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Salaverri, Vicente A. La visián optiinJ.ste

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Tomo I.

A LOS LECtORES

Con este cuaderno completamos el primer tomo de nuestras ediciones mensuales.

A partir del próximo mes de Enero editare- mos dos cuadernos por mes y trataremos en lo posible de mejorar nuestra presentación gráfica, el papel, y también la calidad de las colaboraciones; pues contamos con la promesa expresada de los mejores escritores del país y del exterior.

Fieles a nuestro programa esbozado en el nú- mero inicial, seguiremos trabajando por robustecer los vínculos entre los obreros espirituales de la Argentina y de las repúblicas hermanas y tratare^ mos de que cada tomo de nuestras ediciones sea un digno exponente de la cultura americana..

Cond¡oion©s Suscripción

Argentina: Por año $ ^IvL S.

» seis meses.. » » 2.50

Número suelto (en la Capital). » » 0.20

» > (en el Interior). » » 0.25

Número atrasado doble tarifa

RETRATO.

Nos vino de las tierras magnánimas de España; A Góngora y Quevedo traía en su maleta; Tejió con hilos de oro la blonda telarafia,

Irella en que columpia su alma de poeta.

ersa en sus romances la rústica cabana na de los parques reales la trompeta; con los rocíos al lirio o la violeta, con los corderos de su arte a la montaña.

en sus floridas nostalgias ve la reja, su gallardía dejó un beso, una queja aleteo incierto de un tímido secreto.

Y, como un caballero de lírica figura,

El pasa en pos de alguna romántica aventura

Por las catorce calles, a sol, de este soneto!

Guzmán Papini.

CONFESIÓN INICIAL.

Lector: lo que estoy haciendo ahora, pero en cam. hio he olvidado lo que realizara ayer. Pienso en lo que debo ejecutar mañana. Ignoro que va a ser de mi a la vuelta de unos años. No me importa el pasado ni el por- venir remato. Mi lemn dice: '^Adelante; despacio, pero siem>pre adelante". Marcho lleno de fe, animoso, sin preocupaciones, seguro de que ha de sobrevenir el día en que me imponga. Si muero antes, nadie habrá logrado quitarme la satisfacción que ine depara ahora esta plena confianza en el triunfo. Cómo mi norma de conducta, yendo por la vida, fué hacer que me debieran más de lo que yo nunca he adeudado, serán varios los que lamenten la desaparición de un hombre que resultó útil a sus contemporáneos y a su tiempo. De ser hipócrita, estas declaraciones no las haría jamás. Máxime que ellas pue- den ser interpretadas como jactanciosa expresión de er- gotismo. Pero ¡no vivo para mí! Vivo para mi época. Por eso escribo. Y cuando trato temas de un brutal sub- jetivismo, como éste, me dirijo a los jóvenes. Aspiro a que la juventud que me lee, tenga voluntad. Me esfuerzo para ser un ejemplo. Desearía estar alfa para decir luego a cien espíritus luchadores: ¡Hasta aquí se llega!

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Exalto el trata jo, porque me parece máxima manifes- tación de generosidad, de nobleza. Se trabaja para uno, pero el beneficio lo experimentan todos. Hacer grande el ambiente: lie ahí un magnifico ideal que yo propongo a los hombres de América. Nada de volver la vista al jjasadOj de enorgullecerse con lo que hizo un abuelo tra- ficante, procer o conquistador. Qué sea solo obra nuestra lo que nos acredite mientras vivamos. El que se aferra al pasado es un impotente. Un corifeo lo ha dicho:

Los pueblos vigorosos solo necesitan saber adonde van.

-DEL CARÁCTER.

C^ ducar no es liacer cobardes ni serviles a los niños. Es *— ' favorecer la formación del carácter. Estriba la edu- cación en una especie de tutela moral, que nos permite, una vez hombres, manejarnos varonilmente, sin ser ju- guetes de nuestras prapias pasiones. Un impulsivo vul- gar es un ineducado. Y un educado puede ser hipócrita, sin que educación resulte ¡ jamás I sinónimo de falsía. Hay maestros que se empeñan en deformar el carácter de sus discípulos, creyendo que realizan una obra exce- lente. También el gaucho cree que doma al potro libre de las pampas, cuando lo acobarda con sus golpes salva- jes y sus alaridos.

La educación ic-onsiste, más que en la extirpación de los defecitos, en la aptitud para que prevalezcan en el individuo las condiciones positivas que lleva dentro. Todo lo que sea amenguar el valor de un muchacho re- sulta contraproducente a la larga. Las cosas no han de dejar de hacerse por miedo, sino por el convencimiento de que no se deben de hacer. Es preciso que el niño sea bueno, inteligente y valiente que su docilidad no raye en doblez. Que su optimismo no degenere en exceso de ilusión. Pero que tampoco sea pesimista. Que no espere nada de la suerte y confíe siempre en el es- fuerzo. Que odie la inacción y la pigricia. Que vea en el trabajo la justificación plena de la vida. Que guste, no de lo más fácil, sino de aquello para lo cual tiene aptitud. Debe saberse que la vocación nace cuando S(» comprue])a que hay una ciiali(bi(l ])r(Mlo!innantc. A dar

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con esta, ha de ir dirigida siempre la atención de los padres y de los maestros. Creo que aun más que en la escuela, es en el hogar donde se moldea el carácter. Por eso reputo que el mayor síntoma de incapacidad, por iparte de los progenitores, se halla en esos hogares donde •hay tres o cuatro hijos (o seis u ocho) completamente distintos en materia de sentimientos. El hábil podador sabe que ipuede darle idéntica forma a todos los árboles de una misma variedad. Sin bastardear para nada su naturaleza.

LA MALA EDUCACIÓN.

Habían de ser los ingleses quienes con su eterno, pro- verbial buen sentido, vinieran a decir la clase de ense- ñanza que necesita la juventud. Para la generalidad, ser educado es apenas acertar a reprimir en público los impulsos groseros. No expresarse con desgarro, no hacer cosas inconvenientes cuando se nos observa, vestirnos con corrección, valemos de frases untuosas que parez- can amables. . . Aunque luego, en la intimidad, broten de nuestros labios las frases más procaces y nos riamos de itodos los que merecieron poco antes nuestros cum- plimientos más rendidos.

En una palabra : es educado, en el concepto general, el que sabe fingir.

Tan difundida hállase esta opinión, que es lo más frecuente encontrarse con hombres de un humor agrio, cuyas palabras son meras impertinencias, que se jactan:

¡ Yo no tendré educación, pero soy un individuo sincero !

