; í^ í1 BOLETli DE LA SOCIEDAD DE NATURALISTAS NEO-GEANADINOS. BOGOTÁ. LONDRES. ÜPRENTA DE '-EL MOSAICO." TRÜBNER & CO Carrera de Santamarta, 13 60, Paternóster Eow. leeo «sgesclu'edo aus dar Bibfbtliek d-- gaolog,sch-palaeonto¡og4chen Abíheü.n, k. k._WaturhÍ3torischen Hf;fr,nr -.,... ;., u' L... -^ -A^ "^f^í^-f-i/^f^ S «*»'»9'»-Fal«ontilof;.ck,.AUhc¡h,n. | PROSPECTO. Llena ele desconfianza de sus propias fuerzas, pero \:on una fe ciega en el patriotismo e ilustración de ios neo-granadinos, comienza lioi la Sociedad de ^TATUE ALISTAS iSTEO-GEAis^ADiiíos la publicaclon de su Boletín. Esta Sociedad, que tuvo oríjen en una excursión a Monserrate el año pasado, está aiin en su niñez, débil en sus fuerzas, ])ero con todas ks ilusiones que dan la fe i la juventud. Está aún en su niñez, decíamos, i por supuesto necesita apoyo. Nada tenemos que pedir a nuestros colegas europeos. En sus cartas, llenas de un verdadero entusiasmo, i en el envío de libros i colec- ciones que pronto recibirá la Sociedad, tenemos la prueba mas eficaz de que sí nos ayudan i nos protege- rán. A nuestros compatriotas se dirije esta siíplica, i especiabnente a aquellos cjue pueden contribuir a lion- rar nuestro Boletín con sus producciones científicas. Mucho liai sobre qué escribir i qué describir en nues- cjo tro pais. Un mundo entero, víijen i halagüeño se g:^ presenta a los estudiantes de la naturaleza entre noso- ''~ tros, i Desdeñarán nuestros compatriotas su estudio, ^^ cuando ella les ha concedido, en medio de tanta sole- ^'^ dad, tanta intelijencia? Creemos profundamente que ^ lo que falta entre nosotros es estímulo, apoyo. El pri- —^ mero trata de asegurarlo la Sociedad, ofreciendo un campo en donde puedan hacerse conocer los estudian- tes délas ciencias; implora el segundo. IV Tratáronlos de publicar todo cnanto tenga relación con las ciencias en nuestro pais, sin liacer esclusivas aquellas a que se dedica la Sociedad. Daremos la pre- ferencia a las produccionss orijinales e inéditas que sean presentadas, o remitidas en la correspondencia, sin desdeñar por eso los escritos ya impresos C[ue tratan de la Nueva Granada, i que por estar en idio- mas extranjeros no son conocidos en nuestro pais. Trataremos, mas tarde, de hacer una revista de los descu])rimientos científicos en el extranjero, i aun tra- duciremos algunos de los artículos mas importantes. Trataremos deliacer conocer la parte física de nuestro pais, de cuantos modos estén a nuestro alcance ; i lia- remos cuanto sea posible para unir la Europa cientí- fica a la América, por medio de esos vínculos estrechos del pensamiento comunicado. Trataremos de ver si después de medio siglo podemos continuar ese brillante " Semanario," con el cual eternizó Caldas su memoria, para sucumbir después bajo la cucliilla despótica de un Ijárbaro jeneral. Trataremos. . . .Figuraos, lector, lo mejor que pudiésemos hacer, lo mas a que pudié- semos aspirar; a todo eso aspiramos, mas que eso trataremos de hacer. Acoj eremos cuantos ideas practicables nos sean suj cridas, ya por el consejo, ya por la crítica. Comenzamos nuestra publicación mui en pequeño, dando solamente un pliego mensual, porque queremos darle larga vida ; pero esperamos mejorarla i aumen- tarla cada dia. Todo dependerá de la acojida que le dé ese piibhco científico e ilustrado a quien va dii'ijida. COEEESPONDEÍÍCIA. Apenas se instalaba la Sociedad, cuando comenzó a re- cibir bastantes comunicaciones. 'Nos proponemos publicar la mayor parte de ellas. La primera que nos llegó fue la siguiente. íTuMEEO 151. AmsterdaiB,27 de setiembre de 1859 La Academia Real de Ciencias de Amsterdam ha recibido con mucho inte- rés vuestra carta, fecha en Bogotá, 21 de agosto de 1859. Se considera fehz en poder contribuir al noble objeto que se propone la joven Sociedad, de la cual sois presidente. La Academia me autoriza para enviaros los trabajos de la Sec- ción de ciencias físicas i matemáticas, que comprende la historia natural. Se componen de siete volúmenes de memorias in-quarto i de nueve volúmenes in-octavo de los informes ( Comptes Rendus. ) No tardaré en remitMos a vuestro ájente en Londres. Es probable que vuestra Sociedad no tenga mu- chos libros para enviarnos en cambio al principio, pero el pais a donde ha nacido es sumamente rico bajo todos aspectos, especialmente en su fauna i en su flora. Puede ser que la Sociedad quiera recompensar a la Academia, enviándole objetos de historia natural (plantas, pieles preparadas, moluscos, insectos, reptiles, pescados, minerales &.^ ) Agradeceremos mucho su recepción i se uti- lizarán en beneficio de la ciencia. Tengo el honor de deciros, señor presidente, al terminar mi carta que la Academia aprecia altamente la superioridad i el espíritu de vuestra carta i que será mui grato para ella el tener relaciones frecuentes con vuestra Sociedad. Dignaos aceptar la espresion de mis sentimientos personales de alta con- sideración. W. TROLIK Secretario jeneral de la Academia Eeal de Ciencias, Amsterdam. Señor E. Uricoechea, Bogotá. ócüor Secretario de la Sociedad de Naturalistas Neo-granadinos. Bogotá, julio 22 de 1S59. Cumplo con el deber de contestar a U. su nota de 20 del corriente en la cual, acompañándome el correspondiente diploma, me comunica el nombra- miento de socio corresponsal que en mí ha hecho esta nueva i brillante So- ciedad. jSTo puedo menos que aceptar con suma complacencia tan honroso — 6 — iiomummienio. sintiondo profimclameiite a la vez, no poder corresponder a la Sociedad con esa contribución científica, que tan noblemente ambiciona de sus miembros para engrandecer sus anales ¿on objetos de instrucción. Mis servicios, pues, ¿eran nins-imos, o quizas sumamente limitados ; pero sean cuales fueren, tengo la satisfoecion de ponerlos a disposición de la Sociedad. Con sentimientos de consideración i respeto tengo el honor de suscribirme nnü atento serndor, Maxüel D. Carvajal. Señor Liborio Zcrda, tesorero de la Sociedad de Naturalistas Neo-granadinos. Poparan, setiembre 27 de 1S59. Estimado señor: — Adjunto a la apreciable carta de U. de 2 del mes próximo pnsado i la que no liabia tenido el gusto de contestar por habérmelo impedido las muchas ocupaciones de que estoi rodeado, he recibido el diploma de miembro corresponsal de la Sociedad de'Xaturalistas líeo-granadinos, que dicha Sociedad tuvo a bien espedir a mi favor. Acepto tal nombramiento i doi a la Sociedad las debidas gracias por el honor que me ha dispensado al conferirme tal empleo i vo ofrezco coadyubar con todo lo que pueda para el adelanto de las ciencias i progreso de la Sociedad. - Oportimamente remitiré a U. la cuota voluntaria con que contribuiré para los gastos que deben hacerse. ;Me suscribo de U. mui atento servidor, T. C. de Mosquera. SESIONES DE LA SOCIEDAD. Reunida la Sociedad el 1.° de marzo, a la hora acostumbrada, se leyeron las cartas siguientes. Una del seiíor J. de Perseval, Presidente de la Academia de Macón, la cual se contestó ñivorablemente. Una de la Socieda'd Jeolójica de Londres, remitiendo sus pubhcaciones. Una de la Sociedad Zoolójica de Londres con el mismo objeto. La socie- dad agradece el interés que toman sus Colegas en Em-opa i se hará digna de su protección. , En seguida se acordó la publicación del Boletín, i se continuó con la lec- tura de la Memoria del señor Vezga. DONACIONES. La Sociedad ha recibido : LAcnLAN, A 2^aper and resolutions on a unifcn-m system of meteorológica I observa.tions. LrxDEN, Hortiis Undenianii.?, I»"* livraíson, 1859. Carvajal, Elementos de jeometría aplicados cd dibujo, Bogotá, 1859. Peí señor J. M. Aguilar. Cuvier Le regne animal. 4 volúmenes. Del señor A. Lindig. Sprengel, Systema vegetabüium, 5 volúmenes. MEMORIA SOBRE LA HISTORIA DEL ESTUDIO DE LA BOTÁNICA EN LA NUEVA GRANADA, Presentada respetuosamente a la Sociedad de Natura- listas Neogranadinos, por Florentino Yezga, miembro '' fundador de la misma. .?<- ^^*1* BOTÁNICA INDlJENA. Aun permanece eíLvuelto en la noche del misterio el oríjen de los primeros habitantes de estas rej iones, i con él la época de su advenimiento, apesar de las prolijas indagaciones que con tal objeto se han hecho por los histo- riadores de la conquista de nuestra América. Si alguna vez se lograra salir de estas dudas ( lo que no es mui improba- ble, teniendo en cuenta el rápidc ■< engrandecimiento de las ciencias i el incremento inesperado de los descubrimientos arqueolójicos en los tiempos que corren) se podría entonces saber con certidumbre desde cuándo han sido contempla- dos i esplorados nuestros frondosos oquedales i espesos T)Osques; desde cuando la hoja del tabaco ha deleitado nues- tros sentidos i el delicado fruto del cacao ha sido saboreado por los hombres, recibiendo la poética denominación de alimento de los dioses (theobroma ) ; desde cuando, en una ]3alabra, nuestra rica i hermosa naturaleza equinoxial ha cautivado el pensamiento humano con la profusión de sus secretos i de sus dones, desde cuando ha abrazado la imaji- — 2 — uaciou con el fulgor de su majestad i tocado el sentimiento con los encantos de su infinita belleza. Pero sea lo que se quiera de ese oríjen i de esa época, todo liace creer que desde el momento en que el suelo americano fué hollado por plantas humanas, su vigorosa i variada vejetacion fué a la vez admirada i estudiada con cuidado. Por qué ? Porque, en efecto, estaba en el mas íntimo e inmediato interés personal de aquellos primeros moradores, cualesquiera que fuesen su actividad física e intelectual, su amor al trabajo, su inclinación al placer, su afición a lo bello i su grado de cultura moral, el aplicarse al estudio de los seres vejetales, fuera incoherente i capri- choso, fuera mas o menos metódico ; al conocimiento de sus propiedades salutíferas o deletéreas ; a la averiguación de sus cualidades económicas, industriales i agrícolas, i a la invención de medios apropiados para estraer los aceites, aromas, resinas, venenos, gomas, bálsamos i demás jugos o materias peculiares a cada orden o especie vejetal, no menos que a la observación de los medios i requisitos mas propios para la pronta jerminacion, desarrollo i fructifica- ción de las especies notables por la particularidad de sus formas, por lo pintoresco de sus coloridos, o por sus condi- ciones de nutrición, de medicación i de industria. Así que, todo lo concerniente a las plantas debió ser para los indios materia predilecta de observación i de trabajo intelectual, por la estrecha relación cpie tienen con el bienestar, como- didad i progreso de las sociedades. I si a estas meras conjeturas se agrega el hecho bien confirmado de que los aboríjenes eran mui adictos a las plantas i a las flores, como lo advirtieron los cronistas de la conquista, no es de estrañar que la tradición haya enco- miado la sabiduría de aquellos pueblos en punto a la veje- tacion que los rodeaba. Todavía se ven en las poblaciones de indios reducidos a la vida civil, individuos de esta raza que bajo el nombre de yerbateros gozan de crédito como curanderos entre sus cofrades, i curan en realidad algunos casos de enfermedad con sustancias vejetales ; i esto, no obstante que los indíjenas incorporados en la sociedad civi- lizada parece que lejos de mantener la robustez intectual i la fuerza física de sus antiguos padres, caminan volozmen- te acia el envilecimiento i aun acia la estincion absoluta. Se sabe ademas que en las tribus salvajes que pueblan nuestras inmensas rej iones incultas, las personas elejidas para el desempeño de las funciones del gobierno i del culto de sus respectivas tribus, sobresalen por lo común en el conocimiento de los vejetales de las comarcas que ocupan, i poseen secretos preciosos sobre las aplicaciones de estos, principalmente a la curación o alivio de las dolencias que mas los afectan o a que están mas espuestos. I de paso séame permitido notar, que esta predilección eleccionaria en favor de los indios botánicos prueba en mi concepto, aunque débilmente, que nuestros aboríjenes, que según Blumenbacli constituyen una raza especial que él llama TCiza americana^ descienden de los antiguos ejipcios, carta- j Ineses i fenicios, pues también en estos antiguos pueblos los gobernantes i sacerdotes eran esclusivos sabedores de los secretos sobre las virtudes de las plantas preciosas, << cuyos efectos asombrosos, como dice Zea, se apropiaron para atur- dir la razón." Ahora bien, investigar cual fuera la estension e impor- tancia de los conocimientos botánicos que tuvieran los aboríjenes, seria ciertamente una obra digna de toda clase de esfuerzos, por el provecho