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POESÍAS

Esta obra es propiedad del

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Queda hecho el deposito que marca la ley.

POESÍAS

DE

D. PEDRO ANTONIO DE ALARCON

NUEVA EDICIÓN CORREGIDA Y AUMENTAD.

MADRID

IMPRENTA CENTRAL Á CARGO DE V. SAIZ

CALLE DE LA COLEGIATA, NÚM. 6 1878

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PROLOGO

DE LA PRIMERA EDICIÓN.

Tal vez no se hubiera dado á la estam- pa en mucho tiempo esta colección de poesías, si yo, á fuerza de ruegos, no hu- biera logrado vencer la desidia del autor. Alego aquí este servicio literario para jus- tificar lo que de otra suerte pasaria por audacia: este Prólogo mió.

Aunque el poeta, tan conocido ya y tan estimado del público, no menester que yo ni nadie le patrocine, no estará de más decir algo sobre la índole y el mérito de sus composiciones.

Claro está que no voy á buscar argu- mentos para persuadir al público á que guste de ellas, sino á exponer algunas de las razones en que el gusto y el ya alcan- zado aplauso se fundan.

En muchos escritos míos he dicho re- petidas veces, y he procurado demostrar, que la edad presente es más favorable á la poesía lírica y más fecunda en buenos poetas líricos que ninguna de las pasadas. Sólo quizás en los mejores tiempos de Gre- cia, cuando el sol de la libertad iluminaba todas sus gloriosas repúblicas, verdes y frescos aún los laureles de Maratón, Pla- tea y Salamina, hubo poetas líricos como los que en nuestra edad han cantado las maravillas de la civilización, las tempes- tades sublimes de las revoluciones y la virtud progresiva y bienhechora de la li- bertad moderna. Sólo Simónides, Arquí- loco, Píndaro y Corina, celebrando á los héroes y á los vencedores en la arena olímpica, en presencia de la Grecia toda congregada, pueden ser comparables á los poetas líricos de nuestro siglo.

La libertad misma, el favor del pueblo, el aplauso inteligente de una ilustrada de- mocracia fueron y son los Augustos y los Mecenas de aquellos y de estos griegos cantores. No nacieron ni se criaron, como plantas exóticas y parásitas, en los inver- náculos y cercados jardines de los Reyes y de los Grandes, sino al aire libre,

donde no se apoca el numen en el pecho y el aliento fatídico en la boca.

No vinieron á cantar sólo los dulces y fáciles amores, las delicias de los festines, la pompa cortesana y los sentimientos y dogmas religiosos sujetos á una pauta ofi- cial é invariable, sino á cantar libre y es- pontáneamente de Dios y de la naturale- za, y á vaticinar los altos destinos de la humanidad, con acento valiente, enérgi- co y digno de ella.

Esta nueva época de gran poesía lírica no es fácil marcar en qué momento em- pezó. En unos países hubo de adelantar- se, y hubo de retardarse en otros. Pero no es lo interesante el comienzo, sino el fin de esta época. ¿Acabará la poesía, como pretenden algunos, ó tendrá una vida y una fecundidad inmortales, como otros aseguran? Yo soy de los más firmes creyentes en la constante y activa dura- ción de la poesía, y ya he dado, en otros escritos también, las razones que tengo para creerlo así. La ciencia y la experien- cia, por grandes que sean sus progresos, no invaden todo el campo de la fantasía. Este campo es infinito, y cuanto el saber humano explora, averigua ó explica, es

nada en comparación de la inmensidad adonde no penetra, del universo invisible que se sustrae á todo su estudio, de la re- gión misteriosa donde sólo entran, se ex- playan y logran crear mil prodigios la fantasía, el sentimiento y la fe.

De tales argumentos, que no es esta la ocasión de ampliar, me valgo yo para convencerme á mismo y para conven- cer á los otros de la perpetuidad de la poe- sía; y hasta me inclino á veces á creer, no ya en su perpetuidad y florecimiento in- marcesible, sino en un constante creci- miento y mayor auge; porque, lejos de suponer, como suponen otros, que la ciencia, al descubrir, aminóralo descu- bierto y lo no descubierto, presumo lo contrario, que lo magnifica y lo ensalza todo. Lo que descubre lo hace mayor y más bello que lo que había fingido la fan- tasía; y calculando luego la mente lo no explorado por la grandeza de lo explora- do, también lo no explorado se agranda y se sublima.

Siendo esto así, como lo es, no cabe duda para en que la poesía lírica en- sancha sus dominios y aumenta su ener- gía con el andar de los tiempos. No hablo de la poesía dramática ni de la épica.

porque exigen otras condiciones que hoy no se dan, por donde son hoy inferiores, y no dejarán de serlo mientras no se tras- figuren,, lo cual no es de mi incumbencia decir aquí si podrá ser, y cuándo y cómo podrá ser, dado que sea.

Lo que importa explicar, á fin de que no se entienda que me contradigo, es que dentro de esta época, altamente favorable á la poesía lírica, época que podemos cal- cular que empezó á fines del siglo próxi- mo pasado, hay un período de terrible prosaísmo, en el cual vive hoy ó vegeta toda Europa y singularmente España.

Causa principal de este prosaísmo mo- mentáneo ha sido (considerando en con- junto toda la civilización europea) el can- sancio natural, el desmayo y el desaliento que suceden á las hondas especulaciones metafísicas, en que nuestra edad ha sido tan rica.

Por reaccionde aquel grande movimien- to filosófico, y en esta postración actual, han brotado y medran, como los espinos y abrojos, donde ya se agostáronlas flores, los más descarnados sistemas materialis- tas; la negación de Dios, del espíritu y de todo lo que no es materia; el aborrecimien- to de toda metafísica y de toda teología.

España, que no desplegó la mayor ac- tividad en el movimiento metafísico ante- rior, tampoco se halla hoy tan infestada del materialismo y del llamado positivis- mo que han surgido por reacción poste- riormente; pero tales doctrinas, por estar más al alcance del vulgo, han penetrado más y se han difundido lo bastante para destruir y secar en las almas las inspira- ciones y los pensamientos poéticos.

Hay en España asimismo otro motivo antipoético poderoso. El conocimiento de nuestro malestar material, apenas sentido antes, se ha divulgado, naciendo de él un vehemente deseo de vivir mejor material- mente. De aquí lo prosaico y ruin de este período de la vida social de nuestro pue- blo; de aquí la poca afición que muestran á la poesía las clases más adelantadas. La poesía, el término de la aspiración, la meta en la carrera del deseo en pos de lo ideal, suele ponerse ahora en comer bien, en vestir con elegancia, en vivir en una casa confortable. El que no ha logrado esto, corre desalado para lograrlo: el que ya lo consiguió, se llena de orgullo y se considera como el poeta verdadero.

En este período prosaico ha venido al mundo, como poeta, el Sr. Alarcon.

Cruel destino ha sido el suyo; pero^ hasta donde es posible, ha logrado ven- cerle, dando con tan difícil triunfo una prueba irrefragable de su valor.

De la situación momentánea del mun- do y en particular de la de nuestro país, indicada aquí en breves palabras, han di- manado varios vicios en casi toda la poe- sía novísima, vicios de que la poesía del señor Alarcon se halla exenta.

El principal de estos vicios se puede llamar (valiéndonos de un vocablo muy usado hoy por los naturalistas) atapismo exagerado. No parece sino que las Musas, aunque vengan traidas de. la mano por un poeta progresista, ó racionalista, ó filóso- fo, partidario en prosa de las últimas re- voluciones, admirador en prosa de todo lo que constituye el carácter de nuestro siglo, é impregnado de su espíritu hast^ los tuétanos, retroceden espantadas hacia los siglos bárbaros y se llevan al poeta que las traia, obligándole á decir en verso lo contrario de lo que en prosa siente, piensa, afirma y sostiene; trastrocándole en detractor de la época presente y enco- miador de las pasadas; obligándole á imi- tar, aunque en sentido inverso^ al falso profeta Balaam, que por encargo de los

Moabitas fué á maldecir al pueblo de Is- rael, y contra su voluntad, y sin caer en lo que hacía, le colmó de bendiciones.

Es otro vicio el incesante sermonear, acudiendo á todos los lugares comunes del Lárraga; y otro, la afectación de un espl- ritualismo severo, que condena todo lo que no es mortificación de los sentidos, conversación interior y retraimiento del mundo y de sus pompas; de todo lo cual dista el poeta muchísimo en la práctica de la vida.

El Sr. Alarcon no peca por ninguno de estos lados. Es un poeta natural. En prosa y en verso es siempre el mismo. El escritor y el hombre son, lo que de- ben ser, enteramente idénticos.

Nace de esta naturalidad y candidez, y de las varias y aun opuestas tendencias del dia, lo inseguro y vacilante que suele encontrarse el corazón aun en los instan- tes de más fervoroso entusiasmo y de más arrebato poético. Solicitada el alma por diversas esferas de atracción, viendo á las claras el pro y el contra de lo que sostie- ne, acostumbra refugiarse en la ironía, y cae en un estado que, con palabra toma- da de la lengua inglesa, llamamos humo- rístico. Las mejores poesías del Sr. Alar-

con son las que expresan dicho estado del alma.

Nada hay nuevo en el mundo, y dicho estado, y la poesía que de él nace, no son nuevos tampoco. Apenas hay poeta lírico, ni aun en los tiempos más remotos, que no deje en ocasiones traslucir la ironía; que no tenga su punta de humorístico, á veces en las composiciones más graves. No pocos críticos han creido descubrir so- bre los labios del divino Homero una de- licada y burlona sonrisa, hasta al pintar al hijo de Saturno, cuando enarcadas las negras cejas, y movidos sobre su cabeza inmortal los rizos perfumados de ambro- sía, estremece la cumbre del Olimpo. De- chado más evidente del género humorís- tico é irónico es la famosa y tan repetida oda de Horacio en alabanza de la soledad, de la vida del campo, de las costumbres puras, sencillas y santas en los tiempos patriarcales. ¿Quién, al leer aquella oda, no aborrece por un instante los suntuosos banquetes, el lujo y las luchas de la am- bición? ¿Quién no promete evitar los pa- lacios de los príncipes, el foro ruidoso y la inquieta é inconstante plebe? ¿Quién no desea irse á vivir á un cortijo con su inocente esposa, que hará allí el papel de

una sabina, ordeñando las vacas, apres- tando los no comprados manjares, y to- das las otras suavísimas rustiquezas que el poeta nos describe y que están oliendo á madreselva, á tomillo y á la flor del ne- moroso brezo? El mismo Horacio sentia este deseo, este amor, este entusiasmo de la esquividad campesina, y este desenga- ño de las vanidades y las glorias de la tierra, al escribir su oda. La oda, sin em- bargo,.es el discurso que hace el usurero Alfio cuando recoge el dinero que tenía dado á premio; pero, aunque ya casi se cree retirado en el campo,

Jam, jam futurus rusticua,

no bien acaba de recoger el dinero, busca á quien ha de prestarle con mayor ganan- cia en el mes siguiente.

Omnem relegit idibus pecuniam; Quüeritkalendis poneré.

No se entienda que esto es una trave- sura de Horacio: es un acto de modestia y de pudor, una prueba más de su gusto exquisito. Aquel poeta cortesano, alegre, amigo de la sociedad elegante y de los más refinados placeres, aunque en un momento sintiese con sinceridad lo con-

tRirio, no podia aconsejarlo sin el correc- tivo de la ironía, sin la esfumacion de lo humorístico, sopeña de hacer que lo que es sincero y sentido apareciese como una declamación vana, falsa y amanerada. No en otra cosa reside el hechizo arcano de la poesía humorística. Sin duda que, siendo héroe, ángel, santo ó semi-dios el poeta, no menester del hiimor\ pero, no siéndolo, vale más que, al mostrarnos sus pensamientos angélicos ó divinos, descubra la flaqueza y miseria de su con- dición humana, que no que truene, ful- mine y hasta excomulgue, cuando se ve poseido del numen y agitado interiormen- te por el estro, sin acordarse de que era un mortal pecador como nosotros mo- mentos antes de tomar el tirso ó la lira en la mano, y de subir á la trípode inspi- radora.

Sirva esto de justificación al género humorístico. Las poesías del Sr. Alarcon en este género son, á mi ver, las más lin- das del tomo. Están llenas de gracia, de espontaneidad y de ternura.

El Sr. Alarcon ha atinado además con el estilo propio de dicho género de poe- sías, poco cultivado antes por los españo- las. Teníamos el estilo jocoso, el satírico,

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el grave, el sentimental, pero no el humo- rístico, que es como una mezcla armóni- ca y suave de todos ellos, donde no deben parecer duras y violentas las transiciones.

Viene en auxilio del buen ingenio del Sr. Alarcon, y de sus cualidades adecua- das á semejante modo de poetizar, la maestría dichosa con que maneja el len- guaje, empleando á veces con primor y acierto algunas frases vulgares, algunos idiotismos que prestan un candor chistoso y una ligereza delicada á lo que escribe.

Como el lector no ha de pararse en el Prólogo, sino que ha de leer y releer las poesías que vienen en pos, no quiero abultarle citando trozos de lo que más adelante verá entero. Sólo enumeraré los títulos de las más bellas é importantes de estas composiciones humorísticas. Son Sueños de sueños, Ufia flor menos, A la luna, Historia inperosímil, El dia de año viejo y Ayer y hoy.

En algunas otras composiciones, de las más sentidas, serias y graves, aparecen de vez en cuando rasgos felices del mismo humor, los cuales están tan bien traídos y tan hábilmente ajustados al cuerpo y al espíritu de toda laxomposicion, que no la desentonan ni empañan su limpieza y

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hermosura, antes imprimen en ella un sello indeleble de sencilla verdad y de es- pontáneo afecto. Esto se nota principal- mente en la Dedicatoria del tomo á la mujer del poeta, en el Adiós alcampo^ en la alegoría El cigarro y en otras obrillas del mismo orden.

Lo más selecto del tomo es de lo que ahora se llama sujetipo: es poesía auto- biográfica, si bien no tanto de los acci- dentes externos de la vida, cuanto de lo íntimo y profundo del corazón y de la mente, y de sus pasiones é ideas. Más que á la casta ó linaje de poetas doctrina- les y que se dirigen al pueblo, como Pín- daro, Solón, Tirteo, Schiller, Manzoni y Quintana, pertenece el Sr. Alarcon á aquella otra casta, cuyos versos no se asemejan á una homilía sino á un monó- logo, donde el poeta se da razón de sus impresiones y hace, por decirlo así, exa- men de conciencia, deteniéndose un rato á considerarse, interrogarse y juzgarse á propio, en medio de una vida azaro- sa, agitada y aventurera. Bajo este aspec- to, el Sr. Alarcon es como los antiguos trovadores y minnesinger^ ó más bien como nuestros poetas mahometanos de la Edad Media, que corrían las aventuras;

que eran soldados y peregrinos; y ya can- taban de una cita de amor, ya describian una orgía y otros deportes y devaneos, ya una batalla en que se hablan hallado, como Ibn-Handis, y ya palacios y jardi- nes; y ora hablaban de sus amores y de sus celos por culpas de alguna principal señora, como Ibn-Zeidun por la princesa Walada, ó como el célebre Tannhaüser por la misma Venus, trasformada en dia- bla merced al cristianismo; ya se conver- tían á mejores costumbres, se arrepen- tían y hasta hacían penitencia, com- poniendo versos místicos y aun ascéticos. Algo semejante, salvo la diferencia de los tiempos, hay en las composiciones del señor Alarcon. Como viajero, describe el Océano, el Monte Blanco, el Acueducto de Segovia, la ciudad de Venecia; como soldado, ensalza la Bandera de Ciudad- Rodrigo; y como amante, produce gran abundancia de sonetos, y ya celebra los favores, ya lamenta los desdenes, ó ya zahiere la coquetería y picara condición de alguna dama, como la de aquella, más que tierna vanidosa, á quien alude en las quintillas tituladas Por pía de epitala- mio. Por bajo de todos estos versos pal- pita la vida misma del poeta y se escon-

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den todos sus lances de amor y fortuna.

Recogido ahora á buen vivir y hecho un excelente padre de famiHa, muestra su ternura hacia los niños en versos tan dul- ces como los del soneto A mi hija, en sus dias, y los A Asunción^ El secreto y Cami- no del cielo.

No es esto decir que el Sr. Alarcon sea siempre sujetivo y humorístico. Toca todas las teclas y registros, y ensaya, casi siempre con felicidad, todos los tonos. Tal vez es sentencioso, doctrinal ó gnó- mico, pero sin pecar en cansado ó pro- lijo. A vuelta de sus bromas, se advierte que sueña en un amor inmortal, y frisa á menudo en el misticismo.

A pesar de que la legítima trompa épi- ca está abollada hace siglos y suena poco, el Sr. Alarcon soltó una vez el plectro para empuñarla y hacerla sonar, y lo consiguió en cuanto cabe en este gé- nero de poesía, ahora artificial y anacró- nico.

Su canto El suspiro del moro da testi- monio de esta verdad, que el Liceo de Granada reconoció al premiarle con la Medalla de oro.

Aunque el Sr. Alarcon no se jacta de purista, y detesta lo rebuscado, y hasta

parece que huye de todo atildamiento en la frase y de todo artificio en las palabras, su versificación es robusta y correcta, y su lenguaje castizo, elegante y propio.

Posee, por último, el Sr. Alarcon el don misterioso de la gracia y de la sim- patía. Sus versos atraen al lector, y, deV pues de atraído, le retienen y le embele- san. Este atractivo, esta virtud magnéti- ca, se siente mejor que' se comprende; pero debe de consistir en la sinceridad. Es tan hermosa, tan rica, tan noble, con- siderada en sí, no ya sólo el alma del se- ñor Alarcon, sino casi toda alma huma- na, que si acierta á mostrarse sincera- mente, sin aliños y sin mentidos afeites, en su desnudez limpia y pura, tienen por fuerza que interesarse en su favor y hasta que adorarla las demás almas. El toque magistral de la poesía lírica sujetiva está, pues, á no dudarlo, en arrancar al alma el velo con que se encubre y en mostrar- la desnuda. Bienaventurado quien acierta á hacer esto con el decoro y la destreza c^ue se requieren.

Desnudar un alma no es negocio tan hacedero. Algunas andan tan embozadas, vestidas y arropadas en la materia, que, según expresión del vulgo, tienen más

conchas que un galápago y no se despo- jan ni á tirones.

Rarísimas, y estas son las de los poe- tas, visten un cendal leve y vaporoso, que al menor soplo de una pasión ondea, vue- la y deja patente la belleza recóndita. No proviene de otra cosa la poesía , y tal es la que encierra este tomo.

Juan Valera.

biografía

DE

D0\ PEDRO AXTO.MO DE ALARCOl

El autor del Diario de un testigo de la guerra de África nació en la ciudad de Guadix, provincia de Granada, el dia lo de Marzo de i833, de una noble familia que perdió casi toda su fortuna en la guerra de la Independencia. Hijos nosotros de aquella misma provincia, contemporáneos y amigos de Alarcon. relacionados con muchas de las personas que han íigurado en su vida, quizás conoceremos como nadie su larga y turbulenta historia. Sin embargo, le dejaremos contar á él mismo las primeras emociones de su infancia.

«Guadix, dice, fué una de las más importantes colonias de los Romanos; después, en poder de los Moros, llegó á ser hasta capital de un reino; verificada su conquista por los Re- yes Católicos, aún conservó durante tres siglos algunos aires señoriles; y allá por el año de 8, cuando la invasión trance" sa, los graves señores que eran Regidores Perpetuos ves- tian sendas capas de grana, ceñian espadín y se cubrían con sombrero de tres picos. Yo he alcanzado á conocer esta vestimenta de mi abuelo, que se conservaba en mi casa como una reliquia, y que nosotros, los hijos de i833, irreverentes á fuer de despreocupados^ dedicamos á mil profanaciones en nuestros juegos infantiles.

XXIV

'^Como quiera que sea, cuando yo vine al mundo, Guadix era ya una pobre ciudad agrícola, ó por mejor decir, una ciu- dad de colonos. Los duques y marqueses á quienes se re- partió su territorio después de la conquista (y cuyas grandes y ruinosas casas, coronadas de torres, se ven todavía en las principales calles de Guadix), se habian ido á vivir á Granada ó á la corte de las Españas: los otros pobladores empezaban á confundirse con la plebe, á consecuencia de la desvinculacion, que habia fraccionado sus caudales: las Órdenes religiosas, dueñas de la mitad de la riqueza, habian sido suprimidas, vendiéndose su bienes; el Provincial, su ilustre batallón pro- vincial, se hallaba en Navarra ó Cataluña peleando contra el Pretendiente: el Ayuntamiento veia limitadas sus atribucio- nes: los antiguos Correginyentos no existían: todo el mundo vestía ya de paisano, sin capa de grana ni espadin: los tradi- cionales Gremios pertenecían á la historia: ¡la Alca:^aba era un montón de ruinas! De la antigua grandeza sólo quedaba en pié un monumento, y ese era la Catedral. La Catedral, be- lla,artística, rica, gobernada por insignes prelados y sabios cabildos, descollaba sola entre escombros romanos, árabes y semi-feudales. ¡La Catedral era el único palacio habitado; el único poder que conservaba su primitivo esplendor y magni- ficencia; el alma y la vida de Guadix!

»En ella recibí yo mis primeras impresiones artísticas. Ella me dio idea del poder revelador de la arquitectura; allí la primera música; allí admiré los primeros cuadros. Allí tam- bién, en las grandes solemnidades, brillaron ante mis ojos las maravillas de lujo, el tisú, el brocado, el oro, la pedrería, ora en los cálices, ora en los ornamentos, ora en las vestidu- ras. Allí, entre nubes de incienso, al fulgor de millares de lu- ces, al son del órgano, escuchando las concertadas voces de los cantores y los gemidos de los violines de la capilla, entre- vi el arte, soñé la poesía, adiviné un mundo diferente del que me rodeaba en la ciudad. Y museos, teatros, monumentos ar- quitectónicos, conciertos, alcázares dorados, espectáculos brillantes, todo cruzaba por mi imaginación como una profe- cía; todo palpitaba en mis entrañas cual si un ser misterioso se despertase dentro de mí; todo se me revelaba de la manera

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que los fulgores de la Gloria brillan á los ojos de los estáticos. »Así, pues, las maravillas de la tierra, el sentimiento de las artes, el Sursum corda de la poesía se manifestaron en mi existencia en horas de mística devoción; y la fe y la belleza, la religiosidad y la inspiración, la ambición y la piedad nacie- ron unidas en mi alma como raudales de una sola fuente. y

De esta manera describe Alarcon su ciudad natal (en el li- bro De Madrid d Ñapóles), para dar una idea de la emoción con que cruzaba las calles de Roma el 26 de Diciembre de 1860 al dirigirse á la basílica de San Pedro, donde el Padre Santo celebraba de pontifical. Nosotros hemos trascrito aquí esos párrafos, porque revelan también las primeras impre- siones de la vida del poeta y sirven de fondo al cuadro de su . vida literaria.

Alarcon estudió filosofía con un sabio Lector exclaustrado de la Orden de San Francisco, en el Seminario de Guadix. Graduóse de bachiller en Granada á los catorce años, y em- prendió la carrera de leyes en aquella Universidad. Pero el caudal paterno era escaso y tenía que subvenir á las necesi- dades de diez hijos, de los cuales nuestro escritor es el cuar- to. Vióse, pues, éste obligado á permutar la jurisprudencia por la teología; regresó á la solitaria ciudad de su cuna, y volvió á ingresar en el Seminario, donde cursó las ciencias eclesiásticas.

Desde la edad de once años, solo y sin maestros^ impulsado por una vocación innata de las más instintivas que pueden darse, habíase dedicado el joven seminarista al estudio de las bellas letras. Las bibliotecas de los extinguidos conventos, malbaratadas ó abandonadas, pusieron en sus manos millares de volúmenes de todos géneros, entre los que figuraban des- de los más vedados frutos de los enciclopedistas hasta las obras de los Santos Padres; los poetas clásicos; infinidad de

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libros llenos de errores en materias cientííicas; la astrolo- gía; la alquimia; obras de intrincada polémica escolástica; la defectuosa geografía de los antiguos, y otras lecturas, ya estrafalarias, ya peligrosas, ora ascéticas, ora demasiado mundanas, que engendraron un verdadero caos en la imagi- nación del solitario teólogo.

Y aquí tenemos que hacer notar una circunstancia que re- vela la porñada voluntad de Alarcon. Una gran parte de aquellos libros estaban en francés y en italiano, idiomas para él desconocidos y de los que no habia profesor en Guadix. El seminarista clavó los ojos en aquellas obras, empeñado te- nazmente en entenderlas. Ni tenía á la mano gramáticas ni diccionarios: su único auxiliar era el latin. Pues bien: al cabo de algunos meses de mirar y remirar aquellas páginas, ne- gras y mudas para él como las tinieblas de la noche, notó que empezaban á aclararse, á hablar, á comunicarle los se- cretos que encerraban... Poco después las leia como el espa- ñol. Habia aprendido, habia adivinado, por mejor decir, el francés y el italiano. Esto, que á primera vista parece impo sible, no lo es si se considera que el joven tenía en su poder una Jerusalem libertada en francés y otra en castellano, y una Eneida en italiano y otra en latin. Su trabajo, pues, con- sistió principalmente en un ímprobo y continuado cotejo. De cualquier modo, la empresa es digna de admiración.

Conocidos estos antecedentes, se comprenderá sin esfuer- zo que Alarcon, á los diez y ocho años, pensaría en todo me- nos en abrazar el estado eclesiástico, á que le destinaban re- sueltamente sus padres. La vocación literaria y el deseo de venir á Madrid eran en él cada dia más poderosos. El estudio de la teología podia ya considerarse como un insigniricante accidente de su febril y atormentada existencia. De dia y de

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noche, á todas horas, separado de su familia y de los jóveiíes de su edad, escondido en las torres de la casa paterna, ó per- dido por la soledad de los campos, se nutria de aquella lec- tura heterogénea y malsana, ó emborronaba resmas y res mas en verso y en prosa, produciendo novelas, artículos, poesías, dramas, historias, que quemaba con igual facilidad que las escribia.

Sólo dos veces, á los quince años, dio muestras al público de Guadix de sus constantes tareas, haciendo representar dos dramas suyos en una especie de Liceo que habia allí á la sazón. Á aquella edad vióse coronado de flores en la escena; pero (son palabras que ha escrito el poeta) «las espinas de aquellas flores se clavaron en mi corazón: desde el dia en que fui una singularidad Qn mi pueblo, principié á ser desgracia- do; pues me quedé solo con mi diminuta gloria, bloqueado por la envidia y encastillado en mi soberbia.»

Decíamos que su afán, como el de todos los que se hallan en su caso, que son muchos, era venir á la corte: y ex- cusado es añadir que sus padres se» oponían á este pro yecto, creyéndolo descabellado. Para ellos la literatura era sencillamente el camino del hospital, ó un sinónimo de men- dicidad y vagancia. Ahora bien : Alarcon resolvió mar- charse por su propia cuenta, huir, romper los lazos de la familia y venirse á la entonces coronada villa en busca de la humanidad y de la gloria... Pero ;cómo.' ;cuando.' ;con qué recursos?

'(Adivina, amigo mió (nos dice el poeta en la carta en que nos suministra algunos datos de esta biografía); adivina tú. que te habrás visto en mi mismo caso, lo que los dos últimos años de mi permanencia en Guadix (de los i8 á los 20), en se- mejantes circunstancias, suponen de luchas en mi corazón y en mi cabeza, sumido como estaba en la tétrica soledad de

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un pueblo rutinario, silencioso, incomunicado con el resto del mundo, mientras que mi ambición combatía desesperada con los cielos y la tierra... Aquellas ignoradas agonías de mi adolescencia son indudablemente lo único grande é intere- sante de mi vida, asi como el origen de mi carácter y de to- das mis ideas.»

El plan concebido y llevado á cabo por Alarcon para rom- per el círculo de hierro de su vida y realizar sus deseos, me- rece ser conocido por lo original, ingenioso y esforzado. Para nosotros revela completamente al hombre.

El joven teólogo se carteaba hacía algún tiempo con un es- critor de la culta Cádiz, amigo del novelista D. Torcuato Tarrago, hijo también de Guadix. En Cádiz habia imprentas, público, vida literaria, todos los elementos de que nuestro poeta carecía en su ciudad natal: las alas que necesitaba para tender el vuelo! Concibió, pues, la idea de fundar desde Guadix una Revista literaria en Cádiz, es decir, Tarrago y él se comprometían á enviar á la ciudad de Hércules todos los escritos en prosa y verso necesarios para alimentar la pu- blicación, con tal de que otros se comprometiesen en Cádiz á contribuir con los elementos materiales necesarios para la empresa. De esta combinación nació El Eco de Occidente^ semanario de literatura, ciencias y artes, que durante tres años vio la luz pública, primero en Cádiz y luego en Grana- da, y en el cual se encuentran, como en boceto ó apenas deli- neadas, muchas de las obras que Alarcon publicó después en Madrid aumentadas y corregidas.

El Eco de Occidente hizo fortuna entre los suscritores. Los socios capitalistas empezaron á ganar, y cedieron á los escritores de Guadix todos los productos de cuantas suscri- ciones hicieran en la provincia de Granada. De resultas de esto, al cabo de un año, Alarcon era rico. Disimuladamente,

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}• sin que lo notasen sus padres, habia reunido con su trabajo los recursos que le negaban para volar.

Huyó, pues, de la casa paterna el i8 de Enero de i853. Del primer salto se plantó en Cádiz. Allí permaneció un mes, or- ganizando más á su gusto El Eco. y al cabo de este tiempo hizo su primera entrada en Madrid, en la tierra de promisión de sus esperanzas.

Aquella estancia de Alarcon en la corte pertenece todavía á su vida privada, y la desconoce hasta la generalidad de sus amigos. Traia en cartera unos dos mil versos que constituían la continuación del Diablo Mundo; pero, ¡oh desgracia! pre- cisamente aquellos mismos dias se publicó otra continuación del poema de Espronceda, escrita por el eminente poeta Don Miguel de los Santos Alvarez, Nuestro joven comprendió en seguida lo desventajoso de las circunstancias; encontró sus octavas inferiores á las del autor de Afana, y con la tranqui- lidad del justo rompió los dos mil versos que constituían su capital.

Pero aún le esperaba otro nuevo golpe. Mientras que el poeta gastaba alegremente en Madrid su escaso peculio, en- tregándose en cuerpo y alma á la gran afición de toda su vida, que consiste en oir buenas óperas á buenos cantantes (aquel año se estrenó Roberto il diabolo en el teatro Real): mientras que el mundo todo le parecía estrecho campo en que ejercitar la libertad que tan penosamente habia conquis- tado; cuando menos se acordaba ni quería acordarse de su remoto pueblo, en su pueblo se acordaban de él, tanto que un día el pregonero pronunció á gritos su nombre desde los balcones de las Casas Consistoriales deGuadix... declarán- dole soldado.— ¡Al grande hombre le habia tocado la quinta!

Alarcon volvió, pues, á su ciudad natal con menos dinero y

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menos ilusiones que sacara pocos meses antes, y quinto por añadidura. Libráronle sus padres del servicio de las armas (que él debia abrazar voluntariamente seis años después), y, firmada la paz con su familia, establecióse en Granada, adon- de trasladó El Eco de Occidente, que en esta segunda época tuvo aún más éxito que cuando se publicaba en Cádiz.

Allí permaneció un año el ex-colegial, y durante este tiem- po formóse en la ciudad de Boabdil aquel núcleo de escrito- res y de artistas adolescentes, llamado entonces La Cuerda^ que en el Liceo, en la Academia y en sus reuniones privadas (que eran por cierto las más útiles y deliciosas), cultivaron las letras', la música, la pintura, la oratoria, hasta que la re- volución de 1854 los dispersó, ó más bien los arrojó casi en masa sobre Madrid, donde, bajo la denominación general de Colonia granadina, diéronse á conocer á España en un mis- mo dia los nombres, hoy ya célebres, de Castro y Serrano, Moreno Nieto, Fernandez Jiménez (Ivon), Manuel del Pala- cio, Soler, Salvador de Salvador, Leandro Pérez Cossío, Váz- quez, el gran músico, y Vázquez el malogrado pintor esce- nógrafo, y el del poeta que retratamos.