Mentira. Ni la grosería es franqueza, ni el fingimiento ^'buenas formas". Hace falta reaccionar. Y para reac- cionar hemos de erguir, como un estandarte, el concepto británico sobre la educación.

¿'Cuándo se es educado? preguntáis.

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A lo que se os responde:

Es educado quien eonser\'a la facultad de admirar.

Quien no admira, es inculto. Reniego de ese feo vicio ambiente que consiste en tomar todas las cosas a risa. ''La risa es bellaca" se ha escrito. Anatole France, es- píritu superior y -cultivado, sonríe apenas. Mas ¿cuánta amargura no hay en su sonrisa excéptica?... El dice que a la vida hay que darles por testigos la ironía y la piedad .No olvidemos, sin embargo, que habla un decep- cionado. Quien mucho luchó y ha sufrido mucho. Esa sonrisa piadosa puede ser, en filosofía, una actitud.

Pero es ridículo hallarse con jovenzuelos inexpertos, cuya feroz iconoclastía se os antoja una postura sal- vaje. A nadie encomian y de todos murmuran. No ven cerca de ellos un hombre o una cosa que les admire. Ese hermetismo hacia todo lo que sea reconocer, venerar, ks parece prueba inatacable de suficiencia. Y es apenas fruto de su rematada educación.

EL PLACER DE PENSAR.

El placer, cuanto más escaso más deleitoso de- cía Epicteto:

Guardaos de un hartazgo de placer. La vida es tanto más intolerable cuanto más se abusa de las diversiones. Hay sí, un gozo lógico que yo os deseo de todas veras: el de la buena obra realizada, sea simiple trabajo o ac- ción generosa. Cultivad, afinad vuestro espíritu. Haced- lo bien sensible a las emociones suaves. Saturad vuestra alma, para que la belleza la impregne como un perfume de Arabia al pañuelo de lino. Y sobre todo, mantened despierta vuestra voz interior. Que ella os hable en vues- tros ratos de ocio, en vuestras soledades. Meditando, no hay tedio posible. Es preciso compadecer a esas j)ristinaíí gentes que aseguran se aburren apenas se acalla todo lo que es externa y gárrula polifonía. Los seres supe- riores gustan de aislarse con frecuencia:

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'Mi dinero es de todos, -pero mi tiempo no protes- ta en un minuto de rebelde franqueza Amado Ñervo.

Definiendo ese anhelo de aipart amiento, decía Renán : ''El amor a la soledad viene de ideas recónditas que todo lo devoran en torno su^'o". Los hombres vulgares, de cerebro estéril, tratan de engañar la vida. Malgastan su tiempo inicuamente. Tienen la hora de la sobremesa, la hora del ajedrez, la hora del café. . . Nunca se perte- necen (por completo, ya que, como escribió un pensador, nunca -es el hombre tan dueño de como cuando, escar- bando en la memoria, pénese a reflexionar. Es la re- flexión el más alto timbre de nobleza. Las cárceles serán tanto más necesarias cuanto menos afectos a reparar en sus actos resulten los mortales. De un ser impulsivo, resulta un asesino ; dadme un meditador y erigiré un apostolado.

¿Estoy predicando la inercia? ¡De ningún modo! So puede ser, a ratos, hombre de acción y filósofo. El can- sancio del cuerpo incita a buscar los rincones donde nuestras ideas puedenj expandirse más holgadamente. Llenad bien la vida. Y ya está dicho que habréis de matizarla con trabajo y con pensamiento. Clarín decía que entre enseñar cosas del alma a gente que no ia tiene, o empeñar un colchón, optaba por estto último. No debió ser sincero. Están ahí, como una protesta, las ¡páginas de su![| bellos libros, que millares de manos zafias debieron hojear. Todo menos encogerse espiri- tualmente, aunque corramos el riesgo de no ser com- prendidos. Como expuso Ganivet, ''el encogimiento es- ípiritual es el más doloroso".

EL TRABAJO.

Barret decía que era una maldición. Y no exajeraba. Culpa de la época. Interrogad a cualquier obrero so- bre el juicio que le merece el taller o la fábrica donde acude a diario:

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¡ Ttiiito Jaría estar en la cárcel !

No otra será su réplica. Y no me digáis (iue el prole- tario es un elemento anárquico, de desorden. Para que muchos años de tiranía burguesa ¡la peor de todas las tiranías! han dad'o al. traste con la paciencia del siervo. Sin el egoísmo escandaloso del amo, no habría na .'ido la ambición del servidor. Se teme al trabajo por lo mismo que se realiza en pésimas condiciones. El iiond>re tiene tendencia a ser útil a la sociedad. Pero la sociedad o le persigue o le oprime. Si le gusta a us- ted ser pitcapedrero, ya se arreglai'án de modo que teii- ga que ha<!erse alibañil. Si toma con agrado un cometi- do, han de hacer porque le cobre al oficio de sus pre- ferencias una franca repulsión. Y esto es tan verdad que (pueden ustedes constatarlo continuamente) no hay padre que apetezca para su hijo la profesión que abrazó, henchido de bríos y optimismo, en ]o más flo- rido de su juventud. El niño gusta del trabajo. Obser- vad con que delectación, para divertirse, amasa adobes o acarrea piedras. ¡Qué orgullo, cnando os señala el mentón de leña que os ha traído I

¡ Todo eso lo cargué yo !

Pero se hace adolesisente. Le tomáis a sueldo. Y es tal el fino arte con que se le trata, que al medio año es un enemigo declarado del capital. (Del capital aje- no). He visto patrones piímpantcs, de tal )iio;lo ambi- ciosos, que me daban la sensación, con sus continuas órdenes, de que estaban sacando, en ''jirones de salud*', los pocos i)esos que a principios del mes entregaban a sus empleados. El trabajo anda mal repartido por el mundo. Y así se ex,plica que el minero, héroe anónimo ¡más héroe aun que los que caen en las líneas de ^batalla ! tenga la necesidarl de pei'manecer siet-c n ocho horas bajo la superfi/cie de la lieri'a. Es el com- plemento a los cien o doscienlos mortales que no se afanan por nada: parásitos de la colectividad. Creo que si nuestro desprecio hiriese a cuanto ocioso malgasta su lidill o en la calle, el cíifé o el /clul), todos tratarían do

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justificar, ante mismos, los años que van viviendo. Tiempo llegará en que el trabajo sea certificado de nobleza. El tiempo de los estériles aristócratas liabráse hundido. Los hombres serán fuertes, las mujeres ani- mosas. Por comparación han de parecemos desprecia- bles esos jovenzuelos rezagados, que apenas si hacen otra cosa que decir majaderías galantes, mientras dan- zan en los salones.

