I
COMEDIAS ORIGINALES.
PARTE SEGUNDA.
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OBRAS
DE
D. LEANDRO FERNANDEZ
DADAS Á LUZ POR LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA.
TOMO II.
C OMEDI/ S ORIGINALES.
PARTE SEGUNDA.
MADRID:
POR AGUADO, IMPRESOR DE CAMARA DE S. M.
V DE SU REAL CASA.
15
EL BARON.
COMEDIA.
Noli affectare quod tibí non est datum , Delusa ne spt's ad qucrtlam recídat.
Ph^dri , F\b. Lib. III.
/«vi/ijui nvtinivii«tii«iii
ADVERTENCIA
En el aíío 1787 escribió el autor una zarzuela intitulada El Ba- rón , que se debia representar en casa de la condesa viuda de Bc- navente, lo cual no llegó á verificarse; pero la obra corrió ma- nuscrita con mas aprecio del que efectivamente merecía.
Una dilatada ausencia del autor dio facilidad á algunos para que apoderándose de ella, la trataran como á cosa sin dueño. Al- teraron á su voluntad situaciones y versos , añadieron personages, aumentaron ó suprimieron donde les pareció varios trozos canta- bles, y la desfiguraron de un modo lastimoso. Con estas enmien- das, supresiones y apostillas, la tomó á su cargo don José Lidon organista de la Capilla Real, y compuso la música según pudo y supo. Entretanto cayó en poder de los que se llaman apasionados: juventud ociosa y alegre, y poco difícil en materias de gusto. Pa- recióles muy buena (como era de temer), la estudiaron á porfía, la representaron sin música en varias casas particulares, y por último, en el teatro público de Cádiz apareció mutilada y deforme.
Restituido el autor á su patria , vió la mala suerte que babia tenido su obra , y una de las mayores dificultades que tuvo que vencer fue la de persuadir á su amigo don José Lidon, á que diera por perdido el tiempo que babia gastado en componer la música, y á que desistiera del empeño que tenia en que los cómi- cos se la cantaran. Logrado esto , conoció la necesidad de corre- girla, para lo cual suprimió todo lo añadido por mano agena , y todo lo cantable: dió á la fábula mayor verisimilitud é interés, á los caracteres mas energía, y alterando el primer acto, y bacien- do de nuevo el segundo, de una zarzuela defectuosa compuso una comedia regular.
Entretanto que la estudiaban los mismos actores que con tan- to zelo y acierto babian desempeñado las dos primeras piezas del autor, la compañía de los Caños del Peral se dió por ofendida de aquella preferencia. Sus protectores (gente poderosa y de grande
292
ADVERTENCIA.
influjo en la corte ) meditaron una venganza poco delicada para desahogo de su mal fundado resentimiento. Hallaron un buen hombre que se prestó á sus miras, dilatando en tres actos la zar- zuela deis/ Barón, suprimida la música, añadidos de propio cau- dal varios trozos , y lo restante copiado á la letra del original que estropeaba. Sin haberlo sospechado jamas, se halló de repente poe- ta: puso por título á sus mal zurcidos retales el de La Lugareña orgullosa : la llamó comedia original: insultó en el prólogo al au- tor de El Barón, y la pieza contrahecha se estudió, se imprimió y se representó en el teatro de los Caííos , antes que en el de la Cruz estuviera corriente la de Moratin. Tanta fue la actividad con que se aceleró la egecucion de aquella ratería. El público no quedó, sin embargo, muy satisfecho del mérito de la obra; y siendo ya tan conocida la zarzuela de El Barón, la rapiña del autor intruso, su mala fe, sus cortos alcances y su ridicula pre- sunción le desacreditaron completamente.
La comedia de Moratin se representó en el teatro de la Cruz el dia 28 de enero del aiío de i8o?>. Sabíase de antemano que iba á ser silbada: el gefe que mandaba la expedición era conocido y temible, la turba que tenia á sus órdenes numerosa é intrépida. Durante la representación intentaron los voceadores el ataque mas de una vez , pero el público logró contenerlos : faltaban pocos ver- sos para concluirla, y creyeron que era ya urgente hacer el últi- mo esfuerzo y cumplir el empeño que habían contraído. Voces, gritos, golpes, silbidos, barabúnda espantosa, todo se. puso en práctica, y aquella parte de auditorio á quien habia parecido bien la comedia , contribuyó con aplausos á que creciese el estrépito y la confusión. Unos pedían que se anunciase otra función para el dia siguiente , y otros gritaban que siguiese la misma.
En medio de este tumulto, que se dilataba con tesón de una y otra parte, Antonio Pinto, amigo del autor, logró con dificul- tad que le oyeran, y dijo: ?tLos cómicos han creído que la come- día que se acaba de representar, es una de aquellas pocas compo- siciones que mas ¡lustran el teatro español. Una parte del públi- co abunda en esta opinión y lo manifiesta de un modo indubi- table; otra parece que la desaprueba y quiere que se anuncie para mafíana pieza distinta. Deseando los cómicos acertar, quisieran saber si la comedia de El Barón ha de repetirse mañana, ó no.
ADVERTENCIA.
293
Lo que decida el público, eso harán ellos: su obligación es com- placerle." Esta alocución, lejos de calmar el desorden y conciliar los ánimos, sirvió solo de aumentarle y dividirlos, y hubiera du- rado mucho tiempo aquella discordia , si los conjurados dando ya por seguro su triunfo, no hubieran salido atropelladamente á dar el anuncio á los que esperaban afuera.
Corrió la voz por las esquinas y callejuelas , tabernas , cafés y tertulias, de que la comedia de Moratin habia sido silbada: noti- cia que llenó de regocijo á los que lamentándose continuamente de que nada se hace bueno en España, cuando alguna vez se hace, des- estiman lo que echaban menos y atropellan el mérito, con quien son incapaces de competir. Algunos sabios y sabias se acostaron tarde aquella noche, ocupados en escribir coplillas mordaces é in- sípidas en celebridad de la gran victoria que habían logrado con- tra el talento y la aplicación virtuosa la parcialidad y la igno- rancia. Corrieron estos opúsculos al otro dia de mano en mano» y á pocas horas de existencia perecieron en desprecio y olvido. En la segunda representación no hubo mas ruido que el de los aplau- sos; los conspiradores no asistieron, el vino los habia reunido, y el vino está caro en Madrid. El público desapasionado vengó con su aprobación los insultos anteriores , retuvo como frases prover- biales muchas expresiones de la comedia, y desde entonces oye siempre con aprecio esta fábula sencilla, verisímil, cómica, ins- tructiva, y en la cual se observan como en todas las otras del autor, los preceptos del arte y del buen gusto.
Antonio Ponce desempeñó con mucha inteligencia el difícil personage del Barón. Antonio Pinto , para quien era muy aco- modado el carácter de don Pedro, satisfizo las esperanzas del au- tor y del público. Mariano Querol en el de Pascual , acertó como siempre lo hacia cuando copiaba la rústica y lerda sencillez de nuestros lugareños. El papel de la tia Mónica en boca de María Ribera, se admiró como lo mas perfecto que puede presentar la ficción dramática.
I
PERSONAS
DON PEDRO.
LA TIA MÓNICA.
ISABEL.
LEONARDO.
EL BARON.
FERMINA.
PASCUAL.
La escena es en II leseas, en una sala de casa de la tia M única.
El teatro representa una sala adornada á estilo de lugar. Puer- ta á la derecha que da salida al portal, otra á la izquierda para las habitaciones interiores , y otra en el foro con escalera por donde se sube al segundo piso.
La acción empieza á las cinco de la tarde , y acaba á las diez de la noche.
ACTO PRIMERO.
ESCENA I.
LEONARDO. FERMINA. LEONARDO.
Sí , Fermina : yo no sé
Que extraña mudanza es esta;
Ni apenas puedo creer
Que en tres semanas de ausencia
Se haya trocado mi suerte
De favorable en adversa.
¿Qué misterios hay aqui?
¿Por qué su vista me niega
Isabel? ¿Por qué su madre,
Que me ha dado tales pruebas
De estimación , me despide ,
Me injuria?.... ]Oh! ¡cuánto rezela
Un infeliz! .... Pero, dime,
296 EL BARON.
Ese Barón que se hospeda En esta casa
FERMINA.
¿El Barón?
LEONARDO.
Sí: ¿que' pretende? ¿qué ideas Son las suyas?
FERMINA.
No es posible Que un instante me detenga.
( Mirando adentro con inquietud.)
LEONARDO. Pero, dime
FERMINA.
Es que si viene Mi señora , y os encuentra , Habrá desazón.
LEONARDO. Después
Que yo de tu boca sepa
ACTO í, ESCENA I. 297
Mi desventura, me iré'. Di
FERMINA. Pues bien, la historia es esta. Ya sabéis que hace dos meses Con muy corta diferencia Que el Barón de Montepino Se nos presentó en Illescas. Tomó un cuarto en la posada De enfrente. Estando tan cerca , Desde su ventana hablaba Con nosotras bagatelas
Y chismes de vecindad : Vino hasta media docena De veces á casa, y luego Fue la amistad mas estrecha. Hablaba de sus vasallos ,
De su apellido y sus rentas, De sus pleitos con el Rey, De sus muías, et cetera. Mi señora le escuchaba Embebecida y suspensa,
Y todo cuanto él decía Era un chiste para ella.
Hizo el diantre que á este tiempo Se os pusiese en la cabeza
298 EL BAROR
Ir á ver á vuestro primo; Que, á la verdad, no pudierais Haber ido en ocasión Mas mala.
LEONARDO.
Estando tan cerca De Toledo , estando enfermo De tanto peligro, ¿hubiera Sido razón
FERMINA.
Yo no se'
Voy á acabar, no nos sientan. Nuestro Barón prosiguió Sus visitas con frecuencia : Siempre al lado de mis amas, Siempre haciéndolas la rueda, Muy rendido con la moza , Muy atento con la vieja ; De suerte que la embromó. La ha llenado la cabeza De viento: está la muger Que no vive ni sosiega Sin su Barón ; y él , valido De la estimación que encuentra , Quejándose muchas veces
ACTO t , ESCENA I.
De que la posada es puerca ,
De que no le asisten bien ,
Que los gallos no le dejan
Dormir, que no hay en su cuarto
INi una silla ni una mesa:
Tanto ha sabido fingir ,
Y ha sido tan majadera
Mi señora , que ha enviado
Por la trágica maleta
Del Barón, y ha dado en casa
Eficaces providencias
Para que su señoría
Coma , cene , almuerce y duerma.
En efecto , ya es el amo :
Se le han cedido las piezas
De arriba: viene á comer,
Se sube á dormir la siesta,
Vuelve á jugar un tresillo,
Ó sale á dar una vuelta
Con las señoras ; después
Vienen á casa, refresca,
Cena sin temor de Dios,
Vuelve á subir , y se acuesta.
Tal es su vida. El motivo
De haber venido a esta tierra
Ha sido , según él dice
EL BARON.
¡Para el tonto que lo crea! No se' qué lance de honor De aquellos de las novelas: Persecuciones , envidias De la corte, competencias Con no se' quién, que le obligan
A andarse de zeca en meca
En fin, mentiras, mentiras Mal zurcidas todas ellas. Esto es lo que pasa. Ahora Inferid lo que os parezca. Isabel os quiere bien; Pero Patillas lo enreda A veces y
LEONARDO.
Sí , su madre Es tal que podrá vencerla ; Y hará que me olvide , hará
Que á su pesar la obedezca
j A su pesar ! . . . . Pero ¿ quién Me asegura su firmeza ? ¿Quién sabe si, ya olvidada Del que la quiso de veras, A un hombre desconocido Dará su mano contenta? ....
ACTO I, ESCENA I. 301
A Dios ( Hace que se va, y vuelve.) Pero
tú, que sabes Cuánto mi amor interesa, Haz que yo la pueda hablar :
Dila el afán que me cuesta
Dila, en fin, que no hay amante, Por mas infeliz que sea, Que si no merece afectos, Desengaños no merezca. (Fase.)
FERMINA.
¡Pobrecillo! mucho temo Que el tal Barón te la juega. Y al cabo de tantos arios De ilusiones lisonjeras, Tantos suspiros perdidos, Tanto rondar á la puerta , Tus proyectos amorosos En esperanzas se quedan. ¿Y esto es amar? Esto es Vivir remando en galeras.
EL BARON.
ESCENA II.
LA TIA MÓNICA. FERMINA.
TIA MÓNICA.
Fermina , ¿ diste el recado De que mi hermano viniera Al instante?
TERMINA. Sí señora.
TIA MÓNICA. Mucho tarda.
FERMINA. Si es un pelma.
TIA MÓNICA. Y es para una cosa urgente. FERMINA»
j Para qué ?
TIA MÓNICA. ¡Cierto que es buena La curiosidad !
ACTO I, ESCENA II.
FERMINA. ¡ Señora ! ¿Pues á qué santo es la fiesta? ¡No es cosa! ¡la paletina, La saya rica, las vueltas De corales!....
TIA MÓNICA. Calla , loca.
FERMINA.
¡Válgame Dios! si lo viera El difunto.
TIA MÓNICA. ¿Qué difunto?
FERMINA. El que está comiendo tierra. TIA MÓNICA.
¿ Quién ?
FERMINA. Mi señor, que en su vida Pudo lograr que os pusierais Una cinta, y os llamaba Desastrada , floja y puerca , Andrajosa , y
EL BARON-
tia MÓNICA.
Si no callas , He de romperte las piernas, Habladora.
FERMINA. Yo
TIA MÓNICA.
Bribona.
FERMINA.
Si
TIA MÓNICA. ¿ Qué palabras son esas
FERMINA.
Señora, si él lo decia,
Y los vecinos se acuerdan
¡Válgame Dios! que yo no Lo saco de mi cabeza.
Por cierto que muchas veces Daba unas voces tremendas, Que alborotaba la casa;
Y os llamaba majadera
TIA MÓNICA.
Calla.
ACTO I, ESCENA III. 305
FERMINA.
TIA MONICA. Calla.
FERMINA.
Bien está.
ESCENA III.
DON PEDRO. LA TIA MÓNICA. FERMINA.
D. PEDRO. Hola, ¿quién riñe?
TIA MÓNICA.
Es con esta
Picuclilla.
FERMINA. Mi señora Me pone de vuelta y media Porque digo la verdad, Y porque
TIA MÓNICA.
Yete allá fuera. Tomo II. 20
306
EL BARON.
FERMINA. Porque digo que mi amo
TIA MÓNICA.
Vete.
FERMINA. Ya me voy.
TIA MÓNICA.
No vuelvas Sin que te llame; y cuidado No te plantes á la reja.
ESCENA IV.
DON PEDRO. LA TIA MÓNICA.
D. PEDRO.
Con que mi señora hermana:
Asunto de consecuencia
Debe de ser el que ocurre.
Yo, como sé tus vivezas,
No me he dado mucha prisa (Se sienta.)
A venir, pero se enmienda
Todo con haber venido.
Vaya pues.
ACTO I, ESCENA IV.
TIA MÓNICA. Solo quisiera
( Sentándose junto ú Don Pedro.)
Que me dieras unos cuartos. D. PEDRO.
¿Para que'?
TIA MÓNICA. Para una urgencia.
D. PEDRO.
¿Urgencias tú? Bien está
j Como cuánto ?
TIA MÓ1NICA.
Si tuvieras
Cien doblones.
D. PEDRO.
Sí los tengo; Pero ajusta bien la cuenta, Que se acabará el dinero A pocas libranzas de esas. Doce mil reales me diste; Si la mitad se cercena
EL BARON. Quedan seis mil, nada mas.
TIA MÓNICA.
Ya lo sé.
D. PEDRO.
Pues bien, receta: Ello es tuyo , si lo quieres Todo , allá te las 'avengas.
TIA MÓMCA.
No, todo no, cien doblones Me darás.
D. PEDRO. ¿Con que hay urgencias
TIA MÓNICA.
Sí señor, lo necesito,
Y no quiero darte cuentas
De cómo, y cuándo, y por qué.
D. PEDRO.
Pues yo tengo mis sospechas De que tú quieres decirlo.
TIA MÓNICA.
¿Decirlo yo? no lo creas.
ACTO I, ESCENA IV. 309
D. PEDRO. ¿No? pues bien, no hablemos ya Del asunto.
TIA MÓNICA. ¡Bueno fuera Que siendo el dinero mió, Cada vez que se me ofrezca Gastar algo, te pidiese El dinero y la licencia.
D. PEDRO.
No dices mal.
TIA MÓNICA.
Pues, tú quieres Tenernos como en tutela. ¡Buena aprensión!
D. PEDRO.
Sí por cierto: Y á f é que es mala incumbencia Querer mandar á una viuda Tan verde y tan peritiesa, Con paletina y brial.
TIA MÓNICA.
¿No podré, cuando yo quiera, Ponerme mi ropa?
310 EL BARON.
D. PEDRO.
Sí;
Pero me admiro de verla Salir á lucirlo, al cabo De medio siglo que lleva De cofre.
TIA MÓNICA.
Ya que lo tengo, Quiero gastarlo.
D. PEDRO.
Es muy cuerda Resolución; tanto mas Que convienen la decencia Y el adorno á una señora En cuya casa se hospeda Todo un Barón.
TIA MÓNICA.
Es verdad: Ya entiendo tus indirectas. Sí señor, le tengo en casa, Ni un solo ochavo le cuesta Comer y dormir aqui: Le regalo, y le quisiera Regalar con tal primor,
ACTO l, ESCENA IV.
Que en vez de sufrir molestias, No echára menos su casa, Su fausto y sus opulencias.
D. PEDRO.
¡ Sus opulencias ! . . . . ¡El pobre
Barón! ¿Y qué mala estrella
Redujo á su señoría A ser vecino de Illescas? ¿De qué enfermedad murieron Sus lacayos? ¿En qué cuesta Se rompió el coche, y cayeron La Chispa y la Vandolera? ¿Qué gitanos le murciaron El bagage? ¿Qué miserias Son las suyas, que se vino Sin sombrero y sin calcetas? ¿No podrás satisfacerme A estas dudas?
TIA MÓ1SICA.
No tuviera La menor dificultad.
D. PEDRO.
Pero, en efecto, ¿me dejas
EL BARON. En la misma confusión?
TIA MÓNICA. Sí: piensa de el lo que quieras, Nada importa.
D. PEDRO. Y en efecto, Hermana , hablando de veras , ¿Es un caballero ilustre?
TIA MÓNICA.
De la primera nobleza De España , muy estimado En las cortes extrangeras, Primo de todos los duques.
D. PEDRO.
i Oiga!
TIA MÓNICA.
Y es por línea recta Nieto de no sé que' Rey.
D. PEDRO, j No es cosa la parentela !
TIA MÓNICA. Si le tratáras , verias
ACTO I, ESCENA IV. 313
Qué conversación tan bella Tiene, qué cortés, qué afable, Qué expresivo con cualquiera , Y qué desinteresado.
D. PEDRO. Eso la sangre lo lleva.
TIA MÓNICA.
Pero el pobre caballero, ¡Válgame Dios! cuando cuenta Sus desgracias
D. PEDRO.
¿Qué desgracias?
TIA MÓ3SICA.
Hará llorar á las piedras. Ha sido gobernador,
Yo no sé si de Ginebra
Ello es en Indias ; y un conde , Hermano de una duquesa, Cuñada de un primo suyo, El picaron , mala lengua , Le ba puesto en mal con el Rey.
EL BARON.
D. PEDRO.
¡Haya bribón !
TIA MÓNICA.
Y por esta Calumnia se ve obligado A disfrazar su grandeza
Y andar de aquí para allí; Pero Dios querrá que venga A saberse la verdad,
Y entonces ¡Pero si vieras
Cuánto favor le merezco
Al buen sefíor! El me ensena Todas sus cartas : y algunas Que vienen en otras lenguas, De Francia y de mas allá De Francia, para que sepa Lo que dicen , las explica En español todas ellas. ¡ Pero qué cosas le escriben !
D. PEDRO.
¿Qué cosas?
TIA MÓNICA. Cosas muy buenas.
ACTO I, ESCENA IV.
D. PEDRO.
Ya.
TIA MÓMCA. Le dicen que se vaya A Londres, ó á Ingalaterra, Que el Rey de allí le dará
Mucho dinero y haciendas
Pero él no quiere salir De España.
D. PEDRO.
Pues no lo acierta. ¿Por qué no se va al instante A tomar esas monedas ? ¿Qué puede esperar? ¿Que un d Ahí en una callejuela, Le conozcan , se le lleven , Y le corten la cabeza
i
Por una equivocación?
TIA MÓNICA.
No, que según las postreras Noticias , van sus asuntos De mejor semblante, y piensa Dentro de poco poner Tan en claro su inocencia ,
EL BARON.
Que al que levantó el embuste Quizás le echarán á Ceuta.
D. PEDRO.
Eso es natural Y dime,
Hablando de otra materia Que nos interesa mas , Y conviene tratar de ella, ¿Qué tenemos de tu hija?
TIA MÓNICA.
Nada.
D. PEDRO.
¿Nada? ¿Estás dispuesta A casarla con Leonardo? Lo supongo.
TIA MÓNICA. No , no es esa
Mi intención.
D. PEDRO.
¡Calle! ¿Y por qué Se ha mudado la veleta?
TIA MÓNICA.
Porque sí.
ACTO I, ESCENA IV.
D. PEDRO. Ya : ¿con que quieres Hacerla morir doncella?
TIA MÓMCA. ¿Qué prisa corre el casarla?
D. PEDRO.
¡Oiga! ¡no es mala la idea! ¿Que' prisa corre? ¡iVhí es nada! Tú , hermana , ya no te acuerdas De cuando tuviste quince. ¡ Que' prisa corre ! Es muy buena La especie, por vida mia.
TIA MÓNICA.
Digo bien.
D. PEDRO.
Vamos, ya empiezas A delirar, y estas cosas Piden discurso y prudencia. Es menester que se case.
TIA MÓMCA.
Pues yo no quiero que sea Con un pelgar infeliz.
EL BARON.
D. PEDRO. Muy bien ; pero considera Que casándose á mi gusto Es suyo cuanto yo tenga ; Que Leonardo es un muchacho De talento y buenas prendas; Que en Madrid le dio su tio Una educación perfecta ; Y cuando llegó á faltarle (Renunciando á las ideas De ambición , considerando Que el producto de su hacienda Bien cuidada, y sobre todo Su moderación , pudieran Hacerle vivir feliz) Vino, reclamó la oferta Que le hiciste de casarle
Con Isabel Lo desean
Entrambos; todo el lugar Su esperada unión celebra ; Tú lo has prometido, y
TIA MÓNICA.
Sí;
Pero las cosas se piensan Meior, y vamos Yo sé
ACTO l> ESCENA IV. 319
Lo que he de hacer ; no me vengas A predicar.
D. PEDRO.
Eso no. Tú harás lo que te parezca ; Pero mira que es tu hija. No la oprimas, no la tuerzas La voluntad, ni presumas Que con gritos y violencia Has de extinguir en un dia Una inclinación honesta, Que el trato y el tiempo hicieron Inalterable.
TIA MÓMCA.
No temas Nada Yo me entiendo.
D. PEDRO.
A Dios.
( Se levantan los dos.)
TIA MÓNICA.
Anda con Dios.
D. PEDRO.
(¿parte. ¡Que' cabeza ! )
EL BARON.
Voy á contar los seis mil , Y haré que el muchacho venga Conmigo para traerlos. A mas ver.
TIA MÓNICA. ¡Que' mosca lleva!
ESCENA V.
LA TIA MÓNICA. EL BARON. BARON.
Señora , muy buenas tardes.
TIA MÓNICA.
Estoy á vuestra obediencia, Señor Barón.
BARON.
Hoy ha sido Mucho mas larga la siesta.
TIA MÓNICA.
¡ Que' , no señor ! . . . . A las tres
Ya estaba haciendo calceta.
Mi alcoba es un chicharrero. . . .
ACTO I, ESCENA V. 321
Y la calor la desvela A una, de modo que.
BARON.
Cierto
Aquí faltan unas piezas
De verano Ya se ve:
j Estas casas tan mal hechas! ¿Estuvisteis mucho tiempo En Madrid ?
TIA MÓNICA.
Muy poco : apenas Estuve un mes.
BARON.
De ese modo (Paseándose.)
Es casualidad que vierais Mi casa.
TIA MÓNICA. ¿En qué calle está?
BARON.
Es un caserón de piedra Disforme.
TIA MÓNICA.
¿En qué calle? Tomo II. 21
322 EL BARON.
BARON.
Y tengo Pensado, luego que vuelva, Echarle al suelo.
TIA MÓNICA.
¿Por qué?
BARON.
Para hacerle á la moderna.
TIA MÓNICA. Será lástima.
BARON.
No tal : Ademas que se aprovechan Todos los jaspes, y al cabo Por mucho , mucho , que pueda Gastarse, vendrá á costar Tres millones y aun no llega.
TIA MÓNICA. ¿Y hácia adonde está?
BARON.
He pensado
Reducirle cuanto sea
ACTO I, ESCENA V. 323
Posible; y según los planes Que me vinieron de Antuerpia , Queda mas chico y mejor. Una columnata abierta, Circular, y en el ingreso Esfinges, grupos y verjas. Gran fachada, escalinata Magnífica , cinco puertas,
Peristilo egipcio Y dentro
Su jardín con arboledas, Invernáculos , estanques , Cascada, gruta de fieras, Saltadores, laberinto, Aras , cenotafios , bellas Estátuas , templos , ruinas. .... En fin , cuatro frioleras
De gusto Y sobre la altura
Del monte que señorea El jardín, un belveder De mármoles de Florencia, Con bóvedas de cristal , En medio de una plazuela De naranjos del Perú.
TIA MÓNICA. j Válgame Dios , que' grandeza !
EL BARON.
BARON.
Todo es vuestro : alli estaréis Servida como una reina. Mi palacio , mis sorbetes , Mis papagayos , mi mesa , Mis carrozas de marfil Con muelles á la chinesca, Todo es para vos.
TIA MÓ1NICA.
Señor ,
Tanto favor me avergüenza. BARON.
Mas merecéis , mas os debo ; Que habéis sido en mi deshecha Fortuna el iris de paz ,
Y es justo que á tanta deuda
Corresponda Mas decidme,
(Que entre los dos la reserva
Y el misterio no están bien) Un joven que nos pasea
La calle , y atentamente Nuestras ventanas observa , ¿ Quién puede ser? El es nuevo En el lugar.
ACTO I, ESCENA V.
TIA MÓNICA. De manera,
Señor Barón, que
BARON.
Esta noche.
No sé si estábais despierta
Ello era larde , sonó Una cítara, y con ella Un romance de Gazul, Cierto moro que se queja De que su mora por otro INuevo galán le desdeña. ¿No me diréis?
TIA MÓNICA.
Sí señor
(Aparte. ¡Válgame Dios! yo estoy muerta.) Por mas que procuro
BABON.
En fin,
¿ Podré yo saber quién sea ?
TIA MÓNICA.
Sí señor, sí Ya se ye,
Como él es de aquí.
EL BARON.
BARON.
¿De Illescas?
TIA MÓNICA.
Sí señor, y ha vuelto ahora
De Toledo Pero ella
No señor nunca
BARON.
Ya estoy.
TIA MÓNICA.
El es un tonto, y se empeña
En que ¡Vaya! lo primero
Que la dije : cuando vuelva , Cuidado, no ha de ponerme Los pies en casa.
BARON.
¡ Discreta Prevención! Si Isabelita No le quiere, que no venga.
TIA MÓNICA.
¡Que' ha de querer! no señor, Nada de eso. ¿Pues no fuera Un disparate? No digo
ACTO 1, ESCENA VI. 327
Que la muchacha merezca Un marques
BARON.
j Merece tanto,
Dona Mónica! Es muy bella,
Muy amable Ved que es mucho,
Mucho, lo que me interesa
Su felicidad A Dios,
Que aun no es tiempo de que os deba Decir mas. Llegará el dia De mi fortuna y la vuestra.
( Asiéndola de la mano , y apretándosela con expresión de cariño.)
ESCENA VI.
LA TIA MÓNICA. FERMINA.
TIA MÓNICA. No hay que dudar; él está
( Se pasea con inquietud ; se para ; interrumpe ó acelera el discurso, según lo indican los versos.)
Perdido de amor por ella:
Es claro, es claro ¡Y el otro
Pícamelo! .... Como vuelva, Ni de noche ni de dia,
328 EL BARON.
A hacernos la centinela,
Yo le aseguro ¡Que' dicha!
¿Pero quién me lo dijera Dos meses ha ? ¿ quién ? Y ahora Las señoronas de Illescas, Las hidalgotas, que son
Mas vanas y Ya me llega
Mi tiempo á mí ¡Presumidas!
Rabiarán cuando lo sepan. Fermina.
FERMINA. Señora.
(Responde desde adentro, y sale después.)
TIA MÓNICA.
¿En dónde
Está Isabel?
FERMINA. En la pieza
De comer.
TIA MÓNICA. ¿Sola?
FERMINA. Sólita.
ACTO I, ESCENA VI.
329
TIA MÓNICA. ¿ Y qué hace alli ?
FERMINA.
Se pasea De un lado al otro , suspira , Llora un poquito , se sienta , Se queda suspensa un rato, Se pone á coser, lo deja, Vuelve á llorar
TIA MÓNICA.
¿Y á qué es eso?
FERMINA. A que no está muy contenta.
TIA MÓNICA. ¿Por qué?
FERMINA.
Porque Yo no sé
Por qué Locuras, rarezas,
Juventudes.
TIA MÓNICA. ¿Con que tú
EL BARON.
No sabes de qué procedan Esa inquietud y esos lloros?
FERMINA.
Yo si.
TIA MÓNICA. Pues dilo, ¿que' esperas? FERMINA.
Que me prometáis oirme Con mucho amor.
TIA MÓNICA.
No me tengas
Impaciente.
FERMINA.
Que si digo Alguna cosa que escueza, No me pongáis como un trapo. . .
TIA MONICA.
Vamos.
FERMINA. Que no haya quimeras
Y
TIA MÓNICA. Despacha.
ACTO I, ESCENA VI.
FERMINA.
Y venga yo A pagar culpas agenas.
TIA MÓNICA. ¿•Has acabado?
FERMINA. Ya empiezo, Puesto que me dais licencia. El mal que tiene es amor; Y ya que explicarme deba Claramente , vos tenéis La culpa de su dolencia.
TIA MÓNICA.
¿Yo?
FERMINA.
Sí señora: Leonardo
TIA MÓNICA.
No me le nombres; no quieras Que me irrite.
FERMINA.
Bien está : Si os enfada, no se vuelva
EL BARON.
A mentar. Aquel mocito, Hijo de Doria Manuela, Que en otro tiempo os debió Mil cariños y finezas ; Aquel , como , ja se ve , Tiene bonita presencia , Es halagüeño y cortes,
Y sabe explicar sus penas,
Prendó á la niña Esto es cosa
Muy regular y muy puesta
En razón, y el que lo extrañe Poco entiende la materia. ¡Ahí es nada! juventud, Discreción , obsequio , prendas Estimables , juramentos De amor y constancia eterna. ¿Y esto no ha de enamorar? ¿Pues, digo, somos de piedra? Después
TIA MÓNICA.
No me digas mas.
FERMINA.
Callare como una muerta:
Y si los demás calláran
ACTO I, ESCENA VI. 333
También pero sí, ya es buena
La gente de este lugar.
TIA MÓNICA. ¿Pues que'?
FERMINA.
Nada.
TIA MÓNICA.
No me vengas
Con misterios.
FERMINA.
Como hay tantos Bribones, malas cabezas,
Dicen que Pero chiton :
No quiero ser picotera.
TIA MÓNICA. ¿Qué dicen?
FERMINA.
Esta mañana, Ahí al lado de la iglesia, Cierto conocido vuestro
334 EL BARON.
El nombre nada interesa
Para el caso. Me llamó,
Y me dijo: pícamela,
Que no nos has dicho nada
ESCENA VII.
PASCUAL. LA TIA MÓNICA. FERMINA.
TIA MÓNICA. ¿ A qué vienes tú ? ¡ No es buena
( Pascual sacará en la mano un pequeño envoltorio de papel. A las primeras palabras de la tia Ménica hace ademan de vol- verse por la puerta que entró.)
La gracia! Sin que te llamen Ya te he dicho que no vengas. ¿ Lo entiendes ?
PASCUAL.
Muy bien está.
TIA MÓNICA.
Para eso tienes la pieza De los perros.
PASCUAL. Bien está.
ACTO I, ESCENA VII. 335
TIA MÓNIC.A. Y que nunca te suceda Subir cuando yo esté hablando Con alguien : cuenta con ella.
PASCUAL.
Bien está.
TIA MÓNICA.
¡No es mala mana!
PASCUAL. Bien, yo, como
TIA MÓNICA.
Oyes, ¿que' llevas?
PASCUAL.
Un rebujo.
TIA MÓNICA. ¿Qué?
PASCUAL.
Un papel.
TIA MÓNICA. ¿Pero quién? Llámale, lerda.
(Fermina va hacia la puerta para detener á Pascual.)
¿Qué es eso?
336 EL BAR01N.
PASCUAL. Es un cucurucho
De papel.
TIA MÓNICA. ¡Mira qué flema!
A ver.
PASCUAL. Me voy con los perros.
TIA MÓNICA.
Yo he de perder la paciencia. ¿ No te le ha dado mi hermano ?
PASCUAL.
Sí señora.
TIA MÓ1NICA.
¿Pues, que' esperas? Dámele acá, y vete.
( Quitándole el papel de la mano.)
PASCUAL. ( Aparte , al tiempo de irse.
Siempre Se enfada , cuando )
TIA MÓJNICA.
¿Que' rezas?
ACTO I, ESCENA VIII. 337
PASCUAL.
Cuando Si por mas que uno
Quiere nada, nunca acierta.
ESCENA TIII.
LA TIA MÓNICA. FERMINA. TIA MÓNICA.
Prosigue.
FERMINA. Pues me decía: ¿Con que la boda está hecha Del Barón e' Isabelita? Yo, señor, de esa materia No sé nada , dige yo. ¡ Que no sabes ! á tu abuela. Tú callas , porque conoces El disparate que piensa Tu señora; pero ya Por todo el lugar se suena. Todos dicen que á su hija La esclaviza , la violenta Llevada del interés. ¿De dónde la vino á ella, La locona, emparentar Con marqueses ni princesas?
Tomo II. 22
EL BARON.
¿De dónde? ¿No han sido siempre
En toda su parentela,
Alta y baja, labradores?
¿Pues que' mas quiere? ¿Que' intenta
¿Por qué no casa á Isabel
Con un hombre de su esfera ,
Que la pueda mantener
Con estimación, que sea
Hombre de bien , que el honor
Vale por muchas grandezas ;
Y no entregarla á un bribón, Que nadie sabe en Illcscas Quién es , ni de dónde vino , Ni á dónde va, ni qué espera? ¡Galopín! ¡qué ha de ser él Barón! como yo Abadesa.
¡ Desarrapado ! que vino Sin calzones y sin medias,
Y heredero de tu amo, Con poquísima vergüenza, De galas que no son suyas Adornado se presenta
Por el pueblo. ¡ Badulaque ! j Ay ! si alzara la cabeza El que pudre, y en su casa Tantos desórdenes viera!
ACTO I, ESCENA VIII. 339
¡Pobrecito! no murió
De gota, murió de aquella
Maldita muger que fue
Su purgatorio en la tierra,
Ridicula , fastidiosa ,
A tronada , tonta y vieja
TIA MÓNICA.
Vamos, calla, bueno está, Y que digan lo que quieran:
( Paseándose con inquietud.)
Eso es envidia y no mas.
FERMINA.
(jparte. No has llevado mala felpa.) Ya se ve, todo es envidia.
TIA MÓNICA. Yo haré lo que me parezca. FERMINA.
Ya se ve.
TIA MÓNICA.
No necesito Que ninguno de ellos venga A gobernarme.
*
EL BARON.
FERMINA. Seguro.
TIA MÓNICA.
Si están que se desesperan
Los picarones En fin,
Querrá Dios que yo los vea Confundidos, que me aparte De ellos , y que nunca vuelva A este maldito lugar.
FERMINA.
¿Sí? ¡Válgame Dios qué buena Determinación , señora ! ¿ Y adonde iremos ?
TIA MÓNICA.
¡Qué necia
Eres ! A Madrid.
FERMINA.
¡Qué gusto!
A Madrid ¿Con que de veras,
A Madrid? ¿Con el Barón?
TIA MÓNICA. Pues ya se vé.
ACTO I, ESCENA IX. 341
FERMINA. ¡Qué contenta Se pondrá la señorita! ¡Qué felicidad la nuestra! ¡ A Madrid ! (ap arte. Pobre Isabel , Ya está dada tu sentencia.) El Barón , señora.
TIA MÓNICA.
Vete
¡Ah! mira: sacude aquella Ropa, y avisad al sastre.
ESCENA IX.
LA TIA MÓNICA. EL BARON. ( El Barón saldrá muy pensativo, con unos papeles en la mano.)
TIA MÓNICA.
Vaya , me alegro. ¿ Qué nuevas Tenemos? ¿]No respondéis? ¡ Ay señor !
BARON. ¡ Cómo se mezclan Entre las mavores dichas Los cuidados y las penas! Aquel sugeto , de quien
342 EL BARON.
Os dije veces diversas Que va a Madrid disfrazado, Y alli examina y observa , Ye á mis gentes , y conduce Toda la correspondencia, Ya llegó.
TIA MÓNICA.
¿ Sí ? ¿ y ha traído Alguna noticia buena ?
BARON.
Esa es carta de mi hermana: Si queréis, podéis leerla.
( La da uno de los papeles , y lee la tía Mónica.) TIA MÓNICA.
crMi querido hermano: he recibido la última tuya , y la sortija de diamantes que me envías de parte de esa señora, á quien darás en mi nom- bre las mas atentas gracias , asegurándola de los vivos deseos que tengo de conocerla, y dicién- dola también que no la envió por ahora cosa ninguna para que no juzgue que aspiro á pagar sus expresiones , y la merced que te hace , con dádivas que , por muy exquisitas que fueran, siempre serian inferiores al cordial afecto que la profeso. Nuestro primo el arzobispo de Andrino-
ACTO I, ESCENA IX. 343
poli ha escrito desde Cacabelos , y parece que dentro de pocos dias llegará á su diócesi. Mil expresiones del condestable , y del marque's de Famagosta , su cunado. Ya puedes considerar cuál habrá sido nuestra alegría al ver aclarada tu ino- cencia , y castigados tus enemigos. El Rey desea verte ; lo mismo tus amigos y deudos , y mas que todos tu querida hermana
La Vizcondesa de Mostagán."
¡Válgame Dios, qué fortuna!
( Le vuelve la carta.)
Os doy mil enhorabuenas. Gracias á Dios.
BARON. ¡Ay señora!
TIA MÓNICA.
¿Qué pesadumbre os aqueja En tanta felicidad?
BARON.
La mayor, la mas funesta
Para mí Ved esa carta,
Y hallareis mi muerte en ella.
(Da otro papel d la tia Ménica, que lee también.)
344 EL BARON.
TIA MÓNICA. crEn efecto, amado sobrino, tus cosas se han compuesto como deseábamos. Ayer se publicó la resolución del Piey: declara injustos cuantos car- gos se te han hecho; y el conde de la Península» tu acusador, está sentenciado á prisión perpetua en el castillo de las Siete-Torres. Quedo dispo- niendo á loda prisa los coches y criados que de- ben conducirte; y entretanto no puedo menos de recordarte que tu boda con Doria Violante de Quincozes, hija del marques de Utrique, capitán general de las islas Filipinas y costa Patagónica, concluido este asunto que la retardó, no tiene al presente ninguna dificultad. El caballero Wol- fango de Remestein , gefe. ele escuadra del Em- perador (que se halla en Madrid de vuelta de los baños de Trillo ) será el padrino , y esperamos con ánsia ver efectuado este consorcio , en que tanto interesan las dos familias. Pvecibe por todo mis enhorabuenas, y manda á tu tio que te es- tima,
El Príncipe de Sir acusa." ¿Con que según esto
BARON.
¿Veis
(Torna el papel, y se le guarda con los demás.)
ACTO I, ESCENA IX.
Cómo se tratan y acuerdan Entre los grandes señores Cosas de tal consecuencia? Porque lleva en dote cinco Villas y catorce aldeas , Porque es única, y porque Nuestro sucesor pudiera Añadir á mis castillos De plata y mis vandas negras Dos águilas, siete grifos Verdes , y nueve culebras , ¡Por eso yo lie de perder
Mi libertad ! Si pudiera
Piesolver ¿Y por qué no?
Piense lo que le parezca El de Siracusa , y diga El senescal lo que quiera,
Mi elección es libre ¿Pero
Qué be de hacer en tan estrecha Situación? En un lugar
Miserable Ni hay quien tenga
Comercio , ni hay corredores , Ni se pueden girar letras ,
Ni ¡Vaya! es cosa perdida
Si á lo menos conocieran Mi firma , yo libraría
EL BARON.
Sobre Esmirna ó Filadelfia Diez mil rixdalers, y entonces
TIA MÓNICA. ¿Y entonces?
BARON.
Yo resolviera. Yo evitara que me hallasen Aqui : dejára dispuestas Las cosas ; me marcharía Con la mayor diligencia A Montepino , que dista Unas diez y siete leguas. Ibais allá, y un domingo En mi capilla secreta Nos desposábamos.
TIA MÓNICA.
¿ Quién ? BARON.
¿Pues no adivináis quién sea El objeto de mi amor? Isabel.
TIA MÓNICA. : Señor !
ACTO I, ESCENA IX. 347
BARON.
Por ella Todo lo despreciaré.
TIA MÓNICA. Permitid
(Quiere arrodillarse , y el Barón lo estorba.)
BARON.
¿ Que hacéis ?
TIA MÓNICA.
Quisiera Hablar, y no puedo hablar, Porque es tanta la sorpresa Y el gozo ¡Bendito Dios!
BARON.
No os admire la violencia De mi pasión. Tanto pueden La hermosura y la modestia, j Pero ha llegado á entender Isabel cuánto la aprecia Su huésped? ¿Ha conocido Cuánto su favor desea ?
¿ Sabe acaso
TIA MÓNICA.
Ella , señor ,
EL BARON.
No tiene pizca de lerda,
Y aunque nunca la haya dicho
Sino asi, por indirectas
Ya se ve, no era posible Menos , sino que advirtiera Grande inclinación en vos.
BARON.
"¿Y vuestro hermano que piensa De mí? ¿Qué dice? ¿Ha sabido Algo?
TIA MÓNICA. A lo menos sospecha
Mucho, porque es malicioso
¡ Vaya ! Pero no hay quien pueda
Contar con él para nada: Siempre estamos de contienda,
Y ya lo veis, es muy rara La vez que pisa mis puertas. Hombre extravagante, y
BARON.
Pero
Es vuestro hermano, y no fuera Justo pasar adelante En ello, sin darle cuenta. Ademas que yo conservo
ACTO I, ESCENA IX.
Una especie y no debie'rais
Olvidarla vos. Me acuerdo Que una vez, hablando en estas Cosas, digísteis que quiere Mucho á Isabelita, y piensa
Darla en dote ¿Cuánto?
TIA MÓNICA.
Puede
Darla mucho si él quisiera. ¡Oh! si
BARON.
¿Pues qué, no querrá
TIA MONICA. Si es muy bruto.
BARON.
Eso me llena De admiración. ¿No querrá? Pues cuando Isabel no muestra Repugnancia, cuando vos Entráis en ello contenta, ¡Cuando quiero yo!
TIA MÓNICA.
Señor,
EL BARON.
No os alteréis, son rarezas: Cosas suyas.
BARON.
Pues no importa: Es menester que lo sepa.
TIA MÓNICA. Inútil será.
BARON. ¿ Por que'? Conviene que yo le vea: Yo le hablaré.
TIA MÓNICA.
Bien está; Pero no esperéis que ceda. Es muy cabezudo.
BARON.
Y cuando Ese temor nos detenga, ¿Qué os parece que podemos Hacer ? Suponed que llega Mi tren: que se llena el pueblo De látigos y libreas: Que mi primo el archiduque,
ACTO I, ESCENA IX. 351
No habrá remedio, me lleva
A la corte ¿Y Isabel?
¿Y mi amor? ¡Cuando se encuentra
Un gran señor sin dinero, Qué chiquito que se queda ! ¡Maldito dinero! amen.
TIA MÓ1NICA.
Si para la fuga vuestra
Bastaran Ello es tan poco
Que casi me da vergüenza
Ofrecéroslo. Aqui tengo
Cien doblones, si os sirvieran
(Suca el papel que la dió Pascual, le toma el Barón, y le guarda.)
BARON.
A verlos ¿y en oro? Bien
Muy bien Iré como pueda.
En una muía Al instante
Doy allá mis providencias Para que mi mayordomo Traiga un coche, que se queda En la Ermita, y llegará Cuando todo el mundo duerma. Viene, os avisa: estaréis Prevenidas, de manera
EL BARON.
Que salís de aqui á las dos De la noche, con la fresca,
Y reventando seis tiros Estáis á las ocho y media En Montepino. Nos dice Una misa muy ligera
Mi capellán, nos desposa,
Y si es menester nos vela,
Y á las diez ya sois mi madre.
TIA MÓNICA. Pero señor
BARON.
¿Que' os inquieta?
TIA MÓNICA.
Nada ¿Es un sueno ?
BARON.
Conviene Que dispongáis cuanto sea Necesario. Por mi parte
No omitiré diligencia
Y á Dios.
TIA MÓNICA.
Bien está
(^Aparte , al tiempo de irse. No sé
ACTO I, ESCENA X. 353
Lo que me pasa. Estoy fuera
De mí Loca, loca y tiemblo
Toda , de pies á cabeza. ) (Fase.)
BARON.
Cansado estoy de mentir (Paseándose.)
Por mas que diga esta vieja
Sí, yo be de verle Si al cabo
Ha de darla el dote, venga,
Que estoy de prisa Se toman
Los cuartos , y á Dios , Illescas ; A Dios , tontos , que me voy Adonde jamas os vea.
Sí j caramba ! . . . . Y este nuevo
Amante que nos acecba No me gusta, no.
ESCENA X.
EL BARON. FERMINA.
( Saca Fermina varios vestidos de muger , que pondrá sobre una silla : se acerca d la puerta de la derecha y llama.)
FERMINA.
Pascual. BARON.
¡Oiga! ¿Qué galas son esas? Tomo 11. 23
EL BARON.
FERMINA. Son vestidos de mi ama, Que con suma ligereza Se han de achicar, alargar, Aforrar, tapar troneras, Guarnecer , desfigurar , De tal modo que parezcan
Nuevecitos y empeñada
Su merced en que lo hiciera
Yo j Buena droga ! ¿ pues qué ,
No hay sastres ? ¡ Cómo receta !
BARON. ¡Pobre Fermina!
FERMINA.
Pascual. ( Llama.) ¡Eh! se estará en la bodega Estudiando á Cario Magno.
Pascual. (Llama.)
BARON.
Le diré que venga.
FERMINA. No señor, yo iré.
ACTO I, ESCENA XI. 355
BARON. Si voy
A salir , nada me cuesta Decírselo.
FERMINA. Muchas gracias.
ESCENA XI. EL BARON. FERMINA. PASCUAL. BARON.
(Al irse el Barón sale Pascual por la misma puerta.)
Di me , Pascual , ¿ será esta Buena ocasión para ver A Don Pedro?
PASCUAL.
De manera Que como suele acostarse Después de cenar , y cena Unas veces tarde, y otras
Presto, y otras Ello, buena
Hora es de verle.
BARON.
¿Sí?
EL BARON.
PASCUAL.
Digo,
Como él esté ya de vuelta
En su casa , entonces Pero
Si no ha vuelto , de por fuerza Él
BARON.
Ya estoy.
PASCUAL.
De juro
BARON.
A Dios.
j Famosas explicaderas ! (Fase.)
PASCUAL.
¿ Me llamabas ?
FERMINA.
Sí: al instante, Aprisa , de una carrera Has de ir á casa del sastre.
PASCUAL. Allá VOy. (Hace que se va, y vuelve.) FERMINA. Oyes , badea ,
ACTO I, ESCENA XII.
Si no te he dicho el recado
Que le has de dar, ¿á qué es esa
Locura?
PASCUAL. A que no me digan Que soy sosonazo y pelma.
FERMINA.
Dile que venga al instante, Al instante, que le espera El ama. ¿ Lo entiendes ?
PASCUAL.
Sí.
FERMINA. Pues anda, y mueve esas piernas.
