IM mm UlI)F i. B. Mili iCibrarij Niirtl) (Earnlina *tatp ^niopraitg jpecial Jollection§<^ ^3273 ...280 1376 This book was presented by THE FRIENDS OF THE LIBRARY THIS BOOK MUST NOT BE TAKEN FROM THE LIBRARY BUILDING. 20M/2-78 r-'ííí" MANUAL DEL ' CULTIVO DEL TABACO. * PRECEDIDO DE Sü HISTORIA, Sü MOXOGMFÍA Y CARACTERES BOTÍMCOS, Y OTROS CONOCIMIENTOS GENERALES QUE CONDUCEN Á AQUEL OBJETO. POR E. o. AC^UATO. PONCE, P. R. EstatlecimieiUo Tipogiáfico f'r. Vapor. 1876 ^ > • X >^ ^¿É.'^'^ n> KAHT7AL DEL t ,^ MANUAL DEL OTJLTITO DEL TABACO, PRECEDIDO DB SU HISTOBIA, SU MONOGRAFÍA Y CARÁCTERKl BOTÁNICOS, Y OTROS CONOCIMIENTOS GENERALES QUE CONDUCEN Á AQUEL OBJETO. POR n.. CAGUAYO, MlMW PONCE, P. R. Eitablecimiento Tipográfico Ei. Vapor. A Ul FADES. Existe» un instinto natural, que nos induce á amar el país en que nacemos ; y obedeciendo á su influencia, me decidí á escribir en La Crónica de Ponce los presentes Apuntes sobre la historia del tabaco y su cultivo para llenar una necesidad de nuestra agricultu- ra, (|ue carecía de un manual sobre la explotación de tan rica planta. Pero existiendo también en el hombre un sentimiento, que si es tan noble, es más grande y sublime aun, el del amor que debe- mos al autor inmediato de nuestra existencia, he asociado ambas afecciones, con el fin de, al prestar con mis débiles fuerzas aquel pequeño servicio á mi país, dedicar á U. mi pobre producción. Sírvase U aceptarla como una débil prueba de mi cariño y constante recuerdo, y quedarán satisfechas mis aspiraciones, si mereciese su aprobación. Ricardo, Abril 18, 1876. Bj| PROLOGO Á fines del año próximo pasado y principios del ac- tual, publicamos en las columnas del periódico de esta Villa, La Crónica de Ponce. una serie de artículos bajo el rubro Apuntes subre la historia del tabaco y su cultivo, trabajo á que no? indujo 'la carencia en absoluto en que se hallaba nuestra agriculiura de una instrucción ó (ua- nual que le innicase la manera de proceder en la explo- tación de esa planta, que ha estado sometida entre noso- tros á {)iácticas viciatlas por una perniciosa rutina. Al llevarlo á cabo, creímos de necesidad acompañar- lo de algunas ligeras nociones sobre agricultura en ge- neral, asi como de la historia del tabaco y algunos otros conucimienlos concernientes á esa hoja; procuramos muy especialmente que estuviera al alcance 'le todas las inteligencias; y que la persona mas agena á las prácti- cas agrícolas pudiera desde luego dedicarse á ese cultivo con mayores probabilidades de buen éxito, que el obte- nido hasta hoy por los metro propósito tener que dar alguna idea de la capa superficial de la tierra en que se vincula la agricultura, la Geobgía agrí- cola nos proporcionará los datos que creamos más nece- sarios. La composición de la capa arable de la tierra, que varia mucho, resulta en primer lugar de la combinación de varias rocas, reducidas á-polvo por los diversos cata- clismos por que ha atravesado nuestro planeta ea dife- rentes épocas¿,eolágicas; y en segundo, de la influen- cia de los agentes físicos y químicos que despgregan más ó meaos oompletatoeate sus moléculas. -26- Tal diferencia en la composición de las tierras pro- viene ñ veces de las diversas capas que la forman, que no teniendo igual origen, habrán de diferir en su cons- titución geológica. Esos terrenos, formados de esa manera por la pulve- rización de las rocas, son en general poco espesos y de corla feracidad. Las fuerzas naturales que concurren á aquel objeto, son la pesadez, la electricidad, el calórico, la acción de las aguas llovedizas, el oxígeno del aire, las f propiedades higrométricas de sus parles, las raices de os vegetales, etc. ; pero tales causas obran con el tiem- po, y su acción disminuye á medida que una capa de sustancias orgánicas va cubriendo la roca, v hasta desa- parece, cuando llega á privarla de la influencia directa de aquellos agentes. Los terrenos de aluvión, de formación reciente, se componen de cascajo, arena y limo, sustancias arrastra- das por los rios, y depositadas por capas sobrepuestas en ciertos tugare?. Tales tierras, qUe son las de nues- tras vegas, son muy feraces. El espesor de la capa del suelo en que penetran las raices de los vegetales es muy variable ; pues desde al- gunos centímetros en los terrenos malos, llega en los buenos á 30 y 40. S(j llama suelo, la capa superior del terreno hasta donde principia á cambiar su composición. El suelo se divide en activo é inerte. El primero es el que se mezcla con el mantillo, recibe las influencias atmosféricas, las- sales solubles, y en que se operan los fenómenos de la vegetación : y el inerte es el que, aun- que de igual composición, no está aprovechado por su profundidad. Después de éste viene el sub-suelo, de composición miueral diferente, formado de una ó varias capas ; pero que falta en almmos luuares : y ira'^ ésle la capa imper- meable. El espesor del suelo activo depende exclusivamente de la profundidad que se dé á las labores ; de manera que será siempre ventajoso dafles profundidad, á fin de conseguir la mayor feracidad que posea el suelo inerte, máxime si aquel se halla extenuado. —27— Si el sub-suelü eslá muy próximo á la suporüciO; tie- ne mucha influencia en la calidad del terreno, bien por su naturaleza, ó por la acción que tiene sobre el desa- güe : generalmente son estériles. Los terrenos cultivables difieren entre sí química- mente, mucho más por las proporciones relativas de las sustancias minerales que lo forman, que por la natura- leza química de ellas mismas. Se componen en general de sílice, alúmina, cal, magnesia, potasa, sosa, óxido de hierro y de magnesio, ázoe, mantillo y agua, bien aisla- ^dos, ó combinados entre sí, ó con algunos ácidos. En tratados especiales de química se encuentran los conocimientos necesarios sobre esas sustancias. Sin embargo, creemos necesario tratar, aunque á la lijera, sobre el humus ó mantillo, que constituye la parte mas rica del suelo, y lo que le comunica su riqueza y feraci- dad. El mantillo resulta de las alteraciones de los detrituá vegetales producidas por la acción combinada del oxíge- no dehaire, de la humedad y del calórico; y este pro- ducto de la fermentación pútrida es mas rico en carbono que cualquiera de los vegetales de que proviene; por que aglomerados al aire libre, pierden una parte rela- tivamente menor de su agua de composición que de carbono. Tratado el mantillo por el agua de patosa, se di- suelve, y el líquido se vuelve negro oscuro, agregán- dole unas gotas de un ácido cualquiera, precipita una sustancia negruzca coposa, que se llama ácido úlmico ó húmico, humus, ulmina etc., casiinsoluble en el agua. La propiedad de que goza el ^nantillo de absorver el oxigeno del aire para producir el ácido carbónico, esplica claramente el importante papel que desempeña en la vegetación. Los terrenos mas feraces contienen de 5 á 8 p% ; y su bondad disminuye á medida que aumenta su pro- porción ; de manera que, uno que contenga 25 p% se- ría estéril por esceso de humus, y habría que abonar- lo de un modo conveniente. Cuando el mantillo ha sido producido por detritus vegetales muy ricos en tanino, como el del plátano, • . -28- contendrá un poco de ácido tánico, y es impropio para cieríos cultivos. Ese lerreno se donomina 100 partes. Para saber la composición de un terreno, carecién- dosc de conocimientos químicos, se tendrá presente que los más densos contienen mucho sílice, mientras que los más ligeros son ricos en humus ; y á favor de esos da- tos se podrá ju2gar de los demás intermedios.