¿Triunfamos?... Los amigos nos felicitan. ¿Fra- casamos?... Los amigos se felicitan.

LA VIRTUD DE LA INCONSECUENCIA.

Hemos aceptado una porción de conceptos necios que deberíamos desconceiptuar. Entre esos ''conceptos des- coneeptuables", hay nno que está reclamando crítica.

Presentéimoslo sin tardanza :

^i Hay que ser rconsecuentes ! ^dice el vulgo a cada paso.

A todos nos han reprochado una inconsecuencia, un error en nuestra vida. Nos lo han reprochado invo- cando el ''sacrosanto" nombre de la consecuencia. ¿Consecuencia con qué?... ¿por qué?... Decía Rodó que renovarse es vivir y Gabriel D'Annunzio plantea este angustioso dilema: "Rinovare o moriré". Toda vida es una larga cadena ele actos distintos, de imita- ciones. Cada día que transcurre aprendemos una cosa nueva, ampliamos nuestro paisaje. Y si :eada vez mira- mos más ¿qué de extraño tiene que evolucionen nues- tras ideas?

'Usted no piensa hoy como hace cinco años ós di- rán con tono de reproche.

Y vosotros (tendríais perfecto derecho replicando :

Es verdad. ¡Y ahí tienen ustedes una prueba in- dudable de que pensamos!

Los que piensan en la madurez como pensaron en la

LA VISIOX OPTIMISTA 355

mocedad, no han pensado nunea. Porque sin cambio no hay conciencia. Creo fué Unamuno quien dijo "como la conducta de todo hombre que de veras vive, es una continuación, ratificación y rectificación de su pasado''. Lo contrario es ser víctima de la consecuencia más ab- surda y tiránica. Me irritan los hombres fraeasados que disculpan su incapacidad diciendo:

¡Yo he sido siempre un hambre consecuente!

Quieren significar que no se adaptaron, cuando, en rigor, lo que sucede, es que fueron vencidos por su propia inercia. Al adoquín que se queda inmóvil donde quiera que lo dejan, prefiero el reloj, ese artilugio pe- queñito cuyas ruedas no dejan de girar y cuyas mane- cillas sabias me marcan ahora las dos, luego las tres y más tarde las cuatro. . . La consecuencia por la razón, es admirable. En cambio la iConsecuencia por la conse- cuencia es una cosa triste. Yo debo ser consecuente con algo, en tanto ese algo es verdad para mí. En cuanto descubro la incongruencia o el error, mi deber es con- fesarlo. Conl nadie debemos guardar tanta fidelidad <?omo con nosotros mismos. Imagínese la insensatez c[ue habría en las afirmaciones de uno que fué ciego :

^Yo digo que la luz es azul porque así lo creía antes de recobrar la vista.

SIN RETRATO.

"Gentes que han perdido su retrato'' denomina un ingenio contemporáneo, ^larquina, a los que no aciertan a definir su personalidad, llámense escritores, pintores o músicos. Y pueden ser incluidos en el grupo también, los que no logran tejer con los actos de su vida la si- lueta de un carácter. Los que para no perderse en el ingente montón de los anónimos, necesitan de un título, de un cargo, de tal o cual 'protección. Ese que av^ude en demanda de una influencia: "Póngame en el comité

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tal O cual, déme este o aquel cargo para que el público sepa que existo", ese es un hombre que "ha perdido el retrato ' '.

Y han perdido el retrato todos los que conquistaron nombradlas momentáneas, sin llevar dentro de el sello del talento, el tropel de la virtud o el zarpazo de esa audacia que hizo inmortal a un simple criador de cer- dos como Pizarro. Fombona, con agresiva espontanei- dad, decía que los títulos universitarios servíanle, como una etiqueta llamativa al brevaje inocuo, para disimu- lar su insignificancia, a los nulos. ¡Los nulos! He ahí la verdadera gente que ha perdido su retrato. Y es trisite eso de no sobresalir por nada, de no destacar en nada. Don Quijote, alto, magro y arremetedor, tiene <íarácter; también lo tiene Sancho, pingüe y sentencio- so. Mas, a nuestro lado, pasan todos los días infinitos congéneres de los cuales no puede decirse lo mismo. Entre ellos, hay algunos que barajan corcheas y semi- fusas; los hay que echan discursos; otros acometen la heroica empresa de zurcir un libro. Pero a todos les falta gallardía, destreza, alma. . .

Es prodigioso que un escritor trace cuatro líneas in- confundibles, típicas, en tanto otro no logra dar una impresión personal con veinte volúmenes. Decía Zola que basta una página vivida ipara ser interesante. La dificultad estriba en eso: en tener sensibilidad. Porque la mayoría de los unortales, danzan el tripudio de su existencia como autómatas. Bllos pasan por el paisaje. Pero el paisaje ¡ay! está lejos de ellos. Todo el que pone alma cuando realiza algo, da una impresión de fijeza y verdad. Abundan los seres incoloros, desvaídos, por lo mismo que no son muchos los que saben apre- surar, con el espectáculo multánime de la vida, el rit- mo trágico de su pecho, "Llave y entendimiento que no se usan, llénanse de herrumbre"; sentenciaba Fran- klin. Lo mismo sucede con los corazones.

LA VISION' OPTIMISTA 357

PLEBEYISMO.

iPero el poseer **carfívter" tiene sus quiebras. ¿Por qué solemos í^er tan inflexibles con los sujetos que se distinguen?... ¿De donde emana ese afán de querer mutilar los individuos justamente por lo que de más personales tienen?... Si una mujer se viste de modo peculiar, todas las que* no logran sobresalir con su elegancia dirán horrores de la "osada"; si un poeta se deja melena, los que nos cortamos el pelo quincenal- mente veremos al ''audaz" con antipaitía; si un escritor tiene estilo característico, los embadurnadores de la prensa harán porque el vulgo entienda que aquello es defectuoso, cuando no grotesco. Pareje que existiera el horror a todo lo personal, a cuanto puede diferenciar- nos de la masa. Si ustedes se ponen, porque les gusta, una agria corbata verdegay, cien bocas crueles han de comentar iracundas :

¡Es un excéntrico!... ¡Todo por hacerse ver!...

