UNAM 20727 STUTO DE GEOLOGÍA BV4834 S7818 1887 UNAM INSTITUTO DE GEOLOGÍA - CU 20727 L. BIBLIOTECA ?5'r' REFLEXIONES SOBRE LA NATURALEZA PARA TODOS LOS DIAS DEL AftO wO t POR MR. STRXJM TOMO II MAYO, JUNIO, JULIO Y AGOSTO BIBLIOTECA MEXICO CASA EDITORIAL DE MANUEL (¡ALINDO Y BEZARES Calle de Leandro Valle y Jardín de Santo Domingo 1388 Es propiedad del editor en los términos que marca la ley. REFLEXIONES SOBRE LA NATURALEZA PRIMERO DE MAYO Las bestias de carga os hacen tantos servicios las bestias de carga, que sería una especie de ingratitud pasarlas en si¬ lencio. Contentámonos de ordinario con servirnos de ellas, para suplir con su fuerza nuestra debilidad, y descuidamos considerar las relaciones que tienen con todas las obras de la creación, y reflexionar sobre la sabiduría y bondad, que tan visiblemente se manifies¬ tan en la producción de estas útiles compañeras de nuestros trabajos. Entre todos los animales domésticos, el caballo es el que nos sirve más y de mejor gana. Contribuye á cultivar nuestras tierras, acarrea todo cuanto necesi¬ tamos, se sujeta con facilidad á toda suerte de faenas por un alimento moderado y frugal; parte con nos¬ otros los placeres de la caza y los peligros de la gue¬ rra. Es una criatura que renuncia á su propio serpa- 4 REFLEXIONES ra no existir sino por la voluntad del hombre, la cual sabe aún prevenir ; que por la prontitud y precisión de sus movimientos la declara y la ejecuta; que so¬ metiéndose sin reserva alguna á su amo, á nada se niega, le sirve con todas sus fuerzas, se excede, y muere tal vez por obedecerle más bien. La naturale¬ za le lia dado una inclinación á amar y temer á los hombres, y mucha sensibilidad á los halagos, que pue¬ den hacerle agradable su esclavitud. Es de todos los animales el que tiene más proporción en las partes de su cuerpo, y al mismo tiempo una talla grande y her¬ mosa. En él todo 'es elegante y regular. Su cabeza, tan diestramente colocada, le da un aire vivo y lige¬ ro, realzado aún mucho más por la belleza de su cue¬ llo. Su planta es noble, su paso majestuoso, y. todos los miembros de su cuerpo parece que anuncian fue¬ go, fuerza, valor y fiereza. El buey no tiene las gracias y la elegancia del ca¬ ballo. Su cabeza, que nos parece monstruosa, sus piernas que á primera vista son muy delgadas y cor¬ tas con respecto á la mole de su cuerpo, la pequeñez de sus orejas, su aire estúpido y su paso tardo, le ha¬ cen casi disforme á nuestros ojos ; pero recompensa bien estas irregularidades aparentes, por los impor¬ tantes servicios que hace al hombre. Es bastante fuer¬ te para llevar pesadas cargadas, y se contenta con un mezquino alimento. Todo es útil en este animal : la sangre, el cuero, las pezuñas, la carne, el sebo y las astas. Aun de su boñiga se puede sacar partido, por- SOBRE LA NATURALEZA 5 que es un excelente abono para fertilizar las tierras, y ponerlas en estado de que nos den siempre nue¬ vos alimentos. Este animal parte también con el hom¬ bree las penosas tareas del campo ; desmonta nuestras tierras, prepara nuestras mieses y trasporta nuestros granos. Á no ser por el buey, decía un sabio, los po¬ bres y los ricos vivirían con harto trabajo ; la tierra estaría inculta, y los campos áridos y estériles : por él se hacen todas las labores del campo, mantiene la economía rústica y lleva todo el peso de la agricultu¬ ra. En todos tiempos ha sido la verdadera riqueza de los hombres, y simpre será la basa principal de la opu¬ lencia de los estados, que no pueden florecer sino por el cultivo de los campos y la abundando de ganados. Una cosa bien admirable en este animal es la estruc¬ tura de los órganos de la digestión. Tiene cuatro es¬ tómagos, y puede contener el primero hasta cuaren¬ ta ó cincuenta libras de comida: el tercer estómago “tiene ochenta y ocho pliegues ó surcos que sirven pa¬ ra la digestión, siendo así, que el de las obejas y las cabras, cuya organización es la misma en esta parte, sólo tienen treinta y seis. Por poco vantajoso que sea el asno en su exterior, y por despreciable que parezca, no deja de teneres- te animal excelentes cualidades, y de sernos muy útil. Si se adiestran otros animales para servicios más dis¬ tinguidos, este nos sirve á lo ménes en los más nece¬ sarios. Es verdad que no es ardiente é impetuoso co¬ mo el caballo, pero es siempre humilde, paciente y Tomo II — 2 6 REFLEXIONES tranquilo. El aire noble es reemplazado en él por un aspecto manso y modesto: no es orgulloso, sigue uni¬ formemente su camino, lleva la carga sin ruido y sin quejarse. Es sobrio así en la cantidad como en la cua¬ lidad de alimento; conténtase con cardos y hierbas las más duras y las más desagradables: es sufrido, vigoro¬ so, infatigable, y hace á su dueño servicios importantes y continuos. Las ocupaciones del jumenta participan de la oscuridad de los que se valen de ellos, y es uno de los más útiles presentes que Dios hizo al pobre. ¿A. qué no se verían reducidos los viñadores, los jar¬ dineros, y las más de las gentes del campo, es decir, los dos tercios de los hombres, si les llegasen á fal¬ tar las bestias caballares y mulares para trasportar sus mercancías y las materias que emplean? El as ió los auxilia también sin cesar, lleva los frutos, las hier¬ bas, el carbón, la leña, la teja, la cal, la paja y el es¬ tiércol ; en suma, todo lo que hay más humilde está á su cargo. ¡Cuán ventajoso no es para esta multitud* de trabajadores, y aún para todos los hombres, hallar un animal manso, fuerte é infatigable, que sin orgu¬ llo, y á poca costa, llena nuestras poblaciones de to¬ da especie de comodidades! No hay objeto alguno en el universo que no tenga relación con el hombre: ¿cómo es, pues, que sir¬ viéndonos todos los días las bestias de carga, no pen¬ semos, jamás en el que las formó para nosotros? feu número, proporcionado á nuestras necesidades, es sin comparación mayor que el de los animales salvajes, SOBRE LA NATURALEZA 7 en lo cual advírto también una atención particular de la Providencia. Si estos se multiplicasen tanto co¬ mo aquellas, bien presto se convertiría la tierra en un desierto. Dios es quien nos dió el imperio sobre estas criaturas, la fuerza ó la destreza de subyugar¬ las, el derecho de servirnos de ellas, de sujetarlas á la obediencia y de emplearlas en nuestro beneficio: don precioso, que demuestra al hombre la excelencia de su naturaleza. En efecto, si el Criador no hubiese impreso en los animales un temor natural hacia el sér destinado á mandarlos, le sería imposible domarlos por la fuerza; mas pues Dios nos los da para com¬ pañeros de nuestros trabajos y no para esclavos, se¬ remos injustos si abusamos de nuestros derechos, ya fatigándolos con excesivo trabajo, ya maltratándolos sin necesidad. DOS DE MAYO Bestias de carga de otros climas Los beneficios del Criador no se limitan á una so¬ la región ; cada parte del mundo tiene animales que le son propios, y no sin razones muy sábias los puso Dios más bien en un país que en otro. Además de los animales de las regiones del Medio¬ día, el dromedario y el camello son singularmente no¬ tables. Estos dos nombres no indican dos especies diferentes, sino dos razas distintas, y el principal, ó, 8 REFLEXIONES por mejor decir, el único carácter notable en que se diferencian, consiste en que el camello tiene dos cor¬ covas en el lomo, y el dromedario sólo una. Este es también más pequeño y ménos fuerte ; pero se halla sin comparación en mayor número, y más general¬ mente esparcido que el camello, el cual apénas se en¬ cuentra más que en el Turquestan y en algunos otros parajes de Levante. La especie entera, tanto de unos como de otros, se cree estar ceñida á una zona de doscientas cuarenta leguas á trescientas veinte de an¬ cho, que se extiende desde la Mauritania hasta la China. El camello parece originario de la Arabia ; pues no sólo es este el país en que más abunda, sino también donde el mismo animal es más necesario y útil. En efecto, no hay en el mundo región más árida ni más escasa de agua que la Arabia ; y el camello es el más so¬ brio de todos los animales, y puede pasar muchos días sin beber : el terreno es casi por todas partes seco y arenisco, y los piés del camello son á propósito para caminar por arenales, al paso que no puede sostener¬ se en tierras húmedas y resbaladizas Faltando la hier¬ ba y los pastos en aquel terreno, ambién faltan los bueyes, y los reemplaza el camello. Así es que los ára¬ bes miran este animal como un presente del cielo, sin el cual no podrían viajar, comerciar, ni subsistir. La leche de las camellas es su ordinario susteqto, y también comen su carne, espe mímente la de los ca¬ mellos jóvenes: el pelo de estos miníales, que es fino SOBRE LA NATURALEZA 9 y suave, y que todos los años se renueva mudán¬ dole enteramente, les sirve para fabricar hilos, las teías de que se visten, y parte de sus muebles. Los vastos desiertos del Africa y del Asia serían intransitables ; esas especies de islas, separadas de los países habitados por arenales ardientes y estéri¬ les, jamás hubieran sido conocidas sin el auxilio del camello. Las mercaderías se trasportan en aquellas regiones por medio de este animal. I >os comerciantes y otros pasajeros, para evitar los robos de los árabes, se reúnen en caravanas por lo común muy numero¬ sas. Á cada camello se le carga según su fuerza ; y ellos la conocen tan bien, que cuando se les pone de¬ masiado peso, le reusan y permanecen constan temen- te echados hasta que se le aligeran. Los camellos gran¬ des cargan por lo común mil y sesenta hasta mil doscientas y setenta- libras, y los más pequeños de se¬ tecientas cuarenta á ochocientas cincuenta. Como sus viajes suelen ser de quinientas sesenta á seiscientas y cuarenta leguas, se arregla su movimiento y sus jornadas : entonces solo caminan á su paso, y cada día poco más de ocho ó nueve leguas.1 Todas las noches 1 Una cosa muy notable en estos animales es, que pava ex¬ citarlos á caminar no bay necesidad de látigo ni de espuela, sino que cuando empiezan á estar fatigados se les anima, ó, por me¬ jor decir, se les disipa la molestia con el canto ó el sonido de al¬ gún instrumento. Los árabes se sirven de timbales con este ob¬ jeto; pero la música, y con especialidad la voz del hombre, los IO REFLEXIONES se les quita la carga y se les deja pastar libremente ; y si están en país frondoso, y donde hay buenas pra¬ deras, comen en ménos de una hora cuanto necesi¬ tan para mantenerse un día entero, y para rumiar to¬ da la noche. En defecto de plantas y arbustos, un poco de heno, algunos puñados de dátiles, de cebada ó de habas bastan para la subsistencia diaria de cada uno; y como hallen hierba verde que roer, se pasan sin be¬ ber muy fácilmente. Esta facilidad es efecto de su misma organización. En el camello, además de los cuatro estómagos que tienen ordinariamente los animales rumiantes, hay una quinta bolsa de bastante capacidad que le sirve de receptáculo para contener gran porción de agu?, la cual se mantiene allí sin corromperse, y sin que puedan mezclarse con ella los demás alimentos. Cuan¬ do el animal se ve molestado de la sed, y necesita desleír el sustento seco, y macerarle rumiando, hace subir hasta el esófago una parte de esta agua que le humedece la garganta, y baja después al estómago. Así es que puede estar muchos días sin beber, pues de una sola vez bebe una prodigiosa cantidad. Si de los países meridionales pasamos á los del Norte, veremos en ellos los mismo cuidados de la Pro¬ anima y alienta: así es que cantando los camelleros al rededor de ellos, siguen el camino con mayor ligereza que un caballo bien espoleado. “Tomo 13 de Buffon traducido por el Señor Clavijo, página 59.” SOBRE LA NATURALEZA I I videncia para con sus habitantes. Entre los cuadrú¬ pedos de estas regiones son los más notables el elan y el reno. El primero es grande, fuerte, y de una ta¬ lla ventajosa: su cabeza se parece bastante en la figu¬ ra, grandeza y color á la del mulo: tiene cuernas mucho más anchas y sólidas que las del ciervo ; las piernas son largas y fuertes, y el pelo de un pardo ce¬ niciento. Este animal es simple, estúpido y perezoso. Donde quiera halla que comer, pero prefiere siem¬ pre la corteza ó los tiernos renuevos de los sauces, abedules y servales. Es en extremo ájil, y por ser lar¬ gas sus piernas, puede caminar muchísimo en poco tiempo. El reno tiene su domicilio en los montes : el elan no habita sino en las tierras bajas y en los bosques húmedos : ambos andan en manadas como el ciervo; ambos pueden domesticarse, y el reno mucho más que el elan : este, al modo que el ciervo, en ninguna parte ha perdido su libertad. El reno* 1 por el contrario, ha venido á ser domésti- *\ 1 Este cuadrúpedo bisulco rumia como el ciervo, y como los demás animales que tienen muchos estómagos: es más bajo, más cachigordo, tiene las piernas más cortas y gruesas, y los pies mu¬ cho más anchos que el ciervo: su pelo es más espeso, sus cuernas mucho más largas y con gran número de candiles. Tiene, como el elan, pelo largo en el cuello, la cola es corta y las orejas mu¬ cho más largas que las del ciervo: los renos jóvenes tienen tam¬ bién como los cervatos en la primera edad el pelo de un color vario; al principio es de un rojo mezclado de amarillo, y se vuel¬ ve con la edad de un pardo casi negro. 12 REFLEXIONES co entre los laponos, que no tienen otro ganado, Es¬ te animal es de una figura agradable y arrogante, que se asemeja mucho al ciervo. Busca por sí su alimen¬ to, que consiste en musgo, en hojas y en brotes de árboles. Los pueblo septentrionales sacan de él las mayores ventajas. Le uncen á un trineo, y viajan asi con tal lijereza, que andan fácilmente treinta leguas por día, corriendo con tanta seguridad sobre el hielo como sobre un campo ó prado. Todos los bienes de los lapones consisten en sus renos, pues comen su carne, beben su leche, con la que hacen también que¬ so, y la piel les surte de vestidos, camas, colchas y tiendas ; en una palabra, saben sacar de estos anima¬ les todo lo necesario para la vida. Apénas nos podemos engañar sobre el país nativo Las utilidades que los lapones sacan de estos animales les precisa á seguirlos y velar sobre ellos ; les obliga á aguardarlos noche y día así en invierno como en verano, v á llevarlos á pas¬ tar en rebaños y á lugares muy seguros, y sobre todo descubier¬ tos, tanto por lo «propenso que son á extraviarse y recobrar su libertad, cuanto poique las bestias salvajes no les acometan. De aquí nace, que aunque sea poco numeroso el rebaño, se necesitan varias personas para guardarlos, contenerlos, llamarlos, y correr tras de los que se alejan: todos están marcados para poderlos co¬ nocer, pues sucede muy comunmente que se pierden en los bos¬ ques, ó se pasan á otro í'ebaño. Por la noche los vuelven al esta¬ blo, ó los encierran en los corrales para libertarlos de los insul¬ tos de los lobos. En suma, este animal es para el lapón casi lo mismo que el camello para el árabe. “Segunda edición tomo 1 página OS.” SOBRE LA NATURALEZA 13 de los animales, siempre que le determinemos por las relaciones de conveniencia que acabamos de consi¬ derar. Su verdadera patria es aquella tierra con quien tienen mayor proporción, es decir, para la que pare¬ ce estar formada su naturaleza, y más cuando esta no se presta á la influencia de otros climas. ¿Peroá qué otra causa sino á una Providencia benéfica podemos atribuir unas proporciones tan útiles á los hombres de los diversos países de la tierra? TRES m MAYO » • El elefante Entre, los animales domésticos, y bestias de carga al mismo tiempo, se nos presenta esa enorme masa de carne, esa montaña ambulante que hace temblar la tierra con sus pisadas, y por la cual no puede ex¬ tender la vista el espectador sin asombro ; en una pa¬ labra, el elefante. Este coloso, cuyos miembros nos parecen tan extrañamente configurados, es quizá el animal más inteligente y diestro. Hállase en las cos¬ tas orientales del Africa, y en las partes meridionales del Asia. Los mayores individuos de este género