^ A fin de que se pueda sacar partido de ellos en la práctica agrícola, señalaremos á continuación el peso de un decímetro cúbico de algunas tierras, según ob- servaciones de Shiibler. Arena fina seca 1 4 Kilogramos Id. húmeda 19 Id. fósil arcillosa 17.13 Tierra vegetal liviana 12.14 Id. arcillosa 16 Barro * 19 Mantillo 8.28 Tierra de arena y cascajo 18.60 Id. barrosa con piedrecitas 22.90 La higrospocidad ó permeabilidad de las tierras es la propiedad que poseen de detener en sus partículas más ó menos agua sin dejarla fütrar, ó dejar pasar el agua con mayor ó menor facilidad. Su conocimiento es nmy importante á la agricultu- ra, porque facilitando esas tierras más ó menos el pa- so de los gases y líquidos, pueden apropiarse mejor al cultivo que convenga. Las tierras tienen la propiedad de absorver el agua ~29- del aire hürnedo, lo cual les favorece, porque conser- van la frescura, y se hacen de una humedad necesaria para la buena vegetación. Las que por efeclo de su perineabilidad se vuelven secas inmediatauíeute, tienen una acción nociva sobre las raices. También absorven los gases húmedos, que pierden al desecarse, para condensarlos olra vez cuando cojen humedad. La composición química de las tierras influye mu- cho sobre la propiedad que poseen de detener el caló- rico producido por los rayos del sol. Débese tener esto muy presente en la práctica agrícola. A^ 1 1 . Elección ni: i.as tierras mas ídeciadas \ i.a siemhrv DE TARACO. El tabaco requiere iin suelo silicoso, de capa vege- tal, á las orillas de las quebradas y los rius. Debe ser muy ricü en Qiaterias orgáoicas vegetales, y contener (le ellas de uu 10 á 20 p% bien incorporado en él. Do lo dicho se infiere que ha de ser de aluvión,, ni .muy alto, que por la permeabilidad de su sub-suelo le haga ser impropio, ni muy bajo que sea pernicioso por su higrüspoci'.ad. Debe contener, sin embargo, alguna humedad, y por eso se recomiendan las vegas, procu- rando que b'.'un lo uias llano posible, y que ño se de- tenga en ellas el égua, si fueren inundadas, porque per- judica lu planta. Eáüs terrenos son los que llevan la preferencia en Cuba, y lüád.'teruiinan cou el nomLmáe hoyos de vejas. A falta de estos, aceptan uu segundo lugar los que. en idénticas circunstancias, tieneu un suelo mas grue- so ó de mucho cuerpo ; pero que contengan arena, por cuya razón á esta clase de terrenos llaman terreno aivz- clado: se desmenuza y revuelve fácilmente. En tercer lugar consideran las tierras que llaman pesadas ó gordas, que son compactas, por entrar en su composición la arcilla ó barro. Y en cuarto, las delgadas 6 lijeros, en que predo- mina la sílice. —ai- nada Ici preferencia á las primeras, nos resta añadir que las segundas resisten mas los efectos de las aguas por su mayor permeabilidad ; que las terceras la resis- ten ménoá por su combinación; y que las cuartas, si les falla, pierden la plantación, así como, con tiempo favorable, son las de vegetación mas violenta. El tabaco, sembrado en las tierras delgadas está de corte á los tres meses, y alcanza hasta los cinco en las gruesas. Su calidad y color varia también según la excelen- cia del terreno'en iguales circunstancias: el delgado lo produce de inferior calidad, de color claro y nervios ó venas delgadas ; y sigue mejorando de clase en razón directa de la bondad del suelo. En el interior de esta Isla se acostumbra también sembrarlo en las laderas de las montañas, en terrenos vírgenes: y aunque se produce muy frondoso y de es- tremada longitud sus hojas por la mucha feracidad de la tierra, es de nervio grueso, de poco aroma y calidad, debido sin duda alguna á dejar desarrollar á la planta escaso número de hojas. Para que el tabaco llegue á las condiciones de bueno, es preciso que tenga calidad, elasticidad, color, corisis lencia, sabor y aroma, y aunque algunos exijen también tamaño, creemos que en cualquiera dimensión de hoja caben aquellas cualidades, y que es hasta preferible en las capas la corta, porque se presta á todas las longitu- des (le los tabacos, sin tener gran desperdicio. En la calidad del tabaco influyen el terreno y la temperatura. Prueba de ello, que se produce en todas las latitudes, pero que en ninguna es de tan buena calidad como en la zona tórrida, y ium en ésta en de- terrainailos lugares. En nuestra Isla obtienen la pre- ferencia el de La Plata (Cidra), Comerlo, Gaguas, Ja- yuya (Utuado). Barranquitas, Barros, Cayey, Gurabo,^ Sao Lorenzo, etc. ; y fuera- de osa zona, ul do O'^^íbra-' düljs, Hatillo y Camux, que, con un terreno paludoso, abónalo por Ins aronas que los viciitos lí^viintun en las orillas del u:ar y depositnn en él, se produce de buena calidad. El tibaco exige poca agua, y con algunos chubascí'^ -32— en los resiémbraos y aporques ó atierros, vegeta perfec- taiuenltí, y se pro'iuco de buena, calilla'!. La demasia- da agua influye en su poco jugo y caliddd, y la seca impide su desarrollo, y acaba por aniquilar la- planta. El tabaco es uno de los vegetales que mas (lenden á esterilizar el terreno, porquH estrayendo de él, como todos, los jugos necesarios á su nutrición, no le dejan en cambio ningún despojo con que abonado. Se ha experinlentadu por medio de estuilios hechos, que un plantío de tabaco extrae en tres meses de un área de tierra, igual Ciintidad de sustancias minerales, que el tri- go ú otro ceredl en el intervalo de seis á nueve. Sin embargo, si el suelo es rico en mantillo, se le puede cultivar por algunos añ^s seguidos, especialmente si se abona (ion sustancias orgánicas y nainerales calcá- reos. V Aun cuailido sea muy con venijente alternar las siem- bras, de manera qne no se cultive una misma planta en la misma tierra, es una práctica por demás perni- ciosa la q le sig len algunos, de sembrar maiz, que se cosecha c^iantio lia de darse á la tierra el tabaco, para enseguida utilizarla con este plantío, y economizar la- bores. Pero téngase presente que cada labor ó corte de arado que se da á la tierra, la fertiliza, porque la somete mas á las influencias atmosféricas, deposita ea ella y descompone las yerbas y residuos orgánicos que haya en su superficie: y cuando menos, tiende á mez- clar el suelo «ictivü con el inerte, que por el constante reposo de éste se encuentra siempre en mejor dispo- sición vegeta (iva que el primero, máxime si acaba de ser productivo. — -^i^U" V 1 1 i Eli:<.< ION D!; L4S iníRRAS PAÍ14 KL SEMILLKKO Ó ALMÁCIGA. l'aru ese üJ)jelo debe darse la preferencia á las tier- ras mas ricas, de cualidades altamente vegetativas, en que predomine el mantillo, y si posible es, que sea tierra virgen. Regularmente se utilizan las de bosques, porque abortado en ellas con su perpetua sombra el nacimiento de otras yerbas, y abonadas además por sus despojos, reúnen las condiciones esenciales para el lozano desar- rollo de la pequeña planta, sin recibir ^el perjuicio de otras yerbas que pudieran germinar. Pero si no pudieran obtenerse de esas condiciones, hágase uso de las de mejores cualidades, abónense conve- nientemente con sustancias orgánicas descompuestas, y aunque con mayores fatigas, se conseguirá formar una tierra propia para este objeto. Cuídese sin. embargo, que la tierra del semillero contenga alguna humedad, y sea de id-éntica com.posiciou que aquella á que ha de trasplantarse el tabaco, porque de lo contrario se de- tendría la vegetación de este al sentir el cambio, y se perderian muchas posturas. sm MUL Semilleros. En la Isla de Cuba, Sto-Domingo y otros puatos del conliiiente, eu que hay el hábito de sembrar en varias épocas del año, el semillero de la pi'imera cosecha, que se hace de 'Mayo á Julio, tiene que resistir á veciis la fuerza de las aguas, v por consignieate. ha de tener mu- cho dticlive, para quo no se iintengan y obren en su per- juií-io. En nuestra Isla, en que solo se riega la semilla á principio de Setiembre, como en la Vuelta abajo, época en que han pasado ya las fuertes aguas, puede hacerse casi horizontal. De paso diremos, que el tabaco sembrado en aquella época es de inferior calidad: porque enlraudo las aguas en mayor cantidad en el desarrollo de laplanta. le dis- minuyen sus jugos, le hicen ser flojo, de color claro, y de corla duración: se pica facibnenle. Generalmente se cree que el tabaco cosechado en una época de frecuentes lluvias, es fli)jo, porquetas aguas la- van sus hojas, y arrastran consigo el jugo que caracteriza su caliiad ó fortaleza; pero á poco que se medite en ello, se conven<;er.i cualquiera de ([!i!j no piside ser una vui- garidai, si se tiene en cuenta que los tales jugos, que .constituyen la parle uairitiva de la planta que estrae de a tierra por medio de las raices, se encuentran en el in- erior de su organismo. Mas adelante in'iicaremos la manera de efectuarse la nutrición en los vejotales. —35— 'En Cuba acostumbran hacer de uno á cuatro semille- ros, en sitios separados, coq intervalos de diez dias, empezando el 31 de Agosto, para prevenir cualquier si- niestro que pudiera ocurrir ú los primeros. El terreno que ha de servir para el semillero, su des- monta ó limpia de toda maleza y yerba con un mes de anticipación, se separan las maderas útiles, se aban- dona el resto para que se seque, se aglomera luego en varios sitios, y cubriendo esos residuos con alguna tierra, se procede á la incineración ó quema, de manera que todas las sustancias vegetales se quemen lo mas despacio posible, para que