21056 DE GEOLOGÍA - CU SB231 F46 1901 UNAM INSTITUTO DE GEOLOGÍA - CU BIBLIOTECA MEMORIA SOBRE UNA ENFERMEDAD DEL CAFETO EN LA PROVINCIA BE RIO BE JANEIRO, BRASIL, POR EL DOCTOR EMILIO A.. GOLDI. TRADUCIDA DEL PORTUGUÉS Y ANOTADA POR GABRIEL GOMEZ, Ingeniero agrónomo. MÉXICO OFICINA TIP. DE LA SECRETARÍA DE FOMENTO Calle de San Andrés núm. 15. (Avenida Oriente, 51.) 1894 I V. j.v ? -amic-e. A L emprender la traducción de la “Memoria sobre la enfer- XX medad del cafeto en la Provincia de Río de Janeiro,” he querido prestar un servicio á los cultivadores mexicanos, pues aunque la terrible epidemia que motivó los estudios del Dr. Goldi, es enteramente desconocida entre nosotros, la lectura de su importante trabajo tiene que interesar á todos los cultivado¬ res de café. Nuestros cafetos no han sido atacados por ninguna enferme¬ dad alarmante, pues si en 1891 y 1892 la aparición del “pulgón del cafeto” pudo preocupar á los propietarios de üruapan, los oportunos auxilios de la Secretaría de Fomento y las juiciosas medidas dictadas por el gobierno local, así como la buena vo¬ luntad y eficacia de los interesados, pudieron contener los avan¬ ces del mal y más tarde extinguirlo por completo. La aparición de una enfermedad de cierta importancia sería de fatales con¬ secuencias para nosotros, pues dada la carencia de conocimien¬ tos sobre este asunto, la devastación sería formidable.* Las enfermedades de las plantas, sobre todo las producidas * Des pués de escrito este artículo he tenido noticia de la aparición del pul¬ gón en Córdoba y en algunos puntos del Estado de Oaxaca. Ultimamente (Septiembre de 1894) el Sr. Ingeniero J. Segura estuvo en algunos puntos de Veracruz con el objeto de estudiar el mal y proponer los medios para comba¬ tirlo. Si como espero los resultados de sus trabajos, son de eficacia en otra par¬ te de este libro los daré á conocer. 4 l por parásitos animales ó vegetales, son difíciles de atacar y las más veces es imposible emplear un tratamiento racional. La ciencia moderna no ha podido encontrar aún remedios propia¬ mente dichos para muchos de los males que aquejan á las plantas útiles, conformándose con establecer los medios preven¬ tivos para evitar el mal ó por lo menos, para dificultar su des¬ arrollo y disminuir la magnitud de sus estragos. La intermina¬ ble lucha de los viticultores contra la filoxera, ese tenaz enemi¬ go de la vid, es una prueba clara de la impotencia del hombre para destruir esos imperceptibles enemigos que clandestinamen¬ te y de un modo lento pero seguro, corroen los órganos ocultos de nuestras plantas y les arrancan su preciosa vitalidad. Muchos cultivadores de café, sin antecedentes en el asunto, dan como un hecho averiguado que el cafeto es una planta in¬ vulnerable, privilegiada y capaz de resistir con ventaja al ata¬ que de todos sus enemigos. Es efectivamente cierto que el noble arbusto goza de una energía extraordinaria y es casi respetado por todos los seres organizados, pero tiene sin embargo sus pun¬ tos débiles y sus enfermedades especiales. Los seres microscópicos, entre los que se cuentan los más iormidables enemigos de la humanidad, atacan con éxito á los vegetales y el cafeto, que no es ninguna excepción, ha sufrido ya invasiones considerables. Hace más de 20 años que los cul¬ tivadores de Java, Sumatra, Ceylán y la India del Sur, saben perfectamente que un organismo insignificante, apenas percep¬ tible á la simple vista, el Hemileya vaxtatris , hace languidecer al cafeto y no pocas veces lo mata. Los perjuicios causados por este hongo á los cafeteros del Sur del Asia, deben ser conside¬ rables y la enfermedad debe atacar con cierta tenacidad, pues últimamente (1893), extendió su campo de acción á las colonias españolas del archipiélago australasiano. En nuestras vecinas Repúblicas de Centro América, otra en¬ fermedad criptogámica no perfectamente estudiada , ha comenza¬ do á desarrollarse con cierta actividad y ha despertado serias preocupaciones entre nuestros competidores del Centro. * La gravedad de estos males se hace poco menos que insigni¬ ficante cuando se les compara con el azote que domina .en la Provincia de Río. Por su naturaleza, por su modo de acción de todo punto comparable al de la filoxera y sobre todo, por sus fatales efectos, debe creerse que es la primera, la más importan¬ te y seguramente la más espantosa de las calamidades que pue¬ dan caer al cafeto. Los cultivadores harían muy mal en no adquirir los conoci¬ mientos suficientes para contrarrestar en un caso dado, el ata¬ que de los enemigos de las plantas desde sus primeras manifes¬ taciones y poner á cubierto sus plantíos. Una de las circunstancias que más poderosamente influyen en la propagacióh de las enfermedades producidas por seres microscópicos ó imperceptibles, es la ignorancia que se tiene respecto de la naturaleza de estos males, de su modo de des¬ arrollo y de su propagación. Algunas veces, como sucedió en el Brasil, esta ignorancia es factor para acrecentar las fatales consecuencias de un azote semejante llegando hasta á facilitar su desenvolvimiento. • Tengo el deseo de que los cultivadores de México no lleguen a encontrarse en tales circunstancias, y espero que la lectura del notable trabajo del Dr. Goldi, tenga por efecto inmediato activar el interés hacia el cultivo del café, ya que pone de manifiesto que las plantaciones de la Zona de Rio pueden estar seriamen¬ te comprometidas por el flagelo. El Sr. Lie. Rafael Herrera en su “Estudio sobre la produc¬ ción del café, se ocupa lo bastante del estado económico del Brasil y de las pésimas condiciones de los productores de café y hace patente nuestra posición ventajosa para competir con los cultivadores de aquella República. El conocimiento de la mag¬ nitud de los perjuicios producidos por el Meloidogine exigua confirmará la idea del Sr. Herrera. Esto sin mencionar el esta¬ do político del Antiguo Imperio. 6 La reputación científica del Dr. Emilio A. Góldi hace innece¬ saria toda recomendación de su trabajo. Gomo era de esperar¬ se el autor de los “Estudios sobre Schizonlura lanígera Hausm,” ha estudiado la enfermedad del cafeto de una manera minuciosa y conforme en todo á los preceptos de la ciencia moderna. En la primera parte de su trabajo, destinada al estudio Histórico-Geo- gráfico de la enfermedad, ha procurado con el auxilio de su ofi¬ cioso colaborador el Sr. Arístides Caire, dar una idea de la ac¬ tual extensión de la zona afectada por la enfermedad. Es de sentirse que la falta de datos estadísticos oficiales, no haya per¬ mitido al autor darnos con suficiente exactitud la superficie cul¬ tivada en la zona de la enfermedad. Aprecia él en 300,000 hec¬ táreas esta superficie, pero no estando cultivada toda la región comprendida dentro del perímetro de la enfermedad, la porción atacada por el Meloidogyne exigua es seguramente menor. Sin embargo, si se adopta sólo una quinta parte ó sean 60,000 hec¬ táreas para base de cálculo, se puede admitir que en la época que comprende el trabajo del Dr. Góldi, la enfermedad actua¬ ba sobre 72 millones de matas. Ahora, 72 millones de matas podían normalmente producir 450,000 quintales (10 onzas por mata), pero á consecuencia de la enfermedad de la raíz resulta, según los datos ministrados por el mismo Sr. Góldi, que la pro¬ ducción actual es apenas el 27 por ciento de la media normal, es decir, que los setenta y dos millones de matas producirán sólo 90,000 quintales: lo que representa para los cafeteros del Brasil, una baja de 360,000 quintales por año ó sea en pesos una pér¬ dida de cerca de siete millones. La enfermedad, que dudo mu¬ cho pueda combatirse con éxito, tiene un incremento anual de 150 kilómetros cuadrados. La verdadera naturaleza de la “Enfermedad del cafeto,” po¬ co accesible á la generalidad de los observadores, fué descono¬ cida hasta 1878, época en la que el Sr. Jobert estableció de una manera definitiva las relaciones íntimas existentes entre la en¬ fermedad del cafeto y un gusano nematoide habitante de las i 7 nudosidades anormales, encontradas en las raíces de las plan¬ tas enfermas. Sin desconocer los méritos del Dr. Góldi y la independencia de sus observaciones originales, creo de justicia hacer notar que el descubrimiento de la verdadera naturaleza de la enfermedad se debe exclusivamente al Sr. G. Jobert, que en su noticia “Sur une maladie du Gaféier au Brésil” 1 trata concienzudamente to¬ dos los puntos culminantes de la cuestión que más tarde supo especular el Sr. Goldi con verdadero lujo de detalle. Al Sr. Jo- ber corresponde también el honor de haber dado el primer pa¬ so en la colocación sistemática del gusano. Ei Dr. Emilio A. Goldi ha debido seguir el camino señalado por el Sr. Jobert y sus interesantes estudios sobre la enfermedad del cafeto lo colocan á la altura de su eminente predecesor. Tan¬ to desde el punto de vista práctico como en el terreno netamen¬ te científico, ha procedido con toda conciencia y precisión, ex¬ poniendo con claridad las conclusiones obtenidas por un análi¬ sis positivo y destruyendo hasta sus bases las teorías erróneas antes aceptadas. En el campo científico son notables las conquistas del Dr. Góldi. El estudio completo de la segmentación del huevo del nematoide que coftfirma las descripciones de Balfour y las aten¬ tas observaciones de Schmidt; la colocación sistemática del gu¬ sano, y sobre todo, el descubrimiento del proceso de disolu¬ ción de la hembra adulta, hasta entonces no satisfactoriamente reconocido en el mundo zoológico, son todas interesantísimas adquisiciones del Dr. Góldi. El estudio de los factores, que de algún modo se ligan con el origen y propagación de la enfermedad, han sido tomadas en consideración y cuidadosamente analizados. Es muy importan¬ te en este sentido la crítica que hace el autor de los inconve¬ nientes sistemas de cultivo que se siguen en el Brasil, sistemas que, según él, deben calificarse como un atentado contra el fis- 1 Comptes-rendus. 1887. 8 co, contra las generaciones venideras, contra las condiciones climatéricas y, en fin, contra muchos y grandes intereses del es¬ tado actual y futuro. Para complementar sus estudios y dar más solidez á su tra¬ bajo, el Dr. Goldi no ha desdeñado discutir todas las teorías y falsas suposiciones que hasta entonces se habían emitido para explicar la enfermedad. La perturbación de las condiciones climatológicas ocupa par¬ ticularmente su atención y no tiene dificultad en asegurar con el Sr. Barón de Capanema, que las alteraciones pluviométricas producidas por los desmontes irregulares desempeña un im¬ portante papel respecto de la enfermedad. Muchas enfermedades criptogámicas del cafeto han sido des¬ critas y perfectamente explicadas por el autor, tanto en sus re¬ laciones con el Meloidogyne como en su biología especial. El descubrimiento de un hongo del grupo de los Pirenomisetos, relacionado íntimamente con el gusano que se desarrolla en las raíces, fue motivo de cuidadosas investigaciones para deter¬ minar su influencia en la producción de las nudosidades. La parte profiláctica deja aún algunos vacíos, pero las pres¬ cripciones del Dr. Goldi son razonables aunque bastante duras para el cultivador que deba adoptar “como recurso radical pa¬ ra una plantación comprometida seriamente, un exterminio to¬ tal eliminando hasta las raíces.” El trabajo del Dr. Goldi es completo no dejando nada que desear desde el punto de vista científico. Con la valiosa coope¬ ración de muchas eminencias científicas del antiguo continente, entre las que descuellan personalidades como las del Dr. Cra- mer, distinguido micrógrafo suizo; Marshall Ward, el célebre autor de la monografía del Hemileya vaxtatris, etc., el Sr. Goldi ha logrado desempeñar la comisión que le fué encomendada por el gobierno del Brasil, de una manera satisfactoria, revelan¬ do que á su profundo saber y honorabilidad reúne un notable interés por su patria adoptiva. Es posible que la parte literaria de este trabajo se haya resen- I 9 tido de la traducción, pero seguro de haber respetado en todo las ideas del autor y de seguir en cuanto es posible la forma del original, creo de poca importancia y acaso disculpables los defectos de que seguramente adolece. 4. México, Junio de 1894. 1 Gabriel Gómez. t ■ ' I ■■ r \ ■ ■■ i ■■ é ( . ‘ t ’ /‘>H " ■. ■ 1' V . ' ■ ■ f w¡¡^í;T.n !íí.' ,VO> Í'I A i ■ 1 • . ■ / ■ é ;* . - *|:¿4 i?í. *■ • vttt 'í/íÍÍ >v '•* J .'y — '. V, ■ - ■ PREFACIO. El presente trabajo es el fruto de los estudios que emprendí á principios de Agosto de 1886 y que he continuado durante ca¬ torce meses. No puedo considerar terminada mi misión, pues¬ to que la parte relativa á la profilaxis de la enfermedad del ca¬ feto no está aún concluida; sin embargo, como los resultados obtenidos hasta hoy permiten deducir algunas consecuencias prácticas de importancia, no he querido dilatar más la forma¬ ción de la presente memoria. Por otra parte, no quiero guar¬ dar por más tiempo la opinión que tengo formada sobre la na¬ turaleza de la enfermedad. Los resultados de mis futuros estu¬ dios serán publicados con oportunidad. Por su origen, este trabajo debe considerarse como el des¬ arrollo de otro que redacté en alemán á principios de Noviem¬ bre de 1886, y del cual se copiaron veinte ejemplares para re¬ mitirlos á especialistas extranjeros. Este primer estudio titulado “Relación de los estudios hechos con motivo de una enfermedad del cafeto en la Provincia de Río de Janeiro” (Hektografiada del manuscrito), contiene in nuce, todos los puntos esenciales de es¬ te trabajo así como todas las figuras. , La necesidad de recurrir á especialistas en fitopatología, se hizo sentir desde luego. La cuestión era de tal modo multilate¬ ral, y la confusión causada por las teorías anteriores, todas con¬ tradictorias, era tal, que me vi obligado desde luego á abrir una 12 brecha amplia y practicable para penetrar en esta selva virgen cubierta por las densas breñas de mal fundadas hipótesis. Tuve la felicidad de encontrar una brillante falange de colaboradores que bondadosamente me ofrecieron su ayuda. En las cuestiones botánicas fueron mis colaboradores los se¬ ñores: Profesor Dr. Gramer, profesor de botánica en la Escuela Po¬ litécnica Federal de Zurich, miembro de la Comisión filoxérica suiza. Profesor Dr. De Bary, profesor de botánica en la Universidad de Strasbourg. Profesor Dr. H. Karsten, profesor de botánica en las Univer¬ sidades de Berlín y Viena. Profesor Dr. E. Stahl, profesor de botánica en la Universidad de lena. Profesor Dr. Ernest Hallier, profesor de botánica en lena. Profesor Dr. Büsgen, de la Universidad de lena. Profesor Dr. P. Sorauer, en Proskau y Berlín. Profesor Dr. Stutzer, Director de la Estación Agronómica anexa á la Universidad de Bonn (Alemania). t Dr - Já ggi, Director del Museo Botánico de la Escuela Politéc¬ nica de Zurich. Dr. H. Grist, botánico en Bále (Suiza). Debo mencionar muy especialmente á los señores Dr. Henry Trimen, Director del jardín botánico de Peradenija (Ceylán), y el Profesor M. Ward, profesor de botánica en la Real Escuela forestal de Staines (Indias Orientales), por haberme proporcio¬ nado una excelente bibliografía, así como el material suficiente para el estudio de las enfermedades del café en el Asia. En las cuestiones zoológicas tuve el auxilio de los señores: Dr. H. von Ihering, paturalista viajero del Museo Nacional, Río Grande do Sul. Dr. A. Forel, de Zurich (Suiza). Dr. H. Kessler, profesor en Kassel, miembro de la Comisión filoxérica alemana. 13 Dr. Low, Yiena (Austria). I. Lichtenstein, en Montpellier (Francia), distinguido afítólo- go, miembro de la Comisión filoxérica francesa. Debo manifestar mi especial gratitud al Sr. Dr. Cramer, de Zurich, botánico y micrógrafo excelente, que siempre tuvo gran interés por mis estudios. Se encargó de la comprobación de mis resultados que siguió paso á paso repitiendo mis experi¬ mentos. Si el presente trabajo tiene algún valor científico, al Profesor Dr. Cramer deberá una gran parte de su mérito. ' En el Brasil encontré también un gran número de caballeros que me prestaron sus servicios, y revelaron su patriotismo auxiliándome con los medios que tenían á su alcance para re¬ solver esta cuestión de carácter general y de capital importan¬ cia. Además de los nombres que he puesto en mi oficio ante¬ rior, tengo que mencionar con positivo placer á las personas siguientes: Sr. Henri Burguez, hacienda Mont Yernon (Macuco). Señor Comendador Joáo Alves Pereira, Bóa-Fé. Sr. Pedro de Alcántara Leite Pinto, hacienda de San Pedro (Santo Antonio de Padua). Señor Mayor Fonseca Marinho (Tres Irmáos). ■ Sr. Díaz de Silva Júnior (Río de Janeiro). Tengo el grato deber de hacer notar la hospitalidad y apoyo que bondadosamente me prestaban los señores ingenieros Jacob van Erven y Carpenter siempre que pasaba por el ingenio cen¬ tral de Río Negro. La Dirección de los Ferrocarriles de Cantagallo , Leopoldina y Carangola , me facilitaron toda clase de consideraciones y como¬ didades durante mis viajes, y es de mi deber ofrecerles mi re¬ conocimiento. Sé valorizar perfectamente el papel que desempeñan estos servicios para el éxito de mis trabajos y dudo mucho que sin ellos hubiera podido terminarlos. 1 1 El Sr. Dr. Philippe Aristides Caire, de San José Leonissa, tuvo la bon¬ dad de redactar el artículo relativo á la marcha histórica de la enfermedad del 14 Por último doy gracias á mi joven amigo el señor Ingeniero Hermillo Bourguy Macedo de Mendoza, que tan útil me fue pa¬ ra la redacción y coordinación de la presente memoria. Río de Janeiro, 1? de Noviembre de 1887. Dr. Emilio augusto Góldi. café. Estoy seguro de que esta circunstancia será muy agradable al lector, pues que el autor, propietario perjudicado por el mal y conocedor de muchos años de la zona, cita fechas que yo no habría podido mencionar. \ I PARTE HISTÓRICO-GrEOGrRÁFIOA. A.—Resumen histórico de la marcha de la enfermedad del ca¬ feto, por el Dr. Aristides Caire [hacienda de la Concepción , San José de Leonissa ]. La enfermedad del cafeto cuyo resumen histórico vamos á dar, existe desde hace veinte años, poco más ó menos, en el Norte de la Provincia de Río Janeiro. Según los mejores infor¬ mes sobre la aparición de la enfermedad del cafeto, sabemos que fue observada por primera vez en las cercanías de la ciu¬ dad de San Fidelis, 12 ó 15 kilómetros hacia el sudoeste de la sierra denominada del “Collegio,” hasta la margen del río Pa- rahyba, hacienda de la “Pureza,” en la cual fue tan grande la mortandad de 1869 á 1870, que sus propietarios hubieron de abandonar el cultivo del café para sustituirlo con el de la caña. Del punto inicial se propagó el mal hacia el sudoeste, en la zona comprendida entre el río “Parahyba” (lado norte) y las sierras del “Collegio” y “Magdalena” (lado sur), en el valle de los “Dous Ríos,” 1 “Ponte-Nova,” donde en 1873 y 1874 fueron bastante notables los daños causados á la plantación del café t Siguiendo siempre su curso hacia el sudoeste, ya en 1875 se 1 Afluente del Parahyba formado por la reunión del Eío Grande y del Río Negro. 16 presentaba con intensidad en algunas plantaciones de San José Leonissa, tales como la hacienda de la “Barra,” situada en la margen de los “Dous Ríos” (barra del Río Negro en el Río Grande), continuando la enfermedad hacia el sur por el curso del Río Grande, y para el oeste siguiendo el Río Negro y des¬ truyendo los cafetales de la hacienda de la “Serraría,” *y otros muchos, de tal modo, que en 1876 ya se había extendido unos 20 kilómetros hasta la hacienda de “Boa Fé.” Al mismo tiem¬ po iba atacando plantaciones lejanas del río Negro, entre éste y el Parahyba y destruyendo magníficas plantaciones de los cultivadores de “Valláo da Onga.” De ahí se fué notando su aparición en la hacienda de “Agua Limpa” y sus vecinas, hasta la Concepción, donde en 1876 era fácil notar el estrago causa¬ do por la plaga. Permaneció estacionaria casi dos años, pene¬ trando en 1878 á la hacienda de “Serra Vermelha” y también á la de “Siberia.” En Agosto del mismo año estuvo el profesor Jobert en esta última hacienda y en la de la “Serraría,” con el objeto de estudiar la enfermedad. Durante algún tiempo estuvo limitada á la vertiente este de la “Serra Vermelha,” pero de 1879 á 1880 la transpuso infes¬ tando las plantaciones de “Santa Rita de Cantagallo.” Siguien¬ do el valle de Río Grande, ya por esa época había devastado las importantes haciendas de “Macapá,” “Doctor Cornelio,” y la no menos del comendador Regó Pontes, en el municipio de Santa María Magdalena. En los lugares próximos á San José Leonissa (“Aldea de la Pedra”) ya se notaba en 1879 no pequeño número de cafetos afectados. Entre la sierra “Vermelha,” vertiente noroeste, y el río Para¬ hyba, comenzó á aparecer la enfermedad en 1879, tomando cierto incremento en 1880 y mayor en 1881. Llegó entonces por la ribera de las “Areias” hasta “Larangeiras,” y de ahí por el curso de los ríos hasta la “Serra d’Agua Quente.” Esto respecto á la margen derecha (lado sur) del río Parahy¬ ba, donde primero apareció y causó mayores perjuicios. 17 En la margen izquierda, aunque en 1877 la enfermedad hu¬ biese atacado algunos cafetales de la hacienda entonces perte¬ neciente al señor capitán Terra Pereira, sólo en 1880 se hizo notable extendiéndose hasta Monte Verde y por las márgenes del río Pomba hasta San Antonio de Padua. En todas partes presentó la enfermedad, en la misma época, los mismos síntomas. Generalmente ataca los cafetos de cinco á seis años para arriba; comienzan á. aparecer los primeros afecta¬ dos á fines de Marzo ó principio de Abril, irregularmente dis¬ tribuidos; en los meses de Junio, Julio y Agosto el ataque se presenta con toda su intensidad. Hay años en que, hacia el mes de Agosto, además de los pies de aspecto triste característico, con las hojas pendientes y ama¬ rillas (las cuales caen poco á poco hasta dejar despojado al ar¬ busto), se presentan pies que en muy pocos días de enfermedad quedan con las hojas marchitas y color de tabaco, como si el ca¬ feto hubiese sufrido la acción del fuego; es esta una forma, pue¬ de decirse, fulminante, y la que más desaliento causa al cultiva¬ dor que la observa. Especifiquemos la marcha seguida por la enfermedad durante algunos años y veremos que es casi siempre la misma. En 1881, á mediados de Marzo, comenzaron á aparecer los primeros cafetos con señales de enfermedad, la cual se hizo pa¬ tente en Abril. Llovió copiosamente hasta los primeros días de Abril; de ahí hasta Octubre llovió muy raras veces y en muy pequeña cantidad. Gomo en los años anteriores, la enfermedad recrudeció durante los meses de Mayo y Junio, llegando á su máximo en Julio y Agosto. Tuve noticia de que en el referido año se extendió el mal hacia el sudoeste atacando cafetales de “Estrada Nova,” “Valláo do Barro,” margen del “Gorrego dos Indios” y otras haciendas de Santa Rita. En los últimos días de Octubre los pies que no habían muer¬ to y los que estaban sin follaje por falta de lluvias, comenzaron á componerse y los primeros días de Novieníbre estaban reves¬ tidos de bastante follaje. En este mes no se observó ningún ca- Cafeto.—2 18 feto nuevamente afectado; los atacados anteriormente estaban entonces secos y raquíticos. En 1882 siguió la misma marcha; en épocas idénticas fué mal observada. En 1883 se notó la enfermedad más temprano, porque en Febrero ya había gran número de cafetos afectados; se prolongó la sequía hasta Septiembre, lloviendo en los tres últimos meses del año; el registro del pluviómetro dió entonces 448 milímetros. En 1884 nada nuevo se notó, á no ser la noticia de la apari¬ ción de la enfermedad en otras plantaciones, propagándose gra¬ dualmente á puntos más distantes del inicial. Fué año de poca lluvia, pues en toda la época el pluviómetro registró apenas 835 milímetros. En 1885 la mortandad no fué tan grande, notándose que du¬ rante todo el año moría uno que otro pie, lo que también se observó en 1886. En 1885 las lluvias fueron más abundantes: 913 milímetros, y en 1886 más aún: 1.152 milímetros, de los cuales 784 milí¬ metros corresponden á los cuatro últimos meses. Se ha observado que la variedad de café tiene su influencia sobre la mortandad, siendo menos atacado el de Java, más el de Borbón y mucho más el Maragógico. De esta última varie¬ dad mueren 10 por ciento en el tercer año y 50 por ciento en el cuarto. I B. —Extensión geográfica actual de la zona AFECTADA POR LA ENFERMEDAD. Gomo había comunicado anteriormente al Ministerio de Agri¬ cultura, tuve siempre en vista la formación de una carta espe¬ cia] de la extensión actual de la enfermedad del cafeto. Empren¬ dí largos viajes: uno con el objeto de averiguar si realmen¬ te la enfermedad del cafeto era idéntica en todas partes ó Sj existía más de una; dos con el fin de determinar del modo más exacto posible los límites actuales. 19 Con pesar debo manifestar que esta parte de mi comisión, por cierto no menos interesante desde el punto de vista científi¬ co, como importante para el estado económico de la provincia del Río, no pudo ser realizada con la precisión y cuidado que exige y qüe yo habría querido dispensarle. Dificultades insuperables surgieron para mí, y surgirán, sin duda, para cualquiera que pretenda resolver el problema. En¬ tre estas dificultades son las mayores: 1? Los viajes incómodos, dispendiosos y largos. 2? Falta de buenas cartas geográficas parciales, y falta com¬ pleta de catastro agrícola oficial. 3^ Extraordinaria reserva y aun recelo, por parte de algunos cultivadores, para orientar al comisionado respecto de la exten¬ sión de la enfermedad en sus propiedades y en las vecinas. 4? Ausencia completa de conocimientos exactos sobre la na¬ turaleza de la enfermedad, entre la mayoría de los cultivado¬ res. Discutiré en pocas palabras algunas de estas dificultades. 1. Viajes incómodos. Está subentendido que el encargado de una comisión semejante no puede seguir en todas partes las grandes vías de comunicación. Está obligado á penetrar en re¬ giones retiradas y á veces poco accesibles, sobre todo para quien no tiene la fortuna de estar familiarizado con la. equitación. 