Pero no adelantemos los sucesos.

Cuando estalló la revolución de 1854, Alarcon tenía vein- tiún años, y se lanzó á ella con todo el entusiasmo de su independencia y de su carácter. Él acaudilló el mo- vimiento insurreccional de Granada; sorprendió un de- pósito de armas que habla en la Alhambra; las puso en manos del pueblo; ocupó el Ayuntamiento; invadió tu- multuariamente la Capitanía general, y fundó un perió- dico. La Redención,, que predicó desde el primer dia la incompatibilidad del Ejército con la Milicia Nacional, y ex- hortaba al Clero á la pobreza. Atrájose, pues, la oposición

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de ejército, milicia y clero; pero opuso á todos una firmeza incontrastable: contestó á las hojas volantes con artículos fu- ribundos; á los ataques personales con guantes de desafío; á las calumnias con los tribunales: á la persecución material con su presencia en medio de sus enemigos, hasta que al fin, triunfante de aquella temeraria lucha, pero amargado en ella, decidió trasladarse á Madrid, donde esperaba encontrar más preparados los ánimos á recoger y realizar sus teorías.

Ya estaban aquí algunos socios de La Cuerda: detrás de Alarcon llegaron otros, y todos juntos, bajo un mismo techo, ó sea bajo un mismo tejado, constituyeron la ya citada Colo- nia granadina, de donde empezaron á llover sobre la metró- poli versos, artículos, chistes, melodías, dibujos, cuentos, anécdotas, mil novedades á que iban asociados nombres des- conocidos..., que pronto fueron familiares en los círculos literarios.

Alarcon debutó en El Látigo, periódico satírico-democráti- co, fundado principalmente para destronar á Doña Isabel II, y sostenido por importantísimos personajes. Acontecía con aquel periódico, cuando nuestro joven entró en él, que ya nadie se atrevia á escribirlo en el sentido que quedan sus fundadores, por haberse constituido un comité de adalides modera4os, resueltos á defender á todo trance á la reina, y á sofocar violentamente la terrible voz de El Látigo. Las re- tractaciones diarias de este periódico, sus frecuentes cambios de director y redactores, y las actas firmadas por algunos de éstos, bajo la presión del comité moderado, comprometién- dose á no repetir sus ataques á la reina, habian hecho perder su interés y su eficacia á aquel inolvidable libelo. En estas circunstancias, y sabedores de lo que Alarcon habia hecho en Granada, le ofrecieron la dirección de El Látigo sus in-

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cógnitos fundadores, no sin advertirle antes los riesgos de la empresa.

Quien conozca á Alarcon, comprenderá en seguida que precisamente aquellos riesgos tan decantados le harian grata y aceptable la propuesta. Escribió, pues, nuestro joven con- tra Doña Isabel II con espantosa violencia, y rechazó las amenazas de los campeones moderados, diciéndose libre de los compromisos contraidos con ellos por los anteriores di- rectores de El Látigo^ y dueño de escribir como escribía. Originóse de aquí un ruidoso lance personal, en que Alarcon no desmintió la entereza con que habia hablado en el perió- dico; pero, abandonado en la hora crítica del desafío por la empresa incógnita; tal vez intranquilo él mismo en el fuero de su conciencia sobre la forma de aquellos escritos suyos que defendió á pistoletazos; al otro lado ya de los peligros que hablan poetizado á sus ojos aquella misión penosa, lo cierto es que al dia siguiente del memorable encuentro, en que debió la vida á la generosidad de su adversario, quien disparó al aire cuando le tocó tirar á diez pasos de distancia, diciendo; <nio conocía d Alarcon, y ahora, que lo conozco, no quiero matarlo,» dejó éste la. dirección de El Látigo, dejó la política, dejó á su partido, y dedicóse de nuevo al cultivo de las bellas letras.

Oigamos al mismo Alarcon, que ha definido severamente estos actos de su vida en el siguiente trozo de un artícu- lo suyo:

«A los veintiún años, caballero andante de la revolución y soldado del escándalo, luché cara á cara con el poder más fuerte de mi patria, para venir á verme una mañana de Fe- brero, solo, en un campo desierto, á merced de mis enemi- gos, no sabiendo mi imperita mano defender mi vida, y de- biéndosela á una noble genialidad de mi contrario, mientras

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que mis cómplices de redacción se lavaban las manos, d ha- cían todo lo contrario de lavárselas.

«Pero si mi desengaño y mi pena fueron horribles, el escán- dalo habia sido igual, y cáteme usted ya célebre en la villa y corte, cuando apenas me apuntaba el bozo, y consagrado de- magogo por las mil trompetas de la fama, el mismo dia que dejaba de serlo. Tan cierto es que aquel dia acaeció algo muy grave en mi corazón y en mi inteligencia, que desde enton- ces hasta que volví á publicar una idea política, ¡dejé pasar nueve años!... toda mi juventud.»

De vuelta Alarcon en el palenque literario, escribió (Marzo de i855) su novela El final de Norma en la vetusta ciudad de Segovia, adonde se habia retirado á descansar de tantas agi- taciones. Dos meses después marchó á París á visitar la Ex- posición de la Industria, cuya reseña hizo en una colección de artículos que publicó El Occidente y que dieron á conocer á nuestro joven como crítico y literato. Aquel mismo año puso el sello á su reputación un artículo titulado La Noche- Buena del poeta, que publicó Las Novedades, y del cual se han hecho más de cien reimpresiones y los elogios corres- pondientes á su extraordinario mérito.

Por entonces empezó á ejercer la crítica de teatros con agria severidad y mucho éxito, viniendo á ser su personali- dad el escollo en que se estrellaba la marejada literaria y el centro de encontradas afecciones. Del folletín de El Occiden- te pasó al de La Discusión, y de éste al de El Criterio, y, al- ternando con sus revistas de teatros y de Madrid, publicó du- rante dos años centenares de novelas cortas y de artículos de costumbres y de viajes, que aparecieron en La América, El Museo Universal, El Semanario Pintoresco La Ilustración., El Eco Hispano- Americano El Mundo Pintoresco, El Cor- reo de Ultramar y los folletines de muchos periódicos políti- cos, sobre todo en La Época. El Almanaq: ■: Ómnibus y

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Mañanas de Abril y Mayo^ libros publicados bajo sus aus- picios, y El Miguelete^ semanario que fundó y redactó en una larga temporada que vivió en Valencia, contienen tam- bién numerosos escritos suyos, cuyo catálogo sería intermi- nable. Durante los años á que nos referimos, era raro cog^r un periódico ó una revista que no llevara estampado en cada número el nombre de nuestro poeta. Con el título de Nove-, las y de Más novelas^ ha publicado el editor Duran dos to- mos de cuentos de Alarcon. Un tomo de Artículos (i) y otro de Poesías serias y humorísticas, que el autor tiene colec- cionadas y prontas á publicarse, completarán la colección de sus obras sueltas.

A fin de iSbj se representó en el teatro del Circo un dra- ma en tres actos y en verso, original de Alarcon, titulado El hijo pródigo. Todos los criticados por el autor, es decir, la mayor parte de los poetas, artistas y actores de la corte, ca- yeron sobre esta obra como sobre una presa que se arrojaba á su vengativo encono. El drama se salvó, sin embargo; fué muy aplaudido, y proporcionó al autor, llamado repetidas ve- ces al palco escénico, un legítimo triunfo. Mas ni aun así re- trocedió el odio. Algunos periódicos, no contentos con criti- car apasionadamente el drama, dedicáronse á mentir con cínico descaro; y mientras el público lloraba y aplaudía una noche y otra en el teatro del Circo, la gacetilla contaba que El hijo pródigo hahisi sido silbado y que nadie acudía á sus representaciones, ó que los aplausos que se le tributaban eran comprados, cuando no aconsejaba ¡cosa inaudita! qve se DEJASE DE IR AL CIRCO..., creándose de aquí en el concepto pú- blico, acerca del éxito de la obra, una confusa idea que el

(1) El que se publicó con el título de Cosas que fueron.

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tiempo no ha logrado aclarar, ni podrá aclararse enteramente mientras el autor no desista de su empeño de impedir que vuelva á representarse- El hijo pródigo.

Doce años van pasados desde estos sucesos, y Alarcon no ha vuelto á escribir para el teatro. ¡Tanto le repugnó aque- lla inicua confabulación de la venganza, de la injusticia y de la impotencia!— Que El hijo pródigo tiene defectos, es indu- dable; pero ;son perfectas las obras que aplaudían en aquel entonces los detractores del drama de Alarcon? Afortuna- damente, una nueva generación de escritores desprovistos de aquellos odios, ejerce hoy el magisterio de la crítica y admi- nistra la publicidad^ y esta generación, al leer El hijo pró- digo, ha vuelto ya muchas veces por los fueros de las justi- cia.— En cuanto á nosotros, somos demasiado amigos de Alarcon para emitir nuestra opinión en el asunto.

Si el desden hacia la indignidad lo alejó del teatro, esta in- dignidad no consiguió abatir al poeta ni robarlo á la lite- ratura.

Nuevas novelas, nuevos artículos, nuevas poesías brotan de su pluma, y, entre tanto, como poeta subjetivo, como poeta en acción que lo hizo la naturaleza, viaja, recorre to- das las clases de la sociedad, pisa los salones más aristocráti- cos, rinde culto á la moda, es actor y cronista juntamente en el gran escenario madrileño, llegando á revestir su vida los caracteres de la novela, novela que no pertenece al público, pero en la cual podemos decir que las aventuras y lances de todo género llevan y traen al poeta á merced de diversas apreciaciones, manteniendo su nombre en constante actua- lidad.

De este tiempo data su íntima amistad con dos vates ilus- tres, Pastor Diaz y Ros de Olano, quienes, á pesar de lo que

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la edad y la posición los separaba de nuestro joven, se iden- tificaron con él de tal manera, que desde entonces se le con- sideró como el alter ergo de uno. y otro personaje. Pastor Diaz debía cerrar los ojos á esta vida en los brazos de Alar- con, como en los del hijo más cariñoso.

Pero volvamos á iSSg, al año de la guerra de África.

Alarcon la ha predicado toda su vida; de sus sueños políti- cos de la adolescencia, sólo queda ya en su corazón un espa- ñolismo acendrado: de las cosas públicas, sólo le afectan las que hieren directamente á la patria. En sus folletines más li- geros y humorísticos hay siempre un estribillo que dice; ¡África!... ¡Méjico!... -Gibraltar!... ¡Portugal!...

Méjico, Gibraltar, la clausura impía que, afrentando la sombra de Gisneros, con júbilo soez nos desafía, ¿•será que siempre nos aguarden fieros sin que falten ¡oh Dios! á la venganza trémulos de la vaina los aceros.-^

Así cantaba en i858. AI año siguiente sienta plaza de sol- dado voluntario en el ejército de África; deja la brillante y disipada vida de los salones; viste el burdo capote del sol- dado, y pasa el Estrecho á las órdenes del general Ros de Glano, del inspirado amigo de Espronceda.

África ve á Alarcon escribir y pelear al modo de los Erci- llas y Garcilasos. Su Diario de un testigo de la guerra de África es la obra que mayor aceptación y mayor publicidad ha alcanzado en España. Este libro, un balazo, la cruz pen- sionada de María Isabel Luisa y la de San Fernando, que el general O'Donnel le concedió sobre el campo de batalla, fue- ron los trofeos que recogió nuestro amigo en sus cinco meses de vida militar.

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De vuelta de la guerra, parte á Italia y la cruza desde los Alpes hasta el Vesubio. En París, habla con Rosini; en Tu- rin, con Cavour; en Roma, con el Padre Santo. En Ñapóles, asiste al sitio de Gaeta y al destronamiento del penúltimo Borbon de Europa.

Su renombrado libro Z)e 3/¿i¿/r/¿/¿í Ñapóles, suma y com- pendio de todos los géneros de literatura que ha cultivado Alarcon, dejó ver de nuevo al hombre político; pero aleccio- nado ya por la experiencia, liberal en la teoría, reaccionario en materias de sentimiento, desconfiado y prudente como quien conoce el mundo y la vida.

En África había contraído hacia el general O'Donnell aquel respetuoso afecto que tanto liga á los soldados con el caudi- llo que los lleva á la gloria entre peligros de muerte. A su vuelta de Italia la unión liberal seguía en el poder. El anti- guo demócrata se sentía arrastrado hacia aquel ilustre hom- bre político; pero una exquisita delicadeza le hizo permane- cer todavía durante dos años alejado de él, y negar su pluma y su palabra á la defensa del unionismo en tanto que el unio- nismo imperaba en las esferas del Gobierno.

En i863 cayó el Duque de Tetuan, y desde aquel mismo instante Alarcon militó en las filas de la unión liberal. La desgracia, que principiaba para este partido, dignificaba á los ojos de la más escéptica malicia la evolución política del soldado de África.

Desde las columnas de La Época, él fué de los primeros que dieron la voz de alarma contra las tendencias del minis- terio Miraflores, hostiles á la unión liberal, suscitando una grave cuestión política, y enajenándose por ende el apoyo ministerial en las elecciones que iban á verificarse; pero esti- mulado Alarcon por sus paisanos para que representase su

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ciudad natal (desmintiéndose el adagio vulgar de que nadie es profeta en su tierra), dirigióse á ella, y el seminarista pró- fugo de i853 fué recibido en Guadixcon música y campanas en medio del mayor entusiasmo. ¡Iba de África! ¡Iba de Roma!

Una vez en Guadix, presentóle una indigna y desigual ba- talla aquel Gobierno desatentado, tanto que Alarcon tuvo que retirar su candidatura, por ahorrar á sus amigos las per- secuciones del poder, y seguir por solo la lucha con el Agente ministerial en más desembarazado terreno. Denunció á la opinión pública las malas artes de que se valía el Gober- nador para ganar las elecciones ; contestó éste llevando á Alarcon al tribunal de imprenta, y de aquí se originó el pri- mer tiftibre político del joven literato, puesto que á los pocos dias, ante un gentío inmenso que inundaba la Audiencia de Granada, compareció Alarcon en el banquillo de los acusa- dos, y pronunció en propia defensa un discurso tan ardiente y tan terrible, que su voz fué ahogada por los aplausos. El tribunal lo absolvió, el público le acompañó hasta su casa, y el Gobernador abandonó á Granada aquella misma noche, re- fugiándose en Loja, donde recibió su traslación á otra pro- vincia.— Guadix estaba vengado.

De vuelta en Madrid, Alarcon, con quien se había contado al fundar La Política, periódico que apareció á la sazón, y en el que figuraban además hombres tan distinguidos como los Sres. Mantilla, Navarro Rodrigo y Nuñez de Arce, llevó á sus columnas su cólera y sus agravios. Pocos periódicos han hecho una campaña tan ruda y tan brillante como La Poli- tica en aquel año. Todos convienen en que fué el arma más poderosa que se esgrimió contra el Ministerio Miraflores.

Al año siguiente, ocupando el poder el Gabinete Narvaez, Guadix dio una prueba de gratitud á Alarcon y de extraordi-

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nario valor cívico, eligiéndole Diputado á pesar de la violen- tísima oposición que le hizo el Gobierno, y muy particular- mente el mismo Duque de Valencia, contra quien levantara bandera negra el año anterior en la Audiencia de Granada. Breves fueron aquellas Cortes; pero en ellas pudo el novel Diputado lucir en varias ocasiones su elocuente y enérgica palabra, que más de una vez exaltó la bilis del Gabinete y que lo puso en grave aprieto la noche en que se discutió la dotación de nuestros representantes en la nueva Italia, cuyo reconocimiento fué Alarcon el primero en pedir desde las filas unionistas del Congreso.

En i865, bajo el último Ministerio O'Donnell, el soldado de África fué elegido segunda vez Diputado por Guadix. Du- rante aquella administración, tgín favorable á nuestro amigo, no renunció éste á su propósito de no admitir puesto oficial alguno de la señora que ocupaba el trono, de quien le ale- jaban sus constantes sentimientos antidinásticos y el re- cuerdo de la campaña de El Látigo; alejamiento tan extre- mado, que no puso los pies en su alcázar ni siquiera cuando le correspondió hacerlo por formar parte de comisiones del Congreso.

Firmante de la célebre protesta contra la inconstituciona- lidad de la situación Narvaez-Gonzalez Brabo (1866), pro- testa que bien puede decirse inició la Revolución de Se- tiembre, Alarcon fué desterrado á Burgos, y de allí pasó á París.

De regreso á la patria retiróse á Granada con propósito de no volver á la corte mientras ocupase el trono Doña Isabel de Borbon, y allí escribió el Suspiro del Moro, célebre canto épico que el Liceo de aquella capital premió con la Medalla de oro en el certamen para que fué escrito.

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Apenas se habían manifestado los primeros síntomas de la Revolución que estalló en las aguas de Cádiz, ya Alarcon es- taba en el teatro de los sucesos junto al General Duque de la Torre. Presenció la batalla de Alcolea, acompañó al señor Ayala al campo enemigo cuando fué éste á pactar con los vencidos al siguiente dia de la derrota del. Marqués de Nova- liches, y de todas estas grandes escenas algún dia tendremos un interesante bosquejo histórico, titulado Canarias, Cádi^ y Alcolea, que guarda escrito nuestro amigo.

Constituido el Gobierno Provisional, fué nombrado Alar- con Ministro Plenipotenciario de España en la corte de Sue- cia y de Noruega; pero, elegido Diputado Constituyente en la circunscripción de Guadix, ha renunciado, con el desinterés de siempre, á su elevado carga en el extranjero, para ocupar su asiento en la Asamblea.

Terminaremos estos apuntes diciendo que Alarcon con- dujo al altar en i855 á una bella y distinguida señorita de Granada, unión que ha bendecido el cielo con un ángel de hermosura, que ha cambiado á nuestro turbulento y querido poeta en el más tierno y bonachón de los padres.

Aquí terminaba Ja biografía de D. Pedro Antonio de Alar- con, escrita en 1869 por D. José Calvo, y publicada al frente de la primera edición de las Poesías serias y humorísticas, Nosotros vamos á completarla apuntando ligeramente los he- chos más notables de la vida de nuestro autor, posteriores á aquella fecha.

Durante las Cortes Constituyentes de 1869, Alarcon defen- dió la candidatura regia del Sr. Duque de Montpensier, acor- dada, como todo el mundo sabe, por el partido unionista

nombre de la cual se libró y ganó la batalla de Alcolea; pues ni por asomos imaginaron los que en aquella jornada tristí- sima militaban á las órdenes del Sr. Duque de la Torre dejar el trono vacante, ni mucho menos cambiar la forma de go- bierno, sustituyendo la Monarquía con la República, sino pura y simplemente ceñir la corona á la segunda hija de don Fernando VII, representada en su esposo. Por lo que toca á D. Alfonso de Borbon, hoy Rey de España, sólo tenía en- tonces once años; Doña Isabel II no había abdicado ni se prestaba á abdicar; eran un problema todavía las condiciones de carácter y las ideas políticas que el tierno Príncipe pu- diera desplegar con el tiempo, y, además, todos los hombres pensadores temblaban á la idea de una larga Regencia.

En tal sentido habló Alarcon en aquellas Cortes y publicó muchos artículos en La Política^ al combatir sucesivamente la interinidad, la regencia del general Serrano y las candida- turas extranjeras. Suyo fué también un célebre folleto titula- do El Prusiano no es España, en que se impugnaba la espe- cie vertida p.or el general Prim, de que los españoles debían empuñar las armas al lado de los prusianos para defender, contra el veto de Napoleón III, la candidatura del Príncipe de Hoherzollenn.

Llegada, en fin, la votación de Rey, y aunque ya era indu- dable el triunfo de D. Amadeo de Saboya, Alarcon fué uno de los que votaron en contra suya y en pro del Duque de Mont- pensier, mostrándose así consecuente hasta última hora con el pensamiento de Alcolea, para vivir luego apartado de la dinastía italiana, por considerar (según frase que estampó en La Política y llegó á ser famosa) que los montpensieristas debían ceñir crespones de duelo por su derrota, en lugar de

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apresurarse á saludar al Monarca que había triunfado en la urna.

Fuera de la cuestión de Rey, Alarcon estuvo al lado del Gobierno en todas las cuestiones políticas durante el período constituyente, y llevó su lealtad con los progresistas y radi- cales (aliados entonces á la unión liberal) hasta pronunciar un discurso, que fué muy aplaudido, equiparando á Prim, á Pierrad y á los demás insurrectos del 22 de Junio de 1866 (ex- cepción hecha de los sargentos de artillería que asesinaron á sus jefes) con los unionistas que llevaron á cabo la Revolu- ción de Setiembre, diciendo que la única diferencia entre unos y otros sublevados contra la reina Doña Isabel II había sido cuestión de paciencia, de tiempo y de éxito; y después, al tratarse de la unidad ó de la libertad religiosa, votó en fa- vor de aquella tolerancia que estableció el art. 21 de la Cons- titución de 1869.

En el trascurso de todas estas controversias, Alarcon fué invitado varias veces á ocupar altas posiciones oficiales. El general Prim, con quien desde la guerra de África mantenía estrecha amistad particular, ofrecióle el cargo de Consejero y una Gran cruz, y el Sr. D. Manuel Silvela la Dirección de Política del Ministerio de Estado, sonando también su nom- bre para el puesto de Ministro de Ultramar, cuando pronun- ció el mencionado discurso relativo á los insurrectos del 22 de Junio; pero el intransigente montpensierista subordinó siempre su actitud política á la cuestión de elección de Mo- narca, y no aceptó ni el cargo de Consejero de Estado, ni la Gran cruz, ni la Dirección, apresurándose al propio tiempo á desmentir en los periódicos la especie de que él pudiera for- mar parte de aquel Ministerio, ni de ningún otro que no rea- lizase el pensamiento de Alcolea.

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A fines de 1870 dejó de escribir en La Política, y desde entonces no ha vuelto á tomar parte en la redacción de nin- gún periódico.

En 1871 volvió á ser elegido diputado por su país natal, no obstante la cruda guerra que se le hizo por haber votado en contra del que ya era rey de España, D. Amadeo I de Sa- boya.

En las elecciones de 1872, fué también combatido por el Gobierno; pero con tales armas, que la indignación general producida por los desmanes cometidos en Guadix é Iznalloz, donde se prendió á un Juez de primera instancia, se apaleó á los secretarios escrutadores, arrancándoles las actas favora- bles al Sr. Alarcon, y se falseó descaradamente el escrutinio, contribuyó en primer término, según confesión que han he- cho después los propios Ministros, á la caida de aquel Gabi- nete y á la inmediata disolución de unas Cortes elegidas por tales medios.

Después de esta campaña, en que el Sr. Alarcon sublevó la opinión pública, dando á luz unos terribles comunicados en que ponia de manifiesto hasta qué punto los falseadores de la Revolución de Setiembre y las gentes turbulentas, que eran ya su único apoyo, habían llegado á escarnecer las leyes y la libertad, publicó un famoso artículo titulado La Union libe- ral debe ser al fonsina, en el cual demostraba, que, habiendo fracasado la única candidatura nacional de la Revolución para el trono de España sea la de los Duques de Montpensier); no siendo posible que subsistiese el rey extranjero D. Ama- deo de Saboya, y habiendo llegado ya D. Alfonso de Borbon (hoy D. Alfonso XII) á la edad de i5 años, debian concertar- se los unionistas y los moderados liberales para proclamarlo Rey bajo la dirección ó cúratela del Sr. Duque de Montpen-

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sier, á cuyo cuidado había puesto ya Doña Isabel II la causa del joven Príncipe, después de abdicar en éste la corona.

Lo más notable del artículo, como dato de la vida política del Sr. Alarcon, consiste en qtie hasta entonces ningún revo- lucionario de Setiembre se habia atrevido á proclamar la candidatura de D. Alfonso XII; y así fué que todos los perió- dicos moderados acogieron con entusiasmo aquel escrito, á cuyo examen dedicaron innumerables artículos laudatorios, mientras que los periódicos republicanos y de D. Amadeo lo combatían acérrimamente. En cuanto á los diarios unionistas no identificados con aquella situación, mostráronse muy conformes con él, y desde tal dia y hora dató su pública pro- fesión de alfonsismo.

Realizado aquel importante acto (que varias veces se ha conmemorado en la prensa después de la proclamación de D. Alfonso, y por el que amigos y adversarios han hecho cumplida justicia al tino político del Sr. Alarcon), alejóse éste completamente de la vida política y (Julio de 1872) volvió á dedicarse á las bellas letras.

En i8y3 escribió La Alpujarra, historia y descripción de aquel célebre teatro de la rebelión de Aben-Humeya, y la publicó al año siguiente.

En 1874 escribió y dio á luz su novela El Sombrero de tres picos, de la cual van ya agotadas cuatro ediciones, y que ha merecido los honores de ser traducida á varias lenguas ex- tranjeras.

Cuando en Diciembre de aquel año, fué proclamado don Alfonso XII Rey de España, el Sr. Alarcon estaba escribien- do su renombrada novela El Escándalo, que terminó y pu- blicó en Junio de 1875, y que indudablemente ha sido la obra suya que mayor éxito ha alcanzado.

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Finalmente, el otoño del mismo año dio á la estampa una colección de escritos sueltos, en verso y prosa, titulada Amo- res y amónos, en que compiló el resto de sus trabajos duran- te el segundo período de su vida literaria, y con esto tornó á dejar el campo de las bellas letras para volver á los negocios públicos.

En Enero de 1875, á la raíz de la Restauración, habia sido nombrado Consejero de Estado, en cuyo puesto sigue to- davía.

En Octubre del mismo año se le concedió la Gran Cruz de Isabella Católica, á propuesta del Ministro de la Guerra, se- ñor Jovellar, quien refrendó una Real orden indicando al se- ñor Alarcon para aquella alta distinción honorífica por su li- bro titulado Diario de un testigo de la guerra de África, y por su campaña de soldado durante la misma.

En 1876 fué elegido Senador por la provincia de Granada, y en 1877 ha sido reelegido para el mismo cargo.

Pero de otra elección puede estar más ufano el amante de las letras, y es de la que recayó en su favor el i5 de Diciem- bre de 1875 para individuo de número de la Real Academia Española, casi por unanimidad de votos. El nuevo Académico tomó posesión de su cargo en Febrero de 1877, leyendo un discurso sobre La moral en el Arte, acerca del cual han estado escribiendo artículos y pronunciando discursos en pro ó en contra, durante el resto del año último, todos los perió- dicos y todos los oradores filosóficos y literarios de Madrid y de provincias y muchos de Francia, Italia. Alemania é Ingla- terra.

Confundiendo, por error ó por mala fe, las tendencias es- piritualistas y religiosas en abstracto de este discurso y de la novela El Escándalo con la predicaciones de una determi-

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nada escuela religioso-política, han tachado algunos mate- rialistas al Sr. Alarcon de haberse hecho ultramontano y partidario del oscurantismo, sin reparar en que, mientras publicaba aquellos trabajos, votaba de nuevo en el Senado la tolerancia religiosa.

Hace algún tiempo que los periódicos anuncian una novela titulada El Niño de la hola en que, según parece, fijará el se- ñor Alarcon de un modo terminante, y no sujeto á interpre- taciones interesadas, el verdadero sentido de sus últimas producciones. Lo necesario es que el Consejo y el Senado y las demás incumbencias políticas que han vuelto á alejar del campo de las letras al autor de El Escándalo, le permitan escribir su nueva obra, no comenzada todavía, según nuestros informes.

Echando ahora una mirada (para acabar esta biografía del propio modo que la terminaba el Sr. Calvo) á la vida íntima del Sr. Alarcon, diremos que ha tenido siete hijos, de los cuales le viven cuatro; que el amor de la familia es su único solaz y recreo, y que, á la edad de cuarenta y cinco años no cumplidos, sus ideas, sus aficiones, sus costumbres y su con- ducta en los palenques literario y político, son ya más las de un veterano que colgó sus armas, que las de un joven entu- siasta y ambicioso.

Enero de 1878.

DEDICATORIA

A MI MUJER.

Entre fugaces, improvisas fiestas, :cuán presto pasa el suspirado dia que bulliciosa turba en las florestas consagrara al amor y la alegría! ¡Cuan presto!... Ved. La tarde moribunda los párpados entorna en Occidente, é inadvertida oscuridad profunda sobrecoge al tropel indiferente... Melancólico al fin lejos resuena el toque de Oración, eco de un mundo que á Dios acude en su constante pena , y, tétrica y medrosa , la antes alegre turba bulliciosa regresa á sus hogares y al cotidiano afán de sus pesares.

¡Pasó, y no volverá! ¡Pasó aquel dia de vano aturdimiento y de locura que les dispuso en la floresta umbría el genio del amor y la hermosura! Helos tornar entre la sombra oscura.. i Feliz aquel que vuelve aprisionado en las redes de amor, y enamorada ve á la prenda querida que á su lado suspira por la luz de una mirada! Pero de tantas descuidadas risas, de la danza frenética y del canto , de los besos fiados á las brisas, ¿qué más le resta que mortal quebranto al que en su triste corazón vacío tan sólo escucha el gotear del llanto que lento infiltra el implacable hastío?

II.

Así tornaba yo de los pensiles de mis años floridos, contemplando cómo aquellos quiméricos abriles vinieron y se fueron tan callando. Soñando entré en mis años juveniles; soñando los pasé; salí soñando... y al despertar entonces me veía solo, en la noche de un soñado dia.

Detrás de mí, cerrada y misteriosa quedaba, ya distante, una arboleda, cuyas ramas mil veces cariñosa

meció para arrullarme el aura leda...

¡Era mi juventud!- Triste y oscura,

como negra alameda

plantada entre una y otra sepultura,

ya al lejos la enramada aparecía...

¡Allí quedaba la corriente pura

que bullir entre céspedes veía ;

allí la senda abierta entre las flores;

allí la sombra que gustar solía,

y el trino de los tiernos ruiseñores ,

que nunca más ¡ay triste! escucharía.

La edad cruel en tanto me empujaba por áridos senderos. ¿A dónde caminaba? ¡Sólo el recuerdo inútil me quedaba de mis años primeros !

¡El recuerdo no más!... ¡Oh vil memoria, cómplice fiera del ajeno olvido! ¿Qué me valía la pasada historia , si era ya el corazón desierto nido? ¿Quién habla de las aves pasajeras, que huyeron hacia nuevas primaveras, al árbol en que ayer su amor cantaron? ¡Qué valen á las áridas praderas las flores que sin fruto se secaron?

¡Fueron ¡ay! mis estériles venturas leves nubes del cielo, cuyas mudables tintas y figuras arrastra el aire en su callado vuelo!

Y mis ídolos fueron sueños mios,

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que yo, insensato, apellidé querubes; y, á merced de mis propios desvarios, mudaron nombre y forma y atavíos, como á merced del sol cambian las nubes.

Muerto en mi cielo el luminar del dia, borrados de mis sueños los antojos, huérfano el corazón , solo y sin guía , breñas y abismos viendo ante mis ojos , ¿cómo arrostrar la pedregosa vía , cubierta de malezas y de abrojos? ¿A qué existir? ¿A qué tan cruda guerra, si era un desierto para la tierra?

En la dorada copa de la vida, de grato néctar por el cielo henchida, no quedaba ya más que la hez amarga y el veneno fatal de la experiencia... ¿Qué hacer de mi existencia? ¿Vivir... para morir? ¡Inútil carga! ¿Padecer sin amor? ¡Atroz violencia! ¡Cáncer cuyos dolores nunca embarga el bálsamo eficaz de la paciencia!

III.

