.'-' ^ "•i „ •r^V Vi H,=^>.Vj >> 'f \ »tJ> ^ política hidráulica (MISIÓN SOCIAL DE LOS RIEGOS EN ESPAÑA) OBRAS COMPLETAS política hidríulica (MISIÓN SOCIAL OE LOS RIEGOS EN ESPíÑft) POR D. JOAQUÍN COSTA MARTÍNEZ ToM II íe la "Blílioteca económica,, 7. tp MADRID «BISX^IOX:SCJL J. COSTA Naciones, 4, hotel 191 1 Es propiedad. Queda hecho el depósito que marca la ley. Madrid.— Imprenta de Fcrtanet, Libertad, 29— Teléfono 991 CAPÍTULO I Misión social de los riegos en España A los partidos políticos — Rpgad los campos, si queréis dejar rastro de vuestro paso por el poder: los árabes pasaron por España; ha desaparecido su raza, su religión, sus códif^os, sus templos, sus palacios, sus sepulcros: y -* sin embargro, su memoria está viva, porque han subsistido sus riegos. Vivimos todavía los españoles, lo mismo en agricultura que •en historia, en el período mítico y fabuloso de nuestra vida nacional. Todavía nos fascinan y nos acaloran las luchas de «moros y cristianos»; todavía nos obsesionan el descubrimien- to de las Am ericas y los galeones cargados de metales precio- sos; nos decimos el pueblo de San Quintín y de Lepanto; llenan aún nuestra imaginación los nombres de Viriato, el €id, Roger de Lauría, Hernán Cortés, el Gran Capitán y el Duque de Alba; nos duele que hayan pasado para no volver aquellos siglos en que el sol no se ponía nunca en nuestros dominios; nos figuramos aún nuestras fronteras como diques impenetrables á toda invasión extranjera, y nuestro pueblo como el más valiente y el más hazañoso de la tierra, — Así también en agricultura: todavía la estrecha y ahoga la leyen- da. No hay clima tan benigno como nuestro clima, ni cielo tan próvido como nuestro cielo, ni suelo tan fértil y abundante como el suelo de España; aquí, la Naturaleza provee genero- i — 2 — sámente al sustento del hombre casi sin esfuerzo; brota la tierra por doquiera espontáneamente frutos en abundancia, y el español, este haragán eterno, tendido á la sombra de los ár- boles, apenas tiene que hacer más sino extender la mano para cog-er el pan que liberalmente le están brindando plantas y animales; no hay otro como él, tan harto ni tan reg-alado; los demás pueblos se morirían de hambre si nosotros no les ofre- ciéramos las sobras de este festín espléndido á que nos tiene perpetuamente convidados la Naturaleza; ni hay ingenio tan- profundo, ni talento tan vasto, ni lengua tan rica, ni dicción tan galana como la de los españoles; en menos tiempo del que emplea un extranjero para plantear un problema, el español le adivina la solución;— y así recordando nuestras glorias científicas, más veces ungidas que reales, de otros tiempos, nos juzgamos sabios; soñando en las riquezas, á su vez soña- das, de otros siglos, nos creemos ricos; y saturados de la le- yenda con que los árabes nutrieron y adulteraron nuestro ca- rácter nacional, convertimos á España en una especie de fan- tástica Jauja, sin que sean parte á disipar este espejismo lo& crueles desengaños de la realidad; y si en riqueza, en saber,^ en poderío y en política no sostenemos el cetro de la hegemo- nía europea y no vamos á la cabeza de la humanidad, culpa es exclusiva de nuestra inactividad y de nuestra desidia. Ya es hora de que principiemos á arrancar una á una en nuestro entendimiento y en nuestro corazón las hojas de esa corona de ilusiones con que divertimos á momentos nuestras desdichas; ya es hora de que apartemos de los ojos el cristal de color de rosa con que nos vendó el orgullo tradicional de nuestros padres, y tengamos valor para mirar cara á cara la realidad; ya es hora que caigamos en la cuenta de que nues- tras hazañas pasadas no valen más ni menos que las de otro& pueblos; que la estatura de nuestros héroes nacionales no ex- cede una pulgada á la de los héroes extranjeros; que nuestras fronteras no son más impenetrables que cualesquiera otras, y que no hay pueblo que se haya propuesto invadir nuestro país que no lo haya recorrido libremente desde Pirene á Calpe; que nuestro clima es de los peores, nuestro suelo de los menos fér- tiles, nuestro cielo de los más ing'ratos y avaros, nuestra vida de las más penosas y difíciles, nuestro pueblo de los más ham- breados y astrosos, nuestra lengua de las más pobres, nuestro ing-enio de los menos fecundos, nuestra participación en la obra común del progreso humano de las más nulas; que no hay tierra en Europa que menos se parezca á una Jauja que la tierra española, ni europeo á quien tantos trabajos y afanes cueste el diario sustento como al español; y que si en otros países basta con que el hombre ayude á la Naturaleza, aquí tiene que hacer más: tiene que crearla. No olvidemos que, como dice D. Agustín Pascual, la plani- cie central, y acaso la mitad de España, es una de las regiones más secas del globo, después de los desiertos de África y de Asia. Provincias hay, como Murcia, apellidada el reino serení- simo^ donde apenas si se ve una nube en todo el año; como Huesca, donde pasan cuatro y seis años seguidos, y aun más. sin llover una gota. Y sabido es que la sequedad trae consigo, como un corolario fatal, la esterilidad y la muerte. En com- pensación de esto, la misma latitud meridional de la Penínsu- la, junto con su estructura orográfica é hidrográfica, abren á la industria del hombre horizontes mucho más vastos que en muchos otros países de Europa, prestándose á combinar y di- rigir las energías del mundo físico de tal suerte, que resulte una Naturaleza infinitamente más productiva que la suya. Persuadirnos del procedimiento y querer ponerlo en ejecución es lo que más importa y urge por lo presente. A este fin va consagrada la tesis por mí presentada, que dice así: «La condición fundamental del progreso agrícola y »social en España, en su estado ])resente, estriba en los alum- »bramientos y depósitos de aguas corrientes y pluviales. Esos » alumbramientos deben ser obra de la nación, y el Congreso - 4 — >^agrícola debe dirigirse á las Cortes y al Gobierno reclamán- >Ndolos con iirg-encia, como el supremo desiderátum de la agri- v>cultura española» (1). Que las dos palancas fundamentales de la vida vegetal son el agua y el calor— vehículo aquélla y disolvente universal de cuantas substancias entran á componer las plantas, reacti- vo universal éste por cuya virtud se obran las funciones de la vida vegetal, — es verdad tan vulgar y corriente, que el pue- blo mismo la proclama en un refrán agronómico: con agua y con sol, Dios es creador; y no habría por qué traerla á cuento si no fuese para fundamentar una división práctica de los sue- los por relación á uno y otro elemento. Los hay en que el calor y la humedad se hallan tan equilibrados y obran tan concer- tadamente, que la producción es continua, como si dijéramos de primavera perpetua, con un esfuerzo mínimo; y de ello po- dría citaros como ejemplo admirable, cierto valle de Lima que describen D. Jorge Juan y D. Antonio Ulloa. Los hay que gozan de la necesaria humedad, pero que carecen de calor, y aquí el arte tiene que venir en ayuda de la Naturaleza, fortificando la acción débil del sol: de este género puedo recordaros la Lapo- nia, donde cultivan la cebada para hacer pan; como no puede madurar del todo al aire libre, la siegan verde para que acabe de granar en unos hornos á modo de estufas, con calor artifi- cial, en la forma que describe Carlos Martins. Los hay, por úl- timo, donde el equilibrio se rompe por falta de humedad con relación al grado medio de la temperatura anual del aire, y en este caso, se encuentra nuestra Península. ¿Existe, á pesar (1) Esta razonada proposición fué sometida por el autor Sr. Costa al Congreso de agricultores celebrado en Madrid en 1880. También publica- mos á continuación la respuesta á las objeciones que se le opusieron en el curso del debate. Como se ve, aquí tuvo origen la frase que ha llegado á cristalizar en la reflexiva conciencia popular, «política hidráulica», síntesis de una políti- ca económica reconstructora. — N. del H. de esto, paridad de condiciones entre esos dos extremos, Espa- ña y Laponia? No, porque en Laponia no corren ríos de calor como en España ríos de ag*ua; porque los lapones no pue- den abrir hasta sus cultivos acequias de sol para templar la crudeza del aire y del suelo, como pueden los españoles con- ducir á sus campos acequias de humedad para templar el fuego de los ardores caniculares; porque los españoles pueden extraer del subsuelo corrientes ascendentes de ag-ua, y los la- pones no pueden hacer brotar del subsuelo corrientes de caló- rico, al menos hoy por hoy. Suponed que á los pueblos industriosos y prácticos del Nor- te, para infundir en su suelo la fuerza productora que excep- cionalmente tiene el nuestro, les bastara trazar planos incli- nados reg-ulares desde ciertos almacenes donde la Naturaleza hubiese depositado en abundancia condiciones naturales de producción, hasta sus campos, como puede hacerlo el español: ¿creéis que no principiarían por ahí, y que se entretendrían, como nosotros, en poner á lo antiguo puntos y comas de ma- quinaria, de selección, de abonos artificiales, de granjas- escuelas, etcétera? Si los ingleses no disfrutaran las ventajas áoi gulfstream, con que el golfo mejicano les surte gratuita- mente del calor que necesitan sus mieses para madurar y sus praderas para matizarse de flores, y les dijeran que por las montañas de Wales ó de Cumberland corrían \q.t\oq giilfsireamy ¿creéis que se entretendrían en discutir recetas para paliar su clima frígidísimo (que frígidísimo sería sin la gran «corriente del golfo»), y que no se apresurarían lo primero á horadar montañas, tender por los valles sifones y acueductos, encerrar en gigantescas redes de tubería las provincias, y convertir el Reino Unido en una estufa de porciones infinitas, dotándolo de un sistema arterial por donde circularan sin cesar las- ca- lientes emanaciones de aquel geiser inagotable, entibiasen su atmósfera, mudasen repentinamente la faz de la agricultura y vivificasen el cuerpo aletargado de la nación? Pues bien; eso — 6 — que en los septentrionales nos parecería racional, nos parece indebido en nosotros, á juzgar por el olvido en que lo tenemos ó por la indiferencia con que lo miramos. También nosotros poseemos nuestro gulfstream^ pero defi- ciente é irreg-ular: las corrientes atmosféricas del Mediterráneo y del Atlántico no vierten sobre los abrasados campos de la Península toda el agua que necesitan las plantas para vege- tar y fructificar; pero hay inmensos depósitos de ella en las crestas y en las entrañas de los montes, y podemos derramar- la con la regularidad matemática de las pulsaciones sobre el país, cruzándolo de un sistema arterial hidráulico que mitigue su calor y apague su sed, regenere los veneros de riqueza que atesora, aliente al labrador desfallecido por los desesperados esfuerzos de un trabajo inútil, y haga fecunda la acción del sol, tan desastrosa hoy por falta de regulador y de opuesto. En orden de razón y de tiempo, esto es lo primero que debiéra- mos haber hecho, porque, sin ello, la instrucción agraria es ineficaz, imposible el crédito, vana y estéril la libertad; pero di- ríase que se habían conjurado todos los Gobiernos y todos los partidos para colocarlo á la cola de todas las reformas, para que también en esto se cumpla el dicho de que los españoles sien- ten verdadera pasión por hacer las cosas al revés y principiar la casa por el tejado. ¿De qué servirá que remováis la tierra con máquinas perfeccionadas, y la saturéis de sales y la pon gáis en manos de un sabio? Con harina sola, máquinas y cien- cia, ¿hará el sabio pan, si carece de agua? El desarrollo de los alumbramientos y depósitos de agua, y consiguientemente de los riegos, ha de producir los siguien- tes inmediatos resultados: 1.° Extender la zona de prados, hoy insignificante; disolver en parte los rebaños trashumantes; decuplicar el número de reses, sometiéndolas á un régimen de estabulación permanen- te; armonizar los intereses de la ganadería con los de la agricul- tura, en irracional pugna hace tantos siglos, y poner á la pri- mera en aptitud de sostener la competencia con las carnes americanas. 2." Estrechar el área destinada al cultivo cereal; doblar el rendimiento de granos por hectárea y ponerlos en condiciones -de resistir la competencia de los rusos y norteamericanos. 3.0 Introducir en el cuadro de las industrias nacionales esa otra g-auadería de las aguas que se llama piscicultura, más barata, más descansada y más lucrativa que la g*anadería te- rrestre. 4." Desarrollar el cultivo de los kxhoA^^ fnitales , obreros in- cansables que están en ejercicio noche y día durante nueve meses del año, y que se brindan á trabajar casi g-ratuitamente para la emancipación del agricultor, ocupando su lugar y ha- ciendo sus veces en el campo, mientras él vive consagrado á las nobles tareas del espíritu. 5." Iniciar de un modo, aunque lento, seguro y eficaz la repoMación forestal áe nuestra.s montañas, que la ciega codi- cia ha desarbolado, y remediar los trastornos y perturbaciones que ha sufrido por esta causa el régimen de los hidrometeo- ros. Tienen que seguir, para regenerarse las selvas, idéntico proceso y camino que en los primeros días de la creación: de los llanos á las alturas; principiar por los valles y tierras subs- tanciosas, acometer luego las faldas y trepar por la ladera arriba, ganando el terreno palmo á palmo, hasta invadir y ocupar las cumbres. 6." Poner al alcance de los jornaleros, artesanos y labrado- res en pequeño el cultivo de huerta, que, aun reducido á -su mínima expresión, ofrece un suplemento de recursos y de. ingresos que no es de despreciar, y salva la vida de las fami- lias menesterosas en años de crisis, como dice muy aguda- mente el pueblo en un refrán: «Al año tuerto, el huerto; al tuerto tuerto, la cabra y el huerto; al tuerto retuerto, la cabra, que no son de este lugar? Pues cuando pocos meses más tarde ■se reunía, por iniciativa del secretario de la Junta provincial •de Agricultura, una Asamblea de agricultores de la provincia, representantes de los Ayuntamientos, hacendados, ingenieros, abogados, miembros de la nobleza, diputados provinciales, en -el paraninfo de la antigua Universidad sertoriana, y al discu- tirse el programa de la proyectada asociación advertí que se había omitido en él lo más fundamental, la cuestión del alum -bramiento de aguas para riego, y haciéndome intérprete del sentimiento general de la provincia les decía que el Ésera, el Cinca, el Gallego y demás ríos que descienden de la montaña '«ran verdaderos Pactólos, por cuyos cauces ruedan más rique- zas que si arrastrasen arenas de oro, y que todo lo que no sea — 24 — explotar esa mina, acuñar ese metal, poner esa fuerza cósmica á servicio de la agricultura, era andarse por las ramas, dejan- do dañado el corazón, aquellos labradores rompieron en una explosión de entusiasmo, reconociendo que había puesto el dedo en la llag-a más honda de laag-ricultura alto-arag'onesay en general de la agricultura española. Y cuando la Junta di- rectiva me comisionaba para redactar el Reglamento y tomaba como base de él la constitución de una Sociedad de Agriculto- res, entre otros fines, con el de levantar empréstitos para ace- quias, canales y pantanos con garantía de todos los bienes de los asociados, los otros dos vocales de la Comisión de Regla- mento, el vicepresidente de la Diputación provincial y el secre- tario de la Junta provincial de Agricultura, hacendados ambos,. aceptaron sin titubear el pensamiento, no obstante su mucha gravedad, y los individuos de la Junta directiva y los propie- tarios extraños á ella á quienes pudo consultarse, manifestaron asimismo su conformidad, con sólo que se limitara la respon- sabilidad de cada terrateniente á una parte ó tanto por ciento determinado de su patrimonio; no habiéndose puesto aún por obra el pensamiento por efecto de un incidente que no afecta en nada á la esencia del proyecto. Desengáñese, pues, el Sr. Téllez; desengáñese el Sr. Casabo- na; podrá haber una ú otra localidad ó comarca á quien la cuestión de riegos sea indiferente; pero la generalidad de Ios- agricultores españoles están persuadidos de su necesidad y aguardan el agua con los más vivos anhelos. Y como no es para nadie un secreto en cuáles provincias están dispuestos á reci- birla y en cuáles no, ya cuidaría la opinión, ya cuidarían los poderes, de que se principiara por aquéllas y no por éstas: sólo procediendo á ciegas y sin cálculo, sólo desatendiendo el dato sociológico, que en toda obra pública ha de tenerse en cuenta al par del dato hidrológico y agronómico, puede darse el casa de un canal de riego cuyas aguas no sean solicitadas por los- propietarios y cultivadores de la zona regable y que hagan. — 25 — pensar en un med'o tan violento como el que proponía en su discurso el Sr. Durda, consistente en recargar la contribucióii á los que se nieguen á fertilizar sus tierras con el agua de rie- go que se les brinde; medida de sabor marcadamente socialista, que no dice muy bien en labios de aquéllos que rechazan por socialista la construcción de tales obras por el Estado. Por fortuna, no es á los cultivadores á quienes habrá que apremiar para que rieguen; á quienes habría que apremiar es- á los concesionarios para que no les hagan esperar el agua en balde toda la vida. Opinaba el Sr. Cervigón que la condescen- dencia excesiva de que pecan los Gobiernos en materia de pró- rrogas y caducidades no influye poco ni mucho en que los ca- nales dejen de construirse y que no encuentra ventaja ninguna en el rigor, mientras no haya un tercero interesado en que la caducidad se declare; pero el Sr. Dorda ha demostrado elocuen- temente lo contrario, y el Sr. Casabona ha remachado sus argu- mentos, apoyándolos en ejemplos. Siempre hay un tercero inte- resado, que es la naoión, que son los regantes, en que el con- cesionario viva en la i.jteligencia de que no le serán prorro- gados los plazos y que cumplido el primitivo de la concesión, habrá perdido todo derecho como no dé por terminadas las obras. Considera el Sr. Casabona cosa más urgente que la construc- ción de canales, la enseñanza agrícola, porque para verificar el tránsito del cultivo de secano á regadío se requieren ciertos conocimientos. A esto contesto:— 1.° Que allí donde el labrador español ha dispuesto de agua de riego, ha sabido verificar la transformación de los cultivos y crear una agricultura tan per- fecta como la más perfecta de Europa, sin necesidad de acudir á ninguna escuela en demanda de consejo, y ya aludí á cierto- pasaje de Jaubert de Passa en que declaraba que la agricultura de los franceses, con tanto presumir de docta, tenía mucho que aprender de los españoles;— y 2° Que los canales y pantanos que ahora se construyan no van á introducir el riego en España como una novedad, sino á ensanchar su área, puesto que en — 26 — "ma3'or ó menor escala es practicado ya en toda España: todos los canales y pantanos que hay proyectados en 22 provincias se proponen re^i^ar no mucho más de 400 000 hectáreas, cifra fácil de asimilar desde el primer día por una agricultura, como la agricultura española, que ya hoy rieg-a cerca de tres veces más que eso, l.l'OO 000 hectáreas: en todo caso, poco cuesta crear y sostener por pocos años en cada una de las zonas re- g-ables, una vez abiertos al servicio público los respectivos ca- nales, g-ranjas modelos, dirigidas por capataces ó prácticos, á fin de que prácticamente enseñen el modo de operar la trans- formación del cultivo cereal en el de prado, raices forrajeras, arbolado frutal, etc. También se ha puesto por arg-umento en contra de mi tesis la imposibilidad de reg-ar toda la Península: apenas si el bene- ficio del rieg-o podría alcanzar á la cuarta parto de ella. ¡La ■cuarta parte! ¡Ya podíamos batir palmas si la cuarta parte de la Península pudiera regarse! No necesitamos tanto: somos po- era, del Ebro, del Genil, del Guadalquivir, del Tajo, en comarcas donde el riego está ya en las prácticas y en las tradiciones del país y es apreciado y deseado por los labradores. El riego de esos 26 canales alcanza á menos de medio millón de hectáreas. Duplicad esa cifra con los pantanos proyectados y por proyectar, añadid un tanto más con los pozos artesianos, bombas, norias, apresamientos y pequeñas derivaciones y san- grías, y tendréis más agua de la que ha menester y puede con- sumir la generación actual. Con ella, á vuelta de diez años, habréis aumentado en un tercio, acaso en una mitad, la pro- ducción agrícola y pecuaria de España. Dado el impulso, pues- to en actividad ese criadero de capitales, los siglos venideros proseguirán la obra é irán apresando y derramando por el suelo «spañol nuevas masas de agua que hoy se pierden sin prove- cho para nadie en el mar. — 27 — Pero es que el riego no ha de obrar únicamente por vía directa sobre las tierras que reciban el beneficio del agua; influirá también de un modo sensible sobre las tierras que queden de secano. Con tan sólida base como aquella, tomando como punto tema parlamen- tario y de jurado: podráoonstruir escua- dras y hacerse resi^etar de los ext-años y recobrar en los Congresos europeos el sillón qup dejó vacaote el conde de Aranda hace cien años: podrá reanudar el hilo roto de su tradición, de su gran- deza y de su destino en el mundo... § 1." — El remedio esta en la voluntad: predmMo.— Agñcul- tores: Yo no sé, yo no sé si para este país nuestro, tan postra- do, queda 3^a en lo humano algún remedio; yo no sé si he- (1) Discurso pronunciado por D. J. Costa, en nombre y como presidente de la «.Liga de Contribuyentes de Ribagorza», domiciliada en Graus, ini- ciadora de la constitución de la Cámara Agrícola del Alto-Aragón: este acto preliminar, tuvo lugar en memorable Asamblea de agricultores celebrada — 38 — mos caído tan hondo, que no haya fuerza bastante poderosa á levantarnos; yo no sé si el Alto Aragón ha adelantado tanto en la grave enfermedad que lo consume y empuja con tanta persistencia hacia la muerte desde hace media generación, que todo intento de redimirlo deba fatalmente frustrarse; pero si todavía podemos abrir el pecho á la esperanza, si aún existe algún remedio para esa dolencia con todos los caracteres de moital, ese remedio no está en parte alguna sino en vuestra voluntad, y esta voluntad no puede obrar de modo eficaz sino acerándola, agitándola con fuertes sacudidas y despertando en ella la conciencia, todavía dormida, de su poder, en reunio- nes como esta que ahora vais á celebrar, y que habrían conju- rado la crisis á haber comenzado hace veinte años. Por eso, cuando esta mañana bajaba yo de la montaña y contemplaba á derecha é izquierda de la ociosa carretera las filas de olivos cargados de fruto al cabo de tantas y tan crueles sequías, me parecía como si los pobres árboles hicieran el postrer esfuerzo y exprimieran sus últimos jugos para suministrar el óleo con que ha de darse el viático al pobre país agonizante, y yo como en la plaza de toros de Barbastro, bajo la presidencia de monseñor D. José Salamero, Prelado Doméstico de Su Santidad, el día 8 de Septiembre de 1892. Por las ideas vertidas en este discurso y en el dictamen que le antece- de (cap. 1), puede colegirse cuál habrá sido el criterio que ba dominado en la Cámara Agrícola del Alto- Aragón. Los once años trascurridos desde en- tonces á la fecha de esta Asamblea sin que se hubiese construido ni un f«olo canal, no obstante los estímulos tentadores de la ley de 27 de Julio de 1883, justifican plenamente las previsiones del Sr. Coata. A parte de ese hecho, estaban, de una parte la crisis de la producción agrícola, todavía más grave hoy que entonces, y la caducidad del tratado de comercio con Francia, que trajo una nueva perturbación á la agricultura nacional; y de otra, los siete años no interrumpidos de sequía y esterilidad, desde 1884 á 1891, en la Litera y gran parte de los Somontanos, y la amenaza de una nueva concesión del famoso proyecto del canal de Tamarite á empre- sarios particulares. — iV. del H. — 39 — un doctor de aldea vengo á juntarme con vosotros en con- sulta de médicos para pensar acaso en provocar una reacción á la desesperada con revulsivos y cauterios, ó en una transfu- sión de sangre que renueve la vieja y caduca cuya impotencia viene demostrando con tan triste elocuencia este manojo de crisis que pone en problema, no ya la g-randeza y el porvenir, -sino que hasta la existencia de la patria. Mil gracias, en nombre de la Comisión organizadora, á la previsora y alentada Corporación municipal de Barbastro, que acaba de dar tan grande prueba de civismo; gracias á la noble ciudad, por su generosa hospitalidad, inspirada en tan viejas tradiciones; gracias á las hermosas damas, á quienes no han traído aquí, de cierto, impulsos ó motivos de curiosidad, sino un sentimiento patriótico que obliga á la mujer, en igual gra- do que al hombre, á pensar en el porvenir de sus hijos y en el presente propio, y á interesarse con toda el alma en aquello que interesa á la colectividad de que forma la primera y prin- cipal parte; gracias á los representantes de los pueblos invita- dos, por haber acudido á nuestro llamamiento, abandonando -sus personales ocupaciones, acaso, acaso preocupaciones y cuidados de exigencia, por venir á colaborar en la obra de la salvación común; gracias á las ilustres personas que aquí me escuchan por haberse dignado autorizar con su respetable pre- sencia y con la representación que ostentan de poderes tan in- :fluyentes, esta solemnidad, convirtiéndola por el mismo hecho en un acto nacional en que S3 interesan con sabia y fecunda solidaridad todas las clases sociales, siquiera directamente no afecte más que á una; — y ahora, ya no en nombre de la Comi sión organizadora, de la cual forma parte el señor Alcalde de Barbastro, sii.o en nombre de la Liga de Contribuyentes de Ribagorza, una expresión de gratitud y afecto al Sr. D. M. C. pol- las facilidades que ha dado, por la hidalguía con que ha pro- cedido y la devoción á los agricultores y al país alto-aragonés <.le que ha dado tanta prueba, por el celo tan exquisito que ha — 40 — puesto, lo mismo que sus compañeros de Concejo en la prepa- ración de este acto, y la parte tan principal que ha tomado para que adquiriese toda la resonancia que debía tener y que tendrá como nuestra inveterada y morbosa dejadez no lo malogre. ¿Me- permitiréis, señores, que os pida, para dejar bien saldadas esa& deudas de gratitud, que la reunión sancione y haga suyus con un aplauso esos votos de gracias, y que añada uno á Monseñor Salamero, prelado doméstico de Su Santidad, á quien se debe la primera iniciativa de esta Sociedad? § 2.° — Crüís que afl^ige á la 'producción: objeto de la Asamblea. — Después de este preámbulo obligado de cortesía, podemos ocu- parnos ya en el objeto especial que nos ha congregado. Cono- céis, señores, la crisis general que aflige desde hace bastante- tiempo á la producción nacional, mayormente á la producción agrícola; — por la competencia que le hacen los trigos, las car- nes y las lanas extranjeras: — por la escasa productividad del suelo, cada vez más agotado; por la tala de los bosques, consi- guiente á la desamortización, y por la irregularidad é insufi- ciencia de las lluvias, que engendran de una parte las sequías y de otra las inundaciones, con que las tierras mejores de cul- tivo emigran al mar y los brazos más robustos al extranjero; — por la falta de crédito agrícola en las condiciones ventajosas que lo disfrutan otras naciones;— por la sobrestima de las ca- rreras universitarias y el atraso intelectual de los hacendados y labradores, que los ha incapacitado para transformará tiem- po los ruinosos cultivos heredados; — por el exceso de atención que los partidos han prestado á los problemas políticos, en daño y menoscabo délas reformas económicas; — por el crecimiento progresivo de los gastos de la nación tan extremado, que á me- nudo llega á absorber en forma de tributos toda la renta del contribuyente y atacar al capital; — por el encarecimiento de la vida; por el aumento de las necesidades y del lujo, por los> obstáculos que han puesto al comercio exterior, y por tanto, á — 41 — la salida y colocación de los frutos sobrantes, así los gobiernos, bajo capa de protección, provocando á represalias, como las falsificaciones de tantos productores é intermediarios vencidos- á la codicia, con esa mala fe que suele acompañar á la igno- rancia y á la miseria como si fuese una resultante de las dos. Con ser ya tan graves de suyo, las causas generadoras de la crisis que n is abruma, todavía las agravaba una circunstancia, el aislamiento en que vivían unos respecto de otros los contri- buyentes, y que hacía posible que siendo ellos los más, que constituyendo ellos, más que la mayoría, la casi totalidad del país, fuesen sin embargo explotados por pandillas de vivido- res compuestas de pocas docenas de hombres fuertemente or- ganizadas y ligadas al jefe por los vínculos de una robusta dis- ciplina. De ahí nació hace diez ó doce años la idea de crear Li- gas de Contribuyentes, para defenderse contra las agresiones- y desmanes del Estado oficial, poner al descubierto las raíces- del mal que los desangraba y consumía, inquirir y acreditar los remedios, g*eneralizar y dar vigor á la protesta, y esforzarse por mudar el temperamento de la política, tornándola de abs- tracta y retórica que venía siendo, en práctica y sustantiva,, industrial, comercial, agrícola y, en una palabra, fomentadora de los intereses materiales y morales del país, con abstracción de aquel inacabable discreteo sobre la soberanía política y la& formas de Gobierno. Movidas de este pensamiento, creáronse Ligas por todas partes y aun llegaron á ponerse de acuerdo y celebrar un Congreso en Madrid y publicar un Boletín, bajo la inspiración del inolvidable Marqués de Riscal, que fuese órga- no autorizado de las aspiraciones comunes. A poco, la idea que había provocado la creación de estas nuevas entidades, penetró en los programas de los partidos políticos y principió á ser un lugar común, más ó menos sincera, más ó menos consciente- mente admitido por todos, la necesidad de una tregua á las lu- chas políticas, sobre la base de la legalidad común que al cabo de tanto y tan estéril batallar se había logrado, para couvertir — 42 — toda la atención al progreso y desarrollo de los intereses mate- riales, tan desmedrados en proporción con lo deraás, y que de- mandaban con gran urgencia transformar la contextura de la nación, haciendo de ella un Estado industrial. De ahí nacióla idea de importar del extranjero la institución de las Cámaras de Comercio, organizadas hace seis años por un Real decreto, en diferentes ciudades de la Península, y de ahí la idea de crear sobre el mismo pie Cámaras Agrícolas, con carácter de enti- dades ó corporaciones oficiales, llevada á la práctica aún no hace dos años por otro Real decreto, y cuyo laudable fin es acabar con el aislamiento en que por necesidad viven los la- bradores, y que les ha sido tan funesto, organizarlos como clase, restaurando algo de aquella antigua agremiación que las revo- luciones de nuestro siglo en mal hora suprimieron; dar una voz á los intereses de la agricultura y de la ganadería, ponerlos en contacto directo con los Poderes públicos, y más aún que eso, hacer de la agricultura una fuerza política, poniendo á su dispo- sición el instrumento de los colegios electorales especiales, con el cual puedan, si quieren, transformar radicalmente la consti- tución del Parlamento y dar al traste con los partidos, ó bien introducir en sus programas, en sus inclinaciones y en sus pro- cedimientos un cambio saludable. V.n el poco tiempo transcu- rrido desde que se dictó aquel decreto, unos veintidós meses, se han creado Cámaras Agrícolas en Barcelona, Tortosa, Jumi- Ha, Vera, Almería, Medina del Campo, Alicante y otras cuantas más; algunas de ellas todavía alcanzaron á nombrar diputado á Cortes, como las de Valencia y Medina del Campo, aunque para ser justos no se ha conocido mucho hasta de ahora. Hoy nos hemos reunido para crear una Cámara más, que represente los intereses agrícolas del Alto Aragón y los estimule y defien- da por los medios que el Real decreto de creación pone en su mano. Ahí tenéis apuntado el objeto de la reunión que estamos ce- lebrando. — 43 — § S.^—Fl objetivo que se iiupuso d la creacióii de la Cámara Agrícola, fué, el fomento de los riegos. — Los org-anizadores de ella han creído que no convenía señalar á la proyectada Cá- mara, como objetivo, todos los que enumera el Real decreto org-ánico de 9 de Noviembre de 1890, por huir del vicio que denuncia aquella sentencia tan verdadera: «que el que mu- cho abarca, poco aprieta»; han juzg^ado que dentro del con- cepto g-eueral de estas corporaciones, semiprivadas, semiofi- cíales, debían crearse especialidades, para que su acción, con- centrada en un punto, alcance mayor eficacia, revistan sus juicios mayor autoridad y su voz sea escuchada con más par - ticular atención allí donde importa que se escuche. Aceptado este criterio, ya no cabía dudar: el Alto-Arag-ón necesita mu- chas cosas, tantas por lo menos como mandamientos tiene la ley de Dios, pero todas ellas se encierran en una: los rieg'os; por la constitución especial del Alto Aragón, cortado en dos fajas paralelas, una de montañas, productoras de ag-ua co- rriente, y otra inferior, de planicies esteparias, sin bosques, sin lluvias y sin manantiales, el camino de fomentar su agricul- tura se cifra entero en el fomento de los rieg-os; en el aprove- chamiento de las ag-uas de la montaña para reg-ar los Mone- g-ros, los Somontanos, la Litera; y así, la especialidad de la Cá- mara Agrícola del Alto Aragón en el concierto de las Cámaras Agrícolas españolas ni siquiera estaba sujeto á elección, lo im- ponía la misma naturaleza de las cosas: canales y pantanos; pantanos y canales. Interesaba de un modo vital á los pueblos del llano cuyos términos han de ser regados; pero tanto ó más que á los pueblos del llano les interesa á los de la montaña, se- gún espero probar dentro de breves minutos. El orden de razones que han decidido á la Comisión organi- zadora en ese sentido, no puede ser más sencillo: el cultivo del trigo en los secanos de la provincia y en la forma en que ahora se hace, es un cultivo ruinoso: sacadas las cuentas de un de- cenio, cada fanega de trigo le cuesta al labrador más cara que — 44 — si lo comprase en el puerto de Barcelona, y así se explica que el capital de los labradores, en vez de aumentar disminuya de año en año. Estamos perdidos, está perdida la agricultura es- pañola, y con ella España, si no imitamos á aquella gran maes- tra de las naciones, Inglaterra, que en materia de progresos económicos y sociales se adelanta siempre cien años al resto del planeta. Ya en el siglo pasado, sólo la mitad del suelo cul- tivable del Reino Unido estaba destinado á siembras y barbe- chos; la otra mitad lo dejaban de monte ó dehesa, esto es, lo abandonaban á los pastos naturales, á fin de criar ganados en abundancia que diesen estiércol para el trigo. Pero no tardaron en comprender que todavía esa proporción era insuficiente, y se dieron á aumentar el cultivo de prados artificiales y de tubércu- los y raíces para alimento del ganado, reduciendo el área de los barbechos. Así como ha ido pasando tiempo la tierra de tri- go se ha ido estrechando cada vez más, á punto de que hoy no llega á la quinta parte del suelo arable. Actualmente, la mitad de éste ó muy cerca, se halla adehesado para pasto, y el resto lo cultivan, según cierta rotación en que alternan de cinco en cinco años: — 1." Nabos y habas para alimento del ganado; — 2° Cebada y avena de primavera; 3.° y 4.° Prado artificial, compuesto principalmente de trébol y vallico ó ray-grass, que se deja dos años en tierra; y 5.° trigo. Pues, ¿querréis creerlo? — parece cosa de brujería: á medida que se iba disminuyendo el número de fanegas de trigo sembradas, iba aumentando el nú- mero de fanegas de trigo cogidas. Se producía más carne y más lana, y por añadidura más trigo, porque se estercolaba más y se labraba mejor. Inglaterra cosecha en cada hectárea cuatro veces más trigo que nosotros, á pesar de que su suelo es mu- cho menos fértil y su clima mucho peor; y por añadidura, man- tiene 35 millones de cabezas de ganado lanar y 3 millones de ganado vacano, en quienes se cifra el orgullo de la agricultura británica y su asombrosa prosperidad. — 45 — § ^!'— Ganar más del dohU trabajando menos de ¡a mitad: exportar á Inglaterra ini rayo de miestro sol.—k\ú tenéis, se- ñores, el tipo de la agricultura remuneradora; el tipo de la agricultura del porvenir; y una de dos: ó nos apresuramos á tomarlo por modelo, practicada la debida adaptación á nues- tro clima y á nuestras condiciones, ó hacemos voto de pobre- za para siempre y renunciamos á ver regenerada y redimida á nuestra patria. Si queréis coger más trigo que ahora y que os salga, por tanto, más barato, sembrad menos y criad más ganado; si queréis sanar á este país de la anemia que lo mata y rescatarlo de la caída espantosa que ha sufrido en obra de una generación; si queréis que luzcan para él días más serenos y que vuelvan á encender sus mejillas algo del color de la vida y á animar sus ojos un rayo de aquella alegría franca y expansiva que le conocimos en la infancia; si queréis que los que quedan no emigren y que los que han emigrado vuelvan; que los tributos, haciendo causa común con las se- quías, no acaben con nosotros, que podamos sostener la lucha comercial con Rusia y con América, que se creen en medio de nosotros esas cien industrias rurales que son el obligado com- plemento de la agricultura, y que ahora no encuentran condi- ciones de vida para implantarse; si queréis que renazcamos á la vida de la civilización, de la cual parecemos unos desterra- dos; si queréis, en una palabra, ganar más del doble traba- jando menos de la mitad, sembrad menos trigo, cultivad fo- rrajes y tubérculos, tened ovejas y vacas y emprended la plan- tación de los frutales como cultivo industrial. Porque no he dicho todavía: — que nuestra agricultura dispone de más ele- mentos que la inglesa y se mueve en un círculo mucho más amplio: nosotros podemos explotar las mismas plantas forra- jeras que ellos, el trébol, los nabos y el ray-grass, y ade- más otras que no pueden cultivar ellos, ora de regano, con cinco ó seis cortes anuales, como la alfalfa, ora para los medio secanos ó regadíos de pocas tandas, como la veza y la esparce- — 46 — ta; nosotros podemos producir para la exportación las mismas frutas que ellos, la ciruela, la pera y la manzana, y además otras que su clima no les consiente, la uva, la aceituna, la al- mendra, el mfclocotón, el hig'o y la naranja, que llevan á los países del Norte, en alas del ferrocarril, un rayo de nuestro sol, para que encienda en sus ojos entristecidos por la perpe- tua bruma una chispa de alegría y sea como una sonrisa ani - madora de ésta espléndida y potente Naturaleza meridional presidiendo sus mesas repletas de carne y de cerveza. Sobre esos dos pies ha de levantarse la ag-ricultura del Alto Arag-ón, ó no se levantará nunca: prados y arbolado; esos han de ser los redentores del labrador. Os arruináis hoy, porque trabajáis demasiado con las manos; porque labráis demasiada tierra; porque habéis tenido la desgracia de heredar una ag*ricultura fundada en una planta tan despótica, tan veleidosa y tan sin entrañas, que principia por hacer del cultivador un esclavo suyo y acaba por neg*arle el salario y matarlo de hambre. Comparad economía con economía y decid lueg'o si teng"o razón. Ya hoy, la tercera partida de lo que exportam,os al ex- tranjero, después de los minerales y del vino, la constituyen las frutas. Pues las frutas son el producto veg-etal que más des- cansadamente obtiene el ag-ricultor. Esos árboles que alargan en derredor suyo sus cien brazos para ofrecernos liberalmente los ricos y sustanciosos frutos que han elaborado en los invi- sibles talleres de su corteza, son para nosotros á modo de obre- ros g-ratuitos, cuyo salario paga el cielo, que no descansa nun- ca, ni siquiera los domingos, que no piden reducción de horas de trabajo, como los obreros en general, ni tienen casinos, ni profieren gritos subversivos, ni cantan el himno de Riego, ni infunden pavor en el ánimo de las clases conservadoras. Esas ovejas que confiáis á un niño descalzo, sin arma ni perro, van humildes por su pie á segarse ellas mismas la hierba que han de con vertir en leche, en lana y en carne, y crecen sin que ten- gáis que romper ni binar ni terciar el suelo, sin estercolarles — 47 — la piel, que al contrario, son ellas quienes estercolan; sin ha- cer rogativas por que les llueva: sin seg-arlas, ni portearlas ni trillarlas; cuando las decís que ha sonado su hora, ellas mis- mas por su pie os llevan mansamente á la despensa el tesoro de su carne, haciendo sacrificio de su sangre y de su vida en aras de vuestro bienestar, convirtiéndose en metálico ó en bi- lletes en un minuto, y siendo símbolo viviente de redención para la agricultura y para el labrador. Comparad, señores, con esa funesta planta del trigo, causa de la ruina del Alto Aragón, que no sabe producir sola, á la cual tenéis que poner la comi- da en la boca especie de enfermo raro y delicado á cuya ca- becera habéis de estar nueve meses del año, en un continuo sobresalto, por si no puede nacer, por si no puede granar, por si llueve poco, por si llueve demasiado, por si hace frí » y se hiela, por si hace calor y se aflama, por si graniza y la piedra le quiebra las espigas, por si lo invade la vallocan, haciéndo- le la cama dos ó tres veces al principio, defendiéndola de plan- tas enemigas, segándola con un sol que es como un canal de fuego, agavillándola, acarreándola, trillándola y aventándola, para sacar á menudo en fin de cuenta la simiente que se puso, sólo que echada á perder, y resultando más de una vez que al año siguiente, cuando se va á volverá sembrar, ya la tierra se la han llevado los aguaceros por haber tenido que desmenu- zarla y removerla tanto. ¡Al diablo con el trigo, y cultivad hierba! y luego que tengáis de prado vuestros campos y la llave del agua en vuestras manos, decidle al sol, cuando ama- nezca: «ahora, abrasa cuanto quieras», y á la nube que pase: «apedrea lo que te dé la gana.» No me cansaré de repetirlo: el cultivo del trigo en las con- diciones actuales nos está dejando sin patria, sin camisa. Du- rante la Edad Media, los alquimistas anduvieron un siglo y otro siglo dándose de calabazadas por descubrir el arte de transformar el plomo en oro; vosotros, labradores, habéis des- cubierto el arte de convertir el oro en plomo, por el medio sen- — 48 — cilio de arañar la tierra y enterrar en ella el trig"o. Las revolu- ciones modernas os han emancipado de la servidumbre del feudo, pero queda aún por hacer una revolución mucho más transcendental que esas: la revolución que os libre de la ser- vidumbre del arado: hay que arrojar esa esteva que remata en grillete de presidiario, y sustituirla por el cayado de pastor, que sienta en las manos como cetro de rey. El hombre ha na- cido para vivir derecho y mirando cara á cara al cielo, no para vivir encorvado como un reptil, triste apéndice de un par de bestias que tiran del arado. ¿Comprendéis ahora, señores, por qué se asigna en el proyecto de Reg-lamento á esta Cámara agrícola como objetivo principal y casi único el fomento de los alumbramientos de agua para riego? Porque esas transforma- ciones que acabo de mostrar como ideal á la agricultura ara- gonesa, serán en su mayor parte una bella utopia, mientras no seamos dueños de la llave de los ríos, mientras éstos corran sueltos, cual bestias no domadas, en una libertad salvaje, y Dios se fatigue en vano, subiéndoos continuamente el agua del mar á las montañas, para que la recojáis al paso de vues- tros campos y remediéis su necesidad. Lo que ahora estáis ha- ciendo no es agricultura más que de nombre; es una falsa agricultura; y ¿sabéis por qué? porque no existe equilibrio, porque no existe armonía entre el calor y la humedad, por- que el sol y el agua, que son los progenitores de las plan- tas cultivadas, constituyen aquí un matrimonio mal ave- nido y divorciado; y de ese divorcio no es Dios el responsa- ble, los responsables somos nosotros mismos. Dios pone los materiales, pero quiere que nosotros pongamos el arte; que aproximemos unos á otros esos elementos y bendigamos su unión con nuestro trabajo; que seamos colaboradores suyos en el plan de la creación; él ha construido los ríos, el río Ara, el río Ésera, el río Cinca... quiere, en una palabra, que constru- yamos el canal de Tamarite, y el canal de Sobrarbe y el pan- tano de Roldan, y el pantano de la Peña y muchos otros pan- — 49 — taños y muchos otros canales; y porque lo quiere y no le obe- decemos, nos envía cada dos ó tres años esas invasiones de fuego, terribles mensajeras de su poder que ahuyentan las nubes llovedoras, abrasan las mieses y diezman la población, arrojándole de sus hog-ares al camposanto ó al extranjero, para ver si con lecciones tan materiales y tan repetidas acaba- mos de entenderlo. § 5.0 — Los sueños de Faraón timeron realidad en la Litera. — Podréis escribir en la Gaceta cuantas Constituciones se os an- toje; aunque la Constitución lo diga, no seréis libres mien- tras no trabajen para vosotros sin vosotros las plantas y los animales, y esto no sucederá mientras el labrador no sea como el maquinista del ferrocarril, que para que la locomotora os lleve de un lugar á otro, sin que trabajen vuestras piernas, cuida de juntar en ella el agua y el calor en justa proporción. Los ricos descenderéis á pobres, — ¡ya hace tiempo que estáis descendiendo! — y pobres y ricos seréis esclavos, esclavos del Fisco, esclavos de la hipoteca, esclavos del usurero, esclavos del surco, esclavos del estómago, al cual tendrán que vivir su- peditados el corazón y la cabeza. No lo digo yo, no lo digo yo: la lección está escrita hace más de tres mil años y forma parte de los Libros Sagrados. ¿Os acordáis de aquel José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos á unos mercaderes de Egipto? Una noche el rey tuvo un extraño sueño: creía encontrarse á orillas del río: de éste salían siete vacas hermosas y lucidas, las cua- les se pusieron á pastar las ricas hierbas de un soto vecino; pero á poco salieron otras siete vacas flacas y demacradas, las cuales acometieron á las primeras y se las tragaron , no obs- tante lo cual quedaron tan desmedradas y flacas como antes. Los adivinos de palacio no acertaron á revelar al rey, que esta- ba muy preocupado con su sueño, lo que éste significara; fué el pobre israelita vendido quien acertó con el enigma: las siete vacas gordas significaban que iba á haber siete años de gran 4 — 50 — abundancia; las siete vacas flacas eran siete años de sequía y esterilidad que seg*uirían inmediatamente á aquéllos, devo- rando cuanto se hubiese cosechado en ellos y por añadidura el capital. El rey, con este aviso, discurrió tomar el hambre en cuenta de ejército para hacerse amo único de todas las propie- dades de Eg-ipto y privar á sus subditos de la libertad en que venían viviendo. En los siete años de abundancia fué almace- nando trig-o por todas partes, hasta haber reunido cantidades increíbles de él. Cuando llegaron los años malos y el azote del hambre comenzó á desolar el Eg-ipto, abrió el rey sus grane- ros; en pocos años, toda la riqueza mueble pasó á su poder, cambiada por trigo; luego que se hubo agotado, como la se- quía continuase, tuvieron que irle enajenando sus fincas, á cambio de trigo; y por último, acabado también ese recurso, tuvieron que dársele como esclavos para no perecer de ham- bre, "prae magnitucline famis, que dice la Biblia. ¡Cuántas ve- ces me acuerdo, señores, de este relato elocuentísimo, que vale por toda una biblioteca de libros de política , cuando repaso la historia de la agricultura de nuestro país! Tal vez alguno de vosotros querrían preguntarme movidos de curiosidad, dónde está ese país de Egipto en que las personas tuvieron que darse por moneda para comprar trigo. Pues ese Egipto no le bus- quéis en África, donde lo sitúan los mapas; ese Egipto está dentro de España; ese Egipto es el Somontano; ese Egipto e& la propia Litera. Aquí es donde se contempla con frecuen- cia el tristísimo espectáculo de las siete vacas flacas y de las siete espigas sin grano tragándose la sustancia de los años buenos y por añadidura la propiedad del suelo y la indepen- dencia personal; aquí es donde ocurre á menudo el hecho espantoso de no llover ni cosecharse trigo siete años seguidos. Del siglo pasado (el xviii) conozco tres fechas nefastas: Desde 1718 á 1725, siete años seguidos en que no huba cosecha en la Litera por falta de lluvia; — desde 1748 á 1755, otros siete años seguidos sin cosecha por falta de lluvia; — desde 1779 — 61 — hasta 1784, cinco años seguidos en que faltó la cosecha por falta de agua, y es cuando el Ayuntamiento de Tamarite acu- dió al Gobierno suscitando la idea del canal. Pues en nuestro siglo^no tengo que recurrir á las historias; me basta con acu- dir á vuestra propia experiencia, que está oyéndonos aún el último período de 1884 á 1891, otros siete años en que tampoco ha llovido ni ha habido cosecha. Y en presencia de tal desola- ción, no puedo menos de preguntarme, lleno de asombro y de admiración: ¿qué género de resistencia es la de este pueblo, que no ha sucumbido, que aunque vacilante é inseguro, toda- vía está en pie; qué género de heroísmo es el heroísmo de ese pueblo, y qué milagros no podría obrar con él la nación espa- ñola, si poseyera la independencia del estómago, si su trabajo fuese fecundo, si no lo tuviese abatido, amarrado y esclaviza- do el cielo con cadena, más dura que si fuese de hierro, la ca- dena de las sequías? Pero en seguida, á esta reflexión que re- presenta una esperanza y una gloria, contesta como un eco dolorido esta otra que suena al oído como el chasquido de un latigazo: ¿qué género de abandono es el abandono de ese pue- blo que tiene el remedio á su alcance y no lo aplica, que ago- niza y no hace nada por vivir; que se muere de sed y tiene el agua á cuatro pasos y lo crucifica Dios á sequías para obligar- le á buscarla y no la busca, y deja criminalmente que vaya á perderse en el mar y prefiere emigrar con los ojos preñados de lágrimas, que retraen las lágrimas del rey chico de Granada? ¿Qué género de valer es el valer de ese pueblo, que sueña con el canal como soñaban los padres del Limbo en la venida del Redentor, y tiene el convencimiento de que el canal no se hará mientras no lo haga el Estado, y cuando llega el caso de elec- ciones se olvida imbécilmente de su mal y se entretiene á dis- putar sobre si ha de llamarse Pedro, Juan ó Diego, y si ha de llevar mote y divisa de conservador, de fusionista ó de repu- blicano la persona que vaya al Parlamento á callar sobre lo que tanto interesa al país y á impedir que ocupe su puesto — 52 — quien teng-a la leng^ua expedita, corazón' alentado, nombre prestig-ioso y actividad y brío para arrancar á los Gobiernos la carta de emancipación para la ag-ricultura española y entra- ñas para compadecerse de este pobre país, engañado y expío tado por todos, protegido por ninguno? § Q."^— Lamentaciones de %in rio escuchadas por Costa. — Hacéis bien en aplaudir, y yo aplaudo con vosotros; que eso no lo digo yo, lo dice, lo dice... no lo adivinaríais nunca. Yo vi 70 á orillas del Ésera, el río de donde ha de tomar sus aguas el canal de Tamarite, en el punto donde se le reúne el Isábena y juntos se despeñan, robusteciendo el murmullo alborotado de sus olas preñadas de promesas alentadoras con el eco frago- roso de las dos peñas gigantes que lo encajonan y oprimen. Todas las mañanas, al levantarme, escucho esa voz del río, que llega á mis oídos, siempre igual, como una letanía, diciéndo- me: — «Yo soy la sangre de la Litera, pero' no corro por sus ve- nas, y por eso la Litera agoniza; — 3^0 soy el rocío de la Litera, que ha de esmaltar de flores sus campos y mantener en ellos una primavera eterna, pero me apartan de allí porque no hume- dezca sus noches estivales y por eso las flores de la Litera son abrojos y sus campos, abrasados desiertos africanos, donde sólo pueden vivir tribus de negros sometidos á ignominiosa servi- dumbre;— yo soy el oro de la Litera, con que ha de recogerse el pagaré, cancelar la hipoteca, alzarse el embargo, recobrar- se el patrimonio regado con el sudor de tantas generaciones de trabajadores heroicos, pero no hacen nada por acuñarme, y la Litera sigue gimiendo oprimida bajo una montaña de pa- garés, de embargos y de hipotecas, cada vez más alta; — yo soy el camino por donde han de volver los tristes emigrantes de la Litera á sus despoblados hogares, pero corro de espaldas á ella, y por eso los emigrantes cuanto más caminan, creyendo llegar, se encuentran más lejos; — yo soy la libertad y la inde- pendencia de la Litera, pero no tengo voz en sus hogares ni — 53 — en sus comicios, y por eso la Litera es esclava; — yo soy las siete vacas g'ordas de la Litera, pero no se apacientan en sus campos, y por eso la Litera no bebe de su leche ni come de su carne, y se muere de hambre, se muere de sed, se muere de desesperación, arrojando por el mundo á millares sus hijos de- macrados y harapientos que la maldicen, porque no supo si- quiera abstenerse de enjendrarlos, ya que no sabía adminis- trarles el rico patrimonio y procurarles el mezquino sustento con que se contentan...» «Recog-edme, sigue diciendo en su infatig-able canturía el río Ésera; no seáis ciegos ni desidiosos, ni desmañados ni co- bardes; recogedme á mí, recoged á mi compañero el río Ara, recoged á nuestro hijo común el Cinca; derramadnos por un sistema arterial de venas y brazales á través de vuestros cam- pos, de vuestros olivares, de vuestras dehesas, de vuestros despoblados y páramos, y veréis resucitada la edad aquella en que los santos hacían milagros y florecían las varas secas y llovía maná y se multiplicaban á ojos vistos los panes y los peces. Las aldeas ascenderán á categoría de villas; las villas se harán ciudades; Barbastro se convertirá en una pequeña Zaragoza; Monzón adquirirá las proporciones de Lérida; Biné- far, Tamarite, Almacelles, Fraga, Almunia y otra porción de poblaciones, serán ciudades que rivalizarán en agricultura, en industria y en riqueza con las más ricas de Cataluña; volve- rán los tristes emigrantes, esparcidos por el mundo, á congre- garse en torno al cementerio donde reposan los huesos sagra- dos de sus padres, calcinados por la miseria; que no alcanza- ron la dicha que ambicionaba Zacarías, de ver al Redentor antes de morir; bajarán aquellos montañeses de acero á urba- nizar el llano, cubriéndolo de caseríos y aldeas; esparcidas por los campos para aprovechar los saltos de agua, fábricas de harinas, de tejidos y de conservas, donde se elaborarán el tri- go, el cáñamo, la lana y las frutas que han de afluir á ellas en río continuo para la exportación; el ferrocarril tendrá que tri- — 64 — plicar sus trenes de mercancías y proyectar ramales secunda- rios en dirección al Ebro y en dirección al Pirineo; á derecha é izquierda de la vía, inmensa pradera verde, poblada de re- baños lucidos de ovejas y vacas en libertad, entre setos de ar- bolado, recreará la vista fatigada el viajero que la contemple kilómetros y kilómetros desde las ventanillas de sus coches; y el extranjero que haya pasado antes por aquí y contemplado con ang^ustia los horribles páramos africanos por donde cruza avergonzada la locomotora desde Zaragoza á Almacellas, lan- zando silbidos que no son de aviso sino de burla contra nues- tro fatalismo musulmán y contra nuestra desidia prehistórica, y vea la mágica transformación obrada en seis ú ocho años, no podrá menos de exclamar: «aquí ha penetrado la civiliza- ción, ¡al fin ha dejado de ser esto un pedazo de África!» § 1^— Influjo que ejercerán los riegos solre las tierras de secano d donde aquél no alcance: dodas de la riqueza con el trabajo; de la prudencia política con la civilización. — Antes de pasar ade- lante, quiero contestar un reparo que podría ponerme quien sólo mirase las cosas por encima. Los dos canales de Tama- rite y de Sobrarbe no alcanzan á regar arriba de 200.000 hec- táreas ó poco más, que hacen algo así como la séptima parte de la provincia; por consiguiente, se me podría decir, no hay que ponderar tanto tanto el beneficio y la influencia de tales obras, que vayamos á juzgarlo decisivo. Para que veáis que no tendría razón quien discurriese así, diré que todos los ca- nales y pantanos que se han proyectado en los últimos treinta años en toda España y que están concedidos ó caducados ó en tramitación, se proponen regar unas 400.000 hectáreas, de modo que la mitad del regadío nuevo posible hoy en las 49 provincias españolas corresponden á este sitio donde nos encontramos, á los dos canales que han de correr por la derecha y por la izquier- da del río Cinca. En segundo lugar , calculan los agrónomos, fundados por la experiencia de la comarca donde se riega, y — 55 — así lo tiene admitido el Ministerio de Hacienda para las eva- luaciones de la riqueza ,imponible, que una hectárea de re- g-adio produce, por término medio, tanto como 10 hectáreas de secano de la misma calidad; por manera, que nuestros dos canales equivalen á convertir 200.000 hectáreas de tierra -en 2.000.000, ó. lo que es igual á duplicar, casi triplicar la su- perficie de la provincia. Y como cada hectárea de riego puede ocupar y sustentar una familia, las 200.000 hectáreas de nues- tros canales representan un millón de habitantes, esto es, cuatro veces más de los que ahora tiene la provincia. Ya por aquí el problema de los canales resulta tener muy otra im- portancia de la que á primera vista parecía. — Pero hay algo de más trascendencia que todo eso, y sobre este tercer aspecto del problema me atrevo á llamar muy especialmente la aten- ción del auditorio, por la extraordinaria gravedad que encie- rra. Los dos canales riegan sólo 200.000 hectáreas, pero extien- den su influjo á muchísima más tierra de la que riegan; ex- tienden su influjo á la zona inmediata de secano, y esto en un triple sentido: 1." Porque ese secano será menos secano, las plantas opondrán mayor resistencia á la sequía desde el mo- mento en que su atmósfera se sature de humedad con la evapo- ración activa que ha de producirse en una superficie de 2.000 ki- lómetros cuadrados (40 por 50) constantemente regada: 2.