ESCENA XII.
ISABEL. FERMINA.
ISABEL. Fermina , Leonardo viene : Le he visto desde la reja, Y va á subir. Quiero hablarle, Quizá por la vez postrera. Mi madre, que está rezando En su cuarto, nos franquea
EL BARON.
La ocasión. Tú sí, Fermina,
Debate yo la fineza,
Si me quieres bien En ese
Pasillo estarás , y observa
Si sale mi madre ó llama,
O alguno viene de afuera,
Y avísame ; no nos hallen
Juntos, y todo se pierda.
¿Lo harás por mí?.... Pero el viene
Amiga , no te detengas :
A Dios.
FERMINA. Voy allá.
ESCENA XIII.
LEONARDO. ISABEL,
LEONARDO. Isabel.
ISAREL.
¡Leonardo, quién lo dijera!
j Leonardo !
LEONARDO.
¿Y quien, al dejarte
ACTO I, ESCENA XIII.
Tan cariñosa y tan tierna, Debió temer que hallaría Tantos males á su vuelta? ¡Este breve tiempo ha sido Bastante
ISABEL.
j Fatal ausencia
La tuya!
LEONARDO. En fin, sepa yo De una vez cuál es mi pena,
Cuál es mi suerte Disipa
Las dudas que me atormentan. ¿Dime si puede ser cierto
Lo que ya todos rezelan ?
¿Si esas lágrimas me anuncian Amor , si debo creerlas ?
ISABEL.
Leonardo , no es ocasión De que los instantes pierdas, Burlándote de mi fe Con dudas que son ofensas. INo es ocasión. Si lo fuese , Mucho decirte pudiera ;
EL BARON.
Pero donde el tiempo falla Están por demás las quejas. Yo te he querido , y te quiero. . . Sabe Dios cuánta violencia Padezxo al decirlo , y cuánto Sufre una muger honesta, Si lo que debe al silencio Tiene que decir la lengua. Te quiero y voy á perderle.
LEONARDO.
¿Eso dices ? . . . . ¿ Nada esperas De mí?
ISABEL. Si lo que hasta ahora Fue temor , ya es evidencia ; Si mi madre al escuchar Tu nombre, toda se altera; Si no quiere que atravieses Los umbrales de mis puertas ; Si manda que sus criados Ni aun te saluden siquiera ,
Y ¿pero que mas? si ahora
Acaba de darme cuenta
De ese enlace aborrecido
¡Mísera yo!
ACTO I, ESCENA XIII.
LEONARDO.
Nada ternas.
ISABEL.
Y ha de ser pronto, según
Pude alcanzar Está ciega,
Fuera de sí ¿Que podemos
Hacer ? ¿ Que' esperanza resta ?
LEONARDO.
Pero, Isabel, dueño mío, ¡Que extraño dolor te aqueja!
¿Tú infeliz, viviendo yo?
No así de temores llena Me quites todo el valor : Que mal tenerle pudiera Vie'ndote desconsolada
Y en triste llanto deshecha. Veré á tu madre, y si tienen Las pasiones elocuencia,
Yo la sabré reducir; O cuando burladas viera Mis esperanzas, amor Muchos ardides inventa,
Y nada me detendrá Como tú, Isabel, me quieras.
362 EL BARON.
ISABEL.
¿Resuelves hablarla?
LEONARDO.
Sí.
ISABEL. ¿Qué has de decirla que sea Bastante al fm que procuras?
LEONARDO.
¿ Que' la diré ? Que si piensa Hacerte infeliz , venderte A una sonada opulencia, Dar tu mano á un impostor, Faltar á tantas promesas,
Perderme , burlarme á mí
Cosa difícil intenta. La diré' que tú eres mia: Que al bárbaro que pretenda Privarme de ti, rompiendo Los nudos que amor estrecha, Sangre ha de costarle y muerte. Si á tanto aspira, prevenga El pecho á mi espada, y juzgue Que para usurpar la prenda De mi carino , no basta
ACTO I, ESCENA XIII. 363
Que engañe , seduzca y mienta ; Debe lidiar y vencer. Tú serás la recompensa Del valor, ya que tu llanto
Y tu elección se desprecian ;
Y el mas infeliz, al golpe De su enemigo perezca.
ISABEL.
; Eso has de hacer ?
LEONARDO.
O dejar
Que en solo un punto se pierdan Tantos anos de esperanzas, Tan bien pagadas finezas,
Tan puro amor Pero no,
3No los instantes que vuelan
Se malogren Voy á hablarla.
A Dios La desgracia nuestra,
Pvesolucion, osadía Pide, no cobardes quejas.
ISABEL.
Todo es en vano. La vas A irritar, no á convencerla.
364
EL BARON.
LEONARDO.
Sí, cederá.
ISABEL. Mal conoces Su obstinación.
LEONARDO.
Cuando sea Tanta, y este medio falte, Otros eficaces quedan.
ISABEL, j Duros , sangrientos !
LEONARDO.
Quien ama Como yo, todo lo intenta. Es mucho lo que me importa, Para que vacile y tema; Vale mucho mi Isabel Para exponerme á perderla.
(Cogiéndola con ternura de la mano , y besándosela.) ISABEL.
Leonardo, mi bien No se'
Qué decir Haz lo que quieras.
En tal peligro, tú solo
ACTO I, ESCENA XIII. 365
Sabes lo que mas convenga ; Yo ¡ infeliz ! ¿ qué he de saber ?
Llorar A Dios : el te vuelva
Mas venturoso á mi vista , Y este afán alivio tenga.
LEONARDO.
Siempre fue de los osados La fortuna companera ; El cobarde que la teme, Siempre la ha tenido adversa.
366
EL BARON.
ACTO SEGUNDO.
ESCENA I.
EL BARON. :¡ Válgale Dios por el hombre!
( Se sienta junto á una mesa , en que habrá dos luces.)
Cuando no nos hace falta
A las cuatro de la tarde
Está metido en la cama ;
Y hoy, que me interesa el verle ,
]No parece por su casa,
¡Oh si á cuenta de la dote
Quisiera dar unas cuanlas
Onzas! .... ¡ Gran golpe ! Es verdad
Que el tal abuelito es cafia: Muy socarrón
ACTO II, ESCENA II. 367
ESC EX A II.
EL BARON. LEONARDO. LEONARDO.
( Leonardo sale hablando entre sí : al ver al Barón excla- ma complacido de hallarle.)
¡Qué muger, Qué carácter , qué ignorancia. . . , , Qué insensible!.... ¡Ah!
BARON.
( Aparte , con timidez. \ Malo ! ahora
Este demonio me envasa.)
LEONARDO. Señor Barón.
BARON.
jOiga! ¿Qué (Levantándose. )
Se ofrece ?
LEONARDO. Cuatro palabras.
BARON. Decid catorce , y sentaos ; Que no es bien que
EL BARON.
LEONARDO.
Nada, nada
Estoy bien asi ¿Sabéis
Quién soy ?
BARON. Yo no; pero basla Veros, para conocer Que sois hombre de importancia.
Tomad asiento. (Vuelve d sentarse.) LEONARDO.
Ya he dicho
Que no.
BARON. Bien.
LEONARDO.
A mí me llaman Leonardo: soy un vecino De este pueblo. Esa muchacha Me quiere
BARON. ¿ Quién ?
LEONARDO.
Isabel.
ACTO II, ESCENA II. 369
BARON.
Ya.
LEONARDO. Yo la quiero : se trata De violentar su albedrío,
Y á mí, de veras, me enfada Este proyecto. La nina
Os aborrece de ganas,
Y pensar, ni por asomo,
Que porque su madre es fatua ,
Y vos un señor, ó un pillo, (Que de esto no sé palabra) Por eso, ella y yo, debemos Tolerar ofensa tanta ,
Es locura. De los dos Uno solo ha de lograrla :
Con que, si sois ¿quién lo duda?
Caballero, y os agravia El que intenta disputaros El carino de una dama , Esta noche á media noche Os espero, en esas tapias, Cerca del camino. Allí Veremos quien
BABON.
¡Qué bobada! Tomo II. §4
370 EL BARON.
jEh! no señor, yo no quiero Mataros , no.
LEONARDO.
Muchas gracias ; Pero ha de ser.
BARON.
¿Ha de ser? ¿Y á media noche?
LEONARDO.
Sin falta.
BARON.
Allí en las tapias de
LEONARDO.
Sí:
Cosa de un tiro de bala
De aqui Pero, si queréis,
Yo os esperare' en la plaza: Iremos juntos.
BARON. No tal :
Yo iré solo Ello me causa,
ACTO II, ESCENA II.
Cierto, me da compasión,
Asi , por una niñada
¡Qué diantres! ¡Quitar la vida A un hombre de circunstancias Como vos!
LEONARDO. INo os dé cuidado.
BABON. ¿Qué edad tenéis?
LEONARDO.
La que basta Para no temer la muerte.
BARON. ¿ Tenéis madre ?
LEONARDO.
Sí, y hermanas ¿ Y vos qué tenéis , cordura , Ó miedo, ú cómo se llama ?
BARON.
¿Miedo yo?
LEONARDO. Digo, pudiera
Suceder.
372 EL BARON.
BARON.
¡Qué petulancia!
( Se levanta con viveza.)
j Qué insulto !
LEONARDO.
¿No le tenéis? Pues bien, espero que vaya El señor Barón.
BARON.
Sin duda.
LEONARDO.
¿A las doce?
BARON.
Hora menguada Para vos Iré á las doce.
LEONARDO.
A Dios.
( Hace íjue se va , y vuelve.)
BARON.
Agur.
LEONARDO. Aún me falla
ACTO II, ESCENA III. 373
Que decir, porque no quiero Dejaros en ignorancia. Ved que si no vais, la burla Os ha de salir muy cara;
Y donde quiera que os vea, Solo ú con gente, con armas Ó sin ellas, en la calle,
En cualquiera parte en casa,
En la iglesia, os atravieso El pecho de una estocada.
ESCENA lili
BARON.
¡Estamos bien! ¡Yo salir!
Y el tal hombre tiene trazas (Paseándose.) De hacer lo que dice ¡Yo
Salir ! . . . . Saldré ; pero falta
Saber por dónde Sí, el aire
Seco de Illescas me daña
Cosa de miedo no tengo
El me conoció en la cara
Que no soy espadachín
Esto de que yo me vaya Sin dar un susto al zurraco Del viejecito, es chanada.
EL BARON.
Eso no ¿Pues que en Illescas
Se sabe mas que en Triana?
Las ocho (Saca el relox.) Pero si espera
En efecto, si se enfada
Porque no voy, si me encuentra
Luego y me ¡Cosa mas rara!
¡ Calle ! ya está el otro aquí.
ESCENA IV.
DON PEDRO. EL BARON.
BARON. Si os ha dicho la criada Que os fui á buscar, sería Mejor que á mí me avisáran,
Y hubiera pasado allá.
D. PEDRO.
A mí no me han dicho nada, Ni vengo por vos. Quería Hablar un rato á mi hermana De un chisme que me han contado. Una especiota de tantas
Que corren por el lugar
Es la gente muy bellaca,
Y sobre una friolera
ACTO II, ESCENA IV.
Miente, desatina, y hablan
Cosas que ¡vaya!
BARON.
¿Y en fin*
¿Que' ha sido?
D. PEDRO.
Nada en sustancia Pero que tal vez pudiera Tener resultas muy malas. Mi hermana no considera Estas cosas; tiene en casa Una muchacha , y la pobre Chica, honesta, bien criada, Que nunca ha dado ocasión A decir una palabra Contra su conducta, pierde Por su madre lo que gana Por sí.
BARON. Dona Isabelita Es un conjunto de gracias Y perfecciones , y el verla Obscurecida , eclipsada En un lugarote, expuesta A que la entreguen mañana
EL BARON.
A un rústico labrador, Sin modales , ni crianza , Ni estudios, da compasión. Bien que no falta, no falta Quien tal vez sabrá extraerla De esta atmósfera, elevarla A mayor sublimidad,
Y hacer que en ella recaigan,
Y en su familia , los dones Que la fortuna contraria Les negó.
D. PEDRO. ¡ Que tontería ! No señor , no es desdichada Tanto como vos decís , Ni tan obscura y opaca La atmósfera , ni hay eclipses , Ni es menester levantarla
Tan alto ¡ Qué ! No señor.
En este lugar se casan
Muy bien las ninas. Es cierto
Que no hay aqui (y es desgracia)
Una juventud de alcorza ,
Corrompida y perfumada ,
Cigarrera , petulante ,
Ociosa, habladora y fatua,
ACTO II, ESCENA IV.
Como la que he visto yo Ir bailando contradanzas Allá en la Puerta del Sol.
De eso no tenemos nada
Pero hay jóvenes honrados, Ricos, de buena crianza, Atentos, que nunca insultan Al decoro de las canas ; Que á las mugeres , ni las Adoran ni las ultrajan, Las estiman ; que si ignoran Las locas extravagancias Que inventa el lujo, se visten
Como la modestia manda
La instrucción no es mucha; pero
Tienen aquella que basta
Para ser hombres de bien,
Para gobernar su casa,
Dar buen ejemplo á sus hijos,
Y hacerles amable y grata
La virtud, que ellos practican.
Isabel no está enseñada
A otra cosa , ni la inquietan
Ambiciosas esperanzas.
Tiene un novio que la quiere ;
Ella le estima en el alma ;
378
EL BARON.
Yo soy contento , y espero Que no pasen dos semanas
Sin que haya boda Tendremos
Gran comida , trisca y danza , Y a la tarde chocolate , Agua de limón y orchata.
BARON.
Mucho me admira ese modo De pensar.
D. PEDRO.
Y á mí me pasma
( Imitando el tono grave y ponderativo del Barón.)
El vuestro. ¿Queréis que sea Vizcondesa ó almiranta?
BARON. Quisiera verla feliz.
D. PEDRO. Pues si lo queréis, dejadla.
BARON.
Pero si la suerte hiciese Que se la proporcionára Otro destino mejor
ACTO II, ESCENA IV.
D. PEDBO; ¿Mejor que verse casada A su gusto en su lugar? INo puede ser.
BARON.
Yo pensaba Que su madre, en este caso, Debiera ser consultada
Y obedecida.
1). PEDRO.
Su madre Es una pobre aldeana,
Y no sabe mas de mundo Que los chiquillos que maman Pero no importa. El encargo De convertirla y sacarla
De error, no es cosa difícil:
Y á pesar de su ignorancia, Dentro de muy pocas horas Conocerá quien la engaña.
BARON. ¿Pues quién se atreve?....
380
EL BARON.
D. PEDRO.
Hay bribones Que viven de enredo y trampa.
BARON. ¿Que' me decís?
D. PEDRO.
Sí señor ; Pero á bien que están tomadas Las callejuelas, y espero
BARON.
; Pero qué ha sido ? ¿ qué pasa ?
D. PEDRO.
No es cosa, un cierto sugeto Que ignora , según la traza , Con quién las ha, miente, pilla Dinero, adula á mi hermana, Introduce enemistad En nuestra familia , y causa
Mil disgustos Pero el tal
Picaron que asi nos trata , O se arrepiente esta noche, O le enterramos mañana.
ACTO II, ESCENA IV. 381
BARON.
¡Oiga!... Pues.... (Con turbación.) Señor D. Pedro,
Si me permitís que vaya
Tengo que escribir Estuve
A buscaros solo para
Tener el gusto de veros , Y pues
D. PEDRO.
Ya estoy. BARON.
Aunque basta
Para mayores empresas La prudencia consumada Que os adorna, si queréis Valeros de mí, me holgára Infinito concurrir En cuanto yo pueda y valga , A vuestros fines.
D. PEDRO.
Lo estimo.
BARON. Os tengo afición, y cuantas
EL BAROK
Veces os miro, me acuerdo De Pero Nunez de Vargas, Mi visabuelo. El retrato Que tenemos en mi casa Tanto se os parece, que
D. PEDRO.
¡Calle!
BARON.
Sí, la misma gracia De mirar, la ceja corva, Y esa nariz prolongada, Piobusta y
D. PEDRO.
¡ Cierto que es buena Fatalidad! Quién pensara Que
BARON.
¿ Cómo ?
D. PEDRO.
Digo que es fuerte Desdicha. Un señor de tanta Suposición parecerse A un pobre demonio , es gaita.
ACTO II, ESCENA IV.
BARON.
Pues no lo dudéis.
D. PEDRO.
Ya estoy.
BARON. Diez mil escudos me daba En onzas de oro mi primo
El duque de Por la tabla
No mas.
D. PEDRO. ¿Sin el marco? BARON.
Pues,
Sin el marco.
D. PEDRO.
j Pieza rara Será el tal cuadro!
BARON.
Alli tengo Todo lo mejor de Italia
D. PEDRO.
Buenas noches.
384
EL BARON.
BARON. A mas ver. Repito lo dicho, y
D. PEDRO.
Gracias ,
Señor Barón.
BARON.
(Toma una de las luces , y se va por la puerta del foro.) {Aparte. Este Viejo
Es un talego de maulas.)
ESCENA V.
DON PEDRO. ISABEL.
D. PEDRO. Mucho miedo lleva el nieto
De Pero INufíez ¡Qué charla
Tiene! y
ISABEL. Señor.
D. PEDRO.
Isabel ,
¿Qué es eso? ¡qué acongojada Estás, qué triste!
ACTO II, ESCENA V.
ISABEL.
¿ Queréis Que no lo esté ? Ni esperanza De consuelo tengo ya, Viendo que el ruego no basta, Ni la sumisión , ni el llanto , Ni razones, ni amenazas. En vano Leonardo quiso Persuadirla y moderarla ; Mas la irritó.
D. PEDRO.
Ya lo sé:
Ya me lo ha dicho Y estaba
Enfadadillo ademas.
En la juventud nos falta
Moderación Ni es posible
Usar de aquella templanza Que dan los afios. Leonardo Se ve ofendido ; mi hermana Es terca : no será mucho Que de una en otra palabra, La disputa haya venido A parar en lo que paran Todas, cuando las pasiones Nos acaloran y arrastran. Tomo II. 25
EL BARON.
ISABEL.
Es verdad : bien lo temí
Se lo dije ; pero estaba Empeñado en verla.
D. PEDRO.
Y bien, ¿Cómo ha de ser? Es desgracia Inevitable.
ISABEL. Tal vez Otras mayores me aguardan. ¿Sabéis que intenta reñir Con el Barón ? . . . . Si esto pasa.
Si muere ó vuelve culpado
De un homicidio, ¡qué infausta Victoria! ¡qué objeto horrible Para mí !
D. PEDRO.
No temas nada, Isabelita. Valor. ¿Presumes tú que llegara A tener efecto, haciendo Yo papel en esta farsa? No por cierto. El tal Barón No gusta de cuchilladas:
ACTO II, ESCENA V.
Leonardo al salir le dijo Que á las doce le esperaba Ahí afuera. Esta sería Resolución temeraria
Y necia en otra ocasión ; Pero como aquí se trata De acosarle, de aburrirle, De obligarle á que se vaya O que desista , y nos diga Claro y en pocas palabras Que es un tunante, conviene Llenarle de miedo al mandria,
Y ya lo está. No hay peligro. El uno teme y se guarda,
Y al otro le guardo yo: Ten segura confianza En mí.
ISABEL.
Solo en vos pudiera Tenerla.
D. PEDRO.
Veras burlada La malicia de tu huésped : Verás que tu madre acaba De conocer hasta dónde Las apariencias engañan.
388
EL BARON.
Sí, consuélate. Ya sabes
Que siempre he sido en tu casa
Tu amigo y tu protector ;
Que no hay cosa, por extraña
Que fuese, que me detenga
Cuando de tu bien se trata.
¿No te acuerdas de que siendo
Chiquitita me llamabas
El otro papá? ¿que has sido
Alivio de mis desgracias?
¿Que en esta ocasión soy yo
Quien ha de suplir la falta
De tu buen padre, y hará
Que vivas afortunada,
Y muy contenta?. ... ¿Lo sabes?
ISABEL. Sí señor, lo se'.
D. PEDRO.
Pues calma
Esa agitación.
ISABEL.
Mi llanto, Mi turbación, no la causa
ACTO II, ESCENA V. 389 El temor Ya es alegría,
( Besando la mano á Don Pedro , y acariciándole.)
Ternura, dulce esperanza, Y agradecimiento.
D. PEDRO.
Vamos ,
Un mimito: ¡eso faltaba!
ISABEL.
¡Querido padre!
D. PEDRO.
¡Hija mía!
ISABEL.
¿Me queréis?
D. PEDRO.
Pregunta es vana. ¿No te he de querer? ¿No ves Que á mí también se me arrasan Los ojos?.... Pero tu madre Viene.
ISABEL. Ya no me acobarda
390 EL BARON.
Su vista , pues tengo en vos Un amigo que me ampara.
ESCENA VI.
DON PEDRO. LA TIA MÓNICA. ISABEL.
TIA MÓNICA.
¡Oiga!.... Los dos en consulta. ¿Que' negocios de importancia Tendrán que tratar? ¿No he dicho (A Isabel.) Mil veces que no me salgas Acá afuera?
ISABEL. Yo salí
TIA MÓNICA.
Ya sabes que no me agrada Tanto palique.
ISABEL.
Señora ,
Si
TIA MÓNICA. Yete. Tú la levantas De cascos , tú me la pierdes.
( Isabel hace una cortesía , / se va.)
ACTO II, ESCENA VI. 391
D. PEDRO.
¿Yo, muger?
TIA MÓNICA.
Sí, tú ¿Que' estabas
Diciéndola ?
D. PEDRO. Que te sufra.
TIA MÓNICA.
Habrás venido á inquietarla , A llenarla de ilusiones La cabeza, y que no haga Cosa que la mande yo.
D. PEDRO.
No tal, he venido á causa De que ya por el lugar Dicen todos que la casas Con el Barón: me preguntan A mí que no se' palabra, Y hago un papel infeliz..... j Es fuerte cosa ; no hablan De otra materia en las tiendas, En la botica, en la plaza,
EL BARON.
En casa del alojero,
Y a mí no me dices nada
De este bodorrio!
TIA MÓMCA
A su tiempo Lo sabrás , y esos que pasan La vida en chismotear, Verán después si se engañan, O aciertan.
D. PEDRO.
Pero si vieras Qué risa les da, y que' ganas Me dan á mí de rabiar. ¿Quie'n ha de tener cachaza Para sufrir que se digan Tales cosas de una hermana? Yo te digo la verdad, Si quieres ver acalladas Esas voces, desmentir Los enredos que levantan Contra ti , cásala presto.
TIA MÓNICA. Presto será.
ACTO II, ESCENA VI.
D. PEDRO.
Y que se vaya Ese Barón , ó ese infierno , Que nos tiene alborotadas Las cabezas.
TIA MÓDICA.
Cuando quiera Hallará la puerta franca.
D. PEDRO. ¿Y si no quiere?
TIA MÓ1NICA. Si no
Quiere , no tengo yo cara 3Ni desvergüenza bastante Para echarle de mi casa. A un sefior de su carácter , A quien he debido tantas Atenciones, ¿te parece Que es regular se le hagan Esos desaires? Tú allá Con tu gramática parda Sabrás mucho , pero en punto De urbanidad y crianza, Sabes muy poco.
EL BARON.
D. PEDRO.
En efecto, La tal noticia no es falsa. (Se sienta.)
TIA MÓNICA. ¿Que' noticia?
D. PEDRO.
La de estar Persuadida y confiada En que el Barón ha de ser
Tu yerno ¡Ilusión mas rara
3No se dará ! . . . . ¡ Vanidad
Maldita , que asi nos saca
De juicio y nos pierde ! . . . . Un homb]
De tan ilustre prosapia ,
Primo de condes y duques ,
Viznieto de Dona Urraca ,
Y chozno del rey Don Silo,
Venir á hacernos la gracia
De casarse con tu hija
¡Qué desatino!
TIA MÓNICA.
¿A qué llamas Desatino? ;Por ventura
ACTO II, ESCENA VI. 395
Te parece cosa mala, Cuando vemos favorable La ocasión, aprovecharla? ¿Será la primera vez Que un caballero se casa Con una muger humilde? ¿ Quién ignora lo que arrastra Una pasión?
D. PEDRO.
¡Qué pasión, Muger, ni qué calabaza!
j Cuidado que ¿ Dónde has visto
Pasiones de esa calaría?
En las comedias, que vienen
Príncipes de Dinamarca
Vestidos de jardineros ,
Y están de amores que rabian
Por alguna pastorcita,
Con su zurrón y sus cabras.
Se dicen flores, hay zelos,
Desdenes , lloros , mudanzas
Se casan al fin , y luego Salen con la patochada De que la tal moza es hija Del duque de Transilvania ,
396
EL BARON.
Y otros delirios asi ; Pero en el mundo no pasa INada de eso.
TIA MÓNICA.
¿No?
D. PEDRO.
Jamas.
Y cuando en amores trata Algún señorón con una Jovencilla biencarada, Huérfana, plebeya y pobre, Ojo avizor , que allí hay trampa. INo señor , los matrimonios
De esa gente no se entablan Por trato y cariño. Cojen La pluma y en una llana De papel suman partidas. Cuatro y dos seis, llevo nada: Ocho y siete quince, llevo Una , y cuatro cinco : sacan El total al pie , y según Lo que en el ajuste ganan,
Hay boda ó no hay boda Y sea
La novia gibosa y chata,
ACTO II, ESCENA VI.
Y tuerta, y el novio manco, Viejo , gotoso y con sarna ; Conózcanse mucho, ó nunca Se hayan hablado palabra,
Con amor ó sin amor
¡Bendígalos Dios! se casan.
TIA MÓ1NICA.
Eso sí, como te dejen Hablar, piquito no falta,
Ni murmuración En fin ,
Si te incomoda y te enfada Cuanto digo y pienso , vete : Déjame en paz, no me traigas Cuentos , ni alborotes mas Con esas extravagancias A tu sobrina. Yo soy La que debe gobernarla, Sé lo que mas la conviene ; Nadie como yo se afana Tanto por ella Es mi hija,
Y á este amor ninguno iguala.
D. PEDRO.
¿Y por ese amor la quieres Precipitar, entregarla
EL BARON.
A un hombre desconocido , Trapalón , tuno de playa ?. . . .
¡ Y tú tan boba ! ¿No ves
Que es un picaro y te engaña, No lo ves?
TIA MÓMCA.
No. porque tengo Antecedentes que bastan A persuadirme : tú no Los tienes, por eso ensartas Tanto disparate.
D. PEDRO.
Pero
Yo te concedo de gracia Que es un señor, que él y el Rey Meriendan juntos : ¿ qué sacas De aquí? ¿Le darás tu hija?
TIA MÓ1NICA.
¿Tuvieras tú repugnancia En dársela ?
D. PEDRO.
Sí.
ACTO II , ESCENA VI. 399
TIA MÓNICA.
Se ve
Que no eres su madre, y hablas Como un viejo sin cabeza.
D. PEDRO.
Hablemos claros, hermana. Ese carino de madre Que me ponderas con tanta Frecuencia, no es el motivo Que te dirige ; y si tratas De engañarme á mí, no pierdas El tiempo. Mira, tú rabias Por hacer gran papelón: Siempre has sido tiesa y vana, Muy amiga de mandar, Enemiga declarada De quien tiene mas dinero, Mejor jubón, mejor saya Que tú. Te comes de envidia Cuando ves que á las hidalgas Las llaman Donas; te lleva Dios cuando las ves sentadas En la iglesia junto al banco De la Justicia ; y por darlas Que merecer , por vengarte
EL BARON.
De la humillación pasada , Eres tú capaz, no solo De entregar esa muchacha A un hombre indigno, sino De ponerte á la garganta Un dogal.
TIA MÓNICA. ¿Yo?
D. PEDRO.
Tú ¡ Qué ideas
Tienes tan descabelladas
De grandeza ! ¿ No es verdad
Que ya á tus solas aguardas
El feliz momento, en que
Oigas que todos te llaman
Excelencia , que noria
Es cosa bien ordinaria?
¿ No es cierto que allá en tu mente
El plan de vida repasas
Que has de tener ? Coches , modas ,
Brillantes, sedas y holandas,
Mesa para los hambrientos
Que por lo que adulan tragan
Baile, academias, teatros,
ACTO H, ESCENA VI. 401
Solemne robo de banca , Prodigalidad , miseria , Orgullo, bajeza y trampas. Llamar cultura á la infame Depravación cortesana , Bestia á todo hombre de bien,
Y á todo acreedor, canalla
¿No es ese tu plan? ¿No es esta (Levantándose.)
La gran fortuna que guardas A mi sobrina infeliz ?. . . .
Y esa ambición insensata , Esa vanidad, ¿ te atreves A desmentirla y llamarla Amor de madre?
TIA MÓNICA.
¿Me quieres Dejar en paz ? Vete , calla.
D. PEDRO.
¿Sabes el mal que apeteces? ¿•Sabes tú que donde falta Moderación, no hay placer? ¿Sabes que donde no haya Virtud , no hay felicidad ?
Tomo II. 26
402 EL BARON.
TIA MÓNICA. Hombre, por Dios no me hagas Desesperar.
ESCENA VII.
EL BARON. LA TIA MÓNICA. DON PEDRO. BARON.
( Sale por la puerta del foro con una luz en la mano , que dejará sobre la mesa.)
¿Permitís Que un solo instante os distraiga 1 De vuestra conversación?
TIA MÓNICA.
No era cosa de importancia,
Y aunque lo fuese
BARON.
Me alegro
De hallaros juntos Yo estaba
Indeciso Pero es fuerza
Salir una vez de tantas Inquietudes , explicarme Con claridad, no dar causa A disgustos, ni sufrir En mi decoro la mancha
ACTO II, ESCENA VIL 403
Mas pequeña. Yo, señor Don Pedro, por la desgracia Que acaso sabéis, me vi En la situación amarga De abandonar mis amigos,
Mis conveniencias, mi patria
Disfrazado, fugitivo, Hube de fingir en varias Partes nombre y calidad ;
Y cuando después de tantas Desventuras vi lucir Algún rayo de esperanza, Vine á este pueblo , creyendo Que estar á poca distancia De la corte me sería Favorable. Vuestra hermana Me vio, la conté mi historia, Condolióse al escucharla:
Me hospedó aqui, donde á fuerza De atenciones no esperadas,
Y tal vez no merecidas, Alivio hallaron mis ansias.
Isabel ¿Cómo pensáis
Que fuese fácil tratarla
Sin quererla bien ? Yo os ruego
Que no os alteréis: me falta
#
EL BARON.
Poco que añadir, y espero Que tendréis la tolerancia De no interrumpir á quien Por última vez os habla. Digo que la quise bien, Y aunque su madre os lo calla, Traté de hacerla mi esposa, En la segura esperanza De conseguirlo , y creyendo Que vos no perdie'rais nada. Pero he visto que en el pueblo Se murmura, se propagan Mil calumnias contra mí. Hay alguno que nos guarda La puerta , y tan atrevido Que me insulta y me amenaza: Hay alguno que desprecia Mi carácter, que me trata De seductor , y
D. PEDRO.
¿Por quie'n
Lo decís?
BARON. Por nadie. Tantas Injurias no las toleran Los Benavides de Vargas. ....
ACTO II, ESCENA VIL
Con dos renglones pudiera Confundir á quien me agravia,
Y no lo haré Tengo ya
Noticia de que me aguardan En la corte ; mi contrario Está preso, el Rey me llama, Quiere verme, y es preciso Que con diligencia parta. Pero en tanto, no os daré Disgusto. El tiempo que haya De estar en Illescas (puesto Que hasta pasado mañana 3No vendrán mis coches) pienso Alojar en la posada Que cuando vine ocupé,
Y os juro que de esta casa Saldré luego que amanezca;
Y aunque en el pueblo quedára Muchos meses, nunca en ella Pondré los pies. Ya que tanta Ofensa ha sido aspirar
A esta unión abominada, Ahí os queda la infeliz
Isabel, sacrificadla
Yo la quise hacer dichosa, Vos no queréis , y esto basta.
EL BARON.
TIA MÓMCA. ¡Válgame Dios! pero
BARON.
No,
No os canséis.
TIA MÓMCA.
¡Fuerte desgracia
Es esta!.... Porque otros digan
Mientras yo no he dado causa; Mientras la nina está pronta
A lo que su madre manda
¡ Animas benditas , pues Cierto!.... ¿Y tú qué dices? D. PEDRO.
Nada.
Que el Barón habla muy bien , Que le tomo la palabra , Que si la cumple, debemos
Darle lodos muchas gracias
Y que me voy á acostar.
TIA MÓMCA.
¡Qué necedad, qué ignorancia! ¡ Si es muy tonto ! . . . . Pero yo, Señor, porque
ACTO II, ESCENA VII. 407
D. PEDRO.
Consoladla ,
Señor Barón.
BARON.
No hay remedio. TIA MÓNICA. ¡Que' muger tan desdichada!
BARON.
Es preciso hacerlo asi, Lo exigen las circunstancias, Mi estimación es primero Que mi amor.
D. PEDRO.
{Aparte. ¡Qué zalagarda Me ha querido armar !....) A Dios , Mónica, duerme y descansa. Señor Barón, buenas noches. ¿Quedamos en que mañana,
Luego que amanezca
BARON.
Sí.
D. PEDRO. Os iréis á la posada?
408 EL BARON.
BARON. Ya lo he dicho.
D. PEDRO.
¿Y no volvéis
Aqui ?
BARON.
3No.
D. PEDRO.
¿Y asi que os traigan El equipage , los tiros Y las carrozas de nácar, Os vais?
BARON. Me iré.
D. PEDRO.
Lindamente. {a parte. Pues con todo , no me engañas.)
ESCENA VIII.
EL BARON. LA TIA MÓNICA
TIA MÓNICA. ¿Qué es lo que pasa por mí? Señor Barón de mi alma , ¿Qué es esto?
ACTO II, ESCENA VIII.
BARON.
Ver si por medio De un artificio se calma La envidia, el odio, el furor De esa gente temeraria.
TIA MÓNICA. ¿Qué decís?
BARON.
Ficción ha sido: Jamas han salido vanas Mis promesas, no temáis.
TIA MÓNICA.
Yo al escucharos estaba
Muerta, muerta Si quisieran
Sangrarme , no me sacáran Gota de sangre.
BARON.
Lo creo. Pero todo ha sido traza Para deslumhrarle.
TIA MÓNICA. Bien ,
Bien hecho.
EL BARON.
BARON. Fue necesaria
Precaución Pero escuchad
Lo que se ha de hacer sin falta.
Mañana pasaré el día
En el mesón: cuando caiga
La noche saldré de Illescas,
Dejo en Toledo encargada
Al Arcediano la muía,
Tomo su coche, y me plantan
Las colleras de un tirón,
Antes que anochezca, en Parma,
Un lugarcito pequeño,
El primero que se halla
De mis estados cruzando
El lago de Nicaragua.
Hoy es lunes, bien, estoy
El miércoles en mi casa:
Jueves , viernes sale justa
La cuenta. Estad preparadas , Tenedlo todo dispuesto ,
Y el sábado sin tardanza Ninguna, recibiréis
A media noche una carta , Que os dará mi mayordomo:
Y al instante, acompañadas
ACTO II, ESCENA VIH.
De él y de un negro, salís Adonde el coche os aguarda,
Y ya lo he dicho , el domingo
Se logran mis esperanzas.
¿ Con que estáis? A media noche. . .
TIA MÓNICA.
Sí , sí , ya estoy enterada , El sábado. Bien está.
BARON.
Ved que en esa confianza Me voy, y os espero.
TIA MÓNICA.
¿ Pues
Señor , teméis que no vaya ? Aunque fuera menester Ir solas, á pie y descalzas, Fuéramos, vivid seguro.
BARON.
Podéis llevar la criada También , para que os asista. Y advertid que se levanta Ya un fresquecillo al salir
EL BARON.
El sol , que molesta y daña: Cuidado, abrigarse bien, Porque aunque tiene persianas El coche, pieles y estufa, Estáis algo delicada Y es bueno cuidarse.
TIA MÓN1CA.
Asi
Lo haré'.
BARON.
Si esto se llegára A saber, tal vez sería Cosa muy aventurada. Ya veis que en Madrid me ofrecen Una rica mayorazga, Hermosa, ilustre. Su padre Es caudatario del Papa , Su primo duque de Ultonia: Nobleza mas acendrada Que la suya, mas antigua, Es imposible encontrarla, Aunque expriman la de todos Los príncipes de Alemania. No es fácil , pues , renunciar A este enlace sin que haya
ACTO II, ESCENA VIII. 413
Desazones, y á este fin Pienso escribir unas cartas Para evitar desde luego Que vengan por mí, con varias Excusas que fingiré. De esta manera se gana
Tiempo Pero á nadie, á nadie
Habéis de decir palabra.
TIA MÓNICA.
Bien está, señor.
BARON.
A nadie. Y cuando digan mañana O esotro que me marché, Fingid que no sabéis nada.
TIA MÓNICA.
Bien está.
BARON. Disimulad El corto tiempo que falta: Idme á buscar : logre yo La posesión suspirada De Isabel, y hasta ese punto Nadie entienda lo que pasa.
EL BARON.
TIA MÓNICA. Ya, ya estoy.
BARON.
Después veréis Que en esta dicha os alcanza Aun mas de lo que esperáis.
TIA MÓNICA. Pues señor , ¿ qué mas ? . . . . BARON.
Pensaba
En no decíroslo , pero Hablemos en confianza. ¿Vos, qué edad podéis tener? Estáis fresca, bien tratada,
Robusta y ágil Es cierto
Que no deja de hacer falta La dentadura.
TIA MÓNICA.
;Ay señor, Que no es la vejez la causa! Jaquecas y corrimientos ,
Y pesadumbres
BARON.
Mi hermana
ACTO II, ESCENA VIII.
La vizcondesita, cumple Veinte y dos años por pascua,
Y está lo mismo que vos,
Y porque no se la caiga
Un diente que la ha quedado, Solo come cosas blandas: Sémola, huevos megidos,
Puches, y asi La obstinada
Tos que padecéis , los flatos, La debilidad y nauseas Del estómago, se curan Mudando de temple y aguas
Y alimentos. Con un poco De egercicio y unas cuantas Friegas que os den , se disipa La hinchazoncilla que carga A las piernas, y en dos dias Os hallareis fuerte y apta Para las segundas nupcias.
TIA MÓNICA.
¿Quién, yo?. . . . Pero sefior. . . j Jesús, qué calor!
BARON.
Amiga,
416 EL BARON,
La viudez desconsolada Es un estado terrible ,
Y en él las jóvenes pasan
Muchos trabajos A ver
Un polvo.
TIA MÓDICA. Y en la de plata.
( Saca una caja y se la da al Barón , el cual después de to- mar un polvo se la guarda como distraído.)
BABON.
Mi tio , de quien algunas Veces os hable', se halla Viudo y sin hijos: si muere, Todos sus estados pasan A un extrangero , cuñado Del hospodar de Valaquia ;
Y esto es doloroso.
TIA MÓNICA.
Cierto , Siendo un nación
BABON.
Yo tomara Que fuese nación no mas;
ACTO II, ESCENA VIII.
Pero lo que nos enfada
Es, que ademas de extrangero,
Es herege.
TIA MÓNICA. ¡Virgen santa!
¡ Herege !
BARON,
Pues ved qué gusto Nos dará, que si mañana Llegase á faltar el tio, Todos sus bienes los haya De gozar aquel mastín, Que no entiende una palabra De español , ni sabe el credo , Ni va á misa.
TIA MÓNICA. ¡Qué canalla!
BARON. Ni ayuna, ni
TIA MÓNICA.
j Picaron! Tomo II. 27
EL BARON.
BARON. Pues por eso se pensaba Hacerle una burla: el tio Está en lo mismo, y se allana A todo. El fin es casarle ;
Y si la novia se encarga De darle en dos ó tres anos Dos 6 tres chiquillos , basta : INo la piden mas , y el otro Se queda tocando tablas. Con que ved si
TIA MÓNICA.
Yo, señor, Aunque á la verdad estaba Bien agena de pensar
En eso pero se trata
De serviros , y podéis Mandarme como á una esclava.
Y en todo aquello que yo Pueda y
BARON. Bien.
TIA MÓNICA.
Si estoy turbada,
ACTO II, ESCENA VIII.
Señor, y no sé
BARON.
Al instante Quiero escribir lo que pasa Al príncipe vuestro esposo, Que está esperando con ansia La resolución.
TIA MÓNICA.
Decidle
Mil cosas.
BARON. Ya estoy.
TIA MÓNICA.
Y gracias
Infinitas.
BARON. Bien. Ahora Voy á poner esas cartas. Cuidad que no suba nadie Por allá arriba, ni hagan Ruido.
TIA MÓNICA. Bien está.
EL BARON.
BABON. Porque
Al instante que las haya Cerrado, me iré' á dormir.
TIA MÓNICA. ¿Sin cenar?
BABON.
No tengo gana, He comido bien.
TIA MÓNICA.
Siquiera
Unas sopas.
BABON. Nada, nada.
TIA MÓNICA. O un huevecito escalfado.
BABON.
No, no es menester. Mañana Llevará un posta los pliegos A Madrid, y asi que él parta, Me voy al mesón A Dios.
Un abrazo. (Abrazándose.)
ACTO II, ESCENA VIII. 421
TIA MONICA. Y mil.
BARON.
Honrada
Dueña.
TIA MÓNICA. Servidora vuestra.
BARON.
A Dios Lia ausencia no es larga.
TIA MÓNICA.
Con todo, señor, si ahora No llorase , reventára.
( Enternecida y enjugándose las lágrimas. Toma una de. las luces para ir alumbrando al Barón , el cual se la quita ¡ la coge de la mano y se la besa respetuosamente , y se va con la luz por la puerta del foro.)
BARON.
Hasta el domingo ¿ Que' hacéis ?
TIA MÓNICA. Alumbraros.
BARON. No faltaba
Mas.
EL BARON.
TIA MÓ1NICA. Pero si yo
BARON.
Vos sois Mi madre, no mi criada.
ESCENA IX.
TIA MÓNICA.
¡Bendito, bendito, amen! j Con qué respeto me trata
El pobrecito! ¡Que humilde!
Si á boca llena me llama
Su madre Pero no dice
Bien , no señor Si me fallan
Algunos dientes, también Tengo las muelas muy sanas,
Gracias á Dios ni me huele
La boca, ni Pues me agrada
La especie de ¡Bueno fuera
Que nos viniese de extranja El otro bribón, ahullando En su lengua chapurrada ! . . . . ¡Maldito!.... Pues aunque él viva Mas anos que Mariblanca ,
ACTO II, ESCENA X.
Yo le juro que no lleve
Ni un alfiler, ni una hilacha.
J\o señor, todo á los niños
jiYy hijos de mis entrañas!
¡ Angelitos ! . . .. ¡Sí, pues poco
Los querrá su padre! ¡vaya!
ESCENA X.
PASCUAL. LA TIA MÓNICA.
PASCUAL. Pues señor, ya fui allá, Y dije que le esperaban Al instante.
TIA MÓNICA. ¿ A quién ?
PASCUAL.
Al sastre.
TIA MÓNICA. ¿Después de dos horas largas, Te vienes con eso?
PASCUAL.
Pues
424 EL BARON.
Fui y dije, digo: el ama Está esperando al señor Juan , y dice que le aguarda , Que no deje de ir corriendo, Corriendo, porque hace falta Que vaya, y
TIA MÓINICA.
Bien: ¿y que' dijo?
PASCUAL. ¿ Quién , él ? El no lia dicho nada.
TIA MÓNICA. ¿Pues qué, no le has visto? PASCUAL.
¿Yo?
No por cierto.
TIA MÓDICA.
¿Qué, no es l aba?
PASCUAL.
Sí señora.
TIA MÓMCA.
¿ Y no le dieron El recado ?
I
ACTO II, ESCENA X.
PASCUAL. La Colasa
Se le dio.
TIA MÓMCA. ¿Con que vendrá?
PASCUAL, j Qué ha de venir!
TIA MÓNICA.
Pues acaba , ¿ Por que7 no viene ?
PASCUAL.
Porque
Parece que esta mañana
Pues señor , el pobre sastre Subió á poner unas tablas Al palomar, y una red Para tapar la ventana,
Y estando allí se le fue La cabeza , como andaba Clavando clavos, y el pelo
Se le enredó en una escarpia. . .
Y desde alli se cayó
Sobre el palo donde enganchan
496 EL BARON.
La garrucha cuando tienen Que subir sacos de paja,
Y desde allí se cayó Al tejado de la Marta,
Y desde allí cayó al suelo ,
Y desde alli por la trampa De la cueva , zas , cayó
A la cueva, porque estaba Sin cerrar, y desde alli Se cayó en una tinaja
De aguardiente Y desde alli
Le llevaron á la cama ,
Y mientras esté acostado
No quiere salir de casa
Con que no puede venir.
TIA MÓjNICA.
Soy en todo afortunada: Por qué tanto cuando yo Le llamo , se descalabra. Toma esa ropa Cuidado,
( Harán lo que denotan los versos.)
Y llévala adentro Aguarda ,
¿ No ves que lo arrugas todo ?
PASCUAL. Es porque no se me caiga.
ACTO II, ESCENA X.
TIA MÓNICA. ¡Mira qué aliño!
PASCUAL.
Si
TIA MODICA.
Suelta ;
Fermina vendrá á doblarla, Déjalo.
PASCUAL. Bien.
TIA MÓNICA.
Oyes , di , ¿Por qué dejaste que entrara Leonardo esta tarde?
PASCUAL.
¿Yo?
Porque Luego se me pasa
Todo Ya no sé por qué.
TIA MÓNICA.
Cuidado con que le abras
La puerta olra vez ¿Estás?
EL BARON.
PASCUAL.
Ya estoy.
TIA MÓNICA.
Mientras no le llaman, No hay para que venga. Dile Si vuelve otra vez, que el ama Te ha dicho que no le dejes Subir , que está fastidiada Del. que no quiere ni oirle Ni verle mas, que se vaya. ¿Lo entiendes?
PASCUAL.
Pues ya se ve Que lo entiendo. Si yo estaba En lo propio, y cuando vino Dije, digo: no está en casa El ama, y él dice: tonto,
Si la he visto á la ventana
Con que entró, y aqui se estuvo.
Salió después Yo pensaba
Que no volviera, y á poco Cátale otra vez. Se para
A la puerta, y dice No:
Entonces no dijo nada: Cogió y se entró derechito
ACTO II, ESCENA X. 429
Sin hablar una palabra. Con que yo, como le vi Asi , que no preguntaba Cosa ninguna
TIA MÓNICA.
¿Dos veces
Estuvo ?
PASCUAL.
Dos Pues si anda
Siempre ¡Toma ! . . . . y hace señas. . .
Y anoche á las once dadas Estuvo cantando, y
TIA MÓNICA.
Bien ,
Ya lo sé.
PASCUAL. 3No era guitarra, Era otra especie de
TIA MÓNICA.
Sí,
Ya estoy.
PASCUAL. De instrumento. TIA MÓMCA.
Calla.
430 EL BARON. ,
¡ Picarones ! . . . . todos, todos Son contra mí , todos tratan De burlarme , pero yo Les prometo
( Se va con mucho enfado sin atender á lo que dice Pascual.)
ESCENA XI.
PASCUAL.
Pues cantaba
Unas coplas Eso sí,
Las coplas eran muy guapas,
Y ¡Calle! ya se marchó.
Si está medio espiritada
Esta muger ¡ Ay , qué rico
( Se acerca adonde está la ropa , desdobla una bata , y la exa- mina por todas partes con admiración.)
Zagal ! . . . . no señor , que es bata ,
Y con su cola y sus vuelos
Largos, y sus cintas ¡Anda
Majo ! . . . . ¡Y cómo cruje ! . . . . Apuesto Que á mí me viene pintada.
¡Yaya, vaya, estas mugeres Qué cosas tan buenas gastan!
Y es bien anchota Probemos
( Se pone la bata , mírase ú uno de los espejos , y empieza á pasearse de un lado d otro , afectando ademanes mugeriles.)
ACTO II, ESCENA XII.
A ver ¡Qué! si está cortada
Para mí ¡ Pobre Pascual ,
Siempre vestido de lana
Churra! ¡Ayqué guapo! Asi va
La Médica por la plaza ; Lo mismo, lo mismo, asi.
ESCENA XII.
PASCUAL. FERMINA. LA TIA MÓNICA. FERMINA.
¿Qué estás haciendo? ¡No es mala La diversión!
PASCUAL.
¡Ay ! ¡qué susto
Me has dado!
FERMINA. Vamos, despacha.
( Harán lo que indica el diálogo.)