Imagínate agora, esposa mia, tú, á quien mi alma reverente canto en estos versos tímidos envía, que, en tanta soledad y duelo tanto, cuando más tenebroso mi camino era, y más triste mi ignorado llanto,

5 hubiese visto en el confin del cielo alzarse blanca, pura, misteriosa, la bienhechora luna tras un monte, esclareciendo con su faz radiosa la densa lobreguez de mi horizonte.

Imagínate el gozo con que viera inundarse de luz la ingente esfera, reaparecer el mundo ante mis ojos, y en medio de los ásperos abrojos serpentear la senda ya perdida-.., así como del alma agradecida la emoción y contento al verse acompañada y asistida de la casta deidad del firmamento...

Idólatra ó amante, fijos mis ojos en aquel semblante que una paz inmortal me prometía , hubiérale sin duda abierto el alma , diciéndole : (qPon fin á aquesta guerra, »y apártame por siempre de la tierra , )>tú que del cielo vives en la calma! », Llévame de este mundo y de esta vida >>á otro mundo mejor donde las flores í>no desparezcan en veloz huida nal soplo de los vientos bramadores! )) ¡Habíame de delicias inmortales; )>cuéntame las grandezas de esa altura ; »que vivos en mi alma los raudales )>aún están de la fe y de la ternura!»

Tal hubiérale dicho yo á la Diosa ,

6 al verla aparecer... Mas no era ella: no fué la luna la deidad radiosa que allí me apareció... ^¡Cuánto más bella, y candida, y piadosa, á mis ojos lució gentil doncella!... Pero mis labios sella ese rubor que en tu mejilla casta me ruega que no siga... No temas. Yo también ¡oh dulce amiga! tiemblo y bendigo y enmudezco... Basta.

IV.

Ni ¿á qué más? ¿Por ventura, al dedicarte estas desaliñadas poesías, faltas de inspiración, mofa del arte, cosecha ingrata de los tristes dias que viví sin amarte , fuera noble que gárrulas excusas te diese, como suelen los conversos, sobre la varia multitud de Musas que verás invocadas en mis versos?

No : ni fuera cortés (y lo pasado merece cuando menos cortesía) renegar á la postre de ese coro, ayer tan celebrado, que vaga entre una y otra poesía, ¡ni tu propio decoro semejante hecatombe aceptaría!

!Baste decir que para he reunido

7 estas que llamaré marchitas flores dispersas por el viento del olvido ^ y que en todas cantara tus amores, si primero te hubiera conocido!

LIBRO PRIMERO.

CANTOS Y CUENTOS.

EL SUSPIRO DEL MORO.*

CANTO ÉPICO.

Y el Santo de Israel abrió su mano, y los dejó, y cayó en despeñadero el carro y el caballo y caballero.

(Herrera.)

No la grandeza del empeño santo que eternizó en Granada la memoria de la ínclita Isabel: el duelo canto del Rey sin trono, sin hogar ni gloria, que, en vez de sangre, vergonzoso llanto vertió á la postre de su infanda historia: ¡llanto inmortal que los anales cierra de siete siglos de implacable guerra!

* Este Canto obtuvo la Medalla de oro, primer premio del Certamen celebrado por el Liceo de Gra- nada en 1867; y el Autor dedicó el Canto y el pre- mio á su hija Paulina.

42 Madre Afligida del Amor cristiano: la Musa que piedad me inspire para que enfrente del procaz pagano ni los de Dios ni mis agravios mire. Está vencido, llora, y es mi hermano, ¡haz que á su vez mi corazón suspire cuando él dirija su postrer mirada de eterno adiós á la gentil Granada!

Y que, errante, la infinita arena de los desiertos cruzas, los tesoros sin olvidar de esta región amena: ¡triste progenie de los reyes moros! deja que tu apenada cantilena salve del mar los ámbitos sonoros y preste al canto que mi voz te envia su lánguida, oriental melancolía.

Principiaba una fúlgida mañana, de esas que alegran el adusto invierno cual bellas hijas que en edad temprana la hiél endulzan del dolor paterno: del monte excelso la cabeza cana reflejaba del sol el rayo eterno, y en la atmósfera azul, diáfana y pura destacaba la nieve su blancura.

Por los barrancos de la ingente Sierra mil arroyuelos nítidos corrían, buscando el llano, en cuya arada tierra su caudal fecundante repartían: tranquilos ya, tras la finada guerra,

^3 los labradores á su afán volvían, y en medio de los densos olivares humeaban los rústicos hogares.

También las aves á sus dulces nidos y á la paz que perdieron retornaban; los rebaños, ayer despavoridos, otra vez por las cumbres asomaban; y cantos y rumores y balidos el aire placidísimo poblaban, cual si el pasado sanguinoso empeño hubiera sido imaginario sueño.

Esa mañana refulgente y grata, mientras el sol del aterido Enero rizados hilos de escarchada plata trocaba en perlas con su ardor primero, de Moros una espesa cabalgata, que el blanco lino y el bruñido acero igualaban á un bando de palomas, subía del Padul las mansas lomas.

Aquel cortejo, triste y misterioso de noche á Santafé dejado había, y cruzado la vega silencioso antes que el alba despertase al día; pero al salvar el punto montuoso á que llegaban cuando el sol salía, los Moros sus corceles refrenaron, y atrás la vista con afán tornaron.

Iba al frente de aquella comitiva

14 un joven de gallarda gentileza, cuyo boato y majestad esquiva indicios daban de imperial grandeza: su noble palidez, su frente altiva, sus negros ojos de ori-ental belleza, sus blancas tocas y su barba oscura completaban tan clásica figura.

Siempre á su lado, como fiel esposa, fijos en él los hechiceros ojos, cabalgaba una joven tan hermosa que á la candida luna diera enojos: de su semblante angelical la rosa y de sus labios los claveles rojos trocado habia pertinaz la pena en lirio mustio y pálida azucena.

Tras ella, blanco cual nevado armiño; hermoso, aunque tristísimo y doliente; único bien del paternal cariño; severo ya como león naciente, sobre negro corcel marchaba un niño, no llegado á la edad adolescente, pero que ya maldijo su hado insano, cautivo y solo en el Real cristiano.

Torvo el aspecto de su faz sombría, parda la tez y la cabeza cana, más lejos impertérrita venía una lujosa, gigantesca anciana: su viril ademan y la energía de su mirada fiera y soberana

15 descubrían en ella á la matrona digna del cetro y la imperial corona.

Dos príncipes, que el pálido semblante en su idéntico rostro reflejaban del Moro esquivo que subió delante, á la austera mujer acompañaban; y, en fin, tras estos, en tropel brillante, hasta cien caballeros galopaban, entre los cuales víanse mezclados palaciegos, visires y criados.

Desde el lugar en que parado hablan, á la vez abarcaba la mirada los rudos montes en que entrar debian y la extendida vega matizada. ¡Un paso más... y nunca ya verían el mágico horizonte de Granada! ¡Un paso más... y de su vista ansiosa desparecía la ciudad hermosa!

El Moro más altivo y arrogante se apartó de la inquieta muchedumbre, y silencioso, tétrico, anhelante, quedó como clavado en la alta cumbre. La horrible contracción de su semblante retrataba su negra pesadumbre; pero en su seno, comprimido el llanto, negaba alivio á su mortal quebranto.

Fijos los ojos, cual queriendo en ellos dejar grabados y por siempre vivos

16 de aquel paisaje los matices bellos; mudo, inmóvil, alzado en los estribos, el infeliz, del sol á los destellos, vio pasar los instantes fugitivos, sin poder separar la vista un punto de aquel sublime, sin igual conjunto.

¿Quién era? ¿Iba á morir? ¿Por qué tal duelo? ¿Por qué á su alrededor no resonaba ni una voz de esperanza ó de consuelo? ¿Por qué su esposa con rubor echaba sobre la casta faz el blanco velo? ¿Quién era el triste que tan solo estaba? ¿Qué maldición cayó sobre aquel hombre? ¿Cuál era su infortunio? ¿Cuál su nombre?

¡Era Boabdil!... Boabdil, el fruto airado de Muley desdeñoso y de Aixa fiera; el hijo por la madre aleccionado ■contra su padre y rey á alzar bandera; el ambicioso vil y desalmado, ladrón del solio á cuyo pié naciera, que al eco santo del paterno grito fué por su raza y por su Dios maldito!

¡Era Boabdil, cuya ominosa estrella costó á sus padres sempiterno lloro, rompió el encanto de la Alhambra bella y el fin atrajo del Imperio moro!... ¡Mísero rey, tras cuya infausta huella se hundió la tierra siempre, y llanto y oro y sangre y honras devoró el abismo,

17 hasta que al cabo sumergióse él mismo!

¡Era Boabdil, que con indigna mano dado las llaves de la Alhambra habia y su trono y su pueblo al rey cristiano!., ¡Era Boabdil, que desde allí veia tremolar en la Vela al castellano la Santa Cruz del Hijo de María! ¡Era Boabdil, que la postrer mirada dirigía por siempre á su Granada!

Érase la Ciudad cuyas ruinas, festoneadas de perpetuas rosas, aún alegran las aguas cristalinas que en sus cármenes entran bulliciosas: la Ciudad que las fieles golondrinas, como en tiempo mejor, buscan ansiosas, pidiendo á los palacios derruidos grata quietud para sus caros nidos.

Erase la Ciudad que despoblada hoy parece tal vez al que la mira de hierba y rotos mármoles sembrada, como Paesthum, Itálica ó Palmira: la Ciudad que, entre flores sepultada, aún al viajero admiración inspira, mientras sus muros de labrada piedra disputa el tiempo á la viciosa hiedra

¡Era Granada..., rica y prepotente, tal como fué... cuando Granada era! Llamábanla Damasco de Occidente,

18 de la grey de Ismael Roma altanera, de sus sabios Atenas floreciente, de las artes lujosa primavera, hija del Cielo, patria de las flores, edén de la hermosura y los amores.

Boabdil la contemplaba adormecida en los cárdenos montes del Oriente, de un alquicel blanquísimo vestida, y de bermejas torres la alta frente, cual de corona señorial, ceñida... ¡Allá quedaba lánguida, indolente, adúltera sultana, infiel esposa, mostrando al vencedor su risa hermosa!...

Y allá quedaban los amantes rios que plata y oro le tributan fieles; el Dáuro con sus cármenes umbríos, y el Genil con sus cálidos verjeles; del Albaicin los blancos caseríos, la Antequeruela oculta entre laureles, de la Alcazaba el recio baluarte, y la Alhambra gentil, sueño del arte!

¡La Alhambra! ¡regio edén , huerto florido mágico alcázar, que su planta moja del hondo Dáuro en el raudal temido, y cuyas torres de argamasa roja de las copas del bosque entretejido salir se ven entre la verde hoja y luego alzarse á la región del viento, como ideal, aéreo monumento! ...

i9 ¡Oh! ¡con cuánto pesar, con cuánta pena Boabdil aquel recinto miraría donde su infancia trascurrió serena y entró aclamado, victorioso un dia! Entonces ¡ay! desde su fuerte almena reinaba en la mitad de Andalucía... Ya... sólo le ofrecía el hado cierto un caballo... y la arena del desierto!

Luego miró la anchísima llanura... tapiz que bordan con vistosas tintas, ora las huertas de eternal verdura, ora las blancas y graciosas quintas, ya de extenso olivar la mancha oscura, ya de las aguas las fulgentes cintas , aquí las torres de apiñada aldea, allí el camino que tenaz serpea...

¡Cuadro grandioso, que mostraba unidos de tierra y cielo todos los favoresl... nieves eternas, árboles floridos, verdes campiñas, nubes de colores, un aire que arrobaba los sentidos, un firmamento azul y un sol de amores... ¡cuadro cuya magnífica hermosura de Boabdil puso el colmo á la amargura!

¡Triste Boabdil! ¡Cuanto á sus pies veía fué suyo, fué su vida, fué su encanto... ¡y nunca más á verlo tornaría!... ¡Nunca más!! Al pensarlo, fué ya tanto su dolor, y tan fiera su agonía,

5

20 que de sus ojos desbordóse el llanto , y, con acento fúnebre y rugiente , lanzó un suspiro que aterró á su gente...

¡Suspiro amargo, lúgubre, espantoso, que aún en Granada sin cesar resuena , turbando de los siglos el reposo y de la muerte la quietud serena! ¡Y repítelo el viento caloroso que raudo agita la africana arena!... ¡Y sonará implacable , tremebundo, mientras se acuerde de la Alhambra el mundo!

Aixa, entre tanto, la sublime altura de Mulhacen miraba con recelo... Allí..., al amparo de la nieve pura, en la sagrada vecindad del cielo, yacía en misteriosa sepultura Muley, su esposo, presenciando el duelo de la airada consorte y del mal hijo á quienes fiero al espirar maldijo!

Pero al ver la Sultana el triste llanto del Rey, que entre suspiros repetía : a¡Allah-Akbar!...^), tan íntimo quebranto, lejos de conmover su faz sombría , inflamóla de un fuego que dio espanto , y, mujer insensible, madre impía, cuanto patricia indómita y severa, dijo al débil Boabdil de esta manera :

<í¡Llora como mujer, desventurado,

21

la pérdida del reino que has debido

cual hombre defender! . . ¡Llora, menguadoln

Y, con brusco desden mal comprimido

(¡tal vez con hondo amor desesperado!),

apartóse del príncipe afligido,

y, mirando colérica á Granada,

huyó vencida, pero no domada.

Como el reo de muerte que á la vida y al sol y al cielo con afán profundo da el adiós de suprema despedida... así Boabdil, lanzado de aquel mundo en que dejaba su ilusión querida, i^; Adiós!!... ^"i dijo con aye moribundo, é inclinando la frente sobre el pecho, huyó también, en lágrimas deshecho...

Y, tras él, en confuso torbellino partieron todos; y del sol la lumbre vio, de polvo entre un ancho remolino, desbocada correr de cumbre en cumbre, huyendo de su lóbrego destino, á aquella fastuosa muchedumbre, á quien la desventura daba en arras un rincón en las agrias Alpujarras.

Pronto, como blanquísima paloma, mirábase á lo lejos de la Sierra á un jinete salvar la última loma... Era el fantasma triste de la guerra... Era el poder inicuo de Mahoma que abandonaba la española tierra...

22 ¡Era Boabdil, herido por el rayo que allá en Asturias fulminó Pelayo!

Otro dia... del mar sobre la espuma, sola cruzó desde Adra hasta Melilla rápida nave cual ligera pluma. Ganada, al cabo , la africana orilla, vióse á un Moro gentil, entre la bruma, doblar, al pisar tierra, la rodilla... ¡Era Boabdil, á quien su negro sino negó una tumba en suelo granadino!

Un dia, en fin, que el Déspota africano luchaba por salvar su poderío contra los dos Jarifes, un anciano lidió por él con temerario brío, hasta que, herido y sin aliento humano, se hundió en las olas de opulento rio... ¡Era Boabdil, á quien su suerte dura le negaba en la tierra sepultura!

23

AL OCÉANO ATLÁNTICO.

ODA.

¡Tú eres el mar sin término ni calma que en sus delirios concibió la mente! ¡tú eres el viejo Atlante poderoso, á cuya voz rugiente tiemblan los hemisferios! ¡tú eres el mar incógnito y profundo que dilata sus líquidos imperios de Norte á Sur, de un mundo al otro mundol

eres el mar de inmensa lontananza, patria sin fin del pensamiento solo; guardador de la América fragante y de los blancos témpanos del Polo. Tú, encadenado, intrépido gigante , sacudes en tu cárcel con fiereza de la tierra los ejes de diamante, y ardiendo escupes tu rabiosa baba en las rocas inmóviles y solas que la que ayer gimió tu humilde esclava

24 opone al tumbo de tus recias olas... O, rendido del áspero combate, en la arenosa playa te reclinas , y con desden y majestad te duermes del mundo que asolaste en las ruinas.

Yo contemplé aquel lago de esmeraldas,, aquel mar perezoso y cristalino que del Veleta las azules faldas plácido copia en éxtasis contino : ó al pié del Apenino sus olas vi tenderse lisonjeras, retratando en su espejo diamantino blancas ciudades, fértiles riberas. Desde el agua tranquila do la gentil Parthénope reposa, de Cariddis y Scila sentí á lo lejos la sañuda queja, y allá donde la aurora su nueva luz al despertar refleja, soñé las playas que el cristiano adora. La clara linfa en que Anfitrite baña su breve pié de nacarada espuma crucé también en mi ilusión divina, y acaso entre la niebla vespertina pensé mirar las islas de la Grecia cual bandada de cisnes adormidos, ó vi alzarse á Venecia de en medio las fatídicas lagunas, y más allá á la reina del Oriente, coronada la sien de Medias-lunas...

25 Mas ¡ay! aquel espejo trasparente de recuerdos de amor y de poesía ; estanque aprisionado, que el tridente de Sidon y Cartago prepotente puerto de sus empresas hizo un dia; del imperio latino en la porfía charco de sangre, que bastaba apenas á soportar las naves de oro y cautivos y soldados llenas ; aquel golfo, palenque de la historia, estrecho circo de la humana gloria, cerrado panteón, fosa colmada, no mitigó del alma arrebatada la devorante sed : no era el grandioso mar inconmensurable que prometía, con lejanos gritos, al afán del espíritu insaciable, páramos infinitos!... Opreso el corazón, yo lo veía ; y ver más anhelaba ; y agotarlo temía... ¡Del África feroz la costa brava imaginaba allá mi fantasía, y ¡ay! en la costa aquella, si no la vista, la ilusión se estrella!

¡Aquí nó¡ Melancólico y desierto, al horizonte llega tu oleaje, que sin recuerdos y sin nombre lanza su ronco aliento ó su clamor salvaje. Del Austro al Bóreas tu poder alcanza y desde Ocaso á Oriente :

26 ¡en se mira el sol desde que ardiente de tu puro zafir trémulo nace , hasta que mustio, tras el lento dia , vuelve á tus brazos y en tu seno yace!

¡Oh, sí: eres el mar... ¡tú solamente!- eres aquel Titán, pavor del Griego, que el globo trastornara en una hora cuando, selvas y cúspides talando, cruzó los valles con arrojo ciego de Galpe la corriente mugidora. eres la inundación y el diluvio ; el corazón del Orbe... Torrentes van á de cielo y tierra, y cielo y tierra tu ambición absorbe. Son tus arterias los cansados rios , tu vida el huracán, tu voz el trueno, y la luna tu amor... Tus fieros bríos calmas con verla, y al dormir sereno de la alta noche en la quietud tranquila , palpitante por ella el ancho seno , aún, como tigre que durmiendo acecha, revuelves en la sombra la pupila... Mas si ausente la lloras, ó, de nubes su faz velando, te la roba el cielo... ¡al cielo en busca de tu amada subes, gritos lanzando de furor y duelo! Tiembla espantado el suelo; rebrama el viento y resplandece el rayo en la noche sin fin ; de tu hondo seno , hinchado de sollozos, se levanta ebria y sañuda la pujante ola.

27 asordando el estrépito del trueno, hasta que al fin... en los espacios, sola reaparece la luna , y vuelves á dormir dulce y sereno como apacible, diáfana laguna. ¡ Ay de la nave en tanto 1 ¡ay del orgullo y de la altiva ciencia del mísero mortal!... ¡Como eco vano, se perderá en tu atroz omnipotencia todo el arrojo y el poder humanol

¡Infinito Océano! ¡Aniquilada cae mi lira en tu arena , y temblorosa tu inmensidad magnífica saluda! ¡Cuánto soñó mi alma la hora hermosa de contemplarte así, con pompa muda , adormido león, cansado atleta, grande cual nunca en tu imperial reposo, estrecha; con tus brazos de coloso la redondez ingente del planeta!

Hora es la tarde... Soñoliento y triste recuesta el sol en tu apacible seno la enrojecida frente fatigada... ¡Cuan amante y sereno bebes ¡oh mar! su lumbre regalada y en tus plácidas olas reverberas del Poniente las luces postrimeras! ¡Ay! tu augusto desierto sin medida infunde al alma mística ternura y vuelve al corazón la fe perdida! ;De Dios... del sumo Dios eres hechura!

28 y el espíritu audaz que me da vida, inmenso como tú, cual sin calma , ve á ese Dios en tu líquida llanura...; que eres tú, melancólico elemento, tal vez la imagen colosal del alma!

Cádiz.

29

A LA BANDERA

DEL BATALLÓN DE CIUDAD-RODRIGO. *

SONETO.

¡Sombra y honor bajo tus pliegues dame, noble enseña de Cristo y de Castilla! Tu ley, que juro, hincada la rodilla, en generoso ardor mi pecho inflame.

No más estérilmente se derrame mi vida en torpe amor y vil mancilla... ¡Roja está de la patria la mejilla!... ¡Despierte el corazón de su ocio infame!

De un naufragio entre lágrimas y errores salva mi fe, que combatida muere por enemigo viento y mar contrario...

el manto que envuelva mis dolores; mi tienda en el desierto; y si cayere en la revuelta lid..., ¡sé mi sudario!

Málaga, i85g.

* El autor escribió este soneto cuando sentó pla- 2a de soldado voluntario de la Guerra de África.

31

LA CITA SONADA.

NOVELA EN VERSO,

El año mil y más después de Cristo, cruzaba cierto monte un caballero solo y sin servidumbre, mas provisto de cuanto menester un pasajero: armas, caballo, el equipaje listo, juventud, buen humor, mucho dinero, vino para la sed, y para el hambre queso, pan, salazón y algún fiambre.

II.

Llegado á un chorro de agua cristalina, que entre adustos peñascos retozaba, donde la sombra de gigante encina fresca y verde la hierba conservaba.

32 sintió el joven que el aura matutina la gana de almorzar le despertaba, y, atando allí el caballo de la rienda, extendió sobre el césped la merienda.

III.

ir

Sentado también él en aquel suelo, al almuerzo principio dio en seguida, sin más compaña que el callado cielo y las propias memorias de su vida: ora bebiendo el agua como hielo de la pura corriente allí escondida, ora de la amplia bota de camino valientes tragos de bermejo vino.

IV.

El sol en tanto por la azul esfera su indiferente marcha proseguía, trocando la mañana placentera en sofocante, caloroso dia. A dormir convidaba la pradera, y el sueño al caminante acometía... Tendióse, pues, sobre la verde alfombra, y de la encina se durmió á la sombra.

V.

Dejémosle dormir; y, mientras duerme, y su espíritu vuela hacia otra zona (vendido allí dejando el cuerpo inerme,

33

como quien su bridón suelto abandona), la Musa de que suelo yo valerme noticias nos dará de esta persona, de su carácter, condición y estado, y de su calidad, por de contado.

VI.

Muy gallardo era el joven y arrogante; pero su juventud ya navegaba de la santa niñez algo distante: treinta años contarla: se llamaba don Luis de Peñaflor y de Escalante, y era marqués de Agron y la Alcazaba, huérfano, rico, militar, soltero, pródigo, enamorado y pendenciero.

VII.

Y, pues la Musa todo lo adivina, digamos además que su viaje era en busca de Inés la campesina, hermosa como un sol, Venus salvaje, que ovejas guarda en la heredad vecina, y que, merced á indigno corretaje, aquella noche, al precio de vil oro, iba á venderle su mejor tesoro.

VIII.

Admirado el Marqués su rostro habia cierta mañana que con mucha gente

34 cruzaba el monte en son de cacería: madre venal v astuto confidente ejercieron la infame tercería: pagado estaba el crimen previamente: la cita,., era de Inés en la cabana: la hora... al ponerse el sol tras la montaña.

IX.

Tiempo al joven quedábale sobrado para dormir seis horas que quisiera y llegar al paraje concertado antes que el sol sus rayos escondiera. A pierna suelta, pues, y sin cuidado siguió durmiendo la mañana entera, del agua esquiva al pertinaz murmullo y de aves mil entre el amante arrullo.

Y (cosa natural en casos tales), en tanto que el corcel, atado á un leño, se comia unos rústicos fresales, el alma del Marqués, firme en su empeño, perseguía sus propios ideales á las crines asida de un ensueño, y, al hecho anticipándose, gozaba la dulce realidad que codiciaba.

XI.

Soñó, sí, que de Inés, puesta de hinojos,

35 los pudibundos ruegos desoía, y que él, audaz, sonrojos á sonrojos con mano y labio ardientes anadia: que el puro llanto de hechiceros ojos con sed amante y sin piedad bebia, y tesoros de rústica inocencia eran rico botin de la violencia.

XII.

Que Inés, por el rubor aconsejada, luchó hasta el fin, mas resistir no pudo; pues del amor, cuando el amante agrada, la sencillez es cómplice, no escudo: y que, á fuer de sencilla, enamorada al cabo Inés de su enemigo rudo, pagábale su audacia y sus excesos con dulces nombres y sabrosos besos.

XIII.

Y Don Luis, de su sueño en la ventura, (que á tanto la ilusión de un sueño lleva) pensaba que una candida hermosura tan cabal, tan magnífica y tan nueva, sólo Adán, del edén en la espesura, pudo encontrar al encontrar á Eva; pues Inés era un cielo de delicias, hecho para el amor y las' caricias.

36 XIV.

Con esto se volvió del otro lado y cesaron un punto sus gemidos, quedando como muerto ó desmayado, el pulso y la color desfallecidos. Pero en el golfo de mayor cuidado ya zozobrantes ánimo y sentidos, gritos de horror y espanto lanzó al viento, que no amorosos ayes de contento.

XV.

Soñado habia que de Inés la afrenta el cielo pregonó dándole un hijo, y que el padre de Inés pidió á Inés cuenta, é Inés el nombre del Marqués le dijo. Y que el viejo, en su cólera violenta, cien veces al Marqués é Inés maldijo, y que, al morir de pena, en la agonía aquellas maldiciones repetia!

XVI.

También soñó que Inés, llevando en brazos un infante que de él la imagen era, rogábale por Dios que en santos lazos los lazos naturales convirtiera: y que él de su castillo á latigazos los expulsó á los dos como una fiera, y ella, feroz también con tal ejemplo.

37 al niño expuso en el compás de un templo.

XVII.

Y que el niño fué hombre, y ¡caso extraño! siempre el Marqués al lejos lo veia, sin poder advertirle ningún daño, ni salvarlo en los riesgos que corria... Que dado al juego, al robo y al engaño el mancebo salió; por lo que un dia subió al cadalso y á la plebe dijo: ¡Maldito el padre que abandona d un hijo!

XVIÍI.

Soñó además D. Luis que Inés, en tanto, por la codicia maternal ganada, á honrado esposo en matrimonio santo infiel se unió sin revelarle nada: mas que éste un dia con furor y espanto llegó á saber la liviandad pasada; ahorcó á Inés y á su madre, y en seguida, colgado entre ambas, se quitó la vida.

XIX.

Y, en fin, soñó que de estos cuatro ahorcados oscilaban sobre él los cuerpos muertos, con los trios cabellos erizados y los ojos sin luz, turbios y abiertos; y, cual remordimientos de pecados, le golpeaban con sus remos yertos,

38 gritándole, colgados de la encina; ¡Anda á buscar a Inés la campesina!

XX.

Aterrado, convulso, delirante, púsose en pié... Despierto aun no se hallaba; pero oia, veia... y, anhelante, los siniestros cadáveres buscaba... Y vio un dia sereno y rutilante, un cielo azul, el agua que jugaba, y en la encina inocentes pajarillos que entonaban sus cánticos sencillos.

XXI.

El corcel, medio oculto en la espesura, al verlo alzarse, relinchó gozoso, fiel compañero en más de una aventura, de seguir el viaje ya ganoso. Llegó el Marqués; ciñóle la montura; lo agasajó con golpe cariñoso; " cogió la crin, y, alzando la rodilla, pisó el estribo y se montó en la silla.

XXII.

Y, fuera que á su alma aquel ensueño diese aviso y lección con sus horrores, ó que el sopor, cual plácido beleño, templara de su sangre los ardores, el caso es que Don Luis cejó en su empeño,

39 y que, á Inés renunciando y sus favores, en lugar de seguir aquel camino, retrocedió, y se fué por donde vino.

XXIÍÍ.

Se fué, sí: y á la tarde, en su vivienda, (al ver ponerse el sol tras la montaña, como rey que encerrábase en su tienda á descansar de un dia de campaña), miró á lo lejos la amarilla senda que llevaba de Inés á la cabana... y lágrimas sus ojos derramaron, que Dios y Lucifer se disputaron.

1876.

Ai

LA CAZA DEL SAURIO.

SONETO.

Del agrio risco solitaria dueña, la diestra armada del arpón luciente , ved á la hermosa indiana adolescente tendida al borde de tajada breña.

La verdosa cerviz no bien enseña cauteloso lagarto, diligente le asesta el golpe, y, trémula, lo siente forcejear, clavado ya en la peña.

Del monstruo herido, que tenaz porfía, tiembla entonces la pérfida agresora, y bárbara acelera su agonía...

Remátalo por fin ; pero en mal hoí& ; que, al ver el cuadro de su hazaña impía, tiembla de nuevo, se arrepiente... y llora,

43

ACHORBY,

POETA MARROQ.UÍ.

I.

Me preguntas quién soy ¡oh Mahometano! y me cuentas que heredero eres de aquellos Moros que en el suelo hispano alzaron á su dios y á sus mujere's de la Alhambra el alcázar sobrehumano.

Me preguntas quién soy. . . y, en tanto, lloras, diciéndote extranjero y peregrino en esta casa, do naciste y moras, y me anuncias que al suelo granadino volverán otra vez las gentes moras...

II.

Yo no ya quién soy ¡oh Mahometano! yo vi la luz donde morir quieres ; yo soñé con tu raza en suelo hispano,

44 y hoy, que piso á mi vez suelo africano, pienso que soy... el mismo que eres!

Extranjero en el África lloras... Yo he llorado en España peregrino; y hoy, huésped de la casa donde moras, pienso mirar el suelo granadino habitado otra vez por gentes moras.

Tetuan 1860.

A FRAY LUIS DE LEÓN

AL INAUGURARSE SU ESTATUA EN SALAMANCA,

ii¡ Gloria! ^> las arpas, los salterios (c¡ gloria! y> resuenen por doquier... ¡Ved al poeta surgir triunfante, coronado atleta, del seno de la noche mortuoria! ¡El esl Un sueño de dolor han sido trescientos años de pasada historia... La tumba en pedestal se ha convertido , y el pedestal en cátedra... ¡Silencio I ¡León, libre otra vez, como algún dia, sube al alzado puesto... mira al concurso con afable calma... la multitud lo aclama como entonce... y, con acento que percibe el alma, i^Deciamos ayen^... prorumpe el bronce!

¡Él es, que torna á la vital arena, no ya del fondo de prisión impía , mas de los reinos de la muerte oscura

46 rota mostrando al mundo su cadena , íntegra y salva su doctrina pura!

¡Él es!... el docto, el inspirado, el tierno, seráfico agustino... el poeta divino

que, en coloquios de amor con el Eterno , cantó la ansiada libertad del alma y de caducos bienes el olvido, cual ruiseñor que en la solemne calma de la Noche serena, de amor enloquecido, entona apasionada cantilena, única voz del mundo adormecido!

Jubilosa Natura ya reconoce á su cantor amado... á aquel que blandamente recostado cabe la linfa áe. fontana pura, las horas descuidado pasaba, ni envidioso ni envidiado. Y ufano el sol, estática la luna, las flores de placer ruborizadas, trémulo el bosque, y locas de alegría las aves en sus copas anidadas, saludan á porfía la noble Efigie del ilustre vate, cuando en el alto pedestal descuella, del tiempo á resistir el fiero embate , como la roca en que la mar se estrella.

Gozoso en tanto el pueblo salmantino con aplausos y vítores aclama

47 el triunfo nuevo y la perpetua tama del cristiano David, segundo Aquino. Y el raudal cristalino del viejo Tórmes , que los patrios lares besó de tanto ingenio peregrino, Kc¡Loor al Maestro que cantó á mi orilla: y> murmura al alejarse hacia los mares. <(¡Loor á Fray Luis! y) resuena por Castilla. i(¡Vttor.h) responden de la mar las olas, al recibir el Tórmes con el Duero , y n; vítor !y> claman en el mundo entero cuantas naciones fueron españ'olas.