2. Todas las cartas de la Provincia que tuve á mi disposición, son incompletas y llenas de inexactitudes en los pormenores. Diré, por ejemplo, que en ninguna carta la cadena de “Serra Ver- melha” se halla en su verdadero lugar; ó está muy distante de río Negro ó demasiado próxima. Las cartas existentes son ili¬ mitadamente arbitrarias y apenas pueden dar una idea muy superficial de la verdadera configuración del país. Esto es des¬ agradable. Nunca me fué tan sensible la falta absoluta de un buen material cartográfico, como durante mis viajes en la Provincia de Río Janeiro. ¡Falta catastro oficial, no sólo para las feligrecías sino también para las municipalidades! ¿Cómo pues orientarse sobre la exacta topografía y la superficie de las 20 diversas haciendas que tienen á veces leguas de extensión? ¿Có- mo obtenerse datos precisos acerca de la superficie cultivada y no cultivada, sobre el área destinada al cultivo del café? 4. El comisionado tiene que luchar constantemente con la confusión entre las diversas “enfermedades” que puede tener el cafeto en el Brasil; sobre todo, se ve muchas veces confundir la enfermedad de las hojas producida .por el Cemiostoma coffeellum (vulgarmente “bicho da folha”) con la enfermedad para cuyo estudio me comisiona el gobierno. En todas partes es preciso examinar todo por sí mismo. Es de esperar que el presente trabajo despierte en los círcu¬ los agrícolas interés hacia estas cuestiones, y sobre todo, que haga conocer al cultivador de café el carácter y la naturaleza fa¬ tal de la epidemia. La zona afectada por la enfermedad se reduce hoy á una par¬ te del valle del río “Parahyba” y sus afluentes. Estos afluentes son: del lado izquierdo el río “Pomba” y el “Muriahé;” del lado derecho el río “Areas,” “Dous Ríos” y el río del “Collegio.” El área afectada presenta sobre la carta la forma de un gran tra- pesoide, cortado por el río “Parahyba” en el sentido de una diagonal, en dos partes poco más ó menos iguales. Geográfica¬ mente se puede determinar la posición de esta zona del modo siguiente: 21°-22° de latitud meridional, 0°30'-l°30" de longi¬ tud este (meridiano de Río Janeiro). Puede calcularse la superficie de la zona afectada en cerca de 84 leguas geográficas cuadradas , esto es , cerca de 3,000 kilómetros cuadrados ó 300.000 hectáreas. Deseo ser bien comprendido en cuanto al sentido de estos nú¬ meros. No pretendo que sean el resultado de la suma de las superficies de las plantaciones de café atacadas por la enferme¬ dad; esta adición sería naturalmente el mejor medio de formar idea exacta sobre la área actualmente ocupada por la epidemia. Pero ¿quién posee los preciosos datos para llegar á ese verda¬ dero valor? Su determinación sólo sería posible si se pudiesen tomar por base catastros agrícolas oficiales; ahora, no existiendo 21 tales catastros, la tarea es simplemente imposible. En los gua¬ rismos que acabo de dar, hállanse indistintamente comprendi¬ dos los terrenos cultivados y los no cultivados; plantaciones en¬ fermas y plantaciones más ó menos afectadas. Ni todo el trape¬ zoide indicado representa un cultivo de café, ni todo el café en él existente se encuentra afectado. Ciertamente que no. El ver¬ dadero valor, el total de las diferentes superficies que poseen cafetos enfermos , es considerablemente menor que la que acabamos de dar como expresión geográfica. Examinemos más de cerca, con el auxilio de mi carta, el cam¬ po de acción de la enfermedad. Del lado derecho del río “Pa- rahyba” vemos como límite actual, para el oeste, el río “Areas.” La mitad inferior del valle de “Dous Ríos,” ó quizá más de la mitad, está representada como enferma. Entra igualmente con toda su extensión el pequeño río del “Collegio,” célebre en la historia de la enfermedad del cafeto. Del lado izquierdo se ex¬ tiende la enfermedad cerca del río Pomba como límite para el oeste, ocupando casi todo el intervalo entre éste y la mitad in¬ ferior del río “Murialié.” * En cuanto á la división política de la zona afectada, se en¬ cuentran los siguientes municipios: 1?, “San Antonio de Padua;” 2?, “Nossa Senhora da Lage;” 3?, “San Fidelis;” 4?, “Santa María Magdalena” (lado derecho del “Parahyba”). Además consideramos como parcialmente in¬ teresados los municipios de “Campos” y “Cantagallo.” Se considera la superficie de la Provincia de Río Janneiro poco más ó menos de 69,000 kilómetros cuadrados. Si adopta¬ mos 3,000 kilómetros cuadrados para superficie-representativa del campo de acción de la enfermedad del cafeto, veremos que esta última superficie viene á ser de la área total de la pro¬ vincia. Esta fracción puede parecer muy corta, y las dimensio¬ nes actuales de la epidemia poco notables para despertar serios recelos para el futuro de nuestro cultivo. No es esa, sp embargo, mi opinión. La fracción indicada es evidentemente muy pequeña; pero de los otros f-f cuánto terre- / 22 no propio para el cafeto existe sin cultivo! Nuestra provincia está dotada, por una parte, de hermosas cadenas de montañas, y por otra, de lagos, lagunas y pantanos que se reúnen á las playas arenosas de la costa, á lo largo de la ribera atlántica. En estas últimas regiones el cultivo del cafeto está sustituido por el de otras plantas, el de la caña de azúcar sobre todo (des¬ de “Campos” hasta el Río Parahyba) en los municipios de la costa. No digo que no haya cafetales en algunos lugares favo¬ recidos de esta zona, pero ahí el café como producto agrícola no alcanza el valor que tiene el de las otras localidades, su expor¬ tación es nula ó pequeña y lo que se obtiene apenas se destina para las necesidades domésticas. Una parte que está en blanco en la carta, comprendida entre el río “Parahyba” y el “Muriahé” (donde la enfermedad está más adelantada que en las márgenes del río “Pomba”) entra en la misma categoría de terrenos y se¬ ñala el “Sertáo das Frecheiras,” región que bien merece ese nombre, pues no pasa de ser un desierto sin agricultura defi¬ nida. C. —Gravedad de la epidemia. , Este de la superficie total de la Provincia de Río Janeiro, adquiere mucha más importancia cuando se considere no ya esas dimensiones geométricas, sino su papel en la agricultura de la provincia. Cualquiera persona familiarizada con las condi¬ ciones agrícolas de nuestra provincia, convendrá en que el fatal tra- pesoide abraza justamente la mejor zona para el cafeto, las tierras cafeteras de la Provincia de Río, las propias por excelencia! Com¬ prende ya la mayor parte de esa zona. Aún no están infestadas el río “Paquequer” y la parte superior del sistema de los “Dous Ríos” que contienen numerosas plantaciones (en parte de fecha reciente) que suministran mucho y muy buen café, que actual¬ mente forma el principal contingente de la exportación. Si el total de la exportación de la provincia no presenta hasta ahora oscilaciones muy considerables, es debido al gran esfuerzo he¬ cho por las regiones aún no invadidas por el azote. 23 Interpretar esta circunstancia como prueba de la poca impor¬ tancia de la enfermedad del cafeto—como algunas veces he oi¬ do decir en la capital,—es un error intencional, ó no intencio¬ nal, pero sí de personas poco ó mal informadas. Yo afirmo que la superficie actualmente ocupada por las plantaciones de café en la Provincia de Río Janeiro, debía tener una producción y exportación más considerable, llegando tal vez (sin exageración) al doble de la que realmente tiene, de la que cceterisparibus, era producida por menor superficie antes de la aparición de la en¬ fermedad. El quantum de café exportado permanece poco más ó menos el mismo á pesar ele haber aumentado considerable¬ mente la superficie cultivada. Es indiscutible, para todo obser¬ vador de criterio, la funesta influencia de la enfermedad del ca¬ feto en las regiones que anteriormente eran las principales ex¬ portadoras del precioso fruto. Es necesario haber visto el triste estado de paralización de algunas vías férreas en la zona en cuestión; la actual decaden¬ cia de ciertas ciudades, antes florecientes; es preciso saber cuán¬ tos cultivadores de poca ó mucha importancia, desesperando de sus cafetales, abandonan aquellas regiones para establecerse en la Provincia de Espíritu Santo; y saber cuantos, disgustados con las desgracias del café lo abandonaron por la caña, para poder apreciar en su verdadera extensión los efectos del azote sobre las condiciones agrícolas de la Provincia de Río. Agrego, como ejemplo que puede dar una buena idea de lo que dejo dicho, un cuadro comparativo de las cosechas de uno de los últimos años en tres haciendas invadidas por la enfer¬ medad. Buena cosecha media Cosecha máxima Cosecha actual. anterior. anterior. Hacienda A. 700 © B . ^00 n „ C. 2,500 „ 13,800 © 16,000 © 10,000 ,, 14,000 „ 11,000 „ 20,000 „ Un diputado á la Asamblea Provincial presentó en 1886 el siguiente resumen como resultado de una lista de 40 haciendas atacadas por la enfermedad: 24 Buena cosecha media Cosecha máxima Cosecha actual. anterior. anterior. Total de 40 haciendas. 26,580 @ 128,840 @ 234,000 @ El mismo diputado, que es cultivador de café y conoce la ma¬ teria, evalúa en $5.000,000 al mínimum el perjuicio causado por la enfermedad del cafeto en los tres Municipios de “Canta- gallo,” “San Fidelis” y “Santa María Magdalena.” Conozco á un cultivador, propietario de dos fincas de café: una grande situada en la zona afectada por la enfermedad, la otra, pequeña, situada fuera de la zona aunque muy cerca del líifiite actual de ésta. La primera daba antes de la aparición de la enfermedad, de 14 á 16,000 arrobas como buena cosecha media; la pequeña, al máximum 4,000 arrobas. Pues bien, la cosecha total de las do- plantaciones fué en el último año cerca de 2,500 arrobas, dé las cuales 2,000 fueron suministradas por la pequeña y 500 por la grande. Durante veinte años que se conoce la existencia de la enfer¬ medad del cafeto, ha alcanzado la extensión de 3,000 kilóme¬ tros cuadrados, que repartidos entre los veinte años dan un acre¬ centamiento de 150 kilómetros cuadrados por año, movimiento relativamente lento si se compara con la rápida marcha de la filoxera en Europa. Aunque esta marcha deba considerarse como lenta, hay va¬ liosas razones para creer que el acrecentamiento anual no per¬ manece constante, sino que aumenta progresivamente en pro¬ porción á la circunferencia de la zona afectada. Todo conduce á creer que la enfermedad-atacaría la superfi¬ cie total de la Provincia de Río Janeiro en un espacio de tiem¬ po mucho menor del que resultaría teóricamente dividiendo 69,000 por 150. Si esta época, hipotéticamente llegaría sólo pa¬ sadas 8 ó 9 generaciones humanas, ¿quién asegura que no se presente después de una ó dos? Declaro con franqueza que se¬ ría altamente ilusorio augurar un porvenir color de rosa al cul¬ tivo del café en la Provincia de Río. Desearía de todo corazón 25 que ni una ni otra de mis profesías se realizasen jamás, caveant cónsules. Llamo una vez más la atención del lector hacia la carta. El modo de distribución, es por sí solo una gran prueba de la na¬ turaleza epidémica de la enfermedad del cafeto. Es natural su semejanza con las cartas de la distribución de la filoxera, sobre todo con la del Profesor Dr. Leuckart de Leipzig. En ambos ca¬ sos se consideran los valles de los ríos como líneas directrices de la distribución geográfica. Y ■ \ / PARTE DIAGNOSTICA. Característica de la enfermedad.—Examen microscópico DE LA PLANTA ENFERMA Y DE LA PLANTA MORIBUNDA. La enfermedad se manifiesta exteriormente , por un agotamiento de todas las partes exteriores [marchitamiento de las hojas , colora¬ ción obscura de los renuevos"], desecación y muerte , por último , del pie entero. Desde mi primera estancia en las regiones atacadas, un cul¬ tivador inteligente y merecedor de toda confianza me aseguró que era posible distinguir dos formas de la enfermedad. a. Una forma crónica. El pie no muere sino meses después de la aparición de los primeros síntomas exteriores antes cita¬ dos, y á veces llega al siguiente año. b. Una forma aguda ó fulminante. El pie muere de pronto en 8 ó 15 días sin haber presentado distintamente los síntomas arri¬ ba indicados. Al principio de mi permanencia en la zona de la enfermedad en las grandes plantaciones de sierra “Vermellia,” tuve ocasión de ver ejemplos de la primera forma; pero á pesar de todos mis esfuerzos no me fué posible encontrar un solo ejemplo de la se¬ gunda. Más tarde (Enero de 1887) encontré un primer caso á la iz¬ quierda del río “Parahyba,” entre “Grumarím” y “Monte Ver- 28 de” (hacienda de Santa Teresa), y últimamente observé otros en gran cantidad, mayor aún que la de los ejemplares de la for¬ ma crónica. Pude convencerme de la presencia de estas dos formas. El mencionado cultivador no sabía ciertamente si estas dos formas eran dos fases diferentes de la misma enfermedad ó si se trata¬ ba de dos enfermedades independientes una de otra y pareci¬ das sólo en su efecto final sobre la planta. Esta cuestión, que luego había de interesarme como originada de un criterio incli¬ nado á profundizar los hechos, quedó definitivamente resuelta por mis estudios microscópicos. Las dos formas mencionadas no son sino expresiones de diferentes grados de intensidad del mal. Pasemos á la descripción microscópica de los caracteres de la enfermedad como se manifiesta sobre las diferentes partes de la planta. «. Hojas. Gomo fenómenos generales debemos citar los si¬ guientes: 1. Las hojas caen recogidas á derecha é izquierda del ramo en vez de mantenerse extendidas horizontalmente. 2. El borde de las hojas es notablemente onduloso. 3. Al principio son de un verde pálido, les falta el lustre ca¬ racterístico de la hoja sana; después, pasan al amarillo y toman en seguida todos los matices de un marchitamiento otoñal. 4. Se desprenden con extraordinaria facilidad. Nota 1. No es raro encontrar en la zona afectada, pies que según los cultivadores estarían enfermos y que realmente apa¬ recen más muertos que vivos, enteramente desprovistos de ho¬ jas y con los ramos quebradizos y secos. Sucede sin embargo que en algunos brotan uno ó dos retoños en la base del tronco, especialmente en sus ramificaciones. Estos retoños tienen raquítico aspecto, y los cultivadores sa¬ ben por experiencia, que de ellos nada puede esperarse, pues son apenas una última manifestación de la fuerza vital del cafe¬ to. En efecto, las hojas de estos retoños quedan pequeñas, del¬ gadas y jaspeadas de un modo muy singular, sólo la red de la 29 nervación es de un verde obscuro, el resto de la hoja, esto es, todo el espacio comprendido entre las mallas de los vasos es de un verde claro aproximándose al amarillo. No conozco ejemplo de un pie semejante que haya vuelto á un estada normal de salud. Nota 2. La forma fulminante de la enfermedad no presenta la decoloración, lenta y gradual del follage, descrita en el nú¬ mero 3. Las hojas pasan súbitamente al pardo negruzco, y el cafeto aparece como tostado por la acción de un fuego violento que le hubiera sido cercano. ■ Como fenómeno secundario—estudios especiales en este sen¬ tido me autorizan para decir que es secundario—es preciso men¬ cionar que en los cafetales infectados hay un prodigioso núme¬ ro de hojas manchadas. Cada mancha consiste (cuando completa) en un punto pardo ú obscuro, variando en cuanto á su diámetro conforme á la edad. El punto central está circundado por una aureola amarillen¬ ta. En el centro el tejido aparece muerto y en la aureola apa¬ rece moribundo. Estas manchas aparecen cuando jóvenes como puntos amarillentos y vistos contraía luz son transparentes. Las manchas se hallan en lugares muy diferentes, pero con especia¬ lidad en los bordes y en la punta. Una observación atenta y continuada demuestra que estas manchas crecen rápidamente en extensión. Cuando tienen una edad avanzada su contorno se vuelve muy irregular. El color amarillo suele extenderse hasta la base y el peciolo de la hoja (Véanse las figuras 26 y 27). P Ramos. En un examen macroscópico no se descubrirá nin¬ guna alteración diversa de las que se notan estudiando externa ó internamente un ramo de cualquier planta leñosa en un esta¬ do de completa sequedad. El eje vegetativo de la extremidad del ramo, comienza á ponerse obscuro como síntoma de la muerte total, avanzando rápidamente de las partes periféricsa para las centrales. Algunos pies, además de mostrar en la hoja las manchas an- 30 tes descritas, tienen también manchas semejantes en el límite entre la parte del ramo correspondiente al año presente y al an¬ terior. En este caso las manchas invaden una gran extensión sobre la corteza de los ramos y son de un color moreno obscu¬ ro con líneas longitudinales. Muchas veces estas manchas se reproducen detrás del punto de inserción de cada par de hojas. Examinando de cerca estas manchas, se podrán distinguir, aun á la simple vista puntos obscuros muy pequeños distribui¬ dos en su interior. (Figuras 31 (a e b) y 28). * y Tronco. El examen microscópico no suministra otros fenó¬ menos primarios, á no ser los ya citados tratando de los ramos. Puede observarse que la corteza y la madera sufren un proceso de desecación. 8 Raíces. Arrancando un pie afectado de la primera ó de la segunda forma de enfermedad, es decir, un pie en el que se des¬ cubra la enfermedad enteramente declarada (como en todos los casos á que se refieren las indicaciones hechas en «, /3, y,) se no¬ tará desde luego, con cierta admiración, que sólo se encuentra un número insignificante de raíces del orden terciario y cuater¬ nario; el pie no ofrece gran resistencia para desprenderse del suelo y casi siempre después de pocas medidas preparatorias. El tronco se quiebra fácilmente en su base. Se encuentran són lo raíces primarias y secundarias. El resultado es poco más ó menos el mismo, si se desentie¬ rra uno de estos pies con todas las precauciones posibles, pro¬ curando hacer salir con la base del tronco una buena porción de tierra. Casi ninguna raíz fina se encuentra. Las que pudieran hallar¬ se en forma de fragmentos adheridos á los terrenos circunveci¬ nos, y aun los adherentes á las grandes raíces, ofrecen un no¬ table aspecto. Laspart.es corticales aparecen muy arrugadas y 'poseen muy poca cohesión con las partes leñosas centrales. Como consecuencia de este relajamiento y de esta falta de cohesión, se observa que la corteza seca y quebradiza se puede extraer como un cilindro hueco en la misma forma que un dedo de guante. I f \ ei Además, estas raíces en lugar de disminuir gradualmente de calibre del centro hacia la periferia (de su nacimiento, hacia la extremidad), presentan en su extensión gran número de intumes¬ cencias inexplicables para las raíces de una planta sana. Un ojo ejercitado y acostumbrado á ver cosas pequeñas, puede distin¬ guir que la mayoría de estas tumefacciones están provistas de pe¬ queños orificios que comunican el interior de los nudos con el mundo exterior. Será útil insistir en que los hechos que he descrito fueron in¬ variablemente comprobados en las raíces de todos los pies que hasta hoy he tomado como tipos, es decir, pies en los que la en¬ fermedad se ha manifestado exteriormente, ya por el agotamien¬ to de las hojas, ó ya por la pérdida total de estos - órganos res¬ piratorios. Una argumentación basada sobre los elementos de la patolo¬ gía, nos hace suponer que este estado de retracción de la capa cor¬ tical de las raíces debe ser precedido de un estado de turgescencia. Tal es realmente el caso, pero incurriría en gran error el que pretendiera estudiar este proceso en las raíces de los cafetos en los cuales se haya declarado la enfermedad exteriormente. Sería trabajo perdido. Entiendo que la completa obscuridad que hasta hoy ha impedido el descubrimiento de la verdadera naturaleza de la enfermedad del cafeto, era enteramente debida á la circunstancia de que todos los observadores—con excep¬ ción de uno solo—no dieron importancia al raciocinio lógico so¬ bre el origen de este estado de retracción de las raíces de los pies visiblemente atacados por la enfermedad. ■ El proceso déla turgescencia antes mencionado , debe estudiarse en las raíces de los cafetos aparentemente sanos y vigorosos , que por su aspecto exterior en nada acusan la enfermedad. En un cafetal infestado, no se necesitará mucho tiempo para encontrar un pie apropiado para el objeto—“Desgraciadamen¬ te,” debo advertir. Tomemos uno de estos pies de aspecto floreciente y robusto, con las hojas de un hermoso color verde obscuro y brillante. Se- I 32 ría muy raro que no fuera el individuo acondicionado para el es¬ tudio. Raspando ligeramente en la tierra una superficie circular correspondiendo á la proyección (del cafeto) de la copa del arbus¬ to, habremos puesto á descubierto una gran cantidad de raíces de diversos órdenes y calibres y podremos observar que las raí¬ ces finas, con especialidad, tienen una tendencia muy acentuada á extenderse casi horizontalmente y casi á flor de tierra. La mayor parte de estas raíces, especialmente las del orden terciario y cuaternario, están cubiertas de nudosidades. (Figs. 1 y 7). Estas nudosidades son de forma y magnitud va¬ riables; algunas son casi esféricas; otras son elípticas; algunas son pequeñas del tamaño de una cabeza de alfiler, otras, gran¬ des como un-grano de trigo. Existen ejemplares de una lon¬ gitud que llega á un centímetro y con algunos milímetros de anchura. Algunas están colocadas en todos los lugares imagi¬ nables de la raíz, otras están situadas de preferencia en su ex¬ tremidad. Algunas veces se encuentran nudosidades muy regularmente cilindricas interrumpidas por contracciones transversales sepa¬ radas por distancias casi iguales, lo que les da entonces un as¬ pecto comparable al del vástago de ciertas palmeras de nues¬ tros jardines. Se encuentran nudosidades provistas de orificios y de super¬ ficie rugosa como las descritas; sin embargo la mayor parte de ellas aparecen destituidas de aberturas, tienen la superficie lisa y un aspecto suculento. Es frecuente encontrar nudosidades situadas á gran distancia de la extremidad de la raíz, que se nota completamente muerta en toda la proporción comprendida entre estos dos puntos. Es este un indicio muy importante en cuanto al efecto pato¬ lógico de la enfermedad; es evidente que una nudosidad seme¬ jante forma una barrera infranqueable para el transporte de las materias que caminan de las partes periféricas para las centrales y es claro que una parte periférica así aislada, deja de partici¬ par de la economía interior de la planta. 33 No es posible evaluar exactamente el número de las nudosi¬ dades que existen en las raíces de cada pie. Sobre las de una planta pequeña suelen encontrarse algunas centenas y en las de un pie adulto suele haber millares. Aunque estas nudosidades se encuentran particularmente en las raíces superficiales, he podido comprobar que también inva¬ den las de 1? y 2? orden. Las figuras de nudosidades de mi colección, fielmente dibu¬ jada por mí del natural, darán una idea exacta del asunto. Reasumamos en pocas palabras nuestro examen macroscó¬ pico. Un estudio atento sobre la naturaleza de la enfermedad del caf do, como puede hacerse á la simple vista, nos demuestra que en¬ tre los órganos principalmente afectados por una alteración patoló¬ gica, las raíces ocupan el primer lugar. Vimos que esta alteración consiste esencialmente en la presencia de una gran cantidad de nu¬ dosidades. La formación de estas nudosidades precede al momento en que la enfermedad se declara abiertamente, es decir , al momento de la muerte. Llegamos así lógicamente á esta conclusión: que el estudio sobre la causa de la enfermedad del cafeto debe encontrarse en la siguien¬ te pregunta: ¿Cuál es la naturaleza de estas nudosidadesf III EXAMEN MICROSCÓPICO DE LA PLANTA ENFERMA Y DE LA PLANTA MORIBUNDA. La suposición, enunciada en mi presencia por varios cultiva¬ dores inteligentes, de que la enfermedad del cafeto debía tener su sitio en las raíces y que el arbusto sería así atacado en su centro vital, me pareció bien fundada y desde el principio dig¬ na de particular atención. El hecho indiscutible de la simultanei¬ dad, difícil de desconocer, en la muerte de todas las partes super- Cafeto.—3 84 ficiales de un mismo individuo , debía realmente venir en auxilio de la suposición de que la planta muere de abajo para arriba. Aceptando esta indicación resolví tomarla como norma para mis estudios microscópicos y comencé por minuciosas investi¬ gaciones sobre las raíces, siguiendo después con mi examen has¬ ta las partes superiores. (a.) Raíces. —Tomemos el hilo de nuestras consideraciones en el punto en que concluimos nuestro examen macroscópico y examinemos una de las raíces finas de un pie que correspon¬ da á las indicaciones hechas en ese capítulo. Sabiendo que las nudosidades mencionadas desempeñan un papel esencial, les dedicaremos desde luego nuestra atención. Provistos de una buena lente que permita un aumento de 12 á 16 diámetros, coloquemos en un vidrio de reloj con un poco de agua y sobre un fondo obscuro, una de las nudosidades de medianas proporciones: nos aparecerá del tamaño de una nuez. (Figs. 8 y 9). Reconocemos un tumor con las paredes muy extendidas y por desgracia muy poco transparente, en general tan opaco como un vidrio opalino. Esta nudosidad está totalmente revestida de una densa capa de finísimos pelos productos de ramificación ulterior, delicadas prolongaciones de la capa epidérmica distribuidas en número incalculable sobre las raíces finas (de orden terciario ó cuater¬ nario) de cualquiera planta en vía de crecimiento. Lo que particularmente llama la atención después de comparar las fibrillas de las partes normales de una raíz y los de una nu¬ dosidad fresca, es que las fibrillas ó radicelas de la nudosidad son visiblemente más largas y más gruesas. Ahora la fisiología vegetal nos enseña que las radicelas son las particularmente encargadas de recoger el agua para la economía de la planta. Por las paredes tenues é incoloras de las radicelas, que no son sino celdillas epiteliales relativamente muy grandes, el agua pasa al cuerpo de la planta para ser transportada después al centro de la raíz. La red jibrilar anormalmente desenvuelta en la nudosidad revela que esta es un tumor que tiende d aumentar la 35 recepción del agua con detrimento de las partes próximas de las raíces finas. La nudosidad por un efecto de irritación local, ori¬ gina un crecimiento patológico de las radicelas y sacrifica así, para su servicio, órganos tan importantes, encargados de recibir el agua para la planta entera. Métodos técnicos para la preparación de las nudosidades des¬ tinadas al estudio microscópico .—Después de algunas tentativas inevitables en casos semejantes, adopté el método siguiente: se colocan las nudosidades frescas, en alcohol común, después en alcohol fuerte, y por último, en alcohol absoluto. De este modo quedan deshidratadas cuanto es posible y se obtiene al mismo tiempo el endurecimiento necesario para po¬ der hacer los cortes. Pasados algunos días y cuando el endu¬ recimiento es suficiente, se introduce la nudosidad entre dos pedazos de médula de saúco, adaptándolos sólidamente á la pe¬ queña cavidad cilindrica de un micrótomo de Ranvier y en se¬ guida se hace un corte á mano con una navaja bien afilada. Los cortes finos se separan de los fragmentos de saúco y se co¬ locan para teñirlos en un vidrio de reloj, conteniendo una pe¬ queña cantidad de eosina (solución alcohólica). La coloración se realiza al cabo de un cuarto de hora poco más ó menos. El exceso de materia colorante se elimina por un lavado en el alcohol absoluto. Los cortes pasan en seguida al porta-objeto. Se encierran en una poca de glicerina gelatinizada (según ía fórmula del profesor Strasburger) cuidadosamente licuada en la llama de una lámpara de alcohol. Los cortes así obtenidos son magníficos y de una claridad que nada deja que desear. Estas preparaciones microscópicas se % conservan durante mu¬ cho tiempo sin sufrir alteración. Para obtener cortes transversales, es evidente que deberá colocarse la nudosidad de manera que su eje longitudinal sea paralelo al eje del micrótomo; los cortes longitudinales se ob¬ tienen colocando la nudosidad de modo que su eje sea paralelo al plano de la chapa del micrótomo y á la hoja de la navaja. 