Eli TEATRO.

COLECCION DE OBRAS DRAMÁTICAS Y LIRICAS.

LAS

DOS IDEAS;

DRAMA

EN TRES ACTOS Y EN VERSO,

ORIGINAL DE

D. RAFAEL SALILLAS Y PANZANO.

*

MADRID.

FLORENOIO FISCOWICH, EDITOR

(Sucesor cíe Hijos de A. Gullcm,)

PEZ. 40-— OFICINÜS. POZAS,— 2— Í2.'’

18S4.

ADICION AL CATÁLOGO DE 1.” DE MAYO DE 1884

COMEDIAS.

TÍTULOS. ACTOS. AUTORES.

El melón del diputado .

Guerra á los hombres.. . . .

La Odalisca .

La romántica . . .

Las bodas de D. Alfonso Onceno...

Las macetas . . .

Lo de abajo arriba y lo de arriba

abajo .

Vivir para ver .

La esposa mártir .

Las dos ideas .

1 D. Eloy Perillán .

1 N. N .

1 José de Siles .

1 N. N .

\ Sres. Alba y Viaña .

1 D. Eloy Perillán .

1 J. de Alba .

{ Emilio Sánchez .

3 José Alaria Vivancos..

3 R. Salillas y Panzano..

ZARZUELAS.

Al baile .

¡Al globo! ¡Al globo! .

Bandidos de levita .

El jazmín de oro, .

El pañuelo de Aianila.. . . La Macaren, canción. . . .

Lapatria de turrón .

Los bandos de Villa-frita

Perico el aragonés .

Un cuento de Boceado.. .

Viva el toreo .

La feria de San Lorenzo..

1 D. Rafael Taboada .

1 N. N .

1 Sres. Arango y Viaña .

1 Sres. Bringas y Conrelte. . 1 Sres, Cuarteró y Taboada. i D. AI. Fernandez Caballero

I Luis Bringas .

i Sres. Navaro y F. Caballero. 1 Sres. Luis Blanc y Blasco. 1 Sres. Cuarteró y Taboada. 1 D. M. Fernandez Caballero 3 Manuel Nieto .

Propiedad

que

corresponde

Todo.

»

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M.

L. y M. L. y M. L. y M.

L. y M.

M.

L.

L. y M. L. y M.

L. V M.

M.

M.

LAS DOS IDEAS.

>

1

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LAS d:os ideas,

DRAMA

EN TRES ACTOS Y EN VERSO,

ORIGINAL DE

DON RAFAEL SALILLAS Y PANZANO.

Representado por primera vez en el Teatro ESPAÑOL el día 7 de

Octubre de 1884.

MADRID

IMPRENTA DE JOSÉ RODRIGUEZ.

Calvario, principal.

1884,

717645

PERSONAJES.

ACTORES.

DON PEDRO DE LIZANA..

SOR CATALINA .

ISABEL DE LIZANA .

JUANA .

FERNANDO .

LORENZO . . .

PASCUAL .

JUSTO .

UN SACERDOTE .

UN SACRISTAN _ .....

Sr. Vico.

Sra. Cibera.

Srta. Bardo,

Sra. Zapatero.

Sres. Balaguer.

)) Perez.

)) FernaíNdez^ (M.). )) Cibera.

» GIMENEZ.

)) Moreno.

l^a escena en una villa aragonesa.— Epoca moderna. Año de 1854. El primero y segundo acto en casa de D. Pedro de Lizana; el tercero en el átrio de un mo¬ nasterio de monjas.

La izquierda y la derecha se entienden las del espectador.

Esta obra es propiedad de su autor, y nadie podrá, sin su per¬ miso, reimprimirla ni representarla en España y sus posesiones de Ultramar, ni en los paises con los cuales haya celebrados, 6 se cele¬ bren en adelante, tratados internacionales de propiedad literaria.

El autor se reserva el derecho de traducción.

Los comisionados de la Galería Lírico-Dramática, titulada El Teatro, de DON FLORENCIO FISCOWICH, son los exclusivamente encarg’ados de conceder ó ne^ar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad.

Queda hecho el depósito que marca la ley.

4 MI QUERIDO MAESTRO

EL

EXCMO. SR. DON ANTONIO ROS DE GLANO.

Su respetuoso amigo.

Digitized by the Internet Archive in 2018 with funding from University of North Carolina at Chapel Hilí

https://archive.org/details/lasdosideasdramaOOsali

ACTO PRIMERO.

La escena representa una sala adornada al gusto do la época. Puertas al foro que comunican al exterior, lateral derecha, también al exterior, dos laterales á la izquierda, primero y segundo término. Proscenio derecha; una mesa, y á sus lados dos sillones. Es de noche.

ESCENA PRIMERA.

JUSTO, JUANA. Ésta entra por el foro, y aquel se ocupa en encender las luces.

Juana. Buenas noches, Justo.

Justo. Buenas

nos las depare Dios, Juana.

Juana. Qué sucede?

Justo. Qué te trae?

Juana. Ver á las señoras.

Justo. Pasa.

Juana. Las molestaré?

Justo. No tal.

Rezando el Rosario estaban, y si aun queda alguna cuenta, te la aplicas por tu alma.

Juana. Y tú, no rezas?

8

Justo.

JüANA^

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

JuAxNA.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

No rezo. Virgen del Pilar!

Aguarda!

Guando trabajo... y trabajo seis dias á la semana. Entonces...

Entonces... pues... que yo soy como Dios manda. Los domingos miro al cielo, luégo la vista se cansa, porque llevamos la vida encima de las espaldas.

Peso grande son los años al que sudando los gana!...

No podrá encontrar el cura penitencia más pesada.

Qué tal doña Catalina?

Mejor desde que está en casa. Le prueba mal el convento? Prueba mal; pero no mata.

Y áun fortuna que en Sigena no están las puertas cerradas, y puede dejarse el cláustro si la salud lo reclama.

Por vocación profesó, según refieren.

Qué gracia!

Por vocación fui soldado, me la quitaron las balas.

¿Qué sabes de tu sobrino? Buenas noticias.

Avanza

en su carrera?

Pues no?

Con charreteras y espada tiene mucho más poder que el alcalde con su vara.

Qué es Fernando?

Capitán.

Capitán? (Con extrañeza.)

Si!... pues aguarda, que á estas horas debe ser,

9

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

Juana.

Justo.

según decía en su carta, comandante.

Comandante?

Ó tal vez mucho más.

Para!

Parar? Si en consistiera llegaría á rey de España.

Ambiciosa.

¡Si lo quiero más que á’'mi vida!

Caramba...

comandante el rapazuelo!...

Si es tan valiente!

Otra canta!

Valiente lo he sido yo.

Y tan sábio.

Eso no!... Juana, si sólo hubiera sabido mal escribir sin gramática... pues, sería... ¿qué sería?

¿General? es mucho! ¿Rata de oficina? No me place.

En fin... algo de prosapia: ó dictador, ó escribiente, cabo de pluma ó de vara.

Fernando será la gloria de la villa y la comarca.

¡No lo será de su madre!

¡Si mi pobrecita hermana lo viera!... Desde la gloria le dirigirá miradas.

(Aproximándose é insinuando la frase.)

Y quien desde aquí lo mire y en él vea su desgracia?

Qué dices, Justo? (sorprendida.)

(Aparece D Pedro en la puerta de segundo térmi¬ no de la izquierda.)

El señor.

(Explica ese enredo.)

(Con enfado.) (Calla!)

(D. Pedro con aire meditabundo y andar lento se aproxima á los circunstantes.)

- 10

Pedro.

Juana.

Justo.

Pedro.

Justo.

Pedro.

Justo.

Pedro.

Justo.

Pedro.

Justo.

Pedro.

Idos dentro.

Buenas noches.

(Adiós, Justo.)

Hasta mañana.)

(juana se va por el seg’undo término de la iz¬ quierda; Justo so encamina al foro: D. Pedro se sienta en uno de los sillones y queda pensativo.)

ESCENA I!.

D. PEDRO y JUSTO.

Justo!

(Vuelve sobre sus pasos y se cuadra delante de D. Pedro.)

Señor; qué me manda?

(Mirándole con complacencia.)

Así... así, militarmente.

¿Sabe mi antiguo asistente, en qué arcones viejos anda mi uniforme apelillado, y aquel sable de Toledo que yo manejé sin miedo cuando fui joven?...

Pesado

me parece el tal montante.

Si así resulta, en verdad que la falta es de la edad, pero no del fabricante.

(En actitud y tono de confianza.)

¿Querrá decirme el señor, pues reclama su ropilla, si se prepara en la villa alguna fiesta mayor?

¿Son para festivales los que la pólvora humea?

Si la pólvora se emplea en fuegos artificiales...

Aunque otras flaquezas tengo,

¿me viste nunca ostentar

divisas para probar el rango de mi abolengo?

Justo. Ni ninguno de esta tierra.

No tengo poco presente lo que, siendo yo asistente al acabarse la guerra, me dijo usted mientras iba viendo su hacienda asolada: «Justo, arrincona mi espada y dame un ramo de oliva.»

Pedro. que me acuerdo... y lloré!...

Justo. Yo también!...

Pedro. Es natural.

Justo. Quien vuelve al suelo natal llora y rie...

Pedro. Desmonté

de mi caballo 'patriota.

Justo. Y tal nombre le cuadraba!...

De contento relinchaba oyendo tocar la jota!

En guerrear veterano, siendo potro cordobés, él conocía un francés, aunque hablase en castellano.

Pedro. El corazón nunca miente!

En aquel triste regreso dió á mi dolor tanto peso que me hizo andar lentamente.

Justo. Habló con mucha certeza el corazón aquel dia!... al volver... ¡cuánta alegría!... al llegar... ¡cuánta tristeza!... Por todas partes ultraje, escombros, deshonra, horror, de tal modo que el dolor se trasformaba en coraje.

Por todas partes ejemplos de infamia...

PE]DR0. (Con efusión.) Sigile!...

Justo. Y descaro

que no tuvieron reparo en profanar nuestros templos

12 ^

Pedro.

Justo.

I^EDRO.

Justo.

Pedro.

Justo.

Pedro.

Justo.

Pedro.

Justo.

Pedro.

convertidos en cuarteles, y á los bárbaros iguales, en las pilas bautismales abrevaban los corceles. Sigue!..

Señor!... me fatigo... y al remover la cadena, recuerdo una triste escena de que fui en parte testigo. Sigue.

No puedo.

Cobarde!... El recuerdo es tan horrible!... ¡Sí, te pido combustible para la hoguera que arde en mi abrasada existencia! Vivo de influjos extraños; ni la calma ni los años tranquilizan mi conciencia. Reparto lo que me sobra, doy á Dios mi pensamiento, y éste implacable tormento, cuanto más pago, más cobra. Me hiere con la sospecha, con la memoria me insulta, en todas partes se oculta, de todos lados me acecha. Esclaviza mi atención y no consiente el olvido, ni despierto, ni dormido, ni entregado á la oración.

Los años surcan mi frente, pero el tiempo no me escuda: nada cambia, nada muda, el pasado es mi presente. Tiempo es de olvidar.

Poder

quisiera...

Los desengaños. Cumplen ya veintiséis años, ¡me parece que fué ayer!

Mi pobre hermana al venir

i3 ^

del cLaustro, no presumía que en este implacable dia se nubló su porvenir.

¡Qué horrible profanación!... se niega á expresarla el lábio.

Hoy que hace fecha el agravio, pediré reparación.

Justo. Á quién?.

Pedro. Es cuestión que encierra

litigio y no de letrados.

Hay hoy más afrancesados que en los dias de la guerra.

Justo. Y qué le importa al señor?

Pedro. Mucho... ¡todo! Mi existencia, mi religión, mi conciencia, y la patria y el honor.

Justo. Y qué intenta?

Pedro. No se abate

mi alma de temple duro, y aunque viejo, estoy seguro y fuerte para el combate.

Hay palpitando en el seno, de este mundo irreverente, tanta lengua maldiciente, tanta pluma tinta en cieno y tanta impía amenaza, que por Dios y por el rey, no debe existir más ley, que el grillete y la mordaza.