¡Noble ciudad, Atenas castellana, Salamanca inmortal, aula del mundo! Oye también mis plácemes , y acoge en tan dichoso , memorable dia , (sin ver la ruda mano que las coge) las flores que á León Granada envía.

Hijas son de sus. cármenes frondosos, y de mi amor y mi entusiasmo prenda ; y entre ellas van, como mejor ofrenda, y obsequio digno del hispano estro, las que rindió al altísimo Maestro la musa del Genil (i), cuando, inspirada, hízole aparecer joven y amante sobre la corva escena, al compás del aplauso resonante ,

(i) Alude al drama titulado Fray Luis de León, escrito por el poeta granadino D. José de Castro y Orozco, marqués de Gerona.

1

galardón de tan ínclita faena.

Y ellas también le llevan, cual rocío, en sus trémulos cálices guardado, al par que el llanto mió, las lágrimas de amor y de contento del pueblo que debióle tanta gloria (i) y donde tiene su inmortal memoria en cada corazón un monumento!

Granada, 1868.

(i) Hasta hace poco's años se ha estado en la creencia, bajo la fe de insignes escritores, de que Fray Luis de León era hijo de Granada. Hoy se sabe ya de un modo indudable que nació en Belmonte.

49

CUENTO MORO.

(en un álbum.)

Hurí de cabellos de oro: dícenme que quieres que te cuente un cuento moro. Uno que es un tesoro, y me lo contó Benzú.

En África se lo oí, de Abbás en el campamento: óyelo, preciada hurí; que es un peregrino cuento el cuento que dice así:

Muy diestro en tañer la lira ser pudo el esclavo Hassan; pero no al poner la mira en la princesa Zelmira, hija del viejo Sultán.

so

Del atrevido cantor ni aun sospechaba el amor la altiva infanta moruna, como no sabe la luna que la adora el ruiseñor.

Ni el triste en su loco afán soñó nunca mejor suerte; pues, de revelarlo Hassan, la hija del viejo Sultán pagárale con la muerte.

Y morir, para el cantor, era asesinar su amor... ¡era no ver á Zelmira con el éxtasis que mira

á la luna el ruiseñor!

Y así la miraba él, rebozado en su alquizel, cuando, las noches de luna, paseaba en su verjel

la altiva infanta moruna.

Pero al cabo sucedió lo que suceder debia (estuviera escrito ó no): Zelmira se enamoró y se casó el mejor dia.

Se casó con Aliatar, tan príncipe como ella,

5i poderoso en tierra y mar.... y fué cosa singular la boda de la doncella.

Sabedora allí Zelmira del ingenio del cantor, díjole: u Tañe la lira, y canta el ardiente amor que el fiero Aliatar me inspira. »

Hassan maldijo su estrella; sintió mortal agonía á la voz de la doncella; y, encarándose con ella, armado de una gumía:

i^; Antes (dijo) que cantar la ventura de Aliatar, cúmplase mi negra suerte! . . . )i Y arrojó la lira al mar, y él mismo se dio la muerte.

Tal fué el caso que Benzú me contó en Guad-el-Gelú, y que yo te cuento á tí, * ya que quieres saber lo que pasa por allí.

1877.

■v^

UNA FLOR xMENOS.

Á la orilla de un plácido arroyuelo, que en sus cristales nítidos retrata el verde margen y el tranquilo cielo... lengua armoniosa de fulgente plata, que siempre está contando sin recelo de aquella soledad la vida grata, cierta noche clarísima y serena nació una melancólica azucena.

Esto pasó en Abril. El sol de Maro miróla ya, formada y entreabierta, beber ansiosa el matutino rayo, cual alma joven que al amor despierta.. Y ya las brisas, con falaz desmayo, de su fragancia virgen, leve, incierta,

54 los primeros efluvios le robaban., que con frias lisonjas le pagaban.

En Junio... la magníñca azucena, sultana favorita entre las flores, gala y encanto de la orilla amena, hechizo de los céfiros traidores, ya prodigaba, de ufanía llena, al aire... sus balsámicos olores, su candidez... al sol, su risa... al cielo, y su imagen... al lúbrico arroyuelo.

Y, en pago, la besaba el sol ardiente; suspirando halagábala la brisa; requiebros le decia la corriente que á sus pies deslizábase sumisa; las aves la cantaban tiernamente, y aplacíase el cielo en su sonrisa...: mas la luna (tal vez po'r experiencia) velaba sin sosiego su inocencia.

Una tarde de Julio, en que su velo el crepúsculo al cabo recogía, sin que por ello levantase el vuelo el aura que en los árboles dormia; al extinguirse en el confin del cielo la postrimera claridad del dia, dobló la flor su frente nacarada, pensando... ¿en qué? Seguramente en nada.

Y no porque era flor: que una doncella tampoco suele meditar gran cosa

cuando está enamorada y es muy bella. Dobló, pues, la cerviz la flor hermosa, y durmió ó no durmió... jSábelo ella! Yo diré que yacia silenciosa, cuando, poco después de media noche, se vio á lo lejos asomar un coche.

Era el carro de plata de la Luna, que aparecía entonces por Oriente, como hermosa duquesa que á la una regresa del teatro muellemente. Un trovador (acaso sin fortuna) alzó en esto su cántico doliente... ¡Era aquel ruiseñor que siempre canta cuando la tarda luna se levanta!

¡Noche temible! Suspiraba el viento. Hablaba el cielo amor... Besos de llama se enviaban allá en el firmamento las remotas estrellas... No habia rama, ni flor, ni ser, ni piedra, ni elemento, madriguera, cubil, nido ni cama que amor... eterno amor no respirase, amando cada cual según su clase.

¡Cómo temblaba la azucena pura! Su lánguida cabeza reclinaba sobre un lirio de espléndida blancura. El aura leve apenas les tocaba... La luna, deteniéndose en la altura, besos de claridad les enviaba, y el ruiseñor trinando les decia:

56 ((¡Amad... amad... que aun falta mucho al dia!»

jNoche estrellada; bendecida hora; lágrimas que envidioso el firmamento sobre esas flores que se abrazan llora; exhalaciones que cruzáis el viento; espíritus que el céfiro atesora; calor, perfume, plática ó aliento que de esos blancos lirios se desprende... misterios de su amor... ¿quién os comprende?

Al otro dia... Agosto principiaba!! Amaneció. Y el sol (que de las flores á castigar los vicios empezaba, fulminando sus rayos destructores sobre todas aquellas que encontraba faltas de sueño y pálidas de amores) vio mustia y ojerosa á la azucena, y de un flechazo la tendió en la arena.

¡Mísera flor! ¡cuan breve fué su historia! ¡Y cuan pronto olvidada! Ni la luna, ni el sol, ni el viento guardan su memoria... Pero, en verdad, razón no encuentro alguna para que guarden tan común historia... Si ayer murió una flor, ó más de una, hoy los prados de flores están llenos... ¿Que importa una flor más ó una flor menos?

Que fué muy bella... porque Dios la hizo... Gloria es esa de Dios; pero no de ella. Que amó, y un lirio le robó su hechizo...-

57 Esto es frecuente en la que nace bella. Que el sol, celoso, entonces la deshizo... ¡Muera así toda impúdica doncella! Que el lirio QsXápor otra moribundo... Y que haya un pillo más ¿qué importa al mundo?

o9

UN MORISCO DE AHORA.

SONETO.

Insomne y soñoliento ; con bufanda (recuerdo del turbante) en el estío; ajeno su magnánimo desvío del siglo á la ruidosa propaganda ;

adversario pasivo del que manda y absoluto señor de su albedrío; Sultán, en fin, sin éxtasis ni hastío de las mozuelas con que á vueltas anda...

Tal, en Madrid, el último almohade pasa por el rosario de la vida horas indiferentes grano á grano...

¿Qué quiere?— Nada quiere. Sólo añade tinieblas á una crónica perdida, oculto bajo un nombre castellano. 1864.

SI

EL día de ano viejo.

«Año nuevo» ¡qué sandez! hoy pregona el añalejo, sin ver que es un año viejo que va a servir otra vez. (En 1 86 1.)

Año... ¡te vas, y me dejas! ¡Y sois treinta los ingratos! id con Dios, perdidos ratos, que no os seguirán mis quejas. ¡Oh, tú, de mis moralejas lector! oye lo que digo: el tiempo es un mal amigo... pero no riñas con él ; que manda el Dios de Israel perdonar al enemigo.

; Treinta j- uno de Diciembre: ... ¡Suma equivalente á cero para aquel que cada Enero locas esperanzas siembre! Mas para quien no remembre,

62 como no remembro yo, ni el Enero que pasó, ni haber sembrado en tal fecha esa falta de cosecha no es una pérdida, nó.

Que al alma ya prevé nida, al alma experimentada no puede importarle nada el déficit de la vida. Si el amor va de corrida, también va la juventud : la ilusión y la salud se pierden á un tiempo mismo, y en el final cataclismo sobrenada el ataúd.

Padres, amigos y amadas... ¡cuan aprisa de os vais! Mas, por mucho que corráis, yo sigo vuestras pisadas. Dentro de pocas jornadas de fijo os alcanzaré... ¿A qué, pues, llorar? ¿á qué? ¡Llorara si no supiera que en esta mortal carrera ninguno se queda á pié!

¡Oh, cuan turbia y funeral á mis ojos luciría la clara antorcha del dia, si me volviese inmortal!

tía

¿En dónde una pena igual á pensar en tanto muerto, y no ver en el desierto de la fatigosa vida ni descanso , ni salida , ni luz, ni arrimo, ni puerto?

¿Q.ué hacer, qué creer, qué amar en otras generaciones? Las perdidas ilusiones, ¿en quién ni en dónde encontrar? ¿Cómo volver á probar la juvenil embriaguez, si sólo queda la hez en la copa, un tiempo llena, de una vida... sólo buena para vivida una vez?

¡Misericordioso Dios! Nos cupo una suerte amarga... pero ni fija, ni larga, en que, velados los dos, corre el bien del mal en pos, la flor tapa los abrojos, la fe endulza los enojos, la duda engaña al deseo... y morimos, como reo á quien le vendan los ojos.

¡Pena cruel! ¡suerte horrenda fuera desandar lo andado, después de haber apartado

64 de nuestros ojos la venda! Los abismos de la senda viéramos ya por doquier; tras el amor... la mujer; detrás del amigo... el hombre; cada cosa tras su nombre, y el tedio tras el placer!

No viéramos, como veo al través de treinta años de felices desengaños, purificarse el deseo de todo vil devaneo, fundirse el torpe metal del ídolo terrenal, descorrerse el infinito... y á Dios mirar de hito en hito el espíritu inmortal.

¡Adelante! ¡No temer! Quédense en buen hora atrás apariencias que jamás debimos apetecer. ¡Adelante... y no caer en tanto que estemos vivos! Que, pues los hados esquivos no son, por fortuna, eternos, lo primero es mantenernos derechos en los estribos. 1863-1864.

()■;

PROMESA DE UNA SANTA.

SONETO.

Estoy, Señor, de tan desprendida, y de toda afición tan apartada, que, por el don que os intereso, nada sacrificar pudiera agradecida.

Voto os hiciera de dejar la vida, si antes no fuese vuestra, y tan cuitada, que, al perderla, creyérame premiada con no vivir y verme á Vos unida.

Mas, pues no hay meritorio sacrificio en quien vive sin dichas, yo os ofrezco, si volvéis la salud al moribundo,

ceñirme la existencia cual cilicio, codiciar una vida que aborrezco, abrazarme á la cruz de aqueste mundo!

67

EL SECRETO

«/Fo no quiero morirme! ^>

dice la niña, tendiendo hacia su madre

dos manecitas

calenturientas, cual dos blancos jazmines

que el viento seca...

Un silencio de muerte la madre guarda...

¡Ayl si hablara, vertiera ■■ mares de lágrimas! Besa á su hija;

y aun le fingen sus labio: una sonrisa.

Del cuello de la madre la hija se cuelga,

68 y, pegada á su oido, pálida y trémula, con sordo acento, dícele horrorizada:

ccQre un sea^eto.

¿Sabes por qué á morirme . - le temo tanto?—

Porque luego me llevan, toda de blanco, al cementerio...

¡y de verme allí sola va a darme miedo!))

i^jHija de mis entrañas!

(grita la madre) Dios querrá que me vivas, y, aunque te mate,

descuida, hermosa; que til en el cementerio

no estarás sola . ^>

69

CAMINO DEL CIELO

La madre está de pechos á la ventana, viendo caer la nieve muda y pausada.

Todo blanquea; cabanas y rediles, campos y breñas.

No teme que á la cuna del tierno niño lleve cuajados copos el viento frió...

¡Ay, pobre madre! Aquella cuna encierra sólo un cadáver.

70

Por eso miran tanto sus ojos fijos de la nieve y el viento los remolinos...

Por eso exclama con doloridos ayes: —^(¡Hijo del alma!y>

(i¿Por qué no murió un dia de Primavera, como flor que á los cielos vuelve su esencia?

¡Ay, cuántos pájaros fueran con él golosos aleteando!^-»

ii¡Oh! ¡pero en esta tarde, solo y sin guia, luchando con las nubes y la ventisca,

mi pobre ángel irá muerto de frió por esos aires! )^

74

GLORIA.

Díme: ¿porqué suspiras, bendita madre, cuando de regocijo tiemblan los aires?

Di: ¿por qué lloras? ;No oyes que las campanas tocan á gloria?

¡Oh! dejadme que llore. Dejad que muera... ;A1 hijo de mi vida ya se lo llevanl

¿No veis mi duelo? ¿No oís que las campanas tocan d muerto?

VI

Tu pobre niño enfermo triste gemia ayer entre tus brazos, madre bendita...

Y hoy ya no llora... ¡Hoy por él las campanas tocan á glorial

¡Ah! sí... su alma de ángel allá me espera... Pero su cuerpo hermoso cubren de tierra...

Ya no lo veo... ¡Para él tocan á gloi^ial ¡Para á miie?^to!

73

EL AMANECER

(Crescendo)

Blando céfiro mueve sus alas empapadas de fresco rocío... De la noche el silencio sombrío algún ave se atreve á turbar. Las estrellas, cual sueños, se borran. Sólo brilla magnífica una... ¡Es el astro del alba! La luna ya desciende, durmiéndose, ^1 mar.

Amanece: en la raya del cielo tenue brilla una cinta de plata, que, deshecha en flotante escarlata, esclarece la bóveda azul: y montañas, y selvas, y rios, y del campo la espléndida alfombra roto el negro capuz de la sombra, visten nieblas de candido tul.

74 ;Es de dia! Los pájaros todos lo saludan con arpa sonora, y arboledas y cúspides dora el intenso, lejano arrebol. El Oriente se incendia en colores, los colores en vivida lumbre... y por cima del áspera cumbre sale el disco inflamado del sol!

A MI HIJA

EN SUS días

SONETO.

Por la primera vez hoy es tu dia... ¡Ven á mi corazón, prenda adorada... orgullo de la esposa más amada, vida de mis entrañas, hija mia!

¿Qué te dirá de un padre la ufanía? ;qué te dirá tu madre embelesada, sino verter del alma enajenada lágrimas de cariño y de alegría?

Delicia de los dos... ¡bendita seas! ¡Bendita seas de la Virgen pura que ampara con su manto nuestro nido!-

Y allá en los años en que no nos veas^ ¡Dios te tanto bien, tanta ventura, como con nacer nos has traido! 1868.

77

AL RECIBIR MI RETRATO.

(Pintado por mi amigo el Sr.D. Ignacio Suarez Llanos.)

Al verte ¡oh grave pintural entrar en mis lares hoy con mi edad y mi figura, no qué vaga tristura siento al deciri-^ai Así soy.^>

Tal vez pienso que mañana, cuando de mi edad lozana rastros queden sólo en tí, dirá mi vejez ufana á mis hijos: (c¡Asífiií!^>

Tal vez pienso que algún dia (cuando Dios llamarme quiera) buscará tu compañía esta dulce esposa mia, para decir: <(¡Así era!^^

78 Tal vez pienso que quizá, al cabo de muchos años, nadie te conocerá, y un extraño á otros extraños dirá al verte:— u¿Qw/ew serd?^)

Y que, al comprarte, atraido por lo antiguo de tu traje ó por tu buen colorido, les dirá: ((¡Este personaje no debe haber existidofy»

79

EL MONT-BLANC.

¡Heme al ñn en la cumbre soberana!... - Nieves... horror... espanto por do quiera. ¡Pavorosa región! ¡Sólo la humana temeridad á hollarla se atreviera!

Aquí enmudece hasta la voz del viento. Inmenso mar parece el horizonte... única playa el alto firmamento... anclada nave el solitario monte.

¡Nada en torno de mí!... ¡Todo á mis plantasl- Oscuros bosques, relucientes rios, lagos, campiñas, páramos, gargantas... ¡Europa entera yace á los pies mios!

¡Y cuan pequeña la terrestre vida; cuan relegado el humanal imperio se ve desde estos hielos donde anida el Monte-Blanco, el rev del hemisferio!

80 De aquí tiende su cetro sobre el mundo. El Danubio opulento, el anchuroso, el luengo Rhin y el Ródano profundo hijos son de los hijos del Coloso.

Debajo de él... los Alpes se eslabonan como escabeles de su trono inmenso: debajo de él... las nubes se amontonan cual humo leve de quemado incienso.

¡Sobre él... los cielos nada más! La tarde lo envidia al verlo de fulgor ceñido... Llega la noche, y aún su frente arde con reflejos de un sol por siempre hundido.

I

Allá turnan con raudo movimiento una y otra estación... Ll permanece mudo, inmóvil, estéril. ;Monumento de la implacable eternidad parece!

Ni el oso atroz ni el traicionero lobo huellan jamás su excelsitud nevada... Huérfano vive del palor del globo... ¡En él principia el reino de la nada!

Por eso, en medio de su horror profundo, ufano aquí mi corazón palpita... •Aquí, solo con Dios..., fuera del mundo! ¡solo, bajo la bóveda infinitai

;Y qué suave, deleitosa calma brinda á mi pecho esta región inerte!.

81 Así concibe fatigada el alma el tardo bien de la benigna muerte.

¡Morir aquíl De los poblados valles no retornar á la angustiosa vida: no escuchar más los lastimeros ayes de la cuitada humanidad caida:

desparecer, huyendo de la tierra desde esta cima que se acerca al cielo: por siempre desertar de aquella guerra, ie eterna libertad tendiendo el vuelo...

Tal ansia acude al corazón llagado, al mirarte ¡oh Mont-Blanc! erguir la frente iobre un mísero mundo atribulado I;: por el cierzo, y el rayo, y el torrente.

¡Tú nada temes! De tu imperio yerto sólo Dios es señor, fuerza y medida: ¡como el ancho Océano y el Desierto, vives sólo de tu propia vida!

La tierra acaba en tu glacial palacio; tuya es la azul inmensidad aérea: ves más luz, más astros, más espacio... •parte eres ya de la mansión etérea!

¡Adiosi Retorno al mundo... Acaso un dia ya de la Tierra el corazón no lata, y sobre su haz inanimada y fria tiendas tu manto de luciente plata...

82 Será entonces tu reino silencioso cuanto hoy circunda y cubre el Océano. ¡Adiós!... Impera en tanto desdeñoso sobre la insania del orgullo humano! Chamounix. 1860.

S8

VENECIA.

[Lloras..., mísera reina destronada! ¡Lloras, y, al rayo de la triste luna, se desliza tu góndola enlutada, como negro ataúd, por la laguna!

¿A vas, infeliz? ¿Por qué recorres silenciosa los lúgubres canales, y al pié te paras de las altas torres y de las viejas casas señoriales?

¿Por qué sollozas al pasar al lado de la' antigua Pia\^etta, y mayor duelo sientes al distinguir el León alado que audaz parece remontarse al cielo?

Del Palacio Ducal ¿por qué la vista apartas con recóndita tristeza, si cada piedra te habla de un artista ó te dice de un héroe la grandeza?

84 ¿Por qué, al mirar la cúpula eminente de la insigne Basílica, suspiras, si tus empresas por el rico Oriente en sus contornos reflejadas miras?

¿Por qué ocultas la faz entre las manos al ver de I Frari el templo luctuoso, de tantos ilustres venecianos vela la Gloria el funeral reposo?

¡Llora, sí, llora! Tu dolor es justo... Libre fuiste, y te ves humilde sierva; fuiste señora, y tu blasón augusto te arrebató la usurpación proterva.

jLlora tu agravio y tu dolor extremos, pues vencida te ves y anciana y sola, sin que al compás te cante de los remos el gondolero amante barcarola!

¡Ya no alegran vistosas mascaradas el Gran Canal, bogando en raudos giros, ni resuenan lascivas carcajadas bajo el Puente fatal de los Suspiros!

¡Ya no es tu Puerto el renombrado emporio que el mundo entero á enriquecer venía; ni ya celebra regio desposorio lu Dux potente con la Mar bravia!

¡Ya no despides desde el yermo Lido la Cruzada que parte en tus galeras.

8S ni en el atrio del Templo bendecido üu regreso triunfal gozosa esperas!

¡Llora, sí, llora, mísera viuda!... El mar perdió tu anillo soberano, y solitaria te quedaste y muda, Á merced del cruelísimo tirano.

¡Llora por tus calados monumentos, que en las aguas reflejan sus ruina¿, como sombras que bajan de los viento^ á sumirse en las ondas cristalinas!

Llora, evocando la memoria grata de tanto amor y plácidos festejos como estas olas de movible plata miraron de esa luna á los reflejos.

Gloria, riqueza, libertad y trono perdiste, y extranjeros te desdoran... ¡Haces bien en llorar tanto abandono'.. Pero tus hijos, reina, ¿por qué lloran?

¿Por qué, cruzadas las inermes manos, van á gemir á tu materno seno? Si hombres son y nacieron Venecianos, ¿por qué demandan patrocinio ajeno?

¿Qué libertad es esa que mendigan? ¿Cómo invocarla entre gemidos osan? ¡Menguados! ¡Morid antes que os maldigan los que en las urnas de San Juan reposan!

86 De pueblos cien feroces y aguerridos fueron vuestros abuelos opresores... :y viviréis vosotros oprimidos! ¡y pavor os pondrán vuestros señores!

¡Despertad, vive Dios! ¡La dura lanza empuñen esas manos suplicantes! ¡Id, si no á la victoria, á la matanza!... ^Qué os importa el morir, si matáis antes?

¿Sois pocos? ¡Por el cielo! ¿Cuántas vidas tiene cada mortal? ¿Cuántos alientos? ¡Sois pocos! ¡Los Trescientos de Leónidas no eran más, y murieron los trescientos!!

¡No hay libertad sin el honor! Un dia la ley del Auxiliar truécase en yugo, y su altiva, forzosa compañía mancha más que la mano del verdugo.

Venecia esclava, en el humano seno, si no entusiasmo, compasión despierta.. ¡Venecia libre con auxilio ajeno, será la tumba de una raza muerta!

Venecia.— 1860.

Hl

ROMA

SONETO.

* ;Sólo por dos veces el imperio, oh Roma, has ejercido en las edades! :Sólo de dos ínclitas ciudades envuelves en la púrpura el misterio!

Dos veces asombrado el hemisferio contempló tu grandeza ó tus maldades, según fueron del orbe potestades León ó Borgia, César ó Tiberio.

De Persépolis, Nínive y Cartago no queda más que fúnebres ruinas, cálida arena y solitarias palmas:

y tú, inmortal en medio del estrago, al perecer las águilas latinas, conquistaste el imperio de las almas! Roma. 1860.

89

DESDE EL VESUBIO.

; A dónde voy? ¡ Ay triste ! . . Ya me aterra aquesta agitación, aqueste anhelo... ¿Qué busco en las entrañas de la tierra? ^iQué busqué ayer en la región del cielo?

Ayer mis pasos la nevada cumbre profanaban del candido Mont-Blanc . . . ¡Hoy huellan de los cráteres la lumbre sobre la rota frente del volcan!

Ayer... doquiera paz y hielo eterno^ sepulcral inacción, silencio mudo... ¡Hoy... el fragor y el fuego del infierno y los bramidos del Titán sañudo!

Allí... la muerte con su faz helada, con su santa quietud y su dulzura... Aquí... la vida con su voz airada, la pasión con su horrible calentura!

90 Y aquí y allí... pavor, misterio ignoto., la misma pena, igual devastación!.. Dejé la Nada, y hallo el Terremoto... ¡Allí el no ser; aquí la destrucción!

¿A dónde voy? ¡Ay triste! ;Ya me aterra el temerario afán de aqueste anhelo! ¿Por qué febril me alejo de la tierra? ¿Qué busco en los abismos ó en el cielo?

Ñapóles.— 1861.

91

A POMPEYA.

Dies iros.

Cuando amanezca el iracundo dia que en la mente de Dios leyó el Profeta, y, al agrio son de la tinal trompeta, abandone de Adam la raza impía

ora el sosiego de la huesa fria, ora los lares de la vida inquieta, y. pase el Juicio extremo, y del planeta quede la extensa faz muda y vacía,

no será tan horrendo y pavoroso encontrar por doquier huellas del hombre y ni un hombre en campiñas ni en ciudades^

como hoy verte, sin vida ni reposo, desierta y mancillada por tu nombre, expiar ¡oh Pompeya! tus maldades.

Ponpeya. 1861.

93

A ALFONSO XII

¡Alfonso! ¡Hijo de España! ¡llega! ¡mira: ¡contempla el haz de tu nativo suelo! ¡Doquier devastación y sangre y duelo, frutos de la soberbia y la mentira!

Cundieron los incendios de la ira de América al Pirene en raudo vuelo, y, escándalo del mundo, horror del Cielo, arde la Patria cual inmensa pira.

¡Oh! llega, nuevo Alfonso, y á tu nombre cesen los odios en que hierve España... ¡Sé de amor y de justicia prenda;

soldado y rey que al universo asombre; rayo en la lid contra invasión extraña; iris de paz en la civil contienda! Enero de rSyS.

95

EN EL MULADAR.

SONETO.

Mendigo: tu blasfemia me estremece... Deja que olvide á Dios el venturoso; pero tu labio hambriento y asqueroso con renovada fe bendiga y rece.

Todo, menos su Dios, le pertenece al opulento, sano y poderoso, y el pobre, miserable y haraposo, de todo, excepto de su Dios, carece.

Dios es al cabo el único enemigo del vano, del audaz, del sibarita, y la sola esperanza, el solo amigo

de quien llora, padece y necesita... ¡Sin Dios, el universo se anonada! ¡Sin Dios, el rico es Dios, y el pobre nada! 1 855.

97

DIOS

¡Dios de los mundos! ¿cómo no cantarte, si llena está mi alma de tu nombre? ¡Dios de la eternidad! ¿cómo nombrarte, cómo cantar tu gloria podrá el hombre?

¡Oh sumo Dios! El alma que me dist^j ni callar ni cantar tu nombre osa... ¡Sólo sabe ofrecerte el llanto triste que de este pobre corazón rebosa!

¡Llanto de amor, que en su amargura encierra á la vez la desdicha y el consuelo! ¡Inmenso amor, sin Término en la tierra, que, ansioso de su Bien, aspira al cielo! 1867.

LIBRO

LOS AMORES

10

I

101

LAS NUBES.

;Dó están agora aquellos claros ojoí

;Dó está la blanca mano delicada?

En la fria, desierta y dura tierra. (GarcilaSo.)

¡Qué bellas sois, oh nubes del apacible otoñol ¡Qué leves vuestras alas de púrpura y de orol ¡Oh dulces compañeras del triste que va solo por los desiertos campos llorando sus enojos! ;Por qué cruzáis vosotras espacios luminosos en tanto que la tierra cansado yo recorro?

402 ¡Qué gratos son al alma los tintes melancólicos con que veíais del dia los últimos sollozos! ¡Qué amigo es de mis penas aquese cielo lóbrego cuyos fulgores miro borrarse poco á poco! ¡Así vi yo eclipsarse la luz de aquellos ojos que heló ya para siempre la muerte con su soplo!

¡Fugaces viajeras! imagen vuestra somos los míseros mortales... ¡Así vamos nosotros en alas de los vientos á un ñn seguro y próximo, la nada único origen, la muerte único polo!... ¡Así se desvanecen, tras un término corto, los fáciles engaííos de nuestros sueños locos!

¡Morir! ¡dulce esperanza! ¡deleite misterioso!... ¡Morir! ¡único puerto del mar en que zozobro! ¡Predestinado instante de recobrar el trono

lUH que el alma echa de méw entre el humano lodol ¡De libertad y dicha hora que espero ansioso para volar al lado de la que muerta adorol

¡Oh plácido consuelo! Tal es, tal es el solo que réstale á mi espíritu en este valle hondo, donde mi ausente amiga dejóme en abandono, sin más que sus recuerdos, sin más que mis enojos! Llevadme ¡oh, sí! llevadme nubes de fuego y ópalo; llevadme en vuestras alas al mundo por que lloro!

De la terrestre atmósfera desparezcamos pronto, cual disipada esencia que huyó del frágil pomo: crucemos por el éter, cual raudo meteoro; dejemos á los astros girar del mundo en torno: lleguemos al Empíreo, y ante el Divino Solio postrémonos, deshechos en lágrimas de gozo!—

104

Mas ¡ay!... la negra noche borró vuestros contornos... ¡También me abandonáis á solas con mi lloro! ¡Ya habéis desparecido cual sueño vagaroso... cual aves pasajeras... cual desparece todo! ¡Oh nubes disipadas del apacible otoño, llevad mis pensamientos á la que muerta adoro! Guadix, i853.

105

HISTORIA INVEROSÍMIL

Leves los años pasarán, Marquesa .. ¡Vaya si pasarán!... ¡Pasaron tantosl Fria ceniza, pálida pavesa pronto serán del alma los encantos: las alegrías, llantos; los palacios, ruinas; fétido polvo los soberbios reyes; momias las madres, tias las sobrinas y Licenciados los que estudian Leyes!

Tal es, Marquesa, de la triste vida la suerte universal... Tal es, Marquesa, la vida del amor...; y convencida vas á quedar de que tu suerte es esa.

Para tamaña empresa, no haré mención de históricas verdades, llenas de natural filosofía...: que, en asuntos de amor y de poesía, se prueba mucho más con falsedades.

m

Con falsedades probaré la nada

de todo humano afecto; y un apólogo

te dirá, inocentísima coqueta,

que Dios es Dios, Mahoma su profeta,

y el amor humo vano. Fin del prólogo

Amaba una laguna á la inocente luna: el astro aparecia, y el agua sonreia: y la luz y la onda se besaban; y la onda en la luz se embebecía, y unidas á la orilla caminaban.

Al despuntar la aurora se iba la luna, y el amante lago, gimiendo hora tras hora, alzaba al cielo su sollozo vago, ó ronco y turbulento lanzaba gritos de dolor al viento.

En coloquios de amor, plácidamente, pasó el cuarto creciente, ó la luna de miel, que alguien diria; pero llegó el menguante, y la luna inconstante... (perdona si la ofendo, prenda mia) rayaba en el Oriente, cada vez más hermosa y trasparente... •ay, sí; pero más tarde cada dia!

Y era que la paloma del misterio (como dijera en tiempo de mis tios algún poeta melenudo y serio) se habia aficionado á otro hemisferio

107 rico en lagunas, abundante en rios. Y allí, jugueteando, sus luces en mil aguas repartia, lisonjeros cristales contemplando, y á veces perezosa se dormía de arroyo adulador al eco blando... Et cest poiir que el argentado coch< de la mudable ninfa, llegaba al margen de la inquieta linfa más tarde cada noche.

Cruel he sido acaso, cruel y hasta indiscreto, dicho sea de paso,

de una deidad contándote el secreto. Pero sabe que yo v la blanca luna {la blanca luna x yo fuera más culto) tenemos muchas cuentas atrasadas, pues su luz apacible y amorosa me ha jugado también malas pasadas , como suele decirse... hablando en prosa. ■Tiernas memorias y rencor oculto despiertan en mi pecho sus miradas, y el recuerdo insepulto evocan de venturas malogradas!