el calor penetre en la tierra y destruya las semillas, insectos y buevecilos que pueda contener. Hecho esto, sedarán á la tierra tantas labores cuan- tas sean necesarias para desmenuzarla completamente, limpiándola de cuantos terroncitos, raices ú otros cuer- pos estraños pueda tener, sin olvidar pasarle un pequeño rastrillo, y dejar su superficie enteramente plana. Desde luego se procede á distribuirla en eras óacira'- tes, de 4 á 5 pulgadas de elevación, con una vara de an- cho próximamente, dejando calles ó andenes de nueve pulgadas para facilitar la limpieza y dar sali la á las aguas si lloviese. Se riega la semilla, para lo cual debe unirse con ciüco partes de arena ó tierra para separarla mas, cuidando que caiga con la mayor regularidad posible, para que no nazca muy junta. En seguida se pasa un rastrillo y se pisa la tierra con el pié, á fin de que la se- milla se le adhiera, y no pueda ser arrastrada por las. aguas. Si la tierra se sjca demasiado por los vientos ó el sol, se rocía para comunicarle frescura, y para que haga germinar la semilla. Regularmente bruta esta álos ocho dias ; y entonces se riega semilla de nuevo en los claros ó espatñosen que no haya nacido por cualquier accidente, con el objeto de aprovechar el terreno. La germinación adelanta ó retarda, según el terreno y el tiempo que haga. Aguas ligeras ó roclos abun- dantes prometeu buenos semilleros ; asi como les per- judican los fuertes chubascos ó soles abrasadores. Para remediar el daño de los primeros, debe impedirse que se detengan las aguas en el semillero ó sus calles ; y —se- para lo segundo, comuDicar la humedad al plantel ro- dándolo con una regadera de adujeres muy peqiKiños. y cubriéndolo durante el dia con yaguas, pencas de pal- ma ú otros objelos aucílogos, sostenicios encima del se- millero sobre varejones, para resguardarlo de los rayos del sol. Es preciso vigilar mucho el semillero para arrancar las yerbas que puedan brotar y ahoguen al tabaco : así como para perseguir lus gusanos, que lo acometen desde su nacimiento y lo destruyen como por encanto. Hay varias clases de ellos ; pero uno de los peores es el que en Cuba llaman cachazudo, de color negruzco, que vive en la (ierra, y que solo sale desde la tarde á la mañana á hacer sus destrozos. Los demás que son ver- des, nacen y viven sobre la planta, se ocultan bajo sus hojas, y e.'í preciso también estirparlos. Hastades pues de cosechado el tabaco, y colgado en la casa de secar, hay que repasarlo, porque hasta allí estienden sus per- juicios los gusanos que pudieron quedarle. Sin embargo de los varios ensayos hechos para evilar la presencia de los gusanos en el semillero, nada saslis-- faclorio se ha conseguido aun. Creemos que lo mas conveniente es conservar la frescura á la tierra regándola convenientemente y tapándola de los rayos del sol ; pues el cachazudo suele presentarse las mas de las veces, cuando llega á secarse la tierra, ó persiste la 5eca. Hace años que se anunció á la Academia de Ciencias de Paris las propiedades insecticidas de la naftalina, y hoy en dia la experiencia confirma su eficacia. Conven- dría pues, remover con la tierra, en los lugares donde apareciese el cachazudo, una cierta cantidad de naftalina impura, que se consigue á un precio módico en Europa, ó colocar en las calles del plantío invadido unos alam- bres impregnados de bcnzina, que ha dado idéntico re- sultado. También creemos que surtiría igual efecto, regar las tierras en que apareciese ol cachazudo, con las aguas amonialea que resultan de la purificación del gas hi- drógeno bicarbonado de alumbrar, un poco mas dilui- das, con lo cual se conseguiría tal vez destruir el gusano por la cantidad de naftalina que dichas aguas contienen. —37- á la vez que obrarían como abono por el amoniaco que forma su base. No debe echarse esto en olvido ; y ya que dichas aguas pueden conseguirse fácilmente, por haber en la Isla tres poblaciones que se alumbi'an con dicho gas, ha- cer ensayos, que interesan tanto á los hacendados de la costa del Oeste, que ven destruir sus cañas al influjo de- vorador del insecto denominado "changa." En años en que se carece de aguas de. lluvia, también es acometido el tabaco por un insecto llamado ' * pulga, " que pica sus hojas, dejándolas con agujeritos menudos, á manera de calados. Las abundantes lluvias enferman los semilleros, pu- dren las raices de la planta, ó las ataca en su tallo, ha- ciéndole perder la cutícula verde vellosa de que está re- vestido. Todas esas matas son impropias para sembrar, asi como las que, por igual causa, crian unos tuberculitos «Q sus raices. Cuando empieza la putrefacción á un semillero, se arrancan y botan todas las matas dañadas, para evitar el contagio consiguiente á su aproximación. Esa es una de las razones por que no conviene regar junta la semilla, asi como para que nazcan posturas robustas y criollas, que sontas que salen aisladas y apenas tienen tallo. -t^i* iSS Preparación de las tierras para la siemcra 1>el tabaco. CuauLlu se pre[tara el terreno para el semillero, debe hacerse lo mismo coq el que lia de desarrollar mas luego la planta. Al efecto se rompe la tierra con el arado águila ame- ricano, que al virarla, entierra todas las yerbas y plantas que haya en susuperQcie, las cuales constituyen por sí un buen abono. Débese profundizar unas cuatro pulga- das. Transcurrido un mes 6 mes y medio, en que han entrado en descomposición aquellas sustancias, se da una segunda labor con arado de vertedera en sentido contrario; esto es. crux.ando el corte primero, y á la pro- fundidad de b ú 8 pulgadas. Quince dias después se da la tercer labor, ó segundo cruzado, cortando en cruz, con el arado provisto de vertedera-, la segunda labor, á la profundidad de 1'2 á 14 pulgadas. Con la cuarta labor ó tercer cruzado, puede profundizar el arado ron verte- dera tüdücuaulu sea posible, para que, viniendo ala su- perficie las raices que hubiese (le los vegetales anterio- res, sufran la acción de los ageates físicos y químicos, y se conviertan en abono. Alguno.! agrónomos europeos ac.msejan usar esa vez el arado de subsuelo, que es casi como el que se usa en (iUba, muy abierto y sin orejas, áfin de atacar en partes el subsuelo, y traerlo' á la superticio. -39- La (jrada se pasa regularmente después de la cuarta labor ; y á favor de sus puntas ó dientes de hierro, que penetran de 8á 9 pulgadas, se deshacen los terrones, y se tritura bien la tierra. Sería conveniente pasarla después de cada labor, por que se prepara mejor la tierra, y ademas estirpa y receje los residuos anteriores, que conviene amontonar y que- mar allí mismo, é incorporar las cenizas ala tierra. A falta de este instrumento, loscampesinos acostum- bran suplirlo con grandes ramas de árboles ó cihndros de madera que arrastran para desmenuzar la tierra ; pero esto es muy imperfecto, y no surte tanto resultado. En general, se darán á la tierra tantas labores, cuantas sean necesarias; y nunca se pecará por esceso. El agrónomo inglés Wauay dice que cada labor que se" da á la tierra, aumenta suferaci'lad, porque son otras tan- tas manos de abono atmosférico que se le comunica. La última labor para sembrar se da el dia anterior, si la tierra estuviese muy húmeda, áfia de que pierda parte de esa agua, que tanto perjudica á la planta de tabaco. Se reconoce su perfecto estado, si comprimida en la ma- no, apenas queda ligada. Si se halla en esa estado, pue- de darse la ultima labor en la larde en que empiece el resiembro. Cuanto llevamos dicho se refiere álos terrenos pro- pios para esta siembra, ricos en elementos vegetativos ; pues asi como el continuo uso de nuestras fuerzas físic'as fatiga el cuerpo y acaba pOL- concluir con ellas acciden- talmente, de la misma manera la tierra, entregada cons- tantemente al cultivo, pierde sus buenas condiciones ó fuerza productiva,, y llega á ser estéril temporalmente. Desprovistos en la antigüedad de los conocimientos que la ciencia moderna ha alcanzado en la agronomía, creían que la tierra se cansaba, y la dejaban en barbechos, que era abandonada hasta por diez años sin entregarla al cul- tivo ; pero preguntamos ahora: ¿dejaba por eso (Je pro- ducir? ¿no se cubría desde luego de yerbas y otra? plantas espontáneantiente ? Eso prueba que la tierra no se cansa nunca; y que, como todo lo que nos rodea, está bajo la in- fluencia de los agen tes físicos y químicos. Si nuetrasfuer- zasexteuuadas se recuperan con el descanso, trasmiliondo —40- á