Justo. Conforme, señor, conforme.

Pedro. Lo así quien no se ofusca; por eso, Justo, en busca de mis armas y uniforme.

ESCENA li!.

DICHOS, LORENZO y PASCUAL por «1

LoR. Se puede? (Desde la puerta.)

Pedro, (con regocijo.) Gracias á Dios...

Qué nos traéis que contar?

Lor. Mucho; se nos puede dar

foto.

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la enhorabuena á los dos.

Mañana misino, asombrados los viejos madrugadores, vei'cán á los labradores convertidos en soldados: y en aquel mismo momento el jefe de la partida vendrá con gente aguerrida á apoyar el alzamiento.

Pedro. Presumen los adversarios...

J.OR. Lo ignoran y están distantes.

Pedro. Tenemos armas?

Lor. Bastantes.

Pedro. Pertrechos?

Lor. Los necesarios.

Pedro. Gente alistada?...

Lor. De sobra.

Pedro. Y dinero?...

Lor. No lo sé.

El que combate con fé, pelea, muere y no cobra.

Pedro. Vuestra embajada me place y nuestro triunfo predice.

Pascual hace lo que dice?

PasC. (En tono nido, como es el personaje.)

Pascual dice lo que hace.

Pedro. Callando estás en lo cierto.

Pasc. Mis obras son mis testigos.

Pedro. Bien! Pues con tales amigos serás siempre un libro abierto donde se pueda al leer tomar punto en qué pensar.

Pasc. Pascual nunca supo hablar, pero sabe obedecer.

Pedro. Adelante. Bate el paso.

Pasc. Hácia dónde?

Pedro. Á la victoria.

Pasc. Lo guardaré en la memoria.

Pedro. Vámanos que hay tiempo escaso,

Lor. D. Pedro.)

Una súplica postrera.

Pedro. Concedido.

Loh. Es mi laurel.

Amo á mi prima Isabel.

Pedro. Será tu esposa.

Por. ¡Dios quiera

llevarme al triunfo con vida!

Pedro. Id cada cual á su puesto. Justo.)

tenlo todo dispuesto á la hora de la partida.

(Váiisc D. Pedro, Lorenzo y Pascual por el foro.)

ESCENA IV.

.msTO solo.

jrsTo. Aun los sigue mi impaciencia y conmigo no han contado...

Soy un perro jubilado!...

Á un rincón con la licencia.

Sólo tendré quien me alabe por inútil... ¡No me quejo!

Resígnate pobre viejo, eres un fusil sin llave.

(Váse por la lateral del primer término do la iz¬ quierda.)

ESCENA V.

[SABEL por la puerta del segando término de la izquierda: recorre la escena para asegurarse de que no hay nadie, y va al encuentro de JUANA que sale por la misma puerta.

Isabel. Hay carta?

Juana. Llegó esta tarde.

Isabel. Mi contento lo decía!

Antes que salga mi tía dámela... Me hace cobarde la misma reserva, y tanto me impone su duro veto,

(fue á veces sólo el secreto finge criminal lo santo.

(juana entrega la carta. Isabel la toma; quedase un

16

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

momento abstraída.)

Abre la carta, por Dios.

Tiemblo y quiero.

Á ver... á ver, me impaciento por saber si hay carta para las dos.

(Abre la carta, la desdobla y la mira.)

Para sola. (la lee con precipitacione) i Alma mía!

(Reparando que Juana so limpia los ojos con el de¬ lantal.)

Lloras?

Ingrato!

(Con mohín de reprensión.) Tirana!

(Con bondad.)

Tienes razón... llora Juana; yo en tu caso lloraría.

le has servido de madre.

Lee y dime si está bueno.

Vigila.

Y en tanto peno.

No nos sorprenda mi padre.

Lee y que disfrute yo de la carta.

Tengo miedo!

Vete á la puerta!...

No puedo!...

¡Cuánto lo quieres!...

Tú, no?

(Suspira, leyendo.)

«Isabel: larga jornada »por cansarme, me alboroza,

))que te he visto enamorada ))en el balcón asomada ))de tu casa en Zaragoza.»

Asomada?

Ya se vé, con la ilusión.

Eso sí:

es que allí lo conocí; desde ese balcón lo amé, y no me extraña que estalle

JU.\NA.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

en recuerdos su pasión, pues si él mira á rni balcón, yo miro siempre á la calle.

Sigue.

Quiero recordar!

¿Y tu padre?

Si viniera

ahora mismo, no tuviera mi pasión que confesar.

«Llegué con mi regimiento,

»y á mi fortuna no hay tasa, »que me han dado alojamiento, ))mi vida, en tu propia casa »y hasta en tu mismo aposento.» Ay de mí!

Qué te recela?

En un lienzo recamado, está por retratado, y él lo habrá visto.

Tontuela.

«Créeme, pues te lo juro,

«nunca me vi en tal apuro «como en tu cuarto al entrar,

«la puerta se me hizo muro «y el aposento un altar.

«Y mostrándose radiante, «entonces mi sencilla,

«si dura más de un instante «mi turbación vacilante,

«me obliga á hincar la rodilla. «Curioso V enamorado,

«por guía mi amante anhelo, «entré en aquel reservado, «como el bienaventurado «entra en la puerta del cielo.

«Y el cielo halló mi cariño «en su celoso recato;

«entre oro, encajes y armiño, «vi lo primero al Dios-Niño «y cerca del, tu retrato. «Pintarte mi sentimiento «fuera inútil, porque allí

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«me pasé en arrobamiento,

»un siglo del pensamiento ))á Dios mirando y á tí.

»Y á Dios, con íé sin igual,

»los piés por mis desagravios »besé... ¡pero digo mal!...

»en ellos vi una señal «que debe ser de tus labios.

«Y le dije en mis excesos;

«Dios mió, ya lo ves,

«cómo se encaminan presos,

«nuestro amor y nuestros besos «á colocarse á tus piés. «

(isabel queda abstraída.)

Qué te sucede?... Responde...

Ay, Juana!...

Paciencia y calma,

¡Qué de cosas siente el alma!

Tu tia... la carta esconde.

(Mieutras Sor Catalina, (que sale por la lateral del seg'undo término), avanza reposadamente has¬ ta ir á sentarse en el sillón de la derecha, Isabel oculta rápidamente la carta y so acerca á Sor Ca¬ talina.)

ESCENA VI.

DICHOS y SOR CATALINA.

SorCat. Por qué os fuisteis al momento?

Me abandonasteis dormida; desperté sobrecogida, sola como en mi convento.

Isabel. Tuve un encargo que dar...

y un cuidado á qué atender.

Es bora de disponer para ir pronto á descansar.

SorCat. Bien, hija mia. Es verdad.

También yo en tu condición tuve igual Ocupación cuando tenía tu edad.

Mas quiso la Providencia,

Juana.

Isabel.

Juana.

Isabel.

Juana.

19

de nuestra fortuna avara, que en un instante pasara del mandato á la obediencia.

Isabel. Quiere usted algo?

SorGat. Te vas?

Isabel. Sí... me voy á recoger. (Ap. á Juana.) (Quiero su carta leer, muchas, muchas veces más.)

SorGat. Dichosa tu edad temprana

que el descanso en compañía lleva. Bien, vete, hija mia.

(Isabel le un beso en la mano y se por el seg'undo término de la izquierda.)

Juana. Adiós. Sor Catalina.)

SorGat. Quédate tú, Juana.

ESCENA vil.

SOR CATALINA y JUANA. La primera habla en tono reposado ó insinuante. Los diversos acentos de expresión en el curso de la escena, quedan encomendados al talento de

las actrices.

SorGat. Dicen tienes un sobrino,

de quien se cuentan millares de proezas.

(luana denota en sus ademanes cortedad.)

No te azares:

responde, Juana, con tino.

Juana. Señora... yo...

Sor Gat. Qué te altera?

Juana. Sí, señora.

SorGat. Vamos, Juana.

Juana. Hijo de mi pobre hermana y mi cuñado Rivera, que de Dios gozando están. SorGat. Y dicen que con justicia ha obtenido en la milicia empleo de capitán.

Juana. Sí, señora... justamente:

militares que lo han visto

me han contado que es tan listo , corno buen mozo y valiente.

SouCat. Pero díme, ¿cómo ha dado á su edad tan alto brinco?

¿Qué años tiene?

Juana. Veinticinco.

SorGat. ¿Sentó plaza de Soldado?

Juana. No señora. *

SorCat. Venga el cuento,

Juana. Pobre era su condición, y dábanle educación en las aulas de un convento.

Sus padres á la academia, no ai campo, lo hicieron ir; y lo último que al morir, los pobres, en la epidemia ({ue hizo en el pueblo rigor, dijeron; «sigue educando al niño, porque Fernando no debe ser labrador.»

SorCat. Bien, Juana, bien discurrido.

Juana. Yo, cuidando su orfandad, acaté su voluntad y creo haberla cumplido.

SorCat. Con creces.

Juana. Él por su parte,

más me regocija eso, aunque era un poco travieso se dió en estudiar tal arte, que, haciendo asombro del niño^ todos me lo contemplaron, y pronto me disputaron los maestros su cariño.

Muchas veces di en pensar, poniéndome en cierto apuro, como promete, seguro, lo educan para el altar.

Me equivoqué. Un servidor del convento vino un dia, y me luí en su compañía á la celda del prior.

Allí encontré un caballero

que era del prior hermano, quien me dijo en tono llano, sin recomendarse; «espero que nos vamos á arreglar.

Tiene usted aquí un sobrino, por ser pobre, sin destino, y yo se lo puedo dar.

El muchacho es un portento, y hará suerte con su porte; conque me voy á la córte y lo saco del convento.»

Sentí alegría y dolor, y le dije que sí, cuando recordé que mi Fernando no sería labrador.

Pero al ofrecerme, (entiendo que sin malicia y desdoro) una bolsa, tal vez de oro, le dije: yo no lo vendo.

SorGaT. (Tomando entre los suyas las manos de Juana.)

Juana!... Juana!... la emoción que me produce escucharte, no la alcanzas por no hallarte dentro de mi corazón.

No cejo hasta que consiga pagar, que te soy deudora, tu desinterés.

Juana. (Con humildad.) Señora!...

SorCat. Tu señora no, tu amiga.

(D. Pedro aparece en el foro y se detiene sor prendido.)

Di, Fernando, es cosa llana, habrá vuelto.

(d. Pedro revela contrariedad y hace ademan de ir hacia los circunstantes.)

Juana. Su deber...

en fin... ¡no lo he vuelto á ver desde entonces ya más.

Pedro. (Con acento imperativo.) Juana.

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ESCENA VIII.

DICHAS y D. PEDRO.

Juana. Qué manda el señor?

Pedro. (Con severidad.) Ya es hora de que te halles recogida.

SorGaT. (Ap. á Juana.)

(Te estoy tan agradecida.)

Juana. Que descanse la señora, (váse por ei foro.)

ÍKSCENA IX.

D. PEDRO y SOR CATALINA.

Pedro. Si abrigas el pensamiento de arrancar la dura losa á nuestro pasado, esposa de Dios, vuelve á tu convento.

SorGaT. Hermano... no! (Sobrecogida.)

Pedro. Pues apaga

ese recuerdo infeliz.

¡Si tocas la cicatriz aún dará sangre la llaga!

(Se sienta en el otro sillón y queda pensativo. ¡Sor Catalina lleva el pañuelo á ios ojos y suspira.)

Lloras?...

Sor.Gat. No. Quito despojos

al dolor que me aniquila. %

Pedro. Aún puedes vivir tranquila si tienes llanto en los ojos.

SorGat. Soy la fuente, hermano mió, que su taza rebosando, va por la tierra surcando hasta el mar, de rio en rio.

Pedro. ¡No des curso á esa corriente aunque el dolor te taladre!

Sor^Gat. Toda fuente, hermano, es madre, yo que soy madre, soy fuente;

¡déjame, pues, suspirar, que mi dolor te asegura, que toda fuente murmura en el camino del mar!

Pedro. Murmura!... Desgracia sorda, constante tormento mió,

¿no es verdad que es manso rio aquel que no se desborda?

