran de la masa de Zacatecas. Partsch* (1843) y Boguslawski (1854)* piensan que los trajeron de Toluca. Weidner* (1858) niega también la existencia de la gran masa, y dice que los fragmentos eran de la Labor de Guadalupe, cerca de Durango, 6 de una de las grandes masas de “Río Florido y Concepción ” Por otra parte, Humboldt persiste en sostener la autenticidad de la existencia de la masa, y aseguró 4 Burkart (1856) que de Elhuyar le había hablado de ella no una, sino mu- chas veces!” Por consiguiente, Burkart prosiguió sus investigaciones en México, y oyó decir (1857)* que había un gran meteorito en la llanura situada al E. de la ciudad de Durango, y le pro- metieron más informes. Éstos no llegaron nunca, y Burkart supo por otras personas que no se podía encontrar la masa.” Dudando, sin embargo, de que dicha masa existiese cerca de la ciudad, llevó sus investigaciones á la Breña, grupo volcánico entre la ciudad de Durango y Nombre de Dios. Más tarde (1866),*” cansado de buscar sin resultado, se vió obligado á infe- rir que Humboldt se refería á una de las masas de Obihuahua, y que mencionó á Durango porque no había población cercana más grande. Tarayre* dijo lo siguiente al volver de su viaje 4 Durango (1867): “Existen varias ma- sas de hierro meteórico; una de ellas pesa 200 kilogramos, y hace veces de yunque en una herrería de Durango. La encontraron en los alrededores de la población.” 1 Ucber Feuer-Meteore, Wien, 1819, p. 337. 2 Mineralogische Beschreibrung der vorsiglichsten Bergwerks. Reviere von Mexico oder Neuspanien, Schleiz, 1804, 3 El Museo Mexicano ó Miscelánea Pintoresca de Amenidades Curiosas é Instructivas. México, 1843-45, volumen I, pág. 29. 4 Die Meteoriten zu Wien, 1843, p. 112. 5 Pogg. Ann., Erganzungsband 4, 1854, p. 411. 6 Bol. Soc. Mex. Geog. y Estad. 1.* época. México, 1858, vol. VI, pág. 61. 7 Neues Jahrbuch fir Mineralogie, 1856, p. 285. 8 Íbid., 1857, p. 53. 9 Ibíd., 1858, p. 773. 10 Ibíd., 1866, p. 408. 11 Archives de la Commission Scientifique du Mexique, 1867, vol. III, page 270. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 91 Me “Se habla mucho de la gran masa de hierro meteórico que está enterrada cerca de la colina Ó cerro del Mercado. Tres cuartas partes de dicha masa están enterradas. Humboldt calcula que pesa 19,000 kilogramos, á juzgar por los informes que adquirió en México. Nun- ca se ha tratado de desenterrarla para poder calcular su peso con exactitud; así es que pare- ce haber exageración en la cifra que precede.” Estos informes parecían confirmar la existencia de la masa, lo cual decidió á Burkart á continuar sus investigaciones, y en 1871 informó” que nadie había podido hallarla, y que una persona decía que no le era desconocido el lugar en donde estaba, pero que tenía que guar- dar el secreto, mientras que otra persona dudaba hasta de la existencia del ejemplar; por fin, Burkart murió antes de haber resuelto el problema. En una época las masas de Huejuquilla fueron conocidas con el nombre de “hierro de Durango.” Lu explicación de este hecho es muy sencilla. En la época en que estuvo Humboldt en México, lo mismo que en los años siguientes, hasta el año de la insurrección, la provincia de Durango 6 Nueva Vizcaya incluía no sólo el Estado de Durango, sino también los de Chi- huahua y Coahuila: á esto se debe que todo el grupo de Huejuquilla estuviese entonces en la Provincia de Durango. Se habían encontrado antes otras masas en la Provincia dicha, así es que pueden llamarse con propiedad “Hierro de Durango.” Humboldt equivocó el signifi- cado de la palabra Durango, creyendo que se trataba de la ciudad y no de la provincia. No cabe duda que esta es la verdadera explicación del caso. El aspecto del primer pá- rrafo de la relación de Humboldt indica claramente que se refiere á alguna gran masa muy conocida en la época en que él escribió: aunque esta idea se funda solamente en la publica- ción del análisis de un fragmento hecho por Klaproth en 1807. En cambio hacía dos siglos que se conocía la mojonera de hierro de la provincia de Du- rango, cerca de los 279 5 de latitud: la masa de la Concepción, también de esta provincia, y si- tuada desde 1780 “en una llanura, 4 20 millas de las montañas,” había permanecido todo este tiempo cerca de la línea de tráfico por la cual pasaban semanariamente millares de mulas, cuando Humboldt estuvo en México (1803). En 1784 se publicó en este país una noticia del descubrimiento de grandes masas de hierro en Sierra Blanca, en la provincia tantas veces mencionada. En 1802 se publicó también la noticia del hallazgo de una masa en La Plata, que estaba igualmente en la provincia de Durango. Cuando Humboldt visitó 4 México, nin- guna de las provincias podía compararse con Durango por el número de masas aisladas de hierro, y los mineralogistas de la ciudad de México lo deben haber sabido perfectamente. Del Río, Brofesor de la Escuela Real de Minas de México, cita á la provincia de este país en sus “Tablas Mineralógicas”? como una localidad para hierro nativo, y menciona con el nom- bre de Hierro Nativo, en la segunda parte de su Mineralogía* (1805), “la masa que pesa 300 quintales y fué descubierta por Rubin de Celis en una inmensa llanura de Sur América, y las que se encontraron en idénticas circunstancias en la provincia de Durango.” Del Río no 1 Neues Jahrbuch fir Mineralogie. 1871, p. 851. 2 Tablas Mineralógicas. México, 1804, pág. 57. 3 Elementos de orictognosia. Segunda Parte. México, 1805, pág. 40. 92 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 2 da informes más precisos: Humboldt conocía muy bien este libro de texto; su nombre aparece en el título de la segunda parte, pues contribuyó á ella con un ensaye de geología del país; también en su descripción de Nueva España* indica que debe los informes mineralógicos á las obras de Sonneschmid y Del Río. Es imposible negar que la gran masa de Durango, de la cual había hablado Humboldt tan 4 menudo con de Elhuyar, era la que estaba cerca del camino de Ohibuahua, en la provincia de Durango ó Nueva Vizcaya, desde que llegaron á México los españoles. ; Seguramente en la época en que se publicó la noticia de Humboldt, los mineralogistas mexicanos consideraron que su error era tan trivial, que no valía la pena de que ellos lo co- rrigiesen. Hardy, que fué el primero que tuvo noticia de la presencia de una masa en San Gregorio, supuso que era idéntica 4 la de Durango, de Humboldt. Habían transcurrido ya muchos años desde la visita de este último, cuando se tomó la determinación de que El Valle y Huejuquilla pertenecieran al Estado de Chihuahua. Esto hizo que el término de “Hierro de Durango” fuera completamente inadecuado, lo cual hizo que el informe de Humboldt pa- reciera inexplicable aun á los habitantes de México. (En el Índice de las Gacetas de México de 1793, se hace referencia á una noticia de la página 59: “De acero, del peso de 2,000 arrobas” No se conserva ningún ejemplar completo de la Gaceta de ese año, ni en Londres ni en París. El peso de 2,000 arrobas (500 quinta- les) se aproxima al que menciona Humboldt). No se debe dar importancia á las diferencias que hay entre el peso de la masa “Duran- go” (19 toneladas) y de la masa de San Gregorio (11 toneladas). Los cálculos del peso de tales masas varían mucho, según la persona que los hace. Se suponía hace tres siglos que la “señal de hierro” pesaba cerca de 40 toneladas (800 quintales). Butcher aseguró que la masa de San Gregorio pesaba 5 toneladas. Según un cálculo reciente la mayor de las dos masas de Ohupaderos pesa 153 toneladas; según otro, pesa 82. Así, pues, no hay inconveniente en cambiar los letreros de los fragmentos “Durango,” que regaló Humboldt á las colecciones europeas é indicar que pertenecen al grupo “Hueju- quilla;” si los tomaron de la masa que él cita, son fragmentos de la de San Gregorio; pero si se los dieron simplemente como “Hierro de Durango,” pueden provenir de cualquiera de las masas del grupo Huejuquilla que se conocían en esa época. Humboldt se refiere únicamente á las masas más importantes antes citadas. Haremos observar de paso que las únicas masas de hierro mexicanas que cita Hum- boldt? se distinguen todas por su tamaño (Durango, Zacatecas, Oharcas) Ó porque forman un grupo numeroso (Toluca): si aceptamos Durango para indicar una “masa de la provincia de Durango,” todas ellas están incluidas en las que citan Del Río y Sonneschmid; y de las otras que citan estos autores, omitidas por Humboldt (Mixteca y Guangoche), no se sabía casi nada en aquel tiempo. Humboldt, es evidente, hizo estas observaciones suponiendo que únicamente citaba las masas meteóricas que ya habían llamado mucho la atención en el mismo México. 1 Essai cit., vol. I. Introduction géografique, page L. 2 Essai cit., vol. I, pág. 293; vol. II, pág. 582. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 93 Supuesto origen meteórico del Cerro del Mercado. El error de Humboldt relativo al término Hierro de Durango, originó que se interpre- taran mal sus informes, pues como no se sabía que hubiese ninguna masa de hierro meteó- rico en la llanura inmediata á la ciudad de Durango, se creyó que Humboldt se refería al Cerro del Mercado, que está ahí cerca, y que había querido decir que dicho cerro no era más que un inmenso meteorito! En 1846 Ruxton hizo un viaje 4 Durango. Las observaciones si- guientes manifiestan hasta dónde llegaba la confusión en esa época. “Durango es cólebre por la enorme masa de hierro maleable que hay á tres millas de la población. Se supone que esta roca es un meteorito, porque su composición y caracteres físi- cos son iguales á los de ciertos meteoros que cayeron en 1751 en Hungría, y análogos á los caracteres generales de otros de la misma naturaleza, cuyo origen meteórico es evidente y auténtico. Contiene 75 por ciento de hierro puro, según el análisis hecho por un químico me- xicano. Algunas muestras que consiguió Humboldt fueron analizadas por el célebre Kla- proth, quien obtuvo, según creo, los mismos resultados.”” En 1843, Ramírez,? y en 1858 Weidner,* publicaron varias memorias relativas al Cerro del Mercado, en que juzgaron necesario rechazar la teoría de su origen meteórico nacido del error de Humboldt. Es inútil advertir que Humboldt jamás emitió semejante opinión. En su obra acerca de Nueva España cita casi 4 la vez el Oerro del Mercado y los meteoritos mexicanos; pero eso depende únicamente de que le ocupaba el estudio del hierro en México y los estados bajo los cuales se presenta, y los mineralogistas mexicanos consideraban al Cerro del Mercado como una enorme masa de hierro. La verdad es que Humboldt nunca llegó hasta Durango, así es que no hizo más que transmitir los informes que pudo recoger. EPLARIDY. Después de Humboldt, M. Hardy? se ecupó de la masa é hizo un viaje por aquellos lu- gares en 1827. Sus informes son los primeros que se conservan de la presencia de la masa en San Gregorio; Hardy dice: “Entre la hacienda de Santa Cruz y el Real del Parral hay doce leguas de distancia. Á nueve leguas de este camino se encuentra el pueblo de San Gregorio, en donde hay una enot- me masa de hierro maleable y níquel. Tal vez este es el meteorito que el Sr. Humboldt dijo estaba cerca de Durango. Real del Parral era una población de cincuenta á sesenta mil al- mas, y fué célebre en cierta época. Se han hecho varias tentativas para fundir esta masa de hierro, pero sin obtener resultado. Cierto italiano pensó que calentando uno de sus lados po- dría cortar todo el metal que quisiera. Para ello amontonó una gran cantidad de leña del lado por donde se proponía comenzar la operación, le prendió fuego y consiguió enrojecer la 1 Lib. cit., pág. 86. 2 El Museo Mexicano ó Miscelánea Pintoresca de Amenidades Curiosas é Instructivas. México, 1843-1845, volu- men I, pág. 28. 3 Bol. Soc. Mex. de Geog. y Estad. Primera época. 1858, vol. 6, pág. 59; y Neues Jahrb. f. Min., 1858, p. 769. 4 Traoels in the Interior of Mexico en 1825-28 by R. W. Hardy. London, 1829, p. 481. 94 L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. masa avivando la llama con cinco ó seis fueyes de fragua. El calor se hizo tan insoportable que con gran sorpresa suya le fué imposible acercarse. Sin embargo, dicen que consiguió reunir tres libras de hierro, protegiéndose con unas gruesas tablas; estas tres libras le costa- ron ciento treinta pesos y no valían cuatro.” Hardy partió de la hacienda de Río Parral (no Real del Parral) á las 5 a. m.; llegó á Santa Oruz á las 8 a. m., y al Valle de San Bartolomé á las 8 p. m. del mismo día: se duda de que le haya alcanzado el tiempo de ir 4 la hacienda á examinar el meteorito, pues está á cierta distancia del camino de El Valle. Hardy no describe la masa ni su posición, ni cita la inscripción que está grabada sobre la masa, y según noticias lleva la fecha 1821. El Valle tenía entonces 28,000 habitantes. ISlAE) ells Bartlett tuvo noticia de la existencia de la masa de San Gregorio en 1852, pero sin verla. * BUTCHER Y LORENZO SMITH. El Dr. Butcher apartó algunos fragmentos y los envió al Profesor Lorenzo Smith,? quien publicó un dibujo de la masa y la nota siguiente: “En un punto de su superficie está grabada á cincel la cifra 1821, y arriba de esta fecha la siguiente inscripción en español:” “Sólo Dios con su poder puede destruir este fierro, pues nadie en la tierra ha podido di- vidirlo.” ¿ “Está el meteorito dentro de la cerca de una hacienda, adonde le llevaron los españoles hace muchos años con propósito de poder emplear el fierro para hacer instrumentos de la- branza. Se dice que cayó muy cerca del sitio que ocupa actualmente, pues á juzgar por su volumen se calcula que pesa cinco toveladas, de manera que no han podido llevarla de un punto muy distante.” “Esto es todo lo que se sabe acerca de su historia.” El lugar que Lorenzo Smith designa con el nombre de El Para es, en realidad, Parral (6 Hidalgo del Parral). EAS Burkart* (1871) cita una noticia relativa 4 la masa, que le comunicó en carta D. Anas- tasio Parras (no Porras), de El Valle de San Bartolomé. En esta noticia mencionan también las tentativas hechas para fundir la masa y la inscripción que tiene; pero dice que la fecha grabada en ella es de 1828 (el viaje de Hardy fué en 1827). Parras añade que la masa debe haber caído á siete y media leguas de la hacienda de 1 Lib. cit., vol. 2, pág. 458. 2 Amer. Journ. Sc. 1871, ser. 3, vol. 2, pág. 336, 1 Neues Jahrbuch fir Mineralogie. 1871, p. 853. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 95 o — San Gregorio; que nadie sabe en qué época cayó, pero debe ser muy remota, pues la masa dicha ha servido de señal limítrofe entre la hacienda de San Gregorio y los terrenos de El Valle, desde principigs del siglo XVIIL, en que la luvia la puso á descubierto. Parras asegura que la masa fué llevada al interior de la hacienda cincuenta años antes de la fecha de su carta. Como Parras dice que no se tuvo noticia de la existencia de la masa hasta que fué des- cubierta cerca del límite, debe haber una errata de imprenta en lo referente á la distancia de donde la trajeron, pues la hacienda no dista más que ocho millas del Valle. Probablemente es una y media, no siete y media, lo que él escribió. Aun en el caso en que se hubiera perdido la historia anterior, como suponía Parras, es fácil inferir que la masa no puede haber permanecido uno ó dos siglos cerca de un pueblo tan importante como El Valle, sin ser descubierta, y que los antiguos habitantes deben haberla conocido aun antes de que la lluvia la descubriese. También el propietario actual de La Oon- cepción dijo en 1871 que la llíwvia había puesto al descubierto la masa que estaba á corta dis- tancia de la hacienda, y sin embargo, se ha comprobado que la masa fué llevada de Huejuqui- lla en 1780. Es curioso que exista casi la misma tradición referente á la tentativa de arrancar pedazos de las dos masas. SASTRES Oastillo (1889) dice: “Cayó en un lugar que se llama El Morito, á 43 kilómetros de la Hacienda de San Gre- gorio, y el propietario (1600) Rafael de Pastrana hizo que la llevaran á la hacienda en la cual se encnentra actualmente. ENS) ASS El Sr. J. D. Knotts, de Parral, me escribe, contestando á mis preguntas, y me dice que la masa fué llevada 4 la Hacienda de Sau Gregorio hace unos ciento treinta ó ciento cuarenta años, de un lugar llamado el Morito, que está á unas dos leguas al Este. Hace unos cuatro ó cinco años, el propietario actual la hizo llevar del centro á la esquina de la hacienda (que dista de aquél unos setenta pies), para que formara parte de la casa: se necesitaron 50 hombres para transportarla. B. LA MASA METEÓRICA DE LA CONCEPCION. He aquí los informes publicados en diversos épocas, y se refieren á la masa que se en- cuentra en la hacienda de la Concepción. CONNOLTY. Enrique Connolly,* gobernador de Nuevo México, que sostuvo una discusión con el Gene- ral Carleton acerca del meteorito de Tucson, le dió los datos siguientes: “Está el supuesto 1 Smithsonian Report for 1865, p. 124. 26 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. meteorito en el Estado de Chihuahua, en la hacienda de Don Juan Nepomuceno Urquida (sic), 4 180 millas al Sur de la ciudad de Chihuahua, precisamente en el camino que conduce de esta población 4 México, entre las casas de dicha hacienda, á la izquierda del camino que pár- te para la ciudad de México y á unas 30 6 50 varas del camino principal. Lo vió casi siempre una vez al año y esto por espacio de veinte años, el último fué en 1846. E suna gran masa de hierro. Parece como un poste de 4 pies clavado en el suelo. Su diámetro 4 flor de tierra es de dos á cuatro pies. Va disminuyendo su diámetro hacia la parte terminal, que está irregular- mente arredondada. Lo que sobresale del piso, pesará una tonelada Ó algo más.” LORENZO SMITH Y WEIDNER. Probablemente esta masa es la que citó Lorenzo Schmidt en 1854-55.* “El Sr. Weidner, de las minas de Freiberg, asegura que hay un meteorito de una tone- lada de peso por lo menos, cerca de la orilla S. O. del Bolsón de Mapimí, en el camino de las minas del Parral. Según D. Manuel Orozco y Berra,? Weidner estuvo en el Parral el año de 1850 con el ca- rácter de ingeniero de la “Prieta y Tajo Mining Company,” y publicó algunos planos de las minas; en el mismo año emprendió una descripción del camino del Parral á Durango y Mon- terrey. (“Itinerario y carta geognóstica del camino del Parral á Durango y Monterrey” forma- da en 1850 por Federico Weidner). Los informes que cita Schmidt constan probablemente en dicho trabajo, que me ha sido imposible conseguir. SIMSON. Roberto Simson? escribía en el año 1866 pero cita una memoria de fecha anterior, que dice: “Hay un magnífico ejemplar de hierro meteórico entre El Valle y Parral, cerca de una curva que describe el Río Florido, en un lugar que llaman Concepción. Sobresale de la tierra unos cuatro pies, y es de la más pura calidad. Tiene de un lado de dos á tres pies, por dos á cinco del otro; su forma es muy regular, y en los sitios:en que está pulido tiene brillo, y es, según parece, de un metal casi puro. Con una hacha de acero se le corta fácilmente, pero co- mo no teníamos herramienta nos fué imposible arrancar un fragmento. Estaba en una esquina de la casa y la defendía de los choques de las wagones y otros vehículos. El mayordomo nos contó que según los informes que le habían dado, este meteorito cayó del cielo y lo llevaron de un lugar en que había otros parecidos. Tal es la creencia general entre los habitantes del pueblo. Hay un camino excelente de la Concepción á Río Grande que pasa también por Sal- tillo y Monterrey, así es que sería facil llevar este meteorito á los Estados Unidos. Los carros del pueblo tienen ruedas de madera bastante sólidas y podrían servir para efectuar el transporte. En esta noticia hay un error relativo 4 la localidad, pues la hacienda de la Concepción no está entre El Valle y el Parral. El Valle se encuentra á medio camino entre Parral y la hacienda de la Concepción. Como se dijo antes, hay una gran masa en San Gregorio, entre 1 Amer. Journ. Sc. 1855, ser. 2, vol. 19, p. 160. 2 Apuntes para la Historia de la Geografía en México. México, 1881, pág. 364. 3 Smithsonian Report for 1867, p. 472. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 97 El Valle y Parral, pero como está lejos del camino principal no llama mucho la atención de los viajeros. La carta de Simson tiene un valor especial como documento en que se especifica la tradición de que la masa fué llevada de un sitio distante del que ocupa er la actualidad, en el cual había otras masas, y de lo excelente de los caminos en sus inmediaciones. BARTLETT Y URQUIDI. Bartlett' pasó por Huejuquilla y Río Florido en 1852, y se desvió de su camino con el objeto de ver la masa: dice: “Llegamos á un arroyo cerca del cual está el hermoso pueblo (la Concepción) en medio de un bosquecillo de algodoneros. Nos detuvimos para descansar á la sombra de algunos gran- des árboles, y no bien desmontamos cuando vimos el objeto de nuestra excursión á unas 50 varas de distancia, en la esquina de un gran edificio. Era la casa de D. Juan Urquida (Ur- quidi), propietario de la hacienda y los terrenos inmediatos, y en una época gobernador del Estado. Para no perder tiempo el Dr. Webb se puso á trabajar inmediatamente, tratando de cortar con sus martillos y cinceles, algunos pedazos de la gran masa de hierro que tenfamos delante. Esta empresa no podía ser más difícil, pues la masa es dura en extremo. Después de haber trabajado una hora larga ayudado por un peón, consiguió cortar tres ó cuatro frag- mentos cuyo peso no llegaba á una onza y apenas bastaba para el análisis. Se rompieron cinco cinceles y el Doctor hubo de desistir de su idea con gran pesar nuestro, pues deseábamos Jle- varnos algunas muestras. Entretanto yo hice unos dibujos de los dos lados de la masa y tomé algunas medidas; pero tienen una forma tan irregular que estas medidas no pueden dar sino una noción aproximada de su tamaño. Del lado más alto tiene 46 pulgadas; del más aneho, 37; la circunferencia de la parte más gruesa es de 8 pies y 3 pulgadas. El Sr. Urquida calcula que pesa 3,853 libras. Cuando estábamos trabajando salió de la finca el joven Urquida, her- mano de D. Juan. Dice que se encontró la masa á unas 300 varas del lugar que ocupa en la actualidad, y que los peones de la hacienda la movieron en diversas épocas, hasta llevarla al lugar en que hoy se encuentra. La transportaron con el fin de que sirviera de yunque en una herrería, aunque nunca llegaron á usarla. También intentaron fundirla, rodeándola de un fuego intenso y calentándola hasta que se puso blanca; pero el calor que se desprendía de la masa era tan fuerte que nadie pudo acercarse: se perdió tiempo y trabajo. La operación costó más de cien pesos y se obtuvo un pedazo de metal de suficiente tamaño para que con él se hicieran un par de espuelas.” URGQUIDI. La memoria publicada por Francisco de P. Urquidi? en Agosto de 1871; contiene todos los datos referentes á la masa de que se tenía conocimiento en la hacienda de la Concepción. Dice, en extracto, lo siguiente: “La masa meteórica ocupa en la actualidad un Jugar distinto del que ocupaba cuando fué descubierta. Sabemos por tradición, aunque de una manera indirecta é inexacta, que en ib. cit., vol. 2, pág. 457. L Bol. de la Soc. Mex. de Geog. y Est., 2.* época, 1871, vol. 3, pág. 275. 1 2 La Nat.—Ser. 11.—T. IIL.—May. 1898. 13 98 L. FLETCHER. LOS METEORITOS MEXICANOS. tiempos remotos estaba en un lugar que dista más de 1,000 varas del edificio principal de la hacienda. Según la misma tradición, la masa fué transportada y llevada á las cercanías de dicho edificio y colocada frente á la puerta de la iglesia. Algunas personas que murieron hace poco la vieron c1: ese sitio. Á principios del siglo, un mayordomo de la hacienda quiso apro- vecharla para yunque de Eerrería; después los propietarios actuales de la hacienda la vieron en la puerta de la herrería y la llevaron al lugar en donde está ahora, que es la esquina del edificio principal, y la colocaron sobre un pequeño zócalo de mampostería. Ya le habían arrancado varios fragmentos para hacer con ellos artículos de herrería y para llevárselos como muestras.” “En este distrito hay otras tres masas del mismo material: una está 4 12 leguas al N. E, en una hacienda que se llama San Gregorio, y las otras dos 4 25 6 30 leguas al N. E., 4 160 pasos una de otra, en el desierto del Bolsón de Mapimí, cerca de un lugar que se llama Chu- paderos, sobre un cerro que está separado de la cordillera. No se sabe que exista ninguna otra masa en este extenso territorio, además del meteorito de Tucson, que lo mismo que el de la Descubridora, puede haber tenido su origen en el mismo meteoro.” Aunque según parece Burkart' copia esta misma relación, refiere uno Ó dos puntos que no se mencionan en ella: tal vez estaban manuscritos en el ejemplar que le envió Ur- quidi junto con un fragmento de la masa. Dice que ésta se encontraba en un breñal, á $00 varas del lugar que hoy ocupa, en un charco debido á un fuerte aguacero, y que en 1823 la masa estaba todavía cerca de la fragua. CASTILLO Y URQUIDI. Según Castillo (1889),* el Sr. Y. Urquidi asegura, apoyándose en una carta de su tío el Sr. A. Urquidi, que la masa fué llevada de la sierra de las Adargas á Ooncepción, cerca de Huejuquilla (sic), el 29 de Abril de 1780. Parece que Urquidi encontró esta carta después de la publicación de sa memoria en 1871: estos últimos informes están de acuerdo con los que dió el mayordomo de la hacienda á M. Simson antes de 1866. La sierra de las Adargas no está indicada en los mapas que tengo á mano, pero D. José de la L. Soto, propietario de la hacienda de Ohupaderos, me dice que designan con este nombre una pequeña montaña que está 4 8 6 9 leguas al S. del pueblo de Jiménez (Huejuquilla), y en su jurisdicción. C. LA MASA DE RÍO FLORIDO. La ciudad de Río Florido está en la unión de los caminos de Huejuquilla y el Valle de San Bartolomé que conducen á Durango. Hardy dice:? “Salí del Valle á las 7 a. m. y llegué á la hacienda de la Concepción á las 11, y álas 3 p. m. á la de Río Florido. Esta finca es un palacio, con una gran columnata al frente. La construyó el padre Juan Cerera, sacerdote español, y en tanto que él vivió la ha- cienda fué una de las más ricas de México.” 1 Neues Jahrbuch fir Mineralogie. 1871, pp. 852-53. 2 Cat. Desc. cit., pág. 7. 3 Lib. cit., pág. 483. L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 99 La masa que estaba en Río Florido es, pues, idéntica á la de la Concepción. Contamos con pocos datos referentes á esta masa. Weidner' fué el primero que la citó en 1858. “Ví, dice, en la orilla del camino de Durango á Chihuahua, en las haciendas de Río Florido y la Concepción, dos masas de hierro maleable que parecen ser meteoritos.” Oastillo? dice: “En 1866 Federico Weidner me dió algunos datos relativos á los meteo- ritos de los Estados del Norte de México, y me habló de una masa que estaba en la hacienda de Río Florido, en el antiguo camino real de México 4 Ohibuabua. Dicha masa tenía la mi- tad del tamaño de la de la Concepción: es un poco más plana que ésta, pero presenta los mis- mos caracteres. Como Weidner me aseguró que le había arrancado algunos fragmentos, me decidí á citarla. No he podido encontrar ninguna otra descripción de este meteorito, y cuan- do visité la hacienda de Río Florido en Marzo de 1889, no encontré la masa ni pudieron dar- me ninguna noticia acerca de ella.” Weidner escribió lo siguiente, con fecha 10 de Septiembre de 1870, contestando á las preguntas que le hizo Burkart* por intermedio de Stahlknecht, de Durango: “Durante mi viaje á Obihuahua ví dos masas, una en la hacienda de la Florida (sic) y la otra en la hacienda de la Concepción. Sin detenerme mucho tiempo, para no retardar la marcha de la caravana de que yo formaba parte, arranqué á martillazos un pedazo de la pri- mera masa. Recuerdo lo siguiente: : “No tiene forma bien definida; y si acaso se le podría comparar á un pesado garrote. La parte más delgada está enterrada; la más ancha tiene 1 metro de alto y 40 centímetros de grueso. La superficie es redonda y arriñonada, lisa, brillante como acero pulido, y cubierta de poros en ciertas partes. No se nota que tenga una costra negra y en esto se distinga la parte exterior de la interior. Por su dureza iguala al fierro colado; en el corte era bastante lisa: la quebradura tenía un aspecto especial, como de plata. Á juzgar por el sitio que ocupa y su posición, podría creerse que el propietario la recogió en algún lugar no muy distante y la dejaron saer cerca de la esquina de la casa para que sirviera de mocheta.” En 1866, Whitney? dijo lo siguiente: “El Dr. J. B. Trask vió en Agosto de 1849 una gran masa de hierro meteórico en el pueblo de Río Florido (sic), enterrada en parte en un rincón de la plaza. Tal vez es ésta la que, según el Sr. Bartlett, existía en la hacienda de la Concepción, en el camino de Ohibua- hua á Río Florido. Sin embargo, el Dr. Trask recuerda claramente que la masa que él vió estaba en el pueblo y no en la hacienda de Río Florido.” Abner Woodworth* escribió lo siguiente al Secretario del Instituto Smithsoniano, en el año 1866: “El 7 de Marzo de 1843 salí del Paral (sic), pueblo situado sobre el río Allende, Estado de Ohibuahua, y después de caminar 25 millas, encontré un pedazo de hierro maleable de la forma de dos salseras invertidas; la tercera parte Ó más está enterrada. Se supone que pesa de 5,000 á 6,000 libras. El herrero de Río Florido la aprovecha para hacer herraduras. Está en una llanura, á 20 millas de las montañas.” . 1 Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. 1.* época, 1858, vol. VI, pág. 61. 2 Cat. Des. cit., pág. 9. 3 Neues Jahrbuch fir Mineralogie. 1871, pág. 854. 4 Proc. Calif. Acad. Nat. Sc. 1866, vol. 3, p. 241. 5 Smithsonian Report for 1867, p. 772. 6 El original dice, además: “course 15” east of south.” 100 L. FLETOCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Comparación de los datos. Los informes que dan Trask y Woodworth son útiles porque pueden ayudar á la inter- pretación de los de Weidner. Woodworth no cita más que una masa. Oomo la de San Gregorio estaba á una gran distancia del camino, no le Jlamó la atención; pero la masa de la Concepción estaba tan á la vista, como lo prueban las descripciones de Simson y Bartlett, que todos los que pasaban por ahí se fijaban en ella y le arrancaban pedazos. ] Es imposible que Woodworth no se haya ocupado en un ejemplar tan importante, y sí se ocupe en uno poco conocido que, según parece, es casi la mitad más pequeño que el de la Ooncepción. Simson dice que cerca de la Concepción pasa un riachuelo, ramal de Río Flo- rido. Es evidente que dos arroyos diversos pasan por los pueblos de la Concepción y Río Florido y se reunen á 12 millas de distancia. Generalmente los viajeros ignoran este hecho, pues como el camino es excelente, no tienen que recurrir á un mapa local detallado (supo- niendo que ese mapa existiera en aquella época). El arroyo que lleva actualmente el nombre * de Río Florido es el más importante, é indica el camino de Río Florido á Huejuquilla. Woodworth se equivoca igualmente en lo que se refiere al Río Allende, pues El Parral no está junto á la corriente que pasa por Allende (El Valle), sino en el Río del Parral, que se une al Río Conchos ó Florido en Santa Rosalía, á unas 60 millas de “El Parral? Teniendo en consideración todos estos datos, la distancia Áá que se encuentra El Parral y el tiempo que estuvo la masa de la Concepción cerca de la herrería, se comprende que la fragua que Woodworth supone en Río Florido, estaba en realidad en la Concepción, en una afluente de dicho río. Admitiendo esto también, cae por tierra el informe de Trask. Su aser- ción de que la masa que él vió “estaba en el pueblo de Río Florido (sic) y no en la hacien- da” significa que se encontraba fuera de ella (de la Concepción). La descripción de Bartlett indica que el pueblo y la hacienda ocupan la misma localidad, y Connolly dice que la masa estaba entre las casas de la hacienda, por lo menos en 1846. Los informes de Weidner pueden interpretarse, por lo tanto, de la manera siguiente: La descripción de la situación y caracteres de la masa de Río Florido, coincide tan bien con la que dan Simson y Bartlett de la masa de la Concepción, que es imposible dudar de la identidad de ambas; y además, el meteorito más grande que describe Weidner en segundo lugar no era el de la Concepción, como él creía, sino el de San Gregorio. Es indudable que tenía conocimiento de la existencia de este último, aunque no le menciona de una manera explícita, pues como se dijo antes, Weidner sirvió durante algún tiempo en Parral en calidad de ingeniero, y dió pruebas de que conocía los alrededores, haciendo una carta geológica del camino de las minas de El Parral hasta Durango y Monterrey (pasando por El Valle, Con- cepción, Río Florido y Cerro Gordo). Lorenzo Smith' (1854-55) dice: “El Sr. Weidner, de las minas de Freiburg, asegura que hay un meteorito que pesa, cuando menos, una tonelada, en el extremo $. O. del Bolsón de Mapimí, en el camino de las minas de Parral.” He buscado en vano la autoridad en que apoya su aserción Lorenzo Smith; tal vez la tomó de “El Itinerario” de 1850: su informe presenta un interés particular, pues prueba que 1 Amer, Journ, Sc. 1855, ser. 2, vol. 19, p. 160. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 101 antes de 1854 Weidner solamente había llamado la atención pública hacia una sola masa, la de la Concepción. Weidner dice que arrancó unos fragmentos de la masa de Río Florido, “sin detenerse mucho para no causar retraso á la caravana;” de manera que sus informes pueden ser inexac- tos á causa de la precipitación con que los tomó; pero es difícil interpretar esta frase: “am- bas masas estaban á la orilla del camino.” He aquí un extracto de la memoria de D. Pedro García Conde, referente al Estado de Obihuahua (1857).' “En la hacienda de la Concepción, que está á orillas del Río Florido, hay una masa de hierro nativo, encontrada entre dos pequeños cerros (sic) de las cercanías, que contiene una cantidad tan grande de hierro magnético, que parece estar formada únicamente de dicho mi- neral. Su volumen es casi de 60 pies cúbicos, y el hierro es tan maleable, que uno de los propietarios del Río Florido hizo un montón de leña, la encendió y consiguió enrojecerla; pero como el calor era muy intenso, nadie pudo acercarse; así es que solo sirvió el pedazo que re- cogieron para hacer una espuela al propietario. El herrero que la hizo dice que nunca había trabajado el hierro con tanta facilidad como en esta ocasión.” La masa á que alude Conde es seguramente la que está en la hacienda de la Concep- ción, y es idéntica á la de Río Florido mencionada por Simson. Otro tanto puede decirse de la masa de Río Florido de Weidner, Trask y Woodworth. D. LAS DOS MASAS DE CHUPADEROS. Según Castillo, sólo se sabe de la existencia de dos masas en el Distrito que está al B. «de Huejuquilla, 4 saber: las que están cerca del rancho (6 hacienda) de Ohupaderos, 4 17 millas de la población, al E.; se encuentran 4 250 metros una de otra. Hemos demostrado que estas masas no son idénticas á la antigua señal citada en la Historia de Felipe II. Bartlett fué el primero que se ocupó de las masas de Ohupaderos:? en 1852 pasó por Huejuquilla y envió un destacamento á que las visitara. “El Dr. Webb se proporcionó un guía. Se pusieron en marcha el guía, tres compañeros y diez soldados nuestros; pero volvieron al día siguiente, pues no les fué posible dar con las masas, aunque el guía nos había asegurado que le era conocido el sitio en que las masas me- teóricas se encontraban. Al llegar al punto qué había designado, se manifestó confuso, y ha- biéndole interrogado confesó que no había pasado por alí desde hacía 20 años, y que no era conveniente ir más lejos por temor de los indios. Sin embargo, el Doctor lo obligó 4 que los guiara algo más adelante en diversas direcciones, aunque sin resultado, á pesar de que ex- ploraron el terreno en una extensión de varias millas.” Á pesar de este fracaso, Bartlett asegura que las dos masas existen.? “Me han dicho en Huejuquiila y en la hacienda de la Concepción que hay varios meteoritos Ó masas de hierro nativo en diversos lugares. Es indudable que existen los que están cerca del punto explora- do por el Dr. Webb. Algunos de ellos son muy grandes, mientras que otros son menores que el de la Concepción.” 1 Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Primera época, 1857, vol. V, pág. 251. 2 Lib. cit., vol. II, pág. 453. 3 Lib. cit., vol. IL, pág. 458. 102 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. En 1871 Lorenzo Smith publicó un artículo sobre los meteoritos del Bolsón de Mapimí y sus alrededores, y después de mencionar los de San Gregorio y Concepción, dice: “Se acaba de descubrir un enorme meteorito, del cual no se ha tomado todavía ninguna muestra, y que parece ser más grande que cualquiera otro de los que se han encontrado hasta hoy en esa localidad.” . En 1876 decía: » “Tenemos noticia de un meteorito más grande que el de San Gregorio y que está en el centro del desierto.” No hay duda: estos informes se refieren á la misma masa, y es probable que se funden en datos inciertos relativos al hierro meteórico de Ohupaderos. E. Las masas de Sierra Blanca. Descubrimiento de masas de hierro en la Sierra Blanca, terca de Huejuquilla. En la Gaceta de México del miércoles S de Septiembre de 1874, salió el suelto siguiente: “Se han descubierto varias masas de hierro de 20, 30 y más quintales, en la Sierra Blan- ca, á tres leguas de la Villa Nueva de Huejuquilla (sic) y á doce leguas del Valle de San Bartolomé; las han sometido á la acción del fuego y les han cortado algunos fragmentos con un cincel: son muy maleables, pero costaría mucho su explotación y han desistido de ella.” Sierra Blanca no está indicada en los mapas que poseo, pero como los cerros de las in- mediaciones de Huejuquilla son de tierra caliza, el nombre de Sierra Blanca conviene á casi todos.* El Sr. Knotts, de El Parral dice que se designaba antiguamente con ese nombre la “Sierra de la Maloya,” que está al O. de Huejuquilla, 4 unas ocho millas de distancia; debe ser idéntica al Cerro de Almoloya, de los mapas, pues está á la misma distancia de Hueju- quilla y á cinco leguas del Valle. Estas distancias no coinciden con las que proporciona la Gaceta. En 1834 Mr. Kayser citó en su descripción de la Colección de Minerales del Dr. Ber- gemann* un fragmento de hierro meteórico cuyo letrero dice lo siguiente: “Ein Stick Meteo- reisen aus der Sierra Blanca unweit Villa Nueva de Haxuquilla (sic) en México;” el ejem- plar susodicho se encuentra ahora en la colección de Berlín, y se le han cortado algunos pe- dazos destinados á figurar en diversas colecciones, en las cuales están designados invariable- mente con el nombre de “Sierra Blanca.” Es necesario hacer notar que en el informe anterior no se mencionan más que las masas que se encuentran en una localidad cuyo nombre no consta en los mapas, y que ni siquiera citan las de San Gregorio, Concepción y Chupaderos, aungue están en la misma región: son mucho más grandes y dos de ellas se encuentran cerca del camino de Chihuahua á Nuevo México, que fué de importancia durante siglos, y además, una de ellas ha servido de límite de unos terrenos á fines del siglo XVI. El informe trata de la existencia de varias masas de 20, 30 y más quintales, y parece que sólo se conserva de ellas el fragmento que tiene en su poder el Dr. Bergemann. 1 Memoir of a tour to Northem Mexico, € by Wislizenus. 1848. 2 Beschreibung der Min. Samm, des Herrn Bergemann. Berlín, 1834, p. 465. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 103 F. EL FRAGMENTO DE TULE. Se cuenta con muy pocos datos en lo referente al meteorito de Tule. Castillo dice:' “En la Escuela de Minería de México hay un pequeño fragmento de hierro de Tule, (Balleza, Ohihuabua). Parece que dicho fragmento no fué sacado de las grandes masas de Ohi- huahua, ni de ningún otro bloque.” El rancho de Tule, en Balleza, está 4 100 millas de Chupaderos, al O. Como no se co- noce la historia de este fragmento, ni hay ninguna descripción de él, su presencia en nle en una época reciente no basta para probar que haya caído en las inmediaciones ni menos con el grupo de Huejuquilla, cuya edad terrestre se había borrado de la memoria del hombre ha- cía tres siglos. * Análisis químico de las masas del grupo de Huejuquilla. + Aunque se han hecho los análisis de algunos fragmentos de las masas del grupo de Hue- juquilla, los resultados obtenidos distan mucho de ser satisfactorios: la diferencia que hay en- tre las cantidades de componentes de una sola masa (de San Gregorio) es tal, que no puede concederse importancia alguna á las variaciones que se observan entre los resultados analíti- cos de los miembros del grupo. HUMBOLDT. DURANGO SAN GREGORIO CONCEPCION |CEV2ADEROS | E ds E 5 al 3 5 y E El E E 3 E E El a aci ee sad 95-01 S9-6 90-4 LESCICOS AR A ' ¿ 4-22 ? 5 10-4 9-4 Cobalto. 0-51 |) Fósforo A on ECON MOE NIC COn, a. Humboldt envió este fragmento á Klaproth como muestra de la masa “Durango.” (Beitrage zur chem. Kem. d. Mineralhórper; M. H. Klaproth, 1807, vol. 4, p. 102). b. El Profesor John, de Berlín, dice que el fragmento que analizó provenía de “Ia cono- cida masa mexicana estudiada por varios químicos. Humboldt es la autoridad reconocida para ella, pero ignoro si la, descubrió él ó Sonneschmid” (Schweigger's Journal fir Chemie und Physik, 1821, vol. 32, p. 263). Es indudable que este ejemplar formaba parte de la - masa “Durango” y era uno de los que regaló Humboldt para las colecciones europeas. c. Este fragmento fué enviado á Smith por Butcher. (Amer. Jowrn. Sc., 1871, serie 3%, vol. IL, p. 336). 1 Cat, Des. cit., pág. 7. 104 l L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. df h. Los fragmentos de los meteoritos de San Gregorio y Concepción, y probablemen- te los de Olhupaderos (no “Ghupanderes”), fueron enviados á Rammelsberg por Burkart. (Neues Jahrb fir Mineralogie, 1871, p. 852; Dic chem. Nat. d. Met. von C. Rammelsberg, 1879, pp. 31-32). a e y. El propietario de la masa de Concepción, el Sr. Urquidi, fué el que proporcionó. es- tos fragmentos. (Los Aerolitos de Chihuahua, por Baltasar Muñoz Lumbier. México, 1880, pp. 16-17). III.—ESTADO DE SINALOA. La masa de Ranchito. En 1876, el Profesor Bárcena' mencionó la existencia de una enorme masa de hierro meteórico, de más de 12 pies de largo, en Sinaloa, y dijo-que había hecho el análisis químico de algunos fragmentos y los había enviado á México. Sin embargo, no se ha publicado aún ninguna descripción detallada, pero Bárcena asegura que se compone esencialmente de hie- rro y níquel, y que los fragmentos tienen un color plateado y plomizo. Castillo? da los informes siguientes en su lista de meteoritos mexicanos: “En 1871 se descubrió esta masa en El Ranchito, 4 tres millas al S. E. del centro mine- ro de Bacubirito. Mide 31165 de largo, 20 de ancho, 1750 de alto. Es de forma irregular y está surcada longitudinalmente por una grieta.” Una masa tan extraordinaria, aunque no fnese de origen meteórico, merece un atento estudio. Bacubirito está en la misma línea que Huejuquilla y El Valle, 4 127 millas al $. E. de este último. IV.—ESTADO DE DURANGO. Se ha demostrado que la gran masa “Durango,” que debe su celebridad á Humboldt, es idéntica á la que se encuentra actualmente eun un rincón de la hacienda de San Gregorio, cerca de Parral, en el Estado de Obihuahua. Sin embargo, se han descubierto en el Estado de Durango varias masas comparativamente pequeñas. I. LA MASA DE LA PLATA. Fué mencionada en las Gacetas de México del año 1802,* un año antes de la llegada de Humboldt. “Unos labradores encontraron una masa de hierro que pesabá más de 11 arrobas (275 libras) en la Sierra Madre, á 13 6 14 leguas de la ciudad de Durango: tenía la forma de dos artesas de regulares dimensiones, unidas en un extremo, de tres pulgadas de espesor en el 1 Proc. Ac. Nat, Sc. Philad. 1876, p. 122. 2 Cat. Desc. cit., pág. 5. 3 Volumen Il, pág. 1. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 105 centro. Parece que el grano era igual en todas sus partes. La concavidad interna estaba cu- bierta de hundimientos parecidos á los que deja la pata de un perro en la tierra húmeda. Después de haberla dividido con mucho trabajo en dos pedazos, llevaron uno de ellos 4 una fragua é hicieron una reja de arado. Sirve lo mismo que si estuviera hecha de hierro común. Habiendo adquirido informes en el lugar en que se hizo el descubrimiento, Don Pedro del Pozo nos dice que la encontraron á unas 500 varas al N. E. del cerro llamado de La Plata.” La segunda mitad de esta masa ha desaparecido, lo mismo que la primera. La Plata no está indicada en niugún mapa, pero como forma parte de la Sierra Madre, debe estar al O. de la ciudad. 2. LAS MASAS DE GUADALUPE Y CACARIA. A. Las masas de Guadalupe.—a. Masa mencionada por Karawinsky. Freiberr von Karawinsky adquirió en 1834 un fragmento de hierro meteórico para la colección de Viena. Lo llevó de México y según los datos que dió á Partsch,' formaba parte de una masa que pesaba varios centenares de libras, y yacía en la llanura situada al N. E. de Durango. No existe ninguna prueba de que Karawiusky haya visto la masa primitiva, ni tampoco dice á qué distancia de Durango se encontraba. La masa de Karawinsky fué descubierta en la hacienda de Guadalupe. Hemos hecho notar que en 1858 Weidner se ocupó del Mercado, y dijo que los frag- mentos que le habían dado á Humboldt con el nombre de “Hierro de Durango” podían pro- venir de la hacienda llamada Labor de Guadalupe, que está cerca de la ciudad, ó de alguna de las dos masas que están en “Concepción y Río Florido.” De esto se deduce que en 1858 Weidner creía que se había descubierto realmente en la Labor de Guadalupe hierro meteórico distinto del de las masas de Chihuahua por sus dimen- siones. Hasta hoy hemos buscado datos infructuosamente acerca del descubrimiento de hie- rro meteórico en dicho Estado. El Dr. Carlos Santa María, de Durango, me dice que esta extensa hacienda de Guada- lupe comienza á 5 leguas al N. E. de la cindad de Durango, y esta es precisamente la direc- ción que cita Karawinsky para la localidad de la masa cuyos fragmentos envió á Viena en 1834. Es, por lo tanto, muy probable que la masa de Karawinsky sea la misma que citó Weidner en 1858, al ocuparse del ejemplar de la Labor de Guadalupe. No existen otros datos referentes al descubrimiento de meteoritos, al O. de la ciudad de Durango, antes de 1858. 1 Die Meteoriten zu Wien, 1843, p. 113. La Nat.—Ser, IL.—T. IIL.—May. 1898. 14 106 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. bh. Masa encontrada en el Rancho de La Pila. En 1882 el arado puso á descubierto una masa de peso de 46-4 kilogramos en el Ran- cho de La Pila,' 4 nueve leguas de Durango, al E. El Dr. Carlos Santa María me dice que este rancho forma parte de la hacienda llamada La Labor de Guadalupe, que empieza á cinco leguas al N. E. de Durango y se extiende hasta La Pila, cerca de la hacienda de La Punta, que según el mapa de García Cubas, está 4 diez leguas de Durango, al $. E. En 1884 se obtuvieron los resultados siguientes del análisis verificado por el Dr. Janke: lat cielo lisa mier EnooR Nal andado Cobalto "Fósforo Este ejemplar pertenece ahora á la colección del Museo Británico. Los datos que da Brezina confirman la suposición que hemos expuesto previamente, acerca del lugar ocupado por la masa de Karawinsky, pues dice que las figuras que se obtie- nen lavando la masa con agua fuerte son idénticas á las que presenta la masa descubiérta en La Pila. B. LA MASA DE CACARIA. (a). Según Castillo? (1889), esta masa es casi redonda, y pesa 41-4 kilogramos. Du- rante algún tiempo sirvió de yunque en una herrería de Durango. El propietario de la fra- gua dice que la llevaron de las “llanuras de la hacienda de Oacaria,” que está en el camino real de Durango á Chihuahua, á unas diez leguas al N. del primero. Gerardo Ruiz regaló la masa al Museo de México, en el cual se encuentra actualmente. El Dr. Carlos Santa María me dice que la masa fué enviada 4 México antes de 1870. (b). Tarayre* (1867), mencionó un bloque de hierro de 200 kilogramos que servía de yunque en una herrería de la ciudad de Durango, á la cual había sido llevado de un lugar de las inmediaciones, pero no dice si vió la masa; de manera que sus datos se fundan tal vez en lo que oyó decir, lo mismo que el informe que presentó en la misma época relativo á la masa (que no existe) “cuyas tres cuartas partes estaban enterradas en la llanura;” por consiguien- te, el cálculo de su peso puede muy bien estar equívoco. Ninguna persona ha visto dos masas sirviendo de yunques en Durango. La hacienda de Cacaria dista catorce leguas mexicanas de la hacienda de La Punta; pero la dispersión efectiva de las masas de Guadalupe y Oacaria debe haber sido mucho menor, puesto que las llanuras están al O. de la hacienda de Cacaria, Ó sea del lado de Guadalupe, y que las masas de esta última se han encontrado del lado de La Punta, que colinda con Oacaria. 1 Abhandl. Natur. Ver. zu Bremen, 1884, vol, 8, p. 513. 2 Cat. Desc. cit., pág. 5. A 3 Archives de la Commission Scientifique du Mexique, 1867. París, vol. 3, page 270. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 107 Bien que no se hayan comparado hasta hoy las figuras obtenidas al lavar las superficies de las masas de Oacaria y Guadalupe, es probable que procedan de una caída única, cuyos fragmentos no se dispersaron á una gran distancia. 3. LA MASA DEL MEZQUITAL. Poco antes de 1868 llevaron de México una masa que pesaba cerca de siete kilogramos; se dice que proviene de San Francisco del Mezquital,' distrito de Durango, que no está indi- cado en los mapas modernos de México, y como en la Carta de García Oubas, San Juan y San Miguel del Mezquital se encuentran en el Estado de Zacatecas, parece dudoso que San Francisco del Mezquital haya existido en Durango. Sin embargo, en un mapa más antiguo” aparece como capital del Distrito del Mezquital; así es que viene á ser el pueblo conocido en la actualidad con ese nombre. El Dr. Carlos Santa María dice que los misioneros acostum- braban escribir San Francisco del Mezquital. El análisis que hizo Damour (1868) dió los siguientes resultados: MOMO aaa alla tela afulelo yin 93-38 Níquel accocacnaono nano aia as 5-89 CODO ada dalla: . 0-39 OOO id ala 0-23 * 99-89 La colección del Museo Británico adquirió el fragmento principal del ejemplar (7,513 gramos). j 4. LA MASA DE BELLA ROCA. La masa descubierta en Bella Roca (un pico de la Sierra de San Francisco, cerca de Santiago Papasquiaro) pesa 33 kilogramos. Este pueblo se encuentra á 85 millas al N. O. de la ciudad de Durango. El 1888 el Profesor Ward tuvo noticia de la existencia de dicha masa, pero le fué imposible obtener datos acerca de la fecha del hallazgo y el nombre de la persona que la encontró. Whitfield (1889) obtuvo los resultados siguientes: A dd a NA 91-48 INAQUOI oia aaa Ma ata jaa aaa aloe aaa 7-92 Do al cs peta aa 0-22 ANO BRO ADOOS 0-21 Ia SURE aAdÓ OIDO ROA 0-21 ONO saca dada a E vs es 0-06 100-10 Han despedazado el ejemplar y distribuido los fragmentos. 1 Comptes-Rendues. 1868, vol. 66, page 573. 2 Bol. Soc. Mex. de Geog. y Estad. Primera época, 1858, vol. 6, pág. 374. 3 Amer, Journ. Sc., 1889, ser. 3, vol. 37, p. 439. 108 L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Algunas masas de Durango pertenecientes á tipos distintos. La superficie de la masa del Mezquital lavada con agua fuerte presenta caracteres que difieren por completo de los que muestran las masas de La Pila y La Bella Roca. Se trata- ron con ácido nítrico, simultáneamente, los ejemplares de los tres meteoritos que están en el Museo Británico. La estructura octaédrica de la masa de La Pila está tan bien definida que podía estudiarse sin emplear el ácido. En las masas de La Pila y de Bella Roca aparecieron las figuras de Widmanstátten luego que se aplicó el agua bromada, mientras que en la de Mezquital no se pudieron distinguir figaras claras ni aun después de mucho tiempo. Sin em- bargo, después de lavar y secar la masa del Mezquital, aunque opaca en su mayor parte, presentó un aspecto lustroso en ciertas líneas paralelas que atravesaban de un lado á otro el ejemplar (1301 por 70m), 4 intervalos de uno á dos milímetros. En realidad, la superficie tratada por el ácido presenta un carácter semejante al de una masa de Coahuila, lo cual no está en contradicción con la descripción de Daubrée, relativa 4 una pequeña cura de cierto fragmento; pero sí es enteramente opuesto á lo que se dice de la superficie lavada con ácido de un fragmento de Viena del peso de 149 gramos.' Aunque las masas meteóricas difieren entre sí según el lugar de su yacimiento, es proba- ble que en el caso que nos ocupa, el ejemplar de Viena adquirido en 1872 proceda de otra lo- calidad y no de la que se supone, pues con excepción del fragmento del peso de 170 gramos que envió Daubrée á la colección de París, se cree que toda la masa de Mezquital (7,513 gra- mos) pasó á poder del Museo Británico en 1870, y nunca se:le ha cambiado á Viena un solo ejemplar de este meteorito. El aspecto de la masa de Bella Roca difiere por completo del de La Pila, tanto en sus enclaves como en los caracteres de las figuras de Widmanstátten. V.—ESTADO DE SAN LUIS POTOSÍ. No se ha encontrado hierro meteórico más que en dos puntos del Estado de San Luis Potosí: en Charcas y en Catorce. Según se demostrará más adelante, es posible que la masa de Charcas haya sido transportada á ese sitio de los alrededores de Catorce. I. LAS MASAS DE CATORCE. Se han descubierto tres ejemplares cerca de Oatorce, y es de suponer que provienen de un solo meteoro. (a). La masa meteórica de la Descubridora, que es idéntica á la de “Venegas,” de Lo- renzo Smith. (b). El pequeño meteorito que vió Burkart antes de 1834, y que ha desaparecido. (c). La masa encontrada en 1885. (d). Se asegura, además, que en Real del Guangoche y (e). En la hacienda de Agua Blanca existe hierro meteórico. 1 Die Meteoriten-Sammlung in Wien (Brezina), 1885, p. 60. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 109 (a). La masa meteórica de La Descubridora. Esta masa pesa 576 kilogramos; se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Mé- xico, y fué descubierta entre 1780 y 83." En este distrito sólo vivían indios bárbaros hasta 1773, año en que se descubrió acci- dentalmente la veta de la Descubridora, en la cima de la cordillera, cerca del pueblo de Ca- torce. Al cabo de tres años la población ascendía á 5,000 almas, y en 1826 llegó á 26,000. Al Oriente de la Sierra de Catorce comienza el descenso á la costa, mientras que al Oc- cidente no hay ninguna cordillera entre Catorce y Zacatecas. En 1773 la Sierra estaba cubierta de bosques, pero antes de que hubieran transcurrido cincuenta años ya no quedaba ni un árbol ni un matorral. Parece, pues, que la gran masa que nos ocupa fué encontrada en la época en que se hizo la exploración cuidadosa en el ac- tual pueblo de Catorce. Una vez descubierta, fué conducida á la hacienda de Poblazón, en la cual se encontraba todavía en 1830, cuando Burkart visitó 4 Catorce, aunque no le fué po- sible ver el ejemplar. Después la llevaron 4 San Miguel, cerca de Catorce, con el .fin de que sirviera de pilón para acuñar. Pasó en seguida á la hacienda de Tanque de Dolores, y des- pués volvió 4 San Miguel, hasta que por fin la compró Irizar y la regaló, en 1871, á la So- ciedad de Geografía y Estadística de México. La masa de “Venagas” es idéntica á la de La Descubridora. En 1855 Lorenzo.Smith* escribió lo siguiente: “El teniente Gouch (sic) asegura que el inteligente pero casi desconocido Dr. Berlandier, dice en su Diario de la Comisión de Límites que en la hacienda de Venagas (sic) había (1827) un pedazo de fierro que haría un cilindro de una yarda de largo y diez pulgadas de diámetro. Decían que lo habían encontrado en las montañas inmediatas á la hacienda. No presenta- ba estructura cristalina y era enteramente dúctil.” Smith se refiere en sus últimos artículos á la misma relación, sin cambiar ninguno de los detalles. Burkart* varias veces intentó obtener informes relativos á la localidad en que esta- ba la hacienda, pero sin éxito; de manera que persistió en la creencia de que se hallaba en- tre las ciudades de Durango y Chihuahua. Brezina creía que esta masa debía pertenecer al grupo de Coahuila, y propuso una teoría basada en la suposición de que el ejemplar fue- se realmente cilíndrico.” En primer lugar, “Gouch” es “Couch,” como se ha dicho anteriormente. En segundo lugar, Couch consiguió todos los voluminosos manuscritos del Dr. Berlandier (que murió en 1851) para el Instituto Smithsoniano.* Parece, pues, probable, que Couch haya tomado los informes que anteceden de una memoria que no ha llegado á publicarse. 1 Bol. Soc. Mex. de Geog. y Estad. México, segunda época, 1872, vol. IV, pág. 319. “La Naturaleza,” México, 1871-13, vol. 2, pág. 290. Cat. Desc. cit. (Castillo), pág. 4. 2 Lib. cit. (HG. Ward.), vol. 1, págs. 457, 471; vol. 2, págs. 232, 249, 259. 3 Amer. Journ. Se. 1855, ser. 2, vol. 19, p. 160; 1869, ser. 2, vol. 47, p. 383. 4 Neues Jahrbuch fir Min., 1858, p. 770; 1870, p. 691. 5 Sitzungsber, Ak. Wien. 1881, vol. 83, div. 1, p. 473. 6 Smithsonian Report for 1854, pp. 15, 396. 110 L. FLETCHER. LOS METEORITOS MEXICANOS. Al fin se encontró la narración del Dr. Berlandier, después de un fastidioso escrutinio. Estaba en la pág. 50 del “Diario de viaje de la Oomisión de Límites.” Lo escribieron L. Berlandier y R. Ohovel en 1850, in 42 He aquí la traducción literal: “Diciembre 22 de 1827. Del Centro minero de Catorce á la hacienda de Vanegas (sic).” “El 22 de Diciembre salimos de Catorce para reunirnos á nuestros compañeros, que es- perábamos encontrar en Vanegas, á seis leguas de distancia caminando hacia el N. E.” “Qerca de la hacienda'de Población (sic) hay una masa de hierro con la cual se podría hacer un cilindro de una vara de alto y diez pulgadas de diámetro. Su superficie no presenta el menor rastro de cristalización; sus bordes son arredondados y es muy dúctil. Nos costó mucho trabajo arrancarle algunos fragmentos. Posteriormente dos ingleses, provistos de he- rramientas magníficas y ayudados por buenos obreros, necesitaron un día entero para arran- carle algunos pedazos de dimensiones no muy grandes. Se nos dijo que habían llevado la masa de un punto que distaba de aquél unas cuantas leguas, pero no nos dijeron de cuál ni cómo.” “Las personas del pueblo creen que la masa se mueve insensiblemente de N. á S. Tra- tamos, aunque en vano, de disuadirlas de dicha suposición.” Es evidente que esta es la autoridad citada por Couch, y que han confundido la hacien- da de Poblazón (Población) en que se encontraba la masa, con la hacienda de Vanegas (no Venagas), á la cual se dirigían Berlandier y sus compañeros. El análisis hecho por Murphy (1872) dió los resultados siguientes: ' (b). Una pequeña masa examinada por Burkart antes de 1834. En 1830, Burkart oyó hablar en Catorce de la masa de Poblazón;? pero no pudo obte- ner noticias acerca de ninguna otra. Un poco más tarde vió en Zacatecas una masa redon- da que estaba completa, á lo menos en apariencia, y no un simple fragmento. Pertenecía á un italiano llamado Ohialivia. Pesaba de diez 4 doce libras y procedía de Catorce.* No se ha vuelto:á tener noticia de dicha masa. Burkart residió en Zacatecas desde 1828 hasta 1834. (c). Masa encontrada el año 1885. En 1887 un minero encontró una masa de doce libras de peso, cerca de Catorce. Esta masa forma parte de la colección de Mr. Kunz. Tal vez la descubrieron antes, pues tenía una abertura de 33 pulgadas de largo, dentro de la cual se había quedado un cincel. Debe haber permanecido expuesta á la intemperie porque el cobre estaba oxidado en parte. 1 “La Naturaleza.” México, 1871-73, vol. 2, pág. 290. 2 Neues Jabr. fúr Min. 1856, p. 206; 1857, p. 54. 3 Íbid. 1856, p. 286. A A L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 111 == Los antiguos mexicanos daban mayor dureza al cobre agregándole estaño en pequeña cantidad. En un análisis de un ejemplar hecho recientemente, se demostró la presencia de dicho metal en una proporción de dos á trece por ciento.” El análisis que hizo Mackintosh de la masa de hierro, dió los resultados siguientes: MO SONES 90-09 Níquel y Cobalto. . ooo. co cosoo conos». > - 9-07 DA AAA MO 0-24 as dde A BODA EE 0-60 100-00 Estas son las únicas masas de Oatorce de que se tiene noticia; pero á principios del si- glo existían otras en dos puntos de las inmediaciones, á saber: en Real del Guangoche y en Agua Blanca. (d). Real del Guangoche, inmediato á Catorce. El Sr. del Río sólo hace notar? la presencia de hierro nativo en Real del Guangoche, cer- ca de Oatorce; pero no describe los ejemplares ni las circunstancias en que fueron descubier- tos; tampoco hace mención de ninguna otra localidad inmediata 4 Catorce, ni de la existen- cia de la masa de Charcas. No se ha podido encontrar aún ninguna otra alusión al Real del Guangoche, de manera que ignoramos cuál pueda ser en realidad el sitio en que se encuen- tra: probablemente esta aserción se refiere al descubrimiento de las masas de Oharcas y Des- eubridora; pues es poco verosimil que hubieran dado noticia al Sr. Del Río del hallazgo de ejemplares insignificantes y que no se haya oído hablar en México de las grandes masas en- contradas años atrás y que se conservan hasta la fecha. (c). Agua Blanca, cerca de Catorce. Del Río dice lo siguiente en sus Tablas Mineralógicas, pág. 57, y en sus Elementos de Orictognosia.* ' “Coeto y Ootero aseguran que el ejemplar presenta el aspecto de cintas de una á dos pulgadas de espesor, en un conglomerado arriba de la hacienda de Agua Blanca (sic) cerca de Catorce. Espero que algún otro discípulo mío envíe un pedazo de hierro al Colegio para comprobar la existencia de hierro metálico terrestre, así como dice Lehmann respecto á la lo- calidad de Eibenstock en Sajonia. Sin embargo, los hechos evidentes hasta hoy parecen con- firmar más bien la teoría (meteórica) de Ohladni.” Por lo visto, Del Río creía que el hecho exigía comprobación. No se ha vuelto á tratar del asuuto, y parece que se ignora en la actualidad la posición exacta de Agua Blanca. Es necesario hacer notar que se ha demostrado que el ejemplar de Eibenstock citado antes, es de origen meteórico. 1 Anales del Museo Nacional de México. 1877, vol. I, pág. 117. 2 Tablas Mineralógicas. México, 1504, pág. 67. 3 Segunda parte, 1805, pág. 40. 112 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 2. LA MASA DE CHARCAS. Sonneschmid, que según dice en el prefacio de su obra, publicada en 1804, vivió doce años en México, asienta lo siguiente: * “Hay en un rincón del cementerio (iglesia, según Burkart) un bloque de hierro nativo medio enterrado en el suelo. La parte que sobresale es de dos y medio pies de largo y un pie de espesor. Se dice que lo trajeron de las cercanías de San José del Sitio, hacienda situada á doce leguas de Oharcas, y que hay en los alrededores de aquélla varias masas profunda- mente hundidas en ciertas rocas calizas.” No se ha podido determinar hasta ahora. la posición de la hacienda: su nombre es raro. En aquella época la extensión de fincas de esta clase se estimaba generalmente en sitios de á legua cuadrada, y San José del Sitio difiere de la mayor parte de los nombres mexica- nos, en que no tiene una significación clara. En la época á que se refiere Ward (1825-27) muchas haciendas de San Luis Potosí eran vastas dehesas.? Si la hacienda se hallaba al N. de Charcas, debía estar inmediata á Oatorce, pues estas dos poblaciones no distan más que 17 leguas mexicanas una de otra. Burkart dijo en 1857:* “Respecto á la existencia de hierro meteórico en los alrededores de Catorce y San Luis Potosí, parece que existe en grandes cantidades en los terrenos calizos de la cima de la cor- dillera, parte en grandes masas como la de Obarcas y Descubridora, y parte en masas del ta- maño de la segunda Ó de menorés dimensiones.” El análisis aproximativo de Meunier* dió los siguientes resultados: arado oooO os cOS 93-01 Niquel CO ar 4-32 cs ornurmono coso Bono nbSho ab aos 0-70 98-03 Los franceses se apoderaron de la masa de Oharcas en 1866. La conservan en la colee- ción de París; según la lista de ella Ó catálogo pesa 780 kilogramos. Es probable que las masas de Charcas y Catorce procedan de la misma localidad. La masa de la Descubridora encontrada en 1780-88, la que fué descubierta en 1885 y la de Charcas, presentan excelentes figuras de Widmanstátten cuando se lavan con agua re- gia; y aunque hay diferencias insignificantes de caracteres, son casi como las que suelen ha- llarse en diversos puntos de una misma masa meteórica. Las dichas figuras no son contra- rias á la hipótesis de que todos los ejemplares pertenecen 4 un mismo grupo, aunque no au- torizan ninguna opinión relativa á la simultaneidad 6 la multiplicidad de las lluvias que die ron origen á estos meteoritos. 1 Lib. cit., pág. 288. 2 Lib. cit., vol. 2, pág. 228. 3 Neues Jahrb. fúr Min. 1857, pág. 54. 4 Géologie comparte. Étude sur les Météorites, par J. Meunier. París, 1867, page 40. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 113 Pero teniendo en cuenta que en la época de la visita de Sonneschmid todavía recorda- ban la localidad originaria de la masa de Oharcas y su remoción (1792-1804), y que la historia de las masas meteóricas no tarda en ser olvidada cuando no se publica inmediatamente des- pués de su descubrimiento, podemos muy bien deducir que la masa de Charcas fué hallada casi al mismo tiempo que la de Descubridora (1780-83) y que probablemente la encontraron en los alrededores de Catorce, puesto que se llevó á cabo un cuidadoso registro en todo el distrito con el fin de encontrar venas de plata después del hallazgo de las riquezas inmedia- tas 4 Oatorce. Sonneschmid dice que la masa de Charcas fué encontrada en un sitio en que se habían visto otras, y Del Río se contenta con indicar la existencia de hierro meteórico de San Luis Potosí en las cercanías de Oatorce: en la época en que lo visitó Word (1825-27) había un buen camino carretero de Charcas á Catorce,' y el transporte de la masa graude desde el distrito de Catorce hasta la Iglesia de Oharcas no debe haber presentado dificulta- des prácticas. Aunque Sonneschmid visitó y describió las minas de Oatorce, no hizo men- ción ni descripción del hallazgo de la Descubridora y de otros meteoritos de aquellas regio- nes, lo que sólo puede explicarse suponiendo que la hacienda de San José del Sitio no se en- cuentra realmente en aquellos lugares. Tomando en consideración estos datos, opinamos que todas las masas encontradas hasta la fecha en el Estado de San Luis Potosí provienen de una sola lluvia y han sido descubier- tas en un distrito de área poco considerable. Ejemplar de la Colección Poinsett. El ejemplar que llevó Poinsett? á los Estados Unidos y que Smith supone fué encon- trado en Charcas, es probablemente de Toluca, como lo demostraremos más adelante. VI.—ESTADO DE ZACATECAS. No se ha encontrado en este Estado más que La masa meteórica de Zacatecas. La primera noticia que se tuvo respecto á la masa de Zacatecas apareció en las Gace- tas de México el 3 de Abril de 1792, pág. 59. “Desde tiempo inmemorial existe en la antigua calle de Santo Domingo, en la ciudad de Zacatecas, una piedra enterrada en parte, y se conoce con el nombre de piedra de hierro á causa de su dureza. En cuanto á su origen no hay más que una tradición oral que estable- ce que dicha piedra fué descubierta por uno de los primeros colonos al estar trabajando en la mina de Quebradilla, y que desde entonces estaba cerca de la puerta de su casa. Sonnesch- mid la vió, y habiendo conocido que era de hierro nativo, la recomendó á la atención del go- bierno. D. Fermín Apecechea hizo que la llevaran á su casa y vió que pesaba 2,000 libras. 1 Lib. cit., vol. 2, pág. 232. 2 Amer. Journ. Se. 1868, ser. 2, vol. 45, p. 77. La Nat.—Ser. 11.—T, 11I.—May. 1898. 1 114 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. La masa tiene un poco más de vara y media de largo, un poco menos de ancho y un cuarto de vara de espesor.” En la pág. 155 del mismo tomo de la Gaceta se publicó una carta de Sonneschmid, con fecha 24 de Julio de 1792, referente al ejemplar en cuentión. Según Burkart la mina de Quebradilla, situada en las afueras de la ciudad, del lado oc- cidental, empezó á ser explotada inmediatamente después de la conquista de México por los españoles.' . En 1804 Sonneschmid describió esta masa sin ocuparse de su historia, pues se contentó simplemente con establecer que “es imposible hacer ninguna suposición con visos de proba- bilidad respecto al origen de este ejemplar.” Burkart estuvo en Zacatecas en los años de 1828-34;* la masa se encontraba en esa época en una casa particular, residencia de D. An- gel de Abille, en la calle de Tacuba. Burkart cita los datos anteriores tomados de las Gace- tas de México de 1792; pero añade que cuando él estuvo en Zacatecas había una tradición, que la dicha masa “provenía del Norte,” y otra, que “ya estaba en Zacatecas en la época en que llegaron los españoles.” Castillo (1889)* dice que el ejemplar se hallaba “anteriormente en una calle de la cio- dad de Zacatecas, y que más tarde fué trasladado á la hacienda de Cieneguillas, propiedad de la familia Gordoa. Tiene la forma de un paralelipípedo de 1706 de largo, 050 de ancho y 0125 de espesor.” Masa meteórica mencionada por Cavaroz. El Dr. Oavaroz escribía lo siguiente, en Durango, el 21 de Septiembre de 1864: * “En un punto llamado los Zapotes, á cuatro leguas de Ouquio, hay grandes restos fósi- les. En una magnífica hacienda en que bicimos alto antes de llegar 4 Zacatecas, se encuen- tra una masa de hierro que hallaron hace tiempo en dicha ciudad. Le falta un pedazo que llevaton á Inglaterra con el fin de estudiarlo. El resto tendrá unos 70 centímetros de largo, 30 de aucho y 25 de espesor. Su forma es rectangular é irregular.” Este ejemplar es, sin duda, idéntico á la antigua masa de Zacatecas, y el pedazo que se llevaron 4 Inglaterra para estudiarlo es probablemente el mismo que analizó y describió en 1859 el Dr. Hugo Miiller en Londres. Este fragmento pesaba cerca de 20 libras. La familia Gordoa es propietaria, desde hace tiempo, de varias hermosas haciendas cer- ca de Zacatecas: según Ward (1826),? compraron la hermosa hacienda de Mal Paso, inme- diata 4 Zacatecas, en $ 700,000, y tenían, además, un capital de $ 1.000,000 adquirido por explotación de la mina de La Luz en Catorce, la cual comenzó á rendir productos en 1806: hay una hacienda llamada Cieneguillas, entre Ouquio y Zacatecas. Los Dres. O. Bergemann* y Hugo Miller” han obtenido los siguientes resultados: 1 Reisen in Mexico (J. Burkart), Stuttgart, 1836, vol. 2, p. 58. 2 Neues Jahrb. fúr Min., 1856, p. 289. 3 Cat. Desc. cit., pág. 4. Ñ 4 Comptes Rendus, 1864, vol. 59, page 1099. 5 Lib. cit., vol. 1, pág. 471. 6 Pogg. Ann. 1849, vol. 78, p. 406; 1857, vol. 100, p, 256. 7 Quart. Journ, Chem. Soc. 1859. vol. 11, p. 236. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 115 BERGEMANN.—1849-1857. MULLER.—1859. 1 nu 1 n nr IO a la elo e sica 85,09 85,42 89,84 91,30 90,91 Ns 8,00* 9,73 5,96 5,82 5,65 0,67 0,44 0,62 0,41 0,42 SOnÍ A6on 56 0,25 0,23 MS 0,13 E 0,07 Mt coror MODOS ODO 08 ón 0,50 A OA 0,03 Anas vestigios vestigios vestigios Magnesio.. ......... 0,34 a vestigios vestigios vestigios ¡ROSÍUO Ss coomeion 3,65 1,05 3,08 2,19 2,72 Total 98,62 96,64 99,63 99,97 100,50 VII.—ESTADOS DE MÉXICO Y MORELOS. Grupo de Toluca. Existen varias masas meteóricas procedentes de diversas localidades de los Estados de- México y Morelos; es probable que todas ellas sean de los alrededores de Xiquipilco, pueble- cillo situado 4 cuatro leguas al Oriente de Ixtlahuaca, en el Estado de México. Se ha escrito tanto respecto á este hierro, que creemos conveniente reunir los pocos da- tos originales que existen relativos al desenbrimiento efectivo de ciertas masas. 1784. El autor que se firmaba con el diptongo “E,” dice así:* “En el pueblo de Xiquipileo, perteneciente al distrito de Ixtlahuaca, se encuentra un ejemplar de hierro nativo tan puro, que basta calentarlo para que se le pueda dar forma. Yo doy fe del hecho y he tenido oportunidad de comprobarlo en dos viajes que hice á aquel lu- gar con el objeto de investigar si había venas de este mineral, lo que sería de grandísima im- portancia; pero lo único que pude observar fué la presencia de algunas masas de diversas formas y tamaños que están diseminadas por los campos y que los indios buscan, aunque la superficie del hierro está cubierta de una capa de ocre. Los indios del pueblo y los propieta- rios de las haciendas hacen uso de este metal exclusivamente para fabricar sus herramientas.” 1804. Del Río? señala los puntos siguientes en donde hay hierro nativo: “Zacatecas, Real del Guangoche, cerca de Oatorce, Provincia de Durango, cerca de Cuernavaca en Xi- quipilco, y en la Mixteca.” 1811. Humboldt,* que estuvo en México en 1803-04, dice: “Debemos á Sonneschmid la noticia de la presencia de hierro meteórico en diversos puntos de México; por ejemplo, en Zacatecas, Oharcas, Durango, y si no me engaño en las cercanías del pueblo de Toluca.” 1826. Wilhelm Stein* dice en su carta del 23 de Octubre de 1825 publicada por Nóg- gerath: “Envié un pedazo de hierro nativo de Xiquipilco. Merece un estudio detenido, pues * Pogg. Ann., 1849, vol. 78, p. 410: dice 7,999; su estado de la p. 412, 9,895: la suma de las cantidades por 100 no es 99,348 sino 100,348. 1 Gaceta de México. Miércoles 15 de Diciembre, 1784, núm, 25, pág. 201. 2 Tablas Mineralógicas. México, 1804, pág. 57- 3 Essai cit., vol. 2, p. 582. 4 Sehweigger's Journal fir Chemie und Physik, 1826, vol. 47, p. 74. 116 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. hasta hoy nada se sabe respecto á él. En el primer viaje que hice 4 Xiquipilco no me fué posible adquirir ejemplares, pues á pesar de mis investigaciones cuidadosas no tuve la fortu- na de encontrar un fragmento in situ. Una cantidad considerable de hierro meteórico se des- cubrió al estar arando, y la aprovecharon para fabricar toda clase de herramientas.” 1831. Alzate Ramírez* refiere lo siguiente: “Desde una época inmemorial no compran fierro para los usos comunes ni en el pueblo de Xiquipilco ni en las haciendas inmediatas. Los indios de aquel pueblo recogen el que pueden, aunque no se le encuentre en abundancia; los propietarios de las haciendas de Indege y Santa Isabel lo compran á los indios general- mente al comenzar las lluvias, porque entonces se ve muy bien en el suelo. Los dichos in- dios lo usan para hacer azadones y hachas, y los dueños de las haciendas para fabricar ara- dos. Por el año de 1776 fuí 4 Xiquipilco á ver con mis propios ojos ese famoso hierro nativo. Había en el pueblo dos fraguas que se ocupaban en trabajar el metal: lo forjaron en presen- cia mía y le dieron-la forma que se deseaba.” 1855. El Dr. Krantz? escribía en Bonn, el 8 de Marzo de 1855, los informes siguientes: “El Otoño pasado recibí de México cuatro masas meteóricas procedentes de las locali- dades que en seguida se enumeran, y se asegura pertenecen al Valle de Toluca.” “Una masa de 48 libras, de Tejupilco; varias de 26 y de 6 libras, de Ocatitlán; y una, en fin, de 19 libras, de Ixtlahuaca.” 1856. Gustavo A. Stein,* hermano del precedente, dice así: “Habiendo sabido que se encontraba el hierro nativo en diversos puntos del Valle de Toluca, fuí en Julio de 1854 con el fin de adquirir datos precisos en el pueblecillo de Ixtla- huaca; de ahí me enviaron á la hacienda de Mañí, una legua al N. del pueblo de indios de Xiquipilco. En la troje de dicha hacienda había una masa de hierro que pesaba 220 libras; su dueño me dijo que la habían hallado quince años atrás, á media legua de Xiquipilco, al Sur, entre los guijarros de un arroyuelo que aun en tiempo de lluvias tiene poca agua; cerca de aquel punto, aunque no en el arroyuelo, hallaron una masa de 53 libras. Á un tercio de legua al Oriente de esta localidad descubrieron una masa que pesaba 300 libras, unos veinte años antes de mi visita. Otra, de 193 libras, habíase hallado á un cuarto de legua al N. E. de Mañí. Se me dijo que mucho tiempo antes descubrieron grandes masas en la hacienda de Mayorazgo. Algunos viejos propietarios de terrenos de los alrededores de Ixtlahuaca me di- jeron que tiempo atrás habían tenido noticia de estos meteoritos por boca de un herrero que hizo con ellos varias hachas y rejas de arado sin emplear acero. Los indios de las cercanías acostumbraban buscar estos ejemplares con la esperanza de obtener alguna recompensa, y se los llevaban á dicho herrero para que los aprovechase. Escaseam mucho ahora, tanto las grandes como las pequeñas masas; pero en el transcurso de los años deben haberlas utilizado en grande, y muchas se habrán llevado. Las transportaban como mercancía á diversos luga- res, lo cual ha originado, sin duda, que las de Xiquipilco hayan sido conocidas también con los nombres de Ixtlahuaca, Tepetitlán, Mayorazgo, Gavia y Toluca. Últimamente descu- brieron un ejemplar considerándole como procedente de “Tejupilco,” en el Valle de Toluca. No hay duda que por error dijeron Tejupilco en vez de Xiquipileo. Aquel pueblo no está en el Valle citado: conozco muy bien la población, pues se encuentra 4 nueve leguas al O. de Arcos, en donde yo vivía, y nunca supe que hubieran descubierto hierro meteórico en sus Cer- canías. Es evidente que los ejemplares descritos por el Sr. Krantz provienen de Xiquipilco. Gacetas de Literatura de México, por D. José Alzate Ramírez. Puebla, 1831, vol. 2, pág. 381. itzungsb. d. niederrhein. Gesell. f. Natur, und Heilkunde zu Bonn, 1855, p. XLVII. 1 28 3 Sitzungsb. d. K. Ak, der Wissensch, Mathem.—Naturw classe, 1856, Wien, vol. 20, p. 218. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 117 1856. Burkart' informa lo siguiente: “Quando viví en las cercanías, hace poco más Ó menos unos 30 años, me dijeron que ha- bía hierro meteórico en Toluca, pero no pude conseguirlo. Más tarde, cuando vivía yo en Za- catecas (1828-34), supe que el hierro meteórico se llevaba en realidad de Xiquipileo; pero á pesar de todos mis esfuerzos me fué imposible obtener un ejemplar. Yo creo que Tejupilco es nombre escrito así por error, y debe ser Xiquipilco. No puedo aventurarme á decidir si los ejemplares que dicen que proceden de Ixtlahuaca y Ocotitlán fueron realmente descubiertos ahí 6 si los compraron en ese pueblo: me inclino á creer lo segundo.” 1857. Krantz? refiere que en 1856 hicieron una investigación especial en el Valle de Toluca, 4 petición suya: encontraron 69 meteoritos. Los recibió todos. El mayor sólo pesaba 13 kilos, y el peso total era de 493 kilos. ; 1858. Von Babo? analizó un fragmento de un ejemplar que pesaba 237 gramos, y según Sehleiden (de Trojes, México), procedía de los alrededores de Sizipilec, en el Valle de Tolu- ea, en el cual se han hallado otros pedazos distribuidos en una área considerable; los indios los encuentran frecuentemente al estar arando.” 1889. Castillo,* al dar la lista de los ejemplares de la colección de México, establece lo siguiente: “], Meteoritos que provienen de una sola caída, encontrados en San Juan de Xiquipil- co, en el Valle de Toluca, Estado de México. (a). Fierro meteórico de Ocotlán; pequeño fragmento. (b). Fierro meteórico de Tenango; pequeño fragmento. (c). Fierro meteórico del Cerro de Santiago, cerca de la hacienda de la Gavia; pequeño fragmento. ' (d). Fierro meteórico de la Sierra de Monte Alto, distrito de Xiquipilco; pequeño frag- mento. (e). Fierro meteórico de la hacienda de Mañí, distrito de Ixtlahuaca; pequeño fragmento.” “La mayor parte de los fragmentos, grandes ó pequeños, han sido encontrados en las cercanías de Xiquipileo: algunos alcanzan un peso de 45 kilos. Los habitantes descubren es- tos pedazos, ya sea en los campos, al arar la tierra, ya sea en las barrancas formadas por el paso de las aguas después de las lluvias.” “9, Meteorito de Ameca-Ameca, Estado de México. Es un pequeño nódulo de fierro meteórico encontrado en el pueblo de Ameca-Ameca. Está en el Museo Nacional de México.” “3. Meteorito de los Amates, Estado de Morelos. Es un nódulo de fierro que se encon- tró entre varios ejemplares de minerales de ese metal, procedentes del rancho de los Amates, en el camino de México á Iguala y en la vecindad de ésta.” “4, Meteorito de Cuernavaca, Estado de Morelos. Es un fragmento de fierro meteórico descubierto, según dicen, en el camino de México 4 Cuernavaca, en las montañas. Está en el Museo Nacional de México.” Es necesario hacer notar, de acuerdo con Chladni, que probablemente esta lluvia me- teórica tuvo lugar mucho tiempo antes de la llegada de los españoles, pues de otro modo se conservaría la tradición del fenómeno: el Valle de Toluca ha estado habitado desde tiempo inmemorial. 1 Neues Jahrbuch fir Mineralogie, 1856, p. 299. 2 Pogg. Ann. 1857, vol. 101, p. 152. 3 Ber. ber die Verhandl. d. naturf, Gesellschaft zu Freiburg i. B., 1858, vol. 1, p. 256. 4 Cat Desc. cit., pág. 3. 118 L. FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. El meteorito de 1521, que se mencionó antes, no ha producido ningún material tangi- ble que yo conozca. De esto se deduce que durante mucho tiempo las masas meteóricas fueron codiciadas para las herrerías. En 1776 las usaban para forjar útiles de agricultura; las consideraban co- mo producto terrestre. Stein afirma claramente que eran artículo de comercio que llevaban á vender á diversos pueblos de los alrededores. Debe advertirse que en los únicos casos eu que tienen nombres de lugares lejanos de Xiquipilco, es imposible seguir las huellas de la historia de los ejemplares. Además, los que han intentado obtener informes en la misma vecindad, sólo oyeron hablar de ciertos ejempla- res descubiertos á unas cuantas millas de Xiquipilco. La verdad es que durante los 50 años que sucedieron á la visita de Alzate Ramírez, casi no mencionan ningún otro nombre. Stein residía cerca de Toluca en la época en que los ejemplares procedentes de Ocatitlán, Tejupil- co é Ixtlahuaca fueron enviados á Krantz 4 Alemania, y asegura que la localidad de origen era Xiquipilco. Del Río (1804) vivía en la ciudad de México, y cita una localidad mexicana “cerca de Ouernavaca, en Xiquipilco;” pero su frase es ininteligible. Cuernavaca está más lejos de Xi- quipilco que de la capital en que residía Del Río; á vuelo de pájaro se encuentra á 52 wmi- llas de Xiquipilco, mientras que ambos lugares distarán así 35 millas de la ciudad de México. Es, pues, casi evidente que Ouernavaca, que ha sido conocida desde hace mucho tiempo, fué citada por Del Río en vez de Ixtlahuaca, y que lo hizo así con el fin de ayudar á la identi- ficación de la localidad aproximada de la pequeña aldea india de Xiquipilco. En 1805' Del Río mencionó incidentalmente las masas de Xiquipileo, sin citar 4 Cuer- navaca y á Ixtlahuaca. Por otra parte, es posible que el cajista haya omitido una coma, y que Del Río escri- biese “junto 4 Catorce, en Xiquipilco,” señalando, por consiguiente, dos localidades distintas; sin embargo, hasta 1889 no volvieron á citar 4 Cuernavaca como lugar de procedencia de meteoritos. > En cuanto á los de Ameca-Ameca, Cuernavaca y los Amates, mencionados por Castillo en 1889, no hay ninguna prueba de que tengan iguales caracteres que los de Xiquipilco. En segundo lugar, aun cuando ello se comprobase, subsiste la duda de que tal vez les llevaron del Valle de Toluca. El que está entre Cuautla y Ouernavaca es muy fértil, y en la época en que Ward le vi- sitó (1825-26), dicho valle era una sucesión de hermosas haciendas: probablemente muchos de los fragmentos de Xiquipilco fueron conducidos por los caminos de las montañas y les ven- dieron en las haciendas á título de curiosidades Ó para fabricar herramientas agrícolas. “Se dice que el meteorito de Ameca-Ameca fué hallado en ese pueblecillo, en donde hay fundiciones en las cuales hacen arados vaciados, planchas, ruedas de molino y otros ar- tículos.” El camino de México al Valle de Cuernavaca y Ouautla pasa por ahí. También el rancho de los Amates está en la línea de tráfico. Según Oastillo se encuen- tra cerca de Iguala, en el camino de México á esa población. Como la vía férrea de México á Acapulco debe pasar por Ouernavaca é Iguala, esos pueblos deben estar en el camino real que conduce á la costa del Pacífico. El Ocatitlán (de Krantz) es probablemente el pueblo de Ocotitlán, cinco millas al S. E. de Toluca, y no como suponía Burkart, Xocotitlán ú Hocotitlán, que dista 15 millas al N. E. de Xiquipilco. 1 Elementos de Orictognosia, segunda parte, pág. 40. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 119 Probablemente Oastillo quiso decir Ocotitlán en vez de Ocotlán, pues la sierra de Oco- tlán no está en el Estado de México, sino en la frontera Sudoeste del Estado de Morelos, á unas 30 millas al S. de Cuernavaca. Tenango (de Krantz) es la capltal de su distrito, y dista Y millas al S. de Toluca, Sizipilec (de Von Babo ó Schleiden) no está en el mapa: á primera vista parece que la diferencia no se debe á error de imprenta, pero las dos palabras escritas con la letra cursiva alemana presentan una semejanza tan notable que no hay lugar ni 4la duda. La X alemana se convirtió en S, qu se volvió z, y co se cambió en ec. La verdad es que la mayor parte de los ejemplares de Toluca fueron comprados por Schleiden en el mercado, á lo menos así lo dice Stein, y sus observaciones relativas al caso de “Sizipilec” son idénticas á las que se re- fieren 4 Xiquipilco. : En alemán también es posible una transformación parecida de Xiquipilco en Tejupilco (de Krantz); en un letrero impreso enviado al Museo Británico por Krantz, en unión de un ejemplar, está cambiado, con letra del mismo, Tejupilco por Xiquipilco, manifestando que él aceptaba la idea de Burkart, de que había un error en su versión original de dicho nombre. Ejemplar mexicano de la Colección Poinsett. Lorenzo Smith analizó un ejemplar encontrado en la colección de minerales mexicanos de Poinsett. Smith dijo que tal vez pertenecía al meteorito de Oharcas.' Poinsett publicó varias notas acerca de su viaje á México en 1822, y estuvo algún tiem- po de representante de los Estados Unidos en la ciudad de México? Burkart vió la masa de Ohbarcas poco tiempo después del viaje de Poinsett, y no encontró indicios de que hubieran removido aJgún fragmento. Poinsett no hace mención de hierro meteórico en las notas de su viaje. Todo parece indicar que el ejemplar era realmente una de las pequeñas masas del Valle de Toluca. Añadiremos que un ejemplar del meteorito de Toluca fué enviado á la co- lección de Berlín por la embajada de Washington.* Análisis químico del meteorito de Toluca. Se han hecho varios análisis de los meteoritos de Toluca: la proporción de fierro encon- trada por diversos químicos varía entre 85 y 92%. Buchner* publicó una tabla de los resul- tados obtenidos. VII ESTADO DE OAXACA. En este Estado se descubrió, en Yaohuitlán, una gran masa meteórica: hay otras idén- ticas que dicen haberse encontrado en Chalco y en Oholula. En las colecciones existen algunos fragmentos de esta masa con el nombre de Mixteca. 1 Amer, Journ. Se., 1868, ser. 2, vol. 45, p. 77. 2 Notes on Mexico made in the Autumn of 1822 (Poinsett). 1825. 3 Beschreibung und Eintheilung der meteoriten zu Berlin (G. Rose), 1864, p. 60. 4 Die Meteoriten in Sammlungen, Leipzig, 1863, p. 141. 120 L. FLETOCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. I. LA MASA DE YANHUITLÁN. En el “Mosaico Méxicano,” 1840, vol. 3, pág. 219, encontramos estos datos: “Lo siguiente está extractado del informe que presentó José López Ortigosa, Goberna- dor del Departamento de Oaxaca. El pueblo de Yanhuitlán está situado en la Mixteca Alta, á cuatro leguas de Teposcolula. Cerca de dicho pueblo hay una colina que lleva el nombre de Deque-Yucunino. Según los relatos de los más antiguos habitantes, algunos labradores indios, al estar trabajando, encontraron al pie de la colina una masa singular que les llamó la atención. La llevaron hasta el pueblo, y como no podían descubrir su origen ni conocían su valor, la tiraron en un rincón, en el cual permaneció iguorada por mucho tiempo. Un he- rrero llamado Vicente Hernández la llevó á su fragua y la usó como yunque durante varios años. En 1825 el Sr. A. F. Morney (es decir, Mornay), inglés de nacimiento, vió el ejemplar y le arrancó un pedazo. Después hizo su análisis y encontró fierro, níquel y sílice. Porlos años 1826-30 fué llevada la masa á Yanhuitlán con el objeto de depositarla en el Museo de Oaxa- ca. Su enorme peso y los escollos de un mal camino fueron la causa de que se abandonara esta empresa y se dejase la masa á corta distancia de Yanhuitlán. En 1832 la vió el Obispo actual de Puebla, y también le cortó un pedazo.” Su peso era de 421 kilos: fué transportada á la ciudad de México en 1864, y descrita minuciosamente por Castillo y Río de la Loza.' 2. LA MASA DE CHOLULA. En 1865 decía Buchner en la continuación de su lista de meteoritos: “Cholula, México. Una masa meteórica de cerca de 500 kilos acaba de ser transportada á la ciudad de México. Á juzgar por su peso debe ser un meteorito de hierro. Se esperan nuevas noticias.” Los datos precedentes nos permiten suponer que la masa á que se refiere Buchner es en realidad la de Yanhuitlán, y ha habido una confusión entre los nombres de Cholula y Tepos- colula. Á decir verdad, Buchner omitió la masa de Cholula en su lista de 1869.? 3. LA MASA DE CHALCO. Sin embargo, en 1870, Burkart* dió una lista de meteoritos mexicanos y cita, entre otros, los siguientes: ““¿Ohalco, pueblo situado en el Valle de México. No se han vuelto á recibir noticias re- ferentes al meteorito de hierro de 500 kilos de peso que, según Buchner (Pogg. Amn., vol. 200, p. 599), fué trasladado á México. La aserción de Buchner está en realidad en el vol. 124, pág. 599, y se refiere á la masa que él llama de Cholula. El vol. 200 no se había publicado todavía en 1870. ; 1 Bol. Soc. Mex. Geog. y Estad. 1865, vol. 10, pág. 661. 2 Pogg. Ann., 1869, vol. 136, p. 605. 3 Neues Jahrbuch fir Min., 1870, p. 692. L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 121 De esto se desprende que donde dice, por error, Chalco, debe leerse Cholula, aunque este nombre es una versión equívoca de Teposcolula, y que la masa de Chalco es idéntica á la de Yanhuitlán. 4. Los fragmentos de la Mixteca Alta. Del Río* (1804) dice que “La Mixteca” es una localidad en que se encuentra hierro na- tivo. Según Humboldt, “la Provincia de Oaxaca incluye dos distritos montañusos conocidos desde los tiempos más remotos con los nombres de Mixteca y Zapoteca. El antiguo Mixte- capan se divide actualmente en Mixteca Alta y Baja. Los indios de la Mixteca forman un pueblo activo, inteligente é industrioso.” Como se ha expresado anteriormente, el pueblo de Yanhuitlán está en la Mixteca Alta, y la gran masa meteórica fué descubierta mucho tiempo antes de que se ocupara de ella Mornay en 1825. En 1834 Partsch* adquirió para la colección de Viena un pequeño pedazo de hierro me- teórico. En 1843 escribió lo siguiente: “Pueblo indio en la Mixteca, Estado de Ouxaca, México. Hasta hoy nada se ha publi- cado relativo á la existencia de este fierro meteórico. Freilerr Von Karawinsky, de Munich, ha hecho varios viajes 4 México y se ha traído un pedazo. Lo arrancaron de una masa que está en el lugar citado, según me dice en su carta.” Es claro que la masa á que se refiere Karawinsky debe ser idéntica á la que estaba en esa época cerca del pueblo indio de Yambuitlán. Burkart* pidió á Drusina un ejemplar del meteorito de la Mixteca y recibió un frag- mento en 1855, pero no logró obtener ningún informe relativo á la localidad. Castillo (1889) dice que él mismo dió á Drusina el ejemplar que éste envió 4 Burkart, y opina que puede ser la punta truncada de la masa de Yanhuitlán. Es evidente que todos, los fragmentos que se dice que proceden de Oaxaca Ó la Mixteca, han sido arrancados de la masa única encon- trada cerca del pueblo de Yanhuitlán, y que la existencia de la masa ya era conocida en la Capital en 1804. Se han publicado los siguientes análisis. MIXTECA YANHUITLAN > A Bergemann.? Rammelsberg.* Río de la Loza. Rammelsberg.* 1857 1869 1864 1869 DEDEIdad: 0020 0. 7.58 Sa 7.82 MOTO. om. Soja: 86.86 5é2o 96.58 Eno Nuit 9.92 4.39 1.83 6.21 Macs sicocoooano: 0,74 0.18 0.36 0.27 SS OCA A 50d CE 0.61 OA aa 0.07 rocha nabo des 0.55 ro osa cado REO atte ala miol el 0.57 0.20 0.01 huellas 99.11 99,39 1Tablas Mineralógicas, pág. 57. 2 Essai politique, ds, vol. 1, page 263. 3 Die Mereoriten zu Wien, 1843, p. 134. 4 Neues Jahrbuch fir Min., 1856, p. 305. 5 Pogg. Amn., 1857, vol. 100, p. 246. 6 Zeitsch. d. deutsch. geol. Gesell., 1869, vol. 21, p. 83. La Nat.—Ser. U.—T. UI.—May. 1898. 16 . 122 L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Estos resultados proporcionan otro ejemplo notable de la imposibilidad de distinguir los meteoritos por los datos de composición centesimal asignada por diversos químicos, se- gún los análisis hechos de diferentes maneras en distintos fragmentos de hierro meteórico, que son siempre mezclas de varios componentes. En el caso que nos ocupa la diferencia es debida indudablemente á la diversidad de los procedimientos empleados. Río de la Loza hizo notar que algunas de las reacciones que él observó, aunque no las especifica, presentaron ta- les singularidades que se podía suponer la presencia de una substancia desconocida entre los componentes comunes. IX.—ESTADO DE GUERRERO. La masa de Caparrosa. Al romper Castillo en 1858 un pedazo de pirita de cobre, procedente del Rincón de Oaparrosa, situado al S. O. de Ohilpancingo, Estado de Guerrero, se encontró un nódulo de fierro metálico que pesaba 341 gramos y estaba incluido en el interior del fragmento de pi- rita. Asegura que presenta las figuras de Widsnánstatten cuando se lava con ácido, y que las piritas de cobre se encuentran en el talco esquistoso. Si el ejemplar descubierto en circunstancias tan extraordinarias es realmente de origen meteórico, merece un estudio y una descripción detallada. RESUMEN. Distribución de los meteoritos mexicanos. No se ha encontrado más que una sola masa de hierro meteórico en cada uno de los Es- tados de Zacatecas, Oaxaca y Guerrero, y no hay absolutamente razón para suponer que no representen lluvias independientes. También en Sinaloa sólo se ha descubierto una masa cuyos caracteres no han sido de- terminados. La idea de que tuviera relación con otro grupo se apoya en el hecho insignifi- cante de que el sitio ocupado por una masa enorme está en línea recta de otros dos yacimien- tos de masas muy grandes. A En San Luis Potosí se conocen dos localidades meteóricas, pero es probable que la masa de Oharcas, que fué llevada 4 ese pueblo de un lugar distante, procediese de los alrededores de Catorce. Y aun cuando no fuese así, ninguna prueba existe de que los caracteres mine- ralógicos sean tan semejantes que resulte improbable nuestra suposición de que proceden de lluvias distintas. En Durango se conocían cuatro ó cinco localidades meteóricas diversas, pero los carac- teres de las únicas masas estudiadas indican claramente que las caídas de masas muy dis- tantes unas de otras han sido independientes. En México hubo indudablemente una gran lluvia en el Valle de Toluca, y la dispersión 1 Cat. Desc. cit., p. 1; Verh. d. naturh. Vereines d. preuss. Rheinl. u. Westph., Jahrg. 22, Sitz. Mai 4, 1865, DO > L. FLETCHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. 123 de sus fragmentos fué limitada. Las tres masas restantes de México y Morelos no han sido estudiadas, y son muy pequeñas y portátiles: aun cuando no las hayan transportado, tal vez al examinarlas presenten caracteres que las distingan de las masas que provienen de Ja lluvia de Toluca. Se han conseguido muchas masas de Coahuila, pero es muy probable que todas ellas provengan de un solo distrito, de área muy reducida. Las dos masas de Nuevo León no han sido estudiadas, y las llevaron quizá de Coahuila 6 San Luis Potosí. En Ohibuahua hay tres 6 cuatro zonas meteóricas; pero de todas las masas encontradas en ese Estado no se han examinado más que las del grupo de Huejuquilla, y de un modo muy incompleto. El aspecto muy semejante de las masas de Huejuquilla hace ereer que to- das provienen de una sola caída. Si realmente fué así, como lo prueban otros datos, debe ad- mitirse que la distancia máxima entre los diversos ejemplares es de 66 millas; pero uno de ellos, el de San Gregorio, fué transportado por los españoles á una legua y media. Según una tradición que era aceptada hace tres siglos, dicho ejemplar fué conducidospor los indios du- rante su viaje al Sur. El índice de los nombres de las personas y lugares más importantes de que se hace men- ción en las páginas anteriores, facilitará la consulta de los hechos coleccionados en este ÍNDICE. DNOWVESEJDS DE PEPE SONAS: trabajo. Págs. NEO AAA 59 Alzate Ramírez............... 116 Bárcena, 60, 80, 8l y . ...... 104 Bartlett, 62, 81, 85, 94, 97 3 101 Bergemann, 1-5 A A La Berlandier, 109y.............- 110 AN AA AA 90 Brezina, 106 A oo 109 A AAA 120 Burkart, 67, 90, 94, 109, 110, 112, 114, Cd CAT 120 Butcher, 69, 70, 72 MOCASADdRa 94 Cabrera de Córdova...... on 788, CATICOn IN dt namodas Ena eje 5 Castillo, 67, 83, 95, 98, 99, 101, 103, 104, 106, 114, 117, 120 y 122 AO OO O 114 Págs. DAME oo aaa lata Balsa 58 AER AAA ADA 88 Del Río, 91, 111, 115, 118 y.... 121 DI late OA Vea eeianinia olaa ISP OOO YM e cea Bea ejes MAILS Mi otero: y García Céspedes.............. García Conde...... García Cubas, 71 y. Genth, Oo aan ao e USOS IO rocaO aa Hardy, 90, 92, 93 y.. .. A A o Humboldt, 62, 64, 65, 83, 89, 90, 115 Huntington, 60, 69 y.......... Ti ANNO OO ADO AICA e 106 DO as e nea .. 103 Karawinsky......o....... .. 105 Kayser... LOS Klaproth..... 103 ISnOtts, DD Yer cosonmo no .. 102 Krantz, atan dalla 117 VA oso nono OEA 110 Págs LO O LAÉCpOs 12 In nobtocaao Gaos 78 MACRO nas sao la 111 MENO ia alos 112 Michler : Mornay MAR 115 Muñoz Lumbier, 66, 68 ES a LOD MIDI al Noggerath, Oñate, 84, € RETO Or 121 ou ucoLoconocon O Bas 75 Orson cocodroboeaoródo, 80 ¡POMECiL; MIS Yanes nas 119 lO O OOOO ación 94 DOS re eat eee ERC a aaa la AA Md nj a Rammelsberg, 103 y.. Río de la Loza, 120 y..... .... AAC ODÍN 106 Ruxton, 62 y 124 L, FLETOHER.—LOS METEORITOS MEXICANOS. Págs Salazar Ilarregul.............. 81 AO ae cae SAO taa elele pera alo 00 25 Stahlknecht......omo.o.<... A Santa María, 105 y.. ama 08 Stein, G. A.. y. . 107 Sehleiden....... or alo Sisi Weidner, 77, 90, 92, 96, 99 y... 101 Odo caretas ve Tarayre, 79, 90 y WHO... alone demana A, Shepard, 61, 70,11 Y.......... 72 Doe eii 86 Whitney, 60 y iria apo aagas don cmnaso9re AIMAR o 9977 Wichelha US e aaa BIMEOO DO Year 100 Tribaldus, 85 y 86 WES teta peer lol Smith, 60, 0 78, 94, 96, 100, Urquidi, 60, 85, 97 y. 98 Wislizenus.......... Ao ao 109 VAL S9 Woodworth, 99 y.... Sonneschmiid, 90, 112 BSOnra 114 VEA dosplrbonudsasos bros 72 Zárate Salmerón, 86 y NOMBRES DE LAS LOCALIDADHES. NA BIANCA taaan ea 111 GUAY UQquilA ca. sata alar iaa 81 Puerta Santana. ......... El Allende GUEICrO activa eta Dale Puerto Santa Ana.. EE Almoloya....... Haxuquilla,.. Tol Quebradillas Sa LS Amecameca. .... ds Hejúquilaria. o... OL Real del Guangoche. ... 2 ¡Aye estar ella Hidalgo del Parral... ea 94 Rincón de Caparrosa. .. .. 122 Bacubirito as HocotláD; acacia 22 BES Río Conchos. ......... . 83 Bella Roca. atraso Huajuquillo........ Río Florido 98 oro dao doUaS Huejuquilla... Río Grande... 73 Bofecillos, montañas de........ Te NIN ordqono nn aba Saltllo TOY ue nda ala A 76 Bolsón de Mapimí, 61 y.. Tal 3 . 118 Sancha Estate... AO ¡Bonanza 68 Yuan 4 Indege... A e LÓ, Sánchez Estate AD ¡Breda omiendeloaiss? lane de ITApUMO iva beds 61 San Carlos, montañas de 73 Caca caO ones é Iron Creek (no Tron Creek).... 66 San Francisco del Mezquital... 107 CAPA ee Ixtlahuaca, 115 Y.....o.ooooo.- San Gregorio, 82, 83 y......... 8 Casas Grandes, 68 y........... JIMENEZ ae San José de las Piedras........ CALOLLe Teneis areas 8 Labor de Guadalupe San- José del SitlO..... noma.» CO naaa ID Sot ans Sn San Juan de DIOR Cerro del Mercado. IP sscsgo Ves obacopses J San Lorenzo, 69 y: o Cerro de Santiago... ee La Punta...» dogo San Luis Potosí... Ciencias ooo ono) e Los Amates .. IN O CaRaS E Ce aaa als ' Los ZapoteS..oomooocorrn co. .> Santa BArDara ea an Comanche, paso del........... 73 Mañí, 116 y..... ae Santa Barbola, 8) Y........ .. Concepción, 82, 8) Y........-. 100 Mayor AZgO..... aONnaRana Santa Barbora Cattasog our oocómin duacdode 61 Maz A Santa Isabel. ......oooooo.. Don OPuUCarO pan, tea dea ie 74 Meza a det Santa Rosa (de Múzquiz)...... 68 CAE ao oopadaaRsaouogua sa 118 México, Estado de poco Mil Santiago Papasquiaro.......... 107 Cuchillo ParadO....ommm. «o... 81 Mixteca Alta....... OS Sierra Blanca....... . 102 CUETDA yate mo 118 A a a e ] Sierra de las Adargas.. . 98 (sosa ade MA Motero Ta fact aaa Sierra de San Francisco. ...... 107 Cusihuiriachic....... OS Mea ostponsos DAdsnas 11 Dor Cna lo ao Obalco, 1 Yanes os e 120 ¡NOTemento a oido late boreal Sierra de San Vicente CLARAS eee taa aer 112 Nacio Sa aaa Chiba lat 7 Nueva Vizcaya Sizipilec, 117 y. OU a ¡NU O CO leelo 68 Tejupilco asas Cholula, 119 y.. Nuevo México, 10 Y........... 78 Meñango. WN cae 119 Chupaderos, 82 y. : DATA aaa dias 119 Tepetitlán...... En A LU Chupanderes.......... REA A a 116 TeposcolalA arar a 120 Deque-Yucunino e Ocotitlán MAMAS la il a 115 Descubridora ......... o Oc Tomatlán..... DURO tera O Pacula ó Pachuca MO MONO ts tos B PAra aa 94 UT sa robadonla os EN El Paso del Norte, 62 y........ 63 SAO OO SOEES 69 ASAS dO O Racha 104 EEN ago ranbsoa a Vanegas .....o.o... y El V. .e de San Bartolomé, S3y Y Patos ata O Venagas. 1 Fort Duncan Población . den 110 Villa Nueva de Haxuquilla.... 102 CAMA ctas So ¡PODA oa «- 109 AQUI e o ALO: Guadalupe... o... .... sE POLOS esca tt até Xocotitlán 5 do Cuangoches aa ntao fate alar Presidio del Príncipe......... . 81 VAnbuldni areas 113 ———_=—A FASO E AIN Dd A » acopio ql. E Alt y AAA A A e . se 25 4 ¿oa a Wu da: da Me urea a E q , . , “d NM Mid a A 37 dl > E e f K / ds - E ES » ES Ñ Y 2.* Serie, Tomo III. LA NATURALEZA Lám. VÍ OVARIO MONSTRUOSO. TRES MONSTRUOSIDADES EN OVARIOS ÍNFEROS. Es bien conocida la teoría que en botánica sirvió por mucho tiempo para explicar el ori- gen de los verticilos florales, suponiéndose qne los miembros de estos verticilos son hojas transformadas, pero con modificaciones tan. profundas, que sólo en casos excepcionales se descubre su verdadera naturaleza. Se puede decir que esta teoría aun es aceptada por el mayor número de botanistas, y casi no hay manual de la materia que no la enseñe como si ya estuviera comprobada y ad- mitida sin disputa. Sin embargo, ya desde hace mucho tiempo se dudó que tal pudiera ser el origen de los ovarios ínferos, y desde Schleiden se admite que éstos no son sino un ensan- chamiento del eje, en aquella parte de la flor que se conoce con el nombre de receptáculo, el que en el estado más avanzado toma una forma casi semejante á la de los ovarios súperos. La observación de las infivitas variaciones que muestran los Órganos de los vegetales, variaciones cuyos límites están ligados por una serie continua y casi insensible de pequeñas transformaciones, dejó percibir esta cadena, cuyos extremos no tienen semejanza Ó aparece muy remota ó se desconoce del todo. Así aconteció en el estudio de los ovarios Ínferos; en los que se ha podido seguir paso á paso las modificaciones del receptáculo, desde el momento en que por la aproximación de sus bordes limitan una oquedad con una abertura muy am- plia, basta el caso extremo en que unidos estos bordes directamente ó por medio de un opércu- lo, queda constituido un verdadero lóculo; es decir, desde el estado perigino hasta el epigino de la flor. ¿ Á esta serie de estados normales se puede agregar el de los anómalos, llamados mons- truosidades, y que son tan demostrativos como los primeros. Entre ellos señalamos los que han sido designados con el nombre de antolisis. La antolisis, que literalmente.quiere decir flor desligada, consiste en que las diferentes partes de una flor se han vuelto más Ó menos foliáceas, y de cuyo estado se pueden hacer in- ferencias respecto á la naturaleza morfológica de las partes componentes. Todo el mundo ha visto las flores dobles -6 llenas que se obtienen tan fácilmente por me- dio del cultivo de algunas especies de, rosas, claveles, etc., etc. En estas antolisis es común observar lo siguiente: que los estambres se han transformado enteramente ó en parte, en pé- talos, y algunas veces en carpelos; que existe una multiplicación aparente de las hojas del perianto, de los estambres y los carpelos, lo. que coincide con frecuencia con la coloración verde de Órganos que de ordinario no la tienen; y por último, que se separan Órganos que not- malmente aparecen unidos. En estas flores antolíticas es donde fácilmente se encuentran los diferentes grados que conducen 4 admitir que los ovarios ínferos provienen de las*transfor- maciones del receptáculo. En la teoría de la metamorfosis foliar se admite como origen de los ovarios ínferos, la reunión ó soldadura íntima de un tubo supuesto del cáliz con las paredes propias de aquellos que teóricamente se suponen completos, y además, que los pétalos, estambres, y nectarios nacen directamente del cáliz en el lugar que se designa con el nombre de garganta. 126 J. RAMÍREZ. —TRES MONSTRUOSIDADES EN OVARIOS ÍNFEROS. Ya dijimos que los hechos no han confirmado esta teoría, que tiene mucho de metafísi- ca, que deja suponer que el órgano se transforma después de que adquirió su estado normal, y que otras veces da por demostrado el origen morfológico de muchos órganos, origen que en realidad se ignora hasta este momento. Pero si la teoría de las metamorfosis ya estaba conmovida en sus cimientos, fué echada por tierra por la paleontología vegetal, que demostró que los órganos reproductores, con for- mas bien definidas, aparecieron antes que las hojas sobre los ejes, y por lo mismo, que no había fundamento para suponer que estas últimas, modificadas, engendraban á aquéllos, y en consecuencia, que muchas formas foliares, en las flores anómalas, se deben considerar como derivadas de las modificaciones de los Órganos de la reproducción; en una palabra, que la ten- dencia á tomar el aspecto foliar es anterior á la aparición de las hojas normales. Como todo hecho comprobado tiene un valor inmenso cuando está de acuerdo con una teoría, siempre que alguno'se observe con esas condiciones, bien vale la pena dejarlo con- signado. Hemos tenido la fortuna de coleccionar, casi simultáneamente, tres casos anómalos Ó monstruosos de ovarios de unas Opuntias que, como se verá por la descripción y las láminas que la acompañan, demuestran de una manera clara y completa el origen axial de aquellos Órganos. El orden natural de las Cactáceas, que además de sus numerosos caracteres, como son las formas raras de sus tallos, su consistencia carnosa, sin excepción, la ausencia de hojas per- sistentes en casi todos los géneros, la disposición de sus espinas y aguijones, etc., etc., tiene la particularidad de ofrecer con cierta frecuencia anomalías más Ó menos profundas, comu- nes ó excepcionales, pero que casi siempre sirven para explicar el origen morfológico de al- guno de sus Órganos.: Á este grupo, como dijimos, pertenecen nuestros ejemplares, cuya des- cripción es la siguiente: 12 Opuntia, especie indeterminada. Soldadura ó fusión. —Véase la lámina VI.—El ejem- plar consiste en un cladodio ó artículo del tallo, en cuya extremidad se encuentra un fruto ya maduro, de color rojo, con la particularidad de que en vez de estar articulado, como suce- de en el caso ordinario, aquí el límite entre el tallo y el fruto consiste en la diferente colora- ción de los tejidos, pues la base del ovario quedó, por decirlo así, soldada con el artículo, é indudablemente que cuando aún no maduraba el fruto, la fusión aparecía completa, conti- nuándose éste como si fuera la prolongación de aquél. Las espiras en que están ordenadas las espinas y los cojincitos que las sostienen, se con- tinúan, pasando de un órgano al otro, sin interrupción, fenómeno que, además de contribuir á dar el aspecto continuo de ambas partes, también explica el origen de este ovario Ínfero. En efecto, si como caso anómalo en algunos ovarios ínferos se observa que llevan apéndices foliáceos, en las Oactáceas debemos admitir que es el estado normal, pues en ellas, además de los cojines y algunas de las espinas que representan las hojas verdaderas, el hecho es que en las Opuntias y otros géneros, estas hojas existen realmente, con una vida transitoria, en los Órganos que comienzan á desarrollarse, es decir, cuando son jóvenes, y como estas hojas fugaces también se observan con los mismos caracteres sobre las paredes de los ovarios, de- bemos admitir necesariamente que el origen de estos ovarios es de naturaleza axial. Este cladodio, que por sí solo tiene suma importancia, la adquiere mayor, estudiándolo al mismo tiempo que el ejemplar que en seguida describimos, reservándonos para entonces explicar cómo se produjo la anomalía. 22 Opuntia, especie indeterminada. Inclusión.—Véase la lámina VIT.—Ejemplar valioso 2.* Serie, Tomo III. LA NATURALEZA Lám. VIT. OVARIO MONSTRUOSO. co y ' 4 a . % ' Ñ po | ce Ale La de : os a E FU Ed mi Ud A A ATAN y rbd dl . y Ñ ul q Ma por mes. A E , es de ig AGA ) 5. ES Vai "W ¿ Yi Pla a e z A sa vias bd de pl Mio | pp FW Teleraa o de ñ í A TS Ep bs Pd EAN vto td dl - Hal ca iia des MA . Min e) rd ice ee said El a E A SA de E 0% he cid y Moe ia» mr dE ; Y e dh HG rep » A e E pe. in ccgril PO A EFY Ea VE oO Bragado l | FRA y Ñ e H de ra wJ . AE 15 «real EA 0d AA J. RAMÍREZ.—TRES MONSTRUOSIDADES EN OVARIOS ÍNFEROS. 127 por lo extraño de la auomalía. Por mi parte no he visto ni he encontrado la descripción de un fruto incluido dentro de los tejidos de un tallo. Las inclusiones de frutos dentro de otros frutos son muy comunes, y se explican si se admite que los ovarios en que se observan son modificaciones del eje. Esta anomalía se puede estudiar en las peras, manzanas, naranjas y melones; pero el caso que nos ocupa es muy distinto. El ejemplar es un cladodio muy grueso en el centro y uno de sus bordes, y presenta en la extremidad superior la cicatriz característica de los ovarios de las Opuntias, cicatriz que aparece á consecuencia de la caída de esa especie de opérculo que sostiene los pétalos y los estambres. La cicatriz y el engrosamiento del tallo hicieron sospechar que dentro de éste existía incluido todo el ovario, confundiéndose los tejidos de los dos órganos. Fuera de estas particularidades, el cladodio, por su aspecto, no se diferenciaba de los otros que lo sostenían, pues su coloración y la forma y disposición de las espinas eran idénticas, y por sí solas no hubieran hecho sospechar la existencia de esta monstruosidad. Habiendo dividido el cladodio en el punto más conveniente (véase la figura inferior de la lámina VID), se pudo observar la disposición que guardaban las partes internas, no quedan- do la menor duda de que un ovario fecundado y maduro ocupaba el espesor, como si se le hubiese incrustado entre las paredes del tallo. El interior del ovario no tenía nada de particular, y las semillas habían alcanzado su des- arrollo completo. El ejemplar se couservó algunos días al aire libre, pero al comenzar el reblandecimiento de los tejidos jugosos que rodean los granos, hubo necesidad de colocarlo en el alcohol para impedir la putrefacción. Este ejemplar pertenece al Sr. Dr. Manuel Urbina, Director del Museo Nacional. Respecto al mecanismo como se produjo esta anomalía, si se admite una inclusión en el tallo, como no existe descrito caso análogo en ninguno de los libros que posee la biblioteca del Instituto, para mí, en ese sentido, no tenía solución el problema. Por mi parte intenté varias explicaciones y creo haber encontrado la verdadera, no sin reflexionar algún tiempo sobre ese mecanismo. Supongo que en este caso no existe un verdadero tallo, sino que el oyario, que nació al principio como todos los normales, al crecer se fué transformando poco á poco por uu lado y por la base, dando nacimiento á una especie de apéndice, el que, en vir- tud de la tendencia hereditaria á la formación ue cladodios eu el género Opuntia, tomó la forma de aquéllos. Eu otros términos, nuestro ejemplar es un ovario con una parte de sus paredes transformada en claodio. Esta explicación es, á mi juicio, la única plausible, y no dudo que se confirmará cuando pueda observarse la monstruosidad desde el principio, pues entonces este falso cladodio apa- recerá sobre el que lo sostenga, con toda la apariencia de una yema florífera, y á medida que se desarrolle, los sépalos, pétalos, estambres y estilo continuarán su evolución natural, mien- tras que la parte que corresponde á las paredes del ovario irá tomando insensiblemente la apariencia que nos muestra el dibujo. Si este no es el mecanismo de la monstruosidad que nos ocupa, todas las explicaciones á que hemos recurrido resultan insuficientes después de meditarlas un poco. Para fundar mi teoría cuento con dos hechos: primero, la monstruosidad que describi- mos antes que ésta, y que debemos considerar, indudablemente, como el primer grado de la que nos ocupa en este momento; y segundo, de un valor extraordinario: que en los dos ejem- plares sólo existe una flor, cuando es bien sabido que en-las Opuntias cada cladodio sostiene innumerables flores que alcanzan constantemente un desarrollo perfecto. 128 J. RAMÍREZ.—TRES MONSTRUOSIDADES EN OVARIOS ÍNFEROS. Sea lo que fuere, estos dos monstruos confirman, sin réplica de ninguna clase, que los ovarios ínferos de las Opuntias son de naturaleza axial. 32 Opuntia, especie indeterminada. Prolificación lateral.—Véase la lámina VUT.—El monstruo que vamos á describir es uno de los más curiosos que sea dado observar. El dibujo, más que cualquiera descripción, podrá dar una idea del aspecto de esta anomalía. Es un fruto maduro, una tuna, de la que, como centro de implantación, nacen otras trece tunas perfec- tamente desarrolladas. La persona que remitió este ejemplar á la Secretaría de Fomento, no informó si pudo observarlo en el momento de la floración. Cuando este fruto múltiple llegó á nuestras ma- nos, dos de las bayas superiores estaban casi maduras, como puede verse por la coloración roja de su pericarpo. Los ovarios están colocados en la línea espiral que les corresponde, y como los más maduros son los superiores, debemos deducir que la inflorescencia en las Opun- tias es definida. Esta monstruosidad es la prueba más clara y evidente de que los ovarios ínferos de las Cactáceas son ejes modificados, pues si en algunos frutos con proliferación lateral con uno,. dos ó tres ovarios, se ha podido suponer que había adherencia de los pedúnculos con las pa- redes del ovario tutor, como en las Cactáceas faltan esos pedúnculos, puesto que las flores son sesiles, no hay lugar á tal explicación, y forzosamente tiene que admitirse en este caso que el fruto que sostiene á los otros trece participa de las condiciones peculiares de un eje Ó tallo, puesto que da nacimiento 4.una inflorescencia múltiple. México, Enero de 1898, José TPoamires, Socio de número. (Anales del Instituto Médico-Nacional. Tomo II, pág. 223). AARIRA. mob Nota adicional.—Hace cuatro meses que, al escribir el artículo anterior, ya indicábamos que la monstruosidad copiada en la lámina VII, B se podría explicar, confirmando el mecanismo que la había producido, cuando fuera dable observar en un caso análogo la serie de transformaciones de la flor, desde su nacimiento hasta su desarrollo completo, porque entonces aparecería aquélla con el aspecto de todas las demás, é insensiblemente iría tomando la forma de un cladodio, tal como el que hemos representado. Hemos tenido esa fortuna, confirmándose así la teoría que propusimos para la explicación de esta clase de monstruos, teoría que se ha” convertido en una simple descripción del fe- nómeno, observado en sus principales fases. SE En el terreno en donde actualmente se está levantando el edificio del Instituto Médico Nacional, existen varios ejemplares de Opuntia tuna que comenzaron á florecer en el mes de Abril; despren- didas las corolas y órganos sexuales, comenzó él desarrollo rápido de los ovarios, y entre ellos, que son muy numerosos, encontré uno que á los quince días ya había adquirido la forma que representa la figura B, sin color, de la lámina VIIL En este dibujo se percibe desde luego la forma irregular del ovario y un estrechamiento en la base que formará después una especie de pedículo, así como la prolongación hacia la derecha de una especie de costilla, que indudablemente, por su crecimiento ulterior, vendrá á dar á todo el conjunto un aspecto muy semejante al representado en la monstruo- sidad de la lámina VIT. Nuestro dibujo nos dispensa de más explicaciones.—J. R. Junio de 1898. SOSONAHISNOW SOIAVAO TIA “YT VZIIVUNLVN V1 TT 00 “988 0 1 Club. 1Ca . S [qu] — o A > [«b] pe Ea [e] — DOMINO JOSEPHO IOACHIMO ARRIAGA SCIENTIA TOPOGRAPHICA PERITO EN MEXICANA SOCIETATIS HISTORLE NATURALIS PRIMO SECRETARIO FASCICULUM HUNC EADEM SOCIETAS DIO. UY gratas son algunas tareas que suelen encomendarse á la plu- ma, entre las cuales bien puedo contar la que va á ocuparme en estas breves líneas. Laudable propósito es el de la Sociedad Mexicana de His- toria Natural consagrar el presente cuaderno á su difunto so- cio el Señor InceniERO Don José Joaquín Arriaca, el primer Secretario que tuvo la Corporación: sabio, modesto y humil- de; trabajador laborioso y entendido; vulgarizador científico, cuyo grato re- cuerdo hoy evocamos para depositar en su sepulcro la más sencilla, pero la más sincera corona de siemprevivas, entretejida por el sentimiento y el cariño. Allá en la famosa Ciudad angélica, la Puebla-de glorias inmortales, sur- gió al mundo en 11 de Junio de 1831 el Sr Arriaga, de padres distinguidos, que hubieron de darle, corriendo los años, la más atinada educación moral é intelectual. Pasó los primeros tiempos de su juventud en Zacatlán, y después en su ciu- dad natal, donde prosiguió los estudios emprendidos, pasando á cursar los profesionales de ingeniería bajo la sabia dirección de Don Miguel M. Ponce de León. Día de júbilo y uno de los más trascendentales de la vida, es aquel en que se ven colmados todos los esfuerzos del estudiante, cuando se apresta á reci- bir el título profesional. Bajo la presidencia del ilustre profesor Don Joaquín Velázquez de León, sustentó el Señor Arriaga, en nuestro viejo Colegio de Minería, á 8 de Octubre de 1859, el examen general de Ingeniero topógrafo é hidromensor; pasando luego á Puebla, donde empezó á ejercer con brillan- tez su profesión. IV Nombrado director del camino de Puebla á Perote el año de 1863, se distinguió por la construcción del puente de Chachapa; habiendo por tal obra otorgádosele la cruz de caballero de la Orden Imperial de Guadalupe. Más tarde ocupó el puesto de Inspector de caminos. Pero además de las tendencias naturales de la carrera, le subyugaba la vocación de la pluma. Desde 1867 en que fundó el periódico católico La Re- vista Universal, pueden clasificarse sus escritos en dos grandes grupos: reli- giosos y científicos. Abundante cosecha encontró su talento privilegiado pa- ra los primeros, en los cuales no nos es dado entrar, resultando difícil siquiera la enumeración de ellos; porque de La Revista pasó á redactar La Voz de México, fundada en Junio de 1869; en 1872, El Defensor Católico, que asi- mismo fundó, y en 1884 £/ Nacional, donde estuvo de redactor en jefe. Las labores científicas del Señor Arriaga son igualmente numerosas. Viene en primer término La Ciencia Recreativa, esa preciosa colección de breves leyendas reunidas en doce pequeños tomos, dados á luz de 1871 á 1879; ese trabajo de vulgarización que ha valido á su autor justísimo renom- bre; esa obra que, si nuestros estudiosos la imitaran, prosiguiéndola, conse- guiríase un bien inmenso para la generalidad que no posee ni medios para instruirse ni inteligencia cultivada para alcanzar la explicación y el conoci- miento de numerosos hechos. En 1876 se alejó de México para tomar á su cargo la dirección téc- nica é industrial de la magnífica hacienda de Queréndaro, regresando á Mé- xico en 1882. Apenas vuelto á radicarse en la Capital de la República, el Mi- nisterio de Fomento le honró con el merecido puesto de Director interino de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, y con el de profesor de Topografía en la misma Escuela, desempeñando el primer puesto de Agosto de 1882 á Abril de 1884 en que renunció. Ya le hemos visto en ese propio año de 1884, redactar El Nacional, que, á la sazón, era un diario netamente conservador. Separado de la jefatu- ra de aquel periódico, siguió infatigable en su tarea de escribir, colaborando entonces en el Boletín de la Sociedad Agrícola, después en El Minero Mexi- cano y en otras varias publicaciones de esa índole. En 1868 un grupo de personas entusiastas por el cultivo de la Historia Natural, echaron en México los cimientos de una Sociedad que vive hasta la fecha. Una de esas personas fué el Señor Arriaga, en quien recayó el nom- bramiento de primer Secretario de la Corporación, que se constituyó bajo la presidencia del Señor Ingeniero de Minas Don Antonio del Castillo. Otros institutos científicos y sociedades le confirieron honores diversos al Sr. Arriaga, nombrándole miembro ó socio de ellos, especialmente. AVE En estos últimos años, á pesar de una enfermedad del estómago con- traída en el ejercicio de su profesión, no descansaba un instante en sus múl- tiples trabajos. Todavía pocos meses antes de desaparecer de este valle de amarguras, nos hablaba con entusiasmo de un estudio sobre los bosques de la República, que deseaba presentar como contingente para el Segundo Con- curso Científico Nacional que iba á celebrarse en México á mediados de 1897. Pero la muerte le sorprendió traidora, aun cuando le halló apercibido á recibirla. Aquel gran corazón lleno de ternura y de bondad, cesó de latir en 10 de Septiembre de 1896: aquella alma templada en las luchas de la vida, voló á mejores regiones, dejando por la tierra una huella de luz y de trabajos. Su memoria entre nosotros será por siempre perdurable. Por tal razón depositamos en el altar de nuestros recuerdos esta humilde ofrenda, empa- pada en el rocío del sentimiento y envuelta en el perfume sacrosanto de la amistad y del respeto. México, Marzo de 1898. " PA E dt A Lo E MX ATEN ÉA NANA 0) ik Ta á, ORNITOLOGÍA MEXICANA. SR. PROF. AR LN L. HERRERA SOCIO DE NUMERO. La Nat.—Ser. U1.—T. I11.—May. 1898. 17 5] Ñ eS Ie ld E AA ¡A es A ASS OBNITOLOGÍA. MEXICANA. las Aves mexicanas, es apremiante hoy que los estudios de His- toria Natural ocupan un lugar aparte en los programas de las Escuelas Superiores, y son vistos con interés aun por los juriscon- sultos que proyectan ya la promulgación de la ley protectora de las especies útiles, y por los agricultores que desean, por su par- te, conocer y distinguir aquellas que les valen como auxiliares en la lucha con el insecto y con el roedor insaciable. Además, la Biología Nacional está aún por hacerse, y nada es posible edificar si se comienza por dudas ó vacilaciones acerca del nombre técnico de las especies, cuyas cos- tumbres singulares, utilidad ó perjuicios son dienos de atención. Ahora bien: en México es contado el número de establecimientos que poseen las obras de clasificación indispensables, y quizá no hay un solo particular que las tenga reunidas, porque son exquisitas y costosas. Y tan difícil es abarcar la biblio- grafía siquiera de este ramo de las ciencias zoológicas, que nada completo y suficiente pudo publicarse hasta que no comenzó á aparecer la soberbia obra inglesa que ha servido de base y de principal guía para la presente. Nos re- ferimos á la parte de Aves de la “Biologia Centrali-Americana” escrita por FF. D. Godman y 0. Salvin, recopilación preciosa de los documentos esparcidos en bibliotecas europeas y americanas, monografía esmerada con descripcio- nes en latín, copiosísima sinonimia y datos claros, concretos é irrefutables acerca de la distribución: todo esto para todas las especies. Sólo notamos alguna parsimonia en la parte, para nosotros esencial, de costumbres y ob- 132 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. servaciones originales de interés filosófico y general. Somos fanáticos por la cuestión biológica y escépticos en la cuestión taxinómica; pero hemos copia- do, sin embargo, sinonimias y descripciones, sostenidas en parte por la muy débil esperanza de que estos trabajos monográficos eviten, hasta cierto gra- do, la multiplicación inútil de las especies. Además, lo repetimos, en México no hay muchos museos ni muchos especialistas á quienes consultar, y el bio- logista, el agricultor, el amateur, necesitan un libro adonde buscar un nom- bre para comenzar el desarrollo, quizá soberbio, de una idea. Y sin esta es- pecie de segunda edición de la “Biologia Centrali-Americana,” será muy difícil, casi imposible, que el sabio pobre, el ornitologista que vegeta en al- eún lugarejo de nuestra República, pueda investigar, averiguar á ciencia cierta si, por ejemplo, un curiosísimo pajarillo que hace su nido delicado en- tre los cladodios del nopal, como en formidable fortaleza, es el Campylo- rhynchus pallescens de los autores ó el Campylorhynchus brunneicapillus. También hemos copiado lo que dicen en materia de costumbres y uti- lidad, los Sres. Sumichrast, Boucard, Coues y algunos distinguidos mexica- nos, pocos, por cierto, que se han ocupado en estas importantes investiga- ciones. En fin, hemos creído que en ninguna otra Sociedad sería mejor recibi- do este trabajo humilde y sin pretensiones, que en la de Historia Natural, una de las Corporaciones sabias que más se han distinguido por su laborio- sidad y más honra han alcanzado por sus publicaciones, en el periódico “La NATURALEZA,” cuya misión, siempre patriótica, siempre cumplida, es re- copilar y vulgarizar las investigaciones de nacionales y extranjeros que se refieran á la Historia Natural de nuestro país. Antes de concluir confesaremos que el plan de esta obra no tiene mu- cha novedad: describimos cada especie y trazamos á grandes rasgos su his- toria particular, esperando que al fin de nuestras labores nos será dado em- prender la síntesis de todo para buscar ávidamente alguna generalización, alguna gran ley. México, Marzo 15 de 1898. Chlfonso L. Perrera. QAIAS SES AY S - SUB-CLASE—AVES CARINATE. ORDO-PASSERES. SUB-ORDO-OSCINES. SEOTIO 1—OSCINES DENTIROSTRIS. FAM.—TURDIDA 2 ARACTERES.—Pico córneo, desprovisto de cera; tarsos recubiertos con pequeñas escamas; cuatro dedos dirisidos hacia adelante, ó un dedo posterior y tres anteriores, el externo y el medio unidos en algunas especies hasta la mitad de su longitud. Generalmente existe un aparato de canto provisto de músculos especiales. La familia de los Turdidos comprende las especies de los pá- jaros cantores más apreciados:* el Zenzontle, el Jilenero, el Cla- rín, los Ollaco ches: el Mulato, las Primaveras, el Ruiseñor de Europa. El Centzontlatolle, así llamado por los antiguos mexicanos para significar la variedad de su canto, vive en muchas localidades de los Estados Unidos y de México, desde el grado 40 de latitud N. hasta el Istmo de Tehuantepec; posee un instinto de imitación particular y remeda exactamente los gritos del Reyezuelo, la Golondrina, el Gavilán, el Pato. En los bosques imita el canto de los pájaros silvícolos; en las ciudades imita el canto de muchas de las aves domésticas. En Estío se alimenta principalmente con insectos; en Otoño con frutos. Se le tiene en las habitaciones, apreciándole como ave de canto: llega á aprender alounos aires que repite con perfección. Es considerable la cantidad de Zen- zontles que se vende en los Estados Unidos: hasta se ha llegado á temer la ex- tinción de la especie. Casi todos los Turdidos son solitarios; las Primaveras son sociales. En su mayor parte emigran al N. en el Estío, y vuelven al $. en el Invierno. 1 Catálogo de la Colección de Aves del Museo Nacional. A. L. Herrera. México, 1895. 134 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. Sumichrast* considera como especies indígenas del Estado de Veracruz, á las que siguen: Catharus melpomene, C. occidentalis, C. mexicanus, Turdus Audu- boníi, T. assíimilis, T. Grayi, T. migratorius, T.infuscatus, T. pinicola, Harpor- hynehus longirostris, Harporhynchus cwrvtrostris, Mimus polyglottus, Melanotis coerulescens. Según Brehm, los Turdidos forman una familia muy mumerosa. Son los más grandes de los pájaros cantores, y algunos del tamaño de un Pichón. De las ochenta y tantas especies de Turdidos que se conocen actualmente, veintiocho habitan las regiones septentrionales, á saber: diez y seis el hemisferio Oriental, doce el Occidental, quince las Indias y países vecinos, cinco la Ans- tralia y veintisiete la América del Sur. Según Coues,' en la América del Norte los Tordos habitan generalmente las regiones montuosas y 1o se les encuentra sino por casualidad en las localidades desprovistas de árboles y matorrales, aun cuando estos lugares estén dentro de la área general de la distribución de las especies respectivas. Son insectívoros, pero también comen cerezas y otros frutos suaves. La Primavera, por ejemplo, es muy afecta á comer la Phytolacca decandra, y en la estación en que madura este fruto se le encuentra con el plumaje, el pico, los pies y otras partes del cuerpo teñidas del jugo. En los Estados Unidos los Tordos emigran. No puede considerárseles propiamente eomo aves sociales, aunque alennos de ellos, como la Primavera, se reunen por centenares en ciertas estaciones. Generalmente tie- nen costumbres arborícolas, aunque pasan mucho tiempo en el suelo buscando insectos y gusanos. Todo el mundo recuerda, sin duda, las excursiones que hace la Primavera en muestros parques y jardines cuando es tiempo de crías; recor- darán tambión que corre velozmente con la cabeza baja, en seguida se yergue, desplegando la simetría de sus hermosas formas, y una vez convencida de que no corre peligro, coge los insectitos que encuentra entre las raíces y se los lleva á su nido situado en un manzano vecino. El modo de anidar varía según las es- pecies; la mayor parte anidan en los árboles y arbustos, pero otras, menos am- biciosas, anidan en el suelo. La construcción del nido nunca es cuidadosa, pues es grosero y voluminoso, y notable más bien por su estabilidad y resistencia que por su belleza; está hecho de hojas, pasto y otros materiales por el estilo, uni- dos frecuentemente con lodo. Ponen de cuatro á seis huevos azules ó verdes, con ó sin manchas rojizas. En circunstancias favorables tienen de dos á tres crías en una estación. La gran voracidad de los insectívoros jóvenes es muy notable en este grupo. Aunque las Primaveras se alimentaran exclusivamente con las fru- tas de los jardines y huertas, tendríamos siempre que vivirles agradecidos por la innumerable cantidad de insectos perjudiciales que destruyen en la estación de la cría. No se podría censurar bastante la persecución de que son objeto unas 1 F, Sumichrast. Distribución Geográfica de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturale- za,” tomo I, pág. 300. 2 Les Merveilles de la Nature. Oiseaux. Vol I, page 667. 3 Birds of the Colorado Valley. Part. I, p. 5. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 135 aves tan útiles, pues no sólo favorecen nuestros proyectos económicos, sino que nos deleitan como músicos. Es verdad que el canto de la Primavera no es muy notable, pero aleunos otros Tordos cantan muy recio y bien. Los Tordos están distribuidos por todas las partes templadas de la América del Norte, lo mismo que en la mayor parte del Globo. Las especies americanas se encuentran raras veces en los áridos desiertos de los territorios Sud-Oeste. Casi todas las especies norteamericanas se encuentran dentro de los límites del Valle del Colorado.' SUBFAMILIA TURDIDAE. Tordos Típicos.? Este grupo es casi cosmopolita, y se desarrolla mucho en las partes más ca- lientes de América, donde está representado por varios géneros y numerosas es- pecies. Hay más de ciento cincuenta especies reconocidas de Turdiíne, la mayor parte de las cuales pertenecen al género Turdus y á sus subdivisiones. Pocas especies habitan los Estados Unidos y todas pertenecen al género Turdus, aun- que se pueden encontrar aleunas especies de Catharus en la orilla oriental. CATHARUS. Catharus, Bonaparte, Consp. Av. L, p. 278 (1850). (Tipo, C. auwrantirostris). Malacocichla, Gonld, P. Z. $., 1854, p. 285. (Tipo, €. dryas). Este género difiere principalmente del verdadero Tordo (Turdus), eu que sus alas son más cortas y redondas, y los caracteres de sus largos y delgados tarsos apropiados á las costumbres terrestres de todas las especies, y á su resi- dencia en los matorrales espesos ó selvas vírgenes. Se conocen doce especies de este género, de las cuales nueve, por lo menos, se encuentran dentro de nues- tros límites; las demás especies viven en los Alpes, extendiéndose en diversos puntos hasta la provincia de Yungas, de Bolivia, de donde hemos recibido últi- mamente la especie descrita como C. mentalis,* y en la cual se encuentra asimis- mo el €. dryas. Aunque no se encuentra ninguna de las especies cerca del nivel del mar, al- eunas (tales como el €. fuscater, C. mexicanus y C.dryas) se hallan en las mon- tuosas lomas de las montañas á una altura moderada; otras (como el €. melpo- mene, C. occidentalis y C. grisceicipes) frecuentan los bosques de las mesetas de 4,000 á 5,000 pies de altura; mientras que las elevadas florestas de los volcanes, 1 E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. I, p. 4. 2 Idem, p. 5. 3 Sel. et Salv. P. Z. S., 1876, p. 352. 136: A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. á una altura de 10,000 pies, son habitadas por el O. alticola, C. frantzil, y tal vez por el €. gracilirostris. Generalmente andan por el suelo buscando su comida entre las hojas secas. El C. melpomene tiene un canto agradable parecido al del Erithacus, al cual se parece también por su porte y sus costumbres. La figura del €. dryas” manifiesta que la lámina tarsal delantera se divide en tres escamas. Esto no sucede en ninguna de las especies que hemos exami- nado, pues el tarso de todas ellas no tiene más que una sola lámina entera en- frente. CATHARUS MELPOMENE. Cab. Vulg. Chepito.” Turdus melpomene, Cab. Mus. Hein. I, p. 5 (1850); Lichs. Nomencl., p. 25. Catharus melpomene, Sel. P. Z. S. 1858, p. 97*, 1859, pp. 323*, 362%, 3707; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 6*, 1860, p. 29"; Cab. J. f. Orn. 1860, p. 322% Baird, Rev. Am. B. p. 7% Lawr. Ann. Eye. N. Y. IX, p. 90”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 542”; Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 289”. Catharus aurantirostris, Sel. P. Z. S. 1856, p. 294” (nec Hartl.). Supra cinnamomeo-—brunmnens, alis extus leete saturatioribus, pileo dorso fere concolori; subtus griseo-albidus, pectore grisescentiore, gula haud striata; ros- tro et pedibus aurantiaco-flavis. Long tota 6-5, ale 3, candee 2-5, tarsi 1-25, rostri a rictu 0-8 (Descr. exempl. ex Jalapa, Mexico. Mus. nostr.). Hab. México, Córdova (Sallé”), Jalapa* (de Oca*), Totontepec (Boncard?), Orizaba (Sumichrast**”); Guatemala, Dueñas”, Coban (O. $. et F. D. G.); Costa Rica”, Quebrada Honda (v. Frantzius””), San José y Grecia (Carniol'), Volcán de Cartago (Arce). El C. melpomene habita las partes más elevadas de la región templada y de la zona más baja que la alpina. Desciende hasta Orizaba en la región templada; es decir, hasta una altura de 1,200 metros. El C. melpomene es bastante común en Jalapa. En Guatemala se le encuen- tra entre los matorrales, tanto en las mesetas como en Alta Vera Paz. Abunda igualmente en las tierras altas de Costa Rica. Parece que no emigra, pues per- manece durante todo el año en Guatemala, así es que se consignen individuos de todas las especies entre los meses de Julio” 4 Noviembre. El Sr. Boucard lo encontró en Enero en Totontepec. Su nido se compone principalmente de mus- (1) P. Z. S. 1854, p. 285, t. LXXV. (2) F. Sumichrast. Distribución Geográfica de las Aves del Estado de Veracruz. *““La Natura- leza,” tomo 1, pág. 299. (3) F. Sumichrast. Distribución Geográfica de las Aves del Estado de Veracruz. “La Natura- leza,” tomo I, pág. 299. S1JPJUGP1990 SNIBUYIV) E NIOQUNP1D SNPLA [ -] XT ue "VZXTVH4an LVN VI II 0W0L ¿Sec A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA, 137 go; sus huevos son blancos con manchas rojas. El Profesor Sumichrast” dice que anida en los jardines de Orizaba: también se encuentran crías cerca de Due- ñas, en Guatemala. Las costumbres del Catharus de Costa Rica se parecen á las del de Guatemala. El Dr. y. Frantzius”? asegura que sn canto monótono y dulce resuena por todas partes, en la meseta de San José, en los meses de Abril á Ju- nio. El pájaro se desliza rápidamente entre los arbustos y vuela muy cerca del suelo en los caminos. Como no es arisco se le puede observar perfectamente. Los ojos, el pico y los párpados de esta especie son de un amarillo subido en el macho. La maxila de la hembra es de un color de cuerno pálido”. CATHARUS OCCIDENTALIS, Sel. Chepito, Ruiseñor, Zancas de Plata.* Catharus occidentalis, Sel. P. Z. S. 1859, pp. 323%, 370%; Baird, Rev. Am. B. p. 8% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L. p. 542% Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. N bp: 11. Supra cinnamomeo—brunnens, pileo et cauda vix saturatioribus; subtus ci- nereus, gula et abdomine medio albicantibus, pectore fusco subobsolete flammn- lato; rostro corneo, mandibulee basi flavicante; pedibus pallide corylinis. Long. tota 6-5, ale 35, caudee 2-9, rostri a rictu 0-8, tarsi 1-15. Deser. maris ex To- tontepec, Mexico. (Mus. nostr. exempl. typ.). Hab. México, Totontepec (Boucard”), Oaxaca (Fenochio), Orizaba (Sumi- chrast**), Sierra Madre, cerca de Zapotitlán (Sumichrast*), Tierra Fría (le Strange). El Sr. A. Fenochio nos ha enviado algunos ejemplares de Oaxaca. El pro- fesor Sumichrast lo ha encontrado también más cerca del istmo de Tehuantepec, y obtuvo varios ejemplares en la Sierra Madre, cerca de Zapotitlán”. Éstos y otros que obtuvo el Sr. le Strange en los alrededores de México, demuestran que esta especie no es peculiar del Occidente de la República, como suponía el Sr. Sclater”. Parece que ocupa una extensión muy limitada, pues hasta hoy no se le ha encontrado fuera de las tierras altas del Sur de México. Las manchas que tiene en la garganta y en el pecho lo distinguen del €. melpomene y de todos sus congéneres. El C. occidentalis sube á una altura de 2,500 metros en las montañas de Orizaba. Habita las porciones más elevadas de la región templada y de la zona más baja que la alpina. * Notas acerca de los vertebrados del Valle de México. ““La Naturaleza,” tomo I, pág. 326. La Nat.—Ser, 11,—T, UT.—May. 1898. 18 138 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. CATHARUS MEXICANUS. Sel. Chepito.* Malacocichla mexicana, Bp. Compt. Rend. XLIII, p. 998'; Sel. P.Z.S. 1857, p. 203% Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 7?. Catharus mexicanus, Sel. P. Z. S. 1859, p. 324% 1864, p. 172%; Baird, Rey. Am. B. p, 11% Salv. P. Z. S. 1866, p. 69”; 1870, p. 179% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 90% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 542”. Supra oleagineo-brunnens, pileo et capitis lateribus nieris; subtus cinerens, pectoris lateribus dorso concoloribus, ventre medio albicante; rostro et pedibus flavis. Long. tota 6-0, alee 3-6, caudee 2-5, rostri a rictn 0-9, tarsi 1-25. (Deser. exempl. ex Teleman, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México (W'hite”), Jalapa (Sallé”), Orizaba (Sumichrast*”), Guatemala, Coban (Delattre*), Teleman (O. S. et F. D. G.*); Costa Rica (Arcé”*), Panamá (Arcé?). Se reconoce inmediatamente al C. mexicanus por su cabeza negra, que con- trasta con su dorso de un color moreno olivo. En alennas especies las mejillas y el pecho son casi de un oris puro, y la cabeza de un negro obscuro. En otras, estas partes tienen un tinte olivo: creemos que las primeras son ejemplares ma- chos, y las segundas hembras, aunque las pieles de Arcé están clasificadas al contrario. “Habita la región templada. No habiendo podido procurarme en varios años más que un solo individuo de esta especie, la considero, con razón, como muy rara, y tal vez confinada á la región templada.”** TURDUS. Turdus. Linneus, Syst. Nat. I, p. 291 (1766) (partim.). Se encuentran diez y siete especies de Turdus en los límites de Centro Amé- rica, de las cuales ocho son del Norte; varias de ellas no visitan el país más que durante el invierno. La distribución de las especies sedentarias es variable; al- gunas tienen un campo casi coextensivo con los límites de la sub—región. Otras están menos esparcidas: entre ellas las especies que habitan las más altas cordi- lMeras de montañas y los bosques de pinos situados en la cima de los volcanes. Casi cada sección considerable del país cnenta con una ó más especies de tordos: * F, Sumichrast. Distribución Geográfica de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, pág. 299. ** Ibíd., tomo I, pág. 299. al , A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 139 en México encontramos el 7. flavirostris en las costas del Pacífico, de Mazatlán á Tehuantepec; y el 7. pínicola en los bosques de pinos del interior. El 7. rufi- torques habita las tierras altas de Guatemala; México y Guatemala son habita- dos por el 7. ¿nfuscatus, verdadero Mirlo estrechamente emparentado con las especies europeas, del cual se encuentra un segundo representante en los Andes, en Venezuela y en la isla de Tobago; en Costa Rica hay dos especies: el 7. ple- beius y el T. nigrescens; en Costa Rica y en el Estado de Panamá el 7. obsole- tus. Las especies sedentarias que tienen una extensa distribución son el 7. tris- tis y el T. Grayi. La distribución del primero se extiende desde el Sur de Mé- xico, casi hasta la línea del Ferrocarril de Panamá; el segundo se extiende más hacia el Norte y también llega más allá .en el Sur. Según Cones,* todas las especies de este género se encuentran en la región del Colorado, con excepción del 7. mustelinus. A. HYLOCICHLA. a. Major, capite leete cinnamomeo, pectore et hypochondrits permaculatas. TURDUS MUSTELINUS. Zorzal.** Solitario.+*** Tawny Thrush, Lath. Gen. Syu. IL, p. 28%, Penn. Arct. Zool. II, p. 19”. Turdus mustelinus, Gm. Syst. Nat. L, p.S17*;, Sel. P.Z.S. 1856, p. 294* 1859, p- 362%; Moore, P. Z. S. 1859, p. 55” Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 6”; Baird, Rev. Am. B. p. 13% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 543% Lawr. Bull. U.S. Nat. Mus. núm. 4, p. 11" Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. IL, p. 7”; Gundl. Orn. Cub., p. 57*; Coues, B. N. W., p. 2%. Turdus (Hylocichla) mustelinus, Coues, B. Col. Vall., p. 28%. Turdus densus, Bp. C. R. XXXVIIIL, p. 2, et Notes Orn. p. 26”. Supra precipue in pileo cinnamomeus, dorso postico et cauda olivaceo tine- tis; subtus albus, pectore et hypochondriis distincte nigro maculatis; auriculari- bus et capitis lateribus nigro et rufescente albido notatis; loris albis; rostro co- rylino, mandibule basi et pedibus flavis. Long. tota 7-5, alee 4-3, caude 2-9, rostri a rictu 1-0, tarsi 1-25. (Deser. exempl. ex Choctum, Vera Paz. Mus. nostr.). * Birds of the Colorado Valley. Part. I, p. 7. ** A, L. Herrera. Catálogo de la Colección de Aves del Museo Nacional, pág. 1. *** A, L, Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. '“La Naturaleza,' tomo I (2), pág. 326. , 140 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Hab. La América del Norte", México, Córdova (Sallé*), Jalapa (de Oca”), Orizaba (Sumichrast*), Tehuantepec (Sumichrast*), Tierra Caliente del Atlántico (le Strange), Tabasco”, Guatemala” (O. S. et F. D. G.), Honduras (Leyland?), Cuba”. Esta especie es común en los Estados Unidos, entre el río Mississippi y el Atlántico, y al Norte se extiende hasta Massachusetts”. Rara vez visita Cuba en el Invierno”, pero es común en las partes orientales de México y Centro Améri- ca; se extiende al Sur hasta Omoa, en la costa Norte de Honduras”. En Guate- mala se le encuentra al Occidente en Godines, pueblo que está á 7,000 pies so- bre el nivel del mar, en las montañas situadas al extremo oriental del lago de Atitlán. En este punto lo observamos en Febrero de 1874. En los alrededores de Cobán, Vera Paz, es muy común en Invierno; se le encuentra en los bosques, especialmente en los parajes en que hay aloún arroyo. Durante su permanencia en Guatemala no canta, pero durante el Verano el Turdus mustelínus se hace notar por su canto, cuya dulzura pueden testificar todos los que se han ocupado de las aves norteamericanas. El Profesor Baird hace notar que este Tordo está sujeto á muy ligeras va- riaciones respecto á sus manchas, pero alennos ejemplares tienen las del pecho más grandes y más numerosas que otros. Según Sumichrast,* el 7. mustelinus sólo se encuentra de paso en el Estado de Veracruz. Según Coues,** habita la parte oriental de los Estados Unidos, al Norte de Inglaterra y el Canadá Occidental; no existe en Maine; habita también al Occi- dente de Dakota y al Sur de la América Central, en Invierno. Cría en todas las partes de los Estados Unidos en que se le encuentra. Vive en Invierno en la costa del Golfo (Audubon). Se le encuentra alonnas veces en las Indias Oc- cidentales (Cuba, D'Orbieny, La Sagra's, Cuba, Ois. 1840, 49). Bermudas. Esta especie asciende al Missouri hasta Fort Pierre. El Doctor Hayden dice que es muy abundante en los bosques cerca de los ríos. El Sr. Allen asegura que es común en extremo en Kansas Occidental. Coloca su nido en el tronco de aleún arbusto y lo nne con lodo, entrela- zando, además, en la parte exterior, pasto y hojas, y en el interior raíces fibrosas. Pone de cuatro á cinco huevos de un azul verdoso pálido, manchado muy ra- ras veces; tienen 0-95 por 0-65 pulgadas. y b. Minores, cauda dorso concolor:. * Distribución Geográfica de las Aves del Estado de Veracruz. ““La Naturaleza,” t. I, pág. 300. ** Birds of the Northwest, p. 2. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 141 TURDUS FUSCESCENS. Turdus fuscescens, Steph., Shaw's Zool. X, p. 182%; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VIL p. 326% Baird, Rev. Am. B., p. 17? Pelz. Orn. Bras., p. 92% Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. I, p. 9 Gundl. Orn. Cub., p. 57% Merril. Pr. U.S. Nat, Mus. Í, p. 119”. Turdus (Hylocichla) fuscescens, Coues, B. Col. Vall. L, p. 39*, Supra rufescenti-branneus unicolor; subtus albus, colli lateribus et pectore rufescentibus macnlis subtriam gularibus brunneis parce adspersis; rostro cory- lino, maudibule basi et pedibnus flavis. Long. tota 6-S, ale 3-8, caudw 2-75, ros- tri a rictu 9, tarsi 1-1. (Deser. exempl. ex Washington, D. C., Smiths. Inst. núm. 28,230. Mus. nostr.). Hab. N. América? *.—Panamá (Mc. Leannan?), Aspinwall (Mus. Boucard). Sur América? Cuba”. El Dr. Coues hace notar la ausencia del 7. fuscescens en Arizona y Nuevo México, añadiendo que sin duda toma un camino algo desviado para ir á la Amé- rica Central en el Invierno. Esta especie se encuentra tan raras veces fuera de los límites de los Estados Unidos, que casi se ignora adónde emigra durante el Invierno. Es muy rara en Ouba?, y en cuanto á México y la América Central sa- bemos por el Dr. Merril que se le encuentra en Río Grande”; pero fuera de este punto, y exceptuando la dudosa referencia que hace el Profesor Sumichrast de la presencia de esta especie cerca de Orizaba,* no se encuentran huellas ningu- nas de sn paso hasta Panamá, en donde el Sr. Leannan obtuvo un solo ejemplar (?). También el Sr. Boucard tiene uno que le enviaron de Aspinwall. Nos apoyamos en estos dos ejemplares para incluir en esta obra al 7. fus- cescens. En la América del Sur no se citan más que cinco casos de la presencia de esta especie. Herr von Pelzeln recuerda* que Natterer obtuvo cuatro ejem- plares en Diciembre en San Vicente, Brasil; y el Sr. H. Wickham mató uno en Santarem, en el Amazonas. “Una pequeña Aylocichla, de la que solo he encontrado un ejemplar hace algunos años en la región caliente, me parece que tiene todos los caracteres del T. fuscescens, según los asigna el Profesor Baird en Los Pájaros de la América del Norte.”** * Mem. Bost, Soc. N. H. i. p. 543. ** F., Sumichrast. Distribución Geográfica delas Aves del Estado de Veracruz. “La o tomo I, pág. 30). 142 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. TURDUS SWAINSONI. Brown Thrush, Lath. Gen. Syn. Il, p. 28*; Penn. Aret. Zool. 1, p. 192. Turdus swainsont, Fab., Tsch. Faun. Per. p. 188? Sel. P. Z. S. 1858, p. 451%; Baird, Rev. Am. B., p. 19% Lawr. Amu. Lyc. N. Y. IX, p. 91% Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. núm. 4, p. 17” (?); Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B., p. 14%; Gundl. Orn. Cub., p. 58%, Turdus (Hylocichla) swainsoni, Coues, B. Col. Vall. L, p. 34”. Turdus minor, Gu. Syst. Nat. L, p. 809 (partim); Sel. P.Z.S. 1857, p. 212 (?)". Turdus minimus, Lafr. Rev. Zool. 1848, p. 5% Lawr. Ann. Lye. N. Y., NADOL, q 1 Supra cinnamomeo—brumens unicolor; subtus albus, gula, genis et pectore fulvescenti lavatis; cervice antico, pectore et hypochondriis brunneo crebro ma- culatis; rostro corneo, mandibule basi et pedibus pallide corylinis. Longo. tota 7-0, alee 3-9, caudee 2-8, rostri a rictu 0-8, tarsi 1-1. (Deser. exempl. ex Paraiso, Panamá. Mus. nostr.). Hab. N. América*.—México (?), Orizaba (Botteri*) (?), Tapana, Tehuantepec (Sumichrast”) (?), Guatemala, Coban (Sarg. fide y. Berlepsch); Costa Rica (Car- miol*), Traza (Rogers), Panamá, Lion Hill (Mc. Leannan*), Paraíso (Hughes).— Colombia”; Ecuador?*; Perú*; Cuba”. Haciendo á un lado al 7. alicice, y considerando el parentesco que subsis- te entre las formas orientales y occidentales de este pájaro, encontramos en su distribución, durante el Invierno, puntos de un interés considerable. Hasta hoy se suponía que el visitante de Guatemala en Invierno era el ave oriental, 7. swainsont; pero la adquisición de una gran serie y un nuevo examen de la cues- tión han demostrado que la mayor parte son de la forma occidental, 7. ustula- tus. Sin embargo, se encuentra al 7. swainsoni en Guatemala, pues el Conde yv. Berlepsch asegura que tiene un ejemplar obtenido en Coban, que pertenece in- dudablemente á esta raza. Más al Sur, parece que el verdadero 7. swainsoni no se encuentra en Costa Rica. Pasada Costa Rica no hay huellas del 7. ustulatus, pues todos los ejempla- res de Panamá y la América del Sur pertenecen á la forma 7. swainsoni. En México se ha encontrado al 7. ustulatus en las Islas de Tres Marías, pero una aye colectada en Orizaba y otras halladas en Tehuantepec, pertenecen al 7. swainsont, raza que no esperábamos encontrar allí. En el Invierno la distribución de estas dos razas es casi exactamente para- lela á la del Geothlypis philadelphia y á la del E. macgillivrayi. La oriental está ausente de México y Guatemala en Invierno, pues la occidental es la predomi- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA, 143 nante. Las dos habitan en Costa Rica, mientras que la forma oriental se encuen- tra exclusivamente en Panamá y más al Sur. Según Baird, el 7. swainsoni habita la América del Norte, Sur de México y Perú; Norte de Groenlandia: accidental en Europa y Siberia. Según Coues,” todas las formas de esta especie anidan en los matorrales. Ponen generalmente cuatro huevos que tienen manchas y miden 0-92 por 0-62 pulgadas. Es un ave muy abundante en el Oriente de los Estados Unidos, du- rante las migraciones de Abril y Octubre. No se ha observado que críe al Sur de Maine y New Hampshire, ni hay pruebas satisfactorias de que inverne al Norte de Florida. En Invierno penetra muy al Sur. Uno de los rasgos que caracterizan al 7. swainsont consiste en sus hábitos errantes? Aunque no tan vagabundo como la Primavera, penetra más al Sur que ningún otro de sus parientes. Se le ha encontrado en el Ecuador, en el Perú y en el Brasil, según testimonios de Selater, Cabanis y von Pelseln. También se presenta en Cuba, Groenlandia y en Enropa, como todos nuestros Aylocichle, exceptuando al 7. mustellínus. Se ha presentado asimismo en Siberia, aunque en este caso se trataba probablemente de la variedad alicice, que Taczanowski atri- buye á dicho país. “En los alrededores de Denver, dice el Sr. H. W. Henshaw, aparecieron por el día 10 de Mayo; y ya en el 17 los bosques y las localidades pantanosas estaban llenas de estas aves. Guardaban un silencio absoluto y se ocupaban en buscar alimento entre las hojas, como es costumbre en esa familia. Los machos llegaron con una semana de anticipación.” “El 7. Swainsoni, dice Rideway, abunda en las montañas Wahsatch y es una de las aves veraniegas características de esta región. Cría en los cañones y canta casi continuamente durante la época de anidar. Sus nidos se encuentran en gran número entre los bosques situados á orillas de los arroyos; generalmen- te los colocan á cinco ó seis pies del suelo en los arbustos cercanos al agua.” Los huevos son manchados. En las altas regiones árticas que frecuenta en verano, coloca su nido entre la vegetación á menos de una vara del suelo, pero en parajes más favorecidos lo pone casi á la altura de un hombre. El nido es más compacto y primoroso que el de 7. fuscescens y el de 7. pallasi. El ma- terial es muy heterogéneo, y varía, además, según la localidad; pero general- mente se compone de musgos, liquenes, hojas, tiras de cortezas, y substancias fibrosas vegetales; en algunos se encuentra musgo en abundancia, lo cual les da un carácter peculiar. Los nidos no tienen más que cuatro pulgadas de diámetro por dos de pro- fundidad; las paredes cerca de media pulgada de espesor. Ponen de cuatro á cinco huevos de siete octavos de pulgada de largo por cinco octavos de ancho; 1 Executive Documents, vol. II, p. 216. 2 Birds of the Northwest, p. 5. 3 Coues. Birds-of the Colorado Valley, p. 36. 144 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. pero se han observado muchas variaciones de tamaño y de forma. Son de un color azul verdoso pálido, manchados de moreno rojizo y otras tintas. El 7. swainsoni es tal vez menos terrestre y menos arisco que el 7. pallasi, pues se le encuentra con frecuencia en los arbolados abiertos buscando qué co- mer entre las ramas. El Dr. Brewer dice que su canto se parece al del 7. pal- lasí, aunque se distingue perfectamente; “es muy prolongado, las notas son más ionales y se elevan con más regularidad. Cuando le roban sus pequeños hijos su canto es un lamento lleno de expresión y belleza.” TURDUS USTULATUS. Mirulincillo.* Turdus ustulatus, Nutt. Man. L, p. 400 (1840”); Baird, Rev. Am. B., p. 18% Grayson, P. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 276*; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 2661. Turdus swainsoni, var. ustulatus, Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. 1, p. 61.* Turdus swainsont, c. ustulatus, Cones, B. Col. Vall. I, p.35*. Turdus minor, Sel. P. Z. S. 1857, p. 212" (2). Turdus swainsont, Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. núm. 4, 11* (?). Supra olivaceo-branneus unicolor; subtus albus; enla, genis et pectore ful- vescenti lavatis; cervice antico, pectore et hypochondriis branneo crebre macu- latis; rostro corneo, mandibule basi et pedibus pallide corylinis. Long: tota 7-0, ale 37, caude 28, rostri a rictu -S, tarsi 1-2. (Descr. maris ex Volcán de Agua, Guatemala (alt. 3,500 pies). Mus. nostr.). Hab. Norte América.*— México, Islas de Tres Marías (Grayson**), Orizaba (Botteri”),? Tehuantepec (Sumichrast*),? Guatemala (O. $. et F. D. G.). Esta raza occidental del 7. swainson:, del cual difiere por el tinte rojizo del plumaje del dorso, parece invernar en México y Guatemala. Grayson lo encon- tró en Enero en los bosques de las Islas de Tres Marías, paraje en que es muy abundante y más tímido y arisco que ninguna otra ave de aquellas islas. Tenía un silbido débil y lastimero y parecía de costumbres solitarias. Grayson añade que aunque es común en esas islas nunca frecuenta los continentes vecinos.* Se ha supuesto que aleunas aves encontradas en Orizaba” y Tehuantepec* eran 7. swainsoni; pero á juzear por la línea de migración de esta raza, que ape- nas llega al Oriente de Guatemala, parece probable que esas aves pertenecían en realidad á la forma rojiza (7. ustulatus). En Guatemala es muy común en Cobán, Vera Paz, en Invierno. Frecuenta los bosques en ese distrito. Del lado de Guatemala en que está el Pacífico no * A. J. Grayson. Historia Natural de las Islas de las Tres Marías y Socorro. '“La Naturaleza,” vol. IV, pág. 207. , A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 145 lo encontramos hasta el Invierno de 1873-74. En esa época era común en las lomas de las montañas situadas entre Capetillo y San Diego, terreno poblado de árboles. Según Coues,” anida en los matorrales y pone cuatro huevos manchados que tienen 0-92 por 0-62 pulgadas. Es muy común en las comarcas situadas al Oriente de los Estados Unidos durante las migraciones de Abril y Octubre. Pe- netra muy al Sur en el Invierno. TURDUS AUDUBONLI. Solitario.” Merula silens, Sw. Phil. Mag. new ser. L, p. 369' (nec. Vieill.). Turdus silens, Sel. P. Z. S. 1858, p. 3007. Turdus solitarius, Sel. P. Z. S. 1857, p. 212*. Turdus auduboni, Baird. Rev. Am. B. p. 16% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 542%; Henshaw, Bull. Nutt. Orn. Club, IV, p. 134". Turdus pallasi var. auduboni, Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 217. Turdus (Hylocychla) pallasi e. auduboni, Coues, B. Col. Vall. L, p. 214. Similis 7. pallasi, sed colore corporis supra cinerescentiore et minus cinma- momeo, cauda brunnescentiore; statura quoque crassitiore distineuendus. Long. tota 7-0, alee 4-0, caude 31, rostri a rictu -S, tarsi 1-2. (Deser. fem. ex Oaxaca, Mexico. Mus. nostr.). Hab. Norte América***.—Meéxico, Temascaltepec (Bulloch'), La Parada (Boucard?), Orizaba (Botteri*, Sumichrast”); Guatemala, bosques de pinos del Vol- cán del Fuego: altura, 10,000 á 12,000 pies (O. S.). En la América del Norte se encuentra al 7. auduboni partiendo de Fort Bridger hacia el mediodía, pues el Sr. Ridoway lo vió en las montañas Wahsatch, y el Sr. Allen lo observó, criando, en las de Colorado. En México es común en” las mesetas, á juzgar por la cantidad de ejemplares que nos envían. El Profe- sor Sumichrast dice que habita la región alpina, y que abunda en los bosques de pinos del distrito de Orizaba. Lo colectó en diversas estaciones en Moyoa- pam, localidad situada á unos 8,500 pies sobre el nivel del mar. Un solo ejemplar obtenido en Diciembre de 1873 en las florestas de pinos del Volcán de Fuego, á una altura de 11,000 pies sobre el nivel del mar, atesti- gua su presencia en Guatemala. Por ahora no se puede decidir si esta especie (1) Birds of the Northwest, p. 5. (2) A. L, Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” to- mo 1 (2), pág. 326. Véase Boston Society of Natural History, vol. 1, pág. 270. La Nat.—Ser. 1.—T. HI1.—May. 1898. 19 146 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. reside en los bosques de esa comarca, pero parece probable que la habita en to- das las estaciones, lo mismo que los alrededores de Orizaba. Se tiene casi la cer- teza de encontrarlo en las elevadas cordilleras de los Altos de Guatemala, que se extienden al N. O. hacia la frontera de México. El ejemplar de Guatemala se parece al mexicano: es del mismo tamaño, y por consiguiente, más grande que el ejemplar del verdadero 7. pallasi, de Vera Paz. Según Coues,! el Z. audubont oculta con mucha solicitud su nido, lo coloca en el suelo ó por lo menos muy cerca, escogiendo de preferencia los parajes so- litarios. No emplea lodo, sino hojas secas, hierbas, tiras de corteza y pasto, po- niendo los materiales más groseros afuera y las fibras suaves dentro. La cavi- dad es pequeña, si se compara con el tamaño del nido, lo cual se debe en parte al espesor de las paredes y de la base. Los huevos son de un color azul verdoso uniforme, y de nueve décimos de pulgada de largo por cinco octavos de ancho. Su canto es muy agradable. “El Solitario,” dice Coues,” es una ave más septentrional que sus parien- tes, pues si bien el 7. swainsoni lega muy al Norte en Verano, el Solitario emi- era antes en la Primavera, permanece más tiempo en el Norte é inverna más al Norte. En Washington, D. C., punto intermedio, el Solitario llega á la vanguardia de las otras tres especies; alonnas veces en Marzo abunda desde lnego y perma- nece ahí el mes siguiente; regresa en Octubre y se va hasta Noviembre. Nunca inverna en Maryland ni en Virginia, pero sí en las Carolinas. El Dr. Turnbull dice que alennos se quedan en esa estación en los Estados del Centro. El Dr. Maynard asegura que lo ha encontrado al Norte de New Hampshire, cuando el suelo estaba cubierto de nieve; en Maine hasta el 6 de Noviembre, y en Massa- chusetts hasta fines del mismo. El mismo autor dice que cría en Massachusetts, y menciona un nido con huevos colectado en North Beverly en Junio, 1868; este es, según ereo, el punto más al Sur en que se han encontrado crías. “También se han observado varias parejas cerca de Fairplay, pero es más común en los al- rededores del Monte Lincoln. Observamos varias crías en esta última localidad el 25 de Julio. Los pájaros adultos son ariscos y no se dejan acercar.”* 1 Birds of the Colorado Valley. p. 33. 2 Birds of the Northwest, p. 3. 3 Allen. $900) D]IDJ0U1 SRAVIS Y 98 SNSIL] SVPAN ÓN d "VZIIVUAIVN VIT IOUOL See A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. 147 B. PLANESTICUS. Gula nigro striata aut punctata, pectore et hypochondriis inmaculatis. Sexus símiles. TURDUS TRISTIS. Solitario." Mirlo. Primavera real.% Merula tristis, Sw. Phil. Mag. new ser. Í, p. 369". Turdus tristis, Sel. Salv. P. Z. S. 1870, p. 838*; Salv. P. Z. S. 1870, p. 180%; Saly. Ibis, 1872, p. 314". Turdus assimilis, Cab. Mus. Hein. 1, p. 4% Sel. P. Z. S. 1857, p. 202% 1859, pp- 362”, 370% 1864, p. 172% Baird, Rev. Am. B. p. 24”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 543". Turdus leucauchen, Sel. P. Z. S. 1858, p. 447"; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 6”: Salv. P. Z. S. 1867, p. 132"; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 91”. Snpra olivascenti-bramnens, canda (in stirpe typica) dorso concolori; subtus dilutior, macula pectorali et ventre imo albis; gula niero distincte maculata; ros- tro flavido (nonnunquam corylino), pedibus pallide corylinis. Long. tota 9-0, ale 4-9, caudee 3-8, rostri a rictu 1-0, tarsi 1-3. (Deser. exempl, ex Jalapa. Me- xico). Hab. México, Temascaltepec (Bulloch?), Jalapa? (Sallé” de Oca”), Vigía (Sa- 116%), Juquila y Teotalcineo (Boucard*), Orizaba (Botteri), Montes de Muero, Po- trero, Córdoba y Orizaba (Sumichrast"), Valle de México (White”, le Strange), Puente Nacional (Pease); Guatemala” (O. S. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whi- tely?), Nicaragua (Belt*), Costa Rica (Carmiol”), Navarro (J. Cooper”), Panamá (Arcé?*). El 7. tristis pertenece á un grupo oriental de Tordos; su pariente más cer- cano es el 7. crotopezus, de Bolivia y del Sur del Brasil. - En México y Centro América la distribución del 7. trístis es muy amplia, pues se extiende desde el Sur de México hasta el Estado de Panamá; pero en esta área se observa un número considerable de variaciones en una gran serie de ejemplares. Los tipos mexicanos tienen el dorso de un moreno olivo y la cola pálida. En Guatemala, especialmente en las regiones occidentales, son comunes los ejemplares que tienen el dorso de un moreno olivo precioso, pero sus colas (1) A. L. Herrera. Catálogo de la Colección de Aves del Museo Nacional. (2) F. Sumichrast. Distribución Geográfica de las Aves del Estado de Veracruz. “La Natura- leza,” vol. I, pág. 299. 148 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. son más obscuras que las de las aves mexicanas. También se encuentra á los primeros (obseuros del dorso) en los puntos extremos de la distribución de su es- pecie, Estado de Panamá. En las regiones septentrionales de Vera Paz, la forma predominante tiene el dorso de 1ín color cenizo negruzco, y la mancha blanca de la garganta es más aparente que en el Tordo mexicano, lo mismo que las manchas negras que tiene en el mismo sitio. La forma 7. leucauchen no está confinada á los bosques si- tuados al Norte de Vera Paz, sino que también se la colecta en Honduras, Nica- ragna y Costa Rica, mezclada con aves que se parecen por el color al 7. tristis, típico. Parece que el 7. trístis abunda en el Sur de México, pues muchos colecto- res han hecho allí una colección magnífica de ellos. El Profesor Sumichrast asegura que ocupa una área muy extensa en el Estado de Veracruz, bien que li- mitada á las regiones templadas y calientes á menos de 4,300 pies de elevación. Añade que aunque el 7. tristis es sedentario, no se le encuentra siempre en las mismas localidades, sino que cambia frecuentemente de residencia en busca de las bayas que le sirven de alimento.” El Sr. Boucard obtuvo huevos en el Esta- do de Oaxaca, que Selater describió como variedades de los del 7. merula, pues eran de un blanco pálido verdoso, manchado de dos clases de bermejo, y medían 1-1 por 075 pulgadas.* En Guatemala el 7. tristis se aleja raras veces de los alrededores de Due- ñas, llanuras situadas entre los volcanes de Agna y de Fuego en que hay eran cantidad de /pomoea murocoides ó Tlaxcapán. Es aleo arisco. Nunca hemos encontrado el nido, pero sí unos polluelos que no se habían despojado todavía de su plumaje manchado. En Vera Paz el 7. trístis es poco común en las cercanías de Cobán; pero en unos bosques menos elevados que se extienden hasta los confines de Peten, es abundante en extremo. Los colectores de aves de Cobán obtienen muchas pieles en este distrito, y nosotros también lo hemos observado siempre que he- mos visitado esos bosques. Tal vez el carácter de la vegetación de Vera Paz, que es distinto del de Dueñas, origina que en esta comarca esa especie no habite más que las florestas. El color obscuro de las aves de Vera Paz es debido probable- mente á esta causa. TURDUS GRAYI. Primavera.% Mirulín.? Turdus grayi, Bp. P. Z. S. 1837, p. 118* Sel. 1859, pp. 362*, 370”; Sel. et Saly. Ibis, 1859, p. 5% Owen, Ibis, 1861, p. 60% Sel. P. Z. S. 1864, p. 172"; Sel. (1) A. L. Herrera. Catálogo de las Aves del Museo Nacional, pág. 1. 1 (2) A. Grayson. Historia Natural de las Islas de las Tres Marías. “La Naturaleza,” volumen IV, pág. 207. , A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 149 et Salv. P. Z. S. 1864, p. 344”: 1870, p. 836%; Salv. P. Z. S. 1867, p. 132”; 1870, p. 180"; Tbis, 1866, p. 202"; 1872, p. 314”: Baird. Rev. Am. B., p.26". Lawr. Ann. Lye. N. Y. VI, p. 175"; IX, pp. 91”, 199"; Grayson, Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 266"; Bull. U. S. Nat. Mus. núm. 4, p. 11"; Pr. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 276"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 543%; V. Frantzius, J. f. Orn. 1869, p. 290”. Turdus tristis, Sel. P. Z. S. 1856, p. 294” (nec Swains.) Turdus casíus, Bp. Compt. Rend. XLI, p. 657%; Lawr. Aun. Lye. N. Y. VII, p. 326*. Turdus helvolus, Licht. Preis-Vers. Mex. Vog. (1830), ef. J. f. Orn. 1863, p. 57% (deser. mula). Supra ochraceo-fuseus unicolor; subtus cinnamomeus, gutture striolis fuscis notato; subalaribus leete cervinis; rostro fusco, pedibus corylinis. Long. tota 9, ale 5, caude 42, rostri a rictu 1-1, tarsi 1-3. (Descr. exempl. ex Coban, Guate- mala. Mus. nostr.). Juv. supra dorsi plumis medialiter stricte cervinis, tectrici- bus álarum cervino terminatis; subtus plamis omnibus fusco transfasciatis. (Deser. « maris juv. ex Costa Rica. Mus. nostr.). Hab. México, Tepic y las Islas de las Tres Marías (Grayson” *), Córdova (Sallé2), Jalapa (Deppe, Mus. Berol.*; de Oca?), Choapam y Villa Alta (Bou- card”), Estado de Veracruz (Sumichrast”), Mirador (Sartorius”), Valle de Méxi- co (White”, le Strange), Santa Efigenia, Tehuantepec (Sumichrast”), Merida, Yu- catán (Schott'), Guatemala! *? (O. S. et F. D. G.), Honduras (F. M. Whitely*), San Salvador (J. M. Dow”), Nicaragua (Janson'), Costa Rica (Carmiol”), Que- brada Honda, Lepanto (v. Frantzius”), Volcán de Cartago (Carmiol), Panamá (Arcé") David (Hichs*), Chitra y Santa Fe (Arcé”), Lion Hill (WLeannan' *), Obispo (O. S.).— Colombia. El 7. grayi es una de las especies de Tordos más generalizadas en México y la América Central; se le encuentra casi por doquiera en los distritos calientes y templados de Tepic, en el N. O. de Panamá, y además es sedentario en todas partes, con excepción tal vez de los límites N. O. de su distribución. Grayson” dice:" “Habita las Islas de las Tres Marías y algunas localidades del continen- te. He encontrado ejemplares en la hermosa hacienda llamada Jauja, de los Se- ñores Barron y Forbes, cerca de Tepic, en los meses de Abril y Mayo. Es la es- tación de sus amores, y comenzaban á hacer sus nidos en los naranjos y mangos, que forman el más bello adorno de los terrenos de Jauja. Uno de ellos fué en- jaulado, y sus silbidos melodiosos se oían á aleuna distancia. Su canto se pare- ce al del piti rojo del Norte, Turdus migratorius, pero es más sonoro. Las Ma- (1) Historia Natural de las Islas de las Tres Marías y Socorro. “La Naturaleza,” volumen IV, pág. 207. 150 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. rías y Tepic son los únicos puntos en que ví este Tordo; sin embargo, es induda- ble que se encuentra en otros lugares.” El mismo añade que aleunas veces abunda en esas islas en el Invierno, y que se le encuentra con frecuencia en la tierra caliente del continente, quees so- ciable y parcialmente emigrante. El Profesor Sumichrast lo encontró en el Estado de Veracruz, y dice” que es tal vez el más abundante de los Turdidos mexicanos, que reside en las regio- nes templadas y calientes, pero no pasa de una altura de 4,300 pies. También lo vió en el Istmo de Tehuantepec, pero allí no es tan común.* En Guatemala el T. grayi es común en los alrededores de los pueblos y ciudades hasta una altura de 5,000 á 6,000 pies. Cría abundantemente en los meses de Abril y Mayo cerca de Dueñas, y también cerca de San Jerónimo, en Vera Paz. Se le ve á menudo en las cercanías de las plantaciones y de las huertas próximas á las casas, pero es más escaso en los bosques lejanos de las habitaciones. Su canto es muy rico y de considerable volumen. Este atractivo hace que lo persigan para tenerlo en jaula en las casas. El Dr. y. Frantzins dice” que se le encuentra en gran número en Costa Rica, y que él lo vió desde las playas del Golfo de Nicoya hasta lugares situados á, 6,000 pies sobre el nivel del mar; pero que se le ve con menos frecuencia durante la estación de secas que en la estación de las lluvias, que es la época de los amo- res; así es que su canto se escucha por todas partes, desde la mañana hasta la noche, lo cual lo hace monótono y aburrido. En la estación de la sequía se ali- menta de frutitos de las diversas especies de Ficus, que en esa época del año se encuentran en grandes cantidades. El 7. grayi está sujeto á muy pocas variaciones. La más notable divergen- cia del color normal que prevalece en Guatemala, se manifiesta en algunos ejem- plares de Costa Rica y Panamá, que tienen un tintemás gris que los anteriores, En las cercanías de Santa Marta, Colombia, se encuentra una pequeña raza de T. grayi que tiene un tinte menos anaranjado que la forma común, y es más pá- lida debajo. En Guatemala edifica su nido en los matorrales bajos, empleando con este fin raíces, fibras y varas pequeñas, y forra el interior con pasto y raíces suaves. Pone generalmente tres huevos más ó menos manchados de un rojo moreno so- bre un fondo azul verdoso pálido. Miden 1-2 x —S. “El nombre vulgar es “Ruiseñor.” Es muy común en Yucatán y se le esti- ma mucho por la dulzura de su canto. Se le encuentra en las ciudades y en los bosques. No chilla cuando se aproxima uno á él, y dicen que sólo canta en el mes de Junio.”* ' “Su nombre vulgar es “Calandria.” El canto de esta avecilla se compone de muy pocas notas; pero es tan sonoro, tan claro, tan armonioso y argentino, según * A. Boucard. C. M. Z. S. On a Collection of Birds from Yucatan. (Proceedings of the Zoolo- gical Society of London, June 19, 1883). P, 439. 2604 SNPANJ-Z SISUDVIJOLDVO SOYÍOISO9]02) -[ IX “ue” "VZIIVHUNLVN VI HI owoJ ¿Ses . AS sil MOS O! y 4 1 DTO de A Sd E A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. j 151 de = —— A == + = las hermosas frases de Audubon, que no se puede oir sin conmoverse profunda- mente. Llamada á figurar en primera línea, en la clasificación que he adoptado no vacilaré en colocarla asimismo entre las mejores especies canoras de la fauna local que describo. Desde la Primavera hasta principios del Estío, época de sus amores, vive dejando oir sus inimitables melodías. Los alimentos de la calan- dria consisten en insectos, larvas y bayas. Coloca su nido en árboles de diversas especies, ya próximos á las habitaciones, ya distantes, y en el centro de impene- trables bosques. La puesta, según he podido observar, consta hasta de cuatro huevos.” * TURDUS MIGRATORIUS. Primavera real.** Turdus migratoríus, Linn. Syst. Nat. L p. 292% Licht. Preis-Verz. Mex. Vog. (1830), ef. J. f. Orn. 1863, p. 57% Sel. P. Z. S. 1856, p. 294”; 1858, p. 300%; 1859, p. 362%; 1864, p. 172"; Salv. et Sel. Ibis, 1860, p. 396%; Baird. Rev. Am. B., p. 28% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H., p. 543”; Merril, Proc. U.S. Nat. Mus. A Planesticus migratoríus, Gundl. Orn. Cub., p. 58”. Turdus migratoríus var. migratoríus, Baird, Brew. et Ridge. N. Am. B. I, p. 25”. e Turdus (Planesticus) migratorius, Coues. B. Col. Vall. L, p. 8". Supra cinerascens, pileo, capitis lateribus et cauda nigricantibus; subtus cas- taneus, ventre imo et crisso albis, hoc fusco notato; gula alba niero striolata; pe- riophthalmio albo; rostro flavo, apice corneo, pedibus corylinis. Long. tota 9-0, ale 5-0, caude 37, rostri a rictu 1-1, tarsi 1-25. (Deser. maris ex La Parada. Mexico. Mus. nostr.). Hab. Norte América! "**,—México*, Rotosinapam (Sallé*), La Parada (Boucard *), Jalapa (de Oca”), Montañas de Orizaba (Sumichrast*), Mirador (Sar- torius*), Oaxaca (Fenochio), Valle de México (White”, le Strange); Guatemala, Cobán (0. S.').—Cuba”. Es muy común en México: se le encuentra en las mesetas en Invierno, y per- manece en ellas durante la estación de los amores. Desde este punto de vista sus costumbres son casi idénticas á las del Tordo de los Estados Unidos que se en- cuentra en corto número en partes diversas durante todo el año. El Profesor Su- michrast? considera al Turdus migratorius como especie sedentaria en la región alpina del Estado de Veracruz, pues encontró un gran número de polluelos en * José N. Rovirosa. Apuntes para la Zoología de Tabasco. “La Naturaleza,” volumen VII, pág. 363. ** A, L, Herrera. Catálogo de las Aves del Museo Nacional, pág. 1. 152 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Julio en las montañas de Orizaba, á unos 8,000 pies de altura. El mismo dice que es uno de los Tordos que más abundan en la región alpina, donde frecuenta de preferencia los claros de las florestas de pinos, que anima con su alegría y la dulzura de su canto. Sumichrast no tuvo noticia más que de un solo caso de la presencia de este Tordo en la ciudad de Orizaba. El Turdus migratorius cría en México, como lo confirma la piel de uno de ellos, que conserva todavía el plu- maje manchado peculiar de los polluelos. Esta piel formaba parte de la colee- ción que hizo el Sr. G. H. White en los alrededores de la ciudad de México”, donde Mr. le Strange obtuvo también aleunos adultos. En Guatemala no se ha obtenido más que una sola piel del Turdus migratorius, cerca de Cobán, en Enero de 1860”. Por consiguiente, debe considerarse como puramente acciden- tal la presencia de esta ave más allá de México. El Dr. Gundlach dice que en 1860 apareció en Cuba una gran parvada de Turdus migratorius, lo cual no ha vuelto á suceder desde entonces.” Hasta hoy no se le ha observado en ninguna otra de las islas de las Indias Occidentales. “El albinismo,” dice Coues,* es comparativamente frecuente en esta especie. Algunas veces ha cruzado el Atlántico y ha llegado hasta Europa. Habita los arbolados como todas las aves de su tribu, así es que casi nunca se le ve en los desiertos y praderas; sin embargo, en la época de las emigraciones debe verse obligada á cruzar estos parajes. He observado parvadas enteras en las partes abiertas y estériles de Dakota y Montana, parvadas viajeras que se habían dete- nido para descansar y buscar alimento entre los árboles que bordan los arroyue- los. Es muy numeroso en los distritos populosos. En las regiones en que hay pocos árboles no se le ve más que en la Primavera. Es una ave rignrosamente emigrante como la mayor parte de las especies insectívoras que habitan el he- misferio Norte. Hay un movimiento general de las especies cenando cambian las estaciones, movimiento que está en relación directa con los parajes en que pue- den procurarse alimento. Aunque permanezcan en una localidad dada todo el año, no debe suponerse que ha pasado la época de la emigración, pues los indivi- duos presentes en una estación no son, quizá, los mismos que se observaron en el período anterior del año. Parece que por regla general unos individuos reem- plazan á otros, así es que la especie es sedentaria, aunque sus individuos obe- decen á los impulsos que los deciden á emigrar. Es fuerte, pues resiste á un frío capaz de provocar la congelación del mercurio. Las bayas y toda clase de frutos maduros constituyen su principal alimento en el Invierno. Manifiesta una predilección especial por algunos de los frutos que cultivan en los jardines y huertas; pero los perjuicios que causa con este motivo no equivalen al gran beneficio que resulta de la destrneción de los insee- tos dañinos, pues la Primavera tiene una voracidad extraordinaria. Los pollne- los necesitan una cantidad de alimento equivalente á su propio peso. El nido es uno de los más notables que se observan cerca de las habitaciones. Lo hacen de * B, Col. Vall., pág. 11. , A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 153 EL II preferencia en alguna rama horizontal de los árboles de las huertas, á corta dis- tancia del suelo, pero también suelen colocarlo en aleún rincón de la parte ex- terior de un edificio. Es muy grande, aparente y grosero.-Se compone de una masa formada por materiales diversos, especialmente de hojas, musgo, pasto y "raíces, y aleunas veces pelos ó lana alrededor de una capa de lodo forrada de fibras vegetales más suaves que las que están en el exterior. La forma del nido varía según el sitio que ocupa; tiene cinco pulgadas de ancho, y la cavidad dos y media de profundidad. Las paredes y el fondo son muy espesas. Ponen cinco huevos por término medio, que tienen una pulgada, y un octavo de pulgada ó una pulgada y un cuarto de longitud por tres cuartos ó cuatro quintos de pul- gada de ancho. Cuando están frescos son de un color azul verdoso uniforme. Si se les expone á la luz por algún tiempo, el verde palidece y pierde algo del azul.” “La Primavera es social, se alimenta con granos 6 insectos. Creen los cam- pesinos que su llegada anuncia la precocidad ó el retardo de la Primavera. No es exacto que inmiere en el Otoño; la he visto llegar á Tlalpam á principios de Enero. Inmiera en grupos numerosos compuestos en sa mayor parte de hembras y de individuos jóvenes.” * TURDUS FLAVIROSTRIS. Merula flavirostris, Sw. Phil. Mas. new ser. L, p. 369”. Turdus flavirostris, Sel. P. Z. S. 1859, p. 332% Baird, Rev. Am. B. p. 31%; Sel. et Salv. P. Z. S. 1870, p. 550%; Grayson, Pr. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 276"; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. II, p. 266% Bull. U. S. Nat. Mus. núm. 4, p. 117. Turdus rufopalliatus, Lafr. Rev: Zool. 1540, p. 259*. Turdus palliatus, Bp. Consp. I, p. 272*. Pileo, capitis lateribns, collo postico, alis extus et uropygio schistaceis; dor- so medio et alarum tectricibus oleagineo-rufis; subtus albus, pectore subalari- bus et hypochondriis leete castaneis, gutture totto, niero distincte striolato; rostro et pedibus flavis. Long. tota 9-3, alee 5-0, caudee 42, rostri a rictu 1-0, tarsi 1 2. (Descr. fem. ex Llanuras de Colima, México. Smiths. Inst. n.* 30137. Mus. nostr.). : , Hab. México, Temascaltepec (Bullock*), Mazatlán, Tepic, Islas de las Tres Marías, Bahía de Bendaras (Grayson”), Colima (Xantus, Grayson”), San Juan del Río (Réboneh*), Tehuantepec (Xantus, Grayson, Sumichrast?). Swaison fué el primero que describió esta especie en 1827, según un ejem- * A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” to- mo 1 (2), pág. 326. La Nat.—Ser. 11.—T. l1.—May. 1898. 20 154 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. plar que le envió Bullock, de México, que se snponía colectado en las mesetas. Las observaciones llevadas á cabo posteriormente demuestran que el Turdus flavirostris sólo habita las regiones occidentales de México situadas á orillas del Océauo Pacífico, desde Mazatlán hasta Tehuantepec. Todos los colectores que han visitado ese lado del país lo han visto: Grayson, Xantus, Sumichrast y el Sr. Rébouch, que preparó una piel de San Juan del Río que tenemos en nues- tra colección. Grayson conocía perfectamente al Turdus flavirostris, y dice? * que tiene el aspecto general del Turdus migratorius, y que sus costumbres son también emi- egrantes en parte. Frecuenta en gran número las Islas de las Tres Marías, y es muy afecto á las bayas que se encuentran allí en abundancia. Anida en esas is- las y es igualmente común en el Continente. Grayson lo describe como habitan- te de los bosques y de costumbres sedentarias. Según él, el Turdus flaviros- trís pasa en sus emigraciones de una parte del país á otra en busca de las diver- sas Clases de bayas que constituyen su principal alimento. Se dice que los sexos del Turdus flavirostris son casi idénticos. C. MERULA. Sexus inter se dissimiles: mares nigri aut nigro varii, femine fusce ant fus- cescentes. “Los mirlos no difieren de los tordos en cuanto á los caracteres genéricos; se distinguen solamente por el sistema de coloración: los machos adultos son casi de un color uniforme, y no tienen ni la garganta, ni el pecho, ni los lados manchados. La librea de la hembra difiere de la del macho.”* TURDUS PINICOLA. Turdus pecilopterus, Licht. Mus. Berol. (fide Sclater), nec Nomencl. Av., págs. 25. Turdus pinicola, Sel. P. Z. S. 1859, pp. 334", 362% 1860, p. 250% 1864, p. 172%; Cat. Am. B., p. 6, pl. 1% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 543". 3 fusco-niger, capitis et dorsi plumarun scapis brumneis; alarum tectrici- bus majoribus fumido albo late limbatis, primariorun parte basali extus et in- tas macula magna alba oceupata, apicibus eorum et secundarioram grisescenti— albo terminatis; primariis tertio, quarto et quinto extus macula alba apicem ver- * Brehm. Les Merveilles de la Nature, vol. I, page 669. Oiseaux. A. L. HERRERA.-—-ORNITOLOGÍA MEXICANA. 155 sus ornatis, secundariis medialiter albo extus marginatis; cauda niera, hujus tee- tricibus superioribus et rectricum apicibus albis; abdomine cum crisso et tectri- cibus alarum inferioribus albis; rostro nigro, pedibus flavis. Long. tota 8-5, alee 53, caudeo 34, rostri a rictu 1-0, tarsi 1-1. (Deser. exempl. ex Mexico. Mus. nostr.). 2 brunmnescentior, coloribus dilutioribus, gutture et pectore toto branneis colore pallidiore marmoratis. (Deser. fem. ex Jalapa. Mus. P. L. S.). + Juv. supra capitis et dorsi plumis late ochraceis, dorsi postici ferrugineis; subtus flavidus plumis singulis nigro marginatis. (Deser. juv. ex Oaxaca. Mus. nostr.). Hab. México, Jalapa (de Oca'), Orizaba (Sallé?), Valle de México (W'hite*, le Strange), Moyoapam (Sumichrast”), Oaxaca (Fenochio). El Sr. Montes de Oca encontró un par en las tierras altas, entre los pinos?. Otros colectores lo han encontrado en localidades semejantes***% pero parece que es una especie rara de una distribución muy limitada. Sumichrast no lo ob- servó más que una sola vez en Moyoapam”, en los bosques de pinos situados al N. del Valle de Orizaba, á una altura de unos 8,400 pies sobre el nivel del mar. El plumaje jaspeado de esta especie permite distinguirla fácilmente de las otras especies americanas. El único Tordo que se le parece desde este punto de vista es el Turdus nevius, que el Profesor Baird coloca en un subgénero apar- te, Hesperocichla, en el cual Mr. Seebohm ha encontrado caracteres del género asiático (reocichla y también del Oreocincla. “El Turdus pinicola parece ser sedentario; sa nombre específico no es ab- solutamente exacto, pues lo he visto aun en las llanuras bajas del Valle.” * TURDUS INFUSCATUS. Primavera del monte.** Merula infuscata, Lafr. Rev. Zool. 1844, p. 41”. Turdus infuscatus, Sel. et Salv. Tbis, 1859, p. 6% Sel. P.Z.S. 1859, pp. 334%, 362*, 370% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. LI, p. 543". g niger unicolor, rostro et pedibus flavis. Long. tota, 87, alee 4-9, caudwe 33, rostri a rictu —95, tarsi 1-15. (Descr. maris ex Coban, Guatemala. Mus. nostr.). 2 brunnescens, subtus dilutior, gutture striato, subalaribus rufis; rostro fus- co, pedibus flavis. (Deser. fem. ex Jalapa, México. Mus. P. L. S.). * A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. ““La Naturaleza,” to- mo I (2), pág. 326. ** A, L. Herrera. Catálogo de las Aves del Museo Nacional, pág. 2. 156 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Juy. brunneus, abdomine dilutiore et fusco macnlato; tectricibus alarum ful- vo terminatis. (Sp. ex Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Jalapa (de Oca**),% Totontepee (Boucard”), Montañas de Ori- zaba (Sumichrast”), Guatemala? (O. $. et F. D. G.). En Guatemala no es común, pero se le encuentra con más frecuencia cerca de Cobán, Vera Paz, que en ninguna otra parte. En esta región habita general- mente los montes situados en la cúspide de las colinas que abundan en este dis- trito. Un ejemplar de polluelo que tenemos en nuestra colección, proviene pro- bablemente de las cercanías de Cobán, y demuestra que el Turdus infuscatus es especie sedentaria, pues también lo observamos en Noviembre y Enero, que no son la estación de los amores. Todos muestros ejemplares fueron colectados cerca de Cobán; pues aunque observamos este Tordo en el monte de la cordille- ra de la montaña situada arriba de San Jerónimo y en Quetzaltenango, no con- seguimos ninguno. Su canto se parece mucho al del Turdus merula. No se encuentra nineuna Merula en Costa Rica; pero en los Andes de la América del Sur y en la Isla de Tobago se encuentra con frecuencia una segun- da especie, el Turdus serranus. El estrecho parentesco que une á esta especie y el Turdus infuscatus con el Turdus merula del Antiguo Continente, es un caso curioso de distribución geográfica, é indica probablemente los restos de una di- seminación más vasta del antepasado Turdus merula en tiempos remotos, ó que una Merula, habitante del Norte, fué impulsada por el frío á emigrar al Sur, refugiándose en América y el Antigno Continente, y que en América al menos, estas aves han buscado una residencia á su gusto en las montañas del Sur. El Turdus infuscatus, dice Sumichrast,? “habita las regiones templada y alpina. Las partes más bajas de la región ártica y las más altas y cubiertas de bosques de las templadas, son la mansión favorita de este Tordo. Es bastante común en estas localidades al pie de las montañas, á una elevación que varía de 1,250 á 2,500 metros.” SUBFAMILIA MIMINA. CARACTERES.—Lios miembros de este grupo” son peculiares de América, y las especies abundan en las partes más calientes de este hemisferio. Las cos- tumbres de estas aves son casi idénticas á las de los verdaderos Tordos. Son in- sectívoras, pero se alimentan asimismo de varios frutos maduros. Habitan de preferencia los plantíos de arbustos, y por regla general son terrestres. Sus ni- (1) Salvin y Godman abrevian el nombre del Señor Don Rafael Montes de Oca, de esta manera impropia. (2) Distribución geográfica de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” t. I, pág. 300 (3) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 47. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. 157 dos son toscos y fuertes; los colocan entre los matorrales: ponen de tres á seis huevos manchados (los del Mómus (Galeoscoptes) carolinensís son una excepción á esta regla). Son los mejores pájaros cantores, pues algunas especies no sólo imitan las notas de otros animales, sino también sonidos diversos. Se conocen tres géneros norteamericanos de esta subfamilia; los tres fre- cuentan el Colorado.” “Las especies del Sur, dice Brehm,% son más numerosas que las del Norte. Las costumbres varían mucho según las especies. No habitan las florestas sino que eligen los parajes descubiertos sembrados de malezas ó las orillas de algún río. Unos viven en los matorrales, otros en los cañaverales; aquéllos se estable- cen cerca de las habitaciones, éstos en lugares desiertos ó á orillas del mar. Las especies que habitan en el Sur son sedentarias; las que viven en el Norte emi- eran en Invierno, pero cuando más llegan al Sur de los Estados Unidos y á la América Central. Otro tanto sucede con las que pueblan la zona templada de la América del Sur; en Invierno emigran al Norte, aproximándose al Ecuador. D'Orbieny hace resaltar las diferencias que existen entre las costumbres de los Turdidos y de los Mimidos. Los Tordos son tímidos y procuran ocultarse, mientras que los Mímidos son muy confiados: viven cerca del hombre, se posan sobre los techos de las habitaciones y los arbustos que las rodean; diríase que desean ser vistos; su canto sonoro se escucha en todas las estaciones, mientras que los Turdidos sólo cantan en la época de los amores. La familia de los Mímidos se compone de un reducido número de especies que presentan un tipo común, pero difieren entre sí más que las de la familia precedente.” GALEOSCOPTES. fraleoscoptes, Cabanis, Mus. Hein IL, p. 82 (1851). (Tipo Muscicapa caroli- nensis, Linn.). La única especie conocida de este género emigra á la América Central en Invierno. En México y Guatemala es abundante, pero en esta última no se le encuentra más que en las regiones orientales. Al Sur de Guatemala no es nada común; sin embargo, llega hasta Panamá. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 48. (2) Les Merveilles de la Nature. Les Oiseaux, vol. I, page 675. 158 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. GALEOSCOPTES CAROLINENSIS. Jilguero. Pájaro Gato.* Musicapa carolinensis, Linn. Syst. Nat. L, p. 328". Turdus carolinensis Licht. Preis-Verz. mex. Vóg. (1830), ef. J. f. Orn. 1863, ¡A Mimus carolinensis, Sel. P. Z. S. 1857, p. 294". Galeoscoptes carolinensis, Cab. Mus. Hein. L, p. S2* Sel. P. Z. S. 1859, pp. 362*, 370% Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 7"; P. Z. S. 1867, p. 278%; 1870, p. 836; Baird, Rev. Am. B. p. 54%; Lawr. Ann. Lye. N. Y. ix. p. 204"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 544”; Gundl. Orn. Cub., p. 59%; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 52”; Merril, Pr. U. S, Nat. Mus. L, p. 120”. Mimus (Galeoscoptes) carolínensis, Ooues, B. Col. Vall. L, p. 56”. Plumbens; subtus dilutior, pileo et cauda nigris; erisso ferrugineo; rostro niero, pedibus brunneis. Longo. tota 7-7, ale 3-6, caudee 3-8, rostri a rictu —9, tarsi 1-1. (Descr. maris ex Belize, México. Mus. nostr.). Hab. Norte América*”.—México, Córdoba (Sallé?), Jalapa* (de Oca?), To- tontepec y Playa Vicente (Boucard”), Orizaba (Swmnichrast”), Mirador (Sarto- rius”), Mérida, Yucatán (Sehott”), Guatemala (O.'S. et F. D. G..), Honduras Bri- tánicas (O. S.”), Honduras (G. M. Whitely”), Nicaragua (Wichlam*), Panamá (Me. Leannan”).—Cuba*; Bahamas*. El Jileuero visita México y la América Central en Invierno, y en el Verano, que es la estación de los amores, se retira al Norte. Aunque frecuenta varias partes del país durante el Invierno, su distribución no es de nineún modo uni- versal, pues apenas se encuentran huellas de su paso por el lado del Pacífico. En México se le ve únicamente en las regiones Sudeste, en el Estado de Vera- cruz, y en las orillas del Estado de Oaxaca; pero nunca se le encuentra en la re- gión del Pacífico comprendida entre Mazatlán y Tehuantepec. En Yucatán se presenta en bastante cantidad; se le encuentra cerca de Belize y en las playas del Golfo de Honduras, hasta Omoa y San Pedro. Puebla los bosques hasta las montañas de Alta Vera Paz, y llega á los alrededores de Cobán, donde es común en Invierno, á una altura de 4,000 á 5,000 pies sobre el nivel del mar. En las regiones de Guatemala situadas más al Sur, no hemos encontrado más que un solo ejemplar que obtuvo un cazador indio el 22 de Octubre de 1873, cerca de Barranco Hondo, en las montañas que están entre los volcanes de Agua y de Fue- go, á unos 4,000 pies de altura. Al Sur de Honduras se han colectado dos ejem- plares; uno en el río Blewfield y otro en el camino de fierro de Panamá. En Cuba es común en Invierno.'* * A, L, Herrera. Catálogo de la Colección de Aves del Museo Nacional, pág. 2. * 92 Se Tomo HI LA NATURALEZA. Lám.XH 1-Melanotis cernlescens 2-_Turdus pinicola A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 159 En Guatemala no canta, sino que leva una vida retirada en los bosques y eu los extremos de los claros. Todos nuestros ejemplares fueron colectados en Estío 6 Invierno, entre los meses de Octubre y Febrero. “Esta ave, dice Boucard,” es muy rara: no se han visto más que unos cuan- tos ejemplares en las ciudades de Mérida, Izamal y Tisimin. Es muy arisco y frecuenta los matorrales bajos que crecen junto á las cercas.” “El Galeoscoptes carolinensis sólo se encuentra de paso en el Estado de Veracruz. O “Se dice que el (Graleoscoptes carolinensís se presenta accidentalmente en Europa; en Helgoland colectaron un ejemplar de esta especie. Vive de preféren- cia en los matorrales y arbustos; es vivo y activo. Su chillido se parece al mau- llido del gato, lo que le ha valido el sobrenombre de cat-bird. Hace su nido con hojas y yerbas secas y lo rellena con raíces y fibras. Sus huevos son azulados.” * Sevún Coues,” los huevos son de un color uniforme y miden 0-92 por 0-68. Ponen de cuatro á cinco. Colocan el nido entre las malezas; es pesado y poco artístico; lo hacen con tiras de corteza, hojas y raíces. MELANOTIS. Melanotis, Bonaparte, Consp. Av. I, p. 276 (1850); Baird, Rev. Am. B. I, p. 56. (Tipo Orpheus ccerulescens, Sw.). El género Melanotis comprende dos especies peculiares de México y las montañas de Guatemala; cada distrito tiene una especie particular. El género Melanotis parece estar estrechamente emparentado con los géneros (raleoscoptes y Melanoptila, bien que difiere por varios caracteres. Los polluelos no tienen manchado el dorso en su primer plumaje, lo cual puede servir algún día para determinar la posición del género y sus aliados. MELANOTIS COERULESCENS. Mulato, Cazxcaztototl, Hueitzanatl.o Orpheus ccrulescens, Swains. Phil. Mag. new. ser. L, p. 369”. Mimus ccrulescens, Sel. P. Z. S. 1856, p. 2742. Melanotis ccerulescens, Sel. P. Z. S, 1859, pp. 362*, 370%; Baird, Rev. Am. B. p. 56% Grayson, Proc. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 275% Lawr. Mem. Bost. Soc. (1) On a Collection of Birds from Yucatan. Proceedings of the Zoological Society of London, June 19, 1883, p. 439. . (2) F. Sumichrast. Distribución Geográfica de las Aves del Estado de Veracruz. “La Natu- raleza,” tomo I, pág. 301. (3) Brehm. Les Merveilles de la Nature. Les Oiseaux, vol. 1, page 679. (4) Birds of the Northwest, p. 8. ó (5) A. L, Herrera. Catálogo de la Colección de Aves del Museo Nacional, pág. 2. 160 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. N. H. II, p. 266% Bull. U. S. Nat. Mus. núm. 4, p. 12% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 543*. Turdus melanotis, Temm. Pl. Col. 498”, Turdus erythrophthalmos, Licht. Preis-Verz. mex. Vóg., p. 2 (1830), ef. J. f. Orn..1863, p. 57%. Schistaceo-ceerulescens; capitis lateribus, loris et gula nieris; entturis plu- mis elongatis, rostro et pedibus nigris. Lone. tota 10-5, alee 4-5, caud:e 5-2, ros- tri a rictu 1-3, tarsi 12. (Descr. exempl. ex Jalapa, S. Mexico. Mus. nostr.). Hab. México” ”, Mazatlán, Tepic (Grayson*”), Islas de las Tres Marías (Gray- son*”), llanos de Colima (Xantus”), Sierra Madre, cerca de Zapotitlán (Sumi- chrast*), Oaxaca (Fenochio), Talea, Juquila, Villa Alta y Totontepec (Boucard *), Jalapa (Deppe”, de Oca”), Temascaltepec (Deppe”), Córdoba (Sallé”), Estado de Veracruz (Sumichrast*), Orizaba (le Strange), Mirador (Sartorius?). El Melanotis ccerulescens está ampliamente distribuido en México, pues ha- bita en las regiones comprendidas entre Mazatlán y Tehuantepec. Habita gene- ralmente la región templada; pero en el Estado de Veracruz, según el Profesor Sumichrast', pasa sus límites en todas direcciones, habiéndole encontrado en ciertas localidades de la región caliente y de la fría, hasta una altura de 4,300 pies. Grayson lo encontró al nivel del mar en las Islas de las Tres Marías, y dice lo siguiente: “Es uno de los pájaros más comunes y más interesantes por su canto. Man- so y confiado, permite que se le acerquen mucho: varias veces me siguió en los bosques manifestando mucha curiosidad y dando gritos burlones, que se con- vertían en un hermosísimo canto que despertaba los ecos de los silenciosos bos- ques. Como el verdadero pájaro burlón, Mimus polyglottus, éste es de hábitos solitarios, mostrando mucha aversión á los de su misma especie, con quienes com- bate frecuentemente. Sus notas son sonoras y melodiosas. En todas las estacio- nes da vida á los bosques con su dulce canto, y muy especialmente en la de los amores. Es á propósito para tenerlo en jaula, familiarizándose muy pronto con su prisión, aun cuando se le esclavice siendo grande.” “Esta especie se diferencía muy poco de la del Continente.” “Habita en los bosques y espesuras, pasando mucho tiempo en el suelo ocn- pado en levantar las hojas con el pico para buscar insectos.” HARPORHYNCHUS. Toxostoma, Wagler, Isis, 1831, p. 528 (nec Rafin.). (Tipo Orpheus curviros- tris, Sw.). Harpes, Gambel, Pr. Ac. Phil. 1845, p. 264 (nec Goldfuss). (Tipo Harpes redivivus, Gamb.). S 1.1I50.118:10] HE Ue T JITOWLO L ¿Sed A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 161 Harporhynchus, Cabanis, Arch. f. Nat. MUI, p. 323 (1847). Este género comprende ocho ó nueve especies; varias de ellas han sido sub- divididas eu razas 6 variedades geográficas. Parece que su cuartel general es- tá en el Colorado, pues algunas habitan la Baja California (11. cínereus), los Estados Orientales (17. rufus) y la costa de California (4. redívivus). En Mé- xico hay tres especies; dos dé ellas, el Marporhynchus curvirostris y el Harpo- rhynchus longirostris, tienen una vasta distribución; la tercera, Harporhynchus ocellatus, se limita á ocupar el Estado de Oaxaca. La cuarta especie de nuestra región es peculiar de la Isla de Socorro. Además de las cuatro especies mencionadas hay otras dos, el Harporhyn- chus lecontii y el Harporynchus crissalis, que habitan nuestra frontera en el] vallé del Gila y pasan aleunas veces á México. HARPORHYNCHUS LONGIROSTRIS. Cuitlacoche.* Orpheus longirostris, Lafr. Rev. Zool. 1838, p. 54%. Mimus longirostris, Sel. P. Z. S. 1856, p. 294?. Harporhynchus longirostris, Sel. P. Z. S. 1859, p. 362”; 1864, p. 172% Baird, Rev. Am. B., p. 44% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 543". Harporhynchus rufus, var. longirostris, Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B., I, p. 39%, Merril, Pr. U. S. Nat. Mus. L, p. 119%. Harporhynchus rufus, b. longirostris, Cones, B. Col. Vall. I, p. 63. Harporhynchus rufus longirostris, Sennet, Bull. U.S. Geol. Surv. IV, p. 3”. Supra sordide castanens, pileo paulo fuscescentiore; alarmm tectricibus albo terminatis, macula subapicali nigra; subtus albus, cervice lateribus, pectore, hy- pochondriis et erisso nigro longitudinaliter striatis; gula et ventre imo immaecu- latis; rostro et pedibus obscure corylinis. Long. tota 9-5, alee 3-8, caudee 4-9, rostri a rictu 1-4, tarsi 1-4. (Deser. exempl. ex S. Mexico. Mus. nostr.). Hab. Norte América”. —México?, Jalapa (Deppe, Mus. Berol.), Córdoba (Sallé?), Jalapa (de Oca”), Orizaba (Sumichrast*), Mirador (Sartorius”), Valle de México (W hite*). El Dr. Merril* y el Sr. Sennet* observaron un número considerable de Cni- tlacoches en el Valle de Río Grande, que colinda con Texas. En esta región es especie sedentaria. Deppe lo vió en Jalapa, y la mayor parte de los colectores lo han encontrado igualmente en dicho distrito. El Profesor Sumichrast dice que es muy común en la región templada de Orizaba, á una altura de 3,300 á 6,600 pies sobre el nivel del mar. No tenemos noticia de que lo hayan visto en el Oc- * “Esta especie es accidental en el Valle de México.” A. L. Herrera. Notas acerca de los Ver tebrados del Valle de México. '““La Naturaleza,” tomo 1 (2), pág. 326. La Nat.—Ser. 1L.—T, 11.—Julio. 1898, 21 162 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. cidente de México, pues parece que su distribución se limita exclusivamente á la parte oriental del país desde el Valle del Río Grande, al Norte, hasta el Es- tado de Veracruz, al Sur. > “El Cuitlacoche, dice Allen,* es bastante abundante en Kansas, así como en las montañas rocallosas del Colorado, á una altura de 7,500 pies. Encontramos nidos llenos de huevos en Leavenworth en la primera semana de Mayo. Los co- locan entre las zarzas, porque el terreno es fangoso y húmedo, pero en Topeka, á fines de Mayo, los nidos estaban en el suelo, que es seco y arenoso. En Fort Hays los nidos estaban generalmente en los árboles, á unos 16 6 20 pies del suelo, para librarlos de las inundaciones tan frecuentes en esa región. Estas aves ani- dan, pues, en el suelo, en los matorrales ó en las ramas bajas; pero modifican sus costumbres á fin de acomodarse á las condiciones de la localidad que ocupan.” El nido del Cuitlacoche es algo voluminoso y aplastado. Se compone de va- ritas, tiras de corteza y raicesillas. Ponen de cuatro á cinco huevos de una pul- gada de largo por tres cuartos de pulgada de ancho; de un color verdoso pálido con manchitas menudas de un moreno rojizo, distribuidas generalmente sobre toda la superficie, aunque tienden á acumularse en el extremo más largo, alre- dedor del cual forman aleunas veces una coronilla completa. Según Coues,** se le ha encontrado en Europa en la isla Heligoland, en el Mar del Norte. Su canto es muy agradable; habita los matorrales y las espesu- ras, y pasa mucho tiempo en el suelo buscando qué comer. Se alimenta de in- sectos y bayas; anida, según la localidad, de Marzo á Junio, en las zarzas, sat- mientos ó matorrales; el nido es un conjunto grosero de varitas, hojas secas, ti- ras de corteza y raíces fibrosas. Pone de cuatro á seis huevos de una pulgada de largo por cuatro quintos de puleada de ancho, blancos ó verdosos, cubiertos de innumerables manchas de un moreno rojizo. HARPORHYNCHUS OCELLATUS. Harporhynchus ocellatus, Sel. P. Z. S. 1862, p. 18, t. UT”. Supra fusco-cinerens; alarumn tectricibus albo terminatis; caudee rectricibus, preeter quatuor medias, albo stricte terminatis; subtus albo, pectore et hypochon- driis macnlis rotundatis nigris conspicue notatis; enla et abdomine medio imma- enlatis; hypochondriis et capitis lateribus paulo rnfescenti tinctis; rostro nigro, pedibus corylinis. Long. tota 115, ale 41, caude 5-5, rostri a rictu 1-5, tarsi 1-5. (Deser. maris ex Oaxaca, Mexico merid. Mus. nostr.). * E, Coues. Birds of the Northwest, p. 9. ** Birds of the Colorado Valley. Part. I, p. 64. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 163 Hab. México, Oaxaca (Boucard, Fenochio). Esta especie es poco conocida. Boucard envió un ejemplar macho de los alrededores de Oaxaca, y D. A. Feno- chio otro ejemplar del mismo sexo colectado en el mismo distrito. No se sabe nada respecto á sus costumbres. HARPORHYNCHUS CURVIROSTRIS. Cuitlacoche, Nopaltencotl, Chietototl.* Orpheus curvirostris, Swains, Phil. Mag. new ser. I, p. 369”. Toxostoma curvirostre, Sel. P. Z. S. 1857, p. 212? Harporhynchus curvirostris, Sel. P. Z. S. 1859, p. 370”; Baird, Rev. Am. B. p- 45% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 543%; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 267%, Lawr. Bull. U.S. Nat. Mus. núm. 4, p. 12%; Sennett, Bull. U. $. Geol. Surv. IV, p. 4%; Merril, Pr. U. S. Nat. Mus. I, p. 119”. Turdus deflexus, Licht. Preis-Verz. mex. Vóg., cf. J. F. Orn. 1863, p. 57”. Pomatorhinus turdinus, Term. Pl. Col. 444%. Toxostoma vetula, Wagl. Isis, 1831, p. 528”. Supra fusco cinereus. campterio et tectricam alarum apicibus albis; subtus sordide albus, pectore fusco—cinereo variegato, hypochondriis eodem colore suf- fusis; cand:e rectricibus (nisi quatuor internis) preecipne in pogonio interno albo terminatis; rostro niero, pedibns obscure fuscis. Long. tota 97, ale 4-5, cande 45, rostri a rictn 14, tarsi 1-35. (Descr. exempl. ex Mexico merid. Mus. nostr.). Hab. Norte América* —México (Bullock*), Mazatlán (Xantus?, Bischoff”), Tepic (Grayson”), Tamaulipas (Conch*), Montañas de Colima (Xantus*), Temas- caltepec (Deppe, Mus. Berol.), Orizaba (Botteri”), Oaxaca (Boucard?), Tehuacán (Sumichrast”), Cuernavaca (le Strange). Swainson describió al Harporhynchus curvirostris sirviéndose de un ejem- plar colectado por Bulloch en la meseta de México, y desde entonces ha sido ob- servado por casi todos los colectores que han viajado por el Sur de México. Pa- rece que esta especie abunda desde el Estado de Oaxaca, en que lo vió M. Bon- card”, hasta el valle del Río Grande y Texas, extendiéndose asimismo por la costa occidental, á través de las montañas de Colima”, hasta Mazatlán”. El Pro- fesor Sumichrast no lo encontró más que en la meseta de México, y omite el nombre de la especie en su lista de aves de Veracruz, asegurando que las loca- lidades de ese Estado en que se dice que se encuentra dicha ave, deben estar erradas?. *- A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” to- mo 1 (2), pág. 326. 164 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Se ienoran sus costumbres en México, pero en Texas lo observaron el Dr. Merril* y Mr. Sennett*, que aseguran que es muy afecto al retiro y poco notable como cantor. Frecuenta los nopales. HARPORHYNCHUS GRAYSONI. Harporhynchus graysont, Lawr. Ann. Lyc. N. Y. X, p. 1'; Grayson, Pr. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 298*; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 267?. “Macho. El dorso de un moreno rojizo sucio, más pálido en la parte delan- tera; una mancha negra delante y debajo del ojo; la barba, la parte superior de la garganta y los lados de la cabeza, de nn color de ocre pálido: estos últimos manchados débilmente de rayas obscuras; la cola de un moreno rojo obscuro; las tres plumas externas con una mancha gris en las barbas internas de la pun- ta; los cañones del mismo color de la cola, los más largos ribeteados de blanco, los otros de un bermejo obseuro pálido, más obscuro á los lados y rayado lon- gitudinalmente de moreno; el pico negro; el tarso y los dedos de un moreno ne- eruzco. Longitud del ejemplar fresco, 11*/, puleadas; envergadura, 4?/,; cola, 51/,; pico, */,; tarso, 1?/,.”—Lawrence, 1. s. e. Hab. México, Islas de las Tres Marías y Socorro (Grayson)). “No es muy abundante, dice Grayson, pero parece que se le encuentra en toda la isla. Tiene las mismas costumbres que el Mímus polyglottus. Es tan afecto al retiro, que ataca á todos los pájaros de su especie que sele aproximan.” “Uno de ellos se instaló en nuestro campamento y era una de las aves más mansas que he visto de este género; parecía complacerse en nuestra compañía, y atacaba con furor á todos los pájaros que se nos acercaban. Nos consideraba, sin duda, como su propiedad exclusiva; se paraba sobre la mesa á la hora de co- mer y comía en nuestras manos, como si estuviera acostumbrado á ello; alennas veces se posaba sobre las ramas y se ponía á cantar muy recio y tiernamente, á la manera de los Tordos. Durante la noche permanecía sobre aleuna rama cercana á nosotros, y lanzaba de vez en cuando unas cuantas notas que traían á muestra memoria el recuerdo de las costumbres del Zenzontle.” MIMUS. Mimus, Boié, Isis, 1826, p. 972. (Tipo Turdus polyglottus, Linn.). Con excepción del Mómus polyglottus, todas las especies de este género se encuentran en Sur América, pues su distribución en el continente meridional es casi universal. Se extienden desde las costas septentrionales hasta Patagonia, in- clusas las Antillas y las Islas Galápagos. "pg 10]091un sa392pv1Éhp 22 198 snyojbhjod smury-p y+ AO VZITYIVIANALVN VI AA A, L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. 165 La especie norte-americana común, el Mímus polyglottus, se encuentra por todo México, hasta llegar al istmo de Tehuantepec, donde es reemplazada por el Mimus gilvus, que se extiende desde Yucatán, Guatemala y Honduras, hasta Colombia, Venezuela y la Guayana. MIMUS POLYGLOTTUS. Zenzontle, Cenzontlatolle.* Turdus polyglottus, Linn. Syst. Nat. L, p. 293". Orpheus polyglottus, Sw. Phil. Mag. new. ser. L, p. 369”. Mimus polyglottus, Sel. P. Z. S. 1857, p. 212; Baird, Rev. Am. B. p. 48%; Sunichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 543% Grayson, Pr. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 277% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 2677; Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. IL, p. 49% Sennett, Bull. U. S. Geol. Surv. IV, p.3% Coues, B. Col. Vall., p.53%. Mimus caudatus, Baird, B. N. Am., p. 345". Mimus polyglottus, var. caudatus, Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. número 4, p: 12% Mimus? Sel. P. Z. S. 1860, p. 250". Supra cinereus, superciliis indistincte albis, loris nigris; aliis nigricantibus cinerascenti limbatis, primariorum basi et eorun tectricibus (preeter apices) spe- culum alare album formantibus; subtus albus, pectore paulo grisescente; cauda nigra, rectrice extima tota, secundee pogonio interno, et tertia (nisi parte media) albis; rostro et pedibus nigris. Long. tota 9-5, ale 4-4, caude 4-4, rostri a rictu 1-0, tarsi 1-35. (Deser. exempl. ex Oaxaca, Mexico merid. Mus. nostr.). Hab. Norte América".