tie¬ nen de diez y seis á diez y siete piés de altura y ca¬ si otros tantos de largo. Los elefantes de esta cor¬ pulencia consumen diariamente hasta ciento sesenta libras de hierba. Se presume que los que están á su Tomo II — 3 *4 REFLEXIONES libertad, pueden vivir más de doscientos años, pero reducidos á servidumbre, su vida es rnuchó más corta. El cuerpo del elefante es demasiado grueso para doblarse. Su cuello es tan corto, que sólo se inclina muy poco. Tiene la cabeza pequeña y la trompa muy larga: sírvese de ésta como de una mano para llevar ala boca el alimento sin necesidad de bajarse. No solamente la puede revolver, doblar y moverá todas partes, para ejecutar lo que hacemos nosotros con ios dedos, sino que se vale de ella como de un órga¬ no de sentido; y se puede decir que este animal tie¬ ne su nariz en la mano. Sus ojos son pequeños con proporción al volumen de su cuerpo, aunque muy brillantes y vivos: los vuelve lentamente y con dul¬ zura hacia su amo; le mira con aire de amistad; da muestras de atención cuando le habla; su mirar da indicios.de inteligencia cuando le ha escuchado, y de penetración cuando quiere anticiparse á servirle: pa¬ rece que reflexiona, delibera y piensa, y que no se de¬ termina hasta que ha examinado y considerado des¬ pacio, sin precipitación y sin pasión las señales á que debe obedecer. Tiene muy buen oído, y este órgano en lo exterior, como también el del olfato, está más denotado en el elefante que en ningún otro animal: sus orejas son muy grandes, y le sirven para limpiar tos ojos, y preservarlos de la incomodidad del polvo, y de las moscas: deléitase con el sonido de los ins- SOBRE LA NATURALEZA 15 trunientos y parece gusta de la música: 1 su olfato es exquisito, le agradan los perfumes de toda especie, sobre todo los de las flores olorosas, por lo cual las elige, las coje una á una, y después de haberse recrea¬ do con su ólor, las lleva á la boca y como que se sa¬ borea con ellas. Sus piernas derechas y macizas á manera de fuertes columnas están terminadas por un pié tan corto, y tan pequeño que apenas se distin¬ gue. Su piel es dura, grueza y callosa. Aunque nos debemos prometer encontrar una fuer¬ za considerable en el mayor de los animales terres¬ tres, sin embargo, aún con esta espectativa nos causa admiración. Con su trompa arranca los árboles, y con un envión de su cuerpo trastorna las paredes. Él so¬ lo hace mover grandes máquinas, y transporta cargas que muchos caballos juntos con dificultad podrían mover. Un peso de cuatro á cinco mil libras no es demasiado para un elefante grande, pues lleva una torre armada en guerra y cargada de muchos hom¬ bres. En fin, con sus colmillos hace frente al más te¬ rrible de los animales, á aquel que aun los más va¬ lientes tiemblan. Este sér que á primera vista no parece sino un enor- 1 Ya no se duda que la música tiene mayor influjo sobre el elefante, como se ha visto varias veces, y especialmente en el concierto dado en París a los del jardín botánico el día de Mayo de 17DS. “Véase el tomo 6o del compendio de Buffén traducido por el Sr. Estala.’' lo REFLEXIONES me conjunto de materia, está dotado de un sentimien¬ to muy particular, y estas son las amables cualidades que se contemplan en él con mayor placer. Conser¬ va la memoria de los beneficios que recibe, sin des¬ conocer jamás á su bienhechor; ántes bien le mani¬ fiesta su reconocimiento con las señales más expre¬ sivas de afición y cariño. Tan doméstico y dócil como fiel, y tan inteligente como dócil, parece que previe¬ ne los deseos de su dueño, que adivina sus pensa¬ mientos y que le obedece por instinto. No se niega á ningún género de servicio, sin excluir los más pe¬ nosos; continúa sus tareas con constancia sin disofus- tarse, y se cree bastante recompensado con que sólo le haga algunas caricias, y le déá entender que que¬ da satisfecho de haber empleado bien sus fuerzas : pero cuanto es más sensible al buen trato, otro tan¬ to más s: irrita de que se le castigue sin merecerlo. Acuérdase por largo tiempo de sus ofensas, y no pier¬ de la ocasión de tomar venganza. Con todo, no siem¬ pre le impide la cólera, aún en estos instantes, dar oídos á la generosidad. Un elefante acababa de ven¬ garse de su cornac ó conductor matándole: la viu¬ da, testigo de esta tragedia, fuera de sí tomó sus dos hijos, y arrojándolos á los piés del animal todavía furioso, -exclamó así: Ya que has muerto á mi mari- do , quítanos la vida igualmente A nú y á mis hijos. El elefante quedó suspenso, se sosegó, y como arrepin¬ tiéndose de lo que había hecho, cogió con su trom¬ pa al mayor de los hijos, le puso sobre su cuello, SOBRE LA NATURALEZA *7 le adoptó por su cornac, y no quiso sufrir otro nin¬ guno. Pero si el elefante es vengativo, no es inénos agra¬ decido. Un soldado de Pondíchery, que acostumbra¬ ba llevar á uno de estos animales una medida de arack, 1 siempre que cobraba su prest, habiendo be¬ bido un día con exceso, y viendo le perseguía la guar¬ dia para prenderle, se refugió debajo del elefante y se quedó allí dormido. En vano intentó la guardia sacarlo de aquel asilo, pues el elefante le defendió con la trompa. Al día siguiente volviendo en sí el solda¬ do de su embriaguez, quedó lleno de espanto al ver¬ se tendido bajo un animal tan enorme; más el elefan¬ te, como si conociese su turbación, le acarició con la trompa para animarle y darle á entender que podía irse con toda seguridad. El elefante fuera de estos casos, apacible por tem¬ peramento, no emplea sus armas ni sus fuerzas más que para defenderse á sí mismo, socorrer á su amo ó protejer á sus semejantes. Dócil, complaciente y acariciador, vuelve con la trompa halagos por hala¬ gos, dobla las rodillas delante del que le quiere mon¬ tar: se somete á su dirección, él propio ayuda á que le carguen ; se deja vestir y engalanar, y aún parece que se complace de ello. Sus costumbres sociales, que le alejan de la soledad y de una vida errante, le esti- 1 Arack 6 areek llaman en la India al aguardiente de coco. i S REFLEXIONES muían á buscar la compañía de los animales de su especie, y á serles útil. El más anciano de los elefan¬ tes, como más experimentado, va al frente de los de¬ más y les sirve de guía; el segundo en edad cierra la marcha : los jóvenes y los débiles van en el centio del batallón ; y las madres que aún están criando, llevan á sus hijuelos abrazados con las trompas. Tal es el orden que estos prudentes anímales observan en sus peligrosos viajes; pero cuando nada tienen que temer, omiten muchas de sus precauciones, pues se pasean en los bosques, en los campos, en las praderas y pa¬ cen libremente, mas sin separarse no obstante dema¬ siado unos de otros, para no privarse de sus avisos ni mutuos socorros. Lo que acabamos de decir de algunos cuadrúpe¬ dos extraños, nos da márgen á reflexiones importan tes. ¡Qué distancia tan prodigiosa entre el elefante y el arador, y qué diversidad tan admirable en la for ma exterior de los animales, en su figura, en los ór¬ ganos de la vida, de los sentidos y del movimiento, Sin embargo, todo en ellos está arreglado con pro¬ porción al género de vida á que se hallan' destinados! Pero al modo que en otras partes del mundo hay ani¬ males que no podrían acostumbrarse al aire, al sus¬ tento, y al grado de calor de nuestros climas, así tam¬ poco debe "dudarse que aún pudieran existir millones de animales á quienes fuera igualmente imposible vivir sobre nuestro globo. La extensión del poder de) Criador no tiene límites; mas le plugo realizar sólo SOBRE LA NATURALEZA 19 los géneros de vida y bienestar que tuvo por conve¬ nientes; y este plan, tan digno de su bondad, le su¬ po ejecutar el soberano Sér con un poder y sabidu¬ ría infinita, jSea pues su nombre bendito por toda la eternidad! CUATRO BE MATO Los animales salvajes: los ciervos* gamos j corzos habitantes de las selvas Se diría que la naturaleza conserva su independen¬ cia en los animales salvajes. Adornada de sola su sencillez, es más digna de curiosidad por su belleza ingenua, por su simple proceder, por su aire libre, y algunas veces noble y fiero. Los unos más afables, más inocentes y tranquilos, se contentan con alejarse. )■ pasan su vida en nuestros campos: éstos, más des¬ confiados y más terribles, se internan en los bosques: otros se fabrican habitaciones subterráneas, se refu¬ gian á las cabernas ó viven en las cimas dedos mon¬ tes más inaccesibles ; y finalmente, los más feroces é indómitos no habitan sino en los desiertos, y reinan como soberanos en aquellos climas ardientes, donde el hombre más salvaje no puede disputarles el im* perio. Uno de aquellos animales inocentes, apacibles y tranquilos que sólo parecen destinados para hermo- i 20 REFLEXIONES sear, animar la soledad de las selvas, y ocupar lejos de nosotros estos asilos pacíficos, es el ciervo. La for¬ ma airosa y ligera, la estatura bien proporcionada, los miembros ílexibles y nerviosos, la cabeza ador¬ nada, más bien que armada, de un bosque viviente que se renueva todos los años; su tamaño, su ligere¬ za y su fuerza le distinguen bastante de los demás habitantes de los bosques, entre los cuales es el más noble. El ciervo tiene al parecer buena vista, un olfato exquisito y excelente oído. Cuando se halla en un se to ó algún otro sitio medio descubierto, se detiene á mirar á todos lados, busca luego el sotavento para sentir mejor á cualquiera que pudiese inquietarle. Aunque de un natural bastante sencillo, con todo es curioso y astuto. Cuando le silvan ó le llaman de le¬ jos, se detiene al momento, fija la vista con un aire de admiración en los carruajes, el ganado y los hom¬ bres ; y si estos no llevan armas ni perros, continua su marcha con tranquilidad y sigue orgullosamente su camino. Da muestras de oír con placer el carami¬ llo y churumbela de los pastores, artificio de que sue¬ len valerse los monteros para asegurarle. En genera* teme mucho ménos al hombre que á los perros, y no recurre á la desconfianza ni á la astucia, sino á pro¬ porción de lo que se le ha inquietado. Perseguido de los perros, pasa y repasa muchas veces sobre sus huellas, y haciéndose acompañar de otros animales SOBRE LA NATURALEZA 21 les da el cambio mas entonces rompe y se aleja sin parar, ó ya desviándose á un lado se oculta echándo¬ se sobre el vientre. Pero siéndole siempre traidora la tierra, se arroja al agua. La cierva que está crian¬ do, se presenta á los perros para ocultarles su cerva¬ tillo; deja que la corran, y después vuelve á buscarle. No hay especie que se aproxime más á otra que la del gamo á la del ciervo: sin embargo, estos animales tan parecidos no andan juntos, ántes bien se huyen mu¬ tuamente sin mezclarse jamás. Los primeros parecen ser de una naturaleza menos robusta y no tan agres¬ te como el ciervo : son también mucho menos comu¬ nes en las selvas, y se les cria en los parques, donde son, por decirlo así, domésticos. Las cuernas del ga¬ mo se renuevan anualmente como las del ciervo, pero se caen más tarde. Traban á veces entre sí con¬ tiendas bastante vivas : basta una cierva á suscitar¬ las ; entran á disputársela como el premio de la victo¬ ria, y se entregan por ella á los asaltos más violentos. Aman tanto la sociedad, que casi siempre están jun¬ tos. Cuando hay multitud de gamos en los parques, se forman ordinariamente dos manadas que en bre¬ ve se hacen enemigas. Cada una tiene su jefe que marcha al frente. Se ocometen con orden, bátense con valor, y se sostienen unos á otros: renuévase el combate todos los días, hasta que los más fuertes 1 Dar el cambio es, cuando el ciervo busca otro ú otros con quienes se entretengan los perros para poder él huir. Tomo II— 4 22 REFLEXIONES echan á los más débiles, y les confinan al peor para¬ je del parque. Los gamos gustan de los terrenos ele¬ vados y cortados con pequeñas colinas: no se alejan como el ciervo cuando los persiguen, pues lo único que hacen es dar vueltas y buscar el modo de subs¬ traerse á la persecución de los perros, por medio de astucias y de cambios. No obstante, cuando se ven muy acosados, enardecidos y fatigados, se arrojan al agua igualmente que el ciervo. Este ocupa en los bosques las sombras de los ár¬ boles más elevados. El corzo, otro habitante de las selvas, aunque de especie inferior, se contenta con habitar debajo de techumbres más bajas, y hace su mansión ordinaria entre el follaje espeso de los sotos nuevos; pero si tiene menos nobleza y fuerza, y mucho menos altura que el ciervo, también le gana en gra¬ cia, en viveza, y aún en valor.1 Es más alegre, ágil y despierto : su forma es más redonda y elegante, y más agradable su figura : sus ojos más hermosos y brillan¬ tes, parecen animados de una sensación más viva: brinca naturalmente con no menos fuerza que lijere- za. Estos graciosos cuadrúpedos, en lugar de andar en grandes tropas como el ciervo y el gamo, se man¬ tienen sólo reunidos por familias : el padre y la ma- 1 Guando los corrillos son atacados, el padre los defiende; y sin embargo ?e ser animal bastante pequeño, tiene fuerza sufi¬ ciente para pelear con un ciervo joven, y hacerle que huya. “To¬ mo 9 de Buffón traducido por el Señor Clavijo, página 172." SOBRE LA NATURALEZA 23 dre van asociados de sus hijos, y nunca se les ve mezclarse con los extraños. Son tan constantes en su unión, como incostantes los ciervos. La corza pare ordinariamente dos hijuelos, macho y hembra; y de aqui es que estos animalitos criados y alimentados juntos, se cobran una afición tan grande que no se separan jamás. Esta adhesión recíproca no tiene ha¬ bitualmente otro carácter que el de la amistad más tierna ; ni toma otro sino al tiempo de la brama, que apenas dura quince días, los que principian á fines de Octubre, y acaban ántes del quince de Noviem¬ bre. Entonces no permiten que los corcillos perma. nezcan con ellos: el padre les echa de su compañía, como para obligarlos á que cedan su lugar álos que les han de suceder, y á que formen por sí una nueva familia. Sin embargo, acabada la brama, vuelven los hijos á buscar á su madre, y se mantienen con ella algún tiempo, hasta que, dejándola para siempre, van ambos á establecerse á alguna distancia del lugar en que nacieron. Así la Providencia no ha limitado sus desvelos á hermosear nuestras campiñas con risueñas florestas, adonde se retira el sabio á reflexionar con más placer; sino que animó también esos vastos bosques de la naturaleza, destinándolos para mansiones de los más agradables cuadrúpedos, y reunió por fin para el hom¬ bre en estas deliciosas soledades, los hechizos de una apacible y dulce sociedad á los del retiro que busca en ellas. 