SorCat. Si mi llanto reuniera

y en un cauce lo arrojara!

¡Si mis penas te contara!...

Pedro. ¡Si lasmias te dijera!

Si sondases el fondo y midieses su extensión!...

No me he visto el corazón, pero debe ser muy hondo.

SorCat. Dolores sufro en exceso.

Pedro. En tu calabozo hay luz.

SorCat. ¿lías arrastrado mi cruz para juzgar de su peso?

Pedro. Catalina!... Es necesario decirte lo que he sufrido en el dia en que ha cumplido fecha el triste aniversario!...

SorCat. Hoy! (Con sorpresa.)

Pedro. Esta noche implacable!

¿Te acuerdas?

SorCat. (Cubriéndose la cara, «levando los ojos á la altura.

Me causa horror!

Ignoro quién fué... Señor, lo perdonó!... Miserable!

Pedro. Tropa vil y acanallada, ocúltate en el secreto, pues no te impuso respeto una mujer desmayada.

SorCat. Dios lo quiso!... Respetemos su mandato omnipotente.

Pedro. Inclina mártir tu frente

puesto que á sufrir nacemos»

Soporta dócil el yugo de tu triste condición, y otórgame tu perdón,

pues yo he sido tu verdugo.

¡SOrCAT. Loco! (En tono de rccoa vención cariñosa.

Pedro. ¿Por qué eres tan huena?

Táchame de ingratitud; yo encerré tu juventud en los claustros de Sigena.

SorCat. Fué deber, fatalidad.

Pedro. Siendo el mundo el delincuente yo castigué al inocente.

Trátame con crueldad; di que obedecí al honor en defensa de mi nombre.

Sor Cat. La ultrajada por el hombre es esposa del Señor, y en su cruz su bien alcanza.,

Pedro. Es muy distinta mi suerte;

¡yo voy buscando la muerte con alientos de venganza!

SorGat. Todo pasó!...

Pedro. Para tí.

Sor Cat. Me queda de lo pasado

un sentimiento arraigado, y por su virtud viví entre muros, tras de rejas, sin llorar mi sacrificio, y sin que el rudo cilicio arrancase al alma quejas.

Si, me aterró el abandono en que me encontré sumida, viéndome enterrada en vida, y sentí pesar y encono,

Y arrebato hasta el delirio, y hasta el desmayo flaqueza, sosteniendo en mi cabeza la corona del martirio.

Entré en el templo llorosa y me detuve á mirar al Dios Niño en un altar y en otro á la Dolorosa.

Fueron mis rencores rotos, hasta el suelo me humillé, y. con verdadera íé

hice verdaderos votos;

¡que halló mi dolor divisa y mi soledad certeza, de la Madre en la tristeza, y del Niño en la sonrisa.

{Conforme se acent.ia esta relación D. Pedro inclina la cabeza revelando pesadumbre.)

Me oyes?.., ¿Quieres responder?

Pedro!...

Pedro. ¡No me ha^as sufrir!

lo que vas á decir, no te quiero comprender.

SonCAT.Me compadeces!... Quizá encontrará mi desvelo en tu ternura consuelo.

(Sor Catalina revelando cada vez más ternura. Don Pedro ansiedad y aparentando rehuir la cuestión.)

Dime... mi hijo... ¿dónde está?...

Pedro. (poniéndose violentamente en pie )

No lo sé... no lo he sabido... ni quiero.

SorCat. ¡Desventurado!

Pedro. Le busqué un padre prestado, y tiene nombre: he cumplido.

SorGat.¿Y su madre? ¡Y mi tormento!

Pedro. Fuiste madre sin amor, sin voluntad.

SorCat. ¡Y el dolor!

¿no fué mió? El sentimiento, de este corazón no brota?

¡Y mi sangre, sin mis penas, no he repartido en sus venas día á dia, gota á gota!

Si soy madre, á qué lo extrañas?

¡Aun escucho aquel vagido tembloroso, dolorido, que salió de mis entrañas!

Pedro. ¡No te muestres tan quejosa, que tanto luchó tu hermano, que de ser ménos cristiano lo estrello contra una losa!

SorCat. (Cubriéndose la cara con las manos y con acento y

expresión de espanto.)

¡Monstruo!

Pr:DRO. Sí; monstruo de horror,

fruto de sangre dañina engendrado en la ruina de mi patria y de mi honor.

Es un vivo monumento de mi memoria traidora, la estcátua provocadora de mis odios. Qué?

(Se oyon cornetas lejanas como si sonasen en dis tintos puntos. T). Pedro queda on actitud do escu. char. Sorprendido.)

SorCaT. (Con alegria y poniéndose en pie.) Su aCCUtO

Pedro. (Se habrá el jefe anticipado?)

SorGat. Me han dicho que es militar, y oigo su voz al sonar la trompeta del soldado.

¡Ella mi pesar destierra!

Pedro. Prepárate á ver despojos, abre á la muerte los ojos en los brazos de la guerra.

El eco que te enamora, dirige un reto á la vida.

(Cesan las cornotas. D. Pedro hace ademan de irse

Adiós.

SorCat. Dónde?

Pedro. De partida.

Sor Gat. Á la guerra tú?

Pedro. Ya es hora.

SorGat. Y por qué?

Pedro. Por que padezco

sed inestinguible, ardiente; por esa misma simiente que amas y yo aborrezco.

(D. Pedro va á marcharse, cuando Isabel aparece sobresaltada por el seg'undo término de la izquier¬ da, y corre á refugiarse en brazos de su padre.)

ESCENA X.

DICHOS 6 ISABEL.

Isabel. Padre!

Pedro. Hija mia!

vSorGat. Qué pasa?

Isabel. Una visión espantosa, una mujer horrorosa pegando fuego á la casa.

Pedro y Sor Gat. Fuego?

Isabel. No lo que ha sido.

Qué terrible! La estoy viendo, agitándose y blandiendo un grueso tronco encendido; y con sonrisa salvaje, iba soplando la llama pegando fuego á la cama, al dosel y al cortinaje; y al mirar que me envolvía el fuego en rojos turbiones, dilataba sus pulmones, soplaba ansiosa y reía.

Pedro. Gálmate, ya que conoces que fué del sueño ficción.

Isabel. ¿También una confusión de trompetas y de voces que escuché estando despierta vencida la pesadilla?

Pedro. No.

ESCENA XI.

DICHOS y .JUSTO que entra azorado por el foro: luég'ú LORENZO y PASGÜAL, y á poco JUANA.

Justo. Soldados en la villa,

en la calle y á esta puerta.

Pedro. Soldados? (Con sobresalto.)

Justo. Y alojamiento.

Y patrullas destacadas.

y retenes y avanzadas.

Pedro.

Avisa.

Justo.

(ai ver entrar precipitadamente á Lorenzo y á

Pascual.)

Aquí están.

Lor.

¡El viento

volando los ha traído!

(Forman á la derecha un g-rupo D, Pedro^ Lorenzo, Pascual y Justo, y á la izquierda otro Sor Catalina ó Isabel, á las que luego se agrega Juana.)

Paso. Gracias que no se ha empezado.

Loa. Y por qué parar?

Pedro. Cuidado,

si no todo se ha perdido.

(Hacen como que conversan precipitadamente.) SorCat. (a Juana que entra por el foro.)

Qué ocurre?

•Jfana. Que un batallón

entra ahora con alborozo.

SorGat. (No si de pena ó gozo me palpita el corazón.)

Pedro. Partid los tres de seguida, y que no sea alcanzado. hoR. ¿Cada cual por nuestro lado?

Pedro. A carrera, á toda brida.

(Vánse Lorenzo, Justo y Pascual por la lateral de¬ recha.)

(Malhaya!... maldita suerte!

Calma y llegará la hora.)

SorCat. (Reuniéndose á D. Pedro.)

Hermano, dicen que mora cerca del pueblo la muerte, y lo dicen con certeza.

Pedro. Quien lo diga razón tiene.

SorCat. Si es cierto que viene.

Pedro. Viene.

¡quien sabe!... por mi cabeza.

ESCENA Xn,

Dichos y FERNANDO con uniforme do comandanto, por el foro- Se detiene cerca de la entrada. Toflos se fijan en él. D. PEDRO con sorpresa y desag'rado; ISABEL con reg-o- cijo; JUANA y SOR CATALINA en actitud especiante.

IsADEL. (Él aquí?)

Pedro. (¡Suerte tirana!)

Fern. Perdonad mi atrevimiento.

(Exhibe un papel.)

Boleta de alojamiento para casa de Lizana.

¿Hé acertado á entrar en ella?

Pedro. Sí.

TeRN. (Adelantando un poco.)

Lo había presentido, pues aquí me ha conducido sin duda mi buena estrella.

Pedro. Qué! (Con tono adusto.)

Feun. Vuelvo al patrio regazo.

Yo soy Fernando Rivera.

Juana. ¡Hijo! (Precepitándose hacia él.)

FeRN. ¡Madre! (Abrazándola.)

Pedro. (Conteniendo á Sor Catalina, que ha demostrado im« pulsos de precipitarse hacia Fernando, y ocultán¬ dola para que no se vea su emoción.)

¡Calla!

SorCaT. (En tono angustioso. Aparto á D. Pedro.)

(Era

mio!...¡Me roba ese abrazo!...)

(En las actitudes indicadas quedan los personaje» mientras el telón desciendo.)

FIN DEL ACTO PRIMERO.

ACTO SEGUNDO

La misma decoración. Es de noche. Luces.

ESCENA PRIMERA.

D. PEDRO pasea pensativo. SOR CATALINA, sentada en un sillón al lado de la mesa, lee en su libro de oracio¬ nes. ISABEL sentada en el otro sillón borda en la mano.

Pedro. (Acercándose á Sor Catalina.)

Estás resignada?

SorGAT. (Siu dejar de leer y con abatimiento.)

Sí.

Pedro. Sí, sí: renuncia á su encuentro.

Isabel. Qué dice?

Pedro. Nada; tu tia

vuelve mañana al convento.

Isabel. Tan pronto!...

SorGat. Es conformidad,

y no obediencia al deseo.

Isabel. (Abandona la costura, so pone en pie. se .acerca D. Pedro y adopta una actitud mimosa.)

Padre!... por favor le pido que le permita más tiempo vivir en mi compañía.

Me quiere mucho y la quiero como si fuese mi madre; con ella una madre pierdo.

Pedro. Se lo ordena su deber.

y yo impedirlo no puedo; que ha cumplido la licencia (jue para venir le dieron.

Isabel. (Se acerca á Sor Catalina, la acaricia y se á sus pies.)

Dígame usted ¿no es posible ^ conseguir lo que pretendo?

Sor Gat. No, hija mia. (Aba ndona el libro.) Isabel. Ño podrán

hacer las monjas sus rezos sin que usted las acompañe? se enfadará Dios por eso?

Sor Gat. Pohrecilla! (Acariciándola.)

Isabel. Una promesa.

Si usted vive... un mes... ¡lo menos! ó un año... ¡ó siempre!

Oué digo!... Pues bien; prometo que si usled se queda aquí, con usted al cláustro vuelvo.

Pedro. Me quieres dejar?...

Isabel (Poniéndose en pie y acudiendo á D. Pedro.)

No, padre.

Hablo por si la convenzo.

Pedro. No hae-as tal... No ofrezcas nunca lo que no has de cumplir. Buenos propósitos no autorizan, hija mia, malos hechos.

Isabel. Ademas... es que presumo...

¿Lo digo?

Pedro. Dáñelo.

Isabel. Temo

que está triste por marcharse.

Sor Catalina.)

Verdad?... Verdad. Su silencio lo afirma.

Sor Gat. No.

Isabel. Si: está triste

aunque megue.

Sor Gat. No lo niego!

Isabel. El cláustro es sombrío...

Sor Gat. Mucho,

Isabel, Solo...

coloca

óo

SorCat. Como un cementerio.

Isabel. Allí está Dios, pero falta...

Pedro. Qué?

Isabel. (Mirándolo.) La familia.

SorCat. Muy cierto!