36 Examinemos ahora con un aumento de 80 diámetros uno de estos cortes, especialmente tratado según los preceptos científi¬ cos para el estudio microscópico. Sea en primer lugar un corte transversal (Fig. 11). Notaremos que es poco más ó menos cir¬ cular y presenta zonas concéntricas correspondientes á tres ca¬ pas de sistemas celulares que difieren ligeramente en forma y diámetro. De afuera hacia adentro las capas son las siguientes: Exteriormente la epidermis , constituida por una hilada de celdi¬ llas planas, después el parenquima cortical ocupando la mayor parte del corte, y en el centro la médula con los haces libértanos y los vasos leñosos. Se ve en el corte, un gran número de la¬ gunas irregularmente distribuidas, afectando sobre todo la zona del parenquima cortical y el límite entre la misma zona y el centro ocupado por la médula. Si comparamos este cor e con otro de la misma nudosidad, veremos que estas lagunas varían en cuanto á su situación, y recorriendo un corte transversa de una raíz sana, encontraremos que ahí no existen. -Estos a- gunas son anormales y seguramente de carácter patológico. Estas lagunas aparecen en algunos lugares vacías; en otras, se distingue un saco piriforme (muy impregnado de materia co¬ lorante) de paredes hialinas. Estos sacos regularmente contie¬ nen una gran cantidad de corpúsculos ovoides. Un aumento más fuerte, de 240 diámetros por ejemplo, nos demuestra que tenemos á la vista verdaderos huevos que pre- esntan todas las fases del desarrollo de un pequeño anima. El estudio atento de estos sacos y de estos huevos, prueba quesetra- ta , indiscutiblemente , de un gusano de muy pequeñas dimensiones r pero nunca de la larva de un insecto ]. Pasemos ahora á estudiar un corte longitudinal (fig. 10). Ke- concceremos desde lue¿o las diferentes capas antes enumera¬ das encontrando también gran número de lagunas situadas en el parenquima cortical y aun alguna que se nota en el eje cen¬ tral, En todas partes se ven los sacos ya descritos con un nu¬ mero variable de huevos en todos los grados de su desairol . El corte, del cual doy una figura exacta, es ademas mtere 37 sante, porque muestra un grupo de estos sacos que encontrando al eje central ha obstruido completamente la comunicación de la médula Con los haces fibro-vasculares. Este grupo ha provocado además, un engruesamiento-anor¬ mal del tejido parenquimatoso; el lado derecho del corte ma¬ nifiesta todos los caracteres de un lugar en donde, á consecuen¬ cia de una violenta inflamación, se formó un tejido vulnerario esponjoso, lleno de líquido. Es este un fenómeno que se rela¬ ciona claramente con el excesivo desarrollo del tapiz fibrilar del exterior de las nudosidades. Es claro que ahora 'puede definirse la nudosidad de un modo más exacto , como una inflamación local del tegido parenquimatoso cortical , producida por los sacos , arriba descritos , de naturaleza extraña á la planta. Estos sacos, cuya intima relación con un gu¬ sano, adoptamos , no sólo invade el tejido cortical de la delicada raíz , sino que también suele alcanzar y disolver por completo el eje central , afectando así al tejido flbro-vascular. Veamos si no existen en las raíces del cafeto otros elemen¬ tos á los cuales se pueda atribuir importancia patogénica. Reasumiré mis atentas investigaciones diciendo que entre los millares de fragmentos examinados, pertenecientes á raíces de todos órdenes y tamaños, tanto de pies enfermos como de plantas moribundas, muy raras veces encontré uno solo, en el cual no viese el micelium de un hongo muy ramificado y tenien¬ do, como comprobé por procedimientos técnicos especiales, su principal residencia en la zona comprendida entre la corteza y la madera verde de las raíces. El hongo en cuestión, señalado por la primera vez hace siete años por el mismo observador á quien me referí, en el capítulo II, es muy pequeño, muy difícil de ver y ciertamente sólo per¬ ceptible para el micrógrafo de profesión. Las hifas más antiguas son de color obscuro; las jóvenes son transparentes y contienen un plasma granuloso. En muchos lugares las hifas forman redes en forma de plasmodium (fíg. 32). 38 Frecuentemente un gran número de ellas sigue una misma dirección, asociándose entonces en cordones ó haces (fig. 34); estas hifas están provistas de ceptos (figs.33 y 34). Su dirección es generalmente idéntica á la de la raíz; sin embargo, dan ori¬ gen en algunas partes á ramos transversales que evuelven todo ó la mayor parte del contorno de ésta. Varias veces he podi¬ do seguir á una hifa en toda la extensión de una joven raíz desde su inserción hasta su extremidad. Estas hifas se encuen¬ tran en todos los lugares en que las raíces manifiestan macros¬ cópicamente lesiones, pero también se hallan en las raíces jóve¬ nes que á la simple vista no presentan absolutamente indicio alguno de un estado morboso. Examinando un gran número de preparaciones nos podremos convencer de que estas hifas des¬ aparecen frecuentemente en el interior de masas opacas de de¬ tritus; situados en la superficie. He reconocido en estas masas, colonias de bacterias y á veces se podrán distinguir filamentos de bacteria en el interior y en el exterior de ciertas fibrillas. Por mucho tiempo estuve en duda sobre la verdadera natu¬ raleza de ciertos cuerpos más ó menos ovoides, enteramente opacos, de variable magnitud que pude notar sobre las peque¬ ñas raíces de los pies moribundos, en contacto con ciertas hifas ó amontonados en el borde de la preparación á consecuencia de una presión ligera. El Dr. Büsgen, criptogamista-micrógrafo en la universidad de lena, con quien tuve correspondencia particular sobre este asun¬ to, considera estos cuerpos como concreciones resinosas que han aglomerado algunas hifas y supone que son formaciones patológicas de las raíces del cafeto y del hongo. Estoy dispues¬ to á aceptar esta opinión, aunque entiendo que la cuestión so¬ bre la naturaleza de estos cuerpos ovoides no puede conside¬ rarse como definitivamente resuelta. Cortes transversales de las raíces, manifiestan de nuevo, con las debidas precauciones técnicas, al hongo referido en su dis¬ tribución sobre la raíz. En algunas partes de las capas mencio¬ nadas se encuentra el lugar de paso de las hifas entre las cel- 39 dillas. Se puede comprobar que las celdillas próximas al lugar de paso de una hifa, en lugar de ser claras y transparentes pre¬ sentan un contenido ceniciento, opaco, granuloso, estado evi¬ dentemente patológico. En el presente trabajo destinado al público no vendría á propósito entrar en más detalles mierográfieos respecto de es¬ te hongo. Habiendo descubierto esta criptógama desde el principio de mis estudios, y observado que era muy frecuente y, por de¬ cirlo así, compañera inseparable de la enfermedad, me vi obligado á dedicarle una atención muy especial y pedí á mis colaboradores que procediesen así. Se trataba de determinar sn papel, de saber si era realmente una parásita 6 una saprofita (vegetal de un orden secundario que aparece en las ruinas de una destrucción anterior causada por otra). Esta cuestión no podía resolverse sino por experiencias de inyección artificial las cuales fueron hechas tanto por mí como por mis amigos. Dejando á un lado la descripción circunstanciada de estas deli¬ cadas experiencias, daré el resultado común á que condujeron: el referido hongo no se prestó, mediante tentativas de infección arti¬ ficial á reproducir la enfermedad en una raíz auténticamente reco¬ nocida como sana. Queda así demostrado que la criptógama mi¬ croscópica es uno de los numerosos miembros de la legión de los saprofitos. Un hecho interesante es que siempre se encuen¬ tra la misma especie. Habiendo adquirido así la certeza (tanto cuanto es posible por los medios científicos hasta hoy emplea¬ dos) de que no es al referido hongo al que se debe atribuir el prin¬ cipal papel en la causa del estado morboso de las raíces sería, no obstante, erróneo negarle alguna importancia. En las nudosi¬ dades , que se abren exteriormente con hendeduras relativamente con¬ siderables, el hongo en cuestión penetra por estos puntos lesionados, y « distribuyendo rápidamente sus hijas, su micelium auxilia poderosa- sámente la dehiscencia de las capas corticales del eje medio, que contiene el tejido fibro-vascular. Vulgarmente hablando: separa la corteza de las partes correspondientes á la futura madera de las 40 raíces. Entrando por las nudosidades , efectúa en mayor escala , sobre toda la extensión de la raíz fina , el proceso de separación ini¬ ciado, en puntos localizados , por los sacos antes descritos. La posición sistemática del hongo es aún incierta, por la ra¬ zón sencilla de que la clasificación de tales seres, se basa exclu¬ sivamente sobre la forma y modo de formación de los elemen¬ tos reproductores—de las esporas—que hasta hoy, aún no con¬ seguimos descubrir en él. Hay, sin embargo, diversos argumen¬ tos que conducen á suponer que pertenece ála numerosa fami¬ lia de los PlRENOMICETOS. Tenemos, pues, dos compañeros, uno de naturaleza animal y otro de naturaleza vegetal que trabajando al mismo fin, actúan por medios bien distintos. Lo que acabo de exponer, puede apreciarse á la vista por medio de las figuras 12 y 13; el lector verá dos cortes transver¬ sales de una raíz adulta con el cuerpo central leñoso bien des¬ arrollado. La primera de estas figuras dibujada del natural, ma¬ nifiesta el cuerpo leñoso en principio de discordancia con la corteza; la otra, dibujada también del natural representando un corte sucesivo de la misma raíz, hace ver este proceso de sepa¬ ración casi concluido. Cortes longitudinales muestran en estas lagunas artificiales varios trazos de las hifas del citado hongo en pleno estado de desarrollo. Después de lo que acabo de decir sobre el examen micros¬ cópico, ¿no juzgará el lector perfectamente explicado uno de los caracteres más notables de las raíces de la planta enferma, ca¬ rácter discutido á propósito de nuestro examen macroscópico? (/?.) Tronco. —El examen microscópico del tronco da pocas indicaciones nuevas é interesantes sobre la enfermedad. Sin embargo, era necesario que me ocupase de él seriamente é hice sobre esta parte de la planta gran número de preparaciones. Se practicaron y examinaron muchos cortes microscópicos,* tomados tanto’de las partes superiores como de las inferiores, in- teresando'un mayor ó menor sector leñoso. El conjunto de las capas corticales de los pies moribundos manifiesta anomalías. 41 En los cortes longitudinales y transversales se encuentran nu¬ merosas celdillas con un contenido pardusco, granuloso y opa¬ co, entre otras que por su transparencia manifiestan un estado normal; algunas celdillas están muertas y tienen entonces un color amarillo de ámbar. Es esto lo que se observa principal¬ mente en los pies moribundos. Cortes tomados de la parte inferior del tronco en torno de su base, muestran nuevamente el micelium del hongo descrito con sus hifas serpenteando en las zonas de las celdillas délas capas corticales; estas hifas están provistas de septas y presentan en¬ teramente los mismos caracteres que se notan en las de las raíces. Es la misma especie. Pude asegurarme de que este mi¬ celium sigue al tronco á bastante altura sobre la superficie del suelo. En cuanto á la madera y á la médula no me fue posible des¬ cubrir fenómenos patológicos dignos de mención. Es un hecho conocido y fácil de comprobar, que en los pies que se encuentran en la última fase de la enfermedad, la médu¬ la se vuelve morena en el tronco y en los ramos. (y.) Ramos .—Con relación á los ramos primarios y la made¬ ra de los años precedentes no hay nada especial que decir; no habría más que repetir lo que se ha dicho sobre el tronco. En cuanto á las manchas obscuras de las ramas verdes, men¬ cionadas en el Gap., II, el estudio microscópico manifiesta que su naturaleza es la misma que la de las manchas de las hojas (Gap. II) y por consiguiente serán discutidas con éstas. (o.) Hojas .—En el Capítulo II, indiqué los caracteres por los cuales se manifiesta la enfermedad sobre las hojas del ca¬ feto. Es claró que las particularidades citadas bajo los números 1, 2, y 4, no tienen expresión microscópica, es decir, el instru¬ mento óptico no dará explicación alguna que pueda hacer ade¬ lantar en algún sentido nuestros conocimientos acerca de Ja en¬ fermedad. El caso es diverso para la número 3. Creo, no obs¬ tante, poder dispensarme de entrar en la discusión micrográfica de este detalle; en cambio juzgo útil tratar más minuciosamen- 42 te de las manchas morenas , de las que ya tuve ocasión de hablar más de una vez. Me veo obligado á esto porque desempeñan cierto papel en la historia del conocimiento de la enfermedad del cafeto en el Brasil. Hace algunos años se consideraba de cierto modo, que estas manchas sobre las hojas del cafeto estaban en íntima relación con la enfermedad de la planta, de manera que, por decirlo así, en ellas debía verse el punto de partida. 1 Esta idea singular en¬ contró adeptos, llegando aun el gobierno á prestarle cierta aten¬ ción. 2 Las siguientes líneas tienen por objeto esclarecer con pre¬ cisión este asunto y demostrar de un modo indudable que di¬ cha hipótesis es totalmente errónea. Una comparación macroscópica entre las manchas de las ho¬ jas (Cap. II, pág. 27) y las de los ramos hace desde luego supo¬ ner su identidad. En primer lugar tienen el mismo color y en segundo sus efectos sobre sus bases son los mismos. En varios puntos se observan también en unas y otras, zonas claras al¬ ternando con zonas más obscuras (como expresión de sil creci¬ miento concéntrico). Distínguense perfectamente estas zonas en las manchas del interior de la superficie de la hoja. En el inte¬ rior de estas manchas pueden también descubrirse pequeños puntos negros. Cortes microscópicos hechos á través de una de estas man¬ chas dejan ver, por la parte inferior de la hoja, haces de hifas de color obscuro, provistas de septos y elevándose libremente sobre la superficie. Estos haces por su posición corresponden precisamente á los lugares en que á la simple vista se descu¬ bren los puntitos negros, antes mencionados. Se comprueba, además, que estos haces, se encuentran principalmente en el espacio de las zonas obscuras comprendidas entre los círculos concéntricos. El micelium que sirve de base á estos haces se encuentra siempre entre las celdillas del tejido parenquimatoso, bajo la 1 O “Eresipho do Cafeeiro” por A. Baglioni. 2 Memoria del Ministerio de Agricultura (1883). 43 forma de una red fina, tubulosa, llena de un plasmá granu¬ loso. El examen de una serie de cortes fácilmente confirma que la extensión del micelium en el interior de la hoja afectada y la extensión exterior de la mancha coinciden exactamente. Las celdillas del tejido muerto son color de ambar, amarillas ó morenas. En un corte visto de frente, se descubre con facili¬ dad que estos haces—sin duda los portadores de las conidias del hongo—salen siempre al exterior por los estomas; toda la aber¬ tura de un estoma se encuentra generalmente ocupada por un gran número de estas hifas procurando llegar á la superficie. Las hifas son regularmente muy cortas, y en longitud apenas representan una fracción muy pequeña (|, |) del espesor de la hoja. Sin embargo, en algunos casos (hojas de un “plantel” situa¬ do en la selva virgen) reconocí que su longitud excedía del es¬ pesor de la hoja, llegando á veces hasta el doble. También se observa que en las manchas de las hojas cotiledóneas tienen una longitud fuera de la normal. Creo que estas hifas que tienden á alcanzar á la superficie de la hoja, deben ser las portadoras de las conidias y de las espo¬ ras. Difícilmente se observa la formación de esporas en la ex¬ tremidad de las hifas, porque se desprenden con extraordinaria facilidad á consecuencia de las diversas manipulaciones que su¬ fre la preparación (corte, transporte, deshidratación); hay aún la circunstancia de que no se encuentran en cualquier tiempo. Sucede lo mismo en la naturaleza; las conidias, una vez forma¬ das en la liifa madre, se desprenden fácilmente por la lluvia, y destinadas á dar origen á un nuevo micelium si el acaso las lleva al encuentro da una hoja de cafeto en condiciones favorables al desarrollo del criptógama. (Figs. 26, 27, 28, 29, 30 y 31.) En mis tiestos, donde tengo en observación un gran número de pies de varios tamaños bastante próximos unos de otros,, quedé muy impresionado al ver la rápida propagación de este hongo en las hojas anteriormente sanas, apreciando al mismo 44 tiempo el importante papel que desempeñan, la lluvia ó el rie¬ go. Dado el caso que una hoja, teniendo una mancha desarro¬ llada, esté superpuesta á diversas hojas próximas, de otros pies, enteramente libres de tales manchas, puede verse al ca¬ bo de pocos días de un riego puntual, que aparece en estas ho¬ jas un principio de mancha. El hongo se apodera rápidamente de todas las hojas que puede alcanzar. Las gotas de agua des¬ prenden las conidias de las hojas superiores que caen sobre las hojas inferiores á cuya margen se adhieren, 1 dando así lugar á la introducción de estas conidias en los estomas de la cara in¬ ferior de la hoja. Para el que está habituado á las experiencias micrográficas sobre criptógamas, no es difícil estudiar minuciosamente este proceso desde su origen, siguiendo, por decirlo así, paso á paso el camino de una conidia aislada bajo el microscopio y aplicada sobre una hoja sana de cafeto. Rota la conidia, emite una pri¬ mera hifa, un promicelium, que procura introducirse en un es¬ toma para formar poco á poco el micelium deñnitivo. Importa decir que las hifas portadoras de conidias se observan irregu¬ larmente tanto en la cara superior como en la inferior de las hojas cotiledóneas al paso que en las hojas definitivas se notan sólo por la parte inferior, lo cual es regla entre las criptógamas próximos de ésta. Nuestro hongo, sobre el cual no doy más amplios detalles, pertenece sistemáticamente á la familia de las Ramularias (cer- cospora). Mi clasificación fué aprobada por el profesor Dr. Her- mann Karsten, de Berlín, el célebre botánico tan conocido por sus viajes á los Andes. (La criptógama en cuestión nada tiene que ver con los Erysiphos, como alguno ha pretendido; este nombre es completamente erróneo.) Queda dicho en el Capítulo III, página 37, que un autor de¬ claró al hongo de que se trata, como causa de la enfermedad del cafeto. « ' 1 Fácilmente se ve en esta circunstancia la explicación del heclio, que las manchas ocupen de preferencia el borde y la extremidad de las hojas. 45 Entendió de un modo muy singular que su “Erysipho” u se “ introducía por la cara superior de la hoja y producía una in- “ toxicación completa á consecuencia ele un virus venenoso.” Abstracción hecha de que tal idea está diametralmente opues¬ ta á todo conocimiento científico, mis investigaciones en este sentido me han suministrado, como era de prever, resultados enteramente negativos. El efecto maligno de nuestra Bamularia, que es el mismo en to¬ cios los miembros de la familia, se limita d las zonas de las man¬ chas visibles exteriormente y no se extiende más. No hay absoluta¬ mente ninguna prueba , ni argumento alguno , que conduzca a creer en una “ intoxicación ” completa de toda la planta. La Bamularia no puede considerarse de ningún modo como causa de la “enfermedad del cafeto .” ( e .) Flores y Frutos.— Presté mucha atención al examen mi¬ croscópico de los órganos de reproducción del cafeto, tanto de la planta sana (consultando el magnífico trabajo de L. Mar- chand 1 ) como en la planta enferma. Puedo, sin embargo, de¬ cir, que los resultados respectivos no contribuirán en mucho al conocimiento de la naturaleza de la enfermedad. Encontré crip- tógamas de importancia secundaria ó terciaria, huéspedes in¬ dudablemente accidentales, de los que trataré en otro lugar. Llegados al fin de nuestro examen microscópico de las di¬ versas partes del cafeto, hagamos un sumario retrospectivo, acentuando los puntos y factores que principalmente han lla¬ mado nuestra atención. 'Si recordamos la conclusión del capí¬ tulo II, saltará necesariamente á la vista la perfecta concor¬ dancia entre los dos modos de proceder. El microscopio nos lleva más á la convicción de que la en fe? ine¬ dad del cafeto es esencialmente una enfermedad de las raíces. Las 1 “ Becherches organographigues et organogéniques sur la Coffea arábi¬ ca L.” 46 alteraciones patológicas de éstas consisten: 1?, en la presencia de inumerables nudosidades, habitadas 'por la progenitura de un gusano microscópico; 2?, en la presencia de una criptógama micros¬ cópica. Entre estos dos destructores, cabe sin duda la palma, al fa¬ bricante de las nudosidades, á ese gusano del orden de los Nema- toides; el hongo apenas sería su edecán. Las partes superficiales sólo presentan alteraciones que son, única y evidentemente, consecuencias secundarias de la des¬ trucción primitiva á que están sujetas las raíces. Ninguna ra¬ zón, sacada del análisis comparativo del pie enfermo y del pie sano, milita en favor de otro origen de la enfermedad del cafeto diversa de la que acabamos de indicar; ningún indicio apreciable por nues¬ tros sentidos, hay hasta hoy para poner en duda que el nematoide EN CUESTIÓN DESEMPEÑA EL PRINCIPAL PAPEL, Y ES LA VERDADERA CAUSA PRIMARIA DE LA ENFERMEDAD DEL CAFETO. IY OTROS DATOS PARA LA CARACTERÍSTICA DE LA ENFERMEDAD. 1. Terreno. —(a.) Constitución mineralógica .—Después de ha¬ ber pasado algún tiempo en las regiones infestadas, me parecía que la enfermedad en cuestión no podía puramente atribuirse á motivos geológicos ó mineralógicos. Los terrenos de café, aquí en la provincia, y muy especial¬ mente en la zona afectada, tienen por lo general una homoge¬ neidad notable. Entre las plantaciones de una misma hacienda, unas atacadas por el azote y otras aún no alcanzadas por él, no encontré ninguna diferencia en la constitución mineralógica que fuera distintamente apreciable á la vista ó por un análisis me¬ cánico elemental. Sin embargo, después de haber examinado esta cuestión más de cerca y después de haber comparado los terrenos de mayor número de localidades, he modificado mi opinión. La diferencia que al principio había escapado á mi percep- 47 ción, á causa de un limitado número de observaciones, me pa¬ rece ahora bastante pronunciada. Por las impresiones recibidas durante repetidos viajes de re¬ conocimiento, he llegado á convencerme de que la mayor ó menor cantidad de arena entra como factor muy importante. Todas las plantaciones en que la enfermedad del cafeto se ha de¬ clarado con su conocida vehemencia, están situadas sin excepción en terrenos muy ai’enosos. Encontré una hacienda en la parte in¬ ferior del río “Pomba”—y es un hecho muy interesante— en que la enfermedad, á pesar de estar devastando las plan¬ taciones próximas, se encontraba completamente extinguida, aunque descubrí claramente antiguos vestigios de su presencia. El terreno de esta localidad difería visiblemente de los otros y contenía menos arena cuarzosa, originaria de la descomposición de las rocas primitivas, tan importantes para la constitución geológica de la costra superficial de nuestra costa Atlántica en el Brasil. He de ocuparme de dar á estas observaciones, hasta hoy aproximadas, un carácter más decisivo, procurando expresar la diferencia bajo una forma numérica. Por ahora , me limito á se¬ ñalar que la proporción en que entra la arena con los otros ele¬ mentos constituyentes del terreno , desempeña cierto papel en la en¬ fermedad del cafeto. Tendré ocasión de demostrar que este hecho se explica por la historia natural del parásito, que va á ser el centro de gravita¬ ción del presente trabajo, y que es perfectamente análogo á otros, observados en formas congéneres. (b.) Constitución química. —Las investigaciones que tengo he¬ chas, no me dan indicio de que la enfermedad del cafeto tenga alguna relación íntima con la constitución química del suelo. No viendo pues necesidad alguna de análisis químicos minu¬ ciosos, los dejé á un lado, á pesar de haberme ofrecido bonda¬ dosamente su auxilio persona de indiscutible competencia. Frecuentemente tuve ocasión de oir decir—sobre todo por personas poco conocedoras del asunto—que la enfermedad era 48 necesariamente debida al empobrecimiento del terreno. El pú¬ blico interesado deseará sin duda que exponga francamente mi opinión sobre este asunto. : Nadie podrá negar que, bajo el punto de vista de la agricul¬ tura racional, el sistema actualmente adoptado en la provincia de Río Janeiro, con relación al cultivo del café, el sistema exten¬ sivo debe ser condenado. Un sistema tjue no tiene otra tenden¬ cia que poner á gran contribución no sólo al terreno, bárbara¬ mente arrancado á la expontánea y exuberante vegetación del país, sino también al arbusto, sin pensar nunca en mantener el equilibrio restituyendo á uno y otro lo que necesitan en cam¬ bio de las ricas cosechas: un sistema que inutiliza, puede decir¬ se, sistemáticamente una región después de otra abandonando el terreno que produjo—porque está exhausto—á título de “tie¬ rra cansada,” devastando como indemnización cualquiera hec¬ tárea accesible del bosque virgen de la zona de costa, no puede \ ser calificado por la economía social sino como un pecado gra¬ ve contra el fisco, contra las generaciones futuras, las condi¬ ciones climatéricas, y en fin, contra muchos y muy grandes in¬ tereses del estado actual y futuro. No es de mi obligación ni de mi voluntad extenderme ampliamente sobre este asunto, reco¬ mendando la lectura del libro del Sr. Luis Couty 1 donde se en¬ contrará esta cuestión tratada por una persona más hábil que yo. No faltan plantaciones de café donde el empobrecimiento del terreno se ha realizado á consecuencia de prolongadas cosechas durante largos años, por falta de abonos y rotaciones. No obstante, si es cierto que en algunas partes existe un em¬ pobrecimiento del terreno en los lugares en que se han acumu¬ lado las consecuencias de una negligencia egoísta, podemos , sin embargo , asegurar muy positivamente , que el empobrecimiento no puede ser considerado ni como factor que auxilie de un modo visi¬ ble la enfermedad del cafeto , ni como causa de ésta. 1 “Estude de biologie industrielle'sur le café.” I 49 El método de mis investigaciones no deja duda alguna á este respecto. Creía que si un agotamiento químico tuviese alguna relación importante con la enfermedad, la contraprueba seña¬ laría la misma relación. Esta contraprueba se encuentra muy naturalmente realizada en las plantaciones enteramente nuevas que, en esta hipótesis, deberían quedar libres del azote. Es exactamente lo contrario lo que se observa. Comencé la prime¬ ra serie de mis estudios justamente en un cafetal que se había establecido ochos años antes en una roza de magnífico bos¬ que virgen (en la que nada se había cosechado) y cuyo terre¬ no era considerado por los cultivadores como perfectamente apropiado para el cafeto. A despecho de circunstancias tan fa¬ vorables, la enfermedad se manifestó gravemente y causó tales estragos que fué motivo de lástima. Entonces escogí de prefe¬ rencia, como campo de observación, plantaciones análogas á la descrita, es decir, cafetales nuevos y de edad exactamente co¬ nocida. Fué en estos terrenos recientemente preparados para, el cultivo del café, de indiscutible fertilidad , donde más encontré á la enfermedad en su obra-de destrucción y donde adquirí los datos más importantes sobre su naturaleza. (c.) Situación topográfica; influencia solar .