No se concibe que nadie haga algo distinto respon- diendo a una inslinación anímica. Y esto es todo un síntoma de atraso, de intolerancia. Plebeyismo, que dicen ahora. Plebe^^sino es nuestra curiosidad aldeana y cierta irreprimible malevolencia que por lo <íomún, va tras de aquella. Basta que una mujer hermosa se singularice un día, o un hombre de talento se ponga mañana una cosa rara, para que el comentario hostil persiga o raje. Destacar con la inteligencia es grave pecado. Con la indumentaria y el genio, falta que solo a fuerza de años y arrepentimien'to, cuando no con la muerte, se perdona ! Por eso los artistas, tan díscolos a los usos establecidos durante su primera juventud, van suprimiendo luego los sombreros aludos, las pipas agresivas, las corbatas profusas y las crenchas dande- tianas a medida que entreveen, merced a sus progresos técnicos, la posibilidad de entrar en sociedad. Ninguna dama "distinguida" llamai'ía. para que le hiciera un

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retrato, a un pintor melenuclo. Los hombres vulgares y cautos creen ele buena fe que todos esos aditamentos bohemios suelen ser cosa falsa:

^¿Por qué no se viste usted como todo el mundo? aconsejan, llegado el momento, al "arbitrario" que se les pone a tiro.

No saben que el sacrificio de un rasgo personal cual- quiera equivale a una amputación. Afectar es poseer. ''La afectación es la expresión más natural de la sin- ceridad", escribe Pérez de Avala, recordando de paso aquel dicho de La Rochefoucauld, que fía es la peor de las afectaciones la de la naturalidad.

Desde otro punto de vista el hecho en de llamar la atención, importa un gesito casi generoso. El dandy merece nuestra gratitud, desde que merced a su origi- nal atildamiento llega a ser un interesante espectáculo para nosotros. Prueba de que nos considera desde el momento en que se acicala. Si sintiesen por los seme- jantes el frío desdén de cualquier hombre vulgar, D'Annunzio, Rusiñol, Barres, etc., aparecerían sucios, despechugados, en mangas de camisa. Estos ipaíses de América, no pueden sustraerse ".todavía al plebeyismo. Día llegará en que las cosas cambien de sentido. Enton- ces a ningún transeúnte ha de ocurrírsele eso de ir burlón a mirar como sujeta el monóculo un hombre que detesta las consabidas gafas.

PLENITUD.

Lo primero que hemos de hacer en la vida, es vivir. Y vivir es prodigarse. Sin la prodigalidad no hay ju- ventud posible. En cuanto le vemos el pro y el contra a todas Jas cosas, estamos perdidos. Somos calculadores, es decir : ancianos. Ancianos aunque nos falten cumplir los 25 años. La primera prueba de que se es joven, con- siste en rebelarse contra el orden de cosas establecido.

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Sin una juventud bizarra, agitada y multiforme, no hay personalidad futura. Seguid vuestros impulsos a medida que los vayáis experimentando y, sobre todo, •dejaos arrastrar por vuestra vocación. Ningún oficio o carrera es más ni menos. Será más cuando vosotros le deis realce ; menos, cuando el título solo sirva para perderos en el "'montón''. Xo se trata de resultar, a la postre, médico, o constructor, o ingeniero, diciendo verbigracia: ''Me gusta la abogacía, pero lo veiterinaria produce más ' ', miro de hacer conciliables, con la dedica- ción futura, las inclinaciones del presente. La mitad del dolor, en la vida, proviene de que casi todos son lo que no hubieran querido ser. Y más que el destino, es el afán de lucro quien nos induce a equivocar las sendas. Hasta que llega el día en que tenemos un "modus vi- vcndi'', pero ninguna ilusión, con lo que nos conside- ramos los hombres más infortunados del universo.

A medida que vayamos viviendo, esforcémonos por comprender. Y el día que lo comprendamos todo, nues- tro espíritu habrá envejecido. Pero entonces ya no lo sentiremos, porque el perfume de nuestra agitada ju- ventud extinguida será a manera de bálsamo sobre las desgarraduras qué, lógicamente, ha de sufrir, en los embates de la existencia, todo espíritu sensible. Habrá nacido en nosotros un sentimiento nuevo : la toleran- cia. Esta vintud pues no hay duda que de excelsa virtud se trata, hará desaparecer de nuestra alma todo germen de odiosidad. Sonreiremos o suspiraremos ante las debilidades y equivocaciones del prójimo, pero con una sonrisa bondadosa o un suspiro fraterno. Y será entonces cuando adoptemos nuestra posición definitiva frente al mundo, encontrando al fin ese universo que como dice Onis, ''con nosoti-os nace y con nosotros muere. ' '

BBl» EIUCrONES SELIX-TAS AMERICA

LA AMBICIÓN.

Nada más lógico que la ambición en todo ser huma- no. Me fastidian los hombres sin ideal, y véase qne llego a denominarle así hasta a la propia ansia de me- joramiento físico :

■; Yo quiero ser atleta ! dice de pronto nn mozan- cón membrudo.

•Perfectamente. La cuestión es ser algo preeminente, llámese sabio o bandido, legislador o púgil. Desde mu- chacllio, he f[3cnsado como en cosa codiciable, en la evo- lución. Evolución ascendente. El cambio para la mejora. ¡ Cómo me deprimía cuando iba a un teatro y me en- ■contraha cantando en el coro aL corista de todos los años :

¿ Es posible que este hombre no se haya erigido en tenor, en barítono, en algo de más categoría?

Ahora lo comprendo todo. El mundo, por culpa de los mismos hombres, es una enorme caja de cifras. Es- tán los 1, los 2, los 3. . . Y luego una considerable pro- fusión de ceros. He ahí algo para especular. Nuestra preocupación debe encaminarse a conseguir ser cifras iniciales. Cuanto mejor número logremos por nuestro esfuerzo inteligente y perseverante, mayor seguridad de triunfo. Los ceros los computaremos después, con un sacrificio relativo. Ved sino lo que pasa en el campo político y, en general, siempre que ipara cualquier asunto convócase a elecciones. Lo difícil es llegar a número prominente. Pero esto se consigue .con talento, eon actividad, con constancia y, a veces, basta con al- guna decencia. Se habla de "la suerte" entendiendo por suerte un conjunto de circunstancias favorables; mas en rigor, lo lógico es que las circunstancias se las prepara uno mismo :

■; Qué potra ! se asombra Pero Grullo ¡ Siempre que Pérez va a un duelo hiere al contrincante !

¡Claro! Cómo que Pérez, en previsión de que le man-

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den padrinos, puede decirse que no falta a la sala de armas un día. Desde que aliento y a fe que van hun- didos unos cuantos años no he visto a nadie, ''mima- do de la suerte", .sacándose la lotería sin haber com- prado billete. 8i antes no se ponen los medios, será en vano obstinarse en conseguir un éxito. Todo hombre luchador acaba por imponerse, en tanto los abúlicos y los timoratos se A^an quedando rezaofados. Tiene que ser así por fuerza. Entre el miedo y la audacia no caben comparaciones. ''En la escuela de guerra de la vida escribió Xietzsche lo que no me mata me hace más fuerte '\ No .calculéis sobradamente vuestros actos. To- do lo que se piensa demasiado suele dejarse de hacer. Mirad las eo.sas con optimismo. ¿Hay satisfacciones, ventajas?... ;. Sí?. .. Pues pleguemos un poco los pár- pados para no descubrir de golpe todos los inconve- nientes. Cuando surjan estos, estaréis a la mitad del camino.

egoísmo vital.