;La lunal ¡Cuántas veces mi deseo aduló lisonjera,

ungiendo al alma en dulce devaneo dichas que huyeron cual fugaz quimera. ;0h, cuántas, cuántas alumbró tranquila mi plácida ilusión, rielando ardiente de una mujer amante en la pupila,

408 y después, con qué muda indiferencia alumbró su callada sepultura, dejándome á la luna de Valencia!

(Hermosa, ten paciencia, si por hablar de mí, dejé mi historia; pero mi pobre y destemplada lira tan pronto toca á muerto como a gloria; ora rie, ora canta, ora suspira; y, como digo en la dedicatoria, suspiro, risa y canto son mentira.)

Con que vuelvo á mi cuento.

El astro macilento aún acudia á sus amantes citas; ¡ay! pero cada noche eran más tarde, y, por tanto, más cortas sus visitas. (¡Aprended, señoritas!)

Ya al sombrío oleaje no alcanzaban sus candidos reflejos: sólo la fimbria de nevado encaje de su púdica veste veíase á lo lejos en el confín de la región celeste.

¡Ay soñados amores! ¡ay cuitada laguna!

Así, flotando en duda y esperanza, pasó una noche y otra: llegó una que no vio fulgurar en lontananza la pura faz de la menguada luna, y, en noche oscura, lóbregas las olas, velaron tristes con su pena á solas ,

I

109 uNadie muere de amores...» dicen de nuestro siglo los doctores. Mas, cuando bien se quiere, muere el alma de amor, ó el amor muere; ;y debe ser incómodo, por cierto, llevar siempre en el alma un amor muerto!-

El tiempo— ave sin nombre, que huye espantada al respirar el hombre (tal diria un cantor grandilocuente), con su presencia impía hizo llorar tres veces á la aurora... (¡oh pájaro inclementel), y otras tres apagó la luz del dia.

Era esa dulce, bendecida hora, que presagia el ocaso de la vida, en que muere la flor, el cielo llora, y se queja la selva estremecida... La hora de los recuerdos inmortales, de los vagos anhelos inflnitos, en que se alzan, cual ecos funerales, de las ruinas del alma extraños gritos...

Era la tarde, en fin. La luna nueva brilló en el cielo, y los amantes ojos dirigió á la laguna; mas sólo un valle de aridez y abrojos encontró en su lusar la nueva luna...

'&•■

El lago abandonado, á fuerza de llorar... se habia secadol

111

UNA NINA MENOS

A la vuelta de las viñas, de las viñas de mi pueblo, Dolores se quedó atrás, sola con sus pensamientos.

Delante iban mis hermanas cantando, hablando, riendo...: y yo me acerqué á Dolores V la contemplé en silencio.

No era ya la alegre niña que me despidió con besos, y que en mis brazos durmióse, fatigada de sus juegos...

Triste y muda la encontraba, bajaba sus ojos negros... y respeto me infundía su voluptuoso cuerpo.

112

Juntos por los olivares caminamos mucho tiempo: la soledad nos cercaba... y la tarde iba cayendo.

(üDolores (le dije entonces): ¿Cuántos añostienes?y) « Tengo (me respondió avergonzada) die!{y seis años y medio. ^^

Y volvimos á callar, y salió el primer lucero, y el canto de mis hermanas sonaba lejos, muy lejos.

Dolores lloró mi ausencia... y quiso á otros hombres luego. Después estuvo casada... Hoy me aseguran que ha muerto.

¡Recuerdo cuando me dijo: w me miraste el primero, V desde aquella mirada existió una niña ménos!^^ Madrid, 1864.

li:s

SUEÑOS DE SUEÑOS.

Vine á verte, y dormías; y dormías tan muda y mansamente, que una rosa cerrada parecías.

Era la siesta. La morisca fuente, sola en el patio, conturbaba apenas la quietud de las anchas galerías de fresca sombra y de silencio llenas. Las aves en sus jaulas; el ambiente, embargado entre opacas celosías; el perro fiel y el gato negligente reposaban también... Calma y pereza era todo en redor... Tan sólo el vuelo del zumbador insecto recordaba que el sol, en tanto, vivido lanzaba mares de lumbre desde el alto cíelo!

114

He dicho que dormías; y dormías tan muda y mansamente, que una rosa celerada parecías.

Dormías... , y, aunque amante desdeñado, próximo alguna vez á aborrecerte, te admiré en aquel sueño sosegado... ¡sin desear que fuera el de la muerte! Quizás más bien compadecí tu suerte, y perdón te pedí de mis antojos... c(¿Por qué (dije), por qué tan perseguida? ¿Culpa es acaso de su mansa vida inspirarme este amor que le da enojos? ¿Obra fué de sus ojos, ó de los mios fatal herida? ¡Obra mía no más! Yo soy el reo... Ella bajó la vista por no verme... Ella torna la faz cuando la veo... ¡Duerme, pues, duerme; pobrecita, duerme, que, diga lo que quiera deseo, obligación no tienes de quererme!»

En esto un aye leve y fugitivo lanzaste al modo de suspiro tierno, y parecióme que tu pecho esquivo, candido y frío como helado invierno, se entreabría al cariñoso rayo que en fijaban mis am^antes ojos, como su cáliz de matices rojos entreabre una rosa al sol de Mayo.

Lo que quiere decir que, aunque dormías:

445 dormías tan turbada y tiernamente, que una rosa entreabierta parecías.

¿Qué soñabas?— ¡Lo vi!... De mis pesares al cabo condolida, imaginabas de pasión y gloria la que te ofrezco venturosa vida. Suspensa, enternecida, amorosa... (perdóname), soñabas estar en brazos del amor prendida... y de temor y gratitud llorabas, y mi nombre, gimiendo, pronunciabas. ¡Ay! aquel dulce, generoso llanto cayó en mi corazón como el rocío sobre el árida arena del desierto... ¡Nunca te he amado tanto! ¡Yo por aquellas lágrimas, bien mío, mil veces con placer hubiera muertol Por poco te despierto.

Perdónale este agravio á tu propia locura, y perdóname á si tal ventura se atreve á pronunciar trémulo el labio.. Pero lo vi... Mi espíritu sin calma era ya de tu espíritu un reflejo... Toda tu alma se asomó á mi alma, y en ella vióse como en claro espejo. ¡Oh delicia cruel! Tu pecho ardía en este amor que siempre desdeñaste... Me nombrabas... llorabas... eras mía... ¡y á sola el ensueño te fingía

44

Id6 las dichas que despierta me negaste!. ¡Burla fué del destino aquel falso espectáculo halagüeño!.. - No, pues, se ofenda tu pudor divino. ¡Yo que todo sueño es desatino, y el tuyo no pasó de ser un sueño!..

Pero ello es que dormias; y dormias tan dulce y blandamente, que ya una rosa abierta parecías.

La monótona fuente, única voz de la callada siesta, murmurando seguia su cantiga modesta, y, del toldo á la sombra, con mil líquidas perlas recamaba del verde césped la mullida alfombra.

Retratarte olvidaba. Sobre un sofá dormias: una mano suave apoyo á tu cabeza daba, y el otro brazo lánguido colgaba, envidia siendo del cincel pagano. Vestías una bata de verano. Sobre tu frente pálida y serena la aureola de oro de un ángel tu cabello parecía: tus mejillas de rosa y azucena aún ostentaban del reciente lloro dos perlas que la aurora envidiaría, y el candido tesoro

117 de tu inocencia púdica, que, aleve, indiscreto cendal diera al olvido, como palomas que el amor conmueve, palpitaba al compás incierto y breve de tu dichoso corazón dormido. Tus puros labios, de caricias nido; tus dientes, gotas límpidas de hielo; tu lindo pié, soltando inadvertido el árabe chapin de terciopelo; todo era bello y tentador... , y todo me enajenó de modo... que hubiera dado por tu amor la vida, aun no siendo mi vida tan cuitada... ¡Ay! ¡tú, prenda adorada, no te has visto dormida!

¡Nunca tan hechicera me pareció tu angélica hermosura! ¡nunca tan noble y celestial!.. Y era que el amor le prestaba su dulzura... •era que amabas por la vez primera!

Y ya eran frutos las que fueron flores: ó bien de nuestro amor nuevos cariños brotaban cual capullos seductores: ó, por mejor decir, nuestros amores se convertían en alegres niños...

Y á todo esto dormías; y dormías tan quieta y hondamente, que una rosa marchita parecías.

-148 Tal soñaste..., y, en tanto, la tarde deslizándose habia ido por la triste pendiente de la sombra, el silencio y el olvido. Y su velo tupido tendia ya la noche; y el ambiente agitaba sus alas bienhechoras... mientras que murmuraba más sonoras sus quejas melancólicas la fuente.

Entonces desperté. Ya era de día. Tu sueño recordé... Mas ¿dónde estabas? ¿dónde, mi bien, que ya no te veia? ¡Ay , desdichado! / Yo era el que dormía^ y yo era el que soñaba que soñabas!! 1859.

149

BALADA.

De rodillas en la tumba, en la tumba de mi padre, amor eterno hoy me juraste...

Si al juramento un dia faltas, cobarde, te lo ruego, amor mió, ino pases por la tumba de mi padre!

i±i

profecía.

«Los bellos dias de Aranjuez pasaron.

(SCHILLER.)

Noches vendrán cuya quietud grandiosa no turbaremos ya... ¡Noches de olvido! Sólo la blanca Luna silenciosa sabrá lo que yo siento y has sentido. Y al ver mi nombre en funeraria losa, y en otra ¡ay Dios! tu nombre fementido, nadie sospechará que aquel finado vivió de aquella muerta enamorado.

Pero la luna, al reflejar su rayo de nuestras tumbas en el mármol frió, las tardes ¡ay! recordará de Mayo en que tu nombre, unido con el mió.

122 extendieron con plácido desmayo las brisas por las márgenes de un rio... Y la Luna dirá: «Jóvenes fueron: «él la amó demasiado..., y se murieron.» 1861.

123

POR VIA DE EPITALAMIO

Por un puñado de oro..., como á vil esclavo un moro, cual Judas al Redentor... ¡oh, tú, la sola que adoro, me has vendido y á mi amor!

Mi amor y yo no lo niegues- éramos tuyos... Mas él hará que en oro te anegues con tal de que nos entregues... ¡y nos entregas, infiel!

¡Por tan mezquino tesoro nos das á mi amor y á mí! . . ¡á mí, que tanto te adoro, que todo un mundo de oro hubiera dado por tí!

124 ¡Quiera Dios que rica seas cual no fué ningún mortal...: que oro por doquiera veas... y todo lo que poseas se trueque en áureo metal!

Y que yo arrastre una vida miserable y escondida; que de hambre y dolor suspire ¡y que, en todo lo que mire, tu imagen halle esculpida!

Que el pan que de puerta en puerta logre tras ruegos prolijos, en tu sombra se convierta..., y, en cambio, tengan tus hijos de oro el alma.., ^dura y yerta!

Que si algún dia los ves reverentes á tus pies, comprendas en el momento, que los llevó el fingimiento en alas del interés...

Y que, por verlos amantes, de perlas y de brillantes les den tus manos un rio... ¡y no resulten bastantes para vencer su desvío!

Que entonces logres llorar, y no acudan á tu lloro...

i

425 íy suspires al mirar que son para tu pesar insensibles como el oro!

Que, cuanto más los quieras, menos hagan por pagarte, y, en tus horas postrimeras, pidan á Dios que te mueras, impacientes de heredarte.

Y que, al mirarlos así, pienses entonces en mí, que de balde te quería..., y oigas decir: <í]Todavta. todavía piensa en tí!»

i863.

4S7

FRANCESCA E PAOLO

I.

Vestida de luto, Francesca de Rímini preside el funesto banquete nupcial. ¡Amores de Italial Vestido de púrpura, su esposo la mira y halaga el puñal.

iFatídica boda! Francesca está pálida...; que tiempo ala guerra partióse un doncel... y acaso se amaban, y es virgen y adúltera,.. y, más que en su esposo, pensando está en él!

II.

Vestida de gala, Francesca de Rímini preside otra fiesta dichosa y fatal. De plácidas bodas ¿por qué el velo cíñese, si está allí su esposo, ceñido el puñal?

128 Su esposo, el deforme LanciottodeRávena, celebra la vuelta del noble doncel. Paolo se llama, y hermano es del Príncipe.. ¡Su hermano..., y Francesca suspira por él!

III.

Vestida de blanco, Francesca de Rímini de un túmulo ocupa la cama ducal, y vese al vislumbre de fúnebres lámparas clavada en su pecho la cruz de un puñal.

¡Amores de Italia! Al pié de aquel túmulo reposa el cadáver del noble doncel, sin hierro en la herida...; que el Tigre deRávenciy primero que el de ella, pasó el pecho de él! 1864.

Ii9

DEVOLVIÉNDOLE SU ÁLBUM,

SIN HABER ESCRITO EN EL.

¡Me pones en las manos la dorada cítara del amor, mujer impía! ¿Por qué, por qué de un alma resignada buscas la dolorosa melodía?

¿Por qué quieres oir lo que no ignoras, si yo no te pregunto lo que sé? ¿Por qué la herida hurgar que á todas horas mana sangre... y que siempre te oculté?

¡Ay! de tu amor la ráfaga postrera aún en mi muerto corazón fulgura, como flor que renace en primavera sobre una abandonada sepultura...

jSí! pérfida... te adoro todavía, y misma... misma desechar no habrás podido aquel.amor que un dia no supiste en tus lágrimas ahogar.

430 ¡Sí! nos amamos...; que tu acción infame matar pudo la dicha, no el amor, y, aunque necio rival suya te llame, no eres más que mia y del dolor!

Deja, pues, deja al corazón herido que á solas viva con su bien soñado... ¡Así jamás lo llorará perdido, si bien jamás lo gozará logrado! 1864.

ni

NUEVOS DATOS

PARA LA HISTORIA DE UNOS AMORES CÉLEBRES.

Lucía era tiple, y Edgardo tenor: lo cual ignoraba Sir Walter Scott.

42

133

AL VOLVER UNA ESQUINA,

DRAMA EN UN ACTO.

¿Tienes el alma, niña,

como la cara? Yo, señor caballero,

no tengo alma. (La Policía interrumpe el diálogo.)

i 35

ESSE, FUISSE, FORE...

(IMPROVISACIÓN EN UNA ORGÍA.)

Momentos tiene la vida en que el alma nos ahoga, y en que la razón, vencida, por los espacios perdida, náufraga, demente boga...

Momentos en que sentimos ansias que no comprendemos, penas que nunca sufrimos, recuerdos que no tenemos de dichas que no tuvimos.

En tan inmensa ilusión, mundos extraños divisa la inquieta imaginación... ¡trípode es el corazón y el alma la pitonisa!

436

Y unos seres ignorados, muertos ó que no han nacido, nos hablan de hechos soñados, por la esperanza forjados,

ó envueltos en el olvido.

Y esos hechos singulares y esos semblantes ignotos nos parecen familiares, como recuerdos remotos de desconocidos lares...

Imágenes son quizá de un ayer que el hombre vio, ó un mañana que verá; de. otra vida que pasó ú otra vida que vendrá.

Y, de una y otra manera, son la negación patente de esta vida pasajera; de este soñdiáo presente que al par recuerda y espera.

¡La negación de este ser que por lo que fué se afana ó por lo que habrá de ser.. . ; triste hoy, que anhela el mañana para trocarlo en ayer!

¡Dadme vino: ¡dadme sueño! ¡dadme muerte! ¡dadme olvido!

437 ¡Cese ya este loco empeño en que el hombre nunca es dueño ¿qI presente apetecido!

¡O dadme vida mejor, en que, clavada la rueda del tiempo devastador, gozar sin recelo pueda eternidades de amorl

¡Dadme esa vida que veo al través de aquesta vida!... ¡Dadme esa vida en que creo. . . ; esa vida que deseo como una gloria perdida;

¡Dadme la vida inmortal! . . . y, si esto es mucho pedir, prosiga la bacanal... y en este frágil cristal escanciadme el porvenir!

139

ADIÓS AL VINO

No más, no más en piélagos de vino sepultaré, insensato, mis dolores, velando con quiméricos vapores de la razón el resplandor divino.

No más, hurtando el rostro á mi destino, pediré á la locura sus favores, ni, ceñido de pámpanos y flores, dormiré de la muerte en el camino.

Arrepentido estoy de haber hollado, vate indigno, con planta entorpecida, el laurel inmortal y el áurea ropa...

¡Néctar fatal, licor envenenado, acepta, al recibir mi despedida, el brindis postrimer... ¡Llenad mi copa.'

\u

SINFONÍA.

Tiene los ojos negros.

ojos de luto... ¡Mi corazón lo lleva

desde que es suyo!

443

AMOR IMPOSIBLE.

¡Qué gozosa mañana! ;cuán alegre el sol triunfante elévase al cénit! No hay en el ancho espacio ni una nube. ¡y en nuestras almas sí!

Fúndese el hielo, resplandece el aire, brillan los campos á la luz del sol... Todo rie en los cielos y en la tierra... ly nuestras almas nó!

Vendrá la Primavera, y sus halagos no negará á los bosques ni al pensil, ni á las aves, ni al aura, ni á las flores, ¡y á nuestras almas sí!

Todos los seres que el amor inspira, libres y ufanos gozarán su amor... Todos colmado mirarán su anhelo... ¡y nuestras almas nó!

NUNCA SOLOS!

El y Ella (únicos nombres que pueden darse ella y él cuando piensan uno en otro- lo que á todas horas es)...,

años que, desde el alba hasta el tardo oscurecer (hora mística y solemne en que saben que se ven),

ajenos de los humanos al loco y vano tropel, en ocio mortal sumidos y desdeñosa mudez,

las lentas horas del dia cuentan con ansia cruel, « Vendrm meditando ella, y él repitiéndose: «iré.»

i46 Y años que cada noche juntos al cabo se ven (sentados entre otras gentes, que, alrededor de un quinqué,

no se aburren..., porque nunca vieron su vida cual es, y estorbando ajenas dichas cumplen su sino tal vez),

sin lograr los dos amantes contemplarse á su placer, ni cruzar otra palabra que algún hipócrita <msted.y)

Nadie su secreto sabe... Nadie lo debe saber... ¡Ellos mismos no han podido pruebas darse de su fe!

¡Nunca están solos! Sus almas jamás templaron la sed que sienten de confundirse en un beso de embriaguez.

Siempre se ven rodeados por aquel mundo cruel, que los separa, y envuelve de la rutina en la red,

frustrando todas sus dichas, y malogrando su bien.

147 cual triste viento de otoño seca el florido verjel.

Siempre se vieron así, y siempre así se han de ver, sin probar de sus amores otra cosa que la hiél;

sin exhalar un suspiro, ni una lágrima verter; tristes, mudos, aterrados, como reos ante un juez.

Hora tras hora así pasan tan sólo en verlas correr, y en escuchar los latidos de sus pechos, á los que

responde una vieja péndola colgada en una pared, diciendo: (i Se irá la noche co7no el diaya se fué;

y hoy sois tan desventurados como lo fuisteis ayer, cotno lo seréis mañana, y siempre, siempre tal ve:{l

Y llega la media noche; y termina la soirée; y ii;adios!}) le dice él á ella, ((¡adiós!)) le dice ella á él...

Í3

14K Y ya no vuelven á verse hasta que, el dia después, reemplaza á la luz del sol la triste luz del quinqué.

149

TÁNTALO.

¡Cuándo, mi dulce bien, podremos vernos -n mis pupilas tú, yo en tus pupilas, V ahogar suspiros con suspiros tiernos, y en amorosas pláticas tranquilas pasar instantes de ilusión eternos:

iCuándo seremos libres cual las aves, libres como los cétiros suaves, como las amapolas en los trigos, sin que tutores ni parientes graves nos acechen cual ñeros enemigos!

¡Cuándo vendrán los bonancibles dias y las de amor y paz noches serenas, en que, unidas tus manos y las mias, para colmo de halladas alegrías, conmemoremos las antiguas penas!

150 i Ahí ¡nunca! que el destino en sus rigores me condenó de Tántalo al tormento, y he de ver de tus ojos los favores, sin que jamás mi corazón sediento goce el vedado bien de tus amores.

151

COPLAS.

Sale el sol, y no te veo... Ocúltase, y no te he visto... Si á esto remedio le llamas, yo prefiero el daño mismo.

Me dices que no te vea, para que olvide tu amor:.. ;Ay! los que pierden la vista sólo piensan en el sol.

Sirviérame de consuelo saber, cuando estoy ausente, que el no verme te dolia tanto como á no verte.

152 Antes que me lo dijeras, conocí que me querías; y siempre que te dejaba, iijme quiere! y) diciendo iba.

Nunca olvidaré el instante en que, con los labios secos, pálida como una muerta, me dijiste: «S/; te quiero.)) .

No me engañaste al decirme que á mi amor correspondías.. ¡Nadie miente por lograr una corona de espinas!

¡Ojalá no me quisieras!... que lo peor del infierno no es abrasarse en sus llamas, sino saber que hay un cielo.

De tanto fiero tormento el que no puedo sufrir es saber que algunas noches llorarás pensando en mí.

/Ojalá hubiera ignorado que es mió tu corazón! ¡Los ciegos de nacimiento no echan de menos el sol!

Si Dios pusiera en mi mano olvidarte y ser feliz,

i53 te juro que prefiriera padecer pensando en tí.

Pensando en se me olvidan gloria, fortuna, ambición... Por lo desprecio todo... ¿Quién tan rico como yo?

Nunca nos hemos besado, y los dos tenemos boca, y me quieres y te quiero, y nos hemos visto á solas.

Díme: ;qué piensas hacer de la vida que nos resta? ¿Hernos de estar siempre así? No me lo digas: no mientas.

Si es que piensas olvidarme, no lo pienses; que te engañas. Se olvida lo que se tuvo; pero nunca una esperanza.

Para no amarnos es tarde: para olvidarnos temprano. Tuyo seré y serás mia. . . Yo no cómo ni cuándo.

154

El dia que te cases y no te cases conmigo, ¡qué lástima le tendrá el Amor á tu marido!

455

A UN ECO.

(madrigal.)

Eco de estas montañas, que sonoro mis suspiros repites á los cielos: SI entre las quejas de mi amargo lloro decir me oyeres: (.(Florida, te adoro... ¡calla por Dios, ó moriré de celos' i856.

157

LA víspera.

(.(Hasta mañana . « a Júralo . y) «Lo juro.r> ¡Tal fué tu juramento! nHasta maftana.^^ repetí yo temblando, hermosa mía.

Y, con la vista en el Oriente oscuro, la noche lenta paso en mi ventana, esperando la luz del nuevo dia.

ISO

AYER TARDE.

Los álamos de aquel parque perderán todas sus hojas, y huirán á lejanas tierras las aves que en ellos moran...

La escarcha secará el prado que te vio conmigo á solas, y un uadios^) dará el Otoño á sus flores melancólicas...

La llama del sol amigo que iluminó aquellas horas, mañana verá el invierno trocada en fúnebre antorcha...

Se borrarán en la arena tus breves huellas ¡oh diosa! que yo seguí hasta encontrarte del bosque en la oscura fronda..

160

Y la blanca nieve intacta cubrirá la dura roca

en que amantes nos sentamos desperarla luna hermosa...

¡Todo mudará!... y el tiempo seguirá su marcha sorda... Pasarán dias tras dias, cual pasan olas tras olas..-

De. la vida el crudo invierno vendrá con la edad traidora; y morirán en el alma bienes, cuitas y zozobras...

Y aún entonces, como estrellas de un cielo de ardor y gloria, relucirán en mi mente

las horas de ayer dichosas...

¡Aún fijos tendré y clavados en el alma y la memoria tus ojos negros y ardientes como una cita en la sombra!

1857.

461

PRESENTIMIENTOS.

íAdios! ¡Hasta el Otoño, prenda mia! Adiós... hasta que yerta quede y sin hojas la alameda umbría, que hora miramos de verdor cubierta...

¡Adiós!.. Guando en las noches del Estío, blanca la luna como virgen muerta cruce del cielo el ámbito vacío, cuéntale tus recuerdos de ventura, y encontrará tu pensamiento al mió en la extensión de la celeste altura:

¡Adiós... que acaba ya la Primavera y me llama la voz del Océano! Tu mirada de amor... ¡es la postrera! No jures... ¡Fuera en vano! ¡Guando regrese á esta feraz pradera, no hallaré ni una flor... ,ni una siquiera! ¡Todas cruel las secará el Verano! 1857.

463

DESPEDIDA.

iTodo pasó! Ya los campos se tornan amarillentos:* el cielo entoldan las nubes.,. ¡Cuan triste será el Invierno!

El bosque perdió sus hojas, como el alma sus ensueños... Es la tarde: el sol se oculta... ;Su adiós nos anuncia el nuestro!

¡Flérida! el último dia de amor y ventura ha muerto... Así murió la esperanza... Así morirá el recuerdo. 1857.

14

165

ADIÓS AL CAMPO

Los pájaros del bosque tocan diana, y, al eco de sus cantos, despierta el alba...

jPobre alma mía!

deja también tus locos

sueños de dicha.

Con su luz implacable la nueva aurora borra tu última noche de amor y gloria...

jAlza! ¡despierta!

Llegó de la partida

la hora funesta.

i 66 Dadme mi viejo báculo de peregrino, que los dias de gracia ya han trascurrido...

iCuán breves fueron!

¡qué despertar tan triste!

¡qué hermoso sueño!

Adiós, verde montaña,

claro horizonte,

solitaria campiña,

fragante bosque... Rocas agrestes, pájaros y arroyuelos, adiós por siempre!

Cuando la nueva luna venga á este valle, no me hallará esperándola bajólos árboles,

ni allí en silencio

mitigará mi cuita

con dulces besos.

Viajeros solitarios somos ¡oh luna! yo en la escabrosa tierra, en esa altura.

Lejos y á solas,

aun podremos amarnos

con la memoria.

1(37

Y cante eternamente nuestros amores

el rio sonoroso rey de estos montes, dios de estos árboles, sultán de las praderas, alma del valle.

Mas lay! que todo pasa, y es nuestra vida fugaz y transitoria como la brisa,

como las nubes,

como esas trasparentes

ondas azules.

Y atravesando el tiempo van nuestros dias, como cruzan los mares las golondrinas,

que un nido dejan, y otro nido demandan á extraña tierra.

¡Ay del hogar paterno que abandonara! lay del hogar que sueñan mis esperanzas!

¡Vanos delirios!

¡cuna y tumba se llaman

esos dos nidos!

468 Pero no te acongojes, mi pobre vida, y al borde de la muerte duerme tranquila:

duérmete y sueña;

que el amor es el sueño

de la existencia.

Ya brilla el sol... ¡Ay, mísero! llegó el momento... A dar el uadios» último voy á los ecos.

¡Ecos del monte,

guardad en vuestras grutas

su dulce nombre!

De mi boca aprendisteis

á pronunciarlo,

y, cual yo, lo cantabais

enamorados.:. ¡Ecos dormidos, adiós!... ¡poblad el aire con mis suspiros!

i69

SUPER NIVEM

Celoso de su blancura, é imaginando eclipsarla, cayó ese copo de nieve en el hueco de tu palma...

Pero conoció, ya tarde, que tu mano era más blanca, y, de vergüenza ó de envidia, espiró deshecho en lágrimas.

ni

ARCAS Y PALEMÓN

IDILIO.

(Traducción de Andrés Chenier.)

PALEMÓN.

Detras de Damalis andas sin mirar que su cabeza al blando yugo de Venus, amigo, no está dispuesta.

Damalis es una niña... á tus abrazos se niega, y sus inocentes ojos nada en los-tuyos penetran.

Tu becerra la más joven no busca por las praderas, ni á la orilla de las aguas, sino la sombra más fresca...

172 Y con sus tiernos hermanos juega durante la siesta, de los mugientes esposos sin escuchar las querellas.

La vid acida y temprana, la fruta verde y acerba, de tu paladar gastado pican la avidez inquieta...

¡Anda!... el Otoño harto pronto seguirá á la Primavera, y te ofrecerá maduro su más regalado néctar.

¡ Ah! la verás entonces lasciva, incitante, tierna, tender á los dulces besos la enamorada cabeza.

¡Aguarda! Aún la espiga joven su orla dorada no ostenta... Del dulce moral la sangre aún no mana... Amigo, espera.

La flor todavía no ha roto su salvaje vestimenta: el pajarillo no tiene aún su plumaje de seda...

Quien anticipa el momento, tal vez llegar no le deja.

n3

ARCAS.

¡El que lo deja escapar quizás ya nunca lo encuentra!

No hay flores en todas partes, ni ya habrá más flores nuevas; que del Abril, el Otoño ha cumplido las promesas.

El fruto está ya maduro, y en su áspera piel encierra del jugo un poco temprano la dulce y grata crudeza.

Las alas del pajarillo de pluma á cubrirse empiezan, y el verde follaje brota de las¡impacientes yemas.

Las rosas y mi Damalis, en sus broches prisioneras, rompieron un mismo dia el misterio de sus celdas;

y, encontrándola confusa por el miedo y la vergüenza, su madre se ha sonreído y ha calmado su inocencia.

Himeneo ha reparado que el seno de la doncella

174 podrá pronto de un amante llenar la mano indiscreta...

Sobre el membrillo aromoso colora la Primavera un vello suave, intacto... y la granada entreabierta en el fondo de sus cárceles sus nuevos rubíes muestra.

isla de Croissy, 1860,

475

EN EL HUERTO.

(traducción de VÍCTOR HUGO.)

Por cerezas garrafales íbamos juntos al huerto.

Con sus brazos de alabastro escalaba los cerezos, y montábase en las ramas, que se doblaban al peso.

Yo subía detrás de ella, y mis ojos indiscretos su blanca pierna miraban, y ella, cantando y riendo, les decia con sus ojos á los mios: ¡Estaos quietos!

Luego hacia se inclinaba, de los dientes ya trayendo

476 suspendida una cereza; y entre sus labios bermejos trémula me la ofrecía; y yo mi boca de fuego sobre su boca posaba; y ella^ siempre sonriendo, me dejaba la cereza y se llevaba mi beso.

i77

SEGUIDILLA MANCHEGA

PARA GUITARRA.

Ayer te he visto en cuerpo:

¡qué cuerpo tienes! Ayer te vi en el baile...

icómo te mueves!

¡Casi se duda que haya en cuerpo tan picaro alma tan pura!

d79

EN EL ÁLBUM DE

CONSUELO.

que ya tienes la edad que previene el reglamento: que te adornan talento, gracia, inocencia y bondad.

que eres una beldad; que son tus ojos de cielo; que es como el oro túpelo, y tu faz de rosicler...

¡Sólo me falta saber por qué te llaman Consuelo!

45

181

IDEA DEL ÁLBUM.

Voy á cumplir quince años

loh qué dicha! , madre, y cuando los domingos

voy á misa, los mozos y los espejos

de la villa salen á decirme al paso:

«¡qué bonita!»

Va usted á comprarme un libro,

madre mia, en que apuntar los requiebros

que me digan. Pues, aunque me gustan mucho,

soy tan niña, que al volver á casa... todos

se me olvidan.

182

II.

Poetas y caballeros,

buenos dias: en blanco os entrego el libro

de mi vida. Jardineros sois de la alma

poesía: de flores dadme una dulce

limosnita.

Decidme qué misteriosas

armonías son estas que en siento

conmovida. Desde ayer al par me acuden

llanto y risa, y en un hora me veo pálida

y encendida.

De amor los cielos se tiñen

á mi vista, y amor respiro en los besos

de la brisa. El universo es amores,

y caricias, y luz inmortal, y ansias

infinitas...

483 Cantadme este amor, poetas, que en vibra como en las cuerdas de oro

de una lira. Ved mi frente que se dobla

pensativa... jTodo ama, y yo no he amado todavía!

III.