incalculable que de ella pu- dieran reportar las ciencias i las artes ; pero desgraciada- mente los conquistadores, en lugar de ser acusiosos en ha- cerse amar de aquellos para escudriñar, por medio del cariño, su índole i sus inclinaciones ; para obtener la revelación espontánea i por tanto completa de sus anales i tradiciones, i para apoderarse sin violencia de sus monumentos artísti- cos i de sus secretos, parece que mas bien se empeñaron por sus crueles manejos en correr un velo tan denso sobre las antigüedades, m'odo de ser moral i social i civilización de las sociedades indíjenas, que tal vez no serán bastantes a penetrarlo, al menos en mucho tiempo, ni la mas cons- tante solicitud ni la mas asidua i persj^icaz observación. Las crónicas que han llegado hasta nosotros, mui pocas noticias nos suministran sobre este asunto, i a mas de ser pocas adolecen de deficiencia i oscuridad. Echase de ver por esto que en los primeros años de la conquista la mayor parte de los españoles que arribaban a las playas de nuestro pais no eran verdaderos colonos, sino aventureros codiciosos, sin educación moral ni intelectual, sin intención de esta- — 4 — bleecr su vida i su sangre en estos lugares, sin aspiraciones nobles i elevadas, sin otro deseo, ni otra mira, ni otro pen- samiento que llevar el hacha fatídica del exterminio a todas las moradas indíjenas, i estender por todas partes el horror de la desolación, con el objeto de atesorar cuantiosas riquezas para volverse a disfrutarlas a su tierra natal. Los primeros jesuítas que vinieron a sembrar en el co- razón de los salvajes la fecunda simiente del cristianismo, tampoco dejaron indicación alguna sobre la historia social i natural délos indíjinas, seguramente porque, sistemáticos como han sido siempre los miembros de esta comunión re- lijiosa, quisieron comenzar por el principio el estudio de todo lo relativo a esta raza, para poder contar con mejor i mas seguro éxito. De aquí el empeño que pusieron en apren- der los diferentes idiomas indíjenas. I no hai que dudarlo : si el rei Carlos III no hubiera decretado la breve salida de estos sacerdotes del territorio sometido a su poder, salida que tuvo lugar en 1767, siendo virei del iSTuevo Eeino de Gra- nada el Teniente jeneral, marques de la Yega de Armijo, D. Pedro Messía de la Zerda, los jesuítas habrían legado a la posteridad la narración minuciosa i exacta de las leves, costumbres, índole i progresos de todo j enero de los prís- tinos moradores de esta parte del continente. Su consagra- ción a la lingüícultura indíjena correspondió muí bien a sus deseos, pues ya sabían espresarse con facilidad en los varios dialectos, habían entrado en estrecha comunica- ción con los indios, i se preparaban para acometer vastas empresas industriales i de comercio i navegación, de seguro muí cundiicentes a la pronta i perfecta conversión de esos salvajes a la vida civilizada, i eficazes para desenvolver la riqueza i felicidad del país í para abrir paso a la emigración. Mas Dios, que dirije la suerte i el destino de las cosas i de los hombres ; Dios, que vela sin cesar por el triunfo de su causa, que es la de la verdad i el progreso, había dis- puesto (]ue esta esplendida América fuese con el tiempo ancho i digno teatro de una nueva i hermosa evolución so- cial que debiera tener por inmediato resultado la libertad de las facultades humanas, la independencia individual, la igualdad de los derechos i la soberanía de los pueblos. Por eso, después de hal)erla sustraído por largos siglos a la opresión de la vieja rejedad, ocultándola entre los mares, la libró de la vara de los jesuítas, quienes a la larga, au- mentando sus riquezas, su influencia i su poderío, tal vez habrian concluido por extralimitar su misión relijiosa para enseñorearse enteramente de las colonias. En verdad es un hecho remarcable que el descubrimiento i colonización del Xuevo Mundo se verificara cuando la humanidad, por los adelantos de la civilización cristiana, estaba próxima a empezar una nueva edad histórica caracterizada por la fra- ternidad de todos los hombres, de todos los pueblos i cíe todas las razas. Parece que la Providencia ha procedido en esto como un buen padre con sus hijos. El agricultor sencillo mientras ve crecer a sus pequeñuelos, los educa en el trabajo del campo fértil, i luego que la edad los ha tor- nado fuertes, racionales i mesurados, les asigna un pedazo de terreno para que ejercitando sus miembros i desplegan- do su laboriosidad, hagan aplicación de lo que han apren- dido de la razón i de la esperiencia, i produzcan buenas cosechas, acreditando con su amor a las faenas i su buen comportamiento, que no desmerecian el favor chuela bondad paternal les dispensó. Pero volviendo a nuestro principal objeto, i por poco que se reflexione sobre el estado de los indios en la época de la conquista, es evidente, en buena sindéresis, que los que hablan organizado sociedades rejidas por gobiernos cons- tituidos, los que de un dia para otro levantaban ejércitos de cuarenta mil i mas hombres, los que tenian leyes pena- les i de organización i procedimiento judicial, los que sos- tenían cultos relijiosos provistos de templos, cánones, sacer- dotes i pontífices, los que respetaban un derecho de j entes que abarcaba los casos de paz i de guerra, seguramente no mii'aron con indiferencia el estudio de la naturaleza rica, multiforme, exhuberante, que los circundaba. Si en tiempo de los jesuítas, cuando los españoles hablan arrasado el territorio muisca, el mas civilizado i poderoso de los esta- dos indíjenas contenidos dentro de los límites de la actual Kueva Granada ; cuando con sus atrocidades hablan en- jendrado en el alma de los pobres naturales, el espanto, el dolor i el abatimiento ; si en ese tiempo, digo, todavía ha- bía mucho qué saber i qué admirar, ¿qué no seria cuando se ostentaba en todo su albedrío i esplendor la existencia de esas sociedades ? I sinembargo de esto, muí poco, casi nada, como antes dije, nos dejaron los descubridores i primeros colonizadores — 6 — en pnnto a noticias sobre la civilización indíjena. Mas bien podemos encontrar algunas, sobre todo si se reñeren a co- nocimientos botánicos, en los escritos de los ilustres natu- ralistas (jue para gloria de nuestro país florecieron a fines del siglo pasado i principios del presente. Hó arpií las cpie me lia sido dado recojer. Son pocas, pero no carecen de ínteres. Oportuno creo consignar al pié do cada una de ellas las reflexiones a que naturalmente dan márjen, para discriminar lo que tengan de útil, de verda- dero, de verosímil o de falso. A. — Los sacerdotes de Bocliica, deidad que tenía sus templos en las poblaciones de Sogamoso, Chía i otras, " vi- vían en estos emplos siempre célibes, guardando abstinen- cia, durmiendo poco í comiendo menos, consistiendo su alimento en la yerba llamada hayo. " La planta de este nombre debe poseer virtud anafrodí- siaca, i tanto por esto cuanto por que debe contener muchos principios alibles, seria de desear también su adquisición. B. — Caldas, el ilustre Caldas, siempre infatigable obrero de la ciencia, ha dejado la nota siguiente, consignada en una memoria que sobre el influjo del clima en los seres organizados pul)licó en el '' Semanario " de 1808 : — " En 18U3, dice, recorrí las selvas dilatadas de Mira, Bogotá, Santiago, Cayapas, ct.* por colectar las plantas de estos países ferazes í ardientes. Me acompañaba un Indio Noá- nama, célebre en el arte de curar a los mordidos de ser- pientes, de que abundan estos lugares. Cuando yo me es- estremecía a la vista de alguna í manifestaba mis temores, <3l Xoánama me sosegaba i me decía : No ternas^ llanco^ yo te cura.ré si te inca. Procuré de todos modos merecerme .su amistad, i halagaba su. pasión por la bebida, le hacia presentes ; i cuando creí que poseía su confianza, le pedí me manifestase sus secretos i sus yerbas. Convino, pero con reservas, i siempre ocultándose ide los demás compañeros de nuestras expediciones botánicas. De repente, se desvia- ba, cojía un ramo, í a solas me decía : Esta es Imena contra. Yo observaba, fijaba el jénero, diseñaba i describia la es- pecie. Varias veces repitió esta operación, i yo conocí mu- chas contras, usando del lenguaje de mi compañero. Pero lo que me admiró i llamó toda mi atención, fué que todas las plantas que me presentó como eficaces en la mordedura de las serpientes, eran de un solo j enero : todas eran Bes- lerias. ¿ Cómo este rústico jamás equivocaba el j enero, este j enero tan vario i capriclioso? La experiencia, un uso di- latado, una casualidad feliz lian enseñado seguramente a los moradores de los paises en que abundan las serpientes que tal planta es un remedio poderoso. La necesidad, la mas imperiosa de todas las leyes, liabrá obligado a buscar un sucedáneo en caso de faltar la jerba conocida. Las for- mas, el hábito, algunos caracteres mas notables, los babrán guiado en la comparación de las especies ; el suceso habrá correspondido a sus esperanzas, i la ciencia médica de los salvajes lia admirado a los filósofos. Un hombre que no ha oido jamas los nombres de Linneo, de familias, de j eneros, de especies ; un hombre que no ha oido otras lecciones que las de necesidad i el suceso, no podía reunir nueve o diez especies bajo de un jénero, que él llama Contra i los botá- nicos Besle^ria^ sin que tuviese un fondo de conocimientos i de esperiencias felizes en la curación de los desgraciados a quienes hablan mordido las serpientes. í^o pretendo que se crea sobre su palabra ; pero estos hechos deben llamar nuestra atención i estimularnos a que hagamos esperien- cias con todas las beslerias. Por fortuna el jénero está abundantemente esparcido en los paises ardientes i tem- plados, i no falta en los frios. Si corresponde el suceso ¡ qué conquista para la humanidad ! " Las consideraciones del inmortal naturalista i padre de la patria son tan sesudas, tan justas i tan claras, que me parece llamarán seriamente la atención de los botánicos i médicos amantes de la ciencia i del progreso. Ellas, después de afirmar mis precedentes raciocinios sobre lo que debió ser la botánica indíjena cuando los indios tenian existencia libre i feliz, comprenden dos puntos principales, i dan lugar a las inducciones siguientes : I."" que viviendo aquellos en- tre las selvas i los matorrales, i por consiguiente pudiendo observar sin interrupción todos los fenómenos i accidentes de la vejetacion, quizá eran i son aún mui naturales en su taxonomía, pues todo hace inferir que esta tiene por base ademas del hábito esterior de las plantas i de la conside- ración de ciertos órganos, la semejanza de cualidades de aplicación, i seria por lo tanto mui importante averiguar cuáles son sus reglas de clasiñcacion, o sii metodolojía, para tenerlas presentes en las controversias i discusiones que sobre este mismo asunto dividen a los sabios ; 2.^ que sa- biéndose que muchas especies del j enero de las beslerias se aplican como remedios poderosos contra la mordedura de las serpientes, seria una obra útil al público i altamente meritoria para los que quisieran emprenderla, colectar to- dos los individuos de este j enero, i hacer oportunamente esperimentos, por otra parte aprobados i aun aconsejados en el presente caso por la sana moral médica, pues que hai probabilidades de acierto que los justifiquen suficiente- mente, i ningún daño que temer. Procediendo de tal manera j^odriamos llegar a saber dos cosas : 1.* cuáles son las especies de que habla Caldas, i describirlas si no lo están ; 2."