la tierra los elementosde feracidad que hayaperdido. bien por el continuado cultivo de uou misma planta, ó bien por no haljerlas alternado convenientemente, vuelve á reco- brar su fuerza productiva. A ese fin dedicaremos el capítulo siguiente, coatra- yéndonos á los abonos, con cuyo uso, tan descuidado y desatendido entre nosotros, se enriquece la tierra, por que se le proporcionan las sustancias de que los diversos cultivos la hayan despojado, y (|ne es la causa inmediata, casi siempre, de su empobrecimiento. Es preciso tener esto muy presente, y no pretender q'je la tierra produzca sin estimulo de ninguna clase, cuando se abusa de su feracidad. De ahí iiaceque nuestras tierras van esterili- zándose en algunos lugares, y que la ignorancia las crea perdidas para el objeto á que las tenia dedicadas. Error craso; abónense convenientemente, y volverá á apare- cer en ellas la feracidad que la naturaleza ha concedido k los palees intertropicales. ^^^^iT^fí*^ — • JLl Abonos. Se entiende por abono toda sustancia, ya sea vegetal, animal ó mineral, susceptible de aumentarla feracidad de la tierra, restituyéndole los principios de que le hayan despojado las plantas. Las sustancias de orijen orgánico (vegetales y ani- males j proporcionan en su descomi)OSÍcion, oxígeno, hidrógeno, carbono y ázoe., Las de origen inorgánico / minerales )bien sean ácidos ó sales, se encuentran en el su^lo mismo, ó se le agregan para remediarlas pérdidas que de ellos haya tenido por consecuencia del cultivo. P^sr.i esose combinan las tierras arreglado alas necesi- dades de la planta que se va á cultivar ; porque siendo cada una de naturaleza y composición tan ydv'idL, nece- sitan diferentes sustancias para su nutrición. Asi es que el abono ha de estar compuesto de aquellos principios que predominen en la planta, y de que se nutre y vive. En tratados de Química aplicada á la agricultura se encuentran los diversos análisis de las plantas. Nos concretaremos aquí á exponer el de Posselt y Reinmanu hecho en las hojas verdes de tabaco : Nicotina O.ÜG Aceite volátil concreto ( nicocianina ) O.ül Extracto amargo 2.87 Goma yraalato de cal 174 Clorofila, ó resina verde 0.267 6 -42- Albumen y gluten 1.308 Acido málico ,. • 0.5 1 Sales: _sulí'.¡to, nitrato y niaUílo de fíOtasa ; clorato de potasa ; fosfato y ma- ato de cal ; y malato de amoniaco 0.734 Leño y especie-de almidón 4.909 Sílice : - ü ÜH8 Agua ....- ...._ :.... 88,^80 100.836 También se han hallado en las hojas de tabaco los ácidos cítrico, oxálico ,péclico y acético. Se da el nombre desabonos naturales al que nos SU'- ra cisfran con su estiércol los animales domesticas. Pue- den emplearse solo después de fermentados, ó combi- nados con cal y tierra Nuestros hacendados de caña lo utilizan satisfactoriamente, aunque mal preparados por la generalidad. Abonos artifi-ciales son los que se hacen reuniendo sustancias vegetales, animales, y algunos minerales, como, cal. fosfíi tos ó huesos pulverizados, arena fina, etc. si la tierra que ha de recibir el beneficio es muy compacta. Se preparan estos del modo siguiente: se hace a cu- bierto un circulo de cuatro varas de diámetro con pare- des de dos y meilia de elevación, formadas con varas y yaguas para contener el deposito ; y se ponen seis capas de estiércol de 9 pulgadas de esj)esor, alternadas con otras seis de arena fina de cuatro pulgadas. .Diariamente se rocía á medida que se vaya llenando el depósito, de manera que quede bien mojado el todo, bien con agua, ó si posible' fuese, con orinas y aguas sucias del uso do- méstico, que siempre romienen sustancias orgánicas en disolución y suspcnsiou, con el fin de (1esarri>llar la fermentación pútrida, y convertir esas materias en humus artificial. Lleno ese depósito se le estiende encima de igual manera: una capa de estiércol; otra de arena de igual espesor; otrad'-» estiércol de 4 pulgadas; oira de cal de 25 libras; otra de ceniza ; otra de cloruro de sodio (sal de comer) de 5 liiu'as ; y otra de estiércol ; y se continúa rociándolo diariamcüte hasta que se bulle en -43- estado de usarse. La areoa puede sustiluirse con cisco de carbón ve- getal, polvucarcrireoiltí lus calles, polvo de ladrillo, etc. Ese abono preparado es u:i compuesto fertilizante y . esliinulaiiíe ala vez, propio para mejorarlos suelos coin- pactüs muy tenaces. Para las tierras esponjosas se emplea el abono ante- rior, pero sustituyendo la arena con biriO bien desme- Duza'io. Aiiles.de abonarse esos suelos no se adhieren alas raices de los v.-^getales, y se secan hasta tal punto, que causan su muerte por falta de humedad. Locoq- trario acontece con los suelos compactos y tenaces. Táralos terrenos ferniginoscs se necesita mayor can- tidaii dtí.cal en aquel mismo abonp. Vari'S agrónomos aulorizados aconsejan la incinera- ción, sobre las tierras que se han de labrar de los vege- tales que haya en su superficie, ,y cuantos puedan ha- llar¿e á mano ; porque ademas de destruir las semillas ¿insectos que existan en ellas, calcina las conchas, cara- coles, arena y piedras cak-áreas que contenga, que con- tribuyen a abonarlas, asi como las diversas sales que deja la ceniza misma, residuo de la combustión. Este mé- todo es muy usado hasta en la Vuelta abajo, y con su empleo se fertiliza estraordinariamente la tierra. El abono verde„como lo indica su nombre, consiste en el mejoramiento délas tierras á favor de los vejetales verdes enterrados con ese objeto. Los esperímentos satisfactorios hechos en Europt confirman esa verdad; y hoy se >igue ese método con buenos resultados. El mi'jor abono para una planta son sus propios (ies- pojos verdes y jugosos, enterrados á su pié. sin que dejen de serlo [)or eso otros vegetales herbáceos cuando están á puntó de florecer. Este medio de abono podrían adop- tarlo nuestros hat'endados por su innegable baratura, usaiido las hojas de la caña. Nu'stro amigo Dju iManurl Jiménez Sicardó lo en- sayó s.jlistactoriamente en la Hacienda Santa Bárbara, jurisdicción deGurabo, v hubiera continuado usando ese medio de abono, si no hubiera tenido que separarse de ese ramo de la agricultura. Así nos lo ha manifestado. Pura que una planta pueda cultivarse coa ventaja em- -44- pleando el abono verde, es preciso que esté apropiada al clima y naturaleza del suelo: que su semilla sea barata: que pueda desarrollarse de tres á seis meses; que pro- duzca un gran volumen de raices, tallos y bojas; ([ue se pueda enterrar fácilmente con los instrumentos uratorioá ; que sus tallos y hojas contengan mucha sus- tancia azoada ; que se descomponga con prontitud des- pués de entregada á la tierra ; y por último, que con- tenga mucha humedad. Agrónomos competentes tienen ese abono por tau fertilizante como cualquiera otro, con la ventaja de ser el más fácil de conseguir, el más barato,, y el que exije menos inleligencia en su empleo. La manera de usar los abonos naturales y artificiales es distribuyendo en la superficie do las tierras que van á entregarse al cultivo, cuatro ó cinco librjs de ellos por vara cuadrada, para que á favor de las labores, se invo- lucren con el terreno ; y en cuanto al abono verde, des- pués de hacer el primer surco con el arado de vertederas, se ÜHna en toda su longitud con las [ilautas verdes; de manera que, al hacer el sigpiente, vaya cubriendo las plantas abonadoras con 1.» tierra que le í-obre{)onga, y así se continúa. Concluida esta operación, so deja trans- currir un mes ó mes y medio para que se descompongan esassusiaucias ; después de lo cual se cotdinúu la pre- panicion délas tierr.is como hemos indicado antes Las plantas de propiodadt*s mas excelentes para abonos verdes son las de la familia de las leguminosas y las gramíneas ; debiendo hacer especiil mención del malojo de nuiz, ei del millo y cd r.Mo de caña, cuya putrefac- ción se verifica autos de un raes. También pueden ealurrarse al pié del plantío en cul- tivo, vegetales de la misma especie de ellos, sembrados de anleni.ino por separado en otras tierras. Como iibono muy poderoso citaré por último el hua- no del Perú : pero este no es utr.i cosa que el mi-)nes de riego: pudiéndose contar (lesde luego con la seguridad deque, los gastos que orijinen, siempre que sean en relación con la impor- tancia de la finca y valor de los sembrados, serán resar- cidos con creces por la prodiga naturaleza, sin que se corra nunca el riesgo de ver destruidos los plantíos por una prolongada seca, como sucede araenudo en esta ban- da del sud de la