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I

ESCOGIDOS

MARTÍN ALONSO

PINZÓN

EbTÜJ)IO HISTÓRICO

JOSÉ MARÍA ASENSIO

Dii-ccio de la Acad'.j.ua de T-'íenas letras de Se- villa. Corytspviidíenic de I ^ .fe ¡a ITist-ria de Ma- drid , ele.

MADRID

tiA ESPAÑA MODBHNA Cta. de Sto. Doming-o, ](>

GE ITT OF JoCoCIElBIKIUíJ^

MARTIN ALONSO PINZÓN

COLECCIÓN DE LIBROS ESCOGIDOS

MARTÍN ALONSO

PINZÓN

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E8TIIDT0 HISTÓRICO

POR

JOSÉ MARÍA ASENSIO

MADRID LA ESPAÑA MODERNA

Cttt. lio Sto. Düming-o, lü.

Es propiedad.— Queda hecho el depósito que mar- ca la Ley.

"aoi-stin AvRiAlIl^^e la Comp. de Impr. y LiU. < S. B«rnardo, »2.-T«léfon« Büm «.•««.

MARTÍN ALONSO PINZÓN

PROLOGO.

Llama la atención que en los momentos mismos en que todos los pueblos civilizados se disponen á celebrar el cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo, cuando el nombre de Cristóbal Colón resuena en todos los ámbitos de la tierra y su glo- ria se recuerda por la humanidad entera, si así puede decirse, j se levantan estatuas y monumentos que perpetúen su memoria y la ad- miración que despiertan sus heroi- cos hechos, hayan aparecido opi-

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MAR^tÑ' AIJONSO PINZÓN

niones exageradas de algunos pen- sadores que se oponen al torrente de las ideas, y buscan manchas en la conducta del genio que atrae la atención universal, mostrando, más ó menos embozadamente, la ten- dencia de amenguar sus grandes merecimientos , rebajar su carácter y discutir la gloriosa empresa de aquel para quien la humanidad nunca tendrá sobrada gratitud ni sobrada admiración , aporque rom- pió el velo que envolvía m^edio mun- do. ¡Singular coincidencia, y más extraña muestra de las aberracio- nes de la razón humana!

Encontramos la causa de tal exa- geración en un sentimiento falso de patriotismo, que juzga rebajada ó colocada en lugar secundario la im- portancia de la nación española que acogió los proyectos del gran mari-

POR J. M. ASEN8I0

no genovés, porque este aparezca como la primera figura del descu- brimiento ; en un alarde de supues- ta imparcialidad , que con deseo de disimular las manchas que en el li- bro de la historia oscurecen las re- levantes cualidades de muchos de los españoles ilustres que en aque- lla grandiosa empresa ayudaron á Cristóbal Colón , ó estuvieron á su lado por mandamiento expreso de los Reyes Católicos , entienden que se disimularán aquellas, si en las acciones del descubridor encuentran algo digno de censura ; y de un mal paso caen en otro peor, juzgando que las figuras de nuestros compa- triotas crecerán y se verán á me- jor luz si logran reducir las colosa- les proporciones del héroe que se les pone delante y atrae la admira- ción de todos.

MARTÍN ALONSO PINZÓN

Tal vez el intento es digno de alabanza; pero equivocan lastimosa- mente el camino los que tal obra han comenzado , y puede conseguir- se el resultado apetecido y hacer justicia á los insignes españoles que tanta parte tuvieron en la arriesga- da empresa, compartiendo la gloria de Cristóbal Colón , sin que ningu- no pierda ni caiga del alto pedes- tal que debe á sus merecimientos, y antes por el contrario , elevándolos á todos al grado que les correspon- de por los grandes servicios que prestaron á la causa de la civiliza- ción en aquellos importantes acon- tecimientos.

Noble j simpático campo puede recorrerse al vindicar á los compa- ñeros de Colón y á los primeros descubridores que siguieron sus huellas, así como á los colonizado-

POR J. M. A8ENS10

res j administradores de la contra- tación de Indias , de los cargos que la pasión ó la ignorancia haya po- dido formarles sin la justificación necesaria; que siempre es noble 3'' grata la tarea del que se propone que brille la justicia y se aquilaten y aprecien en su valor las acciones de los hombres ilustres; pero es in- gratísima labor, y repulsiva para la inmensa mayoría de los hombres dedicados al estudio y aun para todos los pueblos cultos, la de pre- tender se arrojen puñados de lodo sobre las estatuas que por voto uná- nime de cuatro siglos se van á ele- var á la gloria del revelador de un mundo nuevo, ó borrar del nimbo refulgente que rodea su nombre al- guna de las brillantes cualidades que la humanidad admira, y por las cuales se prepara á honrarlo

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proclamándole en todas las lenguas conocidas la primer figura, el más grande de todos los caracteres que conserva la historia.

Es un patriotismo laudable , pero exagerado, una idea plausible, pero equivocada, la que ha producido esas opiniones extrañas y guiado la pluma de los escritores que las sos- tienen ; y aceptando de ellas lo que tienen de razonable, creemos que es muy fácil apartarlos del error en que corren á despeñarse , llevándo- les por camino más recto y que ciertamente llegará á más favora- ble resultado.

Sin disminuir en un ápice el méri- to de Cristóbal Colón , sin atentar á su gloria , pueden y deben traerse á nuevo examen y ponerse en el de- bido lugar las altas condiciones de los marinos que le acompañaron;

Pv)R J. M. ASENSIO 11

y aunque censuremos justificada- mente los actos que merezcan vitu- perio , no por eso han de relegarse al olvido los grandes servicios que prestaron y la abnegación con que ayudaron al descubrimiento ; que tal vez sin ellos no se hubiera lle- vado á cabo aquel acontecimiento, grandioso y trascendental como ningún otro de cuantos registradla historia.

En el próximo centenario se con- memorarán juntas la gloria de Cris- tóbal (Jolón y la de nuestra Espa- ña; tan unidas ambas, que no es posible separai'las, ni puede un es- pañol denigrar al genio genovés á quien adoptó nuestra patria, y que forma con su ciencia y su fe una de nuestras maj^ores glorias , sin que sus censuras lastimen en algo á la ilación que se hizo solidaria en un

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principio de sus proyectos y conti- nuó luego sus empresas; logrando con el descubrimiento y la conquis- ta la más brillante página de la his- toria de la civilización, que nos per- tenece por entero , por más que la envidia ladre.

Pero á más de la causa indicada, existe otra de muy diferente índo- le , aunque ha venido á producir el mismo resultado.

Ley es de la condición humana tocar en todo los extremos ; una injusticia provoca otra, de una in- considerada apreciación se sigue casi siempre la contraria, caminan- do constantemente de reacción en reacción , y así ha sucedido , á nues- tro sentir, en el presente caso. Por largo espacio de cerca de cuatro si- glos , los historiadores de todas las ilaciones han estudiado el descubrí-

POR J. M. A6ÉÑ6IÓ i 3

miento de las Indias Occidentales bajo todas sus fases, y cada cual con diferente criterio, y sin interrup- ción han repetido las alabanzas del primer Almirante que las descubrió, sin hallar sombra en su gloria.

Pero el entusiasmo exagerado, la irreflexiva pasión de un escritor francés contemporáneo, que, for- jando en su imaginación un ser pri- vilegiado, un héroe semi-fantástico, quiso hacer un santo de Cristóbal Colón^ ha dado origen á las exagera- ciones contrarias que deploramos. No se contentó el conde Roselly de Lorgues con ser el hagiógrafo y presentar al descubridor como san- to ; de éstos los ha habido harto pe- cadores , que por el arrepentimiento y los sacrificios , por la expiación y las santas obras, han redimido sus taitas siendo actualmente alto ejem-

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pío para la humanidad. El Conde quiso dibujar al inmortal navegan- te como un ser excepcional é inspi- rado solamente por la divinidad en la concepción de su gran pensa- miento , sin que debiera cosa alguna á la ciencia de sus contemporáneos, ni á las tendencias de su época ni aun á su propia experiencia; y lle- vando todavía más allá su propósi- to, aspiró á demostrar que había sido impecable , y que prescindien- do de los datos históricos , escribien- do sus hechos más con el corazón que con I03 documentos, podía la- vársele de toda culpa, y para ello borrar con elocuente palabrería cuantas faltas se notaban en su con- ducta como particular, en sus actos como gobernador y como jefe, como capitán y como administrador. El Mensajero de Dios^ el Enviado para

POR J. M. ASENSIO

extender la fe de Cristo , el Revela- dor de otro mundo no había tenido mancha alguna, siendo todas las culpas de los que le rodeaban ; no era posible dirigirle censuras, y cuantas faltas se le atribuían eran calumnias forjadas por los enemi- gos de la religión cristiana, por autores de tan escasa valía como Robertson, Humboldt, Prescott, Washington Irving y otros protes- tantes que monopolizaban la histo- ria del Héroe Evangélico, y por fa- náticos españoles tan ignorantes como D. Martin Fernández Nava- rrete y D. Juan Bautista Muñoz. El conde Roselly de Lorgues no escribió la historia , sino la leyenda mística de Cristóbal Colón,

A tamañas exageraciones respon- den las primeras censuras dirigidas á la conducta de Cristóbal Calón,

16 MARTÍN AL0N80 PÍNZÓxV _________^ ■•>i

que luego se han querido extender á su carácter y á su ciencia misma. Como el polo opuesto, como la antítesis más viva de la obra del conde Roselly de Lorgues, apareció en New- York, en 1874, la que se titula Historia del carácter y de las empresas del llamado Cristóbal Co- lón (1). Su autor, Mr. Aaron Goo- drich, se propone, al parecer, pa- tentizar el escaso valer de la obra del Conde francés, sin referirse á ella, poniendo en claro cuan fácil es hacer la demostración de los ma- yores absurdos, con visos de razón, y con el intento de minar una por una las piedras del edificio liviano

( 1 ) A History of the character and achievé' mens of the so-called Christopher Columbus, by Aaron Goodrich , with numerous ilustra- tions. New York, Appleton, 1874, un tomo en 4." _ _^

POR J. M. ASENRIO 17

levantado por el Conde, como dice con tanta verdad el docto escritor D. Cesáreo Fernández Duro (1), « ejercitando el frío razonamiento y>áe la protesta anti-católica contra »el ferviente deseo del biógrafo » ortodoxo, apalancando con la fan- »tasía el idealismo, con la pasión la »pasión , el misticismo con la irre- »verencia, hasta poner al lado de la »leyenda seráfica francesa otra le- > yenda mitológica de Ultramar. > Pero el impulso estaba dado , y sin ir tan lejos como el anglo-ame- ricano (roodrich , hubo muchos que á fuer de buenos españoles, dieron en pensar que se habían exagerado los merecimientos de Cristóbal Co- lón, y que entusiasmados por su gloria todos los escritores que del

fl) Nebulosa de Colón. —Wnáril, Suceso- res de Rivadeneyra, 1890.

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descubrimiento del Nuevo Mundo habían tratado, menospreciaban á los que ayudaron á tan gran suce- so, oscureciendo con las alabanzas al genovés los méritos de los espa- ñoles, según antes decíamos. Cre- yendo que desde el P. las Casas hasta Washington Irying, todos los historiadores habían hecho la apo- teosis de Colón , buscaron algo que decir en su contra, para que, oscure- ciéndose el brillo de su nombre, lu- cieran mejor los de sus compañeros. Y es doloroso ver que por ese fal- so camino se han comenzado á des- lizar escritores de verdadero talen- to , y alguno entre ellos cuyas ex- celentes condiciones son justamente alabadas en otros terrenos , y muy señaladamente en cuanto á las cues- tiones colombinas se reñere. Tal pensamiento ha logrado cegar á

POR J. M. ASENSIO 10

muchos espíritus, por más que el mayor número de pensadores lo re- chaza por infundado , y se han puesto nuevamente en tela de juicio las condiciones de carácter, la fe, la generosidad y hasta la ciencia del descubridor, suponiendo que había tenido conocimiento de la existencia de las tierras occidenta- les por las sagas de los islandeses ó por el fantástico piloto que murió en su casa , cuyo nombre nadie co- noció, hasta que más de un siglo después lo estampó el inca Garcila- so de la Vega en sus Comentarios, con animadversión bien conocida; y ya los detractores de Colón dan como indiscutible la existencia de Alonso Sánchez de Huelva y refie- ren su viaje, y que, por tanto, no pertenecía á aquél la originalidad de la concepción que tanto avalora

MARTIN ALONSO PINZÓN

SU talento ; y que era inferior en co- nocimientos náuticos , en práctica y aun en constancia y dotes de man- do V de administración , á muchos de los que le acompañaron , siendo mnj justos y razonables aquellos jueces pesquisidores que tantas vio- lencias ejecutaron , y que durante cuatro siglos han merecido la exe- cración de la posteridad.

No es nuestro intento en este en- sayo discutir el origen de los pro- yectos de navegación hacia Occi- dente en el siglo xv , ni estudiar la extensión que fueron tomando las empresas marítimas , ni las noticias que circulaban de la existencia de tierras desconocidas al otro lado de los mares. En otro libro (1) hemos

[ 1 ) Cristóbal Colón, su v¿c¿a , sus viajes, sus descubriMienios. Bircelona, Kspasa y Corn- pañía editores, 1888-91.

PÓK J. M. ABENSIO 21

indicado alguna de las muchas opi- niones que sobre estos extremos se han manifestado, conformando la nuestra con la del sabio Alejandro Humboldt.

Aun admitiendo, como creemos debe admirirse, la certeza de los viajes de los escandinavos en los úl- timos años ^:el siglo x , teníamos por resuelta la cuestión en favor de nuestros navegantes del siglo xv , y colocada en su verdadero terreno, del que no seria posible volverla á distraer, después de la sólida argu- mentación del Sr. D. Pedro José Pidal. Encontrar por casualidad no es más que fortuna , y no se funda en precedentes científicos ; abando- nar lo encontrado sin darse cuenta de su importancia , sin que produz- ca resultados tangibles en el pro- greso de la humanidad, no se llama

22 MARTÍN ALONSO PINZÓN

descubrimiento y se olvida bien pronto. Los escandinavos pisaron el continente occidental: «Pero si »la gloria consiste en concebir, de- »cia aquel pensador profundo (1), » en medio de un siglo ilustrado que »unánimente lo deniega, que hay »más allá de los mares frecuentados >por tantos siglos, un continente

> y regiones nuevas y desconocidas, >en consagrar su vida á la inven- »ción de este Nuevo Mundo, en » arrostrar y vencer millares de » obstáculos y dificultades , y , sobre >todo, en producir inmensos resul- >tados, ¿quién negará aquella glo-

> ria á Colón y á la gran nación que >le supo comprender y apreciar?

> La obra de Colón y de Castilla fué

(1) Revista de Madrid.— ^egMu^tí serie. Tomo II, 1839.

pon J. M. ASÉNSIÓ 2íí

»la obra del saber, del genio y de » una alta j fecunda inteligencia; la » de los escandinavos , la del azar j » de la casualidad. La primera pro- » duj o resultados inconmensurables, » inmensos en el orden político y » social de las naciones, y causó una > completa revolución en las rela- » ciones de los pueblos ; la segunda »no produjo la más pequeña utili- » dad , ni fué de la menor trascen- »dencia.»

No creemos que la fama de Cris- tóbal Colón puede ser oscurecida en este ni en otro concepto alguno : en- tendemos que los escritores que, guia- dos por el noble anhelo de vindicar á la nación española, han emprendi- do la tarea de rebajar el mérito del genio geno vés , han equivocado las- timosamente el camino, como dijo un escritor muy celebrado , empleando

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medios que no han de conducirles al logro de su buen propósito, 3% antes por el contrario, pueden resultar contraproducentes. El amor patrio ha turbado su vista.

En el libro titulado Cristóbal Co- lón , su vida^ sus viajes, sus descu- brimientos , recientemente publica- do , hemos procurado . sin pasión y con ardiente anhelo de escribir la verdad, colocar en su verdadera luz los altos merecimientos de Mar- tin Alonso Pi7izón y de otros mu- chos de los que ayudaron al primer Almirante que descubrió las Indias, para que pudiera llevar á la prác- tica su atrevido proyecto , pues por ellos puede decirse que el descubri- miento y conquista del Nuevo Mun- do es gloria de España.

E\ o'euio £?enovés la Europa entera corrió, pidiendo á guisa de meodigo,

POU J. M. AtíENSIO 25

á SUS tiüuos uu rey para la esfera que al nacer á la luz trajo consigo; en vano, el Nuevo Mundo nunca fuera del saber de Colón noble testigo, si no hallara en Castilla una matrona cual nunca alguna que ciñó corona (1).

Isabel la Católica fué colocada por Dios en el trono de España para que pudiera realizarse la colosal em- presa. Su genio comprendió al genio n quien tenían todos por loco y so- ñador. Pero al lado de la excelsa soberana de Castilla, brillan Fray Juan Pérez y Alonso de Quintani- 11a, Juan de la Cosa y Martín Alon- so Pinzón , Deza y Santángel , Mar- chena y otros muchos que, decla- rándose favorecedores de Cristóbal 6bfón, hicieron española su empresa.

Mas como después de haber cir-

(1) Hernán CoHé? , por D. Patricio de la Escosura.

26 MARTÍN ALONSO PINZÓN

culado aquella obra, j no obstante nuestra convicción de haber hecho en ella cumplida justicia al méri- to singular del marino de Palos y ponderado sus servicios , todavía no aparecen éstos bien apreciados en concepto de algunos diligentísimos y doctos colombistas , á quienes en vano hemos procurado convencer de la imparcialidad de nuestres jui- cios ; nos hemos decidido á empren- der nuevo estudio con el sólo y ex- clusivo objeto de dejar bien en claro las acciones de nuestro ilustre com- patriota Martín Alonso Pmzón, y la gloria de su nombre como va- leroso y entendido marino ; porque juzgamos que no se ha entendido en todo su alcance la apreciación que de sus grandes servicios formu- lamos.

Siempre nos desvelamos porque

Poli J. M. ASENélO

nuestra historia, como espejo lim- pio , refleje las figuras de los perso- najes todos sin disimular sus imper- fecciones; y este es un defecto, al parecer , en sentir de los nuevos crí- ticos que, llevados, según decíamos, por un exceso de patriotismo , sola- mente quieren ver el lado bueno; como si los héroes más celebrados y de mayor renombre dejaran de formar parte de la humanidad, y de ser , como todo lo humano, com- puestos de pasiones , que por inhe- rentes á la naturaleza , ninguno puede librarse de ellas , y cuya pin- tura, lucha, contraste y narración es uno de los principales elementos de la historia. En la generalidad de los hombres , las pasiones están en equilibrio más ó menos perfecto, sin haber ninguna sobresaliente; en los santos , los héroes y los genios su-

28 MARTIN AL0N80 PINZüN

periores se encuentran algunas de las más excelentes en grado verda- deramente heroico, y esto los le- vanta sobre el vulgo j los hace ob- jeto de veneración Pero son muy pocos, tal vez ninguno, los que al lado de sus grandes cualidades no descubren faltas, propias de las otras pasiones menos elevadas que sien- ten todos los corazones. Asi es el hombre ; así hemos pintado á Mar- tin Alonso Pinzón , porque tal re- sulta de la historia , porque tales son todos los actos humanos.

Toutefois aux grands coeurs donnez quelques faiblesses

A ees petits défauts mai-qués dans la peinture. L'esprit avec plaisir reconnait la nature,

Como decía con tanta profundi- dad de observación el célebre Ni- colás Boileau (1).

(1) Art poctique , Chant troisiéme.

POR J. M. ASEN8I0 29

No es, pues, una obra nueva la que ahora publicamos; es una re- copilación de cuanto en otra más extensa se contiene relativo á los hechos de Martin Alonso Pinzón, para presentarlos unidos, y con al- gunas observaciones especiales para demostrar, por una parte, el alto aprecio que siempre hemos hecho del marino de Palos, llegando has- ta el punto de consignar que sin él quizá no se hubiera llevado á efec- to el descubrimiento del Nuevo Mundo; j por otra, que la falta en que pudiera incurrir, movido por una pasión poco noble, y que tal vez él mismo juzgó con la mayor seve- ridad, en nada oscurece el brillo de sus grandes hechos; asi como que su fama, por muy alta que se levante, como es justo y debido, nunca dis- minuirá la gloria de Cristóbal Colón,

30 MARTIN ALONSO PINZÓN

Aspiramos, con el presente tra- bajo , á dar cumplida respuesta y satisfacción á esos escritores celosos que juzgan se ha obrado con injus- ticia al narrar el papel que los espa- ñoles, y muy señaladamente Pin- zón, tuvieron en la gloriosa hazaña del descubrimiento, y que si mayor renombre no ha cabido á este, fuá por su fin prematuro y desgraciado que le impidió tomar parte en los sucesivos viajes, privando á España de los grandes servicios que tan ilustre hijo pudiera haberle presta- do, y á él de recoger el fruto de sus trabajos.

PARTE PRIMERA

Al lado de Cristóbal Colón,, y co- mo factor indispensable para que pudiera tener feliz resultado el via- je primero que aquél emprendió para el descubrimiento del Nuevo Mundo, se levanta la figura de un ilustre marino español, cuyo nom- bre es una de las glorias de nuestra historia. Martin Alonso Pmzón pa- rece designado por la Divina Pro- videncia para que se realizaran los proyectos asombrosos que Colón ha- bía concebido; mas por desgracia suya, y quizá de ambos ilustres na-

32 MARTÍN AT,0N8i> PINZÓN

vegantes y aun de la nación españo- la, desaparece en el momento criti- co de regresar del descubrimiento, tras de un penoso viaje, y le arre- bató la muerte sin que pudiera in- tervenir en la colonización, ni re- coger los laureles que la gloria le ofrecía en sucesivos viajes.

Los hechos conocidos de la vida de aquel ilustre marino sólo pue- den averiguarse en el Diario de na- vegación que Cristóbal Colón abrió en el dia mismo en que zarparon del puerto de Palos las tres carabe- las que iban al descubrimiento, y en las declaraciones que muchos años después, en el pleito que siguió el segundo Almirante D. Diego Colón con el fiscal del Rey, que principió en el año 1508, prestaron muchos de los marineros y pilotos que fue- ron al primer viaje , y algunos ve-

ͻOK j. M. ASENSIO 33

cinos de Palos que habían conocido á Colón y á Pinzón y presenciaron el regreso de ambos y la muerte de éste. Alguna luz pueden prestar los historiadores primitivos, Las Casas, Oviedo y D. Hernando Colón, que con buenas referencias escribieron aquellos sucesos; pero ninguno de ellos conoció personalmente á Mar- tin Alonso Pinzón^ ni pudo escu- char de sus labios la narración de los hechos, dato importante que no puede perderse de vista.

II

Las cuestiones que se debaten so- bre la patria y familia del primer Almirante que descubrió las Indias,

3

34 MARTÍN ALONSO PINZÓK

de SU edad y de su matrimonio, de su venida á Portugal y sus traba- jos en aquel reino, asi como de su vida en España y triste fortuna que corrió en el largo espacio de siete á ocho años, desde el de 1484 á 1492, reclaman largo estudio y exposición detenida, tanto por el interés que despiertan, como por la oscuridad que las rodea, y á ellas hemos con- sagrado ya un trabajo especial.

Vencidas las dificultades que á tan alta empresa se oponían des- pués de largos años de fe y de cons- tancia, favorecido por algunos y menospreciado por otros, obtuvo Cristóbal Colón las concesiones que deseaba , y los Reyes Católicos fir- maron las capitulaciones en San- ta Fe, en 17 de Abril, y luego en Granada en 30 del mismo mes de 1492.

Pok J. M. ASRÑ8I0 S5

Llevando los despachos á su favor, que con arreglo á ellas se le exten- dieron, llegó el Almirante á la villa de Palos , y en su iglesia , ante no- tario y con gran concurso, se leye- ron los documentos , para que con- forme á ellos fuera reconocido Colón como Almirante, Virrey y Gober- nador de las islas y tierra firme que lograse descubrir en el mar Océano, y para que por el regimiento de la villa se le facilitaran las carabelas con que estaba obligada á servir, por cierto tiempo y á su costa , por pena impuesta en virtud de reales disposiciones (1).

El escribano Alonso Pardo causó el embargo de los barcos , en cum- plimiento de la orden de los Reyes;

(1) Navarrete: Colecciói de viajas y des- cubrimientos, etc., tomo II. Documento uiime- ro VII

36 MARTIN ÁL0M60 PINZÓN

pero aunque éstas eran muy termi- nantes, y Colón, por su parte, y por la suya los monjes de la Rábida, grandes favorecedores del nave- gante, procuraron enganchar tri- pulaciones y facilitar el viaje, tal vez nunca estuvo éste más dudoso, ni más comprometida la empresa que en aquel momento supremo.

Corrían por el pueblo las más absurdas consejas: se repetía de boca en boca que aquel viaje había sido calificado muchas veces de temera- rio; que los hombres de mayor sa- biduría y experiencia de Portugal, como los de España, lo juzgaban imposible, y que aquel extranjero que tanto había importunado á los Reyes quería conducir á una muer- te segura á los mejores marineros de Andalucía, llevándolos á pe- recer en un mar desconocido por

POR J. M. ASENSIO 37

satisfacer sus ambiciosas aspira- ciones.

Los buques fueron embargados por orden de los alcaldes de Palos para cumplir el mandato real ; pero los marineros desertaron de á bordo y no había posibilidad de emprender el viaje, porque ni un solo hombre quería embarcarse l)ajo la dirección del extranjero , como declararon muchos de ellos.

La contrariedad era grande, la situación dificilísima.

(Jolón acudió en queja á los Re- yes porque, aunque en la Real cé- dula de 30 de Abril , al mismo tiem- po que se disponía se entregasen á Colón las carabelas con que la villa de Palos estaba obligada á servir, se mandaba «se constriñera á los maes- > tres y gentes de las naos que vayan >con él para que las pudiera llevar

38 MARTÍN ALONSO PINZÓN

»adonde por los rej^es le había sido >mandado, pagando el sueldo que ^justamente por ellos é por la di- »cha compañia o vieren de haber el »tiempo que en el servicio las tu- »vierené devengaren», los hombres de mar no cumplían tales preceptos, y las autoridades de la villa los aca- taban con demostraciones de respe- to , pero no se mostraban muy solí- citos á obligarlos por la fuerza. Los Soberanos cometieron á su contino Juan de Peñalosa el cumplimiento de aquella Real orden por otras dos, fechas 20 de Junio , dadas en la Pue- bla de Guadalupe (1).

Ni estas nuevas órdenes, ni el nombramiento de un corregidor es- pecial para la villa de Palos, que

(1) Navarrete: Colección de los majes, etc., tomo III. Suplemento á la Colección diplomá- iica. Documentos núms. VIII y IX.

POR J. M. A8EN8IO 39

recayó en el capitán Juan de Cepe- da ; ni la amenaza de hacer uso de la artillería de la fortaleza j las multas con que se conminaba , ha- cían desistir de su actitud á los hom- bres de mar ; y ya el Almirante se disponía á hacer uso de la facultad que le habían concedido los Reyes para que se suspendiera el conoci- miento de las causas criminales que pendieran contra los que tomaran parte en el viaje, y hubo testigo que oyó decir entonces que querían sacar los presos de la cárcel de Palos para llevarlos á tripular los buques; pero felizmente no hubo necesidad de re- currir á tan deplorable extremo.

Muchos años habían transcurrido desde que Cristóbal Colón, cansado y pobre, había desembarcado de arribada en las playas cercanas al monasterio de la Rábida^ llevando

40 MARTÍN ALONSO PINZÓN

de la mano á su pequeño Diego, único hijo de su matrimonio con doña Felipa Mogniz. Venia de Por- tugal desengañado j lleno de pesar por la conducta que con él habían seguido, triste además por la muer- te de su esposa; y viéndose con un niño pequeño que necesitaba ciertos cuidados, se dirigía á Palos ó á Huelva en busca de una hermana de su mujer, llamada Violante, que allí vivía, casada con un español llamado Miguel Muliarte. Subiendo la colina donde está edificado el convento , llegó Colón á la portería á pedir una poca de agua para re- mediar el cansancio de su hijo, y desde aquel punto había encontrado amigos y protectores en. los religio- sos franciscanos que allí moraban, señaladamente en el guardián fray Juan Pérez y en otro fraile , al pa-

POR J. M. A8EN8I0 41

recer muy ilustrado , que se nom- braba Fr. Antonio de Marchena.