^ si es verdad que son efi- caces contra la mordedura de las serpientes, i en este caso cuáles tienen acción mas pronta i enérjica contra el veneno, con lo que la materia médica haria una adquisición de alto precio. Pudiera ser que también curasen la hidrofobia, i entonces seria una de las mas estimables ofrendas que pu- dieran ponerse en el altar de la civilización. C. — Asegúrase que los indios poseían el secreto de ablandar el oro por medio de sustancias vejetales, i que se han hallado obras de este metal en que se notan las arrugas o pliegues de la piel de los dedos como sucede cuando se amolda la cera. Taml)ien se dice que se vallan igualmente de sustancias vejetales para consolidar esas obras después que hablan recibido la última mano. Como se ve, esto es verdaderamente de sorprender. Si fuera cierto ( i no sale de los confines de lo posible ), bien empleados serian todos los sacrificios que se hicieran para desenterrar i revelar al mundo tan bello descubrimiento. Por lo que a mí toca, me inclino a pensar que, cono- ciendo los indios los medios ordinarios de hacer cambiar de estado físico a los metales, i habiendo llegado hasta noso- tros los instrumentos de que se servían para tal operación, así como algunas obras que dan señales de haber sido fa- bricadas por estos medios, el descubrimiento referido es poco digno de crédito, a no ser que por egoísmo del que lo hiciera liubiera cai8, tom. VI, páj. 397. Como se ha hallado el guaco en muchos valles calientes de los Andes, desde el Perú hasta Cartajena de Indias, i en las montañas de Ba- rinas, un gran número de personas deben su curación a este bello descubrimiento de Mutis. Si se conservan en el — IT — alcoliol las hojas i los tallos de esta planta, que a menudo se lia confundido con la ayapana, es de temer que pierdan su valor. El giiaco no se encuentra aún en todos los i)un- tos en que abundan las serpientes venenosas." Ahora bien, esta discrepancia demuestra claramente que sobre tal punto la opinión no está fijada universalmente, que hai vacilación, que no existe completa certidumbre ; i es bueno que toda duda sea disipada por entero. Para tal efecto el documento de Matis anteriormente copiado arroja toda la luz apetecible. Lejos de mí la intención de dar mas crédito al dibujante granadino que al célebre sabio prusiano ; empero, viendo las cosas imparcialmente, soi de parecer que debemos atenernos en la presente discusión a las pala- bras del primero. Los pensamientos espresados en el trasunto que se acaba de ver, los formuló Ilumboldt repasando lo que sobre la materia liabia leido, i recordando quizás algunos lijeros informes verbales que le diera Mutis ; fuentes ambas que no pueden ser mas exactas que el dicho de Matis, cuyo carácter personal se distinguía por la mas escrupulosa veracidad. Ademas, se sabe que este descubrimiento tuvo lugar cuando Matis era empleado subalterno de la Espedi- cion botánica, de que Mutis era jefe superior ; i no se debe olvidar que en esta clase de establecimientos existe por lo regular cierto grado de mancomunidad tanto en los trabajos i penas que imponen, como en las ventajas i fama que pro- curan ; mancomunidad que no siempre es mas onerosa, pero que siempre es mas provechosa para el individuo que en ellos hace cabeza. De manera que, ya por las razones espuestas, i ya te- niendo en consideración, por una parte, que Matis debia conocer mucho mejor que Humboldt los antecedentes i pormenores de éste descid)rimiento, i por otra, que la rela- ción de aquel está cónsona con lo que sobre el mismo asunto ha creido el público de su pais i con lo que dicen sus contemporáneos i amigos, parece incuestionable que tal relación es un documento digno de toda fe. I bien, ^/[ué resulta de e.ste documento? Que Matis, aunque es cierto que adquirió para la ciencia i la puldici- dad la mikama (jiiaco ', aunque es cierto que hizo de esta planta una prueba heroica en que, por tributo a la causa de la verdad i del bien jeneral, expuso su propia vida, con todo, no es acreedor csclusivo a la gloria que este lia- — 18 — llazgo deba reportar. La sagazidad i buen sentido del negra Pío reclaman en justicia Tina gran parte délos lanros. Por lo demás, el descubrimiento es indíjena en su oríjen, ora se le deba a él, ora a los indios del Chocó. 2.0 Yamos ahora a examinar el grado de valor que ten- gan los esperimentos hechos con la mikania gicctco contra el veneno de las serpientes. El esperimento resultante del arrojo de Matis, me atrevo a aseverar que nada prueba, i diré por qué. Matis tan luego como sintió herida su mano por los colmillos de la culebra, se apretó con la otra mano para esprimir el veneno, i ademas el negro Pió le chupó la mordedura, es decir, que hubo aplicación de dos de los principales medios que aun en el dia son la última palabra de la ciencia contra este accidente, a saber: la suc- ción, la compresión i la cauterización ; i está demostrado que aplicando inmediatamente los dos primeros ajentes terapéuticos, como sucedió en el caso de Matis, el virus no produce ningún funesto resultado. Por consiguiente, su arrojo fué inútil, pues dejó en pié la difícultad que con él se propuso resolver. Xo seria lo mismo si una vez mordido por la serpiente, no hubiera hecho uso de ninguno de ellos. Mas, los esperimentos subsecuentes a este de Matis, pruel:)an en favor del guaco de un modo concluyente. Tal es el hecho de que los muchachos de Mariquita jugaban mucho con las culebras sin haber sido mordidos por ellas ; i i)rueba mas todavía el de que mordido uno de ellos, que estalja sin duda curado, no sufrió otras novedades que las provenientes de la copiosa hemorrajia consecutiva a la ruptura de un vaso importante, a cuyo accidente se añadió la posterior accion.sedativa del agua fria. En efecto, ])or una parte aquí no se hizo uso de la succión ni de la com])resion, i por otra los síntomas desarrollados después del baño fueron, según parece, los de todas las pérdidas súbitas de saugre en cantidad considerable. Afortunada- mente el muchacho no murió ; pero aunque semejante desgracia hubiera acontecido, no por esto habría dejado de ofrecer un dato de mucha importancia para justificar la virtud preventiva del guaco contra el veneno de las serpientes. 8.^ Tocante a su a])Hcacion contra el virus Jiidrofóbieo, su éxito en los casos reíei-idos })arece demostrar que también ir<»za de virtud en esta enfermedad. Para que se palpe bien — 19 — la trascendencia de este punto, trascribiré el siguiente acápite de la Patolojia interna del afamado profesor M. GrissoUe, artículo rabia : " Contra la rabia declarada, dice, se. han empleado una multitud de remedios ; los princi- pales son : las sangrías bajo todas las formas ; la belladona, el opio, el musgo, el alcanfor, el castóreo, el arsénico, el mercurio, el nitrato de plata, las cantáridas, el amoniaco, el sulfato de quinina, el ácido cianhídrico, el cloro &''^, todo a dosis con frecuencia enormes ; el galvanismo, i hasta la mordedura de la víbora i las inyecciones de agua en las venas. Esta enfermedad es tan terrible, tan necesariamente fatal, que justifica todos los medios que contra ella puedan emplearse. Esperamos que a fuerza de esperimentar (por- que en este caso la esperimentacion es un deber para todos nosotros), algún jenio feliz encontrará algún día el espe- cífico. " A propósito de esto debo recordar, que en el tomo pri- mero de los Trahajos cient'^ficos del ilustrado médico gra- nadino doctor Antonio Yárgas Héjes, consta que él ha obtenido buenos efectos de la aplicación de la pasta de Yiena sobre la herida causada por los dientes del animal rabioso, haciendo ademas tomar al paciente por algunos días un poco de cedrón disuelto en alcohol o en aguardiente. Los hidrófobos tratados por este método no han sufrido des- pués ataques de rabia, lo cual es verdaderamente un suceso maravilloso en una enfermedad tan mortífera i tan invul- nerable hasta el dia. E. — En otro cuaderno también autógrafo del mismo bo- tánico Matis se lee lo siguiente : ^^ IJn sujeto de-^'erdad me ha referido un caso que sucedió el año de 1824 en esta capital (Bogotá) con un indio tegua, a quien un médico quiso examinar en medicina. Que el dicho indio le dio una jerbita diciéndole, que la oliera i le dijera qué yerba era i qué virtud tenia. Que a poco rato de haberla olido el médico, se soltó en sangre por las nari- ces ; i viendo que no paraba la sangre, le dijo al indio que con qué se la contenia. El indio le contestó : tú que eres médico, detenía. Tuvo el médico qué suplicarle se la con- tuviese. Sacó el dicho indio otra yerba i le dio que oliese, i se le contuvo el flujo. " Este relato se halla en el manuscrito después de unas líneas en que el autor describe someramente el jen ero do — 20 — hongos llamado J9¿'2226í. Esta circunstancia induce a pensar que tal vez creyó dotadas de alguna de las projiiedades liemorrájica o hemostática las especies de ese j enero. Si así ]io fuera, no podria esplicarse ])or que razón Matis interc§il6 tal cuento en un mero apuntamiento de plantas conocidas por él. Pero si se tiene en cuenta que a la idea del ser siem- pre se asocia la de sus atributos, i si se aplica esta regla de criterio en la presente ocasión, nada habrá que estrañar, i la curiosidad se verá estimulada a es])erimentar todas las especies depeziza. Pasmosa es la simple lectura del hecho, el cual ejerce ademas grande atractivo sobre la facultad observadora, i nos da a comprender hasta dónde llegaba el saber botánico de los indios. F. — Hace muclio tienq)o que los indios se hacen temer por un veneno violento que lleva el nombre de curare, con el cual untan la punta de sus flechas i causan una muerte instantánea e inevitable. El padre Gumilla, a quien se deben las primeras noticias circunstanciadas sobre este veneno, dice que la tribu cave- rre, la mas inhumana, bruta i carnicera de cuantas en su tiempo se mantenían en las riberas del Orinoco, retenia el secreto de su oríjen i fabricación, logrando una pingüe renta proveniente del consumo que las demás naciones bárbaras íiacian de tal sustancia. Esta, según el mismo padre, no tiene sabor ni acrimonia especial : se pone en la boca i se traga sin riesgo ni peligro alguno, con tal que ni en las encías ni en otra parte de la boca haya herida con sangre, porque toda su acción es contra este líquido, en tanto grado que tocar una gota de sangre, i cuajarse la del cuerpo con la velocidad del rayo, todo es uno. Una herida leve, un rasguño igual al que hiciera la punta de un alfiler, acarrea una muerte tan pronta que el individuo " apenas puede decir tres veces Jesús.'' El padre cree cjue el efecto del curare es enfriarla sangre súbitamente, i ])ai'alizar la circulación de este fluido, ])or cuya razón dice ([ue los indios no tienen el menor cs- crúpuhj en comerse la caza que hacen con sus flechas en- venenadas. " Es de saber, continúa el reverendo misionero, que toda la i)onzoria del curare se orijina de una raíz del mismo nom- bre, tan singular i única, que solo es raíz de sí misma, sin arrujar jamas hojas ni retoños ; i aunrjue crece, siempre va escondida, digámoslo así, temerosa de manifestar su oculta • —21 — malignidad ; i para que se escondiese mas le señaló el Autor de la naturaleza, no la tierra común al resto de las plantas, sino el cieno podrido i corrupto de aquellas lagunas que no tienen desagüe: de manera que sus aguas solo en caso de grave necesidad se beben, por ser gruesas, de mal color, peor sabor, i de hedor correspondiente. Entre el cieno co- rrupto sobre que descansan aquellas aguas pestíferas, nace i crece la raíz del curare^ parto lejítimo de todo aquel con- junto de inmundicias ; sacan los indios caverres estas raízes, cuyo color es ¡^ardo, i después de lavadas i hechas pedazos las machacan i ponen en ollas grandes a fuego lento : bus- can para esta faena la vieja mas inútil del pueblo, i cuan- do esta cae muerta a violencias del vaho de las ollas, como regularmente acontece, luego sustituyen otra del mismo ca- libre en su lugar, -sin que ellas repugnen este empleo, ni el vecindario o la parentela lo lleve a mal ; pues ellas i ellos saben que este es el paradero de las viejas. Así como se va entibiando el agua, va la pobre anciana amasando su muerte, mientras de olla en olla va estregando aquella raíz macha- cada para que con mas facilidad vaya espeliendo su tósigo en el jugo de que se va tinturando el agua, que no pasa de tibia, hasta tomar el color de arrope claro : entonces la maes- tra esprime las raíces con todas aquellas pocas fuerzas que su edad le permite, dejando caer el caldo dentro de la olla, i las arroja como inútiles: luego añade leña, i empieza de recio el cocimiento ; i a poco rato de hervir las ollas, ya ato- sigada, cae muerta, i entra la segunda, que a veces escapa, i a veces no. " Cobra finalmente punto el cocimiento, merma la tercera parte del caldo, i condensado ya, grita la desventurada co- cinera, i acude al punto el cacique con los capitanes i el resto de la jente del pueblo al examen del curare^ i a ver si está o nó en su debido punto : i aquí entra la mayc)r admiración de toda esta rara maniobra. Moja el cacique la punta de una vara en el curare^ i rd mismo tiempo uno de los n.ocetones concurrentes con la punta de un hueso se hace una herida en la pierna, muslo o brazo, donde le da gana, i al asomarse la saiigre por la boca de la herida, acerca el cacique la punta de la vara con el curare^ sin tocar la sangre, porque si la tocai'a i retrocediera, inficionara toda la de las venas, i muriera luego el paciente : si la sangro que iba a salir