Isla. Creemos habernos esléndido demasiado al esponer -47- estos ligeros coaocimieotos sobre la formación de los suelos, las influencias á que están sometidos, sus pro- piedades y manera de mejorarlos, con lo cual nos hemos separado de nuestro propósito é índole de este Manual : pero hemos creído de necesidad tocar esos puntos, por ta importante relación que guardan con la agricultura. -^^■"T^fV^^^ :x.iii Siembra y cultivo del tabaco. Aparte de las condiciones atmosféricas, que tan di- rectamente influyen en la agricultara, y de que depende •o primer lugar el éxito de ella, y habiendo recomendado ya la buena y cuidadosa preparación de las tierras, quo oelermina siempre el mayor rendimiento de productos, nos resta indicar, que sin un esmerado cultivo se renun- cia desde luego á alcanzar los opimos y abundantes frutos que la naturaleza conceda ul bom.bre trabajador, y que nos garantiza con nuestra exuberante vegetación. Pero es preciso ayudarla : delamayoi'ó menor nu- trición que hagamos gozar á Fa planta, y del mas ó m.enos cuidado que tengamos en preservarla de los agentes es- teriores, dependerá que se llegue ala meta de las aspira- ciones. Seguros estén nuestros agricultores de tabaco, que cualquier cuidado, poriinsignificante quo sea, que prodi- guen á la plañía, les será resarcido con aumento de pro- ductos y calidad. Preparado el terreno que ha de recibir la plantación, se procede á estraer del semillero las matitas que he.n de trasplantarse en el mismo dia-. La oportunidad para hact^lo se reconoce cuando el tallo ha adquirido ciorta flexibilidad y consistencia, que ha perdido su trasparencia primitiva, y que uo se quiebra »1 doblarlo . Regularmoato al mes ó mes y medio se halla -49- en ese estado. Niel tamaño ni el grueso se determina, porque esto solo es efecto de la feracidad del suelo, de la poca espesura con que han nacido las semillas, y del buen tiempo que han conseguido ; pero si el tallo ha ad- quirido mucha rigidez, la semillase ha pasado, y no sir- ve para la. siembra. La operación de estraer la semilla debe ejecutarse bien de mañnna ó en dias pardos, y concretarse á tomar aquellas que se hallen en el mejor estado. Se efectúa sacando una á una, tomándola por el tallo cerca del cue- llo de la raiz, y tirando ligeramente para que no se rompa. Se trasportan enseguida al lugar de la siembra, colo- cadas cuidadosamente en ceslos ó yaguas ; y se estien- den en el suelo en sitio fresco, no combatido por el viento, ni atacado por sol, para aguardar el. momento de la siembra á la caida de la tarde, Llegada esta, y estando la tierra en las condiciones de humedad necesarias, se procede á surcar solamente aquella área que pueda quedar sembrada aquella misma tarde. En la disposición del plantío ha de tenerse muy en cuenta la dirección del sol y los vientos de la estación ; de manera que conviene hacer los surcos de Norte á Sud, para que sufra menos la planta los efectos délos nortes, y que los bancos ó camellones lo preserven en ciertas horas de los rayos solares. La distcincia de los surcos, ó sea el ancho del came- llón, ha de ser de una vara, espacio suficiente para cui- dar y atender bien la planta. Respecto á la que debe guardarse de mata á mata en la longitud del camellón, varía según las condiciones de la tierra. En los terre- nos señalados <'omo de preferencia, debe ser de 'tres cuartos de vara ; pero en los menos ricos en abonos, ó en aquellos que por.su composición silicosa no pue- da aspirarse á cosechar tabaco de calidad ó jugo, sino capas de segunda clase ílojas, puede disminuirse hasta media vara. En la isla de Cuba llegan en ese caso has- ta un tercio de vara;, pero no nos atrevemos á aconse- jarlo, porque tal vez la aproximación de las plantas po- dría influir desventajosamente en s.u desarrollo. El tabaco se siembra sobre un costado del camellón ; 7 -so- pero si el tiempo anunciase seca, se hace en el fondo del surco para aprovechar lo mas posible la humedad del suelo. Para ejecutarlo, se introducen verlicalmenLe en la tierra los dedos de la mano (Itrecha, se fuerzan hacia adelante, á ün de formar una cavidad á su dorso, y con la izquierda se colocará en ella cuidadosamente la plan- tila, sobre cuyo tallo se vuelve á apretar ligeramente la tierra. Si el suelo estuviese muv seco, y se tuviere por ne- cesidad que hacer la siembra por el estado del semille- ro, cada |danta se rie^a con uno ó dos cnarlillos de agua, y se couliuúa asi hasta que hayan prendiólo ó cambijdo eJ tiempo. por lo general, con buí^n tiempo, roclos abundantes y soles no muy fuertes, contada es la postura que se seca. En los primero"* dias se amortiguan ; pero á los tres ó cu.ifru, empiezan á dar señales de vida enderezando las hüjis. . A los seis ó siete se conoce la que no ha prendido, y conviene resemhrarb» en seguida con mati- tas escíOjidas, para que puedan diísarrollarse al iguid de las primeras. Como al hiicorse el resiembro la tierra no eAk tan suelta como áutes, se remueve con uii cu- chil'o la precisa en que se liadecolot:ar h nueva planta. Desde que se siembra el tabaco, n») debe abando- narse de vista ni un solo instante; porque tiene tiuitos enemigos, como llevamos dicho, (jue siu un prolijo cuirlri'lo concluirian con el. A>í es que convi'-'ue repa- sarlo diariamente, mañana y tarde, par.» malar los gusa- nos, porque el mas pequeño agujero que hagnu á la hoja cuando pequeña, aumenta en proporción cuando esté desarrollada. X.I V Desyerbos. La práctica de estipar las yerbas que nacen al pié de las pliint.is. objeto (le un cultivo, nos rt'leva de la obliga- ción (le reconie.ntlar la neccaidad y conveniencia de esta operación por demás conocida. La oportunidad del primer desyerbo la determina el crecimiento de l.i \erb;i, de que es muy necesario privar al tabaco. ílcgularinenle al m^s ha llagado á ese es- tado ; \)ovn conviene no hacerlo con la tierra ni muy hú- meda ni seca, para no estropear las raices de la planta. Si existe lo segundo, se ejecuta de mañana y tarde, se lim¡>ia bi<'.n de toda yerba, se separa del pié la tierra seca, y se le a[)orca otra húmena y suelta ; y si lo pri- mero, se agu irda un poco, si es posible," hasla que se seque algua tanto, para dar el desyerbo como Ueraos indicado. A los veinte dias de sembrado el tabaco, ya se pre- senta ü3 color verde subido y hoja redondeada, lo cual indica lozHiiia ; pero si apareciese de color claro y hoja larga punli;iguda, denota debilidad y pobreza. Sin em- bargo, si después del primer dt-syerbo recibiese agua la planta, echa nuevas r.dces, nutre mejor su tallo, que se vutdve grueso" y viscoso; su epidermis se cubre de una cutícula vellosa, y las hojas recobran su verdura natural al entrar en nuevo desarrollo. Cuando empieza á manifestarse la florescencia ó ve- —52- fair el boion, se dá un segundo desyerbo, porque mas luego serírt algún tanto difícil por el gran crecimiento de la planta. SuejecutH couio el primero, y por lo regular no necesilíi mas, puesá favor fie él se nutre nuevamente, se cierra el plantío, que es unir sus hojas unasá otras, é impide el crecimiento dé la yerba. Pero si se retar- dase la vegetación, ó algún fuerte aguacero endureciese la tierra, será conveniente darle un tercero; porque ca- da desyerbo y apor(|ue que recibe, lo resarce con el cre- cimiento de las hojas, y aumento de producto. HLV Descoronamiento ó capadura. La operación de capar ó desbotonar la planta del ta- baco, requiere alguna inteligencia, y es indispensable para determinar y favorecer el desarrollo de las bojas, asi como para bacer llegar su madurez con mayor igual- dad. En nuestro país, en que la planta produce de 16 á 18 hojas, cada localidad lá ejecuta ciñéndose solamente al número se dejase y cuidase uno solo en la forma que tenemos indicado para la planta principal. Cuando las hojnsdel tabacal hm aflqnirido todo su desarrollo, por su escesiva longitud los vurnlos fuertes las rompen ó viran. En este caso se vuelven á su és- tad.'i natural; porque de lo contrario, después de acon- dicionadas, anarec^rian manchadas por parles y faltas de brillo, porel benéfico inflijo que hablan recibido del sol por su anverso. También adqiiÍRren las hojas unas minchitas menu- das blancas, si llovizna al madurar la planta ; pero esto no es un defecto, por fue generalmente el fumador hace aprecio de los tabacos de esas hojas, cuyo as ¡eclo es agraíiable. Demasiada agua perjudica, porifuelas man- chas s^'ran mavori^s, y por la tardanzaen la evaporación del agua stícarnoniza esa par-te, y no se obtiene masque ' tripa d(í la mejor capa. Si 1^1 lluvia es tan esóesiva al aproximarse el^orte que en suel?