—Los cultivadores hacen distinción entre “ soalheiro ” y “ noruega .” Muchas veces encontré personas que entendían, según sus observaciones, que la enfermedad atacaba en una misma región de preferencia al “soalheiro” pasando de un modo más benigno para la “noruega.” Pocas veces oí la opinión contraria. Por mi parte, á pesar de haber dedicado mi atención á este asunto, no me fué posible encontrar hechos que de un modo convincente hablasen en favor de una ú otra opinión. Es cierto que á veces se encuentran diferencias en las manifestaciones de la enferme¬ dad con relación á los diversos lugares de una localidad dada; pero conviene advertir que estas diferencias pueden ser debidas á otros factores de naturaleza muy heterogénea. En fin, no con¬ seguí deducir una regla, una ley que pudiera determinar la in¬ fluencia solar sobre la enfermedad del cafeto. Cafeto.—4 50 Hay quien diga que la enfermedad se limita al fondo de los valles y de las cañadas y cree deber aceptar que la altura rela¬ tiva de un cafetal está, en cierto modo, directamente relapionada con la enfermedad. Es cierto que al tomar posesión de alguna región anteriormente no infestada, generalmente efectúa su en¬ trada por las partes bajas de dicha región; pero sena erróneo creer que ahí queda restringida para siempre. En la zona afec¬ tada se sabe perfectamente hoy, que la enfermedad invade las dos laderas de un valle, ya sean poco pendientes ó ya muy in¬ clinadas; que sigue al café á las colinas aun á las más abruptas y hasta las más altas serranías. Llegada á la cumbre desciende del otro lado y conquista, por decirlo así, á paso rápido un va¬ lle próximo. Podría citar como ejemplos muy claros, el ca so de la “Serva Vermelha 1 ' 1 y de la de “Monte Verde y si no se juzga muy evidente el ejemplo de las grandes plantacio¬ nes - ahí situadas, los agricultores entendidos observarían que los hechos, tales como pasaron en bu sierra de la Magdalena, que es demasiado alta, hablan de un modo muy elocuente en favor de la aserción que acabamos de exponer. Es probable que en 1879, ciertos pormenores sobre la marcha de la enfermedad hayan escapado á la percepción; pero de entonces acá se ha aprendido mucho y hoy conozco muchos hacendados prontos á confirmar la exactitud de mis opiniones, (d.) Humedad .—Está fuera de duda que la humedad repre¬ senta cierto papel. La lectura atenta del Capitulo Iil, nos deja¬ rá entrever que un terreno húmedo será más propicio al des¬ arrollo de la enfermedad que otro en condiciones contrarias. Así es como, conforme hemos dicho, la enfermedad prefiere ha¬ cer su entrada por el fondo de los valles. Se ha llegado á decir: “la sequía las mata (las angílulas) lo cual explica la inmunidad de los cafetos colocados en terrenos muy secos. ” 1 En estas expresiones hay una exageración incorrecta. Des¬ graciadamente la enfermedad no se deja influenciar por las cori- 1 Comunicación del Sr. C. Jobert en los Compíes-Rendus: “Sur une ma- ladie du cafíer au Brésil.” 51 (iliciones de humedad del terreno, en el grado supuesto por el citado autor. Los costados secos de las sierras, há poco mencio¬ nadas, vienen nuevamente coa su testimonio irrefutable. Si el referido observador visitase hoy el área actualmente ocupada por Ja enfermedad, sin duda modificada su opinión, que no tiene ningún partidario entre los propietarios interesados en el asunto. Estoy de acuerdo en que la enfermedad se origina en los valles húmedos , bañados por los ríos; pero no se Umita al fondo de los valles ni á la base del cafetal situado sobre una ladera 6 una coli¬ na aislada; sigue efectivamente á las plantaciones hasta el fin y transpone laderas abr uptas , altas , expuestas al sol y por consiguien¬ te secas. Las sierras de altura media , según mis observaciones , no forman ningún obstáczdo insuperable al paso de la enfermedad de un valle atacado á otro que no lo sea. (e.) Vientos reinantes .—Ningún indicio encontré que dejase entrever alguna conexión entre la enfermedad del cafeto y la dirección de los vientos reinantes. La existencia de tal conexión sería probablemente demostrada sin gran dificultad, si la enfer¬ medad fuese, como alguno ha pretendido una epidemia cuya residencia estuviera en los órganos superficiales del arbusto. Es interesante consultar á este respecto, la historia de la dis¬ tribución de los diferentes hongos parasitarios. Se encuentra muy claramente expuesto el papel de los vien¬ tos reinantes en los notables informes del Sr. Profesor Word sobre la Hemyleya vaxtatrix . 1 La no existencia de un indicio de esta naturaleza es, en cier¬ to modo, una prueba indirecta de que la enfermedad debe tener otro sitio lejano de la superficie. Si no habla en favor de una enfermedad de la raíz, por lo menos no habla en contra. 2. Aspecto de un cafetal afectado .—En cuanto al aspecto de un cafetal afectado, conviene decir que no es posible llegar á deducir ley ó norma alguna de la posición mutua de los pies in¬ tensamente enfermos. El modo por el cual la enfermedad se pre- 1 Third Keport, pág. 9 y Apéndice B, T. 52 senta á la apreciación exterior, conduce á creer, que pasa ca¬ prichosamente de una línea á otra, sin seguir Una dirección cierta, un camino directo, sin formar focos propiamente di¬ chos. Los caracteres indicados en el Capítulo II, para los in¬ dividuos, cuyo mal está perfectamente declarado, permiten dis¬ tinguir, á gran distancia, pies pertenecientes á esta categoría. Un observador, que tenga la vista ejercitada en este sentido, los descubrirá sin trabajo, aún pasando á caballo, de largo, ó sentado en un wagón del ferrocarril. Si una ojeada sobre el aspecto general de un cafetal afec¬ tado, nos lleva á suponer que la marcha de la enfermedad es realmente la que vemos trazada por los pies amarillen¬ tos, esparcidos en diversas líneas, es dudoso, sin embargo, que nos hallemos en el buen camino. Es necesario no olvidar que los efectos superficiales, no indican el estado inicial, sino el es¬ tado final de la enfermedad, y que aparte de las diferencias de edad, deben tenerse en cuenta las diferencias que provienen de la constitución individual de los pies. Quiere decir, que dos pies al mismo tiempo atacados, no deben por eso morir necesaria¬ mente al mismo tiempo, y cpie por otro lado, dos pies pueden morir simultáneamente, habiendo sido atacados en épocas muy diversas. Si pudiésemos seguir el camino realmente seguido poi la enfermedad en un mismo cafetal, la veríamos muchas veces desaparecer para, probablemente, dirigirse á las raíces de un pie aparentemente muy sano y vigoroso, manifestándose luego en otro pie, cuyo aspecto superficial por sí solo acusa su pre¬ sencia. Es probable , 'por él estudio de la causa de la enfermedad y po'i ciertos hechos que pude observar , que la propagación de la enferme¬ dad es circular y presenta círculos concéntricos. La línea de estos círculos sería puntuada en ciertos lugares, esto es, en los luga¬ res en que el aspecto exterior no acusa la presencia del azote,, que entonces permanece subterráneo, y será llena en todos los lugares que presenten á la vista pies moribundos. 3. Periodicidad. —Desde el principio de mi estancia en elin- 53 terior, por iodos los lugares que tuve ocasión de visitar, procu¬ ré obtener informes con el objeto de saber si se había observa¬ do alguna regularidad crónica, fijándose en el máximum de mortalidad de los pies. No conseguí obtener un número sufi¬ ciente de respuestas que me pudiera servir de auxiliar para es¬ clarecer definitivamente esta parte de la naturaleza de la enfer¬ medad, Es lamentable que la voluntad y el deseo de observa¬ ción sea tan raro entre la gente del interior. Séame permitido expresar aquí mi deseo de que los hacendados de la zona ataca¬ da, al menos para el futuro, dirijan su atención hacia el hecho de la existencia ó no, de una periodicidad en los efectos de la enfermedad. Es claro que en este asunto, sólo me podría valer de las observaciones hechas por los propietarios en los años an¬ teriores, pues mi presencia data, ipso fació, apenas del tiempo en que fui llamado para el desempeño de esta comisión, esto es, de un año solamente. Poseo sin embargo, algunas respuestas entre ellas la de un cultivador instruido y amigo de observaciones originales, á quien estimo sobre todo por su independencia intelectual y por la mo¬ deración de sus opiniones. Es el mismo que tantos servicios me prestó y que tanto me facilitó el desempeño de mi encargo oficial. El Dr. Ph. A. Caire me informa que, en los primeros años, cuando la enfermedad empezaba á tomar posesión de las plan¬ taciones próximas á su hacienda, la mayor parte de los pies mo¬ rían en los meses de Mayo á Agosto, y le parecía que de Sep- tiembre á Octubre la enfermedad declinaba. En los últimos años ya no se observó esta regularidad, veíanse pies moribundos en cualquiera época del año. Por carta de otro hacendado de las cercanías, que fué una de las principales víctimas de la calami¬ dad, supe que en los primeros meses del corriente año (1887) murió gran número de pies. La misma noticia me fué oralmente confirmada por el Dr. Caire, que se basaba en las observaciones hechas en sus propias haciendas, y con motivo de un viaje que hice en el mes de Junio á “Macuco,” algunos cultivadores me 54 noticiaron que en ese momento, en la Sierra de la Magdalena, la enfermedad adquiría alarmantes proporciones. Yo mismo pu¬ de comprobar, á principios de Julio, en la hacienda de Boa Fe, que en los meses anteriores la enfermedad se había desarrolla¬ do activamente; encontré un gran número de pies recientemente muertos. Es ciertamente pequeña la serie de indicaciones dé esta na¬ turaleza; pero por corta que sea, creo que no dejará de perci¬ birse la presencia—hasta hoy vagamente definida—de una pe¬ riodicidad ciertamente digna de toda atención para las futuras observaciones. Esta periodicidad me parece menos ligada á cierto mes, ó á cierta estación, en el sentido astronómico, que á las condiciones climatéricas peculiares á cada estación. Estoy muy indinado á creer que existen íntimas relaciones entre la enfer¬ medad y las lluvias. Lluvias continuadas precedidas por una sequía ; de alguna duración , parecen promover el desarrollo , cada vez más fuerte , de la enfermedad; desarrollo que se expresa por un aumento de la mortalidad. Esto sucede sobre todo , con las lluvias de los pri¬ meros meses del año. La carta de que acabo de hablar, fué escrita después de un período de lluvia local, precedido por otro período en que la en¬ fermedad había quedado, por decirlo así, latente. Casi al mismo tiempo tuve ocasión de hablar con el Excmo. Sr. Baráo de Cam- panema; noté que conocía esta particularidad y que la consi¬ deraba como un hecho averiguado; nuestras opiniones son pues, idénticas en cuanto á la existencia de una periodicidad relacio¬ nada con las precipitaciones atmosféricas; difieren sin embargo, en cuanto á la interpretación. 4. Cosechas deficientes. —Pude informarme de que la manifes¬ tación franca de la enfermedad de un cafetal era precedida de una mezquina cosecha, inferior á una cosecha media. No oí mu¬ chas veces esta declaración que no deja de ser interesante. Si esta observación — de la cual sería difícil eliminar los efectos de¬ bidos á causas extrañas á la enfermedad—fuese exacta, servi¬ ría de apreciable apoyo á nuestra opinión sobre la naturaleza 55 de la epidemia. Demostraría que una plantación no revelando exteriormente el azote, padece de antemano. La biología nos enseña que un fruto es una producción del organismo debida á un crecimiento superior á los límites individuales. Ahora, una planta incapaz de producir frutos — que el hombre aprovecha en el cafeto como en otras muchas—sólo se ocupará en proveer á sus necesidades individuales para asegurar su existencia com¬ prometida. Esta infructuosidad, para una planta como el cafe¬ to, debe ciertamente considerarse como un signo patológico. Me¬ ditando sobre lo que dijimos en las páginas anteriores (Caps. II y III) y sobre lo que adelante vamos á decir, no quedare¬ mos ya en duda sobre el hecho de saber dónde será preciso bus¬ car ese desarreglo en la economía interna del cafeto, ni sobre la probabilidad teórica de la opinión que discutimos. Acaso la pa¬ tología de la vid, debida á la Phyloxera , ¿no presenta hechos enteramente análogos? 5. Variedades de café— Existen diversas variedades de café en las plantaciones de la zona afectada. Procuré saber cuáles eran las relaciones entre ellas y la enfermedad, ó de otro mo¬ do, si había diferencias en cuanto á la susceptibilidad de la in¬ fección. La gran mayoría de los pies cultivados en el interior de la Provincia de Río Janeiro, pertenece á la variedad aquí llamada Borlón ó común , y por consiguiente á esta variedad ha causado el mal los mayores estragos. Algunas veces se encuentran en varias haciendas, plantas per¬ tenecientes á la variedad Java (erróneamente llamada Moka). En los cafetales atacados no se nota, sin embargo, ninguna dife¬ rencia de susceptibilidad. También encontré algunas pequeñas plantaciones de la varie¬ dad Maragógica. Conozco un cultivador que por mucho tiempo concibió la esperanza de que esta variedad fuese más resisten¬ te que las dos anteriores. Las plantas eran aún jóvenes cuando fueron trasplantadas á un cafetal donde la enfermedad había penetrado. De 40 pies, 10 sucumbieron ya, lo que corresponde á 56 un 25 por ciento. El cultivador,de que hablo considera afecta¬ dos los demás, y la mortalidad, siendo la misma, ha perdido la esperanza que tenía en esta variedad. La variedad más robusta es la denominada Liberia. Noté que las plantas de esta variedad tampoco escapan al ataque, lo que me pareció muy interesante. Todas las enfermedades de importancia secundaria que se han notado en las plantas de la variedad común, fueron igualmen¬ te notadas en los individuos de las otras variedades. La Ramn- laria , por ejemplo, se desarrolla sobre las hojas y ramos del ca¬ fé de Liberia del mismo modo que en los demás, á pesar de la doble ó triple capa de celdillas en palizada y de una epidermis relativamente más robusta. Aunque por los resultados obtenidos no parezca existir diferencia en la susceptibilidad de infección , no considero esta cuestión co¬ mo completamente resuelta. Tenemos campo abierto para fu¬ turas observaciones, para ensayos sistemáticamente hechos con todo el cuidado necesario. Es este un asunto acerca del cual pueden recoger preciosos frutos, de propia iniciativa, los cultivadores inteligentes y ami¬ gos del progreso. ¡Ojalá y no pase desapercibido este deside¬ rátum ! 6. Edad de los cafetos — Los cultivadores casi unánimemente declaran que la enfermedad presenta diferencias en cuanto á la edad de los pies: dicen que las plantaciones muy jóvenes y las muy antiguas están relativamente menos sujetas á los estragos. El grueso de las víctimas se encuentra en los pies cuya edad varía de 4 á 10 años. El Sr. Jobert en 1878, oyó decir lo mis¬ mo; yo pude convencerme de que hasta cierto punto esta aser¬ ción es verdadera. Este año, un cultivador de “Puo Negro” (que también sufrió considerables pérdidas por causa de la enfermedad) hubo de renunciar á esta opinión viendo morir últimamente un gran número de plantas de edad superior á diez años. “Naoha mais limite de edade, tudo vaise agora, ven ha ver!” me decía, y la 57 exactitud de esto, resultaba del examen de tantos cafetos adul¬ tos, altos y fuertes “que eran el encanto de los que algunos me¬ ses antes los habían visto.” Como regla gener&l podemos admitir que las plantas de edad su¬ perior á cuatro años , sucumben á la enfermedad , siendo mayor la mortalidad entre los pies de cuatro á diez años. Acabamos de hablar de la generalidad de los casos de mor¬ talidad; pero ¿el número de pies muertos en un cafetal represen¬ tará también el número de los pies destinados á morir? ¿Acaso nos suministrará una conclusión sobre las verdaderas dimensio¬ nes de la enfermedad en este cafetal ? Desgraciadamente no, aunque los cultivadores por lo general así creen hasta ahora, porque ignoran completamente la natu¬ raleza del mal. El hecho de que la mortalidad no se detiene du-, rante algunos meses del año, sino para en el año siguiente in¬ vadir plantas reputadas por sanas y aparentemente destinadas á escapar al fatal destino de sus próximas, debería demostrar por sí solo que las dimensiones de la enfermedad en un cafetal son en realidad, mucho mayores que las que há poco fueron in¬ dicadas por las proporciones numéricas de los pies muertos ó por morir. Es de extraordinaria importancia, y entiendo que es uno de mis principales deberes para con la agricultura brasilera, decla¬ rar en alta voz, que una particularidad con relación á la edad del cafeto, pasó completamente desapercibida antes de mis in¬ vestigaciones. Hasta hoy los cultivadores no saben dar informe alguno sobre el período en que la enfermedad invade cierto in¬ dividuo, sólo conocen la enfermedad en su estado final, y sólo la perciben — por experiencia- propia — cuando el pie manifiesta todos los síntomas de una muerte próxima. Llaman pues “en¬ fermo” al individuo que ya no es enfermo, que es un agonizan¬ te, que ningún poder es capaz de arrancarlo á su fatal des¬ tino. Ya vimos en los .capítulos anteriores que cafetos grandes, adultos, de follaje verde y de vigoroso aspecto, pueden estar in- 58 tensamente enfermos, y aun dijimos que á individuos de esta categoría, debía recurrirse para distinguir la marcha de la en¬ fermedad en sus primeras fases. Esto parecerá extraño, pero la admiración irá aún más lejos. El hecho de que , en los cafetales afectados , las raíces delosjóve- , nes pies presentan desde la más tierna edad aun sin excepción de los que todavía no separan sus cotiledones de la simiente materna —los mismos fenómenos patológicos de los pies adultos atacados de la típica “ enfermedad del cafeto ,” es enteramente nuevo. CREO QUE ESTE DESCUBRIMIENTO VA A CAUSAR UN VIVO ESPANTO ENTRE LOS CULTIVADORES DEL BRASIL. En todas las haciendas visitadas examiné muchos pies jove¬ nes, teniendo apenas sus dos cotiledones y menos de un decí¬ metro de altura. Desde el principio puse mi atención en este problema, que consiste en saber en que edad de la planta la en¬ fermedad realiza su invasión. Era, pues, natural que me ocu¬ pase con especial celo del examen de estas plantitas y me pare¬ ce incomprensible que este hecho haya escapado totalmente y por tanto tiempo á mis predecesores en el asunto. En los cafetales infestados, un número espantoso de estas plantitas, nacidas espontáneamente, tienen las primeras raíces cubiertas de las nudosidades descritas y que á veces alcanzan di¬ mensiones verdaderamente colosales (Fig. /). Estas nudosida¬ des son invariablemente de naturaleza idéntica á las que fue¬ ron descritas en el Capítulo III, lo cual fué comprobado para las originarias de “Monte Verde” y “Serra Vermelha por el Profesor Dr. Cramer (de la Escuela Politécnica de Zurich); para las de la hacienda de “La Concepción” por el Profesor Dr. De Bary, de Strasbourg (Universidad), y para las de la hacienda de Boa Fe por mí. Puesto que estas matitas provinieron de los diferentes lugares donde existe la “enfermedad del café,” lugares muy distantes unos de otros, y la diagnosis de mis colaboradores y la mía es¬ tán de pleno acuerdo en cuanto á los fenómenos patológicos, 59 ningún recelo puede haber ele que se trate de algún carácter ca¬ sual. Debe, pues, considerarse como definivamente establecido el siguiente hecho: el gusano nemaioide , causa de ¡as nudosidades > frecuenta las raíces del cafeto desde la más tierna edad. No debe creerse que una matita, cuyas raíces ya presenten un mayor ó menor número de nudosidades, presente superfi¬ cialmente cualquier síntoma de un estado morboso. Estas ma¬ tas tienen el aspecto general tan vigoroso como el de las plan¬ tas sanas y los cotiledones ú hojas primitivas son de un verde igualmente hermoso. Entre dos almácigas, la una enferma y la otra sana, que ten¬ gan sus raíces ocultas en la tierra, ningún indicio denunciará al individuo afectado; para saberlo sería preciso examinar las raí¬ ces. Este caso es exactamente el mismo de los pies adultos de que tratamos en el Capítulo II. Pero, se dirá, ¿cómo se explica que la mortalidad se haga sen¬ tir sobre todo, entre los pies de edad superior á 4 años, siendo que la enfermedad ya existe mucho antes? ¿Acaso esta circuns¬ tancia no será un argumento contrario á la opinión emitida? A mi ver, esta circunstancia no constituye razón valiosa contra nuestra opinión sobre la naturaleza del azote. La enfermedad , que'es decidida y exclusivamente subterránea, queda latente duran¬ te los primeros años de la vida de la planta. Si el joven pie no mue¬ re inmediatamente después de la época de la infección , es porque dispone en estafase de su vida de una facultad de resistencia pro¬ bablemente muy superior á la que tiene en los años posteriores. Vi¬ viendo apenas para su individualidad, y no suministrando aún productos de reproducción — se sabe que como regla general el cafeto florece por la primera vez á los 5 ó 6 años de edad—no- tiene necesidad de gastar su fuerza vital en la satisfacción de va¬ rias funciones fisiológicas. Toda su actividad morfológica redunda en beneficio propio y el pequeño cafeto luchará relativamente con más energía contra los enemigos que procuran desarreglar el conjunto de su eco- 60 nomía interna. Sustituirá por otras, con cierta tenacidad, todas ias radículas que por causa de las nudosidades no puedan servir de auxiliares al organismo vegetal. ¿Qué otra interpretación plausible se podría dar sobre la par¬ ticularidad que tiene el azote de manifestar su efecto mortal en los mencionados límites de edad. No veo ninguna otra, y ya que la que acabamos de dar es el resultado de una argumentación basada en el terreno positivo de los hechos, juzgo conveniente aceptar la legitimidad de su existencia. La circunstancia de que los electos destructores de nuestra .enfermedad no coinciden con la época de su invasión, sino que son posteriores, no es la única que se conoce. En los países cu¬ yos viñedos han sido atacados por la Phyloxera vaxtatrix , se sa¬ be perfectamente bien que los efectos tristemente conocidos sólo se manifiestan hasta el segundo año. 1 Las comisiones filoxéri- cas saben igualmente que “la viña presenta un excelente aspec¬ to exterior 11 durante el primer año y en nada indica superficial¬ mente la presencia del terrible enemigo. 2 Yo también demostré, por mis estudios sobre el pulgón, que los efectos á veces son sen¬ sibles después de años, y que la enfermedad es de marcha muy lenta pero segura. 3 Como en Suiza sufrí también pérdidas cau¬ sadas por este insecto, tuve por eso deseo de estudiar el carác¬ ter de la enfermedad, y pude convencerme de que los pequeños enemigos de la agricultura, actuando lenta y clandestinamente, son mucho más temibles que aquellos cuyas malas intenciones, traducidas por estragos, sobresalen á la vista inmediatamente. Las uvas de las vides, atacadas en el año anterior por la Phy¬ loxera son poco numerosas, maduran muy mal y tienen un gusto acuoso. Un hecho análogo se observa en el cafeto atacado por la enfermedad. Las cerezas que examiné en gran número (Mon- / 1. Dr. E. L. Tasclienberg.— “Los insectos.”—“La vida de los animales. Tomo IX, pág. 548. 2. Loe. cit. 3. Dr. A. GoMi.—Estudios sobre el pulgón. 61 te Verde, Serra Vermelha) son pequeñas, raquíticas, y por lo general contienen un líquido acuoso; no contienen semillas ó las tienen muy pequeñas. Se pueden muy bien machucar entre los dedos y á menudo presentan manchas de Bamularict , idén¬ ticas á las de las hojas. Y. PROPAGACIÓN DE LA ENFERMEDAD. Durante !a cosecha siempre caen en el campo cierto número de cerezas. La primera lluvia las hace germinar y como generalmente ro¬ dean á las plantas ya grandes, es por esto que se encuentran muchas plantitas en tocios los grados de desarrollo, á saber: in¬ dividuos que aún no retiran sus cotiledones de las semillas* otros que ya los han descubierto, y otros que habiéndolos per¬ dido, poseen ya el primer par de hojas definitivas. Si el pie materno está atacado de la enfermedad , esto es, si tiene- nudosidades en la raíz á pesar de que su aspecto exterior sea vigo- roso 1 la mayoría de las plantas de él emanadas, estará igualmente atacada (Cap. IV). Estoy autorizado á decir la mayoría , porque, muchas veces encontré pies cuya progenitura estaba, sin excep¬ ción, afectada. Algunas otras veces encontré que la proporción de las plantas enfermas era de 90 ú 80 por ciento y muy raras veces menos. Los ejemplares dudosos mostraban á veces, si no justamente nudosidades bien caracterizadas, al menos sí entumescencias en las raíces y anomalías en su calibre, de manera que deben con¬ siderarse como sospechosas. En todo caso nos apartáremos muy poco de la verdad conside ■ raudo como altamente sospechosas todas las pequeñas plantas que rodean á un pie materno en tales condiciones. Se puede observar que en las excavaciones del suelo que ac¬ cidentalmente se encuentran cerca de un pie, las plantitas ere- 62 cen con mayor vigor gracias á la acumulación de restos vegeta¬ les que le sirven de abono. Estas plantitas son atacadas con cierta vehemencia. Creo, sin embargo, que esta circunstancia se debe atribuir menos á la influencia del abono que á la humedad acumulada en estas cavidades y que se conserva durante la épo¬ ca del calor. Como ya he dicho, obtuve una gran colección de plantitas, la cual hice siguiendo varios métodos (parte desecada y conserva¬ da en herbarios y parte en alcohol) y escogí series instructivas, originarias de diversos lugares para remitirlas á mis colabora¬ dores de Europa. Como todos estamos de acuerdo en cuanto á la identidad del mal en todos los casos, tenemos también la misma opinión res¬ pecto á la suerte presumible de estas plantitas. El Profesor Cra- mer, de la Escuela Politécnica de Zurich, me escribe textual¬ mente: No cabe duda que todas esas plantas, á pesar de su aspecto vigoroso , morirán más tarde. Este es un hecho enteramente nuevo y que merece especial mención, porque viene á dar luces sobre la manera de propa¬ gación de la enfermedad. Es interesante que diga cómo se forma un cafetal nuevo en la mayor parte de las regiones cafeteras de Río de Janeiro, inva¬ didas por la enfermedad, y por mis continuadas visitas. Se confía generalmente la tosca preparación del terreno á si¬ tiantes 1 en condiciones que varían de una hacienda á otra (pa¬ gando cierta cantidad por cada pie plantado, dando derecho á disponer de las cosechas de maíz ó frijol que se puedan recoger durante los primeros 4 ó 5 años, etc.). Estos contratistas tienen derecho á tomar los pies de almáci¬ ga destinados á la nueva plantación, de la progenitura espon¬ tánea nacida en los cafetales ya existentes. Los hacendados se proporcionan con mucha facilidad, unos á otros, mudas de las que los cafetales están llenos, excediendo «n número á las necesidades individuales de cada propietario. Í. Especie de contratistas. 