¡Sed dures! «aconsejaba Gracian.

Después de él, vinieron numerosos exaltadores del egoísmo. Nietzsche fué sin duda quien hizo esa prédica con mayor eficacia y talento. Como siempre sucede, a Nietzsche lo comprendieron mal. Y su filosofía ha ser- vido para que se abroquelen tras ella infinidad de espí- ritus inciviles. El egoísmo en sí, no puede ser antipáti- co. Un egoísta que se respete, es ya un hombre (|U(' respeta a los semejantes: Tan poco egoísta, en el sen- tido trivial de la palabra, fué Nietzsche. que se atrajo el odio de sus compatriotas, diciendo en público todo oso que otros mortales igualmente iierspicar-es, pero mucho más cautos expre-aron a cada momento en privado.

De todos los hijos de Adam, son los ''menos e^íoistas" aquellos que mayor desazón nos producen. Por falta de

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egoísmo, ni siquiera se aprecian ellos. Si su propia vida no les angustia, ¿cómo liemos de hacerles partícipes de nuestras icongojas y nuestras inquietudes? La reforma del fuituro tendiendo a mejorar la suerte de la liuma- raanidad doliente no la llevarán a cabo los grandes rebeldes, sino los grandes egoístas. Y la harán, antes que por voluptuosidad reivindicadora, por cálculo. Ha- cía notar Molinari que, actualmente, corre menos riesgo de morir un asesino de profesión que un laborioso mi- nero. ¿Imagináis el peligro?. . . El día que este veracísi- mo concepto revolucionario se difunda, una amenaza in- mensa ha de cernirse sobre todo el orbe. La mejor ma- nera de rehuir las convulsiones sociales es plantear abiertamente el ^problema que la propia civilización nos ha traído y el progreso ahonda cada vez más. No hay valor para tanto y lo escamoteamos por medio de leyes arbitrarias.

La filantropía, en el fondo, quizá no pasa de ser un afán egoísta. La impone el propio instinto de conserva- ición. Conservación, no solo en lo material, sino en lo psíquico. Toda riqueza es envidiada. El ser rico crea ya una atmósfera desfavorable al Creso. Es preciso, pues, arrojar una ¡Diltrafa a los famélicos, .para que dejen de perseguirnos sus aullidos. Ved ahí el origen de muchas donaciones cpie cacarea la prensa y la razón de que se edifiquen algunos hospitales de caridad. El egoísmo del inglés se nos antoja magnífico, porque ni hostiliza ni oprime. "Vivir y dejar vivir", no otro parece ser su lema. Sabia lección que debieran de a/pro vechar estos señores que de continuo expresan en la oficina o el ipaseo :

¡Nunca pude ser egoísta!

Y por "magnanimidad" se ocupan de medio género humano, sacando a relucir cuantos defectos o debilida- des sorprenden en este amigo y aquesite contrincante. ^lirar para su interior sería "interesado". Máxime si la negra zarpa de la envidia hállase allí escondida. . .

LA VISIOX OPTIMISTA 363

LA MALDAD.

Eu mía página admirable, Leopoldo Lug-ones ha dicha de la maldad como accidente patológico. Tienen un ci- nismo aparente lag reflexiones. Ese cinismo estriba ''en qne se atreven a expresar lo que todos callan por cobardía". Advierte, explicando el origen de la tole- rancia para con los defectos de los hombres :

Esto es lo difícil, pues con la bondad (es decir: sin defectos) nada .cuesta ser bueno.

Óiganlo esos graves señores que alardean de ecuáni- mes porque reconocen un poco ¡ solo un poco ! de la ''mejor" que hay en los adversarios. Lugones entrevee tiemipos menos bárbaros, en los que se resuma la teoría y ]a práctica del bien "en el perdón infinito". Porque, como hace notar, los defectos no son sino enfermedades morales. Lo expresa bellamente: "La falta es un acci- dente patológico, y he dejado de condenarla, pues esto me parece tan horrible como castigar a un semejante porque le descubrí una llaga". Si este concepto fuera admitido por todos, sobrevendría una época más hu- mana, de comprensión y de piedad. Pláceme reeditar palabras de Lugones que refuerzan una obstinada cam- pana mía. He sostenido que cada hombre da a la vida lo que tiene en el esfpíritu: unos generosidades; perfi- dias otros ; aquel consuela ; éste intriga ; esotro hará por amargaros una bella hora de satisfaccioDes, ae triunfo, ¿Habréis de irritaros contra los malos? No. Antes al contrario : es preciso que se tenga para los pérfidos la más profunda compasión. Recibís un anónimo. Se os hie- re de la manera más inicua. El aplomo desaparece :

i trataría a este bellaco !

Xo. Si le descubrís, tratadlo dulce, piadosamente. Co- mo si no os hubiera causado ningún quebranto. El no •tiene la culpa, si no quien le dotó de un mezquino cora- zón cobarde.

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LOS ENEMIGOS.

Un enemigo, es siempre un factor importante para quien aspira a que le tengan en cuenta; para quien apetece progresar. "Del enemigo el consejo" reza un adagio antiquísimo. Recibido el consejo, basta hacer lo contrario de lo que se nos dijo, en la seguridad de que habremos acertado. El enemigo es para el luchador lo que la boya luminosa para el barco que avanza entre las brumas de la noche. Con dejar distancia de por medio, habremos salvado ya un escollo, i Desdichados los que en su paso ipor la vida no vean erguirse junto a ellos la planta híspida de la antipatía o el odio ! Sin censuras, los elogios caen en el vacío. Lo estamos viendo todos los días. Un vate desmedrado compone un libro hético; los amigos le tejen una guirnalda de elogios rimbombantes; le llaman Heine, que es la mejor manera de matar con un solo tiro a Heine y al poeta novel; nadie arruga el ■ceño ; a lo sumo tal cual sonrisita irónica. . . El vate, intelectualmente, ha muerto. Ha quedado, dentro de los ditirambos, como en un aitaud. Nunca nadie podrá re- sucitarlo. Pero que se empiece a vapulear a un artista. . . Como tenga condiciones, se impone, ¡ vaya si se impone ! Es cuestión de que trabaje con entusiasmo.