24 REFLEXIONES CISCO DE MAYO 0 - Los animales de I03 campos: la liebre; el conejo No siempre nos parecen más útiles las especies más numerosas de animales, ántes por el contrario, consideramos perjudicial esa multitud de ratones, de langostas y demás turba de insectos, cuya prodigio¬ sa multiplicación permite la naturaleza, ó más bien su Autor, por fines que en parte nos son ocultos. Pero Ja especie de la liebre y la del conejo tienen para nos- ptros la doble ventaja de su número y utilidad: las liebres se hallan universal y abundantemente espar¬ cidas en todos los climas de la tierra; y los conejos, aunque originarios de regiones particulares, multi¬ plican tanto en casi todos los países adonde se les traslada, que después es imposible destruirlos, y aún se necesita mucho arte para disminuir su número, á veces incómodo. En los climas análogos á su natu¬ raleza, no sufraga la tierra para su subsistencia; de suerte que destruyen las hierbas, las raíces, los gra¬ nos, las frutas, las legumbres, y hasta los arbustos y árboles, y si no hubiese contra ellos el socorro de los huronos y de los perros, harían desertar á los habi¬ tantes de los campos. Las liebres no viven, por decirlo así, sino de noche, y entonces es cuando se pasean, comen y se juntan. Con la claridad de la luna se las ve jugar reunidas, SOBRE LA NATURALEZA 25 saltar y correr unas tras otras; mas el menor movi¬ miento, el ruido de una hoja que caiga, basta para turbarlas, y hacerlas huir cada una por su lado. Es¬ tos animales duermen mucho, y con los ojos abiertos; carecen de pestañas, y su vista parece bastante dé¬ bil : pero en recompensa tienen el oído finísimo, y las orejas de un tamaño desmedido, relativamente al de su cuerpo. Caminan sin hacer el menor ruido, por¬ que sus pies están cubiertos de pelo hasta por la parte inferior, y su carrera es tan rápida, que se adelantan con facilidad á todos los demás animales. En general, la liebre no carece de instinto para su propia conservación, ni de sagacidad para librarse de sus enemigos; pues forma su cama, y sabe ocultarse entre terrones que imitan el color de su piel. Las hay también que, como las liebres de los Pirineos, se cons¬ truyen sus madrigueras, con la notable sagacidad de situarse en Invierno al Mediodía, y al Norte en Vera¬ no. Levantada por los perros, sigue algún tiempo un mismo sendero, retrocede sobre sus huellas, tírase á un lado, y arrojándose en un matorral, se oculta en¬ tre su espesura. Siguen la senda los perros, pasan por delante de la liebre sin echarla de ver; más este astuto animal al punto que los ve alejarse, sale de su retiro, vuelve al sendero, confunde sus huellas, y se burla de los perros. Varía sin cesar sus ardides, y se maneja siempre según las circunstancias. Unas veces, así que oye los perros, abandona su cama, se aleja un cuarto de legua, y tirándose en un estanque, REFLEXIONES 2Ó se esconde entre los juncos. Otra, se mete en medio de un hato de ovejas, y subsiste mezclada con ellas. Ya se oculta debajo de tierra, ó bien salta sobre al¬ guna tápia antigua, se guarece entre la yedra, y deja pasar los perros: también sabe desfilar por una cerca, mientras corren los perros por el lado opuesto. Pasa y repasa sin cesar un rio á nado; y en fin, obliga á otra liebre á salir de su cama, y se coloca en ella. Esta es, sin duda, la más ingeniosa de sus tretas. El conejo, aún más industrioso que la liebre, sin limitarse á hacer su madriguera á la superficie de la tierra, excava en su interior y se forma un asilo se¬ guro. El macho y la hembra viven juntos en este tranquilo retiro, donde crian sus gazapos sin temor de la zorra, del lobo, ni de las aves de rapiña; y aun¬ que desconocidos al resto del mundo, pasan alegre¬ mente sus días, y gustan entre las dulzuras domésti¬ cas los más sencillos placeres. Algunos días ántes de parir, forma la coneja una nueva madriguera, no en línea recta, sino tortuosa, y á lo último de ella hace una excavación que cubre con su propio pelo, formando con él una cama muy blanda para sus hijuelos, de los cuales no se aparta en los dos primeros días, ni sale después más que para tomar alimento. El padre no entra entonces en el vivar que ha formado la madre, pues si ésta sale toma muchas veces la precaución de cerrar la boca con tierra humedecida con su orín ; impidiendo por este medio la entrado al macho, que celoso los mata- SOBRE LA NATURALEZA 27 ría ó mutilaría. Cuando son algo mayores, comienzan los gazapos á comer las hierbas tiernas. El padre los reconoce á las seis semanas, los toma entre sus pa¬ tas, les lame los ojos, les alisa el pelo, y á todos en fin los acaricia uno por uno. Entre estos animales es muy respetada la paterni¬ dad. El primer padre es el caudillo de la numerosa prole, y parece que la gobierna, como ha demostia- do un hábil observador. Por más que vió aumentar¬ se la familia, compuesta al principio de un sólo ma¬ cho y una hembra, notó siempre que los que sucesi¬ vamente llegaben á ser padres, estaban en todo tiempo sujetos al primero. Si acaso reñían, ya fuese por algún celo doméstico ó por disputarse el alimen¬ to, el abuelo acudía al primer ruido, y apenas se de¬ jaba ver, cuando cesaba la reyerta ; pero si sorpren¬ día á algunos agarrados, los separaba haciendo allí mismo un ejemplar castigo. Otra prueba de su do¬ minio es, que habiéndolos acostumbrado á entrar to¬ dos en sus vivares á un silvido, luego que les hacía esta señal, por distantes que estuviesen, veía al abue¬ lo ponerse á su frente, y sin embargo de llegar el pri¬ mero, los dejaba desfilar á todos delante de él, y no entraba hasta el último. El conejo doméstico no hace debajo de tierra su madriguera como el de soto ; y sin duda se ahorra es¬ te cuidado, así como las aves domésticas se dispen¬ san de hacer nidos, porque tanto estas como aquellos se hallan libres de los inconvenientes á que están ex- 28 REFLEXIONES puestos los pájaros y los conejos silvestres. 1 Muchas veces se ha observado, que cuando se ha querido po¬ blar un soto con conejos domésticos, estos y sus hi¬ jos se mantenían como las liebres, á la superficie de la tierra, y que sólo después de haber experimenta¬ do muchos inconvenientes, y al cabo de cierto nú¬ mero de generaciones, empezaban á minar el terreno para ponerse á seguro. El Criador de los séres dió á todos ellos los medios de conservarse con respec¬ to á las circunstancias; y lo que más debe excitar nuestro reconocimiento es que estos mismos cuida¬ dos de la Providencia tienen siempre relación con el bien estar del hombre. 1 .Parece que Mr. Cousin, siguiendo el dictamen de Buffón, intenta persuadir que el trabajo que emplean los conejos en cons¬ truir sus madrigueras arguye en ellos alguna sensación, ó espe¬ cie de conocimiento, lo que, como notó el Sr. Ciavijo en el tomo 9 ya citado, es por lo menos muy dudoso; pues si los domésti¬ cos no acostumbran hacer sus madrigueras, consiste más bien en que se les tiene en cuartos enladrillados, que en dictarles su ins¬ tituto hallarse allí libres de los peligros que les amenazan en el campo; y así se ve que los conejos domésticos, cuando están en corrales, ó en piezas cuyo suelo es de tierra, todo lo minan, y for¬ man sus vivares en ella. Lo mismo puede decirse de los pájaros domésticos, los cuales cuando no forman sus nidos, es por tener cuidado de hacerlos sus dueños, pues de lo contrario ellos mis¬ mos los construyen, si se cuida de suministrarles los materiales necesarios. 29 SOBRE LA NATURALEZA SEIS DE MAYO La marmota, y otros animales que están entorpecidos en el Invierno Hay algunos cuadrúpedos, que hacia el fin del Es¬ tío se sepultan bajo la tierra, para gozar allí un apa¬ cible sueño, durante el Invierno. El más notable de estos animales es la marmota. Mas no sólo los cua¬ drúpedos tienen esta propiedad, sino que una mul¬ titud de animales, que mientras duran los hermosos días de la Primavera y del Verano verifican y animan tanto la naturaleza, desaparecen con ellos, y quedan por entonces en un estado de entorpecimiento que los dispensa el cuidar de su conservación. Son bien conocidas de todo el mundo las monadas de la marmota. Se sabe con cuanta facilidad se la do¬ mestica, y que se la adiestra á danzar, y á gesticu¬ lar afianzada en un palo ; pero lo que no se conoce tan generalmente es su ingeniosa conducta en las alturas de los Alpes, donde construye su habitación en medio de las nieves y de los hielos. Aunque este animal gusta de las más altas montañas y vive en la región del frío más rigoroso, está no obstante más sujeto que otro alguno á entorpecerse con a falta del calor; y por eso se ocultan de ordinario las marmotas en sus cuevas subterráneas á fin de Se¬ tiembre ó principios de Octubre, y no salen de allí hasta el mes de Abril. Se advierte mucho arte y pre- Tomo II— 5 3o REFLEXIONES caución en su madriguera, bastante capaz para alojar aún á muchas reunidas. Construyela este industrio¬ so animal en el declive de una montaña. Figúrate una especie de galería fabricada bajo de tierra en for¬ ma de una Y griega, cuyos dos ramales tienen ca¬ da uno su abertura, y ambos terminan en cierta con¬ cavidad sin salida, que es el sitio de su mansión. El ramal inferior de la Y está en el ‘declive de la mon¬ taña, y por él se escurren los excrementos : el supe¬ rior les sirve para entrar y salir, y cuando sienten los primeros anuncios de la estación, que las ha de en¬ torpecer, trabajan en cerrar exactamente las dos puertas de su domicilio. Sólo este es el que está al nivel, y tapizado de una capa espesa de musgo y de heno, destinados, no para su manutención en el In¬ vierno, sino para adornar su madriguera, é impedir que la penetre el frío y que entren sus enemigos. Es cierto que las marmotas son sociales, que tra¬ bajan de mancomún en formar su habitación, y que hacen durante el Estío abundantes provisiones de musgo y de heno. Dícese que las unas cortan la hier- oa, que otras la recogen, y que alternativamente sir ven de carros estos animales para transportarla á su domicilio ; mas el hecho es que se les ve á todas ellas llevar el heno en la boca; y por consiguiente no de be darse crédito á ésta historieta. Los piés de las mar¬ motas están armados de uñas, que les dan gran fa¬ cilidad para socavar la tierra, lo cual ejecutan con una prontitud maravillosa. SOBRE LA NATURALEZA 31 Estos animales pasan la mayor parte de la vida en su habitación, retirándose á ella cuando llueve, cuan¬ do hay tempestad, ó cuando amenaza algún peligro: apenas salen más que en días serenos, y esto sin ale¬ jarse mucho. Unas se divierten en retozar sobre los céspedes, ó en cortar el heno, mientras otras están como de centinela en los parajes más elevados, y avi¬ san con un silvido á las forrajeras al aproximarse algún enemigo. Nada comen las marmotas en todo el Invierno; pues el frío que las entorpece, suspende ó disminuye mu¬ cho la transpiración y las demás excieciones. A prin¬ cipios del Otoño se hallan tan gordas, que algunas pesan hasta veinte libras; pero poco á poco se dis¬ minuye su gordura. Se ha dicho que no bien estos animales sienten el primer frío, cuando se van á al¬ gún arroyo, donde están bebiendo mucho tiempo has¬ ta que echan el agua tan clara y pura como la habían bebido, y que así precaven la corrupción que las ma¬ terias acumuladas en el estómago pudieran ocasio¬ nar durante la larga temporada de su entorpecimien¬ to. Mas lo que parece cierto es, que sacadas de sus cavernas, y disecadas en medio del Invierno, se les han encontrado los intestinos totalmente vacíos, y tan limpios como si se hubiesen lavado con agua calien¬ te ; prueba de que su entorpecimiento es precedido de una evacuación, que impide que los excrementos amontonados se corrompan ó sequen demasiado mientras dura este letargo, 32 REFLEXIONES Cuando se descubren sus guaridas, se las halla he¬ chas una bola y metidas entre el heno, con la nariz apoyada sobre el vientre, para no respirar mucha hu¬ medad : en este estado las cogen, y aún pueden ma¬ tarlas sin que den muestras de sentirlo; lo cual no proviene de que esté coagulada su sangre, pues si en¬ tonces se la sangra, corre como si estuviesen des- % i ... piertas. También hay una especie de ratones, cuyo sueño es tan largo y tan profundo como el de las marmo¬ tas, por lo que se les llama dormilones.* 1 Los osos co¬ men lanto á la entrada del Invierno que parece quie¬ ren alimentarse de una vez para toda su vida. Como naturalmente están gordos, y aún mucho más al fin del Otoño, esta misma gordura les hace soportar la abstinencia de todo el Invierno. Los tejones se pre¬ paran del mismo modo para el retiro que hacen en sus madrigueras. 1 Sin «Infla habla el autor del «mascardino,” una de las tres twpeoies de lirones que conocemos. Este ratoncillo se entorpe¬ ce con el frío, y se lmce una bola como el “lirón,” y el leroto o lirón pequeño: reanímase como ellos en tiempo blando, y junta también provisiones de avellanas y otras frutas secas. Hace su nido en los árboles como la ardilla: pero le abandona luego que es grande, y procura anidarse en los huecos, ó bajo el tronco todo es¬ tá bien ordenado, porque en el universo físico aún el mal concurre al bien general ; y en efecto, nada hay que realmente dañe al conjunto de la naturaleza.. No calumniemos, pues, la Providencia, cuando merece nuestras adoraciones en las mismas cosas que no com* 44 REFLEXIONES prendemos. Su bondad es la que regla, por decirlo así, el uso de su libertad; y esta verdad tan patente á nuestra vista en toda la naturaleza, la volvemos á hallar hasta en las cosas al perecer dañinas. Los ani¬ males de rapiña son necesarios, porque sin elllos los cadáveres, por ejemplo, de tantos como perecen en la tierra yen las aguas, sólo sirvirían de infestarnos. Así es que en los países calientes, en que los efectos de la corrupción son tan rápidos y peligrosos, es don¬ de especialmente multiplicó la naturaleza á las bes¬ tias carniceras. Pocos animales mueren de vejez; y aún quizá sólo al hombre se le ha concedido pasar la carrera entera de la vida, porque únicamente á él es útil la vejez en beneficio de sus semejantes: mas en los animales sería una carga de que les liberta¬ rían los más feroces. Por otra parte, si sus genera¬ ciones no tuviesen obstáculos, se multiplicarían tan¬ to, que no bastaría el globo para su subsistencia; y la conservación de los individuos acarrearía la des¬ trucción de muchas especies. Todo cuanto nace, de¬ be morir; pero condenando á muerte la naturaleza á los brutos, les quitó lo que pudiera hacerles cruel aquel intante; es decir, su previsión. El lobo es uno de los animales más temibles de nuestras regiones, y cuyo apetito á la carne es más vehemente. Mas aunque con esta propensión ha re¬ cibido los medios de satisfacerla, no obstante muere muchas veces de hambre; porque habiéndole el hom¬ bre declarado guerra, y aún proscrítole, ofreciendo SOBRE LA NATURALEZA 45 premio por su cabeza1, le precisa á huir, y á perma¬ necer en las bosques, donde únicamente encuentra algunos animales silvestres, que se le escapan pol¬ la velocidad de su carrera, y á los cuales no puede sorprender sino por casualidad, ó á fuerza de pa- é ciencia. El lobo, naturalmente poltrón y grosero, viene á ser ingenioso por necesidad y atrevido por precisión. Acosado del hambre arrostra los peligros, acomete á los animales que están bajo la custodia del hombre, y con especialidad á los que puede llevarse fácilmen te como corderos, perrillos y cabritos ; y cuando le sale bien esta ratería, repite con frecuencia los asal¬ tos, hasta que herido ó auyentado, y maltratado por los hombres y perros, se oculta cuanto puede de 1 1 luz. Entonces se retira de día á su fuerte: sólo sale por la noche, recorre los campos, gira al rededor de las poblaciones, roba los animales abandonados, acomete á los apriscos, excava la tierra bajo de sus puertas, entra furioso, y hace una general carnicería antes de escoger y arrebatar la presa. Si se le frus tran estas tentativas, se vuelve á lo interior de los bosques, se dedica á cazar, busca, sigue el rastro, y 1 En todas las naciones de Europa se han establecido bati¬ das y consignado premios para exterminar los lobos; y en Espa¬ ña se pagan de los caudales pfiblicos ocho ducados por cada lo¬ bo, diez y seis por una loba, veinticuatro si se la coje encamada, y cuatro por un lobezno. Tomo II — 7 +6 REFLEXIONES persigue los animales silvestres con la esperanza de otro lobo que podrá detenerlos, apresarlos en su fuga, y que después entrará á la parte de los despojos. En tm, cuando la necesidad es extrema, se expone á to¬ do, acomete á las mujeres y niños, se tira aún á ve¬ ces á los hombres, y estos excesos violentos, termi¬ nan ordinariamente en la rabia y la muerte. Es tan enemigo de toda sociedad, que ni aun con los de su misma especie se acompaña, á no ser que medie alguna empresa marcial, que se hace con gran estruendo y horribles ahullidos, y que denota un pro¬ yecto de acometer á algún animal corpulento, como un ciervo ó un buey, ó para acabar con algún temible mastín. Concluida su expedición militar, se separan y vuelven en silencio á su retiro. Lo que hace el lobo por la fuerza, lo- emprende la zorra por sagacidad, y frecuentemente con mejor éxito. Sin meterse con los perros ni con los pasto¬ res, sin acometer á los ganados, ni arrastrar cadᬠveres, está más segura de su subsistencia. Se vale más del ardid que de la fuerza, y parece que tiene dentro de sí misma todos sus recursos. Tan