Ellos le dieron recomendaciones, ellos le alentaron en sus decaimien- tos, cuando tras de largas vicisitu- des perdía la esperanza, j hasta in- terpusieron sus personales influen- cias para que los Reyes Católicos accedieran á las peticiones del ex- tranjero, que aparecía con excesi- vas exigencias á los ojos de la cor- te ; 3^ cuando obtenido el consenti- miento se firmaron las capitulacio- nes, el prior de la Rábida se en- contró al lado de Colón en tanto se leyeron aquéllas, con las órdenes que las acompañaban , en la iglesia de San Jorge, en la villa de Palos, el miércoles 23 de Mayo de 1492, á presencia de los alcaldes y regido- res, por el escribano Francisco Fer- nández,

42 MAETÍN ALONSO PINZÓN

Bien se puede comprender el dis- gusto que á aquellos religiosos cau- sarían las últimas contrariedades que experimentaba la empresa por falta de navegantes , j cuántos se- rían sus esfuerzos para allanar las difícültades é impedir se acudiera al desesperado recurso de indultar á los criminales.

Buscando hombres decididos y experimentados que pudieran dar al proyecto la popularidad de que carecía, se fijaron en los hermanos Pinzón^ marinos muy prácticos, armadores que contaban con algún capital y cuya reputación de honra- dos , valientes y peritos era de todos conocida en la villa. A ellos se di- rigió el guardián Fr. Juan Pérez, y por su inñuencia entraron aqué- llos en tratos con el Almirante nombrado por los Reyes Caiólicos,

PvOH J. M. ASEN8I0 43

III

Martin Alonso Pinzón era el mayor de los tres hermanos , y po- dría tener, según razonables conje- turas deducidas de las declaracio- nes que prestó su hijo, cincuenta años, poco más ó menos, en el de 1492. Sus hermanos Vicente Yáñez y Francisco Martín , también hom- bres de mar , eran menores que él.

Era Martin Alonso hombre es- forzado y emprendedor, que toda su vida se había ocupado en la nave- gación, teniendo siempre á la con- tina un navio por suyo (1 ) , y á ve-

( l ) Declaración de Pero Ortiz. Esta de- claración j las que luego se citan, se encuen-

44 MARTÍN ALONSO PINZÓN

ees tenia dos , que eran una carabe- la y un barco (1) , llegando en algún tiempo hasta ser dueño de tres ( 2) , según las circunstancias; y era el más valeroso hombre de su persona que habia en aquella tierra, y con un navio que tenia le temían los portugueses en su juventud que no habia navio de portugueses que le osase aguardar (3) , pues no habia otro tan ardil "pava, las cosas de gue- rra como él, ni más determinado, ni que tanto crédito tuviese su per- sona para hacer cualquier cosa.

Dedicado al comercio, parece que supo aumentar su fortuna , llevan-

tran extractadas de sus originales en el estu- dio del Sr. Fernández Duro, titulado Colón y Pinzón.

(1) Declaración de Fernando Valiente.

(2) Declaración de Francisco Medel.

(3) Declaración de Fernán Yaüez Mon- tilla.

1*011 J. M. ASENtílO 45

do los productos del país á varios puntos de Europa y hasta á algu- nos de África en las nuevas colo- nias portuguesas de la costa de Gui- nea ; y tanto por su carácter como por su experiencia y por el trato que sostenía con todos los navegan- tes del vecino reino, era el mejor informado de todos los descubri- mientos y novedades y el más dis- puesto para comprender la posibili- dad de realizar los atrevidos pro- yectos del geno vés.

A él se dirigieron, por tanto, Fr. Juan Pérez y Fr. Antonio de Marchena, y tan persuasivas fue- ron sus palabras , tantos sus esfuer- zos y tal la claridad de los razona- mientos que emplearon , que el va- leroso marino se sintió atraído por ellos, celebró varias conferencias con Cristóbal Colón ^ tanto en el

46 MARTIN ALONSO PINZÓN

monasterio de la Rábida como en su propia casa, siendo el resultado que abrazara con entusiasmo la idea y entrara en negociación para concurrir al proyectado descubri- miento con sus barcos , con sus in- tereses y con su persona y las de sus hermanos y amigos. Desde el momento en que convinieron en ha- cer juntos el viaje, cambiaron por completo las condiciones en que éste se proyectaba. La influencia de Pin- zón era grande entre sus conveci- nos , y su resolución bastó para que muchos marineros se dispusieran á acompañarle y la generalidad mi- rase ya con buenos ojos aquel pro- yecto que poco antes juzgaban des- cabellado, y concibieran esperan- zas en el éxito de una empresa cali- ficada de imposible.

Desde luego se dejaron libres las

l*Oíl J. M. ÁSEÑ8I0 47

dos embarcaciones que á virtud de la orden de los Reyes estaban em- bargadas. Martin Alonso ofreció dos que á Colón parecieron muy aptas para la navegación que iban á emprender, y se volvió á nego- ciar con un piloto natural de San- toña, dueño de otra carabela de más de cien toneladas que acciden- talmente se encontraba anclada en el puerto de Palos , y con el que ya Colón había entablado relaciones anteriormente , aunque sin obtener resultado.

Se empezaron á reclutar marine- ros , á los que se ofrecía buena sol- dada, anticipándoles cantidades para su equipo, y al mismo tiempo se apresuró el acopio de víveres para adelantar el tiempo perdido ; y muy luego se comprendió que con el cuento de maravedís que Colón ha-

48 MARTÍN ALONSO PINZÓÑ

bía obtenido para el viaje, no era posible acudir á todos los gastos.

Martín Alonso Pinzón estaba ya identificado con Cristóbal Colón en el deseo de llevar á cabo la empre- sa, y dispuesto á poner de su parte cuanto fuera necesario para allanar todas las dificultades; y así como facilitó los barcos para que no se demorase la salida de expedición, se dedicó con empeño á buscar los marineros más prácticos, y llegó sin duda alguna á anticipar fondos, prestando al Almirante de los Re- yes , no solamente la cantidad que debía gastar para tomar parte en las utilidades conforme á lo estipulado, sino cuanto fué necesario para que las carabelas salieran bien aprovi- sionadas y abastecidas para un largo viaje. Pero cada uno de estos extre- mos merece especial consideración.

POR J. M. ASENSIO 49

IV

Venía asentándose como cosa in- dudable que, concertados los her- manos Pinzón con el Almirante, y decididos á tomar parte en la em- presa, habían facilitado tres buques de su propiedad , en los cuales había salido la expedición.

Este, sin embargo, es uno de los puntos que con más fundamento pueden ponerse en duda; porque acerca de la propiedad de cada una de las embarcaciones, hay datos es- parcidos en las inforníaciones y pro- banzas del pleito, que son contradic- torias entre si , y no se conforman tampoco con las anteriores, noticias

4

50 MARTÍN ALONSO PINZÓN

de los historiadores, ni con las que constan en otros documentos indu- dables.

Datos existen para poder añrmar que ninguna de las tres carabelas era de la propiedad de Martín Alon- so Pinzón ni de sus hermanos , aun- que ellos contribuyeran á facilitar sus contratos.

Desde luego, la Saiita María, que era la mayor de las tres, y en la que se embarcó Cristóbal Colón, pertenecía á un joven marino natu- ral de Santoña , que ocupó el pues- to de maestre de la nave. Llamá- base Juan de la Cosa, y su nom- bre es tan célebre cuanto conocido en la historia de los descubrimien- tos , no solamente por haber forma- do parte del primer viaje de Colón, por la intrepidez de su carácter y su heroica y desgraciada muerte,

POR J. M. ASENSIO 51

sino también por haber dejado tra- zados de su mano los mapas de los países nuevamente hallados y de todo el mundo conocido, que tan alto aprecio tienen entre los que se dedican á los estudios geográficos. En las primeras páginas del Dia- rio de navegación ya encontramos la noticia de que antes de llegar á las islas Canarias, cuando apenas contaban cuatro días desde la salida de Palos , se desencajó el timón de la Pinta ^ y sospechóse fuera por industria de un Gómez Rascón y Cristóbal Quintero, cuya era la ca- rabela {\)y porque les pesaba ir en aquel viaje. Así asentó Colón el su- ceso en el domingo 6 de Agosto ; y sin entrar en otras averiguaciones.

( 1 ) Navarrete: Coleccióii de los viajes, etc., lomo I, pág. 156 de la segunda edición,

52 MARTÍN ALONSO PINZÓN

aparece desde luego que aquel barco, en el que iba por capitán Martin Alonso^ y por piloto su hermano Francisco Martin, no era, por lo menos en su totalidad, de la propie- dad de aquél , siendo , al parecer, condueños Rascón y Quintero, que también iban á bordo.

Quedaba la Niña, la más peque- ña de todas , que podría haber per- tenecido á Martin Alonso Pinzón ó á sus hermanos , j haber sido traí- da por ellos ; pero tampoco esto es exacto.

Llama desde luego la atención que á bordo de ésta iba por maestre de la nao Juan Niño, por piloto Pero Alonso Niño , y en calidad de simple marinero Francisco Niño; aunque no era esto indicio suficien- te para atribuir á ninguno la pro- piedad del barco. Pero reciente-

POE j. M. A8ENSI0 53

mente , en un documento muy cu- rioso encontrado en el Archivo de Indias , y que en otro libro hemos dado á conocer (1), existe una in- dicación que manifiesta quiénes eran los dueños de aquél. Declarando Juan de Aragón, grumete en el año 1492, natural de Moguer, expre- só que Juan Niño llevó al descubri- miento, por mandado de los Reyes Católicos , una carabela suya llama- da la Niña^ en la cual iba el dicho Juan Niño y sus hermanos y pa-

(1) Cristóbal Colón, su vida, sus viajes^ sus descMbrimienios , por D. José María Asensio, Barcelona, Espasa y Compañía, 1889-1891. Dos tomos en folio de 800 páginas, con graba- dos.— Tomo 1 , pág. 262 ( Archivo general DE Indias.— Patr. I, 2, Vae)-—!^^^!"!^ ación hecha en la villa de Moguer, viernes 29 de Enero de 1552... á instancia de Francisco Ve- negas, en nombre y con poder de Alonso Ve- negas, presbítero, vecino de Sevilla, en San Lorente.

54 MARTÍN ALONSO PINZÓN

rientes. Si hemos de dar crédito, pues , á la manifestación de este tes- tigo, que declaró en el año 1552, cuando ya contaba setenta años , y ningún interés podía tener en alte- rar los hechos, la Ñifla no era en todo ni en parte de la propiedad de la familia Pinzón.

Añádase á esto el testimonio del anciano piloto Hernán Pérez Ma- teos, testigo presentado en la isla de Santo Domingo en la probanza he- cha por el fiscal del Rey, y quedará convencido el ánimo de que los bu- que no pertenecían á Pinzón , y aun dudará de la parte que tuviera éste en la negociación de los fleta- mentos.

En la pregunta undécima del in- terrogatorio repetido por el Fiscal presentando los hechos de una ma- nera capciosa, se articulaba. €lten:

vor j. m. asensio 55

»si saben que entretanto quel dicho > Cristóbal Colon fué á la Vega de » Granada á capitular con los Reyes > Católicos, el dicho Martin Alonso » Pinzón, como compañero del di- >cho Colon , aderezó y aprestó tres >navios suyos y de sus hermanos y » parientes y amigos en el puerto de »Palos, para ir á hacer el dicho des- »cubrimiento, en lo cual gastó el > dicho Pinzón mucha parte de su >>hacienda, sin poner cosa alguna »el dicho Colon , porque estaba muy > necesitado y tenia mucha nece- »sidad, y que esto es ansí ver- »dad, etc.»

Declarando el anciano piloto, que contaba más de ochenta años, no se dejó arrastrar por aquel engaño , y colocando los hechos en su verda- dero lugar y carácter, contestó: «No sabe más, de que cuando vino

56 Martín alonso i-inzón

>Don Christobal Colon con la mer- >ced de la navegación para el des- » cubrimiento destas partes, tomó > consigo á Martin Alonso Pinzón, á dos hermanos suyos llamados > Vicente Yañez é Francisco Martin )>Pinzon; los cuales trajo consigo »por personas principales para la ^navegación , en tres navios nom- >brados la Pinta , en que venia el » dicho Martin Alonso Pinzón por ca- »pitan y Francisco Martin Pinzón^ >su hermano, por maestre; el otro »navio se nombraba la Niña, en el »cual venia por capitán Vicente » Yañez, y el otro navio se nombra- )>ba Maria- Galante ^ en el que venía »el dicho Don Christobal Colon; é »que los dichos navios, el dicho Don y> Christobal Colon los fletó para ve- »nir á estas partes, é que no sabe >otra cosa, ó questo que dicho tie-

tOR J. M. ABENSIÓ 57

»ne este testigo lo vido , e se halló apresen te á todo ello» (1).

Parécenos que basta con lo ex- puesto; pero aun dejando aparte lo declarado por otros, queda un tes- tigo de mayor calidad, cuyo dicho, como de interesado , basta para ale- jar las dudas. Por el referido inte- rrogatorio del Fiscal declaró Juan Martín Pinzón , hijo de Martin Alonso Pinzón, que era el que más favorecía las miras de la corona , á la que cedió los derechos que decía haber adquirido su padre, y con- testando á la pregunta duodécima, dijo:— «Que lo que della sabe es »que vio ir al dicho Martin Alonso > Pinzón é á ciertos parientes y her- >manos suyos y amigos con el di- >cho Don Christobal Colon á hacer

(1) Colón y Pinzón^ pág. 103.

58 MARTÍN ALONSO PINZÓn

»el dicho descubrimiento , é que lo además en la pregunta contenido »no lo sabe, antes ey^an los navios y>de otras personas ^ que ni eran de > Martin Alonso Pinzón y del dicho »Don Christohal Colon é que no se » acuerda como se llamaban las di- »chas "personas, >

Lo que este interesado no nos dice lo comprueban los datos que asen- tamos al principio ; y es cuanto po- demos consignar con relación á la propiedad de las carabelas.

V

En el reclutamiento y ajuste de los tripulantes fué mucho más di- recta, activa y efícaz la acción de Martin Alonso Pinzón,

{>0R J. M. ASEN6I0 59

Testigos presenciales declararon haberle visto andar por las calles de Palos animando á los tímidos, decidiendo á los indiferentes , y uniendo las palabras al ejemplo, de- cirles á todos: jhnigos^ andad acá; idos con nosotros esta jornada: que andáis acá misereando: haced esta jornada^ que según fama habernos de fallar las casas con las tejas de oro y é todos verneis ricos é de buena ventura.

Fernando Valiente expuso el poco crédito que tenía Colón ^ como ex- tranjero , entre los vecinos de Palos, y que no hubiera encontrado entre ellos quien se embarcara; pero como vieron que Martin Alonso , que era hombre honrado é rico se determi- naba de ir^ fueron. Es lo que sabe y se halló presente.

Otros muchos testigos hacen ig^ua*

60 MARTÍN AL0N80 P1N5ÍÓN

les afirmaciones (1); añadiendo Juan de Quexo que estuvo determinado de ir con Pinzón y sus hermanos, sobrinos y parientes , y Pero Ortiz que había de ir con ellos , é dejó de ir porque su suegro se lo estorbó.

No puede , por tanto , desconocer- se el gran beneficio que de haber tomado consigo Colón á Martín Alonso obtuvo la expedición, y el servicio que éste prestó con su in- fluencia; aunque estas mismas cir- cunstancias, que sencillamente ex- ponen los testigos , dan á entender desde luego la posición respectiva en que habían de encontrarse los

(1) Dijeron que «Colón no era conoscido ni tenía ningund crédito , ni hallara quien fue- ra con él si no fuera el dicho Martin Alonso...» Los testigos Francisco Medel, Antonio Ro- mero, Antonio Gallego, Fernán Yañez Mon- tilla y otros, diciendo todos que eso era muy público.

POR J. M. A8ENSI0 61

capitanes después de emprendido el viaje, j ofrecen datos importantí- simos para juzgar cuál podría ser el papel que cada cual representara en todos aquellos sucesos en que pudieran intervenir las tripulacio- nes que bajo tales auspicios se re- clutaron.

VI

Así se armó la expedición y se proporcionaron barcos y marineros para aquel viaje tan arriesgado y de tan dudoso éxito , cuyos resulta- dos no era dado calcular á la previ- sión humana.

Pero queda otro punto , de igual importancia que los anteriores, que con todos los datos que pudimos

62 MARTÍN ALONSO PINZÓN

reunir dejamos tratado en otra oca- sión. Con el cuento de maravedís, decíamos, que Cristóbal Colón pedía á la Reina , y que se le concedió con el auxilio del Contador Luis de Santángel, se comenzaron los apres- tos de la expedición y se hicieron los primeros gastos ; pero muy lue- go se comprendería la insuficiencia de tan corta suma , que no debió al- canzar á cubrir las precisas atencio- nes de anticipos á los navegantes y de provisiones de todo género. Co- lón se había comprometido además á contribuir con el ochavo, ó sea la octava parte de lo que montasen los gastos del viaje; pero no solamente como exigencia legal , cuyo recuer- do aún hoy se conserva en varias disposiciones, de que el capitán ten- ga una parte de interés en el barco que manda, para estimular su celo,

POR J. M. ASENSIO 63

sino también como galardón de sus servicios, tomando parte en las ga- nancias que de la expedición resul- taran.

Por una j otra causa debió en- contrarse Colón en la necesidad de buscar quien le prestase algunas cantidades, pues no podrá suponer se que con sus propios recursos pu- diera hacer frente á tales desembol- sos , el que por espacio de siete años había vivido en Castilla ayudán- dose con el producto de su trabajo, y seguido con varia fortuna la corte de los Reyes Católicos, sostenido por la magnánima generosidad délos nobles , sus amigos , y con las can- tidades que repetidamente le con- cedieron aquéllos del Tesoro por ocuparse en cosas de su servicio.

Y debemos considerar de igual manera, las graves dificultades con-

64 MARTÍN ALONSO PINZÓN

que tropezarían el mismo Colón y los Padres del monasterio de la Rá- bida , para encontrar personas que quisieran exponer sus capitales en tan arriesgada empresa, y mucho mayores no siendo grandes los cau- dales que poseían los vecinos de la villa de Palos.

En tales condiciones , la idea del préstamo se impone , y está además comprobado el hecho por las decla- raciones de muchos testigos. Ha- ciendo sobre esto algunas indaga- ciones , y fundados en algún indicio que parece encontrarse en las mis- mas , nos inclinamos en otro tiem- po á sospechar si la familia de doña Beatriz Enríquez, los Arana de Córdoba, ó por su mediación algu- nos otros hidalgos de aquella ciu- dad, habrían acudido con sumas bastantes á que Colón pudiera ter-

POR J. M. ASENSIO 65

minar los preparativos del viaje, cubriendo los crecidos gastos que se iban ocasionando, y contribuyendo con lo estipulado para tomar parte en las utilidades. Pero con las decla- raciones que en las diferentes pro- banzas del fiscal del Rey se contie- nen, queda desvirtuada esa conjetu- ra, pues en ellas se designa á Martin Alonso Pinzón como la persona que facilitó los recursos que faltaban después de gastado el cuento de ma- ravedís. Lo que no dicen esos testi- gos son los términos del contrato, las condiciones en que el préstamo se hizo; y el dilatado silencio de los herederos de aquél hasta el año 1508, deja conocer que los convenios es- tablecidos se cumplieron fielmente por Cristóbal Colón,

«Cosa es verosímil y cercana de >la verdad— escribe el P. las Ca-

5

66 MARTÍN ALONSO PINZÓN

»sas (1) que el dicho Martin Alon- »so, según yo tengo entendido, pres- >tó sólo al Cristóbal Colón el medio > cuento, ó él y sus hermanos.» Más que por este auxilio, por el présta- mo del medio cuento de maravedís, ofreciera Colón la mitad de todo el interés, honra y provecho que pu- diera obtener del descubrimiento, como expresó únicamente el testigo Diego Fernández Colmenero; no se justifica de modo alguno, y entre una y otra cosa media gran distan- cia. Tan importantes ofrecimientos no habían de fiarse á la palabra. «Cierto continúa el mismo Fray )>Bartolomé de las Casas si le ovie- >ra prometido Cristóbal Colon la »mitad de las mercedes , no era tan

(1) Historia de las Indias , libro I, capítu- lo XXXIV.

POR J. M. ASEN8I0 67

»simple Martin Alonso , siendo él y »sus hermanos sabios y estimados »por tales , que no oviéranle pedido »algima escriptura dello, aunque »no fuera sino un simple cognosci- >miento con su firma, ó al menos, >pusiéranle algún pleito sus here- »deros ; y Vicente Yañez, que vivió »despues muchos años, el cual yo »cognoscia, oviera alguna queja ó »íama dello ; pero nunca ovo dello »memoria, ni tal se boqueó (lo cual »yo creo que á mi no se me encu- »briera , como yo sea muj^ de aque- »llos tiempos), hasta que el dicho »pleito se comenzó , que creo fué el »año de 1508, venido el Rey Cató- »lico de Ñapóles.»

Esta manifestación del autor de la Historia de las Lidias , es razo- nable y justa bajo cualquier aspecto que se la considere , como fundada

68 MARTÍN ALONSO PINZÓN

en lo que significa la conducta ob- servada por Pinzón j su familia, y en el exacto conocimiento de los hechos y de las personas.

Estudiado sin pasión este punto, teniendo en cuenta todos los ante- cedentes, nace el convencimiento de que si en efecto Martin Alonso Pinzón , á más de entrar en la em- presa con su persona y de alentar á los que habían de tomar parte en ella con su influencia y sus reflexio- nes , hizo el préstamo en metálico á Cristóbal Colón^ los tratos que me- diaron entre ambos, fueron cumpli- dos á su tiempo, sin que hubiera necesidad de recurrir á medios vio- lentos, ni por lo tanto, produjeran diferencias ni cuestiones que tuvie- ran que ventilarse en público.

Que Colón tuvo necesidad del medio cuento de maravedís para

POR .T. M. ASENSIO 69

completar el pago de los gastos de la expedición y hubo de buscarlos usando de su crédito , es punto que parece fuera de duda. ¿ Pero no pu- dieron proporcionárselo sus protec- tores en la corte? ¿No está en lo posible que lo adelantaran los mon- jes de Santa María de la Rábida, ó algunas otras personas por su me- diación? Lo más verosímil es que lo recibiera del mismo Martin Alonso; pero en cualquiera de los casos, fue- ra quien fuese el prestamista, Colón debió cumplir religiosamente sus compromisos, tanto en lo tocante á la devolución de la suma, como á la utilidad ó recompensa que ofre- ciera.

70 MARTÍN ALONSO PINZÓN

Vil

Vencidas tales dificultades, se terminó el armamento de la expe- dición, ayudando Martin Alonso Pinzón con cuantos medios estaban en su mano. Desde el momento en que este experto marino de Palos tomó parte en la empresa, entró en \ías de ejecución el proyecto, y pudo preverse un éxito favorable al pensa- miento atrevido de Cristóbal Colón.

La Providencia puso en el cami- no de éste á Martín Alonso^ sin cu- yo concurso no es posible imaginar lo que hubiera sido de la arriesgada empresa. El fué el brazo en aque- llos momentos; Cristóbal Colón era la cabeza. La actividad de Pinzón^

POR J. M. ASENSIO 71

SU pericia, la grande influencia que ejercía, el prestigio de su nombre en la comarca fueron gran parte á que desaparecieran todos los incon- venientes que impedían la realiza- ción del proyecto.

Y nos complace el creer que en aquellos momentos se despertó un verdadero afecto en los corazones de aquellos dos hombres superio- res. La amistad fué sincera, nobles llena de gratitud por parte de Co- lón; leal, decidida, confiada, por parte de Martin Alonso Pinzón, Este ponía á disposición del Almi- rante, con noble desinterés, su fortu- na, su nombre y hasta su propia vida; aquél se sentía poseído de profundo agradecimiento, y abriga- ba la esperanza de compensar sus sacrificios dividiendo entre ambos los beneficios que se obtuvieran, y

72 MARTÍN ALONSO PINZÓN

SU abnegación haciendo que los Re- yes Católicos le concedieran hono- res que recordaran tantos servicios. Sin contrato expreso, pero por la fuerza misma de los sucesos, Colón quedó como jefe de la expedición con titulo despachado por la corona, y llevando su representación ; Martin Alonso fué su lugarteniente, su au- xiliar, el hombre de maj^or confianza y autoridad después de la del Almi- rante. Este había concebido el ex- traordinario proyecto, y había tra- bajado con fe viva y perseverancia sin igual para que los Reyes lo acep- tasen; aquél había facilitado la eje- cución, difícil ó imposible sin su concurso^ por los medios de que él solamente podía disponer. Ambos al lanzarse al mar arriesgaban su pre- sente y su porvenir, sus ensueños de gloria y sus esperanzas de fortuna.

PARTE SEGUNDA

En estas condiciones se empren- dió el viaje. Y hemos comenzado por repetir textualmente algunos conceptos de los que estampamos al escribir la Historia de Cristóbal ColóUy porque en nuestro vehemen- te deseo de que resplandezca en to- da su grandeza la ilustre figura de Pinzón^ queremos demostrar tam- bién que no nace nuestra convicción de las nuevas opiniones que ahora se sustentan, sino que se formó ha- ce mucho tiempo, en el concienzudo

74 MARTÍN ALONSO PINZÓN

estudio de los hechos que hicimos pa- ra escribir la Historia del Almiri^i- te, j hoy las exponemos con separa- ción, contribuyendo, en cuanto nues- tras razones puedan hacerlo, á que se eleve la gloria de Martín Alonso Pinzón hasta la altura que de jus- ticia le corresponde.

Dos pruebas, ambas muy signifi- cativas, se encuentran en hechos que tuvieron lugar durante el viaje, antes de descubrir las tierras del Nuevo Mundo, que son buena prue- ba de cuanto dejamos expuesto, ma- nifestando las cordiales relaciones y la confianza mutua de Colón y de Martin Alonso,

A los tres días de viaje, cuando todavía no se avistaban las Islas Ca- narias, con mar gruesa que impedía á las embarcaciones acercarse las unas á las otras , ocurrió una averia

POR J. M. ASENSIO 75

á la Pinta^ inutilizándosele el timón. Era grave la situación quedando sin gobierno la nave. Cristóbal Colón lo sintió mucho «y vídose en gran tur- »bacion, por no poder socorrer la » carabela sin su propio peligro, »pero dice que perdia alguna de la »mucha pena que tenia por cognos- >cer que Martín Alonso era persona ^esforzada y de buen ingenio.»

Esta referencia da á entender con claridad el concepto verdadero que el genovés había formado de las cualidades del capitán de Palos. El segundo hecho es más terminante, si cabe, porque se ven en acción los dos marinos.

En todo el Diario de Navegación no se encuentra vestigio de la su- blevación de los marineros, de que tanto partido han sacado poetas y novelistas. Vénse en él, en repeti-

76 MARTÍN ALONSO PINZÓN

das ocasiones, referencias al dis- gusto de las tripulaciones cuando ya llevaban corridas 700 ú 800 leguas, siempre navegando hacia Occidente por un mar desconocido j llevados por vientos casi constantes; pero no existe indicación alguna de que fal- tasen al respeto á los jefes, ni mu- cho menos de que amenazaran á Cristóbal Colón, hasta el punto de que peligrase su existencia y tuvie- ra que transigir con su tripulación sublevada, ofreciéndoles poner la proa con rumbo á España si en el preciso termino de tres días no en- contraba la anhelada tierra.

El disgusto de los marineros, sus murmuraciones, se consignan alguna vez por el Almirante en sus términos propios, sin acudir á ex- tremos pormenores, hijos de la fan- tasía y puramente novelescos, aun-

POR J. M. ASENSIO 77

que por desgracia son muchas las personas que los refieren como muy ciertos al hablar del descubrimiento. Mas entre los centenares de de- claraciones que se tomaron en las pruebas articuladas en el pleito ya citado, tanto á instancia de Juan Martín Pinzón, hijo de Martín Alonso^ como del segundo Almi- rante 3' del fiscal del Rey , hay al- gunas muy dignas de atención, y entre todas las que á los síntomas de insubordinación que durante el viaje se notaron á bordo de las ca- rabelas se refieren , no puede dejar de tomarse en cuenta, como la más notable de todas , la del anciano pi- loto Hernán Pérez Mateos , que ya anteriormente hemos referido. Era este testigo primo hermano de los Pinzones, y que contaba más de ochenta años cuando declaró el 26

78 MARTÍN ALONSO PINZÓN

de Enero de 1536 en Santo Domin- go, donde se había establecido des- pués de sus largos viajes (1).