® Por- que teniendo que concentrar los propietarios su capital en las fincas regables, podrán abandonar las de secano á los pastos na- turales, para utilizarlos con el ganado en la primavera é invier- no, mientras crece la hierba de los prados de regadío y se recoge y almacena su primer corte:— 3.° Porque la tierra de regadío dará en breve á los grandes propietarios un excedente de capital que les permitirá ir convirtiendo una gran parte del secano en viñedos cultivados á la moderna, como en la colonia de San Juan, de Huesca, donde la viña, á los dos años de plantada, produce de dos á tres veces más vino que á los seis años en el resto de la provincia por el sistema tradicional. Con lo primero, — 56 — restituyendo esas tierras á los pastos naturales, se habrá pues- to remedio al g-rave mal nacido de la desamortización, causa de que se descuajaran á impulsos de torpe codicia los montes, de que se estrechase el área de los pastos para ensancharla de los cereales, de que se divorciasen la ganadería y la agricul- tura en daño de las dos, y de que por tal motivo, esas tierras, lejos de un alivio para sus propietarios, sean una sangría suelta por donde se les escapa toda la renta y un cáncer que les va devorando algo más que la renta, el capital. Con lo segundo, extendiendo en términos prudentes por esos secanos el cultivo de la viña, con ayuda de la maquinaria moderna, se logrará que el vino le cueste al labrador la mitad de lo que le cuesta al presente y le será entonces posible ofrecerlo más barato á franceses, ingleses y rusos y contrarrestar el influjo pernicioso de las aduanas extranjeras que tan graves complicaciones nos acarrean periódicamente, y sostener la competencia presente de los vinos italianos y franceses, y la que está en amago para muy en breve de los vinos de África y América. Requiere esto un poco más de explicación y voy á darla, si no estáis ya fatigados de escucharme. Desde 1877, hace quince años, un hecho incidental vino á mudar casi repentinamente la faz de nuestra agricultura: tal fué la invasión de la filoxera en Francia. Obligada esta nación á comprarnos lo que la falta- ba para seguir surtiendo á sus antiguos mercados europeos y americanos, un río de vino se dirigió desde España á Francia, y un río de oro vino de retorno desde Francia á España. Pa- recía que esto había de regenerarnos; y cosa singular, antes parece que eso ha concluido de abatirnos. ¿Cómo se explica este fenómeno sociológico, que parece reñido con la lógica más elemental? Pues se explica porque los labradores carecieron de previsión: en vez de dedicar aquella fortuna que tan á deshora se les entraba por las puertas á desarrollar los riegos, que son cosa permanente, la dedicaron á desarrollar y extender la pro- ducción del vino como cultivo industrial para la exportación, — 57 — que es cosa tan perecedera y transitoria como acaba de ense- ñarnos la experiencia; ó no la dedicaron ni siquiera á eso, sino que la consumieron en lujos y derroches desproporcionados con los antiguos ingresos, creyendo, incautos, que la mina no se agotaría nunca. Pues, señores, está apunto de agotarse y urge mucho, mucho, que acudamos al reparo, porque de lo contrario, si seguimos durmiendo un día más, la muerte del país es cosa segura, y digo la muerte, porque la ruina ya la tenemos enci- ma, que nos la han labrado París y Madrid á porfía y nosotros mismos en competencia con uno y con otro gobierno. Por dos distintos lados ha venido y sigue viniendo á todo correr la de- cadencia de nuestra industria vinícola: por haberse dificultado, ya que no podamos decir «cerrado» el mercado de Francia, y por estarse desarrollando con rapidez extremada el cultivo de la vid en África, en América y en Australia. Hemos medio per- dido el mercado de Francia, parte por haber sanado sus viñas de la filoxera, parte por haber reclamado los agricultores fran- ceses con empuje poderoso de opinión, que el Estado protegiese sus vinos contra la competencia mortal de los vinos españoles, y parte por nuestra torpísima política arancelaria, con la cual hemos provocado é irritado á Francia. Y esto no es, señores, un accidente pasajero; ya nos lo advirtió el Sr. Cánovas del Casti- llo, hace mes y medio, la víspera de cerrarse las Cortes, diciendo que «ningún Gobierno podía ahora ni nunca recobrar para Es- paña la exportación vinícola»; que «se ha hecho ya imposible conseguir un tratado como el de 1877 ó como el de 1882» (Con- greso, 18 de Julio 92), que hicieron posible que nuestra expor- tación de vino subiese desde menos de medio millón de hecto- litros á ocho millones en sólo quince años. ¿Veis ahora, señores, el abismo donde se está precipitando la Agricultura española? Pues todavía no es eso más que la m.itad del abismo: aun cuan- do el Sr. Cánovas del Castillo estuviese equivocado, aun cuando el partido liberal lograse, que es difícil, abrir otra vez las puer- tas de Francia á nuestros vinos, el peligro no sería menor. Los — 58 — norteamericanos en California, los hispanoamericanos en Chile, en la República Argentina y el Uruguay, los ingleses en sus colonias de Australia y del Cabo de Buena Esperanza y los fran- ceses y emigrados españoles en Argelia, están plantando desde hace una docena de años, millones y millones de cepas, que ya hoy producen millones de hectolitros de vino y que á la vuelta de pocos años producirán una inundación de vino barato en las puertas de Francia y de Inglaterra y se repetirá lo sucedido con la lana, que á principio de siglo Inglaterra llevaba de Espa- ña la mitad de la lana que consumían sus fábricas, y hoy no nos compra ni una libra, aunque consume más, porque la sur- ten sus colonias del Cabo y de Australia. Y que esto no es una aprensión mía, lo prueba el que ya ha principiado á suceder: uno de los países nuevos, Argelia, exporta ya á Francia arriba de un millón de hectolitros cada año y los agricultores argeli- nos son los que más guerra hacen en el Parlamento francés para que se cierre el Pirineo á nuestros vinos por vía de protec- ción á los suyos. Por haber sido inepta y retórica nuestra polí- tica, por no haber pensado á tiempo en los canales, tuvieron que emigrar á Argelia 120.000 españoles, expulsados por las crónicas sequías levantinas, y esos españoles han llevado allí sus brazos y sus conocimientos en el cultivo de la viña y en la fabricación del vino, y este vino es ahora uno de los mayores enemigos con que tiene que luchar nuestra agricultura; resul- tando así España herida con sus propias armas: ¡castigo justo con que la Providencia castiga á los pueblos imprevisores que se duermen, como las vírgenes fatuas, cuando hace falta velat y estar despierto, y llegan tarde, con las lámparas apagadas, para encontrar cerradas las puertas del Alcázar donde se ce- lebran las bodas de la riqueza con el trabajo, de la prudencia política con la civilización! § 8.°— Zoí canales y pantanos interesan tanto á la montaña como al llaiio.—VdiVdü salvar la industria vinícola y la suerte de los se- — 69 — canos que no pueden destinarse á otra cosa, sólo existe un re- medio: los canales. Y no es que yo trate de reg-arlas viñas, no: tierra á donde alcance el ag-ua, debe dedicarse á otra planta que no sea la viña. Y sin embarg-o, vuelvo á decir que no hay sal- vación fuera de los canales para el cultivo arbustivo. Durante quince años hemos sido la bodega de Europa, por intermedio de ese g*ran bodeg-uero del mundo, la nación francesa; pero Francia compraba nuestros vinos para fabricar con ellos clases de precio destinadas á las familias acaudaladas, no vino barato para el pueblo; así es que aquella g-ran exportación no ha hecho retroceder un paso á la cerveza en los países del Centro y del Norte de Europa. Pues esto es lo que nos toca hacera nosotros; abaratar la producción del vino: 1.°, para que aumente el con- sumo dentro de España; y 2.°, para que pueda costearse el so- breprecio de las aduanas y reñir batalla en París, en Londres, en Berlín y San Petersburgo, con el vino francés, con el vino italiano, con el vino arg-elino, y sobre todo, con la cerveza in- g*lesa y alemana. El día que el vino español se venda en el Cen- tro y Norte de Europa al precio de la cerveza, el público prefe- rirá el vino; y ya he dicho que para eso necesitamos cosechar doble con la mitad de g-astos de ahora; que'esto requiere trans- formar la ag-ricultura arbustiva de doméstica y manual que es ahora, en industrial y mecánica, á estilo de la g-ranja de Oliver; que eso demanda grandes capitales; y que tales capitales no se encontrarán á crédito ni se crearán por el ahorro mientras no se cuente con un poco de producción tan intensa, tan segura y tan colosal como los 2.000 kilómetros cuadrados que han de re- garse por nuestros dos canales de la Litera y de Sobrarbe. Todavía no he dicho nada de los pueblos de la montaña, esto es, de los partidos de Boltañay de Benabarre, cuyos manantia- les y cuyas nieves han de surtir de agua á los dos canales, y que sin embargo no han de ser regados por ellos. Parece que les es aplicable la ingeniosa sentencia del lírico romano sic vos nom voMs mellificatis apes, y sin embargo no es así: esos canales — 60 — han de influir tanto sobre la suerte de la montaña, que no creo exag-erar si di^o que su construcción interesa tanto á los mon- tañeses como á la tierra baja. La razón de esto es muy sabida de vosotros, y casi podría ex- cusarme* de retraerla á vuestra memoria: dicha en una fórmu- la concisa, se reduce á esto: porque la montaña está condenada á despoblarse, porque la población de la montaña tiene que trasladarse al llano, y urg-e que suceda así, y no puede suceder mientras el llano no se rieg'ue. La montaña se está despoblan- do ya á toda prisa, y como los emigrantes no encuentran con- diciones de vida en la tierra baja, cerca de su casa, en su propia patria, emigran al extranjero ó á Cataluña, siendo para el Alto Aragón brazos perdidos. Las causas de que la montaña tenga que despoblarse totalmente, sin que haya poder humano bas- tante á remediarlo, son dos principalmente. Es la primera la desproporción entre lo que produce aquella tierra y lo que sus propietarios tienen que gastar, lo cual ocasiona un défi- cit, que explica tantas casas cerradas, tantos yermos, tantas quiebras que parten el alma del menos compasivo y que pue- blan de jóvenes expatriados el Mediodía de Francia y de an- cianos consumidos el cementerio. El número de casas y de pa- trimonios es ahora, sobre poco más ó menos, igual que hace medio siglo; con lo que entonces producía la tierra, se cubrían gastos, porque el Estado pasaba con menos de la mitad de los tributos que ahora exige, no habiéndose empeñado todavía por derroteros de perdición, que nos llevan derechos á la banca- rrota, y porque las familias vivían también más modestamen- te, vestían de su propio cáñamo y de su propia lana, hilados y tejidos en casa, no como ahora de la tienda; labraba con pares de bueyes, no como ahora con muías; calzaban los hombres abarcas y las mujeres alpargatas, no como ahora los hombres alpargatas y las mujeres botas y zapatos; se contentaban con camas y balcones de madera y pisos de yeso, no como ahora que se han mudado por camas y balcones de hierro y pisos de — 61 — baldosas, y así por lo demás. De suerte que si entonces los pa- trimonios producían lo justo para cubrir los «-astos de las fami- lias, hoy que esos gastos han aumentado en más de un doble no podrían cubrirlos aun en el caso que produjesen tanto como entonces, y resultaría un déficit llamado á concluir muy en breve con el capital. Pero es el caso que los patrimonios ni si- quiera producen lo que entonces producían, con lo cual es claro que el déficit anual, traducido en embargos y pagarés, ha de ser todavía mayor y más rápida la consunción y acabamiento del capital; y digo que producen menos los patrimonios, por dos órdenes de motivos: el primero, porque se crían menos cerdos y menos ovejas que entonces, efecto de haber sido descuajados los montes para sembrar granos y patatas, y adineradas las en- cinas en forma de leña y de carbón; otro, porque se cultivaba más huerta que ahora, no habiéndola reducido aún á glera in- fecunda las inundaciones; causadas precisamente por aquellos descuajes, imprudentes, que han hecho- bajar las tierras remo- vidas y los cantos revuelios con ellas á levantar el lecho de los ríos. No me lo ha contado nadie; he recorrido el Pirineo y lo he visto con mis propios ojos. He visto lugares, como la Puebla de Roda, que han perdido valor de 25.000 duros en huertas, la médula y substancia de las tierras del distrito, por haber pala- do un monte vecino, arrancándole las encinas y labrándole el suelo los pocos años que tardó en abarrancarse y quedar con- vertido en peñascal. He visto pueblos como Capella, cuya huer- ta ha sido devorada en pocos años por el río Isábena, que tenía 35 casas cerradas, señal ae que habían emigrado otras tantas familias en cuajo, y motivo de congoja y angustia para el Ayun- tamiento, que no sabe de dónde sacar recursos para suplir las cuotas de consumos correspondientes á esos vecinos que de hecho han dejado de serlo, pero que para la Hacienda todavía lo son; y donde además de esas 35 casas cerradas se contaba un centenar de familias, la mitad del pueblo, que tenían alguno ó algunos individuos en la emigración, entreellos, herederos jó- — 62 — venes que habían abandonado á sus ancianos padres, imposi- bilitados por sus achaques ó. por su edad para labrar la tierra y vivir del usufructo, é imposibilitados para neg'ociarla y susten- tarse del capital por haberla donado imprudentemente, en con- trato irrevocable á aquel hijo, no contando con que había de abandonarlos; hecho éste que envuelve toda una cuestión so- cial; que ha ocupado hace pocas semanas á los jurisconsultos más reputados de Zarag-oza, y que es una nueva manifestación del mal que estoy describiendo y á que tratamos de encontrar remedio. § ^.°— La sequía ejerce oficios de conquistador, puesta de acuer- do con la inundación. — Ahí tenéis, señores, el enemig-o encubier- to que nos está conquistando el territorio y dejándonos á los montañeses sin patria. A no mirar sino al mapa, creeríais que aquellos labradores poseen hoy igual cabida de tierra que hace treinta años, porque los límites del Alto Arag*ón no se han en- cogido, y sin embarg-o, no es verdad, porque las tierras no valen por la superficie que ocupan , sino por la renta que dan, por los frutos que producen; y los peñascales y las g-leras que antes eran encinares y huerta producían judías y tocino y ahora no produ- cen nada, son fincas que se han muerto, y realmente para el labrador han dejado de existir. Reunid con el pensamiento todos los huertos que se llevan los ríos y barrancos cada año, y advertiréis horrorizados que los ríos y barrancos arrastran al mar todos los años dos ó tres pueblos. Cincuenta inundacio- nes más (y cuenta, señores, que este azote ya no es cosa ex- traordinaria, sino normal y permanente), cincuenta inunda- ciones más serán bastante para que los naturales de los par- tidos de la montaña hayan perdido del todo la patria y el hog-ar. Las sequías por un lado, y por otro las inundaciones, están arrebatando el territorio del Alto Aragón á los aragoneses, más fijamente que si lo invadiesen las huestes de Napoleón. Los — 63 — que se van, parece que emigran, y es que huyen delante de ese conquistador invisible que los ha despojado de sus hoga- res. ¡Ah, señores labradores de la montaña! también vos- otros tenéis que dejar de labrar, también vosotros tenéis que convertir las estevas de los arados en cayados de pastor, y muy pronto, muy pronto; de lo contrario, ese surco fementido que abrís, eterno, inacabable, á sangre fría, con ensañamien- to, como si tuvierais que vengar algún agravio de la madre tierra, más que surco para sembrar simiente agradecida, es la sepultura donde enterráis el porvenir de vuestros hijos y vues- tra propia vida, y el canal que construís para que corra más fácilmente el territorio de la patria aragonesa á desaparecer y perderse en los abismos del Mediterráneo, después de haber sembrado al paso la desolación y el espanto en el llano lo mis- mo que en la montaña. También vosotros tenéis que pedir — ¿y qué digo pedir?, exigip, porque es vuestro derecho — también vosotros tenéis que exigir la pronta construcción de estos ca- nales y pantanos, lo primero, porque mientras se construyan, bajaréis á trabajar temporadas en las obras, ahorraréis dinero, como en los días de la siega, que os permitirán tirar un poco más, aliviando vuestro patrimonio de la montaña de hipotecas y de pagarés que lo aplastan y hacen de vosotros verdaderos es- clavos; lo segundo, porque cuando los canales estén termina- dos, los que sobremos allá arriba, que somos casi todos, en vez de emigrar á Cataluña, ó á Francia ó Buenos Aires, como ahora, emigraremos al partido de Fraga, de Barbastro ó de Ta- marite, edificaremos nuevos pueblos poniéndoles los nombres de los nuestros que hayamos desertado, y sin salir de nuestro país, sin perder de vista nuestros valles y nuestras nieves, ha- bremos labrado nuestra prosperidad y realizado el ideal de la agricultura aragonesa: convertir el llano en montaña por lo verde y la montaña en llano por lo despoblada. ¿Pensáis que esto es utupia? Pues oíd. Hace poco más de un siglo, en 1784, llevaba la Litera cinco mortales años sin ver una gota de lluvia — 64 — ni cosechar un grano de trigo, y como era natural tuvo que emigrar un gentío inmenso: sólo de Tamarite salieron 1.200 personas. ¿Y sabéis á dónde fueron á remediar su miseria? A Zaragoza, á las obras del Canal Imperial que se estaba cons- truyendo en aquel entonces por un conjuro del alma acerada y ardiente de Pignatelli. Con lo que llevo dicho hasta ahora he querido demostrar, no sé si lo he logrado, que la salvación de la ag-ricultura alto- aragonesa, y por tanto, la del país, estriba única ó muy princi- palmente en los canales y pantanos; que el porvenir del Alto Aragón, y algo más que su porvenir, su existencia, sin distin- guir de llano ó de montaña, depende de ellos; y que por tal razón, está justificado el que la Cámara se proponga como objeto especial de su instituto el fomentar ó promover la cons- trucción de canales y pantanos de riego. § 10. — El Estado debe construir y explotar los canales y pan- tanos; construidos por empresas ó particulares^ el remedio seria peor que la enfermedad.— V^Y^d no dice esto sólo el art. 1." del proyecto de Reglamento: dice, además, que esos canales ha de procurar la Cámara que sean construidos por el Estado. Obedece esto á la convicción que tengo: 1.°, de que ni el canal de Tamarite ni el de Sobrarbe se construirán jamás, ó al menos en una fecha próxima á tiempo de que los veamos nosotros y nos salven, como no los construya el Estado; y 2.°, de que si yo estuviese equivocado en esto y los cana- les llegaran á construirse por Empresas particulares, el re- medio sería peor que la enfermedad, el mal no habría hecho más que mudar de nombre, la guerra actual entre el labra- dor y la sequía se habría transformado en guerra entre el la- brador y la Empresa concesionaria, y no pasarían diez años sin que la Litera y el Somontano, viéndose tan desgraciados como antes, renegaran de los canales y del ingeniero caldeo que los inventó. Sobre esto habría de versar la segunda parte — 65 — de mi discurso, pero me he extendido tanto en la primera, que os teng-o ya hartos y molidos y deseosos de retiraros á des- cansar. Que los canales no se construirán por Empresas particula- res, y que la nueva concesión que se prepara á otorg-ar el Go- bierno no servirá más que para engañar otro cuarto de sig-lo y hacer que la Litera, tantas veces burlada, se levante y aco- meta á pedradas al primer concesionario que aparezca por allí con bag-aje de discursos y de g-allardetes, lo persuaden á uno la razón y la experiencia. Hace ya cerca de medio sig-lo que el Estado se ha hecho carg-o de la necesidad de los canales y ha querido estimular la iniciativa privada con beneficios cada vez mayores, determinando una evolución por demás curiosa de la idea socialista, cuyo último proceso es el desiderátum de la Cámara en proyecto, tal como se halla expresado en el ar- tículo 1." del Reglamento. Por una ley de 1849 se declaró que los capitales que se invirtieran en riegos nuevos estarían exentos de toda contribución por término de diez años; pero ese beneficio, ampliado á un tiempo indefinido por la ley de Aguas de 1866, pareció poco, y no se ejecutó una sola obra de este género. La ley de Canales y Pantanos de 1870 fué más ge- nerosa y aun espléndida, que concedía á las Empresas cons- tructoras el aumento de contribuciones que se obtuviesen por consecuencia del riego hasta el límite de 30 daros por hectá- rea de tierra regada y. tres años más la contribución íntegra á título de indemnización del interés correspondiente á los capi- tales durante la construcción; lo cual representaba por térmi- no medio las V3 partes del presupuesto de las obras, si bien co- bradas después de concluido el canal, en un período de diez á quince años. Pues á pesar de tan escandalosa subvención no se tentó nadie y ni una sola concesión se llevó á término. La ley de Aguas de 1879 otorgó á las Compañías constructoras, en concepto de auxilio, el aumento de contribuciones que se ob- 5 — 66 — tuvieran, pasados que fueren los diez primeros años, y eso durante un período que podía variar de cinco á diez años. No hay que decir que tampoco vio el fin ning-ún proyecto. La ley de Canales y Pantanos de 1883 dio un paso de gig-ante en este camino; ofreciendo una subvención, pag-ada á medida que se ejecutasen las obras, lo mismo que se había hecho con los fe- rrocarriles y que podía ascender nada menos que al 40 por 100 del presupuesto tratándose de Compañías, y hasta el 50 por 100 tratándose de Sindicatos de reg-antes, y con facultad ade- más de prestarles el Estado hasta el 50 por 100 del mismo pre- supuesto de las obras con un rédito sólo del tres. Y tampoco eso ha parecido suficiente: van corridos nueve años y tampo- co se han construido canales. Se les ofrece la mitad á medida de la construcción, y no aceptan; se les ofrecen las 2/3 partes para después de terminada, y tampoco. Pues ya qué más quieren los concesionarios, ¿que la nación les dé hechos los canales y que encima los convide á chocolate? Esa lección que nos dan los hechos desde el punto de vista de la legisla- ción de canales y de aguas en general, la corrobora la historia lamentable de las concesiones del canal de Tamarite, espejo fiel de la política española en los últimos sesenta años, con que cualquier historiador adivinaría dentro de algunos siglos el temperamento de nuestra raza y las causas de nuestra de- cadencia, aunque no supiera de nosotros más que eso. Por la Real Cédula de concesión del canal de 1834, la obra en cues- tión debía estar concluida diez años deapués, en 1844; pues pa- saron los diez años y pasaron veinte más, y ni siquiera llegó á principiarse. Por un Real decreto de 1866, el canal debía prin- cipiar á funcionar ya concluido, nueve años después, en 1875; y efectivamente, pasaron esos nueve años y uno más, y el ca- nal ya principiado, se quedó en la introducción. Por otro Real decreto de 1876 debían estar concluidas las obras y la Litera en disposición de regarse, nueve años más tarde, en 1885; y pasaron esos nueve años y han pasado siete más^ y el agua — 67 — del Cinca sig-ue tan lejos de la Litera como el primer día. De modo que ni siquiera á la tercera ha ido la vencida. Hace dos meses prometió el Ministro de Fomento á los representantes de Arag'ón en Cortes, que sacarla por cuarta vez á subasta la concesión del canal: pues Aragón debe oponerse á eso: las co- medias clásicas de nuestro teatro nacional sólo tienen tres actos, y nosotros no debemos consentir que á la comedia que se viene representando por cuenta del canal hace sesenta años y que al país se le ha sentado ya en la boca del estómago, se le añada un cuarto acto, que sería tanto como hacernos mere- cedores de un quinto y de un. sexto y de otros más, hasta que pasen otros treinta años y acabe la comedia á uso trágico, con la total extinción del país. Si lo hacen y lo aguantamos, bien merecido nos estará: si no sabemos arrancar de los poderes el canal y los canales á fuerza de puño, es que no lo merecemos. Como veis, la experiencia de lo pasado nos enseña que los canales no se construirán mientras no los construya por su cuenta la Administración , como una obra nacional; y no está demás recordar aquí que esa misma opinión ha sustentado en un documento impreso, dirigido hace pocos años al Minis- tro de Fomento un hombre que es voto en la materia, el direc- tor gerente de la concesión recién caducada del canal de Ta- marite, D. Fernando Puig. Pues por otro camino, por el camino de la razón y la de refle- xión propia, vamos á llegar á la misma conclusión. La causa principal de que no hayan acudido ni acudan capitales á la construcción de canales de riego, no obstante lo enorme de la subvención, como acudieron á la construcción de ferrocarriles, es que los ferrocarriles producen desde el primer día, se les ve el resultado inmediato, al paso que los canales requieren un cierto número de años para dar un producto remunerador; y los capitales en nuestro siglo no tienen paciencia para aguar- dar veinte ó treinta años, brindándoseles con tentadoras ins- tancias y seducciones tantos y tantos negocios y especulado- — 68 — nes que dan fruto al año, y tal vez al trimestre. Pues esto, la mismo sucede ahora que hace siete años cuando se otorg-ó la última concesión del canal. El único que ahora lo mismo que entonces y que siempre puede ag-uardar es el capital de la na- ción, y esto, por tres distintos órdenes de razones: — 1.°, porque la nación es eterna, dentro de la relativa eternidad del plane- ta, á diferencia de los individuos, que pasamos por la vida como sombras fugaces y queremos capitales que se reproduz- can á vista de ojos: — 2.°, porque el Estado, constructor y propie- tario de los canales, se encuentra respecto de éstos en el mismo caso que los particulares respecto de los ferrocarriles, esto es, que le producen desde el primer día un interés remu- nerador:— y 3°, porque aun cuando las sumas invertidas en tales obras no hubieran de ser reproductivas en ningún tiem- po, el agua de riego en climas cálidos y secos como el nuestro constituye una condición necesaria de existencia, sin la cual la nación, dada su población actual y las necesidades que le impone la moderna civilización, es imposible, y la misión del Estado es suministrar ese género de medios esenciales, obran- do como actividad complementaria de la actividad social cuando la sociedad directamente por sí no la suministra. Que al Estado han de producirle los canales desde el prin- cipio un interés remunerador, no á los particulares, se con- vence con una sencilla reflexión, que por otra parte, está am- parada en la experiencia; y es que el Estado no percibe tan sólo, como el empresario particular, el canon del agua conforme á tarifa; percibe, otra cosa que importa mucho más que eso, el aumento de contribuciones directas é indirectas que se engen- dra del aumento natural de la riqueza imponible, del aumento de la población, del aumento del bienestar, del aumento consi- guiente del comercio exterior, y en una palabra, del aumento del valor del suelo y de su potencia productiva, y del mayor movimiento, transformación y consumo de sus frutos, decupli- cados. Las 200.000 hectáreas que han de regarse con nuestros — 69 — canales, tributarán ahora al Estado escasamente con dos millo- nes de reales; puestos de regadío, podrían darle, según los tipos oficiales de evaluación al 15 por 100 de la riqueza imponible, de 20 á 24 millones. La diferencia entre las dos cifras de secano y de regadío, representa el interés al 5 por 100 de un capital de 400 millones. De modo que aun cuando el Estado hubiese de gastar 400 millones de reales en construir esos dos canales y la venta de agua no produjera un solo céntimo de líquido, porque se gastase todo en la conservación de las obras y en adminis- tración, todavía en ese caso seria un negocio para el Estado. ¿Es esto fantasía y cálculos galanos? No, que depone á favor de ellos un hecho que se está obrando casi á nuestra vista: el canal de Urgel, que ha arruinado á la empresa constructora, produce ya al Estado por el aumento de contribuciones, un be- neficio anual de tres millones de reales que no percibiría si no fuese por el canal. El canal riega 50.000 hectáreas de cereales cultivadas por el sistema de año y vez, ó sea, 25.000 hectáreas cada año, que es la octava parte de las 200.000 hectáreas de nuestros dos canales de Tamarite y de Sobrarbe: ocho veces tres millones son 24 millones de reales, lo mismo, y aún más que vine antes á deducir por cálculos de carácter general. Pues todavía no me he parado en esto. He dicho que aunque los canales no hubieran de retribuir al Estado en proporción de lo que le cuestan, tendría obligación de construirlos, una vez averiguado por la experiencia que la actividad social no se ha- lla dotada de la necesaria fuerza para construirlos por acción espontánea, directamente por sí; y tendría esa obligación de construirlos, en el ejercicio de una de las funciones tutelares que integran su ministerio. No vayaá creerse que con esto me hago eco de alguna doctrina metafísica ó de alguna peligrosa genialidad: me hago eco de una doctrina de sentido común, puesta en práctica muy recientemente, y por cierto, en propor- ciones gigantescas, la nación de quien menos podíamos esperar- lo. Inglaterra, esa gran maestra de la humanidad en materia de ^ 70 — adelantos económicos y sociales: ella, tan individualista como todos sabéis, que mantiene al Estado cuidadosamente aparta- do de todo lo que parezca ejercicio de industria ó de comercio, ha construido sin embarg*o por su cuenta y explota los canales alli donde ha visto que sin ellos era imposible toda vida regu- lar. En su territorio europeo, el rieg-o es absolutamente indis- pensable, porque no padece de sequías, y con g-ran prudencia política se ha abstenido de construir canales, dejando que los construyeran, si querían construirlos los particulares; pero en su territorio de la India, el riego era necesario^ sin él la sequía aniquilaba á menudo las cosechas y engendraba aquellas ham- bres terribles que recordaréis haber visto descritas en periódi- cos y revistas ilustradas, allá en vuestras mocedades; y el Es- tado, regido por estadistas que tienen de manos cuanto tienen de lengua los nuestros, considerando muy acertadamente los canales como un deber de tutela pública y como un instrumen- to de gobierno, decidió construirlos por administración, y .en diez años, desde 1867 hasta 1878, gastó en canales ¿cuánto di- réis? ¡pasa de 1.500 millones de reales! ¿Y querréis creer que el capital de construcción que á él le costó al 4 Va le produce cer- ca del 5, es decir, que ha cumplido con una obligación sagrada, que ha salvado millones de vidas, y que lejos de haberle costa- do algún sacrificio, todavía gana dinero? — Pues en ese mismo caso, en el mismo caso que la India, se encuentra España: el que no piense que la construcción de canales se impone al Es- tado por la obligación que tiene de fomentar la riqueza públi- ca, de multiplicar el capital de la nación, de estimular el bien- estar de los particulares y el aumento de las rentas públicas, debe pensar que se impone al Estado como los lazaretos y las fortalezas, con que defienden al país contra la invasión de las epidemias y de los ejércitos extranjeros; como en otro tiempo la policía de abastos, como un medio necesario de progreso y aua de existencia del país, como preservativo ó como remedio á la más grave de las enfermedades que afligen á la nación.— Hasta — 71 — en los países del centro de Europa han gastado los Gobiernos enormidades de dinero en construir ó auxiliar la construcción de canales de riego, como Bélgica, donde el Estado construyó ásus espensas la red de la Campine, gastando 100 millones de reales; como Prusia, que ha invertido en anticipos á los cons- tructores 120 millones; y así por el estilo otros Estados alema- nes. Y si tales sacrificios hacen los Gobiernos allí donde los riegos no son absolutamente necesarios, ¿qué no debería haber- se hecho en España, donde sin riego no hay agricultura posi- ble que merezca nombre de tal, en que hay pueblos donde el agua es artículo de importación hasta para beber, y tiene que ser repartida por los ricos de limosna'^ « § II.— Armonía entre ¡os intereses del Estado y los de los regan- tes.— Vengo al último fundamento en que he querido apoyar la tesis del artículo 1.° del proyecto de Reglamento, según el cual, la Cámara Agrícola del Alto Aragón había de procurar que sea el Estado quien construya y explote los canales y pantanos de interés general, sin concederlos á ninguna empresa parti- cular. Como el Estado no es ninguna entidad sustantiva, como es la nación misma, organizada para una cierta función social, y los regantes no son cosa distinta de la nación, existe perfecta armonía entre sus intereses y los intereses de los regantes; al paso que siendo propiedad de empresas particulares, esa armo- nía es punto menos que imposible y la guerra se impone como una fatalidad, porque las conveniencias del capital canal y las de los regantes llevan camino divergente. — En primer lugar, siendo dueño de los canales el Estado, puede en años de crisis, de carestía extraordinaria, de pública calamidad, aliviar á los agricultores, rebajándoles temporalmente los tipos del canon, lo cual no haría una empresa, atenta sólo á sus dividendos, sin que le importe gran cosa la suerte de los regantes. — El Estado, dueño de los canales, puede acordar reducciones circunstancia- les en las tarifas, para fomentar determinado cultivo nuevo que — 72 — conveng'a más que el tradicional, ó al revés, para hacer posible la continuación de ésta por algún tiempo más, enfrente de la competencia extranjera, mientras los ag-ricultores preparan con tiempo, sin ruinosos é imposibles atropellamientos, la transfor- mación.—El Estado dueño de los canales, puede rebajar g-ra- dual y progresivamente, y con carácter ya de permanencia, el canon inicial, así como se vayan desarrollando los riegos y el capital invertido en las obras produzca un interés superior al que produzca la renta del Estado, cosa que tampoco haría nunca un concesionario particular, porque ésta no se propone como límite un dividendo determinado, sino el más alto que sea posible, dentro del máximum de la tarifa autorizada en la concesión, aunque arruine á quien ha de pagarlo. — Y es que el Estado puede conceder tales beneficios sin perder nada, porque con el aumento de riqueza que se determina por causa de la rebaja, obtiene una compensación en los tributos, mientras que á las empresas no les sucede otro tanto, porque toda su ganan- cia se encierra en el dividendo careciendo de compensacio- nes por otra parte. Así sucede, por ejemplo, en Francia, que los ferrocarriles que son propiedad del Estado sirven al públi- co una tercera parte más barato por término medio que las lí- neas de las Compañías, llevando, por ejemplo, en 1.* clase por el mismo dinero que éstas llevan en 2/ — Y aun en España, sin salir de Aragón, y precisamente tratándose de canales, podría aducir en confirmación un caso elocuente: el Gobierno, que es propietario y administrador del Canal Imperial de Aragón, rebajó allá por el año 1849 la tarifa del agua en una mitad y al punto las tierras regadas aumentaron en un tercio, y en otro tanto la intensidad de los cultivos; pusiéronse de regadío mu- chas tierras medianas que no podían soportar el canon antiguo y que ahora producen tres cosechas y dan muy buenos rendi- mientos á la Hacienda en forma de aumento de contribución. En conclusión, siendo los canales propiedad del Estado, las ta- rifas no constituyen un dogma inmutable; son algo flexible y — 73 — acomodaticio, que se adapta alas circunstancias, sin tener que consultar otro interés que el de los regantes, que es el suyo propio, sin tener que sostener una lucha con ninguna potencia financiera. A esto añadiré una última reflexión. La subvención que la ley de 1883 regala á las Empresas concesionarias por cada dos canales que construyan, es bastante para que el Estado cons- truya uno de su propiedad; por manera que si en vez de optar por lo segundo, en vez de construir por sí y para la nación, da el dinero á las Empresas, resultará que los contribuyentes lo pagan y los accionistas lo disfrutan, repitiéndose el caso aquél del andaluz y el gallego que no teniendo más que un cigarro, decidieron fumárselo entre los dos en la siguiente forma: el andaluz chupaba j el gallego escupía. No hay que decir que aquí el gallego seríamos nosotros los contribuyentes. § 12. — Fl agua es el maná que Dios hace llover sobre la tierra española: el Gobierno necesita tener á síc lado la opinión del País: nacionalización del agua. — Por otra parte, ¿no son los canales, ese gran elemento de movilización del capital tierra, un nego- cio seguro para mañana, diriamos el gran negocio del porve- nir? Pues que ese negocio, que no puede invocar aún la oposi- ción de los intereses creados, no llegue á individualizarse. El agua es el maná que Dios hace llover sobre la tierra española, y ese maná no debe ser propiedad de nadie, debemos partici- par todos de él, debe ser propiedad de la nación: uno de los grandes partidos de Inglaterra, el que acaudilla Gladstoue, os- tenta en su programa esta atrevida reforma: «la nacionaliza- ción del suelo» fpues yo voto señores, en España, por la nacio- nalización del agua! ¿Es esta proclama alguna novedad, reñida con las ideas económico políticas que profesa ó siente la socie- dad española? Tampoco, tampoco: escribiendo ese principio en su bandera la Cámara Agrícola del Alto Arag-ón no haría más sino desarrollar lo que tiene ya admitido en principio nuestra — 74 — legislación; más aún, lo que es ya un hecho práctico en nues- tra economía nacional:— 1.°, porque las concesiones de canales sólo se hacen para noventa y nueve años, al cabo de los cuales han de pasar á ser propiedad del Estado: de manera que, en rigor, hoy ya un canal concedido no constituye una propiedad particular; la Empresa concesionaria es un mero usufructua- rio por tiempo limitado, y si el Estado los construyese ahora ó una vez construidos los expropiase ó rescatase, la cuestión no variarla en su esencia, porque todo se reducía á anticiparse algunos años lo que de todos modos ha de ser: — 2.°, porque el Estado es ya propietario de dos canales, el Imperial y el de Llobregat, y los administra por su cuenta; de modo que si la Cámara se funda sobre la base del art. I.** del proyecto de Re- glamento, no aspira á cosa rara ó nunca vista: aspira á que el Estado haga con todos los canales que están por construir lo que está haciendo con dos de los que están ya construí- dos:— 3.°, porque ya hoy existe una ley, la de Canales y Panta- nos de 1883, que autoriza al Gobierno para emprender estudios de tales obras y presentar á las Cortes proyectos de ley con ob- jeto de encargarse de la construcción por cuenta del Estado. Y en cuanto á recursos para construirlos, hablaremos en otra oca- sión, hoy no alcanza el tiempo para eso; y únicamente diré que ese canal de la Litera que pesa y representa tanto como una provincia, se concluye con menos de lo que le cuesta á la na- ción uno sólo de los buques de guerra que se están constru- yendo en los astilleros del Nervion. Con esto dejo demostrado no sólo que es forzoso que el Esta- do acometa la obra de los canales por administración, sino que ha de ser empresa fácil el decidirlo á ello, con tal que exista una fuerza enérgica y vigorosa que lo mueva y empuje. Ahí tenéis el por qué de la Cámara cuya fundación se os propone: La Cámara Agrícola del Alto Aragón ha de ser eso, fuerza esti- mulante que aguijonee al Gobierno, y caso necesario lo cons- triña á empuñar el barreno y la dinamita para horadar mon- ¡o tañas y mudar el curso de los ríos y derramarlos en mansa inundación sobre tierras cultivadas. Para eso, necesita teñera su lado toda la opinión del país: por esto no se limita la Cáma- ra en proyecto á promover la construcción de los canales y pantanos del Alto Aragón, sino de todos los que sean posibles en el territorio español, de 2.000 kilómetros siquiera en toda la Península, que es lo que hace falta para dar alimento á los 9.000 kilómetros de ferrocarriles que tenemos. Observad cuan lógicamente se encadenan los diversos miembros de ese ar- tículo 1,°, y con esto concluyo: los canales del Alto Arag-nn no se construirán mientras no los construya el Gobierno; el Go- bierno no los construirá mientras no le obligue á ello la opi- nión de la nación entera; la opinión nacional no obligará á, construir precisamente los canales del Alto Aragón, que direc- tamente sólo interesan á una provincia; le obligará si acaso á construir en general canales, por valor de 200 á 300 millones de pesetas, y entre los canales, es claro que irán comprendidos los nuestros, y que ocuparán el primer lugar, por ser los más antiguos y los más importantes de toda España. § 13.— Fl río Fdro, ama y centro de la nacionalidad arago- nesa, maestra de España en cuestiones sociales.— La, ocasión no puede ser más propicia, y mereceríamos todo género de in- fortunios si la desaprovechásemos: la nación está dispuesta á secundar nuestra iniciativa y esperándola hace mucho tiem- po, los partidos políticos están preparados para dispensarle favorable acogida. Seamos nosotros la levadura que ponga en fermentación toda esa masa hasta ahora inerte, y los por- taestandartes de ese lema salvador, fuera del cual, España no verá su resurrección; pongámonos á la cabeza de Aragón, asumiendo el alto ministerio educador que en otro tiempo ejerció Zaragoza, para enseñar á la nación española el seguro derrotero de su porvenir, y que este río Ebro, que ha servido de cuna.y de centro á la nacionalidad aragonesa, maestra de — 76 — España en cuestiones sociales, anuncie ahora el nuevo evan- gelio político á los pueblos de la Península, como ya principió á anunciárselo con el canal de Tortosa, construido en el si- g-lo XV, antes que ning-ún otro de Europa. Los comienzos del siglo fueron de Aragón; que sean de Aragón también sus pos- trimerías: á principio del siglo, salvó con su heroísmo la inde- pendencia patria, enseñando á los demás españoles el arte de resistir á los franceses; ahora que estamos en las postrimerías del siglo y en los albores de una nueva edad, es fuerza que salve el porvenir de la patria, enseñando á los españoles el arte de domar los ríos y resistir al sol. La historia tiene que clasificar al Ebro entre los grandes ríos civilizados, al lado del Eufrates, del Nilo, del Tiber, del Támesis y el Sena, Es el más' caudaloso de la Península: tiene delta como el Nilo, é historia gloriosa como el Tiber, es navegable como el Támesis de Lon- dres y el Sena de París; sirvió para dividir la España romana en dos partes, la Citerior y la Ulterior; en sus orillas nació el sistema parlamentario, juntándose en Cortes antes que ningún otro pueblo de Europa; en sus orillas tuvo origen y se desarrolló el derecho internacional moderno, con Pedro I y Fernando II; de ellos salió, que no del joyel de la Reina Católica, como pre- gona la leyenda, el dinero que necesitó Colón para descubrir la América; ha sido el gran antemural de las invasiones septen- trionales; en los albores de la Edad Media detuvo á Cario Mag- uo; en los albores de la Edad Moderna ha detenido á Napoleón; corre desde el Atlántico al Mediterráneo, como si trazara el rum- bo de la civilización moderna, de Occidente á Oriente; cruza to- dos los climas, naciendo en la región de las nieves perpetuas y muriendo en la región de la palmera y del naranjo; tiene á un extremo el puerto de Pasajes y en el opuesto el puerto de San Carlos de la Rápita, dos de los puertos mejores de Europa, y en la cabeza y en la desembocadura las dos razas más laboriosas de la Península, la raza vascongada, representante de la tra- dición, y la raza catalana, representante del progreso,, y en el — 77 — centro Zaragoza, con su maravillosa veg-a, creada artificial- mente en medio de la más estéril de las cinco estepas españo- las, como para demostrar de lo que es capaz la virtud creadora del agua; y allí, en una de sus plazas, la estatua de Pignatelli, á cuya milagrosa tenacidad fué debido el canal Imperial, como para demostrar de lo que es capaz la voluntad de un hombre, cuando ese hombre tiene fe y es aragonés; y al extre- mo opuesto de la estepa, los llanos abrasados del Somontano y la Litera, aguardando, con la misma ansia con que los Pa- dres del Limbo aguardaban la venida del Mesías, un nuevo Pignatelli, para que desciendan como cintas de plata, desde los primeros estribos del Pirineo, esos dos canales de Tamarite y de Sobrarbe, que en Selga y en Binefar, al confundirse en abrazo íntimo con la locomotora, venida de otros mundos", con- sumarán las bodas de que ha de nacer esa nueva España en que soñamos, más grande que aquélla del Renacimiento des- cubridora de mundos, inventora de ciencias, creadora de na- ciones, y en cuyo eterno murmullo, de pradera en pradera y de salto en salto, irán confundidos vuestros nombres én un himno de agradecimiento, porque supisteis convertir en taller bendecido por el trabajo el suelo de la Península que hasta ahora solo había sido un campamento j evocar del sepulcro á este pobre Lázaro de las naciones, juntando sus huesos y vis- tiéndolos de piel y de carne y vertiendo en sus venas desnu- das la sangre de los ríos y haciéndola aparecer más esplendo- rosa que nunca en medio de la incrédula Europa que la juzga- ba muerta para siempre. Este es nuestro destino como hijos del Ebro y éste el deber que tenéis que cumplir como aragoneses para con la patria española: ese también el instrumento de vuestra redención individual; y si sois hombres precavidos y al propio tiempo patriotas, no debéis defender más política que esa: la polilica Mdrchdica. A todos vosotros me dirijo, á los ricos, á los pobres y á los medianos: el día que todas las aguas del Pirineo se — 78 — queden prisioneras en el llano, nuestra provincia producirá por sí sola tanto como ahora producen diez provincias, y habrá para todos, rentas y lujo para el rico, independencia y mesa provista para el pobre, jornales altos y continuos para el tra- bajador, limosnas cuantiosas para el desvalido, tributos abun- dantes para el Erarlo, descanso y holgura para todos; España podrá acordarse entonces de los maestros de escuela, y hablar en serio de cuerpo electoral y de sistema parlamentario y de po- lítica colonial y de jurado; podrá construir escuadras y hacer- se respetar de los extraños y reanudar el hilo roto de sus tra- diciones y de sus destinos gloriosos en el mundo y recobrar en los Congresos europeos el sillón que dejara vacante el Conde de Aranda hace cien años. De vosotros depende el que esto sea una realidad ó una utopia; tenéis en la mano á elegir vuestra grandeza ó vuestra ruina. Si desde hace quince años los agri- cultores del Alto Aragón, asociados como ahora vamos á asociar- nos, hubiesen hecho lo que en el art. 4.° del proyecto de Re- glamentóse propone que se haga. Asambleas ruidosas en Bar- bastro, todos los años, Congresos agrícolas de cuando en cuan- do en Madrid, mitins en los pueblos, nombramiento de Dipu- tados especialistas con mandato imperativo á cada crisis de Gobierno, peticiones constantes á las Cortes, comisiones todos los años á la Reina, telegramas todas las semanas á la prensa, acometidas todos los meses al Ministerio y á los Diputados y á los Senadores, ¿creéis, señores, que los concesionarios del ca- nal de Tamarite, por ejemplo, habrían podido contrarrestar tan ruda y persistente campaña, parando, como han parado, du- rante media generación, el golpe de la caducidad; que los Go- biernos habrían tenido aguante suficiente para resistir esa mosca tenaz clavada siempre en la nariz, que no les habría de- jado ni dormir siquiera, y que el pesado letargo, con trazas de muerte de la nación, no habría cedido á ese campanilleo ince- sante de 20.000 agricultores aragoneses pidiendo á coro justi- cia, ahora con razones, ahora con súplicas, ahora con amena- — 79 — zas, y que á estas horas no estaría ya corriendo el ag-ua del Ara, del Ésera y del Cinca por los desiertos de la Litera y del Somontano? ¡Ah! Mucho hay que culpar á los Gobiernos; mu- cho tenemos que culpar al Parlamento; pero más que nada de- bemos culpar á nuestro apocamiento y á nuestra desidia. § 14 —La construcción de los canales y ¡úntanos, depende solo de nuestra vohintad.—XhoTS, vamos á hacer lo que debió hacerse antes, sólo que ya condensando mucho los tiempos, forzando el vapor de la máquina, porque llevamos todo ese retraso. Hemos perdido esos quince años de actividad comercial, de promesas y buena voluntad de los partidos, de paz y sosiego político en el interior y en el exterior, de crédito para los valores públicos, de ejemplo animador por parte de Francia; no podemos aguardar otros quince años, que sería tanto, para nosotros, como poner- nos por delante la eternidad y exponernos á las eventualida- des de un porvenir incierto. Por fortuna, aunque el tiempo es, por punto general, primera materia insustituible en empeños grandiosos como este, podéis suplirlo con grandes desprendi- mientos de voluntad: todo consiste en que tengáis tanta como se necesita y queráis ponerla al servicio de esta obra. — Si que- réis,— j estas son mis últimas palabras, — si queréis, dentro de cinco años estará concluido el canal de Tamarite; si queréis, dentro de diez años estará concluido el canal de Sobrarbe; y regados, por tanto, el Somontano de Barbastro y la Litera. Pero, ¿queréis de verdad? Esta es una duda que tengo cla- vada como una espina aquí en el alma, y vela con una sombra de tristeza todos mis entusiasmos y los penetra de desalientos. Ahora, ya lo oigo, todos exclamáis «queremos!», y yo lo creo, y si todo fuese obra de un día, los canales (que repito, dependen sólo de nuestra volantadj se construirían; pero se requieren cinco años; y ¿poseéis dentro ricos 'y pobres, los ricos sobre todo, suficiente caudal de voluntad para que os dure el querer dos años siquiera? ¿No se habrá agotado ya todo al día siguien- — so- te de esta feria, y no vendrá en pos de nosotros, como el demo- nio de la parábola de Jesús, que iba tras del sembrador espar- ciendo simiente de cizaña para que ahogase el trigo, no ven- drá, digo, detrás de nuestra santa obra y de nuestras intencio- nes honradas y patrióticas, el genio de la maldecida política, asistida por las malas pasiones de las almas pequeñas, que no ven nada en el mundo fuera de sí propias ni profesan otra re- ligión que el culto de sí mismas, á levantar otra vez la bandera de los intereses personales enfrente de los del país, y no la dejaremos triunfar como hasta ahora, pobres suicidas, que ve- mos cómo están asesinando á la infortunada patria y no vola- mos á auxiliarla, ni por instinto de conservación, ni siquiera por vergüenza, limitándonos á llorar cobardemente como mu- jeres lo que nos hacen padecer entre unos cuantos? CAPÍTULO III El canal dejTamarite, cien años después '' Programa poliíico. —liSiStB. ahora se han dedicado los políticos á cr mbatir la servidumbre política: ahora, se ha de combatir la servidumbre económica. ¡Guerra á la reacción! antes: ¡guerra á la pobreza! ahora. Señoras y señores: Cuatro palabras de introducción para exponer el argumento sobre el que va á versar el presente meeting. (1) Según estaba acordado y anunciado, se celebró un importante meeüng acerca del canal, el día 29 de Octubre de 1892, en la villa de Ta- marite de Litera. Por la doctrina que sienta el orador, creemos de gran actualidad la publicación íntegra del discurso que en aquel acto pronuncia- ra D. Joaquín Costa. Se hallaban representados en esta Asamblea, además de la Junta directiva de Ja Cámara y el Ayuntamiento de Tamarite, los Ayuntamientos de San Esteban, La Almunia, Lérida, Monzón, Barbastro, Binéfar, Alfarraz, Albelda, Estadilla, etc. Asistieron en persona la mayor parte de los principales propietarios de la mitad oriental de la provincia, entro otros D. Salvador Bayona, D. Jaime A. de Salas, D. Pedro Carpi, D. José Abadía, D. Clemente Castell, D. Francisco PuyaJ, D. Ramón Ara- gonés, D. Pedro Mola, D. Francisco Piniés, D. Félix CoU y Moncasi, don Antonio Abadía, D. Gregorio Sahún, D. Luis Montestruc, D. Gregorio Dieste, D. Agustín Sin, D. Mariano Romero, D. Miguel Bañeres, D. Ángel — 82 — § 1." — Introducáón: telegramas en forma de conclusiones. — La Cámara Agrícola del Alto Arag6n, cuyo objeto es fomen- tar la Agricultura de la provincia promoviendo la construc- ción de canales y pantanos de riego, ha creído deber princi- piar por aquél cuya ejecución considera más urgente y al propio tiempo de más fácil consecución. Y profesando como dogma, escrito así en su Reglamento, que los canales de riego deben ser construidos y explotados precisamente por el Estado para que el remedio á la sequía no sea peor que la enferme- dad, y viendo amenazado el proyecto del canal de Tamarite de una nueva concesión á empresarios particulares, que de- fraudaría las esperanzas de redención que este país funda en el río Ésera, ha creído que el país debe impedirlo con todas sus fuerzas, y acude á él para consultarle y ofrecerle su con- curso y pedirle su cooperación. La Cámara opina que lo pri- Lasierra, D. José Castell, D. Pedro Blecua, D. Manuel ^íontauuy, D. An- tonio Baldellou, D. Mariano Ibarz, D. Antonio Esteve, D. Benito Castillo, D. Salvador Cajigós, D. Benito Coll, D. Antonio Serrate, etc., etc., y por adhesión ó representación. D. Mariano Naval, Sr. Conde de San Juan de Violada, D. Mariano Español, Sr. Conde de Guaqui, D. Francisco Monea- si, D. Pedro Gambón, D. Vicente Solano, D. Manuel Burrel, D. Je sé Los- certales, D. Joaquín Sopeña, D. Miguel Marco Bayona, D. Luciano Arias, D. Francisco Costa Terré, D. José Esteve, D. Alejandro Colet, D. Pablo Coloma Faro, D. Leoncio Bardaxí y varios más. Se vaciló entre celebrar- lo ó aplazarlo por lo desapacible del tiempo y haber de oírlo el público en una plaza, de pie sobre el lodo. Decidió el concurso de forasteros, que es- peraban con gran ansiedad el acto; y tuvo lugar sirviendo de tribuna uno de los balcones de la Casa Consistorial. Las Comisiones se colocaron en el salón de sesiones del Ayuntamento; el público ocupaba la espaciosa rambla ó plaza que se extiende delante. El alcalde dé Tamarite y el presi- dente de la Cámara Agrícola presidieron el meeting. Habían remitido para dicho acto importantes escritos personas caracte- rizadas y de gran autoridad, siendo leídos aquéllos en medio de los aplau- sos del público. Todos los oradores estuvieron unánimes en cuanto á la urgencia de la construcción del canal de Tamarite y á la necesidad de que corriera de cuenta del Estado. , — 83 — mero que debería hacerse es telegrafiar al Jefe del Gobierno, con las firmas de los alcaldes, en términos parecidos á este que ahora voy á leer, para que estando en autos la concurren- cia de lo que se trata, pueda entender mejor los discursos que van á pronunciarse: tTamarite, 29 Octubre de 1892, »Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros: »Por acuerdo de numerosa Asamblea de hacendados y la- bradores reunidos aquí en el día de hoy para deliberar sobre el caso, la Cámara agrícola del Alto Aragón y los Ayunta- mientos de la zona del canaLde Tamarite suplican á V. E.: primero, que se sirva presentar á las Cortes un proj^ecto de ley encomendando la terminación de dicha obra á la Adminis- tración del Estado; y segundo, que caso de no acceder á esta petición, se sirva mantener el proyecto en su actual estado, sin concederlo á ninguna persona ó entidad privada; pues consideramos preferible que sigan las tierras de secano á re- garlas en las condiciones onerosísimas que se impusieron en las condiciones anteriores, y que el capital privado no podría en ningún caso mejorar de un modo sensible. »E1 presidente de la Cámara, Joaquín Costa.=Vov el vicepre- sidente, Conde de San Jua7i. = E\ presidente de la Diputación provincial, Mariano Naval. =FÁ alcalde de Barbastro, Mariano Español.=FA alcalde de Tamarite, Pedro Mo¡a.=Vov el alcalde de Monzón, Antonio Abadía. =Wi alcalde de Binéfar, Antonio Bsteve.=Ei alcalde de Esplús, Miguel Marco Bayona.=Vov el alcalde de Almunia de San Juan, Luciano Arias. = E\ alcalde de Lérida, Francisco Costa Terré.=Vov el alcalde de Alcarraz, José Esteve.=E[ alcalde de San Esteban de Litera, Jaime A. de Salas.=E\ alcalde de Albelda, Pablo Coloma Faro.^Vov el al- calde de Estadilla, Leoncio Bardaxi.y> Simultáneamente cree debería telegrafiarse al Jefe del par- tido liberal por el siguiente tenor poco más ó menos: 84 — tTamarite, 29 Octubre de 1892 (1). »Excmo. Sr. D. Práxedes Mateo Sag-asta: »E1 partido liberal monárquico entiende que el combatir la sequía por medio de canales y pantanos de riego es función propia del Estado y uno de sus principales deberes, según de- claró autorizadamente el Excmo. Sr. D. Segismundo Moret en el Congreso de los Diputados el día 19 de Abril de 1883. Tenién- dolo en cuenta, la Cámara agrícola del Alto Aragón, por en- cargo de una Asamblea de agricultores y de Ayuntamientos celebrada aquí en el día de hoy, se atreve á suplicar áV. E. que interponga su valimiento cerca del Gobierno y de las Cortes para que se decrete la conclusión de las obras del canal de Tamarite por cuenta del Estado, ó en otro caso, para que na se anuncien á subasta, sino que se mantenga el «statu quo». »E1 presidente de la Cámara, Joaquín Costa. =Vov el vicepre- sidente. Conde de San Juan.=E\ alcalde de Barbastro, Mariano Fspafiol.=El presidente de la Diputación provincial, Mariano Naval. =E\ alcalde de Lérida, Francisco Costa Terré.=E\ alcal- de ejerciente de Tamarite, Agustín Sin.