63 En fin, pude notar en las regiones infestadas, ía existencia de un tráfico notable de almácigas de una hacienda para otra y á veces en distancias considerables. Tengo la firme convicción de que este tráfico contribuye en mucho á la propagación de la enfermedad, y debe considerarse como uno de los principales agentes que favorecen su progreso actual. Ignorando los contratistas , así como los propietarios , la natura¬ leza de la enfermedad y considerando buena y sana una almáciga de aspecto exterior sano y vigoroso , se constituyen por sí mismos , en la mayoría de los casos , los agentes para la introducción del azote en sus propias fincas, abriéndole al mismo tiempo la puerta de en¬ trada en localidades que tal vez estaban libres. Numerosos son los ejemplos que podría citar á este respecto. Muchas veces descubrí, por informes que tenía cuidado de to¬ mar en todas partes, que la enfermedad de algunas localidades había sido directamente importada por almácigas originarias de una hacienda donde ya operaba la enfermedad, y que un servi¬ cio considerado como bueno, parodiaba el histórico caso del ca¬ ballo de Troya. Tengo la certeza de que varios importantes propietarios del lado izquierdo de la parte inferior del Parahyba, sirviéndose de almácigas originarias de las haciendas del lado derecho, acele¬ raron considerablemente—para hablar con circunspección—la llegada de la enfermedad á sus fincas. La enfermedad, como más de una vez lo hemos demostrado, tiene también una facultad de distribución que le es propia. Es lo que llamamos propagación natural. El hombre se hace instrumento de la propagación artificial, que es particularmente de la que trata este capítulo. Determinar los límites de cada uno de estos métodos de pro¬ pagación, esto es, indicar distintamente el papel que á cada uno corresponde en la propagación del mal, sería tarea difícil ó pro¬ bablemente imposible. El mismo caso se ha presentado con otras enfermedades de 64 los vegetales. A los efectos combinados de ambos se debe, por ejemplo, la enorme distribución de la Phyloxera en Europa. Siendo estas enfermedades de aquellas cuyas causas se deben á animales muy pequeños, que escapan á la vista del agricultor vulgar, se comprende que el papel de la propagación artificial es mucho más importante en estos casos, que cuando se trata de un enemigo apreciable á la vista de todo el mundo. VI CARÁCTER CONTAGIOSO Y NATURALEZA EPIDEMICA DE LA ENFERMEDAD. Ni uno ni otro fueron anteriormente demostrados con cer¬ teza. Estas cuestiones nunca se han discutido con la precisión que el caso exige. A la pregunta: ¿La enfermedad del cafeto es contagiosa? Con¬ viene responder de un modo afirmativo; existen dos pruebas. En primer lugar, la observación cotidiana nos enseña que en la naturaleza, las plantitas emanadas de cerezas accidentalmen¬ te caídas en el tiempo de la cosecha y originarias de un pie materno atacado por la enfermedad, son también atacadas por el mal, como lo prueba el examen de las raíces. Evidentemente las jplantitas adquieren el mal por contagio pos¬ terior á su nacimiento. No hay ningún argumento que pueda despertar la creencia de una preexistencia del mal en la cereza materna. El contagio es subterráneo—y se efectúa de las raíces del pie ma¬ terno hacia las de la planta nueva—por una emigración del gusa¬ no nematoide que tiene lugar en las capas superficiales del suelo. La segunda prueba está en la experiencia artificial. Tómen¬ se raíces frescas, provistas de nudosidades, cuyo poder vital se verifique por el examen microscópico, y en seguida pequeñas plantas emanadas de cerezas, cuyo origen sea absolutamente sano, en las cuales para colmo de seguridad se compruebe por 65 el examen previo, la ausencia de nudosidades, tumefacciones ó cualquiera-alteración de su qalibre. Plántense estos dos cuer¬ pos enteramente ligados uno al otro en un vaso especial desti¬ nado á la experiencia, obligándolos á estar en contactó íntima en diversos puntos. Si la enfermedad fuere contagiosa, la pe¬ queña planta se enfermará y mostrará las nudosidades que no poseía antes de la experiencia. Esta experiencia se hizo y fue cuidadosamente repetida con re¬ sultado positivo. La enfermedad es decididamente contagiosa. Con este objeto, en el mes de Junio de 1887 hice una buena colección de plantitas enfermas, escogidas por mí, en el cafetal de la hacienda de B5a Fe, rudamente devastado por el azote. Transplantadas inmediatamente en tiestos, con todo cuidado, las traje á Río Janeiro y las coloqué en mi jardín para tenerlas constantemente á la vista. Es claro que este modo de proceder, que es inevitable para el esclarecimiento definitivo de semejan¬ te enfermedad, exige precauciones particulares. Para tener seguridad de la no preexistencia del germen con¬ tagioso en las cerezas de las plantas enfermas, tuve que proce¬ der también á una serie de experiencias. De cincuenta cerezas originarias-de la Concepción, 40 por ciento germinaron después de minuciosas atenciones, produciendo plantas sanas pero ra¬ quíticas. Probablemente estas 40 por ciento eran las únicas que encerraban simientes capaces de germinar. La enfermedad es una verdadera epidemia aunque alguno, insuficientemente informado, haya pretendido lo contrario. El Sr. Luis Couty fué sobre todo, el que negó el carácter epi¬ démico de la enfermedad en su pequeño trabajo ya citado, tra¬ bajo ciertamente notable y de indudable interés para la econo¬ mía política. Volveremos después á la discusión de este punto; por ahora nos limitaremos á declarar que la ciencia moderna en semejante cuestión no se conforma con retórica .—Bes non verba! Cafeto.—5 * 66 YII ZOOLOGÍA DEL GUSANO NEMATOIDE DEL CAFETO. El único observador que antes que yo reconoció las relacio¬ nes de un gusano nematoide con la enfermedad del cafeto, no da informe alguno sobre la zoología del animal en su nota pre¬ liminar, que por lo que sé, no fué seguida de ningún trabajo más extenso que ilustrara de algún modo el asunto. Vio los “kystos” y los huevos encerrando “embriones enrollados sobre sí mismos.” En otro lugar dice que “la tierra que rodea los cafetos muertos, está llena de pequeños gusanos, no presentan¬ do aún órganos generadores.” Haré imprimir como apéndice el texto déla nota del Sr. G. Jobert, para que el lector pueda valorizar exactamente la propiedad intelectual de cada uno. A.] Huevos .—Los huevos contenidos en mayor ó menor nú¬ mero en los sacos, tienen la forma de un elipsoide alargado cu¬ yo eje mayor es de 0. mm 085. 1 Se nota una concordancia rara, en la magnitud y conformación externa de los huevos. . Tienen una membrana hialina muy gruesa y resistente. Exa¬ minando los huevos contenidos en diversos sacos, se nota que se encuentran en diversas fases de su desarrollo. En la figura 18 ( a _g) el lector encontrará fielmente figurada una serie de huevos representando sus más importantes estados, desde el huevo enteramente joven hasta aquel en el que ya existe un gusano pronto á romper la membrana que lo envuelve. Entre un número considerable de huevos suelen encontrarse algunos ejemplares correspondientes á las fases más interesan¬ tes de la segmentación; el principio de ésta, así como su fin, se presentan con alguna dificultad á causa del estado opaco del vitelus de los huevos respectivos, que impide acompañar dis¬ tintamente los fenómenos del movimiento plasmático. Pude 1 Sería preciso alinear doce huevos en el sentido de su eje mayor para te¬ ner la longitud de un milímetro. 67 distinguir con entera claridad al lado de los huevos que ya no dejan percibir su primitivo núcleo (llenos hasta su membrana de un plasma constituido por glóbulos generalmente muy finos y de diámetro variable), otros que presentan el plasma dividido en dos segmentos algo diferentes en tamaño y divididos por una línea profunda de separación. También encontré con bastante claridad ei estado siguiente, representado por las figuras b y c, en que el plasma ya esta dividido en mayor número de segmen¬ tos provistos cada uno de un gran núcleo. La figura b repre¬ senta una vista lateral, la figura c una vista dorsal correspon¬ dientes^ huevos casi de la misma edad. Difícilmente se encuen¬ tra un huevo correspondiente al estado gástrula; en cambio pueden verse ejemplares en que se nota, visiblemente indicada, una separación entre la capa externa de celdillas uni-seriadas y otra, también uni—seriada, que se encuentra en el interior y representa el endoblasto. Después el contenido del huevo que ocupaba el espacio que limita la membrana, se acerca al centro, se contrae y más tar¬ de se ven aparecer los contornos de un gusano. Este gusano es al principio mucho mas grueso que en la fase en que aban¬ dona el huevo; al través de la masa de su cuerpo, se distinguen bolas plasmáticas muy grandes (fig./). Disminuye de calibre, pero parece ganar en longitud acabando por dejar la cabeza y la cauda del embrión pronto á comenzar su existencia extra- ovular (figs. g y h .) Agregaré que durante la formación de los primeros segmen¬ tos (estado inmediatamente anterior á la mórula), se observa que un polo es más transparente, y que en éste la segmenta¬ ción va mas adelantada: es el polo animal; el otro, donde los segmentos quedan grandes y opacos corresponde al polo ve¬ getativo. Comparé la segmentación tal como se ofrecía á mi vista con las figuras dadas por el Dr. Oscar Schmidt (de Strasburgo) sobre el mismo proceso en un Nematoxys, y con las del Dr. L. Oerley (de BudaPesth) para el caso del Anguillula oxophila , y 68 también con la descripción dada por Balfour sobre la segmen¬ tación de los nematoides en general, y mis observaciones coin¬ ciden con las de los autores citados. Beasumiendo estos pormenores, consignaremos como resultado -final, que los huevos contenidos en los sacos pasan por una segmen¬ tación total. El estudio atento del desarrollo de estos huevos, de¬ muestra con toda certeza, que se tiene en presencia un gusano ne- matoide. No se trata absolutamente de un insecto, como alguno quiso hacer creer. Un naturalista sabe que los huevos de los insectos pasan por una segmentación superficial, muy diversa de la que acabamos de caracterizar. B.] Nematoide joven. —El embrión, cuando abandona el hue¬ vo, es un gusano muy pequeño, fino, relativamente delgado, de forma cilindrica, de la forma que dió origen al nombre zooló¬ gico de los gusanos que forman parte de esta familia. Las figu¬ ras 16 y 19 dan mejor idea que cualquiera descripción. Des¬ pués de medir un gran número de individuos, encontré que la longitud media en esta edad es de 0. ram 3. El joven nematoide es perfectamente transparente é incolo¬ ro. Al principio nada se distingue de sus órganos internos, pues el interior parece aún compuesto de pequeños glóbulos. Los individuos de mayor edad tienen una constitución anatómica complicada. En el polo oral se distingue un esófago transpa¬ rente y perfectamente separado del intestino. Considero que la longitud del esófago es igual á la cuarta parte de la longitud de* individuo. En el centro del esófago se ve una línea (más ó menos si¬ nuosa según la posición del gusano) que reúne la boca al in¬ testino: es el tubo por donde pasan las substancias alimen¬ ticias. Empleando aumentos más fuertes, se ve al principio del esó¬ fago una figura semejante á un alfiler, con su respectiva cabe¬ za, vuelta hacia el polo apical: es el estilete, aparato comparable 69 á un puñal que le sirve de armadura oral para perforar los te¬ jidos vegetales. El esófago presenta en su extremidad terminal una dilatación esférica; en esta parte, las paredes musculosas se reforzarán más tarde para formar una especie de ventosa destinada á dar ma¬ yor energía á la succión. La posición de esta ventosa es importante para la sistemáti¬ ca de la familia de los gusanos á que pertenece nuestra especie (Fig. 16). Se encuentra en seguida el intestino que, en este estado del gusano, ocupa el resto del cuerpo y no permite reconocer de¬ talles. La cauda del nematoide va disminuyendo insensible¬ mente hasta terminar en una finísima punta. Las paredes del cuerpo son bastante gruesas y algunas veces se percibe que están finamente estriadas en el sentido trans¬ versal. En esta época no hay ningún indicio de órganos sexuales, de modo que no es posible saber si el individuo es masculino ó femenino. Estos nematoides se encuentran infaliblemente, disecando con agujas histológicas las nudosidades descritas y examinando bajo el microscopio los fragmentos obtenidos á los que previa¬ mente se agrega una gota de agua. Se ven los animales mo¬ viéndose con rapidez y azotando enérgicamente el líquido con la cola y con la cabeza. En una preparación, fácilmente se en¬ cuentran 6 ó más pequeños nematoides. También se encuen¬ tran, pero siempre en menor número, examinando pequeñas partículas de la tierra adherente á las raíces. En los cortes transversales y longitudinales, hechos conforme á nuestras indicaciones (Gap. III), casi siempre se encuentran ejemplares del gusano, correspondientes á la edad aún no adul¬ ta, ocultos entre las celdillas del tejido parenquimatoso. Son. indudablemente individuos en vía de emigración al través de las paredes entumecidas de la nudosidad (Fig. 11). Se destacan perfectamente entre las celdillas, por el hecho 70 de que se impregnan fuertemente de materias colorantes. Con el empleo de la solución de ácido acético, ácido ósmico ó po¬ tasa cáustica, se pueden apreciar mejor los pormenores de la configuración anatómica en los ejemplares recientemente muer¬ tos por la acción de estos reactivos. C.j Nematoide adulto .—Se desprende de la nota del obser¬ vador ya mencionado, que apenas vió individuos jóvenes asexua¬ dos; no conoció al animal adulto. Asiduas investigaciones me han permitido franquear esta laguna. 1.] Hembra adulta .—Disecando según el'método indicado, nudosidades frescas y recientemente obtenidas, se descubren con claridad, por medio del microscopio, además délos jóvenes nematoides, algunos ejemplares de forma muy diferente á la que acabamos de describir. El gusano que nos ocupa (fig. 15 a-c ) no es ya regularmente cilindrico, sino que más bien tiene la forma de clava, el polo oral siendo más delgado que el polo opuesto. Tiene por longi¬ tud media 0. mm 4. Es transparente é incoloro como el nematoide joven, pero desde luego se nota gran diferencia en cuanto á su configura¬ ción. El tegumento es relativamente más grueso y la construc¬ ción del esófago es más complicada. Se distingue muy bien la dilatación terminal en la que ahora se notan fibras musculares radialmente dispuestas. Un poco adelante de esta dilatación se nota una segunda,. que falta en los jóvenes nematoides; el estilete se encuentra en la misma forma y posición, así como el intestino, que no ofrece nada de particular. Es característico en esta forma el aguijón del polo apical. (La hembra adulta del Rhabditis teres , especie europea próxima, posee un aguijón semejante.) 1 ' 1 Yeáse la “Monografía de las anguillulas” (en húngaro) delDr. L. Oer- ley y “Datos para el conocimiento de los nematoides libres (en alemán) por el Dr. Butschli, Actas de la Acad. Leopold Carol, volumen XXXV núme- 71 Esta forma que nunca encontré fuera de las nudosidades (en ningún caso en las partículas de tierra), da muy pocas señales de vida cuando se coloca en una gota de agua, es una forma muy lenta que no se agita rápidamente como el joven nematoide. Esta forma es seguramente la hembra adulta del nematoide que produce la enfermedad del cafeto. La encontré no sólo en las nudosidades frescas sino también en las conservadas por algún tiempo en el alcohol. 2.] Macho adulto. —Hasta hoy no he encontrado los indivi¬ duos masculinos sino con mucha dificultad, tanto en la natu¬ raleza como en cultivos artificiales. Volveré á tratar de este asunto. Sacos. (“Kystes” del Sr. Jobert.) Figs. 10 y 11.—Debía ser uno de mis más importantes desiderátum , conocer la naturaleza y origen de estos sacos, de los que más de una vez hemos ha¬ blado y que generalmente se encuentran en el interior de las nudosidades. El Sr. Jobert no trata de este asunto ni deja en¬ trever ninguna opinión, ninguna hipótesis á este respecto. Se conforma con decir que “las tumefacciones contienen kistes de paredes hialinas, cuyo sitio está tanto en el parenquima corti¬ cal como en el cilindro central;” “que es fácil ver que muchos de estos kistes se abren exteriormente,”—y que “en estos kis¬ tes se encuentran gran número de elementos parecidos á óvu¬ los jóvenes.” Esta incertidumbre no me podía satisfacer. Reflexionando sobre la significación morfológica de los sacos, reconocí que teó¬ ricamente apénas dos hipótesis podían ser tomadas en conside¬ ración: O los sacos son formaciones hechas por los nematoides en el interior de las nudosidades, y análogas á los sacos de al¬ gunas arañas, en fin, una especie de cápsula colectiva— 5 re¬ presentan la hembra adulta sacrificándose en favor de su progeni¬ tura por un proceso de disolución que tiene sus análogos en la serie animal. Relativamente á este segundo caso, me ocurre se¬ ñalar algunas especies del grupo mismo de los Nematoides, así como una familia de insectos inferiores, la de los Coccidios. 72 Desde el principio de mis estudios deseché como improbable la primera hipótesis, á pesar de que contaba con un apologis¬ ta (que partía de una premisa falsa considerando los huevos co¬ mo pertenecientes á un insecto). En cuanto á mí, no ensontré ninguna explicación para suponer que el nematoide de esta fa¬ milia formase, en tales condiciones, una envoltura para sus hue¬ vos; esto sería sencillamente una contradicción á todo lo que hasta ahora se sabe sobre la biología de los gusanos inferiores. Creo, pues, que la segunda hipótesis debe corresponder á la verdad. Esta creencia fue confirmada y hoy la puedo enunciar como un hecho científico averiguado. Su descubrimiento pre¬ sentaba dificultades materiales y nosotros la consideramos co¬ mo una de las más importantes conquistas del presente trabajo, tanto más que suministra la solución de algunas cuestiones de la biología de los nematoides parasitarios, hasta ahora proble¬ mática para el mundo zoológico. Los sacos (figs. 20 y 24) son ya esféricos ó ya piriformes; en general se puede decir, que su forma es muy variable, asi como su magnitud. Su longitud media es de O.MT. 1 Aislados, al estado fresco, por presión de las nudosidades, son tan opacos que á pesar del empleo de fuertes aumentos, nada se distingue de su naturaleza histológica. Los cortes he¬ chos al través de las nudosidades por medio del micrótomo, nada manifiestan en cuanto á los sacos á no ser su posición topográfica y los demás pormenores que ya conocemos. Por otra parte, al estado fresco, los sacos son muy blandos y fácil¬ mente se revientan. Para reconocer algo más, es preciso endurecer la nudosidad tratándola por el alcohol á diferentes grados (según el método de endurecimiento generalmente empleado en la histología mo¬ derna);' se diseca entonces la nudosidad por medio de agujas 1 Se observa una concordancia notable entre la longitud de los sacos y la de las hembras adultas, lo cual puede ser un valioso argumento para mi ex¬ plicación de la naturaleza de los sacos. La diferencia es debida al gran cre¬ cimiento del ovario. 73 histológicas, á fin de aislar los sacos (empleando un pequeño aumento) los cuales se tratan por las esencias dotadas de gran poder de esclarecimiento de los tejidos, tratamiento que puede hacerse sin colorar los sacos ó bien después de tratarlos con la eosina, deshidratándolos y separando el exceso de materia co¬ lorante. Pocos días después de estas manipulaciones, las preparacio¬ nes están perfectamente claras. Volvamos á las formaciones semejantes hechas por otros ne- matoides parásitos de los vegetales y establescamos el estado del saber zoológico sobre su significación morfológica. Se sabe, por lo escrito hasta hoy, que muchas anguílulas tie¬ nen la propiedad de formar nudosidades en las raíces de las plantas y en otros de sus diversos órganos. Estas nudosidades, sin embargo, nunca han sido objeto de cuidadosos estudios, pues las mejor conocidas son apenas las producidas por el ne- matoide de la remolacha (Heterodera Schachtii, Schmidl). Lo que acerca de ellas dice el Profesor Dr. Bütschli, profesor de zoología de la Universidad de Heildelberg (Alemania) en su mag¬ nífico trabajo sobre los nematoides libres, es lo siguiente: “Puedo comunicar (según las investigaciones hechas por el “ Dr. Th. Stein, Francfort) sobre el Heterodera Schachtii, nema- “ toide de la remolacha, algunas notas que lo hacen interesan- “ le y que reclaman investigaciones futuras sobre lo que voy á “ referir. Según Schneider, son sólo las hembras las que se en- “ cuentran en la raíz y que después se transforman en vesícu- “ las ovoides. Hasta hoy sólo se han visto estas vesículas en las “ cuales nada se percibe del intestino, de los vasos ni de la “ constitución histológica de los ovarios. Animales jóvenes no. “ se han encontrado hasta ahora. Queda pues en duda, que “ estas vesículas representen en efecto un nematoide entero, en “ estado de turgescencia ó sólo una parte de éste, por ejemplo, “ el aparato sexual femenino. Según Stein, se encuentra dentro “ de cada una de estas vesículas, un gusano pequeño (fácil de 74 “ reconocer por el estilete oral, como un Tylenchus ) cuya ar- “ madura genital lo hace considerar como un macho.” El autor trata después sobre el hecho interesante de que el individuo masculino parece vivir en el interior del femenino. Mis investigaciones sobre las vesículas formadas por los nema- toides del cafeto , me conducen al resultado definitivo de que repre¬ sentan una hembra entera , cuyos órganos vegetativos se han retraído y cuyo ovario ha llegado á tal grado de tumescencia que es difícil de reconocer en ese saco singular. Mis preparaciones microscópicas de dichos sacos, aislados, endurecidos y coloridos según el método indicado, me permi¬ tieron encontrar poco á poco, pero con toda evidencia, cada una de las partes características de la hembra adulta. Se ve perfectamente el polo oral con el esófago, mostrando éste las particularidades ya descritas, como la doble dilatación cuya par¬ te posterior conserva aún la estructura radial, expresión de las fibras musculares (Fig. 25.) Los sacos tienen también un tegumento grueso, con la no¬ table particularidad de presentar muchas veces una cresta trans¬ versal, de modo que el saco tiene algunas veces el aspecto de un tetraedro. Creo que el achatamiento que acompaña á la for¬ mación descrita, es consecuencia necesaria de la presión mutua de los varios sacos alojados en una misma laguna, debido á la creciente tumefacción. Este hecho es análogo al que dió lugar á la creación del termino “Prosenquima” en la histología vege¬ tal (Figs. 20 y 22). Reviviscencia. —El Sr. Jobert dice categóricamente en su nota “las anguílulas no son revivifiscentes. En vano se ha procurado una base positiva para tal aserción; las siguientes frases: “la se¬ quía las mata; lo cual explica la inmunidad de los cafetos de las tierras secas,” nos conduce necesariamente á creer que esta pretensión fué apenas una conclusión á priori , sacada de la observación de que la enfermedad entonces asolaba sobre todo, á los valles húmedos. Ya traté esta cuestión (pág. 44, cap. IV) y sólo puedo repetir que el observador, visitando hoy la zona 75 afectada, tendría que renunciar inmediatamente, tanto á la pre¬ misa como á la conclusión. Procuré tener completa certeza de que el citado autor se ha¬ bía engañado, efectuando experiencias cuya principal tendencia era el esclarecimiento de este punto, altamente importante, no sólo en cuanto á la historia natural del gusano que nos ocupa, sino también en cuanto á los medios profilácticos contra el mal. Pedí á mis amigos de Europa que prestasen mucha atención á este asunto y mi deseo quedó satisfecho. Creía que la no revivifiscencia del nematoide del cafeto, era cosa muy improbable en vista de los conocimientos que posee la zoología sobre el resto de la familia de los Anguilulidios. Need- ham, que descubrió la anguílula del trigo (anguilula tritici) dió en 1744 algunas nudosidades del trigo al naturalista inglés Baker que humedeciéndolas las hizo resucitar en 1771 después de 27 años de reposo. La resurrección después de 27 años ha sido demostrada para diversas especies. Davaine, que es quien más ha contribuido al conocimiento de la anguílula del trigo, colo¬ caba larvas de tres años de edad, bajo la campana de la mᬠquina neumática y las dejaba en el vacío durante cinco días Después de tres horas de contacto con el agua, la mayor parte revivían. Estos cuidadosos observadores dicen que esta facultad de revivifiscencia pertenece más á las larvas que á los animales adultos. Notaron además, que estas experiencias son coronadas por completo éxito, cuando la desecación de las anguílulas se hace rodeándolas de arena fina. El Sr. Bastían menciona expresa¬ mente la facultad de revivifiscencia para las especies de los gé¬ neros: Plectus , Avhelenchus, Cephalobus y Tylenchus. El Profesor Dr. Cramer (de Zurich) me escribió diciendo: “ que la no revivifiscencia del nematoide del cafeto sería impro- “ bable, puesto que esta facultad es poco más ó menos general “ en toda la familia.” Yo conocía muy bien esta facultad por mis estudios sobre diversas especies. Hice mis experimentos del modo siguiente: A principios del 76 raes de Julio de 1887, había coleccionado gran cantidad de raí¬ ces de cafetos enfermos provistos de nudosidades frescas y re¬ cientes. Una parte de esta colección fué cuidadosamente dese¬ cada á la sombra, exponiéndola una que otra vez at sot. Seca¬ ron rápidamente y en este estado las conduje á la capital. Con¬ servé la caja que las contenía en un lugar seco y á la sombra. En los primeros días del mes de Septiembre de este año tomé parte de estas raíces en las que noté nudosidades contraídas, las coloqué en un vaso de porcelana humedeciéndolos regu¬ larmente é impidiendo la evaporación por medio de una cam¬ pana de vidrio. Una semana después lavé con todo cuidado cada una de las raíces para tener seguridad de que ningún cuerpo extraño se adhería á la superficie y disequé cada una con agujas histológicas bajo el microscopio después de poner una gota de agua. Mi modo de pensar resultó comprobado por los hechos. En todo la 'preparación se encontraron larvas vivas y muy ági¬ les , por consiguiente dotadas de todas sus funciones vitales , y esto después de dos meses de absoluto reposo en condiciones ciertamente fatales para otros organismos (con excepción de algunos grupos de crustáceos, rotíferos, etc.) El examen sistemático, las medidas micrométrieas, el aspec¬ to general, etc., todo probó la identidad de estas larvas con las que se encuentran en las nudosidades frescas. Esta experiencia la repetí varias veces y siempre con el mis¬ mo resultado. Ninguna nudosidad dejaba de contener larvas vivas; más aún, el estado de los huevos era perfectamente nor¬ mal y su aspecto, que revelaba indudablemente su plena vita¬ lidad, demostraba que nada habían sufrido por el cambio de condiciones á que se sujetaron las nudosidades. Además de las larvas, encontré individuos un poco mayores cuya armadura genital indicaba el sexo masculino. Tienen el aspecto general de las larvas y la dilatación terminal del esófa¬ go es igual en forma y posición. Todo conduce á creer que éstos son los machos de nuestro 77 nematoide y espero continuar atentamente mis investigaciones, acerca del sexo masculino del gusano del cafeto. La revivijiscencia del gusano del cafeto , queda pues experimen¬ talmente probada (por lo menos para su estado de larva), como era de suponer por la actual extensión. Las consecuencias de es¬ ta circunstancia son visiblemente importantes y volveré á ocu¬ parme de ellas tratando de los médios profilácticos. Posición sistemática del nematoide del cafeto. —Nuestro animal pertenece á la familia de las Anguillulidce, pero no puede refe¬ rirse al género anguílula en el sentido dado á este género por la sistemática de la zoología moderna. El Sr. Jobert le da simplemente el nombre de “ anguiUula n porque se encontraba en la imposibilidad de hacer su determi¬ nación específica, puesto que no conoció al animal adulto. Ahora este nombre anguiUula, sacado de la sistemática anti¬ gua apenas indica que la forma general de los embriones (por él observados), lo llevó á clasificar el gusano en este genero,, creado en tiempos ya remotos, en el que se subordinaba cual¬ quiera especie que poseyera poco más ó menos el aspecto ex¬ terior de la familia. Actualmente este género está mejor estu¬ diado y en virtud de trabajos modernos ha sufrido muchas sub¬ divisiones complicadas. Voy á dar un extracto del cuadro analítico trazado por el Sr. Bastían, el célebre autor inglés de la “Monografía délas Angui- llulidse” para el conocimiento de los géneros establecidos en 1886. 