Sin la campaña terrible que se le hizo a Zola, lo más vigoroso de su obra tal vez aún no se hubiera populari- zado. El sentido práctico de Jos alemanes les ha hecho forjar este proverbio: "Tener muchos enemigos es gran- de honor". Nuestras gentes, aun las más incultas, cuan- do ven que se ataca mucho a una persona es cuando prin- cipian a darle imiportancia : ''Nadie tira piedras a árbol que no da fruto", sentenciaron de un modo cauto e infa- lible. El enemigo nos enardece, dándonos mayores arres- tos para la lucha; además, como suele ponderarnos al- gunas condiciones, a fin de que no caigan en el vacío sus dicterios, resulta que nos hace un favor. Bastaría con lo x)rimero. De.2Ía Barret que la vida sin lucha es olvido

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y es muerte. ^'La admiración que no es envidiada, resul- ta indiferencia."

Si fuéramos verdaderamente perspicaces, una buena parte de nuestro esfuerzo lo dedicaríamos a ''cultivar enemistades", empresa bastante menos dudosa que el cultivo de la amistad. "Solo la tierra no engaña me decía, ya neurasténico del todo el admirable Apeles Mestres". Completo su pensamiento aquí: Siembra usted semillas de claveles y le salen claveles ; hinca una poda de rosal y le sale un rosal. . . Pero hace usted un favor a un hombre . . .y es lo más seguro que le pique una víbora ! ' '

MEDIOCRACIA.

Vale más caer en gracia que ser gracioso dice el re- frán. Eca de Queirós hizo una silueta definitiva del ''Ilustre Pacheco" y de los individuos gregarios. Cuan- do José Joaquín Al ves Pacheco se nuirió, ''todo Portu- gal sintió su muerte". Y agrega el fino ironista de "La Reliquia": "Pacheco no legó a su país ni una obra, ni una fundación, ni un libro, ni una idea. Pacheco era en- tre nosotros superior e ilustre, únicamente, ''porque te- nía un enorme talento". Y aun ese talento que dos ge- neraciones soberbiamente aclamaron, no dio nunca una prueba positiva, expresa, visii)le de su fuerza. El in- menso talento de Pacheco estuvo siemipre callado, recogi- do en las (profundidades de Pacheco".

Tengo para raí que en todas partes hay una porción de .ciudadanos, ilustres al modo de este personaje portu- gués. Todo el mundo los acata, les reverencia. . . Cuando ponderáis a quien acaba de realizar una cosa notable, los espíritus gregarios sonríen: "¡Bah, eso vale muy poco!" Y os citan en seguida media docena de Pachecos eximios. Resulta que no han hecho nada nunca. ¡Ah, pero no importa ! Los grandes taU^ntos han sido siempre pere- zosos. El tra])ajai', el desvivirse, es ])r()])io de hom])res insignificantes; menos aun: (b' bormiguitas.

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Es curioso comprobar la facilidad con que se imponen sujetos mediocres, que llegan a gozar fama de grandes inteligencias. En cambio, talentos positivos, lucJian con- tra el desvío, contra la indiferencia del público. ¿Cómo va a ser Fulanito ca;paz de hacer un bello cuadro?... ¿ Cómo ha de ser digno de buscarse el libro de Perenga- no?... ¿Qué tienen talento?... ¡Imposible! ¿Qué lo de- muestran con una veintena de obras?. . . Error de apre- ciación. El talento lo detentan otros, unos cuantos se- ñores que nada dicen, que nada hacen, pero que ejercen un monopolio del talento, como el vulgo "sabe lanj bien".

i Qué asombro cuando vemos que a estos desdeñados Fulanito y Perengano se les da importancia fuera del país. ¡ Bah, no los .conocen ! Nosotros les tenemos en casa y ni los miramos. La admiración nuestra queda para esos genios que no han de legarnos, cuando se mueran, ni una obra, ni un libro, ni una idea. No hace falta. No por eso dejarán de haber sido grandes hombres. ¡Lo sabe todo el mundo !

LA SERIEDAD.

Por donde quiera que vamos el prejuicio nos ataraza. Tenemos mil falsos conceptos que ni siquiera se van con la vejez. El prejuicio de la seriedad es uno de los más generalizados y contumaces. "¡Es un hombre serio!" pondera la gente. Y el "hombre serio" resulta lo menos serio que pueda pedirse. Solo que la seriedad se confun- de, a cada paso, con la rigidez y la parsimonia, dos co- sas que los camellos y los asnos lucen de continuo. Yo no he conocido un hombre más alegre que Jean Jaurés, con aquel su rostro como abotagado por el exceso de vida tumultuaria. Y sin embargo: ¿llenaron muchos mortales con mayor seriedad papel social tan impor- tante?

LA VISIOX OPTIMISTA 367

La seriedad no tiene nada que ver con la parquedad, o la rigidez o el estiramiento. Muelio menos admite alian- zas eon el mutismo. Estamos cansados de ver personas que no hablan para hacerse las interesantes. Por hipo- cresía, por cálculo... "Simuladores de baja ralea". Lo dice Ingenieros: ''Espíritus indigentes que ocultan en la penumbra del silencio la andrajosa miseria de sus ideas". La seriedad es cosa harto distinta. Solo somos serios cuando nos damos a la vida de un modo franco, amplio y generoso. Lo contrario de la seriedad no es la risa, sino la broma o la mentira. Por eso, como hace notar Pérez de Avala, hasta los juegos, para divertir, han menester de seriedad: ''Los juegos de azar son los más diverti- dos, porque son los más serios" afirma en un magnífico capítulo paradojal. La falta de seriedad está en lo in- sincero. Nadie más informal que quien simula. Ese co- merciante ladino que oculta sus trapacerías, escudándose a cada paso tras de la protesta "¡Yo soy un hombre se- rio!" es ya un ejemplo.

Lo serio no excluye la alegría, ni la verbosidad, ni siquiera la risa. Pero reclama el desinterés y la franque- za. Estriba en una como "graciosa enajenación de la propia vida y voluntario sometimiento a una ley que nosotros no hemos creado". Víctor Hugo lo refiere In- genieros— presentaba el cerebro de los hombres solemnes como "armiño de la estupidez, sin una sola mancha de inteligencia''. Pero si tácitamente elogiamos la risa, manifestación de bondad, de generosidad y de salud orgánica. La risa que surge en el momento preciso, como el traje de frac cuando llega una fiesta, sépase que aborrezco de la risa forzada. Esos individuos que todo "lo toman a la chacota", me molestan a la par de los hombres solemnes, porque se me antojan histrio- nes. Hal)len o escriban, máxime si les pagan por hablar o escribir así, resúltanme cómicos de la peor especie, ya que no fué siquiera la falta de "composición y hondura" lo que les indujo a mezclarse con la fa- rándula.