astuta como circunspecta, ingeniosa y prudente hasta usar al parecer de paciencia, varía de conducta y atiende can suma vigilancia á su conservación. Aunque tan infatigable, y aún más ligera que el lobo, no se fía enteramente de la velocidad de su carrera, antes bien provee á su seguridad, fabricándose un asilo subte¬ rráneo, al cual se retira en los peligros urgentes, y SUBRE LA NATURALEZA 47 donde se establece y cría á sus hijos ; pues no es ani¬ mal vagamundo, sino domiciliado. La zorra está dotada de un sentimiento superior y de todo saca utilidad. Alójase en las orillas de los’ bosques, á distancia proporcionada de las cacerías; °ye el canto de los gallos y el grito de las aves; se aprovecha oportunamente de la ocasión, oculta su designio y su marcha, se desliza, se arrastra, llega, y rara vez hace en vano sus tentativas. Si puede sal¬ tar las cercas, ó introducirse por debajo, no pierde un momento: mata todo cuanto encuentra en el co¬ rral, se retira luego diestramente llevándose alguna presa, la cual oculta entre el musgo ó conduce á su madriguera: vuelve poco después en busca de otra, y se la lleva y esconde en diferente paraje; repite la misma operación varias veces, hasta que el día ó el ruido en la casa, la advierte que conviene retirar¬ se, y no volver más. La propia maniobra ejecuta en las trampas, lazos y varetas con que se cazan los zorzales y las colchas : se anticipa al cazador, acudien¬ do muy de mañana, y por lo común más de una vez al día, á visitar los lazos y la liga ; se lleva sucesiva¬ mente los pájaros que han caído, los deposita en dis¬ tintos lugares, y sabe muy bien hallarlos cuando tiene hambre.. Persigue á los lebratillos en campo raso; suele cojer las liebres en la cama; desentierra los gazapos en los sotos; descubre los nidos de las per¬ dices y codornices, y sorprende á la madre en los huevos : también acomete á las colmenas, pues es muy 48 REFLEXIONES golosa de miel. Asaltada por las abejas, de las que al instante queda cubierta, se retira á algunos pasos de distancia, revuélcase para aplastarlas, y repite tantas veces sus invasiones, que obliga á este pequeño y laborioso pueblo á abandonar el fruto de sus peno¬ sas y largas faenas. En fin, para complemento de sus ardides, cuando la zorra advierte que han descubier to su guarida, y que en su ausencia han inquietado i los zorrillos, los va trasportando uno á uno á otro osilo diferente. DI ES DE MAYO Animales carniceros de otras regiones: el león lai los países calientes los animales terrestres son más grandes y fuertes que en los climas fríos ó tem¬ plados, y también más osados y feroces, de mane' ia clue tQdas sus cualidades naturales parece par¬ ticipan del ardor del clima. El león, nacido bajo el sol ardiente de Africa, ó de la India, es el más fuer¬ te, fiero y terrible de todos; y nuestros lobos y de¬ más animales carniceros, lejos de ser sus rivales, ape¬ nas merecían ser proveedores suyos,1 1 Ilay una especie de lince, llamado «caracal,' ” que se apro¬ vecha de los relieves de la mesa del león, y suele acompañarlo muy de cerca, pu *s como sube ligeramente & los árboles, no le- SOBRE I.A NATURALEZA 49 El león, cogido cachorro y creado entre animales domésticos, se acostumbra con facilidad á vivir y aun á jugar inocentemente con ellos. Es apacible y aun ca ¬ riñoso para con sus dueños, especialmente en la pri¬ mera edad ; y si en ocasiones muestra algo su fiere¬ za natural, rara vez la emplea contra los que le han hecho algún bien. Pero como sus movimientos son muy impetuosos, y sus apetitos vehementísimos, no es de presumir que las impresiones de la educación me su cólera, porque no puede seguirle á ellos como la pantera. Por estas razones han dichoque el caracal era la “guía ó el pro¬ veedor del león,” y que éste, cuyo olfato no es muy fino, se sir¬ ve de él para ventear desdo lejos á los otros animales, cuyos des¬ pojos parten después entre sí. El caracal es cornial en Berbería5 en Arabia y en todos los países en donde habita el león, la pan¬ tera y la onza: se alimenta como ellos de presa, pero como es más pequeño, y mucho más débil, le es más difícil proveer ásu subsistencia, y no tiene, por decirlo así, más que lo que sobra ft los otros. Es del tamaño de la zorra, pero mucho más feroz y más fuerte. Se le ha visto embestir, despedazar y matar en po¬ cos instantes á uii perro bastante grande, que peleando en de¬ fensa de su vida se defendía con todas sus fuerzas. No se do' mestica sino con mucha dificultad: mas cuando le cogen joven, V le crían con cuidado, se le puede adestrar para la caza, á la cual naturalmente es inclinado, y caza bien, siempre que se ten¬ ga el cuidado de echarle á animales que le sean inferiores, y que no puedan resistirle, porque de otra suerte se arredra y rehúsa servir cuando hay peligro. En la India se sirven de él para ca¬ zar liebres, conejos y aun aves grandes, á las cuales sorprende, y coge con singular destreza. “Compendio de Buífón traducido por el señor Estala, “tomo 8° “pag. 164. á 66. 5o REFLEXIONES- puedan siempre contrarrestarlos ; por lo cual sería peligroso dejarle padecer hambre por mucho tiem¬ po, ó exasperarle atormentándole sin motivo; pues- además de irritarse del mal trato, conserva su me¬ moria, y parece que medita la venganza; mas su có¬ lera es noble, su valor magnánimo y su índole agra¬ decida. Se le ha visto varias veces desdeñarse de enemigos débiles, despreciar sus insultos,, y perdonar¬ les sus libertades ofensivas. Reducido á cautiverio, se le ha notado entristecerse sin irritarse, y por el contrario, adquirir hábitos suaves, obedecer á su amo, halagar la mano que le sustenta, perdonar á veces la vida á los que están condenados á muerte, arroján¬ doselos por presa; y como si se hubiese obligado, mediante este acto, á ser generoso, continuarles des_ pués la misma protección, vivir tranquilamente con ellos, darles parte de su alimento, dejársele á veces quitar todo entero, y sufrir más bien el hambre que perder el fruto de su primer beneficio.1 También po- 1 Merecen ser referidas las muestras de afecto y gratitud que el león traído de Constantina á Paris con su hembra el año de- 1799 dio á su con luctor y guarda el ciudadano Félix. Habien¬ do estado éste enfermo por algunos días, hacía otro sus veces en la casa de las fieras: ninguna de estas extrañó la novedad, sino el león, que lejos de recibir los obsequios del extraño, le amenazaba con rugidos sordos desde lo interior de su jaula, donde permanecía continuamente tendido triste, y solitario. Ore yeron ser efecto de estar enfermo, pero nadie se atrevía á acercársele, hasta que restablecido Félix fué á visitarle, y que- SOBRE LA NATURALEZA 51 dría decirse que el león no es cruel, sino por nece¬ sidad: siendo constante que sólo destruye lo que ha menester para su sustento, y que cuando se ha sa¬ ciado, queda pacífico. El exterior del león no desmiente sus grandes cua¬ lidades interiores. Su figura es majestuosa, el mirar osado, el ahdar fiero, y la voz terrible. Su corpulen cia es tan bien dispuesta y proporcionada, que el cuerpo del león parece ser el modelo de la fuerza unida con la agilidad. Esta fuerza se manifiesta ex- teriormente por los saltos y brincos prodigiosos que da el león con el mayor desembarazo, por el movi- liendo sorprenderle asomó con disimulo la cabeza por la reja de ¡a jaula: al punto que le vio el león, dio un salto, se levantó en dos pies para abrazarle, le lamía las mauos y el rostro, y daba rugidos de placer. La hembra gozosa acudió también ; el león la rechazó, y se enojaba como celoso de que le usurpase unas ca¬ ricias que tanto apetecía: iban á embestirse, pero Félix entró en la jaula para contentar á ambos: los acarició alternativamente y ellos le correspondieron. Se ve con frecuencia 4 Félix hablar ya al macho, ya a la hem¬ bra, y halagarlos y besarlos en la boca. Cuando quiere que ca¬ da uno se vaya á su jaula, no tiene ma4 que decirles una sola palabra: si desea que se tiendan de espaldas para mostrar á los concurrentes sus garras armadas de uñas terribles, y sus bocas, sembradas de dientes espantosos, á la menor señal que les hace, lo ejecutan, alargan gustosamente sus garras una por una, abren la boca, y en premio obtienen de él el favor de permitirles que lamantlas manos. “Decada filosófica núm. 30, año 7o, citada" por el señor Estala “en el tomo 8° del compendio de Buffón. 52 REFLEXIONES miento impetuoso ele su cola, capaz de derribar á un hombre ; por la facilidad con que mueve la piel de su rostro, y principalmente la de la frente, lo cual da mucho realce á su fisonomía, ó por mejor decir, a la expresión de su furor; y en fin, por la facultad que tiene de menear su melena, no sólo erizándola t mas moviéndola también á todos lados cuando está irritado. . ' El andar ordinario del león es fiero, grave y lento f aunque siempre oblicuo: no corre con igualdad, sino á saltos y brincos, y sus movimientos son tan pre¬ cipitados, que no puede pararse derepente, y cas¡ siempre pasa más allá de su objeto. Al arrojarse á la presa da un brinco de cuatro ó cinco varas, cae sobre ella, la ase con las garras delanteras, la des¬ pedaza con las uñas, y después la devora con los dien¬ tes. Mientras que es joven, y conserva su agilidad, vive de la caza, y rara vez sale de los desiertos y sel¬ vas, donde encuentra bastantes animales silvestres para subsistir sin trabajo, pero cuando llega á viejo, y se halla pesado y poco apto para el ejercicio de la caza, se acerca á los parájes frecuentados, y es más perjudicial para el hombre y para los animales domés¬ ticos. Se ha observado que si ve hombres y animales juntos, se tira siempre á los animales y nunca á los hombres, á menos que estos le hieran porque en¬ tonces distingue maravillosamente al que acaba de ofenderle, y suelta su presa por vengarse. En los abrazados desiertos de Biledulgerid ó de SOBRE LA NATURALEZA 53 Zara, cuyas llanuras están cubiertas de arenales ar¬ dientes, es donde principalmente se hallan aquellos leones feroces, que son el terror de los caminantes, y el azote de las provincias comarcanas. Por fortuna su especie no es muy numerosa, y aun parece que cada día se va disminuyendo. Así mismo se ha no¬ tado que en Turquía, en Persia y en la India, son ya menos comunes quedo eran antiguamente ; y siendo presa de este animal poderoso y valiente los demás animales, sin serlo él de ninguno, no puede atribuir¬ se la diminución de su especie, más que al aumento de la del hombre. Admiremos la conducta de la Providencia. La tie¬ rra se hizo para el hombre y de cualquiera parte adonde viene á fijar su domicilio, huyen los animales cediéndole el lugar. Crece la industria de este rey de la tierra según se aumenta el número de hombres; la de los animales permanece casi siempre la misma. 1 odas las especies dañinas, como la del león, van á es¬ tablecer su imperio á los lugares de donde el despo¬ tismo y los ultrajes hechos á la humanidad han des¬ terrado al hombre. Mas á proporción que las sabias leyes le permiten reclamar su herencia, y entregarse al cultivo y á las artes, expelidos y desterrados los animales dañosos á las regiones aridas, insensible¬ mente se van disminuyendo, no solamente por lo ' que se ha multiplicado el hombre, sino porque, cada día más ingenioso, ha llegado á fabricar armas irre¬ sistibles. Así es como vuelve ai orden que Dios le’ Tomo II — 8 REFLEXIONES 54 destina, y entra en la posesión de sus derechos so¬ bre la tierra, «pie se le asignó por morada. O:\CE DE MAYO El tigre, la pantera, la onza y el leopardo En la clase de los animales carniceros, el león es el primero y el tigre el segundo; mas ¡que diferen¬ cia entre uno } otro! A la fiereza, el valor y la fuerza, une el león la nobleza, la clemencia y la magnanimi¬ dad, en vez de que el tigre es feroz con bajeza, y cruel sin necesidad. Aunque esté saciado de carne, siempre parece sediento de sangre: no da más tre¬ guas á su furor que el tiempo necesario para ar¬ mar emboscadas; coge y despedaza una nueva presa con la misma rabia que acaba de ejercitar, pero no de saciar, devorando la primera. Asuela el país en que habita; no teme el aspecto ni las armas del hom¬ bre; degüella y destroza los rebaños de animales do¬ mésticos, mata todas las bestias salvajes, acomete á ios elefantes pequeños y á ios rinocerontes jóvenes, y aún á veces se atreve á desafiar al león. El tigre, largo de cuerpo, bajo de piernas, la cabe¬ za desnuda, los ojos ieroces, la lengua.de color de sangre, y siempre fuera de la boca, manifiesta los ca¬ racteres de su villana perversidad y de su crueldad insaciable: todo su instinto se reduce á una raída constante, un furor ciego, que nada conoce, nada dis- SOBRE LA NATURALEZA 55 tingue, y que le hace muchas veces devorará sus propios hijos, y despedazar á la madre cuando quie re defenderlos. El tigre es quizá el único animal cuya índole no puede ser soguzgada. La costumbre, que todo lo vence, no hace ninguna impresión en su ñera natu¬ raleza, pues del mismo modo despedaza la mano que le alimenta, que la que le maltrata: ruge á la vista de todo sér viviente: cada objeto le parece una nue¬ va presa, que devora anticipadamente con sus an- ciosas miradas, la amenaza con bramidos horribles, mezclados con un crugir de dientes, y se arroja fre¬ cuentemente á ella, á pesar de las cadenas y de las rejas* que detienen su furor sin poder calmarle. La pantera, más sanguinaria y más terrible, aun¬ que mucho menos noble que el león, puebla los mis¬ mos bosques. Así como la onza y el leopaido, no habita sino los climas más ardientes del Asia y del Africa. La pantera es del tamaño y forma de un ala¬ no de los mayores, pero tiene las piernas más cor¬ tas. El cuerpo de este animal en todo su incremento es de cinco ó seis piés de largo, midiéndole desde la punta del hocico hasta el nacimiento de la cola, cuya longitud se extiende á dos piés y medio. Sin embar¬ go de que es inferior al león en la fuerza, parece que le resiste cuando es asaltada, y entonces traban es- tos dos crueles animales los más sangrientos com¬ bates. La pantera tiene las propiedades del tigre: su rabia consiste en beber sangre, sin saciarse jamás de 56 REFLEXIONES ella su furor: acomete á todos los animales, excep¬ tuando al león, y triunfa de ellos. Sumamente veloz en la carrera, los sobrepuja á todos en ligereza: sus movimientos son tan flexibles y súbitos, que es difí¬ cil se le escape ningún animal. No la detienen los matorrales, los fosos, ni aun los ríos poco anchos: todo lo supera ; y si el animal que persigue se sal¬ va en algún árbol, trepa tan pronto como él, á pesar del volúmen de su cuerpo. Por este medio declara guerra á los habitantes de la tierra y del aire. El avecilla que por demasiado tierna no puede escapar¬ se de su nido, aunque colocada en la cima del árbol más elevado, viene á ser presa de la cruel pantera. I iene los piés armados de uñas largas, duras y pun¬ tiagudas, y las quijadas terribles y guarnecidas de dientes agudos, fuertes y numerosos. En su sem¬ blante se lée la sed de sangre, y en sus ojos siempre centellantes brilla la cólera y la rabia. Cuando olvi¬ dándonos de su ferocidad, fijamos la atención en la hermosa piel con que la ha adornado la naturaleza, hallamos que hay pocos animales vestidos tan elegan¬ temente. Su pelo es fino, liso y corto ; la piel de color leonado más ó menos oscuro, sembrada de manchas negras redondeadas en forma de anillos ó reunidas en figura de rosas, ofrece un conjunto tan apacible y gracioso á la vista, que hace un singular contraste con la fiereza del animal que atavía. La onza es mucho más pequeña que la pantera; y no obstante de que su cuerpo sólo es de unos tres SOBRE LA NATURALEZA 57 piés y medio de largo, la cola tiene hasta tres piés, y y á veces más. Se la domestica fácilmente, y se la adiestra á cazar, sirviéndose de ella á este efecto en Persia, y en otras varias provincias del Asia, en las que hay onzas tan pequeñas, que un ginete puede llevarlas á la grupa, y en que son tan mansas que se dejan tocar y acariciar del