Así Natalia, así la niña bella dice, y su libro al huracán arroja... ¡Dichoso yo, que, porque quiso ella, pongo mi nombre en la primera hoja!

1857.

485

EL LLANTO DEL COCODRILO

Tu manó trasparente muéstrame ¡oh niña'

¡Qué pura y qué suave! ¿Dios la bendiga!

iQuieran los cielos que tal mano le otorgues á un digno dueño!

¡Harto que á nunca podrás amarme ...

Y yo también ¡ay triste! te he visto tarde...

;Tarde, bien mió, para darte las flores de mi cariño!

186 Las espinas tan sólo

darte pudiera que otras manos clavaron

en mi alma enferma...

¡Y tú, hija mia, no has de trocar tus flores por mis espinas!

¡Lloras al escucharme!..

¡Ay! ¿por qué lloras? El dolor es un buitre...

una paloma...

jPaloma blanca! ¡del dolor que yo siento guarda tu alma'

Mas ¿qué es esto? ¡Tu mano tiembla en las mias'...

,Qué pura y qué suave! ¡Dios la bendiga!

;Déjame, hermosa, que esta mano de nácar lleve á mi boca!

,Oh, qué rica! ¡qué tierna' ¡Parece raso I

487 ¿Qué serán tus mejillas, si así es tu mano?

jSerán dos rosas!... ¡Dos rosas son!... ¡Dios mió!

ipues y tu boca!!

jAy de mi sin ventura!

i Y ahora te alejas, cuando ardiendo en tus labios

mi alma te llevas!

¡Traidora! .Ingrata! ¡Devuélveme mi beso! ¡Dame mi alma!

189

AMOR ETERNO.

¡Carta tuya! ¡Oh bondad!! ¡Y en ella leo que te acuerdas de mí. . . ¡Pues ya lo creo! ¿Cómo olvidar al que te quiso bien, y siempre dijo Amén á tu deseo, y luego á tus perjurios dijo: Amén?

Dices que me amas menos , vida mia... ¿Lo ves? ¡el tiempo calma las pasiones! En cambio... sigue el mismo todavía aquel mi amor sin celos ni ilusiones, que tan glacial ayer te parecia.

No me lo dices tú; pero me han dicho que tienes otro ¿imor...— Seré sincero: ¡no eres de eso capaz! Por lo que infiero que este presunto amor será un capricho, que pasará, como pasó el primero.

190 Y un estúpido déspota sería quien aspirase á hacer de su esposa, ó á vincular tu voluntad un dia... ¡El que te quiera ver siempre dichosa, déjete en libertad... como yo hacía!

eres, mi bien (confiesa que soy justo), demasiada mujer para un mortal, y el que tratare de fijar tu gusto... dormiría en el lecho de Procusto, mcómodo, á mi ver, para nupcial.

Por eso no te amé cuanto pedias , ni me quieres ya cuanto pensabas; y por eso repito, aunque te rias, que, si mañana con el otro acabas, en tienes... al mismo que tenías.

¡Eres tan linda! Y, aunque no lo fueras: ¡eres tan tierna, plácida y graciosa, que hagas, digas, ó pienses lo que quieras, nunca te faltará este amor en prosa... que no creyó en tus lágrimas primeras!

Y necio será el hombre que te aflija, á tí, tan bella, dulce y cariñosa, ó con rostro de juez cuentas te exija... ¡Tú dar cuentas de amor! ¡Tú cuentas, hija!, ¡No pienses nunca en semejante cosa!

Conque más no te ocurra ya quejarte de mi tibieza y lentitud de ayer;

i9i pues, si hubiera yo dado en adorarte..., hoy, que vas con la música á otra parte, me veria... ¡figúrate, mujer:

Lágrimas de despecho y amargura celoso..., miserable derramara... iy aun quizás te matase en mi locura...! Mientras que así... ¡bendita sea tu cara! me hace gracia tu nueva travesura.

Adiós. Mil besos á tu faz rosada y á tus ojos de luz... (A tu alma... nada! jNada á tu corazón!)- Pero si ves que está el otro delante y que se enfada, dale sólo mis besos á tus pies.

193

SUPONGAMOS..

¿Qué buscas afanada cuando la mar se aleja, sus olas recogiendo de nácar y zafir? ¿qué buscas en la orilla que silenciosa deja y abandonada y sola el piélago al huir?

¿Qué buscas en la playa? ¿qué bien se te ha perdido? ¿Qué mágico tesoro te arrebató la mar? ¿Tal vez hallar pretendes las huellas de un olvido?... ¿Tal vez perder tus huellas pretendes... y olvidar?

¿Qué buscas en la playa? ¿Misterios de otro mundo? ;mensajes de un ausente? ¿recuerdos de su amor? ¿O bien de las arenas revuelves lo profundo, para enterrar en ellas un íntimo dolor?

¿Qué buscas y no encuentras? ¿Tu náufraga esperanza? Las olas no la ocultan, ni está de ellas en pos... ;No aguardes, no, que cruce su vela en lontananza!... Quizás esté á tu lado... ¡Busquémosla los dos!

i94 ¡Sí' deja ya la playa! No más del Océano te agrade y embelese la adusta inmensidad... ¡Los bosques y los rios, el valle, el monte, el llano te ofrecen su gustosa y amiga soledad.

Ven al risueño mundo que Dios cubrió de flores... No sólo el goce muere: también muere el dolor. jVen, sí! que, por halagos que aquí busques ó llores, más tuyos y del alma serán los de mi amor.

Todo esto es suponiendo que al mar á buscar vayas las cosas que he supuesto y acabas de leer... Mas si chinitas buscas y conchas en las playas... supon que nada he dicho... ¡y es mucho suponer! i863.

195

A...

Sin fe ni amor, y á la esperanza muerta, como una estatua sepulcral yacias, ensueños y venturas de otros dias muda representando, hermosa y yerta.

Turbar osé tu soledad desierta; consuelos te he brindado y alegrías, y bella surges de las sombras frias y á un nuevo amor tu corazón despierta.

eFué que tu alma sacudió la muerte? ¿Es que renace su extinguido fuego? ¿O inmóvil sigues en adusta calma?

No: fué que al abrazar tu cuerpo inerte, pasmosa emulación del mármol griego, en mis besos de amor te di mi alma.

16

d97

EL OLVIDO.

CANCIÓN.

El silencio reinaba, y el mundo fatigado en sus brazos dormia... Solitaria la luna lucía, y á su luz contemplábate yo. Yo te hablaba de amor, delirante... Tu mirada inflamó el desvarío... iíTuj^a sqyy) me dijiste, bien mió..., y en mis labios tu acento espiró.

Hoy la luna también en los cielos solitaria, tranquila riela..., y amoroso mi espíritu vela recordando las dichas de ayer. Como entonces amante palpito, como entonces tu amor esperando., mas las horas me dicen pasando: «Sueños son el amor y el placer. >>

198 ¿Dónde estás, deleitosa hermosura, tan dulce, tan mansa y tan tierna, que una vida de goces eterna en tus brazos me hiciste soñar? ¿Por qué solo me dejas ahora? ¿A quién mientes amor y delicias? ¿A quién finges aquellas caricias que imposible me ha sido olvidar r 1854.

199

LAS EXEQUIAS DEL AMOR

ó EL DÍA DE LUNA.

;0h misterio! Es alta noche, y en su inmensidad augusta no reinan el mudo sueño ni las tinieblas nocturnas...

No viste, no, como suele, negras tocas de viuda la Tierra desamparada del muerto Sol en la tumba...

ni orlada de adormideras inclina la frente mustia, con lágrimas de rocío llorando su desventura.

No el silencio la acompaña, testigo fiel de su angustia, velando para que nadie su hallada paz interrumpa...

ni el hermano de la muerte,

200 mientras piadoso la arrulla, soñados bienes le finge, con que sus males endulza... - Es alta noche ;oh misterio! y en su inmensidad augusta, despiertos Cielos y Tierra, de amor y placer fulguran!

Insomne, bella, gozosa, Naturaleza relumbra, como regia desposada en la fiesta de sus nupcias.

Olas de argentado encaje doquier desata la Luna, colmada y resplandeciente, ebria de amor y ventura.

Los rutilantes luceros y las estrellas innúmeras, como en extático eclipse, muestran su luz moribunda...

Y del infinito espacio tras la bóveda cerúlea, móviles se trasparentan del Olimpo las columnas.

¡No: no es de noche en los cielos!. Sus leyes trocó Natura, y el hemisferio asombrado contempla un Día de Luna.

Tampoco es noche en la Tierra. ¿Qué importa que el Sol no luzca?. ¡Despiertos están los hijos

201 del Amor ó de las Musas'

Despiertas están las aves, aunque en sus nidos ocultas, cantando como si el dia rayase ya en las alturas.

Despiertas están las flores que al Sol siguen á la tumba, y aquellas que una mañana (¡sólo una mañana!) duran.

Despiertos están los céfiros, jugando con las más púdicas, y, entre una y otra lisonja, el casto aroma les hurtan.

Despierto está el arroyuelo, que enamorado susurra al pié de altivas palmeras ó entre las fragantes juncias..

Y despierta la cascada, que, desvalida en la altura, cual de otra peña de Léucades, sollozando se derrumba.

Despiertas están las vírgenes, las vírgenes andaluzas, asomadas á la reja do de amor la ciencia estudian...

Y despiertos los galanes, que no saben lo que juran, ó al son acordado cantan

de guitarras y bandurrias.

¡Oh misterio! Es la alta noche, y en su inmensidad augusta, <^Amor...)) suspira la Tierra:

202 (.(.Amor...^^ el Cielo murmura.

En tanto duermen los tristes que el amor ya no conturba, y aquellas infortunadas almas que no amaron nunca.

Los espíritus apáticos yacen ensu paz estúpida; el viejo en su frió lecho; el niño en su mansa cuna.

También duermen los dichosos que, bajo santas coyundas, del hondo rio del olvido cruzaron las ondas turbias...

Duermen los padt^es-tiranos; duermen las madres adustas; duermen los sepultureros... ¡duerme la muerte sañuda!

¡Sí! la muerte está dormida; y abiertas se hallan las tumbas de las que murieron jóvenes, ricas de amor y hermosura...

Como inmortales Julietas que de su destinó triunfan, las amantes heroínas surgen de la fosa oscura...

Y, tan bellas como fueron; trocado el sudario en túnica, su trágica historia olvidan al resplandor de la Luna!

Aquí un Jardín se descubre,

^203 allá un Bosque se columbra, y entre los dos un Palacio sus blancas líneas dibuja.

Mágico hechizo doquiera filtra su delicia suma con los fulgores de plata que el diáfano ambiente inundan.

De taza en taza de mármol besos amantes simula, al verterse de alta fuente, destrenzada el agua fúlgida.

Las trémulas ramas fingen abrazos en la espesura, y entre las hojas se oyen conversaciones confusas...

Erguidas sobre sus tallos, las gayas flores ondulan, y hasta parece que andan, y que al andar se saludan...

Severos troncos de árboles y marmóreas esculturas, inmóviles se vigilan, palpitando en la penumbra...

Y, entre el murmurio suave de hojas y de aguas, se escucha del ruiseñor arrobado la tierna y amante música.

Un hombre, una sombra, un alma, recorre con planta muda el Jardm de los amores, y frente al Palacio cruza.

204 Detiénese allí anhelante, y en las ventanas oscuras ñja una larga mirada llena de infinita angustia.

¡Abiertas están y solas, como profanadas tumbas'... Nadie mora en el alcázar... (ülNadiel . . .y) el Viajero pronuncia.

Un hondo suspiro lanza, y va á marchar... cuando súbita iluminación diabólica tras las ventanas relumbra;

y fantástica aparece una sombra en cada una, repitiendo aquel suspiro con inefable tristura.

((¡Ellas sonU^ (dice el Viajero, llorando y las manos juntas.) ¡Las mujeres de mi vida!... ¡Las sombras de mi ventura!...

Y el ruiseñor en su rama canta con sangrienta burla: (iTuyas fueron...^) y, sarcástico, el viento responde: ((¡Suidas !...-»

Como de retablo gótico las místicas esculturas, en actitudes dramáticas, las hornacinas ocupan,

la fachada del Palacio ornan aquellas figuras,

I

205 aunque jerárquicamente, según su clase y alcurnia.

En el balcón principal hállanse las nueve Musas, primer amor de los hombres, hadas que mecen su cuna.

En las contiguas ventanas están sus hijas augustas, las trágicas Heroínas de la amorosa ternura:

aquellas que los poetas vistieron de eterna púrpura, destinándolas al culto de las edades futuras:

las que les mostró la Historia; las que inventó su facundia, y aquellas que en su existencia ángeles fueron ó furias.—

Allí Fedra, Dido, Safo, Cleopatra y Mirra están juntas, y toda la antigua y clásica pléyade medio desnuda.

Allí están Elisa y Flérida (i); de Escocia la reina impura; la Julieta de Verona, y de Rímini la adúltera.

Allí del genio romántico se ven todas las hechuras, con lágrimas engendradas, concebidas en la duda.

(i) Las de Garcilaso

206

Allí están del triste Byron las cien víctimas inultas, y la amada de Espronceda^ y Elvira, amante y perjura (i).

Allí gime Inés de Castro; Carlota calla y escucha (2); reza la triste Desdémona; \\ov3ilIsabel de Segura.. .

Y allí están Lelia, Eloísa, Ofelia, Leonora (3), Julia (4), y la ideal Dulcinea de El de la Triste Figura.

Todas allí están, y todas ciñen blancas vestiduras,

al Cielo elevan los ojos, que las lágrimas anublan.

Orlan su dulce semblante sus trenzas negras ó rubias, y en ademan de plegaria cruzan las manos ebúrneas.

Santas parecen... (y acaso hubiéranlo sido algunas...) Son las deidades profanas. . . Son las románticas musas.

Las Santas son de los vates. El Arte lavó sus culpas,

(1) La de Macias

(2) La de Werther.

(3) La de Tasso.

(4) La de Rousseau.

207 y las ha canonizado la bella Literatura!!!

A más de las nueve Diosas que el balcón de en medio ilustran, y de las cien legendarias, amorosas Thaumaturgas

que en el frontis del Palacio ventanas de honor ocupan, trocándolo en paraninfo de viviente arquitectura,

vése (en esfera ya humilde, como es su mortal alcurnia), detras de las amplias rejas de estancias bajas y oscuras

(cual apariencia fantástica de especiantes andaluzas), otra blanca y misteriosa constelación de Hermosuras.

Deidades ya no son éstas, del alto Olimpo oriundas, ni, de eterna fama ansiosas, Het^oínas insepultas...

Mujeres nada más son, que de la muerte no triunfan, sino en la amante memoria del triste que las saluda...

Mujeres que del Viajero el corazón aun perfuman con los recuerdos lejanos délas pasadas venturas...

Las Mujeres de su vida;

208

de su juventud la suma; las flores de su existencia... icomo su existencia mustias!,

Mas no entonces que las mira resucitadas y fúlgidas, como en la feliz mañana en que lució cada una...

No entonces que vuelve á verlas jóvenes, candidas, puras, como en los dichosos dias en que Amor las hizo suyas...

Y, sin embargo, allí están las que no amarán ya nunca, las que el tiempo ha marchitado, las que holló la desventura:

las que no existen, ó existen de ajenos destinos subditas; las monjas y las casadas, las locas y las difuntas.

Allí están las que á los cielos alzaron sus almas pulcras, restituyendo á la tierra incólume su hermosura...

Y las que en áurea carroza al Cielo y la Tierra insultan, y al viejo esposo acarician... de un buen testamento en busca.

Allí están las que, magnánimas,

209 sus ilusiones apuran, doblando sobre los libros la frente llena de arrugas...

Y las que su fe inmolaron á una prosa vil é insulsa, con la cual se creen felices... porque el vulgo así lo juzga.

Allí están las que sin nombre fueron á la sepultura, huéspedas de muchas almas, no lloradas de ninguna...

Y allí las que sucumbieron bajo el puñal de la duda, fieles amantes de un alma, lloradas luego de muchas.

Allí está la que le dijo, con una mirada impúdica: uElévate hasta mis labios...» al que lo creyera injuria...

;La misma que agora, impávida, lo desconoce y se encumbra... águila caudal que lleva un corazón en las uñas!

Y allí también está aquella inmortal, innata, única, que, al amanecer del alma,

el primer amor incuba...

¡Eva, del hombre congénita, que surge bella y fulgúrea

240 del adolescente espíritu, como Venus de la espuma!

...Todas allí están, y el triste, el mísero sin fortuna que el Jardín de los Amores solo y pensativo cruza,

reconócelas á todas; sus caros nombres murmura; (í¡Héme aquí sololy> les dice, y por su amor les pregunta.

Inmóviles tras las rejas permanecen las figuras, como estatuas sepulcrales apoyadas en sus urnas...

Y el ruiseñor en su rama canta con sangrienta burla: ic Tuyas fueron .. .^) , y, sarcástico, el viento responde: ^^^¡Sujrash

En esto sonó las cuatro el reloj de una Cartuja que asomaba tras el Bosque su melancólica cúpula.

Dio luego el Ave-María una campana vetusta, y dijeron: i^Gratía plenay> los monjes desde sus grutas.

Por los cerros de Occidente traspuso entonces la Luna, y el Palacio al mismo tiempo

241 se volvió á quedar á oscuras.

Dispersáronse en el acto tantas vírgenes y adúlteras como acababan de estar por la vez primera juntas,

juzgando yo que se irian á su Parnaso las Musas, las vivas hacia sus casas, y á sus nichos las difuntas.

Lo que es que amaneció una mañana de lluvia; mañana sin rosicleres, parda, fea, triste, sucia,

que parecía la noche de aquella noche tan fúlgida, ó el dia que abrirá paso del mundo á la noche última...

Y lo que es que el Alcázar de faz renegrida y turbia, estaba solo y cerrado como una olvidada tumba!

El Viajero (que era un hombre lleno de canas y arrugas; mas no viejo todavía de una manera absoluta...)

alzó de la tierra el báculo, la esclavina hizo capucha, y, saliendo del Jar din, se encaminó á la Cartuja .

17

213

¡OTRO AMANECER!

SONETO.

El gallo canta..., y la mañana impía despierta con su luz á los humanos, haciéndoles trocar delirios vanos por el forzoso afán de un nuevo dia.

Tornan, pues, á embestirles con porfía la ambición y el amor, fieros tiranos, los ímprobos trabajos cotidianos... la deuda, el jefe, el tedio, la manía. . .

Y, en tanto, al amador desposeído que en sueños compartía la almohada con tal ó cual mujer que hubo querido,

el implacable dia lo despierta para hacerle mirar á su ex-amada vieja, casada, monja, loca ó muerta.

245

EL LLANTO DEL SOLTERO.

SONETO.

Sin tí... ¡cuan negra y angustiosa y larga pasé la noche toda, amada mia! Sin me encuentra el implacable dia; sin y en honda soledad amarga.

Ya el sueño, que mis párpados embarga, sin mis pasos hacia el lecho guia; y, pues no te hallo en él, en él querría dejar por siempre del vivir la carga.

Pero ¿quién eres tú? ¿Luz postrimera eres del bien perdido, ó vaga sombra de un nuevo bien que al porvenir demando?

¡No sé, no quién eres! i<.Compañerar> te llama el corazón cuando te nombra, y las noches sin paso llorando.

^247

LAS PALMERAS.

SONETO

Gentil palmera lánguida crecia entre los muros de cercado huerto, y, amortajada en su ramaje yerto, cual alma sin amor desfallecia.

Luchó empero tenaz..., hasta que un dia descubrió al fín su copa el campo abierto^ y vio marchita en medio del desierto otra palmera, que de sed moria.

Convalecer les hizo una mirada , y el aura fué galante mensajera del dulce amor que para siempre uniólas.

Aprende el caso, niña desamada; guarda el tesoro de tu fe, y espera; que almas como la tuya no están solas.

Í19

EL FRUTO DE BENDICIÓN

SONETO.

¡Cuántas veces fugaz la Primavera vistió de flores mil el campo abierto, hora tornado en árido desierto, ni sombra ya de lo que en Mayo fuera!

En tanto aquella flor, la flor primera, logro de afanes en cerrado huerto, ve trocada el colono en fruto cierto, de árboles mil semilla duradera.

¡Así la juventud! ¡Así la vida! La que en vanos placeres se consume, olvidada á la tarde desfallece:

en tanto que la fiel y recogida que á un solo amor consagra su perfume, más allá de la tumba reverdece.

LIBRO III. POESÍAS VARIAS.

223

LA LUNA.

(AL GENERAL ROS DE OLANO.)

Esta, Fabio, ¡oh dolorl que ves ahora blanca, limpia, mondada calavera, un tiempo fué poblada, seductora, romántica, sombría cabellera. a Agravio Jiero de la edad traidora^y César llamó á su calva (¡y César era!)... No haré yo tal; pues desde edad muy verde vivo, como quien dice, al gana-pierde.

No la muerte; la vida me acobarda; y, en mi viaje desde niño á viejo, suspiro por la orilla que me aguarda, no por la orilla que á mi espalda dejo: y el viento débil y la nave tarda halla siempre el afán con que me alejo; pues ¡triste verdad! que de la vida sólo es hermosa la porción perdida.

224 Nadie trocara su dolor pasado ni por memorias de placer siquiera: nadie tampoco en desandar lo andado y repetir su vida consintiera: si alguno renacer ha deseado, ha sido por vivir de otra manera... La vida es mosto insípido y dañoso que al fin se trueca en bálsamo gustoso.

Tampoco diera yo mi calva fría por los antiguos rizos de mi frente... ¿Para qué? Cuando á mano los tenía, apenas los miraba indiferente, y hoy por ellos, amor, pena, ufanía el corazón enajenado siente... Tal es la dicha: sombra transitoria que agranda con su prisma la memoria

Jamás tan bello en su fulgente cuna , bajo el alegre pabellón del alba , saluda el hombre el sol de su fortuna , que el alto monte del Oriente salva, como después, al contemplar la luna , ó al apuntar la luna de su calva, lo recuerda, envidiando tristemente la misma luz que desdeñó en Oriente-

Pero, volviendo á la empezada historia, dado me sea, ya que no un responso, cantar un himno á la pasada gloria de mis cabellos de mancebo intonso. ¡Oh Fabio! Si tal vez haces memoria

225 de haber visto la efigie de un Alfonso, podrás imaginarte sin gran pena mi larga, undosa, lúgubre melena.

¡Coincidencia fatal! ¡Escrito estaba! Ti'einta años Espronceda ya tenía cuando, imitando á Byron, se quejaba de que insensiblemente encanecía. Y ¡ay de mí! yo los veinte aún no contaba cuando el ingrato bien del alma mia, con su mano de nácar trasparente, las canas apartaba de mi frente.

Ó con sus dedos, albos como armiño, me las iba arrancando una por una, cual nos arranca el maternal cariño una tras otra pena inoportuna. ¡Blancas pavesas de la sien de un niño! ¡cabellos agostados en la cuna!... ¿qué fué de esa mujer? ¡Otra pavesa' Murió... y entonces me pelé á la inglesa.

Decia que murió la hermosa ingrata que cuidaba mis lánguidos cabellos... Hoy no los tengo negros ni de plata... ¡Mis ilusiones simbolizan ellos' No es la tijera ya la que los mata,

226 ni frustra ya el dolor mis sueños bellos. Lo que hoy sucede en la cabeza mia es que ni sueños ni cabellos cria.

•Mejor! Así con tiempo me habitúo á mi futura, irremediable suerte (que igual á la de todos conceptúo); y cuando exhumen mi osamenta inerte para echarla al osario, y algún buho cante sobre ella el himno de la muerte, no será nuevo hallar mi calavera hueca por dentro y calva por afuera.

Y si, al fin, de un doctor en medicina enriquece el lujoso escaparate, ó, á solas en su cueva, la examina un monje del breñoso Monserrate, podrán más bien tras su aridez calina reconocer mi busto en yeso mate; ver que es mi cráneo, que perdiera el seso. y darle el monje ó el doctor un beso.

¡Beso piadoso que en el alma mia, fuese cualquier entonces su morada, el amargo recuerdo endulzarla de la existencia terrenal pasada! Y aún más vivo mi júbilo sería si del doctor, un dia, la criada, al despolvar el cráneo, lo volcase... y, por cogerlo, al seno lo estrechase.

227

Jóvenes cuyos rizos ondulantes necia moda rapó á lo Carlos Quinto; impenitentes viejos petulantes que el pelo blanco convertís en tinto, miradme calvo á mí, que imagen antes fuera del melenudo Chindasvinto, y suplicad desde mañana al cielo que principie á mataros por el pelo.

¡Ah! que es muy noble usar en esta vida el último peinado..., el de esqueleto, y una parte mortal llevar perdida y otra inmortal ganada en tal conceto. Pues si el alma, del cuerpo desprendida, es más bella y más digna de respeto, quien pierde parte del humano lodo, pierde en suma la parte por el todo.

En lo demás, no temas, Fabio mió,

que yo me porte con mi pelo muerto

como el viudo que celebra impío

segundas nupcias en su lecho yerto.

¡No: no lo temas! A pesar del frió

y de las moscas, y aunque el gran desierto

de mi calva se extienda hasta la nuca...

ijamás lo juro me pondré peluca!

1864.

i8

229

AYER Y HOY.

(EN EL ÁLBUM DE LA CONDESA DE FUENRUBIA,

HIJA DEL MARCiUÉS DE BENALÚA.)

¿A quién le pides versos? ¿Al tímido poeta que, de sus quince abriles en el risueño albor, al pié del alta cima del candido Veleta, feliz cuanto ignorado, cantó el primer amor,

ó al vate cortesano, político incipiente, señor de una ruina que fué su corazón , que, en baile aristocrático, ceremoniosamente, bailó, gentil Condesa, contigo un rigodón?

¿A quién le pides versos? ¿A aquel rústico niño que, en pastoril zampona, temblando de inquietud, cantó el cielo y las flores y el maternal cariño y de la edad pasada la clásica virtud,

230 ó al grave publicista que baila y filosofa, vestido de etiqueta como un simple mortal; que del dolor se olvida y del placer se mofa, y estudia en los amores problemas de moral?

Si es al campestre bardo, sabrás que á la otra orilla del rio que el pié besa de su ciudad natal, reclínase indolente tu solariega villa, nombrada hoy Benalúa y enantes Ben-al-guad.

(Quien dice <iBenalúay>, ha dicho ^(Hija del rio^>; pues rio es guad en árabe; e/ al; é hija, ben. No olvides este dato, descubrimiento mió, y aclámame académico, si te parece bien.)

Decíate, señora, ó bien decir queria

que, en los hermosos años de mi pasado Abril,

soñaba ya contigo mi joven fantasía

en las amenas márgenes del plácido Guadix.

En tanto que allí humilde la multitud villana me hablaba de su ausente, magnífico señor, forjaba yo á mi antojo la bella castellana que aquí compartiría su nombre y su esplendor.

Consorte 6 fija suya, quién fueses ignoraba; mas ser y forma y nombre en mi ilusión te di. Feudo al señor la villa solícita pagaba... ¡Yo en mis canciones feudo te tributaba á tí!

Y en tí, sin conocerte, la espléndida poesía cifraba de la corte mi ardiente inspiración.

I

231 y todas las novelas y cuentos que leia, en los encarnaban mis sueños de ambición.

Y para fuiste la altiva castellana cantada por Zorrilla, Walter-Scott y Ossian; la reina, la cautiva, la monja, la sultana... ¡Y yo me entristecía de no ser... ni sultán!

;0h... si en aquellos tiempos, gentil señora mía, mostrado te me hubieras en tu feudal mansión, y oír de mis cantares la lánguida armonía hubieras deseado, al pié de tu balcón! ...

•.Oh, Dios! ;qué trova entonces mi lira diera al viento! ¡cuan dulce y regalado sonara mi laúd! ¡qué versos te dirial... Mas hoy mucho lo siento recuerdo en triste prosa mi ausente juventud.

Hoy soy un cortesano, políticoincipiente, que casi se avergüenza del joven en cuestión... ¡Hoy. ..con la sombra aquella que imaginó mímente me he visto mano á mano bailando un rigodón!

No esperes, pues, señora, suavísimos cantares del arpa arrinconada de un trovador de frac: espera, sí, requiebros y flores á millares... en cuanto lo permita la buena sociedad.

eres hermosa y tierna, discreta y elegante, y afable, y distinguida, y atenta, y comm'ilfaut, y el ideal realizas de la ilusión brillante que en los paternos bosques mi alma idolatró.

232 Sí, sí: eres, cual fuiste para el poeta un día^ la musa, la sultana, la náyade, la hurí... ¡Yo soy el desdichado! ¡Yo soy. Condesa mia, quien no se reconoce... al conocerte á tí! i863.

233

AL GENERAL CABALLERO DE RODAS,

EN EL ÁLBUM DE SU MUJER.

SONETO.

Soltero y coronel te he conocido: brigadier y novio te he tratado: hoy eres, que yo sepa, diputado, general, director, padre y marido.

En la paz y en la guerra siempre he sido tu amigo, tu cronista, ó tu soldado, y hoy me siento en las Cortes á tu lado, á seguirte al infierno decidido.

Pues bien (dicho inter nos aquesto sea): jamás te hallé tan grande y tan hermoso (ni en medio de las bombas y granadas),

como al verte, á la vuelta de Alcolea, embelesado padre y fiel esposo, recrearte en tus prendas adoradas.

23n

A MARÍA HOPPE.

Te conocí, María, en las primeras dulces mañanas de tu tierna vida... (Tú no te acordarás... ¡tan niña eras!)

Cándida rosa, del amor nacida, bella, pura, fragante, delicada, parecías del cielo descendida á encantar de los hombres la jornada. Y de todos amada, de almas y vidas celestial princesa, reina y ángel al par en tu morada, trono de bendiciones fué tu cuna, que mecieron la paz y la fortuna.

Te vi después en las amargas horas que vertiste tus lágrimas primeras... (De esto te acordarás... y, al oirme, lloras!)

Niña también, muy niña entonces eras, mas no lo fué para llorar su cuita tu corazón de nueve primaveras.

236 ¡Horas sagradas de emoción bendita! ¿Por qué no recordarlas cuando el mundo de otros amores con la fe te invita, si del dolor reside en lo profundo la verdad infinita?

Pasó la nube del umbroso duelo: pasó, y, cual siempre, de tu hogar tranquilo te vi ser ángel, bendición del cielo; mientras la edad, con mágico sigilo, te iba ciñendo el misterioso velo y el cinturon de flores con que la virgen llega al peristilo del templo divinal de los amores.

Hoy, doncella gentil de quince años, vienes á mí, cual tierna sensitiva, de ensueños melancólicos y extraños abrumada la frente pensativa, y el libro en blanco de tu amor me entregas, cuyo prólogo quieres que yo escriba... ¡Oh noble corazón! ¡oh pecho hidalgo! ¡qué bien pagas las deudas del cariño! ¡cuan bien sabes que yo, si nada valgo, al igual que en mis hijos en adoro!... ¡Si... ya lo ves: soy viejo... y, como un niño, al hallarte mujer, de pena lloro!

María, el blanco libro inmaculado que, en nombre de tus padres, inauguro, es de tu alma símbolo sagrado y emblema fiel de tu existir futuro.

237 En blanco, como el libro, está tu vida, y en ella frases cantará de amores la turba de galanes fementida que vive, cual la oruga, de las flores.

No confundas la ingrata mariposa con la leal, agradecida abeja que el beso hurtado á la gallarda rosa en ricas mieles convertido deja.

Ama el amor, María; no al amante que más lisonjas á tu orgullo diga; que el bien es del amor faro constante y la austera verdad su única amiga.

El amor es el bien: si un dia enojos causan á tu conciencia sus latidos, cierra, María, á su fulgor los ojos, cierra, cierra á sus cantos los oidos!

El amor es el bien... ¡oh! no lo dudes; y él pedirá á tu alma sus favores con la voz de las íntimas virtudes, no con el brillo de galanas flores.