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LA MUERTE.

¿Cómo se explica que pueblos indiferentes ante el es- pectáculo eterno la muerte , respeten de modo absur- do a los muertos? Porque se diría que basta morirse aquí para que una actuación resulte intangible. Mientras viva usted, todo es amargarle la vida. Si trabajamos, dicen que la ambición nos domina; si permanecemos ociosos nos tildan de parásitos; si hacemos economías prudentes : ' ' ¡ Oh que avaricia, cuánta sordidez ! " ; si se derrocha : ' ' ¡ Cómo se conoce que no le cuesta mucho ganarlo!" No hay modo de acertar. A todo se le ve el exceso. Pero se muere el hombre más egoísta, o más la- drón, o más malvado, y todo son encomios. ¿Han visto ustedes un solo suelto necrológico en que no se le llame inteligente y laborioso, probo y humanitario aL que se va de la vida? Si a ustedes se les ocurrió decir una vez de este usurero o aquella daifa: ''¡Era de lo más cínico!", veinte, treinta voces se alzarían para amonestar :

i Un poico de resipeto ante la muerte !

Mientras existamos, han de perseguirnois, de acechar- nos, de calumniarnos. . . Pero no desespere usted ¡ bra- vo consuelo! : el día en que muramos nos glorifican. Y ved ya, triunfando de nuevo, el viejo concepto simbólico. La humanidad, sin duda, progresa muy despacio. Hom- bres inteligentes y mortales estultos, todos se confunden para dejar que subsista un estado de cosas ilógico, arbi- trario. Y es así como Larra sigue teniendo razón cuando sentencia: ''La diferencia que hay entre los necios y los hombres de talento, suele ser sólo que los primeros di- cen necedades y los segundos las hai2en". Todo es uno y lo mismo.

LA VISION OPTIMISTA 369

EL ESTOMAGO MANDA.

Nuestra idealidad, afortunadamente, no va muy lejos. Alegrémonos por nuestros hijos. Ser soñador en este mundo, es delito que se paga muy caro. Peligros por todas partes. Hace falta esitar alerta constantemente. Y aun alertas y todo, los hombres más avisados, más .sátra'pas nos hacen sus víctimas a cada paso. Siendo poco idealistas, nos quedará atención bastante para defender- nos. Sobre nuestra vulgaridad vulgaridad de todos no caben dos opiniones. Ha pasado otro primero de año, fiesta que ningún congénere deja de solemnizar. ¿Cómo? Bebiendo, devorando. . . He aquí otra prueba de que la humanidad progresa muy despacio. Larra ya escribió en 1836: "El vientre es el encargado de cumplir con las grandes solemnidades". Otros filósofos de la antigüedad no habían dejado de advertirlo. Moisés .fustigaba la glo- tonería de sus coetáneos.

Todo está igual. Se hunden los siglos, desaparecen ge- nerajiones. . . Y el estómago erre que erre en su dicta- dura. Cuando llega una festividad no encontramos me- jor fórmula que el hartazgo. Nadie dice: ''Voy a so- lemnizar esta efeméride del descubrimiento de América encerrándome en mi cuarto y leyendo una obra de cir- cunstancias", sino que advierte a su mujer, llegado el 12 de octubre: "Hoy comida extraordinaria y que el champagne no falte". ¿Para que tomarse el trabajo de meditar, siendo tan inefable digerir? Hoy por hoy no veo más líricos que esos cruzados del vegetarianismo, que se pasan los años languideciendo, engañándose el hambre con un repollo hervido.

LA DIGNIDAD.

La vida vale, en cuanto presta utilidad a los otros. Tenemos que sucumbir, en ph^na juventud, quien pro-

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mete realizar grandes cosas. No tememos por él '4a muerte es una noehe preñada de aurora" sino por quienes se quedan sin los frutos que era lógico esperar de un gran carácter, de un gran corazón, de una singu- lar inteligencia. Si no hay méritos y virtudes, la exis- tencia del prójimo no nos preocupa. Es comprensible. Tampoco nos desvela el que un casueho ruinoso se des- morone al fin. ' ¡ Bali ! decimos ¡ No servía para na- da ! " Pero si supiésemos que la Alliambra se había caído o el Museo del Louvre estaba ardiendo, con todas sus magníficas obras dentro, ¿ qué angustia, qué horrible im- presión no habríamos de recibir? ¿Por qué? Porque nos consta, aunque no hallamos contemplado las famosas Quaravillas, que ellas son deleite de los sentidos, factores de leultura.

Nada es nacer y todo es vivir. Distinguimos de la ''existencia vivida" la "existencia vegetativa". Vege- tar, en el concepto que hasta el vulgo concede ya al vo- cablo, es hacer poco o nada digno, mientras ocupamos un espacio amplio o reducido del planeta. El árbol que sanea la atmósfera y el bacilo que destruye los pulmo- nes, son igualmeste necesarios. ¿ Son, en cambio necesa- rios todos los hombres? Es ser idealista, según Ingenie- ros, "vivir para los demás, nunca de los demás". ¡La dignidad de vivir! ¿Cuándo podramos proclamarla?

MODESTIA UTILITARIA.

No he conocido hombre alguno sin vanidad. Algunos, los más sencillos, tenían la vanidad de su modestia. Hay hombres que presumen de sabios, de valientes, de estu- diosos, de despreocupados, de haraganes, de cínicos. . . La fauna humana es abigarrada y pintoresca. Sin duda, exteriorizar nuestro amor propio, es ya un rasgo de va- lentía. Porque parece que la superioridad, efectiva o su- puesta, hiere profundamente el alma de los semejantes. Por el contrario, un falso sometimiento, da buenos re-

LA VISION OPTIMISTA 371

sultados al que lo practica. Decía un psicólogo que hay una modestia utilitaria que consiste en inclinarnos ante la vanidad de los que pueden hacernos algún favor. Esto explicaría curiosos fenómenos en la vida de las multi- tudes.