1 Géneros terrestres y de agua dulce. ® Tegumento liso. Ausencia de glándula excretoria ventral. * Una pequeña ventosa caudal. 1. ] Monhystera. Esófago cilindrico. 2. ] Trilobus. Esófago con tres lóbulos en su terminación. 1 Monografía de los Anguillulidse (en inglés) por H. Charlton Bastían (Transactions of the Linean Society of London.—Volumen XXXV, pági¬ na 39.—X. T. v 78 3. ] Mononchus. Canal del esófago indicado por tres líneas bri- liantes. ** Ausencia de ventosa caudal. 4. ] Ironus. Canal del esófago limitado por tres líneas brillantes. 5. ] Dorylaimus. (Machos con dibujos transversales en la extre¬ midad posterior.) 6. ) Anguillula.. Esófago con dilatación terminal (cavidad farin- geana muy estrecha. Utero disimétrico. Spiculo largo y fino. Pieza accesoria simple y clora. © © Tegumento con estrías transversales. * Presencia de una ventosa caudal. 7. ] Tripula. Esófago con una contracción en la parte terminal (tres poros anchos á través de la parte anterior del te¬ gumento ventral.) 8. ] Diplogaster. —Esófago con una ancha dilatación muscular en medio de su longitud. 9. ] Plectus. Esófago con dilatación oval en la parte terminal. (Glándula ventral con canal bífido cerca de medio del esófago.) 10. ] Aphelenchas. —Esófago con una dilatación circular terminal. (Glándula abriéndose atrás de la terminación del esó¬ fago.) 11. ] Cehpalobus. —Esófago con dilatación circular posterior. (Glándula ventral abriéndose del lado opuesto á la par¬ te posterior del esófago.) Machos con piezas caudales. "12.] Tylenchus. Dilatación muscular en el medio del esófago. (Glándula ventral abriéndose atrás de la parte poste- ] rior del esófago.) | 13.] Rhabditis. Esófago con dilatación . alargada en su medio. Nuestro nematoide posee caracteres pertenecientes á algunos gé¬ neros citados , pero el conjunto de sus caracteres no coincide con ninguna de las descripciones genéricas que conozco. Comparándolo por ejemplo con el género Anguillula (en el 79 sentido limitado por el Sr. Bastían) es necesario decir que no tiene glándula caudal, que tiene una dilatación circular termi¬ nal (en las larvas asexuadas); que no posee abertura visible de la glándula excretoria ventral; la circunstancia de que su tegu¬ mento está estriado transversalmente (en las larvas); el dimor¬ fismo de los dos sexos, y otros varios detalles no permiten su¬ bordinarlo á este género. Respecto al género Heterodera creado en 1871 por Schmidt para la especie que ataca la remolacha, el Sr. Strubell, que la estudió muy recientemente, dice que se acerca mucho al género Tilenchus , teniendo una dilatación en el medio del esófago, pero que los dos sexos presentan “un di- “ morfismo muy notable, no siéndola hembra adulta más que “ una bola desprovista casi de la facultad de moverse.” Esta última aserción nos impresiona por su analogía con la liembra del nematoide del cafeto, aunque las relaciones indicadas sobre la posición de la dilatación del esófago nos prohíbe identificar nuestra especie con la del género Heterodera. No veo otro medio para salir de esta dificultad sistemática, sino clasificando provisionalmente nuestro gusano en un nuevo género. En cuanto á la especie, excusado es decir, que no se puede identificarlo con ninguna especie descrita. Estudios futu¬ ros especialmente encaminados á este objeto permitirán, tal vez, desvanecer todas las dudas y hacer entrar definitivamente nues¬ tra especie en el cuadro sistemático. Por ahora propongo para nuestro gusano el nombre científico: MELOIDOGYNEA EXI¬ GUA (indicando el género, la forma particular de la hémbra enkystada en forma de masa ó clava, y la especie, la pequeñez de sus dimensiones. 1 1 A.) Para el macho del Heterodera Schaehii, el Sr. A. Strubell indica la longitud de Om.8 á lm.2, es decir, como el doble ó el triple de la longitud de nuestra especie. B.) Cito, observando las reglas científicas, las siguientes características del nuevo género: Meloidoginea nov. gen. Goldi (1887). (/zeAoíchr; en forma de masa: ywfj, mujer.) Carácter genérico: Cuerpo (de la larva) cilindrico decreciendo insensible- 80 VIII ALGUNAS PARTICULARIDADES OBSERVADAS CON RELACIÓN AL CULTIVO DEL CAFÉ EN LA PROVINCIA DE RIO JANEIRO. 1.) Según la opinión predominante de los cultivadores de la provincia, el cafeto no tiene tendencia á profundizar sus raíces en la tierra y atribuyen al arbusto la disposición particular de extender sus raíces superficialmente, casi á flor de tierra. Creo yo que esta tendencia obedece á las particularidades geológica^ del terreno de nuestra provincia (de las cuales trataremos ade¬ lante). Sé muy bien, por informes de personas competentes, que en los países conocidos como productores de café, el ar- buslo tiene una tendencia muy contraria. El cafeto de Costa Rica, por ejemplo, desarrolla raíces de extraordinaria longitud con una dirección poco más ó menos vertical. ' En varias haciendas del interior me informaron que anti¬ guamente había la costumbre de cortar la raíz principal de las plantas que debían ser trasplantadas del almacigo al futuro cafetal; parece que esta operación se practica aún en algunas plantaciones. . Ahora bien, no hay ningún argumento que justifique seme¬ jante proceso. Pregúntese á cualquiera persona que tenga no- mente hasta la extremidad caudal (la hembra) en forma de masa ó clava, pro¬ vista de un aguijón caudal. Ventosa caudal , ausente. jumento finamente estriado (en la larva) en el sentido transversal. Esá/ago (de la larva y de la hembra) con una gran dilatación muscular terminal. Orificio de la glándula excretoria ventral: ausente. Nematoides parásitos de los vegetales, revivifiscentes, vivíparos. ^ . La hembra adulta se enkista en el interior de nudosidades patológicas en las raíces de ciertas plantas, hinchándose hasta formar un saco que contiene los óvulos. 81 ones elementales de fisiología si puede aprobarlo y segura¬ mente lo condenará. El Profesor, Dr. Cramer, profesor de Bo¬ tánica en Zurich, me escribe sobre este asunto en términos muy precisos—condenando formalmente este proceder bajo el punto de vista fisiológico. 1 2. ) Muy á menudo se encuentran en las plantaciones dos pies en cada hoyo, y el hecho de que muchas veces uno de los dos pies sucumbe á la enfermedad mientras que el otro conserva su follaje y parece gozar de completa salud, es una de las cues¬ tiones que los cultivadores juzgan de muy difícil explicación. Nosotros, sin embargo, nada vemos de extraordinario. Desde luego, no se podrá admitir que el pie que parece sano lo sea efectivamente si se recuerda que el aspecto exterior nada reve¬ la al principio de la enfermedad, del mismo modo que en la ocasionada por la Phyloxera. Fáltame aún explicar cómo en dos pies, teniendo tantos puntos subterráneos de contacto, la enfermedad no sigue pasos idénticos; pero, pregunto yo, ¿hay acaso alguna ley natural, establecida por la experiencia, que nos enseñe que de dos hermanos gemelos el segundo muera simultáneamente con el primero? 2 3. )—Es esta la ocasión de decir que en la Provincia de Río se tiene costumbre de sembrar entre las líneas de cafetos diversos vegetales para aprovechar el terreno. En primer lugar se encuentra el maíz. Al principio de mi es¬ tancia en la región afectada, procuré averiguar si esta planta po- 1 Bajo el punto de vista fisiológico, es ciertamente reprobable una muti¬ lación de la raíz, pero la arboricultura moderna aprueba la mutilación de la raíz principal, en las plantas que como el cafeto, tienen marcada tendencia á profundizar el pivote. La consecuencia de esta mutilación, es el desenvolvi¬ miento lateral de las raíces secundarlas, muy importante bajo el punto de vis¬ ta industrial.—N. del T. 2 No puedo menos de llamar la atención del lector respecto del extraño giro que da el Sr. Góldi á esta cuestión. Es indiscutible qne la ley á que hace alusión, no existe mientras exista la individualidad, pero parece fuera de su lugar esta argumentación, para explicar este hecho fácil de comprender, y que por último no deja satisfactorirmente aclarado.—N. del T. Cafeto.—6 82 día dar alguna indicación respecto al origen ó la distribución del mal, pero el resultado de mis investigaciones fué negativo, pues no eneoíitré punto de apoyo para dar base positiva á esta Se encuentra después el frijol, que tampoco dio indicio de re¬ lacionarse de algún modo con la enfermedad del cafeto. Cerca de las plantaciones se encuentran también la higuerilla, el naranjo , etc. , . . En cuanto al naranjo se pretende que está sujeto a la misma enfermedad, pero no me fué posible encontrar ocasión de cer¬ ciorarme personalmente del hecho. No quiero negar la posibi¬ lidad de tal aserción, pero creo tener algunas buenas razones para dudar de que la supuesta enfermedad del naranjo sea ri¬ gurosamente idéntica á la del cafeto. Podrá ser su analoga pe¬ ro no su homologa, atendiendo sobre todo, a la circunstancia de que los nematoides parásitos de los vegetales, según los co¬ nocimientos que se tienen en la actualidad de este grupo de gu¬ sanos, tiene cada uno su planta que le es propia. Más aún: dos enfermedades pueden presentar síntomas muy semejantes y ser debidas á causas do todo punto heterogéneas Diré todavía, que últimamente, en la región afectada por la enfermedad, ha tomado gran incremento el cultivo de la de azúcar. En algunas haciendas de importancia de la par : in¬ ferior del río Parahyba, se ha cambiado completamente el cu - tivo del café por el de la caña de azúcar. Puse mi atención en la caña con el mismo objeto, y no encontré ninguna relación entre ella y la enfermedad. r , . , Este último vegetal tiene sus enfermedades propias. En el río Parahyba me llamó la atención una enfermedad de la hoja. Al¬ gunos cultivadores me consultaron respecto de unas manchas longitudinales que aparecen primero blanquizcas y después que¬ dan obscuras, y las cuales habían tomado como signo norma de una variedad distinta. Esta enfermedad es debida a un ho go microscópico, cuya presencia quedó comprobada con mis in¬ vestigaciones sobre el asunto, las cuales llevaré adelante si la 83 . ocasión ó la necesidad lo exigen. 1 He sabido últimamente que en Java se ha manifestado un nematoide parasitario en las raí¬ ces de la caña, y el cual ha sido clasificado bajo el nombre de v Heterodera javanica. En el Brasil no tengo conocimiento déla existencia de un nematoide cofrade del nematoide del cafeto, que se aloje en la raíz de la caña. IX DIVERSOS ENEMIGOS DEL CAFETO EN EL BRASIL. A .)—Enemigos del reino vegetal. 1.)—Sobre los ramos de los pies moribundos, así como en los lugares lesionados de la madera de los pies del cafetal, se observa al cabo de pocas semanas la formación de un prodigio¬ so número de tapices verdosos que resaltan á la vista por su color y que alcanzan el tamaño de una cabeza de alfiler. Está formado este tapiz por las hifas de un hongo, y cuya extremi¬ dad es frecuentemente coronada por un esporo (conidia). Muchas veces se encontrarán ejemplares libres de estos es¬ poros diseminados entre las hifas (fig. 35 ci-c). Estos esporos son claros, transparentes y llenos de un líquido granuloso; ge¬ neralmente de forma oval, aunque á menudo se observa una discordancia muy grande en cuanto á su forma y tamaño. El punto de inserción del esporo en la hifa materna está indicado por. un anillo claro, muy estrecho, en forma de garganta, que puede reconocerse mucho después de la caída del esporo. Las hifas están provistas de septos. El hongo así caracterizado tiene una vida independiente. Es un epijita que no hace ningún mal visible al cafeto. 1 La magnífica obra del Dr. A. B. Frank, de Berlín, “Sobre las enferme¬ dades de las plantas” (Breslau, 1880), que contiene una monografía muy com¬ pleta de las uredineas, nada dice acerca de la enfermedad de la caña.—N. T. 8é Una experiencia hecha en 2S de Septiembre de 1886, colo¬ cando esporos sobre las hojas del cafeto, no produjo ningún re¬ sultado de infección (aunque los esporos estaban en plena vita¬ lidad] lo cual se demostró por la observación microscópica: colocados en un porta-objeto con una gota de agua frecuente¬ mente renovada, emitían inmediatamente promiceliums finos y filiformes). 2.)_En 28 de Octubre de 1885, encontrándome en la hacien¬ da de la Concepción, observé en un pie deshojado, víctima de la enfermedad, que en la extremidad de los ramos secos tenía un filtro muy denso de finísimas sedas, obscuras y cortas, sobre la corteza negruzca. Pude comprobar que, como había supues¬ to, estas finísimas sedas eran las hifas portadoras de las coni¬ dias de otro hongo (figs. 37-39). Cada seda lleva en su extremidad un gran número de espo¬ ros redondos y de superficie verrugosa. Este hongo, cuya figura acompaño (figs. 37-38-39), es una forma muy interesante y dig¬ na de un estudio atento, como me escribe el Profesor Dr. H. Karsten, de Berlín. El Profesor de Bary, afirma también que es¬ te criptógamo pertenece á un grupo especial que le es desco¬ nocido. ■ - . Experiencias idénticas á la que se acaba de citar dieron tam¬ bién resultados negativos en cuanto á la infección. Es,pues, in¬ dudable que este hongo es también un epífito inofensivo , que sólo aparece sobre el cafeto cuando este esta perdido . ; 3.)—Examinando un gran número de cerezas maduras, aban¬ donadas al pie de los cafetos enfermos con motivo déla cosecha de este año, reconocí muchas veces en su pulpa seca, un tercer hongo del género Fumago. En las cerezas de algunos pies este hongo se había desarro¬ llado con tanta exuberancia, que el volumen de sus hifas exce¬ día considerablemente del de sil pulpa. Partículas desprendidas de la pulpa presentan al microscopio un tejido cerrado de hifas con septas y esporos, algunos de és¬ tos ya habiendo emitido su promicelium (fig. 36). Haré notar que en varias 1 partes, estas hifas parecen como formadas j por series de celdillas en rosario, lo que evidentemente prueba que estas hifas se encuentran en estadO'de disolución. ! Macroscópicamente, se reconoce al exterior la presencia de este hongo por una mancha negra, áspera y pulverulenta que á la raspadura deja un polvo negro. En cuanto á la distribución de este hongo en las diversas par¬ tes de la cereza, diremos que se encuentra en todas las envol¬ turas, inclusive el “pergamino,” pero de preferencia en la pulpa. . : Nunca vi el hongo en la semilla. Todo conduce á creer qiie es' te hongo están inofensivo como los dos anteriores, y com'o ellos, epífita. , 4. )—Podríamos citar aquí el hongo que forma las manchas sobre las hojas, log ramos y casualmente sobre los frutos no ma¬ duros, y que fue circunstanciadamente descrito bajo el nombre de Ramularia en los capítulos II y III. á : ■ ! 5. )—El cafeto, como otros muchos árboles y arbustos, es al¬ gunas veces frecuentado por algunos criptóganlos de la familia de los Liquens. Tuve ocasión de notar que las hojas dé los pies situados cer¬ ca del bosque virgen ó de las plantas almacigadas en condicio¬ nes semejantes, se encuentran á veces completamente cubiertas de estos criptógamos, formando verdaderos herbarios liqueno- lógicos de Parmelias, etc. 1 Naturalmente no se podría acusar á estas epífitas de cualquie¬ ra perturbación patológica gravé. Su efecto es apenas local y su daño consistiría tai-vez en obstruirlos estomas é impedir la fun¬ ción respiratoria de la hoja. 6. )—Diversas fanerógamas, especies trepadoras particular¬ mente, invaden algunos cafetos de los más desatendidos por los cultivadores. Pude observar cafetales completamente invadidos ■i .(••' ' - < ‘O t 1 Véase á este respecto el tratado del Dr. Ernst.—“Estudios sobre las de¬ formaciones, enfermedades y enemigos del árbol del café en Venezuela.”— Caracas.—1878.—X. T. 86 por la Thumbergia alata , acantácea que cubría tan completamen¬ te los pies, que era preciso del auxilio de los cortes para descu¬ brirlos. Hay que mencionar aún algunas especies de Cucurbitᬠceas [Momordka balsámica ], Lorantáceas [.Herva de passannho ] que manifiestan los mismos efectos. —Enemigos del reino animal. I _Desenterrando cafetos para su estudio, encontré algunas veces sobre las raíces de los pies sanos y particularmente sobre las de los enfermos, un pequeño insecto no alado, del grupo de los Coccidios (figuras 43 y 44). Este insecto tiene apenas un milímetro de longitud y es de un color blanco que lo hace muy fácil de reconocer. Este coccidio ya fue visto por el Sr. Baráo de Capanema; hace más de diez años, cuando S. Ex. se ocupa¬ ba de la enfermedad del cafeto. El Sr. Baráo de Capanema dio una buena descripción de es¬ te insecto en su Informe (que desgraciadamente ño he podido consultar por haber sido infructuosos mis esfuerzos para encon¬ trarlo en el Ministerio de Agricultura); hablo según un resumen que vino á mis manos y que füé publicado en el Diario del Co¬ mercio de aquella época. El Sr. Baráo de Capanema lo compara por su configuración con la Phylloxera; S. Ex. me asegura que con su Informe acompañó varios dibujos que seguramente tam¬ bién se han extraviado. • f El Sr. Baráo de Capanema fué un abservador cuidadoso y prudente, y no se engañó respecto á la significación e importan¬ cia del coccidio descubierto. Reconoció S. E. que el coccidio estaba en íntima relación con una especie de hormiga que lo cría y coloniza en las raíces (relaciones que la Historia Natural conoce de hace tiempo entre varias hormigas y diversos ajidios y coccidios). No ve peligro alguno en la presencia de este coccidio que parece del todo inofensivo. Mis observaciones—tengo satisfacción en decirlo—confirman 87 la exactitud de este enunciado. Estudié no sólo el coccidio, sino también á la hormiga que lo coloniza (para aprovecharse de un jugo dulce que secreta este pequeño insecto y que es muy del gusto de las hormigas), y garantiza que este coccidio no hace nin¬ gún mal sensible d las raíces del cafeto. Afirmo esto de un modo tanto más decisivo cuanto que, muy recientemente, alguien ha atribuido á este insecto una impor¬ tancia exagerada declarándolo causa de la enfermedad y produc¬ tor de las nudosidades. Según esta singular teoría, las nudosidades debían ser “nidos de huevos del insecto en cuestión”! Esta teoría nos hace recordar el proverbio “m'M sub solé novum .” El insecto no es nuevo, puesto que diez años antes que ej observador de 1886, 1 fué estudiado por el Sr. Baráo de Capa- nema, y de un modo muy superior, y no dejando nada que de¬ sear para el naturalista. Este insecto es legítimamente un coccidio perteneciente al gé¬ nero Dactylopius y muy probablemente á la especie D. ‘ adoni- dum, común á las raíces de varias plantas del antiguo y nuevo mundo. El Dr. Lów (de Viena), una de las mayores autoridades en lo que se refiere á este orden de insectos, me escribe que el mis¬ mo Dadylopius fué observado antes en los cafetos de las Indias Orientales. Sin embargo, no se sabe que ahí la presencia de este coccidio vaya acompañada de una enfermedad de las raí¬ ces, tan característica como la de nuestros cafetos. La hormiga colonizadora llamada “ruiva” por el Sr. Baráo de Capanema, ha sido reconocida científicamente hace muy po¬ co tiempo. Sabía por mi amigo, el eminente conocedor de hor¬ migas Dr. A. Torel, de Zurich, que estaba descrita en un ma¬ nuscrito del Dr. G. Mayr, de Viena. Publicado este manuscrito, 1 Diario del Comercio , 25 de Noviembre de 1886. 88 puedo comunicar que esta hormiga se llama Brachyniyrmex deeedens. G. Mayr. 1 Para mayor seguridad consulté, enviando el material conve¬ niente (no sólo acerca del coccidio, sino también acerca de las supuestas relaciones de éste con las nudosidades), á muchos de los más eminentes entomólogos y miembros de las comisiones Phylioxéricas de Europa. A todos hice la siguiente pregunta: “¿Hay alguna justificación, por pequeña que sea, para conside¬ rar las nudosidades como producidas por el coccidio ú otro in¬ secto cualquiera?” De todos obtuve la misma respuesta; de acuerdo con mis estudios me comunicaron que no .existía ni la más pequeña probabilidad. * 2.—Desde hace mucho tiempo se conoce en el Brasil un in¬ secto del orden de los microlepidópteros, cuya larva ataca las hojas del cafeto, practicando canales entre las dos epidermis y nutriéndose con el parenquima. La mariposa y la larva son lla¬ madas “bicho da jolha ” ó “bicho do café;” su nombre cientí¬ fico es Cemiostoma coffeellum , Z. (Mlachista coffeella, Guérin. Ménéville). La invasión de este insecto debe datar de mucho tiempo, porque en una antigua Memoria del Ministerio de Agricultura (1868), vi que su frecuente aparición había llamado la atención del Gobierno y que el ilustre botánico Freire Alemán fué comi¬ sionado oficialmente con este motivo en el distrito de Vassou- ras (provincia de Río de Janeiro). En las regiones que visité, tuve ocasión de encontrar muchas veces el referido microlepi- dóptero, ya sobre hojas aisladas—lo cual se observa en todos los cafetales,—ó ya con un carácter un poco más serio. En Ene¬ ro de 1887 quedé impresionado por la frecuencia del microlepi- 1 “Tormicidios sur-americanos” por el Dr. U. Mayr. Discusiones de laSo- ciedad Real é Imperial de Zoología y Botánica de Yiena, Austria. Volum. de 1887, pág. 521. 89 dóptero en algunas localidades de la parte alta del .río Portaba (entre Capivara y Miracema). Eri Junio del mismo año, fí las plantaciones próximas del Macuco gravemente atacadas por la larva. Las manchas de la larva del Machista coffeella, por razones fáciles de comprender, se encuentran de preferéncia en medio de la hoja. Sus contornos se ven perfectamente limitados por el color verde de las porciones no alteradas. En el lugar mismo de la mancha, la epidermis sé desprende fácilmente, lo cual per¬ mite distinguir estas manchas de las producidas por el hongo de que hemos hablado. No es raro encontrar hojas de cafeto con manchas de los. dos orígenes. Respecto á la histosia natural del insecto, me limitaré á indi¬ car el trabajo del Dr. Ernst sobre las enfermedades del cafeto en.Venezuela; en esa obra se encuentra una figura del micro- lepidóptero adulto. 1 La enfermedad de las hojas causada por el “bicho do café v (en el sentido del término trivial adoptado por los cultivadores), nada tiene que ver con la enfermedad, objeto de este trabajo. Insisto sobre esto, porque muy á menudo tuve ocasión de observar que para muchos cultivadores poco instruidos, la “en¬ fermedad del cafeto” que interesa á la provincia de Río, se con¬ funde con la enfermedad de la hoja causadá por el “bicho.” 3.—En las grandes plantaciones de Serra Vefmelha, descubrí desde el principio de mi larga estancia, que la gran mayoría de las hojas de los pies sanos, enfermos, jóvenes ó viejos, presen¬ taban en su cara inferior, en todos los puntos de ramificación de las nervaduras secundarias, pequeñas salientes del tamaño de una cabeza de alfiler (fig. 40). Estas pequeñas salientes son ya cerradas ó ya provistas de un pequeño orificio. No tardé en convencerme que se trataba de un pequeño aca- 1 “Estudios sobre' las deformaciones, enfermedades y enemigos del árbo del café en Venezuela,”—Imprenta Nacional. Caracas, 1878. [Lámina J.— Fig. F.]—N.