= 'Pov el alcalde de Monzón, Antonio Abadía.» (Siguen las /Irmas como antes.) Cree que luego debería firmarse una instancia pidiendo eso mismo que se pide en los telegramas, pero razonada y dirigida al Gobierno y á las Cortes. Cree, por último, que debe traba- jarse en Madrid para que la petición surta el resultado apete- cido y no suceda que saltando por encima de ella, y menos- preciando la voluntad del país, se dé al expediente un giro (1) Este telegrarpa y el anterior fueron cursados al final del acto por acuerdo unániróe de la concurrencia, como consecuencia y conclusión. El Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros contestó en otro te- legrama manifestando haber transmitido al Sr. Ministro de Fomento el acuerdo y petición de la Asamblea de Tamarite. — So- que no sea el que convenga á los intereses de la Litera, y en general derAlto Aragón (1). Pero es éste asunto tan delicado, y afecta de un modo tan profundo á esta importante comarca del Alto Aragón, y á la zona contérmina de Cataluña, que la Cámara no ha querido precipitarse, y antes bien, desconfiando de su propio criterio y respetuosa con el de los demás, ha invitado al país á esta reunión para que juntos todos deliberemos sobre aquello que parezca más conveniente al interés común. — Hable, pues, el país; hable después del país la Cámara Agrícola, y obra- remos luego del modo que á la mayoría parezca más conve- niente. Hasta ahora se hallan alistados para tomar parte en el meeting el Sr. D. Francisco Puyal personalmente, y los seño- res D. Francisco Moncasi, D. Fernando Puig y D. Andrés Llauradó por discursos escritos que han tenido la bondad de remitir exponiendo su opinión. Pueden pedir la palabra y en nombre de la Cámara les invito á que hablen, aquellos que tengan que comunicar á la concurrencia algo que sea condu- cente al objeto que dejo expresado. (A continuación de hacer uso de la palabra los señores arri- ba citados, ocupa la tribuna el Presidente de la Cámara agrí- cola). § 2.'^~El pri7)her centenario del canal: debemos enseñar los dien- tes.—f\ Sr. Costa (D. Joaquín).— Hace ocho años, en el de 1884 y 1885, se cumplió el primer centenario del proyecto de canal de la Litera. El cielo festejó aquella solemnidad, de una ma- (1) Como veremos más adelante, la Cámara Agrícola emprendió una serie de gestiones en Zaragoza y Madrid cerca del Ministro de Fomento y centros dependientes de ésta , que dieron por resultado, el que el canal de Tamarite esté ya construido; el de Sobrarbe en vías de hecho y próximos á terminarse los pantanos de Roldan y de la Peña. — se- ñera espléndida, inaugurando un período de sequía, que sólo ha durado siete años: ¿entiende la Litera lo que con esto ha querido enseñarle el cielo? El Gobierno celebró también el centenario otorgando una nueva concesión subvencionada con el 40 por 100 del presupuesto de las obras, la cual ha vivido lo mismo que su hermana la sequía, siete años y ha concluido sin construir ni un sólo metro de canal: ¿lo quiere más claro el Gobierno? ¿Se quiere aún demostración más concluyente de que los procedimientos empleados hasta hoy por el Gobierno para mover á los concesionarios y por la Litera para mover á los Gobiernos, son ineficaces, y que si no mudamos de regis- tro llegarán nuestros biznietos al segundo centenario del pro- vecto con la Litera tan seca ó más seca que ahora, si es que para entonces no queda ya ni un literano para contarlo por- que se haya consumado la total despoblación del país, que á toda prisa se está verificando? ¿Acabaremos de ver claro que si la Litera, y con ella el Alto Aragón, no chilla tanto siquiera como chillaron las verduleras de Madrid para quitarse de en- cima un impuesto tiránico, que si la Litera y el Alto Aragón no enseña los dientes como los enseñó Zaragoza para lograr el ferrocarril de Canfranc, el canal seguirá siendo por espacio de cien años más tema de retórica para pretendientes prime- rizos, una cantera de expedientes inagotable para ministros de Fomento desorientados, y un motivo de burla para nues- tros descendientes que medirán nuestra formalidad, nuestro temple y nuestro valer por este canal, y deducirán que hemos ^ido hombres de barro crudo, y no caracteres de acero cual lo r. lerían lo duroy difícil de los tiempos? ¡Aíil señores: permitidme que lo diga: me da vergüenza, me caisa sonrojo encontrarme en esta tribuna, me da ver- güenza ^ er en movimiento á toda una Cámara Agrícola y con- gregado.- ijumerosos Ayuntamientos y gentes venidas con fa- tiga de tierras distantes y en expectación toda una provin- cia, lo mismo que si se tratase de emprender una Cruzada — 87 — para rescatar el Santo Sepulcro, ó emprender la conquista del Nuevo Mundo, ó de rechazar alguna invasión napoleónica ó de rasgar el istmo de Panamá ó construir una nueva muralla de la China: se trata de una cosa relativamente insignificante; se trata de una obra que en relación con los deberes y con las fuerzas de la nación es una verdadera patarata, de esas que los ministros decretan de sobremesa entre un té y un habano porque lo pida con empeño cualquier diputado belicoso que disponga de media docena de votos en la mayoría. El esfuerzo que hacemos es desproporcionado con la empresa, y me dole- ría el aliento que ha de costarme esta plática si no tuviese más objeto que discursear y hacer retórica y á lo sumo razo- nar el proyecto de solicitud á los poderes; si no me animase la esperanza de que este meeüng va á ser el principio del fin; que en el día de hoy enterramos la política vieja é inauguramos otra nueva con respecto al canal; que los callos que tenemos en la lengua de tanto hablar y de tanto pedir, van á bajársenos á las manos; y que vamos á decirle al Gobierno que cien años son ya bastantes años para que se haya agotado la pacien- cia del Alto Aragón; que en lo sucesivo, ese canal, que se nos debe por justicia, no vamos ya á solicitarlo con la lengua, sino... que vamos á exigirlo; y que estamos ya hartos de espe- rar Gobiernos que sepan crear riquezas y encontrarnos con Gobiernos que sólo saben crear contribuciones. § 3."— ^¿ Godürno falta á ¡a ley: los diputados y senadores aoandoiian al pais, faltarido d sus deberes: el país dele resistir una nueva concesiÓ7i. — El abandono en que hasta ahora han tenido este asunto vitalísimo los diputados y senadores de la provincia y los Gobiernos de todos los partidos ha sido tan grande, que no me atrevo á calificarlo de criminal porque á duras penas puedo darme cuenta de él. Hace más de un año, en 14 de Julio de 1891, decía el Sr. Cánovas del Castillo, Jefe del Gobierno, en el Congreso de los Diputados, que el Estado — 88 — no podía encargarse de construir el canal; que lo único que podía hacer era declarar la caducidad de la concesión. «Este »canal,si no estoy equivocado, se empezó cien años hace, »ó se pro^^ectó; ha pasado por muchísimas alternativas de »esta índole, y por último, con la desconfianza natural de »la Administración por el tiempo mismo que había transcu- »rrido sin que ese canal se ejecutara, se establecieron para los » nuevos contratistas condiciones severas, pero indispensables; » severas, porque, á mi juicio, será menester ir llevando á »todas partes, para que no se vean burlados, como ahora con »frecuencia se ven, los intereses de los pueblos. Impúsoseles »la oblig'ación de hacer una cantidad de obra en cada período » determinado, y se dispuso que si en tal ó cual período deter- »minado no hacían la obra correspondiente, incurrirían en la »caducidad.» «Esto fué aceptado, pero las obras no se ejecu- »taron en el primer período determinado. ¿Qué podía hacer el » Gobierno I Pues proceder con grandüimo rigor, y dando por »cierto que la empresa que no cumple su primer compromiso »sería incapaz de cumplir los compromisos posteriores, plan- »tear desde lueg-o el expediente de caducidad. Este expediente »de caducidad siofuió todos sus trámites, y ahora estamos en »esto: que por equidad se han dado á los constructores cuatro » meses para asegurar la construcción de lo que tienen que ^construir para garantizarlo; y si al cabo de esos cuatro meses »los constructores no cumplen, es decir, me parece que á pri- » meros ó mitad de Septiembre, si no cumplen, entonces se de- » clarará la caducidad, con el fin de llamar nuevos constructo- »res con medios suficientes para llevar adelante esas obras...» Ya lo habéis oído: el Gobierno procedió ¡con grandísimo rigor! Está bueno el rigor con que procedió el Gobierno, lo mismo el actual que el anterior: según el Real decreto de conce- sión, el primer grupo de obras señaladas en el .cuadro debía quedar terminado á principios de Ma^'o de 1889, y como en esa fecha no lo había terminado, y ni siquiera lo había principia- — 89 do, la caducidad debió declararse inmediatamente: ó lo que es ig-ual, cuando el Sr. Cánovas pronunciaba el discurso á que me refiero, ya hacía dos años que la Empresa estaba fuera de la ley, debía haberse declarado la caducidad y no se habia hecho faltando á toda-s las leyes y sacrificando las conveniencias del país: ¡ese es el rig-or con que había procedido el Gobierno! Pues todavía, por lo visto, esos dos años, sumados á los nueve de antes, le parecía poco al Sr. Cánovas, y á la fecha de ese discurso, aún le había concedido cuatro meses de prórrog-a, no obstante hallarse patente que en tan corto tiempo no podía -acabar el primer grupo de obras, por muchos millones que pu- siera en movimiento; y dice que se le habían concedido esos cuatro meses 2^07' equidad; pero entendámonos: ¿equidad para quién"? No para el país, que esto habría requerido no sólo la ca- ducidad inmediata, sino algo más, un apremio y multa por vía de indemnización de perjuicios; equidad ó por otro nombre favor, para los concesionarios, gente como sabéis de muchas aldabas: era una equidad en forma de embudo, la parte ancha para la Empresa y la estrecha para el país. — Esos cuatro me- ses terminaban en Septiembre del año pasado: ya habéis oído que lo decía el Sr. Cánovas: «en Septiembre, si no cumplen, se declarará la caducidad». Pues, efectivamente, no cumplie- ron y llegó Septiembre, y el Gobierno se olvidó de declarar la caducidad, como había prometido, y los diputados y senadores de Aragón se olvidaron de recordar al Gobierno su promesa, y ya puestos todos en olvidar, es lástima que no se olvidara también el Ministro de Hacienda de cobrar las contribuciones; y pasó Septiembre, y pasó Octubre, y pasó Noviembre y pasó Diciembre, y pasó Enero y Febrero y Marzo, Abril y Mayo, sin que la caducidad se declarase, sin que el Gobierno se creyese obligado á cumplir la ley que él mismo había hecho votar á las Cortes, ni á respetar el derecho y las conveniencias del país; hasta que por fin, le pasó á la concesión lo mismo que á la nariz cancerada de aquel enfermo que preguntaba con el natural — 90 — sobresalto á su médico: «Doctor, ¿es verdad que trata usted de amputarme la nariz? — «No, hijo, no, contestaba el doctor, no será menester, se caerá ella sola». La concesión se cayó más que de madura, de podrida; y al punto, el Gobierno, muy ufa- no, como si pusiera una pica en Flandes, prometió á los dipu- tados aragoneses que sacaría nuevamente á subasta la conce- sión del canal, á fin de que pudiera hacerse cargo del proyec- to una nueva Empresa. Pues ya tenéis explicado con esto el objeto del presente meeting: yo entiendo, y conmigo entienden otros muchos, que el país debe resistir con todas sus fuerzas esa nueva concesión que se nos anuncia: lo primero, porque el país debe sobrelle- var su pobreza con dignidad, y ya que los Gobiernos lo arrui- nen, al menos no consienta que se burlen de él; y ya es sabido que cada nueva concesión envuelve una burla sangrienta que ningún particular toleraría á otro particular; y en segundo lu- gar, porque en todo caso, no les conviene á los agricultores ,un canal que impone el uso forzoso del agua á razón de 27 pe- setas por hectárea de tierra regable; es decir, 27 veces más cara que el riego del Canal Imperial de Aragón, propiedad del Estado; ni les convendría aun cuando se la ofreciera á mitad de precio, porque resultaría que el remedio era peor que la enfermedad, y que era, por tanto, preferible dejar las tierras de secano como ahora se encuentran; y tercero, porque si ahora se otorgase una concesión para nueve años, el partido fusionista, cuando sea llamado otra vez al poder, se encontra- ría con las manos atadas, imposibilitado de emprender la construcción del canal por cuenta del Estado, ó sea, de cum- plir el compromiso que tiene medio contraído con la Litera. § 4.° — Urge rehacer la geografía de la patria para resolver la cuestión política y la cuestión social. — Yo no sé si en el meeting de Barbastro ilustrará alguien el tema sobre los riegos, uno de los más interesantísimos recomendados en una hoja im- 91 presa por la Cámara (1), el cual versa sobre las opiniones de los políticos más conspicuos de la época actual,, sobre canales de rieg-o y su construcción: por si acaso me adelanto á decir, (1) Temas para meetings, conferencias y veladas. — He aquí el contenido de la hoja impresa á que el orador se refiere. Entre los varios medios de acción que el Eeglamento señala á la Cámara para el logro de sus fines, figuran los congresos, meetings y conferencias, ora generales, ora locales. Durante el curso del primer año, la Junta directiva organizó y ha llevado á cabo tres de estas solemnidades, habiendo sido acogidas todas con sim- patía y agrado por la opinión. Para las demás conferencias que se organizasen, la Junta recomendó y propuso como ejemplo los temas siguientes: I." Importancia económica de las demasías y extralimitaciones de la Administración local y general, y cómo deberá organizarse dentro de la Cámara el servicio sobre que versa el art. 3.o del Reglamento. 2.** Por qué no ha prosperado el Banco agrícola de Segovia; deducciones para el Alto Aragón. Relaciones del problema de los canales con el del cré- dito agrícola. 3.0 Reforma del Notariado y del Registro de la Propiedad á los efectos del crédito agrícola; adaptación á España del sistema de títulos de propie- dad de Australia y de cédulas hipotecarias de Alemania. 4.0 Cultivo de plantas forrajeras en los secanos de la provincia. 5.° Protección y librecambio en relación con nuestro comercio exterior de caldos, carnes, trigos y frutas. 6.0 Explotación de canales de riego por el Estado en España, Italia, Bélgica, India inglesa y otros países; sus resultados económicos. 7.° Uniformidad de las tarifas de ferrocarriles; su revisión y reducción; rescate de las líneas por el Estado. 8.° Cultivo industrial y mecánico de la vid por el sistema Oliver; comparación con el cultivo doméstico y manual de la agricultura tradi- cional. 9.** El programa político de los partidos y el programa político del país. 10. Costumbres económico-jurídicas del Alto Aragón. . 11. Programa político-económico de Jovellanos y de Caballero, tocante á los obstáculos físicos y legales que se oponen al progreso de la agricultu- ra y á sus remedios. 1 2. Programa político-económico del conde de Aranda, y en general del partido aragonés. 13. Ideas de los estadistas españoles de la presente época, Cánovas, Castelar, Moret, Sagasta, Gamazo, Salmerón, Silvela, Azcárate, Camacho^ — 92 que el partido fusionista es partidario de que esta clase de obras hidráulicas corra de cuenta del Estado. Cuando se discutía la ley de canales y pantanos de 1883, en un discur- etcétera, acerca de la construcción de canales y pantanos de riego y de los deberes del Estado con respecto á ellos, 14. Estiaje de los ríos del Alto Aragón; canalizaciones y embalses de que son susceptibles; superficies que pueden regarse con ellos. 15. Progresos de la emigración en la provincia de Huesca desde 1860, según los censos, y causas físicas legales y sociales de ella en cada región. 16. Interés que produce al Estado el canal Imperial, computado el ca- non del agua y el aumento de contribuciones. Beneficios para el país. 17. Estudio de los hidrometeoros con relación á la provincia de Huesca. 18. Cría industrial y doméstica de la anguila en países de poca agua. Su importancia económica. 19. Resultados económicos de la labor de desfonde á vapor en las pro- vincias de Huesca y Zaragoza. Experiencia de la colonia de San Juan. 20. Descripción del proyecto de canal de Tamarite. Su situación legal. Qué procede hacer ó gestionar para conseguir su terminación. 21. Exposición del proyecto de canal de Sobrarbe, derivado del río Ara, y modo de hacerlo viable. 22. Condiciones económicas del cultivo del trébol, de Ja alfalfa y de la remolacha, comparadas con la del cultivo del trigo y de la viña. 23. Formas consuetudinarias de la aparcería pecuaria en eí Alto Ara- gón; su aplicación para el desarrollo rápido de la agricultura pratense cuando estén construidos los canales. 24. Reorganización del Municipio sobre bases naturales: impracticabili- dad de la ley municipal: inconvenientes que nacen de ella para los pueblos. 25. Condiciones económicas del cultivo de los frutales de vegetación rápida: cultivo asociado de frutales y huerta en Aragón. 26. Comercio de frutas en Europa y América: exportación actual de Espa- ña y su porvenir: sistemas industriales de desecación y conserva en grande. 27. Formas de propiedad colectiva que quedan en el Alto Aragón por ley y por costumbre. Formas colectivas de explotación de la tierra (de la- branza y de la ganadería). Industrias ejercidas por los Municipios de la provincia (molinos, exclusiva, pupilaje de ganados, etc.). 28. Causas de que se desarrolle con tanta lentitud el riego en la zona del canal de Urgel. 29. Opiniones dominantes en la información agrícola de 1887 acerca de riegos y construcción de canales y pantanos. 30. Canales del Estado en España: Imperial, de Isabel II, del Llobre- — 93 — SO muy elocuente que pronunció el Sr. D. Se^^ismundo Moret el día 19 de Abril de dicho año, dijo en nombre de su parti- do, que no meramente en nombre propio, esto que voy á gat, del Prior y del Jarama: descripción, régimeD administrativo y resul- tados económicos. 31. V^ariedades de olivos cultivadas en la provincia de Huesca; venta- jas é inconvenientes de cada una. Importancia económica de este cultivo. Defectos de que adolece la fabricación de aceite. 32. Relación entre el valor de la tierra de secano y la de regadío en el Alto Aragón. Función consiguiente del agua en la economía rural. Cotiza- ción diaria del agua de riego en las provincias de Alicante, Murcia y Canarias. 33. Situación económica de Ribargoza: sus causas y remedios. 34. La salud de las clases proletarias en Barbastroy su somontano, en relación con la crisis de la producción agrícola. 35. Ejercicio mancomunado de la ganadería en el Alto Aragón: reba- ños de común, dulas, aparcería, conllóc, etc. -Seguro mutuo sobre la vida del ganado en la provincia. 36. Conveniencia de producir vino blanco para la exportación á Francia. 37. Descripción del antiguo pantano de Huesca; reglamentación de sus riegos. — Pantanos proyectados en el río Flumen: su importancia, estado del expediente y medio más adecuado para obtener su pronta realización. 38. Proyecto de pantano en Alquezar sobre el río Vero: su antigüedad, descripción y ventajas. 39. Fundación y vicisitudes de la colonia de San Antonio, en Fraga; resultados económicos y sus causas. 40. Cultivo de la remolacha azucarera y forrajera en la vega de Zara- goza: ídem del trébol rojo. Antiguos ensayos en Granen para la cría indus- trial de cerdos. Resultados económicos. 41. Repoblación forestal de las cabeceras de las cuencas hidrográficas. Derretimiento de las nieves. Importancia de estos problemas en relación con el de los canales de riego. 42. Medios de apresurar la transformación de los cultivos de secano en las zonas regables. 43. Sistemas de poda é injerto de vides usados en la tíolonia de San Juan de Violada: crítica y resultados de cada uno. 44. La higuera en la ribera del Cinca: variedades y cultivo: aplicacio- nes que recibe el fruto: desecación y envase para la exportación : estadís- tica; importancia que podría adquirir esta producción. 45. El castaño en la provincia de Huesca: Jaca, Gistau, Bonansa, et- — 94 — leeros: «... es cierto que las obras de rieg-os exigen mucho tiempo; si es además necesario que los agricultores em- pleen grandes capitales, al preparar sus tierras para el rie- go; si es indispensable también que el labrador aprenda el sistema de cultivo de regadío; si se necesita que la población venga, y sabido es cuánto tarda en llegar; si se requieren todos estos esfuerzos para que las obras de esta clase prospe- ren, ¿cómo queréis, cómo pedís que estas obras se hagan? Y si, como he dicho antes, en España no tenemos agua ¿de dónde va á venir la de los riegos? Como una compensación á este gran mal, la Providencia quiere que en el invierno se tienda sobre las obscuras rocas de las montañas una inmen- sa sábana de nieve, cuyo aspecto blanquísimo nos hace son- reír á la idea desque pueda alguna vez, aprovecharse para apagar la sed de los campos, puesto que es al fin agua con- gelada, que suspendida ud momento por la mano de la Pro- videncia, correrá un día hacia los valles...» «Pues bien, ¿por qué no recoger esta agua? ¿Acaso no existe esa idea? ¿Puede decirse que este pensamiento no ha circulado por la cabeza de los ingenieros, no ha cruzado la mente de los hombres pensadores? ¿Pero quién puede ir á buscar esa agua y alma- cenarla en momento oportuno? ¿Pensáis que nadie, como no sea el Estado va á emprender las obras de canalización y en valse, cuyo sólo estudio es digno de una iniciativa titáni- ca?... Pensad en los ríos de corrientes intermitentes, y ellos son los más de nuestra Patria, aquellos ríos. que sólo en cier- tas ocasiones traen una gran cantidad de agua, que suele ser más amenaza que ocasión de fecundidad para los campos cétera. Conveniencia de generalizar su cultivo en los valles del Pirineo. Propagación y cultivo. Aplicaciones. 46. Ensilaje de hierbas para el ganado. Éxito de los ensayos practica- dos en la granja de Orús, en Huesca. Importancia de este procedimiento de conservación de forrajes en verde. — 95 — »de las orillas, y pensad en las ventajas de tener canales de »derivación ó grandes depósitos que, recogiendo esas aguas, >^sean como el regulador de su curso, ó bien como el medio de »comunicación con otras comarcas, á las cuales podrían lle- »varse las sobrantes. Naturalmente, estas obras, costosas por »su naturaleza, no pueden ofrecer una remuneración directa; »su acción es lejana, intermitente, muy indirecta, y sin em- ')bargo, pudiera ser el único medio de devolver la riqueza y »la fertilidad á muchas comarcas, y más aún de influir en el »clima... Abandonando, pues, el río y el canal, llegamos así al »pantano, al gran recurso de nuestra Patria. La naturaleza » tiene compensaciones para todo, porque la naturaleza, seño- »res, es como esas almas queridas identificadas con nosotros »mismos; parece que sus cualidades responden á todas nues- »tras necesidades, ofreciendo consuelo á nuestras aflicciones, »alegría á nuestras tristezas, reposo á nuestras agitaciones: y »cuando se estudia la naturaleza, se ve que al lado de sus )>crueldades pone siempre el remedio, y ese remedio lo lia en- »contrado el instinto en nuestra Patria.» ...«En medio de las »cordilleras, en los sitios por donde van á desfilar los torrentes, »se encuentra á menudo un boquete hay un punto en que se /> acercan las montañas para decirle al hombre: cierra este »paso con un dique, y verás como ese inmenso torrente se »queda aquí detenido y se convierte en benéfico pantano. Y »esto lo vieron los árabes y lo hicieron en Murcia, y en Gra- »nada, y en Valencia, y esos ríos que en otras partes de Espa- »ña van perdidos entre arenas, allí se detienen y se recogen »para almacenar sus aguas y convertirlas en grandes vene- »ros de riqueza. Pues bien, aun esto, pensadlo, no siempre »lo puede hacer la industria particular, porque para hacer »esto, hace falta tener al lado el campo vegetal y la pobla- »ción: si el campo de regadío no está al lado, la población, »está lejana, la industria particular no puede recoger el agua, »por que, ¿quién la comprará? ¿cómo la empleará? Tenga — 96 — . »la subvención que queráis, allí se quedará el pantano, allí »se detendrán las ag-uas, pero faltará llevarlas al sitio don- >de se reclaman y si se llevan, ¿cómo se pagará el g-asto? »Y sin embargo, si existiera un plan inteligente, bien pre- »sentado, ¿cuántos de esos muros no se irían construyendo »en las vertientes de las montañas? Y cuando se hubieran »puesto en las cordilleras que dividen á Valencia y Cuenca, ó »en las vertientes de la Sierra de Segura, tierras donde no hay »más que breñas y donde no habita el cultivador, pero donde »la mano del Gobierno y la inteligencia del ingeniero reuni- »das detendrían el agua, á su paso se formarían esos depósi- »tos de agua que luego bajaría á Alicante, y detendría en la »Patria á los desgraciados que emigran faltos de pan y de »agua, y convertiría en vergel los secos arenales de Levante, » ó bien salvaría de la despoblación á Extremadura, que será »una provincia desierta mientras no hayan resuelto los espa- »ñoles el problema de poder darle agua, no ya para el riego,. »sino para la vida.. Esto no lo puede hacer una industria par- »ticular: no pidáis á un hombre, no pidáis al interés particu- »lar que vaya á hacer pantanos en Guadarrama para regar »los terrenos que están cerca de Madrid; no pidáis á la indus- »tria que los vaya á hacer en la Sierra de Segura para Alican- »te, ó en las de Toledo para Extremadura; esto tiene que venir >>de nosotros y de la acción del Gobierno. . .» «Parece, señores, »y me sale al paso el argumento, que al decir yo estas cosas »abandono mi criterio y mi sistema y pido la acción del Go- ..bierno y la intervención del Estado para estas obras. Y en V efecto, la pido; pero al hacerlo, lo estáis viendo, lo hago pre- />cisameute porque esta no es una cuestión económica; yo »creo en efecto, que donde está el interés particular, allí no »tiene nada que hacer el Estado; pero yo afirmo, y lo afirman /^conmigo mis amigos, que donde está la seguridad, la salu- »bridad y la defensa del territorio, allí está ó debe estar el Es- piado; y que tan importante como alzar muros en la orilla del — 97 — »Océano para detener las escuadras enemig-as y proteger la »Patria, es alzar estos otros muros en medio de la montaña, »para defender al hombre contra el torrente y al campo con- />tra la sequía. Yo creo que cuando el ag-ua estancada destru- »ye'la salud y diezma la vida en las aldeas por las emanado - »nes palúdicas, es misión de la sociedad, es deber del Estado, »acudir á su saneamiento, y que no se comprende por qué se »debe perseguir al bandido y no persigue la fiebre; y cuando » después de la explicación que he dado del clima y del suelo >>de España, se os presenta como una necesidad ineludible el » rehacer la geografía de la Patria, para resolver así la cues- »tión agrícola y la cuestión social, no sé cómo pueda enco- »mendarse esto á nadie más que al Estado; que donde hay un »íin nacional, allí está el Gobierno; donde está el enemigo, »allá deben ir el soldado en su regimiento, el marino en la »nave, ó el ingeniero en la máquina, con toda la acción del >>país, para poner coto al mal y ofrecer defensa al territorio, »ó remedio á sus desgracias...» (1). Como veis, señores, el ilustre orador opina, y del mismo modo dice que opina su partido, que la cuestión de los canales no es una cuestión económica, y por eso no debe abandonarse á la iniciativa individual; que es una cuestión política, pero de alta política nacional, anterior y superior á los partidos, y por eso deben tomarlo los Gobiernos á su cuidado, en igual lí- nea que el ejército y que la marina para defensa del país. — A esta doctrina responde la promesa que el Sr. Sagasta hizo en 1890 á su vuelta de Barcelona, al Ayuntamiento de Binéfar; que si volvía al poder haría construir el canal por cuenta de la (1) Del discurso pronunciado por D. Segismundo Moret en el Congre- so de los Diputados el día 19 de Abril de 1883, en contra de la totalidad del dictamen referente al proyecto de ley sobre subvención y auxilio á las Empresas de canales y' pantanos de riego. — 98 — Administración, y en esa misma idea, sin duda, y á fin de sa- tisfacer la necesidad que siente el partido liberal de un pro- grama económico que ocupe el lug^ar del programa político, del cual carece 3'a hoy, por haber sido realizado el que ya te- nía y motivó su estancia en el poder desde 1883 á 1890, ha prometido en uno de los discursos de propaganda pronuncia- do este verano por Santander y Asturias, que cuando fuese llamado otra vez el partido liberal á suceder al conservador en el Gobierno, prestaría muy esencial atención y daría gran impulso á la construcción de canales de riego. — Pues el señor Castelar, cuya opinión pesa é inñuye tanto como sabéis en los consejos y en las decisiones de los Gobiernos liberales, y que tiene contraída tan grande obligación con nuestra provincia. es también partidario de que los canales sean construidos por el Estado. Ocupándose de las desgracias de Aragón, decía el gran orador, en el Congreso de los Diputados, hace poco más de un año, lo que vais á oir: «... Y sin embargo, digámoslo »con tristeza, la catástrofe no interesa, como no hace mucho »tiempo interesaban profundamente las inundaciones de Mur- »cia y los terremotos de Andalucía. ¿Y por qué? No porque »deje Aragón de ser la tierra más amada por todas las regio- »nes que constituyen esta hermosa Patria española, sino por- »que su desgracia no tiene aquel efecto teatral que revisten »las grandes catástrofes en que por la inundación quedan »arrasadüs los campos, ó por el terren oto devorados los vivos. »La lenta y taimada y traidora desgracia que sufre Aragón, »iah! no conmueve á todo el mundo como las súbitas inespe- * radas, horrorosas catástrofes. Parécese de suyo el mal expe- »rimentado por Aragón, á esas anemias que comienzan poco *á poco y que, en su marcha lenta, parecen como congénitas »con el enfermo, y concluyen por nf) interesar á los circuns- »tantes, ni á la familia, ni aun al mismo que la padece, casi «engañado por esas fiebres que son como una misericordia de »la naturaleza. Aragón, por consecuencia, se encuentra en un — 99 - »estado tristísimo, semejante al producido por las mayores »catástrofes por que hemos pasado en los últimos tiempos...» «¡Oh, los canales! Yo recuerdo lo mucho que me zahirieron » ciertos afines míos porque contribuí con todas mis fuerzas á »que se diera una alta subvención al canal llamado de Tama-^ »rite, que comenzó antes del prÍ7icipio del mundo, y que se con- y>cluirá en la tarde precedente al juicio final... y> «Ahora bien; »Arag'ón no puede pasar sin el canal de Tamarite; há^^^-alo el »Gobierno; anule la concesión; apremie ó premie, seg-ún lo »crea justo; hag-a todo lo que quiera, pero hág-alo pronto; yo »no tengo ningún interés en la cuestión de procedimiento. »Pero lo que sí digo es, que visto el canal de Urgel y que »visto el canal de Tamarite, y que visto lo bien que se admi- »nistra el canal Imperial, y que visto lo bien que se adminis- »tra el canal de la derecha de Llobregat, administrado por el )>Gobierno, prefiero que los canales se hagan y conserven por »el Gobierno, á fin de que podamos tener ese elemento de Fl- aqueza, aunque esté en manos del Estado: lo que me importa )*es, que el canal se haga.» § 5.°— «Si Tío consigue la Cámara la construcción del Canal de Tamarite y su terminación dentro de cinco años, será porque la Litera no quiera. — Si con estos precedentes no consigue el Alto Aragón ver terminado el canal de la Litera dentro de cinco años, será porque no quiera conseguirlo, ó porque esté dejado de la mano de Dios, ó porque sea tan manirroto como ha sido hasta ahora, y tenga alientos sólo para quejarse y llo- rar cobardemente como débil y apocada mujerzuela, no para reclamar virilmente lo suyo con tal diapasón de voz que por fuerza hayan de atenderlo. De esto se deriva una de las con- clusiones del proyecto de instancia al Gobierno: solicitar que la construcción y explotación del canal no sea concedida por el Gobierno actual á una Empresa privada, porque haría im- posible que lo encomendase á la Administración pública el — 100 — Gobierno que le siga; ó dicho en una fórmula compendiosa: impedir que el Gobierno actual imite al perro del hortelano, no construyendo él el canal y no dejando que lo construya su sucesor. § 6.°— Z¿í agricultura no es reyuMicana ni monárquica: el Es- tado concesionario único . — Pero ¿deben limitarse á esta. petición negativa la Cámara Agrícola del Alto Aragón y los Ayunta- mientos de la zona regable? Ciertamente que no: la ley de Cana- les y Pantanos de 1883 en su art. 13 autoriza al Gobierno para estudiar por propia iniciativa los canales y pantanos que crea conveniente y luego «anunciar la subasta ó presentar el pro- yecto de ley necesario para construir las obras por cuenta del Estado». Pues nosotros no debemos limitarnos á aguardar el advenimiento del partido liberal para gestionar la construcción del canal por la Administración del Estado como obra pública: debemos desde luego interesar en ese sentido, siquiera sea con menos esperanzas, al Gobierno actual, pues para nosotros, para la Cámara Agrícola, para los Ayuntamientos, para la Litera y en general para el Alto Aragón; para los labradores y hacenda- dos, como tales hacendados y labradores, lo mismo nos da un Gobierno que otro, y tendremos por más liberal al que sea más dadivoso, al que mayor trozo de canal nos deje hecho, siquiera se llame Cánovas, y por más conservador al que más afiance el orden por el fomento y la difusión de la riqueza agraria, siquie- ra se llame Sagasta. Por otra parte, ni la Cámara Agrícola ni los Ayuntamientos tienen color político, como no lo tienen la agri- cultura cuyos intereses gestionamos y promovemos: para nos- otros no hay, en este respecto, gobierno conservador ni gobier- no fusionista, como no hay gobierno monárquico ni gobierno republicano: hay meramente gobierno: el Gobierno es uno mis- mo siempre; de todos ellos tenemos iguales derechos é iguales peticiones debemos dirigirles. Lo único que variará será el preámbulo, será el razonamiento: al Gobierno liberal le diré- — 101 — mos: «pedimos el canal que nos debéis y que de acuerdo con vuestras doctrinas nos habéis prometido»; al Gobierno conser- vador le diremos: «pedimos el canal que nos debéis á pesar de vuestras doctrinas, porque esas doctrinas son equivocadas». Y á esto vengo ahora, señores. Tres razones ha dado el ilustre estadista jefe del Gobierno actual para no aceptar la proposición de que el Estado se cons- tituya en concesionario único de todos los canales que están por construir, haciéndolos su^^os y explotándolos, como suyos son y explotados por él el del Lozoya, el Llobreg-at y el Imperial de Aragón; pero esas tres razones del Sr. Cánovas del Castillo son como las hijas de Elena, que «tres eran tres y ninguna era bue- na». Es la primera, que se ha gastado ya demasiado, y hay que gastar aún muchísimo en ferrocarriles, y no le queda ya á Es- paña crédito ni dinero para canales. La segíinda, que la sequía es un azote que aflige á toda la nación, no en particular á tal ó cual provincia, y que por eso, poco ó nada pueden hacer con- tra ella los individuos ni el Gobierno, siendo imposible llevar el beneficio del agua sino á una parte insignificante de las tie- rras laborables. La tercera, que el negocio del regadío no es negocio en España; que los canales ejecutadoshasta ahora han arruinado á sus constructores; y que pues se trata de cosa que sólo á los particulares aprovecha, no ha de ir abacería nación eso que los interesados ni aun con auxilios y subvenciones del Estado han sabido hacer. — Si aquí no es negocio los canales no lo será en ninguna parte, porque lo que es en la Laponia... Po- drá ser que el Sr. Cánovas tenga razón en todo eso, — vosotros juzgaréis; yo, por mi parte, creo que no la tiene y me conside- ro obligado á deciros en qué me fundo, puesto que habéis de ser los jueces en definitiva. Su primer argumento vais á oirio con las mismas palabras con que lo ha presentado su autor: «Ya es gran desgracia (dice) »la de aquel negocio al cual no le bastan los auxilios ni las »subvenciones del Gobierno; y es desgracia que habiendo de — 102 — »aprovechar á los particulares, encuentre en los particulares » deficiencias tales, que únicamente se pueda realizar bajo la »dirección inmediata del Gobierno. Pero vamos á esta cuestión »de la intervención del Gobierno, vamos á ésta, no ya interven- »ción, sino misión exclusiva del Gobierno respecto del rieg*o. »Esto puede bien enlazarse con la misión de los Gobiernos ^respecto de los ferrocarriles y de las carreteras; y después >de enlazadas entre sí estas materias, yo le ruego al señor »Castelar que, por una nueva operación, enlace todo esto con »la actual situación del presupuesto del Estado y con la situa- »ción que ese presupuesto puede tener en el porvenir. Porque »es claro que no basta desear que los Gobiernos construyan »canales por su cuenta, y construyan ferrocarriles de vía an- »cha, y construyan ó ayuden á construir, ó aseguren mera- )>mente el interés que deben producir los ferrocarriles secun- » darlos, y construyan las carreteras del Estado, y al i)ropio »tiempo no descuiden los puertos, y en punto á carreteras se ^encarguen de las provinciales que no pueden construir las ^provincias, y de las municipales que no pueden costear los ^Municipios: no basta todo esto, que es el programa corriente, »que es el programa de todos los que piden, y lo peor es que >piden con razón: no basta esto, sino que es menester también >echar una ojeada y una ojeada muy investigadora, sobre las >fuerzas contributivas del país; fuerzas contributivas que >nacen precisamente del seno de esa pobreza que con tanta y )>tan triste elocuencia se nos presenta; fuentes contributivas »del país que salen de la pobreza pública y de la escasa rique- »za que poseemos; fuentes contributivas que no son causa, ;>sino un efecto... y como viene dedicando (á subvenciones de ^ferrocarriles) el Estado hace años una cantidad excesiva, eso :»pesa naturalmente sobre el déficit que nos devora; y al pesar »sobre este déficit, ó cae sobre el crédito, amenazando en el ^porvenir con nuevas catástrofes, ó de una manera ó de otra )* viene á agravar irresistiblemente el triste estado de nuestra — 103 — »contribucióii, de nuestra única contribución real, que es la ^contribución territorial...» (1). A esto contesto: — 1." en primer lugar, que si es exacto que los canales interesan á los particulares, como les interesan las ca- rreteras, y los ferrocarriles, y los puertos, y los faros, y la Guar- dia civil, y los vapores de la Trasatlántica, no es menos cierto que interesan tanto como cualquiera de estas cosas, y más que algunas de ellas, al Estado, porque en el hecho de aumentar el valor de las tierras y su potencia productiva, acrecienta el capital y las fuerzas contributivas de la nación, y no hay, por tanto, razón para que el Estado se considere obligado para con las carreteras y los ferrocarriles y los faros y las líneas de la Trasatlántica, y la Guardia civil, y no acepte igual obligación respecto de los canales, y justamente por eso tiene reconocida y aceptada esta obligación, en el hecho de ofrecer á los conce- sionarios de canales una subvención del 40 por 100 del presu- puesto de las obras, subvención que se guardaría lie conceder si éstas fuesen de utilidad meramente privada. En segundo lu- gar, invirtiendo 200 ó 300 mi llones de pesetas en canales y pan- tanos no se agravaría el triste estado de eso que el Sr. Cánovas denomina nuestra única contribución real, la contribuci'm te- rritorial: como se agravará es por el camino contrario, negan- do á la agricultura la pequeña ayuda que le pide y que todas las demás industrias nacionales han obtenido, el comen io en forma de ferrocarriles, la marina en forma de puertos y de fa- ros, las manufacturas, en forma de protección aduanera; dejan- (1) Cinco años despnés, en 1895-189'7, encontraha el Sr. Cánovas del Castillo, y sin temor al déficit^ 3.C00 millones de pesetas de extraordinario para una giT^rra harto menos sustancial, harto menos cívica que la guerra que se imponía contra el cÜmH, para vencer en lo posible la fatalidacunstancias á los pueblos aragoneses, sino que ha tocado á »las puertas de Madrid, haciéndonos presenciar la desolación »que hubiera lleg-ado al último extremo si no hubiera sido pol- olas últimas lluvias del mes de Mayo, tardías, pero de todaei »maneras, suficientes para que no se perdieran del todo las co- »sechas? ¿En qué región de España, fuera de las provincias »del Norte que caen sobre el Océano, en qué provincia de Es- >paña no se padece esta terrible enfermedad de la sequía?... )^Pero bueno será que el Sr. Castelar que ha expuesto la ex- »tensión de las tierras laborables que España posee, tenga ^presente que no hay caudales en el universo, que no los »podría haber suficientes para convertir en terreno de re- »gadío toda la cantidad de terreno á que S. S. se ha refe- »rido...» Yo no sé si es porque esté ciego; pero el hecho es que no veo en esto ningún argumento: Y^n primer Jugar, porque el que no pueda regarse todo el territorio no parece suficiente razón para que deje de regarse lo que buenamente se pueda regar: es como si alguno de vosotros dijese: tengo 50 cahizadas de tierra, pero el agua de que dispongo no me alcanza para regar más que dos; por consiguiente, no riego ninguna y dejo correr el agua río abajo para que vaya á perderse en el mar: ¿uo mereceríais ser privados de la administración de vuestros bienes si discu- rrieseis de este modo?— Eq segundo Jugar, porque las sequías no se combaten sólo con riego; se combaten también con la labor profunda, por ios arados de desfonde y de subsuelo, pudiendo citaros el caso de algunas tierras de Tardienta, que con la la- — 108 — bor ordinaria han producido ocho hectolitros de trig-o por hectá- rea y con la labor profunda quince; sólo que la labor profunda requiere más fuerzas, requiere maquinaria moderna, y en una palabra, más capital que la labor ordinaria, y ese capital no lo tienen los labradores, y no lo formarán los labradores con el ahorro mientras no puedan dar impulso á la g-anaderia y no cuenten con cultivos tan intensos y tan seguros como los de regadío: ese capital no lo encontrarán á crédito, y menos con un interés soportable, en estos tiempos en que todo el mundo dedica su dinero con preferencia á las especulaciones indus- triales y bursátiles, mientras el labrador no pueda ofrecer en garantía tierras que den una cosecha segura cada trimestre como el papel del Estado; todo lo cual quiere decir que los ca- nales combaten la sequía en una zona mucho mayor de lo que parece, parte por el agua con que humedecen las tierras rega- bles^ y parte, en cuanto hacen de estas tierras favorecidas vi- veros de capital con que el labrador adquiere fuerzas para re- mover el subsuelo de los secanos y convertirlo en depósito de agua de lluvia al alcance de las raíces y fuera del alcance de la evaporación.— En tercer lugar, luego que el labrador se haya fa- miliarizado y connaturalizado, gracias á los prados de regadío, con las granjerias pecuarias, viéndolas más lucrativas que el cultivo de cereales, se dará á aprovechar los barbechos de se- cano sembrando en ellos veza y esparceta, los cuales con la la- bor profunda producirán montañas de hierba, que será tanto como extender la zona de los prados artificiales á una superfi- cie doble por lo menos que la regada por el canal.— En cuarto lugar, obligados los agricultores desde el primer día á concen- trar sus fuerzas en el regadío, les será forzoso abandonar una gran parte de los secanos, sobre todo los de clases ínfimas y medianas, á los pastos naturales, para utilizarlos con el gana- do durante el invierno y la primavera, mientras crece la hierba de los prados artificiales ó de regadío, y se recoge y almacena su primer corte; nueva manera de inñujo ejercido por el rega- - 109 — dio sobre el secano, con que de camino se pone remedio al gra- ve mal nacido de la desamortización, causa de que se descua- jaran á impulso de torpe codicia los montes y de que se acen- tuase ese malhadado divorcio entre la agricultura y la gana- dería que ha sido, en mi sentir, la causa principal en que se ha enjendrado la crisis que trabaja á la producción nacional y que pone en peligro la existencia misma de la nación. — En quinto lugar (y sigo demostrando que el mal de la sequía se combate y remedia por medio de los canales en proporciones mucho mayores de lo que el Sr. Cánovas y otros suponen), ayuda á conjurar ó á vencer la gran crisis, la crisis por ex- celencia, la tremenda crisis de que está amenazada la pri- mera de las producciones agrícolas de nuestra patria, la que nos da dinero para pagar 200 millones de contribuciones al Gobierno y 1.000 millones de compras al extranjero: la pro- ducción vinícola, permitidme que me detenga en esto breves instantes. La cuestión del mercado de vinos no es una de esas cuestio- nes ordinarias que afectan más ó menos á la prosperidad de la agricultura: es una cuestión eminentemente política, cuestión de vida ó muerte que afecta á la existencia de España como nación autónoma. Nunca, señores, ha pasado la Patria horas tan difíciles, peli- gros tan grandes como el que le amenaza en estos momentos: ni en tiempo de la guerra de la Independencia, cuando Espa- ña estaba invadida por los primeros soldados de la historia, los soldados de Napoleón; ni en 1836, ni en 1874, cuando ardía la guerra civil en todo el territorio. Hace once años en el se- gundo congreso de agricultores de Madrid, ponía yo en alar- ma á los labradores, á propósito del desarrollo inconsiderado que se daba á las plantaciones de viña, haciéndoles ver el pe- ligro que corría un país cuyo comercio exterior se funda en el producto de una sola planta, y recomendándoles un régimen agronómico basado en la combinación de tres distintas pro- — lio — ducciones (1). — Seis años después volvía sobre el mismo tema en una Revista dirigida por mí, señalando nuevos y mayores peligros, nacidos de la rápida propagación de la vid por Áfri- ca, América y Australia, y ensanchando con un género de producción más, que requería el riego, la fórmula de la econo- mía rural que había recomendado para España en el Congre- so Agrícola de 1881 (2). En presencia de los hechos denuncia- dos, imponíase á España la prudencia, imponíase á sus Go- biernos la previsión; pero la previsión faltó y no se construye- ron canales; faltó la prudencia y se siguió descuajando los montes y convirtiéndolos en viñedo, y aquel peligro que en- tonces pudo vislumbrarse como á través de una colina en los lejos más apartados del horizonte, es ya una dolorosa realidad que principia á envolvernos por todas partes. Todas las crisis que padece España se resumen en un signo terrible: la depre- ciación de la moneda española, considerada como falsa en el extranjero, aunque lleve el más puro cuño de la nación, el alza de los cambios, que está al 15 ó 16 en la cotización oficial y al 18 en la realidad y que tantas dificultades acarrea al co- mercio: ahora bien, en 3 de Mayo de este año decía el Sr. Cá- novas del Castillo que para restablecer la confianza en nues- tro crédito era indispensable asegurar mercado á nuestra pro- ducción vinícola en proporción idéntica á la que había tenido hasta entonces, esto es, ocho millones de hectolitros; pues cinco meses después, en Julio último, la víspera de cerrarse las Cortes, comunicó al Parlamento la nueva dolorosa, de que (1) Puede verse este discurso en las págs. 111-? 33 del capítulo vi de este libro, La fórmula de la Agriiultwa española; y en las págs. 126-161 del tomo i de la t Biblioteca económica», titulado Agricultura armónica (expectante, popular). (2) Ved las págs. 133-144 de este tomo, parte 1.a, y las págs. 151-164 del tomo i de la < Biblioteca económica>, y título expresado en la nota anterior. — 111 — ni este Gobierno ni ningún otro lograría recobrar para los vi- nos españoles el mercado de Francia, que se había hecho ira- posible obtener un tratado como aquel de 1877-1882 que hizo posible que nuestra exportación de caldos aumentase desde menos de medio millón de hectolitros á ocho millones en solos quince años. ¿Veis claro, señores, el abismo donde amenaza despeñarse la agricultura española y con ella España? La ex- portación de vinos, que venía aumentando de año en año, irá ahora de año en año decreciendo; desde ocho millones de hec- tolitros bajaremos á siete, á seis, y luego á cinco, y necesaria- mente á cuatro, á tres, á dos, á uno, á medio como en 1876, y en igual proporción se nos irá escapando como por una san- gría suelta, la poca vida que nos queda; y entonces, entonces, ¡que Dios se apiade de nosotros! las crisis que tan duramente nos afligen, la crisis financiera, la crisis económica, la crisis monetaria, la crisis industrial, la crisis fiduciaria, todas estas crisis que con razón nos preocupan ahora, parecerán cosa de juego al lado de la crisis gigante que necesariamente habrá de estallar, arrollándolo todo, gobierno, monarquía, repúbli- cas, propiedad pública y propiedad privada, campos y minas, fábricas y templos, constituciones, filosofías y creencias, y res- tableciendo en medio de la sociedad desquiciada el imperio del primitivo caos como en los días más apocalípticos de la historia. § 8.° — Los conejos de la fábula, — Vosotros, grandes hacenda- dos, que ejercéis la exclusiva de las urnas electorales, que sur- tís de diputados y de senadores al Parlamento, entreteneos en disputar como los conejos de la fábula sobre si son galgos ó podencos, sobre si han de llamarse fusionistas ó han de lla- marse conservadores, sobre si han de ser monárquicos ó han de ser republicanos, los que allá en Madrid hayan de consu- mar la total destrucción y acabamiento del país, con sus ac tos y con sus omisiones, con su falta de preparación, con su — 112 — carencia de estudios,' con su indiferencia criminal, con sus retóricas ó con su silencio; seguid durmiendo un poco más y seréis servidos; presenciaréis el hermoso espectáculo de una nación que fué de acero, convertida en nación de papel y pues- ta en entredicho y administrada, como Buenos Aires, por un sindicato de banqueros ingleses y franceses; seréis servidos, seréis servidos, ya que no parece, según procedéis, sino que lo estáis buscando, veréis,— ¿y qué digo veréis? ¡habéis comen- zado ya á verlo! — veréis pasar vuestras fortunas á poder del Banco Hipotecario, del Banco de España, del Ministerio de Hacienda ó de cualquier Baring ó Rothschild. Ved si tiene ó no tiene importancia el ])roblema de los vinos, que hace tantos meses se está ventilando entre los dos Gobiernos de "Madrid y París; ved si tiene importancia el problema de los canales que estamos ventilando nosotros. De dos modos prin- cipales habría de mostrarse la influencia salvadora de los canales y pantanos en este respecto:—!." Desarrollando en vasta escala el cultivo de árboles frutales y de plantas forra- jeras en los regadíos, y por influjo su^^o en los secanos, y susti- tuyendo de ese modo á un artículo exportable, como el vino^ otros artículos exportables, á saber, frutas, lanas y carne: — 2° Dejando á los grandes hacendados, á la vuelta de pocos años, un excedente de capital, que les permitiría introducir en sus haciendas el cultivo industrial y mecánico de la vid por medio de la gran maquinaria moderna, con lo cual en una misma superñcie cosecharán doble vino que ahora, saliéndo- les, por tanto, más barato, y podrá éste soportar el sobreprecio de la aduana proteccionista de Francia y sostener en París,, como en Londres, en Berlín y en San Petersburgo, la compe- tencia que le hacen ya de presente los ^inos italianos y arge- linos y la que le harán en breve, todavía más temible que esa^ los vinos de California, de Chile, de la Plata, del Cabo de Bue- na Esperanza y de la Australia. Dejo refutada con esto la segunda razón en que el Jefe del — 113 — Gobierno, funda su opinión de que el Estado, no debe cons- truir canales de riego. Vengamos á la tercera. § 9."— Zíz co7is¿riicción de los canales es negocio para el Esta- do, y éste, el único que puede construirlos. — Decía asi en su referido discurso el Sr. Cánovas del Castillo: «Miremos á lo que ha pasado con el canal de Urgel: ¿qué se ve alli?» Esto que dice el Jefe del Gobierno es verdad y no es verdad; es verdad que los canales no son negocio para los particula- res; no es verdad que no lo sean para el Estado. No es nego- cio para concesionarios particulares, porque éstos por todo interés de su capital únicamente perciben el canon del agua; y el canon del agua, si ha de ser soportable para el labrador, no puede ser tan alto que constituya un interés remunerador, tal como el 5 por 100, tratándose de obras tan costosas, como son por lo general los canales de riego. Es negocio para el Es- tado porque éste no percibe tan sólo, como recompensa á sus desembolsos, el canon del agua conforme á tarifa; percibe algo que importa mucho más que eso: el aumento en las contribu- ciones directas é indirectas que se enjendra como consecuen- cia del aumento de la riqueza imponible, del aumento de po- blación, del aumento de consumo, y consiguientemente del comercio exterior, del aumento del valor de la tierra y de su potencia productiva, y en una palabra, del mayor movimiento, transformación y consumo de sus frutos, decuplicados. El ca- nal de Urgel, que el Sr. Cánovas alega como prueba, de que esta clase de obras arruina á sus constructores, efectivamente los ha arruinado, puesto que sólo produce el 2 por 100 escasa- mente á las obligaciones y ni un sólo céntimo á las acciones; pero es porque esos constructores son particulares ó personas privadas: al Estado no le sucedería otro tanto, como que ya hoy le produce el canal un beneficio de tres millones de reales anua- les por el aumento que aquella mejora ha determinado en la contribución territorial que las tierras de la zona regable pa- 8 — lU — g-abau antes de reg-arse. Unidos esos tres millones á uno y me- dio que se recauda líquido por concepto de canon y se distri- buye entre los oblig-acionistas representan al 4 X por 100 un capital de 100 millones de reales, que es con corta diferencia lo que ha costado la construcción del canal. Ya con eso sólo re- sultaría que á haber sido el Estado el constructor del canal, no habría perdido dinero. Añadid á eso. ¿Es justo que el Esta- do perciba ese aumento de riqueza que se obtiene sin obra suya con capital ajeno? Creo que no. El aumento de contribución debe ser de la empresa y pag-ar ésta el tanto por ciento indus- trial de ese beneficio. El territorio mejora por capital ajeno. Es hacer pagar dos contribuciones al labrador, hacerle pag'ar la contribución dos veces. Añádase que el Estado no ha tenido que subvencionarlo con el 40 por 100, que habría hecho unos. 1*2 millones (?); únicamente le ha prestado 7 (?) millones de pe- setas. Si la hubiera alcanzado la subvención, el interés obteni- do sería mayor; añadid que el canal de ürg-el ha costado como no es presumible que cueste ning"ún otro, pues para reg-ar 50.000 hectáreas se han gastado 28 millones de pesetas, menos de lo que está presupuestado para construir el canal de Tama- rite que ha de reg"ar doble extensión de tierra; añadid que el agua de ese canal no se aplica todavía á cultivos intensivos, regándose con él únicamente campos de trigo, cultivado por el sistema de año y vez, ó lo que es igual, 25.000 hectáreas única- mente cada año y convendréis conmigo que si el canal produce hoy el 4 V2 por 100 entre canon y aumento de contribuciones, producirá más del 6 y con doble razón en canales menos cos- tosos, descontadas que sean esas circunstancias adversas pero accidentales. Recojo, pues, el argumento del Sr. Cánovas y lo retuerzo contra su autor, diciendo: por lo mismo que los cana- les son un mal negocio para los particulares y que no lo son para el Estado, es tuerza que se decida éste á construirlos por sí, en la seguridad de que los particulares no han de querer arruinarse construyéndolos con su dinero. — llú — Pero no es ésta la única y ni siquiera principal razón qne se opone á la sinrazón del Sr. Cánovas del Castillo: es que aun cuando la construcción y explotación de canales y i)antanos fuese un mal neg'ocio para el Estado, como lo es para los par- ticulares; es que aun cuando el aumento obtenido en las con- tribuciones junto con el canon del ag-ua no produjese al capi- tal invertido por el Estado el interés que éste tuviese que pag-ar por dicho capital, debería sin embargo construir dichas obras, y no así como quiera, sino en seg-uida, apresuradamen- te, con el mismo apresuramiento con que se hacen los prepa- rativos para rechazarla invasión de una epidemia ó la inva- sión de un ejército extranjero. El Sr. Cánovas discurre sin duda de este modo: las empresas que se arrojaron incautamente á construir canales se han arruinado, de modo que estas clases de obras es un mal neg-ocio para ellas; por consig-uiente, tam- bién lo sería para el Estado. Nadie le dijo que esta consecuen- cia era equivocada por haber omitido una premisa: nadie le llamó la atención sobre la cifra de ingresos que el constructor percibe por concepto de aumento de contribuciones cuando ese constructor es el Estado y que no percibe cuando ese construc- tor es una empresa privada. Pero demos que el Sr. Cánovas tuviese razón; que efectivamente, la construcción de canales fuese un mal negocio para el Estado, que el capital invertido en tales obras no produjese más que el 3 por 100, menos aún, el 2, el 1, cero, si queréis en tal hipótesis yo le diría al Sr. Cá- novas: ¿tan gran negocio es, por ventura, para el Estado la Trasatlántica? Pues España ha de darle 600 millones en veinte años. ¿Tan gran negocio hace la nación con las escuelas, con los institutos, con las universidades? Xo, no hace ninguno, ni grande ni pequeño; y al revés, consume en ellos 100 millones. ¿Qué réditos produce el ejército? Ninguno tampoco, y nos cues- ta 200 millones anualmente. ¿Tan gran negocio son y tan alto interés rinden al Estado los millones que gasta todos los años en médicos, cuarentenas y lazaretos, en ingenieros agróno- — lie- mos y en g*asolina, para prevenir ó para atacar á la langosta, á la filoxera, á la fiebre amarilla y al cólera morbo asiático? Tampoco le produce nada. Pues los canales no merecen menos que las universidades y que el ejército; si acaso, si acaso, me- recen más; la sequía que es decir el hambre, no obliga menos á la nación que el cólera, que la langosta y que la filoxera: si acaso, si acaso, le obliga más. § 10. — Dios castiga d David con una de las tres plagas. — Hay un libro, señores, lleno de enseñanzas políticas, de gran notoriedad y no sospechoso para nadie, que nuestros estadis- tas no estudian porque todo el tiempo que les deja libre los graves afanes de la gobernación, lo han menester para leer las moralidades instructivas de Emilio Zola: ese libro todos lo conocéis, siquiera sea como lo conocen nuestros políticos, por el forro, porque entre los católicos ha pasado la moda de leer- lo: es la Santa Biblia. En el libro de los Reyes (xxiv, 13) y en los Paralipómenos (xxi, 12) se cuenta que en cierta ocasión quiso Dios castigar á David y por el profeta Gad le dio á esco- ger entre estas tres plagas: tres años de hambre, tres meses de guerra ó tres días de peste; el poderoso rey de Israel no va- ciló en escoger la peste como el menos dañoso de los tres azo- tes, aunque murieron de él 70.000 almas, no decidiéndose por el hambre porque ésta incluía en sí á las otras dos. La lección de gobierno que nos dejó David en este suceso no ha perdido ni un átomo de actualidad y es tan cierta hoy como en su tiem- po: hace treinta siglos: el Estado debe evitar, debe prevenir las epidemias; con más celo aún que las epidemias, debe pre- venir la guerra; más cuidadosamente que las epidemias y que la guerra, debe prevenir y combatir el hambre : — 1." Porque como decía la Constitución del año 1812, en aquel hermoso ar- tículo 13 que debiera estar grabado con letras de bronce en el frontispicio del palacio de las Cortes, «el fin de toda sociedad política es el bienestar de los individuos que la componen», y — 117 — la fuente más caudalosa y más permanente de infelicidad en- tre los hombres es la miseria, como dijo muy bien Jesús, hijo de Sirach, en el Eclesiástico, libro que se ha atribuido por mu- cho tiempo á Salomón: «meliiis est enim morí quam indi(jere>^y más vale estar muerto que ser pobre (xl, 20). — 2.