Dijo el piloto que no sabía más , y esto por haberlo oído á Martín Alonso Pinzón j á sus hermanos, que al ir camino de las Indias en el primer viaje , muchos di as antes del descubrimiento, «la jente que ve- »nia en los navios , habiendo nave- >gado muchos dias é no descubrien- »do tierra, los que venían con Don » Cristóbal Colon se querían amoti- »nar é alzar contra él diciendo que »iban perdidos , y entonces el dicho >D. Cristóbal Colon habia dicho á ^Martin Alonso lo que pasaba con »aquella jente , é que le parecía que »debian de hacer, y el dicho Mar- >tin Alonso le habia respondido:

( 1 ) Colón y Pinzón , por D. Cesáreo Fer- nández Duro. Loe. cit.

POR J. M. ASENSIO 79

> Señor, ahorque vuesty^a merced ^media docena dellos , ó échelos á la >mar^ y si no se atreve^ yo y mis y>hermanos barloaremos sobre ellos y >lo haremos j que armada que salió y>con mandado de tan altos princi- >pes no habrá de volver atrás sin ^buenas nuevas; y que con esto to- »dos se animaron, y el dicho Don »Cris'obal Colon había dicho: y> Martin Alonso , con estos hidalgos y>haycimosnos bien y andemos otros y>diaSf é si en estos no halláremos atierra, daremos otra orden en lo »que debemos hacer, y ansi navega- »ron otros siete dias , y sobre noche » vieron fuego en una tierra que se »decia Las Princesas , é agora se »llamaLo5 Lucayos ; j qú.o es lo que »le han dicho á este testigo, y lo »que le contaron los dichos Martin y> Alonso v sus hermanos.»

80 MARTÍN ALONSO PINZÓN

El origen no puede ser más dig- no de atención. Hemos alegado esta notable declaración al historiar la vida del Almirante , para demostrar que no hubo insurrección armada, ni amenazas á la vida de Colón^ cuando después de aquella manifes- tación de descontento navegaron otros siete días, y como gráfica pintura de los caracteres de ambos capitanes , enérgico y decidido siem- pre el de Pinzón^ prudente, conci- liador, templado el del Almirante. Mas ahora la traemos textual , para demostración de la confianza que mediaba entre ellos , sin sombra de emulación , sin vislumbre de disgus- to; así continuaron sin duda algu- na hasta que se efectuó el gran des- cubrimiento , ó , mejor dicho , hasta después del desembarco y toma de posesión de la isla de Guanahani.

POR J. M. ASEiíSIO 81

II

Propensión natural es del co- razón humano , sin mezcla de mez- quina pasión , la de querer igualar en merecimientos á los mejores, y aspirar á la recompensa debida, que nunca se estima excesiva cuando recae sobre propios servicios. Esta es aquella clase de envidia que Cer- vantes decía noble y elevada, pero que rara vez se contiene en los lí- mites de la justicia, y con harta frecuencia nos lleva á mirar con malos ojos los honores y beneficios que á otros se conceden, estable- ciendo desventajosas comparacio- nes, creyéndolas superiores á los actos que se trata de galardonar.

6

82 MARTÍN ALONSO TINZÓN

Desde la noble emulación á la envi- dia es muy corta la distancia , y ésta se recorre casi siempre con dema- siada rapidez; la envidia es, des- graciadamente , más general de lo que puede creerse ; pasión que nos hace menospreciar lo propio y es- timar con exceso lo ajeno, y muy pocas veces se levanta á la altura que expresaba el inmortal autor de El Ingenioso hidalgo.

Entendemos que sin darse cuen- ta de ello, y por un movimiento espontáneo, se despertó la emula- ción en el pecho de Martín Alonso Pinzón, al punto mismo de ver á su compañero y amigo tomar pose- sión á nombre de los Reyes Católi- cos de aquella isla hasta entonces desconocida , que llamó San Salva- dor^ y ser reconocido como Visorey y Gobernador de ella y de todas las

POR J. M. A8ENSI0 83

demás islas j tierra firme que pu- dieran descubrirse.

Y á la verdad, disculpable parece ser aquel sentimiento, si alguna vez puede serlo. Era Pinzón rudo y franco marino, capaz de aco- meter grandes empresas, sin otro móvil que el de ganar renombre de arrojado y emprendedor; carácter verdaderamente andaluz, con más anhelo de singularizarse que de bus- car provecho; de imaginación ar- diente, más fantástica que calcula- dora. Así se unió á Cristóbal Colón, atraído con mayor fuerza por la ilusión de lo desconocido que por el deseo de medrar, pensando en vencer peligros y descubrir fantás- ticos países, como se desprende claramente de las palabras con que exhortaba á sus convecinos para que se embarcasen con él y le acom-

84 MARTÍN ALONSO PINZÓN

pañaran en la expedición. Aunque les hablaba para estimular su codi- cia de ciudades que tenían palacios de cristal j casas con las tejas de oro , bien se deja entender que Pin- zón soñaba con empresas imagina- rias , y fué en el principio de sus re- laciones admirador de Colón j muy luego su amigo; trabajó con ardor para preparar el viaje , y le ayudó durante la penosa travesía con su pericia y con la influencia que ejer- cía su ejemplo sobre las tripulacio- nes, y sus palabras en aquellos hombres que la mayor parte le res- petaban por ser de Palos, de Mo- guer , de Huelva y de otros pueblos cercanos donde era grande su pres- tigio y conocido su valor.

Pero en el momento del desem- barco en la tierra de Indias, se es- tableció una diferencia harto nota-

POR J. M. ASENSIO 85

ble en la consideración de ambos capitanes, y Pinzón la sintió sin darse, tal vez, cuenta de ello.

Cristóbal Colón, que había conce- bido el grandioso proyecto , veía sa- tisfechas todas sus ambiciones al realizarse, y era Almirante y Virrey. Pinzón^ que había ayudado con to- das sus fuerzas, con todos sus re- cursos á la realización, continuaba siendo, al menos por entonces, el capitán de la carabela Pinta, Ambos habían arriesgado, al salir del puerto de Palos , como antes decíamos , su presente y su porvenir, sus ensue- ños de gloria y sus esperanzas de fortuna. Colón^ al fijar su planta en aquellas tierras vírgenes, tocaba la recompensa; para Pinzón^ caso de que la hubiera, quedaba todavía muy lejana. ¿No era cosa natural que la diferencia que en aquel punto

86 MARTÍN ALONSO PINZÓN

se establecia saltara á la vista del intrépido Martin Alonso é hiriese en cierto modo su amor propio?

Cristóbal Colón , Almirante de los Reyes Católicos en el mar Océano, Visorey y (jobernador de las tierras que se descubriesen al Occidente, tomó posesión de la isla de Gua- nahani ó San Salvador, é inmedia- tamente después determinado aquel acto oficial recibió el homenaje de- bido al rango que acababa de con- quistar, prestándole obediencia los oficiales enviados por la corona, los jefes y las tripulaciones. Para Mar- tm Alo7iso Pinzón^ en aquella hora, no había más recompensa que la gloria de haber contribuido á reali- zar tan alta hazaña.

Las condiciones eran por todo ex- tremo diferentes, y hacemos por presentar de relieve las posiciones

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de ambos descubridores, porque, en nuestro juicio, ellas dan la clave de muchos sucesos posteriores , y sir- ven para aclaración de esas cues- tiones que hoj^ se promueven y con tan distinto criterio se resuelven, más por la pasión que por los datos históricos.

III

A partir de aquel momento, exis- tió en el alma de Martm Alonso un sentimiento nuevo, un germen de disgusto , que había de ir creciendo insensiblemente y cuyas consecuen- cias no podían tardar en ser cono- cidas, dando tristes frutos, por na- cer de persona por tantos títulos importante y que tanto significaba en la expedición.

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Y llegamos al punto crudo, al cargo más grave que un escritor ilustre, y que sobre otras muchas ventajas tiene la de su reconocida pericia en la náutica , cree que he- mos dirigido á Pinzón, después de meditado estudio, no dejándonos llevar por el juicio de otros autores, sino cargándolo más con suposicio- nes ofensivas , originales nuestras.

Muy lejos nos parece de la exac- titud tamaña censura , y expuestas quedan ya consideraciones que co- mienzan á persuadirlo. Y si cierto es que al suceso de la separación de la carabela Pinta dimos más espa- cio y atención que los dedicados en nuestra historia á objetos de alta importancia real, es prueba palma- ria del verdadero interés con que miramos siempre cuanto á Martín Alonso Pinzón se refiere, cuanto

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con SU conducta se relaciona; y siendo su separación del Almirante el hecho más grave , quizá el único en que salieron al exterior y se ma- nifestaron, de una manera tan os- tensible como deplorable, los senti- mientos que desde el día del desem- barco y toma de posesión de Gua- nahaní se habian albergado en su alma, nos creímos en el deber de examinarlo con detención, con ma- duro examen, antes de señalar una falta en la conducta de aquel á quien tanto se debía en el grandioso suceso que para gloria de España se aca- baba de verificar.

Razón tiene el Sr. D. Cesáreo Fernández Duro , que es el autor á que aludimos; nuestra opinión , in- cluyendo en esta colectividad á Washington Irving y á Muñoz, no puede parecer muy digna de aten-

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ción por no ser los que la sostienen marinos experimentados; un 'perito la merece siempre en concurrencia con los que no lo son, en cualquier número que los últimos compongan, porque da valor á sus razones con los conocimientos técnicos que le adornan, y en este terreno nadie podrá dudar de nuestra inferioridad para discutir. Por eso acudimos única y exclusivamente á la apre- ciación de los hechos; por eso los expusimos con precisión y claridad, á nuestro entender, y seguimos creyendo que de la simple lectura de ellos se desprende el cargo que, con harto pesar , dirigimos á Pin- zón, y que si no es bastante grave, en., verdad , para oscurecer su glo- ria y amenguar su mérito , es , sin embargo, una mancha en aquel ca- rácter noble y altivo, tan digno de

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admiración en todos los demás ac- tos en que intervino.

Ciertamente el insigne escritor á quien aludimos' no nos supera en admiración á las grandes dotes del capitán de la carabela Pinta; mas después de leidas con verdadera sa- tisfacción sus observaciones, aún desearíamos que fueran concluyen- tes al objeto que se propone, y se- guimos creyendo que no aprecia en justicia los datos ni deduce las exac- tas consecuencias ; por lo que no lo- gra, por desgracia, llevar la con- vicción al ánimo de los lectores. Y tan profunda es la nuestra, que hu- yendo al propio tiempo de dar á este tratado el carácter de enojosa polémica, vamos á limitarnos á re- petir la exposición del suceso en los propios términos que anterior- mente lo habíamos hecho , y que el

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Sr. Fernández Duro nos hace la honra de asentar en su libro, con frases hijas más de su cariñosa amis- tad que de lo que la justicia reclama.

IV

«1. El 19 de Noviembre se dio otra vez á la vela (Colón) , saliendo al mar en dirección Noroeste de Puerto Principe, y navegó dos días con mucho trabajo por la variedad de los vientos, adelantando muy poca cosa, hasta que creciendo la fuerza del viento contrario, en la noche del miércoles 2\ , determinó el Almirante volverse á Cuba, y puso las señales convenidas para que las otras dos carabelas le siguiesen, como acontecía de ordinario. Obe- deció desde luego la Niña, cam-

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biando de rumbo y dirigiéndose viento en popa por el mismo que llevaba la capitana; pero al poco tiempo notó Colón que la Pinta continuaba adelantando en su pri- mitiva dirección, sin hacer caso de las señales que se le hacían. Repi- tieron éstas, aunque también sin resultado, y creyendo el Almirante que Martín Alonso Pinzón no las hubiera visto á tiempo, como ya cerraba la noche , hizo poner faroles en los mástiles y recogió velas para disminuir la marcha hasta que se hubieran reunido los tres buques. Pero vino la mañana y la Pinta se había perdido de vista en un mar desconocido,

>2. Esta separación de Martín Alonso causó gran disgusto al Al- mirante, por lo que en misma significaba y por las consecuencias

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que podía tener para los resultados de la expedición. No podía calcu- larse cuál era el pensamiento de Pinzón al desertar' de la bandera^ desoyendo las órdenes del je fe nom- brado por los Reyes ; pero desde luego su conducta respondía á las muestras continuas de descontento que entre los marineros de Palos se habían venido notando hacía mucho tiempo. Desde que los espa- ñoles pusieron el pié en la primera isla; desde que el descubrimiento fué una verdad , comprendieron to- dos la gran resonancia que el suceso había de tener en Europa y la glo- ria de que se cubría Cristóbal Co- lón. Entonces pesó, sin duda, á Martín Alonso Pinzón de haber aceptado un papel secundario en la expedición que le obligaba á sufrir las molestias del viaje, á compartir

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los peligros y le privaba de la fama, que caía de lleno sobre el nombre de aquel extranjero que, pobre, sin recursos , había llegado un día á las puertas de su casa. Pinzón con- tribuía al buen resultado de la em- presa con sus buques , con sus inte- reses y con su persona; había pues- to su inteligencia y sus recursos al servicio de la idea, y por el presti- gio de su nombre, por el ejemplo que les diera, se habían embarcado en las carabelas los mejores mari- nos de Palos, de Moguery de Huel- va. En el peligro todos eran igua- les; todos habían sufrido las mismas penalidades, los mismos trabajos; pero al llegar la hora de las recom- pensas la diferencia había de ser muy grande y el nombre de Colón oscurecería á todos.

>3. Estas ó parecidas ideas re-

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volvia en su mente Martin Alonso Pinzón desde el momento en que en la isla de Guanahaní reconocie- ron todos á Colón por almirante, visorrey y gobernador de las islas y tierra firme del mar Océano. El descontento que le agitaba se cono- cía en su semblante y se reflejaba en todas sus acciones. Hubo de fijar- se en su mente un ambicioso pensa- miento, y quiso tener su parte en el provecho , en la celebridad y en la fama.

>4. Comprendía muy bien que para que en España se concediera desde luego al descubrimiento toda la importancia que verdaderamente tenia, era de necesidad ofrecer prue- bas , presentar datos que todos pu- dieran apreciar, principalmente el oro ; cuanto oro pudiera adquirirse 'para deslumhrar desde el primer

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momento á los monarcas j estimu- lar los aplausos del pueblo. Y como los resultados obtenidos hasta en- tonces eran casi nulos ; como el oro recogido era insignificante , Pinzón díó oídos á las noticias de grandes riquezas que le comunicaron los in- dios que llevaba á bordo, y aprove- chó la primera ocasión para sepa- rarse é intentar por solo algún descubrimiento que pudiera colmar sus deseos j satisfacer su ambición. »5. No podían ocultarse al Al- mirante los pensamientos del capi- tán de la Pinta, Leía su disgusto en sus ojos y lo veía en sus accio nes, que más de una vez hubieron de ser bastante bruscas é inconve- nientes ; por eso , al consignar en el Diario que Martín Alonso se había separado sin voluntad ni obediencia

suya, añade: 0/ra5 muchas me tiene

1

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hecho y dicho, Pero no era posible que en el momento mismo de la de- serción se adivinara el camino que pensaba tomar la carabela, ni el in- tento de su capitán.

>6. Cruzó por la mente de Co- lón la idea de que Pinzón quisiera volverse desde aquel punto á Espa- ña á llevar la noticia del descubri- miento, presentar á los Reyes los indios y las aves que llevaba á bor- do, y usurparle la gloria que á tanta costa había conseguido. Pero aun- que esto no sucediera; aunque la Pinta no se hubiera separado por otra causa que sustraerse al mando del extranjero y caminar libremen- te bajo las órdenes del intrépido marino de Palos, la situación era muy grave para el Almirante, y tuvo necesidad de todo su talento y de toda su discreción para dominarla.

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»7. Desde luego quedadan muy reducidos los medios de que Cristó- bal Colón podía disponer, y se ha- cia más dificultosa la continuación de las operaciones para lo sucesivo, en la previsión de accidentes que no tardaron en sobrevenir.

>8. Juzgamos que la pérdida de la Santa María ^ ocurrida un mes después, fué debida en gran parte á la falta de Martin Alonso; pues de haber estado reunidas las tres em- barcaciones, ciertamente el Almi- rante hubiera emprendido otro rum- bo: el costeo se hubiera hecho en condiciones harto diferentes por los recursos con que se contaban; y aun si extremando las deducciones y su- biendo de una en otra dejáramos co- rrer la imaginación, tal vez hasta po- dríamos considerar que otra hubie- ra sido la iraportancia, el carácter v

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la suerte del primer establecimiento de los españoles en el Nuevo Mundo. »9. La deserción de la Pinta fué un hecho gravísimo y de gran trascendencia. Privaba á la expedi- ción de uno de sus mejores barcos, de la tercera parte de sus hombres y de un capitán de gran experiencia y valor, con el que siempre había contado el Almirante en los lances más difíciles , y cuya influencia era indudable en el ánimo de los mari- neros, casi todos amigos y parientes suyos. Mientras más altas se juz- guen las cualidades de Martín Alon- so (y nosotros se las reconocemos muy superiores), mayor podemos considerar el vacio que dejaba con su ausencia, y más desastrosas las consecuencias de su inconsiderada conducta. La situación del Almi- rante quedó muy comprometida

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desde que la Pinta se apartó para no obedecer sus órdenes, y de aquel paso resultaron dificultades , pérdi- das y desdichas que hoy, á tan larga distancia, no es posible apreciar con exactitud

»10. Doloroso es para nosotros no encontrar razones que disculpen á Martin Alonso Pinzón , ó á lo me- nos atenúen su responsabilidad en aquel acto de indisciplina^ haciendo la misma apreciación desfavorable para aquel grande hombre D. Juan Bautista Muñoz, Washington Ir- ving y los más juiciosos historiado- res. Únicamente nuestro docto ami- go el Sr. D. Cesáreo Fernández Duro, llevado del entusiasmo que le producen las altas dotes de aquel intrépido marino , y haciendo gala de un exagerado amor á la impar- cialidad, intenta alguna disculpa,

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alguna atenuación ; pero de tal na- turaleza, tan infundada de suyo, que nada puede conducir al noble fin que se propone. ¡ Cuan otra hu- biera sido la defensa si en su claro talento hubiera encontrado razones en que apoyarla!...

»11. Pero analicemos la excul- pación.

«Dije haber contradicción, escri- »be el Sr. Fernández Duro, en las >aseveraciones de D. Fernando, por »cuanto de sus propias palabras, >como de las del P. las Casas , se » deduce que navegando de noche, y restando á barlovento la Pinta, >como más velera, cambió el Almi- arante de parecer y varió el rumbo, ^arribando sobre la isla de Cuba. »E1 fué, por consiguiente, la causa »de la separación , no ignorando que Ao más probable fuera que Pinzón

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>no viese , como no vio , señales de >luz que no esperaba , y que siem- »pre son inciertas en la mar. La y> Pinta continuó navegando en la > dirección convenida y ordenada > previamente; no hay, por lo tanto, » motivo ni razón para culpar en >juicio al capitán, y mucho menos >para penetrar sus intenciones con »la ofensiva y pueril suposición de >que un indio , cuya lengua no en- >tendia más que el Almirante, le ^prometiera llevarle á un sitio don- >de abundaba el oro, y de que la acodicia y la soberbia tenían re- »suelta en su ánimo la separa- »ción.>

>12. No queremos interrumpir con comentarios la alegación de descargos, tanto menos cuanto muy raro será el lector que tenga nece- sidad de que se llame su atención

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sobre la capciosa forma en que está hecha. Prosigamos:

»13. «Mírese como se quiera ésta, »no tuviera el juez más severo otro »cargo que formular contra Pinzón »que el de no haber hecho más ac- >tivas diligencias para incorporarse »á su jefe desde el momento en que ^advirtió el alejamiento, ó sea desde »la amanecida del 22 de Noviembre, »y acaso las hizo, porque en reali- >lidad el Almirante sabia el rumbo >que la Pinta había llevado, pero >ignoraba Pinzón el que tomó la >Santa María, y sólo casual y ra- >risimamente cabía encontrarla. » Viento en popa, navegando hacia >el Oeste , vino el 6 de Enero á en- » centrar la otra carabela; Pinzón >disculpó entonces la ausencia dañ- ado sus razones. ¿ Por qué las ad- »mitió Colón sólo aparentemente,

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>y en el recogimiento de la cámara, »abiertas las hojas del Diario^ vació >su pensamiento agravando las pri- » meras acusaciones con las de men- »tiroso, soberbio, defraudador j »mal hablado? ¿Por qué dejó tras- > lucir que el temor del ascendiente »y popularidad que gozaba Pinzón »le contenían? Las declaraciones »del pleito lo indican.»

» 1 4. «A pesar de la errónea pro- aposición delFiscal, ningunainsinúa >que la separación de la carabela y> Pinta fuera intencionada. Arias »Pérez dijo que se verificó de noche >por causa del temporal , convinien- »do otros testigos en que dio por re- »sultado que Martin Alonso descu- »briera la isla de Haiti ó Española cantes que el Almirante.»

»15. Breves reflexiones bastan para destruir este razonamiento es-

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pecioso, cuja debilidad resalta á la simple lectura. Reconociendo que el 6 de Enero, al encontrarse las carabelas, Pinzón disculpó la au- sencia^ se comienza por convenir en que lo necesitaba ; en que de su parte había de verse culpabilidad. Colón las escuchó como capitán prudente , pesando con extremada discreción las circunstancias, y evi- tando todo motivo de rencilla, toda causa de disgusto que pudiera re- sultar en perjuicio de la empresa con tanta felicidad llevada á cabo. ¿Eran aquellos momentos propios para formular cargos, para pensar en castigos? Se emprendía el viaje de regreso, y lo necesario, lo ur- gente, era traer á España la noticia de los países que se habían descu- bierto, guardando en el fondo del corazón todo género de resentí-

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miento, y procurando con el disi- mulo la concordia de las tripulacio- nes.

»16. ¿Y qué frases estampó el Almirante en su Diario que no co- rrespondieran á su conducta noble y previsora? Cuando el 21 de No- viembre vio alejarse la Pinta, con- signó que lo hizo sin obediencia y voluntad del Almirante^ por codi- cia. . . sin causa del mal tiempo^ sÍ7io porque quiso, añadiendo únicamen- te, según ya dijimos, una frase co- mo desahogo de anteriores sufri- mientos: otras muchas me tiene he- cho y dicho. Por más que las medi- tamos , no encontramos en ellas rastro de odio ó mala voluntad.

>17. Cuando amaneció y vio que la carabela de Pinzón se había perdido totalmente de vista, es- tampó el hecho sin comentarios.

108 MARTÍN ALONSO PINZÓN

«Anduvo el Almirante toda la no- »che la vuelta de tierra, y hizo fo- rmar algunas de las velas y tener y> farol toda la noche^ porque le pa- »reció que venía hacia él , y la no- >che hizo muy clara, y el vientecillo >era bueno para venir si quisiera. > »18. Esta sencillez de Cristóbal Colón demuestra bien á las claras el estado de su ánimo. Después del domingo 6 de Enero, «cuando vino » Martín Alonso á la carabela Nifía^ adonde iba el Almirante , para se ^excusar diciendo que se había ^perdido del contra su voluntad», no pudo Colón poner en olvido las circunstancias que acompañaron á la deserción, pero disimuló con ex- quisita prudencia para no impedir el viaje, aunque no pudo menos de escribir que eran falsas todas las razones «y que con mucha codicia

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»y soberbia se había apartado aque- lla noche que se apartó del.» Y en el martes 8 volvió á repetir la causa de su disimulo; «el Mar- »tin Alonso le dejó dice des- »de el 21 de Noviembre hasta 6 »de Enero, sin causa ni razón, si- )i>no por su desobediencia; todo lo y^cual el Almirante habla sufrido y y^callado por dar buen fina su viajo »19. Prescinde de estas pala- bras el Sr. D. Cesáreo Fernández Duro , j funda su opinión de que puede ser imputable á aquél la se- paración de la Pinta en ciertas frases de las declaraciones de algún testigo de la información. No foi'- maron la misma los célebres histo- riadores que arriba citamos. «Pin- )»zón dio crédito dice Washington »Irving álos extravagantes infor- »mes de un indio que iba á bordo de

lio MARTÍN ALONSO PJNZÓN

»su carabela, y le ofrecía guiarlo á »una isla ó región de grandes ri- »quezas. Su avaricia se despertó »repentinamente; siendo su barco el »más Yelero, podía virar con facili- »dad á barlovento^ á donde no po- »drian seguirle los otros. Podía él »misino ser, por lo tanto, el prime- >ro que descubriera aquella dorada »Babeque, enriqueciéndose con sus »primicias.>

>20. Casi en iguales términos resume su opinión D. Juan Bautista Muñoz, en esta forma: «Estimulado >de su altivez, confiado en su peri- »cia náutica y en el buen andar de »su carabela, guió adelante con in- tención de hacer por este rico »descubrimiento.> í'ué voluntaria la falta, aunque cueste trabajo el confesarlo: fué una verdadera deser- ción^ y sus consecuencias extraor-

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(linariamente sensibles y muy de- sastrosas. El cronista Antonio de Herrera, que tan cercano estuvo á los sucesos, dice que Pinzón €se >apartó del Almirante sin fuerza >de tiempo , ni otra legitima causa; »y por ser su navio muy velero se >fué adelantando hasta que, llegada <la noche, totalmente desapareció.» >21 . Mucho nos hemos detenido en la apreciación de este suceso y de las causas que lo produjeron, pero es que tuvo tal importancia, causó tal variación en todos los ac- tos posteriores de la expedición, que no sólo nos ha parecido de necesi- dad fijarlo en la manera más clara, sino también dar á conocer las opi- niones de los historiadores más re- nombrados , tratándose de un espa- ñol tan ilustre como Martin Alonso Pinzón, cuyos actos tienen siempre

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gran interés en la historia del des- cubrimiento. No encontrando legí- tima excusa su proceder, hemos querido consignar los textos, para que en vista de ellos se confirme el mayor ó menor alcance de su res- ponsabilidad. >

V

Pocas, escasas observaciones he- mos de oponer á las que á los pá- rrafos transcritos hace el docto mari- no, justamente porque como decía- mos, y él mismo reconoce, le dan inmensa superioridad sus conoci- mientos especiales , y sería necia presunción y temeridad censurable entrar en discusión técnica quien no tiene estudios en la materia, con el

POR J. M. ASEN8I0 113

que además de su título y grado, es reconocido, respetado y aplaudido por su ciencia y pericia entre los más notables jefes de nuestra glo- riosa marina.

Tanto menos hemos de acercar- nos á aquel terreno, cuanto que abrigamos la convicción de no ser necesario hacerlo para juzgar el su- ceso, y basta la exposición de los hechos, como antes decíamos, para que rectamente puedan ser aprecia- dos; y huimos además, por sistema, de polémica que casi siempre es enojosa.

El tiempo estaba bonancible en

la tarde del 21 de Noviembre; el

viento, aunque recio, era contrario

para seguir el rumbo que llevaban

y que por su voluntad siguió Pin-

zórij y favorable para regresar, que

fué la razón que movió al Almiran-

8

114 MARTÍN ALONSO PINZÓN

te á volver la popa; y aunque se conceda que la Pinta fuera algo delantera y distante , no es dudoso tampoco que pudo y debió observar- se desde ella el nuevo rumbo que tomaba el Almirante y seguía la Niña , y ver las señales que la ca- pitana hizo.