Isabel. El corazón de un hermano, mis caricias v mis besos.

«y

(Sor Catalina é Isabel so abrazan.)

SorCat. Hija mia.

Isabel. He conseguido

convencerla. ¿Cede?...

SorCat. (Después de meditarlo.) Cedo...

Que tu padre lo decida.

(Mirando temerosa á D. Pedro.)

Pedro. No: su deber. Yo deseo tanto como tenerla á mi lado. Son estrechos sus votos. Renuncia al mundo.

En la gloria nos veremos.

(Sor Catalina queda abstraida; Isabel vuelvo á su asiento, en donde ponnaneco triste; D Podro sigua meditabundo y paseando.)

ESCENA !!.

DICHOS y LORENZO por el foro»

Lor.

Buenas noches.

Pedro.

Santas noches.

Lor.

Qué tienes? (Acercándose á Isabel.)

Isabel.

Nada, Lorenzo;

mi tia nos abandona.

Lob .

Y hace bien. En estos tiempos.

señora, el claustro es mejor

que el mundo.

Pedro.

(Deteniéndose.) Bien dicho.

Lor.

Tengo

para que los impíos no dejarán un convento en pie; mas las religiosas deben morir en sus puestos V dar esnlendor al triunfo

V- X

Ó

Pedro.

Lor.

do la iglesia. (Se coloca junto á D, Pedro.

Qué hay de nuevo?

Lo que es natural: alarma, pánico, asombro en los pueblos.

La osadía de los malos causa la ira á los buenos.

Pedro. Cuenta.

Lor. Prisiones y ultrajes.

El Abad de Montenegro en una cárcel sumido.

Pedro. De veras?...

Lor. Mosen Pacheco,

del púlpito fué arrancado al dar cuenta del suceso.

Ledro. Por quiénes?

Lor. Pues por las tropas

de ese cobarde mozuelo, que persigue un entorchado atropellando á los viejos, á los niños, á los curas y á los fieles en los templos.

SorCat.

Quién es?... (Con timidez.)

Lor.

(Con menosprecio.) Ese Comandante.

Isabel.

Don Fernando. (Con inquietud.)

Lor.

Isabel.

El mismo.

Cierto?

SorGaT. De veras? (Con severidad )

Lor.

(Con coraje.) Sefiora, tanto, como las ganas que tengo de arrancarle el corazón!

SorCat. Horror!

Pedro.

(Con severidad.) Qué diceS?

Isabel.

(Con sobresalto. )

Lorenzo!

Lor.

Y se extrañan!...

Pedro.

(Con severidad.) Son mujereS

Lor.

Y usted ¿por qué?

Pedro.

Me modero

cuando he de expresar mis sin saber á quien ofendo.

odios

Lor.

Conoce el motivo?

Pedro.

No.

Lor.

Y usted? Sor Catalina.)

55

SoiiCat. (con disg-uto.) Ni quiero saberlo.

Loa. Lo diré para que lodos lo aborrezcan.

SohCat. (Yo me muero.)

Isabel. (Pobre de mí!)

¡Ha dado muerte á mi hermano en un encuentro!

Pedro. Cómo fué? (Con vehemencia.)

Lor. En acción reñida.

Pedro. Derrotados!

Lor. ¡Combatieron

como héroes!

Pedro. ¡Mala suerte!

Lor. No lema usted, que los nuestros taL vez hoy mismo reparen el descalabro primero.

Pedro. Dios lo quiera. (Con acento do duda.)

Lor. d. Pedro ) Lo querrá.

(Se han dado cita en un puesto á una hora y con un plan Galamocha, Polo y Huertos.)

Isabel. ¡Horrible guerra!

Lor. (Con desabrimiento. ) Es precisa.

SorCat. (También sufres?) Isabel.)

Isabel, Sor Catalina.) (Yo tiemblo.)

DICHOS y PASCUAL por el foro. Entra jadeante, reve¬ lando satisfacción y fatiga. Acentúese la actitud ántes de que comience el diálogo. En los circunstantes sor|)resa y

atención.

Pasc. Abrázame! l orenzo.)

D. Pedro.) Enhorabuena!

Más de seis leguas he andado!

¡Abrázame! Lorenzo bruscamente.)

(Se abrazan.) ¡EstáS Vengado!

LoH. Habla! (Desasiéndose de Pascual.)

SorCat. (Qué ansiedad!) (Poniéndose en pie.)

Isabel. (Poniéndose en pie.) (Qué pena!)

P.\SC. (Relata con fatiga y precipitación. Los demás lo

- 56

escuchan con ansiedad, cada uno en consonancia con su situación.)

Tres horas de lucha y fuego, cargar... correr... embestir... arremeter... desistir... cobrar energía... y luégo...

SorGat. y luégo!...

Isabel, (con viveza.) Y luégo...

Lor. Refiere.

Pasc. Tengo seca la garganta,

SorGat. (Me aterroriza!)

Isabel. (Me espanta!)

Pedro. Y luégo... (Con impaciencia.)

Lor . (imperativo. ) Pl’OSigUe. . .

Pasc. Mucre...

Todos. Quién!... (p ausa.)

Pasc. El fuego... y los partidos

chocan en una meseta cargando la bayoneta, y vi á los nuestros perdidos.

Los contrarios adelante, bravos, arremetedores, juzgcándose vencedores; y á su frente el comandante en primera fila, solo, (con satisfacción.) Pero de una encrucijada, cual de la tierra abortada, sale de la facción de Polo.

Lor. Termina.

Pasc. (Con brutal satisfacción.) Qué zafarrancho!

SorGat. (Apoyándose trémula en el silllon.)

¡Por compasión!

Pasc. Nadie huye:

una descarga...

Pedro. Goncluye.

Pasc. Abrió un boquete más ancho

en la tropa... que presumo...

SorGat. (Temblorosa y oon aconto entrecortado.)

Y el comandante?...

(Con bruta' idad.) A saber...

Lo vi rodar y caer envuelto entre polvo y humo

Pasc.

Í50rCat. (Cae en el sillón y se cubre la cara con las manos.)

¡Jesucristo!

Pedro. (Acudiendo presuroso.) (Cíltíllina!)

LoR. {Isa,bel!) Isabel quo se retira llorosa.)

Isabel. Aparta! (Desdeñándolo.)

(Váse por el primer término de la izquierda.)

LoR. Llora?... Pascual, indicándole á Isabel ) Pedro. (Llevándose apoyada á Sor Catalina. Aparte á ella.)

Silencio... calma... demora tu dolor... Ven.

SorCat. (Me asesina!)

( Vánse por la lateral del segundo término de la iz¬ quierda.)

ESCENA IV.

LOaENZO y PASCUAL.

Lorenzo queda preocupado. La escena que sigue es una in¬ sinuación do los celos. Acentúese con las pausas y acentos

correspondientes.

Lor.

Te explicas esa emoción?

Pase.

En la monja no me extraña.

Lor.

Y en Isabel?

P.ASO.

(Con malicia.) No me engaña.

Lor.

Qué? (intranquilo.)

Pasc.

Que puede haber razón.

Lor .

Cuál?

Paso.

Algún mozo arrogante.

Lor .

Presumes...

Paso.

De ser astuto.

Lor.

Que Isabel?... Imbécil... bruto.

Paso.

No es buen mozo el comandante?

Lor .

No sabes el mal que has h echo!

(Pausa. Recelo en Lorenzo )

Pasc.

Si no es verdad. Este dato ¿no indica nada?

(imita la actitud de enjugar los ojos.)

Lor.

(Con vehemencia.) ¡InSCnsato!

Pasc.

Yo no lo afirmo... sospecho...

58

Loh. Pausa. Apela á buscar razones ou contra <le la duda.)

¿No se han conocido ahora?

Pasc. No lo sé, ni me interesa.

Lor. Amarse así... de sorpresa.

Pasc. Pregúntale por qué llora.

Lor. Por... ¡Pascual! (Cou desesperación.)

Pasc. (con ironía.) Me lias convencido.

Lor. Me estás matando... ¡Por Dios!

Pasc. infeliz!... Entre los dos

no serías preferido.

Lor. La razón. (Con orgullo.)

Pasc. Busca un espejo;

mira tu traje y tu porte; eres de pueblo, él de córte; á la vez eres más viejo en esta localidad, que aunque te pese y te irrite en todas partes se admite y priva la novedad.

Y la razón es muy clara.

Lor, Déjame. (Con desden.)

Pasc. Calma, Lorenzo,

la guerra ha dado comienzet y te va costando cara.

Lor. Mas no sufro!...

P.\SC. (Con entereza é intención.) QuC tC VCIldeS...

que te ha herido ese puñal...

¡Egoísta pedernal, contra lo duro te enciendes!

Lor. Egoísta?...

Pasc. É inhumano.

Un suspiro, esa mujer, te hace olvidar tu deber y la muerte de tu hermano.

Y claro dice ese hecho que serás en la existencia cobarde, por conveniencia, y valiente por despecho; para tu hien, testarudo,

y siempre endeble en la lé; y esta es la verdad, porque

59 -

Lor.

Pasc.

DICHOS

Pedro.

Pasc.

Pedro.

Pasc.

Lor.

Pedro.

Lor.

}‘edro.

Pasc.

Lor.

Pedro.

Lor.

Pasc.

Pedro.

te lo dice un hombre rudo. Que me insultas!

Nadie falta cuando adivina, y aún puedo á lo que te digo quedo, añadir algo en voz alta.

ESCENA V.

y D. PEDRO que sale apresurado por la lateral izquierda, seg'undo término.

Llegó el momento?

Si tal.

Está la tropa vencida?

Sí.

Cuándo es nuestra partida?

Al amanecer. Pascual, y llama en todas las puertas aunque el aldabón estalle, puebla de gentes la calle, deja las casas desiertas, y que todo brazo fuerte tome un fusil ó una lanza.

El santo y seña.

Venganza... esterminio... luto... muerte.

Lo que infunda más coraje.

Lo que estimule el valor.

Lo que despierte un rencor.

(Como inspirado.) Lo quc rccuerdc un ultraje Di que los franceses llegan.

Muy bien pensado.

Corriente.

Á ese recuerdo insolente ni los cobardes se niegan.

Toda casa está ultrajada y habrá que vengar de cierto la sombra del padre muerto ó de la hija deshonrada.

Que el trueno en las calles ruja.

Al incierto se convoya,

40

al que tiemble se le apoya, al que dude se le empuja, y al que niegue se le emplaza.

Al punto os sigo.

(Pascual se encamina hácia la puerta.)

Lor. Pascual,

yo el primero.

PasG. (Con desden.) Me eS igual.

Dónde es la cita? d. Pedro.)

Pedro. En la plaza.

(Vánso por la lateral derecha.)

ESCENA V!.

I). PEDRO y luégo JUSTO.

Pedro, (se encamina á la puerta del foro y allí se detiene.)

Justo! Justo!... Dormirá...

Justo!... despierta.

Justo. (Dentro.) Quién llama?

Pedro, (impaciente.) Pronto.

Justo. Señor, buenas noches. (Soñoliento.)

Pedro. Para velar.

Justo. Pues qué pasa?

Pedro. Viejo mastin, deja el sueño,

ponte á esta puerta de guardia,

(Lateral derecha.)

yo me voy y que en mi ausencia

no entre nadie. (Váso por la lateral derecha.)

ESCENA V!i.

JUSTO medio dormido.

juSTO. (Se serena y mira en derredor.) Aguarda,

pues se ha ido... ¿Que no entre?

Y quién ha de entrar? Caramba!

Mi señor no está muy firme

de razón. (So sienta en el sillón de la izquierda.)

Quién diablos anda en este enredo? (Bosteza.) Nosotros ya hemos cumplido. (Bosteza.) Descansa,

41

viejo Justo, que á los viejos no los quieren ni las balas.

(RocI ina la cabeza sobre la mesa.)

ESCENA VIII.

DICHO y SOR CATALINA por la lateral de seg'undo

término do la izquierda. Se detiene cerca de la puerta; re¬ corre de una mirada la habitación.

SOH Gat. Justo! (Llama quedo.)

Justo. (Haciendo que duermo.)