° En seg-undo lugar, porque otro de los fines primordiales del Estado es im- pedir la servidumbre de los subditos en cualquier forma que se presente, política, civil ó económica, es procurar y afianzar la libertad real, real y viva, no ilusoria y de papel, de los in- dividuos y de las familias; pero la fuente de la libertad está en la independencia, y la raíz de la independencia está en el estómag-o, de tal suerte, que el que tiene el estómag-o depen- diente de ajenas despensas, tiene toda su persona bajo la de- pendencia ajena, el que tiene la llave del estómago es amo y señor de la conciencia; por cuya razón, el rico es libre siem- pre, aunque viva bajo un régimen de despotismo, y el pobre es siempre siervo aunque viva bajo un régimen democrático y republicano, como dijo hace tres mil años el estadista que mejor ha comprendido hasta hoy el vínculo existente entre la economía y la libertad, el más popular de todos los sabios de la Historia, porque supo inspirarse en la sabiduría del pueblo, Salomón, en proverbios tales como éstos; redempiio animae viri, dimliae siiae; qid autem faujper est increpatioiiem 7ion siis- tinet; ó en español, que la libertad (de la persona) está en sus riquezas, por lo cual el pobre tiene que doblarse á toda opre- sión: dives ¡jaíiperibus wiperat et qui accipit usutum, servus est focnerantis; el rico es amo y señor de los pobres, y el que tiene que pedir prestado se constituye en siervo del prestamista. (Prov., XIII, 8; xxii, 7; cf. Ecclesiastico, xiii, 6); por todo lo cual os digo que los Estados, cuando combaten el hambre — , y com- batir el hambrees combatir la sequía — , combaten la opresión, y el Estado que combate la opresión, y con la opresión la in- justicia, asegura el imperio del derecho sobre todos, que es el fin primordial del Estado, como el fin de la Iglesia es la reli- — 118 — g-ión y el fin de la Universidad la ciencia; y ahí tenéis porqué no considero heregía el decir que el Estado realiza mejor su propio fin jurídico por el método indirecto de construir cana- les que por método directo de proclamar los derechos natura- les del hombre en la Gaceta; y para decirlo de una vez, porque á mi juicio, el canal de Tamarite introduciría en la Litera mayor suma de libertad que una Constitución, aunque la re- dactasen juntos Danton y Robespierre. —3.° En tercer lug^ar, porque combatiendo el hambre, se previene los delitos, se desminuye la población penal, ese cáncer horrible, mil veces peor que la guerra y que la peste, y cuya fuente más cauda- losa es la miseria, como dijo hace diecinueve siglos un poeta hispano-latino Silio Itálico, occleri preclixis Egestas, «Miseria, mal espantable que arrastra al crimen» como dice el pueblo en sus refranes, «la cárcel y la cuaresma para los pobres es hecha», «la pobreza escala del infierno», etc , etc., y de acuer- do con ambos la estadística moderna, probando con cifras que el número de delitos aumenta ó disminuye en la misma pro- porción que aumentan ó disminuyen los precios del trigo; y y como prevenir los delitos es tanto como asegurar el juego normal y regular de la vida del derecho, y asegurar esta nor- malidad es el fin primordial del Estado, que es el principio éste que ha dado lugar á tantas instituciones, la policía de se- guridad, la Guardia civil, los Tribunales de Justicia, resulta acreditado una vez más el'deber en que está constituido el Es- tado de crear una Guardia civil, compuesta de ingenieros, para perseguir á la sequía, como ha creado una Guardia civil com- puesta de militares, para perseguir á los delincuentes (1). (1) Carta dirigida al Excmo. Sr. Ministro de Fomento por el Sena- dor D. temando Pui^r.— Imprenta de E. Maroto y Hermano. Tres páginas. (Impresa en Enero del 89.) < ¿Quiere usted dejar su nombre imperecedero? Examine y resuelva la cuestión de canales y pantanos de una manera práctica, no como ha que- 119 — Los Gobiernos de la Edad Media y aun de los sig-los subsi- guientes hasta el nuestro, tenían por una de sus principales funciones aquella que se ha Warnado j^olict'a de ahaslos, consis- rido hacerse hasta hoy. (Las leyes dictadas no han resultado, porque se es- tudiaron sin tener en cuenta la índole especial de este asunto. De las leyes de canales y pantanos de 1870 y 188? no ha obtenido España ninguna ventaja, los mismos riegos que había á la fecha de la primera, hay hoy, y arruinadas como entonces están las empresas concesionarias.) >Y no es porque loe riegos no sean de primera necesidad; «medite usted el porvenir que puede prometerse una nación que con 40.751.000 hectá- reas de superficie, sólo cuenta con 1.200.000 de regadío, y que vive espe- rando los favores del cielo, que le niega hasta el rocíoen extensas comar- cas; piense en cuánta falta de celo significa, en los que tienen á su cargo la administración del país, el estar presenciando con harta frecuencia los horrores causados por las inundaciones en parte de otras provincias, sabiendo que los pantanos, al contener las aguas, convierten un elemento destructor en otro bienhechor, etc. > Visto todo esto, que patentiza la inutilidad de las citadas lej^es, cuyo único resultado ha sido, en tantos años, la reconstrucción del pantano de Lorca y el concederse una subvención al canal de Aragón y Cataluña, con la que se salvará, pero debido al hecho de tener una gran parte de obras ejecutadas de antiguo; y visto que los capitales han acudido á los caminos de hierro, y que la especulación , desatendiendo hasta el alimento natural de estas vias, se ha apartado por completo de los canales y pantanos que dehian proporcionárselo, no cabe duda de que existen causas, y causas de verdadera importancia, que así lo motivan. > Los canales y pantanos han de construirse y explotarse en España por el Estado, porque, no pueden ser objeto de especulaciones para nin- guna empresa, ni aun con una fuerte subvención que fuera á todas luces ruinosa para el Gobierno, el cual puede muy bien administrarlos, no sólo porque así se ha entendido sin contradicción ninguna hasta estos últi- mos tiempos (ya que en la ley de 1883 se reserva la reversión al Estado al cabo de los noventa y nueve años), sino porque así lo demuestran los hechos (puesto que el canal Imperial de Aragón y el de la derecha del Llobregat no marchan peor seguramente, sino muy al contrario, que los que las empresas administran. . . ) > Que al interés particular no puede convenir la construcción y explota- ción de las obras de riego de alguna importancia, es evidente, porque la índole especial de toda mejora agrícola exige largo tiempo para dar resul- tados, que produzcan el rédito compensatorio del capital invertido en — 120 tente en prevenir el hambre haciendo acopios de grano por cuenta de la Hacienda nacional ó de la municipal para que en ningún tiempo se viese expuesta la población á perecer de ellas, rédito sin el cual no es posible la vida de las empresas particulares. Hay más todavía: cuando ese rédito falta, como falta siempre en los pri- meros años, es cuando los gastos de conservación son mayores, porque no se llena impunemente de agua un vaso de tierra recién construido, y de las dimensiones, colosales siempre para el caso, de un canal ó pantano de regular importancia. » Además, la acción de la autoridad, la acción ejecutiva, y sólo en ella reside, etc.. El íLstado tiene y ejerce esta autoridad, y al Estado no le apremia como á un particular el interés, rédito inmediato de un desem- bolso, ya que lo obtiene indirecto con el aumento de riqueza imponible, con el fomento de la población y con destruir las causas que ocasionan las sequías, que á su vez ocasionan las emigraciones. Todo esto permite al Gobierno — y sólo á él — , aguardar, como es preciso hacerlo, á que llegue el verdadero aprovechamiento del agua de los riegos, y á que con él se cambie nuestro atrasadísimo cultivo extensivo por el intensivo, que al fin y al cabo se impone donde el agua no falta. > Cuando las obras por el establecimiento de un riego de alguna impor- tancia se terminan, ni á la voluntad de la empresa que los ha construido, ni á la del país que las posee, le es dable obtener de ellas inmediatos re- sultados. Faltan para ello conocimientos y práctica local, aunque otra no sea, y faltan también capitales y brazos ; y ni la instrucción , ni la prácti- ca, ni la riqueza, ni la población, ni las costumbres se improvisan, sino que se necesita, como factor indispensable, el tiempo, para lograr la trans- formación necesaria. > Quien examine esta cuestión en el terreno práctico, verá muy pronto la verdad de cuanto dejo dicho, y verá asimismo que el aumento de la contribución de secano á regadío no debe imponerse al país regable hasta después de transcurridos muchos años desde el establecimiento del riego; porque faltando al producto el capital , según queda indicado, sería con- traproducente el mermar éste, mermando los productos que han de for- marlos puesto que de ese modo se retrasaría ó se imposibilitaría quizá al verdadero desarrollo de los riegos en contra de lo que al país y al Estado conviene. »Y en mi sentir, no ha de ser tan difícil como parece la realización de las obras de riego de alguna importancia por el Estado. Desde luego, en el Ministerio de Fomento han de existir proyectos que puedan utilizar- se y concesiones caducadas, porque hace algunos años que una persona — 121 — hambre por falta de subsistencias. No es cosa tan lejana que to- davía no la hayamos alcanzado nosotros: en 1856, el Gobierno y muchísimos Ayuntamientos almacenaron grandes cantidades de trig"o á vista de la crisis tremenda que amenazaba al país y que el comercio era impotente para dominar. Hace pocos años hemos visto" al Gobierno comprar mantas y harina para las víctimas de los terremotos y de las inundaciones. El teh^grafo, el ferrocarril y el buque de vapor han relevado á los Gobier- nos de ese cuidado, porque cuando en una plaza mercantil, ó en una provincia ó en una nación falta algún artículo de con- sumo, es asunto de horas, ó tal vez de minutos el que reciban noticia de ello los productores ó almacenistas de tal artículo aún cuando vivan á miles de leguas de distancia, y al punto afluye en alas del interés privado cuanto se necesita, sin que los Gobiernos tengan que cuidarse de nada. Pero no está dicho todo con esto. Es verdad que la policía de abastos ha dejado de ser necesaria en ese aspecto, quiero decir, en cuanto al surtí- tan desgraciada como inteligente, que dejó imperecedera memoria en cuantos cargos ejerció, y entre otros en el Negociado de Aguas del nom- brado Ministerio, me decía que era inútil pedir ya nuevas concesiones de aguas, porque había muchas más de las que el caudal de nuestras cuen- cas hidrográficas permitían. Desde entonces, ninguna de las concesiones á que aludía, y que tendrían sin duda su proyecto, se han realizado, y varias de ellas serán quizá realizables. >Los recursos para llevarlas á cabo en más ó menos tiempo, no han de faltar tampoco, pues en último caso, ni el Gobierno está obligado á auxi- liar á las empresas que vengan hasta con un 40 por 100 de su presupues- to, y esas empresas no vienen, apliqúese á la construcción directa lo que á semejante auxilio había de aplicarse, y se tendrá así, en el plazo que se juzgue oportuno, al menos el 40 por 100 de los riegos que se hubieran te- nido con la aplicación de la ley del 83, si esa ley hubiera sido capaz de es- timular y atraer el interés privado hacia tan convenientes trabajos. í Vea usted lo que el Gobierno francés se propone hacer para la cons- trucción del canal del Ródano, considerando que, cuando los gastos son reproductivos, pueden sacrificarse cantidades para verificarlos.» — Madrid, Enero 1889. — Fernando Puig.y — 122 — do de los mercados, porque el comercio se ha hecho mayor de edad y se basta él para surtirlos; pero sig^ue siendo tan nece- saria como antes, y acaso más, en el otro respecto, en cuanto al surtido de las bolsas para comprar aquello que ofrecen los mercaderes. Es un principio admitido por todos los economis- tas y acreditado por la experiencia, que todo producto se com- pra con producto, no siendo la moneda sino un simple inter- medio: ó de otro modo, el vender es en fin de cuenta la mone- da del comprar, y ¿qué adelantamos con que el comercio de importación funcione con reg*ujaridad, sin intervención del Estado, si resulta que no tenemos nada que vender, que no tenemos efectos ó dinero para comprar eso que se nos brinda en el mercado? No ha muerto, pues, la necesidad de la policía de abastos: lo que ha hecho es transformarse: antes tenían los Gobiernos que abastecer de medios de consumo; ahora tienen que abastecer de medios de producción. Esto, por punto gene- ral; pues, á las veces, se encuentra con que también tiene que cuidarse del consumo. Me explicaré con un ejemplo. § II.— Fl agua de los canales^ económicamente considerada^ es trigo, es carne, es lana, es fruta, etc. El Ministerio de las Aguas. — Sábese que el ag-ua de los canales de rieg-o no es ag*ua para el consumo directo de las personas; es ag*ua para producir; económicamente considerada, ni siquiera es ag-ua: es trig-o, es carne, es lana, es cáñamo y lino, es frutas; en una palabra, no es ag-ua para apag-ar la sed, como el agua de las poblaciones, es agua para matar el hambre. Pues lo que esta Cámara quie- re decirle á los Gobiernos, lo que los diputados y senadores de la Litera debieron decirle al Sr. Cánovas, es que el agua rural, que es agua para comer, tiene derecho á reclamar del Estado los mismos privilegios y merece de él los mismos cuidados y atenciones que el agua cortesana, que es agua para beber. ¿Re- cordáis lo sucedido con el surtido de aguas de Madrid? Por un Pical decreto de 18.51, se mandó proceder á la construcción del ca- — 123 — nal del Lozoya por cuenta del Estado, debiendo ser cubiertos ochenta millones de coste con dinero de la nación en cuanto no alcanzase la suscrición voluntariadel Ayuntamiento de Madrid y de los particulares. Y ¿recordáis lo que ha sucedido hace po- cas semanas, á principios de este mes, cuando se vio que no obstante el canal, Madrid iba á carecer de ag-ua para beber, por efecto de las turbias, intensas como nunca, del río? No fué el Ayuntamiento á quien más preocupó el conflicto; fué al Go- bierno, que inmediatameüte se reunió en Consejo de Ministros para turnar medidas con que remediar el mal de presente y evitar su repetición en lo venidero; no fueron los concejales, fueron los diputados á Cortes por Madrid, quienes se apresura- ron á reclamar del Gobierno providencias eficaces en bien de sus representados, los madrileños. Pues, señores, yo dig-o y sos- tendré que el canal de Tamarite no merece menos que el canal del Lozoya: el canal de Tamarite ha de regar 104.000 hectáreas de tierra; que pueden dar ocupación y sustento á un millón de habitantes, doble que Madrid; el canal de Tamarite ha de fer- tilizar el término de treinta y dos poblaciones actualmente existentes y más de otras tantas que se edificarán en los des- poblados cuando se rieguen; y esas poblaciones podrán decir á Madrid, como los antig-uos diputados aragoneses al rey: «nos, que cada uno valemos tanto como vos y que juntos valemos más que vos, os saludamos centro y cabeza de España á con- dición de que la cuerda se tire para todos por igual; que, pues os hemos ayudado con nuestro dinero á construir el canal de Lozoya, de que beben vuestros ciudadanos, nos ayudéis á cons- truir el canal de Tamarite, de que hemos de comer nosotros». Y á un mensaje así, Madrid no tendría que contestar, sino que teníamos razón, y el Sr. Cánovas no volvería á repetir su argu- mento de que los canales son un mal neg-ocio. Todavía no es esto lo único que habrían debido replicar los diputados y senadores de la Litera al Jefe del Gobierno. Sabéis, señores, y sabe todo el mundo que la humanidad no ha recibido — 124 — de Dios el planeta perfecto y acabado, hecho un jardín de de- licias, como aquél del Paraíso, donde no hubiese más que^Ue- g*ar y sembrar: la Naturaleza no ha dado á las naciones su te- rritorio á título enteramente gratuito: les ha dado un diamante en bruto, sin brillo, sin transparencia, sin facetas, áspero y es- quinoso; y han tenido que tallarlo, reelaborarlo, rectificar su g-eog-rafía, crearlo una segunda vez; desaguar pantanos, encau- zar ríos, dragar ensenadas y guarnecerlas de muelles, hender colinas, terraplenar torrentes, horadar montañas, tender puen- tes sobre los ríos, enmendar el suelo arenoso con arcilla y el sue- lo arcilloso con arena, sujetarlo con muros en las latitudes bajas como Italia para saturarlo del agua de vegetación que le fal- ta, y de un sistema hidráulico venoso en las latitudes húme- das, como Holanda, para librarlo del agua excesiva que le so- bra. ¡Qué trabajos tan asombrosos esos de saneamiento y des- agüe de Holanda, con que se ha fabricado molécula por molé- cula todo su territorio, y qué epopeya tan sublime la de esa g-uerra secular de un pueblo inteligente y heroico contra el mar y los ríos sus enemigos! Baste deciros que tienen un Ministerio dedicado exclusivamente á eso y se llama «ministro de las aguas», taterstaat: allí, como veis, han tomado en serio eso de la política hidráulica, y nunca se les ha ocurrido preguntarse si aquellos canales y aquellos diques gigantes eran ó no un negocio. — Pues bien, señores, España no está todavía más que á medio tallar; que no en balde la dibujan los mapas entre Europa, cu3'o suelo es una maravilla del Arte, y África donde ejerce todavía señorío absoluto, como el primer día de la creación la Naturaleza. Y porque está todavía á medio tallar, corren los más de sus ríos, bravios y salvajes, por sus cauces g-eológicos, lo mismo que en África, no domesticados y mansos, obedientes á la mano del labrador, por las lindes de los campos, como en Europa. ¡Aquí sí que haría falta, Sr. Cánovas, más aún que en Holanda, un «ministro de las aguas», y qué gran oca- sión para colocar un amigo ó un enemigo más en el Ministe- 1 — 125 — terio! He dicho que hemos recibido el suelo española mitad de hacer, á medio tallar; pero entiéndase esto á condición de que el Alto Aragón no entre en la cuenta, porque éste ni aun á mi- tad de hacer está, apenas si ha debido cosa alg-una á la mano del hombre, ya que el escaso beneficio que haya podido pro- porcionarle la piqueta del ing-eniero ni siquiera compensa los inmensos daños que le ha causado el hacha desamortizadora. Los Somontanos, la Litera no son un país; son un pedazo del planeta virgen, materia no más para crear un país. ¿Y queréis que os diga quién ha de ser el creador que edifique en este sue- lo de la Litera una provincia, pequeña en cuanto á su superficie, grande y fuerte por su población, por su riqueza, por su cultu- ra, por la virtud y la grandeza de alma de sus moradores, tem- plados un siglo y otro siglo en la escuela de la adversidad y del trabajo? Preguntádselo á la Historia, y la Historia os hará- revelaciones por estilo de la siguiente: § 12. — El Kilo, rio ¡prodigioso, cuna de asonibrosa civilización. Hubo en la antigüedad, allá en los primeros albores de la His- toria, una comarca que era un desierto horrible: el Egipto.- La Naturaleza derramó en ella un río prodigioso; el río Nilo: ese río, dirigido por el arte, con esfuerzo perseverante, un siglo y otro siglo, transformó el desierto árido en vega florida, y aquel país, aates desolado, sirvió de asiento al Imperio de los Farao- nes, la más asombrosa civilización que vio la antigüedad, ci- vilización que contaba los años de existencia por millares, y las ciudades por cientos y los templos y palacios por miles cuan- do nacieron Grecia y Roma y poseía escuelas de ciencia, lite- ratura floreciente, teogonias riquísimas, sistemas arquitectóni- cos, escritura, navegación, industria, minas, bibliotecas, y una agricultura tan intensiva como la más intensiva de la Inglaterra de nuestros días. Pues todo eso fué obra de un río, el río divino, el río creador, aquel río sobre cuyas olas flotó un día, en ligera cuna de mimbres, Moisés, educado por los sacerdotes egipcios y — 126 — leng'ua de una religión que había de ser larelig-ión de la huma- nidad (]). Así os explicaréis el audaz pensamiento concebido por Alburquerque en el ardor de aquellas guerras gigantescas reñidas por Portugal con los turcos y con los venecianos, en la primera mitad del siglo xvi, y que consistía nada menos que en privar del Xilo al Egipto, tomándolo en las altas mesetas de la Etiopia y vertiéndolo en el Hanaseh para que desaguase en el mar Rojo, como ahora desagua en el Mediterráneo, lo cual era tanto como privar á su enemiga Turquía de aquel vasto y feraz territorio de Egipto, porque quitarle el río era desangrar lo, aniquilarlo, dejarlo sin vida. Pues ahí tenéis, señores, mi pensamiento con respecto á la Litera, es una provincia por crear: su hacedor, su padre, es el río Ésera; ponedlo en contac- to con esta tierra robusta y hermosa, pero infecunda en su for- zada soltería; pedid al barreno y á la dinamita la dispensa á los impedimentos que se oponen al matrimonio de aquel río con esta tierra, y veréis al punto nacer de esa esterilidad un pue- blo sano, robusto, numeroso, civilizado, feliz y alegre Von esa alegría pura del alma que retrata el contento de la vida y el equilibrio de las necesidades con los medios de satisfacerlas. Ese río lo creará todo en medio de vosotros: gobierno, policía, orden, libertad, industria, comercio, agricultura, ferrocarriles, carreteras, templos, hospitales, escuelas, fábricas, teatros. ¿Os acordáis del maná que Dios hacía llover sobre los hijos de Is- (1 ) Himno al Nilo. — «Salve, oh río >HIo, tú que vienes pacíficamente para dar la vida al Egipto; señor de los peces, generador del trigo, creador de la cebada; lo que tú trabajas es descanso para millones de desgraciados Cuando tú faltas, los dioses se entristecen y los hombres se mueren. Pero cuando levantas tus aguas, la tierra se llena de alegría, regocíjanse los es- tómagos, todo ser vivo recibe su ración, todo diente masca. Tú haces ger- minar las hierbas para el ganado y el incienso para los dioses. Invades con tus aguas el Alto y el Bajo Egipto para llenar los graneros, para surtir la despensa de los pobres. Enjugas las lágrimas de todos los ojos y prodigas la abundancia de tus riquezas..."» (Papyro Sellier, ap. Museo Británico). — 127 — rael acaudillados por Moisés en el desierto? No ofrecía un sabor determinado al sentido del g-usto: sabía á lo que quería que su- piese cada uno de los que lo comían. Así el a^ua de vuestro río creador: para vosotros, conservadores, será orden; para vos- otros, liberales y republicanos, será independencia y libertad; para los pobres, riqueza; para los ricos, opulencia; para el mu- nicipio, ing-resos holgados, fuentes públicas, alcantarillado, paseos, alumbrado; para los sacerdotes, piedad y dulzura de costumbres; para los maestros, consideración y respeto; para el usurero, ruina; para los carceleros, huelg-a, para los artesa- nos, taller transformado en fábrica, para los emigrantes, ca- mino por donde regresen á los despoblados hogares; para los deudores, alzamiento de embargo; para el soltero, casa; para la carretera, carriles de acero y locomotora; caseríos para los su- burbios; pueblos y aldeas para los despoblados; humedad y nubes para la atmósfera; árboles donde colgar las aves sus ni- dos; ázoe y hierro para la sangre; higiene y limpieza para la piel; alegría y expansión para el alma, y fuerza y riqueza y resurrección para esta pobre patria española, que nunca más será grande ni volverá á ocupar un puesto en el cónclave de las naciones ni se dilatará por el planeta ni tomará activa par- te en la formación de la historia contemporánea, mientras sea como ahora una patria de secano, triste momia que los arqueó- logos de la política seguirán contemplando con la misma mor- tificante curiosidad con que los arqueólogos de la historia con- templan las momias de los sarcófagos egipcios, y que no se pondrá de pie, con un remedo de vida, sino por sacudidas gal- vánicas, para exhibir en ostentosos centenarios las empresas sublimes de nuestros abuelos, que nunca ellos habrían acabado si antes de emprenderlas se hubiesen preguntado si serían ó no un buen negocio. § 13. — Los ilustres sile7iciosos . — Y heme vuelto otra vez al punto de partida. He querido demostrar, no sé si lo he con- — 128 — seguido, dos cosas: 1." Que no está en lo cierto el Sr. Cáno- vas al afirmar que el negocio de los canales no es negocio en España; y 2* Que aunque fuese tan mal negocio como el Sr. Cánovas pondera, y aunque fuese mucho peor, no es- taría menos obligado el Estado á construir por su cuenta tales obras. ¿Cómo es posible que no se ocurrieran al entendi- miento poderoso del Jefe del Gobierno esos resultados de la estadística, esos argumentos de la razón, esas enseñanzas de la historia, que desembarazaban su doctrina, convenciéndo- le de falsedad? Y puesto que á él, por lamentable distrac- ción, no se le ocurrieran, ¿por qué se las callaron y no le ar- güyeron los diputados y senadores del Alto Aragón, viendo que de eso dependía el que se construyese ó no se constru- yese el canal por este Gobierno? ¿Por qué guardaron silencio los diputados de la provincia, D. Manuel Lasierra, que allí á la vera del Sr. Cánovas se lo estaba escuchando? ¿Qué hacía el Sr .Abella, qué hacía el Sr. Romero, qué el Sr. Alvarez Capra y el Sr. Albarado? ¿En qué pensaba el Sr. Castelar, al replicar al Jefe del Gobierno, que en vez de refutar sus sinrazones y convencerle de que si el Gobierno no decretaba la construc- ción de los canales por el Estado, no era porque no pudiese y debiese hacerlo, sino porque no quería, vino á entretenerse en comparar á la patria con la Virgen Madre, coronada de luz, calzada con la luna, ceñida la frente con diadema de estrellas y en los pies peana de ángeles, lo cual, sobre no ser verdad^ así pegaba en aquel salón y en aquel debate, como habrían pegado un par de pistolas en las manos cruzadas de la Virgen Madre? ¿Cómo tuvieron calma, Dios mío, para quedarse tan frescos y tranquilos, después de aquel rato perdido de conver- sación, sin acordarse de que la Litera, de que el Alto Aragón, se estaban muriendo de sed, de hambre, de desesperación, y arrojaban sus hijos á millares camino del extranjero, y no plantearon de nuevo la cuestión ante el Parlamento, agitán- dola sin descanso un día y otro día, y no buscaron ayuda en — 129 — las oposiciones, y no org-anizaron meetings y no interpusieron los buenos oficios de la Reina y no vinieron á remover y des- pertar al país para caer con todo el peso de su indig-nación y de su derecho sobre el Gobierno y sobre el Parlamento? ¡Ah! señores; yo no quisiera decirlo, yo no quisiera decirlo, pero lo teng*o que decir aunque hayáis de apedrearme: me he impues- to la oblig-ación de no callar nada de lo que juzg-ue conve- niente al país, por muy amarg-o que haya de parecerle. Parte de la culpa está en vosotros mismos, empedernidos cómplices de esa inmensa ficción del parlamentarismo, que habré de presentaros otro día en toda su horrible desnudez: por el mo- mento diré únicamente que ya en el pecado lleváis la peniten- cia, sólo que es lástima que hayan de vivir revueltos inocen- tes con culpables, y que el castig-o alcance á los primeros en mayor proporción aún que á los seg'undos. Otra parte de la culpa está en los representantes mismos, como está en el Jefe del Gobierno, y voy á deciros cómo con palabras suyas que envuelven una confesión tristísima: «Si en el porvenir quisié- ramos nosotros intentar algo parecido (se refiere á las epope- yas de la raza española en el sig'lo xvi y posteriores) tendría- mos que empezar por estudiar la naturaleza del país, etc.». § 14. — Nuem ministros en forma de estudiantes pensionados. — Esto decía Cánovas. ¡Estudiar, señores! A los sesenta y cinco años de edad, á los cuarenta de estadista, dicen que tienen que empezar por estudiar la naturaleza del territorio, esto es, el abecedario de la política, ¡lo primero de que debe preocu- parse el que sienta plaza de estadista! Perdone el Sr. Cáno- vas; pero ya no hay que estudiar: ha pasado el tiempo de los estudios, de los discursos y programas: necesitamos que nues- tros políticos no estudien ya, sino que obren: el que dig'a que tiene que estudiar, que se retire á su biblioteca y no veng-a á disolvernos la hacienda y á campanillearnos los oídos con dis- cursos sonoros: la enfermedad que aqueja al país la tiene en 9 — 130 — el estómag'o, y por eso, el remedio no ha de entrarle por los oídos, sino por la boca. El pueblo no quiere á los árboles por lo que prometen en la flor, sino por el fruto que dan; no dis- tingue de hombres y de partidos por los prog-ramas, sino por las obras; Le sucede lo mismo que á ciertos discípulos de Je- sús. Habían pasado dos días sólo de su muerte, cuando Cleo- phás y Santiago se dirigían á una aldea llamada Emmaús, dis- tante como dos leguas de Jerusalén. Iban hablando del gran suceso del día: algunas mujeres, entre ellas María Magdalena, habían ido con aromas y ungüentos al sepulcro de Jesús, y lo habían encontrado vacío, y junto á él dos ángeles que les ha- bían dirigido la palabra para anunciarles que en vano busca- ban á Jesús entre los muertos, porque había resucitado. Mien- tras estaban en estas pláticas, se les allegó un viandante que llevaba el mismo camino y entró en conversación con ellos. El viajero era nada menos que el mismo Jesús resucitado; pero sus discípulos, que habían esperado de él la redención po- lítica de Israel y acababan de verlo morir sin que tal reden- ción se hubiese ni siquiera intentado, no lo conocieron. Jesús se propuso abrirles los ojos del alma y principió á declararles á Moisés y los Profetas con la mira de que se persuadiesen de que la pasión y la muerte y la resurrección del Cristo eran cosa prevista y obligado precedente para llevar después la emancipación al mundo, principiando por Jerusalén. ¿Qué valen los discursos de Cánovas, de Castelar, de Salmerón, de Martos ó Moret, en comparación de aquellos discursos de cielo que fluían de los labios de Jesús, revelándoles el oculto senti- do de las Escrituras en que se predecía la tragedia divina del Gólgota por la cual había de pasar el Cristo antes de entrar en su gloria y rescatar á la humanidad? Pues con todo y con eso, no lo reconocieron. ¿Sabéis cuándo lo conocieron? Por la no- che, cuando hubieron llegado á la posada y se sentaron á la mesa: al tiempo de repartirles el pan: in fractione pañis cogno- xerunt eum (San Lucas, xxiv, 30, 31, 35). Pues así es el pueblo; — 131 — diríase compuesto todo él de Santiagos y de Cleofares; no co- noce á los Gobiernos ni á líos estadistas por sus promesas de hacer ó de estudiar, no los conoce por sus discursos, siquiera rebose de ellos la elocuencia: los conoce sólo por el pan que le dan, por los beneficios que le dispensan, por los consuelos que le proporcionan, por los enemigos físicos y sociales de que lo defienden, por las g-lorias sólidas y reales con que exaltan su espíritu y su nombre; aquel que emprenda primero este ca- mino, ese llegará al corazón del pueblo, única cosa que vive de este gran cadáver; ese también llegará quizá, como no tar- de, á tiempo de obrar una resurrección: la resurrección glorio- sa de España. Para esto se necesita lo primero tomar la política en serio, como una profesión difícil y de gran responsabilidad. Sucede en esto la cosa más rara del mundo y en la cual es posible que no todos os hayáis fijado, no obstante radicar en ello la causa principal de nuestras desventuras nacionales. Para ser zapate- ro y ponerse al frente de una zapatería, hay que aprender antes á hacer zapatos; para ser abogado, hay que principiar por estudiar las leyes; pues para ser ministro, no hace falta aprender de antecLano las cosas que dependen de aquel mi- nisterio, por lo cual lo mismo sirve uno para ministro de Ha- cienda que para ministro de Fomento, de Ultramar, de la Go- bernación ó de Gracia y Justicia. ¡Nadie dudará que gobernar bien una nación sea cosa más difícil que gobernar una nave: pues para que se confíe una nave á un piloto se le exigen yo no sé cuántos años de carrera especial y cuántos meses de práctica: mas para ser gobernante, no se requiere ningún gé- nero de preparación, pudiendo suceder por eso la gran ano- malía de que cuarenta años después de haber principiado á ejercer la política un estadista, no tenga reparo en decir que aún ha de empezar á estudiar las condiciones naturales del territorio gobernado! Con tales premisas, no hay que pregun- tar cómo le va á ese país, regido por la ciencia infusa de sus — 132 — grandes hombres: si fuese Holanda, estaría convertida en una inmensa marisma de cabo á cabo; siendo España, ha de figu- rar como un desierto abrasado, entregado á las fatalidades de la geología y de la atmósfera. Con tales precedentes, no hay tampoco por qué extrañarse de la conducta seguida invaria- blemente por todos nuestros ministros desde el instante mismo de la jura. No bien un estadista (llamémosles así, pues de algún modo hay que llamarles) toma posesión de un Ministerio, ya anuncian los periódicos que se ha puesto á estudiar las re- formas y mejoras que .han de introducirse en los servicios pú- blicos dependientes de aquel Ministerio; es decir, que se ha puesto á estudiar lo que debía haber estudiado antes de acep- tar tal cargo, ó de lo contrario haber rechazado el ofrecimien- to, pues los Ministerios deben ser centros de acción, no gabi- netes de estudio; y como el oficio de ministro es atareadísimo y su vida muy azarosa y poco propicia para estudiar, resulta que los estudios emprendidos al día siguiente de jurar el cargo, muy rara vez terminan, y más raramente le dan lugar los acontecimientos y las vicisitudes de la política para poner en ejecución el fruto casi siempre poco maduro de sus intran- quilas meditaciones; y como lo que ha estudiado uno no le sir- ve al que le sustituye en la siguiente crisis, el cual se pone á estudiar por propia cuenta, resulta que España, en vez de te- ner nueve ministros, tiene nueve estudiantes pensionados, es- tudiantes eternos, que van todos los días á sus Ministerios con las carteras atestadas de bocetos y de discursos como los mu- chachos van con la su^^a llena de libros y papeles á la escuela de primeras letras. ^ La consecuencia de esto, que constituye un sistema eminen- temente español, vais á verla con un ejemplo, tomado del tiempo de la República. Para el que tiene corazón, para el que tiene humanidad, este suceso eriza el cabello y hace desfalle- cer el ánimo del más optimista patriota. El primer Ministro de — 133 — Ultramar que tavo ia República, cayó del poder allá por Mayo de 1873, y dijo en aquella ocasión que si hubiese tardado en caer tres ó cuatro días más, hubiese llevado á la Cámara una ley de abolición de la esclavitud en Cuba, de acuerdo con los propietarios de la Isla, que estaban conformes con que esa abolición fuese inmediata y sin indemnización. Pues bien, se- ñores, esos tres ó cuatro días que le faltaron al Ministro dimi- sionario, les falta siempre á todos nuestros Gobiernos y á todos nuestros Ministros para hacer cosa de provecho, que todos se parecen en esto á aquella rondalla de un pueblo del Bajo Arag*ón, que se pasó la noche en la plaza templando las o-uitarras, vihuelas y bandurrias, y cuando por fin empezó á rayar el alba y tuvieron que retirarse para uncir las yuntas, no se le ocurrió al jefe de los mozos, para justificar la falta de preparación con que se habían arrojado éstos á la musical em- presa sino decir: pues, chiquetes, si tarda dos bóricas más -en amanecer, dejamos templada la orquesta que ni un pia- no. Nuestros flamantes hombres de Estado se pasan la vida templando y la nación impaciente ag-uardando á que rompa la sinfonía de reformas que constantemente le prometen, ape- nas si lleg-a una vez á conocerles las habilidades de que á por- fía blasonan. — Al Ministro aquél sucedió otro, que allá por el mes de Julio, preg'untado por el Sr. Bethancourt, declaró que €l proyecto de le}' de abolición de la esclavitud de Cuba estaba mu}^ adelantado y que abrigaba la esperanza de que todos sus sacrificios serían recompensados por Dios, permitiéndole leer pronto aquel pro^'ecto desde la tribuna del Congreso. Como veis, este Ministro llevaba varios meses de templar, y toda- vía necesitaba acogerse á Dios para que no le sorprendiese el alba con las cuerdas fuera de punto. Pero ni eso le valió y le sorprendió la crisis y le siguió otro Ministro, y este otro, preguntado por el Sr. Araus acerca del particular, contestó di- ciendo que tan pronto como el tiempo le alcanzase para ente- rarse de la cuestión, tenía el propósito de presentar un pro- — 134 — yecto de ley que pusiera en libertad á los 400.000 esclavos que g-emían en oprobiosa servidumbre en la Isla de Cuba. ¿Los veis, señores? Este, ni siquiera había tenido tiempo para ente- rarse del asunto, ni sabia si lo tendría, como efectivamente no lo tuvo. Y cayó la RepúbUca y pasó el interregno, y quedó en pie aquella institución espantosa que la Junta revolucionaria de Madrid en 1868 había declarado ser un borrón y una afren- ta de la nación española; y fué preciso que seis ó siete años más tarde, un Gobierno conservador, el Gobierno de la Res- tauración, la aboliese, aunque de una manera imperfecta y li- mitada en sus efectos. ¿Veis, señores, de qué dependió el que 400.000 criaturas humanas, hermanos nuestros, vivieran en cadenas diez años más, ó muriesen con ellas sin haber disfru- tado un día la condición de hombres, y que España tardara todo ese tiempo en dar satisfacción á la humanidad ultrajada, y lavarse de aquella afrenta heredada y entrar en el concierto de las naciones civilizadas? — Y veis ahora, os digo, volviendo á nuestro cuento, ¿de qué depende el que la Litera se encuen- tre en este abatimiento y desolación, rotas las alas de la espe- ranza, el patrimonio secuestrado por la usura, los brazos más robustos en la emigración, los niños inocentes pidiendo á las nubes agua, que para ellos sería pan, y que las nubes avara- mente les niegan? Veis de qué depende el que esta pequeña región, desde Estadilla hasta Fraga, no sea una provincia más rica y más poblada que algunas naciones europeas? ¿Veis de dónde nace esa hambre que padecéis, como la padece todo el Alto Aragón, esa tristeza sombría que os roe lentamente las entrañas á manera de incendio escondido, y esa desesperación rabiosa con que sembráis la tierra por sexta vez, seis años después de no haber producido nada, pobres héroes, cuyo valor admiro cien veces más que el de los gloriosos soldados de la historia? Pues nace, nace, de aquello que censuraba con su sátira frailuna el P. Isla: «cuelga Fray Gerundio los libros y se mete á predicador»; de que el país, de que España, — 136 — no se cuida de averiguar si los hombres que envía á las Cortes, ó mejor dicho, á quienes deja ir á las Cortes, ha estudiado, y estudiado con provecho «la naturaleza ingrata del territorio, como diría el Sr. Cánovas, y los medios de mejorarla y de vencerla»; nace de que no hacéis lo que tenéis derecho á hacer y lo que se propone hacer por su cuenta esta Cámara, según dice su Reglamento: examinar primero á su candidato, como si se tratara de proveer una cátedra, con objeto de apreciar si poseen la necesaria preparación para el difícil cargo de gober- nante; y luego, residenciar á su diputado ó diputados, como se hacía en Castilla durante la Edad Media, pidiéndoles cuenta de su conducta en el Parlamento y exigiéndoles la renuncia sino satisface á los electores. La representación del país es una cosa augusta, es una cosa sagrada, envuelve algo como un ministerio religioso, pues dependen de ella tantos y tan deli- cados intereses, las tradiciones gloriosas del país, comprome- tidas en esta decadencia á cuyo término hemos encontrado muerte internacional, el porvenir y la resurrección de Espa- ña, la suerte de diez y ocho millones de españoles, la fortuna de doce millones de contribuyentes vinculada á la plebe feu- dal de los partidos, el pan de tantos millones de niños ham- brientos y de viudas desvalidas, cuyas secretas lágrimas, cuyo dolor augusto y cuasi-divino, que retrae el del Gólgota, debiera embargar y llenar entero el ánimo de todo candidato, antes de decidirse á destapar de la urna electoral para pedir que se la llenen los electores. ¡Ah, señores! Yo he reprobado siempre, en mis discursos y en mis libros, yo condenaré siempre, ese crimen de lesa humanidad y de lesa patria que consiste en so- licitar ó en admitir aquella representación política sin poseer una preparación adecuada, sacrificando en aras de un senti- miento abominable de vanagloria personal el bienestar y la dicha de sus hermanos los españoles y los destinos de su pa- tria, España. ' Pero ¿y vosotros, señores"? ¿Y vosotros? Porque es muy — 136 — cómodo llevar al hombro la alforja de los defectos humanos, los ajenos delante y los propios detrás, donde no se vean. ¿Por ventura los diputados brotan como los hongos, sin que se sepa quién los ha sembrado? ¿Acaso los Ministros nacen por g-eneración espontánea? Ellos son los autores y fautores de nuestra ruina, pero no tenéis derecho á quejaros, porque sois cómplices; que sin vuestra cooperación , el delito que cometen no pasaría de tentativa; sois vosotros los que le ayudáis á em- pobreceros, á desangraros, á perpetuar la sequía, á despoblar el país, á que no llegue á vuestras bocas el pan que arrastra en raudales sin fin el río Ésera, á que no amanezca nunca el sábado de resurrección para nuestra patria ¿Qué es esto, litera- nos, ribagorzanos, sugrarvienses? ¿Qué es esto, pobladores del Alto Aragón? ¿Es que no tenéis capacidad para administrar vuestros intereses, y como pudiera hacerlo un menor de edad, hacéis la causa de vuestros enemigos? ¿Será preciso someteros al régimen de la tutela? ¿Se comprende que tengáis en la mano la medicina de vuestros males, el instrumento de la re- dención, y en vez de hacerlo valer contra la sequía, contra la langosta, contra la usura, contra la aduana, contra el recauda- dor, contra el empleado, contra la retórica, contra la ignoran- cia, contra el hambre, que en vez de esgrimirlo contra todos esos enemigos vuestros, lo volváis contra vosotros mismos? ¿Estamos dementes, señores, y debemos pedir que nos lleven á una gabia? § 15. — Las profecías de Eieqiúel: ¡huesos secos, oid ¡apalabra del Señor/— Esto me preguntaba yo, señores, hace pocas tardes, en una de esas horas de tristeza y de melancolía en que se me repre- sentaba el aspecto de España vagando insepulto entre las tum- bas de las nacionalidades extintas y me contemplo á mí mismo en medio de Europa, huérfano de patria, herido de muerte más aún que por la incapacidad de los gobernantes, por la indife- rencia criminal de los gobernados. Buscando consuelo á mi — 137 — aflicción, tomé un libro á la ventura: lo abrí: era el Antiguo Testamento. La hoja por donde había quedado abierto decía así: «Profecías de Ezequiel, cap. 39». Nunca lo hubiese cog-ido: lo primero que se ofreció á mi vista fué la imag-en de esta queri- da España, pero en tal estado, que aún me dura el terror y el desconsuelo que me causó y sigue persiguiéndome en sueños aquel cementerio desolado. El cuadro es de una g-randeza épi- ca que ningún poeta podría superar. La mano de Dios trans- porta á Ezequiel, hijo de Buzí, á una planicie dilatada, toda llena de huesos en número infinito y tan secos como si hubie- ran pasado por un horno; y después de mostrársela, le dice: «Pro- fetiza sobre estos huesos, hijo de Buzí, diciéndoles así: Huesos secos, oid la patabra del Señor: el Señor Dios os dice: yo pon- dré nervios alrededor de vosotros, os envolveré en carne, os cubriré de piel, infundiré espíritu de vida en vosotros y viviréis otra vez y sabréis que yo soy el Señor». Profetizó Ezequiel a*sí como Dios le había mandado: y he aquí que^mientras él estaba profetizando, se sintió un estruendo horrísono como de cien ejércitos de soldados de palo que se acercasen en confuso tro- pel; eran millones de huesos que se habían puesto en movi- miento y se cruzaban en todas direcciones buscándose unos á otros y ayuntándose para formar brazos, piernas, columnas ver- tebrales, cavidades torácicas, esqueletos completos; y luego miró Ezequiel y vio que esos esqueletos se iban llenando de venas y de nervios, de músculos y sangre; que se vestían de piel, de uñas, de cabello y yacían cadáveres completos, tendi- dos como al día siguiente de una batalla, cubriendo la.dilatada llanura. Entonces escuchóse otra vez la voz de Dios que decía á Ezequiel: «Profetiza al espíritu, hijo del Hombre, profetiza, di- ciéndoie de este modo: ¡Ven, oh espíritu, acude de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos para que se incorporen re- divivos y sean un pueblo». Ezequiel profetizó como el Señor se lo había mandado, y al punto se escuchó como rumor de brisas que soplaba á la vez de todos los puntos del horizonte formado — 138 — por miríadas de almas que acudían en vuelo rapidísimo á la evocación del Profeta y se aposentaban en aquellos muertos, y al punto se pusieron éstos en pie, hirviente la sangre con el calor de la vida y formaron un ejército numerosísimo. Otra vez dirig-ió Dios la palabra á Ezequiel y le dijo: «Esos huesos que lias visto, son la nación cautiva de Israel: ve y diles á los israe- litas, expatriados en la Caldea: yo aoriré vuestras sepulturas y os sacaré de ellas y os devolveré la patria que perdisteis y os restituiré á la vida del derecho y de la libertad». ¡Ah!, señores: yo lloraba cuando leía esto: cautivado por la belleza y la, su- blimidad del cuadro, tan en armonía con el giro triste de mis pensamientos, me había sentido transportado en espíritu sobre una montaña de huesos secos, y lloraba, erizado el cabello, so- bre tanta desolación. Esos huesos no son ya la nación de Israel; son la nación española, semillero de pueblos un día, radiante foco de luz, porción predilecta de la humanidad, y ahora, aho- ra, removido cementerio, poblado de huesos ociosos y de cabe- zas vacías; esos huesos son la Litera, abatida, desangrada, seca y como en un sepulcro, ag*uardando al profeta quo ha de evo- car la carne y la piel y los nervios y el espíritu para que lo vi- vifique y hag-a de ella un órg-ano vivo de la historia. Esa carne,^ esos nervios y esa piel que ha de juntar los huesos secos de la Litera, ese espíritu que ha de revivirlos, yo los veo desfilar to- dos los días por delante de mi casa, allá en mi atormentado re- tiro de Graus: son el ag-ua, ahora clara, ahora turbia, pero siem- pre fecunda del río Ésera. El río Ésera lleva la carne, para hacer de esos esqueletos cuerpos cabales: el espíritu le será dado como por añadidura: las escuelas, el contacto con Europa: el gusto que se refina con el confort: los viajes al extranjero y la veni- da de extranjeros á Kspaña. ¡Ah! señores, no aguardemos más tiempo al profeta Ezequiel, que podría ser que no viniese: al menos el Sr. Cánovas nos ha casi desilusionado: juntemos todos nosotros nuestros espíritus en un solo espíritu; profetice- mos por cuenta propia sobre esos huesos, recog*iendo piadosa- I — 139 — mente el eco g-ig-ante de la voz de Dios, qui fecit nationes sana- Mies, como dice la Biblia, y clamemos aquí con fuerza desde lo alto de la Litera: «¡Levántate, pobre Lázaro, levántate, resucita de entre los muertos y síg'ueme para que vayamos juntos á llamar á las puertas de otros sepulcros y á resucitar á otras gentes que como tú están muertas!» CAPÍTULO IV Nacionalización de las aguas fluviales Inscripción, del rey Hammurabi.—nYo he construido el canal Nabar Hammu- rabi, bendición de los habitantes de Ba- bilonia; yo he transformado las llanu- ras desiertas en campos feraces; yo he dado á los moradores la fertilidad y la abundancia y he hecho del país una morada de delicias.» § 1.° — El primer aniversario. — Señoras y señores: Al cabo de doce meses Yolvemos á encontrarnos casi en el mismo sitio los que en Septiembre último nos congreg-amos con un obje- to santo y patriótico, aunque desgraciadamente no todos, que alg-unos de los amigos de la asociación entonces fundada han fallecido, como han fallecido también algunos de sus adversa- rios más poderosos, contándose entre los primeros nuestro ami- go el celosísimo grádense D. Pedro Gambón, que desmentía con su entusiasmo juvenil la nieve de los años, el benemérito patricio señor conde de Guaqui, que había prestado su gran autoridad á las doctrinas de la Cámara con ocasión del meeting de Tamarite, y el Sr. D. Rafael de Castro, el malogrado escritor que se había identificado con el pensamiento económico de la propia asociación y con cuya muerte nos ha faltado el apoyo de su pluma y el del periódico que tan brillantemente dirigía. Consagremos un recuerdo piadoso á aquéllos y demás hom- bres de buena voluntad que estuvieron á nuestro lado y que — 141 — nos han precedido por breve tiempo en el camino de la eterni- dad; y fijo el pensamiento en aquella regla de conducta de los libros sag-rados {Eclesiástico vii, 40), in omnihus operihus luis memorare novissima tica, recordemos cuan presto se pasan doce meses; tengamos la certeza de que el año que viene, al conme- morar la Cámara el segundo aniversario de su fundación, al- gunos de los que ahora estamos aquí, amigos y socios de la Cámara, habremos fallecido, como habrán fallecido también algunos de los cuitados que en estos instantes están haciendo ó preparando impía guerra contra ella; y firmes con esta convic- ción, recordemos cuan triste mezcla de pesares, de angustias, de tribulaciones, de contrariedadesy sobresaltos es la vida; con cuánta razón ei Eclesiastes tenía por más dichosos á los muer- tos que á los vivos, y más que á los vivos, á los que no han na- cido ni venido al imperio del mal debajo del sol; como, por eso, la sociedad humana no debe ser más sino una conspiración de todos los hombres de bien contra el hado que los hace vivir; reñexionemos que nadie, en el mundo, ni aun el tenido por me- nos infortunado ó más dichoso, se lleva de la vida otra cosa que lo que ha hecho vivir á los demás; que el modo de hacer vivir á los demás es disminuir la cantidad de muerte, esto es, de do- lor, que se mezcla por ley ineludible á nuestra existencia tem- poral, es, principalmente, reducir las fronteras del reino de la miseria, como dijo con una frase asombrosa de verdad el sabio por excelencia, Salomón (no: el Eclesiástico, xl, 29), melius est eniw^ mori qiiam indigere, vale más estar muerto que ser pobre; y que por todo esto, en presencia de las tumbas abiertas de esos compañeros nuestros, debemos afirmar una vez más que la Cá- mara Agrícola, sin dejar de ser una asociación con tendencia industrial, atenta al desarrollo y fomento de la riqueza agrícola del Alto Aragón por motivos de economía política, debe ser ante todo y sobre todo una sociedad benéfica, movida por impulsos de misericordia y cuasi religiosos, donde todos los socios, así gobernantes como gobernados, piensen, sientan y obren como — 142 — después de muertos quisieran haber pensado, sentido y obrado, por pura caridad y puesta la memoria en las postrimerías, por puro amor á sus semejantes, que es tanto como decir por amor de Dios. En este mismo espacio de un año, ha vuelto la sequía á afli- gir al Alto Aragón, destruyendo en sus tres cuartas partes la cosecha de trigo, agravada por otro azote, los pedriscos, que se han cebado como nunca en nuestros viñedos, como si el cielo hubiera querido enseñarnos que estuvimos acertados el año pasado al señalar como objetivo á la Cámara y como ideal á la Agricultura alto-aragonesa la disminución prudente del culti- vo cereal y arbustivo y el aumento de los pastos naturales y de los regadíos, para que el trabajo del labrador deje de ser en gran parte una lotería y siempre que plante ó siembre esté casi seguro de que cogerá, tanto siquiera como ahora cuando siem- bra ó planta está casi seguro de no coger. § 2.° — Domestiquemos los ríos con el freno de los diques y la cadena de los canales.