Que la separación fué voluntaria é intencionada, se comprende con claridad de las premisas expuestas, y de los hechos que después vinie- ron. Desde 21 de Noviembre hasta 6 de Enero del siguiente año, estu- vo la Pinta costeando por su cuen- ta; visitó dos ó tres islas próximas, y se detuvo seis semanas en el que el capitán de Palos denominó río de Martin Alonso^ rescatando con los naturales y recogiendo abundantes muestras de oro que dividía con su tripulación. Luego hay bastantes

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indicios que hacen probable la sos- pecha de que. quiso disimular el tiempo que allí se había detenido y aun el provecho que obtuviera. No le formulamos cargo porque no es- tá más que indicado tal proceder; pero á nuestro entender esto per- suade que la separación tuvo un fin, un objeto preconcebido, ora fuera originado por las señas que ha- cían los indios que llevaba á bordo y por sus palabras mal entendidas, ora por el deseo de hacer algún descubrimiento con independencia del Almirante.

Ambos móviles debieron influir en el ánimo de Pinzón; y mirándo- los á buena luz , sin pasión alguna, no parece que puede sostenerse, co- mo hasta ahora se ha dicho, que tal movimiento de codicia no es proba- ble^ pues no se entendían bien con

116 MARTÍN ALONSO PINZÓN

los españoles los indios lucayos, ni aquellos podian tomar noticias de éstos referentes al país de Babeque, ni á sus criaderos de oro. El resul- tado prueba lo contrario. Martin Alonso Pinzón fué guiado á la isla de Haiti, y hacia la comarca más próxima á las montañas de Cibao, en las que existían las mejores mi- nas , de las que tantas riquezas se extrajeron muy poco después por los que fueron en el segundo viaje.

No es aventurada suposición la de creer que alguna vislumbre de aquella producción de oro se dedu- jera de los gestos, de las voces y de las señales de los indios.

Y dado tal supuesto, cobran ma- yor fuerza de verdad las consecuen- cias.

No insistiremos. El efecto que causó la separación no pudo ser más

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funesto, bajo cualquier punto de vista que quiera mirarse. Expues- tas quedan varias de las desgracias que sobrevinieron después de aque- lla deserción de la Pinta ^ y no es posible que deje de conocer el que estudia el suceso, por muchas re- flexiones que en contrario se aduz- can, y por mucho talento y agude- za que en ellas se despliegue, que la falta de uno de los buques y de la tercera parte de los hombres que formaban la expedición, con un ca- pitán experto, valiente y reputado, había de sentirse fatalmente en to- do cuanto desde aquel punto se em- prendiera.

En el ánimo de Cristóbal Colón, también produjo aquel acto grave perturbación y fué causa de temo- res. Comprendía lo que pasaba en el corazón de Martín Alonso hacía

118 MARTÍN ALONSO PINZÓN

tiempo, leía su pensamiento en sus ojos y lo veía transparentar en todas sus acciones, adivinando la causa de aquel disgusto; pero al tocar tan grave resultado se llenó de confu- sión, no pudiendo sospechar el in- tento que á aquél guiara.

Deserción llamaron á la resolu- ción de Martin Áloítso de aban- donar al Almirante de los Reyes, tanto Washington Irving, como D. Juan Bautista Muñoz, y de igual manera la califica el P. Ricardo Cappa, después de consideradas, con su pericia náutica, las circuns- tancias en que se efectuó, el estado del mar, la dirección del viento, las condiciones de las carabelas y de- más que puedan apreciarse ; y aun después de leído con verdadero de- seo de convencernos de lo contrario, cuanto con noble pasión se ha es-

POR J. M. ASEN8I0 1 19

crito para disculpar á Pinzón , no encontramos, bien á nuestro pesar, otro modo de señalar la falta.

Su conducta, como se desprende de las consideraciones que ya deja- mos expuestas, no puede calificarse de otra manera, aunque hay causas de atenuación para mirarla con ri- gor extremado; fué hija de una emulación noble , que juzgamos en parte natural y justificada; y su de- serción no ha de juzgarse como la del soldado que abandona su bande- ra, pues él no estaba en la expedi- ción más que por su voluntad, y al separarse llevó por objeto ampliar y completar el descubrimiento, por más que aspiraba, al hacerlo, á au- mentar su propia importancia dan- do muestra de su valor y colocán- dose en posición más independiente.

láO MARTIN ALONSO PINJiÓN

VI

Las consecuencias de la separa- ción de la Pinta fueron desastrosas, tanto para la parte material como para la moral de la pequeña escua- dra que tan dudoso viaje había em- prendido ; y jamás hubiéramos creí- do que tan sencilla apreciación pu- diera ponerse en duda, ni dirigir por ella algún cargo al que por re- sultado de sus reflexiones la consig- nara , basada en atendibles razones.

Constaba la expedición de tres buques y de unos ciento á ciento veinte hombres entre la dotación de todos ellos. Juntos habían arrostra- do los peligros, vendido las des- confianzas naturales que inspira

POR J. M. A8ENtíI0 121

siempre lo desconocido, dominado las penalidades de un largo viaje j rasgado el velo del mar tenebroso, poniendo de manifiesto que al otro lado del Océano , en latitudes nun- ca antes exploradas ni científica- mente conocidas, había tierras férti- les y pueblos numerosos que habían de entrar muy luego en el concier- to de las naciones civilizadas, lle- vando á ellas nueva savia y otros gérmenes de prosperidad y elemen- tos de progreso.

Y en el momento en que tal vic- toria se había alcanzado , en el pun - to crítico en que era de necesidad proceder con la mayor prudencia al reconocimiento de aquellas islas y de las tribus que las habitaban, y estudiar alguna parte de sus cos- tumbres, y recoger sus productos, y buscar los frutos de su suelo , la dis-

122 MARTÍN ALONSO PINZÓN

cordia se manifestaba de una mane- ra inesperada entre aquel puñado de heroicos marinos; y el capitán de mayor prestigio y experiencia después del jefe , abandonaba á éste, llevándose una de las embarcacio- nes y la tercera parte de los hom- bres que á tan peligroso viaje ha- bían venido.

No son necesarios argumentos poderosos ni grandes esfuerzos de imaginación para comprender los gravísimos males que aquella dis- cordia había de llevar en pos de si. En cualquier suceso desgraciado que á los unos ó á los otros so- breviniera, había de conocerse la falta de apoyo que podían prestarse estando unidos. Que el hecho fué funesto bajo cualquier aspecto que se le considere, no creemos posible que se ponga en duda.

POR J. M. ASENSIO 1*23

Que lastimado el Almirante lo recordara con amargura posterior- mente en diversas ocasiones al to- car sus desfavorables resultados, lejos de extrañarse , aparece como el sentimiento más natural.

Expuesto y apreciado el grave suceso de la separación de la cara- bela que Pinzón mandaba; si la conducta de Cristóbal Colón tuviera necesidad de alguna explicación; si la nobleza de su corazón y la leal- tad de su afecto al capitán de la Pin- ta tuvieran que demostrarse, bien claros aparecen con la sencilla lec- tura del Diario de navegación des- pués de la ocurrencia. Lo conside- ramos á tan diferente luz y ofrece á nuestros ojos tan distinto punto de vista que á los del docto D. Ce- sáreo Fernández Duro , que las con- secuencias que deducimos ambos

124 MARTÍN ALONSO PINZÓN

son diametralmente opuestas, en- teramente contrarias.

En la seguridad de que su expo- sición es el argumento más podero- so , vamos á extractar textualmen- te cuanto después de tan desagra- dable acontecimiento consignó el Almirante. Y decimos después, por- que desde la salida de las carabelas del puerto de Palos, hasta el día 21 de Noviembre en que ocurrió la separación de la Pinta , no hay en todo el escrito de Colón ni una sola frase , ni una reticencia que pueda decirse puesta en descrédito de Pm- zón ó que revele mala voluntad á su persona; y, antes al contra- rio, las que hemos citado y algu- nas otras que pudieran buscarse, dan á entender la buena inteligen- cia que entre ambos capitanes mediaba y que no se había turba-

POR J. M. A8EN8I0 125

do por ninguna circunstancia ad- versa.

Si Cristóbal Colón después del desembarco y de haber tomado po- sesión en nombre de los Reyes Ca- tólicos de las regiones que acababa de descubrir en isla de Guana- haní conoció el disgusto que co- menzaba á enseñorearse del pecho de Martín Alonso Pinzón; si vio en él muestras de descontento y en sus acciones menos atención y co- medimiento del que antes había usado y aun algo de desatención á la autoridad del Almirante, guardó en lo más profundo sus observacio- nes , con el pesar que debieron cau- sarle, y no las fió al papel, ni aun en las páginas de aquel Diario que para todos había de permanecer re- servado.

Tal vez enajenado por el gozo,

126 MARTÍN ALONSO PINZÓN

turbado por el éxito , creía que todos participaban igualmente de su ale- gría, y no veía en todos los sem- blantes sino el reflejo de su propia satisfacción. Si esto era asi, demos- tración sería bien clara de lo mu- cho que le preocupaban las conse- cuencias de su triunfo; si lo com- prendía y ocultaba, no podrá dudar- se de la elevación de sus sentimien- tos que en momentos tan solemnes no daban cabida á nada mezquino, y solamente se mostraba llenó de su gran pensamiento.

Abriendo el Diario de navegación por esa desventurada fecha de 21 de Noviembre (1), encontramos que Colón consignó el hecho con estas palabras: «Este dia se apartó Mar-

(1) ls-<i\2LTTe\.Q\ Colección de viajes, etc., tomo I , pág. 213.

POR J. M. ASENSIO 127

>tin Alonso Pinzón con la carabela y^Pinta^ sin obediencia y voluntad >del Almirante, por cudicia diz que ^pensando que un indio, que el al- >mirante habia mandado poner en > aquella carabela , le habia de dar >mucho oro ; y asi se fué sin espe- >rar, sin causa de mal tiempo, sino »porque quiso.» Y dice aquí el Al- mirante : otras muchas me tiene he- cho y dicho.

Parece que no cabe mayor senci- llez ni menor señal de pasión ; casi no se aventura juicio; pues aun la causa que pudiera haber movido á Martin Alonso para apartarse sin obediencia, no la expresa Colón como de su creencia , sino como es- cuchada , al parecer , entre la gente de los otros buques, y por eso escri- bió: diz que pensando que un in- dio.,, le habia de dar mucho oro.

128 MARTÍN ALONBO PINZÓN

El Almirante no escribió las pa- labras desertor ni insubordinado para calificar la conducta de Pin- zón^ como reconoce el Sr. Fer- nández Duro, y esto patentiza la nobleza de su corazón y que no era su intento acriminarle. ¿Puede ad- mitirse por ningún ánimo desapa- sionado que se haga cargo á Colón por aquellas frases, otras muchas me tiene dicho y hecho? diciendo: « ¿ No fuera noble recordar lo que le hizo en Palos para el armamento, lo que le dijo en el golfo cuando las tripulaciones murmuraban ?> Esto ya es declarada malquerencia. Cuan- do se acaba de recibir una ofen- sa; cuando al verse desobedecido se sublevaba la autoridad de jefe y el prestigio de hombre , disculpa- ble hubiera sido algún calificativo más ó menos duro dictado por la

POR J. M. ASENSIO 129

pasión. El momento no era de re- cordar beneficios, sino de lamentar ingratitudes. Colón ^ sin embargo, ni aun dio cabida á sus quejas ; las había recibido más ó menos graves, más ó menos directas, y se limitó á la indicación somera de ellas.

Y á esto se reduce todo : á men- cionar ofensas anteriores , sin deta- llarlas, sin insistir en su recuerdo. No comprendemos cómo se acrimina tan sencillo proceder.

El mal estaba hecho; el efecto moral de la separación de la Pinta podía revestir gran importancia en el ánimo de los tripulantes de las otras dos carabelas , y Cristóbal Co- lón debió pesar su trascendencia con verdadera tristeza durante aquella noche. Sin embargo, al hablar de ello en el siguiente día, jueves 22, sólo escribió lo siguiente: «Esta

l'M) MARTÍN ALONSO PINZÓN

>noclie Martin Alonso siguió el ca- >>mino de Leste para ir á la isla de >Badeque, donde dicen los indios >que hay mucho oro , el cual iba á » vista del Almirante y habria hasta >él 16 millas. Anduvo el Almirante )>toda la noche la vuelta de tierra y »hizo tomar algunas de las velas y »tener farol toda la noche, porque > le pareció que venia hacia él^ y la >noche hizo muy clara y el viente- » cilio bueno para venir á él si qui- »siera. >

Ni un comentario desfavorable, ni una frase dura , ningún califica- tivo ; y eso que bien se deduce de lo poco que asienta que el viento era contrario á Pinzón para continuar el rumbo que emprendía , y bueno para reunirse con el Almirante.

Y desde aquel día verdaderamente iníaustü para los descubridores , no

POB J. M. A8ENSI0 131

vuelve Colón á mencionar la Pinta ni á estampar para bueno ni para malo el nombre de Martin Alonso ^ á pesar de la pérdida de su mayor nao, la carabela Santa María, j de haber decidido dejar algunos hom- bres en aquella tierra casi descono- cida, tal vez, entre otras razones, por no poder aventurarse con todos en el viaje de regreso á España, á bordo de una pequeña embarca- ción.

Un recuerdo consignó de la falta que le hacía el buque desertor , pero fué mucho más de un mes después, y también sin hacer cargo directo á Pinzón, El dia 31 de Diciembre se ocupaba ya en proveer de agua y leña á la Niña para la partida á España, pues deseaba traer á los Reyes la noticia del descubrimiento, y las muestras de la producción de

132 MARTÍN ALONSO PINZÓN

frutos y ganados de aquellas tierras privilegiadas. Bien hubiera querido adquirir nuevas de las otras islas, «mas como oviese quedado con un »solo navio, no le parecia razonable >cosa ponerse á los peligros que le > pudieran ocurrir descubriendo. Y y> quejábase que todo aquel mal é m- > conveniente provenía de haberse y^ apartado la carabela Pinta, > Esto era verdad indiscutible.

VII

Insistir sobre la prudente con- ducta del Almirante cuando volvió á reunirsele Martín Alonso Pinzón después de mes y medio de ausen- cia, fuera repetir lo que ya dejamos dicho.

POR J. M. A8EHSI0 133

En el juicio del proceder de am- bos capitanes, en la apreciación de sus móviles, nada podemos añadir á lo antes expuesto. Existen por desgracia hoy , en este punto , dos criterios, dos opiniones contrarias: no ha de ser la nuestra la que pueda decidir la contienda, que es harto pequeña y de escasa valía ; pero en- tendemos que tampoco ha de fallarse por lo que exageren los novísimos y desgraciados adversarios de Cristó- bal Colón, El juicio de la posteridad se ha de formar con vista de datos indudables, y por eso nuestro afán de exponer las palabras mismas del Diario de navegación , porque cree- mos sin pasión que en ellas se pinta la nobleza del alma del grande hom- bre; su pensamiento, que lleno de la altura de su misión no abrigaba mezquinos rencores y daba al ol-

134 MARTÍN ALONSO PINZÓN

vido toda idea que no correspon- diese al descubrimiento; su pruden- cia de capitán, su moderación j su mansedumbre, que todo lo posponía al logro de su empresa , j dominaba cuanto era posible su natural or- gullo para que no se turbara la paz á bordo, j llegaran á España las noticias de la gloria alcanzada.

Con ingenua claridad lo estampó el mismo Colón : < Vino Martin >Alonso Pinzón, dice (Domingo 6 de »Enero de 1493) , a la carabela Niña > donde iba el Almirante , á se ex- y>ciisar^ diciendo que se habia par- »tido del contra su voluntad , dando »razones para ello; pero el Almi- »rante dice que eran falsas todas, y »que con mucha soberbia j codicia »se habia apartado aquella noche »que se apartó del, j que no sabia >de donde lo oviesen venido las so-

POR J. M. ASEN8I0 135

»berbias y deshonestidad que habia > usado con él aquel viaje , las quales > quiso el Almirante disimular "por >no dar lugar á las malas obras de y> Satanás que deseaba impedir aquel y>vioje como hasta entonces habia >hecho,,.>

En esta manifestación, confiada al papel de su Diario en la soledad y secreto de la cámara, que de nadie había de ser conocida , se funda todo el cargo que á Colón se dirige so- bre la lealtad de sus relaciones con Pinzón, Como no creemos que haya fundamento, la exponemos sin comentario.

Si lo necesitara para algunos lec- tores , no seriamos nosotros los que lo hiciéramos , tachados ya de par- cialidad , aunque sea por otros muy más parciales , que dicen hemos he- cho nitevo, aunqice hermoso , pane-

136 MARTÍN ALONSO PINZÓN

girico del Almirante (1 ). Otras pa- labras del mismo Diario sirven de explicación y complemento á las ya copiadas , y dan por entero la razón al jefe que de tanta previsión se re- vestía en difíciles circunstancias. Los capitanes que puso en las cara- belas eran hermanos, Martín y Vi- cente Yáñez Pinzón , á los que se- guían otros muchos con soberbia y codicia «estimando que todo era ya >suyo , no mirando la honra que el »Almirante les habia hecho y dado, >no habían obedecido ni obedecían »sus mandamientos, antes hacían y > decían muchas cosas no debidas >contra él... todo lo qual el Almí- >rante habia sufrido y callado por »dar buen fin á su viaje; así que por

(1) Pinzón en el descubrimiento de las In- dias, por Cesáreo Fernández Duro, pág. 102.

POR J. M. ABENSIO 137

» salir de tan mala compañia, con los >cuales, dice, que compila disimu- »far, aunque jente desmandada; y >aunque diz tenia consigo muchos » hombres de bien, pero no era tiem- >po de entender en castigo; acordó >volverse, y no parar mas con la »mayor priesa que le fuese posible. » Si estas no son razones dignas de atención; si no revelan á un tiempo mismo elevación de ánimo y pre- caución laudable, no sabemos qué explicación podrá dárseles.

VIH

Con dos buques bastante maltra- tados por una larga navegación y con los mástiles resentidos por el tra- bajo del velamen en los recios ven-

138 MARTÍN ALONSO PINZÓN

davales de aquellas latitudes, em- prendió el Almirante su viaje de vuelta; aunque, á decir verdad, era bastante arriesgado el decidirse á tan larga travesía. Pero no había otro recurso. « Hacían mucha agua )>las carabelas por las quillas, j aquejábase mucho de los calafates »que en Palos las calafatearon muy >mal , y que cuando vieron que el » Al mirante había entendido el de- »fecto de su obra, y los quisiera >constreñir á que la enmendaran, >huyeron.> Este mal era, según pa- rece, común á antrambas , pero á más la Pinta andaba mal de las bo- binas , y la Niña tenía muchas ve- ces que esperarla, porque se ayuda- ba poco de la mesana, por el mástil no ser bueno; y en estas contrarie- dades recordó otra vez lo pasado, y escribió Colón: «Si el capitán della,

POR .T. M. A8EN8IO 139

>que es Martin Alonso Pinzón, tu- >viera tanto cuidado de proveerse >de un buen mastel en las Indias, » donde tantos y tales habia, como »fué cudicioso de se apartar del, >pensando en henchir el navio de »oro, él lo pusiera bueno.»

Juntos continuaron su derrota, sin embargo, sin suceso desagrada- ble entre ellos , y antes por el con- trario conformando, al parecer, en el rumbo, y tomándolo hacia el Norte en dirección á las Azores, mucho más alto del que habian lle- vado á la ida; pero ya en las altu- ras de aquéllas comenzaron recias borrascas, y en la noche del jue- ves 14 de Febrero creció mucho la mar y el viento, y aunque resistie- ron algunas horas, tuvieron al cabo que correr el temporal porque no tenían fuerzas las embarcaciones;

140 MARTÍN ALONSO PINZÓN

para cortarlo, y se dejaron ir po- niendo la popa al viento donde les llevase. «Entonces comenzó á co- >rrer la carabela Pinta^ en que iba » Martin A lonso , y desapareció , aun- »que toda la noche hizo faroles el »Almirante y el otro le respondia; ^hasta que parece que no pudo 7nás >por la fuerza de la tormenta^ y »porque se hallaba muy fuera del »camino del Almirante.»

De tan sencilla manera refiere éste aquella separación forzosa, sin ocurrirle siquiera dudar de la im- periosa necesidad que tuvo Pinzón de separarse. Sin embargo, todavía este hecho tan natural y tan fre- cuente, da lugar al ilustrado mari- no Sr. Fernández Duro, á buscar algo que demuestre poca pericia en Cristóbal Colón , y muy superior en Martín Alonso, Y en su afán de

í>OR J. M. ASEN6I0 141

encontrar la superioridad de éste, incurre, á nuestro corto entender, en evidente contradicción. «Venía, »dice, la carabela iVma, desde las » Azores en busca de las costas de la »Pen ínsula con rumbo algo más alto >del que conviniera para avistar el >cabo de San Vicente, punto natu- »ral de recalada. . . » Y luego elogia á PinzÓ7i porque siguió, aunque con- tra su voluntad, rumbo mucho más alto, y se encontró sin saber cómo en Bayona de Galicia. Pero para el docto Fernández Duro, aquel fué golpe de habilidad, y lo juzga en estos términos: «Conocida con su avista la situación, nada más fácil >que dirigirse (con Sur y Sueste), » viento en popa, á cualquiera de los »puertos del Norte de España; asi »hubo de hacerlo Pinzón; Colón »procedió de otro modo: quiso en-

142 MARTÍN ALONSO PIN'/ÓN

y>tra7' en Lisboa; se aproximó á Cas- »caes, exponiéndose á caer en sus » bajíos^ y logró enfilar la barra del »Tajo;^:>^ro es evidente que ni la ne- »cesidad ni el peligro aconsejaban >acometer el puerto, antes por el » contrario , había en la entrada » riesgo voluntariamente corrido^ )>que se evitara marchando á hus- mear las rías de (jalicia.»

Con gran temor lo decimos, aten- dida la reconocida pericia del docto capitán de navio, pero nos parece que incurre en evidente contradic- ción al censurar el rumbo de Colón por ser más alto de lo que convinie- ra, y alabar á Pinzón porque lo tomó mucho más alto; asi como se deja llevar de clara parcialidad al asegurar, sin dato alguno, que el Almirante corrió voluntariamente el riesgo de enfilar la barra del Tajo,

POK J. M. AHENSIO 14»-i

y que Martm Alonso arribó inten- cionadamente á la costa de Galicia.

Preciso es para hacer tales apre- ciaciones poner en olvido los antece- dentes. Desde el 14 de Febrero al 4 de Marzo corrieron diez y ocho dias de continuas borrascas, de tormen- tas violentísimas y vientos huraca- nados. La separación de las cara- belas no fué voluntaria, sino forzo- sa, ocasionada por las tormentas. Ambas corrieron el temporal, dan- do la Pinta la popa al viento y de- jándose ir donde la llevase, porque no había otro remedio.

Venciendo la natural desconfian- za, expondremos datos , á nuestro entender razonables , para que otros críticos,conmayores conocimientos, puedan dictar el fallo definitivo. Si los vientos huracanados que cons- tantemente dejaron sentir su fuerza

144 MARTÍN ALONSO PINZÓN

en los últimos días del mes de Fe- brero y en los primeros de Marzo podían ser favorables á una nave- gación hacia los puertos del Norte de España, ciertamente no lo serían para bajar en demanda del cabo de San Vicente, punto natural de reca- lada que debía buscar el Almirante, según la apreciación de su impug- nador.

Que el tiempo era violentísimo y las carabelas llegaban al estado más deplorable , no somos nosotros los que lo decimos; datos hay que no pueden olvidarse. La Pinta, des- de el 14 de Febrero, fué juguete de las embravecidas olas, corrió á mer- ced de los desencadenados elemen- tos. Sus desgraciados tripulantes no tuvieron momento de reposo ; el día y la noche fueron iguales para aquel trabajo, paraaquella lucha constante

POR J. M. A8EN8IO 145

con la muerte que de mil modos les amenazaba. No se olvide que en tan rudo combate, en tantos días de su- frimiento, fue indudablemente cuan- do contrajo el heroico Martin Alon- so Pinzón la enfermedad que tan prematura , cuánto desgraciada- mente le condujo al sepulcro.

Deshecha casi la carabela, rendi- dos y exánimes los tripulantes avis- taron una costa, cuando apenas po- dían gobernar para aproximarse. No sabían el punto donde se encon- traban, y su gozo fué grande cuando reconocieron las costas del Norte de España y pudieron recalar en el pequeño puerto de Bayona.

10

141) MAirrÍN A\j):^i-o cinzón

IX

No era menos precaria la suerte de la Niña, cuando sin velas la arrojó la tormenta sobre las playas de Portugal. Casi desarbolada la nave en la noche del domingo , 3 de Marzo, vídose en gran peligro, del que sólo Dios pudo librarla, pues inútiles eran los esfuerzos de los tripulantes , rendidos de cansancio, faltos de fuerzas j sin medios para dominar la borrasca. En aquella si- tuación, y á la hora de la primera guardia , dieron los marineros la voz de ¡tierra! que venía á aumen- tar el peligro , dado el estado de Ja carabela. Pero aquí no puede haber

poí: j. m. aííKNSIO 147

niej'jr medio de convicción que de- jar hablar al Almirante mismo.

«Entonces, por no llegar á ella ^ hasta conoscella por ver si hallaba ^ algún puerto ó lugar donde se sal- ivar , dio el papahígo por no tener »otro remedio, y andar algo, aun- »'que con gran peligro , haciéndose »á la mar, y así los guardó Dios »hasta el dia, que diz que fué con »iníinito trabajo y espanto. Venido >el dia conosció la tierra, que era la »roca de Cintra, ques junto con el »rio de Lisboa, adonde determinó » entrar , porque no podía hacer otra y^cosa, tan terrible era la tormenta »que hacia, en la villa de Cascaes »que es á la entrada del rio.>

¿ Puede dudarse por algún mari- no de la verdad de estos anteceden- tes? ¿Puede dirigirse cargo al ca- pitán que en tales condiciones toma

148 MARTIIs ALONSO Tl^ZÓN

abrigo en el primer puerto que la fortuna le depara? ¿Es posible ima- ginar siquiera que se anda buscan- do ocasión de hacer alardes de cien- cia en momentos de ver la muerte tan cercana? Y tan próxima estaba, que á renglón seguido escribió Cris- tóbal Colón: « Los del pueblo diz »que estuvieron toda aquella maña- »na haciendo plegarias por ellos, y » después que estuvo dentro venia la »gente á verlos por maravilla de »cómo habian escapado.»

Teniendo en cuenta estos antece- dentes y el estado de ambas cara- belas al llegar de arribada, y por verdadero azar de la suerte á los primeros puertos que á cada una se le depararan, nosotros abandona- mos al juicio de los lectores peritos é indoctos que decidan si es posi- ble escribir sin pasión : « No podrá.

POR J. M. ASENSIO 149

»pues, desconocerse que la navega- »cion de Martin Alonso Pinzón, »fué también en el viaje de vuelta »7nás hábil, náuticmnente consiúe- y>rada, sin caer, por otro lado, en el ^desacierto político de la del Almi- »rante... (1).»

¡Triste fué en verdad el destino de Cristóbal Colón , puesta su honra en boca de mezquinos enemigos du- rante sus días, y triste es hoy traída á discusión su fama por los que de estudiosos se precian al cabo de cuatro siglos! En vida le calum- niaron suponiendo que había diri- gido el rumbo á Portugal y á la corte misma de Lisboa, para ven- der al rev Don Juan el hemisferio que con la protección de los Reyes

(l) Pinzón en el descubrimiento de las In- dias, por Cesáreo Fernández Duro, pág. 119.

150 MARTÍN ALONSO PINZÓN

Católicos había descubierto. Su res- puesta es conmovedora: «Yo creo, »escribia á doña Juana de la Torre, >que se acordará vuestra merced »cuando la tormenta sin velas me »echó en Lisbona, que fui acusado >falsamente que habia ido allá al »Rey para darle las Indias. Después >supieron sus Altezas al contrario, »j que todo fué con malicia. Bien »que yo sepa poco , no quién me >tenga por tan torpe que yo no >conozca que aunque las Indias fue- >sen mias , que yo no me pudiera »sostener sin ayuda de Prínci- >pe.» (1). Los escritores de nuestra época

(1) Códice Diplomático Colomho americano, Genova, 1829; Habana, 1867. Navarrete: Colección de viajes, tomo I, pág. 419, segunda edición. Carta del Almirante al ama que había sido del Príncipe Don Juan.