retrocede, ya esta el veneno en su punto ; — 22 — si se qTiecla asomada i no retrocede, le falta ya poco ; pero si la saii<»:re corre por afuera como naturalmente dc^be co- rrer, le falta mucho fuego : i así le mandan a la triste anciana, (pie prosiga en su maniobra, hasta qne repetidas después las pruebas necesarias, aquella natural antipatía con que la sangre se retira violentamente de su contrario, les mani- fiesta que ya el curare subió a su debida i suma actividad. *' Yo he tenido muchas veces el curare en mis manos, i aunque no soi testigo ocular de la referida maniobra, tengo su individual noticia por tan seguros conductos que no me dan lugar a la menor duda o sospecha. " Xi es menos digna de saberse la duración de este ve- neno ; esto es, la obstinación con que mantiene toda su ac- tividad i vigor hasta que se acaba de gastar todo, en medio de tenerlo los indios sin resguardo alguno, sin tajíar las olli- tas en que lo compran, sin evaporarse, ni perder un punto de su mortal eficacia. Esto es mucho ; pero en fin, como allí está junto i condensado, no es de admirar que se man- tenga toda su actividad. Lo singular i digno de reparo es, que una vez untadas las puntas de las fiechas con mui corta cantidad, tal que apenas llegará a un adarme lo que recibe cada punta, en aquella corta cantidad mantiene i guarda su fuerza largos años, tantos cuantos gasta el dueño de la al- jaba o carcax en gastarlas. De modo que hasta ahora no se ha esperimentado que por largos años que aquella corta untura haya estado sin resguardo alguno en la punta de la flecha, haya jamas sido menor la fuerza del maligno curare. Sola una cosa reparé en varios viajes de aquellas selvas, i era que al sacar los indios las flechas de la aljaba, o para matar monos o jabalíes, o ])ara los rebatos repentinos, lo mismo era tener la flecha envenenada en sus manos que re- volver la punta del veneno, i metérsela en la boca. Pregún- teles la causa, movido de mi continua i natural curiosidad, i me respondieron siempre : que con el calor de la hoca i la huvudml de la saliva^ 'se aseguraba 'mas el iiro^ avivando la actividad del curare. " Estos párrafos servirán de punto de partida en el examen de todo lo concerniente al curare, así como han servido a todos los viajeros europeos que han venido a estudiarnuestra . — 9 — tas ciencias se liau enriquecido ya con el conocimiento de alguna parte de los tesoros que encierra un pais tan privilejiado por la naturaleza, i el cultivo de su estudio debe ser provechosísimo en el mundo intelectual. Por su parte, don Antonio Remon Zarco del Talle procurará corresponder a la indicación que se le hace, relativa a la biblioteca de la misma Sociedad. Madrid, 8 de octubre de 1859. AiíTONio Remox Zarco del Valle, Presidente de la Academia Eeal de Ciencias de Madrid. Señor J. M. Aguilar. París, 21 de agosto de 1S59. Mi estimado señor i amigO": En el pasado correo recibí la mui grata de usted con el diploma de socio corresponsal que la Sociedad de Naturalistas ISTeo-granadinos se ha dignado conferirme, i por el cual se servirá usted tributar a la Sociedad las mas espre- sivas gracias. Fuera del honor que c6n esto recibo, tengo la satisfacción de ver que mi nombre vive aún en Bogotá entre la juventud estudiosa. Durante mi mansión en la Nueva Granada, hice cuanto estuvo en mi poder para desarrollar allí el gusto de las ciencias naturales ; arreglé, después de un trabajo ímprobo de mas de un año, el museo mineralójico, que me entre- garon como maizes en un costal, sin letreros i sin números ( quien sabe si estará otra vez revuelto ! ) En los certámenes, en las aulas, siempre ti'ataba de volver cuestión prin- clpaX los incidentes de anatomía comparada o de botánica que se presentaban : por entonces tuve la desgracia de predicar en el desierto : los espíritus aun no estaban maduros, i no encontré ningún estímulo, mas bien oposición, de parte de la autoridad científica i civil. ] Cuan feliz hubiera sido si hubiera en- contrado una sociedad ya dedicada a estos trabajos ! Hoi por desgracia los cuidados materiales i muchas ocupaciones diversas no me permitirán, lo temo, corresponder como lo desearla i seria conveniente al honor que se han servido conferirme. Su obediente servidor. E. Raiipox Señor E. Uricoechea. Salgado, en la Aldea de Suba, octubre 1." de 1859. Al señor Secretario de la Sociedad de Naturalistas Neo-granadinos. He recibido la apreciable nota de usted en que se sirve comunicarme que la Sociedad me ha nombrado socio corresponsal, el diploma de tal i los esta- tutos de la Sociedad. El honor que la Sociedad me dispensa es de tal magnitud para los que como yo saben apreciar en su justo valor el objeto de ella, que no vacilo en aceptar este nombramiento, dándole por conducto do usted los debidos agra- -/7iiOite. 1S59. — Memoria ■wbrc las antigüedades neo-granadinas — Alvaro Reincso. liecher- ches sur le Curare, París, 1855.— Dana, On an isothtrmal oceanic cliart. i varios otros cuadernos. — Axdré Poey, Svitplément ou tabican chronobgiqw; des tremblements de terre ressentis a V ile de Cuba de 1851 a 1855. — Des caraderes pliysiipus des cckdrcs en boukí. — m — - LA BOTÁNICA DESDE 1816 HASTA 1859. I Esparcidos por el terror i ocultos en lugares donde no pudiese penetrar la saña de Morillo i Sámano, permane- cieron los restos de la Espedicion botánica durante los úl- timos años de la lucha sangrienta por la independencia. Estos restos se reduelan a Yalenzuela, cura de Bucara- manga, que por escrúpulos de su deber sacerdotal fué el que menos trató de escapar de la persecución, Matis i sus compañeros pintores, Zea i los señores Mutis, sobre todo Sinforoso, ardiente patriota dejado con vida tal yez por consideración a su sangre. El suelo neogranadino era ya un gran desierto : la guerra, los patíbulos i el destierro no liabian dejado en su ancha superficie casi ningún hombre notable por el talento i las armas. De los pocos habitan- tes que tenia en 1810 la Nueva Granada, hablan perecido mas de 2,500 hasta 1818 ; i estos eran la flor del espíritu, del valor i del patriotismo. II Dejamos a Zea en Madrid en 1805, en cuya ciudad permaneció, después de haberse casado, hasta 1807, desem- peñando con admirable habilidad sus empleos científicos, redactando el Mercurio de España i el Semanario de Agricultura, importantes publicaciones tenidas entonces i lioi mismo como de las mas notables de la lengua espa- ñola, i escribiendo también algunas Memorias sobre las quinas de la Nueva Granada i nna bellísima descripción de la cascada de Tequendama. "En la época de la revolución de Aranjuez, dice su biógrafo Plaza, fué nombrado por el nuevo gobierno miem- bro de la Junta reunida en Bayona, en 1808 ; luego se le confirió la dirección de una parte del Ministerio de lo In- terior, i mas adelante la Prefectura de Málaga, cuyo des- tino conservó hasta la retirada del ejército francés, acia fines de 1812. Afiliado en el bando -de los afrancesados se tuvo que trasladar a Inglaterra, en donde permaneció has- ta 1814, de donde salió para reunirse con el Jeneral Bo- lívar, acia el cual lo llamaban sus simpatías americanas." 1<^ Abbii. »« 1861. — 172 — Al pisar los franceses la frontera de Esj^aña, proporcio- naban a la América una coyuntura muí favorable, que ella supo aprovechar, para romper las cadenas coloniales. Cual- quiera que fuera el éxito de su invasión en el suelo il)érico, los resultados de esta invasión para los americanos siempre serian buenos; porque, triunfantes, habria independencia americana incruenta, o por lo menos dependencia digna i Justa ; i desalojados, siempre la America reportaría la venta- ja de poder disponer de tiempo para armarse i prepararse a sostener su voluntad. Ademas, los franceses llevaban en las • puntas de sus bayonetas el programa de los pueblos, cuan- do en España reinaban sin oposición alguna el absolutismo i la Inquisición. ¿Cómo, pues, no habia de ser Zea de los afrancesados? Por otra parte, buenas disposiciones veria- él en el nuevo gobierno para protejer los intereses- ameri- canos, cuando se liizo uno de sus mas decididos partidarios i de sus mas intelij entes servidores. Des])ues de haber hecho una corta mansión en Jamaica i visto que no podia pasar a ISTueva Granada por estar sub- yugado este país por Morillo, Zea llegó a Yenezuela, don- de a la sazón hacií» prodijios de táctica i de valor militar el gran Bolívar, i fué nombrado en el acto Intendente je- neral del admirable ejército independiente. La revolución necesitaba de una cabeza tan bien organizada e ilustrada como la de Zea: el ejército adquirió un tono que no habia tenido, Bolívar empezó a dirijir la política i la guerra con mas cordura i mas tino, i la causa de la independencia co- menzó a tomar mayor consistencia. Era que hasta enton- ces solo habia luchado con los españoles en Yenezuela el jenio guerrero, al cual acababa de aliarse el jenio político; i desde ese momento grandes i prontos resultados debían sellar la gloria de la revolución. III Las ciudades i provincias que las armas independientes habían i'cdimido de la esclavitud española, no tenían aún fuero civil ni majistrados formales. Bolívar i sus lugar- tenientes ejercían a un tiempo en esas comarcas un mando ilimitado i arbitrario, i esto podia ceder a la larga en per- juicio de la misma independencia. Zea conferenció con el Libertador sobre tales inconvenientes i peligros, i de estas conferenoias surjió la creación de un Consejo de Estado, "Cen residencia en la ciudad de Angostura, dividido en tres departamentos admioistrativos, habiendo sido nombrado ■Zea presidente del de Hacienda i íí'egocios de Estado. Mas tarde, cuando las falanjes españolas hablan dejado li- bre gran parte del territorio venezolano, Zea ayudó a fo- mentar la reunión de un Congreso que diera a Yenezuela una forma política definida, i cimentara la emancipación i el crédito de aquel pueblo ; i este Congreso memorable se instaló en Angostura, en febrero de 1819, nombró a Zea para su presidente, aprobó todas las providencias militares i políticas dictadas por Bolívar, organizó el poder público i elijió para presidente del Poder Ejecutivo a Bolívar i para vicepresidente a Zea. En poco menos de un año que duraron las sesiones de este Congreso, las campañas fueron mas prontas, mas gloriosas i fecundas, i la causa de la in- dependen<íia se tornó mas grata a los pueblos, mas impo- nente a los enemigos, i mas simpática i respetable a las na- ciones. Lejislando en las cálidas riberas del bajo Orinoco, bajo la sombra de selvas seculares, en medio de sangre i ■osamentas, amenazado por un ejército de realistas crueles e implacables, i rodeado por otro ejército de patriotas, altivo, aguerrido, acostumbrado ya a las vias de hecho, ese Con- greso, -sinembargo, tuvo tanto decoro, tanto acierto, tanta autoridad, que no dejó ni una débil señal de infamia, ni un desatino, ni una huella de debilidad. Compuesto de hombres prominentes, los raudales de elocuencia que ma- naron de allí, se estendieron por todo el ámbito americano, pasaron los mares i fueron a encantar las viejas civilizacio- nes. La palabra de Zea sobresalía en medio de aquel cuer- po de oradores, como sobresale el Chimborazo en medio de las alturas andinas. Después de resonar en las olas del gran rio i en el follaje de los altos montes, aquellos ecos so trasmitían a los ángulos del mundo por las prensas del Co- rreo del Orinoco, periódico que dirijia el mismo Zea, i que servia de órgano oficial al Congreso i a la administración. TV j Principió el Congreso por organizar la República de Venezuela i acabó por crear a Colombia ! Sancionóse la lei sobre unión de Yenezuela i JSTueva Granada el 17 de diciembre de 1819, por unanimidad de votos, entre los cua- ies debemos notar, fuera del de Zea, el del sentimental — 174-— poeta í saLío escritor Salazar, hijo de Antíoqtiía, qtie tan- tas ocasiones he nombrado en este escrito, i que escapada de his íi^arras de Morillo se habia refujiado en Gnayana, í hiego habia sido elejido miembro del Congreso, habiendo escrito durante las sesiones i publicado en El Coereodei> Orinoco varias poesías patrióticas llenas de luego í de su- blime inspiración, i su Memoria biográfica de la Nueva Granada, de la cnal hemos bebido mucha instrucción so- bre vai'ios de los hombres que figuran en esta. Después de haber firmado los diputados la lei, Zea que presidia el •Congreso, se puso en pie i dijo en alta voz : "" La Kepúbliea de Colombia queda constituida. ¡Yira la Eepiblica de Colombia!" Aquel mismo dia se hicieron las elecciones de altos majístrados ; Bolívar fué nombrado presidente, i Zea vicepresidente. Con &u elocuencia templada i arreba- tadora, Zea espuso al Congreso, que aunque cuatro veee& habia renunciado la vicepresídencía de la República de Venezuela, porque las circunstancias requerían mas bien un poder militar quenn poder civil, sinembargo, creyendo que ahora podia ser útil a la patria, aceptaba la segunda dignidad de Colombia, " cuyos pueblos, decía, especial- mente la Nueva Granada, mi país nativo, han mirado siem- pre con benevolencia mis esfuerzos por su libertad. Yo manifesté desde niño este deseo, desde niño padecí por él, por él he vuelto a América, por él vivo i por él mo- riré ! Acepto con agradeciendo la vieepresidencia, que desempeñaré mientras crea que puedo ser útil, i que re- nunciaré cuando piense que no lo soí. La acepto con el objeto de cooperar a la ejecución de los grandes planes que el Congreso tiene meditados en favor no solo de Colombia sino de toda América, i de contribuir a consolidar la reu- nión dichosa que acaba de establecerse. Este no es mas que el primer paso de una carrera inmensa," Grande fué el empeño de Zea por la fundación de Co- lombia, tal vez mas grande que el de Bolívar: cabeza eí uno, i brazo el otro, de la gran Eepública, Colombia debía anunciarse al mundo con esplendorosa majestad. Cerró sus sesiones el Congreso en enero de 1820, i al ponerse en receso, Zea terminó el ejercicio de la presiden- cia de esta corporación, escribiendo un razonado, enérjicc» i muí bello manifiesto a los pueblos colombianos, en que les habla de las ventajas i de la necesidad de cwiservar la nueva nacionalidad. — 175 — Pero Colombia debía hacerse reconocer en la familia de las naciones, i debía fortalecerse con todo j enero de recur- sos para sostener su reciente independencia i libertad. Ko había en todo Colombia un hombre mas propio i hábil que el vicepresidente para desempeñar estas dos grandes mi- siones. En consecuencia Bolívar le espide las credenciales, tíl vicepresidente se pone en camino, llega a Londres, a Madrid, a París, donde nada le eoje de novedad, ni cien- cias, ni hombres, ni lenguas, ni costumbres, hace cono- cer a Colombia por medio de libros i artículos de perió- dico escritos con su pluma de oro, se dirije oficialmente a las cortes i a los ministros, es reconocido i considerado por las principales potencias como ájente diplomático de un pueblo que ha conquistado su independencia a fuerza de heroísmo i de virtud, lleva en triunfo por todas partes el nombre de Colombia, arranca a los poetas cánticos, i salu- taciones a los filósofos, en loor de Colombia, hasta que, mi- nada su salud por los trabajos i las contrarias grandes emo- ciones de su vida, el primer vicepresidente de Colombia muere en la aldea de Batli, cerca de Londres, el jueves 28 de noviembre de 1822- Y Con Zea murió la ultima esperanza que pudiera ha- berse tenido sobre readquirir las colecciones i manuscritos de la Espedíeion, o sobre hacer que la ciencia aprovechara esos materiales tan pi-eciosos. En efecto, como ya se ha visto, él había sido el segundo com|)íiñero del gran Mutis, i por la índole de sus funeloiies como tal, una buena parte de los manuscritos debían proceder de su pluma ; de mane- ra que, interesado por su propia gloría i la de su patria, tal vez habría podido recabar, con su influjo de ministro diplomático, la entrega o el aprovechamiento de los traba- jos i materiales de la Espedicion i de Caldas. Aparte de esto, el mejor catedrático de cosmolojía, i sobre todo de botánica, para Colombia, hubiera sido este sabio universal, íiun en comparación con el gran Mutis, con Caldas i con Valenzuela, porque nadie tenia mas luces que el, ni mas persuasiva i seductora elocuencia. •; I qué fecundo en re- sultados trascendentales hubiera sido el que el gran Zea, cuyas lecciones no dejaban qué envidiar cuando su voz re- sonaba en la üniverdad i el Eeal Jardín botájiico de Ma- — 17(3 — drid, liubiesc enaltecido con ellas el liombre de Colombia^ i restablecido en su país, de rica naturaleza, ese gusto i ese entusiasmo ]:)or ella, apagados cruelmente por ]a cucliilla paciñcadora ! Durante su ajitada permanencia en Yene>:uela, ya en los campamentos entendiendo en la economía del ejército i suministrando su consejo para los planes militares, ya en Angostura dirijiendo los trabajos lejislativos, echando los fundamentos de una fuerte nacional/dad i estableciendo su fisonomía política, no era posible que Zea dedicase- largos ratos a las escursiones botánicas, apesar de hallarse rodeado de una vejetacion que convida a esplorarla. A lo mas mitigaría las fatigas de la política i los contratiempos de la a'uerra con algunas familiares conversaciones sobre los fenómenos de Ya fisiolqjía vejetal, sobre la armónica distribución de las plantas en la superficie del globo o so- bre la protección que las sociedades europeas prestan a los jardines, gabinetes i colecciones naturales, como indispen- sables para el progreso de estas ciencias. Entonces su ros- tro un poco irregnlar, su boca de forma oratoria, su nariz curva i larga, su frente ancha i sus ojos pequeños, vivos, brillantes i velados por hondas órbitas, espresarian la dul- ce serenidad que comunican siempre a las facciones las i^- creaciones físicas. A veces se turbaría esta serenidad, recordando, acom- pañado de su ]niisano Salazar, los nombres de Mutis, Cal- das, Lozano, Camacho, Pombo, Cabal, Toríces, Ulloa, to- dos esos amigos i compañeros suyos asesinados en los ca- dalsos españoles, i desahogando ambos su corazón en rios de tiores i de lágrimas. La contemjdacian de los lugares de sus estadios i de sus mas gratas espansiones juveniles, ahora regados con sangre querida, desolados i oprimidos bajo la dura planta délos reconquistadores, les arrancaría tiernos lamentos i vehementes im])recaciones. La perdida de tan- tos trabajos científicos como los que ea^'eron bajo la mano devastadora de Enrile, la orfandad i la miseria de tantas familias ilustres mutiladas i confiscadas ; luego la libertad que acababa de conquistar el suelo granadino, debida a los triunfos admirables de Gámesa, Eonza i Eoyacá; des- pués la idea de encaminarse. Zea ])ara Enropa i Salazar para el Norte-América, ambos con igual objeto, teniendo ambos que renunciar al retorno de la patria, a la vista de ■ — 177 — los parientes i de los amigos, de sus paseos infantiles, de sus planteles escolares, de su cielo, de su hogar i de sus montes nativos, todo esto, ora alternado, ora simultáneo, les traerla sucesivamente, o a la vez, dolor i alegría, ani- mación i desfallecimiento, ciegas resoluciones i vacilacio- nes angustiosas. ¡ I como los huesos de Zea, en Albion, reposan también en estrañjera tierra, en el cementerio del padre Lachaise, los del eminente Salazar ! YI Muerto Zea, quedaron Mutis, Yalenzuela i Matis. Mutis fué elejido diputado al Congreso reunido en Cu- enta en 1821, que ratificó la creación de Colombia hecha por el de Angostara ; asistió a las sesiones desde el primero hasta el último dia, puso su nombre al pié de la Constitu- ción colombiana espedida por aquel Congreso, i luego se dirijió a Bogotá, donde falleció el 24 de agosto de 1822. Patriota vehemente i constante desde fines del siglo pa- sado hasta el dia de su muerte, nunca transijió con la do- minación española, ni dejó rastro alguno desdoroso para su memoria en su larga carrera de inquietudes i sufrimientos por la libertad e independencia de su patria. Entre los po- cos jéneros botánicos publicados por la Espedicion antes de la guerra de 1816, se encuentra el consiiegria consagra- do a él por el gran Caldas con estas palabras : líoo genus D. Sínjpliovoso Míitis et Consuegra^ qui Cinchón ariLm IIÍs- toriam et Monograjpliiam jjerfecit^ absolvit^ et Floram Bo- gotensem assiduo lahore et stitdio parat. Las previciones fatales de Caldas acerca de la poca habilidad i poca dili- jencia de don Sinforoso, habían sido del todo desmentidas por los resultados. Conociendo seguramente la injusticia que habia cometido su tío al sobreponerlo a Caldas, don Sinforoso habia puesto los medios de hacerse digno de aquella elección. Por otra parte su carácter apacible, su fisonomía noble i su fina educación debieron granjearle a la larga las simpatías de sus adjuntos Caldas i Lozano. Yalenzuela, ya anciano i achacoso, no por eso dejó de ser hasta el fin de sus dias un cura ejemplar, ni abandonó jamas el cultivo de la ciencia de las plantas. Sus funcio- nes como párroco tenían una estension vastísima, pues comprendían el dogma, la moral i el progreso intelectual i — 178 — material de sns feligreses. Persuadido de que una indus- tria, un camino, un nuevo método de cultivo, un constante buen ejemplo, contribuyen mucho mas a la moralidad del pueblo que los mas elocuentes discursos i las mas razona- das insinuaciones, estableció en su curato la manufactura de tejidos de algodón i el cultivo de esta sementera i del trigo, hizo montar un buen molino harinero a las orillas del rio Suratá, fomentó la apertura de vías de comunicación, i no dio lugar a que su conducta fuese motejada por nadie. La huerta de su casa en Bucaramanga era un pequeño jar- din botánico beneficiado por sus propias manos, donde reu- ma algunas veces a los principales vecinos para darles lec- ciones prácticas de cultivo i aclimatación vejetal. Siempre amigo del adelanto de las luces, íue uno de los hombres que mas contribuyeron al establecimiento de los estudios médicos en la IS^ueva Granada, ofreciendo de su peculio premios pecuniarios a los estudiantes que sobresalieran -en ellos, i redactó la constitución del Colejio de Mompos, ha- biendo sido nombrado rector i catedrático del mismo Co- lejio, empleos que no desempeñó porque su prelado no quiso otorgarle licencia. Después de haber llevado una vida de virtud i de estudio, tuvo un fin tanto mas horro- roso cuanto mas inesperado : unos hombres de apellido Bre- tón, entraron por la huerta de su casa a prima noche, lo sorprendieron en su cuarto de estudio sentado en una ha- maca, le dieron dos puñaladas mortales, i al día siguiente, 31 de octubre de 1S33, espiró, a los setenta i ocho años cuatro meses i cuatro dias de edad. Yalenzuela conoció a todos los asesinos, entre quienes iba un ahijado suyo, pero no qui- so revelar sus npmbres ; la justicia los descubrió después, i les impartió su castigo. ¡Caprichosa crueldad del destino! Aquella cabeza encanecida, aquella estatura alta i patriar- cal, aquella fisonomía severa, grave, rodeada de ese res- plandor celestial que despiden la buena conciencia i lao meditaciones relijiosas, aquella ])ersona venerable, tanto que el Libertador Bolívar no llegó a hablarle jamas sin quitarse el sombrero, no parecía estar espuesta a los golpes alevosos del puñal asesino. Tanto patriotismo, tanto espí- ritu, tanto amor a Dios i a los hombres, debían prometerle una muerte natural i trímquila. Aun vivía Matis cuando murió Yalenzuela; i gracias a la vida de Matis, como mas adelante se verá, no cayó en — 179 — absoluto olvido en la xs"ueva Granada la ciencia que en ISIO era común i familiar entre los hombres distinguidos del país. El orden de los hechos me impone la necesidad de in- terrumpir este asunto para hablar de la espedicion científi- ca de los señores Mariano Eduardo de *Rivero, Juan Bau- tista Boussingault, doctor Roulin, Justino María Goudot i James Bourdon. YII Al partir para Europa el sabio Zea, recibió entre las instrucciones que le dio el Libertador Bolívar, la de faci- litar en aquel continente los medios de promover en Co- lombia la instrucción pública, i principalmente las ciencias naturales, entre las cuales debia merecer una atención es- pecial el ramo de mineralojía. Apenas acabado de esta- blecerse en Faris, Zea contrató a los sabios menciona- dos, que con escepcion de Bivero, oriundo del Perú, todos eran franceses. Bivero, sinembargo, habia hecho sus estu- dios en aquella capital, i en unión del Sr. Boussingault se hablan distinguido como alumnos de la Escuela Real de- minas de Francia. El doctor Boulin era ya un médico i un naturalista notable, i los señores Goudot i Bourdon se hablan señalado por su aplicación en el Museo de Historia natural de Faris. El señor Bivero se comprometió, en 1.