— Al escribir en el artículo 1." del Regla- mento de la Cámara que el objeto principal con que se funda- ba ésta era procurar la pronta salvación de la agricultura, y con ella la del país, promoviendo la construcción de canales y pantanos de riego por el Estado, ni hicimos nada de extraordi- nario ó genial ni adquirimos concepto ó categoría de inicia- dores, de precursores ó de Mesías; nos limitamos á llamar la atención hacia una fuente de riquezas naturales, los ríos, que hasta estos últimos tiempos no habían sido bien apreciadas en el mundo, preocupado en la explotación de otras más al alcan- ce de la vista, tales como la minería y la pesca; obedecimos á un movimiento universal que en el orden de la economía pú- blica se advierte, favorable al aprovechamiento agrícola de las aguas fluviales como obra de excepcional interés público y á cuya realización deben aplicarse las fuerzas colectivas de las naciones, movimiento respecto del cual España se había — 143 — retrasado, como en todo; por haberle absorbido en los últimos cuarenta años la desamortización y los ferrocarriles la escasa atención que le dejaban libre los combates de la política en las montañas y en el Parlamento. La Edad Moderna no ha sentido hasta hace pocos años, la pa- sión que sintió la Antig*ua por los rieg'os ni ha comprendido como ella la importancia social de los ríos en la economía de las naciones. Todavía en la Edad Antigua es de notar, para que nos expliquemos ciertos retrasos, que no fué nuestra raza jafé- tica, sino la raza maldecida de Cam, de paz con la mongólica, quien inició y desarrolló este sentido de economía, dando por fundamento á su política la dominación de los ríos, avasallados y domesticados con el freno de los diques y la cadena de los ca- nales y entregados como dóciles y laboriosos esclavos. al agri- cultor. El río Amarillo ó Hvang-Ho y el Yangtsé-Kiang en China, el Tigris y el Eufrates en la Caldea, el Nilo en Egipto. engendraron tres civilizaciones originales y prodigiosas que llenan la historia del mundo hasta el advenimiento de Grecia y Roma, discípulas suyas y maestras nuestras. Hace cuatro mil años comenzó China su red de canales, que ha seguido desarrollándose de siglo en siglo y es hoy la más vasta del pla- neta, formando parte de ella alguno que mide 5.000 kilóme- tros de longitud, entre Cantón y Pekín, suficiente para cruzar siete veces nuestra Península. Confucio dice de Yu, fundador mítico del Imperio después del diluvio, que todos sus esfuer- zos se resumían en la construcción de canales, de los cuales hizo base para la división administrativa del territorio; y así vemos que en diversas épocas de su historia, el Estado Chino ha tenido en el Gobierno un ministro llamado de las Agrias y encargado exclusivamente de fomentar los riegos, prevenir las inundaciones y reparar las obras hidráulicas de aquel vas- tísimo Imperio que cuenta 230 millones de habitantes, tanto como trece veces la población de España. Mucho más antigua que China es la nación de Egipto, pues — 144 — se han descubierto y se conservan estatuas talladas hace más de seis mil años, y ya en esa fecha estaba canalizado el Niló^ pues sin tal canalización que reg'ularizase la inundación perió- dica del río y la hiciera lleg-ar á las tierras altas, el valle entero habría sido alternativamente pantano y desierto y ningún pue- blo habría podido asentarse en sus orillas. Aquella civilización portentosa, que contaba los años de existencia por millares y las ciudades por cientos y los templos y palacios por miles cuando Grecia y Roma no habían empezado aún á alborear, que poseían escuelas de ciencia, literatura floreciente, teogo- nias riquísimas, sistemas arquitectónicos, escritura, navega- ción, industria, minas, bibliotecas, fué exclusiva obra de un río, el río divino, el rio creador, amaestrado y dirigido por la ciencia hidráulica que allí, á fuerza de siglos de experiencia hubo de crearse al mismo compás que la nación se creaba, como condición necesaria que era de su existencia. De allí na- ció también, del vasto sistema de diques y canales en que des- cansaba la vida de todo el Estado, el que se formaran antes que en ninguna otra parte, vastas unidades políticas, pues el man- tenimiento de las obras hidráulicas á lo largo de todo el río era incompatible con el desmenuzamiento de la soberanía, (y les fué preciso á los hombres sujetarse, bajo pena de muerte, á aquella condición social que la Naturaleza les imponía). Y asi en su historia: siempre que alguna gran revolución se producía, siempre que la anarquía se señoreaba del país, rota la unidad del gobierno político, rota con ella la unidad de dirección de las obras hidráulicas, los diques descuidados reventaban, ce- gábanse los canales, el régimen de las aguas, alterado en una provincia, quedaba perturbado para todas y el desierto avan- zaba sobre el Egipto para sepultarlo bajo sus arenas, hasta que obrando por fin la reacción y el instinto de conservación de la vida colectiva é individual, volvía á reconstituirse la unidad del poder y empezaba la reconquista del suelo perdido, resta- bleciendo los diques y canales á su prístino estado. Per esto. — 145 — viviendo aquel gran pueblo sólo de lo que el río le procuraba, del loto que vegetaba en sus aguas, de los peces y aves acuáti- cas que mantenía, del trig*o y hortalizas que su fecundo tarquín y su riego hacían producir; dependiendo del río tan en abso- luto como el niño recién nacido depende del pecho de la nodri- za, no es maravilla que lo hubiesen divinizado y entonasen en loor suyo himnos sag'rados como uno mag'nífico cuyo texto se conoce por cierto papyro existente ahora en el Museo británico y al cual pertenecen las siguientes estrofas: «Salve, oh río Nilo, tú que vienes pacíficamente para dar la vida al Egipto; señor de los peces, generador del trigo, creador de la cffbada: lo que tú trabajas, es descanso para millones de desgraciados. Cuan- do tú faltas, los dioses se entristecen y los hombres se mueren. Pero cuando levantas tus aguas, la tierra se llena de alegría, regocíjanse los estomageos, todo ser vivo recibe su ración. Todo diente masca. Tú haces germinar las hierbas para el ganado y el incienso para los dioses. Invades con tus aguas el Alto y el Bajo Eg'ipto para llenar los graneros, para surtir la despensa de los pobres. Enjugas las lágrimas de todos los ojos y prodigas la abundancia de tus riquezas...» ¡Que los labradores de la Litera y del Somontano aprendan este himno para cantarlo al Ésera y al Ara cuando estos ríos hagan á sus campos la visita que les tienen prometida el día no lejano de la inauguración de los dos canales de Tamarite y de Sobrarbe! § ^•''~ ¿Quién nw^ecerd para si la Í7iscripción del rey Hammu- rahv^ — La civilización caldeo-asyria, una de las que más han contribuido al progreso de la humanidad, nacida cerca de la desembocadura del Eufrates y el Tigris, donde la Biblia coloca el Paraíso de Adán y de Eva, donde se inventó la astronomía, donde la agricultura alcanzó tal perfección, que apenas si ha adelantado nada después en tres mil años; el país encantado de los jardines colgantes, una de las siete maravillas del mun- do, asombro de los viajeros de la antigüedad, que han hecho 10 — 146 — i popular el nombre de Semíramis y Nabucodonosor; esa civili- zación que edificó ciudades tan g-ig-antescas como Nínive, como Babilonia, de muchas jornadas de circuito, cada una de las cuales conoció épocas de esplendor y fué asiento de dinas- tías reales autónomas, parece ser por lo menos tan antigua como Egipto y fué debida á sus grandes reyes agricultores é hidráulicos como Hammurabi, como Nabucodonosor, como Sennaqueril; á aquel admirable sistema de canales que po- nían en comunicación los dos ríos Eufrates y Tigris, regando á su paso abundantemente las vastas planicies de la Mesbpo- tamia; á que todos los ríos de la Asyria estaban sometidos á tributo, no dejando perder una gota de agua que cruzara por el territorio; á que, por eso, en un país como aquel donde no llovía nunca, producía la tierra cantidades increíbles de trigo, á razón de 200 por 1, como testificó el gran historiador Heró- doto y han comprobado los modernos, y vegetaba frondosa la palmera, con cuyo fruto fabricaban vino como nosotros con el fruto de la vid. De ahí que en las ruinas de aquellas ciuda- des, que perecieron y que han desaparecido juntamente con los canales asolados por la guerra, se descubran ahora inscrip- ciones numerosas referentes al rey Hammurabi, por ejemplo, que vivió hace tres mil seiscientos años, en las cuales se le en- salza por los canales que hizo construir tanto como por las vic- torias guerreras que obtuvo sobre sus enemigos, En una de ellas que tengo aquí copiada y es como de unos dos siglos anterior á Moisés, habla el rey mismo, diciendo: «Yo he construido el ca- nal Nahar Hammurabi, bendición de los habitantes de Babilo- nia; yo he transformado las llanuras desiertas en campos fera- ces; yo he dado á los moradores la fertilidad y la abundancia y he hecho del país una morada de delicias». — El día que el minis- tro de Fomento pueda escribir una inscripción así en el puen- te colgante de Monzón, entre los dos canales de Tamarite y de Sobrarbe, la gloria del Sr. Moret ó de quien sea se levantará tan alta como la del rey Hammurabi, y no la levantaría jamás í — 147 — ni aun á la altura de un tomillo, esta otra inscripción que la posteridad tiene reservada á nuestros estadistas, casi sin ex- cepción, para escribirla á g-uisa de epitafio sobre su sepulcro: «Yo he pronunciado á todos los vientos centenares de floridos discursos, que han hecho las delicias de tres docenas de amado- res de la buena literatura; las llanuras que encontré desiertas, las he dejado más desiertas todavía; con mi desgobierno, he ayudado cuanto he podido á la sequía, hasta no quedar en el país más hierba que la paja de mis decretos ni otras flores que las flores retóricas de mis discursos». Tales son, señores, los tres pueblos que en los primeros albo- res de la historia inventaron los canales de riego y que por el riego se levantaron á la mayor grandeza y que han quedado como tipo y modelo, no superado ni igualado siquiera después por nuestras razas occidentales, hasta nuestros mismos días. § ■^if'— Emprendamos sin vacilar, urgentemente^ esta obrareden- tora: dejemos de ser mal aventurados pródigos.— E\ problema ese de los riegos en grande como obra de utilidad social ha vuelto á plantearse con toda su antigua importancia en los úl- timos veinticinco años, así como ha ido creciendo la población y sintiéndose el vacío de la fenecida policía de abastos, y aumentando los apuros financieros de los Estados é imponién- dose la necesidad de fortalecer á la agricultura para que pueda resistir la competencia iQortal de la industria y el comercio, que se le llevan los brazos y los capitales; y así vemos, en los lu- g-ares más apartados del planeta, ocupados á los Gobiernos en ■estudiar los aprov-echamientos posibles de esa gran riqueza natural del agua que hasta ahora habían mirado con tanta in- diferencia, y en hacer sangrías enormes á los ríos para eman- cipar vastas extensiones de tierra de la dependencia irregular de las lluvias, y en proyectar obras tan gigantescas como los canales del Rhódano y los represamientos del Nilo, y hasta en celebrar Congresos internacionales para el estudio de todo lo — 148 — referente á la utilización de las ag*uas fluviales, como el cele- brado en París en 1889.— Ni aun el Eg-ipto se ha dormido sobre los laureles heredados, y su ag-ricultura progresa y toma vue- lo á ojos vistos, pasando rápidamente desde el cultivo tradicio- nal por vía de inmersión, al cultivo por vía de rieg-o, mucha más perfecto, construyendo canales como el de Ybrahimiéh, que fertiliza una faja de tierra de 260 kilómetros de larga por tres á seis de ancha, y ya proyecta pantanos como el de Koum- Ombos, que asegurando un caudal constante de 300 á 400 me- tros por segundo, extendería el beneficio del riego á casi toda el territorio de la nación.— La república de Chile, en América, heredó de los Incas y de los españoles multitud de obras de- canalización para el riego; pero lejos de descansar sobre tal gerencia, la ha acaudalado en muy vastas proporciones, sobre todo después de 1850, en medio de sus eternas discordias intes- tinas y de sus guerras en el exterior, al extremo de que hoy posee más de 400 acequias y canales, derivadas de cuarenta ríos, que riegan unos dos millones de hectáreas, es decir, mu- cho más que todo lo que riega España.— En la India, la gigan- tesca colonia de Asia, once ó doce veces más grande que nues- tra nación, cuando se posesionaron de ella los ingleses, exis- tían ya infinidad de obras hidráulicas, bastando recordar, por vía de ejemplo, que sólo en la presidencia de Uadras se conta- ban entre chicos y medianos 50.000 pantanos, con un desarro- llo de diques de unos 50.000 kilómetros por junto.— Pero á la mejor no llovía, y sobrevenían aquellas hambres terribles que tantas veces conmovieron á Europa y algunas de las cuales costó la vida á un millón de personas. Para remediarlo, el Go- bierno inglés se dio á construir canales, alguno tan colosal como el del Ganges, que deriva de este río ocho veces más- agua de la que lleva el Ebro en el verano cuando pasa por| Zaragoza (200 metros por segundo), habiendo gastado en po- cos años 1.600 millones de reales (cifra de 1878), y suministra- do riego á dos millones y medio de hectáreas, que es decir, k — 149 — una extensión doble de todo lo que España rieg^a, dos mil qui- nientos años después de haberle iniciado en este género de obras los fenicios. — No tardó en aprender la lección de Ingla- terra el Gobierno holandés en sus islas de Java y Sumatra {*?) la patria de las especias y del azúcar, donde la necesidad del riego se hacía sentir tanto como en el Indostán, y en 1886 des- tinó á esa especialidad una brigada de ingenieros dependien- tes del Vatesstaat ó Ministerio de las Aguas, lo cual, ya en 1891, á donde alcanzan mis noticias, llevaba hecho el estudio de las cuencas de 14 ríos con su correspondiente plan de canales, y tenía varios de éstos en vías de ejecución, habiéndose gastado con éxito siete millones de pesetas y manteniendo el propósito de continuar sin interrupción en los años sucesivos hasta haber convertido en regadío una extensión de 300 á 400.000 hectáreas. — Francia, en los últimos veinte años, ha aumenta- do sus riegos en 552.000 hectáreas, tanto como la mitad de todo lo que se riega en nuestra Península, habiendo crecido con ello la producción forrajera de aquella nación desde 300 millo- nes de quintales métricos á 500, que es decir, un aumento de ^00 millones de quintales, con un valor de 2.500 millones de reales; y no satisfecha con eso, todavía sigue concibiendo cana- les tan g'igautescos como los del Rhódano, que han de costar 200 millones de pesetas, que es más de lo que ha}' presupuesta- do para todos los canales y pantanos proyectados en España. — Hasta los Estados Unidos del Norte de América han entrado con ardor en esta nueva vía, menos de un siglo después de fundada la República y de ocupados sus inmensos territorios; y llevando á esa obra redentora el genio y la grandiosidad que pone en todo lo que emprende, ha constituido las compa- ñías constructoras por docenas y abierto canales y acequias por cientos y gastado centenares de millones de duros, seña- ladamente en los Estados de Wyoming, Idaho, Vtah , Nevada, Colorado y California, habiendo convertido en regadíos en solos quince años, un millón de hectáreas, que es decir, doble de lo — 150 — que se riega en el Piamonte y en Lombardía y en la vega cen- tral del Ebro, que son las zonas de regadío más extensas de Europa, con la particularidad de haberse aplicado con fre- cuencia los procedimientos de colonización característicos de los yanquis, que á mi juicio será preciso imitar en su día en la zona inferior de nuestros dos canales de Tamarite y de Sobrar- be, á saber: que después de concebido un plan general de rie- go en una comarca enteramente despoblada, y de ejecutadas las obras y preparado todo para sembrar y regar y construido el ferrocarril y los caminos, buscan los colonos que han de poblar y poner en cultivo aquellas hasta entonces áridas y vír- genes soledades. En presencia de esta actividad tan prodigiosa y tan fecunda que abarca casi todo el planeta, desde el Egipto á América, des- de el Indostán á Francia, desde Suiza á Australia, — pues todavía no os he hablado, por abreviar, del Cantón de Valais ni de la Nueva Gales del Sud, como tampoco de Bélgica;— á la vista de tantos Gobiernos previsores que saben gobernar y de tantos pueblos sanos y despiertos que saben darse Gobiernos dignos de tal nombre, yo no puedo menos de volver la vista á nues- tros Poderes y á nuestro pueblo y sentir la más profunda tris- teza: yo no puedo menos de recordar que antes que todos esos Gobiernos ó al mismo tiempo que ellos, el Gobierno español, en los años de 1860 al 64, dispuso el estudio de las cuencas hidrográficas de la Península y la formación de un plan gene- ral de canales y pantanos; que en 1865 se promulgó una ley destinando de la desamortización 100 millones de reales para fomentar los riegos, y que en los años transcurridos desde entonces no se ha dado un sólo pico, mientras en derredor nuestro todo era animación y movimiento, sin que fuera parte á despertarnos de nuestro letargo el estampido de tantos mi- llones de barrenos que atronaban el espacio al otro lado de nuestras fronteras, mudando el curso de los ríos y surcando de canales todo el planeta; — yo no puedo pensar sin amargura — IM — que cuando espíritus desinteresados y cristianos crearon aquí una asociación que hiciera veces de acicate y despertador, tal como la Cámara Ag-rícola del Alto Arag-ón, á impulsos del pa- triotismo más puro y de la compasión infinita que les inspira- ban los labradores de la provincia, víctimas un año y otro año de la sequía, abriendo la puerta á todos, y más aún que eso, yendo á buscarlos á sus casas, solicitándolos y ofreciéndoles hidalgamente la dirección y las responsabilidades de la socie- dad, ha habido algunos que se han puesto efectivamente en movimiento, pero no para venir ala Cámara ó trabajar por el país, sino para declararse sus enemigos j hacerle la guerra, prefiriendo al papel de redentores del Alto Aragón, el de cóm- plices de la sequía y azotes voluntarios de Dios; — yo no puedo recordar sm pena que la miseria persistente que antes padecía Flandes decidió al Gobierno belga á colonizar las desoladas planicies de la Campine, gastando en obras de riego 100 mi- llones de reales; y que las hambres que diezmaban periódica- mente la India movieron al Gobierno inglés á construir cana- les para conjurarlas por valor de 1.600 millones de reales; y que á nuestros Gobiernos no les ha movido á cosa igual ni pa- recida la miseria crónica de este pobre país alto- aragonés, engendrada por la sequía, que el Sr. Castelar tenía con razón por dolencia más grave que las inundaciones de Levante y que los terremotos de Andalucía; — yo no puedo mirar la clara co- rriente del Ésera y del Cinca, cuando recorro la carretera de Barbastro á Graus, sin pensar que es la sangre y la fortuna del Alto Aragón, despreciadas y tiradas culpablemente al mar por nosotros, malaventurados pródigos, que luego gimotea- mos, diciéndonos los desheredados del mundo, cuando debe- ríamos estar agradeciendo al cielo una de las más ricas y cuantiosas herencias que existen sin ocupar aún en toda la Europa occidental. — En ese raudal bullicioso de los dos ríos, yo no veo el simple derretimiento de aquellas montañas de nieve que en la primavera contempláis desde aquí, tan gran- — 152 — diosas y tan bellas: veo en él como un tren de vagones sin fin, cargados con todo linaje de riquezas, que llama á las puertas de todas las casas brindándolas hartura y descanso: tenéis hambre, alto-aragoneses, y el río es pan para alimentaros; te- néis frío, y el río es lana para cubriros; tenéis sed, y el río es sandías y melones, es tomates, es pepinos, es peras, es cardo, ciruelas y melocotones, es grosella y fresas; envidiáis las pra- derías de otros pueblos y su industria pecuaria, tan descansa- da y socorrida, y el río bullicioso transporta rebaños de vacas y cerros de forraje; tenéis la carretera ociosa, lamentando no poseer cosa alguna exportable para llevar al ferrocarril, y el río es aceite, es fruta, es queso y manteca, es cáñamo, es seda, es azúcar, es pieles; sentís falta de abonos, y el río es estiércol para vuestros campos agotados; oís estremecidos, golpeando á porfía vuestras puertas, al agente del Fisco y al usurero, con- minando con la ejecución, y el río es oro para libraros de su odiosa presencia y salvar de su rapacidad el patrimonio; con- templáis al país, con los ojos anublados por la tristeza, como una lámpara llegada al fin de la jornada, con la torcida seca y apagándose por instantes, y el río es aceite para renovar sus energías, infundirle nuevo espíritu y hacerle aparecer otra vez radiante y luminoso en este ciclo de luceros que forma la Europa civilizada de nuestro siglo; os sentís fatigados de una lucha sin término y sin esperanza, en que trabajáis como jor- naleros gratis y de afición, pues apenas si un año de cada cuatro encuentra vuestro trabajo recompensa y el río es bolsa de intendente colmada hasta los bordes, premio y corona para el joven, retiro y descanso para el viejo, y fuerza y robustez para esta pobre patria agonizante que ahora se disipa y corre á la continua, desmenuzada y exangüe, á perderse en los abis- mos del Mediterráneo. — Montón de nieve en la montaña es montón de harina en el llano, si sabéis abrir una arteria entre el llano y la montaña. Aquellos depósitos de deslumbrante blancura que se forman á nuestra vista en la cumbre del Piri- i — 153 — neo, no dicen más que frío para el hombre indolente y que todo lo espera de las nubes; pero se transfiguran en relucien- tes barras de plata para los pueblos industriosos que trabajan con el entendimiento más que con las manos y saben encau- zar las fuerzas de la Naturaleza, tomando en serio su papel de colaboradores en el plan divino de la creación. I 5.° — El agua que no da la vida, la qtiita. — 'Pues todavía no son eso sólo: aquellos vastos almacenes de nieve son respecto de la sequía lo que los almacenes de pólvora respecto de la gue- rra; y cuando hemos enterrado tantos y tantos millones en el Pirineo para levantar fortalezas en vista de una invasión even tual de bayonetas extranjeras, es ya hora de dedicar algunos millones para abrir canales en vista de una invasión cierta de abrasadores rayos de sol. Yo no veo, señores, diferencia esen- cial entre la invasión del territorio por un ejército y la inva- sión del territorio por la sequía, salvo que esta última es más segura, más frecuente y más dañosa que aquélla, y que las armas para rechazar la primera son fusiles y cañones y las ar- mas para rechazar la segunda son las filas del agua de los ríos, de los canales y de las acequias. Pues figuraos que des- cendiesen por los ríos, en vez de agua, cañones y fusiles llo- vidos por las nubes en el Pirineo, y que tuviésemos la segu- ridad de que el año que viene^ ó á más tardar dentro de dos años, entrarían ejércitos franceses á incendiar nuestras cose- chas, y que en vez de apresurarnos á salir al Cinca, al Ése- ra, al Gallego, á hacer provisión de material de guerra, lo de- jábamos tranquilamente correr al mar, y que los franceses nos cogían desprevenidos y desarmados y nos arrasaban las huertas y nos incendiaban las mieses y los olivos y nos obli- gaban á emigrar en fuerza de miseria: ¿creéis, señores, que si tal hiciéramos podríamos aspirar con justicia á ser tenidos por personas en uso de razón y España por nación europea y civilizada, y que no mereceríamos más bien que Francia ó — 164 — Inglaterra nos hiciesen el favor de conquistarnos y de admi- nistrarnos nuestro patrimonio, como personas incapaces de gobernarse á sí propias y necesitadas de tutela? Pues eso que sería una demencia de parte nuestra en el caso de una gue- rra, eso estamos haciendo ahora enfrente de una sequía; que sabemos de cierto que el sol ha de abrasarnos los olivares y los campos de cada cinco años los tres, y los fusiles y la pól- vora con que habríamos de ahuyentar esa plaga los miramos correr por el Cinca y el Ésera con la misma indiferencia que si fuesen cosa extraña á nosotros mismos, y nos vamos de rogativa, descalzos y llorosos, á las , ermitas de los montes, para pedirle á Dios que mude de sistema de año en año en el gobierno de la atmósfera y nos riegue la tierra coa agua llovi- da de milagro, porque á nosotros no nos viene bien regar con aquella otra que nos llovió á su tiempo y que murmura á toda hora bendiciones y promesas rodando fresca y regocijada por el lecho de los ríos. ¡Ah, señores! ¡Qué lección tan terrible, hace pocos meses, en esta nuestra provincia infortunada! Era el mes de las flores, cuando en todas partes la tierra se viste con su traje nupcial para celebrar las bodas fecundas de las plantas y rebosa la vida entre océanos de luz y orgías de colores; en el Alto Aragón se había saltado desde el invierno al estío, aborta- da la primavera por falla de humedad: el pueblo de Santa Eula- lia, asociado con otros dos, inundada el alma de fe y de tristeza, cruzaba el río Gallego en una barca con dirección al santuario de la virgen de Murillo,á ñn de implorar el beneficio de la llu- via para los campos agostados por ia sequía. Habían pasado sin tropiezo en una primera barca los niños; en otra los hom- bres; al tercer viaje entraron en la barca las mujeres. A la mitad del río la barca se abrió de parte á parte y ochenta mujeres caye- ron al agua: catorce de ellas no pudieron resistir la fuerza de la corriente, y allí, á la vista de sus padres y de sus maridos, pre- sa del terror y de la desesperación, entre los gritos desgarrado- res de sus hijos que contemplaban la espantosa escena desde — 165 — la orilla, quedaron ahogadas en el fondo del río, dejando 40 huérfanos que habrían sido útiles ciudadanos educados por la madre, y que privados de ese ángel tutelar, irán un día tal vez á aumentar la población penal de los presidios, si no es que alguno, ¡espanta pensarlo! no avanza hasta las gradas del patíbulo. Más afortunado un niño de pocos meses que iba en brazos de su madre, se ahogó con ésta, habiéndose encontra- do su pequeño cadáver fuertemente abrazado con el de aqué- lla cuando los sacaron del fondo del río. ¡Ah, señores!, el agua que no da la vida, la quita. Parecía como si Dios gritara á los romeros desde la orilla, por labios de la imagen que llevaban procesionalmente al santuario: «Si no os doy lluvia, os he dado otra cosa que vale más que la lluvia: os he dado la inteligen- cia: año tras año venís pidiéndome agua para vuestras cosechas; pero ¿es que estáis ciegos, que no acabáis de verla? Ahí la te- néis, miradla». Y quince personas encontraron muerte cruel en aquel soberbio raudal, engrosado por las nieves, que habría bastado para regar los campos de Santa Eulalia y de cien po- blaciones más y comunicar la vida á una comarca feracísima tan extensa como la de los Monegros, y hacer de ella el pri- mer granero de España y uno de los más hermosos paraísos de la Europa meridional. § ^.""—Tausie dio en el siglo XVI ejem'plo de virilidad y de fortaleza. — Yo no sé, yo no sé si alguno de vosotros, señores, se extrañará de que atribu3^a importancia tan capital y tan decisivo influjo á los canales de riego y cifre en ellos el por- venir entero del Alto Aragón. Quien tal extrañeza sintiese pro- baría que había olvidado que nuestros dos canales de Sobrar- be y de Tamarite extienden su acción directa á 200.000 hectá- reas de secanos, que es decir, tanto como suman los otros 25 ó 30 proyectos de canales y de pantanos que han pasado por el Ministerio de Fomento y que afectan á 22 provincias; sería que no había calculado lo que representan esos 2.000 kilóme- — 156 — tros cuadrados de zona regable en relación con los mayores regadíos de España y de Europa; y sería preciso que recorrie- se la Península con la cinta de medir y la tabla de multiplicar en la mano y calculase por sí la cabida de las más renombra- das huertas que la España moderna heredó de los árabes y que éstos habían heredado probablemente de godos y romanos. ¿Habéis oído hablar de la famosa vega de Granada? Mide unos tres kilómetros de anchura media por 25 de longitud, y apro- vecha las aguas de cuatro ríos, el Dilar, el Monachil, el Genil y el famoso Darro, tan amado de los poetas, que cruza por bajo de una bóveda la ciudad de Granada, después de haberse -contemplado en sus aguas la maravillosa Alhambra y el por- tentoso Generalife; el río Genil, surtido en el verano por la nieve de Sierra Nevada y acaudalado por numerosos afluen- tes; pues todo eso, aprovechando hasta la última gota á partir de Agosto, gracias al tañido de la célebre campana de la Vela, que marca con precisión matemática las horas que correspon- den á cada grupo de regantes, todo eso representa unas 12.000 hectáreas de regadío. — La huerta fértilísima de Murcia se halla regada por el río Segura, uno de los mayores de España entre los que desembocan en el mar, aquel que produjo con el Gua- ■dalentín las inundaciones apocalípticas de 1884 en que pere- cieron más de 800 personas y pusieron en conmoción á Euro- pa y para prevenir las cuales se celebró un Congreso especial en 1885 (en Murcia); y han consignado las Cortes este año en el presupuesto de la nación una primera partida de un millón de pesetas; constituye uno de ios focos mayores de riqueza que existen en el riquísimo litoral levantino, centro de exportación de naranjas, limones, granadas, almendras, higos y pasas, palmas, lino, boniatos, etc., en cantidades increíbles; deriva del río los dos famosos canales moriscos de Aljufier y de Ba- rreras, y la administración de sus aguas es modelo que vie- nen á estudiar hasta los extranjeros. Pues esa huerta mide una longitud de 25 kilómetros por 7 de anchura media, ó sea — 157 — 10.769 hectáreas, incluyendo la superficie ocupada por las veg-as de los pueblos comprendidos dentro de aquel límite. — La huerta de Valencia, el jardín de España, tan suspirada de moros, tan envidiada de cristianos, la herencia más es- pléndida legada por los siglos medios á la corona aragonesa, con sus celebérrimos ocho canales antiguos de Moneada, de Cuarte, de Tormos, de Mislata, de Mestalla, de Fabara, de Res- caña y de Rovella, que consumen en junto 10 metros cúbicos de agua por segundo, con su famoso Tribunal de Aguas que ha mantenido vivas las tradiciones del Gobierno popular á través de tres siglos de absolutismo, esa huerta, una de las oficinas de producción de frutos tropicales más activas que hay alrededor del Mediterráneo, ocupa una superficie de 14.000 hectáreas. — La plana de Castellón, de donde se exportan naranjas, algarro- bas, aceite, cáñamo, vinos, azúcar y hasta melones de Guardo- mar, que van á Inglaterra; cuya tierra vale hasta 36.000 reales hectárea, no contados los naranjales, que éstos llegan á pagar- se á 4,000 duros, regada por cuatro canales, los de Villarreal y Burriana á la derecha del Mijares y los de Almanzora y Cas- tellón á la izquierda cuyo beneficio alcanza á multitud de po- blaciones importantes de 5.000, 6.000, 10.000, 14.000 y hasta de 25.000 almas; esa plana por la cual crucé un día lleno de admi- ración y ¿por qué no decirlo? de tristeza también, pensando que España no volverá á ser políticamente lo que ha sido mien- tras no sea toda ella agTonómicamente Plana de Castellón; esa vega, repito, mide por junto una cabida de 10.000 hectáreas escasamente. — Sumad ahora: 10 á 12.000 hectáreas Granada, 11.000 Murcia, 14.000 Valencia, 10.000 Castellón; total, unas 45.000. Aunque rebajéis prudentemente la superficie calculada para la zona regable de nuestros dos canales de Sobrarbey Ta- marite á menos de la mitad, á 90.000 hectáreas, resulta que caben en ella á un mismo tiempo dos vegas de Granada, dos vegas de Murcia, dos vegas de Valencia y dos vegas de Caste- llón. ¿Veis ahora claro, señores, si valía la pena fundar una — 158 — Cámara Agrícola con el objeto casi exclusivo de promover por todos los medios la construcción de esos dos canales, y si son patriotas aquellos pobres dementes que reventarían de gusto el día que vieran disolverse ó fracasar en su intento patriótico nuestra sociedad? Pues todavía quiero hacérselo comprender más claramente, buscando términos de comparación más cerca de nosotros. He hablado de los rieg-os antiguos de la Península: vengamos ahora á los modernos; y para hablar de riegos modernos, dicho se está que hay que venir á Aragón. La región central de la cuenca del Ebro, desde Miranda á Zaragoza y desde Calatayud á Pam- piona, constituye la zona de riegos más extensa que existe en toda Europa, descontando tan sólo el Norte de Italia. Pues to- das las aguas de esa región tan feraz y tan admirablemente cultivada, las acequias de Lodosa; la famosa Mejana de Tudela; el canal de Tauste comenzado en el siglo xvi que acredita á esta villa de heroica en el más alto grado y es un ejemplo de viri- lidad y de fortaleza que la generación presente haría bien en emular; el canal Imperial de Aragón, el mayor de España, para concluir el cual hubo que recurrir á los banqueros de Holanda y á los reyes de España, y cuya historia es una verdadera epo- peya que ha valido al gran aragonés Pignatelli hace pocos me- ses la gloria de un centenario; las acequias del río Ega en Es- tella, Lerín, Azagro y Andosilla; los riegos del río Arba en Egea y Tauste; las veinte acequias del río Aragón, que riegan los tér- minos de Murillo, Carcastillo, Villafranca, Yaltierra, Puente la Reina, Peralta, Tafalla, Olite, etc., etc.; las diez acequias del río Isegua, que fertilizan la mejor parte de la Rioja, Al- berite, Villamediana, Logroño y seis poblaciones más; los vas- tos riegos de Calahorra y su partido, derivados del río Cidacos; las innumerables sangrías del río Alhama, uno de los mejor aprovechados de España, que riega á Fitero, Corella, Alfaro, Tudela, Cintruénigo y otros más, en cuyos términos se queda entero el río en el verano, llegando seco á la desembocadura; — 159 — las acequias del Queiles, á quien deben su frondosidad Cascante, Tarazona, Tudela y Monteag-udo, cuyas huertas consumen todo el río hasta la última g*ota; el opulento Jalón, llamado el río de la fruta con sus tributarios el Giloca, el Miedes, el Piedra y otros, verdadero reino de Pomona, que pasa como nabab esplén- dido inundando de peras, de manzanas, de melocotones, de ci- ruelas, de sandías, perfumadas y olorosas de todos los gustos y de todos los colores, para el surtido de media España desde Ma- drid á Cádiz, desde Alicante á Bilbao, los encantados paraísos de Cetina, Monreal, Ariza, Bubierca, Xuévalos, Ateca, Calatayud, Munebrig-a, Campiel, Paracuellos, La Almunia, Calatorao y 20 jÓ 30 más, todas esas acequias, todos esos canales, todos esos ríos, el Ebro, el Alhama, el Aragón, el Cidacos, el Isegua, el Jalón, el Arba, el Queiles y otros varios que se escapan á la memoria, vivifica el suelo aragonés, navarro y riojano, por una dichosa conjunción del arte con la naturaleza, riegan unas 150.000 hectáreas: nuestros dos canales de la derecha y de la izquierda del Cinca están calculados para regar más, unas 200.000 y no así como quiera, diseminadas por una vasta ex- tensión dependiente de tres ó cuatro provincias, sino juntas todas y recogidas desde Sariñena á Fraga y desde Barbastro á Lérida, formando como una nación en pequeño, de poca fa- chada y mucho fondo, con más población que algunas de las pequeñas nacionalidades de los Balkanes, con un cuadricula- do espeso de carreteras, tranvías y ferrocarriles en continua agitación y movimiento, con una red de acequias y brazales que reproduce la red de venas y arterias del cuerpo humano; esmaltada por millares de aldeas, alquerías, cortijadas y fábri- cas entre ciudad y ciudad, entre villa y villa, preparando la total urbanización de ese vasto oasis, gloria y orgullo de Es- paña, que tendrá por puerto de salida para ponerse al habla con los mercados del mundo, el puerto de Tarragona, y que evitará el dolor de la emigración á esas inteligentes y laborio- sas razas del Pirineo, que ahora tienen que buscarse, expulsa- — 160 — das por la miseria, una nueva patria en Cataluña, en Francia, en Argelia, en Cuba, y en Buenos Aires. § 1° — Importancia excepcional que tienen los dos canales de la derecha y de la izquierda del Cinca.—I>éhQ?,Q esto, señores, á la estructura privileg-iada y única de esta región del planeta en que habitamos: en España, no creo que exista ninguna otra que pueda comparársele en este respecto de la relación entre agua y tierra, y en Europa solamente conozco uno, el Piamon- te y la Lombardía. El establecimiento de riegos en vasta esca- la es imposible donde no concurran dos circunstancias esen- ciales que la Naturaleza ha prodigado mucho separadas, pero muy poco reunidas: montañas muy altas, coronadas de nieves perpetuas, de donde fluyan ríos de caudal copioso y constante durante el verano; y llanuras de gran desarrollo, de suelo fér- til y de clima cálido, que estén cruzadas por aquellos ríos. En España, por desgracia, las nieves perpetuas son punto menos que desconocidas: apenas si pueden señalarse otras que las de Picos de Europa en Asturias y Sierra Nevada en Andalucía: en el Pirineo sólo las hay, y aun esas relativas, hacia el cen- tro de la Cordillera, cabalmente donde tienen su nacimiento los ríos Ara, Ésera, y demás afluentes superiores del Cinca. Así, estudiando los aforos practicados por las Divisiones hidrológi- cas, observareis que hasta el mes de Mayo inclusive, los ríos de España son ríos europeos, arrastran cantidades enormes de agua, expresadas por centenares de metros cúbicos al segundo; mas en llegando Junio quedan reducidos á riachueros, aforan- do unos estiajes que causa pena. Pero asomaos á corto trecho de aquí y veréis que al Ara y al Ésera no les pasa otro tanto: durante los meses de Junio y Julio conservan su caudal de 25 á 50 metros cúbicos por segundo, debido á los vientos calientes que soplan de Mediodía y derriten las nieves de los picos más altos del Pirineo, determinando una crecida diaria muy curiosa que parece reproducir el fenómeno del flujo y reflujo del mar; — 161 — allá por Graus, la crecida mayor tiene lugar durante la noche, porque el agua derretida con el calor del día necesita algunas horas para llegar; y así, los que tienen la buena costumbre de madrugar advierten que la arena de las orillas, que había quedado seca por la tarde, está mojada á la madrugada, lo mismo que las playas del mar cuando acaba de retirarse de ellas la marea. — Resulta de aquí un hecho en que la gente no cae fácilmente, no obstante ser tan natural y lógico, por lo poco estudiadas que están estas materias. Todos sabéis que el Tajo y el Guadiana figuran entre los cinco ríos mayores de Espa- ña: pues bien, en los meses de Junio y Julio, el Ésera (y quien dice Ésera dice Ara, porque vienen á ser, con corta diferencia, iguales), el Ésera lleva tanta agua como el Tajo cuando pasa por Toledo y veinte veces más agua que el Guadiana cuando pasa por Badajoz. Sabéis también que el Ebro es el río más caudaloso de la Península; pues en el mes de Julio, el Cinca, formado principalmente del Ara y del Ésera, lleva tanta agua como el Ebro cuando pasa por Zaragoza y aun después de habérsele juntado el Gallego. Y es que los tributarios del Ebro por aquella parte del Pirineo, como el Gallego mismo y el Ara- gón, experimentan la baja antes ya de que principie el vera- no, por carecer de nieves perpetuas que los alimenten, suce- diéndoles en Junio y Julio lo que á los nuestros. Ara, Ésera y Cinqueta, les pasa dos meses después, en Agosto y Septiem- bre, que se les acaba también la provisión de nieve y dismi- nuye su caudal en una mitad. Ved por donde, señores, habría sido una fortuna para nosotros que cuando se formó por vía de levantamiento, en las épocas geológicas, nuestro Pirineo, se hubiese levantado un poco más, hubiera quedado un kiló- metro siquiera más alto, porque nevaría más en él y retendría nieve en grandes cantidades para surtir los ríos durante todo el verano, como sucede en los Alpes, que tributan al Adda, al Tesino, al Chiese, al Mincio y otros ríos 385 metros por segun- do durante los mayores calores, engendrando los maravillosos 11 — 162 — rieg^os de Piamonte y Lombardía, que fig-urarán pDr sig-los á la cabeza de todos los de Europa. A todo esto me diréis: — «Bueno; ya lo hemos comprendido; no se canse usted más; estamos perfectamente convencidos de la importancia excepcional que tienen nuestros dos canales de la derecha y de la izquierda del Cinca; pero ¿qué vamos á hacer de tanto reg-ano? ¿á qué vamos á dedicarlo? Por otra parte, somos cuatro g-atos en comparación de la gente que será menester para cultivar tan vasta extensión de reg-adío; no po- dremos contar ni aun con los jornaleros de ahora, porque con el canal se habrán emancipado, habrán ascendido á propieta- rios y cada cual trabajará lo suyo y aun se dará lustre buscan- do jornaleros para su servicio; ¿de dónde sacamos brazos? No tenemos ahora bastante estiércol ni aun para el secano, que sólo rinde una cosecha cada tres años: ¿de dónde lo sacaremos para el reg-adío, que ha de producir tres cosechas cada año? Además, hay que preparar la tierra para recibir el beneficio. del agua: el trabajo de arrobadera es muy caro; no tene- mos un cuarto; estamos empeñados: ¿de dónde sacamos di- nero A la verdad, muchas preguntas son para contestadas en poco rato y entre las prisas que tenéis para tomar el cami- no de vuestros pueblos; pero más ó menos es fuerza contes- tarlas, porque constituyen otros tanlos problemas parciales contenidos dentro del total problema de los canales de riego, el cual depende en buena parte de ellos, como lo prueba el que esas mismas preguntas se nos han hecho con carácter ya de objeciones, en los centros oficiales, cuando se ha presentado en ellos la Comisión de la Cámara y de los Ayuntamientos que fué á Madrid hace tres meses á remover los expedientes del pantano de Roldan y del canal de Tamarite. § S.^'—Desimo que delen dar los ladradores al agua de los cana- les.— Principiemos por el principio: destino que deben dar los I — 163 — labradores al ag-aa de los canales, una vez que éstos se hallen en estado de funcionar. Es el problema tan g-rave y difícil de la transformación de los cultivos. (Yo teng-o formada mi opi- nión sobre el particular hace muchos años; no es la primera ni la seg'unda vez que lo expongo en público; y aunque he se- g-uido estudiando el problema con posterioridad, no he hallado motivo para rectificarme). En mi opinión, esos 35 ó 37 metros cúbicos de ag-ua por seg-undo debe destinarse á los siguientes fines y por el mismo orden que los enumero: 1.° Huerta en pequeño para la producción de hortalizas con destino al consumo local, y riego de los olivares existen- tes mientras no parezca conveniente arrasarlos para dedicar el suelo á cultivos más productivos. 2.° Producción de forrajes y tubérculos en grande para la cría y el recrío de ganado (vacas, ovejas y muías) á saber: al- falfa, esparceta, trébol rojo, veza, nabos y remolachas. 3.° Producción de cereales, en grande también , trigo y ce- bada, y aún algo de arroz para el consumo del país, de la va- riedad japonesa que vegeta con riego intermitente, sin exigir el encharcamiento. 4.° Piscicultura, ó cría doméstica de peces por el sistema practicado de inmemorial con tan maravilloso éxito, en Co- chinchina y el Toukín. 5.° Producción de frutas para la exportación, unas en es- tado fresco y otras secas, en conserva y en confituras, manza- nas, peras, melocotones, cerezas, ciruelas, albaricoques, higos, grosellas y frambuesas. 6.° Plantas industriales y granjerias rústicas relacionadas con ellas, lino, cáñanjo, seda, ramié, azúcar de remolacha y glucosa de patata. Dejaremos á un lado este último grupo, en el cual no se po- dría pensar probablemente hasta dentro de una generación, á pesar de que la industria azucarera se está aclimantado ya en la vega de Zaragoza y que la remolacha ha principiado á — 164 — ensayarse con éxito en la zona del canal de Urgel; que la cría del g-usano de seda vuelve á rehabilitarse hasta en el valle del Ésera, por consecuencia de la crisis de los viñedos; y que ten- go aquí un telegrama de Mr. Delamarc al Sr. Conde de San Juan comunicándole su propósito de montar ya ahora una fábrica de glucosa en Barbastro ó Monzón si encontraba la- bradores que se comprometieran para diez años á proporcio- narle un cierto número de toneladas de patatas cada añoj dejemos, digo, este grupo de plantas industriales, porque su cultivo á causa de ser muy intenso, muy agotador y requiere mucho abono y mucho trabajo manual, no podrá adoptar- se por punto general, sino al término de la serie, con el pro- greso de la población y del capital, y vengamos á los otro& grupos. De la huerta muy poco tengo que decir, porque es cosa que cae de su propio peso. La huerta se cultiva con uno de estos dos objetos: ó como cultivo doméstico, para el consumo directo de la casa del labrador, ó como cultivo industrial, para produ- cir hortalizas destinadas á la exportación. Ya hace diez y nue- ve siglos, hacia el tiempo en que nació Jesucristo, que los es- pañoles exportaban cardos á Roma por valor de muchos mi- llones. En nuestro tiempo, la exportación de cebollas, ajos,, pimientos, tomates, azafrán, anís, cominos, como también me- lones y sandías, á Francia é Inglaterra, ha tomado gran incre- mento, señaladamente de la costa de Levante, Játiba y Gan- día, porque son tan estimados por lo exquisitos, y sobre todo por lo tempranos, importando hoy unos 51 millones de reales el valor délo exportado por los dos conceptos de especias y hortalizas; y son bien conocidas de todos las fábricas de encur- tidos de la Rioja, cuyas latas dan la vuelta al mundo. Pues- bien, ni lo uno ni lo otro es para nosotros por el momento: cultivos é industrias así requieren brazos, capitales y hábitos mercantiles de que el Alto Aragón ha de carecer necesaria- mente durante mucho tiempo. La habilidad técnica de los — 165 — hortelanos de Barbastro, de Estada, de Monzón, de Fraga, que puede rivalizar con la de los riojanos y levantinos, servirá por el pronto como de levadura para propag-ar sus prácticas á los pueblos de secano que se rieguen ahora por primera vez, y se- rán simiente en reserva para cuando llegue la hora en que pueda pensarse en exportar hortalizas y frutas de huerta á Francia por el ferrocarril del Noguera, ya entonces construido, como ahora exportan en pequeño desde Estada á Graus^ desde Monzón á Benifar, etc.; pero por el momento, repito que no hay que pensar en huerta industrial. — Por eso he dicho: cultivo doméstico de hortaliza, cultivo de huerta en pequeño para el consumo local; y más claro: huerta para echar el hambre de casa, para que la miseria no penetre en los pueblos aunque entre en ellos la pobreza, que son cosa muy distinta, como dice el más expresivo de los refranes agrícolas que he encon- trado en los libros de los antiguos, y que vale él sólo por todo un libro de economía rural: «al año tuerto (ya sabéis que, en -español arcaico, año tuerto significa año malo)^ — al año tuerto, el huerto; al tuerto, tuerto, el huerto y el puerco; al tuerto, retuerto, el huerto, la cabra y el puerco». El refrán lo dice todo, y sólo añadiré á él una cosa: entre los cultivos de huerta, en el concepto doméstico en que ahora lo considero, deberá figurar en mi opinión, como planta no conocida en la pro- vincia, el arroz, ya sea de la variedad valenciana, donde abun- da el agua para encharcarlo, como lo cultiva con éxito el Di- putado Sr. Parra en la sierra de Segura, en condiciones de clima harto menos favorables que las de nuestra Litera y So- montano, 3'a sea de la variedad japonesa, que sólo necesita un riego por semana al principio y después dos, tal como lo ha ensayado el marqués de Camps, en Salt, cerca de Gero- na, con magnífico resultado, pues le produjo 217 simientes porcada una, ó sea 21.700 por 100; un poco más que el trigo como veis. Dejemos ya la huerta y descartémosla de nuestros cálculos, — 166 — dejándola reducida por ahora á ceñir de un estrecho cinturón de verde animador los suburbios de las poblaciones, de las aldeas y de los caseríos, y veng-amos á otra cosa. La primera gran aplicación que el agua de nuestros dos canales debe recibir es el cultivo de plantas forrajeras y de tubérculos para el gana- do. El divorcio en que ahora viven desde hace siglos, pero sobre todo desde la desamortización, la agricultura y la gana- dería, es una de las causas eficientes de la crisis crónica que aflige así á ganaderos como agricultores, y para remediarla antes que acabe de ahogarnos, tres cosas son urgentes: 1.*, re- ducir en los secanos el área de los cereales restituyendo á los pastos naturales una gran parte de las tierras de monte im- prudentemente descuajadas: 2.% sembrar de leguminosas de secano los barbechos en las tierras frescas que lo consientan, aún cuando para ello fuese necesario convertir el sistema de año y vez en cultivo de tres hojas: y 3." y principal , sangrar los ríos por medio de canales y acequias, represar los arroyos por pantanos y dedicarse á la producción intensiva de raíces, hierba y tubérculos por medio del riego. En tales condiciones, el ganado beneficia al labrador de dos maneras: directamente, produciendo crías, carne, leche, lana y pieles; é indirectamen- te, haciendo producir al trigo. Mirad qué cadena tan bien eslabonada: poca agua, poco fo- rraje; poco farraje, poco estiércol; poco estiércol, poco trigo. Labrador que no cultive tantas fanegadas de prado como de trigo, no le trae cuenta cultivar trigo, porque le sale más caro que si lo comprase en el mercado; esto dicen á coro en toda Europa y es tan verdad como el más cierto de los axiomas. — Ahí tenéis por qué en Inglaterra el trigo produce de 12 á 15 por uno y en España sólo de 5 á 7; y ahí tenéis por qué el agricultor inglés está próspero y el agricultor español en la miseria. ;Ah! me olvidaba, y ciertamente que no es para dado al olvido; el labrador inglés cosecha doble trigo que nosotros en igual unidad de tierra, pero además cría ganado para ven- — 167 — der, y ya podéis calcular lo que valen y representan 35 millo- nes de cabezas de g-anado lanar y tres millones de cabezas de g-anado vacuno, en quienes se cifra el org-ullo de la ag-ricultu- ra británica y su increíble prosperidad. — Hay que imitar á Inglaterra, si queremos lograr sus mismos resultados, desti- nando la mitad de la zona regable de nuestros dos canales á prados naturales, compuestos de plantas asociadas, agrósti- des, roas, festuras, bromos, solios y alopecuros, á prados arti- ficiales de esparceta, de trébol, de veza y de alfalfa según la calidad de las tierras y la cantidad de agua de que se dispon- ga en cada mes, y por último, á campo de nabos y remolachas forrajeras, introducidas con éxito hace muchísimo tiempo en la provincia, verbigracia, en Granen, por los señores Laguna, y hasta en la montana, por ejemplo en Graus. — Con esto se resuelven en parte dos de los problemas que me planteaban, dándolos por insolubles; la falta de brazos y la falta de capi- tal. La primera, porque la producción de hierba requiere mu- cha menos intervención del hombre que la producción de gra- no: está calculado que un hombre sólo basta para cuidar de 30 á 35 hectáreas de prado natural, que es decir, 200 á 250 fane- gas de tierra de nuestro país; y dos personas son suficientes para cuidar todo el ganado necesario á consumir y capitalizar la hierba producida en ellos. Por esta cuenta, no podrá sentir- se mucha falta de brazos. En la provincia de Santander, verbi- gracia, en Torrelavega, los colonos suelen tomar en arriendo dos hectáreas de tierra por cada familia, la una para huerta, en que siembran legumbres y maíz; la otra, para prado natu- ral, que se siembra una vez cada veinte años y mantiene una vaca: la hectárea de huerta le absorbe al colono seis meses de trabajo al año, la de prado no más que ocho días, y sin em- bargo, vienen á producirle igual, puesto que paga igual renta por la una que por la otra. Ahí tenéi j una solución provisio- nal al problema de los brazos.— Cuestión de capital. Los pra- dos no requieren que la tierra esté precisamente llana, for* — 168 — mando planos horizontales (1), como el cultivo de huerta, pon- go por caso ; al contrario, se ha notado que la hierba veg-eta mejor y se hace más alta cuando la tierra es algo pendiente, tanto, que en Alemania desnivelan de propio intento las tierras llanas, cuando las destinan á prados, formando planos inclina- dos en zig-zag, ó bien arriates, ora dobles ó simples á modo de tejado, gastando dinerales en el movimiento de tierras que eso requiere. Y como en los valles de nuestro Pirineo, por ejem- plo en el valle de Gistau, donde lo he visto, se riega y se gua- daña los prados de las laderas con una inclinación tan grande que es difícil sostenerse en ellos de pie, no veo la necesidad de gastar esos capitales que se dice en arrobar y abancalar las tierras de la zona de nuestros dos canales, las cuales, por otra parte, ó están arrobadas ya, ó son bastante llanas de suyo para no necesitar ese trabajo previo, al menos para prados. — Es verdad, volviendo á la cuestión de brazos, que ios prados artificiales requieren más trabajo manual que los prados per- manentes, pero siempre es mucho menos que el exigido por el cultivo cereal, y además, una hectárea de tales prados vale por tres ó cuatro de los otros, y aun por más. La alfalfa produce de 60 á 80.000 kilogramos de forraje verde por hectárea, equi- valentes á 20.000 de heno seco sustanciosísimo; el trébol rojo, de 7 á 10.000, también de heno seco; la esparceta, de 4 á 6.000; los nabos, de 50 á 60.000; la remolacha forrajera, de 80 á 150.000. Adoptando una cifra baja, de sólo 6.000 kilogramos de heno seco por hectárea como término medio de unas con otras, pra- dos naturales, prados artificiales y campos de nabos y de re- (1) Tierra pendiente.— IS-SiSta, está admitido'que la hierba vegeta tanto mejor en los prados regados cuanto más pendientes, á punto de que en les prados llanos de Alemania des-arroban el suelo para formar planos incli- nados en zig-zag ó formando arriates simples ó dobles, caballetes á modo de tejado que exigen gran movimiento de tierra y es costoso, á fin de imitar las pendientes naturales. — 169 — moladlas, las 75.000 hectáreas que doy por supuesto deben destinarse á este capítulo, arrojan un total de 450.000 tonela- das de 1.000 kilos cada una, con un valor de 18 millones de pesetas, suficientes á alimentar de 80 á 100.000 cabezas de g-a- nado vacuno ó su equivalente en cabezas de ganado lanar y mular. Tal vez alg-uno querrá preg-untar, todo espautado, qué vamos hacer de tantas vacas. ¡Vaya una dificultad! ¡Pues comérnoslas! Cabalmente, que no les gusta la carne á los mo- zos de la montaña, ni tampoco á los de la tierra baja, que cuando Ueg-a la fiesta del santo titular de cada pueblo, se cal- cula que en los dos ó tres días que dura salen á carnero por barba. Además, y bromas aparte, ocupamos una posición pri- vileg-iada, al paso del ferrocarril que cruza el istmo pirenaico de mar á mar, con el mercado de Zarag-oza á la derecha y el de Barcelona á la izquierda al alcance casi de la mano. Nunca podrá hablarse de exceso de producción de carne, tocando, como tocamos, á las puertas de un centro de consumo tan poderoso como toda la Cataluña industrial. Así pudieran decir otro tanto los g-alleg^os, que tienen que embarcar sus vacas para Inglaterra, por no poderse costear el transporte porferro- carril hasta Cataluña. Por otra parte, es casi una obra de cari- dad el producir mucha carne para que baje el precio, aquí don- de el 80 por 100 de la población no puede gustarla y en que los médicos tienen que prescribirla en clase de medicamento para los enfermos; en una nación como España, donde mueren de anemia miles y miles de personas, á vista de un remedio que una agricultura mejor entendida les habría podido propor- cionar. Y basta ya de ganado. Del trigo, como cosa más conocida, poco tendré que decir. Con un riego en Septiembre ú Octubre, para sazonar la tierra cuando no ha llovido, y dos en Abril y Mayo, cuando los ríos bajan llenos y por añadidura turbios, la cosecha es segura: con los cerros de estiércol formados por 100.000 vacas, la cosecha es cuantiosa, tocando el máximum — 170 — de producción, 25 á 30 hectolitros por hectárea, que es lo que obtiene la ag^ricultura inglesa con un suelo mucho peor; y no digo que 40 á 46 hectolitros, que es lo que rinden en el Me- diodía de Francia las tierras que pueden regarse cuatro veces, porque no crea nadie que exagero. Dedicando á este culti- vo 75.000 hectáreas de la zona regable, que es decir, una exten- sión igual á la de los prados, puede presuponerse un reudi- miento anuo de 1. SCO. 000 hectolitros de trigo, con un valor de 40 millones de pesetas, al precio bajo de 22 pesetas hecto- litro. ;Id á buscarlos ahora á vuestros graneros! No los encon- traréis: el Ara y el Ésera los han arrastrado al Cinca , el Cinca al Segre, el Segre al Ebro y el Ebro al mar. — Si me oponéis otra vez la dificultad de brazos, os diré que en la montaña sobran muchos, y en todo caso que á donde no llegan los bra- zos, llega el vapor; si me objetáis con la falta de capital para adquirir maquinaria, replicaré que hay ya en la provincia qfuien labra con arado de vapor á destajo, como en los Esta- dos Unidos, por un tanto alzado la fanega, el Sr. Conde de San Juan, benemérito de la agricultura aragonesa; si todavía in- sistierais en que ni aun el trabajo á destajo podíais pagar, lo cual, dicho así en tesis general ya no es exacto, responderé que también se ajusta el destajo á pagar en especie, con una par- te de la cosecha, como se hizo la siembra hace dos años, no por la labor, sino por la simiente, que faltaba en el país. En ningún caso quedarán sin sembrar las tierras luego que ten- gan segura la cosecha por medio del riego; y con esa cosecha segura y abundante, los grandes productores de cereales de- jarán de tener miedo al trigo norte-americano y al trigo ruso, los cuales no podrán hacerles competencia en las fábricas de harinas de Cataluña aun cuando se supriman del todo los de- rechos de Aduanas. Y llego á la piscicultura ó cría de pescado. Es éste un géne- ro de ganadería más descansada y al propio tiempo más lucra- tiva que la cría de vacas y de ovejas, y por de contado, mucho — 171 — más que la cría de conejos y gallinas: se halla al alcance de todos, por muy insignificante que sea la pieza de tierra que cultiven: fué inventada hace miles de años por la misma raza que inventó los ríeg-os, la raza mongólica, de la cual ha recibi- do en la práctica toda la importancia de una segunda agricul- tura; y no había llamado gran cosa la atención de los europeos hasta mediados de este siglo. Hoy existen en Europa y América multitud de establecimientos destinados á procurarse en gran des cantidades freza ó huevecillos de salmón, trucha, barbo, ro- llo, carpa, ostra y otras especies y ponerlos á la disposición de las corporaciones y particulares para repoblar los ríos, lagos, al- buferas y ensenadas. En España se ha creado uno de esos esta- blecimientos piscícolas, precisamente en Aragón, en el Monas- terio de Piedra, cerca de Alhama. Lo que no se ha generaliza- do, ni apenas introducido todavía, y ya tarda demasiado, es la piscicultura doméstica tal como se usa en el continente asiático frontero á nuestras Islas Filipinas. — En el Congreso de Aguas fluviales celebrado en París en 1889, el general chino Tchen- kitong, representaba la cría de peces en su país como íntima- mente ligada con la ag-ricultura : luego de alzada la cose- cha del arroz, en vez de dejar la tierra de barbecho durante el invierno, convierten los tablares ó eras en otros tantos es- tanques, dejando penetrar el agua en ellos, y les arrojan una escudilla de carpas recién nacidas, tomadas al efecto en las balsas donde se detiene el agua para el riego: así cosechan millones de kilos de pescado que se exporta ora en fresco, ora en seco ó salado, á todos los puntos del Imperio. — En Euro- pa no es del todo desconocido este sistema: en algunos pun- tos del Palatinado, al Mediodía de Alemania, los agricultores observan esta curiosa rotación: durante dos años, la tierra está encharcada y produce carpas, á razón de 1.000 (?) kilogramos por hectárea término medio de unas con otras; al tercer año se desagua para sembrar trigo, que da una soberbia cosecha con el abono de las deyecciones de los peces y los residuos or- — 172 — gañices depositados por el agua; hecha la siega, se encharca otra vez para poblarla nuevamente de carpas. — No es éste el género de piscicultura á que entendí referirme al registrar la cría de peces entre los modos de utilización del agua de nues- tros dos canales: la piscicultura que recomiendo por su senci- llez, que la hace accesible á todo el mundo, por los beneficios que dá, rinde y produce, incomparablemente superiores á los de toda otra granjeria rústica, y por haber causado estado en las prácticas de millones de hombres y llevar la sanción de la ex- periencia de muchos siglos, es la piscicultura usada en un país de Asia muy conocido de los españoles, por haber ayuda- do nuestro ejército al de Napoleón III para realizar su con- quista allá por el año 1865, y porque una parte de él se halla gobernada en lo religioso por dominicos españoles, divididos en tres vicariatos, con otros tantos obispos de la orden á su ca- beza, que han cristianizado unos 200.000 indígenas. El país en cuestión es el Tonkín y la Cochinchina. El sistema de explo- tación de estanques que practican aquellas gentes me es co- nocido por un misionero, Fray Manuel de las Rivas, que lo ex- puso en 1859 en un libro sobre el Imperio de Annam, y por un compañero suyo de orden, el Padre Martínez Vigil, que lo con- firmó en un discurso del Congreso de Geografía Mercantil ce- lebrado en Madrid en 1883, donde lo oí. Si vale ó no vale la pena dar importancia á esto, lo comprenderéis con sólo saber que el pescado criado en los estanques del Tonkín y de Co- chinchina equivalen «á una tercera y "abundante cosecha de arroz que se cogiese en todo el Imperio», ó más claro, que el producto de esa granjeria basta para alimentar la tercera par- te de la población, que es de 30 millones, y que á eso precisa- mente se atribuye su densidad que es un 150 por 100 mayor que en España (11.000 leguas cuadradas de territorio). Cada familia tonquinesa, lo mismo en las ciudades que en los pue- blos, explota uno ó más estanques, excavados en tierra, que miden generalmente de 40 á 80 varas de longitud los lados y — 173 — de dos y medio á tres de profundidad, formando rampa ó de- clive las paredes de la excavación. Alrededor plantan cañas bambúes de las más g-ruesas para que la den sombra y eviten la evaporación demasiado activa del ag-ua y el que ésta se ca- liente con la fuerza ad sol: á igual fin siembran en el agua cierta planta semejante a nuestros berros que nota en ella y sirve de abrigo y de quitasol á los peces. Seguidamente pue- blan el estanque con un enjambre de pececillos cogidos con una criba en otro estanque ya poblado. Los mantienen con los desperdicios de la cocina, con los frutillos de algunos arbustos que plantan de propósito cerca del estanque, y con los gusa- nos que se crían al pudrirse grandes fajos de paja de arroz co- locada con ese objeto en los declives del estanque. Resultado al cabo de un año: 1.500 á 2.000 peces como el brazo, de peso de tres á cuatros libras cada uno. Ahí tenéis una de las aplica- ciones de nuestros canales en proyecto, en que seguramente no pensaron sus autores. Mi aspiración es ésta: 20.000 familias, 20.000 estanques de dos á tres almudes de cabida cada uno^ en junto, 500 hectáreas: producción, 250 kilogramos por estan- que, ó sea en total, cinco millones de kilogramos equivalentes á 5.000 vacas cebadas para el matadero, carne sana y barata, disponible en todo tiempo, mejor que el conejar y el gallinero. Suponiendo que consuman la mitad los mismos productores, á razón de diez arrobas por familia al año, quedan dos millo- nes y medio de kilos para exportar á los demás pueblos de Aragón y de Cataluña, con un valor de 10 millones' de reales, al precio ínfimo de una peseta por kilo. Y vengo á la última de las aplicaciones que en mi opinión ha de recibir el agua de los canales y pantanos de la provin- cia: la producción de frutas para la exportación. £1 comercio de fruta aragonesa alcanza hoy una gran importancia, pero no tiene, ni con mucho la que debe tener, porque todo él es comercio interior, de provincia á provincia, no pasando la frontera, sino por rara excepción. Desde las riberas del Jalón — 174 — y del Giloca derrámanse las peras, las manzanas, los meloco- tones y duraznos por Madrid, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Málaga, Valencia, Alicante, San Sebastián y Bilbao, esto es, por más de la mitad de la Península, pero no van á Francia, ni á Ingia- terra, ni á Alemania, ni á los Estados Unidos, ni á Rusia, no obstante hallarse abiertos y trillados los caminos de esos merca- dos por las frutas de nuestro litoral, que se colocan allí en gran- des cantidades. Lo que España vende cada año al extranjero importa por junto unos 3.729 millones de reales: las partidas de más consideración entre las 60 (?) que arrojan ese total, son tres: 1."