POR J. M. ASENSIO 151

juzgan el hecho de muy diferente manera, aunque no menos infunda- da. Colón entró voluntariamente en el Tajo para manifestar al rey de Portugal su desacierto en no haber aceptado los ofrecimientos que en tiempo le hiciera, para darle envi- dia con su triunfo , llegando alguno al extremo de consignar que llegado Colón á Lisboa y reconvino al Rey por no haberle creído. A tales ex- tremos nos extravía la pasión; y bien puede afirmarse que tan equi- vocada es una suposición como la otra; tan destituida de fundamento es la actual presentada por los pen- sadores, como lo fué la antigua propalada por los envidiosos.

152 MARTÍN ALONSO PINZÓN

Aquel temporal tan violento, aquella serie de tempestades que desde el 24 de Febrero reinaron constantemente haciendo del in- vierno de 1493 uno de los más te- rribles de que había memoria, pro- duciendo infinitos desastres y pér- didas de embarcaciones, empujó á la carabela Pinta muy lejos del camino que se proponía llevar. No hay datos para calcular hasta qué punto la arrebataron los vientos huracanados que se dejaban sentir. Los tripulantes sufrieron penalida- des sin cuento, expuestos al rigor de los elementos y sin poder aban- donar un instante el trabajo, á pesar

POR J. M. ASENSIO 153

de la furia del viento y de las aguas que los azotaban. A las inclemen- cias del cielo se juntaba el temor continuo de la muerte que ante los ojos tenían, porque la frágil em- barcación debía zozobrar al menor descuido... Crueles fueron los días que pasaron aquellos expertos ma- rinos , y sin duda más amargos que todos ellos los sufrió Martin Alonso Pinzón.

Extenuados de fatiga, mal ali- mentados y rendidos de cansancio avistaron una costa en los primeros días del mes de Marzo , y sin saber cuál pudiera ser, pusieron la proa en su demanda, como único recur- so en tan desesperada situación. Casi tan grande como la pasada an- gustia fué la alegría de aquel mo- mento en que reconocieron las tie- rras de Galicia y la atalaya de Mon-

154 MATJTÍN ALONSO PINZÓN

te Buey que daba aviso de su lle- gada Miño

ííada á la rada de Bayona del

XI

Este suceso, que tanto tiene de importante como de curioso, ha sido muy poco estudiado , hasta que la publicación de las Probanzas practicadas en el pleito seguido en- tre el fiscal del Rey y el segundo Almirante D. Diego Colón , ha ve- nido á traer muchos datos que lo aclaran y á ofrecer detalles intere- santes.

Parece que poco después de la arribada de la Pinta al puerto de Bayona, llegó allí otra embarcación que venia de Flan des, y traía á bor-

POR J. M. ASENSIO 155

do muchos soldados de aquellos ter- cios que regresaban á sus hogares.

Se encontraba entre ellos Hernán Pérez Mateos , piloto de Palos , deudo de los hermanos Pinzón, que fué mandando luego una de las na- ves en el segundo viaje. Ya muy anciano , pues pasaba de los ochen- ta años , fué examinado en la ciudad de Santo Domingo , en la isla Espa- ñola, donde había fijado su residen- cia , y su declaración es interesan- tísima en todos los puntos que abra- za. Refiriéndose al punto que nos ocupa, expresó contestando á la pregunta \9 del interrogatorio del fiscal :

«Que oyó á muchas personas, y »principalmente á los dichos Mar- »tm Alonso y sus hermanos, que » dicho Don Cristo val Colon habia »hallado en esta isla Española mués-

156 MARTÍN ALONSO PINZÓN

>tra de oro y rescates, é con lo que >habian podido haber se habían »vuelto á España á hacer Relación los Reyes, éal tiempo q'el dicho

> Martin Alonso llegó á Bayona este

> testigo lo vio y le habló como á deb- >do^ y el dicho Martin Alonso le >hizo relación de todo lo que habia >pasado, é le dijo que Don Cristoval >Colon habia salido destas partes, >el dicho Don Cristoval Colon de »donde está agora Puerto Real, y »el dicho Martin Alonso del Puerto »de Gracia, é que se habían juntado »en la mar, é con tormenta se ha- >bian apartado, y dicho Don Cris- >toval Colon habia ido á Lisboa, y >él habia llegado alli á Bayona (I)

(1) Por su importancia insertaremos ínte- gra por Apéndice esta declaración, copiada ti la letra de su original que se conserva en el Archivo de Indias, en Sevilla.

POR J. M. A8ENS10 157

No expresa el piloto l:v razón por que se encontraba en aquella sazón en Bayona de Galicia ; pero los tes- tigos Pero Arias Pérez, hijo de Martín Alonso , y Hernando Este- ban fueron más explícitos, pues pro- bablemente volvían , según hemos dicho, de servir en los tercios espa- ñoles. El primero dijo, contestando á la pregunta 15 del interrogatorio:

«Que sabe su contenido , porque »vido partir de aquí al dicho Mar- >tin Alonso, su padre,,, é que este »testigo no fué con ellos; pero des- »pues vinieron á aportar á Galicia, y>y este testigo venia de Flandes^ é y>se hallaron todos en un di a en el ^puerto de Bayona , é de allí de los »del navio de su padre é de los »otros navios... este testigo oyó de- »cir muchas veces aquello que se ^contiene en el dicho artículo.»

158 MARTÍ-N ALu^HíX) PiNZÓN

Hernando Esteban, contestando á la pregunta 21 , dijo:

«Que vido cómo vinieron á Cas- >tilla después de descubierto lo su- >sodicho, é que este testigo viniendo ^de Flandes los encontraron é se >hallaron en el puerto de Bayona >de Miño , é que por esto sabe , y >asi es público y notorio como se » contiene en las dichas pregun- tas.»

Otro testigo presentado por el Almirante I). Diego, en Santo Do- mingo , en la probanza que hizo en el año 1512, fué Pero Enriquez, vecino de Palos, que dijo:

«Que al tiempo que el Almirante »venia del viaje, un navio suyo en »el que venia Martin Alonso Pin- »zon por capitán, llegó á Bayona »de Galicia, é este testigo vido allí >los indios que traian de la isla de

POR J. M. ASENSIO 150

Guanahaní ^ é allí le dijeron que >el Almirante habia descubierto las »islas Conhayatin é las demás, é >que este testigo ovo de presente »cuatro pesos de oro que le dio el » contramaestre. »

El objeto especial de las infor- maciones de una parte y lo conciso de las respuestas de otra , nos hace lamentar que los testigos no se ex- tendieran á consignar el estado en que vieron á los tripulantes de la carabela , las noticias que éstos les dieran de los trabajos que habían sufrido en las pasadas tormentas, y otras muchas circunstancias del ma- yor interés que pudieron recoger en aquellos momentos de los labios mismos de los capitanes y marine- ros , sus paisanos j amigos.

Indudable parece que todos lle- garon rendidos de cansancio, ex te-

160 MARTÍN ALONSO PINZÓN

miados por la fatiga, faltos de sue- ño y de alimento ; muchos enfermos, siendo uno de éstos el valeroso Mar- tin Alonso Pinzón^ que en aquellos azarosos días perdió la salud rendi- do por tan excesivos trabajos, y por las privaciones y sufrimientos. ¿Qué sabían los tripulantes de la Pinta de la suerte que había corrido la Niña? ¿Qué podían conjeturar que hubiera sucedido al Almirante y á sus compañeros? Salvados mila- grosamente , después de muchos días de continuada lucha y de correr grandes peligros , bien podía creer Martin Alonso que la carabela del Almirante había sido sumergida por las olas, así como Colóyi pensaría muchas veces que la Pinta se había perdido sin remedio por no haber tenido la suerte de aproximarse á la costa, como á él le había ocurrí-

POR J. M. ASENSIO 161

do en punto tan crítico, pudiendo ganar la embocadura del Tajo.

Los dos capitanes creyeron, á no dudar, que su salvación era mila- grosa y que la otra carabela había naufragado. Ambas volvían muy quebrantadas del largo viaje, con ocho meses de penosa navegación, mal calafateadas j con averías, y tras de tan prolongadas borrascas no era probable que las dos hubie- ran vencido la furia de los desenca- denados elementos.

Sin más pensamiento que el de una verdadera pena , Colón y Pi7i- zón pudieron creerse respectiva- mente sepultados en el mar el uno al otro, cuando por término de sus angustias pudieron ganar los puer- tos de Cascaes y de Bayona.

Y en tal situación adquiere gran- des probabilidades de certeza la afir-

U

162 MAETÍN ALONSO PINZÓN

mación que hace Don Fernando Colón en la vida del Almirante su padre.

De la misma manera que éste al encontrarse á salvo de los pasados peligros dentro de las aguas del Tajo, tuvo por primer cuidado en- viar á los Reyes Católicos la noti- cia de su arribada en el mismo día 4 de Marzo, como lo justifica la postdata de su primera carta, pudo Martín Alonso tener igual pensa- miento y ponerlo en ejecución al desembarcar en Bayona del Miño. Lejos de podérsele formular cargo alguno por haberlo hecho, puede sostenerse que cumplía con un de- ber, cuando tal vez el jefe de la ex- pedición había perecido, y él era el único depositario de las noticias del descubrimiento.

Don Fernando escribió lo siguien-

POR J. M. A8EN8I0 163

te: (1) «Luego sucedió, que cuando »el Almirante llegó á Palos, Pinzón >arribó á Galicia y quería ir á Bar- »celona á dar cuenta en derechura »del suceso á los Reyes Católicos, »los cuales le dieron á entender que »no fuese sino con el Almirante, »que era al que habían enviado al » descubrimiento . . . >

Lejos de parecer intencionada y poco cierta tal indicación , tiene to- dos los visos de probabilidad. En su primera parte , por las razones que dejamos apuntadas; en la segunda, por la sesuda reflexión que á otro propósito consigna el mismo señor Fernández Duro : « Los Reyes ha- >bian de preguntar por el jefe de >la expedición: ¿qué responder ^mientras llegaba el que se pres-

(1} Historia, cap. XLI.

164 MARTÍN ALONSO PINZÓN

>tara á hacer papel de correo avan- >zado? (1).> Y esto exactamente, es lo que traduce la respuesta de los Reyes que traslada Don Fernando. Sin rebajar en un ápice á Pinzón ni menos desconocer sus servicios, pudieron los Reyes Católicos decir- le que se uniese á Don Cristóbal Colón, cuando ya tenían las noti- cias de haber llegado el Almirante á Lisboa. La responsabihdad y la gloria de una expedición , el crédi- to ó el descrédito, reflejan siempre sobre el jefe que la dirige, sean cualesquiera los hechos de sus su- bordinados.

(1) Pinzón en el descubrimiento, etc., pá- gina iOO.

POR J. M. ASENSIO 165

XII

Lo extraordinario, lo que no puede atribuirse al acaso, porque, como en otros sucesos de la vida de Cristóbal Colón, se claramente un acontecimiento providencial, fué la llegada de los dos capitanes en un mismo día al puerto de Palos. Después de tan larga separación y de haber corrido tantos peligros, el día 15 de Marzo de 1493 entraron las dos carabelas en aquel pequeño puerto de donde habían salido.

El suceso se presta á profundas y varias consideraciones.

^Pinzón volvía cansado, lleno de achaques por los grandes trabajos sufridos, según hemos dicho en otro

166 MARTÍN ALONBO PINZÓN

libro; molesto además, caviloso y apesadumbrado porque su concien- cia le reprochaba la ilegitimidad de algunos de sus actos, y temía el juicio que de ellos pudiera formar- se cuando fueran bien conocidos. Su turbación creció de punto cuando al dirigirse á la barra de Saltes, anhelado término de tantos sinsa- bores , vio ondear en los mástiles de la Niña, que estaba fondeada en el puerto , la enseña del Almirante , á quien creía sepultado en las aguas. » Profundamente afectado con aquella vista, meditó indeciso el partido que debería tomar, y dando las órdenes convenientes para que la Pinta fuese á dar fondo al costa- do de la Niña, mandó echar la bar- ca al mar, y entrando en ella se hizo conducir á una casa que poseía muy cerca del pueblo. Durante el

POR J. M. ASENSO 167

camino llegaban á sus oídos, lle- nando su alma de amarguras, los alegres vítores de los vecinos de Palos , el sonoro repique de las campanas, los acordes de las músi- cas populares y los ecos de las fies- tas j cantares que le demostraban el regocijo de que todos se hallaban poseídos en aquel instante.

»La Pinta entró en el río: los marineros salieron poco á poco á tierra, mezclándose con los grupos donde se festejaba á sus compañe- ros, y sólo entonces se supo la lle- gada de las otras carabelas , admi- rando los misteriosos designios de Dios y la profunda lección que en- cerraba el diferente recibimiento que unos y otros habían tenido.

>Ciertamente hubo de dar pábu-

168 MARTÍN ALONSO PINZÓN

lo á muchas conversaciones , tanto entre los vecinos de la villa , como entre los moradores del convento, la llegada de la Pinta en el mismo día que la Niña^ j la desaparición voluntaria de Martín Alonso , á la que cada uno atribuía una causa; sosteniendo sus amigos que venía enfermo del excesivo trabajo y fal- ta de alimento en las semanas que ¡i duraron los últimos temporales, creyendo otros que se retiraba por temor de que el Almirante publica- ría su deserción y desobediencia, de suerte que, como dice uno de los testigos de la Probanza del fiscal^ no había otra plática en el pueblo,

> Extraño podrá parecer que los dos capitanes estuvieran separados sin verse en toda la semana que permaneció Colón en la Rábida, y más todavía estando por medio el

I

POR J. M. ASENSIO 169

P. Fr, Juan Pérez, que había sido causa de que aquellos se pusieran de acuerdo para emprender el via- je, y tan satisfecho debía de estar del resultado de sus gestiones, sien- do por lo tanto más vehemente su deseo de que se reconciharan , co- mo dice con sobrada razón el señor I). Cesáreo Fernández Duro.

>Pero es lo cierto, según el mis- mo escritor lo advierte , que el Al- mirante no esperó la respuesta de la corte, ni pensó en hacer el viaje con su compañero de expedición.

>La versión más exacta es la contenida en el libro de Gonzalo Fernández de Oviedo (1), basada en la que escribió D. Hernando Co- lón (2) , y que aceptaron el cronista

( 1 ) Historia general y Natural de las In- dias. Cap. II. lib. IX.

(2) i7ú/ona, cap. XLI.

170 MARTÍN ALONSO PINZÓN

Herrera y D. Martin Fernández de Navarrete, porque en ella se descu- bre un gran fondo de verdad , aun- que Oviedo añade algunos acciden- tes y detalles muy esenciales , pero que están consignados en las decla- raciones de los testigos de la Infor- mación, Supone D. Fernando Colón que Martin Alonso tuvo respuesta de los Reyes Católicos, diciéndole que no se presentase á ellos sino con el Almirante; de que recibió tan gran pesar, que cayó enfermo y se dirigió á Palos^ pero antes que él llegase hahia partido el Almirante á Sevilla con intención de ir á Barce- lona,

» Estando ya cerca de Europa, »dice Oviedo, por tormenta se apar- ataron la una carabela de la otra, é acorrió el Almirante á Lisbona y el >Martín Alonso á Bayona de Gali-

POR J. M. A6EN8IO 171

»cia. E después cada navio destos »tomó su camino para el rio de Sal- »tes, é de caso entraron en un mes- >mo día; y entró el Almirante por >la mañana^ é la otra carabela lie- >gó en la tarde, E porque se tuvo ^sospecha que por las cosas pasadas >el Almirante faria prender al Mar- »tin Alonso Pinzón, salióse en una »barca del navio, así como entraba la vela, é fuese donde le pareció >secretamente, y el Almirante lue- ngo se partió para la corte con la > grande nueva de su descubrí mien- »to. Y como el Martin Alonso supo »que era ido, fuese á Palos á su ca- »sa é murió dende á pocos dias, aporque iba muy doliente. >

PARTE TERCERA

Repetidas veces han deplorado cuantos dedican sus vigilias á in- vestigaciones históricas, la incu- ria, el descuido con que frecuen- temente abandonan los escritores contemporáneos de los sucesos, noticias y detalles que más tar- de son necesarios para formar jui- cio completo de los mismos. No se da importancia y se deja de consignar aquello que por muy sa- bido parece de escasa significación.

174 MARTÍN ALONSO PINZÓN

y sin embargo , la posteridad tiene sus exigencias , y la historia nece- sita para formar la síntesis de los adelantos de una época , ó la apre- ciación del carácter de un personaje histórico, conocer pormenores de la vida intima, que después del transcurso de largos años no hay medio alguno de procurar.

El suceso de la muerte de Martín Alonso Pinzón no fué mirado con la atención que por muchas razones merecía. Los historiadores contem- poráneos, con la vista fija en la corte de los Reyes y en la sensación profunda que produjo en todos los pueblos la llegada del Almirante y de los que le acompañaron , con los objetos que revelaban la existencia de tierras desconocidas, de hom- bres y productos extraños y nunca vistos, no se cuidaron de recoger

POR j. M. ;\SENeio 175

los datos referentes á los últimos momentos de aquel español ilustre que hoy buscamos con tanto in- terés.

De esto no puede culparse verda- deramente á ninguno de los con- temporáneos , porque hay aconteci- mientos cuya magnitud asombra, cuya novedad absorbe por entero la atención, que por lo extraordinarios sorprenden, y embargando el áni- mo, no dejan lugar á otros pensa- mientos. El primer viaje de Cristó- hal Colón fué uno de esos grandes sucesos; y así vemos que desde el instante en que se esparce por Eu- ropa la noticia cierta del descubri- miento de las Indias occidentales parece quedan en suspenso todas las otras manifestaciones de la activi- dad social, y todas las naciones se ocupan con avidez en investigar el

176 MARTÍN ALONSO PINZÓN

hecho extraordinario, en conocer la verdad y adivinar sus consecuen- cias ; y todos sus esfuerzos conver- gen al afán de descubrir , que por eso la época se denomina con exac- titud de los descubrimientos , por- que ese fué el hecho culminante que la caracteriza.

Pero á pesar de estas considera- ciones , produce hoy sensación dolo- rosa el leer en la Historia de las In- dias, de Fr. Bartolomé de las Ca- sas , escritor que fué amigo de todos los descubridores y que con tanto interés se ocupa de sus empresas, tratándose de un marino de la im- portancia de Martin Alonso Pin- zón^ después de referir su llegada al puerto de Palos, que solamente es- criba: «y porque en breves dias > murió , no me ocurrió más que del > pudiera decir».

POB J. M. A8ENSI0 177

Cierto que la prematura y des- graciada muerte del valeroso capi- tán de la Pinta le hizo desaparecer de la escena de aquel importantísi- mo período en el momento mismo en que empezaba á desarrollarse , y fué también causa de que no le co- nociera ni tratara ninguno de los historiadores primitivos del des- cubrimiento. Por estas razones carecemos de muchos datos in- teresantes , aunque por fortuna pueden suplirse las noticias que faltan con otras tomadas de ori- gen auténtico que procuraremos reunir.

Con el deseo de reparar la injus- ticia que envuelven las palabras de Fr. Bartolomé de las Casas, que de- jamos citadas, y llenar el vacío que en su historia se nota, tratándose

de un español que tanta parte tuvo

i.¿>

178 MARTÍN ALONSO PINZÓN

en la empresa, cuyo recuerdo se despierta tan vivamente al encon- trarnos en el año del cuarto cente- nario, vamos á dejar consignados los datos más importantes que sobre los últimos días de Martin Alonso Pinzón se encuentran diseminados en las declaraciones de los vecinos de Palos, presentados como testi- gos en distintas informaciones para las Probmizas del pleito entre la corona y los sucesores del primer Almirante , que tantas veces hemos citado , como fuente á que se puede acudir para llenar la falta de los historiadores.

von J. M. ASENsio 179

II

Desde Bayona del Miño se diri- gió Pinzón á Palos á esperar la contestación de los Reyes Católicos á la carta que desde allí les había enviado á Barcelona, como era muy natural, para que tuvieran noticia del éxito de la expedición en el caso probable para él de que ColÓ7i hu- biera perecido con su carabela. «Bien es de creer, como dice el >P. Las Casas, que padeció los te-

> rribles golpes y tormentas que el » Almirante padecido había , y que

> escaparse como él fué prodigiosa > dicha...» Pero si bien salvó la ca- rabela y escapó con la vida, su sa-

180 MARTÍN ALONSO PINZÓN

lud no resistió á tanto sufrimiento; la vencieron los continuos trabajos y privaciones , y por desgracia no volvió á recobrarla.

Y acudiendo á las declaraciones de los testigos, volvemos á recordar la más importante, sin duda algu- na, entre las muchas que se recibie- ron á instancia del fiscal del Rey, y por su interrogatorio; circunstancia primera que le presta indudable autoridad. Es la del piloto Hernán Pérez Mateos, cuyas condiciones dejamos advertidas antes de ahora. Contaba más de cuarenta años cuando se hizo el viaje de descubri- miento; era primo de Martín Alon- so Pinzón, y fué piloto de uno de los buques en el segundo viaje, por lo que tenía exacto conocimiento de cuanto habia sucedido.

Por las noticias que de Pinzón

POR J. M. A8ENSI0 181

ofrece , es digna de notarse la res- puesta que dio el anciano y honra- do piloto á la pregunta 22 del inte- rrogatorio del Fiscal; contestación que nos extraña no haya copiado el Sr. Fernández Duro, en su notable informe titulado Colón y Pinzón, siendo de tanta importancia, y con- teniéndose en ella un dato fidedig- no del fallecimiento del capitán de la Pinta.

Pregunta XXII. «ítem, si sa- >ben, que hecho el primer descu- >brimiento, los dichos Cristóbal Co- >lon y Martin Alonso Pinzón se >volvieron á estos reinos de Casti- >lla á dar cuenta á los Rej'^es Cató- >licos del dicho descubrimiento, y >aun el dicho Colon reñia con el > dicho Pinzón^ porque queria des- > cubrir á sus Altezas la verdad , y >se vinieron derechos á la dicha

182 MARTÍN ALONSO PINZÓN

» villa de Palos, á casa del dicho >Ma?'¿m Alonso Pinzón , do estu- »vieron el dicho Colon j el dicho ^Pinzón, hasta que, estando para »venir á dar cuenta á sus Altezas, »adolesció el dicho Pinzón del mal >de que falleció, y que asi es ver- »dad, público ó común y general » opinión.»

Contestando Hernán Pérez Ma- teos, dijo: «Que no sabe dello más »de que, vuelto el dicho Martin > Alonso á los reinos de Castilla, no >se juntaba con el dicho D. Cristo- y>hal Colon^ porque supo este testigo »que le habia miedo el dicho Martin y> Alonso, non sabe por qué causa; »mas de que oyó decir que si el di- »cho D. Cristóbal Colon pudiera »prender al dicho Martin Alonso lo aprendiera, y lo llevara preso con- »sigo á la corte, é que dende á po-

POR J. M. ASENSIO 183

>cos dias quel dicho Martin Alonso »llegó á la villa de Palos, no en- »trando dentro se fué á una here- »dad suya, que está en término de »Moguer, é allí adolesció, e estando ^doliente lo trajeron ciertos debdos »suyos á un monesterio de francis- »cos, que se dice la Rábida, en tér- »mino de Palos, adonde el dicho > Martin Alonso fallesció desta pre- »sente vida, lo que vido este testigo »estando en aquella sazón en aquella »tierra, e lo demás que no lo sabe.» La verdad resplandece en toda la declaración del octogenario piloto dice con mucha razón el Sr. Fer- nández Duro; por eso copiamos esa pregunta y su respuesta sin comen- tarios. En sus palabras vemos des- mentidas todas las afirmaciones del Fiscal, y presentado el estado de ánimo de Martin Alonso desde que

184 MARTÍN ALONSO PINZÓN

regresó de Bayona de Galicia á Palos, en un todo conforme á lo que escribió el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo^ que en este punto recogió buenos informes. En ella tenemos también noticia muy importante.

Volviendo á nuestro intento, este testigo, que fué á ver en aquella sa- zón á su primo Martin Alonso Pin- zón, dice ya lo que no fijaron Ovie- do ni Las Casas. Enfermó en la casa de campo que tenia cerca de Moguer, donde se había retirado; se lo llevaron al monasterio de la Rábida, y allí falleció.

Francisco Medel , que declaró en Sevilla, á 15 de Diciembre de 1535, confirma lo dicho por Hernán Pé- rez Mateos , pues contestando á la pregunta 14, dijo: «Que al tiempo >que vinieron de hacer el descubrí-

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>miento, el Martin Alonso llegó >malo, j lo llevaron de su casa al »monasterio de la Rábida, y este >testigo le fué á visitar...» Y des- pués, en la contestación á la pregun- ta 21, dijo: «Que oyó decir á las >personas que fueron en dicha ar- >mada, que por haber sido Martin >J.fon50 el primero que descubrió la >isla Española, se le había puesto >su nombre á un rio de Martin > Alonso, y que allí éste habia >muerto un lagarto é lo trajo sala- > do, y el pellejo del está en el mo- >nasterio de la Rábida , donde el > dicho Martin está enterrado, y este > testigo lo habia visto. >

A más de lo manifestado por es- tos testigos de mayor importancia, por las circunstancias que expre- san, y contestando á la misma pre- gunta22, ya copiada, dijeron: Alón-

186 MARTÍN ALONSO PINZÓN

SO Gallego^ que «vio que Martin Alonso fallesció desde á pocos días que vino.» Gil Romero^ «que den- de ciertos días, el dicho Martín Alonso falleció, y este testigo lo vio enterrar, > Y Juan de Quexo^ «que luego que llegaron desde á quince ó veinte dias , murió el Martin Alonso en esta villa.»

Con estas indicaciones, que todas proceden de origen seguro , pues son de testigos de vista, vecinos de Palos, ancianos, amigos ó parientes de Martin Alonso Pinzón^ j que presenciaron su enfermedad y ente- rramiento , puede llenarse en algu- na parte la laguna que dejaron los escritores del tiempo. *

A consecuencia de los grandes sufrimientos , continuos trabajos, falta de sosiego y de alimentos, y tantas penalidades reunidas, debió

POR J. M. ASEN8I0 187

llegar la tripulación de la carabela Pinta muy quebrantada, rendida, cuando pudo dar fondo en la embo- cadura del Miño. Más quebrantado que todos los demás debemos supo- ner á Pinzón, que en su calidad de jefe, y por su carácter enérgico y activo, pasaría largas horas expues- to al viento y á la lluvia. No es de extrañar , sino muy probable , que su naturaleza, aunque vigorosa, se rindiera á la fatiga.

Y al padecimiento físico se unía también el abatimiento moral. Pin- zón sabía muy bien el repeto que se debe á la autoridad del jefe, más todavía por la persona que se en- cuentra también revestida de atri- buciones de confianza, y ejerce car- go en que debe dar ejemplo de res- peto; y cuando meditara sosegada- mente en la soledad de su camarote

188 MARTÍN ALONSO PINZÓN

el USO que habia hecho de su in- fluencia sobre las tripulaciones , su conciencia honrada le presentaría con vivos colores los males que por un deseo inmoderado de riquezas, ó de gloria, había acarreado á los descubridores, sus compañeros y amigos, y miraría su falta revestida de caracteres mucho más graves de los que en realidad tenía. Pinzón era hombre de altas cualidades mo- rales, según testimonio de todos sus contemporáneos, y en el limpio espejo de su conducta veía la man- cha ocasionada por un momento de obcecación, por un rapto de envi- dia, y la juzgaba indisculpable.

Temía más aún, y era que el Al- mirante no olvidara, en medio de su triunfo, aquella ligera falta, y pudiera él verse infamado por ella, y hasta preso quizá, aunque fuera

POR J. M. A8EK8IO 189

momentáneamente, como expresó el piloto Pérez Mateos, que era deu- do suyo .