—México, entre Guaymas y Mazatlán (Grayson”), Ma- zatlán (Grayson, Bischoff”), Islas de las Tres Marías (Grayson”), Real del Monte (Bulloch?), Orizaba (Sallé*, Botteri”, Sumichrast”), Mirador (Sartorins*), Valle de México (le Strange), Oaxaca (Fenochio), Villa Alta (Boucard), Tehuantepec (Su- michrast”). Esta especie es, quizá, una de las más comunes en los Estados Unidos; ha- bita diversas partes de México, extendiéndose al Sur hasta el istmo de Tehuan- tepec, donde también se encuentra el Méómus gilvous y es reemplazado por este último en el promontorio de Yucatán y en Guatemala. Grayson lo observó en las Islas de Tres Marías y Socorro, en donde es se- Y dentario”, aunque arisco y poco abundante”. En el Estado de Veracruz fué ob- * Esta especie es una de las que se venden en mayor número en el mercado de aves de la Capi- tal, y por consecuencia, es muy posible engañarse si se consideran como habitantes normales del Valle á individuos que se fugan de sus jaulas y viven más ó menos tiempo en el estado de libertad. Alguna persona me ha dicho, sin embargo, que en Coatlinchán, cerca de Texcoco, se encuentran Zenzontles salvajes que allí mismo nidifican, A. L. Herrera. “La Naturaleza,” t. I (2), pág. 326, 166 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. servado por Sumichrast en las regiones calientes y templadas. Dicho Profesor dice que esta especie es una de las pocas que se encuentran en ioual abundan- cia en localidades completamente diferentes, tanto en altura como en clima. Lo cierto es que se encuentra desde las playas del Golfo hasta las grandes llanuras de la meseta; pero solamente en los puntos descubiertos. Anida en las cercanías de Orizaba. El Mímus polyglottus puebla toda la frontera Norte de México, y abunda asimismo en la cuenca del Colorado” y en el valle de Río Grande?. “He visto, dice Grayson,” pocos individuos de este interesante y bien cono- cido cantor, muy uraños y que parecía que se habían extraviado; tal vez venían de la tierra firme, lo que es probable, pues en un viaje que hice de Guaymas á Mazatlán, á la mitad del Golfo, un hermoso macho de esta especie llegó á pues- tro barco tan fatigado, que se dejó coger fácilmente.” “Los huevos del Zenzontle, dice Cones,” miden casi una puleada de largo por tres cuartos de puleada de ancho. Son grises, manchados y rayados irregn- larmente, principalmente alrededor del extremo más grueso, pero con frecuen- cia en toda la superficie. En el Sur tienen de dos á tres crías.” “El Mímus polyglottus, dice Brehm,* habita los zarzales, las florestas, las plantaciones y los jardines; anida cerca del hombre y no se aleja mucho de las habitaciones, sobre todo en Invierno. Busca de preferencia las llanuras areno- sas, las orillas de los ríos, las costas del mar en que hay arbustos ó árboles poco elevados. Salta por el suelo como los Tordos; con frecuencia abre la cola y la cierra bruscamente. Cuando vuela de un matorral á otro describe una línea on- dulada de curvas cortas; en estas ocasiones también despliega la cola ó la cierra. En sus viajes recorre erandes espacios, pero nunca franquea grandes distancias de un solo vuelo; siempre salta de árbol en árbol. Su canto recuerda el del Tor- do músico, según Gerhardt; sin embargo, no es su canto el que ha valido á esta ave su reputación y llenado de entusiasmo á todos los naturalistas americanos. Wilson y Audubon dicen que es el primero de todos los pájaros cantores, que ningún otro posee una voz tan extensa y variada. No produce los sonidos dul- ces de la flauta ni de ningún otro instrumento de música, dice Audubon, pero su voz es la melodía de la naturaleza misma. Es imposible fieurarse notas tan lle- nas, sonidos tan variados, tan extensos. No hay ave en el mundo que pueda ri- valizar con este rey del canto. Los europeos dicen que el canto del ruiseñor vale otro tanto; yo he oído á ambos, tanto en libertad como en cautividad; convengo en que juzeadas aisladamente las notas del ruiseñor son tan bellas como las del Zenzontle; pero consideradas en conjunto no pueden compararse á las de nues- tra especie.” Wilson no va tan lejos, y los conocedores europeos son de opinión contraria. (1) Historia Natural de las Islas de Tres Marías y Socorro. “La Naturaleza,” t. IV, pág. 208. (2) Birds of the Northwest, p. 8. (3) Les Merveilles de la Nature. Les Oiseaux, vol. I, page 676. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 167 “El Mimus polyglottus, dice Gerhardt, debe su renombre al talento con que imita el canto de las otras aves. Los buenos cantores son muy raros en el Nue- vo Mundo; basta que encuentren á un cantor mediano para que lo suban hasta las nubes.” Gerhardt confirma, sin embargo, todo lo que dicen los naturalistas americanos respecto al talento de imitación de esta ave. “El 29 de Junio, dice, observé á un macho que cantaba cerca de mí. Como de costumbre, la cuarta parte de su canción se componía del grito de llamada y el canto del reyezuelo de Amé- rica. Comenzó por el canto de esta ave, continuó con el de la golondrina purpú- rea, gritó repentinamente como el Rhkynchodon sparverius, en seguida se voló de la rama que ocupaba, imitando el grito de la “Mésange” tricolor y el del Tordo viajéro. Después se puso á correr alrededor de un seto con las alas colgantes y la cola parada, reproduciendo los cantos del Mosquero, del Carrouge, del Tan- gara y el grito de llamada de la “Mésange” carbonera; se posó sobre un fram- bueso, picoteó algunos frutos y lanzó algunos gritos parecidos á los del Pico de Oro y la Perdiz de Virginia; vió un gato deslizándose sobre un tronco de árbol, cayó sobre él gritando, lo obligó á huir, se posó sobre una rama y comenzó sus canciones.” “El Mimus polyglottus, dice Wilson, tiene una voz fuerte, llena y variada. Pasa de las notas suaves y claras del Tordo de los bosques al grito salvaje de los Gavilanes, recorriendo todos los tonos intermedios. Repite fielmente la en- tonación y la medida del canto que imita, pero lo expresa con más calor y gra- cia. En los bosques de su patria no hay pájaro que rivalice con él. Sus cantos son muy variados; se componen de pequeños temas de dos á seis notas que emi- te con fuerza y rapidez durante horas enteras. Comunmente el viajero cree que se han reunido á cantar muchas aves diversas: algunas veces engaña hasta á las otras ayes.” El canto del Zenzontle varía según las localidades. En los bosques imita el de las aves silvícolas; cerca de las habitaciones repite fielmente todos los ruidos de las haciendas: el grito del gallo, el cloqueo de las gallinas, el grito del gan- so, del pato, los maullidos del gato, el ladrido del perro, el gruñido del puerco, el rechinido de una puerta, de una veleta, el ruido de la sierra, el tic-tac de un molino. Silba al perro dormido y éste se despierta bruscamente y corre á bus! car á su amo creyendo que lo ha llamado; desespera á las gallinas imitando el grito de angustia del pollito; espanta á todas las aves de corral repitiendo el grito de un rapaz. En cautividad no pierde nada de su talento; al contrario, apren- de otros muchos ruidos y los mezcla comunmente de la manera más cómica; pero por otra parte enfada algunas veces al amateur y se hace completamente inso- portable. Anida más ó menos tarde, según la región en que se encuentra. En el Sur de los Estados Unidos comienza á construir su nido en Abril; en el Norte tra- baja rara vez antes del mes de Mayo; aquí no tiene más que dos crías al año; allá tiene tres. El macho trata de agradar á la hembra por todos los medios po- 168 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. sibles. Despliega la cola, deja caer las alas y se pasea grave y oreullosamente por el suelo ó por las ramas; ó bien revolotea alrededor de su compañera, batien- do las alas como una mariposa; danza literalmente en el aire, y en fin, expresa de mil maneras sus sentimientos. Fabrica su nido en un árbol frondoso ó en un matorral; unas veces cerca de las habitaciones, otras en parajes desiertos y apartados. La base se compone de ramas secas; las paredes de briznas, pajas, copos de lana y aleodón; el interior está formado por una capa bastante gruesa de raíces tiernas entrelazadas unas con otras. La primera puesta es de cuatro á seis huevos; la segunda de cinco á lo más, y la tercera llega rara vez á tres. Los huevos son redondos, de un verde claro sembrado de puntos y de manchas de un moreno obscuro. Parece que sólo la hembra se ocupa de taparlos; la incubación dura catorce días. Los polluelos de las dos primeras crías crecen muy pronto; á los de la última les sucede lo contrario. Durante la incubación los padres se muestran muy cariñosos con los huevos. Si la hembra observa que los han tocado, lanza gritos de angustia lla- mando al macho. Los americanos creen que en este caso los padres abandonan el nido; por el contrario, Audubon afirma que redoblan sus cuidados y que ya no se vuelven á separar del nido. El régimen de estos pájaros es variable. En Estío se alimentan principal- mente de insectos; en Otoño, jóvenes y viejos comen bayas de toda clase. Lo mismo que los Tordos, los Zenzontles persiguen á las mariposas por el aire, así como á los coleópteros, las moscas y los mosquitos, ó bien los atrapan cuando se posan sobre las ramas y las hojas. Todos los carniceros y los rapaces de Amé- rica destruyen á los Zenzontles; los polluelos tienen que cuidarse también de las serpientes. En cuanto á los americanos, tienen tanto afecto á este pájaro que na- die lo caza para comerlo; al contrario, todos lo protegen hasta donde les es posi- ble. Se limitan á coger los polluelos para llevarlos á las habitaciones. Cautividad. Cuidándolos bien no tardan en domesticarse. Algunos apren- den á entrar y salir de su jaula. Se reproducen en cautividad, aun lejos de su patria; en Weimar, Gebser ha criado durante diez años seguidos polluelos de Zenzontle, habiendo llegado á educar sesenta. En jaula se contentan con el ali- mento que se da á los Tordos, pero tienen un gusto más delicado y reclaman, sobre todo, huevos de hormiga y gusanos de harina en gran cantidad. MIMUS GILVUS. Chico, Zenzontl.* Turdus gilvus, Vieill. Ois. Am. Sept. Il, p. 15, t. 68 bis?. Mimus gilvus, Sel. et Salv. Nomencl. Ay. Neotr. p. 3”. Mimus melanopterus, Lawr. Ann. Lye. N. Y. V, p. 35, t. 2d * A. Boucard, C. M. Z. S. On a Collection of Birds from Yucatan. Proc. of the Zool. Soc, of London, June 19, 1883, p. 439. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 169 Mimus columbianus, Cab. Mus. Hein. L, p. 82*. Mimus gracilis, Cab. Mus. Hein. L, p. 3% J. F. Orn. 1860, p. 410%; Sel. et Salv., Ibis, 1859, p. 77; Taylor, Ibis, 1860, p. 110% Owen, Ibis, 1861, p. 60% Salv. Ibis. 1866, p. 202% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, pp. 91”, 199”; Bull. U. S. Nat. Mus. núm. 4, p. 12%; Frantz. J. F. Orn. 1869, p. 290*. Supra cinereus; superciliis albis; loris nigris; alis nigris albo limbatis, tee- tricibus alarum et secundariorumn apicibus albis; specúlo alari nullo; subtus al- bus, pectore panlo cinerascente; cauda niera; rectricom apicibus nisi duarmn mediaram albis, rectrice ntrinque extima pogonio externo toto et interno dimi- dio apicali albis; rostro et pedibus nigris. Long tota 100, ale 41, cauda 5-0, rostri a rictu 1-0, tarsi 1-25. (Deser. maris ex Belize. Mus. nostr.). Juv. pectore et hypochondriis fusco maculatis. (Deser. exempl ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Tehuantepec (Sumichrast*); Mérida, Yucatán (Schott”, Gau- mer); Honduras Británicas” (O. S.), Guatemala? (O. S. et F. D. G.), Honduras? (Taylor*), Colombia*, Venezuela?, Guayana?, Pequeñas Antillas. El Mímus gilvus habita el Istmo de Tehuantepec” y la región norte de Yu- catán,”* extendiéndose por toda Guatemala y Honduras hasta Comayagua”. No tenemos ningún dato auténtico respecto á su presencia en otras partes de la Amé- rica Central, pero en Sud América reaparece en las cercanías de Santa Marta, en Antioquía, y en los alrededores de Bogotá, extendiéndose al Oriente desde Venezuela hasta la Guayana y algunas de las Pequeñas Antillas. El Dr. v. Frant- zius dice'* que no es exacto que frecuente Costa Rica, y que el Mímus gilvus en- viado por el Dr. Hoffmann era un cautivo de Guatemala. En Guatemala el Mímus gilvus sube á la misma altura que se atribuye al Mimus polyglottus en México. Se le encuentra al nivel del mar en Belize y en los cays de los arrecifes de coral inmediatos, lo mismo que en Dueñas, á 5,000 pies sobre el nivel del mar. Sin embargo, es más abundante en el Valle Superior, Meotagua y en la llanura de Salamá, donde canta durante toda la estación de los amores. Mr. Owen” tomó varios nidos cerca de San Jerónimo, la mayor parte de los cuales estaban colocados en los cactus enltivados para la explotación de la co- chinilla. Otros estaban entre los jobos ó matorrales de la llanura, pero todos algo visibles. Ponen generalmente tres huevos de un color gris verdoso claro, con manchas de un moreno rojizo y dos matices lila. Miden 1-05 pulgada x 0-07. En Dueñas vimos muy pocos durante nuestra visita á Guatemala"; pero co- lectamos un polluelo manchado todavía en la parte inferior, que debe haberse criado en los alrededores. En 1873 parecía haber aumentado mucho, pues se le veía con frecuencia en los llanos cubiertos de Zpomea murocoides. Rara vez vuela lejos cuando se le acercan: generalmente se refugia en un La Nat.—Ser. 11,—T. D1,—Agost, 1898, 5) 22 170 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. matorral vecino. Su canto es muy variado y rico, así es“que los naturales lo bus- can mucho para tenerlo en jaula. Generalmente desienan en México con el nombre de Zenzontl todas las es- pecies de Mímaus. (Esta es la única especie de este género que hemos observado en Yucatán. O. S.).% * RHODINOCICHLA. Rhodinocichla, Hartlaub, Journ. f. Orn. 1853, p. 33. Tipo Furnarius roseus, Less. Rhodinocichla rosea. Furnarius roseus, Less. 11. Zool. t. 5. Rhodinocichla rosea, Hartl. J. F. Orn. 1853, p. 33% Sel. P. Z. S. 1855, p. 141?, 1856, p. 140% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, 292%; TX, p. 92% Mem. Bost. Soc. N. H. II, p. 267"; Baird, Rev. Amn. B., p. 91%; Sel. et Salv. P. Z. S. 1864, p. 345”; Salv. P. Z. S. 1867, p. 133"; 1870, p. 180"; Finsch, Nat. Ver. z. Bremen, 1870, p. 329% y. Frantz. J. F. Orn. 1969, p. 291%, Turdus vulpinus, Hartl. Rev. Zool. 1849, p. 276%; P. Z. S. 1850, p. 276". Cichlalopia vulpina, Bp. C. R. XXXVIIL, p. 6*, et Orn. Nat., p. 29”. 3 fusco-—niger, fronte, superciliis anticis, gutture, abdomine medio, crisso et campterio alari rosaceo—rubris, superciliis posticis albis; hypochondriis fuscis; rostro pallide corneo, maxille basi et pedibus corylinis. Long. tota 8-0, alae 3-4, caudee 3-6, rostri a rictu 1-1, tarsi 1-0, 2 paulo minor et brunnescentior, coloribus maris rosaceorubris saturate fulvis; abdomine imo albicante. Longo. tota 7-5, ale 3-1, caudee 3-5, rostri a rictu 1-0, tarsi 1-0. (Deser. maris et fem. ex Lion Hill, Panama. Mus. nostr.). . Hab. México, Mazatlán y Sierra Madre (Grayson”), Guatemala? (Mus. Derb.?), Costa Rica (fide S. F. Baird”, v. Frantzius'”), Panamá (Bridges*, Arcé"", Me. Leannan””), Venezuela**, Colombia. La distribución geográfica de la Rhodinocichla rosea presenta cierta sinon- laridad. En el Estado de Panamá parece ser muy abundante, así como en Vene- zuela y Colombia. En Costa Rica se tienen noticias de su presencia. La aserción de Mr. Selater respecto á la existencia de un ejemplar guatemalteco en el Museo Derby de Liverpool, es todo lo que se sabe de la presencia de esta especie en ese país, pues de millares de pieles colectadas en él, nineuna presenta los caracteres del Rhodinociehla rosea.o (1) On a Collection of Birds from Yucatán. A. Boucard. Proceedings of the Zoological Society of London, June 19, 1883, p. 439. (2) Mr. Moore dice que este ejemplar fué comprado en Leadbeater, en 1844, La etiqueta ó letre- ro está escrita con letra desconocida y dice: ““Guatimala.” A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 171 En la parte meridional de México no se le ha observado nunca, mientras que en la parte Nordeste fué visto por Grayson y Xantus. Grayson dice que puebla el distrito montuoso inmediato al río en Mazatlán. Durante todo el año se oculta entre los zarzales mas espesos, así es que á me- mudo se escucha su melodioso canto y el pájaro permanece invisible. Bridges también dice que el único ejemplar que obtuvo en David atrajo su atención por la singularidad de sus notas. SUBFAMILIA MYIADECTINAE. MYIADECTES. Myiadestes, Swainson, Nat. Libr. Ornith. X, p. 132 (1838). (Tipo M. Genibar- dis, Sw.). Este género comprende unas diez especies: su aspecto general es muy uni- forme, pero en lo referente al color hay una diferencia considerable entre ellas. Están distribuidas desde las Montañas Rocallosas hasta Bolivia, atravesando la América Central; algunas especies son peculiares de las Islas de las Indias Occi- dentales. En el Norte se encuentra al Myiadestes townsendi, especie que llega aleunas veces al Norte de México. Hay dos especies que son comunes á este úl- timo y á Guatemala; otra habita Costa Rica. Una sola especie puebla los Andes desde Venezuela á Bolivia. En Cuba y Jamaica hay otra, y una en Santo Domingo, pero aún no hemos conseguido esta última. Las Pequeñas Antillas tienen tres especies estrechamente emparentadas con las de Jamaica. Los cantos peculiares á las diversas especies de Myiadectes han llamado siempre la atención. Los del Myiadestes obscurus y los del Myiadestes unicolor, que nos son conocidos, pueden compararse al ruido que produce el agua al caer en una vasija de estaño. Estas aves tienen la costumbre de permanecer casi in- móviles, paradas sobre una rama en medio de los bosques: los machos cantan á intervalos, principalmente en la mañana y en la tarde. Se dice que el Myiadestes townsendil corre algunas veces por el suelo, costumbre que no muestran sus congéneres de Guatemala. Se alimenta especialmente de frutos, pero el Myia- destes townsendil también come insectos. MYIADECTES OBSCURUS. Jilenero ordinario. Myiadestes obscurus, Lafr. Rev. Zool. 1839, p. 98”; Sel. P. Z. S. 1857, p. 213*; 1858, p. 302%; 1859, pp. 363*, 376%; Sel. et Salv. Ibis. 1859, p. 14” Ex. Orn., p. 49, 1 F. Sumichrast, Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza.” Tomo I, pág. 306. 172 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. t. 257; Baird, Rev. Am. B., p. 430% Sumichrast, Bost. Soc. N. H., L, p. 548% Gray- son, Pr. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 277"; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 273". Hypothyrius ccesia, Mus. Berol”. Schistacens; oculoran ambitu albo, loris et striga rictali nioris; alis fusco— nigris, extus rufo limbatis; inter-scapulio pallidus rufo; dorso imo olivaceo per- fuso; subtus dilute schistacens, gutture et ventre medio cum erisso albicantibus; remigun macula magna interna ochraceo-alba; cauda nigricante, rectricibus duabus mediis com anios utrinque proximee pogonio externo griseis; rectricibus lateralibus albo terminatis; haran unios ntrinque extimee dimidio apicali pallide eriseo notato; rostro nigro, pedibus fuscis. Long. tota 7-5, ale 4-0, caude 41, rostri a rictu 75, tarsi 9 (Deser. exempl. ex Jalapa, México. Mus. nostr.). Hab. México”, Islas de las Tres Marías y Socorro (Grayson'”), Tonila y Jalisco (Xantus"), Real Arriba (Deppe), Orizaba (Botteri?, Sumichrast”), Jalapa (de Oca*), La Parada*, Yoletepec” y Totontepec (Boncard), Oaxaca (Fenochio), Guatemala (O. $. et F. D. G.). Bien que, el barón Lafresnaye describió esta especie según ejemplares me- xicanos*!, el ave había permanecido varios años en los salones.del Museo de Ber- lín, pues Deppe lo encontró cerca de Real Arriba, en el Sur de México. Actual- mente los ejemplares del Museo de Berlín llevan el nombre de “Hypothymis cee- sia.” * Desde entonces varios viajeros han tenido oportunidad de observarlo en México, donde se le conoce vulgarmente con el nombre de “Jilouero.” Grayson'” dice que en las Islas de las Tres Marías habita de preferencia más bien que en el continente, confinándose á las partes montañosas de las islas y escuchándose en todo tiempo su extraño canto, en la mañana temprano y en la tarde. Según esto se le encuentra en la región Noroeste de México, á poca altura sobre el ni- vel del mar; pero el Prof. Sumichrast* lo coloca entre las aves de la región al- pina del Estado de Veracruz, donde cría principalmente á unos 8,200 pies, bien que se le observa ionalmente á unos 3,300 pies sobre el nivel del mar. En al- gunas regiones de Guatemala es muy abundante; se dispersa por toda la mesa alta (de unos 5,000 á 7,000 pies de altura) que forma la cordillera principal. Al Este el Myiadestes obscurus sigue la alta cadena de montañas que llega hasta Vera Paz, extendiéndose un poco más allá del pueblo de Tactic. Aquí termina bruscamente, siendo reemplazado por el Myiadestes unicolor. Estas dos especies no se encuentran nunca en el mismo punto. En las barrancas de los volcanes es muy común; su canto claro, metálico y sonoro se escucha á intervalos durante todo el día; es un modo de llamar la atención y de hacerse presente. Cuando se * Mr. Sclater (P. Z. S. 1856, p. 299) pensó en una época que este nombre correspondía al Muyiadestes umicolor, pero un examen reciente del ejemplar demostró que se refiere al Myiadestes ODSCUTUS. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 173 oculta en las más densas espesuras de las barrancas, es difícil descubrirlo; así es que sólo se le puede observar acercándose con suma cautela. Los hábitos solitarios del Myiadestes obscurus, y su retiro favorito, le han valido el nombre de “Guarda—barranca” en Guatemala. Es muy buscado para tenerlo en jaula, pues vive muy bien en cautividad, cantando sin reserva la me- lodía que le es peculiar. Los huevos de esta especie obtenidos por M. Boucard en Oaxaca, fueron comparados por Mr. Selater á los de la Primavera, «pues son manchados y raya- dos profusamente de un color de ceniza moreno sobre fondo blanco. Las man- chas son más densas al rededor del extremo más largo, formando una especie de anillo; miden -875 por —61 pulgadas. MYIADECTES UNICOLOR. Jilguero fino, Clarín. Clarín de la selva, Picicitli? Y Myiadestes unicolor, Sel. P. Z. S. 1856, p. 299*; 1857, p. 213% Salv. et Sel. Tbis. 1860, p. 397*; Ex. Orn. p. 51, t. 26% Baird, Rev. Am. B., p. 428%; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 548". Schistaceus fere muicolor, loris nigris, oculoram ambitu albo; subtus paulo pallidior, ventre medio albicantiore; alis nieris, extus brunnescenti-oleagineo partim marginatis; cauda nigra, rectricibus duabus mediis dorso concoloribus, rectricam lateralimm parte apicali pallidiore et apicibus ipsis albis; rostro nigro; pedibus corylinis. Long. tota 7-5, ale 3-8, caude 3-4, rostri a rictu —6, tarsi -73 (Deser. exempl. ex Coban, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Córdoba (Sallé*), Orizaba (Botteri?), Estado de Veracruz (Su- michrast'), Guatemala? (O. S. et F. D. G.). Esta interesante ave fué una de las primeras que descubrió M. Sallé en el Sur de México, donde obtuvo los ejemplares descritos en 1856* por Mr. Selater: uno de éstos figuró en la Ornitología Exótica*. Córdoba*' y Orizaba?” son las únicas localidades meridionales de México en que habita el Myiadestes unicolor; parece que no se le encuentra en las partes occidentales del país, que son el te- rritorio del Myiadestes obscurus. El Prof. Sumichrast lo observó en el Estado de Veracruz, y dice”: “que habita la región templada.” Como ave canora, esta especie es una de las más notables de dicha región; frecuenta con especialidad las barrancas montañosas de los cantones de Orizaba, Jalapa y Zongolica. (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Est. de Veracruz. “La Naturaleza,” t, 1, pág. 306. (2) A. L. Herrera. Catálogo de la Colección de Aves del Museo Nacional, pág. 2, 174 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. En Guatemala se le encuentra exclusivamente en las partes australes del departamento de Vera Paz, porque la línea de demarcación entre él y el Myia- destes obscurus está perfectamente bien definida. El viajero que se dirije á Co- bán, oye el canto del último Myiadestes obscurus, pasado el pueblo de Santa Cruz; pero antes de llegar á Cobán ya no escucha más que las notas del Myia- destes unicolor. FAMILIA CINCLIDAE. Cinclus, Bechstein, Naturg. Dentschl. TIT, p. 808 (1807). América posee cuatro especies de este género, pertenecientes á dos grupos muy distintos; las especies del Norte están estrechamente emparentadas con el Cinclus pallasi del Norte de Asia, y las del Sur presentan caracteres de colora- ción especiales. Entre las aves del Norte el Cinclus mexicanus está ampliamente distribuido en las Montañas. Rocallosas, pero se limita á esa cadena, de la cual pasa á México y Guatemala. El Cinclus ardesiacus de las altas montañas de Cos- ta Rica y Panamá es una raza local de la especie del Norte. Por consiguiente, en la América Central no encontramos huellas de parentesco cercano con las dos especies de los Andes, una de las cuales, sin embargo, habita las Montañas Quindín de Colombia. En el antiguo continente el Oínclus ocupa en general las partes montañosas de la región Palaeártica; en Asia se extiende al Sur hasta el Himalaya, y en África hasta las montañas del Atlas. Las costumbres de esta especie son bastante conocidas; habiendo sido des- critas minuciosamente por todos los autores que se han ocupado de las aves En- ropeas y Norte-Americanas. Se conocen trece especies cuya descripción puede leerse en “The Ibis” de 1867. Según Brehm* esta familia tiene por tipo uma ave que ha ocupado largo tiempo un lugar entre los Turdidos, conocida vulgarmente con el nombre de Tor- do de Agua. Sin embargo, su parentesco com los tordos es muy lejano, así es que todos los autores convienen en reconocer que la mayor parte de los atribn- tos propios de la especie son bastante importantes para considerarse como carac- teres de familia. La estructura interna de los Cinclidos se parece, por sus rasgos esenciales, á la de los otros pájaros cantores. Distribución geográfica.—Los Cinclidos están diseminados por una gran parte del globo. Habitan tanto en el Antiguo como en el Nuevo Mundo, abun- dando principalmente en las regiones septentrionales de ambos continentes; se les encuentra, sin embargo, en las montañas del Sur, en el Himalaya, así como en las Indias. * Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” vol. I, page 684. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 175 CINCLUS. Desde el punto de vista de las costumbres y el género de vida, todas las es- pecies conocidas se parecen mucho. Según Cones, este es un grupo pequeño pero bien definido; los caracteres generales de que participan los Turdidos, Saxicoli- dos y Silvidos, están muy modificados, adaptándose á la vida acuática y singular de la especie. Se compone de un sólo género, Cinclus, al cual se agrega algunas veces un segundo género peculiar de Asia. Estas aves frecuentan los arroyos que corren en las montañas en diversas partes del mundo, pero principalmente en el hemisferio Norte. La mayor parte del día permanecen en el agua buscando alimento. Durante sus excursiones acuáticas, se zabullen y se quedan dentro del agua ayudándose con las alas, en una palabra, vuelan en ella. Decíase an- tignamente que podían andar en el lecho de los arroyos, lo cual es inexacto. Su vuelo debajo de la superficie requiere un esfuerzo tan contínuo como el vuelo aéreo ordinario. Es la misma acción verificada en dirección opuesta. El ave se sumerge y vuela oblicuamente hasta llegar al fondo, donde permanece sirvién- dose para ello de las alas, con el cuerpo inclinado y la cabeza hacia abajo. Tal vez se ayuda en esta posición con las patas, arañando la tierra ó agarrándose á las desigualdades de la superficie que puede asir con los dedos, pero de ningún modo puede decirse que anda. En el momento en que desmayan sus fuerzas, vuelve á la superficie como un corcho, y se deja llevar por la corriente mientras recobra el vigor perdido. Podría comparársele á ciertos insectos acuáticos, el Notonectes, por ejemplo, que reman perezosamente con sus patas largas y pelu- das y que cuando se alarman parecen hacer esfuerzos vigorosos para lanzarse oblicnamente hacia abajo. Hay unas doce especies, inelusas las razas geográfi- cas marcadas de esta familia, de las cuales la más conocida es el Tordo de Agna de Europa. Este ha sido cuidadosamente estudiado por William Macgillivray, cuya relación copio en seguida, pues puede aplicarse mutatis mutandis á la úni- ca especie que habita Norte América. “El vuelo del Tordo de Agua es firme, directo y rápido, como el del Martín Pescador; lo efectúa agitando rápida y acompasadamente las alas, sin interrup- ción. Se posan en las piedras ó en las peñas que sobresalen á los lados de los arroyos, ó bien en el agua, inclinando el pecho con frecuencia y sacudiendo la cola como el Triguero, la Motacila y sobre todo, como el Reyezuelo; con las pier- nas dobladas, el cuello contraído y las alas un poco caídas. Se zabulle en el agua sin temer la fuerza de la corriente y camina bajo la superficie, marchando generalmente contra la corriente, con una rapidez prodigiosa. Sin embargo, no se sumerge desde lo alto de cabeza como el Martín Pescador, sino que se ade- lanta hasta llegar al agua, ó se pára en la superficie y en seguida se sumerge como un ánsar, abriendo las alas ligeramente y desapareciendo con una agili- 176 A. L, HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. dad y destreza que indican sus conocimientos en el buceo. Lo he visto moverse debajo del agua en circunstancias en que podía observarle, y noté que hace exactamante lo mismo que el Cuervo Marino, á quien había observado á me- nudo en las arenosas playas de las Hébridas. Volaba, efectivamente, no sólo sir- viéndose de las alas desde la articulación carpal, sino extendiéndolas conside- rablemente y empleándolas en toda su extensión, como si avanzara en el aire. En parecidas ocasiones la dirección general de su cuerpo es oblicua y es evidente que necesita mucha fuerza para contrarrestar los efectos de la gravedad; consi- ene difícilmente sostenerse en el fondo, así es que cuando pierde las fuerzas sale ála superficie como un corcho. Montaen describe muy bien el aspecto que pre- senta en estos casos: “Una ó dos veces que lo vimos cuando estaba dentro del agua, notamos que da vueltas de un modo extraordinario, con la cabeza hacia abajo como si anduviera recogiendo algo; al mismo tiempo observamos que te- nía que hacer grandes esfuerzos con las alas y las patas.” Sin embargo, no da estas vueltas más que cuando lucha con una corriente demasiado fuerte. Cuando anda en busca de alimento, no se sumerge mucho, sino que se pára en algún punto, se zabulle, y reaparece bien pronto en un lugar cercano en que vuelve á zabullirse, ó echa á volar para posarse en otro sitio de la superficie ó en aleuna piedra. Algunas veces se le ve tomar por punto de partida una piedra ó una roca desde donde párte á pequeñas excursiones en el agua, corriendo con mucha ac- tividad, subiendo prontamente á la superficie, y volviendo al punto de partida ya sea nadando ó vadeando el arroyo. No es cierto que ande en el agua ni en el fondo, pues aun en tierra no anda más que unos cuantos pasos, saltando. Sus pier- nas cortas y sus garras curvas, no se prestan para la carrera, sino que están ad- mirablemente calenladas para pararse en las piedras resbaladizas, ya sea arriba ó debajo del aena. Lo mismo que el Martín Pescador, el Tordo de Agua, per- manece mucho tiempo parado sobre una piedra, pero por lo demás, sus costum- bres difieren por completo. Cuando se siente herido, se sumerge generalmente, vuela debajo de la superficie hasta llegar á la orilla y se oculta entre las piedras ó debajo del borde. Si en estas ocasiones le queda un resto de vida, se esconde tan bien que casi es imposible encontrarlo. Desde este punto de vista sus cos- tumbres se parecen bastante á las de la Gallina de Agna común.” El mismo autor dice que la especie Europea se alimenta de moluscos y es- carabajos. “He abierto un gran número de individuos en diversas estaciones del año, y no he encontrado en el estómago más que Lymnec, Ancily, Coleópte- ros y granos de arena.” Régimen, que según él, explica satisfactoriamente las excursiones sub-acnosas del pájaro. Niega que coma freza ó pececillos recién nacidos, á pesar de que otros autores aseguran lo contrario, originando que se le persiga en varios casos injustamente. Sin embargo, es indudable que es algo piscívoro, pues una vez se le encontró con un pez en el pico. (Saxby, “Zoologist,” XXI, 1863, p. 8,631). (1) Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. First, pág. S4. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 177 CINCLUS MEXICANUS. Tordo de Agua. Aguador.” Cinclus mexicanus, Sw. Phil. Mag. new ser. L, p. 368%; Sel. P. Z. $. 1859, p. 361% Baird, Rev. Am. B., p. 603; Salv. Ibis 1866, p. 190% 1867, p. 120% Sumi- chrast, Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 544% Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. L, p. 56%; Coues, B. of the N. W., p. 10%; B. of the Col. Vall., p. 89”. Obscure cinereus, capite undique fuscescente Long. tota 6-2, alee 3-4, cau- daze 1-8, tarsi 1-1, rostri a rictu 1-0. (Descr. exempl. ex Oaxaca, Mexico. Mus. nostr.). Hab. Las montañas australes y occidentales de Norte América”*. México, Temascaltepec (Bulloch'), Jalapa (de Oca”), Tierra fría (le Strange), región alpi- na de Veracruz (Sumichrast”), Oaxaca (Fenochio), Guatemala?, cordillera de To- tonicapam (O. S.*). “El Tordo de Agua está extensamente distribuido en la América del Norte, pues se extiende desde el Yukon, atravesando las Montañas Rocallosas, hasta el Sur de México y probablemente hasta Guatemala. Parece que es sedentario en todas las regiones que habita, aun en las que están más al Norte de su centro de distribución, en las cuales fué observado en los meses más crudos del invierno por Mr. W. H. Dall.” Sus costumbres se parecen mucho á las del Cinclus aquaticus europeo, y han sido detalladamente descritas por todos los autores que tratan de aves norte-americanas'*. En Guatemala no lo vimos más que una sola vez, el 5 de Septiembre de 1862: eran una pareja y estaban en un torrente de la cordi- Mera situada arriba de Totonicapam, á una altura de unos 10,000 pies sobre el nivel del mar. Herimos á uno de ellos, pero se perdió en la corriente. Como no los observamos de cerca, no podemos determinar si concordaban con el Cinclus mexicanus, pero vimos que el color del plumaje era uniforme como en la ave del Norte.” “El Cinclus mexicanus tiene diversos sinónimos enumerados en la obra del Dr. Cones sobre las Aves del Valle Colorado.” “Esta ave, dice A. L. Herrera,” os notable por muchos motivos. Se eleva en las montañas hasta una altura de 3,300 metros, siguiendo siempre el curso de los arroyos, en cuyas márgenas vive solitariamente, en unión de su hembra, en cierta época del año. Nada tan bien como algunas Palmípedas (pato, cisne, etc.), ha- ciendo uso de sus alas á guisa de remos, ó corre en el fondo de los arroyos en persecución de los insectos, pudiendo permanecer bajo el agua hasta 20 segun- (1) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México, “La Naturaleza,” Tomo I (2), pág. 326. (2) Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 3. La Nat.—Ser. 11.—T. 111.—Oct. 1898. zm 178 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. dos. Ningún carácter exterior revela á primera vista sus habilidades de buzo, - pero un examen detenido permite descubrir interesantes detaHes de organización relacionados con las costumbres de este Páser. Por ejemplo, la densidad (es de- cir, el peso proporcionalmente al volumen) es, según Davy, de 0,724 en el Cin- clus de Europa, mientras que otras aves esencialmente terrestres ó exclusiva- mente terrestres, tienen una densidad mayor (Saltapared 0,890 á 0,960), y no po- drían flotar y nadar como el Tordo de Agua. Esta ave pocas veces se aleja de los lugares montañosos é impide que se establezcan en sus dominios otros indi- viduos de la misma especie. En atención á la naturaleza de sus alimentos, no debe conceptuarse nociva para los intereses del agricultor.” “El Oinclus mexicanus, dice Sumichrast,% habita la región alpina. Es espe- cie esencialmente alpina, pero signe en su enrso las corrientes de agua que ba- jan de las cordilleras á la región templada. Fijaremos los límites de su distri- bución á una altura que varía de 2,000 á 2,500 metros.” “Según Conues el Cinclus mexicanus” es común en la Cuenca del Colorado, en los sitios apropiados á sus necesidades, aunque hay muchas corrientes en las montañas que no frecuenta. Mr. Henshaw encontró una vez una pareja instala- da en un pequeño estanque aislado en las Montañas Blancas de Arizona. Pare- cían hallarse tan bien como si habitaran un torrente caudaloso, bien que habían perdido algo de sn energía en el cambio de medio. Sin embargo, este caso es bastante frecuente, pues la especie enropea puebla los lagos, especialmente aque- llos cuya orilla está cubierta de ripio ó de enijarros.” “Nota.—Me parece conveniente citar algunos interesantes experimentos he- chos por el Dr. John Davy, acerca de la gravedad específica del Tordo de Agua europeo. Se publicaron en el volumen 11, (nueva serie), del New Philosophical Journal de Edinburgo, p. 265. La gravedad específica del cuerpo solo, despro- visto del pellejo y las plumas, era de 1.200; en su estado natural, con plumas, de 0.724. “Debajo del agua se escapaban de las plumas pocas burbujas de aire, lo cual se debe probablemente al aceite con que están impregnadas”...... Sus huesos largos contenían una medula rojiza. La gravedad específica de un Re- yezuelo era de 0.890, que aumentaba á 0.960, pasadas doce horas de inmersión. La eravedad específica de un Merlín—hawk era, por lo menos, de 0.570.” “Parece, dice Coues,” que las condiciones indispensables para la vida del Tordo de Agma, se encuentran solamente en los arroyos que llevan agua clara. Se limitan á habitar las regiones montañosas en que hay muy poco aluvión en el agua. Las costumbres acuáticas de las aves de esta familia son únicas en los Oscines; su economía general, su habilidad para caminar en el agua ayudán- dose con las alas y procurarse alimento, son bastante conocidas, así como la per- fecta adaptación de su forma y su plumaje. Comen insectos acuáticos de toda ) Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” Tomo I, pág. 301. (1 (2) B. of the Col. Vall. Part. first, p. 89. (3) Birds of the Northwest. p. 11. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 179 clase. El nido es una bola de musgo verde y suave, del tamaño de la cabeza de uu hombre, cubierto en la parte superior y con un pequeño agujero á un lado. El Dr. Cooper lo describe de un modo semejante y añade: “Estaba debajo de las raíces de un inmenso árbol, arbor-vite que había flotado y descansaba en posi- ción oblicua contra la presa de un molino. El fondo se componía de varitas, los lados y la parte de arriba eran arqueados como uñ horno y hechos con musgo que sobresalía en la parte superior con el fin de proteger la entrada. Esta era bastante espaciosa, así es que se podía introducir la mano. El interior también era grande y contenía unos polluelos medio emplumados (Julio 5). Los padres eran mansos, habiéndose acostumbrado ya al ruido del molino y á la presencia del hombre. En ese verano habían tenido una cría en el mismo nido.” Colocan á éste en sitios diversos, pero siempre en un rincón ó hendedura próximos al agua. La relación de Mr. Merriam, arriba citada, contiene una noticia relativa á otro nido, descubierto por Mr. W. H. Holmes, á nua media milla de Mystic La- ke Montana: “Observé que el Tordo volaba á través del agua hasta perderse de vista. Sospechando que tenía cría, volvimos al día siguiente y cogí el nido con ayuda de Mr. Holmes. Tenía tres polluelos y poco después matamos á los padres. Era de musgo y medía casi un pie de diámetro por seis pulgadas de pro- fundidad. Lo encontramos en el borde de una estrecha roca y tan cerca de la cascada que la parte exterior estaba constantemente húmeda, mientras que la in- terior se conservaba caliente y seca. Los padres entraban por un pequeño agu- jero lateral situado en la mitad inferior del nido, pues el techo estaba apoyado contra una roca saliente.” (W. B. Platf). El Dr. Jorge Suchley dice: “Noté un hecho curioso relativo á este pájaro. Lo ví con frecuencia, sólo ó con su compañera, pero nunca encontré más de dos juntos. Parece que prefieren la soledad, pues evitan todo aquello que pueda dar lugar á una vida sociable, excepto la unión indispensable del macho y la hem- bra. Nunca observé que habitaran cerca de aguas tranquilas. Se complacen en las corrientes de las montañas, viviendo entre cascadas, remolinos y torrentes.” Mr. Jorge Gibbs dice que el Tordo de Agua es común eu Salmon River, que es una corriente rápida y estrepitosa, y añade: “Cuando me sentaba en la orilla, veía jugar á una pareja en el agua cerca de mí. Aleunas veces se paraban en la cima de una rápida, se dejaban arrastrar al fondo para reaparecer en seguida debajo de la superficie. Se sumerjen con gran celeridad, algunas veces golpean el agua con las alas cubriéndose de espuma. Su silbido era dulce y algo triste pero parecían hallarse muy ocupados y contentos á pesar del estruendo que ha- cían los mineros.” El Dr. Newberry da las noticias siguientes: “No ví á este pequeño y singu- lar pájaro más que en las rápidas de Cascade Mountains. Se movía continua- mente en el lecho del arroyo; de vez en cuando se sumergía hasta perderse de vista, pero no tardaba en volver á salir, poniéndose á saltar de piedra en piedra, 180 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. moviendo la cola y meneando el cuerpo como los Reyezuelos, y lanzando de cuando en cuando un corto y agudo silbido.” Mr. W. H. Dall, lo mismo que el Dr. Suchley, dice que el Tordo de Agua es una ave esencialmente solitaria. Se obtuvieron varios ejemplares en Enero, Febrero y Marzo, pero siempre cerca de algún paraje abierto que no estuviera helado, en aleuna pequeña corriente, por ejemplo, el Río Nulato. Los indios me dijeron que cuando se espanta se mete dentro del agua. Observé que algunos tenían el pico y las piernas de un amari- llo de ocre claro, mientras que otros las tenían de un color de pizarra obsenro. Probablemente los primeros eran polluelos. “El Cínclus mexicanus es común en todas las corrientes de las montañas del Colorado. Lio encontramos cerca de la ciudad, en Fountaine-qui-bont, en las llanuras y en las montañas hasta los más “ remotos manantiales del South Platte, 4 unos cuantos centenares de pies de los bosques. Es notable tanto por la melodía de su canto, cuanto por la sinenlari- dad de sus costumbres; así es que puede considerársele como uno de los miem- bros más interesantes de la avifauna de nuestro continente. Prefiere los torren- tes caudalosos de las montañas, cuyo estrépito se mezcla con sus melodiosas notas. En dichas localidades busca su alimento en el fondo de la corriente con bastante facilidad, á pesar de la violencia con que corre el agua. En Ogden Ri- ver, Utah, abunda en Septiembre y Octubre más que en ningún otro sitio; en el transcurso de una hora obtuvimos doce ejemplares.” (Allen, en epist). Los hue- vos son de un blanco puro, algo alargados y puntiagudos. Dos ejemplares de la colección del Dr. Hayden, colectados por Mr. Stevenson, cerca de Berthoud's Pass, miden 1.05 por 0.70, y 1.04 por 0.69 respectivamente. Mr. J. Stevenson di- ce lo siguiente: “Cuando estábamos acampados cerca de Berthoud's Pass, en las Montañas Rocallosas, colecté el nido, los huevos y la madre de un Tordo de Agua que había construido su pequeña habitación cerca del margen de un arroyo á corta distancia de nuestro campamento. No era muy tímido, pues había anidado cerca de un molino de aserrar en que había varios empleados. El nido estaba en un charco, á unos cuatro pies de la orilla del agna. Se componía de musgo verde y el interior estaba forrado con pasto seco; era ovalado y tenía seis pul- gadas de alto por treinta de circunferencia en la base. El exterior era, como he- mos dicho, de musgo verde ingeniosamente entrelazado, á fin de que creciera y aumentara la resistencia del nido. Una de las cosas que me llamó más la aten- ción fué la costumbre de zabnllirse para pararse en seguida sobre el nido, sacn- diéndose el aoua de las plumas y distribuyéndola sobre el nido á fin de que el museo conservara su humedad y siguiera creciendo, aumentando así su resisten- cia y dimensiones. La entrada estaba dispuesta cuidadosamente; el musgo esta- ba colocado de tal modo que era imposible que obstruyese la abertura practi- cada á un lado, cerca del fondo. La regada del nido se repetía diariamente.” (1) Repetimos que las observaciones hechas en Centro América se deben a los Señores Salvin y Godman, y conviene recordar que su obra nos sirve siempre de guía, y que gran parte de nuestro relato es simple traducción de la “Biología Central Americana.” A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 181 FAM. SYLVHDAE.—SUB-FAM. SAXICOLINAE. SIALIA. Sialia, Swainson, Zool. Journ. UI, p. 173 (1827). (Tipo Motacilla Sialis, Linn.) Este pequeño género, consistente en tres especies, es enteramente Neártico; sin embargo, dos de sus miembros pasan más allá del límite meridional, llegan- do hasta el Sur de México y Honduras. Son parientes cercanos del género Saxi- cola del Antigno Continente, del cual difieren, principalmente, por tener el tarso más corto y el pico más grueso; presentando, además, un carácter de coloración del plumaje completamente distinto. El primer plumaje de los polluelos es man- chado como el de los Turdidos típicos; las Sialia y aun las Saxicola son, en rea- lidad, parientes cercanos de los Tordos. Según Coues,” el azul es el color predominante de este género, y las tres especies que lo componen habitan la región del Colorado. Son estrictamente arborícolos, frecuentan las orillas de los bosques, los montes bajos, los caminos y los campos llenos de hierbas; anidan de distinto modo que los Tordos, en agu- jeros, y ponen huevos de color uniforme; se domestican fácilmente como las Gro- londrinas y los Gorriones; se alimentan con insectos y bayas, y tienen un canto melodioso y lleno de gorjeos. Son peculiares de América y parece que carecen de representantes en el otro hemisferio. SIALIA SIALIS. Ventura.” Motacilla sialis, Linn. Syst. Nat. L, p. 3361. Sialia síalis, Baird, Rev. Amn. B. L, p. 62% Baird, Brew et Ridew. N. Am. B. L, p. 62*; Coues, B. of the N. W., p. 13%; Sennett, Bull. Geol. et Geogr. Surv. IV, p. 6%; Merrill, Pr. U. S. Nat. Mus. I, p. 120% Gundl. Orn. Cub., p. 61”. Sialia wilsoni, Sw. Zool. Sourn. TI, p. 173%; Sel. P. Z. S. 1856, p. 293% 1858, p. 299"; 1859, pp. 361", 371*; Sel. et Salv. Tbis, 1859, p. 8”; 1860, p. 29"; Jones, Nat. Bermuda, pp. 28, 66"; Taylor, Ibis, 1860, p. 110"; Owen, Ibis, 1861, p. 60”. Sialía azurea?, Sw. Phil. Mag. new ser. I, p. 369 (descr. nulla!) *; Baird. Rev. Am. B. p. 62”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 544”. (1) Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 17. (2) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” tomo I (2), pág. 326. 182 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA, Supra azurea, uropygio paulo laetiore, genis vix obscurioribus; subtus rufo— castanea, ventre medio et crisso albis. Long. tota 6-5, ale 4-1, caudee 2-8, ros- tri a rictu 0-75, tarsi 0-75 (Deser. maris ex Volcán de Agua, Guatemala. Mus. nostr.). Juv. supra fusca, interscapulio albo guttato; subtus albescens, plumis (pree- cipue in pectore) rufo marginatis, alis et cauda cerulescentibus (Descr. av. juv. ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Estados Unidos*.—México, Real del Monte (Bulloch*), Córdoba y Ce- rro del Gallego (Sallé*), Valle de México (le Strange), región templada de Ve- racruz (Sumichrast”), Jalapa (de Oca”), Mirador (Sartorius?), La Parada” y Ju- quila*? (Boucard), Guatemala'*" (O. S. et F. D. G.), Honduras (Taylor”), Bermu- das', Cuba”. Parece que la Sialia sialis es común en México, pero poco abundante en Texas”. En el Estado de Veracruz es especie sedentaria, según el Prof. Sumi- chrast, aunque no siempre se le encuentra en las mismas localidades; es muy co- mún en las partes que habita, comprendidas en toda la región templada, y as- ciende á una altura de 7,400 pies sobre el nivel del mar. En Guatemala está distribuida en las mesetas de la Cordillera, ascendiendo á unos 10,500 pies. Cría en los alrededores de Dueñas, en donde obtuvimos polluelos con el plumaje manchado todavía, en el mes de Agosto. El distrito más bajo en que se encuen- tra son las llanuras de San Jerónimo. También en esta región cría, pues Mr. Owen colectó huevos en 1860. Abunda, asimismo, en los Ingares abiertos de Alta Vera Paz; se le ha observado tanto en Tactie como en Cobán. En Honduras, que es la localidad más meridional que habita, fué observada por Mr. Taylor en todos los sitios que atravesó, pues es común en los pinales de las cordilleras altas”. Parece que las emigraciones de la Sialía sialis son algo irregulares, porque alennas veces aparece en los Estados Unidos en Febrero y aun á fines de Ene- ro, cuando el invierno no es muy erudo?. Es sedentario en las Bermudas”, pero en Cuba sólo se presenta accidentalmente. El Dr. Gundlach dice que, en Abril de 1860, llegó una gran parvada á las cercanías de la Habana, pero desde en- tonces no ha vuelto á presentarse”. Según Sumichrast” el nombre vulgar es Golondrina azul. “En Middle States,” dice Coues, es una de las primeras aves que llegan en la primavera, antes de que se presenten las Golondrinas: se le observa acci- dentalmente en Febrero y aun en Enero, cuando no hace mucho frío, permane- ciendo allí todo el invierno, cuando éste no es demasiado riguroso. Pero si el tiempo es inclemente, se va á buscar un clima más templado en el Sur, volvien- (1) Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, pág. 301, (2) Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 79. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. á 183 do, sin embargo, tan pronto como se modifica la estación. Su cauto es melodioso ) 5 ) pero débil; modula de una manera deliciosa, aunque sin mucho arte: sus notas son dulces y encantadoras, pero carecen de extensión. SIALIA MEXICANA. Ventura. Galantina. Tempestad. Olotototl.% Sialia mexicana, Sw. Faun. Bor.—Am. Il, p. 202%; Sel. P. Z.S. 1856, p. 2937; 1859, p. 362*; Baird. Rev. Am. B. I, p. 63% Sumichrast. Mem. Bost. Soc. N. H. l, p. 544% Baird. Brew. et Rido'w. N. Am. B. I, p. 65% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. IT, p. 267”; Cones. B. of the N. W., p. 14*. Sialia ceeruleicollis, Vig. Zool. Vog. Blossom, p. 18, t. 3”. S síalis similis, sed supra purpurascentins azurea, gula et abdomine medio cerulescentibus differt. Long. tota 6-5, alee 4-5, caude 2-8, rostri a ricta 0-75, tarsi 0-75 (Deser. exempl. ex Jalapa, México. Mus. nostr.). Hab. El occidente de Norte América **, México'? (Sallé, le Strange), Salti- llo (Conch*), Mazatlán (Graysow”), llanuras de Colima (Xantus”), Jalapa (de Oca”), Popocatepetl (Sumichrast?). “En el Noroeste de México la Sialia mexicana habita á menor altura que en el Sur; otro tanto sucede en las comarcas que están más al Norte. El Dr. Cooper recuerda que es muy abundante en todos los distritos montuosos de California, exceptuando, sin embargo, las montañas altas”. Parece que esta especie tiene costumbres más sedentarias que la especie meridional Sialia sialis, pues el Dr. Cooper encontró parvadas enteras en Diciembre, en el territorio de Washing- ton, época en que la Salía sialis se encuentra en países más meridionales”. Las costumbres de la Salia mexicana se parecen á las de la Saliía síalis, pero su canto es menos armonioso?.” “En Guatemala no observamos nunca esta especie, pues aunque obtuvimos aleunos ejemplares en las montañas, á unos 10,000 pies sobre el nivel del mar, resultó que todos pertenecían á la especie meridional.” “El ave mexicana fué descrita por Swainson en una nota en la “Fauna Bo- reali Americana?,” según un ejemplar de la colección formada por Mr. Taylor en México. Aunque varios viajeros lo han visto en dicho país, parece que la Salia mexicana es algo local en su distribución en el Sur de México, porque según el Prof. Sumichrast?, está confinada á la región alpina, en los límites extremos de la vegetación, en el elevado volcán del Popocatepetl. Además, Sunichrast duda que la localidad “Jalapa,” asienada á los ejemplares de Oca sea exacta?.” (1) A. L, Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 4. 184 a A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. “Córdoba también es frecuentada por el Salia mexicana, según asegura M. Sallé, pero el número 85 de la lista de ese viajero (P. Z. S. 1856, p. 293), no in- dica la localidad, y puede haber sido colectado en la región montañosa del vol- cán de Orizaba.” “Dos lugares (Córdoba, Jalapa) indicados como muy frecuentados por esta Sialia, según Mr. Selater, dice Sumichrast,” no son exactos; lo que probablemente es debido á los malos informes que le dió el colector. Nunca se le ha visto, que yo sepa, cerca de Orizaba, cuyo clima y producciones son análogos á los de las dos ciudades nombradas.” “En esta especie, lo mismo que en aleunas otras ya señaladas, dice A. L. Herrera,” se observa un notable caso de homocromía. La Sialia mexicana ha- bita casi exclusivamente en las mesetas elevadas rodeadas por montañas cubier- tas de bosque; el color rojizo de sus partes inferiores hace que se confunda con el tinte ferruginoso del suelo, y el azul del dorso le hace indistinenible también del fondo azulado que forman los bosques de Coníferas.” “Esta especie se encuentra en el Valle de México, en las pequeñas praderas rodeadas de bosque que se elevan á 3,000 metros por término medio.” “Las Venturas son sociales, se alimentan principalmente con insectos que cazan al vuelo. Aleunas veces depositan sus huevos en los nidos abandonados de otras aves; pero siempre se encargan de inenbarlos. No son abundantes á tal punto que se pueda clasificarles entre las especies útiles, pero indudablemente no son nocivas. En algunas localidades del Norte casi han desaparecido á causa de la persecución de las aves de presa.” % “Esta es una de las especies más abundantes y características del género, en la Cuenca del Colorado,” dice Cones.” Parece, sin embargo, que hay alguna partienlaridad en su distribución local, pues según Mr. Ridewway y Mr. Henshaw, no se le ha visto en Utah. En “Birds of the Northwest” manifesté la probabili- dad de que la especie de Arizona y Nuevo México emigrara de sus cuarteles generales en invierno, por dos vías que conducen hacia el Norte: la cadena mon- tuosa principal de las Moutañas Rocallosas y las lomas del Pacífico, pasando así á los lados de la Gran Cuenca. Pero este movimiento puede ser aparente; de modo que no se podría afirmar nada sobre el partienlar, á no ser que se contase con muevas observaciones. En la mayor parte de los sitios que frecuenta en la Cuen- ca del Colorado, es especie sedentaria y no desaparece más que durante un corto período de las localidades septentrionales y de las regiones alpinas demasiado altas, en lo más recio del invierno. En Carsan City, en Nevada, no fué observada por Mr. Rideway desde principios de Diciembre hasta fines de Febrero, en cuya otas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” tomo I (2), pág. 326. . L, Herrera. Cat. de la Colec. de Aves del Museo Nacional, pág. 4. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. Sl. ) Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, pág. 301. A A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 185 época se presentó en abundancia. Comparándola con la especie de las Montañas Rocallosas, Mr. Ridgway dice que ambas se asocian en invierno y permanecen se- paradas en verano porque la arctica se va en la estación de los amores á las re- giones más elevadas, mientras que la mexicana permanece en los distritos bajos, en las siembras de algodón de los valles del río y en los pinos esparcidos en los límites de las colinas de Sierra Nevada. Esta aserción coincide con las observa- ciones que hice en Fort Whipple, Ariz., en que la mexicana es sedentaria y abun- dante en extremo, mientras que la arctica es poco común y no se presenta más que en el estío y el invierno. He aquí las observaciones que hizo Mr. Henshaw res- pecto á la distribución local de la especie: —“En la parte oriental del Territorio del Colorado es poco abundante. No se le encontró en Junio cerca de Fort Gar- land en 1873, ni en Santa Fe, N. Méx., en el mes de Junio de 1874, aunque la es- pecie que le sucede era abundante. El 23 de Julio, Suscription Roch, N. Mex., parecía ser una de las localidades favoritas de la especie, porque había gran can- tidad de Venturas de todas edades en los piñones y en los cedros. De aquí al Sur se les veía á menudo entre los pinos. En Camp Apache ví en Agosto grandes parvadas de Sialía mexicana en los bosques de pinos, acampañados de un sin- número de verdines y otros Páseres que parecían haberlos elegido por jefes. pues todos los seguían de árbol en árbol. Parece que en invierno habita en los alre- dedores de Camp Apache, porque en Noviembre se presenta en grandes parvadas.” SUB-FAM. REGULINAE. Regulus. Regulus, Cuvier, Lec. Anat. Comp. 1, t. 2. (1800). (Les Roitelets.=Motacilla regulus, Linn. ete.). Plyllobasileus, Cabanis, Mus. Hein. L, p. 33. (1850). (Tipo Motacilla calendula, Limn). Este género comprende seis especies distribuidas en la región neártica, En- ropa, Madera, y el Himalaya; dos de ellas (6, incluyendo el Regulus cuvieri, tres) se encuentran en América. Tanto el Regulus satrapa como el Regulus calendula emigran en el invierno á regiones situadas dentro de nuestros límites. Una de las principales particularidades que caracterizan á este género consiste en que las ventanas de la nariz están cubiertas de plumitas rígidas —carácter rudimental en el Regulus calendula; existe, sin embargo, y hace completamente inútil el término genérico, Phyllobasileus, con que lo designa Cabanis. “No hay más que dos especies reconocidas en este país,” dice Coues,” ambas habitan la región del Colorado. Son pequeños, y de forma elegante y delicada. Frecuentan los arbolados, son muy ágiles y vivarachos; se alimentan con insec- tos, emieran y cantan bien.” (1) Birds of the Col. Vall. Part. first, p. 92. La Nat.—Ser. 11.—T. IH.—Nov. 1898, 24 186 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. REGULUS SATRAPA. Regulus satrapa, Licht. Vers. Doubl. p. 35 *; Sel. P. L. S. 1857, p. 212?, 1860, p. 2507; Baird, Rev. Am. B. p. 65% Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. 1, p.73*%; Coues, B. Col. Vall. p. 96”. Supra virescenti-olivaceus; alis caudaque fusco—nigris flavo limbatis; fascia alarumn alba; pileo, oculoram ambitu et stria rictali nioris; vertice sammo maris flavo, centraliter rubro-aurantiaco feminz flavo tantum; fronte, superciliis, genis et corpore subtus sordide albis. Long. tota 0-4, alae 2-3, caude 17, rostri a rietu 0-4, tarsi0—7. (Descr. maris ex Washington, U. S. Smiths. Inst. No. 25,217. Mus. nostr. Fem. ex Mexico: Mus. nostr). Hab. Norte América. —México, Orizaba (Sallé? Botteri?), Tierra Fría (le Strange); Guatemala? (O. S). El Regulus satrapa lo mismo que el Regulus calendula tienen una amplia distribución en Norte América. Según Coues el Regulus satrapa es una especie más septentrional, porque es rara en la cuenca del Colorado y en la comarca si- tuada en la parte meridional”. El Regulus satrapa pasa el invierno en los Estados Unidos; al Norte se le encuentra en esa estación en la Nueva Inglaterra y el Territorio de Washington, * pero probablemente los individuos que habitan México y tal vez Guatemala en invierno han emigrado del Norte, aunque carecemos de pruebas respecto de es- te punto. En México se le ha observado únicamente en los alrededores de Orizaba* y en las montañas próximas á la ciudad. Su presencia en Guatemala es dudosa, pues no se ha comprobado más que una sola vez en que Salvin la vió volar en el camino á unas cuantas varas de distancia, en su excursión de Totonicapam á los Encuentros; Febrero 1874. Las costumbres de la especie que nos ocupa han sido descritas minuciosa- mente en las obras que tratan de ayes norte-americanas. Hay diversas opiniones acerca de sn canto. El Dr. Brewer lo elogia mucho, mientras que el Dr. Cones dice poco en su favor. Si se parece al del Regulus cristatus podemos afirmar que es muy insig- nificante. Según Brehm el Regulus satrapa ha sido observado en Europa, aunque es peculiar de la América Septentrional: Audubon lo vió en Labrador. Según este naturalista, es común en Terranova. En los Estados Unidos frecuenta los jardines y las plantaciones. (1) Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux.” Vol. I, page 771. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 187 Costumbres y régimen.—“Sus movimientos, dice Audubon, son muy vivos y graciosos. Se suspende con frecuencia de la extremidad de las ramas ó de las ho- jas, y permanece aleteando al nivel de éstas. Atrapa al vuelo los insectos; los co- ge sobre las hojas; saca á las larvas de las hendeduras de la corteza de los árbo- les. En invierno no canta, contentándose con lanzar de vez en cuando un débil grito. El 23 de Enero, mi amigo Bachmann y yo, vimos un gran número de estas aves ocupadas en buscar alimento en una floresta situada en las cercanías de Charleston. No eran tímidas, asíes que dejaron quenos acercáramos á unos cuan- tos pasos de donde ellas estaban, sin manifestar la menor desconfianza. Matamos muchas, esperando encontrar algún Riegulo pirocéfalo, pero todo fué en vano. Esta especie, dice Cones, “es más septentrional á juzgar por su ausencia de las localidades de la América Central, que frecuentan ordinariamente las otras especies en invierno, por los límites respectivos de las regiones en que cría y de los sitios que prefiere en invierno. Hasta hoy no se sabe que anide en las Montañas Rocallosas, como el Regulus calendula, pues parece que se le ob- serva en el Sur de éstas y en el de otras montañas altas del Oeste en la época de la emigración. En el Oeste no anida al Sur de Colombia, bien que Nuttall ase- gura haberla visto dando de comer á sus polluelos en esta comarca el 21 de Ma- yo de 1835; el Dr. Cooper presenció lo mismo en Agosto en Puget Sound; y Mr. J. H. Lord encontró un nido lleno de huevos en la isla de Vancouver. En el Oriente los límites de la región en que anida coinciden con los del Regulus ca- lendula. En verano fué observada en Maine en circunstancias que no permitían dudar que anidase allí. Audubon la vió con polluelos en Labrador el mes de Agosto, y Herr F. W. Bideker dibujó el huevo tomando por modelo un ejemplar colectado en Labrador. El estrecho paralelismo que se nota en la distribución oriental de los sitios en que anidan estas dos especies nos induce á creer que el Regulus satrapa no está en realidad ausente de la región de las Montañas Rocallosas en que anida el Regulus calendula, pues se recordará que las pruebas que se tienen respecto á este punto son de un carácter negativo, aunque fuertemente sospechosas. Ade- más, parece que hay una discrepancia decidida entre la distribución de ambas en invierno: la especie que nos ocupa emigra por extenso y con regularidad en los Estados Unidos, llegando al Norte hasta la Nueva Inglaterra y el Territorio de Washington. El Dr. Brewer asegura que en su época no se habían descrito ni el nido ni los huevos; sin embargo, más adelante cita la relación de Mr. Lord referente “4 un nido colgante suspendido de la punta de la rama de un pino,” y en el primer párrafo del artículo se ocupa del dibujo y la descripción que hizo del huevo Bide- kor. La lámina indica un huevo algo redondo, pero los dos ejemplares de que se sacó difieren notablemente por el tamaño y la forma. Parece"probable que aniden dos veces por año. (1) Birds of the Col. Vall. Part. first, p. 99. 188 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. = =— Sus costumbres se parecen mucho á las del Regulus calendula. Busca sin descanso insectos y larvas en las grietas de las cortezas, y es bastante turbulento. El Dr. Brewer dice refiriéndose á su canto: “Sin tener la extensión y el poder del canto del Reyezuelo es, sin embargo, una sucesión prolongada y distinta de notas agradables que lanza casi sin interrupción durante bastante tiempo aun en medio de las inclemencias de Febrero. REGULUS CALENDULA. Reyezuelo, Quanchichil. Motacilla calendula, Linn. Syst. Nat. L, p. 337.” Regulus calendula, Sel. P. L. S. 1857, p. 202? 1858, p. 300% 1859, pp. 361*, 371”; 1864, p. 172"; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 8”; Baird, Rev. Am. B. L, p. 66"; Baird, Brew. et Ridgw N. Am. B. 1, p. 75% Merrill, Pr. U.S. Nat. Mus 1, p. 120”; Coues, B. Col. Vall., p. 92”; Salv. Cat. Strikl. Coll., p. 48*. Supra virescenti-olivacens, vertice coccineo; uropygio, remigum et rectricom marcinibus, paulo flavescentieribus; alis albo bifasciatis; oculorum ambitn albo; owmnino sordide flavo-albidus, rostro et pedibus obsenre corylinis. Long. tota 4-0, * ale 2-4, caudae 1-8, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-8. (Descr. exempl. ex Jalapa, Me- xico. Mus. noste). Av. juvenis vertice coccineo caret. Hab. Norte America.—Mexico (Galeotti”), Jalapa (Sallé?, de Oca*), La Pa- rada? y Talea* (Boucard), Ciudad de Mexico (White”, le Strange); Guatemala (Skinner”), cordillera de Totonicam? (0. 5.) El Regulus de Norte América está extensamente distribuido en ese Conti- nente, porque se le encuentra desde las playas del Mar Ártico hasta el Golfo de México, y desde el Atlántico hasta el Pacífico, desviándose algunas veces hasta Groenlandia. Es emigrante, pero la mayor parte delos individuos no pasan más allá de los Estados Meridionales en invierno, estación en que se le encuentra en Texas, en gran número”. Probablemente no visita México más que en invierno, siendo al parecer poco común, porque muchos colectores no han conseguido cap- turarle. En Guatemala se sabe que existe gracias á los ejemplares que envió Mr. Sbrinner” (uno de éstos proviene indudablemente de allá y está en el Instituto Smithsoniano *). Esto es lo único que puede decirse respecto á su presencia en ese país. “Nosotros no hemos encontrado nunca ni un solo ejemplar de esta es- pecie en ninguna de las grandes colecciones de pieles guatemaltecas que hemos examinado.” “Al eruzar la cordillera de montañas situada entre Quiché y Toto- (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 4. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 189 nicapam, Salvin creyó reconocer al Regulus calendula en un pájaro que voló en la senda que seguía en un bosque de pinos á una altura de 10,000 piés; pero co- mo no colectó ningún ejemplar, su presencia en esos parajes es dudosa.” Los ornitologistas americanos dicen que el canto del ave que nos ocupa es en extremo notable. También describen minuciosamente sus costumbres. El Dr. Conues describió el nido hace poco tiempo. Parece que este último es muy tosco si se le compara con el del Regulus cristatus. “El Regulus calendula es notable por la amplitud de su zona de distribu- ción. Dos Reyezuelos se encuentran siempre en los árboles, ocupados en dar ca- za á los insectos, que persiguen con gran actividad y saben atrapar al vuelo. Su nido tiene la forma de una bolsa y está suspendido de las ramas; contiene de 5 á 7 huevos tau pequeños como los del Chupamirto.” Y “El Regulus calendula anida principalmente en las regiones montañosas ó en las latitudes elevadas. Se dijo recientemente que habían descubierto un nido en la región occidental de Nueva York; estaba en un árbol y tenía polluelos. En la mayor parte de los Estados Unidos no se presenta más que como especie emi- grante, y pasa en gran número en compañía del Regulus satrapa, de los Paros y otros cantores. Frecuenta las huertas, los montes, y algunas veces las flores- tas altas y abiertas. Se mueve incesantemente y salta en busca de los insectillos y larvas que constituyen su alimento, lanzando sus débiles chirridos. Su poder vo- cal es notable tratándose de unas aves tan pequeñas; su canto es un gorjeo cla- ro y agradable.”% “Se escucha principalmente durante la estación de los amo- res y el breve período de exaltación que la precede; de manera que se le oye raras veces en las comarcas en que no anida. Parece que la zona en que cría incluye las porciones montuosas del Norte de Nueva Inglaterra y delas latitudes correspondientes situadas hacia el Norte. Creo probable que anide en las mon- tañas del Sur, por lo menos hasta los Estados Centrales, si no más lejos. Esto parece más seguro por haberse descubierto últimamente que anida en las Monta- ñas Rocallosas y que reside durante el verano en otras regiones elevadas del Oe- cidente, aun de Nuevo México y Arizona.” Mr. Henshaw dice lo siguiente: “El Reyezuelo cría en los espesos bosques de pinos de las Montañas de Colorado; también cría en Arizona, en las Montañas Blancas y en el Monte Graham. En ambas localidades ví á los padres seguidos de sus polluelos, que conservaban todavía el primer plumaje, el 1.2 de Agosto. En las Montañas vecinas de Fort Garland, Col., era común en Junio; los bosques de pinos situados á unos 10,000 pies de altura, resonaban á menudo con su melodiosa y dulce canción. El 11 de Junio me hallaba colectando en una montaña situada cerca de Río Grande, cuan- do descubrí un nido casi acabado, en una rama baja de un pino. Me parece indudable que pertenecía á un Reyezuelo.” Mr. Allen y Mr. Crippe lo observa- ron en verano en Colorado á una altura de 9 á 10,000 pies, y el primero obtuyo (1) A. L. Herrera. Cat. de la Colec. de Aves del Museo Nacional, pág. 4. (2) E. Coues. B, of the N. W., p. 16. . 190 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. polluelos en las cercanías del Monte Lincoln hacia fines de Julio. En Fort Whipple, Arizona, abundaba desde fines de Marzo hasta mediados de Mayo; en el estío desde fines de Septiembre hasta Noviembre, y criaba en las montañas más altas delos alrededores. Sería inútil multiplicar el número de citas, pues to- das demuestran que la zona en que anida se extiende por las montañas del Oeste de 9,000 á más pies de altura, y de allí se esparce al Sur por los límites septen- trionales de los Estados Unidos hasta Maine y Labrador, llegando probablemen- te á las Montañas Alleghany. En el Noroeste se extiende hasta Alaska. Mr. W.H. Dall lo vió en Nulato. En la mayor parte de los Estados Unidos reside solamente durante el in- vierno. Tomando un punto intermedio, el Distrito de Columbia, por ejemplo, se nota que llega, á más tardar, á principios de Abril, ó una ó dos semanas antes, permaneciendo hasta la segunda semana de Mayo. Vuelve á fines de Septiem- bre y se queda hasta Noviembre, pero es un pájaro tan resistente que no me sorprendería que permaneciese durante toda la estación, como hace un poco más al Sur. En el Sur de Carolina es muy común en invierno de Octubre á Abril, aunque es más mumeroso en Noviembre y Marzo. Á partir de ese punto, es una de las aves más generalizadas en invierno, en todas las localidades apropiadas á las necesidades de la especie, en los Estados meriodionales hasta Texas. Algn- nos pasan por México ó atraviesan directamente por el Golfo hasta la América Central. En la Cuenca del Colorado, que comprende los extremos de las condi- ciones climatéricas y topográficas, desde los picos cubiertos de nieve hasta los desiertos ardientes, todas las exigencias de la especie están satisfechas; así es que en este punto es sedentaria; en verano se reune en las tierras más altas, exten- diéndose en invierno en las más bajas. Es cierto que emigra pero no en el sen- tido usnal de la palabra, pues en lugar de dirigirse al polo asciende á las mon- tañas. Los huevos del Reyezuelo no se conocen. El Dr. Brewer pensó que “se podía inferir” que el nido debía estar suspendi- do, pero se ha demostrado lo contrario. El 21 de Julio de 1873, Mr. J. H. Batty encontró el nido en Colorado en una rama, á unos quince pies del suelo. Conte- nía cinco polluelos y un huevo. Es más grande de lo que podría esperarse. Se compone de una masa de cabellos y plumas mezclados con musgo y pedacitos de paja. El nido que Mr. Henshaw atribuía al Reyezuelo, era “nu poco grosero y demasiado grande para pertenecer á esta ave. Exteriormente estaba cubierto con tiras de corteza, y el forro era de plumas: se hallaba en una rama baja de un pino. Frecuenta especialmente los montes recién cortados y los plantíos de arbus- tos, sobre todo en estío y en invierno, aunque algunas veces se le ve también en la primavera posado en las ramitas de los árboles más altos. Se le encuentra en parvadas, pues son muy amables con sus compañeros, lo mismo que con otras aves, aunque cada individuo parece absorto en sus ocupaciones particulares. Es- cuchamos su canto y lo vemos saltar ligeramente en las ramas pequeñas, toman- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 191 do las actitudes más variadas, buscando gusanitos en las hendeduras de las cor- tezas, volando de un ramo á otro, y siempre tan ocupado que nunca hace caso de lo que pasa á su alrededor. Se mueve sin cesar —no conozco ave más activa que ésta— presenta la imágen de la energía turbulenta y débil, que mete mucho mido para no hacer nada.”% SUB-FAM. POLIOPTILINAE. POLIOPTILA. Polioptila, Selater, P. Z. S. 1855, p. 11. (Tipo Motacilla cceerulea, Linn). “Todavía se ignora la verdadera posición de este género. Se le había colo- cado entre los Paridos indebidamente porque tiene el pico muy delgado. Tam- bién se ha supuesto que tenía relaciones con los Muscicapide del Antiguo Conti- nente, pero nunca se ha examinado la cuestión detenidamente, ni tampoco es posible hacerlo en la actualidad sin ocuparse de la vasta cuestión del parentes- co que puede existir entre los Muscicapide, los Silvidos, los Turdidos, etc., lo cual nos comprometería en una discusión extraña al objeto que nos propusimos al escribir la presente obra. Los autores americanos contemporáneos colocan á las Polioptilas eu una subfamilia de los Silvidos, y nosotros nos contentaremos con imitarlos. La forma de la primera primaria y la estructura general de estas aves parece indicar que esta posición es la correcta, aunque queda todavía por decidir si este grupo debe ocupar el rango de sub—familia.” “El género Polioptila comprende ocho ó nueve especies de color muy seme- jante y de estructura uniforme. Se extienden desde los Estados Unidos hasta la cuenca de La Plata. En Norte América hay tres: nna de ellas, la Polvoptila ca- rulea, emigra á nuestra región en invierno, mientras que las otras dos son seden- tarias más allá del límite septentrional. Si se toma en cuenta la Polioptila c«e- rulea, se encuentran cuatro especies en México y la América Central: dos ó tres de ellas, sin embargo, se mezclan en algunos puntos. La Polioptila lembeyi es peculiar de Cuba y la Poliptila ceerulea visita el mismo país en invierno. La Guayana y la región Sudeste del Brasil poseen cada una, una especie, pariente cercana de la otra y de la Polioptila nigriceps del Norte. La Polioptila dumi- cola es común en Bolivia y en la región de La—Plata.” Según Coues,” las tres especies norte-americanas frecuentan la región del Colorado; dos de ellas son características de esta parte del país. Son aves muy pequeñas, pero dotadas de gran energía y actividad. Cogen los insectos al vue- lo, habitan los montes, y son emigrantes y músicos, aunque su nota ordinaria es un chillido agudo. E, Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 92. A. L, Herrera. Cat. de la Colec. de Aves del Museo Nacional, pág. 4. 192 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. POLIOPTILA CARULEA. Pitiflor. Pespirria.” Motacilla ccerulea, Linn. Syst. Nat. L, p. 337?. Poliptila ccerulea, Sel. P. Z. S. 1859, p. 362% Baird. Rev. Am. B. L, p. 743; Lawr. Ann. Lyc. N. 1. IX, p. 199% Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 267*; Bull. U S. Nat. Mus. no. 4, p. 12% Baird. Brew. et Ridoew. N. Am. B. l, p. 78”; Merril, Pr. U. S. Nat. Mus. I, p. 120%; Cones, B. Col. Vall. 1, p. 101% Gundl. Orn. Cub. p. 61”. Culicivora mexicana, Bp. Consp. Av. L, p. 316". Polioptila Mexicana, Sel. P. Z. S. 1859, pp. 362”, 373”; 1862, p. 18"; Sel. et Salv. Ibis. 1859, p. 9"; Salv. Ibis. 1866, p. 202”. Polioptila, sp.?, Salv. P. Z. S. 1856, p. 298". Supra plumbeo-ceerulea, fronte et superciliis nioris, loris, capitis, lateribns et corpore subtus albis cinereo tinctis; oculoram ambito albo; alis fusco—nigris, remigibus et tectricibus sordide cinereo limbatis, secundariis intimis late albo marginatis; cauda niera, rectricis ntrinque extimee parte exposita alba, proxime dimidio apicali albo, tertia utrinque albo terminata; rostro et pedibus nigris. Lono. tota 4-5, alee 21, caude 2, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-75. (Deser. maris ex Languin, Vera Paz. Mus. nostr.). 2 mari similis, sed paulo cineras centior, fronte et superciliis nigris absen- tibus. (Deser. fem. ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Estados Unidos”*. México” (le Strange, Mazatlán (Grayson”), Taman- lipas y Colima (Couch?*), Córdoba (Sallé”), Jalapa (de Oca*”), Oaxaca (Bon- card'*), Tonila (Xantus?), Santa Efigenia, Juchitán y Tehuantepec (Sunichrast?). Mérida, Yucatán (Schoff*), Guatemala” (O. S. et F. D. S.), Cuba"; Bahamas”. “La Polioptila ccerulea llega á los Estados Unidos á principios de Abril y se marcha en Septiembre. En invierno habita México y Guatemala. Siempre que se le ha observado en México ha sido en Estío, en Invierno ó al comenzar la Pri- mavera. En Guatemala pasa los meses comprendidos entre Septiembre y Marzo. El Prof. Sumichrast la vió en el Itsmo de Tehuantepec en Agosto, y nosotros la vimos en Retalhulen, Guatemala, en Septiembre. Parece que abandona el Sur en Marzo, poseemos un ejemplar colectado en Lanenin en dicho mes, pero nunca se le ha observado allí más tarde. El Dr. Merril dice que abunda en Texas du- rante la emigración; pero aquí son pocos los que se quedan á anidar*.” Es muy común en casi toda Guatemala, y la actividad con que persigne á los insectos hace que se le reconozca en todas las comarcas que habita. Busca (1) A. L, Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 4. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 193 insectos con la mayor diligencia en los estambres, ramas y hojas de los árboles y arbustos; así es que el observador no tarda en percibir sus movimientos.” “La gran altura á que asciende la Polioptila ceerulea en Guatemala es real- mente sorprendente; nosotros la vimos en los matorrales del cráter del Volcán de Agna, á unos 12,300 pies sobre el nivel del mar, y también en Retalhulen, que está á 900 pies, es decir, una diferencia de 11,400 pies(!) y esto en lugares que están casi inmediatos. “Los machos con la frente negra y la raya en el ojo frecnentan rara vez Mé- xico y Guatemala; y este hecho ha dado lugar á suponer que el pájaro que se en- cuentra en estos países, llamado Polioptila mexicana por Bonaparte, es una es- pecie distinta de la Polioptila cerulea. En 1859, Mr. Selater pensó que las man- chas negras del macho no se presentan más que en la época de las crías. Si esto es exacto, es el único caso que conocemos en que un Paser sufra semejante cambio; pero estamos inclinados á creer que Selater tuvo razón, porque uno de los ejem- plares de nuestra colección fué muerto en Leanguin en Marzo y tiene la línea fron. tal negra. Sin embargo, el Dr. Gundlach se expresa categóricamente sobre este punto, y asegura que el carácter que distingue al macho de la hembra no se ob- serva más que en la Primavera, poco antes de que partan las aves de Cuba con dirección á los Estados Unidos en Abril.” Hab. Reg. O. Occidental y Sur de México.” “El Dr. D. W. Prentiss y yo,” dice Coues,” la vimos en Washington, D. C.; llega á principios de Abril, antes de que reverdezcan los árboles y permanece ahí todo Septiembre. Mr. Allen dice que visita en invierno la Florida; Audubon asegura que permanece durante el verano en Luisiana, adonde llega en Marzo. Mr. Allen la vió en Mayo en la región Oriental de Kansas. Yo la encontré rara vez en Arizona; llega en Abril á Fort Whipple (35% de latitud.) El Dr. Cooper dice que emigra en invierno al Valle Colorado y que se extiende al Norte hasta Treba, Cal. (cerca de 429), en Mayo. Hácia el Sur se disemina desde México has- ta Guatemala (la llamada Polioptila mexicana). Nuestras otras dos especies, la Polioptila melanura y la Polioptila plumbea no Megan á la región del Missouri, pues están confinadas al Sud-oeste de los Estados Unidos. Ambas frecuentan Arizona. “Anuque estoy familiarizado con este elegante pajarito, nunca he oído su canto, ni tenido noticia de sus poderes vocales hasta hace un corto tiempo en que atrajo mi atención la agradable descripción de Mr. Maynard: “Me paseaba por la estrecha vereda de un montecillo situado á espaldas del antiguo fuerte de Mia. mi, Florida; me detuve á observar á una hembra de esta especie, cuando escuché un débil trino que sonaba como el canto lejano de una ave que yo no había oído hasta entonces. Me puse á escuchar atentamente, pero no salí de dudas hasta que avancé unos cuantos pasos y oí con más claridad. Esta vez el trino parecía venir (1) Laurencio y Beristain. (2) Birds of the Northwest, p. 18. La Nat.—Ser, 11.—T. 111.—Dic. 1898. 25 194 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. de arriba, levanté la cabeza, y ví á un macho saltando ligeramente de una rama á otra en unos arbolillos que rodeaban los bosques. Aunque estaba á corta dis- tancia, tuve que observar los movimientos de su pequeña garganta para conven- cerme de que aquella música provenía de él. Así era en efecto, y á decir verdad, se armonizaba perfectamente con el tamaño de la avecilla aquel trino metálico que llenaba el aire con su dulce y continua melodía. Jamás hubiera sospecha- do que un pájaro era capaz de producir unas notas tan suaves, tan bajas, y sin em- bargo tan distintas que el oído podía percibir cada parte de la maravillosa y complicada canción. Me puse á observarlo y noté que no cesaba de cantar ni un momento, á no ser cuando echaba á volar para atrapar algún insecto. La hem- bra parecía recrearse en los esfuerzos musicales del macho, y se acercó gradnal- mente hasta llegar á posarse en el mismo árbol que su compañero. En este mo- mento se asustó y voló á corta distancia seguida del macho. Al alejarme pude oir el murmullo del canto de amor, hasta que se confundió con el suave rumor de las hojas mecidas por el viento.” Mr. Maynard describe un nido colectado el 23 de Mayo en el Sur de Carolina, de la manera siguiente: “Se compone de los finos estambres de aleunas plantas delicadas, mezclados con vello de cardo sil- vestre y tejido con telarañas. El conjunto es limpio y cubierto de líquenes grises que están detenidos asimismo con la fina seda de las telarañas como los de los Chupamirtos. Está forrado con vello de cardo y líquenes. El interior tiene la forma de una bolsa, porque la entrada es reducida. Como hemos dicho, el nido se parece mucho al del Chupamirto, nada más que es mucho más grande y dema- siado voluminoso para la especie á que pertenece; sin embargo, el esmero con que está hecho hace honor á su delicado arquitecto. Pone de cuatro á seis hue- vos ovalados, blancos, manchados ó rayados irregularmente de rojizo, moreno sombreado y lila. Miden de 0-46 por 0-60 á 0-43 por 0-56.” El múmero de man- chas es variable pero generalmente están distribuidas porigual en toda la super- ficie. Los ejemplares presentan á menudo una débil sombra azulada. Dos ejem-. plares que medí tenían 0-60 por 0-47 y 0-58 por 0-48 respectivamente. “En sus cuarteles de invierno, dice Cones, Y situados en las arboledas de los Estados más meridionales, esta avecilla empieza á sentirse inquieta al primer so- plo de la Primavera, y continúa impaciente hasta que obedece al misterioso im- pulso que la decide á emigrar, ó se absorbe en los deberes más importantes de la estación de los amores. Las que se sienten inclinadas á buscar una casa ve- raniega en el Norte, viajan descansadamente por los meses de Marzo y Abril, llegan á Virginia y Maryland á principios de este último, y á Middle States el primero de Mayo. Rara vez van más allá en la costa del Atlántico, pues el Valle de Connecticut es el término de su viaje. Se dice que llegan á Nova Scotia, pero esta aserción nos parece dudosa, aunque en el interior la emigración los lanza hasta la región de los Grandes Lagos y los límites de las Provincias Británicas, al Oeste del Mississipi hasta lowa y Nebraska, pero sin llegar á Minnesota. Los (1) Birds of the Col. Vall., Part. first, p. 103. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 195 que pasan el invierno en los valles del Río Grande y de Colorado River pare- cen más limitados en sus movimientos, pues no se sabe que penetren hacia el Norte hasta las regiones montañosas. En las escarpas del Pacífico se deben fi- jar sus límites en los 422 de latitud. En la Cuenca del Colorado es escasa pero generalmente distribuida en el Verano; sedentaria en toda esta área, aunque emigra en parte dentro de sus lí- mites, puesto que los individuos que se dirigen á los distritos norte ó alpinos, en la época de las crías, se retiran en el Otoño á las porciones más bajas y calien- tes. En la Primavera de 1865 no los ví en Fort Whipple hasta la última semana de. Abril; pero como entonces no colectaba yo todos los días, tal vez no los ví lle- gar. En Washington, D. C., son más numerosos que en ninguna otra parte del Oeste; durante varios años noté que cada Primavera llegaban á principios de Abril. En las florestas de robles que rodean la cindad, en la época en que los pimpollos, aunque abultados, no se desenrollaban todavía, rara vez dejaba yo de oir y contemplar estas caprichosas y petulantes avecillas. No contentas con habi- tar los matorrales, se posan en los árboles más altos, desde cuya cima lanzan al espacio sus agudas notas, dos ó tres en cada vez, saltando al mismo tiempo de rama en rama con las alas bajas y semi-abiertas y el cuerpo todo torcido buscan- do afanosamente los insectos y larvas: ya se detienen á inspeccionar una grieta de la corteza, ya se lanzan á atrapar una mosca, para volver al punto de partida por medio de una especie de salto mortal. Además de la turbulencia y actividad de sus movimientos en estas ocasiones, manifiesta un ahinco excesivo y un mara- villoso élan al caer sobre su presa. Los días transcurren en esta actividad ince- sante, hasta que aumenta el calor de la estación induciéndolos á otros trabajos, y los agudos acentos de su voz se trausforman en un canto tierno y dulce, tan ba- jo que se pierde á poca distancia, pero ejecutado con tanta maestría, que este pe- queño músico tiene derecho á ocupar un sitio en el coro de las aves. Un poco más tarde encontramos su 1ido, que nos llena de admiración y de sorpresa. Con excepción del nido del Chupamirto, ningún otro puede compararse á este mode- lo exquisito de la arquitectura de las aves, combinado de tal modo que presenta al mismo tiempo la elegancia y la comodidad, la substancia y el buen gusto. Lo ocultan ingeniosamente valiéndose de los mismos medios que emplean para or- namentarlo. Lo colocan en los árboles altos, á unas veinte varas del suelo. Lo hacen entre ramitas con las cuales lo entrelazan, y generalmente en la punta de un ramo mecido por el viento. Para asegurar el bienestar de los polluelos du- rante los movimientos á que á menudo está sujeto, lo hacen muy profundo y an- gosto en el orificio, así es que la cavidad tiene en cierto modo la apariencia de una bolsa, y la forma general exterior de un cono truncado. Es muy volumino- so para el tamaño de la avecilla: algunas veces tiene tres y media pulgadas de alto, y casi otro tanto de ancho en la base, con un diámetro de dos pulgadas en el borde. Las paredes están acolchonadas con vegetales muy suaves, fibras en des- composición de diversas plantas, plumón de cardo silvestre, y otras substancias 196 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. semejantes tejidas en algennos casos con telarañas. Forran artísticamente con lí- quenes la parte exterior, lo cual sirve tanto para aumentar su belleza, cuanto pa- ra darle el aspecto de una excrecencia natural. En esta elegante cuna ponen de cuatro á seis huevos de tres quintos de pulgada de largo y menos de media pul- gada en su mayor diámetro. El Pitiflor cría en toda seonridad; tiene poco que temer, exceptuando los ataques del Molothrus y del ornitologista. POLIOPTILA NIGRICEPS. Polioptila nigriceps, Baird. Rev. Am. Birds. p. 69*; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. IT, p. 2677; Bull. U. S. Nat. Mus. no. 4, p. 12%. Polioptila ccerulea similis; sed pileo toto cum loris et superciliis nitenti-ni- gris. Lono. tota 4-4, alee 1-95, caudee 2-0, rostri a rictu 0-65, tarsi 0-75. (Deser. maris ex La Union, San Salvador. Mus. nostr.). Hab. México y Mazatlán (Xantus. Grayson”), Tepic (Grayson”), Quiotepec (Oaxaca), Tapana y Santa Eficenia (Tehuantepec), (Sumichrast*), San Salvador (O. S.). —Colombia y Venezuela. Región Occidental y Sur de México.” “Según Grayson* se le encuentra en el Noroeste de México, en los bosques bajos y llenos de zarzas, en todas las estaciones, y según el Prof. Sumichrast? es común en casi todo el Oeste del Istmo de Tehuantepec, y en los distritos secos y calientes del Estado de Oaxaca. Frecuenta las barrancas y los bosques y anda casi siempre en parejas.” POLIOPTILA ALBILORIS. Polioptila albiloris, Sel. et Salv. P. Z. S. 1860, p. 298'; Ibis, 1860, p. 397?; Owen, Ibis, 1861, p. 61, t. 2, p. 3? Baird. Rey. Am. B., p. 73% Lawr. Bull. U. $. Nat. Mus. no. 4, p. 12*. Polioptila niericipiti affinis, sed loris (nec superciliis) albis distingnenda. Long. tota 4-3, alee 1-9, caudee 2-0, rostri a rictu 0-6, tarsi 07. 2 mari similis, sed capite plumbeo distinouenda. (Descr. maris et fem. ex Chuacus, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Santa Efigenia y Tehuantepec (Sumichrast*), Guatemala (O. S. et F. D. G.* y R. Owen”), Nicaragua (F. M. Dow?) (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 197 A == “El ejemplar original descrito como Polioptila albiloris fué cogido cerca del pueblo de Chuaeus en Vera-Paz, en una garganta abierta en el gran valle del Montagna. El macho fué encontrado en un bosquecillo próximo al camino. El año signiente Mr. Owen obtuvo una hembra con su nido lleno de huevos en la misma localidad. El nido, muy compacto y bien hecho, se componía en la parte exterior de porciones secas de pasto y raíces mezcladas con telarañas y otros materiales. El forro consistía en vilanos de semillas, cerdas y pasto fino; el to- do medía 1*/, de pulgada á través del interior, y 1*/, pulgadas de profundidad. Este nido estaba colocado en los matorrales bajos, casi debajo del aléro de uno de los ranchos. Los huevos son blancos manchados de rojo, principalmente de dos tonos, el número de manchas aumenta en el extremo obtuso; mide el eje 0-6 y el diámetro 0-45 de pulgada.” “Además de estas aves típicas, cuyo macho tiene los lorums blancos, pero no blanco superciliar (aunque se observan aleunas plumas blancas en esta re- gión, en el ejemplar tipo), hemos visto otras semejantes, colectadas en el Istmo de Tehuantepec, donde fueron observadas por el Prof. Sumichrast en los meses * de Mayo y Diciembre.” “Hemos dado una relación de las tres formas de Polioptile de cabeza ne- era que se encuentran en la América Central (Polioptila nigriceps con los lo- rums enteramente negros; Polioptila albiloris con los lorums blancos; y Poliop- tila bilineata con los lorums y supercialiares blancos): queda por considerar la posición de ciertos ejemplares que parecen tener caracteres intermedios que unen dos de estas formas ó todas ellas. Estas aves fueron obtenidas á la vez que una hembra de la verdadera Polioptila bilineata, cerca de La Unión, en San Salva- dor, y tienen los lorums negros mezclados con unas cuantas plumas blancas. Eu un tiempo creímos que pertenecían á la Polioptila buffont, esto es, á la especie de Colombia que actualmente clasificamos cerca de la Polioptila nigriceps, y que es sin duda alguna parienta muy cercana de esta última: el Prof. Baird, sin em- bargo, prefiere designar á algunas de ellas con el nombre de Polioptila albilo- ris. Dejando á un lado la Polioptila albiloris, y teniendo en cuenta la distribución de la Polioptila nigriceps y la Polioptila bilineata, encontramos el hecho curioso de que las áreas de estas dos formas se cruzan, y que la área en que la Poliop- tila bilineata se pone en contacto con la variedad septentrional de la Polioptila nigriceps, es casi la que ocupa la Polioptila albilorís, lo cual sugiero la suposi- ción de que la Polioptila albiloris no es una especie real, sino una mezcla de Polioptila bilineata y Polioptila nigriceps, y además, que técnicamente estas dos últimas tampoco son especies verdaderas. Anteriormente la Polioptila nigriceps era la única forma que se encontraba desde Colombia hasta Mazatlán. La forma del Ecuador Occidental, Polioptila bilineata, empezó á diseminarse, y suplantó probablemente á la Polioptila nigriceps de Panamá y Costa Rica, en donde hoy no se encuentra más que la Polioptila bilineata “de pura sangre.” Desde San Salvador y la Guatemala Central y Occidental hasta el Istmo de Tehuantepec, 198 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. la absorción es todavía incompleta, y de aquí proviene la presencia de las formas intermedias representadas por la Polioptila albiloris. Pero la Polioptila bilineata ha hecho más aún, pues en Vera-Paz encontramos pájaros de pura sangre, lo cual demuestra que se ha establecido lejos de la Polioptila nigriceps. Por tanto, los límites de la distribución de esta última se han separado por completo; una parte permanece en Colombia, y la otra en el Occidente de México. Creemos que la Polioptila nigriceps y la Polioptila bilineata ocuparon en otro tiempo áreas distintas, y que, como no se ponían en contacto, eran “especies” en el sentido usual de la palabra. Por otra parte, la Polvoptila albiloris es, en realidad, Po- lioptila nigriceps bilineata 6 Polioptila bilineata nigriceps, según los caracteres que prevalezcan en cada uno de los individuos.” FAMILIA PARIDAE. LOPHOPHANES. Lophophanes, Kaup, Strizz. Nat. Syst. eur. Thierw, p. 92. (1829). (Tipo Pa- rus cristatus, Linn.). Baelophus, Cabanis, Mus. Hein. IL, p. 91. (1851). (Tipo Parus bicolor, Linn.). Esta sección de los Paridos difiere de los verdaderos Paros, por su copete más ó menos desarrollado, carácter de poca importancia, pero que los autores americanos han aprovechado para distinguir á los Lophophanes como un géne- ro. Cabanis propuso mayores subdivisiones, porque dicho autor designaba las especies americanas con el nombre de Baccolophus, y aplicaba el término Ma- chlolophus á ciertas especies indias que tienen la cresta grande. Incluyendo to- das éstas bajo el nombre de Lophophanes, el género comprende casi quince es- pecies, de las cuales cuatro son americanas y una europea; las demás habitan las partes montañosas de la India, principalmente la cordillera del Himalaya. Entre las especies americanas, hay una oriental (Lophophanes bicolor) y otra occiden- tal (Lophophanes inornatus), las otras dos frecuentan la frontera meridional. Las dos últimas se encuentran en México. “Modas las especies de esta familia que sé habitan el Estado, están confina- das á la región alpina, de la que forman la fisonomía característica. *” “El Lophophanes wollweberi y el Parus meridionalis viven constantemente en los bosques situados á gran altitud; son sociales, particularmente los Psaltri- parus, que forman parvadas de diez ó más individuos, y todo el día se ocupan en dar caza á los insectos. Una vez que llegan á un árbol comienzan á limpiar (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. ““La Naturaleza,” tomo l, página 301. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 199 las hojas y tallos con una actividad prodigiosa. Algunos momentos les bastan para dejar á la planta enteramente libre de sus parásitos y en el acto vuelan á otro árbol, sin dejar de emitir su débil grito, para conservarse unidos. Estas aves son muy útiles y nadie debe perseguirlas.”% Según Brehm,* esta familia es peculiar del Norte del Antiguo Mundo; solo algunas especies se encuentran en la América septentrional y en las comarcas calientes del Africa y del Asia. No se encuentra ninguna en la América meri- dional y en la Nueva Holanda. Algunas tienen una área de distribución muy ex- tensa, pero la área de la mayor parte de las especies es bastante reducida. Costumbres y régimen.—Algunos naturalistas consideran á los Paridos co- mo aves emigrantes; para otros son simplemente errantes. Yo soy de esta última opinión; los Paridos emprenden muchos viajes regulares en ciertas estaciones determinadas, pero no se alejan sino que habitan en un espacio muy limitado. En el Mediodía de Europa no viajan y en el Norte hay muchos que son comple- tamente sedentarios. Frecuentan los bosques, las florestas y las viñas. Casi todas las especies viven en los árboles ó en los matorrales; algunas se encuentran en los pantanos. Son sociables, y se reunen también con otras especies de su fami- lia, y aun de familias distintas. Las costumbres de los Parídos son muy interesantes. Son muy vivos y ági- les. Se mueven todo el día sin descanso; vuelan de un árbol á otro, y trepan por las ramas. Su vida no es más que una caza perpetua. Son tan ágiles en las ra- mas como torpes en el suelo, así es que casi nunca se quedan en él mucho tiem- po, sino que se remontan bien pronto á los árboles y á los arbustos, en los cua- les ejercen su industria. Saltan á derecha é izquierda, se suspenden de la parte inferior de las ramas tomando toda clase de posturas, trepan admirablemente, se deslizan á través de los breñales más intrincados. Su vuelo es ruidoso; con- siste en líneas onduladas poco extensas; diríase que se fatigan al volar: los Par?- dos no vuelan nunca muy lejos, contentándose con pasar de un árbol á otro. Sn voz es un ligero gorjeo incesante, parecido al silbido de los ratones. Su régimen es variado. Muchos se alimentan con insectos y granos; sin em- bargo, la mayor parte son exclusivamente insectívoros, y cazan á los insectillos, y sobre todo, á sus larvas y á sus huevos. Los Paridos necesitan mucho alimento, de manera que debe considerárseles como los más grandes destructores de in- sectos y los mejores auxiliares del agricultor. Pocos pájaros son tan capaces co- mo ellos de inspeccionar, de escudriñar á fondo un distrito y encontrar los insec- tos mejor ocultos. Vivos, infatigables, dotados de sentidos muy penetrantes, nada se les oculta, nada está libre de sus ataques. Son los más fieles guardabosques, porque permanecen en un espacio determinado y trabajan todo el año. Sería di- ficil calenlar los servicios que nos prestan. No nos parece una exageración de- cir que un Parído destruye por término medio, mil insectos al día. Muchos de (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 5. (2) Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux.” Vol. I, page 766. 200 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. ellos no causan á los árboles ningún perjuicio. Así, pues, todo individno inteli- gente debería proteger á estas aves, y además, facilitarles el desempeño de su obra. No contento con condenar la persecución que se les hace, debería disponer en el bosque alennos lugares en que los Paridos pudieran establecerse. Bastaría dejar en un sitio algunos árboles viejos, ó colgar de las ramas nidos artificiales en que ellos pudieran colocar sus huevos. El placer bárbaro que encuentran al- enunas personas en matar á los Parídos para comérselos, es tanto menos discul- pable cuanto que su carne tiene muy mal sabor. Así es como destruimos unos seres cuya presencia nos complace, cuya alegría nos encanta, y que, más todavía, nos sirven durante toda su vida. Quién podría mejor que ellos desembarazar nuestros bosques, nuestros vergeles, de tantos y tantos enemigos perjudiciales? Felizmente los Parídos se anltiplican con mucha rapidez. Todos tienen casi dos crías al año, y ponen en cada vez de siete á doce huevos. Al cabo de doce meses los polluelos están ya en estado de reproducirse. Así pues, la naturaleza ha he- cho todo lo posible para conservar criaturas tan necesarias. Cautividad.—Muchos Paridos divierten cuando están en cautividad. Se acos- tumbran rápidamente á su suerte, pero rara vez se domestican, hablando pro- piamente. No se les puede encerrar en compañía de otras especies: atacan aun á pájaros más fuertes que ellos, se agarran á su dorso y los matan á picotazos. En seguida les abren el cráneo y se comen el cerebro con el mismo placer que experimenta un rapaz al devorar á sn presa. Se les compara, y no sin razón, á los Grajos: son tan activos como ellos, pero también dan pruebas de la misma crueldad y sed de sangre. SUB-FAMILIA PARINAE. “El Chickadee común, llamado así por sus extrañas notas que se parecen á las sílabas Chick-ú4-dee, es el representante típico de este grupo. Las especies conocidas son diez y siete poco más ó menos, y están confinadas, con pocas ex- cepciones, al hemisferio norte, abundando en Enropa, Asia y Norte América. Todas presentan un aire de familia, y por lo general sus costumbres son casi idénticas. La principal excepción de dicha regla consiste en los métodos de ni- dificación, que varían mucho, pues aleunas especies anidan en los agujeros de los árboles, que excaban como los Carpinteros, mientras que otras construyen inmensos nidos pendientes con pasto ó musgo y les dan la forma de una bolsa. La mayor parte son aves muy resistentes, capaces de sufrir los grandes fríos im- punemente: esta cireunstancia, unida ásus gustos omuívoros, hace que encuentren fácilmente alimento de diversas clases en todas las estaciones; de modo que no se ven obligados á emigrar, ó si acaso emigran imperfectamente. Sus habilidades musicales no son nada notables, aunque poseen una gran variedad de notas. Son muy activos, turbulentos, enérgicos é industriosos. Se asocian con las aves de su A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 201 clase, pero se manifiestan despóticos y crueles con las especies más débiles 6 menos bien defendidas. Son muy prolíficos; no sólo ponen muchos huevos, sino que algunas veces tienen más de una cría al año, y por consiguiente, abundan en todas las comarcas que habitan. Generalmente están confinados á los países montuosos; las especies boreales de América, el Parus hudsonicus, por ejem- plo, frecuentan los bosques de coníferas, pero la mayor parte prefiere las espe- suras, zarzas y breñales.” LOPHOPHANES ATRICRISTATUS. Parus atricristatus, Cassin, Pr. Ac. Phil. V. p. 103, t. 2”. Lophophanes atricristatus, Baird, Rev. Am. B. L, p. 78? Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. I, p. 90% Sennet, Bull. U. S. Geol. Surv. IV, p. 6% Merril, Pr. UT. S. Nat. Mus. L, p. 120". Supra olivaceo-cinerens, alis et cauda fuscescentioribus, capite summo et erista elongata nigris; fronte et loris albis, genis griseo tinctis; subtus albidus, hi- pochondriis et crisso rufescentibus; rostro plumbeo-—nigro, pedibus corylinis. Long. tota 5-0, alee 2-6, caude 24, rostri a rictu 0-47, tarsi 0-7. (Deser. exempl. ex Veracruz, México, Mus. nostr.). Hab. Texas, Valle del Río Grande'***, México?, Veracruz (fide Boucard, Mus. nostr.). “El Lophophanes atricristatus, tiene una zona de distribución muy reduci- da, pues está confinado al valle del Río Grande, y de allí pasa probablemente hacia el Sur por la costa del Oriente de México hasta Veracruz, de donde Mr. Boucard nos envió un ejemplar. Nunca ha llegado á nuestras noticias que haya sido obtenido por los colectores que han viajado más en el interior del Sur de México. Dicen que en Texas es muy abundante y vivaracho. Canta bien; su canto es sonoro y silbante como el del Cardenal. (Cardinalis virginianus)*. Aunque se han encontrado varios nidos con polluelos, nunca se han colectado sus huevos.” “Los ejemplares de Lophophanes atricristatus que describió Cassin, fueron obtenidos en Texas por J. W. Audubon en 1850, pero esta ave ha permanecido casi ignorada hasta nua época comparativamente reciente.” (1) E. Coues. Birds of the Col. Vall. Part. first, p, 112. La Nat.—Ser. I11.—T. 111.—Enero 1899. 26 202 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. LOPHOPHANES WOLLWEBERI. Mascarita, Obispillo, Xiqui-Piltototl.” Lophophanes wollwebert, Bp. Compt-Rend. XXXI, p. 478*;Sel. P. Z. S. 1858, p. 2997; 1859, p. 373% Baird. Rev. Am. B. L, p. 79% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 544”; Baird, Brew. et Ride'w. N. Am. B. I, p. 93% Coues, B. Col. Vall. 1 J08 IU. : Parus annexus, Cass. Pr. Ac. Phil. V, p. 103, t. T4. Lophophanes galeatus, Cab. Mus. Hein. L, p. 90”. Supra olivaceo-cinerens, vertice dorso concolori undique nigro marginato, erista elongata, stria postoenlari eun gula nigra conjuncta et torque muchali nipris, fronte, superciliis usque ad pectus productis et genis albis; subtus griseo-albes- cens; rostro nigro, pedibus obseure corylinis. Long. tota 4-8, alee 2-6, caudee 24, rostri a ricta 0-45, tarsi 0-67. (Descr. maris ex La Parada. México. Mus. nostr.). Hab. Estados Unidos”, México, La Parada? y Talea* (Boucard), Montañas de San Diego, Orizaba (Sumichrast*), Tierra Fría (le Strange). Estado de Vera- cruz y Región Sur.” Es una especie bien definida que tiene una zona de distribución un tanto li- mitada, pues se le encuentra solamente en Arizona, Nuevo México y Oeste de Texas”, en los Estados Unidos, y en México en las montañas de los Estados de Veracruz y Oaxaca, así como en los alrededores de la ciudad de México. Es in- dudable que habita diversas partes del país intermedio, cuya ornitología nos es muy poco conocida. Parece que en México frecuenta las tierras altas como el Pa- rus meridionalis, porque el Prof. Sumichrast lo observó en la región alpina, á unos 6,000 pies de altura sobre el nivel del mar. Los observadores de los Estados Unidos dicen que el Lophophanes woll- weberi es sociable y anda en parvadas de veinticinco y más individuos”. Hasta la fecha no se han descubierto ni su nido ni sus huevos. “He aquí las observaciones que hice relativas al Lophophanes wollwebert en Fort Whipple, Arizona: Es sedentario y común. Generalmente es semi-so- ciable, excepto en la época de las crías. Se le encuentra en todas partes, pero de preferencia en los bosquecillos de encinas y en los chaparrales que crecen á los lados de las cuestas abiertas. Se encuentra en todo el Territorio y se extiende al Sur hasta Sonora.” “En cuanto á sus costumbres, suponemos que su nidificación y oviposición permanecen ignoradas, y que consideradas desde otros puntos de vista, se pare- Y cen tanto á las de sus congéneres, que se necesitaría observarlas concienzuda- (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 5. (2) Laurencio y Beristain, pág. 39. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 203 mente para notar algunas peculiaridades. He mencionado anteriormente lo que considero como su specialité principal, esto es, su sociabilidad, que no se pre- senta á un grado tan notable como en las otras especies, aunque todas ellas son algo sociables. Mr. Henshaw ha confirmado recientemente esta aserción al ocu- parse de sus costumbres durante el Otoño, pues dice:” “En vez de formar pequeñas compañías ó de marchar á la cola de las gran- des parvadas de otras especies, andan generalmente en bandadas de su misma es- pecie, compuestas de veinticinco ó más individuos: su exclusivismo en este par- ticular es muy notable, aunque yo ví una ó dos veces unos cuantos Lophophanes en compañía de otros Parus.” “El mismo observador alude á lo que yo considero como otro rasgo que dis- tingue á esta especie de sus parientes del mismo género: no baja al suelo con tanta frecuencia como éstos en busca de insectos, bellotas y otras semillas. Gra- cias á su pequeñez y á la delicadeza de su organización, su voz es menos fuerte; es cierto que sus notas son vehementes y “parine,” pero también más débiles y de menor volumen.” Y PARUS. Parus, Linnens, Syst. Nat. L, p. 341, (1766), (partim.). Una sola especie de este conocido género se encuentra dentro de nuestros lí- mites. Habita exclusivamente las montañas altas de la región meridional de México. El género comprende unas cincuenta especies (incluso el Pocctle) y tie- ne una vasta zona de distribución, pues se extiende á las regiones Paleárticas y Neárticas, así como al Himalaya, Java y África Occidental: las aves del Sur de África pueden considerarso como Melaniparus. En la América del Sur no se ha observado ninguna forma de la familia Paríde. PARUS MERIDIONALIS. Valoncito, Mascarita.? Parus meridionalis, Sel. P. Z. S. 1857, p. 293*, 1857, p. S1?, 1858, p. 299*, 1859, p. 363% Baird. Rev. Am. B. I, p. 81% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H; I, p. 544”; Salv. Cat. Strickl. Col., p. 63”. Supra cinerens; alis et canda nigricantibus brunnescenti-cinereo limbatis; pileo toto cum nucha, gutture et cervice antica nioris, genis et capitis lateribus albis; abdomine cinereo brunnescenti tineto; pectore et ventre medio albidis; ros- (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 118. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 5. 204 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. =— tro niero; pedibus plumbeis. Long. tota 4-8, alee 2-5, caude 2-3, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-75. (Descr. exempl. ex México. Mus. nostr.). Hab. México (. Mann”, El Jacal (Sallé”), La Parada (Boucard?”), Jalapa (de Oca*), Moyoapam, cerca de Orizaba, 8,200 pies (Sumichrast”), Tierra Fría (le Strange). Estado de Veracruz é Istmo de Tehuantepec.” El Parus meridionalis se parece por su aspecto general al Parus atricapi- llus de la América del Norte, y habita solamente las más altas montañas de la reción meridional de México. En 1844”, enviaron de dicho país un ejemplar á Strickland, y más tarde fué observado en el mismo por Sallé y otros colectores. Se ienoran las costumbres que tiene el Parus meridionalis en México; pero es indudable que considerado desde este punto de vista, se parece á la mayor parte de los Par¿. Aunque sabemos que sólo frecuenta la región meridional de México, no nos sorprendería que habitase también los Altos de Guatemala, del lado de la frontera del Estado de Chiapas. PSALTRIPARUS. Psaltriparus, Bonaparte, Compt. Rend. XXXI, p. 478 (1850). (Tipo P. personatus, Bp.,=Parus melanotis, Hartl.). Este género comprende tres especies, de las cuales dos están tan estrecha- mente emparentadas, que los autores norte-americanos modernos las creen va- riedades geográficas; la tercera está bien definida y habita exclusivamente Mé- xico y Guatemala, siendo el único representante de los Parídos en esta última. Los miembros del género que nos ocupa, son pequeños y se distinguen de los Parus por sus largas colas escalonadas, cuya particularidad las aproxima al gé- nero Acredula del Antigno Continente. Según Coues,” sus nidos son pendientes y tejidos, y la entrada lateral. Los huevos son blancos. PSALTRIPARUS MELANOTIS. Sastre.” Parus melanotis, Saudbach, Rep. Brit. Assoc. IV, p. 99 (1837, descr. nulla).! Parus melanotis, Hartl. Rev. Zool., 1844, p. 216”, Psaltriparus melanotis, Sel. P. Z. S. 1858, p. 299?, 1864, p. 172% Baird. Rev. (1) Laurencio y Beristain, pág. 39. (2) Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 123. (3) A. L. Herrera. Cat. de la Colec. de Aves del Museo Nacional, pág. 5. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 205 =— —— Am. B. L, p. 84%; Salv. Tbis, 1866, p. 190” Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p, 544%: Dugos, La Naturaleza, 1, p. 140% Baird, Brew et Ridgw, N. Am. B. I p. 108% Salv. Cat. Strickl, Coll., p. 66*. Psaltria personata, Westermann, Bijdrag Dierh I, p. 16, t. 11. Psaltriparus personatus, Bp. Compt. Rend. XXXI, p. 478”. Supra fusco-brumnens, pileo toto plambeo; alis et cauda dorso fere concolo- ribus paulo cinerescentioribns, capitis lateribus cum mento nigris; subtus rufes- centi-albidns, entture canescente; rostro et pedibus nigris. Long. tota 4-0, als 1-95, caudee rectr. med. 2-2, rectr. lat. 17, tarsi 0-2. (Descr. maris ex La Para- da, México. Mus. nostr.). 2 mari similis, sed loris et genis pallide brnnneis nec nigris (cervicis posti- cis lateribus tantum nigris) distingnenda. Iride, ave vivo, pallide straminea, (Descr. fem. ex Volcán de Fuego, Guatemala. Mus nostr.). Hab. México", Guanajuato (Dugés*), La Parada (Boucard”), Cayuilalpam (Sall6*), Valle de México (White*, le Strange), región alpina de Veracruz (Sumi- chrast”), Mesa Central é Istmo de Tehuantepec”, Guatemala?” (O. $. et F. D. G.). Aunque anteriormente se consideraba á esta especie como habitante de Mé- xico!, fué descrita según unos ejemplares guatemaltecos”. En Guatemala está confinada al distrito de los Altos; se le encuentra en la mayor parte de las mon- tañas más elevadss de la Cordillera, á unos 7,000 ó 9,000 pies sobre el nivel del mar. En esta región la observamos en diversos parajes situados entre las coli- nas vecinas de Sololá y las partes más altas del camino que conduco de la cin- dad de Guatemala á Antigna. Las costumbres del Psaltriparus melanotis se parecen mucho á las del Acredula caudata de Europa. Generalmente andan vo- lando de un árbol á otro en bandadas compuestas de un corto número de indivi- duos; marchan uno en pos de otro. Cuando se reunen en un árbol se manifiestan turbulentos como la mayor parte de los Pari, y se ocupan en buscar alimento asiduamente entre las hojas y las ramas. Parece que en México también están confinados á las montañas. El Prof. Sumichrast dice que habitan la región al- pina dol Estado de Veracruz, pues frecuentan las montañas de San Diego, su- biendo á unos 6,000 pies de altura”. Mr. Boucard también los encontró en las par- tes más altas del Estado de Oaxaca. Bien que los Sres. Baird, Brewer y Ridgway lo incluyen én su obra relativa á las aves de Norte América”, no se ha obtenido allí ningún ejemplar; pero cuando Mr. Rideway visitó las montañas Humboldt de Nevada, vió algunas aves que le parecieron individnos de esta especie. Cnan- do está vivo, el Psaltriparus melanotis tiene el iris de un color pajizo pálido. AURIPARUS. Auriparus, Baird, Rev. Am. B. I, p. 85 (1864). (Tipo 4Agyithalus flaviceps, Sundev.). (1) Laurencio y Beristain, pág. 40. 206 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Este género contiene una sola especie y está estrechamente relacionado con el Lygithalus, del cual difiere por varios caracteres, especialmente por su tarso corto y su coloración peculiar. Mr. Lawrence lo describió, así como Sundevall, colocándolo en el género Controstrum, opinión de que participa el Dr. Coues." La presencia de la primaria bastarda, ausente en el Conirostrum, parece oponerse á esta opinión acerca de sus afinidades, si este carácter presenta realmente el va- lor que se le atribuye. El 4uwriparus se distingue de todos los demás Paríde americanos por su pico delgado y puntiagudo. Según Coues,” es muy pequeño y su forma general es Silvicolina. El nido es esférico y tejido: los huevos man- chados. AUTRIPARUS FLAVICEPS. Agitalus flaviceps, Sundev. Efv. Vet. Ak. Fórh. VII, p. 129”. Psaltria flaviceps, Sel. P. Z. S. 1856, p. 37?. Auriparus flaviceps, Baird, Rev. Am. B. L, p. 85*; Baird, Brew. et Ridow., N. Am. B. L, p. 111% Sennett, Pr. U. S. Nat. Mus. I, p. 121” Merrill, Bull. U.S. Geol. Surv. IV, p. 6*. Conirostrum ornatum, Lawr. Am. Lyc. N. 1. Y, p. 112, t. V, p. 1”. Supra fuscus, alis et cauda obscurioribus; capite toto flavo, pileo antico et fronte aurantiacis; subtus sordide albidus flavido vix tinctus; rostro et pedibus nieris. Long. tota 3-7, alee 1-9, caudee 17, rostri a rictu 0-45, tarsi 0-55. (Deser. maris ex Cabo San Lucas, Baja California. Mus. nostr.). Hab. Norte América*%, México, El Paso (Emory?), Saltillo (Couch?). Es una bonita especie completamente desconocida en el Sur y en el Centro de México, pero que se presenta en bastante cantidad en toda la frontera septen- trional, en los valles del Río Grande y Colorado, abundando con especialidad en el Cabo San Lucas de la Baja California? Anida en todo ese distrito, y su ni- do es grande y curioso, pues dicen que tiene la forma de una retorta: la mayor parte de las personas que han recorrido estas regiones lo han visto. Excepto en lo relativo á su modo de cuidar, se ignoran las costumbres de la especie, pero aseguran que son intermedias entre las de los Parus y las de los Verdines, aña- diendo que son generalmente muy ariscos. Según Coues,” construyen su nido con una habilidad extraordinaria. Es una gran masa esférica de varitas, forrada con plumón y plumas; la entrada está á un lado, cerca del fondo. Esta singular construcción está suspendida del extremo de la rama de aleún árbol de Algaro- 1) Birds of the Colorado Valley. I, p. 129. ( (2) Birds of the Colorado Valley. I, p. 129. (3) Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 130. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 207 bia, acacia ó mimosa, á diversas alturas, algunas veces á dos ó tres pies del sue- lo. El Dr. Cooper observó muchos nidos y describe á uno de ellos de la manera siguiente: “El 10 de Marzo encontré á una pareja que estaba anidando. Primero for- maron una pared, de perfil casi esférico, con las varitas espinosas del 4/garo- bia (árbol en que generalmente colocan el nido), en seguida lo forraron con va- ritas más suaves, plumón, hojas y plumas, cubriendo la parte exterior con espi- nas hasta que formó una masa tan grande como la cabeza de un hombre, ó sea 9.00 x 5.50 pulgadas en la parte exterior, y 4.50 x 2.70 de profundidad. La entra- da estaba á un lado y tenía las dimensiones absolutamente necesarias para que pudieran entrar los padres. El 27 de Marzo contenía huevos, y después encon- tró otros muchos nidos. En todos ellos había cuatro huevos (otros autores dicen que la postura comprende de cuatro á seis), de un azul pálido, cubiertos con in- numerables manchitas morenas, especialmente cerca del extremo más grande, aunque algunos tenían muy pocas manchas y eran muchos más pálidos; los hne- vos medían 0.60 x 0.44 de pulgada. En un nido que observé, empollaron durante diez días, y al cabo de dos semanas los polluelos ya estaban en estado de aban- donar el nido.” Heerman, Kennerly y Cooper, que han sido los principales ob- servadores, sin contar á Xantus, convienen en que el ave que nos ocupa presenta una partienlaridad: me refiero á la vivacidad que le atribuyen. Hoerman hace mención do ciertas acciones, tales como la de colgarse con el dorso hacia abajo, que se parecen á las de los Parus, pero que también se observan en diversas avecillas. Cooper alude á costumbres “intermedias entre las de los Paríde y las de los Verdines,” y un canto parecido al de los Parus. FAMILIA SITTIDAE. SITTA. Sitta, Linneens, Syst. Nat. L p. 177, (1766). El género Sitta comprende unas diez y seis especies, de las cuales cinco ha- bitan el continente de Norte América; de éstas, dos entran en nuestro territorio, encontrándoseles en las elevadas montañas del Sur de México. De las especies del Antiguo Continente, cinco están distribuidas en la Región Paleártica, y seis en el Himalaya, India y Burmah; estas últimas son las que tienen colores más intensos, y una de ellas, la Sitta magna, parece un gigante comparado con el resto. Aunque son parientes de los Paridee, los Sittide presentan suficientes di- ferencias de pico, patas y forma general para formar una familia aparte. El Dr. Conues ha descrito minuciosamente estos puntos en sus “Ayes del Valle Colora- 208 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. do,” en donde también se encontraron una relación de los hábitos de varias es. pecies americanas. “Los Sittidce, dice Coues,” son parientes de los Parider, tanto por su estrne- tura física, cuanto por su economía general, pero presentan ciertas particulari- dades que les aseguran un rango independiente. El pico es absolutamente di- verso; otros detalles de estructura se han modificado adaptándose á su manera especial de trepar que, si no es enteramente peculiar de estas aves, es por lo me- nos, uno de los principales rasgos que las caracterizan. Las otras aves trepado- ras, por ejemplo los Carpinteros, usan la cola como una especie de puntal que les ayuda á sostenerse en esta posición: con este fin las plumas son rígidas y re- sistentes, y ajustan con el punto de apoyo por medio de fuertes músculos. En el caso de los Sittidce, la cola no influye para nada en el acto de trepar. Además, los Carpinteros nunca trepan con la cabeza hacia abajo, mientras que los Sitti- de trepan en todas las actitudes imaginables; bajan corriendo por los troncos de los árboles ó por debajo de las ramas, con la misma facilidad con que suben. Cuando se vuelven al revés no se parecen ni á los Paríde ni á otras avecillas que se suspenden momentáneamente con las garras, sino que parece que “abra- zan” el árbol tan estrechamente como en cualquier otra de sus posturas. Son de los trepadores más ligeros y diestros; pueden compararse por su actividad y ener- gía á cualquier ave, por ejemplo, un Carpintero parecería perezoso comparado con ellos. Aunque no son propiamente sociales, se reunen á menudo formando bandadas. Algunas veces los Parid«, Reyezuelos y otros Verdines, se mezclan con sus parvadas. Están confinados á los arbolados y se les encuentra más á me- nudo en los bosques, en los árboles más elevados, que en los matorrales. En sus relaciones con el hombre se manifiestan imprudentes y familiares, como si es- peraran haberse graujeado su buena voluntad con los servicios que le prestan, destruyendo cantidades incalculables de insectos nocivos, confianza de que abu- san frecuentemente las personas vulgares é ignorantes, que tienen contra ellos la misma preocupación que existe contra los Sphyrapicus, suponiendo que los inocentes é industriosos Sitidos perjudican á los árboles, cuando, por el contra- rio, toda su vida se ocupan en servir al hombre. En algunos casos los Sitidos se han domesticado tanto, cuando el hombre ha sahido apreciarlos y tratarlos con- venientemente, que casi han aprendido á comer en la mano. Su voz es áspera, brusca y nada melodiosa, así es que no puede llamarse canto. Además de insee- tos comen varios frutos duros, tales como nueces y bellotas, de cuya costumbre, según dicen, se deriva el nombre de “Pica—nueces,” con que se les designa vnl- garmente. La nidificación se parece á la de los Paríde típicos; anidan en los huecos de los árboles y ponen varios huevos blancos, manchados. La coloración no es brillante. Los sexos son semejantes ó casi iguales; los jóvenes se parecen mucho á los adultos cuando se revisten del primer plumaje.” (1) Birds of the Col. Vall., Part. first, p. 132. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 209 “Según Brehm," decir que los Síttídos son los más perfectos de las aves tre- padoras, sería exagerar tal vez; sin embargo, trepan tan bien ó mejor que los Carpinteros, bajando, además, por las paredes verticales, lo cual no puede hacer ningún otro pájaro. Me sorprende su habilidad para trepar, tanto más, cuanto que ni la conformación de sus patas, ni la de su cola la hace prever. Puede con- siderarse al Carpintero como el tipo fundamental de las aves trepadoras. Sus patas fuertes, sus dedos cortos y opuestos, sus uñas grandes, muy encorvadas, su cola cónica, de plumas duras, elásticas, su cuerpo bajo y esbelto, todo se ren- ne para ayudarle á subir á los árboles fácilmente. Toda esta conformación se armoniza tan bien con los usos á los cuales debe adaptarse, que parece imposi- ble cambiar algo sin alterar considerablemente sus hábitos. Pero tratándose de los Sittidos, el tipo es muy diverso. Las patas son más largas, tres dedos están dirigidos hacia adelante, el cuerpo es corto, la cola suave, flexible y completa- mente incapaz de proporcionar al pájaro un punto de apoyo; y sin embargo, un Sittide sube á un árbol con la misma facilidad que un Carpintero; baja mejor aún, se detiene á menudo con la cabeza hacia abajo, y se fija con tanta solidez que puede romper una nuecesilla en esta postura. Debe estas facultades á la for- ma de sus dedos y de sus uñás. Los primeros son más largos que los del Car- pintero, cubren una superficie más extensa; la distancia que hay de la extremi- dad del dedo medio á la del dedo posterior, ienala casi á la longitud del cuerpo; la cara inferior de los dedos es callosa; las uñas son afiladas y encorvadas, for- mando un semicírenlo. Por consiguiente, el pájaro puede abarcar una superficie bastante considerable, sobre la cual encuentra un número suficiente de aspere- zas que forman otros tantos puntos de apoyo. Las callosidades de sus dedos le ayudan á sostenerse; la membrana que une las primeras falanges impide que los dedos se aparten mucho y aumenta su poder. “Estas diferencias de los órganos entre los Carpinteros y los Sittide corres: ponden á una diferencia análoga en la manera de trepar. Aquéllos apoyan fuerte- mente la cola contra el tronco del árbol y aleja el pecho; éstos, al contrario, se agarran nada más con las patas y apartan tanto la cola como el pecho. La forma de la pata también nos hace concebir su manera de bajar por los troncos de los árboles con la cabeza hacia abajo. Armado de una uña muy desarrollada, el de- do posterior está perfectamente dispuesto para sumergirse profundamente en la corteza, mientras que los dedos anteriores toman un punto de apoyo inferior é impiden que el cuerpo pueda voltearse. El Carpintero tiene dos dedos posterio- res, pero están separados, y el más grande se dirige lateral más bien que diree- tamente hacia atrás; además, los dedos anteriores son cortos. Si un Carpintero quisiera fijarse á un árbol con la cabeza hacia abajo, no tendría el punto de apo- yo superior que proporciona al Sittido su dedo posterior; por otra parte, los de- dos anteriores se implantarían muy alto en la corteza, y el pájaro no podría con- (1) Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux.” Vol. II, page 31. La Nat.—Ser. 1.—T. HI.—Febr. 1899. 7 210 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. servar su posición más que con esfuerzo, y moviéndose con dificultad. No me refiero á su cola, su punto de apoyo habitual; contribuiría á voltearlo. Se notará, pues, que para poder trepar á los árboles en todos sentidos, se necesita que el * pájaro tenga la conformación de un Síttido. También pueden saltar en las ramas y en el suelo.” Los Sittidos permanecen en el mismo punto durante todo el año; cuando más, vagan por un círculo más reducido después de la estación de los amores. Seles encuentra con seguridad en las localidades en que alennos árboles eleva- dos ó algunas paredes de rocas les proporcionan condiciones de existencia sufi- cientes. Suben bastante alto en las montañas. Comen insectos, materias vegetales, principalmente granos, que cogen en los árboles y los arbustos, ó que recogen del suelo. Anidan en los troncos de árboles huecos, en las hendeduras de las rocas; casi siempre tienen cuidado de guarnecer la abertura de su agujero con arcilla y ba- rro. Cada puesta se compone de seis á nueve huevos blancos y sembrados de puntos rojos. ) SITTA ACULEATA. Saltapalo. Sitta aculeata, Cass. Pr. Ac. Phil. VII, p. 254% Baird, Rev. Am. B, p.:86”. Sitta carolinensis, Sel. P. Z. S. 1856, p. 293% 1858, p. 300% 1859, pp. 363”, 313 (nec Latham). Sitta carolinensis (vel aculeata), Samichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, pá- oina D44", Sitta carolinensis, var. aculeata, Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L pá- oina 117*. Sitta carolinensis aculeata, Coues, B. Coll. Vall., L, p. 134%. Supra cernleo-plumbea, pileo toto cum nucha sericeo—nigris, superciliis et capitis lateribus cum gula albis, corpore subtus fusco—albido, tibiis et erisso cas- taneis; caudae rectricibus mediis dorso concoloribus, reliquis nioris, extimis ntrin- que pogonio externo (preeter apicem) albis, his et dnuabus rectricibus ntrinque proximis apicem versus albo macnlatis; alis fisco-nigris, primariis intus ad basin albis, subalaribus nigerrimis; rostro obsenre plumbeo, maxilla ad basin pallide corneo; pedibus corylinis. Long. tota 5-2, alae 3-6, caudae 1-9, rostri a rictu 0-85, tarsi 0-75 (Descr. exempl. ex Jalapa, México. Mus. nostr.). (1) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza.” T, I (2), pág. 326. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 211 Hab. Norte América*,—México (Sallé?), La Parada? y Cinco Señores' (Bon- card), Jalapa (de Oca”), Tierra fría (le Strange), Moyoapam y Popocatepetl (Sn- michrast'). Reg. Sur, Estado de Veracruz. Parece que frecuenta las más elevadas florestas de pinos del Sur de Méxi- co, porque el Prof. Sumichrast lo obtuvo en el Moyoapam á una altura de 8,200 pies, y á una gran elevación á los lados del volcán del Popocatepetl”. “El Sitta carolinensis aculeata emiera parcialmente.” % “Los nidos de los Sittídos se parecen mucho á los de los Parídos. Anidan en los huecos de. los árboles y construyen el nido con pasto y otras substancias ve- getales por el estilo, forrándolo con cerdas ó plumas. Los huevos de la especie que nos ocupa son cinco ó seis en número, de un color blanco ó crema, mancha- dos y rayados de moreno rojizo y gris alhucema; algunas veces en toda la super- ficie, pero generalmente en mayor cantidad hacia el extremo más largo, en el cual forman ó tienden á formar, con bastante frecuencia, una corona. Miden 0.75 á 0.82 de largo por 0.55 á 0.63 de ancho.” % Según Coues,” las costumbres de esta especie y las de su representante oriental, son idénticas. “En una época creí que el ave occidental era más afecta á los bosques de pinos, pero después la encontré en una región en que las Co- niferce eran las únicas que formaban florestas bastante extensas, y entonces ví que ambos habitan con la misma frecuencia los bosques de pinos.” Mr. C. M. Trippe se ha ocupado en mis “Aves del Noroeste,” de lo que él considera como una diferencia marcada entre las notas de los dos pájaros: “El chillido común es casi el mismo en ambos, aunque lo emiten en una llave diferente; pero el re- elamo primaveral es muy diverso. El del Sítta aculeata es mucho más rudo, so- noro y rápido, tanto que aleunas veces lo he atribuido al Red—shafted Hidrer?— y carece del suave tono musical que caracteriza la nota de primavera del Sitta carolinensis.” Sin embargo, esta observación no ha sido corroborada por otros autores, pues cuando el Dr. Kenuerly dijo que su nota era “peculiar,” se refería evidentemente al carácter genérico de la voz de los Sittidos; Mr. Ridgway dice que sus notas “son más débiles y que las emite en un tono más agradable; algu- nas de ellas son en realidad enteramente diversas de las del Sitta carolinensis, aunque presentan el mismo carácter general.” En las montañas suben hasta los límites de la vegetación arbórea. Parece que en el Otoño descienden de las re- giones más elevadas, pero no hay emigración regular. Soportan con impunidad los fríos más rigurosos, puesto que permanecen todo el invierno en los alrededo- res de Colville, soportando algunas veces una temperatura de 309 F, Para anidar el Sítta carolinensis hacen macho y hembra un agujero; trabajan asiduamente hasta obtener una excavación de quince á veinte pulgadas de pro- fundidad. El nido es una masa de vegetales suaves y substancias animales. (1) Laurencio y Beristain. (2) Report on Bird Migration in the Mississippi Valley. W. W. Cooke. Second part, p. 276. (3) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 24. (4) Birds of the Col. Vall. Part. first, p. 134. 212 A, L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. SITTA PYGMAA. Salta—palo." Sitta pygmeea, Vig. Zool. Voy. Blossom, p. 25, t. 4, f. 2; Sel. P. Z. S. 1859, p. 363% Baird, Rev, Am. B. L, p. 88%, Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 544%; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 120”; Coues, B. Col. Vall. I, p. 139%. Supra ceruleo-plumbea, capite summo et nucha laterali brunnescentibus, loris et regione parotica paulo obscurioribus, macula nuchali media alba; subtus sordide alba; alis nioris, secundariis intimis plumbeis, reliquis plhumbeo limbatis, primariis tertio, quarto et quinto ad basin et horum pogonio externo partium albo limbatis; rectricibus mediis dorso concoloribus, ad basin promajore parte albis, reliquis nigris, duabus extimis utrinque fascia obliqua alba notatis et ceruleo- plumbeo terminatis; rostro plumbeo-—niero, ad basin pallidiore; pedibus nigres- centibus. Long. tota 37, ale 2-75, caudee 1-4, rostri a rictu 0-7, tarsi 0-6. (Deser. exempl. ex Jalapa, México. Mus. nostr.). Hab. La región occidental de la América del Norte".—México, Jalapa (de Oca?). Volcanes de Orizaba y Popocatepetl (Sumichrast*%). Mesa Central (en las partes altas).9 Esta especie es muy común en Monterrey y en la vertiente occidental de las Montañas Rocallosas, desde el Territorio de Washington hasta el Sur de Cali- fornia”. En México fué observada por de Oca,* quien envió ejemplares de Jalapa obtenidos probablemente á mayor altura, pues el Prof. Sunichrast afirma* que habita la región alpina y que asciende hasta los límites extremos de la vegeta- ción en los volcanes de Orizaba y Popocatepetl. Las costumbres de la Sitta pyg- mea han sido cuidadosamento descritas por los antores mexicanos”; pero no han sido observadas en México. “Abundan en todos los lngares apropiados á sus necesidades y que se en- cuentran dentro de los límites de su zona de distribución,” dice Cones;” habitan casi exclusivamente los bosques y prefieren los de Coníferas. Como son sociables, forman tropas turbulentas y ruidosas que revolotean activamente entre los pinos, trepan por los troncos y las ramas y se apoderan de todos los insectillos que en- cuentran en las grietas de la corteza. Poseen una variedad indescriptible de no- tas extrañas y desagradables, y meten tanta bulla con sus pequeños trabajos, que parece que están contribuyendo á que el mundo marche. Anidan lo mismo que las otras especies; ponen de cinco á seis huevos de uu color blanco rosado, man- chado de rojizo. Sería difícil distinguirlos de la Sitta canadensís, si no fueran (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 5. (2) Laurencio y Beristain. (3) Birds of the Northwest, p. 26. A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 213 un poco más angostos, pues miden 0.62 por 0.48. Me parece que tienen dos crías al año, porque en Junio salen los polluelos, y encontré avecillas recientemente emplumadas cuando ya estaba mucho más adelantado el verano. Mr. Allen dice lo sioniente: “Goneralmente andaba en grandes parvadas asociado con Paridos y Regulus, gorjeaudo alegremente al volar de árbol en árbol. Sus notas y sus costumbres son idénticas á las de su pariente de los Estados meridionales. Am- bos frecuentan las ramas de los árboles más á menudo que los troncos, aleteando algunas veces, como los Regulus, alrededor de las extremidades exteriores de las ramas, en busca de insectos: de manera que su modo de cazar se parece más al de los Regulus que al de los Sittidos.” “Esta especie, dice Coues,” es sedentaria como la mayor parte de las aves de esa familia. Profiere los bosques de pinos, especialmente durante la época de las crías, y sube en las montañas á una altura de 8 ó 10,000 pies; en otras esta- ciones abunda á menor altura en los bosques apropiados á sus necesidades. Son extremadamente activos. Cuando aparecen las primeras crías se reunen las di- versas familias y la tropa vaga diligentemente por los montes, volando de árbol en árbol y llamándose sin cesar, como para cerciorarse de que todos los miem- bros de la banda están reunidos. Frecuentan con especialidad las ramitas supe- riores y el follaje de la cima de los árboles. Se alimentan, en parte, de los insectos que cazan en las grietas de la corteza, y en parte, de las semillas de las Conífe- ras, así como de otros frutitos duros. Su sociabilidad es notable en todo tiempo, excepto en la estación de las crías. Se ven con frecuencia parvadas compuestas de doce ó veinte individuos y hasta de cincuenta ó cien, mezcladas con Paridos y Verdines. En tales ocasiones son extremadamente ruidosos, no porque haya pleitos, sino por el abandono jovial que reina entre camaradas. Es imposible describir sus notas, pues son una variedad interminable de gorjeos extravagan- tes y silbidos. Sus notas no son armoniosas, pero su conjunto resulta agradable.” Nunca he visto el nido de esta especie, pero se asegura que se parece á los de sus congéneres, porque también lo hacen en un agujero. Según algunos autores, depositan los huevos simplemente entre las astillas y el polvo que quedan en el fondo del agujero, mientras en otros casos hacen un nido regular y consistente, empleando con este fin varias substancias vegetales y animales suaves. Sin duda ambas aserciones son correctas. El capitán John Feilner dice lo siguiente: “Es muy afecto á las bellotas de los pinos; cuando encuentra alguna se pára en un pie, la sostiene con el otro y la picotea hasta que consigue dividir la semilla en pedazos bastante pequeños para poder comérselos. Si un Salta-palo deja caer una semi- lla, no faltan dos ó tres que se lancen en pos de ella y la cojan antes de que lle- gue al suelo. El espectáculo que presentan estas avecillas tan activas y tan tur- bulentas cuando están rompiendo las nueces de los pinos, gorjeando y picoteando al mismo tiempo, trae á la memoria el aspecto de un taller de maquinaria en que todos los mecánicos trabajan asiduamente en las diversas cosas de su oficio.” (1) B. Col. Vall. Part. first, p. 140. 2914 A, L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. FAMILIA CERTHIDAE. CERTHIA. Certhia, Linnens, Syst. Nat. L, p. 184 (1766). Ese pequeño género contiene cinco especies, de las cuales la Certhia fami- liaris es la más conocida y tiene la zona de distribución más amplia, pues se le encuentra en toda Europa y Norte América; parece que la Certhía americana no puede separarse con justicia del ave del Antiguo Continente. Otras tres especies son peculiares del Himalaya y la quinta habita México y Guatemala. Al Sur de estos últimos puntos no se encuentran huellas del vénero. Los Sittidos y Certidos, dice A. L. Herrera,% “son representantes en las me- setas mexicanas de la avifanna de las regiones del Norte. Sus congéneres euro- peos habitan en localidades muy frías, y las especies de México en la parte más alta de las montañas, en el límite de la vegetación arborescente, donde sólo sub- sisten líquenes y árboles achaparrados del orden de las Coníferas. En el rancho de Tlamacas (Volcán del Popocatepetl), á una altura de 3,800 metros, abundan los Salta—palo, y extraña verles en el máximo de su actividad, trepando por los troncos de los pinos y buscando insectos á la manera de los Carpinteros, cuando el termómetro señala 09 C.” “Depositan sus huevos en los agnjeros de los troncos. Son útiles. Como otros muchos animales tienen colores protectores: las tintas sombrías de su plumaje se asemejan á las tintas de las cortezas, y esto hace que sus enemigos no les vean sino con dificultad y á poca distancia.” “Según Brelm,* los Certidos pasan su vida en los bosques. Trepan por los troncos de los árboles como los Carpinteros, corren por las ramas, pero nun- ca marchan en ellas con la cabeza hacia abajo como los Sittidos. La mayor parte viven solitarios y silenciosos. Buscan su alimento sin hacerse notar. General- mente se les encuentra en parejas, así es que sólo enaudo los polluelos comien- zan á volar, forman pequeñas familias; aleunos se reunen con otras aves y vagan con ellas por los montes; otros al contrario, huyen de la sociedad. Las grandes especies tienen una voz fuerte, análoga á la del Carpintero; las pequeñas no emi- ten más que sonidos débiles. Ninguna canta realmente. Muchos se alimentan con insectos, con sus huevos y sus larvas; también comen arañas y otros animalitos por el estilo; de tiempo en tiempo comen algunos granos. Las grandes especies emplean su pico á la manera de los Carpinteros; las pequeñas lo usan solamente para registrar las hendeduras y los agujeros, pues no son capaces de levantar (1) Of. Dresser, Birds of Europe. (2) Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 5. (3) Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol, Il, page 44. he A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 215 las cortezas. Casi todas las especies anidan en los troncos de los árboles huecos 6 bajo las placas de corteza levantadas, fabricando allí un nido bastante grande.” “La economía general de los Certídos, dice Cones,” les es peculiar. La cos- timbre de trepar es uno de sus rasgos prominentes; trepan precisamente como los Carpinteros, no como sus parientes los Sittidos, pues nunca trepan con la ca- beza hacia abajo, ni se mueven sin estar sostenidos por su cola, que es muy re- cia y elástica, y que aprietan contra el punto de apoyo. La estructura de las pa- tas es casi jgual á la de los S/ttidos, así como la facultad de agarrar fuertemente. El pico difiere por completo del instrumento resistente como un cincel, de que se sirven los Carpinteros y los Sittídos para procurarse alimento ó para construir un sitio en que anidar, pues es débil, delgado, enrvo y puntiagudo. Sus mandíbu- las podrían compararse á ramas extremadamente delicadas de fórceps, que pue- de introducirse en las grietas más estrechas de la corteza para apoderarse de los objetos más pequeños; es una herramienta muy eficaz, usada por una ave diestra 6 infatigable. Se dice que algunas veces comen vegetales, es decir, líquenes ó musgos. Su nidificación es igual á la de los Síttidos y á la de los Paridos típi- cos, porque anidan en agujeros; pero su pico es demasiado débil para agujerear la madera, de modo que se ven obligados á anidar en las excavaciones natura- les que encuentran en los árboles viejos ó en los nidos abandonados de los Car- pinteros y otros animales. Los huevos son numerosos, blancos y manchados. Ha- bitan los bosques y prefieren los árboles grandes. No son buenos músicos; ge- neralmente se cree que no cantan, pero según aleunos observadores, tienen una serie de notas moduladas bastante armoniosas. El plumaje es igual en ambos sexos, y los cambios regulares no son decididos. La actividad, ó más bien la in- dustria de los Certidos, es un raseo muy característico, pero carecen, sin em- bargo, de la vivacidad y turbulencia de los Paridos y Sittidos, pues son aves muy sosegadas. Nuestra especie no emigra con regularidad. Todas las del gé- nero se parecen tanto que es difícil decir cuántas son; en los Estados Unidos no hay más que una, que es igual á la de Europa; hay otra especie ó variedad en las partes más calientes de América, y varias especies en Asia.” CERTHIA MEXICANA. Carpintero-ocotero.* Certhia mexicana, Reich. Handb. spez. Orn. p. 266 (ex Licht. Mus. Ber.); Sel. P. Z. S. 1856, p. 290%; 1858, p. 297*; 1859, pp. 362*, 372%, Baird. Rev. Am. B. I, p. 90% Salv. Ibis, 1866, p. 1907; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 544". (1) Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 143. (2) A. L, Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” Tomo I (2), pág. 326. 216 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Certhia familiaris, var. mexicana, Baird. Brew et Ridgw. N. Am. B. 1, p. 128% Cones, B. Col. Vall. I, p. 146”. Supra obsenre fusca; capite summo, cervice postica et interscapulio albido striatis; nropygio leete castaneo; alis niero brunneis, primariis et secundaris al- bido bisectis fasciam alarem formante, pogoniis externis apicem versus albido marginatis, et plumis omnibus eun tetricibus alarm albo punctatis; subtus fus- co albida, gula fere alba, crisso rufescenti tincto; rostri maxilla nigrescente, man- dibula ad bassin flavescente, pedibus obscure corylinis. Long. tota 51, ale 2-45, caudee 2-5, rostri a rictu 07, tarsi 0-55. (Deser. exempl. ex-V oléán del Fne- 20, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Ranchos de Suapam (Sallé?), La Parada? y Cinco Señores? (Boucard), Jalapa (de Oca*), Orizaba (le Strange), Moyoapam, Popocatepetl, Pi- co de Orizaba (Sumichrast*), Guatemala” (O. S. et F. D. G.). México, Veracruz y Región Sur.” “Aunque diversos antores incluyen á la Certhía mexicana en sus obras rela- tivas á las aves norte-americanas””, nunca se le ha observado tan al Norte. ni se sabe que exista, sino en las más altas montañas del Sur de México y en Gua- temala.” “En el Sur de México, la Certhia mexicana habita exclusivamente las mon- tañas elevadas; el Prof. Sumichrast la cita entre las aves de la región alpina del estado de Veracruz, porque frecuenta los altos volcanes de Orizaba y Popocate- petl*. En Guatemala la vimos únicamente en los distritos en que abundan los pinos, tales como la parte superior del Volcán del Fuego, á una altura de 10,200 ó de 11,000 á 12,000 pies, así como en Totonicapam, á unos 10,000 pies. En Vera Paz la encontramos mucho más abajo, entre los pinos que crecen en la falda de la cordillera que domina la llanura de San Jerónimo, en donde están las ruinas indias llamadas Pueblo Viejo, es decir, á menos de 4,000 pies sobre el nivel del mar. La vimos en Santa Bárbara, cerca del mismo distrito, y en los bosques de pinos situados en el camino de Chilasco, á unos 6,000 pies de altura.” “Las costumbres y las notas de esta especie se parecen mucho á las del ave europea.” “Según Brelm,* la Certhía familiaris vive en Europa, en las florestas y en los jardines. Entra muy al Norte y se eleva á gran altura en las montañas, pero no se le encuentra sino en los sitios en que hay árboles. Durante la estación de los amores habita un dominio muy reducido; más tarde vaga en compañía de los Regulus, de los Carpinteros, etc., pero nunca emprende grandes viajes.” Lo mismo que las demás aves trepadoras, la Certhia familiaris está conti- (1) Laurencio y Beristain. (2) Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, page 46. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 217 , visita cada grieta, cada hendedura de la corteza; hunde el pico en el musgo y los líquenes, en todos los puntos en que eree encontrar alimento. Trepa fácilmente, saltando, y corre por la cara inferior de las ramas. Rara vez baja á tierra, y en- tonces salta torpemente. Su vuelo es bastante rápido pero irregular; no le gusta franquear de una vez un gran espacio. Ordinariamente se lanza de la cima de un árbol á la base de otro tronco; salta, se deja caer, vuela algún tiempo rozan- do el suelo, se eleva un poco y acaba por agarrarse al árbol al cual se dirigía. Su grito habitual es s//. Este grito se parece bastante al de los-Parus y al de los Regulus; su grito de llamada es más fuerte. En la primavera, cuando hace buen tiempo, el macho repite estos gritos en un tono monótono y fastidioso. La Cer- thia familiaris no teme al hombre. Se aventura en los jardines, trepa por los muros, anida en los agujeros, bajo los techos de las casas. No tarda en saber si está ó no en seguridad. En los sitios en que conoce que no está expuesta á los ataques del hombre, deja que éste se le aproxime á una corta distancia; en otras partes, por el contrario, trata de escapar á las miradas y trepa siempre á los ár- boles del lado opuesto al que ocupa el observador. En el buen tiempo está ale- gre y de buen humor; pero cuando llueve ó hace frío, ó hay neblina, se mani- fiesta desconteuta. Tal vez no puede soportar la idea de que se le ensncie su plumaje, cosa que no puede impedir en el mal tiempo. Pasa la noche en las ca- vidades de los troncos carcomidos. Anida en un tronco de árbol, en una cuarteadura de un muro, bajo un te- cho, en un montón de leña. Mientras más profundo es un agujero más parece agradarle. El tamaño del uvido varía según el sitio que ocupa; se compone de briznas secas, hojas, hierbas, cortezas y paja, ligadas y entrelazadas con telara- ñas; el interior está tapizado de cortezas y plumas de diversos tamaños. La ca- vidad no es muy profunda, es redonda y las paredes muy lisas. Cada puesta comprende ocho ó nueve huevos, blancos, con puntitos rojos y muy parecidos á los de los Parus (cyanistes) ceeruleus. Los padres los tapan y ambos se ocu- pan en criar á su progenitura. Los polluelos permanecen largo tiempo en el ni- do; pero lo dejan cuando se les molesta, aun antes de saber volar y tratan de huir trepando. Saben ocultarse perfectamente y desaparecen á los ojos del ob- servador, que tiene trabajo para volver á encontrarlos. Los padres se quedan al lado de sus hijos bastante tienipo, aun cuando estos últimos han echado á volar, y toda la familia, así reunida, ofrece un espectáculo encantador. “Todo este pequeño pueblo, dice Naumann, se reune en un mismo árbol 6 en algunos árboles vecinos; los padres andan muy atareados, se rodean de sus pequeños y les reparten el insecto que acaban de atrapar; en seguida empren- den con ardor una mueva caza. Sus gritos, de entonaciones diversas, su ansiedad cuando sospechan un peligro, su vivacidad, todo contribuye á divertir al espec- tador.” ; Ponen dos veces por año: en Marzo ó6 en Abril y en Junio. La segunda pues- La Nat.—Ser. 11.—T. 111.—Marzo 1899. 28 nuamente en movimiento. Trepa á los árboles, ya en línea recta, ya en espiral; 218 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. —— ta es siempre menos numerosa; generalmente no asciende más que á tres ó cinco huevos. Cautividad.—La Certhia familiaris no puede ser tenida en cautividad. Es casi imposible alimentarla. No es difícil apoderarse de ella, para lo cual basta disponer sobre un árbol alounas cerdas de puerco untadas con lisa. Creemos que sólo un naturalista, movido por un interés puramente científico, está anto- rizado para matar un ser tan inofensivo y tan útil. “El raseo principal del Carpintero ocotero, dice Cones,” consiste en una ac- tividad extraordinaria, en “una incomparable asiduidad,” como la han llamado, con que trabaja para ganar su subsistencia. Como todo buen obrero, el pájaro que nos ocupa no mete ruido al trabajar, sino que se absorbe por completo en la labor. Obra con tanto sosiego, y sin embargo, con tanta celeridad, que casi pa- rece que no hace nada, sino más bien que auda vagando sin objeto por los tron- cos de los árboles, ó cuando mucho entreteniéndose en ver cuánto tiempo emplea en subir á la cima. Á pesar de estas apariencias, no pierde oportunidad de apo- derarse de los insectos, sacándoles de sus escondites con tanta destreza que casi no se detiene para darles caza; el número de insectos que destruye al año es in- calculable. Le gustan mucho los troncos de los árboles grandes, de manera que rara vez anda por las ramas; también se complace mucho en hacer excursiones á su cima, lo cual resulta de la costumbre que tiene de empezar sus cacerías cer- ca del pie del árbol, subiendo en línea recta ó en espiral. Si encuentra el árbol de su agrado y le parece digno de un examen más minucioso, se lanza en el aire y se deja caer para empezar una nueva ascensión, más bien que descender como un Carpintero ó un Sittido cualquiera. La suavidad y desembarazo con que trepa ha inducido á un autor á establecer que la Certhía familiaris mo salta como el Carpintero; pero en realidad el movimiento es exactamente el mismo en ambos casos. Un autor inglés (Barrineton, Zool. 2.? ser., IX, p. 3,998) describe una par- ticnlaridad de la posición de las patas del Carpintero ocotero, en el acto de tre- par: “Las patas, dice, no permanecen paralelas y casi juntas debajo del vientre, sino que se abren considerablemente y se dirigen hacia adelante, formando con la cola un triánenlo isósceles de una base en extremo ancha.” “Hay varias cosas que contribuyen á ocultar á este pajarito y á librarlo del observador, á no ser que éste sea muy paciente y lo examino de cerca; sus colo- res se confunden de tal modo con los de las cortezas, que es casi imposible dis- tinguirlos de éstas; pero como es muy metódico y no se desvía para nada de sus costumbres, es muy fácil examinarlo una vez conocidos sus hábitos. Si se pára en la base de un árbol del lado opuesto al que ocupamos, no tenemos que hacer más que estarnos quietos y mirar atentamente un poco más arriba; al cabo de al- gunos momentos se presentará á muestra vista, gracias á la espiral que describe para trepar á la punta; lo importante es mirar bastante alto, porque la rapidez con que sube es verdaderamente sorprendente. Por lo general sube hasta la copa (1) Birds of the Colorado Valley. 1, p. 147. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 219 antes de dejarse caer para empezar de nuevo desde la base ó dirigirse á otro ár- bol; pero algunas veces no le gusta aquel tronco; abandona, como movido por un impulso repentino, una investigación imútil y vuela en busca de un terreno que presente mejores condiciones.” “Recordando la actividad extraordinaria de varios pajaritos, se ve uno ten- tado de preguntarse sidescansanalguna vez. ¿Quién vió alguna ocasión á un Cer- thido, Sittido, Parido 6 Regulus, inmóvil durante un tiempo considerable? Me temo que hayan sido uuy pocos; sin embargo, en el caso que nos ocupa conta- mos con una observación hecha por Audubon, que demuestra que hasta estos in- fatigables cazadores de insectos requieren un período de reposo.” “He visto, dice, que cuando estaba satisfecho, permanecía quieto y silencio- so como si durmiera, pegado, por decirlo así, á la corteza, una hora entera. Pero no puedo afirmar si dormía realmente ó si deseaba burlarse de nosotros, aunque me inclino á creer esto último, porque en la noche se retira á un agujero en el cual descansa con frecuencia toda una cría, cosa que he tenido oportunidad de observar en diversas ocasiones.” Mr. T. G. Gentry ha notado lo mismo: “En los alrededores de Filadelfia, dice, hay un abedul hueco que ha servido de habitación en varios inviernos á media docena de individnos de esta especie. En la noche, las avecillas se preci- pitan dentro de la cavidad, y permanecen estrechamente confundidas en masse, hasta la aurora.” ; “El Carpintero ocotero difiere de la mayoría de sus parientes por su poca sociabilidad: parece que está demasiado ocupado con sus importantes trabajos para pensar en contraer relaciones. Aunque se le encuentra á menudo mezcla- do con Sittidos y Paridos, parece que no busca esta compañía, sino que más bien es una intrusión de los otros pájaros ó un encuentro casual, provenido de la seme- janza de los parajes que frecuentan. Por mi parte creo que es una ave decidida- mente arisca y solitaria. Audubon hace notar que los miembros de una familia permanecen reunidos hasta la primavera siguiente, lo cual es contrario á lo que yo he visto, pero está apoyado por la nota de Mr. Gentry, arriba citada. Las aves que se observan más comunmente en el mismo árbol que el Carpintero ocotero, son probablemente la especie más pequeña de Carpinteros llamados vulgarmente Bebedores de savia. Seguramente la abundancia de insectos es lo que atrae á las dos especies al mismo árbol, aunque hay quien supone que el astuto Certhido aprovecha la habilidad superior que los Carpinteros poseen para descubrir á los insectos, y que por eso los sigue, seguro de encontrar un festín. A pesar de es- to, sus hábitos solitarios son notables, y lo demuestra eligiendo por residencia las profundidades de los bosques, especialmente en la estación de las crías, y ha- ciendo muy poco caso de los otros pájaros. Sin embargo, en otras estaciones es más sociable, y frecuenta de cuando en cuando las huertas y los jardines de las casas. El grado de timidez que muestra á la vista del hombre y el afán con que trata de esquivar sus miradas, hasido estimado de diversos modos por los auto- 220 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. res. El Dr. Brewer alude á la aserción de que cuando el Certhido nota que es vigilado, se dirige al lado opuesto del tronco, y dice que carece de fundamento, pues se inclina á creer que estos movimientos no son debidos á la prudencia si- no á la agitación habitual del individuo, porque siempre que él se ha acercado á alguno de ellos, se ha cerciorado de que no hacían caso de su presencia. Mis pro- pias experiencias confirman el hecho. Aunque no me propongo asegurar que un Certhido no se espante y se esconda instintivamente del otro lado del tronco, ó eche á volar, puedo, sin embargo, hacer notar que alounas veces me he acer- cado á unos cuantos pies de este pájaro y he vigilado sus movimientos con ente- ra facilidad; el curso de su viaje en espiral lo dejaba en descubierto y lo ocul- taba alternativamente, sin que pareciese ocuparse de mí en lo más mínimo. La observación del Dr. Brewer fué hecha á propósito de una aserción atribuida al Dr. Kennerly. Al recorrer el párrafo susodicho, me pareció que lo había visto en otra parte, y descubrí, finalmente, que el Dr. Kennerly lo copia casi palabra por palabra de Nuttall, olvidando las citas acostumbradas en casos semejantes.” “Como he dicho antes, anida en las cavidades naturales de la madera ó en los agujeros abandonados de los Carpinteros, así como en otros retiros parecidos en que deposita una porción de pasto, líquenes ó madera inservible, mezclados generalmente con pelos de cuadrúpedos ó plumas de aves. La masa susodicha tiene poca consistencia. Parece que anida á diversas alturas, pues á veces elige un tronco podrido cerca del suelo, y otras prefiere un agujero situado á una ele- vación considerable. Se dice que como padre es muy valiente y amoroso, y que olvida sus propios peligros al ver amenazado el nido. La puesta comprende cin- eo, ocho ó nueve huevos. Se parecen á los de los Sittidos y á la mayor parte de los de los Paridos, porque son blancos, manchados con virgulitas de moreno ro- jizo, y otras de un tinte púrpura ó nentro; las virgulitas están escasamente distri- buidas y algunas veces tienden á formar corona alrededor del extremo más lar- go. Como el cuerpo del Certhido resulta delgado en comparación con sus dimen- siones lineales, los huevos parecen algo pequeños, dado el tamaño del pájaro, pues tienen 0.55 de largo por 0.44 de ancho.” “El Carpintero ocotero se alimenta principalmente de insectos, pero también come substancias vegetales. Audubon dice haber encontrado partículas de líque- nes en su molleja, y Mr. Gentry afirma que ha visto con frecuencia, al pájaro de que se trata, parado en árboles de cieuta y abedul, comiéndose las semillas con- tenidas en los frutos. El mismo autor manifiesta haber encontrado en su estóma- go los insectos siguientes, mezclados con otros restos. Crathonychus cinereus, Crathonychus pertinax, Rhynchenus pinus, Bostrichus pinus, Platynus cuprel- pennis, Harpalus compar, Formica sanguinea y Fornica subterranea.” “Parece que las hormigas constituyen su plato favorito, y las devora en tales cantidades que algunas veces el cuerpo del pajarillo huele como estos insectos.” “Las habilidades musicales de la Certhía familiaris no son muy. notables que digamos. Yo nunca he conocido su canto, y la:mayor parte de los autores se ca- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 221 llan respecto á este punto, pero parece que además del chillido áspero que nos es familiar (aunque se le aprende y se le reconoce con más facilidad que la necesaria para describirlo), posee “un canto muy distinto y variado.” Esta ob- servación fué hecha, á propósito del ave americana, por Mr. William Brewster, de Cambridge, quien asegura haberlo oído cantar en diversas partes de la Nue- va Inglaterra, desde mediados de Marzo hasta Junio.” “Sus notas son variadas y algo confusas, abundando en ellas los trinos; al- gunas de ellas son recias, poderosas ó6 incomparablemente dulces; otras son más débiles y lastimeras; su canto concluye generalmente con su chillido habitual.” Otro tanto se ha observado en el caso de la Certhía europcea; según el Prof. New- ton, en la estación de los amores su canto es “sonoro, agradable, y sube á un tono muy agudo, pero se le escucha raras veces.” Parece, pues, que esta avecilla, tan trabajadora y tan práctica, se ha dado tiempo, en medio de sus absorbontes tra- bajos, para cultivar aleunas habilidades.” Según W. W. Cooke,” “los movimientos de esta especie en la época de la emigración son especiales.” El Dr. Coues dice que es “casi sedentaria,” y sin embargo, según todas las probabilidades, ningún individuo de esta especie per- manece en la misma latitud todo el año, en tanto que unos cuantos habitan en in- vierno más al Norte, y un número igual se dirige más al Sur en verano. Lia ma- yor parte de los miembros de esta especie emigran con más ó menos regularidad. Cuando hace frío se refugian en las espesuras de los bosques, pero durante la emi- eración se les encuentra en todas partes. Mr. T. M. Trippe dice: % “que abundan en invierno, en los parajes situados de 7,000 á 9,000 pies de altura, y probable- mente están distribuidos en regiones mucho más altas ó más bajas.” FAMILIA TROGLODYTIDAE. CAMPYLORHYNCHUS. Campylorhynchus, Spix, Av. Bras 1, p. 77 (1824). Heleodytes, Cabanis, Mus. Hein. L, p. 80 (1850). (Tipo Fornicarius griseus, Sw.). Este género comprende diez y siete ó diez y ocho especies; todas ellas presen- tan cierta semejanza en su estenctura general, pero también alguna diversidad de color. Generalmente se han admitido dos géneros con los nombres arriba in- dicados, pero los caracteres que los dividen son muy insignificantes, y algunas especies han sido colocadas primero en un género y despues en el otro. La for- (1) Report on Bird Migration in the Mississippi Valley. Part second, p. 275. (2) E. Coues. “Birds of the Northwest,” p. 230. 222 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. mación de las ventanas de la nariz es el principal carácter por el cual se ha tra- tado de distinguirlas, pero esto no es bastante seguro, puesto que algunas espe- cies, Campylorhynchus jocosus, por ejemplo, forman un lazo de unión entrambos. Con excepción de una especie que habita toda la frontera meridional de los Estados Unidos, y otra que se encuentra en el promontorio de la Baja Califor- nia, todas las especies pertenecen á la Región Neotrópica, pues México y la Amé- rica Central son la metrópoli del género, encontrándose en ellas la mitad de sus miembros cuando menos. En la América del Sur, el Campylorhynchus frecuenta casi todo el país, extendiéndose al Sur hasta Bolivia, pero ninguna de las espe- cies es ienal á las de Centro América. Todas son generalmente algo sociables; con frecuencia se encuentran hasta diez ó doce individuos juntos, excepto en la estación de las crías. Aunque dicen que el Campylorhynchus brunneicapillus canta muy bien, nuestra propia experien- cia nos ha demostrado que sus notas son duras, y que sn canto, si es que merece este nombre, es muy inferior al de muchos Troglodytide. “Los Trogloditidos, dice Alfonso L. Herrera,” viven en los bosques, en las lManuras, en las montañas más áridas; los Saltapared también frecuentan las cin- dades. Las Sonajas son esencialmente arborícolas; el Saltapared trepa por las paredes como los Carpinteros (Picidos). Con excepción de las Sonajas, que son sociables, todos viven por pares. Los nidos de los Campylorhynchus tienen la for- ma de bolsa ó de retorta y en algo se asemejan á los de nuestras Calandrias; los nidos del Saltapared están construidos á veces con telarañas, y son de un gran tamaño; las Henicorhina forman nidos muy pequeños recubiertos con musgos y líquenes, y no contrastan con los colores generales de las cortezas: así escapan más fácilmente á las miradas de los enemigos. Los Thryothorus y los Troglody- tes pueden imitar el canto de otras aves y son buenos ventrílocuos, de suerte que el cazador suele engañarse singularmente, suponiendo que el animal que persi- gue está en la dirección que parece indicar su canto: luego observa que el hábil ventrilocuo está en una dirección enteramente opuesta.” “Los Trogloditidos son insectívoros, se nutren con insectos y arañas. El Sal- tapared come Crustáceos, las Cochinitas (Porcellio). Son aves de utilidad notoria; para nutrir á sus polluelos cada par recoge al día más de 500 insectos que, en su mayor parte, son de los muy perjudiciales.” “Los Trogloditidos, dice Brehm,” habitan los breñales, sobre todo los que son muy húmedos y contienen numerosos escondites. En las montañas se elevan hasta los límites de la vegetación; hacia el Norte se les encuentra más allá del círculo polar. Se les ve en las florestas, lo mismo que en los jardines, en las ori- llas de las corrientes de agua, y en las vertientes de las montañas; sólo esquivan los campos helados desprovistos de malezas, por la sencilla razón de que en ellos no podrían vivir. Los Trogloditidos son pájaros de pequeña talla, alegres, vivos, (1) Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 7. ! (2) Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux.” Vol. I, page 736. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 223 despiertos; vuelan mal y nunca van lejos, pero saltan con mucha rapidez y sa- ben deslizarse por las espesuras más estrechas, más intrincadas, mejor que nin- gún otro de los pájaros cantores. Todas las especies conocidas en la actualidad cantan más ó menos bien; alennas están perfectamente dotadas desde este pun- to de vista, y una de ellas pasa por ser la mejor ave canora de la América Tro- pical.” Los Trogloditidos poseen otras cualidades recomendables. No temen al hombre y permiten que se les acerque; penetran hasta en las habitaciones, de manera que se les estima en todas partes y algunos de ellos son objeto de una protección partienlar. En la América del Sur cuelgan botellas vacías en las pa- redes para que sirvan de habitación á estas amables avecitas. No tardan en re- conocer la amistad que les profesa el hombre, y según dice Schomburek, “se les ve entrar sin temor en los aposentos, pararse en las ventanas y deleitar á los moradores con sus cantos.” Aunque á los otros Trogloditidos no se les dispensa el mismo favor, se les ve, sin embargo, con placer; sea lo que fuere, lo cierto es que no se les destruye. Puede decirse que sus costumbres y sus actitudes tienen para nosotros cierto encanto: de aquí resultan las mil y una leyendas en las cua- les han celebrado sus méritos los poetas populares. “Las costumbres y la economía general de estas aves, dice E.-Cones,” varían tanto, que sólo pueden describirse con propiedad algunos de sus rasgos princi- pales. Viven generalmente cerca del suelo, pues habitan en los matorrales más bien que en los árboles; prefieren los cañaverales de los pantanos y de las cié- negas, los zarzales espesos, los terrenos sembrados de Cactus, los montones de rocas, etc. Aunque no son trepadores en toda la acepción de la palabra, tienen aleo de Certhidos, y andan incesantemente en los intrincados escondrijos que frecuentan, deslizándose á pequeños vuelos ó saltando impetuosamente. El de- seo evidente que manifiestan de tener á su disposición aleún medio de ocul- tarse, aunque no siempre lo aprovechen, contrasta sinoularmente con algu- nos otros rasgos que los Trogloditidos poseen á un grado exagerado y que for- man un conjunto extraño. Son muy irritables, intrépidos, agresivos y petulan- tes; sn conducta es aleo impertinente y su carácter curioso en extremo. Son, por decirlo así, las comadres desenfrenadas de la sociedad emplumada, y fre- cuentemente introducen la discordia entre los miembros amables y pulidos del círeulo selvático. Son muy bulliciosos; cuando se espantan ó se irritan prorrun- pen en un clamor rudo, lleno de locuacidad y refunfuños, pero también saben cantar. Todo el mundo ha oído la alegre y brillante canción que el Saltapared trina con tanta persistencia en la primavera, y el canto de otras especies, posee á menudo un timbre maravilloso. La nidificación varía en los detalles, pero en términos generales puede decirse que los Trogloditidos construyen un nido muy grosero y voluminoso, que colocan á veces en agujeros ó debajo de las ro- cas, ete.; en otros casos lo cuelgan en los matorrales ó en las cañas. El carác- (1) Birds of the Colorado Valley. Part. 1, p. 153. 224 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. ter de los huevos no es constante (por ejemplo, los huevos de dos especies estre- chamente emparentadas son en un caso blancos, y en el otro de un color de cho- colate obscuro), pero la puesta es siempre numerosa. Todos los Trogloditidos son de color obscuro, prevaleciendo en su plumaje las tintas morenas y grises; nin- guna de nuestras especies, y quizá ningún miembro de la familia, presenta los rojos, azules, amarillos ó verdes. Su régimen dietético es insectívoro.” “Según Coues,” estas especies parecen de grandes dimensiones si se tiene en cuenta que pertenecen á esta familia, y desde cierto punto de vista sus cos- tumbres son peculiares.” A. HELEODYTES. Nares aperte subrotundatee; pilens fere nnicolor. a. Nares aperte, fere rotunde; nucha haud striata. CAMPYLORHYNCHUS CAPISTRATUS. Sonaja.” Picolaptes capistrata, Less. Rev. Zool. 1842, p. 174'% Des Murs, Icon. Orn. pl. 632. Campylorhynchus capistratus, Sel. P. Z. S. 1859, pp. 363*, 371% Sel. et Salv. Tbis, 1859, p. 8% P. Z. S. 1870, p. 836% Taylor, Ibis, 1860, p. 317", Baird, Rev. Am. B. 1, p. 104” Salv. Ibis, 1866, p. 202%; Lawr. Ann. Lye. N. I. IX, p. 92%. Heleodytes capistratus, Cab. J. f. Orn. 1860, p. 409". Campylorhynchus rufinucha, Lafr. Rev. Zool. 1845, p. 339% Less. Descr. Mammm. et Ois., p. 285%; Baird. Rev. Am. B. I, p. 105*; Salv. Ibis, 1866, p. 191”. Troglodytes (Campylorhynchus) cervicalis, Licht. fide Cab. J. f. Orn. 1860, p. 409”. Supra leete castaneus, uropygio nigro, transfasciato, capite summo et stria transoculari nioris; alis fisco-nigris, extus castaneo variegatis; cauda nigra, rec- tricibus maculis subapicalibus albis notatis, apicibus ipsis sordide griseo—fuscis, rectricibus duabus mediis fasciis quinque imperfectis ornatis, rectricom dnarumn utrinque extimarum pogonio externo albo maculato; corpore subtns et superci- liis albis ochraceo vix tinetis; rostro corneo, mandibule basi albicante; pedibus corylinis. Long. tota 7, alee 2-85, caudee 2-8, rostri a rictu 1-1, tarsi 1-0. (Deser. maris ex Escuintla, Guatemala. Mus. nostr.). Obs. Specimina quedam dorsum conspicue striatun habent, crissum fascia- (1) Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 155. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Colec. de Aves del Museo Nacional, pág. 6. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 225 tun, et hypochondria maculis paucis nigris notata (unde Campylopterus rufinu- cha, Baird, ex Lafresnayoe). Hab. México”, Veracruz (A. Lesson”), Jalapa (de Oca?), Juquila y Playa Vicente (Boucard*), Mirador (Sartorius*), Chico (Mus. Ber.””), Honduras Británi- cas, Belice”, Guatemala” (O. S. et F. D. G.), San Salvador (O. S.), Honduras (Taylor”, G. M. Whitely”), Nicaragua (Lesson', O. S.), Costa Rica (J. M. Dow, J. Cooper”, Arcé). El Campylorhynchus capistratus tiene una vasta zona de distribución en la América Central, extendiéndose desde el Estado de Veracruz, México, hasta Cos- ta Rica. Nunca sube á más de 3,000 pies, y acostumbra bajar hasta el nivel del mar. En el Occidente de México es reemplazado por el Campylorhynchus humilis; en el Occidente de Guatemala es muy abundante, y de allí pasa por la costa del Pacífico, atravesando San Salvador, Honduras y Nicaragua, hasta llegar al Gol- fo de Nicoya, Costa Rica. Por el lado oriental se le encuentra en Veracruz; tam- bién se presenta en el valle del Meotagua, Guatemala”, y en Honduras, cerca de San Pedro”. Aunque frecuenta la parte exterior de los bosques, habita de preferencia los lugares abiertos poblados de Mimosas. En un distrito de esta clase lo obser- vamos en la época de las crías, en los alrededores de Chnuacus; el nido estaba en un arbolito y fabricado negligentemente; la entrada se hallaba al extremo del eje más largo. Esta especie es muy bulliciosa y turbulenta, y su canto es indig- no de este nombre. CAMPYLORHYNCHUS HUMILIS. Campylorhynchus humilis, Sel. Pr. Ac. Phil. 1856, p. 263%; Baird, Rev. Am. B. L p. 107”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 545% Lawr, Mem. Bost. Soc. N. H. U, p. 267% Bull. U. S. Nat, Mus. n. 4, p. 13*. Campylorhynchus capistrato similis, sed minor, capite toto summo rufescente nec nigro et stria rictali ntrinque nigra distinguendus. Long. tota 6-0, ale 2-6, caude 2-3, rostri a rictn 0-9, tarsi 0-8. (Descr. maris ex Tehuantepeque. Mus. nostr.). Hab. México, Mazatlán (Bell'”), Colima (Xantus”*), San Juan del Río (Ré- bouch), Juchitán (Sumichrast?), Santa Efigenia y cindad de Tehuantepec (Sumi- chrast”). Región Occidental y Sur.? (1) Laurencio y Beristain. La Nat,—Ser, 11.—T. IU1.—Mayo. 1898, 20 226 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. “Da zona de distribución de esta especie se limita al Occidente de México, encontrándose únicamente en los Estados situados en la costa del Pacífico, des- de Mazatlán hasta el Istmo de Tehuantepec. Su existencia en Orizaba* no está probada, según ha demostrado el Prof. Sumichrast*. Dicho naturalista asegura” que es una de las especies más comunes de su género en las playas del Golfo de Tehuantepec, y que se le encuentra en el camino de Oaxaca hasta llegar á San Carlos.” “El Campylorhynchus humilis, dice, es un pájaro muy alegre, enyos cantos en la época de los amores son variados, á la vez que agradables. Excepto en es- ta época, en que vive en parejas, se le ve casi siempre en bandadas compuestas por un corto número de individuos. En su aspecto general se parece al Campy- lorhynchus capistratus. Parece que en el Occidente de México reemplaza á este último, pnes nunca se les observa juntos.” “En el ejemplar vivo, el iris es de un color de ladrillo rojo brillante, el pico negruzco, y la mitad basal de la mandíbula y las patas, de un tinte plomizo elaro?*.” b. Vares apertee, ovales; mucha striata. CAMPYLORHYNCHUS JOCOSUS. Campylorhynchus jocosus, Sel. P. Z. S. 1856, p. 371*; Cat. Am. B. p. 17, t.3% Baird, Rev. Am. B. I, p. 106*; Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 13% Sordide brunnens, capite summo niericantiore, dorsi plumis nigro ocellatis et medialiter albo punetatis; cervice postica albo nigroque striata; superciliis al- bis, stria transocnlari et altera (valde obsoleta) rictali nigris; alis fusco-nigri- cantibus, tectricibus sicut in dorso pictis, remisgibus extus brunneo regnlariter transfasciata, rectricibus duabus utrinque extimis in pogonio externo albo dis- tincte maenlatis, rectricibus quatuor utrinque extimis fascia subapicali alba no- tatis; subtus lactescenti-albus, pectore toto et abdomine macnlis rotundis nigris conspicne notatis, enla immacnulata; rostro nigro, pedibus corylinis. Long. tota 6-5, ale 2-8, caudee 2-5, rostri a rictn 1-1, tarsi 0-95. (Descr. exempl. ex Oaxa- ca, México. Mus. nostr.). Hab. México, Oaxaca*, Tehuacán?” (Boucard), Don Domingnillo (Sumichrast?). Región Sureste de Puebla.” Se sabe poco, relativo á esta especie; su zona de distribución en México es muy reducida, pues se extiende desde Tehuacán á Oaxaca. Mr. Boncard fué el (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 227 primero que la desenbrió cerca de Oaxaca, y Mr. Selater hizo la descripción de sus ejemplares. Desde entonces varios naturalistas han tenido oportunidad de observarla en el mismo distrito. El iris del individuo vivo es de un color rojo moreno, el pico negruzco y las patas cenizo obscuro”. CAMPYLORHYNCHUS GULARIS. Campylorhynchus gularis, Sel. P. Z. S. 1860, p. 462*; Baird, Rev. Am. B. 1 p. 109?. Supra brunnens, dorsi plumis omnibus nigro ocellatis et medialiter albo punctatis, cervice postica albo nigroque conspicne striata; pileo toto brunnescen- ti-rufo unicolori, superciliis elongatis albis, stria postoculari et altera rictali utrinque nigris; alis fusco-nigricantibus, tectricibus sient in dorso pictis, remi- ginm pogonio externo pallide brunneo regnlariter transvittato; cauda nigricante, apice late sordide albo, rectricibus quatuor mediis pallide brunneo variegatis, duabus proximis utrinque in pogonio externo rufescente albido maculatis, dua- bus extimis in utroque pogonio maculis magnis albis notatis; subtus lactescenti- albus, ventre rufescente, pectoris lateribus et hypochondriis nigro sparse ma- enlatis; rostro plumbeo, pedibus pallide corylinis. Long. tota 7-0, ale 2-8, cau- dee 2-8, rostri a rictn 0-85, tarsi 0-85. (Deser. exempl. typici ex México. Mus. P. L. Selater). Hab. México!. Mesa Central.” Mr. Selater obtuvo de Mr. Gould, en 1860, una piel de la especie que nos ocupa, y éstas son las únicas noticias que se tienen respecto de ella. Se ignora la localidad precisa en que fué colectada, pero está preparada según el método observado por Floresi, y como Mr. Gould reunió muchas de las pieles colecta- das por este viajero, parece probable que la piel en enestión haya formado par- te de su colección. Floresi trabajó en la Mesa Central de México, cuya ornito- logía ha sido tan poco estudiada. El Prof. Baird opina* que el Campylorhynchus gularis es pariente cercano del Campylorhynchus humilis, del cual difiere prin- cipalmente por las manchas que tiene en el pecho y los flancos, y por las man- chas longitudinales tan aparentes en la parte de atrás del cuello. Su pico es más corto y encorvado, pero la coloración de la cabeza es idéntica en ambas especies. La coloración de la parte posterior del cuello le asemeja al Campylorhynchus jo- cosus, que es, en realidad, sn pariente más próximo. (1) Laurencio y Beristain. vw w (09) A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. B. CAMPYLORHYNCHUS. Nares sublineatee, operculo sensim obtecte. c. Pileus fere unicolor; dorsum longitudinaliter striatum. CAMPYLORHYNCHUS BRUNNEICAPILLOUS. Guitarrero.” Sonaja. Matraca.O Picolaptes brunneicapillus, Lafr. Mag. Zool. 1885, el. IL, pl. 47% Heerman, Journ. Ac. Phil. IT, p. 263% Duges, “La Naturaleza,” L, p. 140?. Campylorhynchus brunneicapillus, Baird, Rev. Am. B. L p. 99% Dresser, Tbis, 1865, p. 483”; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. 1, p. 132% Cones, B. Col. Vall. L p. 156”. Supra brunnens, pileo toto unicolori; dorso toto macnlis elongatis albis ni- ero utrinque limbatis notato; alis extus rufescente albo frequenter transfascia- tis; cauda nigra, rectricibus mediis pallide brunneo indistincte transfasciatis, ex- tiniis maculis maenis albis in utroque pogonio notatis; sabtus albus, abdomine uno et tibiis rnfescente tinctis, pectore toto, gutture uno et hypochondriis macu- lis rotundis nigris permacnlatis, crisso albescente maculis magnis nioris notato; rostro obscure plumbeo; mandibule basi albicante; pedibus pallide corylinis. Long. tota 7-0, ale 32, caude 3-0, rostri a rictu 11, tarsi 1-0. (Deser. feminee ex Mexico. Mus. nostr.). Hab. Norte América”, México, Guaymas (Heermannu”), Guanajuato (Dn- gos”), Valle de México (Le Strange). Región cal. de Sonora y Mesa Central.” Aunque parece que esta especie es común en toda la frontera Norte de Mé- xico, desde el Atlántico hasta el Pacífico, la única prueba que hay de la presen- cia del Campylorhynchus brunneicapillus más al Sur, está apoyada en la aserción de Dugés, que asegura haberlo visto en Guanajuato, y también en los ejempla- res que trajo Mr. le Strange de los alrededores de la cindad de México, uno de los cuales tuvo la bondad de regalar para muestras colecciones. Los naturalis- tas que han recorrido la frontera Norte”? dicen que frecuenta las regiones muy áridas, pobladas de cactus; el gusto excesivo que manifiesta por esa planta le ha valido el nombre de “Cactus-Wren.” Coloca su nido, al cual da la forma de una (1) A. L: Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 6. (2) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” Tomo I (2), pág. 326. (3) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 229 retorta en dichas plantas, lo hace con pasto y paja y lo forra con algodón ó pln- mas*. Dicen que sus notas son desagradables y gruñonas, pero que su canto es claro y sonoro”. 4 “Varias aves de Arizona, dice Coues,” son arquitectos singularmente hábi- les, que manifiestan al mismo tiempo tener el dón del buen gusto. El Campylor- hynchus brunneicapillus es una de ellas. En las regiones más áridas y desola- das del Sudoeste, en que los cactus crecen con maravillosa exuberancia, cu- briendo los estériles terrenos de débris volcánicos con una vegetación casi tan erosera y repugnante como las escorias mismas, habita la Sonaja y coloca sus nidos por todas partes, entre los brazos espinosos de estos vegetales. Fiel á los instintos y tradiciones de las aves de su familia, se construye un domicilio tan voluminoso como aparente; cuando hay varios pájaros criando en un mismo sitio, sus construcciones se hacen notar tanto como los nidos construidos por una colo- nia de Saltaparedes de pantano, en el centro de las cañas. Pero el nido del ave en cuestión no es una masa olobular de materiales, ni tampoco una copa, sino más bien una especie de bolsa que ocupa una posición partienlar, pues la mayor parte de estos nidos son colgantes. En el caso presente, el nido parece uu fras- co aplastado ó más bien una mamadera, y está colocado horizontalmente sobre su parte plana en un gancho de cactus. Lo hacen con pasto y varitas entreteji- das y forradas con plumas. Incluso el cuello de la botella que conduce al nido propiamente dicho, el pequeño edificio mide de diez á doce pulgadas de largo y un poco más de la mitad de aucho. Parece que anida á principios de año, por- que el Doctor Cooper lo vió preparándose á edificar su nido en los alrededores de San Diego, el día 26 de Febrero. Sin embargo, este hecho puede llamarse excepcional, pues los nidos que el mismo naturalista examinó en Mayo conte- nían huevos ó polluelos, de manera que deben haber sido formados en Abril. La puesta asciende á cuatro ó seis huevos, y éstos miden una pulgada de largo por dos tercios de puleada de ancho; son blancos, pero están manchados de un color de salmón, de tal modo, que toda la superficie presenta una fuerte sombra de este tinte.” Los movimientos del Campylorhynchus brunneicapillus son vivos y varia- dos; su temperamento es una mezcla curiosa de petulancia, presunción, euriosi- dad y timidez; unas veces anda á la sombra de las impenetrables espesuras de cactus y de otros vegetales por el estilo; otras sube á la cima de los matorrales á regañar en un tono áspero y ruidoso, ó á recrearse con las notas claras y vi- brantes de su canción. (1) Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 157. (Continuará). LA SLPIGHECASTON IRA: Resumen de los trabajos publicados acerca de esta planta POR EL DR. MANUEL M. VILLADA, SOCIO DE NÚMERO. Desde el año de 1863 tuve ocasión de colectar esta especie en los alrededo- res del mineral del Chico, guiado por los informes de mi buen amigo el Sr. Dr. D. Antonio Peñafiel, á quien debo, además, un buen dibujo colorido de la mis- ma planta, enya copia acompaña esta Memoria. Sus propiedades venenosas eran demasiado conocidas de los habitantes de la localidad, quienes habían observa- do sus terribles efectos más especialmente en el burro que, como animal de car- ga, es el que más transita por aquellos parajes. De aquí el nombre vulgar de “Hierba del burro” asignada á esta planta, así como también el de “Sangre de toro,” por el hermoso color rojo carminado de sus flores. El vegetal en cuestión pertenece á la familia de las Loganiáceas, y lo con- sideré entonces como simple variedad de la Spigelia speciosa de K. in H. B. Esta opinión mía quedó consignada en la parte relativa de “La Memoria de la Comisión Científica de Pachuca,” publicada en el año antes citado y á la cual tuve la honra de pertenecer como naturalista. Más tarde supe que los distinenidos botánicos Martens y Galeotti, enyas ex- ploraciones en México fueron sumamente fructuosas para el conocimiento de nuestra flora, la habían considerado como especie nueva, asignándole el nombre de Spigelia longiflora. El Sr. Dr. Manuel Urbina, en época posterior á la señalada al principio, hizo aleunos ensayos para cerciorarse de las propiedades tóxicas de la planta. Previamente pulverizada la semilla, la trató por el éter sulfúrico en un aparato de desalojamiento; obtuvo un líquido de un verde esmeralda muy refringente, de sabor bastante amargo y de un olor especial; lo aplicó en inyección hipodér- mica á diversas palomas, que les produjo invariablemente convulsiones clónicas sumamente intensas, que acababan por ser tónicas, pereciendo al fin los anima- les por asfixia. En un perro tuve ocasión de comprobar estos mismos efectos, administrándole el expresado líquido por la vía estomacal. En 1890, el Sr. Prof. M. Cordero emprendió un estudio minucioso de esta planta, desde todos puntos de vista, el enal corre impreso en el T. IV, pág. 69, del periódico “El Estudio,” que sirve de órgano al Instituto Médico Nacional. 2IS *TomollT LA NATURALEZA. Snigelia longiflora, Mart. d. Galeot. Lam XV ho e DR. M. M. VILLADA.—LA SPIGELIA LONGIFLORA. 231 El Sr. Dr. Toussaint hizo un fesumen de este importante trabajo que figura en la página 251 de otra obra publicada por el mismo Establecimiento y que lleva por título “Datos para la Materia Médica Mexicana,” 1.* parte, 1895, del cual me aprovecho en el presente caso. La descripción botánica, que copio con ligeras modificaciones, es como sigue: Spigelia longiflora, Martens y Galeotti.—Planta perenne de rizoma defini- do, como de un metro de altura; de tallo herbáteo, simple ó subramoso, ergni- do, asurcado, lampiño y superiormente anguloso; de hojas opuestas, semi-abraza- doras, simples, obovado-oblongas, acuminadas, enteras, onduladas, rugosas y lampiñas en el haz, pubescentes en el enves, verde subido, de 16 centímetros de largo y 9 de ancho; inflorescencia en cimas terminales, y axilares tricótomas; cáliz persistente, 5-partido, de particiones angostas; corola tubulosa, estrecha, alargada, sub-espiralmente torcida en la estivación, de color rojo encendido, lim- bo apenas ensanchado y ligeramente 5-dentado, de 5 á 6 centímetros de largo, por */, de ancho; estambres algo salientes, de anteras oblongo-lineares y amari- llas; ovario bilocular, multiovulado, de estilo apicilar articulado en la base, es- tiema sub—capitado; cápsula dídima, polisperma, con semillas rugosas y albumen ruminado. Florece de Junio á Septiembre. Según análisis del Sr. Cordero, la raíz contiene lo siguiente: “Aceite esen- cial de olor aliáceo, sabor amargo, sin acción sobre el papel de tornasol; ma- teria grasa de color ambarino, sabor también amargo, fusible á 339, semifusi- ble á 219, soluble en el éter sulfúrico y cloroformo, poco en el alcohol absoln- to y menos aún en el alcohol á 85%; su reacción es ácida y se saponifica por la potasa, sosa, cal y óxido de plomo; resina soluble en el éter, de aspecto granu- jiento, color verdoso, inodora, insípida, adhesiva, inflamable, soluble en el éter sulfúrico, cloroformo, sulfuro de carbono, benzina y alcohol absoluto, de cuya última solución se precipita por el agua, neutra al papel reactivo, se combina - con la potasa, y el resinato, al descomponerse por los ácidos, deja un líquido tur- bio; resina soluble en el alcohol é insoluble en el éter, de color verdoso que se colora en rojo de sangre por el ácido nítrico; tanino que precipita en negro azu- loso por el percloruro de fierro; precipita también por la gelatina y reduce el permanganato de potasa; glucosa, goma, almidón, celulosa, leñosa, materia ex- tractiva y un alcaloide. Las substancias inorgánicas encontradas son: potasa, sosa, cal, magnesia, alúmina, fierro al máximo; ácidos carbónico, sulfúrico, fos- fórico y clorhídrico,” loc cit. Respecto del alcaloide, que parece ser la espigelina, deseubierto de tiempo atrás en otras especies del mismo género, “es un líquido aceitoso, ambarino, de olor característico, sabor amargo, volátil, soluble en el agua, en el éter y el al- cohol; precipita en moreno por el reactivo de Wagner; en blanco por el de Ness- ler, lo que lo distingue de la nicotina, conina y lobelina, que precipitan en ama- rillo; el ácido metatúnestico produce un precipitado blanco y sus sales son de- licuescentes (oxalato y clorhidrato),” loc. cit. 232 DR. M. M. VILLADA.—LA SPIGELIA LONGIFLORA. Por lo que toca á su acción fisiológica, el autor observó los siguientes fe- nómenos: “El animal en experiencia empieza á manifestar entorpecimiento en los miembros, partienlarmente en los posteriores, entorpecimiento que llega á convertirse casi en contractura y que le imposibilita tenerse en pie. Los movi- mientos respiratorios van haciéndose lentos y superficiales hasta que se suspen- den por completo. Las contracciones cardíacas se aceleran al principio para irse debilitando después. Hay una especie de sueño ó abatimiento, que en los perros es más notable. Pasados aleunos minutos, los movimientos respiratorios cesan, sobrevienen uno ó varios accesos de convulsiones asfíxicas, y en seguida la muerte. Examinando más detenidamente los trastornos funcionales, se ve que los órganos primero afectados, aparentemente, son los músculos. Se notan en los miembros y en el tronco contracciones que van haciéndose cada vez más in- tensas y frecuentes, hasta llegar á ser por momentos continuas. Esta contractura es más aparente en los músculos de la respiración. La caja toráxica llega á per- manecer completamente inmóvil alennos minutos después de la aplicación de la planta. No bien se han suspendido los movimientos respiratorios, cuando llaman la atención las modificaciones en el funcionamiento del corazón. Este órgano late al principio más rápidamente que lo habitual (en los conejos y perros); des- pués sus movimientos se hacen tumultuosos, y al fin, haciéndose lentos, llegan á paralizarse. La consecuencia de la suspensión de la respiración, la asfixia, vie- ne á añadir sus síntomas ó los de la intoxicación por la hierba. En las ranas el cuadro es bastante semejante; en ellas la respiración empieza por hacerse inter- mitente y la suspensión de ella coincide con la aparición de contracturas muy enérgicas en los miembros. El animal muere al fin con parálisis del corazón co- mo los anteriores. Por lo expuesto, la “Hierba del burro” parece que ejerce su acción sobre el sistema nervioso central, probablemente la médula espinal y el bulbo raquídeo,” loc. cit. Mas como dice el Sr. Dr. Toussaint, aún no se ha podido precisar el meca- nismo de sus efectos para deducir con exactitud aleuna aplicación terapéutica. Por analogía es de creer que posea propiedades vermífugas, como se ha com- probado en algunas otras especies del mismo género. México, Abril de 1899. xI-—NNMIINKÓHKAA A É _ — REVISTA CIENTÍFICA. FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS DE LOS GRANDES VOLCANES DE MÉXICO. (Informe de la Comisión de Premios Michaux) POB El PROBE ANGHELO. HE-ETOPEREN PE (Leído ante la “Sociedad Filosófica Americana,” Enero 15 de 1892). En el volumen IV de su informe sobre la botánica de México y América Central, Hems- ley enumera ciento treinta especies de plantas florecientes que pertenecen á las gramíneas y al esparganio exclusivamente, que llegan y aun sobrepasan la altura de 10,000 pies en los flancos de los cuatro volcanes principales de la República: el Orizaba, el Popocatepetl, el Ixtaccihuatl y el Nevado de Toluca.' Esta enumeración se funda casi toda en datos tomados de las etiquetas de las diversas colecciones que se refieren á estas regiones: por tal motivo debe ser naturalmente incompleta; sin embargo, es un boceto admirable de los rasgos gene- rales de la flora de estas montañas. En mi opinión se pueden agregar á la lista de Hemsley, con perfecta seguridad, las especies siguientes que menciona Liebmann,? como formando par- te de la flora del Orizaba, aunque es muy probable que se necesite rectificar algunas de estas especies antes de catalogarlas y de dar su sinonimia. Ranunculus Hookeri........oooooooommmm.*..... 10,000 | Epilobium repens... Ranunculus llaveanus 10,000 | Mentha sp?.......... RA NE OOOO SOARES O NODO AO AE are o It leads IA dOQUBSALA: ocacion ca nadaa ona OOO EPICA da ea de ala laa 10,000 Arenaria leptophylla? 12,000 | Dauca montana...... Oxalis latifolia...... 10,000 | Hydrocotyle Mexicana.....ocooooooocmmocm.mm...o. 10,000 Trifolium amabile..... Lupinus leptophyllus....,....«-..<<<=0......... Fragaria mexicana AA as a stas late o at plato area 14,000 Sesselisp?......... Potentilla sp? ANCREMIMA YEn OSA aaa aaa a oa 10,000 Alchemilla vulcanica 10,000 | Stevia arbutifolia Alchemilla hirsuta.......o.o.o.o.oom.. 10,000 Echeveria mucronata os POE ao ORO 10,000 AO toca A AS EEES O USO UC SCHÓn 10,000 1 Un especimen de la flora de las montañas del Sur de México y de América Central. Biología Centrali-A me- ricana, “Botánica,” IV, págs. 282 y 298, 1887. 2 “Vegetation des Piks von Orizaba.” Botanische Zeitung, 1844. Traducido y compendiado en el informe de Hemsley, IV, págs. 144 y 150. La Nat.—Ser. 11.—T. I.—Abril 1899. 30 234 PROF. A. HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. Chrysanthemum (?) sagetuM........oooooooo.o.. 10,000 Oncus ona aaa ll laa 10,000 Hieracium abscissum. . 10,000 Tagatestolandestinace So elsa alla oie 10,000 Bacchars ala pensiS: ente aoloaaetaiala daa aa 10,000 DA o darORadOS, too sdonaó adoaos 10,000 Gaultheria procumbens. . 10,000 14,000 14,000 10,000 9,500 10,000 10,000 | Castilleja scorzonerifolia. ....ooooooommmocooooo 10,000 Castle aaa ale 14,000 Verbena pulchella.............. 10,000 Plantago mexicana............. 10,000 Juniperus mexicana 14,000 Govenia speciosa......o.ooo..... 9,500 Spiranthes sp?... 10,000 ESO ET onanogap o] abusado: 10,000 ¡Mgridia PAVO Monro aaa ae SORA a 10,000 Tillandsia sp?.-.. Bomarea hirtella Agavesp?.... Pronella vil ariS actas aaa ala alas 10,000 Las alturas aproximadas, según Liebmann, se han medido en pies franceses. Estos da- tos no alteran la situación de las plantas de que hablamos. A la lista de Liebmann creo con- veniente agregar la siguiente, que he formado con ayuda de mis compañeros de excursión en nuestro viaje á México en 1890. Echeveria gibbiflora? (ó Echeveria secunda?); en el Ixtaccihuatl (Enotera tetraptera; en el Ixtaccihuatl y Symphoricarpus microphyllus; en el Popocatepetl.... ooococomommommmo... Lonicera filosa; en el Popocatepetl Erigeron maximus; en el Popocatepetl. . Baccharis concava; en el Popocatepetl... Gnaphalium oxyphyllum; en el Orizaba Senecio salignus; en el Ixtaccihuatl Arbutus spinulosus; en el Popocatepetl. Alnus castanefolia; en el Popocatepetl Draba aretoides (?); en el Ixtaccihuatl... 14,200 Popocatepetl 10,500 Otras muchas plantas como la Habenaria prasina, Platanthera nubigena, P. longifolia, Malazxis gracilis (entre las Orquídeas) se citan por Martens y Galeotti; de suerte que la lista arroja un total de doscientas especies. En la tabla que sigue he anotado las alturas respecti- vas á que florecen estas plantas, utilizando los datos que suministra Hemsley. La letra que precede al nombre de cada especie indica la localidad: O, Orizaba; P, Popocatepetl; 1, Ixtac- cihuatl; T, Nevado de Toluca. El autor aprovecha esta ocasión para dar las más expresivas gracias por su cooperación, á Messrs. Thomas Mechan, John H. Redfield, Isaac Burk y Wit- mer Stone, miembros de la Academia de Ciencias Naturales. O.—Ranunculus geoides......oooooomoo.oo... 9-12,000 0.— 7 peruvianus 12,500 0.— AN A IAN NOS 10,000 0O.— 57 DAN CA stas 10,000 0.— SA 14,000 O.—Nasturtium impatienS......oooooooomoo.. 11-12,000 0.— E OTIZAD E Nor traia pco le 12,000 O.—Draba myosotidioides 12-13,000 O.— 5, popocatepetlensiS................ 12,000 A e A ON OADÓS .8-14,000 I— ,, aretoides? (también 0.)........... 13,000 O.—Sisymbrium CanesceOS....ooooomcoomo... 12,000 0.— > Galeottianum.............. 8-11,000 T.—Erysimum macradeniuM......0.oooooo.. 12-13,000 O.—Viola ciliata 10,000 O SD 14,000 T.—Cerastium aDdinumD....ocoooccoororoo... 13,000 | O.—Cerastium orithales........ 12,000 0.— 5 vulcanigum 10-12,000 O= , O SAS 14,000 O.—Arenaria alsinoides........oooooooomo.o.. 10-12,000 O= decussata (E ES IDENOIES earn atea T= , ” PES 60 O—= ,» leptophylla? 0.—Colobanthus quitensis. O.—Oxalis latifolia............. T.—Geranium potentillefolium. O.—Trifolium amabile......... T.—Lupinus bimaculatus. O0= e, eleganS......... O= » glabellus.......... P.— mexicanus UI PROF. A. HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. 235 T.—Lupinus montanus............o... 9-10,000 | O.—Gnaphalium oxypbylluM.......oooooo... 14,000 vaginatus.. 12,000 | O.—Sabazia sarmentoSa......ooococomoom... 9-11,000 12,000 | O.—Achillea millefoliuM.........oooooo.... 10,000 12,000 | P.—Baccharis ConCava.........0..... 11,000 12,000 | O.—Erigeron SCaposus.............. 10,000 10,000 | 0.— As ASADO OC OO Dor 2 10,000 | P.—Senecio chrysactis 10-12,000 10,000 A O.—Acena elongata....oooooooooomommo.m. +». , O.—Heuchera orizabensis.......oooooooo..o... 11-12,500 P.—Ribes jorullensis, 10-12,000 T= ,, 5 10-12,000 O= , Fe 13,500 O.—Echeveria mucronata 10,000 lI , gibbiflora? (E. secunda?)...... 14,200 OOO iia dos a P.—£notbhera tetraptera. . L=* de En > O.—Epilobium repens..... O.—Mentha Sp?....oo.... P.—Fuchsia microphylla 0.— ” i 0.—Hydrocotyle mexicana O.—Eryngium eymosum...... IA 5 ProteeflorUM .....o.ooommmo... 12,000 T.—Tauschia Coulteri................ 10,500 OS ada as caes 12,000 O.—CEnanthe 8Sp?..........oooo.o.oo... 12,000 O.—Ottoa eenanthoides............... 12,000 O.—Peucedanum tolucense........... 12,500 O.—Viburnum SP?....oocoocoocoomo.. 10,000 COMO O eos aa iaa ela 10,000 O.—Abelia fioribunda.............. 10,000 P.—Symphoricarpus microphyllus.. 294 10,500 ¡AS LODICera DOÑA. ..oicocoiscrocccanoromeno 10,500 O.—Galium gemmifloruM.......o.oomomoo... 10,000 O.—Didymiwka mexicana............ da 10,000 O.—Ageratum adscendens.......ooo..mo..... 10-11,500 O ,» arbutifoliuM................ 13,000 P.— ” IE OSONA 11,005 D= oe A 13,200 O.—Stevia monardiefolia........ .... 8-12,000 Oy CDU aaa o 12,000 O.—Eupatorium adenochetum........ 8-10,000 0.— as grandidentatum.... 10,000 0.— de yt 1: AAA 10-11,000 O.—Haplopappus stoloniferus............... 8-12,000 0.—Chionolena lavandulacea. .. 12,500-15,000 1— ” ” 13,200 CUE ia alle Galeotlll 313. 30.0 nca de ele ajeja 10-11,000 13,200 10,000 .... 10-11,000 O.—Chrysanthemum (?) sagetuM......oooo... 10,000 NOTICOS MVA ada la ee lata 11,400 0: 5. NETA 14,000 O.— ,, jorullensis 10,000 P. —Hieracium mexicanum 10,000 0.— 0% e A OO 10,000 0.— EA niveopappum 13,000 0.— Y thyrsoideum......... 12,000 O.—Tagetes clandestina. .........o... AdGO 10,000 O=TOPEia NADA dae e ciaaatalala o ae ele) 11-12,500 O— ,, Orizabe .... 9-10,000 0:—Diodia BP tn ac aos dela e email 11,000 O.—Gaultheria procumbens 10.000 O.—Arctostaphylos pungens 12-12,500 P.—Arbutus spinulosuS.....ooooooroocmmm... 10,500 O.—Pernettyia piloSa.......oooooormmrmm.... 9-12,000 0.— 5 ciliata Es 14,000 O.—Pyrola Sartorli........ooooorooomo..r.- 9-10,000 0.— ACC A iaa 8-10,000 O.—Chimaphila umbellata 6-10,000 O.—Buddleia lanceolata........... ... 10,000 O.—Halenia alata....... «<<<. «.......- 9-10,000 O.— ,, nudicaulis..........---- 9-12,000 Oi O EA je asias an aa 9-10,000 0577 PAUCIOMa: Soano silos 9-12,000 O.—Polemonium grandifloTa......o.oooooo... 9-12,000 O.—Cobxka MiMOT...... ooooororrrrrrr o... 10,000 P.—Phacelia pimpinelloides......o.oooo.o.... 10,000 Mi= e O A PO RASOS 12,500 LA O ESSE 13,200 O.—Echisnospermum mexicanus 10,000 O.—Lithospermum distichuM.......o.ooo.... 11-12,000 O.—Solanum verrucosuM ...ooomocooommooos”o. 10-12,000 O= 5 stoloniferum?.... ...... 10,000 0.—Saracha umbellata O.—Lamourouxia jalapensis. ....ooooomoo.... O.—Pinguicula Sp? eo.ooooromroorrrn.. O.—Calceolaria mexicana O.—Pentstemon gentianoides O.—Mimulus glabratUS.....ooooororrrrarm... O— » OIIZADES: odo mola asados O.—Veronica serpyllifolía O.—Castilleja lithospermoides...oooooo.o... 12,000 0.— 3 Pectinata...ooooos.oomom...m... 10-12,000 236 PROF. A. HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. O.—Castilleja tolucensiS....... ...oo....... 13,200 | O.—Salix cana 11-12,000 =D 14,200 |0.— ,, 12,000 0.— A 10,000 |P.— ,, 10,500 0.— en 10,000 | O.—Juniperus tetragona 12-14,000 O.—Pedicularis Orizabe 12,000 | O0.— ds MPICA A otto loa 14,000 O.—Verbena teucrifoli2.......oooooomoo.... 10,500 | O.— 5 PA 11,500 O , pulcro 10,000 | O.—Pinus Ayacahuite.....o.oooooooommocoo.. 11-12,000 O.—Salvia biserrata. .....u. 0. 2...0.0...0.. 9-10,500 | O— ,, no O.—Scutellaria coerulea,........oooomoo... . 910,000 |P.— ,, Hartwegii OStachya repensar tfaetelala oa laete Ulea Tala 9-11,000 | O.— ,, Montezumue (también P. $; 1.).... 10-14,000 O.—Prunella vulgariS.......o.ooo.ooo.o....... TO ¡000 DEE PAULA name lia ia ted ala 10-12,000 O.—Plantago MexicaDa.....ooooommnsccnc.... 10,000 | O.—Abies religiosa (también P. 4 1.)........ 12,000 O.—Peperomia lindeniana.......oooooomo.... 10,000 | O.—Govenia speciosa TS 9,500 O —Persea OIIZAD E anto naa raloe eos 710,500 | O.—Habenaria vulcanica.........ooooooooo.. 10-12,000 O.—Arcenthobium campylopoduM.......... 10-11,000 | O.— ed PASA nee oe ale 12,800 0.— A criptopoduM..... ...... 10-11,000 | O.—Platanthera nubigena............. 12,500 0.— pe DINCA la loo aia 12,000 | O0.— Si longifolia............ 12,500 O.—Euphorbia Orizabe......oomoooooocomo. 8-10,000 | O.—Malaxis graciliS.................. 12,500 O.—Urtica chamedryoidesS.........ooooo.... 10,000 | O.—Spiranthes Ochracea........oo.o.... 12,500 O Saca 10,000 | O. —Serapias SD?.....oocomoommomm... 10,000 O; —Pluea vuicanica ne evitas olaaa a pat 10,000 | O.—Tigridia pavonia. . 10,000 O.—Parietaria pensylvanica.... S 10700010: Tila dE paa 0 10,000 O.—Alnus acuminata .......oo.. '1-10,000 | O.—Sisyrinchium scabrum. 25 10,000 O 1. JOTMulebsi casa 12,000 | O.—Bomarea acutifolia. ......o.oo.o... .. 7-10,000 Py, icastaniola ea aaa 10,500 | O.— mn hirtell od anna 10,000 0:—Quercus HocCosanas alamo olente ole aleja ejes 2 AS=10/0001 110: Agz ave BD las ele ema ele aaoe let 10,000 O= , SIADTCacon peones aaa alle 8-10,000 | O.—Echeandra terniflora..........-... an 11,000 O 55 OZ AD acto a ate stora(ass io /eja 8-10,000 | O.—Allium glandulosuM.....oooomommm.o...o. . 9-12,000 O= ,, ec ona aa/alea atar 8-10,000 | O.—Stenanthium frigiduM.................. 9-12,500 Por los datos anteriores se ve que, entre gramíneas y esparganios, hay aproximadamente: 5 especies que sobrepasan de... ...oooomcncococorrom... 14,000 pies. 28 A 5 4% ooo aos an 13,000 ,, 46 és > 7 cod ISO ONE UIONOSabs 12,000 ,, 97 > 5 A OSO SONO SAS 11,000 ,, 115 de 5 7 O at 10,000 ,, pa 199 a ,, Casi llegan ó pasan de....oooooopo.... 10,000 ,, La mayor parte de las especies contenidas en la lista anterior se han observado en el Oi- tlaltepec, que por las condiciones favorables que lo rodean ha llamado la atención de los bo- tánicos, más que cualquiera otra montaña de México. Sobre su base, sepultada entre las sel- vas exuberantes de tierra caliente, se levanta una barrera de espesa vegetación, que escala la montaña hasta el límite de las nieves perpetuas, 15,000 pies sobre el nivel del mar, y hace contrastar admirablemente las diversas zonas vegetales demarcadas por los climas. Proba- blemente no hay en el mundo otra montaña que pueda compararse al Orizaba en sus carac- teres tan importantes para el estudio de las floras de las montañas. La exuberancia de la vida vegetal en su base, la inmensa altura á que se eleva la zona forestal y el aislamiento del pico debido 4 su formación volcánica, son los rasgos distintivos de esta montaña. Por lo que toca á las floras templada y alpina de las otras montañas que hemos men- cionado, es indudable que presentan la mayor semejanza con las similares del Citlaltepetl, co- mo debía esperarse. De este hecho me he convencido yo mismo por el examen de la flora in situ; desgraciadamente el penoso ascenso de estas montañas sólo nos permitió formar mues- trarios, pero ellos dan á conocer los caracteres generales de la vegetación. Las cuatro cimas se elevan hasta la zona de los pinos. En el flanco occidental del Orizaba, del lado de San:An- PROF. A. HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. 237 drés Ohalchicomula, encontramos el Pinus Montezume (var. macrophylla), Pinus teocote y Pinus pseudostrobus; marcando una zona distinta á la altura de unos 9,000 pies y poblando también á esa altura las faldas occidentales del Popocatepetl y del Nevado de Toluca. En el Ixtaccihuatl el límite inferior de: esta zona se halla 500 pies más abajo. Oasi me atrevo á afir- mar que el límite inferior en estos casos no depende tanto de las condiciones climatéricas co- mo de ciertas peculiaridades físicas de los alrededores, y de los medios artificiales á que se ha recurrido para destruir la vegetación primitiva. La gran acumulación de cenizas y arena que cubren la llanura en que descansa la montaña, especie de sedimentación formada por el viento 6 por el deslavamiento de la cima, favorece poco la vegetación; grandes superficies se ven es- tériles, al paso que en otras sólo crecen algunas yerbas diseminadas: lejos de estas regiones crecen los árboles. La falda oriental de la montaña, así como la llanura subyacente, muestra que este límite de 9,000 pies no es la frontera natural de la zona pinífera. En las colinas ve- cinas á la ciudad de Orizaba, á la altura de 4,800 pies, hemos visto el Pinus pseudostrobus (muy parecido al Pinus Montezume), que forma espesuras; y en la vertiente escarpada del Sur que se dirige al Jorullo, caminamos entre Pinus Montezume ó Pinus Occidentalis, hasta la altura de 4,000 pies, ó más abajo, mucho más abajo del límite superior á que llegan las palmas en algunas partes de México. Es muy notable la amplitud de la distribución vertical de la zona pinífera, así como la brusca limitación de este género al Sur. Si es perfecta la identificación de la forma que se observa comunmente en Honduras británicas y en Ouba (Pinus cubensis), con el Pinus Occidentalis, lo que parece muy dudoso, é igualmente la identificación de este último con las especies (6 algunas de ellas) que crecen en la alta zona vegetal del Orizaba, etc., entonces el campo de una sola especie invade el de todo el género: á la verdad esta coincidencia de re- giones botánicas sólo se extiende á la familia Ó tribu en el hemisferio occidental. Probable- mente no se conoce otro ejemplo de una vegetación perenne que ocupe una faja de 14,000 pies de altura Ó cosa de 23 millas? Humboldt fija el límite inferior del Pinus Montezume, en México, á 4,092 pies.(casi la misma altura á que lo observé abajo de BuenaVista, en el camino que conduce de Ario de Rosales á la hacienda de La Playa, en la falda del Jorullo); su límite superior 4 12,936 pies, determinado en el Cofre de Perote.* Liebmann fija el límite superior, en el flanco Noroeste del Orizaba, á 14,000 pies.* No estoy seguro si observamos en el Orizaba, Popocatepetl Ó Ixtaccihuatl, el pino mexicano de “largas hojas” tan común. Esta especie y el Pinus Teocote y Pinus pseudostrobus, forman los bosques más bajos de pi- nos de las montañas mencionadas, comprendidos entre 9,000 y 11,000 pies. Á mayor altura, la primera especie es reemplazada por la de “hojas cortas” (Pinus Ayacahuite y Pinus Hartwegii). 1 En nuestra excursión observamos una Brahea (?), especie de palma pequeña que abunda en las montañas cali- zas, al Noroeste de Yautepec, á una altura de 6,500 pies; las mismas especies se encuentran 4 mayor altura, 7,000 y 7,500 pies, en el suelo calizo del Norte de Tehuacán. En ambas localidades la palma, la biznaga, (Biznaga mammillaris), y los cactos llamados órganos, son característicos; el tallo se eleva á 30 6 35 pies. Liebmann asegura que la Coripha y Chamerops se hallan en las tierras altas de México como á 8,000 pies. Es probable que Hemsley tenga razón al refe- rir una de estas formas á la Brahea, la otra tal vez sea una Chameadorea, pero me inclino más bien á creer que sea un verdadero Sabal. Parece que Drude no confía en las observaciones de Liebmann, porque no menciona palmas mexicanas más allá de 5,000 pies. “Die Geographische Verbreitung der Palmen,” in “Petermans Mittheilungen,” 1878. “Handbuch der Pflanzengeographie,” 1890). 2 El pino del Oregón ó sabino de Douglas (Pseudotsuga Douglasii), se extiende desde la costa del Pacífico hasta el Colorado, á 10,000 pies. 3 “Vistas de la Naturaleza,” edición Bohn, pág. 315. 4 En pies franceses, es decir, cerca de 15,000 pies. 238 PROF. A. HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. Es un hecho que todas estas formas han sido á menudo confundidas por los botánicos y viajeros, y sería aventurado, en la incertidumbre actual que reina sobre las especies de pi- nos de México, afirmar que todas ellas son realmente distintas. El límite superior de los pinos del Orizaba está 4 14,000 pies, pero en la Sierra Negra, que ve al Sur del Pico de Orizaba, esta vegetación se eleva 200 6 300 pies más arriba. Como lo hace observar Liebmann, los árboles son menos desarrollados, pero no degeneran en arbus- tos. A la altura de 15,200 pies en que todavía forman boscaje, llegan á crecer hasta 30 6 40 pies. Hemsley y Roezl (citado por De Candolle) dan, en mi concepto, una altitud exagerada á los pinos del Popocatepetl y del Ixtaccihuatl: 13 4 14,000 pies; el primer número se acerca á la verdad. Felix y Lenk limitan la zona del Popocatepetl 4 210 pies arriba del rancho de 'Plamacas, es decir, unos 13,000 pies. Por observaciones propias he fijado este límite 4 13,160 pies,' es decir, 100 pies más abajo del punto en que encontramos los últimos pinos del Ix- taccihuatl. En ninguna otra parte del globo llegan los pinos á la misma altura que en los volcanes de México; en efecto, si exceptuamos el Juniperus fetedissima que halló Thomson en el Spi- ti Valley, Himalaya, á 15,000 pies de altura, todo el grupo de las Coníferas se extingue mu- cho más abajo de esta línea. Haciendo á un lado los casos excepcionales, los árboles que cre- cen 4 mayor altura en el Himalaya son las Coníferas, lo que generalmente sucede en los cli- mas templados del hemisferio Norte, pero esta vegetación se extingue á unos 12,000 pies;* sin embargo, las plantas florecientes crecen 7,000 pies más arriba. En el Ararat, según Drude, la vegetación más elevada está compuesta de abedules, álamos y sauces, y nada de Oonífe- ras.* En el flanco Noroeste de la montaña la vegetación arborescente está 8,400 pies más abajo. En la cima del volcán de San Francisco (Arizona, lat. 359 20”), 4 12,714 pies de al- tura. Hart Merriam encontró la zona de bosques á 11,500 pies, caracterizada por la desapa- rición del pino “cola de zorro” (Pinus aristata), y del sabino de Engelmann (Picea Engel- manni). El Abies subalpina del Colorado se eleva probablemente hasta 12,000 pies. El hecho que más llama la atención en los pinos de México, junto con su distribución, es la distinción de formas entre los que crecen en la región Norte de la República. Con una sola excepción,? todas las especies que ocurren en los grandes volcanes, son endémicas en la región mexicana y Centro América, y de consiguiente, no se encuentran en la zona de pinos de las Montañas Rocallosas. Esta circunstancia es algo notable en vista de la dirección gene- ral de estas montañas y el hecho de continuarse en una meseta de 6,000 á 8,000 pies, en el núcleo mismo de la zona volcánica: la explicación se debe buscar quizá en las mismas condi- ciones que han determinado el carácter endémico de la flora alpina en general de las monta- ñas de México y América del Sur. Sin embargo, cuando se trata de plantas perennes tan ro- bustas como los pinos, es más difícil darse cuenta de las anomalías, que cuando sólo se consi- deran las plantas herbáceas, al parecer tan flexibles, que pobablemente se adaptan mejor á las alteraciones físicas del medio. 1 Es oportuno hacer notar que Von Gerolt, que ascendió al Popocatepetl en 1833, fija el límite de la vegetación en esta montaña á 12,614 pies ingleses, sin excluir una especie de musgo, Arenaria bryoides, que á veces se encuentra á algunos centenares de pies más alto. Egloffstein, ““Geology and Physical Geography of México.” 2 Schlangintweit ha observado los últimos grupos de estos árboles á 11,800 pies, aunque algunas especies culti- vadas del Populus Euphratica, que crecen en los jardines del monasterio de Mangnang, están casi á una altura de 2,000 pies más arriba, diremos mejor, á 13,460 pies. (“Sitzungsber, Múnch. Akad.” 1865). Este explorador fija el lí- mite de las Fanerógamas á 19,237 pies en el Pico Gunshaukar (lat. 31” 23”, long. 80” 18). 3 “Handbuch der Pflanzingeographie,” p. 402. 4 (. S. Sargent, “The Woods of the United States,” p. 132, 1885. 5 El Pinus Oembroides de las montañas de Santa Catalina (Arizona, á 3,400 pies). PROF. A. HEILPRIN. —FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. 