Ropa fuera ¡Se habrá visto
Mayor zangandungo!
PASCUAL.
Vaya,
No te enfades tira
EL BARON.
FERMINA.
Poco
A poco, que me lo rasgas, j Por vida de ! . . . .
PASCUAL.
No te enfades,
Muger.
TIA MÓNICA. Fermina. ( Llamando desde adentro FERMINA.
¡Ay! que llama.
PASCUAL. ¿Que' te parece, si viene Y nos pilla?
FERMINA. Me alegrára.
PASCUAL.
Como está sobre la chupa Se arruga todo y se atasca.
TIA MÓNICA. Fermina. (Vuelve á llamar desde adentro.)
ACTO II, ESCENA XII. 433
PASCUAL.
j Válgate Dios ! Tira, mugei\
FERMINA.
Si no alargas Un poco el brazo ¡ Ay ! que viene.
PASCUAL.
Ya se ve que viene.
FERMINA.
Marcha ,
Corre.
PASCUAL. ¿ Adonde ?
FERMINA.
^ ¿ Qué sé yo ?
Al desván.
PASCUAL.
Arriba patas,
Al desván Oyes , por Dios
Que no digas
( Hace que se va , y vuelve.)
FERMINA.
Corre y calla.
(Vase Pascual por la puerta del foro, con la bata d medio quitar y arrastrando.)
Tomo II. 28
EL BARON.
ESCENA XIII.
FERMINA. LA TIA MÓNICA.
TIA MÓNICA.
¿ Dónde estás , sorda , que grito (Sale.) Como una desesperada, Y no respondes?
FERMINA.
Aqui , Doblando esta ropa.
TIA MÓNICA.
Acaba
Presto, y danos de cenar.
FERMINA. ¿Son las nueve?
TIA MÓNICA.
Poco falta.
FERMINA.
¿Pero no he de hacer la sopa De almendra ?
ACTO II, ESCENA XIII.
TIA MÓNICA.
No , que no baja El señor Barón. Está Escribiendo, y cuando haya Cerrado sus pliegos, quiere Recogerse.
FERMINA.
¡Cosa extraña! Sin cenar no lo acostumbra.
TIA MÓNICA. Oyes, mira que mañana A eso de las cinco debe Salir. Tenle preparada La manteca, el chocolate, Bollos, agua de naranja, En fin, lo que toma siempre: ¿ Estás ?
FERMINA. Bien.
TIA MÓNICA.
Deja entornada La ventana, que si no Cuando estás entre las mantas Y á obscuras, eres un tronco.
436
EL BARON.
FERMINA. ¿Con que en efecto se marcha El Barón? ¿Y que', no lleva Una tortilla con magras , O un poco de
TIA MÓNICA.
Si no sale
Del lugar.
FERMINA.
¡Ay desdichada! ¿Con que vuelve?
TIA MÓNICA.
No por cierto. Nos deja, se va de casa Y no vuelve mas.
FERMINA.
Agur,
¿Pero cómo.
TIA MÓNICA.
Ya me enfada Tanto preguntar. Recoje
(Ladra un perro d lo lejos.)
ACTO II, ESCENA XIII.
Esos vestidos, y saca La cena, y déjame en paz.
Pero ¿Qu¿ es eso ?
FERMINA.
Que ladra
El Turco.
TIA MÓNICA.
Si aquel zopenco
De Pascual No hay quien les ha
Entender Le tengo dicho
Que me le deje en la cuadra
Encerrado El se alborota
Con un mosquito que pasa.
elve á ladrar.)
FERMINA.
Ladra mucho No haya gente
En el corral.
TIA MÓNICA.
Pues si estaba Durmiendo el señor Barón ,
Cierto que Mira quien anda
En la escalera.
FERMINA. ¿Quién es?
EL BARON.
ESCENA XIY.
PASCUAL. LA TIA MÓNICA. FERMINA.
PASCUAL. ¿ Quién ha de ser ? la fantasma.
TIA MÓDICA. ¿Pues de dónde vienes?
PASCUAL.
Yo
Lo diré. .... Porque la gata ,
Como maya tanto digo:
Si se queda alli encerrada
Y empieza á rabiar Con que
Fui ¡ Pero qué ! si se escapa
Y vete á cogerla ¡ya!
Michita , michita , nada :
Miz , miz , miz Un arañazo
Me tiró que (Ladra el perro.)
TIA MÓNICA.
¿Cómo ladra Tanto ese perro ?
PASCUAL.
m ¡Calle!
ACTO II, ESCENA XIV. 439
Lo mejor se me olvidaba,
¿Pues no ha de ladrar el pobre
Chucho ? yo también ladrára :
j Toma ! . . . . Y cuenta que es verdad :
Que desde aquella ventana
De arriba no la grandota
Donde están las alcarrazas, Sino la de mas allá
TIA MÓMCA. ¿Y bien , que'?
PASCUAL.
Se descolgaba El Barón , poquito á poco.
TIA MÓMCA. Calla, bruto.
PASCUAL.
¡ No , que es chanza ! Si le he visto yo.
FERMINA.
¿De veras?
TIA MÓNICA. Anda, ve , mete en la cuadra
MO EL BARON.
El perro , y duerme , que estás Perdido de vino.
PASCUAL.
Vaya
Con Dios. .... pero yo le vi,
TIA MÓNICA. ¿ Qué has de ver , tonto ?
PASCUAL.
Si estaba
Yo en el desván y le vi.
¡ Dale ! . . . . Y con la soga larga
Del tendedero , á la cuenta ,
¿ Que sé yo ?. . . . debió de atarla
Ello, yo le vi, y el pobre Turco se desgañifaba: Huauh , huauh , huauh
ESCENA XV.
ISABEL. LA TIA MÓNICA. FERMINA, PASCUAL. ISABEL.
Madre , ¿ no habéis Sentido el rumor que anda En la calle ? gritos , golpes
ACTO II, ESCENA XV.
Yo estoy atemorizada. Parece que alguno de ellos Iba huyendo, y le acosaban Otros
TIA MÓNICA.
Y bien, ¿qué tenemos Serán los mozos, que pasan De ronda.
FERMINA, j Válgame Dios!
( Suena á lo lejos un pistoletazo.)
¿No ha sonado un tiro?
ISABEL.
Calla.
FERMINA.
¿Qué será?
PASCUAL, j Qué miedo !
ISABEL.
Vamos
A la reja de la sala.
TIA MÓNICA. Alguna quimera , que
M% EL BARON.
Al cabo no será nada
Vamos. ( Suenan golpes d la puerta.) PASCUAL.
¡Ay!
ISABEL.
¡Qué golpes!
TIA MÓNICA.
Lleva
Esa luz, mira quien llama.
PASCUAL. ¿Y he de abrir P
TIA MÓNICA.
Si no conoces Quien es , no. Fermina , baja Con él.
PASCUAL.
Mucho miedo llevo : Fermina no te me vayas,
(Fermina tomando una de las luces se va con Pascual, y continúan los golpes d la puerta.)
Los dos juntitos.
ACTO II, ESCENA XV.
FERMINA.
¡Qué prisa
Tienen! Ya van.
TIA MÓNICA.
¡Es desgracia Por cierto ! Precisamente Esta noche que me encarga Que nadie suba, que nadie Le incomode ni distraiga, Porque tiene que escribir , Y ha de recogerse para
Madrugar ladridos , voces ,
Carreras, tiros, patadas,
Alboroto Si anduviese
Por el lugar una sarta
De diablos, no hubieran hecho
Mayor estrépito.
EL BARON.
ESCENA XVI.
LA TIA MÓNICA. ISABEL. DON PEDRO. FERMINA. PASCUAL.
(Don Pedro saldrá muy alborozado. Pascual trae debajo del brazo un envoltorio , y le pondrá sobre la mesa. Fermina delan- te de ellos con la luz.)
D. PEDRO.
Hermana , Isabel , albricias : nuestro Huésped cumplió su palabra. TIA MÓNICA.
¿ Cómo ?
ISABEL. ¿Qué decís?
D. PEDRO.
Que ya ]No tenéis Barón en casa. Tal prisa lleva , que babiendo Puerta , eligió la ventana Para salir, y pudiendo Irse en carrozas doradas Con tiros napolitanos, Lacayos , pages y guardias , Por el camino de Esquivias
ACTO H, ESCENA XVI. 445
Va, que el diablo no le alcanza. Pacorrillo , el sacristán ,
Y el chico de la Tomasa Nuestra vecina , que son Dos galgos, si se desatan, Le siguen ; pero yo temo Que su diligencia es vana. El al principio se quiso Hacer el guapo , dispara Una pistola, erró el tiro,
Y á consecuencia descargan Dos ó tres palos en él ,
Tan fuertes, que si le plantan
Otro igual Bien que no quiso
Su fortuna que acertáran. Entonces , tirando al suelo Ese hatillo que llevaba, Dio á correr, y según va, Sus pies no son pies, son alas.
TIA MÓNICA.
Fermina , ven , que me quieren Volver loca , ven.
( Coge una de las luces , se va apresuradamente por la puerta del foro , y Fermina detrás.)
446 EL BARON.
ESCENA XVIT.
DON PEDRO. ISABEL. PASCUAL. LEONARDO.
D. PEDRO.
Desata Ese rebujo, y veamos El equipage y las galas
( Pascual desata el envoltorio , poniendo en la mesa lo que saca de él.)
De aquel caballero ¿Y tú,
Niña, no me dices nada?
ISABEL.
Confusa estoy De alegría
No acierto á decir palabra. Pero ¿y Leonardo?
D. PEDRO.
Leonardo No se ba muerto , ni le matan , Ni corre peligro Mira
( Saldrá Leonardo fatigado y lleno de polvo, y se sienta.)
Ya está aqui , ¿ le ves ? Ensancha
Ese corazón ¿Qué nuevas
Nos das?
ACTO II, ESCENA XVHI. 447
LEONARDO. Que el Barón se escapa : Tal ligereza de piernas Jamas la vi.
D. PEDRO.
Que se vaya
Enhorabuena ¡ Quién sabe!
Tal vez el susto que acaba De llevar será su enmienda. Asi el infeliz se salva De un presidio , en donde lejos De reprimirse las malas Inclinaciones se aumentan , Donde los delitos hallan Castigo, no corrección.
ESCENA XVIII.
LA TIA MÓNICA. FERMINA. DON PEDRO. ISAREL. LEONARDO.
( La tía Montea confusa jr llena de abatimiento se sienta.) FERMINA.
¡Marchóse por la ventana El picaro! Alli no hay mas Que una chupa desgarrada ,
EL BARON.
Un sombrero viejo, un par
De calcetas nuestra bata
De boda en una gatera, Cubierta de telarañas, La cuerda que le ha servido De escalera, y unas chanclas.
D. PEDRO.
Aquí debe parecer
Lo demás. Mira, una caja,
mostrando lo que dicen los versos.)
Y esta es la tuya, un pedazo De galón, una cuchara De plata
FERMINA.
; Que' picardía ! La que le di esta mañana Con el vaso de conserva.
D. PEDRO.
Un estuche, dos barajas,
Un anillo también tuyo
Y aqui hay dinero El estafa,
Pero restituye. /
ACTO II, ESCENA XVIII.
FERMINA. Es hombre De conciencia delicada.
TIA MÓNICA.
Bien está : dejadme sola ,
Idos, que ya es tarde Baja
Pascual, y cierra las puertas. Idos.
D. PEDRO.
¿ Que' pasión te afana ?
TIA MÓNICA.
¡ Picaron ! ; Maldito ! ; Y
Tan sencilla, tan bonaza
¡Y burlarme asi!
ISABEL.
j Querida
Madre!
LEONARDO. No es tiempo de tanta Aflicción.
D. PEDRO. Un error breve, Que no ha producido infaustas^ Tomo H. 29
450 EL BARON.
Resultas , puede ser útil , Porque instruye y desengaña. Quisiste salir de aquella Humilde esfera en que estabas,
Y te expuso esta ilusión
A un abismo de desgracias. Horror me da contemplar Cuantos males preparaba Tu ceguedad.
TIA MÓNICA.
Ya lo veo,
Y eso me angustia y me mata.
D. PEDRO.
Mira tu consuelo aqui. Sobrina, llega y abraza A tu madre.
TIA MÓNICA.
¡Ay Dios!
( Isabel abraza con ternura d su madre. Don Pedro asiendo de la mano d Leonardo le obliga d que se acerque. Isabel y Leo- nardo se arrodillan d los pies de la tia Mónica.)
D. PEDRO.
Tus hijos Son estos, y solo aguardan
ACTO II, ESCENA XVIII. 451
Tu bendición para ser
Felices No temas nada,
Leonardo, llega, que ya Mudaron las circunstancias.
TIA MÓNICA. Es verdad ¡Ay hija mía!....
( Abrazando con ternura d Isabel y Leonardo.)
Y tú perdóname tantas
Locuras, Leonardo tuya
Es Isabel.
LEONARDO. ¡Madre!
( Los dos besan las manos d la tía Ménica , se levantan y abrazan d Don Pedro.)
ISABEL.
¡ Amada
Madre !
TIA MÓNICA. Perdonadme.
( Se levanta y se acerca d Don Pedro , que asiéndola de ambas manos la recibe y habla cariñosamente.)
D. PEDRO.
¿Ves
Como á este placer no iguala Otro ninguno? Esta es
EL BARON.
La felicidad mas alta:
Esta y los sueños que excita
La ambición , promesas falsas. Vive contenta en el seno De tu familia, estimada, Querida y en dulce paz ; Que el fausto, la pompa vana De las riquezas no pueden Hacer que disfrute el alma
Estas dichas ¡Infeliz
El que no sabe apreciarlas!
MOGIGATA.
COMEDIA,
Malus , bonum ubi se simula;, tune est pessimus.
PuB. SVRO.
«wt wwn %. % % ««« ww*. %m % tww
ADVERTENCIA.
Escrita y no corregida todavía á satisfacción del autor la comedia de la Mogigata, empezaron á verse copias de ella desde el año de 1791. Durante los viajes de Moratin fuera de España , corrió esta pieza igual fortuna que la de El Barón , con poca diferencia. La representaron en muchas casas particulares de la capital, y se celebró el acierto con que la desempeñaron varios aficionados en casa del aboga- do Pérez de Castro , y en la de la marquesa de Santiago. Los cómicos de las provincias la incluyeron en su caudal, y la representaban frecuentemente : solo mereció el autor á la estimación que le profesaban los actores de Madrid que se abstuviesen de darla al público, sabiendo que se propo- nía hacer en ella alteraciones muy esenciales , y que no podia serle agradable saber que la representaban sin su aprobación por manuscritos tan viciados y tan llenos de errores suyos y ágenos.
A su vuelta hizo en ella las correcciones que le pare- cieron convenientes; y estudiada y ensayada por los cómi- cos de la compañía de la Cruz, se representó en aquel teatro el dia 19 de mayo de 1804. No hubo parcialidades, ni ven-
456 ADVERTENCIA.
ganzas, ni conspiración, ni alboroto: la experiencia habia dado á conocer la inutilidad de estos medios, y el nombre del autor aseguraba ya los aplausos. El público la recibió con aprecio particular; pero algunos críticos publicaron deli- cadas observaciones, en que manifestaron por una parte su laudable anhelo de ver el arte en toda su perfección, y por otra su corta inteligencia para indicar á los que le prac- tican los medios de lograrlo. Las censuras produjeron elo- gios y defensas ; y es de notar que unos y otras se escri- bieran con urbanidad y moderación ; prendas no muy co- munes en esle género de escritos, y que hoy dia totalmen- te se desconocen.
El autor, impasible en medio de estas disputas, y úni- camente deseoso de que nadie le defendiese aunque muchos le criticasen , si algo encontró en aquellos opúsculos digno de atención , supo aprovecharlo ; y prescindiendo de todo lo que no le pudo convencer, remitió á sus propias obser- vaciones en los efectos del teatro , las enmiendas que hizo sucesivamente en esta y en las dernas composiciones suyas.
Ponce desempeñó con perfección el papel de Don Clau- dio. Pinto manifestó su acreditada inteligencia en el de Don Luis , como Francisco Vaca en el de Don Martin. Josefa Virg , estimable actriz , cuya ilexibilidad se ha prestado siempre á los caractéres mas difíciles y mas opuestos entre sí , representó con acierto el descaro , el impaciente deseo de libertad , la astucia , la falsa devoción de Doña Clara. María García sobresalió en el personage de Doña Inés. Para inferir que el de Perico mereció la aceptación pública, baste
ADVERTENCIA. 457
decir que le hizo Querol. Francisco López causó el senti- miento de que su papel del demandadero no fuese mas largo ; porque en él pintó con excelencia un viejecillo tan pusilánime, inepto, encogido, frió, memo y ñoño como el autor le imaginó.
PERSONAS.
DON LUIS. DON MARTIN. DOÑA CLARA. DOÑA INÉS. DON CLAUDIO. LUCÍA. PERICO. EL TIO JUAN.
La escena es en Toledo, en una sala de casa de Don Luis.
El teatro representa una sala de paso con algunos adornos, mesa y sillas. A la derecha habrá una puerta por donde se va á la calle; otra á la izquierda para las habitaciones interiores; otra en el foro, que es la del cuarto de don Claudio, y á un lado y otro de ella dos ventanas usuales.
La acción empieza ú las diez de la mañana , y se acaba á las cinco de la tarde.
luí MDtlí^Üt^,
ACTO PRIMERO.
ESCENA I.
DON LUIS. DON MARTIN. D. MARTIN.
M IRA, hermano, si no quieres Que riñamos muy de veras , No hablemos mas del asunto: Dejémoslo.
D. LUIS.
Tú te inquietas Por nada. Cuando las cosas INo van según tus ideas, Regarías, gritas
D. MARTIN.
¿Y cómo He de llevar en paciencia Lo que está pasando? ¿Y cómo
LA MOGIGATA.
He de aprobarlo? ¿No es ella Mi sobrina? ¿no eres tú Mi hermano?
D. LUIS.
Nadie lo niega; Pero pues yo soy su padre, Y está á mi cargo y tutela, Déjamela gobernar.
D. MARTIN.
Es verdad ¡Y la gobiernas
Perfectamente ! . . . . ¿A qué vienen
Dilaciones y reservas?
Llegó Don Claudio á Toledo,
Se han visto ya : ¿ pues que esperas
Cásalos.
D. LUIS. Yo te diré. Me escribió veces diversas Don Pedro sobre el asunto: Me levantó á las estrellas Los méritos de su hijo: Yo, que me acordaba apenas De haberle visto pequeño, Esperaba á que vinieran
ACTO I, ESCENA I.
Ciertos informes de Ocana
Para darle una respuesta
Decisiva ; pero el padre ,
Que gasta poca paciencia,
Sin avisarme le hizo
Venir aqui. Siendo fuerza
Admitirle , no juzgué
Conveniente que supiera
Ine's nuestras intenciones.
Al principio observé en ella
Un agrado indiferente ,
Que presumí que pudiera
Con el trato ser amor ;
Pero después , tan diversa
Se le ha mostrado, que siempre
Le recibe con tibieza
O seriedad. Yo, entretanto,
Me confirmo en la sospecha
De que Don Claudio es un poco
Simple , de mala cabeza
Esta noche no ha dormido
En casa Yo sé que juega. . . .
En fin, ello es necesario Indagar qué vida lleva , Y sobre todo saber Si Inés admite contenta
LA MOGIGATA. Esta boda, ó la repugna.
D. MARTIN.
Es una cosa muy puesta
En razón Según la nifia
Lo determine y resuelva; Y la autoridad del padre
D. LUIS. Esa autoridad se templa En estos casos, pues todo Lo demás fuera violencia E injusticia.
D. MARTIN.
Sí , blandura ,
Mimo, carinitos Deja,
Deja, que ya verás pronto Los efectos.
D. LUIS.
Quien te oyera Hablar asi , pensaría , Según lo que tú lo esfuerzas, Que la muchacha camina A su perdición derecha, Y que su padre la ofrece
ACTO I, ESCENA I. Medios para que se pierda.
D. MARTIN.
Si observase la conducta De su prima , alli aprendiera A servir á Dios , á ser Humilde , juiciosa y quieta. D. LUIS.
Eso sí.
D. MARTIN.
Pues ya se ve Que sí.
D. LUIS. ¿Pues quie'n te lo niega?
D. MARTIN.
Es que yo sé bien por que'
Lo digo Hay gran diferencia
De prima á prima.
D. LUIS.
¿ Y quie'n dice
Que no?
D. MARTIN. Por mas que lo quieras
Negar.
LA MOGIGATA.
D. LUIS. ¡Cierto que la tuya Es una nina muy bella! Siempre está metida en casa. Ayuna cuando la observa Su padre ; cuando se va , Se abalanza á la despensa
Y se desquita
D. MARTIN.
No hay tal.
D. LUIS.
Sí hay tal. Hace sus novenas, Reza la corona , tiene Oración mental, se encierra En su cuarto, abre el balcón,
Y á obscuras , porque no pueda Verla su padre , se pasa
La nina las noches frescas De verano, patullando Con el cabo de bandera De ahí al lado.
D. MARTIN.
No hay tal cosa.
ACTO I, ESCENA I.
D. LUIS.
Sí hay tal cosa. Como empica En el servicio de Dios Las horas de esta manera, No cose jamas , no aplancha , No hace un punto de calceta, No mueve un trasto, ni quiere Ocuparse en las faenas Propias de toda muger, Y deja el encargo de ellas A su prima, pues la vida Contemplativa y austera No la permite atender A las cosas de la tierra. Cuando su padre la ve, Libros devotos hojea; Cuando queda sola, entonces Es la lectura diversa : Coplas alegres, historias De amor, obrillas ligeras, Novelas entretenidas, Filosóficas, amenas, Donde predicando siempre Virtud, corrupción se ensena. Estas obras de moral Don Benito se las presta: Tomo íí. 30
LA MOGIGATA.
Ese estudiante andaluz, Opositor á prebendas, Que vive en el guardillón.
D. MARTIN.
Pues yo te doy por respuesta Que no he visto tales libros, Ni pienso que ella los lea, Ni sé de tal Don Benito, Ni he sospechado que tenga Con nadie conversación.
D. LUIS.
Pues todo es verdad.
D. MARTIN.
¡Perversa
Envidia!
D. LUIS. No hay tal envidia.
D. MARTIN.
Bien está; di lo que quieras: No me podrás persuadir Que la muchacha no es buena. Y sobre todo , pensar
ACTO lí ESCENA I.
Que su disimulo llega
A tanto, que siendo alegre,
Y revoltosa y traviesa,
Solo por disimular
En un convento se encierra
Para siempre, es un delirio
Que solo tú le dijeras.
D. LUIS. No la he visto profesar.
D. MARTIN.
Profesará.
D. LUIS. Bien pudiera Ser, pero
D. MARTIN. Profesará.
D. LUIS. No seré yo quien lo crea.
D. MARTIN.
Profesará, sí señor, Profesará.
LA MOGIGATA.
D. LUIS. Sí te empeñas En que ha de ser
D. MARTIN.
Y será. Porque yo quiero que sea, Y será.
D. LUIS. Bien, no te enfades. Pero si la trampa hiciera Que renunciase las tocas, ¡Qué chasco para quien piensa Heredarla en vida!
D. MARTIN. No:
Por ese lado no temas.
No es nina de las de ahora,
No es cabecilla, ni anhela
A mas que á dejar el mundo
Por la estrechez de una celda.
D. LUIS.
Ello asi parece; pero Haces muy mal en creerla.
ACTO I, ESCENA I.
D. MARTIN.
¿Por qué?
D. LUIS. Porque apenas dice Palabra que verdad sea. Si yo la conozco , si La observo, si sé sus tretas Mejor que tú: si no puede Engañarme con aquella Fingida virtud que á ti Te enamora y embelesa.
D. MARTIN. ¿Fingida virtud?
D. LUIS. Fingida ,
Y la causa es manifiesta. Cuando era nina mostraba Candor, excelentes prendas; Pero tú, queriendo ver Mayor perfección en ella, Duro, inflexible, emprendiste Corregir las mas ligeras Faltas: gritabas, no hacia Cosa en tu opinión bien hecha.
LA MOGIGATA.
Tu rigor produjo solo Disimulación, cautelas; La opresión, mayor deseo De libertad ; la frecuencia Del castigo, vil temor ;
Y careciendo de aquellas Virtudes que no supiste Darla, aparentó tenerlas. La hiciste hipócrita y falsa;
Y asi que adquirió destreza Para engañar á su padre, Le engañó de tal manera, Que solo cuando mas vicios Tuvo, la creyó perfecta.
D. MARTIN.
¡Bien! ¡Muy bien! Voy admir;
De razones tan discretas.
D. LUIS.
¿Te vas?
D. MAETI1S. Se acabó el sermón
Y van á cerrar la iglesia. Mira, tu Don Claudio sube Cantando por la escalera.
;Si habrá dormido esta noche
ACTOI, ESCENA II. 471
Al fresco? jQue' tres cabezas,
El padre, la señorita
Y el yerno!.... ¡Que' tres!
(Se va Don Martin por la puerta del lado derecho , y por la misma sale Don Claudio.)
ESCENA II.
DON LUIS. DON CLAUDIO. D. LUIS.
Ya era
Tiempo de volver á casa. Te aguardamos con la cena Hasta las once , y al cabo
No te vimos Nunca vuelvas
A trasnochar de ese modo.
D. CLAUDIO.
Es que me detuve ahí cerca , En casa de un conocido, Que tiene una tos muy recia, Y calentura, y
D. LUIS.
Pues mira Que cuando otra vez suceda
LA MOGIGATA.
No te canses en venir, Porque haré' cerrar las puertas
Y que te lleven los trastos
Al mesón ¡Pero que tengas
Tan poco juicio, que ayer (Y eso que fue la primera Vez) en casa de Don Juan Tales locuras hicieras! Fumar donde nadie fuma, Silvar, rascarse las piernas
Y rebanar con el dedo Las jicaras y lamerlas: Interrumpir cuando hablaban Los demás, no dar respuesta Con tino ni reflexión.
¿Que' gracias eran aquellas Tan pesadas que digiste? ¿Quien te pudo dar licencia Para correr por la casa,
Y derretir la manteca En la cocina, escaldar Al gato y
D. CLAUDIO.
De esa manera, Cuando vaya á alguna parte
ACTO I, ESCENA II. 473
Me habré de estar hecho un bestia. Si no permiten un poco De libertad
D. LUIS.
Pero es fuerza Que esa libertad moderen El respeto y la prudencia.
D. CLAUDIO.
Yo no se' cómo entenderlo. Si uno calla, luego empiezan A decir que es un hurón; Si no calla
D. LUIS.
Si no encuentras Medio, no es mucho que en ambos Extremos necio parezcas. Si ves que al ir á decir Una gracia se te suelta Un disparate , y el ceño De los demás te demuestra Que fuiste poco gracioso, ¿Por que' repites la escena? ¿Por que' quieres que á ti solo
A7Í LA MOGIGATA.
Te escuchen ? ¿ Por que' no piensas Antes lo que has de decir? ¡Que haya cátedras y escuelas De saber hablar, y el arte De callar nadie le ensena!
( Hace que se va y vuelve.)
D. CLAUDIO.
(Aparte. Si me apura mas, tan fijo
Que le digo cuatro frescas.)
D. LUIS.
Mira que voy á escribir
A mi cuarto. Si te quedas
En casa, por Dios te pido
Que no vayas á esa pieza
Jalbegada del rincón
A repetir la tarea
De tu canticio infernal.
Que después de ser tan bella
La voz que tienes, no sabes
Dejarlo, á todos molestas,
Y das tales alaridos
Que en la vecindad se quejan.
(Vase por la puerta de la izquierda.)
i I
ACTO I, ESCENA III.
ESCENA III.
DON CLAUDIO. PERICO.
( Saldrá Perico por la puerta del lado derecho.)
PERICO.
¡Señor!
D. CLAUDIO. ¡ Periquillo ! ¿ Cómo ? . . . .
PERICO.
Como que estoy ya de vuelta.
Un abrazo y otro, y mil.
Vine anoche, estábais fuera
D. CLAUDIO.
Sí, tuve que hacer.
PERICO.
Al fin
No es la prisión muy estrecha Cuando hay asuetos nocturnos.
D. CLAUDIO.
Ya llevé mi reprimenda.
¿Y qué dices? ¿Qué hay de bueno
Por Ocafía? ¿Cómo dejas
A mi padre?
LA MOGÍGATA.
PERICO.
Tan contento De la dicha que os espera.
Me dio una carta Y por cierto
Que al mudarme la chaqueta Me la deje' en el mesón.
D. CLAUDIO.
¿Y no te ha dado siquiera Algunos cuartos?
PERICO.
¿A mí?
Ni el valor de una peseta. Dice que yo no le sirvo, Que os presente á vos la cuenta , Y que me paguéis sin falta, Pronto, y en buena moneda.
D. CLAUDIO.
Bien dicho, pero no tengo Un maravedí.
PERICO.
¡ Pues fuera Cosa de ver ! . . . . : Por ventura,
ACTO I, ESCENA III. ¿77
En tres semanas y media Que falto de aquí
D. CLAUDIO.
Sí, amigo. Qué quieres: á uno le tienta El diablo, y
PERICO.
¿Qué mayor diablo Que tener mala cabeza ?
D. CLAUDIO.
Es verdad que yo he gastado En comprar mil frioleras También ; pero lo de anoche.
PERICO. ¿Y qué ha sido?
D. CLAUDIO.
Una merienda Ahí en casa del Zurdillo.
PERICO.
¡ Bueno !
D. CLAUDIO. ¿Qué quieres que hiciera ?
LA MOGIGATA.
Estuvo la Catugilla,
Y aquella moza trigueña
PERICO.
¿La Virtudes?
D. CLAUDIO.
Esa misma; Yo y el hijo de la Crespa.
PERICO.
Adelante.
D. CLAUDIO. ¡ La Catuja , Hombre, qué chica tan bella!
PERICO.
Al caso.
D. CLAUDIO.
Pues merendamos:
Y para alegrar la fiesta, Un sargento de milicias Que le falta media oreja,
Viene, y ¿Sabes de quie'n
Primo? de la molinera.
PERICO.
Ya.
D. CLAUDIO.
Pues amigo, sacó
ACTO I, ESCENA III.
La barajilla: se empería El juego, y ¡vaya! . . . . Diez duros Que importó la francachela, Por una parte, y por otra
El ¡maldito de Dios sea!
Si en el sacanete siempre
Tengo una suerte perversa
Eso sí, yo le gané
Las cuatro manos primeras;
Pero después se volvió
El naipe , y en hora y media
Que duró aquello, perdí
Cuanto puse y mas que hubiera.
El echó cuatro porvidas,
Se levantó de la mesa
Diciendo que era ya tarde :
Fuese, y á todos nos deja
Sin blanca.
PERICO.
¿Y á las muchachas
También?
D. CLAUDIO.
Puse yo por ellas, Porque no era regular
LA MOGIGATA.
PERICO.
¿Con que, en fin, de la remesa Que vino ya no hay un cuarto?
D. CLAUDIO.
Nada, y Yo no sé qué hiciera.
Y ese prendero maldito Me va cogiendo las vueltas Por un poco que le debo.
PERICO. ¿También esa?
D. CLAUDIO.
También esa.
Y dice que ha de venir
A ver si Don Luis encuentra Modo de que yo le pague.
PERICO.
Y bien, dejarle que venga.
D. CLAUDIO.
¡Toma! Pues si el viejo sabe Eso, la hiciéramos buena.
ACTO I, ESCENA III.
PERICO. ¿Qué, ya empieza á regañar El suegro en flor?
ü. CLAUDIO.
Me revienta.
PERICO.
¿Y Doña Inés?
D. CLAUDIO.
Doria Inés Ya viste que anclaba seria Conmigo cuando te fuiste: Pues de la propia manera
Ha seguido De las dos
Primas la que mas me peta Es la Clarilla. Esa sí. Y no he dejado de hacerla Algunos cocos. A mí Me gusta.
PERICO.
¡Qué desvergüenza! ¿Si quiere cantar maitines, A qué vendrá distraerla? Pero. ....
II. 31
482 LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO.
¿Qué es eso?
PERICO.
Dejadme.
D. CLAUDIO. ¿Qué te suspende?
PERICO.
( Hace ademanes de discurrir y vacilar en la resolución.)
Quisiera
Ver si No Bien puede ser;
Pero ¡Divina ocurrencia!
Y se ha de hacer, no hay remedio.
D. CLAUDIO. ¿ Pero qué?
PERICO.
Veréis qué idea. ¿Supongo que ya sabéis El gran fortunon que espera Don Marlin?
D. CLAUDIO.
¿Lo de Sevilla?
Algo sé.
ACTO I , ESCENA III.
PERICO.
Después de cena
Me contó ayer la criada
El caso letra por letra.
Ello es que los viejos tienen
En Sevilla (ó por mas señas
Ya no lo tienen) un primo
Beneficiado, que deja
Por su heredera absoluta
A Doña Clara. La herencia
Es un horror ¿Qué sé yo
Casas, molinos, jaciendas ,
Jolivas En fin, el lance
Es que como da en la tema
De ser monjita , su padre
(Sin que nadie se lo pueda
Disputar) todo lo pilla.
El por instantes espera
La copia del testamento ,
Teniendo noticias ciertas
De que ya el Beneficiado
Goza de la vida eterna.
Pues aqui de mi invención.
¿Esta Clara se mosquea
Cuando la dicen que es linda?
¿Chilla cuando la requiebran?
#
LA MOGIGATA.
Si uno se arrima ¿le vuelve Un torniscón , ó se alegra ?
D. CLAUDIO.
Siempre que he llegado á hablarla Se ha mostrado muy risueña ; Pero como yo no hacia Intención
PERICO. ¿Qué, de quererla? Pues ya es preciso. La otra No os gusta , ni vos á ella : Y al contrario , si podéis Alzaros con la prebenda De la novicia , y
D. CLAUDIO.
¡Qué pillo Eres para cosas de estas !
PERICO.
Si en la gran Compluto fui El coco de las escuelas.
D. CLAUDIO.
Pues mira, tú la has de hablar, Periquillo , y cuando veas
ACTO I, ESCENA III. 485
PERICO.
¿Yo? ¿Pues me he de casar yo?
D. CLAUDIO.
Hombre, si me da vergüenza
Vergüenza no, sino asi Como
PERICO.
¡Pues cierto que es buena Ocasión de timideces,
Y melindres é indirectas! Vaya que no he visto tal.
D. CLAUDIO.
¿ Pues y si luego nos echa Noramala ?
PERICO.
Probaremos. Háganse las diligencias,
Y si da en que ha de ser santa, Por muchos anos lo sea.
D. CLAUDIO.
Gente viene.
PERICO.
Y es, no menos,
486 LA MOGIGATA.
El señor Juan de Co relia, Demandadero mayor, Por gracia de la abadesa, Del consabido convento. Según dijo Lucigüela
Anoche Ya sé á qué viene.
Esperad en esa pieza Mientras se va.
(Vase Don Claudio por la puerta del foro.)
ESCENA IV.
PERICO. EL TIO JUAN. PERICO.
¡Señor Juan! ¡Oh, señor Juan !
TIO JUAN.
Esta esquela Traigo para Don Martin. ¿ Se puede entrar ?
PERICO.
Esta fuera.
TIO JUAN, j Sois de la casa ?
ACTO I, ESCENA IV.
PERICO.
¿ Pues no ? Y es mucho que no se acuerda El señor Juan. A recados Al convento me despean.
TIO JUAN.
Como yo no paro alli Un instante
PERICO.
¿Y la parienta? Siempre lan robusta, ¡eh! vaya.
TIO JUAN. Si se murió por cuaresma. PERICO.
¡Hombre !
TIO JUAN.
¡ Toma ! Yo no se'
Si aqui os la deje ó* si vuelva.
Estoy tan harto de andar
Es sobre aquello de Illescas.
PERICO.
Sí, de Illescas Por aquel
Censillo de las bodegas.
( Quitándole al tío Juan el papel de la mano.)
488 LA MOGIGATA.
Bien, pues yo se la daré
A Don Martin cuando venga.
TIO JUAN.
Mejor es.
PERICO. Sí, y él irá Por allá con la respuesta.
TIO JUAN. Pso se olvide.
PERICO.
Quedo en ello.
ESCENA V.
PERICO. DON CLAUDIO. PERICO.
(Después de haber leído el papel, hace extremos de alegría.)
¡ Lindo!
D. CLAUDIO. ¿ Que' locura es esa , Hombre , que
PERICO.
j Santo papel , Que asi nuestro nial remedias!
(Lee el papel, jr luego le dobla y se le guarda.)
ACTO I, ESCENA V. 489
J. M. y J. zz "Mi señor Don Martin : á conse- cuencia del aviso que recibimos el otro dia de »que usted nos habia hecho la caridad (Dios se »lo pague) de cobrarnos en Illescas, cuando vol- » vio de Madrid , los tres mil y cuatrocientos rea- »les de aquel censillo, habia dado orden á Don » Lorenzo el mayordomo para que pasase á ver á » usted y se hiciera cargo de ellos ; pero desde » ayer está el pobrecito con un cólico terrible : el «Señor quiera mejorarle, que harto se lo roga- »mos todas. El dador de esta es persona muy se- »gura, y podrá entregarle dicha cantidad. Usted » perdone estos enfados, dando memorias á todos » los de su casa , y á nuestra Clara en particular, »que deseamos verla, y pedimos á Dios la de' su » gracia para que le sirva, ±z B. L. M. de usted su » mayor servidora, Juana María de la Resurrec- ción del Señor, abadesa indigna."
D. CLAUDIO.
¿Y qué sacamos con eso?
PERICO.
¡ Ahí es una friolera !
¿ Este Don Martin me ha visto ?
LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO. ¿Yo, qué sé?
PERICO.
Vamos con flema. Cuando llegamos de Oca ña Un mes ha, ¿no estaba él fuera?
D. CLAUDIO. En Madrid, que luego vino.
PERICO.
Muy bien: y antes de su vuelta ¿No me fui yo?
D. CLAUDIO. Sí.
PERICO.
¿Y anoche No rne estuve en esas piezas De ahí adentro , que ninguno Me vio sino la doncella?
D. CLAUDIO. Tú lo sabrás.
ACTO I, ESCENA Y. 491
PERICO.
Yo lo sé
Y Don Martin , por mas señas , ¿No es medio cegarro?
D. CLAUDIO.
Y mucho.
PERICO.
¿Sí? Pues la trampa está hecha. Si no pagáis al prendero, Se enfada , viene , lo cuenta ,
Y nos pierde Sin dinero
Ninguno paga sus deudas. Yo conozco al señor Juan,
Y el no sabe quien yo sea
Por otra parte, las Madres
No han de ser tan avarientas
Que hoy mismo quieran los cuartos.
Mañana tomo soleta
Y voy á Madrid
D. CLAUDIO.
¿A qué?
PERICO. A encargos y diligencias Sobre el pleito.
493 LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO. Ya.
PERICO.
Pues bien, Me voy; y aunque el hombre vuelva, ¿A quién dirá el desdichado Que entregó la triste esquela? Sospechan en mí, no importa. Me escriben, respondo; vuelta A escribir y á responder:
Los canso, se desesperan
Y si el asunto va mal, Que me escriban á Ginebra. Ademas, como se logre Que Dona Garita os quiera, Entonces Pero ella viene.
D. CLAUDIO. Háblala , mira , no pierdas Este lance.
PERICO.
¿Pero vos Tenéis trabada la lengua?
D. CLAUDIO. Ya viene. A Dios.
(Vase por la puerta de la derecha.)
ACTO I, ESCENA VI. 493
PERICO.
¿No hay remedio? Pues buen ánimo, y á ella.
( Se sienta de espaldas á la puerta por donde sale Doña Cla- ra , y hablará como si creyese estar solo. Doña Clara escucha y le observa.)
ESCENA VI.
PERICO. DOÑA CLARA. PERICO. ¡Válgate el diantre la nina, Qué presto ha dado por tierra Con mi buen señor!
DOÑA CLARA.
Perico.
PERICO.
Y ahí es decir que nos queda
Esperanza ¡ Pobrecito !
De que se seque y se muera.
¿ Que' ha de esperar ? Que la encierren ,
La pelen, y no la vea
Jamas.
DONA CLARA. ¿Si será por mí?
494 LA MOGIGATA.
PERICO, j Ay amor ! ¿Y no valiera Mas decírselo? ¿Ha de ser Tan cruda , tan indigesta , Que viendo á aquel infeliz?.. . . No puede ser, aunque fuera Un serpenton.
DONA CLARA. Periquillo.
PERICO.
¿ Quie'n lia de haber que consienta Que un muchacho, tan muchacho,
Y de casa solariega,
Se nos muera tontamente, Sin motivo de mas fuerza Que porque la tal Clarita Es graciosa y pispireta,
Y porque tiene la boca Coloradilla y pequeña,
Y porque tiene los ojos
Negritos? y Pues por esa
Razón , ella ha de curarle ,
Ya que el mal nos vino de ella. Señora.
(Se levanta fingiendo sorpresa de haber visto á Doña Clara.)
ACTO I, ESCENA VI. 495
DOÑA CLARA. ¿Qué, ya has venido De Ocaña?
PERICO.
Y aun mejor fuera No haber venido.
DONA CLARA.
¿ Por que' ?
PERICO. Por nada ¡Si lo supiera!
DOÑA CLARA. ¿Estás malo?
PERICO,
No señora.
(Se va retirando, y finge hablar entre si algunas expresio- nes, según lo indica el diálogo.)
Me voy
DOÑA CLARA. ¿Adonde?
PERICO.
A la iglesia,
A rezar.
LA MOGIGATA.
DONA CLARA. ¿Porque yo vengo
Te vas?
PERICO. ¿ Pero que' se arriesga ? ,
DONA CLARA.
¿Qué dices?
PERICO.
Si el desdichado Pierde su salud por estas Timideces, para mí Será un cargo de conciencia. Señora, si me queréis Escuchar
DOÑA CLARA.
Di lo que quieras.
PERICO.
¿Estamos solos?
DOÑA CLARA. Parece
Que sí.
PERICO.
Yo tiemblo
ACTO I, ESCENA VI. 497
DOÑA CLARA.
No temas.
PERICO.
Si me prometéis callar
DONA CLARA. Extraño que me lo adviertas.
PERICO.
Pues, sefíora, perdonad Mi atrevimiento, y
DONA CLARA.
¿ Qué intentas ? ¿A qué quieres atreverte?
PERICO.
No os alteréis. Quien espera Hallar compasión en vos No vendrá á haceros ofensa.
DOÑA CLARA. En fin ¿qué quieres?
PERICO.
Contaros Un chasco, una morisqueta Tomo II. 32
LA MOGIGATA.
De amor. Don Claudio se quiere Volver á Ocafia, no encuentra Quietud en Toledo, y juzga Que es el remedio la ausencia. El no quiere á Doria Inés, La aborrece.
DOÑA CLARA.
¿Qué me cuentas?
PERICO.
Y al mismo tiempo por otra Está que se desespera.
DOÑA CLARA.
¿ Qué dices ? ¡ Cosas del mundo !
¿Con que es de Ocafia? Por fuerza,
De alli será.
PERICO.
INo señora, No es de alli.
DOÑA CLARA.
Pues qué , ¿ pudiera Tener ya en Toledo amores? Dímelo todo Y no temas
ACTO I, ESCENA VI. 499
Que se lo cuente á mí prima, No.
PERICO.
¿Con que ha de ser? Pues ea. Señora, él os quiere, y
DOÑA CLARA.
¿Cómo?
PERICO.
Y os quiere de tal manera Que es frenesí.
DOÑA CLARA.
¡Qué osadía!
Pues Vete, vete, y no vuelvas
A verme nunca.
PERICO. De vos
No esperaba otra respuesta. Por falta de reprensión
Y de consejos no queda,
Que bien claro se lo he dicho ;
Pero la pasión le ciega
Quedad con Dios. ( Hace que se va.)
DOÑA CLARA.
Oyes, mira.
LA MOGIGATA.
PERICO.
¿Qué he de ver? Harto se muestra Que no tenéis caridad. ¿Que' podéis decir que sea INueVo para mí? ¿Que vais A ser monja? Enhorabuena. ¿Que es un loco? Los amores Pierden la mejor cabeza. (Hace que se va.) DOÑA CLARA.
Mira.
PERICO. Dejadme, por Dios.
DOÑA CLARA. ¿Con que esa pasión es cierta?
PERICO.
¡ Ay señora ! ¿ Lo dudáis ?
DOÑA CLARA. ¿Pues quie'n me asegura de ella?
PERICO. Vuestros ojos.
DOÑA CLARA.
: Ah bribón ! . . . . . (Riéndose.)
ACTO I, ESCENA VI. 501
PERICO. Pero si se considera , Yo no sé que' inconveniente Puede haber
DOÍNA CLARA.
Calla , que empiezas
A irritarme.
PERICO.
Otras habría Que admitiesen la fineza De un amante tan leal ;
Pero vos ¡Ah! si yo os viera
Casada con él casada ,
Entre los mimos y fiestas De hermosas criaturitas , Vivarachitas , traviesas Como su madre.
DOÑA CLARA. Perico ,
Vete j Ay Dios! toda me inquietas.
PERICO.
Aunque miréis con horror El matrimonio, pudiera
502 LA MOGIGATA.
DOÑA CLABA.
No. yo no le tengo horror.
PERICO.
¿ Pues que' detención es esa ?
El es de buena familia,
De buena edad, buenas prendas.
DONA CLARA. Eso sí: no es mal muchacho.
PERICO.
La verdad, ¿no le quisierais Para marido? ¿No os gusta? ¿No tiene linda presencia?
DONA CLARA. Sí, de'jame.
PERICO. ¡ Pobrecillo! ¡Qué desesperadas nuevas
Le voy á dar ! Es inútil
Hablar mas de la materia.
( En ademan de irse.)
DONA CLARA.
¿Te vas?
ACTO I, ESCENA VI. 503
PERICO. ¿Qué he de hacer?
DOÑA CLARA.
Atiende.
Dile.
PERICO. Sí, que nunca os vea.
DONA CLARA.
No es eso.
PERICO.
Que si se quiere Morir de amor , que se muera.
DOÑA CLARA. No, sino Tú no me entiendes.
PERICO.
¿Cómo queréis que os entienda? DOÑA CLARA.
Dile Que es un atrevido.
¡Ay Periquillo! me cuesta Tanto ruhor.
PERICO.
¡Qué locura!
LA MOGIGATA.
¡Vaya! Sobre que se juega Limpio.
DONA CLARA. Dile que vendré A hablar con él esta siesta Aqui mismo , que me espere. . Pero decirlo pudieras Como que sale de ti.
PERICO.
¡Oh! bien. A mi cargo queda. Pero ¿ no le digo mas ?
DOÑA CLARA. Harto es eso.
PERICO. Mas quisiera.
DOÑA CLARA. Vete , vete.
PERICO.
Pero no Me le riñáis cuando venga , ¿No?
ACTO U ESCENA VII. 505
DOÑA CLARA. Bien , no le reñiré.
PERICO.
Que el quereros no es ofensa.
(Vase por la derecha.)
DOÑA CLARA. A Dios, picarillo, á Dios.
ESCfiXA VII.
DOÑA CLARA. LUCÍA,
DOÑA CLARA. Muchacha, estoy muy contenta. Ya no hay tocas , ya no hay torno.
LUCÍA.
¿ Pues que' novedad es esa ? Ya se' que no le ha de haber.
DOÑA CLARA.
Sí, pero no es lo que piensas. Don Claudio está enamorado De mí.
LUCÍA.
¡Calle!
506 LA MOGIGATA.
DONA CLARA.
Sí; y no creas Que es un pasatiempo , no ; Es carino muy de veras. A la siesta nos veremos Para tratar lo que deba Disponerse y
LUCÍA.
Ya que habláis De eso , sabed que os espera En la esquina , deseando Un ratillo de parleta, El hijo de la Escribana.
DONA CLARA.
Anda, ve y dile que vuelva Después , ó no venga mas.
LUCÍA. Es ingratitud muy fea.
DONA CLARA.
¿ Qué importa ? Le quise ayer , Porque imagine' que fuera Preciso valerme de él ;
ACTO I, ESCENA VIL
Pero ya tiene licencia De mudarse.
LUCÍA.
Yo no alcanzo Por que' con tal ligereza De ese Don Claudio os fiáis.
DONA CLARA.
¿ Que' sabes tú , majadera ? Si desde el punto que vino Observe' la indiferencia Que gastaba con mi prima: En el estrado y la mesa Se sentaba junto á mí, Y yo, que no soy muy lerda. . Ayer mismo me cogió, Sin que nadie lo advirtiera , Esta mano, y la apretó Tanto, y dijo: ¡Ay, Clara bel] Moni lia , guapita !