Así serás feliz... Y ¡ay desgraciada la que pise de flores larga alfombra: que no hallará al final de su jornada ni una flor que á su tumba preste sombra! Diciembre de 1877.

239

Á DAGUERRE.

Desterrados de los cielos los indómitos Titanes, se agitan sobre la tierra, cual prisionero en su cárcel; y ora en las tinieblas buscan de su porvenir la llave, ora su celeste origen del pasado en los anales.

No importa que por la vida crucen cual sombras fugaces y unos tras otros se hundan en negro abismo insondable... : que, al resplandor de la Historia, va esa raza de Inmortales legándose, como herencia, sus luchas y sus afanes, del sagrado jeroglífico en las gráficas imágenes,

240 ó del invento de Cadmo en el diáfano lenguaje.

Desparece el manuscrito en un mar de fuego y sangre, y obeliscos y columnas pasto son de los volcanes... ¡No importa! Entre el humo denso Gutenberg al mundo nace, y, en las alas de la imprenta el pensamiento elevándose, es como próvida nube que en rocío se deshace; es como estrella luciente que en mil destellos se parte.

En balde corre ya el tiempo; la muerte lo empuja en balde; pues muerte y tiempo trabajan en la altísima pirámide que sin cesar acumulan, del libro en la ingente base, pródiga de la Ciencia, laxHistoria, avara implacable.

Ante el vapor entre tanto la distancia se deshace, y, cosmopolita el hombre, es rey del globo gigante. La chispa eléctrica gime sierva de su mano frágil, y alrededor del planeta el fulminado mensaje, rápido como el espíritu, vivido, etéreo, impalpable...,

241 de horizonte en horizonte, va de la aurora delante.

Vencidos tiempo y espacio, rinden al hombre homenaje; mas aun resisten su yugo la belleza agonizante, la forma que desparece, la flaca materia instable: panoramas de una hora, flores que marchitas caen, monumentos que se hunden, generaciones errantes...

¿Cómo del mundo sensible podrá eternizar las fases? ¿Cómo aplacar la ruina? ¿Cómo redimir el Arte?

¡Gloria á Daguerre! El, osado, trabó tan rudo combate, y él, vencedor de la muerte, perpetuó lo mudable. ¡Miradlo! el pincel arroja; del sol los cabellos ase; un rayo de luz empuña; roba sus tintas al aire; y, con la misma paleta que Dios pintó tierra y mares, copia las divinas obras, fija el pasajero instante, retrata la faz del tiempo, y hasta en la noche insondable hace que brille la lumbre

242 del sol que en Poniente yace.

De Faetón y Prometeo, de Icaro y de los Titanes los delirios sublimes, Daguerre, al fin realizaste... robas su fuego al cielo; domas el rayo; los hazes de luz, cual hazes de espigas, vibra tu diestra arrogante, y ufano alumbras con ellos el rostro de los mortales.

Ya la maravilla inmóvil, ya los bronces y los mármoles, y la severa ruina, y el alto monte, y el valle; ya la escondida cabana, y los dorados alcázares, y cuanto el mundo contiene, y cuanto del mundo parte; así el astro que se eclipsa, como el humano cadáver; copiados en fiel traslado, revisten formas constantes, y el hombre en torno á mira agrupadas mil imágenes que condensan en un punto seres, tiempos y lugares.

Ya, cuando el hijo se aleje de los brazos de la madre, podrá ver á todas horas su faz cariñosa y grave, trazada, no con vil tierra.

243 por extraña mano inhábil, sino por el sumo Artista que el iris pinta en los aires. Y luego, cuando la muerte para siempre los separe, el triste que sobreviva guardará una dulce imagen, reflejo del bien perdido, como la luna suave nos trasmite en la alta noche la lumbre del sol que yace. ¡Ahí si la vida es la sombra de nuestras dichas fugaces; si el presente es un recuerdo de los pasados instantes, ¡bien hayas, Daguerre, bien hayas que esa sombra fijaste y, eternizando el crepúsculo de melancólica tarde, nos harás ver algún dia los juveniles celajes, al fulgor de muertos soles, del sepulcro en los umbralesl

19

245

Á VELAZQUEZ.

1599— 1660.

Hijo postumo de un siglo de Genios y de Titanes; cual ellos capaz de empresas y pensamientos gigantes; naciendo al mundo en los tiempos de los Lermas y Olivares, Diego Velazquez de Silva ¡vive Dios, que nació tarde!

El laurel de Carlos Quinto era ya fúnebre sauce que el féretro del Imperio cubria con su ramaje: caduca yacía el águila junto al león espirante, y polvo eran los caudillos de Otumba, Lepanto y Ñapóles.

246 En torno de el Artista miró tal vez, anhelante de eternizar en el lienzo hombres, cosas, hechos grandes... y ¿qué vio? Miseria y vicio, infortunios y desastres, y, entre empolvados trofeos, la Patria, yerto cadáver! ¡Oficiosos cortesanos á los Tellez y Guzmanes, y al pueblo de los Padillas supersticioso y cobarde!

En hora buena cantara pléyade ilustre de vates lances de amor y fortuna, duelos y citas galantes, ó de ninfas y pastores la inocencia recordase, por huir en las praderas vergüenzas de las ciudades... Pero el pintor atrevido que en la verdad cifró el arte, ¿dónde de la inspir cion beber pudo los raudales?

jAy del genio que á los tiempos de abominaciones nace, y del miedo y la bajeza se agita en la estrecha cárcel! ¡Pronto, pronto ante su vista el mundo verá nublarse.

247 y serán turbios torrentes los antes puros raudales!

Tal el acerbo destino fué del insigne Velazquez, y tal en sus torvos lienzos decirlo supo arrogante. jVengado quedó en sus obras de los públicos desmanes! Vengado como se vengan las almas de su linaje: escupiéndolos al rostro de su siglo miserable, como Shakspeare y Quevedo, como Byron y Cervantes!

jMirad! Dolor y sarcasmo asoman por todas partes: ¡víctima eterna es el hombre de su desdén implacable ! Pigmeos de cuerpo y alma encuentra á sus semejantes , y en Enanos é Idiotas les vuelve su torpe imagen. Baco y su estúpida corte, ebria de un goce salvaje; del odiado Favorito el ridículo donaire; el Bobo que llora y rie; el mmundo Comediante; el descamisado Esopo, que discurre por las calles,

248 apedreado del vulgo , de quien aun sigue mofándose ; Vulcano, del alto Olimpo único dios que le place, y Mercurio porque roba, y aquel irrisorio Marte... son, por cierto, digno asunto de su lúgubre carácter, risotadas de su cólera, despiques de sus afanes, sátiras que á llanto mueven, de tedio bruscos arranques, en que del alma sombría toda la negrura esparce.

¡Oh! ¡y con qué siniestro júbilo, con qué afán inexorable nos lega también la imbécil faz de los Parias Reales! Ved de la austríaca familia, que ya en la estulticia cae, cuál brotan de su paleta los macilentos semblantes. De los últimos Felipes la vaga mirada exánime, la frente angosta y marchita, los flacos miembros sin sangre , dijeran hoy, si la Historia sonrojada lo callase , por qué de los Españoles rodó al fango el estandarte, y unas tras otras perdieron

249 las conquistas de sus padres! ¡Mirando á Felipe Cuarto junto á la efigie arrogante que de su gran bisabuelo pintó de Ticiano el arte, adivínase ya próximo el mísero desenlace que tuvo en Carlos Segundo la obra de Carlos de Gante:

,;Pudo no ver el Artista ese tremendo contraste? ¿ó al escarnio lo legaba de las siguientes edades? ¡Todo lo vio! Y al legarnos tan propios y tan cabales los retratos de una corte y unos reyes semejantes, que nos dejaba sabía en unas mismas imágenes, al par que retratos fieles, caricaturas audaces!

¡Oh pintor de la verdad! ¡oh valeroso Velazquez! de tanta abominación crítico fuerte, no mártir... iGloria á tí! ya que no en rica tumba de preciosos mármoles, ¡gloria á en el panteón de tus obras inmortales' En vano Daguerre un dia

250 robará su luz radiante al sol, feliz Prometeo, y en un espejo inmutable fijará con esa luz el rostro de los mortales... Loor eterno el orbe todo tributará á ese gigante... Inmensa será su gloria... Pero es tu gloria más grande.

Sí: que el inspirado artista que pinta la luz y el aire, é, idealizando á los hombres, copia su alma impenetrable; el que un lienzo inanimado, donde tierra vil esparce, trueca en movimiento y vida y en afectos y en catástrofes, no roba su fuego al cielo; que en el corazón lo trae: al sol no pide sus rayos; que un sol en su frente arde!

251

EL CIGARRO.

DON ÁNGEL MARÍA CHACÓN.)

Lio tabaco en un papel; agarro lumbre, y lo enciendo; arde, y á medida que arde, muere; muere, y en seguida tiro la punta; bárrenla, y... al carro!

Un alma envuelve Dios en frágil barro, y la enciende en la lumbre de la vida; chupa el tiempo, y resulta en la partida un cadáver. El hombre es un cigarro.

La ceniza que cae, es su ventura: el humo que se eleva, su esperanza: lo que arderá después... su loco anhelo.

Cigarro tras cigarro el tiempo apura; colilla tras colilla al hoyo lanza; pero el aroma... piérdese en el cielo! Málaga, 1854.

253

A MERCEDES,

EL día que se puso DE LARGO.

«¡Vedla' dijeron las Hadas. ))Su corazón ya palpita... «languidecen sus miradas, ))y sombras enamoradas «cruzan su frente bendita.

«Efluvios de primavera «circulan ya por su alma, «y en su mejilla hechicera «súbito rubor altera «la dulce, inocente calma.

«Melancólica ilusión «persigue con raudos giros

254 )>su inquieta imaginación, ))y curioso el corazón ))se entreabre á los suspiros.

))Como el rosal en Abril, »por sus venas otra vida «siente que cunde sutil... wy en la rama estremecida )>brota la rosa gentil.

» ¡Colmada está de hermosura', «promesas de amor las flores )>son y nuncios de ventura... «¡luzca para esta hada pura «la estación de los amores!.,

«

Así las Hadas dijeron... las Hadas que tan hermosa en la cuna te mecieron y á tu adolescencia dieron sueños de color de rosa! . . .

Y luego añadieron: «Pues «que Hada cual nosotras es, «vistámosle nuestras galas, «alargándole las alas «hasta taparle los piés.«

Y te vistieron de largo, muy de largo. . . que es el tono: y estás muy bien... Sin embargo, se nos va á hacer muy amargo

255 no ver tu pié, que es tan mono!

¡Paciencia! ¡cómo ha de ser! te has convertido en mujer, como yo me vuelvo viejo... y, pues lo soy, un consejo oye... que te ha de valer.

Los fantasmas de colores de la rica juventud son espectros vengadores cuando del Abril las flores no dan frutos de virtud.

Locura es y vanidad cuanto se palpa y se mira...- lo invisible es realidad... el cuerpo es fugaz mentira, y el alma... eterna verdad!

No busques la dicha ansiosa: nadie la dicha nos da: la dicha es perla preciosa que en el corazón reposa del que buscándola va.

La bondad y la inocencia que hoy brillan en tu existencia son toda la dicha humana: ¡luzcan siempre en tu conciencia, cual lucen en tu mañana!

256

Mírate en el claro espejo de tus ínclitos mayores... y aquí termina el consejo; que tengo gana, aunque viejo, de volver á echarte flores.

Granada, r863.

257

EN EL ÁLBUM DE MARÍA,

«No busques la dicha ansiosa; «nadie la dicha nos da: »la dicha es perla preciosa «que en el corazón reposa »del que buscándola va.»

Así dije yo, María, cuando, abrazado á mi fe, sin esperanza vivia de encontrar (pues la encontré) un alma igual á la mia.

En el álbum lo escribí de una niña..., y me arrepiento; pues hoy sé, y lo por mí, que la engañé en el momento en que enseñarla creí.

Que si es profunda sentencia, que no hay gloria en la existencia como ver mirarse en calma el cielo de nuestra alma en el mar de la conciencia,

558 pruébase mayor consuelo si amor el amor inspira y, ufanas de un mismo anhelo, un alma en otra se mira como un cielo en otro cielo.

Y es venturanza sin par, en el gozo y el pesar ver juntas y confundidas en una vida dos vidas, como un mar en otro mar.

Desconocí, pues, María, la más hermosa verdad cuando á la niña decia que sólo en encontraría contento y felicidad.

Negué la mayor ventura que el alma le debe á Dios: dejar su cárcel oscura, fundirse en otra alma pura y hacer una de las dos.

Negué lo que luego vi que tu esposo hallaba en tí, de su honra y amor espejo... Negué... -lo que siento en hoy que principio á ser viejo!

i865.

2a9

EL ACUEDUCTO DE SEGOVIA.

epístola.

¡Ay!... pasaremos, sí: de nuestra nada ;qué podremos dejar á nuestros nietos? Escombros, cementerios, esqueletos, padrón de esta sangrienta bacanal,

do en breve sobre un suelo de cenizas podrá, vagando atónito el viajero, romanas piedras encontrar primero que el polvo de esta raza criminal. Pastor Díaz.

Al triste rayo de menguada luna, de la alta noche en la solemne calma, lejos de vos, seguido de mis penas y á solas con mi alma, heme aquí conturbando las serenas olas del muerto mar de lo pasado... ¡Heme aquí anonadado bajo el peso de mil generaciones, que fueron y no son, como algún dia polvo será Isi nuestra,

20

260 ^¡ue otras profanarán con planta impía, y polvo cuantos pueblos y naciones baña esa luna macilenta y fria! Tal es al cabo la benigna suerte de todo lo que existe... ¡Tras un breve dolor, la paz inerte!... ¡Hoy... de la vida la faena triste., y mañana el descanso de la muerte!

Por eso el alma, que recorre el suelo sedienta de verdad y de reposo, al contemplar se aterra este insepulto espectro pavoroso de un imperio borrado de la tierra! Pasó la Roma que venció á Cartago; pasó de Atíla el funeral estrago; del África y la Arabia las legiones, como arenas que el viento arremolina, sobre España cayeron, é imperaron, lucharon y se hundieron: y discordia intestina cien veces renovada, y la defensa de la patria hollada, todo volvió y pasó: llanto y ruina y desastres doquier dejó la espada. . . . ;y aún se eleva esta obra peregrina, hermana de la Historia, grandioso panteón de las edades, de muertas razas sepulcral memoria, sombra de otras ciudades que dieron á las nuestras nombre y gloria!

261

¡Oh! al ver esta gran máquina, parece que' sus cientos de arcos son centurias que trémulas se abrazan por no caer del tiempo á las injurias. Sus brazos entrelazan en pasmosa, extensísima cadena, y la frente serena dibujan en el cielo,

como los montes do el nublado truena levantan sus pirámides de hielo. No; no es la tierra quien su pié sostiene: Dios es, sin duda, quien así mantiene, colgado de las ráfagas del viento, aqueste monumento: ¡Dios vela por el viejo Patriarca que el bien del cielo por doquier reparte, piadoso alzando en el espacio el Arca que al monte, al valle y la ciudad convida con los puros raudales de la vida!

¡Hércules bienhechor, entre sus brazos por los aires suspenso lleva un rio!... Cuando caiga en pedazos, ¿quién en la enhiesta y habitada roca el ardor templará del seco Estío? En vano el lecho del barranco umbrío ahondarán el Eresma y el Clamores con sus raudas corrientes.... •De Segovia los tristes moradores secas verán de su ciudad las fuentes, y secas en sus cármenes las flores!

¡Ay! ;la naturaleza degenera

262 según crece del alma la osadía! El aliento de Dios nos abandona, nuestro barro mortal se desmorona, y del planeta el corazón se enfria. ¡Pasó el impulso de la edad primera! Del sol la eterna hoguera á nuestros turbios ojos palidece, y el árbol y la fiera, y todo, en fin, lo que gigante era, enano y pobre y sin vigor perece.— Así es que miro con pavor secreto este disforme, lúgubre esqueleto de aquel pueblo de Dioses y Titanes que el orbe todo conmovió en su furia. . . ,- como, lleno de horror, vi de la Etruria en los muertos volcanes fósiles, armas, ídolos, ruinas, restos de aquella madre corpulenta que incubara las águilas latinas, ó como, en la osamenta del antidiluviano megaterio, de otro mundo mayor hallé el misterio.

¡No! ¡no es el cielo de.Gartago ó Roma, cual mi ilusión lo sueña, ese que de luceros tachonado bordan los arcos de la antigua peña! ¡Es el cielo de España! Y no ya ornado con la mejor-estrella del destino, sino de astros adversos coronado. ¡Ay! ¿dónde están del héroe saguntino, de Guzman, de Viriato y de Padilla

263 los claros soles, la fulgente gloria? ¡Melancólica luna sólo brilla sobre el libro cerrado de la española historia, que, entre rotas espadas y palmas y coronas marchitadas, .asemeja una piedra mortuoria!

¡Y todo así! La vida y la esperanza se agostan por doquier: árida y triste la despiadada idea

es hoy reina del mundo: el hombre avanza destruyendo á su paso cuanto existe, sin fe, sin entusiasmo en la pelea... ¡nada á su empuje asolador resiste... y nada en cambio crea!

¡No retroceder! Pero lamento las flores de la vida

que la hoz del ínteres segó en mal hora! ¡Lloro por el divino sentimiento, ángel caido que en mi llanto llora agravios del altivo pensamiento!

No más, no más, señora, mi negra fantasía, al ver esta necrópole gigante, absorba su fatal melancolía. ¡Ay! ¡al llegar, cansado caminante, á este sepulcro de los muertos siglos, toqué la vanidad de la existencia y el humo vi volar de los amores: mi ambición se hizo polvo á su presencia: cual fuego fatuo desprecié la gloria,

264 y mi esperanza huyó! Sentí amargura y tedio de existir.... En tal momento mi alma os recordó, y vuestra memoria alivio fué y solaz del pensamiento. i855.

%:

LA MONA.

LA EXCMA. SEÑORA MARQ.UESA DEL SALAR.)

SONETO.

¡Cuan airosa y ufana en la corrida irá la noble fiera, engalanada con tan bella divisa, regalada por tan ilustre dama y tan garrida!

Cárdena sangre de la oculta herida matizará la seda recamada, y aun el toro, al mirarla disputada, más sentirá el perderla que la vida.

¡Oh, si al coger la codiciada prenda, tu corazón ganara y tu albedrío el esforzado justador!... ¡Oh gloria'

Todos fueran al par á la contienda^ y yo, ante todos, redoblando el brío, diera la vida allí por la victoria.

Granada, 18G4.

267

A LA EXCMA. SEÑORA

BARONESA DE CORTES,

QUE REGALÓ UN ABANICO Á MI HIJA PAULINA.

De vuestras manos que, por lo bellas, manos parecen de estatua griega; de aquesas manos, que así manejan la docta pluma como la rueca; manos de dama, de rica-hembra, que al par labora, cura y gobierna...

De vuestras manos, que á un tiempo llevan, así en los duelos

268 como en las fiestas, de honrada casa cortas las riendas, del limosnero flojas las sedas, franco el aplauso que al bueno premia, y del socorro pronta la venda... De tales manos ¡oh Baronesa! vuestro abanico, próvido emblema, cetro dorado, mágica enseña, llave del cielo, vara hechicera, hoy á las manos de mi hija llega.

Es esta niña la luz primera que mis amores diéronme en prenda. Fué, tras los sueños de mi existencia, de la esperanza cumplida oferta: ¡tierno capullo de otra flor bella que es de mi vida fiel compañera!

269 Ambos tenemos puestos en ella, no ya los ojos, el alma entera... Y nuestras ansias, las preces nuestras, cuanto afanamos sobre la tierra es por que flores . sigan su huella cuando á su lado ya no nos vea...

No, pues, palabras hay en mi lengua, sino temblores del alma mesma, cuando mis ojos ven, dama egregia, noble cantora, maga benéfica, que el abanico, de dicha emblema, cetro dorado, mágica enseña, llave del cielo, vara hechicera, de vuestras manos pasa á las de ella.

Dulce hija mia, bien del poeta; luz de mi alma;

270 mi primogénita; noble Paulina; flor de mi idea; prez de mis canas; sol que me alegras: vé, y á la diosa que de esa prenda, para tu dicha, te hizo heredera, (dándole un beso y un Excelencia) dile... en fin, dile lo que quieras!

271

MAÑANA SERA OTRO DÍA,

A PETRA, DE NUEVE ANGS.

Tras lenta noche nublada, que eterna el alma creía, brilla pura y nacarada la estrella de la alborada, presagiando un nuevo dia.

Y entre las rosas de ayer, que orgullo fueron del prado, sonríe al amanecer gentil capullo cerrado, que ^or mañana ha de ser.

¡Sol radiante! ¡Fresca rosa, que tantos admirarán! Hoy en vuestra aurora hermosa vierten lágrima ardorosa los ojos que no os verán.

272 Pasión, encanto, alegría seréis de mil amadores, en tanto que el alma mia seguirá en noche sombría llorando sus muertas flores.

jQue no brindan al desierto verdor las brisas de Mayo, ni calor al polo yerto, ni flores al tronco muerto del árbol que abrasó el rayo!

Pero no turbe mi pena, niña hermosa, flor temprana, estrella de amor serena, la dicha que te enajena en tu candida mañana.

Antes que fiera amargura, probarás las ilusiones, y el amor, y la ventura... pues siempre habrá corazones ricos de amor y ternura.

Que es inmortal la inocencia, y tiene su Abril cada año, y no se compra la ciencia, ni se enseña la experiencia, ni se hereda el desengaño.

El sol que en el Occidente su sien fatigada hunde.

■273 vuelve otra vez al Oriente, y desde allí alegremente vida y juventud difunde.

Y por más que un triste muer desengañado de amores, tendrá cada Primavera tantos pájaros y flores como tuvo la primera.

Conque así, querida mia, hazte mujer sin recelo; espera, sueña, confía...; que, mientras exista el cielo, mañana sera otro día.

Junio. 1863.

-275

EL ÁLBUM HEREDADO

Dulces hermanas, á la par gentiles, discretas á la par y candorosas, que el pleno encanto de los veinte Abriles mostráis, cual ramo de gallardas rosas, en talle y faz y gracias juveniles:

¿Qué álbum es este tan precioso y rico (bordado de seguro por las hadas), donde encuentro (y á fe no me lo explico) autógrafos, pinturas y baladas que tienen ya de fecha treinta y pico?

¡Cantan aquí la gracia y la hermosura, con el ardor de sus mefores años, Quintana, Gil y Zarate y Ventura, y, haciendo coro al General Castaños, Martinez de la Rosa amor murmura!

2^

276 ¡Astros fulgentes de la patria fueron, que nunca ingrato eclipsará el olvido!... Pero ¿cómo estas coplas os hicieron, si algunos de ellos ¡ay! hasta murieron cuando vosotras dos no habláis nacido?

(( Voces son de óticos sueños jy otros dias...)y responde el eco de la edad pasada. •Ah! lo comprendo todo, amigas mias: este libro de flores y poesías el álbum fué de vuestra madre amada.

En él un tiempo á la gentil doncella, que hoy es perfecta y ejemplar matrona, una corona, por afable y bella, tejiéronle esos vates, y hora ella os da con alma y vida su corona.

Y aquí ya empiezan á deciros flores otros poetas y otros amadores, como, del bosque en el ramaje umbrío, nueva generación de ruiseñores canta nuevos amores cada estío.

Así también, en el cerrado huerto, de renovadas y fragantes rosas el rosal cada Abril se ve cubierto, y en torno de ellas nuevas mariposas vuelan con loco afán y giro incierto.

Vate (y aún joven) de la edad presente, tócame á cantar vuestra hermosura...

277 Pero luego vendrá la edad siguiente, y oiréis á otros poetas, dulcemente, cantar de vuestras hijas la ventura...

Pues ya dije otra vez que, aunque se muera cada otoño un ejército de amores, «tendrá cada Primavera «tantos pájaros y flores )>como tuvo la primera. « 1872.

279

LA PALMA.

A LA ESPOSA DE UN POETA.

SONETO.

La palma audaz que en el desierto crece, hospitalaria acoge al caminante; grata sombra le presta, y abundante, sabroso fruto pródiga le ofrece.

Al son del huracán fiera se mece, y, cuanto él ruge más, más arrogante resiste, y más hermosa y elegante en los azares de la lid parece.

Premio de la virtud es cada rama del árbol inmortal; don á que aspira el que trueca la paz por la victoria....

Y ese don eres tú, perfecta dama, para el esposo que en tu amor se inspira, viendo en misma á tu rival la Gloria»

"281

EN VARIOS ABANICOS

Lo que hayas de mirar por las varillas,, míralo cara á cara: que una niña no debe ser avara del suave carmin de sus mejillas... ni mirar á hurtadillas.

IL

Cuando mires estos versos al tiempo de abanicarte, piensa que la dicha es humo, piensa que la vida es aire.

líl.

¿En dónde habrá un abanico semejante á un solo á copas,

282 de espada, basto, malilla, punto, rey, caballo, sota?

IV.

¿A qué llevas abanico si, en tu casa y en la calle, suspiros y bendiciones siempre están abanicándote;

Cuando te abanicas, sopla en la Corte, si estás triste , Solano, si esquiva, Norte.

Si airada, Noto, y si amorosa y tierna, dulce Favonio.

283

EN LA TUMBA DE UN ASESINADO.

SONETO.

No lágrimas merece la memoria del que justo vivió y honrado muere, ni gritos de venganza el alma quiere, si escucha ya los cánticos de gloria.

Quien al caer, cual víctima expiatoria, perdona generoso al que le hiere, candidas flores del amor espere, sacras, más que el laurel de la victoria.

Hoy esas flores tejen tu diadema y adornan tu callada sepultura, como ayer adornaban tu camino.

Ellas de tu virtud son el emblema... ¡Así dejaran su semilla pura en el alma del bárbaro asesino!

1859.

285

A LA POETISA VASCONGADA

DOÑA MATILDE ORBEGOZO

En tanto que el espléndido Océano terso mires cual diáfana laguna, rendido en las veladas del verano á las caricias de la insomne luna;

en tanto que, depuestos sus enojos, se esplaye en dulce y religiosa calma, insondable y azul como tus ojos, infinito y en paz como tu alma,

el lúgubre naufragio de mi vida no cruce, no, Matilde, por tu mente, ni turben tu existencia bendecida las tempestades de mi pecho ardiente.

286 Mas si, en los dias del sañoso invierno, por estas playas áridas y solas triste cruzares, el clamor eterno del Noto oyendo en las revueltas olas;

al ver el cielo cárdeno y sombrío, el Océano lóbrego y desierto, y, entre sus ondas, el cadáver frió del náufrago que tarde llega al puerto,

acuérdate de mí, que, errante y solo ¡muy lejos, ay!— los mares de la vida surcaré sin hallar rumbo ni polo á mi esperanza siempre combatida. Portugalete, Agosto de i863.

287

A AGUSTINA,

VIUDA DE UN TÍSICO

Brilló y despareció. Tocó tu alma con sus alas de fuego, y encendida te sentiste en su amor: el áurea palma de tu virginidad cogió en sus brazos, y ufano, y anhelando eterna vida, su espíritu rompió los pobres lazos del cuerpo inerte y frió, y en el éter sin fin lució y perdióse cual fugaz meteoro del Estío!

Fué ráfaga de lumbre que un momento abrasó tu mirada:

fué en el abismo azul del firmamento estrella enamorada.

Fué relámpago en noche de tinieblas; iris de un solo instante de bonanza; faro que brilló un punto entre las nieblas

del proceloso mar de tu esperanza.

Fué rayo de pasión; suspiro ardiente; eco blando de dulce cantilena; perfume evaporado en el ambiente; ola de espuma que tragó la arena.

Sueño, visión, delirio, nube errante, flor de una sola tarde fué en tu vida: la llevaste á tus labios, y triunfante murió, en su propio fuego consumida.

¡El dichoso! ¡Ay de tí! Breve y sin fruto pasó de tu existir la primavera, y horas de llanto, de viudez y luto nublan el cielo de tu edad primera.

Agustina ¡ay de tí!... ¡temprano alcanzas la muerte de tus dichas ilusorias! ¡temprano tus hermosas esperanzas ves trocadas en fúnebres memorias!

Mas... pon el alma en Dios, y tu adorado te sonreirá otra vez radiante y puro; no en la sombra letal de lo pasado..., sino en la eterna luz de lo futuro!-

Así, cuando el crepúsculo muriente se apaga en brazos de la noche fria, el peregrino vuélvese al Oriente, esperando la luz de un nuevo dia.

i86r.

289

CARTA

AL SEÑOR D. GREGORIO CRUZADA VILLA AMIL.

No á la orilla del agua (pues sospecho que éste el origen fué de las tercianas) ;oh caro Villaamil! mi carta fecho,

aunque que las Musas castellanas despachan el correo comunmente á la margen de un rio... (¡y no son ranas!)

Fechóla, sí, á catorce del corriente, en la Vega de Pas... (y no en la vega, sino en mi casa, de la vega enfrente.)

Lánguido el Pas las hortalizas riega que cultiva y se come á dos carrillos la famosa en Madrid hembra pasiega.

290 Viérasla aquí, entre chotos y novillos, arar, sembrar, coger... ¡siempre á la espalda el cuévano cargado de chiquillos!...

ó bailando en los campos de esmeralda, los domingos y fiestas, la hallarlas, con las trenzas más largas que la falda,

recios los huesos, las miradas frias, y rebosando del corpino el pecho, rica promesa de robustas crias.

Mas ¡oh cálculo vil!... sólo provecho buscando en el amor, franco de porte abren á estos gaznápiros el lecho;

y, sin que el hijo luego les importe, anuncian leche fresca en el Diario á las bellas madrastras de la corte!...

Pero ¿adonde mi humor atrabiliario me lleva ya?... Perdona, amigo mió, las digresiones de mi estilo vario...

Te hablaba de estos campos y este rio, do, de rocas y selvas sombreado, eterna primavera es el Estío.

Flores esmaltan el verdor del prado, que rudo monte con su planta oprime; mécese el aire puro y regalado...,

291 y allá, á la tarde, cuando todo gime, los pájaros, el agua, el bosque, el viento alzan á Dios un cántico sublime.

Entonces ¡ay! su rayo macilento manda á la tierra, donde triste moras, la luna desde el alto firmamento...

¡Si amor sentiste ó desengaños lloras, probado habrás la religiosa pena que acude al alma en tan solemnes horas!

Aquella luz fantástica y serena reflejo es de la dicha malograda que el corazón con sus memorias llena...

Pero poco te importan, y á nada, mi antigua fe ni la beldad que lloro... Conque hablemos un poco de Granada.

Verte me finjo del Imperio moro la historia descifrar, que sus ruinas guardan en letras de carmin y oro...

¡Aún, de Alepo y Damasco peregrinas, llegan las bendiciones del Profeta en alas de las fieles golondrinas!...

Aún oirás, en tus sueños -de poeta, de Boabdil el patético suspiro resonar en la cumbre del Veleta!

25

292 Silencioso y estático te miro frente á esa sierra en que rodó mi cuna... ¡de mi paterno hogar santo retiro!...

Ahí, contemplando la ciudad moruna, mientras yo busco aquí la luna entera, buscando estarás la Media Luna...

Que así los dos de nuestra edad primera la fe empleamos y el afán de gloria en perseguir quimera tras quimera...

Y así, en los brazos de la madre Historia, ó de la tierra en el regazo amante, sin esperanza tú, yo sin memoria,

solos y ajenos al presente instante, corremos lo futuro y lo pasado, mirando hacia atrás, yo hacia adelante.

¡Ah!... ¿por qué? ¿Ni á la patria ni al Estado (que sinónimos fueron algún dia) falta hace un hijo, un mártir, un soldado?

Méjico, Gibraltar, la chusma impía que, afrentando la sombra de Gisneros, con júbilo cruel nos desafía,

¿será que siempre nos aguarden fieros, sin que salten ¡oh Dios! á la venganza trémulos de la vaina los aceros?