>s poco porosos se encharcase el agua, la planta se marchita o emborracha. Débese desaguarlos cuanto antes: y si por el estado de humedad no mejorase, y se temiese la pérdida del plantío, se corta inmediatamente, aun cuando no hubiese adquirido completa madurez. Si las -56- tnaiag estuviesen mojadas, se colocan colgadas en sitio seco á la sombra para que se sequen ; y si no resulta bueno el tabaco, a lo menos se utiliza siempre. Desde la capadura hasla el corte transcurre un mes ó mes y medio, en relación á la temperatura y lo mas ó menos favorable que sea la esposicion del suelo. Las señales mas evidentes del completo desarrollo de la planta y oportunidad de su corle, consisten en la variación de color de las hojas, cuyo verde se pierde en jaspes de un amarillo vivo, en aconcharse y engrosar, en inclinar lánguidamente su véítice, en ponerse ásperas, quebra- dizas, y gomosas ó viscosas, y en cubrirse de una exu- dación particular con olor viroso. Todo anuncia que se acerca el término de su duración : que su organismo se somete á las leyes naturales ; y que no puede evadir el cumplimiento deque todo loque vive muerú. X. VI. Corte del tabaco. En el estado en que hemos dejado la planta, y teniendo listas las casas ó ranchos para poner el tabaco, se procede al corte, que se ha de ejecutar en dias secos, cuando el sol calienta mas, Pero hay una circunstancia muy desa- tendida, que debe tenerse presente por si por cualquiera causa tuviere que suspenderse el corte, la cual inflaye mucho en el color que ha de tener el tabaco, su elasti- cidad, calidad, aroma y duración. Sabido es que, perteneciendo los vegetales álos cuer- pos orgánicos, tienen funciones de nutrición como queda dicho. Estas se efectúan principalmente por sus raices, las cuales extraen de la tierra los elementos necesarios y convenientes para su desarrollo, por medio de una fuerza iisico orgánica, cuya existencia descubrió Dutrochet, y designó con el nombre de endósmose. Esos elementos combinados en virtud de leyes físicas y químicas, producen la savia ó sustancia fecundadora de los vegetales, que no llega á su perfecto estado regene- rador, sino después de haber ascendido y repartídose perlas hojas, por donde, cual pulmones vegetales, tam- bién absorven loa gases de la atmósfera. Álli, en coii- tacto con estos, y á favor de la luz del sol, sufre aquella un cambio que la vuelve mas Hquida y propia para la nulricion, en cuyo estado, después de haber secretado al exterior por los estomates ó poros aquellas sustancias t -58- impropins para el desarrollo vegetal, y el agua escedente, de>cieii(ie puiisadanienle por lodus las ramas, Irmicosó tallos para nutrir la planta ; semejante á la sangre venosa, que impropia para nutrir nuestro organismo, arrastra consigo los nuevosjugos elaborados en la fjuiliíicarion, lleg.i 'al ci'iitro común, el corazón, para ser l.mziida ó los pulmones, de donde vuelve á él vivificadora, me- diante el contacto que ha tenido con el oxigeno del aire inspirado, que se desprende del carbono. Pues bien, no siendo la sivia ascendente la rege- neradora de los vegetales, debe aguardarse q'if haya operado su descenso y nutrido bien la pínula que nos ocii[)a. hsle movimiento circuialorio constante, que se activa en la priuirivera. después de fuertes aguas, ro- cíos abuiid mt'-s, etc., coincide también con los novilu- díos y plei. iludios; y asi es que conviene dar el corte al tabaco en el cuarto menguante, siempre que sea po- sible. ■ Ese movimiento activo de la savia en las conjuncio- nes y oposiciones de l¡i luna, es debido á la iidliiencia que ejerce esta sobre los vi-gclales; v por eso es que, pa-i;da la- oporiuiiiíjad del corte por cualipMtMM circnus- t.mcii, pi -rde la hoja el color venle am-^rillo-o (jue hemos iiniica'U) para ('eterndnar su madurez, y lo transfjruM en veteado verdoso hasta qu", nuLri 1 1 nue- vament , vuelve á loniiir el que hübia ¿ibindonad" tis- te mohiento, correspomJienle al cuarto menguante, no deb- dejarse pasai . Es costumbre general entre nosotros, ejecutar el corte de una vez, aun cuando todas las matas no esJén en igual estado de snzon. Regularmente los resi Mubros, y alguna parle del plantío que no haya gozn.io de la m;pir calid el del suelo, se rolarían un poco mas; por lo cual aconsej.imos que no se corle husta su oportuni- d.id, para obviar los inconvenientes que hemos indica- do, y conseguir más canfida 1 (.Utcnpas. También es necesario suprimir la inveleraila cos- tundue de cortar la mala entera y secarla en esa forma. Pi(d'erible es hacerlo por mancuernas, ó pares de hojas, y separar de una vez las superiores, que constituyen IdS capas, de las inferiores, que son las tripas; porque -59- aquellas desmerecen de calidad acondicionadas junto á esUs; y si t.'S verdad que de. esta manera ^e rii-tarda al- go uias la O[iera(;¡oii, t-ii cambio se obtiene mejor cali- dad, mas (;a[)as, y mejor condición. La practica auligua en la isla de Cuba era corlar las hojas de cada mala en dos 6 li'es veces distintas, c»)n lo cual se ginabii en rendiinienlo «le ca[)iis: p^ro desgra- ciadanentees í método, que aconsf'jarianvjs. ha caidoen di'suso por ei"i cío de las mayores dimensiones que se dan hoy á los tabacales. Después de tener listas las casas ó ranchos de taba- co, suticienle numero de hui-quetas y cujes, y distribui- da la g(.'nle que lia de hacer la cosecha, se procr-de al corle, que según hemos indic.ido, se ha de ejecutar eii didS s 'cos, cuamlo el sol caliente nías Esla Operación seí;f'c!u» con. mí cuchillo, y se em- pieza corlando la primera mancuerni. que es \m\tí ¡jim- pullíf ó cabeza, por la parbí del tallo intt-rmedia entre es* ta y la siguieide; y' sucesivamenle se ejecuta con las otr.is de la misma mata sin incluir la úílima, que pop ser de mala calillad, «se corta, recoje y acondiciona por sej arado. Este es el denominado barredor. I,as manrut'rnas sup 'rioriíS, que son las de copa, se van colocando en A camel on deri^cho con la parle su- {»erior de la hoja hacia abajo, y las inferiores, que son US ue tripa, en el izquierdo de igual manera, p.iraque el Sol y el calor di varas para que sirvan de Jiarrederas, en los cuales fe colocan diariamente los cujes, [)rocnraudü no separar-" los mucho, ni tampoco unirlos, sino lo necesario para que el sol hiera solamente la unión de los dos peciolos, y no queme ó tueste el limbo de la hoja. Por las tar- des ó cuando llueve, se (juitan y guardan los c ijes. operación que dura ile seis á diez diaz, tan solo para activar la desecación, que continuará luego en la casa de tabaco en la forma que tenemos prt^scrita. Este método de secar el tabaco en las casas y al sol es el que se acostuml)ra en la Vuelta abajo, bien dife- rente por cierto del que se emplea entre nosotros, que —es- coriado el tabaco en mala pntera, se ata en varas y en el techo de la casa, y no se toca basta su completa de- secación. De ahí vienen muchos inconvenientes, y so- bre todo, el mayor, que no se puede acondicionar Í3ien, por lo cual resulta tanto tabaco de clase inferior. t Fermentación del tabaco. Llpgado el mes de Abril, y aprovechando el tiempo de las agiiis casi seguida, se 1»íij;üj lus cijcs á lüs b rro^ dcrús itJÍV'riores. y se (.•oiocim con 1 1 debida sepanicion, abrieiwlü pu-TldS y veidituas, aun dé noche, para dar bltj/tiUna id tiib;ico, cuuis iiojus se reconocen (lor la maium?'. Si no llo\iese, se übrirán solo de nocluí pa- ra que se impregne de lu hnniedad de la aUnósíVni. Llánuise blaudura el eíec.»o que prcduce en ellas la huiiiy'¡;d qui; absorven ; ^ si e-itún sujves. os'o es, que no se quicbten al comptiuiirlas entre la mano, sh ha- llan en estado de onpiiur 6 apilonar, como se dice go- ñera 1 mente. El euipitado es la operación de dar color y aroma al tab:ico por medio de la i'ermenlacion, que se el clúa á favor de la humedad que ab:^orve al lom;ir blandura, y del calor que desabridla por su aglunieíacion. Será tanto menor éste, cuanta méno^ blandiü-u llevn''o Su blan.lura á consecuencia de la humedad de que se desprende, á medida que alza el dia, se suspende la ope- raeiuu ha.