LUCÍA.
Y vos
¿Qué dijisteis?
DONA CLARA.
¿Que' pudiera
LA MOGIGATA.
Decirle estando allí todos?
Me puse así muy contenta.
Le miré , y no mas.
LUCÍA.
El gusto Será, si las cosas llegan A efecto, ver á los viejos.
DOÑA CLARA.
■¿ Qué han de hacer cuando lo sepan
Y sobre todo, primero Soy yo.
LUCÍA. ¿No teméis la fiera Condición de Don Martin?
DONA CLARA. ¿Y por qué debo temerla?
LUCÍA.
Porque si os casáis no habrá Quien su cólera detenga.
Y como le habéis sabido Embobar con apariencias De santica
ACTO l> ESCENA VII. 509
DONA CLARA.
Hija , en el mundo El que no engaña no medra ;
Y hoy mas que nunca conviene Usar de astucia y reserva.
Fingir, fingir Si mi padre
Trata de heredarme, y piensa, Después de haberme tenido Tan abatida y sujeta,
Que he de sepultarme en vida , Valiente chasco se lleva. Harto he sufrido. Ya es tiempo De romper estas cadenas , De vengarme , y de vivir.
LUCÍA.
Vuestra prima. (Mirando adentro.)
DOÑA CLARA.
Salte afuera , Que la he dicho que tenia Que hablar á solas con ella
Y al arrimón le dirás
Que me duele la cabeza.
510
LA MOGIGATA.
ESCENA VIII.
DOÑA CLARA. DOÑA INÉS.
DONA INÉS. Y bien, Garita, ¿que ocurre?
DOÑA CLARA.
Que me saques de una extrema Inquietud.
DOÑA INÉS.
¿ Cuál es la causa ?
DOÑA CLARA.
Como tu bien me interesa
Tanto Dime, este Don Claudio,
Que según todos sospechan Ha venido á ser tu novio , ¿Es de tu gusto? De veras, ¿ Le quieres ?
DOÑA I1NÉS.
¿Yo? no por cierto. ¿Imaginas que pudiera Prendarme de él?
ACTO I, ESCENA VIII.
DONA CLARA.
j Lindamente
Disimulas !
DONA INÉS. ¡Qué simpleza!
DONA CLARA. ¿Con que no le quieres?
DOÑA INÉS.
No.
Porque no hay cosa que vea En él que no me disguste.
DOÑA CLARA.
¿Y si tu padre se empeña En ello?
DOÑA INÉS. No , no es capaz De empeñarse en que yo sea
Infeliz Me quiere mucho,
Y tiene mucha prudencia.
DOÑA CLARA. No te puedo ponderar , Inés, cuánto me consuela
LA MOGIGATA.
Que pienses asi. Yo estaba En extremo descontenta , Temiendo que ibas á hacer Una locura.
DOÑA INÉS. No temas.
DONA CLARA.
El, en efecto, parece Un hidal güito de aldea ; Vanidoso, tonto y pobre,
Aturdido , mala lengua
¡Y qué figura tan rara!
DOÑA INÉS.
En eso, prima, no aciertas, Que es buen mozo.
DONA CLARA.
Si te gusta, Inés, en buen hora sea.
DOÑA INÉS.
Pero ¿qué tiene que ver Que le quiera ó no le quiera
ACTO I, ESCENA VIII. 513
Para decir la verdad? El me fastidia , me apesta , No puedo sufrirle ; pero Es buen mozo.
DONA CLARA.
No hay belleza Sino en Dios : las criaturas Todas somos imperfectas.
DONA INÉS. ¿Ya empiezas con eso?
DONA CLARA.
En fin, Si este partido desprecias, ¿•Quién sabe que no te inclines A la religión, y seas Monja también?
DONA INÉS.
Prima, yo Soy muy profana, muy lega, Y algo apegadilla al mundo.
DONA CLARA. ¿Pero no ves que nos cercan En el siglo mil peligros? Tomo II. 33
LA MOGIGATA.
DONA INÉS. Sí, ya lo sé; ¿pero piensas. Que en la soledad también Mil peligros no se encuentran?
DONA CLARA. Practicando la virtud
DONA INÉS.
Practicándola , en cualquiera Estado serás feliz
DOÑA CLARA.
Pero no dudes que aquella Vida penitente , humilde , Es mas pura y mas perfecta.
DOÑA INÉS.
Sí, pero lleva consigo Obligaciones tan serias, Que el empeño de cumplirlas Hará temblar á cualquiera. Muclio de Dios necesita La que á tanto se resuelva: Porque si las cumple bien, Prodigioso esfuerzo cuesta;
ACTO lj ESCENA VIII.
Y si no, después de amarga Vida ¡que' suerte la espera!
DONA CLARA.
Eso sí, tú siempre Vamos,
Se conoce que no apruebas Mi elección.
DONA INÉS.
¿No he de aprobarla Sí, prima , y no te parezca Que yo la repugne en ti Porque á mí no me convenga. Yo, que me conozco, y veo Mi débil naturaleza, Llena de temor, elijo La menos difícil senda. Tú vas por otra, y vas bien, Si tienes constancia y fuerzas,
Y mucha virtud, que al fin La perfección está en ella.
DOÑA CLARA.
Eso apetezco, esa es La felicidad que anhela Mi corazón.
516 LA MOGIGATA.
DOÑA INÉS.
¡Qué bien haces! (Con ironía.)
DONA CLARA. Alli viviré contenta.
DONA INÉS. Y aun aqui no vives triste. DONA CLARA.
¿ Cómo ?
DONA INÉS. Digo, que no dejas De procurar distracciones
DONA CLARA. ¿Qué quieres decir ?
DONA INÉS.
Honestas,
Se supone.
DONA CLARA. Pero
DONA INÉS.
Anoche,
ACTO í, ESCENA VIII.
Con aquel tiple y aquellas
Coplas ¡ Tal cual ! Ello sí ,
Cantaron mil desvergüenzas ; Pero la sierva de Dios
Alli se estuvo muy quieta
Y hubo tosecilla y
DONA CLARA.
Calla ,
No me apures la paciencia , Mira que
DOÑA INÉS. ¡La santa!
DOÑA CLARA.
Calla ,
Que te arrancare' la lengua.
518 LA MOGIGATA.
ESCENA IX.
DON MARTIN. PERICO. DOÑA CLARA. DOÑA INÉS.
( Perico sale vestido ridiculamente con casaca , manguito y bastón , un parche en un ojo y cojeando. )
D. MARTIN. Entrad, caballero. Ninas
(Vanse Doña Clara y Doña Inés.)
PERICO.
Pues aqui tenéis la esquela.
(Le da la esquela á Don Martin.)
D. MARTIN.
Si me permitís
PERICO.
Leed.
(Lee Don Martin. Perico se pasea y se limpia el sudor con un pañuelo.)
MARTIN. ¡Válgame Dios!
PERICO.
¿ Que os inquieta ? í). MARTIN. ¿Con que el pobre Don Lorenzo
ACTO I, ESCENA IX. 519
PERICO. Sí , amigo , ¡ quién lo dijera ! Después de diez años largos Que no le lie visto, se acuerda De morirse jEs mucho trago!
Y ahí es decir que me queda Otro hermano.
D. MARTIN.
¿ Luego vos Sois su hermano?
PERICO.
Un mes me lleva. Yo me llamo Don Sempronio De Hinestrosa : mi parienta Se llama Doña María Godinez Ribadeneyra : De mis hijas, la mas gorda Se llama Doña Teresa , La menor Doña Guiomar;
Y entrambas , por consecuencia , Son sobrinas del difunto.
D. MARTIN.
¿•Murió?
PERICO. No, pero sospechan
520 LA MOGIGATA.
Que morirá Si queréis
Entregarme lo que reza El papelito.
D. MARTIN.
Al instante, Voy allá
( Hace que se va, y vuelve.)
Pero ello es fuerza Que hiciese algún disparate Al comer.
PERICO.
Si no que sea Que ayer tarde merendó Un cochinillo con setas
D. MARTIN.
Eso basta.
PERICO. Ya se ve Que basta y sobra , y pudiera Ser suficiente á matar Al Convidado de piedra.
D. MARTIN. Cierto que ha sido un
\
ACTO I, ESCENA IX.
PERICO.
Anoche A eso de las once y media Le entró tal calenturon, Que pensamos que se fuera
Por la posta Convulsiones,
Hipo, delirio ¡Tremenda
Noche ! Todos aturdidos ,
Toda la casa revuelta
Juntáronse tres doctores , De los de mas reverendas, Que tienen atarugadas
De difuntos las iglesias
Todo se volvió visages, Y polvos , y citas griegas ; Pero viendo que el paciente No mejoraba con ellas, Le recetaron la unción, Y tomaron las pesetas.
D. MARTIN. ¡Qué desgracia!
PERICO.
La mayor
Que sucedemos pudiera
Si me queréis despachar
522 LA MOGIGATA,
D. MARTIN.
( Hace que se va y vuelve.)
La pobre Doña Vicenta ¿Cómo está?
PERICO.
¿Cómo ha de estar?
Traspasada Si quisierais
Despacharme
D. MARTIN.
Sí, al momento Iré', si me dais licencia, A buscar ese dinero.
PERICO.
Id con Dios.
ESCENA X.
PERICO. DON CLAUDIO. PERICO.
Tenemos hechas Mil diligencias. La nina Mas blanda está que una breva.
D. CLAUDIO. ¡ Periquillo ! (Desconociéndole.)
ACTO I, ESCENA X.
PERICO. El mismo soy.
D. CLAUDIO.
He vuelto á saber que nuevas
PERICO.
Bien está.
D. CLAUDIO. ¡Pero que7 trage, Hombre ! . . . .
PERICO.
Vamos, no se pierdan T T .. r
Los instantes. La monjita
Por vos se desbace y quema.
A la siesta no salgáis ,
Que ha de venir á esta pieza
A hablar con vos del asunto
Matrimonial.
D. CLAUDIO.
¿Sí? ¿De veras?
PERICO.
De veras Pero id al cuarto,
Que si Don Martin nos viera
524 LA MOGIGATA.
Hablar, éramos perdidos. Al cuarto.
D. CLAUDIO. Pero ¿qué intentas? PERICO.
Al cuarto.
ESCENA XI.
PERICO. DON MARTIN.
D. MARTIN. Pues aqui está
(Le da un papel con dinero.)
Todo, y en buena moneda. Conladlo.
PERICO. No, ¿para qué?
D. MARTIN.
Sí, contadlo, que pudiera Haber equivocación.
PERICO. ¿Y las niñas están buenas?
( Se pone d contar el dinero sobre la mesa.)
ACTO I, ESCENA XI. 525
D. MARTIN. Sin novedad.
PERICO.
¡Cuántas veces Me escribió mi hermano de ellas!
D. MARTIN. Pues apenas las conoce.
PERICO.
No importa para que sepa Sus prendas y las estime.
Uno, dos, tres ¿Y no piensa
Doña Clarita en casarse?
D. MARTIN.
¡Ay! no señor: esa lleva Otro destino mejor.
PERICO.
¿Con que al fin está resuelta A dejar el siglo? ¡Bueno,
Bueno, bueno! Y dos son treinta:
Treinta y uno, treinta y dos,
Treinta y tres Y mas valiera
Que la imitase su prima.
526 LA MOGIGATA.
D. MARTIN. 3No es para malas cabezas Esa vocación.
PERICO.
Ya sé
Que es un poquillo sardesca; Pero su padre
D. MARTIN.
¡Su padre! Siempre estamos en quimera Por eso.
PERICO. Cuarenta y ocho, Cuarenta y nueve, cincuenta.
( Envuelve el dinero en el papel y le guarda.)
Cabal está Sí, Don Luis
]NTo tiene aquella prudencia, Aquel tino Con que , amigo,
D. MARTIN. Dad á la madre abadesa Memorias, y vos mandad.
PERICO.
Solo serviros desea
Don Sempronio de Hinestrosa.
ACTO í, ESCENA XI. 527
D. MARTIN. Me holgára de que pudiera El pobre enfermo escapar.
PERICO.
Es muy duro de cabeza,
Y si da en que no ha de ser,
Se habrá de morir por tema.
D. MARTIN. ¡ Pobre mozo !
PERICO. Sí por cierto. D. MARTIN. Permitid
( Don Martin quiere irle acompañando , y él lo rehusa.) PERICO.
No, que es molestia.
D. MARTIN. Hasta la puerta no mas.
PERICO.
Vos haréis que no me mueva De aqui.
528 LA MOGIGATA.
D. MARTIN. Pues mandad, y á Dios.
(Vase por la puerta del lado izquierdo , jr después Perico por la derecha.)
PERICO.
Esto sí que me contenta. La muchacha ya nos quiere, El viejo dio las pesetas, Don Claudio revive , y yo Tengo mi cobranza cierta. Fortunilla, no te mudes De madre mimona en suegra.
ACTO II, ESCENA I. 529
ACTO SEGUNDO.
ESCENA I.
DOÑA CLARA. LUCÍA. DON CLAUDIO.
(Estarán cerradas las ventanas , y el teatro obscuro. Doña Clara y Lucia se encaminan hacia la puerta del cuarto de Don Claudio.)
DONA CLARA. Pisa quedito, no sea Que la gente alborotemos.
LUCÍA.
Mucho temo que nos pillen. DONA CLARA.
Chito.
LUCÍA. Si apenas resuello.
DONA CLARA. Mira si aguarda Don Claudio. LUCÍA.
Allá voy.
(Lucia se adelanta, llama, y sale Don Claudio.)
Tomo II. 34
LA MOGIGATA.
Si sale el viejo
Y en estos malos fregados Coge á la niña, ¡qué bueno! Don Claudio.
D. CLAUDIO. ¿Quie'n es?
LUCÍA.
Salid.
D. CLAUDIO. Ya te sigo ; pero llevo Un miedo que es un horror.
LUCÍA.
3No temáis, que á mayor riesgo Nos exponemos nosotras. Vos sois hombre de provecho,
Y os importarán muy poco Treinta palos mas ó menos. Aqui está.
DONA CLARA. Señor Don Claudio.
D. CLAUDIO.
Doria Clara , mucho os debo , Mucho, mucho
ACTO II, ESCENA I. 531
DOÑA CLARA.
Ten cuidado No nos oigan y lo echemos Todo á perder. ( Lucía se retira. ) Periquillo Me habló del carino vuestro. Yo vengo á saber de vos Si lo que asegura es cierto; Porque me admira infinito
Que un hombre que un caballero
De prendas, así varíe De inclinaciones tan presto. Mi prima ¿en qué desmerece Para que os deba un desprecio? ¿Es menos linda que yo?
D. CLAUDIO.
Es que no consiste en eso , Sino
DONA CLARA.
¿Pues en qué consiste?
D. CLAUDIO.
Yo, acá, bien me lo comprendo, Pero no me sé explicar. Tiene Dona Inés un cierto
LA MOGIGATA.
No sé qué , que no me gusta :
La verdad Yo no me meto
En si es bonita ó es fea,
En si tiene ó no buen genio ;
Pero
DONA CLARA.
Ved que vuestro padre Aprueba este casamiento, Y á este fin os envió.
D. CLAUDIO.
Pero bien, si no la quiero.
DONA CLARA. Yo no alcanzo la razón.
D. CLAUDIO.
TSTi yo tampoco lo entiendo. Ella es muy buena muchacha , Muy honrada , no lo niego ; En fin, yo
DONA CLARA.
Mucho arriesgáis, Don Claudio , pues al saberlo
ACTO II, ESCENA I.
Mi padre, el vuestro, y mi tío Se habrán de enfadar por ello,
Y con razón.
D. CLAUDIO.
¿Y que importa ?
DOÑA CLABA.
Y daréis un sentimiento A mi prima.
D. CLAUDIO.
¡Eh! Dona Inés, Según lo que en ella veo, No podrá sentirlo mucho.
DOÑA CLABA. ¿Por que' no ?
D. CLAUDIO.
Porque sospecho Que no me quiere gran cosa.
DOÑA CLABA.
Si á vuestros merecimientos Igual ára su pasión,
LA MOGIGATA.
Mucho debiera quereros
Pero es menester también Para amar entendimiento.
D. CLAUDIO. ¡Oh si fuera como vos!
DOÑA CLARA.
Yo, Don Claudio, no pretendo Canonizar mi conducta A costa de su desprecio. Solo se' que de las dos Es tan diferente el genio, Tan opuestas las costumbres, Que en nada nos parecemos. Esto habrá dado ocasión Para que algunos sugetos De prendas muy estimables (Tal vez sin yo merecerlo) Pongan los ojos en mí ; Pero, Don Claudio, os protesto Que ingrata á su amor, hallaron Solo indiferencia y tedio. Siempre retirada en casa , Sin dar que decir al pueblo, Mis galas son este trage
ACTO II, ESCENA I.
Humilde , mis pasatiempos La devoción, la lectura De libros santos y buenos;
Y aun así ¡Somos tan malos!
Mas no todas hacen esto.
Mi prima Es al fin mi sangre,
Y sobre todo , no quiero Que nadie piense de mí Que sus acciones reprendo. ¡Jesús! eso no.
D. CLAUDIO.
Es verdad , Pero acá bien conocemos Lo que va de prima á prima. Esc garbito , ese aseo , Ese modo de mirar, Doria Clara, ¡es mucho bueno!
DOÑA CLARA.
Y sobre todo, Don Claudio, La virtud, recogimiento
Y santo temor de Dios , Es lo principal. Yo veo Muchas de mi edad (y acaso Tengo bien cerca el egemplo)
536 LA MOGIGATA.
Que interpretando á su modo Procederes deshonestos , Llaman cultura y donaire Lo público del exceso,
Lo escandaloso del vicio
¡Ay mi Don Claudio, que tiempos
Alcanzamos! Ya se ve,
¡ El mundo , el mundo !
D. CLAUDIO.
Ello es cierto
Que se ven cosas que pasman
(Jparte. Si dura el sermón reviento. )
DONA CLARA.
Por eso , no haciendo cuenta Ni de los bienes que heredo En Sevilla, ni pagada De amorosos rendimientos, Blandas caricias que tanto Pueden en mi débil sexo, Un claustro fue mi elección.
D. CLAUDIO.
Con que al fin
DONA CLABA.
Antes de veros.
ACTO II, ESCENA L 537
D. CLAUDIO.
¿Y después?
DONA CLARA.
Mucho os estimo ,
Don Claudio.
D. CLAUDIO.
Pero pensemos
DONA CLARA. Si es verdad que me queréis
D. CLAUDIO.
¿ Si es verdad ? ¿ Pues no ha de serlo ? ¡ Toma ! ¿ Queréis que lo jure ?
DOÑA CLARA.
¡ Jurar ! ¡ ay Dios ! no por cierto : ¡Vaya! ¡jurar!
D. CLAUDIO.
Pues amiga , Una vez que resolvemos Casarnos, y está el asunto De tal manera
538
LA MOGIGATA.
DOÑA CLARA.
Hablad quedo.
D. CLAUDIO.
Que importa la diligencia
Y ¡Vaya! Como están ellos
En que os habéis de
LUCÍA.
( Sale Lucía apresurada : al quererse entrar sale Dona Inés. Lucia se aparta d un lado , la deja pasar y se va.)
Señora , Que viene gente. Escapemos Aprisa.
ESCENA II.
DOÑA CLARA. D. CLAUDIO. DOÑA INÉS. D. MARTIN.
DONA INÉS. ¿Quie'n anda aqui? ¿Es Clara?
DONA CLARA. Callad.
D. CLAUDIO.
Me alegro.
(D. Claudio tropieza en una silla y cae con ella, se aturde, y no acierta d su cuarto.)
i
ACTO II, ESCENA II. 539
dona inés. ¿ Quién es ?
D. CLAUDIO.
Ya he perdido el tino, Me pillaron, esto es hecho.
DOÑA CLARA.
Callad.
D. MARTIN. ¡ Que no han de dejarme
(Al oírse adentro las voces de Don Martin , suena ruido de abrir ventanas.)
Nunca dormir con sosiego !
DONA CLARA.
Mi padre Somos perdidos,
Ya no hay escape Este viejo
De ¡Por vida !
ESCENA III.
DOÑA CLARA. D. CLAUDIO. DOÑA INÉS. D. MARTIN.
(Al salir Don Martin abre una de las ventanas y se ilumi- na el teatro.)
D. MARTIN.
¿ Que bolina Anda por aqui, que' estruendo?
540 LA MOGIGATA.
¡ Hola Don Claudio ! ¿ qué hacéis Aqui ?
D. CLAUDIO. ¿ Yo qué culpa tengo ?. ..*.
(Fase , y entra, en su cuarto.)
D. MARTIN. ¡ Que' respuesta! ¿ Y la Inesita ?
DONA INÉS. Si acabo de entrar.
D. MARTIN.
Lo creo.
¿Y tú?
DONA CLARA.
Lo mismo Yo acabo
De entrar Estaba leyendo
En Kempis, y al escuchar Este ruido, vine luego A ver quien era.
D. MARTIN.
¿ Ello , al cabo, Inesita , no sabremos La verdad ? . . . . ¿ Pues quién estaba Aqui, quién, dilo ?
ACTO II, ESCENA IV. 541
DONA INÉS.
Yo entiendo Que sin duda era Don Claudio Con mi prima.
DONA CLARA.
¡ Bueno es eso !
¿Inés, yo?
ESCENA IV.
LUCÍA. DOÑA CLARA. DOÑA INÉS. DON MARTIN LUCÍA. ¿ Que' ha sido ?
D. MARTIN.
Nada:
Cosa de poco momento.
Que estaban hablando á obscuras
Mi sobrina y el monuelo
Botarate de Don Claudio.
j Qué libertades ! ¡ Qué excesos !
Y echa la culpa á su prima.
DONA CLARA. ; Piensas de mí?. . . .
542 LA MOGIGATA.
DONA INÉS.
Yo no pienso Mal de nadie, pero digo Las cosas como las veo.
D. MARTIN. ¿Con que habrá sido esta nina? DONA INÉS.
Puede ser.
D. MARTIN.
j Qué atrevimiento !
( Se encamina colérico hacia Doña Inés , y Doña Clara le detiene.)
Mira
DONA CLARA.
Dejadla Bien haces,
lne's , yo te lo agradezco.
Bien haces, que soy muy mala;
Prima, muy mala TSo tengo
Disculpa, acúsame mas, Cúlpame , que mas merezco Por mis pecados.
D. MARTIN.
¿Y tienes
ACTO II, ESCENA IV.
Corazón para estar viendo Sin confundirte ?
DONA INÉS.
Si yo
DONA CLARA.
No os enfadéis, dad asenso A cuanto diga, señor. Si yo misma lo confieso Que soy muy gran pecadora. Dios ha elegido este medio
Para probarme Creed
Cuanto dice O á lo menos
Perdonadla , perdonadla ,
arrodilla , y llora.)
Querido papá.
DONA INÉS.
¡ Que' extremo De iniquidad ! . . . . ¿Es posible Clara ?
D. MARTIN.
Vete, que no quiero Verte, picarona Vete.
544 LA MOGIGATA.
DONA INÉS. Advertid
D. MARTIN.
Huye al momento
De mi presencia ¡ Embustera!
¡Basilisco! Alza del suelo,
( Levanta á Doña Clara, y la abruza cariñosamente.)
Hija de mi corazón.
No llores, que me enternezco,
Y sé tu virtud ¡Que envidia
La tenéis todos!
DOÑA INÉS.
No puedo Sufrir mas. (Fase.)
D. MARTIN. Anda, que yo Contaré todo el suceso
A tu padre Lo sabrá,
Sí, lo sabrá sin remedio,
( Abre Lucia la otra ventana.)
Lo sabrá.
DOÑA CLARA.
No, padre mío, Por Dios
ACTO II , ESCENA V.
D. MARTIN.
Vamos allá adentro ISiña, vamos
( Cogiendo de la mano d Doña Clara.)
Lo sabrá , Yo se lo diré' bien presto, Yo se lo diré'.
DOÑA CLARA.
Señor
D. MARTIN. Yo se lo diré.
ESCENA V.
LUCÍA. DON CLAUDIO.
LUCÍA.
¡Qué enredo De los diantres inventó !
D. CLAUDIO.
( Se asoma d la puerta de su cuarto.)
¿Se han ido ya?
LUCÍA.
Ya se fueron,
¿INo lo veis? Tomo II. 35
LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO.
¿Y en qué quedamos?
LUCÍA.
En que supo revolverlo
Dona Clara de tal modo,
Que va el padre hecho un veneno,
Creyendo que Doña Inés
Fue la culpada.
D. CLAUDIO.
¡ Qué ingenio
Tiene! vaya, si es muy guapa
Con que di, ¿cómo podremos Hablarnos y ventilar
Este asunto? Que me temo
Que no ha de llegar á colmo.
LUCÍA.
Yo, señor, si en algo acierto A serviros
D. CLAUDIO.
La dirás Que estoy á todo dispuesto , Que haga de su capa un sayo
ACTO II, ESCENA V. 547
Y que era preciso vernos Otra vez, y hablar, y
LUCÍA.
Bien.
D. CLAUDIO. Pues bien.
LUCÍA. ¿Veis este pañuelo Qué roto y qué malo está ?
D. CLAUDIO. A fe que no es nada nuevo.
LUCÍA.
¿Estáis en que os serviré Con solicitud y esmero ?
D. CLAUDIO.
Sí, ya estoy.
LUCÍA.
¿ Que mediaré Siempre con igual empeño En vuestro favor?
D. CLAUDIO.
Se entiende.
«
548 LA MOGIGATA.
LUCÍA.
¿ Y que guardaré el secreto ? D. CLAUDIO.
Preciso.
LUCÍA. Pues si tuvierais
Ahí á mano algún dinero
Poco Como medio duro. . . .
D. CLAUDIO.
Precisamente no tengo.
LUCÍA.
Vaya que sí.
D. CLAUDIO.
No, de veras.
LUCÍA.
Vaya que sí.
D. CLAUDIO.
; Quieres verlo ? Si llegan á doce cuartos
(Saca el bolsillo y cuenta unos cuartos.)
Será mucho Quince y med
Tómalos.
LUCÍA. ¡Que' tiñería!
ACTO II, ESCENA V.
D. CLAUDIO. ¿No los quieres?
LUCÍA.
Si los quiero,
(Toma los cuartos y se los guarda.)
Vengan ¿Pero me daréis
Después
D. CLAUDIO.
Sí j yo te lo ofrezco. LUCÍA. El medio duro?
D. CLAUDIO.
Un doblón Te tengo de dar lo menos, Cuando mi padre me envié Algún socorro.
LUCÍA.
Ya entiendo. Pues cuidado. Agur.
D. CLAUDIO.
A Dios.
LA MOGIGATA.
ESCENA VI.
DON CLAUDIO. PERICO.
D. CLAUDIO, j Hombre, qué falta me has hecho
PERICO.
He tenido ocupaciones
Muy graves Ahí os entrego
La citada Carta. (Le da una carta.)
D. CLAUDIO. Venga.
PERICO.
Item mas: vuestro prendero ¡Gran picaron! me ha leido Una lista de tres pliegos, En que consta lo vendido , Prestado, empeñado, y resto.
D. CLAUDIO. ¿ Hay hombre mas fastidioso ?
PERICO. Como pide su dinero,
ACTO II, ESCENA VI.
No es extrafío que fastidie. Y pues ha salido á cuento, Yo también quiero pediros (Aunque os fastidie por ello) Alguna ayuda de costa.
D. CLAUDIO.
Vamos, calla, no gastemos El tiempo.
PERICO.
Es que me debéis Catorce duros, lo menos.
ü. CLAUDIO. Ya me enfadas.
PERICO.
Es que salgo Mañana de aqui , y no puedo Esperar.
D. CLAUDIO. Ó calla, ó vete.
PERICO.
Es que desde el mes de enero Del ano pasado , estoy
LA MOGIGATA.
Como un esclavo sirviendo Al señor Don Claudio Pérez,
Y me ha dado en este tiempo, A cuenta de mis salarios, Percances y emolumentos,
La cantidad de cuarenta
Y dos reales; añadiendo
A esta suma unos calzones Verdes, que según sintieron Los peritos
D. CLAUDIO.
Si no callas, Una zurra te prometo Solemne.
PERICO.
¿Zurra? Acabóse. Yo me vengaré en silencio.
Y puesto que Periquillo, Indigno lacayo vuestro, Tiene en su poder la suma De tres mil y cuatrocientos Reales de vellón. . . . .
D. CLAUDIO.
¿Qué dices
ACTO U, ESCENA VI. 553
PERICO.
Por legítimo derecho Habidos
D. CLAUDIO.
¡ Calle ! ¿ Con que.
PERICO.
Y no me pagáis, y en premio De mis servicios recibo Amenazas y denuestos,
D. CLAUDIO. ¡ Periquito !
PERICO.
Ya caigo. ¡Periquito! y á buen tiempo.
D. CLAUDIO.
Si
PERICO. No señor , se acabó :
(Quiere irse, y Don Claudio le va deteniendo.)
Soy un bergante.
D. CLAUDIO.
Dejemos Eso , y dime
LA MOGIGATA.
PERICO.
¡ Picardía ! ¡A un hombre de mi talento Y mi probidad, tratarle Como no se trata á un negro !
D. CLAUDIO. Aunque no me lo des todo.
PERICO.
¿Todo? Sí, ya estoy en eso.
D. CLAUDIO.
Pero siquiera
PERICO.
Este mozo Necesita mucho arreglo. Casa atrasada, que pide Juez interventor.
D. CLAUDIO.
Entremos A mi cuarto, y me dirás Por dónde ha venido el cuervo,
Y Vamos, alli se hará
La distribución.
ACTO II, ESCENA VI. 555
PERICO. Veremos.
D. CLAUDIO.
¿ Pues qué , no has de darme ? PERICO.
Poco.
D. CLAUDIO.
Anda, que
PERICO.
El mucho dinero Es causa de muchos vicios, INos hace ingratos, soberbios, Insufribles , tontos. . . . .
D. CLAUDIO.
Alguien
Viene Mira que te espero.
PERICO.
Bien está.
D. CLAUDIO. Por Dios no dejes
De
PERICO.
Quedo enterado Adentro.
556 LA MOGIGATA.
ESCENA VII.
PERICO. DON LUIS.
D. LUIS.
¡Oiga! ¿Ya estás por acá, Inocente ? ¿ Qué hay de bueno En Ocaña? ¿Cómo dejas A tu señor?
PERICO.
Gordo y fresco.
D. LUIS.
¿ Te dio carta para mí ?
PERICO.
Dice que por el correo Os escribió , y no le ocurre Nada que decir de nuevo. Para el señorito traigo Cuatro letras.
( Éntrase Perico en el cuarto de Don Claudio.)
D. LUIS.
Bien.
ACTO II, ESCENA VIII. 557
ESCENA VIII.
DON LUIS. LUGÍA.
D. LUIS.
(Siéntase junto á una mesa.)
No puedo
Tranquilizarme. Asegura
Tanto mi hermano el suceso
Sí, mejor es La criada
Podrá servir á mi intento,
La sorprenderé No es cosa
Antes de saber si es cierto
Pero si lo fuese, y tantos Años y tantos desvelos
Se malograsen Lucía. (Llama.)
¡ Cuál será mi sentimiento ! ¡Oh juventud! ¡oh temible Juventud ! Disimulemos.
( Sale Lucia.)
LUCÍA.
¿Qué mandáis, señor?
D. LUIS.
Te hago Salir aqui porque tengo En la cabeza una idea, Y decírtela pretendo
LA MOGIGATA.
Se tu honradez, y presumo Que contigo nada arriesgo.
LUCÍA.
Sí señor, bien os podéis Fiar de mí.
D. LUIS.
Asi lo creo. Ya has visto como Don Claudio Pasó de Ocaría á Toledo,
Y habrás conocido bien, Como todos, el objeto
De esta venida; aunque á nadie
Se lo dije , previniendo
Lo que nos sucede ya.
Ine's no le quiere, y veo
Que el carácter de uno y otro
Son de tal modo diversos,
Que fuera temeridad
Seguir adelante en ello.
Esto me da pesadumbre ;
Porque si á Ocana le vuelvo,
Su padre lo sentirá.
Es mi amigo , se' su genio ,
Y tal vez podrá creer
ACTO II, ESCENA VIII.
Que esta boda se ha deshecho Por mí, sin mirar las causas Que me han obligado á hacerlo.
Yo ¿Qué quieres que te diga?
Por todas partes encuentro Dificultades. Mi hermano
Tan obstinado , tan necio
¡Sacrificar á su hija
De ese modo! Te confieso
Que á no saber con certeza Que Clara le tiene afecto, Y él la corresponde, nunca Hubiera pensado en ello; Pero pudiendo casarla Con la ocasión que tenemos En la mano
LUCÍA.
Ya se vé , En siendo un partido bueno
D. LUIS.
Pues, estamos ¿Y cuál puede
Hallarse mejor ?
LUCÍA.
Es cierto.
LA MOGIGATA.
D. LUIS. Ella conoce muy bien Los procederes violentos
De su padre: disimula
¿ Y qué ha de hacer ?
LUCÍA.
¡Tal empeño De señor ! ¡ Querer por fuerza Que se pudra en un encierro ! Pero sí , lo que ella dice : Un año falta lo menos Para profesar, y un ano Da lugar á mil proyectos.
D. LUIS.
Si por esa friolera
Que hubo esta tarde, se ha puesto
Furioso , desesperado
Yo me levanté el primero, Escuché desde esa pieza , Y al cabo todo el misterio
No era nada Si se quieren ,
¿ No han de procurar los medios De hablarse? ¿No es natural Que se aprovechen del tiempo Mas oportuno?
ACTO II, ESCENA VIII.
LUCÍA.
Asi es.
D. LUIS.
Yo por mi parte la absuelvo; Pero fue temeridad Exponerse á tanto riesgo ; Porque si mi hermano llega Mas pronto y con mas silencio,
Y descubre que es su hija,
De un golpe la hubiera muerto.
LUCÍA.
¡Ay señor, que todavía
INo se me ha quitado el miedo!
i). LUIS.
Ya se ve', como no tienen
Ocasión Cuando queremos
Una cosa, se atropella
Por todo Los devaneos
De los mozos no me admiran,
Y aunque ya pasó, me acuerdo Que en mi juventud no fui INingun padre del desierto.
Tomo II.
36
562 LA MOGIGATA.
LUCÍA. Ella está que se desvive Por él.
D. LUIS.
Yo no desapruebo Del todo esa inclinación ; Bien que el asunto es muy serio,
Y se debe proceder
Con madurez Pero temo
No lo echen todo á perder
¿Y cuál es su pensamiento?
LUCÍA.
Como salió Don Martin
A lo mejor, no hubo tiempo
De nada ; pero el criado
De Don Claudio es muy travieso ,
Y e'l se encargará de todo; Porque predicar convento Es necedad.
D. LUIS. Ya lo se'.
LUCÍA. Jamas ha pensado en ello
ACTO II, ESCENA VIH. 563
Dona Clara ; pero quiere Esperar la suya, y luego
D. LUIS.
Ya se ve' Pero el criado
¿Qué ha de saber? ¿Que' talento
Tiene, ni que' No señor,
Asi no va bien Yo espero
Hallar un medio mejor
Yo lo pensaré Y quedemos
En que á nadie has de decir Cosa ninguna.
LUCÍA.
Os prometo Que no chistaré.
D. LUIS.
Cuidado
Con hablar Y también quiero
Que si determinan algo, Me avises; porque rezelo Que si no se les dirige , La yerren de medio á medio. Son muchachos, no reparan
En nada Pero silencio:
Ya lo he dicho.
LA MOGIGATA.
LUCÍA.
Bien está.
D. LUIS.
Pues vete , no te echen menos
Tus amas, (y ase Lucia.) Cayó en el lazo.
Asi podre' contenerlos.
No se determinarán
A un atentado, creyendo
Que estoy de su parte , y pueden
Valerse de mi consejo
Y mi autoridad En tanto
No faltará algún pretexto Para apartarle de aqui. Ella es muy astuta, y temo
Que ¡Yo solo!.. . . Harto difícil
Ha de ser ¡ Pero que' enredos (Levántase.)
De niña! ¡Qué educación! ¡Qué frutos vamos cogiendo! ¡Y Inés! ¡Y mi pobre Inés! ¡ Válgame Dios !
ACTO II, ESCENA IX. 565
ESCENA IX.
DON LUIS. PERICO. D. LUIS.
¿Está adentro
Don Claudio ?
PERICO.
En su cuarto queda , Sí señor: está leyendo Un libro
D. LUIS.
¿Qué libro?
PERICO.
Aquel
De Marcolfa y Cacaseno.
Se divierte ¿Mandáis algo?
D. LUIS. Nada: que te vayas presto.
PERICO.
Con vuestra licencia (Haciendo cortesías.)
\
566 LA MOGIGATA.
D. LUIS.
Vete.
No gusto de cumplimientos, Vete.
(Fase Perico por la puerta de la derecha.)
ESCENA X.
DON LUIS. DON MARTIN.
D. MARTIN. ¿ Has salido de casa ?
D. LUIS.
Si quieres algo, voy luego A salir.
D. MARTIN.
Solo que veas Si alguna razón tenemos De Sevilla. Y no te canses En buscar en el correo Las cartas, que alli no hay nada:
Ya está visto Si á Don Diego
El chantre no le han escrito
Algo, ó mira, ahora me acuerdo,
Tal vez Don Juan, como tiene Amistad y parentesco
ACTO II, ESCENA X. 567
Con los dos testamentarios, Sabrá decir que' hay en esto. Yo no salgo, porque estoy Ocupado en ese enredo
De las cuentas del monjío
¡Es buena cosa por cierto!
A Dios. (Hace que se va y vuelve.) ¿ Per O que'
salida
Ha dado tu agudo ingenio Sobre el lance de esta tarde? Ya se vé: los documentos Morales, la permitida Libertad , el trato honesto , La contemplación, el mimo
De su padre No hay remedio:
¿Que' ha de resultar? Preciso:
Infamias y desenfreno, Y escándalos
D. LUIS.
Mejor es
Callar.
D. MARTIN. Y procedimientos
( Don Martin se pasea , Don Luis quiere responderle y se contiene.)
LA MOGIGATA.
De libertínage Y yo
Soy tonto, y soy majadero,
Y no se mi obligación
Ya se ve , como no leo Libros, y no se de mundo,
Ni tengo instrucción , ni entiendo Nada de cosa ninguna
Y con este humor tan negro Que Dios me dio, no es extraño Que incurra en mil desaciertos,
Y haya educado tan mal A tu sobrina. Yo siento Mucho que la tonta quiera Vivir en un monasterio, Porque al lado de tu hija Pudiera en muy poco tiempo
Adelantar Estos hombres
Sabios, doctos, estupendos, Que nada ignoran, y nadie Sabe lo que saben ellos,
j Que lástima no aplicarlos A rectores de colegios!
D. LUIS.
Vamos, Martin, no me apures La paciencia ¿No podremos
ACTO II , ESCENA X.
Vernos jamas sin que haya Quimeras y sentimientos?
D. MARTIN.
Yo lo digo, como eres
Tan letrado y tan
D. LUIS.
Dejemos
Eso por Dios.
D. MARTIN.
Y tan hábil,
Y Yaya, si te molesto
Callaré.
D. LUIS. Sí, me molestas.
D. MARTIN.
Pues de hoy mas alto silencio.
Una cosa te quería
Decir, pero ya la dejo;
A bien que á mí no me importa.
D. LUIS.
¿Y qué cosa?
570
LA MOGIGATA.
D. MARTIN.
Un chisme, un cuento.
D. LUIS.
¿ Será algún otro delito De Inés?
D. MARTIN.
No, del caballero De Ocafia Don Claudio.
D. LUIS.
¿Y qué?
I). MARTIN. Ayer encontré' á un sugeto Que sabe todas sus maulas. Dice que no hay en Toledo Mayor calavera: dice Que entre los bayles, el juego, Las meriendas en el rio, Las tremolinas y excesos Cotidianos, ha gastado Todo lo suyo y lo ageno. Que le han heredado en vida Chalanes, bodegoneros, Rufianes y pelanduscas. ¿Qué te parece?
ACTO II, ESCENA X. 571
D. LUIS. Lo creo.
El muchacho es abonado Para todo.
D. MARTIN. Yo celebro Mucho tu serenidad.
D. LUIS.
¿Qué quieres, que alborotemos La casa?
D. MARTIN.
No, pero
D. LUIS.
A mí
Nada me coge de nuevo.
Si es un bien , le sé gozar ;
Si es un mal , busco el remedio ;
Y si no le tiene, sé
Sufrir, y sufro en silencio.
D. MARTIN. Sentencias y mas sentencias, Muy erudito y muy lerdo. Ahí tienes á tu querida Inesita, al embeleso
De SU padre. A Dios. (Hace que se va.)
572 LA MOGIGATA.
ESCENA XI.
DOÑA INÉS. DON LUIS. DON MARTIN.
DONA INÉS.
Señor
Mucho me alegro de veros Juntos.
D. MARTIN.
¿Sí? Pues nos verás Separados al momento.
( Don Martin quiere irse , y le detiene Doña Inés.)
DONA INÉS.
No señor, no os vais: delante De vos aclarar pretendo Un engaño que me ofende.
D. MARTIN.
Pues , sobrinita , ahí te dejo A tu padre. Cuanto quieras Le puedes mentir sin miedo: Anchas tragaderas tiene, Y tú un piquito muy bello. No haré' yo falta.
ACTO II, ESCENA XII.
DONA INÉS.
Esperad.
D. MARTIN. Lo dicho dicho. Hasta luego.
ESCENA XII.
DON LUIS. DOÑA INÉS.
D. LUIS. ¿Lloras, Inés?
DOÑA INÉS.
¿ Pues señor, No he de llorar? ¿Cómo puedo Sufrir una acusación, Que apoya con tal empeño Mi tio ?. . . . ¿ Seré insensible ? . .
D. LUIS.
Eres muy niña, y el tiempo Te ensenará á conocer, Con dolorosos egemplos, Que la inocente virtud Es muchas veces objeto De la envidia, la venganza, Y el encono mas perverso
574 LA MOGIGATA.
Pero , Inés , para vencer Todo su furor, tenemos Una conciencia segura, Y hay un Dios que la está viendo. DONA INÉS.
¡ Padre !
D. LUIS, j Mi querida Ine's!
( Abrazando d Doria Inés.)
DONA INÉS. ¿Pero sabéis el suceso?
D. LUIS.
Lo se', nada ignoro ya. Todo cuanto me dijeron Contra ti, calumnia ha sido. Tu padre está satisfecho, ¿ Quieres mas ?
DONA INÉS.
Eso me basta.
D. LUIS.
Era imposible un exceso
Tan culpable en tu prudencia,
En tu decoro, en tu honesto
ACTO II, ESCENA XII. 575
Proceder Con que ya ves
Que el llorar no viene á cuento : A no ser que Pero no.
DONA INÉS. ¿Que decís?
D. LUIS.
Que fueran zelos.
DONA INÉS.
¿Zelos, y de quie'n ? ¿De un hombre Tan aturdido , tan Heno De extravagancias?
D. LUIS.
Sería
Mucha locura en efecto;
DONA INÉS.
Bien sabéis lo que os he dicho Acerca de él, lo que pienso De su conducta, y que solo Pudiera vuestro precepto Obligarme
D. LUIS.
No , hija mia.
576 LA MOGIGATA.
¿Obligarte? No lo intento.
Tu padre es tu amigo, y quiere
Que vivas feliz Ni debo
Corresponder de otro modo A tu amor y tu respeto. No te casarás con él, No será tu esposo un necio, Sin virtud y sin honor. El sale.
DOÑA INÉS.
Me voy adentro, Si lo permitís.
D. LUIS. ¿Ni verle
Quieres ?
DONA INÉS. Señor, no lo puedo Remediar, es insufrible.
ESCENA XIII.
DON LUIS. DON CLAUDIO.
D. CLAUDIO.
(Aparte. ¿ Aun no se ha marchado el viejo ? jQue' posma!)
ACTO II, ESCENA XIII. 577
D. LUIS. ¿Y qué es lo que escribe
Tu padre ?
D. CLAUDIO.
Que se ha resuelto A venir, y que mañana Por la noche nos veremos, O esotro dia á comer.
D. LUIS. Gran placer me da con eso. D. CLAUDIO.
Y á mí.
D. LUIS. Somos muy amigos
Y habrá diez años, lo menos, Que no le he visto Sí habrá.
D. CLAUDIO.
(jparte. ¿ Por qué no se estará quieto En su lugar?)
D. LUIS.
¿Qué decías?
D. CLAUDIO.
Nada , que estoy muy contento. Tomo II. 37
LA MOGIGATA.
I). LUIS.
Pues es menester que tú, Mañana en amaneciendo, Montes á caballo y vayas A recibirle. Este obsequio, Como que sale de ti, Le agradará.
D. CLAUDIO.
Ya lo veo,
Pero yo Si puede ser
Que se detenga en Ciruelos.
D. LUIS. Y bien, alli le hallarás.
D. CLAUDIO.
Es que el cura es algo nuestro; Como primo de mi madre
Viene á ser Sí, dicho y hecho,
Primo No hay mas que son primos.
D. LUIS.
¿Y qué importa el parentesco Para que salgas mañana?
ACTO II, ESCENA XIIL
D. CLAUDIO.
Es que si Pero no puedo
Ciertamente, porque
D. LUIS.
¿ Tienes
Que visitar el enfermo De anoche ? Perico irá
Contigo Ve disponiendo
Lo que hubieres menester. Si quieres mis dos podencos Te los daré'.
D. CLAUDIO.
¿ Para qué Tengo de llevar los perros?
D. LUIS.
Para cazar.
D. CLAUDIO. Yo no gusto
De cazar.
D. LUIS. Pues no por eso Te detengas, no los lleves.
D. CLAUDIO. ¿No es mejor estarnos quedos,
LA MOGIGATA.
Si él al cabo ha de venir ?
D. LUIS.
Pues porque ha de venir, quiero Que salgas á recibirle ; Si no viniera , ; á qué efecto Era el salir?
D. CLAUDIO.
{Aparte. ¡ Qué manía ! ) Si estoy sin botas.
D. LUIS.
Yo tengo Botas, y te las daré:
Y espuelas, y silla, y freno,
Y látigo Pío hará falta
Nada, nada.
D. CLAUDIO.
Lo agradezco. ¿Y dónde he de hallarle?
D. LUIS.
Tú
Sigue el camino derecho,
Y al cabo darás con él.
ACTO II, ESCENA XIII.
Ello es menester hacerlo: Con que á las cuatro podrás Salir, y gozas el fresco De la mañana.
D. CLAUDIO.
Si esta
Nublado.
D. LUIS.
No tengas miedo.
D. CLAUDIO.
¿Y si en medio de esos trigos Nos descarga un aguacero?
D. LUIS. Llevad las capas.
D. CLAUDIO.
Estoy
Tan malo.
D. LUIS.
¿De que'? D. CLAUDIO.
Del pecíio.
582 LA MOGIGATA.
D. LUIS. ¡Aprensión! Luego que salgas Al campo te pones bueno.
(Vase por la puerta del lado derecho.)
ESCENA XIV.
DON CLAUDIO. DOÑA CLARA.
D. CLAUDIO.
Se fue ¡Cuidado que es chasco!
| Se habrá visto tal empeño !
DOÑA CLARA.
Aguardando que se fuera He estado para poderos Hablar.
D. CLAUDIO. Pero ¿y Don Martin?
DOÑA CLARA.
Está en su cuarto escribiendo; No hay que temer.
D. CLAUDIO.
3No volvamos
A la de marras.
I
ACTO II, ESCENA XIV. 583
DOÑA CLARA. Ya dejo
Centinela.
D. CLAUDIO.
Pues, amiga, Este Don Luis es un terco. Pues no le ocurre al maldito
DOÑA CLARA.
Ya lo sé; si he estado oyendo La disputa.
D. CLAUDIO.
Y bien, ahora ¿Qué se ha de pensar, qué haremos?
Mi padre viene Por fuerza
Viene ¡Toma! Ya le siento
Llegar.
DOÑA CLARA. Por eso conviene Aprovechar los momentos.
D. CLAUDIO.
Pero si quiere que salga Mañana.
LA MOGIGATA.
DOÑA CLARA. Yo ya le entiendo. El nos quiere separar :
Es malicioso en extremo
Y el fuego de amor , Don Claudio , Mal puede estar encubierto. Pero en fin, á vos os toca, No á mí, procurar los medios Mas conducentes. Obrad Con actividad, y espero En Dios que ha de coronar Nuestros designios honestos.