A la postración de sus fuerzas físicas se unía el abatimiento mo- ral; la preocupación constante de su ánimo aumentaba la gravedad de sus padecimientos. Pero si grande y noble es Martin Alonso Pinzón al entrar decidido en la empresa del descubrimiento ; si esforzado le admiramos al decir en medio de los mares á Cristóbal Colón que despre- ciara las murmuraciones de sus ma- rineros, y ahorcando algunos, si fuere preciso, continuase adelante^ no es menos digno de admiración cuando, reconociendo una falta, y al ver anclada en el puerto de Palos la carabela Niña con la enseña del Almirante , sale ocultamente de su buque , abandona la Pinta y va á

190 MARTÍN ALONSO PINZÓN

recogerse á una quinta separada para pensar en su situación. Aque- lla angustia manifiesta su rectitud y le purifica. Su vida es en todo la de un héroe, la de un hombre digno de la más alta estimación; un hecho censurable, un momento desgracia- do, no son bastantes á oscurecer su fama ni aun á menoscabar su glo- ria. Pero su conciencia se subleva- ba ante el recuerdo del acto de in- subordinación á que le había arras- trado una pasión irresistible é in- digna; su rectitud le presentaba con negros colores y aumenta- ba exageradamente las proporcio- nes de aquel momento de extravío en que la ambición se sobrepuso al deber, haciéndole que lo olvi- dase.

POR J. M. A8ENSI0 191

III

De las declaraciones de los testi- gos parece deducirse, poniéndolas en relación unas con otras, que Pinzón se sintió enfermo en aque- lla heredad que poseía en término de la villa de Moguer , á la que se retiró en el punto mismo de su lle- gada, según manifiestan el piloto Hernán Pérez Mateos y el historia- dor Gonzalo Fernández de Oviedo.

Debió venir desde allí á su casa de Palos, buscando mayor comodi- dad y más abundantes recursos para su enfermedad ; y agravándose por dias, fué trasladado al monasterio de la Rábida, tal vez por devoción

192 MARTÍN ALONSO PINZÓN

á aquella antigua imagen, ó por al- guna otra causa que no conocemos. En el convento le visitaron sus ma- rineros más adictos , Francisco Me- del , Juan de Quexo y otros ; y en aquel lugar consagrado á la reli- gión, habitado por monjes Francis- canos , y donde tanto se hnbia tra- bajado por el descubrimiento de las Indias occidentales y tantas sim- patías encontraban sus recuerdos, exhaló su último suspiro uno de los primeros descubridores , el valeroso compañero de Cristóbal Colón , sien- do sepultado en la iglesia del Mo- nasterio (1).

(1) Ea un artículo titulado Los Pinzones, firmado por D. Adolfo de Castro, que apare- ció en el núnaero 7 de la revista El Centena- rio^ se dice lo que sigue: «Dícese que Martín Alonso Pinzón no salió de su retiro (una quinta cercana) hasta que el Almirante tomó la vía de Sevilla donde recibió las órdenes de

POR J. M. ASEN6I0 193

Con verdadero interés hemos pro- curado en diferentes ocasiones bus- car alguna indicación del lugar en que recibiera sepultura el ilustre marino. No la hemos encontrado en parte alguna. El pavimento de la iglesia ha sido removido en varias ocasiones, las bóvedas han estado

los Reyes para trasladarse á Barcelona : des- pués, agravada su dolencia, pasó al monaste- rio de la Rábida, donde fué inmediato su tránsito á mejor vida; como si aquel sagrado retiro admitiese á moribundos, y á moribun- dos con riqueza y familia, incongruencia que no pudo observar en su ofuscación el inven- tor de este hecho, pero que no debe quedar velada á los ojos de la perspicacia histórica ni al más mediano criterio».

No hemos querido refutar en el texto tan singular perspicacia histórica, porque ni el argumento en que se basa es tal argumento, sino puerilidad , ni el hecho ha tenido inventor, pues resulta , como han podido ver los lecto- res de las declaraciones de muchos testigos presenciales, que desconocía el autor del ar- tículo.

- ^13 i

194 MARTÍN ALONSO PINZÓN

abiertas durante mucho tiempo , se- gún las noticias que pudimos adqui- rir con harto trabajo, y los huesos que se sacaron de todas ellas se lle- varon confundidos á una fosa co- mún debajo del coro.

Pero aún sospechamos que esas noticias no se refieren al tiempo de que nos ocupamos. En todo eso se trata de enterramientos más recien- tes ; probablemente de los restos de los monjes de un siglo ó poco más á esta parte , sin haberse conserva- do memoria de traslaciones más an- tiguas , ni de las sepulturas que pu- dieran existir en la iglesia perte- necientes á los siglos XV y XVI. Ante las gradas del altar mayor hay una bóveda antigua, que debía ser la más señalada; hoy la cubre una losa con el epitafio de Diego Prieto, el que era alcalde de Palos en los

POR J. M. ASENSIO l95

días de Colón; pei:o á nuestro pare- cer esa losa ha sido trasladada alli desde otro lugar, cuando se hizo la obra que costearon los señores infan- tes duques de Montpensier en 1856. Cubriría anteriormente otra lauda aquella bóveda preferente, y en ella sospechamos que debió haberse co- locado el cadáver de Martin Alonso Pinzón.,,^ pero la bóveda está aho- ra completamente vacía.

Ni aun siquiera se conserva la piel de aquella horrible cuanto in- ofensiva iguana ó lagarto que trajo salada Martin Alonso Pinzón , se- gún atestigua Francisco Medel (1),

(1) En el Diario de navegación., con fecha lunes 21 de Octubre de 1492, reñere el Almi- rante la muerte de la iguana que él mató ; y en el martes siguiente, dice: «en la dicha la- guna Martin Alonso Pinzón, capitán de la Pinta mató otra tal sierpe como la otra de ayer, de siete palmos». Véase también el

190 MARTÍN ALONSO PINZÓN

j que muchos años después de la exclaustración de los frailes Fran- ciscanos en 1836, se encontraba to- davía colgada á la entrada de la iglesia, como vivo recuerdo de aquel viaje.

Como faltan indicaciones contem- poráneas, y además del largo espa- cio de cuatro siglos que han pasado desde la muerte de Martin Alonso el Monasterio ha experimentado tantas alteraciones, casi perdemos la esperanza de que puedan encon- trarse los restos del ilustre capitán de la Pinta y para darles sepultura digna que recordase á la posteridad sus o'randes servicios. Otro monu-

c

mentó á su nombre puede suplir la falta de aquél.

libro titulado Colón y la Rábida , por el reve- rendo P. Fr. José Coll, Franciscano, segunda edición, pág. 312.

POU. .í. M. A8EN8TO 197

IV

Fueron hijos de Martin Alonso Pinzón y de su esposa María Alva- rez, Arias Pérez Pinzón, Juan y Diego Martín, con una hermana enferma de gota coral , y otros dos cuyos nombres no constan. Acerca de ellos, y como únicos datos cono- cidos, dice el docto franciscano Fr. José Coll en su citado libro Colón y la Rábida: «Para terminar, diremos, que por lo que anterior- mente hemos visto que atestigua Medel respecto á que Pinzón tuvo dos hijos y una hija, no se ha de entender que no hubiese tenido más prole ; pues consta que aquéllos fue-

198 MARTÍN ALONSO PINZÓN

ron cinco , si no seis , una hembra y los demás varones. Padecía aquélla el mal de epilepsia , j después de la muerte de su padre estuvo por al- gún tiempo al cuidado de su her- mano maj'Or Arias Pérez Pinzón; mas como su enfermedad era suma- mente molesta, este último solicitó de los Reyes que se dividiera la carga entre toda la familia, resul- tando en consecuencia que por la Real provisión de 5 de Diciembre del año 1500, la cual ha publicado Navarrete , se mandó que la referi- da enferma estuviese alternativa- mente al cuidado de cada uno de sus hermanos, como así parece haberse religiosamente ejecutado. »

De escasa importancia aquella provisión en cuanto á su precepto, conserva algún interés en su prin- cipio, por la noticia oficial, diga-

POR J. M. A8ENSI0 199

moslo así , que contiene de la fami- lia de Pinzón, Es como sigue: «Don Fernando y Doña Isabel (1): »A vos el Corregidor é Alcaldes »é otras justicias cualesquier de la » villa de Palos, salud ó gracia: Se- »pades, que Arias Pinzón fijo de » Martin Alonso Pinzón , vecino »desa villa, nos fizo relación por su ^petición , diciendo que puede auer »oclio años, poco mas ó menos, quel »diclio su padre fálleselo desta pre- »sente vida, y que dejó por sus hi- »jos, legítimos herederos, á él é á »otros cuatro , entre los cuales fué »una hermana enferma de gota co- »ral, é que ellos ficieron partición é ^división de los bienes e herencia »del dicho su padre, é fué cada uno

(1) Archivo de Simancas. —Estado.— Na- varrete. Colección de viajes, etc., tomo III, documento núm. 8.°

200 MARTÍN ALONSO PINZÓN

> entregado en la parte que le perte- >nescia, é que asimismo á la dicha »su hermana le fué dada su parte >igual; é diz que puede aver cinco »años , poco más ó menos , quél tie- >ne en su poder á la dicha su her- >mana é á sus bienes, la que á cabsa >de la dicha su enfermedad, diz que >le da muchapenaé trabajo...», etc.

V

Mucho más importante y digna de ser conocida de todos , al menos en su parte esencial , es otra Real provisión, expedida por los reyes D. Carlos y doña Juana, su madre, con fecha 23 de Setiembre de 1519, concediendo el uso de armas á los

POR J. M. A8ENSI0 201

descendientes de muchos de los descubridores, y entre ellos á los nietos de Martín Alonso Pinzón; porque ya se ha citado varias ve- ces á diferentes objetos , y el te- ner presente su texto, nos parece el medio más fácil y sencillo de poner término á interpretaciones arbi- trarias.

«El resplandor con que brilla en »España primero, y en todo el mun- ido antiguo después decía el tan- »tas. veces citado colombista D. Ce- »sáreo Fernández Duro (1) el por- »tador de las nuevas indianas, oscu- >rece los orígenes de la luz , siguen »al descuido impremeditado, injus- »ticia irritante, olvido antipatrióti- »co y calumnia atroz... El empera-

(1) Colón y Pinzófi. Memorias de la Real Academia de la Historia, tomoX, pág. 237.

202 MARTÍN ALONSO PINZÓN

»dor Carlos V principió su obra de » rehabilitación , mandando que los » descendientes de los Pinzones^ por- »que de ellos haya perpetua memo- »ria, puedan usar en sus casas j re- »posteros , por armas conocidas, »tres carabelas al natural en la »mar,» etc

«Algo más tarde dice el mismo »escritor en otro libro (1) otorgó »el emperador Garlos V á los Pin- y>zones un escudo de armas... Algo »tarde , digo , porque con el blasón »no salieron de la miseria á que la »liberalidad del mayor los había »conducido.»

La Real provisión á que se alude está concebida en estos términos:

(1) Pinzón en el descubrimiento de ¿as In- dias. — Madrid » Sucesores de Rivadeney- ra, 1892, pág. 128.

POR J. M. ASEN8I0 203

«Don Carlos y por la gracia de »Dios, Rey de Romanos, Bmpera- »dor semper Augusto; Doña Jita- >na^ su madre, é el mismo Don » Carlos por la misma gracia Reyes »de Castilla, de León, etc. Por » cuanto por parte de vos Juan Ro- »driguez Mafra, nuestro piloto, é » Ginés Murió , nuestro capellán , é » Diego Martin Pinzón, é Alvaro » Alfonso Nortes, é Juan Pinzón é » Alonso González, vecinos y natu- » rales de la villa de Palos , nos fué » fecha relación que Martin Alonso » Pinzón é Vicente Yañez Pinzón , é » Andrés González Pinzón, é Diego » de Lepe , é Miguel Alonso , capi- » tañes , vuestros abuelos é padres y »tíos é hermanos, en cierto viaje, »j ornada é armada que los Reyes Ca- » tólicos de gloriosa memoria , nues- » tros abuelos, que hayan santa glo-

204 MARTÍN ALÓN; O PINZÓN

> ria, mandaron inviar á cierto des-

> cubrimiento de que diz que fué por » capitán general el Almirante Don » Oristoval Colon en descubrimien- »to de la isla Española y en otras » islas; j después en otro cier- »to descubrimiento que fué á la » costa de las perlas , en cierto asien- >to que con ellos y algunos de vos- » otros fué tasado por el muy revé-

> rendo P. in Christo Don Juan » Rodríguez de Fonseca , Arzobispo » de Rosano , obispo de Burgos , del » nuestro Consejo , por mandado de »los dichos Católicos Reyes, en >que se ofrecieron de armar tres » navios á su costa para ir á cierto » descubrimiento á la tierra firme, »é para los armar vendieron é des- » pendieron sus haciendas con las »quales diz que descubrieron seis- »cientas leguas de tierra firme, é

POR J. M. ASENSIO 205

» hallaron el gran río y el Brasil , y » rescataron con ciertos indios en la » dicha tierra firme oro y perlas ; y » somos ciertos y certificados que » en todas estas conquistas fallescie- » ron y fueron muertos en nuestro » servicio los dichos tres capitanes >de vuestro linaje^ y otros mu- »chos parientes, algunos de ellos » de flecha con yerbas que los in- »dios caribes de la dicha tierra les » tiraban, é otros en seguimiento » de los dichos viajes...; por ende, »Nos acatando los dichos servicios, porque de los dichos vuestros y> parientes y de vosotros haya per- ^petua memoria^ y vosotros y vues- » tros descendientes seáis más hon- >rados; por la presente nos hace- »mos merced y queremos que po- >dais tener y traer por vuestras » armas conocidas tres carabelas al

206 MARTÍN ALONSO PINZÓN

» natural en la mar , é de cada una »dellas salga una mano mostrando »la primera tierra que así hallaron »é descubrieron, en un modo atal »como éste:

fAquí estaba el dibujo del escudo.)

» j como tales las podáis y puedan » traer en vuestros reposteros y ca »sas, etc.»

No necesita extensos comentarios esta Provisión, porque su contexto es bien claro, desde el punto mismo en que comienza manifestando, á suplicación de quienes se daba, los viajes de exploración y descubierta á que se referia, y los navegantes á los que se hacia la gracia y con- cesión de armas, para que los di- chos vuestros parientes éde vosotros haya perpetua memoria. No se men- cionan, pues, únicamente los des-

POR J. M. ASENSIO 207

cendientes de Martin Alonso. Aun- que se hace referencia al primer viaje del Almirante cuando se hizo el descubrimiento del Nuevo Mun- do, los servicios que principalmen- te se trataba de recompensar eran los prestados después en otro cierto descubrimiento que fué á las costas de las perlas en cierto asiento que con ellos é algunos de vosotros fue tasado por el Muy Rdo, Padre in Christo D. Joan Rodriguez de Fon- seca^ Arzobispo de Rosano.,, en que se ofrecieron de armar tres navios á su costa, j hallaron el gran río y el Brasil ; es decir, que se galar- donaba á los que habian ido en las expediciones de Alonso de Ojeda, de Vicente Yañez Pinzón y de Die- go de Lepe, á los que se nombra señaladamente y con mención es- pecial.

208 MARTÍN ALONSO PINZÓN

Se también desde luego que las tres carabelas que figuran en el escuvdo de armas concedido , con una mano que saliendo de cada una de ellas mostrara la primera tierra que así hallaron y descubrieron, no eran las del primer viaje en que fué Colón el jefe, sino las que ar- maron los otros dichos navegantes, para lo cual vendieron é dispen- dieron sus haciendas, y con las que descubrieron seiscientas leguas de tierra firme , el gran río y el Brasil.

Muchos de aquellos marinos ha- bían perecido en los viajes, algunos muertos con flecha de yerba, sin señalar cuáles fueron. Posible es que se aluda á Vicente Yáñez Pin- zón, cuya muerte se ignora dónde aconteció, y á Alonso de Ojeday Diego de Lepe, á menos que se re-

POR J. M. A8ENSI0 209

cuerde el trágico fin de Juan de la Cosa, que murió heroicamente, en 1509, herido de flechas con yerba. Es lo cierto que se concede igual escudo de armas á Juan Rodríguez Mafra, al capellán Ginés Murió, á Diego y Juan Pinzón, y á Alvaro Alfonso de Nortes y á Alonso Gon- zález, descendientes de los marinos que habían perecido en aquellos viajes.

VI

Del extracto que llevamos he- cho , se desprende con sobrada cla- ridad que no en todos los extremos se puede obtener resultado igual- mente satisfactorio, porque varían las condiciones según los intereses

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210 MARTÍN ALONSO PINZÓN

que se agitaban. Ofrece verdadera dificultad la investigación de los acontecimientos de la vida de Mar- Un Alonso Pinzón^ anteriores al momento histórico en que Cristóbal Colón se presentó en la iglesia de San Jorge de la villa de Palos, acompañado de Fr. Juan Pérez y del escribano Francisco Fernández, para leer las capitulaciones firma- das por los Reyes Católicos en Gra- nada, y las órdenes expedidas para su cumplimiento, que tantas difi- cultades presentaron para su eje- cución.

Donde en mayor número se en- cuentran referidos por incidencia aquellos hechos, según se ha podi- do observar, es en las declaracio- nes de los testigos que fueron exa- minados en las diferentes Proban- zas que se practicaron en el pleito.

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tantas veces referido , que se siguió entre el fiscal del Rey y los Almi- rantes D. Diego y D. Luis Colón, desde el año 1508 al 1536, en dis- tintos puntos de España y en la isla de Santo Domingo. Pero en las de- claraciones de esos testigos hay parcialidad evidente en la mayor parte de los hechos que refieren , y falsedad notoria en algunos, por causas muy fáciles de conocer á su simple lectura; aunque eliminando la parte que tales caracteres osten- ta en ellas , queda otra muy apre- ciable y con la que se puede formar historia.

Todos convienen en que Martín Alonso PinzÓ7i y sus hermanos , se dedicaron desde sus primeros años al ejercicio del mar, siendo dueños de ciertos buques, y haciendo co- mercio en ellos por su cuenta, y

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que aquel hermano mayor estaba adornado de singulares prendas personales de arrojo é intrepidez, así como de gran pericia náutica adquirida en larga experiencia y en constantes viajes , por lo que goza- ba gran consideración y crédito en todo el país circunvecino.

De su carácter y condiciones se forma conocimiento exacto por lo que manifiestan sus amigos y pa- rientes, así como del verdadero aprecio en que todos le tuvieron, muy á las claras demostrado por los muchos testigos que dicen se decidieron á embarcarse para el viaje de descubrimiento porque vie- ron que en él iba Pinzón y sus her- manos. En cuanto á otros hechos de los que refieren , es necesario pro- ceder con verdadera cautela antes de aceptarlos y someterlos á déte-

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nido examen; que bien fácilmente se ve en muchos de ellos el intento de contribuir á los fines que el fis- cal se proponía , dando por cierto lo que era notoriamente falso ; y á ve- ces basta la atenta lectura de lo que declaran para darles el lugar que merecen.

Pero como resultado de todas ellas , y resumen de cuanto más ex- tensamente queda expuesto , la figu- ra de Martin Alo7tso Pinzón se di- buja claramente con líneas y carác- ter bastante salientes para justificar el interés que despierta ; destaca al lado mismo de la del primer Almi- rante , y brilla con luz propia , sin tener necesidad de que se le presten falsas galas ni colores exagerados.

Su influencia fué grandísima en la empresa; sus servicios en alto grado importantes. Sin el concurso

214 MARTÍN ALONSO PINZÓN

de los hermanos Pinzón, tal vez no se hubiera podido realizar el via- je^ ó de haberse emprendido lo hu- biera sido en condiciones tales, que no hubiera producido resultado. Martin Alonso y sus hermanos fue- ron el complemento necesario é in- dispensable de la obra. Colón habia tenido el pensamiento... Sin la con- currencia providencial de Pinzón, es casi seguro que no hubiera pa- sado del terreno de las teorías, más ó menos atrevidas y grandiosas , sin llegar jamás á la práctica. Esta es la más exacta apreciación que en- contramos puede hacerse del papel que los expertos marinos de Palos representaron en aquel gran acon- tecimiento, de su influencia en el primer viaje á las Indias occiden- tales.

A Cristóbal Colón toda la gloria

POR J. M. ASENSIO 215

del pensamiento , de la concepción extraordinaria, su estudio, su de- mostración ; para él los inmarcesi- bles laureles merecidos por la cons- tancia para llegar al objeto, por la fe con que sostuvo sus convicciones á través de las mayores contrarie- dades, de todo género de oposicio- nes y desprecios. A su lado debe figurar Martin Alonso Pinzón y sus hermanos , desde el momento en que tropiezan con las mayores difi- cultades para la ejecución del pro- yecto. Y no nos cansamos de repe- tirlo ; sin su concurso , sin su pres- tigio y su valor tal vez hubieran quedado reducidas á letra muerta las capitulaciones concertadas en la vega de Granada entre los Reyes Católicos y el navegante geno vés, ó hubiera tenido el viaje un funesto desenlace.

216 MAETÍN ALONSO PINZÓN

Pero después de tan expücito re- conocimiento del inmenso servicio prestado por los Pinzones en aque- llos momentos supremos, puede y debe en la historia hacerse impar- cialmente el juicio de Martin Alon- so Pinzón , presentándole de cuer- po entero , si así puede decirse , con todas sus grandes cualidades y sus pequeños defectos ; que en nada oscurecerán éstos el verdadero mé- rito de aquéllas.

VII

No se rebajará el prestigio del gran marino español porque se exa- mine su vida bajo todos aspectos, porque se conozcan perfectamente todas sus acciones ; no perderá por

POR J. M. ASENSIO 217

ello su nombre el esclarecido lugar que de derecho le corresponde ; y esta conclusión nos parece resulta bien patente del estudio que acaba- mos de hacer. En aquel gran mo- mento de la historia todos tuvieron decisiva influencia, y gloria hay para todos, igualmente merecida. Si Cristóbal Colón fué la cabeza, Martin Alonso Pinzón fué el brazo; al primero corresponde la inciativa, al segundo parte principalísima en la ejecución.

Nuestro juicio está consignado hace mucho tiempo, y cuanto de entonces hasta ahora se ha escrito no ha hecho más que confirmar la justicia de la apreciación. No en- contramos razón para variar. «La » actividad inteligente de Pinzón^ >su energía proverbial, su pericia, »la influencia de que gozaba, elpres-

218 MARTÍN ALONSO PINZÓN

»tigio de su nombre en la comar- »ca, señaladamente entre los hom- »bres de mar, fueron gran parte á »que desaparecieran todos los in- »convenientes que rodearon en el »principio la realización del viaje.

> Cristóbal Colón ^ doña Isabel la » Católica j Martin Alonso Pinzón »son los astros de primera magni- »tud en aquella época de los descu- >brimientos; todos los demás se > agitan á su alrededor como estre- >llas menores , que solamente lucen »á intervalos cuando se ocultan los »grandes luminares de la ciencia, >de la fe y del entusiasmo.

» Colón concibió el atrevido pro- »yecto ; lo maduró con el estudio, »lo adelantó con la experiencia ; sin »la fe de la reina de Castilla, sin el ^entusiasmo y abnegación del ma-

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»rino experimentado de Palos, nun- »ca hubiera realizado aquél su por- »tentoso descubrimiento, nunca hu- »biera emprendido el peligroso »viaje hacia lo desconocido. ¡ Lásti- »ma que nuestro compatriota des- » apareciera tan pronto de aquella ^gloriosa escena, donde tan princi- »pal papel representaba! ¿Cuántos ^hubieran sido sus triunfos y cuál »sería hoy su renombre si el cielo >le hubiera concedido más largos »años de vida?»

Juzgamos hoy, como entonces, que no puede hacerse más cumpli- do elogio de Martin Alonso Pin- zón,

Coloqúese en buen hora su nom- bre con los de sus hermanos y com- pañeros en muy alto pedestal , que hartos merecimientos tienen para ello; pero no se ponga en olvido,

220 MARTÍN ALONSO PINZÓN

como dice un escritor contemporá- neo , que sin Colón no hubiera ha- bido Pinzones, ni Marchenas, ni Quintanillas , ni Cosa, ni aun una Isabel I que hubiera emprendido tan altos hechos. Al genio de Colón se debe la fama , la eterna aureola que sobre todos brilla como descu- bridores de un Nuevo Mundo.

LA LEYENDA COLOMBINA

í!

LA LEYENDA COLOMBINA

Historia antigua. Leyenda moderna

Casi todos los hombres céle- bres y la mayor parte de los sucesos extraordinarios tie- nen su leyenda en la imaginación de los pueblos. Fórmase ésta de pe- queñas circunstancias , de minucio- sos detalles, de accidentes que la historia no consigna y la tradición oral ó escrita recoge ; que reunién- dose y creciendo llegan á ser com- plemento indispensable de las vidas de los santos y de los héroes; luz

224 MARTÍN ALONSO PINZÓN

difusa, á través de la cual, como por medio de una niebla mágica, alcanza á ver la inteligencia popu- lar los acontecimientos de la histo- ria , que no pueden llegar á su co- nocimiento por la lectura de las crónicas ni de las escrituras , y los aprende como mitos, como tipos embellecidos á veces, á veces ilumi- nados, y oscurecidos también en otras, con fábulas más ó menos cer- canas á la verdad , pero siempre en carácter, contribuyendo de conti- nuo á la pintura perfecta de la épo- ca, del suceso ó del personaje. De las tradiciones se forma la leyenda, que es vestidura pintoresca con que la imaginación reviste á sus héroes para completar sus caracteres , los acontecimientos para describirlos más gráficamente.

Esta es verdad sabida de todos.

POR J. M. ASENSIO '225

así como todos saben que la leyenda comienza donde la historia conclu- ye; siempre, cuando ya ha pasado largo tiempo del suceso á que se re- fiere, cuando la crónica se ha escrito y la tradición trae al recuerdo lo que aquélla no aprovecha ni per- mite en su narración severa, pro- funda, concienzuda y justificada.

Por eso causa tanta extrañeza como admiración el ver que hoy se intenta llamar Leyenda Colombina á los sucesos de la vida del descu- bridor del Nuevo Mundo, que con- signaron en sus libros y en sus car- tas los historiadores de aquel gran acontecimiento, los escritores que conocieron y trataron á cuantos personajes habían intervenido en los hechos que refieren y aun ha- bían tomado parte en muchos de ellos. Los actos de la existencia de

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2 -,^6 MARTÍN ALONSO PINZÓN

Cristóbal Colón que relata su hijo D. Fernando, los que escribieron Gonzalo Fernández de Oviedo, Pe- dro Mártir de Anglería, el obispo de Chiapa Fray Bartolomé de las Ca- sas, el cronista Antonio de Herrera y otros muchos que dejaron escrito lo que ante sus ojos pasaba , en car- tas y Memorias que á veces no se destinaban á ver la luz pública , no pueden ser llamados leyenda, sino historia verídica y fiel; la única his- toria que puede satisfacer á la pos- teridad y servir de base á los estu- dios del hombre de ciencia; que una de las condiciones, la principal de todas, las que dan valor al testimo- nio del cronista ante la crítica cien- tífica, es haber presenciado los su- cesos, ser contemporáneo de ellos, haber conocido á los que los lleva- ron á cabo.

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D. Fernando Colón era hijo del inmortal navegante, y heredó su genio; le acompañó muchos años en España y corrió á su lado todos los azares del cuarto y último via- je , sin separarse de él hasta que ex- haló el postrer aliento. Fray Bar- tolomé de las Casas conoció y trató á Cristóbal Colón ^ á sus hijos y hermanos , y á gran parte de los marineros , pilotos y soldados que tomaron parte en sus expediciones; y poseyó además los papeles, mapas y cartas originales de toda su fami- lia. Pedro Mártir de Anglería, maestro del Príncipe, estaba al lado de los Reyes cuando Colón hablaba con ellos en la Vega de Granada, antes de firmarse los conciertos. En Barcelona se encontraba Gonzalo Fernández de Oviedo , paje del mis- mo príncipe D. Juan, cuando los

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Reyes Católicos le recibieron en pú- blico á la vuelta del primer viaje... ¿Pueden llamarse leyenda los he- chos que estos testigos presenciaron y escribieron en sus obras? Amigo de Cristóbal Colón era el obispo de Chiapa , mas nadie ha dudado hasta hoy de la sinceridad de su carácter, más bien inclinado á acriminar que á favorecer á los descubridores , ni de su veracidad como historiador. No era afecto al Almirante Gonzalo Fernández de Oviedo, ni creia jus- tas sus pretensiones ; pero su dicho es por eso más digno de crédito. Lo que tales historiadores consignaron son verdades para cuantos estudian sin prevención el descubrimiento del Nuevo Mundo.