^, los vinos; 2.% los metales y minerales, y 3.^, las fru- tas: los vinos apreciados en 1.241 millones; los metales y mi- nerales en 729; y las frutas en 227. De estos 227 millones de fruta, las naranjas y los limones entran por 44 millones; las uvas por 42; las almendras por otros 42; las pasas por 58; las avellanas por 17; las aceitunas por 11, y las demás, nueces, pe ras, manzanas, albaricoques, ciruelas, etc., por 12 millones. ¿Os parece mucho? Pues es poquísimo en comparación de lo que debe y de lo que puede sei. Los cónsules de España en el ex- tranjero están clamando siempre en sus Memorias: «¡fruta! ¡fruta! traigan ustedes más fruta». El cónsul de Glasgow, en Es- cocia, nos dice: «traigan sobre todo higos secos, que se venden en la Gran Bretaña y en todo el Norte de Europa en cantidades fabulosas, merced á lo cual, los labradores del Algarbe que an- tes no podían comer, se han hecho ricos plantando de higueras los vastos eriales de aquella provincia portuguesa». El cónsul de Londres escribe: «traigan peras, melocotones y manzanas, pues los corredores de esta clase de fruta dicen que tendrán tan buena acogida como la tienen hace muchos tiempos las naranjas de Valencia, los melones de Guardamary las uvas de Almería, únicas frutas que aquí, como en Glasgow, llegan de España en estado fresco». El cónsul de Nueva- Orleans, en la América del Norte, dice: «traigan melocotones y peras de Ara- gón, que harán aquí seria competencia á las insípidas frutas — 17o — en conserva con que tiene inundada esta plaza Chicag-oy Cali- fornia».— Y ya que nombro los Estados Unidos, un dato á ellos referente nos dará mejor idea de la importancia que tiene ya hoy en el mundo la produción frutera: hace ya alg-unos años se calculaba para cada cosecha de manzanas, melocotones, peras y demás frutas congéneres en la gran república norte- americana un valor de 800 millones de pesetas, casi tanto como la mitad de su cosecha de trigo, que, como sabéis, es la más colosal del mundo. De esa cosecha traen á Europa inmensas cantidades, pero no en estado fresco, sino seca. Para secar tan enormes montañas de frutas empleando pocos brazos, pues de otro modo no sería posible, han tenido que renunciar á la de- secación al aire libre, que es la que practicamos en España, apelando á la desecación artificial, á cuyo efecto, han inventa- do grandes máquinas á vapor que pelan de dos á tres hectolitros de fruta por hora, dejando á un lado la parte útil y á otro las mondaduras y corazones con que fabrican sidra para que nada se pierda: luego de mondadas las frutas, pasan á otras má- quinas colosales, compuestas en sustancia de un gran nú- mero de zarzos de alambre que se mueven dentro de una co- lumna por donde circula una corriente de aire caliente, salvo en los Estados del Sur, que allí aprovechan el calor solar me- diante un sistema de hornos construidos á propósito. Las casas de labor poseen una de estas máquinas como cosa corriente y ordinaria^ al lado de las de segar y trillar, con lo cual no se ven obligados á malvender la cosecha en los años de abundan- cia. Seca ya la fruta, la embalan en cajas de á 25 kilogramos y ya está lista para la venta. Allí, en América, la venden á cuatro ó seis reales el kilo; traída á Europa, vale de ocho á diez. Este sistema de desecación conserva á la fruta su color primitivo y fíu sabor natural: para usarla, se la macera en agua durante unas cuantas horas, á fin de restituirle la parte acuosa que se le quitó. — 176 — § ^°— España no tendrá lase de sustentación , mientras su agricultura no descanse en cuatro distiiitas producciones . — Ex- pongo estas cifras y doy estas explicaciones para que se vea que al señalar la fruta entre las grandes fuentes de producción para la zona de nuestros dos canales, al par de la ganadería y de los cereales, y recomendarlas á la atención de los hacenda- dos, no creo hacer agricultura de fantasía , tal como suele aprenderse en los libros de los agrónomos, sino que procedo más bien como práctico, á vista de las corrientes comerciales del mundo. Pues no ha de entenderse sea mi pensamiento que debamos traer al Alto Aragón las máquinas mondadoras y hornos de secar de. los Estados Unidos, y ni siquiera que hayamos de pensar por el momento, ni en mucho tiempo, en enviar fruta á América ni al Norte de Europa: nuestras aspira- ciones deben limitarse por ahora á dos solos mercados: uno interior, Cataluña y Valencia, susceptible de mucho desarro- llo, y otro exterior, Francia, aprovechando la facilidad de las comunicaciones por los ferrocarriles ya construidos á Barce- lo na y Tarragona, por los de Canfranc y Xoguera-Pallaresa á Francia, y por el de Graus á Monzón, Fraga, Falset, Reus y Tarragona, que, aunque suprimido del plan general de ferrocarriles secundarios por la Comisión informadora, se construirá indefectiblemente, con otros más, como se han construido los de la provincia de Valencia y los de la de Viz- caya, aun sin necesidad de subvención , el día que los cana- les se hallen terminados y se desarrolle la riqueza con el re- gadío. Por otra parte, al hacer estas prevenciones, que convie- ne dejar estampadas en estos primeros pasos preliminares de la vida de la Cámara para que no se extravíe la opinión y sufra el país un desengaño el día ya próximo en que el agua del Ésera v del Ara esté canalizada, he tenido en cuenta una consideración que no me canso de repetir, porque de ella de- pende en buena parte el porvenir ó la ruina de nuestra patria. — 177 — La vida de España estriba principalmente, como sabéis, en su ag-ricultura: si la agricultura descansa en una sola planta, su equilibrio es inestable, semejante á una mesa que no tuviera más que un pie para sostenerse: esa ha sido la desgracia de Castilla por cultivar sólo trigo, cuando ha llegado la compe- tencia de los granos americanos; esa ha sido la ruina de la costa de Málaga, por cultivar sólo uva para pasas, cuando la ha invadido la filoxera; esa ha sido la ruina de Galicia, por dedicarse sólo á la cría de ganado, cuando ha principiado ha decrecer ó á ponérsele difícil el mercado de Inglaterra; esa será la ruina del litoral valenciano, por fiar demasiado su suerte del naranjo, el día que mejore la clase y aumente la cantidad, ya hoy tan grande, de naranjas de la Florida; esa ha estado á punto de ser la ruina de la mitad de la nación, por haber dado excesivo desarrollo al cultivo de la viña, con el triunfo de las ideas proteccionistas en Francia y la subida de los derechos arancelarios á nuestros vinos, y puede temerse que de todos modos lo sea muy en breve, con la creciente in- vasión de la vid en África, en América y en Australia. España no tendrá una base de sustentación sólida y robusta, y quien dice España dice una de sus provincias, dice el Alto ^Aragón, dice un pueblo cualquiera ó un agricultor; España digo, no tendrá base de sustentación bastante sólida, mientras su agri- cultura no descanse en cuatro distintas producciones bien equi- libradas, á saber: los cereales, la viña, el arbolado frutal y la ganadería, para que cuando los cereales falten por la sequía, ó la viña por los pedriscos ó la crisis, ó las frutas por la helada, ó el ganado por la competencia mercantil ó por la glosopeda, queden en pie las otras tres producciones, y cuando tres no, siquiera dos, y no se quede nunca el labrador, como tan ame- nudo se queda ahora, desamparado y sin recursos, semejante á un niño que no sabe andar aún, á quien le quitan el carro ó la silla con que se sostenía de pie en medio de una sala.— Ahí tenéis una de las razones por las cuales he debido acordarme 12 — 178 — del arbolado frutal en esta conferencia de economía rural apli- cada á nuestros canales en proyecto. Todavía he obedecido en esto á otra consideración, nacida del estudio que he hecho prácticamente sobre el terreno, en las provincias clásicas de cada especie de arbolado: en Ali- cante, del almendro; en Asturias, del manzano; en la ribera del Jalón, del peral y del melocotonero, etc.; pero se haría muy tarde y tenemos que hablar todavía de otras cosas. Por lo pronto, una hectárea de arbolado produce tanto como dos de trig-o en igual clase de terreno y con los mismos riegos, y en cambio no exige ni la mitad de mano de obra que aquél. Cal- culo que se dediquen á frutales no más que 4.000 hectáreas ó su equivalente en líneas alternadas con los demás cultivos: son un millón de árboles fáOO por hectárea, d 5 metros de dis- tancia plantó lord Sudelay en Toddigton, Cornualles: en Morata 200; 100 perales y 100 melocotoneros-, yo 250), computando cua- tro arrobas de fruta, unos con otros, término medio de un quinquenio, y el precio de la fruta peseta y media por arroba, arrojan un total de 24 millones de reales al año. Es menos de lo que importa sólo en Londres la fruta fresca de España, no contando la naranja. Si á alguno le pareciesen muchos árbo- les, le diré que hay en Cornualles una sola finca de 200 hectá- reas, dedicada exclusivamente al cultivo de árboles y arbustos frutales, en la cual se plantaron sólo en dos años 300.000 y pico de pies en filas de dos kilómetros de largas, alternando las de los árboles, ó sea, de perales, manzanos, ciruelas y cerezos, con otras más espesas de arbustos, principalmente frambuesas, grosellas y avellanos, para obtener producto de éstos mientras se desarrollaban y producían aquéllos. Este sistema de cultivos escalonados se halla también en uso en los pueblos del Jalón, donde plantan las líneas de perales á 10 metros de distancia, pero poniendo entre cada dos una de melocotoneros: en los primeros tres ó cuatro años, la cosecha del suelo, hortalizas, cereales ó tubérculos, no disminuyen sensiblemente por causa — 179 — de la plantación; cuando aquella principia á mermar, ya pro- ducen los melocotoneros; cuando los melocotoneros se mueren por vejez, ya principian á producir los perales. Di<^'0 esto al tanto de la falta de brazos y de la falta de capital. Yo siento, señores, marear á ustedes tanto y tanto con estos pormenores de agronomía; pero no liag*o lo que quiero, sino lo que puedo, y en todo caso, lo que creo deber hacer. Si alg-uno creyó venir á una solemnidad de jueg-os florales, se ha lucido; buscaba flores y se encuentra con frutas. España está muy ne- cesitada de prosa por este estilo; el pueblo está harto de jardi- nería política, y prefiere, señores oradores parlamentarios, al olor de todas vuestras flores retóricas el olor de un estercolero. Si me ,pidiérais arpa y rabel, metáforas y poesía y fuegos arti- ficiales ¿cómo os contestaría á aquélla desesperada exclama- ción: «no podremos cultivar trigo en los secanos porque no te- nemos dinero para desfondar, ni transformarlos en huerta por- que no tenemos dinero para arrobar y abonar, ni en prados, porque no tenemos dinero para comprar ganado»? § 10.— ^Z regadío, lase pn7icipal del crédito territorial y agrí- cola.— Señores, la construcción de los dos canales y aun de uno sólo, y la consiguiente transformación de los cultivos de seca- no en cultivos de regadío, y el desfonde de los que no puedan regarse, requieren como obligado auxiliar el establecimiento de un Banco territorial, y agrícola que libere las tierras de la deuda usuraria que ahora las oprime y suministre capital flo- tante barato al agricultor; pero á su vez el establecimiento de un Banco territorial y agrícola, requiere como necesaria condi- ción, si ha de dar resultado, que se construyan los canales, para que las operaciones del Banco recaigan sobre regadío. El regadío y el crédito agrícola son cosas que se coengendran: el Banco y el canal deben venir juntos y ayudarse mutuamente. La razón no puede ser más sencilla. Durante la Edad Antigua, y aun en los siglos medios, la propiedad inmueble tuvo mayor — 180 — estimación que la mueble, á punto de ser tachada ésta con un «estigma de inferioridad y envilecimiento» que hacía decir á los romanos, modilmm vilis possessio. Pero en la Edad Moderna, los progresos maravillosos de la industria, la gigante expan- sión del comercio por todo el planeta, la invención de las Com- pañías anónimas por acciones y la construcción por ellas de ferrocarriles y la explotación en grande de las minas, las deu- das contraídas por los Estados en cantidades tan fabulosas, la evolución social que ha separado el poder político de la propie- dad inmueble, antes tan estrechamente unidos, todo esto ha sido causa de que se invirtieran los términos, á punto de que hoy tenga mayor estimación en el mundo la riqueza mobiliaria que la inmueble, como de producto más cierto y de transmi- sión más fácil y sencilla, y de ahí que los capitales se vayan todos á las empresas industriales y al comercio, á las acciones del Banco y al papel de Bolsa, volviendo la espalda á la pro- piedad territorial, tenida, si no como cosa vil, como cosa de poco más ó menos; de ahí también que sea frecuente el caso de que un labrador dedique sus hijos al comercio y á la indus- tria y no pueda citarse uno de comerciante que dedique sus hijos á la labranza. — ¿Qué hay que hacer para poner remedio á esta situación preñada de tantos peligros? Aproximar los valores inmuebles á la naturaleza de los valores mobiliarios en un doble sentido cuanto á la facilidad, prontitud y bara- tura de las transmisiones y de los préstamos, y en cuanto á la frecuencia, seguridad, regularidad é intensidad de la produc- ción. En Europa se ha expresado esto (lo primero) con una frase conocida de vosotros: movilizar la tierra, y para movili- zarla, se ha inventado modernamente el sistema de títulos reales de propiedad, vigente en Australia, y el sistema de cédulas hipotecarias transmisibles por endoso vigente en Ale- mania, las cuales han afinado y como espiritualizado la anti- gua hipoteca, que inventaron los griegos y romanos para que sirviese de instrumento de crédito y que no obstante los per- — 181 — feccionamientos que ha recibido desde el sig*lo xvi acá, y so- bre todo desde hace cuarenta años, mediante la especialidad, el reg-istro y la publicidad, ha sido impotente para remediar los males de la agricultura, y lejos de facilitar y abaratar los préstamos, los ha encarecido y dificultado. Por esto, la Junta directiva de nuestra Cámara ha solicitado del Gobierno, como sabéis, que se sustituya el sistema notarial é hipotecario vi- g-ente, tan imperfecto, por otro más suelto, más ligero, más fácil de manejar y también más barato, acomodando el austra- liano y el alemán al modo de ser de la propiedad inmueble en nuestro país, de modo que la transmisión de una finca ó la constitución de una hipoteca no ofrezca mayor dificultad que el endoso de una letra, para que la creación de Bancos agríco- las no sea ineficaz y sirva tan sólo para desacreditar la insti- tución. Pero en España no basta eso para movilizar la propiedad in- mueble, para facilitar su circulación y poner á la agricultura en situación de poder luchar con la industria, con el comercio y con los valores públicos en el respecto del crédito. Mientras no pueda ofrecerse otra garantía que la de los secanos, el pro- blema de los Bancos será insoluble, y si por ventura se fundan, será pan para hoy y hambre para mañana; porque fijaos bien; la cuestión no se reduce únicamente en proporcionar dinero á la agricultura, sino además, en que ésta sea remuneradora, en que produzca lo bastante para pagar el interés y el tanto de amortización: de lo contrario, el Banco principiará por cargarse con las tierras y acabará por quebrar, no habiendo quién se las compre ni quién se las arriende; y al labrador, si de todos mo- dos á de perder el patrimonio, lo mismo le da que se lo lleve el Banco com-) que se lo lleve el prestamista de su pueblo, y aun tal vez prefiera esto último, por aquello de que hasta con el diablo caben componendas cuando vive cerca y no tiene oficina ni instruye expedientes. ¿Qué es, pues, lo que hace falta en España, además de la reforma de nuestro régimen hipotecario, — 182 — para movilizar la tierra y hacer de ella instrumento de crédito en competencia con los valores del Estado? ¿Será preciso que lo dig-a? Es cosa de sentido común: transformar los cultivos de manera que la tierra produzca una cosecha segura cada tres - meses, lo mismo que la producen esos valores del Estado; ó di- cho en menos palabras: hace falta regarla. El suelo que se planta de bosque, semeja en lo inmueble al asiento granítico sobre que descansa: no dará renta hasta los cuarenta ó los cin- cuenta años; el suelo de secano que se siembra de trigo, pro- duce su cosecha cada dos ó cada tres años, es 15 ó 20 veces me- nos inmueble, pero todavía es inmensamente inmueble y con dificultad le prestará nadie por miedo de tener que quedarse con ella; pero la tierra de regadío, que produce en forraje, en cereales, en tubérculos, en hortaliza, en frutas, en peces, en vacas, en ovejas, en cerdos, en cáñamo, en azúcar, una cosecha cada tres ó cuatro meses, parece que tiene pies y que anda: el agua que corre por su superficie la comunica su movimiento y la hace propiamente representable por cédulas circulantes, negociables por endoso y aun al portador. En climas como el nuestro, no hay cosa como el agua de riego para movilizar la tierra: suponiendo que una finca de regadío valga 10 está ad- mitido que los 9 corresponden al agua y sólo uno al suelo; y como el agua es cosa mueble por su naturaleza^ resulta que la tierra regada es raíz sólo, en una décima parte, y mueble en las nueve restantes. Por eso se parece al papel del Estado: en el mismo tiempo que éste tarda en madurar sus cuatro cupones trimestrales, madura aquél sus tres ó cuatro cosechas al año. Por eso también, de la misma manera que hay Bolsas para negociar papel del Estado, el cual se cotiza diariamente subien- do ó bajando su precio conforme á la marcha de los sucesos y á las oscilaciones que experimenta en su crédito la nación, hay también Bolsas para negociar el agua de riego, allí donde, como en Canarias, en Elche, en Lorca y en Albacete, el agua de riego V el suelo regable constituyen dos propiedades distintas, — 183 — cotizándose todos los días y bajando ó subiendo el precio, según la mayor ó menor abundancia de ag*ua disponible y el grado de sequedad mayor ó menor del suelo (1). — En conclu- sión, señores, que tras del canal vendrá el Banco agrícola; que sobre la base del riego, ese Banco se asentará en/ condiciones de viabilidad, de robustez y de vida; y que la zona regable en- contrará en él crédito suficiente para emprender con éxito la transformación de los cultivos. § 11. — Las grandes mejoras, cow.o los frutos de ¡os arlóles, no cuajan ni madiiran solas. — Hasta aquí la parte que diríamos técnica de mi discurso, y vengo á la política. Os he dicho cómo se hace la tortilla: están preparados los huevos y el aceite: el aceite es el agua que corre Cinca abajo desde le Ésera y desde el Ara: los huevos, la simiente que tenéis dis- puesta en las trojes para esparcirla á la ventura delante de las cansadas muías que la entierran : no falta más que la sartén, que es decir el canal mediador por obra 3' gracia del cual han de juntarse el agua y la simiente en el surco que hará fecunda su unión.— Para que el canal se construya, es preciso que lo tome á su cargo la nación, y para procurar que la nación lo tome á su cargo, se ha fundado la Cámara (1) El año pasado dije, cómo la zona regada ayudará á suministrar cré- dito á la que no se pueda regar. La labor de desfonde hace parecido al riego, creando debajo de las raíces un depósito de liavta (industriales que desfonden por contrata). También el tener la tierra de secano dedi- cada á hierba con ganado adscrito, por decirlo así, á ella, la movilizaría. Es preciso retener íntegra en el territorio toda el agua que llueve en él, considerándola como la primera y más rica de nuestras minas; para ello es preciso defenderla contra el plano inclinado que la arrastra al mar y contra la evaporación que la impulsa á la atmósfera: lo l.*^, sangrando los ríos por canales y acequias y represando los arroyos; lo 2.°, removiendo el subsuelo, para que forme á modo de una esponja grande que absorba el agua de lluvia y la conserve al alcance de las raíces, pero fuera del alcan- ce del caler solar. — 184 — Agrícola Alto-Arag-onesa. Sus gestiones en este primer año de su existencia no han sido del todo estériles: en la Junta general de mañana nos dirán hasta qué punto ha quedado todo bien preparado para dar un resultado favorable é inme- diato. Pero las grandes mejoras, como los frutos de los árbo- les, no cuajan ni maduran solas: necesitan calor: sin el calor de los pechos de los zaragozanos, no se habría trazado por Canfranc el ferrocarril internacional que se inauguró hace pocos meses. Se necesita, por esto, que el país coadyuve, que despierte y no vuelva á dormirse, como se durmió en 1861. Por una ley de 7 de Abril de aquel año se destinaron, con cargo á la venta de bienes eclesiásticos, 100 millones de reales para fomento de los riegos y 250 para buques de guerra. Pare- cerán muchos millones para marinay pocos para canales; pero es lo peor, que el dinero destinado á escuadra se gastó y el des- tinado á canales no, porque la escuadra se encargó de contruir- la el Gobierno mismo y no se encargó de igual modo de cons- truir los canales, limitándose á esperar que lo hicieran los mis- mos terratenientes ó concesionarios particulares, á quienes se proponía subvencionar. Y es porque el país dormí a y sus repre- sentantes en el Parlamento eran... poco masó menos lo mismo que ahora. Con aquellos 250 millones habrían podido construir- se los dos canales deTamarite y de Sobrarbe, y España posee- ría ho}' una de las fincas más soberbias de Europa, de 1.000 á 2.000 kilómetros cuadrados de regadío y 2.000 millones de rea- les de valor: se construyeron los buques, y buques y millones han desaparecido, sin más fruto que aquella gloriosa cuánto estéril jornada del Callao que luego ha sido preciso borrar de la memoria para que no se hiciera imposible la aproximación de dos pueblos hermanos, divididos entonces por una guerra que muy pronto la historia habrá de llamar guerra civil. Pues hace cinco años, en 1888, hemos hecho todavía peor: las Cortes vo- taron pasa de 680 millones de reales, para construir otra es- cuadra, esto es, para tirarlos al agua lo mismo que entonces, y — 186 — ni el país ni sus representantes se cuidaron de pedir que, como entonces también, se votase otra partida para canales, siquiera para equilibrar la política de la guerra con la política de la paz. ¡Ah, señores! Es que ning-ún país tiene otros canales que los que se merece, y el Alto Arag-ón no ha hecho nada para N merecer ninguno, y la Hacienda española sigue gimiendo más que nunca, bajo el peso abrumador de la marina y del ejército, en el instante mismo en que se bautiza el presupuesto nacio- nal con el sirnpático inri de «Presupuesto de la paz». § 12.— Desastrosos efectos de ¡a política de la guerra.— ^d^ sostenido España en lo que va de siglo una guerra gigante por su independencia propia, y otra más gigante aún contra la independencia de sus colonias de América; tres guerras ci - viles dinásticas en la Península y una separatista en Cuba; seis guerras extranjeras y coloniales y seis revoluciones; y al cabo de tanto batallar nos encontramos lo mismo que el primer día: tres guerras civiles dinásticas (catorce años!) y está pesando so- bre nuestras cabezas la amenaza de una cuarta; seis revolu- ciones desde 1808 á 1868, y se afirma por grupos numerosos de hombres la necesidad de una nueva y más radical revolución; seis guerras extranjeras y coloniales, en Marruecos, en Portu- gal, en Méjico, en Santo Domingo, en el Perú y en Chile y en Cochinchina, y no hemos adquirido una pulgada de territorio en el planeta; una guerra enconada de años y decenas de años contra la independencia de América, quedándonos sólo dos pequeños pedazos, que están á punto de escapársenos de las manos (1); otra guerra inmensamente popular con Francia por la independencia del territorio, y el pueblo, desesperado y hambriento, víctima de la sequía, juguete de los políticos (1) Se refería el orador á Cuba, Filipinas y Puerto Rico, perdidos en 1898 en la guerra con los Estados Unidos y ¡confirmada la pérdida en el tratado vergonzoso de Parísl — N. del H. — 186 — y siervo del fisco, se ve oblig*ado á emigrar á Francia ó á las posesiones francesas de Argelia, en demanda de limosna ó de jornal, y en todo caso de pan, que es decir de patria; sin que les falte mucho para dolerse de que sus padres no se hubiesen dejado conquistar, porque estarían bien goberna- dos, tendrían regado el suelo, como lo está al otro lado del Pirineo, cruzadas de carreteras y carriles las montañas, como lo están las montañas de Francia; bien vestido y bien alimen- tado el jornalero español como lo está el jornalero francés; cuadruplicado su comercio exterior, nivelado el presupues- to, libre el sufragio y florecientes sus Universidades, laborato- rios de ciencias y focos de progreso, en vez de ser, como son, asilo de holgazanes y focos de tinieblas. ¡Doce guerras (1) y seis revoluciones, señores! El cauce del Ebro sería estrecho para contener tant?, sangre, derramada en sólo dos generaciones; y ¿de qué han servido? ¿De qué le han servido al pueblo tantos sacrificios, tanto heroico arrojo, tantos caudales devorados, tantas poblaciones incendiadas, tantas pirámides de muertos que llegarían al cielo, tantos millones de huérfanos y viudas que en su abandono han muerto antes de tiempo tras lento y angustioso calvario? ¡Ah, de qué le han servido! Oid lo que de- cía el actual Ministro de Fomento en el Congreso, hace cinco años, siendo Ministro también: «El colono de nuestros días »no existe. El labrador de hoy pasa p§or la vida que el siervo (1) Con la de Cuba, tan ruinosa y mortífera. Cuando se pronunciara este discurso, todavía no había tenido lugar la de Melilla de 1893, ni la de Cuba, Filipinas ni la de los Estados Unidos, origen y causa de nuestra pérdida colonial y de nuestra desventura patria. Nuestro llorado autor, se ocupó como nadie de nuestra catástrofe, y vino á ser por entonces el filósofo de la regeneración. Nuestras desdichas continúan, hoy como entonces, así en lo político como en lo geográfico; y nuestros hacendistas, sin ascender una pulgada de la categoría de recaudadores de contribuciones, estrujando despiada- damente al pacientísimo contribuyente. — N. del H. — 187 — »de la g-leba. Entonces la vida era dura, pero cierta; hoy el ;> labrador vive en la incertidumbre. . .» «De toda esa civiíiza- »ción que hemos ido creando y de que estamos tan orgullosos, »aquellos pobres labrieg-os que carecen de .todo, que viven »tan pobremente, que trabajan tanto, que son tan dig*nos de »interés, no conocen realmente sino el aspecto peor, ¡as car- y>gas y ¡as comipciones de nuestro modo de ser. El Estado lleg-a »á ellos representado ^07' eZ recaudador de contribuciones^ que »les apremia para el pag'o y que les vende, si se retardan, el » ahorro, y si no su triste pedazo de tierra; ven a¡ sargento que viene á buscar á su hijo para llevarlo al ejército. Y lueg-o un »día, precedido de recomendaciones y aun de apremios, se les » presenta íin candidaio que lleg*a con palabras sonoras en los »labios derramando promesas, halag*ando pasiones antes dor- »midas, y que acaba por pedirle su voto, con lo cual, que se »le dé ó no se le dé, es ig^ual; ya el infierno ha entrado en »aquel pequeño rincón...» (1). ¿No os parece, señores, de que sería ya hora de que el Estado haga algo por ese pobre pueblo que ha pagado tan cara una civilización que él no disfruta, que sólo disfrutan unos cuantos? ¿Será hora ya de que el régimen constitucional piense en dar al pueblo algo en sustitución de la sopa de los conventos, ya que no ha sabido darle siquiera libertad, y que deje de mirarlo como rebaño á quien no se contenta con trasquilar, sino que lo desuella? ¿Parecerá hora de que así como el Ministro de Hacien- da se da á investigar riqueza, para hacerla contribuir, los Mi- nistros de Fomento se den á investigar pobreza para socorrerla, y tratarla como enfermedad y sanar de ella al cuerpo social? Ah! Pudimos creer que sí por un momento. En el discuro de la Corona leído el día 5 de Abril último en el acto de apertura de ( 1 ) Del discurso pronunciado por D. Segismundo Moret en el Congre- so de los Diputados, en la sesión del 27 de Enero de 1888. — 188 — las Cortes, anunciaba el Gobierno dos cosas: 1." Que nivelarían los presupuestos, reduciendo los gastos y aumentando los in- gresos: 2.* Que se fomentaría la riqueza, legislando los medios de impulsar rápidamente las obras públicas. Pues bien, se re- dactó inmediatamente la ley de Presupuestos y en ella atendió el Gobierno bien y cumplidamente, como sabéis, á lo primero, á aumentar los tributos, pero no se acordó ni en un mal artícu- lo de lo segundo, de impulsar las obras públicas, pareciéndose á aquel gobernador á quien el pueblo amotinado pedía pan ó trabajol que contestó presuroso: Seguía una nota-extracto de los proyectos de los dos pantanos. — 220 — § 1!"— Conferencia con el Ministro en Zaragoza.— Do^ días des- pués, el 16 de Octubre á media noche, llegó á Zarag-oza el Ex- celentísimo señor Ministro de Fomento, D. Segismundo Moret, acompañado de los señores Directores generales de Agricultura y de Obras públicas, con objeto de inaugurar el suntuoso pa- lacio levantado en la capital de Aragón para Facultades de Ciencias y de Medicina. Recibióle en la estación del Arrabal, junto con varias otras Comisiones, una de la Cámara Agrícola del Alto-Aragón, compuesta de los Sres. D. Joaquín Costa, don Mariano Español y D. Vicente Grau, que llevaban de la Junta directiva el encargo de cumplimentar al ilustre estadista en nombre de la Corporación, expresarle del modo más solemne el agradecimiento de ésta por los favores que le dispensa y la atención que presta á sus demandas; significarle las grandes esperanzas que ha despertado en la región alto-aragonesa su pensamiento de canalización y embalse de las aguas del Piri- neo, el impulso dado por él al expediente de los pantanos del Flumen, su anunciado proyecto de ley para la continuación de las obras del canal de Tamarite, etc.; estimularle á perseverar en tan redentores propósitos; é insistir en la petición referente al canal de Sobrarbe, dándole á conocer con más pormenor las condiciones de esta obra y los beneficios que reportaría su construcción á la provincia de Huesca y al Tesoro de la nación. En los días 17, 18 y 19 la referida Comisión, con más el señor D. Manuel Casasnovas, que se hallaba en Zaragoza por asuntos propios y tuvo la bondad de agregarse á ella, acompañó al Mi- nistro á cuantos actos de carácter público, no político, se cele- braron contal motivo: solemnidad literaria en honor del vene- rable Cerbuna, en la Universidad; inauguración del palacio de Ciencias; excursión á las esclusas del canal Imperial; visita á la Granja-modelo; banquete de las Sociedades Económicas y Corporaciones literarias y científicas en el Casino Mercantil, etcétera. En este último, el Sr. Costabrindópor Zaragoza y por el Ministro, en nombre de la Cámara, exponiendo de paso en I — 221 — líneas generales el pensamiento político- económico en que in- forma aquélla todos sus actos y que considera como el común denominador de los programas de todos los partidos. Dejemos la palabra al luchador presidente: § 8°— Brindis.— L'd Cámara Agrícola del Alto Aragón nos ha enviado á Zarag*oza para saludar y expresar su respeto y admi- ración y su agradecimiento al egregio estadista que concentra ahora en su mano el porvenir entero de España en el interior y en el exterior, por haberse apiadado de aquel país tan triste- mente dotado por el cielo y que hasta ahora no había encon- trado lo único que necesitaba: un poco de entrañas y de com- pasión de parte de los que tenían en su mano la llave del reme- dio. Nos ha enviado al propio tiempo para rendir un tributo de admiración y de agradecimiento á este gran pueblo de Zarago- za, á quien venera como maestro en todo género de disciplina social^ viendo en él, no al pueblo celebrado en todas las histo- rias por su fortaleza sin igual en los empeños de la guerra, sino al pueblo del consejo, al pueblo maestro en las artes de la vida moderna, al pueblo del sentido político frente al cantona- lismo en 1873, de la dignidad y del selfgoverment frente á la cuestión del Canfranc en 1884; del altruismo sublime y del heroico desprecio de la muerte enfrente del cólera y del miedo de las demás ciudades epidemiadas en 1885; del instinto justi - ciero frente al indulto parcial de los autores del crimen de Co- nesa en 1892; del espíritu avisado y práctico, que concilia tan á maravilla las tradiciones y memorias del pasado con las nece- sidades del presente en el centenario de Pig-natelli en 1893. Por uno y por otro brindo, en nombre de la Cámara, por el gran economista y por la gran ciudad, que así han sabido entender- se y compenetrarse para despertar las energías dormidas de esta región aragonesa y llamarla á nueva vida, aportando el uno la incomparable alteza de su pensamiento, el caudal in- agotable de idealidad que atesora su alma y que no tiene rival — 222 — en Europa, su elocuencia arrebatora, ante la cual se habrían prosternado Grecia y Roma después de haber oído á Demóstenes y Cicerón, y su prestig'io personal como científico y como polí- tico y la posición preeminente y tan sólida como elevada que ocupa en el cuadro de nuestros partidos políticos; aportándola otra su proverbial tenacidad, que le da color en el organismo de las regiones españolas, ^u carácter de acero, que engendró la epopeya gigante de sus sitios, su reputación de formalidad, que hace de ella como una Inglaterra meridional, su sentido práctico, que ha hecho de ella por toda la historia española fuerza de resistencia contra los desbordamientos del espíritu progresista y contra los desbordamientos del espíritu reaccio- nario y fuerza de impulsión contra el desaliento y la inercia del país y contra la inacción de los poderes públicos. Diálogo entre dos estatuas. — Arquetipo de estas cualidades de nuestra raza fueron dos hombres cuyas estatuas se contemplan ahora una á otra allá en la plaza de Aragón: Servety Pignate- lli, médico aquél, hidráulico éste, precursores los dos de la Es- paña moderna, nacidos á orillas del Ebro, y que con el conde de Aranda, glorioso hijo del Alto Aragón, completan la gran trilogía en cuya vida y en cuyos hechos se halla cifrado el pro- grama para la regeneración, y aun diría para la resurrección de la patria española. ¿Qué se dirán, señores, qué se dirán aquellos grandes profesores de carácter, Servet y Pignatelli, más acerados, más de piedra y de bronce mientras vivieron que lo son sus estatuas; qué se dirán, en ese coloqui^ inacabable, mudo para el vulgo que circula distraídamente entre ellos, pero claro y vibrante para quien ha aprendido el lenguaje de los se- pulcros y sabe entender á los muertos? Tú (le dice Pignatelli á Servet), tú descubristes la circulación pulmonar de la sangre en el cuerpo humano, y sentastes las bases de la medicina mo- derna; yo perfeccioné la circulación del agua en el cuerpo de la nación aragonesa y senté las bases de la economía racional para toda la Península. Tú miraste á la doctrina y yo á la pro- — 223 — •ducción; tú al verbo y yo al pan: predicaste por categ-orías y afirmaste á precio de tu vida el principio de la inviolabilidad de la conciencia y la libertad del pensamiento; yo la hice posi- ble aprisionando el sol por el ag-ua, multiplicando la riqueza, generalizando el bienestar; sin mí tus libertades no pasan de ser un buen deseo, porque la fuente de la libertad e'stá en la independencia, y la raíz de la independencia está en el estóraa- g-o, de tal suerte que el que tiene el estómag^o dependiente de ajenas despensas, tiene toda su persona bajo la dependencia ajena, y por el contrario, el que posee la llave del estómago es amo y señor de la conciencia, por cuya razón, el rico es libre siempre, aunque viva bajo un rég-imen de despotismo, y el pobre es siervo siempre, aunque viva bajo un rég*imen demo- crático y republicano, como dijo hace tres mil años Salomón: redemptio animae viví divitiae siiae: dives ¡^auperihis vnperat. No me opong'o á tu doctrina, contesta Servet después de oir ese latinajo, y aun puedo reivindicarla como propia, pues no en balde fundé la ciencia de la Geog-rafía comparada, que en este sig-lo ha cobrado tan g-ran importancia. Te diré más: yo soy el médico; pero tú eres el boticario, aunque no te llameu así; la enfermedad que causa más víctimas no es el cólera ni la difteria, ni la tisis: es el hambre: de cada diez enfermos que se les mueren á los médicos se salvarían nueve si en vez de darles recetas para la botica pudieran dárselas para la tabla- jería, para la panadería, para la lechería, para la carbonería y para la taberna; si pudieran darles en vez de jarabes vino, en vez de pildoras albondiguillas, en vez de cataplasmas, eso que llaman heefsteak con patatas. — Celebro haber coincidido con tal autoridad, replica Pig-- natelli, y que tengas al barreno que abre paso al ag-ua de rie- g'o y multiplica la carne y el pan por mejor médico que á la lanceta y á la dieta: admito el título de farmacéutico que me confieres por causa del Canal Imperial que construí; pero dime: ¿es verdad que viene ahora á Zaragoza un g-ran farma- — 224 — céutico de esta nueva especie, que va á construir allá por el Alto Arag-ón no sé qué canales tan grandes que eclipsarán el mío, que me ha valido esta estatua? — Si (contesta Servet), ha venido ya y se llama D. Segis- mundo Moret, y en él revive para bien de Aragón nuestro amigo el conde de Aranda, aquél que inauguró su ministerio llamando al pueblo á la gobernación del país y á la vida pú- blica, de la cual estaba alejado desde el día nefasto de Villalar y acabó sus días fundando escuelas y proyectando acequias; con una diferencia: que este nuevo Aranda, aragonés por adopción, sabe hablar, como aquel no sabía; que por lo mismo tiene éste un tacto y una flexibilidad de que carecía aquél. Recuerda cuan excelente resultado dio hace ochenta y tantos años la mezcla de un general andaluz, Alvarez, con un pueblo del Pirineo, Gerona, en las artes de la guerra, y podrás cal- cular el resultado que puede dar la unión de un estadista an- daluz, Moret, con un pueblo aragonés, Zaragoza, en las artes de la paz. —Ya lo calculo, ya lo calculo, replica Servet; y sin embar- go, si yo viviese abrigaría un temor: los aragoneses están muy divididos sobre materia política: ¿Sabrán unirse para esa empresa económica, por igual provechosa para todos, y no es- torbar, y antes bien estimular, sostener y ayudar al hombre ilustre que ha comprendido mejor que ningún otro los rumbos positivos que urge imprimir ala novísima política económica, que si se ciñera al solo capítulo de la nivelación de los presu- puestos sería incompleta y enteramente ineñcaz? Alejémonos ya, señores, de la compañía de aquellos dos hombres inmortales á quienes la humanidad ha debido tan grandes beneficios; pero no sin antes recoger el eco de sus úl- timas palabras y formar propósito de no dar razón á sus rece- los. Defiendan en buen hora la libertad los liberales, cada uno según su matiz y desde su campo; combátanse los partidarios del antiguo régimen, reputándole como cosa abominable y vi- — 225 — tanda; contemporicen con ella como quieran ó como puedan los conservadores; pero caminen unidos todos para procuraras! en tiempo de liberales como en tiempo de conservadores, bajo el rég'imen de A, ó bajo el de B, eso que nos es común á todos, que es independiente de formas de Gobierno y de matices de constitución; el prog-reso económico del país, el bienestar ma- terial de los españoles. Luchemos unidos todos en falang-e ce- rrada contra el enemig-o común, la miseria, esa fuente de don- de manan las nueve décimas partes de los males que padece la humanidad. Acuñemos aquel oro. — vSi me preguntáis donde está ese oro, os diré: en los ríos: no en las arenas del Darro, no en las arenas del Sil, cuyas mezquinas pajuelas no bastan á apla- car el hambre del que las recog-e; no en las arenas, sino en la corriente misma del Darro y del Sil, del Guadalquivir y del Ebro, del Ésera, del Ara, del Cinca, del Arag-ón, del Gálleg-o, del Flumen considerados como instrumentos para la conquista del sol que es la g-ran mina; con el sol que nos sobra á los es- pañoles, habría más de lo preciso para nivelar los presupues- tos y poner los cambios á la par y que nuestra plata volviera á ser plata civilizada y europea y se nivelaran los presupues- tos de España sin desnivelar los presupuestos de los espa- ñoles. Causa sonrojo pensar que seamos tan inhábiles y tan para poco, que en una latitud como la que ocupamos, con una ayuda tan poderosa como la que nos brinda el sol, no acerte- mos á sacar de lan vasta península subsistencias bastantes para que no se mueran de hambre, de fatig-a y de preocupa- ció, cautivos del suelo diez y siete de los diez y ocho millones de españoles.. . Este prog-rama se compendia en un sólo vocablo: canales, canales, porque sin canales no hay hierba, y sin hierba no hay 15 — 226 — ganado, y sin g-anado no hay trig'o, no hay agricultura remu- neradora, que es decir europea, no hay crédito agrícola, no hay labradores satisfechos, no hay ciudadanos independien- tes, no hay elecciones libres, no hay presupuestos desahoga- dos, no hay nación fuerte para rechazar la más leve agresión como no sea desafiando temerariamente el cataclismo, en con- diciones semejantes á la del toro que acomete bravamente ala locomotora disparada á gran velocidad. Canales, repito: des- cartada la cuestión de los tratados de comercio, no tiene por el momento otro programa la agricultura aragonesa. Cuando ese programa esté realizado, y no es ninguna obra de roma- nos, podrá decir el venturoso Ministro de Fomento lo que aquel rey de Caldea, Hammurabi, en una inscripción desente- rrada hace poco en las ruinas de Babilonia, fechada hace tres mil seiscientos años, dos siglos antes de Moisés: Yo he cons- truido el canal Nahar Hammurabi, bendición de los habitan- tes de Babilonia (1). § 9. — Una Real orden. — Como consecuencia de las activas gestiones realizadas con tanto empeño por aquella abnegada Cámara, y que el canal de Sobrarbe pudiera llegar á ser reali- dad algún día; y á fin de que el proyecto de D. Teodoro y don Antonio Bergnes de las Casas, reuniese todos los requisitos exigidos por la legislación entonces vigente, se dictó la si- guiente Real orden: «limo. Sr.: S. M. el Rey (q. D. g.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, ha tenido á bien disponer, en vista de lo que declara el art. 13 de la ley de 27 de Junio de 1883, que por ( 1 ) Brindis pronunciado por D. Joaquín Costa, en calidad de presi- dente de la Cámara Agrícola del Alto Aragón, con mptivo de un banquete ofrecido en Zaragoza á D. Segismundo Moret, siendo Ministro de í'omen- to, en la noche del 18 de Octubre de 1893. — 227 — el Ingeniero Jefe de la División Hidrológica del Ebro se pro- ceda á estudiar y á redactar un proyecto de canal de riego de- rivado del río Ara, sobre la base del que presentó D. Francisco García López, denominado de Sobrarbe.— De Real orden lo co- munico á Y. I. para su conocimiento y efectos oportunos. Dios guarde á Y. I. muchos años. Madrid, 4 de Noviembre de 1893. — S. Moret. — Señor Director general de Obras públicas.» § \0.— Construcción del canal de Tamarite: Ley de o de Sep- tiemdre de 1896.— "Por fin, la buena y acertada doctrina sosteni- da con tanto empeño por el Sr. Costa, se impuso en las altas esferas del poder, y vio triunfante su bandera. Satisfecho debe estar el espíritu de aquel hombre írenial, allá en la tumba de Torrero, al saber que de día en día se va ensanchando el área del suelo regable en la Litera, sin cuya tenaz intervención, es casi seguro que aquel simpático pedazo de tierra aragonesa se vería casi desierto y abandonado. He aquí el texto de la Ley de referencia: Artículo L°— El Estado se encarga de la continuación de las obras del Canal de Aragón y Cataluña (Tamarite), para cons- truir, en primer término, las que se necesiten á fin de dar rie- go á las primeras secciones de las |que componen el proyecto aprobado por Real decreto de 23 de Abril de 1864, y modifica- ciones introducidas por el de 3 de Julio de 1888. Art. 2.° — Para los gastos que origine ese servicio se destina- rán en el presente año económico, considerándose comprendi- do en un capítulo adicional de la sección 7.*, «Ministerio de Eomento», un millón de pesetas, y en cada uno de los doce siguientes, 1.500.000 pesetas como mínimo. Art. 3.° — Las obras se ajustarán al proyecto aprobado, con las modificaciones que determine el Ministro de Fomento, y que, sin disminuir la extensión de la zona regable, permitan hacer deducciones en el presupuesto. Art. 4.°— Las obras se ejecutarán por el sistema de adminis- — 228 — tración, pudiendo emplearse el de subasta para la adquisición de materiales en los casos que determine el Ministro de Fomento. Art. 5." — El Gobierno respetará, por su parte, y hará cum- plir á los terranientes, los compromisos existentes para el riego con agua del canal, procurando durante la ejecución de las obras, aumentar el número de compromisos para el riego y la formación de Sindicatos de regantes. Se estudiarán también las reglas para la aplicación del canon y la reducción que sea posible hacer en la tarifa máxima señalada en el Real decreto de 3 de Febrero de 1888. Art. 6.° — De la administración y conservación de las obras se encargará una Junta nombrada por el Ministerio de Fomen- to, el cual, de acuerdo con el de Hacienda, en lo que se refie- re á la parte administrativa, dictará el reglamento por que haya de regirse la Junta. Dado en Palacio á 5 de Septiembre de 1906, etc.. Las obras de este Canal se inauguraron, en cuya solemne festividad echóse de menos la respetable presencia de quien con tan tenaz empeño había conseguido la continuación de esta obra redentora. Pero es que á Joaquín Costa, hombre de innata modestia, le sucedía lo que con gran acierto ha dicha Araquistain, «que sacrificaba la manufactura de su fama á la so- lución de los problemas nacionales; y que, dada su honradez in- telectual, era incapaz de ir mendigando un empréstito de gloria. . . » Diez años después, en el mes de Marzo de 1906, una impor- tante revista de Madrid, La Liga Agraria^ publicaba un intere- sante artículo, que sin duda no llegó á conocer el malogrado Costa, bajo el título de «El bautismo y el Canal de Tamari- te», el cual, pOr el espíritu de justicia que lo informa, trasla- damos á estas páginas, á fin de que las futuras generaciones puedan saborearlo. Dice así: — 229 — EL BAUTISMO Y EL CANAL DE TAMARITE «... Ud baturro, llorando, ha co^fidoá su hijo y le ha echado agua por la ca- beza como bautizándole »E1 principio de los riegos es el na- cimiento tie todo este pais aitoarago- nés á nueva vida.» ' (El Imparcial, 3 de Marzo de 1906). ¡Oh qué hermoso bautisterio! ¡Bautismo regenerador de un pueblo caído para la vida social! ¿Por qué lloras, hijo del pue- blo, qué triste presentimiento te hace subir á los ojos esas lá- grimas purificadoras? Ese baturro de Monzón que, llorando, ha querido purificar á su niño parabólico derramando agua sobre su diminuta cabe- za en la orilla de ese nuevo Jordán, es un símbolo... tal vez de un bautismo de sangre ó quién sabe si de un bautismo de martirio. En ese mismo pueblo alto-aragonés nació, ha poco más de medio siglo, otro niño, alegría de un modesto hogar, al pie de histórico castillo, cerca, muy cerca del sitio donde se reunie- ron en otros mejores tiempos las Cortes de Aragón y Cataluña. Tal vez aquel fausto natalicio que pasó desapercibido para to- dos menos para los suyos, vino al mundo en Aragón, como un continuador de aquella vigorosa raza de excepcionales cuali- dades de energía y fiereza, ejemplar modelo de generaciones libres é independientes. Aquel niño, que ha dado á España días de gloria, cuando empezaba á crecer, por azares del destino fué trasladado á Graus, su pueblo adorado. Transcurrieron varios años y aquel niño, de peregrino ingenio, llegó á ser hombre singular, de virtudes y cultura sin ejemplo. No olvidó jamás durante su errante y larga peregrinación — 230 — por el mundo de la ciencia y del patriotismo en sus diversas fases, aquel pedazo desventurado de la patria que se llama Li- tera, á todo ese empobrecido país que le sirvió de cuna y fué anhelo de su vida transformarle en hermoso panorama de ver- duras, enriquecido por la ganadería. A este fin hizo varias excursiones por el Mediodía, Centro y Norte de Francia, estu- diando y recogiendo ciencia en agronomía é industria rural. Estudió los sistemas arteriales y de irrigación que nos legaron los árabes. Hizo objeto de minucioso análisis la parte econó- mica y rentística relacionada con la canalización, alumbra- miento y embalse de las aguas pluviales y derivado de esto la fuerza motriz. Dio grandes paseos por mapas y aforos de estia- je, por trabajos orográficos, hidrológicos y meteorológicos; estudió sobre el terreno las condiciones de productibilidad del suelo y transformaciones de cultivo, el carácter jurídico de la propiedad y la influencia que el regadío había de tener en la resolución del difícil problema social hasta que, penetrado de la importancia de su estudio, presentó en 1880 al Congreso de Agricultores celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Madrid, una memorable, razonada proposición, en la que em- puñaba decidido su bandera, y púsole el nombre de «Política hidráulica» al simbólico baturro que acaba de ser bautizado en el canal de Aragón y Cataluña. Desde entonces, apenas si aquella prodigiosa actividad ha dado reposo á su inteligencia. No cesó en la propaganda, ya con su pluma ó con su elocuente palabra, de esta nueva polí- tica que hizo el principal objeto de sus amores y de sus pre- ocupaciones. Reseñar cuanto á este fin hizo Joaquín Costa, es tarea por demás difícil en un trabajo periodístico y para inte- ligencia tan pobre como la mía. Fundó la «Liga de Contribuyentes de Ribagorza» , y como nexo de ésta la Cámara Agrícola de Barbastro, y cuando todos los políticos de Aragón se estaban ocupando de sus guerras familiares, y nadie se acordaba de ese simpático cuan desoía- — 231 — do país como no fuera para burlarle en todos sus derechos ci- viles, aquella Asociación escribía en su Reglamento esto que copio: «Art. 1.° De conformidad con las bases establecidas por el Real decreto de 14 de Noviembre de 1890, se constituye una Asociación titulada «Cámara ag-rícola del Alto Aragón» con el fin de procurar la pronta salvación de la agricultura y ccn ella la del país, promoviendo la construcción de canales de riego por el Estado en toda la nación, y muy ^particular mente los de Tarnarite y Sobrarle, derivados de los ríos Ésera, Ara y Cinca; así como también de pantanos, tales como el de Roldan y de- más que sean posibles en la provincia de Huesca.» En aquellas Asambleas de Agricultores celebradas en Bar- bastro y presididas por D. José Salamero, de memorable re- cuerdo, en las que aquel niño de Monzón quiso infiltrar, y lo consiguió, un rayo de esperanza en el cerebro de aquellos ara- goneses de tan dormidos alientos; sembró la nueva doctrina de que los canales y pantanos de riego debían ser construidos por cuenta del Estado, pues de otra forma no se construirían jamás. «El territorio del Alto Aragón — decía Costa en un párrafo de sus hermosos discursos — se halla cortado en dos fajas para- lelas: una de montañas, productoras de agua corriente; otra inferior, de planicies esteparias, sin bosques, sin lluvias y sin manantiales. Por esto, el camino de fomentar su agricultura, se cifra entero en el aprovechamiento de las aguas que des- cienden del Pirineo pasa regar los Monegros, los Somontanos, la Litera. ..» En otro mitin celebrado en Tamarite el 29 de Octubre de 1892, decía Costa á los literanos, que si le ayudaban, antes de los diez años correrían las aguas por el cauce del canal. A tal objeto, desde aquella afligida población se dirigieron extensos telegramas al Sr. Cánovas del Castillo y al Sr. Sagasta (Presi- dente del Consejo de ministros el primero), interesándoles á — 232 — favor de esta obra redentora, como más tarde gestionó Costa en Madrid celebrando varias conferencias con los citados se- ñores y con otros varios que habían de tener forzosa interven- ción en este asunto.* Tamarite, todo el país comprendido en la zona regante, país sin ilusiones, engañado durante ciento veinte años, harto de oir palabras halagadoras desconfiaba del éxito que pudiera obte- ner la campaña, con tanto acierto emprendida por Costa. Yo recuerdo haber oído á varios labriegos cuando el mitin, que en su dialecto decían, no veurem mai laixci el aigiiayel canal. Joaquín Costa hubiera podido replicar, parodiando á Jesús cuando decía á San Pedro con motivo del lavatorio: «Esto que hago tiene misterio que no alcanzas á comprender; yo te lo descubriré después, ahora déjate gobernar.» Nos refiere la historia de la Iglesia que cuando tuvo lugar el nacimiento del Bautista, todo el pueblo de Judea, atónito, se preguntaba: «¿Quién piensas será esté niño?» Tal interrogación hubiera podido hacerse la Litera al venir al mundo Costa, aquel niño monzonense. Difícil contestación tiene la pregunta. No hay cosa más ignorada ni más oculta al hombre, que su eterno paradero. Criado y educado en Graus donde habitó durante su moce- dad, Costa sintió gran pasión por aquel rincón de Ribagorza, al cual ha vuelto después de su fatigosa labor intelectual y ha vivido en él muchos años como buscando un sedante á su can- sado organismo, escuchando deleitado al río Ésera un día y otro día el rumor robustecido de sus olas alborotadas, preña- das de promesas alentadoras, con el eco fragoroso de las dos peñas gigantes, el Morral y las Forcas, que las encajonan y oprimen (1). (1) Ved más adelante el capítulo La Voz del Rio. — 233 — Al calor de esta idea salvadora, el alma sensible de Costa se derretía como niveo copo de blanca escarcha. Con heroica de- cisión, quiso que aquellas ag-uas puras, dulces y cristalinas descendientes del Pirineo, no mezcladas todavía con el limo é impurezas de la tierra baja, se confundiesen en las tierras se- dientas y amarg-as de la Litera y Somontanos. En la serena y clara visión de solitario estudioso, Costa veía todo un país ag-obiado por la sequía y como lóg-ica consecuen- cia por la usura, que lo aprisionaba entre sus g-arras, que lo asfixiaba, y quiso rescatarlo por medio del canal y echar fuera aquella horrible opresión, como Cristo echó del templo á los negociantes, y la Litera y los Somontanos no tuvieran que repetir las palabras de David ban voluntariamente los socios ó algunos de ellos: — Cuarto, »la cuota anual que han de satisfacer forzosamente todos los » socios, y cuyo tipo se acordará cada año por la Junta Directi- »va según las necesidades de la Cámara, procurándose que no » exceda de 10 á 25 céntimos de peseta.» «6.