hombre. En el leopardo, que es algo mayor que la onza, y tiene cuatro piés de largo en su cuerpo, y dos piés ó dos y medio en la cola, se halla la misma índole y propiedades que en la pantera, y parece que no han llegado á domesticarle como á la onza, ni que los ne¬ gros del Senegal ó de Guinea, donde es muy común, se hayan servido nunca de él para cazar. Estos tres animales, por lo común, gustan de vivir en las selvas más intrincadas y espesas, frecuentan á menudo las orillas de los ríos y las cercanías de las habitaciones aisladas, y procuran sorprender los ani¬ males domésticos y las bestias salvajes que acuden á beber. Rara vez se tiran á los hombres, aun sien¬ do provocados : trepan con facilidad á los árboles, y en ellos persiguen á los gatos monteses, y otros ani¬ males que no pueden escapárseles. jQué tierra será aquella que sirve de habitación á á unos vivientes tan sedientos de carne y sangre! Transportémonos con la imaginación á los bosques del Africa, en los cuales estableció el león su despó¬ tico imperio desde la primera edad del mundo. Cuan* do la noche lo ha cubierto todo con el velo de su REFLEXIONES 5S oscuridad, interrumpen el tranquilo silencio que la acompaña, los horribles rugidos de estos feroces ani males. Los chacales, que por su índole parecen ser un medio entre el lobo y el perro, y cuya figura se* asemeja en general á la de la zorra, gritan en tropas numerosas; los lobos ahullan á lo léjos; y todo se: reduce á una confusión y gritería que es difícil dis tinguir. Mas apenas se deja oir el eco del feroz ru gido del rey de los animales, cuando todos los demás quedan en silencio: la voz sola del león es la que re suena en estos vastos desiertos, v hace callar á todos los habitantes de las selvas, que sorprendidos de es¬ panto temerían los descubriese su voz, y les atrajese un enemigo con quien no osan combatir, sin embar¬ go de la expresiva señal con que á todos los provoca y desafia. No hay lino que no le tema, y que no se aleje de su presencia. Estas sangrientas escenas inspiran sin duda terror en el alma; y no obstante aún así debemos rendí r nuestro homenaje á la Providencia en la creación de estos seres destructores. Porque si bien crió ciertos animales para vivir cerca de nosotros y para servir nos, también formó otros para poblar los bosques y los desiertos, para animar toda la naturaleza, y para ejercicio y castigo de los mortales, cuando llegan á prevaricar y pervertirse. Si se hace admirar en ki docilidad que imprime en los animales que viven pa¬ ra utilidad y auxilio del hombre, no se deja conocer menos su atención en conservar todos esos animales SOBRE LA NATURALEZA 59 silvestres, que sustenta en los montes y soledades, sin cabañas, sin pastores, sin almacenes, sin socorro alguno de parte del hombre, ó por decirlo mejor, á pesar de los esfuerzos que hacen los mortales por destruirlos; y sin embargo están provistos de todo, son más ligeros en la carrera, más fuertes, de un pe¬ lo más suave, de un aire más vistoso que el mayor numero ele los animales que tenemos á nuestro cui¬ dado. Las vastas selvas que sirven de asilo á los anima¬ les feroces, son como unas manufacturas donde se fabrican para el hombre los más bellos forros de pie¬ les, y donde se perfeccionan, sin que le cueste el me¬ nor trabajo. La piel de muchos animales de que he¬ ñios hablado, es preciosa. Puede suceder por otra parte que los animales útiles se multipliquen dema¬ siado ; que su número exceda á nuestras necesidades o á la cuantidad de víveres destinados para alimen¬ tarlos. Puede también acaecer que los que nos sir¬ ven infisionen el aire por no enterrarlos cuando mué1 i tn. Pero todo está provisto; pues en los bosques, bajo de tierra y en el agua, se encuentran animales carnívoros, sienrpre prontos á precaver todos estos inconvenientes ; y vienen a ser como unas cloacas vi- ' its, unos sepulcros animados, que van á buscar y engullir cuanto nos es pernicioso ó superfluo. L1 Criador, que dió unas indicaciones tan sanginarias á estos animales, previo muy bien que sus servicios so- sobrepujanan á veces nuestros deseos; mas sabía 6o REFLEXIONES igualmente que jamás excederían nuestras necesida¬ des; porque el hombre no necesita menos ser ad¬ vertido ó castigado, que ser servido. A la verdad»- siempre le tiene más cuenta ser laborioso, cauto y vigilante, por temor de ser sorprendido, que sumer¬ girse por demasiado seguro,, en la inutilidad ó en una ociosa indolencia. DOCE DE MAYO Los monos, el orang-ntang o * jnnq heái * Desde que estamos considerando el reino anima¬ do de la naturaleza, la vemos subir insensiblemente- á la perfección de la organización animal. La de los cuadrúpedos parece elevarse en muchas partes á la del hombre; mas con todo, ¡cuán inmenso no es el intervalo que aún separa estas dos clases! ¿cuáles se¬ rán los grados por donde llegue á él la naturaleza? ¿Cómo aplanará el hocico imprimiéndole facciones de rostro humano? ¿De qué modo enderezará esa cabe¬ za inclinada hacia la tierra? ¿Con qué medios trans¬ formará esas patas en brazos flexibes*; aquellos piés encorvados en manos dóciles y diestras? ¿De qué suerte en fin ensanchará ese pecho angosto, y colo¬ cará en él mamilas, dándolas la redondez correspon- diénte? * -* ^ El mono en ese bosquejo del hombre, diseño gro¬ sero, retrato imperfecto, pero sin embargo parecido SOBRE LA NATURALEZA 6l singularmente en la especie superior y principal, el que se asemeja tanto al hombre, que ha recibido dg él el nombre de orang utang, ó de hombre salvaje. En efecto, ¿qué debemos pensar de un sérque no siendo propiamente hombre tiene con todo la talla, el porte, los miembros y la fuerza del hombre; que anda siempre en dos piés, y con la cabeza derecha; que careciendo enteramente de cola se sienta como el hombre; que tiene carrillos, cabellos en la cabe¬ za, pelo en la barba, verdadera cara, manos y uñas parecidas á las del hombre ; que puede en fin adqui¬ rir hábitos, modales, y aún una especie de política, que parece no pudiera convenir más que al hombre? Considerando en su interior este ente singular, no se aproxima menos al parecer á la naturaleza hu¬ mana ; y si se recorren los principales rasgos de si¬ militud y de semejanza que descubre en él la anato¬ mía, nos espantará el ver que las desemejanzas sean tan ligeras y en tan corto número, y las similitudes tan notables y numerosas. Este mono, el principal y mayor de todos, parece pues, poseer todos los atributos de la humanidad, excepto el que es la más bella prerogativa del hom¬ bre, el que no parte con ningún otro animal, y al que debe su preeminencia; es decir, la razón y la pala¬ bra. No obstante, todas las partes así interiores co¬ mo exteriores del orang-utang, relativas á estas fa¬ cultades, parecen tan semejantes á las de la especie humana, que no pueden compararse sin admiración Tomo ii. — 9 62 REFLEXIONES y sin que cause asombro, que siendo en la aparien¬ cia absolutamente las mismas su conformación y es¬ tructura no surtan los propios efectos. La lengua y todos los órganos de la voz son los mismos que en el hombre, y el orang-utang no habla: el cerebro es de la propia forma y proporción; y con todo no pien¬ sa. ¿Puede haber una prueba más evidente de que la materia, aunque perfectamente organizada, es inca¬ paz del pensamiento y de la palabra, que es su sig¬ no, á menos que esté animada por un principio su¬ perior? Mas aunque el orang-utang no es hombre, ningu¬ no de los séres terrestres se acerca más que él. Vé- sele con asombro ocupar su lugar en la mesa, sen¬ tarse entre los convidados, desdoblar su servilleta, servirse del tenedor, de la cuchara y el cuchillo, pa¬ ra tomar y trinchar los trozos que se le ponen sobre el plato ; echarse él mismo de beber, corresponder tocando el vaso cuando se le brinda, limpiarse los la¬ bios con la servilleta, traer á la mesa una taza en su platillo, echar azúcar, llenarla de té, dejar que se en¬ fríe un poco el licor antes de tomarle, dar en fin la mano á los convidados para salir á despedirlos, y pa¬ searse con ellos con gravedad. No quedaríamos menos sorprendidos al ver al orang-utang acostarse en la cama que él mismo ha hecho, atarse un pañuelo en la cabeza, reclinarla so¬ bre la almohada, aplicar al cuerpo la ropa, y dejarse sangrar en sus enfermedades. Hácese mención de SOBRE LA NATURALEZA 63 uno, que habiéndole sangrado por dos veces en cier¬ ta indisposición, al hallarse incomodado mostraba el brazo, como si quisiese dar á entender que se le sangrase de nuevo para su alivio. El orang-utang, como muy susceptible de educa¬ ción, llega á ser un buen criado, que obedece con prontitud á cuanto se le manda por señas y con la voz ; siendo así que los otros monos apenas obedecen sino á palos. Desempeña con igual destreza que exac¬ titud los diferentes encargos que se le hacen; enjuaga los vasos, sirve de beber, da vueltas al asador, macha¬ ca en el almirez, va á buscar agua á la fuente, llena su cántaro, le pone sobre la cabeza y le lleva á casa. Estos animales viven en sociedad en los bosques, y son tan fuertes y tan animosos, que arrojan de ellos á los elefantes á garrotazos ; y aun se atreven á de¬ fenderse de hombres armados. Saben construirse cabañas de ramas entretejidas y acomodadas á sus necesidades; y cuando ya no hallan frutos en las montañas ó bosques, van á las riberas del mará bus¬ car unas ostras muy grandes, que comunmente están á la orilla con las conchas algo abiertas : pero temien¬ do que al cerrarlas con prontitud no le cojan la ma¬ no, circunspecto el mono, tira una piedra dentro del marisco, que impidiendo aproximarse las dos conchas le permite comer libremente el animal que contienen. Las hembras, tiernamente adheridas á su hijuelo, le llevan en los brazos, le dan de mamar, proveen á todas sus necesidades y le defienden con valor. 64 REFLEXIONES Algunos autores refieren que se han visto monos en América aprovecharse del fuego que hacen los viajeros en los bosques. Mas sea de esto lo que fue¬ re, lo cierto es, que gustan del calor, y que van á ca¬ lentarse al punto que los hombres dejan el fuego. ¿ Pero, respecto á qué tienen experimentada sn uti¬ lidad, cómo es que no han conservado el uso de él? Por fácil que sea el modo de mantener el fuego, po¬ niendo nueva leña, ninguno se elevará jamás á este grado de capacidad, á lo menos, sin que se le haya habituado á ello: y es un beneficio particular de la Providencia, que atenta siempre á la seguridad co¬ mún, negó á todos los animales esta especie de talen¬ to natural. L-n efecto, ¡ quéde incendios imprevistos é irreparables no habría, si estuviese el fuego á su disposición! Dios no quiso confiar el primer agente de la naturaleza, sino al sér capaz de hacer de él el uso digno por su razón. Llegamos en fin, .al dominio del hombre; mas an¬ tes de entraren el examen délas maravillas que nos ofrece este rey de la tierra, para quien todo fué cria¬ do, demos una ojeada á los seres considerados hasta aquí : y mediante estas nuevas meditaciones sobre los diversos fenómenos que nos presentan, contemple¬ mos al Sér adorable en esta parte de la creación don¬ de se dejan ver delineadas con tanta majestad su omnipotencia y sabiduría. SOBRE LA NATURALEZA 65 TRECE DE MAYO. Relaciones y diferencias de los animales entre sí. Aunque todas las partes del cuerpo de los anima¬ les mudan de estado y de forma en el curso de su vida, y aún se producen algunas que no tenían al na¬ cer, sin embargo, la mayor parte no está sujeta á es¬ tas maravillosas transformaciones, ni á aquellas me¬ tamorfosis que hemos notado en gran número de insectos. Pero en esto mismo brilla el orden de la Providencia ; porque los huesos ó las espinas que ha¬ cen sus veces, en varias especies, se prestarían con suma dificultad al parto, ó por mejor decir, se opon¬ drían á él absolutamente. Después de haber recorri¬ do la interesante cadena de los séres animados, de¬ tengámonos algunos instantes en confrontarlos entre sí, por sus relaciones y diferencias. Los cuadrúpedos vivíparos deben ocupar sin duda el primer lugar después del hombre en la escala de los séres vivientes, á causa de tener mayores conve¬ niencias con él: lo propio respectivamente sucede con los que, como los monos, difieren poco de él en su conformación, por lo menos á lo que parece. Los cetáceos , son vivíparos, y atetan á sus hijuelos; mas nada tienen que supla por las piernas traseras. Por lo demás son análogos á los cuadrúpedos, tocante é la respiración, á la sangre, al corazón, y en cuanto 66 REFLEXIONES tienen orejas, narices, huesos y cabeza; pero por te¬ ner pulmones, y no agallas como los peces con quie¬ nes se les ha confundido por largo tiempo, se ven precisados á subir con frecuencia á la superficie del agua para respirar. Entre los animales de cuatro piés, unos salen ya vivos del seno de su madre ; y otros encerrados en huevos, á los cuales se les da por esto el nombre de cuadrúpedos ovíparos; tales son las tortugas, los la¬ gartos y las ranas. Pasando ahora á las aves, y com¬ parándolas con los cuadrúpedos, veremos claramente que hay en ellas más relaciones con los cuadrúpedos vivíparos que con los ovíparos. Las aves tienen dos ventrículos en el corazón, la sangre cálida y la respiración frecuente, como los pri¬ meros ; al paso que en los últimos sólo se observa un ventrículo, la sangre casi fría, y tarda la respi¬ ración. Así los cuadrúpedos vivíparos y ovíparos como las aves tienen piés, y por consiguiente la facultad de andar. Los volátiles disfrutan además la de transpor¬ tarse por los aires, y aún vuelan mejor que andan, sus alas son brazos sin manos, ó piernas delanteras sin piés. Las patas y -tas alas dan al ave dos medios para mudar de sitio ; mas los órganos últimos la pri¬ van de todas las comodidades de que gozan los ani¬ males dotados de manos ó piés delanteros : porque muchos volátiles sólo se sirven de sus piés para an¬ dar, y el pico es únicamente el que hace oficio de SUBRE LA NATURALEZA 6/ manos. Los cetáceos, por el contrario, no tienen más que piernas traseras; pero están provistos de brazos y manos, cuyos dedos asidos unos á otros por una membrana, se transforman en nadaderas. Las ser¬ pientes, como que carecen de brazos, de piernas, e piés y manos, hablando propiamente no andan ; mas ya hemos visto de qué medios se valen para mudar con facilidad de lugar. Las escamas y aletas que se hallan en los peces, bastan para distinguirlos de otros animales ; pero es¬ tos caracteres no dan sino una ¡dea muy imperfecta de su conformación . Obsérvanse en ellos cabeza, narices y orejas como en los cuadrúpedos vivíparos y ovíparos, en los cetáceos, en las aves y en las ser¬ pientes. Mas diferencíame de los cuadrúpedos viví¬ paros, de los cetáceos y de las aves, en que sólo tie¬ nen un ventrículo en el corazón, su sangre es casi fría y respiran por las agallas. Son ovíparos como las aves, los cuadrúpedos ovíparos y las serpientes y carecen por consecuencia de mamilas. Las serpien¬ tes tienen escamas como los peces, pero no aletas: tienen pulmones, y los peces en su lugar agallas, y los insectos estigmas. Careciendo los peces de piernas no pueden andar por la tierra ; aquellos cuyo cuerpo es muy prolonga¬ do y flexible, como el de las anguilas, se mueven en ella con dificultad, arrastrándose como las serpien¬ tes : mas no podrían subsistir largo tiempo sin pere¬ cer, por serles necesaria el agua para gozar de todas 68 REFLEXIONES sus facultades. JMuévense fácilmente en este elemen¬ to mediante las aletas ; avanzan y retroceden en to¬ das direcciones; suben y bajan en línea vertical; sos- tienense y quedan inmóviles á diferentes alturas, y reposan en el fondo de las aguas. El hombre nada por medio de sus brazos y piernas, y los cuadrúpe¬ dos vivíparos con el auxilio de sus cuatro piés ; pero siendo forzados estos movimientos agotan las fuer¬ zas así del hombre como de los cuadrúpedos. Es pre¬ ciso que tengan la cabeza fuera del agua para la res¬ piración ; y esta no puede ser interrumpida sino por poco tiempo, mientras se zambullen, porque