° de mayo de 1822, a conseguir en Europa una colección mineraíójica, una biblioteca de ciencias naturales, una colección de ins- trumentos físicos i astronómicos i un laboratorio, i a pre- sentar todos estos objetos al gobierno de Colombia; a con- tribuir a la formación de un Museo de historia natural, cuyo plan presentaría él mismo al gobierno, dando a la vez cuantas indicaciones pudiesen facilitar su mas pronta i completa realización ; a permanecer un año en Bogotá, atendiendo a la fundación i arreglo de una Escuela nacio- nal de minas en esta ciudad, que debia conformarse en todo lo posible a la de Faris ; i a encargarse de la Direc- ción de las minas colombianas, sin perdonar esfuei'zo ni trabajo alguno para dar a este importante ramo el mas fuerte impulso, a cuyo efecto el Fresidente de la Bepú- blica debia conferirle el título i facultades correspondien- tes. Al cumplimiento de estas estipulaciones, empeñó su reputación científica entre los sabios de Europa, bajo el — 180 — concepto de que el gobierno colombiano le prestase toda la |)rotecciou necesaria para que no fueran deslucidos sus tra- bajos en tan grande i gloriosa empresa. El gobierno por 8U parte debia costear al señor Kivero su viaje a Colom- bia, i de aquí al puerto del Callao ; i durante su residencia en este ])aís debia pagarle un sueldo anual de 4,000 pesos fuerres desde el dia de su embarque en la costa europea, i en caso de retardarse éste, desde el 1.° de julio del mismo año de IS'2'2. Ademas, debia concederle el gobierno una gratiticacion de 3,000 francos por el trabajo de formar las colecciones i de prociirar los elementos precisos para el buen éxito de la espedicion,i darle también un alojamien- to competente a su empleo. Desplegó el señor Rivero tal esmero i tal interés en que se llevase al cabo esta espedi- cion, que Zea lo recomendó mui particularmente al go- bierno colond^iano, amen de que él gozaba de una acepta- ción no común en Europa como hombre de ciencia. El señor Boussingault se comprometió, en 28 de mayo del mismo año, a desempeñar por cuatro años una cátedra de mineralojía o de química en la Escuela de minas ; a ejercer, bajo las órdenes del Secretario de lo Interior, las funciones de injeniero de miiuis cuando este cuerpo se es- taidcciera ; a ausiliar al señor Rivero para la formación del gabinete mineralójico, i a estar a sus órdenes inmedia- tas en todo lo concerniente a la enseñanza i al servicio de la Escuela. En cambio^el gobierno debia costearle el viaje de venida i vuelta, pagarle mensualmente un sueldo anual de 1,4:00 pesos fuertes devengados desde el dia de su em- barco, darle en el edificio de la Escuela un alojamiento de- cente, i espedirle título de profesor tan luego como llegara a Colombia. El d(K'tor Koulin se comprometió a desempeñar la cá- tedra de ñsiolojía i de anatomía comparada en el proyec- tado Museo de historia natural; a contribuir activamente' a la formación del Museo, no solo en lo relativo a su ramo, sino en todos los deuuis ; i a prestar sus servicios en la en- señanza de los varios ramos científicos que le eran conoci- dos, siempre que el gobierno se lo cxijiese i lo reinunei*ase. En retribución de estas obligaciones el gobierno debia pa- garle mensualmente durante los seis primeros años un suel- do anual de 1,400 pesos fuertes, darle alojamiento d<^cente en el estableciiniento, costearle el viaje de venida abonan- — 181 — dolé el sueldo de su empleo desde el día de su embarco, i pasado aquel uiimero dé años, proporcionarle distiuciones i ventajas personales en atención a los méritos que liubiese contraído i servicios que hubiera prestado, conservando al mismo tiempo el sueldo i emolumentos de su cátedra. El señor Goudot, mui perito en preparar i formar co- lecciones zoolójicas, se comprometió: a permanecer seis- años en Colombia ejerciendo este ramo, pero destinada sobretodo ala ictiolojía, sin dejar de trabajaren las dema& partes de la zoolojía ; i también a ayudar al señor Eivero en la formación del Museo i estar a las órdenes inmediatas de él ; debiendo recibir del gobierno 800 pesos fuertes de sueldo anual, pagados por meses, desde el dia de su arribo a un puerto colombiano, i un alojamiento decente en el es- tablecimiento. El señor ííonrdon, que vive en Bogotá, i a quien lie te- nido el gusto de tratar, tan buen coleccionista i prepara- dor como Goudot, se obligó a permanecer aquí seis años, destinado particularmente a la entomolojía, sin dejar de trabajar en los otros ramos para la formación del Museo ; ganando por estos servicios 800 pesos fuertes anuales, los costos de su viaje de venida i \^uelta, i un alojamiento decente. Tal fué el personal i tales las condiciones de la es] «edi- ción científíca creada i enviada a Colombia por el inmor- tal Zea. El Congreso colombiano de 1828 espidió, con fecha 28 de julio, nn decreto aprobando estas contratas, i estable- ciendo en Bogotá un Museo de historia natural i una Es- cuela de minería. El célebre estadista Francisco Soto toujó mucho empeño en la sanción de este decreto, cuyos artí- culos contienen casi literalmente las ideas que él espresó en un informe que presentó al Senado, en unión de los se- nadores Manuel José Hurtado i Jerónimo Torres. Eas dis- posiciones sustanciales del decreto son las siguientes : el Museo tendría cátedras de mineralojía i jeolojía, de quí- mica jeneral i aplicada a las artes, de botánica, de mate- máticas, de física, de astronomía, de agricultura, de zoolo- jía, de anatomía comparada, de entomolojía, de conchilio- íojía i de dil)ujo : la Escuela las tendria de matemáticas simples i aplicadas a las nuiquinas, de física, de mineralo- jía i jeolojía, de esplotacion, de química analítica i meta- — 182 — lúrjica, de jcoiuetría descriptiva i de dibujo: se cobrarían para rentas de estos establecimientos, un peso por cada marco de oro reducido a la lei de 22 quilates, i un real por cada marco de plata reducido a 11 dineros de lei, que se introdujeran en las Casas de moneda de la República para su amonedación : los profesores de la Escuela tendrían obligación de ensayar graciosamente el oro i la plata que les presentaran los particulares, i darían una boleta firmada en que constase la lei del metal presentado : ambos esta- blecimientos estarían bajo la inmediata inspección del go- bierno, por medio del Secretario de lo Interior, i bajo un reglamento económico formado por el Ejecutivo; iporñn, bis asignaciones hechas a los profesores contratados no es- tarían sujetas a ningún descuento. Los sujetos indicados cumplieron apenas en parte sus obligaciones, pues ni ellos tomaron mucho empeño en llevarlas a cabo, ni el Ejecutivo colombiano activó la realización de la Escuela i el Museo, porque la contribu- ción decretada para el sostenimiento de estos estableci- mientos no pudo plantearse, i porque como la guerra de independencia no se había terminado, el Tesoro no alcan- zaba sino para los gastos del ejército i del gobierno. Así, el señor liivero se encaminó a poco tiempo para el Perú, el señor Boussíngault se comprometió a dirijir las minas , de plata de Santa Ana, luego se fué para Quito i mas tarde regi'esó a Europa, así como el doctor Koulín ; Goudot per- juanecíó en el país i hace poco mas de catoroe años murió en Honda, i el señor Bourdou se estableció en Bogotá. Los señores Ilivero í 13oussingault hicieron una escursion a las riberas del Meta, levantaron mapas de aquellas localidades i examinaron el país en sus aspectos físico, jeolójico i mi- ueralójico. Pueden verse los frutos cientílicos de estos ilus- tres sabios en la Colecchm de Memorias del señor Pivero, on los Anales de qulviíca i física i en los Viajes clent'ijicos a los Afides ¿^<:'Wt£¿c>^7'<;7Zd6' del señor Boussíngault, traducidos al castellano por el Jeneral Acosta, i también en los artícu- los del Diccionario de historia natural^ donde también se jiallan algunos del doctor Iloulín i de (loudot. En Bogotá dejaron un Museo regularmente provisto de objetos natu- rales del ]>aís i muí bien ordenado, (jue pronto descuidó el gobierno, i por lo mismo se perdió totalmente. — 183 — Yin Como venía diciendo, Matis entró en relación de amis* tad, por los aiios de 1820-21, con nn sacerdote muí dado al estudio de la naturaleza, oriundo de Tuluá, Estado del Cauca, donde nació el 25 de agosto de 1776, i de donde paáó a Bogotá a la edad de diez i nueve años, en cuyos Co- lejios hizo estudios de latinidad, retórica, filosofía, derecho civil i teolojía, después de los cuales recibió grados acadé- micos i se trasladó a Popayan, cuyo obispo le coníiríó el presbiterado. Este sacerdote ilustre era el Dr, Juan María Céspedes. Se había aficionado a la botánica a los treinta años de su vida, leyendo un ejemplar del Systhema Plan- tarmn de Linneo, que halló en una posada. Patriota de corazón, había servido con decisión a la causa de la inde- pendencia, pero sin haber podido nunca entrar en relacio- nes con los naturalistas de la Espedicion botánica, apesar de haberlo deseado vivamente ; tan solo tuvo una enti*e- vista lijera con Caldas en Antioquía. Pasadas las borrascas- de la guerra, i sabiendo que aun existia Matis, hizo cono- cimiento con él, i le suplicó que le comunícase sus luces botánicas, a lo que estuvo presto Matis, pues el venerable pintor amaba las plantas con toda esa pasión que había sabido inspirarle el gran Mutis, i le placía la idea de tener nn compañero tan entusiasta como él en la contemplación de la naturaleza. Con esta singular aplicación, Céspedes aprovechó en poco tiempo los conocimientos de Matis, i el año de 1825 fueron comisionados ambos, en unión del señor Kívero. por el gobierno colombiano, para hacer una esploraeíon de los monumentos indios del antiguo pueblo de San Agustín, en la comprensión de Tímaná, i para examinar las plantas de aquella comarca ; esploraeíon que díó por resultado, una colección de las plantas mas notables, i la copia i mensura de los diversos monumentos de piedra re- presentando ídolos, mesas de sacrificios i varios animales, como tigres, micos, &c, que existen en aquella localidad, i que han sido descritos i dibujados hace poeo tiempo por la Comisión corográfica. El doctor Céspedes siguió ejercitándose en la herbori- zación, en la anatomía i en la clasificación vejetal, con una constancia admirable : consagraba a los estudios botánicos cuantos ratos le (Jejaba libres su destino eclesiástico, i La- cia largas i penosas escursiones con bastante frecuencia. La mas notable de estas escursiones fué la que veriticó en 1S3T a las montañas del Opon, Estado de\Santander. Par- tió de la ciudad del Socorro el 21 de agosto, acompañado de veinticuatro liombres armados, i llevando provisiones para bastantes dias. En aquellas selvas permaneció como mes i medio con el señor José María Ortiz, vecino de Za- patoca mui conocedor de la banda de montañas incultas que a la ribera oriental del Magdalena se comprende entre ol Carare i el Sogamoso. Luego dejó la soledad, después de liaber vivido fraternalmente con las tribus salvajes que la recorren. JJablando de estos aboríjenes, decia : "Ape- nas habrá en la especie humana porción tíin pacífica como esta.'' Sacó uria familia de seis indios, una colección de plantas, i algunas preciosidades minerales i animales. El ductor Céspedes determinó dos jéneros botánicos que llamó holívaria i santanderla^ en honor de los Jenerales Bolívar i Santander, i estableció una nueva familia cpie de- nominó masque riaceas^ dedicada al ñnado Arzobispo Ma- nuel José Mosquera; pero no se ha verificado aún la exac- titud de estos trabajos, i por consiguiente ni los jéneros ni la familia han sido reconocidos en ios catálogos botánicos. Tand)ien se trasmitieron los conocimientos de Matis al doctor Manuel M. Quijano, médico de Popayan, patriota decidido i lejislador colombiano, que hizo algunas publica- ciones botánico-médicas en el Eco de Tequendama, peiió- dico publicado en 1829, i^n El CoxsTrrucioNAL de Crx- DixAMARCA, pulilicado CU 1833. Así mismo se aprovechó de ellos el malogrado Jeneral injeniero Joaquín Acosta, historiador de la colonia, escelente químico, jeógrafo i jeó- logo que después de haber servido a su patria como gue- rrero científico, como profesor i como estadista, pereció de una fiebre en 1852. IX íío solamente Céspedes, Quijano i Acosta aprovecharon las luces de Matis ; también procuró adquirirlas, i las adqui- rió a fuerza de constancia i de paciencia, el Dr. Francisco Bayon. Hijo de un abogado intelijente, pero huérfano a los tres años de vida, i pobre, i sin hermanos, i sin^protectores, <.i;Dr. Bayon, hoi de edad de cuarenta i tres años, médico i . — 185 — botánico distinguido, residente en Bogotá, su país nativo, presenta nn ejemplo de lo qne pnedenla inclinación al sa- ber i la perseverancia en buscar los medios de alcanzarlo, en luclia con los obstáculos que opone la adversidad i qne inultiplica con frecuencia la mala