D. CLAUDIO.
Ya se vé, que aqui no vamos A hacer ningún gatuperio, Sino á casarnos no mas; Solo que yo me rezelo
DONA CLARA. ¿Que rezelais?
D. CLAUDIO.
¿Que' sé yo? Pero, amiga, si me meto En este embrollo y después
ACTO II, ESCENA XIV.
Lo huelen Como tenemos
Tantos avizoradores Encima, y como
DOÑA CLARA.
¡Qué necios Temores en un amante!
D. CLAUDIO.
Y como después me quedo Solo , porque Periquillo Se va sin falta.
DOÑA CLARA.
¿A que' efecto Se va , ó adonde ?
D. CLAUDIO.
A Madrid, Sobre encargos que le ha hecho Mi padre, y para que lleve Al ahogado unos pliegos, Que importa que no se pierdan. Porque como tiene el pleito Con el alcalde mayor Dos arios ha sobre aquello
LA MOGIGATA.
De la vina del juncar
Y el agente es un mostrenco, Que está la mitad del año Fuera , y la mitad enfermo , Quiere que Perico vaya
A ver
DOÑA CLARA.
¿ Y lo dejaremos Asi, Don Claudio? Y si el otro Se va, ¿no tendréis aliento Para nada?
D. CLAUDIO.
Sí señora, Pero es menester primero Ir allá á casa de un quídam, Para que le consultemos
DOÑA CLARA.
Pues, Don Claudio, en tales casos La prontitud, el secreto
Y la prudencia. ....
D. CLAUDIO.
¡ Prudencia !
ACTO II, ESCENA XIV. 587
Bastante prudencia tengo,
Lo que sobra Pero el diablo
Lo enreda, y
DOÑA CLARA.
Mirad que el tiempo Es precioso, que mañana Os vais, que viene á Toledo Vuestro padre: á mí me quieren
Sepultar en un convento
No nos veremos jamas,
Y me perderéis, y os pierdo.
D. CLAUDIO.
Pues bien , al instante voy A salir, á ver si encuentro A ese muchacho.
DONA CLARA.
Avisadme De lo que hubiereis dispuesto.
D. CLAUDIO.
De preciso.
DOÑA CLARA. No perdáis
LA MOGIGATA.
La fortuna que os ofrezco, Hagamos las diligencias,
Y obre Dios.
D. CLAUDIO.
¡Es gran proyecto! Pero no se ha de lograr.
DOÑA CLARA.
Y si nosotros queremos,
¿ Quién lo ha de impedir? Mi padre Se pondrá furioso, y luego
Habrá de ceder Si acaso
Teméis que os azote el vuestro
D. CLAUDIO.
¿Que' me ha de azotar? Sí, ¡toma!
Mi padre es un pobre viejo, Con mas vanidad y mas Trampas, y anegado en pleitos
Que le desuellan Don Luis
INo sabe palabra de esto. Pero , amiga , si no fuera Porque es del ayuntamiento ,
Y á cuantos encuentra al paso Los lleva á la cárcel presos ,
ACTO II, ESCENA XIV.
Y luego sudan ¡ por fuerza !
Para salir, no hay remedio
Si el año que por desgracia No multamos, no comemos.
DOÑA CLARA. Pues bien, ¿qué os detiene?
D. CLAUDIO.
A mí
Me detiene Yo me entiendo,
Porque al cabo es un embrollo Del demonio, y tengo un miedo De que
DONA CLARA.
Bien está, Don Claudio. Si vuestro amor fuera cierto, El diera resolución Para mayores empeños. Ya os conozco ; bien está.
ademan de irse, D. Claudio la detiene.) D. CLAUDIO. Garita, vaya.
DONA CLARA. ; Perverso !
LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO.
Morenilla.
DONA CLARA.
; Seductor !
D. CLAUDIO.
Oye.
DONA CLARA. 3No, no quiero veros.
D. CLAUDIO. Calla , pobrecita mía.
DOÑA CLARA. Dejadme. A Dios.
D. CLAUDIO.
Acabemos De una vez esas angustias, Y haya paz.
DOÑA CLARA.
¡Ay! ¡Cómo puedo Hallar paz, si el corazón Se rompe dentro del pecho! j Qué lejos estaba yo
ACTO II, ESCENA XIV. 591
De saber amar, qué lejos!
Sola , ignorante , apar tada
De los lazos lisonjeros
Que ofrece el mundo, ¿quién pudo
Hacer que cayera en ellos?
Por vos mi quietud perdí:
Por vos, ingrato, me veo
Apartada de la senda
De perfección , y este ciego
Amor me arrastra, y no deja
Lugar al entendimiento.
¡ Qué desengaño ! . . . . ¡Y qué tarde
Viene! .... ¿Pero á quién me quejo?
Yo soy la culpada Quise
A un hombre, y este es el premio
Son fementidos , y vos
Falso, mas que todos ellos, (Llora.)
Cobarde , inflexible al llanto
De una infeliz.
D. CLAUDIO.
Por San Pedro, Que no sé lo que me pasa, 3Ni á qué son esos extremos. Si digo que voy allá, Que entre los dos En efecto ,
592 LA MOGIGATA.
Ello hoy mismo se ha de hacer,
Y aunque después eche temos Vuestro padre, y rabie el mió,
Y Don Luis se caiga muerto; Si nos casamos, de todo
Lo demás se me da un bledo.
Y no haya mas, ni lloréis
Asi , que ya me enternezco
¡Cáscaras! Si estoy que no Me llega la ropa al cuerpo,
Hasta ver en qué quedamos
Voy á la consulta y vuelvo.
( Se va Don Claudio por la puerta de la derecha. Doña Clara sonriéndose se enjuga las lágrimas , y se va por el lado opuesto.)
DONA CLARA.
Anda con Dios Ya parece
Que se le ha quitado el miedo. Valen mucho unos suspiros Bien ponderados y á tiempo.
ACTO III, ESCENA I. 593
ACTO TERCERO.
ESCENA I.
PERICO. DOÑA CLARA. PERICO.
Rendido estoy. ¡Qué malditas (Siéntase.) Callejuelas! empinadas,
Tuertas, angostas ¡Por cierto
Que los trabajos que pasa
El que sirve á un loco!.... Pero,
Como dicen en Ocana ,
A buen bocado, buen grito.
j Oh señorita !
(Sale Doña Clara. Perico se levanta.)
DONA CLARA.
¿Aqui estabas? PERICO.
Vengo en busca de Don Claudio,
Que me dijo
Tomo II. 38
594
LA MOGIGATA.
DONA CLARA.
No está en casa.
PERICO.
Si me dijo que viniese Volando, que me esperaba.
DOÑA CLARA. Pues no ha venido.
PERICO.
A buscarle.
( Hace que se va y vuelve.)
DONA CLARA. ¿Pero en qué estado se hallan Esas cosas? ¿Qué ha resuelto?
PERICO.
¡Ay señora de mi alma!
Que Don Luis nos descompone
Nuestro plan.
DONA CLARA.
No temas nada. PERICO. ¡Ay señora! que mi amo
ACTO III, ESCENA L 595
En cada paso se atasca,
Se atolondra Hemos corrido
La ciudad y su comarca Buscando á un cierto Don Lucas, Muy amigo y camarada , Hombre de bien si los hay, Que para estas zalagardas De bodorrios clandestinos No tiene igual en España. Le hablamos, nos dio un consejo, Y en verdad que no se halla Otro mejor.
DOÑA CLARA.
Pues á mí
Me ocurre Sí Y eso basta.
Una obligación
PERICO.
Seguro.
DOÑA CLARA.
De matrimonio , firmada Por los dos
PERICO.
Pues si es la idea
De Don Lucas.
LA MOGIGATA.
DOÑA CLARA. Si llegára El caso de que mi tio Maliciase lo que pasa i Hecho y firmado el papel
PERICO. Hatillo, y salto de mata.
DONA CLARA.
Bien que Mira, de ningún
Modo ha de salir mañana.
PERICO.
Se entiende.
DONA CLARA.
Y si nos apuran, Fuga , depósito
PERICO.
¡ Oh Clara , Prudentísima y sutil! Eso ha de ser.
DONA CLARA.
Si le falta
Dinero
ACTO III , ESCENA L 597
PERICO.
¿ No ha de faltarle ? ¿ Pues bolsa mas apurada Que la suya quien la vio?
DONA CLARA.
Yo tengo algunas alhajas Que empeñar, cuyo valor Para cuanto ocurra alcanza :
Y una vez fuera de aquí,
Y libre de esta canalla Que me cerca
( Al ver Doña Clara cí Don Martin que asoma por la puerta de la izquierda , fingiendo no haberle visto , prosigue sin tur- barse lo siguiente, del diálogo, mudando el tono y la acción.)
Solo siento, ¡Sábelo Dios!. . . . que no hayan Seguido mi parecer. Yo he querido ser descalza , Porque á mas austeridad, Mayor corona se aguarda ; Pero en mí no hay albedrío,
Y debo hacer lo que manda Mi papá.
PERICO. Y á que' demonios
598 LA MOGIGATA.
Viene ¡Hay hembra mas bellaca!
(V e á Don Martin , y finge igualmente no haberle visto.)
Y dice bien que es locura. Una nina delicada
Como vos ¡Eh! no señor:
Las penitencias relajan La salud siendo excesivas. Ya probareis lo que anda Por allá , y en siendo monja Negra , cenicienta ó blanca , Calzada y todo , veréis Que' trabajillos se pasan. ¿Es cosa de chirinola Vivir siempre emparedada? ¿ Sin una pizca de coche , Sin un palmo de ventana ? ¿Comer en cifra y cenar Acelgas y remolachas? ¡Ahí es un grano de anís!
DOÑA CLARA.
Con ese lenguaje engaña El enemigo á los hombres. Difícil nos pinta y árdua La senda del bien, y asi Del sumo bien nos aparta.
ACTO III, ESCENA II.
599
ESCENA II.
DON MARTIN. DOÑA CLARA. PERICO.
D. MARTIN.
Vamos, nina, ya te he dicho Que estos extremos me cansan. Pues no , bien claro te habló
El padre Fray Gil ¡No es nada !
¡ Capuchinita se quiso
Meter ! Es cosa muy santa ,
; Quién lo duda ? Pero debes
Considerar que no alcanzan
Tocias una resistencia
Tan grande y tan continuada
Como allí se necesita.
¿Qué la sucedió á Sor Blasa
De la Transverberacion ?
Bien te acuerdas qué muchacha
Tan robustona , tan fuerte
Perdió el color y las ganas
De comer Vómitos, flatos,
Ya la purgan, ya la sangran, Ya va mejor , ya peor ; Al ano y medio que estaba En el convento, murió.
I
600 LA MOGIGATA,
PERICO.
Don Martín, aconsejadla: Desimpresionadla bien.
D. MARTIN. ¿ Quién eres tú?
PERICO.
Soy de casa,
Periquillo.
(Hace una cortesía, y se va por la puerta de la derecha.)
D. MARTIN.
¡Ah! sí, el criado
De Don A Dios. Buena traza
Tiene ese mancebo No,
Y en lo que te dijo hablaba Como un libro. Con que vamos, Ya te he dicho que no hagas Calendarios , ¡ eh ! que estás Tristona y desmejorada De pensar en eso. ¿Entiendes?
DOÑA CLARA.
Sí señor.
D. MARTIN. Después que vayas
ACTO III, ESCENA II. 601
Conociendo aquellas cosas, Le darás á Dios mil gracias De estar alli. Y no te empieces Luego con extraordinarias Penitencias á afligir,
ISo señor Ser moderada ,
Obediente , calladita ,
Acudir á lo que mandan
Las superioras , tratar
A las otras como hermanas
DOÑA CLARA.
Si lo son en el Señor.
D. MARTIN. Pues por eso digo. Amarlas Mucho. .... Y no meterse en chismes 3Ni rencillas , nada , nada De eso. Ser muy puntual En todo aquello que encarga La regla : sí , pues en esto Estriba ser buena y santa. Porque sino, el enemigo
DOÑA CLARA. ¡Ay, el enemigo
(Fingiendo excesiva timidez.)
602 LA MOGIGATA.
D. MARTIN.
Aguarda
La ocasión, y
DOÑA CLARA.
¡Dios nos libre!
D. MARTIN. Lazos y redes nos arma.
DONA CLARA. Como el traidor solo busca La perdición de las almas, La carne es frágil , y el siglo
Todo engañifas y trampas
¡Ay papá!
( Asiendo de las mano'; a Dan Martin.)
D. MARTIN.
Calla , bija mia , No te atemorices, calla: Ten resolución, que el diablo Se vuelve á puertas cerradas, Como dijo el otro.
DONA CLARA.
j Somos
Tan de'biles!
ACTO III , ESCENA II. 603
D. MARTIN. Vaya , vaya ,
No mas ¡Que diantre! No puede
Uno decirla palabra
Sin que (Aparte. ¡ Pobreci ta !....) ¡Eh! voy
A ver si leñemos cartas De Sevilla. Se lo dije A mi hermano, y como gasta Aquella sorna, me hará Rabiar antes que las traiga.
DOÑA CLARA. La mano, papá.
( Se arrodilla , y le besa la mano.)
D. MARTIN.
A Dios, nina.
DOÑA CLARA. El nos conserve en su gracia. Voyme á la oración mental, Que hoy viernes será muy larga.
604
LA MOGIGATA.
ESCENA III.
DON MARTIN. DON CLAUDIO. D. MARTIN.
Esto se llama virtud, Lo demás es patarata. Ya se ve, todo consiste En una buena enseñanza.
(Al irse Don 3Iartin por la puerta de la derecha , tropieza con Don Claudio que sale apresuradamente.)
j Hombre , que ¿ Pero por que'
No miras ?. . . .
I). CLAUDIO.
No reparaba. D. MARTIN.
Reparar.
D. CLAUDIO. Vengo de prisa. D. MARTIN.
¡ Calavera !
D. CLAUDIO. Como entraba
De prisa.
ACTO III, ESCENA IV. 605
D. MARTIN. ¿Y á qué vendrán Esas prisas?
D. CLAUDIO.
¿Quién pensára Que estuvierais tan al paso?
D. MARTIN, j Badulaque ! (Fase.)
D. CLAUDIO.
Nada falta Sino que Perico venga Y acabemos la maraña. ¿Periquillo, estás ahí?
/Se entra en su cuarto y cierra por dentro.)
ESCENA IV.
DOÑA CLARA. DON LUIS. DOÑA CLARA. Don Claudio digo Yo entrára,
( Se encamina al cuarto de Don Claudio , halla cerrada la puerta , duda , y observa por un lado y otro si alguien la ve,)
Pero Cerró No, no puede
606 LA MOGIGATA.
Ser Si me espero á que salga
Todo es peligros ¡ Que' vida
Esta tan desesperada ! Presa , oprimida , estudiando Templum tétnpli y laudo laudas , Y (juis vel qui. .... Pero no , No perdamos la esperanza; Por hoy paciencia , que ya Será otra cosa mañana. Pues, ¿no lo dije?
(Mirando ú la puerta del lado derecho, por donde sale des- pués Don Luis.)
D. LUIS.
¿Qué buscas?
DOÑA CLARA, j Válgame Dios!
( Hace que busca por el suelo alguna cosa , después quiere irse, f Don Luis la detiene.)
D. LUIS.
¿Qué?
DOÑA CLARA.
Buscaba Una estampa muy devota
ACTO III, ESCENA IV. 607
Que me dio el padre Berlanga,
Y ni sé donde la Ni
¡Cuánto siento no encontrarla!
D. LUIS. ¿Te vas? Ven aquí.
DONA CLARA.
Señor.
D. LUIS.
Ven acá. ¿ Por que' te extrañas Asi ? Cuando nos juntamos En la mesa no me hablas,
Y después, ó estás metida En tu cuarto, ó si me hallas,
Huyes de verme ¿ Qué es esto ?
¿Conmigo tan enfadada?
DONA CLARA. ¿Enfadada? No señor.
D. LUIS.
¿ Al tiempo que te separas De tu familia, y nos dejas Para siempre, asi me tratas?
608 LA MOGIGATA.
DOÑA CLARA. Perdón, mi querido tio, Perdón.
( Quiere arrodillarse , y Don Luis lo estorba.)
D. LUIS.
¡ Ay nina! levanta , Que no gusto de eso. Dime. .. Pero quisiera que hablaras Con ingenuidad. ¿Estás Contenta ?
DOÑA CLARA.
Siento en el alma Un gozo , que no es posible Explicarle con palabras.
D. LUIS.
Yo presumí que el temor A tu padre fuese causa De callar y darle gusto, Aunque hubiese repugnancia En ti.
DOÑA CLARA. ; Cómo ? No señor.
ACTO III, ESCENA IV. 609
D. LUIS.
Las hijas bien educadas Hacen tales sacrificios Muchas veces.
DONA CLARA. En mí falla
Esc mérito.
D. LUIS. ¿ Por que' ?
DOÑA CLARA.
Porque no me venzo en nada. Doy gusto á mi padre , y sigo Mi vocación.
D. LUIS.
j Cosa extraña I
DOÑA CLARA. ¿Pues esto os puede admirar? 3No lo entiendo.
D. LUIS.
Una muchacha Bonita, de genio alegre, Que por instantes aguarda Tomo II. 39
610 LA MOGIGATA.
Heredar un patrimonio
En que mire asegurada
Su fortuna , ¿ se desprende
De todo , renuncia tantas
Felicidades, se encierra
En una celda, se aparta
Del mundo? No hay medio, ó es
Muy embustera ó muy santa.
Pero dime, si no es esa
Tu inclinación, ¿por que' engañas
A quien te puede servir,
A quien te quiere en el alma
A pesar de tus defectos ?
¿Aún no te dan estas canas
Bastante seguridad?
DOÑA CLARA.
¿Péro quién os dice
D. LUIS.
¡Ingrata!
DOÑA CLARA. ¡Por cuántos medios procura El enemigo que caiga En el pecado ! . . . . Pues no , ]No ha de rendir mi constancia; Que Dios
ACTO III , ESCENA IV. 611
I). LUIS. Oyes, niña, mira Que yo no gusto de maulas. ¿A mí te vienes con frases De misión?. ... ]Eh! no me hagas Enfadar. Si yo te falto , ¿Quién con mayor eficacia, Con mas carino, sabrá Defenderte de la extraña Tenacidad de tu padre, Vencer su cólera, y cuantas Ocasiones se presenten Oportunas emplearlas En tu favor? Este empeño, Nacido de su ignorancia, Y el plan que has seguido, haciendo La gazmoña y la beata, Te han reducido á tal punto , Que no sé yo cómo salgas ; Pero al fin es tiempo ya De que se acabe esta farsa: Es tiempo de que conozca Tu padre que no te agrada La vida contemplativa; Que tu inclinación te llama A otro estado en que podrás
612 LA MOGIGATA.
Vivir contenta y honrada , Como buena madre, y buena Esposa , y buena cristiana.
DOÑA CLARA. ¡ Yo ! ¿ Que' decís ? . . . .
D. LUIS.
Si no quiere Entenderlo , si desbarra Como suele, en mí tendrás Todo el apoyo que basta,
Y Vamos, es menester
3No hacerse la mogigata , No mentir, no aparentar
Perfecciones que te faltan
Tenerlas y no fingirlas.
DOÑA CLARA. Pero señor
D. LUIS.
Si llegaras A ocultar (que no es posible) Toda la flaqueza humana Con diabólico artificio, Que el vulgo ignorante aplauda;
ACTO III , ESCENA IV. 613
Aunque seduzcas al mundo, ¡Infeliz! á Dios no engañas.
DONA CLARA.
¿Pero no sabré' de dónde Nace este error? ¿Qué malvada Lengua os informa de mí? ¿Quién me calumnia y me infama?
Pero no Yo la perdono:
Es mi prima y eso basta, Y antes perderé la vida Que ofenderla.
D. LUIS.
¿Qué artimaña Es esa? ¿A qué viene ahora Mezclar a tu prima en nada?
DONA CLARA.
Es muy diverso su modo De pensar, es muy contraria A su conducta la mia. Cada acción, cada palabra Que advierta en mí, pensará Que es una censura amarga De sus deslices ;Qué mal
6U LA MOGIGATA.
Me conoce! ¡Que' mal paga Mi carino ! . . . . Pues si somos Frágil barro, ¿ quien extraña Que ceda á la tentación El mas prevenido , y caiga ?
Y cuando para sufrirla Los vínculos no basláran De la sangre, ¿olvidaría Yo la caridad cristiana?. . . . ¿"No sabré (si Dios me asiste) Padecer y perdonarla?
D. LUIS.
Acabemos, lengüecita De vívora, que me falta
Ya el sufrimiento Si quieres
Hacer el papel de santa Bendita , con ese amor
Y esa caridad que gastas,
Vete , que en vez de engañarme , Cólera y tedio me causas.
(Dona Clara hace una reverencia en ademan de irse. Don Luis la coge de la mano, se reprime, y la habla con expresión cariñosa.)
Mi amistad , mi protección Te ofrezco, y todo se acaba
ACTO III, ESCENA IV.
Si quieres ser con tu lio Humilde, sencilla y franca. Yo disiparé el peligro Urgente que te amenaza : Yo liare' que ni la opinión Pública te culpe en nada , 3Ní tu padre se disguste A vista de tal mudanza. Jóvenes hay en Toledo De buena sangre , de honradas Prendas, y alguno hallaremos Para ti.
DONA CLARA.
¡ Qué temeraria Proposición !
D. LUIS. ¿ Cómo ? DONA CLARA.
¿Yo,
D. LUIS. ¡ Pues qué ! DONA CLARA.
¿Yo casad
Señor ?
616 LA MOGIGATA.
D. LUIS. ¿Con que no?
DONA CLARA.
Conozco y huyo
Las vanidades mundanas
Tengo ya mejor esposo.
D. LUIS.
Bien está.
( inquieto , y reprimiendo el enojo.)
DONA CLARA. Que no se cansa
De amar.
D. LUIS.
Muy bien.
DOÑA CLARA.
Y con premios Eternos corona y paga Los afanes de esta vida Transitoria.
D. LUIS,
¿Sí? pues anda
Vete de aqui Y nunca, nunca
Me vuelvas á hablar palabra
ACTO III, ESCENA V.
DOÑA CLARA. Bien, seilOr. ( Hace una cortesía y se va.)
D. LUIS.
Nunca , porque No sé si tendré templanza
Para sufrirte ¡Embustera !
¡ Oh virtud , cómo te ultrajan !
ESCENA V.
DON LUIS. PERICO. PERICO.
Ahí he encontrado en la puerta A un mozo con esta carta ,
( Le da una carta.)
De parte de ¿Cómo dijo?
De
D. LUIS.
¿De Don Juan de Miranda? PERICO.
Cierto Que ha venido inclusa
En otra que le enviaba El mismo sugeto.
D. LUIS.
Sí.
618
LA MOGIGATA.
PERICO.
Que perdonéis la tardanza , Porque hoy ha comido fuera , Y no ha vuelto por su casa Hasta las tres.
D. LUIS.
¿ No te ha dicho Don Claudio
PERICO.
¿ Lo de la ma relia ? Sí señor , si ya está todo Prevenido.
D. LUIS.
La criada
Se levantará temprano
Oyes, y quiero que vayas Con él. ¿Entiendes?
( Fase Don Luis por la puerta del lado izquierdo.) PERICO.
Ya estoy.
ACTO III, ESCENA VI. 619
ESCENA VI.
PERICO. DON CLAUDIO.
PERICO. ¡ Calle ! que tiene cerrada La puerta.
(Se aceren d la puerta de Don Claudio, y hallándola cer- rada llama.)
Sénior Perico.
D. CLAUDIO.
Vamos, que ya le esperaba Con impaciencia.
PERICO.
¿Y que' ha habido?
D. CLAUDIO.
Que está la paz ajustada Con el prendero. El se lleva Las cosas algo baralas, Pero al cabo yo no había De poder desempeñarlas ,
Con que Y sobre todo, habiendo
Apuros , nadie repara. ¿ Y la vieja ?
LA MOGIGATA.
PERICO.
Mi señora Doña Brígida Menchaca , Viuda reverenda, dice: Que hará lo que se la manda , Por caridad, por serviros, Porque no quiere que haya Escándalos
D. CLAUDIO. Muy bien.
PERICO.
Pero,
Digo que allí no se traía Mas de que por una noche n Tenga la niña posada Segura , y al otro dia Testigos , clérigo , y arda Bayona.
D. CLAUDIO. Pues ya.
PERICO.
Y supongo Que tenemos despachada La escritura del papel.
ACTO III, ESCENA VI. 621
D. CLAUDIO. Aquí está. (Da un papel d Perico.)
PERICO.
¡Viveza extraña !
D. CLAUDIO. Ahí he puesto los regalos Que la hago yo. Dona Clara Pondrá lo que á mí me dé, Firma luego, y santas pascuas.
( Lee el papel , y le guarda.)
PERICO.
crYo, Don Claudio Meliton Pérez y Pérez, » caballero hijodalgo , natural de Ocaña , y yo Do- »na Clara Francisca Bustillo, doncella toledana. «Estando en perfecta salud y con nuestro cabal » entendimiento , hacemos de mancomún la pre- » senté obligación de contraer himeneo marital y » consorcio de primeras nupcias, al instante, ó » cuanto mas presto fuere posible ; que tal es «nuestra última voluntad. Y queremos ser obli- gados por justicia, si alguno de nosotros se 11a- » mase antana , lo que Dios no quiera ni permi- »ta, amen. Y amen de esto nos hemos dado ma- »no y palabra, y nos hemos dado otras frioleras, »las cuales van puestas al fin de esta escritura,
622 LA MOGIGATA.
» por modo de inventario. Fecha en Toledo, &c.~ » Yo Don Claudio Melilon Pérez y Pérez , caba- llero hijodalgo, natural de Ocañ'a."
Lindamente , y está todo Dicho con suma elegancia. ¿•Son estas las frioleras?
( Don Claudio saca un envoltorio de papel y Perico le guarda.) D. CLAUDIO.
Esas son.
PERICO.
Pues á buscarla.
( En ademan de irse.)
ESCENA VII.
LUCÍA. DON CLAUDIO. PERICO.
PERICO. ¿ Qué tenemos , chica ?
LUCÍA.
Solo
Deciros que Dona Clara Está que se desespera.
PERICO. Pues ya voy á consolarla.
ACTO III, ESCENA VIL 6!
LUCÍA.
Dice que si habéis resuelto Algo
PERICO. Y mucho , y que no falta
Ya sillO ( Hace que se va y vuelve.) ¿ D
Inesita
Y su padre están de guardia, De modo que yo no pueda Enlrar sin llevar sotana ?
LUCÍA.
No temas.
PERICO. Es que al señor Don Luis , con aquella pausa Le tengo un miedo cerval.
LUCÍA.
Cuando he venido quedaba En su cuarto : Doña Ine's Está cosiendo en la sala Del jardín.
PERICO.
¿ Sí ? pues logremos La ocasión , no se nos vaya.
LA MOGIGATA.
ESCENA VIII.
DON CLAUDIO. LUCÍA. LUCÍA. ¿Y qué habéis dispuesto? D. CLAUDIO.
Yo,
Muger , no dispongo nada
Ello , ó me caso , ó el diablo Viene y tira de la manta.
LUCÍA.
Es que Don Luis Pero cuenta,
Que os lo digo en confianza
Cuidado.
D. CLAUDIO. Bien.
LUCÍA. Ya lo sabe Todo, y como
D. CLAUDIO.
¡Qué desgracia! LUCÍA. Lo sabe ; pero
ACTO III, ESCENA VIII. 625
D. CLAUDIO.
¿ Lo sabe ?
Vamos, ya me
LUCÍA.
Es que mi ama. .. . .
D. CLAUDIO.
No hay que hacer Somos perdidos.
Preciso Salto de mata
¿Que' tengo ya que esperar?
LUCÍA.
Pero escuchad lo que pasa, Y después
D. CLAUDIO.
Cierto, y después Vendrá el viejo, se lo planta Al otro viejo, y me meten Entre puertas, y
LUCÍA.
No hay nada De eso. Al contrario. Don Luis Está en serviros, y trata De que os caséis. Tomo II. 40
LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO.
Pues ya estoy: Por eso es toda la rabia. Porque él me quiere casar Con aquella remilgada De Ine's, y yo no la quiero.
LUCÍA.
Si no es eso.
D. CLAUDIO.
¿Y lo callabas, Muger? . ... ¿Y no me lo has dicho Dos horas ha ? . . . . Corre , llama A Perico.
LUCÍA. Si no es eso.
D. CLAUDIO.
Voy á ver si en la posada
Encuentro muías Sí, vamos,
Si yo lo premeditaba,
Si lo dije, si Perico
Me ha metido en esta danza.
LUCÍA. Si no me queréis oir.
ACTO III , ESCENA VIH.
Si es locura declarada
La que tenéis. Si Don Luis
Está de enojo que salta
Contra su hermano, porque
Mete monja á Doria Clara.
Si el mismo Don Luis me ha dicho
Que era mejor os casárais
Con ella. Si me mandó
Que no os dijera palabra,
Porque él sabrá disponerlo
Con su hermano , sin que haya
Peloteras, y os caséis
De bien á bien. Si él se encarga
De todo, ¿á qué viene ahora
Esa furia?
D. CLAUDIO.
Á que pensaba
Que ¿Pero es cierto, Lucía?
No puede ser, tú me engañas.
LUCÍA.
No señor.
D. CLAUDIO. ¿Con que es verdad? LUCÍA.
Yo se lo he dicho á mi ama
LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO. ¿ Y qué dice ?
LUCÍA.
Como está Con Don Luis tan enfadada, No lo ha querido creer.
D. CLAUDIO. Pues ya se ve que eso es maula. LUCÍA.
No señor.
D. CLAUDIO. Pues yo te digo
Que sí.
LUCÍA. Pues yo me fiara De él, y fuera lo mejor.
D. CLAUDIO.
Lo mejor fuera afufarlas
No hay que hacer , si todas son
Astucias y zalagardas
De este Don Luis ó este infierno.
ACTO III , ESCENA IX. 629
ESCENA IX.
PERICO. LUCÍA. DON CLAUDIO.
PERICO.
Ya tenemos despachada Esta comisión. Lucía, La religiosa te llama Para no sé qué envoltorio, Corre.
LUCÍA.
Allá voy.
D. CLAUDIO.
Mira , aguarda.
( Don Claudio se pasea , y hace que busca alguna cosa en los bolsillos. Lucia le coge las vueltas, y alarga la mano para re- cibir lo que piensa que va á darla. Al fin de la escena Don Claudio saca las yescas , enciende un cigarro y fuma.)
LUCÍA. ¿Qué mandáis?
D. CLAUDIO.
Yo te diré. LUCÍA.
(Aparte. Ya llegó la suspirada
Flota. Ya tengo pañuelo.)
630 LAMOGIGATA.
D. CLAUDIO.
Me parece á mí
LUCÍA.
¡Qué guapa
Estaré con él
D. CLAUDIO.
Quisiera
Es verdad que Dona Clara.
LUCIA.
¿Y qué tiene que ver ella Con eso?
D. CLAUDIO. Ya, pero
LUCÍA.
Vaya,
Señor, si ha de ser.
D. CLAUDIO.
Al cabo,
Ello
LUCÍA. Me le haré de gasa. D. CLAUDIO. Pero no , no nos metamos
ACTO III, ESCENA X. 631
En camisa de once varas. Vete , vete.
LUCÍA. ¡Haya pelón!
ESCENA X.
DON CLAUDIO. PERICO.
D. CLAUDIO. ¿ Y el papel ?
PERICO.
Ella le guarda.
D. CLAUDIO. ¿ Y qué te dio ?
PERICO.
Veislo aqui.
(Saca envuelto en un pañuelo lo que indica el diálogo.)
¡Cosas suyas! Tres medallas, Un par de ligas manchegas, Una cruz de Caravaca, Estas dos santas Teresas De barro , y una navaja.
LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO.
Bien ¿ Pero qué te parece ?
¿ Hemos de salir mañana ?
PERICO. No por cierto.
D. CLAUDIO.
¿Y si Don Luis
Aprieta ?
PERICO. Buenas palabras. Que está bien , que es grande idea , Que sin que él os lo mandara Lo hubierais hecho, que apenas Haya luz saldréis de casa.
D. CLAUDIO.
¿Y luego?
PERICO.
Y luego cenáis , Buenas noches, y á la cama. Y después, cuando esté toda La familia sosegada, Inquietud , sudor , bostezos , Horripilación y bascas.
ACTO III, ESCENA X. 633
Me levanto, enciendo un cabo, Hago estrépito, se alarman
Todos j Qué sera ? Si es flato ,
Si es cólico, si es terciana
Y cuando amanezca Dios (Esto es, á las once dadas) Os sentís algo mejor, Coméis poquito y sin ganas, Habláis con voz enfermiza, Dormís una siesta larga ,
Y os quedáis como si todo Hubiera sido una chanza.
D. CLAUDIO.
; Oh ! como tú no me faltes , Ningún peligro me atasca.
PERICO.
Sí, pero no os atasquéis Tampoco aunque yo me vaya, Porque no hay duda, he de irme.
D. CLAUDIO. ¿ Tan presto ?
PERICO.
De madrugada ,
634 LA MOGIGATA.
No hay remedio. Ese maldito Demandadero me ataja
Las callejuelas Si vuelve
Segunda vez y me halla,
Nos destruye Ahí en la esquina
Le vi que se encaminaba Hácia aqui: pude lograr, Diciéndole no sé cuantas Mentiras , que se volviese. Pero si cojo la rauta,
Entonces, ancha es Castilla
; Ah ! sí , ya no me acordaba
De que hay que buscar los trastos.
Voy allá.
D. CLAUDIO. ¿ Para qué ?
PERICO.
Para
Que Don Luis se tranquilice , Viendo que ya se preparan Los chismes de cabalgar. El que vive de la trampa , Mi Don Claudio, es menester Que no se descuide en nada.
(Vase al cuarto de Don Claudio.)
ACTO ni, ESCENA XI. 635
ESCENA XI.
DON CLAUDIO. DON LUIS. DON MARTIN.
D. LUIS.
(Don Luis saca un papel en la mano.)
Mucho sentirá mi hermano Esta novedad ¿Tú estabas
Aq
ui
D. CLAUDIO.
Sí señor ¿Qué diantre
De papel será el que saca ? ¿Cuánto va
D. LUIS.
Déjame solo.
D. CLAUDIO.
¿Cuánto va que la muchacha Se le ha dejado pillar?
(Don Claudio se entra en su cuarto.)
D. LUIS.
3No sé qué medios me valgan Para templarle. Un carácter Como el suyo , que no guarda
636 LA MOGIGATA.
Moderación , ni previene ,
]Ni tolera las desgracias
El viene aquí.
D. MARTIN.
Ya me han dicho Que has recibido una carta
De Sevilla Yo no entiendo..
A mí no me escriben nada, INi una letra.
D. LUIS.
Sí, porque Ha ocurrido una mudanza
Bien imprevista ¿ Dijiste
Al primo que se casaba Inesilla ?
D. MARTIN.
No por cierto. Solo le escribí que Clara , Manifestando deseos De ser religiosa , estaba Resuelta á empezar muy pronto Su noviciado, y que
D. LUIS.
Y basta
ACTO III, ESCENA XI. 637
Eso para conocer Que tuvo razón sobrada De revocar su primera Disposición.
D. MARTIN.
Con que ¡Vaya!
Pues A ver
D. LUIS.
Toma.
( Le da el papel d Don Martin.)
D. MARTIN.
En efecto ,
Es una botaratada
De aquel hombre Siempre fue
Medio loco
( Después de haber leído , tira el papel sobre la mesa.)
¿ Quién pensára Esta salida, después De tanto esperar y tantas
Promesas ? Si me escribió
Habrá dos ó tres semanas, Diciéndome que sus males No le daban esperanzas De vida , que ya tenia
LA MOGIGATA.
Todas sus deudas pagadas,
Y arreglado el testamento: Que á Garita la dejaba
Por heredera, y que Yo
Respondí dándole gracias Como era razón
D. LUIS.
Y en vista Del aviso que le dabas, Debió de reflexionar Que estando determinada Clara á ser monja, sería Inútil favor nombrarla En el testamento , y quiso Que su prima Inés gozára De esta merced , pues está
Sin colocar No es extraña
Resolución.
D. MARTIN.
Dices bien. No hay cosa mas acertada
Y la nina lo merece,
Lo merece ¡Bribonaza!
¡Desenvuelta!.... Asi va el mundo
ACTO ffl, ESCENA XII. 639
;La prenda de mis entrañas,
La pobrecita, quedar
De esta manera burlada ! . . . .
Y el otro bruto salimos
Al cabo con la zanguanga
De que no lo necesita.
¿Y qué, á mí no me hace falta?
ESCENA XII.
EL TIO JUAN. DON LUIS. DON MARTIN,
TIO JUAN. Muy buenas tardes, señores.
D. MARTIN. ¿Qué tenemos?
TIO JUAN.
Que me manda Venir la madre abadesa A decir á Dona Clara, Que mañana por la tarde La Aragonesita ensaya Al órgano el villancico
Que han de cantar en la octava
Es aquel de: Pastor cilio ,
640 LA MOGIGATA.
P astor cilio , come, y calla,
Come y calla Con que el i
Que viniera y avisára Para que
D. MARTIN. Bien.
TIO JUAN.
¿Pero qué
Diré ?
I). MARTIN. Que bien, que mañana Irá por allá.
TIO JUAN.
(Hace que se va, y vuelve.)
¿ Os lian dado Una esquelita firmada De la abadesa?
D. MARTIN. También.
TIO JUAN.
No lo digo porque haga Falta, sino
ACTO III, ESCENA XII.
D. MARTIN.
Ya llevó
El dinero.
TIO JUAN.
Es que me encarga La abadesa
D. MARTIN.
¿Que' encargó?
TIO JUAN.
Que os dijera , que no es tanta La urgencia que haya de ser Hoy mismo.
D. MARTIN.
j Desatinada
Prevención ! Si ya le he dado
El dinero.
TIO JUAN. ¿A quién?
D. MARTIN.
¡ Machaca !
A Don Sempronio. Tomo II. '41
LA MOGIGATA.
TIO JUAN.
¿ Y quién es
Don Sempronio?
D. MARTIN.
j Qué pesada Taravilla de preguntas ! j Vaya que el hombre me cansa De veras !
TIO JUAN. Pero
D. MARTIN.
Al hermano
De Don Lorenzo Aún no acaba
De entenderlo.
TIO JUAN. Es que no tiene Tal hermano.
D. MARTIN.
Es que me enfada De veras el señor Juan. Váyase de aqui , ¿ qué aguarda ?
TIO JUAN. Señores , lléveme Dios
ACTO III, ESCENA XII.
Si yo entiendo una palabra
Sobre que no hay tal hermano.
D. MARTIN.
Sobre que viene con ganas
De impacientarme Si digo
Que estuvo conmigo, vaya,
¿Qué replica? Es un cojo,
Tuerto, cargado de espaldas, Gangoso , muy hablador.
TIO JUAN.
j Gangoso ! . . . . Si en esta sala
Di yo el papel á un mocito
La verdad , yo estoy en brasas. . . Quise volver, y le hallé Ahí cerca. Dijo, que estábais Fuera ; dije , que vendría Después; dijo, que excusára El venir, porque estas noches INo soléis cenar en casa, Y no os venís á acostar Hasta las doce muy largas.
Con que yo
D. MARTIN.
;Pero no ves
LA MOGIGATA.
Cuánto disparate ensarta Este menguado?
TIO JUA1N.
Si el otro Fue quien me dijo
D. LUIS.
Apostára
Que te han hecho alguna burla.
D. MARTIN.
¿Qué burla? Si es que desbarra Ese infeliz , y no sabe Lo que está diciendo.
D. LUIS.
Calla ,
Que hemos de ver si Perico.
PERICO. Señor. ( Responde desde adentro.)
D. LUIS. Perico.
ACTO III, ESCENA XIII. 645
ESCEIVA XIII.
PERICO. DON LUIS. DON MARTIN. EL TIO JUAN.
PERICO. ¿Quién llama?
(Al ver al tio Juan se sorprende , y hace ademan de buscar oigo debajo de la mesa y entre las sillas.)
TIO JUAN.
El es sin duda No hay mas,
Que es él.
PERICO.
No sé donde paran Estas espuelas
D. LUIS.
Escucha
Un recado.
PERICO.
Están atadas Con un cordel.
(Quiere volverse á entrar en el cuarto de Don Claudio, pero Don Luis le trae asiéndole del cuello.)
D. LUIS. Oye aquí
Primero.
LA MOGIGATA.
PERICO.
Voy á buscarlas. D. LUIS.
¿Quién es aquel Don Sempronio Que dijo que le enviaba La abadesa?
PERICO. Yo, señor, ¿Qué he de saber? No sé nada.
D. LUIS. ¿Con que no?
PERICO.
Cierto que no. D. LUIS. Si no lo dices, canalla, Te he de hacer ahorcar.
PERICO.
¿No mas
D. LUIS.
Dilo al instante.
D. MARTIN. Despacha.
ACTO III, ESCENA XIII.
PERICO.
¡Ah, de mandadero indigno, Que' banderilla me plantas! No te lo demande Dios.
D. LUIS. Vamos, cuando esta mañana Vino el señor, ¿á quién dio La esquela?
PERICO.
Bien excusada Pregunta. ¿Pues no lo ha dicho A mí.
D. MARTIN. ¿Y el otro fantasma Que vino por el dinero?
PERICO.
Yo fui.
D. MARTIN. ¿Con aquella pata?
PERICO.
Sí señor , y con aquel Parche y aquella casaca.
D. LUIS.
¡Picaron! Cosa mas..
648 LA MOGIGATA.
D. MARTIN.
Di,
¿ Y el dinero en dónele para ?
D. LUIS. \ ¿ Que' hiciste de él ?
PERICO.
¿Qué sé yo?
TIO JUAN. ; Vamos que el mocito es caña!
D. MARTIN. ¿Qué has hecho de él?
PERICO.
No le tengo Aqui : dejadme que vaya A casa de un conocido, Y os le traigo sin tardanza.
D. MARTIN. Pues corre.
( Don Martin le da un emb/'on para que se vaya. Don Luis le vuelve d asir, y queda entre los dos.)
D. LUIS.
INo hay que soltarle.
ACTO III, ESCENA XIII. 649
PERICO.
Pero iré bajo palabra De honor.
D. LUIS. O entrega el dinero, O vas á pagar tus maulas A un calabozo.
PERICO.
¡ Qué empeño!
D. LUIS.
Y en tanto que el señor llama A la justicia
TIO JUAN.
Allá voy.
( Hace que se va y vuelve.)
PERICO.
Aquí está el dinero.
(Saca un bolsillo y Don Martin le toma, cuenta el dinero y se lo guarda.)
D. MARTIN.
Daca,
Ratero.
LA MOGIGATA.
PERICO.
¡Ratero á mí!
D. MARTIN. ¿Y está todo?
PERICO.
Lo que falta Don Claudio os lo pagará, Que yo no me pringo en nada.
D. MARTIN. Vamos á ver.
D. LUIS.
Pues, amigo, Ya habéis visto lo que pasa ; Y asi diréis á las madres Que cuando mi hermano salga Irá por allá.
TIO JUAN. Está bien.
PERICO. La del humo.
ACTO III, ESCENA XIV. 651
ESCENA XIV.
DON LUIS. DON MARTIN. PERICO. DON CLAUDIO. D. LUIS.
¡Buena alhaja De mozo nos ha venido ! ¿Y en estos enredos anda Tu señor?
D. MARTIN. ¿Pues qué creías?
D. LUIS.
Nunca pensé que llegára A tal.
D. MARTIN.
Sí, que el jovencito Es sugeto de esperanzas.
D. LUIS.
Pero es menester saber
Qué ha habido en esto, y qué Llama
A ese muchacho.
PERICO.
Don Claudio. Señor Don Claudio.
652 LA MOGIGATA.
D. LUIS.
Esto pasa De travesura, y es cosa Muy seria para dejarla Asi.
PERICO. Si pudiera yo Entretanto
( En ademan de quererse ir por la puerta del lado derecho.) D. LUIS.
No te vayas
Quieto.
PERICO.
Bien está.
D. CLAUDIO.
¿ Que' ocurre?
(Sale de su cuarto.)
D. LUIS.
¿ Para esto lias venido á casa , Claudio? Nunca te creí Inclinado á tan villanas Acciones. El hospedage, La amistad, la confianza, ¿Se pagan asi?
ACTO III, ESCENA XIV. 653
D. MARTIN. ¡ Bribón !
D. CLAUDIO. Toma , ¿ pues que'
D. MARTIN.
¡Le matára
De un golpe!
D. CLAUDIO.
Maldito sea
El papel y Yo pensaba
Que no os pudiera ofender Tanto, tanto
D. LUIS.
¡Es buena gracia Por mi vida ! ¿ Te parece Que es para menos la chanza?
D. CLAUDIO.
Ya, pero en cumpliendo como Hombre de bien.
D. LUIS.
¿Y á qué llamas Cumplir como hombre de bien, Después de hacer una infamia?
LA MOGIGATA.
¿Qué dirá tu padre cuando Lo sepa? ¿No ves que basta Para quitarle la vida Esta pesadumbre?
D. CLAUDIO.
; Vaya,
Que lo ponderan! ¡Mi padre!
¿Cuánto va que no se enfada?
D. LUIS.
¿ Qué dices ? ¿Estás en ti ?
D. CLAUDIO.
Pues digo bien: ya me cansa
Tanto exagerar las cosas.
¡ Mi padre ! . . . . Pues apostára
La cabeza á que mi padre
Lo aprueba, y me da las gracias.
Y sobre todo ¡ Cuidado
Que parece que me tratan
Como á un cbiquillo! . . . . ¡ Oh! pues yo
Por bien soy como una malva ;
Pero por mal ¿Si querrán
Que me acoquine y les vaya A pedir perdón ?. . . . Parece
ACTO in, ESCENA XIV. 655
Que es alguna cosa extraña
Según se ponen La quiero :
Ya se ve , me da la gana
De quererla: ella me quiere
También á mí ; con que pata.
¡ Toma ! . . . . El papel ya está hecho :
Su padre quiso encerrarla :
Ella no quiere ser monja
Francisca , ni mercenaria ,
Ni dominica , ni alforja ;
Ha querido ser casada,
Y se ha casado conmigo.
D. MARTIN.
¿ Cómo ? ¿ Que' ¿ Qué ha sido ?
D. LUIS.
Calla ,
De'jale hablar.
PERICO.
Si mi amo Está diciendo patrañas, Si suena.
D. LUIS.
Calla, ó te mando
( Con ímpetu colérico. Perico se va atemorizado por la puer- ta de la izquierda.)
656 LA MOGIGATA.
Tirar por una ventana
Vete de aquí.
D. CLAUDIO.
Digo bien. Si no hay cosa que yo haga Que no se tilde y se riña. Pues yo bien quieto me estaba.
Ella quiso ¿ Yo , que' habia
De hacer? ¿dormirme en las pajas?
Y al cabo que
D. MARTIN.
Pero cómo
D. CLAUDIO.
El cómo es cosa muy larga
De contar Que sois mi suegro ,
Cabalito , en dos palabras
Y lo que ha de ser por fuerza Tomarlo de buena gana.
D. MARTIN.
Si
(Lleno de turbación y de inquietud llama , acercándose d la puerta del lado izquierdo.)
¡Válgame Dios! No se' Lo que me sucede Clara.
ACTO III, ESCENA XV. 657
ESCENA XV.
DOÑA CLARA. D. LUIS. D. MARTIN. D. CLAUDIO.
DONA CLARA.
Señor Padrecito mió,
¿Me llamáis á mí?
D. CLAUDIO.
Te llama Porque ya lo sabe todo. Entre los dos me majaban
A sermones El papel
Nos le han pillado, eso pasa.
D. MARTIN.
Ya lo comprendo ¡ Dios mió !
Déjame, que he de matarla.
( Huye Doña Clara , y se pone al lado de Don Claudio. Don Luis detiene á su hermano, que hace ademanes de cólera.)
D. LUIS. ;Qué vas á hacer?
DONA CLARA.
Claudio, presto,
Sácame de aqui. Tomo II. 42
658
LA MOGIGATA.
D. MARTIN.
¡Malvada!.. . .
j Hija inobediente ! ¿ Asi
Lo que te quise me pagas ? La he de matar.
DOÑA CLARA.