239 El origen comparativamente reciente de los volcanes de México, prueba que sus floras deben datar de la. misma época: es, pues, un corolario indiscutible, que si los elementos com- ponentes de estas floras son derivaciones de floras preexistentes que aun persisten, las modi- ficaciones que éstas han sufrido en su estructura tienen que haber sido muy rápidas, más aún de lo que generalmente se cree en modificaciones de este orden. ¿Es permitido suponer que las condiciones especiales y características de los altos volcanes pueden originar cambios tan rápidos? Es verdad que no todos los volcanes de México tienen la misma edad; aun se puede afirmar que algunos de ellos son anteriores con mucho á los otros (aunque todos per- tenezcan al mismo período geológico); así la cima desmoronada del Ixtaccihuatl indudable- mente atestigua una fecha más remota que la de formación de los conos perfectos del Popo- catepetl y del Orizaba. La cresta del Ajusco y sus ramales nos llevan 4 conclusiones se- mejantes. Es muy posible que la flora actual se haya desarrollado primero en las antiguas pendientes, y que más tarde haya descendido á la posición que ahora ocupa. Sin embargo, debemos confesar que nuestros conocimientos actuales no bastan á resol- ver este problema, así como tampoco al que en seguida enunciamos. ¿Por qué está limitada la región de los pinos en el hemisferio Norte, 6 más bien, por qué los pinos de América del Norte no existen en Nicaragua? ¿Ouáles son las condiciones especiales que les impiden pro- pagarse más al Sur, y por qué la zona de los altos Andes está desprovista de esta vegeta- ción? Ciertamente, el carácter endémico de las Coníferas de México y la faita de sus repre- sentantes en América del Sur, podría sugerirnos la idea de un origen enteramente inde- pendiente del verdadero núcleo norteamericano, la idea de una primitiva Atlántida. La presencia de los pinos en algunas de las islas de las Indias Occidentales, Cuba, Jamaica, Santo Domingo, y también en las Canarias,' podría, sobre todo, tomarse como prueba de una comunicación trasatlántica, existente en un período relativamente moderno. En efecto: desde hace tiempo los botánicos han señalado la relación que existe entre la flora conífera moder- na de la América del Norte, y la flora Miocena equivalente de Europa, parentesco que po- dría muy bien tomarse por equivalencia perfecta, y han indicado la derivación posible entre ambas.* La distribución singular de los pinos deja entender que ni la amplitud horizontal y la vertical de la zona se determinan por condiciones puramente térmicas, tal vez ni en su origen. Humboldt afirma este hecho: “La ausencia en el hemisferio Sur de verdaderos Abietinee, Funiperinee, Cupressinez y de todos los Taxodinee, así como del Torrella, Salisburia adian- tifolia y el Cephalotaxus entre las Taxineas, nos traen un vivo recuerdo de las condiciones enigmáticas que determinaron la distribución primitiva de las formas vegetales. Esta distri- bución no se puede explicar satisfactoriamente por analogías Ó diferencias del suelo, relacio- nes termales, ni por condiciones meteorológicas.* Mr. Thomas Meechan ha insistido repetidas veces en que la zona boscosa de las montañas no se determina esencialmente por el clima, sino que más bien depende de la topografía de los alrededores, naturaleza del suelo, cantidad de tierra vegetal, exposición á las tormentas, etc. Esta afirmación es legítima, al menos en gran parte, como lo demuestra el estudio comparativo de las zonas vegetales diversas. La terminación brusca de la selva en algunas de nuestras montañas, por ejemplo en las Montañas Rocallosas Ó en el Katahdin, y el crecimiento de árboles majestuosos precisamen- 1 Pinus canadensis, es el último pino de tres hojas, de la región Oeste del antiguo mundo. 2 Hildebrand. “Die Verbeitung der Coniferen.” “Verhandl d. matur. Vereines der preuss, Rheinlande and Westphalens,” XVII. 3 “Physiognomy of Plants,” en “Views of Nature,” p. 321, 1850. 240 PROF. A, HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. te en la línea de demarcación apoyan este aserto, el cual también es confirmado por la re- aparición en muchos lugares de los mismos vegetales en estaciones más altas. La variable altura á que alcanza el “Waldregión” en los Alpes y otras montañas de la región meridional media de Europa puede, ciertamente, atribuirse tanto al clima como á las condiciones topo- gráficas. Así, en los Alpes centrales (469-470 N. lat.) el límite de los árboles se halla 4 6,400 pies aproximadamente; en los Alpes meridionales del Delfinado (459 N.) á 8,200 (en algunas partes á 5,550); en los Alpes Ilirios, de Karst, Austria (462 N.) 4 5,000, y en los Alpes de Bosnia (44? N.) 4 5,300. En el Jura (479 lat.), este límite llega 4 4,900 pies, mientras que en el Altai (509 lat.) está á 6,400 pies.! La altura límite de las plantas herbáceas presenta circunstancias «Hnálogas. En este caso generalmente se admite que el límite de las nieves perpetuas es la causa determinante de la altura máxima, pero esto no es enteramente cierto. Es bien sabido que en los Alpes de Suiza las plantas fanerógamas crecen á 2,700 pies más arriba del límite de las nieves; el hermoso clavel de la montaña (Silene acaulis), se encuentra á 11,582 piés,* y la Androsace glacialis, planta primulacea, á 11,406 en el Piz Linard (Grisones). Heer ha determinado nada menos que 100 especies de plantas fanerógamas, representantes de 23 familias, que crecen en los Alpes de Rhetia 4 9,060 pies más allá del límite de las nieves, y Martius enumera 24 espe- cies en los “Grands Mulets” y Monte Blanco, á 10,540-11,300 pies de altura.* Por lo que toca á las montañas de México, creo que se puede asegurar, sin temor de equivocarse, que la zona de los árboles no tiene un límite absoluto; en otros términos, no está limitado por las condiciones naturales del crecimiento de la misma planta; más bien depende de causas enteramente locales. Apenas se concibe, por ejemplo, que en Orizaba, en donde los árboles tienen 30 y 40 pies de altura á una altitud de 13,200, unos 500 6 600 pies más, puedan alterar sensiblemente las condiciones climatéricas favorables, hasta el grado de exter- minar este género de vegetación: en efecto, podemos asegurar que este cambio es mucho más rápido, pues en el mismo límite de la zona pinífera los árboles llegan 4 20 y 30 pies de altura. Esta circunstancia se observa también en el Popocatepetl y el Ixtaccihuatl, probablemente más marcada en este último: puedo afirmar que algunos de los pinos que crecen allí, 4 la ma- yor altitud, tienen 40-50 pies de alto, y aun más. En el Popocatepetl la zona boscosa termi- na un poco más allá de 13,100 pies, y los árboles son de un tamaño extraordinario. En una altura equivalente, sobre un espolón de la Sierra de Tlamacas,* los pinos son, sin embargo, grandes habitantes de los bosques, y en la Sierra misma de Tlamacas, á alguna distancia en dirección del Ixtaccihuatl, se extienden algunos centenares de pies más arriba. Estoy casi se- guro que los límites actuales en las montañas mencionadas han sido determinadas principal- mente por condiciones fisiográficas, como lo escarpado de los flancos, deslaves del suelo, ex- posición 4 las aguas heladas del deshielo, tempestades, etc. No podría decir á qué altura llegaría el límite en condiciones más favorables; pero es interesante observar que aun tal co- mo existe actualmente es el más elevado en todo el mundo.? 1 Grisebach. “Vegetation der Erde,” I, pág. 180 y siguientes. 1884, 2 Humboldt, 'Views of Nature.” Encontré esta planta (en el verano de 1891) en varios puntos de Groenlandia, entre los paralelos 60” y 77”, 40', á 1,500 y 2,000 pies de altura. 3 Grisebuch. Op. cit. 1, pág. 167. 4 (que se cruza antes de alcanzar el rancho de Tlamacas. Ñ 5 Esta aserción tal vez deba modificarse. Póppig asegura, fundado en datos manuscritos, que el Ingeniero Ben- jamín Scott le afirmó (“Reise in Chile Peru and auf dem Amazonenstrome” 11 p. 80), que en los Andes Peruanos, cer- ca de Huaylillas de Potosi y Uchusuma crecen arbolillos del Polylepis racemosa (?) á 15,883 pies y á 15,915 pies, ó sea 150 más arriba del Sazifraga Boussinganlti de las pendientes del Chimborazo, que en opinión de Humboldt eran las PROF. A. HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. 241 En las regiones templadas del Norte, el límite de la zona de árboles, marcado por la com- pleta desaparición de las Coníferas, parece caracterizar la zona de los pinos Ó abetos; proba- blemente, en la mayoría de los casos, estos últimos árboles son los que crecen á mayor altura. En las montañas del Harz, el Riesengebirge, el Búhmerwald, los montes Jura, y en muchos puntos de los Alpes, Carpathos y Pirineos, en el Altai y en numerosas eminencias del litoral del Mediterráneo, los pinos (particularmente el Pinus cembra) Megan á la misma altura que los abetos, si bien es cierto que no forman bosque como éstos. En América del Norte, los abetos forman la zona más alta de Ooníferas, zona perfectamente definida en el sistema de los Appalaches. Los pinos y abetos de los Montes Rocallosos llegan hasta el límite de la zona boscosa, pero los últimos siempre predominan: en efecto, en muchas de las cimas más eleva- das los pinos apenas se mezclan con los abetos. Es digno de observarse que en las montañas de México sucede lo contrario. La zona de los abetos (Abies religiosa), como tuve ocasión de observar en Orizaba, Popocatepetl, Ixtaccihuatl y en el Nevado de Toluca, termina realmen- te 4 11,500 6 12,000 pies,' Ó 2,000 pies más abajo de la línea de los pinos, y más abajo toda- vía de los últimos enebros (Juniperus)? Observamos los últimos Juniperus tetragona en las desnudas rocas del Orizaba, á poca distancia del límite actual. No siempre es fácil determinar con exactitud las causas que in- tervienen en el establecimiento y regularización de zonas vegetales especiales en las monta- ñas, así como tampoco en el estado actual de nuestros conocimientos, explicar las anomalías de sucesión en la llanura horizontal que se extiende hacia el polo. La ley del paralelismo en sucesión horizontal y vertical, formulada la primera vez por Humbodt, que se verifica si sólo se tiene en cuenta la influencia de los climas, no basta para explicar los detalles; tampoco po- demos atribuir las modificaciones de esta ley 4 variaciones de intensidad solar, como lo han pretendido Wahlenberg, Grisebach y otros. La ocupación primitiva de un grupo particular de plantas es uno de los datos del problema de suma importancia en el éxito de la lucha por la existencia. Las encinas de los volcanes de México ocupan la región más baja de los pinos, situada 4 10,000 pies. En Orizaba observamos tres especies de encinas: Quercus reticulata, Quercus Orizabe, y otra forma que no hemos podido identificar. Á alturas mayores de 8,000 pies son fanerógamas más altas del mundo. El mismo Humboldt observó algunas especies arborescentes de Verdesina en el Pi- chincha, á la altura de 14,400 pies (Kleinere Schriften,” p. 27). Parece que en ambos casos las alturas son exa geradas. Como quiera que sea, las más recientes medidas hipsométricas de las cimas de los Andes casi siempre tienden á redu- cir los datos que hasta ahora se tenían por verdaderos. Raunoudy refiere el Sambucus peruviana y el Polylepis race- mosa á la altura de 14,300 pies en los Andes peruanos. Weddell observó el Polylepis tomentella á 14,710, y Jameson encontró en el Chimborazo el Polylepis lanuginosa ú 13,965 pies. La mayor parte de estos árboles son enanos. Hum- boldt ha hecho la interesante observación de que cerca de Quito es muy raro ver árboles de 454 60 pies de altura más allá de unos 8,800 pies de elevación. En Chicla, Andes Peruanos, (lat. 13” S.) 4 12,200 pies, Bull observó un solo árbol: Sambucus peruviana. Las condiciones de la vegetación forestal en Kilima Njaro (3? lat. S.) contrastan notablemente con los casos que hemos mencionado. Según el Dr. Hans Meyer, el límite medio de la zona forestal es 9,500 pies, y el límite impuesto por las condiciones climatéricas se halla 600 á 700 pies más arriba (“Across East African Glaciers”): sin embargo, se encuentran plantas fanerógamas á 15,420 pies en las mismas montañas. En las islas de la Sonda (Java, Sumatra y Borneo), situadas casi en el Ecuador, el límite de la zona de árboles desciende á 10,000 pies, aunque hay cimas que se elevan 2,000 y 3,500 pies más arriba. 1 En el Ixtaccihuatl encontramos los últimos pruches á 11,500 pies, y los más bajos á 9,200, es decir, cosa de 1,000 pies más abajo que en el Orizaba. No dudo que la especie en cuestión está á una altura mucho menor; en efecto, parece que Humboldt y Bonpland la encontraron cerca de Chilpancingo, al Sur de México, á unos 4,000 pies. 2 Schiede dice que este árbol se eleva al límite del bosque en el Pico de Orizaba, pero no creo que sea un hecho. Las observaciones de Galeotti, que están de acuerdo casi todas con las mías, fijan este límite á 12,200 pies. Por otra parte, Hemsley reduce esta altura á 10,500 pies. La Nat.—Ser. 11,—T. 1.—Abril 1899. 31 242 PROF. A. HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. relativamente raras, pero abundan formando calles y espesuras en los terrenos polvosos que se extienden abajo de la zona de los pinos. Lo mismo se observa en el Popocatepetl y el Ixtaccihuatl. Al lado del encino crecen una ó más especies de alisos, Alnus jorullensis, Al- nus castanifolia; los primeros tienen 15 6 20 pies de altura y se propagan hasta 12,000 pies de altitud. Se cree que la segunda especie es una variedad solamente del Alnus jorullensis; se encuentra en el Popocatepetl á 11,000 pies y forma parte de la flora de los Andes perua- nos; esta es una de las pocas plantas que son comunes á ambas regiones. Respecto de los otros vegetales de las montañas de México, las listas que acompañan este informe darán una idea; sin embargo, no debemos omitir algunas de nuestras observa- ciones personales. Soubre el Popocatepetl encontramos la flora más variada, 4. e., más allá de los 8,000 pies: allí es donde la vegetación se desarrolla más exuberante.* En cuanto á la fisiografía general de las cuatro montañas, podemos decir que las plantas más notables son una ó dos especies de Senecio y una Lupinus vaginatus. Las flores amarillas de la primera y las azules de la segunda resaltaban entre 10, 12 y 13,000 pies de altitud. El Senecio chwy- sactis, graciosa planta de 3 á 4 pies, llega al límite de los pinos en las cuatro montañas, y tal vez se remonte á mayor altura que el Senecio Galeotti. Estas plantas de flores amarillas y azules, forman espesas enramadas; la vegetación en estos sitios es verdaderamente exuberante, y la mirada queda deslambrada por la brillantez del colorido. Más arriba de 13,000 pies se halla el mayor número de las especies en flor del Ixtaccibuatl: 4 esta altura aproximadamente nos encontramos en medio de un inmenso jar- dín. El suelo se veía tapizado de flores rojas de Castilleja tolucensis, del carmín de la Eche- verría gibbiflora (E. secunda?) y del Ageratum arbutifolium, al paso que de las grietas de las rocas colgaban cortinajes de Asplenium trichomanes (var. majus), el único helecho que pudimos aprovechar para nuestras colecciones. También se veían semi-ocultas la Ohionole- na lavandula, Phacelia pimpinelloides, etc. La humedad que proviene del deshielo y la expo- sición 4 los rayos solares favorecen altamente la vegetación. Al pie de la masa redondeada que forma el último escalón del Nevado de Toluca, es decir, 4 unos 14,200 pies, hallamos el suelo igualmente cubierto de flores, destacándose en grupos la Castilleja tolucensis; pero á es- ta altura el aspecto general de la región que describimos es menos encantador que en el Ix- taccihuatl. El musgo era muy escaso y las Castillejas y Echeverrías sólo ocupaban sitios are- nosos entre fragmentos de roca amontonados y cubiertos de líquenes. Las últimas flores que vimos desaparecer sobre el Orizaba, son las Oastillejas que hemos mencionado, y una Draba (Draba aretoides 6 Draba Popocatepetlensis), 4 15,000 pies ó tal vez más arriba. La última planta se halla también en el Popocatepetl y en el Ixtaccihuatl, entre 15,000 y 13,200 pies de altura. Entre los rasgos característicos de la vegetación próxima á la falda de los volcanes, deben citarse las espesuras de Arbutus spinulosa y el Symphoricarpus microphyllus, que limitan á largos trechos el camino estrecho y pedregoso. Las plantas ericáceas abundan en el Popoca- tepetl; 4 éstas se asocia la madreselva (Donicera filosa), planta erguida que crece 4 6 6 pies y que es el más bello ornato de esa región. Después de esta zona sigue una faja de Oompues- tas en donde resaltan el Baccharis concava y el Erigeron maximus. No hay para qué decir que los límites de las zonas son vagos, ni que las plantas no siempre ocupan la misma posi- ción relativa en las diversas montañas. 1 No dudo que el flanco oriental del Orizaba, donde practicaron sus ascensiones Liebmann y Galeotti, sea más fe- raz que el que ve á San Andrés Chalchicomula, por donde nosotros escalamos la montaña. PROF. A. HEILPRIN.—FLORAS DE LAS REGIONES TEMPLADAS Y ALPINAS. 243 Una de las más bellas plantas que crecen á orillas del camino, y probablemente la que más abunda entre 11,000 y 12,000 pies, es una Onagraria de un rojo encendido (CZnothera tetraptera?), con flores un poco más chicas que las del rosal; la planta se podría llamar, en efec- to, “rosal alpino” de las montañas de México, pues su aspecto general es el del rosal silvestre, aunque sólo tiene cuatro pétalos. La misma planta crece con profusión en los prados inme- diatos á Pátzcuaro, á cosa de 7,000 pies de elevación, al lado de la Jussiaa repens, Cuphea procumbens, Sisyrinchium micranthum?, Baccharis conferta, etc. El elemento dominante de la flora de las montañas de México está constituido por for- mas que representan perfectamente la región templada y la zona polar, y no por modificacio- nes de las floras más bajas de la misma región. Esta circunstancia caracteriza las floras de las montañas de las regiones tropicales en general, conforme á las razones expuestas por En- gler.* La mayor parte de las plantas que crecen á 10,000 pies de elevación, aunque congéne- res por muchos títulos de las plantas de la región templada de la América del Norte, específica- mente son casi distintas. En efecto, su parentesco con las plantas de las cimas más distantes de los Andes parece mucho más íntimo que con la vegetación del Norte. La razón de este hecho me es enteramente desconocida. Las siguientes especies crecen en la cadena de los Andes, desde Nueva Granada hasta Perú ó Bolivia: Ranunculus peruvianus. Sisymbrium canescens. Cerastium andinum. Arenaria alsinoides. Colobanthus quitensis, Trifolium amabile. Alchemilla orbiculata, 0 Sibbaldiefolia. 7 tripartita. 5 hirsuta. Acsena elongata. Ottoa «eenanthoides. Tauschia nudicaulis. Lobelia nana. Halenia elata. Saracha umbellata. Mimulus glabratus. Veronica serpyllifolia. Alnus acuminata. ,, Jorullensis. Sisyrinchium scabrum. Es decir, un diez por ciento de la flora total. Pero si tenemos en cuenta la distancia que separa las dos regiones (de 900 á 2,400 millas), el número no parecerá pequeño; en efecto, cómo explicarnos que tantas formas alpinas hayan podido atravesar, en la región de los tró- picos, la depresión del Istmo de Panamá? 1 “Versuch einer Entwicke lungsgeschichte der Pflanzenvelt, 1882.” (Traducido del periódico intitulado “Proceedings of the American Philosophical Society.” Vol. XXX, pág. 4. Washington, 1892). . PP NOTAS ACERCA DE LOS AMOLES MEXICANOS. En las diversas exploraciones científicas hechas en la República por distinguidos natu- ralistas mexicanos y extranjeros, se han dado 4 conocer multitud de plantas que, clasificadas é identificadas por respetables autoridadas en la ciencia, forman ya un núcleo que ha sido compilado en la magnífica obra de Hemsley, titulada Biología Centrali-Americana, y que debe formar más tarde la base ó pedestal de nuestra futura Flora Mexicana. Es de sentirse que después de la obra de Hernández, la Flora Mexicana de Mociño y Sessé, la de Llave y Lexarza, y la obra de Hemsley, no hayan sido compilados todos los es- tudios publicados en las obras y folletos nacionales y extranjeros, tan numerosos ya, y que permanecen esparcidos en diversas lenguas, sin aprovecharse para uniformar nuestra Flora y dar cima á una obra de la cual carecemos, y cuya importancia para nosotros es manifiesta y de urgente necesidad. Nuestras especies han sido, la mayor parte, estudiadas y colectadas hasta hoy por ex- tranjeros, como los Sres. Palmer, Pringle, Seller, etc., sin que nosotros podamos dar el con- tingente que debíamos, por la falta casi absoluta de colectores y comisiones científicas que, aprovechando las diversas vías de comunicación con que hoy contamos, explorasen las di- versas regiones que aún permanecen enteramente desconocidas, quedando así ocultas una multitud de nuestras riquezas naturales. ; Es cierto que tenemos varios establecimientos públicos que se ocupan en la enseñanza de la Botánica, y además el Instituto Médico Nacional, que se dedica casi exclusivamente á estudiar las plantas medicinales, trabajo muy estimado por cierto, y de grande interés para la ciencia; pero esto no basta, y es necesario, en mi concepto, allanar las dificultades que nos son demasiado conocidas, y estimular de alguna manera la formación de nuestra futura Flora Mexicana. Entre esas dificultades debemos señalar la falta de libros y herbarios, que son indispen- sables para describir é identificar las especies ya conocidas, como para determinar las nuevas. Este es uno de los motivos por que hoy me ocupo en hacer identificaciones de plantas mexicanas, estudiando la obra monumental de Hernández, en la que han sido consignados numerosos datos é importantes noticias acerca de nuestra Flora, y preciosas reliquias respec- to de nuestra terapéutica. El objeto principal que me ha llevado, ha sido rectificar la clasificación antigua con la moderna, y ésta ponerla de acuerdo, si es posible, con los nombres mexicanos transmitidos 1 Trabajo leído por su autor, en su turno de lectura, en la sesión del 4 de Octubre de 1897, de la Academia Me- xicana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, correspondiente de la Real de Madrid. Or DR. M. URBINA. —LOS AMOLES MEXICANOS. 24 por Hernández y otros historiadores, así como recoger los conocidos actualmente y que no consten en dichas obras. No ignoro que la empresa es penosa y complicada, sobre todo, por- que exige el conocimiento profundo del idioma mexicano, con el que han sido designadas la inmensa mayoría de las plantas; ni me desalienta tampoco que en la obra de Hernández se den á conocer más bien las propiedades terapéuticas, y sean tan escasos los caracteres botá- nicos, que apenas dan una ligera idea de éstos; no desconozco, por último, que es fácil el in- currir en varios errores, que espero sean corregidos en este trabajo imperfecto Ó ensayo, por personas más competentes y versadas en estas investigaciones. Voy á ocuparme de los Amoles conocidos hasta hoy, empezando por los de Hernández, de los cuales hago la traducción casi literal de la obra clásica de Don Casimiro Gómez Orte- ga, cuya obra es muy correcta en el latín, como en los nombres mexicanos, cotejando la des- cripción con las láminas dibujadas en la edición romana de Antonio Recho;,los Amoles de varios autores, sean botánicos ó historiadores, que consignan algunos datos relativos; termi- nando con una tabla de clasificación en que constan sus nombres vulgares, científicos, y la localidad en que han sido encontrados. Bajo el nombre de Amolli 6 Amulli,' designaban los antiguos mexicanos una substan- cia que existe en muchas plantas, y que tiene la propiedad de hacer espuma en el agua: em- pleaban dicha substancia para lavar los lienzos, como nosotros usamos del jabón, con la ven- taja notable de no alterar los colores, como sucede con el jabón ordinario, que ataca 6 modi- fica las materias colorantes por el exceso de álcali que contiene. El radical Amolli les servía de prefijo 6 subfijo para distinguir las especies diversas de plantas que gozaban de esta propiedad común de hacer espuma, agregándole otra palabra que determinaba el uso ó aplicación que tenía especialmente. Nos bastará citar algunos nom- bres para dar alguna idea de esto. Como prefijo, en los siguientes: Amolxóchitl 6 flor de Amo- le; Amolquílitl 6 hierba Amole, Ó con más precisión, Amole comestible; 6 subfijo: (Quilamolli 6 Amole comestible; Chichicamolli 6 Amole amargo; Iyamollin 6 Amole de frutos cocidos, etc., y aun algunas veces le añadían el nombre de la localidad para señalar mejor la especie, como Amolpatli tototepecensis, Ó Amole medicinal de Tototepec. F La palabra Tzitzi, cuyo nombre se conserva hoy todavía, que en idioma mexicano quiere decir, escozor Ó picazón, les servía para designar la penca de maguey desmenuzada que causa comezón á los que usan de ella para lavar, y actualmente sirve también como Amole. Usaban en general, como jabón, de los tubérculos ó cepas de las plantas que hacían es- puma en el agua; y los distinguían, como actualmente se acostumbra, en Amoles bravos á los que producen escozor, y mansos los que no la producen. Á los bravos se les quita la pro- piedad de causar picazón haciéndoles hervir en agua para destruir el principio acre 6 volátil que se presume ser la causa, 6 los ráfidos, cuya acción mecánica puede tener alguna influen- cia y cuyo asunto será estudiado más tarde. La substancia que contienen estas plantas es conocida con el nombre de saponina. Se obtiene por varios tratamientos en alcohol hirviendo, sobre los órganos vegetales que la con- tienen, quedando por enfriamiento un residuo de una substancia blanca, sólida, amorfa, pul- 1 Amulli viene de dos palabras: 447, agua, y mulli, espesar. Pérez Hernández. Diccionario Geográfico. 246 DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. verulenta, que necesita purificarse aún, disolviéndola en pequeñas cantidades de agua. Es muy soluble en este vehículo y soluble en el alcohol hirviendo, é insoluble en el éter; se acompa- ña generalmente de ráfidos que la siguen constantemente y cuyas funciones no son conocidas. Este glucosido fué descubierto por primera vez en la Saponaria, y después en otras mu- chas plantas. Existe en cantidades considerables en las Amarilidáceas, principalmente en los Agaves, y puede considerarse como un producto de descomposición de las substancias orgá- nicas que, semejante al tanino, sirve, como éste, probablemente de materia de reserva, acu- mulándose en los diversos órganos de las plantas para ser utilizado más tarde como alimento. El estudio de esta substancia es, en mi concepto, de mucho interés, tanto por sus apli- caciones médicas, que son poco ó nada conocidas, como por sus usos industriales, que son muy variados, aprovechando la cualidad que tiene, entre otros, de emulsionar las materias grasas; por este motivo fué usada por los antiguos mexicanos para lavar sus lienzos y limpiar los cabellos, que los deja suaves y flexibles; y como medicamento, para curar las erupciones de la piel, la rabia y otras enfermedades, y cuyas noticias nos han sido transmitidas por los historiadores. Hoy son usados los Amoles en varios Estados de la República, tales como Oaxaca, Querétaro, Nuevo León, Guanajuato, ete., como jabón para lavar pavimentos, ob- jetos de cristal, como vasos, que quedan muy limpios y transparentes, así como también lien- zos delicados de seda ó lana de color, el cual conservan sin alteración alguna. AMOLES DE HERNÁNDEZ. AMOLLI. “El Amolli: espuma de los indios 6 jabón,' es una hierba pequeña, gruesa, corta y con la raíz fibrosa, de hojas de puerro, y el tallo verde, de un palmo de largo; las flores en forma de vasos, de un blanco rojizo y semejantes á cabelleras. La raíz, parecida al jabón, de donde le viene el nombre, no le cede en nada, ni aun para lavar los vestidos, aunque excita algunas ve- ces prurito. No ofrece cualidad notable, sino que es glutinosa cuando se suele gustar. Se en- cuentra en los lugares montuosos de las regiones templadas, como es México.” Por esta descripción que hace Hernández, se comprende que es una planta bulbosa, se- mejante á la cebolla por sus hojas y su talla, que es de un palmo; sus flores, de un blanco rojizo, se pueden identificar con la descripción del Zephyranthes carinata de Herbert, que pertenece á las Amarilidáceas. “Amolxóchitl, 6 flor de Amolli.? El Amolxochitl da raíces fibrosas y semejantes á las del puerro, y de éstas nacen tallos provistos de hojas, también de puerro, pero más grandes, con las flores en espiga, oblongas y rojizas. De la misma clase que las dos precedentes, sirve pa- ra el uso de lavar lienzos de lana. Se encuentra en las regiones templadas, como es la me- xicana.” Esta descripción, igual á la anterior, no difiere sino en las flores oblongas, rojizas y espigadas, las hojas más grandes; por estos caracteres que han sido comparados: primero, 1 Hernández. Ed. Mad., Vol. I, pág. 184. 2 Íbid. loc. cit., Vol. 1, pág. 185. DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. 247 con la lámina colorida que se encuentra en la Flora de los invernaderos,' y segundo, con un bulbo llamado Amole, que conseguí en el Mercado de México y fué cotejado con una de las plantas del herbario del Sr. Pringle, que posee el Museo Nacional, pude identificar el Amol- xóchitl con la Bravoa geminíflora, Llav. et Lex. y cuya planta pertenece á las Amarili- dáceas. APINTLI O HIERBA ERGUIDA. “El Apintli? tiene una raíz bulbosa y fibrosa, con las hojas de Spatula fetida, pero más grandes y numerosas, con muchas venas bien marcadas que corren por toda su longitud, al- gunas veces con puntos rojos cerca de la raíz, y con las flores amarillas. Es olorosa, ácida, y no sin alguna astringencia glutinosa. Es útil, así como el Amolli, al cual se parece por ser del mismo género y servir para lavar vestidos, aunque suele provocar comezón á los que la- van. Es un remedio contra la mordedura de las serpientes venenosas, el agua en que se ha puesto á macerar cierta cantidad de raíz machacada, bebida y aplicada en la herida; puesta sobre ella, sirve también para curar la misma inflamación. El polvo esparcido y aplicado con algodón sobre los dientes inflamados, calma los dolores, atrae la flema y facilita su expulsión. Hay otro Apintli cuya diferencia consiste en las hojas más anchas, más escasas y mancha- das por uno y otro lado: pertenece á este género de Amolli, y es útil para las mismas cosas. Proviene de regiones cálidas como Tepozotlán, donde tuvimos cuidado de describirla y di- bujarla.” Por la descripción de Hernández del primer Apintli, raíz bulbosa y fibrosa, hojas an- chas (sub—coriáceas, bierba erguida), multivenadas ó rectinerviadas y flores amarillas, y el uso que hacen de ella para lavar, puedo afirmar que se refiere á la planta que describe Wat- son* con el nombre de Amole, cuya raíz, según afirma el mismo autor, sirve para dicho ob- jeto, se aplica también como insecticida sobre los vellones de los animales, y la clasificó como género nuevo de las Agaveas: Prochnianthes viridescens. Esta planta la recibí del Sr. D. Ma- nuel Tapia, del Estado de Hidalgo, donde es conocida con el nombre de Amole barbón, por presentar en el vértice del bulbo multitud de fibras que quedan secas después de caídas las hojas. Este carácter de tener muchas fibras, señalado por Hernández y por Watson (multi- venadas), me hace creer que dicha especie pertenece á este género: la recibí de Guanajuato, enviada también por el Sr. Dr. D. Alfredo Dugés. El otro Apintli del mismo Hernández me hace presumir, por el carácter de sus hojas más anchas y manchadas por ambos lados, y por otros motivos que diré después, que esta especie debe ser el Agave guttata, Jacobi eb Bouché. Estas dos especies son también de la familia de las Amarilidáceas. El Agave saponaria, Lindl, cuya raíz substituye al jabón entre los mexicanos,” Agave brachystachys, Oav., según dice Baillon, pudiera ser también un Apintli. 1 Flore des serres et des Jardins de L'Europe. Vol. V, lám. 520. 2 Llay. et Lex. Nov., Veg., Descr. I, page 6. 3 Hernández. Ed. Mad., I, pág. 186. 4 Proceedings of the American Academy, XXII, p. 547.--H. Baillon, Histoire des Plantes, XII, L, page Be, 5 H. Baillon, loc. cit., XII, pág. 37, nota 10. 248 DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. IYAMOLIN. “El Tyamolin* es un arbusto llamado así por el fruto, semejante á un manjar cocido, por- que está afectado por el calor del sol. Lleva muchas ramas que provienen de una raíz sucu- lenta, con las hojas de manzano limonio (?), los tallos cilíndricos y verdes, y las flores en raci- mos compuestos, de ocho pulgadas de largo, densos y coccíneos, de los cuales nace el fruto algo parecido al de la semilla de Malva: múltiple, al principio verde, después rojo, y por úl- timo purpúreo y negro, tiñéndose las manos de un color purpúreo al que lo toca. Consta de naturaleza cálida y quemante, y de sabor acre y amargo. Cura las tiñas é impétigo, y no me- nos que la planta precedente, sirve de jabón, produce ampollas y rompe los tumores ya ma- duros. En cualquier tiempo brota en los valles y lugares campestres de las regiones templadas, como Texcoco.” De esta planta se puede asegurar, por la descripción y el fruto, que tiene la apariencia de cocido, es decir arrugado, y por contener saponina, que pertenece á la Plytolacca octan- dra, Linn., Phytolacca decandra, Desc., Phytolacca rugosa, A. Br. et Bouche, Phytolacca longispica, Moq., y con los nombres vulgares de Mazorquilla, Gónguera,* en Tarasco, Iya- molin en Mexicano, y jabonera ó hierba del jabón, pues así se encuentra señalada en la Si- nonimia vulgar y científica de las plantas mexicanas, por el Sr. Prof. D. Alfonso L. Herre- ra, y publicada en “La Naturaleza,”* así como en las diversas ediciones de la Farmacopea Mexicana. Esta planta existe en las Antillas* y es usado el jugo de las bayas como purgan- te, á la dosis de 30 gramos, siendo también un purgante bastante enérgico el jugo de la raíz. Hasta ahora sé que en Michoacán, según los datos que he recogido de viva voz, la usan para lavar los cobertores y lienzos de lana, aprovechando únicamente las espigas verdes, que sólo en este estado pueden servir, porque más tarde forman la substancia colorante roja, y entonces se emplea para teñir de púrpura, como hacían los antiguos egipcios que teñían el manto de sus reyes con la Phytolacca dioica (planta ya aclimatada en nuestro país). Se me ha dicho por alguna persona, que la raíz puede usarse también para el lavado, porque con- tiene una gran cantidad de saponina en sus raíces, que son de un volumen considerable. Este hecho no me consta, pero como esta planta está siendo objeto de estudio en estos momentos en el Instituto Médico Nacional, por sus propiedades médicas, que son de mucha importan- cia, se rectificará seguramente esta cireunstancia, que es útil dar á conocer. De todos modos, esta planta llamada Zyamolin debe figurar entre las que son notables por sus aplicaciones médicas é industriales. OMIXOCHITL.” “El Omizóchitl es una hierba que tiene hojas de puerro, verdes, y cerca de la raíz teñi- das de color rojo. Las flores blancas, oblongas en la extremidad del tallo y semejantes en el 1 Hernández. Ed. Mad., 1, pág. 185. 2 Gónguera y no Góngora debe escribirse, según opinión autorizada del Sr. Dr. Nicolás León. 3 “La Naturaleza,” V, pág. 215. 4 Flore des Antilles, V, page 32, t. 312. 5 Hernández, ed. rom, cum. icone., p. 277. DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. 249 olor á nuestros lirios (por lo que algunos les llaman Lirios de Indias), su corola algo estrella- da y dividida en el limbo hasta cerca del medio, es algunas veces amarilla; los tallos verdes, redondos y lisos, y la raíz bulbosa y casi redonda. Proviene de las regiones templadas y frías. La raíz es de naturaleza fría y húmeda, sa- livosa y excitante: es una especie de Narciso, según se ve, pero desconocida en el Antiguo mundo. La raíz aplicada sobre los tumores, los cura, mitiga las calenturas, y bebida, extingue los flujos que provienen de causa cálida.” Acompaña á esta descripción una lámina, Anonyma septima (ed. rom.), que representa los bulbos con hojas y flores, que no dejan duda que se trata del Polyanthes tuberosa, y tam- bien identificado por los Sres. Mociño y Sessé en la Flora Mexicana con el mismo Onmizó- chitl,* y con el de Amole* en las Plantas de Nueva España; indicando entre los usos, que ma- chacada 6 exprimiendo el jugo, sirve como jabón para lavar los lienzos delicados. Esta planta ha sido y es muy estimada por su perfume: es conocida en el mercado de México con el nombre de Nardo, y se vende con mucho aprecio. DEL QUILAMOLLI Ó HIERBA AMOLLI. “Es una hierba* delgada y larga que sostiene la raíz, de la que brotan tallos volubles, flores blancas y largas en forma de cáliz, hojas en forma de corazón, de tamaño mediano. Carece de olor y sabor notables, y es de naturaleza fría y húmeda. Las hojas desechas en agua y aplicadas en forma de cataplasma, curan las inflamaciones y el dolor de cabeza, mi- tigan el demasiado calor, calman las inflamaciones de los ojos de los niños, ennegrecen los ca- bellos, curan las erupciones de la piel y calman la comezón. El cocimiento de las hojas, bebido, sirve para arrojar la flema y bilis; la raíz aplicada en los órganos genitales provoca la orina. Nace en los collados cálidos de Ixtlán. Hay otra hierba del mismo nombre y facultad, y co- mo ésta, puede conjeturarse sea del mismo género, pero con las hojas cerca del nacimiento del pezón, ligeramente bífidas, de la enal es lo más que puede decirse; porque parecida á nues- tra Brionía, los indios la llaman Chichicamolli, y añaden que el cocimiento ó infusión sirve para arrojar la flema, curar la enfermedad venérea y otras enfermedades antiguas y rebeldes, que suelen impedir el movimiento.” Se ha clasificado esta planta en algunas obras como Cucurbita fetidissima, y yo iguora- ba que en las especies de esta familia existiese la saponina; con tal motivo, conseguí en el mercado de México una raíz muy gruesa y voluminosa, como del tamaño de un brazo, y me fué vendida con el nombre de Sanacoche; al mismo tiempo recibí del Sr. Dr. Alfredo Dugés, entre varios Amoles de Guanajuato, que tuvo la bondad de mandarme, una raíz exactamente igual al Sanacoche, con el nombre vulgar de Raicilla, y con un membrete fijo 4 la raíz que decía: Dioscorca sp.; preocupado con esta idea, la señalé en el trabajo que publiqué en los Anales del Museo Nacional, como Dioscorea convolvulacea, y la segunda de que habla Her- nández como otra especie del mismo género; manifesté entonces, que si había un error se rec- tificaría más tarde, por haberla sembrado en el Jardín del Museo Nacional, y hoy puedo ase- 1 Fl. Mex., ed. 2*, p. 88. 2 Plante Nove Hispanie, ed. 2*, p. 50. 3 Hernández, ed, Mat. I, pág. 187. La Nat.—Ser. 11.—T. IL. —Mayo. 1898. ES 250 DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. gurar, con toda certidumbre, que he logrado cultivarla y obtener todo lo que necesitaba para su identificación completa. Con la raíz sembrada se logró desarrollar una planta de tallo delgado, voluble, de 13 me- tros de largo, con las hojas acorazonadas y las flores blancas, en forma de vaso, como dice Hernández; aunque no largas sino muy pequeñas, y con un fruto del volumen de un arvejón. Por sus carácteres botánicos pertenece á la familia de las Oucurbitáceas, y se halla clasifica- da en la obra de Engler con el nombre de Microsechyum Helleri, Cogn.; en el cual género hay dos especies conocidas, ésta y el Microsechywm palmatum, Engl., que corrrepondería á otra especie de Hernández, según se infiere por la semejanza que indica con la Brionía, que es una Oucurbitácea. La descripción de la siguiente especie, representada en la adjunta lámina, según Oog- neaux, es como sigue: Microsechyum Helleri, OCogn. Hojas enteras, Ó más Ó menos 3-5 lobadas; zarcillos trí- fidos. Pedúnculo masculino común, delgado, las más veces paucifloro, simple y sin brácteas en la base; dientes del cáliz mucho más cortos que la corola. Raíz gruesa; tallo delgado, ramoso, estriado, lampiño 6 pubérulo; de 6-8 metros de largo. Peciolos rollicitos, finamente estriados, más 6 menos brevemente velloso—hirsutos, de 2-10 centímetros de largo. Hojas por lo regular de un verde intenso en el haz, breve y escasa- mente hirsuto; en el resto punteado escabrosísimo; enves de un verde pálido breve y densa- mente velloso-hirsuto; con el margen denticulado; contorno ampliamente ovado, de S-14 cen- tímetros de largo, y casi lo mismo de ancho, enteras, ligeramente 3-5 lobadas, Ó casi hasta la base 5-partidas, con los lóbulos triangulares, ovados, oblongos ó lanceolados, agudos ó acu- minados; el intermedio más largo; los laterales algunas veces obtusos y los exteriores cortísi- mos; seno basilar arredondado 6 angosto, de 2-7 centímetros de profundidad; zarcillos bas- tante delgados, surcados, lampiños 6 pubérulos. Pedúnculo masculino común, surcado, lige- rameute velloso, sobre todo en el ápice; de 10-30 flores, y de 3-25 centímetros de largo; pe- dicelos filiformes, extendidos ó reflejados, de 4 4 13 centímetros de largo; cáliz escasamente peloso; el tubo de 4-5 milímetros de ancho, con dientes de 1-2 milímetros de largo. Corola de 8-11 milímetros de ancho, escasamente punteado-glandulosa, segmentos 5—nervados. Es- tambres de filamentos delgados, lampiños, de 23 milímetros de largo, unidos hasta más allá de la mitad; radiados en el ápice; anteras suborbiculares, de 1 milímetro de largo. Pedúncu- los femeninos, de 1-2 centímetros de largo, con 2-5 flores en el ápice. Fruto ovóideo, de 12-16 milímetros de largo, obscuramente angulado, provisto de espinitas erguidas, de 2-3 milíme- tros de largo, engrosadas en la base. Semilla blanquizca, de 10-12 milímetros de largo, 8-10 milímetros de ancho y 2-24 de espesor. AMOLES DE LA FLORA MEXICANA DE MOCIÑO Y SESSE. En la Flora mexicana los Sres. Mociño y Sessé mencionan también el Polyanthes tubu- lata, y en las Plantas de Nueva España el Polyanthes americana, que son una misma plan- ta. Están clasificadas como dos especies distintas, y las dos tienen la cita de Anonyma septi- 1 Flora mexicana, pág. 88. 2 Plante Nov: Hispaniz, p. 50. L ám. £VH LA NATIRALEZA. 2 Ser Tomo 11 Wa, Se NY sd A Doe X DA Y AN dl MOS %s Y Muicrosechiurm Heller, Cogr. TADA A a DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. 251 ma, Hernández, p. 352; por lo que debe creerse que son una misma, y corresponden perfecta- mente con la descripción de la Bravo4 geminiflora, Llav. et Lex., y la lámina de Hernández ya mencionada. Este Amole ya lo señalamos antes entre los de Hernández. AMOLQUILITL. Esta planta? está identificada por los Sres. Mociño y Sessé, como Phytolacca icosandra, L. (planta nuestra efectivamente y admitida en la Biología), y al hablar de sus usos, dicen: “que el jugo de las hojas y los frutos sirve para curar la tiña, como remedio eficaz; y añaden: “Jas espigas machacadas, que los mexicanos llaman Amolquílitl, 6 hierba de jabón, y los ta- rascos Góngora, la usan en la economía doméstica en lugar de jabón, para lavar los lienzos delicados.” De esta planta debe decirse lo mismo que de la otra Phytolacca, que son del mismo género. AMOLLI Ó BOLICHE. En las dos obras mencionadas se encuentra este Amolli? con el nombre de Sapindus amo- li, Moc. et Sessé, Fl. Mex. Ic. 257. La descripción es exactamente igual en las dos: la traen como originaria de Cuernavaca, donde es conocida con el nombre de Boliche, y en otros lu- gares de la República con el de Amolli. En cuanto á los usos económicos dice: “Las bayas maduras por la maceración é infusión en el agua, dan un mucílago espumoso y jabonoso con el cual los indígenas lavan y blanquean- sus lienzos, y las semillas sirven para confeccionar collares y rosarios.” De esta especie se puede afirmar, desde luego, que es un Sapindus, y en las especies mexicanas que trae la Biología podría presumirse que fuera el Sapindus incequalis, por ser del Sur de México. En las plantas de Nueva España se encuentra el Sapindus trifoliatus,? como su nombre lo indica, con las hojas ternadas; ésta parece no ser un Sapindus, que en lo general tienen las hojas pinadas, y los mismos autores dicen: “que se acerca por sus caracteres á la Paulli- mia, y sólo difiere por el nectario.” Este último carácter es común á la Paullinia y á la Ser- Jania; pero la cápsula trialada es característica de la primera de estas dos, y no de los Sa- pindus, por lo cual me inclino á creer que debe ser una Paullinia, de las muchas que te- nemos. Se registran también en la misma obra* dos Amoles clasificados con los nombres de Rhammus amolli, y Rhamnus pinnatus, de Michoacán y Oolima respectivamente, donde son conocidas y usadas las bayas Ó frutos como jabón. 1 Plante Nove Hispaniz, p. 70. 2 Fl, Mex., pág. 95.—Plante Nove Hispaniz, p. 56 3 Plante Nove Hispaniz, p. 56. 4 Fl. Mex., pág. 63.—Plante Nove Hispani:w, p. 03. 252 DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. No he podido identificar estas dos plantas, por más esfuerzos que hice: 19, por lo incom- pleto de la descripción, y 2%, por estar muy poco estudiado el grupo de las Sapindáceas me- xicanas. Sí se puede afirmar que entre las Ramnáceas no se conoce actualmente alguna planta saponífera, por lo que juzgo que probablemente son del género Sapindus, sobre todo, el Rhamnus pinnatus, por ser el fruto en forma de baya, Ó más bien drupáceo, y contener saponina. E AMOLES DE VARIOS AUTORES. (Del Árbol de las cuentas del jabón.) “En la Provincia de Oaxaca' y en la Mixteca Alta, en las islas de Santo Domingo y Puerto Rico, se crían unos árboles grandes muy comunes, la hoja de los cuales quiere pare- cer á la de los helechos pequeños y que en extremo parecen bien: echan una fruta tamaña como avellanas, algo menores, y no es buena para comer; pero sacado un hueso que tiene poco mayor que un garbanzo, redondo, negro, como de una pelota de arcabúz, echan este fruto en agua caliente, sacando el hueso que digo, y con aquella agua jabonan la ropa de la misma manera, como con el berissimo (?) y saca la misma espuma, tanta y tan grande, como el muy escogido jabón de España, y 4 necesidad puede con facilidad lavarse á la continua la ropa con ella; los huesos puestos al sol se ponen de un finísimo negro azabachado, y torneándolos y agujereándolos se hacen muy preciados rosarios, casi tan buenos como los que llaman de coyol, que es de lo que se usa ordinariamente en Nueva España, porque son muy livianos, y no se quiebran jamás, como los de azabache y hueso: cada hueso tiene dentro una pepita 6 médula muy amarga del sabor de las pepitas del durazno, la cual sacan los torneros con fa- cilidad, y quedan las cuentas huecas, y de estos los hacen del tamaño que quieren, porque con coger el fruto de la manera que quisieren y puestos á secar al sol, los hacen tan peque- fuelos como se los piden.” Por los caracteres ya descritos, no cabe la menor duda que se trata de un Sapindus, y por la localidad que indica, podría ser el Sapindus galeotti, Gray, que ha sido encontrado en aquella localidad por el Sr. O. G. Pringle. El Sr. Dr. Leonardo Oliva? dice: “Otra que lleva el nombre de Amole y que acaso es el Iyamole de Hernz., del que poco difiere, también se llama Amole de bolita, para distinguirlo del Amole de raíz. (Agave mexicana, Lamk.). Es una nueva especie que acaso con la Boli- taria y el Sapindo de India deba formar un nuevo género, y la describe así: Sapindo Amole, con hojas simples, alternas, elípticas, apenas festonadas en su limbo, obtusas en su ápice. Oáliz campanulado 5-fido, sus divisiones echadas hacia afuera. Corola de 5 pétalos doblados hacia adentro, cóncavos, ungiiiculados, alternos con las divisiones del cáliz. Estambres 10, fila- mentos libres, 5-alternos con los sépalos y fértiles, nacen más abajo de los otros cinco, que son opuestos á los sépalos y estériles. Estigma bífido. Las hojas son de un verde claro, de un: sabor algo acre y ligeramente amargo. Los frutos globulosos, de un pericarpio castaño, con sabor bastante acre y amargo. “PROPIEDADES (QUÍMICAS. Contiene bastante cantidad de saponina, principalmente en sus frutos; esta es una substancia particular, sólida, blanca, inodora, soluble en el agua, á la 1 Fr. Francisco Ximénez, traducción de la Obra de Hernández, pág. 82, reimpresión del Dr. Antonio Peñañel. 2 L. Oliva. Lecciones de Farmacología, IL, pág. 66. DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. 253 que comunica la propiedad de hacer espuma, é insoluble en el éter y el alcohol absoluto: con los álcalis y ácidos se transforma en ácido escúlico. “PROPIEDADES Y Usos: Las sumidades no florecidas del Amole, creo que pueden subs- tituir 4 las de la Saponaria, y el fruto con más ventaja todavía. La Saponaria se ha mirado - como ligeramente tónica, excitante y propia para provocar las secreciones, aumentando su actividad y estimulando los órganos; se ha tenido, además, como fundente y aperitiva, y se ha recomendado en las afecciones cutáneas, reumatismales, sifilíticas, etc. Apenas es usada en- tre nosotros; el Amole se tiene como antitísico.” Además, el Sr. Dr. Oliva “menciona en el mismo párrafo la Bolitaria,' que no describe, pero indica que debe formarse con ésta, el Amole de bolita y el Sapindo de Indias, un nuevo género.” Ya hemos visto que el Zyamolin de Hernz. es la Phytolacca octandra, que el Amole de raíz dice que es el Agave mexicana, en lo cual tiene razón, y en cuanto al Amole de bolita lo clasifica como Sapindus amolli, caya denominación pertenece á la Flora Mexicana de Moci- ño y Sessé, y cuya especie no ha sido aún admitida, y sólo más tarde será rectilicada. El Sr. Berlandier, botánico distinguido que acompañó á la Comisión de Límites, dice: “En la cañada de Agua Verde, al Norte de Laredo (actualmente Texas), hay un arbusto conocido con el nombre de Jaboncillo: sus frutos, parecidos á pequeñas avellanas, sirven pa- ra jabón, y mezclados con el agua producen una especie de espuma.” La planta á que hace alusión el Sr. Berlandier es, en mi concepto, la señalada en la Bio- logía Central Americana con el nombre de Sapindus marginatus, Willd., que es originaria de los Estados del Sur de Norte América, y muy extendida en los Estados del Norte de nuestra República. El Sapindus saponaria Linn., ha sido colectado por el Dr. Edward Palmer en la hacien- da de San Miguel, 4 una milla del Mineral de Batopilas, y á unaaltura de 2,400 pies sobre el nivel del mar, y clasificado por el Sr. S. Watson.* Los Sres. Deniker y Oauvet,' al hablar del Sapindo de Linneo, mencionan el Sapindus saponaria, 6 Jabonero de las Antillas, haciendo notar que sus raíces y sus frutos de pulpa gelatinosa contienen un principio amargo que hace espuma en el agua y puede emplearse para lavar la ropa en lugar de jabón. H. Baillon, haciendo referencia á las Sapindáceas, dice: “Las especies útiles de esta fa- milia tienen propiedades muy diversas. La más conocida es la de que hacen uso los jabone- ros, y á la que deben su nombre. Un principio amargo existe en la mayor parte de sus Órga- nos, que vuelven el agua espnumosa y le dan las cualidades del jabón. Pero hay, además, en estas plantas alguna cosa de acre que altera rápidamente el lienzo.” “La madera de Panamá? del comercio, que sirve para limpiar los lienzos, y que se ven- de en gruesos pedazos en París, es probablemente la corteza del Sapindus saponaria, y al- gunas otras. Es frecuentemente muy voluminosa para pertenecer á la Quillaja saponaria, de la familia de las Rosáceas: vuelve el agua muy jabonosa, y cuando se le huele después de ha- berla quebrado fresca, se estornuda enérgicamente, lo que parece debido en esta corteza ¡in- odora á la acción mecánica sobre la mucosa, de las agujas cristalinas de que está abundan- temente provista.” 1 L. Oliva, loc, cit., IL, pág. 66. 2 Berlandier. Diario de la Comisión de Límites (Texas), pág. 130. 3 Proc. of Am. Acad., XXI, p. 423. 4 J. Deniker y D. Cauvet. Atlas Manuel de Botanique, page 40. 5 H. Baillon. Histoire des Plantes, V, page 385. 6 H. Baillon, loc. cit., pág. 386. 254 DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. Por estos datos recogidos se viene en conocimiento de que existen varias especies de Sapindus en varios lugares de la República, y es casi seguro que eran conocidas de los anti- guos mexicanos. He agregado algunas de las propiedades de las plantas exóticas, para que sean comparadas con las nuestras, que tienen el mismo principio jabonoso que aquéllas. “Hay una hierba que se llama Amolli;' tiene las hojas como espadañas chicas, y el tallo blanco; la raíz de esta hierba sirve como jabón para lavar la ropa, y con las delgadas lavan la cabeza, y también son como morga para emborrachar á los peces, y si alguno bebe de esta agua de la raíz, 6 muere ó recibe mucho bien,* y si alguno ha bebido alguna sanguijuela y la tiene en el cuerpo, bebiendo la agua de esta raíz la mata.” “Los pueblos salvajes de la California usaban del Amole,* según dicho del capitán Du Petit Thouars, de la fragata “Vénus,” quien ha remitido igualmente unas cebollas, que se em- plean en aquellos lugares en vez de jabón, sin que sea necesario prepararlas para este uso, y que tienen la virtud de quitar aun las manchas de pintura.” “El Amole reputado como antídoto contra la rabia, y tan útil á los habitantes por sus propiedades mucilaginosas, que sirve para lavar la ropa, es común en el Valle y en todas las montañas.” Se puede presumir por estas descripciones ó relatos, que estos Amoles de cebollas ó ce- pas de las Amarilidáceas, tal vez sean el Zephyranthes carinata, Ó alguna de las seis espe- cies conocidas de este género, que se encuentran muy esparcidas en Texas y el Norte de México. Hay otras raíces que llaman Alzamolli, que también las comen:* hácense en el agua dulce, y son como fruto de unas hierbas que se crían en el agua; tienen las hojas anchas co- mo platos, que hacen unas rosas blancas.” Esta planta es, en mi opinión, la Nympluea gracilis, Ó mexicana, y es necesario averi- guar por qué tiene el nombre de Atzamolli; pues si, como presumo, quiere decir en mexica- no, Amole de agua ó acuático, sería preciso reconocer si contiene saponina. El rizoma de la Nymphea? conocido en el mercado de México con el nombre de Oabeza de negro, ha servi- do y sirve como alimento en diversos países, por la gran cantidad de fécula que contiene: di- cho rizoma se come cocido como la papa, y es muy útil en tiempos de escasez de los cerea- les. Es á la vez mucilaginoso, ligeramente acre y astringente; por este motivo se usa contra la disenteria, la blenorrea y otros muchos flujos. Se le considera también como un poco nar- cótico. Se le atribuyen propiedades refrigerantes y anafrodisiacas, que_sin duda son imagi- harias, pero que han pasado como proverbio en Europa. La verdad es que la acción médica de todas las Ninfeas se debe al tanino que contienen. Debido á la bondad de mi apreciable amigo, el Sr. Dr. D. Alfredo Dugés, cuyo empeño y eficacia por las ciencias naturales nos son tan conocidos, he recibido cuatro Amoles, pro- cedentes del Estado de Guanajuato: el primero es un rizoma tuberoso, bastante grande, que fué remitido, según entiendo, á Boston, por el mismo Sr. Dugés, con el nombre vulgar de ca- 1 Sahagún. Historia General, III, pág. 244. 2 Está demostrado que cura la rabia: un rabioso devorado por la sed, no encontrando agua con que satisfacer- la, se echó á pechos una porción de lejía de Amollí que encontró 4 mano; luego que la bebió, le tomó un sueño muy plácido, del que se levantó sano, por cuyo motivo comunicamos este descubrimiento en el primer diario de México que publicamos en 1804. (Nota de D. Carlos María Bustamante). 3 Mosaico Mexicano. MI, pág. 199. —Journal des Debats, Agosto 11 de 1839. 4 Sahagún, loc. cit., III, pág. 240, 5 Baillon, loc, cit., III, pág. 99. —Descourt. Flore des Antilles, VIII, page 574. DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. 255 mote de cerro, y fué clasificado allá como Dioscorea sp. (?):* el membrete puesto por el Sr. Du- gds, es que pertenece á una Dioscoreácea, y presumí entonces que fuera el Quilamolli, lo que resultó inexacto. El segundo es un tubérculo mediano de 0%20 de largo por 050 de ancho, con el nombre de Lechuguilla, que probablemente es un Agave, el Agave guttata, Jacq. et Boucho, ó el Agave variegata, Jacobi, que son conocidos como Amoles, y fueron colectados por el Sr. Schaffner en San Luis Potosí.* El tercero es un tubérculo chico llamado también Amole, que en mi concepto es la Bravoa geminiflora; y el cuarto, un bulbo ó cebolla, con nota escrita por el Sr. Dugés, que dice: “Amarilidácea de flores verdes, si mal no recuerdo,” y que para mí es el Prochnianthes viridescens, que tiene efectivamente las flores verdes. El Sr. George Engelmann dice:* “Los troncos de la mayor parte de los Agaves, si no to- dos, contienen, como las yucas y otras plantas de esta familia, una gran cantidad de mucíla- go,' el que, mezclado con agua, tiene cualidades detergentes en un grado considerable: estas raíces y toda la planta así usadas, son conocidas por los mexicanos con el nombre de Amole.” En resumen, de todo lo dicho se puede deducir que los antiguos mexicanos usaban va- rias plantas como Amoles, y las que hasta hoy he podido rectificar son las siguientes: SAPINDÁCEAS. SAPINDUS GALEOTTI, Gray.—N. V. Amole de bolita, Árbol de las cuentas del jabón. —Oaxaca. SAPINDUS INEQUALIS, D. C.—N. V. Amolli Ó Boliche.—Cuernavaca. SAPINDUS MARGINATUS, WiLLD.—N. V. Jaboncillo, Amole,—Sonora, Texas. SAPINDUS SAPONARIA, Lryx.-—N. V. Jabonero de las Antillas, Amole.—Batopilas. SAPINDUS SP(?) Sapindus Amolli (?) OLrva.—N. V. Amole, Bolitaria.—Guadalajara, Colima. FITOLACÁCEAS. PHYTOLACCA OCTANDRA, Lixx.—N. V. Zyamolin, Jabonera ó hierba del jabón, Mazorquilla, Gónguera, Amo- le.—Texcoco y lugares de la zona templada. PHYTOLACCA ICOSANDRA, Lixx.—N. V. lyamolin, Amolquílitl, s. Mociño et SessÉ.—Veracruz y lugares de la zona cálida. . * AMARILIDÁCEAS. ZEPHYRANTHES CARINATA, HerberT.—N. V. Amolli.—Valle de México, Guanajuato y lugares de la zona templada. POLIANTHES TUBEROSA, Liyx.—N. V. Omizóchitl, Amole.—León y lugares cálidos, Guanajuato. (Kunth dice: “species valde dubia probabiliter,” Agave). 1 Proc. of. Am, Acad, XVIII, p. 163. 2 Proc. of Am. Acad. XVII, p. 161. 3 The Transactions of the Academy of Sciences of St. Louis. IT, p. 294. 4 La sugestión hecha (p. 21, The Trans.), que el rizoma puede contener saponina, no ha sido verificada por el análisis químico. 256 DR. M. URBINA.—LOS AMOLES MEXICANOS. BRAVOA GEMINIFLORA, LLave er Lexarza.—N. V. Amolzóchitl. —Valle de México, Guanajuato y lugares de la zona templada. PROCHNIANTHES VIRIDESCENS, S. Warson.—N. V. Amole, Apiíntli.—Tepotzotlán, Querétaro, Guanajuato, Pachuca, etc., y lugares cálidos. Í AGAVE (MANFREDA) BRACHYSTACHY8, Cav.—N. V. 4Amolli, Lechuguilla.—Tepotzotlán, San Luis Potosí y lugares cálidos. AGAVE FILIFERA, Sarm. Dxcx.—N. V. Amole, Lechuguilla.—Querétaro, San Luis Potosí. AGAVE (MANFREDA) GUTTATA, Jacorr et Boucne —N. V. Amole, Lechuguilla, Apintli,—Tepotzotlán, San Luis Potosí y lugares cálidos. AGAVE HETERACANTHA, Zucc.—N. V. Amole.—Chihuahua. AGAVE MEXICANA, Lamx.—N. V. Amole de raíz. —Guadalajara. AGAVE PARRYI, Exaeim.—N. V. Amole.—Sonora, límites de Texas. AGAVE VARIEGATA, JacoBr.—N. V. Lechuguilla,—San Luis Potosí, Querétaro. LILIÁCEAS. YUCCA RUPICOLA, var. RIGIDA, ExceLM. L.—N. Y. Amole de Coahuila, s. ENGELM. CUCURBITÁCEAS MICROSECHIUM HELLERI, Cocn.—N. V. Quilamolli, Sanacoche, Raicilla. —Santa Fe, Valle de México, San Luis Potosí, Guanajuato, etc. MICROSECHIUM PALMATUM, Coux.—N. V. Ohichicamolle, Amole amargo, Camote de Cerro.—Distrito Federal, Guanajuato, etc. El relato anterior indica que la mayor parte de los Amoles pertenece á la familia de las Amarilidáceas, otras á las Oucurbitáceas, otras á las Sapindáceas y Fitolacáceas, y por últi- mo, una á las Liliáceas. Desgraciadamente en este estudio me faltó la ayuda poderosa de mi inteligente amigo y sabio Director del Museo Nacional, el Sr. D. Francisco del Paso y Troncoso, profundo co- nocedor del idioma mexicano, y que me favoreció tanto en el estudio que hice otra vez acer- ca de los copales mexicanos. El estudio de los copales de Hgrnández 6 Burseráceas mexicanas, me hizo comprender desde entonces que los antiguos mexicanos, á pesar de ser una raza semisalvaje, sabían agru- par las plantas que, sea por sus productos ó aspecto fisonómico, sea por sus propiedades mé- dicas ó alimenticias, presentaban cierta semejanza. Y de hecho lo consiguieron, pues si no se les concede una verdadera clasificación, cuando menos por su sola denominación (á la que se presta tanto la estructura de su idioma), formaron grupos bien caracterizados, como, en mi humilde opinión, se puede demostrar en los pocos vegetales que he podido estudiar. México, Octubre 4 de 1897. De Manuel Wobina, 22S*Tomolll LA NATURALEZA. : Lam.X VÍ Bravoa geminiflora, Llav. € Lex. BREVE NOTA ACERCA DE LA BRAVOA GEMINIFLORA. El Sr. Dr. Manuel Urbina, en su interesante Memoria de los Amoles, á la que se dá ca- bida en esta sección de Revista Científica, señala entre ellos á esta hermosa planta de orna- to, en la que fundaron un nuevo género los distinguidos botánicos Lallave y Lexarza. Fué dedicado por sus autores á dos de los más esclarecidos héroes de nuestra independencia, los hermanos Bravo (Don Leonardo y Don Miguel), y no á un botánico mexicano, como equi- vocadamente se asienta en una flora publicada en Europa. Por el motivo arriba expresado juzgamos oportuno reproducir la descripción botánica de esta planta, con su lámina respec- tiva, tomada de la obra que tiene por título “Flore des serres et des jardins de Europe.” DescrIrción.—Planta herbácea, de bulbo rizomatoso, con hojas radicales, ensiformes, extendido—reflejas, manchadas en la base con puntos rojos; escapo larguísimo, rollizo, arti- eulado, erguido, rojizo en el ápice; flores en fascículos geminados y alternos, brevemente pe- dunculadas, con dos brácteas apergaminadas en la base; perigonio corolino, súpero, tubuloso— infundibuliforme, de garganta ensanchada, limbo breve, 6-fido, en el exterior anaranjado, y amarillento en el interior; estambres 6, sub-excertos, é insertados en la base del tubo, con filamentos libres y anteras lineares, biloculares y versátiles; ovario Ínfero, oblongo-subtrígo- no, libre en el ápice y trilocular; estilo gruecesito, más largo que los estambres; estigma ter- minal, ensanchado, sub-infundibuliforme, escavado y trilobado. Cápsula trilocular, de dehis- cencia loculicida; semillas numerosas, reniformes, dispuestas en dos series en el ángulo de los lóculos. Florece en Otoño y vegeta en las montañas de Michoacán. México, Abril de 1899. Manuel M. Villada. La Nat.—Ser. 1.—T. T.—Mayo. 1599. 33 EL ORIGEN DE LOS INDIVIDUOS. LA CONSTRUCCIÓN DEL ORGANISMO POR LAS CONDICIONES INTERNAS, AL SR. LIC. DON JOAQUÍN BARANDA, Ministro de Justicia 6 Instrucción Pública. Testimonio de gratitud por la protección que ha impartido á mis estudios de biología y de antropología. EL AUTOR. Los biologistas actuales se dividen en dos escuelas, los que aceptan los principios meta- físicos (fuerza vital, plasma germinativo), y los que atribuyen la vida material de los organis- mos á las fuerzas físico-químicas conocidas. Delage, Labbé y otros investigadores pertenecen á esta escuela mecánica. Yo tengo el honor de seguirlos á una distancia considerable, y sin esperanza de distinguirme ni de llegar 4 resultados definitivos. : Creo que los gérmenes evolucionan por la acción de las condiciones de nutrición, como han evolucionado los Protistas de lós primeros tiempos geológicos de la tierra, hasta llegar á los Mamíferos, sin poseer propiedades evolutivas misteriosas, ni misterioso nisus for- MAtivus. Oreo que la evolución, el progreso de los mecanismos de nutrición, es inevitable, porque presupone un aumento de las partes del organismo, de sus fuerzas, de sus aptitudes; es como la bola de nieve que rueda y se agiganta, como el incendio del bosque, de intensidad crecien- te, como el desenvolvimiento y progreso de los pueblos. Creo que la división sobreviene por excesos de nutrición, y que la transmisión consiste en que los antecesores legan á los descendientes un protoplasma más 6 menos apto para la nutrición. Creo, en fin, que la vida material de todo ser consiste en la acción físico-química de las corrientes de difusión, corrientes constructoras, nutritivas y regeneradoras, que circulan en el seno del protoplasma: es un río y una tierra que se fertiliza. Los anéstesicos expulsan el agua interior, los venenos paralizan por otro mecanismo las corrientes, y siempre es igual el fin: vida latente, muerte, desorganización.' Voy á hacer un resumen de la obra que algún día publicaré acerca de estasicuestiones palpitantes, obscuras y sublimes de la biología general. PAS Las estructuras y fenómenos vitales se deben á las fuerzas conocidas: imítanse por diver- sos artificios, explicanse directa 6 indirectamente por diversos experimentos: 1 Alfonso L. Herrera. Protoplasmic currents and vital force, “Natural Science.” London. March, 1899. A. L. HERRERA.—EL ORIGEN DE LOS INDIVIDUOS. Asuntos Estructura del protoplasma, mo- vimientos amiboides, acción de la temperatura, Composición química y corrien- tes del protoplasma. Aspecto gelatinoso de los plas- modios. Estructura obscuramente fibri- lar ó reticular de ciertos proto- plasmas. Imitación de las granulaciones virtuales del protoplasma. Palpitaciones y deformaciones amiboides, que aumentan con el calor (respiración y el cambio quí- mico). Vacuolos contráctiles. Fenómenos de la carioquinesis. Asters. Filamento nuclear. Celdillas con núcleo. Nutrición del protoplasma. Resistencia del protoplasma á la coloración. Crecimiento de las celdillas por endosmosis. Celdillas, tubos y vasos. Meatos. Formas poliédricas de las cel- dillas. 259 Artificios ó explicaciones. Espumas hechas con aceite y carbonato de potasa, con jilol, benzina y jabón. Se mue- ven durante 10 ó 20 días. Mezcla de los componentes del plasmodio de Lthalium, según el análisis de Reinke. Albúmina y potasa cáustica: se forma un albuminato insoluble. Coagulación parcial de la albúmina. Mez- cla de ésta y de solución viscosa de silicato alcalino. Compresión lateral de una masa de mieli- na extraída de la yema de huevo. Partículas de la misma mielina. La in- fluencia del oxígeno, necesario para los mo- vimientos, se explica por aumento de tempe- ratura debido á las oxidaciones. La mezcla de Bitschli gira en el agua, si se le expone al sol. Se deben á variaciones de tensión. Se imi- tan estirando una masa de glúten húmedo. Tracciones ejercidas por los alveolos que se vacían. (Experimentos). Mielina y sal amoniaco. Albúmina seca y la misma sal. Celdillas de mielina, Maceración en agua. Mielina. Albúmina y sal amoniaco. ) 8 59 (Véase la lámina al fin —. de este artículo, fig. 50). Funciona como una glándula, conforme á la estereoquimia de Van't Hoff, las leyes de presión osmótica alveolar y de disociación de los ¿ons expuestas por el Dr. Loeb. Ac- ción de las zimasas. Efecto de la viscosidad (?). Experimentos con albúmina evaporada ó coagulada.' Celdillas artificiales de grenetina y tanino. Sacarato de cal y carbonatos alcalinos. Celdillas hechas con albúmina y azúcar, batidas. Celdillas de mastic, unidas y comprimidas. 1 Los autores en general creen en la existencia de una membrana periférica impenetrable. Autores. Biitschli. Quincke. Rhumbler. Herrera. Herrera. Herrera. Herrera. Herrera. Herrera. Rhumbler. Herrera. Herrera. Herrera. Herrera. Herrera. Ascherson. Traube. Monnier. Vogt. Herrera. Herrera. 260 A. L. HERRERA.—EL ORIGEN DE LOS INDIVIDUOS. Asuntos, Tejidos poligonales. Zonas concéntricas del tallo, etc. Expulsión de glóbulos polares. (Véase la lámina al fin de este artículo). Citodos. Celdillas completas. Leu- cocitos granulosos, tráqueas, espi- rales de Vorticella (fig. 19), órga- nos prehensiles de ciertos Zoofitos, tubos nerviosos (fig. 45), pestañas vibrátiles, tejidos diversos (figs. 52 á 54, 56, 26 y 28), amibas (inmóvi- les) (fig. 25), seudo—navículas de Gregarina (fig. 1), red de filamen- tos con gotas equidistantes (huevo de Echinus (fig. 18), gonidias de Actinomyces, filamentos de Lepto- thrix, emisión de seudópodos (fig. 20), esporangios de Mucor (fig. 16), conidióforos de Polyporus an- nosus (por maceración), Oidium, filamentos esporígenos de Uredo, talos de Halimela opuntia (fig. 8), formas bacterianas, tales como el Bacillus (fig. 34), el Spírillum (fig. 31), el Spirochcetce, deriva- das del elemento rectilíneo, lo cual está conforme con la teoría de Bi- llet, y parece ser de importancia para el estudio de las modificacio- nes artificiales de las bacterias pa- tógenas; formación de filamentos sumamente finos, como en los hue- vos en desarrollo (fig. 19), formas concéntricas (figs. 17, 41, 42 y 43), y Otra multitud de estructuras. Elasticidad del músculo. Resistencia de ciertos seres y al- buminoides á los ácidos débiles, al alcohol, al calor. (Microbios, hue- 1 Véanse las notas adicionales. Artificios ó explicaciones. Capa de aceite de linaza que flota en una solución acética de fibrina. Se forma un te- jido y crece. Emulsiones de aceite y de tintura de sangre. Se vierte en agua una gota de yema de huevo: hay coagulación de la vitelina y ex- pulsión de un glóbulo. Mielina extraída de la yema de huevo y disuelta en diversos líquidos, y sometida á la acción de diversas condiciones. Según Ro- bín la mielina es una mezcla de principios grasos y albuminoides, pero se obtiene un cuerpo parecido, evaporando una tintura de jabón de Bútschli, Albuminato de potasa húmedo. Se fatiga como el músculo con los ácidos y el agua en exceso, al perder su consistencia.' Riqueza en álcalis. Los albuminatos alca- linos resisten á esas influencias. El albumi- nato de potasa es incoagulable. Autores. Herrera. Herrera. Herrera. Robín. Montgomery. Virchow. Herrera. Herrera. Herrera. A. L. HERRERA.—EL ORIGEN DE LOS INDIVIDUOS. Asuntos. vos de Palmípedas, Rapaces y Tor- tugas. Seres de las épocas geoló- gicas que vivían en aguas muy Ca- lientes). y Unión de las celdillas de sexo di- ferente. Cono de atracción y pezo- nes confluentes de las Algas Con- jugadas. Tactismos, prehensión de las Amibas. Movimientos vibrátiles. Nudos, yemas y raíces advene- dizas; tubérculos. Cicatrización en las Criptóga- mas. Otolitos y cristales interiores, es- pículas, etc. Espirales de las conchas. Formas de los huesos. Evolución de la larva de la Es- trella de mar, de la Mosca, etc. Atrofias musculares de las larvas. Yemas de las Hidras. Ciegos radiantes de los Equino- dermos, sistemas de vasos. Agallas y otras producciones pa- tológicas. Artificios ó explicaciones. Según Lewith, se explica esa resistencia por la cantidad menor de agua que tienen ciertas albúminas. Es un fenómeno de atracción molecular ó capilar, favorecido por la composición de los líquidos (ácido málico), y se imita con gotas de aceite de linaza quese deslizan y sonatraí- das por diversos cuerpos, cuando. se les de- posita en una superficie plana humedecida con ácido acético. Causas osmóticas, modificación de las co- rrientes interiores y de la nutrición. Se deben á corrientes osmóticas. Se imi- tan con una gran celdilla metálica con tubos eferentes de hule, que vibran al ser atraye- sados por una fuerte corriente de agua. Paralización de las corrientes de savia, es- tancamiento de ésta en puntos determinados de la planta. Causas mecánicas, lucha de las celdillas. Experimentos con espuma. Se imitan haciendo cristalizar el carbona- to de cal en soluciones de goma. Causas mecánicas. Se imitan por medio de pastas que salen por un tubo. Dependen, según Marey, de las traccio- nes musculares. Un sistema de falanges de mastic se articula fácilmente por presión su- perior. Imitación de los huesos de las nada- deras del Ichthyosaurus por compresión de 38 bolitas de mastic. Fagocitosis. Se provoca su formación alimentándolas con larvas duras que dilaten ciertos puntos del estómago. Se deben probablemente al empuje de los líquidos y gases interiores. (Anastomosis de los ríos; su acción sobre las tierras). Congestiones y acciones mecánicas y quí- micas diversas. Autores. Herrera. Varios autores. Terrera. Barthélemy. Duchartre. Massart. Herrera. Rainey. Herrera. Herrera. Metchnikoff, Milne-Edwards, Herrera. Estos ejemplos son suficientes para demostrar que buscando con empeño se encuentra siempre una explicacion mecánica de un hecho considerado como vital. Las dificultades rela- tivas á las funciones y origen del sistema nervioso se resuelven, según parece, por medio de unos sencillos experimentos, hechos con cierta liga de mercurio, que vibra muy bien y repro- 262 A. L. HERRERA.—EL ORIGEN DE LOS INDIVIDUOS. duce los principales fenómenos de la inervación. He aquí, 4 grandes rasgos, el resumen de los resultados que he obtenido: La velocidad de la transmisión nerviosa sólo puede compararse á la de una onda líqui- da (8 metros por segundo). Probablemente el neuroplasma vibra como los líquidos y basta des- hidratarle (anestésicos) 6 comprimirle (fig. 6) para que deje de funcionar.* En las figuras 3 y 7 se demuestra la transmisión en avalancha. Fig. 5, soldadura de ner- vios; fig. 7, conductibilidad indiferente; fig. 8, inhibición, aniquilamiento de ondas encontra- das; fig. S', lo mismo, formándose una dilatación central; fig. 9, marcha d2 las ondas en un tejido de celdillas multipolares; fig. 10, reproducción de ciertos fenómenos medulares: las on- das se propagan más ó menos, según su intensidad; figs. 4 y 11, circulación de los reflejos; fig. 12, influencia de la masa; figuras 13 y 14, imitación de la onda muscular de Weber, con un tubo de hule y un gran glóbulo.de mercurio que le hace vibrar; fig. 16, influencia de los otolitos, que aumentan la conmoción; figuras 17, 18 y 19, explicación de la teoría de las neuronas; fig. 20, imitación del esquema de Luys; las sensaciones suben hasta ciertas celdillas del sen= sortum, según su fuerza: todo es cuestión de fuerzas y de distancias; fig. 21 4 24”, división de una gota de petróleo flotante por la vibración, mecanismo igual al que probablemente influ- ye en la evolución cerebral. 1 Véase para más detalles: Artificial formation of a rudimentary nervous system, by Alfonso L. Herrera. “Na- tural Science,” Vol. XIII, pág. 333, A. L. HERRERA.—EL ORIGEN DE LOS INDIVIDUOS. 263 EvoLución, DIvisióN Y TRANSMISIÓN. —He estudiado en mi obrita los hechos de ge- nealogía celular, procurando explicar la histogénesis por principios análogos á los que se re- fieren á la genealogía de las especies (lucha de los elementos, variabilidad, encadenamientos, metamorfosis, formas de transición, influencia del medio). Oreo que cada embrión se detiene en cierto período de su desarrollo por falta de nutrición, por atrofia del amnios (teoría de Ry- der), etc., de manera que no acepto la idea del nisus formativus y explico la ley biogenética fundamental, por mecanismos y no por silogismos. Todos los seres ascienden más 6 menos por la escala de la organización, pero no todos se detienen á la misma altura. En lo que se refiere á la transmisión, estudio: la necesidad de una explicación general, la teoría de Weismann; la semejanza á veces extraordinaria de los gemelos, que sólo puede explicarse por igualdad de nutrición; la importancia inmensa de los hechos de correlación, pues no puede cimentarse ninguna teoría de la herencia sobre hechos aislados, como la trans- misión de un nevi materno, que no es sino un pequeño detalle correlativo de las grandes co- sas de la nutrición, cuyo coeficiente se hereda, y acarrea por fuerza la formación en el hijo de las mismas estructuras de los padres. Considero, además, las variaciones monstruosas y su producción artificial, posible sola- mente cuando el embrión ha llegado á cierto período de desarrollo, lo cual excluye la idea de un plasma germinativo constructor. En cuanto al atavismo, se explica por faltas de desarro- llo, debidas á deficiencias de nutrición, y los Carassius monstruosos, por ejemplo, vuelven á la forma normal, si se les nutre bien. En fin, la consanguinidad da resultados buenos Ó ma- los, según que los primeros reproductores posean un gran vigor, que se aumenta por la he- rencia acumuladora (caballos de carrera) Ó una debilidad más 6 menos encubierta, que tam- bién aumenta por la misma causa (conejos manchados de blanco). Antes de terminar esta parte haré observar que tengo ya anotados 6 publicados muchos casos de herencia de cierto coeficiente 6 aptitud á la nutrición, que excluyen toda idea de fuer- zas creadoras y transmisoras particulares. Por ejemplo, según Féré, no se hereda tal 6 cual enfermedad nerviosa, sino cierta debilidad original, de suerte que mejorando las condiciones de nutrición de los padres, éstos llegan á tener hijos normales y sanos. Los caracteres adqui- ridos no se heredan sino en el caso de que modifiquen la nutrición general, y es una ventaja para los seres la reproducción germinal, no pudiendo contener las celdillas sexuales el sinnú- mero de elementos de debilitamiento que hay en un tejido ú órgano reproductor: ciertas plan- tas cultivadas vuelven al vigoroso tipo silvestre si se les multiplica por semillas y no por pies (caña de azúcar, Agave). RESUMEN: Corrientes osmóticas ó difusión del protoplasma ó del neuroplasma: Con la velocidad MÁXiMa......o.o..oo... Vida activa. Retardadas por calor excesivo... ....... Estivación. Retardadas periódicamente, por fatiga.. Sueño. Retardadas por falta de agua, etc...... Vida latente. Retardadas por el frío...........oooo.o. Vida oscilante. Nas o Muerte. México, Marzo 10 de 1899, Ufonso L rea. Noras.—a. Se ha conseguido teñir el protoplasma vivo con ciertas anilinas (moreno de Bismarck). b. Los movimientos del citoplasma de Bittschli se explican por cambios de tensión, vaciándose los alveolitos luego que por imbibición se han dilatado, y volviéndose á llenar en seguida. Ahora bien: según Rhumbler, la mitosis se explica por imbibición de los centrosomos y tracciones ejercidas por las hileras de alveolitos, cuando éstos dismi- nuyen de volumen por expulsión de su enquilema, Además, los choques producen contracciones de los protoplasmas 264 A. L. HERRERA.—EL ORIGEN DE LOS INDIVIDUOS. inferiores. Todo esto me hace suponer que la contracción muscular consiste en cambios rápidos del volumen de los alveolos en el protoplasma muscular, por expulsión de líquido, debido al choque de la onda nerviosa. Ésta no corre por un líquido homogéneo, sino que se transmite por los alveolos del neuroplasma, influyendo en sus cambios de vo- lumen. Hay muchas pruebas de mi teoría: por ejemplo, un fragmento de intestino de Hidrófilo, lleno de protoplasma de Mixomiceto, se contrae, como el músculo, bajo la influencia de la electricidad. En fin, el agua pura fatiga al múscu- lo, modificando las condiciones osmóticas, por imbibición del protoplasma. EXPLICACIÓN DE LA LÁMINA. Figuras. 1.—Seudonavículas de Gregarina ó leucocitos. (Clara de hucvo y aceite). 2.—Espermatozoides. (Mielina y agua). 3.—Formaciones laminares. (Mielina y albúmina). 4 y 5.—Formaciones dendríticas. (Mielina seca). 6.—Fragmentos irregulares animados de movimientos muy activos. (Mielina preparada con solarina del comercio y agua). 7 y 8.—Talos de Halimela opuntia. (Evaporación de una solución de mielina en el sulfuro de carbón). 9.—Igual procedimiento. 10 y 11.—Conidióforos. (Maceración de una masa de mielina en agua pura, durante cuatro días). 12 y 13. —Emisión de tubos. (Mielina y agua). 14. —Véase el número 10. 15.—Vesículas separadas de la forma 10, con un filamento central enrollado. 16.—Esporangios de Mucor. (Mielina y agua). 17.—Capas elípticas superpuestas. (Mielina, aceite de huevo y agua). 18.—Red de filamentos con gotas límpidas equidistantes. Se parecen á los que muestran los hue vos de Echinus. (Mielina y agua). 19. —Tubos filamentosos atraídos por una lámina metálica. (Mielina y agua). 20.—Expulsión de un tubo. (Mielina y agua). 21.—Leucocitos granulosos. (Mielina y agua). 22.—Fragmento de albuminato de sosa, húmedo, visto con el microscopio. 23.—Estructura vesicular de ciertas variedades de mielina. Ñ 24. —Formación de granulaciones virtuales por compresión lateral de una pequeña masa de mie- lina vista con el microscopio. Confirmación de la teoría de Bútschli. 25.—Tejido de celdillas multipolares. (Mielina, esencia de trementina, aceite y agua). 26 á 28.—Tejido poligonal regular. (Evaporación de una solución de mielina en el sulfuro de carbón). Aumento: 400 diámetros. 29 á 35.—Diversas formas de Bacterias, derivadas del elemento rectilíneo. 36.—Resortes de las Vorticella Ó Tráqueas. Hay un filamento con vesículas terminales. 37.—Seudópodos de Foraminífero. (Mielina y agua). 38.—Filamento de Podophrya ó de Oidium. (Mielina y agua). 39, —Emisión de tubos. (Véanse las figuras 12 y 13). -40.—Celdillas sin núcleos. (Mielina, solución de silicato de sosa y agua). 41 4 43.—Formaciones concéntricas. Imitación de los corpúsculos amiloides. 44 ,—Asters. (Mielina y esencia de trementina). 45.—Un tubo muy aumentado, con su cilindro central. (Mielina y agua). 46 á 50.—Celdillas nucleadas y esferas nucleares, con muchos filamentos interiores. (Mieliva- y agua). 51 á 54. —Formaciones amiboides. (Mielina y agua). A, L. HERRERA.—EL ORIGEN DE LOS INDIVIDUOS. 265 NECROLOGIA. El día 10 del presente, pagó su tributo a la naturaleza el Señor Ingeniero DON MARIANO DE LA BÁRCENA, antiguo socio de número de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, en la que desempeñó diversos cargos honorificos. El sabio naturalista bajó al sepulcro en el pleno vigor de su edad, conservando incólume el admirable celo cientifico que jamás abandonó durante su vida, no obstante las múlti- ples labores á que estaba consagrado. Con toda verdad puede decirse que su misión en la tierra quedó sin terminar, pues mucho debía aún esperarse de su in- teligente actividad. La Sociedad Mexicana de Historia Natural, al rendir cumplido homenaje á su imperecedera memoria, recuerda con satisfacción los altos méritos del finado y la eficaz ayuda que le impartió por largos años. Abril de 1899. M. M. VILLADA. MAA Es A SS, Co OS: LA ATURALEZ PERIÓDICO CIENTÍFICO DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL PUBLICADO BAJO LA DIRECCIÓN DEL SR. DR. MANUEL M. VILLADA. SEGUNDA SERIE. TOMO 1!I.—CUADERNOS NÚMEROS 5 Y 6. SUMARIO Ingeniero Jesús Galindo y Villa.—Biografía del Señor Doctor Don Leopoldo Río de la Loza. Profesor Alfonso L. Herrera.—Ornitología Me- xicana. Dr. Manuel Urbina.—Una papaya prolífica. (Pleiotaxia del gineceo). Dr. José Ramírez,—El Ololiuhqui. (Ipomea si- diefolia). Convolvuláceas. —Una especie nueva de Stirax de México. (Sti- rax Ramirezii, Greenman). Profesor Alfonso L. Herrera.—El Ajolote sufre la metamorfosis general en la clase de los batra- cios por aumento de nutrición y no por cambio de medio. Revista Científica,—Dr. José Ramírez.—Tres mazorcas anómalas. —Los escritos inéditos de Martín Sessé y José Muriano Mociño. Ingeniero Ezequiel Ordóñez. —Los Volcanes del Valle de Santiago. L. G. Seurat —Sobre la fauna de los lagos y la gunas del Valle de México. Apéndice.—Profesor Alfonso L. Herrera.— Proyecto de ley para la protección de las ayes en la República Mexicana. Dr, Manuel M. Villada.— Hongos parásitos de las plantas cultivadas. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE CALLE DEL HOSPITAL REAL N. 3, he 1900 D. LEOPOLDO RIO DE LA LOZA SCIENTIA CHYMICA PERITISSIMO EN MEXICANA SOCIETATIS HISTORIA NATURALIS SECUNDO PR4ESIDI FASCICULUM HUNC EADEM SOCIETAS MOE: ¿O cd NTRE los sabios mexicanos de mayor renombre, cuéntase al Sr. Dr. D. LeoroLvo Río pe La Loza, ex-presidente activo de la So- ciedad Mexicana de Historia Natural, y su Presidente honora- rio y perpetuo que fué; sabio respetado y distinguido, cuya memoria y cuyo nombre se veneran con ese culto sincero que se tiene por el verdadero mérito. “Título justísimo de gloria para la Oiudad de México —dice el Sr. Sosa, — es el haber sido cuna de aquel sabio eminente que, como químico, natura- lista y farmacéutico, ocupa en nuestros anales científicos un puesto á que muy pocos han llegado.” Hijo de D. Mariano Río de la Loza y de Doña Josefa Guillén, nació en Noviembre de 1807, dándosele en edad oportuna, la educación primaria; ter- minada la cual, pasó en 1820 al ilustre Colegio de San Ildefonso. El año 1827 obtuvo el título de cirujano, y seis meses después el de médico. Digno es de notar que desde niño hubo de consagrarse á la Farmacia, ayudándole á su padre. El mismo año en que nuestro D. Leopoldo recibió el título para ejercer la noble profesión de médico, la terrible epidemia del cólera empezó á diez- mar á los habitantes de la República. Se ha encomiado en alto grado la in- mensa solicitud con que el Sr. Río de la Loza trabajó para contener el mal en México, y la caridad que desplegó para aliviar las penas de los atacados que estaban al alcance de su mano. IV Desde 1843 dió comienzo oficialmente á sus cátedras de química en la Escuela de Medicina y en Minería, ciencia en la cual llegó á ser el primero y el maestro más conspicuo y respetado. En 1854 ingresó á la Escuela de Agricultura en calidad de profesor de aquella materia; el mismo año, en la Academia de Bellas Artes; en 1867, en la Preparatoria, y en 1868, nuevamente en la de Medicina. Sus discípulos han sido numerosísimos, entre los que debemos al distin- guido químico Dr. D. Juan María Rodríguez, á quien siempre le oímos calu- rosos elogios de su maestro, cuyo nombre pronunciaba con respeto. La cátedra ni el ejercicio profesional impidieron al Sr. Río de la Loza descollar también en la literatura científica. Mucho escribió desde 1838, con- tándose entre sus estudios culminantes, uno sobre “A guas potables de Mé- xico” (1839), otro acerca del propio asunto, pero haciendo referencia á las aguas de Atotonilco, Teotihuacán, Almas y otras (1844). En 1849, dió á luz su apreciable “Introducción al estudio de la Química,” y al año siguiente un “Estudio sobre el estafiate.” Notable fué el “Opúsculo sobre los pozos artesianos y las aguas natura- les de más uso en la Ciudad de México,” dado á la estampa en 1854, y uno de los más consultados y conocidos sobre el asunto. También es digno de mención y de nota, su “Vistazo al lago de Texco- co: su influencia en la salubridad de México: sus aguas: procedencia de las aguas que contiene,” publicado en 1864. Estos dos últimos trabajos hemos tenido oportunidad de aprovecharlos con fruto, para cierto linaje de investigaciones. Larga y difícil sería la enumeración completa de las labores escritas del Sr. Río de la Loza, que se encuentran diseminadas en numerosas publicacio- nes científicas. Nuestro periódico “La Naturaleza,” honró el tomo I de su pri- mera serie, con dos escritos del ilustre químico: uno de ellos interesantísimo: refiérese á si las aguas potables de la Ciudad de México contenían plomo en disolución; el segundo “Sobre el liquen tintóreo de la Baja California.” Imposible que pasáramos por alto un gran trabajo, un monumento im- perecedero para el Sr. Río de la Loza y para quienes le dieron cuna: la Far- macopea Mexicana. “El mérito de esta obra —dice el Dr. D. Manuel Soria- no— forma por sí solo uno de los timbres más gloriosos de su vida, así como la de todos los miembros de la Comisión que dieron su contingente á la obra en que nos ocupamos, única de este género en México.” Entre los honores culminantes que hubieron de dispensársele, cuéntase V la medalla de primera clase que la Sociedad Universal Protectora de Artes Industriales de Londres, otorgó á nuestro sabio, el año 1856, por el descubri- miento del ácido pipitzahoico, llamado también Riolózico, extraído de las raí- ces del Pipitzahoac (Perezia adnata, compuestas). También el Sr. Río de la Loza merece el dictado de distinguido patriota. Cuando los Estados Unidos invadieron nuestro territorio en 1847, echando sobre su historia un borrón indeleble para siempre, filióse nuestro sabio como teniente de la Compañía Médica, agregada al batallón Hidalgo, brillante legión en la cual sobresalieron lumbreras médicas, como los Jiménez, los Ortegas y los Vértiz, que, como el Sr. Río de la Loza, asistieron, entre otras, á la acción de Churubusco. Las sociedades científicas del país y algunas extranjeras, tuvieron la honra de contarle entre sus miembros preeminentes. Apenas fundada la So- ciedad Mexicana de Historia Natural, le nombró su socio de número (1869); en 1870 le escogió para su Presidente efectivo, cargo que obtuvo nuevamente por aclamación en 1871; en 1873, como un homenaje merecido, la Sociedad lo eligió como á su Presidente honorario perpetuo. Al peso del trabajo y de los años, tuvo que inclinarse y sucumbir aquel hombre venerable. Día de duelo fué para las ciencias patrias y para los seres dolientes, el 3 de Mayo de 1876, en que el Sr. Río de la Loza expiró. La no- ticia del triste suceso fué por todos lamentada: al día siguiente, sin pompa y sin ostentación, de acuerdo con la humilde voluntad del verdadero sabio, se trasladó su cadáver al cementerio de Dolores, donde descansa bajo un senci- llo monumento, que recuerda las glorias inmortales de quien honró á la cien- cia y dió lustre á su nombre y á su patria. A iniciativa de la misma Sociedad de Historia Natural, las Sociedades Científicas metropolitanas consagraron al Sr. Río de la Loza una velada fúne- bre: otro tanto hizo en lo particular la Academia Nacional de Medicina. Justos homenajes á quien se debe el impulso de los estudios químicos en Mé- xico, y una de las más acertadas direcciones de establecimientos tan impor- tantes como las Escuelas de Medicina y Agricultura. Finalmente hace poco que un grupo de jóvenes, entusiastas cultivadorés de la ciencia, fundó en México la “Sociedad Río de la Loza,” que está en vías de prosperidad y de progreso, y que recuerda el nombre del eminente sabio mexicano. El busto en piedra del Sr. Río de la Loza, ha merecido colocarse en una vI de las pilastras que rodean las fachadas de nuestra Biblioteca Nacional, al lado de los de insignes sabios, pensadores y literatos mexicanos eminentes. La Sociedad de Historia Natural revive hoy la memoria venerable de quien fué su digno Presidente; y al hacerlo, deposita en la más modesta, pero sincera forma, su ramo de violetas sobre el altar de gloria alzado en honra del químico, del naturalista, del sabio y del patriota.” México, Abril de 1898. Jess Galindo Y Villa. (1) Véanse para más amplios detalles: la biografía escrita en el periódico de la **Asociación Médica Larrey,” por el Dr. D. Manuel Soriano; la que aparece en el tomo XI de la “Gaceta Médica,” por el Dr. D. Juan M. Rodríguez y la de los “Hombres Ilustres Mexicanos,” de D. Francisco Sosa, reproducida también en el “Diccionario Histórico Biográfico y Geográfico,” del Sr. García Cubas. ORNITOLOGIA MEXICANA POR EL SR. PROF. ALFONSO L. HERRERA SOCIO DE NUMERO. == IAAÁAÁA<Á (CONTINUACIÓN). CAMPYLORHYNCHUS GUTTATUS. Thryothorus guttatus, Gould. P. Z. S. 1836, p. S9”. Campylorhynchus guttatus, Latr. Rev. Zool. 1846, p. 94% Baird, Rev. Am. B. IL, p. 108*; Laáwr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 199*, Campylorhynchus brunneicapillo affinis, sed supra paulo grisescentior et pileo pallidus brunneo, maculis corporis subtas multo paucioribus et in hypo- chondriis nec rotundis sed transversim extensis, abdomine quoque albicante nec rufescente differt. Long., alee 2-85, caudie 31, rostri a rictu 1-2, tarsi 1. (Descr. exempl. ex Progreso, Yucatán. Smiths. Inst. n. 42,401. Mus. nostr.). Hab. México*, Progreso y Celestín, Yucatán (Schott*). Mr. Gould? hizo la descripción de esta especie hace muchos años?!, y no se volvió á saber nada de ella hasta que el Dr. Sehott obtuvo varios ejemplares en el Norte de Yucatán?, lugar en que parece ser común, así es que 10 110s SOrpren- dería que habitase allí exclusivamente. Hasta hoy las costumbres del Campy- lorhynchus guttatus permanecen ienoradas. Según Boucard,” tiene el iris negro y es raro en Progreso, pues sólo envió dos ejemplares. d. Pileus variegatum; dorsum transversim striatum. (1) On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), pági- na 439, La Nat.—Ser. 11.—T. 1I.—Agost. 1899. 34 268 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. CAMPYLORHYNCHUS ZONATUS. Sonaja. Matraca. Ayacatcho.” Picolaptes zonatus, Less. Cent. Zool., p. 210, t. 70". Campylorhynchus zonatus, Bp. Consp. L, p. 223% Sel. P. Z. S. 1856, p. 290*: 1859, p. 363% Salv. et Sel. Ibis, 1860, p. 29% Baird, Rev. Am. B. IL, p. 104'; Su- michrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 545%, Lawr. Am. Lyc. N. L LX, p. 92%; Bull. U.S. Nat. Mus. un. 4, p. 13". Campylorhynchus nigriceps, Sel. P. Z. S. 1860, p. 461"; Baird, Rev. Am. B. 10 0 Supra nigricans albido transfasciatus, plumis pilei eriseo marginatis, collo postico albo striolato, superciliis indistinctis griseo-albidis; cauda nigra fulves- cente transfasciata, rectricibus mediis grisescentibus; subtus albidus, ventre to- to et crisso leete rufescentibus, outture toto crebre macnlis nieris notato, hypo- chondriis niero transfasciatis; rostro corneo, mandibule basi albicante; pedibus flavescenti-olivaceis. Long. tota 7-5, ale 3-3, caudee 3-5, rostri a rictu 1-15, tarsi 1-1. (Descr. exempl. ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). Juv. (Campylorhynchus nigriceps, Sel.), supra niger fulvescenti lacto macu- latus, pileo omnino niero; subtus fulvescens maculis vix fulvis. (Descr. exempl. ex-Volcán del Fuego, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México? (le Strange), Córdoba (Sallé?), Jalapa (de Oca*), Mirador (Sar- torius”), Orizaba (Sumichrast”), Guichicovi (Sumichrast%), Guatemala*? O. $. et F. D. G.), Costa Rica (J. Carmiol*), Arcé, J. Zeledon*). México, Estado de Veracruz é Istmo de Tehuantepec.“ Lesson describió á esta ave, considerándola como habitante de California?, pero esta localidad es errónea, según se ha comprobado más tarde, pues nunca han encontrado á esta especie más que en el Sur de México. En este punto es común en la región templada de la parte meridional del país, hasta una altura de 4,300 pies, extendiéndose desde allí hasta las tierras calientes del Estado de Veracruz" Anda generalmente en bandadas compuestas de ocho, diez, ó más in- dividnos, y frecuenta de preferencia las ramas superiores de los árboles de las florestas. Su chillido es fuerte é incesante, y se parece poco al de los Saltapa- (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Musco Nacional, pág. 6. (2) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA, —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 269 red. Su vuelo, sin embargo, es casi ienal al de éstos. Su nido es grande y flojo, componiéndose, principalmente, de materias vegetales secas, inclnsas algunas flores marchitas, y mide quince pulgadas de profundidad y doce de diámetro. Un nido que tuvimos oportunidad de observar, estaba situado en las ramas su- periores de un árbol y tenía la entrada en un lado, cerca de la cima. No conte- nía ni huevos ni polluelos, aunque sus dueños entraron y salieron varias veces. Los polluelos difieren considerablemente de los adultos, porque tienen la cabeza negra y la superficie inferior desprovista de las manchas negras que se observan en los adultos. Hay una diferencia considerable entre los ejemplares del pájaro adulto, en lo concerniente al número de manchas de la garganta y el pecho. En algunos individuos las manchas están distribuidas con más profusión que en otros; pero parece que esto no es debido ni á la diferencia de sexo ni á la localidad, sino que son particularidades enteramente individuales. Cuando está vivo, el Campylorhynchus zonatus tiene el iris de un color rojo canela, la maxila negra y las patas de un olivo amarillento.” “El Campylorhynchus zonatus, dice Sumichrast,” pertenece á la región tem- plada especialmente; suele, sin embargo, encontrarse en las tierras calientes, al Este del Estado. Anida en los alrededores de Orizaba.” CAMPYLORHYNCHUS PALLESCENS. Matraca.* Campylorhynchus pallescens, Lafr. Rev. Zool. 1846, p. 93%; Baird, Rev. Am. B. 1, p. 101% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N H. I, p. 544.* Campylorhynchus megalopterus, Sel. P. Z. S. 1858, p.298*; 1859, pp. 363", 371* (nec Latfr.). Campylorhynchus zonato affinis, sed supra erisescentior maculis pallidis transversis latioribus et cauda magis distincte transfasciata; subtus fere omnino eriseo-albus, macnlis fuscis paucioribus notatus. Longo. tota 6-8, ale 3-4, caudee 31, rostri a rictu 0-9, tarsi 1-1. (Descr. exempl. ex Jalapa, México. Mus. nostr.). Juv. Campylorhynchus zonato ejusdem «etatis similis, sed omnino grises- centior et subtus ventre magis distincte fasciato distinenendus. (Descr. exempl. ex Mexico. Mus. nostr.). (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz, “La Naturaleza,” tomo I, página 302. (2) F, Sumichrast. Dist. Geog. delas Aves del Estado de Veracruz, “La Naturaleza,” tomo I, página 302. 270 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Hab. México”, La Parada? y Llano Verde” (Bouncard); Jalapa (de Oca”), Ori- zaba (Sumichrast?, le Strange). Estado de Veracruz é Istmo de Tehuantepec.” Esta especie está confinada á las montañas del Sur de México, y abunda en la región alpina de los Estados de Veracruz y Oaxaca. El Prof. Sumichrast* dice que el límite de su extensión en altura no pasa de 5,000 á 6,500 pies, y aña- de que el ejemplar de Campylorhynchus megalopterus, idéntico, según parece, con el de Campylorhynchus pallescens, indicado por Mr. Selater como habitante de Jalapa, debe haberse colectado indudablemente en las montañas de las cer- canías. Parece, pues, que ocupa en México una región más elevada que la que frecuenta el Campylorhynchus zonatus, el cual se encuentra también en los mis- mos Estados. d Ni en Guatemala ni en nineuna otra parte de la América Central, se encuen- tran huellas de esta especie; en el Ecuador tiene un pariente cercano, el Cam- pylorhynchus balteatus, que oeupa las partes occidentales del país. Hace años que no se reciben noticias del verdadero Campylorhynchus me- galopterus, que Lafresnaye atribuía á México, ni tampoco se ha demostrado sa- tisfactoriamente á qué país pertenece en realidad, si acaso es distinto del Cam- pylorhynchus pallescens. SALPINCTES. Salpinctes, Cabanis, Arch. f. Nature. XII, p. 323 (1847). (Tipo Troglodytes obsoletus, Say.); Baird, Rev. Am. B. L, p. 109. Los individuos de este género y los Catherpes, tienen las patas y los dedos notablemente débiles, comparados con los de otros géneros de Troglodytidce; los dedos laterales son muy cortos. Esto sucede especialmente en los Salpinctes, cu- yo dedo interno (sin la garra) no llega á la punta de la segunda falange del de- do medio, mientras que el dedo exterior apenas la excede. Las garras de todas las especies de estos dos géneros son muy comprimidas, y tienen una depresión la- teral profunda de cada lado. El tarso de los Salpinctes manifiesta la particula- ridad de tener la snperficie posterior protegida por varias escamas, en vez de es- tarlo por una sola lámina, como sucede generalmente en los Catherpes y los Troglodytide. El pico es largo y deprimido, con una curva algo brusca en la punta, cerca de la cual se observa una muesca situada sobre la hoja cortante. La ventana de la nariz es alargada; una membrana sobresale ligeramente por encima de ella. La abertura nasal es puntiaguda en el extremo y redonda en la base. El tejido del plumaje es suave. (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 211 Hasta hace poco el género Salpiínctes no contenía más que una sola especie, aunque durante aleún tiempo estuvo asociado con Catherpes. Más tarde se descu- brió otra especie ó raza, que habita la pequeña isla de Guadalupe, situada en el Océano Pacífico, frente á la costa de California.” La metrópoli del género está en las montañas rocallosas, desde las cuales se extiende por las montañas de México y, Guatemala. SALPINCTES OBSOLETUS. Come sebo. Saltapared tepetatero ó de barranca.” Troglodytes obsoleta, Say, Lone's, Exp. IU, p. 4”. Salpinctes obsoletus, Cab. Arch. p. Naturg. XIII, p. 323% Sel. P. Z. S. 1859, p. 371%; Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 30% Baird, Rev. Am. B. L, p. 110” Dugés, “La Naturaleza,” L, p. 139% Lawr. Bull. H. S. Nat. Mus. n. 4, p. 13% Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. I, p. 135? Coues, B. Col. Vall. L, p. 159". "Troglodytes latifasciatus, Licht. Preis. Verz. mex. Vóg. p. 2". (J. £ Orn. 1863, p. 57). > Supra fusco-griseus obsolete fusco trausfasciatus, plumis singulis maculis albis (apicalibus) et nigris (subapicalibus) notatis, uropygio rufescente; alis ot cauda media fuscis nigro frequenter transfasciatis, rectricibus lateralibus fulvo et nigro late transfasciatis; superciliis indistincte albidis; subtus albescens, hypo- chondriis paulo rufescentibus, gula sparsim nigro striata, abdomine toto macnlis paucis nigris notato, crisso nigro variegato; rostro et pedibus obscure corneis. Long. tota 5-5, ale 2-6, caude 2-1, tarsi 0-8, rostri a rictu 0-85. (Descr. exempl. ex Cachil, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América?. México, Coahuila (Conch.*), Guanajuato (Duges”), Apam (le Strange), Oaxaca (Boucard”), Cacoprieto, Tehuantepec (Sumichrast”), Guatemala* (O. S. et F. D. G.), San Salvador (O. S.). Baja California, Región Norte y Sur, y Mesa Central.” El Roch-W ren, que es el nombre con que vulgarmente se designa á esta ave en los Estados Unidos, tiene una vasta zona de distribución en las Montañas Ro- callosas'. Se extiende desde la Colombia Británica y la isla de Vancover, hasta (1) Ridgway, Bull. U. S. Geol. et Geogr. Surv. of Terr. II, no. 2, p. 185. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 6. (3) Laurencio y Beristain. 272 A. L. HERRERA, —ORNITOLOGÍA MEXICANA. el cabo San Lucas; y hacia el Sur, desde México hasta Guatemala, alejándose hasta el Golfo de Fonseca. Sin embargo, esta especie habita tierra adentro más bien que las costas, y se le encuentra á una altura considerable en las montañas. Su nidificación es bastante conocida; el Dr. Coues ha rennido varias observacio- nes respecto á ella, en sus “Aves del Valle Colorado.” Aunque la especie en cuestión ha sido vista en México por diversos viajeros, no se tienen más noticias de su presencia en dicho país, que las relativas á los sitios que frecuenta. Hay una variedad considerable en el plumaje de los diversos ejemplares de esta especie, debida, según creemos, á la estación ó á la edad. Los ejempla- res colectados en Quetzaltenango, en Agosto, no presentan ninguna de las man- chas negras y blancas características del dorso, pero toda la superficie superior está rayada de negro transversalmente, lo cual le da un aspecto muy diferente; sin embargo, observándolo atentamente, se notan unas cuantas plumas acabadas de mudar, que presentan el tipo normal, lo cual nos induce á creer que estos ejemplares son polluelos ó aves recientemente emplumadas. Un ejemplar de Ca- chil, colectado en Noviembre, es idéntico 4 un individuo de Yellowstone Rivér. “El Salpinctes obsoletus se extiende desde las llanuras hasta el Pacífico, y se supone que cría casi en todas las regiones que habita. Se recibieron aleunas noticias respecto á ella, de la parte occidental del distrito, y se sabe que emigra principalmente al Oeste del meridiano.” Y “El Salpinctes obsoletus, dice Coues,*” emigra, pero los límites septentrio- nales de sus cuarteles de invierno, así como los de verano, quedan todavía por establecer. He aquí alennas notas de Mr. T. M. Trippe, extractadas de las “Aves del Noroeste.” : “Llega á Idaho (Springs, Clear Crech Country) por el día 20 de Mayo, y se extiende más allá de los límites de la vegetación. Cría en abundancia, á unos 6,500 á 9,500 pies de altura; rara vez anida á mayor elevación, aunque en vera- no se extiende desde unos 12,000 pies hasta las llanuras. Habita constantemente los montones de rocas esparcidos á los lados de las montañas; en dichos parajes encuentra alimento y cría á sus polluelos, refugiándose allí cuando tiene aloún motivo de alarma. Al llegar se manifiesta aleo uraño, pero no tarda en aman- sarse, y entonces frecuenta los montones de pedernales y piedrecillas que yacen en los placeres, cerca de las chozas de los mineros. Pocas veces se aventura le- jos desu retiro favorito, entre las rocas, pero de cuando en enando visita los ca- minos para recoger moscas y otros insectos, y algunas veces se posa sobre los te- chos de las cabañas y los molinos, y con frecuencia elige la punta para instalar- se á regalar á su hembra con una serenata. Su nota es curiosa y la repite rápi- damente, de manera que suena como un zumbido de alas; su canto es muy her- moso y al mismo tiempo más sonoro y dulce que el del Troglodytes domesticus parkmant, aunque no es tan variado. Cuando está cantando se pára general- (1) W. W. Cooke. loc. cit., pág. 270. (2) Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 161. A. L. HERRERA, —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 273 === = mente en la cima de un montón de piedras, y se está derecho, con la cabeza le- vantada, como el Z/hryothorus ludovicianus. En estos momentos es muy tímido, y cuando se asusta cesa de cantar al instante, y mira á su alrededor ansiosamon- te, bamboleándoso de arriba abajo de cuando en cuando, como el Cinclus, y no tardando en introducirse dentro del montón de piedras. Á fines de Otoño tie- ne las plumas muy maltratadas, á fuerza de frotarlas contra las rocas. En Sep- tiembre desaparece. El Saltapared tepetatero abunda en todos los parajes que le convienen en la Cuenca del Colorado, en donde sus maneras vivarachas y sus notas sonoras lo distinguen de las especies más pequeñas y más modestamente ataviadas. Se le encuentra casi en todas partos, tanto en los bosques como en los sitios abiertos, pero es evidente que prefiere los lugares peñascosos llenos de hendeduras y grietas, en los cuales se arrastra furtivamente como un ratón, aunque con más agilidad que éste, ó bien salta y revolotea de piedra en piedra. Como la mayor parte de sus habitat no se han establecido todavía, y como frecuenta regiones salvajes y desiertas, ha adquirido la reputación de ser una ave arisca y amante de la soledad, pero hay varias razones que nos inducen á suponer que con el transcurso del tiempo, este pajarillo no tardaría en familiarizarse con el hom- bre, como el Saltapared, si este país llegara á hacerse populoso. En el Occiden- te, el Saltapared de Parkman, que es una variedad del pequeño y sociable cedon, continúa siendo tan solitario y recogido como el Saltapared tepetatero. Tra- tándose de este último, contamos ya con los signos preventivos de la semi-do- mesticación de que es susceptible, pues se acerca á menudo á la choza del minero ó del “squatter,” llegando hasta anidar en los agujeros de los leños; también se aventura en los jardines, en varias ciudades occidentales. Sería de desear que llegara á contarse en el número de nuestras aves domésticas. Su nido se com- pone de materiales muy diversos: casi podría designarse con un término geno- ral, “basura,” por ejemplo. Alennas veces se compone, casi por completo, de una sola substancia, que se encontraba, sin duda, al alcance inmediato de la ave- cilla; pero más á menudo participa de toda clase de materiales, varitas, tiras de corteza, hierbas, pasto, musgo, cabellos, lana, etc. El sitio escogido para la cons- trucción del nido es muy variable; ya lo colocan en una rendija, entre las rocas, ya en el suelo, debajo de algún peñasco inclinado. Según dicen, la variedad de esta especie, que habita la isla de Guadalupe, frente á la costa de la Baja Cali- fornia, tapa ingeniosamente la entrada de su nido, con un muro artificial de gui- jarros, dejando nada más una abertura bastante grande para poder entrar. Una vez se descubrió un nido en la cavidad natural de un montón de barro, y otros, como se dijo antes, entre los leños de una cabaña. Respecto al período de la puesta, tropezamos, igualmente, con la mayor diversidad, á causa de la vasta zona de distribución de la especie durante la estación de las crías. Parece que tienen dos, y otro tanto sucede, indudablemente, en las localidades meridionales. Ponen de cuatro á ocho ó nueve huevos; éstos miden de 0-72 á 0-77 de largo 274 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. por 0-60 á 0-66 de ancho, */, x*/¿por término medio; son notables por su redon- dez y por la pureza cristalina y la tersura del cascarón. El fondo es blanco, man- chado ligeramente de virenlitas distintas, de un color moreno rojizo, amontona- das en el extremo largo ó formándole una especie de corona. CATHERPES. Catherpes, Baird, B. N. Am., p. 356 (1858). (Tipo Thryothorus mexicanus, Sw.). Aunque las patas de las especies de este género son algo más fuertes que las de Salpinctes, la longitud relativa de los dedos es casi la misma, y las patas son más débiles que las de otros Troglodytide. La cubierta posterior del tarso presenta el tipo normal, pues se compone de una sola lámina en vez de varias, como en Salpinctes. El pico es largo, delgado y sin muesca subterminal. La ventana de la nariz se parece á la de los Salpinctes. Dos especies constituyen este género; una de ellas, el Campylorhynchus me- xicanus, varía algo en sus caracteres, en México, por lo menos; pero éstos son más estables en los límites septentrionales de la zona de su distribución. De la segunda especie no se conoce más que un sólo ejemplar, colectado en Veracruz. CATHERPES MEXICANUS. Saltapared.” Thryothorus mexicanas, Sw. Zool. UI, ser. 2, L, t. 11”. Salpinctes mexicanus, Cab .Arch. f. Nature. XIIL p. 3233 Sel. P. Z. S. 1857, p. 212*; 1858, p. 297*. Catherpes mexicanus, Baird, B. N. Am., p. 356% Sel. P. Z. S. 1864, p. 172"; Baird, Rev. Am. B. L, p. 111% Dresser, Ibis, 1865, p. 484% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 545"; Lawr, Mem. Bost. Soc. N. A. Il, p. 268"; Dugés, “La Naturaleza, *L, p. 139". Catherpes mexicanas, var. conspersus, Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. l, p. 139%. Catherpes mexicanus conspersus, Coues, B. Col. Vall. L, p. 164”. (1) A. L, Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 6. LA NATURALEZA. Lám ZIX. 22 S* Tomo IM = 4 Matolilla varta. "Calherpes mextcanus, alnincles obsolelus. 3 0% / (erthta mexican A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 275 = == Troglodytes murarius, Licht. Preis, Verz. mex. Vóg. p. 2%. (J. f. Orn. 1863, p. 57). Thriothorus guttulatus, Latfr. Rev. Zool. 1839, p. 99% Certhia albifrons, Girard. B. Texas, t. 18”. Supra niero-brumnens, pileo obsenriore; dorso toto et cervicis lateribus albo nigroque stellato; cauda rufa nigro anguste transfasciata, suapracandalibus rufis nigro macnlatis; alis fusco niero obsolete transfasciatis; subtus gutture toto albo, pectore rufo, ventre brunneo, punctulis nigris albido terminatis notato; rostro obscure corneo, mandibulse basi albicante, pedibus nieris. Long. tota 5-5, alee 25, caude 2-1, tarsi 0-8, rostri a rictu 1-1. (Deser. exempl. ex Tehuantepec. Mus. nostr.). Hab. La parte central de Norte América”, etc. México”, Tepic (Gray- son”), Guadalajara (Grayson”, Dugés”), Guanajuato (Dugés”), Real del Monte (Morgan”), Río Coahuayana (Xantus”), Mirador (Sartorius”), Ynantepec (Deppe, Mus. Berol.), Valle de México (White”, le Strange, Sumichrast'), Orizaba (Bo- tteri”), Estado de Veracruz (Sunichrast”), Oaxaca (Boucard?), Santa Efigenia, Te- hnantepec (Sumichrast). En Norte América, el Campylorhynchus mexicanas habita generalmente los cañones de la porción Sudoeste de los Estados Unidos, que son un rasgo muy característico de la geografía física de ese distrito; gracias á su residencia favo- rita se le designa vulgarmente con el nombre de Cañón Wren". Pero no sólo frecuenta unas localidades tan estériles, sino también las murallas y las casas en donde es considerado como un favorito á causa de su familiaridad *”. Dicen que su canto es una serie de notas sonoras y claras emitidas en una simple escala descendente”. Cría entre las rocas y en las paredes; pone cuatro hnevos blancos enbiertos profusamente de largas manchas de un moreno color de canela ó rojizo”. En México el Catherpes mexicanus está distribuido ampliamente, según pa- rece, desde Tepic en el Noroeste, atravesando portoda la meseta central hasta Oa- xaca y Tehuantepec en el Sur; no se le ha observado aún en Guatemala, bien que podría creerse que habitara los Altos que colindan con México por el Estado de Chiapas. El profesor Sumichrast dice que también se le encuentra en la región templada del departamento de Veracruz. Cría en las casas de Orizaba, haciendo su nido ingeniosamente con telarañas; lo coloca en las grietas de las paredes yie- jas ó en los intersticios que hay entre las tejas de los techos de las casas'. Según Sumichrast, % habita la región templada y la meseta. Muy común en la mesa de México, en donde probablemente tiene su principal centro de propaga- (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz, “La Naturaleza,” tomo I, página 302, La Nat.—Ser. 1L.—T. IIT.—Agost. 1899. 25 276 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. ción. “El Saltapared,” dice Coues, "es notable por los sitios que frecuenta, así como por la maravillosa expresión de su canto. Si alguna vez siente los impul- sos de emigrar que experimentan de cuando en cuando la mayor parte de los Trogloditidos, sólo la falta de parajes apropiados es capaz de coartar sus movi- mientos. El Saltapared es una curiosa cajita de música animada; su tamaño y su aspecto son completamente insignificantes, pero no por eso deja de hacer reso- nar el espacio con su alegría. Su nota es uno de los sonidos más característicos de la naturaleza; no hay nada que pueda comparársele, y la impresión que pro- duce en el auditor aumenta cuando el volumen del sonido es reforzado por su repercución á través de un profundo y sinuoso cañón' y resuena de lado á lado de las macizas paredes perpendiculares, hasta que se pierde gradualmente á lo lejos. Ninguna descripción técnica podría expresar el carácter de estas notas ni explicar la impresión indeleble que dejan en el ánimo del que las escucha por primera vez, en las regiones salvajes y desoladas, que tan bien armonizan con su música. Este canto es perfectamente simple; se compone de una serie de notas silbantes, cada una de las cuales es separada y distinta; empiezan en el grado más agudo de la escala que su garganta es susceptible de alcanzar, y descienden regularmente hasta que se le acaba el aliento ó llega á la nota más grave de su escala. Sus notas son claras, fuertes y de una calidad particularmente sonora; las emite con un énfasis sorprendente; algunas veces creí descubrir en ellas un si no es de ironía, como si el pájaro se sintiese dispuesto á mofarse de las in- comodidades de un viaje á través de tan hostiles desiertos, juzeándose invnlne- rable en su guarida pedregosa. Sus costumbres se parecen en general á las de los Certidos, y si se compara con enidado la estructura de las patas, se advierte en ellas inucha semejanza con la de aquéllos. Á decir verdad, sus hábitos me traen á la memoria la opinión que me formé respecto al Tichodroma europeo. Acostumbra volar de arriba abajo sobre la superficie de los peñascos perpen- diculares, agarrándose á sus más insignificantes asperezas ó parándose á cantar en la orilla de la cima ó se cuelga del techo de una cueva con la misma facilidad que un Certido. Cuando se encuentra en medio de «bowlders» sueltos, su con- ducta es más digna de un Trogloditido; recorre los montones de notas como el Salpinctes, con una agilidad maravillosa y con un aire astuto y furtivo; funda toda su delicia en eludir al observador y reaparecer inesperadamente en otro lugar, burlándose sinceramente de la perplejidad que ha ocasionado. Pero no debo pintar al Saltapared sólo como un anacoreta burlón habitante de las cue- vas, que es su papel principal, pues algunas veces da pruebas de familiaridad acercándose amistosamente á la morada del hombre y anidando en las hendedu- ras de las paredes y de los edificios, ó bien ocupando las cajas que le ofrecen para este fin, como el Martin, el Síalia sialis ó el Troglodytes domesticus park- mani. Hasta hoy me ha sido imposible obtener datos satisfactorios respecto á (1) Birds Col. Vall. Part. first, p. 165. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. 27 : sus huevos y sus nidos, pero por lo poco que he leído parece que su economía se parece en este punto á la del Salpinctes obsoletus. El Dr. Brewer describió unos huevos que se supone provienen de este pájaro; “eran cuatro y su forma extremadamente oblonga y puntiaguda, tratándose de huevos de esa familia; me- dían S0 por 60 de pulgada; el fondo era de un blanco cristalino enbierto con pro- fusión de grandes y numerosas manchas de un moreno color de canela ó rojizo.” CATHERPES SUMICHRASTI. Catherpes Sumichrasti, Lawr. Pr. Ac. Phil. 1871, p. 233.* Brumneus, uropygio et alis obseurioribus, capitis lateribus paulo pallidiori- bus, gula grisescenti-rufa, pectore fasciis angustis crebris obseuris notato, abdo- mine maculis minnutis albis nigro cireunscinctis ornato, hipochondriis indistine- te fasciatis, crisso niericanti-brunneo; rostri maxilla nigricante, mandibule basi flavicante; pedibus nigricantibus. Long. tota (absque cauda) 5-0, alee 2-75, ros- tri a rictu 1-2, tarsi 1-2. (Descr. exempl. typici ex Mexico. Mus. Smiths.). Hab. México, Mata Bejuco (Labarraque'). Reg. cal. de Veracruz. % El aspecto general de esta ave es semejante al del Catherpes mexicanus, pe- ro la garganta es rojiza y presenta un tinte ceniciento en vez de blanco; además es mucho más grande. El único ejemplar que posee la colección del Instituto Smithsoniano fué enviado por el profesor Sumichrast, que lo había obtenido del Sr. T. Labarraque, quien lo encontró en un punto del Estado de Veracruz lla- mado Mata Bejuco. No se conocen más que estos datos respecto á esa especie. UROPSILA. Uropsila, Selater y Salvin. Nomencl. Ay. Neotrop., p. 155 (1873). (Tipo Tro- glodytes leucogastra, Gronld). Este género no comprende más que la especie tipo, ave que ha sido clasifi- cada en diversas épocas con el nombre de Troglodytes, por Mr. Gould; con el de Cyphorhinus, por Mr. Sclater; con el de Heterorhina, por el profesor Baird, y finalmente con el de un género aparte, Uropsila. Esta ave se parece á Henicor- hina por las proporciones de las alas y la cola, así como por la coloración gene- ral; pero en vez de tener la ventana de la nariz abierta, de los miembros de ese (1) Laurencio y Beristain. 278 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. género, la abertura nasal está cubierta por una membrana como en los Thryo- thorus. También tiene el pico deprimido y alargado y la cola corta, y puede co- locarse con justicia después de los Microcerculus. La única especie de este género, U. leucogastra, no habita más que la parte meridional de México. UROPSILA LEUCOGASTRA. Troglodytes leucogastra, Gonld. P. Z. S. 1836, p. 89”. Uropsila leucogastra, Sel. et Salv. Nomencl. Ay. Neotr. pp. 7, 1552. Cyphorhinus pusillus, Sel. P. Z. S. 1859, p. 3/2*. Heterorhina pusilla, Baird, Rev. Am. B. L, p. 1194 Murino—brunnea, loris et superciliis posticis albis; secundariis extus et can- da nigro obsolete transfasciatis; regione anriculari albo variegata; subtus alba lateraliter cinerascenti tincta, hypochondriis, ventre imo et erisso pallide brun- neis; rostri maxilla plumbea, mandibula albida; pedibus pallide corylinis. Long. tota 3-5, alae 1-75, caude 11, tarsi 0-75, rostri a rictu 0-7. (Deser. exempl. ex Mexico. Mus. P. L. Selater). Hab. México, Tamaulipas (fide Gould”), Playa Vicente, Reg. Oriental. % Esta especie es poco conocida. Cuando Mr. Selater deseribió al C. pusillus, contaba con cuatro ejemplares colectados todos en Playa Vicente, del lado orien- tal de las montañas de Oaxaca. Parece que uno de estos ejemplares pasó des- pués á formar parte de la colección del Instituto Smithsoniano*. Poseemos, ade- más, un ejemplar que se supone obtenido eu México, aunque no se conoce su localidad. El sexto sirvió de tipo á Mr. Gonld y se ienora lo que sucedió con él. Esos son todos los ejemplares que se han colectado hasta la fecha. HENICORHINA. Heterorhina, Baird, Rev. Am. B. 1., p. 115 (1864) (nec Westwood, 1845, Coleop). (Tipo Seytalopus prostheleucus, Sel., Cyphorhinus leucostictus, Cab.). Henicorhina, Selater et Salvin. P. Z. $. 1868, p. 170, vice Heterorhina, Baird. El Prof. Baird fué el primero que separó al pequeño género que nos ocupa (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 279 de Cyphorhinus, con el cual se habían asociado sus especies, con más frecuencia tal vez que con ningún otro; pero el nombre que eligió Baird había sido emplea- do anteriormente, así es que fué substituido por el de Henicorhina, en 1868. La ventana de la nariz abierta y situada en la extremidad anterior de la fosa nasal, sin presentar huella alenna de opérculo, distingue á este género de Cyphorhi- nus, así como de Microcerculus y Thryothorus, colocándolo cerca de Thryophi- lus, en cuyo género la forma de la ventana de la nariz es completamente igual. Su cola corta, pues apenas tiene un poco más de una pulgada de largo, separa á Henicorhina de Thryophilus, en cuyo género podría colocarse con propiedad como una sección del mismo. Hoy no se conocen más que dos especies; ambas se encuentran á diversas alturas, casi en la misma área desde México hasta el Sur. 24. leucosticta se ex- tiendo, sin embargo, hacia el Oriente, hasta la Guayana, y 1. leucophrys hacia el Sur, hasta Perú. No se presentan en el Sudeste del Brasil. HENICORHINA LEUCOSTICTA. Cyphorhinus leucostictus, Cab. Arch. f. Nature. Jahre. XI. 1, p. 206; Lawr. Anu. Lye. N. Y; VII, p. 320?, IX, p. 92%; Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 13*. Microcerculus leucostictus, Sel. et Salv. P. Z. S. 1864, p. 345”. Thryothorus leucostictus, Salv. P. Z. S. 1867, p. 134". Heterorhina leucosticta, Baird, Rev. Am. B. L, p. 117”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 545* (partim). Henicorhina leucosticta, Salv. P. Z. $. 1870, p. 181*. Seytalopus prostheleucus, Sel. P. Z. S. 1856, p. 290%. Cyphorhinus prostheleucus, Sel. P. Z. S. 1858, pp. 63", 96*; 1859, pp. 363%, 372*; Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 397”. Heterorhina prostheleuca, Baird, Rev. Am. B. 1, p. 116". Supra brunnea, dorso postico rufescente, superciliis elongatis albis, capitis lateribus albo nigroque variegatis, tectricibus alarum apicibus albo macnulatis; subtus alba lateribns cinereis, ventre imo et crisso castaneis; alis et cauda fusco— nioris, extus rufescente brumuco transvittatis; rostro nigro; pedibus corylinis. Long. tota 4-2, ale 2-1, caudee 1-0, tarsi 0-9, rostri a rictu 0-75. (Descr. maris ex Choctum, Vera Paz. Mus. nostr.). Hab. México”, Papantla*, Córdoba (Sallé”), Jalapa (de Oca”), Orizaba (Su- michrast*), Llano Verde y Playa Vicente (Boucard*), Mirador (Sartorins”), Tie- rra Caliente (le Strange), Guichicovi, Tehuantepec (Sumichrast*), Guatemala” 280 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. A (O. $. et F. D. G.), Costa Rica (Carmiol*, Arcé), Panamá*”* (Arcé, M'Leannan”). Colombia, Venezuela, Ecuador”, Guayana?. Cuando describió el Dr. Cabanis esta especie contaba con ejemplares de México y de la Guayana, que consideraba idénticos. Las investigaciones que se han hecho últimamente han demostrado que dicha especie existe en casi todas las localidades intermedias y que disfruta de una zona de distribución no inte- rrumpida en esta extensa área. Parece que el Sur de México es el límite de la distribución septentrional de la 2. leucosticta, en donde, sin duda alguna, está reducida á los bosques calientes de la tierra baja del Distrito. El Prof. Sumi- chrast* dice que habita las regiones caliente, templada y alpina del Estado de Veracruz, pero creemos, gracias á los conocimientos que tenemos de la distribn- ción de esta especie y de la de 2. leucophrys en Guatemala, que el citado pro- fesor ha considerado á ambas como una sola, y que las aves que observó en la región alpina pertenecían á esta última especie. En Guatemala no la vimos más que en los bosques bajos del Norte de Vera Paz, así como del lado de las monta- ñas, frente al Pacífico, en los montes que cubren las escarpas de los volcanes de Agua y Fuego. Es completamente Troglodytide por la viveza de sus movimien- tos, y frecuenta los matorrales de las selvas vírgenes. HENICORHINA LEUCOPHRYS. Troglodytes leucophrys, Esch. Arch f. Naturg. Jahre. X. L, p. 283”. Heterorhina leucophrys, Baird, Rev. Am. B. L, p. 118*. Cyphorhinus leucophrys, Lawr, Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 92. Henicorhina leucophrys, Salv. P. Z. S. 1870, p. 181*: Troglodytes guttatus, Hartl. Syst. Vers. d. Ges. Mus., p. 28". Cyphorhinus prostheleucus, Salv. et Sel. Tbis, 1860, p. 272* (nec Selater). Heterorhina prostheleuca, Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 545" (partim). Cyphorhinaus griseicollis, Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 397* (nec Lafr.). Heterorhina griseicollis, Baird, Rev. Am. B. 1, p. 117” (nec Lafr.). H. leucostictce similis, sed corpore subtus plumbeo nec albo et tectricibus alarm immaculatis distinenenda. (Deser. exempl. ex Volcán de Agua. Mus. nostr.). Hab. México, Jalapa (de Oca*), Moyoapam, Vera Cruz (Sumichrast”), Gna- temala** (O. S. et F. D. G.), Costa Rica (y. Frantzins?, Rogers), Panamá (Arcé?). Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú!, Bolivia. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. 281 La Henicorhina leucophrys parece ser una especie rigurosamente alpina, pues en Guatemala habita los bosques de las tierras altas situados á una al- tura de 10,000 pies, aunque desciende hasta unos 4,000 pies ó tal vez más. Es común en los montes de los volcanes, en doude reemplaza á su pariente /7. leu- costicta. En México no se le conoce aún bastante, pero creemos que las noticias que da el Prof. Sumichrast, refiriéndose á 17. leucosticta, son en realidad rela- tivas á la especie que nos ocupa, porque dice que encontró al ave alpina en Mo- yoapam, á una elevación de 6,600 pies, en las montañas que se hallan al N. E. del Valle de Orizaba. El nido que encontró en los mismos lugares está formado de musgo entretejido con mucha habilidad. El interior de los que ha examina- do estaba todo formado de plumas rojas del abdomen del Trogon mexicanus. Está suspendido, ó más bien, fijado á las ramas de los arbustos, y tan cuidado- samente hecho por su propietario, que se confunde fácilmente con un montón de musgo. Salmon obtuvo sus huevos en Frontino, en el valle de Cauca, de Colom- bia, y dice que son blancos ó cubiertos con unas cuantas manchitas rojas.” Es notable que esta ave, residente en las florestas de las montañas y cuya distribu- ción está, por consiguiente, interrumpida en diversos puntos, haya retenido con tanta fidelidad sus rasgos específicos. Sus caracteres son tan constantes como los de su congénere 4. leucosticta, cuya zona de distribución en los terrenos bajos no está casi interrumpida, lo cual ha contribuido, sin duda, á que conserve sus caracteres específicos. THRYOPHILUS. Thryophilus, Baird, Rev. Am. B. L, p. 127 (1864). (Tipo Thryothorus rufal- bus, Lafr.). El Prof. Baird separó á este género de Thryothorus á causa de la diferen- cia que presenta en la disposición de la membrana que rodea la abertura nasal. En los Thryophilus la ventana de la nariz está situada en la extremidad de la fosa nasal, es ovalada y no está cubierta por ninguna membrana ó escama. Los miembros del género así reducido son más grandes y tienen la cola mucho más larga que las especies del género Henicorhina; pero ambos géneros están estre- chamente emparentados, pues la ventana de la nariz presenta en los dos la mis- ma forma. Thryophilus comprende catorce ó quince especies que están distribuidas en una extensa área, pues se extienden desde la región occidental de México hasta el Sur del Brasil. La mayor parte de las especies habitan dentro de los límites de México y Centro América; nuestra lista contiene once por todas, y de éstas (1) Sclater y Salvin, P. Z. S. 1789, p. 493. 282 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. solamente tres atraviesan nuestras fronteras y llegan al Continente Meridional, viz. el Thryophilus rufalbus, que tiene una vasta zona de distribución, el Thryo- philus leucotis, y el Thryophilus nigricapillus, dos especies meridionales que pe- netran en el Norte hasta el Estado de Panamá. Las ocho especies restantes es- tán distribuidas localmente, habitando la mayor parte de ellas en Costa Rica y Panamá. A. Caput fere dorso concolor. a. Subtus immaculat. W. Crissum nmigro transfasciatum. THRYOPHILUS SINALOA. Thryophilus sinaloa, Baird, Rev. Am. B. l, p. 130%, Lawr, Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 2682. Thryophilus rufalbo affinis, sed multo minor, corpore supra fuscescentiore et hypochondriis brumnescentioribus differt. Long. tota 5-2, ale 2-2, candee 2-0, rostri a rictu 0-8, tarsi 0-9. (Deser. maris ex Mazatlán, México (Smiths. Inst. n. 34,016). Mus. nostr.). Hab. México, Mazatlán (Grayson*”, Xantus!), Sinaloa (Grayson?), Colima (Xantus*?). Reg. Occidental.” Puede considerarse que esta especie representa al 7hryophilus rufalbus, en México, en donde su distribución es, sin embargo, muy limitada, pues no va más allá de la costa occidental. Su presencia en dichos parajes fué observada por los dos naturalistas Grayson y Xantus, á quienes debemos, en su mayor parte, las noticias relativas á la Ornitología del Occidente de México. La siguiente nota del primero de estos viajeros, es la única relación con que contamos respecto al ave que nos ocupa: “Esta avecilla abunda desde Sinaloa hasta Tehuantepec. Ge- neralmente construye su nido en las ramas caídas de un espino, á fin de prote- ger á sus pequeños contra la cantidad inuumerable de hormigas y otros insectos que no tardarían en infestarlo. La mayor parte de sus congéneres colocan sus nidos en leños huecos, entre las raíces de los árboles, etc. El nido está suspen- dido de las ramas en parte y se compone de pasto fino. Por lo regular ponen cinco huevos, señalados con manchitas de un color que tira á moreno.” c. Subtus corpus plus minusve nigro transfasciatum. (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 283 THRYOPHILUS PLEUROSTICTUS. Thryothorus pleurostictus, Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 30% P. Z. S. 1870, p. 551”; Sel. Cat. Am. B. p. 21, t. 4% Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 13*. Thryophalus pleurostictus, Lawr. Ann. Eye. N. Y. IX, p. 92%. Umbrino-brumnens, alis extus et cauda nigro transfasciatis; superciliis dis- tinctis et corpore subtus albis, capites collique lateribus albis nigro variegatis, hypochoundriis et crisso late nigro transvittatis; rostro plumbeo, mandibule basi albida; pedibus pallide corylinis. Long. tota 5-2, ale 2-5, caudee 2-2, rostri a rictu 0-95, tarsi 1-0. (Deser. exempl. ex Bebedero, Costa Rica. Mus. nostr.). Hab. México, San Juan del Río (Rébouch”), Santa Efigenia, Guichicovi, Tapana (Sunichrast”), Guatemala (Skinuer), San Salvador (0. S.), Nicaragua (Baxter), (O. S.), Costa Rica (Arcé). México, Estado de Oaxaca.!” Durante varios años no conocimos de esta especie más que el ejemplar de la colección de Mr. Selater?. En otro tiempo, dicho ejemplar formó parte de una gran serie de pieles enviada de Guatemala á Mr. Gould por Mr. Skinuer. En muestra descripción del ejemplar lo juzeamos originario de Vera Paz, pero cree- mos más probable que provenga de la parte de Guatemala que confina con el Océano Pacífico. Sin embargo, hasta hoy no hemos visto ningún otro ejemplar egnatemalteco, y nuestras sospechas respecto al origen del tipo, se fundan en el hecho de que ni en México ni en otros países más meridionales se ha encontrado nunca á esta especie lejos del Pacífico, viéndosele, por el contrario, en las pla- yas de ese Océano con bastante frecuencia. En México, el Thryophilus plewrostic- tus fué colectado en gran cantidad? por M. Rébouch, cerca de San Juan del Río, aunque nunca se le ha observado en las partes orientales del país, ni siquiera en Oaxaca; en Tehuantepec es bastante común*. El Prof. Sumichrast describe sus costumbres y habla de su actividad y sumisión. Según él, su nido se compone de tallos finos de zacates secos, tejidos de modo que formen una especie de retorta forrada de pelos y de las semillas de un Bombazx. Lo colocan en un matorral ó en la horquilla formada por dos ramas. La puesta comprende de tres á cinco huevos, de un hermoso color azul verdoso. La primera vez que lo vimos fué cerca de La Unión, al descender del volcán de Conchagua. Después observa- mos una pareja en los breñales que circundan el pueblo de La Unión. Más tarde se le encontró en San Juan del Sur, en Nicaragua, entre el estropajo de las pla- yas de la bahía. También examinamos otros ejemplares de Nicaragua, pertene- (1) Laurencio y Beristain. La Nat.—Ser. 11.—T. I.—Agost. 1999. 36 284 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. cientes al general Baxter, quien los obtuvo cerca del puerto de Corinto. Nues- tros ejemplares de Costa Rica fueron colectados por Arcé, en las playas del Golfo de Nicoya, y á ellos alude Mr. Lawrence, eu sn lista de las Aves de Costa Rica”. THRYOPHILUS NISORIUS. Troglodytes nisorius, Licht. Mus. Berol. et Nomencl. p. 34* (deser. nulla). Thryothorus nisorius, Sel. P. Z. S. 1869, p. 591, t. 45?. Supra leete rufus, alis caudaque nigro regulariter transfasciatis, superciliis elongatis albis, capitis lateribus albis nigro variegatis; subtus albus nigro ubi- que transfasciatus, tectricibus subalaribus albo nigroque variegatis; rostro et pe- dibus corneis. Long. tota 5-5, ale 2-7, caude 2-2, tarsi 0-85. (Deser. Selateria- na, exempl. ex Real Arriba, México. Mus. Berol). Hab. México, Real Arriba (Deppe”). Esta especie es parienta cercana del Thryophilus plewrostictus, del cual di- fiere principalmente por el hecho de tener la superficie inferior rayada de negro, en vez de tener las rayas en los flancos y en el crissum solamente. Esta diferen- cia no es grande, auuque bastante aparente en el tipo, y el examen de una se- rie más numerosa de ejemplares, demostraría que en realidad no debería sepa- rarse á estas dos especies. En la actualidad, el ejemplar obtenido por Deppe, que se encuentra en el Museo de Berlín, es el único que hemos descubierto. Di- cho ejemplar fué conocido, durante muchos años, bajo un nombre inédito de Lichtenstein, hasta que Mr. Selater lo describió y dibujó en 1869. THRYOTHORUS. Thryothorus, Vieillot, Analyse, p. 45 (1816). (Tipo Troglodytes arundinaceus, Vieill. Sylvia ludoviciana, Lath.). Cf. Baird, Rev. Am. B. 1, p. 120. La ventana de la nariz de las aves de este género está cubierta por una eruesa membrana colgante, que deja á la abertura nasal una hendedura alarga- da, situada en la porción anterior del extremo más bajo de la fosa nasal. Lia ven- tana de la nariz tiene, pues, una formá muy diferente de la de los 7/ryophilus, en los cuales es ovalada, abierta y sin cubierta alguna. La cola es larga, an- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. 285 cha y redondeada, difiriendo desde este punto de vista de la de los Micro- cerculus. Las especies comprendidas en este género, presentan algunas diferencias de forma. Un grupo que tiene el pico muy fuerte y arqueado, fué considerado por el Prof. Baird como género aparte, Phengopedius, mientras que las aves que tienen el pico delgado, al contrario de los Phengopedíus, han sido colocados en otro género, Thryomanes. Estas distinciones son interrumpidas por completo por aves tales como el Thryothorus hyperyihrus y Thryothorus maculipectus, que ligan Phengopedius á Thryothorus; como el resto de los miembros de 7hryo- thorus muestran mayor diversidad entre sí que la que existe entre algunos de ellos, y Tlwryothorus bairdi, nos parece mejor reunir á todos en un sólo género, Thryothorus, que se distingne por el desarrollo de su cola y por la forma de las ventanas de la nariz. Dividiendo al género en secciones, hemos empleado algn- nos pequeños caracteres que sirven para agrupar la especie en lo que podría considerarse como grupos naturales. Cerca de diez y ocho especies de este género han sido descubiertas; de éstas, nueve se encuentran dentro de nuestros límites. Cuatro de ellas pertenecen á la sección Phengopedius, tres de las cuales son peculiares de México y Centro Amé- rica, viz. Tlwyothorus maculipectus, de México y Guatemala; Thryothorus atro- gularis, de Costa Rica, y Thryothorus hyperythrus del Estado de Panamá; el cuarto, Thryothorus fasciativentris, se extiende desde Costa Rica hasta Colom- bia. De los más típicos, Thryothori, T. felix, es peculiar en México, y 7. law- rencii, de las Islas de las Tres Marías; 7. berlanderi, entra en nuestra frontera Nordeste, y 7. albinucha habita especialmente Yucatán. Sección de pico corto: (Thryomanes); Thryomanes bairdi se encuentra en todo México, se extiende más allá de nuestros límites septentrionales hasta llegar á los territorios fron- terizos vecinos. Ningún verdadero T'/ryothorus habita el continente Sud-Ame- ricano, pero hay tres especies peculiares de las pequeñas Antillas. A. Phengopedius. Uropyeium immaculatumn. b. Rostrum mediocre, gula nigro maculata. THRYOTHORUS MACULIPECTUS. Thryothorus maculipectus, Lafr. Rev. Zool. 1845, p. 338'; Sel. P. Z. S. 1856, p. 290?; 1859, pp. 363*, 372*%; Sel. et Salv. Tbis, 1860, p. 30% P. Z. S. 1870, p.836'; Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 137. 286 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Phengopedius maculipectus, Baird, Rev. Am. B. 1, p. 135%; Smnichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 545". Supra rifo-brunnens, pileo paulo rufescentiore alis dorso concoloribus, can- da nigro regulariter transfasciata; superciliis albis, capitis lateribus nigro et albo striolatis; gutture toto et pectore albis nigro frequenter maenlatis, ventre imo et hypochondriis rufescente brunneis, crisso indistincte nigro transfasciato; rostro et pedibus plumbeis. Long. tota 5-0, alee 2-3, caudee 2-0, rostri a rictn 0-8, tarsi 0-8. (Deser. maris ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México”, Córdova (Sallé?), Orizaba (Sumichrast”, le Strange), Jalapa (de Oca”), Teotalcingo (Boucard*), Guichicovi (Sumichrast”), Guatemala (Skrin- ner”*, O. 5. et F. D. G.), Honduras Británicas (Roe), Honduras (G. M. Whitely?). México, Estado de Veracruz y Oaxaca.” La mayor parte de los colectores que han recorrido las regiones meridiona- les de México, han encontrado al Thryothorus maculipectus, que fué descrito según unos ejemplares mexicanos?. El Prof. Sumichrast* dice que habita las regiones caliente y templada; que la zona de su distribución no se extiende á más de 4,000 pies de elevación, casi á la misma altura de Orizaba, en donde, sin embargo, es raro. Un ejemplar del Norte de Yucatán presenta una gran divergencia, pues tiene el plumaje superior de un tinte mucho más gris, especialmente en la cola. B. Thryothorus. Uropyeimna maenlis celatis albis notatum. c. Rostrum mediocre. THRYOTHORUS FELIX. Thryothorus felix, Sel. P. Z. S. 1859, p. 371% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. TT, p. 268* (partim). Phengopedius feliz, Baird. Rev. Am. B. L, p. 1367. Supra murino-fuscus, pileo antico rufo; loris et capitis lateribus albo nigro- que striatis; alis dorso concoloribus, cauda nigricante regulariter transfasciata; subtus cinnamomeo rufescens, ventre medio albicante, gutture albo, crisso albo nigro transfasciato; rostri maxilla nigricante, mandibula et pedibus plumbeis. (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. 287 Lono. tota 5-5, ale 2-4, caudee 2-6, rostri a rictu 0-9, tarsi 0-95. (Descr. exempl. ex Oaxaca, México. Mus. nostr.). Hab. México, Mazatlán (Grayson”), Juquila (Boucard'). Región occidental.% Mr. Boucard descubrió á esta especie en el Estado de Oaxaca!; desde en- tonces se han seguido sus huellas, encontrando que se extiende al Norte hasta Mazatlán”, uno de los ejemplares de Mr. Boucard fué comparado con otro de Mazatlán, encontrando el Prof. Baird que ambos coincidían desde todos los pun- tos de vista esenciales*. Se ignoran las costumbres de esta avecilla, pero es de creer que se parecen á las de la especie siguiente, pues Grayson escribió su nota relativa al Zhryo- thorus lawrenci, saponiendo que las aves de las Islas de las Tres Marías eran idénticas á las de Mazatlán, lo cual es inexacto. THRYOTHORUS LA 'WRENCII. Reyeznelo.” Thryothorus feliz B. lawrencii, Ridew. Bull. Nutt. Orn. Club, 1878, p. 10%; Salv. Ibis, 1878, p. 1962. Thryothorus felix, Grayson, Proc. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 278* (nec Sclater). Thryothorus felici affinis, sed corpore subtus fere albo, hypochondriis vix rufescenti tinctis differt; superciliis distinctis albis, genis immaculatis albis, et rostro graciliore magis ineurvo quoque diversus. Long. tota 5-3, ale 2-3, can- de 2-2, rostri a rictn 0-95, tarsi 0-9. (Deser. exempl. typ. ex inss. Tres Marías, México. U. S. Nat. Mus. n. 50,818). Hab. México, Islas de las Tres Marías. (Grayson'”). Grayson' dice: “Parece que es la misma especie que se encuentra en el Con- tinente, á la cual se parece mucho. La de las Islas es un poco más grande, pero tiene el mismo canto. Es muy común en las Marías, donde reside constantemente, y es la única especie que se encuentra en ellas, nniendo sus notas á las de los demás cantores de los bosques, á todas horas del día.” THRYOTHORUS BERLANDIERI. Thryothorus berlandieri, Baird, B. N. Am. p. 362, t. 83, f. 1*. (Ex Couch. M. S.); Rev. Am. B. 1, p. 1242. (1) Laurencio y Beristain. (2) Grayson, loc. cit., p. 252. 288 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. == Thryothorus ludovicianus, var. berlandieri, Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 144”; Merril, Proc. U. S. Nat. Mus. L p. 121*. Thryothorus ludovicianus berlandieri, Sennet, Bull. U. S. Geol. Surv. IV, PIS? Supra rufescenti-brumnens, alis et cauda vix nigro transfasciatis, uropygio macnulis celatis albis ornato; superciliis albis, supra nigro marginatis; cervicis la- teralibus nigro maculatis; subtus rufescens, gula et abdomine medio albicantio- ribus; hyponchondriis obsolete fusco transfasciatis; rostro et pedibus corylinis. Lono. tota 5-7, alee 2-4, caude 2-1, rostri a rictu 0-9, tarsi 0-9. (Deser. exempl. ex México. Mus. P. L. Selater). Hab. Norte América (Sennet”, Merrill*). México, Boquillo, Nuevo León y San Diego (Couch*”), Región Norte” Los ejemplares originales de esta raza de Thryothorus ludovicianus, fueron obtenidos por el Teniente Couch en Nuevo León y San Diego, México; desde entonces se le ha encontrado en abundancia en el valle del Río Grande inferior. Mr. Sennet consiguió varios nidos de esta especie durante su residencia en el Río Grande inferior. Encontrábanse cerca del suelo, en los árboles huecos, en los tocones y aun en los miembros muertos tirados por tierra. Dicen que los huevos son blancos ó rosados, y que toda su superficie está enbierta de manchas y lunares morenos y purpúreos. Hasta hoy no ha sido observado ni en el Centro ni en el Sur de México. “El Thryothorus de la Luisiana, dice Brehm,? es en la América del Norte la especie más común de esta familia. Encuéntrasele en todos los Estados Uni- dos, en los bosques, á la orilla de los ríos, en las montañas, en los valles, y hasta en las cercanías de las habitaciones.” “Esta avecilla, dice Audubon, parece un ratón por la rapidez y agilidad de sus movimientos. Como aquél, aparece y desaparece, se desliza en un agujero para mostrarse en seguida en otro paraje. Cuando está lleno ó está fatigado, se detiene, levanta la cola, lauza á voz en cuello su pequeña canción, cuyas notas recuerdan en cierto modo las palabras “viens 4 mot, viens q mot,” sucediéndose precipitadamente. Sus notas son claras y armoniosas: se le escucha siempre con placer. En Invierno, su canto resuena en todas partes: en las plantaciones, en los bosques, en los pantanos, en las márgenes de las corrientes y en la cercanía in- mediata de las casas y de los establos. Aleunas veces lo ve uno elevarse hasta la cima de un árbol bastante alto, trepando por las lianas y las enredaderas sil- vestres que lo enlazan.” “Esta ave, dice Nuttal, tiene toda la ligereza, el valor, la alegría y la des- (1) Laurencio y Beristain. (2) Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, page 739. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 289 treza de los otros miembros de su familia. Ama los ríos de corriente tranquila, y se posa sobre los árboles que les dan sombra. Diríase que tiene el sentimiento de las pintorescas bellezas de la naturaleza y que se apresura á animarlas, á ha- cerlas más atractivas; habita también los sitios más salvajes. mita perfectamente los cantos de los otros pájaros, y repite el del Parus, el del Verdín, los trinos de las aves cantoras, el grito del Carpintero, el canto de la Alondra y del Car- denal: canta sus temas adornándolos con innumerables variaciones.” Gerhardt dice que el Zhryothorus es uno de los pájaros que más animan una comarca. “Como el Troglodito, dice, no conoce la fatiga ni está en quietud un instante. Cuando alguno de ellos carece de la vivacidad que les es habitual, y no salta continuamente, se puede estar seguro de que le aqueja aleuna en- fermedad. Se establece cerca del hombre, pero ni aun la costumbre de la proxi- midad de aquél le hace olvidar su prudencia y timidez. Tan pronto como ve á un gato ó á algún otro carnicero, grita varias veces seguidas. Sn canto se es- encha durante casi todo el año; es claro y armonioso, pero no puede compararse al del Troglodito de Europa.” “Anidan al comenzar la primavera, y el 20 de Abril echan á volar los pe- queños. Los pájaros jóvenes ponen en Abril ó en Mayo solamente. Los huevos tienen 30 centímetros de largo y 22 centímetros de ancho; son de un color blan- co rojizo, sembrados de manchas de un moreno amarillento, bermejo y gris ce- nizo, dispuestas en círculo. Unas veces construyen su nido en un tronco de ár- bol caído, otras en la cornisa de una casa ó detrás de una chimenea; generalmente es vasto. Según el sitio en que se encuentra, tiene de 14 438 centímetros de diá- metro. El fondo se compone de raíces; las paredes están hechas con hojas y mus- gos; el interior está tapizado de briznas de hierbas, plumas y pelos de liebre; la parte superior es abovedada; la entrada es lateral. La primera puesta compren- de de cinco á seis huevos; la segunda tiene lugar en el mes de Junio y asciende á cuatro ó cinco. Los padres alimentan á sus pequeños con larvas, insectos y gusanos.” Por lo demás, el T'hryothorus de la Louisiana se parece al Troglodito de Enropa. : “Según Cooke,” abunda en la región meridional del Valle del Mississippi, en donde es sedentario. Sus movimientos emigrantes son muy ligeros y se limi- tan á la porción septentrional de la zona de su distribución, es decir, al Sur de Nebraska y lowa, y al Norte de Illinois. Los pocos individuos que emigran á estos puntos, se retiran al, Sur en Invierno. Durante éste, se nota asimismo una pequeña diminución en su cantidad, en el Sur, en la latitud 389; fuera de esto no se observa ningún cambio. Esta especie pertenece más especialmente al Oriente, pues rara vez se le encuentra al Oeste de la longitud 999. En Kansas es sedentaria y abunda en la parte oriental del Estado, pero es rara en la occi- dental (Goss).” (1) W. W. Cooke. loc. cit., pág. 271. 290 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. “Aunque algo limitada en su dispersión hacia el Norte, dice Coues,” el Thryothorus ludovicianus es una ave que resiste los inviernos. Tal vez se ob- serva una retirada incompleta de sus cuarteles más septentrionales, pero abunda tanto en Invierno como en Verano, á lo menos desde Maryland hacia el Sur. Tal es el caso en los alrededores de Washington, D. C., en donde es común, sin ser muy abundante, en todas las estaciones. Frecuenta los plantíos de arbustos y los matorrales de toda clase, en los cuales se oculta con gran obstinación, de ma- nera que se le escucha con mucha frecuencia, pero se le ve raras veces. Esto no quiere decir que sea muy tímido, pues por el contrario, se acerca á menudo á los jardines y al exterior de las habitaciones, pero le agrada el retiro y esquiva la sociedad. Cuando tratamos de penetrar en sus escondites, huye á ocultarse en otros más recónditos; revoloteando cerca del suelo ó trepando y saltando de una zar- za á otra; sin duda, cuando se cree en perfecta seguridad, lanza su canción en són de mofa. Participa, sin embargo, de la inquietud y curiosidad de las aves de su tribu, y cuando está uno quieto en un paraje favorable, lo ve volverse con disimulo y espiar entre las hojas con aire curioso, balanceándose y ejecutando una porción de ridienleces, como si estuviera poseído del espíritu de la turbn- lencia en persona. En tales ocasiones se pone á charlar en un tono áspero y gru- ñón, como si estuviera resentido de nuestra impertinencia; tal es su nota ordina- ria cuando está colérico, alarmado ó atormentado por aleuna inquietud. Su canto es ya otra cosa, pues es sonoro, claro, fuerte y musical; á decir verdad, no co- nozco pájaro que tenga una voz más rica, aunque hay muchos que cantan con mayor dulzura. El canto del que nos ocupa es una rápida sucesión de notas sil- bantes, lanzadas con gran energía; se parece mucho al del Cardinalis virginia- nus, desienado en aleunas partes con el título de “Ruiseñor de Virginia,” cum- plimiento que merece. Cuando hace buen tiempo, se oye su canto á varios cente- nares de varas de distancia, pero es difícil descubrir al cantor, porque sus notas retumban en todo el bosquecillo; además, el artista es inquieto y ventrilocuo, y cambia constantemente de posición. Esta especie empieza á anidar muy pronto. En las carolinas se une en Mar- zo, anida en Abril, y á principios de Mayo, si no es más temprano, sale la primera de sus dos ó tres crías. Esta ave es tan caprichosa en lo referente á la elección del sitio en que coloca el nido, que casi se ignoran cuáles parajes merecen su preferencia. Anida en cualquier rincón ó agujero, se establece en una grieta ó abertura de las tablas sueltas del exterior de una casa; aprovecha el hueco de un árbol ó tronco; fabrica en medio de un matorral espeso, ó en fin, en cualquier punto que presenta un asilo cómodo. Mr. Maynard dice que en la Florida le eusta anidar en los palmeros, y añade que tiene razón el pajarillo, pues estos retiros ofrecen grandes ventajas. “El “boott” dice, es la base de los tallos de hoja muertos, que se adhieren (1) Birds of the Northwest, p. 29. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 291 al árbol cuando la cima se ha secado y caído; son muy anchos y ligeramente cóncavos; se extienden hacia arriba, en dirección oblicua, dejando un espacio entre ellos y el tronco al caer; las frondes cubren á menudo la cima con un dé- bris fibroso que no deja penetrar el agua, y las cavidades de debajo forman un nido muy cómodo para el 7hryothorus de la Carolina.” En parecidos sitios el pájaro coloca una gran cantidad de materiales fibrosos, hojosos ó herbáceos, pues no es nada melindroso, sino que recoge toda la basura que eree conveniente; el nido es algo tosco, se parece más ó menos á una bola y tiene la entrada á un lado. Lo cargan con cinco ó seis huevos y lo llenan completamente, antes de que lo abandonen los pequeños. Los huevos son blancos, tildados con profusión 6 igualdad de un color moreno rojizo y otros varios tintes neutros; estos tildes ocupan generalmente toda la superficie, pero algunas veces rodean en partica- lar el extremo largo; en otros la superficie está cubierta de vireulitas, á tal gra- do, que casi no se distingue el fondo. Medí varios huevos y encontró que tenían de 0.76 por 0.61 á 0.70 por 0.58, es decir, unos 0.73 por 0.60 por término medio. Estos pajarillos guardan mucha reserva acerca de sus arreglos domésticos, y por lo general se van tranquilamente cuando reciben una visita importuna. Los pe- queños permanecen al lado de sus padres unos cuantos días, después de que sa- len del nido, y éstos últimos están durante dicho período en un estado de pánico perpetuo, manifestando la intensidad de su tormento por una agitación continua; pero la pequeña familia no tarda en dispersarse: los padres descansan un poco de los cuidados que origina, y en seguida comienzan á hacer sus preparativos para establecer un nuevo hogar. THRYOTHORUS ALBINUCHA. Troglodytes albinucha, Cabot, Pr. Bost. Soc. N. H. II, p. 258%. Thryothorus albinucha, Baird, Rev. Am. B. IL, p. 149% Salv. Ibis, 1866, p. 191*; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 199*, Thryothorus petenicus, Salv. P. Z. S. 1863, p. 187? Baird, Rev. Am. B. I, p. 125*. Supra brunnens, uropygio paulo rufescentiore et maculis alaris albis nota- to; alis vix nigro transfasciatis, loris et superciliis albis, regione postoculari brun- nea; capitis et colli lateribus albis niero vix vitatis, cauda nigra, rectricibus dua- bus extimis albo irregulariter punctatis, duabus mediis fusco-brunneis, his et reliquis nigro fasciatis; subtus albus, hypochondriis brunneo lavatis, crisso nigro distincte transfasciato; rostri maxilla cornea, mandibule basi albicante; pedibus pallide corylinis. Long. tota 5-1, ale 2-3, caudee 2-0, rostri a rictu 0-9, tarsi 0-85 (Descr. exempl. ex Sakluk, Petén. Mus. nostr.). La Nat.—Ser, 1.—T. I11.—Sept. 1899. 37 292 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Hab. México, Yalahao* y Mérida? Yucatán (Cabot', Schott*); Guatemala (on Los límites de la zona de distribución de esta especie son muy reducidos, pues está confinada al promontorio de Yucatán y al distrito de Petén. El Dr. S. Cabot la descubrió en sus viajes al Norte de Yucatán, y el Dr. Schott la colectó después cerca de Mérida. En Abril de 1862 Salvin mató en Sakluk, cerca de Pe- tén, un ejemplar de esta especie en las afueras de un bosquecillo, en las sabanas abiertas en que está situado ese pueblo. Más tarde fué descrito este ejemplar como 7. Petenicus, pero cuando el Prof. Baird* lo comparó con el del Dr. Cabot, vió que pertenecían á la misma especie. “El Thryothorus albinucha, dice Bouncard, Y es una avecilla muy abun- dante en todos los bosques de Yucatán, aunque rara vez entra en los pueblos y ranchos. Es un gallardo cantor que pasa la mayor parte del tiempo cerca del suelo. Su canción es variada y penetrante. Se alimenta de insectitos y eusanos.” d. Rostrum debile. THRYOTHORUS BAIRDI. Saltapared tepetatero.? Thryothorus bewickti, var. leucogaster, Baird, Rev. Am. B. L, p. 127” (nec 7. leucogaster, Gonld); Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. L, p. 147% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 268*; Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 14*. Thryomanes bewicki leucogaster, Cones, B. Col. Vall. L p. 169”. Thryomanes bewicki, var.leucogaster, Merril, Pr. U.S. Nat. Mus. L, p. 121”. Thryothorus bewicki, Sel. P. Z. S. 1859, p. 372”; Duges, La Nat., L, p. 139%; Sennett, Bull. U. S. Geol. Surv. IV, p. 9*. Murino—brunnens, cauda nigro indistincte irrorata, rectricibus externis ex- tus albo variegatis; loris et superciliis distinctis albis, stria postoculari murina;. capitis lateribus et corpore subtus sordide albis, crisso indistincte fusco transvit- tato; rostro et pedibus fuscis, mandibule basi pallidiore. Long. tota 4-7, ale 21, caudes 2-0, rostri a rictu 0-75, tarsi 0-6 (Descr. exempl. ex Oaxaca, México. Mus. nostr). (1) On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), pági- na 440. (2) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. ““La Naturaleza.” T, 1 (2), pág. 326. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 293 = Hab. Norte América***”.—México, Tamaulipas y Nuevo León (Couch'), Gua- dalajara (Grayson*), Guanajuato (Duges*), Valle de México (le Strange), Oaxaca (Boucard”), Puente Colorado (Sumichrast'). Reg. Norte, Mesa Central y Re- gión Sur." Este Saltapared es una raza de 7. bewicki que habita México y las fronte- ras del valle de Río Grande y del valle Colorado; tiene dos parientes cercanos en el continente septentrional: uno de ellos, 7. bewicki, pertenece á los Estados del Sudeste, extendiéndose al Oeste hasta Texas, y el otro, 7. spilurus, se en- cuentra en California. Las diferencias que se notan entre estas tres formas fue- ron determinadas por el Prof. Baird en su “Revista de Aves Americanas”'; y su opinión ha sido confirmada por los autores subsecuentes”. Se ha establecido, pues, que estas formas son variedades geográficas muy marcadas que se distin- guen entre sí por caracteres completamente constantes”, y que requieren, en nuestra opinión, un nombre específico. Del 7. baírdi de México no se sabe más que se encuentra en diversos pun- tos, extendiéndose hacia el Sur hasta el Estado de Oaxaca” y el Istmo de Te- huantepec”; pero Mr. Sennet* y el Dr. Merrill”, que lo observó en el Río Grande, dan varias noticias de la especie, lo mismo que Rideway? y el Dr. Coues”. To- dos esos observadores testifican la excelencia de su canto y la gran variedad de sus notas. El Dr. Merrill dice que acostumbra colocar su nido en parajes diver- sos; por ejemplo, en un agujero de Carpintero, entre los nudos de una pera es- pinosa ó en las varitas de los matorrales espesos y llenos de púas. Dicen que los huevos varían considerablemente, pues algunos presentan manchas muy finas 6 imperceptibles, mientras que otros las tienen de un color rojizo y lila muy marcado. “Jl Thryothorus bewicki leucogaster, dice Coues,% es muy abundante en Fort Whipple, en donde es un representante característico de su familia; reside allí durante todo el año y parece ser tan indiferente á la elección de sitio como á los cambios de estación. Sus costumbres son iguales á las de su pariente oriental.” “Esta especie, dice Coues, es esencialmente meridional. Cría en la parte exterior de las habitaciones y en los jardines. El huevo es blanco, manchado de lila y de sombras más obscuras de un moreno de pizarra, sobre todo alrededor de la punta más gruesa. Se parece al huevo de un Parido ó Certido, pero sus manchas son más obscuras y tiene mayores dimensiones: de 0.70 por 0.52 á 0.66 por 0.51. : El Saltapared tepetatero es de un temperamento muy excitable, curioso y turbulento; sus acciones son extravagantes y enérgicas. Es un cantor cumplido y versátil, aunque sus notas carecen de la sonoridad y volumen que caracterizan (1) Laurencio y Beristain. (2) Birds Col. Vall. Part. first, p. 171. (3) E. Coues. “Birds of the Northwest,” p. 31. 294 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. á las del Thryothorus ludovicianus; su canto es muy bonito y lo varía según le indica su capricho, pero es completamente distinto de los simples trinos del Tro- glodytes aédon.” 3 TROGLODYTES. Troglodytes, Vieillot, Ois. Am. Sept. IL, p. 52 (1807). (Tipo Troglodytes aé- don, Vieillot). No hay caracteres bien marcados que distingan á los Trogloditos de los Thryothorus, aunque su pequeñez, el pico más delgado y recto y la cola más corta de los miembros más típicos de los Troglodytes, permiten qne se les reco- nozca fácilmente, cuando se les compara con alguna de las secciones de Thryo- thorus, en las cuales se han agrupado las especies de ese género. Sin embargo, alonnas aves, tales como el Thryothorus martinicamus, de las Indias Occidenta- les, y sus parientes preseutan caracteres intermedios, tanto que el paso de uno á otro género es casi completo. La clasificación de las razas de 7roglodytes empa- rentadas con 7roglodytes agdon, ofrece, gracias á la gran variedad que se obser- va entre ellas, una de esas cuestiones difíciles de resolver, con que se tropieza frecuentemente en Ornitología, y para tratarlos no se ha encontrado aún ningún método de nomenclatura que satisfaga por completo. Antes de ocuparnos de las razas centro-americanas en particular, conviene tomar en consideración la rela- ción que existe entre todas las formas. Tanto en las dos Américas como en al- gunas de las islas adyacentes (con excepción de las Antillas), se encuentran re- yezuelos pertenecientes al erupo del Troglodytes aédon. Puede dividírseles en dos especies: Troglodytes aédon, de Norte América, que también existe en Mé- xico, y una forma meridional sujeta á una gran variación local y que se extien- de desde México hasta el Cabo de Hornos, pasando por todo el continente Sud— Americano. Se han instituido tres razas de Troglodytes aédon, nineuna, de las cuales creemos que pueda sostenerse, por razones que se expresarán más ade- lante. El Troglodytes insularis, de la Isla de Socorro, puede separarse con justi- cia de la forma meridional; en el Continente han sido propuestos los nombres siguientes: el de Troglodytes intermedius, para el ave centro-americana, que se extiende desde el Sur de México hasta Costa Rica; el de Troglodytes inquietus, para el ave de Panamá; el de Troglodytes striatulus, para el de Bogotá, y el de Troglodytes tessellatus, para el del Occidente del Perú. El ave de la Guayana es Troglodytes furvus; el del Brasil, Troglodytes aeguinoctialis; * el del extremo Sur, Troglodytes magellanicus, * y el del Chile, Troglodytes hornensis.* En todas (1) Sw. Orn. Draw. t. 13. (2) Gould, P. Z. $. 1836, p. 88. (3) Less. Journ. l'Inst. 1834, p. 316, et Navig aut d. Globé de “La Thétis,” II, p. 327. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 295 estas formas locales reside la gran dificultad. Algunos caracteres que parecen definidos en ciertos lugares desaparecen gradualmente en los confines de la zo- na de distribución, de lo que á primera vista es una forma aparentemente distin- ta; de manera que podría creerse que no existen ningunos rasgos característicos propios para establecer una separación entre todas estas diversas razas. El Troglodytes intermedius de Centro América se acerca tal vez más al ave del Sur del Brasil, difiriendo de ésta por el color de la parte inferior, que es un poco más obscuro; por la rabadilla, que en el pájaro adulto está provista de ra- yas más obscuras, y por las pequeñas dimensiones de la cola. El reyezuelo de Panamá pasa hacia el Sur hasta Perú, atravesando Colombia, pues no hay nin- guna diferencia tangible entre Troglodytes inquietus y Troglodytes tessellatus. El ave típica de esta raza se distingue por el color pálido de la superficie infe- rior, pues los flancos solamente están teñidos de bermejo, y por tener las pln- mas del dorso atravesadas con finas bandas negruzcas más ó menos fuertes. Es- tos caracteres se presentan asimismo en el Zroglodytes furvus de la Guayana, aunque el plumaje de este último es un poco más bermejo en la parte superior y las marcas del dorso menos distintas. Los ejemplares de la isla de Tobago y los de las cercanías de Bogotá, Colombia, no son susceptibles de separación, pe- ro en Trinidad y Venezuela parece que los ejemplares son por encima de un co- lor bermejo más obscuro, y que las marcas dorsales son imperceptibles. Esta última forma llega á Santa Marta, al Amazonas, al Ecuador y á los alrededores de Lima, Perú. Así, pues, no es posible asignar á unas aves tan variables, límites definidos, de acuerdo con las reglas generalmente reconocidas de la distribución de las aves de Sud-América; de manera que no queda otro recurso que el de designar á todas ellas con el nombre compendioso de Troglodytes furvus, incluyendo al verdadero Troglodytes furvus de la Guayana, y el impropiamente llamado Tro- glodytes tessellatus, de la América Occidental, desde Panamá hasta Perú. El ave del Sudeste del Brasil, tiene un tinte rojizo por debajo: este carácter se mani- fiesta particularmente en los ejemplares de Bahía, los cuales no tienen más que la garganta blanquizca; también el cróssum de estas aves carece de manchas. Los ejemplares del Río tienen unas cuantas marcas negras en la rabadilla, y esta forma se extiende hacia el Sur de la República Argentina y la Patagonia. Tampoco el ave chilena difiere de un modo apreciable en enanto á coloración, pero parece que la cola es siempre más larga que la de los ejemplares del lado Oriental del Continente. Tampoco este carácter es de eran utilidad, pues las di- mensiones de la cola disminuyen gradualmente, á medida que se avanza hacia el Vorte de Patagonia y Chile. De todas estas aves meridionales, las de Bahía son las que se distinguen más pronto á primera vista, por el brillante color rojizo de su superficie inferior, y por su rabadilla sin manchas; pero los puntos que distin- euen á las ayes del Río de las de Venezuela, ete., son tan insienificantes, que casi es imposible reconocerlas con certidumbre. El ave de Venezuela pasa al 296 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Troglodytes furvus de la Guayana, y de allí, al Troglodytes tessellatus; de ma- nera que la transición entre las formas extremas, es decir, entre las aves de Bahía y Perú, parece casi completa. Sin embargo, se ve en el rapprochement aparente de las aves centro-americanas con las brasileñas, un caso de una ley de dis- tribución, de la cnal tenemos actualmente muchos ejemplos. Al tratar de las for- mas de Troglodytes que habitan dentro de nuestras fronteras, se minoran las difienltades concernientes á las diferencias que presentan. El Troglodytes aédon y el Troglodytes insularis se definen fácilmente, y el parentesco que existe en- tre el Troglodytes intermedius y la raza de Troglodytes furvus de Panamá, que es el nombre con que nos vemos obligados á desienar al ave del Continente Me- ridional, no es tan estrecho que nos impida distinonirlas. Hay por todo seis especies ó razas de Troglodytes dentro de nuestros lími- tes; una de ellas, el Zroglodytes aédon, es una ave septentrional que se introduce en México; otra, el Troglodytes furvus, es una forma meridional que se extiende al Estado de Panamá; la tercera, Troglodytes solstitialis, es un pájaro de los An- des que se encuentra en Costa Rica; las otras dos son modificaciones locales del Troglodytes furvus meridional; y en fin, el Troglodytes brunneicollis, que carece de parientes cercanos. TROGLODYTES AEDON. Troglodytes aédon, Vieill. Ois. Am. Sept. IL, p. 52, t. 107*; Baird, Rev. Am. B. 1, p. 138%. Troglodytes parkmanii, Aud. Orn. Biogr. V, p. 310% Baird, Rev. Am. B. L p. 140*. Troglodytes aédon, var. parkmanni, Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. L, p. 153” Coues, Birds N. W. p. 32". Troglodytes domesticus parkmani, Cones, B. Col. V. L, p. 171” (ex Bartram). Troglodytes americanus, Aud. Orn. Biogr. IL, p. 452*. Troglodytes aédon, var. aztecus, Baird, Rev. Am. B. I, p. 139”. Troglodytes aztecus, Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 545%, Supra murino-bruanneus, uropygio paulo rufescentiore; dorso, alis et cauda nigro trausversim fasciatis; subtus griseo-albidus fusco vix irroratus, hypochon- driis et crisso leviter fusco transfasciatis, rostri maxilla brunnea, mandibula et pedibus corylinis. Long. tota 44, alee 2-1, caudee 1-9, rostri a rietu 0-65, tarsi 07. (Descr. exemp. ex Jalapa, México. U. S. Nat. Mus. n. 23,368). Hab. Norte América*”, México, Charco escondido, Tamanlipas (Conch?), Orizaba (Sumichrast*), Mirador (Sartorins”), Jalapa (de Oca”). Región Oriental.” (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 297 En México la zona de distribución del Trogylodytes aédon, parece estar con- finada estrictamente al lado oriental del país, extendiéndose hasta las cercanías de Orizaba y Jalapa. Más al Sur, es decir, en Yucatán y Guatemala, es reempla- zado por su pariente, el Troglodytes intermedius, del cual nos ocuparemos más adelante. “Esta especie, dice Coues, es una de las más numerosas y está distribuida con más uniformidad que cualquier otro Troglodytide del Occidente. Abunda especialmente en las escasas é irregulares cercas de árboles, que guarnecen los arroyos de las grandes llanuras, y se presenta por doquiera en las montañas, ascendiendo á una altura de 10,000 pies próximamente. Su cauto varía más ó menos en las diversas localidades que frecuenta, pero en cualquier sitio en que se encuentro, conserva sus disposiciones belicosas y sus hábitos de curiosidad 6 intrepidez.” Según Mr. T. M. Trippe,? el Troglodytes aédon, var. parkmani, sube en Idaho á unos 10,500 pies, aventurándose de tiempo en tiempo casi hasta los lí- mites de la vegetación. Muchas de sus costumbres son idénticas á las del Zro- glodytes aédon, pero frecuenta á menudo las colinas peñascosas, las asperezas y los arrecifes de piedras, lo cual no hace la especie citada. Su canto difiere con- siderablemente del de sus parientes orientales. Sus notas ofrecen una gran va- riedad, igualando á veces á las del Troglodytes aédon, y difiriendo otras, pero conservando siempre el carácter Troglodytide, claro, sonoro y variable. Una de sus notas le es peculiar, pues nunca se la oí al Troglodytes aédon; es una nota rápida y ronca, que se parece más al chirrido de un grillo ó cigarra, que al gor- jeo de un pájaro; á decir verdad, esta nota es completamente idéntica al sonido peculiar que produce el Salpinctes obsoletus. Sin embargo, la pronuncia raras veces; tampoco es afecto á la charla gruñona que el Troglodytes avdon emplea con tanta frecuencia para demostrar su ira ó su alarma. Anida en cualquier hen- dedura ó grieta propia para el caso, ya sea entre los leños de la choza de un minero, ya en los molinos abandonados ó entre la madera tirada á la entrada de los hoyos antiguos ó de los túneles; en fin, en cualquier rinconcito cómodo que le es dado encontrar. Cría dos y hasta tres veces; la última puesta es empollada á finos de Julio, á una altura que varía entre 8,000 á 10,500 pies. Los huevos y el nido son iguales á los del ave oriental; pone de cuatro á cinco huevos. Des- aparece en Septiembre. “Según Coues,” abunda en todas las localidades apropiadas; es decir, en las arboledas y malezas. Respecto á la Cuenca del Colorado, en general, la especie es sedentaria, pues se le encuentra en todas partes, en las diversas estaciones. Sin embargo, es una ave perfectamente emigrante. En lo referente á su nidifi- cación, el Troglodytes parkmani, imita á tal grado á su congénere oriental, que (1) Birds of the Northwest, p. 32. (2) E. Coues. Birds of the Northwest. Appendix to Oscines, p. 231. (3) Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 174. 298 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. basta describir el nido del uno para conocer el del otro. Tenemos que recordar solamente que por lo general no se sirve de las comodidades artificiales que es- coge su pariente, por la sencilla razón de que en las regiones que habita se en- cuentran comparativamente pocos sitios de esa clase. Con todo, manifiesta. la misma presteza para aprovecharlos cuando se presenta nna oportunidad, y se está volviendo semi-doméstico en algunas comarcas del Oeste. Los nidos de am- bos pájaros se hacen notar por la variedad infinita de los materiales que los com- ponen, las dimensiones que tienen y la diversidad de los Ingares que oenpan. Parece que los padres están afligidos por un ¿nsanabile construendi cacotthes (como dice Juvenal), que los impulsa á seguir construyendo, aunque ya hayan edificado lo necesario para un objeto práctico. Parece que tienen la noción de que cualquier sitio que escogen, sea grande ó pequeño, debe estar completa- mente lleno de basura, á fin de que puedan estar cómodos en él. Cuando anidan en el agujero formado por un nudo de la madera ó en cualquier otra cavidad de pequeñas dimensiones, hacen una masa de palitos ú otras basuras, pero no sucede lo mismo cuando se establecen detrás de una falca suelta, por ejemplo, capaz de contener hasta doce nidos; en este caso tardan mucho en decidirse á suspender el ensanche del nido. Una vez tuve ocasión de presenciar hasta qué grado se dejan llevar por sus insanas inclinaciones; tratábase de una pareja que logró introducirse á través de nn nudo de la madera, dentro de uno de esos te- jadillos que se ven en los patios interiores. (Es menester anticipar que á los Re- yezuelos les gusta entrar en sus retiros por el más pequeño orificio que pueden encontrar; si la entrada es bastante diminuta, el interior no deja por esto de ser lo más espacioso posible, y cuando el agujero es grande, lo reducen general- mente al tamaño deseado). Habiendo entrado por un agujerito en un sitio obs- ento la pareja susodicha, supuso evidentemente que el interior convenía á sus fines, y empezó á construir en una esquina, debajo del techo, en donde las vi- gnuetas quedaban juntas. Aunque molestados por frecuentes interrupciones, aque- llas avecitas infatigables jalaban sus varitas con una diligencia casi dolorosa, y las amontonaban hasta formar una pila capaz de llenar una fanega; ignoro si hubieran continuado acarrreando basuras hasta llenar todo el tejado, pero por desgracia se vieron obligados á desistir, pues se les consideró estorbosas y se les tapó el agujero. El tamaño de las varitas que llevaban era enorme, en compa- ración con su propia estatura; parecía que no hubieran podido levantarlas ni mucho menos arrastrar las varitas torcidas por un orificio tan estrecho. Estos groseros materiales sirven para cimentar el nido y nada más; su empleo en lu- gares en que no hay necesidad real de semejante masa de basura, es evidente- mente un resto de costumbres primitivas. Dentro de esta pila de material colo- can el nido, que es compacto y limpio, y tiene la forma de una copa; se compone de varias substancias suaves y finas, vegetales y animales. Son aves extremada- mente prolíficas, y ponen de ordinario de seis á ocho huevos; si les roban el nido, continúan depositando más, llegando á veces al número de tres ó cnatro puestas A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 299 == completas. Los huevos son tan conocidos que no merecen ser descritos aquí. En cuanto á la situación del nido, es casi imposible desienarla en términos especí- ficos. El sombrero viejo que dibujó Audubón, ha llegado á hacerse histórico; la manga ó bolsa de un saco colgado en una casucha, una caja de coche de la cual fueron expulsados varias veces, volviendo á ella otras tantas, cajas, botijas 6 ca- labazas, puestas expresamente para los aviones, cráneos de bueyes ó caballos, uidos de otros pájaros, tales son los objetos que prefiere para este fin. En el Occidente escoge de preferencia las hendeduras de los troncos ó de los leños, la grieta que se encuentra entre una tira de corteza arrancada en parte y el tronco del árbol, sitios, en fin, que dan una idea completa del placer inveterado que encuentra en llenar, de un modo ilimitado, una cavidad cualquiera y barricar en seguida la entrada. TROGLODYTES INSULARIS. Troglodytes insularis, Lawr. Aun. Lyc. N. Y. X, p. 3 (ex Baird, M. S.)), et Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 268% Grayson, Pr. Bost. Soc. N. H. XTV, p. 299*. Supra griseomurinus, dorso leviter fusco irrorato; alis et cauda fusco niero transfasciatis; subtus albidns, crisso vix fusco notato; superciliis elongatis dis- tinctis; rostro et pedibus corylinis, mandibulee basi albicante. Long. tota 4-4, ale 1-9, caudee 1—7, rostri a rictu 0-8, tarsi 0-9. (Deser. maris ex ins. Socorro. U.S. Nat. Mus. n. 52,259). Esta especie se parece al 7. aédon, por el tinte del plumaje superior, pero el dorso es de un color un poco más gris. Debajo es casi blanco y carece de marcas obscuras. El 7. ¿intermedius es mucho más moreno arriba y abajo, así es que el 7. ¿nsularis difiere de él lo mismo que del 7. aédon, por su largo pico delgado y curvo, y por la mayor claridad de-la línea superciliar; Grayson es el único naturalista que lo ha visto, y dice que el Reyezuelo de Socorro es el pá- jaro que más abunda en la isla; de manera que su canto se escucha todo el día entre los árboles ó entre los peñascos cubiertos de maleza, que se observan por doquiera. Como todas las aves indígenas de la isla, era muy manso y trepaba por los leños viejos ó se deslizaba por los troncos de los árboles, levantando las hojas en busca de alimento y parándose de vez en cuando para lanzar desde una varita un alegre canto de considerable volumen, si se atiende á la pequeñez del pájaro”. Añade que lo vió á menudo comiendo cangrejos, pues todas las aves de la isla, excepto los Pericos y Palomas, comen más ó menos erustáceos?. Grayson dice* que el iris del animal vivo es moreno, el pico moreno también, en la parte superior, la mandibula más pálida y las patas morenas, con uñas negras. (B. C. A.). La Nat.—Ser, 11.—T. I11.—Sept. 1899. 38 300 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. TROGLODYTES INTERMEDIUS. Troglodytes intermedius, Cab. J. f. Orn. 1860, p. 407*;, Baird, Rev. Am. B. I, p. 142% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, pp. 93*, 194% Troglodytes aégdon, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 9” Salv. Ibis, 1866, p. 102* (nec Vieillot). Troglodytes hypcedon, Sel. P. Z. S. 1859, p. 128” 1862, p. 18*. Troglodytes sp.? Sel. P. Z. S. 1859, p. 3722. Troglodytes inquietus, Lawr. Ann. Lyc. N. Y. LX, p. 93" (nec Baird). Supra brumneus, alis el cauda fusco-nigro frequenter transfasciatis; subtus pallidior, hypochondriis vix erisso distincte nigro transvittatis, rostri maxilla brunnea, mandibula et pedibus corylinis. Long. tota 45, ale 2-1, caudee 1-75, rostri a rictu 0-75, tarsi 0-7. (Descr. exempl. ex Dueñas, Guatemala, Mus. nostr.). Hab. México”, Totontepee y Calpulalpam (Boucard*), Mérida, Yucatán, (Schott*, Gaumer), Guatemala (O. S. et F. D. G..), Costa Rica (Hoffmann?, Car- miol*). México, Región Sur.” Este es el Reyezuelo común de Guatemala y Costa Rica, y se le encuentra, sin duda, en el país intermedio. Se extiende también hacia el Norte hasta Yu- catán y Oaxaca, aunque se ienora su presencia en Tehuantepec y en el Occidente de México. En el Oriente de este último parece que es reemplazado por el 7. aédon; al Sur de Costa Rica aparece la raza de los Andes, el 7. furvus. El T. intermedius difiere de ambos por su color moreno rojizo, aunque considerado desde ese punto de vista se aproxima á la forma brasileña de 7. furvus, bien que la cola es más corta y la rabadilla tiene manchas largas más visibles. En Guatemala el 7. intermedius es una especie muy familiar que frecuenta los pue- blos y ciudades de toda la comarca, á cualquier altura que se encuentre, pues lo observamos en diversos puntos, situados unos á 8,000 pies y otros al nivel del mar. Habita de preferencia los techos de paja ó de teja de las habitaciones, en donde lleva una vida muy atareada en busca de alimento. Su canto es animado pero corto y casi desprovisto de volumen y compás. Lanza frecuentemente una nota eruñona, que le ha procurado, sin duda, el nombre de “Curuchichí,” que expresa esa nota con bastante exactitud. Un nido encontrado en Buenaventura, en el lago de Panajachel, estaba en un agujero, en una orilla; los huevos eran exactamente como los del 7. agdon, es decir, de un color blanco, rosado, y cu- biertos de manchas rojas profusas. (B. C. A.). (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 301 TROGLODYTES BRUNNEICOLLIS. Sonajita.” Troglodytes brunneicollis, Sel. P. Z. S. 1858, p. 287*; 1859, p. 372% 1862, p. 18*; Cat. Am. B. p.23*; Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 273% Ex. Orn. p. 46, t. 23, £. 2% Baird, Rev. Am. B. I, p. 144% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 545". Troglodytes aévdon?, Sel. P. Z. S. 1859, p. 363" (nec Vieillot). Troglodytes hyemalis, Sel. P. Z. S. 1856, p. 290"? Supra fusco-brunnens, dorsi plumis plerumque fasciolis nigris transvitta- tis; superciliis et capitis lateribus rufescentibus his leviter fusco vittatis; stria postoculari brumnea; uropygio maenlis celatis albis notato; alis extus et canda fasciolis nieris transvittatis; subtus clare fulvo-rufescens, abdomine medio pa- llidiore; hipochondriis, ventre imo et crisso nigro anguste transfasciatis; rostro nigricante, mandibule basi albicante; pedibus pallide corylinis. Long. tota 4-5, ale 2-1, candee 1-8, rostri a rictu 0-75, tarsi 0-85. (Deser. maris ex Calpulalpam, México. Mus. nostr.). Hab. México? El Jacal (Sallé"), La Parada” (Boucard”*"), Cinco Señores (Boncard?), Jalapa (de Oca*”), resión alpina de Veracruz (Sumichrast”*), Gua- temala (O. S. et F. D. G.'). México, Región Sur.? Este es un Reyezuelo bien caracterizado, que pertenece al grupo que con- tiene al 7. aédon y sus parientes, pues es casi del tamaño de esa especie, y su cola guarda proporciones parecidas. Sin embargo, por el color se parece más bien al 7. hyemalis norteamericano, aunque su cola más larga, su tamaño ma- yor y el color moreno claro de la snperficie inferior, lo distinguen de esa espe- cie. Sospechamos, á pesar de esto, que los primeros ejemplares obtenidos por Mr. Sallé, en el Jacal", y clasificados por Mr. Sclater, entre los 7. hyemalis, eran, en realidad, 7. brunneícollis. Hemos perdido de vista á esas aves y no po- demos encontrar huella aleuna de ellas, pero como son el origen de la única noticia que se tiene respecto á la presencia del 7. hyemalís, creemos probable que dicha clasificación sea errada. Por primera vez, este Reyezuelo fué reconocido, gracias á unos ejemplares obtenidos por Mr. Boucard, en la Parada, en Diciembre de 1857. Este pueblo está en las montaños de Oaxaca, á una altura de 10,000 pies sobre el nivel del mar. Después se ha observado al 7. brunneicollis en otras muchas partes del Sur de México, pues según el Prof. Sumichrast, es una de las especies más co- (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz, “La Naturaleza,” tomo I, página 303. (2) Laurencio y Beristain. 302 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. == munes de la región alpina de Veracruz, á una altura que varía de 5,000 á 6,500 pies sobre el nivel del mar*. En Guatemala nunca lo encontramos á mucho me- nos de 6,500 pies en el Volcán del Fuego, en donde frecuenta de preferencia las hondas barrancas de la montaña y el bosque que la rodea, á unos 10,000 á 11,000 pies de altura. También se le ye con cierta frecuencia en la parte más baja del pinar que crece en los 3,000 pies superiores del cono. Generalmente estos Re- yezuelos andan en pequeñas parvadas, compuestas de cinco á seis individnos, que se agitan impacientes entre los arbustos y zacates. Ponen mucho cuidado en no ser vistos, y lanzan una nota de reclamo algo clara y digna de un Re- yezmelo. (B. C. A.). CISTOTHORUS. Cistothorus, Cabanis, Mus. Hein, L, p. 77 (1850). (Tipo Troglodytes stellaris, Naum.). Por su estructura, este pequeño género no se aleja demasiado de los Troglo- dytes, pues la ventana de la nariz es semejante, y tiene una membrana que la cubre. Su cola es muy redonda, su pico corto y bastante curvo. Su coloración es algo especial, porque las plumas dorsales de todas las especies, así como las de la cabeza de algunas, están estriadas longitudinalmente de un modo notable. Sus costumbres les son asimismo peculiares, pues parece que se les encuentra exclusivamente en los parajes pantanosos y que frecuentan los zacates ó cañas, que crecen, por lo general, en esos sitios. El Dr. Cabanis propuso en adición á Cistothorus, un segundo nombre ge- nérico, el de Telmatodytes, para el C. palustris; pero las diferencias que hay en- tre los dos son demasiado ligeras; no podemos admitirlas. El número de especies comprendidas en el género no se ha establecido aún, á causa de la dificultad con que se tropieza al tratar de determinar los límites de algunas de ellas. Siete ú ocho nombres han sido propuestos en diversas épo- cas; se aplican tal vez á cuatro ó cinco especies. De éstas, dos entran dentro de nuestros límites, el Cistothorus palustris, ave septentrional que Mega hasta la región meridional de México, y el 7. elegans, de México y Centro América. Este último tiene un pariente cercano en la América del Norte, y parece inseparable de una especie que tiene una vasta zona de distribución en el continente meri- dional, y á la cual se designa con el nombre de C. polyglottus, Vieill. (B.C.A.). DIDIINIOD DINSA S1]J0UD]J2 UM SNADUILIJOSG e DINPUIJDI SN] Mbs) Y G PUDINIUU DIJDIS J MIAZ "YT WVZTIVIAOLIVN Y'I Hi""oL Sé A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 303 CISTOTHORUS PALUSTRIS. Certhia palustris, Wils. Am. Orn. II, p. 58, t. 12, f. 4. Troglodytes palustris, Sel. P. Z. S. 1856, p. 290?. Cistothorus palustris, Sel. P. Z. S. 1864, p. 172%, Baird, Rev. Am. B. L, p. 147*; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. L, p. 161” Coues, B. of. N. W. p. 34'; B. Col. Vall. I, p. 178”. . Cistothorus palustris, var. paludicola, Baird, Rev. Am. B. 1, p. 148% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 268". Supra fulvescenti-brunneus, pilei lateribus et dorso nioris, hoc albido lon- E) , itudinaliter striolato; alis et cauda nigro variegatis; superciliis elongatis albis; ») = E) 2 = , genis, hypochondriis et crisso fulvis; corpore subtus reliquo albido; rostri maxi- Ma fusca, mandibulee et pedibus corylinis. Long. tota 4, alee 2-0, caudee 1-6, ros- tri a ricta 0-65, tarsi 0-S. (Deser. exempl. ex México. Mus. nostr.). Hab. Las regiones templadas de la América del Norte**”. México, Maza- tlán (Grayson*), Comatlán (Sallé”), alrededores de la cindad de México (W'hite?). Región occidental.” Esta especie es común en Norte América, y está ampliamente distribuida en los Estados Unidos. En verano visita la Nueva Inglaterra y llega hasta Groen- landia; parece que desde allí se dispersa por todo el país, hasta la cuenca del Colorado, pasando hacia el Sur á la región meridional de México. Anida en todas las comarcas comprendidas en esa vasta área, y probable- mente no emigra más que en las partes septentrionales de su zona de distribn- ción, en Verano, pues ha sido observado al Norte, en Invierno, en el río Colum- bia del Occidente y en las carolinas de la costa oriental”. Carecemos de noticias respecto á su residencia en México, pero todas las probabilidiídes parecen indi- car que es sedentario en dicho país. (B. C. A.). “El Cistothorus palustris es un emigrante tardío. Pocos observadores se han ocupado de él, porque sus retiros favoritos están en pantanos más ó menos inaccesibles.” “Esta avecita, dice Coues,” requiere una condición de superficie particular, la cual, una vez encontrada, la hace independiente de las limitaciones geográ- ficas. Habita exclusivamente los pantanos y ciénagas de la mayor parte del con- tinente, y abunda, en extremo, en condiciones favorables. Emigra en casi todas (1) Laurencio y Beristain. (2) W. W. Cooke. loc. cit., pág. 274. (3) Birds of the Northwest, p. 34. 304 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. las latitudes, pero como anida en toda su zona de distribución, sólo una parte de los individuos avanzan hacia el Norte con este objeto, y el resto pasa el año en sus residencias brumales del Sur. En los extensos pantanos situados á lo lar- go del Potomac y cubiertos de Zizania aquatica, se encuentra muy bien, de mo- do que en algunos puntos se observan multitud de nidos. Según el Doctor Cooper, esta especie habita en Invierno en la Costa del Pacífico, al Norte de la Colum- bia, en todos los Ingares en que descubre una ciénaga enbierta de tules (¿Scirpus palustris).” “La nidificación no es la parte menos interesante de su historia. Construye un nido grande y voluminoso, con puntas de zacates y cañas gruesas, dobladas y entrelazadas, de manera que formen una bola hueca con un agujerito 4-+un lado. Amarrau este globo á los tallos rectos de las cañas en crecimiento, así es que varias de éstas pasan á menudo á travós de su substancia. Esta bola está forrada con zacates más finos, y es bastante compacta, aunque algunas veces le cuelgan largos pedazos que le dan un aspecto de desaliño. La cantidad de nidos que se observa á veces en un pequeño espacio de pantano, no es sorprendente y fuera de proporción, en apariencia, con la importancia de la colonia que ha- bita entre las cañas. Esto ha dado origen á la suposición de que construyen ma- yor número de nidos de los que necesitan, y que estos nerviosos y enérgicos pa- jaritos siguen construyendo mientras las hembras se ocupan de la incubación, ya sea para divertirse ó para ocuparse en algo, cenando no tienen quehacer y no pueden estarse quietos. Sea de esto lo que fuere, lo cierto es que los nidos du- ran un año ó más, antes de entrar en ruina y caer en pedazos, lo cual explica tal vez, en parte, la gran cantidad de ellos que se nota de tiempo en tiempo. Los huevos son numerosos, pues varían de seis á ocho; algunas veces son tantos, que inducen á sospechar que no son puestos por la misma hembra. Su aspecto es muy especial, pues son quizá los huevos más obscuramente manchados del país. El color usual es un rico chocolate obscuro, pero extremadamente variable. Unas veces es perfectamente uniforme, otras casi uniforme, pero con una área más obscura en ó alrededor de la punta; ocasionalmente un fondo blanquizco está lleno de virenlitas ó mubecillas chocolates; ó bien representan una superficie blanca, tirando á moreno, como si se hubiera lavado el color, excepto en unas cuantas manchas obscuras. El huevo mide por término medio"dos tercios por una mitad de pulgada; si se examina un gran número de huevos, se encuentran de vez en cuando algunos pequeños. Uno de éstos mide solamente 0-54 por 0-47, y he visto otros aun más pequeños; sin duda no están fecundados y correspon- den con los huevecillos que sueltan á menudo los pichones y otras aves al ter- minar su estación, indicando así que están exhaustas. He observado lo mismo respecto al Hirundo horreorum y es probable que sea un caso frecuente.” “Al entrar á un juncal en que hay Cistothorus palustris criando, se esen- chan casi inmediatamente las notas desagradables con que reciben al intruso, en señal de vehemente y colérico resentimiento. Á lo lejos, entre la masa de A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 305 == > =— cañas, se oye alegre cancioncita de los que aun no han sido perturbados, y no tarda uno en verlos revoloteando en gran número ó colocados en todas las acti- tudes imaginables sobre los vástagos vibrantes. Alounas veces toman posturas muy cómicas; su actitud favorita consiste en levantar la cola casi hasta cubrirse el dorso con ella y bajar la cabeza. En esta posición tienen un movimiento vi- bratorio especial; se inclinan hacia adelante y hacia atrás, como si estuvieran en un pivote, y en esta postura es como cantan con mayor frecuencia. Otros an- dan trepando como ratoncillos, de arriba abajo de los tallos de las cañas ó so- bre sus mismos nidos. Cuando están reunidos parecen ser excitables hasta la irascibilidad y no pocas veces van más allá, pero forman una armoniosa y pe- queña colonia que se oeupa de sus quehaceres y hace agradable compañía á los Mirlos y á otras especies más erandes que anidan entre ellos.” CISTOTHORUS POLYGLOTTUS. Todo voz, Azara, Apunt. IL, p. 29, n. 151*, undo. Cistothorus polyglottus, Vieill. N. Dict. d'Hist. N. XXXIV, p. 59*. Cistothorus polyyglottus, Pelz. Orn. Bras. p. 48”, Sel. et Salv. P. Z. S. 1879, p. 593*, Cistothorus elegans, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 8? 1860, p. 30% Baird, Rev. Am. B. L, p. 146"; Salv. P. Z. $. 1870, p. 182*. Cistothorus stellarís, Sel. Cat. Am. B. p. 22% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 545” (nec Naum.). Cistothorus ceequatorialis, Lawr. Aun. Lye. N. Y. X, p. 32% Cistothorus graminicola, Tacz. P. Z. S. 1874, p. 1302” Supra fulvescenti-brannens; alis et cauda (dorso imo quoque óbsolete), ni- gro transversim fasciatis; pilei et inter=scapulii plumis nioris, medialiter sordide albo striolatis; subtus fulvido—albus, gula et abdomine medio fere albis; crisso obsolete nigro notato; rostri maxilla fusca, mandibula et pedibus pallide coryli- nis. (Longo. tota 43, alee 1-75, caudee 1-75, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-7. (Deser. feminse ex Dueñas, Guatemala. Mus. Nostr.). Hab. México, Orizaba (Sumichrast'), Guatemala?” (O. S. et F. D. G.), Pa- namá (Arcé*). Ecuador?", Perú?”, Bolivia*, Brasil?, Paraguay”. Sabemos poco respecto á la presencia de esta especie en México. El Prof. Sumichrast la menciona casualmente y dice que la colectó en Orizaba. En Gua- temala su distribución es muy local, lo cual se debe, sin duda, á la escasez de pantanos llenos de hierba, que son los parajes que frecuenta. En la orilla oeci- 306 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. dental del lagnito cercano á Dueñas, estaba siempre en los juncos y zacates grne- sos que rodean los bordes del agua. Este sitio era habitado por varias parejas. Sus costumbres ariscas y misteriosas dificultan la observación, y sólo se consi- gue verla permaneciendo inmóvil en un lugar cercano á aquel en quese ha desen- bierto su presencia con su canto. El ejemplar del Volcán de Agua fué encontra- do en los zacates largos que cubren el pico de la montaña, en unión de algunos pinos esparcidos á unos 10,000 y más pies de elevación sobre el nivel del mar. Á unos 11,000 pies de altura se colectó á esta especie enfrente del lago de Dne- ñas, pero á 6,000 pies sobre el lago y lejos del ana. (B. C. A.). FAMILIA MOTACILLIDAE. ANTHUS. Anthus, Bechstein, Nature. Dentschl. III, p. 704 (1807). Se ha dividido el género Anthus en cierto múmero de secciones que han sido tratados como géneros ó subgéneros, según las ideas de diversos ornitolo- gistas. El género Anthus contiene quizá cincuenta especies esparcidas casi por todo el mundo, con excepción de las islas del Océano Pacífico. Si se excluye de éstas el A. pratensis, que sólo aparece como vagabundo en Groenlandia, quedan ocho especies en América, dos en el continente septentrional y seis en el meridio- nal. Las aves septentrionales han sido separadas de las meridionales, por tener aquéllas las alas más largas y puntiagudas; se ha dividido en dos cada sección, pues las ligeras diferencias que se observan en la forma de la punta del ala y en las proporciones del tarso, de las patas y de las garras posteriores, han su- ministrado caracteres suficientes para el establecimiento de su división. Sin em- bargo, estas separaciones son apenas perceptibles, de manera que se puede com- prender á todas ellas en el género Anthus, sin dificultad. En la América Central no hay más que dos especies de 4nthus, á saber: el Anthus ludovicianus que pasa el Invierno en las moutañas de México y Guate- mala, y el Anthus rufus, especie meridional extensamente distribuida, que en- tra á formar parte de nuestra fauna en el Estado de Panamá, donde se le en- cuentra en corto número en las sabanas más abiertas, que no son nunca muy extensas en dicho distrito. (B. O. A.). Dice Brehm,” “que los Antidos pueden considerarse como una transición, entre los pájaros cantores y las alondras, con las que se les confundía anterior- mente; pero desde el punto de vista de las costumbres, difieren por completo de aquéllas y son verdaderos cantores.” (1) Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux.” Vol. IL, page 741. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 307 “El lugar de sn residencia es muy variable: unos buscan las montañas, otros la llanura; aquéllos los parajes secos, éstos los sitios húmedos; algunos viven en las florestas. Todos los Antidos pasan la mayor parte de su existencia en el suelo; mu- chos de ellos no se posan en los árboles más que por un instante. Todos son ale- eres, vivos, ágiles, y corren rápidamente sin saltar. Su marcha es fácil y gra- ciosa; llevan el cuerpo horizontalmente y mueven la cola. Vuelan bien, aprisa, ligeramente y describiendo una línea ondulada cuando tienen que franquear un gran espacio; revolotean y se ciernen en los aires cuando se elevan para cantar. Son pájaros bien dotados y prudentes; sus sentidos están bastante desarrolla- dos. Su grito de llamada es un chirrido; su canto es agradable sin ser variado. Se alimentan principal, si no exclusivamente, de insectos, sobre todo de co- leópteros, moscas, mosquitos y pulgones; algunos comen arañas, gusanos y ani- malillos acuáticos; otros, en fin, mezclan á este régimen granos pequeños. Cojen su presa en el suelo, es raro que la atrapen al vuelo. Anidan en tierra. El fondo del nido está formado de cañas y raíces secas mezcladas con hojas y otras substancias vegetales; el interior está tapizado de lana y pelos. Los huevos son de colores sombríos marcados de puntos, manchas y líneas que forman un dibujo confuso. La hembra empolla sola, pero los dos padres manifiestan un vivo amor por su progenitura. La mayor parte no ponen más que una vez al año. ANTHUS LUDOVICIANUS.'” Alauda ludovicianus, Gm. Syst. Nat. L, p. 793%. Anthus ludovicianus, Sel. P. Z. S. 1856, p. 2937 Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 9%; Baird, Rev. Am. B. I, p. 153% Duges, “La Natur.” L, p. 140%; Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. I, p. 171% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 2687; Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 14%; Coues, B. N. W., p. 40% B. Col. Vall. L, p. 193"; Merril, Pr. U. S. Nat. Mus. L, p. 122". Supra olivaceo-brannens, plumis sinenlis medialiter obscure fuscis; alis fuscis albido limbatis; cauda fusca, rectricibus duabus utrinque extimis erada- tim albo terminatis, rectricis extimee pogonio externo ntrinque fere omnino al- bo; superciliis et corpore subtus sordide brunueo-albidis; cervicis lateribus, pee- tore et hypochondriis fusco-nigro distincte maculatis; rostro nigricante, mandi- bule basi albicante; pedibus obsenri corylinis. Long. tota 6, alee 3-2, cando 2-6, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-8. (Deser. exempl. ex Dueñas, Guatemala, Mus. nostr.). (1) Inmigrante en Otoño. A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de Mé- xico. “La Naturaleza.” T. I (2), pág. 323. La Nat.—Ser. I1,—T. 111.—Sept. 1899. 39 308 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. =— Hab. Norte América”*"".—México, Mazatlán (Grayson”), Guanajuato (Duges”), Córdoba (Sallé”), Valle de México (le Strange), Orizaba (Sumichrast*), ciudad de Tehuantepec (Sumichrast*), Guatemala (O. S. et F. D. G.?). México, Mesa Central. Reg. Occidental, Sur y Estado de Veracruz. ” Este Anthus es una ave estrictamente emierante; el Invierno lo pasa en la parte meridional de su zona de distribución y anida en el Norte, Labrador”, y en los picos más altos de las montañas del Colorado”. En Texas, dice el Dr. Merrill que es muy abundante en los meses compren- didos entre Octubre y Marzo”; y en México” y Guatemala se le ha observado solamente en la misma época del año. “Se nutre con pequeños insectos y semillas. Forma sus nidos en las oqueda- des naturales del suelo. Es de hábitos terrestres; camina en las orillas de los pantanos y aun en la playa. Vive por pares y rara vez en grupos poco numero- sos. Emiegra al Norte en el verano y al Sur en el Invierno.” % Se conocen perfectamente las inclinaciones sociales de esta especie, sus há- bitos eminentemente terrestres, la variedad de su alimentación, tanto animal co- mo vegetal; su timidez y su falta de prudencia, su vuelo finctuante é irregular, su modo de andar trémulo y escurridizo, acompañado de vibraciones de la cola, así como su voz quejumbrosa durante el Invierno. Pero ignoramos, casi por completo, las costumbres que tiene en verano, y particularmente su manera de anidar. Audubon es uno de los pocos antores que dan alennas noticias sobre es- te punto. Dice que cría en abundancia en la costa de Labrador en las rocas cu- biertas de musgo, así como en los valles profundos, pero nunca á eran distancia del mar. Sus nidos estaban colocados por lo general al pie de la pared de una roca, enterrados en el musgo y formados de pastos finos y flexibles, arreglados en círculo, sin ningún forro de cerdas ú otros materiales. Los padres incuban jun- tos los huevecillos, y se echan tan cerca uno de otro, que en varias ocasiones Casi puso Audubon el pie sobre ellos antes de que echasen á volar. El primer nido que encontró el 29 de Junio, cuando el termómetro marcaba de 519 á 549, con- tenía seis huevos de cinco octavos de pulgada de largo por seis y un cuarto duo- décimos de ancho; eran aleo alargados, aunque redondos en los extremos; el co- lor del fondo era de un castaño rojizo obscuro ó de un moreno rojizo, obscure- cido considerablemente por numerosas virgeulitas de un moreno rojizo más obs- euro y por líneas de diversos tamaños, especialmente hacia la punta. En Labrador es una de las aves terrestres más numerosas, exceptuando, tal vez, la Zonotrichia leucophrys, y frecuenta las localidades abiertas y desnudas, situadas á menudo en las islas rocallosas y estériles en que casi no se encuen- tran otras especies. Aquí, lo mismo que en todas las localidades marítimas, le agrada dirigirse á la playa enando la marea está baja y vagar por ella en busca (1) Laurencio y Beristain. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. $. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 309 del alimento que descubre entre el lodo y los despojos del mar, en compañía de los Tringas, á los cuales se parece. En Julio obtuve dos nidos que estaban colocados en una oquedad del suelo, del tamaño de la cabeza de un niño, al lado de una hendedura escarpada y ro- callosa. Habían introducido cierta cantidad de zacate seco que servía de piso y protegía á los nidos de la humedad; éstos eran de zacate seco y áspero, arregla- do negligentemente y sin forro de ninguna especie; el diámetro exterior era de seis pulgadas, y el interior de tres, con una profundidad de dos pulgadas. Uno de los nidos contenía cuatro y el otro cinco huevos, que medían, por término medio, trece décimosextos de pulgada de largo por nueve y medio décimosextos de ancho; eran de color chocolate obscuro, marcados indistintamente con mume- rosas manchitas y rayitas negruzcas. Los padres no dejan el nido al acercarse el hombre hasta que está á punto de pisarlos; entonces, el que está incubando echa á volar, lanzando ruidosos gritos de angustia, que no tardan en atraer á su com- pañero, y ambos revolotean ansiosamente aproximándose á veces á unos cuantos pies del intruso, y hasta se paran allí cerca chillando continuamente de la mane- ra más suplicante y lastimera. No observé que trataran de engañar fingiéndoso cojos, pero sí que seguían á alguna distancia al que los había molestado. En ca- sos parecidos sucede á menudo que hay varios pares anidando cerca y que todos se levantan y unen sus chillidos á los de los afligidos padres. * El Anthus ludovicianus es abundante; emigra y anida en gran número arri- ba de los límites de la vegetación. Frecuenta en Idaho Springs las laderas de los montes y manifiesta cierta preferencia por los campos labrados de los ran- chos de las montañas. En Junio asciende á la cima de la cordillera y comien- za á anidar tan pronto como la nieve se ha fundido y el suelo está bastante se- eo para que pueda brotar el zacate; la incubación principia en la primera y segunda semana de Julio. Colocan su nido de modo que quede protegido por una piedra saliente, y lo construyen con mucha limpieza; la parte exterior es de zacate áspero y el forro de zacate fino; su diámetro es de unas tres pulgadas y media. Ponen cinco huevos, cuyo fondo es de un color moreno purpúreo obsen- ro, casi oculto por mauchas y salpicaduras de un color purpurino negro. Los huevos tomados de diversos nidos varían algo en la intensidad de sus colores, pues algunos son más claros y cenicientos que otros, aunque su aspecto general es siempre completamente obscuro. Por sus costumbres y sus notas es precisa- mente igual al ave que abunda en los Estados Septentrionales en la Primavera y el Otoño y que es tan común como conocida; es inquieta y variable, pendencie- ra 6 impaciente. Durante él verano se muestran más ariscos y no permiten que se les acerque nno á menos de cincuenta ó sesenta varas. En la época de los amores los machos cantan para agradar á las hembras, pero en otros tiempos no se escucha ese chiflido, Se elevan en el aire formando un ángulo de cuarenta y (3) E. Coues. “Birds of the Northwest,” p. 40. 310 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. cinco grados; con un vuelo incierto y agitado, comienzan á cantar cuando llegan á cierta altura y continúan hasta que ascienden á unas cien varas poco más ó menos; en seguida descienden agitando las alas como antes hasta que se posan sobre una piedra ó terrón próximo á su punto de partida. Tienen varios cantos; todos consisten en dos ó tres notas repetidas rápidamente, muchas veces seguidas, lo cual produce un efecto musical y agradable. Una de estas variaciones se pa- rece á la queja de un pollito que ha perdido á la gallina. Al aproximarse uno á sus nidos se ponen á revolotear en silencio alrededor del intruso, lanzando de vez en cuando un chirrido que demuestra su ansiedad. Durante su permanencia más allá de los límites de la vegetación, prefieren los sitios húmedos llenos de manantiales que abundan cerca de la cumbre de la cordillera. Se les ve á me- nudo corriendo por los vastos baneos de nieve que se encuentran todo el año en las pendientes septentrionales. En Agosto y Septiembre se reunen en parvadas y empiezan á bajar á los valles. Muchos de ellos permanecen arriba de los lími- tes de la vegetación hasta Octubre, y unos cuantos se quedan todo el mes, ó, en fin, hasta que ya no encuentran terrenos abiertos en que buscar alimento. En Noviembre desaparecen por completo.” FAMILIA MNIOTILTIDAE. * SUB-FAMILIA MNIOTILTINAE. MNIOTILTA. Mniotilta, Vieillot, Anal., p. 45 (1816). (Tipo Motacilla varia, Linn.). Mmiotilta, Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L, p. 180. . Este género contiene una sola especie que difiere de los otros géneros de este erupo por la prolongación de los dedos (especialmente del posterior), que permite á la dicha especie trepar por los troncos de los árboles como los Carpin- teros y Dendrocolaptidos, pero aún no se cuenta con los materiales necesarios para fundirla satisfactoriamente con los grupos Caerebide, Tanagride, ete., que aparecen como sus aliados de una manera evidente. Esta especie única es común en la América del Norte y abunda en Invierno en México y Centro América. (1) E. Coues. Birds of the Northwest (T. M. Trippe). Appendix to Oscines, p. 231. (2) En el arreglo de esta familia hemos seguido el sistema del Pr. Baird (“Revista de Aves Ame- ricanas”), empleado también en la “Historia de Aves Norte-Americanas.” El Dr. Coues ha seguido el mismo plan general en sus ““Aves del Valle Colorado,” en donde ha reducido á tres las cuatro sub— familias del Prof. Baird, introduciendo, por este medio, mayor sencillez en su arreglo. Según la opi- nión de todos los autores los límites de esta familia son arbitrarios más bien que naturales. (B. C. A.) (3) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first., p. 203. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGIA MEXICANA. 311 == = - - ———. “Las especies de esta familia, dice A. L. Herrera, son de las más impor- tantes para los intereses del agricultor, y es incalenlable el número de insectos perjudiciales que destruyen. Cada Otoño arriban á la Mesa Central. Son solita- rias y monógamas. Todas se nutren con insectos, y sólo antes de emprender sus largos viajes á las regiones boreales, suelen comer semillas de varias plantas silvestres, probablemente con el fin de vigorizar sn organismo por medio de los principios hidro-carbonados que contienen las semillas. La mayoría de los Ver- dines son arborícolos; algunos trepan verticalmente como los Carpinteros (Mnio- tilta, Dendreca dominica); el Aenador de copete es casi exclusivamente terres- tre. Todos son muy malos cantores y rara vez se les conserva en las jáulas, ex- cepto una especie (D. cestiva).” “Es común que los representantes de esta numerosa familia vivan á muy erandes altitudes; el Cardenalito abunda en las faldas del Popocatepetl, á 3,500 metros sobre el nivel del mar, y parece estar perfectamente adaptado para resis- tir el frío y el enrarecimiento del aire. La Dendreca cestiva es común en gran parte de la América, desdo las costas del mar Ártico hasta el Ecuador, y de las playas del Atlántico á las del Océano Pacífico.” “Manifiestan, en general, gran afecto á su progenie, y se han observado ejemplos de verdadero amor conyugal en estas aves: en los momentos en que un par de Myiodioctes estaba ocupado en la construcción de su nido, llegó un Ga- bilán arrebatando en sus garras á la hembra: se vió entonces que el macho, des- preciando todo género de peligros, siguió al ave de presa gritando y atacándola; mas no se pudo saber el resultado de tan sinenlar batalla.” “En la época del amor los machos revisten una librea más vistosa que la del Invierno. Los nidos se encuentran casi siempre en los árboles; la Mezclilla les forma en el suelo; el Aenador de Copete les abriga bajo una raíz ó les cubre con una especie de bóveda; la Parula americana les construye al principio de una manera muy imperfecta y de pequeño tamaño, pero luego que nacen las crías, el macho cuida de agrandar y perfeccionar el nido, cubriéndole en la parte exte- rior con fragmentos de líquenes, que le hacen confundir con las cortezas inva- didas por esas plantas; por último, los nidos de la Helminthophaga celata varían según el clima de cada localidad: en los países del Norte son más pequeños y compactos que en los lugares templados.” “Una ave americana que manifiesta los instintos del Cnelillo, el Tordo (Mo- lothrus), suele depositar sus huevos en los nidos de la Mezclilla y la Dendreca ceestiva, desentendiéndose de los cuidados y cría de los polluelos; pero la Den- dreca conoce el engaño y no acepta la tarea de criar hijos extraños; mas como no puede arrojar fuera del nido los huevos del parásito, se conforma con ence- rrarles bajo unas varitas, lejos de los huevos propios, ó bien construye un nue- vo nido arriba del primero. Se ha dicho, pero no puede concederse absoluta con- (1) Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 9. € 312 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. —— fianza á esta aseveración, que alounas veces rompe los huevos extraños con el intento de matar á los embriones. Sí es cierto que una ocasión se hallaron tres nidos de Dendreeca sobrepuestos: los dos primeros contenían huevos de Tordo, habían sido inntilizados.” “Esta es de las familias de aves norte-americanas más numerosas, pues sólo la Fringillide cuenta mayor cantidad de especies. Aunque no es exacta- mente “representante” de los Sylvíide del antigno Continente, en el sentido téc- nico de la palabra, puede muy bien decirse que reemplaza á esa familia en Amé- rica, puesto que tiene el mismo róle en la economía de las aves: ambas familias abundan en especies é individuos; son pequeñas, emigrantes, insectívoras y to- man una parte prominente en la formación de la fauna de las aves. Dendreaca, que es el tipo principal de este grupo, es el género más grande y hermoso y de más atractivo de las aves de Norte-América.” “Seré más minucioso al tratar las diversas subdivisiones de la familia, pero por ahora me propongo señalar aleunos rasgos de familia en general. He dicho que Dendreca era un “hermoso” género, y estoy seguro de que todos los Mnio- tiltidos son las más simpáticas de nuestras aves á los ojos de todo amante de los pájaros, de todos aquellos que se deleitan en las emociones estéticas que excita la interpretación de la vida de las aves. Acabamos de ver el problema que ofre- cen al hombre científico; el más resuelto utilitarista no puede menos de ocupar- se de ellas, por los servicios incalculables que prestan á la agricultura; y el na- turalista encuentra en ellas la satisfacción del sentido de lo bello, ya sea que es- tudie sus formas, sus colores ó sus hábitos. Ocupan uu rango prominente entre las aves que despiertan y estimulan el entusiasmo del joven ornitologista, sin dejar, por eso, de alimentar el ardor de los años de su madurez; se atraen el in- terés constantemente y llaman la atención por la infinita variedad de sus aspec- tos. Son los favoritos universales del amateur; todos los colectores sienen con afán sus huellas; se buscan con avidez sus nidos y sus huevos; se rivaliza en descubrir algún rasgo ienorado, algún plumaje desconocido, alguna nota que no se haya escuchado hasta entonces, y el ejemplar constituye uno de los tesoros del gabinete. Hay alonien que haya pensado, por un momento, lo que sería de la ornitología sin estas aves.” “Con pocas excepciones, las Sylvicolide están ataviadas con colores varia- dos, siempre bonitos y escogidos, y con frecuencia brillantes; aun cuando los tintes sean suaves, como sucede en las especies aceitunadas, presentan una agra- dable armonización de colores, de acuerdo con sus maneras tímidas y modestas; algunas de ellas pueden jactarse de poseer los tintes más exquisitos y delicados al lado de otros que brillan con el Instre del iris. Además, la mayoría de esas aves presentan diversas libreas; rara vez son iguales los sexos; los jóvenes tam- bién son diferentes, y, en fin, hay tantos cambios que el reconocimiento de un mismo pájaro, en sus diversas variaciones de color, constituye, por sí solo, un estudio aparte.” A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 313 “Generalmente su voz es débil, aguda, antipática; su registro es demasiado alto; sus notas bruscas y vibrantes. Es verdad que su canto tiene cualidades mu- sicales y que no deja de agradar un poco, pero llama la atención más bien por su extrañeza que por su melodía. No puedo menos de criticar este canto, pero sin dejar, por eso, de testificar su inagotable variedad; probablemente cada es- pecie tiene un canto que le es propio y que un oído práctico puede reconocer fácilmente; la agradable excitación que proporciona el estudio de estas aves pro- viene, en gran parte, del esfuerzo que hay que hacer para distinguir la maravi- llosa variedad de sus acentos. Probablemente ningún ornitologista ha llegado á aprender todas, ni aun aquellas que escucha á menudo; tan pequeños tan fu- gitivos 6 incomprensibles son estos extraños trozos de canto, que no despiertan la atención más que para burlar al espectador y hacerle sentir que nunca podrá interpretar el lenenaje en que estos espíritus de la selva refieren la historia de sus vidas. Sin embargo, algunos de ellos son cantores. La voz de la Dendreaca cestiva posee muy dulces modulaciones. Las especies del género ¡Surus son unos ejecutantes espléndidos: el Siurus auricapillus es un músico de una habi- lidad extraordinaria, aunque estos talentos han sido puestos en duda durante largo tiempo á causa de la asiduidad con que trata de ocultarlos; acostumbra in- terrumpirnos con su canto agudo y ruidoso, acelerado y monótono, como si eso fuera todo lo que es capaz de hacer; pero en alennos momentos de triunfo se de- leita ei trausportarnos con la exquisita vocalización que sus éxtasis nupciales le inspiran.” “Alounas de estas ligeras aves, guiadas por un instinto infalible, viajan du- rante la noche, deteniéndose al amanecer á descansar y reclutar viajeros para la próxima jornada. Otros pasau con más cachaza viajando de árbol en árbol en una marea de emigración incesante y recogiendo al paso todo lo que pueden; los machos más robustos, cubiertos de plumaje y en toda la plenitud de sus poderes vocales, sirven de guías á las hembras y á las crías. Los Sylvicolide protegen á la raza humana con su infatigable actividad; su celo inconsciente representa la parte que les toca en el magnífico arreglo de las fuerzas de la naturaleza, ayu- dando á sostener la balanza de la vida vegetal é insectívora, sin la cual la agri- cultura sería inútil. Visitan la huerta en la época en que las manzanas, peras, duraznos, ciruelas y cerezas están en botón, y retozan sin cuidado entre las per- fumadas flores de tintes delicados, sin olvidar por eso el eamplimiento de su bue- na obra. Se asoman en las grietas de las cortezas, examinan cada hoja, exploran hasta el fondo los pimpollos para sorprender, arrastrar y destruir esos pequeños seres que por sí solos son insignificantes, pero que colectivamente constituyen un azote para las esperanzas del agricultor, dando al traste con todos sus euida- dos. Algunos Sylvicolide vuelan sin cesar entre el follaje terminal de los árbo- les más altos; otros andan cerca de los troncos y de los nudosos ramos de los reyes de la floresta; alennos observan desde el bosque el monte bajo ó el impe- netrable mauto de maleza que borda los arroyuelos, jugando al escondite con 314 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. todos los que se acercan; otros más humildes descienden hasta el suelo sobre el cual se deslizan á pasos cortos y ligeros, volviendo con afectación la cabeza, ya á un lado ya á otro, mientras que sus delicadas patas color de carne apenas to- can la capa de hojas secas con que la estación pasada tapizó el terreno. Se pue- de buscar á los Sylvicolide por todas partes en la estación propia; siempre serán para nostros una sorpresa continua, pues todos los modos y las circunstancias les convienen.” “Los (reothlypis, Oporornis y Scirus, son algo terrestres y acuáticos; tienen las patas alargadas y de color pálido; aleunas de las especies andan de una ma- nera muy agradable en vez de saltar ó avanzar con las patas juntas como la ma- yor parte de los Passeres. Dos géneros, Mniotilta y Parula, el primero de los cuales no habita la Cuenca del Colorado, son aves trepadoras que manifiestan ciertas peculiaridades de las patas que les sirven para adaptarse (por lo menos á una de ellas) á una vida completamente igual á la de los verdaderos trepado- res. En lo relativo á costumbres especiales, canto, alimentación y nidificación, los Sylvicolide difieren tanto entre sí que es imposible entrar en detalles sobre el particular.” 