-T. 90 lidio que hace de estas salientes el deposito de sus huevos. Cor¬ tes hechos al través de la hoja, manifiestan bajo el microscopio un gran número de pequeños óvulos (fig. 41). Examinando con atención la cara inferior de un buen núme¬ ro de hojas, un observador atento encontrará, sin duda, al pe¬ queño animalito que corre con gran rapidez y tiene un color carmesí brillante (fig. 42). A principios de Octubre de 1886, lo encontré muchas veces con la mitad ó la mayor parte del cuerpo oculta en los orificios de las salientes, de tal manera, que era apenas visible. Mas tarde observé esto mismo en todos los lugares donde se cultiva el café y aun en las cercanías de la capital. La frecuencia de este pequeño acaridio es tal, que difícilmen¬ te se forma uno idea exacta de ella; hay gran numero de cafe¬ tos, aun los muy jóvenes, que tienen todos sus hojas atacadas, sin embargo, tiene una importancia insignificante en sus efectos sobre las hojas del cafeto, lo cual es upa verdadera felicidad, porque si este animalito perjudicase sensiblemente al cafeto, desesperaríamos de la posibilidad de luchar eficazmente con¬ tra él. Este acaridio (fig. 42), según mi determinación preliminar, es próximo al género Tetranychus , perteneciendo en todo caso al grupo de los Trombididce A Remití á los especialistas europeos diversos ejemplares, acompañados de las indicaciones necesa¬ rias para estudios sistemáticos más detallados. 4.—Mucho se ha dicho acerca de las relaciones que se supo¬ ne existen entre ciertas especies de termites y la enfermedad del cafeto. Quien quiera conocer los argumentos en que se ba¬ san los sectarios de esta hipótesis, puede ver “O Paiz” de 27 de Agosto de 1886, artículo titulado “A praga do café.” Aunque sea exacto que se encuentran de un modo entera¬ mente casual, termites, en más ó menos número, entre las raí- « 1 Véase Dr. v. tíchlechtendal, “Los artropodes con exclusión de los in¬ sectos.” 91 ces del cafeto y en la tierra que las rodea, niego absolutamente sus relaciones con la enfermedad del cafeto. No niego que es¬ tos laboriosos insectos, que poseen estados sociales tan compli¬ cados é interesantes, puedan atacar una que otra raíz del cafeto que se les presente como barrera para la continuación de sus curiosos túneles subterráneos. Proceden así para cualquier obs¬ táculo, vivo ó muerto, que se les opone, y atacan por esto las raíces de otros vegetales. Suponiendo aun que hubiese un ejem¬ plo de la muerte de un cafeto por la cercanía de una colonia de estos animales, ¿acaso esto nos daría derecho para acusar á los termites de autores de la enfermedad del café? Afirmarlo, sería sin duda un crimen contra la lógica! ‘ Mis investigaciones sobre este asunto prueban la nulidad de esta hipótesis. Fáltame aún corregir errores cometidos contra la historia natural, por los autores del artículo publicado en el diario á que me referí. Hasta hoy no he encontrado en la re¬ gión atacada por la enfermedad al Termes comulans , y la fantás¬ tica especie Termes eofece no existe (ni cualquiera persona tiene competencia para fabricar nuevas especies). La especie más fre¬ cuente es el Eutermes opacus, cuyos obreros se encuentran á ve¬ ces en los cafetales. Sé que próximos á los cafetales se encuentran nidos muy só¬ lidos, de forma casi esférica ó semejante á la de ciertos frutos; estas construcciones, hechas y habitadas por algunos termitos (de los cuales debo á la amabilidad del Sr. Consejero Sinimbú interesantes ejemplares originarios de San Paolo), son pura¬ mente accidentales y no autorizan ninguna interpretación en el sentido que acabo de refutar. 5.)—Las mismas relaciones casuales se encontrarán para mu¬ chos animales que se ven, ya en las hojas del cafeto, ó ya en sus raíces al desenterrarlas. Sobre las hojas y los ramos, sobre todo después de las llu¬ vias, suelen encontrarse Bulimus auris leponis y diversas espe- pecies del género Succinea. Las extremidades obscuras de los ramos ya muertos son frecuentemente escogidos para residen- 92 tía por un pequeño coleóptero del grupo délos Bostrychios , que -ejerce en ellos sú profesión de perforador. Desenterrando algunas plantas se encuentran también espe¬ cies'de hormigas, miriápodos (género Polydesmus ), larvas de in¬ sectos de diferentes órdenes y arañas subterráneas, etc. En fin, •una enumeración completa de todo lo que casualmente puede encontrarse en un cafeto, sería de mucha importancia párala historia natural, pero no tendría mayor interés para nuestra cuestión. r CRÍTICA DE’ALGUNOS ENSAYOS ANTERIORES, HECHOS PARA EXPLICAR LA NATURALEZA DE LA ENFERMEDAD DEL CAFETO. is n i ofmoíídtm oíntíhr. íéb aornlrm ?o ( wq f hnolBíí 1.)—Sequía (Barao de Capanema). Según una observación citada en uno de los anteriores informes del Ministerio de Agri¬ cultura, S. fjx. el Sr. Barao de ‘Capanema considéra la falta de lluvia como causa única de la enfermedad del cafeto; acerca de este asunto tuve ocasión de discutir personalmente con Su Excel gh cía. Todas las personas que han vivido una larga serie de años en la provincia de Río de Janeiro, saben perfectamente que las con¬ diciones meteorológicas han cambiado notablemente en estos últimos años. ^ Mis instrucciones me imponen la obligación de estudiar. os factores de esta naturaleza, pero comprendí desde luego la im¬ posibilidad de emprender observaciones originales en la zona afectada, toda vez que no tendría modo de proporcionarme los aparatos necesarios; y además, las observaciones de este gene¬ ro hechas con irregularidad y en un espacio de tiempo relativa¬ mente corto, ¡np pueden contribuir de una manera cierta al es¬ clarecimiento de' esta cuestión. El caso no sería el mismo si éntrelos cultivadores del interior la meteorología contase con colaboradores concienzudos y perseverantes; observaciones con- 93 tinuadas durante una larga serie de años en una misma hacien¬ da, formarían una base preciosa para los estudios comparativos; pero desgraciadamente me fué imposible encontrar material útil en este sentido. A pesar de esto, procuré formar, en cuanto es posible, un juicio exacto de las condiciones climatéricas, basán¬ dome en las de la capital. A ese fin me dirigí al Observatorio Imperial para proporcionarme material climatérico digno de confianza y abrazando mayor número de años. Mi deseo fué bondadosamente satisfecho, tanto por el Director como por el funcionario encargado de la sección meteorológica. El resultado de mis estudios sobre este material, en cuanto á las condiciones pluviométricas, fué diverso del que al principio había concebido. Puede resumirse del modo siguiente: Para el Pío de Janeiro no hay diminución en la cantidad ab- sotuta de lluvia durante el año , yero ha desaparecido la periodici¬ dad de las lluvias , perfectamente sensible antes. En otros términos, no llueve menos que antes en cuanto á cantidad, pero llueve más irregularmente. El número total de días de lluvia ha disminuido; la cantidad relativa de lluvia en un día ha aumentado; las lluvias no observan ya las reglas cro¬ nológicas que habían seguido. Comparemos rápidamente estos datos climatéricos de la ca¬ pital con lo que se dice del clima de la zona afectada. Dicen los cultivadores, 1.) que llueve menos;, 2.) que ha cesado la regula¬ ridad de las lluvias. Un cultivador déla parte inferior del río Parabyba, me decía: «Antes contábamos con tanta seguridad en la periodicidad de «las lluvias, que todos nuestros trabajos agrícolas estaban fijos « de antemano, y seguíamos nuestro inalterable programa de «trabajo del mismo modo que lo habían seguido nuestros pa- « dres. Hoy todo ha cambiado. Ya no se siembra maíz en Ene- «ro porque no llueve, y en cuanto al café, las florescencias se « adelantan ó retardan con relación á las reglas anteriores; en al- «gunas localidades hay floración parcial y pueden verse flores y «frutos en el mismo pie. No se sabe ya qué hacer.» 94 Tenemos, pues, en este bosquejo característico, un indicio muy apreciable de que el cambio de las condiciones pluviomé- * tricas de la capital, se observa igualmente en el interior y muy particularmente en el bajo río Parahyba. Y según parece en aquella región el cambio es aún más sensible. Dudo que llueva menos. Las lluvias serán más torrenciales cayendo en cantidad anormalmente grande en la misma unidad de tiempo. Ahora bien, son dos factores inconvenientes para la agricul¬ tura, la diminución de los días lluviosos y el aumento de la cantidad de agua en cada precipitación. El benéfico efecto de las lluvias consiste en una disposición prolongada pero de cier¬ ta moderación; las lluvias torrenciales apenas agradan a la ve¬ getación; el agua en vez de mojar simplemente el terreno, pasa rápidamente sobre él y lo deslava, lo cual tiene por consecuen¬ cia disminuir rápidamente el espesor de la capa arable. ¿Cuál es la causa de esta perturbación meteorológica de nues¬ tra provincia? (perturbación, si no definible con la precisión que fuera de desearse, existente de un modo indiscutible en la con¬ vicción de todos). No se me oculta la naturaleza de la causa y tengo satisfacción en manifestar que mi opinión coincide con la de S. E. el Sr. Barao de Capanema. En primer lugar está la destrucción de los árboles de bosque , que como se sabe por la climatología moder¬ na, son los reguladores por excelencia de las condiciones plu- viométicas. Esta destrucción es la consecuencia del sistema extensivo de cul¬ tivo aplicado al cafeto. Hasta hoy el cafeto es en el Brasil el ene¬ migo mortal del bosque; sobre sus ruinas y cenizas debe desa¬ rrollarse. Ya gran parte de la zona forestal de nuestras provin¬ cias del Atlántico, sucumbió así al cafeto que rápidamente avan¬ za hacia el interior, donde tal vez se apague la llama destructora de los “royados” en virtud de razones que no será difícil en¬ contrar (Gap. IV). Puesto que la idea de una perturbación está grabada en la conciencia de los cultivadores de nuestra provincia, no estará 95 por demás aconsejar con insistencia al gobierno para que tome en consideración, lo más pronto posible, una regularización de las condiciones forestales, procurando impedir el acrecenta¬ miento de las fatales consecuencias que trae la destrucción de los árboles. Aunque, como lo prueban las líneas anteriores, esté lejos de negar ó de disminuir la influencia de la alteración meteoroló¬ gica, sobre las condiciones de esta provincia, no veo, sin em¬ bargo, ninguna razón suficientemente imperiosa para hacerme partidario de la explicación de S. E. el Sr. Barao de Capanema que hace de la sequía la causa inmediata de la enfermedad del cafeto. Si mis estudios exactos no me hubiesen revelado direc¬ tamente el estado patológico de las raíces del cafeto, probable¬ mente habría adoptado la opinión de S. Ex., pero entre dos fac¬ tores de los cuales uno actúa directamente á mi vista, á mi al¬ cance, por decirlo así, y el otro á la larga mostrándose oculto, indeciso y escapando á la disección seguida de un raciocinio estrictamente analítico, mi posición de naturalista me impone el deber de dar la palma al factor primario, al palpable que se¬ gún mi más íntima convicción es el nematoide. No niego la existencia de una liga causal entre la sequía y el parásito ani¬ mal; pero esta liga causal sería justamente la inversa de la que S. Ex. admite. Existiría en el sentido expuesto al principio del capítulo IV. Para precisar mi opinión relativamente á la de 8. Ex., diré que la sequía y la lluvia desempeñan cierto papel en la enfermedad del cafeto—bajo la forma de factores subordinados, de condiciones exteriores de existencia del nematoide, que es la causa primaria de la enfermedad en cuestión. 2.] Dificultades del terreno (L. Gouty). En su extenso trabajo sobre las condiciones del cultivo del café en el Brasil 1 el Dr. L. Gouty toca de paso la cuestión de la enfermedad del café (pág. 23.) El modo como lo hace, nos revela que dicho autor apenas 1 L. Couty.—“Estude de biologie industrielle sur le café.”—Río de Ja¬ neiro, 1883. 96 conocía la enfermedad por vagas descripciones y no por la pro¬ pia inspección en las localidades atacadas. Su opinión puede resumirse del modo siguiente: “En la provincia de Río de Ja- “ neiro la capa de tierra vegetal está reducida por lo general á “ 50 centímetros poco más ó menos; bajo esta capa, se encuen- “ tran como base arcillas de naturaleza muy compacta y rocas “ muy poco descompuestas. En estas condiciones la raíz prin- “ cipal encuentra difícilmente paso; las raíces están obligadas á “ desarrollarse horizontalmente, casi á flor de tierra, quedando “ expuestas al ardiente sol tropical, al desecamiento.” Citaré textualmente el siguiente párrafo (pág. 24): “Esta sus- “ pensión, siendo frecuentemente debida á una causa general, “ el estado del suelo podrá producirse simultáneamente en una “ región entera, en toda una plantación; simula entonces una “ verdadera enfermedad y el mal estado de las raíces, facilitan- “ do varias producciones parasitarias, pudiendo considerar esto “ como una epidemia por las personas que confunden las cau- “ sas y los efectos, desacreditando la bien conocida resistencia “ del cafeto á los insectos nocivos á otras plantas próximas ó “ contiguas.” No podemos atribuir gran valor á este ensayo dé explica¬ ción. La opinión que tiene respecto de otras explicaciones, recae con todo su peso sobre el mismo autor: él confunde, si no cau¬ sas y efectos, al menos sí fenómenos secundarios y fenómeno primario. La insuficiencia de la explicación del Sr. Couty fué última¬ mente demostrada de un modo experimental por el Dr. Ph. Caire. Con almácigas, de la variedad Maragógica, tratadas an¬ teriormente con sumo esmero y cuidado, formó un plantel de experimentación en una roza nueva, fresca y sombreada á poca distancia del bosque virgen; hizo abrir un gran cajete para cada planta, y por medio de una barra de fierro mandó preparar un tubo central para la raíz principal. Aunque el lugar era de los más apropiados y el tratamiento excepcional, ya tuve ocasión 97 de decir que la proporción de la mortalidad en 40 pies “mara- gógicos” no fue menos que la existente entre las plantas no fa¬ vorecidas por estas condiciones. Sería inexacto afirmar que la capa superficial de la provin¬ cia de Río de Janeiro, es excepcionalmente favorable á la agri¬ cultura y especialmente al cultivo del café. Respecto á este punto, estoy muy de acuerdo con el Sr. L. Couty, El resultado de la competencia entre las provincias de Río de Janeiro y S. Paulo, con relación al café, puede preverse con toda probabi- dad. La provincia de S. Paulo saldrá vencedora, y acaso más pronto de lo que se cree. San Paulo presenta condiciones geológicas mucho mejores para el cultivo del café. El Sr. O. A. Derby nos dice: “Las tierras más apreciadas son “ las tierras “roxas” que provienen de la descomposición de la “ diabasa [y la diorita ] tan abundante en la segunda zona. Es- “ tas rocas no teniendo cuarzo y siendo ricas en fierro y ele- “ mentos alcalinos, producen un suelo arcilloso, sin arena, de “ un color muy subido y de fertilidad notable. En la actualidad “ la riqueza de la provincia de S. Paulo está en los cafetales de “ los yacimientos de diabasa en los municipios de Campiñas, “ Amparo, Casa Branca, Limeira, Río Claro, Pirassinunga, Pi- “ racicaba, Capivary y Tiété y en los de Botucata, S. Carlos del “ Pinhal, Arara§uara y Ribeirao Preto.” Espesor de la capa arable, ausencia de arena mezclada con la arcilla y un humus muy fértil, son los tres factores que ha¬ rán triunfar á la provincia de S. Paulo. Si la enfermedad llegase hasla allá el terreno no arenoso no le convendría y se extinguiría por sí sola. Las condiciones de terreno en la provincia de Río de Janeiro favorecen In enfermedad del cafeto pero no hay ningún argumento de valor para considerarlas como la causa. 3.] Anguillula (Sr. C. Jobert).—El lector atento habrá visto, por los capítulos anteriores, que mi opinión sobre la naturaleza de la enfermedad del cafeto es, in nuce , la misma que dió el Sr. Cafeto.—7 S 98 C Jobert en 1879. Una cuidadosa comparación entre mis in¬ vestigaciones y el texto literal de la nota del Sr. Jobert, mostra¬ rá exactamente los límites del mérito de cada uno respecto a esclarecimiento del asunto. Espero que esta comparación re¬ bele al lector la absoluta independencia de mis estudios y ad¬ vierto, que si mis resultados tienen muy íntimas relaciones con los del Sr. Jobert (en su parte esencial) no es por la necesida personal de apoyarme en una opinión anterior, sino por el sa¬ grado deber de reconocer lo que de buena fe suministro uno de mis predecesores y por la probidad científica que me impone el deber de ayudar al triunfo de la verdad, según mi propia con vicción y basándome en mis investigaciones. El Sr. Jobert fué el primero y el único de misi predecesore que procuró resolver la cuestión de la enfermedad del cafeto en el campo biológico, y reconoció desde luego la necesidad * currir al microscopio como importante auxiliar. Su nota la al biólago de profesión, conocedor de la materia y del mstr mentó que ha dado tan valiosas conquistas a la ciencia mo- ^Un sentimiento de justicia me conduce á dar este público tes¬ timonio. Mi elogio no puede sin embargo ser tan general y exento de reservas como yo desearía. La nota del Sr. Jobert, es un rápido bosquejo, hecho de P n " sa y tiene por consiguiente un carácter superficial. Muchas ve¬ ces he tenido ocasión de demostrar lagunas y aun errores de observación, algunas de las cuales son graves. Lo que tiene de bueno la nota del Sr. Jobert, es el núcleo Oue esta nota no tuvo su debido efecto, que no tuvo carácter convincente para considerar el problema como resuelto, lo prue¬ ba ciertamente, la circunstancia de que después de la aparición de dicha nota se presentaron aún otras explicaciones. Por esto es que en 1886 se tuvo la idea de que la causa de la enfermedad del cafeto era un insecto. _ Las investigaciones del Sr. Jobert fueron muy violentas. En cuanto al material que me dicen llevó á Europa, no sé que pre- 99 cauciones se tomarían para destruir cualquiera duda en el sen¬ tido de que si los nematoides eran ó no un producto posterior á la muerte de la planta é insinuado durante el viaje. Puedo ase¬ gurar que muchos cultivadores que conocen la nota del Sr. Jo- bert, me han hecho amenudo esta observación. El Sr. Jobert no dio ningún dibujo explicativo del texto ni cumplió su promesa (con la cual termina su nota de 1878) de proseguir publicando los resultados de investigaciones poste¬ riores. Tuvimos que volver á descubrir el resultado del Sr. Jobert, resultado que, por su carácter superficial, había perdido su pri¬ mitivo prestigio. Sobre el mismo terreno en que mi predecesor levantó una tienda frágil que no pudo resistir y que parecía poco hospitala¬ ria para abrigar á nadie, he levantado, sobre buenos cimientos, una construcción sólida que podrá resistir violentas tempesta¬ des. 4.) Degeneración .—Calificando la enfermedad del cafeto como simple consecuencia de la degeneración de la planta, no se ha¬ ce adelantar en nada la explicación del fatal fenómeno. Una degeneración de la especie sólo puede darse en los si¬ guientes casos: 1), cuando el cambio en las condiciones exterio¬ res de existencia es muy brusco con relación al poder de adap¬ tación al nuevo medio, poder que es inherente á la especie; 2), cuando hay una reproducción puramente asexuada (por reto¬ ños, estaca, etc.; por cualquier modo de división que perpetúe la materia de un mismo individuo); 3), cuando se usa de trata¬ miento irracional provocando las condiciones anormales men¬ cionadas en 1). Ahora bien, aplicando estos puntos de vista generales al ejem¬ plo especial del café en el Brasil, se verá que esta explicación no tiene razón de ser. En primer lugar, el cafeto, aunque sea ve¬ getal exótico, debe considerarse como perfectamente aclimatado en el Brasil desde mucho tiempo hace y habiendo encontrado f 100 condiciones climatéricas muy semejantes á las que le ofrecía su patria. , En cuanto á los efectos fatales de una reproducción asexuada, caen por tierra puesto que la propagación se hace por el fruto, que (para hablar con precaución) puede resultar de una fecun¬ dación causada entre dos ó más individuos. Achacar la en er- medad del cafeto á la degeneración producida por un tratamien¬ to irracional, no es tampoco admisible puesto que falta una prueba positiva para apoyar una argumentación semejante. Son estos, pretextos á los que se recurre cuando las nociones exactas comienzan á faltar. 1 Soy además de opinión que un cambio fundamental en el sis¬ tema del cultivo del calé en la provincia de Río de Janeiro que lo armonizase con lo que se llama '‘cultivo racional seria acom¬ pañado de efectos altamente benéficos. Estoy convencido de que plantando menos, pero mejor, la produc¬ án de café podría aumentarse enormemente. 1 Entiéndase bien que no niego que un vegetal puede tener caracteres tera- tológicos ó patológicos hereditarios. Como tales deben considerarse por ejem¬ plo: las manchas blancas de muchas plantas de nuestros jardines; los cotiledo¬ nes supernumerarios de la Lobelia b™, 1* cotiledones anormales de los frutos de café triloculares, etc.; pero es falso considerar estos factores com pruebas de una disposición morbosa, preexistente y dependiente de la consto- Véase ..Enfermedades de las plantas” Dr. B. A. Eranlt, pags. 6 y 9. PARTE PROFILACTICA. XI. En mi segundo oficio, dirigido últimamente á S. Ex. el Sr. Ministro de Agricultura, expuse mi opinión respecto á la terapia y profilaxia de las enfermedades de los vegetales. Hice notar que en cuanto á la primera no se debía esperar el descubrimien¬ to de un remedio exterminador infalible de la enfermedad del cafeto. Si en el oficio en cuestión no indiqué los argumentos en que me baso para formular semejante aserción, en este traba¬ jo más extenso se destacarán más fácilmente estos argumentos á los ojos del lector atento. Se debe admitir que en el caso de lá enfermedad del cafeto una terapia que satisfaga los deseos de los cultivadores es tan problemática como tratándose de la Phyloxera , puesto que en ambas enfermedades, el individuo que manifiesta á la vista los caracteres del mal no es ya un enfer¬ mo, sino más bien un moribundo. El estado de sus raíces, es entonces tal, que no hay ningún poder que sea capaz de arre¬ batarlo á su fatal destino, tiene que morir á fuerza. Querer sal¬ var una planta en este estado, sería lo mismo que pretender cu¬ rar á un hombre que tuviese órganos de importancia, los pul¬ mones por ejemplo, completamente destruidos. Demostré que la lucha contra la enfermedad del cafeto no po¬ día tener más forma que la de profilaxia. Al mismo tiempo ex- I 102 puse mis principios en cuanto á ésta, diciendo que no podía ad¬ mitir sino medidas profilácticas directamente deducida de una seria diucnosis científica de la naturaleza de la enfermedad y que desechaba cualquiera tentativa empírica que tuviese otro punto de partida. Lo que puedo decir hasta hoy con relación á la profilaxia, no es más que un bosquejo que de ningún modo aspira á tener el carácter de un trabajo completo. Varias circunstancias impre¬ vistas me obligaron á dedicar á la parte diagnóstica más tiempo del que al principio creí emplear, y hasta últimamente me ha si¬ do posible dedicar toda mi atención á las investigaciones profi¬ lácticas. En lo sucesivo proseguiré dedicándome á esta parte de mi comisión; pero por ahora conviene advertir que estas inves¬ tigaciones sólo muy lentamente podrán avanzar en el camino que tengo trazado, y que no puedo determinar de antemano, ni aun aproximadamente, cuál será su definitivo resultado. Terreno .—Para establecer nuevos cafetales debe tenerse pre¬ sente lo que decimos en el Cap. IV. Evitar, en cuanto sea posi¬ ble, terrenos muy arenosos (casi pura arena cuarzosa ó arena mezclada con arcilla).—Un terreno será tanto más preferible (para evitar la enfermedad del cafeto) cuanto menor sea la can¬ tidad de arena que encierre y mayor la de arcilla. Un terreno puramente arcilloso no conviene á los nematoides. Sé perfectamente bien que esta elección será difícil de reali¬ zar en la provincia de Río. En este punto es indiscutible la su¬ perioridad de las tierras de San Paulo. Planta .—Todo cultivador deseoso de evitar el fatal azote, re¬ cusará toda planta de origen desconocido y tomará tanta más precaución cuanto más cerca se encuentre de la zona afectada. En esta zona deberá cesar por completo todo tráfico de planta de una hacienda á otra. El cultivador sólo deberá emplear en sus plantaciones, planta obtenida en su propiedad y bajo su in¬ mediata inspección. Debe examinarse cuidadosamente cada planta antes de ponerla en su punto de asiento. Debe desechar¬ se sin piedad cualquiera que ofrezca el más mínimo síntoma de 103 las anomalías descritas en los Caps. II y III y dibujadas en laí-. figs. 1 y 7; y desconfiar de la más insignificante irregularidad que se note en el calibre de las raíces. Es indispensable encargar de este servicio sólo á un personal inteligente y conocedor del asunto. Semilla .—Recomiendo que se plante sistemáticamente el “ca¬ rolo” para lo cual se hará uso de semilla sana, robusta y de ningún modo sospechosa. Se evitará la mezcla de frutos que se llama “para siembra,” aún de la nacida en la misma localidad, sobre todo si la región está situada dentro de la zona afectada ó muy cerca de ella. No veo ningún medio de exterminar el germen de la enfer¬ medad en un cafetal en donde ya esté declarada. Replantar ca¬ fetos sanos en los» lugares abandonados por los muertos es echar agua en un cesto. El nuevo pie debe morir también, tocio es cues¬ tión de algún tiempo. Los cultivadores de la zona afectada, ya están al tanto de esto. Los pies viejos, deberán apartarse inme¬ diatamente que se noten enfermos, para quemarlos, exterminar¬ los totalmente, desenterrando cuidadosamente sus raíces. El re¬ curso más radical para una plantación gravemente afectada seria (aunque me sea desagradable el decirlo y al cultivador oirlo) exterminarla totalmente. No digo abandonarla, sino exterminar¬ la eliminando del suelo por medio de una labor racional, hasta las raíces. Un cultivador previsor que tuviese plantaciones dentro de la zona afectada ó cerca de ella, podría tal vez cortar la vehemen¬ cia de la enfermedad si se sujetase á examinar muy frecuente¬ mente el estado de las raíces de cada individuo. Parece que veo ya la época en que el cultivador de cafe llevará en cuenta la en¬ fermedad y plantará cafetos á despecho del enemigo, del mismo modo que en Europa se planta la vid contando con la Phyloxe- ra y el Pulgón. El sistema de cultivo sí complicará. 