tienen pu.mones, que exigen mucho aire sin mezcla de agua. Eos peces no necesitan de tan gran copia de aire ; pa- rece además que sus agallas le filtran y separan del agua para trasmitírsele ; y hé aquí la razón por qué este elemento es su mansión natural é indispensable. La mayor parte de las aves se bañan, mas no pue¬ den nadar ni mantenerse sobre el agua, á causa de mojarse sus plumas. Gran número de ellas, como los gansos, los patos, los cisnes, tienen su plumaje im¬ penetrable á este elemento, y le sacan de él tan seco como estaba antes de entrar. Una membrana que une los dedos de sus pies, Ies da más facilidad para nadar; y aun subsisten inmóviles todo el tiempo que quieren sobre aquel líquido, porque el volúmen de sus cuer¬ pos toma incremento por el de sus plumas. Hay aves cuyas piernas carecen de disposición para nadar, co¬ mo las de los somorgujos, pingüinos y otros, que ape- SOBRE LA NATURALEZA 69 ñas pueden arrastrarse por la tierra ; pero están muy á placer sobre las aguas : nadan sin fatigarse, se zam¬ bullen muy fácilmente, aunque no puedan permane¬ cer sino poco tiempo bajo del agua, por tener pul¬ mones y no agallas. Estas mismas aves tan mal configuradas para andar, no lo son mejor para volar; pues tienen las alas demasiado cortas é imperfectas, en lo que se diferencian de los peces voladores , cuyas aletas pectorales son bastante grandes y movibles pa- ra sostenerlos algunos momentos en el aire. Entre los cuadrúpedos ovíparos, unos huyen del agua, otros nadan en ella con facilidad y subsisten por largo tiempo sumergidos en este fluido ; pero se ven precisados á salir á la superficie para respirar: tales son el mayor número de las tortugas, de los sa¬ pos, de las ranas, cocodrilos, etc. Las ranas no pue¬ den andar; y para transferirse en la tierra de un lugar á otro, lo hacen á saltos, porque sus piernas trase¬ ras son mucho mayores que las delanteras, lo cual les facilita nadar con más ligereza. Hay serpientes que nadan fácilmente, como la de collar, muy común en Francia y en Suecia, y la de co¬ la ancha, que se halla en las Indias orientales. La cola de esta última es plana y puede en algún modo servirla de aletas ; y aunque las que la tienen redon¬ da, gozan ya de las mejores disposiciones para nadar, por la forma muy prolongada de su cuerpo, y por la gran facilidad con qne se plegan y replegan en todas direcciones, como tienen pulmones y no agallas, to- Tomo II — 10 REFLEXIONES «las necesitan subir con frecuencia á la superficie del agua para respirar. Los animales que acabamos de considerar se di¬ ferencian mucho, como fácilmente se echa de ver, de los que llamamos insectos y gusanos. Los primeros tienen huesos que componen un esqueleto ; y además narices, uno ó dos ventrículos en el corazón, la san¬ gre roja . Los segundos carecen de huesos y na¬ rices: el corazón tiene diversas formas, ó no se co¬ noce en ellos esta viscera; un fluido blanquisco hace veces de sangre....,.; 1 y esto los diferencia bastante de otros para poder formar una sección distinta. Al considerar tanta variedad de formas bajo las cuales se prodigó la vida, ¿quién dejará de admirar al Sér Supremo, que como Criador de la materia hace de ella lo que .quiere, la modifica á su arbitrio, y nos la deja ver bajo de aspectos tan vários como asombro¬ sos? Reconozcamos, pues, y veneremos todos en las” obras de Dios, la omnipotencia é infinita sabiduría de su Autor. 1. También hay 'gusanos que tienen la sangre roja como la sanguijuela j lae lombrices y otros. SOBRE LA NATURALEZA I CATORCE M MAYO Sabiduría que se advierte en la estructura del cuerpo de los animales La disposición del cuerpo animal ofrece las prue¬ bas máá claras de la sabiduría divina: porque como, algunos animales deben vivir en el aire y otros en el agua, era preciso que su organización estuviese apro¬ piada á su domicilio y á su género de vida ; y eso es puntualmente lo que dispuso Dios con una inteligen¬ cia que nunca admiraremas bastante. Todo en los animales está precisamente ordenado como lo exigían las necesidades de cada uno de ellos; de manera que, por muy poco que variase su estruc¬ tura, y hubieran recibido, por ejemplo, la de cualquie¬ ra otra especie, padecerían mucho, y no pudieran cumplir con sus destinos. Las aves de rapiña están provistas de uñas, fuertes garras, y un pico cortante v ganchudo, para que puedan asir y detener mas fᬠcilmente la presa. Las que tienen que buscar el ali¬ mento en sitios pantanosos, era menester que tuvie¬ sen un pico largo y delgado, y piernas largas : las que viven en el agua necesitaban tener la parte inferior del cuerpo muy ancha para nadar con facilidad, el cuello largo para poder coger el sustento en el fon¬ do de las aguas: membranas en los pies para servri- 72 REFLEXIONES se de ellas como de remos, y una especie de aceite en las plumas para impedir que las penetrase el agua. Los insectos que viven también de rapiña, tienen la boca en forma despinzas ó tenazas, y á los que se alimentan chupando, les dió la naturaleza una trom¬ pa ó una lengua que hace sus veces. ¡Cuánto no debemos admirarnos al considerar la disposición de los órganos de los animales, con re¬ lación á sus diversos movimientos ! ¡ Qué multitud de miembros, qué finura, qué flexibilidad ; cuántos mús¬ culos y nérvios, cuántos huesos y ternillas no requie¬ ren unas operaciones tan varias! Algunos animales se mueven lentamente, otros con ligereza ; estos solo tienen dos piés, aquellos más ; unos se hallan provis¬ tos de alas y piés, otros carecen de estos miembros. La lentitud ó ligereza del movimiento se regula siem¬ pre por las necesidades de cada animal. Los que es¬ tán bien armados y tienen bastante valor, fuerza y astucia para defenderse de sus enemigos, se mueven más lentamente que los que se hallan privados de estas cualidades. ¿Quién dió á las serpientes la fa¬ cultad de contraer y extender su cuerpo, de enros¬ carse y de arrojarse después para pasar de un lugar á otro, y para coger su presa? ¿Quién hizo á los pe¬ ces de manera que por medio de una vejiga puedan á su arbitrio subir ó bajar en el agua? No es menos maravilloso el arte que se manifiesta en la estructura de las aves, y particularmente en la de sus alas. Su cuerpo no pudiera estar mejor dis- SOBRE LA NATURALEZA 73 puesto para volar, porque es delgado y agudo por delante, y engrosándose poco á poco hasta que ad¬ quiere su justo volumen, se hace asi muy propio pa¬ ra hendir el aire y para abrirse camino por este ele¬ mento Las plumas, dispuestas y colocadas con mucho arte las unas sobre las otras, les facilitan el movimien¬ to del cuerpo y al mismo tiempo les sirven de abri¬ go y defensa contra el rigor del frío y de la lluvia. Aunque firmes y muy unidas unas ¿1 otras, pueden con todo extenderse, levantarse, hincharse y aumen¬ tar su volumen, á medida que lo necesita el ave. Las alas que son los grandes instrumentos del vuelo, se ven 'colocadas en el sitio más conveniente y más ade^ cuado para mantener el cuerpo en un exacto equili¬ brio, en medio del fluido sutil que debe atravesar; Cada pluma es un prodigio. El cañón duro y hueco por la parte inferior, es al propio tiempo fuerte y li¬ gero. La barba está colocada con el orden mas re¬ gular, ancha por un lado, estrecha por el otro, lo cual sirve maravillosamente al movimiento progresivo de las aves, como también al tejido fuerte y apretado de las alas. Estas plumas están siempre colocadas en tal disposición, que corresponde exactamente con la longitud y fuerza de cada una, y las gruesas sirven de apoyo á las más pequeñas. En los huesos de las alas hay varias articulaciones, por medio de las cua¬ les se cierran y abren aquellas; ó bien se mueven se¬ gún la necesidad lo exige. ¡Qué fuerza tau singular no es necesaria en los músculos pectorales para pro 74 REFLEXIONES porcionar al ave la facultad de romper el aire con rapidez ! j Qué arte tan incomparable en la construc¬ ción de la cola para que ayude al ave á subir y bajar en el aire é impida el bamboleo del cuerpo y de las alas! j Cuán apropiada no es la disposición de los pies y de las piernas, para unos movimientos tan di¬ versos ! En algunas aves las patas son anchas, y pro¬ vistas, como ya hemos insinuado, de membranas que se extienden y contraen para poder nadar; en otras son agudas y corvas en la punta, para que puedan caminar con paso firme, encaramarse en los árboles, coger y sostener su presa. Estas tienen las piernas largas para caminar y profundizar fácilmente en las aguas y pantanos, y aquellas más cortas, pero siem¬ pre convenientes á su modo de vivir. ¡ V qué, unas cosas tan maravillosas, tan regulares y tan admirablemente proporcionadas, serán por ven¬ tura obra del ciego acaso! ¿Cómo, sin un designio y un objeto determinado, pudieran ponerse en movi¬ miento en cada animal esa multitud innumerable de venas, de músculos; de articulaciones, etc., y que to¬ das las partes, hasta las más pequeñas, se refiriesen las unas á las otras y cumpliesen sus diferentes fun¬ ciones con una regularidad y una armonía tan per¬ fecta? ¡Ah! todo cuanto vemos en la estructura y disposición del cuerpo de los animales, debe mover¬ nos á pensar en el Autor de los séres, cuya sabiduría y bondad han colocado á tantas criaturas precisamen¬ te en las circunstancias que les son más oportunas. SOBRE LA NATURALEZA 75 Sirvámonos, pues, de todos estos objetos para glori¬ ficarle, y busquemos la verdadera sabiduría, aplicán¬ donos á conocer más y más áeste gran Dios que no está léjos de cada uno de nosotros, sino que en él vi¬ vimos, nos movemos y somos, y que se ha mostrado tan magnífico en las obras de sus manos. QIIYCE DE MAYO Sentidos de los animales En todos los animales están dispuestos los órga¬ nos de los sentidos de un modo conforme á su natu¬ raleza y á su destino. Por medio de ellos conocen los objetos ya próximos, ya distantes, y se ponen en estado de proveer á sus necesidades, y de evitar los peligros que pueden amenazarles. Se llama tacto el sentido por cuyo medio llegan los animales á formarse una idea de los objetos cor¬ póreos, luego que llegan á tocarlos. Este sentido, así en las bestias como en los hombres, tiene su asiento debajo de la piel ó cutis exterior, cuyas extremida¬ des están llenas de una multitud de nervios. No pue¬ de determinarse con exactitud, qué mutaciones ex¬ perimenta el tacto en la mayor parte de los animales. También se ignora si los insectos gozan de otras sensaciones, y si sus entenas son el órgano de un sentido análogo, pero desconocido para nosotros, y 76 REFLEXIONES de que carecemos enteramente. Las aves, los peces, las serpientes, y algunos otros animales, parece que no tienen el sentido del tacto. Los órganos del gusto son principalmente la len¬ gua y el paladar, que reciben las impresiones de los sabores; mas los pezoncillos nerviosos son sus inme¬ diatos instrumentos, como* lo son del tacto: asi pues hay mucha analogía entre estos dos. sentidos. El olfato tiene por órgano la membrana que cubre la nariz. Por los nervios que hay en aquella, percibe el animal las partículas odoríferas que nadan en el aire. Los animales que necesitan un olfato más fino y más sutil, tienen también más perfecto este órgano. Los gusanos parece que están privados de él ente¬ ramente, y aun quizá los peces y los insectos, á me¬ nos que en estos últimos sus entenas no sean los ór¬ ganos del olfato. Por medio de este sentido hallan las bestias todo lo que necesitan para conservar su vida ; y muchas advierten cuando se acercan sus ene¬ migos. El oido comunica á los animales las vibraciones del aire, que producen el sonido ; pero la estructura de la oreja no es la misma en todos ellos. Algunos, como el lagarto, tienen dos tímpanos ; otros carecen de mu¬ chas partes que hay en el mayor número de los ani¬ males. Se cree que las aves y los peces no tienen la parte llamada caracol ó laberinto , y que los insectos y los gusanos son absolutamente sordos. ¡Con qué artificio no está adaptado este órgano á las circuns- SOBRE LA NATURALEZA tandas particulares en que se halla cada animal! En las aves no tiene parte alguna salida hacia fuera; y esta es la forma más propia para el vuelo, por no po¬ ner obstáculo al movimiento progresivo. En los cua¬ drúpedos está proporcionada su figura á la postura y ,n°v nnicntos más tardíos de su cuerpo. 1 íay unos que tienen la oreja ancha, recta y abierta, para sentir me¬ jor la proximidad del riesgo; y otros cubierta, para estar al abrigo de los cuerpos nocivos. Como una oreja prominente embarazaría á los cuadrúpedos sub¬ tendimos en su trabajo, de aquí es que en ellos < s corta, escondida en la parte posterior de la cabe- /i{’ Y guarnecida de buenas defenzas. En los anima les que oyen de alto abajo, como la lechuza, encara¬ mada sobre un árbol y acechando su presa, situada en la parte inferior; en aquellos que descubren la suya de abajo arriba, como la zorra, que la ven ele¬ vada delante de sí, el órgano del oído está dispuesto de un modo conforme al destino y necesidades de < ada uno de ellos. En el ciervo, animal muy vigi¬ lante, siempre en escucha, y siempre receloso de ser perseguido, el conducto auditivo se halla guarnecido rv.'ijRÍn ¿o obe; Entre todos los reinos de la naturaleza, el reino animal es el que nos ofrece mayores maravillas y vie- SOBRE LA NATURALEZA 99 ne a ser un estudio muy interesante para el hombre, el de las propiedades y diversos instintos de que es- tan dotados los animales. Pero para quien sabe re¬ flexionar, es algo más que un objeto divertido aquel estudio; pues las operaciones de los brutos le hacen subir á una sabiduría que no puede sondear, porque excede á todos los pensamientos humanos. Tal es el efecto que debe producir en nuestra alma las me¬ ditaciones sobre las singularidades que se observan en los séres vivientes. Ciñóme ahora al modo con que los animales ponen sus huevos. La langosta, el lagarto, la tortuga y el cocodrilo, después de haberlos puesto dejan al sol él cuidado de sacarlos, mediante el calor benéfico que les piesta. Bajo la zona tórrida pone el avestruz los suyos sobre una porción de arena que él mismo ha. recogido, los deja durante el día al calor del sol y únicamente los empolla por la noche ; mas no por eso está menos sujeto, pues nunca se aleja de ellos ni los pierde de vista un instante, y es verosímil que empo¬ lle con más frecuencia á proporción que sea menos ardiente el país en donde habita. Apenas salen del huevo los polluelos pueden andar y buscar el alimen¬ to. En algunas regiones muy cálidas no tiene la madre el menor cuidado de ellos, ni tampoco lo han me¬ nester, peí lo cual los abandona á poco de haber na¬ cido , pero en los países menos calurosos, y en los que es más necesario el empollar, continúa por al¬ gún tiempo en tenerlos reunidos cerca de sí. Otras TOO REFLEXIONES especies de animales, por un instinto natural y segu¬ ro, ponen los huevos en lugares donde sus hijos en¬ cuentran, luego que nacen, el alimento conveniente. Jamás se engañan en esto las madres. La mariposa que nace de la oruga de la berza, no pondrá sus hue¬ vos sobre carne, ni la moscarda que se mantiene de carne, colocará los suyos sóbrela berza. Varios ani¬ males tienen tanto cuidado con sus huevos, que los llevan á donde quiera que van. La araña que llama¬ mos vagabunda , carga con los suyos en un saquillo de seda ; y cuando nace la prole, se sitúa en orden sobre la espalda de su madre, que va y viene con esta carga, y continúa aun por algún tiempo en cui¬ dar de ella.1 Ciertas moscas ponen sus huevos en l. Aún hace más el kangarn; pues conserva en una bolsa ó saco á sus hijos hasta que pueden andar, y si los deja algunos momentos sobre el suelo, es con el fin de que se fortifiquen, mas sin perderlos de vista para defenderlos de todo riesgo; porque apenas les amenaza alguno, cuando con la mayor prontitud los recoge y esconde de tal sueite en su saco, que ni aún indicios quedan de hallarse allí la prole. La hembra del didelfo, animal perteneciente á las regiones meridionales y templadas del nuevo mundo, y casi