** — Se exhibirán al público, en un cuadro de honor, los » nombres de las personas que favoreciesen más á la Cámara ó » promoviesen con más eficacia el logro de sus fines.» — 248 — Por este camino tendrá que entrar la Cámara pronto si el Alto-Arag-ón no ha de ver defraudadas las esperanzas que puede fundar en ella, y que en ella pusieron sus fundadores. Y para ese caso (no se enoje el Sr. Salillas por haberle sorpren- dido con estas exhortaciones al país), para ese caso dig-o, per- mítame el país que trayendo á cuenta la doctrina de Monroe «América para los americanos» escriba en el frontispicio de la Cámara y en las puertas de los Coleg-ios electorales y en las tapas de las urnas, esta máxima de política abolicionista y emancipadora, «el Alto-Aragón para los alto-aragoneses». En nombre de la Junta Directiva de la Cámara, un voto de gracias el más expresivo y cordial, á los Sres. Puig, Oliver, Molina y dos al Sr. vSalillas, por aquello de que al fin nosotros somos de casa y casi en casa estamos, al paso que el Sr. Sali- llas ha tenido que dejar la suya de propio intento, cediendo á instancias nuestras repetidísimas, para traernos el tributo de su saber y las últimas conclusiones de la ciencia en que es tan consumado maestro. La Cámara queda obligada una vez más al público en ge- neral y particularmente á las señoras por el interés con que siguen sus actos y la confianza que ponen en ella y de que da testimonio su presencia en este sitio; á los señores periodistas por la cooperación tan eficaz y desinteresada que le prestan, haciendo que su palabra humilde pronunciada en este rincón se haga verbo nacional; y al Reverendo Padre Rector por la buena voluntad con que ha puesto otra vez á disposición de la Junta este hermoso local, prestando noble ayuda á una Socie- dad que no tiene casa propia, anhelando poder decir: «cada uno en su casa y la Cámara en la de todos». I CAPITULO vn Labor de desfonde Es de gran interés la divulgación de los ensayos y aun de las prácticas que se intenten en el progreso de la agricultura. Veamos los resultados que ha dado en un período de diez años la labor de desfonde hecha con arado de vapor, tanto para la producción del vino como para la del trigo, en la Colonia de San Juan de Violada. El modo cómo se introdujo esta clase de cultivo en dicha tinca, vale la pena de que se conozca. Habían plantado varias moreras en hoyos de un metro en cuadro por una vara de pro- fundidad; á poco se murieron; y esto hizo que se olvidaran de ellas, pero los cultivadores observaron que el trigo se hacía mucho más alto y sus espigas mucho más gruesas en los sitios donde habían estado los hoyos de las moreras que en el resto del sembrado; esta observación hízoles reflexionar, pensando que sería conveniente labrar con un arado que penetrase tanto como había penetrado la azada en los hoyos, esto es, cuatro palmos: intentaron conseguirlo de varios modos, mediante el auxilio de bueyes y de muías, pero ninguno de los ensayos dio resultado. Otro tanto sucedía con la viña; en vez de hacer un hoyo para cada pie de vid, había de ser mejor que toda la tierra fuese hoyo, quiero decir, que fuese removida toda parejamen- te tanto como lo era en los hoyos, para que la planta se des- — 250 — arrollase mejor y en menos tiempo y produjese más fruto. Ta- les fueron los hechos que hicieron pensar en aplicar el vapor al cultivo del trig-o y de la viña. Es claro, que hubo sus dificul- tades. Los fabricantes de arados de vapor en Ing-laterra no ha- bían pensado nanea en labores de cuatro palmos, por lo cual, tuvo necesidad el Sr. Oliver de idear por sí mismo una modi- ficación, y de ahí nació en los talleres de John Fowler, de Leeds (Ing-laterra) el arado que lleva hoy en todas partes el nombre del fundador de la Colonia. La colonia de San Juan posee dos trenes de arar á vapor, uno g-rande, que remueve y voltea el suelo á cuatro palmos de hondo, y el pequeño, que profundizad 35, 40 y 50 centímetros, según conveng-a. Cada uno se halla movido por dos máquinas de vapor, que se colocan en los dos extremos del surco, á una distancia que puede lleg-ar hasta medio kilómetro: cada una de las dos máquinas tira alternativamente del cable de alam- bre á que va atado el aparato de arar, ó sea las rejas y verte- deras. Los efectos generales de esta clase de labor, son principal- mente tres: I.** Hace al suelo, y por lo tanto, á las plantas cul- tivadas en él, más resistentes á la sequía, equivaliendo, den- tro de ciertos límites, á una labor de riego. La razón es muy obvia y se halla al alcance de cualquiera: cuando llueve, en vez de penetrar el agua un palmo ó palmo y medio, pene- tra dos palmos ó tres, ó cuatro, según sea la labor y la canti- dad de agua llovida; y una gran cantidad queda como alma- cenada en lo más hondo, sin que el sol pueda absorberla ó evaporarla en pocos días ó semanas, como sucede con la labor común: así como la tierra se va secando en la superficie, la humedad de abajo sube por capilaridad á las raíces, ó bajan estas á buscarla, gracias á la facilidad que tienen para des- arrollarse por estar la tierra tan removida, haciendo veces de riego en tiempo de sequía. De aquí la diferencia que se obser- va en los años muy secos entre los sembrados de la Colonia y I — 261 — los de Almndevar ó Tardieuta, que vienen á estar en condicio- nes ig-iiales de clima. 2.° La labor de desfonde pone á disposición de las plantas una cantidad de alimento mucho mayor que la labor ordina- ria: lo uno, porque sube á la superficie tierra del fondo, rica en sales, virg"en todavía, no visitada nunca por el arado, que no ha sido desjug*ada y empobrecida, como la tierra de las capas superiores, por un cultivo agotador de muchos siglos; y en se- gundo lugar, con referencia especial á la vid, porque sus raí- ces pueden extenderse libremente en todas direcciones y ocu- par un espacio de tres metros cúbicos de tierra removida, en vez de medio metro ó menos que tiene por el sistema ordina- rio. De aquí la gran diferencia que existe en igual clase de te- rreno y con igual cantidad de estiércol, en años de lluvia abundante, entre las viñas y mieses cultivadas con arado común y las cultivadas por el sistema de la Colonia. 3." Otra ventaja de cultivo es, que las labores se hacen más á tiempo, no siendo preciso aguardar á que llueva para rom- per, cuya operación se verifica en pleno Julio y Agosto en esta nombrada Colonia; que se aprovechan mejor las sazones, por la gran rapidez con que se hace la siembra; y que sale la labor mucho más barata que con caballerías, siendo las máquinas una especie de muías que sólo comen el día que trabajan. 4.'' Últimamente, dejan la tierra mullida y más accesible á los agentes meteóricos, porque las ruedas de los arados sólo pisan terreno sin labrar, al paso que las bestias deshacen con las patas el efecto de la reja, apisonando la tierra que acaban de remover. Los resultados de este género de cultivo pueden apreciarse por las cifras siguientes. Antes de adoptarlo, cuando se labra- ba esta finca con bestias, producía el trigo 6, 8 y 10 simientes: ahora, con el vapor, produce de 14 á 15 simientes; la cebada, de 20 á 25, según los años. Con la particularidad de que la avena loca, ó sea la ballueca, que tanto da que hacer en este — 262 -^ país, desaparece por completo, por quedar enterrada á muy g-rande profundidad antes deque haya podido nacer. En cuan- to á la viña, es notable la rapidez con que se desarrolla y fruc- tifica la plantada en terreno desfondado. Se hizo el ensayo en e\ plantío de viña: el Conde plantó dos trozos de viña, uñó, en los hoyos, por el procedimiento ordinario, y otro con arado de vapor: la primera tardó cinco años en dar fruto, y á los siete años de plantada se observó que era raquítica y mezquina, al paso que la otra, daba ya fruto al seg*undo año, ó sea á la ter cera hoja, y sus cepas eran vigorosas y producían una cosecha abundante. Viña había en esta Colonia que á los cuatro años de plantada ha producido 40 hectolitros por hectárea, que es decir, más del doble de lo que produce por término medio la viña común del país cuando ha alcanzado el máximum de desarrollo. Una prueba de la bondad del sistema, es que las máquinas Oliver han ido á labrar á destajo á tanto la hectárea, á Sang-a- rrén, á Vicien, á Almuniente, á Zaragoza, á Almonacid y á Cariñena, y que los propietarios para quienes ha trabajado es- tán satisfechos del resultado, pudiendo invocar el testimonio del Sr. D. León Laguna y del señor Duque de Solferino, por perte- necer á la provincia de Huesca. Todavía cabe decir más en abono de esta clase de labor; y es, que existían en la finca criados y jornaleros que á la vez eran propietarios de algún pedazo de tierra, de dos, cuatro y seis fanegas, y que esos bra- ceros, en vista de los resultados de la labor de estos arados, han solicitado que les fueran desfondadas sus tierras con ellos para plantar viñas, á pagar en trabajo, ó sea en jornales y sa- larios, y habiendo accedido á su ruego, estaban igualmente satisfechos del resultado que les ha dado la operación. Como consecuencia de todo, se puede afirmar sin vanaglo- ria, que la provincia de Huesca ha sido la primera en España en cuanto al uso de la gran maquinaria agrícola y que ocupa un lugar distinguido en la agricultura europea, pues en la prensa de Inglaterra, de México y de los Estados Unidos se — 253 — ocuparon y estudiaron la forma de explotarse la Colonia de San Juan, en el Alto-Arag"ón. Sentados estos preliminares, nos ocuparemos con alg-una particularidad del cultivo de la viña y de la fabricación del vino, por la g-ran importancia que este g-énero de producción tiene en la provincia de Huesca. Una vez desfondado el terreno con el arado de vapor á la profundidad deseada, sea á 80, á 70 ó á 60 centímetros, se pro- cede á rayarlo ó á marcar los cuadros donde han de plantarse las vides, á fin de que resulten las distancias de cepa á cepa enteramente ig*uales y formen líneas bien rectas en todos sen- tidos, condición necesaria para poder hacer la labor mecáni- camente con el arado de vapor. La distancia á que queda cada cepa respecto de sus inmediatas es en esta Colonia de un me- tro, entrando, por tanto, 5.000 en cada hectárea, que es decir, millón y medio de pies para una explotación de 300 hectáreas, — Seguidamente se verifica la plantación, poniendo un cabo 6 un barbado en los puntos donde se cruzan las rayas hechas. Si la plantación es de sarmientos, basta clavar una barra de hie- rro y poner el cabo en el agujero ó barreno resultante; pero es preferible con mucho emplear barbados de uno ó de dos años. La plantación debe hacerse después de los fríos, en el mes de Marzo, y mejor aún en Abril. En todo caso, sea barbado ó sar- miento, deben dejársele dos yemas que se hallen entre 15 y 20^ centímetros sobre el nivel del suelo y quitarle todas las demás que asomen fuera de tierra. Respecto de los barbados, debe te- nerse cuidado de que no salg-a del suelo más que la madera del año. Procediendo de este modo se consigue que los brazos de la cepa se desarrollen horizontalmente, que estén ya desde el segundo año á la altura conveniente para que la uva no toque en el suelo, y lo que debe procurarse, es, que el tronco de la cepa quede libre de heridas, las cuales oponen con sus secos otros tantos obstáculos á la libre circulación de la savia. La poda en verde que es lo que se llama en este país dirbar — 264 — ó hriva)\ es operación de suma importancia en el primer año, y sobre todo en el seg-undo de hecha la plantación, porque per- mite suprimir los brotes que salgan en punto donde no con- vengan sin causar heridas ó secos. En terrenos de buena calidad, que hayan sido bien desfondados, es regla dejar en el segundo año dos brazos con viva y ciega; al tercero, cuatro brazos con viva y ciega también; de modo, que al cuario año se halla la cepa en plena producción. Ya hemos dicho antes que existía en esta finca viña que daba 40 hectolitros por hectárea á los cuatro años de plantada. Al practicar la segunda poda en ver- de, conviene despuntar los brotes que no deban servir para brocadas en la próxima poda en seco. El primero y segundo año deben darse á la viña por lo me- nos cuatro labores, aun cuando no haya hierba: del tercer año en adelante bastarán tres labores, si con ellas queda la hierba bien extirpada. Asimismo debe azufrarse y sulfatarse todos los años, á partir del primero, toda viña cultivada como es de- bido, aun cuando no se observen huellas ni asomos de oidium ni de mildeu. El gasto hecho es una especie de prima de segu- ro con que el hombre previsor se pone á cubierto de un posible desastre. En cuanto á la variedad de vid que más conviene plantar, mirada la cuestión desde el punto de vista industrial, es prefe- rible la vid que produzca mayor cantidad de vino, y no la que lo produzca mejor. Así es que recomendamos sin vacilar el culti- vo más intensivo que sea posible. Para ello nos fundamos en la experiencia. Nosotros cosechamos vino de mejor calidad que los argelinos y lo vendemos más caro, y sin embargo ellos obtienen de cada hectárea de viña cuatro veces más utilidad que nosotros. He aquí la razón. La producción regular de los viñedos de Argelia, plantados en terrenos desfondados á vapor, producen regularmente por cada hectárea 100 hectolitros de vino de 10 grados, cuyo precio oscila entre 12 y 18 pesetas: tér- mino medio, 1.500 pesetas de producto bruto por hectárea. Nos- — 256 — otros cosechamos de 15 á 20 hectolitros de excelente vino por hectárea, que vendido á 20 pesetas, nos da un i)roducto bruto de 350 pesetas á la hectárea. Comparen ustedes la diferen- cia que va de esos 70 duros nuestros á los 300 de Arg-elia y comprenderán las ventajas del cultivo intensivo. Debe ad- vertirse que el clima de Arg-elia es tan cálido y seco como el nuestro. Esto supuesto, la variedad de vid más recomendable para nosotros encuentro que es la denominada moma (/astro. Cada país tiene su vid de gran producción: la nuestra es esa. En el año último se hizo producir á cinco hectáreas de momag-astro, estrechándolas á razón de 50 hectolitros de vino de 10 g-rados de alcohol por hectárea; se vendió en Huesca á 10 pesetas hecto- litro, lo cual representa un producto bruto de 100 duros por hectárea; las otras 340 hectáreas de viña de la Colonia, tratadas con el mayor mimo para que produjesen la mejor calidad po- sible, dieron únicamente 20 hectolitros por hectárea, que ven- dido á 15 pesetas el hectolitro, arrojan un total de 60 duros por cada hectárea: diferencia á favor del cultivo intensivo, la que va de 60 á 100, esto es, 40. Y estábamos en los comienzos, pues ya este año se propusieron forzar más la producción del mo- magastro hasta llegar á donde llegan los. argelinos, esto es, á los 90 ó 100 hectolitros, en cuyo caso la diferencia entre los dos cultivos será naturalmente mucho mayor. Es verdad que hay que atender al mismo tiempo que á la cantidad, al color del vino, á que éste sea lo más tinto posible, y para eso, dos medios se pueden recomendar: 1.° El cultivo de variedades que produzcan naturalmente mostos fuertemente rojos, tales como nuestro ribote ó vina- tera, ó como los híbridos de Bouchet^ cuya uva tiene la pulpa roja, á diferencia de nuestras variedades comunes, que sólo tienen materia colorante en el hollejo, ó sea en la piel. Es la variedad que domina en los viñedos de Argelia, y de ahí el excelente color de aquellos vinos. Aquí puede introducirse — 256 — Ó por vía de plantación ó por vía de injerto, en los viñedos existentes. 2." El otro medio consiste en concentrar el color del mosto de nuestras uvas comunes, separando en la pisadora á un lado todo el mosto que sale al principio enteramente incoloro, y que puede calcularse en una mitad, y á otro el restante, con toda la briza ú orujo. Con la primera mitad se fabricará vino blanco, que de algún tiempo á esta parte se pag-a en Francia mejor que el tinto más excelente, y con la otra mitad resultará un vino con doble color al que le correspondería de ordinario, por haberse concentrado en una mitad del mosto el color que, sin aquella separación, habría tenido que repartirse en la totalidad. El se- ñor Debonno, de Boufarik (Arg-elia), ha inventado recientemen- te una pisadora que separa hasta un 16 por 100 de mosto blanco ó incoloro: la Colonia hizo pedido de ella con objeto de fabricar vino blanco en gran escala. Hasta aquí lo que po lemos decir de momento acerca del nuevo sistema de cultivo por medio del vapor; y únicamente queda por decir dos cosas: 1." Que es un error creer que con esta clase de arados sólo pueden labrarse las tierras muy extensas y enteramente llanas, siendo lo cierto que el vapor labra toda tierra que pueda labrarse con muías, sea grande ó pequeña, llana ó inclinada.— 2.* Que es asimismo errror creer que sólo puede labrarse con esta clase de arado cuando se dispone de un gran capital para comprar máquinas tan caras, porque el que las posee puede labrar con ellas á jornal ó á destajo, según es tan común en los Estados Unidos. No lejos de nuestro país, en Argelia, cuyos vinos principian á hacer seria competencia á los nuestros, todos los viñedos de la gran llanura de Mitidja han sido desfondados por dos ó tres parejas de máquinas al precio alzado siguiente: labor á cuatro palmos de profundidad, ó sea á 80 centímetros, 500 pesetas hectárea; á 50 centímetros, 300 pesetas; á dos palmos, 125 pesetas; á 30 centímetros, 70 pesetas, además del transporte de las máquinas, la manu- — 257 — íonción de tres obreros y una cantidad de 40 á 60 hectolitros (le agfua para las locomóviles. Ahora bien, como en la Colonia -e hacían todas las labores en cincuenta ó sesenta días, pudo introducir la labor de desfonde á destajo en Aragón, siendo ya varios los propietarios de esta provincia y de la de Zarag-o- 'a que han plantado viña en terreno desfondado con el arado Dliver de referencia. 17 CAPÍTULO VIII Plan general de canales (Un proyecto de ley.) En 1893 proyectó la Cámara Agrícola del Alto-Arag-ón un Congreso de Ag'uas y Rieg'os, en Madrid, con objeto de ilustrar los sig-uientes temas, que vieron la luz en el Boletín de aque- lla asociación: • «1.° Resultados económicos de los canales de rieg-o explo- tados por el Estado en Italia, Bélg"ica, Francia, Egipto, India ing-lesa y colonias de Holanda. ídem de los explotados por el Estado en España: Imperial, Lozoya, Llobreg-at, Prior y Jara- ma. Su comparación con el resultado que los canales explota- dos por Empresas privadas han producido ])ara éstas, para los regantes y para el Fisco. »2.'' Si los canales son obras de utilidad pública. Si debe construirlos ó auxiliar su construcción el Estado, y caso afir- mativo, en qué condiciones. Causas de la ineficacia de las le- yes de auxilio á la construcción de canales dictadas en Espa- ña. Si es lícito declarar obligatorio el riego y expropiar por causa de utilidad pública las tierras que sus dueños no quie- ran regar: aplicación del principio de las leyes forestales de Francia y Alemania. Si debe participar el constructor (conce- sionario privado ó Administración pública) en el aumento de valor de las tierras determinado por el riego. I — 259 — »3.'' Estiaje de los ríos en España. Complemento necesario de los canales: pantanos de alimentación; repoblación forestal idü jurídico (si es justo con el dinero de todos quintuplicar el valor inmobiliario de algunos, sin participar en ese aumento; si es preferible para los particu- lares y para el Estado ó las empresas constructoras esa parti- cipación, satisfecha en especie-tierra (incorporando, en tal caso, la propiedad del agua á la del suelo, como está en casi todas nuestras provincias levantinas), al pago de un canon anual como precio del agua consumida; si es justo declarar obligatorio el riego y expropiable la tierra que su dueño no quiera ó no pueda regar; colonización de las tierras expropia- das y de las comunales á que alcance el riego, etc. 3." y 4.* A esa necesidad responde lo apuntado al principio bajo estos números, con las notas de su referencia, á que me remito. En el año 1896 y á instancia reiterada de varios electores, el fundador de la Cámara agrícola Sr. Costa, fué proclamado candidato para diputado á Cortes. De haber obtenido la repre- sentación del distrito de Barbastro, éste hubiera sido el pri- mer proyecto de ley que el Sr. Costa se proponía apoyar en las Cortes; y á él se refirió en su manifiesto- programa de 20 de Marzo de dicho año, al enumerar las medidas legislativas y de — 276 — g-obierno que á su juicio reclamaban con mayor urgencia el estado angustioso de la nación en general, y particularmente de las poblaciones ribereñas del Ginca y sus somonta^os, for- mulado en los siguientes términos: A los electores del distrito de Barbastro. — Las sentidas y pa- trióticas excitaciones que muchos de ustedes me dirigen desde diversos puntos, para que acepte la cualidad de candidato á la diputación á Cortes en la presente contienda electoral, refor- zadas de palabra por sus respetables comisionados Sres. Arte- ro, Gómez y Molina en el día de ayer, me obligan á no insistir en mi anterior retraimiento y negativa. Correspondo, pues, á la confianza que ponen en mí, aceptando ese que ya ustedes se- adelantan á reconocer en sus cartas que es para mí un sacrificio- No me preguntan, porque están ya hartos de programas, cuál es el que yo llevaría á las Cortes si saliese elegido: hija del distrito lo mismo que ustedes (naci en Monzón y estudié en sus escuelas), somos antiguos conocidos: me han oído va- rias veces en privado y en público; y eso les basta. Saben que respeto á los partidos políticos, pero que vivo independiente y ajeno á todos ellos, y por lo mismo, que habría de depender como diputado, exclusivamente de la voluntad del país, aten- to sólo á sus necesidades y deseos, libre de todo compromiso,. y dispuesto en todo momento á devolver el acta á los electores tan pronto como me la pidieran ó advirtiese yo que no estaban satisfechos de mí ó que me faltaba su confianza. Pero cumple á mi lealtad exponerles,— para que puedan vo- tar con más conocimiento de causa y, si el caso llega, pedirme cuentas al término del mandato, y aun antes de haber expira- do éste, — un resumen de las medidas legislativas y de gobier- no que, á mi juicio, reclama con mayor urgencia la situación comprometida y grave de la nación y su atraso en todos los — 277 — órdenes, y más especialmente el estado ang'ustioso de las po- blaciones ribereñas del Cinca y sus somontanos, — y que debe promover ó apoyar con su palabra y con su voto en el Parla- mento quien quiera que resulte elegido por el sufragio de us- tedes, sea el Sr. A. C, sea yo ú otro candidato. He aquí ese programa, que ha de realizarse por partes, á me- dida que las circunstancias lo vayan aconsejando ó consin- tiendo: 1." Formación de un plan general de canales de riego, en las condiciones que determine una información pública espe- cial; y construcción inmediata de ellos por cuenta del Estado, empezando por los más importantes de la Península y de más seguro resultado económico, que son los de Barbastro y de la Litera, derivados de los afluentes del río Cinca. 2.'* Construcción por el Estado de una red muy vasta de caminos baratos, como está hecho ya hasta Qn Portugal y lo proponen los ingenieros en la Información de 1887 sobre la Crisis agrícola y pecuaria, — para que pueda llegarse con rue- das á casi todos los pueblos de la Península, convirtiendo á esta atención las sumas que se invierten anualmente en ca- rreteras costosas, las cuales no sirven directamente sino á un número corto de poblaciones y absorben partidas considera- bles del Presupuesto nacional. 3." Abrir á toda costa mercados para la producción agrícola de nuestro país, y especialmente el mercado de Francia para los vinos en las condiciones del tratado de 1882. 4." Reforma del régimen hipotecario vigente, en bien del crédito territorial, de manera que alcancen sus ventajas á la pequeña propiedad y la grande deje de estar sacriñcada, — acomodando á las condiciones de la propiedad inmueble en España el sistema, tan sencillo y barato, de Australia, según lo tiene reclamado el país en las dos informaciones oficiales de 1883 sobre Reformas sociales y de 1887 sobre la Crisis agrí- cola y pecuaria. — 278 — 5.° Suspensión absoluta é inmediata de la venta de bienes propios de los pueblos, como se ha hecho en Inglaterra é Ita- lia, poniendo término á la obra de la desamortización civil, tan desastrosa para las clases menesterosas y que ha introdu- cido honda perturbación en la hacienda municipal. 6.° Autonomía administrativa de los Municipios, aboliendo el régimen actual de centralización, en que se engendra la in- mensa llaga del caciquismo local y provincial y la insoporta- ble y afrentosa opresión de las gentes honradas que es su con- secuencia. 7.*' Como criterio general de gobierno en lo administrativa y financiero, adaptación de los servicios públicos, y consi- guientemente del presupuesto nacional de gastos,— (represen- tación diplomática, universidades, provincias, marina de gue- rra, tribunales de justicia, ejército, vías de comunicación, mi- nisterios, etc.), — á la pobreza del país, que no es transitoria, sino irremediable y constitucional , por lo montuoso de su suelo y lo irregular y abrasado de su clima, — renunciando al empeño pueril y torpe de organizamos y gastar como las na- ciones ricas, que nos hace vivir del capital. 8.° Codificación del derecho civil aragonés, á fin de que termine el desconcierto y anarquía presente, sobre todo en materia de sucesiones, y se aminore el número de cuestiones,, de discordias y de pleitos; — y poniendo en el Código trabas y cortapisas al nombramiento de herederos universales en capi- tulación matrimonial, con objeto de evitar los abusos y frau- des de muchos que dejan en total desamparo á sus padres lue- go que éstos los han instituido. 9." Establecimiento urgente del seguro sobre la vida, soco- rros mutuos y cajas de retiro, para ios labradores y braceros del campo, menestrales y comerciantes en toda la nación, por iniciativa del Estado y bajo su dirección y patronato, — hacien- do extensiva á todos los españoles la hermosa institución de los Montepíos creada para los militares y empleados en el siglo — 27y — pasado, según se lialla ya establecido en una ú otra forma en las naciones más conservadoras, Alemania, Inglaterra, Austria, como en las más democráticas. Italia, Suiza y Francia. 10. Mejora de la instrucción primaria, elevando la condi- ción social de los maestros, encomendando al Estado el pago de sus haberes, introduciendo el trabajo manual en los pro- gramas de las escuelas y atendiendo con gran preferencia al desarrollo físico de la niñez, objeto de la más viva preocupa- ción de la pedagogía europea. 11. Justicia á Puerto Rico y Cuba en todos los órdenes, po- lítico, económico y administrativo, poniendo término breve, á cualquier precio que no sea el del honor, á una guerra que ame- naza durar muchos años y que representa para España una sangría suelta por donde se le escapa la poca vida que le queda. 12. Atención intensa y sostenida á los intereses mercanti- les de España y á los de su raza y civilización en el mundo, apretando cada vez más los lazos morales que la unen á Méji- co, á Chile y demás naciones hispano-americanas, con la mira de una federación ó de una alianza que reprima el instinto in- vasor y absorbente y contenga los rápidos avances de la repú- blica norteamericana, acudiendo con Portugal á salvar algo del porvenir en sus posesiones del África austral, que sin eso acabarán de perderse irremediablemente en pocos años; y ha- ciendo causa común con Francia en lo que toca á los proble- mas, tan vitales para nuestra nación, que se encierran en es- tos dos conceptos geográfico-políticos: Marruecos y Egipto. Con esto no me queda ya más que decir sino una cosa. Quien quiera que sea diputado por el distrito, debe compare- cer ante ustedes en mitin solemne, al término de cada legisla- tura, para darles cuenta de su conducta parlamentaria, oír el juicio de los electores acerca de ella, y renovar en cierto modo su mandato ó declinarlo. Madrid, 20 de Marzo de 1896. — 280 — Dos mitins electorales. — Por la doctrina y enseñanzas que estos discursos encierran, nos ha parecido de g-ran interés la publicación en extracto de aquellos, al objeto de consig-nar sintéticamente tan útiles y sanas ideas como el orador vertiera con aquel motivo electoral. Quien desee estudiar y adquirir conocimiento exacto con más extensión de la labor de nuestro muerto autor, realizada á nombre de la Cámara Agrícola del Alto-Aragón , puede con- sultar las siguientes obras: 1." Primera cainjmña de la Cámara Agrícola del Alto- Ara- gón, 1892-18:)3. Madrid, 1894, Imprenta de San Francisco de Sales. 2." La Cámara (periódico), Barbastro, 1896-1898. 3.° Reiisia Nacional (órgano de la Liga Nacional de Pro - ductores. Madrid, 1899-1901. 4." I^econstitv.ción y Europei:aciÓ7i de Españay programa para un partido nacional. Madrid, 1900. He aquí los extractos de referencia: Primer mitin en Monzón. — Después de exponer las razones que tuvo para dejar presentar su candidatura á la diputación á Cortes por la Cámara Agrícola del Alto-Arag'ón, y de definir los deberes del candidato antes y después de la elección, deta- lló 3" razonó los puntos principales del programa que suscribió y circulado impreso, fijándose con más especialidad en dos de los proyectos de ley que pensaba presentar ó promover: 1.° Plan general de canales de riego y construcción de estos por el Estado. 2.' Establecimiento de instituciones deprcTisión (socorro mutuo, cajas de retiro, seguro sobre la vida) por el Estado para los labriegos, jornaleros, artesanos, etc. Jíespecto á lo primero, dio á conocer, en la parte referente á aguas rurales, el dictamen emitido por el Ayuntamiento de ~ 281 — Monzón hacía nueve años en la Información pública de 1887, sobre la crisis agrícola y pecuaria , y obrante en el tomo ii de la misma; del cual resulta que toda la comarca entre el Cinca y el Segre, acabará de quedar convertida en un desierto sin población, por causa de la sequía, si no se construía pronto el canal de Tamarite; que los labradores carecían de crédito por ser sus tierras de secano; que había disminuido en proporción considerable el cultivo cereal, por el mismo motivo de la se- quía y ser el labrador menos poderoso que la tierra; y que es urgente resucitar la g-anadería, todo lo cual requiere otra vez el canal de Tamarite. En todo esto, el Ayuntamiento coincide con las doctrinas de la Cámara Ag-rícola del Alto-Aragón, que en los tres años que llevaba de existencia había dado notable impulso á los tres proyectos del pantano de Roldan, del canal de Sobrarbe y del canal de Tamarite, y que para llevarlos á feliz término necesitaban el concurso de un diputado celoso y de circunstancias, razón por lo cual ha presentado candidato pro- pio, caso previsto en sus Estatutos. Desarrolló luego el sistema de razones, por las cuales los canales interesan mucho á los grandes terratenientes (sustitu- ción del cultivo cereal por la ganadería estante, combinada con la transterminación al Pirineo), pero más aún á los jorna- leros y labriegos ó labradores en pequeño, quienes mediante ellos han de conseguir un bienestar y una independencia que no les han dado ni la Constitución ni el sufragio universal. En comarcas tan castigadas como ésta por la sequía^ un canal de riego proporciona al pueblo mayor suma de libertad que una Constitución, por muy democrática que se titule. Porque conviene más á los pobres que á los ricos, porque éstos pueden ir tirando, no obstante la .sequía, y con el canal han de perder gran parte del influjo señorial que ejercen sobre aquéllos, se han esforzado los caciques de Monzón por impedir que la Cámara Agrícola celebrase en esta ciudad el proyecta- do mitin, donde los oprimidos pudieran acabar de abrirlos — 282 — ojos. Con esto, los dos candidatos vienen á conceptuarse por sus banderas contrarias: el uno, el candidato de los «ricos», el candidato de la sequía; el otro, el candidato del canal, el candi- dato de los «pobres». En los nueve años que habían transcurrido desde la fecha del dictamen emitido por el Ayuntamiento de Monzón , han votado las Cortes 700 millones de reales para construir una es- cuadra de g'uerra y 600' millones para subvencionar á la Com- pañía Trasatlántica: á haber servido ó querido servir para el caso los diputados de esta comarca, habrían conseg-uido otros 700 millones para canales y otros 600 para caminos, sin que pueda decirse que España carecía de ellos^ puesto que ahora los tiene para sostener la g-uerra de Cuba, la cual consume esos 700 millones de reales cada medio año, y á estas horas co- rrería ya por las tierras el ag-ua del canal. Otra de las leyes que pensaba promover el orador tenía por objeto, evitar la miseria nacida de accidentes imprevistos ó in- dependientes de la voluntad, de enfermedades, de lesiones ó rotura de miembros, de vejez, de fallecimiento, supliendo por la acción directa del Estado la falta de iniciativa particular en lo tocante al socorro mutuo, y constituyéndose el Estado mis- mo en empresario de seg'uros para los operarios de la ag-ricul- tura, de la industria y del comercio, para los labriegos, para los peones ó jornaleros del campo, que son los que más necesi- tan de la previsión y los que menos pueden cuidarse de ella. El militar y el empleado adquieren derecho ó pensión para sí 3' para sus viudas y huérfanos, desde que en el sigilo pasado se crearon los Montepíos; en nuestros días, se ha hecho extensiva la institución á los maestros de escuela, á los g-uardias civiles, etcétera; no hay razón para que no se hag-a otro tanto respecto de los obreros de las fábricas, y aun de los labradores, jornale- ros, artesanos, etc. La iniciativa en este orden corresponde al gran estadista alemán Bismarck, á quien es debido, además de la organización del socorro mutuo, el seguro obligatorio — 283 — para los obreros de la industria, una de las más nohir.> alea- ciones que honran á nuestro siglo. En una ú otra forma existe ya en casi toda Europa. En España se crearon hace cinco ó seis años Cajas de retiro para los jornaleros ú operarios de los Ar- senales del Estado, mediante un descuento de 1 por 100. A continuación explicó la forma de organización que han de recibir esas instituciones de previsión, y los recursos extraor- dinarios que podrán arbitrar las Juntas locales para facilitar el pago de las cuotas mensuales de los asegurados (cultivos cooperativos, herencias intestadas sin herederos forzosos ó sin heredar legitimos, manda pía forzosa, monopolios ó exclusi- vas, etc.); y concluyó ponderando la importancia de estas ins- tituciones para hacer independiente al hombre, y hallando que es superior á la de las libertades políticas, cuya conquista ha costado diez guerras, verdadero río de sangre. Para alcan- zar este gran adelanto social no hace falta derramar ninguna: basta saber votar. Comparó lo que era Monzón villa, cuando nació en ella el orador, con lo que es ahora Monzón ciudad; explica los moti- vos de la diferencia y deduce que la política española ha reci- bido y sigue aún una dirección equivocada, que urge sobre- manera rectificar. Se lamenta con tonos muy amargos, y al mismo tiempo muy enérgicos, de que se haya recibido taii hostilmente y hasta faltando á las leyes de la hospitalidad, á la Cámara agrícola por parte de media docena de individuos que pretende tener enfeudada la ciudad; y lo explica diciendo que es principal- mente porque su política, la política de la Cámara, es ante todo y sobre todo política social, política para los pobres y para los medianos; y porque los sujetos en cuestión tienen miedo á los medianos y á los pobres de la ciudad, que principian á cansarse ya de serlo contra toda razón. Los graves problemas económicos y sociales que están planteados, el orador quiere resolverlos, con la Cámara, pacíficamente, por el acuerdo — 284 — y armonía de ricos y de pobres, de monárquicos y republi- canos. Da las gracias al público, en particular á las mujeres, y pro- mete volver muy pronto y no cejar hasta ver al pueblo des- pierto y en pie, reduciendo á la razón á sus explotadores y to- mándoles cuenta de la tutela. Segundo mitin en Monzón. — Ocupóse el Sr. Costa de la g-uerra de Cuba, diciendo que más que hablar de república ó de mo- narquía, que más que tratar de canales de riego y de crédito territorial, de tratados de comercio, de autonomía de regiones y municipios, etc., hace falta acabar con aquella guerra, antes de que ella acabe con nosotros. Al efecto, declaróse partidario de reformas políticas, las más radicales, para la isla; tronó contra los políticos rutinarios é imprevisores, que se dejan sorprender siempre por los sucesos que no supieron adelantarse á ellos, concediendo desde un principio lo que se muestran dispuestos á conceder al fin, cuando ha derramado ya el pobre pueblo torrentes de sangre y consumido el país las últimas migajas de su crédito; contó escandalizado el número extraordinario de soldados con que están contribuyendo á aquella guerra las poblaciones ribere- ñas del Cinca que él ha recorrido, Fonz, San Esteban, Estadi- lia. Monzón, etc.; y aconsejó á las madres, con plauso del pú- blico, que dirigiesen memoriales á las Cortes, uno por cada población, pidiendo la inmediata terminación de la guerra á todo trance y á cualquier precio y la vuelta á España del ejér- cito peninsular. Con este motivo, para que no se emprendan en lo venidero, con carácter de nacionales, guerras que verdaderamente no lo sean, abogó por el servicio militar obligatorio, vigente ya en casi toda Europa. El Sr. P., ó quien quiera que sea el autor de — 285 — una correspondencia que ha circulado, en la que reprende por ello á nuestro amig*o, calificando su propag"anda de socialista y extrañándose de que haya podido hacerse á nombre de una Cámara agrícola en cuya Junta figuran tantas personas acau- daladas. Comprendemos la extraüeza del luminar del Cinca; pero ¿qué le vamos á hacer? Dios ha hecho á estas personas bas- tante rectas y bastante patrióticas para sacrificar las convenien- cias de clase en aras de la justicia y del bien común, y compa- decen á esos otros cristianos de similor que conservan viva su devoción á la ley de castas, empeñándose en mantener sepa- rados á los ricos de los pobres por la ley del embudo. ¡Eso sí que es socialista y demoledor! Explicó el Sr. Costa de qué modo la política se ha hecho has- ta ahora para los ricos, y sobre todo para los ilustrados, únicos que pueden gustar de esas modernas conquistas que se llaman libertad de imprenta, jurado, sufragio universal, libertad de asociación, etc., y de esas grandes vanidades, representación diplomática, posesión de colonias, triunfos militares, etc., ilus- trados y ricos que escasamente compondrán medio millón de habitantes; es ya hora (decía) de que la política se haga para los otros diez y siete millones y medio de españoles, que toda- vía no han obtenido ninguna ventaja de las diez guerras y re- voluciones que van sostenidas en el presente siglo por la inde- pendencia, por la libertad y por la democracia. En este orden entendía que lo primero es dotar al agricultor de medios naturales para que la tierra le produzca lo necesario para cubrir tres distintas atenciones: alimentarse suficiente- mente él y su familia; pagar los tributos indispensables á los servicios públicos, y ahorrar para la vejez. Desgraciadamente, nuestros secanos no producen ni aun para lo primero: de ahí el que se viva más que de la renta, del capital, comiendo sobre el porvenir, y que aun así, más que vivir, deba decirse agoni- zar. Donde la tierra no produce siquiera treinta hectolitros de trigo por hectárea, que es decir unas quince simientes en cada — 286 — cosecha, no tiene cuenta sembrar: con sólo 6 ó 7 simientes de aumento, le sale el trig*o al labrador tan caro como si lo com- prara. Mas para que la producción alcance aquella cifra, nece- sita la tierra tres cosas que el labrador no puede ahora sumi- nistrarle en suficiente proporción: ¡adores Qn cantidad y calidad superiores á las de ahora (lo cual requiere que el labrador sea más fuerte y poderoso que su tierra), humedad (por consiguien- te, riego, dada la insuficiencia é irregularidad normal de las lluvias) y alónos (que suponen ganado, como éste hierba, como la hierba agua de riego). Con tal motivo, volvió sobre el tema de los canales de Tamarite y de Barbastro, que permitirán la transformación de la agricultura de la comarca en un doble sentido, como transición para más radicales mudanzas: susti- tución del cultivo cereal por el forrajero en los grandes terra- tenientes y transformación de los braceros del campo en culti- vadores de tierra propia, suministrada por medios semejantes á los que autoriza desde muy reciente fecha la previsora legis- lación inglesa. En cuanto á la agricultura de secano, fundada principalmen- te en el cultivo arbustivo (viña), necesita con gran urgencia el mercado de Francia: y para reconquistarlo, es forzoso decidirse por una política exterior franca que disipe los recelos de la ve- cina república y le afiance nuestra amistad, sin llegar al extre- mo de comprometernos con ella y con Rusia en los ruinosos términos en que está comprometida Italia con la tríplice. Sólo por ese camino, decía, encontrará alivio la terrible crisis del vino. Ocupóse seguidamente de la construcción de caminos carre- teros y de herradura baratos, aprovechando grandes trayectos de los caminos actuales. En su opinión, como en la de muchos ingenieros, debe suspenderse sin más tardar la construcción de carreteras y destinarse el presupuesto que ahora se invierte en ellas á construir dichos caminos, únicos que caben en la mo- destia de los recursos nacionales, para que no se dé el triste — 287 — espectáculo de una nación que se ha arruinado abriendo lujo- sas vías de comunicación y cuyas poblaciones, no obstante eso, han quedado en su mayor número aisladas, sin poder extraer sus productos y presentarlos ventajosamente en los mercados. El Sr. Costa explicó las condiciones técnicas de este g-énero de vías económicas, las cuales se proponía hacer objeto de otro proyecto de ley en el Parlamento, caso de salir elegido. A propósito de estas reformas y de otras no menos ur^i^entes, enumeradas por él, condenó acerbamente los abusos del par- lamentarismo, del cual dijo que no constituye un régimen cortado á la medida del pueblo español, clasificándolo entre las causas de nuestro atraso y decadencia; y no ocultó su in- clinación al sistema representativo (vigente en Alemania, Es- tados Unidos, etc.)> como más propio de un pueblo impresio- nable, enfermo de incontinencia de la palabra, sin aptitudes para el gobierno y no adiestrado en las práticas de la li- bertad. Tales fueron los principales puntos desarrollados por nues- tro candidato en el segundo mitin de Monzón. El Sr. A. C. no dijo nada á los monzonenses, y se comprende: diez anos de vida parlamentaria han enseñado al distrito que no tenía dentro nada que decir, ni por tanto nada que hacer en el Congreso de los diputados. Después de eso. Monzón (valga el eufemismo) votó para diputado al Sr. A. C. ¡Pobre pueblo, en poder de tales tutores; y pobre sufragio universal, á merced de sus de- clarados enemigos, deshonrado impíamente por ellos y conver- tido en instrumento de opresión y en un medio de adquirir! Las doctrinas que el Sr. Costa vertiera en sus discursos elec- torales fueron perfectamente comprendidas y gustadas del numeroso público, que aplaudió con entusiasmo en todo el curso de la peroración. — 288 — Sin embargo, el Sr. Costa ¡no Ueg-ó á ser diputado! El ca- ciquismo provincial y local, se declaró una vez más enemi- go de la patria. Quienes fuimos testigos presenciales de aque- lla triste jornada, recordamos con dolor este hecho que privó á España de la iniciación de una política nueva; con en- trañas. CAPÍTULO IX Agua de riego para el pueblo Calor sin humedad enj^endra el de- sierto. La producción alcanza su máxi- mum cuando la humedad está en jus- ta proporción con el calor. . . Cuando las fuerzas naturales, aire, calor, agua, estén por doquier someti- das al hombre, la humanidad será reina del mundo. Gasparín. Campo romíZ/io.— Seg-ún Varrón, d%io jugera, ó sea media hec- tárea (1), era la extensiÓD de terreno concedido á cada ciuda- dano romano en los primeros tiempos de la república, y con el sólo producto de tan escasa parcela vivían él y su familia. ¿En qué consiste que hoy día labradores que poseen, no dig-o me- dia, sino veinte hectáreas, tienen que emig-rar á otras provin- cias ó continentes desde el centro de la Península para no pe- recer de hambre? No se busque la causa en la bondad y fres- cura de las tierras que cultivaron los romanos y en la seca complexión de las castellanas; búsquese si se quiere en el ol- vido de las buenas reg-las de cultivo que la necesidad enseñó é hizo poner en práctica á aquellos buenos patricios^ patricios ( 1 ) Poco más de V4 de fanega castellana , ó exactamente siete fanegas aragonesas (de 1 .200 varas. ) 19 — 290 — que con una misma mano trazaban los surcos, derrotaban los enemigos y gobernaban los asuntos de la república. Los romanos, sin conocer la química, habían observado que las leguminosas alimentaban mucho más, en igual volumen, que cualquier otro fruto; y por esto les dieron la preferencia en su sencilla rotación: á no recurrir á las legumbres, las 50 áreas no hubieran bastado, ni con mucho, para cada familia. Cultivaban principalmente el trigo y las habas, y hacían entrar en el pan harina de estas últimas: sabido es que las habas per- tenecen al grupo de las substancias que más materia nutriti- va encierran, dosando dos veces más ázoe que la misma carne. Los españoles que saben, ó debieran saber, cuan expuesto es cultivar el trigo con exclusión de toda otra semilla, y confiar así su suerte al azar de tantos meteoros inclementes, hubieran obrado con cordura imitando en esta parte á los romanos; y tal vez así se viera contenida la emigración y el hambre en una gran parte. Sabemos de algún pueblo de la Mancha, no lejos de Aranjuez, cuyos vecinos, sin estar nada sobrados, no ha- bían conocido hasta el año pasado el maíz ni las judías, reétu- ciéndose toda su flora al trigo, anís, y patatas: inútil es aña- dir que una vez que han palpado las ventajas de su cultivo, se disponen á sembrar fanega sobre fanega. Es preciso desengañarse: toda comarca que depende de una sola planta, está expuesta á no pocos contratiempos: un año aparecerá opulenta, y al siguiente no tendrá que comer. La Irlanda, cuya subsistencia está íntimamente ligada á la pata- ta, se ve diezmada por el hambre siempre que se ve diezmado este tubérculo por una enfermedad particular. Es cierto que el cultivo de las leguminosas exige en nues- tros climas algunos riegos, y que no son muy frecuentes e» España las tierras de regadío; ¡pero son tantos al cabo del año los días que se consumen en la inacción! Raras son las colinas en cuyas entrañas no pueda reunirse un caudal de agua, si- quiera sea pequeño, minando en distintas diTecciones, como — 291 — hacen los catalanes. Raros son los lugares en que sea difícil construir un estanque, pantano ó lag-una artificial que recoja las aguas de lluvia correntía, como hacían los árabes. Raros, en fin, son los lugares en que no pueda abrirse con algún éxito uno ó varios pozos, cu^'O líquido se extrae fácilmente por medio de pozal, sifón, rosca, noria, bomba, tambor, cigoñal, etcétera. Nada es tan difícil como el vencer nuestra afición al dolce /amiente, y si supiésemos salvar este mal paso, lo demás, incluso el agua de riego, se nos daría por añadidura. En la Mancha, por ejemplo, tan abrasada y estéril, que no presenta ni un solo árbol, ni un jardín, ni una fuente, aparece general- mente el agua á tres metros bajo el suelo. Taladremos, pues, el suelo con pozo americano ó con barre- na, y si no, con pico y azada; abramos galerías en las colinas y preparemos depósitos al agua del cielo; traigamos de lejos la que discurre por los arroyos, trazándole un canal grande ó pequeño, y después de todo esto, tendremos derecho para es- perar fruto de las rogativas. Afición y constancia sobre todo; la- brador habrá que desmayará al primer azadonazo ó que aban- donará la obra á medio terminar. Tenga en cuenta que, por poco que adelante cada día, hará mucho más que estándose parado. Tenga también presente que la gota de agua, por im- potente que parezca, llega á horadar la roca, pero á condición de estar cayendo muchos años. Circunscríbase primero á poco, que si después de haber prin- cipiado le pica la ambición y quiere abarcar más de lo que sus fuerzas le permitan, se quedará atascado al primer paso y obli- gado á dejar lo poco por la nada. No es muy grande la cantidad de agua que exige una cose- cha de judías, habas, maíz, patatas ó esparceta en 1 2 ó 20 áreas de terreno; y estas 20 áreas pueden dar en un año 500 kilogra- mos de habas y seis ú ocho hectolitros de alforjón (que repre- sentan el alimento anual de 20 gallinas, ó sea, un producto de 2.200 huevos); ó cinco hectolitros de cebada y 600 kilogramos — 292 — de maíz; ó 2.000 kilogramos de forraje, que representan el ali- mento de 10 ovejas, es decir, ocho corderillos, 800 litros de le- che, 17 kilogramos de lana y 300 kilog*ramos de rico estiércol,, etcétera, etc. Estas cifras harán ver la importancia de aquellas- cosechas auxiliares, llamadas á evitar g-raves conflictos. II En Agricultura no es la ignorancia lo que arruina, sino la pereza y la ne- gligencia. Xenofonte. Parva propia, magna. Magna aliena, parva. Lope de Vega. Camijo de una /iecldrea.—AcB.hñmos> de ver que con un campí> de media hectárea, ó poco más, vivía una familia romana, gra- cias á la cosecha de habas y alguna otra intermedia de menor importancia que obtenía en la barbechera. Cuatro hectáreas de secano necesitaría otra familia que se limitara al cultivo del trigo por el sistema de año y vez; pero sería necesario que alcanzara una producción mínima de 30- hectolitros por hectárea, y que se proporcionara abonos del exterior. Tres hectáreas de igual condición serían suficientes si se sembrara la mitad de trigo y la otra mitad de prado anual, que podría dar el necesario pasto y forraje para criar 20 ó 25 ove- jas. En todos estos casos se supone que las labores son ejecu- tadas á brazo, sin el concurso de animales de labor. Ahora vamos á suponer un hogar compuesto de cinco per- sonas: padre, madre y tres hijos, viviendo sobre una hectárea, de regadío en buen estado de producción. Esta hectárea la di- vidimos en tres partes de 40, 40 y 20 áreas, respectivamente,, que producirán en esta proporción: 40 áreas , , ^ , , r . , ( 14 — ue alforjón. 293 — \ 1 2 hectolitros de trifro. 4.000 kilogramos de patatas. I R . I 4 hectolitros de maíz. JA * 2 40 kilogramos de tabaco. / 7(jO — de judías y habas. 22 ^ 4,60 hectolitros de cebada. ' 60 kilogramos de liilaza de lino. 20 = 2.000 kilogramos de alfalfa i 3ü6 litros de leche. y trébol ( 68 kilogramos de carne. Estas cifras no son exag-eradas, tratándose de un cultivo in- tenso, y si no se Ueg-a á ellas, es que no se remueve bastante la tierra, ó que se descuida la fabricación de estiércol. Preci- samente puede sostenerse indefinidamente la misma produc- ción sin otros abonos que los de la casa, porque no se exporta casi otra cosa que hilaza; y ya sabemos que el cultivo de plan- tas textiles, oleag-inosas y sacarinas no empobrece el suelo si se devuelven al campo donde se cultivaron los residuos de la fabricación, por la razón sencilla de que el producto útil (hila- ZR, aceite, azúcar) se compone únicamente de hidrocarburos que la planta toma del aire. Al año siguiente, el trig-o se tras- lada al lugar de las patatas, habas y judías, y éstas al de aquél. La alfalfa sigue ocupando su parcela seis ú ocho años. He aquí ahora una fórmula de ración alimenticia diaria para las cinco personas de la familia: 1,50 kilogramos de pan. 4 ídem de patatas. 1,50 ídem de judías y habas. 1 litro de leche. 160 gramos de carne. 5 huevos. Deduciendo 365 veces esta ración de la suma de productos anteriormente consignada, restaría: 5,50 hectolitros de trigo. 7 ídem de alforjón. — 294 — 4,50 hectolitros de cebada. 4 ídem de maíz. 2.540 kilogramos de patatas. 153 ídm de judías y habas. 40 ídem de tabaco. 60 ídem de hilaza. 400 huevos. Cuyo valor en venta, deducidas las semillas, es 2.300 reales, cantidad bastante para amortizar el valor de la tierra — en el supuesto de que se adquiera pag-adera en anualidades — y for- mar un fondo de reserva. A esto puede ag-reg-arse el producto de algunos jornales invertidos fuera y el de alg-unas pequeñas industrias ejercidas en el seno, de la familia, como la cría de cabras, conejos, abejas, g-usanos de seda ó cochinilla, el hilado de los vellones y del lino, que engendra un sobreprecio, etcé- tera, etc. III ¿Se persistirá en coger en tres cam- pos lo que puede cogerse en uno solo? ¿Y no tendrán útil aplicación los otros dos? Olivan. Conclusión pa7' a la Economía agraria. — Líbrenos Dios de de- sear que toda la Península se viese dividida en parcelas de 100 áreas, con una familia en cada una; el remedio sería cien veces peor que la enfermedad. Pero hemos querido demostrar que con una parcela de tierra de fanega y media castellana puede vivir una familia de cinco personas; con lo cual apare- ce de manifiesto la importancia de las legumbres, y cuánto in- teresa á cada agricultor procurarse un pedazo de terreno rega- ble y mantenerlo en producción intensa. La codicia rompe el saco, y el que mucho abarca poco — 295 — aprieta. ¡Cuántos y cuántos labradores, lejos de tener que emi- g'rar, vivirían desahogadamente si vendieran ó regalaran la mitad y tal vez las tres cuartas partes de sus campos, para convertir sus fuerzas y cuidados á las pocas hectáreas restan- tes! El labrador, que allá en la primavera se recrea contem- plando el verdor de sus inmensas posesiones, sin considerar que está por ellas esclavizado, sin recordar que en treinta años de penosa carrera no ha economizado siquiera mil reales, ese labrador, preciso es decirlo, carece no ya de discurso, pero hasta de sentido (1). (1 ) La siega durante todo el año en el universo. — He aquí las distintas épocas de recolección que tienen lugar en los diferentes países: Enero. — En Australia. — Nueva Zelanda. — Chile y en algunas regiones de la América del Sur. Febrero ij Marzo. — En Egipto é Indias. Abril. — En Siria. — Chipre. — Costa egipcia.— Cuba. — Méjico. — Persia y Asia menor. Mayo. — En Asia Central. — Persia. — Asia menor. — Argelia. — Siria. — Marruecos. — Tejas. — Florida. — China y Japón. Junio. — California. — Orejón. — Estados Unidos (Sur). — España. — Portu- gal.— Italia. — Hungrfa. — Turquía. — Rumelia. — Rusia Meridional. — Esta- dos Danubianos. — Mediodía de Francia. — Grecia. — Sicilia. — Kentucky.— Kansas. — Colorado. Julio. — Condados Sur y Centro de Inglaterra. — Orejón. — Nebraska. — Minnesota. — lowa. — Yllinois. — Indiana. — Michigan. — Ohío.— Nueva In- glaterra.— New-York. — Virginia. — Alto Canadá. — Francia. — Alemania. — Austria. — Italia. — Suiza. — Hungría y Polonia. Agosto. — Continuación en el Reino Unido. — Francia. — España. — Ale- mania.— Bélgica. — Holanda.— Manitoba. — Bajo Canadá. — Dinamarca. — Polonia. Septiembre. — Escocia (partes dé Inglatera). — América. — Suecia. — Rusia del Norte. — (En Francia se siega el trigo sarraceno). Octubre. — Trigo y avena en Escocia; maíz en América y en España. Noviembre. — En África del Sur. — Cabo.— Perú y Norte de Australia. Diciembre. — Estados de la Plata. — Chile y Australia del Sur. Tal es, á grandes rasgos, la siega permanente en el Mundo. — 296 — Una familia con dos mil duros de capital, operando sobre doce hectáreas de terreno, ganará 1.500 reales; operando con el mismo capital sobre tres hectáreas el producto se elevará á 3.000 reales. Y es que el que abarca mucho ahonda poco, y el que no ahonda, por milagro cogerá una cosecha cada cinco años. Una ley de economía rural reconocida por todos dice que «doblar la profundidad del suelo es casi siempre preferible á doblar su extensión». Añadid á esto que «suministrar riego á ese mismo suelo es preferible siempre á cuadruplicar su área», y tendréis en resumen un. código rural que podréis llamar Arte de hacerse rico. Por mucho que se escriba y dispute en materia de Agricul- tura, no se dará á los agricultores españoles consejos genera- les más fecundos que éstos: 1.° Tómese la mitad de las tierras que se posean, é inviértase en labores y abonos el valor de la otra mitad. 2.