Sin embargo , un doctísimo escri- tor pone en duda muchos de los su- cesos referidos por esos cronistas

POR J. M. A8EN6IO 229

contemporáneos, y los califica de imaginarios (1). «La leyenda dice > es á la historia como el retoque »á la fotografía. Borrando pecas, » suavizando líneas , corrigiendo en »el claro -oscuro descuidos de la na- »turalezay deterioros del tiempo, »la mano ejercitada metamorfosea » sobre el papel en faz hermosa ó » noble cualquier vulgar figura, con »no más embarazo que pone, tro- » cando por el pincel la pluma , en »boca de un pastor discursos cicero- »nianos... En tal caso se encuentra »la imagen del primer almirante >de las Indias.»

¡ Válganos el cielo ! ¡ Si justamen- te con el retrato moral y con los

(1) Amigos y enemigos de Colón , confe- rencia leída en el Ateneo de Madrid por Don Cesáreo Fernández Duro en 14 de Enero do 1892.

230 MARTÍN ALONSO PINZÓN

sucesos de la vida de Cristóbal Co- lón sucede todo lo contrario! De- jaron fotografiada su figura, tanto en lo físico como en lo moral , los cronistas que le conocieron ; y los modernos pensadores, los críticos de nuestros días son los que preten- den retocarla al cabo de cuatro- cientos años , borrando las más her- mosas de sus líneas características, introduciendo la duda en hechos importantísimos. Y al mismo tiem- po se deleitan en corregir en el cla- ro-oscuro descuidos de la naturale- za y deterioros del tiempo^ borrando las pecas (¡pero qué pecas!) que sacaron en las fotografías de Ovie- do y de Fr. Bartolomé de Las Ca- sas un Fonseca y un Ovando, Ji- meno de Briviesca y Bobadilla.

En vida de los hombres ilustres, mientras dura su peregrinación en-

POR J. M. A??ENSIO 231

tre nosotros y pueden contemplar- se sus acciones , se escriben , como deciamos , las crónicas de los gran- des hechos en que toman parte ; la leyenda nace tiempos adelante, cuando sus imágenes se van con- fundiendo, cuando la distancia les presta el tinte majestuoso y vago de la lejanía. Lo que de antiguo con- servamos es la historia de Cristóbal Colón; la que hoy se nos quiere for- jar es la leyenda, muy alejada, por cierto, de la verdad. Se aspira con el lujo de las frases á invertir los términos.

Y la demostración es harto fácil. Tomaremos al acaso algunos suce- sos de esos que los imparciales es- critores de nuestros días ponen en tela de juicio para fundamento de sus opiniones.

232 MARTÍN ALONSO PINZÓN

II

El recibimiento en Barcelona.

Después de examinar las mani- festaciones de los contemporáneos del Almirante relativas á la entra- da del mismo en Barcelona al re- greso de su primer viaje, y recibi- miento que le hicieron los Reyes Católicos, y de aducir los reparos y escrúpulos que se ofrecen sobre ellos á algunos críticos modernos, y es- pecialmente á M. Aarón Goodrich, dice el tantas veces citado colombis- ta D. Cesáreo Fernández Duro (1).

(1) N'ebulosa de Colón, Madrid, 1890; pági- na 77.

POR J. M. ASEN8I0 233

«Con estos datos, visto que ni el ^Dietario municipal, ni otros que »existen en Barcelona lo consig- »nan, es de creer que los Concelle- »res no sacaron á la calle para re- »cibir á Colón las gramallas ni las »banderas; que no se le hizo demos- >cwn pública^ y que hasta tanto »que los Reyes no escucharon la »relación del descubrimiento no le » dispensaron las honras prematu- >ramente adjudicadas ^or los escri- >tores de ahora, »

Lo que no se encuentra de modo alguno es la razón para querer des- mentir un hecho que viene consig- nado en la historia de antes, y los escritores de ahora ponen en duda, queriendo borrar con el silencio de un cronista lo que otros muchos aseguran paladinamente.

Los documentos eooistentes no apo-

234 MARTÍN ALONSO PINZÓN

yan la creencia de la entrada solem- ne de Colón en Barcelona^ dice el Sr. Fernández Duro. Veámoslo.

En la Historia de las Indias de Fr. Bartolomé de las Casas, que copia el escritor citado, asienta el autor que los Reyes Católicos, sa- bida la llegada de Colón ^ «mandá- »ronle hacer solemne recibimiento »para lo cual salió toda la gente y »toda la ciudad que no cabían por »las calles, admirados de queaque- »lla veneranda persona fuera la que »había descubierto otro mundo».

Esto no se inventa. Cierto que el P. Las Casas, estudiante á la sa- zón en Sevilla, no se encontraba en- tonces en Barcelona cuando llegó á la ciudad Cristóbal Colón; pero á los dos meses del suceso le volvió á ver en la primera de aquellas ciu- dades, y escuchó las relaciones he-

POK J. M. ASENSÍO 235

chas por todos los que le acompa- ñaron j estuvieron en el recibi- miento, pues estuvo constantemente entre ellos al lado de su padre, en tanto que éste hacia los preparati- vos para embarcarse en la segunda expedición. No es, pues, sospechoso ni recusable el testimonio del cele- brado historiador, y menos en pun- to tan secundario;, donde ningún interés pudo moverle.

Digno de igual consideración y crédito es Gonzalo Fernández de Oviedo , que presenció el suceso , y aunque no se extiende en descrip- ciones , tal vez por la índole de la Historia general y natural que es- cribia, dice lo bastante para ver confirmado el relato del P. Las Ca- sas. «Llegó Colón á Barcelona »escribe é llegó á la Corte ^ en lo >qual yo hablo como testigo de vis-

236 MARTÍN ALONSO PINZÓN

>ta,.. Fué muy graciosa é benigna- » mente recebido del Rey é de la »R;eina, é después que ovo dada »muy larga é particular relación de »todo lo que en su viaje é descobri- »miento habia pasado, le fizieron »muchas mercedes é le comenzaron »á tratar como hombre generoso é »de Estado.»

La noticia del descubrimiento y muchos pormenores del viaje eran conocidos por los Reyes Católicos desde más de un mes antes de la llegada del Almirante á Barcelona, por la carta que éste les dirigiera desde Lisboa en el día mismo de su arribada á la embocadura del Tajo (4 de Marzo de 1493) , y por las que debieron llegar de Palos, y más aún desde Sevilla al regresar el correo que allá mandaron los Reyes. Pre- parados, pues, debían estar para el

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recibimiento , y ciertamente estaba todo dispuesto , como dice Las Ca- sas, para darle el carácter y solem- nidad que merecía.

Más explícito aún que los ante- riores , el cronista Antonio de He- rrera , que escribió su Historia por orden del Rey, con vista de cuan- tos documentos se guardaban en- tonces en los archivos públicos, con- signa pormenores y detalles que no es posible sostener, ni aun sospe- char, que fueran invención, ni aje- nos á la verdad del suceso ; y mu- cho menos cuando concuerdan en lo esencial con lo dicho por otros historiadores , cuyas obras no pudo conocer Herrera.

«Llegado el Almirante á Barce- »lona dice (1) mediado el mes de

(1) Historia general de los hechos de los cas-

238 MARTÍN ALONSO PINZÓN

> Abril , mandósele hacer un solem- »ne recibimiento, al que salió la » Corte y la ciudad con tanta gente »que no cabian por las calles... Y »para más honrar al Almirante, ^mandaron los Reyes poner enpú- Mico su estrado y solio Real adon- »de estaban sentados, y con ellos el »principe D. Juan. »

¿Puede todo esto ser falso? No hay un dato histórico siquiera que contradiga la relación hecha por Fr. Bartolomé de las Casas, apren- dida de las personas mismas que acompañaban al Almirante y de testigos presenciales de la entrada, y por Antonio de Herrera, con vista de los documentos oñciales. Alegar, para quitar fuerza á estas crónicas.

tellanos en las islas y tierra firme, etc.— Ma- drid, Juan Flamenco, 1601.— Década I, lib. II, cap. 3.°

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el silencio del cura de los Palacios, que escribió su historia en una al- dea cerca de Sevilla, y no trató á Colón hasta cuatro años después, cuando regresaba del segundo viaje, no es argumentó serio ni que pueda convencer; pues ni esa omisión, ni la de que en algún otro historiador y en los Dietarios que se conservan en la ciudad de los Condes no se encuentre mención del suceso , son razones para acusar de falsedad alo escrito, ni el silencio de unos ha sido nunca argumento para borrar lo que otros consignaron , ni menos para que se ponga en duda la vera- cidad de autores que son la base de la historia del descubrimiento , y de las vidas de los que en él intervi- nieron, como sucede con Las Casas, Oviedo y Herrera.

Que se hizo á Cristóbal Colón de-

240 MARTÍN AL0N80 PINZÓN

7nostracwn pública á su llegada á Barcelona, es un hecho consignado terminantemente por los contempo- ráneos; y no pudiendo dejar de ad- mitirlo como verdadero, tampoco puede rechazarse la descripción del acto que por los mismos se hace.

Pero queremos robustecer el ar- gumento. Además de los citados, hay otro libro coetáneo que asienta como cosa corriente y sabida el he- cho de la recepción pública; y aun- que luego haremos de él más dete- nida cita á otro propósito mucho más importante , no podemos dejar de recordarlo ahora con el objeto indicado , como dato para confirmar lo escrito por el P. Las Casas y por el cronista Herrera.

La edición que tenemos á la vista del curioso libro titulado Paesi mcovamente rettrovati^ fué estampa-

POR J. M. A8ENSI0 241

da en Milán por J. A. Szinzenler en el año 1512 (1), aunque existen varias ediciones anteriores desde la primera de 1507 de Vicenza, y en ese libro cuya importancia han re- conocido muchos americanistas y especialmente el célebre Alejandro Humboldt (2), la relación de los pri- meros yiajes de Colón no aparece

(1) Biblioteca Provincial y Universitaria de Sevilla, 83, Ih.

(2) «El verdadero compilador de esta cu- »riosa é importante recopilación de Vicenza, »no es, como ha venido creyéndose mucho »tiempo, ni Montalboddo Fracanzano, de Vi- »cenza, ni Francazio de Montalboddo, es de- »cir, natural de Mont-Alboddo , en la Marca »de Ancona y profesor de buenas letras en » Vicenza, sino, según la ingeniosa observa- »ción del conde Baldelli, Alejandro Zorzi, »hábil cosmógrafo y dibujante de mapas en »Venecia.» (Examen critique de la geographie et Vhistoire du Nouveau Continent, tomo iv, pág. 80.)

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242 MARTÍN ALONSO PINZÓN

copiada , como en otros , de las car- tas mismas del navegante , sino más bien de las relaciones ó notas de algunos de sus compañeros; porque es circunstancia muy digna de aten- ción que la obra se escribió cuando el Almirante se encontraba en Gra- nada á la vuelta de su tercer viaje, y por persona que también estaba en la corte.

En el capítulo LXXXIV empie- za la relación del descubrimiento, y cómo el rey de España armó tres naves para Colombo ; y en el XCI, al consignar cómo Colombo fué lla- mado Almirante^ dice : «Recibieron y>ellos á Colombo con agradabilísimo » semblante , y le hicieron grandisi- y>mos honores y que se sentase pú- Micamente delante de ellos , que es »en su corte de los mayores hono- >res; y quisieron que fuese llamado

POR J M. ASENSlO 243

> Almirante del mar Océano (1).» Juzgamos que contra este testi- monio, unido al del P. Las Casas y á los de Oviedo y Herrera , no es posible hacer valer el silencio de algunos otros ; ni puede aventurar- se en buena lógica contra la añrma- ción clara, terminante, detallada de autores intachables , el testimo- nio negativo para concluir que no se hizo demostración pública en Barcelona á la llegada del Almi- rante.

(1) He aquí el texto original:

«II Re é la Regina che altronon desiano che »auginentar la religione christiana et redurre »molte simplici natione al divin culto, facil- »niente commossi non solo da Colombo ma »etianidio da piu de ducento spagnoli che »erano stati con el Colombo ; ricevetero esso »Colombo con gratíssima faza, et li fecero »grandissimi honori, et sentar publicamente »davanti loro, etc.»

244 MARTÍN ALONSO PINZÓN

III

Noticias anteriores del Nuevo Mundo y primer viaje de «Cristóbal Colón».

Continúan en la tarea de formar á su placer La Leyenda colombina^ prescindiendo ó anulando los datos históricos , esos pensadores que han tomado á su cargo preparar debi- damente los ánimos para la celebra- ción del cuarto centenario , y ocu- pándose de las noticias y antece- dentes que pudiera tener Cristóbal Colón para fijar su convicción tan profundamente, hay un distinguido escritor, marino tan ilustre cuanto modesto , que llega al punto de ase- gurar que el navegante genovés

POR J. M. ASENSTO 245

hizo su primer viaje al Nuevo Mun- do precisa y justamente en el año 1477, quince años antes del que emprendió con la flotilla facilitada por los reyes de España.

Es curioso observar de qué ma- nera se ha ido formando la bola de nieve en este punto. Podemos se- guir el progreso de la leyenda , y su desarrollo nos servirá de norma para formar juicio exacto de con- ceptos análogos.

Porque ya aquí no se trata de robustecer con nuevos argumentos ni con datos desconocidos aquel an- tiguo procedimiento de los envidio- sos , á quienes juzgó el gran marino de una vez para siempre cuando escribió á los Reyes Católicos: «Siete años estuve en su Real Cor- »te, que á cuantos se fabló desta » empresa todos á una dijeron que

246 MARTÍN /VLONBO PINZÓN

»era hurla; agora fasta los sastres » suplican por descubrir. » En siete años y más, todos le apellidaron loco^ visionario; en siete años á ninguno se le ocurrió decir que tu- viera noticia de tierras al Occiden- te; mas, creían que se perdería en el mar tenebroso y desconocido , y no volvería á pisar el suelo de España. Pero en el punto en que Colón hizo el descubrimiento no había ignoran- te que no se hubiera atrevido á ha- cer lo mismo, y entonces dijeron que era cosa muy sabida. Entonces na- cieron y corrieron entre el vulgo de los entendidos muchas fábulas y anécdotas inverosímiles , y entre ellas la del imaginario piloto vizcaí- no, andaluz ó portugués, á quien la tempestad había arrojado casual- mente á la misma isla que luego se llamó Española, y que vino tam-

POR J. M. ASENSIO 247

bien por acaso, sin saber el camino, á caer de nuevo en las costas de España y á morir en brazos de Cristóbal Colón ^ haciéndole único depositario de su secreto.

Pero el docto marino D. Patri- cio Ferrazón no se ocupa de tales patrañas. En su concepto , el mismo Colón fué quien descubrió, no las islas, sino el continente occiden- tal que hoy llamamos América, y guardó el secreto durante quince años , á pesar de sus muchos traba- jos y de su miseria á veces, hasta que pudo engañar á un monarca poderoso y obtener grandes recom- pensas por ir á descubrir lo que ya sabía ciertamente que existia. El centenario, por tanto, no debe cele- brarse en 1892 , sino que debió serlo en 1877, fecha verdadera del primer viaje de Colón á aquellas regiones.

248 MARTÍN ALONSO PINZÓN

Y repito que es digno de estudio el desarrollo de esta fábula. Toma aquí por punto de partida unas pa- labras que el geno vés ilustre dejó escritas en un trabajo dedicado á demostrar que las cinco zonas son habitables: «Yo navegué el año cuatrocientos y setenta y siete en el mes de Febrero , ultra Tile isla cien leguas... y al tiempo que yo á ella fui no estaba congelado el mar, aun- que había grandísimas mareas... > Que hizo el viaje no puede dudar- se, ni tampoco el objeto que fué comprobar sus cálculos y aumen- tar las observaciones; y en esto solamente han visto los más graves historiadores una prueba del traba- jo que precedió á la convicción del navegante. Pero descubiertos en un monasterio de la isla de Flatey los manuscritos que contenían la na-

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rríición de los viajes de los islande- ses á las tierras que denominaron Vinland j Markland en los últimos años del siglo x y primeros del xi, y hechos del dominio público por la Sociedad de anticuarios del Nor- te ( i ), no faltó quien hiciera observar que Colón ^ en su viaje á Islandia, pudo tener conocimiento de aque- llos códices, ó, á lo menos, alguna noticia de las expediciones de Tor- phin, de Eric el Rojo y de Bjorn, que le confirmaran en sus opiniones. Y de esta sospecha , más ó menos fundada, nos lanzamos ya al terre- no de la fantasía, y el Sr. D. Pa- tricio Ferrazón crea un sistema, y

(1) Antiqvitates americancB, sive scripiores septentrionales rerum ante-columhianarum in America. Edidit Societas Regia antiqva- riorum septentrionalium. Hafnise. Tipis officinae schultzianse , 1837.

250 MARTÍN ALONSO PINZÓN

lo presenta como hecho histórico, reformando en un punto la historia del descubrimiento. En 1888, escri- bía el docto marino, que «si la So- »ciedad de anticuarios del Norte » antes, y algunas norte-americanas »ahora, hubieran dicho que en el »año 1477 se hizo por Colón el ver- »dadero viaje de descubierta^ lie- yogando á América y costeándola de > Norte á Sur hasta la extremidad y>meridional de la Florida , tal vez »la congetura pareciera más racio- »nal y probable...» Pero ya en 1892, la bola de nieve ha tomado colosa- les proporciones; lo que entonces, en 1888 era hipotético, es ahora hecho probable y aun probado. El haber partido Cristóbal Colón de la Gomera, que está en el mismo pa- ralelo que la Florida; el apuntar constantemente las proas de las ca-

POR J. M. ASENBIO 251

rabelas á la extremidad meridional de la misma Península, ó sea al cabo de Sable..., son circunstancias que hacen creer que en un viaje an- terior llegara á Terranova ó á Nue- va Escocia.. . y explorando las costas al Sur, naturalmente^ llegara hasta dicho cabo Sable. . . La excursión , aun- que de muchos miles de leguas, fué cosa sencilla según parece, y no tuvo contratiempo ni accidentes desgraciados. Lo que sigue es más sencillo todavía. En el viaje del año 92, INDUDABLEMENTE no se propo- nia (Colón) otra cosa que reconocer la Florida^ ya marcada en su carta, Pero llegamos al final : « Los »liombres blancos que los indios di- »jeron al P. Las Casas que ha- »bían visitado la isla de Haití antes »del año 92, no fueron otros , á mi »juicio , que Colón j sus compañe-

252 MARTÍN ALONSO PINZÓN

»ros ; el piloto Sánchez y los mari- »neros que una tradición, tenida »por falsa, supone que murieron en »casa de Colón revelándole la exis- »tencia de América, yo entiendo »que fueron los mismos compañe- »ros de su primer viaje...» (1).

¿Podrá dudarse de que se quiere escribir la leyenda?

IV

Colón y Bobadilla.

Terminaremos con otro punto que no por ser igualmente extraño deja de tener gran importancia.

(1) Carta del Sr. D. Patricio Ferrazón, fe- cha 31 de Marzo de 1892. Publicada en el periódico de Madrid El ImparciaL

POR J. M. A8ENSI0 253

«ColónyBobadilla. Rompiendo lanzas á favor del segundo, j cla- vándoselas hasta el cuento al pri- mero , dio anoche una notable con- ferencia en la cátedra del Ateneo el distinguido publicista y erudito se- ñor D. Luis Vidart.»

En estos términos daba cuenta del suceso un acreditado periódico de Madrid. Y lo llamamos suceso, porque lo es, y no pequeño, en el terreno histórico , romper de repen- te con el criterio adoptado durante siglos , en vista y con presencia de crónicas y documentos , y querer á vuelta de esfuerzos de ingenio cam- biar el orden de los factores , trocar las posiciones de un héroe y de un malvado, y arrojar áSan Bartolo- mé á los pies de Satanás.

D. Luis Vidart es un escritor bien conocido en toda España, que ha

^54 MARTÍN ALONSO PINZÓN

ejercitado su pluma en diferentes géneros y siempre con acierto; es un filósofo de muchísimo talento y profundo pensador; pero también es poeta de imaginación ardiente, y se deja llevar á veces por ella al afán de ostentar originalidad. En su buen juicio deben haber dejado honda huella las frases de algunos de sus amigos, muy benévolas, como es justo, para el orador, pero muy se- veras en muchos conceptos para las opiniones que sustenta.

No es nuestro intento trazar la biografía del comendador Bobadi- 11a, ni desentrañar sus merecimien- tos y las virtudes que pudieran adornarle. Algunas tendría, ya pue- de suponerse, cuando los Reyes Católicos se fijaron en su persona para que fuera á la isla Española. El P. Fr. Bartolomé de las Casas,

POR J. M. ASEN8I0 255

que censura su conducta en las In- dias y execra el hecho á que debe su funesto renombre , nada dice de sus antecedentes, limitándose á es- cribir: «Eligieron á un comenda- »dor de la orden de Calatrava, que »se llamó Francisco de Bobadilla, j »diéronle provisiones y nombre de » Pesquisidor...» No parece que de- bería ser persona muy notable la que así se anunciaba; mas, repeti- remos que esto á nada conduce. Era Bobadilla un hombre de buen con- cepto y por eso le eligieron los Re- yes... Pero ¿para qué lo comisio- naron? Aunque los documentos se conservan íntegros y señalan bien claramente el orden y límite de las atribuciones que se le concedieron, el mismo Comendador lo dijo á los que á su llegada á Santo Domingo salieron en canoas á informarse...

256 MARTÍN ALONSO PINZÓN

El P. Las Casas ha conservado sus palabras: «Llegaron, pues, en su ca- »noalostres (1) , y preguntando quién »venia en las carabelas y si venia »D. Diego, asomóse el comendador »Bobadilla^ que venia en la carabela » Gorda^ y dijo : Que él venia envia- »do por los Reyes por Pesquisidor »sobre los que andaban alzados en »esta isla.,.» (2). Y como estas pa- labras están perfectamente de acuer- do con las que contiene la Real cé- dula de 21 de Marzo de 1499, que fué la primera que se le expidió (3) ,

(1) Eran un Cristóbal Rodríguez , intér- prete, Juan Arráez y Nicolás de Gaeta, á los que envió á las carabelas , que estaban á una legua de tierra, el hermano del Almirante para que supiesen si venía su sobrino D. Die- go, hijo mayor de Cristóbal Colón.

(2) Historia de las Indias, lib. í, capítu- lo CLXXVIII.

(3) Navarrete: Colección de los viajes y des-

POK J. M. ASENSIO 257

parece que no dudaba el Comenda- dor del objeto de su encargo.

No se crea ociosa esta observa- ción. Quizá hasta aquel momento no había pensado Bobadilla más que en cumplir las órdenes de los soberanos sin extralimitarse. Pero allí es donde debemos dirigir nues- tros esfuerzos para conocer la ver- dad de los sucesos, y la causa de los atropellos é iniquidades que aquel cometiera.

Todo lo que discutiéramos sobre los hechos anteriores de la vida del Comendador, que además son del todo oscuros y desconocidos , sería perder tiempo. En el momento de empezar á hacer uso de sus atribu- ciones, es cuando entra en el domi-

euhrimigntos , etc., tomo TI, Doc. número CLXXVII.

17

258 MARTÍN ALONSO PIN'/ÓX

nio de la historia. Y ya el doctisimo D. Martín Fernández Nav.irrete, en la InlrorJitcdón de su obra, dice muy intencionadamente (1): «Que )i>los Reyes tuvieron justos motivos >para enviar un juez Pesquisidor á »la isla Española, y que eligieron »para ello á un caballero , antiguo >criado de la casa real, que hasta y^entonces merecía distinguido con- >cepto.y> Bien se comprende lo que tales palabras significan ; separando el concienzudo historiador, con ex- quisito tacto, los tiempos, para juz- gar los hechos. Hasta entonces ha- bía tenido buen concepto el comen- mendador Bobadilla... de allí en adelante fué al contrario: no corres- pondió á lo que de él se esperaba, y

(1) Navarrete : Loe. a7. Introd., pagi- na 105, 2.* edición.

POP J. M. ASENStO 259

los primeros actos de su gobierno dieron motivo para que se le priva- se de él.

¿Y cuál fué la causa de tal cam- bio en la conducta del aquel funcio- nario? ¿Qué móvil poderoso pudo llevarle á proceder contra el Almi- rante de una manera tan inicua y extraña? A estas interrogaciones no había podido darse hasta hoy respuesta satisfactoria, y con ellas se justificaba;, ó se intentaba justi- ficar, por inducción, la conducta de Bobadilla.

Mas por fortuna, también puede responderse cumplidamente , y pro- bar con el dicho de un autor con- temporáneo la causa del cambio en la conducta del Comendador y el origen de aquellos desmanes. Nos valemos nuevamente de aquel cu- riosímo libro titulado Paesi mcova-

26Ó MARTÍN ALONSO PÍNZÓN

mente rettrovati, que antes citába- mos ; libro que fué de los primeros que se escribieron sobre el descu- brimiento del Nuevo Mundo, cuya primera edición es de Vicenza, año 1507 , ó por lo menos esta es la más antigua que vemos citada (1). Se tiene por indudable que en la parte relativa á los viajes de Co- lón es repetición del rarísimo Li- bretto de Albertino Vercellesse, pu- blicado en 1504, que nunca he- mos logrado ver, y que á su vez incluyó lo esencial de la prime- ra Década de Pedro Mártir de An- gieria, antes de que su autor la die- ra á la estampa, aumentándola con algunos datos recogidos por Angelo Trivigiano, secretario del embaja-

(1) Bibliotheca Americana Vetustissima. Kew York, 1866.— Núm. 48.

POR J. M. A8ENSI0 26l

dor de Venecia, Dominico Pizani, que conoció y trató con cierta in- timidad á Cristóbal Colón en Gra- nada, á la vuelta de su tercer viaje, y con otros informes particulares.

Las noticias, por tanto, que en ese libro se contienen y que no se encuentran en ningún otro, son muy apreciables, porque Trivigiano tenía amistad con el Almirante y relaciones en la corte de los Re- yes, donde oyó á los compañeros de Colón y conoció á sus enemigos.

El libro IV está dedicado á las navegaciones del rey de España, desde que concedió á Colón los tres barcos que le pedía. Y el cap. CVII trata: «De como el Almirante fue enviado en cadenas con su hermano á España. »

Es tan notable, bajo muchos as- pectos, que nonos permitimos ni aun

262 MARTÍN A[,ONS0 PINZÓN

la libertad de traducirlo , dejándolo en la misma sencillez con que está escrito en la lengua original, es de- cir, en italiano, con mucha parte de dialecto veneciano.

In questo mezo li serenissimí Re recevetero le lettere de lo admirante et de li adversara soi, et vedendo que per queste discensione de tanta copia de oro ne trazeva pocha uti- litá^ mandarono un suo governa- tore que avese ad inquiriré e quelli che fusseno in errore li castigasse; o ver mandasse m Spagna che li cas- tigar ebbe: et zo7ito questo guberna- tore al isola Spagnola, per sobor- nita: et fraudulentia de quelli sce- lerati Spagnoli: et per grande in- vidia che haveva al admirante é suo fratello, li quali in ferri furono mandati a la volta de Spagna: et zonti che forono á Cades li Seré-

POR J. M. ASENSIO 263

nissimi Re intendendo li mandano á liberare: et feceli andaré á corte vohmtariamente: dove etiam al pre- sente zorno se ritrovano.

Buscábamos una causa al arbitra- rio proceder de Bobadilla, y dos á cual más graves , y mezquinas am- bas , consigna ese libro. Al llegar el Comendador á Santo Domingo entraron en su buque , antes que las quejas contra Colón ^ los montones de oro que aquellos mafoac?^^ habían recogido. Sobornaron al juez; y como éste , además , tenía gran en- vidia al Almirante y á su hermano, no se necesita más explicación para lo que sucedió después. Per sobor- nita et fraudulentia di quelli scele- rati spagnuoli vinieron presos á Es- paña el Almirante y sus hermanos.

No hemos de repetir lo que ya está dicho muchas veces sobre la

264 MARTÍN ALONSO PINZÓN

conducta de Bobadilla, para quien es poco el epíteto de infame. Si sus defensores quieren recordar el jui- cio de algunos autores, nos limita- remos á presentar el más antiguo y el más reciente, para que se vea con claridad que no ha variado el criterio en el trascurso de cuatro siglos.