Al instante Lle'vame de aqui , ¿ qué aguardas ? El papel le tengo yo , Tu muger soy, no tu dama, En cualquier parte hallaremos
Protección Nada nos falta,
Mientras yo viva á ninguno Necesitas.
D. MARTIN. ¡ Desgraciada !
(Don Martin, sintiéndose desfallecido, se apoy a en la mesa. Don Luis le sostiene y le encamina d la puerta de la izquierda.)
No puedo estar
D. LUIS.
Mira, vete
Allá adentro No adelantas
Nada con verla.
D. MARTIN.
Es verdad
ACTO III, ESCENA XVI. 659
Pero has de hacer que se vayan Sin dilación.
D. LUIS. Bien.
D. MARTIN.
Que no
Me pongan los pies en casa Nunca, nunca.
ESCENA XVI.
DON LUIS. DOÑA CLARA. DON CLAUDIO. D. CLAUDIO. Vamos.
(Don Claudio f Dona Clara hacen ademan de irse por la puerta del lado derecho. Don Luis los detiene.)
D. LUIS.
¿ Cómo ?
¿ Y adonde iréis ?
DOÑA CLARA.
El lo manda. No faltará quien nos quiera Recibir,
660
LA MOGIGATA.
D. CLAUDIO. Si aquí nos halla Puede hacer un desatino. Vamos.
D. LUIS.
¿Quieres que se añada El escándalo al absurdo Que habéis hecho?
DONA CLARA.
Estoy muy harta
De sufrirle ¿No habéis visto
Cuánto le irrita que haya Pensado en casarme, como Cualquiera muger se casa? ¿No ha de tener esto fin?
¿He de vivir siempre esclava?
Chico, vámonos Y no,
No temáis que esto de' causa A escándalos. Hay papeles, Prendas, testigos que bastan A probar que es mi marido
Y yo su muger. Mariana A las ocho, con un sí
Y una bendición se acaba Todo, y entonces
ACTO III, ESCENA XVI. 661
D. CLAUDIO.
¿ Entonces ? No han de pasar dos semanas Sin que me venga á pedir Limosna, y
D. LUIS. (Con mucho enojo.) ¡Picaro!
D. CLAUDIO.
Vaya,
Que Pues digo bien ; la herencia
Viene, y en habiendo plata
D. LUIS.
( Don Luis tomando la carta que está sobre la mesa , se la da á Doña Clara. Esta la lee , y hace ademanes de sorpresa y abatimiento.)
Mira , infeliz , en que estriban Tu orgullo y tus esperanzas.
DOÑA CLABA.
¿Qué es esto? ¡Ay de mí! ¿Es posible?. . . .
Moriré desesperada, tlnés la heredera!
D. LUIS. Si.
662 LA MOGIGATA.
El cielo quiere premiarla , Y á ti te castiga.
D. CLAUDIO.
¡Calle!./.. Pues cierto que
DONA CLARA.
¡ Desdichada !
D. LUIS.
¿ Que' te admira ? Si engañaste A tu padre, ¿qué esperabas Sino vivir infeliz?
DOÑA CLARA.
¡ Qué miseria nos aguarda ! ¡ Qué afrentas ! Inés , llegó El tiempo de tu venganza.
¡Ay! mi padre vuelve ¿En dónde
Me ocultaré?
(Don Claudio y Doña Clara se retiran al fondo del teatro.)
ACTO III , ESCENA XVII. 663
ESCENA XVII.
DON MARTIN. DOÑA INÉS. DON LUIS. DOÑA CLARA. DON CLAUDIO.
D. MARTIN.
No , te cansas En balde No quiero verla.
DOÑA INÉS. Pero señor
D. MARTIN.
Que se vaya, Que se vaya , que me deje Morir.
DOÑA INÉS. Pobre, abandonada De su padre, ¿adonde irá?
D. MARTIN.
Que no me mire á la cara Nunca.
DOÑA INÉS. Prima, ven aquí,
( Doña Clara se acerca tímida y confusa , y vuelve á reti- rarse al ver el enojo de Don Martin.)
LA MOGIGATA.
Llega, humíllate á sus plantas, Bésale la mano.
D. MARTIN. Quita.
DONA INÉS. Por mí, señor.
D. MARTIN.
Vete, aparta,
¡ Hija indigna!
D. LüIS.
Pero, hermano,
Es menester perdonarla
¿ Qué quieres hacer ?
D. MARTIN.
Que vea Cuantas desdichas arrastra Su delito.
DONA INÉS.
Yo no puedo Ver sin que me llegue al alma La desgracia de mi prima
ACTO III, ESCENA XVII. 665
¿He de tolerar que salga
De aquí con la maldición
De su padre, rodeada
De aflicción y de miserias?
Hambre, desnudez la aguardan,
Remordimientos crueles
Que al mal obrar acompañan
3No , si la virtud consiste
En acciones, no en palabras,
Hagamos bien Padre mió ,
3No me neguéis esta gracia. Permitid que con mi prima Toda mi fortuna parta: Que no , no quiero riquezas Si no he de saber usarlas
En amparar infelices
¡Oh maldito el que las haga
Este'riles, y perece
Sobre el tesoro que guarda!
D. MARTIN. ¡Ine's, sobrina!
( Don Martin y Don Luis expresan su sorpresa y su ternura.) D. LUIS.
j Querida
Ine's !
666 LA MOGIGATA.
D. MARTIN. ¡Tú sí que eres santa!
DONA INÉS. No señor , soy compasiva INada mas Pero se pasa
(Va adonde está Doña Clara y la trae de la mano.)
El tiempo, y es menester Que hoy mismo quede firmada Mi cesión.
DOÑA CLARA.
( Besando las manos á Doña Inés.)
Inés , yo he sido Para contigo muy mala, Perdóname.
DOÑA INÉS. ¡ Qué locura ! Yo no me acuerdo de nada, Be nada.
D. MARTIN.
Yo sí me acuerdo,
3Ni puedo olvidarlo ¡Falsa,
Hipócrita, aborrecible Muger!
D. LUIS. ; Cómo te arrebata
ACTO III, ESCENA XVII. 667
El furor ! . . . . Pero conviene Ceder á las circunstancias. Hágase lo que propone Inés: con ella reparta Sus bienes, yo lo consiento, Pero ha de ser sin que haya
Ni firmas, ni obligación
Se lo ha promelido y basta. Asi podrá contenerlos En su deber, y obligada Clara de la inevitable Necesidad de agradarla , Sabrá arreglar su conducta, Reprimir la extravagancia De su marido, y en fin, Si en ella estímulos faltan De honor, hará el interés Lo que la virtud no alcanza. Y tú , porque yo lo pido , Por no dejar desairada A la pobre Inés , que está Pendiente de tus palabras, Perdónalos.
( Don Claudio se acerca : él y Doña Clara se arrodillan de- lante de Don Martin, que haciéndolos levantar, se encamina d Doña Inés , y la abraza.)
668 LA MOGIGATA.
D. MARTIN.
Bien Alzad,
Hijos Y no me habléis nada ,
No Que es mucha la inquietud
Que siento ¡Que mal pensaba
De ti! ... . ¡Bendita! ¡Hija mía!
¡ Querida Inés!
D. LUIS.
Encargada Queda de ser protectora De su prima y de esta casa ,
Y amparo de tu vejez
¡ Oh , quiera el cielo colmarlas De dichas, y en amistad Vivan verdadera y larga !
DONA INÉS.
Sí señor, sí, viviremos
Siempre amigas , siempre hermanas.
( Doña Inés y Doña Clara se abrazan.)
D. LUIS. Lo espero asi
( Asiendo de las manos a Doña Inés, con expresión de ternura.)
Pero tú No sabes cómo se halla
ACTO III, ESCENA XVII.
Mi corazón. Al placer
Que siento por ti, no igualan
Todas las felicidades
De la tierra Ni trocára
La dicha de ser tu padre Por el trono de un monarca, j Ojalá fuese el ejemplo Público ! . . . . Si esto miráran Aquellos á quienes tanto Las apariencias arrastran, Distinguieran la virtud Verdadera de la falsa.
/
I
EL SÍ DE LAS NIÑAS.
COMEDIA.
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Estas son las seguridades que dan los padres y los tuto- res , y esto lo que se debe fiar en el sí de las niñas.
Acto III. Escena XIII.
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ADVERTENCIA
El Si de las Niñas se representó en el teatro de la Cruz el día 24 de enero de 1806, y si puede dudarse cuál sea entre las comedias del autor la mas estimable, no cabe duda en que esta ha sido la que el público español recibió con mayores aplausos. Duraron sus primeras representaciones veinte y seis dias consecu- tivos , basta que llegada la cuaresma se cerraron los teatros como era costumbre. Mientras el público de Madrid acudia á verla , ya se representaba por los cómicos de las provincias , y una culta reunión de personas ilustres é inteligentes se anticipaba en Zara- goza á ejecutarla en un teatro particular, mereciendo por el acier- to de su desempeño la aprobación de cuantos fueron admitidos á oiría. Entretanto se repetían las ediciones de esta obra : cuatro se hicieron en Madrid durante el año de 1806, y todas fueron ne- cesarias para satisfacer la común curiosidad de leerla, excitada por las representaciones del teatro.
¡Cuánta debió ser entonces la indignación de los que no gus- tan de la agena celebridad, de los que ganan la vida buscando defectos en todo lo que otros hacen , de los que escriben comedias sin conocer el arte de escribirlas, y de los que no quieren ver descubiertos en la escena vicios y errores, tan funestos á la socie- dad como favorables á sus privados intereses! La aprobación pú- blica reprimió los ímpetus de los críticos folicularios : nada im- primieron contra esta comedia, y la multitud de exámenes, no- tas, advertencias y observaciones á que dió ocasión, igualmente que las contestaciones y defensas que se hicieron de ella , todo quedó manuscrito.
En cuanto á la ejecución de esta pieza, basta decir, que los actores se esmeraron á porfía en acreditarla , y que solo excedieron al mérito de los demás, los papeles de doña Irene, doña Francis- ca y don Diego. En el primero se distinguió María Ribera, por la inimitable naturalidad y gracia cómica con que supo hacerle. Josefa Virg rivalizó con ella en el suyo, y Andrés Prieto, nuevo entonces en los teatros de Madrid, adquirió el concepto de actor inteligente , que hoy sostiene todavía con general aceptación.
Tomo H. 43
PERSONAS
DON DIEGO.
DON CARLOS.
DOÑA IRENE.
DOÑA FRANCISCA.
RITA.
SIMON.
CALAMOCHA.
La escena es en una posada de Alcalá de Henares.
El teatro representa una sala de paso con cuatro puertas de habitaciones para huéspedes, numeradas todas. Una mas grande en el foro, con escalera que conduce al piso bajo de la casa. Ven- tana de antepecho á un lado. Una mesa en medio, con banco, sillas , etc.
La acción empieza á las siete de la tarde , y acaba ú las cinco de la mañana siguiente.
ACTO PRIMERO.
ESCENA I.
DON DIEGO. SIMON.
( Sale Don Diego de su cuarto. Simón que está sentado en una silla , se levanta.)
D. DIEGO. ¿TNo han venido todavía?
SIMON.
No señor.
D. DIEGO. Despacio la han tomado por cierto.
SIMON.
Como su tia la quiere tanto, según parece, y no la ha visto desde que la llevaron á Guada- lajara
D. DIEGO.
Sí. Yo no digo que no la viese; pero con
676 EL SÍ DE LAS MINAS.
medía hora de visita y cuatro lágrimas, estaba concluido.
SIMON.
Ello también ha sido extraña determinación la de estarse usted dos días enteros sin salir de
la posada. Cansa el leer , cansa el dormir
Y sobre todo cansa la mugre del cuarto , las si- llas desvencijadas , las estampas del Hijo pródigo, el ruido de campanillas y cascabeles , y la con- versación ronca de carromateros y patanes, que no permiten un instante de quietud.
D. DIEGO.
Ha sido conveniente el hacerlo asi. Aqui me conocen todos, y no he querido que nadie me vea.
SIMON.
Yo no alcanzo la causa de tanto retiro. ¿Pues hay mas en esto que haber acompañado usted á Dona Irene hasta Guadalajara , para sacar del con- vento á la niña y volvernos con ellas á Madrid?
D. DIEGO.
Sí , hombre , algo mas hay de lo que has visto. SIMON.
Adelante.
ACTO I, ESCENA I.
677
D. DIEGO.
Algo, algo Ello tú lo has de saber, y no
puede tardarse mucho Mira , Simón , por
Dios te encargo que no lo digas Tú eres
hombre de bien, y me has servido muchos arios
con fidelidad Ya ves que hemos sacado á esa
niña del convento y nos la llevamos á Madrid.
SIMON.
Sí señor.
D. DIEGO.
Pues bien Pero te vuelvo á encargar
0w á nadie lo descubras.
SIMON.
Bien está , señor. Jamas he gustado de chis- mes.
D. DIEGO.
Ya lo se', por eso quiero fiarme de ti. Yo, la verdad, nunca habia visto á la tal Doria Pa- quita ; pero mediante la amistad con su madre, he tenido frecuentes noticias de ella ; he leido mu- chas de las cartas que escribía ; he visto algunas de su tia la monja , con quien ha vivido en Gua- dalajara ; en suma , he tenido cuantos informes pudiera desear acerca de sus inclinaciones y su conducta. Ya he logrado verla ; he procurado
/
678 EL Sí DE LAS NINAS.
observarla en estos pocos días, y á decir verdad, cuantos elogios hicieron de ella me parecen es- casos.
SIMON.
Sí por cierto Es muy linda y
D. DIEGO.
Es muy linda, muy graciosa, muy humil- de Y sobre todo aquel candor, aquella ino- cencia. Vamos, es de lo que no se encuentra por
ahí Y talento Sí señor, mucho talento
Con que , para acabar de informarte , lo que yo he pensado es
SIMON.
No hay que decírmelo.
D. DIEGO. ¿No? ¿Por que?
SIMON.
Porque ya lo adivino. Y me parece excelen- te idea.
D. DIEGO.
¿Qué dices?
SIMON.
Excelente.
ACTO I, ESCENA I. 679
D. DIEGO.
j Con que al instante has conocido
SIMON.
¿Pues no es claro?. . . . ¡Vaya! Dígole á
usted que me parece muy buena boda : buena, buena.
I). DIEGO.
Sí señor Yo lo he mirado bien , y lo ten- go por cosa muy acertada.
SIMON.
Seguro que sí.
D. DIEGO.
Pero quiero absolutamente que no se sepa hasta que esté hecho.
SIMON.
Y en eso hace usted muy bien.
D. DIEGO.
Porque no todos ven las cosas de una mane- ra, y no faltaría quien murmurase y dijese que era una locura , y me
SIMON.
¿Locura? ¡Buena locura! .... ¿Con una chi- ca como esa , eh ?
680
EL SÍ DE LAS NINAS.
D. DIEGO.
Pues ya ves tú. Ella es una pobre Eso
sí Pero yo no he buscado dinero, que dine- ros tengo ; be buscado modestia , recogimiento, virtud.
SIMON.
Eso es lo principal Y sobre todo, lo que
usted tiene ¿ para quién ha de ser ?
D. DIEGO.
Dices bien ¿Y sabes tú lo que es una
muger aprovechada , hacendosa , que sepa cuidar de la casa, economizar, estar en todo? Siem- pre lidiando con amas, que si una es mala, otra es peor: regalonas, entremetidas, habladoras, lle- nas de histérico , viejas , feas como demonios
No señor , vida nueva. Tendré quien me asista con amor y fidelidad, y viviremos como unos
santos Y deja que hablen y murmuren y
SIMON.
Pero siendo á gusto de entrambos ¿ qué pue- den decir?
D. DIEGO.
No , yo ya sé lo que dirán ; pero Dirán
que la boda es desigual , que no hay proporción en la edad , que
ACTO I, ESCENA I. 681
SIMON.
Vamos que no me parece tan notable la di- ferencia. Siete ú ocho arios, á lo mas.
D. DIEGO.
¡Qué, hombre! ¿Qué hablas de siete ú ocho anos? Si ella ha cumplido diez y seis anos pocos meses ha.
SIMON.
¿Y bien, qué?
D. DIEGO.
Y yo, aunque gracias á Dios estoy robusto
y con todo eso, mis cincuenta y nueve afios
no hay quien me los quite.
SIMON.
Pero si yo no hablo de eso.
D. DIEGO.
¿ Pues de qué hablas ?
SIMON.
Decia que Vamos, ó usted no acaba de
explicarse, ó yo le entiendo al revés En su- ma , esta Doña Paquita ¿ con quién se casa ?
682 EL Sí DE LAS NIÑAS.
D. DIEGO.
¿Ahora estamos ahí? Conmigo.
SIMON.
¿Con usted?
D. DIEGO.
Conmigo.
SIMON. ¡ Medrados quedamos 1
D. DIEGO. ¿Que' dices? ¿Vamos, que'?
SIMON.
¡Y pensaba yo haber adivinado!
D. DIEGO.
¿Pues que' creías? ¿Para quién juzgaste que la destinaba yo?
SIMON.
Para Don Carlos, su sobrino de usted, mozo de talento, instruido, excelente soldado, amabi- lísimo por todas sus circunstancias Para ese
juzgué que se guardaba la tal nina.
D. DIEGO.
Pues no señor.
ACTO I, ESCENA I. 683
SIMON.
Pues bien está.
D. DIEGO.
¡ Mire usted que idea ! ¡ Con el otro la había de ir á casar! No señor, que estudie sus ma- temáticas.
SIMON.
Ya las estudia ; ó por mejor decir , ya las en- seria.
D. DIEGO.
Que se baga hombre de valor y
SIMON.
¡ Valor ! ¿ Todavía pide usted mas valor á un oficial que en la última guerra, con muy pocos que se atrevieron á seguirle , tomó dos baterías, clavó los cañones , hizo algunos prisioneros , y volvió al campo lleno de heridas y cubierto de
sangre ? Pues bien satisfecho quedó usted
entonces del valor de su sobrino ; y yo le vi á usted mas de cuatro veces llorar de alegría cuan- do el Rey le premió con el grado de teniente co- ronel y una cruz de Alcántara.
D. DIEGO.
Sí señor , todo es verdad ; pero no viene á cuento. Yo soy el que me caso.
684 EL Sí DE LAS NIÑAS.
SIMON.
Si está usted bien seguro de que ella le quie- re, si no la asusta la diferencia de la edad , si su elección es libre
D. DIEGO.
¿ Pues no ha de serlo f . . . . ¿Y qué sacarían con engañarme ? Ya ves tú la religiosa de Gua- dalajara si es muger de juicio: esta de Alcalá, aunque no la conozco , se que es una señora de excelentes prendas : mira tú si Doria Irene quer- rá el bien de su hija ; pues todas ellas me han
dado cuantas seguridades puedo apetecer La
criada que la ha servido en Madrid, y mas de cuatro anos en el convento , se hace lenguas de ella ; y sobre todo me ha informado de que ja- mas observó en esta criatura la mas remota in- clinación á ninguno de los pocos hombres que ha podido ver en aquel encierro. Bordar, coser, leer libros devotos , oir misa y correr por la huer- ta detrás de las mariposas, y echar agua en los agujeros de las hormigas , eslas han sido su ocu- pación y sus diversiones ¿Qué dices ?
SIMON.
Yo nada , sefior.
ACTO I, ESCENA I. 685
D. DIEGO.
Y no pienses tú que, á pesar de tantas se- guridades , no aprovecho las ocasiones que se pre- sentan para ir ganando su amistad y su con- fianza, y lograr que se explique conmigo en ab- soluta libertad Bien que aún hay tiempo
Solo que aquella Doria Irene siempre la inter- rumpe, todo se lo habla Y es muy buena
muger, buena
SIMON.
En fin, señor , yo deseare que salga como usted apetece.
D. DIEGO.
Sí , yo espero en Dios que no ha de salir mal.
Aunque el novio no es muy de tu gusto ¡Y
qué fuera de tiempo me recomendabas al tal so- brinito! ¿Sabes tú lo enfadado que estoy con él?
SIMON. ¿Pues qué ha hecho?
D. DIEGO.
Una de las suyas Y hasta pocos dias ha
no lo he sabido. El ario pasado, ya lo viste, es- tuvo dos meses en Madrid Y me costó buen
dinero la tal visita En fin es mi sobrino, bien
686 EL SÍ DE LAS NINAS.
dado está ; pero voy al asunto. Llegó el caso de irse á Zaragoza á su regimiento Ya te acuer- das de que á muy pocos días de haber salido de Madrid , recibí la noticia de su llegada.
SIMON.
Sí señor.
D. DIEGO.
Y que siguió escribiéndome , aunque algo perezoso, siempre con la data de Zaragoza.
SIMON.
Asi es la verdad.
D. DIEGO.
Pues el picaro no estaba alli cuando me es- cribía las tales cartas.
SIMON. ¿ Qué dice usted ?
D. DIEGO.
Sí señor. El dia tres de julio salió de mi ca- sa, y á fines de septiembre aún no había llega- do á sus pabellones ¿ No te parece que para
ir por la posta hizo muy buena diligencia?
ACTO I, ESCENA I. 687
SIMON.
Tal vez se pondría malo en el camino , y por no darle á usted pesadumbre
D. DIEGO.
Nada de eso. Amores del señor oficial y de- vaneos que le traen loco Por ahí en esas
ciudades puede que ¿Quie'n sabe? Si en- cuentra un par de ojos negros, ya es hombre perdido ;No permita Dios que me le enga- ñe alguna bribona de estas que truecan el honor por el matrimonio!
SIMON.
¡Oh ! No hay que temer Y si tropieza con
alguna fullera de amor , buenas cartas ha de te- ner para que le engañe.
D. DIEGO.
Me parece que están ahí Sí. Busca al
mayoral y dile que venga, para quedar de acuer- do en la hora á que deberemos salir mañana.
SIMON.
Bien está.
D. DIEGO.
Ya te he dicho que no quiero que esto se trasluzca, ni ¿Estamos?
688 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
SIMON.
No haya miedo que á nadie lo cuente.
( Simón se va por la puerta del foro. Salen por la misma las tres mugeres con mantillas y basquinas. Hita deja un pañuelo atado sobre la mesa , y recoge las mantillas y las dobla.)
ESCENA II.
DOÑA IRENE. DOÑA FRANCISCA. RITA. DON DIEGO.
DONA FRANCISCA. Ya estamos acá.
DONA IRENE. ;Ay qué escalera!
D. DIEGO. Muy bien venidas, señoras.
DONA IRENE, j Con que usted, á lo que parece, no ha salido?
( Se sientan Doña Irene y Don Diego.)
D. DIEGO.
No señora. Luego, mas tarde daré una vuel-
tecilla por ahí He leído un rato. Traté de
dormir, pero en esta posada no se duerme.
DONA FRANCISCA.
Es verdad que no ¡Y qué mosquitos !
ACTO l, ESCENA II. 689
Mala pesre ea ellos. Anoche no me dejaron pa- rar Pero, mire usted, mire usted (Desatad
pañuelo y manifiesta algunas cosas de las que indica el diá- logo.) cuántas cosillas traigo. Rosarios de nácar, cruces de ciprés, la regla de San Benito, una
pililla de cristal mire usted qué bonita, y dos
corazones de talco ¡Que se' yo cuánto viene
aqui! ¡Tantas cosas!
DONA IRENE.
Chucherías que la han dado las madres. Lo- cas estaban con ella.
DONA FRANCISCA.
¡Cómo me quieren todas! ¡Y mi tia, mi po- bre lia lloraba tanto ! . . . . Es ya muy viejecita.
DONA IRENE. Ha sentido mucho no conocer á usted.
DONA FRANCISCA.
Sí, es verdad. Decía, ¿por qué no ha venido aquel señor P
DONA IRENE. El pobre capellán y el rector de los Verdes nos han venido acompañando hasta la puerta. Tomo II. U
690 EL SÍ DE LAS MINAS.
DONA FRANCISCA. Toma ( Vuelve á atar el pañuelo y se le da á Rita , la cual se va con él y con las mantillas al cuarto de Dona Irene.),
guárdamelo todo allí, en la escusabaraja. Mira,
llévalo asi de las puntas ¡Válgate Dios! ¡eh,
ya se ha roto la Santa Gertrudis de alcorza !
BITA.
No importa , yo me la comeré.
ESCENA III.
DOÑA IRENE. DOÑA FRANCISCA. DON DIEGO.
DOÑA FRANCISCA.
¿Nos vamos adentro, mamá, ó nos quedamos aqui ?
DOÑA IRENE. Ahora, nina , que quiero descansar un rato.
D. DIEGO.
Hoy se ha dejado sentir el calor en forma.
DOÑA IRENE, j Y qué fresco tienen aquel locutorio ! Está
hecho U11 cielo (Siéntase Doña Francisca junto á
Doña Irene.) Mi hermana es la que sigue siempre
ACTO I, ESCENA III. 691
bastante delicacüta. Ha padecido mucho este in- vierno Pero vaya, no sabia qué hacerse con
su sobrina la buena señora Está muy con- tenta de nuestra elección.
D. DIEGO.
Yo celebro que sea tan á gusto de aquellas personas á quienes debe usted particulares obli- gaciones.
DONA IRENE. Sí , la tia de acá está muy contenta , y en cuanto á la de allá, ya lo ha visto usted. La ha costado mucho despegarse de ella; pero ha co- nocido que siendo para su bien estar , es necesa- rio pasar por todo Ya se acuerda usted de
lo expresiva que estuvo , y
D. DIEGO.
Es verdad. Solo falta que la parte interesada tenga la misma satisfacción que manifiestan cuan- tos la quieren bien.
DONA IRENE.
Es hija obediente, y no se apartará jamas de lo que determine su madre.
D. DIEGO.
Todo eso es cierto , pero
#
692 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
DONA IREIS7 E.
Es de buena sangre , y ha de pensar bien , y ha de proceder con el honor que la corresponde.
D. DIEGO.
Sí, ya estoy; pero ¿no pudiera sin faltar á su honor ni á su sangre
DONA FRANCISCA. ¿Me voy, mamá?
( Se levanta, y vuelve d sentarse.)
DOÑA IRENE.
No pudiera, no señor. Una nina bien educa- da, hija de buenos padres , no puede menos de conducirse en todas ocasiones como es convenien- te y debido. Un vivo retrato es la chica, ahí don- de usted la ve, de su abuela que Dios perdone,
Doria Gerónima de Peralta En casa tengo
el cuadro, que le habrá usted visto. Y le hicie- ron, según me contaba su merced, para enviár- sele á su tio carnal el electo obispo de Me- choacan.
D. DIEGO.
Ya.
DOÑA IRENE.
Y murió en el mar el buen religioso, que
ACTO I , ESCENA III. 693
fue un quebranto para tocia la familia Hoy
es, y todavía estamos sintiendo su muerte: par- ticularmente mi primo Don Cucufate , regidor perpetuo de Zamora , no puede oir hablar de su Ilustrísima sin deshacerse en lágrimas.
DONA FRANCISCA. Válgate Dios qué moscas tan
DONA IRENE.
Pues murió en olor de santidad.
D. DIEGO.
Eso bueno es.
DONA IRENE.
Sí sefíor , pero como la familia ha venido tan
á menos ¿ Qué quiere usted ? Donde no hay
facultades Bien que por lo que puede tronar,
ya se le está escribiendo la vida, y ¿quién sabe que el dia de mañana no se imprima con el favor de Dios?
D. DIEGO.
Sí, pues ya se ve. Todo se imprime.
DOÑA IRENE. Lo cierto es, que el autor, que es sobrino de
694 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
mi hermano político el canónigo de Castrogeriz, no la deja de la mano; y á la hora de esta lleva ya escritos nueve tomos en folio , que compren- den los nueve arios primeros de la vida del san- to obispo.
D. DIEGO. ¿Con que para cada ario un tomo?
DOÑA IRENE. Sí señor , ese plan se ha propuesto. D. DIEGO.
¿Y de qué edad murió el venerable?
DONA IRENE.
De ochenta y dos anos, tres meses y catorce días.
DONA FRANCISCA. ¿Me voy, mamá?
DONA IRENE. Anda, vete. ¡Válgate Dios , que' prisa tienes!
DONA FRANCISCA. ¿ Quiere USled (Se levanta , y después , al acabarse la escena, hace una graciosa, cortesía d Don Diego, da un leso d Dona Irene y se va, al cuarto de ésta.) qUC le haga
una cortesía á la francesa , señor Don Diego ?
ACTO I, ESCENA IV. 695
D. DIEGO. Sí, hija mía. A ver.
DOÑA FRANCISCA. Mire usted , asi.
D. DIEGO.
¡Graciosa niña! Viva la Paquita, viva.
DONA FRANCISCA.
Para usted una cortesía, y para mi mamá un beso.
ESCENA IV.
DOÑA IRENE. DON DIEGO. DONA IRENE. Es muy gitana y muy mona , mucho.
D. DIEGO.
Tiene un donaire natural que arrebata.
DOÑA IRENE.
¿Que' quiere usled? Criada sin artificio ni embelecos de mundo , contenta de verse otra vez al lado de su madre, y mucho mas de conside-
696 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
rar tan inmediata su colocación, no es maravilla que cuanto hace y dice sea una gracia , y má- xime á los ojos de usted, que tanto se ha empe- ñado en favorecerla.
D. DIEGO.
Quisiera solo que se explicase libremente acer- ca de nuestra proyectada unión , y
DONA IRENE. Oiría usted lo mismo que le he dicho ya.
D. DIEGO.
Sí, no lo dudo, pero el saber que la merez- co alguna inclinación, oyéndoselo decir con aque- lla boquilla tan graciosa que tiene, seria para mí una satisfacción imponderable.
DONA IRENE.
No tenga usted sobre ese particular la mas leve desconfianza, pero hágase usted cargo de que á una nina no la es lícito decir con inge- nuidad lo que siente. Mal parecería, señor Don Diego, que una doncella de vergüenza y criada como Dios manda , se atreviese á decirle á un hombre, yo le quiero á usted.
ACTO I, ESCENA IV. 697
D. DIEGO.
Bien, si fuese un hombre á quien hallara por casualidad en la calle y le espetára ese favor de buenas á primeras, cierto que la doncella ha- ría muy mal ; pero á un hombre con quien ha de casarse dentro de pocos dias, ya pudiera de- cirle alguna cosa que Ademas, que hay cier- tos modos de explicarse
DOÑA IRENE.
Conmigo usa de mas franqueza. A cada ins- tante hablamos de usted , y en todo manifiesta
el particular carino que á usted le tiene ¡Con
qué juicio hablaba ayer noche después que usted se fue á recoger ! No sé lo que hubiera dado porque hubiese podido oiría.
D. DIEGO. ¿Y qué? ¿Hablaba de mí?
DONA IRENE. Y qué bien piensa acerca de lo preferible que es para una criatura de sus anos un ma- rido de cierta edad, experimentado, maduro y de conducta
D. DIEGO.
: Calle ! j Eso decía ?
698 EL Sí DE LAS NIÑAS.
DONA IRENE. 3No, esto se lo decía yo, y me escuchaba con una atención como si fuera una muger de cua- renta años , lo mismo ¡ Buenas cosas la di- je ! Y ella que tiene mucha penetración , aunque me esté mal el decirlo ¿Pues no da lásti- ma , señor , el ver cómo se hacen los matrimo- nios hoy en el dia ? Casan á una muchacha de quince anos con un arrapiezo de diez y ocho, á una de diez y siete con otro de veinte y dos: ella nina sin juicio ni experiencia , y él niño tam- bién sin asomo de cordura ni conocimiento de lo que es mundo. Pues , señor ( que es lo que yo digo), ¿quién ha de gobernar la casa? ¿Quién ha de mandar á los criados ? ¿ Quién ha de en- senar y corregir á los hijos? Porque sucede tam- bién que estos atolondrados de chicos suelen pla- garse de criaturas en un instante, que da com- pasión.
D. DIEGO.
Cierto que es un dolor el ver rodeados de hijos á muchos que carecen del talento , de la experiencia y de la virtud que son necesarias para dirigir su educación.
DONA IRENE. Lo que sé decirle á usted es, que aún no
r
ACTO I, ESCENA IV. 699
había cumplido los diez y nueve cuando me casé de primeras nupcias con mi difunto Don Epifa- nio que este' en el cielo. Y era un hombre que, mejorando lo presente, no es posible hallarle de
mas respeto , mas caballeroso y al mismo
tiempo mas divertido y decidor. Pues, para ser- vir á usted , ya tenia los cincuenta y seis , muy largos de talle , cuando se casó conmigo.
D. DIEGO.
Buena edad No era un niño, pero
DONA IB ENE.
Pues á eso voy Ni á mí podia convenir- me en aquel entonces un boquirubio con los
cascos á la gineta No señor Y no es
decir tampoco que estuviese achacoso ni que- brantado de salud , nada de eso. Sanito estaba, gracias á Dios , como una manzana ; ni en su vi- da conoció otro mal , sino una especie de alfere- cía que le amagaba de cuando en cuando. Pero luego que nos casamos dió en darle tan á menu- do y tan de recio, que á los siete meses me ha- llé viuda, y en cinta de una criatura que nació después, y al cabo y al fin se me murió de al- fombrilla.
700 EL Sí DE LAS NIÑAS.
D. DIEGO.
¡Oiga! — Mire usted si dejó sucesión el bue- no de Don Epifanio.
DONA IRENE. Sí señor , ¿ pues por qué no ?
D. DIEGO.
Lo digo porque luego saltan con Bien
que si uno hubiera de hacer caso ¿Y fue
niño ó nina?
DONA IRENE. Un niño muy hermoso. Como una plata era el angelito.
D. DIEGO.
Cierto que es consuelo tener, asi, una cria- tura y
DONA IRENE. ¡Ay señor! Dan malos ratos, ¿pero que' im- porta ? Es mucho gusto , mucho.
D. DIEGO.
Yo lo creo.
DONA IRENE.
Sí señor.
D. DIEGO.
Ya se ve que será una delicia y
ACTO I, ESCENA V. 701
DONA IRENE.
¿Pues no ha de ser?
D. DIEGO.
Un embeleso , el verlos juguetear y reir , y acariciarlos, y merecer sus fiestecillas inocentes. DONA IRENE.
¡ Hijos de mi vida ! Veinte y dos he tenido en los tres matrimonios que llevo hasta ahora , de los cuales solo esta niña me ha venido á quedar; pero le aseguro á usted que
ESCENA V.
SIMON. DOÑA IRENE. DON DIEGO.
SIMON. ( Sale por la puerta del foro.)
Señor , el mayoral está esperando.
D. DIEGO.
Dile que voy allá ¡ Ah ! Tráeme primero
el sombrero y el bastón, que quisiera dar una
Vuelta por el campo. (Entra Sirnon al cuarto de Don Diego, saca un sombrero y un bastón, se los da á su amo, y al fin de la escena se va con él por la puerta del foro.) ¿Con
que supongo que mañana tempranito saldremos?
702 EL SÍ DE LAS MINAS.
DONA IRENE. No hay dificultad. A la hora que á usted le parezca.
D. DIEGO.
A eso de las seis. ¿ Eh ?
DOÑA IRENE.
Muy bien.
D. DIEGO.
El sol nos da de espaldas Le diré' que
venga una media hora antes.
DOÑA IRENE. Sí, que hay mil chismes que acomodar.
ESCENA VI.
DOÑA IRENE. RITA.
DOÑA IRENE. ¡Válgame Dios! ahora que me acuerdo
Rita Me le habrán dejado morir. Futa.
RITA.
Señora.
( Sacará Hita unas sábanas y almohadas debajo del brazo.) DOÑA IRENE.
¿Qué has hecho del tordo? ¿Le diste de comer?
ACTO li ESCENA VI. 703
RITA.
Sí señora. Mas ha comido que un avestruz. Ahí le puse en la ventana del pasillo.
DONA IRENE.
¿Hiciste las camas?
RITA.
La de usted ya está. Voy á hacer esotras an- tes que anochezca , porque sino , como no hay mas alumbrado que el del candil y no tiene ga- rabato , me veo perdida.
DONA IRENE. ¿Y aquella chica qué hace?
RITA.
Está desmenuzando un bizcocho, para dar de cenar á Don Periquito.
DONA IRENE.
¡Qué pereza tengo de escribir! (Se levanta y se entra en su cuarto. ) Pero es preciso, que estará con mucho cuidado mi pobre hermana.
RITA.
¡Qué chapucerías! 3No ha dos horas, como
704 EL SÍ DE LAS MINAS.
quien dice, que salimos de allá, y ya empiezan á ir y venir correos. ¡ Qué poco me gustan á mí las mugeres gazmoñas y zalameras!
ntrase en el cuarto de Dona Francisca.)
CALAMOCHA.
( Sale por la puerta del foro con unas maletas , látigo y bo- tas; lo deja todo sobre la mesa, y se sienta.)
¿ Con que ha de ser el número tres ? Vaya
en gracia Ya, ya conozco el tal número tres.
Colección de bichos mas abundante, no la tiene
el gabinete de historia natural Miedo me da
de entrar ¡ Ay ! ¡ ay ! . . . . ¡Y que' agujetas ! Es- tas sí que son agujetas Paciencia, pobre Ca-
lamocha , paciencia Y gracias á que los ca- ballitos dijeron: no podemos mas, que sino, por esta vez no veía yo el número tres, ni las plagas
de Faraón que tiene dentro En fin, como
los animales amanezcan vivos, no será poco
Reventados están (Canta Mita desde adentro, Ca-
larnocha se levanta desperezándose.) j Oiga ! . . . . ^ Segui-
dillitas? Y no canta mal Vaya, aventura
tenemos ¡Ay! ;que' desvencijado estoy!
ACTO I, ESCENA VIH. 705
ESCENA VIII.
RITA. CALAMOCHA.
RITA.
Mejor es cerrar , no sea que nos alivien de
ropa y ( Forcejeando para echar la llave.) Pues
cierto que está bien acondicionada la llave.
CALAMOCHA. ¿Gusta usted de que eche una mano, mi vida?
RITA.
Gracias, mi alma.
CALAMOCHA. ¡Calle!.... ¡Rita!
RITA.
\ Calamocha !
CALAMOCHA. ¿Que' hallazgo es este?
RITA.
¿Y tu amo ?
CALAMOCHA.
Los dos acabamos de llegar. Tomo II. 45
706 EL SÍ DE LAS NINAS.
RITA.
¿ De veras ?
CALAMOCHA.
No. que es chanza. Apenas recibió la carta de Doña Paquita , yo no sé adonde fue ni con quién habló, ni cómo lo dispuso; solo sé decirte que aquella tarde salimos de Zaragoza. Hemos venido como dos centellas por ese camino. Llegamos esta mañana á Guadalajara, y á las primeras diligen- cias nos hallamos con que los pájaros volaron ya. A caballo otra vez, y vuelta á correr y á sudar y á dar chasquidos En suma , molidos los ro- cines, y nosotros á medio moler, hemos parado
aqui con ánimo de salir mañana Mi teniente
se ha ido al colegio mayor á ver á un amigo,
mientras se dispone algo que cenar Esta es
la historia.
RITA.
¿Con que le tenemos aqui?
CALAMOCHA.
Y enamorado mas que nunca , zeloso , ame- nazando vidas Aventurado á quitar el hipo
á cuantos le disputen la posesión de su Currita idolatrada.
RITA.
¿ Qué dices ?
ACTO i; ESCENA VIII.
CALAMOCHA.
]Ni mas ni menos.
707
RITA.
¡Qué gusto me das! Ahora sí se conoce
que la tiene amor.
CALAMOCHA.
¿ Amor ? . . . . ¡ Friolera ! . . . . El moro Gazul fue para él un pelele , Medoro un zascandil, y Gaife- ros un chiquillo de la doctrina.
RITA.
¡Ay cuando la señorita lo sepa!
CALAMOCHA.
Pero acabemos. ¿Cómo te hallo aqui? ¿Con quién estás ? ¿ Cuándo llegaste ? que
RITA.
Yo te lo diré. La madre de Doria Paquita dio en escribir cartas y mas cartas, diciendo que tenia concertado su casamiento en Madrid con un caballero rico, honrado, bien quisto, en su- ma cabal y perfecto , que no había mas que ape- tecer. Acosada la señorita con tales propuestas, y
708 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
angustiada incesantemente con los sermones de aquella bendita tia, se vio en la necesidad de responder que estaba pronta á todo lo que la mandasen Pero no te puedo ponderar cuán- to lloró la pobrecita , qué afligida estuvo. Ni que- ría comer, ni podia dormir Y al mismo
tiempo era preciso disimular para que su tia no sospechára la verdad del caso. Ello es que cuan- do, pasado el primer susto, hubo lugar de discur- rir escapatorias y arbitrios, no hallamos otro que el de avisar á tu amo ; esperando que si era su carino tan verdadero y de buena ley como nos habia ponderado , no consentiría que su pobre Paquita pasára á manos de un desconocido , y se perdiesen para siempre tantas caricias, tantas lá- grimas y tantos suspiros estrellados en las tapias del corral. A pocos días de haberle escrito, cata el coche de colleras y el mayoral Gasparet con sus medias azules , y la madre y el novio que vie- nen por ella : recogimos á toda prisa nuestros meriñaques, se alan los cofres, nos despedimos de aquellas buenas mugeres , y en dos latigazos llegamos antes de ayer á Alcalá. La detención ha sido para que la señorita visite á otra tia monja que tiene aqui, tan arrugada y tan sorda como la que dejamos allá. Ya la ha visto, ya la han
ACTO I, ESCENA VIH. 709
besado bastante una por una todas las religiosas, y creo que mañana temprano saldremos. Por esta casualidad nos
CALAMOCHA.
Sí. No digas mas Pero ¿Con que el
novio está en la posada?
RITA.
Ese es SU Cuarto (Señalando el cuarto de D. Die- go , el de Doña Irene y el de Doña Francisca. ), este el
de la madre , y aquel el nuestro.
CALAMOCHA. ¿•Cómo nuestro? ¿Tuyo y mió?
HITA.
No por cierto. Aquí dormiremos esta noche la señorita y yo ; porque ayer , metidas las tres en ese de enfrente, ni cabíamos de pie, ni pu- dimos dormir un instante , ni respirar siquiera.
CALAMOCHA. Bien A Dios.
( Recoge los trastos que puso sobre la mesa , en ademan de irse.)
RITA.
;Y adonde?
710 EL Sí DE LAS NIÑAS.
\
CALAMOCHA.
Yo me entiendo Pero el novio ¿trae
consigo criados, amigos ó deudos que le quiten la primera zambullida que le amenaza?
RITA.
Un criado viene con él.
CALAMOCHA.
j Poca cosa ! . . . . Mira , dile en caridad que se disponga , porque está de peligro. A Dios.
BITA.
¿ Y volverás presto ?
CALAMOCHA.
Se supone. Estas cosas piden diligencia ; y aunque apenas puedo moverme , es necesario que mi teniente deje la visita y venga á cuidar de su hacienda , disponer el entierro de ese hombre, y ¿ Con que ese es nuestro cuarto , eh ?
BITA.
Sí. De la señorita y mió.
CALAMOCHA.
j Bribona !
ACTO I, ESCENA IX. 711
RITA.
¡Botarate! A Dios.
CALAMOCHA. A Dios, aborrecida.
( Éntrase con los trastos al cuarto de Don Carlos.)
ESCENA IX,
DOÑA FRANCISCA. RITA. RITA.
¡Que' malo es! Pero ¡Válgame Dios,
Don Félix aqui! Sí, la quiere , bien se conoce
(Sale Calamocha del cuarto de Don Carlos, y se va por la
puerta del foro.) ¡ Ob ! por mas que digan , los hay muy finos ; y entonces, ¿qué ha de hacer una?.... Quererlos: no tiene remedio, quererlos ¿Pe- ro qué dirá la señorita cuando le vea, que está ciega por él ? ¡ Pobrecita ! ¿ Pues no sería una lás- tima que Ella es.
( Sale Doña Francisca.)
DONA FRANCISCA.
¡Ay Rita!
RITA.
¿ Qué es eso ? ¿ Ha llorado usted ?
712 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
DOÑA FRANCISCA. ¿ Pues no he de llorar ? Si vieras mi ma- dre Empeñada está en que he de querer mu- cho á ese hombre Si ella supiera lo que sa- bes tú, no me mandaría cosas imposibles Y
que es tan bueno , y que es rico , y que me irá
tan bien con él Se ha enfadado tanto , y
me ha llamado picarona , inobediente ¡ Po- bre de mí ! Porque no miento ni sé fingir , por eso me llaman picarona.
RITA.
Señorita , por Dios , no se aflija usted.
DOÑA FRANCISCA.
Ya , como tú no lo has oido Y dice que
Don Diego se queja de que yo no le digo na- da Harto le digo, y bien he procurado has- ta ahora mostrarme contenta delante de él , que no lo estoy por cierto, y reírme y hablar ni- ñerías Y todo por dar gusto á mi madre,
que sino Pero bien sabe la Virgen que no
me sale del corazón.
( Se va obscureciendo lentamente el teatro. )
RITA.
Vaya , vamos , que no hay motivos todavía
ACTO I, ESCENA IX. 713
para tanta angustia ¿Quién sabe?. . . . ¿No se
acuerda usted ya de aquel dia de asueto que tu- vimos el ano pasado en la casa de campo del in- tendente ?
DONA FRANCISCA.
¡Ay! ¿cómo puedo olvidarlo?.... ¿Pero que' me vas á contar?
RITA.
Quiero decir que aquel caballero que vimos alli con aquella cruz verde, tan galán, tan fino
DOÑA FRANCISCA. jQué rodeos! Don Félix. ¿Y qué?
RITA.
Que nos fue acompañando hasta la ciudad
DOÑA FRANCISCA.
Y bien Y luego volvió, y le vi, por mi
desgracia, muchas veces mal aconsejada de ti.
RITA.
¿Por qué, señora? ¿A quién dimos es- cándalo? Hasta ahora nadie lo ha sospechado en el convento. El no entró jamas por las puertas, y cuando de noche hablaba con usted, mediaba
714 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
entre los dos una distancia tan grande , que usted
la maldijo, no pocas veces Pero esto no es del
caso. Lo que voy á decir es, que un amante como aquel no es posible que se olvide tan presto de su querida Paquita Mire usted que todo cuan- to hemos leído á hurtadillas en las novelas, no equivale á lo que hemos visto en él. .... ¿ Se acuer- da usted de aquellas tres palmadas que se oían entre once y doce de la noche, de aquella sono- ra punteada con tanta delicadeza y expresión?
DONA FRANCISCA.
¡Ay Rita! Sí, de todo me acuerdo, y mien- tras viva conservaré la memoria Pero está
ausente Y entretenido acaso con nuevos amores.
RITA.
Eso no lo puedo yo creer.
DONA FRANCISCA. Es hombre al fin , y todos ellos
RITA.
¡ Qué bobería ! Desengáñese usted , señorita. Con los hombres y las mugeres sucede lo mis- mo que con los melones de Afíovér. Hay de to-
ACTO I, ESCENA IX. 715
do ; la dificultad está en saber escogerlos. El que se lleve chasco en la elección , quéjese de su ma- la suerte , pero no desacredite la mercancía
Hay hombres muy embusteros, muy picarones: pero no es creible que lo sea el que ha dado prue- bas tan repetidas de perseverancia y amor. Tres meses duró el terrero y la conversación á obs- curas , y en todo aquel tiempo bien sabe usted que no vimos en e'l una acción descompuesta, ni oimos de su boca una palabra indecente ni atrevida.
DOÑA FRANCISCA.
Es verdad. Por eso le quise tanto, por eso le
tengo tan fijo aquí aquí (Señalando el pecho.)
¿Qué habrá dicho al ver la carta? ¡Oh! Yo
bien sé lo que habrá dicho ¡Válgate Dios|
Es lástima Cierto. ¡Pobre Paquita! Y se
acabó No habrá dicho mas nada mas.
RITA.
No señora, no ha dicho eso.
DOÑA FRANCISCA. ¿Qué sabes tú?
RITA.
Bien lo sé. Apenas haya leído la carta se ha-
716 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
brá puesto en camino , y vendrá volando á con- solar á su amiga Pero
(Acercándose d la puerta del cuarto de Doña Irene.) DOÑA FRANCISCA. ¿Adonde vas?
RITA.
Quiero ver si
DONA FRANCISCA. Está escribiendo.
RITA.
Pues ya presto habrá de dejarlo, que empie- za á anochecer Señorita , lo que la he dicho
á usted es la verdad pura. Don Félix está ya en Alcalá.
DONA FRANCISCA. ¿ Que' dices ? ]No me engañes.
RITA.
Aquel es su cuarto Calamocha acaba de
hablar conmigo.
DOÑA FRANCISCA.