-ta la mañana siguient:?, en qu^í se continúa de igual maner,a hasta empilar ó estivar todo el tabaco, qne se tapa bi'n: en cuyo estado conviene dejarse mientras desan-olle calor. tu e^ía operación no conviene dejar de vista el ta- baco, por el g.;an riesgo qutj corre, ile pasar á la fer- mentación punida, í>i desarrolla mucho calor, bien por que se le dit-ra demasiada 6/íi/i'/í/í'(í, ó bien porqué ab- sorva demasiada humedad, si hiciere tiempo de aguas. Eu uno y oiro casO bastara dtíshacer la estiva, ten- der al aire separadamente cada brazada hasta que se ha- -es- lía ausentado el calor, y se vuelve á formar la estiva ó pilón, que se registra siempre, por si se repitiese aquel accidente. Las mancuernas rastreras ó de barredor, después de tomar blandura, se desprenden de su unión, se en- manillan y guardan sin darles ^?7on, porque no resisten la fermentación. A medida que va desapareciendo el calor, y por consiguiente, cesando la fermentación, lo cual se efec- túa primero en las clases inferiores, se puede operar el despalillado. Para esto, siempre que el tabaco esté suave, pues de lo contrario se le dejará tomar la humedad de la noche, descubriendo el pilón, se emplea la prima noche, co- locando delante de cada operario brazadas de mancuer- nas, de las que, con todo cuidado, va separando las ho- jas, tirando lijeramente biicia arriba para desprenderlas del tallo común. JLIL Escogida del tabaco. Aisladas las hojas del tallo común, se van colocando en montones para hacer la escogida por la.nnañana; pues ya hemos dicho al tr.itar del corte, la convenien- cia de separar las capas de las tripas, que han debido se- carse y empilarse en sitio diferente; como déla mis- ma mimera establecer tantos pilones cuantas ^ean las diferencias sensibles de la cosecha, por el diverso tiem- po en que se hizo, ó calidad de la hoja. Por las mañanas se procede á la escogida, que con- siste en examinar cada hoja separadamentii para clasi- ficarlas, las cuales se van colocando con la debida se- paración para engavillarlas ó hacer las manillas. El método que se observa por lo general en el país para la escogida, obedece tan solo al estado de la hoja; y asi no e's eátraño que en la mejor clase se encuentren hojas que debieran estar relegadas a las tripas, y cuya presencia allí solo la esplica no tener ningún desper- fecto. Esto es debido tan solo á la impericia de los es- cogedores, cuya falla de inteligencia influye desventa;- josamenle en el precio del articulo. La clasiücacidn que hacen, es la siguiente : Capa 1.*, larga ó corla, aquellas hojas sin defecto; Capa ?.', las defectuosas ó algún tanto picadas y rotas; Capi tripa, las h(>jas muliladas de capa, y aquellas del centro de la mata que por su calidad uo pueden incluirse en tripa; Tripa 1.", las que pueden producir algunas capas, y es déla uifjor calillad entera y lar^a/Tripu 2.', la iriuti- ladií, Culta y do poca calidad: Boliche, que lo conslilu- yen l>:s úlLiaíi's l.ojas de atajo; y Barredor, ol de las rasíieras. Las hojas de cabeza ó pimpollo que resultan muy rolis 6 mutilaílas, manchadas 6 demasiado gruesas, acos'UHibran separarlas para hticer tabaco hiljdo. En la Yuiílía-abajü las reserva el agricultor para su uso particular, ó parn hac t los excdcnti-s y e:'K'bradijs ta- bacos vegueros. Estamos cguLtuh s cjii lu uivisiun de las cluses in- feriores ; pero no con la de las superiores, que van muy mezcladas y sin hacer diferencia en su calidad, por io cual desaiLi'C'cen mucho en perjuicio del mejor rendi- miento. CreeiLii):^ cuwvenientf!, pu^js, arreglar l;t escocida á la Domencíatuia siguiente: Clase I." Capa flor (comprendiendo solo el pimpollo.) Clase "2." Capa 1." larga; y clase 3." Capa 1." corta (las hojas que siguen en la mata al pimpollo que sean sin imperfección.) Clase 4.' Capa 2." larga ; y clase 5-" Capa 2." corta (las mismas con alguna imperfección.) Clase 5." Tripa flor (las hojas intermedias entre la capa y la tripa, comprendiendo las capas mutiladas. ) Clase 7." Tripa 1." (la superior y larga, pero que no produzca capas.) Clase 8.' Tripa 2." (la de menos calidad, rola n mutilada.) . • Clase .9." Boliche (las hojas del pié sin jugo. ) Clase 10.» Barredor ( aquellas rash-eras, carcomidas ó carbonizadas. ) Nos lisonjeamos con que, con esa escogida Lecha por calidades, ganara muclio en apariencia y precio nues- tro tabaco, una vez que, por la condición que obtenga con nuestras indicaciones, producirá más e;i capas, se- rá más fino y llegará á tener más aroma, de cuya au- sencia tanto se ha resentido hasta ahora. XXI. Engavillaho y embetunado del tabaco. Hecha la escogidn del tabaco, se procede á engavi- llar ó enmaoillar sus hojas, para lo cual se va tomando uü número do ellas (25 próximamente) que igualadas por sus peciolos, se atan con una hoja de inferior cali- dad, rodeando la gavilla de manera que la primera vuol- !a quede pisada con la segunda, que se asegura á su vez introduciendo el estremo de la hoja por el centro de elh. Kn la Vuelta abajo; ej veguero entercia en este es- tado su tabaco en la forma que circula en el comercio; y al efecto forma manojos de cuatro gavillas de dife- rente número de hojas, según la clase, de que entran ochenta en cada tercio. El dia anterior al eninanoiado, humedece ligeramente el tabaco con una infusión de hojas y tallos de la misma planta, que gradúa hasta dejarla de color de vino seco, y va colocando las gavi- llas en círculo con las cai}eza3 hacia afuera, liasti. ele- varlo á regular altura. El objeto- de esia operación es' ' suavizar el tabaco paj'a poderlo enmauojar.y al mismo tiempo para que, á favor de la nueVa fermentación que siifra en los tercios, mejore más en calidad 6 furtaleza, color y aroma. A e?a í)peracion llaman crribeíiniar, cu\o uso reco- uiendamos por ser muy necesario para mejorar la cüli- dad y aroma del tabaco; con la diferencia de que, en- — 7?- terciando nosotros de diferente manera, al siguiente dia al embeluiiado débese poner en estiva co.iiu se hizo al eriipilar, y aguardar que pase la fiirmeolricioó para preo- saríü en los fardos y entregarlo entonces al comenño. Esta última operación lo mismo que la del empilado, exige mucha práctica, porque el embetunado debe dar- se en relación al estado de humedad del tabaco, y su mayor ó menor jugo. En espericieutos prácticos que varias veces hemos hecho sobre el tabaco, sin embargo de haber trabajado sobre hojas que ya estaban secas, hemos adquirido la seguridad de que, á favor de lafermenticion que se pro-, duce en el empilado y embetunado, se mejora la cali- dad, color y aroma, se reducen los nervios de las ho- jas, y mejora la condición de las de menos jugo, por la absorción que verifican de las de mejor calidad. .4.un hay más; de los análisis químicos se desprende que, á favor de la fermentación, desaparece casi por completo la nicotina, principio tóxico ó venenoso de la planta, que alguna influencia fisiológica nociva ejer- ce siempre en nuestro orgainsmo cuando existe en el cigarro; que se produce el aceite est^ncial, que consti- tuye el aroma del tabaco ; que se destruyen también los ácidos que existen en la hoja, volviéndola. alcalina ; y por último, que las sustancias azoadas se transfor- man en amoniaco y alúmina, para darle color. Por todo eso no nos cansaremos de repetir la con- veniencia que resultada, de sustituir la práctica que se ha seguido hasta hoy, por la que aconseja la ciencia y la razón ; pues si nuestro tabaco, doloroso es decirlo, está muy distante de lo que debe ser, por la inoportu- nidad del corte, su mala desecación y falta de condición, manipulándose como es debido, y procediendo de me jor clase de semilla, podrá llegar, por su calidad y aro- ma, á ser émulo íJel de la Vuelta-abajo. ■■i'rn ijff I I i.ittja^ ^:!iLii Si-imillas. Réstanüs decir algo de la semilla que ha de em- plearse en la siembra, y la manera de conseguir la que produzca el plantío. Siendo tantas las especies que hay en el tabaco, se- gún hemos dicho al principio, débese dar la preferen- cia para sembrar, á la semilla de la especie Nicotiana repanda, nativa de Cuba, y que se cultiva en ella. Nosotros hemos tenido ocasión en 1858 de repartir entro los coeecheros de ciertas localidades algunas bo- tellas de ella, que produjeron un excelente tabaco ; pe- ro como entonces no se habia -desarrollado la industria de elaboración de tabacos, y no se daba ningún mérito a la calidad, siendo esta especie de hoja, corta, la dese- charon, y continuaron sembrando el del país, que en su mayor parte es de la especie del Nicotiana latissima, de hoja larga, que les producía más peso. Respecto á la manera de obtener la semilla del plan- tío, como ésta es la que ha de determinar el desarrollo de la planta, es condición muy