9 MNIOTILTA VARIA. Mezelilla.” Motacilla varia, Linn. Syst. Nat. L, p. 393%. Mmotilta varia, Bp. P. Z. S. 1837, p. 118*; Sel. P. Z.$S. 1856, pp. 140*, 291%; 1858, p. 298”; 1859, pp. 363%, 373", 1864, p. 172% Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 10'; P. Z. S. 1864, p. 347"; Cab. J. f. Orn. 1860, p. 328"; Lawr. Ann. Lye. N. 1, VIL p. 322%; VIIL p. 174"; IX, p. 93*; Mem. Bost. Soc. N. H. II, p. 269"; Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 15”, Dresser, Ibis, 1865, p. 476"; Baird, Rev. Am. B.L p 167';, Salv. P. Z. S. 1867, p. 135"; 1870, p. 182%; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 546”; Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 292”; Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. I, p. 180%; Coues, B. Col. Vall. L, p. 204”; Gundl. Orn. Cub., p. 637%; Merrill, Pr. U. S. Nat. Mus. 1, p. 122*. Supra nigra, dorso toto albo striato, stria verticali et altera ntrinque per oculos ducta albis; alis nieris, fasciis duabus albis notatis, remigibus primariis auguste, secundariis late albis; cauda nigra, rectricibus extimis versus apicem albo notatis; subtus alba, gutture toto et hypochondriis nigro pervittatis; rostro corneo; pedibus nigris. Long. tota 4-8, ale 2-7, caudee 2, rostri a rictu 0-65, tarsi 0-6. (Deser. exempl. ex Vera Paz, Guatemala. Mus. nostr.). cues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 196. (1) E. (2) Eos Coues. Birds of the Colorado Valley. 1, p. 203. (3) A. L. Herrera. Cat. de la Colec. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 315 2 ant avis junior subtus multo albicantior, genis, pectore et hypochondriis nigro sparsim vittatis. (Descr. feminee ex Volcán del Fuego, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América**"", México, Mazatlán (Grayson”), Colima (Xan- tus"), Valle de México (White*), Córdova (Sallé*), Jalapa (de Oca”), Orizaba (Su- michrast*”, le Strange), La Parada?, Suquila y Totontepec (Boucard”), Guichicovi, Tehuantepec (Sumichrast*), Honduras Británicas (O. S.), Guatemala (Veláz- quez"% O. $. et F. D. G..), Costa Rica (Hoffmaun”, Dow*, Carmiol*, Frant- zius>), Panamá (Bridges?, Hicks", Arcé%"”, M'Leannan”””), Colombia”, Vene- zuela*, Antillas*”, Cuba?, etc. (México. Toda la República.) Este es uno de los Mniotiltide emigrantes más común en Centro América, durante el Otoño y el Invierno. En estos meses se extiende por todo el país desde el nivel del mar hasta una altitud de 7,000 á8,000 pies. En Invierno pasa á Sud-América. La zona de distribución de la Mniotilta varía, en la América del Norte, es extensa, pero parece que no es abundante en nineuno de los puntos que fre- cuenta. No pasa las montañas rocallosas ni llega al Pacífico en ningún punto del Norte de Mazatlán. Brewer dice que sus costumbres se parecen á las de un Cer- thia, pues trepa constantemente por los brazos y los tallos de los árboles, en busca de alimento. En sus cuarteles de Invierno, no lanza más que una nota aguda, pero en la estación de los amores su canto es dulce y agradable, aunque débil. Coloca siempre su nido en el suelo. “Se observa en esta especie la “selección de colores simpáticos:” sus partes inferiores son blancas, las superiores negras con manchas blancas. Cuando se ocupa en colectar los pequeños insectos con que se alimenta, saltando como los Carpinteros, en la corteza de los árboles, es difícil verla, porque la parte infe- rior de su cuerpo, la única visible, se confunde con las cortezas, que son gene- ralmente de un color obsenro y están enbiertas muchas veces con líquenes blan- quizcos. Lia homocromía se observa en muchos de los Mniotiltidos del Valle, cuyos tintes amarillentos les hacen confundir con el follaje otoñal de los fres- nos y otros árboles” “Izalam. Común en todo tiempo y en todas partes. Anda trepando siempre en las cortezas de los árboles, sobre las cuales encuentra en gran parte su co- mida.” “De las cuatro sub-familias Sylvicoline, (reothlypine, Icteriane y Seto- (1) Laurencio y Beristain. (2) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” Tomo 1 (2), pág. 325. y (3) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 440. La Nat.—Ser. IL.—T. I11.—Octub, 1899. 40 316 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. phaginee, en que Baird divide el grupo Sylvicolide (Revista de los Pájaros de la América del Norte), las tres primeras están representadas casi únicamente por especies emiorantes, que sólo vienen á pasar el Invierno ó lo atraviesan en su paso por regiones más meridionales en el Estado de Veracruz. La Mniotilta va- ría, especie emigrante, se encuentra por todas partes del Estado, en Invierno.” % “Andubon manifiesta que esta especie anida en las cavidades de los árbo- les, pero parece que no tiene esa costumbre. Nuttal describe un nido colocado en la pendiente de una roca, en la superficie del suelo.” El Dr. Brewer asegura que siempre anida en el suelo, y hace mención de un vido encontrado en el albañal de una casa. Se dice que la puesta comprende de tres á siete huevos, y que éstos miden de cuatro y medio á seis octavos de lare'o, por media pulgada ó nueve sextos de ancho; son ovalados, casi ignales en ambas puntas, blancos, manchados de virgulitas de un color purpúreo ó rojo moreno, principalmente alrededor de la punta. Un nido descrito por el Dr. Brewer se componía de heno áspero en la parte exterior, y estaba forrado con cerdas; Mr. Nuttal colectó uno formado por duras tiras de la corteza interior de la cienta, mezcladas con hojas y zacates secos forrados de pelo. El nido desen- bierto por el Dr. Brewer medía tres y media pulgadas de circunferencia por una pulgada de profundidad. “La casa de esta avecilla es invadida con frecuencia por el Molothrus peco- ris; en varias ocasiones se han encontrado hasta tres ó cuatro huevos del intruso en su nido. Sin duda el sitio bajo que ocupa este último favorece al Molothrus pecoris. Esta especie sobrepasa á todas las demás por la agilidad y desembarazo con que trepa en todas direcciones y actitudes, arriba, abajo, y alrededor de los troncos ó ramas de los árboles, pues sus costumbres son tan pronunciadas como las del Carpintero, y por consiguiente, diversas de las de sus parientes. Es muy abundante en las regiones montuosas de los Estados Unidos, y durante la Primavera se manifiesta tan activo como ruidoso, pues lanza continuamente su extraño canto de Primavera, en tanto que persigue afanosamente á los in- sectos.”% PROTONOTARIA. Protonotaría, Baird, B. N. Am. p. 239 (1858). (Tipo Motacilla citrea, Bodd.). Protonotaria, Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L, p. 183. Este género no comprende más que una sola especie de aspecto peenliar, (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. ““La Naturaleza,” tomo I, página 303. (2) E. Coues. Birds of the Northwest, I, p. 45. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 317 una ave de pico y alas largas, notable por la pureza del color amarillo de su cabeza y de sus partes inferiores. Esta especie es escasa en Centro América, vi- sita Yucatán, Costa Rica y Panamá, en el Invierno, y pasa el Verano en los Es- tados Meridionales. PROTONOTARIA CITREA. Figuier € ventre et téte jaunes de la Louisiane, D'Aub. Pl. Enl. 704, f. 2*, undo. Motacilla citrea, Bodd. Tabl. Pl. Enl. p. 44%. Helminthophaga citrea, Cab. J. f. Orn. 1861, p. 85". Protonotaria citrea, Baird, Rev. Am. B. L, p. 173% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, pp. 94, 200%; Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 292%; Sel. et Salv. P. Z. S. 1870, p. 780% 1879, p. 494% Baird, Brew. et Ridaw. N. Am. B. I, p. 184”: Coues, B. N. W. p. 47"; Gundl. Orn. Cub. p. 62”. Supra olivaceo-virescens, uropygio, alis extus et cauda (rectricibus duabus mediis) ceernlescenti-cinereis; capite toto et corpore subtus lactissime flavis; sub- alaribus et crisso albis; rectricibus (preeter duabus mediis), albis, pogonio ex- terno et apicibus nioris; rostro corneo, pedibus plumbeis. Lone. tota 5, alee 2-8, caudee 1-8, rostri a rictn 0-75, tarsi 0-75. (Deser. exempl. ex Veraguas, Pana- má. Mus. nostr.). Hab. Norte América!”". México, Mérida, Yucatán (Schott”), Costa Ricas (J. M. Dow*, v. Frantzius”), Panamá (Arcé, Mus. G. N. Lawrence). Colombia?, Venezuela*, Cuba”. 1/9 Anida de Abril á Octubre, meses que pasa en los Estados Unidos. El resto del año reside en los trópicos; su línea de emigración coincide casi con la del, Geothlypis philadelphia. Se le encuentra en la región septentrional de Yucatán pero en ninguna otra parte de México ó Centro America, hasta Costa Rica y el Estado de Panamá, que han suministrado unos cuantos ejemplares. Describen á esta especie como á una de las aves más ariscas y silenciosas de la familia. Reside por regla general en los pantanos poblados de arbustos situados en las márgenes de las aguas estancadas. Su nido está colocado en un nudo de la madera, hueco, y á menudo en el agujero de un Carpintero”. “Es raro: se colectaron tres ejemplares solamente.” “Construye su nido en la cavidad de un árbol, en la habitación abandonada (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 440. 318 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. de un Carpintero y hasta en el cerco de un molino. Es ligero y anti-artístico, aplastado y de poco fondo; mide cerca de enatro pulgadas de circunferencia por una pulgada ó poco más de profundidad. Hace su nido con tiras ásperas y fibro- sas, tejidas con substancias muy finas, musgosas y afelpadas, con algunos remien- dos de pelo de conejo; el forro se compone principalmente de raicesillas suaves. Contenía cinco huevos, blancos, manchados con profusión en toda la superficie, pero mucho más en la punta, de un tinte rojizo y moreno pizarra ó neutro. Otro huevo que ví está aún más manchado. Dos ejemplares miden 0.70 por 0.55 y 0.68 por 0.58 respectivamente; el último es bastante redondo, mientras que los otros son también notablemente obtusos en la punta más pequeña.” HELMINTHOTHERUS. Helmintherus. Rafinesque, Journ. de Phys. LXXXVIL, p. 417 (1819), (fide Baird). (Tipo Motacilla vermivora, Gan.). Helmintherus, Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L, p. 186. Generalmente se colocan en este género dos especies, el 17. vermivorus, del enal nos ocupamos á continuación, y su pariente lejano, el A. swainsont, que es una especie rara y poco conocida, pues hasta ahora no se han encontrado sino unos cuantos ejemplares en los Estados del Sudeste y en Cuba y Jamaica. An- dubon propuso que se designara al /7. swainsoni con el nombre genérico de Helinaia. Aunque Helminthotherus difiere mucho de Protonotaria, por su eo- loración, se aproxima á éste por la estructura; tiene el pico largo y el dedo me- dio casi ienal al tarso, como Protonotaria. Sin embargo, su pico es un poco más fuerte, su culmen algo deprimido, y sus cerdas rictales más desarrolladas. El H. vermivorus es una especie estrictamente emigrante y pasa el Invierno en México y Centro América. (B. C. A.). HELMINTHOTHERUS VERMIVORUS. Motacilla vermivora, Gm. Syst. Nat. L, p. 9512. Helmintherus vermivorus, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 113 Sel. P. Z. S. 1859, p. 363% Cab. J. f. Orn. 1860, p. 328*; Baird, Rev. Am. B. L p. 179% Lawr. Ann. Lye. N. Y. IX, pp. 94”, 200”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 546% Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. I, p. 187” Gundl. Orn. Cub. p. 63*. Helmintherus vermivorus, Salv. P. Z. S. 1867, p. 135"; Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 293"; Cones, B. Col. Vall. L, p. 211”. Vermivora pennsylvanica, Gosse, B. Jam. p. 150% (ex Sw.). A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 319 Supra olivascenti-viridis, alis et cauda concoloribus; capite toto et corpore subtus pallide ochraceo-fuscis, illo fasciis quatuor nieris ornato, duabus verti- cis utrinque duetis a naribus ad nucham et duabus postocularibus; abdomine me- dio albicante; rostro corneo, mandibula et pedibus corneis. Long. tota 5-0, ale 2-8, caude 22, rostri a rictu 0-7, tarsi 0-75. (Descr. maris ex Dueñas, Guate- mala. Mus. nostr.). Hab. Oriente de Norte América”, México, Jalapa (de Oca”), Montañas de Orizaba (Sumichrast*), Mérida, Yucatán (Schott”), Guatemala? (O. $. et F. D. G.), Costa Rica (Hoffman?, v. Frantzius”, Carmiol”), Panamá” (Arcé). Cuba”, Ja- maica *, El /Telminthotherus vermivorus visita en Invierno el Sudeste de México, Guatemala, Costa Rica, y una porción del Estado de Panamá, llegando en Sep- tiembre y partiendo en Abril ó Mayo. Es activa como los otros miembros de su familia, pero algo lenta en sus movimientos. No es arisca. Probablemente cría en toda la zona de su distribución, en Verano. Coloca en el suelo su nido, que se compone de hojas secas forradas con musgos suaves”. “Es una avecilla juiciosa y algo gazmoña; carece de la vivacidad de la ma- yor parte de los Sylvicolide. Cuando se le asusta y abandona las hojas secas que cubren el suelo, entre las cuales anda vagando casi todo el día, se posa en una rama baja y permanece inmóvil en ella ó bien salta indolentemente. Mr. Maynard dice que coloca el nido en el suelo, que es muy grande relativamente á las dimensiones del pájaro, y se compone de zacates, raicecillas y unas cuantas hojas secas. El mismo dice que ponen cuatro huevos manchados y llenos de vír- egulas de moreno rojizo, principalmente en la punta larga. Miden 0.73 por 0.56. Mr. J. H. Batty descubrió esos huevos “en la pendiente oriental de las Montañas Orange, en New Jersey. El pajarillo permaneció en el nido hasta que Batty es- tuvo muy cerca, y entonces echó á correr rápidamente antes de emprender el vuelo. El nido estaba en una pequeña depresión del suelo y enbierto en parte con hojas secas. Los padres andaban cerca lanzando un agudo chirrido.”% HELMINTHOPHAGA. Helminthophaga, Cabanis, Mus. Hein. L, p. 20 (1850-51). Tipo Motacilla chrysoptera, Linn. Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L p.191. “Uno de los principales caracteres de este género consiste en el pico, que es corto, delicado, puntiagudo y sin muesca. El tarso es largo si se le compara con (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 48. 320 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. el dedo medio y las cerdas rictales imperceptibles. Cinco de las diez especies conocidas actualmente se encuentran en calidad de visitantes dentro de nuestros límites, en Invierno. Las otras cinco especies, más ó menos raras, 10 pasan, que sepamos, más allá de los límites de los Estados Unidos. Las especies de /Tel- minthophaga pueden dividirse en dos grupos, que se distinguen por la presencia ó ausencia de un lunar blanco muy visible en la cola. “Hay mua gran semejanza en las costumbres de las Helminthophagee, así como en su estructura. Son unos cazadores de insectos infatigables; se asoman en las grietas de las cortezas y en los intersticios de las hojas y de las flores eu busca de los piojitos que les sirven de presa y que cogen hábilmente con su pico agudo y delgado; parece que no persiguen á los insectos alados con tanta persistencia como otros Sylvicoline. Sus notas son escasas, extravagantes y poco musicales; las lanza en una llave elevada y en un tono débil.” “Son emigrantes sin excepción; quizá no son más delicados que las otras aves de la familia, pero la naturaleza especial de su alimento las induce á abandonar parajes en que otras especies pueden permanecer sin inconveniente. Su nidifi- cación es casi uniforme; todas las especies, según se ha sabido, anidan en el suelo ó un poco más arriba de él; el nido es algo tosco y grosero para unos pro- pietarios tan elegantes, y se compone de zacates, musgos, hierbas, hojas secas, tiras de corteza y otros materiales por el estilo. Los huevos de todas ellas son blancos, manchados con diversos matices rojizos.” a. Cauda albo conspicue maculata. dl HELMINTHOPHAGA CHRYSOPTERA. Motacilla chrysoptera, Linn. Syst. Nat. I, p. 333". Helminthophaga chrysoptera, Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 397*; P. Z. S. 1864, p. 347*; 1879, p. 494*; Cab. J. f. Orn. 1860, p. 325”; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VI, p. 293%; IX, p. 94; Baird, Rev. Am. B. 1, p. 175*; Salv. P. Z. S. 1867, p. 135"; 1870, p. 182"; Frantzius, J. f. Orn. 1869, p. 293"; Baird, Brew. ct Ridgw. N. Am. B. I, p. 192”; Cones, B. Col. Vall. L, p. 216*; Gundl. Orn. Club. p. 63%; Merrill, Pr. U. S. Nat. Mus. 1, p. 123”. Sylvicola inornata, Sw. Phil. Mag. new. ser. L, p. 434”. Supra grisea, dorso medio et alis extus oleagineo lavatis, capite summo et tectricibus alarum letissime flavis; capitis lateribus et enla tota nigerrimis; sub- tus alba, hypochondriis griseo tinctis; rostro et pedibus brunnescentibus. Lono- (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley, 1, p. 217. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 321 tota 4-5, ale 24, caudee 2, rostri a rictu 0-6, tarsi 07. (Deser. maris ex Choctmn, Guatemala. Mus. nostr.) Femina mari similis sed capite summo olivaceo nec flavo et alis fasciis duabus flavis notatis; capitis lateribus et gula cinereis nec nigris distinguenda. (Descr. feminz ex Coban, Guatemala, Mus. nostr.). Hab. Norte América", México (Bullock'”), Guatemala? (O. $. et F. D. G.), Costa Rica (Hoffman, Carmiol, v. Frantzius"”, Rogers), Panamá” (Arcé, M' Leannan”). Colombia*, Cuba”. Se le encuentra en la Primavera en Texas”, pero parece que esta especie no llega á México en su emigración hacia el Sur, pues la única noticia que se conserva de su presencia en dicho país es la'que dió Swainson, desigenándola con el nombre de Sylvicola ¿nornata'". Sus costumbres son poco conocidas; la parte exterior del nido se compone de hojas secas m.ez- eladas con raíces, tiras de corteza, etc.; el interior está forrado con hojas finas, zacates y raíces. Generalmente colocan el nido en una mata baja ó en el suelo, entre un montón de zacate””. “Mr. Maynard encontró un nido sobre el césped “enbierto en parte por he- lechos y hierbas verdes que deben haber crecido después de la construcción del nido, de manera que los padres no habían tratado de ocultarlo.” Se compone exteriormente de grandes hojas de encina del año anterior y de corteza de vid; el forro no es muy suave que digamos, pues está hecho con zacates finos y unas cuantas cerdas. Es grande comparado con las dimensiones de su propietario, profundo y más pequeño en la cima que en la parte media. El conjunto no es tan primoroso como podía esperarse de un pajarillo pequeño y elegante; se pa- rece muchísimo al del Geothlypis trichas. En la parte exterior mide 3.15 pulga- das de profundidad, y en la interior 2.20; su diámetro interno es de 2.25 en la parte media y de 1.90 en la superior; exteriormente su diámetro es de 3.50.” Tenía cuatro huevos de 0.67 por 0.55, 0.66 por 0.55, 0.66 por 0.55 y 0.67 por 0.50. Eran blancos, manchados y señalados de moreno rojizo. Las manchas eran más numerosas en la punta más larga, y en un ejemplar formaban en este sitio una coronilla irregular. También se encontró un huevo de Molothrus pecorís en el nido. Mr. Maynard dice que esta especie manifiesta cierta predilección por los parajes pautanosos que se encuentran en las orillas de los bosques. “Dos nidos colectados en Junio por el Dr. P. R. Hoy, sin su cubierta de ho- jas, están hechos de zacates finos torcidos y entrelazados con esmero; uno de ellos está forrado de cerdas y el otro no. Un huevo mide 0.68 por 0.49. Un nido erande y grosero colectado en Georgia por el Dr. Gerhardt se compone princi- palmente de hojas y tiene un forro fibroso y fino. Un huevo, de Ohio, es exacta- mente igual, considerado desde todos los puntos de vista; contenía dos huevos de Molothrus pecoris. Este huevo está manchado en toda su superficie, pero las manchas son más abundantes alrededor de la punta.” (1) Coues. Birds of the Northwest, p. 50. 322 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. HELMINTHOPHAGA PINUS. Verdin.” Certhía pinus, Linn. Syst. Nat. L, p. 187” Helminthophaga pinus, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 11% Baird, Rev. Am. B. L p. 174%; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 195% osea B. Col. Vall. I, p. 214”; Merrill, Pr. U. S. Nat. Mus. I, p. 123*. Sylvia solitaria, Wils. Am. Orn. IL p. 109, t. 15, f. 47. Vermivora solitaria, Sw. Phil. Mag. new. ser. L, p. 434%. Helmintheros solitarius, Sel. P. Z. S. 1856, p. 291*. Supra olivaceo-viridis, alis et canda ciuereis, illis fasciis duabus albis nota- tis; vertice antico et corpore subtus flavis; loris nieris, crisso albo; rostro et pe- dibus brumnescentibus. Long. tota 4-5, alee 24, caude 1-9, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-7. (Deser. exempl. ex Coban, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América*””, México”, Veracruz (Bullock*), Jalapa (Deppe, Mus. Berol.), Córdoba (Sallé*), Guatemala*” (O. S. et F. D. G.), “México, Reg. Orien- tal. ”0 La Helminthophaga pinus no es común ni en México ni en Centro América durante el Invierno, que es la única época del año en que frecuenta esos países. Swainson iucluyó á esta especie en su lista de las aves de Bullock; pero fuera de esto, las pruebas de su presencia en México se reducen casi á la mención que de ella se hace en la primera lista de aves de M. Sallé?, á la existencia de uno de los ejemplares de Deppe en el Museo de Berlín, y á la mención de un ejem- plar mexicano que se conserva en el Instituto Smithsoniano?; parece que el ave que nos ocupa ha pasado inadvertida para de Oca, Sumichrast y otros laboriosos colectores de México. Lo mismo que la mayor parte de las especies de su fami- lia, frecuenta los alrededores de los terrenos desmontados. Wilson describió su nido”, pero su descripción no coincide con la de Mr. Rideway. Este último en- contró varios nidos cerca del Monte Carmelo, Illinois, paraje en que dicha ave es abundante. Dice que el nido es de construcción muy floja y abierta, y que se compone principalmente de tiras de corteza anchas, delgadas y flexibles. (Esta especie es nueva en la fauna de Yucatán.—O. S.)* “Mr. Ridgway coléectó un nido en Illinois, que contenía cinco huevos y es- taba en el suelo entre un haz de maleza tirado al extremo de un campo. Se com- (1) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” tomo 1 (2), p. 325. (2) Laurencio y Beristain. (3) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 440. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 323 ponía en su mayor parte de tiras fibrosas, anchas y groseras paradas con tallos de zacates finos entrelazados de diversos modos. Los huevos tenían la forma usnal y medían aproximadamente 0.63 por 0.48; eran blancos, salpicados ligera- mente en la punta erande de vírgulas negruzcas y unas cuantas manchas de un castaño sucio más claro.” b. Cauda uniformis, macula alba nulla. HELMINTHOPHAGA RUFICAPILLA. Sylvia ruficapilla, Wils. Am. Orn. TH, p. 120, t.27,£. 3. Helminthophaga ruficapilla, Sel. P. Z. S. 1858, p. 2987 1859, p. 373% Baird, Rev. Am. B. I, p. 175% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 546% Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L p. 196% Lawr. Bull. U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 15; Conues, B. Col. Vall. I, p. 224% Sennett, Bull. U. S. Geol. Surv. IV, p. 12% Merrill, Pr. U.S. Nat. Mus. p. 123"; Salv. Cat. Strickl. Coll. p. 89%. Helmitheros rubricapillus, Sel. P. Z. S. 1856, p. 291”. Helminthophaga rubricapilla, Sel. P. Z. S. 1855, p. 363”. Supra flavido-olivacea, uropygio paulo flavescentiore; capite cinereo, ver- tice castaneo plus minusve obtecto; loris et oculorum ciliis albis; subtus leete flava, ventre imo albicante: rostro et pedibus corneis. Long. tota 4-5, ale 24, caude 1-85, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-65. (Descr. exempl. ex Jalapa, México. Mus. nostr.). Hab. Norte América! >, México, Córdoba (Sallé*), Jalapa (de Oca"), Ori- zaba (Sumichrast”), La Parada (Boncard”), Oaxaca (Boucard?), Santa Efigenia, Tehuantepec (Sunichrast”), Guatemala (Constancia”). En Invierno visita la región meridional de México, donde ha sido observado por varios colectores. “Llega á Massachusetts, dice Mr. Allen, del primero al cinco de Mayo, y du- rante dos ó tres semanas abunda en las huertas y jardines, donde se ocupa en buscar insectos activamente entre las hojas y las flores de los árboles frutales. La mayor parte se van al Norte, pero unos cuantos se retiran á anidar en los bosques. Sn canto se parece tanto al de la Dendreca pennsylvanica, que el co- lector se equivoca fácilmente. Un nido que encontré en Mayo contenía cuatro huevos acabados de poner; estaba hundido en el suelo, de manera que la parte superior se hallaba al nivel de la superficie, protegido y oculto por el pasto y (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 49. La Nat.—Ser, 11.—T. IIL.—Octu. 1599. 41 324 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. las hierbas secas del año anterior. Se componía de raíces finas y zacates secos forrados de pasto y cerdas, y enbierto exteriormente con una especie de musgo fino verde. Los huevos eran blancos, salpicados de manchas de un moreno roji- zo, más aparentes cerca de la punta más larga; su diámetro mayor era de 0.60, y el menor de 0.50. Al año siguiente colecté otro nido de esta especie, situado á unos tres ó cuatro pies de distancia del sitio que ocupaba el nido colectado el año anterior. Contenía tres huevos y uno de “Cow-buntino;” todos los embrio- nes estaban muy desarrollados. Este nido era desde todos los puntos de vis- ta idéntico al precedente, y los huevos deben haber sido puestos en la misma época.” Los nidos se encontraban en un banco de musgo á la entrada de un bos- quecillo lleno de malezas y zacates. Probablemente el padre del primero anidó de nuevo, escogiendo para este fin la misma localidad que el otro año y tal vez la hubiera ocupado por más tiempo.” % HELMINTHOPHAGA CELATA. Verdin.” Sylvia celata, Say in Long's Exp. I, p. 169". Helmitheros celatus, Sel. P. Z. S. 1857, p. 212”. Helminthophaga celata, Sel. P. Z. $. 1858, p. 298*; 1859, p. 373% 1862, p. 19%; Baird, Rev. Am. B. L, p. 176% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 546” Sen- nett, Bull. U. S. Geol. Snrv. IV, p. 12%; Merrill, Pr. U.S. Nat. Mus. L, p. 123% Cones, B. Col. Vall. I, p. 226%. Helminthophaga celata, var. celata, Baird, Brew. et Ridgew. N. Am. B. L, p. 202". Supra flavido-olivacea, uropygio paulo flavescentiore; capite dorso conco- lori, vertice fulvo plus minusve celato; superciliis, loris et corpore subtus flaves- centibus; rostro et pedibus corneis. Long. tota 43, alee 2-3, caude 1-8, rostri a rictu 07, tarsi 0-8. (Deser. exempl. ex Chimuy, Vera Paz. Mus. nostr.). Hab. Norte América"**, México”, Orizaba (Botteri?”, Sumichrast”), La Pa- rada (Boncard”), Oaxaca y Cinco Señores (Boucard*), Guatemala (Larg.). La mayoría de los colectores que han recorrido la región meridional de México que esta especie habita en Invierno, han tenido oportunidad de obser- varla en las partes montañosas del país, pues, según parece, no frecuenta las tierras bajas adyacentes á los dos Océanos. ) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 51. ) (1 (2) A. L. Herrera. Cat. de la Colec. de Aves del Museo Nacional, pág. 325. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 325 La Helminthophaga celata, anida en las regiones árticas y en las más ele- vadas montañas de Colorado. Coloca en el suelo un nido compuesto exterior- mente de corteza fibrosa, é interiormente de zacates y musgo forrados á menudo con cierta clase de pelo”. Parece que esta especie está sujeta á algunas modificaciones respecto al co- lor de su plumaje. En los países situados á orillas del Pacífico, estas variacio- nes presentan un carácter más decidido, y por lo tanto, se ha convenido en for- mar una raza aparte y desienarla con el nombre de 2. celata, var. lutescens.” “Mr. Kennicott colectó uu nido que se hallaba entre los matorrales del suelo, oculto con hojas secas. Tenía cinco huevos. Se componía en su parte exterior de tiras de corteza fibrosa, y en la interior de zacates finos. Los huevos están enbiertos de vírgulas muy finas, más espesas al rededor de la punta más larga, y más diseminadas en el resto de la superficie. Las manchas son de un color moreno pálido. Miden 0.67 por 0.50." “Como sucede generalmente tratándose de aves que anidan en el suelo, los nidos de la especie que nos ocupa, son grandes para el tamaño de su propieta- rio. Ponen cuatro, cinco ó seis huevos, que miden en su mayor diámetro, 0.67 de largo por 0.50. El cascarón es blanco y enbierto en toda su superficie, unas ve- ces con profusión y otras con parsimonia, de vírgulas de moreno rojizo claro; aleunnas veces las víreulas están distribuidas por igual en toda la superficie, pero generalmente son más numerosas alrededor de la puuta más larga. Dentro de los límites de la Cuenca del Colorado, que presenta tanta variedad en los rasgos de su superficie y en sus condiciones climatéricas, la 17. celata ofrece el carácter mixto de especie sedentaria y emigrante. En la Primavera sube á las montañas en busca de un lugar apropiado para anidar, alcanzando hasta una altura de 11,000 pies; en el Otoño abandona tan elevadas regiones y se dispersa más. Se le encuentra con especialidad, durante las emigraciones, entre las malezas que crecen á orillas de las corrientes de agua, donde se hace notar por su color ama- rillo, en apariencia nniforme, sus movimientos llenos de vivacidad y turbulencia, sus frecuentes excursiones aéreas en pos de los insectos, y su agudo y penetrante “tsip,” cuya repetición incesante expresa la viveza de su carácter. Nunca he oído sn canto nupcial, porque nunca lo he observado en la estación de los amores; personas más afortunadas dicen que consiste en unos cuantos trinos dulces, que varía según el talento del ejecutante, pero concluyen siempre bruscamente con una inflexión hacia la octava aguda.” (1) Baird, Brew et Rigdw. N. Am. B. I, p. 204. (2) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 53. (3) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 229. 326 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. HELMINTHOPHAGA PEREGRINA. Sylvia peregrina, Wils. Am. Orn. IL p. 83, t. 25, £. 2”. Helminthophaga peregrina, Sel. P. Z. S. 1859, p. 373%, Cat. Am. B. p. 29%; Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 31% P. Z. S. 1864, p. 347”; 1870, p. 836"; Cab. J. f. Orn. 1861, p. 85”; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 322% VILL p. 174”; IX, p. 94*; Bull; U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 15"; Salv. P. Z. S. 1867, p. 135%; 1870, p. 182%; Frant- zius, J. f. Orn. 1869, p. 293% Wyatt, Ibis, 1871, p. 322%; Baird, Brew et Ridow-: N. Am. B. 1, p. 205"; Cones, B. Col. Vall. I, p. 230"; Gundl. Orn. Cub. p. 63'" Merril, Pr. U. S. Nat. Mus. I, p. 123%; Salv. et Godm. Ibis, 1880, p. 117”. 3 supra olivaceo—virescens, alis et cauda fuscis viridiscenti limbatis; capite sunmo cinereo; loris, superciliis et corpore subtus albidis, pectore vix ochraceo tincto; rostro et pedibus corneis. Long. tota 4-5, alee 27, caudee 1-8, rostri a rictu 0-55, tarsi 0-65. (Descr. exempl. ex Ohiriqui, Panamá. Mus. nostr.). 2 (et av. juv.) mari similis sed capite summo dorso concolori et corpore sub- tus preter abdomen medium plus minusve viridi lavato. (Deser. feminse ex San José, Costa Rica. Mus. nostr.). Hab. Norte América”, México”, Jalapa (de Oca?), Santa Efigenia (Sumi- chrast"), Guatemala” (O. S. et. F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely*), Costa Rica” (Carmiol”, y. Frantzius*), Panamá (Hicks*, Arcé"", MLeannan*”). Colom- bia'*”, México, región templada de Veracruz y Sur de Tehuantepec.” En su emigración meridional, esta especie apenas toca México, aunque ha sido observada en dicho país varias ocasiones”. Anida en latitudes compa- rativamente altas. Según el Dr. Brewer*, que se ha ocupado de su zona de dis- tribución y de sus costumbres, sn nido es un lecho casi plano de vástagos de za- cate enmarañados y secos; tiene menos de una pulgada de espesor y tres pulga- das de diámetro. “Me encontraba parado á orillas del Río Rojo del Norte, y en este sitio co- lecté una docena de ejemplares de esta especie en el intervalo de una hora, con la mayor facilidad y sin moverme siquiera de mi puesto, pues pasaban sobre las cimas de los árboles casi en una banda continua, asociadas con otros varios Mmiotiltidos y con pequeños Mosqueros. Son aves en extremo activas; saltan entre el follaje y revolotean en el aire en persecución de un insecto, lanzando (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 327 su nota aguda y chillona. Un nido, ó más bien algo que parece ser la parte in- terior de uno, fué encontrado por Mr. Jorge Baruston en Michipicoton, Lago Superior, y contenía dos huevos. Se compone casi por entero de zacates secos finos, tejidos con soltura.” % PARULA. Parula, Bonaparte, Comp. List., p. 20 (1838). (Tipo Parus americanus, Linn.); Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. 1, p. 207. Compsothlypis, Cabanis, Mus. Hein. I, p. 20 (1850-51). El pico de las aves de este género es agudo como el de las Helminthophaga, pero presenta una ligera muesca subterminal y las cerdas rictales son distintas y fuertes, aunque cortas; el tarso es más largo que el dedo medio; las especies más típicas tienen una mancha triangular color verde olivo en el dorso, y algu- nas manchas blancas en la cola. La P. superciliosa y la P. gutturalis no llevan manchas en la cola; la primera tiene todo el dorso de un color verde olivo y la última presenta una mancha negra triangular en el dorso. En la “Biología” es- tán comprendidas seis de las siete especies que constituyen el género. De éstas, la P. americana, que es la única ave estrictamente septentrional, emigra dentro de nuestros límites en Invierno. La P. ¿nornata, la P.insularis y la P. nigrilora son modificaciones insignificantes de la P. pitiayumi meridional; la primera se extiende desde Guatemala hasta el Estado de Panamá; la segunda es peculiar de las Islas de las Tres Marías y Socorro, y la última del valle de Río Grande. La ?P. superciliosa está confinada á las montañas del Sur de México y Guatema- la, y la P. gutturalis á las montañas de Costa Rica y á las partes adyacentes del Estado de Panamá. a. Cauda albo maculata. PARULA AMERICANA. Verdín.” Parus americanas, Linn. Syst. Nat. L, p. 341”. Sylvicola americana, Sel. P. Z. S. 1857, p. 202*. Parula americana, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 10% Baird, Rev. Am. B. L, p. 169% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 200% Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 15%; (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 53. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. 328 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 546”, Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L p. 208% Gundl. Orn. Cub. p. 62% Sennett, Bull. U. S. Geol. Surv. IV, p. 11" Merrill, Pr. U. S. Nat. Mus. 1, p. 123"; Coues, B. Col. Vall. I, p. 208". ¿ Supra cernlescenti-grisea, dorso medio olivaceo, loris nigris, maenlis; ciliaribus albis, alis albo bifasciatis, cauda extus albo notata; subtus gula et ab- domine antico flavis, pectore torque ceernleo—nigricante ornato, abdomine pos- tico albo; rostri maxilla nigra, mandibula flava; pedibus obseure corylinis. Long. tota 4-5, ale 2-35, caude 1—7, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-7. (Descr. maris ex Washington, U. S. Smiths. Inst. n. 28,266. Mus. nostr.). 2 Supra undique olivaceo tincta, torque pectorali nullo. (Deser. femine ex Progreso, Yucatán. Mus. nostr.). Hab. Región Oriental de Norte América 2%, México, Tlacotálpam (Sallé?, Orizaba (Sumichrast”), Santa Efigenia, Tehuantepec (Sumichrast*), Mérida, Yu- catán (Schott”), Progreso (Gaumer), Guatemala? (O. $. et F. D. G.), Cuba? y An- tillas Septentrionales*. “México, Reg. Oriental y Sur.”% La Parula americana es la única especie del género estrictamente emi- grante. Pasa la estación de los amores en el Canadá y en los Estados más sep- tentrionales, y el Invierno en la Florida”, México, Guatemala y Antillas Sep- tentrionales. En la región medianera se presenta como ave de paso en sus emi- graciones de Primavera y Otoño. En México no toca la costa del Pacífico más que en el extremo Sur, permaneciendo, por lo general, ausente de la costa oeci- dental. Del lado oriental aparece en la veciudad de Orizaba y en el Norte de Yucatán, de donde marcha en dirección al Sur hasta llegar á Coban, Guatemala. Rara vez se consiguen machos completamente emplumados en Guatemala y On- ba, pues, según dice el Dr. Gundlach, emigran en el momento de cambiar plu- maje. Estas especies manifiestan una predilección marcada por los bosques, ocn- pándose allí en buscar alimento entre las ramas altas. Según algunos autores, su canto es apenas digno de ese nombre, pues se compone de notas tan escasas como débiles; pero según otros, consiste en una serie de notas agradable y va- riada", Á veces fijan su nido en el tronco de un árbol, pero con más frecuencia lo suspenden de una rama situada á seis ú ocho pies de altura sobre el suelo y rodeada de largos musgos colgantes. Sn forma varía desde la de nu simple te- jido del musgo adyacente con un agujerito que conduce á una alcoba en forma de copa, hasta la de nn nido globular y pendiente, desprovisto de forro y con la entrada á un lado*. “Colectada en Silam y Progreso en Octubre y Noviembre.” (1) Laurencio y Beristain. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 440. r A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 329 “Esta elegante y pequeña especie frecuenta las huertas en la época en que los árboles frutales florean. También le agradan toda clase de arbolados, pero particularmente las florestas altas abiertas, adonde se le ve revolotear y saltar con mucha actividad en el follaje. Nunca me ha sido posible encontrar el nido, y el único que he examinado proviene de Massachusetts, donde se le colectó en los primeros días de Junio. Consiste en una masa irregular de fino heno claro, muy enmarañado, con una pequeña y profunda cavidad. El único huevo que había en el nido mide 0.70 por 0.57, y es blanco, salpicado en la punta larga con menudas vírenlas rojizas y otras cuantas esparcidas en el resto del cascarón.” “Los cambios de plumaje de este primoroso Verdincito, varían según la edad, el sexo y la estación. Una vez conseguí un albino parcial, muy curioso, que tenía el plumaje manchado irregularmente de un blanco puro.”% PARULA INORNATA. Parula inornata, Baird, Rev. Am. B. 1, p. 171*; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 937; Salv. P. Z. S. 1870, p. 182*. Parula brasiliana, Sel. et Salv. P. Z. S. 1860, p. 397 (nec Licht.). Supra cerulescenti-schistacea, plaga maena dorsali oleaginea; fronte, loris et genis nisricantibus; alis dorso concoloribus; subtus flavissima, crisso albo; canda utrinque albo notata; rostri maxilla niera, mandibula flava; pedibus co- rylinis. Long. tota 4-5, alee 1-9, caudee 1-55, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-65. (Deser. exempl. ex Choctum, Vera Paz. Mus. nostr.). Obs. Specimina quedam ex statu Panamensi maculas alares albas serie sin- gula nec duplici positas habent. Hab. Guatemala (0. $. et F. D. G.*”), Costa Rica (F. Carmiol?, J. Carmiol), Panamá (Arcé?), México; común en las altas florestas del Oriente de Chiapas, cerca de Tuxtla Gutiérrez (E. W. Nelson).? PARULA INSULARIS. Silvestre.” Parula insularis, Lawr. Ann. Lyc. N. Y. X, p. 4'; Mem. Bost. Soc. N. H. TT, p. 269*; Grayson, Pr. Bost. Soc. N. H. XIV, pp. 278*, 300*, (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 46. (2) Grayson. Historia Natural de las Islas de las Tres Marías y Socorro. “La Naturaleza,” vol. IV, pág. 252. (3) Notes on certain species of Mexican Birds, p. 159. (From “The Auk,” Vol. XV, n. 2, April, 1898). 330 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Supra sordide cinerea, plaga dorsali oleaginea notata, genis clare cinereis; alis albo bifasciatis; candee rectricibus ntrinque extimis in pogonio externo albo maculatis; subtus sordide flava, crisso albo; rostri maxilla nigra, mandibula fla- vida; pedibus corylinis. Long. tota 44, alee 21, caudee 1-85, rostri a rictu 0-55, tarsi 0-75. (Deser. exempl. ex Socorro Island, Smiths. Inst. n. 50,798. Mus. nostr.). Hab. México, Islas de las Tres Marías'” y Socorro” (Grayson). Esta especie fué descubierta por el coronel A. J. Grayson, y todas las noti- cias que de ellas se tienen son referentes á sus ejemplares, pues ninguno otro colector ha llegado á encontrarla. Es pariente de la P. pitiayumi y de la P. inornata;, tiene, como la primera, dos bandas blancas en el ala, pero difiere de ella por el hecho de tener el tinte azul del plumaje superior más cenizo, y el amarillo del abdomen obscuro en vez de claro.” De la P. ¿nornata difiere por ambas cosas, y aquélla se reconoce á sí misma por la ausencia casi total de Yas rayas blancas de las alas. Se supone que las aves de las Tres Marías pertenecen á la misma especie que las de Socorro, aunque éstas son un poco más grandes. Es común en am- bas localidades, y en las Marías se le ve buscar insectos entre el follaje de los árboles, repitiendo á menudo su corto y delicado canto?. La P. ¿nsularis no ha sido descubierta aún en el continente, y, cosa extraña, niuguna especie pariente se encuentra á menos de quinientas ó seiscientas millas de su residencia. De es- tos parientes, el más cercano es la P. nigrilora, que viene del Valle del Río Grande; la P. ¿nornata, que viene de Guatemala, y la P. pitiayumi, que llega de Colombia. El ejemplar descrito no es completamente adulto, y el plumaje de las su- perficies superior é inferior es probablemente más obscuro que el del pájaro adulto. (B. C. A.). PARULA NIGRILORA. Parula nigrilora, Coues, Bull. U. S. Geol. Surv. IV, p. 11”; B. Col. Vall. L, p. 207?; Sennett, Bull. U. S. Geol. Surv. TV, p. 11*; V, p. 384% Merrill, Pr. U. $. Nat. Mus. IL, p. 123%. “3 subeseernlea, dorso medio virenti-flavo, alis albo bifasciatis, palpebris nigris immacnulatis, loris lineaque frontali nigerrimis; subtus flava, jugulo anran- (1) En la “Historia de Aves Norte-Americanas,” (1, p. 207) aseguran que el abdomen de la P. insularis es completamente blanco. Esta aserción no concuerda ni con la descripción de Mr. Law- rence ni con el ejemplar típico que tenemos á la vista. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 331 tiaco, abdomine infimo, hypochondriis crissoque albis. Long. tota 4-5, ale 2.0—2.2, caude 1.8—1.9, rostri a naribus 0.38—0.4, tarsi 0.62—0.65, dig. med. 04.” (Coues, l. s. e*.) Hab. El Valle del Río Grande, Hidalgo*”, Lomita* (Sennett), Fort Brown (Merrill*), Región Norte en las márgenes del Río Bravo.” Aunque no se han establecido todavía los derechos de esta especie como ciudadano mexicano, no hay duda que habita, por lo menos, las regiones situa- das al Nordeste de dicho país, y asimismo el Sur y el Norte del Río Grande, que son las únicas partes en que se le ha encontrado hasta hoy. Mr. Sennett fué el que descubrió esta especie en Hidalgo, Texas, y dió una noticia completa de sus costumbres, que tuvo oportunidad de observar en sus dos visitas al Valle del Río Grande**. Dice que habita la floresta, en donde frecuenta las cimas de los árboles más altos y auuncia su presencia con su canto, que se oye á mua distan- cia considerable y se distingue fácilmente del de cualquier otro pájaro. Mr. Sen- nettno consiguió más que un nido de aspecto sinenlar. Estaba en una planta (muér- dago) muy común en el Río Grande, que crecía en la punta de una rama mar- chita de árbol del Brasil, á unos diez pies del suelo. Lo habían construido con sencillez; se componía de las hojas grises de la planta, en el centro de la cual estaba introducido de lado, y el fondo y las paredes del nido tenían un forro de cortas fibras de madera que parecían de algodón. El Dr. Merrill también encontró un nido” pero éste se hallaba en un hacesillo de heno (Tillandsia), á unos ocho pies del suelo. Mr. Sennet colectó un huevo y dice que se parece mu- cho al de la P. americana, porque es de un fondo blanco obscuro, con manchas morenas, y principalmente en una zona cercana á la punta más larga. “Es sedentario en el Valle del Río Grande Inferior, Texas, en donde abun- da en Verano. Llega en la tercera semana de Marzo á los alrededores de Fort Brown.”% b. Cauda inmaculata. PARULA SUPERCILIOSA. Verdín.? Conirostrum superciliosum, Hartl. Rev. Zool. 1844, p. 215". Parula superciliosa, Sel. P. Z. S. 1858, p. 299? 1859, p. 373%; Sel. et Salv. (1) Laurencio y Beristain, p. 42. (2) W. W. Cooke. Report on Bird Migration in the Mississippi Valley, II, p. 244. (3) A, L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. La Nat.—Ser. 11,—T. 111.—Octub. 1899. 42 332 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Ibis, 1859, p. 10% Baird, Rev. Am. B. LI, p. 171”; Sumichrast, Mem: Bost. Soc. N. EIPIDLOS. Parula mexicana, Bp. Consp. L, p. 310" (ex Lichtenstein). Compsothlypis mexicana, Cab. Mus. Hein, L, p. 21? Supra olivaceo—viridis; capite, genis, alis et cauda cinereis; snpercilis elon- gatis, macnla suboculari et subalaribus niveis; subtus leete flava, pectoris late- ribus olivaceo tinctis; abdomine postico cinereo, medio cum erisso albis; macula pectorali Innata castanea; rostro nigricante, mandibule basi pallida; pedibus corylinis. Long. tota 477, alee 2-5, caudee 1-85, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-7. (Deser. maris ex Volcán del Fuego, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México”* (Deppe, Mus. Berol.), Orizaba y Moyoapam (Sumichrast?), Tierra fría (le Strange), Talea? y la Parada* (Boucard), Guatemala? (O. S. et F. D. G.). México, Estados de Veracruz y Oaxaca.” La zona de distribución de esta hermosa especie se limita á las partes mon- tañosas del Mediodía de México y Guatemala. El Prof. Sumichrast manifresta que en México habita los bosques de encinas y pinos, llegando á una altura de 6,000 á 8,200 pies. Según nuestras observaciones, la P. superciliosa tiene las mismas costumbres que los otros Mivotiltida. Frecuenta las cimas de los árbo- les y busca insectos diligentemente entre las ramas y las hojas. No se sabe aún nada acerca de su crianza. DENDRCECA. Dendroica, G. R. Gray. List. Gen. B. App. p. 8 (1842). (Tipo Motacilla coronata, Linn.), Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. L, p. 215. Este género contiene mayor número de especies que nineuno otro de los de esa familia, pues comprende veintiséis en la actualidad, de las cuales veintidós habitan los Estados Unidos, y de éstas, todas, exceptuando seis, pasan el Invier- no dentro de sus límites. Á esas hay que agregar la D. viellotti y la D. decora, que probablemente residen todo el año y hacen un total de diez y ocho, perte- necientes á México y Centro América, en diversas épocas del año. El color de los miembros de Dendreca es muy variable, sirviendo, sin em- bargo, para agrupar las especies en secciones más ó menos naturales. Aleunos de los caracteres principales que se emplean para definir el género, son: la ma- yor ó menor depresión del pico, que es menos agudo que el de los Helminthe- rus, Helminthophaga y Parula, y abierto cerca de la punta; el franco desarrollo (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 333 de las cerdas rictales, la pequeñez del dedo medio comparado con el tarso, las alas mucho más largas que la cola, pues la primera y la segunda primarias son las más largas, la cola es casi lisa y manchada siempre de amarillo ó blanco. Los grupos en que ha sido dividido el género en la “Historia de las Aves Norte-Americanas,” se fundan en partienlaridades de coloración. “Anidan, con raras excepciones, en los árboles y matorrales. Sus huevos son blancos, manchados.” “Da belleza y variedad de este género se manifiesta con ventaja en los ar- bolados del Oriente de los Estados Unidos, en donde sus numerosas especies constituyen el vistoso atavío de la floresta. Emigran en casi todas las regiones de los Estados Unidos; llegan en la Primavera con gran regularidad y cada uno á su turno; abundan durante una estación y en seguida se marchan, para reapa- recer con mayor profusión aun en el Otoño. Es casi imposible, sin embargo, ha- blar de ellos colectivamente, á no ser en términos muy generales, tan grande así es la diferencia que se nota, no sólo en sus movimientos, sino hasta en los me- nores detalles de sus hábitos y acciones. Lia constancia de sus caracteres espe- cíficos debe atribuirse de algún modo á la periodicidad regular de sus movi- mientos, puesto que ninguno permanece sujeto por largo tiempo á las influen- cias modificadoras de ciertas localidades. Algunas especies, D. dominica, por ejemplo, tienen una distribución completamente meridional, mientras que unas cuantas, como discolor y pinus, procrían en el Sur tan bien como más al Norte, y se dan á conocer en general, lo mismo durante la estación de las crías que du- rante cualquiera otra. Sin embargo, la mayor parte emigran en Primavera, á latitudes más elevadas, contentándose apenas con permanecer al Sur de la lati- tud de Massachusetts, á menos que se proponean anidar en las alturas más ele- vadas de los Alleghanies. En Invierno sólo nos acompañan unas cuantas, y eso en la frontera meridional; la fuerte y resuelta Dendreca coronata es una ex- cepción, pues abunda en las estaciones más inclementes, en la mitad meridional de los Estados Unidos, por lo menos. El resto de las especies busca en Invierno residencias más agradables fuera de la frontera; aleunas las encuentran en las Indias Occidentales, otras en México y otras en Centro y aun en Sud-América. Algunas de las especies que avanzan más al Norte en Primavera, son también las que penetran más en Sud-América. El paso de las Dendreca excita la acti- vidad de los colectores, y no hay duda que cada año perecen con este motivo millares de estos delicados y simpáticos pajaritos. La gran variedad de color que ostentan casi todas las especies, según la edad, el sexo y la estación, unidas á su belleza, induce á procurar la adquisión de una gran serie de ejemplares.” % A. Cauda macula magna flava in pogonio interno aut flavo late intus mar- ginata. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. 1, p. 235. 334 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. DENDR(ECA ZESTIVA. Verdín.” Motacilla cestiva, Gm. Syst. Nat. I, p. 9961. Rhimamphus cestivus, Sel. P. Z. S. 1856, p. 141? 1857, p. 202% Cab. J. F. Orn. 1860, p. 326*. Dendreca cestiva, Sel. P. Z. S. 1859, p. 363”; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 11; P. Z. S. 1864, p. 347”; 1870, p. 836% 1879, p. 494% Cassin, Pr. Ac. Phil. 1860, p. 191*%; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VIL, p. 322%; VII, pp. 174%, 179%, 1X, pp. 94%; 200”; Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 296"; Bull. U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 15"; Baird, Rev. Am. B. I, p. 195"; Salv. P. Z. S. 1867, p. 136"; 1870, p. 183%; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 547*%; y. Frantzins, J. f. Orn. 1869, p. 293%; Baird, Brew. et Ridgw. N. An. B. L, p. 222%; Cones, B. Col. Vall. L, p. 252%, 3 flava, dorso viridescente, gastreeo toto castaneo striato; alis et cauda fus- cis, extus et intus flavo limbatis; rostro plumbeo, pedibus corneis. Long. tota 4—7, ale 2-5, caudee 1-9, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-7. (Descr. maris ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari similis, sed strise corporis subtus absent. (Deser. femine ex Retal- hulen, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América”. México, Mazatlán (Grayson'), Colima (Xantus”), Jalapa y San Andrés Tuxtla (Sallé*), Jalapa (de Oca”), Orizaba (Sumichrast”), Mérida, Yucatán (Schott*), Barrio, Chihuitan, Guichicovi y Santa Efigenia (Sn- michrast”), Guatemala” (O. S. et F. D. G.), San Salvador (J. M. Dow*, O. $S.), Honduras (G. M. Whitely*), Nicaragua (Holland ”), Costa Rica* (v. Frantzius?, Carmiol*, y. Frantzius”), Panamá (Bridges?, Hicks”, Arcé*”, MLeaman””, W. S. Wood”). Colombia”, Ecuador, Guayana, Trinidad. México, Región Occi- dental, Sureste y Sur.” El Verdín es uno de los Mniotiltidos más comunes; en Verano abunda por todo el Continente Norte-Americano y procría en una área que se extiende desde los confines del Oceáno Ártico hasta la frontera de México, y desde el Atlántico hasta el Pacífico”. Durante el Invierno emigra hacia el Sur, á Méxi- co, Centro América y toda la Región Septentrional de Sud-América, desde la Guayana hasta el Ecuador, y es una de las especies de esta familia que más abunda en Guatemala y en cualquiera otra parte, en esta época del año, disper- sándose desde el nivel del mar hasta una altura de 5,000 á 6,000 pies. (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. (2) Laurencio y Beristain, pág. 42. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 335 “Rara en Orizaba, común en la meseta.” Y Aunque el Verdín está distribuido tan extensamente en todas las altitu- des, se le encuentra rara vez en los bosques de pinos de las montañas más altas; prefiere el verdor menos sombrío de las barrancas, colinas y corrientes, y su bri- llante plumaje amarillo brilla á menudo en los sauces que bordan las orillas de los riachuelos y aun en las desoladas llanuras; el canto alegre y agradable que acompaña sus movimientos, en intervalos frecuentes, despierta todas las delicio- sas asociaciones que origina el sonido de una voz, que nos es familiar, sobre to- do cuando se le escucha inesperadamente en un país lejano. Una especie distribuida con tanta extensión como la presente, nos induce á presumir que sus hábitos se modificarán, en cierto modo, según las diversas con- diciones en que se encuentre. Pero el Verdín, lo mismo que otros Mniotiltidos, observa tanta regularidad en sus movimientos periódicos, que sufre poca ó nin- guna impresión local, lo contrario de lo que sucede á las diversas razas insula- res en que se ha convertido la especie en las Indias Occidentales. Sus costum- bres son, en substancia, iguales en todas partes, con excepción de ciertos cambios insignificantes, que se advierten particularmente en la coloración y construcción del nido, y que provienen de varias circunstancias. Entre nosotros se considera al Verdín como una avecilla confiada, que se siente atraída, más bien que re- chazada, por la presencia del hombre; gusta de anidar en las huertas, jardines y prados, y aun en las calles muy transitadas; en lo general, coloca el nido en al- gún lugar bajo, por ejemplo, en algún seto, bosque ó cualquier otro plantío de arbolitos. En las regiones árticas es abuiudante y pone el nido en los arbustos y los sauces que crecen en esas latitudes. Su nido y sus huevos son tan conocidos que resulta ociosa su descripción. Mr. Henshaw manifiesta que los huevos que colectó en el Oeste, tenían todos el color del fondo de un blanco puro, carecien- do, por lo tanto, de esa ligera sombra verdosa que se observa en los huevecillos en los Estados Orientales. “Hace tiempo que este Mniotiltido es una de las más frecuentes víctimas del Tordo, y ha llegado á hacerse célebre por la energía con que rehusa in- enbar el hueyo ajeno, así como por la sagacidad y determinación que manifiesta evadiendo este odioso fraude, aunque sea á costa del sacrificio de sus propios huevos y el abandono de su nido. Con frecuencia construye un nido de dos pi- sos, dejando el huevo extraño en el sótano; se ha dado ya el caso de que repita esta laboriosa y desagradable obra, obteniendo por resultado un nido de tres pisos, de unas veinte pulgadas de profundidad, con un huevo de Molothrus en cada uno de los departamentos inferiores.” ? (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, página 304, (2) E. Coues. Birds of the Colorado Valley, I, p. 252. 336 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. DENDRCUCA VIEILLOTI. Dendreca Vieilloti, Cassin, Pr. Ac. Phil. 1860, p. 192*; Salv. Ibis, 1864, p. 380%; 1866, p. 192%; Baird, Rev. Am. B. L p. 203% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, pp. 94*, 200% Mem. Bost. Soc. N. H. IT, p. 270”; v. Frantzius, J. f. Orn. 1869, p. 293*; Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L, p. 217”. Sylvicola vieilloti, Finsch, Abh. naturw. Ver. z. Bremen, 1870, p. 329%, Rhimamphus ruficeps, Cab. J. Y. Orn. 1860, p. 326”. Dendroica rufigula, Baird, Rev. Am. B. L, p. 204”. Dendroica vieilloti, var. rufigula, Baird. Brew. et Ridew. N. Am. B. 1, pales Dendroica vieilloti var. bryanti, Ridew. Am. Nat. VII, p. 606%; Baird. Brew. et Ridow. N. Am. B. 1, p. 218". Dendroica estivce similis, sed capite undique castaneo distinenenda. (Descr. exempl. ex Tempate, Costa Rica. Mus. nostr.). Hab. México, Mazatlán*" y Guadalajara” (Grayson), Caucun, Yucatán (Dr. S. Cabot*). Sisal, Progreso y Celestín, Yucatán (Schott, Gaumer), Honduras Bri- tánicas (Dr. Berendt, Mus. Bost. Soc. N. H.; Blancaneaux; O. S.*); Costa Rica (Dr. Ellendorf", v. Frantzius*, Arcé”); Panamá' (Arcé). Colombia Septentrio- nal'"**, México, Región Occidental y Península de Yucatán.” “Mr. Townsend mató un par cerca de Fort Vancouver, en el momento en que se ocupaban en revolotear entre las espesuras de los pinares, en persecución de los insectos; vió que se coleaban de las varitas como los Paridos y le pare- ció que sus notas tienen cierta semejanza con las de la D. cerulescens. lias no- ticias de Nuttall son más extensas y sirven de base al nombre de Verdín er- mitaño, que se le ha aplicado á consecuencia de lo que Nuttall llama “sus ineli- naciones solitarias.” Tuvo dificultad para observarla, pues andaba en las puntas de los pinos buscando qué comer; allí mismo tenía probablemente el nido. “Su canto, añade el mismo autor, sale frecuentemente del mismo lugar durante una ó dos horas, y se repite á intervalos muy regulares: consiste en una nota suave, melancólica, débil y monótona, lanzada, según parece, cuando el pájaro está en reposo trepaudo en uua rama elevada y cerca de su hembra, que es sn única compañera de su soledad.” “El Dr. Jorge Suckley confirmó más tarde las relaciones relativas á la na- (1) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 337 turaleza inaccesible de los retiros favoritos de esta especie. Tuvo gran dificnl- tad para alcanzarlos con sus tiros en las cimas de los elevados abetos en que pasan la mayor parte del tiempo. Todas estas noticias indican que dichos ana- coretas estaban en sus habitaciones de Verano, y nos dan á conocer una parte, por lo menos, de las regiones en que anidan, aunque no debemos apresurar- nos á asegurar que no crían en otros puntos, cuando se encuentran en diversas condiciones. Mi ejemplar andaba, según recuerdo, saltando en un matorral, cerca del suelo, y manifestando así que los hábitos de su especie no son los mis- mos en todas las estaciones del año.*% DENDRGECA TOWNSENDI. Verdín.” Sylvia townsendi, Towns. Journ. Ac. Phil. VIL, p. 191” (ex Nuttall). Dendreca townsendi, Sel. P. Z. S. 1858, p. 298% 1859, p. 374*; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 11% Baird, Rev. Am. B. L, p. 185%; Baird, Brew et Ridow. N. Am. B. IL, p. 265”; Cones, B. Col. Vall. I, p. 260”. Sylvia melanocausta, Licht. in Mus. Berol*. Supra olivacea, interscapulio maculis celatis nieris notato, capite tota eun gula nioris, superciliis elongatis, macula subocnlari et striolata cervicis ntrinque flavissimis; alis et cauda nioris, cinereo limbatis, illis albo bifasciatis, hac sicut in speciebns affinibus albo notata; subtus abdomine antico flavo, postico albo, hipochondriis et crisso niero striatis. (Deser. maris ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari similis, pileo et genis dorso concoloribus, hypochondriorum striis obsoletis. (Descr. femine ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América“, México, N. W. México (J. G. Bell*”), Oaxaca (Dep- pe, Mus. Berol.), La Parada?, Totontepec? (Boucard), Guatemala* (O. $. et F. D. G.). (México, Región Noreste y Sur. “En los Estados Unidos se presenta solamente en Invierno, y en México se le encuentra casi confinado al Estado de Oaxaca, en donde fué desenbierto por Deppe y observado después por Boucard. En Guatemala abunda más en las es- carpas de las montañas que bordan el Pacífico, que en cualquier otro punto. En el Volcán del Fuego se elevaba hasta 5,000, 10,000 y 12,000 pies: esta última al- titud comprendía la cima de la montaña cubierta de pinos. Sus hábitos se pa- recen á los de la D. virens y sus parientes cercanos. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 258. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. (3) Laurencio y Beristain p. 41. 338 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. No se sabe nada respecto á sus costumbres. En los Estados Occidentales se le ha observado, por lo regular, en Otoño y después, emigrando. Sus cuarteles de Verano llegan probablemente hasta: Alaska, al Norte? pero el Dr. Coues es de opinión que los cintos de pinos de las montañas de Nuevo México y Arizona sirven de refugio á alennas aves, durante la estación de las crías”. En el Verano está confinado á la región de los pinos, á grandes alturas, en los distritos meridionales y al nivel del mar, hacia el Norte. Durante las emi- eraciones está mucho más diseminado, pues el Dr. Cooper lo ha observado entre los sauces bajos y otros arbustos. “Mr. Henshaw encontró á estos Verdines en gran cantidad en Mount Gra- ham, Arizona, en el mes de Septiembre; pero no dejó de dificultársele la captu- ra de los ejemplares, pues dichas aves” se situaban en la punta de los más gran- des árboles, de manera que casi no podía verlas, á pesar de su perseverancia, más que cuando se lanzaban en pos de los insectos ó volaban de árbol en árbol, en el curso de su emigración incesante. En Mount Graham, Arizona, no buscaban los pinos en Septiembre, época en que Henshaw los observó, sino las florestas de pruche y abeto, y sus excursiones parecían depender de la presencia ó ausencia de esta clase de coníferas. Sus movimientos eran extremadamente rápidos; un momento andaban sobre las masas formadas por las ramas entrelazadas, después se deslizaban con presteza, alrededor de las puntas de los brazos y en seguida pasaban al árbol próximo para repetir en él lo que habían hecho en el anterior, y así sucesivamente, hasta que se perdían en las espesuras del bosque. Su úni- ca nota en esta estación consistía en el sonido entrecortado que lanzan varios Verdines.” PEUCEDROMUS. Peucedromus, Coues, apud Henshaw, U. S. Expl. west of 100 th Merid. Y, Zool. p. 201 (1876); Cones, B. Col. Vall. I, p. 232. (Tipo Sylvia olivacea, Girand). “La posición de la única especie que constituye este género, fué disentida por algún tiempo, antes de que el Dr. Cones la separara de Dendreca. El Prof. Baird, en su “Revista de Aves Americanas,” dió á conocer muchos de sus ca- racteros distintivos, y á éstos agregó el Dr. Coues otros nuevos cuando hizo la descripción del género. Los puntos principales que la diferencian de las Den- dreca, son su pico particularmente delgado y su culmen más recto, las ventanas de la nariz más lineales, las alas de una longitud desusada, y su coloración que presenta ciertas particularidades, pues ninguna parte de sn cuerpo está rayada como es costumbre, tratándose de los miembros de Dendr«ca. Bien considerado todo, creemos que el Dr. Coues tuvo razón al separarla.” (1) Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 260. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 339 PEUCEDROMUS OLIVACEUS. Sylvia olivacea, Giraud, B. Texas. p. 14, t. 7, £. 2%; Sel. P. Z. S. 1855, p. 66*. Rhimamphus olivaceus, Sel. P. Z. S. 1856, p. 291”. Dendreca olivacea, Sel. P. Z. S. 1858, p. 298*% 1859, p. 363% Baird, Rev. Am. B. I, p. 205% Salv. Ibis, 1866, p. 191”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. Í, p. 546*. Peucedromus olivaceus, Coues, B. Col. Vall. I, p. 233%. Sylvicola teniata, Du Bus. Bull. Ac. Bruax. XIV, pt. 2, p. 104”. Supra cinerens, capite toto cum collo fulvo-aurantiacis, area oculorun ni- era; alis nioris albo bifasciatis et secundariis interioribus flavo extus limbatis, remigibus reliquis albo marginatis, speculo alari albo; cauda nigra cinereo mar- ginata, rectricibus duabus extimis pro majore parte albis; subtus gutture toto ful- vo-aurantiaco; abdomine cinerascente medialiter albicante; pedibus obseure co- rylinis. Long. tota 5-2, alee 2-9, caudee 2-1, rostri a rictu 07, tarsi 0-75. (Descr. maris ex Volcán del Fuego, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari similis, colore aurantiaco sordide flavo, pileo et cervice medio oli- vaceis, area oculorun fusca, et abdomine albicantiore distinonenda. (Deser. fe- mine ex Volcán del Fuego. Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América?. México” (Sallé”), cercanías de la ciudad (le Strange), región alpina de Veracruz (Sumichrast), Popocatepetl (Verreaux”), Jalapa (de Oca”), La Parada (Boucard*), Guatemala” (O. $. et F. D. G.). (México, Mesa Cen- tral y Región Sur.” “Actualmente se conoce muy bien esta especie en México, y se le encuentra incluida en las listas de casi todos los colectores que han recorrido las partes meridionales de dicho país. Parece, sin embargo, que su zona de distribución se limita á las elevadas montañas del interior, donde es la especie característica, y asciende desde 5,000 hasta 10,000 pies”. En Guatemala abunda igualmente en los más altos distritos y reside en los círenlos superiores de pinos de los volca- nes á más de 10,000 pies.” “Mr. Henshaw describe las costumbres de este pájaro comparándolas á las de la Dendreca pinus, pues trepa activamente por las grandes ramas de los pinos, como acostumbra hacer aquélla. En los lugares en que encontramos á esta especie, los pinos no son muy elevados; tampoco notamos que presentara (1) Laurencio y Beristain, p. 41. La Nat.—Ser. I1.—T. IH.—Dic. 1899. eS 340 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. ninouna particularidad su método para procurarse alimento. Vimos que, ade- más de frecuentar los pinos, andaba entre los escasos arbustos distribuidos por estos altos distritos.” “No se sabe nada todavía respecto á su nidificación ni tampoco respecto á sn emigración. Nuestras observaciones sobre ella se extienden solamente á los meses de Invierno, pero opinamos que permanece en la residencia montañosa todo el año.” “Sus costumbres son semejantes á las propias de las Dendr«eca, pero es me- nos abundante.” “Mr. Henshaw dice lo siguiente: Durante una excursión que hice á Mount- Graham, en Agosto, no llegué á ver á esta especie. Volví de nuevo el 19 de Sep- tiembre, y muchas de las especies que había encontrado en abundancia en mi visita anterior, habían emierado al Sur, y ó faltaban completamente ó estaban representadas por individuos más septentrionales; entretanto los bosques, cuyo silencio era interrumpido apenas y á largos intervalos por la nota de un solo pájaro, se llenaban de cuando en cuando, como por encanto, de centenares de emigrantes que se marchaban al Sur, formando bulliciosas parvadas. Al día si- guiente de habernos establecido allí, Mr. Butter trajo un hermoso ejemplar de Peucedromus olíivaceus, que aseguraba haber colectado entre una bandada de Dendreca audoboni y Junco hyemalis, que andaban por el suelo de los bosques de pinos. En unión de los demás se ocupaba en buscar que comer; después se posó en la rama baja de un pino y empezó una primorosa canción compuesta de notas sueltas, melodiosas y silbantes. Durante los días signientes, limité mis excursiones á los bosques de pruche, pero aunque busqué con ahínco este Ver- dín, no conseguí verlo hasta el día de mi partida, habiendo llegado hasta mí unas cuantas notas extrañas, semejantes á las de los Vireonide; corrí hacia el sitio de donde partían, que era una espesura de pinos, y tuve la satisfacción de ver á uno de estos Verdines parado en los brazos bajos de un pino colosal. Se mo- vía con rapidez entre las ramas grandes, y sus maneras, lo mismo que sn aspecto general, recordaban las de la Dendreca pinus. Aleunos instantes más tarde, maté un segundo ejemplar, que estaba en la puuta de un pino elevado, trepando activamente. Como todos los Sylvicolidce que se hallaban presentes esa vez, eran emigrantes y podemos inferir con razón que esta especie estaba, como el resto, en route al Norte, y es quizá un raro habitante de la región de pinos que ocupa Arizona y Nuevo México.” % (1) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. ““La Naturaleza,” tomo 1 (2), p. 325. (2) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 233. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 341 SIURUS. Síurus, Swainson, Zool. Journ. UI, p. 171 (1827). (Tipo Motacilla aurocapilla, Limn.). Henicocichla (rectins Henicocicola), Gray. List. Gen. B. p. 31 (1841). Este género tiene mucho de común con Dendreca, del cual difiere princi- palmente por el estilo de la coloración de sus miembros, sus hábitos y acciones. Las cerdas rictales son cortas, las alas largas y puntiagudas, y la cola casi lisa, pues sus coberteras inferiores están completamente desarrolladas.” “Tres especies constitnyen este género; todas ellas son bien conocidas; ade- más de éstas, se ha descrito recientemente una gran raza de Black Hills, Wyo- ning, que se ha designado con el nombre de Sciurus nevíus notabilis.V Las otras son emigrantes regulares, pasan los Inviernos en México, Centro América, las Antillas y las partes septentrionales de Sud-América, y los Veranos en Nor- te América. Anidan en esta última.” “Por su forma general difiere apenas de Dendreca; es más grande y su ni- dificación es distinta. Sus hábitos son terrestres en parte; anida en el suelo; sus huevos son blancos, manchados. Sus poderes vocales, prominentes. Anda sin saltar y presenta otros caracteres decididamente Motacillida.” 9 A. Vertex fusco-aurantiacus, supercilia alba nulla. SIURUS AURICAPILLUS. Aguador de copete.” Motacilla aurocapilla, Linn. Syst. Nat. L, p. 3342. Sturus auricapillus, Sw. Phil. Mag. new. ser. L, p. 369% Lawr. Aun. Lye. N. Y. IX, pp. 94%, 200% Baird. Rev. Am. B. IL, p. 214% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 547”; Frantzins, J. f. Orn. 1869, p. 293%; Baird. Brew. et Ridew. N. Am. B. 1, p. 280%; Gundl. Orn. Cub. p. 68% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. 1 p. 269” Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 14". Sturus auricapillus, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 9"; Moore, P. Z. S. 1859, p. 55", Coues, Bull. Nutt. Orn. Club. IL, p. 31%; B. Col. Vall. L, PAZ El (1) Ridgway. Proc. U. S. Nat. Mus. 1880, p. 12. (2) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 296. (3) A. L. Herrera. Cat. de la Colec. de Aves del Museo Nacional, pág. 9. 342 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Henicocichla aurocapilla, Sel. P. Z. S. 1856, p. 293"; Cab. J. f. Orn. 1861, p. 84”; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 180”, Sel. et Salv. P. Z. S. 1870, p. 836"; Salv. P. Z. S. 1870, p. 183”. Turdus awricapillus, Licht. Prefs-Verz. mex. Vógel, p. 2 (cf. J. f. Orn. 1863, p. 57*). Supra olivacens, alis et cauda concoloribns, pileo fusco-anrantiaco nigro ciremmcincto; subtus albns, pectore toto et hypochondriis niero enttatis, stria rie- tali niera; oculoram ambitn albido; rostri maxilla cornea, mandibula albicante; pedibus corneis. Long. tota 5-1, ale 2-9, caudee 21, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-S. (Deser. maris ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari omnino similis. Hab. Norte América*”. México (Deppe”, Sallé”), Mazatlán (Grayson'), Meseta? (Bullock?), Orizaba, etc. (Sumichrast””), Guichicovi, Tehuantepec (Su- michrast*), Mérida, Yucatán (Schott*), Guatemala” (O. $. et F. D. G.), Honduras (Leyland*, G. M. Whitely*”), Nicaragua (Holland *), Costa Rica (y. Frantzius”, Carmiol*), Panamá (Arcé”), Bermudas”, Antillas”. México, toda la República.” “Esta es una de las especies que visitan con más frecuencia México y Centro América, en los meses de Invierno. En dicha estación se le encuentra por todo el país, desde Mazatlán hasta Ohiriqui. Sin embargo, parece que no llega al con- tinente meridional en su marcha hacia el Sur; ni siquiera hemos visto ejempla- res tomados en la línea del Ferrocarril del Estado de Panamá. Cerca de Maza- tlán, Grayson no lo observó más que en los meses comprendidos entre Noviem- bre y Abril, y eso en los montes más sombríos, en donde se manifestaba arisco, silencioso y afecto á la soledad”. Más al Sur, sus costumbres presentan casi los mismos caracteres. Tiene hábitos solitarios, frecuenta los montes, se extiende casi desde el nivel del mar hasta una altura de 5,000 pies, vive en el suelo ó cerca de él, pues allí es donde busca su comida, que consiste principalmente en insectos, semillas y conchitas.” “En Norte América habita, por lo general, la Provincia Oriental, pero en las latitudes elevadas se dispersa á través del covtinente; se le ha observado en Alaska”. Llega usualmente de sus cuarteles de Invierno, á principios de Mayo, y permanece hasta mediados de Septiembre. Anida durante este período. Su nido es una cúpula y lo coloca en el suelo, en una orilla, bajo el abrigo de una raíz saliente, ó en un espeso zarzal. Lo hace exteriormente con madera, mus- gos, líquenes, hojas secas y unos cuantos tallos y fragmentos de plantas. La en- trada está hecha sólidamente con varitas fuertes; la parte superior es un arma- zón de varitas delgadas, raíces, tallos, musgos, plantas secas, ete.; el forro se compone de los mismos materiales, pero de mejor clase*. El canto del macho, en la estación de los amores, es, según dicen, de una calidad excelente*.” (1) Laurencio y Beristain, pág. 41. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 343 Se asegura que los huevos varían considerablemente; su color normal es blanco crema, marcado especialmente en la punta más larga con borrones y vír- enlas rojas, moreno rojizo, lila púrpura obscuro y un tinte ferruginoso; en algu- nos casos estas manchas se reunen en forma de coronilla, alrededor de la punta larga del huevo?*. “El Aguador de copete,” dice Boucard * “es común en todos los bosques de Yucatán, pero abunda más en las costas de Silam y Río Lagartos.” “Es una de las especies que más abundan en Verano en muestros arbolados, haciéndose notar por sus notas ruidosas y monótonas, por su costumbre de va- gar por el suelo y rascar entre las hojas caídas, y por su enrioso nido. Á su llega- da 4 Middle States en la segunda semana de Abril, permanece uraña y silencio- sa durante una semana ó dos, como si no pudiera acostumbrarse á su nueva re- sidencia; después se anima y ya no trata de ocultarse, sino que sube á los ramos más bajos de los árboles en los arbolados abiertos, y llena el aire con sus notas ásperas y sonoras. No participa para nada de la naturaleza semi-acuática de sus parientes; prefiere los bosques secos y especialmente aquellos en que hay mu- chas malezas. Su nido se halla en el suelo, por lo general entre las hojas secas, en uua superficie inclinada, y aunque usualmente tiene la forma de una cúpula con una entrada lateral, suele ser de una construcción más simple. Está hecho con hojas, musgo y zacates secos. Ponen cuatro ó cinco huevos blancos mancha- dos de moreno rojizo. Es probable que tengan más de una cría en cada estación; los polluelos son casi desde el principio iguales á los padres, nada más que su color moreno anaranjado no es tan brillante como el de aquéllos. Esta especie presenta un tamaño y una coloración muy constantes.” B. Vertex dorso concolor, supercilia alba. SIURUS NOVEBORACENSIS. Motacilla nevía, Bodd. Tabl. Pl. Enl. p. 47* (ex D. aub. Pl. Enl. 752, f. 1). Siurus nevíus, Coues, B. Col. Vall. L, p 299?. Motacilla noveboracensís, Gm. Syst. Nat. L, p. 958?. Sturus noveboracensis, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 10*; Sel. P. Z. S. 1859, p. 363”. Sciurus noveboracensis, Laur. Ann. Lye. N. Y. VIL, p. 322%; IX, pp. 9”, 200*; Bull. U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 14%; Baird, Rev. Am. B. I, p. 215"; Frant- (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 440. 344 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. zius, J. f. Orn. 1869, p. 293"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p.547*; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. L, 283"; Gundl. Orn. Cub., p. 68%. Henicocichla noveboracensis, Cab. J. f. Orn. 1860, p. 324”; Sel. Cab. Am. B. p. 25%; Sel. et Salv. P. Z. S. 1864, p. 346”; 1870, p. 836 *; Salv. P. Z. $. 1870, p. 183". Siwrus tenuirostris, Sw. Phil. Mag. new ser. I, p. 369”. Supra olivaceo-fuscus, alis candaque unicoloribus; stria superciliari et cor- pore subtus albidis flavo leviter tinctis, genis, pectore toto et hypochondriis fus- co-nigro striatis, enla et abodomine medio fere immacnlatis, rostro etpedibus cor- neis. Long. tota 5-0, ale 2-9, caude 21, rostri a rictu 07, tarsi 0-7. (Descr. ma- ris ex Belize, México. Mus. nostr.). 2 mari omnino similis. Hab. Norte América”.—México, Meseta * (Bullock), Jalapa (de Oca”), Mira- dor (Sartorins*), Orizaba, ete. (Sumichrast”), Tapana, Tehuantepec (Sumichrast?), Mérida, Yucatán (Schott*), Honduras Británicas (O. S*.), Guatemala (O. S. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely*), Nicaragua (J. M. Dow”), Costa Rica (Frant- zius”", Carmiol””), Panamá” (Arcé, MLeannan*”).—Antillas "** y región sep- tentrional de Sur América”, (México, Valle de México, Estado de Veracruz y Reg. Sur.) Y “Lo mismo que otros muchos Mniotiltidce, el Siurus noveboracensis visita en Invierno los países situados fuera de los límites de los Estados Unidos. En México y Centro América es muy abundante en dicha estación, y se le encuen- tra por doquiera, desde el nivel del mar hasta una altura de 5,000 á 6,000 pies. No canta durante el período de su permanencia en esos países, pero su claro y agudo chillido se distingue fácilmente del de sus parientes. En Guatemala se le ve de ordinario cerca de las corrientes ó de los charcos, así como en los sitios abiertos más bien que en los bosques.” Los puntos en que anida la especie ocupan casi toda la América del Norte?; durante la estación de las crías es más uraña que en Invierno. Varios autores dicen que su canto es agradable, pero no tan poderoso como el del $. motacilla. “El nido es un bonito edificio que colocan sobre ó cerca del suelo, y se compone de musgo flojo (Hypnum) entretejido con hojas y tallos secos; ha- cen el forro con los troncos de los frutos del musgo, unidos fuertemente mnos con otros *. “Los huevos son blancos, más ó menos marcados, especialmente alrededor de la punta más larga, con líneas, vírenlas y rasgos de diversos matices de mo- reno de sombra”. (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 70. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 345 _—— _ = — = “Este pájaro, dice Boucard, fué observado solamente en los marismas de Silam. Es probable que sea común en Invierno en toda la costa.” “ Anida en Junio. Indndablemente no tiene más que una cría en las latitu- des elevadas; otro tanto sucede probablemente en otras localidades, á juzgar por la prontitud con que reaparece en regiones en que no cría. Los nidos de Alaska estaban á orillas del río, al pie de algunos sauces pequeños; uno de ellos se ha- llaba debajo de un montoncito de leña; contenían de cuatro á seis huevos. Es- tos y otros nidos de las regiones árticas tienen unas cuatro pulgadas de largo por dos tercios de pulgada de fondo; se componen principalmente de musgo mezclado y enredado de un modo compacto con varitas y pajas; uno de ellos tie- ne también una gran cantidad de material fibroso en estado de desintegración, tejido circularmente. Otro nido encontrado en Maine y descrito minuciosamente por el Dr. Brewer, estaba en una excavación al lado de un tronco viejo que le for- maba una especie de bóveda. Era de bonita construcción, hecha en su mayor parte de musgos verdes (Hypnum), mezclados con unas cuantas hojas marchitas y tallos de plantas; la parte interior era un forro compacto de los tallos de los frutos del mismo musgo; tenía raicecillas negras entrelazadas alrededor de la cirennferencia exterior. Era más plano y superficial que otros nidos que he vis- to; tenía cuatro y media pulgadas de lareo por una y media de alto; la cavidad era de una pulgada de profundidad. Este nido contenía cinco huevos, cuyo fondo, de un blanco brillante, sombreado delicadamente con manchas de moreno rojizo, contrastaba con el verde lustroso del exterior, hecho de musgo, y produ- cía muy bonito efecto, gracias al notable forro.” “Los numerosos huevos que he examinado estaban ya desprovistos de su contenido, y medían de tres cuartos á cuatro quintos de pulgada de longitud, por un poco más 6 menos de dos tercios de pulgada de ancho; dos ejemplares escogidos dieron respectivamente las medidas siguientes: 0.75 x 0.58 y 0.82 x 0.60. El color del fondo del cascarón es de un blanco cristalino brillante; toda la su- perficie está señalada, pero en la mayoría de los casos las marcas son más nu- merosas aun alrededor de la punta más larga; las manchas son pequeñas y roji- zas, morenas muy obscuras ó lila ó alhucemas, alennas veces todas las manchas son víreulas y simples puntos; otras, muchas de ellas son más grandes, más ó menos confluentes y circundan la punta del huevo. Suele suceder que la otra punta ó aun otra parte considerable del huevo, estén casi limpias, pero por lo general el cascarón está bastante manchado.” “Nunca he tenido oportunidad de oir el canto de este pájaro, ni creo quelo hayan descrito, pero lo comparan, con razón, al canto del Degollado, que es tan melodioso, tan sonoro y tan dulce, que cuando se le escucha una vez no se le vuelve á olvidar. Tanto Audubon como Nuttall, han expresado la admira- ción que les causó su ejecución; este último dice que se le escucha hasta de noche, y que sn agradable é incesante gorjeo halaga el oído “como la harmo- (1) Laurencio y Beristain, p. 41. 346 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. niosa canción de una hada.” Pasó mucho tiempo antes de que se supiera que el Siurus auricapillus canta también, pues sn áspera composición en crescendo, merece apenas el nombre de canto; cuando los poderes vocales del humilde Siu- rus ncevíus sean reconocidos, estas tres aves formarán, sia duda, un trío que no podrá ser superado más que por el del Turdus mustelinus, Turdus pallasi y Turdus fuscescens. Mr. Boardman dice que el Siurus ncevius es uno de nues- tros más vivarachos cantores, que empieza con una brusca explosión de melo- día que resuena con tanta claridad, como si el venturoso cantor acabase de re- euperar ásu perdida compañera, y que después va disminuyendo hasta cesar por completo. El misterio de que rodea su canto le presta nuevo atractivo, pues aunque las notas son sonoras y exentas de temor, le disenstan los intrusos y can- ta mejor lejos de ojos curiosos en los sombríos retiros de los pantanos.” “ Si se abre uno paso hasta los escondrijos de este pájaro, ya sea remando en una ligera canoa, debajo de las espesuras que sombrean los húmedos panta- nos, ó trepando por los troncos derribados que sobresalen entre las negras y trai- doras profundidades de fango y limo, se llega á sorprender á este modesto can- tor que se lanza entonces á fortalezas más secretas de su sombría y húmeda re- sidencia. Su canto cesa, reina el silencio, apenas si de cuando en cuando una aeuda nota de cólera y ansiedad traiciona la presencia del tímido cantor, dema- siado inquieto y nervioso en su vaga alarma, para tratar de ocultarse bien; por el conirario, juega con el peligro y salta y se balancea en los troncos, en los mon- tones de musgo ó en las ramas. Pero esto sólo sucede cuando se siente lleno de los cuidados y penosas responsabilidades del hogar y la familia. Á fines de la estación, época en que no hay nada que le preocupe, es un individuo completa- mente distinto; entonces consiente en ir 4 encontrar á usted á más de medio ca- mino, con un aire quizá algo asombrado, pero confiado y enteramente familiar y negligente. Por todas partes, á orillas del agua —en los débris del lecho de un río, en las floridas marañas del arroyuelo, en las márgenes de los charquitos que marcan la superficie, sombreada agradablemente por elevados robles, — en todas partes anda nuestro amigo el Siurus. Observadlo en este momento y ved con qué donaire se pasea entre las hojas caídas, sobre las cuales se desliza con la suavidad de un ratón, ó vadea con el agua hasta las rodillas en esos lagos en miniatura, en busca de los insectos acuáticos, lombrices y pequeños moluscos y crustáceos que forman su variado menu. Y Pero durante estas correrías, sus li- geros pasos se detienen coustantemente, y el primoroso vagabundo se pone á ba- lancearse sobre sus patas como un Anthus ó un Totanus. Todas las especies del género participan de este porte, muy diverso de los saltos con que marchan los Sylvicolide en general; pero veamos, nos ha descubierto y ha interrumpido el (1) Gosse ha encontrado en su estómago ““insectos acuáticos y conchas.” Gentry ha observado también en él Platinus cupripennis, Harpalus pennsylvanicus y Cratonychus pertinax, así como lar- vas de Agrion, Phryganea, larvas y crisálidas de varios Noctuidos y Tineidos y el Diptero, Culex teniorhynchus. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 347 ae hilo de mis reflexiones mirándome con su ojo moreno brillante y volviendo co- quetamente la cabeza. Dejémosle proseguir su paseo matinal en paz, deseándo- le buena fortuna.” % SIURUS MOTACILLA. Turdus motacilla, Vieill. Ois. Am. Sept. Il, p. 9, t. 651. Henicocichla motacilla. Cab. J. f. Orn. 1857, p. 240? Siurus motacilla, Coues, Bull. Nutt. Club. II, p. 33% B. Col. Vall. I, p. 299%; Sennett, Bull. U. S. Geol. Surv. IV, p. 13. Turdus ludovicianus, Aud. 'Orn. Biogr. L, p. 99. Sciurus ludovicianus, Sel. P. Z.S. 1859, pp. 363", 373% Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 273. Sciurus ludovicianus, Baird, Rev. Am. B. L, p. 217% Lawr. Ann. Lye. N. Y. IX, p. M4"; Mem. Bost. Soc. N. H. II, p. 269”; Bull. U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 15%; Baird, Brew et Ridow. N. Am. B. L, p. 287 *; Gundl. Orn. Cub., p. 68". Henicocichla ludoviciana, Sel. Cab. Am. B. p. 25*; Salv. P. Z. $. 1870, p. 183”. Henicocichla major, Cab. Mens. Hein. L, p. 16”. Similis precedenti, sed rostro longiore et colore eorporis subtus lactescenti- albo nec flavido distingnendus. Long. tota 5-4, alae 3-25, caudae 2-1, rostri a ricta 0-75, tarsi 0-9. (Descr. exempl. ex Alotenango. Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América*****, México, Tamaulipas (Couch**), Mazatlán (Grayson”), Colima (Xantus'”*”), Yautepec (Deppe, Mus. Berol.), Mirador (Sartorius'), Jala- pa' (de Oca”), Orizaba (Botteri*), Totontepec (Boucard”), Barrio, Santa Efigenia (Sumichrast*), Guatemala” (O. S. et F. D. G.), Costa Rica (Carmiol”), Panamá (Arcé”), Antillas", etc. (México, toda la República.) 2 El Síiurus Motacilla tiene casi la misma área de distribución en nuestros te- rritorios que el 5. noveboracensis, nada más que no penetra más allá del Distrito de Chiriquí, y por consiguiente, no muestra la extensa zona de su congénero en el continente meridional. En ninguna parte es tan abundante comoa otra espe- cie, aunque se le encuentra en lugares situados en altitudes considerablemente diferentes, pues se dispersa desde el nivel del mar, casi hasta una altura de 5,000 pies. En Guatemala lo observamos por lo general en el montuoso lecho de una corriente seca ó en el fondo de las barrancas, mientras que el S. noveboracenstis busca de preferencia los arroyos más abiertos. Nuestros primeros ejemplares fueron obtenidos en Agosto y Septiembre, y es probable que la especie perma- nezca en el país hasta el Abril siguiente. Sus costumbres se parecen muchísimo (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 299. (2) Laurencio y Beristain. La Nat.—Ser. 11.—T. IIL.—Febr. 1899. 44 348 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. á las de su congénero; en Invierno, su nota consiste en un agudo y claro silbido. Grayson manifiesta que no es común cerca de Mazatlán, en donde frecuenta los charcos estancados ó los arroyos solitarios””.” No visita Norte América sino en Verano, y su principal residencia en esa es- tación está en los Estados Meridionales y Sudoestes, apareciendo únicamente como vagabundo en los distritos más septentrionales. Es uno de los primeros Mniotiltidos que llega y empieza á cantar desde fines de Febrero. Su canto se distingue por la riqueza y extensión de su nota”. Parece que se sabe poco res- pecto á su nido y sus huevos, pues la relación de Brewer está tomada de Anudn- bon*. “Costumbres semejantes á las del Cinclus mexicanas, monógamo, solita- rio, inmigrante en Otoño.” “Según Boucard,* habita Yucatán.” “En el Distrito de Columbia se le obtiene siempre en los meses de Abril y Mayo en las tnpidas malezas de laurel que bordan las orillas y llenan las ba- rrancas. Por regla general es muy esquivo, y se lanza al momento á las más im- penetrables asperezas cuando es sorprendido, pero otras veces sucede lo contra- rio; en una de éstas matamos un par, uno después de otro, que estaban precisa- mente enfrente de nosotros, moviendo la cola con un aire de completa indiferen- cia. Casi siempre lo hemos encontrado en pares, aun á mediados de Abril. Su nota es como el gorjeo del gorrión ó como el sonido que resulta del choque de dos gnijarros; pero también tiene un canto sonoro de los más hermosos y melo- diosos que he oído, y cuya singularidad fué lo primero que llamó nuestra aten- ción hacia esta especie.” “Mr. W. D. Scott, dice que la vió en abundancia en el condado de Keana- wha, en parajes húmedos por lo regular, y principalmente en las orillas del río.” “Anida en Wachita River, en donde Mr. J. H. Clark colectó su nido y hue- vos, y en la Kiowa Agency, donde el Dr. Palmer los colectó también. Uno de estos dos nidos estaba en las mejores condiciones colocado sobre una capa de hojas en el suelo, y se componía de raicecillas y zacates finos. El otro contenía cinco huevos; son más globulares que ninguno de los que he visto de 5. novebo- racensis, pero iguales á éstos desde todos los demás puntos de vista. El más re- dondo mide solamente 0.69 por 0.59.”4 ra OPORORNIS Oporornis, Baird. B. N. Am. p. 246 (1858). (Tipo Sylvia agilis, Wils.). “Los miembros de este género se parecen mucho á algunos del que le sigue, pues el color es casi el mismo. Tienen, sin embargo, las alas más largas y pun- (1) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. ““La Naturaleza,” Tomo 1 (2), pág. 325. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 440. (3) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 72. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 349 tiagudas que la cola, por cuyo carácter se asemejan á los Siurus. El pico pre- senta una muesca distinta, las cerdas rictales sou muy cortas, la cola casi lisa, las plumas terminadas en punta y las coberteras inferiores largas. Los tarsos son largos y las garras grandes.” “Se conocen dos especies de este género, de las cuales la O. formosa visita los Estados Unidos en Invierno. La historia de la otra O. agilis es incompleta. No se sabe que se presente más allá de la frontera de los Estados Orientales, y aun- que es común en ciertas estaciones en Massachusetts, no se ha descubierto aún el punto en que anida.” OPORORNIS FORMOSA Sylvia formosa Wils. Am. Orn. II, p. 85, t. 25, p. 3”. Oporornis formosa Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 107; P. Z. S. 1864, p. 347*; Sel. P. Z. S. 1862, p. 194% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VI, p. 468; IX. p. 94*; Bull. U. S. Nat. Mus. un. 4, p. 16"; Baird, Rev. Am. B. I, p. 218% Dresser, Ibis, 1865, p. 477*; Salv. P. Z. S. 1867, p. 136" Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 293"; Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L, p. 293”; Gundl. Orn. Cub. p. 68*; Coues, B. Col. Vall. Lip: 309%. Supra olivaceus, alis caudaque concoloribus; capite sumo, loris et genis nigris, illo olivaceo transfasciato; snperciliis oculoram ambitu parte postica et corpore toto subtns flavis; rostro corneo, maudibulee basi flavicante; pedibus corneis. Long. tota 4-8, alee 2-75, caudee 2-0, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-9. (Descr. exempl. ex Coban, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari similis, colore nigro capitis absente. (Deser. femine ex Chiriqui, Pa- namá. Mus. nostr.). Hab. Norte América'***.—México, Playa Vicente (Boncard*), Guichicovi (Sumichrast”), Guatemala? (O. S. et F. D. G.), Costa Rica” (Carmiol%), Panamá (Arcé*), MLeannan*), Cuba”. (México, Reg. Sur). P “Parece que esta especie se presenta rara vez en México, pues sólo en dos ocasiones se le ha observado en dicho país*”. En Guatemala está distribuida ge- neralmente en nna zona que se extiende desde una altura de 1,200 hasta 7,000 pies sobre el nivel del mar, y frecuenta tanto las florestas de las tierras bajas como los bosques de altitudes más elevados. Segrún el Dr. Gundlach. es muy rara en Cuba”. Deducimos de ello que la línea de la emigración de esta especie, desde los Estados Orientales hasta Centro América, es algo reducida, y se ex- tiende desde el Estado de Veracruz hasta la costa oriental de Yucatán.” “En Verano ocupa la región oriental de los Estados Unidos. El nido fué (1) Laurencio y Beristain, p. 41. 350 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. == descrito por Brewer”: es de una tosca estructura, está colocado en el suelo, y consiste exteriormente en hojas secas, forradas en la parte interior con raíces finas. Los huevos son blancos, toda la superficie está rociada de virgulitas rojas y moreno rojizo, especialmente en la punta más larga.” “Mr. Rideway dice que su canto es un silbido muy bonito, parecido al del Cardinalis virginianus, y que el tono es más agradable, aunque no tan po- deroso.” ' “Según el Dr. Woodhonuse, es común en Texas y frecuenta las orillas de las corrientes cuyos bordes están cubiertos de arbustos bajos, en donde atrapa sus presas; Audubon dice que se alimenta principalmente con arañas, lo mismo que el O. agilis, Yo tengo varios ejemplares colectados en los alrededores de Was- hington, D. C., en donde solía observarlos en los plantíos de arbolitos, que tanto los atraen, y generalmente en los parajes cercanos al agua. Nunca he oído sus cantos, pues la única nota con que me saludaron, siempre consistía en el gorjeo or- dinario. El Dr. Hay, dice que vive y anida en las hierbas que crecen debajo de los árboles, que el macho suele saltar á una rama baja y repetir dos ó tres veces su whittishée, whittishée, para desaparecer en seguida entre la espesura. Este canto es tan parecido al del Verdín, que se necesita tener el oído acostumbrado para distinguir uno de otro. El nido, dice Audubon, es pequeño, construido con gusto y atado generalmente á varios tallos de hierbas gruesas. Las partes de afuera están formadas con la corteza de los tallos de las mismas hierbas, mar- chitos y mezclados con otros más finos y algunas substancias vellosas. Lio forran primorosamente con la substancia vellosa ó sedosa que cae del árbol del algodón. La puesta comprende de cnatro á seis huevos, de un blanco puro, rociado de bri- llantes virgulitas rojas. Dos nidos que tengo á la vista, difieren, hasta cierto pun- to, del que describe Audubon. Parece que uno de ellos ha perdido una parte ex- terior que tenía probablemente; el otro está completo, es una estructura grande y voluminosa, de cinco ó seis pulgadas de diámetro, compuesta exteriormente de una masa de hojas secas y varitas; el forro es de raicecillas finas. Los huevos son como dice Audubon; las víreulas están distribuidas en escaso número en toda la superficie, pero con más profusión alrededor de la punta más larga; ade- más de las manchas rojizas se notan otras de un tinte neutro. Dimensiones, 0.68 por 0:55."0 GEOTHLYPIS. Geothlypis, Cabanis, Arch. f. Nature. L, pp. 316, 349 (1847); Baird, Brow. et Ridgw. N. Am. B. L, p. 295. Trichas, Swainson, Zool. Journ. UL, p. 167 (nec Gloger). Se reconocen en la actualidad doce especies y razas de este género, de las (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 73. A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 351 == cnales ocho se encuentran dentro de los límites de la fauna Centro-Americana. De éstas, tres pasan el Invierno en el país, en calidad de emigrantes del Norte; tres son características de México; una se encuentra en Guatemala y Costa Rica, y otra es peculiar del Distrito de Chiriquí. De las otras especies que no se hallan dentro de estos límites, G. rostrata, habita las Bahamas; (7. semiflava, (7. cequi- noctialis y (7. velata, se encuentran respectivamente en el Ecuador, la Guayana, Amazonas y el Brasil. Todos los miembros del género tienen las alas muy cortas y redondas, las cerdas rictales muy poco desarrolladas, la cola larga, comparada con las alas, y redonda, las piernas fuertes. El color general es aceitunado encima y amarillo debajo; la cola carece de manchas. “Hábitos algo terrestres. Anida en el suelo ó cerca de él. Nuestras especies frecuentan los plantíos de arbolitos.” A. Gula flava. a. Pileus summus in mare albus. GEOTHLYPIS TRICHAS. Orejas de plata. Chiquiador. Coacoztli.” Turdus trichas, Linn. Syst. Nat. L, p. 293*. GFeothlypis trichas, Baird, U. S. Bound. Surv. IT, pt. 2, Birds, p. 10% Rev. Am. B. 1, p. 220%; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 10% P. Z. S. 1870, p. 836*;, Sel. P. Z. S. 1859, pp. 363", 373"; Cab. J. f. Orn. 1861, p. 84%; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 200% Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 269"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 547"; y. Frantzius, J. f. Orn. 1869, p. 293% Dugés, “La Nat.” I, p. 140*; Salv. Ibis, 1872, p. 146 et sig." Baird. Brew. et Ridgw. N. Am. B. 1, p. 297”; Gundl. Orn. Club. p. 69”; Coues, B. Col. Vall. L, p. 309". Sylvia marylandica, Wils. Am. Orn. L, p. 88, t. 6, £. 1%. Sylvia marylandica, Gosse, B. Jam. p. 148"; Sel. P. Z. S. 1856, p. 292%; Bryant, Pr. Bost. Soc. N. H. VII, p. 110”. Trichas personatus, Sw. Phil. Mag. new. Ser. L, p. 435. Supra olivacea, alis concoloribus, cauda panlo leetiore, fascia pileum sum- mum et cervicis latera ocenpante, griseo-alba, fronte, regione oculari et genis nigerrimis; subtus gutture toto et crisso flavis, ventre ochracescente; rostri ma- xilla corylina, mandibula et pedibus corneis. Long. tota 5-0, ale 2-2, caude 2-1, rostri a rictu 0.55, tarsi 0-8. (Deser. maris ex Dueñas. Guatemala. Mus. nostr.). (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 308. (2) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” tomo 1 (2), p. 325. 352 A. L. HERERRA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 2 mari similis, capite et cervis lateribus ino rnatis dorso concoloribus. (Deser. femine ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América"?. México”, Mazatlán, Tepic (Grayson”), Guanajuato Dnugos”), Orizaba (Sumichrast"), Salapa (de Oca”), Valle de México (le Strange), cercanías de Veracruz (Bullock?), Totontepec y Oaxaca (Boucard”), Mérida, Yn- catán (Schott*), Progreso, Yucatán (Gaumer), Guatemala* (O. S. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely”), Costa Rica* (v. Frantzius”), Panamá (Arcé). Anti- las", etc. (México. Toda la República.).” “En México y Guatemala, el GFeothlypis trichas es una de las especies más comunes de la familia durante los meses del Invierno, pues se le encuentra en gran número desde el valle de Río Grande y Mazatlán, en el Norte, hasta los confines de la República de Honduras. En las partes septentrionales de México se queda á anidar, según dice Grayson”, y abunda desde Octubre hasta fines de Junio. Emigra á anidar en las altas llanuras centrales. Le he visto en el mes de Julio en las cercanías de Tepic. Al Sur de aquí parece que se le encuentra con mucha menos frecuencia, pues no se sabe que se haya presentado más que una vez en Costa Rica”. En Guatemala se le encuentra desde el nivel del mar, en las costas del Pacífico, hasta las mesetas centrales, situadas á 5,000 pies de elevación. En Dueñas es muy abundante, frecuenta las cañadas que guarnecen el lago y también los arbustos que crecen á orillas del Río Guacalato.” “En Norte América esta especie es una de las que están distribuidas con más amplitud, y por consigniente, sus costumbres han sido perfectamente des- eritas*. El nido está colocado casi invariablemente en el suelo, y según dicen, es una estructura grande y floja, compuesta en su parte exterior con hojas, lirios y espadañas secas, que cubren un armazón interior de materiales más delicados, tejidos con mayor enidado, y cuyo forro consiste en zacates finos. Los huevos presentan un color blanco claro, y están enbiertos alrededor de la punta más larga, con manchas y vírgulas purpúreas, moreno rojizas y obsenras.” “Esta ave fué observada únicamente en Chablé, en Noviembre de 1878, y después en Progreso.” “Henshaw la observó en los frondosos montes de las tierras bajas de Colo- rado y Utah, y con menos frecuencia en Arizona.” % GEOTHLYPIS MELANOPS. Geothlypis melanops, Baird. Rev. Am. B. I, p. 221; Sel. et Salv. P. Z. 5. 1870, p. 551%; Salv. Ibis, 1872, p. 146 et sig”. (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 441. (2) E. Coues. Birds of the Colorado Valley, 1, p. 309. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 353 Similis preecedenti quo ad coloris capitis distributionem, sed pileo summo lactescenti-albo, cervicis lateribus flavidis, rostro nigerrimo et corpore toto sub- tus letissime flavo distingenenda. Long. tota 5-0, alee 24, caude 24, rostri a rictn 0-65, tarsi 0-9. (Descr. exempli ex México. Mus. nostr.). 2 supra fusco-olivacea, alis et cauda concoloribus, loris pallidis; subtus ochraceo—flava, hypochondriis fuscencentioribus; rostro obsenre corneo, pedibus corylinis. (Descr. femins ex México. Mus. nostr.). Hab. México (U. S. Nat. Mus'), S. O. México (Rebouch?). Esta especie es poco conocida en la actualidad, pues parece que no ha sido observada por ninguno de los activos ornitologistas que han recorrido México. El único ejemplar, cuyo origen se sabe con exactitud, es el que obtuvo Mr. Re- bouch cerca de Putla ó San Juan del Río, en la pendiente occidental de la Cor- dillera, un poco al Noroeste de Oaxaca. Se cuenta con otros varios ejemplares que forman parte de las colecciones de pieles de México, pero su origen no ha podido ser trazado con precisión. Este pájaro se parece ciertamente al Geothlypis trichas, pero se le puede distingnir de aquél por el color de todas sus partes inferiores, que es de un ama- rillo casi uniforme; por su pico negro, y por otros caracteres de poca impor- tancia. Es muy probable que sea sedentario en México, porque no se le ha descu- bierto en ninguna otra parte, hasta la fecha. b. Pileus summus ín mare niger. GEOTHLYPIS SPECIOSA. Orejas de plata. Chiquiador.” Geothlypis speciosa, Sel. P. Z. S. 1858, p. 447*; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 546%; Salv. Ibis, 1872, p. 146 et sig”. Saturate flavo-oleaginea, capite (precipue ad latera), cum regione anricn- lari nigris; subtus vivide flava, hypochondriis brunnescentioribus; rostro nigro, pedibus corylinis. Long. tota 5-3, alee 2-4, caude 2-3, rostri a rictu 0-65, tarsi 0.85. (Descr. exempli typici maris ex México. Mus. P. L. Selater). supra fusco-olivacea fere unicolor, subtus ochracea, hypochondriis fus- cescentioribus; rostro et pedibus nigricantibus. (Deser. exempli ex México. Mus. nostr.). ; (1) A, L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 9. 354 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Hab. México (de Saussure”), montañas de Orizaba (Sumichrast*). “Se conoce poco esta bonita especie, obtenida en un principio por Mr. de Saussure, durante sus viajes por el Oriente de México, y descrita por Mr. Scla- ter en 1858'. Desde entonces el único ejemplar que hemos encontrado es una hembra que está en nuestra colección, y entresacada de un lote de pieles mexi- canas, enya localidad precisa se ignora. El Prof. Sumichrast comprende en esta especie un pájaro encontrado en la región alpina de los cerros de Orizaba”, y dice que existe en la colección del Sr. Mateo Botteri. Los autores de la “Histo- ria de Aves Norte Americanas,” ponen muy en duda la validez de esta especie y del G. semiflava, del Ecuador, pues las funden en el (7. trichas. Una ligera comparación de los ejemplares de estas tres especies, basta para demostrar que las tres son perfectamente distintas, como Salvin había ya manifestado?. La an- sencia en el macho de la banda blanca de la cabeza, distingue inmediatamente al G. speciosa y al G. semiflava del (7. trichas; y el pico negro y el tinte ama- rillo ocre del plumaje inferior del (+. speciosa, distingue á esa especie del (7. se- miflava, que tiene la base de la mandíbula blanquizca y la superficie inferior de un amarillo claro.” “Lo mismo que el G. melanops, el G. speciosa parece ser sedentario en la región meridional de México.” ec. Pileus summus in mare cinerascens. GEOTHLYPIS CANINUCHA. Geothlypis poliocephala, var. caninucha, Baird, Brew. et Ridew. N. Am. BALPI29607 Geothlypis poliocephala, Baird. Rev. Am. B. L, p. 225, partim? Lawr. Amn. Lyc. N. Y. IX, p. 200%; Salv. Ibis, 1870, p. 114*. Geothlypis cequinoctialis, Salv. et Sel. Ibis, 1860, p. 273” (nec Gxunelin). Supra olivacea, alis et cauda concoloribus; capite summo et regione post- oculari griseis; fronte anguste, loris et plumiis subocularibus nigris; subtus fla- va, hypochondriis ochrascescentioribus; rostro robusto, inenrvo, maxilla fusca, mandibula flavida; pedibus corneis. Long. tota 57, alee 2-4, caude 2-6, rostri a ricta 0-6, tarsi 0-93. (Deser. maris ex Costa Rica. Mus. nostr.). ¿ aut 2 juv. mari similis, sed capite inornato dorso concolori. (1) Baird, Brew. et Rigdw. N. Am. B. 1, p. 296. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 305 Hab. México, Mérida (Schott??), Honduras Británicas (Blancaneaux), Gna- temala* (O. $. et F. D. G.), Costa Rica (J. Carmiol?. “ Habita en Guatemala diversas localidades, situadas á S00 6 5,000 pies so- bre el nivel del mar, pero no es común en ninguna parte de ese país. Su resi- dencia predilecta son los bosques en que abundan los zarzales bajos; se le ve á menudo cerca del agua, y sus costumbres son casi ienales á las del (Feothlypis trichas.” “Los ejemplares mexicanos se distinguen por sus párpados blancos. En cuanto al pájaro de Yucatán, nos es imposible expresarnos de un modo positivo. Mr. Lawrence lo llama (7. poliocephala*; pero eso era cuando no se había reco- nocido al 7. caninucha como raza distinta. Un ejemplar de las Honduras Bri- tánicas puede clasificarse como (7. caninucha, y no es probable que difiera del ave yucateca.” GEOTHLYPIS POLIOCEPHALA. Geothlypis poliocephala, Baird. Rev. Am. B. L, p. 225% Salv. Tbis, 1872, p. 147 et sig.” Baird, Brew. et Bidow. N. Am. B. I, p. 296*; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. II, p. 266*. Trichas delafieldi, Sel. P. Z. S. 1856, p. 293?" Precedenti persimilis, sed ciliis albis forsan distingnenda. Hab. México, Mazatlán (Grayson'”). “Cuando el Prof. Baird describió á esta especie?, asoció los ejemplares del Noroeste de México con los de Guatemala, indicando al mismo tiempo ciertas diferencias que se observan entre ellos. La principal de éstas consiste en que el primero tiene los párpados blancos, cosa que no se observa en el pájaro gua- temalteco. Mr. Ridgway separó ambas aves, apoyándose precisamente en dichas diferencias, y clasificó al individuo mexicano como (7. poliocephala, y al guate- malteco como (7. caninucha?. Después de examinar los tipos que tuvieron la bondad de enviarnos de Washington, dudamos mucho que se pueda separar á los dos pájaros, ni siquiera como razas. Algunos de nuestros ejemplares de Gua- temala tienen plumas blancas en los párpados, según habíamos hecho notar ya?; de manera que una de las principales diferencias no es completamente digna de confianza. Además, ninguna de las pieles está en buenas condiciones, de lo que resulta que la comparación de sus colores no satisface por completo. Sin embar- go, como Mr. Ridgway ha separado á los dos pájaros, nos parece conveniente acomodarnos á su arreglo, aunque el extremo parecido de ambos es muy evi- dente.” La Nat.—Ser. 1L.—T. IIL.—Abril. 1900. 45 356 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. “Dos únicos ejemplares del verdadero (7. poliocephala que hemos visto, son los tipos obtenidos en Mazatlán por Grayson; pero es probable que las pieles de Mr. Sallé, llamadas por Mr. Selater Trichas delafieldi en su primer artículo so- bre aves mexicanas”, pertenezcan, en realidad, á esta especie. El 7. delafieldi, de Audubón, es considerado ahora como 7. cequinoctialis, cuyo representante me- xicano, desconocido en 1856, sería el E. poliocephala ó el EF. caninucha.” “Región caliente? Sólo he conseguido un ejemplar de esta especie, cogido en los límites de la región caliente, á una altura de cerca de 450 metros. No sé si es peculiar á esta región. "O GEOTHLYPIS MACGILLIVRAYI. Sylvia macgillivrayi, Aud. Orn. Biogr. V, p. 75, t. 399, £. 4, 51. Geothlypis macyillivrayi, Baird, U. S. Bound. Surv. II, pt. 2, Birds, p. 10?; Rev. Am. B. 1, p. 227*; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 10% Sel. P. Z%. S. 1859, pp. 3633/35 Cab. J. £. Orn. 31861, p.:84” Lawr. Aun. Dye NV EX pgs Hrantz. J. f. Orn. 1869, p. 294” Salv. Ibis, 1872, p. 152", Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. LI, p. 303"; Coues, B. Col. Vall. 1, p. 312%. Geothlypis philadelphia, B. macgillivrayi, Ridew. Am. Journ. Se. ser. 3, IV, p.459*; Lawr. Mem. Bost.Soc. N. H. IH, p. 269*, Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 17”. Feothlypis philadelphia, Sel. Cat. Am. B. L, p. 27 (nec Wilson"). Sylvia vegeta, Licht. fide Bp. Consp. Av. I, p. 310”. Geothlypis, sp.?, Baird, Rev. Am. B. L, p. 227*. Preecedenti similis, sed ciliis albis distineuenda, plaga pectorali quoque ab- sente. (Deser. exempl. ex Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América”. México”, Monterrey (Couch”), Mazatlán (Gray- son*), Jalapa (de Oca?), Orizaba (Sumichrast*, Botteri*), Choápam y Cinco Se- ñores (Boucard”), Chihuitán y Ciudad de Tehuantepec (Sumichrast”), Guatema- la'* (O. S. et F. D. G.*), Costa Rica (v. Frantzius”, Carmiol*), Panamá (Arcé”). (México, Región Occidental, Sur y Oriental.) “Esta especie reemplaza por completo al G. philadelphia en México y Gua- temala, países en que está ampliamente distribuido durante el Invierno, pero sobre todo del lado occidental ó playa del Pacífico. En la región meridional de México, se le encuentra en ambos lados de la Cordillera; en Guatemala sube hasta 5,000 pies. De Guatemala pasa á Costa Rica y Chiriquí, en donde se une con su pariente oriental, el G. philadelphia; estas especies no se ponen en con- (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, página 303. (2) Laurencio y Beristain, pág. 41. 2 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 357 = == = = == == =— tacto más que en esta reducida área, y eso en Invierno, pues en Verano las lla- nuras desprovistas de árboles y situadas al Oriente de las Montañas Rocallosas, las separan completamente. Las líneas de emigración de ambas aves son muy diferentes, pues el G. philadelphia atraviesa el Océano, mientras que el G. mac- gillivrayi signe de preferencia el enrso de la Cordillera.” “Su zona de distribución oriental está determinada por el límite de la vege- tación arbórea, á lo largo de las Montañas Rocallosas. Su nido se compone de materiales diversos: unas veces lo hacen con musgos, otras con varios materiales suaves y fibrosos, tales como tiras de corteza y tallos de plantas, entrelazados con zacates finos; el forro es de raicecitas delgadas”. Los huevos son blancos, manchados y ennegrecidos de moreno muy obscuro, moreno rojizo y otras mar- cas de un tinte neutro.” “El G. macgillivrayi es más abundante eu el Missouri que su representante oriental, y está más difundido en la estación de la cría.” “Es sedentario en Verano, y común, aunque no abundante, en las partes montañosas de Arizona, adonde llegó á fines de Abril y partió en Septiembre. Obtuve con dificultad algunos ejemplares, á causa de sus costumbres retraídas, idénticas á las del G. philadelphia. El Dr. Cooper describe un nido que halló en Junio, diciendo que lo habían hecho, sin cuidar de ocultarlo, á un pie de al- tura del suelo, en un pequeño arbusto; lo formaban zacates secos, unidos con soltura. Los huevos eran blancos, manchados de rojizo.” “Mr. Allen dice que habita en profusión, en Verano, las montañas del Co- lorado, desde la base de las colinas hasta una altura de 9,000 pies. En Bear y Turkey Croeks era el más numeroso representante de los Sylvicolide, y oenpaba principalmente los espesos plantíos de arbolitos que bordan las corrientes. Aun- que sus dulces notas se escuchaban con intervalos frecuentes, sus costumbres salvajes hacían muy difícil su captura. Sin embargo, de vez en cuando un ma- cho subía á la punta más alta del bosque, á lanzar su melodioso gorjeo, snperior casi en dulzura al de todos los otros cantores de la floresta.” “El nido es de una estructura algo ligera, pero limpia; lo colocan en el suelo y lo componen con varios materiales suaves, fibrosos y zacates finos, arreglados, por lo general, en círculo, y forrados con raicecillas finas. Los huevos carecen de las manchas moreno—rojizas que presentan los de la mayor parte de los miem- bros de su familia, pues están ennegrecidos de un modo enteramente irregular, con moreno muy obscuro y diversos matices de moreno sucio más claro, así co- mo otras manchas de tinte obscuro neutro; el fondo es blanco, como de costum- bre. Los extremos de tamaño son 0.70 por 0.50, y 0.65 por 0.52," “El G. macgillivrayi es común, emigrante; anida á más de 9,000 pies.” % “No estoy muy familiarizado con los caracteres distintivos de esta especie, ex- ceptuando uno, es decir, su timidez y su amor á la soledad durante la estación (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 75. (2) “Apendix to Oscines,” p. 232. 358 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXIOANA. de las erías, pues nunca la he visto en otras circunstancias, y sn reserva me ha impedido estrechar amistad con ella. Frecuentemente me veía obligado á espe- rar, cuando deseaba asegurar un ejemplar, hasta que el pájaro se había recobra- do de la primera alarma que lo inducía á retirarse al escondite más inexpugna- ble; tenía, pues, que observar atentamente para volver á verlo de nuevo, trepan- do furtivamente, para mirar mejor el motivo de su susto, y quizá para regañar por ello. No recuerdo haberlo visto nunca sino á unos cuantos pies del suelo, y eso en un breñal espeso. Respecto á su canto, no tengo nada que decir, pues si alguna vez lo oí, he olvidado á qué se parece. Townsend, que lo descubrió en Columbia River, dice que gorjea una cancioncita muy agradable y animada, le- vantando la cabeza hasta que el pico queda casi vertical, é hinchando la gar- ganta como es costumbre entre los individuos de su familia. Nuttall, enyo oído para la música de las aves era ciertamente distinto del de los demás, hace una descripción más minuciosa. Habla de “un sonoro y gruñón retintín,” que lanza el pájaro cuando se retira furtivamente con aire arisco y celoso; otra nota la com- para al “sonido rechinante y precipitado del Turdus aurocapillus;” otro macho “gritaba á intervalos vish vishtyu, cambiando con vit vit vit vityn;” otro aun “ha- cía visth visth, visth e visth t'shew,” y así por el estilo. Un autor moderno alude á “una pérdida completa de poder músico,” que la especie que nos ocupa ha su- frido, comparada con el G. philadelphia; otro compara sus notas con las del G. trichas; y otro habla de sus “dulces notas” y de “su melodioso gorjeo,” lanzado de cuando en cuando. Evidentemente las diferencias de los críticos musicales son, en alennos casos, difíciles de conciliación, pero no dudo que este pájaro can- te realmente muy bien.” “Dos diversos naturalistas han encontrado muchos nidos. Usualmente están muy escondidos en el suelo, aunque suelen estar en un arbusto, á un pie de altura, poco más ó menos; “en una ocasión, dice Nnttall, estaba cerca del suelo, en los miembros muertos y musgosos de un roble caído, oculto en parte con un largo rami- llete de Usnea.” La forma difiere mucho, según la situación; los ejemplares cons- truidos en el suelo son anchos y aplastados, tienen de alto la mitad de su ancho, una cavidad superficial y paredes gruesas, muy uniformes. Los que están sitna- dos en matorrales tienen más bien la forma de una copa. Dicen que algunos consisten, en su mayor parte, de musgos; otros, entre ellos uno que examiné, es- tán hechos como indiqué en las Aves del Noroeste. Como esta ave está distri- buida con bastante amplitud en la estación de las crías, el período de la puesta debe ser variable; pero parece que ponen, por lo regular, en Junio. Ignoro si el mismo par tendrá más de una cría durante un Verano. El 21 de Julio se han visto pájaros completamente emplumados.”% (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. 1, p. 312. (Continuará). 291/1704 pAeuey OS VZTIVIAOLVYN VI NOEL Sa UNA PAPAYA PROLÍFICA. (PLEIOTAXIA DEL GINECEO). POR EL SEÑOR DOCTOR MANUEL URBINA, SO0IO DE NÚMERO. —_—_——_ 0 + “Es muy raro el aumento en el número de los verticilos, de los cuales se com- pone el pistilo. Generalmente después de la formación del verticilo normal de carpelos, la energía del punto vegetativo cesa, ó si acaso continúa la actividad de crecimiento, el resultado más general es la producción de una nueva yema floral (prolificación media) que la repetición de la serie carpelar. Es necesario también distinguir entre el verdadero aumento del pistilo y la semejanza de otros órganos que substituyen á los carpelos, como la pistilodia de los estambres, y también de los segmentos del perianto, que son casos muy frecuentes en la monstruosidad de las flores.” “La naranja es una de las plantas que está propensa más frecuentemente al aumento del número de verticilos carpelares; unas veces esto es debido á que los estambres toman el lnear de los carpelos, pero en otras el aumento ocurre, sin alteración aleuna, en los estambres ú otros órganos. Si hay carpelos adventicios, éstos se manifiestan por estar revestidos de la corteza amarilla, mientras que las porciones que están enbiertas por los carpelos primarios están desprovistas de corteza.” “En la manzana de St. Valery, hay un segundo verticilo de carpelos arriba del primero, hecho que ha sido aprovechado para explicar la estructura seme- jante de la granada cordelina ó manzana-granada.”* He tenido oportunidad de estudiar un caso de esta monstruosidad en un ejemplar de papaya (Carica papaya, Linn.) que el Sr. Nicolás Rojano trajo del Paso del Macho (Estado de Veracruz), y que al partirla por la mitad se encon- tró la deformación que voy á describir. Es un fruto de 28 centímetros de largo y 20 centímetros de ancho, presen- tando en el exterior los surcos normales de dicho fruto y de una coloración de un verde amarillento; hecha la sección transversal aparece el parenquima nor- mal carnoso, de color amarillo y de un espesor de 3 centímetros, cubierto 1 M. T. Masters Vegetable Teratologie, p. 388. 360 M. URBINA.—UNA PAPAYA PROLÍFICA. en sus paredes interiores de numerosas semillas negras en su estado normal; más al interior, y llenando la cavidad, se encuentran seis cuerpos ó carpelos de forma cónica, blancos, conduplicados, de 8 á 10 centímetros de largo y 445 centímetros de ancho, presentando una ranura dirigida hacia afuera en enyo fondo se distin- guen pequeños cuerpecitos lenticulares unos y otros apezonados, indicando des- de lnego la presencia de óvulos abortados, en un todo semejantes á los que se desarrollan, mezclados con las semillas en las paredes del fruto; en el centro se encuentra un cuerpo cilíndrico, de 14 centímetros de largo y 4 45 centímetros de ancho, macizo, de vértice obtuso, y en la base presenta cinco pezones ó sali- das que corresponden por sua número á otros tantos carpelos y en frente de ca- da placenta; al principio aparecía como el eje ó pedúnenlo del fruto, pero está sostenido únicamente por un pie muy delgado, lo que indica que no es una pro- ducción del eje, sino pertenece también á producciones laterales de carpelos rn- dimentarios. En una mitad del corte longitudinal, como se ve en la figura, aparecen tres cuerpos de forma cónica; uno de ellos representa un carpelo, y los otros dos re- presentan un carpelo dividido en dos por corisis colateral; la otra mitad del cor- te longitudinal representa tres carpelos íntegros, sin división alguna. En resumen, este fruto presenta pleiotaxia de 3 verticilos carpelares: el pri- mero formado de los cinco carpelos normales unidos y formando la parte carno- sa del fruto, en la que se distinguen claramente las 5 placentas, en enya base nace el segundo verticilo de carpelos conduplicados separados, uno de ellos di- vidido en dos, y por último, el tercer verticilo de carpelos estrechamente unidos, coherentes y presentando en la base los cinco pezones que, en mi concepto, per- tenecen á otros cinco carpelos en vía de formación. Según esta descripción, y como se puede ver en las figuras correspondien- tes que están representando: el corte transversal y longitudinal del fruto, un car- pelo aislado del segundo verticilo, y por último, la base del eje central presen- tando los cinco pezones del tercer verticilo carpelar, se debe clasificar esta mons- trnosidad como una papaya prolífica con pleiotaxia de 3 verticilos carpelares y un carpelo con corisis colateral. Como este fruto es de lugares cálidos, podría suponerse que la monstrnosi- dad era debida á la energía de la vegetación, y en tal caso no sería el único ejem- plar que la presente. Pero en la actualidad se admite más bien que son proce- sos determinados por el parasitismo animal especialmente. En Cuicatlán, Estado de Oaxaca, según me han informado, se encuentran entre los frntos del Chico zapote, Achras zapota, Y.., unos que se les llaman “Chicos zapotes preñados,” por contener otros más pequeños en su interior y que, según entiendo, presentan la misma anomalía. México, 19 de Diciembre de 1899. JE A y “=S ps s a. E y M7] e o d yes mM E tt A hr LUN E il, A e 5d DS LA NATURALEZA. 248 Tomoll. DAR [0er RTS EX ? Gi NS NU NA) Y: deefoli a Chos ElOloliu ut Ipomaea St E OEGELO EQUAL IPOM(EA SID/EFOLIA.—CONVOLVULACEAS. POR EL SEÑOR DOCTOR JOSÉ RAMIREZ SOCIO DE NUMERO. enn Entre las numerosas plantas que utilizaron los aborígenes de aquella parte de América, que después de su descubrimiento llevó el nombre de Nueva Es- paña, indudablemente que una de las más interesantes, por sus propiedados casi maravillosas, era el Ololiuhqui. Lo curioso de la historia de este vegetal, es que, habiendo tenido una im- portancia extraordinaria en la vida social de aquellas razas, su uso cayó en el olvido completo, gracias á la persecución implacable que sufrió por parte de los misioneros católicos, quienes no vacilaron poner en práctica todos los recursos de que disponían en aquella época, para lograr el fin que se habían propuesto. Los historiadores contemporáneos de la Conquista, consignaron cuidado- samente las propiedades del Ololiuhqui, ya sea porque habían recogido de los mismos indios los datos relativos á la planta, ó ya porque, muchos de ellos, con su carácter sacerdotal, tuvieron oportunidad de observar los efectos que se le atribuian. Todos ellos conocieron la planta y sus semillas, que eran las usadas; pero ninguno, con excepción de Hernández, nos dejaron su descripción, y aun la que consignó aquel ilustre viajero fué tan superficial, que jamás se hubiera identificado la planta, con ella sola, como lo intentamos nosotros alguna vez. Las propiedades consignadas por aquellos escritores, á medida que iba pa- sando el tiempo, aparecían más y más fantásticas, y por último, llegaron á tener la apariencia del relato de una leyenda. Indudablemente que este período de escepticismo respecto á la acción pode- rosa de este vegetal sobre los centros nerviosos, se hubiera prolongado por mu- cho tiempo, si no se identificara recientemente otra planta, el Peyote, no menos importante que la de que nos ocupamos. h He aquí cómo nosotros llegamos á la identificación del Ololiuhqui. Visitando en el mes de Noviembre de 1897, el Departamento de Agricultu- ra de Washington, el Señor F. Cobille, botanista de aquel Departamento, me 362 J. RAMÍREZ.—EL OLOLIUHQUI. mostró unos ejemplares del Peyote, el que también era designado con el nombre de Yemas de Mezcal. Me pidió aleunos datos acerca de esta planta, que no le pude suministrar, porque de ella sólo conocía el nombre, y recordaba que con él se nos habían remitido al Instituto Médico unos tubérculos del Senecio cor- difolia; pero por lo que él me platicó, desde luego comprendí la importancia del asunto, y solicité del Señor Cobille que me facilitara un folleto sobre el asunto, así como las noticias bibliográficas de lo que sobre el asunto se hubiera publica- do. Este Señor, bondadosamente accedió á mi súplica, y á él le debo, por esa cirenustancia, lo primero que supe relativo á los efectos fisiológicos que produ- ce la planta del Peyote. Á mi regreso á México, desde Inego consulté la obra de Hernández, encon- trando la descripción de la planta y de sus propiedades, y entonces me propuse traducir los artículos que ya tenía, relativos al Peyote, para darlos á conocer por medio de los Anales del Instituto Médico Nacional, en donde nos propusimos estudiar la planta, repitiendo los análisis y los experimentos que se habían he- cho en el extranjero. a Para redactar la sección histórica del artículo relativo al Peyote, que debe aparecer en los “Datos para la Materia Médica Mexicana,” busqué en las obras antiguas algo sobre el asunto, encontrándome abundante cosecha, y teniendo la fortuna de que, poco tiempo antes, se hubiera publicado en los Anales del Museo Nacional, un manuscrito de suma importancia, que había permanecido inédito, y en donde encontré todos los datos que deseaba. Este manuscrito es la obra del Doctor Hernando Ruiz de Alarcón, titulada “Tratado de las supersticiones de los naturales de esta Nueva España.” En esta obra, que es un tesoro de datos relativos á la etnología mexicana, se encuentra un estudio completo acerca de los usos que hacían los indígenas de la planta llamada el Peyote; pero al mismo tiempo, y con mayor extensión y de- talles más precisos, se describen los usos del Ololinhqui, y comprendiendo la im- portancia de completar el estudio del Peyote, con la identificación y experimen- tación del Ololinhqui, me propuse conseguir la planta para emprender aquel trabajo. Para lograr mi objeto, acudí á los Señores Hunt y Profesor Adrián Puga, suplicándoles que me consignieran ejemplares vivos de la planta; el pri- mero la remitió al Señor Urbina, y no llegó á mi poder; pero afortunadamente los ejemplares del Señor Puga vinieron en buenas condiciones y me permitieron po- der afirmar que uno de los Ololiuhqui es la Jpomea sidefolia Choisy. Después estudié los ejemplares de Convolvnláceas del Herbario del Instituto Médico, y comparándolos con una planta que se nos había remitido de Ozuloama, en donde abunda el Ololiuhqui, llegué á la conclusión de que, por lo menos, dos especies de Ipomea Mevan este nombre vulgar, lo que no es de extrañarse, pues como lo he indicado repetidas veces, como regla general, los nombres vulgares indígenas más bien deben tomarse como nombres genéricos. Lo que se comprende fácil- mente, puesto que aun ahora, con los elementos de que dispone el botánico, re- J. RAMÍREZ. —EL OLOLIUHMQUI. 363 petidas veces vacila para decidir si dos plantas son dos especies, ó una la varie- dad de la otra. Para comprender la importancia del papel que desempeñó el Ololinhqui entre las razas qne habitaban la América del Norte, vamos á reproducir la des- cripción de Hernández, así como algunos párrafos de la obra de Ruiz Alarcón. Fr. Francisco Ximenez, fiel traductor de Hernández, dice: “De la hierba que llaman Ololinhqui, que quiere decir, planta de hojas re- dondas. Es la Ololiuhqui, que otros llaman cohuaxihualt, que quiere decir hierba de serpientes, la cual es una hierba retorcida, que lleva las hojas tenues, ver- des, de figura de corazón, tiene los tallos redondos, tenues y delgados; las flores blancas, larguillas; las semillas casi como redondas y muy semejantes al culan- tro, de donde le vino el nombre; tiene las raíces delegadas como hebras, es ca- liente esta planta eu el cuarto grado, cura el mal francés, mitiga los dolores na- cidos de frío, resuelve las ventosidades é hinchazones; el polvo de la raíz, mez- clado con trementina, expele el frío y es gran remedio para los huesos quebra- dos y desconcertados, y para las caderas relajadas de las mujeres; también sirve la simiente en la medicina, porque, molida y bebida ó puesta en la cabeza, cura las enfermedaees de los ojos, y también bebida provoca á lujuria; es de sabor y temperatura aguda y muy caliente; antiguamente, los sacerdotes de los ídolos que querían tratar con el demonio y tener respuestas de sus dudas, comían de esta planta para tornarse locos, y para ver mil fantasmas que se les representa- ban y ponían delante, en lo cual no deja de ser esta planta al solano maniaco de dioscórides, no será grande yerro dejar de decir aquí donde nace, pues im- portará muy poco que esta hierba no se escribiera aquí, ni aunque los españoles la conocieran.” Como se ve, las propiedades tan activas de la planta, produjeron tal impre- sión en el Padre Ximénez, que no quiso decir en dónde crecía el Ololinhqui. Ruiz Alarcón dice: “que el Ololiuhqui es una semilla como lenteja, y que bebido su cocimiento, priva del juicio, siendo de maravillar la fe que aquellos naturales tenían en esta semilla, pues la consultaban como un oráculo para to- do lo que deseaban saber, aun para aquello á que el conocimiento humano no puede llegar, como la cansa de las enfermedades que, como es sabido, la atri- buian generalmente á un hechizo.” “El cocimiento de la semilla era bebido por un médico, ó más bien por un hechicero, que por dicho oficio era llamado Payni, quien era pagado muy bien. Pero si el médico no era al mismo tiempo hechicero, ó por cualquiera otra cir- cunstancia se quería librar de los efectos tormentosos de la planta, aconsejaba al enfermo que él mismo bebiera el cocimiento, y si esto no era posible, otra per- sona á quien se retribuia de igual manera que al médico; pero éste siempre se- ñalaba el día y hora en que se había de beber, é indicaba siempre el fin con que se bebía. Cualquiera que fuera el que tomaba la medicina, se le encerraba solo en un aposento, que ordinariamente era un oratorio, adoude nadie entraba mien- La Nat.—Ser, 1,—T. I1.—Abril. 1899. 46 364 J. RAMÍREZ.—EL OLOLIUHQUI. tras duraba la consulta. Así se llamaba el tiempo durante el cual perdía el jui- cio el consultor, el que, fuera de sí, suponía, bajo la influencia de la sugestión, que el Ololinhqui le revelaba lo que deseaba saber. “Cnando les pasaba esa em- briaguez ó privación del juicio, dice Alarcón, salían contando dos mil patrañas, entre las cuales el demonio suele revolver alennas verdades, con que de todo punto los tiene engañados ó embaucados.” Estos efectos maravillosos del Ololinhqui, los produce también el Peyote, y el efecto de éste sobre el cerebro, ha sido bien estudiado últimamente por los fisiologistas de los Estados Unidos. El Ololiuhqui, así como el Peyote, era idolatrado por los antignos mexica- nos como uno de sus principales dioses, y los misioneros tuvieron oportnnidad, repetidas veces, de encontrar las semillas de esta planta entre los penates y las ofrendas que se le ofrecían en uu lugar sagrado, como en un cerro, en un río ó en una fuente. La bebida hecha con la semilla del Ololinhqui, los privaba del juicio, ha- ciéndoles el efecto de un excitante del cerebro, provocándoles multitud de alu- cinaciones que, dirigidas en cierto sentido por la sugestión, les hacían aparecer entes sobrenaturales, con los cuales entraban en comunicación. El Ololinhqui era aún más reverenciado que el Peyote, y según se dednce de los escritos de los misioneros, los efectos que produce sobre el cerebro son aún más fuertes y persistentes que los que produce el Peyote, y por este motivo la embriagnez producida por la bebida, confeccionada con las semillas de esta planta, era más buscada que la otra que se confeccionaba con el Peyote. Como en el artículo que hemos consagrado al Peyote, y que, como hemos dicho, aparece en los “Datos para la Materia Médica Mexicana,” hemos des- crito ya extensamente todas las ceremonias en que se usaba del Peyote, no queremos repetir aquí esa descripción, pues ambas plantas se usaban indiferen- temente; por lo mismo, enviamos á los lectores que deseen más datos sobre este asunto, al artículo referido, el que igualmente lo publicará “La Naturaleza.” Podemos decir, en resumen, que el Ololiuhqui es una de las plantas de más importancia de la Flora Mexicana; que en la antigiiedad fué nna droga de que hacían uso, los hechiceros, para sus conjuros; los sacerdotes, para sus ritos reli- giosos; los médicos, para sus curaciones, y el pueblo, para entregarse en días de- terminados á la dulce y maravillosa embriaguez que le proporcionaba esta plan- ta, así como el Peyote, y que, con razón, las habían divinizado, colocándolas siem- pre entre sus penates. Una vez conocida la planta, debemos decir que inmediatamente procedimos á hacer una investigación preliminar, con un cocimiento de las semillas del Olo- liuhqui, y hemos encontrado que es sumamente activo. Sns efectos necesitan es- tudiarse cuidadosamente, y como el Instituto Médico Nacional se va á ocupar de ellos para analizarlos con todo rigor científico, aplazamos para otra ocasión el darlos á conocer. Pero sí debemos llamar la atención de los botanistas y de los A aji not e" Ñ LEA ; ez Ñ a] 0 y e y a ] ' ] po v = 5] O o Ñ 4 y A sa Y MASA > TARA A] Le] LA NATURALEZA. . Ss Tomolll Ja O! — SA == A A ve ( / / IN | STYRAX RAMIREZ! GREENMAN. J. RAMÍREZ.—UNA ESPECIE NUEVA DE STIRAX DE MÉXICO. 365 = = terapeutas, que hasta la fecha ninguno se había ocupado de estudiar las propie- dades fisiológicas de las semillas de las Z/pomeas, y que este descubrimiento de sn acción tan activa, es no menos curioso como inesperado; y como abundan las especies de este género, indudablemente que esta propiedad descubierta por los antiguos mexicanos en las semillas del Ololiuhqui, va á provocar inmediatamen- te estudios de los sabios de todo el mundo civilizado, tanto más, que aun el mis- mo Ololiuhqui, ó sea la Zpomea sidefolía, crece en abundancia en México, en las Islas Caribes, en Cuba, en Haití, en el Brasil y en el Ceylán, y se cultiva en los jardines de Cumana, de Tenerife y de Calcuta. Con la identificación del Ololinhqui, creemos haber prestado un servicio á la medicina, permitiendo á los fisiologistas estudiar una planta que tiene una ac- ción efectiva sobre determinados centros cerebrales, y á los clínicos, el estudio de sus efectos curativos. Diciembre de 1899. UNA ESPECIE NUEVA DE STIRAX DE MÉXICO. (STYRAX RAMIREZII, GREENMAN). “Tree, 9 to 12 m. high: branchlets finely ferrnginens-stellate, forrowed: lea- ves alternate, petiolate, oblong-lanceolate, 1 to 1,50 dm. long. 3-5 to 5 cm. broad, acuminate, acute or obtusish, cuneate, at the base, entire, glabraus and smooth upon either surface, or slightly roughened on the prominent midrib and nerves beneath, rather strongly reticulately veined, the lower surface some what glan- cous: inflorescence racemose; racemes axillary, including the peduncle 6 em. or less in lenght; rachis, pedicels, and the minute bractes closely ferrngineons-ste- late: flowers subsecund: calix cupulate, 5 to 6 mm. high, about equalling the pedicels, shallowly sinnate, 5-dentate, argenteous-lepidote: corola abont 1,5 em. long; externally, and long the margins of the upper surfaces of the lobes argen- teons—pubescent or somewhat scaly: filaments and ovary above stellate-pubes- cent. The fruit, which emerges from the persistent cup-shaped calix is oblong, 1 to 1,5 em. in length. 6 to 7 mm. thick pale green and closely stellate-lepidote over the slightly corrugated surface.—Collected by C. G. Pringle in mountain cañons abrne Cuernavaca, State of Morelos, altitude 2,000 m.; 15 May, 1898, No. 366 J. RAMÍREZ.—UNA ESPECIE NUEVA DE STYRAX DE MÉXICO. 6,848. The species is named in honor of Sr. Dr. José Ramírez, Director of the “Tns- tituto Médico Nacional,” City of México.” La descripción de esta especie pertenece al Señor Greenman, quien la pn- blicó en el mes de Mayo de 1899, en los “Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences,” completándola más tarde en lo que respecta al fruto. La traducción castellana es la siguiente: Styrax Ramirezii.—Árbol de 9 á 12 metros de altura; ramitas finamente fe- rrugineo-estrelladas, surcadas; hojas alterno—pecioladas, oblongo-lanceoladas, de 1 á 1.5 decímetros de largo, por 3.5 á 5 centímetros de ancho, acuminadas, agudas ú obtusitas, cuneadas en la base, enteras, lampiñas y lisas sobre ambas superficies ó por debajo, ligeramente ásperas en la costilla prominente del cen- tro y en los nervios, más bien fuertemente venoso—reticuladas, la superficie in- ferior algo glauca; inflorescencia racemosa; racimos axilares, de 6 centímetros ó menos de largo, incluyendo el pedúnenlo; raquis, pedicelos y las pequeñas brác- teas densamente ferrugineo—estrellados; flores subsecundas, cáliz cupuliforme, de 5 á 6 milímetros de altura, casi igualando los pedicelos, ligeramente sinuado, 5-dentado, argento-escamoso; corola de cerca de 1.5 centímetros de largo; exte- riormente y á lo largo del margen de las superficies superiores de los lobos, ar- gento-pubescentes ó algo escamosos; filamentos y ovario por encima estrellado pubescentes. El fruto que emerge del caliz cupuliforme, es oblongo, de 1-1,5 em. de largo, y 6,7 mm. de ancho, verde pálido, densamente estrellado-escamo- so sobre la superficie algo rugosa. Colectada por C. G. Pringle, en los cañones de las montañas, arriba de Cuernavaca, Estado de Morelos; altitud, 2,000 metros; Mayo, 1898, No. 6,848. Lia especie ha sido nombrada en honor del Señor Doctor José Ramírez, Director Interino del Instituto Médico Nacional de la Cindad de México. La versión latina hecha por el Señor Doctor Manuel M. Villada, es como sigue: Caule arboreo ad 9-12 m. altitudine, ramulis tenuissimeferrugineo-stellatibus, sul- catis; foliis alternis, petiolatis, oblongo-lanceolatis, ad 1-1.5 dem. long. et 3.5-5 cm. lat., acuminatis, acutis vel obtusiusculis, ad basim cuneatis, integerrimis, glabris et levis inutroquefacies, vel sepius asperulis in costa prominentis el nerviis, sepius gros- se reticulato-venosis et interdum glaucecens; foribus racematim dispositis; racemis axillaribus, subsecundiis, ad 6 cm., aut minus long., pedunculis includente; rachis pedicellis et bracteis minutis, dense ferrugineo-stellatis; calyce cupuliforme, ad 5-6 mm. altitudine, ad pedicellis fere equaliter; leviter sinuato, 5-dentato, argenteo-lepi- doto; corolla fere l-5cm. long, extus supra marginis loborum argenteo-pubescente vel pauci squammossi; filamentiis eto vario supra stellato-pubescentis. Fructus oblon- gis, ad 1-1,5 cm. long. et 6-7 mm. lat., pallide viridis et stricte stellato-lepidotis in leve corrugata superficie. In montibus supra Cuernavaca, ad 2,000 m. C. G. Pringle collegil. Ñ A. L. HERRERA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. 367 a Este Styrazx ya había sido colectado por el Sr. Dr. F. Altamirano en 1891, en una excursión á la sierra de Ajusco, en el camino de Cuernavaca. Cuando hice la clasificación de las plantas recogidas en esa expedición, en- contré que este Styraz no estaba descrito, y así consta anotado en el Herbario del Instituto Médico. Había pensado publicar la descripción de la planta, y con tal objeto ordené se hiciera el dibujo que ahora acompañamos á la descripción del Sr. Greeman, pero cirennstancias que no es del caso referir, nos hicieron aplazar este estudio, y entretanto la planta fué recogida por el Sr. Pringle, y coincidencia curiosa, dedicada al que primero la había considerado como espe. cie nueva. El descubrimiento de esta especie tiene su importancia para la geografía botánica de México, pues se sabe que hasta ahora sólo se habían señalado dos Stirax, el Styraz argenteum PRESL., y el Styrax glabrescens, BENTH.; uno encontrado en Acapulco y en alguna localidad de Chiapas, lugares cálidos; y el otro recogido entre Tampico y Real del Monte, así como en Jalapa y en To- tutla, Ingares todos templados. El Styrax Ramirez se ha colectado en un lugar que pertenece á las regiones frías del país; así, pues, parece que los pocos re- presentantes de este gónero se han acomodado á los diferentes climas de la Re- pública. Diciembre de 1899. TY. Ramízes, ——— A —_—— EFE AJOLOTE SUFRE LA METAMORFOSIS GENERAL EN LA CLASE DE LOS BATRACIOS, POR AUMENTO DE NUTRICIÓN Y NO POR CAMBIO DE MEDIO, POR EL SR. PROF. ALFONSO L. HERRERA, SOCIO DE NUMERO. Errores á que ha dado origen el estudio del Ajolote. 1. Es un ser en vía de evolución retrógrada, puesto que permanece al es- tado de larva en los lagos de México (Weismamn). 2.” Su metamorfosis se debe al cambio de medio. 3. En los lagos profundos (Chalco, Xochimilco, etc.), no se transforma. 4,” Su metamorfosis se debe á una tendencia especial, y le salva, en caso fortuito, de la muerte, cuando se desecan los depósitos de agua en que vive. ' 368 A. L. HERERRA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. 5.2 Artificialmente se le obliga á transformarse, por cambio de medio. 6.2 Es un ser excepcional, un Batracio extraordinario, y sus transformacio- nes prueban el principio Darwiniano de la adaptación á las condiciones de exis- tencia. ; TL. Problemas que no se habían reguelto por medio de la teoría antigua. 1. No siempre se transforman todos los Ajolotes de un acuario, de la mis- ma Cría. 2. Hay individnos predispuestos al cambio (Hahn). 3.2 Se transforman, según las nuevas observaciones, los Ajolotes de los pan- tanos periódicos y los que viven en lagos profundos. 4. No basta en todos los casos la amputación de las branquias ó la dimi- nución del agna, para que se observe el cambio. 5.2 No conseguí transformar á una larva, obligándola á permanecer muchos días con el hocico fuera del agua, por medio de un flotador. 6.2 En muchos casos se ha visto que las larvas perecen si se les cambia de medio bruscamente. » Tr. Explicación propuesta.—La larva es un embrión libre. Quatrefages ha dicho que toda larva es un embrión libre. Sólo podrá des- arrollarse si las condiciones extrínsecas é intrínsicas de mutrición son favo- rables. Podrán transformarse en Amblistomas los Ajolotes sanos, vigorosos, jóvenes, los precoces, los que están en nu medio oxigenado, rico en alimentos, espacioso, etc., etc. Uno solo de tantos coeficientes puede impedir el cambio. Lo mismo se ob- serva en todos los Batracios Anuros y Urodelos, y en general, en todos los seres que sufren metamorfosis. Viven al estado larvario hasta que el exceso de nutri- ción, el predominio de las ganancias sobre las pérdidas, acumula en órganos es- peciales la cantidad de reservas necesaria para las evoluciones definitivas, no habiendo en el huévo sino escasos alimentos. Pero si hay bastantes, como en el caso singular del Hilodes de la Martinica, nace el ser en estado perfecto, con sus cuatro patas y un rudimento de cola. Yung ha interpretado de igual mane- ra la metamorfosis de los Anuros, y sus experimentos son clásicos y conclu- yentes. A. L. HERRERA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. 369 E - = —, Será muy difícil prever los resultados de un estudio experimental y expli- car por qué unas larvas se cambian y otras no, puesto que la balanza de la nu- trición oscila sín cesar. La neotenia y la reproducción de las larvas se han observado en otros Uro- delos, y se explican, en nuestro caso, porque, según Metcknikoff, en una cría de Ajolotes, producto de un solo parto de la misma hembra, hay un número muy considerable de embriones que nacen con rudimentos bien constituidos de los órganos sexuales y se reproducen al estado de larvas y siguen viviendo sin trans- formarse. Otros individuos, escasos, nacen sin rudimentos de órganos sexuales, pero se transforman y se reproducen al estado de Amblistomas.' El Señor Da- reste ha observado en ciertos Ajolotes una congestión y un flujo sexual. Es sabido que el costo ó precio de la reproducción se traduce en muchos animales por la muerte, y puede, por lo mismo, conducir á la neotenia, por ago- tamiento. La readaptación se debe probablemente á un fenómeno muy común en los Batracios: la regeneración. Una Salamandra regenera hasta nua parte conside- rable de un ojo. El Ajolote regenera las branquias cortadas (Duméril). Yo no creo en el nisus formativus. Si los reptiles y aun los hombres rege- neran ciertos órganos, es por razones de anatomía y de fisiología. En casos pa- tológicos se ha visto la reproducción de un dedo humano ampntado. La razón probable es que no habían muerto aún ciertos tejidos embriona- rios; que no se habían consolidado, obliterado, nulificado ciertas partes inme- diatas. El Señor Velasco dice? “que la metamorfosis del Ajolote se debe á una ten- dencia orgánica.” La misma tendencia existe en todos los animales que sufren ese cambio y en todo lo que evoluciona más ó menos, fuera ó dentro del huevo. Si no hubiese esa tendencia reinaría la neotenia. Ya dije que aquélla se debe á la acumulación de reservas: tendencia, es el hecho; nutrición, la cansa. Si el seudo-Amblistoma permanece en la superficie del aena, noche y día, no es por instinto, no es porque busque un medio de acelerar su metamorfosis; es que sus pulmones se van llenando de aire y le obligan á flotar. Lio mismo he observado últimamente en los renacuajos de mi acuario, en la Escuela Nor- mal; ya que están provistos de cuatro patas grandes, cuando aún no se reabsor- be sino una pequeña parte de la cola, comienzan á flotar, unas veces inclinán- dose de un lado, y se les ye siempre en la superficie del agua: si no pueden sa- lir de ella mueren por agotamiento. Si el sendo-Amblistoma no toma entonces alimento, no es porque la metamorfosis sea independiente de la nutrición. Lo mismo hacen los renacuajos y las orugas. La sensación del hambre tiene sus al- 1 Brocchi. Miss. Sci. Mex. et Amér. Cent. Batraciens, p. 107. 2 “La Naturaleza.” Vol. V, pág. 58. 370 A. L. HERRERA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. ternativas, y no es igual en un ser pletórico y en otro aniquilado, en el que cre- ce poco á poco y en el que sufre graves trastornos interiores. (Pubertad, mens- truación, etc.). IV. Pruebas experimentales de que los Ajolotes se transforman en el seno del agua, sin cambiar de medio. 1.? El Señor Velasco cita en su célebre trabajo setenta ejemplares de lar- vas que se transformaron, sin cambiarles de medio, en 1878. 2,2 El mismo Señor menciona 40 Amblistomas de Santa Isabel y Xochimil- co (lago perenne), y dice “que de éste ha sacado varios que tenían ya algún tiem- po de transformados, á juzgar por la última forma que hemos observado en ellas.” Añade que, según los experimentos de todos los observadores, comien- zan á efectuarse los cambios “estando aún los animales viviendo dentro del agua: se adelgaza el cuerpo, no toman alimento, se atrofian los apéndices caudales, las láminas branquiales se reducen y se desprenden sus filamentos; los animales sa- len con frecuencia á respirar el aire libre (lo mismo he visto en los renacuajos con patas); un poco más tarde la cola se engruesa y se hace rígida, y sobrevie- nen las modificaciones de la cabeza, del ojo, etc. El animal comienza á flotar.” Poca importancia tienen los cambios que se verifican después. También los re- nacuajos de los Anuros salen del agua un poco antes de concluir su metamor- fosis, y también, lo repito, ya que están avanzados en su desarrollo, comienzan á elevarse hasta la superficie del agua, verticalmente, arrojando una burbuja ca- da 10 6 20 segundos. Según el Señor Velasco, se conoce por la práctica, si un Amblistoma ha permanecido en la tierra y ha vuelto después al agua. No pue- de hacerse la objeción de que los Ajolotes de Xochimileo y otros lagos profun- dos, salieron del agua para transformarse, por cambio de medio. 3." El Señor Velasco menciona muchos ejemplares de Amblistomas, que presentó á la Sociedad de Historia Natural, y que existen en la colección del Museo, y proceden de Chalco y Xochimilco (lagos profundos y perennes), adon- de les llaman Tlalaxolotl (ajolote de tierra). Cita también otros, de Zumpango (lago que no siempre se deseca), y el de Pátzcuaro (perenne). Por último, la lá- mina de la primera memoria publicada por este hábil observador, representa un Amblystoma pescado en el lago de Santa Isabel. 4,% El Doctor Schufeldt dice que “la metamorfosis se acelera mucho si se dan al animal alimentos muy abundantes. La larvas muy bien nutridas, que vi- ven dentro del agua, muestran de una manera muy notable el aspecto de los Amblistomas.' 1 Cope. Batr. N. Amer., p. 454. A. L. HERRERA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. 371 5.* La Señorita Chanvin, notó que una de sus larvas flotaba con frecuencia en el agua, y entonces la puso en tierra húmeda: es decir, que ya estaba iniciada la metamorfosis y los pulmones llenos de aire. VE Cómo debía probarse experimentalmente la teoría antigua. Ningún observador ha probado que las larvas extraídas del agua ó coloca- das en condiciones artificiales y trausformadas en Amblistomas, no estuviesen, ya en vía de metamorfosis ó que no se hubiesen transformado dejándolas en el agua. La larva A comenzó á sufrir el impulso interno, el movimiento evolutivo interno, el día 2 de Julio: en esa fecha se le extrae del agua y natural es que si- ga su camino. La larva L debía comenzar su cambio el día 2 de Julio y se le sacó del agna el día primero: iguales serán casi los resultados. La larva € deberá transmutarse el día 10 de Julio y se le saca de su ele- mento el día 2. Seguirá nutriéndose como pueda y se transformará próxima- mente el día 10. Así, pues, sólo se probará la teoría antigua por la acción de rápidas modi- ficaciones. Esto es lo que cabalmente no se ha conseguido jamás. Yo sacaba á un Ajolote del agua, todos los días, y le dejaba en seco, en un vidrio: murió al fin, sin cambio. La Señorita Chanvin quiso acelerar la marcha de las cosas en una larva, y la encontró en un estado tan deplorable, que la volvió al acuario sin pérdida de tiempo. Sehufeldt dice que en una porción de cierto lago, vio- lentamente desecado, encontró larvas que se transformaban con “la rapidez que permiten las leyes que la rigen.”(!) Claro es que la readaptación no se consigne cuando se quiere, y nada prue- ba el hecho de que las branquias del seudo-Amblistoma vuelvan á funcionar si se le lleva otra vez al agua: no es posible que funcionen en el aire, se secan y se marchitan. Por este camino no se demostrará jamás que la larva no estaba en el período crítico de su vida, antes de someterla á semejantes alternativas.' Podría suceder que el seudo-Amblistoma evolucionase algo más de prisa ó algo más despacio en el aire que en el agua. Pero más adelante veremos que hay mil factores de la nutrición de la larva, y será muy difícil, excesivamente difícil, establecer esas diferencias, comparando larvas del mismo peso, sexo, edad, color, actividad, agilidad, etc., etc. De las cinco larvas en que experimen- tó la Señorita Chanvin, cuatro se transformaron en diversos meses, no á la vez(!), 1 Velasco dice que la readaptación se observó en un solo caso, en una larva casí transforma- da. Dugés cita otro caso. Son excepcionales. (Véase más adelante). La Nat.—Ser. 11, —T. DH.—Mayo. 1900. 47 372 A. L. HERRERA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. y la quinta necesitó catorce dias para terminar su cambio, en vez de cuatro que exigieron las otras. Y qué clase de experimentos han hecho! “Mucha agua y pocos alimentos, y no hay transformación! Poca agua y muchos alimentos, y sí hay transforma- ción(!)” Así se hizo y así se expresa la Señorita Chanvin, según Cuénot. Yo me convencería si la cantidad de alimentos hubiese sido ignal en ambos casos, ó si entre 200 Ajolotes de la misma cría, 100 se transformasen por cambio de medio, y 100 no se transformasen por no haber cambiado de medio, en igual- dad de otras condiciones (toutes choses égales d'ailleurs). La supresión de las branquias no basta para provocar el cambio. No todos, sino la mitad de los Ajolotes mutilados por Dumeéril, evolncionaron en 4 á 10 meses(!). Otros regeneraban sus branquias y seguían en el agua. Se exigirá to- davía una prueba más concluyente? Por supuesto que sería imposible probar la influenza de la mutilación: ¿acaso sin ella no se hubieran transformado más pronto las pocas larvas que lo hicieron? En cuanto á la readaptación se ha observado pocas veces y en larvas casi transformadas. Debe coincidir con una debilidad muy grande: de otro modo no se explican los hechos citados por Velasco, Sehufeldt y otros, pues nunca aca- baría de fijarse la forma, si apenas comenzada la metamorfosis en el seno del agua, volviesen á desarrollarse las branquias. Es un atavismo que se explica, como todos, por falta de nutrición y por un procedimiento de regeneración. Creo, y quizá me engañe, que las pruebas aducidas en mi “Origen de los Indi- viduos,” lo confirman plenamente. vi. No todas las larvas de una misma cría se transforman á la vez. El Señor Hahn y otros sabios se maravillan de las predisposiciones y pre- cocidades del-Ajolote, pues las larvas de una misma cría muestran aptitudes muy diversas. Lo mismo sucede con toda larva ó ninfa. Frauendorf asegura que una crisálida dilató cinco años en desarrollarse. Smith dice que de 250 larvas de Insvespidus parietinus, 25 se convirtieron en erisálidas en 1852, á pesar de que los huevos habían sido puestos en 1849, y esta evolución dura, por lo común, un año. Los renacuajos que viven en las alturas de Europa, en aguas pobres, mal aereadas, se retardan en su desarrollo, y lo mismo sucede si se les alimenta es- casamente en los acnarios, pudiendo, en este caso, retardarse el cambio hasta dos años. (Cuénot). “Es un hecho, confirmado por muchos, que la temperatura fría, lo mismo A. L. HERRERA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. 37: que el agua demasiado fresca, retardan el desarrollo de las larvas de los anu- ros. Los renacuajos que han de evolucionar en las aguas de las montañas ele- vadas, á veces invernan sin transformarse, no pudiendo abandonar el líquido elemento hasta la signiente Primavera.” Filippi encontró en un pantano del Lago Mayor, 50 Tritones y sólo 10 te- nían la estructura del Tritón de Cresta, en tanto que los demás poseían todavía las branquias.* 20 por 100 se habían transformado en las mismas condiciones externas, pero su vigor era diferente. Schreiber dice que en un mismo pozo de Andalucía se encontraron casi tan- tas larvas de Batrpleurodelus como animales perfectos. Si se transforman los Ajolotes muy pequeños, en casos excepcionales, lo ha- cen por su precocidad. Guignard cita varios hechos de madurez sexual en el hom- bre, á los ocho años. Todos los colectores saben que hay individuos proféticos que anuncian la aparición de otros, menos precoces, sobre todo en el grupo de las mariposas. En fin, en una porción desecada de pantano, pueden encontrarse sólo sendo— Amblistomas, porque las otras formas hayan escapado á tiempo de la muerte, arrastrándose hacia las partes profundas. Ya he dicho que una de mis larvas permanecía sobre un vidrio, en seco, tres horas al día, y que murió al fin; pero si la hubiese perdido de vista, se habría marchado poco á poco buscando el agua. Eso hacen los renacuajos nn poco avanzados en sn desarrollo. Hallarse, pues, muchos seudo-Amblistomas en un charco próximo á desecarse, no es prueba de adaptación rápida. Además, podría suceder que ya estuviesen todos en vía de trausmutación cuando disminuyó súbitamente el nivel del líquido. Si dijera al- gún observador que todas las larvas se encontraron de pronto en seco y se cam- biaron, podría haber duda y sólo duda: todos los fenómenos periódicos de la na- turaleza están en cierta relación. Santa Isabel se deseca ya que su fanna ha evolucionado. La selección hace todo esto. vII. Circunstancias que aceleran ó retardan la metamorfosis. Además de las ya citadas, citaremos las siguientes: 1.2 El albinismo, es decir, el anabolismo de una Salamandra, coincidió, en nn caso estudiado por Rollinat, con el retardo de la metamorfosis. Nunca he visto Amblistomas albinos; pero en el Museo vivió mucho tiempo una larva de esta variedad sin sufrir alteración. 2. La Señorita Chauvin dice que “dada la extraordinaria delicadeza de los 1 Brehm. Batracios (Barcelona), p. 334. 2 Ibid., p. 368. 374 A. L. HERRERA. —METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. Ajolotes, el estado y la temperatura del agua, la calidad y la cantidad de los alimentos que se les suministra, sobre todo en los primeros días, ejercen una grande influencia; de modo que no somos jamás bastante cantos en el modo de criarlos.” Muchas veces puede suceder que el coeficiente de nutrición de las larvas muy jóvenes influya de una manera indirecta en su aptitud á la meta- morfosis. Continúa la Señorita Chanvin: “Das larvas fueron alojadas en un vaso de 30 centímetros de diámetro, lle- no de agua, á una temperatura uniforme, siendo alimentadas, primero, con Crus- dafnidos, y más tarde con animales acuáticos más grandes. Gracias á esta ali- mentación, las cinco larvas prosperaron.” “A xltimos de Junio, notóse, en las más robustas, la aparición de los rudi- mentos de extremidades. De las cinco larvas, cuatro se transformaron en diver- sos moses(!), pero la última, que desde el principio parecía más débil que las demás, y cuyo crecimiento se había atrasado mucho, presentó en su metamorfo- sis mayor variación. En vez de cuatro días necesitó catorce para terminarla.” En cambio, el observador alemán que precedió á la Señorita Chanvin en estos estudios experimentales, no pudo obtener un solo Amblistoma, lo cual se atribuye á que no tenía iguales cuidados y á que daba alimentos escasos á sus larvas. . 38.2 El Doctor Fauvelle afirma que los Ajolotes de la misma cría fueron dis- tribuidos entre varias personas, y que todos “los que conserva el comerciante, mal nutridos y acumulados en un acuario muy pequeño, son de dimensiones mí- nimas, de 10 á 20 centímetros, y están todos mutilados y sin transformarse.” 4.2 El Doctor Schufeldt proporciona las siguientes conclusiones, que dedu- ce de sus experimentos y de la observación del Ajolote de los Estados Unidos, que es el mismo de México (Cope ha refundido en una sola especie la mayor parte de las propuestas, por fundarse en caracteres variables y de poca en- tidad): 4.2 Cambiando las condiciones vitales, se acelera ó retarda, 4 muestro an- tojo, la metamorfosis.” F “2.2 Los jóvenes se transforman más fácilmente que los adultos; pero en esto influyen mucho las condiciones.” “3.0 La metamorfosis se acelera mucho si se dan al animal alimentos muy abundantes. Las larvas muy bien nutridas muestran de una manera muy nota- ble el aspecto de los Ajolotes transformados.” Esta última frase revela desde luego la preocupación del autor en pro de la teoría que combatimos. Supone que el cambio de medio es el factor de la me- tamorfosis, y notando que sus larvas bien nutridas se transmutan en el seno del agua, no dice que hayan evolucionado sin modificación de medio, sino que “muestran de una manera muy notable el aspecto de los Ajolotes transforma- dos.” Ese aspecto es precisamente la prueba de la metamorfosis! A. L. HERRERA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. 375 “4.0 La profundidad tiene una influencia maravillosa. A medida que el do- pósito en que vive el Ajolote es más profundo, se retarda más en su cambio.” Esta influencia es general y depende de la menor cantidad de luz, de ca- lor, de alimentos, etc. El Molpisidius del Lago de Ginebra tiene en las regio- nos profundas menor tamaño que en las superficiales, y la charnela más sen- cilla. “5.2 La temperatura es otro factor importante: el calor favorece la meta- morfosis y el frío la retarda.” Anno CONOLUSIONES. Conviene advertir que yo creo en la adaptación al medio y en su influencia sobre la nutrición general; que admito una evolución progresiva que se apoya en diferencias positivas de nutrición, y que ésta, á su vez, depende de la división del trabajo fisiológico. No creo en la formación rápida de especies por influencia misteriosa, exclusiva y directa del medio. He tenido el honor de publicar mis humildes ideas acerca de este punto en las “Memorias de la Sociedad Alzate.” No se dirá, por lo tante, que me preocupan ciertas tendencias anti- darwinistas. Ahora bien: si en un principio adopté la teoría antigua de la metamorfosis del Ajolote, y aun hice experimentos (que no le fueron favorables), hoy me in- clino, sin vacilar, á las sabias y fundadas explicaciones del Sr. Velasco. Este ob- servador tuvo el mérito de combatir muchos errores y demostrar un hecho, una tendencia general á la metamorfosis sin cambio de medio ó aun con cambio. Yo obedezco á mi programa modesto, y sin duda irrealizable por mi incompetencia. Deseo llegar en todo á la unidad y propongo que se den al Ajolote todos los atributos de todo Batracio Urodelo ó Auuro, inclusive la metamorfosis ó des- arrollo de una larva ó embrión libre (por plétora y por acumulación de reservas). El Sr. Velasco asienta el hecho, la tendencia; yo trato de explicarla de la única manera que me parece posible: por aumento de nutrición. lios mecanismos ínti- mos (fagocitosis, asfixia de los apéndices) han sido estudiados por diversos an- tores. Creo que la Señorita Chauvin y otros naturalistas se han preocupado mu- cho al explotar sus experimentos, atribuyendo á un cambio de medio artificial lo que era irremediable, fatal, aun en condiciones invariables. Si han obtenido metamorfosis completas en 4 ó 10 meses, cuidando, sin duda, de sus larvas con exquisito esmero, con atenciones casi paternales, no han hecho sino engordarlas y acelerar su metamorfosis por exceso de nutrición. —Velasco y Schufeldt men- 376 A. L: HERRERA.—METAMORFOSIS DEL AJOLOTE. cionan casos muy numerosos de metamorfosis en el agua, y el segundo, lo mis- mo que M. Cuénot, proclaman la influencia del bienestar y de la plétora sobre el desarrollo metabólico de las larvas. La conclusión prudente, reservada, tímida, será que no hay hasta ahora pruebas suficientes de la teoría antigua, ni de observación, mi experimentales. Se puede prever la edad de un naturalista por el carácter de sus teorías y de sus conclusiones. Los muy viejos son reservados, han sufrido ya demasiado; los muy jóvenes conocen apenas el error y son audaces é imprudentes. Sólo los que se encuentran en el término medio suelen juzgar con acierto, y precisamente en este caso deben dar una opinión franca y autorizada. Ellos, sin duda, sabrán relacionar la teoría antigna de la organización con el hecho supuesto de la trans- formación proteana del Ajolote, y lnego, con más Inces, la teoría nueva, físico- química, sublime, con el hecho general de la metamorfosis por plétora y por nutrición. Yo no resisto, sin embargo, á las tentaciones de buscar una frase final: El Ajolote es un Batracio delicado, enfermizo, torpe y lento en todo, vulgar en todo. México, Agosto 2 de 1899. <= 8 E 2 x bh MAZORCAS MONSTRUOSAS. : $ J' p0 8 0 pg pp00, ki Don OD E Don E e 2252 Tomo! REVISTA CIENTÍFICA. TRES MAZORCAS ANÓMALAS. Desde el momento en que se encontró la explicación ó mecanismo de las anomalías de la organización de los animales y vegetales, adquirieron éstas un valor inmenso, en proporción del que perdían como simples curiosidades, dignas sólo del asombro momen- táneo de los visitantes de los Museos, que las encontraban en algún rincón de los escapa- rates. Las anomalías vegetales que vamos á estudiar, tienen importancia, porque no son de las más frecuentes, y á consecuencia de las circunstancias en que se las recogió, no es fá- cil dar la explicación de su origen. En la figura 1.* de la lámina XXTI se representa una anomalía que consiste en una ma- zorca de maíz ordinario, sencilla en su base y después dividida en cuatro ramificaciones, que forman cada una una espiga, rodeada casi por toda su superficie, por los frutos bien desarrollados. Estas cuatro espigas, que son casi de la misma dimensión, no tienen de anormal sino la atrofia de las cariopsis en donde se comprimen por su proximidad; es de- cir, en la parte interna de la base de dichas ramificaciones. Dos de las espigas son más gruesas y de mayor longitud, y en la base común de todos los frutos tienen una disposi- ción particular muy marcada, sobre todo en la parte que no es visible en la lámina. Del centro del eje, es decir, entre las cuatro espigas Ó mazorcas, sale una porción de la brác- tea normal, circunstancia que complica el caso, haciendo más difícil la explicación del mecanismo como se produjo la anomalía. La figura 2.* de la misma lámina es una mazorca de cortas dimensiones, 12 centíme- tros de largo por 5 de diámetro; el maíz es de una variedad de granos pequeños y con su color ordinario. En la parte superior, la mazorca tiene doce hileras de frutos, sin que és- tos presenten nada de anómalo, pero en la base y hasta la mitad de la altura de la espi- ga, estas hileras son más numerosas y con una colocación irregular que es causa de un en- sanchamiento de toda esa parte de la mazorca. Pero lo más importante de este ejemplar son diez y nueve ramificaciones que nacen entre las hileras de frutos, especialmente de los de la base, ramificaciones que son otras tantas espigas estériles y alargadas, aplicadas contra las cariopsis, y de cuatro á cinco centímetros de largo por siete ú ocho milímetros de ancho. Estas pequeñas mazorcas, sin granos, tienen los alveolos dispuestos en hileras, y con sus bordes con restos atrofiados de las glumillas. Existen también estilos más ó me- nos largos y maltratados que nacen de algunos ovarios abortados. Como es natural, estas espigas están colocadas en espiral sobre el eje que las sostiene. 378 J. RAMÍREZ. —TRES MAZORCAS ANÓMALAS. La figura 2.*, que representa á esta anomalía, nos dispensa de más detalles descrip- tivos. El ejemplar que representa la figura 3.* de la citada lámina, es una mazorca estéril que, por las ramificaciones terminales que tiene, presenta el aspecto de una mano defor- me, con una porción de antebrazo. Este ejemplar me fué obsequiado por el Doctor Fer- nando Sologuren, quien no tenía ningún dato respecto de los antecedentes de esta cu- riosa anomalía, que le fué regalada por lo extraño de la figura que representa. Estudiando el ejemplar, desde luego se nota que en ningún punto de su superficie se desarrollaron los ovarios, percibiéndose solamente los alveolos vacíos, con unas escamas que son los rudimentos de las glumillas que debían envolver á los frutos. El eje de la espiga nace con su forma normal, pero pronto se altera ésta, perdiendo su contorno cilíndrico, aplanándose para formar como dos caras que se ensanchan des- pués y que representan la palma y dorso de la mano, y de donde nacen cinco prolonga- ciones, irregulares en todos sentidos, y que vienen á ser los cinco dedos de esta mano. En toda la mazorca, los alveolos están con su situación normal, formando hileras per- fectamente marcadas. Tales son las anomalías que presentamos y cuyo estudio motiva esta Memoria. Des- de luego confesamos nuestra impotencia para explicar el mecanismo de su producción, y lo que expondremos al fin son suposiciones que tratamos de apoyar con lo que se conoce acerca de otros casos análogos, y en los que la explicación se ha considerado satisfacto- ria hasta ahora, unas veces, y en otras se ha descubierto la verdadera causa del fenóme- no; pero antes de aventurar nuestras suposiciones, es necesario que recordemos algo de importancia respecto al asunto que nos ocupa. El estudio de las anomalías en el Reino Animal, principalmente en el hombre, ha ade- lantado extraordinariamente en estos últimos años, gracias á los progresos de la embrio- logía en toda la serie zoológica y al perfeccionamiento de los métodos de investigación. Desgraciadamente, en la Botánica no ha sucedido lo mismo, y aún falta una buena defi- nición de lo que se debe entender por anomalía vegetal, circunstancia que ha influido mucho para sostener ese atraso. Recorriendo las obras y los diccionarios de Botánica, desde luego se advierte la con- fusión que se ha hecho de los estados que se designan con los nombres de variación, ano- malía, monstruosidad y enfermedad. Esta falta de definiciones indudablemente proviene, en parte, de la dificultad de con- notar la palabra enfermedad, pues en la biología vegetal, como en la animal, los límites de la patología no están bien conocidos, y en el grupo de las anomalías se describen, en ambas ciencias, muchos estados que ciertamente son patológicos. Por otra parte, cree- mos que lo más urgente para establecer estas definiciones primordiales, es desterrar por completo de la biología el término teratología y todos sus derivados en cualquieridioma, pues si es cierto que prestó servicios de trascendencia cuando se sirvió de él Jeofroy Saint Hilaire para crear la ciencia que designó con ese nombre, hoy ya no sirve para compren- der todos los estados que se deben referir á aquélla, y hay que separar otros, que entran, como hemos dicho, en el cuadro de la patología. Cuando más, podemos reservar en biolo- gía animal la palabra monstruo, para aquellos estados que resultan de la unión de dos gérmenes concebidos y fecundados al mismo tiempo; pero esta misma palabra hagámosla desaparecer de la Botánica, por su inutilidad y por las confusiones que ocasiona. Pero si es grande la dificultad para distinguir el estado patológico del estado fisioló- gico, mayor es, tal vez, dentro de este último, establecer la diferencia entre anomalía y J. RAMÍREZ. —TRES MAZORCAS ANÓMALAS. 379 variación, y no se debe olvidar nunca que estos estados son más confusos en los vegetales porque aquí se trata de seres cuya individualidad no tiene semejanza con la de la mayo- ría de los animales; es decir, que más bien se pueden considerar como colonias agrupa- das y cuyos caracteres morfológicos, en ciertos casos, se hacen independientes en cada una de las partes que concurren á formar la agregación total. A esto hay que agregar el crecimiento indefinido y el desarrollo, también indefinido, que es lo que distingue á las plantas de los animales superiores, entonces se explica que las anomalías y las variacio- nes sean más frecuentes en aquéllos. Se ha definido la anomalía por A. Saint-Hilaire, diciendo que es una diferencia or- gánica accidental que aleja á un individuo de la estructura propia de la especie; y para evitar que se confunda con la enfermedad, agrega, que la anomalía es una modificación que se opera en la formación ó desarrollo de los órganos, independientemente de toda in- fluencia sobre la salud. Definiciones que basta exponerlas para que resalte su insu- ficiencia. De la anomalía también se ha dicho que siempre es congénita y que tal es su carác- ter; ¿pero una fascinación que se muestra en una rama, se tiene seguridad de que tiene tal origen? Y por otra parte, ¿no hay enfermedades congénitas? “Las variaciones son modificaciones individuales de caracteres de importancia secun- daria, es decir, de aquellos que no sirven para establecer la especie.” Como se ve por la anterior definición, que tomamos de la botánica de Willis, publicada el año pasado, esta definición más bien tiene por objeto establecer la diferencia entre la variedad y la varia- ción, desde el punto de vista taxonómico; pero como otro de los caracteres de las varia- ciones es el de ser generalmente continuas, es decir, que existen todos los intermedios po- sibles entre dos extremos que se toman como tipos, si no se tiene toda la serie, tropeza- mos con la misma dificultad para establecer la diferencia entre los dos estados; tanto más, que según algunos botanistas, cuando estas variaciones son interrumpidas, como suele haberlas, como por ejemplo, las que representan las repetidas en varias generaciones; en ese caso los individuos aparecen como una variación que no se liga Ó conecta con otra de las existentes, y si es muy frecuente, se toma por variedad, y si es insólita y muy mar- cada, alcanza el grado que se designaba con el nombre de una monstruosidad. Sin embargo, hay un recurso para conocer si una variación lo es en efecto; esto se lo- gra por medio de otra variación concomitante, que tan frecuentemente acompaña á la pri- mera, aun cuando no sea tan aparente como ella. Estas variaciones consisten en que, cuan- do varía un órgano, igualmente se modifica uno ú otros, aun cuando aparentemente no tengan conexión entre sí; estas variaciones, decimos, se conocen con el nombre de corre- lativas, y cuando se les encuentra, indudablemente que ayudan á establcer la diagnosis. El estado de cultivo es un signo que no siempre nos permite guiarnos para establecer la diferencia; porque si es cierto que en las plantas cultivadas las variaciones son más fre- cuentes, por estar sometidas á condiciones más variadas, igual cosa se observa respecto de las anomalías; y los dos estados también están dentro de la regla general que establece que, una especie es tanto más variable, cuanto que es más cosmopolita y que pertenece á un género con especies muy numerosas. Pero repetimos que la distinción más importante es la que hay que establecer entre las anomalías y las enfermedades. Recientemente el estudio de las relaciones establecidas entre los organismos ha per- mitido definir los estados que se han llamado simbiosis, comensalismo y parasitismo, per- mitiendo clasificar con toda seguridad muchos casos que hasta la fecha se tenían como du- La Nat.—Ser. u.—T. 11.—Junio, 1900, 48 380 J. RAMÍREZ.—TRES MAZORCAS ANÓMALAS dosos y que no se sabía colocar entre los estados fisiológicos ó patológicos. El descubri- miento de la fertilización por medio de los insectos, dió la clave para explicar muchas variaciones de las flores, que se habían tomado como anomalías, cuando no se sabía que se presentaban siempre que las condiciones de su producción eran semejantes, y al con- trario, lo que se había tomado por anomalías se llegó á determinar como enfermedades. El descubrimiento reciente de que la vida de los vegetales superiores depende de un fenómeno de simbiosis, tiene también mucha importancia, porque confirma la dificultad para establecer una distinción precisa entre un estado fisiológico y otro patológico; en efecto, parece confirmado que los grupos de las Betuláceas y Coníferas no extraen el ali- mento por sus raíces, sino que éstas lo toman de la tierra por intermedio de las hifas ó micorrhizas de un hongo que las envuelve. Un estado más avanzado de esta simbiosis es el que ofrecen las raíces de las leguminosas, que, como se sabe, están sembradas de pe- queños tubérculos en donde se alojan unas bacterias que desempeñan la importante fun- ción de fijar el ázoe que consume la planta; descubrimiento de una trascendencia enorme y que ha cambiado la faz de la agricultura práctica. Hemos escogido estas dos formas de simbiosis, porque la primera no se acompaña de ninguna modificación aparente de los tejidos de la planta superior, y la segunda, porque se acompaña de un estado que se aproxima al patológico, puesto que el tubérculo repre- senta un trabajo de defensa del organismo. Como tipo de un estado simbiótico, más avanzado, podemos citar el que nos ofrece la Acacia cornigera, la que no puede vivir si no se alojan en sus estípulas las hormigas que se encargan de defenderla de los animales que la buscan como alimento. Este caso es ya mucho más complicado que el anterior, pues la substracción de los tejidos de la estípula y su transformación bajo la irritación que le produce la presencia de aquellos huéspedes, no puede considerarse como un estado fisiológico. Los fenómenos de comensalismo son tan conocidos que no merecen la pena de seña- larse en este momento. Igual cosa acontece con el parasitismo descrito hasta hace poco tiempo; pero no sucede lo mismo con los estados patológicos conocidos últimamente como tales, porque hasta ahora se habían tomado como simples anomalías. El poco tiempo de que podemos disponer para describir algunos de estos estados, nos impide el darlos á conocer en estos momentos, y nos bastará anunciar que las anomalías designadas con el nombre de fasciaciones, atrofias, desalojamientos, ramificaciones anó- malas, etc., son debidas casi siempre á la presencia de organismos parásitos, que no son fáciles de descubrir. Hechas las explicaciones anteriores, y volviendo á nuestros ejemplares, repetimos que confesamos nuestra impotencia para explicar sus anomalías, impotencia que depende en gran parte de la carencia de los otros órganos de estas plantas, lo que nos impide en- contrar la causa de la desviación del tipo en los tres ejemplares que nos ocupan. En los ejemplares que representan las figuras 2.* y 3.*, no cabe duda que se trata de una ramificación insólita, atendiendo al tipo de la inflorescencia del género Zea. En el ejemplar de la figura 3.*, lo más probable es que la anomalía sea debida á una enferme- dad no aparente ó á una lesión precoz que no dejó huella; pero en el de la 2.*, como la espiga principal presenta su desarrollo ordinario y las ramificaciones tienen una dispo- sición espiral sobre el eje, aquí tal vez no podría invocarse el parasitismo; pero tampo- co un fenómeno atávico, porque esta clase de ramificación no se encuentra en los otros géneros de las Gramíneas, ni en las familias que les son próximas se encuentra una dis- posición semejante de la espiga. ESCRITOS INÉDITOS DE M. SESSÉ Y J. M. MOCIÑO. 381 Respecto del primer ejemplar, también queda la duda de si se trata de un estado pa- tológico, por la lozanía que manifiesta toda la mazorca; pero en cambio, ni se puede in- yocar un estado atávico ni tampoco un acortamiento del eje. Queda, pues, por encontrar la explicación de estas anomalías. México, Diciembre 5 de 1898. De. Tosé Ramíizes. _x_ AR A _ — — LOS ESCRITOS INÉDITOS DE MARTÍN SENSE Y JOSÉ MARIANO MOCIÑO El Señor Doctor Fernando Altamirano, Director del Instituto Médico Nacional, en su Informe de fecha 3 de Junio de 1898, dirigido á la Secretaría de Fomento, relató có- mo, por iniciativa del que esto escribe, adquirió para este establecimiento las copias de los manuscritos relativos á la Expedición de la Nueva España; y el subscrito, en el Infor- me mensual correspondiente al citado Junio, indicó de una manera general la importan- cia histórica de estos documentos, prometiendo desde entonces presentar una noticia más detallada de cada uno. La revisión cuidadosa de aquellos manuscritos la hemos terminado, y hoy cumpli- mos nuestra promesa, presentando este Informe á la ilustrada Junta que nos escucha. La mayor parte de estos manuscristos fueron señalados por el Señor Doctor Miguel Colmeiro, en su obra titulada: “La botánica y los botánicos de la península hispano-lu- sitana.”? Madrid, 1858. Antes de comenzar nuestro análisis, debemos advertir que estos manuscritos están numerados, para que en cualquiera época sea fácil su confronta, y que la numeración que ponemos, es la que corresponde á la copia que tenemos depositada en la Biblioteca de la Sección 1.*, además que dejamos anotados en ellos las páginas de la “Plante Nove Hispanie” y “Flora Mexicana,” en que se encuentran las descripciones ya publicadas. L Flora de Guatemala: contiene las definiciones específicas y alguna otra descrip- ción genérica y específica por Don José Mariano Mociño.—183 hojas en folio, en latín. Comprende desde la Monandria hasta la Decandria triginia. Muchas de las plantas se hallan descritas en la Flora Mexicana y en las Plante Novee Hispanic, y pocas son las que pudieran citarse como especiales de la región. Las descripciones en su mayor parte consisten en simples diagnosis, lugar y fecha de vegetación, y en algunas sólo se en- cuentran estas indicaciones. En ciertos lugares, el autor se limita á enumerar las especies, haciendo referencia á que son las mismas que las de la Nueva España; también se señalar 4 382 ESCRITOS INÉDITOS DE M. SESSÉ Y J. M. MOCIÑO. =— numerosas veces á Nicaragua como lugar de vegetación. El manuscrito es de importan- cia y creo que por lo menos se debe traducir la Introducción para publicarla con otros de estos documentos inéditos. Supongo que es un borrador que el autor se proponía perfec- cionar para publicar una verdadera Flora. IL. Descripciones de los géneros de plantas de Nueva España, desde la clase pri- mera de Linneo, hasta la vigésimotercera, inclusive. Un tomo en folio, en latín. Este manucristo es de importancia, porque contiene datos que nos pueden servir para explicar lo dudoso de lo que se ha publicado ya. En general, contiene, como lo dice el título, la descripción de varios géneros que aparecen sin nombre, pero que ya fueron pu- blicados en su mayor parte en las Plante Novee Hispanic, así como en la Flora Mexi- cana. Es muy probable que fuera un borrador ya muy perfeccionado, y que sirvió de base para la redacción de aquellas obras, quedando sólo sin copiar aquellas descripciones de géneros que no se pudieron confrontar, y de los que se dudó aun si eran nuevos; así como también las descripciones de otros que, aunque descubiertos por los naturalistas que trabajaban en México, les fueron arrebatados por los de Europa; tales como el En- thomanthus 6 sea la Lopezia, el Chirostemom, y el que se designa actualmente con el nombre de Cobea. Los géneros que establecieron Sessé y Mociño fueron los siguientes: Enthomanthus (Lopezia), Oespedesia (Verbena ?), Dicarpon, Mitrocarpon, Spirantera, Pennia, Echeverría, Malleolaria, Tetraptera, Psitatrophe (Cupania Dentata ?), nombre vulgar, sacaxquiuhitl. El manuscrito contiene, además, la descripción del zapote blanco y la del árbol de las Manitas, al que designa con el nombre de Quirostemon. De lo que dice de esta planta, importa dar á conocer lo signiente: Los indígenas del lugar cercano á Toluca, en donde se recogieron los primeros ejemplares del árbol de las Manitas, asegu- raban á los miembros de la Expedición, que aquel árbol era el único que existía en el país, y que era imposible su reproducción por medio de semillas ó de estacas, por haberlo dis- puesto así la Divinidad. Esta leyenda, como lo sabemos todos, ha llegado hasta nuestros días, pero ya desde en tiempo de Sessé, este mismo naturalista, ayudado por Cervantes, logró reproducir el árbol de las Manitas en el jardín del actual Palacio Nacional, y ahora fácil es conseguir ejemplares cultivados de este curioso representante de la vegetación de México. Debemos advertir que los números de los dibujos que acompañaban á estas descripcio- nes, no corresponden á los de las mismas plantas que están descritas en las obras que se publicaron de los autores. Respecto del género Psitatrophe, que corresponde á la Cupania dentata, de De Can- dolle, pudiera darse la descripción, puesto que en el Prodromus está muy incompleta. Otro tanto debe decirse del Hedyosmum artocarpus, que Mociño y Sessé refirieron con acierto al género Tafalla, que acababan de publicar Ruiz y Pavón. Esta Clorantácea es un árbol de aspecto hermoso, con fruto de sabor acre, de piper, que lo tenemos muy cerca, en Cuernavaca, Morelos; y como su descripción incompleta está basada en ejemplares de herbario, valía la pena mandar sacar un buen dibujo y publicarlo acompañado de la ex- celente descripción que hicieron nuestros naturalistas. Cuando dispongamos de más tiempo, nos prometemos identificar los géneros nuevos de Mociño y Sessé, refiriéndolos á los admitidos actualmente. TIL. Definiciones específicas de plantas de Nueva España. —Un tomo en 4.”, en latín. No se encontró en la Biblioteca del Jardín Botánico de Madrid. IV. Descripciones de algunos géneros y de varias especies de plantas, con algu- nas específicas de aves y de otros animales, etc.—833 hojas en folio, en latín. En la copia ESCRITOS INÉDITOS DE M. SESSÉ Y J. M. MOCIÑNO. 383 que tenemos de este manucristo, tiene, además, este otro título: Suplemento y géneros NUEVOS. La mayor parte de las descripciones de plantas creo que fueron los borradores, por decirlo así, de las que se encuentran en las Plante Nove Hispanie y Flora Mexicana; hay algunas que están inéditas, pero no merece la pena su publicación, pudiendo sepa- rarse algunos datos de nombres vulgares, como el de la Damiana, que se refirió muy bien á una Zurnera, y lo de las aplicaciones á la medicina vulgar. Este manuscrito contiene, además, dos documentos que merecen publicarse en los “¿Anales del Instituto:”” uno es el que se refiere á la seda de encino de la Mixteca que, aun- que muy conocida la materia, tiene importancia histórica como documento; y el otro es la carta que dirige el Señor Sessé al Sr. Don Pedro de Acuña y Malver, avisándole la re- misión de diez cajones con plantas vivas, y dos aves preparadas por un sistema original, ideado por el indígena Mateo Sánchez, sistema que, en compendio, consiste en aplicar con una paciencia inaudita, en un manequí ad-hoc y copiando del natural, las plumas, una por una, del ave que se trata de representar. Valdría la pena indagar si existen todavía aquellas aves en el Gabinete de Zoología de Madrid. La carta, fechada en México el 21 de Mayo de 1793, termina con este dato histórico de importancia: “No acompaño los dibujos, herbario y descripciones de lo colectado en la última ex- enrsión, por no haberse podido coordinar y sacar los duplicados, á causa de no haber lle- gado aún lo trabajado por Don José Mociño y el pintor Echeverría, que pasaron á Noot- ka con la Expedición de Límites, por disposición de este año.”” Respecto de la descripción de las aves, tiene su importancia histórica, pero no es-este el momento para ocuparse del asunto, que dejo encomendado á mi buen amigo el Dr. Ma- nuel Villada. V. Descripciones de géneros de plantas indeterminados.—34 hojas en folio, en latín. Este manucristo, como los anteriores, contiene en su mayor parte descripciones ya publicadas ó de las contenidas en el manuscrito núm. IT. Como importantes, señalamos las de los Copales, que pueden dar alguna luz respecto á puntos obscuros que aun hoy no se han podido aclarar; la descripción del Gnetum he- terophilla 6 Tlaltepotztli, cuya raíz lechosa se comen los indígenas que habitan las mon- tañas próximas á Chilpancingo. La lámina que acompañaba á esa descripción tenía el núm. 554. Debemos observar que muchas de las descripciones de estos borradores tienen indi- cados los números de los Icones, pero que éstos números en ningún caso corresponden á los que tienen en las descripciones de las Plantee Nove Hispanise y en las de la Flora Mexicana. También debe conservarse, por exacta, la descripción del Tlalocopetate ó Co- riaria atropurpurea, cuyo género no fué clasificado. Por último, se describe un Cytinus, que probablemente es el americanus. VI. Descripciones y definiciones específicas, con algunas descripciones genéricas de plantas de varias clases.—194 hojas en folio y 5 cuartillas en latín. Como los otros manuscritos, éste contiene una multitud de plantas descritas ya en la Flora Mexicana y Plante Novee Hispanic, y también muchas inéditas, pero que re- quieren un examen eserapuloso antes de publicarlas; entre ellas las hay con los nombres vulgares señalados por Hernández, y que pueden referirse por lo menos á géneros bien de- terminados, como por ejemplo el Totoncaxoxocoyolin ó Atehuapatli, el que tiene una raíz bulbosa, sólida y blanca, usada por los indígenas. Los géneros Justicia, Verbena, Salvia, Dianthera y Piper, por lo numeroso de las 384 ESCRITOS INÉDITOS DE M. SESSÉ Y J. M. MOCINO. especies, merecen también una revisión más atenta de la que yo he podido hacer para esta Memoria. Desde la clase 5.*, las descripciones son más compendiadas, y á muchas les falta el lugar de vegetación, y las plantas son de México, Puerto Rico y Cuba. Después siguen otras descripciones completas, pero, como ya se dijo, el mayor número es de las publi- cadas. En la última parte de este manuscrito, hay una copia de las diagnosis de muchas plantas, tomadas de los autores europeos, con el objeto, indudablemente, de cotejarlas con las de Nueva España. VII. Descripciones genéricas y definiciones específicas con algunos dibujos ilumi- nados de plantas.—50 hojas en folio, en latín, con 36 dibujos. Se trata más bien de las diagnosis de las cinco primeras clases de Linneo, compren- diendo, como en los otros manuscritos, plantas que se publicaron en la Flora Mexicana y Plante Nove Hispanic; también hay muchas de Europa. En estas descripciones se sigue una numeración progresiva de los Icones, que no corresponde con la numeración que tie- nen en las obras publicadas. La numeración de los ejemplares secos, por lo menos en las primeras páginas, corresponde á los que aparecen descritos en la Flora Mexicana; pero tal vez para lo que sirva esta numeración, es para buscar los ejempláres y confrontarlos en el Herbario de Madrid. La numeración de estos Icones también pudiera servir para ver si coincide con la de las plantas figuradas en los calcos inéditos de De Candolle. La última parte de este manuscrito contiene la descripción de los siguientes géneros nuevos, ya señalados algunos en el núm. Il: Enthomantus, tres especies; Cespedezia, de- dicado al Doctor Antonio Céspedes, de Oaxaca, conocedor de la Botánica; Moronia, de- dicado al Botánico y Farmacéutico, Sr. Sebastián Morón; Maldonadia, dedicado á José M. Maldonado, de Puebla, compañero de Mociño en la primera peregrinación, perito en disecación de animales y en asuntos de zoología y botánica; Campsistemon Ó estambres curvos; Rudicularia 6 de estambres en forma de espátula; Coleostemon, Dicarpon, Spi- ranthera, Ignaleonia, dedicado al Farmacéutico y Botánico tlaxcalteca, Don Ignacio de León, quien remitía á los miembros de la Expedición plantas notables; Pernia, en honor de Don José Vicente de la Peña, de México, uno de los primeros discípulos de Sessé en el Jardín Botánico, que sustentó su acto público en la Universidad, tratando un asunto de Botánica; Westea, dedicado al Señor Westis, de la Isla de Santa Cruz; la planta es de la Isla de Puerto Rico; Xcheverria, en honor de Don Atanasio Echeverría, mexicano. Juzgo oportuno identificar estos géneros por su importancia histórica. VII. Descripciones genéricas y específicas de plantas de la clase Singenesia, de la ginandria y de alguna monoica.—23 hojas en folio, en latín, menos la descripción de la Castilla elastica, que está en castellano. Las descripciones consisten casi todas en las descripciones de las Plante Nove His- paniz, y se puede asegurar que es uno de los borradores. La descripción del árbol de hule (varias veces publicada), tanto por su extensión como por su claridad, es muy nota- ble. Aquí conviene rectificar que la Castilla elastica es del Señor Sessé y no de Cervan- tes, como éste mismo lo advirtió en su discurso al inaugurar las clases de botánica, en el año de 1794. IX. Borrador de descripciones genéricas y específicas de plantas de varias clases. —86 hojas en folio y 5 cuartillas en latín. Simple borrador de descripciones ya publicadas. No contiene sino dos cosas de im- portancia: la descripción de un preparado para las enfermedades del útero, hecho con la pulpa de las semillas de Geo/froya inermis, y que merece la publicación, así como la des- ESCRITOS INÉDITOS DE M. SESSÉ Y J. M. MOCIÑO. 385 eripción de la Myrodia turbinata, cuyo nombre vulgar es el de (arrocha y que supo- nemos proviene de alguna de las Antillas. X. Descripciones específicas de plantas de varias clases.—86 hojas en folio y 5 cuar- tillas en latín. Es el borrador de las plantas de Cuba y Puerto Rico, que están descritas en la Flora Mexicana, y probablemente estaban reunidas en un sólo manuscrito para su publicación, como Flora de aquellas Islas. XI. Descripciones específicas y algunas genéricas de plantas de todas clases de fane- rógamas.—338 hojas en folio, en latín. Como los manuscritos anteriores, es el borrador de las descripciones de las Plant:e Nove Hispanize y Flora Mexicana, conteniendo algunas que han quedado inéditas. Co- mienza el tomo 1 con la Diadelfia decandria, señalándose en muchas que las acompaña un Icone con número ó sin él. En el tomo II continúan esas descripciones, pero compen- diadas en la Poligamia monecia, y retrocediendo despues hasta la Didinamia angios- perma. En los dos tomos siguientes se continúan las descripciones ya publicadas; además, se describe una especie del género Borbonia. XIL /ndez iconum rariores omnes novasque vegetabilium stirpes ab Expeditione Botanica Nove-Hispanie in secunda excursione detectas representantium.—1 pliego; son 180 los dibujos indicados. Este pliego es de suma importancia, porque los números corresponden á los de los di- bujos señalados en las Plante Novee Hispanise, y en consecuencia, sirven para numerar Jos Icones que no lo están en aquella obra. Algunos de estos números corresponden á los dibujos de la lista inédita de los Icones que posee De Candolle, pero no corresponden á sus números, puesto que los dibujos que copió este botanista están arreglados y numera- dos por su método natural. El “Vovorum generum nomince,” que contiene 22 nombres, no tiene importancia. XIIL. /ndices plantarum. Tiene mucha importancia este manuscrito, porque el que se titula Indice de la Flora Mexicana y que corresponde á la Obra que publicamos con el nombre de Plante Nove Hispanize, contiene la numeración de los Icones y sirve para completar los números que faltaron en el manuscrito que sirvió para la publicación de la mencionada obra. Se debe publicar una lista de láminas, tomándolas de estos índices. Igualmente es importante el índice de los nombres de las plantas recogidas en las tres excursiones, porque se puede decir que es el catálogo de las plantas que se conservan en el Herbario del Jardín Botá- nico de Madrid. Contiene, además, en la lista de 209 ejemplares de herbario, recogidos en la tercera excursión y enviados á Madrid en el mes de Julio de 1791, señaladas 59 es- pecies nuevas, descritas por los autores. XIV. Lista de los nombres botánicos de las plantas de todas las clases, descritas en los tomos Í, 11 y III de la Flora Mexicana. Supongo que son los borradores que sirvieron para hacer los índices de la Flora Me- xicana y Plantee Novee Hispanicze, con la anotación de las láminas, y si constan ó no en el herbario, así como la foja del manuscrito en que se encuentran las descripciones origi- ginales. XV. Virtudes de la corteza del palo nombrado Copalchi. Receta del Té Balsámico. Observaciones sobre la Quasia amarga y sus virtudes. Observaciones sobre una especie de Helianthus. Lista de plantas vivas y desecadas: de semillas, cortezas, gomas, Tresi- nas, dibujos, animales y minerales remitidos al Rey, al Real Gabinete de Historia Va- 386 ESCRITOS INÉDITOS DE M. SESSÉ Y J. M. MOCIÑO tural y Real Jardín Botánico de Madrid, y al Jardín Botánico de México. Lista de las maderas del Curato de C'hicontepec (comunicada á los autores de la Flora Mexicana). —48 hojas en folio y 12 cuartillas. Manuscrito de sama importancia para la historia de la expedición de Nueva España; además de los datos curiosos que contienen las noticias referentes á las aplicaciones tera- pénuticas del Colpachi, Helianto y Quasia amarga, son de valor los que se refieren á las maderas, pues corresponden á los árboles de los lugares cálidos, y que tienen aún hoy bastantes aplicaciones. La lista de los objetos remitidos á España en Agosto y Octubre de 1793, además de que da una idea de la actividad con que se trabajó por los expedicionarios, suministra datos acerca de los objetos remitidos. Así, por ejemplo, ya sabemos hoy que en Madrid se recibió y se examinó por la Reina, el contenido de un cajón que consistía en un Herba- rio de 385 plantas con 180 dibujos, 35 aves y 3 cuadrúpedos. Las plantas eran nuevas y raras, recogidas en los alrededores de México. Tampoco ya cabe la menor duda de que las semillas de las plantas que, sembradas en el Jardín Botánico de Madrid, y que produ- jeron las que le sirvieron á Cavanilles para sus lecciones, fueron remitidas por el Señor Doctor Sessé. No pudiéndose dudar ya que las descripciones que hizo este botanista, fue- ron, conociendo y aprovechándose de los trabajos, ejemplares y dibujos que habían remi- tido á Madrid los naturalistas de la Expedición de Nueva España; circunstancia que ja- más mencionó Cavanilles, atribuyéndose todo el mérito científico de las descripciones, y robando así el fruto recogido con tanta labor por aquellos ilustres viajeros, en cuyo nom- bre protestamos contra aquel despojo que indebidamente han sancionado los botanistas. Igualmente, debemos mencionar la importancia de las noticias que acompañaban á los ejemplares de gomo-—resina de Mangle, Sangre de Drago, laca del Croton lacciferum, goma de Cuapinole, goma de la Gobernadora, texcalama y materia colorante de la Yerba del Pollo. Este manuscrito, casi en su totalidad, merece publicarse. XVI. Plantas descritas en el viaje 4 Acapulco, por Castillo (Juan Diego). Car- tas y descripciones de plantas del Valle de Santa Rosa, por León (Ignacio). Lista de plantas de Cuernavaca (comunicada á los autores de la Flora Mexicana). Este manuscrito no lo encontró el Señor Altamirano en la Biblioteca del Jardín Bo- tánico de Madrid. , XVI. Plantas descritas hasta la clase duodécima del sistema de Linneo. Como lo dice Colmeiro, están en poder de los descendientes de Boutelou, en Sevilla. XVII. Comunicación dirigida al Conde de Revillagigedo en 1791, por Sessé (Mar- tim), sobre el descubrimiento de las nueces moscadas de México. Manuscrito prestado por el mismo Señor Colmeiro al Señor Altamirano, para que se tomara copia, así como la de los dos dibujos que lo acompañan; merece la publicación, Los manuscritos siguientes no los indica Colmeiro, pero existen en la Biblioteca del Jardín Botánico, de donde sacó la copia el Señor Altamirano. XIX. Especies de plantas que han servido de ejemplo á la demostración de las Lec- ciones, en el curso del año de 1788. Lista importante por estar señaladas ya muchas de las plantas que fueron descritas después en la Flora y las Plantee Nove Hispanive. El manuscrito se termina con ejem- plos de morfología botánica, señalando plantas del país. XX. Vombre de las Misiones, Poblaciones y Parajes con agua, etc., que ha encon- trado Don José Longinos en sus expediciones por las Californias. Contiene, además: Cordillera de los Curatos del Arzobispado de México, en orden alfabético; noticia del ESCRITOS INÉDITOS DE M. SESSÉ Y J. M. MOCIÑO. 387 número de Partidos que componen la Provincia de Valladolid, con expresión clara de las poblaciones que pertenecen á cada uno, y por último, un Index Locorum natalium plantarum in historibus Voluminibus memoralarum. Merece publicarse todo el manuscrito. XXI. Correspondencia de la Expedición de Nueva España. Manuscrito el más importante, porque contiene documentos oficiales, con noticias respecto á la Expedición; tropiezos para inaugurar el Jardín Botánico; fecha de las ex- cursiones; dificultades con la Universidad, que siempre se opuso al establecimiento de una cátedra de botánica; noticias acerca de los ejercicios hechos por los alumnos más aprovechados, y nombres de estos alumnos. La mayor parte de estos documentos son cartas del Señor Sessé al Señor Doctor Casimiro Gómez Ortega. Inútil es decir que este manuscrito debe imprimirse. XXIT. Papeles de oficio sobre un curso de Botánica tenido en México y sobre pre- tensiones del título de Botánico por algunos mexicanos. Este manuscrito es indispensable para la historia de la Expedición Botánica de Nue- va España; él da á conocer las labores de aquellos sabios infatigables que lograron im- plantar aquí, hace más de un siglo, el estudio de la Botánica, consiguiendo su adelanto á tal altura que, comparado con el que tiene actualmente, nos causa vergúenza el atraso en que nos encontramos, empezando por nuestra misma capital. XXI! Inventario de las plantas que pertenecieron al Señor Doctor Eugenio Peña. Este documento es importante, porque de él se deduce que el manuscrito original de las Plante Nove Hispani«e, estuvo en poder del Señor Eugenio de la Peña, catedrático del Colegio de San Carlos, de Madrid, y además, que los 87 dibujos inéditos del Jardín Botánico, y de los que se trajo los fotocalcos el Señor Altamirano, también fueron recu- perados de la familia de aquel Señor. En este documento aparece la lista de dibujos de animales clasificados por los miembros de la Expedición de Nueva España, así como el inventario de las plantas secas que pertenecieron á dicho Señor Peña. El documento tie- ne unas notas del Señor Mariano Lagasca. Merece la publicación. XXIV. Indice de los mawuscritos, dibujos y láminas del Real Jardín Botánico. 42 División. Manuscritos de Sessé y Mociño. Índice que sirvió al Señor Colmeiro para formar el que presentó en su obra de la “Botánica y los Botánicos de la Península Hispano-Lusitana,”” pero que contiene más datos que el anterior. Merece publicarse. XXV. Catálogo Botánico de las 281 especies de semillas mexicanas que contiene, con sus correspondientes números, el adjunto cajoncito, más una comunicación para que lo reciba el Señor M. Lagasca. Documento que no pertenece realmente á la Expedición de Nueva España: es una remesa del Señor Cervantes, hecha el año de 1815, según se desprende del oficio citado. Merece publicarse. XXVI. Comunicación ordenando el Rey al Director del Jardín Botánico que en- tregue ú los profesores encargados de la Flora Peruana, los manuscritos, etc., que el Señor Boutelou había recogido de la casa que habitaba el Señor Mociño, en Madrid, cuando se fué 4 Francia. Este documento tiene de importante, que nos da una idea de la manera desastrosa como se repartieron los frutos de aquella memorable Expedición, tan desgraciada como sus infatigables viajeros. Además, este documento nos explica perfectamente, cómo en La Nat,—Ser, 1.—T. 11.—Julio. 1900. 49 388 ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. las colecciones de plantas de Pavón, y que actualmente se encuentran en Kew y el Bri- tish Museum, aparecen numerosas plantas mexicanas, que hoy sabemos, á no dudarlo, que pertenecieron al herbario de Mociño y Sessé; y también se explica cómo Ruiz y Pa- vón pudieron describir especies de México, en donde nunca estuvieron, pues por sus ma- nos pasaron las colecciones de la Expedición de Nueva España. El Señor Altamirano también adquirió otros documentos históricos de suma impor- tancia: el primero es el proyecto de una “Ordenanza del Jardín Botánico de México,” reglamento que demuestra el conocimiento administrativo y la ilustración de su autor; y el segundo, una copia en catalán, como el original, del acta de defunción del ilustre Mociño, así como la traducción hecha por el mismo Cura Párroco que proporcionó la pri- mera. Sería de desearse que al publicar este valioso documento, pudiéramos acompañar- le el acta del nacimiento de nuestro compatriota. Tal es el resumen sucinto de los documentos que por tantos años se ha trabajado por conseguirlos. Como se ve por la noticia anterior, lo más importante para la gloria de aquellos intrépidos expedicionarios, ya había sido publicada por la Sociedad de Historia Natural y por este Instituto; pero los nuevos datos que hoy tienden á enriquecer la his- toria de aquella memorable Expedición, no son de desdeñarse, y por ese motivo propon- go que los publiquemos en nuestros ““Anales,”” bajo el título de “Documentos relativos á la Expedición de Nueva España, por los Señores Martín Sessé y José Mariano Mo- ciño.” Réstame sólo felicitar al Instituto Médico y á su Director, por la adquisición de es- tos documentos históricos, que prueban una vez más cuánto debemos y cuánto tenemos que imitar de Sessé, Mociño, Cervantes, Castillo, Longinos, Cerda, Echeverría, Larreás- tegui y Maldonado. México, 28 de Febrero de 1899. De Y. Ramizes, LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. E BAJÍO: Entre las divisiones topográficas definidas en la Mesa Central de México, por las ma- sas de montañas diseminadas en ella, debe citarse con especialidad, la parte llamada “El Bajío,” que se extiende desde los alrededores de la Ciudad de Querétaro, hasta el pie de las montañas de la sierra de Pénjamo, al Oeste, y los cerros inmediatos á la Ciudad de León, al Norte. Esta llanura, alargada al principio en la dirección E. W., después hacia el N.W., de cerca de ciento cincuenta kilómetros, se halla generalmente rodeada por elevadas montañas y sierras que siguen más ó menos igual orientación. Aun el mismo Bajío no es una llanura uniforme, pues muchas montañas aisladas ó grupos de cerros di- seminados aquí y allí, alteran su regularidad, dejando entre sí extensas llanuras bien cultivadas, á la vez que cruzadas de excelentes caminos carreteros. El Ferrocarril Central atraviesa de uno á otro extremo esta fértil región. ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. 389 == La importancia de esta parte de la Mesa Central, se debe precisamente á la buena calidad de sus tierras, en las que se cosechan variados productos agrícolas. El Barón de Humboldt, en su “Ensayo Político,'? menciona una elevada producción, especialmente de cereales, señalando de paso que el gran desarrollo de las formaciones volcánicas han contribuido, por la descomposición de las rocas basálticas y otras, á fomentar la po- tencia agrícola de aquellas tierras. Muy justa es la observación de este sabio, pues se ve que la mayor parte del Bajío, constituido por formaciones volcánicas modernas, se carac- teriza por una profunda erosión, cuyos progresos se adivinan en cada montaña de pen- dientes suaves y cumbres arredondeadas. Si fuere posible una restauración, tendríamos en muchos lugares elevados, conos trun- cados, cúpulas, etc.: tal son de numerosas las huellas de volcanes y las corrientes de la- vas. En cuanto á las cadenas montañosas que limitan el Bajío, su naturaleza geológica es muy variada y aun complicada. En ellas se levantan las montañas rápidamente, deter- minando un acentuado contraste entre sus pendientes ahondadas por barrancas y la ve- cina llanura del Bajío. Éste se halla deprimido en medio, señalando esta depresión la corriente del río de Lerma. Después de su nacimiento en los pantanos del Sudeste del Valle de Toluca, y de abrirse paso á través de las regiones desnudas del Ixtlahuaca y Maravatío, penetra al Bajío hasta Salamanca, en donde voltea rápidamente al Sudoeste, y continuando al Sur de Pénjamo, en estrechos valles, desemboca en el lago de Chapala. Juzgando por la in- clinación muy uniforme de la llanura en su medio y aun por el curso de los afluentes que de todas partes vienen á juntarse al gran río, se tiene bien pronto la idea de que el Bajío es una especie de cubeta irregular, abierta al Sudoeste, por donde sale el río de Lerma. Los rasgos topográficos de esta región, que creemos muy peculiares, y las condiciones de clima que de ellos resultan, bastan, pues, para caracterizarla y explicar, porlo mismo, el nombre con el cual se designa esta pequeña fracción de la gran Mesa Central. Un vasto recipiente limita, por decirlo así, el Bajío hacia el Sur. Este es el lago de Cuitzeo, que derrama una parte de sus aguas por el río de Moroleón, en un circuito vol- cánico llamado lago de Yuriria, de donde salen las aguas por un canal para regar las magníficas tierras del Valle de Santiago. Trabajos de canalización más vastos, cuya eje- cución se halla en vía de llevarse á cabo, llevarán igual beneficio á un radio más extenso de la rica comarca del Bajío. A Cráter de Parangueo.