No se puede entrar.

Sor CAT. (Avanza un poco.) JuSto!

Justo. (Sin moverse ni abrir los ojos.)

Duermo... no me irrites.

Son CAT. Soy yo. (Despertándolo.)

Justo. | Levantándose desabrido.) Demoilio!

Sor Gat. (imiioniéndoie silencio. ) No grites.

Justo. Señora! (Respetuoso.)

Sor Gat. Déjame hablar.

Murió!...

Justo. Quién. (Con extrañeza.)

Sor Gat. Él!

Justo. Él?

Sor Gat. Fernando!

Justo. El comandante? No acierto...

Sor Gat. Díme si vive ó si ha muerto!

Justo. Por qué? Gomo? Dónde? Guando?

Sor Gat. Nada sabes?

Justo. A mia.

Sor Gat. En una acción.

Justo. (Recordando ) Pucs aguarde.

Hemos oido esta tarde fuego de fusilería muy léjos...

Sor Gat. Justo! ¡lian traido

la noticia de su muerte y derrota!

Ju.sTO. Mala suerte!

Sor Gat. ¡(^on mala suerte ha nacido!

Justo. Tan ven... tan esforzado...

Sor Gat. ¡Tan bueno!

Justo. ¡Cómo ha de ser!

SorCat. íNí lo acaricié al nacer, ni sus ojos he cerrado!

¡Comprende mi desventura!

¡Es mi hijo!...

Justo. Lo sé...

SorCat. ¡Por eso

le he de dar el primer beso antes que á la sepultura descienda! Vamos.

Justo, (sobresaltado.) Señora.

Sor CAT. Sígueme. (Hace ademan de irse.)

Justo. (Jesús, qué trance.)

Aguardad que el dia avance.

SorCat. (Con resolución.)

Dia ó noche, siempre es hora para una madre oportuna.

(Se detiene apesadumbrada.)

¡Sonó la hora, hijo mió! de ver tu cadáver frió envuelto en rayos de luna; solo, rígido, sangriento, en el lugar del combate!

Tal vez su corazón late y su postrimer lamento perdiéndose está, buscando un alma que lo recoja.

(indicando el fondo oscuro de la puerta del foro.)

¡Mira!... ¡un buitre lo despoja!...

¡Hijo!... ¡voy!... me está llamando!

(Se encamina trémula y apresurada hacia la puerta del foro por donde se seg’uida de Justo.)

ESClíNA ÍX.

ISABEL, luég'O FERNANDO, sale por la lateral del pri

mer término de la izquierda. Avanza lentamente revelando indecisión y pesadumbre.

Isabel. Muerto!... muerto!... no: han mentido.

Yo vivo, ¡si él no existiera, no viviría, que hubiera de su muerte sucumbido!

I’kriv.

Isabel.

F ERN.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel

Fern.

(So apoya en el sillón y queda abstraída.)

Vive! Vive, aquí en mi alma!

Lo veo!... ¡es él!... Escuchad...

Vive!... vive!... ¿No es verdad?

Y con qué sombría calma todo responde callando!

Voy á saberlo. (Se diríg-c ai foro y so detiene No! (Resolviéndose.) Sea! (Suenan golpes en la lateral derecha. Se enjuga ojos y se encamina á la lateral izquierda.)

Mi padre!... Que no me vea llorar...

Isabel! (Por la lateral derecha.)

(Se vuelve. Asombrada.) Femando!

Es tu sombra ó tu presencia?

Sombra, pues te sigo.

Á ver!...

Avanza para tener convicción de tu existencia.

¡Vida mia! (Abrazándola )

Estoy temblando!

Temo que la muerte acuda!

(Mirándolo con embeleso.)

¡Pero no has muerto!

(Con pasión. ) Sin duda,

pues estoy resucitando!

Qué alegría y qué pesar!

Por qué?

La nueva trajeron de tu muerte.

Quién?

Te vieron

con tu caballo rodar

entre muertos y entre heridos.

Cierto.

¡Guerreros, errores!

Empezásteis vencedores y acabásteis en vencidos.

Quién ha inventado esa historia? Triunfante?

(Con entusiasmo.) fuí Vencedor.

Patria, libertad y amor,

Isabel.

Fern.

Isabel.

Ferív.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

son heraldos de victoria.

La guerra es cruel é ingrata, no es amor.

No lo parece.

Sólo á la muerte obedece.

Porque el amor también mata.

Tus ojos lo están diciendo, que buscan en su extravío á ese mensajero impío que mintió: ya lo estás viendo.

De mi vida no te cuides, tan seguro es mi existir, que sólo pienso morir,

Isabel, cuando me olvides.

Vete! (a parlándose de Fernando.)

(Redoso.) Tan pronto! ¿Qué oscuro pensamiento te asesora?

Vete... vete... que ya es hora, y este lugar no es seguro.

Algún pretesto disfraza la intención que titubea.

Todo lo que nos rodea parece que te amenaza.

Tu padre...

Me has comprendido.

Me odia?

Silencio!...

Descuida.

(Con nobinza) Es mi padre.

¡Ay de su vida

si no hubieras nacido!

Fernando! (con susto.)

No es el rencor,

Isabel, quien me hace hablar.

Vengo á tu padre á salvar.

Que gracias á mi amor!

Qué dices! (Trémula.)

No lo agradezcas, porque al desleal me igualo.

Si alguna vez eres malo, (con tei mura.) que como ahora me parezcas.

De obrai- cual debo, mañana

Fern.

45

vieras mis tropas llegar, la sentencia ejecutar de don Pedro de Lizana.

Isabel. Y eres quien sin espanto trae la horrible noticia?

Fern. Júzgame con injusticia, pero reserva tu llanto para verterlo conmigo expuesto al fallo inclemente, pues quien salva al delincuente no se libra del castigo.

Isabel. Delincuente!...

Fern. Contumaz,

fomentador del tumulto, jefe y director oculto de un partido que la paz perturba y la sombra espera, y con intención traidora pretende ocultar la aurora con la noche pasajera.

Isabel. Calla!... Calla!... ¿No comprendes lo que me has enseñado?

No está mi padre acusado?

Si lo salvas ¿no te vendes?

¡Por qué me amaste!

Fern. Te pesa?

Isabel. ¡Tanto que no elegir!

¡Yo moriré!

Fern. (Con pasión ) ¡Tú morir!...

Isabel, hice promesa con solemne juramento de vencer al bando altivo y de entregar muerto ó vivo al jefe del alzamiento.

Tu padre tal se proclama.

(Exhibiendo unos papeles.)

lié aquí las pruebas malditas.

Isabel. Dámelas. (Con precipitación.)

Fern. No necesitas (Retirando la roano,

otro esfuerzo, ni otra llama.

(los acerca á la luz y los quema.)

Isabel. ¡Bendito sea tu amor! (Con pasión )

Fekn.

Isabel.

Fern.

- 46

¿Qué otra cosa debo hacer?

Falsario de mi deber y verdugo de mi honor me doy vergüenza á mismo.

¡Y el sacrificio es en vano!

Una negra horrible mano, traza y diseña el abismo más insondable, el que mide su larga extensión, de suerte que su límite es la muerte;

¡el que aprisiona y divide nuestra vocación amante, sin que lo pueda cruzar ni áun el alma, al exhalar el suspiro agonizante!

¿De dónde vienes que auguras horrores?

De combatir sin descanso para abrir á los muertos sepulturas.

Qué horror! qué empuje! que saña! agresores y agredidos, vencedores y vencidos, gritábamos ¡viva España! exclamación noble, rota por el grito de agonía de un español, que moría á manos de un compatriota. Rendido y enamorado la vida te consagré, y ya no es mía, porque me la defendió un soldado.

Vió el peligro, lo arrostró, hizo fuego contra el grupo; quién era el blanco no supo, porque al saberlo, cayó sin sentido, estando ileso, y al recobrar la existencia, sinlió agobio en la conciencia y al cadáver le dió un beso.

La misma suerte me alcanza y en su rigor me numera,

Isabel.

Kern.

Isabel.

Fern.

Isabel.

Fern.

4 i

que he salvado mi bandera á costa de la esperanza nicás suprema de mi vida; ¡permite ya que he vencido, que te mi bien perdido el beso de despedida!

¡Me abandonas!

¡Quién desea

destruir lo que lo ampara!

Quién te obliga?

Nos separa, el abismo de una idea.

Qué dices?

Lo que presiento. Anticipo la agonía; se hace la aurora sombría, escucho el bramar del viento que á mismo se atropella y arremolinado sube; veo agitarse la nube y en la nube la centella; rasgarse la catarata y dar brío una vez rota á la tempestad que azota y al torrente que arrebata.

¡Y á qué aludir con desvío y por qué al símil apelo!

Ni las fierezas del cielo, ni las bravuras del rio, ni la borrasca deshecha ({ue al buque arrolla y desgarra, ni la tormenta que barra á los valles su cosecha, son cual ódios inclementes que luchan en los estrechos abismos de nuestros pechos, . y espacios de nuestras frentes.

Y si exajero al pintar porque es loco mi sentir, no extrañes que al presentir que se pueda desatar el lazo á nuestros amores.

el corazón egoísta, todos los espacios vista de catástrofes y horrores.

Isabel. No te entiendo, (con sencillez.)

Fern. Eres mujer

y yo te puedo probar que me has de rechazar sin dejarme de querer.

Isabel. ¡Galla, impío! (Conamor.)

Fern. me nombras.

Primer clavo de mi cruz, que ahora soy todo luz, seré en breve todo sombras.

Isabel. Sí: luz del alma constante que no entiende tu arrebato, y por no juzgarte ingrato, presume que delirante habla en la calentura; > y que sea lo que sea ese abismo y esa idea, amor eterno te jura,

Fern. Habla... ¡Vuélvelo á decir!

Colmaste mi aíán supremo, ya soy fuerte, nada temo, sabré vencer y vivir.

Isabel. Por mostrarte generoso

con mi padre; porque te amo te considero y te llamo desde este instante mi esposo.

Fern. Mi esperanza está cumplida! y pues es pura, en tu frente toma un beso. ¡Aunque me ausente, no es beso de despedida!

(Quedan abi'azados, mirándose apasionadamente.)

DICHOS y D. PEDRO por el foro. Queda asombrado al ▼er el grupo que forman FERNANDO o ISABEL’, intenta avanzar y se detiene; mira y duda; el talento del actor in¬ terpretará este momento.

Pedro. (Jesucristo!... vive!... Horror!...

49

Este es un sueno, un delirio de deshonra y de martirio!)

Isabel!... (Con voz severa.)

Isabel. (Desprendiéndose de Fernando.) Padre!...

FeRN. (Con respeto.) SeflOr!

Pedro. Isabel.) Respondes... tú! Tu figura, tu voz es un fingimiento.

¡Pomo verla así consiento mirarla en la sepultura!

Isabel. Padre!... (Con espanto y acercándose D. Pedro. j

Pedro. te has empeñado

en desmentir lo que pruebas y en demostrarme que llevas la sangre de un hombre honrado!

Isabel. Dios mió! (Acogiéndose áD. Pedro )

FeRN. Señor... (Con dignidad.)

Pedro. (Rechazando á su lado derecho á Isabel que pernia- nece asida á D Pedro como si quisiera evitar una colisión con Fernando.)

Aún vives!

¿Del infierno acaso vienes?

¿Qué agravios contra tienes?

¿Por qué á mi vista te exhibes, sombra de mi horrible suerte?

¡Aniquilarte quisiera, si en mis manos estuviera dar á una sombra la muerte!

Isabel. Os viene á salvar!...

Pedro, Isabel.) Lo infiero.

Gomo hacían los paganos que para salvar cristianos los infamaban primero.

FeRN. Reportaos... (Con dignidad.)

Pedro. Me sonrojo.

Fern. Nada hay que no os abrillante;

y haced porque en este instante se muestre mudo el enojo.

Aquí he venido á quemar cartas de un conspirador, á quien en caso peor fuera forzoso matar.

Isabel. Es cierto.

4

Pedro.

Isabel.

Pedro.

Isabel.

Pedro.

Isabel.