del tamaño y figura de una rata muy grande, tie¬ ne una hendidura de dos ó tres pulgadas de largo en el vien¬ tre, la cual está cerrada por dos pellejos que forman una bolsa ve¬ llosa en lo exterior, y menos poblada de pelo en lo interior: esta bolsa contiene las tetas, los hijuelos reoien nacidos entran en ella para mamar, y contraen tal costumbre de esconderse allí, que aún siendo grandes se refugian en su centro cuando los espantan. Pero nada acredita más bien la previsión, amor y equidad de SOBRE LA NATURALEZA 101 cuerpos de insectos vivos, ó en los nidos de estos in¬ sectos. Se sabe que no existe una planta, que no sir¬ va de alimento ú habitación á uno ó á muchos de ta¬ les animalillos. Una mosca agujerea la hoja de un árbol, y pone un huevo en el agujero que ha hecho,' ciérrase muy pronto esta llaga, se hincha el sitio en que está, y bien presto se forma una excrecencia ó tuberosidad llamada agalla: el huevo que se ha en¬ cerrado en la agalla naciente, crece al mismo tiempo que ella, y el insecto que sale de él, halla al nacer su alimento y habitación. Nada hay más industrioso que lo que se observa en diversos insectos, con respecto á sus trasformacio¬ nes. Unos (y estos son los más solitarios) viven en lo interior de las frutas, incluyendo cada uno un solo gusano ú oruga. Otros plegan y arrollan las hojas de muchas plantas, y por este medio se construyen sus habitaciones, donde encuentran en todo tiempo un sustento seguro, pues roen las paredes de su mani¬ los animales hacia sus hijos, que lo que ejecutan los mergos ó somorgujos con los suyos. Esta especie rife cuervos marinos de Islandia, al enseñar á rolar al hijo le conducen al mar, paraque empiece á aprender el arte de la pesca, vuela la madre debajo de él i ara que no caiga y sea pasto de las zorras, y el padre por encima para defenderle de las aves de rapiña sus enemigas. Si por casualidad uno de estos hijuelos cae al agua, los mergos que hay en ella, y se hallan sin sucesión, se disputan la tutela del pupilo, que toca siempre al más valiente, pero le restituyen á su madre si acude á reclamarle. Tomo ii. — 14 102 REFLEXIONES sión ; mas ponen particular cuidado en no tocar nun¬ ca á la película de la hoja destinada para cubrirlos. Hay insectos de una destreza tal, que saben hospe¬ darse en el grueso de ciertas hojitas tan delgadas como el papel, y ponerse en ellas al abrigo de las in¬ jurias del aire. Una hoja es para estos animalillos como un vasto país, en el cual se abren caminos mas o menos tortuosos, minando la parenchima, como nuestros minadores la tierra. Los crioceros habitan grandes galerías de seda, que, según van creciendo prolongan y ensanchan ellos mismos. Mas entre los insectos que saben alojarse ó vestirse, se nos presen¬ ta una araña, cuya conducta en este género tiene mucho más que admirar. Esta posee el arte de cons¬ truirse en el fondo del agua un pequeño edificio to¬ do aéreo, una especie de palacio encantado, que le proporciona un retiro seguro y cómodo, donde se hospeda en seco en medio de un elemento fluido. Cada especie de animales tiene sus inclinaciones y sus necesidades particulares, y el Criador las pro- vée todas. Consideremos aquellos que tienen que buscar en el agua su alimento, y entre estos á las aves acuáticas. La naturaleza ha bañado sus plumas con una especie de grasa impenetrable al agua, y por cuyo medio, no mojándose al sumergirse, que¬ dan siempre en estado de poder volar. Las propor¬ ciones de su cuerpo no se parecen á las de otras aves : sus piernas están más atrás, á fin de que puedan man- tenerse de pié en el agua, y extender las alas sobre SOBRE LA NATURALEZA 103 ella. Para poder nadar tienen los piés* provistos de . membranas que unen los dedos ; y la estructura par¬ ticular que recibieron de la naturaleza les da la facul¬ tad de zabullirse. El pico ancho y el cuello largo, les facilita coger la presa: en una palabra, la estructu¬ ra guarda la más exacta proporción con su modo de vivir. El nautilo ó nauchel es una especie de testáceo que tiene alguna semejanza con el caracol. Cuando quie¬ re subir, hace salir el agua de su concha para alige¬ rarla; si quiere bajar se retira á lo interior de su do¬ micilio, que llenándose de agua se va á fondo. Cuando se propone navegar vuelve diestramente su concha, tomando entonces la forma de una pequeña góndola, y luego extiende una membrana delgada y ligera que hinchándose con el viento, le sirve de vela. Tal vez puede ser que de este gracioso testáceo haya apren¬ dido el hombre el arte de la navegación. Eo propio sucede con las acciones de ios animales que con su estructura. La misma sabiduría que ha formado su cuerpo y ordenado sus miembros, seña¬ lándoles un destino particular, regló también sus acciones, según el fin que se propuso al criarlos. El bruto, conducido por un instinto seguro, produce de una vez obras perfectas: se detiene cuando es me¬ nester, y arregla su trabajo con respecto á las circuns¬ tancias, sin poder apartarse de las miras de esta sa¬ biduría adorable, que circunscribió en su esfera á cada insecto, como á cada planeta en la suya. Al con- REFLEXIONES 104 siderar los diversos instintos y la industria de los ani¬ males, me parece ver un espectáculo en que el Om- . nipotente artífice, se oculta detrás de un velo. La contemplación de las obras de la naturaleza me des¬ cubre por todas partes esta invisible mano, y el exa¬ men de la maravillosa estructura de los séres cria¬ dos, me llena siempre de reconocimiento y respeto hacia el Criador. VEINTIDOS DE MAYO Cómo la Providencia proveyó de sustento á los animales Desde el elefante hasta el arador, desde el águila hasta el mosquito, desde la ballena hasta la ostra, no hay en la tierra, en el aire ni en las aguas, animal al¬ guno á quien no sea necesario el alimento para cre¬ cer y subsistir. Mas habiendo formado Dios estas criaturas de modo que necesitasen todas de sustento, proveyó también al mismo tiempo que la tierra le produjese siempre en abundancia : quizá existen tan¬ tas especies de alimentos como de animales, de ma¬ nera que no hay uno sobre la tierra que no encuen- su mesa puesta, y convenientemente abastecida. Bajo este respecto podemos dividir los brutos en dos clases principales. La primera comprende los que se sustentan de carne: algunos, como el león, sólo gustan de cuadrúpedos: otros de aves como la SOBRE LA NATURALEZA 105 fuina1, otros de peces como la nutria2, y muchas es¬ pecies de aves únicamente de insectos. Es verdad cpie esta doctrina tiene algunas excepciones ; pero en general es cierto que el Criador asignó á cada es¬ pecie alimentos que le son propios. ^ fuina es más temible por su ardid que por su fuerza, y ejercita sus mayores crueldades en las ¡nocentes avecillas do¬ mésticas. Tiene la fisonomía muy fina, el salto ligero, los miem¬ bros dóciles, el cuerpo flexible y todos los movimientos muy prontos: salta y brinca en lugar de andar, trepa fácilmente pol¬ las paredes que no están bien enjalbegadas, y entrando en 'los palomares y gallineros, no sólo se cóme los huevos, los pichones y los pollos, sino que muchas veces mata gran número de ellos y los lleva á sus hilos: coge también ratones, ratas, topos y aves en sus nidos. Domesticase hasta cierto punto, mas nunca se la araanza, y permanece siempre tan silvestre, que es indispensable tenerla atada. Hace guerra á los gatos; pide de comer como el gato ^ el peno; y cuando no luerme, está en un movimiento continuo, violento é incómodo. Para parir elige un pajar ó agu- jero de pared á donde conduce paja y hierbas; pero aveces pare en las hendeduras de las rocas ó en algún tronco de árbol, mu¬ llendo la cama con musgo, y si Ja molestan, se muda, y trans¬ porta á otra parte sus hijuelos. k£Cotte, Lezons sur les mceurs et sur l’industrie des animaux, tom. I, pág. 57 et58.” 2 La nutria es casi tan gruesa como el tejón, pero sus piernas son más cortas. La nutria, dice Mr. Buffón, es un animal voraz que gusta más de peces que de carne, y que casi jamás deja la orilla de los ríos y lagunas, y alguna vez despuebla los estanques. Tiene más facilidad para nadar que cualquiera otro animal, y aún nnís que el castor, porque este sólo tiene membranas en los pies traseros, y en los delanteros están los dedos separados; pe¬ ro la nutria tiene membranas en todos los piés, y están compues- ioó REFLEXIONES A la segunda clase pertenecen los animales que buscan el sustento en el reino vegetal. Casi. cada es¬ pecie de planta tiene sus particulares animales: algu¬ nos prefieren la hierba, otros los árboles frutales; y entre los que gustan de un mismo vegetal, hay aún una notable diferencia. Los unos sólo se alimentan de la raíz, otros de las hojas: estos prefieren el tallo tos de cinco dedos con uñas: nada casi con tanta velocidad co¬ mo camina, y no va al mar como el castor, sino que corre por las aguas dulces, y llega á lo profundo de los ríos á distancias considerables. Por lo común nada entre dos aguas y está en ellas bastante tiempo; mas sale después á la superficie para res- jurar. Hablando con propiedal, la nutria no es animal anfibio, esto es, animal que puede vivir igualmente en la tierra y en el agua, ni está hecha para vivir en este último elemento, pues necasita respirar casi como todos los animales terrestres. Aun sucede que si se empeña en perseguir á otro pez, se encuentra ahogada ó < nredada entre los mimbres, cuando no ha tenido tiempo de cortarlos, y salir de entre ellos. A falta de peces, cangrejos, etc., corta las runas tiernas, y come la corteza de los arboles acuáti¬ les, como también los renuevos de la hierba en la Primavera. Cázase la nutria no solo para aprovecharse de su piel, sino también para libertarse de un animal destructor de los peces en cuantas aguas frecuenta. Los salvajes del Canadá se sirven •lelas pieles -de la nutria, de un grandor extraordinario, para hacer de ellas vestidos, los cuales usados y manchados, con el sudor y las grasas que manejan, son más propios para hac r los mejores sombreros, según dicen los ingleses, que los que se ha¬ cen sólo del pelo de castor, demasiado seco y muy difícil de manejar. “Segunda edición, tomo 2o, pág. J51 y 52. SOBRE LA NATURALEZA IO/ ó el cuerpo de la planta, aquellos la médula, la se¬ milla ó el fruto entero, y los hay en fin, que comen de toda la planta. ¡Con cuánta sabiduría, pues, no deben de estar adaptados los diversos órganos de los animales á las varias partes de las plantas! Las mariposas y moscas, dotadas de trompas para chupar los jugos, guardan cierta proporción con el néctar de las dores : guárdanla con los estambres las que, co mo las abejas, tienen paletas en los muslos guarne¬ cidas de vello para recoger el polvo, y cuatro alas para llevar el botín : la guardan con las hojas de las plantas las moscas comunes, cpie con sus aguijones puntiagudos y huecos hacen en ellos incisiones y chupan sus jugos: guárdanla con las semillas los es¬ carabajos, que deben introducirse en su interior pa¬ ra sustentarse con su harina, y que tienen las alas metidas en estuches para que no se maltraten, y ta¬ ladros para abrirse la entrada; la guardan con los tallos los gusanos, que por no necesitar de vestido, cá causa de la subsistencia de la madera que los abri¬ ga por todas partes, están desnudos ; guárdanla por último con los desperdicios de toda especie, las hor¬ migas, que fueron dotadas de pinzas y del instinto de reunirse para despedazar y conducir cuanto les hace al caso. Las sobras de esta gran mesa vegetal son arrastradas por las lluvias á los ríos, y de estos al mar, donde se nos vuelven á presentar con un nue¬ vo orden de relación con los peces. Así que, comparando las diferentes especies.de in- REFLEXIONES 108 sectos con las varias partes de los vegetales, puedo columbrar alguna de las razones que determinaron al Autor de la naturaleza á dar á estos animalillos figuras tan extraordinarias ; conocer algunos de los usos de sus instrumentos, dar alguna luz sobre el destino de muchas partes de plantas, que, por no tener proporción sino con los animales, ignoran su utilidad los botánicos; y finalmente, puedo propor¬ cionarme nuevos motivos de admirar la inteligencia divina perfeccionando la mía. Ahora es cuande comprendo el sentido de aque¬ llas palabras de David: «Señor, todas vuestras cria- « turas vuelven á Vos los ojos, esperando que les deis « su alimento en tiempo oportuno. Vos abris vuestra « mano y colmáis á todos los animales de bendicio- « nes.»1 Estos cuidados de la divina Providencia son una prueba muy sensible de aquella atención bené¬ fica que se extiende á todo el universo. Represen¬ taos el número prodigioso de animales que existen. ¡Cuántos millares de especies de insectos! ¡cuántos de aves, de cuadrúpedos, &c! Sin embargo, todos hallan diariamente que comer. ¡Qué prodigiosa can¬ tidad de animales viven en todos los lugares de la tierra! ¡Cuántos individuos de cada especie encuen¬ tran domicilio y alimento en los bosques, en los cam¬ pos, en los montes y en los valles, en las cavernas y grietas de los peñascos, sobre los árboles y en los 1 Salmo CXLIV, 15, 16. SOBRE LA NATURALEZA IO9 árboles mismos, &c! ¡Qué infinidad de peces nadan en los arroyos y en los ríos! ¡Qué ejércitos tan innu¬ merables no habitan en el Océano! ¡Qué inexplica¬ ble multitud; qué asombrosa diversidad de insectos nos cercan por todas partes! ¡Insectos en el aire, en el agua, en las plantas, en los animales, en las pie¬ dras ; insectos en otros insectos . . . . ! Pero no obstan¬ te todos hallan el sustento cuotidiano. ¡Y cuánto no brilla la sabiduría del Criador en el modo con que se le da! A todos les suministra los alimentos que les son propios. Eran nesarios algunos particulares pa¬ ra los cuadrúpedos, otros para las aves, y aún otros páralos peces y para los insectos. Esta distribución es un medio ordenado sabiamente por el Criador, pa¬ ra sustentar con abundancia á cada especie de ani¬ males, y para que ninguna de las producciones de la tierra quede inútil, sino que todas se gasten con la debida proporción. Mas si Dios tiene tanto cuidado de los brutos des tituidos de razón, ¿qué no hará en beneficio de los hombres? Esta es la consecuencia que debemos sa¬ car de nuestras reflexiones sobre el orden déla Pro¬ videncia, con. respecta á la subsistencia de los anima¬ les. Hombre de poca fe, hombre inquieto, triste y descontento, acércate y considera con cuánta bondad provée el Señor á la vida de los animales, y aprende á confiar en El. Contempla las aves en el aire, las bestias salvajes en los peñascos y cuevas de la tierra los peces en el mar, los animales de los campos y Tomo II — 15 I IO REFLEXIONES de los bosques ; todos hallan de que subsistir, todos la habitación que les es propia. Dios, tan magnífico en las cosas pequeñas como en las grandes, no des¬ deña ni echa en olvido aun al menor gusanillo: ¿y será posible que sólo el hombre sea excluido de sus paternales cuidados? VEINTITRES DE MAYO Proporción de los alimentos con las necesidades y facultades de los animales Uno de los grandes efectos de la bondad y de la omnipotencia divina, es que en todas partes haya suficiente alimento para la multitud de criaturas vi¬ vientes de que está lleno el mundo. No solamente los países situados bajo las zonas templadas, proveen de sustento á sus habitantes, sino que aún en aque¬ llos sitios donde se esperaría menos hallar , con que alimentarlos, no faltan jamás los sustentos necesarios para tantas especies diferentes. Por toda la exten¬ sión de la tierra los hay con excesiva abundancia. Lo más admirable en esto sin duda es, que entre tantas especies de alimentos, los más útiles y los más indis¬ pensables són por lo general los más comunes, y los que más fácilmente se propagan. Como hay un gran número de criaturas que sólo se sustentan con hier¬ bas, por eso son más frecuentes las praderas y se ha- SOBRE LA NATURALEZA I I I lian entapizadas de plantas saludables, que crecen por sí mismas, y resisten con facilidad á las intempe¬ ries del aire. ¿No es muy digno de admiración el que los trigos, que son el principal alimento^ del hom¬ bre, se puedan cultivar con tan poco trabajo, y mu ti- plicarse'de una manera tan asombrosa, que una fane¬ ca, sembrada en un terreno feraz, llegue á dar hasta ciento y cincuenta? . Por una sabia dirección del Criador es tan vano el gusto de los animales, que los unos apetecen las hier¬ bas, otros las semillas, estos las carnes, los gusanos, y otros insectos. Algunos se contentan con poco, y otros son casi insaciables. Si todas las especies se in¬ clinasen á un mismo género de alimentos pronto quedaría reducida la tierra á una basta soledad, lis¬ ta diversidad de gustos es, pues, una prueba cierta, que así en esto como en todo lo demás, no tiene e acaso influencia alguna, sino que un instinto nacido con los animales les inclina al sustento adaptado a su naturaleza. Por este medio se hallan bien distri¬ buidas todas las producciones de la tierra y del mar; todo cuanto respira está copiosamente provisto de ¡as cosas necesarias para su subsistencia, y aún aque¬ llas que, corrompiéndose, serían nocivas, sirven tam¬ bién para algún uso útil. Corrompidos los cadáveres de los peces, délas aves y délos cuadrúpedos, ex ta¬ larían un mortal veneno, á no embarazarlo esta sabia dirección del Criador, disponiendo oportunamente que la destrucción de los cuerpos organizados fuese I 12 REFLEXIONES vientes"16"10 agnidable á Una infinidad de séres vi- Aunque por sí mismo se ofrece el sustento á la ayer parte de las bestias, con todo, necesitan mu- usarle rn 1SCernirie> ye” algún modo .deben con precaución y prudencia, para no equivo¬ carse en su daño; porque están de tal suerte prepa- £LT ’* 1"' « M L heno t? ,|0k'Va para 0tra’ y se convierte en ve- ocho Linneo ha observado, que de las hocientas o novecientas plantas que produce la ¿ ■ ,Cla¡ C°.me e' Sa|iado vacuno doscientas ochenta y ’ 6 Ca n° cuatr°cientas cincuenta y ocho ; el la- 7 cnaícocientas diez y siete; el caballar doscientas an¡mnaf y,OCh°: y d decerda ciento siete. El primer animal solo rehúsa ciento ochenta y cuatro; el se¬ ne o noventa y dos; y el tercero ciento doce; el uarto doscientas siete; y el quinto ciento noventa. Lmneo solo comprende en este número las plantas echan?