¿De veras?
RITA.
Sí señora Y le ha ido á buscar para
ACTO I, ESCENA IX. 717
DOÑA FRANCISCA.
¿Con que me quiere? ¡Ay Rita! Mira tú
si hicimos bien de avisarle ¿Pero ves qué
fineza?.... ¿Si vendrá bueno? ¡Correr tantas le- guas solo por verme porque yo se lo man- do!... . ¡ Qué agradecida le debo estar! .... ¡Oh ! yo le prometo que no se quejará de mí. Para siempre agradecimiento y amor.
RITA.
Voy á traer luces. Procuraré detenerme por
allá abajo hasta que vuelvan Veré lo que
dice y qué piensa hacer , porque hallándonos to- dos aqui , pudiera haber una de Satanás entre la madre , la hija , el novio y el amante ; y si no ensayamos bien esta contradanza, nos hemos de perder en ella.
DOÑA FRANCISCA.
Dices bien Pero no, él tiene resolución
y talento , y sabrá determinar lo mas convenien- te ¿Y cómo has de avisarme? Mira que
asi que llegue le quiero ver.
RITA.
No hay que dar cuidado. Yxo le traeré por
718 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
acá, y en dándome aquella tosecilla seca ¿Me
entiende usted?
DONA FRANCISCA.
Sí, bien.
RITA.
Pues entonces no hay mas que salir con cual- quiera excusa. Yo me quedaré con la señora ma- yor, la hablaré de todos sus maridos y de sus
concuñados, y del obispo que murió en el mar
Ademas, que si está alli Don Diego
DONA FRANCISCA. Bien, anda, y asi que llegue
RITA.
Al instante.
DONA FRANCISCA. Que no se te olvide toser.
RITA.
No haya miedo.
DOÑA FRANCISCA. ;Si vieras qué consolada estoy!
RITA.
Sin que usted lo jure , lo creo.
ACTO I, ESCENA IX. 719
DOÑA FRANCISCA. ¿Te acuerdas cuando me decía que era im- posible apartarme de su memoria , que no ha- bría peligros que le detuvieran, ni dificultades que no atropellára por mí?
RITA.
Sí, bien me acuerdo.
DONA FRANCISCA. ¡ Ah! .... Pues mira cómo me dijo la verdad.
(Doña Francisca se va al cuarto de Doña Irene : Hita por la puerta del foro.)
I
720 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
ACTO SEGUNDO.
ESCENA I.
(Teatro obscuro.)
DOÑA FRANCISCA. Nadie parece aún (Acércase á la puerta del
foro y vuelve.) j Qué impaciencia tengo! Y dice
mi madre que soy una simple, que solo pienso
en jugar y reir, y que no sé lo que es amor
Sí, diez y siete arios y no cumplidos ; pero ya sé lo que es querer bien , y la inquietud y las lá- grimas que cuesta.
ESCENA If.
DOÑA IRENE. DOÑA FRANCISCA.
DOÑA IRENE. Sola y á obscuras me habéis dejado alli.
ACTO II, ESCENA II. 721
DONA FRANCISCA. Como eslaba usted acabando su carta, mamá, por no estorbarla me he venido aquí, que está mucho mas fresco.
DONA IRENE.
¿Pero aquella muchacha qué hace, que no trae una luzP Para cualquiera cosa se está un
ano Y yo que tengo un genio como una
pólvora (Siéntase.) Sea todo por Dios ¿Y
Don Diego no ha venido?
DOÑA FRANCISCA. Me parece que no.
doña Irene.
Pues cuenta , nina , con lo que te he dicho ya. Y mira que no gusto de repetir una cosa dos veces. Este caballero está sentido, y con muchí- sima razón
DOÑA FRANCISCA.
Bien , sí señora , ya lo se'. No me riña us- ted mas.
DOÑA IRENE.
No es esto reñirte , hija mia , esto es aconse- Tomo II. 46
1T2 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
jarte. Porque como tú no tienes conocimiento para considerar el bien que se nos ha entrado
por las puertas Y lo atrasada que me coje,
que yo no sé lo que hubiera sido de tu pobre
madre Siempre cayendo y levantando
Médicos , botica Que se dejaba pedir aquel
caribe de Don Bruno (Dios le haya coronado de gloria) los veinte y los treinta reales por cada papelillo de pildoras de coloquíntida y asaféti-
da Mira que un casamiento como el que vas
á hacer, muy pocas le consiguen. Bien que á las oraciones de tus tias, que son unas bienaventu- radas , debemos agradecer esta fortuna , y no á tus méritos ni á mi diligencia ¿Qué dices?
DOÑA FRANCISCA. Yo nada , mamá.
doKa IRENE.
Pues, nunca dices nada. ¡Válgame Dios, se- fíor ! . . . . En hablándote de esto , no te ocurre nada que decir.
ACTO II, ESCENA III.
723
ESCENA III.
RITA. ( Sale por la puerta del foro con luces y las pone encima de la mesa.) DOÑA IRENE. DOÑA FRANCISCA.
DONA IRENE.
Vaya, muger, yo pensé que en toda la no- che no venias.
RITA.
Señora , he tardado porque han tenido que ir á comprar las velas. Como el tufo del velón le hace á usted tanto daño
DOÑA IRENE.
Seguro que me hace muchísimo mal , con esta jaqueca que padezco Los parches de al- canfor al cabo tuve que quitármelos; si no me sirvieron de nada. Con las obleas me parece que me va mejor Mira, deja una luz ahí y lleva- te la otra á mi cuarlo, y corre la cortina, no se me llene todo de mosquitos.
RITA.
Muy bien.
(Toma una luz y hace que se va.)
1U EL SÍ DE LAS NINAS.
DONA FRANCISCA. (Aparte á Rita. ¿No lia VCllído?)
RITA.
Vendrá.
DOÍNA IRENE.
Oyes, aquella carta que está sobre la mesa, dásela al mozo de la posada para que la lleve al
instante al Correo (Vase Rita al cuarto de Doña
] rene.) Y tú, niña, ¿ que' has de cenar? Porque será menester recogernos presto para salir ma- ñana de madrugada.
DONA FRANCISCA. Como las monjas me hicieron merendar
DONA IRENE.
Con todo eso Siquiera unas sopas del pu- chero para el abrigo del estómago (Sale Rita
con una carta en la mano , y hasta el fin de la escena hace que se va j vuelve , según lo indica el diálogo.) Mira, has
de calcnlar el caldo que apartamos al mediodía, y haznos un par de tazas de sopas, y tráetelas luego que eslen.
RITA.
;Y nada mas?
ACTO II, ESCENA III. 725
DONA 1 REINE.
No, nada mas ¡Ah! y házmelas bien cal-
dositas.
BITA.
Sí , ya lo sé.
DONA IRENE.
Rita-.
RITA.
Otra. ¿Qué manda usted?
DONA IRENE.
Encarga mucho al mozo que lleve la caria al
instante Pero , no señor , mejor es No
quiero que la lleve él , que son unos borracho- nes, que no se les puede Has de decir a Si- món , que digo yo , que me haga el gusto de echarla en el correo. ¿ Lo entiendes ?
RITA.
Sí señora.
DONA IRENE.
j Ah! mira.
RITA.
Otra.
DONA IRENE. Bien que ahora no corre prisa Es me- nester que luego me saques de ahí al tordo y
726 EL SÍ DE LAS NIÑAS, colgarle por aqui, ele modo que no se caiga y se
me lastime (VaseRita por la puerta del foro.) ¡Qué
noche tan mala me dio ! . . . . ; Pues no se estu- vo el animal toda la noche de Dios cantando el
Malbruc y la Jota! Ello por otra parte divertia,
cierto Pero cuando se trata de dormir
ESCENA IV.
DOÑA IRENE. DOÑA FRANCISCA, DOÑA IRENE.
Pues mucho será que Don Diego no haya tenido algún encuentro por ahí y eso le detenga. Cierto que es un señor muy mirado, muy pun- tual ¡Tan buen cristiano! ¡Tan atento! ¡Tan
bien hablado ! ¡ Y con qué garbo y generosidad se porta!. . . . Ya se ve, un sugeto de bienes y de posibles ¡Y qué casa tiene! Como un as- cua de oro la tiene Es mucho aquello. ¡Qué
ropa blanca ! ¡ Qué batería de cocina ! ¡ Y qué
despensa, llena de cuanto Dios crió! Pero tú
no parece que atiendes á lo que estoy diciendo.
DONA FRANCISCA.
Sí señora , bien lo oigo , pero no la quería interrumpir á usted.
ACTO II, ESCENA IV. 727
DONA IRENE.
Allí estarás , hija mia , como el pez en el agua : pajaritas del aire que apetecieras , las ten- drías, porque corno él te quiere tanto, y es un
caballero tan de bien y tau temeroso de Dios
Pero mira, Francisquita, que me cansa de veras el que siempre que te bablo de esto , hayas dado
en la flor de no responderme palabra ¡ Pues
no es cosa particular , sefior !
DONA FRANCISCA. Mama, no se enfade usted.
DONA IRENE.
¡No es buen empeño de ¿Y te parece á
ti que no sé yo muy bien de dónde viene lodo eso?.. . . ¿No ves que conozco las locuras que se te han, metido en esa cabeza de chorlito? Per- dóneme Dios.
DONA FRANCISCA. Pero ¿ Pues qué ¿abe usted ?
DONA IRENE.
¿Me quieres engañar á mí, eh? ¡ Ay hija! He vivido mucho , y tengo yo mucha trastienda y mucha penetración para que tú me engañes.
728 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
DONA FRANCISCA. (Aparte. ¡Perdida soy!)
DONA IRENE.
Sin contar con su madre Como si tal
madre no tuviera Yo te aseguro , que aun- que no hubiera sido con esta ocasión, de todos modos era ya necesario sacarte del convento. Aun~ que hubiera tenido que ir á pie y sola por ese camino, te hubiera sacado de allí ¡Mire us- ted que' juicio de nina este ! Que , porque ha vi- vido un poco de tiempo entre monjas, ya se la
puso en la cabeza el ser ella monja también
3Ni qué entiende ella de eso , ni que' En to- dos los estados se sirve á Dios, Frazquila , pero el complacer á su madre , asistirla , acompañarla y ser el consuelo de sus trabajos , esa es la pri- mera obligación de una hija obediente. Y sépalo usted, si no lo sabe.
DONA FRANCISCA.
Es verdad, mamá Pero yo nunca he pen- sado abandonarla á usted.
DONA IRENE. Sí, que no se' yo
ACTO II, ESCENA V. 729
DONA FRANCISCA. No señora. Créame usted. La Paquita nunca se apartará de su madre , ni la dará disgustos.
DONA IRENE. Mira si es cierto lo que dices.
DONA FRANCISCA. Sí señora, que yo no se' mentir.
DONA IRENE.
Pues hija, ya sabes lo que te he dicho. Ya ves lo que pierdes, y la pesadumbre que me da- rás si no te portas en un todo como correspon- de Cuidado con ello.
DONA FRANCISCA. (Aparte. ¡Pobre de mí!)
ESCENA Y.
D. DIEGO. ( Sale por la puerta del foro, y deja sobre la mesa sombrero y bastón.) DOÑA IRENE. DOÑA FRANCISCA.
DONA IRENE. ¿ Pues cómo tan tarde ?
730 EL SÍ DE LAS MINAS.
D. DIEGO.
Apenas salí , tropecé con el rector de Málaga y el doctor Padilla , y hasta que me han hartado bien de chocolate y bollos no me han querido
soltar (Siéntase junio á Doña Irene.) Y á todo
esto , ¿ cómo va ?
DONA IRENE.
Muy bien.
D. DIEGO. ¿Y Doña Paquita?
DONA IRENE.
Doña Paquita siempre acordándose de sus monjas. Ya la digo que es tiempo de mudar de bisiesto , y pensar solo en dar gusto á su madre y obedecerla.
D. DIEGO.
jQue' diantre! ¿Con que tanto se acuerda de
DONA IRENE.
¿Que se admira usted? Son ninas No
saben lo que quieren , ni lo que aborrecen
En una edad , asi tan
D. DIEGO.
No , poco á poco , eso no. Precisamente en
ACTO IT, ESCENA V. 731
esa edad son las pasiones algo mas enérgicas y de- cisivas que en la nuestra; y por cuanto la razón se halla todavía imperfecta y débil , los ímpetus del corazón son mucho mas violentos (Asien- do de una mano á Doña Francisca la hace sentar inmediata
á él.) Pero de veras, Doria Paquita, j se volvería usted al convento de buena gana ? La verdad.
DONA IRENE. Pero si ella no
D. DIEGO.
Déjela usted, señora, que ella responderá.
DONA FRANCISCA.
Bien sabe usted lo que acabo de decirla
No permita Dios que yo la dé que sentir.
D. DIEGO.
Pero eso lo dice usted tan afligida y
DONA IRENE. Si es natural , señor. ¿ No ve usted que
D. DIEGO.
Calle usted por Dios, Doria Irene, y no me
739 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
diga usted á mí lo que es natural. Lo que es natural es que la chica este' llena de miedo, y no se atreva á decir una palabra que se oponga á lo
que su madre quiere que diga Pero si esto
hubiese , por vida mía , que estábamos lucidos.
DONA FRANCISCA.
No señor, lo que dice su merced, eso digo yo , lo mismo. Porque en todo lo que me man- da la obedeceré.
D. DIEGO.
j Mandar , hija mia ! . . . . En estas materias tan delicadas , los padres que tienen juicio no mandan. Insinúan, proponen, aconsejan; eso sí, todo eso sí ; ¡pero mandar ! . . . . ¿Y quién ha de evitar después las resultas funestas de lo que mandaron? .... ¿Pues cuántas veces vemos ma- trimonios infelices, uniones monstruosas, verifi- cadas solamente porque un padre tonto se metió á mandar lo que no debiera?.... ¡ Eh ! No señor,
eso no va bien Mire usted , Doña Paquita,
yo no soy de aquellos hombres que se disimulan los defeclos. Yo se que ni mi figura, ni mi edad son para enamorar perdidamente á nadie ; pero tampoco he crcido imposible que una muchacha de juicio y bien criada , llegase á quererme con
ACTO II, ESCENA V. 733
aquel amor tranquilo y constante que tanto se parece á la amistad , y es el único que puede ha- cer los matrimonios felices. Para conseguirlo , no he ido á buscar ninguna hija de familia de estas
que viven en una decente libertad Decente:
que yo no culpo lo que no se opone al egercicio de la virtud. ¿ Pero cuál sería entre todas ellas la que no estuviese ya prevenida en favor de otro amante mas apetecible que yo ? Y en Madrid , fi- gúrese usted en un Madrid Lleno de estas
ideas, me pareció que tal vez hallaría en usted todo cuanto yo deseaba.
DOÍNA IRENE.
Y puede usted creer, señor Don Diego, que
I). DIEGO.
Voy á acabar, señora, déjeme usted acabar. Yo me hago cargo , querida Paquita , de lo que habrán influido en una nina tan bien inclinada como usted las santas costumbres que ha visto practicar en aquel inocente asilo de la devoción y la virtud ; pero si á pesar de todo 'esto la ima- ginación acalorada , las circunstancias imprevistas la hubiesen hecho elegir sugelo mas digno , sepa usted que yo no quiero nada con violencia. Yo
734 EL SÍ DE LAS MÑAS.
soy ingenuo: mi corazón y mi lengua no se con- tradicen jamas. Esto mismo la pido á usted , Pa- quita , sinceridad. El carino que á usted la tengo
no la debe hacer infeliz Su madre de usted
no es capaz de querer una injusticia , y sabe muy bien que á nadie se le hace dichoso por fuerza. Si usted no halla en mí prendas que la inclinen, si siente algún otro cuidadillo en su corazón, créame usted, la menor disimulación en esto nos daria á todos muchísimo que sentir.
DONA IRENE. ¿ Puedo hablar ya , señor ?
D. DIEGO.
Ella, ella debe hablar, y sin apuntador, y sin inte'rprete.
DONA IRENE. Cuando yo se lo mande.
D. DIEGO.
Pues ya puede usted mandárselo, porque á ella la toca responder Con ella he de casar- me , con usted no.
DONA IRENE.
Yo creo , señor Don Diego , que ni con ella
ACTO II, ESCENA V. 735
ni conmigo. ¡En qué concepto nos tiene usted! — Bien dice su padrino , y bien claro me lo escri- bió pocos dias há, cuando le di parte de este ca- samiento. Que aunque no la ha vuelto á ver des- de que la tuvo en la pila, la quiere muchísimo; y á cuantos pasan por el Burgo de Osma les pre- gunta cómo está, y continuamente nos envía me- morias con el ordinario.
D. DIEGO.
Y bien, señora , ¿qué escribió el padrino?. . . . O por mejor decir , ¿ qué tiene que ver nada de eso con lo que estamos hablando ?
DOÍNA IRENE.
Sí señor que tiene que ver, sí señor. Y aun- que yo lo diga , le aseguro á usted que ni un memorialista práctico hubiera puesto una carta mejor que la que él me envió sobre el matrimo- nio de la nina Y no es ningún catedrático,
ni bachiller , ni nada de eso ; sino un cualquie- ra , como quien dice, un hombre de capa y espa- da con un empleillo infeliz en el ramo del vien- to, que apenas le da para comer Pero es muy
ladino , y sabe de todo , y tiene una labia , y es- cribe que da gusto Casi toda la carta venia
736 EL SÍ DE LAS NINAS,
en latín , no le parezca á usted , y muy buenos consejos que me daba en ella Que no es po- sible sino que adivinase lo que nos está sucediendo.
D. DIEGO.
Pero, señora, si no sucede nada, ni hay cosa que á usted la deba disgustar.
DONA IRENE.
¿ Pues no quiere usted que me disguste oye'n-
dóle hablar de mi hija en unos te'rminos que
¡Ella otros amores ni otros cuidados! Pues
si tal hubiera ¡ Válgame Dios ! La mataba
á golpes, mire usted Respóndele, una vez
que quiere que hables y que yo no chiste. Cuén- tale los novios que dejaste en Madrid cuando te- nias doce anos, y los que has adquirido en el convento al lado de aquella santa muger. Díselo para que se tranquilice y
D. DIEGO.
Yo, señora, estoy mas tranquilo que usted. DOÑA IRENE.
Respóndele.
DONA FRANCISCA. Yo no sé qué decir. Si ustedes se enfadan.
ACTO II, ESCENA V. 737
D. DIEGO.
No, hija mia; esto es dar alguna expresión á lo que se dice ; pero enfadarnos , no por cierto. Dona Irene sabe lo que yo la estimo.
DONA IRENE.
Sí señor que lo sé , y estoy sumamente agra- decida á los favores que usted nos hace Por
eso mismo
D. DIEGO.
No se hable de agradecimiento: cuanto yo
puedo hacer, todo es poco Quiero solo que
Doria Paquita este' contenta.
DOÑA IRENE. ¿Pues no ha de estarlo? Responde.
DOÑA FRANCISCA. Sí señor que lo estoy.
D. DIEGO.
Y que la mudanza de estado que se la pre- viene, no la cueste el menor sentimiento.
DOÑA IRENE.
No señor , todo al contrario Boda mas á
gusto de todos no se pudiera imaginar. Tomo II. 47
738 EL Si DE LAS NIÑAS.
D. DIEGO.
En esa inteligencia , puedo asegurarla que no tendrá motivos de arrepentirse después. En nues- tra compañía vivirá querida y adorada ; y espero que á fuerza de beneficios he de merecer su es- timación y su amistad.
DOÑA FRANCISCA.
Gracias , señor Don Diego ¡A una hue'r-
fana, pobre , desvalida como yo! ... .
D. DIEGO.
Pero de prendas tan estimables , que la ha- cen á usted digna todavía de onayor fortuna.
DOÑA IRENE. x
Ven aqui , ven Ven aqui , Paquita.
DOÑA FRANCISCA.
¡ Mamá !
( Levántase Doria Francisca , abraza á su madre y se aca- rician mutuamente.)
DOÑA IRENE. ¿Ves lo que te quiero?
DOÑA FRANCISCA.
Sí señora.
ACTO II, ESCENA V. 739
DONA IRENE. ¿ Y cuánto procuro tu bien , que no tengo otro pío sino el de verte colocada antes que yo falte?
DONA FRANCISCA. Bien lo conozco.
DONA IRENE. ¡ Hija de mi vida ! ¿ Has de ser buena ? DONA FRANCISCA.
Sí señora.
DONA IRENE.
j Ay , que no sabes tú lo que te quiere tu madre !
DONA FRANCISCA. ¿ Pues qué no la quiero yo á usted ?
D. DIEGO.
Vamos , vamos de aquí. ( Levántase Don Diego y
después Doña Irene.) No venga alguno y nos halle á los tres llorando como tres chiquillos.
DONA IRENE. Sí , dice usted bien.
(Kanse los dos al cuarto de Doña Irene. Doña Francisca va detras , y Hita que sale por la puerta del foro la hace de- tener.)
740 EL SÍ DE LAS MISAS.
ESCENA IV.
RITA. DOÑA FRANCISCA. RITA.
Señorita ¡Eh! chit señorita.
DOÑA FRANCISCA. ¿Qué quieres ?
RITA.
Ya ha venido.
DONA FRANCISCA.
¿ Cómo ?
RITA.
Ahora mismo acaba de llegar. Le he dado un abrazo, con licencia de usted, y ya sube por la escalera.
DONA FRANCISCA.
¡Ay Dios! ¿Y qué debo hacer?
RITA.
j Donosa pregunta ! . . . . Vaya , lo que importa
es no gastar el tiempo en melindres de amor
Al asunto y juicio. Y mire usted que en el
paraje en que estamos la conversación no puede ser muy larga Ahí está.
ACTO II, ESCENA Vil. 741
DOÑA FRANCISCA.
Sí Él es.
RITA.
Voy á cuidar de aquella gente Valor , se- ñorita, y resolución.
(Rita se va al cuarto de Doña Irene.)
DONA FRANCISCA. No, no, que yo también Pero no lo merece.
ESCENA VII.
DON CARLOS. (Sale por la puerta del foro.) DOÑA FRANCISCA.
DON CARLOS.
Paquita ¡Vida mia! Ya estoy aqui.
¿ Cómo va , hermosa , cómo va ?
DONA FRANCISCA. Bien venido.
D. CARLOS.
¿Cómo tan triste?.... ¿No merece mi llegada mas alegría?
DOÑA FRANCISCA. Es verdad, pero acaban de sucederrne cosas que me tienen fuera de mí Sabe usted
742 EL SÍ DE LAS ¡ NIÑAS.
Sí, bien lo sabe usted Después de escrita
aquella carta , fueron por mí Mariana a Ma- drid Abí está mi madre.
D. CARLOS.
¿En dónde?
DONA FRANCISCA. Ahí, en ese cuarto.
( Señalando al cuarto de Doña Irene.)
D. CARLOS.
¿Sola?
DONA FRANCISCA.
No señor.
D. CARLOS.
Estará en compañía del prometido esposo.
( Se acerca al cuarto de Doña Irene , se detiene , y vuelve.)
Mejor ¿ Pero no hay nadie mas con ella ?
DONA FRANCISCA.
Nadie mas, solos están ¿Que piensa us- ted hacer?
D. CARLOS.
Si me dejase llevar de mi pasión y de lo que
esos ojos me inspiran, una temeridad Pero
tiempo hay El también será hombre de ho- nor , y no es justo insultarle porque quiere bien
ACTO II , ESCENA VIL 743
á una muger tan digna de ser querida Yo
no conozco á su madre de usted, ni Vamos,
ahora nada se puede hacer Su decoro de us- ted merece la primera atención.
DONA FRANCISCA.
Es mucho el empeño que tiene en que me case con el.
D. CARLOS.
No importa.
DONA FRANCISCA.
Quiere que esta boda se celebre asi que lle- guemos á Madrid.
D. CARLOS.
¿Cuál?.... No. Eso no.
DONA FRANCISCA. Los dos están de acuerdo, y dicen
D. CARLOS. Bien Dirán Pero no puede ser.
DONA FRANCISCA.
Mi madre no me habla continuamente de otra materia. Me amenaza , me ha llenado de temor
744- EL SÍ DE LAS NIÑAS.
El insta por su parte, me ofrece tantas cosas, me
D. CARLOS.
¿Y usted que' esperanza le da?. ... ¿Ha pro- metido quererle mucho?
DONA FRANCISCA.
¡ Ingrato ! . . . . ¿ Pues no sabe usted que
¡Ingrato !
D. CARLOS.
Sí, no lo ignoro, Paquita Yo he sido el
primer amor.
DONA FRANCISCA.
Y el último.
D. CARLOS.
Y antes perderé la vida , que renunciar al
lugar que tengo en ese corazón Todo él es
mió ¿Digo ?
(Asiéndola de las manos.)
DONA FRANCISCA. ¿Pues de quién ha de ser?
D. CARLOS.
j Hermosa ! j Qué dulce esperanza me ani- ma!.... Una sola palabra de esa boca mease-
ACTO II, ESCENA VIL 745
gura Para todo me da valor En fin, ya
estoy aquí. ¿ Usted me llama para que la defien- da , la libre , la cumpla una obligación mil y mil veces prometida? Pues á eso mismo vengo
yo Si ustedes se van á Madrid mañana, yo
voy también. Su madre de usted sabrá quien soy
Alli puedo contar con el favor de un anciano res- petable y virtuoso , á quien mas que tio , debo llamar amigo y padre. No tiene otro deudo mas inmediato , ni mas querido que yo : es hombre muy rico , y si los dones de la fortuna tuviesen para usted algún atractivo, esta circunstancia aña- diría felicidades á nuestra unión.
DOÑA FRANCISCA.
¿Y qué vale para mí toda la riqueza del mundo ?
D. CARLOS.
Ya lo se. La ambición no puede agitar á un alma tan inocente.
DONA FRANCISCA.
Querer y ser querida Ni apetezco mas,
ni conozco mayor fortuna.
D. CARLOS.
Ni hay otra Pero usted debe serenarse,
746 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
y esperar que la suerte mude nuestra aflicción presente en durables dichas.
DONA FRANCISCA.
¿Y qué se ha de hacer para que á mi pobre
madre no la cueste una pesadumbre ? ¡ Me
quiere tanto ! . . . . Si acabo de decirla que no la disgustare', ni me apartaré de su lado jamas: que siempre seré obediente y buena ¡Y me abra- zaba con tanta ternura! Quedó tan consolada con
lo poco que acerté á decirla Yo no sé , no
sé qué camino ha de hallar usted para salir de estos ahogos.
D. CARLOS.
Yo le buscaré ¿No tiene usted confianza
en mí ?
DONA FRANCISCA.
¿Pues no he de tenerla? ¿Piensa usted que estuviera yo viva, si esa esperanza no me anima- se ? Sola y desconocida de todo el mundo , ¿ qué habia yo de hacer? Si usted no hubiese venido, mis melancolías me hubieran muerto, sin tener á quien volver los ojos , ni poder comunicar á
nadie la causa de ellas Pero usted ha sabido
proceder como caballero y amante, y acaba de
ACTO II, ESCENA VHL 747
Jarme con su venida la prueba mayor de lo mu- cho que me quiere.
( Se enternece f llora.)
D. CARLOS.
¡Que llanto! ¡Cómo persuade! Sí, Pa-
quila, yo solo basto para defenderla á usted de cuantos quieran oprimirla. A un amante favo- recido , ¿ quién puede oponérsele ? Nada hay que temer.
DONA FRANCISCA. ¿Es posible?
D. CARLOS.
Nada Amor ha unido nuestras almas en
estrechos nudos, y solo la muerte bastará á di- vidirlas.
ESCENA VIII.
RITA. DON CARLOS. DOÑA FRANCISCA. RITA.
Señorita , adentro. La mamá pregunta por usted. Voy á traer la cena, y se van á recoger al
instante Y usted , señor galán , ya puede
también disponer de su persona.
748 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
D. CARLOS.
Sí , que no conviene anticipar sospechas
Nada tengo que añadir.
DONA FRANCISCA.
Ni yo. .
D. CARLOS.
Hasta mañana. Con la luz del dia veremos á este dichoso competidor.
RITA.
Un caballero muy honrado , muy rico , muy prudente: con su chupa larga, su camisola lim- pia y sus sesenta años debajo del peluquín.
(Se va por la puerta del foro.)
DONA FRANCISCA. Hasta mañana.
D. CARLOS. A Dios, Paquita.
DONA FRANCISCA. Acuéstese usted , y descanse.
D. CARLOS. ; Descansar con zelos ?
DONA FRANCISCA. ¿ De quie'n ?
ACTO II, ESCENA IX. 749
D. CARLOS.
Buenas noches Duerma usted bien, Pa- quita.
DONA FRANCISCA. ¿•Dormir con amor?
D. CARLOS. A Dios, vida mía.
DONA FRANCISCA.
A Dios.
( Éntrase al cuarto de Dona Irene.)
ESCENA IX.
DON CARLOS. CALAMOCHA. RITA. D. CARLOS.
¡Quitármela! (Paseándose con inquietud.) No
Sea quien fuere, no me la quitará. M su madre ha de ser tan imprudente que se obstine en ve- rificar este matrimonio repugnándolo su hija
mediando yo ¡ Sesenta anos ! Precisa- mente será muy rico ¡El dinero! Mal- dito él sea, que tantos desórdenes origina.
CALAMOCHA. (Sale Calamocha por la puerta del foro.)
Pues señor , tenemos un medio cabrito asa-
750 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
do > y A lo menos parece cabrito. Tenemos
una magnífica ensalada de berros , sin anapelos ni otra materia extraña, bien lavada, escurrida y condimentada por estas manos pecadoras , que no hay mas que pedir. Pan de Meco, vino de la
Tercia Con que si hemos de cenar y dormir,
me parece que sería bueno
D. CARLOS. Vamos ¿Y adonde ha de ser?
CALAMOCHA.
Abajo Alli he mandado disponer una an- gosta y fementida mesa , que parece un banco de herrador.
RITA.
(Sale Hita por la puerta del foro con unos platos^ taza, cucharas y servilleta.)
¿Quién quiere sopas?
D. CARLOS. Buen provecho.
CALAMOCHA.
Si hay alguna real moza que guste de cenar cabrito , levante el dedo.
ACTO II, ESCENA IX. 751
BITA.
La real moza se ha comido ya media cazuela
de albondiguillas Pero lo agradece , señor
militar.
( Éntrase en el cuarto de Doña Irene.)
CALAMOCHA. Agradecida te quiero yo , niña de mis ojos.
D. CARLOS. ¿Con que vamos?
CALAMOCHA.
j Ay ! ¡ ay ! j ay ! ( Calamocha se encamina á la puer - ta del foro , y vuelve : se acerca á Don Carlos , y hablan con reserva hasta el fin de la escena, en que Calarnocha se ade- lanta á saludar á Simón.) j Eh ! chit , digo
D. CARLOS.
¿Qué?
CALAMOCHA. ¿ No ve usted lo que viene por alli ?
D. CARLOS.
¿Es Simón?
CALAMOCHA. El mismo ¿ Pero quien diablos le
D. CARLOS.
¿Y qué haremos?
752 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
CALAMOCHA.
¿ Qué sé yo ?. . . . Sonsacarle , mentir y
¿Me da usted licencia para que
D. CARLOS.
Sí , miente lo que quieras ¿A qué ha- brá venido este hombre ?
ESCENA X.
SIMON. (Sale por la puerta del foro.) CALAMOCHA. DON CARLOS.
CALAMOCHA. Simón, ¿tú por aqui?
SIMON.
A Dios, Calamocha. ¿Cómo va?
CALAMOCHA.
Lindamente.
SIMON.
Cuánto me alegró de
D. CARLOS.
¡Hombre, tú en Alcalá! ¿Pues qué novedad es está?
ACTO II, ESCENA X. 753
SIMON.
¡Oh, que estaba usted ahí, señorito! ¡Voto á sanes !
D. CARLOS.
¿Y mi tio?
SIMON.
Tan bueno.
CALAMOCHA. ¿ Pero se ha quedado en Madrid , ó
SIMON.
¿ Quién me había de decir á mí ¡ Cosa
como ella! Tan ageno estaba yo ahora de Y
usted de cada vez mas guapo ¿ Con que us- ted irá á ver al tio, eh?
CALAMOCHA. Tú habrás venido con algún encargo del amo.
SIMON.
j Y qué calor traje, y qué polvo por ese ca- mino ! ¡ Ya , ya !
CALAMOCHA. ¿ Alguna cobranza tal vez , eh ?
D. CARLOS.
Puede ser. Como tiene mi tio ese poco de
hacienda en Ajalvir ¿No has venido á eso ?
TOMO II. 48
754 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
SIMON.
]Y qué buena maula le ha salido el tal ad- ministrador ! Labriego mas marrullero y mas be- llaco no le hay en toda la campiña ¿Con que
usted viene ahora de Zaragoza?
D. CARLOS.
Pues Figúrate tú.
SIMON. ¿ O va usted allá ?
D. CARLOS.
¿ Adonde ?
SIMON.
A Zaragoza. ¿ No está alli el regimiento ? CALAMOCHA.
Pero , hombre , si salimos el verano pasado de Madrid , ¿ no habíamos de haber andado mas de cuatro leguas ?
SIMON.
¿ Qué sé yo? Algunos van por la posta y tar- dan mas de cuatro meses en llegar Debe de
ser un camino muy malo.
CALAMOCHA.
( Aparte , separándose de Simón. Maldito Seas tú y
tu camino , y la bribona que te dio papilla.)
ACTO II, ESCENA XI. 755
D. CARLOS.
Pero aún no me has dicho si mi tio está en Madrid ó en Alcalá, ni á qué has venido, ni
SIMON.
Bien, á eso voy Sí señor, voy á decir á
usted Con que Pues el amo me dijo
ESCENA XI.
DON DIEGO. DON CARLOS. SIMON. CALAMOCHA. D. DIEGO.
( Desde adentro. ) No , no es menester : si hay luz aqui. Buenas noches , Rita.
( Don Carlos se turba , y se aparta d un extremo del teatro.)
D. CARLOS.
Mi tio!
( Sale Don Diego del cuarto de Doña Irene encaminándose al suyo: repara en Don Carlos y se acerca á él. Simón le alum- bra , y vuelve á dejar la luz sobre la mesa.)
D. DIEGO.
Simón.
SIMON. Aqui estoy , señor.
D. CARLOS, j Todo se ha perdido!
756 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
D. DIEGO. Vamos Pero ¿ Quién es ?
SIMON.
Un amigo de usted, señor.
D. CARLOS.
Yo estoy muerto.
D. DIEGO.
¿ Cómo un amigo? .... ¿Que'?. . . . Acerca esa
luz.
D. CARLOS.
Tio.
( En ademan de besarle la mano d Don Diego , que le apar- ta de sí con enojo.)
D. DIEGO.
Quítate de ahí.
D. CARLOS.
Señor.
D. DIEGO.
Quítate. No sé como no le ¿Que haces
aquí?
D. CARLOS.
Si usted se altera y
D. DIECO. ¿ Qué haces aquí ?
ACTO II, ESCENA XI. 757
D. CARLOS. Mí desgracia me ha traído.
D. DIEGO.
¡Siempre dándome que sentir, siempre! Pe- ro (Acercándose á Don Carlos.) ¿ Que' dices ? De
veras, ¿ ha ocurrido alguna desgracia ? Vamos
¿ Que te sucede ? ¿ Por qué estas aquí ?
CALAMOCHA. Porque le tiene á usted ley, y le quiere bien,
y
D. DIEGO.
A tí no te pregunto nada. ¿Por qué has ve- nido de Zaragoza sin que yo lo sepa?.... ¿Por qué te asusta el verme?. . . . Algo has hecho: sí, alguna locura has hecho que le habrá de costar la vida á tu pobre tio.
D. CARLOS.
INo señor, que nunca olvidaré las máximas de honor y prudencia que usted me ha inspirado tantas veces.
D. DIEGO.
¿Pues á qué viniste? ¿Es desafio? ¿Son
deudas? ¿Es algún disgusto con tus gefes?....
758 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
Sácame de esta inquietud , Carlos Hijo mió,
sácame de este afán.
CALAMOCHA. Si todo ello no es mas que
D. DIEGO.
Ya he dicho que calles Ven acá. (Asiendo
de una mano á Don Carlos , se aparta con él á un extremo del teatro, y le habla en voz baja.) Dime qué ha Sido.
D. CARLOS.
Una lijereza, una falta de sumisión á usted.
Venir á Madrid sin pedirle licencia primero
Bien arrepentido estoy, considerando la pesadum- bre que le he dado al verme.
D. DIEGO. ¿Y qué otra cosa hay?
D. CARLOS. Nada mas, señor.
D. DIEGO.
¿Pues qué desgracia era aquella de que me hablaste ?
ACTO II, ESCENA XI. 759
D. CARLOS.
Ninguna. La de hallarle á usted en este pa- raje y haberle disgustado tanto, cuando yo
esperaba sorprenderle en Madrid , estar en su compañía algunas semanas, y volverme contento de haberle visto.
D. DIEGO.
¿No hay mas?
D. CARLOS.
No señor.
D. DIEGO.
Míralo bien.
D. CARLOS.
No señor A eso venia. No hay nada mas.
D. DIEGO.
Pero no me digas tú á mí Si es imposi- ble que eslas escapadas se No señor ¿Ni
quie'n ha de permitir que un oficial se vaya cuan- do se le antoje, y abandone de ese modo sus ban- deras? Pues si tales ejemplos se repitieran
mucho, á Dios disciplina militar Vamos
Eso no puede ser.
D. CARLOS.
Considere usted , tio , que estamos en tiempo
760 EL Sí DE LAS NINAS.
de paz: que en Zaragoza no es necesario un ser- vicio tan exacto como en otras plazas, en que no
se permite descanso á la guarnición Y en
fin, puede usted creer que este viaje supone la aprobación y la licencia de mis superiores; que yo también miro por mi estimación, y que cuan- do me he venido, estoy seguro de que no bago falta.
D. DIEGO.
Un oficial siempre hace falta á sus soldados. El Rey le tiene alli para que los instruya , los pro- teja y les de ejemplos de subordinación, de valor, de virtud
D. CARLOS.
Bien está , pero ya he dicho los motivos
D. DIEGO.
Todos esos motivos no valen nada ¡Por- que le dio la gana de ver al tio! Lo que quie- re su tio de usted no es verle cada ocho dias , si- no saber que es hombre de juicio y que cumple con sus obligaciones. Eso es lo que quiere
Pero (Alza la voz, j se pasea inquieto.) yo tomaré mis
medidas para que estas locuras no se repitan otra vez Lo que usted ha de hacer ahora es mar- charse inmediatamente.
ACTO II, ESCENA XI. 761
D. CARLOS.
Señor, si
I). DIEGO.
No hay remedio..... Y ha de ser al instante. Usted no ha de dormir aqui.
CALAMOCHA.
Es que los caballos no están ahora para cor- rer Ni pueden moverse.
D. DIEGO.
Pues con ellos (A Cálamocha.) y con las male- tas al mesón de afuera Usted ( A Don Carlos.)
no ha de dormir aqui Vamos (A Cálamocha.),
tú, buena pieza, menéale. Abajo con todo. Pagar el gasto que se haya hecho, sacar los caballos, y
marchar Ayúdale tú (A Simón.) j Qué
dinero tienes ahí?
SIMON.
Tendré unas cuatro ó seis onzas.
( Saca de un bolsillo algunas monedas , y se las da d Don Diego.)
D. DIEGO.
Dámelas acá. Vamos , ¿ qué haces ? . . . . (A Cálamocha.) ¿No he dicho que ha de ser al ins-
762 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
tante? Volando. Y tú (A Simón.) ve con él,
ayúdale , y no te me apartes de allí hasta que se hayan ido.
( Los dos criados entran en el cuarto de Don Carlos.)
ESCENA XII.
DON DIEGO. DON CARLOS. D. DIEGO.
Tome usted. (Le da el dinero.) Con eso hay bas- tante para el camino Vamos, que cuando
yo lo dispongo asi, bien se' lo que me hago
¿No conoces que es todo por tu bien, y que ha sido un desatino el que acabas de hacer ?. . . . Y no hay que afligirse por eso , ni creas que es fal- ta de carino Ya sabes lo que te he querido
siempre, y en obrando tú según corresponde, se- ré tu amigo como lo he sido hasta aqui.
D. CARLOS.
Ya lo sé.
D. DIEGO.
Pues bien: ahora obedece lo que te mando.
D. CARLOS. Lo haré sin falta.
ACTO II, ESCENA XII. 763
D. DIEGO.
Al mesón de afuera. (A los dos criados que salen con los trastos del cuarto de Don Carlos , y se van por la
puerta del foro.) Allí puedes dormir , mientras los caballos comen y descansan Y no me vuel- vas aqui por ningún pretexto, ni entres en la
ciudad cuidado. Y á eso de las tres ó las
cuatro marchar. Mira que he de saber á la hora que sales. ¿Lo entiendes?
D. CARLOS.
Sí señor.
D. DIEGO. Mira que lo has de hacer.
D. CARLOS. Sí señor , haré lo que usted manda.
D. DIEGO.
Muy bien A Dios Todo te lo per- dono Vete con Dios Y yo sabré' también
cuándo llegas á Zaragoza , no te parezca que es- toy ignorante de lo que hiciste la vez pasada.
D. CARLOS. ¿Pues que' hice yo?
764 EL Sí DE LAS NIÑAS.
D. DIEGO.
Si te digo que lo sé , y que te lo perdono, ¿qué mas quieres? No es tiempo ahora de tratar de eso. Vete.
D. CARLOS.
Quede USted COn Dios. (Hace que se va y vuelce.) D. DIEGO.
¿Sin besar la mano á su tio, eh?
D. CARLOS.
No me atreví. (Besa la mano d Don Diego y se abrazan.)
D. DIEGO.
Y dame un abrazo por si no nos volvemos á
ver.
D. CARLOS. ¿Qué dice usted? No lo permita Dios.
D. DIEGO.
¿Quién sabe, hijo mió? ¿Tienes algunas deu- das? ¿Te falta algo?
D. CARLOS. No señor , ahora no.
D. DIEGO.
Mucho es, porque tú siempre tiras por lar-
ACTO II, ESCENA XII. 765
go Como cuentas con la bolsa del tío
Pues bien, yo escribiré' al señor Aznár para que te dé cien doblones de orden mía. Y mira cómo lo gastas ¿ Juegas ?
D. CARLOS. No señor, en mi vida.
D. DIEGO.
Cuidado con eso Con que buen viaje. Y
no te acalores: jornadas regulares y nada mas
¿ Vas contento ?
D. CARLOS,
No señor. Porque usted me quiere mucho, me llena de beneficios , y yo le pago mal.
D. DIEGO.
No se hable ya de lo pasado A Dios
D. CARLOS. ¿Queda usted enojado conmigo?
D. DIEGO.
No, no por cierto Me disguste' bastante,
pero ya se acabó No me des que sentir.
( Poniéndole ambas manos sobre los hombros. ) Portarse
como hombre de bien.
766 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
D. CARLOS. No lo dude usted.
D. DIEGO. Como oficial de honor.
D. CARLOS.
Asi lo prometo.
D. DIEGO. A Dios, Carlos. (Abrazándose.)
D. CARLOS.
( Aparte , al irse por la puerta del foro, j Y la de- jo! ... . ¡Y la pierdo para siempre ! )
ESCENA XIII.
DON DIEGO.
Demasiado bien se ha compuesto Luego
lo sabrá, enhorabuena Pero no es lo mismo
escribírselo , que Después de hecho , no im- porta nada ¡Pero siempre aquel respeto al
tio ! . . . . Como una malva es.
( Se enjuga las lágrimas , toma la luz y se va á su cuarto. El teatro queda solo y obscuro por un breve espacio.)
ACTO II, ESCENA XIV. 767
ESCENA XIV.
DONA FRANCISCA. RITA.
(Salen del cuarto de Doña Irene. Rita sacará una luz, y la pone encima de la mesa.)
RITA.
Mucho silencio hay por aqui.
DONA FRANCISCA.
Se habrán recogido ya Estarán rendidos.
RITA.
Precisamente.
DOÑA FRANCISCA.
¡Un camino tan largo!
RITA.
¡A lo que obliga el amor, señorita!
DONA FRANCISCA.
Sí, bien puedes decirlo, amor ¿Y yo qué
no hiciera por él?
RITA.
Y deje usted , que no ha de ser este el últi- mo milagro. Cuando lleguemos á Madrid , en-
768 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
tonces será ella ¡El pobre Don Diego qué
chasco se va á llevar ! Y por otra parte , vea us- ted que' señor tan bueno, que cierto da lástima
DOÑA FRANCISCA.
Pues en eso consiste todo. Si él fuese un hombre despreciable , ni mi madre hubiera ad- mitido su pretensión , ni yo tendría que disimu- lar mi repugnancia Pero ya es otro tiempo,
Rita. Don Félix ha venido , y ya no temo á na- die. Estando mi fortuna en su mano , me consi- dero la mas dichosa de las mugeres.
RITA.
¡ Ay ! ahora que me acuerdo Pues po- quito me lo encargó Ya se ve, si con estos
amores tengo yo también la cabeza Voy
por él.
( Encaminándose al cuarto de Dona Irene.)
DOÑA FRANCISCA. ¿A qué vas?
RITA.
El tordo, que ya se me olvidaba sacarle de alli.
DOÑA FRANCISCA. Sí , tráele , no empiece á cantar como ano-
ACTO II, ESCENA XV. 769
che Allí quedó junto á la ventana Y
ve con cuidado, no despierte mamá.
RITA.
Sí, mire usted el estrepito de caballerías que
anda por allá abajo Hasta que lleguemos á
nuestra calle del Lobo, número siete, cuarto se- gundo, no hay que pensar en dormir Y ese
maldito portón que rechina , que
DONA FRANCISCA. Te puedes llevar la luz.
RITA.
No es menester, que ya se' donde está.
(Fase al cuarto de Doña Irene.)
ESCENA XV.
SIMON. (Sale por la puerta del foro.) DOÑA FRANCISCA.
DONA FRANCISCA. Yo pense que estaban ustedes acostados.
SIMON.
El amo ya habrá hecho esa diligencia , pero yo todavía no sé en dónde he de tender el ran- cho Y buen sueno que tengo.
Tomo II. A9
770 EL SÍ DE LAS NINAS.
DOÑA FRANCISCA. ¿Qué gente nueva ha llegado ahora?
SIMON.
Nadie. Son unos que estaban ahí , y se
ido.
DOÑA FRANCISCA. ¿Los arrieros?
SIMON.
No señora. Un oficial y un criado suyo, parece que se van á Zaragoza.
DOÑA FRANCISCA. ¿ Quiénes dice usted que son ?
SIMON.
Un teniente coronel y su asistente.
DOÑA FRANCISCA. ;Y estaban aqui?
SIMON.
Sí señora , ahí en ese cuarto.
DOÑA FRANCISCA. No los he visto.
ACTO II, ESCENA XVI. 771
SIMON.
Parece que llegaron esta tarde y A la
cuenta habrán despachado ya la comisión que traían Con que se han ido Buenas no- ches, señorita.
(Vase al cuarto de Don Diego,)
ESCENA XVI.
RITA. DOÑA FRANCISCA.
DONA FRANCISCA.
¡ Dios mió de mi alma ! ¿ Que' es esto ? No
puedo sostenerme ¡Desdichada!
( Siéntase en una silla inmediata d la mesa.)
RITA.
Señorita , yo vengo muerta.
(Saca la jaula del tordo y la deja encima de la mesa, abre la puerta del cuarto de Don Carlos y vudve.)
DONA FRANCISCA. ¡Ay que es cierto! ¿Tú lo sabes también?
RITA.
Deje usted, que todavía no creo lo que he visto. . , , . Aqui no hay nadie Ni maletas, ni
772 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
ropa , ni ¿ Pero cómo podia engañarme ? Si
yo misma los he visto salir.
DOÑA FRANCISCA.
j Y eran ellos ?
BITA.
Sí señora. Los dos.
DOÑA FRANCISCA. ¿Pero se han ido fuera de la ciudad?
RITA.
Si no los he perdido de vista hasta que salie- ron por puerta de Mártires Como está un
paso de aqui.
DOÑA FRANCISCA.
¿Y es ese el camino de Aragón ? RITA.
Ese es.
DONA FRANCISCA. ¡ Indigno ! . . . . ¡ Hombre indigno !
RITA.
Señorita.
DOÑA FRANCISCA. ¿En que' te ha ofendido esta infeliz?
ACTO H, ESCENA XVI. 773
BITA.
Yo estoy temblando toda Pero Si
es incomprensible Si no alcanzo á discurrir
qué motivos ha podido haber para esta novedad.