Pedro.

Isabel.

Pedro.

Fern.

Pedro.

Fer>.

Pedro.

Feb\.

(Rechazando á Isabel.) So abrO mi hcritla,

sangre brota... Aparta... fuera!

Yo sigo siendo quien era.

(Oprimiendo á Isabel emtre sus brazos.)

Y aprende que mi vida es mi honor y así la llamo: y á ese torpe que me indulta, y á quien mi desprecio insulta, desprécialo.

(Momento de indecisión, de sorpresa^de angustia: con voz entrecortada y trémula hace la revelación que sigue, cayendo de rodillas á las pies de D. Pe¬ dro. El talento de la actriz suplirá todas las indi¬ caciones.)

Padre!. ..lo amo!

Qué has dicho! (Con sorpresa é indignación.)

¡Lo amaba, padre!

(Con ira y teniendo á Isabel cogida por los brazos.)

Niégalo!

Si lo he callado!

Niégalo!... que no he dudado de la honradez de tu madre, y quien con mi sangre aliente debió heredar mis rencores.

Jesús!

(Con arrebato y sujetándola.)

Habla!... no demores la negativa!...

No miente, (Con energía.) y yo lo afirmo y lo acato.

Honradamente la adoro.

Si eso es verdad... lo deploro y honradamente la mato.

(Resueltamente se interpone; arraaca á Isabel de las manos do D. Pedro y retrocede á la izquierda, amparándola.)

Atrás! (Con altivez.)

Qué intentas, traidor?

Siempre mi estorbo has de ser.

¡Ley suprema del deber!

(Poniéndose en actitud de defender á Isabel.)

¡Ley suprema del amor!

51

Pedro.

Isabel.

Fern.

Isabel,

Pedro.

Fern.

Pedro.

Fern.

Pedro.

F ERN.

Atrás?... atrás!... estoy ciego!... es mi vida!... No desmayo.

Venga el trueno, venga el rayo,

¡todos los poderes niego!

La impiedad es tu acicate.

¡Hija!

Aquí estoy.

(Yendo resuelta á los brazos de D. Pedro.) (Suplicante.) Tu promesa!...

La afirmo, que no me pesa.

(Con nobleza y cayendo de rodillas á los pies de D. Pedro.)

Es mi padre... ¡que me mate!

Tu promesa?... Ser su esposa?

¡Nunca!... Imposible!

(Suplicante.) > Señor!...

Nunca... imposible... mejor te hundiría en una fosa.

Á'vuestros piés...

Si no quieres, ni te humilles ni des voces, que si no me conoces en cambio yo quién eres.

Quién soy?... (irguiéndose.)

(Quedan mirándose frente á frente, é Isabel abatida junto á D. Podro.)

ESCENA XI.

DICHOS, SOR CATALINA y LORENZO por la puerta dci

fore, en la que se detienen sorprendidos.

SorCat. (¡Vive!) (Con alegría.)

LoR. (Aparte á Sor Catalina, é indicándole á Fernando )

(No me fio

de mis ojos... ¿Es él?)

SorCat. (Cierto:

es él, Fernando.)

Lor. (No ha muerto!)

Pedro. Eres...

Lor. (En un rapto de ira, apunta con una pistola á Fer¬ nando.)

Que muera.

Sor Gat. (interponiéndose.) mÍo!

(Los circunstantes miran á Sor Catalina y Lorenzo.)

Pedro. Quién responde? Catalina!

Sor Gat. (Amparando á Fernando, junto al que se sitúa.)

Cobarde!... tira.

LoR. (Con rabia.) Me insulta?

Pedro. (Acercándose á Lorenzo y quitándole la pistola.)

Dame, y tu vergüenza oculta, que es cobarde el que asesina.

(La situación de los personajes es como sig’ue: á la derecha, primer termino, Isabel, á su derecha don Pedro, á su fronte, en igual término, Fernando, y protegiendo á Fernando Sor Catalina, al foro Lo¬ renzo.)

Lor. Te emplazo. (Después de una pausa.)

I^'ern. En otra emboscada?

Lor. Frente á frente.

FeRN. (Con desden.) Ó de Otl'O modo;

¡en quien lo ha perdido todo, perder lo ménos es nada!

Lor. Vamos, (indicando la salida.)

FeRN. (ai apartarse do Sor Catalina, ésta quiero contenerlo, poro se detiene ante una mirada do su hermano.)

Vamos. No me pesa que realices tu intento, y tal estoy que á siento no haya sido por sorpresa.

(Se encamina lentamente hácia la puerta en acti¬ tud noble, ü. Podro se ropleg.a junto á Isabel. Lo¬ renzo se coloca á uno do los lados de la entrada.)

Sor Gat. (Ni una mirada me envía!)

FerN. (Rep.araado en Sor Catalina.)

Gracias, noble defensora.

(Se dirige hácia ella.)

La vida os debo, señora, os llamaré madre mia.

(La coge las manos y se las besa.)

SohGat. Gracias!

Fedro. Sin saberlo acierta.

FeriV. (V^olviéndüse á mirará Isabel.)

Isabel... Isabel...

Pedro, (interponiéndose.) Cílllcl!

Fern. Ya queda en pie la muralla!

Pedro. Ya queda franca la puerta.

(Después de mirarse firmemente D. Pedro y Fer¬ nando, váse por el foro con Lorenzo.)

ESCENA ULTIMA.

DICHOS ménos LORENZO y FERNANDO.

Sor GAT. (Tan pronto como desaparecen, se pone de rodillas, mira al cielo en actitud suplicante, y dice cor- vehemencia.)

¡Dios mió, su vida escuda!

Pedro. Basta, (con enojo.)

Isabel. (De rodillas con vehemencia.)

¡Protégele!

Pedro. (Mira á una y otra.) ¡DÍOS, y ninguna de las dos muestra á mi infortunio ayuda!

Teneis fijo el pensamiento en quien me llegó ultrajar:

(he levantan y acuden á D. Pedro que las rechaza con la actitud.)

pues bien, iréis á rezar juntas á un mismo convento.

(Ellas se acercan con los brazos extendidos hácia D. Pedro, y éste hace ademan de rechazarlas. Telón.)

FIN DEL ACTO SEGUNDO.

ACTO TERCERO.

La esciína representa ¡a entrada de un convento. Al foro la puerta do clausura practicable y con gradería; á la dere¬ cha la iglesia, á la izquierda la hospedería, y entre esta y la clausura, campo y entrada exterior.

ESCENA PRIMERA.

PASCUAL con traje á lo guerrillero por la puerta exte¬ rior. El SACRISTAN se dirige á la iglesia. E! primero hace señas al último, y so encuentran en el centro del pros¬ cenio.

PASC. Apaga-velas. (En tono francote.)

Sac. No entiendo...

(Mirándolo con extrañeza y haciendo un mohin cómico.)

me llamo...

Pasc. Mata-candelas.

Sac. No soy sólo apaga-velas (Amoscado.)

porque también las enciendo.

Vaya!...

Pasc.

Gallea y se aguza?,,.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

Sac.

Pasc.

(irónico y brusco.)

Y no permito...

(Queriendo asustarlo.) ChitOH... cirio de luto.

(Reproche mujeril.) Maton!

Que ya me canso... lechuza! Usted es muy... natural.

Ahur...

(Sujetándolo.) Nadie se me escapa

(Haciendo ademán de darle un sopapo.

¿Necesito acaso al papa para hacerte cardenal?

Mande usted. (Humilde.)

Así te quiero

¿No has visto nunca mi busto? No tenía tal...

Disgusto.

Pues yo soy el Cabalero.

Usted? (Con sorpresa y aleg'ría.)

Yo. No te amilanes.

¿El que va armando?...

(imponiéndole silencio.) Sigilo...

Pende mi vida de un hilo.

Y el terror...

De sacristanes.

No soy ningún terremoto. Dicen...

Que nadie me iguala? Pues si me topa una bala!... Aunque creyente y devoto, aquí donde me ves,

¿sabes lo que me acredita? no acudir á Santa Rita y encomendarme á los piés.

Anda, dile al capellán que mi gente está que jura; es de buena dentadura, bebe vino y come pan.

Somos pobres! (En tono beato.)

Quita, quita; tan considerado estoy que á donde quiera que voy

Sag.

Pasc.

Sag.

Pasg.

Sag.

Pasg.

Sag.

Pasg.

Sag.

Pasg.

Sag.

Lor.

Pasg.

Pasg.

Lor.

Pasg.

1a)r.

Pasg.

Lor.

Pasg.

Oj

se me paga la visita.

¿Y dónde no haya dinero?

Pues que me basto y me sobro y donde no pagan... cobro; por eso soy Cabalero.

Te has enterado?

Cabales.

Y qué vais á hacer?

Pagar.

Si usted hace de un seglar

veinte ó treinta cardenales, (vá á irse.)

Ove.

V

Si ya me convenzo.

Hay gente de fuera?

Sí.

Quiénes? (Receloso.)

Mire usted: allí

(indicando la hospedería por donde salo Lorenzo.)

asoman.

Pascual.

Lorenzo.

(Váse el Sacristán por la ig'lesia.)

ESCENA 11.

PASCUAL y LORENZO.

Me buscabas? (g rav 0 . )

(pesaroso. ) Tal no trato.

Ya lo había presumido (i fónico. ) al verte tan compungido y con cara de beato.

Ni sufres, ni te interesas en mi desdicha, Pascual.

¡Qué 'infortunio y qué final!

Pero qué pasa? Profesas?

No abuses!...

(Reproche desdeñoso.) Nada me choca desde que el bulto escurriste.

¡Si me parece que viste delantal, sayas y toca!

Lou.

Pasc.

Pasc.

Lor.

Pasc.

Lor.

Pasc.

Lor.

Pasc.

Lor.

Pasc.

Eres cruel! (Amarg'ado )

Buen talante

Y cómo me has engañado!...

Si ya te había comprado divisas de comandante.

Ni de cadete te admito; el que suspira no manda, cuando organice la banda ven y tocarás el pito.

Si esa mujer!...

No te quiere y se lo debo aplaudir: por quien no sabe morir ninguna mujer se muere.

Pero yo...

Sí; lo presumo; con más rabia y más despecho, con un volcan en el pecho del que sólo sale humo.

En sufrirte soy prudente y en hablarte está mi error, que me entendiera mejor todo aquello que no siente.

No eres más que un rudimento de hombre.

(Con ailivoz y menosprecio.) Sobra; y aligera la relación.

Casi fiera;

instinto sin sentimiento.

No te hago caso!... y escucha.

Adiós. (Hace ademan de irse.)

(imperioso y rudo.) Pára: hablar me toca. ¿Ves este pecho?... es de roca;

¿ves este brazo?... es de lucha,

¿ves esta frente ruin? no hay arruga que proclame ningún pensamiento infame;

¿ves mis ojos de mastin, que en esto mastin me llamo?

Saben siempre columbrar al lobo para luchar, para defenderlo, al amo.

59

Y estos cortezosos labios, advierte que son mejores para agradecer favores que para expresar agravios.

¿Y el corazón?... ¿Te parece que no tengo?... Y muy leal... Es rudo, pero no erial lo que aquí se siembra, crece. Me diréis que soy negado, y muy bestia, ya lo sé, porque tengo tanta fé, que creo á puño cerrado. Porque estimo lo que cómo, mi obediencia no pregunta, y ya dirijo la yunta ó subo arrobas á lomo; y si nos lo manda el rey voy á donde me destina, me aferró en la disciplina y llevo en hombros la Ley: y si un borron ó un ultraje en lo que adoro me enseñas, y me lanzas á las breñas, soy hombre, pero salvaje; tempestad sobre gavillas que no vé, ni en ello goza, ni la heredad que destroza ni los robles que hace astillas. No somos del mismo cuño, nos diferencia el querer, prefieres la mujer y yo amo más el terruño.

Pues sabes, de espero;

¿no soy nada?... dáme nombre, si sólo soy medio hombre hazme de cuerpo entero.