organización de la ense- ñanza. Empezó a añcionarse a la botánica, asistiendo por mera curiosidad a una clase qne daba Matis, por comisión del gobierno colombiano, en el Colejio de San Bartolomé de Bogotá, del cual era alumno pensionado. En 1830 se varió de catedrático, pues en lugar de continuar Matis, en- tró a dar lecciones el doctor Céspedes, i el doctor Bayon asistió también a ellas. Estas dos enseñanzas duraron muí poco tieuipo, porque entonces el gobierno, por la exigüi- dad de sus recursos rentísticos, no fomenta.ba con tesón mas estudios que los de ciencias políticas, únicos reputados como de absoluta necesidad para consolidar en este país las instituciones republicanas i garantizar la perpetuidad de la independencia ; pero el doctor Bayon no abandonó por esto el estudio de las plantas, i siguió el ejemplo de Matis i Céspedes, concurriendo con ellos a escurslones fá- ciles i breves por los alrededores de Bogotá i los pueblos de las inmediaciones. Muerto el doctor Céspedes (21 de enero de 1848 en Guasca), por resultas de haberlo tallado un palo atrave- vesado en un camino del departameiito de Yélez, en una escursion que liizo, en 1845, a la quebrada de la Coreo- bada, no le quedó a Matis mas conij^añero de amor a las pbxntas que el doctor Bayon ; i aunque agobiado por sus muchos años, no se escusaba sinembargo de salir a paseos botánicos por las sabanas i montañas que circundan a Bo- gotá, cuando al- efecto lo invitaba su nuevo discípulo, quien muchas veces se cargaba a sus espaldas al senecto dibu- jante en las subidas de difícil acceso o en los pasos incó- modos del sendero, por tal de que le mostrara una oi-quí- dea, un helécho, una bromelia, cualquier planta que, vista antes, deseaba conocer científicamente. Con estas lecciones prácticas el doctor Bayon tenia ya una magnífica base de estudios ulteriores; i así, no tardó en pedir a Europa buenos libros elementales i de clasifica- ción, que al fin le llegaron. Matis no tenia noticia de otras obras que de las de Linneo, i sus conocimientos, aunque preciosos por ser prácticos, tenían el inconveniente de re- — 186 — posar en los errores del sistema liniieano. Ei que le hizo conocer las clasificaciones razonables de Jussieu, i los ade- lantos debidos a este sabio, a Richard, a De CandoUe, a Mirbel, a Dutrochet i otros ilustres botánicos, adelantos referentes a la anatomía, ñsiolojía, patolojía i descripción de las plantas, ñie el doctor Eayon ; i a él i al doctor Cés- pedes se debió también el qne las obras elementales de Ri- chard i Jnssieu empezasen a estar en manos déla juventud dedicada a la medicina. El Dr. Bayon ha sido el primer catedrático neograna- dino que ha enseñado en el país la filosofía de la botánica. Mucho antes de fallecer Matis (5 de noviembre de 1851 en Bogotá), el doctor Bayon habia rejentado varias veces cá- tedras de botánica, en los Colejios de San Bartolomé i del Rosario, a los jóvenes que emprendían la carrera médica, para la cual requerían los reglamentos universitarios, las leyes i los decretos públicos, alguna instrucción en esta ciencia. Los deberes del profesorado fueron un mui pode- roso estímulo para hacerlo avanzar en conocimientos, i así, cuando falleció el anciano Matis, ya no le hacían falta sus esplicaciones. Matis vivió pobre i murió rodeado de miseria : gracias a una pequeña pensión que le asignó el Congreso, bajo la administración López, un año antes de su defunción, no tuvo que apelar a la misericordia pública para sostenerse en sus últimos días. Con su muerte perdió el país el úl- timo resto de la Espedicion botánica, resto venerable i glo- rioso que mereció de los ilustres viajeros Ilumboldt i Bon- pland la dedicatoria de Un nuevo jénero de malvaceas que lleva su nombre, matisia. Su cuerpo de regular tamaño, se habia encorvado bastante con el peso de la edad ; pero siempre su fisonomía revelaba bien el alma noble, anjeli- cal, llena de virtud i de dulzura que aun le daba animación. X Al bajar a la tumba Matis, un discípulo del doctor Bayon, que también habia oido algunas esplicaciones de aquel anciano, empezaba a escitar las miradas de su patria, por su decidida consagración al estudio de las plantas. Este joven, hijo de Bogotá, hoi residente en Europa, donde trabaja sin fatigarse por hacer conocida entre los sabios europeos i en el mundo culto parte de la flora neogranadina, • —187 — es el doctor José Trían a. Como miembro de la Comisión corogránca, estimulado por la administración LíSpez, re- corrió con el sabio Jeneral Codazzi gran porción del terri- torio de la República, i colecto un herbario mui consi- derable, del cual lie visto 38 volúmenes conteniendo 3,950 Cv-pecies, clasificadas jenérícamente según el método del profesor Endliclier, agregando sus nombres vulgares, la altura barométrica i sus aplicaciones populares. Entre los leñeros danaca, hromiis^ dichromeiia^ dioscorea^ sysi- rinchum^ anihuríum^ maGlura^ hrossirtiimi i otros de las artocarpeas, 'margiricarpus^ i varios j eneros de las papillo- naceas, meiastomaceas, urticáceas i clienopodeas, liai mu- chas plantas acreditadas en la masa de los pueblos por sus virtudes medicinales o sas aplicaciones económicas. Ya lie dicho en otra parte de esta Memoria que es en esta tera- péutica de nuestro pueblo americano que ha encontrado sus miejores progresos en los últimos siglos la ciencia de los medicamentos, i por consiguiente es inútil recomendar la importancia de esas observaciones curiosas "del señor Triana. De las gramíneas, hai 54: especies no determina- das jenérícamente, i 8 de las rubiáceas; bien se sabe cuan útiles son estas familias, i por lo mismo es de suponerse que entre las especies ignoradas haya algunas no menos preciosas que las va conocidas. En el periódico titulado "ií"eogranadino" (1850-1852) publicó el señor Triana una serie de artículos sobre plantas útiles de la Xueva Gra- nada, tan bien escritos como cuajados de importantes ob- servaciones. Es de esperarse que no pase mucho tiempo sin que tengamos el gusto de ver la obra botánica de costosas i de laboriosísimas proporciones que está preparando para pu- blicar en Europa. Esta obra, fruto de largos i penosos traba- jos, en que no solo ha invertido sus mejores años, sino que ie ha costado la alteración de su salud, será una gran base de progreso i un gran título de gloria para su patria. XI Tres sabios estranjeros, los señores J. Linden, Eujenio Rampon i Hermann Karsten, el primero Director lioi del Jardín zoolójico de Bruselas i viajero por este país en 1842- 1843, el segundo médico distinguido que vivió en nuestro suelo bastantes años, i después de casarse fué a establecerse en París, donde reside actualmente, i el tercero miembro ~ 188 — de la Universidad deBerlin, qiie estuvo aquí en 185C-1857, e hizo escursiones i determinaciones botánicas en asocio del señor Triana, han contribuido mui efícazmente a hacer co- nocer las riquezas naturales de nuestro país, i merecen nna mención particular en estas pajinas, sol)re todo el doctor Eampon, cuyo nombre es i debe ser carísimo para los neo- granadinos, pues durante su larga permanencia en Nueva Granada dio jigantesco impulso a los estudios médicos i de historia natural, arregló el gabinete mineralójico i mos- tró el mayor interés por la difusión de las ciencias natura- les éntrela juventud estudiosa. Tampoco debemos olvidar los servicios del señor Le^vy, químico que enseñó esta cien- cia en el Colejio del liosario. i mucho menos al Jeneral Codazzi, infatigable jeógrafo i arqueólogo que murió en nuestras playas atlánticas cuando llevaba jsl mui avan- zado el trabajo de levantar la carta de la Xueva Granada. Es digno de recordarse también el señor Schlim, viajero distinguido, que espl-oró hace poco tiempo los bosques de Ocaña con mui buen éxito. El señor Ancízar, ilustrado compatriota qne acompañó al señor Codazzi en el levantamiento de las cartas corográ- ficas del interior neogranadino ; el señor Benedicto Domín- guez, compañero de Caldas i de Cabal, astrónomo de aque- lla época, que aun existe, i queaun cultiva con entusiasmo esta ciencia; el señor Jenaro Balderrama que seha aplica- do también con suceso a las ciencias naturales, de lo cual ha dado pruebas arreglando el único gabinete zoolójico que hai en Bogotá i publicando algunos buenos artículos de via- je a las riberas del Meta ; los Dres. M. M. Zaldúa i Pastor Ospina, que han manifestado siempre'particular zeloporla esploracion de nuestros tesoros vejetales, animales i mine- rales; el doctor Antonio Vargas Beyes, que ha enseñado con fruto la ciencia de Lavoisier i Berzelius durante algu- nos años, i que ha sido un fuerte apoyo para la juventud médica ; el señor Lindig, cosmólogo mui recomendable, que ha hecho bellísimas colecciones de todos los reinos natura- les, i sobre todo de la criptogamia i entomolojía de los alrededores de Bogotá- todos estos sujetos son acreedores a la gratitud de las ciencias naturales. Un estadista ilustre, el Jeneral T. C. de Mosquera, hoi Gobernador del Estado del Cauca, ha hecho simpático su nombre entre los sabios, tanto por su aplicación al estudio — 189 — de nuestra naturaleza, cuanto por el apoyo vigoroso que ha prestado a la radicación de las ciencias naturales en nuestro país, cuando lia ejercido alguna parte del poder público. Como Presidente de la Kueva Granada (1845-184:8) dio tan fuerte impulso a este objeto, que es de entonces que data verdaderamente el renacimiento de las ciencias natu- rales entre nosotros. Ademas, lia hecho i publicado útiles i largas observaciones meteorolójicas, i como miembro de la Sociedad jeogrática de ]N"ueva York escribió una muí sustanciosa Memoria sobre la jeografía neogranadina, que contiene bastantes noticias sobre animales i plantas de ujbo económico, industrial i medicinal. XII Pocos dias antes del año de 1857, fueron invitados a un certamen de botánica en el Colejio de San Bartolomé, los pocos hombres inteiijentes en esta ciencia que habia en JBogotá. Los alumnos sustentantes eran seis, entre quienes se contaba el que esto escribe : el catedrático era el doctor Bayon. Estos jóvenes hablan cursado botánica por espacio de dos años escasos, durante los cuales, para facilitar el es- tudio i hacerlo mas provechoso, hablan formado una aso- ciación con el nombre de Caldas, contando en su seno tam- bién a los doctores Bayon i Liborio Zerda, asociación que tenia su reglamento, sus comisiones económicas i científicas, sus dias de herborización, sus sesiones solemnes, sus sesio- nes ordinarias para discusiones teóricas, i también sus no- ches de inocentes regocijos para divertir el trabajo. Esta sociedad de estudiantes siguió así formada hasta mediados de junio de 1859, en que el profesor de mineral ojia i química del Colejio del Rosario, doctor E. Uricoechea, mi estimado maestro i amigo, queriendo ensayar a los es- tudiantes en las escursiones jeolójicas i mineralójicas, esci- tó al catedrático de botánica, doctor Bayon, para que, reunidas las dos clases, se hiciese una escursion variada i provechosa por los flancos de Monserrate, alta montaña a cuyo pié demora Bogotá. Fué de esa escursion que, por la dilijente iniciativa del doctor Uricoechea, nació la Sociedad de Naturalistas a quien tengo el honor de presen- tar esta Memoria, que habia empezado a meditar con el fin de presentarla a la antigua Sociedad Caldas. — 190 — ¡ Quiera Dios que el espectáculo de lo pasado, imperfecta- mente descrito en estas hojas, aliente a la Sociedad en el camino del progreso, i que sea como un faro que evite los desalientos i los ostra víos ! Me he detenido en las fozcs política, social i moral de los naturalistas de la Espedicion, ianto como en su faz cien- tífica, porque el objeto principal de esta Memoria es esti- mular a los que quieran dedicarse en nuestra patria a las ciencias naturales, a ser tan eminentes como sus antepasa- dos, cuya universalidad i profundidad de conociniientos i cuyo carácter moral los asemejan tanto a Aristóteles, a Cuvier, a Ilumboldt, a Arago. j Quiera Dios que esa perspectiva gloriosa despierte la noble emulación del vasto caber i de las relevantes vir- tudes I jpxisr. ADVERTENCIAS. 1.» En la pajina 4.*, renglón 10, antes de la palabra indijenas .