DONA FRANCISCA.
¿ Pues no le quise mas que á mi vida P . . . . ¿ No me ha visto loca de amor ?
BITA.
No sé qué decir al considerar una acción tan infame.
DONA FRANCISCA. ; Qué has de decir ? Que no me ha querido
nunca ni es hombre de bien ¿Y vino para
esto? ¡Para engañarme, para abandonarme asi!
(Levantase, f Rita la sostiene.)
RITA.
Pensar que su venida fue con otro designio,
no me parece natural Zelos ¿ Por qué
ha de tener zelos?. ... Y aun eso mismo debiera
enamorarle mas El no es cobarde , y no hay
que decir que habrá tenido miedo de su compe- tidor.
DONA FRANCISCA. Te cansas en vano. Di que es un pérfido, di
774 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
que es un monstruo de crueldad , y todo lo has dicho.
RITA.
Vamos de aquí, que puede venir alguien y
DOÑA FRANCISCA.
Sí, vámonos Vamos á llorar ¡Y en
qué situación me deja ! . . . . ¿ Pero ves que' mal- vado ?
RITA.
Sí señora , ya lo conozco.
DOÑA FRANCISCA.
j Que' bien supo fingir ! . . . . ¿Y con quién ?
Conmigo ¿Pues yo merecí ser engañada tan
alevosamente ?. . . . ¿ Mereció mi carino este ga- lardón ? . . . . ¡ Dios de mi vida ! ¿ Cuál es mi de- lito , cuál es?
( Rita coge la luz, y se van entrambas al cuarto de Doña Francisca.)
ACTO III, ESCENA I. 775
ACTO TERCERO.
ESCENA I.
(Teatro obscuro. Sobre la mesa habrá un candelera con vela apagada y la jaula del tordo. Simón duerme tendido en el ban- co. Sale Don Diego de su cuarto acabándose de poner la bata.)
DON DIEGO. SIMON. D. DIEGO.
Aqui, á lo menos, ya que no duerma no me
derretiré' Vaya , si alcoba como ella no se
¡ Cómo ronca este! Guarde'mosle el sueno has- ta que venga el dia , que ya poco puede tardar
( Sirnon despierta , j al oír á Don Diego se incorpora y se
levanta.) ¿Que' es eso? Mira no te caigas, hombre. SIMON.
¿Que' estaba usted ahí, señor?
D. DIEGO.
Sí , aqui me he salido , porque alli no puedo parar.
776 EL SI DE LAS NINAS.
SIMON.
Pues yo , á Dios gracias , aunque la cama es algo dura, he dormido como un emperador.
D. DIEGO.
Mala comparación. Di que has dormido como un pobre hombre , que no tiene ni dinero , ni ambición , ni pesadumbres , ni remordimientos.
SIMON.
En efecto, dice usted bien ¿Y que' hora
será ya?
D. DIEGO.
Poco ha que sonó el relox de San Justo , y si no conté mal, dio las tres.
SIMON.
¡ Oh ! pues ya nuestros caballeros irán por ese camino adelante echando chispas.
D. DIEGO.
Sí , ya es regular que hayan salido Me
lo prometió , y espero que lo hará.
SIMON.
¡Pero si usted viera qué apesadumbrado le dejé, qué triste!
ACTO III, ESCENA l 777
D. DIEGO.
Ha sido preciso.
SIMON.
Ya lo conozco.
D. DIEGO.
¿ No ves qué venida tan intempestiva ? SIMON.
Es verdad Sin permiso de usted , sin
avisarle , sin haber un motivo urgente Va- mos, hizo muy mal Bien que por otra par- te él tiene prendas suficientes para que se le
perdone esta lijereza Digo Me parece
que el castigo no pasará adelante , ¿ eh ?
D. DIEGO.
¡No, qué! No señor. Una cosa es que le ha- ya hecho volver Ya ves en qué circunstan- cias nos cogia Te aseguro que cuando se fue
me quedó un ánsia en el corazón. ( Suenan d lo le- jos tres palmadas , y poco después se oje que puntean un ins- trumento.) ¿Qué ha sonado?
SIMON.
No sé Gente que pasa por la calle. Se- rán labradores.
D. DIEGO.
Calla.
778 EL Sí DE LAS NIÑAS.
SIMON.
Vaya, música tenemos según parece.
D. DIEGO.
Sí, como, lo hagan bien.
SIMON.
¿Y quie'n será el amante infeliz que se viene a puntear á estas horas en ese callejón tan puer- co? Apostare' que son amores con la moza de
la posada , que parece un mico.
D. DIEGO.
Puede ser.
SIMON.
Ya empiezan, oigamos (Tocan una sonata
desde adentro.) Pues dígole á usted que toca muy lindamente el picaro del barberillo.
D. DIEGO.
No, no hay barbero que sepa hacer eso, por muy bien que afeite.
SIMON.
¿Quiere usted que nos asomemos un poco, á ver
D. DIEGO.
No, dejarlos ¡Pobre gente! ¡Quién sabe
ACTO III, ESCENA II. 779
la importancia que darán ellos á la tal música!
No gusto yo de incomodar á nadie.
( Sale de su cuarto Doña Francisca y Rita con ella. Las dos se encaminan á la ventana, Don Diego y Simón se retiran á un lado f observan.)
SIMON.
Señor ¡Eh!. . .. Presto, aqui á un ladito.
D. DIEGO.
¿Qué quieres?
SIMON.
Que han abierto la puerta de esa alcoba , y huele á faldas que trasciende.
D. DIEGO.
¿Sí? Retirémonos.
ESCENA II.
DOÑA FRANCISCA. RITA. DON DIEGO. SIMON.
RITA. Con tiento , señorita.
DONA FRANCISCA. ¿Siguiendo la pared no voy bien?
(Vuelven d probar el instrumento.)
RITA.
Sí señora Pero vuelven a tocar Si- lencio.
780 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
DONA FRANCISCA. INo te muevas Deja Sepamos pri- mero si es él.
RITA.
¿ Pues no ha de ser ? . . . . La seña no puede mentir.
DONA FRANCISCA.
Calla (Repiten desde adentro la sonata anterior. )
Sí , él es j Dios mío ! . . . . f Acércase Rita á la ven- tana, abre la vidriera y da tres palmadas. Cesa la música.)
Ve, responde Albricias, corazón. El es.
SIMON.
¿ Ha oido usted ?
D. DIEGO.
Sí.
SIMON. ¿Qué querrá decir esto?
D. DIEGO.
Calla.
DONA FRANCISCA.
(Dona Francisca se asoma d la ventana , Rita se queda de- trás de ella. Los puntos suspensivos indican las interrupciones mas ó menos largas que deben hacerse.)
Yo soy. ¿Y qué habia de pensar viendo lo
ACTO III, ESCENA II. 781
que usted acaba de hacer ? ¿ Qué fuga es es- ta . Rita ( Apartándose de la ventana, y vuelve después.),
amiga, por Dios, ten cuidado, y si oyeres algún
rumor , al instante avísame ¿ Para siempre ?
¡Triste de mí!.... Bien eslá, tírela usted
Pero yo no acabo de entender ¡ Ay ! Don Fé- lix, nunca le he visto á usted tan tímido
floran desde adentro una carta que cae por la ventana al teatro. Doña Francisca hace ademan de buscarla, y no ha- llándola vuelve á asomarse.) No , llO la he COgido ,
pero aqui está sin duda ¿ Y no he de saber
yo hasta que llegue el dia los motivos que tiene usted para dejarme muriendo ?. . . . Sí , yo quiero saberlo de su boca de usted. Su Paquita de us- ted se lo manda ¿Y cómo le parece á usted
que estará el mió ? . . . . No me cabe en el pe- cho Diga usted.
(Simón se adelanta un pocot tropieza en la jaula y la deja caer.)
RITA.
Señorita, vamos de aqui Presto, que
hay gente.
DOÑA FRANCISCA. ¡Infeliz de mí! ... . Guíame.
782 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
RITA.
Vamos (Al retirarse tropieza Rita con Simón.
Las dos se van apresuradamente al cuarto de Doña Fran- cisca. ) ¡Ay!
DONA FRANCISCA.
¡ Muerta voy !
ESCENA III.
DON DIEGO. SIMON.
D. DIEGO. ¿Qué grito fue ese?
SIMON.
Una de las fantasmas, que al retirarse tro- pezó conmigo.
D. DIEGO.
Ace'rcate á esa ventana, y mira si hallas en el suelo un papel ¡Buenos estamos!
SIMON.
3No encuentro nada , señor.
(Tentando por el suelo cerca de la ventana.)
D. DIEGO.
Búscale bien , que por ahí ha de estar.
ACTO III, ESCENA IV. 783
SIMON.
¿Le tiraron desde la calle?
D. DIEGO.
Sí j Qué amante es este ? . . . . ¡Y diez y
seis anos, y criada en un convento! Acabó ya to- da mi ilusión.
SIMON.
Aquí está.
(Halla la carta y se la da a Don Diego.)
D. DIEGO,
Vete abajo y enciende una luz En la ca- balleriza , ó en la cocina Por ahí habrá al- gún farol Y vuelve con ella al instante.
(Vase Simón por la puerta del foro.)
ESCENA IV.
DON DIEGO.
¿Y á quién debo Culpar? (^pojándose en el res- paldo de una silla.) ¿ Es ella la delincuente , ó su madre, ó sus tias, ó yo? ... . ¿Sobre quién, so- bre quién ha de caer esta cólera , que por mas que lo procuro, no la sé reprimir? ¡La natu- raleza la hizo tan amable á mis ojos ! . . . . ¡ Qué
784 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
esperanzas tan halagüeñas concebí! ¡Qué felicida- des me prometía ! . . . . ¡ Zelos ! . . . . ¿ Yo ? . . . . ¡En
que' edad tengo zelos!.... Vergüenza es ¿^*G~
ro esta inquietud que yo siento , esta indignación, estos deseos de venganza de qué provienen? ¿Có- mo he de llamarlos? Otra vez parece que
( Advirtiendo que suena ruido en la puerta del cuarto de Do- ña Francisca , se retira á un extremo del teatro.) Sí.
ESCENA V.
RITA. DON DIEGO. SIMON. RITA.
Ya se han ido (Rita observa, escucha, asó- mase después á la ventana , j busca la carta por el suelo.)
¡ Válgame Dios ! El papel estará muy bien
escrito , pero el señor Don Félix es un grandísi- mo picaron j Pobrecita de mi alma ! . . . . Se
muere sin remedio. .... Nada , ni perros parecen por la calle ¡ Ojalá no los hubiéramos cono- cido ! ¿Y este maldito papel?. . . . Pues buena la
hiciéramos si no pareciese ¿ Qué dirá ? . . . .
Mentiras , mentiras , y todo mentira.
SIMON. Ya tenemos luz
(Sale con luz. Hita se sorprende.)
ACTO III, ESCENA V. 785
BITA.
¡Perdida soy!
D. DIEGO. ¡Rita! ¿Pues tú aquí? (Acercándose.)
BITA.
Sí señor, porque
D. DIEGO. ¿ Qué buscas á estas horas ?
RITA.
Buscaba Yo le diré á usted Porque
oímos un ruido tan grande
SIMON.
¿Sí, eh?
BITA.
Cierto Un ruido y Y mire usted
(Alza la jaula que está en el suelo.), era la jaula del tor-
do Pues la jaula era , no tiene duda
¡Válgate Dios! ¿Si se habrá muerto? No, vivo
está, vaya Algún gato habrá sido. Preciso.
SIMON.
Sí, algún gato.
BITA.
¡Pobre animal! Y qué asustadillo se conoce que está todavía.
Tomo II. 50
786 EL Sí DE LAS NINAS.
SIMON.
Y con mucha razón ¿No te parece , si
le hubiera pillado el gato
RITA.
Se le hubiera comido.
(Cuelga la jaula de un clavo que habrá en la pared.) SIMON.
Y sin pebre Ni plumas hubiera dejado.
D. DIEGO.
Tráeme esa luz.
RITA.
¡Ah! Deje usted, encenderemos esta (Enciende
la vela que está sobre la mesa.) , que ya lo que 110 Se
ha dormido
D. DIEGO.
¿Y Dona Paquita duerme?
RITA.
Sí señor.
SIMON.
Pues mucho es que con el ruido del tordo
D. DIEGO.
Vamos.
( Don Diego se entra en su cuarto. Simón va con él lleván- dose una de las luces.)
ACTO III, ESCENA VI.
787
ESCENA VI.
DOÑA FRANCISCA. RITA. DONA FRANCISCA. ¿Ha parecido el papel?
RITA.
No señora.
DONA FRANCISCA. ¿ Y estaban aqui los dos cuando tú saliste ?
RITA.
Yo no lo se'. Lo cierto es que el criado sacó una luz, y me halle' de repente, como por má- quina , entre e'l y su amo , sin poder escapar , ni saber qué disculpa darles.
( Rita coge la luz y vuelve d buscar la carta cerca de la ventana.)
DONA FRANCISCA.
Ellos eran sin duda Aqui estarían cuan- do yo hablé desde la ventana ¿Y ese papel?
RITA.
Yo no lo encuentro . señorita.
DONA FRANCISCA.
Le tendrán ellos, no te canses Si es lo
#
788 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
único que fallaba á mi desdicha No le bus- ques. Ellos le tienen.
RITA.
A lo menos por aquí
DONA FRANCISCA. ¡Yo CStoy loca! (Siéntase.)
RITA.
Sin haberse explicado este hombre, ni decir siquiera
DONA FRANCISCA.
Cuando iba á hacerlo, me avisaste y fue pre- ciso retirarnos ¿Pero sabes tú con que te- mor me habló, qué agitación mostraba? Me dijo que en aquella carta vería yo los motivos justos que le precisaban á volverse : que la habia escri- to para dejársela á persona fiel que la pusiera en mis manos , suponiendo que el verme sería imposible. Todo engaños , Rita , de un hombre
aleve que prometió lo que no pensaba cumplir
Vino , halló un competidor , y diría : pues yo ¿ para qué he de molestar á nadie , ni hacerme ahora defensor de una muger ?. . . . ¡ Hay tantas muge res ! . . . . Cásenla Yo nada pierdo
ACTO III, ESCENA VIL 789
Primero es mi tranquilidad que la vida de esa
infeliz ¡Dios mió, perdón!.... ¡Perdón de
haberle querido tanto!
RITA.
¡Ay señorita ! (Mirando hacia el cuarto de Don Die- go.) que parece que salen ya.
DONA FRANCISCA.
No importa, déjame.
RITA.
Pero si Don Diego la ve a usted de esa ma- nera
DONA FRANCISCA.
Sí todo se ha perdido ya , ¿ que' puedo te- mer?.... ¿Y piensas tú que tengo alientos para levantarme? Que vengan, nada importa.
ESCENA VII.
DON DIEGO. SIMON. DOÑA FRANCISCA. RITA. SIMON.
Voy enterado, no es menester mas, D. DIEGO.
Mira, y haz que ensillen inmediatamente al
790 EL SÍ DE LAS NINAS.
Moro , mientras tú vas allá. Si han salido vuel- ves , montas á caballo , y en una buena carrera
que des, los alcanzas ¿Las dos aqui, eh?. ...
Con que vete, no se pierda tiempo.
(Después de hablar los dos, inmediatos á la puerta del cuar- to de Don Diego , se va Simón por la del foro.)
SIMON.
Voy allá.
D. DIEGO. Mucho se madruga , Doria Paquita. DONA FRANCISCA.
Sí señor.
D. DIEGO.
¿Ha llamado ya Doña Irene?
DONA FRANCISCA.
No señor Mejor es que vayas allá, por si
ha despertado y se quiere vestir.
( Rita se va al cuarto de Doña Irene.)
ESCENA VIH.
DON DIEGO. DOÑA FRANCISCA. D. DIEGO.
Usted no habrá dormido bien esta noche?
ACTO III, ESCENA VIII. 791
DOÑA FRANCISCA. No señor. ¿ Y usted ?
D. DIEGO.
Tampoco.
DOÑA FRANCISCA. Ha hecho demasiado calor.
D. DIEGO.
¿Está usted desazonada?
DOÑA FRANCISCA. Alguna cosa.
D. DIEGO.
¿ Que siente usted ?
( Siéntase Junto ú Doña Francisca.)
DOÑA FRANCISCA.
No es nada Asi un poco de Nada
no tengo nada.
D. DIEGO.
Algo será ; porque la veo á usted muy aba- tida, llorosa, inquieta ¿Qué tiene usted,
Paquita? ¿No sabe usted que la quiero tanto?
DOÑA FRANCISCA.
Sí señor.
D. DIEGO.
¿Pues por que no hace usted mas confianza
792 EL SÍ DE LAS NINAS.
de mí ? ¿ Piensa usted que no tendré yo mucho gusto en hallar ocasiones de complacerla?
DONA FRANCISCA.
Ya lo se'.
D. DIEGO.
¿ Pues cómo , sabiendo que tiene usted un amigo, no desahoga con él su corazón?
DONA FRANCISCA. Porque eso mismo me obliga á callar.
D. DIEGO.
Eso quiere decir que tal vez yo soy la causa de su pesadumbre de usted.
DONA FRANCISCA.
No señor , usted en nada me ha ofendido
No es de usted de quien yo me debo quejar.
D. DIEGO.
¿Pues de quien, hija mia? Venga usted
acá ( Acércase mas. ) Hablemos siquiera una vez
sin rodeos ni disimulación Dígame usted,
¿no es cierto que usted mira con algo de repug- nancia este casamiento que se la propone? ¿Cuán- to va que si la dejasen á usted entera libertad para la elección, no se casaría conmigo?
ACTO III, ESCENA VIII. 793
doña francisca. 3Ni con otro.
D. DIEGO.
¿ Será posible que usted no conozca otro mas amable que yo, que la quiera bien, y que la corresponda como usted merece?
DONA FRANCISCA. No señor, no señor.
D. DIEGO. Mírelo usted bien.
DOÑA FRANCISCA. ¿No le digo á usted que no?
D. DIEGO.
¿ Y he de creer, por dicha, que conserve usted tal inclinación al retiro en que se ha criado, que prefiera la austeridad del convento á una vida mas
DOÑA FRANCISCA. Tampoco, no señor Nunca he pensado
asi.
D. DIEGO.
No tengo empeño de saber mas Pero de
todo lo que acabo de oir , resulta una gravísima
794 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
contradicción. Usted no se halla inclinada al esta- do religioso , según parece. Usted me asegura que no tiene queja ninguna de mí, que está per- suadida de lo mucho que la estimo , que no pien- sa casarse con otro, ni debo rezelar que nadie
me dispute su mano ¿Pues qué llanto es
ese ? ¿ De dónde nace esa tristeza profunda , que en tan poco tiempo ha alterado su semblante de usted en términos que apenas le reconozco ? ¿ Son estas las señales de quererme exclusivamente á mí, de casarse gustosa conmigo dentro de pocos dias ? ¿ Se anuncian asi la alegría y el amor ?
(Vase iluminando lentamente el teatro, suponiéndose que viene la luz del día.)
DONA FRANCISCA. ¿Y qué motivos le he dado á usted para ta- les desconfianzas?
D. DIEGO.
¿Pues qué? Si yo prescindo de estas conside- raciones , si apresuro las diligencias de nuestra unión, si su madre de usted sigue aprobándola, y llega el caso de
DONA FRANCISCA.
Haré lo que mi madre me manda , y me ca- saré con usted.
ACTO III, ESCENA VIII. 795
D. DIEGO. ¿Y después, Paquita?
DONA FRANCISCA.
Después y mientras me dure la vida se- ré muger de bien.
D. DIEGO.
Eso no lo puedo yo dudar Pero si usted
me considera como el que ha de ser hasta la muerte su companero y su amigo , dígame usted, estos títulos ¿ no me dan algún derecho para me- recer de usted mayor confianza? ¿No he de lo- grar que usted me diga la causa de su dolor ? Y no para satisfacer una impertinente curiosidad, sino para emplearme todo en su consuelo , en mejorar su suerte , en hacerla dichosa , si mi co- nato y mis diligencias pudiesen tanto.
DONA FRANCISCA.
¡ Dichas para mí ! Ya se acabaron.
D. DIEGO.
¿Por que?
DONA FRANCISCA. Nunca diré por que'.
D. DIEGO.
¡Pero qué obstinado, qué imprudente silen-
796 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
ció ! . . . . cuando usted misma debe presumir que no estoy ignorante de lo que hay.
DONA FRANCISCA.
Si usted, lo ignora, señor Don Diego, por Dios no finja que lo sabe ; y si en efecto lo sabe usted , no me lo pregunte.
D. DIEGO.
Bien está. Una vez que no hay nada que de- cir, que esa aflicción y esas lágrimas son volun- tarias , hoy llegaremos á Madrid , y dentro de ocho dias será usted mi muger.
DONA FRANCISCA.
Y daré' gusto á mi madre.
D. DIEGO.
Y vivirá usted infeliz.
DOÑA FRANCISCA.
Ya lo se'.
D. DIEGO.
Ve aqui los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien á una nina; enseriarla á que desmienta y oculte las pasiones mas ino- centes con una pérfida disimulación. Las juzgan
ACTO III, ESCENA VIII. 797
honestas luego que las veri instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el tem- peramento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones , ó en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite , menos la sin- ceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que mas desean, con tal que se presten á pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrilego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas; y se lla- ma excelente educación la que inspira en ellas el temor , la astucia y el silencio de un esclavo.
DOÑA FRANCISCA.
Es verdad Todo eso es cierto Eso
exigen de nosotras , eso aprendemos en la escue- la que se nos da Pero el motivo de mi aflic- ción es mucho mas grande.
D. DIEGO.
Sea cual fuere , hija mia , es menester que
usted se anime Si la ve á usted su madre
de esa manera , ¿ que' ha de decir ? . . . . Mire us- ted que ya parece que se ha levantado.
DOÑA FRANCISCA.
; Dios mió !
798 EL SÍ DE LAS MIÑAS.
D. DIEGO.
Sí , Paquita : conviene mucho que usted vuel- va un poco sobre sí ]No abandonarse tan- to Confianza en Dios Vamos, que no
siempre nuestras desgracias son tan grandes co- mo la imaginación las pinta ¡Mire usted qué
desorden este ! ¡ que' agitación ! ¡ qué lágrimas ! Vaya , ¿ me da usted palabra de presentarse asi con cierta serenidad y eh ?
DONA FRANCISCA.
Y usted , señor Bien sabe usted el genio
de mi madre. Si usted no me defiende, ¿á quién he de volver los ojos? ¿Quién tendrá compasión de esta desdichada?
D. DIEGO.
Su buen amigo de usted Yo ¿Cómo
es posible que yo la abandonase, criatura, en la situación dolorosa en que la veo?
(Asiéndola de las manos.)
DONA FRANCISCA.
¿De veras?
D. DIEGO. Mal conoce usted mi corazón.
ACTO III, ESCENA VIII. 799
DONA FRANCISCA. Bien le conozco.
(Quiere arrodillarse, Don Diego se lo estorba, y ambos se levantan.)
D. DIEGO.
¿Qué hace usted, niña?
DONA FRANCISCA.
Yo no sé ¡ Qué poco merece toda esa
bondad una muger tan ingrata para con us- ted! No, ingrata no, infeliz ¡Ay, qué in- feliz soy, señor Don Diego!
D. DIEGO.
Yo bien sé que usted agradece como puede el amor que la tengo Lo demás todo ha si- do ¿ qué sé yo ? . . . . una equivocación mia,
y no otra cosa Pero usted , inocente , usted
no ha tenido la culpa
DONA FRANCISCA.
Vamos ; No viene usted ?
D. DIEGO.
Ahora no , Paquita. Dentro de un rato iré por allá.
800 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
DONA FRANCISCA. Vaya usted presto.
(Encaminándose al cuarto de Doña Irene, vuelve y se des- pide de Don Diego besándole las manos.)
D. DIEGO.
Sí, presto iré'.
ESCENA IX.
SIMON. DON DIEGO. SIMON.
Ahí están, señor.
D. DIEGO.
¿ Qué dices?
SIMON.
Cuando yo salía de la puerta , los vi á lo le- jos que iban ya de camino. Empecé á dar voces y hacer señas con el pañuelo : se detuvieron , y apenas llegué y le dije al señorito lo que usted mandaba, volvió las riendas, y está abajo. Le en- cargué que no subiera hasta que le avisara yo, por si acaso había gente aquí, y usted no quería que le viesen.
D. DIEGO.
¿ Y qué dijo cuando le diste el recado ?
ACTO III, ESCENA IX. 801
SIMON.
Ni una sola palabra Muerto viene
Ya digo, ni una sola palabra A mí me ha
dado compasión el verle asi , tan
D. DIEGO.
No me empieces ya á interceder por él.
SIMON.
¿Yo, señor?
D. DIEGO.
Sí, que no te entiendo yo. . . . ¡Compasión! .... Es un picaro.
SIMON.
Como yo no sé lo que ha hecho.
D. DIEGO.
Es un bribón , que me ha de quitar la vi- da Ya te he dicho que no quiero interce- sores.
SIMON.
Bien está, señor.
(Vase por la puerta del foro. Don Diego se sienta, manifes- tando inquietud y enojo.)
D. DIEGO.
Dile que suba.
Tomo II. 51
802
EL Sí DE LAS NENAS.
ESCENA X.
DON CARLOS. DON DIEGO. D. DIEGO.
Venga usted acá, señorito, venga usted
¿En dónde has estado desde que no nos vemos?
D. CARLOS. En el mesón de afuera.
D. DIEGO.
¿Y no has salido de allí en toda la noche,
eh?
D. CARLOS. Sí señor, entré en la ciudad y
D. DIEGO. ¿ A qué ?. . . . Siéntese usted.
D. CARLOS.
Tenia precisión de hablar con un sugeto
(Siéntase.)
D. DIEGO.
¡ Precisión !
D. CARLOS.
Sí señor Le debo muchas atenciones , y
ACTO III, ESCENA X. 803
no era posible volverme á Zaragoza sin estar pri- mero con él.
D. DIEGO.
Ya. En habiendo tantas obligaciones de por medio Pero venirle á ver á las tres de la ma- ñana, me parece mucho desacuerdo ¿Vor qué
no le escribiste un papel ? . . . . Mira , aqui he de tener Con este papel que le hubieras envia- do en mejor ocasión, no había necesidad de ha- cerle trasnochar, ni molestar á nadie.
(Dándole el papel que tiraron á la ventana. Don Carlos lue- go que le reconoce , se le vuelve y se levanta en ademan de irse.)
D. CARLOS.
Pues si todo lo sabe usted , ¿ para qué me llama ? ¿ Por qué no me permite seguir mi ca- mino y se evitaría una contestación , de la cual ni usted ni yo quedaremos contentos?
D. DIEGO.
Quiere saber su tio de usted lo que hay en esto, y quiere que usted se lo diga.
D. CARLOS. ¿ Para qué saber mas ?
D. DIEGO.
Porque yo lo quiero y lo mando. ¡Oiga!
804
EL SÍ DE LAS NIÑAS.
D. CARLOS.
Bien está.
D. DIEGO.
Siéntate ahí (Siéntase Don Carlos.) ¿ En dón- de has conocidó á esta nina?. . . . ¿Qué amor es
este? ¿Qué circunstancias han ocurrido? ¿Qué
obligaciones hay entre los dos ? ¿ Dónde , cuándo la viste?
D. CARLOS.
Volviéndome á Zaragoza el año pasado, lle- gué á Guadalajara sin ánimo de detenerme; pe- ro el intendente, en cuya casa de campo nos apeamos , se empeñó en que habia de quedarme alli todo aquel dia , por ser cumpleaños de su parienta , prometiéndome que al siguiente me dejaría proseguir mi viaje. Entre las gentes con- vidadas hallé á Doña Paquita, á quien la señora habia sacado aquel dia del convento para que
se esparciese un poco Yo no sé qué vi en
ella, que excitó en mí una inquietud, un deseo constante, irresistible de mirarla, de oiría, de hallarme á su lado, de hablar con ella, de hacer- me agradable á sus ojos El intendente dijo
entre otras cosas burlándose que yo era
muy enamorado, y le ocurrió fingir que me lla- maba Don Félix de Toledo. Yo sostuve esta fie-
ACTO OI, ESCENA X. 805
cion , porque desde luego concebí la idea de per- manecer algún tiempo en aquella ciudad , evitan- do que llegase á noticia de usted Observe' que
Doria Paquita me trató con un agrado particular, y cuando por la noche nos separamos , yo quedé lleno de vanidad y de esperanzas, viéndome pre- ferido á todos los concurrentes de aquel dia , que
fueron muchos. En fin Pero no quisiera
ofender á usted refiriéndole
D. DIEGO.
Prosigue.
D. CARLOS.
Supe que era hija de una sefíora de Madrid,
viuda y pobre, pero de gente muy honrada
Fue necesario liar de mi amigo los proyectos de amor que rne obligaban á quedarme en su com- pañía: y él, sin aplaudirlos ni desaprobarlos, ha- lló disculpas las mas ingeniosas para que nin- guno de su familia extrañara mi detención. Co- mo su casa de campo está inmediata á la ciudad, fácilmente iba y venia de noche. .... Logré que Doña Paquita leyese algunas cartas mias, y con las pocas respuestas que de ella tuve , acabé de precipitarme en una pasión , que mientras viva me hará infeliz.
806 EL Sí DE LAS NIÑAS.
D. DIEGO. Vaya Vamos , sigue adelante.
D. CARLOS.
Mi asistente (que como usted sabe, es hom- bre de travesura, y conoce el mundo) con mil artificios que á cada paso le ocurrían, facilitó los
muchos estorbos que al principio hallábamos
La sena era dar tres palmadas, á las cuales res- pondían con otras tres desde una ventanilla que daba al corral de las monjas. Hablábamos todas las noches, muy á deshora, con el recato y las precauciones que ya se dejan entender Siem- pre fui para ella Don Félix de Toledo, oficial de un regimiento, estimado de mis gefes, y hombre de honor. Nunca la dije mas, ni la hable' de mis parientes, ni de mis esperanzas, ni la di á enten- der que casándose conmigo podría aspirar á me- jor fortuna: porque ni me con venia nombrarle á usted, ni quise exponerla á que las miras de ín- teres, y no el amor, la inclinasen á favorecerme. De cada vez la halle' mas fina, mas hermosa, mas
digna de ser adorada Cerca de tres meses
me detuve alli ; pero al fin , era necesario sepa- rarnos, y una noche funesta me despedí, la dejé rendida á un desmayo mortal , y me fui ciego de
ACTO III, ESCENA X. 807
amor adonde mi obligación me llamaba Sus
cartas consolaron por algún tiempo mi ausencia triste, y en una que recibí pocos dias ha, me di- jo como su madre trataba de casarla, que pri- mero perdería la vida que dar su mano á otro que á mí : me acordaba mis juramentos , me ex- hortaba á cumplirlos Monté á caballo, corrí
precipitado el camino , llegue á Guadalajara ; no la encontré, vine aqui Lo demás bien lo sa- be usted , no hay para qué decírselo.
D. DIEGO.
¿Y qué proyectos eran los tuyos en esfa ve- nida ?
D. CARLOS.
Consolarla , jurarla de nuevo un eterno amor: pasar á Madrid, verle á usted, echarme á sus pies, referirle todo lo ocurrido, y pedirle, no ri- quezas, ni herencias, ni protecciones, ni eso
no Solo su consentimiento y su bendición
para verificar un enlace tan suspirado , en que ella y yo fundábamos toda nuestra felicidad.
D. DIEGO.
Pues ya ves, Carlos, que es tiempo de pen- sar muy de otra manera.
808
EL Sí DE LAS NIÑAS.
D. CAELOS.
Sí señor.
D. DIEGO.
Si tú la quieres, yo la quiero también. Su ma- dre y toda su familia aplauden este casamiento.
Ella y sean las que fueren las promesas que
á ti te hizo ella misma , no ha media hora,
me ha dicho que está pronta á obedecer á su madre y darme la mano asi que
D. CARLOS. Pero no el Corazón. (Levántase.)
D. DIEGO.
¿Que' dices?
D. CARLOS.
No, eso no Sería ofenderla Usted
celebrará sus bodas cuando guste: ella se porta- rá siempre como conviene á su honestidad y á su virtud ; pero yo he sido el primero , el único
objeto de su carino, lo soy, y lo seré' Usted
se llamará su marido, pero si alguna ó muchas veces la sorprende , y ve sus ojos hermosos inun- dados en lágrimas , por mí las vierte No la
pregunte usted jamas el motivo de sus melanco- lías Yo, yo seré la causa Los suspiros,
ACTO III, ESCE1SA X. 809
que en vano procurará reprimir , serán finezas dirigidas á un amigo ausente.
D. DIEGO.
¿Que' temeridad es esta?
(Se levanta con mucho enojo , encaminándose hacia Don Car- los , el cual se va retirando.)
D. CARLOS.
Ya se lo dije á usted Era imposible que
yo hablase una palabra sin ofenderle Pero
acabemos esta odiosa conversación Viva us- ted feliz y no me aborrezca, que yo en nada le
be querido disgustar La prueba mayor que
yo puedo darle de mi obediencia y mi respeto,
es la de salir de aqui inmediatamente Pero
no se me niegue á lo menos el consuelo de sa- ber que usted me perdona.
D. DIEGO. ¿Con que en efecto te vas?
D. CARLOS.
Al instante, señor Y esta ausencia será
bien larga.
D. DIEGO.
¿Por que?
810 EL Si DE LAS NIÑAS.
D. CARLOS.
Porque no me conviene verla en mi vida
Si las voces que corren de una próxima guerra se llegáran á verificar Entonces
D. DIEGO. ¿Qué quieres decir?
( Asiendo de un brazo d Don Carlos , le hace venir mas ade- lante.)
D. CARLOS.
Nada Que apetezco la guerra , porque
soy soldado.
D. DIEGO.
¡Carlos! .... ¡Que' horror! ¿Y tienes co- razón para decírmelo?
D. CARLOS.
Alguien viene (Mirando con inquietud hacia
el cuarto de Dona Irene, se desprende de Don Diego , y hace ademan de irse por la puerta del foro. Don Diego va detras de él y quiere impedírselo.) Tal vez Será ella Que- de usted con Dios.
D. DIEGO.
¿Adonde vas?.. . . No señor , no has de irte. D. CARLOS.
Es preciso Yo no he de verla Una
ACTO III, ESCENA XI. 811
sola mirada nuestra pudiera causarle á usted in- quietudes crueles.
D. DIEGO.
Ya he dicho que no ha de ser Entra en
ese cuarto.
D. CARLOS.
Pero si
D. DIEGO. Haz lo que te mando.
( Éntrase Don Carlos en el cuarto de Don Diego.)
ESCENA XI.
DOÑA IRENE. DON DIEGO. DOÑA IRENE. Con que , señor Don Diego , ¿ es ya la de vá-
mOIlOS Buenos días ( sípaga la luz que está
sobre la mesa.) .Reza usted?
D. DIEGO. Sí, para rezar estoy ahora.
( Paseándose con inquietud.)
DONA IRENE.
Si usted quiere, ya pueden ir disponiendo el chocolate, y que avisen al mayoral para que en-
812 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
ganchen luego que ¿Pero qué tiene usted,
señor? ¿Hay alguna novedad?
D. DIEGO.
Sí, no deja de haber novedades.
DONA IRENE.
Pues qué Dígalo usted por Dios ¡Va- ya, vaya! No sabe usted lo asustada que es- toy Cualquiera cosa , asi , repentina , me re- mueve toda y me Desde el último mal par- to que tuve quedé tan sumamente delicada de los
nervios Y va ya para diez y nueve anos, si
no son veinte; pero desde entonces, ya digo, cual- quiera friolera me trastorna Ni los baños, ni
caldos de culebra, ni la conserva de tamarindos, nada me ha servido , de manera que
D. DIEGO.
Vamos, ahora no hablemos de malos partos ni de conservas Hay otra cosa mas impor- tante de que tratar ¿ Qué hacen esas mu- chachas ?
DOÑA IRENE. Están recogiendo la ropa y haciendo el co- fre , para que todo esté á la vela , y no haya de- tención.
ACTO III , ESCENA XI. 813
D. DIEGO.
Muy bien. Siéntese usted Y no hay que
asustarse ni alborotarse (Siéntanse los dos.) por na- da de lo que yo diga: y cuenta, no nos abando- ne el juicio cuando mas le necesitamos Su
hija de usted está enamorada
DOÑA IRENE.
¿•Pues no lo he dicho ya mil veces? Sí señor que lo está, y bastaba que yo lo dijese para que
D. DIEGO.
¡Este vicio maldito de interrumpir á cada paso! Déjeme usted hablar.
DOÑA IRENE.
Bien, vamos, hable usted.
D. DIEGO.
Está enamorada ; pero no está enamorada de mí.
DOÑA IRENE. ¿Qué dice usted?
D. DIEGO.
Lo que usted oye.
814 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
DONA IRENE. ¿Pero quién le ha contado á usted esos dis- parates ?
D. DIEGO.
Nadie. Yo lo sé, yo lo he visto, nadie me lo ha contado, y cuando se lo digo á usted, bien
seguro estoy de que es verdad Vaya, ¿qué
llanto es ese ?
DONA IRENE. ¡Pobre de mí! (Llora.)
D. DIEGO.
¿ A qué viene eso ?
DONA IRENE.
¡Porque me ven sola y sin medios, y por- que soy una pobre viuda , parece que todos me desprecian y se conjuran contra mí!
D. DIEGO. Señora Doña Irene
DOÑA IRENE.
Al cabo de mis años y de mis achaques, ver- me tratada de esta manera, como un estropajo, como una puerca cenicienta, vamos al decir
ACTO III, ESCENA XI. 815
¿Quién lo creyera de usted?. . . . ¡Válgame Dios! . . . . j Si vivieran mis tres difuntos!.... Con el último difunto que me viviera , que tenia un genio co- mo una serpiente
D. DIEGO.
Mire usted, señora, que se me acaba ya la paciencia.
DOÑA IRENE.
Que lo mismo era replicarle que se ponia hecho una furia del infierno, y un dia del Cor- pus, yo no sé por qué friolera, hartó de mogi- cones á un comisario ordenador, y si no hubiera sido por los que se pusieron de por medio, le estrella contra un poste en los portales de Santa Cruz.
D. DIEGO.
¿Pero es posible que no ha de atender usted á lo que voy á decirla?
DOÑA IRENE.
; Ay ! no señor, que bien lo sé , que no tengo
pelo de tonta, no señor Usted ya no quiere
á la niña, y busca pretextos para zafarse de la
obligación en que está ¡ Hija de mi alma y
de mi corazón!
816 EL SÍ DE LAS JNINAS.
D. DIEGO.
Señora Doña Irene , hágame usted el gusto de oírme, de no replicarme, de no decir des- propósitos ; y luego que usted sepa lo que hay,
llore, y gima, y grite, y diga cuanto quiera
Pero entretanto no me apure usted el sufrimien- to, por amor de Dios.
DONA IRENE. Diga usted lo que le dé la gana.
D. DIEGO.
Que no volvamos otra vez á llorar, y á
DOÑA IRENE. No señor , ya no lloro.
(Enjugándose las lágrimas con un pañuelo.)
D. DIEGO.
Pues hace ya cosa de un año, poco mas ó menos, que Doña Paquita tiene otro amante. Se han hablado muchas veces , se han escrito , se
han prometido amor, fidelidad, constancia
Y por último , existe en ambos una pasión tan fina, que las dificultades y la ausencia, lejos de disminuirla , han contribuido eficazmente á ha- cerla mayor En este supuesto
ACTO III, ESCENA XI. 817
DONA IRENE.
¿Pero no conoce usted, señor, que todo es un chisme, inventado por alguna mala lengua que no nos quiere bien?
D. DIEGO.
Volvemos otra vez á lo mismo No seño- ra, no es chisme. Repito de nuevo que lo se.
DONA IRENE.
¿Que' ha de saber usted , señor, ni qué tra- za tiene eso de verdad? ¡Con que la hija de mis
entrarías encerrada en un convento que no
sabe lo que es mundo, que no ha salido toda- vía del cascaron , como quien dice ! Bien se
conoce que no sabe usted el genio que tiene su tía Pues bonita es ella para haber disimula- do á su sobrina el menor desliz.
D. DIEGO.
Aqui no se trata de ningún desliz , señora Doña Irene ; se trata de una inclinación honesta, de la cual hasta ahora no habíamos tenido ante- cedente alguno. Su hija de usted es una niña
muy honrada , y no es capaz de deslizarse
Lo que digo es que todas las tías, y las parientas, Tomo II. 52
818 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
y las madres , y usted , y yo el primero , nos he- mos equivocado solemnemente. La muchacha se
quiere casar con otro , y no conmigo Hemos
llegado tarde: usted ha contado muy de ligero
con la voluntad de su hija Vaya, ¿para qué
es cansarnos? lea usted ese papel, y verá si tengo razón.
(Saca el papel de Don Carlos y se le da. Doña Irene, sin leerle, se levanta muy agitada , se acerca á la puerta de su cuarto y llama. Levántase Don Diego y procura en vano con- tenerla.)
DOÑA IRENE.
¡Yo he de volverme loca ! . . . . Francisquita
¡Virgen santa!.... Rita, Francisca.
D. DIEGO. ¡ Pero á qué es llamarlas ?
DOÑA IRENE.
Sí señor, que quiero que venga , y que se des- engañe la pobrecita de quién es usted.
D. DIEGO.
Lo echó todo á rodar Esto le sucede á
quien se fia de la prudencia de una muger.
ACTO III, ESCENA XII. 819
ESCENA XII.
DOÑA FRANCISCA. RITA. DOÑA IRENE. D. DIEGO. RITA.
Señora.
DONA FRANCISCA. ¿ Me llamaba usted ?
DOÑA IRENE. Sí, hija, sí; porque el señor Don Diego nos trata de un modo que ya no se puede aguantar. ¿ Qué amores tienes , nina ? ¿ A quién has dado palabra de matrimonio? ¿Qué enredos son es- tos?.... Y tú , picarona Pues tú también lo
has de saber Por fuerza lo sabes ¿Quién
ha escrito este papel ? ¿ Qué dice ?
( Presentando el papel abierto á Doña Francisca.) RITA.
rte á Doña Francisca. Su letra es.)
DOÑA FRANCISCA.
¡Qué maldad! Sefior Don Diego, ¿asi cum- ple usted su palabra ?
D. DIEGO.
Bien sabe Dios que no tengo la culpa
820 EL SÍ DE LAS MINAS.
Venga USted aqili (Asiendo de una mano d Doña
Francisca , la pone á su lado.) No hay que temer
Y usted, señora, escuche y calle, y no me pon- ga en términos de hacer un desatino Déme
USted ese papel ( Quitándola el papel de las nianos
á Doña Irene.) Paquita , ya se acuerda usted de las tres palmadas de esta noche.
DOÑA FRANCISCA. Mientras viva me acordare.
D. DIEGO.
Pues este es el papel que tiraron á la venta^ na. ... . No hay que asustarse, ya lo he dicho. (Lee.) "Bien mió: si no consigo hablar con usted, haré » lo posible para que llegue á sus manos esta car- »ta. Apenas me separé de usted, encontré en la » posada al que yo llamaba mi enemigo , y al ver- í>le no sé cómo no espiré de dolor. Me mandó » que saliera inmediatamente de la ciudad , y fue » preciso obedecerle. Yo me llamo Don Carlos,
»no Don Félix Don Diego es mi tio. Viva
» usted dichosa , y olvide para siempre a su infe- »liz amigo, zz: Car ¡os de JJrbinaP
DONA IRENE. ■¿ Con que hay eso ?
ACTO III, ESCENA XII. 821
DONA FRANCISCA. ¡Triste de mí!
DONA IRENE.
¿Con que es verdad lo que decía el señor, grandísima picarona ? Te has de acordar de mí.
( Se encamina hacia Dona Francisca , muy colérica y en ademan de querer maltratarla. Rita y Don Diego procuran estorbarlo.)
DONA FRANCISCA. Madre Perdón.
DOÑA IRENE.
No señor, que la he de matar.
D. DIEGO. ¿ Qué locura es esta ?
DOÑA IRENE. He de matarla.
822 EL Sí DE LAS NIÑAS.
ESCENA XIII.
DON CARLOS. DON DIEGO. DOÑA IRENE. DOÑA FRANCISCA. RITA.
D. CARLOS.
Eso no ( Sale Don Carlos del cuarto precipita- damente : coge de un brazo á Doña Francisca , se la lleva hacia el fondo del teatro , y se pone delante de ella para de- fenderla. Doña Irene se asusta y se retira.) Delante de
mí nadie ha de ofenderla.
DONA FRANCISCA.
¡ Garlos!
D. CARLOS.
Disimule (Acercándose á Don Diego.) USted mi
atrevimiento He visto que la insultaban, y
no me he sabido contener.
DOÑA IRENE.
¿ Qué es lo que me sucede , Dios mió ? . . . .
¿ Quién es usted ? ¿ Qué acciones son estas?
¿Qué escándalo?
D. DIEGO.
Aqui no hay escándalos Ese es de quien
su hija de usted está enamorada Separarlos y
ACTO III, ESCENA XIII. 823
matarlos, viene á ser lo mismo Carlos
3No importa Abraza á tu muger.
( Don Carlos va adonde está Doña Francisca : se abrazan y ambos se arrodillan ú los pies de Don Diego.)
DONA IRENE. ¿ Con que su sobrino ele usted ?
D. DIEGO.
Sí señora, mi sobrino: que con sus palmadas, y su música , y su papel , me ha dado la noche
mas terrible que he tenido en mi vida ¿Qué
es esto, hijos mios , qué es esto?
DONA FRANCISCA.
¿Con que usted nos perdona y nos hace fe- lices ?
D. DIEGO. Sí, prendas de mi alma Sí.
( Los hace levantar con expresiones de ternura.)
DONA IRENE.
¿Y es posible que usted se determine á ha- cer un sacrificio
D. DIEGO.
Yo pude separarlos para siempre , y gozar
SU EL SÍ DE LAS NIÑAS.
tranquilamente la posesión de esta nina amable;
pero mi conciencia no lo sufre ¡ Carlos !
¡Paquita! ¡Qué dolorosa impresión me deja en el alma el esfuerzo que acabo de hacer! Por- que , al fin , soy hombre miserable y débil.
D. CARLOS.
Si nuestro amor (Besándole las manos. ) , si nues- tro agradecimiento pueden bastar á consolar á usted en tanta pérdida
DONA IRENE.
¡ Con que el bueno de Don Carlos ! Vaya que
D. DIEGO.
El y su hija de usted estaban locos de amor, mientras usted y las tias fundaban castillos en el aire , y me llenaban la cabeza de ilusiones , que han desaparecido como un suefio Esto resul- ta del abuso de la autoridad , de la opresión que la juventud padece: estas son las seguridades que dan los padres y los tutores, y esto lo que se de- be fiar en el sí de las ninas Por una casua- lidad he sabido á tiempo el error en que estaba
¡ Ay de aquellos que lo saben tarde!
DOÑA IRENE. En fin, Dios los haga buenos, y que por mu-
ACTO III, ESCENA XIII. 825
chos arios se gozen Venga usted acá, señor,
venga usted , que quiero abrazarle , . ( Abrdzanse
Don Carlos y Doña Irene , Dona Francisca se arrodilla y
la besa la mano.) Hija , Francisquita. jVaya ! Buena
elección has tenido Cierto que es un mozo
muy galán Morenillo , pero tiene un mirar
de ojos muy hechicero.
RITA.
Sí, dígaselo usted, que no lo ha reparado la nina Señorita, un millón de besos.
( Doña Francisca y Rita se besan , manifestando mucho contento.)
DONA FRANCISCA.
¿Pero ves qué alegría tan grande?.... Y tú, como me quieres tanto Siempre, siempre se- rás mi amiga.
D. DIEGO.
Paquita hermosa (Abraza d Doña Francisca. )t
recibe los primeros abrazos de tu nuevo padre
No temo ya la soledad terrible que amenazaba á
mi vejez Vosotros ( Asiendo de las manos d Doña
Francisca y á Don Carlos.) SCi eis la delicia de mi CO~
razón , y el primer fruto de vuestro amor
sí , hijos , aquel no hay remedio , aquel es
para mí. Y cuando le acaricie en mis brazos po-
826 EL SÍ DE LAS NIÑAS.
dré decir: á mí me debe su existencia este niño inocente : si sus padres viven , si son felices , yo he sido la causa.
D. CARLOS, j Bendita sea tanta bondad !
D. DIEGO. Hijos , bendita sea la de Dios.