Lor. Tienes razón!... Sólo lidio con mi interés, en alabo la libertad. ¡Soy exclavo y te comprendo y te envidio! Pero no me embarga el miedo, lo que me impulsa me amarra,

y mi pecho se desgarra si lucho, y si lucho cedo.

Fasc. Qué esperas?

LoR. Todo en mi daño.

Lo que me debe amargar, lo que me puede curar, da herida del desengaño.

Pasc. Con qué marcial continente tu rival luce en la lucha!...

Jamás al temor escucha; qué esforzado, qué valiente!

Ama con pasión serena, lo alabo y no me denigro, él desafia el peligro y así divierte su pena.

Lor. ¿Sabes á quien se destina el triunfo?... Lo buscaré, lucharemos, me valdré de la propia medicina.

Pasc. La cuenta es á mucho plazo?

Lor. Á el sol te lo dirá, esta noche él lo sabrá,

¡y ay, si él es yunque y yo mazo!

(indicándole á Sor Catalina, Isabel, i). Pedro y Justo que salen de la hospedería.)

Y si no te satisface, mira, atiende, considera, no me acrimines y espera á que el drama desenlace.

escena III.

DICHOS, D. PEDRO, SOR CATALINA, ISABEL ,

JUSTO. Van delante Sor Catalina c Isabel en dirección

á la Iglesia.

Pedro. Isabel? (Isabel y Sor Catalina se detienen.) Isabel. Padre?

Pedro. Un instante

y que nos sea propicio.

Me duele tu sacrificio.

Si mi ruego no es bastante,

añado todas mis quejas, y si aun tu tesón resiste,

¡medita un poco en la triste soledad en que me dejas!

SorGat. Hija mia! te aconsejo

que regreses á tu hogar, á atender, á contemplar los dias de un padre viejo.

Isabel. (Después de un momento de reflexión.)

Iré.

Pedro. Gracias!

Lor. ¡Dios clemente!

Isabel. Algo lo puede impedir; iré gustosa á vivir con mi padre solamente.

Pedro. No... no. Isabel, mi reposo pide algo mcás que llevarte á mi lado, quiere darte un compañero, un esposo, un guía.

Isabel. (Con entereza. ) Imposible!

Lor. (Suplicante.) Atiende!...

Pedro. ¡Mi ruego no es preferible!

Isabel. Quien me pide un imposible

me atormenta y no comprende que abusa de mi dolor

Pedro. (Con amarg’ura y rencor.)

Sigue amando lo que odio, y el claustro sea el custodio de mi nombre y de mi honor.

SorCat. Si el sacrificio se mide hazlo mayor; obedece.

Isabel. ¡No puedo! ((Con ang'usUa.)

Pedro. Quién lo entorpece?...

Isabel La jurada lo impide.

Pedro. No ante Dios.

Isabel. Consentimiento

que dcá el alma, es un deber;

¡para Dios debe tener la fuerza de un sacramento!

(Vánso Sor Catalina é Isabel delante, detrás D. Pe¬ dro, por la puerta de la ig-lesia. Lorenzo so arrin-

-- 62

Pasc.

Justo.

Pasc.

Justo.

Pasc.

Justo.

Pasc.

Justo.

Pasc.

Justo.

DICHOS

Pedro.

cona y queda abstraído. Pascual y Justo forman grupo en el centro do !a escena. Justo señales de pesar y Pascual se lo acerca.)

ESCENA IV.

JUSTO, LORENZO y PASCUAL

Justo, ¿qué se está pensando?

¿no te agrada la función?

En que tengo un corazón á la vez fuerte y muy blando.

Eso á todos nos sucede; el que es bueno es siempre niño. En cuestiones de cariño puede ménos quien más puede. Duro es don Pedro.

(Con amargura.) Así CUida

SU salud!

Qué fortaleza

tan cruel.

Cada dureza

le arranca un año de vida.

No tiene perdón de Dios.

Pobre niña, hermosa y buena.

Te emociona?... te pena?... ¡pues compadece á los dos!

Si supieses distinguir, comprendieras de seguro, que mi señor es muy duro, muy cruel., ¡para sufrir!

ESCRNA V.

y D. PEDRO que sale agitado de la iglesia, Todos acuden á él.

Justo, Lorenzo, Pascual, venid, distraedme, habladme, reprendedme, aconsejadme.

-Justo.

Pedro.

J’asc.

Pedro.

Lor.

Pedíu).

Decid si el génio del mal me sujeta, ó Dios me inspira, si acierto, si me equivoco, que yo estoy turbado, loco, y quien sufre así delira.

Es preciso deshacer lo hecho.

(interrog'ando. ) PaSCUal?

Lo mismo.

¡Y qué siente tu egoismo! Lorenzo Que no sabe resolver.

Que no transijo, que adoro, que no espero, que soy duro: que no hay lugar más seguro para guardar un tesoro.

Me dices que no transija? y me advierte mi dolor que no hay soledad mayor que la de un padre sin hija.

¡Que sea fírme en negar me impones, que no me apiade! y veo un rio que invade el rescoldo de mi hogar.

¡Que echo á mi alegría un velo! inútiles emboscadas: ven mis ojos dos miradas que se dan cita en el cielo .

Nada en mi rigor se apoya, y estéril so desmenuza:

¡qué muros, si el sol los cruza por la triste claraboya!

Amo la verdad, la luz, y que ahora soy considero el sombrío carpintero que desbasta tosca cruz.

Y descubro en mi delirio, que ei tirano es ignorante, vasallo ó rey fabricante de coronas de martirio.

¡Aprende con el ejemplo!

¿Te se enrosca al corazón !a sierpe de tu pasión?

Lor.

Pedro.

Lor.

Pedro.

Lor.

Pedro.

Lor.

Paso. Lor .

64

Sígueme, pues; ven al templo- Para qué?

Para probar tu temple, tu fortaleza.

No hace falta, (iracundo.)

Yen y reza.

No es momento de rezar.

(eI órgano toca un Salterio; D. Pedro toma á Lo¬ renzo de la mano y lo aproxima á la puorla de la Iglesia.)

Ven y mira, ven y siente.

Suena el místico Salterio, y se apodera el misterio del corazón del creyente.

Por la cúpula grandiosa el incienso forma nube, y entre sus girones sube la plegaria fervorosa.

El cáliz en el altar, el sacerdote ante el ara, se recoge y se prepara á humillarse y á adorar.

Se velan las celosías, los odios ceden ó aplazan, en el órgano se enlazan celestiales armonías; el bronce vibra en la altura, se difunde en los espacios, y en cabañas y en palacios todos rezan, nadie jura.

Se apiada el juez que condena, se desarma el asesino,

¡y yo ante esa voz me inclino, y acato lo que me ordena!

(Queda D. Pedro inclinado y rsverente. Lorenzo se dirige á Pascual. Cesa el Salterio.)

Pascual, corriendo, al instante, al galope desbocado.

Á qué?

No te has enterado?

Que avises al comandante.

¿Te extrañas de lo que digo?

¿No ves que ya se acomoda?

Dile que venga á su boda, y que yo seré testigo.

Pedro. (Con sorpresa é indignación.)

¡Mientes, no llegué á ese extremo!

Lor. Vete, y que contigo vuelva.

D. Pedro y con energía.)

¿No hace falta quien resuelva? yo ni vacilo, ni temo.

Pedro. ¡Ya me heriste la memoria, ya el corazón no obedece, y ya la paz se estremece con batallas de mi historia!

Á ese contubernio horrible nunca el ánimo inclinaste, y si loco lo pensaste has pensado un imposible.

(El órgano preludia un coro religioso; Tañen la's campanas. Todos quedan en actitud de escuchar.) LoR. ¡Ya es tarde! (Con satisfacción.)

Pedro. (Co a amargura. ) ¡Ya es el segundo sacrificio en el que cedo parte del alma; me quedo solo y aislado en el mundo!

Justo, vamos, mi guía.

¡Quiere el inflexible Juez verla por última vez!

(Hace ademán de encaminarse á la iglesia. Se abren las puertas de clausura, y aparecen en primor tér¬ mino un sacerdote; un poco más atrás Sor Catalina é Isabel abrazadas y enlazadas las manos, y al fondo coro de monjas con luces.)

Justo. Allí: mirad.

(Deteniendo á D. Pedro ó indicándole la clausura.)

Pedro. ¡¡Hijamiaü

(Con estupefacción y angustia.)

ESCENA VI.

DICHOS, SOR CATALINA, ISABEL y ei SACERDOTE.

Sac, (Desciende y se coloca al pie de la gradería. A Isabel.)

Dios inspire tu albedrío

del claustro en la augusta calma.

SorCat. ¡Adiós, hermano del alma!

Isabel. ¡Hasta el cielo, padre mió!

(Isabel queda reclinada en brazos de Sor Catalina. Las puertas de la clausura se cierran por adentro.)

ESCENA Vil.

DICHOS menos SOR CATALINA ó ISABEL.

Pedro. (Precipitándose á la puerta de clausura.)

No!... no!... Espera! ¡Soy culpable de su desdicha! faltado!

Sac. Señor, el claustro es sagrado.

(Váse por la iglesia.)

Pedro. Triunfa destino implacable!

(situación de los personajes: Á la puerta de clausura á cierta distancia, D. Pedro abstraido; á su lado Justo; más allá, y al extremo opuesto, Pascual, hácia quien se dirige Lorenzo.)

Lor. Estoy pronto.

Pasc. y diligente.

Lor. Es que al cerrrarse esa puerta

cayó mi esperanza muerta y el desengaño es valiente.

Busca riesgos á mi vida.

Pasc. Ese propósito es fuerte?

Lor. Para jugar á la muerte

dame plaza en tu partida.

67

Pasc.

Lor.

Pasc.

Pedro.

.ÍUSTO.

Pasc.

Pedro.

Pasc.

Entonces no te amonesto.

Qué le detiene?

Á partir.

(irg’uiéndose ^ tembloroso.)

Esperad. Yo quiero ir; nadie dispute mi puesto.

Señor!

Señor!

(Acudiendo á sostenerlo á la vez que Lorenzo.)

Siento agobio; llevadme de aquí, os lo pido.

¡Lucho, lucho, y no decido entre su suerte y mi oprobio.

(Lo conducen apoyándolo á la hospedería, Pascual que va el último so detiene al oir un silbido.)

ESCRNA VIH.

PASCUAL solo.

Me avisan?... algo me amaga.

Es forzoso prevenirme.

¿Vendrá Lorenzo? ¿Hé de irme á la postre sin la paga?

Al Sacristán se la atrapo, vaya!... pues buena es mi gente.

(Vá á irse y suena otro silbido.)

Otro aviso?... Lo prudente es atenderlo; me escapo.

(Vá hácia la puerta exterior é instantáneamente vuelve azarado é indeciso.)

Allí las tropas están...

De mi vida no respondo.

Ah!... la iglesia... Allí me escondo á costa del Sacristán.

(Váse por la iglesia.)

08

ESCENA IX.

FKRNANnO quo viene del exterior; avanza resueltamente

hácia el centro de la escena.

Fern. Será aquí? Tiemblas? Avanza. Abre ó derriba las puertas. Terco!... lates con pujanza; siempre me das esperanza, ¡Corazón, á ver si aciertas! Desechando el desaliento voy de convento en convento, y en tan rudo caminar marchamos siempre á la par mi corcel, mi amor y el viento. Yo deliro, el viento azota, mi furia el corcel no aguanta; al castigo se alborota, y en chispas el fuego brota al percutir de su planta.

Ruge el viento y ensordece, la hojarasca barre y corre, contra el muro ensoberbece y la fábrica estremece desde el cimiento á la torre.

¿Á qué iniítil tiranía, laboras, si he de burlarte?

¡Vive Isabel y confía, que van en compañía la luz y el viento á buscarte!

ESCENA X.

FERNANDO y el SACRISTAN por la puerta de la

iglesia. Aparece vestido con el traje de Pascual.

^AC. (Parado y trémulo al ver á Fernando.)

{Vade retro: me denuncio.)

Fi:r\N. lo sabes. (Dirigiéndose á él.)

SaC. (Trémulo.) ..SÍ... 110...

Soy el otro... ¡no soy yo!

Fern. Sea quien sea. (impaciente.)