293 Creyendo voy que sí..., y aun se me alcanza que hacemos como sabios, pues vivimos yo sin memoria, sin esperanza!

También nosotros nuestro tiempo hubimos de falaz ilusión... (¿quién dijo miedo?) •y acaso el mundo estremecer quisimos!!

¡Con qué afición y militar denuedo el manejo aprendimos y los trances de las viejas espadas de Toledo!

¡Cuántos soñados y posibles lances! ¡Cuántos héroes trocados en molinos! ¡Qué ocasión de epopeyas y romances!

Pasaron ¡ay! los sueños peregrinos de tan noble ambición... y halló la mente de otra ambición los cálculos mezquinos.

;Qué mucho, pues, que, en ocio indiferente, los que nacimos ó temprano ó tarde, seamos extraños á la edad presente?

¡Extraños, sí! Ya el fuego aquel no arde que arrojó al Español á altas empresas: flaco yace el León, viejo y cobarde;

y ni ruegos, ni golpes, hi promesas harán que brote la extinguida llama del perdido entusiasmo en las pavesas!

294 ¡Oh! ¡Quién nos diera de la antigua fama digno un lugar, en que la estéril vida rendir en feudo á Patria, Dios y Dama!

¡Quién el desierto de la edad perdida poblar pudiera de esforzados hechos, dignos de un alma á batallar nacida!...

La fe, el honor, la patria, los derechos del débil contra el pérfido tirano, siempre animaron juveniles pechos.

¡Oh... sí!... La cruz del Héroe valenciano, ó de Javier el báculo bendito empuñar: al hidalgo lusitano

seguir, cuando en el piélago infinito demarcaba del África el lindero; ó, respondiendo al angustioso grito

de Italia ó de Polonia, allí, el primero, pelear y morir... ¡propio sería de un Español cristiano y caballero!

Y si esto no es de moda ya en el dia, fuérame igual, para llenar el hueco de mi existencia pálida^y vacía,

dejar el mar Mediterráneo seco, ó subirme á las barbas del dios Marte por el cañón de un telescopio sueco!

295 Pero ¡inútil afán! ¡Aun para alzarte de nuestro siglo á la altitud mezquina, debes ir con la música á otra parte!

Vuelve los ojos: la muralla china rompen al fin los héroes de Crimea: en África el francés entra y domina:

sangre de los cristianos, que aún humea, ya lavó con la suya el Agareno, que lidia y muere en bárbara pelea (i):

los rudos Andes, que corona el trueno, tiemblan heridos, y los dos rivales mares sin fin se buscan en su seno:

de Asia y Libia los lazos perennales rotos serán también, que ya impaciente gime la nave opresa entre arenales...:

y hoy... salvando del mar la voz rugiente, bajo sus olas mil... ¡el grito humano pasa del uno al otro continente!

¡Vencido está el indómito Océano! La vela y el vapor su frente hirieron: su corazón, el fuego soberano!

(i) a la sazón castigaba Francia las agresiones de los islamitas contra los cristianos del Líbano.

296 Entre tanto, Cruzada, los que vieron virgen aparecer ante su vista aquel mundo que imbéciles perdieron

no aspiran á más gloria ni conquista que saber (la cuestión es de importancia) si el Conde (i) es moderado ó progresista!!

Y no habrá ni proyecto, ni ganancia, ni honor, ni patria que urja como eso: ¡que se hunda el mundo, que nos coma Francia,

los debates del próximo Congreso serán... sobre qué dio más gusto á Roma, si esa Moderación ó ese Progreso!

¡Oh fe del alma, mística paloma, que en torno de la mente del poeta nubes agitas de impalpable aroma...,

¿qué restará de cuando te meta (pues todos á la postre nos cansamos) en tu jaula á ganar una peseta?

¡Famoso porvenir! ¡Los que abrigamos tan altiva ambición, al fin vendremos siervos á ser de semejantes amos!...

Deliremos, Gregorio, deliremos,

(i) O'donnell, Conde de Lucena.

297 emigrando á la Historia, ó en el Arte dando á nuestra pasión goces supremos...

¡Tú en Granada feliz! Ahí su estandarte clavó la ilustre reina de Castilla del Moro en el hundido baluarte...

Ahí verás la primera maravilla de la rica oriental arquitectura... Ahí verás... ahí veras... {Véase Zorrilla).

Las de ojos negros y gentil cintura, te recomiendo yo, pálidas diosas... (trasposición se llama esta figura):

hijas del cielo, del Profeta esposas, aman desde el nacer á quien las mira, como desde el nacer huelen las rosas.

Poesía es el amor (mas no mentira) en ese viejo Edén, donde aún no es raro antes del Sacramento ver la Egira:

donde puedes pasar la noche en claro, recibiendo de un labio balbuciente dulces promesas en tu labio avaro;

y donde nace la Española ardiente que vio á sus plantas la imperial corona, ó la que vence al vencedor de Oriente!

jAh! goza, triunfa, de galán blasona,

298 admira, estudia, alégrate, y olvida la política vil en esa zona;

mientras que yo, juguete de la vida, devorado de tedio y de pereza, yazgo, como Reinaldo en los de Armida, en brazos de mi fiel Naturaleza. Setiembre de i858.

299

A SAN RAMÓN NON-NATO.

SONETO.

Tú, que á Dios te pareces y á mis nietos por tu rara excepción de no-nacido; segundo Adán, pues nadie te ha parido; de Jonás viceversa en los aprietos;

retoño de la Nada en los efetos, si la Nada es igual al haber sido; desfacedor de agravios de marido; patrono y abogado de los fetos:

vuélveme el pelo; quítame el bigote; arráncame los dientes; la comadre haz que me vista el primitivo hato;

y, trocado en inerte monigote, sepúltame en el vientre de mi madre...; que, mejor que nacido^ es ser non-nato.

301

LOS días de asunción ^i>

(NIÑA DE CINCO MESES.)

CORO DE ALDEANOS.

¡Qué hermosa y qué risueña, qué engalanada desciende de los montes hoy la mañana!

¡Dios la bendiga!...

Venid... Salgamos todos

á recibirla.

Mañanica dichosa; tú, la primera

(i) Asunción era hija del Médico de un partido rural de la provincia de Santander; hombre excelen- te por su mucha caridad y gran ciencia, al cual tenían aquellos aldeanos tanta veneración como cariño y agradecimiento.

302

que de Asunción los días

plácida alegras:

leda y cantando, como has venido este, ven muchos años!

Zagalas y pastoras de la comarca: de flores campesinas tejed guirnaldas;

tiernos corderos

traed al hombro, y palomas,

leche y romero.

Que hoy por la vez primera valles y montes de Asunción glorifican el dulce nombre:

¡nombre inefable

con que entró en el Empíreo

la Virgen Madre!

II.

HABLA EL POETA.

Pastores y zagalas, cercad su puerta con danzas y cantares, música y fiesta...

Y, el sol ya puesto,

por su futura dicha

rogad al Cielo!

303 III.

CORO DE ALDEANAS. (oración.)

^Estrella de los cielos, »luz de la tierra, ))fe de nuestros mayores, ))patrona nuestra,

)) Virgen María,

))bajo tu amparo queda

»la tierna niña!

«Hija de estas montañas,

«regalo nuestro,

«al bienhechor del valle

«Dios la dio en premio... «Y en su cariño «gratitud enseñamos «á nuestros hijos.» i858.

305

EL VIERNES SANTO.

Solo, negado, escarnecido, muerto, enclavado en la Cruz ¡oh Jesús mió!, la frente inclinas sobre el mundo impío, en la cumbre del Gólgotha desierto.

Ebrio, entre tanto, y de baldón cubierto, el mortal, en su infame desvarío, adora una beldad de aliento frió, pálida y mustia cual cadáver yerto.

¡Perdónalo, Señor! Que si en tal hora la majestad de tu dolor ultraja é ingrato y loco tu Pasión olvida,

su espíritu inmortal se agita y llora por sacudir del cuerpo la mortaja... ¡y vive en él como enterrado en vida!

i863.

30'

A ANTONIO TRUEBA,

EN SUS días.

El trece es San Antonio, Antonio mío: el de Pádua es tu santo, según creo, y no el Abad: á tiempo, pues, te envío

mi felicitación por el correo, pidiendo á Dios te encuentres, cual presumo, con la salud que para deseo.

No si dirías ¡la del humo! al mirarme marchar: yo, por mi parte, te quiero, y te dejé con duelo sumo.

Por eso no vacilo en dedicarte esta, sin franquear, franca poesía desde el pueblo que rige Bonaparte,

«3

308 ¡Antonio... que bendiga Dios tu dia! yo no estoy á tu lado, cual- quisiera, partiendo tu dolor ó tu alegría

(que alegría será, cual si lo viera, pues eres de los hombres más felices que comen pan en la terrestre esfera);

mas desde aquí la cuarta de narices que es de rúbrica y ene te deseo, y pavos, y capones, y perdices.

eres feliz, Antonio; bien lo veo, y toda tu existencia me lo fia, y en tus versos dulcísimos lo leo.

eres feliz: la santa poesía que en tu dichoso espíritu fulgura cánticos tiernos á tu labio envía...

Ella en su fuego celestial depura las miseriasdel hombre y de la suerte, y deja tu alma, cual naciera, pura!

Amas, ries y lloras: libre y fuerte, <lesprecias la comedia de la vida, sin temer la tragedia de la muerte.

Quizás tu hermosa libertad perdida, pájaro de los cielos, aquí cantas, esperando gozoso tu partida...

309 Quizás en horas de ilusión quebrantas los hierros de tu cárcel, y á otro mundo el desatado espíritu levantas.

Yo te envidio al mirarte vagabundo, con tu guitarra al brazo, ya te halles en el retiro plácido y profundo

de los paternos bosques, ya á los valles desciendas á cantar como el jilguero, ya de Madrid discurras por las calles,

siempre á tus anchas, solo, aventurero, sin ambición que turbe tu reposo, sin vanidad, ni vicios, ni dinero.

Si alguna vez este vivir dichoso al vivir de los hombres encadenas, no es para festejar al poderoso;

es para bendecir las obras buenas, para ayudar al débil y al mendigo, para partir del mísero las penas.

Eres del niño y la mujer amigo, porque ella es compasiva, él inocente: de las fiestas del pueblo eres testigo,

porque te agrada el júbilo que siente; porque encuentras virtud en su ignorancia, porque él es para la buena gente.

3d0

La luz del sol, del aire la fragancia, las historias del pobre Manzanares, los sencillos recuerdos de tu infancia,

tu larga ausencia de los patrios lares, la fe, el amor, la paz y la alegría son tu mundo, tu vida, y tus cantares.

¡Bendígalo Dios todo en este dia!... y, para que comprendas tu ventura, de tu vida pasemos á la mia.

Pero no, caro Antonio. Mi tristura no debe oscurecer el limpio cielo de las horas de paz y de dulzura

que gozas hoy. Renuncio al paralelo. Y aquí murió mi epístola: si es corta, cree que es mayor mi cariñoso anhelo: mas si dices que es mala, no me importa. Paris i855.

Sil

i LLORAMOS Ó RELMOS?

( leída en el liceo de granada. )

No quiera el Cielo,— á fuer de bisabuelo de las célebres hijas de Granada, (las cuales son, si no del todo hielo, nietas de la gentil Sierra-Nevada) que de mi alma el importuno duelo figure en este cántico por nada... ¿Para qué? Ya el dolor no está de moda, y llora cada cual su pena toda!

¡Qué mutacionl Antaño, ¡oh granadinas! os bañabais en llanto de poetas, y lágrimas de amor, cual perlas finas, dabais por suscricion las más discretas. Hoy sonaron aquí trovas divinas, tiernos suspiros de ánimas inquietas, y no os he visto al genio dar consuelos... ni á los ojos llevaros los pañuelos!

312

Por la inversa; al oirle sus dolores poco relatar llorando á mares, ¡señoras! en sus mismos sinsabores os vi hallar el mejor quita-pesares. Cuanto penaban más los trovadores, más placer os causaban sus cantares; de lo que yo deduzco ¡oh suerte negra! que dudáis de su mal, ó que os alegra.

Amar, llorar, cantar... ¡verbos augustos! ¡sublimes afecciones abolidas! La nueva sociedad tiene otros gustos... ¡Así tambieu'tuviera un salva-vidas!— Mas no lo tiene; y vemos, entre sustos, que hay ya menos poetas que suicidas, y que al triste que cae bajo la rueda, todos le dicen: ¡sálvese el que pueda!

jAmar, llorar, cantar! Decid: ¿no es cierto que estos verbos ya son de tan mal tono que nadie los conjuga en el desierto del siglo del Señor décimo-nono? ¡Triste verdad! La poesía ha muerto. ¡Dios la perdone! ¡Yo no la perdono! Yo hago más: yo la abrazo y la bendigo, me declaro su cómplice, y la sigo.

La sigo hasta el cadalso ó el destierro; parto su proscripción; sufro su insulto: si presa está, en mi corazón la encierro; si está muerta, en mi alma la sepulto. Mas no temáis que aquí cometa el yerro

113 de tributar á esa infelice culto... He dicho que el dolor no está de moda, y guardo para mi pena toda!

Pero ya que no llore los reveses que me jugó la pérfida fortuna, tolerad que con fórmulas corteses salude esta poética tribuna, que hace ya doce años menos meses fué de mi vida literaria cuna, y donde, como dicen los Autores, mis primeros canté dulces amoresl

Aquí, en medio de ilustres compañeros, que luego dispersó la varia suerte, y hoy por la tierra vagan extranjeros, ó bajaron al reino de la muerte, en los juegos del arte placenteros fui justador, si bien el menos fuerte, y aun hoy es mi mejor, mi única gloria de aquellas nobles lides la memoria.

Fueron muchas mañanas como ésta... ¡Oh juventud hermosa! Conmovido pulsaba yo mi cítara modesta, y el aplauso primer sonó en mi oido: ¿Donde están ya las reinas de la fiesta? ¿Dónde tanto cantor enardecido? Algunos me oyen en silencio mudo... ¡A los muertos y ausentes... los saludo:

Aquí de Andreu dominó el consejo:

314

Moreno Nieto habló: su triste canto

alzó Soler: con singular gracejo

leyó Palacio: del concurso encanto

fué el docto Ivon, y de la historia espejo

Gon^ale:{, el poeta de Lepanto;

y lucieron Bedmar, Paso y García,

y Salvador,— que trova todavía.

Aquí, desde esta cátedra, á las puertas de la gloria mortal llamé confuso; aquí me oyeron niñas inexpertas, que luego se han casado, como es uso; aquí me oyeron vivas que hoy son muertas, feas, cuyo rostro el interés compuso, é infinidad de jóvenes preciosas, que empiezan á no serlo... y á otras cosas.

Y aquí, en fin, me escuchaba yo á mismo; yo, que mi voz ya extraño si la escucho; yo, que del tiempo en el profundo abismo para escapar con alma dejé mucho; yo, que, sin realizar el idealismo de mi ambición de gloria, lucho y lucho... mientras mis camaradas de la infancia son ya... hasta Jueces de primera instancia!

Pero pongamos una cuerda grave en nuestra pobre lira quebrantada, y entone al fin una canción suave á los nuevos poetas de Granada. Los dulces versos, la facundia alabe y la inventiva siempre renovada

315 de que muestras nos da la gente moza en la tierra de Hurtado de Mendoza.

No, amigos; no murió la poesía; como no muere Dios cuando le niegan. ¡Aún hay almas sedientas de armonía que al sentimiento plácidas se entregan!... Verdad es que hay cantores de ironía, cuyo rostro las lágrimas no riegan: mas, ¿quién sabe si el mismo que así escribe, dentro del corazón tendrá un aljibe? Granada, 28 de Mayo de 1864.

317

LA VELADA DE LOS ANGELES DE CÁDIZ,

VISTA DESDE ROTA.

Tres noches que vése desde Rota, al lejos, en la oscura inmensidad, una ráfaga espléndida que flota entre el cielo y el mar.

Constelación de estrellas refulgentes, que bajó de los reinos de la luz á bañarse en las olas trasparentes del Océano azul.

Hilo de perlas, sarta de brillantes, que orla de Cádiz la gentil cintura, mostrando á los remotos navegantes la mansión del amor y la hermosura.

Aparición radiosa que despierta los antiguos anhelos de placer ,

318 el dulce afán de la esperanza incierta, las memorias de ayer...

Porque esa perspectiva misteriosa, esa iluminación del Océano, es la Velada alegre y bulliciosa del pueblo gaditano.

Es un reflejo que á la mar envia aquel foco de lujo y de esplendor, aquel centro de gloria y de alegría, aquel templo de amor.

Y, al verlo de las márgenes lejanas, parece que fulguran en las olas los ojos de las bellas gaditanas, ninfas del mar, nereidas españolas.

Y parece que vienen en las brisas suspiros de sus tiernos corazones, la música gozosa de sus risas y el eco de sus lánguidas canciones.

Mas cuando, tarde ya, sale la luna, triste y menguada como adversa vida, ó más bien como un alma sin fortuna que cruza el mundo sola y dolorida,

se amortiguan y apagan á lo lejos las luces de la mágica ciudad, y brillan solamente los reflejos de la pálida luna sobre el mar.

349 / Velada de los Angeles! Velada te pudieras llamar de los Amores., pero no para el alma fatigada que va ya de la vida en retirada por una senda de marchitas flores! 1877.

321

CARTA AL EXCMO. SEÑOR D. FERNANDO CALDERÓN COLEANTE

MINISTRO DE GRACIA Y JUSTICIA-

Mi querido don Fernando: ahora mismo tierra dando están á Narciso Serra, y mi puñado de tierra al pobre le está faltando.

Desde nuestra juventud nos unió tierna amistad: yo disfruté su salud, padecí su enfermedad y hoy lloro ante su ataúd.

Dejo, pues, el Ministerio y me voy al cementerio, aunque mi recomendado quede también enterrado en su humilde presbiterio.

322

Ni ¿qué importa que en la Tierra haya un prebendado más, cuando la tumba se cierra sobre aquel Narciso Serra que autor fué de Don Tomás?

Nada importa, ¡vive Dios! y ya que no podéis vos al campo santo acudir, iré en nombre de los dos con el poeta á cumplir.

Salud, señor don Fernando; y Dios os tanto acierto la justicia administrando, como gloria alcanzó el muerto á quien están enterrando. 27 Setiembre 1877.

EL NINFO DE SEBASTIANI ^^

Ya del hidrófobo cancro sintió el sol la mordedura, y anda cual perro rabioso por las regiones cerúleas. Más larga que la de Leyes es su carrera diurna, pues casi, casi un crepúsculo de otro se enciende en la punta. A cuarto están las cerezas, y pelechando las uvas; todo señor eh el campo, todo estudiante de tuna.

(r) La acción de este romance (que el autor incluye en la presente colección á instancia de respetables literatos) pasa debajo del puente que Horacio Sebastiani construyó cerca del paseo de la Bomba, en la ciudad de Granada.

24

324 En las ardientes campiñas andan hechos unas furias los morenos segadores tras de las espigas rubias. La gente habita en los patios; las bellas más bellas sudan; las gordas están ¡ay míseras! escocidas como nunca. Cantan las ranas de noche; también canta la lechuza, y los grillos en el campo tocan tutti de bandurria.

¡Oh estación del tabardillo, del gazpacho y de las pulgas! ¡Felices mil y mil veces los que ignoran tus dulzuras, moradores de los lagos de la Groenlandia ó de Rusia, ó médicos titulares de los valles de Guipúzcoa!

lí.

Es la tarde: un sol de Julio su disco inflamado oculta del caliginoso ocaso tras los celajes de púrpura. Aún duerme la siesta el viento; aún las aves están mudas, y las hojas de los árboles cuelgan inmóviles, mustias. Las cigarras y las moscas

32o apenas la calma turban de la callada arboleda que el Genil sudando cruza, y si acaso alguna rana deja las regiones húmedas , pronto es asado cadáver en las arenas enjutas.

¡Oh, qué calor, qué bochorno

¡qué poca el agua y qué sucia!

¡qué polvo allá sobre el puente í ¡qué peste aquí en la espesura!

Súbito el son compasado de una campana retumoa...

(Es que está dando las siete «1 reló de las Angustias.) Como por ensalmo entonces

todo cambia de postura...

Dijérase que la tierra se despereza y rebuzna.

Irgue su tallo la planta;

la flor se entreabre impúdica;

tiende sus alas la brisa;

el álamo se columpia...

Cantan las tímidas aves,

que el nido amoroso buscan,

y el Picacho de Veleta,

que, cual un pilón de azúcar,

muestra su perpetua nieve

del sol á la llama última,

pronto se ve coronado

por la trasparente luna,

mientras que el héspero hermoso,

326

el viento fresco y la bruma que sobre el agua se extiende la hora del placer anuncian.

Quizás los inciertos pasos que allá en la orilla se escuchan, y que en la delgada arena su huella apenas dibujan, de las náyades del rio ' la ansiada vuelta me auguran... Quizás aquí, ante mis ojos, van á aparecer desnudas, más lascivas que esas olas, más blancas que esas espumas..

¡Oh, venid, sílfídes bellas, ninfas, dríadas y musas; sacad de las verdes ondas vuestras espaldas ebúrneas, y la aljofarada de agua, luenga cabellera oscura apartad... para que vea vuestras bellezas ocultas!

III.

Los pasos más cerca suenan., más cerca... (¡mi ser se turba!) y por el ojo del puente se divisa una figura, que triscando se adelanta, mientras sus labios modulan el más villano estribillo que sonó en boca andaluza.

327

<^;4r í"^' g^ístOyX qué placer! y) Es cosa rica...^^ murmura , y el viento se lleva el resto de la letra y de la música.

¡El es! no eran las ondinas, ni las sirenas coludas, ni las ninfas, ni las náyades... ¡Es el Granuja! ¡El Granuja!

Esquilado trae el cogote por peluquero de burras; pero un mechón por delante vela su mirada astuta. De una antigua chifarrada la pelada media luna luce, cual melón calado, de la corona á la nuca. Cicatrices de apostemas todo su pescuezo ilustran; que nació malhumorado y es muy propenso á la fruta. Lleva un chicote en la boca y tras la oreja una punta, que ha cogido en la Carrera, pues es dado á la rebusca. Silba, aunque le falta un diente, y eso que pasó la muda; mas diz que de un par de coces se lo derribó una muía. Con soflama guiña un ojo, y las narices arruga para sorber lo que limpia con cendal de cinco puntas.

3-28 Viste un calzón de su padre, que le sirve hasta de chupa; ancho, como si lo hubieran cortado á la mameluca. Los pemiles trae doblados con arreglo á su estatura, y de un tirante de vendo, que su pecho y dorso cruza á la manera de banda, pendiente va aquella funda que es á un tiempo bata, gorro, pantalón, chaleco y túnica. Completan su ático traje camisa de tela cruda, un zapato y una bota , la honda en torno á la cintura,. y un tirajo negro al cuello, que lleva por la difunta... Tal es el aparecido: tal es el hijo de alguna.

IV.

¿Visteis cómo la culebra suelta en Julio la casulla, ó en Marzo los gorriones sacuden toda la pluma? Pues así; pero no así, sino con acción más súbita, nuestro audaz protagonista el tirante desanuda, y caen como por encanto

3^29 al suelo sus vestiduras. Dos puntapiés pega al viento, y la bota y la babucha vuelan... y quedan colgadas de un peral en la espesura. Con esto, y dar un voleo á aquella camisa iit siipra, en cueros vivos se queda el ninfo, y gritando ujhurral)), se adelanta hacia las ondas con marcial desenvoltura.

¡Madre Te'tisI ¡Oh Anfitrite! ¡Oh Neptuno! ¡Oh vieja turb.i de Tritones y Nereidas, acogedle en vuestras urnas! Miradle cruzar el rio de pié, sin que el agua turbia consiga, por más que salta, pasarle de la cintura. Ved esos miembros de cobre, que ni aun mojados relumbran; pues mugre de trece años no hay agua que despercuda. Vedle, en fin, buscar la orilla, no bien siente la frescura, é ir en busca de la ropa en un pié como las grullas... ¡Breve fué el baño! ¿Quién sabe si ejerció funciones sucias en sus líquidos palacios?... ¡Q.uién sabe! Silencio, musas!

330

V.

Ya se viste el tierno ninfo; ya se viste; ya se enjuga; que el enjugarse y vestirse son en él cosas conjuntas. Cuatro pedradas asesta luego al peral, y una lluvia de peras, con el calzado, la tierra asombrada inunda. Guarda la fruta en el pecho; cálcase; enciende la.pu?2ta, que ha seguido tras su oreja y que permanece enjuta, y hacia el Salón se dirige más arrogante que un húsar, gritando: ¿Quién quiere lumbre? ^Eh, caballero! ¿ Usted gusta?

Así llega á la Carrera; sobre un asiento se tumba; y una tras otra se come quince peras prematuras. Vuélvese del otro lado; santiguase con la zurda, y quédase más dormido que la Reina-Madre Turca.

¡Duerma en paz! Su tierna madre duerme también en la tumba; pero sobre el pobre huérfano vela la madre Natura. Con su sábana de encaje

334 cúbrelo la blanca luna, y cual lámparas de oro los astros su sueño alumbran. La brisa amante lo besa, los ruiseñores lo arrullan, los árboles lo abanican y las flores lo perfuman.

¡Oh qué tranquila existencia! ;0h qué cumplida ventura! Seguid, seguid esa senda, jóvenes de egregia alcurnia, y tú, Fabio, y tú, Teótimo; que, á no ser la de la Inclusa, no hay vida más envidiable que la vida del Granuja.

Granada, 1859.

índice.

PAGINAS.

Prólogo de la primera edición v

Biografía de D. Pedro Antonio de Alarcon xxni

Dedicatoria. í'A mi mujer.) i

LIBRO PRIMERO.

CANTOS Y CUENTOS.

El suspiro del Moro. (Canto épico.) 1 1

Al Océano Atlántico. (Oda.) , 23

A la bandera del batallón de Ciudad-Rodrigo. (Soneto.). 29

La cita soñada. (Novela en verso.) 3i

La caza del sáurio. (Soneto.) 41

A Chorby, poeta marroquí 4>

A fray Luis de León al inaugurarse su estatua en Sa- lamanca 45

Cuento moro. (En un álbum.) 49

Una flor menos 53

Un morisco de ahora. (Soneto.) 59

fll dia de año viejo 61

Promesa de una santa. (Soneto.) 65

El secreto 67

334

PÁGINAS.

Camino del cielo ; 69

Gloria 71

El amanecer. (Crescendo.) yS

A mi hija, en sus dias. (Soneto) y5

Al recibir mi retrato. (Pintado por mi amigo el Sr. D. Ig^

nació Suarez Llanos.) 77

El Mont-Blanc 79

Venecia 83

Roma. (Soneto.) 87

Desde el Vesubio 89

A Pompeya 91

A Alfonso XII 93

En el muladar. (Soneto.) 96

Dios 97

LIBRO II.

LOS AMORES.

Las nubes loi

Historia inverosímil io5

Una niña menos 1 1 1

Sueños de sueños 1 13

Balada '. 119

Profecía 121

Por via de epitalamio i23

Francesca e Paolo 127

Devolviéndole su álbum, sin haber escrito en él 129

Nuevos datos para la historia de unos amores célebres. i3i

Al volver una esquina. (Drama en un acto.) i33

Esse, fuisse, fore... (Improvisación en una orgía.). . . . r35

Adiós al vino 139

Sinfonía 141

Amor imposible 143

¡Nunca solos! 146

Tántalo 149

Coplas i5i

A un eco. (Madrigal.) i55

335

PÁGINAS.

La víspera iSj

Ayer tarde 169

Presentimientos 161

Despedida i63

Adiós al campo i65

Super nivem 169

Arcas y Palemón. (Idilio.) 171

En el huerto. (Traducción de Víctor Hugo.) 175

Seguidilla manche ga para guitarra 177

En el álbum de Consuelo. 179

Idea del álbum 181

El llanto del cocodrilo i85

Amor eterno 189

Supongamos 193

A 195

El olvido. (Canción.) 197

Las exequias del amor, ó el Dia de luna 199

¡Otro amanecer! (Soneto.) 2i3

El llanto del soltero. (Soneto.) 2i5

Las palmeras. (Soneto.) 217

El fruto de bendición. (Soneto.) 219

LIBRO III.

POESÍAS VARIAS.

La luna... (Al general Ros de Olano.) 223

Ayer y hoy. (En el álbum de la condesa de Fuenrubia.

hija del marqués de Benalúa.) 229

Al general Caballero de Rodas, en el álbum de sumujer.

(Soneto.) 233

A María Hoppe 235

A Daguerre 239

A Velazquez. (1599 1660.) 245

El cigarro. (A D. Ángel María Chacón.) 25 r

A Mercedes, el dia que se puso de largo 253

En el álbum de María , 237

El acueducto de Segovia. (Epístola.) 259

336

PÁGINAS.

La moña. (A la Excma. señora marquesa del Salar,

soneto.) 265

A la Excma. señora baronesa de Cortes, que regaló un

abanico á mi hija Paulina 267

Mañana será otro dia. (A Petra, de nueve años.) 271

El álbum heredado 276

La palma. (A la esposa de un poeta, soneto.) 279

En varios abanicos 281

En la tumba de un asesinado. (Soneto.) 283

V la poetisa vascongada doña Matilde Orbegozo 285

A Agustina, viuda de un tísico 287

Carta al Sr. D. Gregorio Cruzada Villaamil 289

A San Ramón Non-nato. (Soneto.) 299

Los dias de Asunción. (Niña de cinco meses.) 3oi

El Viernes Santo 3o5

A Antonio Trueba, en sus dias ' 307

.Lloramos ó reimos.'* (Leida en el Liceo de Granada.).. . . 3i i

La velada de los ángeles de Cádiz, vista desde Rota. . . . 317 Carta al Excmo. Sr. D. Fernando Calderón Collantes,

ministro de Gracia y Justicia 321

El ninfo de Sebastiani 323

OBRAS DE D. PEDRO A. DE ALARCON

El Escándalo. Novela. Cuarta edición. Un tomo en 8.°

de 400 páginas. 16 rs. en Madrid y 18 en provincias. El Sombrero de tres picos. Novela. Tercera edición.

Un tomo en 8.", 10 reales. Novelas. (El Amigo de la Muerte. El Coro de Angeles. El clavo, etc.) Segunda edición. Un tomo en 8.", de más de 400 páginas, 10 rs. en Madrid, 12 en provincias. De Madrid á Ñapóles. Nueva edición, con 24 magníficas láminas aparte del texto. Un tomo en 4.° mayor, de 58o páginas. 28 rs. en Madrid, mitad del precio de la primera edición, que se agotó hace muchos años. Amores y amoríos. (Historietas en prosa y verso.) Un tomo

en 4.° menor, 16 rs. Poesías. Precedidas de un prólogo del académico D. Juan Valera, y de la Biografía completa del Autor. Nueva edi- ción, corregida y aumentada considerablemente. Com- prende las composiciones del Sr. Alarcon publicadas en 1870 bajo el título de Poesías serias y humorísticas (cuya edición se ha agotado) y todas las que ha escrito desde aquella fecha. Un tomo en 8.°, de 400 páginas. 20 reales en Madrid. Discursos leidos en la Academia Española por los Sres. Alar- con y Nocedal.— Un folleto, 8 reales. El Final de Norma.— Novela.— Nueva edición.— Se imprime

actualmente, y pronto habrá ejemplares á 12 reales. Diario de un testigo de la guerra de África. Agotada.

Se reimprimirá en el presente año. Cosas dUE fueron. Colección de artículos de costumbres,

viajes, crítica, etc. Agotada. Se reimprimirá este año. Más novelas.— Agotada esta colección, se reimprimirán muy luego las historietas que comprendía, en unión de otras escritas posteriormente, y formarán dos tomos, titulado el uno Novelas cortas, y el otro Tradiciones Nacionales.

Los pedidos de todas estas obras se dirigirán á la librería de D. Miguel Guijarro, calle de Preciados, núm. 5, Madrid.

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