precisa que sea buena, (inveniente sería que se dejasen, bien en los semilleros 6 bien en los estreraos del tabacal, suficiente número de malas, exclusivamente para hacerlas asemillar; pero como estamos seguros que la codicia hará abstracción de nuestro consejo, y tratará siempre de cosechar el' mayor número posible de matas, recomendamos que cuando re- 10 —74- toñeel tallo después de cortada la plant-^, se le deje uü solo hijo, que se cuidará del gusano, se desyerbará v aporcará oportunamente, y se dejará florecer sin qui- tarle las hojas. De esa manera, á lo menos, se tendrá buena semilla. En la descripción boláni -'a de la planta, dijimos que tenia yna cima de cápsulas ovoideas de muchas :-emillas. Estas son tan pequeñas, que h1 osliulioso Linfo contó más do 20.000 en una sola planta. Las cimas que jorír.ari l:i? cáspulas se corlan cuando estas han secado y toma-io nn color (iscnro; se atan en manojos; se cuelgan en los cnjes hasta qi>e sequi;n ; se asolean luego, y sepirada la semilla de su cubierta, se guarda para el siguiente año. :iL^III Rejídduento del tabaco. No terminaremos estos esfurlios, sin dar una idea del rendimiento del tabaco, con(licii)n tan indispensable para poner de reliine lo productivo de esa solanácea. Trab^ijo difícil y penoso es, á la parque inseguro en su resultado, si se atiende á que su rendimiento depende de muchas circunslanrias. y sobre todo de la buena elec- ción del terreno, del esmerado y prolijo cuidado que se observe durante la siembra y desarrollo de la planta, y favorables condiciones climatológicas que consiga ; pues un mal ano, íalto de lluvias oportunas, ó una mala asis- tencia al planiio, reducen unacosecha á la mitad ó cuarta parte del producido que debiera tener, y á veces mucho mas. Así, pues, tomaremos por tipo para calcular sus pro- ductos, unacoseclii lcrmin\da ijajo las condiciones mas favorables, en una área de ti jrra de naa cuerda ( 75 varas por ca.i { l.ido. ) En ella cabrán 7.500 plantas á !a distancia de X de vara por una vara de calle, que produciendo ocho hojas cada una por término medio, resultarían 60.00Ü hojas, que separadas en cinco clases de 12 000 hojas cada una, tendremos que, coüun peso aproximado, que hemos ba- sado en hechos prácticos y á los precios que han vendido la última cosecha de I 875 los agricultores de los punto» de mejor tabaco, dá por resultado : -76- 12.000 hojas capa 1.' 240 Ibs. á $ 60 144 12.000 ., ,, 2.' 200 ., á S 50 100 12.000 .. i-api-lripa 171 ,, á S 25 42.75 12.000 ., tripa 150 ,, á S 14 21 12.000 ., boliche 133 ,. aso por 7.98 894 Ihs. S315.73 de produelo brulo por cuerda de sembra.'lo. Repelimos que ese puede ser el resultado de una bue- na cosecha, que porla calidad (lela hoja llegue á aquel pe- so ; pero como nos parece ya oir negarlo á la generalidad de los que se dedican úesa siembra, nos toca comprobar esas cifras con razones irrecusables; Ciertamenl3 creemos, aunque no nos consta por la práctica, á que no hemos desceudido, ni cuyo dato ad- quirido con exactitud, que con dificultad se alcanza entre üosüíros esealtd tipo de peso en el tabaco que produzca una caürda de tierra ; pero si se tiene en cuenta que la desecación del tabaco, tal cual se hace en. nuestra Isla, lo alijera de su peso por la prontitud con que se efectúa, lo cual hace disminuir su calidad, volviendo tripas, hojas que debieran ser capas, y que dan por resultado la mitad del peso que debieron representar, por cuyo motivo tam- poco resulta eu la proporción de hojas en cada clase en la forma propuesta, fácilmente se comprende que no es estraño que,, desecado el tabaco como e.s debido, repre- sente un aumento de peso de 25 i>or %, cuando menos, sobre el producto que se obtenga por el método que en nuestra isla se observa, por el cual pierde mucha parle de sus jugos al secarla hoja, ademas de que carece de fer^ mentación., en la cual se asimilan cada vez más los prin- cipios que conlribayen á su calidad y que determinan aumento de [teso. Ed la tabla de las |)rinc;i).des plantas de cultivo, pro- pias de la agricultura Iropicil, que inserta al final de la historia de Fray Iñigo Abad su ilustrado a.nolador, expresa que cinco plantas de tabaco seco producen media libra, lo que equivale á 750 libras las 7.500 matas de lá cuerda ; pero en el presente caso no podemos fundar un cálculo seguro, sin tener el conocimiento de la clase y proceden- —77- cia del tabaco que se sometió al ensayo, puesto que, se- gún hcüios dicho al tratar (]e los caracteres botánicos, di- Üeren en la longitud de sus hojas, lo cual implica varia- ción de peso. Por otra parte hemos ^idquirido la convicción deque, catorce hojas de tabaco bueno de La Plata, de cada una de las cinco clases en quft hemos dividido el producto de una cuerda, que en junto representan setenta hojas, han dado 1 1[16 de libra de peso en cuya proporción su- biría el producto total de las 60.00Ü hojas á 910 libras próximamente iguala 894 libr-js queles fijamos. La Su!)iüspeccion de la Guardia fural que hubo esta- blecida en esta Isla, nos proporciona el dato del número de cuerdas de I ierra que el año 1862 había preparadas para la siembra del tabaco, ascendentes á 5.289. Siendo la exportación del año siguiente de 4.5 18,507 libras, resul- tan por cada cuerda 854 libras exportadas, más la gran cantidad consumida en el País ; pevo ese alhagüeño pro- .ducido nos hace dudar de la exactitud de aquella cifra, puesto que nosotros mismos hemos confesado que no llega á ese resultado el producto de una cuerda por las prácticas que se siguen en el País. Un ddío más nos resta en pro de nuestros cálculos : en la Vuelta-abajo, cuya práctica de manipulación es la que hemos seguido, un área de tierra, equivalente á nues- tra cuerda, con 7.500 pies de tabaco, produce próxima- mente cinco quintales ; y si ese peso se consigue allí con la especie de tabaco Nicoliana repanda, que en la gene- ralidad tiene su hoja, algo más de la mitad de la dimen- sión de la que nosotros cultivamos, ¿ no podremos llegar nosotros á nueve quintales, que dan por resultado nues- tras cifras ? Respecto á los gastos que ocasiona el culi i vo que nos ocupa, no podemos'precisar nada absolutamente. Cono- cedores de la agricultura tan solo por teorías, y alejados del centro de cultivo del tabaco, no hemos podido conse- guir datos precisos de las per;onas de quienes los .hemos solicitado. Sin embargo, puede deducirse que no son muy crecidos y que el producto líquido sea bastante al- hagador, cuando tanto se acrecienta ese ramo de la agri- cultura. -78- Deseninoá, pues, Ik-'gue a «lársele toda la imporiancia que so merece, y que veamos el tüj en que represente una verdadera riqueza en el país, y;; por la estension que al- canzan nuestros tabacales, ya por el núuiero de fincas que se dediquen á ellos, y ya más que todo, por la buena calidad que llegue á obteners^, con mejores procedi- mientos, ú lo cual se presta también nuestro rico suelo y sus inmejorables condiciones climatológicas. ÍNDICE, A mi padre 5 Prólogo 7 I Introducción , ,. 9 11 Historia del tabaco. 11 III Causas del lento desarrollo icl cultivo del tabaco, y de la agricultura en general en pLiv;rlo Hico. . *. . . 14 IV D;i tos estad ísticos de la exportación é impor- tación de tal'.i-o 19 V Caracteres botánicos^ monografía del tabaco 22 VI Formación, composición y propiedades de las tierras 25 VIÍ Elección de las tierras mas adecuadas á la siembra de tabaco 30 VIIÍ Elección de las tierras para el semillero ó almáciga 33 IX Semilleros 34 X Preparación de las tierras para la siembra •de tabaco 38 XI . Abonos 41 XII Irrigación artificial 45 XIII Siembra y cultivo del tabaco 48 XIV Desyerbos . . . 51 XV Descoronamientó ó capadura .... 53 XVI Corte del tabaco 57 XVII Casa de desecación 61- XVIII Desecación del tabaco. ...... 63 XIX Fermentación del labaco 66 XX Escogida del Tabaco 69 XXI Engavillado y embetunado del tabaco . . 71 XXII Semillas * . 73 XXIII Rendimiento del tabaco 75 — msar- FÉ DE ERRATAS. FOLIO. LÍNEA. Dice. Léasr. 8 5 del de 11 24 Laiireria La n re rio 11 28 en 1586 y en 1586 15 27* declaró se declaró 21 5 campensinop campesinos. 22 .i pentandria mo- (pentaudriamono- T iioginia de Lineo ginea de Lineo.' 23 13 repanda repanda, 24 9 Varenas Varinas 39 15 Waray Way 42 14 solo solos 43 3 carcáftío calcáreo 45 i presindirenios presi-indirémop 45 8 30J'qué layan por que 50 13 haya 53 27 deja) sel' dejársele 54 41 habrá . .<5e habrá , 57 27 endósmose endosmose JT ... f»V ^'-•■?n;vig.-l