«e omitió en la imprenta poner el adjetivo 2yi'imüiüos. Debe, pues, leerse ■primitivos indijenas. Hago esta corrección porque es sustancial. Dije en la pajina 141 que el jénero amoria determinado por Caldas no so sabia a qué íaniilia pertenecía ni qué plantas lo formaban ; después he ha- llado una colección completa del Semanario de 1810, i he visto allí la des- cripción de un jénero publicado por la Espedicion con el mismo nombre de amaría, dedicado al vn-ei Amar i Borbon. Luego he consultado con cuidado la obra del profesor Endlicher, i también se encuentra en ella descrito, aun- que bajo el nombre de bauhinia, familia de las papillonaeeas. El ilustre zoólogo Lozano tiene un jénero descrito por Sinforoso Mutis, que lleva el nombre de lozojiia, familia de las vochysiaceas, entre los publica- dos por la Espedicion en el Seíiaxario, el cual se halla descrito también *feii, la obra de Endlicher; pero es digna de saberse la dedicatoria, que dice así: Gemís dicatum I). Georgia Thadobo Lozano, Americano naturce scrutatore, et nostrce Expediiionis socio, qui Faunce Cundinamarquensis priman Centwriam iconibus splendidissimis proprüs expensis optime absolvit ¡ Utinam in lacean pu- blicam ^rrodiret, et Zoologiam K R. Granatensis incecñptam Autor comphret! 4.* Así mismo Iial tres jéneros en la misma obra que llevan el nombre de cal- dasia. De ellos el que dedicó el ilustro Mutis (José Celestino) a Caldas, lleva también el de helosis. familia de las balanophorcas, i aunque la descripción difiere en algo de la que hizo aquel sabio, i que corre en El Semanario, siuem- bargo, no copio mas que la dedicatoria, que dice: Roe genus in memoriam Francisci Josephi de Caldas, qui ¡llanta/! Cinclionas, proisertirn, et observationes astronómicas, geodésicas, barométricas in regionibus Andium cequatorialibus coUegit, atullit. et Floram Bogotensem generibus sp)ecies- husque multis ditavit. El ilustre Caldas dedicó un jénero de plantas a su jeneroso protector José Ignacio Pombo, bajo el nombre de piombea. Este jénero, así como el voJsnzne- lia i el consuegria, se encuentran como aun no descritos en la obra del profe- sor Endlicher. Las descripciones las he hallado en la ya citada colección del Semanario, i con el fin de que sean conocidas, lie resuelto insertarlas aquí. Al publicar estos jéneros i los caldasia, amaria i lozania. Caldas espuso en dos artículos los motivos que tenia la Espedicion para hacerlo; i como estos artículos contienen ideas interesantes, he creído conveniente que las descrip- ciones vayan precedidas de un estracto de ellos. Hablando de la Espedicion, después de la muerte del gran Mutis, dice (febrero de 1810): *"'D. Sinforoso Mutis, sobrino i discípulo del director de la Espedicion de Bogotá, quedó encargado de la parte botánica i de todo lo científico de es.iB bras. Se le dieron por adjuntos i colaboradores a D. Jorje Tadeo Lozano i a - - \m -- mí. bll objtii o principitl de I-uzano es organizar los manuscritos zo<)lójicos á(^ .\íúns i cüiiiijletar la Fauna Cundinaraarquesa de que hemos publicado unas muestras. VÁ mió es la astronomía, el observatorio, la organi/.acion do los ma- i)iiscritv.Í3 meteorolójicos do estf5 saltio, i del herbario, descripciones i diseños que hico o:\ la provincia de Quito desde 1S02- hasta 1S05. D. Salvador Hizo quedó encargado de completar las grandiosas i soberbias láminas de las qui- nas i de la Flora, láminas que no se pueden ver sin admiración, i en que se maniüesta lo que puede el jenio americano bajo la dirección de un hombre como Mutis. D. Siuforoso Mutis ha correspondido a las intenciones de su digno tio i a las esperanzas del gobierno. Acaba de completar el tratado de las quinas: ha formado una prefación en que da una idea clara de la obra, del estado en que la dejó el difunto director, las acciones de este i las alteraciones que ha hecho. Signo el tratado médico-histórico de las quinas, i termina con las descripcio- nes botánicas do todas las especies i de todas las variedades que produce el vireiuato de Santafé. Aquí se incorporaron las que recojí en Loja, Cuenca, Quito i Popayan. Ahora se ocupa en la grande obra de la Flora de Bogotá. Los numerosos individuos que la componen, un herbario inmenso, manu.«;critos voluminosos i desordenados, la falta de los últimos escritos de los botánicos del Perú, de Humboldt i de los escritores recientes, son otros tantos obstáculos que deben retardar esta obra clásica i deseada de todos los sabios. Pero considerando qiTe las dilaciones han sido funestas a la Flora de Bogotá, que Jacquin, la Flora del Perú, la de Méjico, Nee, Haenk. Plumboldt, han arrebatado una parte de sus riquezas, que sus mas bellos descubrimientos hechos en épocas mui anteriores a las escursiones de aquellos, ruedan hoi en otras manos, mu- chas veces estropeados por la lijereza i por la precipitación de sus publica- dores, ha creído el encargado de la parte científica, con acuerdo de sus cola- boradores, que nada es mas interesante que la pronta publicación de los jé- neros que deben constitun- el Florc¿ Bogotensis Prodromus ... Se trata de ase- gurar los jéueros que cm indecible constancia halló el ilustre Mutis, se trata de que los estranjeros terminen sus conquistas sobre la Flora de Bogotá, con- quistas que disminuyen la gloria de la nación i la de Mutis. Acordándonos que Komen genericum utpoté non necessario signijlcans, arbi- trarium ideo daripote-'it que el ilustre Linneo retuvo los nombres de los pro- movedores de la ciencias i que relijiosamente conservó los de los botánicos ilustres i laboriosos, hemos creído que podemos inmortalizar los nombres de los protectores de la Flora de Bogotá, i de los que han ayudado a recojer sus materiales. Jamas abusaremos, jamas consagraremos ninguna planta por ín- teres í por adulación. Nuestras manos no ceñirán jamas laureles a la cabeza del poderoso sin mérito, laureles que solo pertenecen al patriota i al sabio. Esta revelación es grata a los sabios euro})eos, í la botánica, la medicina, la economía, las artes, el gobierno, la patria, van a recojer los frutos de tan- tos gastos, de tantos desvelos, de tantos viajes i de tan larga espera. Ya llegó el momento en que los cnvii^iosos de la gloria de Mutis callen : ya no harán esta pregunta ¿qué ha publicado Mutis? Ahora verán que una grande obra exije años, meditación, pulso, i madurarse lentamente en el silencio del gabinete. No está el mérito en formar Floras, no en hallarse al otro lado del océano: está en formarlas bien, en no inundar el mundo botánico con jéneros falsos, equivocados, ajenos, en no lomar tres e-tambres reiuñdos por uno, i sacar de su familia natural a una grama para colocarla en las monandras." Luego hablando de D. José Ignacio Pombo dice: '-Este hombre singular con una jenerosldad sin ejemplo, derram.ó a manos llenas el dinero i sus libe- ralidades para que yo recorriese la parte meridional del vireinato. Apoyar una .«•i^Dcia que no 69 profesa, hacer gastos do consideración sin esperanza de re- — 193 — compensa, verificarlos por el progreso de las ciencias, por la patria, por In posteridad, es laro, dio^amos mejor, único entre nosotros. Ya lo he di'clio, i conviene repetirlo, qite libros, instrumentos, dinero, todo cuanto podia esperar un hijo de un padre jeneroso, recibí yo de su mano. Después de esto ¿no será justo que la planta mas bella de mi colección lleve el nombre áeporubea? ¿No es una obligación sagrada el reconocimiento? ¿Xo tiene un interés grande la patria en honrar la virtud i en inmortalizar a los ciudadanos beneméritos? ¿iSTo es la primera obligación do un escritor presentar las acciones jenerosas i dignas de imitarse? "' Del doctor Valenzuela: "Este celoso eclesiástico, este virtuoso e ilustrado patriota, fué el primer discípulo del celebre Mutis, i a3-udó a poner los funda- mentos de la Flora de Bogotá. Un destino mas elevado, mi destino sagrado, le obligó a abandonar las selvas i los encantos de Flora para ir a consolar al desgraciado, a enjugar las lágrimas del huérfano, de la viuda, i a santificar la grei que le encomendó la iglesia. Con luces, con talentos, con un corazón hu- mano, hace, ha muchos años, el consuelo i el recurso de los habitantes de Bu- caramanga. El es su padre, él es respetado, él es querido. ¡Qué recompensa tan dulce i tan digna de sus virtudes! La Espedicion de Bogotá se complace cuando pone entre sus jéueros nuevos la valenzuelia, i manifiesta do este modo la estimación que hace de un hombre que honra su estado i la botánica." De D. Sinforoso Mutis: "Este joven, después de haber oído las lecciones de su ilustre tio, después de haber recorrido las cercanías de la capital, visitó como botánico las provincias del Socorro, Mompos, Cartajena, i pasó a ver lo que producen los bosques de la isla de Cuba. Al arribo de estas costas sufrió \m naufrajio en que salvando la vida perdió la colección de plantas qne había verificado. En Cuba volvió a formar su herbario de las plantas que produce esa isla, e hizo remisiones numerosas de esqueletos i semillas al célebre Cava- nilles. como Director del Real Jardín. De Cuba regresó en 1808, i tomó a su cargo los trabajos dilatados del célebre Mutis, para darles la última mano. I yo, en testimonio de la estimación que hago de sus tareas, de sus talentos, de su carácter amal)le i de su amistad, he querido honrar su nombre con el jé- nero que ahora publicamos." De Lozano: "El público conoce bien las luces, los trabajos literarios do este amigo de las ciencias." He aquí las descripciones ofrecidas: DIOECIA PENTANDPJA. VALENZUELIA. Genus novvs ad Floros Bogotensis Frodromurn pertinens. Mas. Cal. Perianthium monophyllum, 5-partitum ; laciniis patentíssimis, lineari- bus acutis. Cor. Pétala 5, ovata, acuta, patentissima, laciniis calycis duplo longiora et ejus fauci inserta ; alterna. Nectarium receptaculaceum, pentagonum, coloratum. Stam. Filamenta 5, nectario inserta, corolla minora : anthercB didimse. F.s;mina. Cal. Ut in másenlo floras, sed subtus víllosus, et persisteus. — Cor. TJt in másenlo ñovse. — Pist. Germen rotundum, parvum, bisulcatum. Styli 2, villosi, revoluti. Stygmata obtusa. — Pekic. Nux baccata, oblonga, glabra, quadrilocularis, terrasperma (Sinforoso Mutis). Species única. Arbor. Folia ovata, integerrima, alterna, ápice acuminata, impari pinnata. Flores terminales, corímbo -racerooBÍ, in Mare peduoculii, t\ podicenis rillosis, coloratL^, bracteatis ; bracteis verücillatis, ünearibns, íjoloratis.. Observado 1 : Aliquando invoniuntnr racemi h'ermaphroditi. Observatio 2: Semper 2 vcl 3 semina abortiva ut in caryocar. Habitat in temperatis linjn?? X. R. Granatensis. Genus dicatum D. D. Eloi Valeruuela, qiii primas discipnlus D. Josephi C Mutis, in erectlone Expeditionis Bolanicai fuit consors et colaborator. ICOSAXDRA MOXOGYXIA. CONSÜEGRIA. Cal. PeriantMiim monoplwlnm. coriaceum, 2-gonnm, turbinatum, limbo 4- fido, plano, patente, laciuiis kinceolatis, intus glabris, extus tomentosis; persistens. Stam. Füameiita filitbrmia (12-14) fauci calvéis inserta, et limbo broviora. antha)-(X subrotimdaj, i.vilociilaros, villosas, poline albo. PiST. Germen oblongura : stylus filitbrmis basi villosus, staminum longitudine stigma penisiliforme. Peric. Cíipíula unilocnlaris, oblonga, villosa, calyce involuta. Seííex. ünicnm. oblongum. (Francisco José de Caldas). Species 2. Frútices: Folia alterna, aut impari pinnata: Flores race- mosi, terminales. Observatio 1. Calyx in una angnlis echinatis, in alterna muticis. Observatio 2. átamina in uxva. 20-24. in altera 14-16, et ad Ico- sandram potins qnam ad Dodecandram adnumeramus. Hoc genus D. Sinphoroso Mutis et CoRSuegra, qui Cinchonarum Histo- riara et Monographiam perfecit, absolvit, et Florara Bogotensera assiduo la- bore et studio parat. PEXTANDRIA MONOGYNIA. GeriHus novum ad Collectionem Qaiknsem atfinens, et Floree Bogotensis generíbus adiinmerandum. Cal. Periardhium monophyllum. superum, 5-fidum ; laciniis ovatis, acutía ; persistens. Cor. Pétala 5. obtusa, calyce longiora, decidua. Stam. Filameata 5. subulata, erecta : antJierce oblonga, biloculares. PiST. Germen inkmm: stylus cWmáricMS, staminibus paulo longior: stigma capitatura, depressum. Peric. Capsula hemisfierica, calyce coronata, bilocularis, 2-valvis. Sem. Numerosa, minima, oblonga, dissepimento afixa. Species una: Frutex. Folia lanceolata. integerrima, alterna, glabra, aproximata : flores racemis simplicibus, terminalibuS; nutautibus. HOC GEXUS JosEPHO Ignacio Pombo. In (xternum amoris et gratitudiais signum, Franciscus Josephus de Caldas consecravit. Dijo en la pajina 114 que no habia mas Colejios en el Nuevo Reino que loa de San Bartolomé i del Rosario en Bogotá, i el Seminario de Popayan. Debo agregar que también habia Seminarios en Cartajona, Quito i Panamá, los cuales recibieron igualmente reformas debidas al gran Mutis. QK251.V3V8°ítT"'""^"^"""' ^®^^fíiijiMi^n\',?.?^'^®'"0'''a sobre la histo ^^" 3 5185 00030 2321 ^5#