Mientras a un gran literato no se le acata nunca en tanto vive a cualquier politiquero le brotan como hon- gos los turiferarios. Pero es claro : el escritor ¿ qué puede dar, fuera de alguno que otro libro, a los admiradores? No vale la pena rendirle pleitesía. En este caso, el so- metimiento nos parece servil. Nos rebaja y achica. Nos rebelamos contra nosotros mismos: ''Sin duda, la obra es buena. Pero ¿quien no dice que esas ideas no fueron tomadas de un libro extranjero?". En cuanto a los pen- samientos del prohombre influyente, esos ni se discuten. Se aceptan y se ensalzan. Pueden ser magníficos, pero si no lo fueran, con un poco de "modestia utilitaria", comprendemos que jamás llegaríamos nosotros a exterio- rizar nada semejante y ponderamos aunque sea en pú- blico : " ¡ Pero amigo, qué talento tiene usted ! ' ' Una frase de éstas, a veces, decide un porvenir. Los jóvenes de ahora lo saben. Y practican un culto que empezando en un acto público o en un folleto, acaba en la burocra- cia, con lo que se ve hecha realidad, la aparente paradoja de Vauvenarges : "Siendo la vanidad la cosa mas natu- ral, hace, sin embargo, perder la naturalidad a muchos".

índice

Pág. FLORILEGIO por Amado Ñervo.

Semblanza por Rubén Darío 2

Autobiografía (con retrato).

El agua multiforme 3

La Hermana Melancolía . ' 5

Fragmentos de la raza de bronce 7

A Kempis 9

El metro de doce 10

Vieja llave 11

La Montaña 14

Suavidad 16

Gratia plena 17

Metafisiquéos 18

Resolución 19

El don 20

Todo yo

La galera sombría 22

Amable y silencioso 23

En paz 24

Expectación 25

Tanto amor 26

Si una espina me hiere 27

Me marcharé . 28

Benedictus 29

Dios te libre, poeta 30

LA MORAL DE ULISES por José Ingenieros.

Introducción 34

Autógrafo con retrato.

La moral de TJlises.

I La falsedad en la conducta ^7

II El "divino" Ulises 44

TU Del fraude a la sinceridad 53

T^ccturas y Opiniones 58

Pág. ESPIGAS por Almafuerte.

Introducción 66

Autógrafo (con fotografía).

Espigas 67

Páginas negras .... 70

Plebeyas 74

Al azar de las ideas 75

Evangélicas 87

Jesús 89

Lecturas y Opiniones 91

Algunas opiniones 93

ÓPALOS por Julio Herrera y Reissig.

Introducción 99

Retrato.

Ópalos 103

Lecturas }' Opiniones 123

CIELO Y TIERRA por Martín Gil.

Introducción . 130

Retrato.

Prólogo. . .• 131

Primaveral 133

Nuestro cielo de abril 141

Diálogo nocturno 148

Lecturas y Opiniones 155

CANCIONES PARA LOS NIÑOS por Ernesto Mario Ba- rreda.

Ernesto Mario Barreda (apreciación somera). . . . 162 Retrato del autor.

Como nacieron estas canciones 163

La aguja 167

El martillo 170

La tejedora. 173

El paseo 177

El pastorcito 181

El tambor. 184

El sembrador (inédita) 187

AMADO ÑERVO por Eduardo Talero.

Eduardo Talero 194

Nuestro homenaje a Amado Ñervo 195

Retrato.

Amado Ñervo 197

Pág. De "El arquero divino".

Primera página 209

Oración 210

Pudiera ser 212

Para encontrarte 213

¿Qué ansias? 215

La vengadora 216

El amor nuevo 217

Lecturas y Opiniones 219

CUENTOS DE AYER por Alberto Gerchunoff.

Alberto Gerchunoff (apreciación somera) 226

Retrato del autor (apunte de A. Bilis).

El día de las grandes ganancias 227

El breviario ^ del padre Albornoz 240

El ciclo heroico 247

RUBÉN DARÍO por Leopoldo Lugones.

Leopoldo Lugones 258

Retrato del autor (apunte de A. Bilis).

Rubén Darío 259

Lecturas y Opiniones 277

LOS CUATRO INFINITOS por Florentino Ameghino.

Dos palabras de Alfredo J. Torcelli 282

Retrato y autógrafo.

Los cuatro infinitos.

Espacio, materia y movimiento 285

El infinito materia 287

La constitución de la materia y el infinito movi- miento 290

Noeión de espacio y noción de Dios 294

La Vida y la Inmortalidad.

Carta al señor D. Carlos Moyano 299

SELECCIÓN lírica por Rafael Alberto Arrieta.

Apreciación somera por Alvaro Melián Lafinur. . 314

Primera página . . 315

Evocación. ... 316

La florista 317

La fuente canta 318

Sol de la mañana 319

La copa 320

La limosna del sol 322

Mano infantil 324

El corazón ilusionado 327

Pág.

Peregrinaciones 328

Canción de los días serenos 330

Lieder 332

El pasado 334

La preferida 335

La voz ^2i7

La visión optimista 338

Respuesta al amor 340

La lámpara 342

LA VISION OPTIMISTA por Vicente A. Salaverri.

Retrato (soneto por Guzmán Papini) 346

Confesión inicial 347

Dfíl carácter 349

La mala educación 350

El placer de pensar 351

El trabajo 352

La virtud de la inconsecuencia 354

Sin retrato 355

Plebevismo 357

Plenitud . _ 358

La ambición 360

Egoismo vital 361

La maldad 2>62)

Los enemigos 364

Mediocracia 365

La seriedad 366

La muerte 368

El estómago manda 369

La dignidad 369

jNIodestia utilitaria 370

EDICIONES SELECTAS ''AMÉRICA"

CUADERNOS MENSUALES DE LETRAS Y CIENCIAS CONDICIONES DE SUSCRIPCIÓN

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PRIMER AÑO

Amado Ñervo

Florilegio III Edición

* José Ingenieros

La moral de Ulises

II Ed.

Almafuerte

Espigas II Edición

Julio Herrera y Reissig.

Ópalos II Edición

Martin Gil

Cielo y Tierra

Ernesto Mario Barreda.

Canciones para los

niños

* Eduardo Talero ....

Amado Ñervo.

Alberto Gerchunoff . .

Cuentos de ayer.

Leopoldo Lugones . , .

Rubén Darío

Florentino Ameghino . .

Los cuatro infinitos

Rafael Alberto Arrieta .

Selección Lírica

Vicente A. Salaverri . .

La visión optimista

* Abofados.

LJ n nuestra administración quedan al- 1— ' gunós ejemplares del primer tomo de nuestras ediciones (376 páginas de lectura escogida en prosa y verso) que vendemos encuadernado en tela al precio de $ 5 m/n. Los suscriptores tendrán derecho a optar al 15 ^ de descuento. Si us- ted se hace suscriptor ahora, gozará también de esta ventaja.

I ea Vd. en nuestro próximo cua- 1— í derno que aparecerá el día 1.** de Enero: Versos de Negrita nue- vos poemas de amor, por Fernández Moreno.

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Talleres Gráficos A. Ferriol, Rio Bamba 761 - Bs. A«.

PC¿ Salaverri, Vicente A.

8519 La visión optimiste

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