° Hecho esto, dedúzcase todavía la mitad de dicha mitad, é inviértase en alumbramientos de agua el valor de la mitad restante. Sed más fuertes que la tierra, decía Catón, si queréis ser su dueño y no su esclavo. ¿Son más fuertes que la tierra la mayor parte de los labradores españoles? No, ni más fuertes ni tan fuertes, que para esto sería necesario quitar fuerzas al enemigo, es decir, extensión á los cultivos. Si no sabéis ven- cer, decía Régulo á los cartagineses, sabed al menos somete- ros al vencedor. Aquí la cuestión capital no es hacerse rico, sino conjurar el hambre: si no se poseen suficientes capitales y conocimientos bastantes para hacer de la atmósfera un ve- nero de riqueza, depóngase al menos la vanidad, que á la postre no produce nada bueno, y sépase reducir cada cual á su propia esfera. Ponga todos sus cuidados y anhelo en un trozo de terreno que asegure el sustento de su familia y un exce- dente de reserva para ponerse á cubierto de eventualidades. La tierra es como los hijos y como cualquier otra cosa: bien — 297 — tratada, bien manejada, sostiene y eu^jiandece la vida; puesta en manos inexpertas, indolentes ó faltas de inervación, en- gendra la escasez y da la muerte. El trabajo no es estéril sino cuando se quiebra por estirarlo demasiado: dos jugera sostenían ayer íuia familia; ; y cuarenta ¡a obligarán hoy á pedir limosna! CAPÍTULO X Caracteres de la "política hidráulica" ^" Concretamente, ¿en qué consiste la política hidráulica? ¿Qué es lo que la caracteriza? — Según mi manera de ver, esta expresión es tomada por las gentes en un sentido demasiado literal y restringido, sien- do la consecuencia que las soluciones preconizadas no llevan quizá el mejor camino. «Política hidráulica» es una locución trópica, especie de (1) Con el título «Política hidráulica>. cHablando con D. Joaquín Cos- ta>, publicaba el diario madrileño El Globo en eu editorial del 15 de Fe- brero de 1903 esta interwieu á la cual servía de cabecera, puesta por la Re- dacción, la nota siguiente: «Hoy reproducen los labriegos de Ciudad Real la propaganda de aquella política positiva y sana, que á raíz de los desas- tres coloniales, cuando el pueblo español reaccionó, bien que débil y pa- sajeramente, ante la consumación de la catástrofe en París, iniciara la Cá- mara agrícola de Barbastro, con un documento memorable. > Aquel programa regenerador que luego aceptaron las Cámaras de Co- mercio y la Unión Nacional, en las Asambleas de Zaragoza y Valladolid, obra fué del eminente sociólogo D. Joaquín Costa; primero y principal mantenedor de esa aspiración de vida que, por antonomasia, se ha deno- minado política hidráulica. > Puesta de nuevo en actualidad esa patriótica campaña, á nadie mejor que á D. Joaquín Costa podíamos dirigirnos, para que ilustrase á la opi- nión respecto de lo que significa y comprende esa obra reconstituyente por la que el país trabajador clama.» — 299 — sinécdoque que expresa en cifra toda la política económica que cumple seguir á la Nación para redimirse. Nuestra economía nacional es, hoy por hoy, fundamental- mente agraria: en esto nos hallamos todos de acuerdo; y así, cuando estalló en Cataluña la crisis industrial de hace dos y hace tres años, no hubo en la copiosa literatura que provocó el fenómeno quien no señalase la causa en la insuficiencia del mercado interior, efecto de la miseria y el atraso de los agri- cultores, principales consumidores de los productos industria- les; quien no fundase el remedio en aumentar la potencia con- sumidora de los labradores, fomentando activa y directamen- te la producción agrícola. Ahora bien; el obstáculo mayor que se opone en nuestro país á los progresos de esta producción, es la falta de hume- dad en el suelo, por su insuficiencia ó irregularidad de las llu- vias: exactamente lo contrario de lo que sucede en Inglaterra, y sobre todo en Holanda, donde la humedad es excesiva y ahoga las plantas. Por donde lo que en Inglaterra es drenaje, que enjugue y sanee el suelo, aquí tiene que ser acequia y brazal que lo humedezca; lo que en Holanda es ministerio de las Aguas (hay uno con esta denominación) para contener la irrupción del mar y desencharcar los prados y las tierras labo- rables, elevando las aguas interiores y conduciéndolas al mar, tiene que ser aquí ministerio de las Aguas para lo contrario, para combatir la sequedad del suelo, para proveer artificial- mente de humedad á las plantas cultivadas. He aquí por qué el ideal de toda agricultura progresiva en climas como el nuestro, lo constituyen los cultivos de regadío, y donde éste no es posible, aquellos otros que más se le apro- ximan en la serie de grados intermedios que separan la agri- cultura de secano de la de regadío; como el labrador debe es- forzarse por transformar la primera en la segunda, y cuando no, en mejorar las condiciones de ésta, aproximándola á la naturaleza de aquella; y por qué el Poder público, como agen- — 300 — te complementario de las actividades individuales, comoTeg-u- lador de la vida social y como obligado é interesado en el au-*- mentó de la población, en la regeneración de la raza, en los progresos de la riqueza pública, fuente de tributación, está en el deber de coadyuvar á esa obra, proporcionando el beneficio del riego á la mayor extensión posible del territorio, por los medios que se hallan á su alcance y no al de los particulares. Ahí tiene usted lo que es la «política hidráulica»; una ex- presión sublimada de la «política agraria», y generalizando más, de la «política económica» de la Nación. Esto le explica- rá que, por ejemplo, con motivo de la crisis fabril á que antes aludí, preconizara el Sr. Sánchez de Toca, en el Senado, como remedio infalible de ella la «política hidráulica»; que un pe- riódico barcelonés, Fl Diario del Comercio^ en 1901, á propósi- to de la crisis obrera, registrara la observación de que otro sería el desarrollo de las industrias y no se presentaría tan amenazadora la cuestión social «si hace años se hubiese plan- teado la política hidráulica»; que con motivo de la crisis de las subsistencias, en el mismo año, un economista catalán, el Sr. Turró, estudiando en El Liberal de Barcelona las «cau- sas de la carestía de la carne», concluyera que no había que buscarlas en la elevación de los cambios, ni en el impuesto de consumos, ni en los acaparadores, ni en las tarifas de trans- porte por ferrocarril, sino en la escasez de producción, y fun- daba el remedio «en la política hidráulica»... — ¿De modo que al Estado cumple formar un plan general de obras hidráulicas y ejecutarlo, llevando el agua de riego al pie de las heredades de los particulares? — No; porque no basta ofrecer agua de riego al labrador si no sabe hacer uso racional de ella; porque el sangrar ríos, re- presar arroyos ramblizos, embalsar aguas de lluvia, manan- tiales y derretimientos de ventisqueros, no en todas partes hay disposición para verificarlo; y porque no se encierran en esos los medios de contrarrestar la sequedad del clima: hay los pozos y — 801 — las máquinas elevadoras, movidas por el viento ó por el vapor; hay los arados de desfonde, que abren camino á la lluvia en el subsuelo, resg-uardándola de la evaporación; hay los abonos químicos, por ventura combinados con los org^ánicos, que, provocando un desarrollo más rápido y una madurez más tem- prana del cereal, disminuyen las conting-encias de la sequía; hay los cultivos pratenses de primavera, etc. — Pero ¿también eso es política hidráulica; también en eso deben influir los Gobiernos? — Sí; la política hidráulica lleva consig-o la nacionalización del agua para riego y su alumbramiento ó embalse por el Es- tado; pero implica, además, y no así como quiera, sino tam- bién en un primer término, al par de eso y con su misma im- portancia, el establecimiento de escuelas prácticas de cultivo, pero prácticas de verdad, para gañanes, capataces é hijos de labradores, donde se enseñe, con enseñanza que entre por los ojos más que por el oído, y donde se aprenda trabajando , todo eso que acabo de indicar, el uso de los abonos químicos, la al- ternativa de cereales con prado artificial de leguminosas, ora de regadío, ora de secano, sin barbecho, los cultivos intensivos de prado y huerta y la combinación de la labranza con la cría de ganado; — escuelas en número muy considerable, así como de un millar, y acaso de asistencia obligatoria. Sin esto segundo, lo primero seria imposible ó resultaría ineficaz. Y, desgraciadamente, nuestros hidraulistas no cuen- tan con ello para nada. Añada usted todavía la repoblación forestal de las cabeceras de las cuencas hidrográficas. — Pero eso ha de requerir un presupuesto enorme... — Más de todo cuanto usted pueda figurarse. Suponiendo que los canales y pantanos del plan general á cargo del Estado absorban 350 millones de pesetas, puede usted apreciar en otro tanto la formación del personal docente para las escuelas prác- ticas, la instalación de éstas y su sostenimiento en los prime- ros años. Si se gastara menos saldrían muy caras, porque no — 302 — servirían de nada y todo el dinero sería perdido y España de- fraudada en sus esperanzas de resurrección. Acaso creerá usted que ahí acaba todo... Pues no: hay más que eso en la política hidráulica. En el cuerpo social, lo mismo que en el del individuo, todo es org-ánico, todo se concatena y no es posible sanar ó reformar un miembro aisladamente, de- jando enfermos los demás. Así, nada habremos adelantado con proveer al labrador de agua de riego y de instrucción técnica, si carece de capital mueble para operar la transformación de los cultivos, ó lo obtiene en condiciones tan onerosas que la transformación no le teng-a cuentee. La política hidráulica tiene, pues, que preocuparse tanto como de aquellos dos problemas, de este otro: el abaratamiento de ios préstamos, que es decir, instituciones de crédito territorial y agrícola, libertad banca- ria, fomento del crédito cooperativo, y, sobre todo, moviliza- ción jurídica de la propiedad inmueble é hipoteca preconsti- tiiída á nombre del propietario, de que he disertado largamen- tente en otra parte. Ni se agotan con esto las exigencias de la política hidráuli- ca firme en su propósito de capacitar rápidamente á la agri- cultura española para duplicar la producción actual por uni- dad de área; que de eso se trata. Una red de embalses y ace- quias que no se cruzase y compenetrase con otra de caminos carreteros, sería algo así como una caldera de vapor sin ém- bolos ni correas de transmisión; una red sólida y más tupida de escuelas de instrucción primaria, con su obligado cortejo y complemento de universidades y escuelas normales, sería como un edificio suntuoso fundado sobre arena. Con el plano inclinado del canal, con la fuerza del viento aplicada á la ele- vación de aguas subyacentes, con la labor de desfonde, con la bacteria reductora del ázoe atmosférico, tiene que concurrir la rueda del vehículo: es preciso retocar y perfeccionar los cami- nos de herradura heredados del pasado, convirtiéndolos en caminos carreteros baratos, de forma que todos los pueblos — 303 — puedan disfrutar el beneficio del transporte por ruedas, y la nueva agricultura intensiva disponga, en plazo muy breve, de un instrumento tan potente como el que representan 175.000 ó 200.000 kilómetros de caminos vecinales. Con la creación de las escuelas prácticas de agricultura, militares y civiles, debe coincidir (mejor sería que le hubiesen precedido) el acrecentamiento rápido y muy intensivo de las escuelas de niños y la transformación de sus¿nétodos por el patrón de lo ex- perimentado y que ha causado ya estado en Europa; escuelas donde se haga hombres, donde se haga nación, restaurando el organismo corporal, tan decaído en nuestra raza, y educando tanto ó más que el entendimiento la voluntad; lo cual supone, entre otras cosas, mejorar, á fuerza de genio y de millones, el personal de maestros existente, y formar otro nuevo conforme á superiores ideales. — Pero eso es toda una revolución... — Sí. Como todo está tan trabado en el organismo de la na- ción, cualquiera que sea el camino que usted tome, sea la po- lítica hidráulica, sea la política pedagógica, sea la política militar, sea la política social, siempre vendrá á parar á esta conclusión: la urgente necesidad de una revolución general en el Estado. Teóricamente, para usos de ciencia, de administración y de propaganda, puede abstraerse una cualquiera de esas políti- cas, hacer de ella una á manera de Álgebra, como se disecan en el animal, separándolos unos de otros, el músculo, el ner- vio, el tendón, la vena, la arteria; pero en la vida, en la reali- dad, semejante abstracción es irrealizable: ni la política hi- dráulica ni la política pedagógica pueden por sí solas prestar base á un programa político, servir de bandera á un partido; la bandera, el programa, tiene que ser genérico: la revo- lución. Le he dicho antes que los alumbramientos de agua para riego serían estériles si no los fundase una política pedagógi- — 304 — ca mu3^ intensa 3^ bien encaminada. Pues ahora le diré más en abono de aquel aserto mío; á primera vista, parece que no exi£te relación alg*una directa entre el problema del caciquis- mo y el problema de los canales; que pueden estos construirse y surtir sus efectos sin que precisamente haya de desaparecer el caciquismo. ¿No es eso? — Así parece, con efecto. ¿No se han construido las carre- teras? — La pregunta de usted no es preg-unta sino respuesta. Por- que el 60 por 100 de las carreteras construidas son lo que se llama carreteras parlamentarias; uno de los manantiales de nuestra Deuda pública y de nuestra ruina. Vea cómo, subsis- tiendo la causa, nos hallamos amenazados de un aluvión de pantanos electorales, de canales parlamentarios. Y los hidrau- listas, á quienes no se les ha ocurrido llevar la atención á la pedag-og-ía y á la ley hipotecaria, menos ha de ocurrírseles pensar en la extirpación quirúrgica del caciquismo. — ¿Y de dónde piensa usted que deberían salir los recursos para esa política compleja que se nos impone por fatalidades de nuestra geografía? — De donde apuntaba Catón: bellum se ipsum alit. La revo- lución ha de alimentarse á sí propia, haciendo una muy pro- funda en el presupuesto de gastos; «entrando en él como Itila en Pioma», según frase de la Cámara Agrícola alto-aragonesa, en su programa. La Deuda pública, las clases pasivas, la lista civil, las obligaciones eclesiásticas, el presupuesto de guerra, la nómina de empleados: he ahí la cantera de donde ha de ex- traerse el oro necesario para acaudalar las fuentes de nuestra producción, para levantar una España nueva. — En el pensamiento de usted, el plan general de canales y pantanos, ¿habría de ejecutarse todo á la vez? — No, ni mucho menos: también en economía hidráulica se impone proceder con método. Ha de principiarse por lo que he denominado «pequeña política hidráulica» (gemela de la «pe- — 305 — quena propiedad» y del «pequeño cultivo»), consistente: 1.°, en ir ensanchando cuanto se pueda las actuales zonas reg-adas, donde el arte del riego y el g-usto por esta clase de agricultura no son ya un problema, aumentando el caudal de agua dispo- nible; 2.°, en construir los Ayuntamientos, como servicio mu- nicipal, ó los vecindarios asociados en forma de comunidad ó de sindicato, depósitos modestos de aguas manantiales ó de lluvia en los arroyos y en las cañadas ó vaguadas próximas á las poblaciones, mediante paramentos de tierra, con destino á fertilizar huertos de ocho ó diez á 50 áreas, uno para cada fa- milia pobre, donde las jornaleros puedan capitalizar sus días de paro y el trabajo de las mujeres, de los ancianos y de los niños, y producir la cantidad de sustancia alimenticia nece- saria para mejorar ó completar su ración actual, tan deficien- te como todos sabemos. Las municipalidades deben ser auto- rizadas para adquirir ó expropiar tierras con ese objeto y su- ministrarles riego, como lo están desde hace pocos años las de Inglaterra para adquirir y expropiar tierras y drenarlas. Acaso la mera autorización no sea bastante: se las debe excitar, y tal vez obligárseles. Un Ayuntamiento conozco, el de Jaca, que posee 176 huertos de ocho á 18 áreas, con dos acequias para su beneficio, procedentes de una antigua fundación y que los jornaleros y sus viudas usufructúan de por vida, y el resulta- do es que en aquella población no se conoce la mendicidad. En Francia y Bélgica se van difundiendo por asociaciones ca- tólicas (Oeuvre des jardins ouvriers), presididas ordinaria- mente por sacerdotes, como las de Sain-Etienne y Reims. ■ Esos pantanos municipales y esas sangrías de arroyos ó ríos, obra de los vecindarios ó de sus Ayuntamientos; esos huertos comunales, política hidráulica de carácter social más bien que económico, se dan la mano por un lado con la antigua policía de abastos y por otro €on lo que ahora se denomina «munici- palización» de los servicios públicos, tan en boga desde hace poco tiempo y cada día más en Europa y América; y ha de 20 — 306 — iniciar á la población en los secretos del riego, preparando el advenimiento de los grandes embalses y canalizaciones. — Según eso, la «gran política hidráulica» ¿debería aplazarse hasta la generación siguiente? — No es eso precisamente; cuanto he dicho que entra en el concepto «Política hidráulica» debe, en mi sentir, ejecutarse desde luego y lo más rápidamente que sea posible, con sólo una excepción: las grandes obras hidráulicas; que éstas requieren mayor estudio de parte del Poder público y una preparación sólida de parte del país. El aplazamiento no debe durar más de lo que esta preparación y aquel estudio tarden en madurarse. Ya le he adelantado á usted algunas de las razones que justifi- can la excepción; pero no son únicas. Nuestros ríos, en lo general, son ríos de primavera: no hay sino pasar la vista por los aforos que ha publicado el ministerio de Fomento. Por falta de nieves perpetuas en llegando Junio, cuando más necesario sería el riego, el mayor número se que- dq,n sin agua. Ahora bien, todavía no hemos estudiado sistemá- tica y experimentalmente, cuenca por cuenca, los géneros de cultivo susceptible de adaptarse á ese régimen ñuvial y que pudieran compensar y hacer reproductivos los caudales del común, invertidos en tan costosa necesidad; y tal estudio no es de los que pueden improvisarse. Por otra parte, en los canales que en la actualidad posee el Estado, cobra éste ó su represen- tación un canon anuo por el uso del agua; pero tal vez en los nuevos alumbramientos debería procederse de mudo distinto; tal vez el dominio del agua debería incorporarse al dominio del suelo, como lo está en la huerta de Valencia, cediendo el cauce, el vaso y sus anejos en propiedad á los terratenientes á cambio de una parte alícuota del suelo regable (que el Estado destina- ría á colonización interior, alivio de la cuestión social agraria, etcétera), — aplicando el principio en que está informada la ins- titución consuetudinaria conocida con el nombre de «postura ó plantación á medias», común en toda la Península y que en — 307 — Francia y Prusia es ley para la repoblación forestal. Pues bien, tampoco sobre esto se ha discurrido nada; y es uno de los pun- tos que como previos había que ventilar y decidir, seg'ún nues- tro proyecto de ley sobre preparación del Plan g-eneral de pan- tanos y canales de rieg-o, impreso en Junio de 1896. Por este estilo, la Política hidráulica se halla preñada de in- terrog-aciones de que no nos hemos preocupado, y por encima de las cuales la prudencia política más elemental nos impide saltar. — ¿Juzga usted capaces á los políticos del turno para resolver á derechas tantos arduos problemas y llevar la solución á la Gaceta y á la realidad? — Quisiera que no fuese tan inocente la pregunta ni tan obvia y llana la respuesta. Ha podido usted ya apreciar el aspecto financiero de la política hidráulica; la masa enorme de capita- les que requiere su realización y habría de arbitrar el Estado. Pues tanto como dinero, hace falta hombre. Y aún estimo más •difícil encontrar hombre que dinero. He aquí ahora mi res- puesta: si %is momimentum adsiñce: contemple el género de mi- nistro que, en un Gabinete de altura, le ha tocado á la agricul- tura. Tan ayuno de preparación, tan ajeno á los problemas de la política agraria como el labriego más analfabeto, cae, sin embargo, en la tentación de mostrar iniciativas y juzgando que un segundo cañonazo llegará á donde no alcanzó el prime- ro, erige al lado del Consejo de agricultura un Consejo nuevo para que le estudie las conclusiones de los Congresos agrícolas nacionales y extranjeros, que ni siquiera él debería tener ne- cesidad de estudiar, que debía tener ya estudiados cuando acep- tó un cargo como ese, no honorario ni gratuito y que no es obligatorio desempeñar. Un ministro que en vez de ganar te- rreno sobre sus antecesores, echa á andar para atrás; ¡y una Comisión especial encargada de estudiar los estudios de los Congresos agrícolas! ¡A estas alturas! ¡En 1903! Cuando un país sufre tales burlas, las merece. — 308 — — Habrá sido inocente mi pregunta, pero todavía no me ha contestado usted. — Sí, porque yo no he mirado al ministro como individuali- dad, sino como tipo. Los que puedan venir detrás, conservado- res ó liberales, no lo mejorarán, aunque tampoco creo que pue- dan hacerlo bueno. Nos los sabemos á todos de memoria. Por confesión propia, ya antes de 1898 habían fracasado; después de 1898 se han limitado á fracasar otra vez. Por confesión pro- pia también, necesita España una revolución muy honda hecha desde el Gobierno, y tan urg-ente, que acaso fuera ya tardía; pero esa revolución no se halla al alcance de su mano. Por amor de España, hace tiempo que debieron retirarse: por instinto de la propia conservación, hace tiempo que debimos jubilarlos. — ¿Y sustituirlos por otros dentro del actual régimen polí- tico? — No, que tanto ó más que ellos ha fracasado la dinastía. En más de cien años do ha tenido ésta un solo hombre que dar á su país de adopción: con ella España carece, como ha carecido durante cuatro generaciones, de uno de sus órganos más esen- ciales; ha carecido y sigue careciendo de poder moderador. Además, ¿dónde encontraría hombres inculpables para verifi- car la sustitución? ¡También las clases neutras han fracasado! — Quiere eso decir... — Que se ha hecho precisa, desgraciadamente, una revolu- ción de abajo: lo primero para que abra camino á la revolución de arriba, desbrozándoselo de obstáculos, y luego para que re- nueve el personal gobernante de los últimos veintinueve años^ poniendo término á la interinidad que dio principio en el Pro- tocolo de Washington. CAPÍTULO XI Nuestros plagios de la política hidráulica Es curioso lo que sucede con eso de la política hidráulica. Aún no ha nacido la cabra, y ya todos quieren ponerle la marca. Y de la marca es de lo que se preocupan: la cabra no les ha im- portado hasta el momento preciso en que ya no podía nacer, á menos de milagro. Apenas pasa semana sin que se nos llame, por unos ó por otros, plagiarios de A ó de B, autores de un ar- tículo ó de un suelto, de un brindis ó de un discurso que diga relación á riegos ó á canales. Hace pocos días, El Progreso^ de Madrid, insertaba un artículo, «La política hidráulica», enca- bezado con esta rociada: «Ya habíamos oído exponer al señor Bosch y Fustegueras los luminosos juicios de su claro talento sobre el hidraulismo, cuando le plagió el Sr. Costa en la Asam- blea de Productores de Zaragoza.» (21 de Mayo). Otro periódico de Salamanca, El Adelanto, protestó de que aquella frase, po- litica hidráuJica, «destinada parece á la celebridad y tenida como una genialidad del Sr. Costa, que la usó en la Asamblea de Zaragoza, no es original ni mucho menos, pues ya Macías Picavea la puso en boca del protagonista de su obra [1897- 1898] cuando asistió al gran meeting de labradores celebrado en Va- lladolid (19 de Febrero). Un ingeniero militar, el Sr. Sichar Sa- las, ni siquiera aguarda á que hable otro por él, y sale en la — 310 — Correspondencia de España diciéndole al público bajo su firma que él viene escribiendo folletos sobre obras de irrig-ación des- de 1892, «antes de la política hidráulica, antes de acuerdos de Cámaras y corporaciones, y como este asunto constituye su pa- sión y él lleva un castillo en el cuello, por amor y por deber reclama un poquito de su gloria!...» (11 de Abril). Etc., etc. Con esta elevación se tratan en nuestro país las cuestiones que más hondamente afectan á la causa pública. Es verdad que tampoco podía esperarse otra cosa: puerilidades así, son la con- secuencia lógica de la falta de horizontes de nuestra política, de nuestras escuelas, de nuestra nación; luz increada en By- zancio, política hidráulica en Madrid. Remozada la vieja doc- trina de la policía de-abastos con la de la nacionalización del agua y su alumbramiento por el Estado, y bautizada con una frase trópica, especie de sinécdoque, que expresa en cifra toda la política económica que cumple á la nación para redimirse, ¿á título de qué seríamos plagiarios, ni lo sería nadie, por pro- fesar aquella doctrina y usar esa denominación sin el adita- mento de un posesivo personal? Pero es el caso que si efectivamente envolviese plagio, los plagiados seríamos nosotros; y hemos de decirlo, para no auto- rizar con nuestro silencio la ofensa que implica el vocablo tan obstinadamente reiterado, y reivindicar nuestro derecho á tra- tar de política hidráulica impersonalmente, sin pegarle á con- tinuación la etiqueta del Sr. Maclas, del Sr. Bosch, del Sr. Cas- tro, del Sr. Sichar ni de ningún otro, como si se tratara del Quijote, ó del nombre científico de una planta, del fonógrafo, de la teoría parasitaria ó del cálculo infinitesimal. Lo que se supone de ahora es muy viejo. El extracto de los discursos pro- nunciados el día 7 de Septiembre de 1892 en la Asamblea de agricultores y ganaderos celebrada en Barbastro, contiene la siguiente indicación: «Del Ebro ha de partir el impulso para esta obra redentora, inaugurando en España una política eco- nómica que, en su relación con la agricultura, denomina el — 311 — Sr. Costa, polilica hidráulica. En sus orillas se anunció ya en el siglo XV con el canal de Tortosa, construido antes que ningún otro de Europa, y tomó cuerpo en el xviii con el canal Imperial, debido al genio creador de Pignatelli, cuya estatua de Zarago- za, levantada por una intuición del pueblo aragonés, parece una reconvención á nuestros estadistas y un grito de aliento k la nación moribunda. Fuera de esa política, España no verá su resurrección, etc.» {Primera campaña de la Cámara agrícola del Alto-Aragón, 1892-189S; Madrid, 1894, pág. 10.) En la Asamblea del año siguiente, celebrada asimismo en Barbastro, adornóse la plaza donde tuvo lugar con multitud de carteles que osten- taban otros tantos lemas de las Juntas locales de la Cámara, y lino de ellos decía: «Poliiica hidráulica-, ciento cincuenta mi- llones de pesetas para canales y pantanos de riego en treinta provincias, que es menos de lo que se está gastando en escua- dra de guerra. Plan general de aprovechamiento de las aguas fluviales de la Península.» (Primera camjjaña, cit., pág. 44.) Esos lemas los publicó El Liheral, de Madrid, como artículo de fondo, bajo el epígrafe «La política de los pueblos», el día 11 de Septiembre. Desde entonces, aquella frase se ha repetido infi- nidad de veces en artículos, libros y discursos, y nosotros no hemos renunciado el derecho de repetirla también. Quedan rechazadas con esto las impertinentes reconvencio- nes de los recién llegados. En cuanto al Sr. Sichar, su deman- da es de desestimar por cada una de las dos siguientes razones: 1.^ Porque la política hidráulica no arranca siquiera de 1892, sino cuando menos (ya le encontraremos, si hace falta, más remotos origines) del Congreso de Agricultores celebrado en Madrid en Mayo de 1880, hace diez y nueve años. La tesis de la proposición estaba concebida en estos términos: «La condición fundamental de progreso agrícola y social en España, en su estado presente, estriba en los alumbramientos y depósitos de aguas corrientes y pluviales. Esos alumbramientos deben ser obra de la nación, y el Congreso Agrícola debe dirigirse á las — 312 — Cortes y al Gobierno reclamándole con urg-encia, como el su- premo desiderátum de la ag*ricultura española. >> Aquel trabajo, que sirvió de base y punto de partida á la Cámara Agrícola del Alto-Arag-ón, ha sido impreso varias veces en Madrid, Zarago- za y Barbastro {Boletín de ¡a Institución Lilre de Enseñanza, Madrid, 1881, números 96, 97 y 98; La Derecha, de Zarag-oza, 31 Agosto y 1.° Septiembre 1892; Primera camipaña de la Cámara agrícola del Alto-Aragón, Madrid, 1894, pág-inas 5 y sig-uientes; La Cámara. 1897, números 42 y 43, etc.), y no era desconocido del Sr. Sichar. 2.* y principal, porque, en todo caso, lo que el Sr. Sichar hace no es «hidraulismo»; sino... lo que el lector podrá apreciar por la sig-uiente muestra de independencia y desahog'o de es- píritu, á que no lleg-aron jamás en sus mayores desvarios los arbitristas del sig-lo xvii. Se trata de un trabajo del Sr. Sichar, titulado «El porvenir de Aragón» [Diario de Avisos de Zaragoza, \°, 9 y 12 de Junio de 1897), que tenemos á la vista, y que hace buena la definición aquella del cangrejo en el antiguo Diccio- nario de la Academia francesa: «cuadrúpedo encarnado que anda hacia atrás», donde si se quita que ni es cuadrúpedo, ni es encarnado, ni anda hacia atrás, todo lo que queda de la de- finición es verdad. El Sr. Sichar afirma en ese trabajo que Ara- gón puede regar ¡cuatro millones de hectáreas, convirtiéndose en un inmenso vergel, sin tener que desembolsar ni una pese- ta! Y efectivamente, para esa mágica transformación lo tene- mos todo; todo, menos agua para regar, dinero para elevarla y tierra para recibirla. Falta tierra regable en aquella proporción, á menos que el Sr. Sichar haya encontrado el modo de hacer que corran los ríos hacia atrás y suban abañarlas cumbres de las sierras derivadas de la cordillera Ibérica y del Pirineo. Porque esos cuatro millones de hectáreas componen el 84 ú 85 por 100 de la superficie total de Aragón, que es de lo más que- brado y montuoso de la Península. Falta agua para regar, no digo la mitad, pero ni la décima parte de aquella extensión, — 313 — aun recog-iendo todas las nieves del Pirineo central, que antes de mediado el verano se han ag-otado. ¡Cuatro millones de hec- táreas! No hay agua para reg^ar tanto en toda la Península. Falta el dinero; quiero decir, faltaría leg-almente aunque la nación lo tuviese: el Sr. Sichar, que acota pomposamente de- bajo de su firma el título de ing-eniero, no ha aprendido toda- vía en tantos años á leer la leg-islación del ramo de canales. Se- gún ésta, cuando las comunidades de regantes quieran cons- truir canales ó pantanos para regar sus tierras ó mejorar los riegos existentes, el Gobierno podrá subvencionar las obras (del canal ó pantano) hasta con el 50 por 100 del presupuesto de las mismas, comprometiéndose los regantes á sufragar la otrami- tad; podrá además anticiparles en concepto de préstamo el 50 por 100 de los gastos de establecimiento de Irazales y acequias secundarias y preparación de tierras. De modo que, aun en la hipótesis más favorable, esas comunidades tendrían que cos- tear de su peculio propio la mitad del presupuesto del canal ó pantano y la mitad del presupuesto de los brazales, acequias, etcétera. El Sr. Sichar no ha caído todavía en esa cuenta; re- funde en uno los dos conceptos, constituye una unidad con las dos mitades positivas, desentendiéndose de las otras dos, dan- do por supuesto que el Gobierno da en subvención la mitad del coste de todas las obras (canal ó pantano, y acequias, brazales, etcétera) y presta la otra mitad; y por este sencillo procedimien- to descubre que Aragón puede construir sus canales y conver- tirse en «un oasis de verdura y centro de inmenso capital» sin gastar una peseta propia. Como si dijéramos, con el dinero de las demás provincias. A condición, naturalmente, que éstas construyan los suyos con el dinero de Aragón... De tales nocio- nes ha estado infestando años enteros las planas de los perió- dicos el Sr. Sichar, y por mérito de tales descarrilamientos re- clama poco menos que una estatua, en vez de pedir lo que procedería, que le retiren las licencias para hidraulizar. Y ahora volvamos al artículo de El Progreso. «Desde enton- — 314 — ees (sig-ue diciendo), no descansan los ingenieros agrónomos, ni los de caminos, canales y puertos; ni dan paz á la pluma ni treg'ua al discurso diarios, revistas, juntas y concilios, discu- tiendo con el mismo calor que la ejecución técnica de los pro- yectos el respectivo derecho á la realización de las obras.» Cal- ^ cula que las necesarias para reg-ar 500.000 hectáreas costarían 150 millones, y 300 la transformación de los cultivos de secano en regadíos. «Si hubiera empezado por aquí el Sr. Costa, ni los ingenieros se molestarían en difíciles y complejos cálculos, ni gemirían las rotativas bajo el peso fabuloso de tantos millones de metros cúbicos de agua, ni siquiera la noble emulación de los civiles y de los rurales ingenieros nos daría á conocer el ex- celente espíritu de cuerpo que les anima.» Culpa será de otros, no del Sr. Costa, que hace años dio la voz de alarma en la prensa de Aragón y de Cataluña, haciendo ver cómo la guerra se tragaba «cada hora un pantano, cada día un camino, cada semai]a un canal, en un año el porvenir en- tero de España». Teníamos aún crédito y dinero para construir obras hidráulicas y vías de comunicación — los 3.500 millones que han costado las tres infaustas guerras, — cuando en 1892, como hubiese afirmado Cánovas del Castillo, contendiendo con . Castelar (que pronunció aquel día su último discurso parlamen- tario), que no se podían pedir ya más sacrificios al Estado, que á España no le quedaba ya dinero para canales de riego, el se- ñor Costa rebatió esta afirmación en una Asamblea de agricul- tores y de ayuntamientos celebrada en Tamarite el día 22 de Octubre de 1892 con objeto de promover la construcción por el Estado del canal de la Litera alias de Aragón y Cataluña, que el Estado construye ahora por cuenta de la nación (Primera campaña citada, páginas 15-17). Por cierto que, habiéndose ex- pedido á la conclusión del acto dos telegramas, suscritos por el presidente y vicepresidente de la Cámara, Sres. Costa y Conde de Violada, por el presidente de la Diputación provincial de Huesca Sr. Naval, por los alcaldes de Barbastro, Lérida, Biné- — 316 — far, San Esteban, Monzón, Tamarite, etc., uno al jefe del Go- bierno Sr, Cánovas, y otro al Sr. Sag-asta (á éste, interesando su valimiento, fundados en la doctrina del partido liberal sobre canales, y en promesas hechas á los aragoneses concretamente sobre el de la Litera en 1890), el Jefe del Gobierno tuvo la cor- tesía de contestar, diciendo que había transmitido el acuerdo y petición de la Asañiblea de Tamarite al Ministerio de Fomen- to [idid.j pág-inas 17 y 23), y no contestó el Sr. Sagasta; ese se- ñor Sagasta que, no cansado, ni aun con la visión cercana de la muerte, de jugary divertirse con el país, entusiasmaba hace pocos días al Cuerpo de Ing-enieros, en junta solemne de 21 de Mayo último, diciéndoles «que la regeneración del país depen- día del Ministerio de Fomento; que terminadas las luchas sos- tenidas por la defensa de principios políticos en este pueblo tan ansioso de libertad, y establecido ya un estado de derecho ba- sado sobre aquélla y la paz pública, todos los partidos y Go- biernos deben dirigir su atención á los intereses morales y ma- teriales, fomentar la instrucción pública y las fuentes de rique- za nacional, reorganizar la administración, arbitrar un crédito para obras públicas nuevas, etc.!», sin que hubiese nadie que le atajara recordándole las veces que ha perorado con ese mis- mo cliché desde que terminaron las luchas por la defensa de la cacareada libertad, ni le preguntase cómo, habiendo ocupado el poder tantas veces desde entonces y cuando España contaba aún con algunos recursos, no ha hecho nada de eso que dice y que ha dicho con enfadosa repetición que se debía hacer, y no tiene siquiera el pudor de callarse ahora, guardándose de ofre- cernos la perspectiva de nuevas burlas al país... Había todavía dinero, ó lo que es igual, crédito y rentas em- peñables, para canales y para caminos, cuando en ese mismo año 92, á la caída del partido conservador, la Cámara Agrícola del Alto-Aragón se dirigió al nuevo ministro de Fomento señor Moret, interesándole por el canal de Aragón y Cataluña y á fa- vor de un plan general de canales y pantanos de riego (Prime- — 316 — ra campaña cit., página 23); y cuando en el verano del año si- g-uiente vino á Madrid una Comisión numerosa, compuesta del presidente de la Cámara Sr. Costa, y de varios vocales de la misma y representantes de ayuntamientos y asociaciones de Aragón y Cataluña, Sres. Saliún, MoUna, Conde de Violada, Porta, Gil Berges, RipoUés, Salillas, Duque de Solferino, Here- dia y Sol, con objeto de activar el expediente de los pantanos de Roldan y Santa María de Belsué, obtener la declaración de caducidad de la concesión del canal de Aragón y Cataluña y su construcción por el Estado, insistir en lo del plan general de canales y pantanos, presentar un proyecto de ley sobre reforma de la legislación notarial é hipotecaria por lo que afectan al crédito territorial, y otro proyecto de revisión de las tarifas de ferrocarriles, etc. {ibid^ páginas 23-36). Quedaban todavía recursos cuando la misma animosa Cáma- ra barbastrense se propuso plantear, por órgano de su presi- dente, en el Parlamento, junto con otras cuestiones capitalísi- mas—entre ellas la del regreso del ejército de Cuba, — la cues- tión déla política hidráulica, y. presentó candidato propio en las elecciones generales de 1896 (La Cámara cit., números 1 y 5); y cuando, habieíido sido derrotada por una coalición de fu- sionistas, conservadores, progresistas, posibilistas y goberna- dor civil, famélicos unos, movidos por el resorte del oro, y otros por el temor de perder el señorío feudal de la provincia, redactó un proyecto de ley sobre plan general de canales y pantanos de riego, y lo mandó, impreso en un extraordinario, con otros antecedentes y peticiones relativas á los canales de la Literay de Sobrarbe, á los diputados y senadores de Aragón Sres. Mo- ret, Xiquena, Vara, Castel, Moya, Castellanos, Guedea, Sala, Calleja, Madariaga, Castillón, Bustelo, Martínez Pardo, etcéte- ra, cuyas respuestas favorables, en que anunciaban que ya es- taban celebrando reuniones para ponerse de acuerdo, están publicadas en La Cámara (31 de Julio de 1896), y no satisfecha con eso, excitó particularmente al diputado mismo que le había — 317 — arrebatado el acta {ídem, 8 de A'j;*osto); y cuando al año sig-uien- te, dos de aquellos diputados fueron nombrados ministros de Fomento y Ultramar, y la Cámara de Barbastro se apresuró á reiterar el envío y recordarles su compromiso (idem, 12 y 21 de Noviembre de 1897). Dígase, pues, enhorabuena que en eso de la política hidráu- lica se está cumpliendo el refrán aquel, «conejo ido, consejo venido»; lo que no dirá nadie con fundamento es que rece poco ni mucho con nosotros. Todavía hoy, después deliran desastre financiero traído por las g-uerras, no hemos propuesto á' la Asamblea Nacional de Productores ni ha incluido ésta en su programa la construcción de una red de canales y otra de ca- minos sin indicar á continuación las fuentes de ingresos que podrían, con más ó menos aprieto y estrechura, vincularse á esas mejoras y á la de la educación nacional, contando con el genio de los gobernantes para nivelar los Presupuestos sin más que los cortes hechos revolucionariamente en el de gastos. Falta ahora averiguar por qué guardaban silencio mientras tanto, en vez de aprovechar la tribuna del Congreso ó del Se- nado, accesibles para ellos, ó los periódicos de gran circulación, puestos á su alcance, ó la llave de la Gaceta, que tal vez te- nían en las manos, ó los Cuerpos consultivos, esos hidraulistas de última hora que tanto esfuerzan la voz, pretendiendo aho- gar la nuestra... (1). (1) Este artículo fué publicado en la Revista Nacional correspondiente al día 1.° de Junio de 1899, págs. 87-9 J. CAPÍTULO XII Solaces de política hidráulica Las lluvias y nieves del Pirineo central dan origen á dos ríos caudalosos, que el ferrocarril de Zarag-oza á Barcelona cruza por larguísimos puentes de hierro en poco más de una hora: el Segre y el Cinca, conocidos en la geografía romana por Sicoris y Cinga. A derecha é izquierda de Monte Perdido, uno de los tres picos centrales de más elevación, desde el valle de Broto hasta el de Andorra, pasando por los de Bielsa, Yió, Gistau, Benasque, Viella, Cerdaña y otros de menos nombre, nacen infinidad de ríos, arroyos, regatos y torrentes, como en ninguna otra parte desde Santas Creus á Oyarzun , correspon- diendo á lo elevado, áspero y quebrado de la cordillera por aquella parte. El Cinqueta, el Ara, el Ésera, el Alcanadre, los dos Nogueras y el Balira, que son, con el Cinca y el Segre, los de más caudal, vienen á desaguar en los dos últimos, los cuales, después de un recorrido de 181 y 257 kilómetros res^ pectivamente, se reúnen en un sólo cauce, cerca del Monas- terio de Escarpe, por bajo de la ciudad de Fraga, para desa- parecer poco después, vertiéndose en el Ebro, junto á Mequi- nenza. Efecto de su gran altitud, esos picos centrales donde el Cin- ca, el Segre y sus tributarios tienen su nacimiento, á saber, Monte Perdido, Tres Sórores, Viñamala, Marboré, Maladeta, Yiella, Corrlitte, etc., reciben durante el invierno mayor copia — 319 — de nieve que los demás del Pirineo catalán, aragonés y nava- rro y la retienen por más tiempo, penetrando con ella muy adentro del verano é imprimiendo un sello de grandeza, de originalidad y de encanto á la decoración de montañas que se ofrece al viajero cuando atraviesa en el tren, durante los meses de Junio y de Julio, las desoladas llanuras de Lérida y el Alto Arag-ón, entre el rio Seg*re y el Alcanadre. Hasta el mes de Junio, el agua de lluvia y los deshielos de las nieves inferio- res bastan para alimentar la corriente de los ríos, mantenién- dola en su más alto nivel; pero ya en Junio, y sobre todo en Julio, descendería á menos de la mitad, como les pasa á los demás ríos de la vertiente española del Pirineo, y en general á casi todos los de la Península, si no dispusieran de aquella gran reserva de nieves cuasi perpetuas, derretidas paulatina- mente por los vientos calientes que soplan del Sur y la mayor potencia calorífica de los rayos solares. Prodúcese entonces un fenómeno semejante en los efectos al flujo y reflujo del mar, y que he tenido ocasión de observar en el punto donde el apaci- ble Isábena cede voluntario su caudal al fiero y turbulento Ésera, junto á la villa de Graus. Durante el día, opérase en grande el derretimiento de las nieves que se ven blanquear desde allí en los picos más altos, á 40 kilómetros de distancia; determina eso una crecida del Ésera, que no principia á sen- tirse en Graus antes de la noche; á la madrugada, la crecida lia cesado, el nivel del río ha descendido otra vez, y la arena de las orillas, húmeda aún, ofrece el aspecto de las playas del Océano en el momento de la baja mar. El deshielo de la mon- taña cesa en gran parte durante la noche; por cuya razón, arrastra fel río menor cantidad de agua durante el día frente á la nombrada población y sus comarcanas. La consecuencia de esto es por demás obvia, siquiera no haya penetrado aún como noción común en las escuelas. Á medida que la generalidad de los ríos peninsulares, sin ex- cluir los de primer orden, como el Ebro, el Tajo, el Guadiana, — 320 — descienden de nivel con los grandes calores estivales, los ríos de aquella parte del Pirineo conservan su caudal de 25 á 50 metros cúbicos de agua por segundo, hasta el punto de que se inviertan sus respectivas categorías, ostentándose con mayor volumen que aquellos. El Cinca, por ejemplo, lleva en Julio, á su paso por Fraga, más agua que el Ebro en Zaragoza, y aun que el Ebro en el Burgo, después de habérsele juntado el Ga- llego: uno solo de los afluentes del Cinca, el Ésera, en el sitio donde se halla emplazada la toma de aguas para el canal de Tamarite, por bajo de Olvena, es en Junio y Julio tan cauda- loso como el Tajo en Toledo, y veinte veces más que el Gua- diana frente á Badajoz. Tal resulta de los aforos practicados por las respectivas divisiones hidrológicas y publicados por el Ministerio de Fomento. Esta economía de los ríos del Pirineo central la comprendió á maravilla el poeta hispano-romano Marco Anneo Lucano, en el poema que compuso en el siglo i de nuestra era sobre moti- vos de aquella gigantesca guerra civil de que fueron corifeos y caudillos Pompeyq y César y á cuyo término la irremediable decadencia de Roma y la anarquía de sus poderes vino á des- embocar en una monarquía. No habiendo llegado Afranio y Petreio, generales pompeya- nos, á tiempo de cerrar el paso del Pirineo á los partidarios de César, fueron á acampar en una colina situada á 300 pasos de Lérida; Fabio avanzó más, y situó su campamento en el breve espacio que quedaba entre los dos ríos, en el lugar de su con- fluencia (por bajo del ex-monasterio, granja ahora, de Escarpe), punto de encuentro de tres líneas estratégicas tan importantes como las del Ebro, del Cinca y del Segre, que ha servido de teatro á operaciones guerreras de la mayor resonancia en la historia, desde César á Conde, desde Staremberg á Napoleón. Desde aquella colina ilerdense, dice el malogrado amigo y ri- — 321 — val de Nerón, se contempla en el apartado horizonte una pla- nicie vastísima, cuyo límite alcanza difícilmente los ojos, for- mada por el codicioso Cinca: Explicat hinc tellus campos effusa patentes^ Yix oculo préndente modum; camposque coerces^ Cinga rapax. . . (PflARS., IV, 19-21.) Esa llanura que se dilata á derecha é izquierda del río Cin- ca es al presente una de las reg-iones más secas del g-lobo, y todavía parece en potencia de empeorar. César lleg-ó al cam- pamento el día 23 de Junio, y aún no estaban las mieses en sazón de poderse seg*ar, seg-ún nos dice él mismo en sus Co- mentarios de bello civile (ueqtie multum frumenta a maturitate aberant, \, 48): ahora maduran bastante antes; lo cual denota- ría que la sequedad no era en aquel país tan extremada como lo es en la actualidad. Seg-uramente César habría mudado á mejor sitio su campa- mento, si hubiese conocido el rég'imen de los dos ríos que lo circuían y el riesg-o que corrían por causa de él el ejército y su fortuna. Como siempre, desde hacía miles de años, había ne- vado copiosamente durante el invierno en toda la cabecera hi- drog'ráfica del Cinca y del Seg^re y en los puertos más elevados donde brotan sus fuentes: Pigro bruma gelu , siccisque Aquüonibus herens^ Aethere constricto piurías in nube tenebat. ürebant montana nives, camposque jacentes Non duraturre conspecto solé pruince. (iv, 50-54.) Lleg-aron en esto los vientos cálidos del Mediterráneo, y sal- vando los primeros parapetos de la sierra que señalan la linde de los somontanos, internáronse por las garg*antas del Vero, del Grado, del Cong-ostro, del Monsec y demás, hasta tocar con su hálito abrasado el imperio del hielo en la cresta misma de Ifl. cordillera; y aquella masa de ag-ua solidificada principió á 21 — 322 — licuarse é invadir tumultuosamente el tahveg- de los valles: «las nieves que Titán (el Sol) no había podido nunca fundir, se precipitan del Pirineo; entra en fusión el hielo; derrítense las peñas; el raudal que brota impetuoso de los manantiales abandona su lecho de costumbre: tan grande es la mole de ag-ua que afluye al río por sus dos orillas»: lamque Pyrenaeae ^ quas nunquam solvere Titán Evaluit, ñuxere nives , fractoque madescunt Saxa gelu; tum , quce solitis e fontihus exit. Non habet unda viaví; tan largas alveus omnis A ripis accepit aquas. . . (IV, 83-87; cf. Csesar, i, 48.) Presta comentario á estos versos del gran épico latino la acotación que pone el encargado de aforar el Cinca el día 6 de Julio de 1880, en que el río cubicaba 157 metros por segundo junto al ex-monasterio de Escarpe: «Tiento Sur en dirección favorable á la corriente: sigue por causa de este viento el de- rretimiento de las nieves, sosteniendo el régimen del río» (edición oñcial). — Coincidiendo con el deshielo de las nieves, desencadenóse una legión de tempestades violentísimas de parte de levante, que descargaron diluvios de agua, produ- ciéndose una inundación como no se recordaba otra en el país (tanta enim tempestas cooritur y %it nunquam illis locis majores aquas fuisse constaret, dice César, loe. cit): árboles y colinas desaparecen bajo el agua; las líneas de los ríos se borran, y la pequeña Mesopotamia donde Fabio había aposentado al ejér- cito^ quedó convertida en un piélago; el campamento nota en medio del bravio oleaje; los caballos luchan, nadando desespe- rados contra la impetuosa corriente que los arrastra; los dos puentes de madera tendidos en un principio, son arrancados de cuajo en un mismo día; las legiones quedan aisladas, prisio- neras de los dos ríos, incomunicadas con el resto del mundo, sin trigo para los soldados, sin forraje para las acémilas, sin barcas para cruzar la sábana de agua y ponerse en salvo; mien- — 323 — tras lospompeyanos tenían sus bien surtidos almacenes de Lé- rida y la facilidad de pasar el río por el puente de piedra de esta ciudad. No sufrió César mayor contrariedad en toda su carrera; y á punto estuvo de eclipsarse para siempre, en aquel confín del Alto-Aragón, la fortuna del conquistador de las Galias y el astro naciente de la monarquía. La inundación llevaba ya va- rios días y no daba señales de acabar. Pronto el hambre hizo presa en el campamento y principió á minar la salud de los soldados y su fortaleza de ánimo: las tribus aliadas no podían hacer llegar hasta él víveres de ninguna clase; si algún forra- jeador, desesperado ó heroico, desafiando el peligro conseguía alejarse para probar fortuna, veíase atacado de súbito por los aragoneses y catalanes que formaban parte del ejército pom- peyano y para quienes era cosa de juego pasar el río cabalgan- do sobre odres hinchados, que no dejaban nunca de llevar á la -guerra y les hacían veces de puentes y de embarcaciones. Los convoyes que les llegaron de la Galia con vituallas y municio- nes y gran golpe de auxiliares, arqueros y jinetes, viéronse detenidos por la inundación en la orilla del río, frente al cam- pamento, y atacados por Afranio, que los rechazó á las sierras, sin que César, condenado á presenciar aquel combate desigual, pudiese ponerle remedio. Declaróse una epidemia grave en el campamento. La correspondencia con Italia estaba interrum- pida en absoluto. La situación era tan comprometida, que cuando llegó la noticia á Roma, túvose generalmente por con- cluida la guerra: la familia de Afranio recibió felicitaciones an- ticipadas; apresuráronse muchos á salir de Italia para ir á en- gruesar las filas de Pompeyo; el partido de éste creció como la espuma en un instante. Desgraciadamente para él, sus generales habían cometido jv. ^n^ -wv- EL ARBOLADO Y LA PATRIA XJSriDXG E • Páginas CAPÍTULO I « Misión social de los riegos en España 1 Objeciones y respuestas 19 CAPÍTULO ir Agricultura de regadío: § 1.° — El remedio está en la voluntad: preámbulo 37 § 2.° — Crisis que aflige á la producción: objeto de la Asamblea. 40 § 3.° — El objetivo que se impuso á la creación de la Cámara Agrícola, fué el fomento de los riegos 43 § 4.° — Ganar más del doble trabajando menos de la mitad: ex- portar á Inglaterra un rayo de nuestro sol 46 § 6.° — Los sueños de Faraón tuvieron realidad en la Litera ... 49 § 6.® — Lamentaciones de un río escuchadas por Costa 62 § T.° — Influjo que ejercerán los riegos sobre las tierras de seca- no á donde aquél no alcance: bodas de la riqueza con el trabajo, de la prudencia política con la civilización. 54 § 8.° — Los canales y pantanos interesan tanto á la montaña como al llano 68 § 9.° — La sequía ejerce oñcios de conquistador, puesta de acuer- do con la inundación 62 § W. — El Estado debe construir y explotar los canales y panta- nos; construidos por empresas ó particulares, el reme- dio sería peor que la enfermedad 04 § 11.— Armonía entre los intereses del Estado y los de los re- gantes 71 — 360 — Páginas § 12— El agua es el maüá que Dios hace llover sobre la tierra española: el Gobierno necesita tener á su lado la opi- nión del país : nacionalización del agua 73 § 13 — El río Ebro, cuna y centro de la nacionalidad aragonesa, maestra de España en cuestiones sociales 76 § 14. — La construeción de los canales y pantanos, depende sólo de nuestra voluntad 79 CAPÍTULO III El canal de Tamarite, cien años después 81 § 1.° — Introducción: telegramas en forma de conclusiones . 82 § 2." — El primer centenario del canal: debemos enseñar los dientes 86 § 3." — El Gobierno falta á la ley: los diputados y senadores abandonan al país, faltando á sus deberes: el país debe resistir una nueva concesión 87 § 4.° — Urge rehacer la geografía de la patria para resolver la cuestión política y la cuestión social 90 § 6." — Si no consigue la Cámara la construcción del canal de Tamarite y su terminación dentro de cinco años, será porque la Litera no quiera 99 § 6." — La agricultura no es republicana ni monárquica: el Es- tado concesionario único 100 § 7." — La crisis vinícola: la desamortización, causa del divorcio de la agricultura con la ganadería 107 § 8.**— Los conejos de la fábula 111 § 9.° — La construeción de los canales es negocio para el Esta- do, y éste, el único que puede construirlos 113 § 10. — Dios castiga á David con una de las tres plagas 116 § 11. — El agua de los canales, económicamente considerada, es trigo, es cama, es lana, es fruta, etc. El Ministerio de las Aguas 122 §12. — El Nilo, río prodigioso, cuna de asombrosa civiliza- ción 126 § 1 3. — Los ilustres silenciosos 127 351 — \ Pá(?inas § 14. — Nueve minietros en forma de estudiantes pensionados. . 129 § 16. — Las profecías de Ezequiel: ¡huesos secos, oid la palabra del Señor! 136 CAPÍTULO IV Nacionalización de las aguas fluviales: § 1 ° — El primer aniversario 140 § 2.°— Domestiquemos los ríos con el freno de los diques y la cadena de los canales ... 142 § 3.°— ¿Quién merecerá para sí la inscripción del rey Hammu- rabi? 145 § 4.° — Emprendamos sin vacilar, urgentemente, esta obra re- dentora: dejemos de ser mal aventurados pródigos. . . 147 § 5.° — El agua que no da la vida, la quita 153 § 6.° — Tauste dio en el siglo xvi ejemplo áe virilidad y de for- taleza 155 § 7.° — Importancia excepcional que tienen los dos canales de la derecha y de la izquierda del Cinca 160 § 8.° — Destino que deben dar los labradores al agua de los ca- nales 162 § 9.° — España no tendrá base de sustentación, mientras su agri cultura no descanse en cuatro distintas producciones. 176 § 10. — El regadío, base principal del crédito territorial y agrí- cola 179 § 11. — Las grandes mejoras, como los frutos de los árboles, no cuajan ni maduran solas ... 1 83 § 12. — Desastrosos efectos de la política de la guerra 186 § 13. — De Aragón es el deber de encauzar la política económica. 189 § 14. — Unión de todos para la obra común: el hambre no es católica ni protestante, republicana ni monárquica ... 203 CAPÍTULO V Cómo se consiguió un canal 205 § 1 ° — Audiencia con el ministro de Fomento: canales y pan- tanos 206 — 362 — Páginas § 2° —Impresiones de la Comisión 208 § 3.° — Cooperación parlamentaria 209 § 4.° — Primeros resultados de estas gestiones 212 § 6.° — Petición por el canal de Sobrarbe 214 § 6.°— Los pantanos del Flumen en la Gaceta 219 § 7.°— Conferencia con el Ministro en Zaragoza 220 § 8.° — Brindis: diálago entre dos estatuas 221 § 9.°— Una Real orden 226 § 10. — Construcción del canal de Tamarite: Ley de 6 de Sep- tiembre de 1896 227 El bautismo y el canal de Tamarite . . 229 § 1 1. — Notas sueltas: Bilbao y la Litera 234 CAPÍTULO VI Resumen á un mitin agrario 238 CAPÍTULO VII Labor de desfonde 249 CAPÍTULO VIII Plan general de canales: Un proyecto de ley: preámbulo 258 Articulado 964 Lo que puede decirse en apoyo del proyecto 268 Wn programa electoral: á los electores del distrito de Bar- bastro 27jB Dos mitins electorales 280 CAPÍTULO IX Agua de riego para el pueblo: Campo romano 289 Campo de una hectárea 292 Conclusión para la economía agraria 294 — 363 — Páginas CAPITULO X Caracteres de la política hidráulicas^ 298 CAPÍTULO XI Nuestros plagios de la «política hidráulica» 309 CAPÍTULO XII Solaces de < política hidráulica» 318 ' CAPÍTULO XIII La Voz del río 334 CAPÍTULO XIV Dos brindis agronómicos 337 Segundo brindis 3ál 23 OBRAS QUE COMPONEN LA BIBLIOTECA DE ID. TO^QTJÍItT OOSTJL Pesetas. 1 . Teoría del hecho jurídico, individual y social 7 2. La libertad civil y el Congreso de jurisconsultos aragoneses. 7 3 . Estudios jurídicos y políticos 7 4. Reorganización del Asotanado, del Registro de la propiedad y de la Administración de justicia 5 5. Reforma de la Fe pública 4 6. El juicio pericial (de peritos prácticos,, liquidadores, partidores, terceros, etc.) j^ su procedimiento 3 7. Los fideicomisos de confiama 4 8. L% poesía popular española, y Mitología y Literatura celto- hispanas 1 o 9. Estudios ibéricos. (La servidumbre entre los iberos. Litoral español del Mediterráneo en los siglos v-vi, antes de J. C.) 6 10. Colectivismo agrario en España. (Doctrinas y hechos).. . 12 1 1 . Reconstitución y europeización de España 6 12. Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno e^i España, urgencia jy modo de cambiarla 14 13. Crisis política de España i ,50 14. El problema de la ignorancia del derecho como culpa y sus relaciones con el sistema individual, el referendum y la costumbre i ,50 Pesetas. 15. Derecho consuetudinario del Alto Aragón 7 16. Derecho consuetudinario de España 7 17. Primera campaña de la Cámara Agrícola del Alto Aragón. 2 18. La fórmula de la agricultura española: tomo i 8 ig. Agricultura armónica (expectante, popular) 2,50 20. Política hidráulica, (Misión social de los riegos en España) 3,50 21. El arbolado y la patria , 2,50 22. La tierrra y la cuestión social * , . 2,50 EN PRENSA Y EN PREPARACIÓN 1 . La vida del dwecho. 2. Tranvías y ómnibus: estudio de derecho administrativo. 3. Los Ayuntamientos y las alineaciones de calles. 4. El Consejo de familia en España. (Comentarios al Código civil y jurisprudencia establecida, con notas de procedimiento). 5. Ideas apuntadas en la Exposición de París de 18 ÓJ. 6. Islas líbicas: Ciranis, Cerne, Hesperia. 7. Ultimo día del paganismo y... primero de lo mismo. (Obra pos- tuma). 8. Plan de una historia del derecho español en la antigüedad. 9. El comercio español y la cuestión de África. 10. El conflicto hispano- alemán sobre la Micronesia. 1 1 . La enseñanza de la Agricultura. 12. Regeneración y tutela social. i¿. Problemas de derecho aragonés, 14. Marina mercante y marina de guerra. 15. Problemas pedagógicos. 16. La patria de Viriato. 17. La Guinea española. 18. Política geográfica segiin Joaquín Costa. ig. La religión de los celtíberos. 20. Política hispano- marroquí. 2 1 . Problemas prologados. 2 2 . Mi fartido político . 23. Estímulos comerciales. 24. Justo de Valdediós (novela). 25. Cómo deben ser los Municipios. (Discursos pronunciados en Za- ragoza). 26. «Dar de comer al hambrientos (problemas obreros). 27. La generación del poder. 28. Epístola republicana. 29. El faro de los niños. 30. Por qué fracasó la iUnión Nacionah. 31. Lo gastado en la guerra, ¡si se hubiese gastado en la paz...! 32. El pesimismo nacional. 33. Zaragoza á Costa... Costa á Zaragoza. 34. El doctrinal de Costa. (Diccionario de las diversas materias tratadas por el autor, copia de los párrafos más salientes con indicación de la obra y página que los contiene). 35. Influencia del clero en el progreso de la nacionalidad. 36. Excerpta (reunión de varios trabajos). 37. Revista Nacional (órgano de la Liga Nacional de Productores). 38. Soter, ó el último tirano (en colaboración con D. iManuel Béseos). Estas obras pueden ser adquiridas en todas las principales libre- rías de España, y en el depósito de la "Biblioteca J. Costa", calle de las Naciones, núms. 2 y 4, hotel, Madrid. -'r^ ' t-^^ ^ üniversity of Toronto library DO NOT REMOVE THE CARD FROM THIS POCKET Acmé Librarj' Card Pocket Under Pat. "Ref. Index File" Made by LIBRARY BUREAU K^ .^ I • > ^'. "^ ; V >^7^r