Sac. Abrenuncio,

Confundirme no podrán que aunque á un sacristán monjero lo vistan de camalero siempre queda en sacristán.

Fern. Dí, pronto...

Sac. De buena gana,

pero no soy yo.

Fern. (Exaltado.) Responde.

Sac. (Como implorando clemencia.)

El que usted busca se esconde debajo de mi sotana.

Fern. (Cogiéndolo por el pescuezo.)

Calla... calla...

Sac. ¡Por piedad!

Fern. Tus embrollos sin sentido á creer me han inducido que me ocultas la verdad, que la mentira es tu escudo.

eres cómplice; ella, díme,

¿está aquí?

Sac. (Con voz débil.) Si tanto oprime, lo ménos me deja mudo.

Fern. Responde. (Dejándolo.)

Sac. Más quién es ella?

Fern. Un ángel que el cielo envía al mundo!

Sac. (Asintiendo.) Lo parccía.

Fern. Muy hermosa!

Sac. Sí; muy bella

y de muy dulce mirar, cuando en la iglesia la entraban, creí que la destinaban para imágen del altar.

Fern. Cierto; la pintura es fiel.

Sac. Es exacta, no se asombre,

no la exagero.

Fern.

Su nombre!;

70

Sac. Su nombre. Doña Isabel.

Fern. Llévame á donde esté; aciertas á captarte mi favor.

Sac. (Con escrúpulo, indicando la clausura.)

Sin una orden superior nunca se abren esas puertas.

FeRX. ¡Tras esas puertas! (Sorpresa y frenesí.)

( Pausa y asombro.) jMeUgUado.

No mientes? ¡Allí! Estoy ciego!

(Confuso, indeciso y asombrado.^

Tras esas puertas! (Desesperado.)

Sac. Sí.

FeRxX. (Con amargura y desesperación.) ¡LuégO

el crimen se ha consumado!

Sac. Crimen!... (Asombrado.)

FeRN. (E1 actor interpreterá los momentos en que alter¬ nan el pesar, la ironía, la amargura y la desespe¬ ración.)

Te asombras... ¡De suerte que es precisa la señal del veneno ó del puñal para decir que hubo muerte?

Descríbeme el artificio;

¡píntame su desconsuelo!

¿no envió un ángel el cielo á impedir el sacrificio?

Quién lloraba?... Quién reía?...

Habló Dios?... Dices que no?

Y lo dudas?... ¡Si habló, pero nadie lo entendía!

Los deberes la oprimieron, los respetos la obligaron,

¡y los hierros no estallaron ni las puertas resistieron!

(Solloza; se rehace: Con firmeza.)

Pues si contra todo fué,

vamos allá, (indicando la clausura.)

¡5AC (Escandalizado.) ¡Qué loCUra!

Orden de la prelatura.

fERiN. (Con desesperación y acritud.)

Uná órden?... la daré á mis soldados. Me ahorro

.... 71

trámites y rendimientos.

¡No he de dejar ni cimientos!

(Se dii’ig-e á la salida.)

Sac. Qué profanación!. . Socorro!

fSo entra corriendo en la hospedería.)

Fern. Grita y que vengan. Retardo

mi propósito.

(Queda en actitud resuelta y desafiadora.)

ESCENA XI.

FERNANDO, JUSTO y LORENZO. Salen de la hospe-

pedería: Justo se acerca á Fernando, y el otro se sitúa como para defender la entrada. Sale primero Justo.

Justo. Turbáis

nuestro dolor, y llegáis tarde!...

Fern. Tarde has dicho!... Aguardo que lo demuestres, ó asunto les daré á los que me obligan, para que con razón digan que con llegar, llegué apunto.

Lor. a estorbar tus malas artes

aquí estoy.

Fern. (Con frenesi.) No me contento: con hacerte polvo, el viento te llevará á todas partes.

Lor. Avanza y pruébalo.

Fern. Extrema

tu osadía!

Lor. Hasta el desprecio

Fern. (Con locura y poniendo mano á la espada.)

Ira de Dios!... Ya no hay precio que te redima.

Pedro. (Apareciendo en la puerta de la hospedería.)

Anatema!

(Lorenzo y Justo acuden á sostener á D. Pedro.)

Profano! Dios la ampara!

Los muros rechazarán tu sacrilegio.

7-2

f’ERN. (Ya están

el reo y juez cara á cara!

KSCENA ÚLTIMA.

DICHOS y D, PEDRO. Trémulo y vacilante se sitúa cerca de la gradería: su respiración es fatigosa y jadeante; habla con dificultad y acento ronco; todos, menos Fernando que se mantiene en su puesto, lo apoyan.

Pedro. Dejadme... Yo solo basto

contra su loca impaciencia...

Te engendró la violencia en dia infame y nefasto, y obras conforme á tu origen.

Fern. y mi origen qué os importa, si es honrado?

Fedro. Acorta... acorta..,

(Con calma sombría.)

Fern. Señor... no sigáis, (ira leconcentrada.) Pedro. Afligen

las sombras en que lo oculto, mis dias, mi vida entera, tanto que pensé que fuera con mi cadáver sepulto.

Fern. Una explicación. (Con nobleza.)

Pedro. Detente.

(Rechazándolo con el ademán.)

No OS acerquéis... Es impuro todos.) como el contagio.

Fern. (Con indignación.) Yojuro que lo probareis.

Pedro. Corriente!

(Con calma y amarga ironía )

(Pausa. Revela dificultad al empezar: el actor in¬ terpretará las diferentes emociones.)

Estaban los defensores,

—era en mi pueblo— estenuados, sin armas... y avergonzados de verlos los sitiadores.

En una noche funesta se dio el asalto... [Qué graves... ya lo diré... no sabes el trabajo que me cuesta!...

Triunfó el invasor, y creo que le irritó la pujanza española... jQué matanza!

¡qué esterminio!... qué saqueo!

Una mujer afligida convulsa de desconsuelo, vió el horror y cayó al suelo sin dar señales de vida.

Presumes? ¡Es tan salvaje acción que no se comprende!

Aprende, soldado, aprende.

La víctima del ultraje...

Si... no lo niego... ¡es mi hermana!

Fernando con vehemencia y actitud.)

¡Tu parentesco rehuyo... que aunque eres hijo suyo.,, tienes sangre villana!

FeRN. Horror! (Cubriéndose la cara.)

No es cierto!...

Pedro. (Con acritud.) Eso has sido!...

Si en tu origen te interesas, entre las tropas francesas está tu nombre escondido.

Vete!... Es inútil tu intento....

Nada tu ruego aprovecha...

El abismo no se estrecha...

¡Mi historia... es... mi testamento!...

(So siente vacilar, busca apoyo, se descompone su rostro y su actitud, mira con fijeza y espanto á Fernando, abro la boca como si quisiera respirar y no pudiese, y se desploma. Fernando permanece horrorizado y confuso en medio de la escena ) Justo. Socorro! (Acudiendo á D. Pedro.)

Lor. Favor!

Justo. (d. Pedro termina su ag'onía. ) ¡Espira!

FeRN. (Avanza suplicante y trémulo.)

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Un instante!

LoR. (incorporándose un poco; sin apartarse del grupo que oculta á D. Pedro; con ironía.)

Bien comienzas!

¡De quien eres te avergüenzas!

FeRN. (Perplejo y sonrojado.)

¡Que yo me avergüenzo!

Justo. (Sin separarse del grupo.) Mira,

aunque el dolor te taladre, y así á comprender acierta, que Dios defiende esa puerta.

FeRN. (Siu atender á nadie, absorto en su idea; con -va* lentía y ternura.)

Que yo me avergüenzo?

(Con anhelo; grito supremo.)

¡¡Madre!!

Lor. Está léjos... No te escucha.

Fern. ¡¡Isabel!!

Lor . Está en su casa.

(indicando la clausura.)

Fern. Dejadme entrar! (Suplicante.)

Lor. Pasa.

(Descubriendo é D. Pedro á cuyo lado permanece Justo de rodillas.)

Pasa...

Fern. (Con horror y retrocediendo.)

Por encima!.., ¡Horrible lucha!

Lor. (Con ironía cruel.)

Te contiene tu memoria, no te atreves y porfías,

¡y hace un momento tenías por segura la victoria!

Fern. De qué me sirve el poder,

y la vida, aunque muy alta la coloqué, si me falta lo que es polo de mi ser!

(indica el grupo sin mirarlo \ retrocede )

¡Ese grupo me horroriza, es la muerte fría y muda, no tiene entrañas, no duda, ni tiembla cuando esclaviza.

(Queda sollozando. Marqúese bien y mímicamente

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este momento escénico. Al exterior suenan aires guerreros que se alejan y se aproximan. Fernando atiende, se anima, á salir, se detiene y exclama con entusiasmo y ternura lo que sigue, que el ac tor debe interpretar inspiradamente.)

¡Ah! Libertad!... de fijo me devuelves generosa á mi madre y á mi esposa!

¡¡Libertad, yo soy tu hijo!!

(Telón rápido.)

FIN DEL DRAMA.

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SR. D. ANTONIO VICO.

Mi querido amigo: Si se pudieran imprimir los aplau¬ sos, yo los señalaría para que en estas páginas quedase algo permanente: el genio de usted. Y si me fuera per¬ mitido alterar la costumbre, á imitación del Diario de Sesiones, y en el lugar correspondiente á la agonía de D. Pedro DE Liz4Na, hubiera subrayado esta nota: {Atro¬ nadores aplausos; bravos y aclamaciones entusiastas. ¡Vico! ¡Vico! ¡Vico!... El gran actor se resistía á pre¬ sentarse solo en el proscenio á donde fue empujado por Mariano Fernandez.)

Al propio tiempo me corresponde hacer público lo que sólo han podido apreciar muy contadas personas: la trabajosa labor de los ensayos, en donde he visto repre¬ sentar á usted fragmentos correspondientes á diferentes personajes de la obra, con tan maravillosa perfección, que erróneamente supuse que aquellos rasgos quedarían indelebles como el surco del buril sobre el acero.

Pero lo que no se borrará ciertamente es mi gratitud, y no encuentro ocasión más propicia para demostrarla, que ahora que me dirijo á usted; y usted que es de ele¬ vadas miras quiere que haga mérito de todos. De la se¬ ñora Cirera, que alcanzó repetidamente los honores de la escena al finalizar la VIH del acto segundo; del vetera¬ no Mariano Fernandez, animoso y muy aplaudido en el parlamento de la escena del tercer acto; de la discreta característica señora Zapatero, y de todos, absolutamen-

te de todos, que trabajaron con buena voluntad en el de sempeño de sus papeles.

Y aún me resta que agradecer á la crítica sus conse¬ jos, á mis buenos amigos y al público su bene^^olencia; y haciéndome intérprete de un sentimiento de usted y mió, ya que Rafael Calvo fué el primero en apadrinar mi drama, enviar un saludo cariñoso al ilustre actor que pasea triunfalmente por las repúblicas Hispano- america¬ nas, las glorias inmortales de la escena española.

Un fraternal abrazo y una sincera declaración de que el éxito de Las dos Ideas le corresponde á usted ínte¬ gramente.

Su invariable y decidido amigo y entusiasta admirador

q. b. s. m.

Rafael Salillas.

Madrid, 15, Octubre 4884.

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SENTIR Y , PENSAR,

POEMA CÓMICO

POR

ROSARIO DE ACUÑA DE LAIGLESIA.

Consta de 50 páginas y se vende á una peseta.

OBRAS DRAMÁTICAS ESCOGIDAS

DE

JOSE EGI-IEGARAY-

Se ha publicado el primer tomo que contiene las titula¬ das: La esposa del vengador. En el puño de la espada, y Ó lo-- cura ó santidad, el cual consta de XII.— S38 páginas de buen papel y esmerada impresión, siendo su coste de pesetas 7,50.

En casa de los corresponsales y principales librerias de Es¬ paña y Extranjero.

Pueden también hacerse los pedidos de ejemplares direc¬ tamente al EDITOR, acompañando su importe en sellos de franqueo ó libranzas, sin cuyo requisito no serán servidos.