104 ¿Se puede replantar inmediatamente café en el terreno de un cafe¬ tal devastado por la enfermedad9 A esta pregunta debe responderse negativamente y lo que se di¬ jo en el cap. VII sobre la reviviscencia del nematoide del cafeto y sobre el poder de excesiva resistencia de estos seres, hará comprender claramente la razón de por qué la replantación in¬ mediata debe considerarse como una medida imprudente y aun peligrosa. Se dejará el terreno, durante una serie de años, no inculto, pero sí empleado en otros cultivos, sobre todo de plan¬ tas anuales. Probablemente un intervalo de 8 á 10 años de re¬ poso bastará para volver al cultivo del café. El cultivador perjudicado ganará en tiempo, arreglando de antemano planta originaria de semilleros sano^ según las indi¬ caciones que acarnos de dar. Que prepare almácigas donde pue¬ da sujetar á cualquier individuo á frecuente examen de sus raí¬ ces. Llegada la época de la trasplantación, el cultivador deberá tener gran cuidado, eliminando cualquiera planta que presente en sus raíces las anomalías descritas. Esta vigilancia no deberá cesar nunca. Si pierde en tiempo, ganará en dinero, y atendien¬ do á la naturaleza de la enfermedad, estoy seguro de que un examen semejante será ampliamente recompensado. Si se pue¬ de esperar un mayor número de años para la replantación del café es mucho mejor. ¿Las medidas profilácticas indicadas representan una garantía absoluta contra la aparición de la enfermedad en un cafetal nuevo preparado según las reglas establecidasf La respuesta es afirmativa. Declaramos que si se observan las reglas con todo el rigor que exigimos, no hay peligro de que la enfermedad se desarrolle espontáneamente en cualquier lu¬ gar. Una generación espontánea es incompatible con los actua¬ les conocimientos de las ciencias biológicas. Si la enfermedad reaparece, no será por generación espontánea del nematoide del cafeto, sino por una infección original ó posterior. Si nuestros preceptos no se observan cuidadosamente, una sola planta, cu- 105 yas raíces lleven nudosidades vivas, bastará para perpetual el mal, para infestar la nueva plantación. La reaparición no podría servir de argumento en este caso contra lo expuesto, sino que sería por culpa del cultivador y el sería el único responsable. Cuando escribo estas líneas estoy empeñado todavía en au¬ mentar las medidas profilácticas y me ocupo en la resolución de los siguientes problemas. 1. ) ¿Será posible garantizar una planta joven contra la enfer- medad una vez puesta en su lugar definitivo? 2. ) ¿Será posible salvar una planta de almáciga cuyas raíces presenten los primeros síntomas de la enfermedad? 3. ) ¿Las cerezas pueden servir casualmente de vehículo para la propagación del mal y habrá, en este caso, un procedimien¬ to para desinfectar las semillas destinadas á la plantación y esto sin perjuicio de su poder germinativo? La resolución de estos problemas depende de numerosas ex¬ periencias fisiológicas, delicadas y lentas, puesto que no se pue¬ de hacer crecer una planta más rápidamente de lo que permi¬ ten las leyes naturales. Desde el principio de mis trabajos emprendí unaserie de ex¬ periencias acerca de la influencia que puedan tener diferentes abonos con relación á la enfermedad, pero el estado actual de esta tarea no permite aún citar los resultados. No quiero, sin embargo, dejar pasar esta oportunidad para advertir que es posible cultivar el café en ‘‘tierra cansada, 1 ’ Este problema me preocupo siempre. Durante mis viajes por la provincia tuve ocasión de ver un magnífico cafetal compues¬ to de hermosos pies, recargado de frutos á tal grado, que el pro¬ pietario esperaba recoger de algunos de ellos media arroba. Es¬ te cafetal, no muy grande por cierto, se hacía notable entre sus vecinos. Sin embargo, este cafetal fue preparado en un terreno que po¬ cos años antes había sido un pastal de calidad inferior después de haber recibido todos los cultivos posibles; era una “tierra 106 cansada,” pero el propietario, hombre laborioso y emprendedor,, lo había labrado profundamente abonándolo copiosamente y cuidándolo con esmero. No encontré ningún individuo atacado por la enfermedad, á pesar de encontrarse esta plantación en la zona de la enferme¬ dad. 1 Este ejemplo demuestra cuantas ventajas se podrían sacar del sistema intensivo, y hace ver que la producción de café au¬ mentaría en grande escala por el establecimiento de pequeños propietarios que planten poco pero bien. La imigración, los pe¬ queños productores y el cultivo intensivo son los tres factores de los que depende el porvenir de la agricultura en la provin¬ cia. Es el único medio eficaz que encuentro para arrostrar con valor estas calamidades que comprometen la fortuna pública. 1 El propietario es eLneverendo vicario de Bom Jesús de Monte Verde. APENDICE. Enfermedades del cafeto en otros países, reconccidas como parasitarias. 1.) Hemileya vastatrix. —En Asia el cafeto tiene como princi¬ pal enemigo el Hemileya vastatrix, que ataca sus hojas hacién¬ dolas caer y perjudicando gravemente la economía fisiológica del arbusto. Los estragos causados por esta epidemia en Geylán, obligaron al gobierno inglés á crear una Comisión para el estudio científi¬ co y profundo de la naturaleza de la enfermedad. Esta tarea fué desempeñada de un modo brillante por el botánico profesor Marshall Ward, célebre especialista en criptogamia. Los estu¬ dios del profesor Ward, sobre el Hemileya vastatrix son clásicos y han quedado como un modelo de investigaciones fitopatoló- gicas. Honran tanto al autor como á la nación inglesa que supo confiar una empresa tan difícil y delicada á persona tan compe¬ tente. El Hemileya vastatrix es un hongo del grupo de los uredineos , grupo caracterizado por la formación de dos especies de espo¬ ros, diferentes en forma, en tiempo de aparición, en significa¬ ción morfológica, y las más veces, en la elección de la planta que los hospeda. Sin embargo, en el caso del Hemileya , tanto la pri- 108 mera especie de esporos—los uredosporos —como la segunda— teleutosporos —se desarrollan sobre la misma planta que es el ca¬ feto. Sobre la apariencia exterior de la hoja del cafeto atacado de “la enfermedad de la hoja del cafeto” (coffee-leaf-desease) ci¬ taremos las palabras del autor. “ Pequeñas manchas amarillas “aparecen en la cara superior de la hoja. Cada una de estas “ manchas gana extensión centrífuga y concéntricamente al mis- “ mo tiempo que en intensidad de coloración. Cortes transver- “ sales de estas manchas manifiestan que el miselium se extien- “ de entre las lagunas de las celdillas de la hoja y que la parte “ amarillenta corresponde á la ocupada por el miselium. En po- “ eos días aparecen exteriormente pequeños grupos de corpúseu- “ los granulosos anaranjados, que aumentando rápidamente en “ número, forman en breve un polvo anaranjado en la parte in- “ ferior de la hoja. Este “ferrugem 1,1 pulverulento consiste en es- “ poros desarrollados por el miselium interno. Se elevan en “ forma de roseta por los estomas que dan nacimiento á los ra- “ mos miselianos. ” Con el tiempo el color amarillo de la “mancha” se vuelve más obscuro y su centro toma al fin un tinte moreno muy car¬ gado. Esta coloración que es debida á celdillas muertas se ex¬ tiende centrífugamente como antes hasta ocupar por completo toda la parte afectada. Los esporos anaranjados antes mencionados, son los uredos- poros muy característicos por su forma y por su superficie rugosa en la cara curva comparable á una castaña del Pará (Berthol- letia). La Hemileya es peligrosa por la rapidez con que se forma una mancha sobre una hoja del cafeto en el lugar en que cae una de estas esporas, y por la prontitud con que esta mancha queda en estado de emitir esporos maduros aptos para propagar la épi- demia. Gracias á la bondad del Dr. Henry Trimen, director del real 1 Por “moho.” 109 jardín botánico de Peradenija, recibí de Ceylán hojas atacadas por la Hemileya vastatrix, de modo que pude acompañar prác¬ ticamente el texto y el atlas relativos á la historia natural del hongo. 1 2 Según informes obtenidos, la enfermedad en cuestión apare¬ ció en 1876 en la isla de Sumatra y desde 1878 se conoce en Java. Los perjuicios causados en Ceylán, de 1869 á 1879 se eva¬ lúan en 12 ó 15 millones de libras esterlinas. En 1876 á con¬ secuencia de la enfermedad, la cosecha de Ceylán se redujo de 900,000 á 500,000 litros. En Java , en 1877 la cosecha fue dis¬ minuida próximamente en 15 por ciento. No se conoce reme¬ dio contra la Hemileya en el sentido que se puede dar á este tér¬ mino. En el Brasil nunca encontré el Hemileya. Plasta hoy nuestro cafeto está libre de esta enfermedad; indudablemente grave." El Profesor Dr. Gramer (de Zurich) procediendo en la Escue¬ la Politécnica federal á estudios comparativos sobre las enfer¬ medades del cafeto, encontró en las hojas de cafetos enfermos transportados de Madagascar para Suiza por el Dr. C. Ke.ller en 1886, la presencia del Hemileya vastatrix según me comu¬ nicó, afirmando al mismo tiempo que en el material enviado por mí del Brasil nunca encontró vestigio de tan funesto hongo 1 2.) Pellicularia Koleroga —En el Continente de las Indias 1 Las noticias oficiales acerca de “la enfermedad de la hoja del cafeto’se com¬ ponen de tres informes del Dr. M. Ward. El último de ellos resume los re¬ sultados. (Colombo, Sessional papers 1882). El primero de estos informes fué traducido oportunamente al portugués por la dirección del jardín Botánico en Lío; pero parece que la edición se agotó muy pronto; la materia propiamente científica fue dada porel autor en “Jounal of theLinnean Society of London" 1882. Yol. XIX pág. 299—-885 bajo el título de “Researches of tbe Life- bistory of Hemileya vastatrix etc.,” y en el “Quarterly Journal of microsco- pical Science” Vol. XXI (nueva serie) bajo el título “On tbe Morphology of Hemileya vastatrix.” Este último trabajo va acompañado de tres magníficas láminas. 2 En la República Mexicana esta enfermedad es absolutamente descono¬ cida. 110 Orientales, un hongo invade la cara inferior de la hoja del ca¬ feto con un miselium de hifas ramificadas, provistas de septos formando un tapiz blanquizco. Entre estas hifas se encuentran esporos espinosos é incoloros. La enfermedad producida por este hongo tiene, en las regiones mencionadas, el nombre de “Koleroga.” No me fue posible encontrar indicaciones más exactas sobre la extensión y la importancia de esta enfermedad. La descripción científica del hongo que la produce se encuen¬ tra en un trabajo del Dr. M. G. Gook titulado “Two coffee, desea¬ ses” en la “Popular Science Review” n. 59. La lámina (135) que lo acompaña me permitió conocer la naturaleza de la en¬ fermedad, para que pueda asegurar que durante mis viajes por el Brasil nunca encontré un análogo de ella. 3. Erysiphe (?) scandens .—El Dr. Ernst, de Caracas, describió en 1878 un hongo del café de Venezuela, el “candelillo” que lla¬ mó provisionalmente Et'ysiplie (?) scandens. Conozco el trabajo del Dr. Esnst, trabajo ya varias veces ci¬ tado, y por la figura 5 de su lámina, me convencí de no haber encontrado nada parecido en la zona afectada del Brasil. Igno¬ ro si este hongo hace estrago en Venezuela y Nueva Granada. Michelsen (Bogotá), asegura que las manchas producidas por el candelillo son fosforescentes durante la noche. Syncladium Rietneri. —Una cuarta forma de hongo se encuen¬ tra en los cafetales de Ceylán. Las descripciones que se han da¬ do de su miselium hacen creer que se trata de una forma muy próxima del Fumago común. 1 Este hongo parece tener poca importancia por sus efectos. Lecanium cojfece. —Finalmente nos falta decir que un coeeidio parece invadir de vez en cuando al cafeto. Su efecto nocivo con¬ siste en que debilita al arbusto por la succión de la savia de los ramos que á veces cubre por completo. Tennent refiere en su “Historia Natural de la isla de Ceylán" 1 Dr. B. A. Frank.—“Enfermedades de las plantas, pág. 575.” 111 que se procuraba la destrucción del coccidio que había arruina¬ do varias plantaciones por la introducción de cierta especie de hormiga que le hacía la guerra de una manera tenaz. Sin em¬ bargo, según este autor, hubo de renunciar á esta tentativa por¬ que la hormiga atacaba también con verdadera furia á los Koulis malabarenses, á causa de la costumbre que tenía de untarse la piel de aceite. En el Brasil hasta hoy, sólo encontré un pie gravemente in¬ vadido por un coccidio que atacaba las partes superficiales de la planta, y este pie se encuentra aquí en la capital, en un jardín de lujo, y por consiguiente, aislado de las plantaciones. Aún no he tenido ocasión de averiguar si este coccidio es idéntico al Lecanium coffece , observado en el Asia; sin embargo, puedo decir que pertenece también al género Lecanium . Entre todas las enfermedades del cafeto que conozco .hasta hoy, las más graves son, evidentemente: 1.), la producida por el hongo de las hojas en Geilán, Hemileya vastatrix; y 2.), la pro¬ ducida por el nematoide de las raíces del cafeto en el Brasil, Me- LOIDOGYNA EXIGUA. II. Nota del Sr. Jobert publicada en 18/8. Sobre una enfermedad del cafeto en el Brasil. (Traducida del original). “El mes de Agosto último fui invitado por uno de los princi¬ pales cultivadores de Cantagallo (Brasil, Provincia de Río de Janeiro) para estudiar una enfermedad del árbol del café. Pude observar esta enfermedad en la Serraría, en la Sibena y en la hacienda de San Clemente; preséntalos caracteres siguientes: “Los cafetos más vigorosos, los de 7 á 10 anos, son os a aca dos de preferencia. En la orilla de los ríos y de los riachuelos en 112 los valles sombreados y húmedos es donde se desarrolla la en¬ fermedad. “Los cafetos están plantados en líneas paralelas y la enfer- dad se propaga siguiendo estas líneas ó bien se desarrolla en lu¬ gares aislados del mismo modo que la infección phylloxerica de nuestras viñas. “ Síntomas .—Un cafeto que tiene el aspecto de un árbol sa¬ no y vigoroso presenta, de un día á otro, el aspecto de un árbol marchito con las hojas pálidas y pendientes. En 8 días y fre¬ cuentemente antes, el arbusto pierde completamente sus hojas y se deseca en sus extremidades. El cafeto debe considerarse entonces como completamente perdido. Si se le arranca, se nota que las raíces finas han desaparecido completamente y las más gruesas están como raídas y desprovistas de su corteza. La cor¬ teza del tallo no presenta nada anormal, pero si se la despren¬ de, se nota que la madera nueva ha sido atacada; en la parte exterior de los vasos se notan un gran número de puntos color de moho. “Si se examinan algunos fragmentos de las radicelas con un aumento de 50 á 60 diámetros, se ve que la superficie de la cor¬ teza es desigual, sembrada de elevaciones irregulares, en cuyo centro se abre una cavidad crateriforme que penetra hasta la parte central de la radicela. Examinando más atentamente, se reconoce que en 'estos puntos el hacecillo fibro-vascular está completamente destruido y sus restos se mezclan con miceliums de los cuales es muy notable uno negro. “Guiado por estas indicaciones hice arrancar cafetos vigoro¬ sos en apariencia y situados en la cercanía de arbustos enfer¬ mos. No me sorprendí al encontrar las radicelas completamen¬ te cubiertas de nudosidades situadas en sus extremidades ó en medio de su longitud y muy raras veces sobre sus partes late¬ rales. Las nudosidades terminales son piriformes, acuminadas, ' frecuentemente encurvadas. Las más grandes son de las dimen¬ siones de un arvejón. 113 “El aspecto general de las raíces es semejante al que ofrecen las de la vid atacada por la Phylloxera. “Haciendo cortes muy delgados al través de estas nudosida¬ des en el sentido longitudinal y en el transversal he comproba¬ do: IV, que estas nudosidades consisten en kystes de pared hia¬ lina que se sitúan en el parenquima cortical ó en el cilindro central; 2?, que los que se encuentran en el parenquima cortical tienen por acción al desarrollarse destruir la capa fibro-vascu- lar. Los que se encuentran en la parte central comienzan por desecar y aislar los diversos elementos que la circundan. Cuan¬ do se desacollan estos kystes en el centro, sería inútil buscar la huella del hacecillo central. Por último, se puede notar que al¬ gunos de estos kystes se han abierto al exterior dejando anchas y profundas heridas en la radicela. “Las celdillas exteriores de estos levantamientos son muy grandes, algunas presentan signos de segmentación, y no con¬ tienen rafides ni almidón. “Si se examinan nudosidades jóvenes, especialmente de las de la extremidad, se encuentran en los kystes situados cerca del punto vegetativo, elementos semejantes á óvulos jóvenes. En las nudosidades más grandes estos óvulos se encuentran en di¬ versos grados de desarrollo; los más avanzados presentan el as¬ pecto siguiente: “Su forma es elíptica, algunas veces reniforme; la membrana de la envoltura es hialina y en su interior se encuentra un pe¬ queño gusano nematoide, enrrollado sobre sí mismo, y que des¬ envuelto es como de un cuarto de milímetro. Este gusano es una Anguillula. No ofrece señal de órganos sexuales porque es¬ tá en la primera fase de su desarrollo. Cada kyste contiene de 40 á 50 huevos y si se hace un cálculo aproximativc se llega á la cifra, muy pequeña por cierto, de 30 millones de Anguillulas por cafeto. “Cuando estos gusanos llegan al término de su desarrollo in- tra-ovular y de la vida intra-radicelar, abandonan la cavidad y la radicela se pudre y es invadida por los criptógamos; la tierra Cafeto.—8 114 que rodea los cafetos muertos se llena de gusanos no provistos aún de sus órganos generadores. Estas Anguillulas no son re- vivifiscentes , la sequía las mata, lo cual explica la inmunidad de los cafetos de los terrenos secos. “Me falta hacer la historia zoológica del nematoide que hará conocer el modo de propagación del mal, y podrá servir de guía para el tratamiento de los árboles enfermos. Continúo mis es¬ tudios y espero que muy pronto podré comunicar á la Acade¬ mia el resultado de mis investigaciones.” (9 de Diciembre de 1878). III. C0PI4 DEL PRIMER OFICIO DIRIGIDO AL MINISTRO DE AGRICULTURA, POR EL COMISIONADO. Encargado de esta comisión á fines de Julio de 1886, entré en ejercicio á principios de Agosto del mismo año. Resolví estable¬ cer un laboratório ambulante en la zona afectada, y habiéndose¬ me indicado como propia para el objeto cierta región del muni¬ cipio de San Fidelis, acepté la bondadosa invitación de un ha¬ cendado de San José de Leonissa. Fijé mi residencia en la ha¬ cienda de la Conceigáo, del Sr. Dr. Felipe Arístides Caire, donde encontré terreno favorable para el estudio de la enfermedad y decidido apoyo por parte de los Sres. Dr. Caire y Francisco Fe- rreira Días, en Serra Vermelha, que produraron facilitar mis in¬ vestigaciones. Teniendo la firme creencia deque para el estudio atento del mal, era necesaria una prolongada permanencia en un punto de la región más propia para las investigaciones, re¬ solví estarme tres meses en las haciendas mencionadas. Procuré familiarizarme con la sintomatología de la enferme¬ dad dejándome guiar por los informes de los cultivadores in¬ teligentes y apreciando toda opinión y observación que tuviese el cuño de meditación original é independiente. 115 Dividí mi tiempo entre las investigaciones anatómicas y fisio¬ lógicas tanto de la planta enferma como del vegetal sano, y re¬ conociendo minuciosamente la región que había escogido como centro, haciendo frecuentes excursiones á las dos fincas así co¬ mo á las circunvecinas. Una tarea difícil y de un trabajo superior al que se puede imaginar, es sin duda el estudio anatómico del cafeto, por lo menos cuando se proceda conforme á las reglas científicas mo¬ dernas. Así, procedí consultando siempre al microscopio. De vuelta á la corte el 1? de Noviembre, un violento ataque de fiebre palustre me postró en el lecho, haciéndome perder dos hermosas semanas de trabajo. Luego que pude levantarmé, hice esfuerzos en la segunda quincena de Noviembre para resumir los resultados obtenidos durante los tres primeros meses de tra¬ bajos. Dirigí un informe provisional bastante extenso, entrando ampliamente en el examen de la enfermedad, y con especial atención en la parte estrictamente científica y la descripción de las investigaciones microscópicas. Este informe fué acompañado de numerosos dibujos, mapas y noticias exactas respecto á los métodos empleados. Después de haber sometido este primer punto de mi comisión á S. Excelencia el Señor Ministro de Agricultura, entré en co¬ rrespondencia con especialistas europeos conocidos como alta¬ mente competentes en botánica y fitopatología. Se estableció esta correspondencia en grande escala, y cuando escribo estas líneas puedo asegurar que en los círculos científicos mi Memo¬ ria provisional tuvo buena aceptación, y que entre mis colabo¬ radores figuran autoridades de reputación universal. Ocupado en estos asuntos, sólo en los ( primeros días del mes de Enero de 1887 me fué posible partir nuevamente para la zona afectada. Volví á Serra Vermelha donde me interesaba el estado de los cafetos estudiados. Diez días después resolví ex¬ tender eí campo de mis investigaciones á otras partes de la zo¬ na. Recorrí el Pomba hasta Miracema en el límite de la pro¬ vincia de Minas indagando en todas partes el estado del cultivo 116 del café. Hecha esta excursión acepté la invitación del Sr. Dr. D. Laurindo Pitta para la hacienda del “Calvario,” á dos leguas de la estación de Cambucy (Monte-Verde). Esta hacienda me prestó ocasión de comprobar mis observaciones hechas en la margen del río Parahyba, con la ventaja de que en esas planta¬ ciones la enfermedad es más reciente. El Sr. Dr. Laurindo Pitta se empeñó en mostrarme las ha¬ ciendas circunvecinas y me acompañó en mis viajes á la ver¬ tiente septentrional de la sierra de Monte-Verde en el río Mu- riahé. Pude comprobar que la extensión de la enfermedad en esta parte del Parahyba es mucho mayor de lo que general¬ mente se supone en la capital y me es penoso decir que el por¬ venir del cultivo del café en el norte de la provincia de Río de Janeiro me parece muy comprometido. En carta privada diri¬ gida á S. Ex. el señor Ministro de Agricultura le comuniqué es¬ tas impresiones. Me falta todavía recorrer la parte inferior del Muriahé hasta Nuestra Señora de Lage, municipio ya seriamente perjudicado por la enfermedad, y el río del “Colegio” que es el punto de partida de la plaga, según los informes obtenidos. Sería de im¬ portancia que se conociesen exactamente los límites actuales de la extensión del mal. A este fin, trabajo en la organización de un mapa especial cuyo bosquejo ya fué presentado al Ministe¬ rio de Agricultura. En resumen: durante el tiempo que tengo en esta comisión he desempeñado el mayor trabajo que me ha sido posible. Por otra parte, espero que el Gobierno Imperial quede plenamente satisfecho con los resultados obtenidos, que ciertamente no son inferiores á la pequeña subvención empleada y al tiempo trans¬ currido hasta hoy; la tarea debe considerarse como un problema científico, y es inútil hacer notar que como tal no puede llevarse á efecto sino con toda calma de espíritu, y profundidad digna de una cuestión tan importante al bienestar de la provincia y del país entero. El problema no es menos difícil que los que se han plantea- 117 do respecto de las enfermedades que afligen al cuerpo humano y que se llaman cólera, beri-beri y fiebre amarilla. En el oficio de 17 de Julio se me recomendó “proceder d las más minuciosas indagaciones por las cuales se pueda descubríi el mal que devasta á los cafetos, etc., etc.” En estos términos se halla muy bien indicado el modo de proceder que en tales casos debe seguirse en los estudios de fito¬ patología. Lógicamente se dividen en dos partes: 1^, estudios sobre la causa; 2?, estudios sobre la remoción de la causa. El tiempo transcurrido se ha empleado en la primera parte de este programa. Si por alguna circunstancia se juzgare largo el tiempo empleado, me permitiré hacer notar que tanto en mi opinión como en la de todos los especialistas mis colaborado¬ res, este plazo ha sido muy pequeño. Basta, en efecto, leer con atención las instrucciones que me dirigió el digno director del Museo Nacional á propósito de esta comisión para que se reco¬ nozca lo complexo de la tarea. Será útil recordar que el espe¬ cialista encargado hace algunos años por el Gobierno de S. M. Británica para el estudio de la enfermedad del cafeto en la isla de Geylán, mi amigo y colaborador [ in absentia ] el profesor Marshall Ward, empleó veinte meses de asiduas investigaciones antes de presentar sus clásicos trabajos sobre el Hemileya vas- tatrix , y esto que en la isla de Ceylán se trataba de una simple enfermedad de la hoja mucho menos complicada que la enfer¬ medad que ataca los cafetos de nuestra provincia. Entraré en la segunda parte de mi programa tan luego como juzgue idóneo el estado de mis estudios sobre la primera, lo que será pronto. Esta segunda parte exigirá más tiempo. Por poco que se reflexione sobre la manera de proceder en tales inves¬ tigaciones se comprenderá que evidentemente el tiempo tiene que ser largo. La manera de proceder será: El comisionado se encarga de cierta parte de las experiencias (en pequeña escala) y otra parte (en mayor escala) se reserva para un grupo de cul¬ tivadores inteligentes establecidos en diversos puntos de la zona y dispuestos á seguir el plan que les sea marcado. 118 Antes de un año no se conseguirá resultado práctico. Esto se hace evidente si se considera que para apreciar las ven¬ tajas de una modificación en los métodos de cultivo tiene que aceptarse hasta que se noten sus efectos en una primera co¬ secha. Tengo la gran satisfacción de dar á conocer ahora los gran¬ des servicios que se me han prestado para facilitar el desempe¬ ño de mi comisión. El señor Visconde de Nova Friburgo tuvo la amabilidad de concederme pasajes gratuitos en toda la ex¬ tensión de la vía férrea de su propiedad. La compañía del camino de fierro Macahé y Campos me fa¬ voreció igualmente con pases gratuitos durante tres meses en la línea de S. Antonio de Padua. El Sr. Barón de Capanema se ofreció bondadosamente á man¬ dar arreglar mi microscopio que tuve la desgracia de encontrar averiado á consecuencia de los transportes y viajes difíciles por * el interior. Con este importante servicio de reparación realizado por el personal de la Dirección de telégrafos, se evitó que mis investigaciones se hubiesen paralizado dos meses ó más, pues sin él habría sido necesario remitir el instrumento á Europa pa¬ ra su conveniente reparación. Río de Janeiro, 15 de Marzo de 1887. Dr. Emilio Augusto Góldi. i LAMINA 1. tXrtoiipIs do ¡a Socroíarii i da JFbmMto. LAMINA 2. ?nlf,tjp¡n de la Rentarla &j Foa$i Jí-o. LAMINA 3. fototjü de U SecntirU de Pames ío LAMINA 4, Fototipia do ¡a Secretaria >1» Fomento. LAMINA 5 . Fotatipk * 1* SaenUrk i* FoaeiHa, LAMINA 6, FoloUpí» * I* -frcr+UrU it Fotuta o. LAMINA 7 Fototipia áé ¡a Secretaria de Fomente, LAMINA S. Fia 3S fototipia do ti Secretaria di feaeoio. LAMINA 9. 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