Ausente de la ciudad Cristóbal Colón, desembarcó el Comendador j se aposentó en su casa, se apo- deró de sus bienes, joyas y libros, usando de todo como si fuera de su propiedad. Cuando á pocos días llegó el Almirante á Santo Domin- go «vale á ver, y el recebimiento »que le hizo fué mandalle poner » unos grillos y metelle en la for- » taleza , donde ni él lo vido ni le ha- > bló mas, ni consintió que hombre ajamas le hablase, > Esta fué la fór-

POR J. M. A6ENST0 265

muía de juicio, y la libertad de de- fensa que se concedió al Almirante de los Reyes. «Cosa pareció esta » absurdísima exclama Fr. Barto- » lomé de las Casas descomedida y

> detestable , juntamente miseranda »y miserable.., 1>

Rodolfo Cronau , en su libro ti- tulado América^ habla de la carta de Colón á doña Juana de la Torre, y dice : « Cuando esta carta llegó á >su destino, y los Reyes tuvieron

> conocimiento de lo ocurrido, que- y>dáronse altamente sorprendidos, »Reconociendo que se habían ex- »tralimitado en las medidas toma- » das contra el Almirante, apresurá- »ronse á demostrar al mundo que »la prisión y el aherrojamiento de » éste se habían hecho contra sus órde' nes y deseos, y> Ya antes había dicho presentando antecedentes: «Fran-

266 MARTÍN ALONSO PINZÓN

» cisco Bobadilla, que era el elegido, » estaba considerado por algunos de »sus contemporáneos como hombre y>de pasiones violentas^ ambicioso y » rencoroso, j por lo tanto poco á > propósito para una misión tan deli' »cada é importante. >

Las consecuencias de tal maldad fueron las que debían esperarse. En el punto de conocer los Reyes el abuso cometido , quedó acordada la deposición del tristemente célebre Comendador. Encargóse á su suce- sor Fr. Nicolás de Ovando que re- parase las injusticias cometidas con el Almirante; se revocaron las dis- posiciones perjudiciales y abusivas que solamente con el deseo de alle- gar oro había dado Bobadilla... y y la divina Providencia se encargó de lo demás.

No juzgo , ni pretendo que para

POR J. M. ASENSIO 267

todos los que la consideren , tenga el mismo carácter y tanta significa- ción como tiene para nosotros la horrible catástrofe que hundió en el mar instantáneamente al comen- dador Bodadilla con todo su oro, y al rebelde Francisco Roldan con muchos de los que en sus cruelda- des le habían seguido, y con todas las riquezas tan mal adquiridas y que habían sido causa y medio de lograr el descrédito del Almirante sobornando al juez pesquisidor. Mu- chos son los que aprecian como visi- ble escarmiento aquel desastre, pues para más unirlo con la inicua hu- millación que á Colón se impusiera, dio la coincidencia de que perecie- ran todos por no haber dado oídos al consejo de su víctima. Después de una agonía incalculable , de una angustia cruel, las enfurecidas olas

268 MARTÍN ALONSO PINZÓN

sepultaron para siempre á los re- beldes y al Comendador. A hechos de esta naturaleza, como dice Fer- nán Caballero, los creyentes les llaman milagros, los descreídos casualidades.

Bien pudo D. Fernando Colón, que tan lastimado se encontraba por las injurias causadas á su padre, es- cribir que si hubieran llegado á Es- paña, con el oro hubieran evitado el castigo , pues por mucho que hu- biera sido éste , nunca llegara, por lo tremendo y lo ejemplar , al que sufrieron sus maldades.

La memoria de Bobadilla no tie- ne defensa.

1>0R 3. u. aseNsió 269

Y se han levantado mil voces, en tonos diferentes , para retraer de su mal camino á los innovadores.

El poeta D. José Lamarque, en un arranque de indignación, escribe:

Tal en umbrosa arboleda Cuando en Majo reina Flora, Entre el alegre concierto De las avecillas todas, Se oye el zumbido del tábano Como discordante nota. Mas ¿ante el coro del mundo Sus disonancias qué importan? Así el can ladra á la luna Cuando por Oriente asoma. Mientras ella, entre luceros. Se alza al zenit triunfadora (1).

(1) Cristóbal Colón: Poema, por José La- marque de NoYoa, Sevilla.— E. Rasco, 1892.

270 MARTÍN ALONSO PINZÓN

Y Manuel del Palacio ha podido decir con tanta gracia como agudeza:

¡Pobre Colón! Su laurel Autores buenos y malos Riegan con vinagre y hiél; Salió del puerto de Palos... Pero vuelve á entrar en él.

Llorábamos tiempo atrás Su prisión y su mancilla; ¡Qué tontos fuimos, Colas! Si lo ahorcara Bobadilla No hiciera nada de más.

Pero al llegar á este punto nos asalta un escrúpulo, nace en nues- tra mente una duda... quizá hemos dado demasiada importancia y sa- cado de su verdadero terreno esta manifestación extraña. Tal vez Luis Vidart, que piensa y sabe, no ha

Tirada de 400 ejemplares que no se ven- den. Está dedicado á la Sociedad Colombina Onuvense.

POR J. M. ASENSIO 27 1

querido más que hacer un alarde de ingenio, demoi^trar que con talento y elocuencia, con travesura y agu- deza se pueden dar visos de razón á cualquier paradoja, y que no hay asunto malo cuando se sazona con las galas del ingenio; pero en todo caso no será perdido el trabajo que hemos empleado, pues algunos han podido dejarse engañar tomando por moneda de buena ley las virtu- del Comendador y los defectos del Almirante.

Nace esta sospecha de ver el giro que ha tomado el docto conferen- ciante del Ateneo. En galana ora- ción expuso su pensamiento en aquella cátedra; llevóla después al periodismo político^ pero por con- clusión lo ha presentado en el se- manario titulado Blanco y Negro^ y hasta con caricaturas , en las que

%72 Martín alonso pinzón

el comendador Bobadilla se bate con Peña y Goñi, y doña Beatriz Enríquez se desmaya en brazos de Cesáreo Fernández Duro.

APÉNDICE

18

APÉNDICE

Declaración del piloto Hernán Pérez Mateos.

Hemos citado tantas veces en el texto las respuestas dadas por este testigo á las preguntas del interroga- torio del Fiscal, y es de tanta impor- tancia su declaración , que nos he- mos resuelto á darla íntegra en este lugar, seguros de que los aficiona- dos á los estudios colombinos han de agradecer y aprovechar el tra- bajo.

Es, sin duda alguna, la más im- portante entre las muchísimas que se recibieron á instancia de ambas partes en aquel pleito que duró tan-

276 MARTÍN ALONSO PINZÓN

tos años. Las condiciones especiales del testigo le colocan desde lue- go en el primer término, porque á más de ser primo de Martin Alonso Pinzón y haber mandado un buque en la segunda expedición, como ya notamos á su tiempo, pre- senció casi todos los hechos que re- fiere, ó los oyó á las mismas perso- nas interesadas, y da tales razones y tan justas causas á sus asertos, que desde luego merece preferente lugar.

Sus manifestaciones son verda- dera historia; y tal concepto ha me- recido al célebre y docto colombis- ta, á quien también hemos citado con repetición, que dice en su nota- ble informe leído ante la Real Aca- demia de la Historia, bajo el titulo de Colón y Pinzón: «Repetidas >veces he recomendado al lector la

POR J. Jí. ASENSIO 277

»verdad que resplandece en la de- »claración del octogenario piloto »Hernán Pérez Mateos, retirado en >la isla de Santo Domingo cuando >fué llamado á examen.»

Con la prudencia propia de su carácter, con la calma y seguridad que traen consigo los años, rechaza suavemente todas las falacias que iban envueltas en las preguntas ar- ticuladas por el fiscal del Rey; re- fiere los sucesos con naturalidad, sin tratar de alterarlos por favore- cer á ninguno de los litigantes, aun- que era deudo cercano de los Pin-- zones, y desde que se leen aus pri- meras respuestas adquiere el lector la seguridad de que el testigo dice la verdad , y no pasa más allá de lo que sabe.

Además, esta declaración está comprobada en muchos de los pun-

278 MARTÍN ALONSO PINZÓN

tos que abraza por las de otros tes- tigos, y á la vez sirve de poderoso comprobante á las narraciones que hicieron en sus respectivas histo- rias Fr. Bartolomé de las Casas y Gonzalo Fernández de Oviedo, que por ella se ve tuvieron informes fidedignos para lo que escribieron.

Para nosotros, en el caso pre- sente, la declaración de Hernán Pérez Mateos, tiene el mérito in- apreciable de contener detalles cier- tos de la vida de Martin Alonso Pin- zón , que son interesantísimos y en vano buscaríamos en otra parte.

Se ha copiado exactamente de la información original que se guarda en el Archivo general de Indias de Sevilla, y cotejado por el ilustrado jefe de aquel importantísimo cen- tro el Sr. D. Carlos Jiménez Placer, cuya firma autoriza la copia.

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS DE SEVILLA

(Patronato.— Est. l.—Caj. 1.— Leg.* ViaO (Pieza 14.)

DEGLARACrÓN DEL PILOTO HERNÁN PÉ- REZ MATEOS.

<(^Testigo, El dicho hernan peres mateos , vecino desta cibdad de san- to domingo , testigo presentado ea la dicha Razón por el dicho bachi- ller johan carrillo e fiscal susodicho, el qual, aviendo jurado en forma de derecho e syendo preguntado por el tenor de las preguntas del dicho ynterrogatorio, dixo e depuso lo sy- guiente :

»A la primera pregunta dixo que

280 MARTÍN ALONSO PINZÓN

conosce e conoscio a los en ella con- tenidos a don cristoval colon almi- rante que fue puede aver quarenta años antes mas que menos e a mar- tin alonso pincon dende que nasció que a mas de sesenta años.

> Preguntado por las preguntas generales de la ley dixo que es de hedad de más de ochenta años e quel dicho martin alonso pincon fue pri- mo deste testigo e que venga este pleyto quien tuviere justicia.

>A la segunda pregunta por mi el dicho escrivano le fueron mos- tradas e leydas la provisión e pre- vilegio de que el dicho fiscal hico presentación contenidos en las pre- guntas como en ellas se contiene.

>A la tercera pregunta dixo que le paresge a este testigo que se deve de guardar e mantener la palabra Real de los rreyes e que en lo de-

POR J. M. ASENSIO 281

más contenido en la pregunta de que si es perjuizio o no lo concedi- do a don cristo val colon o a sus he- rederos e subcesores por los rreyes católicos de gloriosa memoria este testigo no lo sabe declarar ni bien decir porque es cosa muy ardua e de mucho tomo para su juicio e que en españa ay muchos letrados de quien se puede saber lo contenido en esta pregunta.

>A la quarta pregunta dixo que dise lo que dicho ha en la pregunta antes desta en que se afirma, y que de los dapnos e ynconvinientes con- tenidos en esta pregunta este testi- go al presente no tiene noticiíi sy son en dapno de la corona Real o de los vezinos y abitantes en estas partes porque hasta agora no á vis- to subgeder ninguno dellos e lo que adelante fuere el Rey como señor

282 MARTÍN ALONSO PINZÓN

general lo puede proveer como en cossa suya , y esto le paresce e no sabe dezir otra cosa en esta Razón.

»A la quinta pregunta dixo que dize lo que dicho tiene en las pre guntas antes desta en que se afirma e que le paresce que sabida la ver- dad por personas doctas y de con- cencia lo que estos tales dixesen, su magestad lo devía mandar proveer siendo en pro de su corona Real e de sus subditos vasallos , asy de los Reynos de españa como destas par- tes , no quitando á nadie lo suyo y esto dize en quanto a lo que toca en esta pregunta y en las demás que tiene declaradas.

»A la sexta pregunta dixo que dize lo que dicho a en las preguntas antes desta en que se afirma e que le paresce a este testigo que es muy bien y santa cosa ser Regidos e go-

POR J. M. A8EN8IO 583

vernados por un rrey e señor y no por muchos señores y cerca desto se puede hacer lo que convenga á la corona rreal y esto dize en quanto s' alcanca e no sabe mas desta pre- gunta.

»A la séptima pregunta dixo que le paresce que sería bien que estas partes fuesen governadas por la co- rona Real como al presente lo son, e que lo demás que dize la pregunta es cosa que toca á personas de mas saber e letras que este testigo tyene, los quales podrán dezir su paresger gerca dello , y esto le paresce en Razón de lo contenido en esta pre- gunta.

»A la octava pregunta dixo que no sabe ni a oydo decir lo contenido en la pregunta hasta el día de oy.

»A la novena pregunta dixo que sabe quel dicho martin alonso pin-

284 MARTÍN ALONSO PINZÓN

QOií era onbre de la mar conviene á saber marinero experto e sabio en el arte de navegar esto en las mares que solía aver dende ñapóles á ytalia e a Roma e a España e a otras partes que se corrían e nave- ga van agora cinquenta años, pero que no le cognoscio ni supo del que tuviese conoscimiento en aquella sazón del mar océano ni destas par- tes de tyerra firme e que es verdad que dicho martin alonso pincon te- nía hermanos y parientes y amigos personas de bien e sabios en las na- vegaciones quel dicho martin alonso sabía e que le conosció tener en aquel tiempo un barco con que na- vegaba dende castilla a Roma e a portugal e a las yslas de canaria e que no le conosgió otra mas posybi- lidad de navios aunque a la verdad tenía Razonable hazienda e que lo

tOR j. M. Asmm.0 ItS^

demás contenido en la pregunta este testigo no lo sabe.

>A la dezena pregunta dixo que se Refiere á lo capitulado con su magestad e que lo demás que no lo sabe ni tal a oydo hasta agora aunquel dicho martin alonso pin- ^n hera su primo deste testigo.

>A las onze preguntas dixo que no sabe della mas de que quando vino don cristoval colon con la merged de la negogiagion para el descubrimiento destas partes tomo consygo al dicho martin alonso pincon e a dos hermanos suyos lla- mados Vicente yanes e francisco martin pincfon , los quales el dicho don cristoval colon traxo consygo por personas principales para la navegación en tres navios nombra- dos la pinta, en la qual venia el di- cho martin alonso pintón por capi-

286 MARTÍN ALONSO PINZÓN

tan , y el dicho francisco martin , su hermano, por maestre, y el otro na- vio se nombrava la niña , en el qual venia por capitán el dicho vigente yañes , y el otro navio se nombrava maria galante , en el qual venia el dicho don cristoval colon, e que los dichos navios el dicho don cris- toval colon los fleto para venir á es- tas partes , e que esto es lo que sabe desta pregunta e no sabe otra cossa della e questo que dicho tiene este testigo lo bido e se hallo presente a todo ello.

»A la dozena pregunta dixo que dize lo que dicho a en la pregunta antes desta en que se afirma e lo demás este testigo no lo sabe.

»A la treze preguntas dixo que dize lo que dicho a en las onze pre- guntas en que se afirma.

>A las catorce preguntas dixo

POB J. M. A8ENSI0 287

que no la sabe mas de aver oydo dezir a los dichos martin alonso pingon e sus hermanos que vinyen- do á estas partes la gente que venia en los navios, aviendo navegado muchos dias e no descubriendo tie- rra los que venian con el dicho don cristo val colon se querían amotinar y algar contra el diziendo que yvan perdidos, y entonges el dicho don cristoval colon avia dicho al dicho martin alonso pingon lo que pasava con aquella gente , y que le páres- ela que devian de hazer y quel di- cho martin alonso le avia Respon- dido señor ahorque vuestra merced media dozena dellos o échelos á la mar y si no se atreve yo e mis her- manos barloaremos sobrellos y lo haremos que armada que salió con mandado de tan altos principes no avia de bolver atrás syn buenas

288 MARTÍN ALONSO PINZÓN

nuevas y que con esto todos se ani- maron y el dicho don cristoval co- lon avia dicho martin alonso con estos hidalgos ayamonos bien y an- demos otros ocho dias , y si en estos no hallaremos tierra daremos otra horden en lo que devemos hazer, y desta manera navegaron otros sye- te dias, y sobre noche vieron fuego en una tierra que se dezia las prin- cesas y agora se llama los lucayos yesto es lo que le han dicho á este testigo y lo que le contaron los di- chos martin alonso y sus hermanos.

>A las quinze preguntas dixo que dize lo que dicho á en las pregun- tas antes desta en que se afirma e lo demás que lo non sabe.

»A la diez e seys preguntas dixo que no la sabe ni tal a oydo dezir hasta agora.

»A la diez y siete preguntas dixo

POR J. M. ASENBIO 289

que no la sabe ni tal a oydo dezir hasta agora.

»A la diez e ocho preguntas dixo que no la sabe ni tal a oydo dezir.

»A las diez e nueve preguntas dixo que a oydo dezir á muchas personas especialmente á los dichos martin alonso e sus hermanos quel dicho don cristoval colon avia ha- llado en esta ysla española muestra de oro y resgates e que con lo que avian podido aver se avian buelto a españa a hazer Relación de lo que les avia subcedido a los Reyes ca- tólicos que están en gloria e que al tiempo quel dicho martin alonso llego á vayona este testigo lo topo y le habló como a debdo y el dicho martin alonso le hizo Relación de todo lo que avia pasado y le dixo quel dicho don cristoval colon y el avian salido destas partes el dicho

19

290 MARTÍN ALONSO PINZÓN

don cristo val colon de do dizen ago- ra puerto Real y el dicho martyn alonso de. puerto de gracia e que se avian juntado en la mar e con tor- menta se avian apartado y el dicho don cristo val colon avia y do a lys- hona y el avia llegado alli que es el dicho puerto de vaj^ona e que esto sabe desta pregunta e no otra cosa.

»A las veynte preguntas dixo que dize lo que dicho a en las pre- guntas antes desta en que se afirma e lo demás que lo non sabe.

»A las A^eynte e una preguntas dixo que no la sabe e que es verdad que este testigo a oydo dezir que pusieron nombre a un Rio que esta en esta ysla en la vanda del norte el Rio de martin alonso porque el diz que el dicho martin alonso avia llegado e entrado en el dicho Rio

POR J. M. A8EN6IO 291

en el qual este testigo a estado mu- chas vezes e lo demás que no lo sabe.

»A las Yejnte e dos preguntas dixo que no sabe della mas de que buelto el dicho martin alonso a los Reynos de castilla no se juntava con el dicho don cristoval colon porque supo este testigo que le abia miedo el dicho martin alonso non sabe por que cabsa mas de que oyó decir que sy el dicho don cristoval colon pudiera prender al dicho mar- tin alonso lo prendiera y lo llevara preso consygo á la corte e que den- de á pocos dias quel dicho martin alonso llegó á la villa de palos no entrando dentro se fue a una here- dad suya que está en término de moguer e allí adolescio e estando doliente lo traxeron ciertos debdos suyos á un monasterio de francis-

292 MARTÍN ALONSO PINZÓN

eos que se dize la Ravida en térmi- no de palos a donde el dicho mar- tin alonso fálleselo desta presente vida lo qual vido este testigo estan- do en aquella sázon en aquella tie- rra e lo demás que no lo sabe.

»A las veynte e tres preguntas dixo la sabe como en ella se contie- ne preguntado como la sabe dixo que porque este testigo a visto lo en ella contenido y es debdo del di- cho Juan martin pincon hijo del di- cho martin alonso e que lo vido nascer e criar en su casa como su fijo lejítimo lo qual es muy público e notorio en la dicha villa de palos y en otras partes donde tienen de- llos noticia e conoscimiento.

>A las veynte e quatro pregun- tas dixo que lo que sabe desta pre- gunta es que este testigo bino con el dicho don cristoval colon por su

POR J. M. ASENSIO 29Í

piloto el segundo viaje que hizo á estas partes y en el dicho segundo yiaje el dicho don cristo val colon con su yndustria descubrió las ys- las en las preguntas contenidas y este testigo las ayudo á descubrir como su piloto y esto sabe destas preguntas y es la verdad y lo de- mas que no lo sabe.

>A las veinte e cinco preguntas dixo que no la sabe e que dicho don oristoval colon descubrió las par- tes en la pregunta contenidas yen- do este testigo por su piloto.

»A las veynte e seys preguntas dixo que dize lo que dicho a en la pregunta antes desta e que quando el dicho don cristoval colon descu- brió las partes e yslas contenidas en la pregunta dende a cierto tiem- po vinieron por allí otras perso- nas que venían con cargos de los

294 MARTÍN AL0N60 PINZÓN

Reyes católicos é no sabe otra cosa.

»A las veynte e siete preguntas dixo que no la sabe mas de que cree que dicho don cristoval colon y después don diego colon su hijo e don luis colon su nieto, almirante que agora es an llevado aquella parte de que su magestad y los Re- yes católicos le hizieron merced, y assi lo a oydo dezir publicamente y que se Remite a los libros de su magestad.

»A las veynte e ocho preguntas dixo que dize lo que dicho a en que se afirma e que deste caso esto es lo que sabe y la verdad para el juramento que hizo e no firmo por- que dixo que no sabia escrevir e dixo que por que antes de agora tiene dicho su dicho en Razón de lo contenido en las preguntas deste

POR J. M. ABEN8I0 295

ynterrogatorio que se Remite a lo que asy tiene dicho en todo ello e lo demás no lo sabe.

Es copia literal del documento á que se refiere, existente en este Ar- chivo,

C. Jiménez Placer.

llSJ-DIOE

Págs.

Prólogo 5

Parte primera 31

Parte segunda 71

Parte tercera 173

La leyenda colombina. I. Historia

antigua.— Leyenda moderna 223

IL El recibimiento en Barcelona 232

IIL— Noticias anteriores del Nuevo Mun- do V primer viaje de Cristóbal Colón. 244

IV.— Colón y Bobadilla 252

Apéndick.— Declaración del piloto Her- nán Pérez Mateos t 273

Archivo general de Indias de Sevilla. . . 279

LA ESPAÑA MODERNA

REVISTA IBERO -AMERICANA

Cada número forma un grueso volumen de más de 200 páginas , gran tamaño , á dos co- lumnas.

Se divide en dos secciones: española y ex- tranjera. La española está escrita por Are« nal (D.* Concepción), Karrantes, Cam- poamor , Cánovas ^ Castelar , Échela- ray, Galdón, llenéndez y I*elayo, Par- do Bazán (D.^ Emilia), Palacio Valdés, y Margall, Thebusseni,Talera y Zo- rrilla, con los que alternan, en concepto de colaboradores, los primeros publicistas es- pañoles. La parte extranjera estará redacta- da por Oour^et, Cantú, Coppée, Cher- liuliez, Daudet, Dostoyusky, Gladstone, Goncourt, Ricliepin, Tolstoy, Tiirgue- uef y Zola.

Precios de suscrición, pagando por ade- lantado :

En España, seis meses, diez y siete pesetas; un año, treinta pesetas. En las demás nacio- nes europeas y americanas , y en las posesio- nes españolas, un año, cuarenta francos, en- viando el importe á esta Administración en letras sobre Madrid, París ó Londres.

Las suscriciones, sea cualquiera la fecha en que se hagan, se sirven á partir del mes de Enero de cada año. A los que se suscriban después, se les entregarán los números atra- sados.

Se remite un tomo de muestra gratis á quien lo pida por escrito al Administrador de La España Moderna, Cuesta de Santo Do- mingo, 16, principal.

Quedan algunas colecciones de los años 1889, 90 y 91, á 30 pesetas en rústica, y "lO en pasta.

LA NUEVA

CIENCIA jurídica

antropología-sociología

Las ciencias jurídicas y sociales atraviesan un período de profunda y radical transforma- ción. El clasicismo agoniza y el positivismo moderno gana terreno de día en día. El méto- do experimental y de observación, que tiempo atrás produjo tan beneficiosos resultados en las ciencias físicas y naturales , se aplica hoy con innegables frutos al estudio de las mora- les y políticas. Al fundar una revista españo- la que sirva de palenque á todas las ideas bajo el lema: «La nueva ciencia jurídica»— título de ancha base que permite tratar del mismo modo y bajo distintos aspectos, las cuestiones sociales y los problemas puestos sobre el ta- pete por los modernos criminalistas italia- nos— nos proponemos dar á conocer las pro- ducciones más notables, en orden á estos tra- bajos, de los escritores nacionales y extranje- ros, y fomentar de una manera especialísima

en nuestra España la afición al estudio de esta nueva fase de las ciencias sociales y jurí- dicas. Contamos con la cooperación valiosísi- ma de los más ilustres tratadistas españoles, y la sección extranjera estará á cargo de per- sonalidades tan eminentes como Lombroso, Ferri, Garofalo, D'Aguanno, Fioretti, Marro, Lacassagne, Puglia, Benedik, Tarde, Ribot, Morselli, Frenek-Feré, Sergi y Morrison. Condicione» de suscrición : Cada mes verá la luz un cuaderno de 64 pá- ginas grandes, á dos columnas. Sólo se admi- ten suscriciones por un año, á partir de Ene- ro, aunque se haga el abono después del refe- rido mes : en este caso se entregarán al sus- critor los números atrasados.

En España , un año 12 pesetas.

Fuera de España , lo mismo en Europa que en América, fld

Se suscribe en la Administración de La España Moderna y de La Nueva Ciencia Jurídica, Cuesta de Santo Domingo, 16, pral., Madrid, enviando el importe en letras de fácil cobro ó en sellos, pero en este caso certifican- do la carta;

NOVELAS Y CAPRICHOS

Precioso libro que contiene lo siguiente:

Sopas de ajo (cuento) , por el Doctor Tebussem. El collar de perlas (cuento árabe) , por Manuel del Palacio.— Virtudes premiadas (novela), por J. Octa- vio Picón.— El poder de la ilusión (poema) , por Ra- món de Campoamor.— El mechón blanco (cuento), por Emilia Pardo Bazán— Tisis poética (leyenda), por José Zorrilla.— Chucho (agua-fuerte), por A. Pa- lacio Valdes. La risa del payaso (cuento), por Emi- lio Ferrari. El novenario de ánimas (cuento), por Narciso Oller— Placidez (cuento), por Eugenio Selles.— La condesa de Palenzuela (cuento), por Anto- nio de Valbuena.

ORABJlDOS

Historias mudas. Tomando el baño. Destreza de un boml)ero, Se paró el carro, El tigre y la suegra. Seré- nala romántio-naturalista, Dicha breve, De la novia á la suegra, Culpa y castigo. El fotógrafo, El que mucho abar- ca, Cambio de sacos, El perrillo amaestrado, Sueño inte- rrumpido, El telescopio, En el circo. El pescador inglés, Desequilibrio, El viajero, Quien con perros se mete, El perrillo juguetón.

Autógrafos— Del P. Luis Coloma , de Ayala, de Alarcón, de Núñez de Arce, de Hartzenbusch, de Ventu- ra Ruix Aguilera, de Zapata, de Fernández y González, de Selgas.

Retratos. De Juan Eugenio Hartzenbusch, de Nú- ñez de Arce, del P. Luis Coloma, de Ventura de la Vega, de Tula Avellaneda, de Wagner, de Fernán-Caballero, de Tolstoy.

Retratos históricos.— Napoleón I en Austerlitz y en Waterloo, Napoleón III, Federico el Grande, Ricardo Wagner, Listz, Wagner y Bülow, Ricardo Wagner en El Anillo de los Nibelungos.

Sombras— Bismarck, Crispi.

Grabados sueltos. Transformación de una cafe- tera, Estudio de Fernán- Caballero, Un descanso. Un niño artista, Teatro de Bayreuth, Retrato de familia, Wagner llevando la batuta, El Mesías de los judíos, Caricatura.

Un volumen de más de 300 páginas, treS pesetas en las principales librerías.

COLECCIÓN DE LIBROS ESCOGIDOS

Obras del Conde León Tolstoy

LA SONATA DE KREUTZER

En un estudio que la Sra. Pardo Bazán ha escrito acerca de Zola y Tolstoy, los más grandes novelistas contemporáneos, dice la ilustre escritora: «Tolstoy, cuando acierta, marca la huella profundísima de su garra de león, creando un drama tan real, tan hondo tan amargo, tan sublime no es hiperbólico el elogio como La Sonata de Kreuher, acaso la novela más profunda y genial de la tem- porada del 90 á 91.»

Se vende á tres pesetas en las principales librerías, así como Marido y mujer ^ Dos gene- raciones, El Ahorcado y El Princijae Wekhli, En. el Oáucaso y La Muerte, del propio autor, que pertenecen también á la «Colección de libros escogidos. »

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