—B Undimiento de Solís, —C Cráter-lago de Zintora.—D Circo de Santa Rosa.— E Cráter de la Blanca. —F Cráter-lago del Rincón.—G Cráter de Estrada. 390 ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. EL GRUPO VOLCÁNICO DEL VALLE DE SANTIAGO. No podré llevar mis estudios á toda la extención del Bajío, cuyo carácter esencial- mente volcánico es ya conocido. Establecer las relaciones geológicas de las cadenas limí- trofes, me impondría una tarea aventurada. Me voy á ocupar solamente en la región de los volcanes, circunscrita al Distrito del Valle de Santiago, que ofrece un interés especial á causa de los numerosos cráteres estrechamente unidos unos con otros, y sostenidos á veces por grandes conos, pero en su mayor número, elevándose apenas sobre el nivel ge- neral de la llanura. Las cenizas volcánicas, las tobas, las brechas de escorias volcánicas, y aun las lavas compactas, se extienden en una gran superficie, y la predominancia de alguno de estos materiales, imprime modificaciones sensibles en la estructura de cada uno de ellos, por lo que toca á su forma y origen. De aquí el interés que entraña esta región volcánica, y la que, por otra parte, llama vivamente la atención, por los rasgos peculiares del paisaje, las grandes dimensiones de los cráteres, algunos de ellos llenos de agua has- ta la mitad, la sucesión cronológica bien clara de estos aparatos, y el principio de su ero- sión, á la cual el hombre ha contribuido en mucha parte. Nos encontramos frente á un centro de volcanes extinguidos, que muy bien puede describirse al lado de estas regiones del globo que son clásicas, por la claridad de los fenómenos que en ellas se han verifica- do y la luz que han arrojado á la ciencia de los volcanes. En la inmensa área volcánica del Bajío, íntimamente ligada con las regiones no me- nos volcánicas del Sur de la Mesa Central, en donde se observan todos los grados de la denudación, es curioso examinar este grupo volcánico muy circunscrito del Valle de San- tiago, en un rincón del Bajío, que parece haberse constituido en una fecha reciente y tan apreciado por la claridad de las formas. Son de tal manera frescas, que se piensa desde luego en su contemporaneidad. Por la clase de fenómenos que han dado nacimien- to á los cráteres mencionados, parece que en cierto modo constituyen un grupo separado, aunque perteneciendo á la última etapa volcánica, cuyas manifestaciones se hacen sentir aún en otros lugares de México. La Ciudad del Valle de Santiago, da nombre á un Distrito del Estado de Guanajua- to; está situado en el Bajío, á 23 kilómetros al Sur de la ciudad de Salamanca, cerca de un grupo de montañas que se adelanta en la llanura. En los flancos de estas montañas están colocados el mayor número de cráteres, reconocibles desde luego por la forma muy regular de los conos truncados, la disposición radiante de las barrancas y más aún, por la forma circular de los bordes que, desigualmente elevados, muestran, vistos desde le- jos, la cavidad que ocupa el medio de cada cono, tanto el más alto, sostenido por una extensa boca, como los que se levantan casi inmediatamente sobre la llanura. Debido á esta apariencia, se les ha dado, sin duda, el nombre de Ollas, que substituye á la pala- bra “Caldera,” con la que se designa á otros semejantes. El cráter más próximo á la ciudad de Santiago, se le ha llamado “La Alberca,” es decir, estanque, por alusión á las aguas que cubren el fondo del cráter. Con el nombre de volcán de “La Batea,” se designa la más alta montaña inmediata á la ciudad, con un cono muy elegante, regularmente surcado de barrancas y sostenido por una muy ancha OBe11UES SP SILA 19p Sodajeao “TIXX "uyT "VZATVINLIVN V1 'S 62 “III UL ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE TANTIAGO. 391 base. El elevado cono terminal, con su cráter en medio, semeja perfectamente el utensilio de aquel nombre, muy usado en México. En un folleto presentado por el Señor Don Pedro González, en las sesiones del XI Congreso de Americanistas, que celebró sus reuniones en la Ciudad de México hace unos cinco años, se encuentran noticias sucintas acerca de los referidos cráteres. El autor ex- presa que la tradición señala el emplazamiento del Valle de Santiago, en el lugar prehis- tóricamente conocido por las “Siete Luminarias,” aludiendo á los siete volcanes que exis- ten en los alrededores de la Ciudad. Habla también de ciertos indicios, como por ejemplo, de un dibujo imperfectamente tallado en la roca de una gruta, que sería, para el autor, la imagen de una erupción vol- cánica, la cual habrían presenciado los aborígenes tarascos Ó mexicanos. Este grabado, así como el nombre de las “Siete Luminarias,” de la tradición, son pruebas bastante de- cisivas de la formación, ó al menos de la actividad muy reciente de los cráteres á que se alude. Diremos de paso, que en la localidad hay nombres muy característicos. Por ejemplo, al mayor cráter-lago se le llama Yuririapúndaro, que en el lenguaje de los tarascos quie- re decir “Lago de Sangre,” porque se dice que recibía en sus aguas á los cadáveres de los indios matados por los españoles. Todo el que haya viajado por la región volcánica del Valle de Santiago, le habrá lla- mado la atención el aspecto del país. Las líneas regulares y aun simétricas de los bordes y taludes de los cráteres, están perfectamente marcadas á causa de la falta de los bosques. Las pendientes se han uniformado, así como los terrenos circuanvecinos, merced al trabajo del hombre, que ha convertido en hermosos campos cultivados la vasta capa de arena y toba. Después de la cosecha, y durante el Invierno, el terreno, de un color pardo rojizo, adquiere la monotonía y la tristeza de las regiones aún desoladas por los fenóme- nos volcánicos. El cultivo del maíz se hace también con éxito, en el fondo de los cráteres secos, y más ó menos nivelados por un principio de erosión. Por aproximados que estén los cráteres unos de otros, tienen generalmente grandes dimensiones, sobre todo si se les compara con la altura de sus rebordes. En vista de esta circunstancia, así como de la homogeneidad de su estructura, creo que la mayor parte de ellos pertenecen á la categoría de los cráteres llamados de explosión. La cavidad más pe- queña se encuentra en la cima de la montaña más alta, “La Batea,” que es la sola que muestra todos los fenómenos sucesivos de un volcán, á saber: emisión de lavas en corrien- tes superpuestas, que extendidas en la boca forman lo que se llama “mal país;” después erupción de productos triturados, arrojados por los gases y vapores que se escapan por la chimenea, alrededor de la cual se forma un reborde de brechas, escorias y cenizas, de- jando una cavidad á manera de embudo. En una palabra, este volcán ha sido el centro principal de actividad. De un lado y otro de este lugar, se alinean los grandes circos, cu- yo nacimiento fué debido á golpes violentos ó sean verdaderas explosiones. En la lámina adjunta se representa la vista en conjunto de algunos cráteres, tales co- mo se les mira desde la cima del cráter de la Batea. Por esta perspectiva se puede apre- ciar la proximidad relativa de dichos cráteres y aun su tendencia en colocarse según una dirección, lo que se ve aún mejor en el croquis. Además de este paisaje verdaderamente espléndido que se extiende á los pies mismos de la Batea, una simple ojeada más allá del grupo, muestra un número incontable de volcanes diseminados por el Bajío. Por todos lados cierran el horizonte y no pueden referirse á una sola orientación. 392 ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. AS > EIN NS A 7% ea dd EN q NA NU G Nu Sn e E CRATERES —DEL— y» VALLE DE SANTIAGO , Escala de 1:30,000. OTROS NOLCANES DEL BAJÍO! Coloquémonos, por un momento, sobre el cráter de la Batea, que se levanta 450 me- tros sobre la llanura que se extiende al Norte como un gran plano inclinado en esta direc- ción; se verá más allá de Santiago, cerros aplanados interpuestos entre esta ciudad y Sa- lamanca. Al pasar por el camino que une á estas dos poblaciones, pudimos observar su naturaleza volcánica. Lavas basálticas constituyen esos cerros, coronados de brechas, res- tos de los cráteres destruidos por erosión. Más lejos, y siempre al Norte, se descubre la ca- dena de¿las Cruces, muy cerca de Salamanca, con un cono y cráter bien reconocibles. En seguida¿de estas montañas, la llanura se extiende hasta la base de la Sierra de Guanajua- to, que proyecta en el horizonte el gran pico del Cubilete y las crestas de los Gigantes y los Llanitos. Una muy elevada montaña, el cerro de Culiacán, se perfila en el Oriente con sus pendientes regulares y simétricas. Este cono gigantesco acusa por la forma, su natu- raleza volcánica; en la cima quedan aún brechas y cenizas. Al Oeste y Sudoeste los volca- nes son más numerosos; citaré únicamente el cerro de las Jicamas, el de la Torre, el cerro con su cráter de Villa Chuato y el cerro de Huanímaro. ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. 393 Hacia el Sur se encuentran los cerros Grande y del Tule, al pie de los cuales se levan- ta la Batea y los cráteres que estudiamos especialmente. Tal parece que en la dirección SE.-N W. se levanta el mayor número de volcanes, y que en igual sentido se alinean los cráteres de Santiago. Una desviación de la actividad volcáni- ca habríase dirigido en esta línea, en donde se ve toda una serie de volcanes y de manantia- les termales, despuésel volcán de San Andrés, 450 ks. de Santiago, al pie del cual se hallan los géiseres que Saussure fué el primero que describió. Se domina desde el volcán de la Batea, entre este punto y elvolcán de San Andrés, que apenas se ve en el horizonte, el vol- cán de Salvatierra, el Mengueró, el Pejo y los altos conos de los Pastores y Santiago, que rodean el lago de Yuririapúndaro. Otra montaña, “Cerro Blanco,” rodeada de pequeños conos adventicios, en parte destruidos, completan el círculo volcánico de este lago. Un borde circular bajo, desprendido del cerro de Santiago, separa el lago del cráter- lago de Yuriria, el primero del grupo de los cráteres del Valle de Santiago y el más an- cho, con cerca de 2,000 metros de diámetro. Es de notar el paralelismo del cordón volcánico.con la dirección de muchas sierras geológicamente distintas, diseminadas al Sur de la Mesa Central. En regiones volcánicas completamente desnudas, es frecuente encontrar pequeños co- nos escarpados, formados de lavas duras, que en la mayoría de casos, no son sino restos de antiguos volcanes, Ó más bien dicho, chimeneas volcánicas obstruidas por tampones de lava y que se ven, tanto en Europa como en América. M. Dutton señala la abundan- cia de estos pequeños conos sobre la mesa volcánica del monte Taylor. Hace un estudio bastante detallado de estas curiosas estructuras designadas con el nombre de nechks, pa- labra equivalente á tel¿/las que se emplea en México para designar masas lávicas semejan- tes. Dos de estos neclks ó tetillas, propiamente dichas, se ven erguirse al Oeste del volcán del Rincón, en las llanuras del Bajío, que se prolonga allí en una gran extensión al Norte y al Oeste. Estos montecillos rocallosos, aislados y de poca altura, despiertan la idea de volcanes destruidos. Forman la retaguardia del magnífico cortejo de volcanes, de los cua- les he señalado los principales. Si en la inmensa área volcánica del Bajío, se encuentran todos los estados de destrucción por erosión en los numerosos aparatos, es natural supo- ner que los fenómenos eruptivos se han reproducido de una manera sucesiva, por des- alojamientos del punto de actividad. El notable contraste entre los volcanes de erupción y los del tipo de explosión del Valle de Santiago, muestra, á mi entender, que estos últi- mos son el final de la serie, los representantes de la última y del todo reciente etapa, que cierra aquí los fenómenos eruptivos. Los grandes cráteres de Santiago, sin corrientes de lava, tan poco elevados y formados de un golpe, tanto por explosión como hundimiento, mostrarían hasta cierto punto el debilitamiento de las fuerzas internas en esta región. Los cráteres resultarían, pues, de erupciones abortadas, detenidas en el primer momento de su nacimiento: en cierto modo como erupciones embrionarias, empleando los términos de los vulcanologistas modernos. ASPECTO GENERAL DE LOS CRÁTERES DEL VALLE DE SANTIAGO, Como sucede en muchos centros volcánicos con grandes cráteres de explosión, éstos ocupan una posición excéntrica á los más altos y más antiguos volcanes compuestos. In- dependientemente de la excentricidad de los cráteres-lagos del Rincón y de Y uriria, res- pecto de los volcanes vecinos, todo el cordón de cráteres se encuentra al pie de los altos 394 ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. volcanes, Cerro Grande, el Tule, etc. El volcán de la Batea, que es también reciente, está formado igualmente al lado de una montaña, el Cahuajeo, volcán que recuerda el tipo de los Puys. El grupo volcánico del Valle de Santiago está compuesto de trece cráteres disemina- dos en un espacio de catorce kilómetros de largo, desde el cráter de Yuriria hasta el pie del cerro del Rincón, en el flanco del cual se encuentra el cráter-lago del mismo nombre. Mejor que una descripción de la situación relativa de estos cráteres, el croquis que he forma- do da una mejoridea de ésta. El vértice del volcán de la Batea, 42,215 metros arriba del ni- vel del mar, es el punto dominante, alrededor del cual están colocados el mayor número de cráteres. Desde luego, en el flanco $. E., cerca de los pueblos de San Jerónimo y dela Mag- dalena, dos cráteres soldados se alinean en la dirección SE.-N W. El último de estos ge- melos limita la vasta capa de agua de Yuririapúndaro. De en medio del fondo aplanado de estos cráteres, se levantan súbitamente las pendientes exteriores de uno de los más her- mosos cráteres, la “Olla de Flores,”” que durante su formación debió destruir los bordes S. W. y N. W. de las más antiguas “ollas.?? Cuando se alcanza el borde del cráter de Flores, se contempla un espectáculo soberbio, debido sobre todo á la regularidad de la for- ma circular, á la profundidad y pendientes abruptas del interior; muros rocallosos, casi verticales, forman anillos sucesivamente escalonados. Fácilmente puede uno asegurarse que son corrientes de lava superpuestas. La vegetación cubre únicamente las barrancas que llegan hasta el fondo, en donde el suelo plano está erizado de pequeños montículos de brechas, alrededor de los cuales se enltiva el maíz. Un solo camino fácil permite llegar al fondo, camino cerrado por una puerta, que sólo se abre para dar paso á las cabalgaduras, las gentes de á pie, pudiendo transitar por otro sendero demasiado incómodo. Según Judd, la entrada única que permite el acceso al gran circo cubierto de bosques de Astroni en los campos flegreanos, está resguardado por puertas, como una propiedad de la corona de Italia reservada para la caza real. Las pendientes del cono de la Batea se interrumpen de repente por los bordes de otro cráter no menos profundo y grandioso, la “Olla de Zintora,” de 1,500 metros de diáme- tro y más de 140 de profundidad, circuido por escarpes de lava y el fondo cubierto por aguas demasiado alcalinas. En las playas que rodean al lago se cultiva la caña de azúcar. Como se ve en la lámina, á corta distancia, en dirección al N.W. del cráter de Zin- tora, hay dos cráteres muy aproximados uno de otro, llamados *“Olla de la Blanca,” y “Olla de Estrada,” enormes circos de bordes poco elevados y constituidos esencialmente de lapilli y brechas. Un cono de lavas macizas se levanta en el reborde Sur del cráter de la Blanca; una parte del fondo está ocupado por montículos de brechas que se levantan de 10 á 30 metros, agrupadas de tal suerte, que forman un cráter interior destruido por erosión. Desde hace tiempo se extrae de este lugar el Zezontle para las construcciones de la Ciudad del Valle de Santiago. En frente del cono sur del cráter de la Blanca, y precisamente al pie, se percibe una cavidad circular desprovista de reborde, poco profunda, pero de paredes verticales for- madas de lavas. No hay brechas, y-las tobas que en otros cráteres forman las aristas de los bordes, no existen en abundancia, y las que viniendo de los cráteres vecinos, siendo naturalmente capas inclinadas al interior. Esta cavidad, conocida con el nombre de “Olla de Solís,” no es sino un hundimiento; ningún otro fenómeno de naturaleza volcánica se ha producido allí. Se ve en esta subsidencia un ejemplo notable de la manera como de- bió haberse iniciado la mayor parte de los cráteres del Valle de Santiago. No se observa cambio alguno en la topografía del terreno, en derredor del hundimiento. ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. 395 Detrás de los dos pequeños cerros que se ven á la izquierda de la vista panorámica y que dejan percibir aún sus cráteres desbrechados, existe un gran circo, “La Olla de Pa- rangueo,” cráter-lago de dos kilómetros de diámetro, circuido de lavas y tobas, con bor- des elevados al Sur y abatido hasta la llanura del lado Norte. El último término de la serie de los cráteres, es el gran cráter-lago del Rincón que, como la Caldeira de Palmas y el lago Pavin, los cráteres-lagos de Nemi, el de Albano y algunos otros, se encuentran fuera del eje de las montañas, y que siendo volcanes más antiguos, se encuentran más atacados por la erosión. Las rampas exteriores del cráter-lago del Rincón, descansan sobre el fondo de un enorme cráter de tobas, y del cual sólo se conserva una parte de los bordes, el resto ha- biendo sido substraído durante la formación de aquel, así como por las corrientes de las aguas que, viniendo del Oeste, inundan cada año la parte del antiguo cráter, limitado aún por el borde conservado. El inmenso circo de Santa Rosa, así llamado, tiene cerca de 4 kilómetros de diámetro y que, por el cultivo, forma un magnífico circuito: vasta ex- planada que ha recibido el material de una denudación considerable. De los trece cráte- res que acabo de enumerar, se ha visto que cinco tienen agua en el fondó; el primero de estos lagos se encuentra en el extremo S.E. del grupo volcánico, los otros cuatro for- man el vértice de un cuadrilátero. LA ESTRUCTURA GEOLÓGICA. Después de estas generalidades, que dan alguna idea del aspecto en conjunto de la región, me queda por hablar de la estructura y condiciones de formación de cada uno de los aparatos. Antes de su aparición, los principales rasgos topográficos eran poco dis- tintos de lo que son en la actualidad; los cráteres no han hecho sino modificar un poco la débil pendiente de las montañas, cerca de su base. El acontecimiento más notable sería la formación súbita del cráter hundido de “La Alberca,” que surgió directamente de la llanura, levantando sus rebordes casi á 80 metros arriba de ella. Desde el punto de vista geológico, los cambios no han sido muy importantes. Sólo consisten en el depósito de nuevas capas de toba en derredor de las cavidades y extendi- das más lejos, hasta los bordes de la llanura. La tectónica no se ha modificado sensible- mente. La estabilidad de los terrenos cercanos á los cráteres de explosión, es un hecho casi universalmente reconocido en los estudios modernos, y que ha echado por tierra los fundamentos de la antigua teoría de los cráteres por levantamiento. El Bajío es una llanura cuaternaria constituida por gruesas capas de tobas, formadas durante el régimen lacustre de aquel lugar. Estos depósitos alcanzan gran profundidad. La regularidad de las capas, su homogeneidad, así como la uniformidad de su inclina- ción, que es, además, muy débil, revela la forma tranquila de su depósito, con el mate- rial volcánico arrastrado por las aguas, durante una denudación ejercida por largo tiem- po. Lechos de lavas y delgadas capas de /apilli y cenizas se intercalan, lo que prueba que no solamente los productos de la erosión venían á llenar la cuenca, sino también el material de las erupciones volcánicas, que caía directamente en las aguas. Poco tiempo después de que éstas se retiraron de Valle de Santiago, se manifestó La Nat.—Ser. 1.—T U1.—Agosto 1900, 50 396 ING. EZEQUIEL ORDÓNÑEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. una recrudescencia de la acción volcánica, en las montañas vecinas, inundando de lavas una parte de la llanura. Los volcanes del Rincón, el Cahuajeo y los pequeños conos, cer- ca de la Batea, arrojaron corrientes de lava que alcanzaron la llanura, en donde se las ve ahora con sus contornos sinuosos y dándole al terreno este aspecto rugoso, estéril, de mal país, que contrasta con el suelo blando y fértil sobre el cual han corrido las lavas. Di- chas corrientes, superponiéndose unas á otras, llegaron á formar, finalmente, el manto que cubre los flancos de los volcanes y las llanuras vecinas. He aquí, en pocas palabras, el estado del lugar antes de que apareciesen los grandes circos de explosión. El volcán de la Batea ha debido, tan sólo, continuar sus erupciones después del re- poso de los demás, pero sin arrojar más corrientes de lava; los únicos productos eran cenizas, piedras y bombas que, amontonadas alrededor de la chimenea, formaron el cono de brechas, sostenidos por el gran cono de lavas. En la actualidad, el mal país no está descubierto en toda su extensión, únicamente aparece en la llanura, en donde las corrien- tes de lava tienen poca inclinación, Ó en los vértices que forman escarpes. Las pendien- tes y los bordes de la mayor parte de los cráteres, están cubiertos de un grueso depósito de tobas, dividido en capas delgadas, de un color gris amarillento, é inclinadas en diver- sos sentidos, en relación con los accidentes del terreno en que se han depositado. Este material ha venido á regularizar, por decirlo así, las pendientes cortadas hoy día por ba- rrancas profundas, socavadas por erosión. Las capas de tobas uniformemente extendidas y sin vegetación, surcadas, además, simétricamente por las labores, hacen resaltar admi- rablemente el carácter volcánico de esta región. Se tiene una prueba evidente del origen de estos productos, por la manera como es- tán depositados en los anillos cratéricos. Debieron haber sido proyectados durante las explosiones y los hundimientos, de los cuales han resultado las grandes cavidades cir- culares. En algunos lugares, las capas de tobas contienen numerosos bloques de lavas, ya an- gulosos, ya redondos ó bien torcidos, con el aspecto de bombas. En el camino principal que une la Ciudad del Valle de Santiago y pueblos próximos al lago de Yuririapúnda- ro, se encuentran estas piedras en gran cantidad. El camino de que hablo, sube en pen- diente suave los flancos del cono inferior de “La Batea,”” hasta la base del cono superior de brechas. Un cono de 250 metros, casi arriba de la Ciudad, separa este volcán de las rocas que coronan el cerro de Cahuajeo. Las capas de tobas gris amarillento tienen un espesor variable, desde algunos centí- metros hasta dos Ó tres decímetros, fáciles de dividir en pequeños pedazos angulosos, cuyas superficies de división se hallan cubiertas, en su mayor parte, de un barniz de toba caliza, depositada por las aguas de infiltración. Se ven á menudo delgadas capas de ceni- zas y lapilli intercaladas en ciertas capas, y que inmediatamente se reconocen por un co- lor obscuro ó negro. Aunque el material constitutivo de las capas esté algunas veces en granos gruesos, se puede distinguir fácilmente sobre las superficies de separación de aquéllas, las huellas que han dejado las aguas cuando la roca no tenía bastante consistencia. Así, las superfi- cies están surcadas de finas aristas onduladas, formando series concéntricas, como la que produce una materia viscosa al correr. Otras veces las marcas se parecen á las curvas he- chas en las arenas por las aguas en movimiento. Se me ha dicho que alguien ha recogido ejemplares de toba con impresiones de patas de aves, y que uno de ellos se conserva en las colecciones del Colegio del Estado, en Guanajuato. Á primera vista es difícil adquirir una idea justa del modo de formación de tales ca- ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. 397 pas, sedimentadas con tanta regularidad, pero bastante inclinadas para asegurarse desde luego que no han sido formadas bajo las aguas; mas sin embargo, éstas han desempeña- do un papel decisivo en su formación. Ciertamente que en algunas regiones volcánicas se ha testificado en nuestros días la formación de tobas durante las erupciones y diluvios de lodo. Pero la regularidad del espesor de cada capa, en una grande extensión, enseña que no es este el caso, sino que más bien se trata de proyecciones de material detrítico, acom- pañadas de lluvias abundantes ó de vapores. Debió haber habido allí cortas interrupcio- nes en los períodos paroxísmicos de las proyecciones. Tenemos hoy día un ejemplo de esta periodicidad, en algunos volcanes de lava. Las tobas en capas regulares forman siempre una parte de los grandes cráteres, de las caldeiras ó de las maaras. Debe haber una relación, como se ha invocado otras veces, entre la forma explosiva de las erupciones y el carácter físico del material proyectado. Repetiré con Lapparent, que la tensión de los gases alcanza su máximo allí en don- de las lavas faltan. Las que se ven en las paredes escarpadas de nuestros cráteres, exis- tían, como lo he dicho, antes de su formación. Las tobas que cubren la mayor parte de la región de los cráteres del Valle de Santia- go, ofrecen muy distinta inclinación, así como diversas orientaciones; de ambas cosas es fácil asegurarse, tanto en los escarpes de las paredes de los cráteres, como en los nume- rosos tajos socavados por las aguas en las pendientes del terreno. De un modo general, las pendientes coinciden con la inclinación de las capas. Siguiendo los senderos, á me- nudo se atraviesa por grandes espacios, en donde se ve la superficie desnuda de una sola capa; se observan pequeñas ondulaciones, la inclinación aumenta poco á poco, á medida que uno se aproxima al talud de los cráteres. Una vez que se alcanza los bordes, los es- carpes dejan ver las cabezas de las capas, que algunas veces bucean hacia el interior ó se encorvan. En el flanco Norte del cono inferior de “La Batea,”” se ven las capas en algunos lu- gares ligeramente abovedadas. Este accidente proviene muy probablemente de la forma del terreno que soporta las tobas. En otras regiones volcánicas mexicanas, he observado esta curvatura de las capas de toba, verdaderas bóvedas ahuecadas en el interior, á juz- gar por el ruido sonoro que producen cuando se anda en su superficie. No creo que la forma en este caso sea el resultado de un hinchamiento, que difícilmente se explicaría, á causa de la poca resistencia de las tobas. Las capas de toba alcanzan, en los taludes de los cráteres, hasta 35” de inclinación. Cada cráter ha arrojado las tobas que se han depositado en su contorno, y sin em- bargo, el material es el mismo en todos los cráteres y en toda la superficie del suelo. Es- to demuestra que tiene el mismo origen, y de consiguiente, la aparición de algunos crá- teres debió ser contemporánea ó inmediatamente sucesiva. No obstante que todos los cráteres están cubiertos de una capa continua de toba po- mosa, con un espesor muy variable, los otros productos volcánicos, que entran también en la constitución de algunos anillos, nos enseñan que fuera del material en parte arrancado á las paredes de las chimeneas, quedaba en las profundidades un residuo lávico, que se ha abierto paso bajo una forma detrítica. He hablado ya de los lechos de arena que se in- tercalan en las tobas, y conos de brechas, que ocupan el medio de algunos cráteres. Si la manera según la cual han tomado nacimiento los cráteres, ha sido la misma para todos, la presencia de estos productos, al finalizar, ha debido ocasionar diferencias en el aspecto de cada cráter. Los agrupamientos que paso á establecer están fundados precisamente en estas diversas apariencias. Í 398 ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. A —Á CRÁTERES DE BRECHAS. Sobre el emplazamiento de un antiguo volcán que hubo arrojado, sobre todo, lavas, está formado un cono de brechas de escorias, de 200 metros de altura. Este cono, “La Batea,” está constituido como todos los demás, de una serie de capas imperfectas de escorias, en fragmentos de tamaño variable, más Ó menos adheridos. En el vértice del cono, se ve aún la cavidad cratérica, poco profunda, aunque circular, de 200 metros de diámetro; lo que no es notable en un cono formado en condiciones semejantes, á los que coronan volcanes en actividad debilitada. Pero en la cercanía de este volcán hay dos grandes cráteres, de 1,800 metros de diámetro, bastante aproximados y tan poco ele- vados sobre el suelo, que apenas muestran la forma cónica de sus taludes. Aunque cubier- tos en parte de tobas, son siempre las brechas las que dominan en su estructura. No obstante el estar unidos por una base de lava, como todos los cráteres de la re- gión, no existen indicios¿de haber sido alguna vez centros de erupción. Serían, en cierto modo, voleanes parasíticos, pero formados violentamente por verdaderas explosiones. He hablado ya del cono de lava que corona el borde Sur de uno de ellos, el de “La Blanca,” masa que salió fundida por una grieta. Después de la formación súbita del gran cráter, surgió del fondo otro más pequeño, por explosiones repetidas. El material cerró bien pronto la cavidad; en el día sólo se ve un conjunto de montículos, desgastados por erosión, aislados en el vasto anfiteatro apla- nado y aun mejor regularizado por el cultivo. El otro gran cráter, llamado “Olla de Es- trada,?”? muestra, como el de la Blanca, pequeños montículos de brechas mucho menos elevados. Piedras y bombas lanzadas en las explosiones, se encuentran en las tobas extendidas en las pendientes superiores de los cráteres. Estas pendientes se hallan retajadas en cier- tos lugares para proteger las sementeras. CRATERES-LAGOS. Otro hecho capital se verificó en la formación de los cráteres-lagos. Se ha visto en los cráteres de brechas, que las explosiones no han producido otro resultado que el amontonamiento de despojos alrededor de la cavidad, quedando el suelo al mismo nivel que antes de la explosión. El fondo de los cráteres ocupados por el agua es más profun- do, de tal suerte, que se pueden ver en sus paredes interiores las rocas componentes del subsuelo. Consisten en lavas macizas, extendidas en corrientes, separadas algunas veces por depósitos de brechas y rocas calcinadas. Las lavas afectan generalmente una hori- zontalidad perfecta, vistas en el corte. Á menudo, las rocas macizas forman las tres cuar- tas partes de la altura total del cráter, pero nunca sobrepasan el nivel general del terreno al pie de los taludes exteriores de los conos. Con la seguridad de que estos cráteres no han producido lavas, como se ha demostrado, las cavidades tan profundas se han origi- ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. 399 nado por un hundimiento súbito, que en nada afecta á las inmediaciones. El fenómeno de- bió ser precedido y aun continuado con explosiones violentas, que proyectaron, no sólo la gran cantidad de tobas acumuladas particularmente en el contorno del hundimiento, sino también grandes piedras que formaban parte del suelo hundido. Esta manera tan clara de considerar la formación de los cráteres-lagos de Santiago, concuerda exactamente con la idea emitida por Fouque para explicar la formación de la Bahía de Santorin. Por la descripción de esta parte de la isla, se ve que nuestros cráteres- lagos, aunque de menores dimensiones, recuerdan mucho á los de aquélla, tanto por su constitución como por los acontecimientos que en ellos se han verificado. En general, si se pasa revista á los estudios, ya numerosos, que se han emprendido en las regiones volcánicas, con cráteres de explosión, se admira uno al ver las mismas for- mas, las mismas condiciones: tan sólo la intensidad de los fenómenos puede variar. Es preciso añadir que la forma explosiva de los volcanes, se halla íntimamente liga- da á un hundimiento que, como dice Paulett Serope, puede ser muy visible, cual se ob- serva en el circo de Santorin; ó pasar casi desapercibido, por el escombro formado median- te el trabajo de erosión, ó por las aguas que llenan una parte de estos abismos. Formados de tal suerte los cráteres-lagos del Valle de Santiago, se puede observar en sus paredes tres partes distintas. Primero, un embudo formado de escombros produ- cidos por el hundimiento: este cono invertido constituye un fondo bastante sólido; el material triturado cubre los intersticios y llega á ser impermeable para retener las aguas de infiltración. Una parte de este cono es la sola visible en los taludes muy débiles que rodean á las aguas, como playas. En el cráter de “La Alberca,” socavado en la llanura, esta parte desaparece completamente debajo de las aguas; en la “Olla de Zintora,”” las pla- yas son extensas y fértiles. Los bordes del embudo están limitados por la segunda parte, los escarpes de las lavas, cuya altura enseña la importancia del hundimiento. Las pare- des son enteramente verticales en el cráter de “La Alberca,”” lo que le da un aspecto so- berbio ó imponente. En las Ollas de Zintora, del Rincón y Parangueo, los escarpes están más Ó menos escalonadamente separados por los taludes de escombros. En fin, la tercera parte, la que corona los cráteres formados de capas de tobas, generalmente tiene una do- ble pendiente hacia el interior, áspera y desgarrada por la erosión; hacia el exterior, sua- ye, regular y surcada de barrancas, porque es la única que constituye propiamente los troncos de conos, que sobrepasan el plano inclinado general del terreno. Es de advertir, que la importancia de cada una de estas partes es la misma en todos los cráteres, aunque las profundidades relativas sean naturalmente diversas. El espesor y el número de las corrientes es muy variable en cada cráter, aumenta á medida que están más aproximadas de las altas montañas; los cráteres-lagos de Zintora y el del Rincón, muestran numerosas corrientes, separadas entre sí por una capa de bre- chas, más ó menos gruesa. El corte de una corriente de lava enseña á menudo algunos indicios de las condicio- nes de su enfriamento; por ejemplo, la compacidad del centro y el estado esponjioso de sus dos superficies, con un cambio de color, que de moreno ó negro pasa al rojo intenso; lo cual se ve muy bien en dos corrientes del fondo de “La Alberca,” en una pequeña gruta excavada precisamente en el /ezontle, nombre vulgar de este material. En los otros cráteres-lagos, cerca de Santiago, las bandas de brechas son también numerosas y mar- can los taludes que separan los escarpes de las corrientes. Una tendencia á la estructura columnar es común en todas las corrientes, pero no es siempre visible, por los escombros y la vegetación que totalmente la ocultan. 400 ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. == — La vista que se acompaña, del lado Norte de ““La Alberca,” la muestra perfecta- mente. Las paredes, de 15 metros de altura, formadas por una sola corriente, se hunden en las aguas en aquel punto. Esta corriente se inclina hacia el valle, teniendo en el Sur, cerca de la gruta, un espesor de más de 40 metros. Más adelante daremos la descripción de las lavas de los cráteres, todas del tipo basáltico. Las diferencias observadas en estas rocas, enseñan que hubo en ellas condiciones algo diversas de enfriamiento. En cuanto á las tobas que cubren las lavas de los cráteres-lagos, se han dicho ya al- gunas palabras á propósito de la regularidad de su depósito, de sn extensión y de la in- clinación radiante, al partir del centro de las cavidades. Debajo de las capas de tobas, cuyo color y textura es la misma en toda la superficie, abrazada en trechos por los cráte- res, se ve, como en el borde Sur de ““La Alberca,”” por ejemplo, una toba más clara en gruesos bancos intercalados entre las lavas y la toba sedimentaria de la llanura del Ba- jío, que cubre allí á las lavas. Se demuestra por esto, que algunas masas lávicas han co- rrido antes de la retirada de las aguas. Parece que la profundidad de éstas en los cráteres no es muy grande, aunque no se han practicado bastantes sondeos para asegurarlo; pero las playas poco inclinadas alre- dedor de las aguas, en las Ollas de Zintora, Parangueo y Yuriria, son indicio de su poca profundidad. Se dice que en el cráter de Parangueo, la profundidad no excede de 9 me- tros en medio del circo, y de 10 en el de Yuriria. En “La Alberca,” la capa de agua debe ser más gruesa, porque el talud de escom- bros se halla enteramente sumergido. Las aguas tienen allí un color más obscuro que en los otros cráteres-lagos. La temperatura de las aguas está, en lo general, 2 ú 3 grados abajo de la del aire. La sola fuente de alimentación de estos recipientes, siendo la infiltración á través de las capas lávicas superiores, la cantidad ó el nivel de las aguas está sujeto á variar en re- lación con las estaciones. He visto en las rocas de las paredes eflorescencias de sales de- positadas por evaporación. Una línea blanca marca el nivel más alto á que han llegado las aguas. Sin embargo de que los bordes de los cráteres-lagos se elevan á muy distintas altu- ras, el nivel de las aguas queda sensiblemente el mismo en los lagos de Zintora, Paran- gueo y Rincón, ó sean casi 1,740 metros arriba del nivel del mar, es decir, 10 metros más bajo que la llanura en los alrededores del Valle de Santiago. Sólo el lago de ““La Alber- ca”” tiene un nivel de 10 metros abajo de los otros. Es probable que la infiltración de las aguas, á través del terreno circunvecino, se haga de preferencia por las superficies de las corrientes de lavas, y por lo tanto, la diferencia del nivel observado nos marca la incli- nación de tales corrientes hacia la llanura. Ya he dicho que las aguas de los cráteres son alcalinas. Un análisis hecho en el Colegio del Estado de Guanajuato, por el Señor F. Flo- res, arroja la composición que sigue, en un litro de agua de “La Alberca.” Carbonato de sosa, 0.8294; cloruro de sodio, 0.1137; materias orgánicas, 0.6980; áci- do sulfúrico, magnesia y sílice, huellas. No conozco ningún análisis de las aguas de los otros cráteres, pero creo, sin embar- go, que deben tener una composición análoga, aunque las proporciones sean, quizá, más eleyadas en las aguas de “La Olla de Zintora.” Al lado de los cráteres-lagos que he reseñado, debe colocarse el gran cráter de “Flo- res,”” que tiene exactamente la misma estructura, puesto que también ha debido iniciar- se por un hundimiento. Después de este fenómeno, el cráter no ha arrojado solamente tobas, que han formado sus rebordes, sino que ha dado, al fin, lavas calcinadas que se 89431 Y 81, OBE8[-491819 [9P MON BISIA "AIXX “WT “VZAIVINLIVN VI 'S u2 “TIT CL LI ZAS: LA NATURALEZA, Lám, XXV. Volcán de “La Batea” ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLOANES DEL VALLE DE SANTIAGO 401 han acumulado en el fondo del cráter. Hay allí montículos de brechas, como en los crá- teres de “La Blanca” y de “Estrada.” La porosidad del material que tapiza el fondo del cráter de “Flores,” no permite á las aguas acumularse, sino escurrirse más profunda- mente. EL HUNDIMIENTO DE SOLÍS. En lo que concierne al origen de la mayor parte de los cráteres de Santiago, ““La Olla de Solís”? es de las más instructivas. Es una cavidad regular, casi circular, de 450 metros de diámetro, de fondo plano, de paredes tajadas á pico, formadas de rocas de estructura semicolumnar, como las de los escarpes de los cráteres—-lagos. Un fenómeno puramente mecánico ha producido este hundimiento; no se pS reconocer en él huellas de acción volcánica. El suelo de los contornos no ha e arimenidas. desalojamientos, y ningún material se ha acumulado en derredor del circo que, por otra parte, tiene 380 metros de profun- didad. La manera, en cierto modo natural, de explicar un hundimiento semejante, sería la de suponer una cavidad subterránea, un espacio no muy profundo, de donde fué tomada una parte de la enorme masa detrítica arrojada por las chimeneas vecinas. La cubierta lávica, las corrientes arrojadas por antiguas bocas, se han hundido bien pronto por falta de apoyo. Éste ha sido también el caso para los cráteres-lagos, pero debajo del circo de Solís, no existían, quizá, vapores ni gases en estado de tensión y ni aun un baño lí- quido. La energía volcánica de la región de Valle de Santiago, debió agotarse en la forma- ción de un tan gran número de cráteres. El hundimiento de Solís, sería, pues, el he- cho póstumo de una larga serie de cataclismos. Esta es la idea que naturalmente des- pierta dicho circo, cuyas paredes intactas y rocas inclinadas parece que datan de ayer. LOS CIRCOS DE MAGDALENA, SAN JERÓNIMO Y SANTA ROSA. Si hubiéramos tenido la idea de hacer la descripción de los cráteres, según el orden cronológico, habría que poner, en primer lugar, los circos de Magdalena, San Jeróni- mo y Santa Rosa; grandes anfiteatros formados exclusivamente de tobas, poco elevados, más desgastados, de forma aplanada y llenos de productos de desagregación; y de los cuales han sido arrancados una parte de los rebordes, por efecto de las explosiones que han dado nacimiento á los cráteres más recientes de “Flores” y del “Rincón.” He ha- blado ya de estos semi-cráteres, que figuran en el croquis, y que en mi concepto son los primeros que han aparecido en forma explosiva después de la aparición del cono de bre- chas de “La Batea,” en el flanco del cual se encuentran los cráteres gemelos de “La Mag- dalena”? y “San Jerónimo.” Es de advertir que los nuevos cráteres excéntricos, no han producido dosoalo de 402 ING. EZEQUIEL ORDÓNEZ.—LOS VOLCANES DEL VALLE DE SANTIAGO. las capas de tobas de los antiguos, porque se ve en los taludes exteriores la misma regu- laridad observada en los otros circos. Las capas no están siempre inclinadas con regula- ridad al interior, debido, quizá, á derrumbes. No se puede juzgar hoy día, si en la for- mación de estos cráteres más antiguos hubo intervenido un hundimiento, como en muchos otros circos, cuyas cavidades se hallan cubiertas de escombros y materiales de erosión. Este trabajo ha sido más activo en el inmenso circo de “Santa Rosa,”? que apenas se le- vanta en el Bajío, con una pendiente muy suave y uniforme. RESUMEN. Resumiré en pocas palabras lo dicho anteriormente acerca de la historia del grupo de cráteres de Valle de Santiago. Después de un largo período de actividad volcánica, que se manifestó desde el fin del Plioceno, y sobre todo en el Cuaternario, que dió al Bajío la fisonomía general que hoy presenta, la subsecuente tranquilidad relativa, permitió el establecimiento del régi- men lacustre en las cuencas. Algunos volcanes del tipo de erupción, entre otros el de “La Batea,” debieron continuar muy debilitadas sus erupciones de productos detríticos y de lavas, que vinieron á intercalarse en las capas sedimentarias de los lagos. Bien pronto después la actividad, aun más debilitada de la región, se manifestó de tiempo en tiem- po por explosiones. Grandes cavidades se forman por donde sale el material detrítico que, mezclado á las aguas y vapores condensados, constituyen bordes circulares alrede- dor de los centros de explosión, cubriendo poco á poco, con un manto detobas, las capas lávicas de los flancos de los antiguos volcanes. Formados así los circos antes descritos, una nueva y no muy fuerte recrudescencia, dió nacimiento á los cráteres de “La Blanca” y de “Estrada,” con proyecciones de residuos de lavas. Explosiones continuadas en lu- gares cercanos, determinan hundimientos que dejan enormes abismos, que no han tarda- do en invadir las aguas (cráteres-lagos de Zintora, Parangueo, Rincón, Yuriria, así Cco- mo la Olla de Flores). Cuando las explosiones hubieron cesado en la región, se verificó un nuevo hundimiento, el de Solís, que no fué acompañado de ningún fenómeno de na- turaleza volcánica. Para terminar, diré unas cuantas palabras sobre cráteres del tipo explosivo, que se encuentran en otros lugares de México. Desde luego haré una mención especial de la re- gión volcánica del centro del Estado de Puebla, en las llanuras comprendidas entre la Sierra de Puebla y las elevadas montañas del borde de la Mesa Central, en los cuales cul- minan el Pico de Orizaba y el Cofre de Perote. Al lado de montañas formadas de hundi- mientos cretáceos, se levantan macizos de rocas andesíticas y conos, restos de antiguos volcanes, un conjunto de cráteres-lagos diseminados en un radio más vasto que la área ocupada por las calderas de Valle de Santiago. En la mayor parte de estos cráteres, tan poco elevados sobre la llanura y de grandes diámetros, las brechas de escorias, las la- vas, y sobre todo las tobas, entran en su constitución. Se descubre fácilmente en ellos el carácter explosivo de las erupciones, y algunos de estos cráteres recuerdan bastante el tipo de las maaras, como por ejemplo, el lago de Atexcaqui, abismo profundo de 125 metros hasta el nivel de las aguas y de 500 metros de diámetro. Aparte de una corriente de lavas en el borde Norte, y de una serie de capas horizontales de tobas grises y amari L. G. SEURAT.—FAUNA DE LOS LAGOS DEL VALLE DE MÉXICO. 403 AAA —. llentas, se ve en las paredes N.W. del cráter, gruesos bancos inclinados, de calizas cretá ceas grises, con nódulos de piedra lídica. La roca es alguna vez metamorfoseada, transfor- mada en mármol punteado de granos y pequeños cristales de granate verde amarillento. Las calizas están cubiertas cerca de los bordes por lavas y tobas. Hace algunos años visité en esta región otros cuatro cráteres llamados “Alchichica,”” “Quecholac,”” *““La Preciosa”? y “Aljojuca,” que son bien conocidos, pero poco estudia- dos los circos. Si se hace más tarde un estudio de este grupo interesante, desde el punto de vista volcánico, será preciso hablar también de otros cráteres, particularmente de las calderas de la cuenca de México, de un cráter de explosión en los flancos Sud del Nevado de To- luca, del pequeño cráter ó Apasco, en el pueblo de este “ombre, cerca de Tequixquiac. Á propósito del nombre Apasco, el Señor E. Búse, del Instituto Geológico, acaba de publicar un estudio sobre ““La Independencia de los Volcanes de grietas preexistentes,” en el cual propone el Señor Aguilera las palabras indígenas: Apasco, para designar, entre nosotros, las depresiones circulares, haciendo abstracción de su génesis; Xalapasco, á los cráteres y hundimientos cratéricos, constituidos por tobas y cenizas volcánicas; y Azala- pasco, á los cráteres-lagos. Estos nombres han sido aplicados por los indios á ciertos de nuestros cráteres, sobre todo á los del Estado de Puebla. México, Abril de 1900. Yng. Exequiel OrdSñez, Socio de Número. (Artículo tomado de las Memorias de la “Sociedad Alzate,” Tomo XIV, página 299, en donde se publicó e1 francés). SOBRE LA FAUNA DE LOS LAGOS Y LAGUNAS DEL VALLE DE MEXICO. aa La presente nota tiene por objeto la historia biológica de algunos peces mexicanos, clasificados por el Señor Profesor Vaillant, del Museo de Historia Natural de París, y la que, por otra parte, está íntimamente ligada con la del Ajolote. El Valle de México forma una vasta depresión, á 2,260 metros de altura, por térmi- no medio, rodeado por todos lados de montañas Ó colinas, alcanzando algunas de ellas, como el Popocatepetl, más do 5,000 metros de elevación; no teniendo salida las aguas, se depositan en lagos ó lagunas, cuyo nivel y extensión varían de la estación seca á la de las lluvias. _ ; La Nat,—Ser. 1.—T. 111,—Sopt, 1400, 51 404 L. G. SEURAT.—FAUNA DE LOS LAGOS DEL VALLE DE MÉXICO. 1. Los lagos propiamente dichos (Chalco y Xochimilco), son profundos (6 á 8 me- tros), nunca se agotan, y su agua es muy pura, muy rica en exígeno disuelto y muy cla- ra: sus orillas son pantanosas. 2. Las lagunas ó zanjas son, por el contrario, poco profundas; la laguna de Santa Isabel no tiene más de 80 centímetros en la estación de las lluvias; su agua es impura, poco rica en oxígeno disuelto, y sujeta á corromperse, en razón de las materias orgánicas de descomposición que contiene; en la estación de la seca se agota. FAUNA DE CHALCO Y XOCHIMILCO. Los peces son abundantes en estos lagos, alcanzan un tamaño regular, y todos son ovíparos. Se refieren á dos especies, C'/irostoma humboldtiana y Algansea Sallei (Gun- ther). Deentre los batracios, es también abundante el ajolote neoténico, Siredon Hum- boldti, que fué probablemente el que envío á Francia el Mariscal Forey, en 1862. Este ajolote respira casi únicamente por sus branquias; la cantidad de oxígeno absorbido por estos órganos puede bastar para su respiración, en razón de que tiene que ser proporcio- nal á la superficie de dichos órzanos, que son bastante desarrollados, y á la cantidad de oxígeno disuelto en el agua, que es ciertamente muy grande. El animal, por lo mismo, puede permanecer largo tiempo debajo del agua, haciendo raras veces uso de sus pul- mones. Se le puede obligar á que respire con ellos, colocándolo en una agua poco aerea- da, como se encuentra en otros depósitos de los alrededores de México, y de los cuales salen los ajolotes cada cinco minutos á la superficie, pues sus branquias no pueden ab- sorber la cantidad de oxígeno que les es necesario. En estas malas condiciones, el ajolote se transforma en Amblistoma (experimentos clásicos). En los lagos á que nos referimos, por el contrario, el animal jamás se ve obligado á hacer uso de sus pulmones: la vida te- rrestre sería, además, desventajosa para la especie, y el animal no sufre metamorfosis. Pone sus huevecillos sobre plantas acuáticas y queda toda su vida en el agua. En los lagos vive también una rana branquífera: es una rana normal, adulta, anu- ra, provista hacia adelante de patas anteriores y dos repliegues cutáneos y semicircula- res de cada lado de la cabeza, que permiten al animal respirar el aire disuelto en el agua, y por lo mismo, no sale sino raras veces á la superficie. Los anuros son menos plásticos que los perenibranquios, estando obligados, para adoptar una vida francamente acuática, el emplear órganos adicionales y no larvarios como los segundos. M FAUNA DE LAS LAGUNAS Y DE LAS ZANJAS. De peces, sólo una especie, un Ciprinodonte, el Firardinichtys innominatus, Blecker, de pequeña talla, con boca dorsal y vivípara. Su área es muy vasta: zanjas de México, Tacuba, Atzcapotzalco, Tlalnepantla, río del Consulado, río de Guadalupe, canal de la Viga, laguna de Santa Isabel, etc. Todas estas zanjas y lagunas, salvo el canal de la Viga, se agotan en la estación seca. L. G. SEURAT.—FAUNA DE LOS LAGOS DEL VALLE DE MÉXICO. 405 La posición que tiene la boca de este pez, está en relación con la pobreza del agua en aire disuelto, pudiendo absorber así el agua superficial, la más rica en oxígeno: estos pe- ces son peces de superficie. La especie resiste al desecamiento de las lagunas y zanjas, gracias á su viviparidad; la hembra, conservando sus huevecillos, los protege ella misma; un corto número de estas hembras, llegando á refugiarse en un charco de agua, á la som- bra, pueden aguardar la estación de las lluvias; la multiplicación, por otra parte, es muy rápida en estas formas, pues una hembra da nacimiento á 15 ó 20 crías; facilita la salida de ellas frotándose contra las plantas acuáticas. Su pequeña talla está igualmente en re- lación con las malas condiciones de vida: las más gruesas, en efecto, son las primeras que mueren. De batracios, se encuentran numerosos renacuajos, que se mantienen casi siempre verticales, absorbiendo con la boca el aire superficial, y tan pronto como aparecen las ma- las condiciones, se verifica su metamorfosis: un gran numero de ellos perece. El ajolote existe en grande abundancia en la laguna de Santa Isabel, pero distinto del de Xochimilco, pues es el Siredon tigrinum, que se transforma siempre en Amblystoma tigrina. Desde su tierna edad, este ajolote, no encontrando en el agua de la laguna sino una parte del oxígeno que le es necesario, tiene que hacer uso de sus pulmones; se com- prende, por otra parte, que con la edad, la respiración pulmonar tome más importancia, porque á medida que el animal avanza en edad, la laguna se deseca, un cierto número de animales muere en ella, y su descomposición le quita al agua, ya corrompida, una parte del oxígeno disuelto. Se comprende, pues, que en el momento en que la laguna se ha casi dese- cado, los ajolotes, de una manera natural, están ya preparados para la respiración pul- monar única; y de consiguiente, van á tierra á buscar su nutrición y un lugar húmedo. La metamorfosis, preparada desde la tierna edad, camina á la par del desecamiento; es, además, forzada, porque el ajolote que no se transforma á tiempo, indudablemente pere- cz. Poniendo al $. tigrinium, desde joven, en agua muy rica en oxígeno, se obtendría probablemente un ajolote neoténico. El agua de las zanjas es tan impura y poco adecuada, por lo mismo, para la vida de los animales acuáticos, que los Gammaros, no pudiendo vivir en ellas, vienen tan sólo á remojar allí sus branquias, respirando el aire en su estado natural. CANAL DE LA VIGA. Este canal, que no se agota, presenta una mezcla aparente de las dos formas de pe- ces, ovíparos y vivíparos. Se encuentran allí, en efecto, el Ohirostoma humboldtiana, la Algansea Sallei y el Girardinichtys innominatus, que alcanzan una talla más grande. En realidad, estos peces no están en su medio; el primero y el segundo son emigra- dos, que vienen de Chalco por el canal de este nombre, á consecuencia del desecamiento de aquel lago, pues antes de que éste se verificara, no existían en el canal que nos ocupa. La presencia del tercero se explica por el hecho de que el canal data desde la época de los españoles y alguna vez estuvo ocupado por una laguna poco profunda, en comunica- ción con las precedentes, y separado de los lagos de Chalco y Xochimilco por la cadena de los volcanes de Santa Catarina y la calzada azteca de Mexicalcingo. En este canal, se 406 L. G. SEURAT.—FAUNA DE LOS LAGOS DEL VALLE DE MÉXICO. d — encuentran, igualmente, carpas de importancia europea reciente. No se puede sacar de esto ninguna conclusión. ; Si se compara con los hechos observados de una manera precisa en otras regiones, se puede arreglar el signiente cuadro: I.—Chalco, Xochimilco, río y lago de Lerma, Pátzcuaro (Michoacán). Agua pro- funda, límpida é inagotable. Chirostoma humboldiana, Algansea Sallei (Chalco, Xo- Beces OVÍParoS.... oo... .. +4 Chimico y Lerma). Chirostoma estor, Algansea Dugesi (Pátzcuaro). Ajolotes neoténicos, normal $ Siredon Humboldti (Xochímilco, Chalco). MERLO RS EN Siredon Dumerili, (Patzcuaro). E T.—Laguna de Santa Isabel. Agua poco profunda, corruptible, sucia, agotándose con regularidad cada año. Peces vivíparos de boca dorsal: Girardinichthys innominatus. Ajolotes transformándose nor- | Siredon tigrinum. malmente en amblistomas..| Amblystoma tigrina. Este cuadro explica suficientemente, tanto las diferencias de fauna, como la neote- nia de los grandes lagos; nos enseña, también, que la procedencia de los Ajolotes es de una importancia capital, para interpretar los experimentos hechos en Europa. L£ 9. Seuzalt, DK. S. A. * La presencia de los amblistomas, al Sur del Lago de Xochimilco (J. Velasco), se explica por pantanos en los alrededores del lago. (Tomado de las Memorias y Revista de la Sociedad Cientifica “Antonio Alzate” 1899, tomo XII, páginas 65 y si- + guientes, en donde se publicó en francés). úI->OAÁXA A E —— y 4 MI ASI 6 oe LA ATURALEZA a» PERIÓDICO CIENTÍFICO SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL PUBLICADO BAJO LA DIRECCIÓN DEL SR. DR. MANUEL M. VILLADA. SEGUNDA SERIE. TOMO 11l.—CUADERNOS NÚMEROS 7 Y 8. SUMARIO Dr. Manuel M. Villada. —Biografía del Sr. Pro- l Profesor M. L. Fernald.—Alcoceria Pringlei fesor Don Alfonso Herrera. l (Nuevo género y especie de la familia de las Eufor- Profesor Alfonso L. Herrera.—Ornitología Me- biácens). xicana | Revista Científica.—Gabriel V. Alcocer.—El Dr. José Ramírez.—La Papaya Voladora, Herbario de Berlandier, — La Hierba de la Cucaracha. Dr. A. Dugés.—Experimento en un Ajolote. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE CALLE DEL HOSPITAL REAL N. 3. LA 1901 Torrey Botanical Club. NEW_YORK. U.S. A, D. ALFONSO HERRERA NATURALIBUS SCIENTIS PERITISSIMO Er Mexicane Societatis Historiee Naturalis TERTIO PRASIDI FASCICULUM HUNC EADEM SOCIETAS DOCE: nep se . Y Pale A MA 7 "Y 4 Ls ca A AA 3 Y" E de y di" A 3 vol] E y ” eN 1d eL Bexemérrro Proresor Don ALronso HerRrERA, á quien consa- Es S Y eramos las presentes líneas, nació en la ciudad de México el día 7 de Febrero de 1838; sucumbió el 26 de Enero de 1901, en Cuautla Morelos, muy cerca de los 63 años de edad. Yoo Fueron sus padres el Señor Licenciado Don Francisco He- rrera y la Señora Doña Rosario Fernández S. Salvador. Bajo el amparo y protección del segundo esposo de ésta última, el Señor Don Pe- dro Puerto, comenzó sus estudios preparatorios con suma dedicación, ocu- pando siempre entre sus condiscípulos un lugar prominente. Al lado de un excelente maestro, el Padre Cenizo, cursó las clases de latinidad, pasando después al muy reputado y extinguido Colegio de San Gregorio, para conti- nuar las de filosofía, que terminó en 1855, con sobresaliente resultado. Adoptó la carrera de Medicina, de la que sólo cursó el primer año, en la Escuela res- pectiva, pues circunstancias adversas le obligaron á prescindir de ella, para seguir otra más corta, la de Farmacia, recibiendo el título correspondiente en 1858. Al principio de su carrera estuvo al frente de la Botica del Hospital de Jesús, durante varios años; se dió á conocer en ella, ventajosamente, ante el público médico, adquiriendo desde entonces una sólida reputación. Una de las primeras materias á la que consagró especial atención y de la que llegó á ser más tarde renombrado Profesor, fué la Botánica; en unión de los Señores Doctores José Barragán y Profesor Gumesindo Mendoza, se dedicó con todo IV empeño á estudiar las plantas de nuestra flora y en algo también por lo que toca á la fauna. En esa época, nombrado el que subscribe naturalista de la Comisión Cien- tífica de Pachuca, encontró en el Profesor Herrera un eficaz auxiliar en sus labores, ó mejor dicho, un verdadero mentor. Al restablecerse la República en 1867, fué solicitado para desempeñar las clases de Botánica y Zoología en la Escuela N. de Agricultura, y en donde, el mismo infraserito, como pre- parador de ellas, escuchó de sus labios provechosas enseñanzas. Con anterio- ridad á este cargo, en 1866, había sido desienado como adjunto á la clase de farmacia en la Escuela N. de Medicina. En unión suya. varios de sus amigos fundaron, en 1868, La Socrenan MrE- XICANA DE Historia NaturaL, á la que tuvo siempre especial predilección, y á la que prestó, por largo tiempo, el valioso contingente de sus conocimientos, en los diferentes ramos que comprenden el programa de aquella institución. En recompensa á sus relevantes méritos y servicios, la repetida Sociedad lo nombró sucesivamente su Vice—presidente y Presidente efectivos y, final- mente, su Presidente honorario perpetuo. Con general beneplácito sirvió por varios años, como profesor, la cáte- dra de Historia Natural en la Escuela Nacional Preparatoria, y la de Histo- ria de Drogas, en la de Medicina. Como director que fué después del pri- mero de estos planteles, dió pruebas irrecusables de suma pericia y honradez, de afanoso empeño por la enseñanza y de un espíritu eminentemente progre- sista. En sus manos alcanzó la Preparatoria su mayor apogeo. En otro centro docente, la Escuela Normal para Profesores, en la que tuvo á su cargo la clase también de Historia Natural, en las Sociedades Científicas, Nacionales y Extranjeras, á que perteneció, y en las comisiones honoríficas, en fin, que se le encomendaron, no desmintió la justa fama que por sus méritos se había conquistado. Instruyó á numerosas generaciones de estudiantes en la ciencia que le era predilecta, la Botánica, inculcando sus principios y doctrinas, con erudi- ción y elocuencia. En este rápido bosquejo biográfico, no cabe siquiera enumerar los no escasos y muy estimables trabajos científicos que produjo durante su vida y y que vieron la luz pública en distintos periódicos, figurando algunos de ellos en los primeros tomos del presente, ó sea «La Naturaleza.» Bajo otro aspecto, que en alto grado lo enaltece, puede también consi- derarse á nuestro biografiado, cual es el de la beneficencia; de todos, en efecto, son bien sabidas sus miras filantrópicas, las que muy especialmente se dirigieron á la regeneración de la mujer perdida, por el trabajo y los bue- nos ejemplos, así como también hacia los estudiantes desvalidos, á quienes proporcionaba algún género de elementos para la continuación de su carrera. No es menos digna de alabanza su ejemplar conducta como hijo, como esposo y como padre, teniendo la satisfacción de que en esta interesante faz de su existencia, tuvieran amplia recompensa sus virtudes, honrándolo desde en vida, por su saber é intachable conducta, sus inmediatos descendientes, de los que dos de ellos ocupan distinguidos cargos públicos. Muy digno fué, «por cierto,» de la sesión solemne que le dedicó la Socie- dad Alzate y de la velada fúnebre que le consagró con toda pompa, en la Cá- mara de Diputados, la Sociedad de Farmacia, en unión de otras Corporacio- nes Científicas de la Capital. ¡Loor eterno á uno de los más ilustres fundadores de la SocienaD MeEx1- CANA DE Historia NATURAL, y glorificada sea su memoria! México, Septiembre 30 de 1901. Manuel IM. Villada. A TO a his ¿de ae AN Md Jet ON ? mu" ¿e J E m4 vdd SP Nr A dt ió? Sidi P de ? e - e ñ A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 407 ADVHERTENCLA: Á la D. VIEILLOTI, página 336, se atribuyen la habitación y cos- tumbres de la D. OCCIDENTALIS, en lugar de las que á continuación se expresan, que son las que le corresponden. Los autores americanos han dividido esta especie en dos ó tres variedades, designando á la del Occidente de México y Yucatán con el nombre de “var. bryanti,” y á la de Costa Rica y Panamá con el de “var. rufigula,” reservando el nombre original vieillotí para la especie que habita en el Norte de Colombia. Por lo demás, esta ave no es nada común, habiéndose necesitado el transcurso de varios años para reunir la cantidad de ejemplares suficiente para el estudio de las diferencias que se atribuyen á las razas establecidas. Generalmente, la 0. vieillotí ha sido colectada en parajes situados á corta distancia del mar. Sus hábitos son casi idénticos á los de la D. estiva, á la que se parece, sobre todo cuando anda impacientemente en busca de alimento. Grayson la observó cerca de Guadalajara, México”, y von Frantzins, la vió en Mayo, en las cercanías de San José, Costa Rica, siendo éstos los únicos casos que se mencionan de su presencia tierra adentro. Indudablemente, la D. vieilloti es el representante continental de la D. pe- techia de las Antillas que, aunque sufriendo ciertas modificaciones insignifican- tes, frecuenta muchas de las Islas de la India Occidental y aun el archipiélago de los Galápagos; sin embargo, aquélla se distinene de todas estas formas por el color castaño de su cabeza y garganta. Sus cuarteles generales están, sin du- da, en Centro América, puesto que apenas penetra en el continente meridional. En el Poniente del Ecuador, hay un pariente de la especie que nos ocupa, y que no puede separarse, á nuestro modo de ver, de la especie de los Galápagos, D. aureola, ó de la de Jamaica, D. petechia. “Colectada en Noviembre de 1878, en Silam, donde es extremadamente ra- ra y salvaje. Se le volvió á ver en mayor abundancia en Junio y Julio, en Río Lagartos. Deduzco que se trata de un ave costeña, pues nunca ví que se inter- nara á más de dos leguas de la Costa.” “(El Doctor Cabot también encontró esta especie en Yucatán. O. S.”)% b. Ale conspicue albo notate; remiges umicolores; wropygium flavum. a. Vertex flavus. (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 441. La Nat.—Ser. 11,—T. 111.—Nov. 1900 ES 1) 408 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. DENDRACA CORONATA. Motacilla coronata, Linn. Syst. Nat. L, p. 3337. Poe Rhimamphus coronatus, Sel. P. Z. S. 1856, p. 291*. Dendreca coronata, Sel. P. Z. S. 1859, p. 363% Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 11”, P. Z. S. 1864, p. 347” 1870, p. 8367, Baird. Rev. Am. B. I, p. 1,878; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 6*, IX, p. 94% Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 15%; Sn- michrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 547%; v. Frantzius, J. f. Orn. 1869, p. 3931; Dugós, “La Naturaleza,” L, p. 140*; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 227%; Gundl, Orn. Cub. p. 65"; Coues, B. Col. Vall. I, p. 278”. Supra cernleo—cinerea, capitis lateribus nioris, superciliis albis, dorso ni- gro striato; vertice, pectoris lateribus et uropygio leete flavis, subtus alba, pee- tore et hypochondriis nigro dense striatis; alis albo bifasciatis; cauda albo utrin- que maculata, rostro et pedibus nieris. Long. tota 5, ale 3, caude 24, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-75. (Deser. exempli ex Panamá. Mus. nostr.). 2 mari similis, sed corpore supra fuscescente nec cinereo et coloribus ma- gis indistinctis distinenenda. (Deser. exempli ex Panamá. Mus. nostr.). Hab. Norte América'”". México, Guanajuato (Duges*), Córdoba (Sallé?), Mirador (Sartorins*), Jalapa (de Oca*), Orizaba (Stunichrast*), Alvarado y Te- mascaltepec (Deppe*, Mus. Berol.), Santa Efisenia, Tehuantepec (Sumichrast”), Honduras Británicas (Blancanneanx), Guatemala (O. $. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely”), Costa Rica (v. Frantzius”, Carmiol'), Panamá (Arcé, Mac. Leanuan*). Antillas*3, ete. La Dendreca coronata abunda en los meses del Otoño é Invierno, en Mé- xico y Centro América, pues su emigración meridional se extiende hasta el Ist- mo de Panamá, pero no pasa de allí, porque hasta la fecha, no se ha dado nin- gún caso de que se presente en el continente de Sud América. También en va- rias de las Islas de la India Occidental es común en dicha estación, llegando asi- mismo hasta las Bermudas. En México no se ha notado que frecuente la costa occidental, á no ser en el Istmo de Tehuantepec, abundando, por el contrario, del lado oriental, y presentándose, según el Prof. Sumichrast, en todos los al- rededores de Orizaba”. En Guatemala también se le encuentra por doquiera hasta una altura de 5,000 ó 6,000 pies. Manifiesta predilección por los distritos abiertos, en que los arbustos son escasos, más bien que por los montes bajos y A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 409 espesos. En la América Central, son raros los ejemplares que llevan su librea de Verano; otro tanto sucede en Cuba, en donde, según el Doctor Gundlach, em- piezan á mudar antes de partir para el Norte, de manera que nunca han conse- guido en dicha isla, un pájaro que esté en completa muda. Parece, sin embar- go, que suele anidar en Jamaica; Mr. March lo asegura y envió una vez al Ins- titato Smithsoniano las pieles y lmevos de esta especie, colectadas en dicho punto”. La D coronata establece también sus cuarteles de Invierno en los Estados Unidos. De allí emigra á anidar al Norte, pasando la estación de las crías, en el extremo Norte, bien que unos cuantos pares permanecen en la parte septen- trional de la Nueva Inglaterra y la Nueva Escocia. Se sabe poco respecto á su nidificación. Brewer dice que un nido de Nova Scotia fué colectado en la rama horizontal de uu árbol; se componía de tallos finos de zacate, varitas delgadas y raíces; el borde estaba hecho con estas últimas; el forro era de zacates suaves, plumón y pelo. Los nidos obtenidos en Anderson River, por M'Farlano, esta- ban, por lo general, en pinabetes bajos ó en el suelo. Los huevos son blancos, tienen algunas veces una sombra azulada, y están manchados y borroneados con arios matices de moreno, moreno rojizo y púrpura. “Habita la Mesa Central, el Estado de Veracruz y la Región Sur.?% “Es común en Izamal, en Enero; se le volvió á ver en Marzo y desde enton- ces no se le ha vuelto á ver allí ni en otra parte.” 4 “A principios de Mayo, Mr. Henshaw los vió en el Colorado, asociados íntimamente con la D. audoboni, á tal grado que algunas veces se les oía can- tar en el mismo árbol.” “Es ave robusta, capaz de soportar los rigores del Invierno en casi toda la extensión de los Estados Unidos; sin embargo, eran número de individuos se marchan al Sur, llegando á Centro América en unión de las especies más deli- cadas y susceptibles de la familia, mientras otras se resienan 4 permanecer en Middle States y aun en ciertas porciones de la Nueva Inglaterra. Su zona de distribución en la época de las crías, no es menas curiosa. Generalmente, no «anidan en los Estados Unidos, al Sur del Norte de la Nueva Inglaterra; pero por lo menos, alennos de los que residen en Invierno, en las Indias Occidenta- les, no emigran en la crisis vernal del año, sino que crían allí mismo.” “Ponen de cuatro á seis huevos, que miden 0-72 por 0-54 pulgadas aproxi- madamente; son blancos, manchados, en forma de coronilla, alrededor de la punta larga; pero también, aunque con menos profusión, en toda la superficie, de varios matices morenos, de los cuales ninguno es completamente rojizo, sino por el contrario, algunos son casi negruzcos. Presentan, ignalmente, numerosas (1) Lanrencio y Beristain, p. 42. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 440. (3) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 283. 410 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. marcas de un tinte neutro. Un nido del Yukon (Junio 7) está construido tosca- mente con tallos de malas yerbas, renuevos de zacate y raicecillas forradas de plumas. Otro nido de la Costa Ártica, al Oriente de Anderson River, se compo- ne de puras fibras vegetales, suaves, forradas con unos cuantos vástagos de za- cate; estaba en un pino, á unos seis pies del suelo. Un tercero proviene de No- va Escotia: se encontraba en la horquilla horizontal de un árbol; se compone principalmente de raicecitas muy delgadas y tiesas, y de vástagos no menos du- ros, y es mucho más aplastado que los otros.” % “Es abundante; emigra. Aparece en Idaho á fines de Abril, y sube hasta unos 8,500 6 9,000 pies; desaparece por el 10 de Mayo, unos cuantos días antes que la D. audoboni. En el Otoño no fué observado porque probablemente no se aventura en las montañas, en esa estación.” % DENDRACA AUDOBONI. Verdín.” Sylvia audoboni, Towns. Journ. Ac. Phil. VII, p. 191!. Dendreca audoboni, Sel. P. Z. S. 1858, p. 298”; 1860, p. 250%; 1864, p. 172% Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 2737 Baird. Rev. Am. B. L, p. 188” Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 547”; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. IT, p. 269%; Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L, p. 299% Cones, B. Col. Vall. 1, p. 271*. Similis D. coronate, sed gula flava, plaga alba alarum magna, capitis late- ribus cinereis nec nigris, maculis aliaribus nec superciliis—albis distingnenda. (Deser. exempli ex Mexico. Mus. nostr.). Hab. Norte América*”. México, Mazatlán (Bischoff*), Tepic (Grayson?), Tonila y Jalisco (Xantus*), Valle de México (White*), Tierra fría (le Strange), Orizaba (Sallé?), Tecamaluca, cerca de Orizaba (Sumichrast”), Oaxaca (Deppe, Mus. Ber.), La Parada (Boucard”), Guatemala” (O. S.). México, Mesa Central, Orizaba y Región Occidental y Sur.).% Esta especie, lo mismo que la D. coronata, visita México y Centro América en Invierno; pero como es un ave occidental, ocupa una área algo diferente en esa estación. Como en casos semejantes, la forma occidental se inclina más es- trictamente al lado de México que colinda con el Pacífico, y no emigra tan al Sur como su congénero oriental. La D. audoboni no escasea en las colecciones ) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 58. ) E. Coues. (Appendix to Oscines). Birds of the Northwest, p. 232. ) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. ) Laurencio y Beristain, p. 41. 190 Sus9saJbra q 7 “pateg BoJunu0op ([ £ 199 '2a1]see q g psiuogapay B99eJpuoq ] Mi JAN Y UPbT VZE TV MALIN. Y 1 Jl 2tuep 28 7E A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 411 formadas en la región meridional de México, y casi no penetra más allá de ese distrito, pnes sólo dos veces la encontramos: en Guatemala: una en Noviembre, en compañía de la D. coronata, en San Gerónimo, á 3,000 pies sobre el nivel del mar; ambas especies andaban comiendo juntas en el suelo; la segunda vez, en Febrero, matamos una ave solitaria en una cañada abierta del bosque de pi- nos que cubre las montañas de Totonicápam, á 10,000 pies sobre el nivel del mar. Ambos individuos conservan su librea de Invierno, pero en México se en- cuentran ejemplares con plumaje veraniego?. En el Norte, la Dendreca de An- dobon es bien conocida en todas las Montañas Rocallosas, y hay razón para creer que cría en la mayor parte de las más altas cordilleras que se extienden desde Arizona hasta la Colombia Británica. Un nido hallado en la Isla de Vancover por Mr. Hepburn” está hecho exteriormente con groseras tiras de corteza, lar- gas hojas de zacate seco y tallos de plantas mezclados con zacates más finos, pe- dazos de lienzos de algodón y otros materiales. Interiormente se compone de zacates suaves, plumas, líquenes, musgos, raíces finas, etc., tejidas y forradas de pieles y plumas. Los huevos son de un blanco claro, manchados de marcas rojas, sobre todo en la punta más larga. “En la mayor parte de las localidades de su zona de distribución, esta es- pecie es tan común como su representante oriental, D. coronata, cuyos hábitos corresponden precisamente con los suyos.*% “Es abundante; emigra; anida desde unos 9,500 pies hasta los límites de la vegetación. Llega á Idaho á mediados de Mayo, pero sube más á las monta- ñas á anidar; rara ocasión se le ve 4 menos de 9,000 pies durante los últimos días de Junio y Julio, meses en que cría á sus polluelos, prefiriendo en dicha estación las tupidas y sombrías florestas de pruche negro. En la Primavera fre- cuenta las mismas localidades que la D. coronata, pero manifiesta más parcia- lidad por los plantíos de arbolitos y se aventura con frecuencia en los campos abiertos y en los claros, parándose sobre los matorrales y las hierbas, y aun en el suelo. Su nota nsual es parecida á la del Airundo horreorum; su canto es muy corto y simple, como el de la D. coronata. En Agosto empieza á bajar; en Septiembre es común en las partes más bajas del país, y por Octubre desapa- rece.”* “Tomando en cuenta diversas consideraciones, se puede asegurar que este Verdín es la especie más característica del género Dendreca en el Occidente, no porque indique la fauna con más especialidad que la D. townsendi, D. occi- dentalis y D. nigrescens, respectivamente, desde las Montañas Rocallosas hasta el Pacífico, sino porque es más abundante y está distribuida en el país con más muiformidad que ninguna de las tres especies mencionadas. En esta región reem- plaza casi por completo á la D. coronata, y á decir verdad, constituye su repre- (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley, I, p. 59. (2) E. Coues. Birds of the Northwest. (Appendix to Oscines), p. 232. 412 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. sentante occidental, pues es tan común y notable como aquélla, entre las aveci- llas insectívoras que pueblan los bosques y espesuras del Oeste. Nuuca se ha sabido que avance hacia el Oriente, más allá de la línea de la vegetación arbórea, que marca las colinas y las elevaciones más orientales de las Montañas Rocallosas. Tan pronto como se entra á las regiones montuosas, se encuentra al Verdín lo mismo que en cualquier otro bosque, con tal de que sea la estación propicia. Los límites septentrionales de su distribución no se han marcado bien todavía. La D. audoboni es tan vigorosa como su pariente oriental, y sus lími- tes al Noroeste están determinados indudablemente por las condiciones topo- eráficas más bien que por las climatéricas. En la dirección opuesta penetra en México y varias partes de la América Central, en donde se acompaña, como en el Norte, de sn primo oriental, pues Mr. Albert Savin los encontró juntos en San Jerónimo, en Noviembre de 1859.” “En cuanto á los movimientos locales y temporales del Verdín, en su exten- sa área de distribución, sabemos que es emigrante, como el resto de los Sylvi- colidce, y que la “onda tidal” pasa dos veces al año, llevando á la mayoría de los individuos al Norte, en Primavera, y al Sur en Otoño. La extensión del movi- miento primaveral parece bastar para traer á todos los individuos que pasaron en México el Otoño anterior, de vuelta á los Estadas Unidos; de todos modos, si al- gunos se quedan á anidar aun en las más elevadas partes de México, el hecho nos es desconocido. La masa de aves que acude á nuestra frontera tiene dos movimien- tos: uno de ellos, el de la emigración ordinaria de aquí para allí, extiende á la es- pecie en latitud hasta que llega á los límites de su distribución geográfica; el otro consiste en un movimiento de arriba á abajo, igualmente obvio y decidido, aunque menos extenso, que conduce á la especie á terrenos apropiados para su nidificación, en las más elevadas alturas de las latitudes más bajas. Así se ase- gura una zona de distribución para la crianza que geográficamente hablando es casi coextensiva con toda la zona de la especie en los Estados Unidos, y depen- de enteramente, sin embargo, de los rasgos topográficos del país; pues mientras que en el Norte pueden anidar en cualquier parte, hasta llegar al nivel del mar, en el Sur no encuentran terreno propio para la nidificación, más que á lo largo de ciertas líneas ó en ciertos parajes situados á una altura suficiente. No hay nada de extraño en esto: siendo, en verdad, una regla que puede aplicarse ignalmente á otras varias especies emigrantes. Sin embargo, el caso de la D. audoboni, así como el de la D. coronata, es notable tratándose de Sylvicolidee, por el hecho de que la zona de distribución de la especie es inusitadamente extensa en Invier- no, pues sólo una parte, quizá muy pequeña, de los individnos que componen la especie, se retira de los Estados Unidos en Otoño. Se ignora hasta dónde pe- netra en el Norte, protegido por la robustez de su constitución, que le permite soportar los rigores del Invierno, porque en esa estación los ornitologistas 1o son nada activos ni numerosos en las Montañas Rocallosas. Se le ha observado en Washington Territory en Marzo, es decir, mucho antes de que llegue á esa 57 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 413 latitud nineuna emigración general de aves, es probable que los niveles más bajos y los sitios abrigados alberenen, por lo general, cierto número de aves en Invierno, aun hacia los extremos septentrionales de su habitat, así como se ven aleunas D. coronata en Massachusetts en la misma estación. Sea como fuere, lo cierto es que las porciones inferiores de la Cnenca del Colorado y del país en general, situadas en latitudes correspondientes en las caídas de agua del Pací- fico, son frecuentadas por estas aves en Invierno. En dichas latitudes, la espe- cie, como especie, es sedentaria, pero de esto no debe deducirse que los indivi- duos que residen allí en Invierno sean los mismos que nacieron en las inmedia- ciones. Esta cuestión queda todavía por decidir; pero á juzgar por su analogía, es probable que las aves que representan á la especie en Invierno, en Nuevo México, Arizona y Sur de California, consistan principalmente en individuos nacidos en el Septentrión y que hayan emigrado hacia el Sur, y que México y Guatemala sean frecuentados por crías más meridionales, que pueden haber na- cido en las mismas latitudes en que otros miembros de la especie pasan el In- vierno. Si tal sucediere, se ve claramente que el impulso que las induce á emi- erar trinnfa en todos los casos, aunque se encuentren algunas D. audoboni en ciertas áreas, en todas las estaciones del año. Creo, sin embargo, que todos es- tamos dispuestos inconscientemente á preocuparnos respecto á la cuestión gene- ral de la emigración de las aves, pues confiamos demasiado en las líneas del movimiento, al grado de desapreciar las zonas de distribución laterales de las especies, lo mismo que las zonas que se extienden de arriba á abajo, lo cual se nota partienlarmente en los países muy accidentados. Por ejemplo, se supone, por lo general, que el Junco aikeni viene del Norte en Otoño, lo cual es exae- to, pero sus apariciones repentinas, debidas á los cambios de tiempo, no pudie- ron ser explicadas hasta que se supo que cría en las montañas, llegando al Sur hasta Virginia y el Norte de la Carolina, y que vuela de arriba á abajo, según las exigencias del tiempo. En el Estado del Colorado, anida á una altitud que varía entre 9,000 á 9,500 pies, hasta los límites de la vegetación. Llega del Sur á Idaho á mediados de Mayo; sube todavía más á anidar, y cría sus polluelos á fines de Junio y Julio, en los espesos bosques de pruche que crecen en las la- deras de la montaña, de donde empieza á bajar en Agosto; en Septiembre abun- da en las partes bajas del país y desaparece en Octubre. “En el mismo Estado, dice Mr. Aiken, es una aye común y sedentaria, en Verano, abundando par- tienlarmente durante las emigraciones, época en que se dispersa por todo el país, desde los pinos de los límites de la vegetación, hasta los árboles y zarzales que bordan los arroyos de las llanuras; pero durante la estación de la cría, se limita á una altura de 8,000 á 10,000 pies, criando sus polluelos entre las espesuras de pinos y álamos temblones.” Se aparecieron el 1.2 de Junio, y una semana más tarde, se desenbrió un nido acabado de hacer y todavía vacío, en la punta de un pequeño pruche de unos treinta pies de alto. Este nido estaba hecho de tiras de corteza tejidas firme y primorosamente y forradas con zacates finos; tenía cua- 414 ] A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. tro pulgadas de diámetro por una de fondo. En Fort Whipple veía yo gran can- tidad de Verdines en los árboles de “cotton wood” y entre los matorrales que crecen á orillas de las corrientes de las montañas. En el Sur de California abun- da en Invierno, y revolotean y gorjean entre las hierbas de las llanuras, así co- mo en los montes. Según Rideway, en Nevada este precioso Verdín habita es- pecialmente los bosques de pinos situados en las más altas cordilleras, durante el Verano, sin dejar por eso de visitar los montes de cedro y piñón de las mon- tañas desiertas, de donde baja á las partes inferiores del país, en las cuales fre- cuenta los plantíos de arbolitos de las corrientes, precisamente como la D. coro- nata. Mr. J. Hepburn afirma que colocan el nido, ya sea en las ramas superio- res de los árboles, ya en los matorrales, á unos cuantos pies del suelo; que ponen hasta cuatro huevos blancos, manchados de rojo, sobre todo alrededor de la punta más larga. El nido del Museo Nacional estaba en una especie de gancho, formado por tres horquillas de un vástago oblicuo, y por consiguiente, tiene la forma de un cono oblicuo.” “Las costumbres generales de la D. audoboni son idénticas á las de su pa- riente oriental; la única diferencia que se nota en ellos, consiste, según Mr. Trip- pe, en que su gorjeo ordinario se parece á los sonidos que lanza el Mirundo erylhrogastra, Mr. Rideway dice que su débil “wit” es completamente distinto del sonoro y agudo “chip” de Ja D. coronata. Nunca he tenido oportunidad de esenchar su canto, pero Mr. Trippe dice que es “una cancioncita muy simple,” y Nuttal asegura que se parece á la de la D. estira, pero que la supera en cuan to á ejecución.” % b. Vertez and flavo notatus. DENDRAECA MACULOSA. Motacilla maculosa, Gan. Syst. Nat. L, p. 984. Sylvicola maculosa, Bryant, Pr. Bost. Soc. N. H. VIL p. 110”. Dendreca maculosa, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 11% 1864, p. 347*; Sel. P.Z. S. 1859, pp. 363*, 374"; 1862, p. 19”; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 322% Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 16% Baird, Rev. Am. B. l, p. 206"; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. 1, p. 232"; Guudl. Orn. Cub. p. 66'?% Coues, B. Col. Vall. L, p. 290% Capitis lateribus, dorso, tectricibus supra caudalibus et cauda nigerrimis; superciliis, pluga alari magna et maculis cande utrinque albis; capite sunmo et alarun marginibus cinereis; nropygio et corpore subtus flavis, pectore et hypo- (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 271. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 415 chondriis maenlis nieris magnis notatis; crisso albo; rostro et pedibus nigris. Long: tota 47, ale 2-5, caude 2, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-7. (Deser. maris ex Panamá. Mus. nostr.). 2 a mari differt dorso olivaceo, superciliis albis et maenlis corporis subtus absentibus. (Deser. fenmine ex Panamá. Mus. nostr). Hab. Norte América". México, Jalapa (de Oca”), Playa Vicente (Bon- card”), Cosamaloápam (Boncard”), Santa Efigenia, Tehuantepec (Sumichrast?), Isalam, Yucatán (Gamner), Honduras Británicas (Blancanneanx), Guatemala? (O. S. et F. D. G.), Panamá (WLeanmnan*”), Cuba”, Islas Bahamas? México, de Veracruz á la Península de Yucatán).O En Invierno, la distribución de esta especie en Centro América es peculiar. Seo le ha encontrado en las provincias meridionales de México, Veracruz, Oaxa- ca y Tehuantepec, éinmediatamente hacia el Sur, en un vasto distrito de Guate- mala, extendiéndose á través del país; más allá se pierden sus huellas hasta lle- gar al Estado de Panamá, en donde ocurre con bastante frecuencia en la línea del Ferrocarril de Panamá. Tal es su límite más meridional. Es rara en Cuba, pero aparece alonnas veces en el mes de Abril, en su marcha hacia el Norte”. Tambien visita las Bahamas?, pero ninguna otra de las Islas de las Indias Oe- cidentales. Se dice que su canto es claro y bien modulado, y que sobrepasa al de la mayoría de los miembros de su familia. Frecuenta los montes bajos, busca qué comer entre las ramas y recorre de arriba abajo los troncos de los árboles, á caza de insectos y de larvas. También sabe coger á los insectos al vuelo y atra- parlos en las flores abiertas”. Generalmente hace su nido en un abeto, colocán- dolo á unos cuantos pies del suelo: parece que es una construcción algo floja y ligera, hecha casi enteramente con zacates delgados, tallos de planta finos, nu poco de musgo ó varitas de pruche; lo forma con finas raíces negras de plantas herbáceas. Loos huevos son de un color crema ó de un blanco cenizo, manchados escasamente de lila y obscuro”. “Mr. C. J. Maynard hace una excelente descripción del nido y los huevos de esta especie. Un nido colectado en Umbagog, estaba en la rama horquillada de un pruche bajo, á unos tres pies del suelo, en una elevación del terreno que conducía á una vereda del monte. Contenía cuatro huevos y se componía de za- cate seco, varitas de pruche, raíces, etc., forradas de raíces negras; el conjunto parecía grosero para ser de un Verdín tan delicado. Los huevos eran más esfé- ricos que los de otros Sylvicolid«e. Medían 0.62 por 0.52, 0.61 por 0.52 (céntimos de pulgada). Otro nido fué hallado en una cicuta baja, á cuatro pies de altura. Su parte exterior había sido hecha con unas cuantas varitas muertas de alerce, mezcladas con tallos de hierbas y zacate seco. El forro era de cerdas negras y (1) Laurencio y Beristain, pág. 41. La Nat.—Ser. II, —T. IM.—Nov. 1900 53 416 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. formaba un contraste extraño con el aspecto mustio del exterior. El conjunto era muy ligero y airoso, y se parecía al de la D. pensylvanica. He ahí las di- mensiones del nido: diámetro externo, tres pulgadas; interno, dos; profundidad externa, una y tres cuartos; interna, una y un cuarto. Los cuatro huevos que ha- bía en el nido medían 0.65 por 0.50, 0.62 por 0.47, 0.64 por 0.46, 0.65 por 0.48. Eran de un blanco cenizo, manchados y sombreados de moreno y lila, sobre todo alrededor de la punta más larga, mientras que en otras partes tenían virgulitas morenas; diferían entre sí por el tamaño y la cantidad de las manchitas more- nas. Describe otros dos nidos que, lo mismo que sus huevos, son idénticos á los anteriores en todos los puntos esenciales.”% ec. Uropygium haud flavum. e. Gula alba. DENDRACA CZARULEA. Sylvia ceerulea, Wils. Am. Orn. TL, p. 141, t. 17, £.5'; Licht. Preis-Verz. mex. Vóg. p. 2* (cf. J. £. Orn. 1863, p. 57). Dendreca ccorulea, Law. Am. Lyc. N. Y. VI, p. 322% TX, p. 200% Baird, Rev. Am. B. 1, p. 191”; Sel. et Salv. P. Z. S. 1864, p. 347", 1870, p. 836”, 1879, pp. 494, 594%; Salv. P. Z. S. 1870, p. 183; Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L p. 235%; Gundl. Orn. Cub. p. 65”, Coues, B. Col. Vall. I, p. 267"; Taez. P. Z. S. 1874, p. 508”; Allen, Bnll. Nutt. Orn. Club, IV, p. 25%. Cerula, dorso medio et verticis lateribus indistincte nigro striatis; alis albo bifasciatis; cauda utrinque albo notata; subtus pure alba, hipochondriis ni- gro striatis; rostro nigricante; pedibus corylinis. Long. tota 4-4, alee 2-5, can- dee 177, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-65. (Descr. maris ex Panamá. Mus. nostr.). 2 virescens, subtus sordide albicans. (Deser. femine ex. Panamá. Mus. nostr.). Hab. Norte América”. México (Deppe?”), Mérida, Yucatán (Schott*), Gua- temala (Mus. G. N. Lawrence”, fide Verreaux”), Honduras (G. M. Whitely”), Costa Rica (Rogers); Panamá (Arcé”, MWLeannan*”). Colombia*, Ecuador, Pe- rú*, Bolivia*, Cuba?. Con excepción de Yucatán, que la D. cerulea visita con regularidad en Invierno, casi puede decirse que esta especie no toca México en su emigración meridional, pues el único caso que se ha dado de su aparición en dicho país, es (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 63. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 417 el que registró Lichtenstein, apoyándose en la autoridad de Deppe, que capturó alounos ejemplares hace unos cincuenta años. La línea de emigración de la D. cerulea pasa casi directamente de los Estados Unidos á Panamá; unos cuantos individuos visitan el promontorio de Yucatán y algunos puntos de la costa orien- tal de Centro América. Parece que esta especie no es por lo regular bastante conocida por los or- nitologistas americanos, pues Brewer", al referirse al ave en cuestión, no cita ninguna autoridad más reciente que la de Audubon, tratándose de la descripción del nido y huevos. Segrúín dicho autor, ponen el nido en un gancho de un árbol bajo y lo hacen con fibras y tallos entretejidos con raicecillas y forrados con finas fibras secas de musgo español (Tillandsia). La puesta asciende á cinco huevos, de un blanco puro, con manchas rojizas en la punta más larga. Última- mente Mr. Allen” describió el nido y los huevos de la especie; su nota difiere de la de Audubon, pues dice que los huevos son de un blanco crema, cubiertos profusamente de manchas de un moreno rojizo. “El nido, dice Audubon, está entre los brazos de un árbol ó matorral bajo; es algo pensil y se proyecta un poco sobre las varitas á que está adherido, ex- tendiéndose debajo de ellas casi dos pulgadas. Fibras de vid, tallos de plantas herbáceas ásperas y raíces delgadas, constituyen la parte de afuera, arregladas de un modo cirenlar. El forro consiste enteramente de fibras secas de musgo español. La hembra pone cuatro ó cinco huevos, de un color blanco puro, con unas cuantas manchas rojizas en la punta más larga” DENDRACA PENNSYLVANICA. Motacilla pennsylvanica, Linn. Syst. Nat. L, p. 333". Dendreca pennsylvanica, Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 273% P. Z. S. 1864, p. 347*; 1870, p. 336*% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 322%; TX, pp. 94*, 200”; Baird, Rev. Am. B. IL, p. 191* Salv. P. Z. S. 1867, p. 136% 1870, p. 182% y. Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 293%; Baird, Brew. et Rido'w. N. Am. B. IL, p. 245”; Coues, B. Col. Vall. I, p. 244”; Sennet, Bull. U. S. Geol. Surv. V, p. 387*, Motacilla icterocephala, Linn. Syst. Nat. L, p. 334%, Sylvicola icterocephala, Bryant, Pr. Bost. Soc. N. H. VIT, p. 110%, Dendreca icterocephala, Sel. P. Z. S. 1859, pp. 363", 374%; Cab. J. f. Orn. 1860, p. 328", Supra nigra, dorsi plumis, alis et cauda flavescenti-cinereo limbatis; capite sumno leete flavo; loris, superciliis et genis anticis nigris, regione parotica, cer- (2) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 57. 418 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. vicis lateribus et corpore toto subtus albis, hypochondriis leete castaneis; alis fla- vido-albo bifasciatis; rectricibus externis utrinque tribus intus plaga alba gra- datim latins notatis; rostro nigro; pedibus corylinis. Long. tota 4-5, alee 26, caude 2.0, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-65. (Deser. maris ex Panamá. Mus. nostr.). 2 supra leete olivacea fere immacnlata, subtus alba genis cinereis. (Deser. femine ex Panamá. Mus. nostr.). Hab. Norte América'"*, México, Jalapa (de Oca”), Playa Vicente (Bon- card'"), Mérida, Yucatán (Schott”), Guatemala (Delattre"?), (O. S. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely*), Costa Rica” (v. Frantzius”, Carmiol”), Panamá (Ar- có”, MLeanuan*”). Islas Bahamas”. (México, Estado de Veracruz). La Dendreca pennsylvanica es muy poco conocida en México, porque aun- que Oca y Boucard la encontraron en el Estado de Veracruz"”*, el Profesor Sumichrast no la cita ni tampoco se halla su nombre incluido en las listas de las aves del Occidente de México. Dicen que el nido está hecho con tiras de corteza de cedro rojo, forradas perfectamente con pelos ásperos y que lo colocan en el brazo de un arbusto ba- jo, á cuatro ó cinco pies del suelo. Los huevos son blancos y están enbiertos de borrones y víreulas en toda la superficie. Lias manchas son abundantes, tienen un color gris y púrpura obscuro, y están mezclados con manchas más claras de moreno rojizo”. “En los Estados Unidos es en el Oriente una especie muy común y pasa en gran número en la época de la emigración, encontrándosele entonces en las huer- tas y los montes abiertos, en compañía de otras varias especies. Su distribución es algo meridional, pues al menos aparentemente no pasan muchos individuos, si es que pasan, más allá de los Estados Unidos, en cuyas regiones septentrio- nales anidan. En Invierno se retiran muy al Sur. Los numerosos nidos de la co- lección Smithsoniana están todos en un gancho perpendicular, compuesto gene- ralmente de varios tallos; y están más ó menos alargados perpendicularmente á fin de adaptarse al gancho. La cavidad es ale'o estrecha, pero profunda. Las va- ritas que se conservan con los nidos son pequeñas, y en un caso el nido estaba nada más á una vara del suelo. El exterior es una masa tejida con cierta negli- gencia y estaba hecha con substancias vegetales vellosas y fibrosas; el interior está tejido con más cuidado y es de zacates finos. Alounas veces tienen forro de cerdas. Ninguno contenía más de cuatro huevos; varios no más tenían tres; uno estaba ocupado solamente por un huevo de Molothrus pecoris. El cascarón es blanco; las señales están confinadas principalmente á la punta más larga; rara vez hay unas cuantas vírgulas salpicando toda la superficie; forman ó tienden á formar en muchos casos, una coronilla alrededor de la punta larga. Algunas ve- ces la coronilla es algo estrecha y espesa, pues consiste en borrones confluentes; (1) Laurencio y Beristain, p. 41. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 419 pero en otros casos es un círculo de virgulitas separadas. Las marcas son de to- dos los matices comprendidos entre el rojizo claro y los castaños más obscuros, mezclados con tintes nentros. Miden 0.68 por 0.50.” 0 DENDRACA CASTANEA. Sylvia castanea, Wils. Aun. Orn. IT, p. 97, t. 14, £. 41. Dendreca castanea, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 113 P. Z. S. 1864, p. 347*; 1879, p. 494*; Cassin, Pr. Ac. Phil. 1860, p. 193% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 322% Bnll. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 15”; Baird, Rev. Am. B. I, p. 189% Wyatt, Tbis, 1871, p. 322% Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L, p. 251"; Conues, B. Col. Vall. L, p. 243”. Snpra dorso medio nigro, plumis singulis pallido badio limbatis, uropygio cinereo, tectricibus supracaudalibus in medio nigris; capite summo, gula tota et hypochondriis leete badiis; fronte et capitis lateribus nigris; alis et cauda fus- co—nigris, cinereo limbatis, illis albo bifasciatis, hac in pogonio rectricibus dua- run externarumn interne plaga alba notata; subtus abdomine medio albo vix ba- dio tincto, rostro corneo, pedibus corylinis. Long. tota 4-6, ale 3, caude 2-2, rostri a rictu 0.6, tarsi 0-7. (Descr. marix ex Veraguas in Statu Panamensi. Mus. nostr.). 2 Supra olivacea, dorso vix fusco striato; snperciliis, genis et corpore snb- tus olivaceo-albis. (Deser. femine ex Panamá. Mus. nostr.). Hab. Norte América'*". México, Tehuantepec (Sumichrast”), Guatemala (Skimmer”); Panamá (MW'Leannan*””, Arcé, A. Schott”). Colombia*. La D. castanea no es muy conocida en México y Centro América, oxcep- tuando al Estado de Panamá, en donde parece ser común durante los meses del Invierno. El Prof. Sumichrast” es el único que menciona su presencia en Méxi- co. En su emigración á sus cuarteles de Invierno, lo mismo que en su partida de ellos, la D. castanea, como varios de sus congéneres de los Estados Orienta- les, pasa sin detenerse por las Indias Occidentales, toca ligeramente á México ó Guatemala y se dirige al Istmo de Panamá y á las partes situadas al Noroeste de Sud América. Respecto á sus cuarteles de Verano, esta especie se dirige al Septentrión de la Nueva Inglaterra, y de allí se dispersa hasta las playas de la Bahía de Hud- son”, en cuyo distrito anida. Al Sur de aquí se le conoce como ave de paso, y llega al Oeste hasta las grandes llanuras. (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 62. 420 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. =— Brewer describió el nido”; dice que es grande, comparativamente con las dimensiones del propietario, y que la parte de afuera está hecha con varitas finas mezcladas con musgos largos coleantes; el forro está hecho primorosa- mente con raíces negras fibrosas, tallos de semillas de musgo y unos cuantos pelos. Añade que los huevos son de un verde azulado, manchados con profusión de moreno, y generalmente con un anillo de borrones confluentes de moreno y lila, alrededor de la punta más larga. “Pasa por los Middle States en Mayo, y vuelve en Septiembre; se le en- cuentra en estos meses con algunas aves, y particularmente en el Otoño, en abun- dancia. Se le ve en todos los bosques en que las otras especies del género se detienen á descansar y comer durante sus viajes; y en las huertas, éstas últimas van al retiro favorito de varias clases de Sylvicolide, en Primavera, época en que los manzanos, perales, duraznos y cerezos, están en flor; sin duda los diver- sos insectitos que infestan los árboles frutales, atraen á estas avecillas. Mr. C. J. Maynard colectó dos nidos con huevos, el S de Junio, en Umbagog, en donde, según dicen, esta especie es la más abundante de los Sylvicolide. Ambos nidos se hallaban en la rama horizontal de una cienta, á unos quince ó veinte pies del suelo, y parecían graudes para su dueño. Los habían formado con varitas se- cas de alerce, mezcladas en uno de ellos con heno largo; y en el otro, con unos pocos de tallos de zacate. El forro era muy suave, pues tenía raicecillas negras fibrosas, un poco de musgo y pelo de conejo. El diámetro externo es de cinco y . media ó seis pulgadas, el interno de dos y media ó tres, la cavidad de una y cuarto ó una y media: difieren por la forma; el nido más amplio es el más super- ficial. Uno de ellos contenía tres huevos, el otro de los cinco medían 0.65 á 0.71 de largo por 0.50 á 0.53 de ancho.” Gula flava aut aurantiaca. DENDRACA BLACKBURNIZ. Verdín.* Motacilla blackburnmae, Gm. Syst. Nat. L, p. 977* Rhimamphus blackburnic, Sel. P. Z. S. 1855, p. 143% 1858, p. 64?. Dendreca blackburnic, Sel. P. Z. S. 1859, p. 363%; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 11*; Cab. J. f. Orn. 1860, p. 328% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VIL p. 468"; IX, p. 948; Bul. U. S. Naf. Mus. n. 4, p. 15%, Baird, Rev. Am. B. 1, p. 189"; Salv. P. Z. S. 1867, p. 136"; 1870, p. 183%; Ibis, 1872, p. 314”, Sumichrast, Mem. Bost. Soc. (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 61. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 421 N. H. L p. 547"; v. Frantzius, J. f. Orn. 1869, p. 237", Merrill, Pr. U. S. Nat. Mus. 1, p. 123", Cones, B. Col. Vall. I, p. 284%; Tacz. P. Z. S. 1874, p. 508”. Sylvicola blackburnie, Sw. Phil. Mag. new. ser. L, p. 434% Bryant, Pr. Bost. Soc. N. H. VII, p. 110*. Supra nigra, nropygii plumis fusco vix limbatis; alis et cauda fusco-nigris cinereo limbatis, illis albo bifasciatis, hujus rectricibus tribus externis intus pla- ga alba gradatim latins notatis; capite sumo, superciliis, macula suboculari et entture toto leete aurantiacis; loris et genis nigerrimis, abdomine et crisso albis; hypochondris nigro striatis; rostro corneo, pedibus corylinis. Long. tota 4-6, ale 2-6, caude 1-8, rostri a rictu, 0-55, tarsi 0-65. (Descr. maris ex Jalapa, Mé- xico. Mus. nostr.). 2 supra nigra olivaceo striata, coloribus sicut in mare distributis sed colo- re aurantiaco multio flavidiore et plumis nigris undique flavescenti-olivaceo limbatis. (Deser. feminee ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América'"*". México, Veracruz (Bullock”), Jalapa (de Oca?), Orizaba (Sumichrast*), ciudad de Tehuantepec (Sumichrast”), Guatemala? (O. S. et F. D. G.), Nicaragua (Belt'), Costa Rica” (v. Frantzins”, Carmiol*), Panamá (Arcó'*", WLeamnan”). Colombia*, Ecuador*, Perú", Islas Bahamas”. (México, Istmo de Tehuantepec.).” Aunque la D. blackburnice ha sido observada en Utah y anun en Nuevo Mé- xico, durante su emigración primaveral'*, no puede considerársele sino como un ave oriental durante su residencia veraniega en el continente norteamericano. Su zona de distribución septentrional se extiendo hasta las provincias británicas y aun hasta la Groenlandia. Al pasar al Sur, en su emigración de Otoño, signe una línea algo peculiar, pues esquiva por completo las Indias Occidentales, ex- ceptuando, sin embargo, á las Islas Bahamas. En México se le conoce solamente eu las provincias meridionales, y del lado del país que da al Pacífico, en las cer- canías de Tehuantepec.” En Guatemala es considerable la zona que ocupa en altitud, pues se ex- tiende desde 1,000 hasta 5,000 6 6,000 pies. En Colombia, Mr. Wyatt, que lo ob- servó en el valle de la Magdalena, dice que frecuenta los bosques de encinas si- tuados abajo del Páramo, y que rara ocasión desciende á menos de 5,000 pies”. La D. blackburnice se distingue fácilmente de cualquier otro miembro de la familia, á pesar de que el plumaje varía considerablemente según la estación, la edad y el sexo. Los machos bien emplumados se obtienen más á menudo en Invierno, hacia el extremo meridional de su zona de distribución, que en Méxi- co 6 Guatemala, donde prevalece el plumaje prematuro ó de Invierno. “Mny rara en Orizaba.” (1) Laurencio y Beristain. (2) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo IL pág. 304. 422 ' A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. “Esta especie tiene fama por la delicadeza de su coloración; es común du- rante las emigraciones, á lo largo de Atlantic States, en los montes altos y abier- tos, y se asocia con v¿rens, castanea, striata y otras. Audubon describió un nido con huevos, colectado en Nueva Escocia. 'V DENDR4E£CA DOMINICA. Verdín.? Motacilla Dominica, Linn. Syst. Nat. 1, p. 3342. Dendreca dominica, Baird, Rev. Am. B. L, p. 209% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 200%; Mem. Bost. Soc. N. H. IT, p. 270% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 5477; Baird, Brew. et Ride'w. N. Am. B. L, p. 240% Gundl. Orn. Cub. p. 67"; Coues, B. Col. Vall. L, p. 2478. Dendreca dominica, var. albilora, Law. Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 16”. Motacilla superciliosa, Bodd. Tabl. Pl. Enl. p. 43%. Dendreca superciliosa, Sel. P. Z. S. 1859, pp. 363", 374; 1862, p. 368%; Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 274**% Dresser, Ibis, 1865, p. 478”. Motacilla flavicollis, Ga. Syst. Nat. L p. 959*. Sylvia flavicollis, Sw. Phil. Mag. new. ser. I, p. 434". Motacilla pensilis, Gan. Syst. Nat. L, p. 960*. Sylvicola pensilis, Gosse, B. Sam., p. 156"; Sallé, P. Z. S. 1857, p. 231”. Ehimamphus pensilis, Sel. P. Z. S. 1856, p. 291%. Dendr«ca pensilis, Sel. P. Z. S. 1858, p. 295%. Supra cinerea, alis et cauda fusco-nigris cinereo limbatis, illis albo bifas- ciatis, hujus rectricibus tribus ntrinque externis plaga alba, eradatim latins no- tatis; pileo, capitis et cervicis lateribus nigris, plumis ad nucham cinereo limba- tis; entture toto leete flavo; superciliis (interdum flavo tinctis), macula subocula- ri et abdomine toto albis, hypochondriis nigro striatis; rostro et pedibus nigri- cantibus. Long. tota 4-5, alee 2-5, cando 1-9, rostri a rictu 07, tarsi 0-7. (Deser. exempl. ex Totonicapam, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari persimilis, sed coloribus paulo obseurioribus. Hab. Norte América***. México (Sallé”), Tepic (Grayson*), Colima (Xan- tus=*), Coahuayana (Xantus?*), Tamanlipas (Conch*), Veracruz (Bullock”), Jalapa (de Oca”), Orizaba (Sumichrast?), Oaxaca (Boncard”), Montañas de la Gineta, Chia- pas (Sumichrast”), Mérida, Yucatán (Sehott*), Valladolid, Yucatán (Gammer), Honduras Británicas (Blancanneaux), Guatemala* (O. S. et F. D. G.). Anti- llas 29, etc. (México, Región Oriental y Sur). (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 60. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. (3) Laurencio y Beristain. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 423 El límite de la emigración meridional de la D. domínica, es, según se sabe actualmente, Guatemala, en donde, sin embargo, es ave común durante el In- vierno, encontrándosele á diversas alturas, que varían entre 1,200 y 9,000 6 10,000 pies. En sus enarteles de Verano, esta especie se dispersa por todos los Estados Orientales, llegando al Norte hasta Washington y Nueva Y ork; la raza de colores blancos se extiende más al Occidente. Es indudable que cría en todo este dis- trito, pero parece que no se conocen sino muy imperfectamente sus hábitos res- pecto á nidificación, pues las relaciones de Nuttal y Audubon, según Brewer”, difieren una de otra, y los informes más recientes son bastante escasos. “Chablé, Noviembre de 18785.” “Dlega á Orizaba por el 10 de Agosto.” “Mr. J. M. Wheaton, dice que en Ohio manifestaba una inclinación especial por los parajes en que hay agua corriente, y que se le ve, por lo regular, en los árboles y cercados vecinos á los ríos. Se aproxima, por sus costumbres, á los Paride y Certhiíide, pues frecuentemente va colgándose y andando con la ca- beza hacia abajo, en los vallados.” “Un nido que ví en el Instituto Smithsonian, es de los más notables que he conocido. Está hecho en una gran masa de Tillandsía usneoides, y se compo- ne, en su mayor parte, del susodicho material. Una parte de la masa que colga- ba de nn ramo de encina, fué levantada y tejida estrechamente con nua peque- ña substancia fibrosa, á fin de formar un lecho inmenso al nido, que tiene una entrada lateral tan grande que se puede introducir la mano en ella. El interior es limpio, tiene las dimensiones usuales, está hecho con el musgo, el borde es liso 6 ignal, el forro es de peluza de plantas y unuos cuantos zacates finos. Los huevos de este nido tenían la forma usual, medían 0.70 por 0.52; eran blancos, con una coronilla de manchas de un color moreno, negruzco y lila alrededor de la punta más larga.” “Según Mr. Maynard, frecuentan en Florida los bosques y montecitos de pinos, en compañía de los Parida, Sittidc, etc. Yo he colectado esta especie en las orillas del St. John, lugar en que la encontré buscando insectos en los ár- boles bajos que crecen en los numerosos pantanos que allí se notan; también la he visto en las ramas de la cima de los altos árboles de los bosques de pinos vírgenes. Sus movimientos son muy lentos para ser Mniotitilde y observa mu- chas de las costumbres de los Certhiide, pues se cuelga de los brazos de los ár- boles y recorre de arriba abajo los troncos, como aquéllos. Una vez ví á una trepando por el techo de una casa. Son muy poco suspicaces; en Jacksonville se les puede encontrar casi en todos los días de Otoño y á principios del Invierno, (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 441. (2) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz, '“La Naturaleza,” tomo I, pág. 304. La Nat.—Ser. 1.—T. HHI.—Dic. 1900. 54 494 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. en las encinas que crecen en las calles. Los cantos de esta ave son simples y se parecen á los trinos de la D. pinus 6 quizá, al continuo y tartamudeado gorjeo de la Mniotilta varía. Prefiere los árboles que bordan las orillas de las co- rrientes.” “En Ohio, dice el D. Wheaton, son los individuos de la familia que llegan más pronto y con mayor regularidad. Llegan antes que caigan las últimas he- ladas. Comunmente siguen las corrientes en sus emigraciones, y se les reconoce con facilidad por su nota, que es comparativamente frecuente y sonora. No tar- dan en dispersarse por los arbolados y por los árboles y jardines de la cindad. En Septiembre se vuelven al Sur, por la misma vía que signieron en la emigra- ción primaveral.”4 DENDRACA DECORA. Dendraca gracie, var. decora, Ridew. Am. Nat. VIL, p. 608; Baird, Brew. et Ridoew. N. Am. B. L, p. 240? Cones, B. Coll. Vall. L, p. 292%, Dendreca gracie, Salv. Ibis, 1873, p. 428% Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. un. 4, p. 16". Dendreca decora, Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 92*. Supra cinerea, pilei antici plumis in medio nieris; alis eb cauda fusco-ni- eris cinereo limbatis; illis vix pallide cinereo bifasciatis, hujus rectricibus tri- bus utrinque externis plaga alba gradatim latins notatis; superciliis anaribns, ciliis ipsis, macula suboenlari et eutíure toto leete flavis; corpore reliquo lactes- centi-albo, hypochondriis cinerascentibus vix nigro striatis; rostro nigricante, pedibus corylinis. Long. tota 4, alee 2-2, caudee 1-8, rostri a rictu 0-55, tarsi 0-6. (Deser. exempl. ex Guatemala. Mus. Acad. Cantabr.). Hab. México, cerca de Zapotitlán (Sumichrast?); Honduras Británicas (C. Wood”*”), Guatemala (Constancia”. Mus. Soc. Econ. 4). (México, Estado de Oa- xaca y Belize (Península de Yucatán).? Colectamos algunos ejemplares cerca de Tonalá, Chiapas y Santo Domin- go, Oaxaca, en el Istmo de Tehuantepec.”% “En los bosques de pinos que rodean Fort Whipple, es nna de las aves más abundantes de su clase en Primavera, exceptuando, sin embargo, á la D. audo- (1) E. Coues. Birds of the Northwest, pág. 66. (2) E. Coues. Birds of the Northwest. Appendix to Oscines, pág. 233. (3) Laurencio y Beristain, pág. 41. (4) E. W. Nelson, pág. 159. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 425 boni. No sé que se presente en ninguna parte situada más allá de Nuevo Mé- xico y Arizona, ni siquiera que se aventure fuera del círculo de pinos que indi- ca cierta elevación de la superficie, en estos territorios; pero como es emigrante y no se le ha observado nunca en los Estados Udidos, en Invierno, es indudable que se retira á México en el Otoño para volver en Primavera. Sin embargo, se ienora aún la extensión de sus movimientos. En Fort Whipple obtuve una mag- nífica serie de ejemplares que me permitió estudiar las variaciones que sufre el plumaje bajo las diversas condiciones del sexo, la edad y la estación. Mr. Hens- haw confirmó mis observaciones relativas á la predilección que estas aves ma- nifiestan por los pinos, pues las encontró casi invariablemente en bosques de co- níferas, pasando con velocidad á lo largo de las más pequeñas ramas ó lanzán- dose en el aire para capturar á los insectos; en Agosto, cuando varias familias se habían unido ya formando pequeñas parvadas y permaneciendo en compañía de otras aves insectívoras, antes de partir para el Sur, la D. decora manifesta- ba todavía su natural preferencia por los pinos. Se unen poco tiempo después de su llegada á Fort Whipple, es decir, á principios de Mayo, y me parece que al menos en algunos casos tienen dos crías en el Verano, pues he encontrado pájaros recientemente emplumados á media- dos de Agosto. Nunca conseguí descubrir su nido, pero no dudo que lo sitúen en los pinos que tanto les atraen. No sólo frecuentan los pinos altos, sino que se están en las partes más elevadas de esos magníficos árboles, algunos de los cua- les crecen de tal modo, que sus brazos inferiores están apenas á tiro, sin contar con la bóveda de follaje que se extiende al sol, proporcionando un sitio propi- cio para la caza á estas ágiles 6 industriosas avecitas. Se las ve corretear por entre las ramas, vagando, al parecer sin objeto, entre lo más intrincado del fo- llaje, revoloteando momentáneamente alrededor de las puntas de las ramas y lanzándose en seguida al espacio en pos de algún insecto. Así transcurre la es- tación hasta que empiezan á volar los polluelos, época en que las familias, per- maneciendo aún unidas, vagan sosegadas por los montes; los polluelos, tímidos y débiles al principio, aventuran vuelos más cortos que sus padres, los cuales parecen absortos en procurarles bienestar y los atienden solícitamente, hasta que están en estado de bastarse á sí mismos. Aprenden con presteza, no tardan- do en adquirir confianza y romper los vínculos de familia; las diferentes crías se reunen en compañías indistintas y todos descienden por las laderas de las mon- tañas ó se marchan al Sur, cuando los pinos empiezan á susurrar y á comunicar- se unos con otros si escuchan el murmullo amenazador de las tormentas futuras. Durante todo el Verano, estos Verdines no tienen otra nota que el débil y sutil gorjeo de muchas de las especies de este grnpo. Al principiar la estación, enaudo los machos audan en busca de compañera, cautan de todo corazón, con una fuerza y claridad que no eran de esperarse de nuos músicos tan pequeñi- tos. El canto comienza con dos ó tres ligeras notas silbadas, y continúa durante un momento con un distinto y delicado gorjeo que no sabría describir con pa- 426 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. labras. También tienen otro canto que siempre traía á mi memoria el recuerdo del de la Setophaga ruticilla, que se escucha constantemente en el mismo pe- ríodo climatérico de aquélla. e'. Gula nigra aut nigro mixta. DENDRACA NIGRESCENS. Verdín.” Sylvia nigrescens, Towns. Journ. Ac. Phil. VIL p. 191? Sylvicola nigrescens, Bp. Consp. L, p. 308% Dugés, «La Naturaleza,» L p. 141? Dendr«eca migrescens, Sel. P. Z. S. 1858, p. 298% 1859, p. 374%; Baird, Rev. Am. B. I, p. 186” Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 547”; Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. 1, p. 258; Coues, B. Coll. Vall. I, p. 263*. Supra cinerea, intercapnulii et nropygii plumis in medio nigris, capite cum enla nigris; loris flavis, superciliis posticis, stria ntrinque gule et abdomine me- dio albis, hypochondriis nigro striatis; alis et canda nigricantibus cinereo lim- batis, illis albo bifasciatis, hujus rectricibus utrinque tribus externis parte api- cali gradatim labins albis; rostro et pedibus nigricantibus. Long. tota 4-8, ale 9-5, caude 2-2, rostri arictu 0-5, tarsi 0-75. (Deser. maris ex La Parada, México. Mus. nostr.). 2 mari similis, sed coloribus magis fuscescentibus gula quoque alba distin- guenda. (Descr. exempl. ex México. Mus. nostr.). Hab. Norte América. México, Guanajuato (Dugós?), Tierra fría (lo Stran- ge), Orizaba (Sumichrast), Real Arriba (Deppe, Mus. Berol.), La Parada (Bon- card*), Oaxaca (Boncard”, Fenochio). (Mesa Central y Región Sureste y Sur).” Esta especie del Occidente de Norte América se dispersa hacia el Sur en Invierno y penetra en México hasta el Estado de Oaxaca, más allá del cual no ha sido observada. Parece que está limitada á los distritos más altos, pues en las colecciones hay ejemplares obtenidos en las mesetas de México y en Jas más elevadas cordilleras de Oaxaca, á una altura de 10,000 pies; en Orizaba es rara, según el Prof. Sumichrast, y no está comprendida en ninguna de las primeras colecciones de M. Sallé, ni en las de Montes de Oca. Los primeros ejemplares de D. nigrescens que llegaron á Europa, fueron, sin duda alguna, los que se conservan en el Museo de Berlín, y fueron colecta- (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. (2) Laurencio y Beristain, pág. 41. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 4297 dos por Deppe en Real Arriba, México. Townsend' encontró esta especie algu- nos años más tarde en las florestas del Río Columbia, donde era muy abun- dante. Probablemente cría en las Montañas Rocallosas, desde Arizona hasta los límites septentrionales de su zona de distribución. Nuttal dice que el nido se compone de musgo verdo fibroso, y que lo suspenden entre dos varitas de las ramas superiores de un roble". “El 23 de Mayo, dice Nuttal, tuve la satisfacción de esenchar el delicado pero monótono canto de este pájaro, que andaba registrando activamente los brazos hojosos de un roble, así como los retoños entreabiertos, con la esperanza de encontrar en ellos las larvas é insectos que constituyen su alimento. Á veces permanecía estacionario un minuto ó dos, pero más generalmente continuaba buscando presa. Su canto, á intervalos cortos y regulares, sonaba como 't shee 't shay t shaitshee, era débil y poco variado: la nota final tenía una inflexión las- timera y delicada.” “Emigra en pequeñas bandadas. Durante su paso por California, visitan, se- gún el Dr. Cooper, los breñales bajos que hay en la costa, pero después habitan los robles á principios de Mayo, cuando empiezan á crecer las hojas. Yo lo en- contró en abundancia en los bosques de pinos de Fort Whipple. Durante las emigraciones era especialmente numeroso, pero también se le veía en Verano y anidaba, sin duda, en dicha ocalidad. Por lo general, lo veía yo corretear con eran agilidad por la cima de los pinos, á una altura tal que apenas sabía yo de qué ave se trataba, hasta que un tiro bien dirigido hacía que mi víctima cayese poco á poco de un ramo á otro, hasta que venía á dar al suelo, después de un largo remolino en el espacio. Los últimos ejemplares que cogí en Primavera estaban, con algunas excepciones, en toilette nupcial y las extrañas y cortadas notas que yo les atribuia, provenían á menudo de la bóveda de hojas en que los interminables gorjeos de los Sittidos, Paridos y otros pajaritos, se mezclaban con los golpes de los Carpinteros y los duros y repetidos gritos de los alboro- tadores gallos.” “En el Otoño aparecieron, naturalmente, en mayor número, pues habían aumentado sus filas los reclutas recién llegados del Norte, en route para Méxi- co, la tierra del mezquite; y en la misma estación se dispersaban generalmente por el país, en las colinas abiertas de robles y aun en los sauces que bordan las corrientes de las montañas.” “Las observaciones hechas recientemente por Mr. Henshaw en Nuevo Mé- xico, en latitudes correspondientes, concuerdan con las mías. Los encontró en Junio, en las cercanías de Santa Fe, sitio en que frecuentaban los árboles de ce- dro y piñón que cubren aquellos áridos collados. Los machos tenían ya el plu- maje usado, como si estuvieran criando, y la ausencia de las hembras confirma- ba esta suposición, pues sin duda se hallaban demasiado entretenidas en sus quehaceres domésticos, para presentarse en el camino del colector. Mr. Rid- 428 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. gway había encontrado ya á estos pájaros en las Montañas de Nevada, en cir- eunstancias exactamente idénticas á las anteriores; abundaban en los arbolados de piñones y cedros en donde debían haber anidad o, pnes vió familias enteras de polluelos siguiendo á los padres en Julio y Agosto. En Colorado, dice Mr. Ailren, emigran rara vez, pues probablemente algunos se quedan á anidar; fre- cuentan las cuestas cubiertas de piñones bajos y aparecen á principios de Mayo: los machos llegan primero y lanzan con frecuencia su curioso canto de amor, ocupándose al mismo tiempo en su guerra de exterminio contra todos los insec- tos refugiados entre las hojas y los ramos.” “Estos datos son todo lo que se sabe positivamente respecto á esta Dendre- ca, y juzgando por ellos, es fácil sacar en limpio sus movimientos y costumbres; se sabe que entran en muestro territorio por el Sur, en Abril; que se dispersan para anidar por todas las regiones con coníferas del Oeste; en el Sur, en las al- titudes más elevadas solamente, y en el nivel general del país, en regiones más al Norte; se sabe también que vuelve á sus cuarteles de Invierno formando tro- pas por todo el país, sin cuidarse mucho de la vegetación que pueda encontrar; que busca diligentemente á los insectos y que expresa con frecuencia las emo- ciones de la hora nupcial. Es verdad que la mayoría de los Sylvicolide presen- tan los mismos rasgos, pero el ornitologista observador encuentra oportunidad para aumentar su experiencia y también un manantial de placer al anotar aque- llos puntos que, como los matices del plumaje, prestan individualidad á cada miembro de este atractivo grupo.” DENDRACA VIRENS. Verdín.? Motacilla virens, Gm. Syst. Nat. L, p. 9851. Silvia virens, Licht. Pseis-Verz. mex. Vóg. p. 2%; (cf. J. f. Orn. 1863, p. 57). Rhimamphus virens, Sel. P. Z $. 1856, p. 291”. Dendreca virens, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 11% P. Z. S. 1864, p. 347"; Sel. P. Z. S. 1859, pp. 363", 373"; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 291%; IX, p. 94”; Bull. U. $. Nat. Mus. n. 4, p. 15% Baird, Rev. Am. B. LI, p. 182"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 546%; v. Frantzins, J. f. Orn. 1869, p. 293%; Salv. P. Z. S. 1870, p. 182*; Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. I, p. 261"; Gund. Orn. Cnb. p. 64”; Merril, Pr. U.S. Nat. Mus. L, p. 124", Conues, B. Coll. Vall. I, p. 240"; Newton, P. Z. S. 1879, p. 552”. Supra olivacea, macnlis celatis nieris notata, capitis lateribus leete flavis, stria per oculos ducta dorso concolori, gula tota cum pectoris lateribus nigris, (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 263. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 8. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 429 2 hypochondriis nigro striatis, corporis subtus reliquo albo; alis et canda nigris cinereo limbatis, illis albo bifasciatis, hujus rectricibus tribus externis pro ma- jore parte albo gradatim latins notatis; rostro et pedibus nigricantibus. Long. tota 4-4, alee 2-5, candie 2-0, rostri a rietu 0-6, tarsi 0-7. (Descr. maris ex Due- ñas, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari similis, gula et pectoris lateribus albis nec nieris distingnenda. Hab. Norte América", México (Sallé?), Lagunas, Alvarado y Cuernava- ca (Deppe, Mus. Berol.), Estado de Veracruz (Sumichrast”), Jalapa (de Oca'), Talea y Playa Vicente (Boucard”), Mirador (Sartorins”), Santa Efigenia, Tehuan- tepec (Sumichrast'), Guatemala* (O. S. et F. D. G..), Costa Rica (Carmiol?, v. Frantzius)"), Panamá (Arcé*, M'Leannan*). Cuba", Jamaica”. (México, Mesa Central y Región Sureste y Sur).” Esta especie habita, como los demás miembros de su familia, los bosques, y se le ve durante todo el período de su permanencia en Guatemala, en la parte exterior de las plantaciones; su única nota en toda esta estación consiste en un chillido agndo. En México parece que abunda ienalmente en Invierno, pues ha sido observada por todos los colectores, y el Prof. Sumichrast dice que se le en- cuentra por doquiera en el Estado de Veracruz. Del lado del Pacífico aparece únicamente en las cercanías de Tehuantepec. En Norte América la D. virens es por excelencia habitante de la Provincia Oriental, extendiéndose hacia el Oeste hasta el extremo de las llanuras, y hacia el Norte hasta las regiones templadas de las posesiones británicas. Más allá de estos límites suele llegar á Groenlandia y aun á Heligoland'* Anida en la por- ción septentrional de su zona de distribución y en los Estados de la Nueva In- olaterra. Brewer” manifiesta que el nido es nua construcción pequeña, cómoda y compacta, hecha sobre una base de finas tiras de corteza, pedazos de hojas y tallos de plantas; el forro se compone de plumón fino y tallos sedosos de plan- tas. Los huevos tienen el color del fondo del cascarón blanco ó blanco purpúreo, y están borroneados y manchados de vírgulas de moreno rojizo y purpúreo que enbren toda la superficie, pero se notan especialmente en la punta más larga. “En Junio encontré á esta especie en abundancia en los bosques de pinos cercanos á Portsmonth, New Hampshire, en circunstancias que no me permitían dudar que estuviese criando; en el Distrito de Columbia es muy común en los montes altos y abiertos en Mayo y Septiembre, asociándose en esos parajes con varios de sus parientes. “Mr. G. Welch obtuvo en Massachusetts un nido con tres huevos. Se compo- ne, en primer lngar, de pedazos pequeños de varitas finas, y en seguida de varias substancias suaves, flexibles y fibrosas que constituyen la masa del nido y están forradas con zacates delgados y raicecillas. También se encuentran en él unas (1) Laurencio y Beristain, p. 41. 430 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. cuantas plumas y cierto material velloso. Los huevos miden 0.72 por 0.54 y son de uu color blanco crema, manchados also groseramente en forma de coronilla alrededor de la punta larga, con marcas de un moreno obscuro y un tinte nentro. Este nido medía un poco más de tres pulgadas de través por casi dos de profun- didad y está hecho con bastante limpieza! y solidez. Otro nido de Massachusetts es más pequeño y profundo y sus contornos son menos regulares, pues parece que estaba colocado en un gancho oblicno. Los materiales que lo componen son casi los mismos, pero hay una gran cantidad de cerdas tejido cirenlarmente en el interior. Tiene cuatro huevos más pequeños que los anteriores (0.67 por 0.50) son de un blanco puro, manchados con más delicadeza. Las manchas están dis- tribuidas más generalmente, conservando, sin embargo, su carácter cirenlar dis- tintivo. Estos huevos son bastante distintos de los anteriores para hacer suponer que fueron puestos por distinta especie.” Y DENDRA:CA OCCIDENTALIS. Sylvia occidentalis, Towns. Journ. Ac. Phil. VIL, p. 190". Dendreca occidentalis, Baird, Rev. Am. B. 1, p. 183%; Sel. Ibis, 1865, p. 89; Salv. Ibis, 1866, p. 191% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 546% Baird, Brew. et. Ridgw. N. Am. B. I, p. 266%, Cones, B. Col. Vall. I, p. 258". Dendreca chrysoparia, Sel. P. Z. S. 1862, p. 19 (nec. Sel. et. Salv.). Dendreca niveiventris, Salv. P. Z. S. 1863, p. 187, t 24, f. 2*, Supra nigra, dorsi plumis cinereo limbatis, uropygio fere pure cinereo; pileo cintico flavo, plumis nigro terminatis; fronte et capitis lateribns lote flavis; alis et cauda nigris, extus cinereo limbatis, illis albo bifasciatis, hujus rectricibns tribus ntrinque externis albo pro majore parte notatis; subtns gula nigra, cor- poris reliquo cum hypochondriis pure albis; rostro et pedibns nigricantibns. Long. tota 4-9, alse 2-7, candee 2-2, rostri a rictn 0-5, tarsi 0-65. (Descr. maris ex San Jerónimo, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari similis, sed supra magis cinerascens, gula nigra absente. (Deser. femins ex Volcán de Fuego, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América”.—México, Moyoápam (Sumichrasft”), La Parada (Bon- card”), Guatemala (O. S. et F. D. G.*). (México, Reg. Occidental y Sur). O En México parece que la zona de distribución de la D. occidentalis se limi- ta por completo á los distritos más altos, pues el Prof. Sumichrast la colectó á | (1) E. Coues. B. N. W., p. 54. (2) Laurencio y Beristain, p. 41. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 431 una altura de 8,200 pies sobre el nivel del mar. Eu Guatemala es quizá más abundante en el círenlo de pinos del Volcán de Fnego que cubre la montaña á más de 10,000 pies, pero también lo encontramos á menos elevación en las coli- nas que rodean la llanura de Salamá, á unos 3,500 pies sobre el nivel del mar y cerca de las minas de Alotepeque á igual altura. Se le encuentra siempre en los bosques de pinos; sus hábitos son semejantes á los de D. virens, y todo el día anda buscando afanosamente su alimento en las ramas exteriores delos árboles. No se sabe nada todavía respecto á su nidificación. En Guatemala y Méxi- co es,sin duda, un simple visitante en Invierno, y en la parte meridional de suzona en Norte América sólo se le ha observado como ave de paso; pero según hace notar el Dr. Cones anida en los más elevados cintos de pinos de las cascadas de Colorado. La parte septentrional de su zona de distribución está en sus cuarte- les de Verano, y sin duda allí es donde anida. En Fort Whipple, Arizona, Mr. Henshaw colectó últimamente una serie de ejemplares en los meses de Agosto y Septiembre. Estas aves estaban asociadas tan estrechamente con la D. townsendi, y sus costumbres y aspecto general eran tan semejantes, que era imposible distinguirlas una de otra á la distancia á que se les veía generalmente. Parece que en la Cuenca del Colorado es un simple emigrante: pasa á Mé- xico en Otoño en compañía de otros Sylvicolide y avanza en ciertos casos has- ta Guatemala, mostrando siempre una inclinación especial por las regiones altas enbiertas de pinos, tales como las que se encuentran en el Norte, en donde fué descubierto hace muchos años por Nuttall y Townsend. No hay pruebas de que anide en la porción meridional de nuestro territorio. Respecto á sus costumbres se sabe muy poco, si se exceptúa el conocimiento de su distribución geográfica y de sus movimientos generales. “Mr. Townsend mató un par cerca de Fort Vancouver, en el momento en que se ocupaban en revolotear entre las espesuras de los pinares, en persecución de los insectos; vió que se colgaban de las varitas como los Paridos y le pareció que sus notas tienen cierta semejanza con las de la D. coerulescens. Las noticias de Nuttall son más extensas y sirven de base al nombre de Verdín ermitaño, que se le ha aplicado á consecuencia de lo que Nuttall llama “sus inclinaciones so- litarias.” Tuve difienltad para observarla, pues andaba en las puntas de los pi- nos buscando qué comer; allí mismo tenía probablemente el nido. Su canto, añade el mismo antor, sale frecuentemente del mismo lugar durante una ó dos horas, y se repite á intervalos muy regulares: consiste en mua nota suave, me- lancólica, débil y monótona, lanzada, según parece, cuando el pájaro está en re- poso trepando en una rama elevada y cerca de su hembra, que es su única com- pañera de su soledad.” “El Dr. Jorge Suckley confirmó más tarde las relaciones relativas á la na- turaleza inaccesible de los retiros favoritos de esta especie. Tuvo gran dificul- tad para alcanzarlos con sus tiros en las cimas de los elevados abetos en que La Nat.—Ser. 1L,—T. 1,—Enero. 1901 55 432 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. pasan la mayor parte del tiempo. Todas estas noticias indican que dichos ana- coretas estaban en sus habitaciones de Verano, y nos dan á conocer una parte, por lo menos, de las regiones en que anidan, aunque no debemos apresurar- nos á asegurar que no crían en otros puntos, cuando se encuentran en diversas condiciones. Mi ejemplar andaba, según recuerdo, saltando en un matorral, cerca del suelo, y manifestando así que los hábitos de su especie no sonlos mis- mos en todas las estaciones del año.” SUBFAM. ÍCTERIIMNAE 4. ICTERIA. Icteria, Vieillot, Ois. Am. Sept. L, pp. II, 85 (1807). (Tipo Muscicapa viridis, Gm.); Cones, B. Col. Vall. I, p. 316. “La posición de este género ha permanecido dudosa por largo tiempo, y aun ahora no puede decirse que se haya establecido, pues falta todavía examinar mu- cho de su estructura interna y compararla con la de las aves con que ha sido asociada. Durante mucho tiempo se le colocó entre los Vireonide, de los cua- les era evidentemente un miembro anormal. También se ha hecho notar su pa- rentezco con los Tanagride. Al colocarlo aquí, en medio de los Mniotiltide, seguimos en gran parte la clasificación del Prof. Baird, que se opone á que se le sitúe entre los Vireonide, á causa de su dedo interior profundamente “deft,” su tarso emplumado en parte, su dedo medio alargado, sus garras ligeramente encorvadas, la ausencia completa de muesca ó gancho en el pico, y las alas cor- tas y redondas con nueve primarias. El género comprende una sola especie di- visible en dos razas mal definidas. Su zona de distribución se extiende á través de la parte meridional del continente Norte-americano durante el verano; pasa el Invierno en México y Guatemala. “Tamaño grande tratándose de esta familia. Formas robustas. Coloración simple, principalmente aceitunada, amarilla y blanca Anida en arbustos. Hue- vos blancos, manchados. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 258. (2) Las tres subfamilias en que el Dr. Coues divide á los Mniotiltidc (B. Col. Vall. 1, p. 203) pueden definirse brevemente de la manera siguiente: Mniotiltince (anteá, p. 109). Pico cónico, delgado; comisura ligeramente curva; cerdas rictales cortas Ó ausentes. Icterince. Pico comprimido, alto, muy fuerte; comisura muy curva; cerdas rictales cortas. Setophagince. Pico ancho, aplastado; comisura ligeramente curva; cerdas rictales largas, ex- tendiéndose mucho más allá de las ventanas de la nariz. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 433 Los Arrieros son abundantes y llaman la atención por sus colores brillantes y la singularidad de sus costumbres. El Arriero común es unave emigrante que se extiende generalmente por todo el Oriente de los Estados Unidos durante el movimiento de las emigraciones, así como en la época de las crías. Es difícil ob- servar su llegada con precisión, á menos que el colector los espere cuidadosa- mente, porque se ocultan con ahinco por un poco de tiempo en sus retiros favo- ritos, es decir, entre los plantíos. Este período de escondite corresponde proba- blemente con el intervalo entre la llegada de los machos y la de sus tardías com- pañeras que arriban pasados varios días. Su modo de emigrar es algo incierto; no se sabe que emprendan nunca largos vuelos continuados á gran altura, pre- sumiéndose más bien que vienen furtivamente pasando de un matorral á otro. Pero el hecho de que su vuelo ordinario sea caprichoso, irregular y nunca con- tinnado por mucho tiempo, no prueba que la emigración no desarrolle las fuer- zas de las alas.” Sea de esto lo que fuere, lo cierto es que tan pronto como su ardor está es- timulado por la presencia de las hembras, los festivos y ostentosos Arrieros eu- piezan á manifestar esas excentricidades que los han hecho famosos. Sintiéndo- se demasiado agitados para permanecer en los escondrijos que han escogido por residencia, los abandonan y audan incesantemente en movimiento volando á sal- tos de un matorral á otro y desahogando sus emociones, largo tiempo conteni- das, en las notas más extravagantes que se pueda imaginar. Una mezcla seme- jante de silbidos, cloqueos, ladridos y maullidos no puede proceder de ninguna otra ave, excepción hecha del Zenzontle, para el cual todos los sonidos son po- sibles. “Durante tales ejecuciones, los Arrieros se muestran tímidos, desplegando toda sn ingenuidad y perversidad para burlar los esfuerzos que hace el colector para sorprenderlos en sus gracias. Las notas, en su infinita variedad, salen ya de una breña, ya de otra, pasando de un sitio á otro, mientras espiamos ansiosa- mente entre las marañas de las zarzas, para echar una ojeada al músico ator- mentador. Esta inquietud y toda esta variedad de ejecución, producen en gran parte el efecto que obtendría un ventrílocuo, y sucede á menudo que nos vemos obligados á darnos por vencidos. Pero sus matices son brillantes, y tiene, ade- más, el capricho de volver de nuevo á aleún sitio especial que ha elegido para teatro de sus proezas; de modo que si lo descubrimos y nos estamos quietos para no alarmar al pájaro ni levantar la tempestad de su ira, es probable que lo vea- mos pararse é hinchar su dorada garganta, una vez más, poseído por la manía del canto.” : “Debo hacer observar que su canción nupcial es muy distinta del baturrillo de sonidos, de los cuales sólo algunos son agradables, que se escuchan cuando cada Arriero, en su calidad de músico de orquesta, empieza á afinar su curioso instrumento. Este preludio, después de varios días de ensayos, se convierte en la rica y voluminosa oda con que el pájaro inaugura un nuevo orden de cosas, 434 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. == == con explosiones de una elocuencia y fervor casi alarmantes. Ya está fijado el sitio que debe oenpar el nido, ya está su constrneción muy adelantada, y el pá- jaro trinnfante no desciende ahora á la bajeza de ocultarse, sino que sube flue- tuando de ramo en ramo, hasta aleún alto punto de mira, desde donde vigila los matorrales, y exhibe sus transportes de alegría, cantando en la punta misma del árbol. Después, el nido tiene ya su preciosa carga, la hembra ocupa su pues- to y estrecha contra su dorado pecho los objetos en que funda sus esperanzas. Entonces este extraño pájaro se vuelve verdaderamente loco de alegría; el sitio favorito en que acostumbraba cantar ya no lo merece, se levanta en el aire y re- volotea sobre el nido con las piernas extendidas hacia abajo y el pico abierto; se balancea, fInctúa y ejecuta una porción de ridiculeces, abandonándose por completo á los impulsos de su extravagancia.” “ales son las acciones más características del Arriero, en los días felices de su vida, y cuando se le ve hacer esas cabriolas, se puede tener la seguridad de que el nido no está lejos.” “Es uno de los nidos de pájaros que se encuentran con más facilidad. Di- fícilmente dejamos de descubrirlo cuando vamos con cuidado entre las zarzas ó campos de zarzamora, las espesuras de Smilaz y vides. Es una construcción algo voluminosa y decididamente primitiva, colocada en un espinal tan bajo, que se puede verla agachándose; está hecha con hojas marchitas, tiras de corteza, raice- cillas y heno; se parece al nido del Graleoscoptes carolinensis; es más pequeño y profundo que el de un Harporhyndum, y quizá más compacto que el de ambos. Además, se le conoce por los huevos que son más globnlares, de un blanco bri- lante ó rosado, manchados con primor en toda la superficie, con señales de un rico moreno rojizo y algún tinte neutro. Miden unos nueve décimos de pulgada de largo por dos tercios de diámetro; los huevos del (Graleoscoptes carolinensis son de un verde esmeralda, mientras que los de los Marporhynchus son alarga- dos y manchados de un modo diferente. Ponen comunmente de cuatro á cinco huevos; se dice que los polluelos son empollados en once ó doce días, y que sólo permanecen en el nido otros tantos. En Pennsylvania, hacia el Norte, tienen una cría en cada estación. “A pesar de la vivacidad y ardor del Arriero, parece que su organización es delicada y susceptible al frío; por consiguiente, abandona los Estados Uni- dos á principios del Otoño. Es insectívoro, como todos los individuos de la fa- milia, pero come muchos frutitos suaves, tales como moras, fresas, etc. Mr. Gen- try examinó varios estómagos de esta ave, encontrando que contenían coleópte- ros de varias clases, mariposas y palomillas con sus larvas, arañas, hormigas y otros insectos.” (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. 1, p. 316. % , dg Siprija Eluapol q 109 25019945 s10f7y]089. 7 HANK “D7 VZA IN TMEN YU 1/] 0ULO] PILES ¿E A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 435 ICTERIA VIRIDIS. Arriero. Calaudria huertera. Calandria de agua.” Turdus virens, Linn. Syst. Nat. ed. 10, L, p. 171”. Icteria virens, Baird, Rev. Am. B. L, p. 228? Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 200* Bull. U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 17% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 547%; v. Frantz. Journ. f. Orn. 1869, p. 294% Baird, Brow. et Ridgw. N. Am. B. I, p. 307"; Coues, B. Col. Vall. LI, p. 320*. Muscicapa viridis, Gm. Syst. Nat. 1, p. 936". Icteria viridis, Bp. P. Z. S. 1837, p. 111"; Cab. Journ. f. Orn. 1860, p. 403%; Sel. P. Z. S. 1864, p. 173*; Sel. et Salv. P. Z. S. 1870, p. 836%; Dugés, «La Na- tur.» L, p. 140”. Tanagra auricollis, Licht. Preis-Verz. mex. Vóg. p. 2%; (cf. J. f. Orn. 1863, p- 57). Icteria velazquezi, Bp. P. Z. S. 1837, p. 117"; Sel. P. Z. S. 1856, p. 298"; 1859, pp. 363", 375"; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 122; Salv. Ibis, 1866, p. 2027, Tcteria longicauda, Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VI, p. 4%, Baird, U. S. Bound. Sury. 1, Birds, p. 10*; Rev. Am. B. 1, p. 230%, Icteria longicaudata, Finsch. Abh. nat. Ver. z. Bremen. 1870, p. 331%. Tcteria virens, var. longicauda, Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 271%. Supra griseo-olivacea, alis ex cauda extus coucoloribus; stria utrinque ric- tali et altera superciliari a naribus ducta albis, macula suboculari quoque alba; subtus gutture toto, pectore et subalaribus flavis, abdomine reliquo albo, hypo- chondriis fusco lavatis, rostro nigro (vestitu hiemali ad mandibule basin albi- cante), pedibus plumbeis. Long. tota 7-0, ale 3-3, caude 3-3, rostri a rictn 0-75, tarsi 1-1. (Descr. exempl. ex México. Mus. nostr.). Hab. Estados Unidos"*. México (Deppe”, Sallé"), Mazatlán** y Tepic (Grayson*), Nuevo León (Couch”), Guanajuato (Dugées'*), Valle de México (White*, le Strange), Estado de Veracruz (Sumichrast*), Jalapa (de Oca*), Pla- ya Vicente (Boucard”), Chihuitán, Santa Efigenia (Sumichrast*), Mérida, Yuca- tán (Schott*), Guatemala'*” (O. S. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely*), Costa Rica” (Hoffmann”). “México, Baja California, Región Occidental y Sur, y Mesa Central.” (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 11. (2) Laurencio y Beristain, pág. 41. 436 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Las aves occidentales tienen la cola más larga y el dorso más gris que las que habitan las porciones orientales de su zona de distribución. En los Estados Unidos parece predominar la forma oriental, pues según el Doctor Finsch y Mr. Lawrence, la occidental se encuentra solamente en el Noroeste de México*”, En la región meridional de México, la 1. viridis está distribuida con bastan- te profusión, extendiéndose á través del continente, desde las playas del Pací- fico en Tehuantepec, hasta el Golfo de México. Visita Guatemala en Invierno únicamente, y quizá sucede otro tanto en México; llega en Septiembre y se mar- cha en la Primavera siguiente. En México se presentan con aleuna frecuencia ejemplares de pico negro. Suponemos que este carácter depende de la estación, como acontece con otros pájaros. Tal vez las aves de pico negro de México pa- san el Verano en ese país. Sn nido se compone de hojas entrelazadas, cortezas de vid y vástagos de plantas, forrados con tallos finos, largos y delgados, y fibras de pino”. Los hue- vos son blancos, con una sombra rosada y la superficie completamente mancha- da de un precioso moreno rojizo. “Ave astuta y desconfiada, de hábitos muy particulares. Se nutre con insece- tos y frutos. Su voz, extraña y poderosa, se asemeja en ciertos momentos á la del gato. El arriero es un buen ventrílocno, que engaña fácilmente al cazador. Durante la emigración de Otoño, camina lentamente hacia el Sur, pasando de un matorral á otro, sin quedar al descubierto mucho tiempo; los machos llegan á sus cuarteles de Otoño algunos días antes que las hembras.” ¿No ví más que un ejemplar en Yucatán.” * “Los datos que tengo acerca de esta especie, no son bastantes para asegn- rar que los individuos que he visto pertenezcan realmente á la especie £. virens, ni si son emigrantes ó bien pertenecientes á las que Bonaparte y Lichtenstein describen con los nombres de 7. Velazquezú y auricollis.”* “A fines de Mayo, dice Mr. Allen, era especialmente numeroso y turbulento en Topeka; en el mismo sitio se observaban casi constantemente á varios machos que revoloteaban sobre los bosques bajos que limitan las florestas situadas á lo largo de Kaw River y se entretenían rivalizando con sus cantos.” “Más al poniente, se les encuentra con mayor ó menor frecuencia, á lo lar- go de las corrientes bordadas de montecillos, así como en los arroyos cubiertos de árboles que bajan á las llanuras desde las colinas de las Montañas Rocallo- sas; se los vé asimismo, en los collados situados á 7,800 pies.” % “En Fort Whipple no sube en las montañas á más de 9,000 pies y está dis- (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 11. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 29, 1883), p. 441. (3) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz, “La Naturaleza,” tomo 1, página 304. (4) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 77. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 437 tribuido extensivamente en los niveles más bajos. Aun no se han fijado los lí- mites de sn dispersión en el Occidente de México, pues las noticias que tenemos respecto á ese país son insuficientes, con excepción de las que se refieren á la Baja California. No he notado ninguna particularidad de carácter ó costumbres que la distinga de su congénero oriental, y lo mismo ha sucedido á otros obser- vadores.” GRANATELLUS. Granatellus, Du Bus, Esq. Orn. sub. tab. 24 (1850?); Bp. Consp. 1, p. 312 (1850); Baird, Rev. Am. B. 1, p. 230. Este es un género muy especial, tanto por la forma cuanto por el color. Se le ha considerado siempre como un miembro de los Mniotiltidos, aunque se ha supuesto que tiene parentesco con géneros de Tanagrinos, tales como Vemosia y Tanagrella. El Profesor Baird, cuyo arreglo general de los Mniotiltida: se- gnuimos en la presente obra, lo coloca cerca de /cteria, á cansa de su pico ro- busto y el poco desarrollo de las cerdas rictales. Pero hay muchos puntos de diferencia entre Granatellus é Icteria, tantos que su justa posición no puede ser considerada como definitiva. El pico, en el género Granatellus, es ancho y alto en la base, y apenas abierto en la punta de la maxila; el culmen y la comisura son muy curvos, lo mismo que la orilla superior de la mandíbula. Las ventanas de la nariz son cirenlares y están situadas en el extremo distal de la fosa nasal; el extremo proximal está cubierto con nua membrana á la cual no alcanzan las plumas nasales, de manera que la ventana de la nariz queda completamente des- enbierta. Los tarsos son comparativamente cortos y las alas más cortas que la cola, cuyas plumas tienen las puntas redondas. Hay cuatro especies estrictamente congéneres, de las cuales tres se encuen- tran en México y las vecinas Islas de las Tres Marías; la zona de distribución de una de ellas se extiende hasta Yucatán y Guatemala. Más allá desaparece toda huella del género hasta el gran afluente del Amazonas, el río Madeira, en que se presenta el G. pelzelni, especie pariente de las del Occidente de México. Parece que todos los miembros del género son muy raros; el (7. salle?, que tie- ne la coloración menos notable que los otros, es el más común y el más di- fundido. a. Capitis et cervicis lateres nigri; guttur album. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 321. 438 A. L. HERLERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. GRANATELLUS VENUSTUS. Granatellus venustus, Dn. Bus, Esq. Orn. t. 24* Bp. Consp. L, p. 312% Sel. P. Z. S. 1864, p. 607, t. 37, f. 2*; Baird. Rev. Am. B.1, p. 231% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 270%; Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 16", Corulescenti-plumbens, fronte et capitis lateribus nigris torque pectorali nigro conjuntis; litura postoculari, gula et hypochondriis pure albis; abdomine medio rosaceorubro; cauda nigra, rectrice extima utrinque fere omuino alba; duabus proximis ad apices gradatim albis; rostro plumbeo; pedibns fuscis. Long. tota 54, ale 2-47, cauda ret. med. 2-9, rect. ext. 2-55, rostri a ricta 0-65, tarsi 0-77. (Descr. maris ex Sierra Madre, Colima, México. Mus. Smiths. n. 30,169). Hab. México”, Sierra Madre, Colima (Xantus”*), Santa Efigenia, Tehuan- tepec (Sumichrast”). Esta hermosa especie es una de las aves mexicanas más raras, pues sn zona de distribución se limita á los Estados que confinan con el Océano Pacífico, des- de Colima hasta Tehuantepec. El primer (y durante muchos años el único) ejemplar conocido, fué el del Museo de Bruselas, clasificado y dibujado por el Vizconde Du Bus, en sus «Esquisses Ornithologiques.» Se ignora si llegó á publi- carse esta lámina de esta obra incompleta, pero Bonaparte consignió una copia (uúmero 54), cuando describió al pájaro en los «Conspectus Avium*”;> y Mr. Selater obtuvo otra, copiada en «Los Proceedings de la Sociedad Zoológica,» de 1864". En 1859, Mr. Selater clasificó con este nombre á un ejemplar del Museo Británico,” pero más tarde lo identificó? como Granatellus pelzelni. El único ejemplar que hemos visto, es el que colectó Xantus, y se encuentra en el Museo Nacional de Washington. Además, el Profesor Sumichrast tam- bién ha encontrado la especie en el Istmo de Tehuantepec. Se ignoran las costumbres de este pájaro, pero probablemente se parecen á las del G. francescce. El G. venustus difiere de sus parientes por el notable semicírenlo negro que tiene en el pecho y que no se observa en las otras especies. Respecto al co- lor del iris, hay diversas opiniones; Xantus dice que es blanco, y Sumichrast, que es castaño. Este último color concuerda con el de sus parientes G. frances- co y G. pelzelmi. (1) Selater y Salvin, P. Z. S., 1,859, p. 375. UPlzp JS 11199 $N12N3)ISEJ y s0permbry> POD PES 19904 503//8617 y "eJe/¿dap selarp 198 SUOLJIGNL EUN)I01E) 7 0/p15 b | OY Sa OQ STISNUIA $7//8/24849 Je XIXK UE] VZITVOYNLIN 47 1 0110 / IMISGE AR A " LS Ñ $ A Das AE O - TA e A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 439 GRANATELLUS FRANCESC. Rosillo.” Granatellus francesce, Baird, Rev. Am. B. L, p. 232%; Grayson, Pr. Bost. Soc. N. H. XIV, p. 278%; Salv. Ibis, 1874, p. 307, t. 11%, Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. IL p. 270*%. Similis preecedenti, sed cauda elongata et torque pectorali nigra nulla dis- tinguenda. Long. tota 6-35, alee 2-51, caude rect. med. 3-4, rect. ext. 2-8, ros- tri a rictu 0-61, tarsi 0-8. (Descr. maris ex Tres Marías insulis. Mus. Smiths. n. 37,312). 2 mari similis, colore rosaceo fere absente, capitis lateribus pallide fuscis nec nigro et albo ornatis, hypochondriis quoque fuscis nec albis distinguenda. (Descr. femine ex Tres Marías insulis. Mus. Smiths. n. 37,314). Hab. México, Islas de las Tres Marías (Grayson, Forrer). Esta especie, cuya zona de distribución parece extenderse solamente por las Islas de las Tres Marías, es un pariente cercano del (G. venustus, porque tiene las plumas laterales de la cola adornadas con una orilla blanca, pero ca- rece del collar negro del pecho, de modo que las dos especies pueden distin- enirse fácilmente. El coronel A. J. Grayson, fué el primero que se procuró ejemplares de esta especie, los que están en el Museo Nacional de Washington. Mr. A. Forrer, que visitó recientemente esas islas; también lo encontró y nos envío ejemplares de ambos sexos. Grayson dice lo siguiente: «Este lindo pajarito es una de las especies nuevas descubiertas por mí en las Tres Marías. Siempre lo encontré en los matorrales bajos, en los rincones obcuros de los bosques, saltando sobre los troncos y haces de leña, cerca del suelo, y á veces en él buscando insectos; á cada movimiento deja oir un trino y extiende su hermosa cola en forma de aba- nico, conservando la cabeza quieta é inclinado al suelo y las alas caídas, como si estuviera mirando algún insecto ó larva escondida allí. Sus notas son un dé- bil P'cit, cit; tiene hábitos solitarios.» b. Capitis et cervicis latera plumbea; guttur quoque concolor. (1) Grayson. Historia Natural de las Islas de las Tres Marías y Socorro. “La Naturaleza,” vol. IV, pág. 208. La Nat.—Ser. 1.—T, M1.—Febr. 1901 56 440 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. GRANATELLUS SALLAI. Setophaga sallcei, Bp. Compt. Rend. XIII, p. 957”. Granatellus sallei, Sel. P. Z. S. 1856, p. 292, Aves t. 120?; 1858, p. 97*; 1859, p. 374% Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 397% Baird, Rev. Am. B. LI, p. 232% Sumi- chrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 546”. Cernlescenti-plumbens, litura postoculari et hypochondriis albis, gula dor- so concolori, abdomine medio cum crisso leete rosaceo—rubris, rostro plumbeo, pedibus fuscis. Long. tota 5-2, ale 2-4, caudee 2-3, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-7 (Descr. exempl. ex Cohabon, Guatemala. Mus. nostr.). 2 fuscescenti-plumbea, litura postoculari rufescente, subtus cinnamomeo— rufescens, egntture et ventre medio albicantibus. (Deser. femins ex Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México”, Córdoba (Sallé*”), Potrero (Sumichrast”), Playa Vicente (Boucard”), Yucatán (Gaumer), Guatemala? (O. S. et F. D. G., Sarg.). Región caliente de Veracruz.” «Esta bonita especie, descubierta por Mr. Sallé en la región meridional de México, fué descrita por Bonaparte y Mr. Sclater en 1856, recibiendo el nom- bre de su colector; Mr. Sallé sólo vió el macho, pero la hembra fué descubierta más tarde en Playa Vicente por M. Boucard y descrita por Mr. Selater en una de sus listas de aves mexicanas? Desde entonces se han obtenido unos cuantos ejemplares colectados en las partes orientales del Sur de México, donde, según el Profesor Sumichrast, habita la región caliente y las partes más calientes de la templada, pues lo obtuvo en Potrero, cerca de Córdoba, á una altura de 2,000 pies sobre el nivel del mar. Últimamente hemos recibido un ejemplar del Norte de Yucatán, lo cual manifiesta que su zona de distribución se extiende de un modo considerable hacia el Oriente. No se ha publicado nada referente á sus costumbres.» «Varios ejemplares, macho y hembra. Es una especie rara; se le encuentra únicamente en la floresta.» (1) Laurencio y Beristain, p. 40. (2) A. Boucard. On Collection Bairds from of Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June, 19, 1883), p. 441. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 441 SUBFAMILIA SETOPHAGINAE.” CARDELLINA. Cardellina, Du Bus, Esq. Orn., t. 25 (18502). (Tipo C. amicta, Du Bus, Muscicapa rubrifrons, Giraud. Si se excluyen las dos especies, C. rubra y C. versicolor, del género Carde- llína, en que generalmente se les coloca, queda una sola especie, C. rubrifrons, como único representante del susodicho género. Esta ave particular tiene el pico fuerte, casi Paríne, y todo el culmen curvo. Las cerdas rictales están bien desarrolladas y llegan más allá de las ventanas de la nariz. Las alas son lar- gas y puntiagudas; la segunda, tercera y cuarta plumas, son iguales, siendo tam- bién las más largas. La cola tiene las plumas casi de la misma longitud, y es más corta que las alas. Las patas son pequeñas y los tarsos cortos. El pico es más fuerte, las alas más largas y los tarsos más cortos que los de los Ergati- cus; además de estos caracteres se nota una diferencia marcada en el estilo de la coloración del plumaje. La zona de distribución del género es la de su única especie. CARDELLINA RUBRIFRONS. Orejas de plata. Cardelín.? Muscicapa rubrifrons, Giraud, Sixteen B. Texas, t. 7, f. 11 Cardellina rubrifrons, Sel. P. Z. S. 1855, p. 66%; 1858, p. 299*; 1859. p. 374'; Baird, Rev. Am. B. L, p. 264% Salv. Ibis, 1866, p. 192% Coues, B. Coll. Vall. I, p. 331". Basileuterus rubrifrons, Sel. P. Z. S. 1859, p. 363*. Cardellina amicta, Du Bus, Esq. Orn., t. 25% Bp. Consp. LI, p. 312". Parus erythropis, Licht., fide Bp. Consp. L p. 312". Supra cinerea; nucha, uropygio et corpore subtus albis, illo vix rosaceo tincto; pileo postico et capitis lateribus posticis nigris; fronte, loris, ciliis et gula tota leete rosaceommbris, alis albo unifasciatis; rostro fusco, pedibus corylinis. Long. tota 5-0, ale 2-7, caude 2-3, tarsi 0-75, rostri a rictu 0-55. (1) Antea, p. 157. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 9. 442 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 2 mari similis, colore rosaceo paulo minus distincto. (Deser. maris ex fe- mine ex Volcán de Fuego, Guatemala. Mus. nostr.), Hab. Norte América”. México (Sallé?, le Strauge), Jalapa (de Oca”), La Pa- rada*, Cinco Señores* (Boncard); Guatemala (O. $. et F. D. G.)). «México, Estado de Veracruz y Región Sur.» % «Giraud incluye á la C. rubrifrons entre las aves de Texas, pero es muy du- doso que exista realmente en ese Estado. En la parte meridional de Arizona, Mr. W. Henshaw lo encontró en diversos puntos, en Julio de 1874, época en que también observó algunos polluelos. Al Sur de allí, no tenemos ninguna no- ticia de que se presente, hasta el Sur de México, en donde ha sido observado en los distritos más elevados, por varios ornitologistas. En Guatemala habita exclusivamente las más altas regiones de la cordillera principal y los bosques de los volcanes. Nunca lo vimos á menos de 7,000 pies, en el cerco de bosques del Volcán del Fuego, donde era común, y en las montañas situadas arriba de Totonicapam, á una altura de cerca de 10,000 pies.» «En el primer distrito, lo vimos en florestas húmedas, de árboles mixtos; y en el segundo, en los bosques de pinos, que son su residencia predilecta en Arizona, según Mr. Henshaw.» «Sus costumbres se parecen en cierto modo á las de los turbulentos Pari- de, pero coge los insectos al vuelo y sacude la cola como una Setophaga. En el Sur de México y Guatemala, la C. rubrifrons es probablemente especie seden- taria durante todo el año, aunque sólo la observamos en los meses secos del In- vierno, porque los sitios que frecuenta en la estación de las lluvias, son casi inaccesibles. Quizá emigra en Arizona, pero muestros informes son incompletos en este respecto.» «Mr. Henshaw” describió los polluelos, pero aun no se han encontrado ni el nido ni los huevos.» pero aunque en dicha obra los nombres de Vireosylvia, Lant- vireo y Vireo, son considerados como títulos subgenéricos de Víreo, ocupan á la cabeza de cada especie un rango completamente genérico. El Dr. Cones, en sus diversos escritos y en su obra más reciente sobre las «Aves del Valle Colorado,» aboga porque se use Vireo, en su sentido más vasto, y los argumentos que emite en favor de esta opinión son, á muestro parecer, dignos de tomarse en conside- ración. Uno de los principales, si no el único punto de distinción entre Vireo y Vireosylvia (la presencia ó ausencia aparente de una primer primaria espúrea), desaparece después de un examen atento, pues dicha pluma está siempre pre- sente, aunque algunas veces en una forma muy reducida. Además, en el caso (1) Estamos de acuerdo con el Prof. Baird (Rev. Am. B. 1, p. 322), en el arreglo de esta fa- milia, cuyos miembros se distinguen de los Mniotiltidos, ya sea por el pico encorvado ó por la pre- sencia de una primera primaria espúrea y porla falanje de la base de los dedos que está más unida. El Prof. Baird reune los Vireonidc con los Ampelidc y los Lanidee, y parece ser su clasificación más apropiada. Según se sabe hasta hoy, esta familia carece de parientes próximos en el Antiguo Con- tinente, pues sus miembros están confinados á la de América. 470 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. del V. flavifrons y el V. solitarius (aves cuyo aspecto general es tan parecido, que casi siempre se les ha colocado bajo el mismo encabezado genérico), el es- tado de desarrollo de la primer primaria es diferente en cada una é indica que deben separarse. En Vireo, las piernas son delgadas, las garras débiles y los dedos laterales desiguales. La forma de las alas varía: en algunas de las especies emigrantes son puntiagudas, mientras que en otras son más redondeadas. El pico es delica- do, si se compara con el de otros géneros, tales como Vireolanius y Cyclorhis, y encorvado bruscamente en lo punta si se compara con Hylophilus. El primer plumaje de los polluelos se parece al de los adultos y está desprovisto de man- chas, tanto arriba como abajo. Este carácterse aplica á todala familia. En la época actual se sabe que veinte especies se presentan dentro de los límites de México y Centro América, de las cuales nueve son emigrantes del Norte durante la esta- ción del Invierno, llegando en Otoño y partiendo de nuevo en Primavera. De éstas, dos solamente pasan más allá de nuestros límites, penetrando en las partes sep- tentrionales de Sud América. Además de estas aves emigrantes hay once espe- cies más ó menos sedentarias, una de las cuales (V. hypochryseus) es peculiar del occidente de México y las Islas de las Tres Marías; una (V. ochraceus) es compartida por México y Guatemala; otra (V. pallens) por Nicaragua y Costa Rica, y otra (V. carmioli) por Costa Rica y Panamá. V. huttoni, especie septen- trional, aparece como especie sedentaria de México, y el V. amauronotus tam- bién es sedentario allí. En sus cuarteles de Verano los miembros de este género son unos cantores muy alegres durante la estación de las crías, pero en Invierno pronuncian nada más sus notas de reclamo. «Emigrantes en Norte América. Insectívoros, arborícolos. Nido colgante; huevos blancos, manchados.» «Forman una tribu de pajaritos interesantes y agradables, de colores modes- tos, en armonía con el follaje; son bastante numerosos, tanto en especies como en individuos para constituir un rasgo notable de nuestros Ornás silvestres. La ma- yor parte, inclusas las especies más grandes, habitan los altos montes descubier- tos y los árboles de nuestros parques, prados y calles públicas; en tanto que las especies más pequeñas viven en los repajos en compañía de las /cteria, el Ga- leoscoptes carolinensis y los Harporhynchus. Como se alimentan principalmente de insectos, aunque también comen bayas, son emigrantes en nuestro país y apa- recen con toda la periodicidad de los Sylvicolid«e; diversos Vireos anidan por doquiera en los Estados Unidos y algunos de ellos se cuentan entre nuestros más numerosos y visibles visitantes de Verano; muy pocos llegan más allá de los Es- tados Unidos, y sólo excepcionalmente alcanzan latitudes elevadas. Son muy ágiles é industriosos, infatigables en la persecución de los insectos, nerviosos y de porte altamente animado, volubles y versátiles en su canto, pues cada clase tiene sus talentos musicales propios. Aunque insignificantes por sus dimensio- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 471 nes, son aves valerosas; el pequeño Vireo olivaceus, por ejemplo, se defiende cuando está herido, con todo el brío de un halcón; aleunas de las escenas más conmovedoras que he presenciado entre las aves, son ciertamente en los casos en que un Vireo se esforzaba en proteger, auimar y simpatizar con un camarada herido. No conocen sino un estilo en lo referente á la hechura de sus nidos, que son una estructura en forma de copa, colgante, de paredes algo ligeras y delga- das, pero de construcción limpia y compacta; lo suspenden de la horquilla de una vara y los huevos son todos blancos, manchados escasa pero visiblemente con marcas obscuras.» * «Son principalmente insectívoros, buenos cantores, de una actividad maravi- llosa, solitarios, emierantes. El Vireo flavifrons forma nidos hemisféricos y pen- dientes todos á las ramas con hilos de los capullos de mariposas, siempre cubiertos en el exterior con una eran cantidad de musgos y de líquenes, de tal suerte, que no resaltan en medio del follaje, sino que, por el contrario, se confunden con el tono habitual de las ramas invadidas por líquenes y musgos; de la misma ma- nera que el Saltapared, suele construir sus nidos con telarañas; sus huevos son muy curiosos: color de rosa con manchas obscuras. Poco se sabe respecto al Pá- jaro perico (Cychloris flaviventris); sa plumaje verdoso le hace pasar inadver- tido en medio del follaje; parece ser solitario, monógamo, poco abundante; de un temperamento cruel y belicoso, á tal grado, que no se le puede guardar en canti- vidad en compañía de pájaros pequeños, porque les mata y en seguida les abre el cráneo para devorarles el cerebro.» «Los Vireos son útiles: destruyen muchos insectos.» Y A. Ale producte, acute, cauda longiores; remex primus minutus, aliguando obsoletus. (Vireosylvia). a. Corpus attennatum et elongatum, rostrum debile, augustum, rectum; pedes debiles. a. Remex spuríus obsoletus. a”. Pileus cinereus utrinque fusco marginatus. VIREO OLIVACEUS. Mucicapa olivacea, Linn. Syst. Nat. I, p. 327". Vireosylvia olivacea, Sel. P. Z. S. 1855, p. 151% 1859, p. 363%, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 12% P. Z. S. 1870, p. 836"; 1879, p. 495%, Baird, Rev. Am. B. I, p. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 484. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 11. La Nat.—Ser. 11,—T, MI.—Mayo. 1901. 60 472 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 333", Lawr. Ann. Lye. N. Y. LX, p. 96%; v. Frantzins, J. f. Orn. 1869, p. 295”; Baird, Brew. et. Ridgw. N. Am. B. L, p. 363" Sennett, Bull. U.S. Geol. Surv. IV, p. 16". Phyllomanes olivaceus, Cab. J. f. Orn. 1860, p. 404”; Gundl. Orn. Cub., p. 55". Vireo olivaceus, Dresser, Ibis, 1865, p. 480%; Cones, B. Col. Vall. L, p. 495”. Vireo bogotensis, Bryant, Pr. Bost. Soc. N. H. VII, p. 227”. Vireosylvia bogotensís, Lawr. Ann. Lye. N. Y. VILL, p. 6”. Supra olivacens, pileo cinereo utrinque fusco marginato, loris fuscis, snper- ciliis sordide albis; subtus albus, hypochondriis vix fusco-olivaceo indutis; rostro et pedibus corneis. Long tota 5-0, alee 3-0, caudee 2-0, rostri a rictu 07, tarsi 0-7. (Deser. exempli ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). Obs. V. calidri, similis, sine stria rictali fusca. Hab. Región Oriental de Norte América “4%, México, Jalapa (de Oca”), Guatemala! (O. $. et F. D. G.), Honduras (G. M.Whitely*), Costa Rica (Carmiol*), Panamá (M'Leannan”). Colombia**", Cuba*. «México (E. de Veracruz).» Y El Vireo olivaceus es un pájaro muy común en los Estados Orientales de Norte América, extendiéndose hacia el Oeste hasta las Montañas Rocallosas y hacia el Norte hasta las playas de la Bahía de Hudson; algunos individuos han legado á Groenlandia y aun á Inglaterra. En su emigración meridional se pre- senta en Texas, pero una vez solamente se le ha observado en México”, y en Cuba parece que también es raro”. En Guatemala tampoco es abundante, pero se le encuentra con más frecuencia; sube á 5,000 pies de altura en el Volcán de Fuego, cerca de Dueñas. Pero no sólo busca retiro en las montañas, en Invierno, pues se ha presentado en Honduras y Panamá en parajes situados en ó cerca del ni- vel del mar, puntos en que se han adquirido alounos ejemplares. En Costa Rica y Colombia también se refugia en las montañas. El nido pendiente del Y. olivaceus es muy conocido en los Estados Unidos. Lo colocan entre las varas de un árbol del bosque y lo forman con finas tiras de corteza, fibras de plantas, telarañas, etc. Tejen todo esto de modo que forman un nido compacto, el cual cnelean siempre de las varas á que está pegado. Los huevos son de un blanco claro, marcados (principalmente en la punta más larga) de manchas y rayas de rojo moreno muy esparcidas”. «Esta ave fué colectada en Silam, en Noviembre. (No se me envió ningún ejemplar. O. S.).» Y «Sus notas, tan enérgicas como volubles, resuenan por doquiera en los bos- ques durante los ardores del Verano. La persistencia de estos músicos es real- mente notable; cantan á todas horas, aun al mediodía, en que las demás aves se (1) Laurencio y Beristain, pág. 43. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 441. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 43 retiran 4 descansar á la sombra, prolongan sus nerviosas notas hasta el fin del Verano, mucho tiempo después de que la exaltación de los otros Mniotiltidos ha pasado. Si lo espiamos en el próximo bosquecillo ó en el árbol que sombrea la casa, lo veremos ejecutar de una manera muy negligente, casi mecánica, ocupán- dose al mismo tiempo en coger moscas, deteniéndose aleunas veces en mitad de un compás para dar un picotazo á un insecto, y prosigniendo su canción tan pronto como se le ha despejado la garganta. Ninguno de los otros instrumentistas de la orquesta de las selvas es tan simple y poco pretensioso como este modesto indi- viduo, que parece cantar inconscientemente ó como absorto ensus meditaciones, en tanto que desempeña sus tareas cotidianas. Respecto á la calidad musical de su ejecución hay dos opiniones. El conocido naturalista Henry Grosse describe su curiosa cantilena de la manera siguiente: «Generalmente vociferan poco, pero insisten mucho en su chillido, que re- piten con energía cada dos ó tres segundos. Á mi regreso á Bluefields, el 26 de Marzo tuve oportunidad de escucharlo. En cada alameda y casi podría decirse que en cada árbol, había uno de estos pájaros repitiendo sus notas incesante- mente y con incansable energía desde su sombrío retiro. «La imaginación más desarrollada, dice Nuttall, no podría nunca concebir una asociación de sonidos semejante. Cuando canta con bastante lentitud, se escuchan distintamente sus dulces gorjeos transportados y afinados de muy diversas maneras. Canta, casi sin ningún intervalo sensible, con muchísima auimación, en un tono patético tier- no y agradable, calenlado para despertar reflexiones calmadas y atentas en un espíritu sensible.» «Esta especie presenta una particularidad de que participan, hasta cierto punto, los otros Vireos y que indudablemente es conocida de los colectores. Me refiero á la belleza de sn plumaje en todas las estaciones. Á pesar de la muda, las plumas se conservan en orden. Ya sea que se les colecte en Julio ó Agosto, ya sean viejos ó jóvenes, siempre están en buen estado y merecen ser conserva- dos aun en épocas en que la mayoría de las aves están pelonas ó llenas de ca- ñones. Los pájaros vernales, en su mejor plumaje, son particularmente lisos y Instrosos. Hace poco he tenido noticia de un hecho nuevo para mí: Mr. W. L. Collins encontró un nido de esta especie en que estaba echada la hembra, aun- que la obra no estaba concluida. El macho llegó al nido poco después, trayendo algunos materiales en el pico, que entregó á su compañera para que los arregla- ra mientras él iba por más. Dicho nido contenía tres huevos, y sólo al cabo de tres ó cuatro días pudieron concluirlo. No es cosa rara que se echen en nidos sin terminar: probablemente esto acontece con más frecuencia de lo que supo- nemos, aunque se presencia el hecho menos ámenudo en ejemplos como el pre- sente, pues se necesita que la construcción de un nido colgante esté bastante avanzada para que no haya peligro de que se caigan los huevos. Este Vireo pasa la mayor parte del tiempo en bosques altos y abiertos, en donde se entretiene en cazar insectos, principalmente entre las ramas superiores, donde se le ve con más 474 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. frecuencia; pero cuando se trata de elegir el sitio que deberá ocupar el nido, pre- fiere bajar á unos cuantos pies del suelo. Generalmente escoge uno de los árbo- les más pequeños, con especialidad los que tienen ramitas delgadas y extendidas, y suspende el nido por el borde en la abertura de una vara horquillada. Por lo regular, la estructura es muy lisa y compacta, como si los materiales estuvieran tejidos como una estera, y alguien ha llegado á suponer, aunque sin contar hasta hoy con una prueba evidente, que dichos materiales están pegados con la saliva del pájaro. Sea de esto lo que fuere, lo cierto es qne estos nidos son no- tablemente duraderos, colgando muchos meses después de que han sido abando- nados y cuando han caído las hojas y los árboles están desnudos; estas construc- ciones se hacen notar á lo largo de los caminos, alrededor de los extremos de los claros y entre los árboles que forman la maleza de las nobles florestas de robles. Wilson dice que los ratones los aprovechan multitud de veces y que una ocasión una Dendraeca hizo su nido en una de estas casas desiertas. Son uno de los depósitos de huevos del Molothrus pecoris más abundantes y sus propie- tarios parecen ser muy afectos á la incubación de los huevos extraños y á tener cuidado más tarde de los polluelos. El Dr. Brewer refiere un caso en que este Vireo incubó tres huevos de Molothrus pecorís sin poner ninguno propio; da también los detalles de otro caso en que un Vireo puso dos huevos y se detuvo en seguida para incubarlos en unión de dos huevos de Molothrus que habían sido depositados al lado de los suyos. La puesta asciende, por lo general, á cua- tro huevos, midiendo éstos cerca de cuatro quintos de pulgada de largo por tres quintos de ancho; su forma no presenta nada de particular; el cascarón es de un blanco puro, mauchado con parsimonia con marcas pequeñas y visibles de mo- reno rojizo ó moreno obscuro, priucipalmente alrededor de la punta más larga. Sucede á menudo que una misma pareja tiene dos crías en cada estación, y pro- bablemente tal es su costumbre en los Estados Meridionales, á juzgar por la eran abundancia de esas aves en dichos puntos y por las épocas en que se en- cuentran polluelos recién emplumados. Sabido es que el Vireo no es exclusivamente insectívoro, y sin duda sucede otro tanto, tratándose de las demás especies de esta familia. Nuttall los vió co- mer con avidez las pequeñas bayas del amargo Cornejo (Cornus) y del astrin- gente Viburnum dentatum. El mismo autor cuenta que uu joven Vireo penetró un día en su aposento y se quedó allí de inquilino por algún tiempo. No tardó eu reconciliarse con su situación, llegando á domesticarse al grado de comer in- sectos en la mano, y aparentemente al menos, buscando protección contra un irascible Tyrannus carolinensis que ocupaba la misma habitación y le envidia- ba su parte de alimento. Dicho Vireo comía bayas de Viburnum con gran ape- tito, y como las aves de presa, volvía á echar las partes que no podía digerir, ta- les como los pellejos y huevos de las bayas, y las patas y las alas de los insectos. Metía la cabeza debajo del ala para dormir y reposaba profundamente, al con- trario de su compañero de prisión, que nunca fué sorprendido durmiendo durante A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 4T5 A — —= el período de ocho meses que estuvo sujeto á observación. Pero el pequeño Vi- reo tuvo un fin prematuro, como acontece repetidas veces á las favoritas: un rizo de cabellos encontrado en su estómago fué tal vez la causa de su muerte.» «Se observa una gran uniformidad entre los huevos de los Vireonide; no veo ninguna diferencia, excepto en el tamaño, entre los ejemplares de oliva- ceus, bellii, noveboracensis, solitarius y flavifrons. Todos son de un blanco puro, rociados con mucha parsimonia, principalmente alrededor de la punta más lar- ga, con vírgulas pequeñas, pero visibles, de moreno obscuro. Los huevos del V. solitarius y del V. flavifrons son en el todo los más manchados; en un caso de V. noveboracensis no se notan manchas; pero el otro huevo del mismo nido sí está marcado. Asimismo toda una puesta de V. bellid está inmaculada, y en otra no hay más que una que otra mancha aquí y allá sobre toda la superficie. Los huevos de bell¿¿, que son los más pequeños, miden 0-70, ó menos todavía, por nos 0-50; los de noveboracensis son un poco más grandes; un ejemplar de gilvus tie- ne 0-74 por 0-54; los de flavibrons, solitarius y olivaceus, son de 0-80 á 0-85 por 0-55 á 0-60. La unificación es esencialmente la misma en todos los casos: nido en forma de copa, de paredes delgadas y material fibroso; lo suspenden por el borde entre las horquillas de una vara.»” «Este Vireo es uno de los pájaros más comunes en los arbolados, con espe- cialidad durante las emigraciones primaverales, época en que varios individnos de esta especie son víctimas del colector, á causa de su curiosidad, y en que otros muchos han revelado su identidad, con sus notas inquisitoriales á tiempo para salvar sus vidas. Ninguna ave de los bosques estorba tanto al colector como este Vireo. Por mucho cuidado que se tenga para no cometer un asesinato imútil, es imposible impedir que aleunos se pongan al alcance de los tiros.» 508 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. —— plumbeis. Long. tota 4-7, ale 2-15, caudee 2-1, rostri a rictu 5-5, tarsi 0-8. (Descr. exempl. ex Jalapa, Mexico. Mus. nostr.). Hab. México, Orizaba (Botteri*”, Sumichrast”), Jalapa (de Oca). «Región cálida de Veracruz.» Parece que esta es una de las aves mexicanas más raras, pues hasta ahora sólo tenemos noticia de tres ejemplares. El tipo que fué obtenido por el Sr. Mat- teo Botteri, cerca de Orizaba, el 8 de Octubre de 1856, está actualmente en el Mu- seo Británico; otro está en la colección nacional de Washington, y fué recibido también por el mismo naturalista. El tercero está en nuestra propia colección y formaba parte de una serie de pieles enviada á este país hace aleunos años por Don R. Montes de Oca, el conocido naturalista de Jalapa. El Prof. Sumichrast, que trabajó tanto en el Estado de Veracruz, nunca lo encontró; pero lo comprende en su artículo sobre las aves de ese Estado, apoyándose en la antoridad de Bot- teri. Nada se ha escrito respecto á sus costumbres. «Región templada. Este pájaro, excesivamente raro, sólo se ha encontrado en Orizaba por M. Botteri. En el transcurso de unos cuantos años sólo pude adquirir unos cuantos ejemplares.» Y HYLOPHILUS. Hylophilus, Temminek, Pl. Col. snb. tab. 173 (1823). Tipos 2. thoracicus y pecilotis. Pachysylvia, Bonaparte, Cosnp. Av. 1, p. 309 (1850). Tipo Sylvicola decurtata, Bp. Este género contiene una veintena de especies; todas éstas son de formas muy semejantes y no difieren entre sí por caracteres de color muy marcados. Están distribuidos por toda la América tropical, desde la Región Meridional de México hasta el Brasil, aunque no se encuentra ninguna en las Islas de la India Occidental, excepto en Trinidad y Tobago. Al Norte del Istmo de Panamá se presentan cuatro especies: todas ellas se hallan en el Estado de Panamá y dos se extienden desde allí hasta la parte Meridional de México. La Guayana parece ser la metrópoli del genero, pues se han descubierto allí nada menos de seis es- pecies. En la América Central, todos los miembros del género pertenecen á las flo- restas de las tierras bajas, pues ninguna sube á más de 1,500 pies sobre el nivel del mar. (1) Laurencio y Beristain, p. 43. (2) F. Sumichrast. Dist. Greog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo 1, pág. 305. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 509 — Las especies de Aylophilus son más bajas y robustas que las del Vireo, tie- nen las alas cortas y redondas y una cola angosta casi de la misma longitud. El pico es más cónico que en Vireo, pues el culmen sólo se encorva ligeramente ha- cia la punta. Las piernas proporcionalmente son más fuertes y largas que las de Vireo, y el dedo posterior es más largo. HYLOPHILUS DECURTATUS. Sylvicola decurtata, Bp. P. Z. S. 1837, p. 118". Pachysylvia decurtata, Bp. Consp. Av. 1, p. 309". Hylophilus decurtatus, Baird, Rev. Am. B. I, p. 380%; Salv. P. Z. S. 1867, p. 1371; 1870, p. 184"; Ibis, 1869, p. 313” 1872, p. 314”; Sel. et Salv. P. Z. S. 1870, p. 836%; Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 18” Sel. Ibis, 1881, p. 298". Huylophilus cinereiceps, Sel. et Salv. P. Z. S. 1860, p. 299"; 1864, p. 348”; Ibis, 1860, p. 397". Hylophilus pusillus, Lawr. Amn. Lye. N. Y. VIL p. 323%; VIH, p. 179”; IX, p. 97*; Baird, Rev. Am. B. 1, p. 381”. Hylophilus plumbiceps, Lawr. Ann. “Lyc. N. Y. VII, p. 323* (lapsu). Helmintheros? Sel. P. Z. S. 1856, p. 291". Flavicanti-olivacens, pileo toto et capitis lateribus cinereis; oculorum am- bitn et corpore subtus albidis, lateribus et crisso flavicanti-olivacens; rostro cor- neo, mandibule basi flabicante; pedibus obseure corneis. Long. tota 3-7, alee 2-0, cando 1-4, rostri a ricta 0-6, tarsi 0-62. (Deser. feminse ex Choctum, Gua- temala. Mus. nostr.). Hab. México*?, Cordova (Sallé'"), Chimalapa, Tehuantepec (Sumichrast?), Guatemala (Velázquez?, O. $. et F. D. G."), Honduras (E. M. Whitely”), Nica- ragua (Belt”, Baxter, Holland'*”), Costa Rica'”" (Carmiol, Arcé), Pauamá”* (Ar- có, MLeannan"*). «México, región cálida de Veracruz y Tehuantepec.» * En Guatemala abunda solamente en las florestas de las tierras bajas de la región septentrional de Vera Paz, donde nuestros colectores obtenían un gran número de ejemplares y en donde lo observamos personalmente en Febrero de 1862. Indudablemente este Hylophilus habita también las florestas que bordan la costa del Pacífico, porque Mr. Lawrence lo incluye en su catálogo de las co- lecciones del Prof. Sumichrast?. Hacia el Norte de esta región sólo ha sido ha- lado en Cordova por M. Sallé'”% pero hacia el Sur la lista anterior demuestra (1) Laurencio y Beristain, p. 42. 510 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. que se le encuentra en todas las localidades apropiadas hasta llegar á la línea del ferrocarril de Panamá. Las costumbres de esta especie no ofrecen nineuna particularidad. Se ocn- pa constantemente en perseguir á los insectos entre las ramas y hojas de los ár- boles de los bosques. Su nido y huevos son desconocidos. HYLOPHILUS OCHRACEICEPS. Hylophilus ochraceiceps, Sel. P. Z. S. 1859, p. 3751; Ibis, 1881, p. 306% Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 397% Baird, Rev. Am. B. L, p. 376% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 97%; Salv. P. Z. $. 1870, p. 184*. - Olivascenti-fuscis, pileo toto rufescenti-ochraceo, alis nigricantibus pallide brunneo extus limbatis; cauda pallide brunuea; subtus flavicans, eutture prises- centi-albo, pectori et lateribus ochrascescenti-fuscis; rostro corneo, pedibus co- rylinis. Long. tota 4-3, ale 2-2, candee 1-75, rostri a rictu 0-65, tarsi 0-65. (Descr. maris ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Playa Vicente (Boucard”), Oaxaca?*, Guatemala? (O. $. et F. D. G.), Costa Rica (Carmiol*), Panamá (Arcé”). «México, región Sureste y Sur.» o El ZA. ochraceiceps tiene una zona de distribución muy semejante á la del H. decurtatus; pero aunque probablemente es más común en las partes orien- tales de la región Meridional de México, no ha sido descubierto todavía en el Istmo de Tehuantepec, ni á decir verdad, en las playas del Pacífico, hasta lle- gar á su límite extremo en las escarpas del Volcán de Chiriquí. Fué hallado por Mr. Boucard en Playa Vicente, en 1859, y el año siguiente obtuvimos varios ejemplares de las florestas de la parte septentrional de Vera Paz, y en 1862 lo observamos en este distrito, el único de Guatemala en que se presenta dicha ave. Frecuenta los mismos bosques que el 24. decurtatus, y sus costumbres se parecen mucho á las de aquél. El plumaje es ienal en ambos sexos. (1) Laurencio y Beristain, p. 43. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 511 VIREOLANIUS. Vireolanius, Bonaparte, Consp. Ay. I, p. 330 (1850) (ex Du Bus); Baird, Rev. Am. B. 1, p. 395. Este género y el siguiente forman una sección distinta de los Vireonidos, á causa de sus fuertes picos y su robustez. Se aproximan á los Laniide, y creemos probable que algún día se tome en cuenta su inmediato parentesco con el géne- ro africano Laniarius, al cual se parecen de un modo notable por muchos de- talles de coloración; pero si nos ocupáramos de este punto, tendríamos que en- trar en una discusión que nos conduciría fuera de los límites de la presente obra. Haremos notar, sin embargo, que Swainson colocó á la especie que des- cribió en el género Malaconotus, desienándola con el nombre de M. leucotis, y colocando en el mismo género varias especies que en la actualidad se compren- den entre los Laniarius. Por su estructura, apenas puede distinguírsele del Cyclorhis Vireolanius; pero, según hace observar el Profesor Baird, el pico no está tan encorvado ni es tan profundo en la base. Sin embargo, el género Cyclorhis es muy homogéneo, y si se incluyera en él á los Vireolanius se introduciría un elemento extraño. Además, tenemos la certeza de que esta alianza no es tan estrecha como parece á primera vista, aun- que al presente no se manifiesten satisfactoriamente las diferencias que se notan. El género Vireolantus contiene cuatro especies, una de las cuales, V. meli- tophrys, está relegada á las montañas de México y Guatemala. El V. pulchellus, -V. exímius y V. leucotis son probablemente especies de las tierras bajas y están distribuidas de la manera siguiente: la primera, por toda la America Central; la segunda, en Colombia, y la última, en la Guayana y el Alto Amazonas. «Todos los Malaconotidos parecen tener las mismas costumbres; viven por pares ó por pequeñas tropas en las florestas, y frecuentan la cima de los árboles de follajo más tupido ó las malezas más espesas. No se les ve con frecuencia; pero su yoz resuena y anima la floresta.» «Se alimentan con insectos y parece que no atacan á los vertebrados. No sa- bemos nada respecto á su reproducción.» «Las especies que pertenecen á esta familia, son excesivamente numerosas. » Y a. Subtus albus torque pectorali castaneo. (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, page 592. La Nat,—Ser. 11.—T. 111.—Julio. 1901. 05 512 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. VIREOLANIUS MELITOPHRYS. Vireolanius melitophrys, Du Bus, Esq. Orn., t. 26*; Bp. Consp. Ay. L, p. 330% Sel. P. Z. S. 1857, p. 213*; 1859, p. 363*; 1862, p. 19” Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 31% Ex. Orn., p. 13, t. 77; Baird, Rev. Am. B. L, p. 396% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. Í, p. 548", Lanius chrysophrys, Licht. Mus. Berol” (fide Bonaparte”). Supra olivacens, capite summo et cervice postica plumbeis, superciliis leete flavis, stria per oculos a rictu ad nucham extensa, altera angusta rictali nigris; subtus albns, pectore leete castaneo, hypochondriis eodem colore lavatis; iride (ave viva) viridescente albo, pedibus carneis. Long. tota 6-0, ale 3-0, caudee 2-6, rostri a rictu 0-9, tarsi 0-95. (Descr. maris ex Volcán de Fuego, Guatemala. Mus. nostr.). 2 capite summo ochraceo tincto, striis capitis lateralibus fusco-nieris, snb- tus pectore castaneo dilntiore, abdomine toto ochraceo lavato a mare differt. (Descr. femine ex Volcán de Fuego, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México", Orizaba (Botteri?), Jalapa (de Oca*), Capulálpam (Bon- card”), región templada de Veracruz (Sumichrast”), valle de México (le Strange), Guatemala? (O. $. et F. D. G.%). «México, región tamplada de Veracruz y Mesa Central.» % Esta especie no tiene ningún pariente cercano en el género Vireolaníus, y su zona de distribución está confinada á las montañas de México y Guatemala. * En el primer país citado ha sido observado por varios viajeros, y el Prof. Su- michrast nos dice? que se le encuentra en la extremidad superior de la región templada, á una altura de cerca de 5,000 pies sobre el nivel del mar. Supone, además, que el V. pulchellus, ave que nunca encontró, tiene una zona de distri- bución semejante; pero indudablemente está en un error, como se verá en la re- lación de esa especie. En Guatemala la encontramos solamente en los bosques de roble del Volcán de Fnego, á 6,000 ó 7,000 pies de altura. Aquí obtuvimos la hembra descrita anteriormente, en la cual se nota que existe una ligera dife- rencia sexual en el plumaje de esta especie. b. Subtus viridis, gula flava. (1) Laurencio y Beristain, pág. 43. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 513 A _——— A VIREOLANIUS PULCHELLUS. Vireolanius pulchellus, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 12%; Ex Orn., p. 15, t. S?; Salv. Ibis, 1861, p. 147? 1872, p. 314*% P. Z. S. 1870, p. 184% Lawr. Ann. Lyc. N. H. VII, p. 468"; IX, p. 97”; Baird, Rev. Am. B. I, p. 397*. Lwete psittaceo-viridis, abdomine flavescentiore, pileo cyaneo, gutinre fla- vo; rostro plumbeo, tomiis albicantibus; pedibus plumbeis. Long. tota 5-5, ale 2-9, caudee 1-9, rostri a rictn 0-8, tarsi 0-85. (Descr. maris ex Choctum, Guate- mala. Mus. nostr.). Femina mari similis coloribus forsan obscurioribus et stria infra oculos fla- vescente distinguenda. (Descr. femina ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Mirador (Sartorius*), Guaiemala (Skinner**? (O. $. et F. D. G.), Nicaragua (Belt*), Costa Rica (Carmiol”*), Panamá? (Arcé, MLeannan”). Según se habrá notado, por lo que se expresó anteriormente, el Vireola- nius pulchellus, tiene una amplia zona de distribución á través de nuestra región, pues se le encuentra indudablemente por doquiera que se extienden las flores- tas tropicales más calientes. Suben hasta 2,000 ó 3,000 pies, y esta altura es probablemente el límite extremo en altitud de la zona de distribución de la es- pecie, y de aquí baja al nivel del mar en Nicaragua y Panamá. Decíase que en Guatemala la zona de distribución del V. pulchellus estaba confinada á las florestas orientales; desde entonces lo hemos desenbierto en las escarpas cubiertas de bosques que se extienden hasta las playas del Océano Pa- cífico. Vireolaníus pulchellus tiene dos parientes en el Continente de Sud América. El V. eximius es su representante en Colombia, probablemente en las florestas del valle de la Magdalena. El Y. leucotis ocupa su lugar en la Guayana y todas las florestas de la eran cuenca del Alto Amazonas. Durante un período bastante largo ha habido ciertas dudas, respecto á esta última especie; pero creemos que los materiales que hemos recibido del Ecna- dor y la Guayana, habrán disipado estas dudas, y que una sola aye ocupa esta vasta área. - «Hab. Región templada de Veracruz.» Y (1) Laurencio y Beristain, pág. 43. 514 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. CYCLORHIS. Cyclorhis, Swainson, Zool. Journ. ILL, p. 162 (1828). (Tipo Tanagra guianensis, Gan.); Baird, Rev. Am. B. L, p. 384. Los Cyclorhás tienen un pico más fuerte que el de ningún otro de los géne- ros de Vireonide; sólo el Vireolanius puede comparársele á este respecto; las piernas también son fuertes, así como las garras. El primer primario está bien desarrollado, pues es casi igual á la mitad del segundo. Conocemos actualmente once especies de Cyclorhis; todas ellas presentan en general una gran semejanza de color. Puede dividírseles en dos grupos, que se distinguen por el color de la cabeza. La sección típica á la cual pertenecen las dos especies centro-americanas, tienen la coronilla y la nuca gris con un matiz ocre. Este grupo está compuesto por unas ocho especies y pertenece á las porciones Orientales y Septentrionales de Sur América. La segunda sección, de la cual el C. virenticeps es representante, consiste en tres especies que tienen el vértice y la nuca verde como el dorso. Éstas se encuentran en las partes Occi- dentales de Sud América, Colombia, Ecuador y Perú.” CYCLORHIS FLAVIVENTRIS. «Pájaro perico.» % Cyclorhis flaviventris, Lafr. Rev. Zool. 1842, p. 133% Bp. Consp. Av. L p. 330?. Cyclorhis flaviventris, Sel. P. Z. S. 1856, p. 299*; 1859, p. 363% 1864, p. 173”; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 13% Baird, Rev. Am. B. L, p. 386”, Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 200%; Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 18% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 548%; Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 114". Cyclorhis amaurophrys, Licht. Nomencl. Ay., p. 11? (fide Bonaparte, nt su- pra?). Supra olivacea, pileo sumo et genis plumbeis, his pallidioribns, superciliis ochraceo rufescentibus; subtus omnino flava, hypochondriis olivaceo indutis; rostro et pedibus carneis, mandibulse basi nigricante. Long. tota 6-2, ale 3-1, (1) Cf. Salv. Ibis, 1878, p. 443; Salv. et Godm. Ibis, 1882, pp. 77, 78. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 11. ($11 . A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 51 caudee 2-5, rostri a rictu 0-9, tarsi 0-9. (Descr. maris ex Coban, Guatemala. Mus. nostr.). Femina mari similis, capite summno forsan magis ochraceo tincto. Hab. México (Sallé?), Santa Cruz (Lafresnaye'), Valle de México (White”), región templada de Veracruz (Sumichrast'), Mirador (Sartorins”), Jalapa? (de Oca*, Hóge), Guichicovi, Petapa (Sumichrast”), Mérida en Yucatán (Salazar”, Schott*), región septentrional de Yucatán (Gaumer), Guatemala? (Constancia*"), Volcán de Fuego, 7,300 pies (O. S. et F. D. G.). «México, región O. S. y Valle de México.»% Este es el representante más septentrional del género Cyclorhis, y abunda en la parte meridional de México y en Guatemala, donde disfruta de una consi- derable zona de distribución en altitud, pues se le encuentra en gran cantidad en México, á través de la región templada, á una altura de 4,300 pies, según dice el Prof. Sumichrast”. En Yucatán baja casi hasta el nivel del mar. Prefiere generalmente los linderos de la floresta ó los bosques recién cor- tados. Á juzgar por ciertos ejemplares, enyo sexo ha sido determinado con exacti- tud, parece que la coronilla de la cabeza es de un color de pizarra más puro en el macho que en la hembra, en la cual se nota un matiz ocre. El Prof. Baird ha hecho notar” la variación que se observa en la mancha negra que ticne esta es- pecie en la base de la mandíbula. Nosotros encontramos también algunas dife- rencias. Todos los ejemplares de México y Yucatán tienen esta mancha muy marcada. «No es común.» «(Fué obtenido por el Dr. Cabot.—O. S.).»% FAMILIA LANIDAE. Lanus, Linnens, Syst. Nat. I, p. 134 (1766). El género Laníus cuenta con mayor número de especies en el Antiguo que en el Nuevo Continente, en donde hay solamente dos especies bien definidas en la Región Neártica, de las cuales una extiende su zona de distribución por todo México. (1) Laurencio y Beristain, p. 43. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June de 1883), p. 442. (3) Véase anteá, p. 185. 516 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. En el Antigno Continente la zona de distribución de Lanius y sus parientes próximos, incluye las regiones Paleárticas, Indias y Etiopes, pues sólo las Ans- tralianas están fuera de sus límites. El fuerte y rapante pico de Laníus lo distingue de la mayor parte de los Paseres. Lo emplean para capturar y destruir á las aves pequeñas y á las espe- cies de insectos más grandes. Tiene una muesca notable cerca del extremo curvo y puntiagudo de la mandíbula. Las patas, aunque fuertes, son como las de los Paseres ordinarios; el tarso es más largo que el dedo medio, pues los dedos laterales son casi iguales. «Los Lanidos habitan las pequeñas florestas rodeadas de campos y prade- ras, las cercas y matorrales, los árboles aislados en medio de los campos y los jardines. Se posan sobre las ramas más elevadas y despojadas de hojas. La ma- yoría de las especies que viven en el Norte son pájaros de Estío que parten cada Invierno y van hasta el Africa central. Una sola especie pasa el Invierno en nuestras comarcas, pero anda vagando por una zona más extensa que la que re- corre en Estío.» «Los Lanidos tienen costumbres y hábitos que se parecen á la vez á las de los rapaces y á las de muchos cuervos. Á pesar de su corta talla, se les cuenta entre los pájaros más valientes, feroces y crueles. Vuelan mal y marchan sal- tando; sin embargo, capturan no solamente insectos, sino tambien vertebrados mucho más ágiles que ellos y los degiiellan á pesar de su debilidad aparente:> «Su voz es monótona; su canto no vale nada, pero suplen esta deficiencia aprendiendo con gran trabajo, á lo que parece, los cantos de otros pájaros; los repiten, los confunden, los mezclan de la manera más singular. Alennas espe- cies son muy estimadas á causa de este talento imitativo, y constituyen la alegría y el orgullo de ciertos amateurs.» «Los Lanidos cazan sobre todo á los insectos; empero, se contentan rara oca- sión con esta presa y atacan á los animales más grandes. La mayor parte persi- guen á todas las avecillas y son tanto más peligrosos puesto que éstas no los temen y manifiestan una confianza de que con frecuencia tienen que arrepen- tirse. Un Lanido se está tranquilo durante algunos minutos en medio de los pa- jaritos; canta con ellos para infundirles confianza, en seguida salta repentina- mente sobre el más vecino y lo degiiella. Estas aves tienen también la singular costumbre de ensartar á su presa en las espinas. Donde habita una pareja de Lanidos, es seenro que hay insectos, reptiles y pajaritos atravesados de la ma- nera antedicha; diríase que estos verdugos gozan con el espectáculo de los sn- frimientos de sus víctimas.» «Construyen el nido con bastante arte, y lo establecen ordinariamente en un espeso breñal, adornándolo casi siempre con hojas verdes. La puesta comprende, según la especie, de cuatro á siete huevos, que la hembra empolla sola: durante este tiempo el macho la alimenta. Los dos padres educan á sus pequeños, los cuidan con ternura, los defienden valientemente en caso de peligro, los guían A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. y largo tiempo, anu después que han aprendido á volar, y sólo los abandonan muy tarde, en Otoño; probablemente en el país en que pasan el Invierno.» «Se divide esta familia en muchos géneros muy vecinos unos de otros, y 1o se les distingne más que por la forma del pico, y por un plumaje que difiere ó que es parecido en ambos sexos.» ” «Difícil es decir hasta qué grado llegan los beneficios que el agricultor re- cibe de esta ave (N.* 444) quo, si lo favorece destruyendo un número conside- "able de pequeños ratones, langostas 6 insectos Coleópteros (Mayates) y Lepi- dápteros (Mariposas), lo perjudica indirectamente cuando destruye las crías de las aves insectívoras ó las lagartijas. Tiene la curiosa costumbre de clavar los animales que captura en las púas de los magneyes ó en las espinas de otras plan- tas. No se sabe á ciencia cierta el objeto de tan sinenlares depósitos de alimen- tos. Aunque el Verdugo se distingue por la crueldad de sus instintos y su carác- ter insociablo y sanguinario, suele presentar al observador ejemplos interesantes de su afecto á la hembra: es común que le lleve alimentos escogidos; también se le ha visto defender su nido valerosamente. No pocas veces se le vende en * los Estados Unidos, en substitución del Zenzontle, con el cual tiene cierta seme- janza de colores y tamaño; pero su canto es detestable y así lo reconocen muy pronto los incantos engañados por comerciantes poco escrupulosos. La mancha negra que tiene atrás del ojo el falso Zenzontle le distingue muy fácilmente, así como la forma de su pico.» Y «Al contemplar el osado y marcial aspecto del Verdugo, no podemos me- nos que reconocer en él un pájaro dotado de extraordinaria energía; su fuerte pico encorvado en que la garra y el diente parecen combinados para formar un instrumento mortífero, es segnramente el arma de un Gavilán ó de otra ave de rapiña. Ciertamente, se trata de un rapaz, si se le considera desde cierto punto de vista; pero si se estudian sus patas, se notará que son tan débiles é inofensi- vas como las de un Tordo ó Gorrión, en vez de estar provistas con las garras que sirven para llevar á cabo tales proezas, como las que ejecutan los Halcones, Ágnilas y Buhos. Si se examina, además, la anatomía de los Verdugos, se des- cubrirá que toda la estructura de los óreanos internos está modelada según un tipo estrictamente Passerino. Aunque el hueso y el músculo indican inusitada fuerza y vigor, el pico es el sello del orden Zanide —una marca tan clara y aparente como la que señala á las tribus de Israel, por dispersas que estén so- bre la tierra, — el símbolo de un espíritu tan atrevido é intrépido como el que re- sidía en cualquiera de los gavilanes llamados «nobles» en la edad media, cuando hazañas de los Halcones llenaban los ocios de los reyes y las princesas reales.» «El Verdugo despierta en nosotros esa especie de deferencia, no exenta de indienación, que estamos acostumbrados á conceder á seres aparentemente dé- biles, enyas proezas requieren mucha fuerza, gran valor y una insaciable sed (1) A. E. Brebm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, page 584. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 12. 518 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. de sangre, pues iguala á los bravos entre los bravos de los pájaros de presa, por sus arriesgados hechos, y es tan ajeno á la piedad como al miedo. No po- demos ver con indiferencia al merodeador que toma lo que le place dondequiera que lo encuentra; al varón fendal que hace valer sus derechos con indisputables razones al ogro que hace más víctimas de las que puede comer, al grado que necesita uu cementerio particular.» «Por temor de que esta descripción parezca exagerada, procuraré que su exactitud resalte. La comida del Verdugo consiste en los pájaros, enadrúpedos y reptiles que puede capturar y subyugar. También come insectos, principal- mente especies grandes, y sobre todo chapulines. Los persigue, ataca y destruye como si fuera un Gavilán, y tiene la curiosa costumbre de empalar sus cadá- veres en las espinas.» «Podríanse citar innumerables ejemplos del valor que manifiesta el Verdugo. Aunque su estatura es más pequeña que la del más insignificante de nuestros gavilanes, destruye generalmente pájaros y otros animales tan grandes como los que sirven de pasto á los gavilanes, y por lo tanto, capaces de ofrecer resis- tencia. Se apropia un territorio en que ningún otro pájaro puede aventurarse y se convierte en el terror de la vecindad; deseraciado del Silvicolide 6 la Parula que se atreve á presentarse en estos terrenos de caza. Como un verdadero cen- tinela en guardia, el Verdugo espera en su puesto, listo para lanzarse sin errar jamás, sobre la primera avecilla que se deslice en el próximo matorral. Su im- petnosidad y temeridad resaltan en las carnicerías que hace á veces en las aves enjauladas colocadas en nuestras ventanas; se ha dado el caso de que penetre á un aposento lanzándose á través de las vidrieras abiertas con una intrepidez com- pleta. El Dr. Brewer refiere que un Verdugo se abalanzó contra un Canario sin notar que la ventana estaba cerrada. Golpeó el cristal en su impetuoso vuelo y cayó á tierra aturdido por la fuerza del golpe.» % «Revivió, sin embargo, y fué tenido en cautividad por aloún tiempo; durante este período, continuó irascible é indomable, devorando ávidamente los pajari- tos que se le ofrecían y rehusando comer carne cruda de otras clases. Á pesar de lo mucho que los protege la jaula, los Canarios perecen á menudo asesinados por el Verdugo, á no ser que se les liberte inmediatamente de sus ataques. Al- gunas veces se asustan tanto, que caen desvanecidos en el fondo de la jaula, pero con más frecuencia revolotean y se pegan contra los alambres, hasta que el ave de rapiña los atrapa, les quita el pellejo de la cabeza, les rompe el cráneo ó los descabeza. Las avecitas que destruye en los campos, son capturadas de un solo (1) Yo presencié un caso parecido de la ineptitud de las aves para ver el vidrio. Habiendo co- gido una porción de Gorriones y otras avecillas vivas, las solté en un cuarto vacío. En su terror y deseo de escapar, casi todos ellos se arrojaban contra la ventana y cayeron sucesivamente ataranta- dos y temblorosos. Algunos se aliviaron del golpe; pero otros se lastimaron seriamente y murieron poco después. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 519 golpe ó cogidas á carrera abierta y matadas de un picotazo. Las devoran en el acto ó las conducen «al cementerio» y las ensartan en una espina. Como si tuviera conciencia de sus proezas, el Verdugo muestra poco temor en presencia del hombre. Á decir verdad, una ocasión encontré un Verdugo tan asustadizo, que todos mis esfuerzos para apoderarme de él fueron vanos; pero habitualmente sucede lo contrario. Si penetra Ud. en el bosquecillo que ha escogido como teatro de sus cace- rías, os mirará con desprecio, devolviendo las miradas con una mirada tan fir- me 6 imperturbable como si valiera más que Ud. y lo supiera. En dichos mo- mentos tendrá Ud. oportunidad para observar su aire desembarazado. El Ver- dugo es valiente merodeador; pero no por eso debe creerse que siempre está en el campo de batalla haciendo prodigios de bravura. Los mejores caballeros sue- len despojarse de su armadura y el Verdugo es afecto á descansar en los inter- valos que separan sus piraterías. En esos momentos lo observará Ud. pascán- dose con las manos en los bolsillos, por decirlo así, y sin nada que lo preocupe; al aproximarse Ud. volverá la cabeza con lánguida curiosidad, y eso por un ins- tante nada más, y no se volverá á ocupar más de Ud. A veces lo verá Ud. apres- tándose para la lucha, recorriendo con la vista los alrededores desde su torre de observación situado en la vara snperior de algún arbusto: se para allí muy esti- rado y recto, como un soldado que pasa revista y se dispone para abalanzarse en el momento oportuno. Tiene, ciertamente, un aspecto imponente con su uni- forme gris, con ribetes negros y blancos, que le sientan á las mil maravillas: pasado un momento —¡zas!— se ha marchado y el lastimero grito de un Gorrión cierra la historia. Empero, la mayoría de las ocupaciones del Verdugo, no son ni notables, ni ro- mánticas. El yerde césped que crece abajo de su observatorio alberga una mul- titud de ratones campesinos de diversas clases, según la región, y no tiene que ha- cer más que dejarse caer tranquilamente sobre estos pequeños inocentes. Además, en ciertas estaciones del año los campos hormignean de chapulines, á los cuales es muy afecto, así como á las arañas, escarabajos, polillas, y á decir verdad, á to- dos los insectos. En Julio y Agosto los he visto con frecuencia vagando por los campos llenos de yerbas y divirtiéndose aparentemente en su paseo; pero cuan- do me ponía á observar, los veía, por lo general, cazando chapulines: á algunos los devoraban allí mismo después de despojarlos de sus largas patas posteriores, mien- tras que á otros los llevaban á aloún árbol cercano y los empalaban debidamente. La tradición que cuenta que el Verdugo destruye exactamente nueve vícti- mas diariamente, es muy antigna. Su rasgo distintivo más notable, el hábito de tener una carnicería en donde exponer los cuerpos de sus víctimas, ha sido ob- servada hace centenares de años y se han emitido varias teorías ingeniosas para explicar una costumbre que se considera completamente excepcional y anómala. Sin embargo, después de considerar el caso atentamente, deduzco que es menos sinenlar de lo que parece. La Nat.—Ser. II. —T. IIL.—Agosto 1901 05 520 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. El Verdugo es un verdadero «carnicero,» si es que puede designarse con este título, un ave que mata lo que no come, y sus operaciones han servido de sugeto para varias observaciones; así es que estamos en posesión de todos los hechos que pueden dar luz sobre este punto. Algunas veces, las aves, ratones 6 insectos, son empalados vivos y perecen miserablemente; otras, sus cadáveres son pegados en varas puntiagudas. Los almacenes del despiadado carnicero pueden encontrarse en aleún espinoso árbol ó arbusto que, pasado el tiempo, presenta un espectáculo curioso, gracias á la infinidad de animales clavados aquí y acullá. Á yeces forman todo un museo de anatomía, pero como el Ver- dugo no tiene empeño en hacer una colección de curiosidades, podemos recono- cer su obra en ejemplares aislados, esparcidos por doquiera en campos y arbo- ledas. Algunos suponen que colocan los cadáveres de una manera tan vistosa para atraer otras víctimas. Esta teoría fué expuesta en el artículo citado á continua- ción. Mr. Heckewelder manifiesta que, puesto que el Verdugo se alimenta sola- mente con ratones y avecitas (cosa que no es verdad), y que los chapulines están empalados en actitudes llenas de naturalidad, como si estuvieran vivos (no están colocados así), es evidente que lo hacen para atraer á los pajaritos que comen chapulines; pues si no fuera así y si los insectos fueran almacenados para un uso ulterior, ¿cuánto le durarían á un Verdugo uno ó dos chapulines? Pero si su intención es seducir á los pajaritos, entonces ese número, ó la mitad, ó menos aún, sería buen ansuelo para todo el Invierno, etc. Wilson, con su buen ¡juicio acostumbrado, ha hechado por tierra esta teoría, «algo fantástica,» como él la llama de un modo tan satírico como práctico. Hace notar que los chapulines son el alimento favorito del Verdugo, y que serían un ansuelo muy despreciable para nuestras avecitas de Invierno, que son, por lo ge- neral, granívoras; que no hay necesidad de recurrir á una estratagema que de- muestra tanto refinamiento y crueldad, puesto que puede capturar todos los pá- jaros que quiera, sin necesidad de ella; y finalmente, que en ese caso podría su- ponerse, con igual probalidad de acertar, que otras aves que acostumbran alma- cenar trigo, lo hacen para que sirva de cebo á los ratones y ardillas voladoras. Por lo tanto, esta teoría no es aceptable. Otros autores suponen que aprovecha una espina para asegurar su presa mientras la devora, así como un gavilán ó buho aprovecha sus garras, y que está tan acostumbrado á ello, que escupe y deja intactos los cadáveres que ya no desea. Sin duda alguna las patas y las garras del Verdugo son débiles en com- paración de su fuerte pico, gran cabeza y poderosos músculos del cuello y pecho; pero nadie pone en duda su habilidad para asegurar su presa mientras la des- (1) 1,799. J. Heckewelder.—Carta del Sr. Juan Heckewelder al Dr. Barton, referente al nota- ble instinto del Lanius borealis. Trans. Amer. Philos. Soc. 1V, 1,799, pp. 124, 127. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 521 troza. Cualquiera persona que haya sido arañada por esta ave debe estar con- vencida de este hecho. Creen también que empala á su víctima por exceso de crueldad, por deseo de producir dolor; pero esto implicaría una irregularidad moral que no podemos atribuir á ningún pájaro, si es que se puede desenbrir en sus acciones una cua- lidad moral. Es verdad que un gato tortura á un ratón y parece deleitarse en la pena que le produce. No puedo menos de creer, sin embargo, que el gato no tiene conciencia de los sufrimientos del ratón; que no disfruta de los padecimien- tos de su víctima, sino del ejercicio de sus inclinaciones naturales. Es muy fre- cuente que aleunos animales, tales como los gatos y las onzas, maten más auima- les de los que se pueden comer; pero esto no sienifica ni crueldad (en sentido moral) ni travesura; es un resultado legítimo de su naturaleza rapaz, y por lo demás, pueden tener predilección por alguna parte del cuerpo de su presa, la sangre ó el cerebro, y para procurársela necesitan matar más que si se comieran toda la carne. Además, en el presente caso, los cuerpos son empalados después de muertos, no cuando están forcejeando en las garras del Verdugo. La analogía sirve para algo en la historia natural, y la que presentan las carnicerías del Ver- dugo y los almacenes de varias aves, es demasiado obvia para escapar á la aten- ción de los naturalistas. Pienso que allí se encuentra la clave de esta curiosa costumbre. Muchas aves acostambran almacenar provisiones como los ratones y las ardillas. Las raterías del Cuervo y del Pica caudata, en cautividad, son bien conocidas; pero sólo el excesivo desarrollo ó perversión de su hábito de alma- cenar alimento los decide á robar y ocultar artículos inútiles para ellos, tales co- mo joyas y vajillas. El Carpintero de California euarda igualmente su comida á costa de infinidad de trabajos algunas veces. He visto ramas de árboles adorna- das profusamente con bellotas, cada una de las cuales estaba inernstada en un agujerito hecho por el pájaro con este intento. En otras ocasiones esta misma ave ha introducido bellotas en las hendeduras naturales de la corteza. Es verdad que estos hechos se refieren únicamente á frutos ú objetos inanimados, pero se puede observar una semejanza más cabal en las curiosas prácticas del Carpintero de cabeza roja. El Sr. H. B. Bailey, de Nueva Y ork, refiere que uno de sus correspon- sales notó que un Carpintero hacía frecuentes visitas á un viejo poste de encina: examinó á este último y vió que presentaba una gran grieta en que el Carpintero había introducido cerca de cien chapnlines vivos, tan bien colocados, que les era imposible escapar. Aleunos hacendados le enseñaron otros postes empleados con el mismo objeto. Tratábase ciertamente de almacenar comestibles para el porve- nir, pues dicho escritor manifiesta que más tarde empezó el Carpintero á comerse sus ahorros, y que al fin no quedaron sino unos cuantos chapulines muertos. Wilson ha observado, además, que los GFarrulous y los Lanidos tienen las mismas costumbres en cantividad; los Garrulous llenan cada hendedura y agn- jero de la jáula, con granos y migajas de pan, y los Lanidos clavan la carne, los in- sectos y los cadáveres de los pajaritos que se les dan. 522 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Yo he tenido mis dudas á este respecto; pero después de observar á los Ver- dugos pacientemente, en diversas partes del país, me he visto inducido á admitir que no se trata de una simple cuestión de almacenaje. Hay demasiados cadá- veres clavados y de una manera demasiado visible, sin que por eso sean muchos los que se aprovechan después, así es que no puede considerarse esto como una prueba de la avaricia del Verdugo. Supongo que el hábito de empalar, consi- derado simplemente como tal, puede haber sido adquirido por grados y ser el resultado de su organización física; la fuerza que posee para agarrar con las pa- tas es relativamente poca, comparada con el vigor del pico. Las garras de un Gavilán, por ejemplo, son instrumentos muy útiles, no sólo para golpear y ma- tar la presa, sino también para tenerla mientras es destrozada por el pico. El Verdugo no tiene tantas fuerzas en las garras; lo que hace es dar pico- tazos y devorar á más y mejor. Por ejemplo, un Sitido mete una bellota en una hendedura de la corteza de aleún árbol y le da de picotazos. Este hábito de asegurar la presa no tiene relación aleuna con la costumbre de almacenar pro- visiones. Sin embargo, el Verdugo no hace gran uso de su despensa; aparentemente, al menos, obra según su capricho, pues unas veces empala á su víctima y otras no. Á veces se come un chapulín y á veces lo empala. Eseupe sus presas con la misma frecuencia cuando abundan que cenando escasean, y la mayoría de los ca- dáveres se secan, se caen con el viento ó sirven de pasto á los insectos. Una ocasión estuve observando á un Verdugo por algún tiempo, y ví que empalaba sucesivamente cierto número de chapulines y en seguida atrapaba más y se los comía en el acto. Nunca lo he visto clavar á un pájaro ó ratón; pero supongo que en ese caso sucederá lo mismo que con los chapulines; en la ocasión á que me refiero, el pájaro metió al infortunado insecto en la espina con el pico, empuján- dolo y apretándolo á golpes hasta que lo fijó á su completa satisfacción. Pero aún no hemos concluido de estudiar al Verdugo; nos resta observar sn vuelo, su voz, y especialmente sus hábitos domésticos. Hay en este país dos aves muy diferentes, á las cuales se parece el Verdugo por las proporciones relativas de las alas y la cola, así como por la conforma- ción general del cuerpo. Tales son el Mímus polyglottus y el Accipiter fuscus. Ahora bien: si nos fienramos un pájaro cuyas actitudes, movimientos y vuelo se parecen á veces á los de cualquiera de las aves mencionadas, nos formaremos una idea exacta de las diversas posturas que puede tomar un Verdugo. La gran semejanza que tiene con el Mónus es notable en realidad. Los dos son del mis- mo tamaño, forma y color, así es que á cierta distancia no se les distingue fácil- mente, sobre todo cuando van volando. Dicho parecido ha sido observado y co- mentado debidamente desde hace tiempo; Swaison llegó á emplearlo como base de un fuerte aroumento en favor de sus fantásticas teorías sobre afinidades. El vuelo del Verdugo, en las cirenustancias ordinarias, es casi ignal al del Mímus, pues es ligero, caprichoso y anu ondulatorio, cuando el pájaro anda simplemen- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 523 te vagando ó buscando á las más pequeñas especies de animales que le sirven de alimento. Sin embargo, aun en estas condiciones se nota en él cierto arrojo que hace presumir la bravura de que en condiciones determinadas es capaz. Además, sn vuelo, como el del Accipiter, es vigoroso, sostenido con firmeza á largas distancias, y, cuando es necesario, apresurado hasta alcanzar nna prodi- giosa velocidad; sus hazañas en este sentido son todavía más notables cuando se lanza de cabeza tras de su presa, dando de vueltas como un verdadero ÁAcci- piter. Dicen que suele revolotear en el aire encima de su víctima, como si estuvie- ra tomando sus medidas antes de dejarse caer sobre su caza; pero éste no debe ser un hábito característico, porque de otro modo no hubiera escapado á mi aten- ción. No recuerdo haber presenciado nunca este hecho, aunque es indudable que algunas ocasiones lo lleva á cabo. Cuando no anda volando, se observa en sus actitudos habituales la misma mezcla de Mómus y Accipiter; ó más bien, la tran- sición del uno al otro cuando su aire de indiferencia y su aspecto algo «rústico» es reemplazado por el continente, marcial indicio de que tiene la atención fija en alenna futura conquista. Un carácter tan versátil y animado como el del Verdugo busca necesaria- mente un modo de expresarse. No se observa reticencia alguna en este pájaro, enyos ásperos chillidos manifiestan alternativamente la cólera y el triunfo, el desafío y la conquista. Toda su vida pasa en una batalla casi incesante. Estas notas significan poco más ó menos lo mismo que las del Zyrannus intrepidus, que tiene ciertas afinidades de carácter con el Verdugo, porque ambos son impa- cientes y batalladores. No obstante la maguitud de sus proezas, el Verdugo no es un personaje muy respetable que digamos; suscita más de una querella in- útil con sus coléricos compañeros, y la petulancia de su temperamento volunta- rioso y maleobernado suele desahogarse en discordantes gritos. Puede asegu- rarse con razón que es corto el número de sonidos que hay tan poco musicales como los que emite el Verdugo, tanto que se acostumbra comparar la voz de este pájaro con el rechinido de un gozne enmohecido. Sospecho, aunque soy incompetente en la materia, que tienen razón los que atribuyen al Verdugo cierto gusto musical, aunque limitado. Técnicamente ha- blando, el Verdugo es un Oscine tan verdadero como el Mómus mismo; y no se encuentra a priori ninguna razón para que á veces no module sus notas, dándo- les una agradable entonación. Varios autores lo aseguran y protestan contra cnalquiera aserción en sentido contrario. Al ocuparse del Laníus borealis dice Audubon: «Este valiente y pequeño guerrero posee la facultad de imitar las notas de otras aves, y con especialidad las que indican pena. Remeda á menudo los chillidos de los Gorriones y de otros pajaritos con tanta perfección que se diría que están forcejeando en las garras de un Gavilán; tengo la convicción arraigada de que hacen esto con el objeto de inducir á las avecillas á salir de sus escondrijos para venir á socorrer á su desdichado camarada. En diversas 524 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. ocasiones lo he visto chillar de esta manera y después lanzarse bruscamente den. tro de la espesura, de la cual no tardaban en salir los chillidos del verdadero Gorrión que había atrapado. «El Dr. Bach refiere, además, que el Lanius lu- dovicianus excubitorides produce otras notas aparte de los ásperos sonidos que le atribuye Audubón. «Durante la estación de los amores y en realidad durante casi todo el Verano, el macho se sube á algún cedro ó á cualquier otro árbol y se esfuerza en cantar. Dicho canto sólo podría compararse á los primeros ensa- yos de un jóven Harporhynchus rufus. Pone sus ciuco sentidos para lograr su fin, y esto le cuesta esfuerzos casi dolorosos. Á veces sus notas no son desagra- dables, pero sí muy irregulares.» Muchos observadores están de acuerdo atribuyendo una habilidad musical moderada al Pájaro Verdugo, y yo considero cierto este hecho, aunque nunca he oído cantar á un ave de esta especie; pero no puedo menos de confesar mi escepticismo respecto al talento imitativo que le achacan, pues las pocas prue- bas que existen de ello parecen provenir de uno ó dos orígenes, y por lo tanto, requieren confirmación. L nuestro modo de ver, la pintura de la vida y carácter de un pájaro es in- completa si no comprende el nido y todo lo relativo á él. Nuestras dos clases de Laníus anidan á grandes distancias una de otra, así es que algunos de los deta- lles de su economía doméstica difieren entre sí, pero el curso general de los acontecimientos es el mismo en ambos casos: «celum non animum mutant.» Cono- ciendo á nuestro individuo como lo conocemos, podemos suponer que hace el amor y la guerra con la misma seguridad de éxito, pues el Verdugo es un amante tan impetuoso como atrevido. Sin embargo, el punto principal es que en las opera- ciones de esta clase no tiene que habérselas con una tímida Alóndra ó aterrori- zado Gorrión, dispuestos á hacer la paz con el tirano, sino con un pájaro que le ienala eu todo y por todo. Poned á un Verdugo á domesticar á una víbora, ó un pirata contra una marimacho, y toda la vecindad se apresnrará á congratularse euaudo termine la escena. Cuando el cortejo se vuelva un poco monótono, bus- cad el nido de la temible pareja en una espesura conveniente, en donde los re- nuevos, arbustos y yerbas crezcan en abundancia ó á lo largo de aquel seto con enrejado de enredaderas y zarzas. No tardaréis eu hallarlo, porque lo constru- yen abajo y hacen una estructura tan voluminosa, en proporción á su tamaño, como el nido de uu Gavilán. Comunmente lo hacen en un arbusto ó renuevo, á la altura del brazo de uu hombre parado. El nido descansa sobre un extenso basamento de fuertes varas reunidas al descuido y sobresaliendo en todas di- recciones. Sobre este soporte está el verdadero nido, hecho con una variedad in- finita de substancias vegetales, suaves y fibrosas, tales como zacates, puntas de yerbas, tiras de corteza, hojas, musgos, líquenes, etc., amontonados en tal canti- dad, que la cavidad interna está muy reducida por el espesor de las paredes. Algunos nidos contienen también plumas ó pieles mezcladas al resto de los ma- teriales. Parece que hay una gran diferencia entre la estructura de los nidos, A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 525 debido, no tanto á la diversidad de especies, cuanto al cambio de clima. Los ni- dos del Norte son, por lo regular, más compactos y tienen mayor cantidad de ma- terial suave y caliente que los de los Estados Meridionales, que son más pe- queños, abiertos y flojos. En este inmenso y rudo receptáculo depositan cinco ó seis huevos, pues el Verdngo tiene tanto entusiasmo para estos asuntos como para los otros negocios de la vida. Como es natural, el tamaño de los huevos varía según la especie. Los huevos del Lanius borealís son de 1-10 por 0-80 pulgadas, mientras que los del ludovicianus miden solamente, por término medio, un poco más de una pulgada de largo por tres enartos de pulgada de ancho. La forma y el color son iguales en todos los casos. Son ovalados y completamente obtusos en la punta más pe- queña. Están manchados con profusión de diversos matices castaños, rojizos y purpúreos, al grado que el color gris verdoso del fondo es casi imperceptible. Si todo marcha bien, no tardará en llenar el nido una ería chillona y voraz, en- yas necesidades hacen ejercitar á los padres sn energía y afecto de un modo in- cesante. Parece que el cuidado de los polluelos demanda una gran cantidad de tiempo y enidados, que no les deja lugar para ocuparse de la limpieza de la casa, pnes si os encontráis una familia de Verdugos ya erecidos y prontos á de- jar el nido, encontraréis todo en un estado de extraordinario desaliño. Una nidada sucede á otra y la tribu se dispersa por el mundo. Como son prolíficos y tienen pocos enemigos fuera del hombre, abundan en casi todas las regiones del país y representan un papel importante en la economía de la natu- raleza. Debo confesar que no he hecho de ellos una pintura muy lisonjera que digamos, aunque he procurado describir fielmente las operaciones militares de estos esforzados guerreros, así es que estoy ansioso de probar lo útiles que son estos pájaros desde un punto de vista práctico. Nosotros debemos estar muy agradecidos á estos eficaces destructores de insectos perjudiciales y enadrúpe- dos dañinos. Aunque matan muchos pajarillos que desearíamos dejara vivir, destruyen tal número de chapulines y otros insectos, que no podemos menos de perdonarles un mal tal insienificante. Aun hay más: debemos una gratitud es- pecial y grandes consideraciones al Verdugo, puesto que interviene á muestro favor contra la plaga alada de este país, el Gorrión Europeo.» ” (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 535. 526 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. LANIUS LUDOVICIANUS. «Verdugo, Arriero, Zenzontle cabezón.» Lantus ludovicianus, Linn., Syst. Nat., L, p. 134%; Bp. P. Z. S. 1887, p. 1122. Collyrio ludovicianus, Dresser, Ibis, 1865, p. 480*. Collurio ludovicianus, Baird, Rev. Am. B. L, p. 443% Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. L, p. 418*. Lanius excubitorides, Sw. Faun. Bor.—Am. II, p. 115, t. 34% Sel. P. Z. S., 1864, p. 1737. Collyrio excubitorides, Baird, U. S. Bound. Surv., IL, Birds, p. 11*. Collurio excubitorides, Baird, Rev. Am. B. L, p. 445% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 548”. Collurio ludovicianus, var. excubitorides, Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. IL p. 421"; Lawr. Bull. Nat. Mus. No. 4, p. 18%; Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 272*. Lanius ludovicianus excubitorides, Coues, B. Col. Vall. L, p. 561%, Lanius carolinensis, Wils. Am. Orn. Ill, p. 57, t. 22, p. 5"; Sw. Phil. Mag. new ser. l, p. 368"; Licht. Preis-Vers. mex. Vóg., p. 2, ef., J. f. Orn. 1863, p. 58". Lanius mexicamus, Brehm, J. f. Orn. 1854, pp. 145, 148*; Sel. P. Z. S. 1859, p. 375%; Duges, «La Nat.,» 1, p. 141”. Supra ardesiaco-cinerens, uropygio paulo pallidiore; capitis lateribus, alis et cauda nigris; scapularibus griseo-albis; secundariorum apicibus, speenlo alari, subalaribus, rectricibus quatuor eradatim lateralibus et corpore subtus omnino albis; rostro et pedibus nioris. Long. tota S-0, ale 4-0, caude rectr. med. 4-2, rectr. lat. 3-4, rostri a rictu 0-9, tarsi 1-0. (Descr. exempl. ex Valle de México. Mus. nostr.). Exempl. altera, supra griscescentior, nropygio fere albo, loris nigris supra albo indistincte limbatis. (L. excubitorides, Sw., mas, ex Oaxaca, México. Mus. nostr.). Hab. Norte América +93, México*""*, Charco Escondido (Couch”), Ma- zatlán (Grayson*, Forrer), Presidio (Forrer), Colima (Xantus**), Guanajuato (Dugés”), Valle de México (W'hite”), Tierra fría (le Strange), Meseta (Bullock”), plateau y región templada de Veracruz (Sumichrast'), Mirador (Sartorins?), Oaxaca” (Boncard””), Tehuantepec (Sumichrast*). (Toda la República).? 1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 12. (2) Laurencio y Beristain, p. 43. ( A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 327 Aunque parece que el £. ludovicianus está diseminado por todo México, no por eso traspasa los límites de ese país. Es más común en las mesetas del inte- rior; cerca de Mazatlán y Tehuantepec, se aproxima á la costa, pero quizá sólo en el Invierno; Grayson los encontró en el primer distrito, en los meses compren- didos entre Octubre y Abril, y supuso que emigraba á las altas llanuras centra- les en Verano”. El Prof. Snmichrast dice que, probablemente, este Laníus es sedentario en la meseta de México; y añade que en el Estado de Veracruz se le observa rara vez á menos de 3,000 ó 2,600 pies. Hace notar, además, que no re- cuerda haber encontrado un solo ejemplar en la región caliente”; pero estas ob- servaciones fueron hechas antes de que lo encontrara en la ciudad de Tehuan- tepec”. Se ienora si el £. ludovicianus anida en México; sn nidificación es bien co- nocida en Norte América. (Véase Bull. U. S. Geol. Geogr. Surv. of Terri. Os- teolooy of Lanius ludovicianus, vol. VI, múm. 2, pág. 351. Nest of Collyrio lu- dovicianus, American Naturalist, vol. XXI, núm. 1).0 «Región templada y meseta. Esta especie vive probablemente en la mesa de México, en donde es común. En el Estado de Veracruz raras veces se le en- cuentra más arriba de 800 41,000 metros. No recuerdo haber encontrado un so- lo individno en la región caliente.” «De Septiembre á Noviembre y de Febrero á Abril, es enando abunda ee esta especie. En esta época se le ve vagar por todo el país. En Invierno se aproxi- ma á los lugares habitados; en Estío el macho y la hembra se están en los lin- deros de las florestas, ó sobre árboles aislados en medio de los campos. Los bos- quecillos, los grandes árboles cercanos á las praderas y á los terrenos de pasto, son sus albergues predilectos y en los que establece el nido. Es tan común en las montañas como en las llanuras, y no falta más que en las altas regiones y en los pantanos.» «Ordinariamente se le ve posado en la rama más alta de nu árbol, desde donde abarca un vasto horizonte. Se está inmóvil, unas veces con el cuerpo derecho y la cola caída, y otras con el cuerpo horizontal. Pasea sus miradas sin cesar alrededor de sí, y nada escapa á su atención, ni el rapaz que hiende los aires, ni el insecto ó pajarillo que se mueve en el suelo. Cuando aparece un gran pájaro, sobre todo si es rapaz, lanza un grito penetrante y cac sobre él valiente- mente, le persigue y le acosa con sus chillidos. Sn grito de alarma advierte el peligro á los demás pájaros, y le ha valido el sobrenombre de avertisseur. Si ve un animal pequeño, se precipita sobre él. Por pesado y torpe que parezca, per- sigue á los musgaños á la carrera. En Invierno se le observa con frecuencia en medio de los gorriones, asoleándose en su compañía; repentinamente coge á uno (1) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” Tomo 1 (2), pág. 325. (2) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, pág. 306. La Nat.—Ser. 11.—T. III.—Agost, 1901 528 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. y lo mata á picotazos ó lo estrangula con sus garras. En seguida se lleva á su víctima á un paraje seguro, y si no tiene hambre, la clava sobre una espina ó sobre una rama puntiaguda, y en seguida la devora tranquilamente, después de haberla destrozado. Su temeridad lo induce á atacar animales más grandes que él. Mi padre vió á uno precipitarse sobre un mirlo; Naumann lo vió perseguir tordos y atacar perdices que habían caído en una red. Destruye una gran cantidad de pájaros jóvenes. Si fuera tan ágil como osado y animoso, sería sin duda el rapaz más temible. Felizmente sus presas se le escapan á menudo; sin embargo, causa bastantes perjuicios, de manera que el aficionado á las aves can- toras no puede soportarlo en los alrededores.» «Su vuelo no es muy rápido que digamos. «Cuando vuela de un árbol á otro,» dice mi padre, «se deja caer desde luego oblicnamente: después vuela muy cerca de tierra, y se eleva en seguida hasta la cima del árbol que ha elegido. Sn vuelo difiere mucho del de las otras aves. Describe al volar líneas onduladas, bate con frecuencia las alas, hiende el aire con bastante rapidez, pero no recorre sino pequeños espacios. Rara vez franquea de un tirón más de un cuarto de legua; y esto sólo cuando pasa de una montaña á otra y no encuentra ningún sitio conveniente en que reposar.» Sus sentidos están muy desarrollados; sn vista principalmente es penetran- te; su oído, fino. El menor ruido despierta su atención. Su inteligencia no está muy desarrollada; posee hasta cierto grado la prudencia, y sabe distinguir lo que es peligroso de lo que no lo es. Es peleonero; se bate de buena gana con los otros pájaros; trata de alejar á los que se aventuran en sus dominios, y ataca á especies mucho más grandes y fuertes. Es, por naturaleza, enemigo de los rapa- ces; pero los pájaros de presa nocturnos son los que le inspiran un odio profun- do. No vive en paz con sus semejantes, y sólo durante la estación de los amores reina la armonía entre el macho y la hembra, y más tarde, entre los miembros de la familia; pero en Invierno cada uno vive solitario, presto á atacar á aquel de sus semejantes que ose aproximársele. La voz del Verdugo es muy variable. Generalmente lanza un chillido cnan- do está excitado. Su grito de reclamo es mucho más dulce. En Invierno, y so- bre todo en Primavera, el macho y la hembra cantan una especie de melodía, que varía según los individuos; este canto no es sino la reproducción de los chi- llidos y los cantos de los diversos cantores que residen en las cercanías. Comun- mente lanza un grito agudo y penetrante, como el de los pajaritos cuando los amenaza algún peligro. Parece que con esta estratagema trata de atraer á los pájaros curiosos, para tener donde elegir su presa. En Abril es cuando se repro- duce esta especie. Escogen eu un bosquecillo ó jardín un árbol conveniente, por lo regular uu frutal silvestre; trausportan allí tallos de yerbas secas, ramillas y musgos, y construyen un nido bastante grande, cuya cavidad está tapizada de paja, yerbas, lana y pelos. La hembra pone de cuatro á siete huevos, de un co- lor gris verdoso, sembrados de manchas de moreno oliva y gris ceniza. La in- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. D29 enbación dura quince días. Á principios de Mayo salen los pequeños; los padres los nutren con insectos y chapulines, y más tarde con pajaritos y roedores pe- queños; los defienden aun á costa de sn vida, y se están con ellos hasta fines del Otoño. Mi padre ha visto con qué prudencia se conducen las hembras viejas cuando algún peligro amenaza á su progenie. «Hallábame persiguiendo en un bosque una familia de Verduzos para matar alennos. No lo conseguí, pues cada vez que me aproximaba, los padres lo advertían á los polluelos, lanzando chilli- dos peuetrantes. Llegué al fin á acercarme á nuo de los pequeños; pero en el momento en que apuntaba yo, la madre dió un fuerte chillido, y como el peque- ño no huía, lo empujó violentamente y lo hizo caer de la rama antes de que hn- biera yo tenido tiempo de disparar.» El milano y el gavilán son los enemigos más encarnizados del Verdugo. Los conoce bien, y se está en guardia cuando se halla en su presencia; pero á veces no puede resistir el deseo de hostigarlos, y en ese caso les sirve á menudo de presa. También lo atormentan diversos parásitos. Caza.—El hombre no coge al Verdugo más que con redes, ó atrayéndolo con un mochuelo. En los lugares abiertos, se le atrapa con bastante facilidad» colocando varetas de liga sobre una pértiga alta. Cautividad.—El Verdugo es un ave mmny interesante cuando está en canti- vidad. Se deja domesticar rápidamente; no tarda en aprender á conocer á su amo, lo saluda con un chillido de alegría y canta comunmente. No es prudente ponerlo en compañía de otros pájaros, pues los ataca y los mata. Puede conser- vársele durante muchos años, sujetándolo á un régimen mixto, compuesto, en gran parte, de carne. Se le educaba anteriormente para la caza; pero sirve, so- bre todo, para cazar halcones.” «Se le encuentra con seguridad dondequiera que hay árboles plantados á lo largo de los caminos reales de las praderas, que tienen la cima bastante frondosa para que pueda ocultarse el nido en ella. En los sitios boscosos, en que el pájaro tiene oportunidad de elegir, coloca general- mente el nido en algún árbol algo pequeño, situado en medio de los terrenos de pasto, si no es que en el único representante del campo. Yo no he encontrado nunca ni un solo pájaro ó nido en la floresta propiamente dicha. Está constrni- do con varas entrelazadas con tiras de corteza, yerbas ásperas, fibras de made- ra, raíces, zacate, hilo, lana y una gran cantidad de plumas. Es de coustrucción pesada y ruda, pero bien forrado de plumas: llena perfectamente su objeto. Á mediados de Abril ponen cinco ó seis huevos de un blanco sucio manchado con diversos matices de castaño. Tienen dos erías. Su principal alimento consiste en escarabajos, insectos, ratones y pajaritos. Cnando está en reposo no es muy atrac- tivo que digamos; pero cuando vuela, llama inmediatamente la atención del ob- servador, porque entonces revela los notables contrastes que presentan sus co- (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, page 584. 530 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. —= lores cenizo, azulado, negro y blanco, de una manera que le es peculiar. Una vez que se le ha identificado, no se le vuelve á olvidar. Como se manifestó an- teriormente, se marchan á fines de Octubre y principios de Noviembre; algunos individnos parten á veces más tarde, cuando dilatan en caer las heladas fuertes. El vuelo de esta ave es muy característico. Posado tranquilamente en un poste ó estaca de un cercado ó en la punta de un arbolillo, baja á una media vara del suelo, y con un vuelo fuerte é ignal se desliza á lo largo de la cerca, como si fuera á pararse en el zacate, cuando de pronto se levanta y se posa en otro pun- to parecido, donde permanece casi inmóvil, hasta que un muevo impulso lo envía al sitio que ocupaba primitivamente. Sólo conozco una de sus notas, que pronuncia algo débilmente. El alimento de esta especie comprende gran número de chapulines y escarabajos, que acos- tumbra empalar en las espinas y abrojos que cubren las tapias. Coge ratones con frecuencia, sobre todo cuando son pequeños ó muy jóvenes, y se lleva los polluelos y los huevos de otras especies de aves cuando no los defienden los pa- dres vigorosamente. Parece que forman familias durante sus movimientos oto- ñales; pero vuelven en parejas en Primavera, según he observado.» % «Anida en un árbol ó arbusto, geieralmente en un espino; el nido es de va- ritas, corteza, zacate é hilo. Huevos, 4-7; blanco sucio manchado profusamente de moreno claro y deslavado; 0-97 por 0-73. Frecuentan los terrenos llanos y abiertos, estableciendo sus cuarteles principales á lo largo de las cercas, en las cercanías de los espinos, en que cuidan y prefieren con especialidad las líneas telegráficas vecinas á estos lugares. En dichos parajes se ve al famoso Verdugo posado en lo alto de aleuna rama prominente ó en una pértiga ó alambre, espe- rando á que pase aleuna víctima. Le sirven de presa los insectos, pajarillos, ma- míferos y reptiles pequeños, que suele empalar en las espinas como acostumbra hacer el Lanius borealis. Á medida que se desmontan los bosques y se plantan setos ó crecen los es- pinos, aparecen estos pájaros en nuevas vecindades, notándose que aumentan en número, principalmente en la porción más llana del Estado. Algunas veces crían en Abril. El Sr. Roy Hathaway cogió un nido, conteniendo seis huevos bien in- cubados, el 28 de Abril, en una rama de un manzano en una huerta. Estaba á veinte pies de altura, y se componía de varitas, pajas, zacates, tallos, hilachas, mecate y pedazos de troncos de trigo, forrado con plumas de pollo. Lio habían usado el año precedente. El Sr. L. T. Meyer hace notar que son muy prolíficos, y dice que una vez sucedió que se rompió la primera puesta de una de estas aves; hicieron otro ni- do allí cerca, y unos niños rompieron los huevos. La tercera vez lo edificaron en una huerta, y criaron á sus polluelos á fines de Julio. Á principios de Agosto (1) Notes on the Birds of Minnesota by Dr. P. L. Hatch. First Report of the State Zoologist, p. 361. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 531 — comienzan á alejarse de sus nidos, y frecuentemente acaban por desaparecer en Septiembre.» «En Dakota se reproduce muchísimo: así es que tuve ocasión de colectar pollnelos recién emplumados en los últimos días de Julio. Acababan de aban- donar el nido, situado en un espeso bosque, en el gancho de un arbusto, á nuos cinco pies de altura. Era éste grande, voluminoso é inartístico, y tenía la base de varas entrelazadas con soltura, formaudo un montón del tamaño del sombre- ro de uu hombre. El nido propiamente dicho, tenía cerca de seis pulgadas de ancho en el exterior por tres de fondo, y se componía enteramente de los vásta- gos y puntas de una especie de yerba blanca que crece en las cercanías, y que formaba una tupida estera con pliegues de corteza fibrosa; no tenía ningún fo- rro especial ni arreglo cirenlar del material. El nido estaba lleno de excremen- to y de la exfoliación del plumaje de los polluelos.» “ «Lo mismo que su congénere septentrional, emigra de una manera imper- fecta; en cada estación se nota movimiento en ciertos individuos, mientras que los demás se quedan: así es que los Verdugos pertenecientes á esta variedad se pre- sentan en toda el área que habitan en cualquiera época del año, excepto á lo largo del límite septentrional de su zona de distribución. Parece que son más abundantes en las regiones intermedias. Las noticias locales que poseo, relati- vas á diversas partes del Oeste, son numerosas y explícitas; pero no merecen ser detalladas en las presentes páginas.» FAMILIA AMPELIDAE. Y AMPELIS. Ampelis, Linnens, Syst. Nat. L, p. 297. (Tipo A. garrula, Linnens); Baird, Rev. Am. B. I, p. 403. El Ampelis se distingue del género siguiente porque tiene las alas largas, la primera remera primaria casi nula, la segunda excesivamente larga, la cola corta, así como las plumas supernasales que se dirijen hacia adelante; por la prolongación especial como de cera, del raquis de algunas remeras secundarias, y en fin, por el plumaje sedoso. El Ampelis cedroum, que es la especie que nos corresponde, es peculiar de (1) A. W. Buttler. The Birds of Indiana. Department of Geology. 22* Annual Report. 1897, p. 1,006. (2) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 102. (3) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. [, p. 561. (4) La especie Centro-americana de esta familia, pertenece al grupo de Birds del Profesor Baird, conteniendo sus subfamilias Ampelincee y Ptilogonatince; la primera comprende el género Ampelis; la segunda Ptilogonys Phainopepla, á la cual añadiremos Phainoptila, una forma errante. 532 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. la región Neártica, y sólo visita nuestro país en Invierno. Tiene dos parientes estrictamente congéneres, uno de los cuales, el 4. garrula, también se encuentra en la región Neártica, pero es más conocido como habitante de la región septen- trional Paleártica, y suele asimismo presentarse en Invierno en las Islas Britá- nicas. La tercera especie, A. pheenicoptera, es peculiar del Japón. «En general, los rasgos y hábitos de las dos especies americanas son poco más ó menos los mismos y muy pronunciados. Son insectívoros, frugívoros, so- ciables y emigrantes. Emigran con irregularidad y son aves notablemente silen- ciosas, así es que no merecen el sobrenombre de «Charlatanas,» pues su voz es débil y fatigosa. El A. garrulus, de las partes septentrionales del Hemisferio Norte, se ha hecho célebre por sus disposiciones nómadas que le han valido el soubriquet de el «Bohemio.»% «El Coquantototl es uno de los Páseres más comunes en México, en ciertos años y en estación determinada. Es eminentemente sociable. Viaja de Norte á Sur y de Sur á Norte, con una irregularidad extraña, de manera que algunos años deja de visitar la parte de territorio mexicano comprendida en lo que se llama la Mesa Central. Se alimenta con frutos de trueno (Ligustrum), perú (Schinn) y otros árboles; en los Estados Unidos también come insectos. Es exce- sivamente voraz; emplea su tiempo en comer y dormir; su inteligencia es muy limitada; sólo sus afectos de familia ofrecen interés para el naturalista. Refié- rese que en una casa se recogió uu polluelo caído del nido por accidente, y se le puso en una jaula; sus padres acudían diariamente á darle de comer, despre- ciando todo género de peligros.» «Los Tontitos contribuyen en parte á la diseminación de ciertos vegetales: las semillas de algunos de los frutos con que se alimentan atraviesan el tubo di- gestivo sin sufrir alteración alguna, y van á caer y germinar á cierta distancia del árbol que los produjo.» «El Ampelis garrulus de Europa es común también en Asia y la parte sep- tentrional de América; sus costumbres son semejantes á las del Coguantototl.» «El Chivo es una de las aves de canto más apreciadas; pero no debe confun- dírsele, á pesar de otro de sus nombres vulgares, con el Runiseñor de Europa. Es insectívoro y en parte frugívoro; en sus movimientos y costumbres presenta aleuna semejanza con los Papamoscas y Trnena-picos (Tiranidos). Su dimortfis- mo sexual es muy acentuado: el macho tiene el plumaje negro con reflejos me- tálicos, y la hembra es de un cenizo mate.» % (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 451. (2) A. L. Herrera, Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 13. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 533 AMPELIS CEDRORUM. Tontito, Chinito, Filomena, Coquantototl. Bombycilla cedrorum, Yieil. Ois. Am. Sept. L, p. 88, f. 57%; Gundl. Orn. Cub., p. S0?. Ampelis cedrorum, Sel. P. Z. S. 1856, p. 299*; 1858, p. 302*; 1859, p. 363"; 1864, p. 173% Baird, U.S. Bound. Surv. IL Birds, p. 11%; Rev. Am. B.I, p. 407*; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 13% Taylor, Ibis, 1860, p. 111"; Dresser, Ibis, 1865, p. 1480"; Sumichrast, Mem. Bost.Soc. N. H. L, p. 548”; Dugés, «La Nat.,» L p. 141"; Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L, p. 401%; Lawr. Bull. U.S. Nat. Mus. No 4, p. 18*; Coues, B. Col. Vall. L, p. 470”. Ampelis americana, Wils. Am. Orn. LI, p. 107, t. 7, f. 1”. Bombycilla americana, Licht. Preis-Vers. mex. Vóg. p. 1, ef. J. f. Orn. 1863, p. 56" Jones, Nat. in Berm., p. 29”. Bombycilla carolinensis, Briss. Orn. Il, p. 337%. Ampelis carolinensis, Gosse, B. Janm., p. 197*. Sericeo-cinnamomeo-fusca, dorso paulo fuscescentiore, uropygio clare ci- nereo, alis et cauda purpurascenti-nieris, illarom secundariis quiuque aut sex rhachibus ad apices coccineo terminatis, hac flavo terminata, crista elongata dorso concolori, fronte cum stria utrinque per oculus conjunctis nigris; subtus mento nigricante, abdomine flavido, crisso albo, rostro et pedibus nigris. Long. tota 67, alee 57, caude 2-4, rostri a rictu 07, tarsi 0-7. (Deser. maris ex Choe-- tun, Guatemala. Mus. nostr.). Femina mari similis, secundariorum apicibus coccineis ant paucioribus aut absentibus. Hab. Norte América, México*, Tamaulipas y Nuevo León (Couch”), Guanajuato (Dugés”), Valle de México (White”, le Strange), Estado de Veracruz (Sumichrast*), Jalapa (de Oca*), Córdova (Sallé?), La Parada (Boucard*), Oaxaca (Fenochio), Tehuantepec (Sumichrast'), Guatemala (Skinner** (O. S. et F. D.G.), Honduras (G. C. Taylor"), Cuba?, Jamaica?”. «México, en toda la República.» En Invierno visita con frecuencia á México y Guatemala, aunque sus movi- (1) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. '“La Naturaleza,” tomo 1 (2), p. 325. (2) Laurencio y Beristain, p. 43. 534 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. mientos son algo irregulares, debido indudablemente al estado de las estaciones en Norte América, sus cuarteles de Verano. Aunque por lo común es más abun- dante en las montañas, se le encuentra á alturas comparativamente bajas en México y Guatemala. El Prof. Sumichrast dice que Tehuantepec es frecuentado por esta especie; en Guatemala lo observamos en Escuintla, á unos 1,500 pies sobre el nivel del mar, y en la cordillera de pinos de Dolores, en el departa- mento de Peten, que está todavía á menor altura. En las colinas que rodean la ciudad de Guatemala, abunda bastante desde el Otoño hasta la Primavera, y se le ye volando en parvadas ó posado sobre algún árbol cargado de frutos. En Cuba es muy raro, pero cuando visita esa isla se presenta en bandadas. No ob- serva regla fija para sus emigraciones, así es que á menudo permanece todo el año en sitios donde el Invierno no es erudo. Anida á fines del año, pues se han encontrado huevos sin incubar en el mes de Octubre. Se destruye anualmente un gran número de estas aves, á causa de los pillajes que efectúan en los árbo- les frutales. Sin embargo, no se alimentan de frutos únicamente, sino que tam- bién consumen muchos insectos, y sobre todo larvas, en la Primavera y á prin- cipios del Verano. Colocan, por lo general, su nido en un arbusto bajo ó en un árbol á unos veinte pies del suelo, y lo hacen con varitas, tallos vegetales duros y zacates, rellenándolo con un tejido compacto de zacates, fibras de vástagos de vid, etc., forrados de hojas y raicecillas finas. Ponen de cinco á seis huevos de un color de pizarra ó piedra, manchados con diversos tintes de moreno purpú- reo.!* «En el año de 1889 no llegó esta especie á la parte Sur del Valle, cenando menos, aunque los frutos de Ligustrum japonicum y de Schinus molle existían en abundancia.» % «Sólo un ejemplar de esta especie fué visto en Yucatán durante todo el año.» «El Tontito europeo frecuenta las grandes florestas de pinos y de abedules del Norte de Europa; no las abandona más que cuando la nieve es muy abun- dante. Es un ave errante, que en Invierno recorre una pequeña extensión de te- rreno, pero á quien el hambre puede forzar á emprender largos viajes.» En Alemania se presenta con mucha irregularidad, por lo que se le atribn- ye el número cabalístico siete, y el vulgo crec firmemente que no aparece sino cada siete años. Por lo general, los Ampelís, expulsados por los fríos del Norte, llegan á fines de Noviembre para dejarnos á principios de Marzo, algunas veces más pronto, lo cual hizo creer que anidaban en muestro país, pero hoy sabemos con certeza que sólo se reproducen al fin de la Primavera. Durante su residencia lejos de su patria, viven en bandadas más ó menos numerosas, y se están en una región hasta que escasea su alimento. Sucede que se les encuentra en grandes cantidades, en un sitio en que en los inviernos pre- (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 325. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 442. - A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 535 bablemente este hecho se reproduciría con frecuencia, si no hubiera quien caza- ra sin compasión á estos seres inofensivos. Los cazan para aprovechar su bello plumaje, y los. eroseros campesinos los destruyen, movidos quizá por viejas supersticiones. Antes no se había encontra- do la explicación de la irregularidad de su llegada; creíase que eran precurso- res de guerras terribles, hambres, pestes y diversas plagas; de manera que no los veían con buenos ojos ni tenían escrúpulos para exterminarlos. Por regla ge- neral, ya no se les concede ese dón profético; sin embargo, dicha superstición no ha desaparecido por completo. Como todos los pájaros del Norte, parece estúpido ó más bien confiado, ú sn llegada. No es nada ágil, sino al contrario, lento y perezoso; sólo piensa en comer y no deja sino á su pesar el sitio que ha escogido. Lleva su temeridad al grado de establecerse en las aldeas y en las cindades, si encuentra alimento en ellas, y no se inquieta en lo más mínimo con la presencia del hombro. Pero no es tan tonto como parece: cuando ha sido perseguido, se vuelve tímido y descon- fiado. Entabla amistosas relaciones con los otros pájaros, ó más bien dicho, los trata con perfecta indiferencia, pues no se ocupa de ellos para nada. Vive en sociedad con sus congéneres, lo mismo que hacen en Invierno casi todas las aves emigrantes. Ordinariamente se observa toda una parvada posada en el mismo árbol. Muchos de los individnos que la componen, se están en la misma rama; los machos, de preferencia, en las ramas más elevadas, donde permanecen per- fectamente inmóviles. En la noche.y en Ja mañana es cuando muestran mayor actividad; vuelan de un lado á otro, buscando qué comer, y visitan todos los ár- -boles y arbustos cargados de bayas. Rara vez bajan á tierra, y eso sólo para be- ber; saltan pesada y torpemente, y no tardan en remontarse. En las ramas tre- pan con mucha agilidad. Su vuelo es desembarazado y rápido. Ya aletean pre- cipitadamente, ya despliegan sus alas. Resulta de esto que, al volar, describen líneas muy onduladas, que se elevan cuando baten las alas, y bajan cuando las tienen inmóviles, medio replegadas. ] Su chillido de reclamo es un trino bastante sinoular, difícil de describir. Mi padre lo compara al chirrido de la rueda de un coche mal engrasada, y esta comparación me parece bien elegida. Algunas veces produce un silbido que se parece, según Naumann, al ruido que se obtiene soplando suavemente en una vasija hueca; parece que éste es Un grito de ternura. Su canción es débil y poco notable, pero canta con mucho fuego. Las hembras cautan casi tan bien como los machos, pero con menos ardor. Éstos no dejan pasar en Invierno un rayo de sol sin saludarlo alegremente. No hay duda que es insectívoro. En Estío los en- jambres de moscas, tan numerosos en su patria, constituyen su'principal alimen- to. En Invierno tiene que contentarse con lo que encuentra, en cuyo caso come bayas y frutos silvestres de todas clases. Caza á las moscas como los Muscicapi- dos, y coge las bayas en las ramas ó las recoge del suelo. Es bastante singular que en cautividad este pájaro no hace ningún caso de los insectos. «Los Tordos,» La Nat.—Ser. 11.—T. 111,—Sept. 1901, 68 536 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. dice Naumann, «son excesivamente felices cuando se les regalan algunos insec- tos; no sucede lo mismo con los Tontitos, y con frecuencia se les paran las mos- cas en el pico. De todos los que yo he domesticado, ni uno solo tocaba los insec- tos, larvas y gusanos.» Sucede lo contrario cuando están en libertad, como lo demuestran las observaciones heehas recientemente. El Bombycilla común da pruebas de una voracidad increible; en Invierno come diariamente una cantidad mayor que su peso, y es probable que en Estío no sea más sobrio. En cautividad se vuelve insoportable; todo el día se está junto al comedero, no interrumpien- do sus comidas sino para hacer la digestión. Devuelve los alimentos medio di- geridos, y cuando no se limpia la jaula con cuidado se traga sus excrementos. El nido, siempre establecido en un pino, descansa sobre las ramas á poca altura del suelo. Está casi enteramente construido con líquenes; la excavación es profunda y está tapizada con tallos de yerbas y plumas. La puesta ocurre en la primera quincena de Junio. Cada puesta comprende de 4 á 7 hmevos; por lo común, los huevos son azulados ó de un azul rojizo, sembrados de puntos esparcidos, mo- reno claro, moreno obscuro, negros ó violetas. Estos puntos están más cercanos unos á otros alrededor del extremo grueso, donde forman una especie de corona. Caza.—En Invierno no es difícil atrapar al Bombycilla. «Cuando lega una parvada á un sitio en que se han tendido lazos,» dice Naumann, «pocos son los que se escapan. Van de un lazo á otro hasta que caen, y sucede con frecuencia que dos se estrangulan en el mismo lazo; ven á sus camaradas suspendidos y muertos, pero esto no lesimpide correr al cebo para tomar sn parte. Se les captura asimismo, en gran cantidad, en trampas como álos tordos, atrayéndolos con ayu- da de un cabestro. Pero el pajarero debe saber aprovechar el momento oporta= no; si espera á que se hayan saciado, se vuelan uno después de otro y van á po- sarse á un árbol vecino, donde se están hasta que vuelven á tener hambre, lo que no tarda en suceder. Siu embargo, no vienen de nuevo á visitar la trampa más que aisladamente, y entonces sólo con trabajo se consigne atrapar á varios á la vez. Los otros se vuelan, pero sin alejarse mucho. Apenas ha vuelto el pajarero á componer su red y á ocultarse, cuando vuelven. Me parece que estos pájaros son todavía menos desconfiados en Invierno que en Otoño, estación en que en- cuentran alimento en mayor abundancia.» o «Colóquense en las trampas cebos de bayas de serbal sobre arbustos de san- co, enbiertos de frutos, y se cogerán tantos Tontitos como en los Ingares en que no haya ningún fruto; esto prueba que prefieren los frutos de serbal á los de SANCO.» Cautividad.—El Bombycilla garrula soporta muy bien la cautividad. Cuan- do se le pone en jaula busca la salida para escapar, pero al cabo de un instante se somete á su suerte, devora las bayas que llenan el comedero y se queda tran- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 537 — quilo. Si se le dan las bayas mezcladas con la pasta de los Tordos, come todo y acaba por contentarse con la pasta sola.» «Es menos difícil alimentarle que á los Tordos, pues comunmente le basta pan blauco remojado en agua, salvado diluido igualmente en agua, lesumbres cocidas, papas, ensalada, etc. No reclama, pues, grandes cuidados. Lo que ne- cesita ante todo es alimento en abundancia.» «Como es de carácter pacífico, no ensucia su sedoso plumaje, que está siem- pre liso y brillante; sus costumbres dulces y tranquilas encantan 4:su amo.» + «En las grandes pajareras se encuentra muy bien, y vive en buenas relacio- nes con los otros pájaros. Aleunos han sido conservados en cautividad durante ocho ó diez años, pero la mayor parte no pasan el primer Estío.»% «La única especie de esta familia que se encuentra por todas partes y en abundancia en el Verano, es la 4mpelis cedrorum, conocida con el nombre de Chinito, y muy apreciada por los epicúreos mexicanos.» % «En cualquiera época del año, y casi en todo el país, se escuchan unas no- tas extrañamente balbuceantes y fativosas; y si se busca al cantor, se verá á una docena ó un centenar de avecillas que andan revoloteando de una manera des- embarazada y algo ondulante, hasta posarse, formando un cuerpo compacto, en el árbol vecino, donde permanecen inmóviles y silenciosas un instante, muy er- gnuidas, desplegando sus largos copetes; en seguida empiezan á moverse y á co- mer, á menos que se alarmen y vuelen á otro árbol. Cuaudo se maduran las ba- yas azules del cedro, las engullen con voracidad, llegando á atragantarse lite- ralmente con ellas; las últimas bayas se les pegan eu sus espaciosas gargantas por falta do sitio en el estómago. Á veces estos glotones llegan á un extremo de gordura extraordinaria, y su carne es muy apreciada por los gastrónomos. Tam- bién son muy afectos á las cerezas, y en realidad á una eran variedad de fruti- tos. Naturalmente los horticultores son enemigos de estos consumidores de fruta, y matan tantos, que en algunas regiones consiguen hacer disminuir su número. Pero débese recordar que en ciertas estaciones, estos indolentes glotones desple- gan más agilidad y destreza en la caza de pulgones de la que podría esperarse, y que entonces destruyen grandes cantidades de insectos dañinos. Que el iracun- do jardinero recuerde esto antes de hacer uso de su fusil, y esperamos que, con el transcurso del tiempo, aprenderá la gente que la mortalidad que se efectúa imprudentemente, aun con ladrones tan descarados como los Cuervos y los Azu- lejos, favorece las plagas de insectos, y es, por ende, perjudicial á los intereses del agricultor.» : «Como la mayoría de los individuos bien nutridos, nuestros Tontitos hacen olvidar su glotonería é indolencia con algunos rasgos de fineza y amabilidad. Son aves cariñosas y de tierno corazón, amantes unas de otras, y muy capaces (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, page 621. (2) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz, “La Naturaleza,” tomo I, página 306. 538 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. de llegar al heroísmo al tratarse de socorrer á un camarada en peligro. En janla observan, por lo regular, una conducta agradable, y son vistosos y gentiles; tie- nen cierto aire de nonchalance, pero á pesar de esto, las moscas no acia come- ter la indiscreción de penetrar en la jaula. Estos pájaros son muy inocentes ó muy poco suspicaces, pues se dejan matar ó capturar cuando un poco de ingenio los hubiera salvado. Su indiferencia habitual se extiende hasta sus negocios amorosos y domésticos; hacen el amor con frialdad, sin apresurarse ni preocn- parse por las consecuencias. Todo el Verano se les ve vagar en bandadas; ani- dan casi ya al concluir la estación, y suelen posponer sus negocios domésticos hasta el Otoño. Sn emigración es tan irregular como sus costumbres; no se pue- de contar con ellos á este respecto, pues audan errando por el país por donde- quiera que hallan alimento abundante y accesible. En el Otoño se retiran de las regiones más septentrionales y menos incitantes á su gula; pero en casi todo el país se les puede encontrar en cualquier mes del año, mientras que los demás están en México, Centro América é Indias Occidentales.» «Así pasan su perezosa y vulgar existencia estos débonnaire pájaros, socia- bles, pero no domésticos, aleo disipados, benévolos con un amigo en peligro, tra- gones y afectos á hacer gala de sus historiados copetes, que mucho les preocn- pan.» «Anida en los árboles, á cinco ó veinticinco pies del suelo. Suele anidar en los arbustos, en las huertas, prados, alamedas, etc.; hace el nido con varitas, cor- teza, hojas, etc., forrándolo con zacate y pelo. Huevos, 3-5; de un gris azulado ó de color de piedra, marcados más ó menos distintamente de negro y castaño obs- curo; 0-87 por 0-61.» «Excepto durante la estación de las crías, los Tontitos son sociables y vagan en bandadas compnestas por seis 6 veinticinco individuos, y alennas veces por ciento ó más. Siguen la dirección que los sugiere su interés; así es que abundan ó escasean en una localidad, según la cantidad de alimento que allí encuentran. Son sedentarios en todo el estado; pero su número varía, siendo generalmente más numerosos en el Norte, en Verano, desde principios de Mayo hasta Octubre, y en el Sur, en Invierno y durante las emigraciones.» «Anidan de Junio á Agosto. Hacen frecuentes visitas á los cerezos, y cuando se acaban las primeras cerezas, empiezan á pensar en construir el nido. Por lo regular lo colocan en arbolitos, arbustos y matorrales. Lo construyen tambiérff en los frutales de las huertas y patios y en los árboles que dan sombra á las calles de las poblaciones.» | «Un nido:estaba en un arbusto cubierto de bayas, á seis pies del suelo. Su diámetro externo era de 5-50 puleadas; su profundidad interna, de 2-00 pulga- das. Se componía de zacate y varitas forradas con corteza de vid, musgo y lí- quenes. En el Estío y el Invierno constituyen su alimento las frutas silvestres, bayas y semillas. En Invierno nada los atrae tanto como el Celtis occidentalis. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 470. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 539 En ciertos años viven, á principios de la Primavera, en los árboles llamados Cer- cis. El Prof. F. E. L. Beal hace notar que de 152 estómagos que examinó, la ma- teria animal constituia el 13 por ciento, y la vegetal el 87 por ciento del alimen- to. Excepto unos cuantos caracoles, toda la comida animal eran insectos, en su «mayor parte, perjudiciales. Del alimento vegetal, el 74 por ciento eran frutos 6 semillas silvestres, y el 13 por ciento. frutos cultivados, inclusas las frambuesas y moras, que quizá no eran enltivadas. Se dico que los Tontitos crían á sus po- lnelos casi exclusivamente con insectos. Respecto á las cerezas, sólo comen las primeras, y eso no en tan gran cantidad como se supone. Siendo su alimentación tan variada, puedo ser un ave útil en el caso en que sobrevenga una plaga in- secticida. El Prof. S. A. Forbes ha demostrado que en una huerta infestada con carcoma, el pájaro más útil era el Tontito. Residían en la huerta 30 aves por lo menos, y se nutrían enteramente con dichos gusanos. El número que contenía cada estómago, según cuenta exacta, variaba entre 70 y 101, y en la mayoría de los casos llegaba á 100. Por lo tanto, estos 30 pájaros se estaban comiendo la plaga á razón de 3,000 egnsanos por día, ó sea 99,000 durante el mes en que están expuestos á sus ataques.» (Rept. Mich. Hort. Soc., 1881, p. 204). «Tienon ma nota peenliar y balbuceante, que emiten en un tono monótono. Cuando están en las ramas de un cerezo, á principios de Junio, parece que inha- lan dicha nota. Cuando echan á volar, cada individuo la repite tres ó cuatro ve- cos. Estas notas se convierten en canción á la entrada del Verano; canción espe- cial y balbuceante, que nos indica que las parvadas se están separando para for- mar parejas á medida que adelanta la estación.» Y «Esta hermosa ave cuenta con un reducido número de amigos; porque no canta, y tiene una afición marcada por las cerezas, que perjudica los "intereses de los que enltivan dicha fruta. Durante mucho tiempo estuve bajo la influencia de las preocupaciones populares relativas á esto pájaro; pero un día una aldeana mo vendió un polluelo ya crecido. Su suavo y delicado manto y su cabecita ador- nada con un gallardo copete, eran verdaderamente irresistibles: así es que lo compré, aunque decidido á ponerlo en libertad cuando llegara la época de la emieración otoñal. Lo solté en el comedor y voló á pararse sobre una repisa que estaba en la antesala. Desde entonces ese fué su retiro predilecto. Manifestó, desde el primer día, nna confianza absoluta á todos los miembros de la familia, y se ocupaba en desembarazar la casa de las moscas y las arañas, con excepción del tiempo que dedicaba á bañarse y á alisar su plumaje, ó á coger un pedacito de algún manjar de su agrado de mi propio plato ó de mis labios. Se contentaba con poco y volvía á su repisa á limpiar su pico hasta no dejarle ni una sola par- tícula de comida; en segnida tornaba á posarse en mi hombro, del cual saltaba al borde de mi vaso de agua, y después de beber se dirigía á la repisa, donde permanecía quieto hasta que concluiamos de comer. Más tarde resumía sus ex- (1) A. W. Butler. Indiana, da of Geology and Natural Resources. 224 Anvual Re- port, 1897. *Blatchley, p. 1,072 540 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. ploraciones en busca de arañas y moscas, entrando y saliendo á la bodega y á la despensa. No me originaba trabajo aleuno, pues sólo tenía que colocar un papel debajo de su palo y un trasto con agua para que bebiera cuando la fami- lia estaba ausente. Varios ornitologistas distinonidos se quedaron á comer con- mico en diversas ocasiones, y quedaron muy complacidos y sorprendidos de sus proezas. En Otoño nunca manifestaba el menor deseo de emigrar. Desgracia- damente, un sábado olvidamos dejarle agua, y se quedó un jarro grande, medio lleno, sobre la mesa; trató, sin duda, de beber allí, se cayó, no pudo salir y se ahogó de la manera más ignominiosa. Á pesar de su inclinación por las bayas y cerezas, me probó que su especie es más útil que ninguna otra al 'enltivador de frutales, por el gran número de gusanos, larvas é insectos de todas clases que destruye. El Sr. F. L. Washburn, cuyas observaciones en el valle del río Rojo me han sido muy útiles, dice: «Á mediados de Agosto se ve volar, sobre los loda- zales y estanques (en la región del río Chief, etc.), una mosca blanca, pequeña, transparente como la gasa, una especie de coleóptero que agrada mucho al Ton- tito. Casi media hora estuve observando á seis de estos pájaros, que revolotea- ban constantemente sobre un pantano, cogiendo inmensas cantidades de esos insectos. No parecían cansarse, sino que volaban con lentitud contra el viento, desviándose un poco, ya para un lado, ya para otro, hasta que llegaban al ex- tremo del pantano, derdonde se volvían para repetir idéntica maniobra, pasaudo sobre el nismo punto una y otra vez. Á veces lanzaban la nota característica de su especie; pero, por lo general, volaban en silencio. Todo el tiempo que los observé, no descansaron ni por un instante. Son afectos también á las grosellas negras, que se encuentran en los bosques en esta estación.» Llegan en grandes bandadas á principios de Abril. En ciertas ocasiones unos cuantos individuos se han quedado todo el Invierno. Poco después del primero de Mayo, las par- vadas más grandes se subdividen hasta que sólo quedan parejas, y construyen sus nidos eu un ramo horizontal de diferentes clases de árboles, en los terrenos de pasto, alrededor de la casa ó en la madera. Consiste en tallos de yerba, tiras de corteza, hojas, pasto, raicecitas, etc. Es muy profundo, y está forrado con za- cate fino, raíces y cerdas. Generalmente ponen cinco hueyos azul claro con ma- tices de purpúreo ó moreno, algo marcados con manchas negras y moreno obs- curo. Tienen dos crías. Ninguna otra ave que no sea cantora debe ser tan bien recibida por el agricultor como el hermoso Tontito.»% (1) Notes on the Birds of Minnesota by Dr. P. L. Hatch. First Report of the State Zoologist, p. 358, A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 541 PTILOGONY"S. Ptiliogonys, Swainson, Phil. Mag., new ser. L, p. 368 (1827). Ptiliogonatus, Sw. Zool. Journ. HI, p. 164. Ptilogonys, Bp. Consp. I, p. 335; Baird, Rev. Am. B. L p. 410. Aunque el ala es puntiaenda en este género, los cañones secundarios son más largos, en proporción á los primarios, que en el género Ampelis; el primer primario está bien desarrollado; el seenndo y tercero son agudos y considera- blemente más cortos que la punta del ala; el tercero está ligeramente encorvado en la parte exterior hacia la punta; el quinto es el más largo; el cuarto y sexto, casi ienales; la cola es larga, casi cuadrada en la punta, en el P. cinereus, mien- tras que la cola del P. caudatus tiene la forma de una cuña, y las plumas cen- trales muy alargadas; el pico es corto, la abertura ancha, las cerdas rictales re- enlarmente desarrolladas; las ventanas de la nariz son ovaladas, y las plumas frontales se acercan bastante al extremo próximo de la abertura nasal. Aunque el plumaje es suave, tiene el tejido aleo más abierto que.el de los Ampelis. Se conocen dos especies: una que habita las montañas de México y Guatemala, y la otra, los montañosos distritos de Costa Rica. En Norte América, su aliado más próximo es el género Phainopepla; pero en la América del Sur carece de parien- tes, aun remotos. PTILOGONYS CINEREUS. «Jilguero, Jaltomatero, Jaripa.» Ptiliogonys cinereus, Sw. Phil. Mas. new ser. L, p. 368"; Zool. Tll. new ser. TI, 4. 62; TEL, 4. 1022, Ptilogonys cinereus, Bp. Consp. L, p. 335% Sel. P. Z. S., 1856, p. 299*, 1858 p. 302% 1859, p. 363”; 1864, p. 173%; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 13% 1860, p. 31"; Baird, Rev. Am. B. 1, p. 412"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 548%; Dugés, «La Nat.,» L, p. 141*; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. II, p. 273%; Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 147". Ptiliogonatus cinereus, Sw. Zool. Jonrn. III, p. 164”. Hypothymis chrysorrhoa, Temm. Pl. Col. 452%. Hypothymis mexicanus, Licht. Preis-Vers. mex. Vóg., p. 2, cf. J. f. Orn. 1863, p. 58%. (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 13. $ 542 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. === = Cinerens, capite summo dilutiore, fronte, oculorum ambitn et mento albis; regione parotica et cervice postica eriseo—fuscis; alis et cauda quadrata sericeo— eyaneo, nicris, hujus rectricibas quatnor utrinque lateralibus plaga quadrata magna alba notatis, hypochondriis olivaceoflavis, abdomine imo et tibiis albis, crisso Inteo; rostro et pedibus nieris. Long. tota S-0, ale 3-75, caudee 4-15, ros- tri a rictn 07, tarsi 0-65. (Descr. maris ex Parada, México. Mus. nostr.). Femina fuscescens, subtus dilntior, fronte; mento et oculorun ambitu albis, abdomiue imo et macula caudali sicut in mare albis, crisso lnteo. (Descr. femi- ne ex Oaxaca, México. Mus. nostr.). Hab. México** (Deppe”, J. Mann”), Mesetas (Bullock'), Real del Monte (J. Taylor”), Guanajuato (Dugés”), Sierra Madre, cerca de Colima (Xantus 9), Valle de México (White*, le Strange), Córdova", Orizaba (Botteri"), Región Al- pina de Veracruz y Valle de Orizaba (Sumichrast*), Jalapa (de Oca”), La Parada (Boucard*), Oaxaca (Fenochio), Guatemala (Constancia), (O. S.'), Dueñas (O. S. et F. D. G.”). «México, en casi toda la República.» Y El P. cinereus ha sido estudiado por la mayoría de los colectores que han recorrido las serranías de México; las localidades más septentrionales en que se le encuentra, son Guanajuato y la Sierra Madre, cerca de Colima. En el Estado de Veracruz, dice el Prof. Sumichrast, que, aunque baja á 4,000 pies en el Valle de Orizaba, es una ave peculiar de la región alpina, donde asciende á una altura de cerca de 10,000 pies. En Guatemala sube á 10,500 pies. En el Volcán de Fue- go, lo veíamos á menudo en las encinas que crecen en las orillas de un camino abierto en la floresta. Perseguía y atrapaba á los insectos en el aire, y se ali- mentaba, sin duda, con las bayas de las diferentes especies de muérdago que abundan en localidades semejantes, así como con otros frutos. Se nota una ligera diferencia entre los ejemplares mexicanos y guatemal- tecos del P. cínereus, en lo concerniente al plumaje de los machos adultos. Los segundos tienen menos blanco en la barba; el color ceniciento de la superficie inferior es algo más obscuro; los flancos son de un color aceitunado nu poco más brillante, y en el vientre bajo hay menos blanco. Estas diferencias son dignas de mención; pero no bastan para establecer una distinción específica. Se ignora todo lo referente á la nidificación de esta especie; pero tenemos un ejemplar en su primer plumaje, colectado el 6 de Julio en el Volcán de Fue- go, y era tan joven, que indudablemente nació en los alrededores. En este pájaro no hay huellas del primer plumaje manchado, que es como el de la hembra; el vientre es amarillento y del mismo color que el crissum, y las alas y la cola tie- nen el mismo color que las del ave adulta. Xantus dice que el iris del pájaro vivo es de color de carmín”, y Don Fenochio asegura que es «muy obsenro.» Desgraciadamente olvidamos fijarnos en su color. (1) Laurencio y Beristain, p. 43. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 343 «Vulg. Gorrión jilguero. Región alpina. Este pájaro prefiere la región ex- presada, aunque se le encuentra al pie de las montañas del Valle de Orizaba (1,250 metros).» PHAINOPEPLA. Phainopepla, P. Z. S. 1858, p. 543 (tipo Ptilogonys nitens, Sw.); Baird, Rev. Am. B. I, p. 415. Su Instroso plumaje negro y su lareo copete occipital, son los caracteres distintivos de esta especie; tiene, además, el pico más débil y menos deprimido que los Plilogonys, y las cuerdas rictales mucho más largas. Las alas tienen un primario grande, ancho y espúreo; el segundo y el tercero son anchos y redon- dos en la punta; el quinto es el más largo del ala, y excede un poco al cuarto y al sexto. Las plumas frontales, aunque no cubren las narices, poseen unas cuan- tas cerdas largas que tienen las tres cuartas partes del largo del culmen. La cola es larga y ligeramente redondeada; el tarso, corto como el de los Ptilogonys y Ampelis. Este es un género monotípico, y su único miembro, el Phainopepla nitens, tiene una zona de distribución bastante amplia, pues abarca desde los confines septentrionales del Sur de México hasta los Estados situados al Sudoeste de la Unión. PHAINOPEPLA NITENS. «Chivo, Reyecito, Ruiseñor,% Chivo negro.» Ptilogonys nitens, Sw. An. in Menag., p. 285*; Bp. Consp. L, p. 335% Cass. Ill. B. Cal. ete. Tex., p. 169, t. 29*. Phainopepla nitens, Sel. P. Z. S. 1858, p. 543% 1864, p. 173? Baird, U. $. Bound. Surv. IL, Birds, p. 111% Dresser, Ibis, 1865, p. 4807; Dugés, «La Nat.,>» L, p. 1415 Phenopepla nitens, Baird, Rev. Am. B. I, p. 416", Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 548"; Baird, Brew. et Rido'w. N. Am. B. I, p. 405”; Cones, B. Col. Vall. I, p. 475”. (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo 1, pág. 306. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 13. (3) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,* Tomo 1 (2), pág. 325. La Nat.—Ser. I1.—T. I11.—Sept. 1901. 09 D44 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. == == == Lepturus galeatus, Less. (1838) fide Bonaparte”. Ptilogonys aterrima, Licht. Mus. Ber.*. Nitens chalybeo-nigra mnicolor, alarum remigibus pogonio interno media- liter albis, crista elongata corpore concolori. Long. tota 8-0, alee 4-0, caude 42, rostri a rictu 07, tarsi 07. (Deser. maris ex urbis México vicinitate. Mus. nostr.). Femina fusca, supra paulo saturatior, capite sicnt in mare cristata, alis et cauda nigricanti-fuscis, illis et erisso albo nndique marginatis. (Descr. femine ex urbis México vicinitate. Mus. nostr.). Hab. Norte América***”.—México*”, Coahuila (Couch?), Guanajuato (Dn- gos”), Mesa de México, Valle de Orizaba y Estado de Puebla (Sumichrast'), Valle de México (White*), Sierras de México (le Strange), Cimapán (Deppe*”), Mira- dor (Sartorins?”). «Mesa Central, región N. y 0.»% «Swainson fué el primero que describió esta especie, en 1837; tratábase de una hembra y un macho obtenidos en México, y desde entonces se le ha encon- trado en todas las porciones centrales y septentrionales de este país; atraviesa la frontera y llega á Texas, Nuevo México, etc. Parece, sin embargo, que no es muy común al Sur de la ciudad de México, pues no estaba comprendida en las colee- ciones de Mr. Sallé y Mr. Boncard. Parece, ienalmente, que no visita la costa oc- cidental. El Prof. Sumichrast dice que está muy bien distribuida en toda la Mesa de México, y que sólo raras veces llega al Valle de Orizaba á una altura de cer- ca de 5,000 pies”. Añade que es muy conún en Tehuantepec, población cercana á la ciudad de México.» «Se alimenta con insectos, frutos y principalmente con las bayas de diferen- tes especies de muérdago.» «Dicen que el nido está construido á la ligera, y que lo colocan en una rama horizontal de un árbol bajo; mide unas cuatro puleadas, y se compone de vari- tas deleadas y fibras de plantas forradas con un poco de vello de Populis moni- lifera y una pluma cualquiera. El número de huevos contenidos en un nido no pasa de dos. El fondo es de un color blanco verdoso, tiraudo á color de alhuce- ma y blanco cenizo, y están manchados en toda su superficie con diversos mati- ces de moreno. Las manchas son pequeñas, y están distribuidas con más profu- sión alrededor de la punta más larga del huevo.» «Me inclino á creer que esta especie se encnentra en el Valle, únicamente de nna manera accidental.» «Vaegando á la ventura por Arizona, unas veces á la caza de aves y otras á la caza de indios, solía ver un pájaro desconocido entonces para mí y que llegué al fin á considerar como un verdadero «eniema,> tan erande era la persistencia (1) Laurencio y Beristain, p. 43. (2) A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. “La Naturaleza,” tomo 1 (2), p. 325. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. DAD con que huía de mí; unas veces porque no estaba á tiro y otras porque teníamos órdenes de no tirar para no ser descubiertos: el caso es que siempre se me esca- paba. Era un hermoso pájaro negro como el azabache, y tenía un par de diseos blancos que mostraba al volar. Generalmente lo veía entre la espesura más tnpi- da, yendo de aquí para allí con un vuelo nervioso al par que ligero, muy seme- jaute al del zenzontle; balanceábase un momento sobre un vástago prominente, con las alas y la cola extendidas, lanzándose en seguida para atrapar un insecto vagabundo ó para ocultarse en los seguros retiros de la espesura. De vez en cuando esenchaba una nota algo áspera y lastimera, que aprendí á asociar á este turbulento y salvaje pájaro; una ocasión tuve oportunidad de escuchar una so- berbia pieza musical, que tengo la convicción de que provenía de este individuo. Empezaba á obscurecer: me hallaba en el campo de una partida de centinelas avanzadas, de vuelta de una expedición infructuosa en pos de aleunos indios, quienes habían huido con nuestras provisiones: algunos se ocupaban activamen- te en preparar el entierro del destrozado y carbonizado cuerpo de un camarada, asesinado y quemado unos cuantos días antes en aquel mismo sitio, doude los lobos se habían disputado sus restos. El pájaro, de buen ó mal agiiero, se pre- sentó ataviado sombríamente, y cantó un requiem que enterneció á todos los cir- ennstantes; el campamento aparecía más silencioso que de costumbre, y nos acos- tamos temprano.» «Esta fué la última vez que ví y oí á este pájaro, que en Verano es sedenta- rio y poco comúu en las cercanías de Fort Whipple, aunque abunda un poco más abajo y más al Sur. Observé que prefería los sitios algo abiertos, y estudié asimismo algunos de sus rasgos característicos; pero, como he dicho, aprendí poco respecto á sus hábitos. El Coronel G. A. McCall fué el primero que lo agre- gó á la fauna de los Estados Unidos, después de su viaje desde Vallecita hasta El Chino, California. Á orillas de un arroyuelo de la montaña, cuyas limpias aguas estaban sombreadas á intervalos por nudosos y enmarañados robles, este distinguido oficial observó una docena de estos obscuros pájaros, saltando entre los ramos superiores y persiguiendo activamente á los insectos; ligeros y gracio- sos cuando vuelan, anuque menos veloces y decididos en sus movimientos que los verdaderos alonaciles de moscas, se elevan en el aire para volver á sus pues- tos deslizándose rápidamente, en tanto que los rayos del sol hacen resaltar la mancha blanca del ala con el color negro del resto de su cuerpo. Al aproximar- se, enudió la alarma entre estos gallardos pájaros, que interrumpieron sus evo- Inciones aéreas y volaron hacia la colina para proseguir su interrumpida tarea entre los matorrales. Siguió á los caprichosos fugitivos, y al fin aseguró alon- nos, después de trepar y bajar buen trecho por entre las rocas.» «El Dr. A. L. Heermann encontró á esta especie en el Desierto del Colorado, y vió á uno de sus miembros posado en un mezquite, moviendo la cola casi sin cesar, como hacen otras varias clases de alenaciles de moscas, y lanzándose de vez en cuando en pos de los insectos y describiendo ángulos y curvas en el aire. D46 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Al acercarse al Río Colorado, vió parvadas compuestas de veinte y treinta indi- viduos, muchos de los cuales volaban simultáneamente, presentando así un bo- nito espectáculo.» He entresacado estas notas, abreviándolas, del libro del Sr. Cassin, que fué quien dió á conocer á los ornitologistas americanos esta especie por medio de láminas coloridas de ambos sexos, y de excelentes fragmentos de su biografía. En inglés no tenemos un nombre bastante adecuado para ese curioso pájaro, que tiene evidentemente un carácter bien marcado, á juzgar por las observaciones hechas hasta la fecha, pues todos los autores están de acuerdo á este respecto. He aquí lo que dice el Sr. Rideway y cómo describe á esta especie, que hoy po- demos reconocer á primera vista: «Varias ocasiones escuchamos en los bosques de cedro y piñón de las de- siertas cordilleras de la parte occidental de Nevada, una nota tan semejante al chillido proloneado y querelloso del P¿cus nutalli, que acabamos por suponer que existía dicha especie hacia el Oriente de la Sierra. Nunca pudimos ver al autor de esas notas, hasta que el mes de Junio, explorando los Soda Lakes de Carson Desert, oímos por allí cerca, en una barranca, aquel chillido familiar, y nos apresuramos á buscar al ave que lo producía. No tardamos en descubrirlo parado en la punta de un gran arbusto; pero echó á volar tan pronto como nos aproximamos, y á pesar de todos los artificios y precauciones que pusimos en planta, se mantuvo fuera de tiro sin dejar, por eso, de incitarnos á continnar per- signiéndolo, haciendo frecuentes altos, parándose en la rama superior de los ar- bustos más prominentes. Al echar á volar lanzaba el rechinante grito que le es peenliar, así es que teníamos á la vista el pájaro que tanto habíamos buscado. Siu embargo, nos sorprendimos mucho al ver que no era la especie que supo- níamos, sino una especie que nos era desconocida.» «El Dr. Cooper ha presenciado también sus costumbres hurañas, su hábito de combar la cola y levantar el copete, y el empeño que tienen en oenltarse cuando están heridos. Debo hacer notar que sólo este autor le atribuye talentos musica- les, y habla de sus «dulces notas,» como indicando que tiene afinidades con los Oscines más bien que con los Clamatores. ¿De qué provendrá que tantas perso- nas que se ocupan de él no tienen nada que decir respecto á sn canto?» «Completemos su historia natural y tratemos dos cuestiones importantes: de qué vive este bonito ser y cómo anida. Hasta ahora sólo lo hemos visto repre- sentar el róle de un experto y próspero cazador de insectos; pero aunque éstos forman gran parte de su menu, las bayas no dejan por eso de figurar en gran cantidad. Debemos esperar, si sus supuestos parentescos son verdaderos, que es muy afecto á las bayas como buen pariente del asmático Ampelís. No sé á quién pueda atribuírsele el descubrimiento; pero hace años que sabemos que el nitens ensta de diversas bayas, como un Tontito, por ejemplo, y con especialidad del fruto del muérdago, que crece en abundancia en las regiones que habita. El Dr. Cooper dice que «prefieren la vecindad de los árboles en que crece el muér- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. D47 dago, pues come bayas durante todo el año...» Henshaw manifiesta, no menos explícitamente y con más detalles, lo signiente: «Gran número de individuos de esa especie han sido encontrados, en diversas ocasiones, en el cañón que está atrás de Camp Apache, Arizona. Como no se les ve en los alrededores, presumí que la abundancia de muérdago era lo que allí los atraía. Comen esas bayas con avidez.... En Camp Bowie había muchos reunidos en el cañón, halacados por el sinnúmero de bayas de Prunus demissa y Vitis incisa que allí se encuentran. Parecían ser muy afectos á ese alimento y no comían otra cosa; sus festines no deben durar mucho, pues cada arbusto es sitiado por veintenas de pájaros que rivalizan con los Zenzontles en ver quién arrebatará más frutos.» Alounos ejem- plares obtenidos en Texas, tenían el estómago lleno de las bayas de una especie de muérdago que erece en abundancia sobre los mezquites; el Capitán Bendire ha sido testigo de que estos pájaros «viven siempre cerca de los muérdagos y de que se alimentan casi exclusivamente con sus bayas.» Respecto al nido, el Dr. Brewer dice lo siguiente: «Encontramos un nido en Mayo, en uu árbol bajo. Era una construcción casi plana, y contenía dos huevos de un carácter tan bien marcado y peculiar, que no se parecían á ninoún otro de los huevos que yo recnerdo haber visto. Son de forma oblonga oval, rema- tando en punta en uno de los extremos, y miden: el uno, 0-90 de pulsada de largo por 0-62 de ancho; y el otro, 0-90 por 070 de pulgada. El color del fondo es de un blanco sucio ligeramente teñido de verde, y toda la superficie del hue- vo está marcada con pequeñas, pero distintas manchas de un moreno purpúreo tan obsenro, que sólo puede ser distinguido del negro en buena luz. Mezcladas con estas maichas, se notan otras pequeñas víreulas menos distintas, de un ma- tiz más claro, y de color de pizarra obscuro con un ligero tinte lila. El nido y los huevos corresponden exactamente con los que colectó el Dr. Cooper.» (From Proc. Bost. Soc., XVI, 109). «El nido está en una rama horizontal, y generalmente en un mezquite. Es superficial y mide unas 4 pulgadas de través; su diámetro es de 2*'/, pulgadas por ?*/, pulgada de fondo. Se compone de varitas finas y fibras de plantas, y está forrado con un poco de vello de Populus monilifera y una pluma cualquiera. El primer nido fué hallado en Mayo. Éste estaba forrado principalmente con conchas de capullos de gusano de seda vacíos. Contenía dos huevos. Aunque él (el Capitán Bendire) encontró más de una docena de nidos con huevos y pollue- los, nunca halló más de dos en un nido. El color del fondo varía de blanco ver- doso á blanco gris y alhnucema, manchado con diferentes matices de moreno. To- das las manchas son pequeñas y más abundantes alrededor de la punta más lar- ga, variando mucho en su distribución. El tamaño de los huevos varía de 0-97 de pulgada á 0-81 de largo, y de 0-66 á 0-60 de ancho.» (From Hist. Nat. B., TI, 507)." (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. I, p. 475. (Continuará). LA PAPAYA VOLADORA. POR EL SEÑOR DOCTOR JOSÉ RAMÍREZ, SOCIO DE NUMERO. x Con este nombre de papaya voladora se conocen los frntos de una Carica que estaba indeterminada, y que tienen la particularidad de que en Ingar de es- tar casi sentados, como los frutos de las otras papayas, se balancean en la extre- midad de un pedúnenlo larguísimo. El Señor Francisco Río de la Loza, como Agente del Grupo IX de la Co- misión mexicana de la Exposición Universal de París, que tuvo lugar en 1900, me colectó varios ejemplares de estos frutos, que sometí á un examen cuidado- so. Estas papayas siempre son pequeñas, y en los ejemplares que reproduzco en la lámina que acompaña á esta memoria, los pedúnculos medían 34 centímetros y tenían las cicatrices de ramificaciones que habían desaparecido. En este dibu- jo puede verse que los ovarios, aunque casi maduros, son muy pequeños, com- parados con los de la papaya común; aparecen también con una forma irregular y como si estuvieran mal desarrollados; en cambio, el cáliz es acrescente y de una manera exagerada. Las semillas tenían los caracteres de los de la papaya común y estaban fértiles. Con los datos que nos proporcionó el Señor Río de la Loza y por el estudio cuidadoso de estos ejemplares, llegamos á la conclusión de que la papaya voladora es el fruto que proviene de un ovario fertilizado de una flor masculina de la Carica papaya; ovario que, en vez de atrofiarse, como sucede en el caso ordinario, se fecunda y sigue su desarrollo hasta la madura- ción perfecta de las semillas. La longitud del pedúnenlo es debida á que, desapareciendo las ramificacio- nes del raquis, persiste éste solo, tomando el aspecto de un eje único, pero en el cual es fácil descubrir las cicatrices de los pedúnenlos de las otras flores, que se cayeron después de la floración. La importancia de esta anomalía, que, por otra parte, es muy frecuente, con- siste en que explica cómo una planta dioica se transforma en hermafrodita, ó al contrario, pues no sabemos si las Papayáceas vienen de plantas hermafroditas, Pe Serie Tomo 117 LA NATURALEZA. Lám. AXXAL La papaya voladora. ES. a a nn e aa o A E | 2?Serie Tomo /// LA VÁ TURADE ZA Lam. XAXI!/. | Hierba de la cucaracha MHaplophyton cimiciodwurm ADC. (Dibujo tomado de la Iconograjfta mexicana inedila) J. RAMIREZ.—LA HIERBA DE LA CUCARACHA. 549 ó si están en vías de evolución para llegar á aquel tipo de reproducción, que se considera como el de las más perfectas. Sea lo que fuere, el fenómeno es bas- tante curioso, y auu cuando ya se había señalado esta fertilidad de los estam- bres rudimentales de las flores femeninas de las papayas, sin embargo, nadie había descrito la fecundidad de los ovarios rudimentales de las flores mascnli- nas, ni la papaya voladora, no obstante que se le había dibujado. sin que lla- mara la atención de los botanistas la forma rara de estos pedúnenlos tan largos, y de los que no se hacía mención en las descripciones. En efecto, puede verse la lámina de Thiebault, publicada en el tomo IV de la «Histoire des Plantes» de H. Baillon, página 284, en donde se representa á la Carica papaya con cinco pequeños frutos pendientes de unos pedúnculos muy largos, mientras que en los grabados del «Botanical Magazine,» por ejemplo (láminas 2,898 y 2,899), el fru- to aparece como está en realidad, es decir, sobre un pedúneulo muy corto. Ienoramos quién publicó primero el grabado de Thiebanlt; pero en ninou- na botánica hemos encontrado alguna mención de esta clase de frutos, y por ese motivo presentamos su descripción, considerándola de aleuna importaucia. México, Enero de 1901. MATETERBA DE. LA CUCARAGCELA. POR EL MISMO SEÑOR SOCIO. Con este nombre se conocen dos plantas que pertenecen á la familia de las Apocináceas, pero á dos géneros distintos: el Haplophyton y el Trachelosper- mum. Como esta comunidad de nombre da lugar á confusiones, creemos que será útil presentar la descripción de las dos plantas, acompañada de sus dibujos. En el Instituto Médico se ha emprendido el estudio completo de las dos especies. La especie más conocida es el Haplophyton cimicidum, sobre todo en cier- tos lugares, en donde con frecuencia se aprovechan sus propiedades insectici- das. Sin embargo, es de llamar la atención que no se ocuparan de ella, ni Cer- vantes, ni Cal, ni Oliva, no obstante que la señaló Hernández, con el nombre de Atempatli, describiéndola de la signiente manera: «El Atempatli emite unas raí- 590 J. RAMÍREZ.—LA HIERBA DE LA CUCARACHA. ces indivisas, de las cuales salen unos tallos cenicientos, con hojas parecidas á las del limón, pero oblongas y acuminadas; las silicnas, delgadas y larguillas, están llenas de una borra larga. Es cálida en el orden tercero, de naturaleza seca, acre y un tanto amarga. Si se lava la cabeza con el jugo de la raíz cocida, al instante mueren las liendres y los piojos. Nace en los lugares cálidos y pedre- gosos de Tlacnilotenango.» Por la descripción tan somera de Hernández, es casi imposible saber á cuál de las dos plantas se refiere; pero esto se puede lograr indagando cuál de las dos especies crece en Tlacnilotenango. El Padre D. José Alzate y Ramírez, en la «Gaceta de Literatura» del 17 de Junio de 1795, publicó la noticia que le dió D. José de Valdovinos, de que la hierba de la cucaracha es un veneno activo para las cucarachas, y que las ex- termina. Alzate, además, señaló la fibra de la planta como pudiendo substituir completamente, y con ventaja, á la fibra de lino. Los naturalistas Mociño y Sessé clasificaron la planta á que se refirió Her- nández, con el nombre de Echites cimicida, y hablando de sus propiedades, di- cen que las hojas machacadas con manteca de cerdo matan las chinches y las pulgas, según aseguran los indígenas, y que, debido á esta propiedad, se le puso á la planta el nombre de Atempatlt, ó sea matadora de puleas. En la tercera edición de la «Farmacopea Mexicana,» se refiere erróneamente la hierba de la encaracha á la Macrosiphonia hypoleuca. En Septiembre de 1900, se comenzó en el Instituto Médico el estudio del Haplophyton cimicidum, haciendo el análisis químico el Señor Villaseñor, el que desde luego encontró un principio alcalóidico, al que son debidas sus pro- piedades venenosas. En el mismo mes, el Sr. Dr. F. Altamirano emprendió algunas investigacio- nes acerca de su acción sobre los animales. Desde luego empleó el polvo, la in- fusión, el cocimiento, la tintura alcohólica y el extracto de éter de petróleo. Los animales sometidos á la experimentación fueron: perros, conejos, ranas, peces y varios insectos, arácnidos, gusanos, crustáceos y moluscos. En general, se ha notado que es bastante activa sobre los animales pequeños, y que ocupan el erado inferior en la escala zoológica. Hay que advertir que la planta solo ha producido sus efectos venenosos en los animales superiores, cuando se introdu- ce por la vía venosa. Entonces se observan los fenómenos siguientes: primero, una ligera excitación demostrada por gritos y agitación por cortos instantes; al terminar ésta, el animal se pone abatido, desmayado, indiferente; unas veces poco sensible y otras enteramente insensible. La respiración es lenta, y la tem- peratura baja de uno á dos grados centígrados. No hay parálisis completa, por- que, excitado el animal, ó muy rara vez expontáneamente, se para vacilante y se dirige en tal ó cual sentido, salva obstáculos y evita bien las caídas. Sin em- bargo, permanece casi constantemente acostado y muere en estado de colapsus, después de más ó menos tiempo. Los experimentos sobre los insectos siempre 22 Serio Tomo JH LA NATURALEZA. Lóm HAM Merba de la cucaracha Tlrachelospermum s/ans, Lray. ES A ¿A Me "e J. RAMÍREZ.—LA HIERBA DE LA CUCARACHA. 551 han tenido un resultado positivo. Un perro al que se le impregna el pelo de una tintura ó infusión de Hierba de la Cucaracha, al cabo de una hora queda libre de las pulgas, y durante los días que permanece con algo de la substancia adhe- rida al pelo, es seguro que no prestará abrigo á alguno de estos insectos. Un pedazo de carne humedecido con la infusión de la hierba, ahuyenta las moscas, y éstas depositan centenares de larvas en otro pedazo de la misma carne, no hu- medecido como el primero, y colocado á su lado. Las moscas que chupan la in- fusión, se paralizan, sus movimientos se incordinan, y al fin mueren.* Por su lado, el Señor Alfonso L. Herrera, como Jefe de la Comisión de Parasitología Agrícola, emprendió también la experimentación en los insectos, con la Hierba de la Cucaracha, llegando á resultados ignales. El Señor Herrera ha encontrado que la hierba destruye muchos parásitos de las plantas, y que tam- bién envenena á los moscos, que desde hace catorce años invaden á la Capital, constituyendo una verdadera plaga y tal vez un peligro para la salud de sus habitantes. Los caracteres de esta Hierba de la Cucaracha, son los siguientes, que he- mos tomado de De Candolle y de Sessé y Mociño, así como de los caracteres que observamos en las plantas que tuvimos á la vista para-hacer una descrip- ción completa. APLOPHYTON CIMICIDUM, AD. C. Prod. VIII, pág. 412. SINONIMIA CIENTÍFICA.—Echites cimicida, Mociño et Sessé. Plante No- ve Hispanic, págs. 27, é «Iconografía inédita de la Flora Mexicana,» número 797. Figura que publicamos, corregida en los detalles de la flor y semilla. SINONIMIA VULGAR. —Actimpatli 6 Acimpatli 6 Atempatli. Matorral muy ramoso, en la base leñoso; ramos delgados, ergnidos, dicóto- mos, cenizos, los jóvenes verdosos, rollizos y pubescentes; hojas opuestas ó sub- opuestas, subdísticas, angostamente aovado-acuminadas, en la base atennadas en un peciolo muy corto, en la axila glandulosas, pelositas, pelos en la base ve- siculosos; flores geminadas en las dicotomias ó en el ápice de los ramos; pedúneu- los tres veces más largos que los peciolos y pubérulos; cáliz quinque-partido, sin glándulas; lobos lineal-acuminados y erguidos; corola de color amarillo pá- lido, de 22 milímetros de largo, hipocrateriforme; tubo peloso por dentro, menos en la base; garganta desnuda; prefloración sinestrorso—retorcida, no replegada en el ápice; estambres insertados en la mitad del tubo; filamentos delegados; an- teras lineales, en la base bilobas; nectario nulo; ovarios dos, ovoideos, estilos filiformes; estigmas cabezudos, obtusos, bilobos, más cortos que las anteras; fo- lículos alargados, lineales, estriados, de 3 centímetros de largo y más; angostos polispermos, erguidos, jóvenes sub-pubérulos; semillas comosas, en las dos ex- tremidades, funículo muy largo. Florece en los meses de Julio y Agosto. Ve- geta en los montes de Tepechicotlán, Cuernavaca, Jojutla, Cañón de Tome- llín, etc., ete. * Anales del Instituto Médico Nacional, tomo IV, página 359. La Nat.—Ser. I1.—T. II,—Oct. 1901. 70 5D2 J. RAMÍREZ.—LA HIERBA DE LA CUCARACHA. De Candolle, para establecer el género Haplophyton, y para describir su especie, hasta ahora única, se sirvió de un ejemplar seco, que existe en el Her; bario Boissier, en donde tiene el nombre de Echites cimicifuga, vel cimicida, y acompañado de una nota, de que proviene del Herbario de Pavón. Es indu- dable que esta planta perteneció al Herbario de Sessé y Mociño, pues, como creemos haberlo probado en la página 32 del tomo IV de los Anales del Insti- tuto Médico, las plantas que recogieron aquellos insignes naturalistas, y que pertenecían al Gobierno Español, pasaron, por disposición de éste, á poder de los Señores Ruiz y Pavón, autores de la «Flora Peruana,» encargados de con- servarlos para su aprovechamiento ulterior. Pero, como se sabe, habiendo caído en la miseria más espantosa el insiene Pavón, para satisfacer las necesidades más apremiantes, tuvo que recurrir á la venta de las plantas de su herbario, y de otras que estaban en su poder en calidad de depósito, cediéndolas por par- tes y cobrando precios irrisorios en comparación de los sacrificios que habían costado su adquisición. De este modo también se vendió la gloria científica de aquellos naturalistas, tan eminentes como desgraciados, que consagraron su vida y desvelos por dar á conocer la abundante Flora de la América Española. La prueba irrefutable de que la planta del Herbario Boissier, perteneció á la colección de Sessé y Mociño, es la del nombre, que es idéntico al que lleva en la Icone número 797 de las calcas tomadas por De Candolle de los dibujos originales de la «Flora Mexicana,» que estuvieron en su poder, así como el nom- bre que tiene también en las Plante Nove Hispanic, página 27. Como un homenaje á la memoria de aquellos distinenidos naturalistas, pu- blicamos el dibujo inédito de la planta, tal como lo trazó el pincel de Cerda 6 de Echeverría. Este dibujo servirá también para tener una idea de la exactitud y conocimientos botánicos con que se ilustró la Flora Mexicana, y cuya Icono- erafía deseraciadamente ha permanecido inédita. La calca con la que recons- truimos el dibujo, fué remitida al Instituto Médico por el Señor Casimiro De Can- dolle, copiándola de las que existen en el Herbario Boissier, y cuyo origen es bien conocido de todos los naturalistas. Respecto del Trachelospermum, que también lleva el nombre de Hierba de la Cucaracha, parece que corresponde á la especie stans, y como de esta especie dió una descripción muy somera el Señor Asa Gray, la hemos completado to- mando los caracteres de buenos ejemplares que hemos comparado con los clasi- ficados con la misma especie, en la colección del Señor Pringle, de plantas me- xicanas. TRACHELOSPERMUM STANS, Asa GRAY, Proc. of the Amerc. Acad. of Arts. and Sc., página 394, tomo XXI. Matorral viváceo, leñoso en la base, de más de un metro de altura; rami- ficaciones snb-tricótomas, hojas opuestas, limbo obloneo-acuminado, enteras, en la base cuneiformes, á la lente ligeramente pubescentes por arriba, y por debajo sólo en los nervios, ciliadas, de 9 á 12 centímetros de largo por 3*/, á J. RAMÍREZ.—LA HIERBA DE LA CUCARACHA. 195) 4*/, de aucho; peciolos muy cortos, de */, á 1 centímetro; inflorescencias en co- rimbos; pedúnenlos de 10-15 milímetros, bracteados; brácteas lanceoladas, de 4 milímetros; cáliz 5-partido; lobos lanceolado-agudos, ciliados, ligeramente pubescentes, con 5 glándulas internas; corola hipocrateriforme, ensanchada al nivel de los estambres y pelosa abajo de su inserción; lobos ovado—oblongos; anteras casi sésiles; folículos, dos, arqueados, permaneciendo unidos por la punta después de la madurez, de 10 á 12 centímetros de largo; semillas con un penacho de pelos ó coma, de 3 4 4 centímetros de largo. Florece en Julio y Agosto. Ve- geta en las barrancas y colinas cerca de Chihuahua, en Río Blanco, Jalisco, y en el Estado de Morelos y Michoacán. Ejemplares de esta planta, procedentes del Estado de Michoacán, nos sir- vieron para completar la descripción, así como para hacer un estudio comparado con ejemplares recogidos por los Señores Palmer y Pringle, y teniendo al frente la pequeña descripción de la especie 7. stans, que hizo el Señor Asa Gray eu el tomo XXI de los «Proceedings of the American Academy of Arts and Scien- ces,» página 394, De nuestros estudios deducimos que la especie stans tal vez deba conside- rarse como una simple variedad de la difforme, del mismo Señor Asa Gray. En efecto, para establecer la especie stans, el autor se fundó en estos caracteres, que señala de la signiente manera. 'TRACHELOSPERMUM STANS. Fruticulus erec- tus, bi-tripedalis; foliis fere TY. DIFFORME; pedunculis brevioribus; floribus haud visis.—One would expect the 7. difforme, collected at Monterrey to be the same, but that is twinino, and seems to be the United States species. Como se ve, los caracteres que sirvieron para establecer una mueva espe- cie fueron muy deficientes, estando reducidos á que supuso A. Gray que, la planta recogida en Chihuahua, no era voluble; pero nos hemos convencido de que esta volubilidad también existe en la especie supuesta erguida, y que se manifiesta tardíamente, como se vió en los ejemplares cultivados por el Señor Urbina en el Museo Nacional. Sin embargo, hemos conservado en la lámina y en la descripción el nombre de stans, para evitar confusiones, y porque no co- nocemos el 7. difforme sino por la descripción y la lámina que publican los Se- ñores Britton y Brown en la página 4 del tomo HI de «An Ilustrated Flora of the Northern Unid States, Canadá,» etc. 1898. En esta lámina, la corola del 7. difforme aparece con la forma de embudo, y muy diferente de la que hemos des- erito para el 7. stans, lo que funda la duda y hace inclinar á admitir la nueva especie. Hasta ahora no se han hecho experimentos en el Instituto Médico, para probar si es ó no venenosa esta planta, y si obra sobre los insectos de la misma manera que el Haplophyton cimicidum. México, Agosto 12 de 1901. DD4 ALCOCERIA PRINGLEI FERNALD. EXPLICACIÓN DE LAS LÁMINAS. Lámina XXXTI.—El dibujo es una copia de la calca tomada de la «Iconografía Mexicana,» inédita. A la derecha están la flor y semilla, tal como la representaron los autores del dibujo, y á la izquierda, y marcada con la letra A, está la semilla dibujada tal como es en realidad. Lámina XXXIV.—Dibujo tomado del natural. La flor no está representada con mucha exactitud en las dimensiones de sus lobos. ALCOCERIA PRINGLEI FERNALD (NUEVO GÉNERO Y "ESPECIE DE LA FAMILIA DE LAS EUFORBIÁCEAS). LÁMINA XXXV. En el vol. XXXVI, págs. 493, del periódico intitulado «Proceedings of the American Academy.» el Prof. M. L. Fernald, de los E. U., describe una planta indígena de la expresada familia, tribu Hipomaneas, en los términos siguientes, vertidos al castellano. C. G. Monoecia. Flores estaminadas, en amento terminal; cada flor rodeada en la base de pubescencia compacta. Cáliz de las flores estaminadas, de dos sepalos, anchos, carnosos y valvados, y de un tercero angosto y poco aparente. Estambre solitario de filamento grueso y columuar; antera bilocular, longitudi- nalmente dehiscente, dorsifija hacia la extremidad envainante, del filamento. Cáliz de las flores pistiladas, con tres dientes alesnado-—deltoideos y con pocas ó ningunas olándulas, pequeñas é intermedias. Ovario, deprimido-globoso, sub- trígono; los tres lóculos 1-ovulados, alternos con los dientes del cáliz. Estilo cilíndrico, erguido, ienalando á las tres ramas encorvadas. Frnto, nna cápsula 3-locular. Semilla pisiforme, ligeramente carnuculada. Dedicada al Sr. D. Gabriel Alcocer, perspicaz observador, Profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, Ayudante de la Sección de Botánica en el Ins- tituto Médico Nacional de México y miembro de la Sociedad Mexicana de His- toria Natural. C. E. Arbusto delgado, de 3 á 5 metros de altura; las ramas extendidas, herbáceas, estriadas; los nudos más bajos, separados; hojas, pelosas 6 lampiñas por debajo, reniformes, acuminadas, variando de 0,4 á 1,3 decímetros de largo, desde enteras, á mas ó menos palmeadamente 3,7 lobadas, palmati-5-ner- vadas, con los nervios aparentes por debajo; peciolos de 1,5 á 4 centímetros de largo, pubescentes en la extremidad. Iuflorescencia axilar ó terminal; amen- tos estaminados, lineal-oblongos, de 2 centímetros de largo, largamente pe- duuenlados, con algunas vigorosas flores pistiladas, reflejas, en la base; pedi- celos de las flores pistiladas, glandulares en la base, engrosado-claviformes, de 1 á 2 centímetros de largo; cápsula de casi un centímetro de ancho. Vegeta en las montañas calizas del Estado de Guerrrro, cerca de leuala, á una altura de 1,230 metros. Septiembre 26 de 1900 (C. G. Pringele, núm. 8,433). Afine al DALEMBERTIA, Baillon, del cual difiere en la sola bráctea (en lu- gar de un cáliz 3-lobado), en la base de la antera. También se aproxima al TE- TRAPLANDRA, Baillon, y al MAPROUNEA, Anblet; pero del primero se distingue por sus cuatro anteras terminales, y del segundo por su espiga cortamente esta- minada y dos estambres más ó menos unidos. 5) [7 ) AN”? 2 Lre Jomo II na AVate valdez Lám APIKV ti Alcoceria Dineytes Fernald ?. er. (CERA ALO » .+ UY VA Pe l .N REVISTA CIENTÍFICA. EL HERBARIO DE BERLANDIER. Los estudios históricos acerca de los trabajos emprendidos para la exploración botánica del vasto territorio que antes fué la Nueva España, y hoy, mutilado, es la República Mexi- cana, son muy incompletos, muy deficientes, y los pocos datos que existen están diseminados en diversas obras y archivos; acaso muchos de ellos se han perdido del todo. Solamente en la parte botánica de la Biología Oentral Americana, escrita por Mr. W. Botthing Hemsley, he- mos visto un resumen bastante condensado de las diversas exploraciones efectuadas en Mé- xico y en Oentro América, desde la del célebre Dr. Hernández en 1571, hasta las recientes de Parry y Palmer; y las de Mr. Pringle, el infatigable colector americano, cuyas colecciones han sido de tanta utilidad práctica en los trabajos de clasificación en nuestro Instituto. Hace dos años, al ocuparnos, en un pequeño trabajo, de la importancia capital que ten- dría el hacer la Flora Mexicana completa, resumiendo con los datos enumerados por Mr. Hemsley, los relativos á los naturalistas mexicanos que este botánico no menciona, bien por- que no le fuesen conocidos, Ó porque los creyese sin importancia, al acopiar materiales para ese resumen pudimos comprobar la falta de datos que señalamos. Estábamos aún bajo esa impresión, ante la imposibilidad de reunir datos fijos, exactos, para el trabajo que mencionamos, cuando casualmente llegó á nuestras manos un pequeño libro poco conocido, que se refiere á una exploración bastante notable, que hizo el naturalista Juan Luis Berlandier y á la que Mr. Hemsley dedica solamente seis líneas en su resumen. El libro á que nos referimos consta de 298 páginas en 4? y lleva la siguiente portada: “Diario de viaje-de-la comisión de límites-que puso-el Gobierno de la República—bajo la di- rección del Exmo. Sr. General de División—-Don Manuel de Mier y Terán,-lo escribieron por su orden los individuos-de la misma comisión—-Don Luis Berlandier y Don Rafael Ohovel.- México—Tipografía de Juan R. Navarro-Oalle de Chiquis número 6-1850> La lectura de esta portada nos hizo muchas promesas, y nos dedicamos á leer la obra con toda atención, esperando obtener datos exactos y seguros acerca de esa expedición. Desde luego se nota una contradicción manifiesta, y es la siguiente: después de la portada sigue una dedicatoria, en la cual el impresor Don Juan Remigio Navarro, dirigiéndose al Exmo. Sr. General Don José María Tornel, le ofrece la obra como escrita por el mismo General Mier y Terán, Director de la Oomisión; cuando, como acabamos de leer, se dice con toda claridad en la portada que está escrita por orden suya; y este equívoco llama tanto más la atención La Nat.—Ser. 11, —T. 111.—Oct.1901. 71 DD6 GABRIEL V. ALCOCER.—EL HERBARIO DE BERLANDIER. cuanto que en la hoja siguiente y bajo el rubro de “Motivo de esta obra,” explican su objeto y firman Luis Berlandier y Rafael Ohovel. Además, la lectura de las diversas partes de la obra da á conocer que una de ellas la firman Berlaudier y Ohovel juntos, y todas las demás sólo Berlandier. Después de este error, que tiene cierta importancia, se nota que no se tuvo cuidado, al imprimir la obra, de poner en riguroso orden cronológico las diversas partes de que consta; y en la primera lectura, semejante disposición ocasiona alguna confusión al querer hacerse cargo del relato. Esto llama sobremanera la atención, porque como esas partes son fragmen- tos de un diario, las fechas que llevan bastan para indicar el orden en que debieron impri- mirse. Esos fragmentos son seis: el primero relata el viaje desde México, de donde salió la Oomi- sión el 10 de Noviembre de 1827, tocando á Querétaro el 17 y 4 Guanajuato el 25 del mis- mo mes; á San Luis Potosí el 3 y á Saltillo el 27 de Diciembre siguiente; á Monterrey el 7 de Enero de 1828; 4 Laredo, Texas, el 12 de Febrero, llegando á Béjar el 12 de Marzo, casi cuatro meses después de su salida de esa capital. Diremos de una vez que el principal objeto con que el Gobierno Mexicano envió esa Comisión, era para estudiar y fijar los límites de la República en la región Noreste, conforme al tratado celebrado en 1819 por Don Luis Onys, comisionado del Gobierno español, con el Gobierno de los Estados Unidos; pero á los ingenieros se agregaron naturalistas pura hacer una exploración lo más completa posible de la frontera. El personal facultativo de la Oomi- sión lo formaban los siguientes individuos: Director, Exmo. Sr. General de Mier y Terán; Encargados de las observaciones militares y geográficas, los Tenientes Ooroneles Don José Batres y Don Constantino Tarnava; Dibujante, el Teniente Don José M. Sánchez, y nabu- ralistas, los Señores Luis Berlandier y Rafael Ohovel. Como los miembros de la Oomisión iban en carruajes, llevando carros y mulas para los instrumentos y provisiones, con arrieros y escolta, hacían jornadas de cuatro, seis ú ocho le- guas, rara vez diez, y esto explica por qué tardaron casi cuatro meses en llegar á Béjar. Volviendo al primer fragmento, se ve que el diario refiere casi día por día el camino re- corrido; señala su carácter geológico; menciona algunas de las plantas que se colectaron y los animales que se vieron; da mezcladas algunas noticias geográficas, estadísticas, y algunas veces históricas y etnográficas. Procura señalar lougitudes, altitudes y temperaturas de los principales lugares; pero en muchas ocasiones faltan los números respectivos, comprendién- dose, por los huecos reservados, que se esperaba llenarlos con las observaciones de otros de los miembros de la Comisión. El:segundo fragmento, escrito lo mismo que los siguientes, bajo el mismo plan que el primero, relata el viaje de regreso de Béjar, de donde salieron, no dice quiénes, el 14 de Julio de 1829 con dirección á Laredo, adonde llegaron el 28 del mismo mes y año; de allí siguieron la margen derecha del río Bravo, tocando á Mier, Oamargo y Reynosa, llegando 4 Matamoros el 21 de Agosto siguiente. En esta última población se es- tableció Berlandier, según veremos después. Entre los dos fragmentos que acabamos de señalar, debería colocarse el que en la obra está en último lugar, pues éste se refiere á una expedición que hizo Berlaudier para cazar osos y cíbolos, acompañado por algunos de los indios de una tribu de comanches del desier- to, habiendo salido de Béjar el 19 de Noviembre de 1828, para regresar el 18 de Diciembre siguiente, fechas comprendidas en el período que permaneció en Béjar. Los fragmentos restantes, que están impresos en tercero, cuarto y quinto lugares, refie GABRIEL Y. ALCOCER.—EL HERBARIO DE BERLANDIER. 557 —= ren las expediciones que hizo Berlandier partiendo siempre de Matamoros, una á Monterrey, y Otras dos á diversos lugares del Estado de Tamaulipas. Estos fragmentos debían haberse impreso en orden inverso, poniendó primero el quinto, en seguida el cuarto y al último el tercero, pues las fechas lo indican con toda claridad respecto del cuarto y del quinto, y sola- mente del tercero queda duda de si hizo la expedición en Abril de 1830 ó de 1831. Redactadas también por Berlandier, vienen después unas cortas memorias sobre la Zoo- logía y la Botánica del Departamento de Tamaulipas, que suministran algunas noticias úti- les y curiosas, y también algunos nombres vulgares usados en aquellos lugares. Ordenados, como indicamos más antes, los fragmentos del libro, se ve con precisión la extensa zona del país que recorrió el naturalista Berlandier; y solamente nos referimos á él, porque del texto del diario no se puede deducir si estuvieron siempre juntos todos los miem- bros de la Oomisión, si los naturalistas se separaron de los ingenieros, ni siquiera si aquéllos hicieron reunidos la exploración, ó trabajaron separados después de su salida de Béjar; lla- mando la atención que sólo en el primer fragmento aparezca la firma de Ohovel al lado de la de Berlandier. La obscuridad que se nota en el diario acerca de este punto y de otros muy importantes para nosotros, no obstante la prolijidad con que enumera otros datos, nos impulsaron á reco- rrer los escasos libros que tuvimos á nuestro alcance, pretendiendo aclarar y completar, si era posible, todo lo referente á la historia de la Comisión, y muy especialmente de su sección bo- tánica; desgraciadamente obtuvimos bien poco, y eso poco lo consignamos aquí, para que no resulten del todo estériles nuestras pesquisas, y poner de manifiesto que las hicimos con toda diligencia. y En la obra intitulada “Breve reseña histórica de los acontecimientos más notables de la nación mexicana, desde el año de 1821 hasta nuestros días,” escrita por el General Don José María Tornel y Mendivil, publicada en 1852, en la página 171 y siguiente se lee: que el 6 de Septiembre de 1827 aprobó el Oongreso el presupuesto de gastos de la Oomisión de límites encargada de arreglar los de la República Mexicana con los Estados Unidos del Norte, en los términos siguientes: DY aid $ 5,200 Sueldo del médico. botánico... v.eocoormcaacaco cai 2,400 Sueldo del mineralogistascvacatoaos elvas alas 1,500 Para compra de instrumentos. .........oooocooomoommo..o.. 2,000 Aston de nencritorio att elos elote dao ade 500 Gastos anexos á la Comisión, imprevistoS...¿....oooo.o...-.. 3,400 MM os ato alo BER e $ 15,000 Que “el Gobierno no se limitó á nombrar sólo un Comisario y un Geómetra, sino tam- bién una Comisión científica, para que, á más de cumplir con el principal objeto, que era el de marcar los puntos para el arreglo de límites, se adquiriesen noticias sobre la física y la historia natural de los países fronterizos no explorados;” que “la elección de Terán fué muy acertada, porque era profundo matemático y había cultivado por gusto varios ramos de las ciencias naturales, sin que le sirvieran de impedimento las más graves atenciones de Es- tado, como lo acreditó siendo Ministro de la Guerra en tiempos muy difíciles, en que concu- 558 GABRIEL V. ALCOCER.—EL HERBARIO DE BERLANDIER. rría como uno de tantos discípulos á recibir las lecciones del sabio botánico Don Vicente Cer- vantes.” y Menciona, además, que el Sr. General Tornel (el autor de la Reseña), facilitó al impresor J. R. Navarro, el original del Diario de la Comisión, para que lo publicara en el periódico ti- tulado La Civilización. Don Manuel Payno escribió para la obra intitulada “Hombres Tlustres Mexicanos” la biografía del General Terán, que está en el volumen cuarto de esa obra, y de la página 273 tomamos el siguiente párrafo: “En cuanto á Texas, ¡oh! Texas era la adoración del General Terán. Aquellas vastas y verdes llanuras, aquellos bosques de nogal y roble, aquellos ríos anchos, majestuosos á la vez que risueños, eran su encanto y embeleso. No hubo río que no sondeara, bosque que.no re- conociera, floresta ni playa que no hubiera visitado. Lo acompañaban en sus expediciones el Coronel Noriega, que era su Secretario, y los individuos que componían la Comisión de lími- tes, que eran: Don Constantino Tarnava, Teniente Coronel de Ingenieros y excelente mate- mático; Don Rafael Ohovel, hermano de ese héroe joven que fué maudado decapitar en Gra- naditas, y Don Luis Berlandier, conservador del Museo de Ginebra, y que por amor al Ge- neral Terán y á esos fértiles campos de Texas, renunció su carrera y sus derechos de ciuda- dano suizo, por tomar los de ciudadano mexicano. “(Quien hubiera visto á esa reunión de hombres civilizados, vagando por los desiertos y entre las tribus bárbaras, les habría tenido compasión. Pero no; estos hombres, con sus te- lescopios, con sus sextantes, con sus libros y cáleulos, eran felices y muy felices, descubriendo nuevas familias á las plantas, nuevas clases á los peces, etc., etc.” En otra obra titulada “Apuntes para la historia de la Guerra entre México y los Esta- dos Unidos,” publicada en esta capital en 1848 y escrita por quince publicistas y literatos, entre los cuales se contaban los Sres. Don Ramón I. Alcaraz, Don Ignacio Ramírez, Don Guillermo Prieto y otros bien conocidos, en la página 42, en el relato de la batalla de la Re- saca, se lee que el General Arista escogió ese punto para esperar las fuerzas invasoras man- dadas por Taylor, siguiendo la opinión del Capitán Berlandier, en concepto del cual, era el lugar más á propósito en todo el camino desde allí hasta Matamoros. ¿Quién fué ese Berlan- dier? ¿El mismo naturalista 6 algún hijo suyo? No lo sabemos. En los periódicos literarios de la época, tales como el Museo Mexicano, el Registro Tri- mestre y otros, no hemos hallado nada referente al asunto que nos ocupa; solamente en el Bo- letín de la Sociedad de Geografía y Estadística, en el primer tomo de la primera época, hay una memoria sobre un plano del Estado de Tamaulipas, formado con las observaciones del General Terán, pero con la extensión que tiene después de la guerra de 1846-47; y en el to- mo V, página 125, están reproducidas las memorias de Berlandier que citamos, sobre la Bo- tánica y la Zoología del Departamento de Tamaulipas; de estas memorias la primera se halla reproducida en el tomo IV del Museo Mexicano, página 418. En el mismo Boletín, en el tomo IT de: la segunda época, página 204, se halla una “No- ticia de las tribus salvajes conocidas que habitan en el Departamento de Texas, y del núme- ro de familias de que consta cada tribu, puntos en que habitan y terrenos en que acampan.” Esta curiosa noticia está firmada por Terán en Nacogdoches el 7 de Julio de 1829. Muy pocas memorias del Ministerio de la Guerra nos fué posible recorrer, y precisa- mente las de la época no dicen nada útil. Una firmada por el tristemente célebre Don José Antonio Facio, del 16 de Marzo de GABRIEL V. ALCOCER.—EL HERBARIO DE BERLANDIER. 559 1830, en la página S dice: “El interesante Estado de Coahuila y Texas se halla, al parecer, amagado por algunos aventureros del Norts, y como el Gobierno está en la obligación de conservar la integridad del territorio mexicano, ha dispuesto que el General Don Manuel de Mier y Terán, que á sus conocimientos facultativos y científicos reune los prácticos de aque- llos terrenos, emprenda una expedición á Texas con fuerzas suficientes, persuadido de que este General, por su aptitud y eficacia, es muy capaz de desempeñar con acierto dicha co- misión.” En la siguiente memoria, publicada con fecha 24 de Enero de 1831, el mismo Facio vuel- ve á decir: “no son de menos importancia los servicios que está prestando á la patria el Oo- mandante General de los Estados internos de Oriente, Don Manuel de Mier y Terán, á quien el Gobierno encomendó la interesante comisión de la demarcación de límites entre los Esta- dos Unidos del Norte y los Estados Unidos Mexicanos; y aunque no se ha verificado, por no haberse aprobado los tratados celebrados por ambas Repúblicas, aquel General ha dedicado toda su atención á conservar la integridad del territorio mexicano, venciendo obstáculos que parecían insuperables y sosteniendo cou dignidad el decoro nacional.” Los datos mencionados, tomados de autoridades mexicanas, son bien escasos é insuficien- tes para lo que deseábamos conocer; pero son los únicos que hemos hallado sobre el asunto. En los archivos de la Secretaría de Guerra y de Relaciones, acaso en el Archivo Gene- ral de la Nación, en los periódicos políticos de la época y especialmente en el Diario Oficial, es probable que haya datos suficientes para completar los que nos faltan; pero estos elemen- tos ni están 4 nuestra disposición, ni en caso de estarlo sería fácil recorrerlos rápidamente para tomar los que necesitamos. En los datos tomados de fuentes extranjeras, hay más interés y más exactitud, 4 la vez que son los más apropiados para nuestro objeto, y dos autores europeos nos los van á suministrar, Mr. A. Laségue, conservador de las colecciones botánicas de M. Benjamín Delessert, tan notables como tan interesantes, publicó en París en 1845 una obra titulada: “Musée bota- nique-de M. Benj. Delessert-Notices=sur les collections de plantes et la Bibliotheéque-qui la composent; contenant en outre des documents sur les principaux herbiers "Europe.—Et Vex- posé des voyages entrepris dans Pinteret de la Botanique.”—Esta obra, metódicamente es- erita, en la parte referente á la América del Norte, dice en la página 207, refiriéndose á Ber- landier: “De 1827 4 1830, M. Berlandier A fait plusieurs envois de plantes du Mexique, re- coltées principalment, savoir: 12 dans "Etat de Ooahuila el Texas; aux environs Austin, du Río Brazos, du Río de la Trinidad, de Saltillo, San Antonio de Béjar et la colonie de San Felipe de Austin, dans les lagunes de San Nicolás, pres de la baie de Aransasua; 22 A Mon- terrey, Etat de Nuevo León; 32 dans PEtat de Tamaulipas; a Tampico de Tamaulipas, au Río Grande del Norte, entre Laredo et Matamoros, á Sau Fernando; 42 un petit nombre dans "Etat de San Luis Potosí; 52 et enfin, dans PEtat de México; aux envirous de la Ville de México, á Ohapultepec eb á Tacubaya, ainsi que dans la vallée de Toluca, á Lerma, á Ouernavaca, sur le versant meridional de la cordilióre de Huitzilac, A Zacualpan, etc.” Por lo que hemos copiado, se ve que es considerable el número de plantas mexicanas enviadas por Berlandier solamente al herbario de Delessert hasta el año de 1845, fecha de la publicación de la obra de Mr. Laségue; quién sabe si después remitió más, lo que tuvo opor- tunidad de hacer, pues según veremos después, falleció en Matamoros en 1851. De paso ha- remos notar que también la enumeración de Mr. Laségue está en orden inverso de como Berlandier hizo sus exploraciones, y por consiguiente, sus colectas y sus remesas. 560 GABRIEL V. ALCOCER.—EL HERBARIO DE BERLANDIER. ——. El otro autor, que es el que nos va á dar mayor contingente útil para este trabajo, es Mr. Hemsley, con su obra ya citada, la parte botánica de la “Biología Oentrali-A meri- cana.” , En esta obra, interesantísima para nosotros, que alguna vez hemos llamado el esqueleto de la futura Flora Mexicana, y que, como saben nuestros oyentes, es la enumeración de to- das las plantas mexicanas descritas hasta el año de 1888, señalando en cada una de ellas, además de la bibliografía, los lugares en que se colectaron, los nombres de los colectores y los respectivos números de orden de la colecta; recorriendo sus numerosas páginas se encuentra con mucha frecuencia el nombre de Berlandier, sobre todo en aquellas familias que cuentan con muchas especies en nuestro país, como son las Leguminosas, las Compuestas, las Labia- das y las Gramíneas; y de muchísimas de esas plantas colectadas por Berlandier, está indi- cado que existen en el herbario de Kew, del cual Mr. Hemsley, empleado suyo, aprovechó los copiosos materiales para su obra, Examinando con atención las plantas numeradas de Berlandier, se nota que los núme- ros más bajos corresponden á plantas colectadas en Tampico y sus alrededores; por ejemplo, el Bidens brachycarpa, DC., tiene los números 5 y 113, y el Gnaphalium attenuatum, DC., el número 70. El Gnaphalium americanum, Mill., colectado entre Tampico y Real del Mon- te, lleva el número 310; el Sisymbrium Berlandieri, Fourn, el S. streptocarpum, Fourn, y el S. patulum, Fouwrn, de los alrededores de México, llevan los números 570, 782 y 823; la Laennecia parvifolia, DC., de Toluca, el 1,124; el Eupatorium mendezii, DC., de Querétaro, el 1,268; el Eupatoriuwm conyzoides, Vahl., de Matamoros, el 2,355. El número más alto que hemos hallado es el 3,159, y corresponde al Pectis longipes, A. Gr., colectado en Nuevo León. Hemos citado esos números para intentar justificar una hipótesis nuestra, enteramente gratuita, y es que cuando Berlandier llegó al país, desembarcó en Tampico y allí comenzó á formar su herbario; vino á la capital por el camino de la Huasteca á Pachuca, y radicado aquí algún tiempo, recorrió primero los alrededores, Tacubaya, Ohapultepec, ete., saliendo más tarde á recorrer el Valle de Toluca y Ouernavaca. Formando después parte de la Comisión de límites tantas veces citada, recorrió el camino descrito en el libro que examinamos, hasta fijarse en Matamoros. Los números que hemos tomado con otros que omitimos, por no ser prolijos, parecen justificar nuestras conjeturas. Sin embargo, de vez en cuando hay algunos números que alteran el orden, y que tal vez provienen de alguna equivocación, y eu muchas ocasiones faltan del todo; por ejemplo, la Krameria parvifolia, Benth.; la Sida anomala, St. Hil.; la Sida filiformis, Moric., y otras muchas carecen de número, y llama mucho la atención que una persona tan ejercitada y tan capaz, que parece estaba penetrada de la necesidad de numerar los ejemplares en orden pro- gresivo, omitiera muchas veces el hacerlo. También puede reprochársele la vaguedad de los lugares, pues á veces se conforma con indicar que la planta es de Nuevo León, cuando él mismo pudo apreciar la vasta exteusión de ese Estado; otras ocasiones dice, como más arti- ba citamos, “entre Tampico y Real del Monte,” y entre ambos lugares media. una distancia considerable, que comprende un terreno muy accidentado y, por consiguiente, muy diversas altitudes y climas, y no puede saberse eu cuál es verdaderamente espontánea la planta co- lectada. Mr. Hemsley dice de Berlandier lo signiente en el tomo IV, página 123: “Juan Luis Berlandier, natural de Ghent, llegó á México por el año de 1826, hizo numerosas colecciones en los Estados del Noroeste, en San Luis Potosí, Nuevo León y Oovahuila de 1827 á 1850; pero sus más grandes colecciones fueron hechas en fecha posterior en el Estado de Texas, GABRIEL V. ALCOCER.—EL HERBARIO DE BERLANDIER. 561 Murió en Matamoros en 1851. Existe una remesa de sus plantas en el herbario de Kew, pe- ro por lo caprichoso de la numeración es imposible juzgar si está completa Ó no.” Lo que hemos relatado con cuanta claridad nos ha sido dable y fundados en autoridades históricas y científicas, demuestran que Berlandier recorrió una gran extensión de nuestro país; que una parte muy considerable de sus viajes los hizo expensado por el Gobierno de México; que recogió una considerable cantidad de plantas, que puede estimarse de 3,500 á 4,000 ejemplares; que los duplicados de sus colecciones existen con toda evidencia, por lo menos, en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos; y como es lógico suponer que al con- cluir 6 suspender la Comisión sus labores debió entregar, con los planos y memorias de los ingenieros, las memorias y colecciones de los naturalistas, lo primero que viene á la mente es preguntarse: ¿dónde está el herbario formado por Berlandier? ¿Lo recibió el Gobierno me- xicano? ¿Está en algún archivo, en alguna biblioteca? ¿Las frecuentes revoluciones de esa épo- ea impidieron que el Gobierno lo recibiera, ó bien los diferentes Gobiernos que se sucedían unos á otros con pasmosa rapidez, no se dieron cuenta de lo que habían de recibir ó de exigir? Estas preguntas son difíciles, acaso imposibles de contestar; tal vez el herbario se quedó en Matamoros, en poder de Berlandier, y después que éste falleció, 6 el clima y el abandono lo habrán destruido, ó bien, y esto es también verosímil, fué á dar á los Estados Unidos. Á muchas conjeturas se presta el caso; pero sin detenernos en ellas, creemos que es de positivo interés científico investigar el paradero de ese herbario, que con toda justicia perte- nece á la Nación, salvo pacto en contrario; una formal gestión de la Secretaría de Fomento á la de Guerra, solicitada por la Dirección del Iustibuto, tal vez diera la clave del misterio. Que algo llegó á poder del Gobierno mexicano, lo prueba el hecho de que el Geveral Tornel, que fué Ministro de Guerra en diversas épocas, facilitó el original del diario que hemos exa- minado para que se publicara. Si ese herbario se llegase á encontrar, sería de sama utilidad práctica para la identifica- ción de muchas plantas, yañadiría un gran contingente para los materiales de la Flora Me- xicana, sobre todo en las plantas de nuestros Estados fronterizos, que no las conocemos sino por los trabajos de los naturalistas americanos. Para concluir, emitiremos una idea final: tal vez sería conveniente reimprimir el Diario de Berlandier, como se ha hecho con otros muchos artículos y documentos antiguos Ó agota- dos, relativos á la historia natural de México, cuidando naturalmente de poner en orden cro- nológico las partes de que está formado. México, Julio 31 de 1899. Sabuict Y, Uecocez, Conservador del Herbario del Instituto Médico Nacional. (Artículo tomado de los “Anales del Instituto Médico Nacional,” to, o IV, página 118). EXPERIMENTO EN UN AJOLOTE Mucho se ha escrito ya sobre la transformación de los ajolotes, y no pretendo en este corto artículo volver á dis- cutir sobre las causas de este fenómeno; quiero simplemente dar á conocer un experimento que hice con un Amblys- toma Altamirani, del Monte de las Cruces, que tuvo la amabilidad de remitirme mi buen amigo el Sr. Dr. D. Fer- nando Altamirano. Deseoso de ver si un cambio artificial de condiciones biológicas podría influir sobre la evolución de este batracio, lo coloqué en un acuario de cosa de 150c. cúbicos de capacidad. El fondo del acuario estaba cubierto de un lecho de musgo mantenido siempre algo húmedo. Un recipiente de tres centímetros de profundidad contenía agua limpia en que yo ponía el animal cada ocho ó diez días, por espacio de una ó dos horas. La alimentación consistía en una provisión abundante de cochinitas (Porcellio levis). Así permaneció por más de seis meses en una sala bien ae- reada y de temperatura ordinaria de 21%, Debo advertir que cuando recibí mi batracio, conservaba todavía restos de branquias, bajo la forma de peque- ños flecos de dos centímetros de largo, y las membranas de la cola eran bien aparentes. Después de uno ó dos meses noté que las branquias se habían reabsorbido, pero que existía un pequeño orificio en su lugar: á pesar deesto, cuando yo colocaba mi amblystoma en el agua y le sumergía la cabeza, echaba aire por la boca en bastante cantidad. Cuando por fin observé que á los lados del cuello no existía más que un pequeño tubérculo enteramente cubier- to por la piel y que las crestas caudales habían desaparecido, dejé pasar un mes, y me resolví á examinar mi animal con detención, para ver si había continuado su evolución comenzada, como lo indicaba su estado cuando lo recibí, y si la transformación era ya completa. A primera vista pensé haber conseguido mi objeto, pues la forma y el aspecto eran los de un amblystoma, sin nada de ajolote: para convencerme, comprendí que no debía limitarme (como tal vez lo han hecho algunos observa- dores) á este examen superficial, y sacrifiqué mi individuo para disecarlo. Desde luego noté que la boca no podía abrir- se con amplitud, como se observa en la larva; examiné entonces la dentición y ví que no era la de un adulto (fig. 1). Proseguí abriendo todo el cuerpo, y dibujé el aspecto que ofrece la figura núm. 1, en la que, por de pronto, no se no- ta nada de particular respecto á mis investigaciones. Pero, al quitar el hígado y los intestinos, ví que no quedaba ves- tigio ninguno de branquias, y en cambio dos pulmones bien desarrollados, que en la figura están más cortos que los del adulto, pero esto es debido en parte á su retracción al vaciarse de aire. Pegados á la columna vertebral había unos canales de Miiller con dos oviductos muy grandes, pero sin apariencia de ovarios (fig. 2). La cabeza, vista de perfil (6g. 3), deja ver la boca de renacuajo y las pequeñas prominencias producidas por las extremidades del hueso hioides. Para aprovechar todo mi espécimen, hice un corte de la piel del dorso (fig. 5), queno resistí al deseo de reprodu» cir, por lo claro que se ven las glándulas cutáneas. He aquí, pues, un amblystoma colocado en circunstancias artificiales, de las que se supone ocasionan la trans- formación, y viviendo en una temperatura probablemente muy distinta de la de sus montañas. Sin embargo, después de más de seis meses y de una transformación ya iniciada, ha conservado sus dientes de ajolote, sus labios y su lengua (fig. 4), pero ha perdido por completo sus branquias, y respira por pulmones fisiológicamente desarrollados y tiene las patas de una salamandra. ? Las condiciones eran propias, en este espacio de tiempo, para un cambio completo, y se ve que no lo ha sido. El Sr. Velasco, en sus excelentes observaciones sobre los ajolotes, ha visto hasta setenta de ellos transformarse sin salir del agua; otros sujetos sufren cambios á medida que disminuye el agua de sus moradas. ¿Quare causa? Dice muy bien mi sabio amigo el Prof. Alfonso L. Herrera: se conoce la edad de un naturalista por su arrojo ó su reserva en expresar sus opiniones: yo tengo 75 años, y no me atrevo á zanjar la cuestión, Guanajuato, Julio de 1901. Dr. A. DUGEÉS, Socio Corresponsal. En un artículo publicado en “La Naturaleza” (2* serie, t. UIT), he intentado demostrar lo mismo que el Dr. Du- gés: que no hay transformación brusca por cambio de medio, pero sí la hay por aumento de nutrición. La larva es un embrión libre. A.L.H. EXPLICACIÓN DE LA LÁMINA XXXVI. E Amblystoma Altamirani, tamaño natural. —Fig. 1. a, hígado; b, entrada del canal colédoco, vista por transpa- rencia; c, intestino; d recto; e, vejiga; f, cloaca. Fig. 2.—a, cor zón; hb, pulmones; c, oviductos; d y e, detalles del canal de Miiller. Fig. 3.—Cabeza vista de perfil; no hay branquias. Fig. 4.—Lengua. Fig. 5.—Corte de la piel del dorso; a, celdillas de pigmento, dentro del tejido fibroso de la dermis; 5 y c, canal ex- terior; d, dermis; e, epidermis; f, estrato lúcido; y, glándula; h, capa de malpighi con pigmento; ¿, capa subdér- mica; j, capa muscular, corte transversal. “Sere Tormolll La Nal ralez. SCOTIA RAVAL mblystor a Altarmirarní Y PERIÓDICO CIENTÍFICO SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL PUBLICADO BAJO LA DIRECCIÓN DEL SR. DR. MANUEL M. VILLADA. SEGUNDA SERIE. TOMO 1!1.—CUADERNOS NÚMEROS 9 Y 10. SUMARIO Dr. Manuel M. Villada.—Biografía del Sr. Inge- niero D. Mariano de la Bárcena. Profesor Alfonso L. Herrera.—Ornitología Me- xicana. Dr, Manuel M. Villada.—Una nueva especie del Género Vochysia. Dr. Manuel M. Villada.—Necrología del Sr. In- geniero D. José N. Rovirosa, Revista Científica.—Prof. Gabriel V. Alcocer. —El Mezquite. Dr. José Ramírez.—Introducción para una Flo- ra del Valle de México. Dr. Jose Ramírez.—El Pileus heptaphyllus. Prof. P. Maury.—Medios empleados por los ja- poneses para obtener árboles enanos. F, N. Williams.—Una apreciación acerca del gé- nero Abasoloa de La Llave y Lejarza. Índice de las materias contenidas en el tomo III de la Segunda Serie. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE CALLE DE SAN ANDRES NUM. 69. > 1903. IA PI sl OI OS Lp AA Bb, Torrey Botanical Club. a Pa A A Y O NEW_YORK, ¿ NVUICE 42m ADA dl , e de Bo E , e py O E pá Ñ ¿E 0 . o Ñ Ñ Ñ A. D. MARIANO DE LA BÁRCENA NATURALIBUS SCIENTIS PERITISSIMO ET Mexicane Societatis Historie Naturalis QUARTO PRA4SIDI FASCICULUM HUNC EADEM SOCIETAS DIE. GIN dl y e a E dl mM ORINA IÓ Qi o de MONA A 10 Mi 9 y Y L día 10 de Abril de 1899 pagó su tributo á la tierra, el muy distinguido naturalista, Señor IncenIERO D. Marrano DE La BÁr- CENA, miembro de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Nacido en modesta cuna el 22 de Junio de 1842, en la Ciu- dad de Ameca, en el Estado de Jalisco, llegó á desempeñar, en el transcurso de su vida, importantes cargos públicos, merced á Ñ sus relevantes méritos. Muy joven llegó á esta Capital con sólo los conocimientos de instruc- ción primaria. Ingresó en seguida á la Academia de San Cárlos (actual- mente Academia N. de Bellas Artes). No satisfecho con dedicarse tan sólo al arte del dibujo, se entregó con ardor al estudio de las ciencias físicas y naturales, para las que tenía privilegiadas aptitudes; siguiendo con regula- ridad los cursos de la Escuela Nacional Preparatoria, y más tarde los del Colegio de Minería (hoy día, Escuela N. de Ingenieros). En 1868, siendo aún cursante de la clase de Mineralogía, recibió el diploma de socio de número de la naciente Sociedad Mexicana de Historia Natural, y pocos años después, en 1872, ocupó temporalmente el puesto de profesor de la asignatura arriba expresada, por especial recomendación de su sabio maestro, el Señor Ingeniero de Minas, D. Antonio del Castillo: merecido galardón al novel naturalista, cuyo nombre traspasaba los dinteles de las aulas. Con tal carácter dirigió la prác- tica de los alumnos, en el correspondiente año, bajo un plan eminentemente científico; al terminarla, rindió un erudito informe sobre los múltiples asun- tos á que hizo extensivas sus investigaciones: la Flora, la Fauna, la Mineralogía, la Geología, la Arqueología, la Geografía y Estadística, referentes á varios Distritos del Estado de Querétaro, fueron tratadas con la precisión de un sa- gaz observador. Con los datos recogidos desde entonces, pudo fijar más tarde un importante horizonte geológico del país: el del terreno mesozoico, vaga- mente señalado antes de él. Iv Si aleunas de las clasificaciones de los fósiles que son caracteríscos de aquella edad geológica, fueron en algún punto equivocadas ó mal referidas á distintos períodos de la misma, lo que aún acontece á los especialistas, otras, en cambio, han sido sancionadas por la ciencia. En el mismo año de 1872, recibió el diploma de socio honorario de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y en el año siguiente presen- tó á esta respetable Corporación, un bien acabado estudio acerca del Mineral del Doctor, en el Estado de Querétaro, que mereció los honores de la publi- cación. En el campo de la Botánica, á la que tenía también gran predilección, cosechó ópimos frutos, que aprovechaba en sus escritos, difundiendo así con ellos el conocimiento de nuestra Flora. Su pericia en esta materia le hizo des- cubrir cinco ó seis especies nuevas de vegetales, recibiendo algunas de ellas, con el tiempo, la sanción científica. El año de 1874 comunicó á la Sociedad Mexicana de Historia Natural, el descubrimiento de una nueva especie mineral de mercurio, procedente del Mineral de Huitzuco, en el Estado de Guerrero; la que analizada después, re- sultó ser un sulfo-antimoniuro de mercurio y á la cual dió el nombre de £i- vingstonita., No pasó mucho tiempo, sin que á su vez le fuera dedicada otra nueva especie, derivada de la anterior, por el Señor Profesor Mallet, de los Esta- dos Unidos: una y otra aceptadas en la ciencia. No fué sola la distinción de esta clase que recibió; el mundo de Flora dió también su contingente para orlar la frente del sabio; cinco especies de plan- tas le fueron dedicadas por botánicos distinguidos, de dentro y fuera del país; siendo de todas, la más notable, una sexta, que constituye un nuevo género. Por la mano de un hábil entomologista, el Señor Dr. D. Eugenio Dugés, la Fauna contribuyó también á honrar su nombre, señalando con él una especie desconocida de Coleóptero. La labor científica de nuestro biografiado que, sin exageración alguna, puede calificarse de extraordinaria, lo llevó al seno de numerosas academias y sociedades, tanto nacionales como extranjeras, que sería largo especificar. Bástenos decir que sus trabajos publicados acerca de la Geología y Mineralo- gía mexicanas, ascienden á 64, y más del doble seguramente, los relativos á los demás ramos que cultivaba, siendo algunos de ellos de grande extensión é importancia. Con su habitual empeño y reconocida competencia, ocupó por largos años el puesto de Director del Observatorio Meteorológico Central, y por mu- cho menor tiempo, los de Profesor de Geología en la Escuela N. de Agricul- tura, y de Mineralogía, Geología y Paleontología, en el Museo Nacional. Con su genio perspicaz y organizador, desempeñó acertadamente las múl- — tiples comisiones que le fueron encomendadas, pues su personalidad en muchos casos era de todo punto necesaria. Como hombre que sobresalía de la esfera común por su saber é inteligencia, atrajo hacia sí, la atención pública, y no obstante de que su carácter lo aleja- ba por completo de la política, se vió obligado á prestar en ella sus servicios. A grandes recompensas honoríficas se hizo también acreedor, recibiendo por algunos de sus trabajos, merecidos premios en distintos concursos. Una alta distinción le fué igualmente otorgada en el extranjero, con el nombra- miento que le expidió la Reina Regente, en representación de S. M. el Rey de España D. Alfonso XIII, de Comendador dela Real Orden de Isabel la Católica. Vamos á terminar: condensando en pocas palabras el mayor homenaje que podemos tributar á su memoria, repetiremos los bellos conceptos que emi- tió el Sr. Ingeniero D. Santiago Ramírez, en el “Elogio fúnebre” que pronunció ante la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, correspondiente de la Real de Madrid, en honor de nuestro biografiado: tuvo, dijo, “la triple fe- licidad que proporcionan los goces de la inteligencia, por el estudio; los goces del corazón, por el cariño; y los goces del alma, por la virtud.” El nombre del conspicuo naturalista Marrano DE La BÁrcENA, quedará para siempre inscrito en el libro de la inmortalidad. México, Septiembre de 1902. Manuel IM. Villada. he te e A y o MIA? A bro 7 Que i e Wai adds 1: ers A il es 2 Y nt mi ' MIDE NOS 1504 Ars Vo añ Ao FA ; 7 np oli Posa SADA ke JD HAM IIS IO LO Afina O úl A 5 ¡1 MUI WTv ib ae 17 MUA ale ' : AMÓ FURL py di Mita 'ñ HO ndo tall $ s ' FDA DN A Y al mt dl 23 iy EU hinurnaay IICA Ant MS ] Mi ÚL im : 07 abate Wesimall ne ] : RIN ; AO AENA ANO La A Pide : po) A a AT ALA IE rv O idad, HATE WMib mE ER mi alt aid) pan y nds > TN curo DIAM PR by . 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Después de haber comparado minu- ciosamente una larga serie de ejemplares de todas las partes de América, y de haber hecho las concesiones necesarias por diferencias de edad, estación é indi- vidualidad, reconocemos las cuatro especies siguientes: P. purpurea, de Norte América y uua gran porción de Sud América, que anida en ambos continentes; P. dominicensis, que es peculiar á las Antillas, encontrándosele en todas las islas más grandes y en algunas de las islas Windward;% P. chalybea, especie sedentaria en toda la América Tropical, desde la región meridional de México (1) Para el arreglo de los Hirundinide hemos seguido la clasificación del Prof. Baird, quien investigó cuidadosamente los géneros americanos cuando estaba compilando su «Review of American Birds.» Los Hirundinide forman una familia más homogénea que otros muchos Oscines, y en lo re- lativo á América, por lo menos, no hay géneros que conduzcan á otras familias, como sucede con fre- cuencia en otros casos, (2) Lawr. Proc. U. S. Nat. Mus. I, p. 484. La Nat,—Ser, 1.1. 11L.—Dicbre, 1901, 72 564 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. hasta Paraguay; y P. tapera, que posee, asimismo, una vasta zona de distribución en la parte tropical de América, pero que no forma parte de nuestra fauna. Las dos especies que nos conciernen son P. chalybea, que es indudablemente la más común y la más bien distribuida, y P. purpurea, que se presenta en México y en las Honduras Británicas. Progne se distinene de todos los demás Hirundi- nide americanos por su robustez y gran tamaño. La comisura de la mandíbula es sinnosa; las ventanas de la nariz abiertas hacia arriba y casi cirenlares, pues las orillas son redondas y sinninguna membrana que las enbra. Las piernas son fuer- tes; el tarso igual al dedo medio sin la garra; la coyuntura tibio-tarsal enbierta de plumas; los dedos laterales casi iguales; las garras fuertes y muy curvas. «En general, las Golondrinas son aves sociales, emigrantes, muy útiles. Des- truyen gran número de insectos perjudiciales (Palomillas de San Juan, etc.). Se distinguen por su actividad y los sentimientos de solidaridad que reinan entre ellas. Cuéntase que una Golondrina quedó accidentalmente suspendida de un hilo y entonces sus compañeras se empeñaron en libertarla y cortaron la hebra á picotazos; que una vez se introdujo en un nido otra ave de muy distinta familia, una especie de Gorrión, con el fin de poner sus huevos: las Golondri- nas se vengaron de esta usurpación: pasado algún tiempo se vió que la entrada del nido había sido cerrada por ellas con barro, y del Gorrión que no pudo salir, no quedaba sino el cadáver momificado. La desaparición de estas aves en el In- vierno ha dado origen á grandes disensiones entre los naturalistas. Díjose desde en tiempo de Aristóteles, que las Golondrinas invernan de la misma manera que las Marmotas; que al aproximarse la estación fría se introducen en el fango de los pantanos y permanecen inmóviles, como aletargadas, durante algunos meses; que se han pescado cuerpos de Golondrinas entumecidos, apiñadas de manera que el pico, alas y patas de una, estaban en contacto con las mismas partes de otra. La verdad es que la eran mayoría de los inviduos residentes en una localidod, emigran en el Invierno á países más calientes; se dice, sin em- bargo, que en Europa han encontrado una que otra Golondrina aletargada. Un hábil investigador (G. Ponchet) comparó los nidos de Golondrina (Chelidon ur- bica), recogidos y conservados en el Museo de Rouen, 40 años antes, con los que actualmente forman la misma especie: asegura que estos son más perfectos, más amplios y más cómodos, y que el hecho es uno de los que vienen á demostrar que los instintos de los animales son perfectibles.>» «El distinguido sabio mexicano Don José Alzate, con el propósito de reco- nocer y señalar á varias Golondrinas, les puso en las patas unos anillos de metal, y observó que cada Primavera, en cuatro años consecutivos, volvían á edificar sus nidos en el mismo sitio adoptado desde la primera vez; calculó también que estas aves vuelan más de 45 minuntos sin interrupción, y recorren nueve leguas por hora.» «Las Golondrinas mexicanas emigran en el Invierno, llegando hasta el Ecuador y otros países de Sur America (Dr. Dugés).» A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 565 «Los Aviones nos visitan en el Invierno y son de costumbres parecidas.»” «Distribución geográfica.—Los Hirnndinidos están diseminados por toda la tierra; se los encnentra en todas las altitudes, así como en todas las latitudes, aunque en los alrededores del círeulo polar sólo se encuentran algunos indivi- duos aislados y de paso.» «Costumbres yrégimen.—Muchos se hospedan en habitaciones humanas; otros se establecen entre las rocas, en agujeros practicados á lo largo de las riberas y de los ribazos; algunos construyen sus nidos sobre los árboles. Todos aquellos que habitan un país en que hay verdadero Invierno, emigran; los que viven en comarcas más calientes, andan vagando, á lo más, en un espacio muy limitado.» «Los viajes de los Hirundinidos provienen de diversas causas; % unas veces dependen de las circunstancias asmosféricas, por lo tanto, no pueden ser regu- larizados al punto de tener lugar en momentos precisos, aunque se efectúan en épocas determinadas. lia llegada de estas aves á los países que habitan durante una parte del año, se adelanta ó se retarda, según la mayor ó menor intensidad del frío. Además, los Hirundinidos son como todas las otras aves emigrantes; esperan, para cambiar de alojamiento, á que influyan sobre ellos las cireunstan- cias que los determinan á viajar. La época de su partida, sometida á las mismas cansas, ofrece también las mismas variaciones. Lia escasez de víveres en un país es lo que obliga á los Hirundinidos á pasar á otra comarca mejor provista. Ahora bien; esta escasez se hace sentir más pronto cuando el Invierno es más precoz. Resnlta de esto que la partida de los Hirundinidos se adelanta ó se retarda, según los años y según los climas.» «La partida de los Hirundinidos en Otoño no se efectúa de la misma ma- nera que su regreso en Primavera. En este caso llegan aisladamente y sólo por pares; cada día llegan alennos, porque cada día aumenta su número. Su partida, por el contrario, se verifica generalmente en sociedad. Cuando los individuos de un mismo cantón experimentan la necesidad de cambiar de clima, se observa que están más agitados que de costumbre; sus chillidos de reclamo son más fre- enentes; tienen más tendencia á agruparse y á holvarse en los aires; se rennen muchas veces al día sobre los techos, sobre las cornisas de las casas, sobre las ramas secas que coronan los árboles, ete. Su agitación, sus gritos, sus ejercicios diarios, son el indicio cierto de su próxima desaparición; en fin, cuando llega el día de la partida, se elevan lentamente todos juntos en las altas regiones del aire, lanzando gritos y dando de vueltas. Probablemente tienen por objeto, al elevarse así, acrecentar su horizonte, á fin de desenbrir con más facilidad el punto al cual se deben dirigir.» (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 14. (2) Estas consideraciones generales sobre los viajes y el sueño letárgico de los Hirundinidos, están tomados de M. Gerbe. (Nota de los editores). 566 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. «Emprenden el viaje á cualquiera hora del día, si el tiempo y los vientos son favorables; pero eligen de preferencia las horas de la noche. Se parecen á la mayoría de los pájaros que emigran en sociedad, por la costumbre que tienen de ponerse en marcha cuando el sol cae en el horizonte. Los que no pueden seguir á la masa, viajan solos ó en corto número, y signen el mismo camino.» «Esto suscita dos cuestiones. ¿Ejecutan sn viaje de un tirón? ¿Lo efectúan siguiendo un trayecto directo y siempre en las regiones elevadas de la atmós- fera?» «Podría responderse afirmativamente, teniendo en cuenta la extensión del vuelo de estos pájaros; pero se engañaría uno juzgando á lo menos por los hechos que suministran á este respecto las especies de Europa. La Golondrina rústica ó de chimenea, y la golondrina de ventana, reposan durante el viaje. En Sep- tiembre y Octubre, época de las emigraciones, no es raro sorprender muy de mañana á estas especies en los bosques en que han pasado la noche. Además, todos los viajeros que atraviesan el Mediterráneo, en la época de la partida, saben que es bastante común que las Golondrinas fatigadas se posen en los mástiles de los navíos.» «Estas aves, como todas aquellas que emprenden viajes lejanos, parecen viajar por etapas; como aquéllas, también bajan en lugar de estarse constante- mente en las regiones altas. En la mañana, al salir el sol, su vuelo es siempre bajo, lo mismo durante el día, cuando la necesidad de alimentarse las atrae hacia la tierra. Cuando han satisfecho su apetito, se elevan de nuevo en los aires y vuelven á tomar la dirección que habían abandonado.» «Durante largo tiempo, los viajes de los Hirundinidos han sido un secreto para los naturalistas. ¿A dónde iban? ¿De dónde venían? Hoy estas cuestiones 1o estarían permitidas. Las especies que poseemos pasan con regularidad, todos los años, á las Islas del Archipiélago, y van alternativamente de Europa á África y viceversa. Las Golondrinas rústicas llegan hasta el Senegal, donde Adanson las ha visto arribar algunos días después de su partida de Europa. Todos estamos de acuerdo en que las especies emigrantes indígenas y exóticas, se van á pasar el Invierno en las comarcas situadas en los trópicos.» «La incertidumbre que reinaba antes respecto al lugar á que se dirigían las Golondrinas, cuando desaparecían en Otoño de las comarcas europeas, babía in- ducido á algunos autores del siglo diez y seis, á negar que emigrasen; algunos cuentos fabulosos, de acuerdo hasta cierto punto, con pasajes de Aristóteles y de Plinio, habían hecho nacer la extraña opinión de que las Golondrinas, en lugar de emigrar, se sumergían en Invierno en el lodo de los lagos y de los es- tanques, entumeciéndose allí: así se explicaban varios naturalistas la desapari- ción de estas aves. Ya no fué, pues, á las cavernas ó á las gargantas de las mon- tañas adonde se retiraban las Golondrinas para abandonarse á un sueño letár- gico, como manifestó Aristóteles, sino al fondo de las aguas. Olaiis Magnus pre- tendía que en los países del Norte, los pescadores sacaban con frecuencia en las A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 567 redes, mezcladas con los pescados, grupos de Golondrinas amontonadas, pega- das unas á otras pico contra pico, pies contra pies, alas contra alas; que estos pájaros transportados á parajes calientes, se reanimaban bastante pronto, pero para morir al poco tiempo, y que sólo conservaban la vida, después de desper- tar, los que se desentumían inseusiblemente á la vuelta de la Primavera. Esta aserción de Olaiis, fundada en díceres, fué reproducida por otros naturalistas, quienes, además de lo adelantado por el obispo de Upsal, atestiguaron haber presenciado el hecho. Es imútil decir que esta opinión no fué jamás tomada muy á lo serio por la mayoría de los escritores, así es que la ¿nmersión fué relegada generalmente entre las relaciones fabulosas.» «Pero si el espíritu humano ha rehusado creer en la posibilidad de que ani- males de una organización tan elevada como los Hirundinidos, residiesen en el agua durante cinco meses, sin comprometer por eso sn existencia; si todas las leyes de la fisiología se oponen á la admisión de un hecho parecido, ¿se ha de- mostrado igualmente que algunas de estas aves no estén sujetas á entumecerso temporalmente durante el Invierno? ¿En una palabra, á caer en letargo? Es menester convenir que en este caso las observaciones son bastantes numerosas, y han sido hechas algunas veces por hombres que merecen demasiada confianza, para que deba desecharse por completo la opinión que de ello resulta. Estas observaciones tienden á hacer admitir que, en algunos casos, y según las cir- cunstancias, ciertas Golondrinas se entumecen, como sucede con ciertos mamífe- ros, reptiles, etc. La cuestión del sueño invernal de los Hirundinidos, es dema- siado interesante y merece nuestra atención.» «Según dijimos, Aristóteles sostiene que las Goloudrinas van á pasar el In- vierno en los climas templados, cuando dichos climas no están demasiado lejos; pero que cenando se encuentran á gran distancia de esas regiones templadas, se quedan eu Invierno en su país natal, tomando solamente la precaución de ocul- tarse en algunas gargantas de las montañas. Este pasaje de Aristóteles indica una creencia establecida, sea por la observación ó por las preocupaciones. Es verdad que la opinión de un solo hombre serviría poco en parecida cuestión, si lo que manifiesta no está de acuerdo en el fondo con lo que las observaciones modernas nos han enseñado.» «La menos importante de estas observaciones, es la que hizo Vieillot, en Ruan, durante el Invierno de 1775 41776: vió una Golondrina rústica que tenía por retiro un agujero debajo de la bóveda baja del puente. Salía regularmente en los días templados de los meses de Noviembre, Diciembre y Febrero. Solía permanecer oculta hasta veinte y treinta días, pues el aire exterior era dema- siado frío. Vicillot saca la conclusión, apoyándose en hechos análogos, de que permanecía entumida todo ese tiempo.» «En 1761, á fines de Marzo, Achard de Prévy-Garden” descendía el Rhin para ir á Rotterdam. Habiendo llegado cerca de Basilea, en donde la ribera (1) Philosophical Transactions, 1763. 568 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. meridional del río es escarpada y se compone de tierra arenosa, suspendió su navegación para contemplar algunos niños que, atados á unas cuerdas, se desli- zaban á lo largo delos acantilados, provistos de varillas armadas con zacatacos, registraban los agujeros y sacaban de ellos pájaros: estos pájaros eran Golon- drinas. Achard compró alennas y vió que estaban entumidas y como inanima- das. Colocó una en su pecho, entre la camisa y la piel, y otra al sol, sobre un banco. Ésta no pudo recobrar nunca bastantes fuerzas para volarse, pues hacía mucho frío, pero la primera volvió en sí al cabo de un cuarto de hora. Achard sintió que se movía, la puso sobre su mano, y no creyéndola bastante reanimada para poder servirse de sus alas, la volvió á guardar en su pecho durante otro cuarto de hora: entonces, llena de vida, echó á volar y huyó.» «Ohatelux refiere un hecho del mismo género, pero que indudablemente es relativo á otra especie de Golondrinas: «M. Flaumio, juez superior de Virginia, hombre digno de confianza, ha asegurado á M. Jefferson que, un día de Invier- no, ocupábase en hacer desmontar un terreno que quería hacer sembrar, y que se sorprendió mucho al ver caer una gran cantidad de Golondrinas azules, en unión de una vieja encina; habíanse, sin duda, refugiado allí, entumeciéndose en las grietas de ese árbol, como acontece á los murciélagos en los antros y sub- terráneos.» «Si la autoridad de nu nombre, en cuestiones tan delicadas como éstas, fuera siempre una garantía y bastase para determinar una convicción, habríamos po- dido limitarnos á citar el hecho mencionado por Pallas, puesto quo él certifica su autenticidad, y que, sin ser más concluyente que los otros, no es por eso de menos peso. «Las Golondrinas, «dice este ilustre naturalista,» '" se presentaron el 15 de Marzo de 1770; hacía buen tiempo, pero el viento que soplaba al Su- doeste pasó súbitamente al Norte y produjo una helada que duró hasta la noche del 19. Las Golondrinas no tardaron en desaparecer, así como otras especies de pajaritos, y volvieron hasta el 20, enando ya hacía muy buen tiempo. Este caso da Ingar á hacer una observación bastante notable. Un tártaro trajo el 18 de Marzo, una Golondrina de chimenea, Hirundo rustica; la había encontrado tira- da por tierra en el campo y parecía muerta de frío. Apenas estuvo un enarto de hora en el aposento en que se gozaba de una temperatura templada, cuando co- menzó á respirar y á moverse; voló poco después, vivió muchos días en el cuarto y murió por accidente.» «El reverendo Colin Smit,* refiere que el 16 de Noviembre de 1826, descn- brió un grupo de Golondrinas de chimenea, que habían establecido sus cuarte- les de Invierno sobre un cabrío en Argyleshire (Escocia). Eran cinco pájaros y estaban sumidos en un estado completo de torpeza; hacía seis semanas que no se había visto ningún individuo de su especie. Colocadas en nna pieza en cuya (1) J. Pallas. Voyage dans plusienrs provinces de "Empire de Russiz et dans VAsie Septen- trional. Edit. francase in-S. París, Van II, t. 11, p. 409. (2) Edimb. New philos. journal, 1827, p. 231. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGA MEXICANA. 569 — chimenea ardía un buen fuego, resucitaron gradualmente al cabo de un cuarto de hora. Se escaparon por una ventana y no se les volvió á ver. «Se ignora, por lo tanto,» agrega el reverendo Colin Smit, «si habrían conservado la vida todo el Invierno ó si habrían muerto á consecuencias del frío.» «En fin, cerraremos la lista de los hechos relativos al sueño letárgico de las Golondrinas, citando un caso presenciado por Dutrochet, miembro de la Acade- mia de Ciencias de Francia. Este sabio escribía en 1841 á Is. Geoffroy, su co- frade de academia. «Según veo en las instrucciones concernientes á la zoología, que habéis redactado para la expedición al Norte de Europa, invitáis á los na- turalistas de la expedición á adquirir noticias respecto á la pretendida inverna- ción de las Golondrinas. Voy á citaros uu hecho que yo he presenciado. En pleno Invierno han sido halladas dos Golondrinas entumidas en un hueco que había en una pared y en el interior de un edificio. No tardaron en calentarse entre las manos de los que las habían cogido, y una vez que volvieron á la vida se volaron. Yo fuí testigo de estos hechos. Quizá esas Golondrinas entraron por casualidad en aquel edificio, y no habían podido salir; quizá pertenecían á una cría tardía y eran demasiado jóvenes y débiles para emprender ó continuar el largo viaje de la emigración. Sea lo que fuere, este hecho prueba que las Go- londrinas son susceptibles de invernación, aunque ordinariamente no invernan.» «He allí más hechos de los que se necesitarían en cualquiera otra circuns- tancia para servir de apoyo á una opinión; además, estos hechos están sosteni- dos por nombres que garantizan su autenticidad. Sin embargo, la opinión de que los Hirundinidos pueden entumecerse durante el Invierno, está muy lejos de ser aceptada por unanimidad. Unos, ponen en duda el hecho; otros, más osados, lo niegan; otros, en fin, encuentran todavía objeciones que hacer. Citan principalmente las ingeniosas experiencias de Spallanzani, quien no ha podido llegar á hacer caer en estado de somnolencia á las Golondrinas que sometía á un frío abajo de la congelación; como si estas experiencias pudieran probar otra cosa sino que estos pájaros, substraídos súbitamente á una temperatura bastante elevada y sometidos sin transición, sin graduación, á un frío de algunos grados bajo cero, soportan este frío con más facilidad de lo que podría creerse. En la naturaleza los fenómenos pasan de otro modo que en los laboratorios. Antes de someter á las experiencias las Golondrinas, deberían quizá haberse preguntado si en el momento en que se operaba en ellas, su organización estaba dispuesta á reproducir el fenómeno particular que se deseaba obtener. Se alega, además, que el entorpecimiento de los Hirundinidos sería un hecho sin precedente en la clase de las aves y que su residencia durante el Invierno en los ardientes climas del África y del Asia, ya no deja Ingar á duda. Pero las curiosas observaciones de Gould y de J. Verreanx, no sobre Hirundinidos, sino sobre Fisirostres, perte- necientes á una familia vecina, han venido después á demostrar que el fenómeno del sueño invernal se manifiesta también en las aves. J. Verreaux ha visto á un égothile permanecer tres días en el mismo punto, en na inmovilidad completa, 570 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. -— += formando una bola; «Es probable, dice, que se haya quedado entumida en esa postura.» Desgraciadamente, J. Verreanx no pudo resistir al deseo de apoderar- se del pájaro, interrumpiendo así la experiencia. El mismo naturalista ha confir- mado este otro hecho, ya observado por Gonld: cuando hace frío, las podargues se están largo tiempo (más de ocho días, según J. Verreaux) sobre la misma ra- ma ó eu los agujeros de los árboles, inmóviles y como sumidas en un sueño le- tárgico. Entonces están excesivamente gordos. En fin, una de las más grandes objeciones que han hecho respeto á la invernación de los Hirundinidos, es la que se apoya en la muda. Las especies que poseemos nos dejan sin haber mu- dado y, sin embargo, regresan cuando ya han mudado. Ahora bien: como un fe- nómeno semejante no podría verificarse durante el sueño invernal, cnando todos los actos vitales están suspendidos, se ha sacado la sieniente conclusión: que es- tos pájaros no han podido caer en estado letáreico durante sn desaparición, pues- to que el fenómeno de la muda manifiesta que la actividad vital no se ha inte- rrumpido. Pero si se reflexiona sobre ello, se notará que un argumento seme- jante no puede ser aceptado, porque supone un fenómeno general y común á todos los individuos de una misma especie ó de un mismo género, debiendo re- ferirse á los hechos aislados y excepcionales que diversos observadores han con- signado en los anales de la ciencia. No se trata de saber si todos los Hirundini- dos, ó por lo menos todos los individuos pertenecientes á ésta ó aquélla especie, son susceptibles de entumecerse durante las estaciones frías del año: las obser- vaciones hechas por multitud de viajeros han probado lo contrario, puesto que se ha demostrado que en Invierno las comarcas situadas entre los trópicos sirven de albergue á estos pájaros. Lio que importaría comprobar sería si en aleunas circunstancias ciertos individuos de tal ó cual especie no están sujetos á inver- nar. Réamur, á quien referían haber hallado en Invierno unas golondrinas for- mando un pelotón en las carreras de Vitry, cerca de París, decía «que siempre queda el deseo de ver hechos parecidos;» sin embargo, nos parece que en pre- sencia de los que hemos relatado, es difícil dejar de admitir que los Hirundini- dos, bajo la influencia de una causa que nos es desconocida, pueden alounas veces entumecerse. Esta opinión es la de los hombres más eminentes de los tiem- pos modernos: Lineo, Pallas y G. Cnvier la han aceptado. Además, hasta hoy no han dado nineuna razón seria para hacer considerar como imposible la in- vernación de los Hirundinidos. Parece, por el contrario, que en caso de necesi- dad podría invocarse la analogía en su favor y en apoyo de los numerosos he- chos adquiridos por la ciencia. La mayoría de uuestras golondrinas rústicas están á principios de Otoño, precisamente en la época de su desaparición, en las mismas condiciones que los Podargidos observados en estado letárgico por 3. Verreanx y Gonld; su gordura es extrema; aleunas de las que quedan todavía en los primeros días del mes de Octubre suelen estar obesas, al grado de que su vuelo es más lento y pesado. Quizás nuuca se ha considerado este hecho con to- da la atención que parece merecer, así es que nos sentimos inclinados á pensar A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 371 que la obesidad de las golondrinas, llevada al exceso, debe ser, sino la única, por lo menos la principal causa de su torpeza. Según esta hipótesis, este fenómeno no se manifestaría más que en los individuos reducidos á la inacción por su ex- ceso de gordura, y no en todos los que pertenecen á la especie. «Según los da- tos obtenidos, el sueño invernal sería común en la golondrina rústica, como lo indican positivamente las observaciones de Vieillot y de Colin Smit; en la go- londrina azul, como lo manifiesta Chatelux, y en la golondrina costeña, como se deduce del hecho referido por Achard. Podríase decir, tal vez, sin temor de emi- tir una opinión demasiado prematura, que dicho fenómeno debe extenderse á la mayoría de las especies.» Razón hay para considerar á los Hirundinidos como animales nobles. Es- tán bien dotados desde todos los puntos de vista. El vuelo es su posición nor- mal, y en las consideraciones generales sobre el orden, es esto lo que se tiene en cuenta principalmente. En tierra andan mal, pero mejor que otros Fisirostres. Acostumbran posarse á reposar, eligiendo por lo común la cima de los árboles, las ramas flexibles y despojadas de hojas. Su voz, comparada con la de otros pájaros del mismo orden, puede pasar por armoniosa. Tienen los músenlos de la laringe de las aves cantoras. Su canto es una charla muy agradable; pero no es esta la única cualidad que pueda conquistarles la amistad del hombre. Sus cos- timbres presentan uno de los espectáculos más atractivos. Los Hirundinidos son alegres, sociales, pacíficos, prudentes, inteligentes y valientes. Distinguen sus ami- gos de sus enemigos, y sólo se fían del que merece sn confianza. Á nuestro modo de ver, no tienen ninenna mala cualidad; todas sus costumbres son á cual más simpáticas. 'Todos los Hirundinidosson insectívoros; atacan, sobre todo, á los dípteros, ne- vrópteros y hemípteros; á las moscas y á los mosquitos, pero comen también eran número de coleópteros pequeños. Sólo cazan al vuelo y no son capaces de coger ani- males colocados sobre un cuerpo cualquiera. Tragan su presa sin dividirla. Volan- do beben y se bañan; pasan rozando la superficie del agua; en seguida sumergen bruscamente el pico ó una parte del cuerpo, y se secan sacudiendo las plumas. Las diversas especies difieren entre sí desde el punto de vista del modo de reproducirse. La mayor parte se fabrican un nido muy artístico con fragmentos de tierra remojada; otras hacen agujeros á lo largo de las costas más escarpadas y agrandan el fondo tapizándolo con briznas de yerbas y plumas. El mismo ni- do les sirve varios años. Cada puesta comprende de cuatro á seis huevos, que la hembra tapa sola. Casi todas las especies anidan probablemente más de una vez por año. Gracias á su agilidad y á su prudencia,los Hirundinidos escapan á mu- chos de los peligros que amenazan á las aves pequeñas. Sin embargo, en todas las comarcas que habitan, perecen algunos individuos bajo las garras de los gavila- nes. Sus huevos y sus pequeños son destruidos con frecuencia por los gatos, las martas, las comadrejas, las ratas y los ratones. El hombre sólo las persigue en las regiones en que está aún bajo el yugo de la ignorancia y la rudeza. La Nat,—Ser. 1.—T, 111.—Dicbre. 1901, 73 572 ? A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Cautividad.—Los Hirundinidos no soportan la cautividad. Es verdad que se les puede conservar por aleún tiempo, habituándolos á uu révimen diferente del que observanal estado natural, pero esas son excepciones. Para vivir, los Hi- ruudinidos necesitan imperiosamente la libertad. O : «Como son aves insectívoras que cogen sn presa al yuelo, las Golondrinas se ven obligadas á emigrar en las zonas frías y templadas del hemisferio sep- tentrional. Su emieración es debida, tanto á la delicadeza de su organización y su susceptibilidad al frío, cuanto por la falta de alimentos. La fuerza que tienen en las alas, les hace posibles los viajes lareos; no hay pájaro que pueda volar tan lejos y tam bien como ciertas Golondrinas; sus movimientos son desembara- zados, regulares y veloces. Estos hechos son conocidos por la generalidad de las personas; la llegada de las Golondriuas es ya proverbial y su partida sirve de indicio á la gente para prever el cambio de tiempo. Desde fecha inmemorial se les ha considerado como profetizas del tiempo, gracias á la influencia que ejer- cen los cambios atmosféricos en su organización. Las Golondrinas han figurado en los augurios; su aparición es tomada en cuenta en los auspicios, y á decir ver- dad, sn vuelo es barométrico, pues se remontan en los días calientes y serenos y rozan la superficie del suelo cuando hace mal tiempo. Son, asimismo, una especie de termómetros, poco más ó menos, tan exactos como la columua de mercurio. Bastan unos cuantos días cálidos, aun á mediados del Tnvierno, para que se mar- chen al Norte dejando los naranjos y cipreses del Sur; los días inciertos en que la joven y caprichosa Primavera vierte delicioso bálsamo en las heridas del In- vierno, atraen algunas Golondrinas más allá de sus límites habituales. Se nota cierto concierto en las campañas que emprenden, se consultan en- tre sí antes de obrar y llevan á cabo sus convenios bajo la autoridad de un jefe. En Otoño, particularmente, antes de que nos abandonen, se les ve reunirse en eran número, dudosas todavía acerca de la dirección que deberán tomar, y dis- entir ruidosamente su itinerario. Grandes parvadas vuelan sin objeto, gorjeando sin cesar ó parándose en hilera en las líneas del telégrafo, las cornisas de las casas Ó las puntas de los peñascos. En su charlatanería y aroumentación, así co- mo en su inquietud y ausiedad, se observa la gravedad del asunto que las preo. cupa; fácil es imaginar la ligereza y fogosidad de los más jóvenes, su falta de jni- cio, la incesante locuacidad con que proponen muevos planes y también la pra- dencia de los más sabios, que dilatan la partida, habiendo aprendido por expe- riencia que el mejor modo de apresnrarse consiste en obrar con calma. Á veces pasan días enteros en animada discusión, hasta que consideran que cualquier re- tardo sería peligroso. El congreso se disuelve, sus miembros son fuertes; ya 10 desperdician palabras; la próxima tormenta puede desencadenarse; las Golon- drinas han huído de sn cólera y se han marchado á tierras donde los risores del Invierno se han debilitado, al grado de ser casi imperceptibles. Todo esto y más que podría escribirse, no tiene nada de nuevo. Amantes (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiscaux,” pág. 521. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 573 == del espacio, estas alas animadas, alegre encarnación, de la libertad, han sido siempre el tema favorito de las especulaciones de los ornitologistas. Conspicuas y notables como son entre las demás aves, por la extensión de su vuelo, la mul- titud de individuos que pasan delante de nosotros dos veces al año al ir y venir de los cuarteles de Invierno, que conocemos ya tan bien como sus residencias veraniegas entre nosotros, con todos estos atributos, no podemos menos que con- fesar que las Golondrinas son unos verdaderos prodigios problemáticos aún. Su vuelo ha sido cuidadosamente observado y estudiado, y ha proporcionado ba- ses para las deducciones generales relativas á la emigración de las aves. Las Golondrinas son consideradas como tipos de las aves emigrantes, y las fechas de su llegada y de su partida están anotadas en los calendarios de los ornito- logistas, y son factores conocidos en la gran ecnación de los movimientos de las aves. En fin, niugún otro pájaro es tan bien conocido como éste en todo lo re- ferente á sus emigraciones normales y regulares. Por lo tanto, un observador competente puede saber con exactitud, en ca- da localidad de los Estados Unidos, cuándo debe esperar á las Golondrinas, y puede, asimismo, predecir su llegada con pocos días de diferencia; en este caso, el error probable sólo es debido al adelanto 6 retardo de la estación. Este obser- vador local sabe también el tiempo que permanecerán. Arquitectura de las Golondrinas.—Después de la emigración, la nidificación de las Golondrinas es uno de los puntos de su historia natural mejor conocido. Los nidos y huevos de todas las especies norte-americanas están perfectamente estudiados, gracias á la abundancia de estas aves y á su familiaridad con el hom- bre. Sus construcciones ponen en claro dos proposiciones extraordinarias: 1.? La versatilidad del talento arquitectónico, dentro de los límites de un pe- queño grupo de aves. 2.% La influencia del hombre en los hábitos arquitectónicos de las aves. Ca- da especie norte-americana anida de una manera especial; hasta los nidos más parecidos se distinguen por alguna cirennstancia, ya se presente en el nido mis- mo ó en su contenido; y todas las especies, salvo una sola excepción probable, se han sometido sucesivamente á las influencias modificadoras de la invasión gradual del país por el hombre. La Tachycineta thalassina, se ha resistido más tiempo, y á decir verdad, sólo ha aceptado el nuevo orden de cosas últimamente. La fecha en que el Hirundo erythrogastra abandonó su costumbre primitiva de construir, es tan remota, que ya no se conserva ni el recuerdo siquiera; la modi- ficación es tan profunda, que hoy día es nna rareza que anido en otro punto que en los retiros artificiales que el hombre le suministra. En algunos casos, el cam- bio es completo en determinadas porciones del país, mientras que en otras par- tes la misma especie conserva sus hábitos primitivos. El Petrochelidon lunifrons, ahora anida habitualmente en los edificios de los Estados Unidos orientales, aun- que todavía pega sus enriosas construcciones de lodo á las caras de los peñascos 574 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. del Occidente; el Progne subis anida indiferentemente en las cajas que colocan á su disposición y en los agujeros de los árboles. En el caso del Petrochelidon lumifrons, se nota otro resultado curioso en la extensión gradual de la zona de distribución de la especie. Confinada anteriormente á regiones en que abunda- bau los sitios naturales, propios para la nidificación, se ha extendido hasta los distritos populosos, donde las cornisas de los edificios le proporcionan escondri- jos á propósito para anidar. Originariamente, el Stelgidopteryx serripennis ani- daba en agujeros que hacía en el suelo, y por lo general, todavía anida así, lo mismo que el Cotyle riparia; pero hoy se aprovecha á menudo de los rincones que hay en los puentes, muelles, etc. No me sorprendería que fuera un ave inmiegrante, en alguna partes de Norte América por lo menos, y que se hubiera establecido entre nosotros en una época comparativamente reciente, atraído por las comodidades que tenía aquí para anidar. El Cotyle riparia, la especie más cosmopolita de toda la familia, parece conservar sus antiguos hábitos con más perseverancia que ninguna otra, hecho que se explica tal vez por el caráe- ter excepcional de su nidificación. No hay nada ignal á esto entre nuestros pájaros. Es verdad que varias es- pecies aceptan los nidos artificiales que el hombre les suministra, ya sea inten- cional ó inconscientemente. Esto es lo que pasa con varias clases de Trogloditidos, con una especie de Buho cuando menos, con el Salía sialis, y especialmente con el Gorrión. Otros muchos pájaros suelen aprovecharse de estos privilegios, con- servando, sinembargo,sus hábitos primitivos; pero sólo tratándose de las Golon- drinas se nota un cambio de costumbres tan profundo y casi sin excepción en to- da la familia. Después de las Golondrinas, parece que los Trogloditidos son los que ceden con más facilidad, y probablemente, con el transcurso del tiempo, to- das nuestras especies se modificarán, como ha sucedido con el Troglodytes domes- ticus. Sólo la distribución geográfica de las Golondrinas ha sido modificada á este grado por el aumento de las facilidades para anidar. Como constructoras, nuestras Golondrinas pueden dividirse en varias cate- gorías, según el orden de las estructuras que edifican. Se recordará que tienen el pico débil, así como las patas, y que carecen de los instrumentos requeridos para tejer nidos complicados ó elaborar habitaciones llenas de ornatos y perfec- ción. Su mano de obra es tan variada y las muestras de su arte tan curiosas, que es imposible atribuirles un solo plano para todas sus construcciones; sin embargo, en general se descubre en su nidificación una tendencia marcada á retirarse á los agujeros en que acumulan y arreglan sin arte alenno los materia- les que deben recibir los huevos: esta tendencia es común á las aves de patas dé- biles. Ésta parece ser la costumbre primitiva, modificada en el caso del Hirundo erythrogastra, que construye de preferencia en cualquier ángulo situado entre superficies planas convergentes. El extremo opuesto más notable que se conoce, es el que presenta el Petrochelidon lunifrons, haciendo unos receptácnlos de lodo en forma de retorta muy bien construidos y unas estructuras parecidas á bolsas A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. YE) un poco menos perfectas, cuando primitivamente se reducía á tapiar las hende- duras y aberturas de los peñascos ó á formar una especie de copa. En el mate- rial empleado se observan también los pasos progresivos que han dado las Go- londrinas, pues habiendo comenzado por depositar simplemente materiales sua- ves en una cavidad natural, acabaron por hacer sus nidos, sobresaliendo fuera del puesto de apoyo, y aseguraron la conexión indispensable de los materiales, pegáudolos con lodo, puesto que Jes es imposible entretejerlos. Así es como lle- garon gradualmente hasta esas maravillosas construcciones que hace el Petro- chelidon lunifrons con lodo, forradas con un poco de heno ó unas cuantas plumas. El caso del Cofyle riparia y del Stelgidopteryz es especial. Es de regla que los habitantes de agujeros, de pico débil y patas pequeñas, acepten las cavidades naturales apropiadas á su intento. Empero, algunos de los más débiles miem- bros de la tribu de las Golondrinas cavan sus agujeros en el suelo, exactamente como el Alción excava sus galerías y los Carpinteros cincelan sus nidos en los árboles. El hecho es que las Golondrinas anidan por naturaleza en los agujeros, to- maudo posesión de todas las cavidades que hallan á mano, hecho que explica su presteza en aceptar todos los sitios para anidar que el hombre les proporciona artificialmente. Hasta el Petrochelidon lunifrons escoge un sitio debajo de los tejados, una cnasi-cavidad, cuando anida en aleún edificio. El hecho de que el Colyle riparia haga habitualmente su agujero en vez de aceptar otro retiro cual- quiera, manifiesta que todavía conserva sus hábitos primitivos en vez de some- terse como otros á las cireunstancias modificadoras. Pero el Stelgidopteryz se- rrípennis ya empieza á someterse, y en el Oriente ya anidan, por lo regular, en ó cerca de los edificios, tales como puentes y muelles, y dentro de poco es se- guro que el Cotyle riparia hará otro tanto. Los nidos de las Golondrinas pueden dividirse de la manera siguiente: 1.2 Agnjeros en el suelo hechos por el mismo pájaro y ligeramente provis- tos de material snave: Cotyle riparia, Stelgidopteryx serripennis. 2. Agujeros en los árboles ó las rocas, no hechos por el pájaro y bien pro- vistos de material suave: Progne subis, Tachycineta bicolor, Tachycineta tha- lassina. 3.2 Agujeros ó sus equivalentes que uo han sido hechos porlos pájaros, sino proporcionados por el hombre y más ó menos bien provistos de material sua- ve, según su superficialidad ó profundidad. (Antes, ninguna especie; hoy, todas las especies, excepto el Cotyle riparia). 4, Agujeros hechos con lodo por los pájaros y pegados á aleuna superfi- cie, ya sea artificial ó natural y escasamente provistos de material suave. Los nidos del Petrochelidon lunifrons son una muestra perfecta de esta arquitectura, mientras que los del Mirundo horreorum son más defectuosos. Es menester hacer observar que todas nuestras Golondrinas han sufrido las modificaciones debidas á la influencia del hombre, con excepción del Colyle ri- 576 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. paria, anidando diferentemente en períodos sucesivos y que algunas de ellas, tales como el Progne subis y la Tachycineta thalassina, están apenas aprendien- do á sujetarse al nuevo régime; aun el Hírundo erythrogastra, que parece haber cambiado por completo, suele anidar todavía del modo primitivo en el Oeste. Aquellos cuyos nuevos hábitos están ya perfectamente arraigados, signen con constancia un solo plan de construcción; pero la Tachycineta thalassina, por ejemplo, anida actualmente con mucha negligencia, según las circunstancias. No hay duda de que alounas de las Golondrinas que se aprovechan en el Oriente de las comodidades que el hombre les proporciona, habitan todavía en el Occidente los agujeros de los árboles, rocas, etc. En Arizona, el Progne subis sólo cría en las cavidades de los árboles, principalmente en los huecos abando- nados por los carpinteros, y he visto á algunos Hiírundo erythrogastra anidar en la tierra. En el Oeste, el Petrochelidon lunifrons fija habitualmente sus nidos á las irregulares superficies de los peñascos, y sus construcciones en forma de re- torta no son, por lo común, tan perfectas aquí como las que constrnyen pegadas á los costados lisos de las casas. En este caso, sin embargo, se ienora cuál sea el método original y cuál la modificación posterior. En muchos casos especiales el Petrochelidon lunifrons ha hecho simples nidos abiertos y en forma de copa, y los ha fijado á los edificios como los del Hirundo erythrogastra cuando ha te- nido puntos de apoyo semejantes á su disposición. Hay otro hecho curioso que demuestra que la nidificación de las Golondri- nas puede cambiar y mejorarse sin necesidad de ninguna variación en el carác- ter del sitio elegido, siendo únicamente el resultado de la reflexión y de cierto grado de raciocinio. Tal es el caso del Chelidon urbica. Copio á continuación las noticias suministradas por el Dr. Brewer (Am. Nat., XII, 1878, 36):—«Hace mios cuantos años se desenbrió accidentalmente que desde hace unos cincuenta ha habido un cambio maravilloso en la manera como construye el nido el Che- lidon urbica de Europa. Anteriormente sus nidos eran globulares, con una pe- queña abertura redonda, apenas suficiente para que entraran con comodidad los padres. Así son todos los nidos antignos que hay en los museos y así los descri- ben todos los autores de hace medio siglo.» «Los huevos de las Golondrinas difieren entre sí tanto como sus modos de anidar. Como era de esperarse, teniendo en consideración las delgadas formas de estas aves, los huevos son algo angostos, alargados y puntiagudos. Los hue- vos de los individuos que conservan sus hábitos originales con más tenacidad, son de un blanco puro. Sin embargo, hay muchos huevos de color profusamente manchados con matices rojizos y morenos. Podríase presumir, aunque sin nin- guna prueba y juzgando únicamente por analogía, que los huevos de las Grolon- drinas fueron original ó primitivamente blancos, y que se han cóloreado un tan- to, según el grado de intemperie á que progresivamente pueden haber estado su- jetos durante el largo tiempo en que los hábitos de las aves han estado sufrien- do modificaciói.» A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 511 «1, Huevos de un blanco puro y sin mancha: Tachycineta bicolor, T. thalas- sina, Cotyle riparia, Stelgidopteryx serrípennis, Progne purpurea.» «2, Huevos profusamente manchados: Hírundo horreorum, Petrochelidon lu- nifrons.» «Hábitos y rasgos generales de las Golondrinas.— Habiéndonos ocupado con alguna minuciosidad de los dos puntos más notables en la economía de las Go- londrinas —su emigración y su arquitectura, — procederemos á tratar de ciertos hábitos que poseen en común las aves de esta familia, pues el grnpo es tan ho- mogéneo, que la mayor parte del material que hemos adquirido para biografías separadas de la especie, suministra oportunidad para hacer observaciones apli- cables á todas.» «El vuelo de las Golondrinas puede deducirse de la inspección de la estrne- tura de sus alas, enya longitud les permite sostenerse sin fatiga ni molestia; ob- sérvase también cierto desembarazo, cierta gracia y gallardía en las evoluciones aéreas, tan características de las Golondrinas.» «Ningún otro grupo de Passeres vuela enteramente de la misma manera que las Golondrinas; pero los Cypselide son casi sus ienales desde este punto de vista, así como los Sterninc, llamados comunmente Golondrinas marinas por esta misma circunstancia.» «Las alas de los Chupamirtos se parecen mucho á las de las Golondrinas, y son éstos unos de los pocos pájaros, si no los únicos, que sobrepasan á las Go- londrinas en sus hazañas aéreas. El tipo del ala es completamente diverso del de los grandes vagabundos del Océano, tales como los Procellariide 6 Petreles, cuyo vuelo es prácticamente ilimitado en duración. El ala de estas aves, espe- cialmente de los Albatrós, es larga en extremo, tanto el brazo y antebrazo, co- mo la mano, conformación que produce alasos fuertes, prolongados y medidos, pues el extremo del ala atraviesa el arco de un círenlo demasiado grande para que pudiera moverse con mucha celeridad. El segmento superior del ala de las Golondrinas es, por el contrario, más corto, pues el desarrollo del ala aumenta en el segmento terminal ó piñón y las lareas plumas que tiene. Un ala semejan- te se maneja con mayor viveza, asegurándose por este medio el maravilloso po- der de detener, dirigir y acelerar el vuelo. Una de las especies de Golondrinas que vuelan con más gallardía, es el Hirundo erythrogastra, que se desliza, re- monta y pasa con una facilidad extraordinaria, deteniéndose ó cambiando de di- rección instantáneamente. Los movimientos de las Golondrinas, deslizándose £gerca del suelo y lanzándose en ziszás tras de su presa, han sido “comparados á las correrías de los galgos. Nadie que haya observado con atención el vuelo de estas aves, habrá dejado de notar la manera peculiar que tienen de remontarse: se elevan bruscamente con unos cuantos alazos vigorosos, y permanecen sus- pendidas por un instante para dejarse caer en seguida con gran velocidad, atra- vesando la hermosa enrva cicloide con las alas medio recogidas y con tan poca DIS A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. pérdida de ímpetu por el roce, que aprovechan esta línea especial para elevarse casi al nivel primitivo sin esfuerzo muscular. Algunas veces su curso es tan rec- to, aunque menos veloz que el de una flecha; otras, revolotean y se ciernen, al parecer sin objeto, y una de sus hazañas consiste en lanzarse con brío, y sin errar el blanco, para entrar por una ventana angosta ó campanario, y posarse, ligeras como una pluma, en el nido que saludan con alegre algarabía.» «La alimentación de las Golondrinas puede inferirse de la estructura del pico, alas y pies. Estos delicados seres tienen los picos muy débiles, pero las bo- cas muy espaciosas, y no son muy remileosos en materia de alimentos. No tar- darían en perecer si se vieran obligados á buscar qué comer á pie; al vuelo, nin- gnno de los insectitos alados se escapa de su pico, abierto casi hasta los ojos, que entra con enorme velocidad en sus filas, las signe y encierra al insecto más ágil y extraviado. Las Golondrinas comen al vuelo, y este punto principal de la eco- nomía de esos infatigables cazadores de insectos está particularizado en los nombres con que se les designa en los diversos idiomas. No sólo el vuelo, sino también su dirección, ya sea hacia arriba ó hacia abajo, y todas las emigracio- nes de esas aves, dependen del punto principal: la provisión de alimentos; sen-. tado este principio, la relación reconocida entre los movimientos de las Golon- drinas y el tiempo y las estaciones, proviene, en seenndo término, de la razón an- tedicha. El número de insectos que destruyen las Golondrinas, es simplemente incalculable é incluye una gran proporción de especies nocivas y perjudicia- les. Laa locuacidad de las aves, las horas inconvenientes que escogen y el desor- den que introducen, hace que alennas veces sean mal recibidas, y ann que se les aleje de un modo ú otro. El blanco tentador que presentan cuando yan vo- lando, y que desafía la destreza del más experto tirador, es otra de las cansas de la cruel y caprichosa destrucción de que son objeto. Pero el hombre más práctico y calenlador, acaba por convencerse de los inconvenientes que hay en matar á las Golondrinas, y el cazador concluye por reconocer la inhumanidad de este acto. La supresión inútil de una vida es un crimen contra la naturaleza; esto debería bastar para contenernos, aun cuando no nos indionase la idea de interrumpir una existencia tan útil, vivaz y alegre. Las cosas útiles y hermpgsas no son tan comunes que puedan ser sacrificadas en vano. Los imchachos cana- llas y toda la multitud de desocupados que matan Golondrinas por entreteni- miento, deberían ser seriamente amonestados, y comprender que esas aves son más útiles á la sociedad que los vagabundos viciosos como ellos.» «La voz de la Golondrina no puede confundirse con ninguna otra. El tono es algo agudo y débil, y el timbre, alto; emiten las notas con presteza y nervio-, sidad, produciendo un verdadero gorjeo más bien que un canto. Pero gorjean con tal volubilidad, vigor y verba; son tan apasionadas, sinceras y espontáneas, y están animadas por un espíritn tan vivaz y gozoso, que nos olvidamos de cri- ticar y aun confesamos que su voz es simpática. Sus simples notas son snscepti- bles de muchas modulaciones, y capaces de entonar las variadas pasiones que A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 579 estas ardientes avecillas experimentan momentáneamente; además, las diversas especies tienen un tono é inflexiones que les son propias, y que un oído ejerci- tado distingne con facilidad. Agrégnese á esto que el canto de la Golondrina hiere una cuerda muy sensible de nuestro corazón, despertando ciertas asocia- ciones con el hogar, así es que á menudo nos conmueve cenando otra música más ambiciosa dejaría de agradar. «La sociabilidad es uno de los rasgos característicos de las Golondrinas. Es cierto que no vuelan en parvadas compactas, como animadas por un impulso co- mún, pues no hay dos individuos que vuelen en la misma dirección; pero en los parajes que presentan aloúu atractivo general, hormiguean, por decirlo así, per- signiendo á los insectos en sus «terrenos de caza,» arremolinándose y girando por millares, confundidas en corrientes volantes que forman un Maelstrom en miniatura. Cuando se trata de proyectar un viaje, se reunen miles de Golondri- nas y se posan en largas filas en los alambres del telégrafo, en los palos y las cercas. En los días cálidos y secos, vienen en bandadas á los charcos que hay ¿ orillas del camino, cercando el agua ó jueneteando en la superficie con las ama- rillas mariposas; pero nunca son sus instintos sociables tan aparentes y su ama- bilidad tan palpable, como cuando se proponen anidar. Cada viga del granero debe tener una pareja en paz, y cada alero del tejado unos habitantes ordenados y contentos. La orilla del río y la arcillosa cresta de la cantera, pueden estar cubiertas de madrigueras, sin que se note ningún signo de combate en el esta- blecimiento. Aún más: quizá sean las Golondrinas las únicas aves en que se en- cuentra el raro ejemplo de sociabilidad que proporciona el agrupamiento habi- tnal de los nidos; y nna colonia de Petrochelidon lunifrons prueba que el comu- nismo no es incompatible con una decencia y decoro perfectos. Era de temerse que unas avecillas tan libres, impacientes y fogosas, no podrían sostener rela- ciones estrechas sin que la paz se interrumpiese de vez en cuando; pero conser- van, por el contrario, una armonía admirable. Este rasgo pone de manifiesto el buen carácter y las cualidades que las adornan: indica indulgencia, respeto á sí mismas, fidelidad en todas sus relaciones y consideración á los derechos ajenos; establece que la libertad no significa libertinaje, y que consiste en la voluntad de obrar bien.» «Las personas que se interesen por las Golondrinas menos que yo, simpatía que estoy dispuesto á confesar, pensarán que toda cuestión tiene dos lados, y de- searán ver la opuesta, es decir, los defectos de las Golondrinas. Admito que soy incompetente para responder. Hay quien diga que son aves irascibles y penden- cieras. Lo cierto es que no son afectas á los pleitos, y que la viveza de su tem- peramento constituye el admirable valor que desplegan en defensa de su hogar y de su familia. Se les acusa de mostrar una animosidad especial, una verdade- ra antipatía contra los gatos. ¿Quién no haría otro tanto en cirenustancias sene- jantes? ¿Quién de nosotros, si fuera Golondrina, tendría amor á los gatos? Suele suceder que estas tímidas y delicadas avecitas hacen huir al Micho desconcerta- La Nat,—Ser. 11, —T, IIL.—Dicbro, 1901. 74 580 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. do: tales son el brío y el vigor con que atacan á su enemigo. Hoy día tienen que ejercitar su valor en defensa de sus hogares contra los ataques de esos mi- serables entremetidos, los G'orriones europeos. Se trata de una deuda de sangre, y su rencor es amargo é implacable, como consecuencia natural de la completa depravación de los Gorriones. El Progne subis, según sé, defiende su habitación con éxito, y dicen que aun las Golondrinas más débiles son ignalmente valien- tes. Ojalá que sucediese lo mismo con otros pájaros perseguidos, molestados y desalojados por los Grorriones; y á las Golondrinas en general —á cada pareja de estos amables pájaros que auide entre nosotros-—les deseo que resistan la invasión y que disfruten de la paz, de la abundancia y de todos los goces que «puedan experimentar sus tiernos corazones.» PROGNE PURPUREA. «Golondrina.»*% Hirundo purpurea, Linn. Syst. Nat., L, p. 344% d'Orb. et Lafr. Syn. Av. L p. 68% Jones, Nat. Berm., p. 34”. Progne purpurea, Darwin, Zool. Voy. Beagle, III, p. 38%, Burm. Syst. Ueb. TIT, p. 140%; Baird, U. S. Bound. Surv., IL, Birds, p. 11% Dresser, Ibis, 1865, p. 479”; Dugós, «La Nat.,» L p. 141% Pels. Orn. Bras., p. 16% Hudson, P. Z. $. 1872, p. 605”. Hirundo subis, Linn. Syst. Nat., I, p. 344”. Progne subis, Baird, Rev. Am. B. L, p. 274%; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p.547*; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 271”; Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. I, p. 329”; Cones, B. Col. Vall. L, p. 445”. Chalybeo-c:eernlea unicolor, alis et cauda nieris extus chalybeo nitentibus; plaga hypochrondiaca celata alba; tectricibns subcaudalibus quoque ad basin albis; rostro et pedibus nigris. Long. tota 7-7, ale 5-7, caude rect. med. 2-2, rect. lat. 2-85, rostri a rictu 0-9, tarsi 0-6. (Deser. maris ex Brit. Honduras. Mus. nostr.). 2 Supra mari similis, sed colore magis obscuro; subtus griseo-albidis, plu- mis singulis ad basin fuscis. (Descr. feminse ex California. Mus. nostr.). Hab. Norte América **.——-México, Coahuila (Conch*”?), Mazatlán, Guada- lajara y Tepic (Grayson'*), Guanajuato (Duges*), región alpina de Veracruz (Su- (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. [, p. 364. (2) A. L. Herrera, Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 14. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 581 — michrast'”); Honduras Británicas (Blancaneaux).—Bolivia?; Brasil”; República Argentina”*", «México, en toda la República.»% El Norte y el Centro de México parecen ser los principales puntos de resi- dencia de esta especie, dentro de nuestros límites. Grayson la encontró anidan- do en Tepic y en Guadalajara en el mes de Mayo, haciendo su nido bajo los te- jados de las casas ó en las bombas marinas; en Mazatlán la vió raras veces, y eso sólo accidentalmente, durante la emigración, volando á gran altura”. El único naturalista que la ha observado en las regiones meridionales de México, es el Prof. Sumichrast, que la halló en la región alpina de Veracruz al estado sedentario”. Respecto á su zona de distribución en México, parece probable que sea sim- plemente una extensión del área que habita durante el Verano en Norte Améri- ca, y que las aves mexicanas acompañan á los individuos más septentrionales en su emigración de Invierno. Contra esta teoría está la observación del Profesor Sumichrast respecto al estado sedentario de esta ave en las partes más altas de Veracruz. La Golondrina es un ave muy familiar en Norte América. Cría en si- tios apropiados para este fin, en muchos de los edificios públicos de las pobla- ciones y ciudades de los Estados Unidos, y también en cajas convenientemente colocadas para su uso, cerca de las habitaciones de toda clase de personas. También cría en Sud América, y Darwin manifiesta haber observado á unas hembras en Bahía Blanca, que empezaron á poner en Septiembre, después de haber excavado profundos agujeros en un peñasco de tierra compacta?. El Sr. W. H. Hudson hace una relación excelente de ello, refiriéndose á la misma estación. Como el P. purpurea emigra en los dos extremos de su zona de distribu- ción, y como anida tanto en el Continente septentrional como en el meridional, se trata de saber si tiene dos crías al año, una en Verano, en el Norte, y otra en el Invierno, en el Sur, ó si las aves de cada extremo ocupan alternativamente una región intermedia en común; esta cuestión sólo podrá resolverse observando cuidadosamente los movimientos de estas aves. «Según Audubon, el Progne purpurea se presenta en los alrededores de la Nueva Orleans, entre el 1.2 y el 9 de Febrero, á veces más pronto; pasa al inte- rior de la ciudad y vuela sobre el río. Cerca de las caídas del Ohio, llega hasta el 15 de Marzo, en pequeñas parvadas de cinco y seis individuos, y sólo se mues- tra en gran número á fines de Marzo. No aparece en el Missouri hasta el 10 6 15 de Abril; permanece hasta mediados de Agosto, y en seguida se dirige hacia el Sur. Entonces se rennen en bandadas de cincuenta ó cien individuos, sobre un campanario ó un árbol copado, y parten para sus viajes. Su vuelo se parece bastante al del Chelidon urbica. Aunque no se le puede comparar con la Golon- drina de chimenea, por la elegancia y la ligereza, no por eso deja de ser rápido y gracioso. Como todos los Hiruudinidos, bebe y se baña al ir volando; sin em- (1) Laurencio y Beristain, pág. 44. 582 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. bargo, se posa en tierra con frecuencia, y á pesar de la pequeñez de sus patas, se mueve con bastante destreza y caza á los insectos; corre con cierta agilidad por las ramas de los árboles, y se posa á menudo en ellas.» «El Progne purpurea es bastante osado, y tan valiente como la Golondrina rústica. Persigne y acosa á los carniceros, mamíferos y pájaros, principalmente á los gatos, perros, halcones, cornejas y gavilanes. Se precipita con furor contra los rapaces, los atormenta, no les deja uu instante de reposo hasta que se alejan de su nido.» «En casi todos los Estados del centro acostumbran disponer cajas para hos- pedar á estas aves; ó bien, suspenden de los árboles calabazas vacías y agujerea- das en que puedan anidar. La Golondrina caza á los otros pájaros que quieren establecerse allí, y no sufren en su vecindad la presencia de ninguna de las es- pecies que anidan de la misma manera. Su canto es agradable, sin ser variado. El gorjeo del macho en la mañana, anuncia la proximidad del día. Hasta los in- dios simpatizan con estas aves, y procuran que se establezcan en la vecindad de su choza.» «En los Estados del centro, el Progne purpurea anida á fines de Abril. Su nido está formado con ramas secas, yerbas, hojas y plumas. Cada puesta com- prende cuatro ó seis huevos. A fines de Mayo, los polluelos de la primera pues- ta emprenden el vuelo; los de la segunda dejan el nido á mediados de Julio. En la Emisiana y en los otros Estados del Sur, suelen criar por tercera vez.» «El macho tiene infinidad de cuidados por la hembra cuando está tapando; se está cerca de ella, y procura distraerla con su canto y su gorjeo. Sncede con frecuencia que muchos pares anidan juntos, y en ese caso reina entre ellos la mejor armonía.» Cuando ha concluido el interminable Invierno de Minnesota, y la nieve ha desaparecido de las alamedas y de los rincones de las huertas, y multitud de delicados coleópteros empiezan á aparecer en el aire, todavía frío, se presenta la Golondrina al mediodía, á eso de las doce. Generalmente viene en compañía de otras especies de la misma familia. En 1870 llegaron el 17 de Abril, y des- pués de haber revoloteado activamente por una hora al menos, sin encontrar ali- mento, partieron con la misma brusquedad con que habían llegado. El 22 re- eresaron en mayor número, y ya no volvieron á irse en toda la estación. No tar- daron en hacer sus nidos en varios lugares, pero manifestando una predilección marcada por las cercanías de las habitaciones. Su presteza en ocupar las cajas, casas artificiales colocadas en pértigas y en los tejados, es un hecho observado por todo el mundo, y que, sin duda, no se debe á afecto hacia nuestra especie, sino porque muestras costumbres y habitaciones atraen á los insectos que les sir- ven de presa. Empero, frecuentan las florestas y emplean los agujeros de los árboles viejos en muchos puntos que me son familiares. Habitualmente entran en el Estado por la frontera meridional, á principios de Abril. El Dr. Hooslef, (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature, “Les Oiseaux,” Vol. I, page 541. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 583 = de Lanesboro, ha observado la cireunstancia antes mencionada, de que acostum- bran desaparecer por algunos días, y permanecer á sn vuelta invariablemente. Sus nidos están hechos con paja fina, heno, hojas secas y plumas en calidad de forro. Ponen enatro huevos de un blanco puro. La primera cría nace en Junio, y la otra á fines de Julio. Pocas aves son tan valientes como ésta. Los cuervos, gavilanes, halcones y águilas huyen inmediatamente al verla, y Wilson dice: «Los pájaros pequeños conocen esto tan bien, que tan pronto como oyen que se está batiendo una Go- londrina, se entregan á la alarma y la consternación.» Es verdaderamente sor- prendente, el valor y la audacia con que este pájaro se lanza y se desliza alre- dedor del gavilán ó el áonila. Suele también emprender la lucha con el Zyran- nus tyrannus, cuando éste se aproxima demasiado á su habitación, aunque sien- pre está dispuesto á tomarle como aliado, cenando se trata de atacar al enemigo común. Los agricultores conocen la utilidad de la Golondrina para la destruc- ción de los insectos nocivos. Está distribuida casi en todo el Estado. Deja el país casi simultáneamente, entre el 20 y el 25 de Agosto, en compañía de otras espe- cies. Mr. Washburn, refiriéndose á esta especie en sus notas recogidas en sn se- eunda excursión al valle del Río Rojo, dice: —«También esta especie se presenta en Mille Lacs, en donde los hacendados les proporcionan cajas. Sin embargo, la mayoría anidan en una isla llamada Spirit Island, que está á unas dos millas de la costa Sudeste del lago Mille Lacs. Un sinnúmero de Golondrinas depo- sitan sus huevos en este lugar en la arena, en las grietas y rasquebrajaduras de las rocas, y sirven de aliadas á los Larus para alejar á los Cuervos y otros pá- jaros dispuestos á hacer presa en los huevos y polluelos de los Larus.» Nido.—De zacate, paja, cordón, papel, etc., forrado con plumas; lo hacen en cajas que se les proporcionan con ese intento. Huevos, 4-5; blanco puro brillante; 0-97 por 0-72. La Golondrina es un ave sedentaria, en Verano, en la mayoría de las localidades. Sin embargo, en aleunos lugares no se presenta, á pesar de ser común á unas cuantas millas de distancia. En diversos puntos ha disminuido su número, mientras que en otros pocos parece haber aumentado. Ninguna de nues- tras aves ha tenido más que sentir del Passer domesticus, que ésta. Sns casas, sus retiros en las cornisas y demás refugios, han sido invadidos por el audaz extran- jero. Las Golondrinas defienden sus moradas con bravura; pero en muchos ca- sos renuncian á combatir. En la región Sudeste de Indiana, son muy pocas las que llegan, comparadas con las que veraneaban allí antes de la llegada de los Gorriones. Esto es lo que pasa en todas las cindades y grandes poblaciones, no sólo en este Estado, sino en toda la parte oriental de los Estados Unidos en ge- neral. En Lafayette, según me dicen, fueron más comunes en 1896 que de cos- tumbre. En Dekalb es raro (Mrs. Hine), no se le encuentra en Waterloo (Suy- der) ni en Redkey (Hathaway). Como vuelven con regularidad cada Primavera, (1) Notes on the Birds of Minnesota by Dr. P. L. Hatch. First Report of the State Zoologist, p- 350. 584 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. supongo que se adaptarán á las circunstancias, y que volverán á ser numerosos. Esto podría impedirsé teniendo preparadas las cajas para ponerlas tan luego como llegasen las Golondrinas. Entonces los Gorriones no podrían ocuparlas de antemano, y con una poca de vigilancia de nuestra parte, las Golondrinas asegurarían su habitación y la conservarían. Sentiríanse animadas á volver, además, al ver que se les guardaban sus casas cada año hasta la época de sn llegada. Los machos son los que llegan primero; las hembras no vienen sino más tarde. Sus amores empiezan á principios de Abril, ó inmediatamente des- puós de su llegada, si arriban tarde. En 1896, el Prof. W. P. Schannon notó que comenzaban á construir en Greensburg el 25 de Abril. El 9 de Mayo el nido es- taba concluido, y pusieron el primer huevo. Es evidente que ponían un huevo diario, pues el 13 de Mayo había cuatro huevos, y la hembra empezó á tapar. Generalmente, los polluelos están en estado de dejar el nido hacia fines de Ju- nio. Observé que aprendían á volar, desde el 28 de Junio hasta el 9 de Julio. Después de que emprenden el vuelo los polluelos, ni ellos ni los padres vuelven al nido á dormir. El Sr. Otto Widmann nos dice que, al llegar la noche, forman grupos en las alamedas de sauces, adonde se retiran á descansar, dispersándose al amanecer. Sus alegres cantos resuenan por doquiera en Julio. El Sr. Widmann observó que cantaban aún en Agosto. Su chillido se deja oir todo el tiempo que perma- necen. Se marchan á principios de Agosto. La Golondrina es generalmente apreciada, á pesar de que destruye muchas abejas y otros insectos útiles. Por consiguiente, es necesario que se coma una eran cantidad de insectos nocivos, para compensar el perjuicio que origina ma- taudo á los útiles. El Prof. King dice que se come 14 abejas, S escarabajos, 2 mariposas, 9 tábanos y 3 moluscos. (Geol. of Wis., L, p. 24). «La Golondrina emigra de la parte tropical de América, y se dirige, tanto al Norte como al Sur, anidando en la República Argentina.» % «Sus nidos naturales son los huecos de los árboles y de las rocas; las cajas ó sus equivalentes, constituyen una innovación que ha sido uy bien recibida por estas progresistas aves: así es que en los distritos populosos casi no se conocen otros nidos. La Golondrina rivaliza con el Petrochelidon lunifrons y el Hirundo erylhrogastra en materia de domesticidad, sobrepasando á la Tachycineta bico- lor. En el Oeste es muy distinto, ó por lo menos, lo era cuando estudié á las Go- londrinas en los que entonces eran los desiertos de Arizona. En Fort Whipple, en Verano, abundaban al estado sedentario en la localidad rodeada de pinos, adonde llegaban á principios de Abril para partir á fines de Septiembre. Vivían, formando colonias, en lo que podrían llamarse sus casas, coustruidas por los há- biles é industriosos Carpinteros. Muchos majestuosos pinos tenían la copa muer- ta, como un ornitologista senil enyo cuerpo hubiese sobrevivido á su cabeza, y (1) A, W. Butler. The Birds of Indiana. Department of Geology. 22* Annual Report. 1897, p. 990. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 585 presentaban el aspecto de una desesperación grotesca, cargados en el piso supe- rior con un tablazón inútil. Aquí de los Carpinteros. especialmente formicivo- rus, que se apresuraban á construir casitas de muñecas y llegaban como niños que corren al granero. No era posible encontrar casas más apropiadas, y las Go- londrinas lo sabían. Muchos de esos pintorescos establecimientos estaban com- pletamente ocupados por unmerosos pares de Golondrinas, que no se conforma- ban con los agujeros abandonados por los Carpinteros, sino que una vez conelni- do un establecimiento, y cuando los Carpinteros se sentían inclinados á ocupar sus habitaciones, recibían orden de desalojar, y generalmente obedecían. Pare- cían desear la paz á cualquier precio, pues aunque podían resolverse á vivir como vivió nn filósofo con Xantipa, no valía la pena querellar eternamente con aquellas enérgicas y volubles avecitas, y sufrir tanto por defender sus derechos. Así, pues, las Golondrinas salían triunfantes, y se les podía ver descansar en las puntas de los ramos marchitos, estremeciéndose nerviosamente, como es costum- bre de su tribu, mientras que su barnizado plumaje brillaba al sol, ó se alisaban las plumas en la elaborada toilette requerida para librarse de aleunos de sus pequeños huéspedes, ó se lanzaban con redoblada volubilidad en pos de algún Cuervo ó Gavilán que se aventuraba demasiado cerca de la metrópoli. Presta- ban mucha vida á aquellos sombríos y traidores bosques, en que había peligros ocultos hasta en el aire, en el tiempo de que hablo, mientras que las arboledas ocultaban muchas atrocidades, guareciéndolas de la luz del día. Los nuevos ha- bitantes de Arizona hallarán, sin duda, á los Carpinteros, disfrutando de la po- sesión de todos los árboles perdonados por el hacha, en tanto que las locuaces Golondrinas se agrupan alrededor de su habitación. Si es afecto á gozar de una siesta en la mañana, podría ocurrírsele que Tereo, aunque era un réprobo, no era completamente malo, después de todo, y preguntaría de muevo, entre dos bostezos:— “Quid matutinos Progne mihi garrula somnos Rumpis, et obstrepero Danlias ore canis? Dignus epops Tereus, qui maluit ense putare Quam linguam immodicam stirpitus ernere.*0) PROGNE CHALYBEA. Hirundo chalybea, Gm. Syst. Nat. L, p. 1,026". Progne chalybea, Lawr. Am. Lyc. N. Y. VII, p. 3183, Cab. J. f. Orn. 1860, p. 402%; Sel. et Salv. P. Z. S. 1873, p. 258% 1879, p. 495*. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 445. 586 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Progne purpurea (uon Linn.), Cab. in Schomb; Reise n. Guian. IL p. 671”. Progne dominicensis (nec Linn.), Burm. Syst. Ueb. IT, p. 141”; Sel. P. Z. S, 1857, p. 201*; 1859, p. 364% 1860, p. 292*”; Sel. et Salv., Ibis, 1859, p. 13”; Taylor, Ibis, 1860, p. 110” Owen, Ibis, 1861, p. 61”. : Hirundo domestica, Vieill. N. Dict. d'Hist. N. XIV, p. 520 (ex Asara)*. Progne domestica, Pels. Orn. Bras., p. 17”. Progne leucogaster, Baird, Rev. Am. B. L, p. 280”; Salv., Ibis, 1866, p. 203"; Lawr. Am. Lyc. N. Y. IX, p. 96"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 547"; V. Frantzins, J. f. Orn. 1869, p. 294%; Sel. et. Salv. P. Z. S. 1867, p. 569”; 1870, p- 838%; Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. no. 4, p. 17”. Supra chalybeo-ceernlea unicolor, alis candaque nigricantibus chalybeo ex- tus lavatis; subtus fusca, abdomine et crisso albidis, maecnla hypochondriaca ce- lata alba; rostro et pedibus nigris. Long. tota 6-5, ale 5-4, cauda rectr. med. 2-25, rect. lat. 2-9; rostri a rictu 0-9, tarsi 0-45. (Deser. maris ex San Jerónimo, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari similis, sed colore corporis supra obseuriore. (Descr. feminse ex Ca- habon, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, San Andrés Tuxtla (Sallé*"), Jalapa (de Oca?), regiones ca- liente y templada de Veracruz (Sumichrast”), Tehuantepec (Grayson”), Barrio (Sumichrast”), Guatemala (Skinner””” (O. S. et F. D. G.), (Owen”), Salvador (J. M. Dow”), (O. S.), Honduras (Taylor*, G. M. Whitely”), Costa Rica” (Hoff- manu?, V. Frantzius**, Arcé), Panamá (Arcé, M. Leanuan”).—Colombia?; Vene- zuela; Guayana”; Valle del Amazonas*”; Ecuador "% Brasil", Paraguay”. «México, Estado de Veracruz, Tehuantepec y Belice.» Parece que es nna especie sedentaria en la vasta zona indicada anterior- mente, ó por lo menos, que está sujeta á nua emigración muy parcial. Según el Prof. Sumichrast, se le encuentra en México” en las costas de ambos Océanos, y en el departamento de Veracruz no se extiende á una altura mayor de 4,000 pies. Añade que cría en Orizaba, en los campanarios de las iglesias y en los edi- ficios viejos. En Guatemala se le encuentra también, por regla general, en los distritos bajos. El Sr. W. H. Hudson” ha hecho nna buena descripción de los hábitos del P. chalybea. Los huevos de esta especie son blancos”. (1) Laurencio y Beristain, p. 44. (2) P. Z. $. 1872, p. 605. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 587 PETROCHELIDON. Petrochelidon, Cabanis, Mus. Hein. L, p. 47 (1850). (Tipo Hirundo melanogaster, Sw.; Petrochelidon swainsoni, Sel.); Baird, Rev. Am. B. I, p. 286. Hay cuatro especies americanas de este género, tres de las cuales se hallan dentro de nuestros límites. La cuarta es el P. ruficollaris, Peale, de la región occidental del Perú; es un ave que no conocemos, pero el Prof. Baird la reco- noce. Otras especies, aparentemente congéneres, se encuentran en varias partes del Antiguo Continente; tales son: el P. nigricans de Australia, y el P. spilodera del Sur de África; así es que los Petrochelidon tienen una zona de distribución mny extensa. Lo mismo que en el Progne, las ventanas de la nariz se abren hacia arriba, sin ninguna membrana colgante; pero el tamaño y la coloración general de la especie, es muy diferente de la de los miembros del Progne. Las plumas de la frente son rectas y cerdosas, en vez de estar alisadas como en el Progne, y la co- misura del maxilar forma una simple curva y no es sinuosa. Excepto el extre- mo proximal, los tarsos están desnudos y la rabadilla bermeja. PETROCHELIDON PYRRHONOTA. Hirundo pyrrhonota, Vieill. N. Diet. d'Hist. N. XIV, p. 519”. Petrochelidon pyrrhonota, Sel. et Salv. Nomencl. Ay. Neotr., p. 14”. Hirundo americana, Gm. Syst. Nat. L, p. 1,017*? Petrochelidon americana, Cab. Mus. Hein. L, p. 47*; Pels. Orn. Bras., p. 17”. Hirundo lunifrons, Say, in Long"s Exp. II, p. 47% Dresser, Ibis, 1865, p. 479". Petrochelidon lunifrons, Sela. Cat. Am. B., p. 40% Lawr. Anu. Lyc. N. Y. VII, p. 317”; Baird, Rev. Am. B. I, p. 288" Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. II, p. 271"; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 334%; Cones, B. Col. Vall. L, p. 426”. La Nat,—Ser. 11,—T. I.—Enero 1902. 75 588 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Supra chalybeo-cernlea, alis et cauda nigricantibus; plumis dorsi medii albo marginatis, fronte lactescenti-alba, nucha fusca, nropygio rufo; capitis late- ribus cum gutture rufis, mento et plaga pectorali nigris; corpore subtus reliquo albo, pectore hypochondriis et crisso pallide fuscis; rostro nigro, pedibus cory- linis. Long. tota 5-3, alee 4-15, caudee 1-95, rostri a rictu 0-55, tarsi 0-5. (Deser. maris ex Washington, U. S. Mus. nostr.). 2 mari omuino similis. Hab. Norte América*””.—México (De Saussure”), Mazatlán y Tepic (Gray- son”), Panamá (MW Leannan”? J. M. Dow””).—Brasil?; Paragnay?. «México, re- gión occidental y Mesa Central.» % Las únicas noticias que tenemos, relativas á la residencia del P. pyrrhonota en México, son debidas á Grayson, quien le vió anidar, en el mes de Mayo, en las orillas del río de Mazatlán, donde parece que sólo habita en Verano, pues no se le observa en Invierno”. Por lo tanto, Mazatlán puede considerarse como el límite meridional de los cuarteles en que anida; pero al Norte de este punto, en los Estados Unidos, es una especie muy común, excepto en la parte Sur. «Un feliz conjunto de circunstancias, es necesario para satisfacer á estas aves en materia de sitio para colocar el nido. No sólo necesitan peñascos ó algo que los substituya, sino que éstos deben estar situados en parajes lodosos, que posean cierto grado de plasticidad y viscosidad. Estos requisitos se encuentran al Oeste, á lo largo de innumerables corrientes, donde estas aves se renuen en eran cantidad; y esta dispersión general, comparada con su distribución, un tanto esporádica al Este, se explica con facilidad. Las grandes venas del Ocste — el Missouri, el Columbia y el Colorado, así como la mayoría de sus tributarios — sirven de retiro á infinidad de Golondrinas. Todo el mundo conoce la arquitec- tura de estas avecillas; pero presenta multitud de detalles interesantes, que quizá no han sido suficientemente estudiados en nuestros tratados. Se ha convenido generalmente en que el nido más perfecto, esto es, el nido completamente aca- bado y provisto de cuello, semejante á un botellón inclinado — que este nido con «nariz de botella» ó «forma de retorta» — es el nido típico que indica el método primitivo que observaban al construir.» «Pero esta manera de ver las cosas no nos satisface. Recordando que las Go- londrinas anidaban originariamente en agujeros, inferimos que su arquitectura consistía en un muro, muralla ó parapeto, que defendía, y quizás amplificaba, una cavidad natural en la cara de un peñasco. Todavía son bastante visibles las huellas de estas obras, en los casos frecuentes en que escogen un hueco en la pared y lo cubren, ya sea con un verdadero vestíbulo ó con una simple orilla en forma de copa, hecha con lodo. Probablemente se vieron sujetas á un largo aprendizaje, antes de adquirir la destreza suficiente para pegar un nido contra una superficie perfectamente lisa y vertical. Se requería aún cierta clase de ni- (1) Laurencio y Beristain, p. 44. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 589 do abovedado, para llevar á cabo la idea de anidar en agujeros, rasgo innato á los Hirundinidos, y que implica un asilo seguro para los huevos. Se encnen- tra en una de las formas de nido más comunes, esto es, en una construcción he- misférica, verdadero parapeto, con un agujero en la parte más protuberante ó precisamente debajo. La adición de un cuello al nido, como se nota en los que consideramos mejor trabajados, parece debida simplemente á un exceso de energía constructora, parecido al que induce á otras aves á acumular una can- tidad increible de basura. Esta arquitectura me recuerda la idea del irlandés acerca de la manera de construir cañones, escogiendo un agujero y echando el metal fundido alrededor. Tal es la regla cuando hacen el nido en un sitio ex- puosto. Pero desde que las Golondrinas se han decidido á construir bajo los ale- ros de los tejados ú otros puntos salientes, los nidos con cuello de botella, y aun los globulares, han caído en desuso, y ahora se edifican millares de nidos tan abiertos como los del Hirundo erythrogastra: simples medias copas adheridas á la pared, y que se distinguen principalmente de los de la especie citada por el heno que contienen. Supongo que se trata de un caso de atavismo, de un retro- ceso á los hábitos primitivos. El Hirundo erythrogastra y el Petrochelidon luni- frons, son nuestras únicas especies que no escogen agujeros ó sus equivalentes; el requisito de que tengan abrigo y cubierta, indispensable en todos los casos, se los proporciona el techo bajo el cual anidan: así es que resultaría superfluo te- char el nido. He aquí el origen de las copas abiertas que actualmente construyen.» «Considerando el empeño con que la mayoría de las aves tratan de ocultar sus nidos y de esconderse durante la inenbación, parece extraño que estas Gro- londrinas aniden bajo los aleros de los tejados, de un modo muy visible, y que busquen el peligro, por decirlo así. Richardson comenta esta singular y excesiva confianza en el hombre, traicionada á menudo, y que á fin de cuentas no puede servir para los intereses de la tribu. Refiere que una colonia persistió en anidar en un paseo muy frecuentado, donde las cabezas de los transeuntes rozaban los nidos al pasar, y donde estabau expuestas á la curiosidad y al pillaje; á pesar de todos estos inconvenientes, insistieron en continnar anidando allí, aunque ha- bía en las inmediaciones retiros igualmente cómodos y mucho más seguros. Sir John se pregunta qué causa habrá suscitado esta repentina confianza en la raza humana, y qué detalle de economía inducirá á estas aves á poner sus crías en los sitios más expuestos que pueden encontrar. Todos hemos observado lo mismo, y notado la insistencia con que estas y otras Golondrinas persisten en sus caprichos, aunque por ello se vean sujetas á toda clase de molestias, y arrojadas repetidas veces de su morada con los nidos destruidos. Recuerdo dos casos notables. En Fort Pembina, Dakota, una colonia se propuso anidar debajo del pórtico de las barracas de los soldados, casi al alcance de la mano. Como eran bulliciosas y sucias, declararon que eran un estorbo, y que se les debía desterrar; pero todo fué inútil: permanecieron con todo y nidos. En la provincia de Manitoba, en uno de los mercados que visité, sncedía lo mismo: sus nidos fueron demolidos repe- 590 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. tidas ocasiones, á causa de la basura y el ruido que hacían; pero por fin se can- saron de su obstinación los dueños del terreno, y las dejaron en paz. Yo creo que esta insistencia es debida á la repugnancia con que abandonan el útil abri- go que los aleros les suministran contra la intemperie; tal vez esto influyó al principio en el cambio de sus costumbres. El nido del Petrochelidon lunifrons está hecho con lodo, y cuando el calor del sol ha convertido á éste en adobe, es una habitación bastante segura en tiempo de secas, pero expuesta á desaparecer durante una tempestad. Este accidente es muy común. El instinto del ave le in- Tica que debe resenardar el nido de la Uuvia. Éste puede ser el motivo que las decide á amontonar los nidos, como se observa cuando edifican en las caras de los peñascos, porque, evidentemente, una masa semejante resiste la intemperie mejor que un solo edificio.» «Es muy agradable observar el establecimiento y los progresos de una de estas colonias. Aparecen repentinamente, llenas de entusiasmo y animación, ann- que indecisas, y discuten al vuelo antes de tomar la resolución final. Algunas Golondrinas empiezan ya á apoderarse de las más pequeñas desigualdades de los aleros; otras sirven de correos, y van y vienen al montón de lodo más cerca- no; otras bajan como plumas á beber agua, y todas dan pruebas de la mayor ex- citación. Mirando con atención á estos descendientes de Israel, en su ingeniosa tarea de hacer ladrillos, se suele ver un círenlo de individuos reunidos en las márgenes de un charco, balanceándose sobre sus delicadas piernecillas, parando las colas y bajando las cabezas para levantar nu poco de lodo. Lio conservan en el pico hasta darle una forma globular; en seguida se marchan y pegan la pelo- tita contra la pared, con tanto cuidado como si se tratara de asuntos de suma im- portancia. Son infatigables; trabajan tanto como las abejas, y una verdadera co- rriente de aves vuela hacia atrás y hacia adelante durante varias horas al día, con intervalos para descansar y comer. En muy poco tiempo concluyen el basa- mento del nido, marcan los perfiles y el lodo no tarda en secarse. Pronto ocupa la habitación uno de la pareja, probablemente la hembra, quien permanece en casa y saluda al macho con redoblados gritos de alegría y gozosos estremeci- mientos de alas, cuando trae nuevas pelotillas, que disponen de común acuerdo como mejor les parece. En tres ó cuatro días concluyen; la casa está hecha, y sólo falta amueblarla. Se visita el corral y se establece una contribución de pln- mas, heno, hojas, hilachas, papel, cordón —las Golondrinas no son muy remil- gosas, —y luego la hembra acaba de arreglar el nido poniendo sus huevos. Con no poca frecuencia llega un hombre armado con un palo y destruye el resultado do tantos esfuerzos, ó bien el enfant terrible del lugar se presenta y se apodera de los huevos para enriquecer su colección de tesoros, ó algún gato los aprove- cha para su cena; pero con más probabilidad, todo les es propicio á las Golon- drinas, y á su tiempo se llena el nido de polluelos.» «Al ver que estas aves trabajan el lodo con el pico, alguien ha supuesto que los nidos están pegados con la saliva de sus dueños. No es esta una suposición A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 591 RÁ == irrazonable: aleunas aves del Antigno Continente hacen nidos con saliva pega- josa quo, al secarse, se endurece como la gelatina. Sin duda, una poca de saliva está mezclada con la humedad natural del lodo; pero la prontitud con que sus nidos se desmigajan al secarse, prueba que tienen poca saliva y que ésta no es mny viscosa que digamos. Es más probable que la humedad de los picos de los pájaros, les sirva para suavizar las pelotitas y no para pegar el edificio.» «En varias partes del Oeste, especialmente en el Missouri y el Colorado, donde nunca he dejado de encontrar montones de nidos de esta especie, he pre- senciado, de vez en cuando, algunas curiosas asociaciones de estos pájaros. En aleunos de los cañones navegables del Colorado, he visto voluminosos nidos de Garzas sobre los arrecifes de peñas planas, cuyas caras estaban estucadas con nidos de Golondriuas. ¡Cómo habrán hormigueado estas juguetonas avecillas al- rededor de la imperturbable y calmada Garza, cuando, doblando las piernas y cerrando los ojos, se haya entregado á la tarea de la incubación en medio de aquella Babel! Otra vez encontré una colonia de Golondrinas en una peligrosa vecindad, cerca del nido del valiente é implacable Paleo polyagrus; sobre los mi- naretes y murallas de su tremendo castillo, situado en la cehuda faz de un pre- cipicio, se había establecido, y gozaba de aparente seenridad, toda una colonia de Golondrinas. Los enormes pájaros parecían ser unos ogros muy respetables, con quienes la multitud de Pulgarcillos tenía, evidentemente, cierta clase de re- laciones.» «Sus hábitos son esencialmente idénticos á los del Chelidon erythrogaster, en lo referente al vuelo y la alimentación; pero su nido es diferente, tanto por la forma como por el material. Consiste en pelotas de lodo, pegadas á la super- ficie perpendicular de las rocas, á una altura considerable del suelo, y debajo de los peñascos salientes ó los aleros y cornisas de los edificios; empiezan por hacer una base ancha, que colocan uniformemente bastante lejos de la cornisa, para dejar sitio á la cavidad, que es muy cómoda, y estaría cerrada á no ser por un cuello, un poco encorvado y algo extendido, que forma la entrada. Á esta abrigada cavidad conducen un forro de zacate fino y plumas. Cinco huevos de un blanco ligeramente rosado, manchados con mayor ó menor profusión de man- chitas de moreno rojizo y purpúreo, aparecen por el 20 de Mayo, á veces más pronto. En cada estación hay dos y tres crías. Están distribuidas de una manera uniforme por todo el estado, en las localidades favorables para la reproducción. Se dice que suelen anidar en las riberas, al estilo de la Clivicola riparia; pero nos parece que esta observación es inexacta. La rapidez de su vuelo previene la urgencia de la inenbación, como una razón para que entren en las madrigueras de las otras especies: así es que, hasta unevas pruebas, nos reservamos nuestra opinión.» “ (1) E. Coues. B. Col. Vall. I, p. 426. (2) Notes on the Birds of Minnesota by Dr. P. L. Hatch. First Report of the State Zoolagist, p. 351. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. ¡Su o] (59) «Las numerosas fechas que se registran de su aparición y reproducción en ciertas localidades, marcan simplemente las épocas en que estas aves abandona- ron seus retiros naturales y constenyeron debajo de los tejados, lo que les permi- tió pasar el Verano en sitios en que anteriormente no podían criar por falta de lugares apropiados. El Dr. Hayden hace notar la abundancia de esta especie en el Missouri, y de sus nidos en los lados verticales de las rocas del río. «Cerca del desembocadero del Río Niobrara, las asperezas de tiza y formaciones cretá- ceas forman altivas paredes verticales, que suelen estar cubiertas, en su totali- dad, por nidos.» Subiendo el río, el año pasado observé lo mismo. Las observa- ciones hechas por Mr. Allen, vienen á confirmar las auteriores: dice que es «un habitante común de la Mesa Central del Continente, y que en toda la extensión de esta región hay pequeñas colonias, anidando en las peñascosas escarpas de las llanuras y montañas. Sin embargo, aun allí manifiesta su predilección por los tejados de las casas, y dondequiera que los encuentra, se apresura á aban- donar, por ellos, sus antignos peñascos.» % Su nido es un montón de lodo en forma de botella ó calabaza, adherido á las rocas ó pegado bajo los tejados; el forro es de plumas y paja. Huevos, 3-5; blancos, manchados de aceituna ó moreno; 0-81 por 0-55. Uno de los recuerdos agradables de mi niñez, consiste en mis visitas al campo, donde los heniles están decorados algunas veces hasta con una doble fila de nidos de esta especie. Creo que en un solo granero, se podrían contar de uno á doscientos nidos, y que muchos pajares hospedan colonias enteras. En la región meridional de Indiana, prefieren las montañas y, por lo regular, anidan formando colonias; sin embargo, se suelen encontrar parejas aisladas. Por re- gla general, vuelven cada año al mismo nido; pero á veces la colonia abandona la localidad primitiva en busca de una nueva. Rara vez anidan ahora á lo largo de nuestros ríos, aunque recuerdo que antes había infinidad de Golondrinas en los graneros de sus orillas. Pareco que éste debería ser el sitio predilecto para construir, á juzgar por la facilidad con que en estos puntos se adquiere el lodo indispensable para ese fin; pero la arena que contiene, es la causa de que muy pocas sean las que aprovechen esto lugar. En dos casos, una colonia llegó á un granero situado cerca del río, y comenzó á anidar. Cuando los nidos ya estaban casi concluidos, se desmoronaron y cayeron. Muchas veces recomenzaron la construcción; pero siempre se venían abajo los nidos al empezarse á secar. Al fin, desesperando del éxito, abandonaron aquella localidad para no volver. He oído decir que una vez construyeron sus habitaciones en una cindad. Hace al- gunos años, encontré á unas cuantas parejas auidando alrededor de un pajar, cerca del canal de Metamora, Ind. Antes que los hombres edificaran graneros, anidaban las Golondrinas eu los peñascos. En algunas partes de los Estados Unidos todavía están ocupados los peñascos. Anteriormente el irreflexivo la- brador, el travieso muchacho y los gatos de la vecindad, eran sus más implaca- (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 88. A. L, HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 593 bles enemigos. Más tarde el hombre introdujo el Gorrión inglés, que en muchas localidades ha conseguido desterrar á las Golondrinas. Cada año son expulsa- das de nuevas localidades. En las épocas lejanas en que anidaban en los peñas- cos, sólo se dejaban ver durante las emiegraciones. Su dispersión por el Estado y por todo el país en general, resultó del apresuramiento con que el hombre les proporcionó habitación. El Sr. Geo. L. Toppan me dice que encontró dos nidos en una colonia de estas aves, que tenían la forma de una calabaza y contenían un nido de Mo- lothrus. Parece imposible que estos huevos extraños hayan podido ser deposi- tados en estos nidos, á no ser que la madre los haya colocado allí con ayuda del pico. Cuando llegan tarde, perecen á causa del frío. Comen insectos, entre los cuales se cuenta gran número de hormigas, piojos, chapulines, avispas, moscas y escarabajos.” PETROCHELIDON SWAINSONI. Hirundo melanogaster, Sw. Phil. Mag. new ser. I, p. 366". Petrochelidon melanogaster, Cab. Mus. Hein. L, p. 47?. Petrochelidon swainsont, Sel. P. Z. S. 1858, p. 296*; 1859, p. 376%; Cat. Am. B., p. 40% Baird, Rev. Am. B. I, p. 290% Salv. Ibis, 1866, p. 192”, Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 547% Lawr. Bull. U. S. Mus. no. 4, p. 17”, Dugos, «La Nat.,> 1, p. 141”. Hirundo coronota, Licht. Preis-Vers. mex Vóg., p. 2, cf. J. f. Orn. 1863, p. 58” (deser. nulla). P. pyrrhonote valde similis, sed fronte rufa capitis lateribus concolori dis- tingnuenda. (Descr. femine ex Oaxaca, México. Mus. nostr.). Hab. México*””, Guanajuato (Dugds*), Mesa de México (Sumichrast*), Me- seta y Real del Monte (Bullock*), Mirador (Sartorins”), Totontepec (Boucard*), Oaxaca (Boucard**), ciudad de Tehuantepec (Sumichrast”), Guatemala” (O. $. et F. D. G..). «México, Mesa Central, Estado de Veracruz y Región Sur.» % Aunque muchos viajeros han encontrado al P. swainsoni en México, no se tienen de él más noticias que las reforentes á las localidades en que se presenta. El Prof. Sumichrast dice que es peculiar de la Mesa Central de México, y que (1) A. W. Butler. The Birds of Indiana. Department of Geology. 22* Annual Report. 1897, p. 991. (2) Laurencio y Beristain, pág. 44. 594 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. rara ocasión se le observa en otra parte; sin embargo, se le ha encontrado en el Estado de Oaxaca, y el mismo Sumichrast lo ha visto más tarde en la ciudad de Tehuantepec, que está situada á poca altura sobre el Océano Pacífico. En Gua- temala sólo la observamos dos veces: una de éstas la encontramos volando so- bre los terrenos abiertos cercanos á Dueñas, á una altura de cerca de 5,000 pies sobre el nivel del mar; y la segunda vez cerca de Godines, sobre el lago de Ati- tlán, en la montaña, á unos 7,000 pies. En ambas ocasiones volaban bajo, atra- pando insectos de la misma manera que los otros iudividnos de la familia. PETROCHELIDON FULVA. Hirundo fulva, Vieill. Ois. Am. Sept. L, p. 62, t. 302. Petrochelidon fulva, Sel. Cat. Am. B- p. 40? Baird, Rev. Am. B. I, p. 291?; Gundl. Orn. Cub., p. S2*. Hirundo peciloma, Gosse, B. Jam., p. 64”. Petrochelidon peciloma, Baird, Rev. Am. B. LI, p. 292%, Similis precedentibus, sed pectore, hypochondriis et crisso rufis distingnen- da; macula quoque pectoralis nigra abest. (Deser. exempl. ex Yucatán. Mus. nostr.). Hab. México, región septentrional de Yucatán (Gaumer); Panamá (WLean- nau).—Antillas 4123, Esta ave de las Antillas se encuentra en Yucatán, donde el Sr. Gaumer ob- tuvo un ejemplar absolutamente ignal á nuestros ejemplares cubanos. Dicho se- ñor dice que es una especie sedentaria en Yucatán, donde frecuenta los agujeros llamados «senotes.» El Dr. Gundlach* dice que en el Otoño, el P. fulva cambia de localidad en Cuba, dirigiéndose de las regiones más septentrionales á las más meridionales de la isla; anida de Marzo á Junio en diversos lugares, en las ca- sas, cobertizos y cuevas; hay eran cautidad de estos pájaros, pero no están dis- tribuidos por igual en toda la isla. Ponen de cuatro á cinco huevos blancos, en- biertos de manchas lilas, y otros de moreno rojizo. En Jamaica es una especie muy familiar, y anida en gran número en las casas próximas á las plantaciones. «Ys común en las cuevas llamadas «senotes,» y es sedentaria en Yucatán.» * (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 442. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 595 HIRUNDO. Hirundo, Liunens, Syst. Nat. L, p. 343 (1766); Baird, Rev. Am. B. l, p. 293. Sólo una especie de verdadero /Tírundo se presenta en América; su pariente más cercano es tal vez el H. gutturalis, forma meridional del conocido 4. rus- tica de Europa. El gónero contiene unas veinticinco especies, distribuidas en gran parte del mundo. Hirundo se distingue de Atticora por su abertura nasal, que está cubierta por una membrana, al grado que la nariz se abre lateralmente. El mismo carácter se encuentra en Tachycineta; pero en ese género la cola está hendida muy ligeramente, mientras que en /fiírundo las plumas laterales son dos veces más largas que las centrales. «Los Fisirostres pertenecen, principalmente, á los países calientes. Su nú- mero va disminuyendo de un modo considerable, á medida que se aproximan al polo; en las comarcas frías sólo se encuentran alennos individuos aislados.» «Sn presencia en una localidad, es determinada por su régimen. Los países cálidos les ofrecen siempre alimento en abundancia, en tanto que en los países fríos sólo lo encuentran en ciertas estaciones. Así, pues, las especies que viven en la zona templada, son la mayor parte aves emigrantes, mientras que las que habitan la zona tórrida no emigran jamás.» «Los Fisirostres se muestran en todas las localidades del campo inmenso de su área de dispersión. Unos buscan las florestas, otros las estepas y las malezas, otros viven en medio de las rocas, y otros, en fin, se establecen en las habitacio- nes humanas.» «Se distinguen, sobre todo, por la ligereza y rapidez de su vuelo; el aire es su verdadera patria. No se cansa uno de admirar la fuerza y la duración de sus ejercicios aéreos. Parecen no conocer la fatiga; el poder de los músculos de sus alas parece inagotable. Ciertas especies pasan todo el día en el aire, sin descan- sar un momento; otras se posan duraute aleunos momentos, pero lo hacen, no tanto por reparar sus fuerzas, cuanto por charlar un poco con sus semejantes. Sólo la noche pone término á su actividad. La mayoría de los Fisirostres tienen hábitos nocturnos; éstos son inferiores á las especies diurnas por todos sus Ca- racteres. El vuelo de estas aves no sólo es rápido y ligero, sino también sosteni- do, desembarazado, gracioso. En cambio, son torpes ó impotentes en el suelo, en los árboles y en las grietas de las rocas. En tierra apenas pueden saltar; mejor dicho, no hacen sino arrastrarse. Las alas son, pues, órganos indispensables pa- ra su existencia, porque casi no pueden servirse de sus patas.» La Nat.—Ser. 11.—T, I1.—Enero 1902 76 596 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. «Su vista es muy penetrante, más perfecta que los otros sentidos; el oído y el tacto están bastante desarrollados; en cuanto al olfato y al gusto, es difícil decir qué grado de desarrollo alcancen. Su inteligencia es mediana. Algunos son prn- dentes; pero la mayoría son estúpidos. Unos son joviales y alocados; otros, afec- tos á las querellas; unos despliegan cualidades bastante nobles, en tanto que los demás son, cuando mucho, groseramente astutos. Casi todos son sociables, y muchos viven por bandadas, aun en la época de los amores. El macho y la hem- bra se son muy fieles, y manifiestan un vivo afecto por sus pequeños.» «De la presencia ó ausencia de los músenlos de la laringe, resulta que cier- tos Fisirostres son capaces de cantar, mientras que otros sólo emiten sonidos más ó menos chillones. Yo no creo que esta diferencia tenga todo el valor que han querido atribuirle aleunos naturalistas modernos: en los Fisirostres, á lo menos, parece ser muy insignificante.» «Todos los Fisirostres tienen el mismo régimen. Se nutren con insectos de todas clases, y excepcionalmente con mamíferos pequeños; todos comen también bayas y frutos. Cogen los insectos al vuelo. Los que cazan de día, no están cons- tantemente en las mismas capas atmosféricas. Pasan rozando el suelo, y suben de repente á alturas prodigiosas, rivalizando á este respecto con el halcón. Las especies nocturnas se elevan menos, y permanecen en una zona bastante limita- da. Su vuelo ligero y fácil, su pico hendido y su tras boca enorme, les facilitan la captura de su presa; sorprenden á los insectos, y se los tragan de golpe, sin haberlos antes matado y despedazado.» «Los Fisirostres necesitau mucho alimento, porque gastan una cantidad con- siderable de fuerza. Así, pues, todos son voraces, y su avidez aumenta en rela- ción con la rapidez de sn vuelo. Comen todo lo que cazan, y cazan todo.lo que encuentran. Creeríase que siempre están hambrientos. Sin embargo, pueden, cuando es menester, permanecer muchos días, y hasta una semana, sin tomar alimento.» «Su manera de reproducirse es muy variable. Unos anidan en el suelo, en una excavación apenas marcada; otros construyen un nido de los más singula- res: se establecen en una cavidad que ellos mismos hacen, ó bien se hospedan en la excavación que les ofrece una hoja grande. Sus huevos varían mucho de color y de forma: ponen de dos á seis. La hembra los tapa sola generalmente; durante el período de la incubación, el macho la alimenta. Los dos padres eni- dan por igual de los pequeños. Cuando la estación es favorable, muchas espe- cies anidan dos veces; pero la mayoría anidan una sola vez al año.» «Los Fisirostres son atormentados por numerosos parásitos; en cambio, tie- nen pocos enemigos naturales. Su agilidad y la rapidez de su vuelo, les ayudan á escapar de muchos peligros. Varios tienen conciencia de ello, y se complacen en acosar á los rapaces, y en advertir á otros animales el peligro que les ame- naza. Siu embargo, los Fisirostres más ágiles, las Golondrinas, por ejemplo, no pueden escaparse siempre del halcón, y con frecuencia encuentran la muerte en- A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 597 tre sus garras. Las comadrejas y las ratas, destruyen también un gran número de estas aves. El hombre sólo las persigue por excepción. Las especies que vi- ven á su lado, y que conoce mejor, han sabido conquistarse su amistad por me- dio de la dulzura y la coufianza. Gozan de una estimación que las hace inviola- bles. El pueblo ve en ellas seres sagrados, y tiene razón. Sagrados son, ó por lo menos deben ser, para nosotros, todos los animales que nos son útiles, que no pueden causarnos el menor mal.» HIRUNDO ERYTHROGASTER. «Golondrina, Cuienitzcatl.» Hirundo erythrogaster, Bodd. Tabl. Pl. Enl., p. 45%; Sel. et Salv. P. Z. $. 1867, p. 569”; Pels. Orn. Bras., p. 18% Conues, B. Col. Vall. L, p. 4074 Hirundo horreorum, Barton, Fragm. Nat. Hist. Penns. L, p. 17% Baird, U. S. Bound. Surv. IL, Birds, p. 11% Rev. Am. B. I, p. 294” Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 13% P. Z. S. 1864, p. 347”; A. et E. Newton, Ibis, 1859, p. 66"; Lawr. Ann. Lye. N. Y. VIL p. 317*; VILL p. 98%; Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 17'; Mem. Bost. Soc. Nat. Hist. II, p. 271*; Proc. U. S. Nat. Mus. l, p. 455%; Sel. P. Z. S. 1864, p. 173"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 547"; Salv. P. Z. S. 1870, p. 184"; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. L p.339”; Dugés, «La Nat.,» L, p. 141”; Gundl. Orn. Cub. 1, p. 82%; Zeledon, Cat. Av. Costa Rica, p. 57. Hirundo rufa, Gm. Syst. Nat. L, p. 1,018% Burm. Syst. Ueb. TIT, p. 148%, Hirundo finnaria, Licht. Preis-Vers. mex. Vóg., p. 2, ef. J. f. Orn. 1863, p. 58?. Hirundo rustica, Jones, Nat. Berm., p. 34%. Supra chalybeo-cernulea, alis et canda nigris, fronte, entture et erisso fulvo— rufis, subalaribus et abdomine paulo dilutioribus, pectoris lateribus dorso con- coloribus; cauda furcata elongata, rectricibus omnibus preeter dunas medias albo maculatis; rostro nigro, pedibus corylinis. Long. tota 6-0, alee 4-5, canda rectr. med. 1-8, rectr. lat. 3-1, rostri a rictn 0-5, tarsi 0-4. (Deser. exempl. ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). Av. hornot. Subtus albescens, fronte, gutture et erisso oix fulvo tinctis, can- da minus elongata. (Descr. exempl. ex Calobre, Panamá. Mus. nostr.). Hab. Norte América*”.—México”, San Diego en Nuevo León (Couch”), Guadalajara y Tepic (Grayson*), Guanajuato y Puebla (Dugés”), Valle de O México (White*”), Mesa Central (Sumichrast”), Tehuacán y Tehuantepec (Sumi- (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. I, page 520. (2) A. L. Herrera, Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, pág. 326, 598 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. chrast”), Yucatán (Gaumer), Guatemala”* (O. S. et F. D. G.), Costa Rica (Ze- ledon”), Panamá (Arcé*, M'Leannan'”", J. M. Dow” O. S.).—Antillas 202; América del Sur*%, «México, en toda la República.» % Es indudable que la Golondrina de Sud América es la misma que la del Continente septentrional, y que visita el primer país durante el Otoño, Invierno y principios de Primavera, retirándose hacia el Norte, en plena estación, á ani- dar. En la América del Sur se presenta entre Septiembre ú Octubre y Abril. En las Indias Occidentales es poco conocida en Jamaica; pero en Cuba se le en- enentra, tanto en la emigración de Otoño como en la de Primavera, aunque no pasa en la isla los meses intermedios. El Dr. Gundlach manifiesta que en el Otoño no hay individuos perfectamente emplumados; pero que sucede lo contra- rio en Primavera”. En México, Grayson dice" que es muy abundante en Mayo y Junio en Tepic, en donde anida, aprovechando los techos de las casas y los co- rredores; agrega'* que sólo se presenta por accidente en la costa en Septiembre y Octubre, época en que aparentemente emigra. Se dice, asimismo, que anida en la Mesa Central de México"; tenemos en nuestro poder una nota del Señor le Strange, en que asegura que reenrre á las casas de la cindad de México con el fin de criar. En Norte América, el Hirundo erythrogaster lega en Verano, y se dispersa por todo el país, incluyendo las Provincias Británicas y Alaska, y llegando has- ta Groenlandia y las Bermudas”. «Región de la meseta. No se encuentra en el Estado.» «Azara dice que observó alennas por Diciembre; «pero que un día de Sep- tiembre que hacía frío extraordinario, cogió algunas de una bandadita que en- tró en el rancho ó choza campestre donde él estaba, en los 27 grados de latitud Sur de Paraguay. Hojeando la Gaceta de Literatura de México, por Don José, Antonio Alzate Ramírez (1788, núm. 14), encontré una memoria sobre la trans- mieración de las Golondrinas. Después de hablar de los Aviones grandes (Progne subis) y de los chicos (Petrochelidon swainsoni), pasa á describir sncin- tamente la Golondrina que nos ocupa, y dice que no deja el país sino con inme- diación del frío: en el año de 1785 se veían, á principios de Octubre, unidas en sociedad para dar la estampida; pero en el de 1787 permanecieron hasta el 25 de Octubre. Alzate agarró aleunas, y les aplicó unos anillos de alambre en las piernas; por espacio de cuatro años, cogiéndolas de nuevo durante la noche, las vió volver en la Primavera al mismo sitio: según sus cálculos, una Golondrina puede volar más de tres cuartos de hora sin intermisión, y recorrer nueve legnas por hora.» (1) Laurencio y Beristain, pág. 44. (2) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz, ““La Naturaleza,” tomo I, página 305. (3) Esta memoria del P. Alzate ha sido reimpresa en el Apéndice á ““La Naturaleza,” vol. VI, p.157.—J. $. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 599 «Las Golondrinas que vemos en Guánajuato nos vienen del Sur: este hecho lo he verificado á mi regreso de Europa en 1869, pues las encontré en gran can- tidad en Orizaba: pocos días después ellas arribaron á México, donde yo me había quedado, y no llegaron á Guanajnato sino más tarde, cuando ya estaba en esta capital: si no me engaña mi memoria, hubo un intervalo de más de 30 días, entre aquel en que las ví en Orizaba y el en que vinieron á Guanajuato. En general, se observan por acá á mediados de Marzo, y rara voz á finos de Febre- ro; anidan y empollan en nuestras casas, y cenando se marchan con los pequeños, ya bien emplumados y sin ribete amarillo en el pico, lo verifican hacia media- dos de Septiembre, rumbo al Sur.» «Nótese que Azara vió nuestras avecillas en Septiembre y Diciembre, y re- enérdese lo que dice Alzate de la velocidad, y se comprenderá cómo las que han salido de las comarcas del Sur de la República Mexicana, pueden llegar en Sep- tiembre á Paraguay, mientras que las que parten de regiones más septentriona- les, como los Estados Unidos del Norte, pueden ganar el punto susodicho por los meses de Octubre y Noviembre.» «Es, pues, casi seguro que la Golondrina de guías (Hirundo horreorum, Bart.) pasa el Invierno en el centro de la América del Sur, de donde vuelve para anidar en el tiempo de calor, haciendo en el camino pausas más ó menos dilatadas, según vienen cansadas ó no.» Nora.—«Parte de lo que precede ha sido basado sobre los cálculos de Alzate; pero después de escrito el artículo, me encontré unos apuntes que tomé en Abril de 1853, á bordo de un buque: hallándonos á cien leguas de las costas de España, entre este reino y las Islas Azores, recogimos una Golondrina que se abatió rendida de cansancio sobre los bordajes: si esta ave pudo recorrer de un volido 400,000 metros, es evidente que las que emigran hacia Paraguay, podrán hacer lo mismo cuando estén ayudadas por el viento, pues la que cito venía impulsada por los vientos alisios que soplaban con fuerza. Es un dato más para corroborar la idea de que las Golondrinas de México llegan fácilmente en un par de meses al centro de la América del Sur, facilitándoseles este viaje por los nume- rosos descansos que pueden tomar en camino.» Y «Una parvada compuesta de 50 ó más individuos, pasó volando sobre una agnada el 28 de Abril; pero esta especie no volvió á presentarse en todo el año, y probablemente es una simple especie emigrante.» «Poco después de nuestra llegada á María Madre, vió mi asistente nuas enantas golondrinas, que supongo pertenecían á esta especie; pero no se capturó ninguna. Sin duda eran emigrantes extraviados, pues no se les ha vuelto á ver.» «Es, indudablemente, la especie más abundante de toda la familia en todo (1) A. Dugés. “La Naturaleza,” vol. VII, p. 77. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 442. (3) E. W. Nelson. Notes on Certain Species of Mexican Birds, p. 54. 600 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. el Estado, adonde llega á fines de Abril para anidar á mediados de Mayo. Sn presencia se nota con facilidad, pues tiene la cola en extremo dividida, y busca el interior de los graneros y otros parajes semejantes para anidar en las vigas, Si no encuentra los sitios favoritos para anidar, acepta una habitación bajo el tejado, como el Petrochelidon lunifrons, ó bien, si tampoco obtiene esto, se mar- cha á los bosques y escoge un tronco ó árbol hueco, tan abierto, que casi no que- da sino la cáscara de la parte seca, ocnpándole con diez, veinte ó más nidos. El exterior está hecho con lodo, acarreado en forma de pelotitas y amasado con la saliva del pájaro; lo llenan con la cantidad necesaria de heno fino. Cuando tiene las proporciones convenientes, lo forran con zacate suave cubierto con plumas neglisentemente colocadas. Ponen de cuatro á cinco huevos blancos, de un tinte rosado color de carne, con virenlitas de dos matices de moreno y púrpura roji- zO. A menudo tienen tres crías en la estación; pero con más frecuencia se limi- tan á dos. A principios del Otoño se reunen en parvadas numerosas, y después de merodear durante unos cuantos días por los manantiales solitarios y los gran- des pantanos, desaparecen de un modo tan brusco, que no es extraño que mues- tros antepasados creyesen que invernaban en los pantanos y tremedales. En un país tan desprovisto de árboles, no era de esperarse que el Chelidon erythrogas- ter estuviese universalmente distribuido; pero nunca deja de presentarse donde las condiciones favorecen sus hábitos de incubación. En las anchas llanuras del valle del río Rojo, donde todavía hay pajares por excepción, las he encontrado con frecuencia en gran número, Como todas las Golondrinas sociables, son por doquiera bien acogidas por los agricultores, pues no se alimentan con los pro- ductos de la industria del hombre.» «Nido cóncavo hecho con lodo y paja, forrado con plumas y adherido por un lado á la madera de un pajar ó á las paredes de una bodega. Huevos, 3-5, blancos, manchados de un color aceitunado y moreno rufo; 0--77 por 0-54.» «Es una ave sedentaria, abundante en Verano. No se le encuentra en colo- nias, como al Petrochelidon lunmifrons, pero frecuenta los heniles, las alquerías y las casas viejas del campo, y á veces de la cindad. Construye en el interior de los edificios, y generalmente en una casa sólo hay una pareja. Anteriormente anidaba, asimismo, en las bodegas y en los sitios abrigados de los peñascos; pero ha adaptado su vida á las nuevas condiciones actuales. Lo mismo que otras Gro- londrinas, es afecta á frecuentar los arroynelos, estanques y otros puntos pare- cidos. Suelen ser destruidas por las tempestades.» «El Prof. King encontró que 11 habían comido 14 palomillas pequeñas, 40 moscas (entre éstas 33 tipulidos), 6 escarabajos y una mosca dragón. Las inves- tigaciones del Prof. Forbes producen resultados semejantes. Muchas personas aprecian á estas aves, pero otras hacen lo contrario. Valen mucho, pues sirven á la humanidad, y casi no tienen defectos. El dinero que nos ahorran destru- (1) Notes on the Birds of Minnesota by Dr. P. L. Hatch. First Report of the State Zoologist, p. 352. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 601 —. yendo insectos, las hace acreedoras á que nos ocupemos de ellas para proteger- las y animarlas. Se deben dejar aberturas á los lados de los graneros y otras construcciones, y declives en el exterior de las casas, para que se sientan atraí- das á anidar en nuestras habitaciones y haciendas.» % «La gran fuerza que tienen en los músculos de las alas, les permite pasar rápidamente de un país á otro, según las exigencias del tiempo.» «En Hirundo y Petrochelidon, los huevos son manchados con fondo blanco; las manchas son de diversos tintes de moreno rojizo y moreno obscuro. Los de Tachycineta bicolor y thalassina, los de Cotyle y Setelgidopteryx y Progne pur- purea, son de un blanco puro y sin manchas.» «Wilson decía «que ni la luz del cielo, ni el espacio, ni los árboles, ni nin- eún otro de los objetos que nos ofrece la naturaleza, nos son tan conocidos como las Golondrinas. En efecto, las acogemos con delicia, como fieles precursoras de la florida Primavera y del rubienndo Verano, y cuando, después de un invierno largo, helado y borrascoso, oímos decir que han llegado las Golondrinas, ¡qué ideas tan encantadoras asociamos con la noticia!» Pero casi todo lo que se ha escrito respecto á estas aves, tiene el sabor del hogar; al pensar en ellas, pensa- mos ienalmente en la calle, el patio de la hacienda, el desbordante granero, el heno recién cortado, los rebaños y las manadas, y todos los cambios de estación, olvidando, quizá, los desiertos misteriosos del Oeste, donde las Golondrinas es- tán aún en un estado completamente salvaje y primitivo. Considerémoslas tales como eran antes de que hubiese habitaciones en este país, y como son aún en al- gunas partes: las encontraremos viviendo en cavernas como los hombres primi- tivos; en agujeros, como las zorras de que hablan las Escrituras, y en árboles huecos, como las hamadríadas de la mitología: tal era la humilde residencia de esta alada mensajera de las cambiantes estaciones. Y sin embargo, tan pronto como el sonido del hacha del leñador en los claros anuncia el nuevo día, el gor- jeo de la Golondrina responde como un eco, y la alegre avecilla se apresura á refugiarse bajo el techo protector.» «Una pequeña colonia, establecida cerca de un arroyo próximo á Sweeterass Hills, me proporcionó la oportunidad de observar una de las diversas modifica- ciones de sus hábitos de nidificación. Habían hecho sus nidos en el suelo, en los agujeritos y grietas de la cara perpendicular de una eminencia. No pude cer- ciorarme de si los agujeros habían sido practicados por las Golondrinas mismas, como suponía mi asistente; pero sí noté que habían sido arreglados para recibir los nidos.» «En Nuevo México ví una vez una multitud de Golondrinas, cerca de Albu- querque, en el Río Grande; y en Los Pinos, un poco más allá, á lo largo de este enorme río, estaban criando cerca de la población, asociadas con el alegre y fa- miliar Carpodacus frontalis. Los edificios de adobe proporcionaban á ambas (1) A. W. Butler. The Birds of Indiana, p. 994. (2) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 85. 602 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. aves atractivos hogares: así es que solía haber grandes discusiones entre ellas, respecto á si una casa, por grande que sea, puede acomodar á dos familias. El Dr. Cooper dice que en California frecuentan la costa, de preferencia á las loca- lidades situadas tierra adentro, probablemente para satisfacer su pasión por vo- lar rozando la superficie del agua, cazando insectos; agrega que en los distritos inhabitados hace su nido en las cuevas, que abundan á lo largo de la costa, des- de San Diego hasta el río Columbia. Rideway la encontró en gran número en Pyramid Lake, Nevada, donde anidaba entre las rocas, pegando su nido al te- cho de las cuevas; por regla general, sólo había una pareja en cada excavación. También descubrió nidos en las cavernas de los peñascos de tierra caliza que hay del lado oriental de las montañas Ruby, y otros en diversas partes, adheri- dos, como es costumbre en el Oriente, á las vigas de las casas. Estas «tnfa—domis,» según las describe el mismo autor, son rocas notables por su forma y estructura, y que tienen generalmente la cima redonda ó con aspecto de cúpula; presentan incrustaciones de toba caliza, y por debajo parecen colmenas, pues tienen mu- chos pasadizos siunosos y grutas profundas donde anidan pájaros diversos, tales como el Carpodacus frontalis y el Hirundo erythrogaster. Otras varias noticias que hemos recibido del Oeste, y particularmente de la costa del Pacífico, atesti- guan que, al estado primitivo, esta especie es troglodita, ó sea habitante de las cavernas; aun en el Oriente contamos con testimonios, tales como la «Cueva de las Golondrinas» de Nahaut, que, según el Dr. Brewer, fué en una época su re- tiro favorito. Debo hacer notar, asimismo, que suele apoderarse, por la fuerza, de los nidos de otras especies. Mr. Allen vió á una pareja expulsar del nido á unos Petrochelidon lunifrons, é instalarse en él.» «Supongo que no necesito describir el nido, pues es un objeto tan conocido de todo el mundo, como una telaraña ó una horca: es una masa hecha con deseni- do, de material grosero, recién salido del seno de la madre tierra, con «semillas de heno en el pelo,» y cierto olor á establo. Estos nidos se componen, de ordina- rio, de pequeñas bolitas de lodo pegadas, y con heno en los intersticios, pues parece que estas aves todavía no han aprendido á hacer «ladrillos sin paja,» como sus ingeniosas primas de los tejados. En la parte exterior cuelga el heno; en el interior de estas fuertes paredes de adobe, hay un buen relleno suave de zacates finos, y una gruesa y caliente cama de plumas. Los nidos varían mucho de ta- maño, forma y construcción, según el carácter del sitio elegido, la clase de ma- teriales más provechosos, la facilidad de reunirlos y, sin duda, el estado de pre- ñez en que trabaje la hembra.» «Sin embargo, debe conocerse generalmente nua particularidad relativa á la nidificación de esta Golondrina. He aquí lo que dice el Dr. Brewer:—«Un detalle notable de estos nidos, es la plataforma que hacen con frecuencia, aparte del nido, pero cercana á él, y que emplean como sitio de descanso en la noche, durante la inenbación ó cuando no están ocupadas buscando alimento: también hacen uso de ella los padres, cuando los polluelos ya son bastante grandes y A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 603 —= ocupan todo el nido. Una de estas plataformas estaba separada del nido; pero era del mismo material, y tenía tres puleadas de lareo por una y media de an- cho. La misma pareja lo había ocupado durante varios años, aunque ninguno de sus polluelos volvía á su vez á anidar en el mismo nido. En muchos casos, sin embargo, cincuenta parejas y más han ocupado las vigas de un granero.» En las cireuustancias ordinarias, estas Golondrinas tienen más de una cría en el año, y usualmente la nidada comprende cuatro, cinco ó seis polluelos. Á pesar de la notoria regularidad de sus emigraciones, su nidificación es algo arbitraria, y con frecuencia se encuentran á la vez nidos con huevos frescos y nidos con pollne- los. En esta estación la actividad de los padres llega al máximum, y su energía apenas basta para proporcionar á su voraz progenitura los insectos capturados sin descanso. La velocidad media de su vuelo, las distancias que atraviesan en un período dado y el número de insectos que destruyen, han sido objeto de algunos cálenlos curiosos, ó más bien especulativos, pues son asuntos que casi no admiten matemáticas. Wilson suponía que una Golondrina volaba casi una milla por minuto, diez horas al día, en diez años, lo cual equivaldría á dar la vuelta al mundo más de ochenta y siete veces! Sea esto como fuere, esperamos que esas alas sin par nos traerán las Golondrinas de nuevo el año próximo. Mi- remos con indulgencia y estimulemos las diversas supersticiones del pueblo, que tienden á proteger y á criar estas amables, encantadoras y útiles avecitas.» Y «Describir las costumbres del Mrundo rustica, es describir las de todas las otras especies del género. Esta Golondrina es la que viene, desde hace siglos, á hospedarse voluntariamente en nuestras habitaciones y á establecerse, ya en los palacios, ya en las más humildes chozas. En cambio de sn adhesión, el hombre le ha concedido su amistad. Su llegada regular á las comarcas del Norte, ha hecho considerar siempre á esta Golondrina como mensajera de la Primavera, de manera que sus costumbres han sido estudiadas más que las de ningún otro pájaro, casi como su género de vida, tanto en Francia como en todos los países que visita.» «El Hirundo rustica, por sus facultados físicas é intelectuales, oenpa un (1) E. Coues. B. Col. Vall. I, p. 407. La Nat.—Ser. 11.—T. HII.—Enero 1902 604 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. puesto elevado en la estimación de todo el mundo. Como dice Naumann, de un modo admirable, es ágil, osada, alegre, activa, siempre limpia y elegante; sólo una serie de días malos y el hambre, pueden interrumpir el curso de su buen humor. «Aunque de naturaleza débil y delicada, da con frecuencia pruebas de una gran energía cuando vuela, cuando retoza con sus compañeras y cuando persigne con ardor á los rapaces y á los carniceros. De todas las Golondrinas de nuestro país, es la más rápida, la más viva. Ya se desliza, por decirlo así, en el aire, ya se cierne en el espacio, y batiendo repentinamente las alas se vuelve con la rapidez del relámpago; sube, baja, pasa rozando la superficie del suelo ó del agna, para elevarse en segnida á una altura prodigiosa. Pasa volando por la abertura más estrecha, se baña sin interrumpir su vuelo, se zambulle y vuelve á elevarse sacudiendo las, plumas.» Para reposar elise, de preferencia, los puntos salientes que puede abordar con facilidad, y desde donde puede partir sin trabajo. Se calienta al sol, se alisa las plumas y canta. Sus formas parecen entonces más elegantes; sus posturas, más graciosas. Con el cuerpo horizontal, vuelve á menudo el pecho de un lado á otro, bate las alas, extiende sus miembros, y todo esto lo hace emitiendo sus gozosas notas. . El macho canta con ardor: su canto se hace notar por la pureza, ya que no por la riqueza de sus notas. Además, este canto, es particularmente dulce y agra- dable. «Tan pronto como nua línea eris indica en el Oriente la proximidad del día, dice Naumann, se comienza á oir la yoz de las Golondrinas. Todas las aves están aún profundamente dormidas; el silencio reina por doquiera; los ob- jetos se dibujan apenas á la dudosa luz del alba, cuando la Golondrina lanza su grito, lo repite á cortos intervalos, emite en seguida su canción, y finalmente abaudona su retiro y se lanza con alegría al espacio. Un cuarto de hora escaso habrá transeurrido cuando despiertan los otros pájaros; los gorriones charlan, los pichones arrullan, y bien pronto todas las aves comienzan su vida diaria. Quienquiera que se complazca en pasar una bella mañana de Estío en medio de una granja, convendrá conmigo en que el canto alegre y jovial de la Golondrina contribuye poderosamente á prestar animación al cuadro. El pueblo ha tradu- cido este canto, y uno de nuestros poetas lo ha celebrado. Quién no conoce la canción de la Golondrina de Riickert: ““Ah! de la jeunesse, oui de la jeunesse S'exhale toujours un chant d'allégresse. Quand je m'en allai, quand je wen allai, Oh! que la maison parut esseulée! Quand je retournai, quand je retournai, Las! vide elle était, vide et désolée!” La Golondrina rústica, como todos sus congéneres, no eusta de pararse en el snelo, excepto cuando anda en busca de materiales para el nido. Sus patas no A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 605 son á propósito para la progresión terrestre. Cuaudo auda es tan torpe, que es difícil reconocer en ella el pájaro que momentos antes atravesaba los aires zosamente sin tomar reposo. De todos los sentidos de la Golondrina, la vista es, sin duda, el más desa- rrollado. Percibe desde lejos el más pequeño insecto. Su oído es también bas- tante fino, y su tacto no puede ponerse en duda. No podemos emitir nineuna opinión respecto al gusto y al olfato. A menudo se ha tratado de la inteligencia de esta primorosa avecilla, pero quizá con exageración; sin embargo, no se puede negar que la tiene bastante desarrollada, y tampoco puede rehusársele cierta dosis de buen juicio. Sabe conformarse con las circunstancias, distinguir el bien del mal, y los amigos, de los enemigos; respécto á éstos, muestra una intrepidez encantadora; vive pacífi- camente con todos los seres que no la perjudican; trata de servir á los animales indefensos, no sabemos si con la intención de protegerlos, ó movida por incons- ciente temeridad; pero lo cierto es que se expone por ellos. Por lo tanto, se le debe considerar como un ave muy bien dotada, tanto desde el punto de vista fí- sico, como desde el punto de vista intelectual. La Golondrina rústica se alimenta con insectitos, principalmente con dípte- ros, nevrópteros, mariposas, coleópteros, y no se come los insectos de aguijón venenoso. Sólo caza volando, y parece incapaz de atrapar una presa cuando está en reposo. Por consigniente, en la época de las lluvias fuertes, cuando los insee- tos permanecen escondidos, tiene que sufrir el hambre. Entonces vuela cerca de ellos, y se esmera en asnstarlos, para inducirlos á salir. Según la hora y el estado del cielo, vuela á raíz del suelo 6 á gran altura; esto sirve de indicio á la gente del pueblo para calcular el tiempo que hará. En los días buenos, como su mesa está abundantemente servida, se manifiesta vivaz y alegre; pero como el mal tiempo la obliga á ayunar, se pone entonces triste y silenciosa. Necesita un alimento muy copioso, y come todo el tiempo que vuela. Sn digestión es muy rápida. Como los pájaros de presa, esenpe las partes no di- geribles de sus alimentos, tales como las alas, escamas y patas de los insectos. «Se ha observado, dice Spallansani,” que cuando esta Golondrina escoge una casa, vuelve á ella con constancia cada año, trayendo en Primavera el cor- doncito de seda que se le ata en las patas en Otoño. Tres veces he empleado con mis comensales este inocente artificio; las dos primeras ví á los machos y á las hembras volver á sus nidos respectivos, llevando á cuestas los testimonios incon- testables de su identidad; pero la tercera vez no volvieron á parecer: quizás una muerto natural ó violenta les sorprendió en el camino. Estas experiencias, tan euriosas como agradables, prueban no sólo que estos pájaros vnelven á su pri- mer nido, sino que el matrimonio que en él celebran, es indisoluble.» «El mismo nido, cuando está situado en un punto seguro, puede servir mu- chos años; pero no sirve á varias generaciones, como podría creerse: el padre y O- Oo Eh) (1) Voyage dans les Deux-Siciles, trad. frangaise. Paris, 1800, t. VI, p. 5. 606 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. la madre son los únicos que vuelven á los mismos sitios; los pequeños se esta- blecen en otra parte, según observó Spallansani. «Seis ó siete parejas, dice,” anidan cada año bajo un pórtico de mi casa, en Pavía. Hace diez y ocho años que la habito, y rara vez les he visto reparar los nidos viejos que han quedado siempre en número ienal al de las parejas, anuque constantemente ha habido dos crías en la buena estación. He hecho idéntica observación respecto á dos Golondrinas que habían preferido otra casa, y que, siempre solitarias, no han visto jamás á sus familias establecerse cerca de ellas. Es cierto, pues, que en ge- neral no construyen sus nidos cerca de los lugares que los han visto nacer.» El nido de la Golondrina rústica, es distinto del de todas las otras especies indígenas. Se establece en el interior de una casa, debajo de la cornisa, en las caballerizas, graneros y piezas deshabitadas, en las chimeneas fuera de nso, en el alfeisar de las ventanas, en fin, en todas partes, con tal que el nido quede bien enbierto en la parte superior y esté al abrigo de la lluvia y el viento. Gre- neralmente lo hacen contra un cabrio ó en un ángulo; pero Degland vió dos pa- rejas construyendo el nido sobre el resorte de una campana. En este caso, en lugar de representar un cuarto de esfera, que es la forma habitual, el nido for- maba una especie de copa. Cualquiera que sea sn disposición, sus paredes son siempre muy gruesas en el punto en que lo adhieren á la pared. Por regla ge- neral, el borde superior, horizontal, está un poco más elevado que el punto de inserción. El nido mide casi 22 centímetros de diámetro y 11 centímetros de pro- fundidad. Lo hacen con lodo ó tierra de miga, que reunen por bolitas, untándo- las con saliva y pegándolas unas á otras. Los pelos y los tallos contribuyen á consolidar sus paredes; pero la saliva del pájaro es la que sirve principalmente para cimentar los elementos que lo componen. Cnando hace buen tiempo, la pa- reja construye su nido en ocho días. Tapizan el interior con tallitos, pelos, plu- mas y otros materiales blandos. Cuando un nido antiguo presenta algunos des- perfectos, sus dueños lo reparan cuidadosamente: además, renuevan cada año la capa interna. En el mes de Mayo, la hembra pone de cuatro á seis huevos de cascarón delgado, blancos, marcados con puntos de un gris cenizo y de nu moreno rufo: la hembra los tapa sola y la incubación dura doce días. En los días serenos, el macho trae alimento á la hembra; pero cuando hace frío y humedad, se ve obli- gada á dejar sus huevos dnrante muchas horas para buscar qué comer. En ese caso, los polluelos tardan en salir del cascarón hasta diez y siete días. Al nacer las Golondrinas son muy feas, pues su pico es desmesuradamente grande: los padres las alimentan con asiduidad. Crecen rápidamente, no tardan en mirar fuera del nido, y si las circunstancias los favorecen, pueden comenzar á segnir á los padres al cabo de tres semanas. Éstos los alimentan aun durante algunos días. Al principio los traen cada noche al nido; pero más tarde los acos- tombran á pasar la noche fuera y concluyen por abaudonarlos. La hembra pone (1) Voyage dans les Deux-Siciles, trad. frangaise. Paris, 1800, t. VI, p. 6. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 607 inmediatamente y por segunda vez; pero esta puesta es menos numerosa que la primera. Por regla general, esta segunda nidada tiene lugar á principios de Agosto: Sucede á menudo que esta última puesta retarda tanto la emigración de las Golondrinas, que las sorprende el frío en el Norte y suelen verse obligadas á abandonar el nido. En circunstancias favorables, los polluelos echan á volar antes que la aproximación del Otoño provoque las emigraciones. En estos mo- mentos las Golondrinas se reunen con las motolitas y los estorninos en los caña- verales, estanques y lagos hasta la hora de la partida. En fin, llegado el día de emprender el viaje, las Golondrinas se reunen al mediodía sobre un techo cual- quiera, y en la noche, poco después de la puesta del sol, á una señal dada por los individuos de más edad, toda la banda se eleva en los aires, y algunos mi- mutos más tarde ha desaparecido en dirección á las comarcas ecuatoriales. Pa- rece, según las observaciones de Spallansani,” que algunos individuos perma- necen más tiempo que el resto en las llanuras de Lombardía, residiendo allí una parte del Invierno. «Ho hecho á este respecto observaciones dignas de estudio, dice Spallan- sani. «El 11 de Noviembre de 1791 toda la mañana estuvo el cielo de Pavía cu- bierto de espesas nubes. Una hora después del mediodía comenzó á aclarar, y transcurrida nna hora y media apareció de nuevo el sol resplandeciente. Ví, en- tonces, abajo de mi casa, situada sobre una eminencia de la población, dos Gro- londrinas que volaban á poca altura, describiendo círculos en el aire: en seguida se alejaron y las perdí de vista. Las dos noches precedentes había helado en el campo, y en el instanto que observé á las dos Golondrinas, el termómetro mar- caba, á la sombra, seis grados y medio bajo cero. En el trauscurso de ese Invier- no no volví á ver ninguna de estas aves.» «El 9 de Enero de 1785, dos horas antes del obsenrecer, vbservé en Pavía, no sin sorpresa, una Golondrina rústica que volaba muy bajo rozando el pavi- mento de las calles. El termómetro marcaba un grado sobre cero; la noche an- terior había descendido á dos grados y medio. El ave no hendía el aire con su agilidad habitual, sino que volaba lentamente, y me pareció muy debilitada. Ni una nube velaba el cielo, y la calma reinaba en el aire.» «Añadiré otro hecho que presencié varias veces cuando enseñaba filosofía en la Universidad de Reggio. Existe allí una iglesia dedicada á la Madona della Ghiara, edificio célebre por su altura, por la belleza de su arquitectura y por las hermosas pinturas que lo adornan. Comunmente, en la estación propicia, las Golondrinas entraban por la puerta de en medio, que es muy grando, y no sa- biendo después por dónde salir, revoloteaban, como hacen todos los pájaros pri- sioneros, aproximándose á las ventanas en que la luz es más viva y elevándose también hasta la cúpula grande y bien iluminada, que para ellas era un labe- rinto, del cual no acertaban á escapar. Volaban y revoloteaban sin cesar, repo- (1) Spallansani. Voyage dans les Deux-Siciles, trad. frangaise. Paris, 1800, t. VI, p. 10. 608 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA, sando sobre las cornisas para tomar aliento. He visto alenuas que permanecían cautivas hasta mediados del mes de Enero, y no comprendo cómo sobrevivían tanto tiempo, teniendo por único alimento moscas, arañas y otros insectitos que debían ser poco numerosos, sobre todo durante el Invierno; observé, asimismo, que no parecían sufrir los rigores de la estación, aunque las grandes vidrieras de la cúpula no las reseuardaban mucho del frío.» «Estos hechos demuestran que las Golondrinas domésticas no son tan ene- migas del frío, como se cree generalmente, al verlas huir de nuestros climas du- rante el Invierno y volver hasta la Primavera. Explican también los motivos por los cuales las que llegan á principios de esta estación y son sorprendidas por alternativas de frío, no se alejan, con tal que el frío no dnre largo tiempo.» «Á pesar de su agilidad y su afecto al hombre, la Golondrina rústica está expuesta á muchos peligros. Los halcones las destruyen en gran número. Las jóvenes están expuestas á los ataques de todos los carniceros que se deslizan en el interior de las habitaciones y, sobre todo, á los de las ratas y ratones. En cier- tos parajes el hombre se cuenta también entre el número de sus enemigos. Por respetada que sea la Golondrina en casi todo el mundo, la grosería y la cruel- dad de los pajareros prevalecen sobre sus otros sentimientos. Cerca de Viena los chicos desanidan y destruyen cada año millares de estas aves; otro tanto su- cede en Italia y España, á pesar del proverbio español que dice: «Quien mata á una Golondrina, mata á su propia madre.» «Cautividad.—Es raro ver á una Golondrina rústica en jaula. Empero, no es absolutamente imposible conservarla; pero reclama cuidados delicados. He visto dos jóvenes Golondrinas huérfanas en el gabinete de nu médico, y conozco mu- chos ejemplos de Golondrinas rústicas que han vivido en jaula muchos años, dándoseles el mismo alimento que á los rniseñores; parecían hallarse bien y can- taban.» O TACHYCINETA. Tachycineta, Cabanis, Mus. Hein. I, p. 48 (1850); Baird, Rev. Am. BL, p. 296. Iridoprocne, Cones, B. Col. Vall. I, p. 412. Según el Prof. Cabanis, este género contiene al Hiírundo thalassina y al H. bicolor; este último fué colocado más tarde, en un subgénero distinto, por el Dr. Conues, quien le designó con el nombre de Zridoprocne; con el H. bicolor asocia otras cuatro especies de la América Central y de la del Sur, dejando en (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. I, p. 527. A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 609 Tachycineta el A. thalassina nada más. La diferencia que hay entre este último y los otros, consiste, principalmente, en su plumaje, que es suave y aterciopela- do y carece del brillo metálico común en las otras especies. El 4. bicolor y sus parientes tienen el plumaje del dorso con un tinte de un rico brillo metálico. Tachycineta difiere de Hiírundo por la forma de la cola, que no está profunda- mente hendida; el color de la superficie inferior de todas las especies es blanco. Lo mismo que en Zfírundo, las narices se abren lateralmente y están cn- biertas por una membrana. a. Ptilosis levis et velutina, colore metallico absente (Tachycineta). TACHYCINETA THALASSINUS. «Avión. % Hirundo thalassina, Sw. Phil. Mag. new ser. L, p. 366% Baird, U. S. Bound. Surv. IT, Birds, p. 11% Rev. Am. B. IL, p. 299% Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L p. 34£71. Petrochelidon thalassina, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 13% Sel. P. Z. S. 1864, p. 173% Dugós, «La Nat.,» L, p. 141”. Tachycineta thalassina, Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 547? Cones, B. Col. Vall. L, p. 419*. Supra virescens, purpureo precipue ad nucham tinctus, tectricibus caudee superioribus quoque purpureis, alis et cauda viridiscenti-nigris, illarum secun- dariis intimis interdum albo terminatis; loris nigris, capitis lateribus infra et post oculos et corpore subtus omnino albis; uropygii lateribus albis; rostro ni- ero, pedibus fuscis. Long. tota 47, ale 4-5, caude rectr. med. 1-55, rectr. lat. 1-85, rostri a ricta 0-5, tarsi 0-4. (Deser. maris ex San Jerónimo, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América”.—México, Saltillo (Conch**), Mesa Central, Real del Monte (Morgan), Valle de México (White”), Hacienda de Tupatero (Dugos”), Meseta y regiones caliente y templada de Veracruz (Sumichrast*), Orizaba (le Strange, Sumichrast?); Guatemala (O. S.”), (O. $. et F. D. G.), (Sarg.). «México, en toda la República.» Esta bonita Golondrina disfruta el privilegio de tener únicamente el nom- bre específico con que la clasificó Swainson en 1827, cuando hizo la descripción de los ejemplares mexicanos obtenidos en las mesetas y en el Real del Monte por Mr. Morgan'. Desde entonces se ha encontrado á la Tachycineta thalassinus (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 14. (2) Laurencio y Beristain, p. 44. 610 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. = en las provincias centrales y occidentales de los Estados Unidos y en las pro- vincias vecinas. En México parece que esta especie es conocida solamente como visitante de Invierno,” pues no hay pruebas de que permanezca durante el Verano con el objeto de anidar. Empero, el ave susodicha anida en los confines de la frontera de los Estados Unidos. Se eleva á 3,000 pies. No hemos observado nada digno de mencionarse en lo relativo á su vuelo; generalmente se asocian con la 7. bi- color y cazan insectos en su compañía. La 7. thalassinus hace su nido con varitas y pajuelas, forrándolo con plu- mas; lo colocan en el hueco de un árbol ó en la hendedura de una roca. Ponen cinco huevos de un blanco mate”. «Se encuentra esta Golondrina á todas alturas y por todas partes con mucha abundancia.» «También se le encuentra cerca de alennos tributarios del río Colorado, y hace su nido con lodo y heno; pone cuatro huevos «de un color de barro obs- enro con unas cuantas manchas de moreno rojizo;» en el río Columbia anida en los árboles huecos.» «Nnuttall dice que ocupan los nidos del Petrochelidon lunifrons en vez de en- tretenerse en hacerlos, y supone que suelen anidar en los árboles. Lo cierto es que anida en los agujeros de los árboles y en otros sitios, y que sus huevos son de un blanco mate y exactamente ienales á los de la 7. bicolor.» «Los Dres. Cooper y Suckley han observado que construye en los huecos causados por los nudos de los árboles, especialmente en los robles, y en los agn- jeros abandonados de los Carpinteros. Mr. J. K. Lord asegura que en las Mon- tañas Rocallosas estas aves eran las primeras que llegaban; venían en pequeñas parvadas y anidaban en Junio en los agnjeros de los árboles, donde ponían ena- tro ó cinco huevos. Dicho autor supone que practican por sí mismos una cavi- dad en la madera blanda; pero su aserción resulta inverosímil, aunque bien pue- de ser que reparen los nudos de la corteza y los nidos de los carpinteros.» «En términos generales podemos establecer, tratándose de los Estados Uni- dos, que la Tachycineta thalassina habita las regiones montañosas, desde las Montañas Rocallosas hasta el Pacífico, extendiéndose sobre todo ese territorio durante el mes de Marzo; se le encuentra criando en dondequiera que haya ár- boles á propósito; pero, lo mismo que las demás Golondrinas, está distribuida más ó menos localmente. En Septiembre se retira al Sur, y es probable que nin- eún individuo pase el Invierno en los Estados Unidos. Es sedentaria en México, según manifiesta el Prof. Sumichrast; se le encuentra á diversas alturas y es (1) En la ““Historia de Aves Norte-americanas” se dice que anida en la Mesa Central de Méxi- co, citando como autoridad al Prof. Sumichrast4; sin embargo, este autor no hace dicha aserción en su Obra$; pero como la incluye entre las aves sedentarias de Veracruz, da lugar á esa suposición. (2) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz, “La Naturaleza,” tomo lI, página 315. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 611 muy común. Es muy difícil coger los huevos, aun cuando se llegue á descubrir el sitio en que astutamente los ocultan, pues unas veces está entre escarpadas rocas, fuera de alcance; otras, en la punta de un árbol carcomido, demasiado rui- noso, para que pueda escalárselo sin riesgo, ó se presenta inaccesible en el hueco formado por un nudo de la corteza. Después de que se hubieron adquirido los huevos y de que se hubo establecido la afición de estas aves por la nidificación en agujeros, se recibieron, naturalmente, con precaución y desconfianza las sub- secuentes relaciones de nidos descubiertos en rocas y peñascos; tanto se dijo de una parte y otra, que creemos útil revisar los testimonios referentes á este punto. En 1864 encontré en Nuevo México, en las Montañas del Ratón, la Tachycineta thalassina en gran abundancia. Sucedía esto en Junio, y no tengo duda alguna de que estaban anidando, aunque no tuye oportunidad de observarlos de cerca. Noté su semejanza con la 7. bicolor en general y por el vuelo en particular; su coloración violeta, verde y blanca es notable. Al año siguiente, en Fort Whipple, Arizona, estudié estas aves, cuya exquisita belleza no puede menos de llamar la atención hasta del más indiferente observador. Anidaron en número considera- ble en los bosques de pinos que rodean al fuerte, prefiriendo, por lo regular, las orillas al centro de los montes, y construyeron sus nidos con heno y plumas en las cavidades naturales de los árboles ó en los huecos abandonados por los car- pinteros. Á veces alguna pareja aislada ocupaba los árboles de las cercanías del fuerte; pero la mayoría formaba pequeñas colonias en los grupos de pinos. Llegaron á esta elevada localidad la segunda ó tercera semana de Marzo, y per- manecieron hasta fines de Septiembre. Las considero como las aves más comu- nes de su tribu, y muy características de la región de los pinos de Arizona.» «En Utah, Arizona y Nuevo México, Mr. Henshaw conviene en que esta Gro- londrina habita las regiones más elevadas, abundando en las localidades á pro- pósito y dando la preferencia á los espacios abiertos ú orillas de los pinares y alamedas de robles, donde anida en los antiguos agujeros de los Carpinteros. En la parte meridional del Colorado la encontró en grandes colonias, á la altura de 10,000 pies, á principios de Junio, época en que estas ambiciosas bellas se preparaban á anidar en los altos brazos de los pinos. En el mismo territorio, Allen las encontró en las correspondientes altitudes, anidando, generalmente, en los nidos de los Carpinteros, pero también en los huecos de las rocas, en com- pañía de otras aves. Rideway ha dado muy bonitas relaciones de su nidificación en las rocas, cosa que yo no he tenido oportunidad de presenciar. Dice que es- tas aves abundaban en Mayo, en Nevada, y que notó que entraban dentro de las grietas de las rocas calcáreas, donde indudablemente tenían nidos. En Julio las vió de nuevo en los cañones de piedra caliza de las montañas Ruby, asociadas con el Petrochelidon lunifrons y otros pájaros. Sus nidos estaban en las hende- duras horizontales de la roca, y la mayor parte eran inaccesibles. Dos estaban al alcance, y se podía introducir la mano en el sitio que ocupaban; eran masas de varitas y pajas forradas con plumas. Uno de ellos contenía cinco huevos; el La Nat,—Ser. 11,—T, IIL.—Febrero 1902. 18 612 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. otro, tres huevos rotos y el padre muerto. El autor continúa diciendo: —<«Aun- que otros observadores, cuyas aserciones nos merecen crédito, han descrito los hábitos de esta ave, como si se tratase de una especie arbórea, como la 7. bicolor y el Progne subis, nosotros nunca observamos que lo fuese en ninguna de las localidades recorridas durante nuestro viaje, pues por doquiera se manifestaba netamente Saxicoline y asociada de la Paniptila saxatilis, Petrochelidon luni- frons 6 Hirundo horreorum, más bien que de la 7. bicolor, y sólo se le desen- bría donde había precipicios con rocas llenas de hendeduras.» «Esto basta para poner punto final á la cuestión que nos ha ocupado durante años: ¿Dónde anida la 7. thalassina? Se trata simplemente de un habitante de agujeros que ve con indiferencia el sitio (árbol ó roca) que ocupa la cavidad; no debemos sorprendernos si algún día anida en un banco de tierra, en una excava- ción natural ó en el agujero de otro pájaro. Hay que hacer notar, sin embargo, que nunca ha aprendido el oficio de alfarero en que otras Golondrinas se dis- tinguen. En «Las Aves del Noroeste,» página 88, y apoyándome en la autoridad de Mr. T. M. Trippe, manifesté que se les había observado «anidando bajo los tejados de las casas, como el Petrochelidon lunifrons;» esta aserción tenía por objeto demostrar que, como otras muchas especies de su tribu, ésta había aca- bado por adaptarse á la civilización. Los detalles de esa cirennstancia no me habían sido comunicados en 1874; pero ayer (Marzo 17, 1878), Mr. Trippe visitó mi estudio y conversamos sobre el asunto. Describió los nidos en que la 7. tha- lassina coloca indudablemente sus huevos, diciendo que son voluminosas cons- trucciones de lodo, y parecidos á los del Petrochelidon lunifrons. Como está per- fectamente familiarizado con estas aves, no es fácil que se haya equivocado al identificar la especie, y convino conmigo que en los casos citados ha de haber ocupado los nidos abandonados de otras Golondrinas. Nuttall testifica lo mis- mo, y esto hace que esa suposición aparezca más probable, aunque tanto él co- mo Townsend equivocaron el huevo, enuyo dibujo llegó más tarde á poder del Dr. Brewer, por conducto de Audubon. Es de esperarse que la 7. thalassina, al adaptarse á la civilización, imitará al Progne subis y T. bicolor, ocupando, final- mente, las cajas que se le presenten para hacer su nido; pero, de todos modos, es indudable que sus hábitos no tardarán en modificarse en un sentido ú otro: bajo esta inteligencia nos despediremos de las voluntariosas y caprichosas avecitas, dejándolas que disfruten á su sabor de sus ermitas, en los árboles y rocas, todo el tiempo que gusten.» O «El Dr. Cooper anotó su llegada al valle de Santa Clara, California, el 15 de Marzo, y que «frecuenta principalmente las alamedas de roble que hay á lo largo de los valles y á través de la cordillera de la costa, excepto en la fría y airosa vecindad del mar.» Uno de los puntos de la economía de las Golondrinas mejor conocido, es la dresteza con que modifican su nidificación, según las cirennstancias. Especies (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 419. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 613 como el 47. horreorum, el P. lunifrons y el P. subis, que habitan países populo- sos, han cambiado, casi por completo, su nidificación, anidando hoy en los para- jes convenientes que les suministran los edificios, y en los asilos que se les pro- porcionan especialmente para su uso. En el caso del P. lunifrons, el cambio es muy reciente, y todavía se conservan las fechas de la época precisa en que, en ciertas localidades, abandonaron los peñascos para construir debajo de los teja- dos, y en que, adoptando esta costumbre, aparecieron y criaron en puntos en donde hasta entonces no se habían presentado. En el caso del P. subis esa mo- dificación ocurrió más pronto, y se ignora cuándo. En el Occidente, ambas aves conservan aún los hábitos primitivos. En el Missouri ví gran número de nidos de P. lunifrons pegados á las altas paredes verticales, y en Arizona el P. subis ocupaba las secas puntas de los altos pinos; observé colonias enteras que, ha- biendo expulsado á los Carpinteros, propietarios legítimos de los agujeros que acribillaban los troncos, usurpaban sus nidos. Sería interesante adivinar si el Cotyle riparia abandonará alguna vez sus hábitos, y se resignará á edificar en hendeduras y grietas, ó á pegar su nido á algún edificio. Hasta la fecha, la Ta- chycineta thalassina es fiel ásus costambres primitivas; pero se observa tambión en ella esa adaptabilidad á las circunstancias que garantiza su futura aceptación á las condiciones que la civilización impone. En Fort Whipple, el Avión, durante el Verano, formaba pequeñas colonias en los elevados bosques de pinos, concediendo la preferencia á los límites de la vegetación. No podían disputar á los Carpinteros sus huecos, como hacen los P. subis: así es que se conformaban con los que habían sido abandonados y con los agujeros naturales de los árboles. Según el Dr. Cooper, frecuentan en la costa del Pacífico las altas praderas limitadas por robles y otros árboles, y ani- daban en los huecos causados por los nudos de la corteza ó en los nidos de los Carpinteros. Mr. Allen los encontró criando en agujeros de las rocas. Mr. Nuttall asegura, apoyándose en la autoridad de Mr. Townsend, que en el río Columbia acostumbran anidar en los nidos deshabitados del P. lunifrons. Ponen enatro ó cinco huevos de un color blanco mate, como los del Cotyle riparia. Mr. Allen manifiesta que «la 7. thalassina, que es uno de nuestros Hirun- dinidos más bonitos, por el color delicado y brillante de su plumaje, es muy abundante en Colorado, desde la base de las montañas hasta una altura de 8,000 6 10,000 pies. Generalmente vive en colonias, y un número considerable de pa- rejas cría en la misma vecindad. Encontramos varias colonias en el camino de Denver para South Park; pero como durante el viaje recorrimos también gran- des distancias sin encontrar ningún individuo de la especie, se le debe conside- rar indudablemente como una especie muy localizada.» Acabo de recibir la tan deseada noticia del cambio de nidificación de esta especie. Refiriéndose á Idaho Springs, Clear County, Colorado, Mr. Trippe me informa de que la 7. thalassina es común y anida debajo de los tejados de las casas, como el P. lunifrons, así como en los árboles huecos. «Llega hacia fines 614 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. === de Mayo, y no tarda en abundar hasta nna altura de 10,500 pies y aun más. Desaparece do las regiones más elevadas en Agosto, y en Septiembre abandona el país.» b. Ptilosis densa, dorso colore metallico tincto. (Iridoprocne). TACHYCINETA BICOLOR. Hirundo bicolor, Vieill. Ois. Am. Sept. L, p. 61, t. 31%, Baird, U.S Bound. Surv. IL, Birds, p. 11?; Rev. Am. B. L, p. 297*; Jones, Nat. Berm., p. 34*% Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L, p. 344”. Petrochelidon bicolor, Sel. P. Z. S. 1857, p. 201% 1859, p. 364”; Sel. el Salv. Tbis, 1859, p. 13. Tachycineta bicolor, Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 547% Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 271”; Coues, B. Col. Vall. L, p. 413%; Gundl. Orn. Cub., p. 83”. Hirundo prasina, Licht. Preis-Vers. mex. Vóg. p. 2*, cf. J. f. Orn. 1863, p. 58%. Supra chalybeo-—viridescens, alis caudaque nigricantibus, illis intus temnis- sime albo terminatis; subtus albus; rostro nigro, pedibus corylinis. Long. tota 57, alee 5-7, caude rectr. med. 2-0, rectr. lat. 2-4, rostri a rictn 0-6, tarsi 0-45. (Descr. maris ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América”*,—México (Deppe*), Matamoros (Couch”), Mazatlán (Grayson*), Mesa Central (Sumichrast”, le Strange), San José (Sallé*), Jalapa (de Oca”), Orizaba (Sumichrast”), Pinar de Mirador (Sartorins?”); Guatemala (Skinner*), *(O. S. et F. D. G.).—Cnuba. «México, en toda la República.» % Esta especie es más común en los Estados orientales que en los occidentales, aunque en la estación de las crías se le halla diseminada casi por toda la Ameé- rica del Norte: sin embargo, durante el Invierno permanece un gran número de individuos en la Florida; otros se van á Cuba, México y Guatemala. No hay prueba ninguna de que críen en México, aunque el Prof. Sumichrast la incluye entre las aves sedentarias de la Mesa Central, y el Dr. Sartorins ob- tuvo un ejemplar en la región de los pinos, arriba de Mirador, en el mes de Jn- nio?. En Guatemala visita en Invierno las mesetas, y se asocia frecuentemente con la 7. thalassinus. Los autores que tratan de la ornitología” norte-americana aluden á menudo á la costumbre que tiene esta especie de congregarse en grandes parvadas. Una (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 120. (2) Laurencio y Beristain, p. 44. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 615 vez observamos una de éstas en el espacio abierto que hay en las florestas del Volcán de Fuego, designado con el nombre de Pajal Grande, y situado á 5,000 pies sobre el nivel del mar. Sucedía esto el 25 de Diciembre de 1873, día en que se observó una vasta parvada de estas aves, describiendo círculos en una masa compacta, y posándose de vez en cuando sobre aleunos arbustos bajos, cuyos ramos se doblegaban bajo su peso, pues se agolpaban en un sitio como las abe- jas en el panal. No nos fué posible desenbrir el objeto de esta asamblea, porque ni era la época de la emigración, ni era hora de descanso, pues pasaba en la tar- de de un hermoso día. Anida en las cavidades de los árboles y de los leños, ha- ciendo el nido con heno suave y fino, profusamente forrado de plumas. Los hue- vos son como los de 7. thalassinus: blancos”. «La mesa de México es probablemente la mansión favorita de esta Grolon- drina, y muy raras veces llega hasta Veracruz.» «Esta ave emprende su emigración al Norte tan pronto como encuentra en esas comarcas la cantidad suficiente de alimento. Es tan interesante para el poe- ta como para el naturalista: así es que su llegada es observada bien pronto. Á principios de Abril, cuando el sol ha desvanecido las sombrías uubes y sus rayos comienzan á entibiar un poco la helada tierra, en tanto que un sinnúmero de insectos pueblan los aires, el /7. horreorum, acompañado á menudo del P. subis, aparece bruscamente en escena, en número reducido, como centinela ayan- zado de las tropas que vendrán tan pronto como esté asegurada la cuestión de los víveres. Algunas veces, después de transcurridas unas cuantas horas, nos abandonan con la misma ligereza con que llegaron, y no vuelven á presentarse por cinco, diez y aun quince días, si la estación continúa siendo desfavorable; pero ha habido años en que, aunque todas las condiciones han sido contrarias, han llegado pronto y han permanecido.» «Hacen su nido á mediados de Mayo, en los agujeros de los árboles y, á ve- ces, en los nidos abandonados del Cotyle ríparia ó en la cavidad de un tronco ó leño. Los materiales que emplean son, comunmente, zacates finos secos y plu- mas colocadas con negligencia. Ponen cinco huevos y tienen dos crías. Los hue- vos son claros y de un blanco rosado. En 1870 Mr. W. L. Tiffany, observador competente, refiere que partieron, en unión del P. subis, el 23 de Agosto.» «Su partida, en esa ocasión, fué notada por muchos observadores de sus cos- tumbres, pues hubo una inusitada animación para los preparativos de la partida de ambas especies, que empezó varias horas antes de que tuviera efecto el mo- vimiento final. La variación de la nidificación de esta hermosa Golondrina, que se viene observando desde hace algunos años, está asociada con toda su historia y perfectamente demostrada.» % (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo 1, pág. 305. (2) Notes on the Birds of Minnesota by Dr. P. L. Hatch. First Report of the State Zoologist, p. 354. 616 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. «Nido, en el hueco de un árbol ó tronco; hecho con hojas y zacate forrado con plumas.» «Huevos, 3-7; blancos; 0-75 por 0-52.» «R. Ridgway dice que cuaudo residía en Mt. Carmelo, 111, hace algunos años, esta Golondrina «era una de las especies sedentarias que más abundaban en Verano, y la más numerosa de la familia; formaba grandes colonias y ani- daba en los pantanos conectados con el río, haciendo invariablemente el nido en los agujeros abandonados de los Carpinteros en los troncos y árboles secos. Estaban confinadas á las tierras bajas. Era particularmente común sobre el di- que de las Grandes Rápidas, á unas dos y media millas del Monte Carmelo, donde un gran número de arboles grandes habían perecido al elevarse el nivel del agua después de la terminación del dique.» «Es la primera Golondrina que llega á los sitios en que acostumbra criar en Primavera, apareciendo con frecuencia cuando los ríos y lagos aun no se han deshelado, siendo también la última en partir en Otoño. Sin embargo, en las co- marcas en que es un simple emigrante, llega con mucha irregularidad, presen- tándose casi siempre más tarde que en su residencia veraniega, situada más al Norte.» «Gracias á la costumbre que tiene de anidar en los agujeros de los árboles, se le ha designado con el nombre de «Golondrina de los Árboles.» Es muy ape- gada á su nidificación primitiva; pero suele darse el caso de que se apropie la caja de un P. subis ó de que edifique debajo de los tejados ó en aleún otro sitio favorable. Es de esperarse que modificarán sus hábitos. Prefieren anidar cerca del agua; pero no siempre lo hacen así.» «Catorce ejemplares han sido examinados, y se encontró que habían comido 63 escarabajos, 33 moscas dragones, 22 aphide alados, 10 dípteros, inclusas las hormigas y típulas, 5 himenópteros, 2 chapulines y una araña. (King, Geol. of Wis., L, pp. 515, 516). La costumbre que tiene esta especie de recorrer los cam- pos de trigo, etc., demuestra que los insectos que infestan esos parajes le sirven de alimento.»“ «En el mar no es raro ver á las Golondrinas entre las aves que se posan más á menudo sobre los mástiles de los buques que se hallan en alta mar, ya sea para descansar ó para rennirse con sus camaradas antes de proseguir sn ca- mino. La bonita Zachycineta bicolor ha Mevado ya á cabo uu viaje trasatlántico, llegando á las playas del Antiguo Continente para ser capturada y servir sola- mente como sujeto de un artículo. Esto enseña lo que es capaz de hacer cenando se propone volar; sus movimientos en tierra son, en comparación, simples corre- rías. También por otra circunstancia parece ser una de nuestras Golondrinas más resistentes: es notable entre las aves que pasan el Invierno en la Florida y, sin duda, en otras partes de la costa del Golfo. Mr. Boardman me asegura, viva (1) A. W. Butler. The Birds of Indiana. Department of Geology. 22* Annual Report. 1897, p. 996. A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. 617 voce, que innumerables individuos disfrutan de la serenidad de los inviernos de la Florida, y lo mismo que el Sialia sialis, la T. bicolor se deja tentar con fre- cuencia por el engañoso «deshielo de Enero» y se dirige al Norte imprudente- mente, así es que esta especie se presenta más á menudo que ninguna otra de su familia, y de una manera inesperada, más allá de sus límites acostumbrados en Invierno.» «Un caso por el estilo fué observado en Fort Macon, Carolina del Norte: gran número de individuos de esta especie aparecieron en un caluroso día, á principios de Enero, aunque había helado poco antes. La parvada jugueteó al- rededor del fuerte; pero no tardó en ser ahuyentada por el mal tiempo; el 20 del mismo mes volvieron á presentarse, y así sucesivamente, hasta que llegó la época de la emigración regular. De sus cuarteles de Invierno, no sólo en los Estados del Golfo y en la Carolina del Sur, sino también en México, Indias Occidenta- les y Centro América, se dispersan en dirección al Norte en Marzo y Abril, de un lado del Continente al otro, y algunos individuos llegan á las regiones árti- cas. Anidan en cualquier latitud: algennos en las montañas de México y otros puntos al Oeste; pero al Oriente, la zona en que anidan está al Norte del para- lelo 38%. Tenoro si esta regla tendrá sus excepciones; pero estas Golondrinas visitan en Verano las partes septentrionales de los Estados Unidos, tales como la Nueva Inglaterra y las provincias británicas.» «Al contrario del 27. erythrogastra y del P. lunifrons, el lustroso viridis de Wilson es un morador de los agujeros y un celoso conservador de las antiguas costumbres de la familia, y un enemigo de los halagos de la civilización, aun cuando se le presentan las cajas más seductoras. Cnando quiere, bien; pero cuando no quiere es menester resignarse á que el P. subis ocupe las limpias ca- sitas que constrnimos para atraer á las Golondrinas. En la parte oriental de Massachusetts, dice el Dr. Brewer que el cambio de costumbres de esta especie es evidente. En Maine y New Brunswick, Mr. Boardman asegura que la expe- riencia no ha tenido éxito, pues las Golondrinas continúan anidando en las ca- vidades de los árboles y de los troncos.» «Mr. Rideway ha publicado recientemente alounas observaciones interesan- tes relativas á la 7. bicolor; la encontró en eran abundancia en Nevada. Eran muy munerosas en Mayo, cerca de Pyramid Lake, y cada agnjero estaba ocu- pado por una pareja. Estaban precisamente anidando, y acostumbraban venir todos los días al patio de la Casa de Reservas á reunir materiales para el nido. Por lo general, escogían las plumas; pero solían aprovechar los pedazos de pa- pel, hilachas y cordones; los alzaban, se los llevaban al nido, y esto daba Ingar, generalmente, á grandes discusiones y gorjeos, hasta que el pequeño obrero con- seguía abrirse paso entre sus camaradas y trasladar su carga al nido. Esta es- pecie no estaba confinada á los boscosos valles de los ríos, sino que era muy numerosa en las Montañas Wahsatch, á una altura de 8,000 á 9,000 pies. También se presentan en el Valle de Sacramento, á nnos cuantos poesi bsre el nivel del 618 ] A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. mar, entre los robles de las llanuras. En Carson City se observa que sus costum- bres se han modificado, puesto que anidan bajo los tejados y en los pórticos, y que son muy mansas. Rideway observó, al formar sus colecciones, que enando derribaba á alguno, los sobrevivientes se manifestaban muy apesarados y des- cribían círenlos alrededor de su camarada muerto ó moribuudo, lanzando lasti- meros gritos.» «No he encontrado noticia alguna de que esta especie críe'en cuevas ó agu- jeros de las rocas, aunque la 7. thalassina suele hacerlo. No emplea lodo para la fabricación del nido, sino que lo hace con heno fino y suave, que coloca de modo á formar una masa blanda que forra con una buena cantidad de plumas. Suele disponer éstas de modo que se ricen graciosamente sobre su tesoro, como el acanto de un capitel corintio, así es que los huevos están algunas veces ente- ramente ocultos. Es un hecho comprobado que la misma pareja vuelve á ocupar sn nido cada año, y el Dr. Brewer ha sido testigo de que llegan á estar en tér- minos de amistad tan completos con las personas que acostumbran proporcio- narles material para anidar, que las esperan y vuelan hacia ellas cuando las ven Megar.. «Una pareja que había recibido cada año cierta cantidad de plumas de los niños de la casa en enyo patio estaba el nido, las tomaban casi de las manos de sus proveedores. Dicha pareja permitía que se le sacase del unido, y cuando la soltaban, volaba inmediatamente á cubrir de nuevo á su progenie.» Se dice que esta especie se aparta algunas veces de los hábitos insectívoros de la familia, al puuto de comer bayas del mirto (Myrica cerifera). Wilson atestigua el hecho, y Audubon dice que la 7. bicolor descansa de noche sobre el cirier, como llaman á esa planta los franceses de la Luisiana. Es un hecho bien conocido que estas Golondrinas pasan el Invierno, en gran número, en la Flo- rida y los Estados del Golfo, donde se reunen en cantidades enormes. He ha- blado ya de las vastas asambleas de Golondrinas de diversas clases que se con- gregan en la época de las emigraciones; los libros mencionan mnltitud de casos de esta especie, y parece que la 7. bicolor no difiere de sus congéneres en este sentido. Wilson vió centenares de individuos en la arenosa playa de Great Egg Harbor. Cubrían completamente los arbustos de mirto de las islas: bajas de los alrededores; un hombre le dijo que había visto matar ciento dos de un solo tiro, y no es de creerse que nua persona mintiese, tratándose nada más de dos Golondrinas. Refiriéndose Audubon á las observaciones que hizo respecto á es- tas aves, en la Luisiana, en Invierno, dice que había «millares de Golondrinas que volaban formando diversas parvadas;» pero agrega que sólo murieron Ca- torce de un tiro. Durante el Invierno, asegura que muchas se refugian en los agujeros que encuentran en las casas; pero que la mayoría se dirigen á los la- gos, y pasan la noche entre los mirtos. «Al ponerse el sol, continúa Audubon, empiezan á reunirse, llamándose mutuamente con este objeto, y no tardan en presentar el aspecto de una nube que se dirige hacia los lagos ó la boca del Mississippi, según lo permite el viento. Sus evoluciones aéreas, antes de posarse, A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 619 son verdaderamente deliciosas. Parecen, al principio, ocnparse en reconocer el sitio, y repentinamente se apodera de ellas una especie de confusión aparente, descienden en espiral con velocidad notable y semejan en esos momentos una trombe. Cuando llegan á aleunos pies de altura sobre los mirtos, se dispersan en todas direcciones, estableciéndose en sus sitios respectivos en un momento. Sin embargo, toda la noche se escuchan sus gorjeos y el chirrido de sus alas... Los cazadores que visitan estos parajes, destruyen una infinidad de Golondri- nas, egolpeándolas con los ligeros remos de sus canoas.» En otro sitio, Audubon hizo imprimir una nota de Bachman, quien manifiesta que el 16 de Octubre de 1833, hallándose en compañía del Dr. Wilson y de Mr. J. W. Anduboñ, «vió una cantidad tan inmensa de esta especie de aves, que el aire estaba materialmente obseurecido. Tan lejos como alcanzaba la vista, se veían Golondrinas amonto- nadas unas junto á otras y abriéndose paso hacia el Sur; debe haber habido mu- chos millones de individuos!» Para concluir, dando una idea más detallada, citaré los siguientes pasajes de Henderson, «Honduras,» Londres, 1809, p. 119; aunque debo añadir que di- cho autor no se refiere á una especie en partienlar: —*”) (O. S.).— «México, región occidental y Belize (Península de Yucatán).» Abunda en las costas de Centro América”, y también en México, al Sur de Mazatlán y Veracruz. En Matachin, sobre el río Chagres, se encontró en Mayo uu nido con po- llnelos en nua vieja y hueca palma que había servido de apoyo al techo de una cabaña. En Mazatlán, que es el límite más septentrional de su zona de distribución, dice Grayson* que es una especie común y sedentaria y una de las pocas Golon- drinas que no emigran. En todas las estaciones del año, se escucha su gorjeo en los tejados de las casas y en los espaciosos corredores de las haciendas moxica- nas. La observó, á menudo, deslizándose por las calles y tocando á veces el pa- vimento, persigniendo moscas. Sus retiros habitnales están cerca de los pueblos erandes y de las haciendas, y rara vez se le encuentra lejos de las habitaciones humanas. En Abril comienza á hacer su nido debajo de los tejados, en los agu- jeros de las paredes ó en los tubos que sirven para arrojar el agua que cae so- bre los lisos techos de los edificios. Añade que esta Golondrina es muy socia- ble, y que se posa con frecuencia, en gran número, sobre los techos de las ha- bitaciones. Esta relación de los hábitos de la 7. albilinea, no concuerda con nuestras observaciones. Nosotros la encontramos solamente en las márgenes de los ríos y en los lagos y lagunas, donde su puesto favorito era el seco brazo de un árbol sobresaliendo fuera del río. Sucedía frecuentemente que estos sitios estaban le- jos de las poblaciones, y aunque solíamos observar á estas aves cerca de las ha- bitaciones, parece que lo que las atraía allí era la proximidad de algún río. (1) Laurencio y Beristain, p. 44. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 621 a — AA Probablemente la 7. albilinea es sedentaria en todos los puntos en que resido. Su pariente más cercano es la 7. leucorrhous del Perú, Brasil y República Argentina. STELGIDOPTERYX. Stelgidopteryz, Baird, Birds N. Am., p. 312 (1858); Rev. Am. B. IL, p. 312. Generalmente se les colocaba en el género Cotyle, antes de que el Prof. Baird las separaso, primero como subgénero en 1858, y más tarde como género en 1865. La semejanza general de su color con el de la 7. riparía, provocó probablemen- te este arreglo. Siu embargo, el Prof. Baird hizo notar que no sólo el tejido ex- terior de los primarios estaba endurecido, puesto que las barbas de la pluma eran puntiagudas y encorvadas, sino que también las narices se abrían hacia arriba, sin que ninguna membrana las cubriese. Estos caracteres bastaron para separar al Stelgidopteryz del resto de las Golondrinas americanas. El Prof. Baird menciona cinco especies de este género en su «Revista de Aves Americanas;» pero creemos que debería reducírseles á tres, pues somos de opinión que el S. fulvipennis no debe separarse del $. serrípennis, y que el $. fulvigula y el S. uropygialis son el polluelo y el adulto de la misma ave. Tenemos, por consiguiente: una especie norteamericana, $. serripennis, que se dispersa por México y Centro América hasta el Estado de Panamá; S. uropy- gialis, que habita Centro América, llegando al Norte hasta Costa Rica y exten- diéndose desde allí hasta las partes septentrionales de la América del Sur; y finalmente, el $. ruficollis, que se encuentra en Brasil y Bolivia y al Norte del valle del Amazonas y de la región oriental del Ecuador. El S. serrípenmis es una especie bien definida; pero los límites entre el S. uropygialis y el $. ruficollis no son muy evidentes. STELGIDOPTERYX SERRIPENNIS. Hirundo serrípennis, Aud. Orn. Biogr. IV, p. 593%, Cotyle serripennis, Sel. P. Z. S. 1856, p. 285%; Cat. Am. B., p. 41%; Baird, U. S. Bound. Sury. H, Birds, p. 11%; Sel. et Salv., Ibis, 1859, p. 13% Owen, Ibis, 1861, p. 61” Dresser, Ibis, 1865, p. 479”. Stelgidopteryz serripennis, Baird, Rev. Am. B. L, p. 314% Sumichrast, Mem. 622 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Bost. Soc. N. H. I, p. 547”; Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. IL, p. 350%; Cones, B. Col. Vall. 1, p. 438”. Cotyle fulvipennis, Sel. P. Z. S. 1859, p. 364%, Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 31”. Stelyidopteryz fulvipennis, Baird, Rev. Am. B. I, p. 316%; Lawr. Ann. Lye. N. Y. IX, p. 200%; Salv. P. Z. S. 1870, p. 184"; Ibis, 1870, pp. 109, 114”. Stelgidopteryz fulvigula, Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 96* (rec Baird). Murino—brunnea, alis et cauda nigricantibus, seeundariis extus albo tennis- simo limbatis, subtus dilutior; gula et ventre medio sordide griseis, illa aliquan- do rufescenti tiucta, orisso albo; rostro et pedibus nigricantibus. Long. tota 47, ale 4-6, caude 2-3, rostri a rictu 0-55, tarsi 0-4. (Deser. maris ex Dueñas, Gua- temala. Mus. nostr.). Av. hornot. Pectore rufescente, secundariis extus et alarum tectricibus rn- fescentibus differt. (Descr. exempl. ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). «Mé- xico, en to la la República.» Hab. Norte América (excepto los Estados del Noreste).—México, Nuevo León (Couch**), Valle de México (le Strauge), Córdova (Sallé?), Orizaba (Pot- teri%), Jalapa (de Oca*"*), Estado de Veracruz (Sumichrast”), Mérida de Yuca- tán (Schott), Guatemala *%* (O. $. et F. D. G.), (Owen”), Costa Rica (Carmiol'), Panamá (Arcé*). «México, en toda la República.» % El Prof. Baird designa con el nombre de £. serripenmis á las aves de Méxi- co y Norte América, y á las de Guatemala y el resto de Centro América, con el título de S. fulvipennis. Es indudable que el $. serripennis es sedentario en México; pero las prue- bas que de ello se tienen no son satisfactorias. En Guatemala, Mr. Owen obtuvo un nido cerca de San Jerónimo, en Mayo. Se componía de zacate y raicecitas, y el interior contenía yerbas secas. Estaba colocado en una excavación de dos pies de largo, en un bauco de arena blanca, y consistía en uu túnel terminado en una cámara bastante graudo para que el pájaro pudiera moverse; aquí ha- bían hecho el nido y depositado cinco huevos blancos*. En los Estados Unidos el S. serrípennis emigra, así es que los individuos sedentarios de México y Centro América deben recibir grandes refuerzos duran- te el Invierno. Anida en los Estados Unidos, y su nidificación es tal como la describe Mr. Owen. Su nido ha sido minuciosamente estudiado por el Dr. Brewer y otros anto- res, que han publicado el resultado de sus observaciones. Eu substancia, su ni- dificación es idéntica á la del Cotyle riparia; pero Mr. Van Fleet ha demostrado que hay varias diferencias, aun cuando anida en agujeros del suelo y cerca de sitios habitados. (1) Laurencio y Beristain, p. 44. (2) Laurencio y Beristain, p. 44. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 623 «Esta especie, dice Brewer, anida en Carlisle, Penn., en donde fué encon- trada por el Prof. Baird en el Verano de 1843. El año siguiente visité esa loca- lidad á principios de Junio, y tuve oportunidad de estudiar sus hábitos durante la estación de las crías. Era un tanto común, y examinamos algunos de sus ni- dos, ninguno de los cuales estaba en excavaciones practicadas por el ave mis- ma, aunque con anterioridad se encontraron otros que aparentemente habían sido cavados en la ribera, como los del Cotyle riparia. Todos estos siete nidos que descubrimos en esa ocasión, ocupaban sitios accidentalmente adaptados á este fin, y estaban colocados cerca del agua corriente. Aleunos ocupaban las hendeduras que había entre las piedras de las paredes y arcos de los puentes. Muchos de los nidos apenas sobresalían de la superficie del agua. Uno de ellos estaba inundado, y sus huevos fríos. Los padres construyeron un muevo nido sobre el antiguo, y depositaron en él seis huevos, como habían hecho en el otro. Un nido estaba entre las piedras del muro que formaba uno de los lados del molino. Dos pies más arriba había una senda bastante frecuentada, y á dos pies más abajo corría el agua. Otro nido se hallaba entre las tablas de uu pequeño edificio en que había una rueda hidráulica. Se entraba al nido por el agujero causado por un nudo de la madera y descansaba sobre una pequeña viga. Por su construcción, los nidos eran semejantes á los del Cotyle riparia, pues conte- nían zacates secos, pajas y hojas forradas con unas cuantas plumas; sin embar- go, se diferenciaban por la gran cantidad de material empleado.» En esta pintura del pájaro en cuestión, se ve que sus hábitos se han modifi- cado ya con el contacto de la civilización. Mr. Walter Van Fleet ha completado el cuadro en sn interesante artículo titulado: «Notas acerca del Hirundo serri- pennis en Pennsylvania,» y publicado los resultados de dos años de estudio de la economía de esta ave comparada con la del Cotyle. En el siguiente párrafo -haré un extracto de su artíenlo: «El S. serripennis no es sociable en la estación de las crías, como el Cotyle riparia. Sus nidos están separados y esparcidos á intervalos irregulares en las orillas de las corrientes. Rara vez cavan agujeros, prefiriendo aprovechar algu- na cavidad á propósito y arreglarla á su gnsto; se les encuentra á menudo en los agujeros abandonados del Martín Pescador, en donde hacen su nido á un pie de la entrada. Cnando se les presenta una raíz seca cercana á sus orillas de arena favoritas, la despojan de la madera blanda y siguen la dirección de la raíz hasta alcanzar una profundidad de dos pies, sitio en que construyen el nido, for- mando primero una cavidad. También les agrada anidar en las obras de alba- ñilería próximas al agua. En los pocos casos en que hacen por sí mismas el agu- jero, trabajan con cierta indolencia, lo hacen más grande de lo necesario y con una entrada invariablemente córcular. Los nidos del Cotyle riparia son, por el contrario, simótricamente elípticos, con el eje más lareo horizontal y del tamaño indispensable; son tan pequeños, que no cabe en ellos la mano, lo cual no suce- de con los del $. serripennis, excepto enando ocupan una obra, caso en que los , 624 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. padres pasan por una hendedura casi insuficiente, con tal de que la cavidad in- terna sea propia para el nido. Los nidos del serrípennis están hechos con más negligencia que los del ríparia; parece que los padres no se preocupan mucho por adquirir el material necesario, y se conforman con lo primero que encuen- tran. Un nido que estaba en el agujero de un Martín Pescador, en una ribera arenosa, á unas quince varas de nn corral, se componía únicamente de plumas de aves domésticas. Otra ocasión se hallaron tres huevos frescos en la arena desnuda, en una simple bolsa de unas seis puleadas de fondo, lo que indica que la madre no tuvo tiempo de concluir el nido. Con frecuencia hay huevos frescos revueltos con otros cuya incubación está ya más adelantada, y á veces huevos frescos, huevos empollados y polluelos.» «Cooper dice que en California anida en madrigueras hechas en la arena, á dos ó tres pies de profundidad, y que los nidos forman verdaderas villas; añade que se refugian algunas veces en las aberturas naturales de las riberas, de los edificios de adobe y de la madera. Probablemente sólo auidan allí por excep- ción, pues hasta el C. riparia, que es la especie más conservadora de la familia, se ve obligada, á veces, á refugiarse en un árbol. Henshaw vió varias ocasiones á los S. serripennis en la sospechosa vecindad de algunos troumcos secos, y aun- que nunca notó que penetrasen en sus cavidades, le pareció probable que apro- vechasen estos retiros á falta de otros mejores.» «El aspecto general y las costumbres de muestras golondrinas varían tan poco y nos son tan familiares, que creemos inútil decir nada á ese respecto; el 5. serripennis se parece en esto al C. ríparia, lo mismo que por su físico y co- loración. Los huevos, como los de todas muestras especies, excepción hecha de los del H. erythrogaster y el P. subis, son de un blanco inmaculado y del mis- mo tamaño que los del Cotyle, pnes miden 0-75 de lareo por 0-50 de ancho; se dice que son uniformemente oblongos y más puntiagndos que los de la especie mencionada; la puesta comprende de cinco á seis huevos.» «Conc)uiré ocnpándome de una nota que publiqué no hace mucho, acerca de un supuesto cambio en los hábitos del C. riparía; pero que ha resultado tener por base á la presente especie. El Dr. Rufus Haymond me dijo que un €. ripa- ria había anidado en una casa de Brookville, Indiana. Mr. Ridoway preguntó si no se trataría del £S. serríipennis, que anida exactamente, como dice el Dr. Haymond, puesto que, como las dos especies son tan parecidas, originan equivo- caciones, aun tratándose de los mejores observadores. El Dr. Haymond no tardó en remitirme una comunicación, relativa al mismo sujeto. En este nuevo caso, «habíase desprendido una tabla de un edificio, dejando nua pequeña abertura, en que dos días seguidos se observó á una golondrina construyendo su nido.» Sin embargo, más tarde me escribió una carta en contestación á mis dudas, di- ciendo que Mr. Ridoway tenía razón al suponer que se trataba del S. serrípen- nis." En alennos puntos mina el suelo, sobre todo cuando está la tierra floja, (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part. first, p. 438. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 625 --— = imitando en esto al C. riparia; también anida en los estribos de los puentes, etc.» «Es común en Febrero, Marzo y Abril; raro en otras estaciones. Se le en- cuentra en los pueblos y ranchos.»” «El Stelgidopteryz fulvipennis es una especie bastante distinta de la Tachy- cineta bicolor. Creo que también el S. serripennis se encuentra en el Estado, al que viene en Verano.» «El poder de locomoción y los instintos emigrantes que los hi2rundinide po- seen en tan alto grado, hacen difícil fijar con exactitud su distribución geográ- fica, respectivamente. Entre los que he mencionado, las dos especies de Progne son las únicas cuyos límites no están bien demarcados.» «Anida en una madriguera que cava en las riberas escarpadas, en las cnar- teaduras de las paredes, en las cavidades de los puentes, edificios y casas vie- jas; hace el nido con zacate y plumas.» «Huevos, 4-8; blancos; 0-75 por 0-53. Es sedentaria en Verano en todo el Es- tado y frecuenta principalmente los sitios preferidos por el €. riparía. Sin em- bargo, no es tan numeroso como éste. En la región septentrional del Estado es raro y ausente en varias localidades. Gracias á que su plumaje superior carece de lustre metálico, no se le distingne fácilmente; pero, en cambio, están caracte- rizados por el color gris de su pecho y garganta. Anidan juntos, excavando en las mismas riberas, y he notado que los agujeros que estaban lejos de la colo- nia también contenían nidos. Anidan, asimismo, en las obras, en los cimientos, huecos de las casas y aun en el interior de éstas. El C. ríparia nunca ha tratado de encontrar uu sitio más á propósito para anidar que sus arenosas riberas.» «Comienzan á formar parejas á mediados de Abril. El Prof. B. W. Ever- manu encontró nidos casi concluidos en Mayo 8. El Dr. F. W. Langdon, dice: «De una docena ó más nidos de esta especie, cogidos en Madisonville, O., Mayo 20-21, 1879, los que se encontraron tierra adentro (á lo largo de las ensenadas y puentes) estaban bien inenbados y contenían de 5 á 7 huevos, mientras que los que se colectaron á orillas del río estaban incompletos, salvo una ó dos ex- cepciones, y contenían solamente de uno á cuatro huevos frescos.» El Dr. Lang- don refiere que una madriguera de esta especie estaba oecnpada por Abejas.» «Sus emieraciones corresponden con las del C. riparia, y por desgracia sólo unas cuantas personas los distinguen y han anotado con cuidado sus mo- vimientos.» «Sus hábitos generales son semejantes á los del C. riparia, y son tan útiles como esta especie, para la destrucción de los insectos.»% (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 90. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883, p. 442, (3) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, p. 305. (4) A. W. Butler. Indiana Department of Geology and Natural Resources. 224 Annual Re- port, 1897. Blatchley, p. 999. 626 A. L, HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. COTYLE. Cotyle, Boie, Isis, 1822, p. 550. Cotyle, Baird, Rev. Am. B. L, p. 318, et anctb. El género Cotyle comprende impropiamente varias especies. De las golon- drinas americanas incluidas antiguamente en Cotyle, las especies del género Stelgidopteryz han sido separadas de él desde hace tiempo, y sólo queda C. fur- cata, asociada con €. ríparia; pero aun aquélla pertenece con más propiedad á + Atticora, como lo indica el Prof. Baird; así es que el Cotyle ríparia es el único representante de este género en América. En Europa sucede otro tanto, pues el C. rupestris y sus aliados no son verdaderos miembros de Cotyle, sino más bien parientes de Hírundo, como lo demuestran las manchas que presentan sobre los rectrices, su nidificación y sus huevos. Cotyle tiene las narices cubiertas por nna membrana como MHirundo; sus pe- enliaridades consisten en las dimensiones proporcionalmente mayores de las ga- rras laterales, y en que el extremo del tarso metatarso tiene plumas. La zona de distribución de Cotyle es casi cosmopolita, y no hay ninguna ave terrestre más diseminada por doquiera que el Cotyle riparia. ! COTYLE RIPARIA. Hirundo riparia, Linn. Syst. Nat. L, p. 344%; Jones, Nat. Berm., p. 347. Cotyle riparia, Cab. J. f. Orn. 1861, p. 93% March, Pr. Ac. Phil. 1863, p. 296% Baird, Rev. Am. B. L, p, 319%; Salv. Ibis, 1866, p. 192% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 96”; Bull. U. $S. Nat. Mus. n. 4, p. 17%; Mem. Bost. Soc. N. H. IL, p. 271%; v. Frantzins, J. f. Orn. 1869, p. 295"; Pels. Orn. Bras., p. 18”; Sel. et Salv. P. Z. S. 1873, p. 258%; Baird, Brew. et Ridwg. N. Am. B. 1, p. 353”; Cones, B. Col. Vall. L, p. 435% Gundl. Orn. Cub., p. 83%; Dresser, B. Eur. III, p. 505, t. 163", Supra murina, uropygio paulo dilutiore secundariorum apicibus tenuis- sime albis; subtus alba, torque pectorali murino; rostro et pedibus nigris. Long. tota 4-7, alae 4-0, caudae 2-0, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-4. (Descr. exempl. ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 627 == Hab. Norte América ***, México, Tehuantepec (Sumichrast *), Guatema- la (O. S. et F. D. G*), Costa Rica (v. Frantzius**".—Antillas Y, Sud Améri- ca 2% Europa *; Asia; Africa. Todos los autores convienen en que el €. r2zparia del Continente Americano es inseparable de la especie del antiguo mundo. En los Estados Unidos se pre- senta en Verano con el objeto de anidar. Al aproximarse el Invierno se marcha al Sur, pero no es común en ninenna parte. Tampoco en la América del Sur es abundante. En las Antillas, el Dr. Gundlach colectó unos cuantos individuos que andaban en compañía de la 7. bicolor. En México se le ha observado úni- camente cerca de Tehuantepec. En Costa Rica, dice el Dr. von Frantzius que anida en gran número en los agujeros de las rocas; pero opinamos que se refie- ro á una especie de Stelgidopterya”. La nidificación del Cotyle riparia es tan conocida, que nos parece suficiente hacer notar que anida en una cavidad hecha en una ribera arenosa y que pone huevos blancos. «Los antiguos conocían ya á esta ave. Plinio refiere que, según Heráclito, en la embocadura del Nilo, las Golondrinas hacen sus nidos unos junto á otros, oponiendo así, á las inundaciones del río, un dique impenetrable y que no po- dría ser construido por la mano del hombre. En esta parte de Egipto hay una isla consagrada á Isis, cerca de la cindad de Coptos; las Golondrinas se esfuer- zan en que no sea arrebatada por el Nilo. Al comenzar la Primavera, fortifican la punta, acarreando allí heno y paja; trabajan tres días con sus noches, sin per- mitirse un momento de reposo, y con tal ardor, que muchas mueren de fatiga. Cada año emprenden de nuevo este trabajo.» Caracteres.—El Cotyle riparia que menciona el historiador romano, es una de las más pequeñas especies de la familia de los Hirundinidos. Los dos sexos difieren poco, y los jóvenes tienen un plumaje un poco más obseuro que los adultos. En Europa se presentan en todos los países, con excepción de la extremi- dad Norte. Costumbres y régimen.—El Cotyle riparia busca, de preferencia, las ribe- ras escarpadas. Sin embargo, su presencia no depende, en lo absolnto, de la proximidad del agua; se contenta, para hospedarse, con una muralla de tierra cortada á pico. Cava penosamente agujeros profundos, sobre el nivel del agua, y vive en ellos formando colonias. Es raro encontrar menos de cinco parejas reunidas: el número ordinario varía entre veinte y cuarenta, llegando á veces hasta ciento. Esta especie suele refugiarse en los muros y en las hendeduras de las rocas; empero, prefiere los agujeros practicados por ella misma. «Difícilmente puede uno explicarse, dice Naumann, cómo un pájaro tan pequeño y tan débilmente organizado, puede llegar á ejeentar un trabajo tan La Nat.—Ser. 11,—T. II1.—Marzo 1902 $0 628 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. gigantesco en tan poco tiempo. En dos ó tres días nna pareja practica una cavi- dad de 5 áS centímetros de diámetro en la abertura, más espaciosa aún en el fondo, y á la cual conduce un corredor de uno ó dos metros de largo. En esos momentos la actividad de estos pájaros es prodigiosa. Reunen trabajosamento con las patas la tierra que han desprendido, y la arrojan fuera de su morada. Con frecuencia abandonan la construcción comenzada; acabau de disponer su agujero y comienzan otro. Esto obedece, sin duda, á algún motivo; pero éste nos es desconocido. Están tan ocupados en cavar, que diríase que han desaparecido de la comarca; pero basta que se golpee el suelo para que se precipiten fuera de sus habitaciones. Cuando la hembra va á comenzar á tapar, no abandona los huevos, sino cuando se introduce en el nido la mano ó se mete una vara hasta el fondo del agujero. El corredor, de 1 metro 30 centímetros en la entrada, da ac- coso á una cámara más espaciosa, donde se encuentra el nido, que consiste en un delgado colchón de paja y heno, cubierto por una capa de plumas y pelos.» «En las cavidades que estas aves encuentran en los barrancos, en las rocas y en los muros, los nidos son menos profundos y menos próximos unos á otros. Se conforman con la disposición natural de las localidades, y tienen menos opor- tunidades de practicar su arte.» «El Cotyle riparia es alegre y vivo, y siempre está en movimiento. General- mente vuela muy cerca de la superficie del agua, y rara vez se eleva á gran al- tura. Su vuelo es tan vacilante, que puede compararse al de las mariposas; pero no es nada incierto, y el Cotyle riparía no es menos listo que sus congéneres.» «Son los más sociables de los Hirundinidos; sólo excepcionalmente se en- cuentra una pareja aislada. Ni siquiera se separan para cazar; procuran no ale- jarse de sus habitaciones, y permanecen siempre lo más cerca posible. Son tími- dos por naturaleza, y viven en paz con las otras aves.» «El Cotyle riparia parece ser más delicado que los otros Hirundinidos. Lle- ga tarde, á principios de Mayo, y parte en los primeros días de Septiembre. Apenas llega, se apresura á visitar su antigna residencia, la repara ó hace una nueva. Á fines de Mayo ó principios de Junio, pone cinco ó seis huevos peque- ños, ovalados, alargados, de cascarón delegado y color blanco puro. Quince días más tarde nacen los polluelos, y quince después ya están en estado de acompa- ñar á los padres. Dnrante algún tiempo, jóvenes y viejos regresan todas las noches á sus agujeros; pero á fines de Agosto emprenden sus viajes, y entonces duermen en los rosales, á orillas de los estanques. Cuando se destruye la pri- mera puesta, vuelven á poner.» «Por lo demás, el C. ríparia se parece á los otros Hirundinidos.»“ «Subiendo el Missouri en la Primavera de 1864, ví millares de estas aves en las orillas del río, las cuales presentaban infinidad de nidos. En el Otoño de 1872, observé allí mismo multitud de nidos abandonados, sobre todo en la tierra (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. I, p. 539. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 629 blanda, y un poco más abajo los nidos, en forma de botella, del Petrochelidon lunifrons, formando grandes masas.» * «Es una de las más pequeñas Golondrinas, evita todo contacto con el hom- bre y anida en las cercanías de las corrientes y lagos, en sitios que á menudo son inaccesibles: así es que sería difícil observar la época de su partida, así co- mo la de su llegada, á no ser por la cirennstancia de que pasa la noche en sus agujeros de las riberas. Cuando hay que hacer nuevas excavaciones, trabajan con gran rapidez, á fin de procurarse un local en que dormir la primera noche. Una temprana visita á la vecindad de las riberas, bastará para determinar si han legado. Una sola localidad puede ser ocupada por unos cuantos individuos; pero muchos parajes vecinos están habitados por centenares, si no es que milla- res. Es indudable que la cantidad de alimentos contribuye á determinar su pre- sencia en uu lugar, aunque su ligereza aérea les permite afrontar sin cuidado todas las emergencias de esa clase.» «Por término medio llegan el 5 de Mayo, y empiezan inmediatamente á ani- dar. Generalmente, el nido está en el extremo de un agujero de nna media vara de largo, y consiste en una cavidad de dimensiones suficientes para contener nua eran cautidad de zacates secos, heno, plumas y plumón de diversas clases. Algunas veces el nido es más profundo.» «Ponen cuatro ó cinco huevos blancos, y tienen dos crías á tiempo para que la segunda esté en estado de tomar parte en la emigración del 25 de Agosto.» «Es indudable que las costumbres que observa respecto á nidificación, dis- minuyen el número de individuos en ciertos distritos; pero no por eso deja de ser una especie abundante. Yo siempre la he encontrado en todas las localida- des importantes.» «Anida generalmente formando colonias.» «Huevos, 4-7; blanco puro; 0-71 por 0-50. Es una ave sedentaria que abun- da en Verano, y anida por colonias en dondequiera que encuentra riberas es- carpadas á lo largo de las corrientes ó alrededor de los pozos. En localidades más llanas, suelen cavar agujeros en los caminos de fierro y otros puntos por el estilo. En las regiones en que no hay parajes favorables para esta clase de ni- dificación, no se presentan estas Golondrinas más que en la época do las emi- graciones.» «A fines de Marzo ó principios de Abril se les suele encontrar, algunos años, cerca del agua ó de algún sitio agreste arenoso ó arcilloso. Sitúan sus nidos en la extremidad de unas galerías practicadas en los bancos de arena. En ciertos casos estas excavaciones se ramifican, ó tienen corredores laterales en que ani- dan dos ó más parejas.» «Cuando los polluelos están en estado de abandonar el nido, se les ve posar- (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 89. (2) Notes on the Birds of Minnesota by Dr. P. L. Hatch, First Report of the State Zoolozist, p. 355. 630 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. se, en unión de los padres, en los arbustos ó matorrales que crecen á orillas de los manantiales. Su sitio de reunión favorito, es un alambre del telégrafo, donde se posan en gran número, acompañados por otras especies de Golondrinas. El C. riparia no ha modificado en le más mínimo su antigno modo de anidar. To- das las demás especies de la parte meridional de los Estados Unidos, han cam- biado su nidificación más ó menos.» «La parte inferior de su cuerpo, blanca y marcada con una banda obscura en el pecho, sirve para distinguirlos al vuelo, del £. serrípennis, que anida en los mismos sitios.» : «Se alimentan con insectitos alados, que capturan al pasar rozando la super- ficie del agua, ó volando bajo sobre las praderas y campos de grano.» '” SECCION 1II.—OSCINES TENUIROSTRES. FAMILIA CAEREBIDAE. DIGLOSSA. Diglossa, Wagler, Isis, 1832, p. 280. (Tipo D. baritula ); Hartl. Rev. Zool., 1842, p. 56; Selater, Ibis, 1875, p. 206. Agrilorhinus, Bp. Nouv. Amn. Se. Nat. L, p. 408 (1838). Los miembros de este género están casi confinados á los Andes de Sud América, desde Bolivia, en el Sur, hasta Colombia y Venezuela, en el Norte. Una especie reside en las montañas de la Guayana, y dos en nuestra región.— D. plumbea es peculiar de las tierras altas de Panamá y Costa Rica, y D. bari- tula tiene una zona de distribución más amplia en el Sur de México y en Gua- temala. Todos los miembros de este género habitan las florestas de las monta- ñas, y es probable que nunca desciendan á menos de 6,000 pies. Mr. Selater publicó recientemente una monografía del género Diglossa, que comprende quince especies. Lies hemos añadido la D. glauca, de Bolivia, que viene á ocupar el décimosexto lugar. En esa monografía están divididas las es- pecies en dos secciones: una comprende las de plumaje rojizo, y la otra las que presentan un color uniforme. Sin embargo, todas son muy parecidas, y tienen la formación especial del pico que caracteriza al género. (1) A. W. Butler. The Birds of Indiana. Department of Geology. 22* Annual Report. 1897, p. 997. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 631 —= La Diglossa baritula fué la primera especie que se descubrió, y fué el tipo del género Diglossa, descrito por Wagler en 1832. La misma especie sirvió de ejemplar típico del género Agrilorhinus del príncipe Bonaparte, y del Campylops de Lichtenstein, nombre que, según el Dr. Cabanis, se publicó hasta 1851 en la primera parte del «Museum Heineanum.» Todo el género fué dividido por Cas- sin, en 1864, en una multitud de subgéneros, cuyos caracteres dependían de la coloración. Mr. Selater hace notar, con justicia, que este paso no era necesario. Diglossa se distingue fácilmente de los demás Cerebide, por el gancho del maxilar, que sobresale mucho en la punta de la mandíbula y forma una brusca enrva hacia abajo; la mandíbula es un tanto grnesa en la base, y está encorvada hacia arriba en la puuta. En el extremo agudo del maxilar, precisamente antes de que principie la curva del gancho final, hay varias muescas dentadas. La nariz está cubierta con nna membrana; las cerdas rictales están bien desarrolla- das. La lengua está dividida en la punta (este es el origen del nombre del gé- nero). Las alas son un poco redondas; el primer primario está bien desarrollado y es casi ignal al séptimo; el tercero y el cuarto son iguales y más largos. La cola está regularmente bifurcada. DIGLOSSA BARITULA. «Pico chueco, Mielero.»” Diglossa baritula, Wagl. Isis, 1832, p. 281%; Hahn, Atlas, Heft 8, t. L, 2%; Hartl. Rev. Zool., 1842, p. 56%, Gray et Mitch. Gen. B. t. 42, f. 1, 2% Cab. Mus. Hein. 1, p. 97% Bp. Consp. 1, p. 401% Sel. P. Z. S. 1856, p. 286"; 1859, pp. 364*, 376" 1864, p. 173"; Ibis, 1875, p. 207"; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 14”, Sumi- chrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 548”; Dugós, «La Nat.,» I, p. 140"; Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 174”. Agrilorhinus sittaceus, Bp. Nouv. Ann. Se. Nat. L, p. 408”. Uncirostrum sittaceum, Lafr. Rev. Zool. 1839, p. 292”. Uncirostrum brelayi, Lafr. Rev. Zool. 1839, p. 100%, Supra saturate ardesiaca, capite nigricante, alis et cauda nigricantibus ex- tus dorsi colore limbatis; subtus ferruginea, gula et cervicis lateribus ardesiacis; rostro corneo, mandibule basi pallidiore; pedibus corylinis. Long. tota 44, alee 2-25, caude 1-8, rostri a rictu 0-5, tarsi 0-6. (Descr. maris ex Jalapa, México. Mus. nostr.). 2 fusca; secundariis et tectricibus alarum rufescente limbatis, subtus sordide fusca, ferrugineo tincta. (Descr. femine ex Calderas, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México*"”" (Petz*, Sirletto*”), Valle de México (White”, le Strange), (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 15. 632 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. región alpina de Veracruz (Sumichrast'), Jalapa (de Oca*), Juquila y Totonte- pec (Boucard”), Guatemala (Constancia, Skinner”), (O. $S. et F. D. G.). «Mesa Central, Estado de Veracruz y región Sur.» Los ejemplares guatemaltecos difieren ligeramente de los de México, por el color de pizarra de la garganta del macho, que se extiende más sobre el pe- cho; pero esta diferencia casi no merece mencionarse. La Diglossa baritula fué descubierta en México por el Dr. Pets, cuyos ejem- plares están en el Museo de Wiirzburg. Fueron descritos por Wagler en 1832", y dibujados más tarde por Hahu?. En México parece que la zona de distribución de la D. baritula está limi- tada á las porciones más meridionales del país. Mr. White y Mr. le Strange ob- tuvieron unos ejemplares en el Valle de México; pero se ignora que habite más al Norte de ese punto. En el Estado de Veracruz, Sumichrast observó que pre- fiere la región alpina, alcanzando nua altitud de cerca de 10,000 pies”. M. Sallé la colectó cerca de Córdova”; de Oca en las cercanías de Jalapa”, y M. Boucard en Juquila y Totontepec, Estado de Oaxaca?. En Guatemala la vimos en los bos- ques de las montañas y en los que rodean los volcanes, á 7,000 ó 10,000 pies so- bre el nivel del mar. Frecuenta allí los arbustos y los linderos de las florestas, donde persigue sin descanso á los insectos entre las flores, hojas y varas. Grene- ralmente se le observa solo ó en familias. Salmon obtuyo los huevos de la Diglossa albilateralis y de la D. personata en el Estado de Antioquía (Colombia). El fondo es de un color azul verdoso, marcado profusamente en el extremo más largo con manchas moreno rojo. El nido, cogido por el mismo colector, es abierto y está hecho con musgo, fibras y raicecillas forradas en el fondo con musgo. Aún no hemos tenido noticias del nido y huevos de la D. baritula y de la D. plumbea. «El Pico chueco se asemeja un poco, por sus costumbres, á los Colibríes; sn pico está encorvado, su lengua es bífida, está dividida en la punta. Parece que el Pico chueco se alimenta con pequeños insectos, que colecta en las corolas de las flores.» % «Considero la región alpina como el principal centro de propagación de esta especie. Lia he encontrado hasta una altura de 3,000 metros: no es muy rara en los puntos más elevados del cantón de Orizaba: sus hábitos y modos de ali- mentación son análogos á los de los Trochilide.»” (1) Laurencio y Beristain, p. 39. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 15. (3) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, p. 306. Ñ A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 633 LAS DIGLOSAS."” Después de haber hablado de los Colibríes de México,” me veo conducido materialmente á decir una palabra de las Diglosas,” avecillas muy vecinas de las primeras en sus formas y costumbres. Son bastante frecuentes en los jardi- nes del Valle de México; buscan los mismos Ingares que los Colibríes, de suerte que con frecnencia se les mata juntos; pero son infinitamente menos abundantes y no habitan las regiones calientes. Estas aves han sido colocadas en el grupo de los Nectarinídeos, porque tie- nen, en sua modo de vivir, cierta relación con los Colibríes. Hay, sin embargo, una diferencia esencial que los separa mucho. Sus alas son cortas y anchas, lo que les da un vuelo diferente, y los asemeja, bajo este punto de vista, á los Pa- ros de Enropa. Los Colibríes son las únicas aves que tienen la facultad de sos- tenerse en el aire, permaneciendo en un lugar; en los Serrirostros no es así; estas aves no pueden tomar su alimento más que posándose en las ramas ó suspen- diéndose á los peciolos de las hojas. Resulta de aquí que no revolotean de ar- busto en arbusto, sino que saltan sobre las ramas de los árboles, y vuelan de nuo para posarse en otro. Tienen en sus hábitos mucha semejanza con los Pa- ros; vuelan del mismo modo, por sacudidas y replegando el ala á cada momento, de modo que describen en el aire una serie de saltos y de caídas. Me ha pare- cido que estas aves viven solitarias; se percibe uno que otro que viene á posarse sobre los árboles frutales de los jardines, pero nunca juntos. Ignoro si se nutren con el néctar de las flores: lo dudo mucho; así el nombre de Nectarinídeos, dado á esta familia, convendría más bien á la de los Pájaro—moscas. Pero lo que es cierto, es que atrapan las moscas y otros insectos que en- cuentran paseándose por las ramas de los arbustos, ó que tienen la imprudencia de ponerse al alcance de su pico. Son verdaderos Pica—rebordas entre las aves melífagas de América. Cuando se les mata, con frecuencia se encuentra su pico como salpicado de polen, porque lo introdncen entre los estambres do las flores para coger los pequeños insectos de que se nutren.” (1) Son las aves conocidas vulgarmente en México con el nombre de Meleros, Pico-chueco. (N. del T.). (2) Véanse las notas del artículo “*El pájaro-mosca,” p. 61, t. I, “La Nat.” (3) La Diglossa baritula es la especie que se observa en el Valle de México. (4) H. Saussure. “La Nat.,” t. IT, p. 28. 634 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. COEREBA. Cereba, Vieillot, Ois. Am. Sept. IL, p. 70 (1807). Arbelorhina, Cabanis, Arch. f. Nat. 1847, L, p. 325. Sólo hay, en realidad, cuatro especies reconocidas de Coreba, aunque algn- nos autores, principalmente el Dr. Cabanis, han indicado otras. De estas cuatro, la C. cyanea y la C. cerulea están dispersadas en toda la parte tropical de la América del Sur; la primera penetra, en el Norte, hasta la región meridional de México, y se presenta ienalmente en la isla de Cuba. En Centro América, la C. lucida reemplaza á la C. cerulea. La cuarta especie, C. nitida, habita el valle superior del Amazonas y Colombia, probablemente en las escarpas orientales de los Andes. Las especies de Cosreba son muy parecidas en cuanto á coloración; los ma- chos son de un color azul obscuro, y tienen las alas y la cola negras. C. cyanea se distingue fácilmente de las otras, porque el macho tiene una mancha azul tur- quí en la cabeza, y ambos sexos tienen la parte inferior de las alas, amarilla. El pico de Ceereba es más largo que el de los otros géneros de la familia; es deleado y arqueado, y el extremo cortante del maxilar está provisto de mmuescas cerca de la punta. La cola es corta y casi cuadrada, y el tarso y los dedos son bastante fuertes. COEZREBA CYANEA. «Reynita.»% Certhia cyanea, Linn. Syst. Nat. L, p. 188?. Cereba cyanea, d'Orb. et Lafr. Syn. Av. II, p. 24%; Cab. Mus. Hein. L, p. 96*; Burm. Syst. Ueb. ITI, p. 150% Sel. P. Z. S. 1856, p. 286*; Lawr. Ann. Lyce. N. Y. IX, p. 971; Sel. et Salv. P. Z. S. 1870, p. 836”; 1873, p. 260% Pels. Orn. Bras., p. 25%; Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 177”. Arbelorhina cyanea, Gundl. Orn. Cub., p. 105”, Cereba carneípes, Sel. P. Z. S. 1859, p. 376%; 1864, p. 173%; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VIL, pp. 291*, 318"; VIII, p. 175*; Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 32"; P. Z. S. 1864, p. 349"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 548"; Salv. P. Z. S. ISO iS ORpalSo ES (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 15. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 635 .— ——e Nitide cxernlea, capite summo «ernginoso-eeernleo; fronte anguste, loris et regione oculari, dorso medio, alis et canda nigerrimis; alis intus flavissimis; ros- tro nigro, pedibus carneis. Long. tota 4-7, ale 2-55, caudee 1-6, rostri a rictu 0-8, tarsi 0-6. (Deser. exempl. ex Lanquin, Guatemala. Mus. nostr.). 2 sordide virescens, alis et cauda fuscis extus viridescente limbatis, subtus enla sordide flavo striata, subalaribus flavis. (Deser. feminse ex Retalhulen, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Córdova (Saló?) Playa Vicente (Boucard”), Valle de México (White”), región caliente de Veracruz (Sumichrast'”), Honduras Británicas (Roe), Guatemala (Constancia'””), (O. S. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely”), Ni- caragua (Belt), Costa Rica (v. Frantzius”, Arcé”), Panamá (Hicks”, Arcé*>, M'Leannan'*).—Sud América??*, Onba". «México, Mesa Central.» La Cereba eyanea está distribuida en casi toda la porción continental de la región neotropical, donde frecuenta los países bajos y alcanza una altura de 3,000 á 4,000 pies. Una vez la observamos en Dueñas, Guatemala, á una altura de 5,000 pies próximamente; pero esto debe considerarse como una excepción. Según nuestras observaciones, no le agradan las sabanas abiertas, sino que pre- fiere los linderos de las florestas y bosques. La C. eyanea es infatigable en la persecución de los insectos, y trepa por todas las varas para examinar hoja por hoja. Nunca encontramos su nido y huevos. «La Reinita es á la vez insectívora y frugívora. Vive en los lugares calien- tes. Se le aprecia por la hermosura de su plumaje.» % CERTHIOLA. Certhiola, Sundwall, Ofvers. Vet. Ak. Handl. 1885, p. 99. (Tipo Certhia flaveola, Linn.); Finsch, Verh. k. k. zool.—-bot. Gres. Wien, 1871, p. 739 et seq.; Baird, N. Am. B. I, p. 425. Pocos son los géneros americanos que han recibido una interpretación más variada respecto al número de sus especies, pues algunos ornitologistas recono- cen en éste un gran número y otros muy pocas. Nosotros nos encontramos dis- puestos á admitir nua separación completa de las aves de las islas de la India Occidental, donde el habitante de cada isla tiene una zona de distribución defi- nida y limitada, más bien que de las formas continentales, las cuales carecen de (1) Laurencio y Beristain, p. 39. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 15. La Nat.—Ser. 11.—T. 111.—Abril 1902, el 636 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. una zona de distribución limitada. De las formas isleñas se han descrito doce especies por lo menos; algunas de ellas presentan caracteres muy marcados. En el continente sólo podemos reconocer tres especies: C. mexicana, del país que indica su nombre; €. luteola, de Venezuela y Trinidad, y C. chloropyga, de la Guayana y el Brasil. Á éstas puede agregarse el C. caboti, de la isla de Cozn- mel, enyo pariente más próximo se encuentra en las islas Bahamas. Este pájaro y la C. mexicana, son los únicos que hay en muestra región. El color usual de Certhiolce es obscuro ó negro en el dorso, y con ó sin speculum alar blanco; la rabadilla suele ser amarilla, y el vientre lo es generalmente; la garganta varía entre el blanco, el gris y el negro. Una especie notable de la isla de San Vicente, es casi enteramente negra, y ha sido descrita por Mr. Lawrence con el nombre de Certhiola atrata.* El pico de Certhiola es agudo y forma un arco pronuncia- do; el extremo cortante del maxilar presenta, hacia la punta, varias endentadu- ras aleo parecidas á las de Diglossa. El tarso y la pata son fuertes, y la cola, corta y cuadrada. «Costumbres y régimen.—Según dice el príncipe de Wied, todos los Certió- lidos son pájaros alegres, vivarachos, encantadores; sus costumbres y su género de vida se parecen á los de las aves canoras. No cesan de estar en movimiento, se están en los ramos más elevados de los árboles de las florestas, vuelan de rama en rama y se suspenden de ellas para cazar á los insectos ó buscar los fru- tos con que se alimentan. En el estómago de los individuos que abrió, encontró el príncipe citado menos insectos que frutos y, principalmente, granos rojos y bayas. Son muy afectos á las naranjas. En la época en que éstas maduran, visi- tan los jardines, aunque estén próximos á las habitaciones. Viven en las flores- tas más espesas, lo mismo que entre los matorrales escasos. Sn chillido es breve; el príncipe de Wied nunca los oyó cantar.» “ CERTHIOLA MEXICANA. Certhiola mexicana, Sel. P. Z. S. 1856, p. 286% 1859, pp. 364, 376% Salv. Ibis, 1861, p. 352% Sel. et Salv. P. Z.$S. 1864, p. 349” 1879, pp. 497", 597”; Lawr. Amn. Lyc. N. Y. IX, p. 98% Finsch, Verh. z.-b. Ges. Wien, 1871, p. 772% Baird, N. Am. B. L, p. 428”. Certhiola flaveola, Orb. et Lafr. Syn. Av. II, p. 24 (nec Linn.)”. (1) Cf. Lawr. Ann. N. Y. Ac. Se. 1, p. 149. ¿No podría ser ésta el Dicceeum aterrimum (Less. Traité d'Orn., p. 303), que Pucheron (Rev. Zool., 1816, p. 134) considera como Certhiola? Véase también Finsch, Verh. k. k..zoo1.-bot. Ges. Wien, 1871, p. 762. (2) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. ““Les Oiseaux,” Vol. I, p. 5. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 637 Certhiola luteola, Lawr. Aun. Lyc. N. Y. VI p. 291%; VIII, p. 175"; Salv. P. Z. S. 1870, p. 185" (nec Cabanis). Certhiola peruviana, Cab. J. f. Orn. 1865, p. 413%; Baird, N. Am. B. L, p. 428”. Supra saturate fusca, capite nigro, superciliis elongatis et speculo alari al- bis, alis et cauda fusco—uigris, hujus rectricibus externis albido terminatis, uro- pygio flavicante; subtus gula cinerea, abdomine toto flavo; rostro nigro, pedibus plumbeis. Long. tota 3-8, alee 2-0, caudee 1-2, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-6. (Deser. maris ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). Av. hornol. Supra fusca, capite concolori, stria superciliari indistincta; sub- tus flavicans, gula albescentiore. (Deser. exempl. ex Turrialba, Costa Rica. Mus. n1ostr.). Hab. México (Sall6), Jalapa (de Oca*), Playa Vicente (Boucard”), Guatemala (0.8. et F. D. G.*), Costa Rica (Carmiol*), Panamá (Hicks”, Arcó*, Mleannan””). —Sud América? *". «México, región templada y caliente de Veracruz.» Mr. Selater desenbrió en 1856 un ejemplar del Sur de México, y después se describió la especie en Guatemala y el resto de Centro América, llegando por la cordillera de los Andes hasta Bolivia. Sn zona de distribución en el conti- nente sudamericano, es un tanto peculiar; se extiende en línea casi recta, sin desviarse en lo más mínimo, hacia el Este, porque en Venezuela es reemplazada por una especie distinta (C. luteola). En Guatemala, la C. mexicana nunca frecuenta las habitaciones, como la especie de las Antillas. Está confinada á los bosques tropicales, á una altura de 1,200 pies sobre el nivel del mar. No se han obtenido su nido y huevos; pero Salmon dice que emplean los zacates finos secos, y hacen un nido de forma ovalada con una entrada lateral; por lo regular lo sitúan en la punta de un ramo, pero no lo suspenden de allí. Los huevos son de uu color blanco sucio, manchados profusamente de moreno rojizo, con especialidad cerca de la punta más larga; miden 0-65 por 0-5". «Costumbres y régimen.—Gosse, el autor que ha descrito mejor esta espe- cie, dice que se le encuentra eon frecuencia en compañía de los colibrís, y que visita las mismas flores que éstos y con el mismo objeto. Sin embargo, no se cierne delante de las flores, como lo hacen los colibrís, sino que se posa en el ár- bol y registra el interior de las corolas al saltar de rama en rama; toma entonces las posturas más diversas y singulares; algunas veces se voltea para atrás, otras se suspende con el dorso hacia abajo, y con su pico encorvado y su lengua como pincel, visita el interior de las flores para atrapar los insectitos. Es confiado en (1) Laurencio y Beristain, p. 39. 638 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. = — extremo. En Jamaica se muestra comummente en los jardines. En el momento de trazar estas líneas, veo desde mi ventana uu par de estos encantadores pája- ros que visita un árbol cubierto de flores, mientras que un colibrí pasa como una flecha de una flor á otra, y una soberbia mariposa de vivos colores, una urania, revolotea alrededor.» «Esta ave anida, por lo general, en los arbustos poco elevados, y coloca su nido cerca del de los otros pájaros. La estación de los amores coincide con los meses de Mayo, Junio y Julio. El día 4 de Mayo ví á uno que traía algodón para anidar. El armazón del nido presentaba ya nna forma esférica, y estaba hecho con algodón y con el vello de ciertas plantas. Más tarde tnve ocasión de ver mu- chos nidos de esta especie. Son esféricos y tienen una abertura en la parte late- ral é inferior. Las paredes son gruesas y están tejidas con heno mezclado con el vello de una asclepias. En un nido descubrí dos huevos de un color blanco verdoso, sembrados de numerosas manchas de color rojizo.» CERTHIOLA CABOTI. Certhiola caboti, Baird, Am. Nat., VIL, p. 612%; N. Am. B. L p. 427% Salv. Ibis, 1874, p. 327?. Supra nigricante-fusca, capite dorso concolori, uropygio et abdomine pal- lide flavis, snperciliis elongatis, gula et speculo alari albis, caude rectricibus externis vex albo terminatis, rostro niero, pedibus fuscis. Long. tota 4-5, ale 2-25, caudee 1-6, rostri a rictn 0-6, tarsi 0-6. (Descr. exempl. ex Cozumel, Mus. Bost. Soc. N. H.). Hab. México, Isla de Cozumel, costa de Yucatán (Cabot'?). Esta es una especie interesante, pero sólo tenemos dos ejemplares, colecta- dos en la isla de Cozumel por el Dr. Samuel Cabot, cuando fué en compañía de Stephens á explorar las ruinas de Yucatán y Centro América. Uno de estos ejem- plares se halla en la actualidad en el Museo de la Sociedad de Historia Natural de Boston, donde lo vió Salvin en 1874; el otro, tipo de la descripción del Prof. Baird, permanece en la colección del Dr. Cabot. El Dr. Cabot sólo observó esta especie en Cozumel, donde es muy numerosa.? El pariente más próximo de la C. caboti, es la especie C. bahamensis, de la cual difiere porque el color amarillo de las partes inferiores está más extendido, la raya superciliar menos pronun- ciada, el speculum alar más cuadrado y la cola menos visiblemente orlada de blanco. (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. 1, p. 6. (2) Inc. of Travel in Yucatán, II, p. 472. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 639 El estrecho parentesco del €. caboti y el C. bahamensis es interesante, puesto que hasta hoy no se ha descubierto ninguna especie de Certhiola en la isla de Cozumel, á pesar de que casi ninguna otra isla de las Indias Occidentales carece de representantes del género. FAMILIA TANAGRIDAE.” SUBFAMILIA EUPHONIINAE. CHLOROPHONIA. Chlorophonia, Bonaparte, Rev. Zool., 1851, p. 137. (Tipo Tanagra viridis, Vieill.); Sel. P. Z. S. 1856, p. 269. Triglyphidia, Reichenbach, Av. Syst. Nat., t. 63. Acrocompsa, Cabanis, J. f. Orn., 1861, p. 89. Por su estructura, este género es, probablemente, inseparable de Euphonia, con la cual tiene muchos puntos de contacto. La distinción más obvia es la del ptilosis, pues cada pluma tiene las barbas hacia el extremo desprovisto de barbi- llas, mientras que en Zuphonia éstas se extienden hasta la punta de las barbas; por lo tanto, el aspecto general del plumaje de Euphonia es más liso y ancho que el de Chlorophonia, el cual es más grosero y alargado. El pico de Chloro- phonía tiene la misma forma que el del género próximo; pero es tal vez más dé- bil y ancho en la base. En ambos géneros, el extremo del maxilar situado de- bajo de la nariz, está extendido. En la punta del maxilar hay un gancho fuerte y una sola eminencia dentada bien desarrollada. Generalmente en Zuphonia se observan varias eminencias de esta clase, que forman en el maxilar una extre- midad dentada. La mandíbula de Chlorophonia está algo dilatada en la base y volteada hacia la puuta. Las narices son abiertas y están situadas al extremo de las fosas nasales; las plumas frontales son tiesas y rectas. Las cerdas rictales son cortas, pero fuertes, y el tarso corto con patas débiles. El color general de todas las especies de Chlorophonia es un vivo verde yerba; pero éste es uno de los ca- racteres de menor importancia. Se han reconocido unas ocho ó nueve especies de Chlorophonia; tres de ellas (inclnsa C. eyanodorsalis, que es muy poco cono- cida) se presentan en los Estados Unidos. Son los miembros más grandes del gónero, y han sido separados del resto por el Dr. Cabanis, quien los designa con el nombre de Acrocompsa. (1) Al arreglar esta familia, hemos seguido, casi con exactitud, el orden del Nomenclator Avium Neotropicalium, que está basado en el Catálogo de Aves Americanas de Sclater y otras obras del mismo autor. 640 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. De las cinco ó seis especies sud-americanas, la C. viridis es la que disfruta de una zona de distribución más extensa, pues se le encuentra en el Brasil, Bo- livia y Ecuador, y si la C. longipennis es inseparable de ella, también se extiende hasta Colombia. En este país habita la C. pretríi. La C. flavirostris es del Ecua- dor, y nada más se ha obtenido un solo ejemplar. La C. torrejoni no es menos ra- ra, y pertenece á la región Noreste del Perú. Finalmente, la C. frontalis es de Venezuela, la Sierra Nevada de Sauta Marta y la Guayana. Obsérvase, pues, que con excepción de la (. viridis, todos los miembros sud-americanos del gé- nero tienen una área de distribución muy limitada. Otro tanto sucede con las especies de la América Central. La C. occipitalis está confinada al Sur de México y á Guatemala, y la C. callophrys á Costa Rica y álas regiones de Panamá vecinas. La C. cyanodorsalis es de Guatemala; pero esta especie casi no es conocida. «Una gran parte de América está habitada por un grupo muy rico en espe- cies, notables por la belleza de su plumaje. Son aves exclusivamente america- nas, y la zona tropical es sn verdadera patria.» «Costumbres y régimen.—Viven en las florestas; alonnos prefieren los ár- boles elevados, otros los matorrales. Rara vez se establecen cerca de las habita- ciones; pero, en cambio, caen en masa sobre las plantaciones y causan en ellas eraudes daños. Su aparición en medio de los bosques embelesa al naturalista; su brillante plumaje los hace más visibles, y son uno de los más bellos ornatos de las comarcas en que residen. Pero la hermosura de sus atavíos constituye su única cualidad, pues son aves silenciosas y fastidiosas.» «Créese que no cantan, y que, cuando mucho, pronuncian algunas notas se- enidas. Aleunas especies, sin embargo, cantan en voz baja.» «Sn régimen es variado; se alimentan, principalmente, de bayas y frutos azu- carados ó fecnlentos. Muchos comen insectos, y otros se nutren exclusivamente con granos secos.» «Cautividad.— No vale la pena domesticarlos: ninenno lo merece por sns cualidades morales.» «Los Euphonia, Mamados vulgarmente Tangaras organistas, ó simplemente Organistas, viven, según Burmeister, aislados en las profundidades de los bos- ques, donde se alimentan con bayitas; su voz, agradable y armoniosa, abarca va- rias octavas; cantan con frecuencia y son, por lo tanto, muy conocidos por los brasileños. Estos pájaros anidan en los matorrales espesos. Sus huevos son muy alargados, de un color rojo pálido con manchas de rojo moreno en la punta ernesa.» ” «Los Tanagridos se distinguen por la belleza de su plumaje, mas no por la voz, que es poco agradable en la mayoría de las especies. Los Cilindros y los (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. 1, p. 154. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 641 Calleste tienen la rara particularidad de que las barbas de las plumas están des- provistas de barbillas en su extremidad; la molleja es rudimentaria en las Mon- jitas. Casi todas las especies de esta familia son frugívoras; algunas se citan por caracteres muy peculiares de coloración: las hembras de la Zuphonia gouldi y la E. fulvicrissa son de colores ienales, mientras que los machos difieren mucho en coloración: los Colmeneros machos (Pyranga rubra) son de un rojo brillante en la época del amor, y cuando ella termina, revisten la librea modesta de un verde mate, que es propia de las hembras y de los individuos jóvenes. (Hay una teoría para explicar casos como el presente: la excitación y mayor actividad vi- tal de los machos en la época de la reproducción, provoca el desarrollo de cier- tos pigmentos ó materias colorantes de las plumas. Véase Chichicuilote, núms. 1,312 y 1,319).» : «El Cardenal hormiguero es de un temperamento muy ardiente; es polígamo: siempre un solo macho vive acompañado por tres ó cuatro hembras. Se alimen- ta, de preferencia, con un insecto que existe por miles de millones en el Estado de Veracruz: la hormiga soldado (Eciton).» «Algunos colmeneros son emigrantes, y tienen las alas más largas que los Colmeneros sedentarios; uno de ellos es especial de México (P. erythrocephala); la mayor parte son solitarios, pero suelen asociarse en la época de las emigra- ciones (P. ludorviciana). Su sensibilidad para el frío es excesiva: en el Norte perecen helados, en número regular, en los inviernos muy rigurosos.» «El Acalandriado se alimenta con insectos; como su nombre vulgar lo indi- ca, tiene un parecido extraño con las Calandrias (Lcterus), que son de una fa- milia muy distinta. (Semejanza por convergencia?).» «Los Chayoteros se diferencian de los otros Tanagridos por sus hábitos te- rrestres; mo de ellos se alimenta con flores de Jalapa (Convolvulos) y frutos y retoños de varias plantas.» «Los Colmeneros devoran al día muchas abejas: son perjudiciales.» * «Estas aves son célebres por la belleza y variedad de su coloración, y son exhibidas con mayor frecuencia que las otras en los escaparates de los disecto- res y modistas, así como en los sombreros de las señoras de buen tono, que se han convertido en anuncios andantes de la taxidermia, por su afán de ostentar tan salvaje ornamentación en sus personas. Antes la moda requería que se usa- ran plumas notables por la hermosura de su color ó la gracia de su forma; pero hoy exige todo un museo ornitológico. Una vez conté las plumas que tenía el vestido de una india, y provenían, por lo menos, de quince clases de aves dife- rentes; pero sn marido tenía un collar de garras de oso y otro de dedos huma- nos, y las cirennstancias varían según los casos. Esto me pareció menos singu- lar que el caso de otra mujer, á quien examinó cuidadosamente poco después: sobre su pecho usaba una uña de tigre dorada; de sus orejas pendían otras dos; en su cabeza lucía la mayor parte de la anatomía externa] del pájaro conocido (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 17. 642 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. con el nombre de shitepoke, y á sus lados llevaba atado un falderillo vivo con un largo cordón azul. Me pareció que semejante toilette sería todavía de más efecto acompañada de rayas, y no de plastas de colorete, y con un hueso de pes- cado atravesando la nariz. No quiere decir esto que los Tanagridos no son aves ornamentales, sino que á veces están de más.» % CHLOROPHONIA OCCIPITALIS. «Cilindro.» % Euphonia occipitalis, Du Bus, Esq. Orn., t. 14% Jard. Ibis, 1860, p. 103”. Chlorophomia occipitalis, Bp. Rev. Zoo1.1851, p. e Cassin, U.S. Astr. Exp. IT, p. 182, t. 20, f. 2*; Sel. P. Z. S. 1856, p. 270% 1857, p. 2051 1859, p. 364"; 1864, p. 173%; Cat. Am.'B., p. 55% Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 17" Ex. Orn., p. 83, t. 42”; Sumichrast, Mem. Bost. ne N. H. L p. 550%, Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, PSA: Liete viridis; vertice et semitorque angusto postico csernleis, torque pecto- rali nigricanti-castaneo; abdomine medio et crisso fluvissimis, hypochondriis vi- ridibus; rostro obsenre corneo; pedibus corylinis. Long. tota 5-0, alee 3-0, can- de 1—7, tarsi 0-75 2 viridis; vertice et torque cervicali postico ceernleis sicut in mari sed sub- tus multo obseurior et torque pectorali castaneo mullo. (Deser. maris et feminz ex México. Mus. nostr.). Av. hornot. Omuino inornato, subtus sordide viridescens. (Descr. exempl. ex Coban, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México***, Jalapa (Sallé”, de Oca”), Valle de México (White*), Orizaba (Botteri*), región caliente de Veracruz (Sumichrast”), Montañas Gineta (Sumi- chrast*, Guatemala”, Coban, Choctum (O. S. et F. D. G.). «México, región Sur. 0 Parece que esta bonita especie no fué observada por los primeros colecto- res que recorrieron México (Bullock, Deppe y otros), hasta que en 1847, Du Bus describió y dibujó en sus «Esquisses Ornithologiques> uu ejemplar hembra del Museo de Bruselas. Desde entonces se le ha colectado, de vez en cuando, en el Sur de México, pero especialmente en el Estado de Veracruz, donde, según Su- michrast, habita la región caliente y sube en busca de alimento hasta una altura de 4,000 pies sobre el nivel del mar. Parece que el Sr. Boncard nunca lo encon- (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 348. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. (3) Laurencio y Beristain, p. 39. : A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 643 => tró en el Estado de Oaxaca; pero Sumichrast lo volvió á encontrar, en Enero de 1869”, en las Montañas Gineta, Estado de Chiapas. En Guatemala, la Chlorophonia occipitalis es un pájaro muy local, pues sólo lo encontramos en las cercanías de Coban, Verapaz, y en las montañas si- tuadas al Norte de dicha población. Coban está á una altura de 4,300 pies sobre el nivel del mar, y en las colinas en que hay todavía pequeños bosques vírgenes, es bastante numeroso; lo cazan y venden en toda la República de Guatemala. Se domestica con facilidad y come frutos con avidez. Se supuso, en una época, que el pájaro guatemalteco era diferente del mexicano, y que podría ser el Chlo- rophonia cyanodorsalis de Dubois; pero Sir W. Jardine? comparó las pieles pro- venidas de ambos países, y ha comprobado que todas pertenecen al €. occipitalis. Du Bus' dibujó la hembra de C. occipitalis. En la relación de Cassin, rela- tiva á las aves obtenidas durante la Expedición Astronómica de Gilliss*, se en- cuentra una lámina que representa al macho de esta especie. Ambos sexos fue- ron dibujados de nuevo por Selater y Salvin en la «Ornitología Exótica.»” EUPHONIA. Euphonia, Desmarest, Hist. Nat. des Tangaras, ete., t. 19 (1805). Phonasca, Cabanis, J. f. Orn. 1860, p. 330. Euphonia es un género de Tanagridos neotropical característico, y contiene unas treinta y cinco especies, de las cuales once se presentan en los Estados Unidos. De estas once, sólo tres se encuentran también en el continente sud— americano, viz.: E. mínuta, que se extiende por toda la parte septentrional de la América del Sur, y llega, en Centro América, hasta Guatemala; £. laniúros- tris, que reside en la parte occidental del continente, comprendida entre Bolivia y México; y E. fulvicrissa, que sólo se encuentra en la porción septentrional de Colombia y en el Estado de Panamá. Las ocho especies restantes son todas pe- enliares de México y Centro América. De las once especies centro-americanas, diez por lo menos se encuentran en Costa Rica y cuatro en la región meridional de México. Guatemala tiene cinco, y el Estado de Panamá siete. Las cinco es- pecies mexicanas y guatemaltecas visitan Costa Rica y Panamá, que cuentan con cuatro especies características de esa región, y dos que tienen una zona de dis- tribución más extensa en el Sur. Hemos manifestado ya que Euphonia difiere principal, si no únicamente, de Chlorophonia, por la estructura de las plumas y el color general. Sin embargo, ambos géneros poseen algunos rasgos característicos notables que los separan del resto de los Tanagridos. La Nat,—Sor. 1L.—T, I11.—Mayo 1902. 82 644 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. z —. En 1829 Lund demostró, en un folleto publicado en Copenhague, y que trata del género Euphonia, que había ciertas peculiaridades en el estómago de Lu- phonia que no existían en otros muchos géneros de Tanagridos que había exa- minado, y que la molleja estaba en estado rudimentario. El Sr. W. A. Forbes examinó cuidadosamente estas aves, y confirmó casi en su totalidad las observa- ciones de Lund. Forbes publicó un artículo referente á este asunto en los «Pro- ceedinos of the Zoological Society» de 1880 (p. 143 et seq.). También disecó á Chlorophonia, y vió que su estómago presentaba los mismos rasgos característi- eos de Enphonia. Se examinaron, asimismo, otros varios géneros y especies de Tanagridos, en los cuales la molleja presentaba la estructura normal. Todas las especies de Euphonia tienen hábitos semejantes. Vuelan poco, y se reunen en número considerable en los árboles frutales; una especie de Ficus de Guatemala es su sitio de reunión favorito. Permanecen allí la mayor parte del día comien- do sin cesar. Como lo expresa su nombre, Euphonia es un cantor completo. Ya sea por- que no lo hemos encontrado en la estación de las crías, sino sólo cuando estaba demasiado entretenido comiendo para ocuparse de cantar, lo cierto es que no conocemos bien sn canto. A. Pileus coeruleus. EUPHONIA ELEGANTISSIMA. «Monjita, Monjita de San Bartolo.» Pipra elegantissima, Bp. P. Z. S. 1837, p. 112". Euphonia eleygantissima, Du Bus, Esq. Orn., t. 8% Sel. P. Z. S. 1856, pp. 272*, 303% 1858, p. 303% 1859, pp. 364", 378”; 1864, p. 173*; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 16% Cab. J. f. Orn. 1860, p. 331% Lawr. Ann. Lyc. N. H. LX, p. 98%; Dugés, «La Nat.,» I, p. 140”, Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 550%; v. Frantz. JA OS PL Sal eS SO ASn Euphone tibicen, Licht. Preis —Vers. Mex., Vóg. p. 2 (cf. J. f. Orn. 1863, p. 56)". Euphonia celestis, Less. Rev. Zool. 1839, p. 42". Pipra galericulata, Girand, B. Texas, n. 10, t. 5, £. 2%. Purpurascente nigra; pileo et nucha cernleis, fronte saturate castanea, pos- tico nigro marginato; loris, genis et enla nigris, corpore reliquo subtus castaneo, (1) A, L, Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 645 => = pectore saturatiore; alis extus nigris, intus albidis, subalaribus flavis, cauda ni- era immaculata; rostro nigro, pedibus corylinis. Long. tota 4-3, alee 2-7, caudee 1-6, rostri a rictu 0-4, tarsi 0-55. (Descr. maris ex Oaxaca, México. Mus. nostr.). 2 olivacea; pileo et nucha cxeruleis, fronte sient in mare, subtus cum genis olivaceo-flavida, gula fulvo tincta. (Descr. femine ex Calovevora, Panamá. Mus. nostr.). Hab. Norte América, Texas (?)".-—México*”, Guanajuato (Dugos”), Valle de México (White*, le Strange), regiones caliente, templada y alpina de Vera- ernz (Sumichrast”), Jalapa (Deppe”, de Oca”), La Parada? y Juquila” (Boncard), San Pedro (Du Bus”), Oaxaca (Fenochio), Guatemala (O. $. et F. D. G.), Costa Rica (v. Frantzius”, Arcé, Rogers), Panamá (Arcé”). «México, Mesa Central, re- gión Oeste y Sur.» Esta simpática especie es el único representante mexicano y centro-ameri- cano de un erapo que comprende seis Buphonia de cabeza azul, diseminadas en una gran porción de Sud-América y en aleunas de las Indias Occidentales. Zu- phonia nigricollis es la especie más conocida, y su zona de distribución abarca desde Colombia hasta Paraguay. Euphonia elegantissima fué descrita por Bonaparte en 1837, aprovechando unos ejemplares mexicanos que le proporcionaron los Sres. Paris. Sin embargo, Deppe había enviado ya de Jalapa algunos ejemplares para el Museo de Berlín, y éstos fueron designados con el nombre de Zuphone tibicen; pero desgraciada- mente no se hizo ninenna descripción de ellos. Liesson le dió el nombre de E. ceelestis, y describió ambos sexos”. En la actualidad es muy conocida en todos los distritos montañosos com- prendidos entre la región central de México y el Estado de Panamá. Según nuestras observaciones, nunca se aleja de las cordilleras más altas, que es donde reside por lo general. Sumiehrast dice haberle encontrado á todas las alturas, y aun á 6,500 pies, en las montañas de Orizaba. Agrega que es más vagabundo que otras Zuphonia, y que anda errante en busca de los frutos con que se ali- menta. En Guatemala lo observamos á 8,000 pies, en la cordillera situada cerca de la hacienda de Calderas, en las escarpas del Volcán de Fuego. También lo vimos en la costa del Pacífico, á unos 1,500 pies sobre el nivel del mar. Sus há- bitos, como los de sus congéneres, consisten en permanecer todo el día posado en un árbol con frutos maduros, que come sin cesar. Los huevos de esta especie, colectados por M. Boucard, en Juquila”, son re- dondos y de un color blanco crema, con unas cuantas manchas y ronchas, espar- cidas, sobre todo, en la punta más larga. Las manchas presentan dos matices de moreno. Euphoma elegantissima se incluye en la lista de aves norte-americanas, gracias á que Girand la enumera entre los pájaros de Texas. Empero, su pre- (1) Laurencio y Beristain, p. 39. 646 A. L, HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. sencia en un punto tan septentrional requiere confirmación. No tenemos noti- cias ciertas de que se presente más allá de Guanajuato, donde ha sido observada por el Dr. Dugés. «Basta describir una sola especie de este [género para conocer todas, pues se parecen mucho, tanto por el plumaje cuanto por las costumbres.» «La Buphonta violacea no es muy conocida, á pesar de que con frecuencia la tienen en jaula. Es un animalito encantador, vivo y activo. Salta con agilidad en los árboles, volando con rapidez y lanzando frecuentemente su chillido breve y sonoro. Se nutre con frutos de diversas clases; es muy afecta á las naranjas, plátanos y guayabas, causando por este motivo grandes perjuicios. En la Gua- yana saquea los campos de arroz. Schomburgk no hace alusión á este hecho, y se contenta con manifestar que el guttarama es más común en la costa que en el interior; que da la preferencia á los árboles frutales de los jardines y á los árboles aislados que crecen en medio de las plantaciones de los indios; que vive solitario ó en parvadas pequeñas y que tiene todas las costumbres de los otros Tanagridos. El príncipe de Wied no ha oído la voz melodiosa que le atribuye Buffon, y supone que este autor se refiere á otra ave. Sin embargo, Burmeister habla con tanta segnridad del canto del guttarama, que no deja lugar á dudas respecto á la aserción de Buffon.» * B. Pileus plus minusve luteus. a. Crissum aut luteum aut album. xW. Subtus gula coruleo-nigra. EUPHONIA AFFINIS. Tanagra (Buphonia) affinis, Less. Rev. Zool. 1842, p. 175”. Euphoma affinis, Sel. P. Z. S. 1856, pp. 274”, 303% Scl. et Salv. Ibis, 1859, p. 16% 1860, p. 33% Lawr. Aun. Lyc. N. Y. IX, p. 98", 200”; Mem. Bost. Soc. N. H. IL p. 273% Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 18% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. NEP Phonasca affinis, Cab. J. f. Orn. 1860, p. 332”. Atro-cernlea, capite et entture paulo purpurascentioribus; fronte angnste nigra, pilei dimidio antico usque ad ocolorum extremum et abdomine toto cum erisso Inteis, alis subtus albis: cauda nigra rectricibus duabus utrinque externis macula magna (apicim hand attingente), in pogonio interno alba; rostro et pedi- bus obsenre plumbeis. Long. tota 4-0, ale 2-1, caudee 1-35, rostri a rictn 0-4, tarsi 0-55. (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. 1, p. 160. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. A 647 2 supra olivascens, pileo postico et dorso antico cinereo tinctis, subtus sor- dido flavicans, abdomine medio clariore. (Deser. maris ex femine ex Retalhn- len, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México, Mazatlán (Bischoft*), Sierra Madre (Xantus?), Orizaba (Sallé?, Botteri?), región caliente de Veracruz (Sumichrast'), Tierra Caliente del lado del Atlántico (le Strange), barrio y ciudad de Tehuantepec (Sumichrast”), Mérida de Yucatán (Schott”, Gaumer), Honduras Británicas (Blancaneaux), Guatemala? (O. $. et F. D. G.), (Sarge), Nicaragna (A. Lesson”), Costa Rica (Hoffmann”, y. Frantzius*). «México, región Occidental, Sur y costas del Golfo de México.» La Euphonia ajfinis es el representante centro-americano de la E. chlorotica, de Sud-América, y difiere de ella por el pálido matiz amarillo de sus partes in- feriores y por el dorso desprovisto del color de púrpura que se observa en la E. chlorotica. Está distribuida con más abundancia en los distritos de México y Guate- mala cercanos al Océano Pacífico, que en ninguna otra parte, aunque su zona de distribución no está limitada á estas regiones. E. affinis se encuentra á altu- ras diversas, desde 800 hasta 7,300 pies sobre el nivel del mar. Su presencia en una localidad es determinada, indudablemente, por la madurez de algún fruto favorito. En Dueñas hay una especie de Ficus que da un frutito dulce, muy apreciado por la Euphonia ajfinis. Uno de estos árboles estaba siempre enbierto de pájaros en la época en que daba fruto; las aves no se apartaban de él en todo el día ni cesaban de comer. En la parte Norte de Yucatán es común esta especie, y tenemos un solo ejemplar de las cercanías de Belice. «Especie designada con el nombre vulgar de Chichimbula. Este pajarito es muy abundante en Mérida y los alrededores. Lo venden por centenares en la Playa, al precio nominal de cuatro por medio. Es muy estimado por las merida- nas, por su dulce y variado canto y su hermoso plumaje. Se domestica con faci- lidad. Come frutos y tiene verdadera pasión por los plátanos maduros. Pocas aves comen demasiado; pero he visto ave de éstas tan llena de plátanos, que no podía volar. En cautividad, se dice que se suicidan comiendo plátanos con ex- ceso. También reside en otros puntos de Yucatán.» Y b. Subtus omnino lutea. (1) Laurencio y Beristain, p. 39. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19» 1883), p. 442. 648 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. EUPHONIA HIRUNDINACEA. «Higuerillero.»*” Euphonia hirundinacea, Bp. P. Z. S. 1837, p. 117”; Sel. P. Z. S. 1854, p. 98 (partim)?; 1856, pp. 278*, 303% 1859, pp. 364”, 378"; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 16”; P. Z. S. 1870, p. 836% Lawr. Ann. Lye. N. Y. IX, p. 98% Bull. U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 18% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 550%; Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 180?. Phonasca hirundinacea, Cab. J. f. Orn. 1860, p. 334”; 1861, p. 91*. Supra nitens cssruleo-nigra, loris et capitis lateribus dorso concoloribus; fronte et pileo ad oculoram medium et corpore subtus a mento usque ad cris- sum Inteis; cauda nigra, rectricibus duabus utrinque externis macula magna in pogonio interno et apicem attingente albis; rostro niero; pedibus plumbeis. Long. tota 4-0, alee 2-5, caudee 1-45, rostri a rictu 0-45, tarsi 0-6. (Descr. maris ex Choe- tum, Guatemala. Mus. nostr.). 2 supra olivacea, alis et canda fusco-nigris extus olivaceo marginatis; sub- tus griseo-albida, abdomine medio pallidiore, hypochondriis olivaceo-flavis. (Deser. feminse ex Verapaz. Mus. nostr.). Hab. México, Córdova (Sallé*), Jalapa (de Oca”), Playa Vicente (Boucard”), región caliente de Veracruz (Sumichrast”), tierra caliente del lado del Atlántico (le Strange), Guichicovi (Sumichrast”), región septentrional de Yucatán (Gan- mer), Honduras Británicas (Blancaneanx, Roe), Guatemala (Velázquez de León”, Constancia**, O. S. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely*), Nicaragua (Baxter), Costa Rica” (Carmiol*, Arcé, v. Frantzius*). «México, tierra caliente del Golfo de México.» % Aunque la E. hirundinacea es muy parecida á la E. lanitrostris, se distin- guen con facilidad una do otra porque el macho de la primera tiene menos ama- rilla la cabeza, y el blanco del tejido interno de las plumas de la cola llega más cerca de la punta de éstas. La hembra de E. hirundinacea tiene toda la media- nía de las partes de abajo, de un blanco tirando al gris, mientras que £. lanii- rostris la tiene de un color aceitunado amarillento. La Euphonia hirundinacea habita los distritos bajos y calientes, y rara vez sube, en las montañas, á más de 2,000 ó6 3,000 pies. Sumichrast la encontró en los sitios mencionados'**%; en Guatemala parece que su zona de distribución está limitada á la misma altitud; pero observamos que se presenta cerca de Coban, que está situado á 4,000 pies de altura. (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. (2) Laurencio y Beristain, p. 38. * A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 649 A —_ _—__—_____—————__—_—_————J———————————————————————_—_____—_—_—_ —_—_——————JJJJHHJ00——— 0 —— «Los naturales del país la designan con el nombre de Chichimbichila. Esta especie no es común en Yucatán. Fué observada por primera vez en Chablé, así como en Izalam y Tisimin. Sus hábitos se parecen mucho á los de la £. affinis, aunque nunca andan las dos aves juntas. No canta tan bien como la anterior especie.» * «Todas estas especies tienen su verdadero centro de propagación en la re- gión caliente.» % b. Crissum castaneum. EUPHONIA GOULDI. Euphonia, sp., Sel. P. S. 1856, p. 303". Euphonia gouldi, Sel. P. Z. S. 1857, p. 66, t. 124”, p. 229%; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 17*; Lawr. Ann. Lye. N. Y. LX, p. 98% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 550%; Salv. Ibis, 1860, p. 194”; 1872, p. 315% v. Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 298. Supra «eneo-olivacea, fronte et pileo usque ad oculos Inteis, loris olivaceo- nieris, subtus gula et cervicis lateribus olivaceis, ventre medio et crisso leete castaneis, hypochondriis olivaceis flavo intermixtis, rostro nigro, pedibus obs- enre corylinis. Long. tota 4-0, alee 2-2, caudee 1-2, rostri a rictu 4-5, tarsi 0-65. 2 supra mari similis, fronte et pileo antico castaneis, subtus olivacea, ventre medio flavescentiore, crisso sient in mari castaneo. (Descr. maris et femine ex Choctumn, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México (Sallé*), Santecomapan (Boucard?), región caliente de Vera- ernz (Sumichrast”), Honduras Británicas (Blancaneaux), Guatemala? (Skinner*, O.S. et F. D. G.), Nicaragna (Bell?, Belt*), Costa Rica” (Carmiol, v. Frantzius?). «México, Costa de Sotavento (Estado de Veracruz) y Belice.» Esta bonita especie goza, como se ve, de una amplia zona de distribución, desde el Sur de México hasta Costa Rica. Se presenta en regiones situadas al nivel del mar, y se eleva á una altura de 1,200 pies. Sumichrast dice que reside en las partes calientes de Veracruz, y que llega á una altura de 1,600 pies. (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p..443. (2) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, p. 308. (3) Laurencio y Beristain, p. 38. 650 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. «El único individuo que he visto de esta especie, procede de las tierras ca- lientes, á una altura de 500 metros. Se encuentran allí, en la Primavera, otras tres especies de Tanagras en el Estado de Veracruz; pero creo que son emigran- tes, y son: Pyranga rubra, Pyranga cestiva, Piranga ludoviciana.» SUBFAMILIA TANAGRINAE. CALLISTE. Calliste, Boie, Isis, 1826, p. 974. y (Tipo Zanagra tricolor, Gm.); Sel. P. Z. S. 1856, p. 244, et Mon. Call. (1857). Mr. Selater ha hecho un estudio tan completo del género Calliste, que al ocuparnos del frasmento del grupo perteneciente á nuestra fauna, hemos segni- do, casi al pie de la letra, sus observaciones referentes á este sujeto. No sólo ha publicado el Sr. Selater una monografía ilustrada del género, sino que también ha presentado, de cuando en cuando, un resumen de los nuevos conocimientos adquiridos desde la conclusión de la monografía. Estas observaciones se en- cuentran en «El Ibis,» años 1863, 1868 y 1876. En el último número manifiesta que existen sesenta especies conocidas de Calliste. Más tarde, Mr. Lawrence describió una especie de la isla de San Vicente, con el nombre de C. versicolor, y Herr v. Pelzeln, otra del Brasil, clasificándola con el de C. albertínc,; de ma- nera que hay en la actualidad sesenta y dos especies conocidas. Nueve se pre- sentan en nuestra región: cuatro son características del país, pues aún no se les ha descubierto fuera de nuestros límites; tres no penetran mucho en el conti- nente meridiodal, y las otras dos tienen una zona de distribución más extensa, porque la C. guttata llega á la Guayana, y la C. gyroloides á Bolivia. El género Calliste formaba parte del Tanagra de Linneo, hasta que Boie los separó en 1826; desde entonces lo han subdividido en varios géneros, principal- mente Bonaparte en 1851 (Rev. Zool., p. 142). Mr. Selater ha adoptado muchos de estos nombres para encabezados de las secciones, y á nosotros nos parece que es lo más conveniente, pues aunque la diversidad de coloración que se observa, por lo general, entre los miembros del género es bastante grande, el género en sí presenta una estructura muy uniforme. Una vez apartadas las nueve especies centro-americanas, ya no se tropieza con ninguna dificultad para distinguirlas; pero nos parece oportuno indicar las secciones á que pertenecen. (1) EF. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, p. 308. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 651 C. florida es el único representante de Calliste. C. guttata PA ES Ixothraupis. C. icterocephala ,, A Chrysothraupis. C. gyroloides y RIA Jrepresentan á Gyrola. C. cabanisi C. dowi : z aia representan á Procnopis. C. larvata Este último es el menos uniforme de estos grupos. El pico de Calliste es recto, algu corto y delicado; el culmen encorvado ha- cia abajo; el maxilar tiene una sola muesca subterminal. Las alas son bastante largas, y el segundo, tercero y cuarto primarios son los más largos del ala. Las plumas del plumaje tienen, generalmente, las barbillas desnudas en las puntas, como sucede en Chlorophonia, y el lustre metálico especial del plumaje es de- bido á la estructura y color de esta parte de la pluma. Las patas son débiles y los tarsos cortos, de acuerdo con los hábitos estrictamente arbóreos de estas aves. Salmon obtuvo los huevos de tres especies en el Estado de Antioquía, viz.: C. vitriolina, C. atricapilla y C. nigriviridis; todos se parecen y tienen el fondo de un color verdoso pálido manchado de lila ó moreno rojizo, especialmente en la zona que está alrededor de la punta más larga. El nido de C. vitriolina es abierto, y su parte externa está hecha con musgo forrado con raíces finas, fibras y cerdas. Callíste se alimenta usualmente con frutos, y á veces con insectos. «Los Callistes viven en parvadas, y difieren de los otros Tanagridos por el hecho de alimentarse exclusivamente con granos.» % CALLISTE LARVATA. Calliste larvata, Du Bus, Esq. Orn. t. 9%; Sel. P. Z. S. 1856, p. 260% Mon. Call., p. 81, t. 36*; Cat. Am. B., p. 70%; Sel. et Salv. Tbis, 1859, p. 16%; 1860, p. 33"; P. Z. $. 1870, p. 836”; 1879, p. 499%; Salv. Ibis, 1872, p. 316". Aglaia fanny, Lafr. Rev. Zool. 1847, p. 72", Des Murs, Icon. Orn. t. 56, £. 1%. Calliste francisco, Sel. P. Z. S. 1856, p. 261”; Mon. Call., p. 83”; Cassin, Pr. Ac. Phil. 1860, p. 142"; Lawr. Ann. Lye. N. Y. VII, pp. 298*, 332%, VII, pp. 175", 179%; TX, p. 98*; Sel. et Salv. P. Z. S. 1864, p. 350%; Salv. P. Z. $. 1867, p. 138"; 1870, p. 187?, v. Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 298%, (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, p. 157. La Nat,—Ser. 1L.—T. MI.—Junio 1902. 83 652 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Capite colloque toto cum gula nitidissime enprescenti-anreis; rostri ambitn nigro; pileo antico et capitis lateribus ceernleis, hujus coloris margine posteriore in viridescentem transeunte; interscapulio, alis caudaque cum pectore toto ni- eris; tectricibus alaram minoribus cernuleis, mediarnm autem et majoruam cum dorso postico eyaneis; remigibus et tectricibus anrescenti-viridi limbatis; abdo- mine medio albo utrinque cernleo, lateribus viridescentibus; rostro et pedibus nigris. Long. tota 5-2, alee 2-8, candee 1-9, rostri a rictn 0-55, tarsi 0-6. (Descr. maris ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari omnino similis sed coloribus paulo dilntioribus. Ay. hornot. inor- nata sed capite toto et nropygio semper viridescente tinctis. Hab. México, Tabasco (Ghiesbreght'), Honduras Británicas (Blancaneaux), Guatemala? (O. $. et F. D. G.), Honduras (Dyson, G. M. Whitely”), Nicara- ena (Belt*, Holland”), Costa Rica (v. Frantzins”, Carmiol*, Cooper”, Arcé), Pa- namá (Hicks”, Bridges'*2*%, Arcé, Delattre'?, MLeannan'*""”, Hughes, Wood”). Colombia*2, «México, Península de Yucatán.» Calliste larvata fué descubierto en Tabasco por Ghiesbreght en 1841; se describieron dos ejemplares y se enviaron al Museo de Bruselas; uno de ellos fué dibujado por Du Bus en una de las partes de sus «Esquisses Ornithologi- ques,» publicadas en 1846. Durante algún tiempo el C. larvata fué un ave rara, aunque Dyson la en- contró en Honduras, y sus ejemplares pertenecen á la colección del Museo Bri- tánico?. a En Guatemala es bastante común en los boscosos distritos de Verapaz, á una altura de 1,500 pies. Se les veía, de ordinario, en los parajes abiertos de la floresta, volando y saltando por parejas de árbol en árbol. Su chillido es débil. En todo el resto de Centro América, el Calliste larvata se presenta en las localidades apropiadas; pero debemos hacer notar que su zona de distribución está limitada á las florestas del Atlántico, ó región oriental del país, hasta lle- gar al Estado de Panamá. Parece que Tabasco es el límite septentrional de su zona de distribución, pues hasta la fecha no ha sido descubierto por ninguno de los colectores que han recorrido el Sur de México. M'Leannan dice que esta especie anida en una palma grande y espinosa”. NoTA.—5Se han atribuido á México las siguientes especies de Calliste; pero tenemos diversas razones para suponer que esto es inexacto: Calliste mexicana (L.), conocida actualmente como especie de la Guayana. Como el nombre mexicana está errado, se le conoce con el de C. flaviventris (Vieill.) (cf. Sel. Mon. Call., p. 63). (1) Laurencio y Beristain, p. 38. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. , 653 Lúógó——————AAAAAAA A A A< — _—— o —2— Calliste arthusi, Less., Bp. Consp. I, p. 235. México. Especie puramente venezolana. Calliste chrysotis, Du Bus, Bp. Consp. I, p. 236. México. Especie del Ecuador y del Perú. TANAGRA. Tanagra, Linnens, Syst. Nat. I, p. 313 (1766); Sel. P. Z. S. 1856, p. 231. Esto gónero comprende doce ó trece especies, y de éstas sólo tres se presen- tan on Móxico y Centro América: Tanagra abbas es la única peculiar de esta re- gión. De las otras, 7. palmarum se extiende desde Costa Rica hasta la región tropical de Sud América, y T. cana, que tiene una zona de distribución más am- plia en nuestro país, llega al Sur hasta el Ecuador y Venezuela. Las otras es- pecies del género son completamente sud-americanas, y ninguna se presenta en las Islas de las Indias Occidentales, excepto en Trinidad y en Tobago. Tanagra tiene el pico más débil que Buthraupis; el culmen bastante encorvado y los go- nis ascendiendo paulatinamente; las narices son redondas y abiertas, y están si- tuadas en la extremidad de la fosa nasal; las alas son largas y el tarso corto, de acuerdo con los hábitos de todas las especies. El color aceitunado y el azul pre- valecen en la coloración general de las especies centro-americanas; pero en la América del Sur hay pájaros de colores más vivos: la 7. striata tiene el plumaje anaranjado y rojo. TANAGRA CANA. «Nevado.» Tanagra cana, Sw. Orn. Draw. t. 37*; Sel. P. Z. S. 1856, p. 232” Cab. Mus. Hein. I, p. 29*; Cassin, Pr. Ac. Phil. 1860, p. 141% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 297; Sel. et Salv. P. Z. S. 1879, p. 500%Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 188”. Tanagra (Aglaia) diaconus, Less., Rev. Zool. 1842, p. 175". Tanagra diaconus, Sel. P. Z. S. 1856, pp. 142*, 233%, 303"; 1859, p. 364”; 1864, p. 173"; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 16*; 1860, p. 33”; P. Z. S. 1864, p. 350"; 1870, p. 836"; Moore, P. Z. S. 1859, p. 59; Taylor, Ibis, 1860, p. 111"; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 175”; IX, p. 99”; Salv. P. Z. S. 1867, p. 138”; 1870, p. 187*; Ibis, 1872, p. 316%; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 5507; v. Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 298*, Thraupis diaconus, Cab. J. f. Orn, 1860, p. 330”. Tanagra episcopus, Bp. P. Z. S. 1837, p. 116*. (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. 654 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. =— _—— Cernlescenti-cana, dorso toto obsenriore, nropygio vix csrnlescente; alis caudaque fusco-nigris, cernleo limbatis, humeris et tectricibus alarmn minori- bus letissime csernleis, subalaribus albis; rostro et pedibns obscure plumbeis. Long. tota 6-0, alee 3-4, caude 2-5, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-7. (Descr. maris ex Lanquin, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari omunino similis. Hab. México (White”), región caliente de Veracruz (Sumichrast”, le Strange), Córdova (Sallé”), Jalapa (de Oca”); Honduras Británicas (Leyland*, Blanca- neanx), Guatemala (Velázquez de León”, Constancia", Leyland'*”, O. $. et F. D. G.), Honduras (Edwards”, G. M. Whitely”, Leyland*), Nicaragua (Lesson*, Belt”), Costa Rica (Hoffmann”, v. Frantzius”, Carmiol”, Arcé, Rogers, O. S.), Panamá (Bridges? Hicks 2%, Arcé, MLeannan*”, Hughes, Wood*).—Colom- bia?”, Ecuador, Venezuela”, Trinidad? y Tobago”. En los ejemplares disecados se observa que no hay diferencia aparente en- tre el macho y la hembra de esta especie, en lo referente á coloración; pero te- nemos varios ejemplares cuyo plumaje es de un matiz más verde, la cabeza casi del mismo color del dorso y el azul de las alas más obscuro. Opinamos que son aves cazadas antes de la época de las crías, ó polluelos que todavía no habían adquirido el colorido completo de su plumaje. Se notan pocas diferencias entre las aves de diferentes partes de México y Centro América; los individuos colom- bianos son enteramente iguales á los anteriores, pero en el Ecuador presentan un tinte más vivo en la parte azul de las alas. Sin embargo, creemos que se de- ben incluir todas las formas bajo el nombre de Tanagra cana. La Tanagra cana tiene una extensa zona de distribución en toda la región comprendida entre el Sur de México y Panamá. Según Sumichrast, habita las partes bajas y calientes, y sube á una altura de más de 3,000 pies en la época en que maduran ciertos frutos en las montañas”. Una vez obtuvimos un ejemplar en Dueñas, Guatemala, á la altura de 5,000 pies; pero rara vez sube tanto. Estos pájaros pasan la mayor parte del tiempo posados en los frutales. Sal- mon los vió anidar en los naranjos. Los huevos son de un moreno vivo, pro- fusamente manchado con vírenlas más obscuras, especialmente en la punta más larga?. «La Tanagra ornata prefiere las florestas poco espesas y las plantaciones; vive solitario ó con su hembra. Vivo y activo da animación á los lugares en que reside. Se aproxima á las habitaciones, no es tímido y visita los naranjos y otros árboles frutales para despojarlos.» «Generalmente sólo emite su chillido; pero en el tiempo de los amores el ma- cho canta en voz baja una canción corta. Anida en los matorrales espesos ó en los árboles poco elevados.»% (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, p. 154. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 655 =- = «No es de sorprender que perteneciendo á la región caliente, suba á una altura de 1,000 metros. Ciertas especies de pájaros, y especialmente los que se alimentan con bayas, habitan una región en el tiempo de la reproducción y mien- tras crían á sus hijos, y cuando éstos ya son capaces de procurarse su alimento, dejan por corto tiempo su domicilio y á veces extienden sus correrías muy lejos de sus límites, en busca de las bayas que les sirven de sustento. Estas observa- ciones son particularmente aplicables á los Tanagridos.»% TANAGRA ABBAS. «Cuadrillero.»*% Tanagra abbas, Licht. Preis.—Vers. mex. Vóg., p. 2 (cf. J. f. Orn. 18653, p. 57”); Sel. P. Z. S. 1856, pp. 235%, 303%; 1859, pp. 364*, 378; 1864, p. 173" Sumi- chrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 5507; Sel. et Salv. P. Z. S. 1870, p. 836*; Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 19; Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 189”. Tanagra (Aglaia) vicarius, Less. Cent. Zool., p. 206, f. 68”. Tanagra vicaríus, Bp. P.Z. $. 1837, p. 116*; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 16"; Moore, P. Z. S. 1859, p. 59*; Taylor, Ibis, 1860, p. 111”. Pallide olivascens, capite ceernleo gutture cernlescente; interscapnlii plu- mis medialiter nigris, alis et cauda nigris, speculo alari et secundariis ad basin flavissimis; tectricibus alarum majoribus olivasceis, minoribus csernlescentibns: rostro et pedibus nigro-plumbeis. Long. tota 6-S, ale 3-9, caude 27, rostri a rictn 07, tarsi 0-85. (Descr. maris ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). 2 mari valde similis sed coloribus paulo dilutioribus, gutture minus ceern- lescente. (Deser. exempl. ex Chisec, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México”, Valle de México (White”), tierra caliente de la costa del Atlántico (le Strange), región caliente y templada de Veracruz (Sumichrast”), Jalapa (Deppe*, de Oca*), Córdova (Sallé”), Orizaba (Botteri”), Teotalcingo y Villa Alta (Boucard”), Guichicovi (Sumichrast”), Honduras Británicas (Ley- land”, Blancaneanx), Guatemala (Velázquez de León”, Constancia”, Ley- land'*%, O. S. et F. D. G.), Honduras (Dyson*, Leyland*, G. M. Whitely*, Tay- lor*”). «México, región Sur.» Es una especie exclusivamente centro-americana y pariente del 7. palma- rum de Sud América, á quien reemplaza en el Sur de México, en Guatemala y Honduras. (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. '““La Naturaleza,” tomo I, p. 308. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. (3) Laurencio y Beristain, p. 38. 656 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Los primeros ejemplares enviados á Europa fueron los de Deppe, quien los obtuvo en Jalapa, México. Fueron brevemente descritos por Lichtenstein en su catálogo de las aves duplicadas de Deppe*. Después se ha encontrado al 7. ab- bas en abundancia en la parte meridional de México. Sumichrast manifiesta que habita las regiones templada y caliente, y que sus movimientos dependen de la madurez de los frutos”. En Guatemala sucede otro tanto, y sube á 5,000 pies de altura, especialmente en las huertas*. Un nido encontrado en Dueñas el mes de Mayo, era muy compacto, y se componía de varitas y lana forradas con unos cuantos pedazos de espadaña seca, raíces finas y cerdas. Acostumbran hacerlo en un ciprés ó en algún árbol de tu- pido follaje, en la parte snperior de una rama, á diez ó doce pies del suelo. Los huevos son tres, y están manchados con tres matices de moreno rojizo sobre un fondo gris azulado pálido”. «Esta especie se encuentra desde las costas del Golfo hasta Orizaba. Los Cuadrilleros, como casi todos los de esta familia, vnelan en pequeñas partidas y van continuamente de cantón en cantón en busca de bayas, cuya madurez tiene lugar en diversas épocas, según las alturas de las localidades donde se produ- cen. A este instinto, ó más bien á esta necesidad de cambiar temporalmente de domicilio, debe atribuirse la presencia, en Ingares que están á una altura de más de 1,200 metros, de las tres siguientes: Chlorophonia occipitalis, Euphonia affi- nis y Euphonia hirundinacea. Todas estas especies tienen su verdadero centro de propagación en la región caliente.» % RHAMPHOCCELUS. Rhamphocclus, Desmarest, Hist. Nat. d. Tangaras, p. 5 (1805); Sel. P. Z. S. 1856, p. 127. Rhamphoptis, Vieill. Anal., p. 32 (1816). Conocemos unas doce especies de este género neotropical; cinco pertenecen á muestra fauna. El Rhamphocelus passerinit y el R. uropygialis le son pecnlia- res. El R. ¿cteronotus y el R. dimidiatus son especies de la parte Noroeste de Sud América, y sólo entran dentro de nuestros límites en el Estado de Panamá; y el R. luciani, del mismo Estado, llega al Sur hasta la región oriental del Perú. La especie más característica y más esparcida del género, el R. jacapa, no es miembro de nuestra fauna. j Todas las especies son habitantes de los bosques más calientes, y viven en (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, p. 308. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 657 sus alrededores. En Guatemala el R. passerinit sólo se presenta en los bosques y no alcanza en las montañas arriba de nnos 1,200 ó 1,500 pies. El pico de Rhamphocelus es muy característico, pues la base de la mandí- bula está hinchada de un modo especial en ambos lados, así es que se proyecta visiblemente más allá del plumaje; las plumas nasales se proyectan hacia ade- lante, así es que casi cubren las ventanas de la nariz; éstas son abiertas y están situadas en la punta de la fosa. Generalmente el plumaje es muy suave, y su coloración presenta diversos matices escarlatas. El R. ¿cteronotus no es escarla- ta, sino de un color amarillo claro. Las alas son cortas y redondas, y el cuarto primario un poco más largo. La cola también es redonda, y el tarso y las patas algo débiles. RHAMPHOCGLUS ICTERONOTUS. Rhamphocelus icteronotus, Bp. P. Z. S. 1837, p. 121'; Rev. Zool. 1838, p. 8?. Dn Bus, Esq. Orn., t. 15*; Sel. P. Z. S. 1856, p. 131% 1859, p. 139%; Cass. Pr. Ac. Phil. 1860, p. 141"; Lawr. Anu. Lyc. N. Y. VII, p. 297”; Sel. et Salv. P. Z. S. 1864, p. 350*; 1879, p. 501” Salv. P. Z. S. 1867, p. 139"; Tacs. P. Z. S. 1877, p. 332"; Rhamphocelus varians, Lafr. Rev. Zool. 1847, p. 216%. Velntino-—niger, dorso toto postico le*tissime flavo; rostro plumbeo; pedibus plumbeo-—nigris. Long. tota 6-5, alee 3-2, caudee 2-9, rostri a rietu 0-75, tarsi 0-9. 2 supra fusca, alis intus et cauda nigricantibus, dorso postico et corpore toto subtus flavis. (Descr. maris et femine ex Lion Hill, Panamá. Mus. nostr.). Hab. Panamá (Arcé”, M'Leannan*”, Hughes, Wood”).—Colombia*, Ecua- dor*”, Perú”. «México.» % Esta bonita especie carece de parientes cercanos, y pertenece á la región florestal del Perú y Ecuador, al Oeste de los Andes; de allí pasa hacia el Norte por la parte inferior del Valle Cauca de Colombia é Istmo de Panamá, hasta lle- gar á la provincia de Veraguas; más allá no se le ha encontrado, pues el Rham- phoccelus passerínúi la reemplaza en Chiriqui y en el resto de Centro América. Salmon obtuvo un nido en Antioquía; dice que lo hacen con varitas, musgo y hojas secas forradas de raíces fibrosas, y que lo colocan en algún arbusto bajo, naranjo, etc. Agrega que el aspecto de los nidos es muy variable, pues algunos son sencillos y groseros, mientras que otros están primorosamente adornados con hojas y líquenes. Los huevos son iguales á los del R. fammigerus; pero son (1) A. L. Herrera, Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. 658 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. —— más pequeños y de un color azul verdoso pálido, escasamente manchado con grandes vírenlas y manchas de moreno obscuro”. Wood lo encontró en abun- dancia en el Río Truando, donde frecuentaba siempre cierto árbol que crece en los bordes de los arroyos, y cuyos frutos le sirven de alimento”. «El R. brasilianus 6 Tije, como le llaman los brasileños, es uno de los más bellos pájaros del Brasil, según el príncipe de Wied.>» «El extranjero, dice Wied, no puede contener su admiración cuando por primera vez percibe su espléndido plumaje rojo, brillando al sol de nn modo fantástico en medio de los arbustos floridos que bordan la orilla de los ríos, ó entre las hojas de las mimosas. No es en las espesas florestas vírgenes donde se le observa con más frecuencia, pues prefiere los sitios descubiertos próximos á las corrientes de agua, donde los arbustos esparcidos le ofrecen una sombra bas- tante espesa para resenardarse de los ardores del sol. En estos sitios se le ve saltar lanzando un chillido parecido al del gorrión doméstico. Es muy común en toda la costa oriental, cerca de los ríos ó de los grandes plantíos de caña poco alejados del mar y las corrientes.» «Fuera de la estación de los amores, los Tijes vagan formando pequeñas parvadas, buscan bayas y frutos y asolan los naranjos y los demás árboles fru- tales. Audan reunidos los viejos y los jóvenes; pero se les distingue fácilmente por la voz. En su estómago no he encontrado más que bayas y restos de frutos.» «El Tije hace su nido en la bifurcación de un árbol poco elevado. Emplea musgo, y lo hace bastante profundo, tapizando el interior con raíces y yerbas secas. Pone dos huevos de color azul celeste, ó verde manzana, manchados de morenusco y marcados en la punta gruesa con líneas negras.» «Según Burmeister, este pájaro no se encuentra en los valles elevados.» % PHLOGOTHRAUPIS. Phlogothrauptis, Selater et Salvin, Nomencl. Ay. Neotr., p. 155 (1873). (Tipo Tanagra sanguinolenta, Lesson). La única especie comprendida en este género fué clasificada durante largo tiempo como Rhamphoccelus, con cuyo género tiene mucho en común. Sin em- bargo, la estructura del pico garantiza sn separación, pues no presenta ninguna de las protuberancias hacia la base de la mandíbula, que son un rasgo tan ca- racterístico de Rhamphocclus. Los sexos tienen exactamente la misma colora- ción en Phlogothraupis, cosa que no sucede en Rhamphocelus. Como se verá más adelante, la zona de distribución del P. sanguinolenta está limitada á Cen- tro América y á la región meridional de México. Empero, no se presenta en el Estado de Panamá. (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. II, p. 158. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 659 PHLOGOTHRAUPIS SANGUINOLENTA. «Colegialito, Tordo masón.»% Tanagra (Tachyphonus) sanguinolentus, Less. Cent. Zool., p. 107, t. 39”. Rhamphocelus sanguinolentus, Sel. P. Z. 5.1856, pp. 132*, 303*; 1859, pp. 364%, 377"; Sel. et Salv. Ibis. 1859, p. 16"; P. Z. S. 1867, p. 278”; 1870, p. 836*; Moore, P. Z. S. 1859, p. 59% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p. 549"; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 99”; v. Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 299%; Salv. Ibis, 1872, p. 316”. Phlogothraupis sanguinolenta, Sel. et Salv. Nomencl. Av. Neotrop., p. 155%. Velntinonigra, pileo postico cum torque cervicali et pectore conjunctis. necnon tectricibus subalaribus, erisso et uropygio coccineis; rostro plumbescenti- albo; pedibus niericanti-fuscis. Long. tota 7-2, alee 3-5, caude 3-3, rostri a rictu 0-8, tarsi 0-8. 2 mari omnino similis. (Descr. maris et feminee ex Choctum, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México”, región caliente de Veracruz (Sumichrast”, le Strange), Valle Real (Deppe”), Córdova (Sallé”), Jalapa (de Oca*), Playa Vicente (Boncard?), Honduras Británicas (Blancaneaux, O. $. et F. D. G.), Guatemala (Leyland”, Delattre*, O. S. et F. D. G.), Honduras (Dyson*", G. M. Whitely*, Leyland?), Nicaragua (Wickham”, Belt”), Costa Rica (v. Frantzius”?, Cooper”, Carmiol”, Arcé). «México, región caliente y templada de Veracruz; Belice (Península de Yucatán).» La zona de distribución de esta preciosa especie, está limitada á los calien- tes bosques bajos situados al lado oriental de la cordillera que se extiende des- de México hasta Costa Rica. Sumichrast dice que, de vez en cuando”, sube en las montañas hasta una altura de cerca de 4,000 pies en el Estado de Veracruz, y nosotros hemos observado que en los montes que hay al Norte de Coban, Ve- rapaz, sube hasta una altura que varía entre 3,000 y 4,000 pies. Sin embargo, en Choctum es más numeroso que en ninguna otra parte en la región florestal que está á 1,200 pies. En este sitio frecuenta los parajes abiertos del bosque y las orillas de los ríos y corrientes, y se posa en las ramas más bajas de los árboles y arbustos de preferencia á las puntas. (1) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. (2) Laurencio y Beristain, p. 38. La Nat.—Ser. 1.—T, 11.—Julio 1902 660 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Los sexos de P. sanguinolenta presentan exactamente la misma coloración; en Rhamphocelus la hembra es siempre más obseura de color, y con frecuencia difiere mucho del macho. PYRANGA. Pyranga, Vieillot, Anal., p. 32 (1816). (Tipo Tanagra rubra, Linn.); Sel. P. Z. S. 1856, p. 123. Phenisona, Sw. Classif. B. II, p. 284 (1837). Actualmente este género comprende diez y seis especies, de las cuales diez por lo menos se encuentran dentro de nuestros límites. Cuatro son especies emi- erantes, que pasan el Verano en Norte América, y el Invierno en México y la América Central, llegando algunas á internarse por completo en el continente meridional. La P. hepatica, especie perteneciente al tipo meridional, es también una ave de México que pasa la frontera de los Estados Unidos. Las especies ca- racterísticas de nuestro territorio, son: P. erythrocephala, de las montañas del Sur de México; P. roseigularis, del Norte de Yucatán; P. figlina, de las Hondn- ras Británicas, y P. erythromelena y P. bidentata, que disfrutan de una vasta zona de distribución en México y Panamá, pero que no penetran más al Sur. Sólo muestra especie meridional, la P. testacea, llega en Centro América hasta Nicaragua. De las cinco especies restantes, dos, viz. P. heemalea y P. saira, son parien- tes cercanos de la P. testacea de la Guayana y el Brasil, respectivamente. P. aza- rc, del Paraguay y Bolivia, es pariente próximo de la P. hepatica. P. ardeus es una forma meridional, al Norte y al Noroeste de la América del Sur, de la P. erythromelena; y la P. rubriceps, la única especie bien definida de Pyranga en Sud América, se encuentra precisamente fuera de nuestra frontera en Colom- bia. Obsérvase, pues, que aunque es uno de los géneros de Tanagridos más am- pliamente distribuidos, su foco está en México y Centro América. Además, es el único género de Tanagridos que se encuentra en la América del Norte, aunque cuatro de las cinco especies norte-americanas son estrictamente emigrantes. Generalmente se incluyen en el género Pyranga varias formas un tanto di- versas, pero que casi no podrían separarse. La P. erythromelena y la P. ery- throcephala están más erradas, é ienoramos si tendrán un parentesco más estre- cho del que se supone, pues la forma del pico es muy semejante en ambas aves. La muesca ó dentadura que se observa á la mitad del extremo cortante de la mandíbula, es un rasgo característico variable de este género, y aunque tiene valor en el sentido específico de la palabra, casi no sirve para agrupar las dife- rentes especies. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 661 A ÁXQEOáKÁ]ITOTAAAAA El pico de Pyranga es fuerte, subcónico, el enlmen más ó menos deprimido y el extremo cortante de la mandíbula bastante enrvo en la P. erythromelena y sus parientes, y menos curvo en la P. rubra; casi siempre hay una especie de diente en medio. En la P. estiva la orilla es simple; pero algunas veces se nota una ligera ondulación en la enrva, en el punto en que existe la muesca en otras especies. En la P. bidentata, la P. hepatica y la P. testacea, está más desarro- llada, y en algnnos casos se observan indicios de una segunda proyección al lado de la grande. Las alas de Pyranga están bien desarrolladas y son algo largas, especial- mente en las especies emigrantes; el segundo primario es, por regla general, el más largo; pero el primero, el segundo y el tercero son casi iguales. En la P. roseigularis los primarios son cortos y el ala redonda, pues el segundo, tercero y cuarto cañones son casi ignales. Lia cola es moderadamente larga y casi cna- drada en la punta ó ligeramente partida. El tarso y los dedos son de tamaño re- eular y propios para aves de hábitos arbóreos, como son todas las especies de Pyranga. «Una de las especies más conocidas es la Pyranga rubra, enyo cuerpo car- mesí contrasta con sus alas y cola negras como la noche, lo enal le da un aspecto llamativo, que siempre excita la codicia del colector y del comerciante en pieles de aves. Considero, por mi parte, á este pájaro con una especie de ternura su- persticiosa, pues fué el primero que despertó en mí esas emociones que nunca han cesado de estimular y eratificar mi amor 4 las aves. Han transcurrido mu- chos años desde que dejé de ser niño; pero recuerdo que una hermosa mañana de Junio andaba vagando por la huerta cuando un camarada gritó: «Allí ya un Colmenero!» y yo ví aleo que tomé por una visión del otro mundo: tan hermoso me pareció este pájaro. «¿Qué será un Colmenero?» me pregunté; pero las abe- jas continuaron zumbando, la atmósfera se saturó del perfume de las flores y nn rayo de sol pasó á través del verde dosel, sin que yo obtuviese respuesta alguna, excepto el eco de un mudo llamamiento á la Naturaleza, que agitaba todo mi ser con un estremecimiento interior. Aquella noche la extraña visión tornó á vi- sitarme en la tierra de los sneños, donde las cosas más raras son las más reales y conocidas; el niño se asustó con un globo de fuego, pero volvió á descansar, adormecido por el hada bienhechora del sueño; como era un ser nuevo, la im- presión recibida fué indeleble, y aunque tuviese en su poder el dón de borrarla, no lo haría, aunque el transcurso de los años ha dado tristes respuestas á sus reiteradas preguntas y las alas de su esperanza pesan como plomo y se arrastran por el suelo, en vez de remontarse en el perfumado ambiente. En el Colorado hay dos especies de este precioso género.» A. Ale haud fasciate. a. Ale nigre. (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 350. 662 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. PYRANGA RUBRA. Tanagra rubra, Linn. Syst. Nat. L, p. 314. Pyranga rubra, Gosse, B. Jam., p. 2357; Sel. P. Z. S. 1856, p. 123*; 1858, p. 73%; Jones, Nat. Berm., p. 31” Sel. et Salv. P. Z. S. 1864, p. 350% 1879, pp. 501”, 601% Dresser, Ibis, 1865, p. 479% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. VII, p. 331%; IX, p. 99%; y. Frantz. J. f. Orn. 1869, p. 299”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L p 550"; Salv. P. Z. S. 1870, p. 187*%; Ibis, 1872, p. 316”; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 435%; Tacr. P. Z. $. 1874, p. 514; Gundl. Orn. Cub., p. 73%. Coccinea, alis caudaque nigeris, subalaribus albis; rostro pallide corneo (ave vivo viridi!) ad basin obscuriore; pedibus obsenre corylinis (ave vivo obscure cernleis). Long. tota 6-3, alee 3-8, caudee 27, rostri a rictu 0-8, tarsi 0-8. (Deser. maris ex Lion Hill, Panamá. Mus. nostr.). 2 olivacea, subtus flavicans, alis et cauda fuscis. (Deser. femine ex Wash- ington Smiths Inst., n. 28,342. Mus. nostr.). Hab. Norte América'**””.—México (Bullock*), Estado de Veracruz (Sumi- chrast”), Guatemala (Mus. nostr.), Nicaragua (Belt*), Costa Rica (v. Frantzins**, Rogers), Panamá (Arcé*, M'Leannan””).—Colombia*”, Ecuador?*, Perú”, Boli- via?, Antillas? «México, región oriental.»% Sumichrast incluye esta especie entre los tres Tanagridos emigrantes del Estado de Veracruz”, y Mr. Selater dice que existe en México, fundándose en la opinión de Bullock?; pero nosotros no tenemos ninguna prueba de que se pre- sente en ese país. Sin embargo, Mr. Gaumer asegura que en Yucatán es común cerca de Mérida. La línea de emigración de esta especie coincide con la de varias especies de la región oriental de los Estados Unidos. Se presenta únicamente en México y Guatemala, se generaliza en las partes meridionales del gran istmo y de allí pasa al Occidente de Sud América. El Turdus alicie, Helminthotherus vermi- vorus y Geothlypis philadelphia sienen una línea muy semejante. En Norte América la P. rubra es un pájaro familiar en Verano, en la pro- vincia oriental. Anida á fines de Mayo ó principios de Junio, situando su nido en la rama horizontal de un árbol florestal; suele anidar en las huertas. El nido es casi plano; pero presenta una ligera depresión en medio. Su base está negli- sentemente construida con groseros tallos de vegetales, tiras de corteza y raice- citas; sobre esto hacen una especie de marco más bien acabado, que forran con (1) Laurencio y Beristain, p. 38. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 663 E____O0 QS == raíces largas, delgadas y fibrosas, mezcladas con tallos de plantas y unas cuan- tas tiras de corteza interior fina. El color de los huevos varía entre azul verdoso y blanco sucio. Las manchas son de diversos tamaños y más ó menos confluen- tes; son de nn color rojizo ó moreno rufo, entremezclado con unas cuantas man- chas de color púrpura moreno obscuro”. Respecto á los cambios de plumaje de esta especie, Brewer hace notar” que á principios de Agosto el macho empieza á anidar y, transcurridos unos cuantos días, adquiere el verdoso atavío de la hembra, y no se distingue de ella ni de los polluelos. En este humilde traje nos abandona, y no recobra su plumaje ve- raniego hasta el momento en que vuelve á entrar en nuestra región meridional, época en que sufre su transformación. «Por desgracia, se ignora la época en que fueron colectados la mayoría de nuestros ejemplares meridionales. Según Brewer, no se enenentran aves con el plumaje de la estación de las crías al Sur de los Estados Unidos, ni menos en Septiembre! En Jamaica se supone que ha sido introducida; pero es extremadamente probable que se encuentre en la isla al estado salvaje.» «Es común cerca de la cindad de Mérida.» «La Pyranga rubra, 6 pájaro del lino, como le llaman los americanos, es la especie más común. El macho, en la época de los amores, es de un color rojo escarlata magnífico, sobre el cual se destacan las alas y la cola negras. En el pájaro vivo, la parte blanca de la pluma está completamente disimulada por la parte roja de la extremidad. En las pieles sucede lo contrario: se nota lo blanco y el pájaro pierde toda su belleza.» «Poco después de la época de los amores, el macho se despoja de sus ador- nos y entonces se parece á la hembra. La muda comienza en el mes de Agosto. En esta época el macho tiene un plumaje de transición, por decirlo así, mitad rojo y mitad verde, que no carece de belleza.» «Se encuentra en el Estado en la Primavera; pero ereo que es emigrante.» % «Su nido y huevos son iguales á los de la P. erythromelas.» «En una vasta región de la parte meridional de Indiana, la Pyranga rubra es una especie común y sedentaria en Verano. No tiene colores tau vivos como la P. erythromelas, y es menos arisca que ésta, pues se le encuentra con frecuen- cia á lo largo de los caminos reales, adonde llega atravesando los bosques. Fre- cuentan las tierras altas más llanas, y abundan entre los robles. Su nota de re- clamo es diferente de la nota de la Pyranga erythromelas. Por su carácter ge- neral, su canto se parece al de la especie citada; pero es más sonoro, sostenido y musical. El macho no adquiere su plumaje adulto hasta que pasan aleunos años; (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 443. (2) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. I, p. 155. (3) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, p. 308. 664 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. por lo tanto, sus plumas suelen presentar una extraña mezcla de rojo y amarillo. Algunas ocasiones las hembras tienen manchas rojas. Una tenía más de la mi- tad del plumaje rojo, así es que este color ocupaba una extensión mayor que en el macho colectado al par que la hembra. Este tinte rojo es muy especial, por- que es un amarillo chino obscuro en vez de ser vermellón puro y rosado como en el macho. Se alimentan con avispas, abejas, etc., así es que entre los agricnl- tores se les conoce con el nombre de «Pájaro-abeja rojo.» (Rideway, Birds of Tlinois, L, pp. 217, 218). Estos y otros insectos constituyen su alimento veranie- go; pero cuando se maduran los frutos silvestres cambian de menu.» * «Sus huevos son verdosos, pálidos y opacos, manchados menudamente de moreno rojizo claro; con frecuencia las marcas forman un círculo alrededor del extremo más largo. Miden 0-90 por 0-65.» % b. Ale extus rufescentes. PYRANGA ZESTIVA. «Colmenero.» * Tanagra cestiva, Gm. Syst. Nat. L, p. 889'; Licht. Preis.- Vers. mex. Vóg., p. 2 (J. f. Orn. 1863, p. 56)?. Pyranga estiva, Bp. P.Z. S. 1837, p. 116*; Sel. P. Z. $S. 1856, pp. 123*, 1425, 303%, 1859, pp. 364, 377% 1860, p. 293% Baird, Mex. Bound. Surv. IT, Birds, p. 11"; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 15%; P. Z. S. 1864, p. 350%; 1870, p. 836”; 1879, p. 502*%%; Jones, Nat. Berm., p. 31%; Cassin, Pr. Ac. Phil. 1860, p. 140"; Taylor, Tbis, 1860, p. 111" Lawr. Anu. Lyc. N. Y. VIL, p. 297%; VIL, p. 175%; EX, p. 99%; Bull. U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 19”; Dresser, Ibis, 1865, p. 479%; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 550%; Wyatt, Ibis, 1871, p. 326%; Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L, p. 441”; Salv. P. Z. S. 1867, p. 139%; 1870, p. 187*; Ibis, 1872, p. 316”; Cat. Strickl. Coll., p. 191%; Gundl. Orn. Cub., p. 72%; Salv. et Godm. Ibis, 1879, p. 200*; 1880, p. 121”; Boncard, P. Z. S. 1883, p. 443*. Phenisoma cestiva, Cab. J. f. Orn. 1860, p. 329”. Pyranga livida, Sw. Phil. Mag. new ser. L p. 438*. Rosaceo-coccinea, dorso toto, alis extus et cauda paulo obseurioribus, ros- tro pallide corneo, tomiis et apice albicantibus; pedibus corylinis. Long. tota 6-5, ale 3-6, candee 2-8, rostri a rictu 0-85, tarsi 0-7. (Deser. maris ex Dueñas, Guatemala. Mus. nostr.). (1) A. W. Butler. The Birds of Indiana. Department of Geology. 22* Annual Report. 1897, p. 988. y (2) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 82. (3) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 665 == 2 olivacea subtus flavescens, pectore et hypochondriis obscurioribus. (Deser. femine ex Río Dulce, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América**",—México, Río Nazas, Nuevo León (Couch*), Rea] del Monte (Bullock*), Yunantepec (Deppe?), Tierra Caliente y Templada (le Strange), Estado de Veracruz (Sumichrast”), Córdova (Sallé %), Jalapa (de Oca”), Playa Vicente (Boucard *), Chihuitán y Santa Efigenia (Sumichrast”), Valladolid en Yucatán (Gaumer”), Guatemala (Velázquez de León?, Constancia”)”, (O. 8. et F. D. G.), Honduras (G. M. Whitely*, Taylor”), Nicaragua (Belt”), Costa Rica (v. Frantzius, Hoffmann*, Carmiol, Cooper, Rogers, Arcé), Panamá (Bridges*, Hicks", Arcé, M'Leannan***, Wood*).—Colombia**9%, Ecuador?, Perú*, Guayana, Antillas”. «México, toda la República.» % El Colmenero es uno de los Tanagridos más conocidos en Norte América, adonde llega en Abril. Parte en Septiembre y anida en la mayoría de los Es- tados meridionales, llegando al Norte hasta Washington. Hacia el Occidente es común en el valle del Mississipi, y de allí se disemina por los límites de las llanuras”. En Invierno se extiende al Oriente y al Sur de México, ocupa Centro América y llega al Sur hasta el Perú, presentándose, sobre todo, en las escarpas de los Andes. En Guatemala es común, y se le encuentra desde el nivel del mar hasta una altura de 5,000 pies. Habita los parajes abiertos más bien que los bos- ques; pero frecuenta asimismo los bordes de los claros y otros sitios parecidos; el brillante plumaje del macho hace que sea muy visible. En Cuba anda en par- vadas comiéndose los frutos de los árboles”. Brewer describe un nido de la Luisiana, diciendo que tiene un diámetro de cuatro pulgadas y una profundidad de dos, y que la cavidad es superficial y tie- ne poco más de media pulgada. La construcción es maciza, aunque algo abierta; emplean como material fragmentos de plantas, hojas, tallos y zacates; la parte interna es de zacates finos secos, tejidos con más esmero que la parte exterior, Los huevos son de un color verde esmeralda vivo claro, manchados, jaspeados y salpicados de diversos matices lila, púrpura moreno y moreno obscuro, distri- buidos igualmente sobre toda la superficie”. La Pyranga rubra y la P. cestiva tienen las mismas costumbres, así es que las reuniremos en una descripción común. Las Pyrangas habitan las grandes florestas de América. Viven por parejas silenciosas y aisladas: generalmente se están posadas en la punta de los árboles. «En la Primavera de 1834, dice el príncipe de Wied, descendimos el Mis- sonri en el mes de Mayo y llegamos á las grandes florestas del Missouri infe- rior; recorríamos estos bosques espesos y elevados, donde reina el silencio del desierto, turbado solamente por los cantos y los chillidos de los pájaros. Tuvi- (1) Laurencio y Beristain, p. 38. 666 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. == a mos con frecuencia el placer de ver soberbias Pyrangas, cuyo plumaje escarlata, destacándose sobre el azul del cielo, ofrecía un espectáculo que no nos cansá- bamos de admirar.» Comunmente las Pyrangas se aproximan á las plantaciones y á los jardines; penetran y cobran su impuesto sobre las bayas, frutos y cápsulas de lino. En ninguna parte son muy numerosas; pero se les encuentra por doquiera: la P, estiva se presenta en todos los Estados Unidos. Debe su nombre á su costumbre de residir allí cuatro meses nada más; llega en Mayo y parte á mediados de Sep- tiembre. «En estos momentos, dice Audubon, es tan raro, que pocas veces se ve una pareja.» La P. rubra llega desde el mes de Abril y se va más tarde. Aquélla viaja, sobre todo de día; ésta de noche. Pasan á gran altura y lanzando chillidos. Sólo en la época de las emigraciones se reunen en parvadas más ó menos nume- rosas, y aun entonces audan solitarias. Según el príncipe de Wied, las Pyrangas son comunes en el Brasil; es pro- bable que lo sean en Invierno, pues buscarán un refugio contra el frío y el ham- bre bajo el cielo benieno de ese país. Las costumbres de estas aves no tienen nada de particular. Los naturalistas nada dicen sobre el asunto, contentándose con describir la belleza de estos pá- jaros y el encanto que prestan á los Ingares que habitan. Les diseulpan por su carencia de dotes musicales y, cuando mucho, dicen que son calmados y pacífi- cos. «Vuelan con facilidad, dice Audubon, se deslizan por el espacio atravesando entre las ramas de los árboles. Rara vez se posan en el suelo, donde, por otra parte, no encontrarían alimento.» En resumen, son poco vivos y se mueven lo menos posible. De tiempo en tiempo se enderezan y baten las alas chillando; cuando un insecto pasa cerca de ellos, caen sobre él y lo atrapan al vuelo; en ciertas estaciones los insectos constituyen su alimento habitual. Wilson encontró el estómago de algunos individuos lleno de abejas. El nido de las Pyrangas es de construcción tosca y ocupa, por lo regular, la bifurcación de una rama baja. No se ocupan de ocultarlo. El príncipe de Wied asegura haberse aproximado para observar, á su entera satisfacción, nna hembra que se disponía á tapar sus huevos, sin que ésta manifestara la menor inquietud. Frecuentemente anidan en ramas que sobresalen en las vías transi- tadas: en los bosques se establecen, de preferencia, cerca de los claros. La parte exterior del nido está formada con raíces y la interior con yerbas blandas. No están bien fijos en la rama, y con frecuencia una simple sacudida basta para ha- cerlos caer. Los huevos, en número de cuatro ó cinco por cada puesta, son de un azul claro ó de un azul verdoso obsenro, manchados, en el caso de la P. rubra, de azul rojizo ó púrpura obscuro. Los padres tapan alternativamente y crían juntos á los pequeños, dándoles á comer insectos. La inenbación dura doce días. Á princi- pios de Junio emprenden el vuelo los polluelos; pero se quedan acompañando á los padres hasta la época de la partida. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 667 TA Wilson refiere un ejemplo interesante de amor paternal. «Un día, dice, cogí un pollnelo de P. rubra, me lo llevé á una distancia de media milla, lo puse en una jaula y suspendí á ésta de un árbol, cerca de un nido de spinus, con la es- peranza de que éstos adoptasen al reción venido. Pero á pesar de sus lastimeros chillidos, el desgraciado fué abaudonado por completo por sus vecinos. Como no quería tomar ningún alimento en mi mano, me decidí á llevarlo de nuevo al sitio donde lo había encontrado, pero en la tarde ví á una Pyranga, uno de los padres, sin duda, que revoloteaba alrededor de la jaula, esforzándose por pene- trar en ella. Cuando se convenció de que esto era imposible, desapareció para volyor en seguida con alimento en el pico; haciendo lo mismo á la puesta del sol, se posó entonces sobre una de las más altas ramas del árbol. Al siguiento día, desde al amanecer, comenzó sus operaciones y las prosiguió hasta la tardo, á pe- sar de los frecuentes ataques de que era objeto por parte del spinus. El tercero y cuarto días se ocupó, ante todo, en libertar al cautivo. Por sus chillidos de angustia y de ternura, parecía invitarlo á que lo siguiera. No pude permanecer insensible: puse al polluelo en libertad y se apresuró á huir con el viejo, el cual se lo llevó al bosque lanzando alegres chillidos.» «Cautividad.—Pocas veces se tienen Pyrangas en cautividad. Se les ali- menta fácilmente con granos y frutos y, sobre todo, con plátanos maduros. Sin embargo, no causan la menor distracción á su amo, pues son muy silenciosos y tranquilos, y su canto es insignificante. Es raro verlos en Europa; por mi parte no he visto ejemplares vivos en los jardines zoológicos.» % «Se presenta en Valladolid en Octubre; no es común; se come los hemíp- teros.»” «El huevo de la P. estiva no difiere mucho del de la P. rubra, aunque por término medio es más largo. También se parece muchísimo al del Gontaphea ludoviciana.» PYRANGA COOPERI. Pyranga cooperi, Ridaw. Pr. Ac. Phil. 1869, p. 130". Pyranga estiva, var. cooperi, Baird, Brew. et Ridgw. N. Am. B. L p. 444”; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 273*. Pyranga estiva, Fiusch, Abh. nat. Ver. z. Bremen, L, p. 398%, P. estiva similis sed major et rostro longiore, capite, erisso et corpore sub- (1) A. E. Brehm. Les Merveilles de la Nature. “Les Oiseaux,” Vol. I, p. 150. (2) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 443. (3) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 82. La Nat.—Ser, 1.—T.. HHI—Julio 1902 86 668 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. tus clarioribus distineuenda. Long. tota 8-0, ale 4-2, caude 3-5, rostri a rictu 1-0. (Deser. maris ex Los Pinos, New Mexico. Mus. Nat. U. $.). ) Femina quoque multo magis flavescens differt. Hab. Norte América*.—México, Mazatlán (Grayson'*), Presidio, cerca de Mazatlán (Torrer), Colima?. «Sinaloa.» Y Parece que la zona de distribución de la P. cooperi es muy limitada. El Dr- Cooper observó que es abundante cerca de Fort Mohave, en el yalle Colorado, y el Dr. Coues en Los Pinos, Nuevo México. De allí se han seguido sus huellas hacia el Sur hasta Mazatlán**, de donde nos remitió un adulto el Sr. Torrer. El punto más meridional de su zona de distribución que menciona Brewer, es Co- lima?. Grayson dice quese presenta en Mazatlán durante el Invierno, y que lo vió á fines de la Primavera, pero no en Verano; no es común?. «Es indudable que anida en Arizona y Nuevo México y, á decir verdad, es- tos territorios representan casi su límite septentrional; empero, el Sr. Henshaw hace notar que se colectó un ejemplar en Denver, Colorado. Hacia el Sur se dice que esta especie se extiende á lo largo de la costa occidental de México hasta Colima. Las noticias que tenemos relativas á sus hábitos, son fragmentarias y no indican diferencias respecto á la P. eestiva.» O PYRANGA HEPATICA. «Colmenero, Coyoltototl.»“ Pyranga hepatica, Sw. Phil. Mag. new ser. I, p. 438'; Sel. P. Z. S. 1856, p. 124”; 1857, p. 213?; 1858, p. 303% 1859, pp. 364%, 377"; 1864, p. 173"; Baird, Birds N. Am., p. 302, t. 31% Sel. et Salv. 1859, p. 15% Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 549"; Ridow. Pr. Ac. Phil. 1869, p. 132%; Lawr. Mem. Bost. Soc. N. H. Il, p. 274”; Bull. U.S. Nat. Mus. n. 4, p. 19%; Dngés, «La Nat.,> L p. 140"; Baird, Brew. et Ridow. N. Am. B. I, p. 440"; Salv. Cai. Strickl. Coll., p. 192". Phenicosoma hepatica, Cab. Mus. Hein. I, p. 25" Pyranga azare, Woodh. in Sitereave's Expl. Yani, p. 82” (nec d'Orb.). Tanagra dentata, Licht. Mus. Berol (fide Cabanis)”. Supra cinerascenti-rubra, capite summo et uropygio rufescentioribus, genis dorso concoloribus, alis et cauda fnscis, illis intus rosaceo-albis extus rnbro lim- batis; subtus coccinea, hypochondriis fuscescentibus; rostro nigricanti plumbeo, (1) Laurencio y Beristain, p. 38. (2) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 352. (3) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 669 a — pedibus corylinis. Long. tota 7--0, ale 4-0, caude 3-2, rostri a rictu 0-8, tarsi 0-9. (Deser. maris ex Villa Alta, México. Mus. nostr.). 2 olivacea, pileo flavescentiore, superciliis indistinctis et corpore subtus me- dialiter flavis, hypochondriis olivaceis. (Descr. feminse ex México. Mus. nostr.). Hab. Norte América**””".—México, Real del Monte (Metacks ), Guanajuato (Dugos*), Valle de México (White”), Sierra Madre (Grayson”), región caliente, templada y alpina de Veracruz (Sumichrast), Jalapa” (de Oca”), Orizaba (Bot- teri?”), La Parada!, Talea”, Villa Alta”, Choápam* (Boucard), Guichicovi y Mon- tañas Gineta (Sumichrast”), Guatemala (Constancia””, Skinner”). «México, toda la República.» % Esta especie fué desenbierta por Bullock y descrita por Swainson en 1827”, Desde Real del Monte, donde fué encontrada, se han seguido sus huellas á tra- vés de México hasta la frontera, en el Norte, y hasta Guatemala en el Sur. Sin embargo, en este último país es una ave muy local ó muy rara, pues nunca ob- tuvimos ejemplares, y el único que poseemos no tiene localidad exacta”” ¿n México, Sumichrast asegura que es el Tanagrido distribuido con más amplitud, pues se le encuentra desde la costa del Golfo de México hasta una elevación de cerca de 10,000 pies sobre el nivel del mar. Grayson observó que la P. hepatica es muy común en la Sierra Madre, entre Mazatlán y Durango, en el mes de Diciembre; pero jamás la encontró en la Tierra Caliente propiamente dicha. Es de opinión que se trata de una especie de las montañas”. La P. hepa- tica puede distinguirse de las otras Pyrangas rojas, excepto de la P. azare de Bolivia, Paraguay y República Argentina, por el matiz gris de su dorso. Como la P. testacea, tiene una muesca prominente á la mitad del borde de la mandí- bula á'cada lado; pero esa especie tiene el dorso de un color rojo de ladrillo vivo siu ninenna sombra gris. Difiere poco de la P. azare, y la principal dife- rencia consiste en que los carrillos son grises como el dorso, en vez de ser rojos. El color de la parte inferior de las alas es blanco en vez de ser rosado. Estas diferencias son muy ligeras, y si las aves se encontraran en áreas contiguas, ha- bría que discutir la propiedad de separarlas; pero divididas como están por va- rios miles de millas, estas pequeñas diferencias adquieren mayor valor. «Mr. Henshaw colectó una hembra en Arizona y observó que allí es una es- pecie rara, pues en el transcurso de una tarde sólo consiguió ver una media do- cena de individuos en una alameda de robles que servía de límite á unos bos- ques de pinos en el Campo Apache. Las aves eran muy tímidas y se entretenían en perseguir insectos entre el follaje de los robles. Al año siguiente, el Sr. Hen- shaw volvió á aquel paraje y notó que los Tanagridos abundaban en los pina- res; las observaciones que entonces hizo son las únicas que se han hecho relati- vas á sus hábitos. En esa época, 12 de Julio, es indudable que estaba anidando; pero después de prolongadas investigaciones le fué imposible desenbrir el nido, (1) Laurencio y Beristain, p. 38. 670 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. == — =— —== á pesar de la vigilancia que ejerció sobre aquellas aves cuando lograba desen- brirlas buscando insectos en la punta de los pinos, y haciendo, de cnando en cuando, una salida para capturarlas al vuelo. No oyó canto alguno, excepto la nota de reclamo de ambos sexos. El día 21 del mes citado se colectaron pollue- los recién salidos del nido, en unos bosques de roble, vecinos 4 Rock Cañón; vió á los Tanagridos, con cortos intervalos, durante su viaje desde Campo Apache á Campo Crittenden, cerca de la línea mexicana. Estos pájaros demostraban una afectuosa solicitud por su desgraciada cría; después de manifestar claramente su cólera ante sus procedimientos sumarios, volando todo ese tiempo muy cerca de él entre las ramas inferiores, condujeron tiernamente á los sobrevivientes á un paraje seguro. Alounos viejos nidos que el Sr. Henshaw encontró en Rock Cañón, se parecían extraordinariamente á los de la P. rubra por su situación y estructura, pues se componían principalmente de raicecillas ásperas y tallos se- cos forrados de materiales parecidos, pero más finos; sus ligeras construcciones estaban colocadas en la punta de las ramas bajas y horizontales de los robles. Á fines de Agosto las aves abandonaron los bosques de pinos y se dispersaron, refugiándose alennas entre los árboles próximos á las corrientes, y la mayoría entre las alamedas de robles; al concluir Septiembre partieron todas hacia el Sur.» «El Dr. Brewer describe de la manera signiente dos huevos de la colección del Capitán Bendire, que se atribuyen á la P. hepatica. «Son ovalados y oblon- gos, redondos y casi ignales en ambas puntas;» uno mide 1-02 por 0-67, y el otro 0-95 por 0-70; el color del fondo es verde claro pálido; uno de los huevos está escasamente marcado en toda la superficie con manchas distintas y aparentes de color moreno purpúreo; el otro está enbierto de finas vírenlas del mismo co- lor, tan numerosas que obscurecen el verde del fondo. Empero, en el apéndice de «La Historia Natural de las Aves Norte-Americanas> (III, 1874, 508), hacen notar la semejanza de estos huevos y del nido con los de la P. cestiva, y como no se conservan las pieles del padre, es probable que los ejemplares pertenez- can en realidad á la P. cooperi y se hayan identificado erróneamente con los de la P. hepatica.» PYRANGA ROSEIGULARIS. Pyranga roseigularis, Cabot, Bost. Journ. N. H. V, p. 416%; Sel. P. Z. S. 1857, p. 67; Ibis, 1873, p. 125, £. 3% Lawr. Ann. N. Y. Ac. Se. Il, p. 245*; Boucard, P. Z. S. 1883, p. 443". (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 355. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 671 — Fusco cinerea, dorso saturatioro rufescente tineto, loris, ciliis, genis et pec- tore sordide flavo indutis, subtus cinerea medialiter dilutior; pileo toto, alis, tec- tricibus supra candalibns, et cauda fusco—rufis, gula pallide rosacea, subalaribus et erisso dilutioribus. Long. ale 3-05, candee 2-75, tarsi 0-80. (Descr. exempl. typ. apud Rideway, Ibis, 1873, p. 125. Mus. Dr. Cabot). 2 mari similis sed capite summo olivaceo et gula flavida distinguenda. (Deser. feminee ex Izalam, Yucatán. Mus. nostr.). Hab. México, Yucatán, entre Chemex y Yalahoo (Cabot'), Izalam (Ganmer?). Durante muchos años el único ejemplar conocido de esta especie, fué el tipo obtenido por el Dr. S. Cabot en Yucatán, adonde fué en unión de Stephens. Este tipo fué examinado por el Sr. Sclater en 1856; por el Sr. Rideway en 1873*, y por Salvin el siguiente año, y todos estos ornitologistas convienen en que es una ave distinta de todas las especies conocidas de Pyranga. Últimamente el Sr. G. T. Gaumer, quien ha estado formando colecciones de aves del Norte de Yuca- tán, ha obtenido otros ejemplares, inclusa la hembra, que era desconocida. Hace poco la describió el Sr. Lawrence, y una está eu nuestro poder, gracias á la ama- bilidad del Sr. Boncard. ] La adquisición de la hembra prueba la gran peculiaridad del ave que, en la sinopsis del Sr. Rideway, ocupa una sección distinta en el género Pyranga. Aparentemento la P. roseigularis tiene una zona de distribución muy limi- tada, pues no se han desenbierto aún sus huellas más allá de la región septen- trional de Yucatán. «Sólo se colectaron dos ejemplares de esta rara especie. La hembra se pa- rece mucho al macho; pero tiene la garganta amarilla en vez de tenerla roja. Su tamaño es exactamente igual.» c. Ale extus olivacea. PYRANGA ERYTHROCEPHALA. «Colmenero.» Y Spermagra erythrocephala, Sw. Phil. Mag. new ser. I, p. 4377. Pyranga erythrocephala, Du Bus, Esq. Orn., t. 32% Bp. Rev. Zool. 1851, p. 178*; Sel. P. Z. S. 1856, p. 125% 1859, p. 377*; 1864, p. 173"; Dugés, «La Nat.,» I, p. 140”. Pyranga cucullata, Du Bus, Bull. Ac. Brux. XIV, pt. 2, p. 105*. (1) A. Boucard. On a Collection of Birds from Yucatán. (Proc. Zool. Soc. London, June 19, 1883), p. 443. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. 672 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. Olivaceo—viridis, snbtus flavescens, capite toto et gula rosaceo-coccineis, illo saturatiore, loris et ciliis nieris, tectricibus auricularibus sericeo—rosaceis; rostro et pedibus nigricanti-corneis. Long. tota 6-0, alee 3-0, candee 2-9, rostri a rictu 0-6, tarsi 078. (Deser. maris (?) ex México. Mus. nostr.). Hab. México*”, Temascaltepec (Bullock”), Guanajuato (Dugés”), Valle de México (White”), Juquila, Totontepec (Boucard”). «Mesa Central, Estado de Ve- racruz y región Sur.” Este Tanagrido tiene una zona de distribución muy limitada, pues está con- finado á las mesetas de México, desde Guanajnato, en el Norte, hasta Juquila y Totontepec en el Sur. No fué observado por Sumichrast en el Estado de Vera- cruz, ni en ningún punto de la costa occidental. La P. erythrocephala fué desenbierta por Bullock en Temascaltepec, y des- crita por Swainsou en 1827. Du Bus le aplicó el nombre de P. cucullata veinte años más tarde. El mismo autor la dibujó con el nombre de Swainson en sus «Esquisses Ornithologiques;» pero la lámina no salió nunca probablemente. Se ienoran los hábitos de esta especie; Bullock ha observado que «se nutre con insectos, etc. Dos ejemplares fueron colectados en el momento en que en- enllían la carne colgada en la espalda de mi casal» Rara vez se encuentra un ejemplar en las colecciones. B. Ale bifasciate. PYRANGA ERYTHROMELANA. «Mixto colorado.» Tanagra erythromelas, Licht. Preis.—Vers. mex. Vóg., p. 2; J. f. Orn. 1863, p. 57; Sel. P. Z. S. 1856, pp. 126?, 303; 1859, p. 364*; 1864, p. 173”, Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 15%; Salv. Ibis, 1861, p. 147”; P. Z. S. 1870, p. 187%, Cat. Strickl. Coll., p. 192%; Lawr. Ann. Lyc. N. Y. IX, p. 99”; y. Frantzins, J. f. Orn. 1869, p. 299"; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. I, p. 549%. Pyranga leucoptera, Trudean, Journ. Ac. Phil. VIII, p. 160*. Pyranga bivittata, Liatr. Rev. Zool. 1842, p. 70%. Phenicosoma bivittata, Cab. Mus. Hein. I, p. 24”. Coccinea, dorso obsenrior; fronte, capitis lateribus, mento summo, alis et ») $ canda nioris; alis albo bivittatis, sub-alaribus albis; rostro et pedibus corneis. (1) Laurencio y Beristain, p. 38. (2) A. L, Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 17. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 6713 A Long. tota 5-5, ale 2-8, caude 3-4, rostri a rictu 0-6, tarsi 0-75. (Descr. maris ex Jalapa, México. Mus. nostr.). 2 flavo-olivacea, capite summo et corpore subtus flavescentibus, alis fusco- nigris albo bivittatis, scapularibus griseis; cauda fusco-nigra, extus olivaceo lim- bata. (Deser. fenine ex Verapaz, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México”, Lagunas (Deppé”*”), Valle de México (White”), región tem- plada de Veracruz (Sumichrast”), Orizaba (Botteri”),, Córdova (Sallé?), Salapa* (de Oca*), Honduras Británicas (Blancaneaux), Guatemala (Constancia*”?, O. S. et F. D. G.), Costa Rica (v. Frantzius", Arcé, Carmiol”, Cooper"), Panamá? (Arcé). Los ejemplares mexicanos se parecen á los de la región occidental de Gua- temala, por el color rojizo de su superficie superior, especialmente del dorso, que es de un tinte un poco más opaco que en el caso de las aves del Oriente de Guatemala, Costa Rica y Panamá; las primeras son generalmente más erandes, pero no siempre. La P. erythromelena está diseminada, por lo tanto, casi sin interrupción, desde el Sur de México hasta el Estado de Panamá. En la Amé- rica del Sur existe una especie pariente, la P. ardens, cuya zona de distribución se extiende desde Colombia, Venezuela y la Guayana hasta el Ecuador y el Perú. Aunque se presenta en sitios comparativamente bajos, la P. eryfhromelena per- tenece en propiedad á la región florestal de las cordilleras, situada á una eleva- ción de 2,000 ó 4,000 pies. Acostumbran posarse en las ramas de los árboles á una altura tal, que casi están fuera de tiro. Nada se sabe respecto á su nido y huevos. «Considero á esta especie y á la P. bidentata, como más ó menos caracterís- ticas de la región templada, porque todos los individuos que he podido procn- rarme han sido cogidos entre 600 y 1,200 metros de altura.» PYRANGA BIDENTATA. «Colmenero.» % Pyranga bidentata, Sw. Phil. Mag. new ser. 1, p. 438"; Sel. P. Z. S. 1856, p. 126” 1857, p. 205”, 1859, p. 364%; Sel. et Salv. Ibis, 1860, p. 32% Lawr. Ann. Lyc. N. Y. LX, p. 99% Mem. Bost. Soc. N. H. IL p. 274”; Sumichrast, Mem. Bost. Soc. N. H. 1, p. 549*; y. Frantzius, J. f. Orn. 1869, p. 299% Salv. P. Z. S. 1870, p. 187"; Finsch, Abh. nat. Ver. z. Bremen, L, p. 338"; Grayson, Pr. Bost. Soc. INEA pi2o io: (1) F. Sumichrast. Dist. Geog. de las Aves del Estado de Veracruz. “La Naturaleza,” tomo I, p. 307. (2) A. L. Herrera. Cat. de la Col. de Aves del Museo Nacional, p. 16. 674 A. L. HERRERA. —ORNITOLOGÍA MEXICANA. Phenicosoma bidentata, Cab. Mus. Hein. I, p. 24”. Pyranga sanguinolenta, Lafr. Rev. Zool. 1839, p. 97%. Coccinea, interscapulio pallide fusco-rnfo, plumis singulis medialiter ni- eris, tectricibus aurienlaribus nigro intermixtis; alis et cauda fusco-nigris, illis rosaceo-albo bivittatis, hujus rectricibus externis tribus utrinque albo termina- tis; rostro et pedibus corneis. Long. tota 7-4, ale 4-0, cande 3-3, rostri a rictu 0-85, tarsi 0-8. (Deser. maris ex Jalapa, México. Mus. nostr.). 2 supra olivacea, dorso medio nigro enttato, capite toto et corpore subtus flavis, illo fusco striato, alis albo bivittatis, cauda albo terminata. (Descr. feminee ex Volcán de Fuego, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. México* (le Strange), Islas de las Tres Marías (Grayson'"*%, Torrer), Temascaltepec (Bnllock'), región templada de Veracruz (Sumichrast), Jalapa* (Sallé?, de Oca*), Guatemala” (O. $. et F. D. G.), Costa Rica (v. Frantzius*, Car- miol*, Zeledon”), Panamá (Arcé”). En las Islas de las Tres Marías, Grayson encontró esta Pyranga en abun- dancia; era sedentaria, pero como no la observó en el continente opuesto, la cre- yó peculiar de las islas”. Hemos recibido últimamente unos ejemplares obteni- dos en las Tres Marías por el Sr. A. Forbes, en Agosto de 1881. No tienen co- lores tan vivos como los ejemplares mexicanos y centro-americanos; pero esta particularidad puede ser debida á la estación en que fueron colectados. Sin em- bargo, se nota una gran diferencia en el tamaño del pico, pues el de las aves isleñas es mucho más robusto desde todos los puntos de vista, y el diente carae- terístico presenta un desarrollo inusitado. Como no se observan otras diferen- cias y no tenemos más que un par de aves de las islas, no nos encontramos dis- puestos á separarlas. En México, la P. bidentata se encuentra en los distritos más altos y templa- dos; pero parece que no se presenta con frecuencia más allá de Temascaltepec, donde fué desenbierta por Bullock. El Dr. Dugés no la incluye en su lista de aves de Guanajuato. En Guatemala abunda en las florestas del Volcán de Fuego, á 4,000 y 8,000 pies de altura sobre el nivel del mar. Los hábitos de esta especie no presentan particularidad alonna. Su nido y huevos no se conocen. La P. bidentata fué descrita por Swainson en el «Philosophical Magazine» de 1827 (p. 428), según un ejemplar colectado por Bullock en Temascaltepec, México. Se dijo que «tenía la cabeza, el cuello y las partes inferiores doradas,» y esta descripción se aplica á los Tanagridos que habitan las áridas escarpas tropicales del Sudoeste de México, inclusas las Islas de las Tres Marías. Temas- caltepec está situado al Sudoeste de la cindad de México. La P. sanguinolenta fué descrita por Lafresnaye en la «Revue Zoologique» A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 675 de 1839 (p. 97), como originaria de México. Se dijo que tenía la cabeza y el cue- llo de un rojo sangninolento, y la superficie inferior del cuerpo de un tinte rojo cinabrio. Los Tanagridos de este color habitan la húmeda región tropical de Ve- raeruz, y se extienden, al Sur, por la parte tropical de Guatemala y otros puntos de Centro América, hasta Chiriqui. Durante mi estancia en México he observado que cada una de estas aves está confinada á determinada región, y que aparen- temente no se mezclan, aunque nuevas investigaciones demostrarán, quizá, que son razas geográficas de la misma especie. La diferencia más notable que se observa entre los machos, es el matiz ana- ranjado de bidentata, que contrasta con el escarlata rosado ó tinte rojo de san- guinolenta. «Comparando las medidas de ambas especies, se observa que sanguinolenta tiene el pico más pequeño y el tarso proporcionalmente más largo. Las hembras se parecen más que los machos; pero la de sanguinolenta se distingue por tener una coloración más intensa y muy poco blanco en las plumas exteriores de la cola.» % «Varias especies de aves se encontraban perfectamente en María Madre; entre ellas el Tanagrido de las Tres Marías se hacía notar por su abundancia. Venían diariamente al barandal del establecimiento, y registraban los arbustos y arbolillos del patio y jardín de la aduana. Eran comunes y estaban general- mente distribuidos en la enmarañada floresta de la parte más baja de María Madre y María Magdalena; es probable que se presenten en María Cleofas, aun- que no se desenbrió allí ninguno. En el continente sus hábitos eran muy seme- jantes á los de P. bidentata. Sin embargo, en la isla, la P. bidentata flainea abundaba más á unos cuantos centenares de pies sobre el nivel del mar, en tanto que sus primos del continente habitaban los bosques de robles y subían á una altura de 2,000 y 3,000 pies. Su canto es un gorjeo parecido al del pájaro del continente; pero menos musical. Buscaban alimento en las puntas de los arboli- tos de las florestas algo escasas, más bien que en las áreas boscosas, y estaban muy gordos.» «La P. bidentata descrita por Swainson tenía la cabeza, el cuello y la parte inferior dorados. Esta coloración se encuentra, asimismo, en los ejemplares co- lectados en diversos puntos de Jalisco, Sinaloa y las Islas de las Tres Marías. Á juzgar por los ejemplares del Museo Nacional y por los estudios más recien- tes, los Tanagridos que merecen esa descripción se encuentran solamente al Norte del Istmo de Tehuantepec, en la árida escarpa occidental de México, y no son comunes. El Tanagrido de las Tres Marías es pariente cercano de la P. bi- dentata típica, y los machos se parecen tanto por el color, que se necesita exa- minarlos con detenimiento para descubrir en ellos caracteres distintos. En P. (1) E. W. Nelson. Notes on Certain Species of Mexican Birds. (From “The Ank,” vol. XV, no. 2, April, 1898, p. 157). La Nat,—Ser. 11.—T. 111,—Agosto 1902. 86 676 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. fiammea las orillas blancas de las cubiertas de las alas, son más grandes y más claras que en P. bidentata, de manera que las dos bandas de las alas son muy visibles.» % PYRANGA LUDOVICIANA. «Colmenero.» % Tanagra ludoviciana, Wils. Am. Orn. IL, p. 27, t. 20, f. 1%. Pyranga ludoviciana, Bp. P. Z*S. 1837, p. 1167; Sel. P. Z. S. 1856, p. 1255; 1857, p. 213%; 1859, p. 377”; 1862, p. 19%; Sel. et Salv. Ibis, 1859, p. 15”, Sumi- chrast, Mem. Bost. Soc. N. H. L, p. 550*; Baird, Brew. et Ridew. N. Am. B. L, p- 437*, Lawr. Bull. U. S. Nat. Mus. n. 4, p. 19"; Salv. Cat. Strickl. Coll., p. 192*- Flava; interscapnlio, alis et canda nigris, alis flayo bivittatis, capite et gut- ture undique coccineo indutis; rostro pallide corneo, tomiis albidis, pedibus obs- cure plumbeis. Long. tota 7-0, alee 3-9, candee 2-9, rostri a rictu 07, tarsi 0-75. (Deser. maris ex California, Smiths. Inst. a. 21,370. Mus. nostr.). 2 fusco-olivacea, capite summo et uropygio flavidioribus, subtus flava, hy- pochondriis fuscescentibus; alarumn vittis flavo-albidis. (Deser. feminse ex Due- ñas, Guatemala. Mus. nostr.). Hab. Norte América. —México, San Blas (Kellett?), Estado de Veracruz (Sn- michrast”), Orizaba (Botteri**), Oaxaca (Boucard”), La Parada (Boncard”), Ishua- tlán y Santa Efigenia (Sumichrast*”), Guatemala (Velázquez de León?, Constan- cia“, O. $5. et F. D. G., Sarg). «México, región occidental y Sur del Estado de Veracruz.» % Esta especie del Occidente de América se presenta en nuestra región única- mente en Invierno; llega en Septiembre y se marcha en Abril. Durante el Ve- rano se extiende desde la frontera septentrional de México hasta Fort Liard, y probablemente se reproduce en toda esa área. En Guatemala no es común; pero en el Invierno se le encuentra general- mente en las mesetas, á unos 5,000 pies de altura. En dicha estación nunca ob- servamos aves completamente emplumadas, y parece que el macho tiene un plu- majo especial en la estación de los amores. El Dr. Cooper, conocido naturalista (1) E. W. Nelson. Report on Birds of the Tres Marías Islands, Mexico, p. 53. North Ameri- can Fauna. No. 14. U. S. Department of Agriculture. Division of Biological Survey. (2) Hay muchos individuos sedentarios; las abejas (Apis) constituyen su alimento habitual, y son abundantes durante todo el año, aunque menos numerosos en el Invierno. A. L. Herrera. Notas acerca de los Vertebrados del Valle de México. ““La Naturaleza,” vol. I (2), p. 325. (3) Laurencio y Beristain, p. 38. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 677 de California, asegura que en el Otoño los jóvenes y viejos se reunen por fami- lias, y que todos presentan el mismo plumaje cenizo obscuro. Probablemente esta observación se aplica nada más á la ausencia del rojo en la cabeza y gar- ganta del macho. El Sr. Rideway encontró á la P. ludoviciana auidando en Utah, 1869*. El nido estaba colocado en la punta de la rama horizontal de un pino, y era plano, con una ligera depresión únicamente. Se componía de unas cuantas varitas y ta- llos secos, y estaba forrado con finas raicecillas, Los huevos son de color verde azulado claro, escasamente manchados, sobre todo en la punta más larga, con unas cuantas marcas lilas. «Durante la primera quincena de Mayo, estos Tanagridos eran comunes en las inmediaciones del establecimiento de María Madre; pero no se presentaban en las otras islas. Los que se colectaron á principios del mes estaban en buenas condiciones, y como se observaron varias parejas, se consideró al principio á la especie como sedentaria. Más tarde se colectaron otros individuos, y se notó que se adeloazaban por momentos, al grado que los que se mataron á mediados del mes estaban excesivamente flacos. En esos días desaparecieron, muriendo de hambre, sin duda. Parece, pues, que aquellas aves se extraviaron en la isla du- raute la emieración, y que les fué imposible encontrar la cantidad de alimento necesaria. Al mismo tiempo temían atravesar el mar en busca de una playa in- visible. Otro miembro del género, Pyranga bidentata flammea, reside en las is- las, es numeroso y encuentra el alimento indispensable, como lo demuestran los gordos individuos que se colectaron en la época en que la ?. ludoviciana estaba pereciendo de hambre.» «No sube á más de 9,000 pies; pero anida desde esa altura hasta en las Manuras. Se parece muchísimo al Tanagrido escarlata, tanto por su canto como por sus hábitos; vaga en sus ratos de ocio por los pinares, cantando de cuando en cuando en la punta de los árboles; suele bajar á las ramas y arbustos más bajos, donde el brillante color amarillo de su plumaje lnce casi tanto como el escarlata de su primo oriental; come poco más ó menos lo mismo, y captura los insectos al vuelo con la mayor destreza. Su chillido es ignal al del Tanagrido escarlata, y su canto muy parecido; sin embargo, se nota entre ellos cierta dife- rencia poco favorable para el ave occidental. Por regla general, las razas occi- dentales son un poco inferiores por su canto á sus parientes orientales de la mis- ma especie y género, aunque este hecho tiene sus excepciones. Los pájaros de las regiones más frías y boscosas, poseen voces más dulces, llenas y melodiosas que sus parientes de distritos áridos y calientes.» «El Dr. Cooper observó la llegada de esta especie á San Diego en el mes (1) E. W. Nelson. Report on Birds of the Tres Marías Islands, Mexico, p. 52. North Ameri- can Fauna. No. 14. U. S. Department of Agriculture. Division of Biological Survey. (2) E. Coues. Birds of the Northwest. Appendix to Oscines, p. 232. 678 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. == de Abril, y asegura que estuvieron en Puget Sound el 15 de Mayo. «Los ma- chos, dice, llegaron primero, ataviados con su librea veraniega, y eran más atre- vidos que las hembras, las cuales se dejaban ver raras veces. Frecuentaban los árboles, se alimentaban con insectos y bayas y cantaban de un modo muy seme- jante á las otras especies. No ví ningún individuo en la cordillera de la costa en Verano, y supongo, por lo tanto, que en esa estación buscan las regiones más altas y septentrionales. No observé á la especie en el Valle Colorado, probable- mente porque emigra en la línea de las montañas.» «El Dr. George Suckley, dice que «el hermoso Tanagrido de Luisiana abunda en ciertas estaciones, así es que he tenido oportunidad de estudiar con frecuencia sus costumbres; nunca he notado que bajen á los matorrales ó al sue- lo, como asegura Nuttall, pues sucede lo contrario (en Puget Sound al menos); generalmente es difícil que el pájaro se ponga á tiro. El punto de reunión favo- rito de la especie en las localidades en que la he observado, son los altos abetos rojos pertenecientes á la magnífica especie de los Abies douglasíi. En aparien- cia prefieren los límites de los bosques, retirándose raras veces al centro, á no ser con el objeto de ocultarse. Al comenzar el Verano, en Fort Steilacoom, se les ve por lo general en las praderas, al mediodía, asoleándose en los abetos, pasando de vez en cuando de uno á otro árbol ó á los robles blancos vecinos (Q. garryana). Más adelantada la estación, se les ve volar activamente buscando insectos para sus polluelos. Una vez observé en Julio un pájaro que llevaba un gusano ó insecto en el pico, de lo cual deduje que ya habían nacido los pollne- los. Durante la estación de las crías, ambos sexos son mucho menos ariscos; de día los machos acostumbran posarse en aleouna rama y alegrar los alrededores con sus deliciosas melodías.» «El estómago de un ejemplar examinado por el Dr. Suckley, contenía in- sectos, coleópteros principalmente, y entre ellos muchos fragmentos de un gran Buprestis, que se encuentra comunmente con los Abies douglasti.» «En Colorado se presenta desde las llanuras, hasta una altura de 8,000 pies en las montañas en cuya base abunda. Por su canto y costumbres se parece notablemente al Tanagrido escarlata oriental; á decir verdad, su canto se distin- gne con dificultad del canto del ave oriental.» «Los huevos colectados en las Montañas Uintah el 7 de Julio de 1869, por el Sr. Rideway, difieren de un modo notable de los huevos de las otras especies de este género, pues son de un verde mucho más claro y tienen nada más unas cuantas manchitas de un color moreno purpúreo muy obscuro. Toda la superfi- cie está salpicada de puntitos; pero se observa en ellos cierta tendencia á aglo- merarse en la punta más larga, donde las manchas, á pesar de ser tan numero- sas, conservan su claridad. Por el tamaño y la forma, los huevos son bastante parecidos á los de la P. rubra, aunque quizás son un poco más grandes y grue- sos. La nidificación es esencialmente igual.» % (1) E. Coues. Birds of the Northwest, p. 83. A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. 679 «Mucho antes de que el viaje de Nuttall y Townsend al Colombia hubiese agregado tantas especies nuevas de aves á las respectivas publicaciones de di- chos autores y de Audnbon, los arriesgados y memorables viajes de Lewis y Clarke habían enriquecido la Ornitología de Wilson con tres novedades notables —el Cuervo de Clarke, el Carpintero de Lewis y el Tanagrido de la Luisiana. —Estas aves, dice Wilson, «fueron descubiertas en las remotas regiones de la Luisiana,» es decir, «en las extensas llanuras ó praderas del Missouri,» y merecieron «un lugar distinguido» en su obra, «pues habían sido hasta entonces enteramente des- conocidas á los naturalistas, y eran originarias de lo que es, ó por lo menos será dentro de poco, una parte del territorio occidental de los Estados Unidos.» Los cambios políticos han hecho que el nombre del Tanagrido de la Luisiana, como el de otros animales llamados ludoviciana, sea impropio; pero en los mapas de la época, las letras «Lmisiana» se distinguían claramente en el preseute límite septentrional de los Estados Unidos y la Nueva Bretaña.» «Wilson carecía de noticias respecto á los hábitos de este Tanagrido, y tam- poco se sabía con exactitud la localidad en que lo descubrieron Lewis y Clarke. Probablemente era nn punto más occidental de lo que Wilson ereía, pues no se sabe que la especie se extienda al Oriente más allá de las últimas colinas de las Montañas Rocallosas, y como es un habitante de las arboledas, las praderas son para él una barrera que no sobrepasa con facilidad. Hacia el Oeste se extiende hasta el Pacífico, en todas las localidades convenientes por lo menos; pero su adhesión á los parajes montañosos está comprobada por su ausencia aparente de las grandes áreas en los límites generales de su distribución. No penetra mu- cho más allá de la frontera Norte de los Estados Unidos; pero en la otra direc- ción se extiende por México y Centro América, donde el Sr. Salvin lo ha en- contrado hasta á 5,000 pies de altura.» «Es emigrante como todos los demás Tanagridos de este país, y se retira por completo de este territorio en el Otoño, volviendo á los Estados Unidos en Abril Ignoro si anidan en México; pero presumo que crían en las regiones elevadas ó septentrionales por lo menos. Sin embargo, la marea general de la emigración primaveral atrae á la especie á nuestra frontera, y distribuye á los individuos que la componen desde las montañosas regiones de Nuevo México y Arizona hasta los 499 latitud Norte.» «En el Sur del Colorado, el Sr. Henshaw encontró á la P. ludoviciana, en corto número, en los algodoneros que hay á orillas de las corrientes, á una altura de 7,500 pies aproximadamente, y en mayor número en los pinares, á 9,000 y aun á 10,000 pies sobre el nivel del mar. «No descansa un momento, persigue á los escarabajos é insectos que infestan los pinos y cedros, y generalmente se está en las ramas superiores.» «El dulce canto del Tanagrido occidental, tan parecido al de la P. rubra, atrajo la atención del Sr. Rideway, cuando se encontró entre los pinos de la Sie- rra Nevada; observó constantemente á la especie en los distritos boscosos, tanto 680 A. L. HERRERA.—ORNITOLOGÍA MEXICANA. entre los sauces y aleodoneros de los valles, como entre los cedros y piñones de las montañas. Abundaba en Mayo en las alamedas de Salix y se alimentaba con los botones de la O. canescens. Mas entrado el Verano, las notas chillonas pecn- liares de los polluelos se hacían oir en los bosques de coníferas de East Hum- boldt Mountains; en Septiembre estas aves visitaban las espesuras próximas á los tributarios del río Humboldt, donde se alimentaban con el pulposo fruto del Cratalgus, que crece en abundancia en dichas regiones; solían acompañarse con el Picus gairdnert, Colaptes mexicanus y otras varias especies. La extraordina- ria semejanza que se nota entre los hábitos de este Tanagrido y los de la P. ru- bra, así como entre sus respectivos cantos, ha sido observada por Ridgway; pero este señor asegura que su chillido es completamente distinto. Dicho ornitolo- gista encontró el nido y huevos en Utah, en Junio. Este nido, dice el Dr. Brewer, «estaba en la punta de la rama horizontal de un pino; era liso y tenía única- mente una ligera depresión que medía un diámetro de cuatro y media pulgadas por una pulgada de alto. Se componía exteriormente de unas cuantas varitas y tallos secos y estaba forrado con raicecitas.» Esta descripción prueba que anida exactamente como el Tanagrido escarlata.» «Por el tamaño y la forma, sus huevos no difieren mucho de los de la P. ru- bra, aunque son un poco más redondos, si no es que más grandes. Las medidas del Dr. Brewer indican 0-95 de largo por 0-66 de ancho; dicho doctor asegura que los huevos de la P. rubra miden, por término medio, 0-90 ó 1-00 de largo, y que su diámetro es de 0-65. El citado autor dice que la P. ludoviciana pone generalmente tres huevos; pero como no menciona el número de casos en que ha observado esto, inferimos que por lo regular la puesta comprende de cuatro á cinco huevos, como sucede con el Tanagrido escarlata.» «Parece, por lo tanto, que las costumbres de la P. ludoviciana no difieren en nada de las de la P. rubra, y que su canto y nidificación son idénticas, aunque su chillido es distinto, y que, á juzear por los ejemplares que tienen en su poder los naturalistas, los huevos son también un poco diferentes. Por consiguiente, sería inútil ocuparnos de nuestras propias observaciones sobre el particular, pues confirmarían únicamente los hechos ya citados; pero al cerrar este capítulo de las «Aves del Valle Colorado,» obra que me ha perseguido durante toda una década, desde la destrucción de mis antignos manuscritos de Arizona, me es grato recordar, con algo de su primitiva frescura, la imagen de este brillante pájaro, entrevista entre el triste follaje de los pinos como los rayos de sol que aparecen aquí y allí entre los recuerdos de un pasado sombrío.»% (Continuará). (1) E. Coues. Birds of the Colorado Valley. Part first, p. 358. Nile Ne / OH std narvitera Nilada sp nov. '- Mb y gd ae UN ' Li A A ] om fdo rá Ñ Ji 00 TAG UNA NUEVA ESPECIE DEL GENERO VOGHYSIA POR EL SR. DR. MANUEL M. VILLADA, SOCIO DE NÚMERO. La pequeña familia de las Vochisiáceas, encierra en el presente cerca de cien especies, las que en su mayor parte habitan la América del Sur, pues sola- mente cinco de ellas han sido señaladas en la Central. La primera que se des- cubrió en México es la que sirve de asunto á este artículo; fué colectada en Ta- basco el año de 1901, por el malogrado y muy inteligente miembro que fué de esta Sociedad, Sr. Ing. D. José N. Rovirosa; quien bondadosamente encomen- dó su estudio al subscrito. H. Baillón, en su grande obra “Historia de las Plantas,” distribnye los géne- ros de la expresada familia, en las tres series siguientes: Salvercieas, Erismeas y Trigonieas. El género Vochysia, al que pertenece la especie mexicana, corres- ponde á la primera. Es el género que encierra el mayor número de especies, casi la mitad de todas las conocidas, que, como se ha dicho, son cerca de ciento. Según aquel autor, los caracteres naturales de las Salvercieas, son como sigue: “Oyvario libre plurilocular. Lóculos con dos óvulos descentes, de micropila supero-externa. Un solo estambre fértil (anormalmente dos ó tres). Fruto cap- sular con granos alados. Embrión sin albumen, de cotiledones foliáceos y con- volutivos.” Para aleunos autores la antera del estambre fértil es cuadri, y para otros, como Baillon, etc., es bilocular; esto último es lo verdadero, como claramente se revela después de la antesis: lo primero es sólo aparente, antes de que aquella se verifique. En el género Vochysia, al que pertenece la especie mexicana, el conectivo es ensanchado, y de consiguiente algo separados los lóculos, entre los cuales queda como encapuchada la extremidad del estilo: de aquí el nombre de Cucullaria con que aquél fué también designado. Los caracteres genéricos y específicos son como siguen: los primeros según Bentham y Hooker. O. G. Sepalis 5-basi connata, lateralibus anticisque brevissimis, postico ma- wimo sepe calcarato. Petala 1-3-linearia v. spathulata, antico plerumque cete- ris majore. Stamen, 1-fertile, filamento subulato, v. filiforme, anthera elongata, staminodia 2-sub=spathulata, v. O. Ovarium basi calycis oblique adnatum, 3-lo- culare, in stylum filiformen e basi sensim dilatata, attenuatum, stigmate obliquo truncato; ovula in loculos 2-pendula (micropile supero). Capsula coriacec ». lignosa, oblongo—orbiculata, ovata, teres, v. trigona, 3-locularis, loculicide 3¿-val- 682 MANUEL M. VILLADA.—UNA NUEVA ESPECIE DEL GÉNERO VOCHYSIA. vis, loculis 1I-spermis. Semina erecta, testa membranacea, superné in alam pro- ducta, interdum gassipina; cotyledones ample, membranacec, circa radiculam rectam convolute. Arbores sepe seucelsc, v. frutices, glabra v. tomentosa, seepe resinosee. Folia decussatim, opposita, v. verticillata, seepisime coríacea, nunc pulchre venosa ut in Callophylla Stipule parve, subulate. Flores majusculi v. magni, flavi, odori, in racemos compositos, elongatos, paniculosce dispositi, pedi- cillis 2-bracteolalis. : C. 5. Arboris foliis ternato-verticillatis, mediocriter petiolatis, elliptico-acu- minatis, utrinque glabris, subcoriaceis, subtus reticulato-venosts, nervis latera- libus ante marginem coalitibus. Inflorescentia mixta in panicula terminalis erecta, cymarum sympodicis 3-4 floris composita. Flores lutel, minimi, ut hinc nomen PARVIFLORA, calcare sursum flexo, calycem longiusculo, sepali postici am- plúi et rectusi, ovariis glabris; petiolis ramisque fusco-—rubescentis. Fol., absque pet. 8*/. cm. long. et 4 id. lat.; pet. 2*/. id. Fructus non vidimus. Affine cum V. ferruginea v. tomentosa. Dijfert in primis, nervíis foliorum albidis et glabris. Crescit inter Atasta et La Tejería, ex J. N. Rovirosa. VNomen vernaculi ignotum. Septiembre de 1902. EXPLICACIÓN DE LA LÁMINA XXXIX. V. parviflora, Vill., del tamaño natural.—«a, flor vista por su cara anterior; b, íd. con el sepalo posterior separado y extendido, c, íd. sin las envolturas florales; d, corte transversal de la antera y el estilo: todas estas figuras están am- plificadas, pero especialmente la última. o NECROLOGÍA. El día 23 de Diciembre de 1901, dejó de existir, en esta Capital, víctima de violenta enfermedad, el SR. ING. D. JOSE N. ROVIROSA. Con profunda pena, consignamos en estas páginas la sensible pérdida que sufrió la Sociedad Me- xicana de Historia Natural, con la muerte de este socio tan laborioso como entendido, y que, por lo inesperado de ella, causó en el ánimo de todos los demás una verdadera consternación. Procedente del ardiente clima de Tabasco, su tierra natal, acababa casi de llegar á esta capital, fe- liz y lleno de vida, con el casi exclusivo objeto de acelerar la impresión de su obra más importante, en la que, con mano maestra, se describen y clasifican los Helechos de aquella parte del territorio nacional. ¡Precioso contingente al estudio de la espléndida flora tabasqueña; ópimo fruto de largas vigilias y dila- tada experiencia; trabajo, en fin, de gran valor, cuyo coronamiento no tuvo la dicha de alcanzar! El mérito de la labor que encomiamos, se aquilata aún más, por las numerosas ilustraciones que la acompañan, fielmente copiadas de originales del propio autor y artísticamente ejecutadas. Cábenos á orgullo el declarar que esta obra hará época en la literatura botánica nacional. Difícil será reemplazar, en la reducida falanje de los naturalistas mexicanos, la eximia personali- dad que ha desaparecido. ¡Duerma en paz el inolvidable amigo, el ardiente y sagaz observador de las admirables obras de la creación! México, Septiembre de 1902. MANUEL M. VILLADA. REVISTA CIENTÍFICA. HE MEZQUIT E PROSOPIS JULIFLORA DO.—LEGUMINOSAS. Con el nombre vulgar de mezquite se conocen algunos árboles y arbustos de la familia de las leguminosas, los que pertenecen á los géneros Prosopis, Cassia é Inga, de los cuales existen numerosas especies en nuestro suelo, Parece que el nombre de mezquite, 6 más bien de mizquitl, se dió por los Nahoas, pro- bablemente por considerarlo de más interés, al Prosopis juliflora DC., que es el que me pro- pongo reseñar en esta lectura, y que después se hizo extensivo el uso de ese nombre para de- signar otros vegetales que tienen con aquél alguna analogía; por lo menos así parece indicarlo el modo con que los menciona Hernández, pues en el capítulo IX del libro XII (ed. mat, vol. IT, p. 511), trata, primero del Mizquitl 6 algarrobo (así traduce siliqua el padre Jiménez, 1615), en seguida del Mizquitl Mechoacanensi (Tziritzeguam), luego del Quetzalmizquitl, y después, sucesivamente, del Tlalmizquitl, del Tlalmizquitl Ocoitucensi, del Tlalmizquitlyeheyo y, por último, del sexto Tlalmizquitl. También aparece como el árbol más conocido, más generalizado del grupo, supuesto que con él compara Hernández otros vegetales al describirlos, como son: el HToaxin, el Hoixachin- quahuitl, el Tepehouxin 6 Tepemizquitl, el Tlacoxiloxochitl, el Chaxaqua y otros varios que en su mayor parte pertenecen á la familia de las leguminosas. En nuestros nombres vulgares de las plantas se nota la misma propensión á la exten- sión del nombre, pues además de que la palabra mezquite se aplica á diversas especies, hay el de mezquite amarillo, mezquite colorado, mezquitillo, etc., que señalan alguna diferencia ó parecido con el vegetal designado por el primer nombre. El mezquite vegeta en todos los Estados de la República y en todos los climas, y su abundancia en algunos lugares ha dado origen á que á éstos se les llame Mezquitales. Algunas poblaciones también están designadas por esta circunstancia; por ejemplo, en Zacatecas hay Mezquital del Oro, que es un mineral, y San Miguel del Mezquital, situados en dos partidos diferentes de ese Estado. Igualmente abunda hasta formar extensas selvas en los Estados Unidos del Norte, con particularidad cerca de nuestras fronteras; lo hay en Oentro América y sigue extendiéndose al Sur en la región de los Andes hasta el Ohile y la Argentina; se ha La Nat.—Ser. 1.—T. THI.—Oct. 1902. 87 684 GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. naturalizado en la región árida del Sur del Brasil y en los lugares secos de la Isla de Jamaica. En 1832 fué llevado de Ohile á Inglaterra, y actualmente se cultiva en la mayor parte de las comarcas calientes y áridas del globo, ya como planta ornamental ó forrajera, Ó ya para otros usos económicos, especialmente para hacer vallados. SINONIMIA VULGAR. Mezquite, Ohachaca, Ohúcata, Mezquitl 6 Mizquitl, Mezquite blanco, Mezquite amari- llo, Mezquite colorado, Misquicopalli, Tziritzequa, Algarroba, Algarrobo. Arbre de malédiction, Baie-á-ondes, Honey locust. SINONIMIA CIENTÍFICA. La clasificación admitida para el mezquite es la siguiente: Prosopis juliflora DO. Prodr. TT, 447; Bentb. in Trans. Linn. Soc. XXX, p. 377.0 Como el mezquite ocupa una área muy extensa sobre diversos terrenos y en distintos climas, se presenta con muy variados aspectos, ya por su tamaño y por su forma, ya por mo- dificaciones que se observan en las hojuelas, por la ausencia Ó presencia de espinas sobre di- ferentes ramas del mismo individuo, ó en diferentes períodos de su desarrollo; y sobre todo, por las innumerables formas que toma el fruto cuando llega 4 su madurez. Estas múltiples variaciones han ocasionado, según opina Mr. George Bentham, las numerosas descripciones y clasificaciones que se han publicado, fundando las especies sobre ejemplares incompletos, especies que el eminente botánico inglés considera como simples variedades de una especie única, el Prosopis juliflora DO., que él admite en su obra citada, y en donde ha reunido los treinta y un sinónimos que copiamos como nota al calce de la página, para que se vea cómo personas muy doctas en la materia han dado diversos nombres á un mismo vegetal, por no presentar éste todos los elementos necesarios para su clasificación. DESCRIPCIÓN. El mezquite es un vegetal de talla y aspecto muy variables; suele presentarse como un árbol grande, hermoso, que llega á alcanzar hasta 12 y 15 metros de altura, con su copa re- donda y simétrica, con su tronco de 2 á 3 metros de longitud, y 60 centímetros de diámetro; (1) Sinónimos del Prosopis juliflora DC.—Mimosa juliflora, Swartz!; Acacia juliflora, Willd.; Mimosa salina- rum, Vahl!; Desmanthus salinarum, Steud.; Acacia salinarum, DC.; Prosopis horrida, Kunth!; Prosopis dulcis, Kunth!; Algarobia dulcis, Benth.!; Prosopis inermis, H. B. K.; Acacia pallida, Willd.; Mimosa pallida, Poir.; Prosopis palli- da, H. B. K.; Acacia cumanensis, Willd.; Mimosa cumana, Poir.; Prosopis cumanensis, H. B. K.; Acacia diptera, Willd.; Acacia flexuosa, Lag. Prosopis flexuosa, DC.; Prosopis fruticosa, Meyen.; Mimosa furcata, Desf.; Acacia fur- cata, Desv!; Acacia siliquastrum, Lag.; Prosopis siliquastrum, DC ; Acacia levigata, Willd.; Mimosa levigata, Poir.; Prosopis domingensis, DC.!; Prosopis bracteolata, DC.!; Prosopis affinis, Spreng.; Prosopis glandulosa, Torr.!; Alga, robia glandulosa, Torr. et Gr.!; Prosopis odorata, Torr. GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. 685 pero en lo general ese tronco varía entre 15 y 30 centímetros de diámetro, y se ramifica á poca distancia del suelo, en varias ramas encorvadas, é irregularmente colocadas, que por su separación forman una copa poco ó nada espesa; con frecuencia es solamente un arbusto de frágiles tallos, á veces de pocos centímetros de altura. Entre las principales raíces, que son casi perpendiculares, se distingue una muy gruesa que desciende verticalmente á veces hasta una profundidad máxima de 12 4 15 metros; y to- das ellas llevan ramificaciones horizontales radiadas muy abundantes en raicecillas. La corteza del tronco es gruesa, de color rojizo moreno obscuro, y entrecortada por hen- deduras poco profundas que dividen la superficie en láminas cortas y gruesas. Las ramitas son delgadas, lampiñas 6 pubescentes; primero de color amarillo-verdoso pálido, que obscurece en el segundo año de su edad; comunmente forman zig-zag, y llevan en el lado exterior de cada ángulo haces de hojas, inflorescencias y espinas; su corteza tiene muchas veces lentejuelas rojizas irregularmente formadas y diseminadas. Las yemas de In- vierno son obbusas y están cubiertas con escamas agudas, apienladas, moreno obscuras. Las ramas están provistas en las axilas de las hojas nuevas de pequeñas y gruesas excrecencias cubiertas por delgadas escamas, y generalmente armadas con espinas solitarias Ó geminadas, fuertes, rectas, redondas, snpra-axilares, persistentes, y de 1, 2 y hasta 5 centímetros de lar- go; algunas veces las ramas son inermes. Las hojas bipinadas son alternas en las ramitas tiernas de un año Ó menos de edad; y fasciculadas en las axilas de las que tienen varios años; llevan dos, rara vez cuatro pinas, y son lampiñas ó pubescentes y caedizas. El peciolo Ó raquis principal es cilíndrico, de 54 10 centímetros de longitud, tiene la base bruscamente ensanchada y glandulosa y termina con una pequeña glándula y una espina también pequeña y aleznada. Las pinas son de 8 á 16 centímetros de largo; sus peciolillos ó raquis secundarios, ensanchados y glandulosos en la base, cilíndricos 6 levemente alados, terminados en una pequeña espina, están provistos de 8415 pares de hojuelas, oblongas ó lineares, enteras, agudas ú obtusas, y muchas veces apiculadas. Estas hojuelas varían de 3 4 5 centímetros de largo y de 3á 6 milímetros de ancho; sus nervaduras, especialmente la central, son gruesas y salientes, y están sentadas ó sostenidas sobre fuertes, cortos y glandulosos peciolulitos; unas veces distantes entre sí, y otras muy juntas, sostenidas sobre el raquis en todas posiciones, en planes verticales, oblicuos ú hori- zontales. Las estípulas son lineares, agudas, membranosas y caedizas. Las flores, que tienen de 2 4 3 milímetros de longitud, son verdosas blancas y olorosas, y crecen sobre cortos piececitos nacidos en las axilas de pequeñas brácteas escariosas y caedizas, sostenidas en espigas cilín- dricas, delgadas, que varían de 44 10 centímetros de largo, sumamente densas, casi compac- tas en el agrupamiento de las flores; rara vez se les ve interrumpidas, y están sostenidas es- tas espigas por fuertes pedúnculos de 12 4 20 milímetros. Cuando las flores están abiertas, se ven todas amarillas, brillantes, por las numerosas anteras excertas. El cáliz lampiño llega 4 4 de la longitud de los pétalos, que son estrechamente oblongos y agudos; ligeramente pu- bescentes ó lisos al exterior, están cubiertos por dentro y hacia la extremidad con un tomento blanco y espeso, que asemeja un penacho en el extremo de los botones recién abiertos. Los estambres son rectos ó divergentes y del doble del tamaño de la corola; terminan con una glándula caediza situada sobre el obscuro conectivo de las anteras. El ovario, breve- mente estipitado, está cubierto de sedosos filamentos. 686 GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. Las flores comienzan á aparecer en Mayo, y continúan produciéndose hasta Julio. Las legumbres 6 vainas son lineales y comprimidas al principio; y en la madurez casi cilíndricas 6 prismáticas, comprimidas entre las semillas, que son de 10 á 20; rectas, arquea- das ó formando un anillo perfecto, adelgazadas en ambos extremos; el terminal conserva un resto recto ó curvo del estilo; varían de 10 á 24 centímetros de largo y de 8 4 12 milímetros de ancho. La cubierta exterior ó pericarpio, es delgada y coriácea, longitudinalmente vena- da; de un amarillo pálido ó color de paja, frecuentemente marcada de rojo; envuelve un me- socarpio constituido por una capa gruesa esponjosa, de pulpa dulce, que á su vez rodea un endocarpio papiráceo que cubre separadamente á las semillas, formando cavidades casi cua- dradas por la mutua presión de las paredes. Las semillas están colocadas oblicua y separa- damente, y son oblongas, aplastadas, lisas, obscuras, Casi negras. Según Mr. Sargent, el mezquite alcanza su mayor corpulencia en las hondonadas próxi- mas á los ríos, esto es, donde tiene bastante humedad y á la vez está protegido de los vien- tos fuertes y de las heladas; pero también vegeta sobre alturas áridas y rocosas, sobre llanu- ras arenosas y salinas y hasta sobre movedizas dunas, y sus condiciones de resistencia son superiores á las de cualquier otro árbol puesto en iguales circunstancias. PRODUCTOS DEL MEZQUITE. El mezquite produce una goma muy interesante que exuda de la corteza desde el mes [ ; yo, y que se condensa en lágrimas de varios tamaños y de un brillante color de ámbar, que comunmente se hallan acumuladas en las hendeduras de las cortezas gruesas y rugosas de los árboles viejos, y rara vez se encuentran sobre tallos lisos y jóvenes. Tiene el mismo sabor que la goma arábiga; se disuelve rápidamente en tres partes de agua, dando un exce- lente mucílago. Su producción puede aumentarse haciendo incisiones en la corteza. El P. Ximénez asegura que el mezquite produce la verdadera goma arábiga; y se la- menta de que no se utilizara esta goma del país, que era tan buena como tan abundante, en lugar de la goma de los guindos y ciruelos de Europa, que se vendía en México como goma arábiga; con lo que pone de manifiesto los fraudes y substituciones comerciales de las drogas en esa época. El Dr. Schiede publicó en 1836 un estudio sobre la goma del mezquite, á la que llama Acacina, comparándola con la del Senegal; y dice que se encuentra en abundancia en los troncos y ramos de los árboles, principalmente en Mayo, y que se hace la cosecha antes de las lluvias; que la hay de diversas clases, pero que los indios la traen mezclada; que en So- nora se toma como alimento, sola, desleída en agua ó endulzada con azúcar; y finalmente, que en el mismo Estado se produce una goma muy blanca llamada chúcata, y otra negra que se usa para teñir de café y negro. El Sr. Adolfo Morales, alumno de la Escuela de Medicina de esta capital, escribió, co- mo tesis para su examen profesional de farmacia, un “Estudio comparativo de algunas gomas indígenas con la Arábiga verdadera” Su trabajo comprende las gomas de mezquite, bres va- riedades de la del mangle, la del huizache y la del maguey. El resultado que obtuvo con la primera, es el siguiente: la solución de la goma de mezquite es ligeramente amarilla, poco ácida; el ácido azótico aumenta su volumen; el sulfúrico ennegrece la solución; el clorhídrico GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. 687 o no da precipitado; el oxálico da abundante precipitado blanco, y el tánico del mismo color pero escaso; la potasa da igual resultado; el amoniaco y el agua de cal decoloran la solución; la solución de yodo deposita yodo metálico; el alcohol da precipitado blanco; el borato de sosa coagula la solución; el oxalato de amoniaco, precipitado blanco abundante; el azotato de mer- curio (N.), precipitado blanco, soluble por la agitación del líquido; el subacetato de plomo, precipitado blanco, caseoso, endureciendo al aire; y por último, con la flama del alcohol se esponja mucho y se ablanda, tomando la consistencia de la cera; su carbón es poroso, fácil de romper entre los dedos; arde por sí y deja cenizas blancas. Los demás reactivos que no se mencionan, es porque no tienen acción sobre las gomas. El mezquite produce también muy buena madera, que es pesada, sólida y compactas sin embargo, no es muy fuerte; contiene numerosos y distintos rayos medulares, y es moreno obscura y á veces rojiza en el corazón y blanquizca su albura. Un pie cúbico de esta madera bien seca pesa 47,69 libras, y su peso específico es 0,7652 (Sargent). En el Ministerio de Agricultura de Washington se hizo en 1873 el análisis químico de la madera del Prosopis juliflora DO., que dió 6,21 por ciento de ácido tánico para la madera del corazón del árbol; 0,50 por ciento en la madera colorida y 0,50 por ciento en la corteza. La proporción del tanino hace que se use como curtiente. El color de la madera se debe á un pigmento probablemente asociado con el tanino, y ambos pueden extraerse juntos por el éter hidratado, y Havard supone que la proporción del tanino en un trozo de madera puede apre- ciarse por la extensión y penetración del color, y que en igualdad de color aumenta con la edad del árbol. Esta madera es casi indestructible al contacto del suelo, por lo que es muy usada para pilotes, postes y durmientes en los caminos de hierro y en pavimentos de calles, para cama; de ruedas grandes, etc.; proporciona el mejor y más usado combustible en los lugares donde crece, y arde con flama brillante y clara. También da buen carbón, pero que no puede utili- zarse en las calderas de vapor, por la acción destructiva del tanino que contiene. Las raíces del mezquite proporcionan grandes cantidades de combustible, sumamente valioso en lugares donde ni madera ni combustibie útil de ninguna clase se produce sobre el suelo. Se ha observado que el desarrollo de las raíces aumenta considerablemente cuando el vegetal crece en un suelo seco y árido; entonces las raíces verticales adquieren un desarrollo enorme y descienden á gran profundidad en busca del agua; el mezquite crece entonces con muy reducida talla y con escaso follaje, y vive á expensas de la humedad del subsuelo, que se proporciona con su larga raíz en capas bastante profundas, sin necesitar de las lluvias 6 del riego. La presencia y desarrollo del mezquite da indicaciones bastante aproximadas de la pro- fundidad á que se halla el nivel del agua; cuando es del tamaño de un árbol, el agua puede estar de 12 4 15 metros de la superficie; cuando crece como un arbusto, de 15 4 18 metros, y cuaudo las raíces descienden más allá de 18 metros, el mezquite no pasa de un metro de altura, Estas largas raíces las extraen con bueyes en piezas de 4 á 6 metros de longitud. Los arenales aglomerados por el viento cerca de los troncos, favorecen el desarrollo de las raíces secundarias; y gradualmente se forman por esta doble cireunstancia, unos como terraplenes de considerable tamaño y altura, sobre los cuales parece que crecen las plantas. El valor del mezquite aumenta por el notable desarrollo de sus raíces, las cuales le fa- cilitan llegar al nivel del agua más profunda, y crece y vive donde ninguna otra planta leñosa puede existir. 688 GABRIEL Y. ALCOCER.—EL MEZQUITE. El promedio obtenido para el peso específico de la madera de las raíces, comparando ejemplares de distintas regiones, es de 0,8493. Los frutos del mezquite bien conocidos, pues abundan en los mercados y se venden á bajo precio, se consumen en gran cantidad por la gente del pueblo, que los mastica con gusto para saborear la pulpa dulce que envuelve los granos. Según el P. Ximénez, los indios chi- chimecas tomaban, en lugar de pan, unos tamales como piloncillos de azúcar, hechos con es- tos frutos. Schiede dice que el fruto lleva el nombre de Péchita en Sonora, donde, además de co- merlo maduro, preparan un pinol (pinole?) especial, secándolo y quitándole el bagazo y las semillas. Moliendo las vainas del mezquite se obtiene una harina gruesa que se cuece, después de separar las semillas, para hacer tortillas y tamales. El atole se hace hirviendo las vainas, que se muelen en seguida con agua fresca para hacer una pulpa; después de colar se obtiene una agradable y sana bebida que contiene en suspensión y solución la porción nutritiva de los frutos. : Los apaches y comanches tomaban en abundancia una especie de cerveza, hecha con una infusión de harina de mezquite puesta á fermentar, bebida muy débil, pues contiene poco alcohol. En el Estado de Guanajuato fabrican un licor que llaman impropiamente vino de mez- quite, y lo hacen por medio de la fermentación de los frutos convenientemente reducidos á pulpa, 6 lo que es más común, por la maceración de los frutos en aguardiente. La porción nutritiva de las vainas del mezquite es de 53 por ciento, y consiste en albú- mina vegetal, goma y glucosa con algo de grasa y sales, y el resto, casi la mitad, es indigeri- ble. Por esto solamente una mitad de su peso es asimilable; y su valor como forraje es mu- cho menor que el de la avena y el maíz; es rico en azúcar y ázoe, pero deficiente en fécula y sales. Las vainas verdes son amargas y no tienen valor ninguno como alimento; bien madu- ras y conservadas en un lugar seco, pueden durar hasta la siguiente cosecha. En Coahuila acostumbran conservarlas para cuando faltan pasturas, poniéndolas en capas alternadas con otras de paja. A fines de 1897 se emprendió en este establecimiento el estudio del mezquite como planta alimenticia, y el Sr. Prof. Mariano Lozano Castro, de la 2% sección, presentó el si- guiente trabajo, que es de mucha importancia. Análisis inmediata cualitativa de los frutos del mezquite (Prosopis juliflora DO.). Estos frutos, sometidos á la acción disolvente de los diversos vehículos neutros, según el método indicado por Dragendorf, producen una serie de extractos de composición distinta, de los cuales se ha podido separar y caracterizar los principios constitutivos. Extracto de éter de petróleo. Este extracto es líquido, aceitoso, espeso, de consistencia de jarabe; de color verde cla- ro, trasparente, inodoro é insípido. Presenta una reacción ácida. 1 GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. 689 Es soluble en el alcohol absoluto, en el éter sulfúrico y en el éter de petróleo. Está formado, en su mayor parte, por una materia grasa líquida, la que tiene en solu- ción una pequeña cantidad de una substancia resinosa ácida, y clorofila, que es lo que le da el color verde. Contiene, además, una cantidad insignificante de aceite esencial, que se separa calen- tando el extracto en un tubo de ensaye. La esencia se condeusa en pequeñas gotitas incoloras. Se obtiene con el éter de petróleo 1,30 por ciento de extracto. Extracto de éter sulfúrico. Es de una consistencia blanda, graso al tacto, trasparente, color amarillo obscuro Ó café amarillento; de un olor especial y sabor ligeramente ácido, graso, astringente y algo amar- go; mancha el papel de una manera persistente. Es soluble, en parte, en el alcohol y en el agua. La reacción que presenta al tornasol es ácida. Oalentado en un tubo de ensaye se descompone, produciendo humos blancos de olor pi- cante é inflamables, formados por acroleína, y dejando un residuo carbonoso. El extracto no arde al contacto de una llama. Tratado por el agua hirviente, disuelve una parte con una reacción ácida; dando la 80- lución con el percloruro de fierro, un precipitado gris obscuro de tanato de fierro. Tratada la misma solución acuosa por el reactivo de Mayer, la solución de yodo en el yoduro de potasio, ete., da un precipitado soluble en el alcohol, lo que pone de manifiesto la existencia de un alcaloide. Tratado el extracto por el agua acidulada de ácido clorhídrico al 1 por ciento y 4 la ebu- llición, disuelve una parte con una coloración amarilla pálida, la que da precipitados muy marcados con los reactivos de los alcaloides. Evaporada la solución y abandonado el extracto, se forman unos cristales en agujas delgadas radiaudo de un centro, y de una longitud apa- rente de ¿ de centímetro vistas al microscopio. El residuo que deja el agua y el agua acidulada, tratado por el éter de petróleo, disuelve una substaucia grasa idéntica á la que contiene el extracto de éter de petróleo; tratado des- pués por el alcohol absoluto frío, disuelve también una parte con una coloración café amari- llenta; evaporada la solución, deja un residuo trasparente constituido por una resina ácida. La parte insoluble en el alcohol absoluto, es sólida, blanda, sin adherirse á los dedos y con todos los caracteres de una cera vegetal. Así es que el extracto de éter sulfúrico contiene: tanino, un alcaloide, una resina ácida, cera vegetal y grasa idéntica á la que contiene el extracto de éter de petróleo. Se obtienen 0,15 centigramos de extracto por ciento de planta. Extracto alcohólico. Presenta una consistencia blanda, color café, olor de miel y sabor dulce agradable y algo astringente. Es casi enteramente soluble en el agua, pues la solución sólo queda ligeramente turbia; es completamente soluble en el alcohol absoluto y 4 85". 690 GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. Tratado el extracto por el agua, se disuelve casi todo con una coloración café, sabor dulce y algo astringente, teniendo una reacción ácida. Esta solución acuosa precipita muy poco por el subacetato de plomo; el percloruro de fierro obscurece la solución sin producir precipitado; reduce en caliente el licor de Fehling. El amoníaco, la potasa, la sosa, el bicloruro de platino, la solución de yodo yodurada, el reactivo de Mayer y, en general, todos los reactivos de los alcaloides, producen un abundante precipitado soluble en el alcohol. Alcalinizando la solución con el amoníaco y agitando con el éter sulfúrico, se disuelve una parte en el éter con una coloración amarilla muy pálida, y evaporada la solución etérea, deja un residuo amarillo pálido, soluble en el alcohol y en el agua acidulada, é insoluble en el agua destilada. El pequeño residuo que deja el agua al tratar por este vehículo el extracto, es una re- sina ácida, soluble en el alcohol absoluto, en el alcohol á 85?, y poco soluble en el éter. Este extracto contiene los principios inmediatos siguientes: glucosa, que forma casi la totalidad del extracto; un alcaloide, una resina ácida y tanino. Se obtienen 22,25 por ciento de extracto alcohólico. Extracto acuoso. Tiene una consistencia blanda sin escurrir; color café, sabor dulce y salado sin olor es- pecial, y presenta un aspecto cristalino. Enteramente soluble en el agua con una coloración café. Esta solución es precipitada por el alcohol y por el subacetato de plomo; reduce en caliente el licor de Fehling. En este extracto se demostró la presencia de los principios inmediatos siguientes: glu- cosa, principios pécticos, tanino y sales minerales. Los demás extractos ponen de manifiesto la existencia del almidón y de las sales inso- lubles en el agua. En resumen, los frutos del mezquite contienen: Agua, materia grasa líguida, resina áci- da soluble en el éter, resina ácida soluble en el alcohol, cera vegetal, aceite esencial, glucosa, ta- mino, un alcaloide soluble en el éter sulfúrico, un alcaloide soluble en el alcohol absoluto, que bal vez sea el mismo que se obtiene con el éter, principios pécticos y sales minerales. Análisis especial de los frutos del mezquite (Prosopis juliflora DC.), considerados como producto vegetal alimenticio. Este análisis, hecho para determinar la cantidad de principios alimenticios que contie- nen estos frutos, se hizo conforme á los métodos que se siguen para el análisis de los granos, y el resultado que se obtuvo fué el siguiente: GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. 691 _—_ _____________QAQQ2Q2050AÁXAAS q E Q__QTQRR—KÓ2/X2AAAAA 100 partes de frutos contienen: Agua higroscópiCA.coooomooono=... 14,350 Matera crasas. delas ano deals 1,6420 INMOCDA- sosbobecoboa POSO í 16,3620 CUCA o alas ale 30,2500 Materias az09ada8S...ccooococsananas 0,8478 Tanino y sus análog0S............. 5,8100 Sal neral iaa ato ajaisialola 3,5000 COI eel alalels iaa 27,2402 Mota. 100,0000 México, Noviembre 30 de 1897.—M. Lozano Castro. Usog MEDICINALES DEL MEZQUITE. El Dr. Hernández, citado al principio de esta reseña, fué el primero que escribió sobre los usos que los indios hacían del mezquite; pero como su obra no se publicó sino hasta 1694, en Roma, y en 1790, en Madrid, se puede decir, con toda exactitud, que Fr. Francisco Ximé- nez, el traductor y anotador de Hernández, quien publicó su trabajo en México en 1615, fué el que consignó los primeros datos acerca del mezquite. Según Ximénez, el líquido que se extrae por expresión de los renuevos, ó el agua en que éstos hubiesen estado en infusión por algún tiempo, era un admirable colirio para los ojos, y el cocimiento de las cortezas moderaba los flujos abundantes (metrorragias). Después de Ximénez, el Padre Sahagún, en su obra titulada “Historia general de las cosas de la Nueva España. ..... ” al describir los árboles y sus propiedades, enumera breye- mente las que se atribuían al mizquitl; pero llama la atención que diga que, además de las hojas, también los granos son medicinales para los ojos, lo que ningún otro autor asevera. D. Francisco J. Olavijero, sacerdote jesuita y célebre historiador mexicano, en su “His- toria antigua de México” (1780), da una “breve noticia sobre las plantas y animales ....” en la que menciona el mizquitl Ó mezquite, siguiendo en su descripción al Dr. Hernández, á quien designa con el título de “Plinio de la Nueva España.” El Profesor español D. Vicente Cervantes leyó en 1791 (Mayo 28), en el Jardín Botá- nico de México, con motivo de la apertura del curso de Botánica, una disertación intitulada “Ensayo á la Materia Médica del reino vegetal de la Nueva España” en la que coloca en las Poligamia de Linneo al mezquite ó mizquitl, asignándole la clasificación de Mimosa circina- lis. Declara que es una especie de la Acacia de los autiguos, de la que fluye una concreción semejante á la legítima goma arábiga oficinal; y que, como la había en abundancia en ese y en otros árboles del mismo género ó de géneros diferentes, era superfluo pedirla á España, y apoya su opinión con la del Dr. Hernández, expresada en los mismos términos, y que, tradu- cida por Ximénez, se hizo ya mención de ella (pág. 7). Concluye con las siguientes frases: “Las raíces, corteza y fruto son astringentes, y del zamo de éstos puede prepararse la Acacia que corre en el comercio de Europa y enviarse con la goma á todas aquellas naciones.” La Nat.—Ser. 1.—T.. IN—Novbre, 1902 88 692 GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. Afirma el Dr. D. Nicolás León, en su Biblioteca Botánico-Mexicana, página 78, que el Profesor D. Antonio Oal y Bracho, español, es el autor de una obra publicada en Puebla en 1832, con el título de “Ensayo para la Materia Médica Mexicana,” arreglado por una comi- sión nombrada por la Academia Médico-Quirúrgica de esa misma ciudad, y que reimprimió este Instituto en 1889. En ese Ensayo se halla el artículo siguiente: “Mezquite 6 Mizquitl. (Inga circinalis W. “—Mimosa circinalis L.).—Es muy frecuente en la República, como lo son también otras va- “rias especies de Ingas y Mimosas. El Mezquite es una especie de la Acacia de los antiguos, “de la que fluye una concreción semejante á la legítima goma arábiga oficinal (Mimosa milo- “tica L.), y se usa por ella, tanto en la medicina como en las artes. Igualmente se prepara “con el zumo de las hojas, ó bien con su cocimiento, un bálsamo bien conocido en las boti- “Cas, y de uso frecuente por los facultativos para las oftalmías crónicas; también se usa con “el mismo fin el extracto de las propias hojas en consistencia baja.” Como se ve, poca diferencia hay entre lo que dijo el Sr. Cervantes á fines del siglo XVIII y lo que escribe el Sr. Cal y Bracho cuarenta años después; y ambos dicen, en el fondo, casi lo mismo que Hernández ó Ximénez, y Sahagún y Olavijero en épocas anteriores. Es conveniente indicar desde luego que la Mimosa circinalis, que asigna Cervantes para el mezquite, no tiene autor; y si es la de Mociño y Sessé, tomada de sus manuscritos, es una especie dudosa, que puede ser un Pithecolobium 6 un Prosopis (Bentham, obra cita- da, pág. 635). La Mimosa circinalis L. 6 Inga circinalis Willd., asignada por Cal y Bracho, es el Pithecolobium circinale Benth.! (Bentham, o. C., pág. 573), que habita en la América trópica y especialmente en las Antillas, Ouba, Santo Domingo, etc., y que hasta hoy no ha sido encontrada en México por ningún colector, ni está señalada en la Biología Oentrali- Americana. Hay otra Mimosa circinalis Cav., sinónimo del Prosopis strombulifera Benth.! (Bentham, o. c., pág, 381), especie de la América del Sur, que tampoco se sabe que la haya en México; en cuanto á la Mimosa milotica L., es la Acacia arabica Willd. (Bentham, o. €., pág. 506), que es la especie originaria de Arabia que llaman oficinal, la que produce la legí- tima goma arábiga. Se hallan también en diversos tratados y diccionarios de Historia Natural y de Materia Médica, y en algunas floras de esa época y de épocas posteriores, datos de poco ó ningún in- terés al lado del nombre vulgar ó de el del género; y parece que en el orden cronológico, el trabajo más formal sobre el mezquite es el artículo de Descourtilz, que se halla en el tomo VIII de la “Flore pittoresque et médicale des Antilles,” segunda edición, 1833, páginas 107 á 112, lám. 550. Allí se describe el mezquite bajo los nombres de Baie-d-ondes, Arbre de ma- lédiction que, según el erudito autor, era desgraciadamente demasiado común en Haití, Santo Domingo, y lo califica no sólo de inútil, sino de perjudicial, y asevera que las heridas hechas por sus espinas ocasionan el tétanos, Ó cuando menos la parálisis, á propósito de lo cual re- fiere un caso. Probablemente el observador, que era médico de la facultad de París, se preo- cupó con las consejas vulgares que acopia y relata respecto del árbol, y en las que figura el Profeta Isaías; y le llama no sólo pernicioso, sino que lo acusa de que ciertas arañas más ó menos feas, parecidas á nuestras chintlatlahuas, anidan en él. Realmente se contradice, pues por una parte asegura que desola las sabanas, y por otra, que se ha multiplicado y propagado por los caballos, que son golosos de las vainas, cuyas se- millas no sufren ninguna alteración en el estómago de aquellos animales. Seguro de este he- GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. 693 eho, pudo deducir que era un vegetal apropiado para resistir las malas condiciones de las sa- banas y, por lo mismo, útil. Las propiedades medicinales que enumera, son: que la goma es resolutiva; tomada en la dosis de un grano en cocimiento de Gombo, es útil en la iscuria. Pulverizada é insuflada en la nariz, detiene las hemorragias nasales. Los negros haitianos desprenden tiras de corteza tierna para ceñirse las partes afectadas de dolores reumatismales; emplean las mismas liga- duras contra las fiebres intermitentes. Después de Descourtilz debe colocarse á Schiede, á quien ya citamos, médico sueco fa- llecido en esta capital, quien publicó en 1836, en el primer tomo del “Periódico de la Acade- mia de Medicina de Mégico” tres artículos bajo el título común de “Observaciones sobre obje- tos de Materia Médica,” y en las páginas 70 4 76 trata “De la goma del mezquite (Prosopis dulcis) comparada con la goma arábiga” Ya se citó lo que trae ese artículo referente á la goma y 4 los frutos; respecto á las apli- caciones medicinales, refiere los usos del mezquite siguiendo á Hernández, expresando que se continuaban aún en su época, y criticando el excesivo abuso que se hacía, en la medicina casera, de las ramitas y hojas tiernas en las oftalmías crónicas. Recuerda que se usa el lla- mado extracto ó bálsamo de mezquite, hecho con esas ramitas y hojas, y lo considera útil como astringente. La “Farmacopea Mexicana,” publicada en 1846,% dice únicamente del mezquite, en la página 42, que el extracto de las hojas es anti -oftálmico, y la goma, emoliente; y también lo refiere á la Inga circinalis, que ya se dijo no es Inga, ni se sabe que sea del país. En 1878 el Sr. Dr. D. Fernando Altamirano, actual Director del Instituto, escribió una tesis intitulada “Leguminosas indigenas medicinales,” entre las que enumera el mizquitl, asig- nándole dos clasificaciones: una, la de Inga circinalis, según la autoridad del Dr. Manuel Altamirano, que ya se dijo no es exacta; y otra, la de Prosopis dulcis, según la autoridad del Sr. Prof. D. Alfonso Herrera, clasificación admitida como sinóvimo del Prosopis juliflora DOC., y que consta en la lista de la nota de la página 4. El Sr. Altamirano repite los usos ya conocidos y enumerados del mezquite y de sus pro- ductos; y menciona, además, los del Quetzalmizquitl; y concluye señalando once especies de leguminosas que, según él, llevan en el país el mismo nombre vulgar de mezquite, cuya go- ma se vende con la misma designación, y de las cuales solamente una no ha sido refundida en otros géneros ó especies. Estas once especies de mezquites han quedado clasificadas de la manera siguiente: La Acacia foetida H. B. K. esla........ Piptadenia foetida Benth. ,y Acacia fasciculata Kunth........... Mimosa fasciculata Benth. (1) Esta obra, que tiene importancia histórica y científica, por ser la primera en su género que se publicaba en México, en donde hasta esa época se habían seguido las indicaciones de las Farmacopeas españolas, impuestas oficial- mente desde el Virreinato, desgraciadamente es anónima en todas sus partes, y sus autores no se ocuparon de consig- nar quiénes de los miembros de la Academia Farmacéutica colaboraron para escribirla y publicarla. La portada dice así: “Farmacopea—Mexicana—formada y publicada—por la Academia Farmacéutica—de la—Capital de la República. —México.—1846.” En mi informe mensual de Febrero de este año, hice constar*que había logrado saber los nombres de los socios que tomaron parte en ese trabajo, y fueron los Sres. Profesores D, Leopoldo Río de la Loza, D. Domin- go Lusso de la Vega, D. José Bustillos, D. Ignacio Baz y D. Rafael Martínez; y los Doctores D. Agustín Arellano, D. Ramón Alfaro y D. Manuel Robredo, siendo este último el Secretario de la Comisión. El joven José M. Lasso de la Vega, recién llegado por entonces á México para principiar sus estudios de Farmacia, puso en limpio, como amanuense, los artículos para enviarlos á la imprenta. 694 GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. La Acacia umbellifera Kunth........... Acacia filicina Willd. y» Inga pungens, Humb. et Bonpl.!..... Pithecolobium dulce Benth. ,, Inga emarginata, Humb. et Bonpl.... Calliandra emarginata Benth. ») Inga anomala Kuntbl...........o.... Calliandra grandiflora Benth. ,» Prosopis microphylla H. B. K........ Acacia tortuosa Willd. sy Cassia peralteana H. B. K........... Quedó lo mismo. y Cassia elliptica BR aaa Cassia emarginrta L. ,, Cassia ramosissima H. B. K.......... Cassia glandulosa L. ,», Cassia browniana Kunth!............ Cassia polyantha, Moc. et Sessé. Estas especies están admitidas para México por la Biología Oentrali-A mericana, Bo- tany, vol. I, con excepción de la Cassia peralteana H. B. K., la que, sin embargo, según Mr. G. Bentham en su “Revision of the genus Oassia,” la hay cerca de Campeche. Mr. Oh. $. Sargent publicó un extenso y completo artículo sobre el mezquite, Honey locust, en el tercer volumen, página 101, de su gran obra “The Sylva of North America,” impreso en 1892, de cuyo artículo he tomado datos muy importantes para esta reseña. Cita frecuentemente, entre otros, un autor, cuyo trabajo no he podido consultar, y es Mr. Havard, de quien copia que una decocción obtenida hirviendo pedazos del corazón de la madera del mezquite, puede usarse como astringente para contener la diarrea ó disenteria, Ó por infusión para purificar el agua estancada. El artículo de Mr. Sargent debería traducirse íntegro para publicarlo y circularlo entre las agricultores y cultivadores de árboles. La “Nueva Farmacopea Mexicana” 3% edición, 1896, tiene dos pequeños artículos: uno sobre la goma del mezquite (mizquicopalli), la que describe por sus caracteres físicos, y se- ñala las adulteraciones que puede sufrir; y otro sobre el mezquite, que se limita á decir que el bálsamo de mezquite ú ojite, se obtiene evaporando el cocimiento de las hojas hasta darle consistencia de jarabe, y que disuelto en agua se usa como colirio para la conjuntivitis. Con toda probabilidad, el estudio más reciente que se ha emprendido acerca del mez- quite, es el del Sr. Profesor D. José M. Lasso de la Vega, distinguido farmacéutico, y muy empeñoso en el estudio de las plantas y drogas nacionales, cuyo trabajo está impreso en la “Gaceta Médica,” tomo I, segunda serie, núm. 4, pág. 48, publicado en 15 de Febrero de este año, bajo el título de “Písica y Química médicas—Breves notas sobre el mezquite y el alcaloide que contienen sus hojas.” El autor, después de algunas breves consideraciones sobre el árbol, sus productos y apli- caciones, y de citar lo que los padres Sahagún y Ximénez refieren en sus respectivas obras, relata los resultados de sus propias investigaciones que, por ser originales, son muy intere- santes, en los términos siguientes: “He expuesto lo que he encontrado más notable de este importante vegetal; voy ahora á ocuparme, aunque someramente, del alcaloide que contienen sus hojas; por la pequeña can- tidad de que de éstas he podido disponer, he obtenido una corta porción de él, y no cristali- zado, á pesar de haber empleado distintos procedimientos para aislarlo; es de color obscuro y como extracto; sabor, al principio amargo y luego algo astringente; soluble en el alcohol etí- lico, en el amílico y en el cloroformo; poco soluble en el éter sulfúrico, en el de petróleo y en la bencina; insoluble en el agua fría y muy poco soluble en la caliente; forma con los ácidos sales solubles en el agua, aunque no cristalizables, al menos no he podido obtenerlas en este estado; la solución acuosa precipita en blanco por el reactivo de Mayer; en amarillo bajo, por el cloruro de platino y por el ácido pícrico; por la sosa y el amoníaco, en blanco, sin que el GABRIEL V. ALCOCER.—EL MEZQUITE. 695 ÁS —=— precipitado se disuelva en un exceso de reactivo; es probable que con los otros reactivos de los alcaloides también precipite; creo, por lo mismo, que el presunto alcaloide, atendiendo á su origen y clasificación, se le puede dar el nombre de Mitzquitlina 6 Juliflorina, indicando el primero, el del vegetal que lo produce, y el segundo, el de su especie. Como indiqué antes, puse en práctica distintos medios para obtenerlo cristalizado, y por ninguno de ellos lo conseguí más que como lo he descrito; la falta de planta y tiempo me han impedido emplear otros, que pondré en práctica tan luego como me sea posible; describiré, sin embargo, los siguientes: 1.2 Hervido el polvo grueso de las hojas en agua ligeramente acidulada con ácido sulfá- rico por tres veces sucesivas, reunidos los cocimientos y filtrados, se evaporaron en baño Ma- ría hasta la sequedad; pulverizado el extracto seco y mezclado con dos veces su peso de cal recientemente apagada, se puso á hervir con suficiente cantidad de alcohol por 30 minutos, agitando con frecuencia; filtrado en caliente, el licor filtrado se evaporó hasta la sequedad; se trató por agua acidulada con ácido sulfúrico, que disolvió el alcaloide, y se separó por filtra- ción la resina y clorofila que lo acompañan; el licor filtrado se precipitó por amoníaco, se agitó con cloroformo y se dejó reposar; separada la capa clorofórmica en que se disolvió el alcaloide, se evaporó espontáneamente y quedó éste, que vuelto á disolver en el agua acidu- lada, precipitado una vez por amoníaco y otra por sosa cánstica, y tratado como anterior- mente por el cloroformo, quedó el alcaloide como lo he descrito. 2.” Tratado el polvo de las hojas por el alcohol acidulado por ácido tártrico, filtrado, evaporado el líquido, tratado el residuo por agua destilada y siguiendo todas las operaciones de este método, obtuve el alcaloide con el mismo aspecto que con el anterior. 3.2 Por el otro procedimiento de mezclar el polvo con cal, secado y pulverizado el resi- duo, lixiviado con alcohol, etc. Dió el mismo resultado, por lo que creo que es incristalizable el alcaloide de que se trata; acaso por otro método de extracción, y preparándolo en mayor cantidad, se llegue á obtener cristalizado.” Concluye el Sr. Lasso de la Vega excitando á los oculistas, para que estudien si real- mente es útil la aplicación que se hace del mezquite en las enfermedades de los ojos. CONCLUSIÓN. Por los datos consignados, se ve que el mezquite es un árbol de sumo interés bajo dife- rentes aspectos, pues en él todo es útil: la madera de su tronco y de sus raíces, su follaje, sus frutos y la goma que produce; y se deberían divulgar su utilidad y buenas cualidades y reco- mendar encarecidamente su propagación. En el Valle de México sería muy eficaz su cultivo, sobre todo en los extensos lomeríos próximos á la capital, casi desnudos de vegetación por la tala desconsiderada de otras épocas, pues es indudable que ayudaría á fijar la delgada capa de tierra fértil que los cubre, impidiendo los deslaves, y con el tiempo tal vez aumentaría de espesor esa Capa. Muy honroso sería para el Instituto Médico Nacional, que de su seno partiera la inicia- tiva y recomendación incesante, para que éste y otros árboles útiles y de fácil cultivo y adap- tación, se sembraran con profusión en todos los alrededores y sirvieran para la higiene y el ornato, y también para una explotación racional y sensata. México, Julio 31 de 1901. Sabuel Y, Ucocez, Conservador del Herbario del Instituto Médico Nacional. (Tomado de los “Anales del Instituto Médico Nacional.” tomo V, núm. 3). INTRODUCCIÓN PARA UNA FLORA DEL VALLE DE MEXICO FISIOGRAFÍA. El Valle de México se encuentra colocado en el centro de la Cordillera del Anáhuac, entre los 109 y 209 de latitud Norte. Su altura sobre el nivel del mar, en la parte más baja, es de 2,265 metros. Las cimas culminantes de las montañas que lo rodean se encuentran al Sureste, en donde se levantan las del Popocatepetl y el Iztaccihuatl, que pasan del límite de las nieves perpetuas; otras de menor importancia son: el Ajusco al Sur; las montañas de San Miguel y las Cruces al Suroeste, y el Cerro del Telapón al Este, por cuyas faldas atraviesa el antiguo camino de México á Puebla. La forma del Valle es irregular, pero pudiera compararse á la elíptica; su mayor exten- sión, siguiendo la línea oblicua que une Tlálpam con Pachuca, es de 114 kilómetros; su ma- yor latitud, tomada en el paralelo de Ouautitlán, es de 62 kilómetros. Su extensión superfi- cial, conforme á los planos planimétricos, hechos sobre la carta del Atlas Pintoresco del Sr. García Oubas, es, según el mismo geógrafo, de 4,555 kilómetros cuadrados, comprendiendo la área desde las crestas de las cordilleras, y de 2,100 kilómetros cuadrados la parte plana De esta superficie se ha calculado que 360 kilómetros cuadrados estaban ocupados por las aguas de los lagos. El Valle de México lo consideramos limitado de la siguiente manera, aceptando, respecto de su extensión, las opiniones de los Sres. Orozco y Berra y García Oubas: al Norte, en don- de sus límites aún no están bien marcados, por la sierra de Pachuca y sus ramales, que lo se- paran de los llanos de Atotonilco el Grande, del Valle de Tulancingo y de las planicies de Zinguiluca; después, por una serie de cerros que unen aquella sierra con las montañas de las Navajas, las que separan los llanos de Chavarría del Valle de Epazoyuca. Por el Este, los ce- rros de Zinguiluca, la elevada montaña de Xihuingo y una serie de lomas extensas, interrum- pidas por profundas barrancas, que vienen á ligar las anterivres eminencias con las últimas cumbres en que termina hacia el Norte la majestuosa Sierra Nevada, la que se interpone al Sureste entre los valles de México y Puebla. Esta sierra envía dos ramales hacia el Oeste: uno que se pierde por los distritos de Otumba, Apam y Tepeaculco, y el otro que constituye la Sierra de Patlachique, colocada entre las llanuras de Otumba y Texcoco. Innumerables son las ramificaciones de la Sierra Nevada, lo que multiplica las vertientes; pero de estas montañas, las más importantes son: el Popocatepetl, el Iztaccihuatl, el Tlaloc, el Telapón y Tlamacas, de las cuales las dos primeras están cubiertas de nieves perpetuas. Una serie de lomas y de cerros más Ó menos extensos y elevados, como los de Tenango y Juchitepec al R Serio Zvmo ld La Naturaleza. Lam 2L. / | ÉA Tercalillla A | Í 0 Tay ornudloo £ a 7 | O NICAAS | ” a | AS Cregorto | |-Larmer +0 ' Capital de laReguiblica , Ae apulal de Estado z 2 Cabecera de Distrito pa PO > AS > O = ps 3 Pueblo No ES | A POPOGATEPLTE Mairenda E h 28 PLANO TOPOGRAFICO DEL VALLE DE MEXICO A o . dh ñ Ms CA Os MO Ñ ONU A ENS Ns ANY yA . a kl En 'Ú pu e cy Se ¡DA Pas 4 1 E ? E Ñ EN e E ES b $ Poo Ñ A O: po ad Ñ Ñ Ñ * NS U a NS Mi II, OR bh kh Ñ Er » sen ER ar ' A a, JU” i iaa 1] ' € * 3 » , 1 mi . ro TA A A E : nia TS pd a ARE Era DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO 697 Sursureste, une el Popocatepetl á la extensa serrauía de Ajusco, en la que se levanta una elevada montaña que lleva el mismo nombre, y la que durante el Invierno algunas veces se cubre de nieve, y cuya falda extendida hacia el valle, forma un peñascal muy extenso, cono- cido con el nombre de El Pedregal. Esta serranía de Ajusco limita al Valle de México por el Sur, y se enlaza por el Sureste con la histórica Sierra de las Oruces, entre cuyas ramifica- ciones brotan las aguas que surten á la capital, las que descienden, atravesando los extensos lomeríos de Santa Fe y Tacubaya. La Sierra de las Oruces, dirigiéndose al Noroeste, encuen- tra la cordillera de Monte Alto y Monte Bajo, que limita el valle por el Oeste, y que se con- tinúa con la Sierra de Tepotzotlán y el Sincoque, en cuyas faldas se han abierto los tajos co- losales de Nochistongo y de Tequisquiac, que dan salida á las aguas del Valle. Los cerros de Jalpa, las lomas de España, Ouevas y Jilocingo, y el cerro de Aranda, unen el Sincoque á la sierra de Tezontlálpam, la que, prolongándose hacia el Noreste, encuentra el principio de la sierra de Pachuca y completa el circuito del Valle. El Valle se encuentra interrumpido por lomeríos y montañas aisladas Ó en cordillera; y estudiando con detención el aspecto que realmente tiene, se puede considerar como dividido en dos valles por aquellas eminencias: uno situado al Nornoroeste, formado por las llanuras de Ouantitlán, Zumpango, Tizayuca, San Javier y Chavarría, y el otro al Sursureste, en don- de se encuentran las planicies de Tlalnepantla y del Distrito Federal, y los valles de Ohalco, Texcoco y Otumba. La separación de estos dos valles la hacen: la sierra de Guadalupe, el cerro de Ohiconautla, Oerro Gordo y la sierra de los Pitos, dejando en el centro un amplio puerto por donde se comunican y se establece la unión de las aguas. Las llanuras más extensas son las de Chavarría, San Javier y Tizayuca, entre las sie- rras de Tezontlálpam y Pachuca, al Norte, y el cerro de Ohiconautla, Cerro Gordo y sierra de los Pitos, al Sur; la de Otumba, limitada al Norte por las alturas de Malinalco, Cerro Gordo y otras de menor consideración, y comunicando con la parte principal del Valle, por los ricos terrenos de Acolman; los valles de Texcoco y Ohalco, que sólo son prolongaciones del de México; las llanuras de Zumpango y Ouautitlán, separadas de las de Tlalnepantla y del Distrito Federal por la sierra de Guadalupe. Todas estas llanuras, que constituyen la parte principal de la cuenca, se mantienen á una altura que oscila de 2,265 4 2,700 metros sobre el nivel del mar. Seis lagos, con nivel diferente, se encuentran esparcidos en la cuenca del Valle; al Sur, Xochimilco y Ohalco, separados artificialmente por el dique de Tláhuac, con un puente que permite su comunicación; al Este, el más extenso, el de Texcoco, que ha recibido por varios siglos los desechos de la capital, y por último, al Norte, los de San Oristóbal, Xaltocan y Zumpango, que serán los primeros que desaparezcan totalmente, á consecuencia de la termi- nación de las grandiosas obras del desagie. Por los documentos históricos se sabe que todos estos lagos, algunos años antes de la Conquista, formaban uno solo, con una extensión mucho más considerable de la que se les conoce actualmente. Oomo los de Zumpango, Xaltopan, San Cristóbal y Texcoco están ali- mentados por las corrientes torrenciales que forman las lluvias, y tienen poca profundidad, con frecuencia se desbordan, inundando los terrenos cultivados adyacentes y las poblaciones cercanas; y para impedir estos desastres periódicos, numerosas han sido las obras de ingenie- ría emprendidas para fijar sus límites, pues tanto la raza primitiva como la conquistadora han trabajado sin descanso, desde hace más de cuatro siglos, en este sentido, erogando gastos de suma consideración y aun sacrificando la vida de los trabajadores. 698 DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO Los lagos del Valle tienen suma importancia desde el punto de vista botánico, siendo mayor la de los de Chalco y Xochimilco, pues en ellos se encuentra una vegetación flotante formada de una manera muy especial, y constituyendo, con la tierra que la sostiene, unas fajas que sobrenadan y llevan el nombre de cintas. De esta vegetación nos ocuparemos en el lugar respectivo, al tratar de las estaciones botánicas del Valle. Una porción considerable del lago de Ohalco ha sido desecada y convertida en terrenos de cultivo de una feracidad extraordinaria. Para conseguir esto, se ha construido un dique, dejando con agua la parte Sur, es decir, una cuarta parte de su extensión. Este dique, que después será doble, limitará un canal y dará salida al excedente de las aguas hacia el lago de Xochimilco. Estas obras, que actualmente están en vía de ejecución, se terminarán proba- blemente en un tiempo próximo. En el lago de Xochimilco, por la parte contigua á los terrenos de las haciendas de Ooa- pa y San Antonio, se hace un trabajo análogo al emprendido en el de Chalco; pero avanza con lentitud, y una parte considerable conservará por mucho tiempo sus aguas. Estos dos lagos son muy importantes, porque están sostenidos por manantiales de agua potable, que brotan en su fondo, siendo más numerosos en el de Xochimilco, mientras que los otros lagos reciben casi sólo las aguas de las lluvias de las montañas circunvecinas, siendo notable el de Texcoco por la cantidad de sales que contiene, entre las que predomina el sex- quicarbonato de sosa. El origen de estas sales es muy discutido, pues unos suponen que son las arrastradas de las montañas por las lluvias, y otros que provienen de la descomposición de algunas de las materias orgánicas que forman los desechos de la ciudad y que van á depo- sitarse en el lago. Por nuestra parte suponemos, fundados en los estudios recientes, que en esta formación de sales intervienen de una manera activa los organismos vivientes del grupo de las bacterias. En efecto, durante la estación de secas, es decir, desde Noviembre hasta fines de Mayo, por la evaporación tan considerable que se verifica, los lagos quedan muy re- ducidos en su extensión, y todos los terrenos que aparecen secos se cubren de carbonatos y de salitre, el que se infiltra á una distancia considerable; ahora bien, es sabido que esta sal se forma por la acción directa de las bacterias. Pocas son las corrientes que riegan las llanuras y que merecen el nombre de ríos, pues en la mayor parte sus aguas sólo existen en la época de las lluvias, y aquéllas Ó se aprove- chan en el riego de los campos cultivados Ó van á descargarse en los lagos. El lago de Xo- chimileo recibe por su lado occidental el río constante de San Buenaventura, que nace del Ajuseo y el abundante caudal que forman los manantiales de Tepeca y alberca de San Juan. El de Ohalco recibe por la orilla oriental el arroyo de San José 6 de San Francisco Acuau- tla, cuyas aguas torrenciales tienen su origen en el cerro del Telapón; á este río se incorpora el de Tlalmanalco y el de Tenango, formados ambos por los deshielos del Popocatepetl y el Iztaccihuatl, siendo de las rocas corrientes perennes y relativamente abundantes. Igualmente penetran á este lago varios arroyos que se desprenden del cerro del Teutli y de sus cercanos, así como de las barrancas del Pino y San Pablo. El lago de Texcoco recibe por el lado occi- dental las aguas del canal de la Viga, que está formado por el excedente de las de los la- gos de Ohalco y Xochimilco, y por las del río de San Juan de Dios, que nacen en el Ajusco, recibiendo el producto de los manantiales del Pedregal de San Angel, del Río de los Reyes, y las de los manantiales de Coyoacán y alberca de San Mateo. Por el mismo lado penetra el río de Ohurubusco, formado por los de San Angel, de Mixcoac y Coyoacán, desembocando antes en una ciénega, y por último, las del río de la Piedad, que recibe el de Tacubaya. DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO. 699 Después de que el canal de la Viga atraviesa una parte de la Oiudad, sale, dirigiéndose al Noreste, con el nombre de canal de San Lázaro, y éste, antes de llegar al lago de Texcoco, recibe cerca del Peñón de los Baños, el río de! Consulado, compuesto de los de la Ascensión, los Morales y Tecamachalco, que reciben las vertientes de las alturas colocadas al Suroeste y al Oestenoroeste del Valle. Este canal de la Viga, en la porción que atraviesa la ciudad, está próximo á desaparecer, á consecuencia de las obras de saneamiento que se están realizando ya. Del lado oriental, el lago de Texcoco recibe todas las vertientes de la cordillera Este, como son: el río de San Juan Teotihuacán, que antes de penetrar al lago se divide en dos brazos, uno al Norte ó río de Ixtapa, y otro al Oeste ó río de Nextipac; el río de La Grande 6 de Papalotla, el de la Ohica, el de la Magdalena, el de Texcoco, el de Ohapingo, el de San Bernardino y, por último, el de Santa Mónica. El lago de San Oristóbal recoge, por su lado occidental, los arroyos desprendidos de la sierra de Guadalupe, un poco más arriba los excedentes de los riegos, tomados del río de Cuautitlán, y por el Norte las aguas del cerro de Ohiconautla. La laguna de Xaltocan recibe las aguas de las vertientes occidentales de los cerros que, comenzando en el de Ohiconautla, corren de Sur á Norte basta el puerto de los Reyes. El lago de Zumpango se alimenta de las aguas del río del Papelote, que nacen en el Es- tado de Hidalgo; entra al de México entre San Jerónimo y Venta de Oruz, Distrito de Otum- ba; sigue al Oeste y entra en la presa de los Reyes, de la cual sale para formar el río tempo- ral de las Avenidas de Pachuca. El río de Ouautitlán, que antiguamente penetraba en el lago de Zumpango, es la co- rriente mayor de las del Valle; y como causaba las inundaciones de la ciudad, fué desviado por el Tajo de Nochistongo, regando actualmente sólo una parte de las llanuras de Cuauti- tlán y Huehuetoca. Como montañas aisladas, con una altura variable y que dan una fisonomía especial al Valle, debemos mencionar los cerros de la Estrella, San Nicolás, Santa Oatarina, la Oaldera, el Pino y Chimalhuacán, al Sureste; los de Jico, Tlapacóyam, en el mismo rumbo, pero que en otras épocas estaban rodeados por las aguas del lago de Ohalco; y esparcidos por diversos lugares los cerros de Ohapultepec, el Peñón Grande, el Peñón de los Baños, el de Coatepec y el de Tepecingo. Debemos recordar que el Valle se encuentra dividido por dos sierras que casi aparecen aisladas: la de Guadalupe, que en realidad es una prolongación de la serranía de Monte Alto, y la sierra formada por las montañas de Ohiconautla, Xoloc, Santa Paula, Cerro Gordo, Sie- rra de los Pitos, etc., y que se unen por lomeríos á los últimos ramales que envía hacia el Norte la Sierra Nevada. Teniendo el Valle de México una extensión tan considerable, estando rodeado por mon- tañas elevadas, algunas boscosas, otras con barrancas, regadas por riachuelos, cuyas aguas tienen por origen manantiales cristalinos, existiendo lagos con una vegetación flotante ó con orillas fértiles, cerros aislados, conos volcánicos, lomeríos y arenales, su aspecto físico tiene que ser muy variado y fecundo en sitios pintorescos. Ouando el viajero desciende al fondo de la cuenca, penetrando por alguna de las alturas del Ajusco ó de la Sierra de las Oruces, con- templa y admira una vista panorámica que puede rivalizar en belleza con las más renombra- das en el mundo. Pero para gozar de este hermoso espectáculo, bastará subir á una de las pequeñas colinas próximas á la capital. Si en una tarde del mes de Junio, cuando la atmós- fera tiene su mayor transparencia, se asciende al cerro de Gachupines, que se halla en la pro- longación del Tepeyac, el panorama que surge ante la vista puede compararse, sin desdoro, La Nat.—Ser. 11,—T. 111.—Nov, 1902. 89 700 ? DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO. con el que ofrece la bahía de Nápoles. La ascensión es un poco penosa, la vereda se balla sembrada de abrojos, cuyas aceradas púas atraviesan el calzado, y de guijarros sueltos que dificultan la marcha, haciendo vacilante cada paso; pero en una media hora se llega á la cima, recibiéndose las ráfagas tibias de un aire puro que se aspira con delicia. Desde aquella altura se domina una grande extensión del Valle; hacia abajo, después de una faja de terreno árido, el lago de Texcoco ocupa todo el primer término de este paisaje, sus aguas tranquilas apare- cen doradas por los rayos del sol poniente, más allá se levantan las llanuras ya muy lejanas de los valles de Chalco y Texcoco, matizadas por las múltiples combinaciones del verde y amarillo de los campos cultivados, y por los manchones diseminados que forman las arbole- das y caseríos; por último, á una altura considerable, se destaca la imponente Sierra Nevada, recortando el azul transparente del cielo, el contorno del Tlaloc y el Telapón, y después la si- lueta de la Mujer Blanca, envuelta en su sudario de nieve, y dominando á las anteriores el cono del Popocatépetl, con un girón de nubes teñidas de múltiples colores. Paisajes más limitados, pero no menos hermosos, se encuentran en casi todos los replie- gues de las montañas, en donde las corrientes de agua, con su benéfica influencia, fertilizan las laderas, haciendo brotar una vegetación vigorosa. CLIMA. Larrrup.—Por su situación tropical, el Valle de México recibe perpendicularmente los rayos solares en dos épocas del año y con poca inclinación en el resto de las estaciones. Ouan- do el sol llega al trópico de Oapricornio, la inclinación de sus rayos no alcanza á 439 para la ciudad de México, de donde resulta que la duración de los días es casi igual, pues la mayor diferencia sólo alcanza dos horas veinte minutos. Esta situación latitudinal está compensada en sus efectos por la altitud, y el resultado final es la producción de un clima templado, seco y variable. ALTITUD.—H emos dicho que la altura de las planicies del Valle de México oscila entre 2,265 y 2,700 metros, y algunas cumbres de las montañas que lo circundan pasan más allá de 5,000 metros. Esta situación respecto del nivel del mar produce, como es natural, tres efectos de la mayor importancia: 19, la diminución de la cantidad de oxígeno contenido en un volumen dado de la atmósfera, pues en lugar de existir en la proporción de 0.28381 por litro á la temperatura de 157, como se observa al nivel del mar, sólo se encuentra 0.20685; 22, la diminución de la temperatura, dada la latitud del Valle, y cuya temperatura media anual, se puede decir que es de 159 4 para la planicie; y 39 una evaporación sumamente rápida, acompañada, sin embargo, de una atmósfera bastante seca. En una palabra, la altitud del Valle es el elemento principal de su clima. 'TEMPERATURA.—En el párrafo anterior indicamos que el aire del Valle es seco y enra- recido, cireunstancias que favorecen su enfriamiento y que producen como resultado final, una temperatura templada, con variaciones de poca consideración en el invierno y la prima- vera. En efecto, la temperatura media anual es de 1594 al abrigo, y la media mensual varía de 122 en Enero 4 189 en Mayo. La marcha de la temperatura es la siguiente: de Enero, que es cuando llega al mínimo, sube gradualmente hasta los primeros días del mes de Mar- zo; en seguida, de una manera casi brusca, asciende varios grados, alcanzando rápidamente su máximo en el mes de Abril, para sostenerse en Mayo, comenzando á declinar á fines de Junio, en que principian las aguas, conservándose después, con pocas variaciones, en Julio, DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO. 701 Agosto y Septiembre; es decir, mientras dura aquella estación, para bajar gradualmente hasta llegar en Diciembre al nivel del mínimo de Enero. La diferencia entre la temperatura media del mes más caliente, que es el de Mayo, y el más frío, que es el de Enero, es de 79 4 82. La marcha de la temperatura á la intemperie es análoga á la anterior, pero sus varia- ciones diurnas son mucho más amplias, produciendo, sin embargo, por compensación de las amplitudes extremas, una temperatura media mensual, casi igual á la temperatura media al abrigo. Este hecho, es de la mayor importancia para los fenómenos de la vegetación, porque su resultado final es producir un clima templado con variaciones diurnas que excluyen á deter- minados vegetales. En efecto, las temperaturas máximas absolutas al abrigo, oscilan de 239 á 3196, y á la intemperie entre 372 y 499.2, mientras que las mínimas al abrigo, varían de 197 4+89 2, y á la intemperie, de—792 4+39. Siendo, en consecuencia, las oscilaciones anuales de 3296 para la sombra, y de 5698 para la intemperie. Por otra parte, la diferencia entre la máxima absoluta á la sombra y la mínima, llega 4 ser de 259 en el curso de un mes, y las diferencias entre estas mismas máxima y mínima, á la intemperie, alcanzan á 23%9 en el mismo período. La marcha diurna de la temperatura, poco más Ó menos, es igual en todas las estacio- nes: de las 5 á las 6 a. m. el aire tiene la temperatura más baja, para ir subiendo gradual- mente hasta las 2 6 3 de la tarde, en que alcanza el máximo; en seguida decrece, también gradualmente, hasta las 5 de la mañana. Pero las oscilaciones diurnas son tan excesivas como las mensuales, pues al abrigo han sido las mayores de 2593 y á la intemperie de 5097, te- niendo lugar éstas en los meses primaverales. Esta diferencia de temperatura de una hora á otra del mismo día, constituye indudablemente el rasgo más característico del clima del Va- le de México, como también de una extensión considerable de la Mesa central. Decíamos que la altitud del valle es el elemento principal de su clima, y en efecto, á esa altitud se debe el enrarecimiento de la atmósfera, y en parte su sequedad, lo que expli- ca la marcha de su temperatura, pues los rayos del sol atraviesan aquélla con una fuerza Ca- lorífica extraordinaria, al grado de sentirse ardiente el suelo; y al ponerse el sol, por la mis- ma circunstancia, la irradiación hacia los espacios celestes se hace con la misma fuerza, pro- duciendo el enfriamiento de la tierra. Por lo expuesto se ve que, si se tratara de caracterizar el clima del Valle de México por su temperatura media anual, se cometería un grave error, pues sus rasgos especiales provienen de las oscilaciones que sufre aquélla, debidos á la seque- dad de la atmósfera y 4 su enrarecimiento. Los principales elementos que modifican la marcha anual de la temperatura son los vien- tos, las lluvias y las nubes. Los vientos de los cuadrantes australes aumentan el calor y rese- can la atmósfera, y al contrario, los de los cuadrantes opuestos la enfrían y la humedecen. Las lluvias, que constituyen una estación bien marcada, tienen por efecto disminuir la temperatura y conservarla con pocas variaciones. Ouando el cielo permanece cubierto de nu- bes, sin que éstas se resuelvan en lluvia, se sostienen temperaturas elevadas, mientras que cuando el cielo queda raso, y sobre todo en las primeras horas de la mañana, en los primeros meses del año, sobreviene las heladas, cuyo efecto se hace sentir algunas veces hasta el me- diodía. Estas heladas son frecuentes en el Valle, lo que se explica fácilmente, recordando que su atmósfera es muy seca, lo que permite una irradiación muy fuerte del suelo, y como con- secuencia, el abatimiento de la temperatura y la congelación del agua. 702 DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO. La resultante de los fenómenos descritos, es que las estaciones sean poco extremosas en el Valle de México, lo que influye de una manera notable sobre los fenómenos de la vegeta- ción; así es que crecen y prosperan las plantas de climas muy variados; en los meses de ma- yor frío, no faltan flores en los campos; en los lugares abrigados, pocos árboles pierden su follaje en el invierno, y éstos, rápidamente lo recobran por la entrada brusca de la primave- ra. Pero los efectos benéficos de esta temperatura templada, están contrarrestados en parte por la escasez de lluvias en la primera mitad del año, pues si éstas se regularizan desde el mes de Mazxzo, fácilmente se podrían levantar dos cosechas de las plantas cultivadas. EsPEJIism0.—En algunos días de los meses más secos y de mayor calor se observa este curioso fenómeno en las llanuras áridas y en el lago de Texcoco. El Sr. G. Hay, que ba te- nido oportunidad de observarlo con frecuencia, dice: “del ganado que está pastando se ven distintamente dos imágenes opuestas; á una distancia de mil metros ya no se conoce el color del pasto, y éste toma el aspecto del agua.” “Viniendo hacia México, me ha parecido que el Santuario de la Villa de Guadalupe se halla casi en la cúspide de las montañas cireunvecinas, que tienen una elevación décuple de aquella de Guadalupe. Sobre el lago, el espejismo hace á veces parecer las canoas trajineras enteramente fuera del agua, y las creería uno elevadas á 10 6 15 metros sobre el nivel del agua? HUMEDAD DE LA ATMÓSFERA.—Hemos dicho que una de las consecuencias de la alti- tud del Valle es la escasa cantidad de agua contenida en la atmósfera, comparada con la de ]os lugares situados 4 menor altura; en efecto, la cantidad que contiene un metro cúbico, por término medio, al año, es de 8 gramos 16 centigramos, Ó apreciada en milímetros de mer- curio, 824, Ó sea 62 por 100; mientras que en los lugares bajos de la República la tensión del vapor de agua alcanza 4 12 6 14”. Como es natural, la marcha de la tensión de este vapor sigue una línea pararela á la de la temperatura, puesto que el aire caliente absorbe mayor cantidad de agua que el aire frío. La humedad media mensual, calculada en centésimos de saturación, varía de 47 4 72 por 100; es menor de Enero á Abril, después asciende bruscamente en los meses en que apa- recen las lluvias, y por último, comienza su descenso hasta el Invierno. La tensión media mensual del vapor al abrigo varía de 6123 4 10=m41, cuyas cantidades corresponden á los meses de Enero y Agosto. La marcha diurna de la tensión del vapor de agua es análoga á la anual, pues camina paralelamente con la temperatura de la atmósfera, perdiéndose, sin embargo, el paralelismo en las primeras horas que siguen al mediodía, porque calentándose el aire sobremanera, se eleva arrastrando consigo el vapor de agua, el cual no se puede reponer inmediatamente por el que proviene de la evaporación del suelo y de las plantas. La humedad de la atmósfera aumenta cuando soplan los vientos de los cuadrantes bo- reales, y decrece cuando viene de los australes. La humedad relativa tiene mayor importan- cia, porque es la que obra directamente sobre las funciones de los vegetales, y la que deter- mina la humedad del suelo hasta cierta profundidad. Su marcha es inversa de la marcha de la humedad absoluta, porque á medida que el aire se calienta necesita mayor cantidad de vapor de agua para satnrarse. Siendo el término medio de esta humedad de 62 centésimos, cuando es de 754 80 en los lugares poco elevados, se comprende que el aire del Valle sea muy seco, y sobre todo en los meses de Marzo y Abril, cuando desciende la cantidad de va- por de agua hasta 42 centésimos. En dichos meses, y cuando soplan los vientos australes, se observa todos los años que las vigas de los techos de las casas y los muebles de madera se DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO. 703 parten, produciendo un ruido más ó menos fuerte, y que los tapices de papel, adheridos con engrudo, se desprenden de los muros. A primera vista pudiera suponerse que la existencia de los grandes depósitos de agua, formados por los lagos del Valle de México, pudieran influir en la cantidad de vapor de agua contenida en su atmósfera; pero conociendo los factores anteriores, se comprende fácilmente que el agua evaporada de estos lagos es insignificante para modificar, de una manera sensi- ble, la cantidad media de la que contiene toda la atmósfera del Valle, y por otra parte, se sabe que la humedad del aire depende esencialmente de la naturaleza de los vientos. Evaporación.—Por las circunstancias tantas veces mencionadas, la evaporación en el Valle es extraordinaria, pues en un día, y por término medio, se ha calenlado en 6un al sol y 2 mb á4 la sombra. Las medias mensuales en condiciones iguales han sido de 5mm2 4 9 mm y de 1mm8 4 3mm6, y las medias anuales, también para la intemperie y el abrigo, de 6m6 4 2mm5. Las mínimas se presentan con las presiones barométricas bajas y cuando soplan los vientos australes. Nubes.—Uno de los caracteres del clima del Valle, y que siempre ha llamado la atención de los extranjeros, es la escasez de nubes en la mayor parte del año. Esta atmósfera, despe- jada y muy trasparente, cuando los vientos no arrastran los polvos del suelo, permite el paso de una cantidad extraordinaria de luz y hace perceptibles los objetos colocados á grandes dis- tancias. La mayor cantidad de nubes se observa en los meses de Verano, y durante el Invierno cubren todo el cielo en los días en que sobrevienen en el Golfo de México las perturbaciones atmosféricas conocidas con el nombre de VNortes; pero aun en esta misma estación, así como en la primavera, se puede decir que predominan los días despejados. Según los datos obtenidos hasta la fecha en la ciudad, se ha visto que la cantidad me- dia de días enteramente despejados, es de 105 en el año, y la cantidad de días más Óó menos nublados, en el mismo período, es de 120; debemos advertir, respecto de esta última cifra, que es sumamente raro que aun en los días más nublados no se deje ver el Sol por algunas horas. La cantidad media anual de nubes es de 5.0 en una escala de 0 4 10, y su dirección do- minante es la de S.W.; pero en la estación de lluvias proceden casi siempre del primer cua- drante. Por la altura considerable de algunas de las montañas que circundan el Valle, y por las corrientes atmosféricas que determina el calentamiento del aire, es frecuente se forme una masa de nubes que viene á coronar las cimas de aquellas elevaciones, y especialmente las del Iztaccibuatl y el Popocatépetl. El fenómeno es casi constante durante el Invierno y Verano. Lluvias.—Lo mismo que en la mayor parte de la extensión de la República, en el Valle de México las lluvias se presentan en un período limitado del año, y el fenómeno es tan mar- cado y constante, que ha inducido á ciertos meteorologistas á admitir sólo dos estaciones, la de lluvias y la de secas; en efecto, aquéllas comienzan á iniciarse en los primeros días de Ma- yo, haciéndose más frecuentes en Junio y presentando su mayor intensidad en Julio y Agos- to, decreciendo después rápidamente, porque en el fin de Octubre ya son bastante raras. Se puede decir que las lluvias en el Valle no son ni muy abundantes ni muy escasas, puesto que por término medio la lluvia anual es de 614m4, y el número de días lluviosos de 139 4 179. Este meteoro presenta algunas particularidades; desde luego es más abundante en las mon- tañas, y sobre todo, en las situadas al S.E., $. y S.0., en donde se encuentran las más eleva- das y cubiertas todavía por bosques más ó menos extensos. 704 DR. JOSÉ RAMÍREZ. —FLORA DEL VALLE DE MÉXICO. Sucede con frecuencia en la parte plana del Sur del Valle, que el aspecto del cielo haga prever una lluvia copiosa; pero repentinamente sopla el viento y las nubes son arrastradas hacia las montañas, en donde estalla una fuerte tempestad, cuyos truenos se escuchan en la ciudad, y un copioso aguacero se desprende sobre las cumbres y laderas, produciendo la cre- ciente torrencial de los riachuelos que vienen á terminar en los lagos. No menos frecuente es que se vea aparecer por el N. de la Capital una masa imponente de nubes que la amena- zam con una fuerte lluvia; pero impelidas por el viento giran en un medio círculo, siguiendo las montañas del N.N.O. y S.0. para deshacerse en la Sierra del Ajusco, de igual manera que como se acaba de indicar. Es también digno de llamar la atención el que las lluvias sean siempre después de me- diodía, y con más frecuencia en la tarde que en la noche. Las pocas veces que llueve en la mañana es durante el Invierno, en la época de Nortes, y el meteoro nunca tiene el aspecto de aguacero tempestuoso, que es tan frecuente en los otros períodos del día. Estas tempestades que se desencadenan con alguna frecuencia, vienen acompañadas al- gunas veces de trombas Ó mangas de agua, que afortunadamente, casi siempre, descargan sobre los lagos, haciendo subir en unas cuantas horas el nivel de sus aguas. Pero es más fre- cuente que las nubes tempestuosas arrastren consigo una cantidad más Ó menos considerable de granizo, el que, momentos antes de descargarse, deja percibir un ruido semejante al que produce una cascada situada á alguna distancia. La cantidad de agua que se precipita en un día es muy variable; pero para los meses más lluviosos se ha calculado en 62 y 63 milímetros como término medio. En la Mesa Central se tiene como regla general, que después de un año lluvioso se su- cedan 4 6 5 en que la caída del agua es muy escasa. En resumen, debemos considerar la atmósfera del Valle como seca, pues no obstante los 600 milímetros de agua de lluvia que caen como término medio anualmente, y los 150 días lluviosos en el mismo período, el higrómetro señala una humedad que debemos considerar como inferior. Esta sequedad de la atmósfera es debida, como hemos dicho, á la altitud, á la irradia- ción, á la naturaleza de los vientos, y á la irregularidad de las lluvias en cantidad y en cons- tancia. Nieblas.—Durante el Invierno, y solamente en las primeras horas del día, se observa sobre la planicie una neblina, que es más densa y frecuente en la parte ocupada por los lagos; pero este meteoro desaperece tan pronto como recibe los rayos del Sol. Las neblinas son más densas y persistentes en los escasos bosques que cubren á las montañas. El día 2 de Agosto de 1880, al ascender hasta el cráter del Popocatépetl, tuve la opor- tunidad de contemplar uno de los espectáculos más hermosos é imponentes, y que sólo deja sorprender la Naturaleza al que se atreve á escalar aquellas alturas. La reducida caravana de que hacía parte se había puesto en marcha, saliendo del rancho de Tlamaca á las 4 de la mañana. Media hora después habíamos atravesado la barranca de San Miguel y subíamos lentamente, dirigiéndonos hacia el peñasco llamado la Oruz, para abandonar allí nuestras ca- balgaduras. Después de atravesar los últimos vestigios de la vegetación herbácea, caminába- mos en la arena, ya guiados por la luz natural, y tan pronto como esta luz nos pareció sufi- ciente para poder abarcar con la mirada todo el espacio que dominábamos. nuestra atención se dirigió hacia el abismo que se abrió bajo nuestros pies; pero en vez de él nos encontramos con la inmensidad de un mar formado por la neblina, y cuya superficie se rizaba por el viento de la mañana. Hacía varios minutos que nos habíamos abstraído admirando la belleza de ese DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO. 705 espectáculo inesperado, cuando las primeras ráfagas del Sol se dibujaron por el Oriente, ex- tendiéndose en abanico hasta el zenit, para prolongarse después hacia el Ocaso, recogiéndose en un solo punto. En este momento parecía que dos astros opuestos inundaban de luz la bó- veda celeste. Ese aspecto del cielo y de la tierra duró unos cuantos minutos; pero fué subs- tituido por otro más hermoso, indescriptible por mi torpe pluma. Al recibir aquel mar tran- quilo de nieblas los primeros rayos del Sol, se tiñe de mil colores, € instantáneamente toda su superficie se encrespa en olas colosales, entrando en movimiento tamultuoso toda aquella masa de nubes, como el Océano azotado por una borrasca. Por un lado se levantan monta- ñas tan blancas como la espuma, por otro se abren abismos insondables; allí dos olas mons- truosas se entrechocan, esparciéndose sus vapores en la atmósfera; más allá se levantan re- molinos de átomos impalpables, y por todas partes bulle y se agita aquella masa hirviente. De pronto y á nuestros pies, se desgarra aquel Océano, y de su seno surge una isla cristalina: la cima del Iztaccihuatl, en donde todavía con furia chocan y se deshacen olas que después se convierten en espuma. Mientras más adelanta el Sol, el movimiento crece en rapidez y se convierte en vertigi- noso, impulsando masas de dimensiones colosales; por último, sólo se perciben trombas impo- nentes que ascienden hacia el cielo para desvanecerse en el espacio. Unos minutos más, y aquel mar quedó convertido en una gasa, al través de la cual se contempla el Valle en todo su esplendor; otro rayo de sol, y sólo quedan unos cuantos girones de nubes reclinados en las cimas de las montañas. Rocío.—Hemos visto que la temperatura sufre diariamente oscilaciones considerables, siendo ocasionadas las diminuciones por la irradiación tan fuerte del suelo; y como al mismo tiempo se evapora bastante cantidad de agua de éste y de las plantas, cuando en las prime- ras horas de la mañana la atmósfera está tranquila y trasparente, aparece el rocío; pero este fenómeno, como es fácil comprender, es relativamente poco frecuente fuera de la época de las lluvias. Nieve.—Las nevadas son casi desconocidas en el Valle de México, pues transcurre un período de tiempo de cuarenta Ó cincuenta años para que se pueda observar este fenómeno. Aun en las montañas más elevadas pocas veces cae la nieve, y la que vemos cubrir constan- temente las cimas del Popocatépetl y el Iztaccihuatl, se forma por la condensación del vapor de agua en el mismo sitio en que aparece. Vientos.—En el Valle de México los vientos dominantes soplan de los cuadrantes bo- reales. En la Capital el viento que domina es el del N.W., siendo el más búmedo y frío; se sostiene la mayor parte del año y predomina en el Otoño y el Invierno. La velocidad media anual del aire se ha calculado en 08 por segundo, y la media mensual en 1w, La mayor ve- locidad máxima registrada en un período de 16 años, fué de 211 el año de 1886; pero se pue- de decir que, en general, el viento es tranquilo. Los meses de Febrero, Marzo y Abril son los más ventosos, pues casi todas las tardes hay vientos arrafagados 6 impetuosos, que arras- tran una cantidad tan inmensa de polvo, que obscurece por más Ó menos tiempo la atmósfera y hace insalubre esa época del año. Por el desequilibrio de la temperatura que producen los vientos, cuando soplan de la planicie del Valle, es muy frecuente que se formen remolinos, euya altura y amplitud depende de las condiciones locales en que se verifica el fenómeno. La dirección de los vientos, en determinados lugares del Valle, se modifica con la dis- posición de las montañas; en los sitios en donde éstas se separan formando puertos, el viento sopla casi constantemente, como sucede también en las cimas; pero en este caso el fenómeno 706 DR. JOSÉ RAMÍREZ.—FLORA DEL VALLE DE MÉXICO. es debido á la altura y al desequilibrio que se produce en la atmósfera, cuando se calienta al mediodía la que corresponde á las llanuras. Ouando sopla el viento del N.E. en los meses de primavera, levantando inmensas polvaredas, se ve, debido á esta circunstancia, la desviación que sufre por la disposición de las montañas; entonces forma una curva en su trayecto, que, comenzando en la Sierra de Guadalupe, viene á terminar basta el Ajusco; es decir, siguiendo la misma marcha que hemos descrito para algunas tempestades. Luz.—Conocida la situación geográfica del Valle y los factores meteorológicos enume- rados antes, es fácil comprender la extraordinaria intensidad luminosa de su atmósfera y los efectos de aquélla sobre los seres organizados, y especialmente en las plantas. Esta trasparencia del aire, de la que no se tiene idea en el Norte de Europa y de los Estados Unidos, es la que permite el paso de los rayos del sol, con toda su fuerza, al través de su espesor, y la que nos deja percibir los detalles de los caseríos y arboledas situados á grande distancia. Oolocadas las plantas en esta atmósfera tan diáfana, se puede decir que aprovechan to- dos los efectos caloríficos, luminosos y químicos de los rayos solares. La mayor parte de los datos climatológicos y meteorológicos consignados hasta aquí, se refieren á la capital y sus alrededores, en donde hace tiempo se han recogido en los observa- torios del gobierno. Desgraciadamente poco se sabe respecto de la meteorología de las otras localidades, faltando casi en lo absoluto las observaciones relativas á las montañas que cir- cundan el Valle de México. Respecto de las planicies, se puede admitir que su climatología, si no es enteramente igual, sí es muy semejante á la de la ciudad, y la mejor prueba se tiene en la uniformidad de la vegetación. Pero no sucede lo mismo con el clima de las cimas y ba- rrancas de las montañas, pues en ellas cambian las condiciones topográficas y los otros ele- mentos, á tal grado, que producen aquéllas, vegetaciones completamente especiales. La falta de los datos meteorológicos la suplimos con las especies vegetales, y éstas nos indican dos regiones: una templada y ligeramente húmeda para las barrancas, y otra fría y húmeda para las cimas de las montañas. Los elementos meteorológicos sufren los cambios siguientes: en las barrancas abrigadas la temperatura media es casi igual á la de las llanuras, pero sin osci- laciones tan extensas como las que hemos señalado, la humedad mucho más abundante, tanto por la mayor frecuencia de las lluvias, como por el numeroso follaje del bosque y la presencia de los riachuelos que los recorren, y por último, los vientos más moderados. En la región fría y un poco húmeda de la parte elevada de la montaña, la temperatura media es mucho más baja que en la planicie, los vientos son impetuosos y casi constantes, as lluvias más copiosas, y durante el Invierno se siente un frío intenso, acompañado de he- ladas que se repiten casi todos los días. De. Tosé Ramírez, Tomado de los “Anales del Instituto Médico Nacional.” Segunda Serie. Tom. III. LA NATURALEZA. Lám. XLI EL BONETE. PrLeUS HEPTAPHYLLUS. RAMIREZ. ' NN A 1 NO Y K A O E TA Ñ LN ¡A ¿0 ed 14% 0 0074 Ñ Al Ñ MA EN ' NEO Y, o ES FA 8 h cs ] ADE p 1 vel MESA alo NINA A Ar EL PILEUS HEPTAPHYLLUS. (NuEvO GÉNERO DE LAS PAPAYÁCEAS). Las afinidades de las Papayáceas con ciertos Órdenes, apreciadas de diferente manera, han sido la causa de que se haya cambiado frecuentemente la colocación de este grupo en los cuadros de la botánica sistemática. Endlicher creó el orden de las Papayáceas, reconociendo sus afinidades con las Cucurbitáceas y Pasifloráceas. Lindley admite también estas semejan- zas, indica las que tienen con las Panjiáceas, 6 incluye en el Orden, géneros que han pasado á otros grupos, como los Modecca, Acharia y Ceratiosicyos, que ahora se consideran como de las Pasifloráceas. De Oandolle, con el mismo nombre de Papayáceas, coloca este grupo entre las Oucurbitáceas y Pasifloráceas; pero añade, como otras muy análogas, las Begoniáceas. Bentham refundió las Papayáceas en las Pasifloráceas, haciendo la quinta tribu de aquéllas. Baillon las colocó en una sección de las Bixáceas y, por último, Solms—-Laubach volvió á res- tablecerlas dándoles su carácter de Orden. Estas afinidades también explican la dificultad que han tenido los botanistas para divi- dir el grupo de las Papayáceas en géneros bien definidos; así, Lindley admite los siguientes: Carica, Vasconcella, Tetrapathea, Modecca, Paschantus, Kolbia, Ceratiosicyos, Acharia y Bo- triosicyos; De Oandolle establece los géneros Papaya, Vasconcellea y Jacaratia; Bentham sólo reconoce dos, Carica y Jacaratia; Baillon refunde todos en el Carica, y Solms—-Laubach vuelve á establecer los géneros de Bentham. Pero á estos géneros hay que agregar el que propuso La Llave, y que nosotros reconstruimos en 1894, con el nombre de Mocinna, y que ha sido reconocido como-legítimo en la obra de Engler y Prantl.W Después de las explicaciones anteriores, paso á ocuparme de la planta, cuyo fruto es co- nocido con el nombre vulgar de Bonete, y que es el asunto de esta memoria. En el año de 1891 trajeron al Instituto uno de esos frutos, y al estudiarlo, desde luego supuse que pertenecía á una Papayácea, por los caracteres exteriores, por su latex y, sobre todo, por el arilo y la forma de las semillas, que, como las de las otras del grupo, no se con- funden fácilmente, y aun pudieran servir para caracterizar el orden. Establecido el grupo, buscamos en la Biología Centro-Americana la enumeración de las especies de México, y en- contramos las siguientes: Carica papaya, C., nana, y otra Carica, sin determinar, procedente de Córdoba, y por último, la Jacaratia mexicana, señalada por De Oandolle, quien hizo su descripción tomando los caracteres del dibujo de la Iconografía inédita de la Flora mexicana de Mociño y Sessé. (1) La Mocinna heterophylla.—Anales del Instituto Médico Nacional, tomo 1, pág. 205. La Nat.—Ser 11.—T. 111.—Abril 1903. 90 708 DR. JOSÉ RAMÍREZ.—EL PILEUS HEPTAPHYLLUS. En el Prodromus, Vol. XV, I, p. 420, leímos las descripciones de las especies señaladas por Hemsley, y, desde luego, supusimos que el Bonete era la planta descrita por De Can- dolle con el nombre de Jacaratia mexicana, pues además de referirse á la Iconografía inédita de la Flora mexicana, los caracteres del fruto correspondían en lo esencial al que nOSOÉIOS tratábamos de determinar. He aquí la descripción de De Oandolle: “JACARATIA MEXICANA, inerme, foliolos 5-7 trasovado—oblongos, acuminados, Ínte- gros, peciolulados en la base; racimos masculinos multifloros, dos ó tres veces más cortos que el peciolo, frutos pendientes de un pedúnculo corto, obovoideos, subagudos, quinqueangula- res, con la base truncada, quinqueangular: semillas lisas? En México (Mociño, Tc. mex. inéd., t.1,163). Tronco con cicatrices aovadas, ramoso en la parte superior. Peciolos de dos pulga- das de largo, en la base rollicitos. Foliolos más cortos que los peciolos, los inferiores un poco más cortos y no superpuestos al peciolo. Flores masculinas de un amarillo pálido, con lobos de dos líneas de largo, acuminados, más grandes que el tubo (por un error del dibujo?). El racimo femenino, dibujado aparte, muestra á las flores y al fruto sentados en un pedúnculo de una media pulgada. Pétalos 5, verdosos, oblongos, del tamaño de una pulgada (acaso au- mentados?). Ovario 5-acostillado, ovoideo. Estigmas erguidos, lineales, más de 5 (un error del dibujo?). Fruto poco más ó menos de 2 pulgadas de largo, verdoso-amarillento, sobre la base plana quinqueangular, un poco estreñido, después obovoideo, con 5 lóculos opuestos á las costillas, claramente dibujados; tabiques blancos, carnosos, adelgazados de la periferia al centro y en el centro connatos (no siendo los tabiques angostos y membranosos como en las Vasconcelleas). Semillas muchas, dispersas en los lóculos indeterminados, lisas, mal dibuja- das. En el dibujo 1,164 (quizá de la misma especie monoica), con la flor masculina poco más Ó6 menos como la de la Papaya vulgar, el fruto se encuentra, pero el dibujo es más grande, semillas onduladas, quizás no lisas. Especie todavía obscura, pero que no es de desdeñarse, porque por sus hojas compuestas y el fruto claramente 5-locular es un eslabón entre las Ja- caratias y las Vasconcelleas.” Con los datos que contiene la descripción anterior, buscamos si se encontraba mencio- nada la planta en la obra de Mociño y Sessé, y, efectivamente, en la página 160 de las “Plan- tas de Nueva España,” aquellos botánicos la clasifican con el nombre de Carica heptaphylla y señalan su nombre vulgar. La descripción de Mociño y Sessé es la siguiente: “CARICA HEPTAPHYLLA. Carica con hojas digitadas, septenales, con el fruto pedun- culado. Arbol frondoso y elegante, tallo de treinta pies, rectísimo, redondo, lampiño, liso, de consistencia blanda y corteza ceniza. Ramos alternos, numerosos, erguido-extendidos, semejantes al tallo. Hojas alternas, digitadas, foliolos siete, lanceolados, enterísimos, lampiños por los dos lados. Peciolo común redondo, lampiño, muy largo, en la base claviforme. Racimos de las flores masculinas axilares y terminales, compuestos, más breves que los peciolos. Flores masculinas de color amarillo pálido, más pequeñas que las de la Papaya, inodo- ras. Las femeninas en distinta planta, terminales, subternadas, pedunculadas, virescentes, mucho más grandes que las masculinas. Bayas aovado-oblongas, más angostas en la base, agudas, pentágonas, quinquelocula- res, lactescentes. Segunda Serie. Tom. III. LA NATURALEZA. Lám. XLIL EL BONETE. PILEUS HEPTAPHYLLUS —RAMIRKZ. Tur. r Lar. La Eurores A +» 1% Segunda Serie. Tom. III. LA NATURALEZA. Lám. XLTTL TIP. Y Lir. La EUROPEA EL BONETE., PILEUS HEPTAPHYLLUS —RramIREz. DR. JOSÉ RAMÍREZ.—EL PILEUS HEPTAPHYLLUS. 709 Habita en los lugares cálidos de la Nueva España, en donde se le nombra por el vulgo, Bonete.—Vivácea. Usos.—Las bayas, algo dulces, se las comen algunos indígenas de ciertas localidades; pero en todas partes se hace con ellas conserva de miel de azúcar.” Con esta descripción ya no cabía la menor duda de la exactitud de nuestra identifica- ción; pero aún tuvimos oportunidad de acumular más datos para afirmar nuestra clasifica» ción. En efecto, al recibir la copia de las calcas de la Iconografía mexicana, que bondadosa- mente proporcionó el Sr. O. De Candolle al Instituto, pudimos estudiar las láminas que se citan en el Prodromus y confirmar una vez más nuestra clasificación. Volviendo á la enume- ración cronológica de nuestros estudios, diremos que, habiendo hecho la clasificación del Bo- nete, nos propusimos conseguir ejemplares de la planta para el herbario y para hacer una descripción completa y la rectificación de su Jugar sistemático, puesto que, por falta de datos, De Candolle señalaba la especie como obscura; y en efecto, desde luego encontramos que la descripción del fruto era bastante incompleta, pues más bien correspondía á un ovario aún no maduro, que es como está representado en la icone de Mociño; además, deseábamos pu- blicar un dibujo, pues por aquella época no tenfamos ni la más remota esperanza de poseer las calcas de la Iconografía mexicana inédita. Numerosas veces encargamos la planta á los colectores y corresponsales del Instituto, pero sin éxito, hasta que el Sr. Altamirano, de re- greso de una excursión á la gruta de Oacahuamilpa, trajo otro fruto del Bonete, pero con una forma algo distinta de la que ya conocíamos. Este ejemplar nos fué útil porque nOs mo08S- tró que el fruto tiene formas y dimensiones muy variables. Lo que puede estudiarse muy bien eu los dibujos que tenemos en el Instituto. Posteriormente, en 1898, el Sr. F. Río de la Loza nos consiguió unas flores masculinas de una planta de cerca de Jojutla, Estado de Morelos, y con ellas pudimos completar la des- eripción de la flor, con caracteres que no estaban señalados ni por Mociño ni por De Candolle. En Diciembre de 1899, el Sr. Altamirano trajo las hojas de la planta nacida en el mis- mo lugar, y su dibujo sirve ahora para ilustrar esta memoria. Con todos estos elementos hemos completado la descripción de Sessé, Mociño y De Can- dolle, acompañándola de dibujos exactos, y que, por lo mismo, corrigen en parte los de la Ico- nografía mexicana inédita. Nuestra descripción es la siguiente: Arbol recto, redondo, con la corteza lisa y nna peridermis de color gris metálico; mé- dula abundante, ocupando más de la mitad del diámetro; la madera poco consistente. Hojas alternas, pecioladas, compuestas, digitadas; foliolos trasovados, acuminados, el central mayor y decreciendo hacia afuera los otros; longitud de los mayores de más de 10 centímetros, an- chura de 6 centímetros; peciolitos de 6 4 10 milímetros, articulados; peciolos muy largos, de más de 10 centímetros, los peciolitos biglandulosos en la base. Flores masculinas en racimos compuestos, axilares y terminales, inodoras, de color amarillo pálido, semejantes á las de la papaya común; cáliz muy pequeño, quinque-partido, pubescente; lobos arredondeados; corola de 22 milímetros; prefloración torcida sinestrorsa Ó destrorsa; lobos opuestos á los del cáliz, un poco más cortos que el tubo, ó casi iguales, en uno de los bordes, con una ceja en donde se aplica el borde del lobo contiguo; tubo más ancho en la base y ligeramente pubescente en la garganta; estambres diez, cinco opuestos á los lobos, con filamentos pelosos, de dos milí- metros de largo; anteras introrsas, conectivo superando los lóculos; los otros cinco estambres compuestos, con el filamento cortísimo, anteras del doble de las otras, conectivo grueso y más corto que las anteras; la inserción de los estambres es contigua, pues ocupa todo el contorno 710 DR. JOSÉ RAMÍREZ.—EL PILEUS HEPTAPHYLLUS. _AB _ O de la garganta, pero no hay soldadura de los filamentos porque no existe tubo; rudimento del ovario aleznado. Flores femeninas en distinta planta, terminales, subternadas, pedunculadas, virescentes, mucho más grandes que las masculinas (Moc. et Ses.); pétalos cinco, verdosos, oblongos, de una pulgada (acaso aumentados? De Candolle); nosotros no conocemos las flores femeninas. Bayas grandes de más de 15 centímetros de largo por 8-10 de ancho, aovado- oblongas Ó cónicas, quingue-angulares, en la base prolongadas en los ángulos en apéndices conoideos, Ó en otras en forma de verdaderas alas; la baya muestra frecuentemente un estre- chamiento cerca de la base, y por el vértice se prolonga en un pico más ó menos largo; su color es verde con manchas grandes, rojizas; pedúneulos articulados, de 8 4 10 centímetros y prolongados con el raquis, lo que semeja un pedúnculo de unos 25 centímetros de largo; lócu- los cinco, opuestos á los ángulos, semillas con arilo, rugosas, negras y semejantes á las de la Mocinna heterophylla. La baya es muy variable en su forma y dimensiones, como puede verse en los dibujos que acompañan á esta Memoria. Florece en los primeros meses del año, y ve- geta en Jojutla y en otros lugares del Estado de Morelos y de Guerrero. Identificada la planta, quisimos saber si su clasificación era correcta, tanto más, que el mismo De Candolle consideró á esta especie de Jacaratia como obscura, y como intermedia entre ese género y las Vaseoncellas. De Candolle, autor con Margrav, del género Jacaratia, lo fundó esencialmente en dos caracteres: la unión manifiesta de los filamentos de los estambres y la división quinque—-locu- lar del ovario, y como otro carácter, en el caso de importancia, la existencia de hojas com- puestas. Como las flores del Bonete tienen los estambres libres, carecen de uno de los carac- teres esenciales de las Jacaratias, pero tampoco puede ser una Papaya, por tener el ovario quinque-locular y las hojas compuestas, ni una Vasconcellea por las mismas hojas. Haciendo el estudio comparado con los géneros admitidos por Bentham, llegamos al mismo resultado, é igual cosa acontece con los géneros señalados por Solms—Laubach en los “Dienaturlichen Pflanzen familien” de Engler y Plantl, quien reduce los géneros á dos, el Ca- rica y el Jacaratia, no teniendo del primero las hojas simples y careciendo del segundo de la soldadura de los estambres. Además, se diferencia de los dos, como también de todos los ad- mitidos por los autores, por tener el fruto con los apéndices de que hemos hablado, así como por el estilo prolongado en forma de pico, cuando aquél ya está maduro. La planta tampoco corresponde al género Mocinna, al que se asemeja por los apéndices del fruto, porque la Mo- cinna tiene el ovario unilocular, los estambres soldados y las hojas simples. ¿Estas diferencias ameritan el que se establezca un géner onuevo? Así lo creemos; pues si es cierto que nuestra planta tiene estrechas analogías con las Jacaratias, tal como las es- tablece Solms—-Laubach, también es un hecho que se diferencia bien de ellas, pues el Bonete carece de espinas en su tallo y ramificaciones, las flores masculinas tienen un rudimento de ovario y el fruto le es característico. Es invegable que en los grupos naturales, tales como el de las Papayáceas, formados de un corto número de especies, pero con analogías muy estrechas, es sumamente difícil estable- cer las divisiones genéricas, no obstante que, por el examen de las plantas, desde luego se pueden establecer diferencias, cuya importancia se aprecia de diferente modo, según el bota- - nista que las considera. Por nuestra parte, juzgamos que la planta que nos ocupa tiene caracteres que la hacen distinguir, hasta el grado de autorizar el establecimiento de un género nuevo, intermedio en- tre los admitidos por Solms—-Laubach, y que permite, por la forma exterior del fruto, la filia- Segunda Serie. Tom. IL. LA NATURALEZA. Lám. XLIV. / Az 4 41 y An Y EL BONETE. PILEUS HEPTAPHYLLUS RAMIREZ. TIP. Y Lir. La EUROPEA Sd ME 1810 E LA NATURALEZA. Lám. XLV, EL ARBOL DEL BONETE. (Pilens Heptaphyllus. J. Ram.) Pe HR es e MAJA j e MO IMA CIA ANO A ] Ad ON Dri E UN UA yl DR. JOSÉ RAMÍREZ.—EL PILEUS HEPTAPHYLLUS. 1 ción con el género Mocinna de que nos hemos ocupado en otra memoria. En consecuencia, proponemos que este género se denomine con el nombre de Pileus por el fruto, y la especie la designamos con el adjetivo que alude á la forma de la hoja, heptaphyllus. Los caracteres del género serán los siguientes: Pileus: Dioica; flores masculinas con el cáliz pequeño, quinque-dentado; corola hipocra- teriforme; tubo delgado, estrecho en la garganta; lobos lineales; estambres diez; filamentos libres, insertos sobre el tubo, los opuestos á los lobos casi sentados, con las anteras más gran- des; conectivo mucronado, rudimento de ovario. Flores femeninas con el cáliz como el de las masculinas; pétalos erguidos, oblongos, virescentes, mucho más grandes que las masculinas; ovario quinque-locular; estilo muy corto; estigmas cinco, simples, lineares; óvulos indefinidos, fijos en placentas difusas y carnosas. Baya lisa trasovada, con un estrechamiento arriba de la base, quinque—-angulosa; ángulos más Ó menos marcados y prolongados hacia la base, for- mando unos verdaderos apéndices; semillas tuberculosas. Arboles lisos, ramificados; hojas compuestas, digitadas, pecioladas y alternas; foliolos no estipulados; base del peciolo biglan- dulosa; estípulas 0. Admitido este género Pileus, quedará el orden de las Papayáceas dividido de la siguien- te manera: CARICA (SEGUN SOLMS-LAUBACH). Arboles con hojas palmatilobu- ladas, raras veces enteras. Lobos del cáliz alternando con los de la corola. Estambres libres. Ovario 1.5 locular. Lobos estigmáticos algunas ve- ces ramificados y sentados sobre un estilo corto. Estilo no acrescente. Fruto sin apéndices. JACARATIA (SEGUN SOLMS-LAUBACH). Arboles con la copa ramifica- da, ramas espinosas, hojas digitadas. Lobos del cáliz superpuestos á los de la corola. Estambres soldados inferior- mente. Oyario 5-locular. Estigma simple. Estilo no acrescente, Fruto sin apéndices. PILEUS (SEGUN RAMIREZ). Arboles con la copa ramifica- da, inermes, hojas digitadas. Lobos del cáliz superpuestos á los de la corola. Estambres libres. Ovario 5-locular. Estigmas 5, enteros. Estilo ligeramente acrescente. Fruto alado ó acostillado y en la base apendiculado. MOCINNA (SEGUN LL. Y RAM.). Herbácea, rizoma tuberoso, hojas simples, lobadas 6 en” teras. = Lobos del cáliz superpuestos á los de la corola. Estambres soldados inferior- mente. Ovario 1-locular. Estigmas 65, enteros, acodados y sobre un estilo corto. Estilo acrescente formando un apéndice largo. Fruto con apéndices alargados, coniformes. ¿Existen dos especies de Pileus? Nos inclinaríamos á creer tal cosa, estudiando los dos dibujos de la Iconografía inédita de la Flora mexicana, en donde, indudablemente, están re- presentadas dos plantas: una de ellas dioica y la otra monoica, y también si se tiene en cuenta las diferencias tan profundas que presenta el fruto. Pero yo me explico esta forma monoica de la planta, que considero accidental, y las variaciones de algunos de los frutos, como origi- nada por el mismo mecanismo que produce el fruto conocido con el nombre de Papaya vola- dora, y del cual me ocupé en una Memoria publicada en el tomo 3.* de la 2? serie de “La Na- turaleza.” Supongo que en el caso actual, como en el otro, con frecuencia se fecunda el oya- rio rudimental de la flor masculina, y entonces aparece la monecia anómala de la planta, y el fruto con una forma distinta de la normal. Un examen cuidadoso de las plantas, en el mismo lugar en donde crecen, decidirá esta cuestión, que juzgo de suma importancia, sobre todo para determinar la filiación de las Pa- payáceas. México, Febrero 20 de 1901. De. Tové Ramírez, (Tomado de los “Anales del Instituto Médico Nacional,” tomo Y, pág. 24). MEDIOS EMPLEADOS POR LOS JAPONESES PARA OBTENER ARBOLES ENANOS En el último concurso de floricultura, celebrado en Coyoacán como á mediados del co- rriente año, llamó justamente la atención del público el curioso lote de plantas japonesas, á pesar de no ser en México una novedad, y el cual obtuvo un primer premio. Arboles como las Coníferas, de porte muchas veces gigantesco, se hallaban reducidos á un completo estado de enanismo, conservando toda su frondosidad y con un marcado aire de vejez. ln algunos de estos pequeños árboles, los troncos levantados fuera de la tierra por las raíces, á manera de los mangles, estaban caprichosamente deformados y con sus ramas aproximadas y retorcidas de diversos modos. En fin, todo aquel grupo de plantas ofrecía un aspecto del todo extraño y original. Intrando ahora en materia, diremos que hace algunos años, el malogrado Profesor P Maury, miembro que fué de esta Sociedad, publicó en Francia un artículo acerca de los procedimientos empleados por los horticultores del Japón, que por ellos le fueron comunica- dos, para obtener tan singulares resultados; transcribiremos casi textualmente sus propias palabras. Los granos de las plantas que se destinan, para que éstas queden definitivamente ena- nas, se siembran en macetas de corta capacidad. Se cultivan en ellas, hasta que sus raíces, absorbiendo toda la tierra que aquéllas contienen, acaben por llenarlas, saliendo, al fin, fuera de la maceta, en busca de un suelo más vasto. Se cambian luego á otras, un poco más gran- des, que bien pronto, las raíces que continúan desarrollándose, concluyen también por llenar- las. Se continúa el mismo sistema durante toda la vida de la planta. Esta práctica parece ser la más importante de todas las que emplean los expresados horticultores. La raíz madre, detenida en su desarrollo por este tratamiento, no tarda en atrofiarse, y aun llega á perecer; las raicecillas mismas tampoco se desarrollan en cantidad suficiente, ni con la presteza nece- saria, para reemplazar á la principal. Por otra parte, les falta nutrición 4 estas plantas, pues sus raíces, en efecto, no están rodeadas de la tierra necesaria, y además no se les riega sino lo muy preciso para que no perezcan. Se concibe que los árboles dicotiledóneos y, sobre todo, las Coníferas, tengan una vida demasiado detenida y languidecente, quedando, por lo mismo, en tales condiciones, de muy corta talla. Por lo demás, es un hecho que se observa con cierta frecuencia en los invernaderos, cuando no se hace el transplante á su debido tiempo. Las plantas quedan entonces pequeñas y no emiten sino pocas ramas. El resultado de este primer tratamiento es, pues, una reducción general, y muy nota- ble, en el porte de los vegetales á los que se aplica. Además, las raíces oprimidas en una ma- ceta demasiado estrecha, acaban por salir fuera de la tierra, levantando paulatinamente el tronco, que en este caso se encuentra sostenido por ellas en el aire, como sucede en los Pan- danos, los Mangles, etc. Esta práctica no bastaría, sin embargo, para dar á los árboles de los japoneses el aspecto PROF. P. MAURY.—ENANISMO DE LOS ÁRBOLES. 7113 —-—__—______________ _—_— _— _—_ _ _ _—0 — —_ _ _— ———————____JJJ——————— que tienen; sino que en seguida de haber puesto un obstáculo al desarrollo normal de las raíces, como queda dicho, procuran detener la extensión de las ramas en la atmósfera; para conseguir este objeto, sujetan en buen tiempo las ramas al tronco, ó bien, unas con otras, dándoles á la vez una forma retorcida, sinuosa y en zig zag, manteniéndolas siempre en su plano natural, sea éste horizontal ú oblicuo. Las ligas de que se sirven para contenerlas, las hacen, por lo común, de fibras de bambúes. Por este procedimiento, las ramas se encuentran aproximadas, tanto entre sí como del tronco; de tal suerte que, en su conjunto, el árbol pre- senta una forma globulosa, ovoide, cónica ó piramidal. En estas condiciones crecen con difi- cultad y engruesan con mucha lentitud. Efectivamente, algunos de estos árboles que exceden de 50 años, y aun de 100 y más, apenas tienen un tronco de 4, 5 6 7 centímetros de diáme- tro, y una altura total que no pasa de 404 60 centímetros. A menudo sucede que muere una rama por causa de estas operaciones. Bn este caso se la corta, y debajo de la sección se des- arrolla una rama lateral que reemplaza á la primera. Es lo que ha hecho creer que los japo- neses podan sus árboles; pero precisamente se me ha dicho lo contrario. Tampoco quitan las hojas con el fin de disminuir la evaporación ó la asimilación, como asimismo se ha pen- sado. En las Coníferas las hojas son, en lo general, pequeñas; eu las Dicotiledóneas se des- arrollan mal y duran poco. Todo se resume, pues, en estas dos prácticas: contención al desarrollamiento de las raí- ces y retorcimiento de las ramas; cualesquiera que sean las plantas sometidas á la experien- cia, los procedimientos son los mismos. Pero dista mucho de que el resultado sea el mismo para todas. ln el jardín japonés de la Exposición Universal de París en 1889, estaban repre- sentadas las siguientes especies de árboles: Pinus japonica y densiflora, Thuyopsis deolabrata, Cupressus corneyana, Puniperus chinensis, Ginkgo biloba, Podocarpus nageia y macrophylla, diversos Taxus y Cephalotaxus, entre las COoníferas; Quercus phyllirevides y cuspidata, Ficus miponica, Pittosporum Tobira, Ternstremia japonica, Nandina domestica, Trachelospermun jasminioides y un gran número de Acer, entre las Dicotiledóneas. Ahora bien: era fácil de juzgar que las Coníferas se prestan mejor que las demás plantas, á la enanización, alcanzan- do la forma que deseaba darles el horticultor. Sólo el Ginkgo, representado por un solo ejem- plar enano en el expresado concurso, parece rebelde al tratamiento, aproximándose por su aspecto á los árboles dicotiledóneos: éstos, por lo que se observa, son muy difíciles de re- ducir. La razón es sencilla: las ramas de la planta, retorcidas y detenidas en su desarrollo, cesan pronto de crecer; pero en la axila de sus hojas nacen otras qne las substituyen. Es pre- ciso arrancar estas nuevas ramas como las primeras; pero no se puede impedir el desarrollo de sus yemas axilares, y la operación tiene que repetirse por algún tiempo. La facilidad que ofrecen las Dicotiledóneas de producir yemas laterales Ó adventicias, destinadas á reemplazar los miembros abortados de la planta, es la causa de que sea en ellas casi imposible la enanización; sin embargo, con una paciencia verdaderamente notable, los horticultores japoneses llegan á conseguirla. No cesan de arrancar las ramas jóvenes á medi- da que se desarrollan; cortan las ramas muertas y, por medio del ingerto, las reemplazan, si la planta vale la pena, y si el vacío producido por esta supresión afecta demasiado la forma general que quieren obtener; en fin, emplean en este caso un nuevo procedimiento: enrollan la planta alrededor de un tutor, como si fuera volable. Los soportes son de dos clases: bos- cos fragmentos alargados de un tronco de helecho arbóreo, probablemente una Cyatheacea; 6 bien, fragmentos de roca porosa y de preferencia un polípero, cuyas formas retorcidas se asocian mejor con las de los árboles. 714 F. N. WILLIAMS.—APRECIACIÓN DEL GÉNERO ABASOLOA. Sucede 4 menudo que las ramas mueren á fuerza de atormentarlas; entonces se las cor- ta, y sobre el tronco más 6 menos grueso, nudoso y deforme, se ingertan ramas jóvenes; tal cosa se presenta en las nueve variedades exhibidas de la Nandina domestica. Los procedimientos que se acaban de exponer son muy sencillos, y cualquier horticultor puede practicarlos sin ninguna dificultad; pero ciertamente sería difícil que tuviesen la cons- tancia y paciencia necesarias para ejecutarlos cada día y por largos años, como lo exige la enanización. Diciembre de 1902. MM. M. Villada. UNA APRECIACIÓN ACERCA DEL GENERO ABASOLOA DE LA LLAVE Y LEJARZA En el núm. 12 del Boletín del Herbario Boissier, 2? Serie, 1902, se publicó un artículo subs- cripto por el Sr. Federico N. Williams, en que declara como insubsistente el género Abasoloa, fundado por La Llave y Lejarza, en una especie desconocida de la familia de las Compuestas. Dice el articulista, que no teniendo á la mano los ejemplares auténticos de que se sirvieron los expresados autores, tuvo que seguir otro camino en su investigación. El que le pareció más obvio, fué el de comparar la descripción original con los géneros afines existentes en las colecciones de Kew y del Museo de Historial Natural. Que la identificación que buscaba, la creyó encontrar, tanto en una planta colectada en 1891 por Pringle en las montañas, cer- ca de Pátzcuaro (Michoacán), como en otra, colectada también por aquél, en la sierra de San Felipe (Oaxaca), 43000%* de altura. Ahora bien: según B. L. Robinson, ambos ejemplares pertenecen á la misma especie, fuudada por este autor en el primero de ellos, bajo el nombre de Sabazia Michoacana. Sin entrar en más pormenores, diré, que el expresado Sr. Williams supone, eu definitiva, que si existen diferencias, aunque pequeñas, entre los caractere- de los géneros Abasoloa y Sabazia, depende de que la descripeción del primero se hizo pro- bablemente con ejemplares más Ó menos alterados por la desecación. Por último, no teniendo en cuenta los caracteres genéricos, sino tan sólo los específicos, expone el Sr. Williams en los términos siguievtes su descripción. ABASOLOA TABOADA, Llav. et Lex.); SABAZIA MICHOACANA, Rob. Herba perennis, 6-9 dem. Cáulis gracilis purpurascens hirsutus dichotome perrimo- sus, rhizomote brevi transverse edens. Folia lanceolato-ovata serrata, serraturis paucis, apice acuta, basi obtusiuscula trinervia supra pubescentia, subtus canescenti-tomentosa, petiolis bre- vibus pubescentibus. Calathia numerosa, laxe cymosa minuscula basi truncata, radio ex- panso 6-8 mm. diam., longé pedunculata; pedunculi pilosi subcalathio hirsuto, bracteolati, bracteolis lanceolatis exiguis. Periclinii squame 12-16, ovate-acute, interiores paullum lon- yiores angustiores oblongiores et magio acute sed vix acuminate. Ligule elliptico-lingulate, albide vel pallide rosece, tubo hirsuto. Flosculi disci lutescenti-albidi, limbo 4-5 dentato, tubo parce hirsutello, Anthere basi integre. Styli apicibus breviter obtusegue appendiculatis. Oyp- sele parve, nigre, oblanceolate, hispidule. Pappus nullus. México, Marzo de 1903. DM. DM. Villada. APÉNDICE. TRABAJOS PRESENTADOS POR LOS DELEGADOS DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE HISTORIA NATURAL, EN EL SEGUNDO CONCURSO CIENTIFICO NACIONAL. 8 e o SESIONES DE JULIO Y AGOSTO DE 1897. La Nat.—Ser. I.—T. IIL.—Oct. 1807. , 1 by vi 4 yn A We Al ei y 1 A 4 IE ñ Y E >) y Y ) É A ¡UA iio Md ¡55d A hd NEGESIDAD DE LA INTERVENCION DE LA LEY PARA DETENER BL. INCREMENTO DELAS PLAGAS QUE ASOLAN A LA AGRICULTURA SEÑORES: Si vano sería nuestro intento en tratar de detener la marcha de los aconteci- mientos humanos, no sería menos irrisoria la pretensión de impedir el movimiento evolutivo de los fenómenos naturales, que tiende á mantener el equilibrio armónico de las fuerzas, en virtud de las leyes que lo rigen. Por mucho que nos enorgullezca el precioso dón de la inteligencia que brilla en nuestro cerebro, la misma nos hace com- prender que no somos sino simples átomos en el vasto escenario de la creación. Si eludir el choque de las conmociones que experimenta nuestro planeta es imposible; si salvar la esfera de acción de las fuerzas siempre poderosas de la naturaleza que impulsan la marcha del universo es del todo irrealizable; si la confianza ilimitada en un poder sobrenatural, que ponga á cubierto nuestra existencia de los grandes ries- gos que la amenazan, la razón lo rechaza, de necesidad tendremos que apelar á nues- tros propios esfuerzos en los difíciles trances de la vida, subordinándolos en todo caso á los prudentes consejos de la observación y de la experiencia. La historia en- seña que uno de los mayores azotes de la humanidad es la consecuencia forzosa de las terribles plagas que devastan á los campos, en donde la tierra que el hombre ha regado con el sudor de su rostro, produce los benditos frutos que sirven para ali- mentarlo. Ejemplos numerosos y elocuentes de los buenos resultados que se alcan- zan, ajustando nuestra conducta á las sabias máximas de la ciencia, los ofrece muy particularmente el terreno de la Higiene, cuyas hermosas conquistas en pro de la sa- lud de los pueblos son dignas de todo encomio. + 4 M. VILLADA.—PLAGAS QUE ASOLAN Á LA AGRICULTURA. Pues bien, Señores; los campos cultivados necesitan igualmente de una higiene especial para precaverlos de las plagas que acaban por aniquilarlos. Parecería á pri- mera vista que el interés del propietario para conservarlos en buen estado sería su mejor salvaguardia. Mas esta sola garantía pudiera no ser bastante eficaz: siendo, por otra parte, de pocos alcances, ó mejor dicho, de una esfera de acción muy limitada. El egoísmo, la ignorancia, una mal entendida economía, etc., son á menudo las cau- sas que paralizan ó hacen estériles los esfuerzos individuales. El labrador que ve tala- das sus sementeras por huéspedes importunos, apenas si se cuida de que no le perju- diquen, sin preocuparse en nada cuando sus vecinos se hallan en iguales circunstan- cias; sin pensar tampoco que, á su vez, puede ser víctima de una indiferencia seme- jante. Y si esto no fuese, preciso es convenir que la ejecución mal dirigida de un plan que, por otra parte, pudiera ser vicioso é inoportuno, daría pésimos resultados. Si en actos más sencillos de la vida social la ley interviene con suma diligencia en beneficio de la comunidad, en asuntos como el presente su acción se hace aún más necesaria. Preciso es, desde luego, entrar en ciertos detalles que pongan más de relieve las ideas que se expresan en esta disertación; pero la materia es tan vasta que me sería imposible tratarla en todos sus pormenores, y me concretaré tan sólo á precisar los casos que ofrecen mayor interés. Así, las plagas mejor conocidas y estudiadas que atacan á los cereales, son ver- daderas enfermedades designadas con los nombres de carbón, caries y chahuistle, producidas por tres distintos géneros de hongos parásitos. Para las dos primeras, y con especialidad para la segunda, se tienen remedios preventivos bastante eficaces; no así por lo que toca á la tercera, que en lo general reviste un carácter más alar- mante. Son muy fáciles de propagarse, conservándose en los granos, en el rastrojo ó en la tierra, los gérmenes nocivos que año tras año son una amenaza constante para el agricultor. La destrucción completa de los unos y el saneamiento de la otra debe- rá llevarse á cabo con todo rigor. Precisaré aún más los hechos á que me refiero: en el maíz la enfermedad carbonosa se revela más comunmente en la mazorca bajo la forma de enormes hinchamientos negruzcos, que résultan de la aglomeración de un prodigioso número de esporas ó gérmenes que escapan á nuestra vista por su peque- ñísimo tamaño: se hallan encerrados dentro de la piel misma de los granos, que, co- mo es de suponer, tiene que dilatarse. Una vez rota esta envoltura, se disemina el contenido por dondequiera, sepultándose, al fin, una buena parte en la tierra, en la cual conservan, por largo tiempo, su vitalidad dichas esporas. Resisten, en efecto, muy bien al invierno, y en la primavera siguiente germinan á la par que el grano de maíz que ha vuelto á planta que de aquél nace. El excremento de los animales que se alimentan con el /us- sembrarse en aquella tierra, adueñándose desde luego de la tlacoche 6 suciedad prieta, nombre indígena que designa con bastante propiedad al hongo mismo que señalamos, contiene también gran cantidad de esporas; de na es que el empleo que se haga de él como abono será sumamente peligroso. ¿Qué remedio general habría que aplicar para exterminar este parásito de una « comarca? M. VILLADA.—PLAGAS QUE ASOLAN Á LA AGRICULTURA. 5 = El único seguro sería la destrucción por el fuego de las plantas enfermas; pero se comprenderá que sólo por la coacción de la ley pudiera hacerse obligatoria esta práctica, castigando debidamente á los infractores. Pasada la oportunidad de aplicar el expresado remedio, es decir, una vez dise- minadas las esporas, sólo podrán tomarse precauciones de carácter del todo privado, y sobre las cuales no podría intervenir la ley; tales son el no usar de abonos que estu- viesen infestados y la rotación de las cosechas en los campos que se hallen en igual caso. Se me dirá que en el país esta plaga no causa perjuicios de consideración, y que, por lo mismo, no valdría la pena de ocuparse en ella seriamente; no obstante, es siempre un mal que á veces adquiere notables proporciones, con detrimento de la produeción. Para evitar que la caries del trigo se propague, la intervención de la ley se. im- pone como en el caso anterior, pues el único remedio eficaz es también la destruc- ción por el fuego de sólo las espigas enfermas, en cuyos granos exclusivamente se ha- llan las esporas del terrible parásito. En cuanto á los medios preventivos, como es, entre otros, el uso del sulfato de cobre para sanear los granos destinados á la siem- bra, que se sospecha infestados, son del exclusivo resorte del interesado; pues si la práctica de ellos se sujetase á la ley, fácil sería eludirla, ó bien se tomaría como un atentado al derecho que tiene cada quien de disponer libremente de sus bienes. Por lo que toca á los Chahuistles, viene á propósito señalar una faz curiosa en la vida de estos parásitos, conocida en la ciencia con los nombres de generación alter- nante ó metagenesis. En ella precisamente se ha entrevisto la posibilidad de destruir- los radicalmente, pero apelando á un recurso que solo la ley puede determinar. Veamos en qué consiste: dos son los Chahuistles del trigo, el deleado y el grueso; el primero más perjudicial que el segundo; los hongos parásitos que los constituyen han sido llamados heteroicos por los naturalistas, en razón de que necesitan dos plantas sobre que vivir, para recorrer el ciclo de su vegetación; si falta una de ellas el parásito ten- dría que perécer, pues una le sería insuficiente, al menos por tiempo indefinido. En Eu- ropa se ha observado que la primera nodriza del Chahuistle delgado, es un arbusto silvestre llamado en España Agracejo, y en Francia Epine Vinette; vive en sus hojas bajo cierta forma durante la primavera; en el estío se diseminan sus esporas por to- das partes, y arrastradas por el viento pueden precipitarse como lluvia sobre los cam- pos de trigo; si el calor y la humedad son suficientes, entran fácilmente en germina- ción; se arraigan tenazmente en el cereal, en cuyos tallos aparecen bien pronto nume- rosas manchas lineares pardo—rojizas, formadas por millares de cuerpecillos esféricos que escapan á la vista natural; son las esporas del parásito que en conjunto presentan un aspecto distinto del que tenían en el Agracejo, en donde las manchas aparecen de otro modo: se dice entonces por los labradores que los trigos coloradean. Siguen mul- tiplicándose más ó menos las manchas en la misma mata, invadiendo también á las que se conservaban sanas, hasta el otoño en que aparacen otras de color negrusco, y como si la planta hubiere sido salpicada de polvo de carbón; es una nueva fructificación del parásito destinada á propagarlo en el siguiente año, comenzando siempre á vivir 6 M. VILLADA.—PLAGAS QUE ASOLAN Á LA AGRICULTURA.. como la vez anterior. De antiguo era opinión vulgar en la misma Europa, entre los cam- pesinos, que el Agracejo producía el Chahuistle del trigo, y tuvo tal aceptación esta idea que en un edicto del parlamento de Rouan, correspondiente al siglo anterior, se pres- cribió terminantemente que se arrancase el arbusto noeivo de las tierras destinadas al cultivo del expresado cereal, práctica que se ha seguido después en vista de la comprobación científica de este hecho tan singular. Hasta este momento y solo por in- ferencia, me aventuro 4 “denunciar en México á este respecto, un arbolillo que crece en nuestras montañas, conocido con los nombres de Xoxoco y Palo amarillo, que es exactamente de la misma familia y género que el europeo, sobre el que gravita una sentencia de muerte. Para el Chahuistle grueso, no es una planta sino varias las que le sirven de primeras nodrizas; pero todas sin excepción pertenecen á una misma fami- lia natural, siendo uno de sus tipos la borraja común, aunque esta planta medicinal no se haya señalado entre ellas; en nuestros campos crecen algunas silvestres, si bien distintas de las europeas, pero que no obstante deben verse desde el punto que conside- ramos con la mayor desconfianza. Las que corresponden al Chahuistle de la avena son otras diversas: especialmente dos arbustos que en el Viejo Mundo producen los fru- tos purgantes, llamados nerpres en Francia, y en España cambrones; en México el que les corresponde es el arbolillo conocido con el nómbre de Tullidora ó Capulincillo y algunos otros; si no fuese aquél reo de tal delito, sí es un hecho bien comprobado el de los malignos efectos que produce la ingestión de sus engañosos frutos en el hombre y en los animales. En los casos comprendidos en el breve análisis que antecede, se persuade uno fá- cilmente que la iniciativa particular sería por sí sola impotente, para contener los avances de un mal que toma á veces las proporciones de una calamidad pública. Se- ría preciso que la expedición de una ley armara el brazo de la autoridad, y la cual, por medio de sus agentes cuidara de su ejecución en las zonas agrícolas á que correspon- da. Surge una reflexión más que no debe dejarse en: olvido: los Chahuistles á falta de primera nodriza que la naturaleza les ha fijado, encuentran pasajero*albergue en otras plantas hospitalarias de entre las gramas silvestres que crecen á orillas de los campos cultivados; pero no pierden sus malos hábitos, su cercal predilecto será irre- . misiblemente más tarde la víctima fatal; el peso de la justicia se hará sentir igual- mente sobre aquellas malas hierbas. ' Los árboles de las montañas que son tan apreciados por su cal compren- «didos bajo la denominación general de pinos, cuales son en el país el ocote, el jaloco- te, el oyamel, etc., son también atacados por Chahuistles especiales, casi siempre he- teroicos; preciso es decir ahora que los autoicos como los del cárbon y la caries, viven siempre en una sola planta. Al pie de aquellos árboles ó en sus inmediaciones, crecen matorrales de cierta clase de plantas, en donde el parásito recorre el segundo período de su vida; el primero siempre en el pino, á la inversa de lo que pasa con el del trigo. Bajo este respecto los Senecios son las malas hierbas de los bosques; no obstante de que el agradable aspecto de su follaje, coronado de vistosos ramilletes de flores, pre- disponen favorablemente á conservarlos; una planta venenosa de Europa, el Vence- , M. VILLADA.—PLAGAS QUE ASOLAN Á LA AGRICULTURA. , 7 tósigo de la que tengo estudiada otra especie de nuestra flora, es aún más peligrosa, pues en tanto que los primeros favorecen el desarrollo del Chahuistle de las hojas, esta segunda lo hace con el de la corteza, que es mucho más nocivo. Un árbol media- no de una familia próxima á la del Madroño comparte con el Abeto, que es también un pino, aunque de una sección especial, la pesada carga del parásito: es el llamado Arándano en España, y Airelle en Francia: los árboles que en el país representan uno y otro respectivamente, son el Cahuichi y el Oyamel, que suelen acompañarse en nues- ' tras montañas: aun cuando en este caso la conveniencia personal haría inclinar la balanza en favor de aquél ó de éste, en vista dé la mayor y más general ventaja que el segundo ofrece con respecto al primero, por la abundancia y calidad de la madera, habría que sacrificar al que menos satisface las necesidades de la industria, ó bien man- tenerlo en toda lejanía. ; Cuando nos preocupe más seriamente el porvenir de nuestros bosques, estos bre- ves apuntes que expongo por el momento tendrán que completarse con datos más am- plios y mejor comprobados, á fin de organizar un bien meditado sistema de protección, para impedir que acabe de cegarse por completo la principal fuente de riqueza de nues- tras montañas; mas el perjuicio que les sobreviene de la misma naturaleza, es infini- tamente menor que el acarreado por el hombre: de consiguiente, la ley tiene que ser inflexible para defenderlos de quien debía ser su mejor amigo, sin echar en olvido los medios más adecuados que los pongan á cubierto de sufrir el primero. Dirijamos la atención á otros casos: la vid ó parra cuenta también entre sus enemi- gos á diversos hongos microscópicos que, multiplicándose como todos ellos, con-asom- brosa rapidez, acaban por amenguar el vigor de la planta y rebajan por ende la calidad de sus frutos. Estas enfermedades, aunque en su esencia sean de la misma índole que las señaladas anteriormente, se revelan por caracteres tan distintos, que tienen que ocu- par en el cuadro nosológico lugar aparte. Ahora bien: no obstante de que el viticultor tiene en el sulfato de cobre un agente poderoso y de fácil aplicación para destruir la vitalidad de las esporas, limitando por este medio la extensión del mal, los recursos pre- ventivos serán siempre los primeros á que deba apelarse. Estos se reducen á escoger “con el mayor cuidado, al hacer una propagación, sarmientos y granos que no estén con- taminados y que deberán garantizarse por examen pericial. Se impone ya la necesidad de, crear comisiones facultativas encargádas de estas y otras labores de la misma índo- le, é investidas de poderes bastantes para que sus disposiciones sean fielmente aca- tadas. Si la moneda falsa es recogida por la autoridad, castigando con penas severas á los que la fabrican y circulan; si lo son igualmente los expendedores de alimentos adul- terados, bueno sería que se vigilase, al menos, la venta de productos vegetales destina- dos á la multiplicación de los nuevos cultivos que se emprendan en grande escala. Entregado casi por completo en el país el cultivo de la papa á manos de labra- dores totalmente incultos, y de consiguiente más apegados á la rutina, casual ha sido que los parásitos de la planta que suministra este precioso tubérculo no hayan causado verdaderas depredaciones; en realidad, muy bien pueden haber ocurrido sin causar alarma, en razón de no estar considerado este alimento como de primera nece- 8 M. VILLADA.—PLAGAS QUE ASOLAN Á LA AGRICULTURA. sidad en México, al menos entre las masas populares, que son las más numerosas. Pero en vista de que nuestra cultura y bienestar van, felizmente, en aumento, pre- ciso es tomar con tiempo prudentes medidas que eviten en el porvenir pérdidas sen- sibles á nuestra agricultura. Los enemigos más temibles de la papa son también hon- gos microscópicos que atacan indistintamente sus tallos, hojas y raíces; la ciencia agrí- cola posee saludables recursos para mulificar la acción de estos parásitos. La intervención de la ley pudiera ser necesaria para fijar ciertas reglas de conducta en la elección de los tubérculos-semillas que tuvieran: que expedirse á diversos centros de producción, á la vez que sobrevigilar la práctica de la desinfección de los lugares contaminados. Podría citar nuevos casos que substancialmente se resuelven como los anteriores: to- dos ellos dejan comprender que la implantación en el país de procedimientos especia- les que hagan cambiar de rumbo á nuestra agricultura, llegará á hacerse efectiva, no por simples consejos, sino con la autoridad de la ley. Si los vegetales inferiores á que me he referido ocasionan tan graves perjuicios á la producción agrícola, son á veces mucho más desastrosos los originados por cier- tos animales, como lo atestigua la historia con datos irrefutables. La invasión, en efecto, de numerosas especies de insectos en los campos culti- vados, pone al agricultor en el caso preciso de entablar recia lucha con el voraz enemigo que acaba por arrasarlos; desgraciadamente acontece que en multitud de ve- ces son vanos sus esfuerzos, y se ve al fin obligado á dejar ciertos cultivos que de otra suerte le serían muy productivos. En las nacionas más adelantadas, la atención de la autoridad se ha despertado muy vivamante para haber de conjurar el terrible azote que señalamos, y que llega hasta amenazar la existencia misma de los pueblos. Para conseguir algún buen resul- tado en tan grave circunstancia, ha sido preciso tomar medidas generales de grande energía, imponiendo entre otras á la comunidad, la estricta obligación de prestar toda su ayuda, sea cual fuere, en defensa de sus propios intereses. En determinadas ocaslo- nes muy particularmente, es de un rigor absoluto, como acontece cuando el invasor se presenta de un modo brusco y repentino en innumerables legiones: tal es el caso de la langosta. Á este acridio peregrino de incontrastable poder, debido 4 la prodigio- sa fuerza del número, de necesidad tiene que oponérsele el mayor esfuerzo humano; mas para hacer fructuosa su ejecución, el legislador lo ha sujetado á reglas precisas y perfectamente meditadas. Estos conceptos me lo sugiere, un buen modelo que al efecto puede citarse: cual es la parte conducente al asunto, de las Ordenanzas de Cas- tilla expedidas por el rey de España, Felipe 11. Con ciertas reformas su aplicación ha sido provechosa en la funesta época en que los feraces campos de Tabasco, Chiapas y Oaxaca fueron fatalmente devastados por el acridio. En el bien escrito y conocido informe del Señor Ingeniero José C. Segura, se refieren con todos sus pormenores cuantas peripecias ocurrieron en tan luctuosas cir- cunstancias; se tuvo que luchar con inquebrantable energía para vencer el gran cú- mulo de dificultades que se presentaban á cada paso, siendo las más sensibles las que M. VILLADA.—PLAGAS QUE ASOLAN Á LA AGRICULTURA. 9 pa surgían del egoísmo y de la indiferencia de las personas más directamente perjudica- das. Por último, se hizo entonces patente la utilidad de tener bien preceptuado un con- junto de disposiciones de fácil aplicación relativa en el terreno de la práctica. Por tal razón, aun en casos menos graves que por desgracia ocurren más á menudo, y sin que los podamos evitar, la expedición de leyes apropiadas que no pugnen con nuestro modo de ser político, prestarian gran servicio á lá sociedad. . Otra calamidad de la misma índole, y más grave si se quiere, por su carácter permanente y no pasajero, ha venido á herir de muerte el cultivo del algodón en Mé- xico, al menos en los tantpos de Monclova, del Estado de Coahuila, y en otros de los Estados de Guerrero, Michoacán y Durango. , La lisonjera esperanza de poder contar para lo futuro con una nueva fuente de riqueza pública, se ha desvanecido por completo. El autor de esta desgracia ha sido un pequeño insecto llamado Picudo, que vive en la planta á expensas del fruto con que se alimenta; agotado éste, deja de producir el blanquísimo y abundante pelo que envuelve á la semilla. El invasor ha extendido' sus depredaciones á los algodo- nales de la vecina República del Norte. A Los cultivadores, justamente alarmados, elevaron'sus quejas ála autoridad de aque- lla nación. El Departamento de Agricultura de Washington, preocupado con este gra- ve asunto, dirigió una excitativa al Gobernador del Estado de Texas, con el fin de que el Poder Legislativo del mismo dictara las medidas más oportunas para salvar la situación. Las bases en que descansan son las siguientes: prohibir el cultivo del algodón dentro de 10 millas de la margen Norte del Río Grande, y de 16 en donde hubiese algodo- nales del lado mexicano; inspeccionar cuidadosamente todos los comprendidos en el propio Estado; destruir no sólo al insecto, sino á los mismos plantíos, en totalidad ó en parte; aplicar penas á los que no acaten estas disposiciones. El Señor- Ingeniero José C. Segura opina juiciosamente á este respecto que, si bien es cierto que el Gro- bierho, con sus leyes prohibitivas, puede impedir la invasión, aquéllas quedarían sin resultado si los cultivadores no se penetran de la importancia que reviste el mal y no obran de común acuerdo, adoptando medidas sistemadas bajo un plan bien medi- tado. Sería necesario, además, promover la formación de sindicatos pará indemnizar en parte á los cultivadores, siempre que éstos consintieran en quemar sus algodona- les, renunciando también á cultivarlos en las regiones invadidas, al menos por tres años. Se solicitaría, en fin, en todo caso, el auxilio del Gobierno Federal y de los Es- tados directamente perjudicados con esta plaga. La filoxera ha sido en Europa, como en los Estados Unidos, objeto de numerosos estudios. La Convención de Berna se ocupó.en esta plaga muy particularmente; las disposiciones emanadas de aquella importante Asamblea han sido tomadas en consi- deración por algunos Gobiernos, siendo de esperar que la aplicación de ellas sea del todo fructuosa. Pueden sernos igualmente provechosas, toda vez que el implacable enemigo del cultivo de la vid ha, por desgracia, aparetido en México. En las orugas se tienen también enemigos que causan perjuicios de considera- ción á los arbolados. En Francia rige una ley pa os que á la letra dice: La Nat. —Ser. 1.—T. IL. O 1897. , 2 10 M. VILLADA.—PLAGAS QUE ASOLAN Á LA AGRICULTURA. “Art. 12 En la década de la publicación de la presente ley, todos los hacenda- dos, propietarios, etc., están obligados á destruir las orugas de los árboles que tengan en sus terrenos, bajo pena de un número de días de trabajo, que no podrá ser menor de tres ni mayor de diez. “Art. 22 Están obligados, bajo las mismas penas, á quemar en el mismo lugar las bolsas y telas que se bajen de los árboles, cercas ó matorrales, donde no haya pe- ligero de incendiar los bosques, árboles, etc. “Art. 32 Las autoridades del Departamento procurarán el exterminio de las oru- gas, de los dominios nacionales. " “Art. 4% Los agentes y adjuntos de los cómunes vigilarán la ejecución de la presente ley, en sus terrenos, y serán responsables de los descuidos que se descubran. “Art. 52 Las autoridades, en la-segunda década de la publicación, están obliga- das á visitar todos los terrenos ocupados con árboles, arbustos, breñas ó malezas, para cerciorarse que la exterminación de las orugas se ha hecho con todo rigor, rindiendo un informe al ministro del ramo. “Art 62 En los años siguientes se hará la limpia bajo las mismas penas, antes del 20 de Febrero. “Art. 72 En el caso de que algunos hacendados ó propietarios no hubiesen cum- plido en esa fecha con lo que ordena esta ley, los agentes y los adjuntos llevarán á cabo la exterminación de las orugas con obreros expensados por los infractores, y sin que por esto queden dispensados de las penas señaladas. “Art, 8% Se publicará la presente ley el 20 de Enero de cada año.” + Fuera de la ley expresa que se ha transcrito, el art. 471 del Código Penal im- pone la pena de uno á cinco francos á los que incurran en la referida falta ú omisión. Brochi, en su Tratado de Zoología Agrícola, dice *que esta ley se dió expresa- , 'S e) , mente para destruir una especie de oruga excesivamente nociva que pulula en el Norte I l 8 y Centro de Francia, pero que debe hacerse extensiva para todos las demás. Para no cansar más la atención de las ilustradas personas que me escuchan, y de , las que espero toda indulgencia, doy por terminada esta breve disertación. Abrigo, en fin, la esperanza de que el tema tan imperfectamente desarrollado; á que he dado lec- .bura, sea alguna vez punto de discusión en el seno de la docta y respetable asociación , lo] que ha promovido estos concursos, en la cual tomaría parte con la mejor voluntad la Sociedad Mexicana de Historia Natural, que me honro de representar en esta tribuna: MM. M. Villada. > RESEÑA ' HISTÓRICA DE LOS TRABAJOS EMPRENDIDOS ACERCA DE LA FLORA MEXICANA. É IMPORTANCIA DE TERMINARLOS. —_—_—_ e. SEÑORES: Es un hecho universalmente aceptado que las naciones, lo mismo que los indi- viduos, tienen épocas que corresponden á la infancia, á la juventud, á la edad madu- ra y aun á la decadentg ancianidad. La mayor parté de los pueblos acabados de nacer, á raíz de su formación pasan, como el pueblo mexicano ha pasado, por una serie de vicisitudes, por una escala de convulsiones, dolorosas unas, terribles otras, para llegar á consolidar su nacionalidad y su organización política. ¡Qué diferencia, qué abismo entre la formación de la na- cionalidad norteamericana y la formación de la nacionalidad mexicana! Aquélla pue- de decirse que nació hecha; ésta, acaso por la ttrbulencia de la raza, por la falta es- pecialmente de la educación práctica, por los disímbolos factores que entraban en su composición, tuvo que forjarse, como el hierro, á una temperatura elevada y á rudos golpes de martillo. El ímpetu devastador de las revoluciones y el fragor de los combates; las quere- llas domésticas y las invasiones de los extraños; el valor abnegado de muchos ciuda- danos y la defección de algunos malos hijos; todo junto se ha necesitado para amal- samar'con la sangre y los huesos de las víctimas; con las lágrimas de las viudas y de los huérfanos, y con los escombros de los incendios, un sólido pedestal á la paz que ahora acompaña, vigilante y cuidadosa, la tarea del obrero, la del labrador y la del industrial. Pero así como el niño. cuando ha salvado los numerosos obstáculos que le cer- can, le acosan .y le combaten desde su primer vagido, hasta que ha conquistado por completo el uso pc de sus músculos y de sus sentidos; es decir, cuando ha lle- .. 12 G. V. ALCOCER.—LA FLORA MEXICANA. * gado á lo que se llama uso de razón, y entonces la educación se apodera de él para infiltrarle lenta y gradualmente las verdades de la ciencia y transformarlo en un ser civilizado; de igual manera un pueblo que ha llegado 4 independerse, á consolidarse; que representa una nacionalidad y que se le han reconocido sus derechos "para ha- cerlo; que se le ha admitido en el comercio social é intelectual de las demás naciones civilizadas del Globo, tiene precisa necesidad de seguir la corriente que el adelanto y el progreso de la humanidad le imponen á todos los organismos colectivos que la for- man, como condición indispensable de su vida moral: De México podemos decir que ha llegado á la edad viril después de una infancia enfermiza, de una adolescencia histérica y de una juventud desordenada. A Ahora que empieza á disfrutar de una vida tranquila y sosegada, y que se ha impuesto el descanso como condición ineludible para su progreso y bienestar, nece- sita dedicarse á todos los géneros de actividad: y de trabajo, para que pueda merecer con justicia el título de nación culta. p Los prodigiosos esfuerzos hasta aquí aplicados le han producido bienes incaleu-— lables que todos estamos palpando; los adelantos de su agricultura, de su industria y de su comercio, han hecho prosperar las-rentas nacionales; el numerario contado por decenas de millones, rebosa en las arcas de los bancos en espera de empleo productivo; la red ferrocarrilera se desarrolla sin cesar, y otros valles y otras montañas lejanas responden con su eco el saludo de la locomotora; los capitales extranjeros, no sólo americanos y europeos, también asiáticos, llegan 4 nuestras playas planteando nuevas empresas ó fomentado las existentes. Se ha inaugurado, pues, una era de labor y de trabajo material que forzosamente"debe redundar en provecho,de propios y extraños “y en el engrandecimiento de la patria. : Pero esto no basta ni bastará; es preciso que á la labor material, mecánica, ya iniciada, se acompañe la labor intelectual, la labor de la ciencia en todos sus ramos y en todas sus múltiples manifestaciones. Y esta ingente necesidad, hábilmente, apre- ciada por la docta Academia de Jurisprudencia, la ha hecho invitar por segunda vezá las Sociedades Científicas Mexicanas, buscando el concurso de ellas para hacer ade- lantar en el país, los conocimientos científicos de todo género, por lo menos en lo que atañe 4 sus relaciones con las leyes. - Llamada también la Sociedad Mexicana de Historia Natural, á la cual tenemos la honra de pertenecer, venimos á contribuir en su nombre con un modesto é insig- nificante trabajo, para la exposición del cual pedimos la indulgencia benévola de nues- tros ilustrados oyentes. . En esta tribuna nos ha precedido, pocos días ha, un inteligente ingeniero que ha hecho palpable la necesidad de la formación exacta de la Carta de la República; nos- otros, en nombre de la Sociedad que representamos, venimos á pedir que se decrete, por quien corresponda, la formación de la Flora descriptiva é iconográfica mexicana. G. V. ALCOCER.—LA FLÓRA MEXICANA. 13 A primera vista podría parecer inútil obra semejante; pero no se considerará así si se reflexiona que la Flora de un país es el inventario, es el catálogo razonado y cientí- ficamente ordenado de todos los vegetales que se producen en su suelo y en sus aguas. Este inventario pone de manifiesto todo lo que se posee, todo lo que hay dispo- "nible en el reino vegetal, de cuyo reino saca el hombre gran parte de sus alimentos, de sus vestidos, de sus medicinas, de sus útiles; y el conocimiento exacto de los ve- getales que se producen en un país, no es objeto de mera curiosidad científica, ni de vanagloria de erudición, no, de ninguna manera; porque los datos que este conoci- miento suministra, después de servir á la ciencia pura, sirven para todas sus aplica- ciones en la agricultura, en la industria, en la medicina, en las artes, y por conse- cuencia, en el comercio que circula los productos de origen «vegetal. Todos los países civilizados han sentido la necesidad de hacer su Flora, y tan luego como el estado de su adelanto en las ciencias se los ha permitido, han procedi- do á formarla, Naturalmente las naciones de la vieja Europa como las más antigua- mente educadas é instruidas, han sido las primeras en hacer sus Floras, y las han hecho generales, comprendiendo todo un país, y también locales, limitándose á deter- minada provincia ó región geográfica. Para esto han utilizado lós materiales acumulados en el transcurso de siglos, pues siendo los europeos herederos de una civilización elaborada durante millares de años, aprovecharon con ventaja, por una parte, los trabajos de Aristótéles y de Teo- frasto entre los griegos; del viejo Catón, de Varrón, de Columela, de Dioscórides y de Plinio, entre los romanos; las observaciones hechas por los médicos árabes, los bi- zantinos y los del Imperio de Oecidente, y las relaciones de los viajeros como Marco Polo en la Edad Media; y por otra parte, como cuando se verificó el descubrimiento de América, se abrió repentinamente un campo ilimitado á las ciencias naturales, gran número de viajeros, especialmente españoles, portugueses, franceses é ingleses, vinieron á explorar el Nuevo Mundo, y volvieron con numerosas colecciones de plan- tas, de semillas, de dibujos y de observaciones sobre los usos de los vegetales por los habitantes indígenas; pudieron, con tan copiosos elementos reunidos; no solamente por el afán de la ciencia y el estudio, sino especialmente por el incentivo del lucro y, del comercio, extendidos no tan sólo á las plantas de América, sino también á las de África, á las de Australia, y á las de todos los lugares descubiertos que han ido suce- sivamente ensanchando el tamaño conotido dél Planeta, pudieron, decimos, los hom- bres de ciencia, europeos, formar las Floras de sus respectivas naciones, y además las de algunos países y comarcas lejanas, en varias de las cuales no ha penetrado aún la civilización con su cortejo de conocimientos modernos. Todavía más: han pretendido hacer la Flora general del Globo, y de ello es un feliz ensayo la obra magna emprendida por el distinguido Augusto Piramo De Can- dolle, continuado por su hijo Alfonso y su nieto Casimiro, en colaboración con trein- - ta y dos hábiles botánicos de diversas nacionalidades, publicada de 1824 4 1873, obra intibtulada “Prodromus systematis universalis regni vegetabilis,” en donde se describen 5,134 géneros con 58,975 especies vegetales. 14 G. Y. En el Continente Americano hay naciones pequeñas como el Chile'que cuentan Scolecophagos cyamocephalua, Bd. Tordo nico car an o a Quiscalus macrourus, Sw. Urraca, Papate, Zanate, Pájaro prieto, Zzanatl, Lxtlaoltzanatl. Come semillas, Corvus coraz, Linn. Cuervo, Cacalote, Cacalotl. Destruye ciertos animales útiles. Come semillas, Xanthura luzuosa, Bp. Pájaro verde, Verde de toca, Quexque azul. Carnívoro y granívoro. Alcedinidos, vulgarmente llamados Martín pescador, Comen peces de agua dulce, Psitacidos, Pericos, Cotorras, Loros. Comen frutos y granos, especialmente la.Guacamaya verde. Ara militaris, Linn. Saquea las milpas de maíz. Accipiter cooperi (Bp.), Gavilán—pollero..........oo.o.. Destruye aves de corral. A. mexicanus, Sw. Esmerejon.. Jl. c.oooooocmoomm.o.. AUN DOLO IS A a io dto a Sy AN A Pandion halietus, Linn. Gavilán—pescador, Guincho. Come peces. Grus mexicana, Linn. Come semillas. Phalacrocoraz mexicanus, (Brandt.), Sargento, Pato puerco. Plotus anhinga, Linn. Pato ciego, Huizote. Come peces. Todas estas especies pueden exterminarse por cualquier medio. Art. 3? Se prohibe la venta de nidos y polluelos, y la destrucción de los mismos, pero se autoriza la destrucción de los que se han mencionado en el art, 22 Art. 42 Se prohibe el comercio de objetos de arte, mosaicos, tarjetas, cuadros ó confecciones hechas en totalidad ó en parte, con plumas ó despojos de aves indígenas útiles. “Art, 52 El sistema de armadas ó cualquiera otro que se aplique para la captura de las aves de caza, se hará con- forme á un reglamento especial, así como la explotación de las plumas de Garza y la venta de aves vivas del país. Art. 62 Se prohibe la venta de las especies siguientes, vivas: Chichicuilotes, Apipizcas y Filomenas. Art. 72 La infracción del art. 1? se castigará con multa de $5 00 4 $50 00; la del 4? con multa de $10 00 4 $500 00; y en cada uno de estos casos se podrá compensar la multa con los días equivalentes de arresto, y si hay reincidencia se exigirá la multa máxima y el arresto que á ésta equivale, según el Código respectivo. Art. 82 Los colectores de aves de los establecimientos nacionales de instrucción ó de las comisiones exploradoras, así como los ornitologistas en general, se dirigirán por escrito á la Sociedad “Alzate” solicitando su recomendación para conseguir de la autoridad el permiso respectivo. Darán una fianza del comercio de $100 00, que se cobrarán, siendo en el acto retirado el permiso, si la autoridad tiene la prueba de que el agraciado ha destruido aves del país, ó sus nidos ó sus huevos, para un fin que no sea el estudio de ellos. El permiso será válido por dos años. Conclusión: Es evidente la necesidad de proteger á las aves útiles de México. Es evidente la necesidad de una ley, perfectamente reglamentada, análoga á la que proponemos. Es evidente que si no se establece un departamento de Zoología ó de Ornitología aplicada á la Agricultura, se luchará con dificultades infinitas para la formación de los reglamentos, para los estudios especiales necesarios, en particular de los que se refieren á las especies muy útiles del país, y á la importación y aclimatación de algu- nas de las exóticas más recomendadas. 1 Se nos dirá que prestan servicios limpiando las reses de sus parásitos. ¿Y acaso no pueden vivir ellas sin esta toilette? 2 Se nos dirá que es comestible, pero no vale la pena como plato de regalo para los gastrónomos, que pueden comer ostiones ú otros mariscos in- ofensivos. A. L. HERRERA. —PROTEOCIÓN DE LAS AVES ÚTILES DE MÉXICO. 49 Tengo la osadía de continuar. Quizá os habré convencido en nombre de la ciencia, Deseo aún conmoveros. Desde la tribuna en donde se glorifica la suprema justicia que protege al débil y al inocente, yo imploro vuestra piedad para el ave y para el nido. La humanidad que sueña en la libertad, interminable sueño, admira al ave; la humanidad que siente, está de rodillas ante el nido, núcleo, eje del mundo moral. Son símbolos de la libertad, el ave y el pensamiento. Este puede subir, remon- tarse en el vuelo de la idea, fluctuar, oscilar, descender hasta la noche profunda del Infinito, revolotear sin reposo bajo la bóveda de la célula y del átomo, libre, sin cár- cel y sin cadenas. Eso es lo que puede revelarnos las alegrías del ave y su libertad sublime. : Ahora, matadla para sacudir el tedio monstruoso de vuestra vida. ¿Qué victoria, decid, habéis así obtenido? Concluyen las dichas de aquel ser. No volará más. Sus alas tiemblan con los últimos estremecimientos de una horrible agonía; su vívida luz interior se apaga, y no sabemos si más allá de este mundo sensible, habrá otra enton- ces que se encienda. ... Luego se consolidan nuevas formas de agrupación molecu- lar y los Démas del cadáver continúan vibrando en sus mutaciones eternas. ¡Oh! El hombre ha destruido á un ser de los más adorables, le ha robado sin ob- jeto su amor, sus alas, su libertad, sus rayos de sol, y le ha hundido para siempre en el precipicio siniestro de la muerte. Aplaudidle ahora. Acordaos del ave en el nido si queréis acordaros de vuestra madre, santa luz que todos llevamos escondida en un altar interior; acordaos del Caprimulgus. No he conocido otra criatura de más mo- desto plumaje. Es una humilde emplumada que vuela pesadamente en pos de los in- sectos. Es noctámbula. Anida en la sombra, y si escucha un leve rumor, huye y trans- porta sus huevos con el pico y los sigue incubando en un sitio aun más sombrío, aun más recóndito, oculto como sepulero en la soledad profunda de los bosques. Descan- sa. Está tranquila. Nacen los adorados hijos y ya comienzan á volar. Los grandes ojos negros de aquella madre, de expresión tierna y dulce, sondean siempre, ávidos, las tinieblas. Un día se acerca en silencio el cazador: la araña entra en escena, en- mudece el ave. Implacable es el enemigo, ha visto quizá á sus hijos y quiere matar- los, ved cómo ella se sacrifica en paz. Arrástrase trabajosamente á los pies del cazador; su acento es lastimero; lleva un ala extendida, inerte; parece estar enferma y moribunda; cierra los párpados, agi- tada y convulsa. El cazador la ve y se la lleva: se salvó la nidada. La Nat.—Ser. IL. —T. 1I.—Agosto 1900 Apéndice.—7 . 50 A. L. HERRERA.—PROTECCIÓN DE LAS AVES ÚTILES DE MÉXICO. Este ardid triunfa. Ha vencido la madre.... y ha muerto, y su vívida luz in- terior se apaga, y no sabemos si más allá de las fronteras de este mundo visible, ha- brá otro entonces que se encienda. Y no sé cuantos ejemplos conserva así el tiempo en sus archivos inmensos. Veis un día á un adolescente, casi á un niño, que va de caza, con su arma ex- terminadora terciada al hombro, como asta de la bandera de la inhumanidad. Le se- guís lentamente... En el vallado lleno de sol, revolotean pájaros de multicolor plumaje. Una co- quita, posada en un rosal, canta su monótona canción. Nemrod hace fuego. Todo ha concluido. Silencio. La coquita fué herida, y el niño, encantador nectario de la ino- cencia, corre palpitante á recoger á su víctima, y la aprieta entre sus manos hasta que cesan los espasmos y las convulsiones de la agonía. El corazón infantil late con fuerza: también él está herido en la profunda fibra de la piedad. Al caer la tarde el morral estará lleno de muertos, todo con manchas de sangre, todo rígido y helado. Entonces pensaréis con terrible melancolía en el porvenir del niño que mata, el porvenir, el insondable arcano en donde se hace la fermentación de las cosas obscuras del pasado. Otra vez aún, desde la tribuna en donde habláis de la suprema justicia que pro- tege al débil y al inocente, yo imploro vuestra piedad para el ave y para el nido; ya que vosotros sois de la humanidad que siente y ante el nido se arrodilla y admira al ave, porque sueña en la libertad, interminable sueño! México, Marzo 15 de 1899. HONGOS PARÁSITOS DE LAS PLANTAS CULTIVADAS, En el preinserto artículo, intitulado “Necesidad de la intervención de la ley pa- ra detener el incremento de las plagas que asolan á la Agricultura,” se mencionan algunos de los más notables, sin expresar su clasificación, que por el momento se juz- go innecesaria. La presente nota tiene por objeto llenar este vacío. 12 CHAHUISTLE.—Diversas especies del género Puccinia, determinan en los cereales esta enfermedad, llamada por los españoles, moho, herrumbre, añublo, etc. Las que atacan al trigo, son principalmente la P. graminis, Pers, y la P. rubigo— vera, D. C., que nuestros campesinos designan, respectivamente, con los nombres de Chahuistle delgado y Chahuistle grueso, siendo el primero más perjudicial que el se- gundo. Ahora bien: todas las especies del expresado género pasan en evolución por tres estados perfectamente marcados, que por largo tiempo se consideraron como otros tantos tipos específicos, en que se fundaron los géneros 4cidium, Uredo, Puc- cinia. Mas siendo en realidad uno solo, se le designa en la actualidad con el último de estos nombres, que señala el término de la evolución. Estas dos especies, parásitas del trigo, así como algunas otras, tienen necesidad de dos nodrizas para completar el ciclo de'su vegetación: la una, de un orden más elevado que la otra. La forma Uredo y Pueccinia en el trigo, y la de 4Lcidium, en plantas dicotiledóneas. En Europa, la F. graminis comienza su desarrollo en una Berberidácea, cual es el asracejo, Berberis vulgaris. Pero en México, en donde tal especie no existe, es de presumir que sea reemplazada por la que tenga con ella más afinidad. En tal concepto, puede muy bien señalarse el B. bipinnata de K. in H. B., de nuestra flora, adscrito hoy en el género Mahonia. Es una planta común en algunas de nuestras montañas, y conocida vulgarmente con los nombres de Xoxaco, Palo amarillo, etc. Por lo que respecta á la P. rubigo-vera, su primera nodriza es no sólo una plan- ta dicotiledónea, sino varias de distinto género, de la familia de las Borragináceas y que son bien conocidas. En México, dicha familia se halla representada por especies distintas de las europeas, mas ignoro en cuál de ellas pudiera amadrigarse el parási- to. El Chahuistle de la avena es también heteroico, como los dos anteriores. Le sir- ven de primera nodriza el Rhammus cathartica ó el Rh. frangula. En el país vege- tan diversas especies del mismo género, siendo una de las más notables el Rh. Hum- boldtianus, vulgarmente llamado Tullidora y Capulincillo. Otra especie de la misma familia, pero de distinto género, que vegeta con profusión en algunas de nuestras montañas, y que bien pudiera desempeñar el papel á que me refiero, es el Ceanathus infestans, conocido con el nombre provincial de Chaquirilla. La palabra indígena Chahuistle puede también aplicarse á las enfermedades de los árboles, ocasionadas por otras Uredíneas. Así, las Coníferas en Europa son ata- cadas por hongos de aquella familia, casi todos heteroicos, y que debido á esta cir- cunstancia conservan un doble nombre genérico y específico, como son: la Res- 52 DR. M. M. VILLADA. —HONGOS PARÁSITOS DE LAs PLANTAS CULTIVADAS. telía cancellata, Rabenh., de las hojas del peral, que no es sino la forma aecidiospós rica del parásito, que en las hojas aciculares del enebro, Juniperus sabince, des- arrolla las formas uredospórica y teleutospórica, bajo las cuales lleva otro nombre, Gymnosporangíum sabince (Dicks), Wint., el que sólo debe conservarse. Lio mismo pasa con el Peridermium oblongisporíum, Fuck, y su correlativo, el Coleosporium senecionis (Pers), Fries. La primera denominación se aplica á la forma aecidiospórica, la cual aparece en las agujas de los pinos, y la segunda, las uredospórica y teleutospórica, que se des- arrollan en las hojas de los senecios. Igual correlación se observa entre el Perider- mum pini, Wallr., y el Cronartíum asclepiadewm (Wild.), Fries: el primero corres- ponde á la forma inicial, y el segundo á las dos subsecuentes; la una evoluciona en la corteza de los mismos pinos, y las otras en las hojas del Vencetoxicum ojficinale ó Vencetósigo, que es una Asclepiadácea. Señalaré aún un caso más, el del P. co- lumnare (Alb. et Schwein), Kunze, y el Caliptospora Geppertiana, Kunze, que sucesivamente aparecen en las hojas de los abetos y en las del arándano, Vacci- núum vitis-idca, de la familia de las Vaccináceas, bajo las formas antes dichas. Otra especie del citado género Peridermóum, que aparece hasta ahora como au- toica, es el P. elatinum, que sobre el mismo abeto produce las singulares formacio- nes llamadas escobas de bruja. En nuestro país aún no han sido estudiadas las enfermedades á que me refiero; mas en vista del cosmopolitismo de los hongos, y teniendo plantas análogas á las eu- ropeas, en que pueden desarrollarse, es natural suponer que nuestros bosques recien- tan, igualmente, los perjuicios de su invasión. En el citado escrito se mencionan otras plagas de la misma índole, y de que son víctimas la vid, la parra y la papa; una de las que en mayor escala perjudican á la primera, es debida á un hongo ficomiceto, la Peronospora viticola (Berk et Curt) de Bary, muy conocida en Francia y Estados Unidos con los nombres de Mildiou y Mildew. Otro parásito de la misma familia, el Phy¿ophthora infestans (Mont) de Baxry, se fija en la segunda. Para una y otra enfermedad, haremos también extensi- va la palabra Chahuistle. Ambos parásitos completan su evolución sobre el mismo vegetal, y no tienen, de consiguiente, carácter heteroico., 22 CARBÓN.—El del maíz se designa en México con el nombre de Cuitlaco- che: es también una enfermedad parasitaria. Es ocasionada por un honzo de la fa- milia de las Ustilagineas, el Ustilago maydís (D. C.), Corda, el cual tiene sólo una nodriza, y de consiguiente, es autoico. 32 CARIES.—Es otra enfermedad carbonosa, propia del trigo, pero de distinto género, y que ataca únicamente á los granos. El nombre técnico del hongo es Tille- tía caries (D. C.), Tulasne, de carácter autoico como el anterior. Se ha señalado otra especie, la 7. lcevis, Kihn,, tan perjudicial como la primera: el polvo carbonoso de una y otra, formado por las esporas, tiene una fetidez insoportable. Dz. Manuel M. Villada. TN DIET DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN EL TOMO II[ DE LA SEGUNDA SERIE E LASA ZOOLOGIA. Página. Notas críticas acerca del Romerolagus Nelsoni, por el Sr. Profesor Alfonso L. Herrera, socio CO MÚMEBEO ur a os NEO NOS Se lay ls at las ondo noEdcnbonaot Informe acerca de un Aleuródico mexicano, por el Sr. Dr. Jesús Alemán, socio corresponsal en GUADA JU a MA A O alas AE ION El carácter en los animales, por el Sr. Dr. Alfredo Dugés, socio corresponsal en Guanajuato. 39 Paralelo de los cráneos de caballo y asno, por el MisSMO .........oooooooocooooccrrncrnnss 49 Ornitología Mexicana por el Sr. Profesor Alfonso L. Herrera, socio de numero. Páginas 131, OO ias NANA A AAA TN ss Soo ONU ASIA odon 563 El ajolote sufre la metamorfosis general en la clase de los batracios, por aumento de nutrición y no por cambio de medio, por el mismo señor SOCIO. ..oooooooooommomm..... Sd sdonoa 367 BOTANIOA. Flores de madera, por el Sr. Dr. Alfredo DugeS.........ooom.oooo.ooo. SomScas O DADOMÚDÓCOL 42 La Spigelia longiflora. Resumen de los trabajos publicados acerca de esta planta, por el Sr. Dr ManuelM. Villada, socio de DÚDIETO isa a eee elo O 20 Una papaya prolifera (Pleiotaxia del gineceo), por el Sr. Dr. Manuel Urbina, socio de nú- MA os A aros er rlaota dupodoodagadbos enebasas Doa HO SOd3Uboad y 8DY El Ololiuhqui (Zpomea sidefolia), por el Sr. Dr. José Ramírez, socio de NÚMerO.... ....... 361 Una nueva especie de Stiraxw de México, por el mismo señor socio..... ID O 365 La papaya voladora, por el mismo señor SOCiO ...... ..0oocooooooomoocos”.o NA AS 548 La hierba de la cucaracha, por el mismo señor SOCIO... .....omooooooooo».... A A . 549 MINERALOGIA Y GEOLOGIA. La hidrografía subterránea del Estado de Morelos y la parte Norte del de Guerrero, por el Sr. AI ESA O A AA 44 REVISTA CIENTIFICA. Notas acerca de los Amoles mexicanos, por el Sr. Dr. Manuel Urbina ..... dd 244 Breve nota acerca de la Bravoa geminiflora, por el Sr. Dr. Manuel M. Villada ... ......... 257 El origen de los individuos. La construcción del organismo por las condiciones internas, por el Sr. Profesor Alfonso LL. Herrera .... . ...o.oo.o cm...» O 258 IRres mazorcas anómalas, poreliSiDr Jose Ramirez a Los escritos inéditos de Martín Sessé y José Mariano Mociño, por el mismo señor socio ...... Los volcanes del Valle de Santiago, por el Sr. Ingeniero Ezequiel Ordóñez, socio de número. Sobre la fauna de los lagos y lagunas del Valle de México, por el Sr. L. G. Seurat, M. $. A... CRONICA CIENTIFICA. Un nombre genérico incorrecto, por el Sr. Dr. José Ramírez . SECRETARIA. Informe correspondiente á los años de 1892 4 1895...... Acta de la sesión extraordinaria del 10 de Marzo de 1898. NECROLOGIA. Noticia del fallecimiento del Sr. Ingeniero Mariano de la Bárcena Td. id. del Sr. Ingeniero José N. Rovirosa DEDICATORIAS Y BIOGRAFIAS. Dedicatoria y biografía del Sr. Ingeniero D. Antonio del Castill0............ frente á la pág. Id. id. del Sr. Ingeniero D. José Joaquín Arriaga. .. II sua rente 4 lapas: laa del er ALe0poldo Rio dela A ia frente á la pág. Tdmas del Brofesori: “Alonso. erre a os frente á la píg. Id. íd. del Sr. Ingeniero D. Mariano de la Bárcena....... oo... :.o.o.... frente á la pág. APÉNDICE. TRABAJOS PRESENTADOS EN EL SEGUNDO CONCURSO CIENTÍFICO NACIONAL. Necesidad de la intervención de la ley para detener el incremento de las playas que asolan á JarAemeultura, porel: DAMA Revista histórica de los trabajos emprendidos acerca de la flora mexicana, é importancia de terminarios porel Sr. Brotesor Gabriel ao La enseñanza de la historia natural en la República Mexicana, por el Sr. Lic. Ricardo Ramí- TeZ, "SOCIO HONOFATIO*= 0.0 dare a Proyecto de ley para la protección de las aves en ía República Meca por el Sr. Proteo 'AUfONSO LU AECTEera o 55 266 682 79 E > tara E E STA publicación, fundada el año de 1868, siene hasta la fecha dándose á luz, no habiéndose interrumpido desde entonces; antes bien, en 1887 inauguró su seennda serie, mejorándola de una manera notable sobre la anterior. ; La Sociedad publica en “La NATURALEZA” todos los trabajos de sus socios, relativos á los diferentes ramos de las ciencias que enltiva, y que es- pecialmente se refieren á México; ilustrándolos, siempre que lo requieren, con excelentes láminas, en negro ó al cromo, y grabados que se intercalan en el texto. Además, en una sección especial intitulada Revista Científica, se re- producen estudios de la misma índole, tomados de publicaciones nacionales y extranjeras; dando, en fin, cabida en sus columnas, á todos aquellos docu- mentos en que consten los principales actos y labores de la Corporación. El periódico'se halla de venta en el local de la Sociedad, sito en el Mu- seo Nacional, y 4 cargo del Tesorero de la misma, Dr. Manuel M. Villada, á los sienientes precios: Tomos sueltos de la l2 Serie, encuadernados á la rústica . . . $5 00 Entregas sueltas de la 12 Serie, de las que hubiere sobrantes . . ,, 0 25 Tomos sueltos. de la22, Serjeel 2. E. TU a A a A00 : E a A >» LA AD Al DADO Cuadernos de uno y otro tomo , . . .< . 0... . . «9.063 Los correspondientes al tomo LIL en publicación, van impresos en mejor papel y con tipos nuevos; se compondrán de diez 6 veinte pliegos, de ocho páginas cada uno, en 4.2 mayor. El precio de los cuadernos de diez pliesos, en la Capital, '75 centavos; y en los Estados, 87 centavos. Los de veinte pliegos, respectivamente, $1 50 y $1 75. ; : ; MÉxico, Junio DE 1898, 0 EA E (A Ñ ANA NE 0 0 Mi ¡E id o PA Mo bed LO Ar e PA vd Ha ' ' Ma EN e de 0 = y: e Te EE Y e A Sres UN TT ax MEA 3 5185 00288 3 RSE Mts RAS AS IS 7 y na Aa E pol Ent: ES Pd De NS AER CP at 1% ASS a dad ROCAS RS enn eS RON m4 dE CIO NAO on Ad y co nc 0 yc AS Ca ue A OS a $ Paseo EIA NN add Ne al ISA Ara STA ERA Ie a O a Pia ES EE OR de No prada ñ PA sa hitos DE he ap Adra AS A A da La cartas ea lau ale NR A Rego nasa ENE REN NS pá cado, KOXAN es: led 5 MARIDO % ADO IMA ET A A) Santi AS JS E OR POCO RAR Di q SA a: SA 7 OS ae ES 0% Ca PS o OS Ad SE O O CA AA e non NA AS OS EN AO ¿