* T * C°men ansia’ y las 1ue des- rent 7 °bStmaC'Ón’ Pues >as demás les son indife- entes. Las comen no sólo por hambre, mas también con gusto cuando están tiernas, y no se pierde una ¡ otrn /7t0 3 qUe 'aS deSechadaa Por unos les son soño ehC10SaS- Las más acres, y aún las más pon- cabra STn Para eng°rdar ^^os animales. La mucho? SranÚnCUl0Sde los Prados, que saben devora laP'Tenta’ titima'° y h “ El puerco devora la cola de caballo y el beleño. Linneo no ha- SOBRE LA NATURALEZA JI3 ce mención en estas pruebas del asno, por no haber¬ lo en Suecia, ni del reno, que tan ventajosamente le reemplaza en los países del Norte, ni de otros anima¬ les domésticos, como el ánade, la oca, la gallina, la paloma, el perro y el gato. Todos estos animales pa! recen destinados para hacernos útil cuanto vegeta, por la generalidad de su apetito, y especialmente por este gusto á la sociedad que les familiariza con nos¬ otros. Ciertos animales se ven obligados á buscar con mu¬ cho trabajo su alimento, á hozar en el seno de la tie¬ rra para hallarle, ó ir á buscarle á diferentes parajes en que está esparcido, ó también á sacarle de otro elemento. Muchos escogen la noche, para poder con seguridad saciar el hambre. Otros necesitan prepa¬ rar sus alimentos, sacar los granos de sus cáscaras, quebrarlas si son duras, tragar piedrecitas para ayu¬ dar á la digestión, quitar la cabeza á los insectos de que se sustentan, romper los huesos ó arterias de la presa que han hecho, y volver los peces para poder tragarlos por la cabeza. Muchos perecerían si no abasteciesen su domicilio de provisiones para lo ve¬ nidero ; y otros no pudieran coger la presa sin recu¬ rrir á su destreza é industria, sin armar lazos, poner redes ó abrir fosos. Estos la persiguen en tierra; aquellos en el aire, y otros debajo del agua. Así que los animales no están expuestos á pere¬ cer de hambre, aún durante el Invierno, á no ser que se Ies multiplique por gusto al infinito en ciertos lu- REFLEXIONES 114 gares. pero entonces el hambre que experimentan, dimana de la inconsideración del hombre, y no de la falta de previsión en el Padre universal. Las perdices y las liebres no mueren de hambre en los bosques oeí Norte; pues sin embargo de durar seis meses el Invierno, saben hallar bajo la nieve hierbas y piñas de abeto del año anterior, conservándolas allí ocul¬ tas la naturaleza para este efecto. -Cuanto más vario y abundante es el alimento de los animales y el modo de buscarlo, tanto más admi¬ rables deben parecemos la sabiduría y la bondad de Dios en la conservación de estas crirturas. Reflexio¬ nemos sobre las infinitas perfecciones de este gran Ser, y principalmente sobre sus tiernos cuidados ha¬ cia todos los vivientes. ¡Ah! ¡qué de ocasiones ten¬ dremos para bendecirle y glorificarle! VEINTICUATRO DE MAYO Sagacidad de los animales para buscar su subsistencia ( n el Invierno La misma mano que prodiga á los animales su subsistencia en el Verano, sabe también abrise en favor suyo, durante la estación rigorosa en que la naturaleza parece haberse olvidado de sus hijos. Al¬ gunos animales hacen almacenes para el Invierno, y en el tiempo de la cosecha los llenan de provisiones SOBRE LA NATURALEZA lr5 para seis meses, cual si previesen que bien pronto no podrán juntar víveres, y precaviéndose para lo ve¬ nidero, saben calcular la cantidad que necesitarán, tanto para ellos como para su familia. Las abejas, de quienes ya hemos hablado largamen- te, son casi los únicos insectos que hacen provisio¬ nes para el Invierno; pues aunque en el rigor del Irío están entorpecidas, necesitan de alimento cuan¬ do el temple es moderado. Gastan su cera con una economía asombrosa, porque no pueden recogerla pasada la época de las flores, y no tienen después otro recurso para subsistir, y hacer sus celdillas, que el repuesto que han hecho con anticipación. Tienen también la prudencia de proveerse de otra materia que necesitan para guardar del frío sus colmenas, y és una especie de liga que juntan de las flores y plantas amargas, la cual les sirve para cerrar exac¬ tamente las rendijas de su habitación. Manifiéstase su economía hasta en las cosas más pequeñas: nada desperdician, porque lo que no necesitan en un tiem¬ po, lo reservan para otro. Aseguran los que las han observado con atención, que cuando en Invierno des¬ tapan los alvéolos de la miel, quitan la cera con que éstos estaban cerrados, y la llevan al almacén. Entre los cuadrúpedos, los ratones campesinos y los turones hacen provisiones para el Invierno, y du¬ rante la cosecha transportan mucho grano á sus ha¬ bitaciones subterráneas. En cuanto á las aves, las urracas y los grajos juntan bellotas en el Otoño, y REFLEXIONES 1 1 6 ]as conservan para el Invierno en el hueco de los ár¬ boles. Por lo que i especia á los animales que están como entorpecidos en esta estación, no hacen acopio alguno, porque les sería inútil ; pero los demás no se limitan á satisfacer su necesidad presente, sino que se extienden á pensar en lo futuro. Todos en el tiem¬ po de la abundancia se surten para el de escasez, y jamás se ha observado que las provisiones almacena¬ das no hayan sido las suficientes. I arece que todos aquellos cuidados de los anima¬ les no pueden ser efecto de la reflexión, porque esto supondría en ellos una inteligencia superior á la que tienen. Sólo se ocupan pues en lo presente, y en lo que á la sazón mueve sus sentidos de un modo agra¬ dable ó desagradable ; y si tal vez lo presente influye en lo venidero, esto sucede sin intención y sin que conozcan lo que hacen. Porque á la verdad ¿cómo es posible suponer una previsión reflexa en este ins¬ tinto de los brutos, cuando carecen de experiencia sobre la alternativa de las estaciones, de la natura¬ leza del Invierno, y tanto de su proximidad como de su duración? Además no se Ies puede atribuir ideas de lo futuro, ni algún examen reflexo de los medios de mantenerse en la estación rigorosa, puesto que obran siempre del mismo modo sin variación, y que cada especie sigue constante y naturalmente el propio mé¬ todo, sin haber sido enseñada. Si las abejas trabaja¬ doras, pues, no dejan de juntar miel y cera, llenando de ellas sus panales mientras la estación lo permite, SOBRE LA NATURALEZA li¬ no es porque prevean que ha de venir un tiempo en que nada podrán recoger, sino que todo está orde¬ nado de manera que las abejas se hallan provistas de víveres en el momento en quedes sería imposible suitirse de ellos. La naturaleza las determina á re¬ coger cera y miel; en esto trabajan toda la Primave¬ ra, y al llegar el Invierno se encuentran con sus al¬ macenes llenos. Esta sabia economía, estos actos apai entes de previsión y reflexión que admiramos en ciertos animales, son producidos por una inteli¬ gencia superíoi , que lo ha pensado y previsto por ellos, y cuyos designios llenan sin saberlo. ¡ Qué sublimes prerogativas distinguen al hombre del bruto! Yo puedo representarme lo pasado y lo \ enicleio , puedo obrar con reflexión y formar planes* puedo determinarme por ciertos motivos y escoger lo que me conviene; mas al mismo tiempo, ¡cuánto me importa para mi felicidad el saber hacer un dig- no'uso de estas preciosas facultades ! Sabiendo, como sé, las grandes revoluciones que me esperan, y pu- diendo representarme de antemano el Invierno de mi vida, ¿no debo prepararme un rico tesoro de con¬ suelos y esperanzas, que puedan hacerme llevadero y aún dulce el último tercio de ella? No hay cosa más triste que ver un anciano que en sus días juve¬ niles vivió sin cuidado y sin proveer lo futuro, y que ahora que le ha llegado su invierno, fe falta todo, y se halla en una indigencia tanto más vergonzosa, cuanto no debe imputaría más que á si mismo. Mom- Tojío n — 1 6 1 1 8 REFLEXIONES bre sensato, ten siempre á la vista lo venidero ; pre¬ párate anticipadamente, y toma en tiempo oportuno las medidas necesarias para ser feliz en la vejez, y mucho más en la eternidad. 'VEINTICINCO DE MAYO Estado de algunos animales en el Invierno Durante el Invierno desaparecen todos los insec¬ tos, y aun vemos pocas de las aves, que en Verano pueblan el aire, la tierra y las aguas. Al acercarse las escarchas dejan nuestros países, porque ni les conviene este temple, ni hallarían en él de que ali¬ mentarse. El primer día tempestuoso es la señal que las obliga á interrumpir sus trabajos, á terminar su vida activa, y á desamparar sus queridas habitaciones. Pero el Invierno no lleva al sepulcro á estos ani¬ males ; pues á pesar de los rigoras de la estación, go¬ zan del beneficio de la vida, porque la Providencia cuidó de que ninguno de ellos pereciese. El cuerpo de algunos está formado de suerte, que las mismas causas que los privan de alimentos, obran también en ellos una mutación que se los hace inútiles mien¬ tras duran estas causas. El frío los entorpece; caen en un profundo sueño, hasta que un calor vivífico abre de nuevo la tierra, hace germinar las plantas, y los despierta de su adormecimiento. Hasta estaépo- SOBRE LA NATURALEZA “9 ca permanecen ocultos en la arena y en lo interior de los peñascos, donde no es fácil turbar su reposo, porque su situación es una especie de muerte; ó por decirlo mejor, una cierta debilidad ó deliquio, de que no salen sino cuando la Primavera vuelve á reanimar toda la naturaleza. Algunas especies de aves comprenden al aproxi¬ marse el invierno los largos viajes de que hemos ha¬ blado ya, y van á buscar á otros climas un aire más templado y el sustento conveniente. Las unas vuelan en bandas de un país á otro ; muchas se pasan á Afri¬ ca atravesando el Mediterráneo, y vienen después por la Primavera á hermosear las regiones que ha¬ bían abandonado. Por este medio supo Dios aumentar las provisio¬ nes para una multitud de vivientes, haciéndoselas inútiles durante gran parte del año. ¡ Cuán admira¬ ble es su sabiduría, y cuán tiernos sus cuidados aún con las menores criaturas! Dios es, como lo hemos observado, quien imprime en ciertos animales este instinto maravilloso, que les advierte el día en que deben dejar sus habitaciones de Verano, para ir á te¬ ner el Invierno en climas más benignos, A otros les indica los sitios donde pueden pasar con seguridad esta larga noche en un profundo sueño. Llama á los unos cuando su mesa está, digámoslo así, abastecida de nuevo, y reanima á los otros al llegar el tiempo de su nueva vida. Estas vicisitudes me sugieren las reflexiones más I 20 REFLEXIONES importantes, y me conducen naturalmente á meditar sobre lo que experimentaré en el momento en que me muera; pues mi estado tendrá entonces alguna semejanza con el de las aves. Cuando llegare el tér¬ mino de mi vida, abandonaré también mi habitación, mis compañías y mis placeres, para pasar á un mun¬ do mejor, y gozar en él de un dulce reposo, poseyendo la verdadera felicidad si he sabido merecerla. Mi cuerpo descansará igualmente, y dormirá por algún tiempo en el polvo del sepulcro ; mas despertará en el instante de la nueva creación ; y revestido de fuer¬ za y de hermosura, comenzará una vida que durará para siempre. Lo que sucede á los animales me ofrece otra re- dexión muy edificante; porque veo en ellos cómo vela Dios aún sobre el menor eslabón de la inmensa ca¬ dena de las criaturas; y. en ella descubro con qué bondad paternal provee el. Señor á la vida de las más débiles y miserables, guardándolas en unas circuns¬ tancias en que parecería imposible á la sabiduría hu¬ mana su conservación. - Sería, pues, injuriar á la sabia Providencia de mi Criador, el dudar de su atención para conmigo y el entregarme á cuidados é inquietudes por mi subsis¬ tencia. j Ah! bien. puedo estar asegurado de que este Dios que da á los insectos y á las aves su alimento en el tiempo conveniente, este Dios que les dispone retiros y lugares de descanso en las concavidades de la tierra, y dentro de los peñascos; que íes propor- SOBRE LA NATURALEZA 12 I ciona sustento en los países lejanos, este mismo Dios cuidará también de mí y no me abandonará en los tiempos más calamitosos. Sí, no debo dudarlo, el Se¬ ñor me hará hallar todo lo necesario para mi alimen¬ to, aún cuando no vea la menor apariencia de ello ; y aún cuando la maldad ó dureza de los hombres me deseche, su bondad me ofrecerá algún lugar de refu¬ gio, donde puesto á cubierto de su furor, pueda des¬ cansar tranquilamente. VEINTISEIS DE MAYO Grandeza y número de las criaturas sobre la tierra «Señor, ¡cuán grandes son vuestras obras, y cuán cr numerosas las maravillas de vuestro poder!» De¬ beríamos dar este testimonio á las obras del Criador, aún cuando de todas las que salieron de sus manos sólo conociésemos la tierra; porque ¡qué extensión no tiene este globo en donde viven tantas naciones diversas ! Ellas ocupan vastos países, y no obstante, ¡ cuántas soledades, y desiertos hay que nunca han sido habitados por el hombre! Y lo que es más ex¬ traño todavía es, que la tierra* firme aún no ocupa, ni con mucho, tanto espacio como el prodigioso ele¬ mento del mar. Pero si la tierra en sí misma nos da ya alguna idea de la grandeza del Omnipotente, no podemos mirar las criaturas que contiene, sin admi- 122 reflexiones rarnos al mismo tiempo del número y de la variedad ue las obras de su Autor. Hallo desde luego innumerables especies de pie¬ dras, de minerales y metales, sepultados dentro de acierra; y sobre su superficie veo que reina la va¬ riedad más asombrosa entre los árboles, las hierbas y los frutos que la hermosean. A pesar de cuantas diligencias se han hecho para observar y clasificar as diferentes especies de vegetales, aún no ha podi- O conseguiise, ni lo conseguirán jamás todos los es¬ fuerzos de los naturalistas. Considero después las criaturas vivientes: ¡mas que extremada diversidad no nos ofrece su compa- i ación! Entre el' águila y el mosquito, el elefante y e ratón, la ballena y el gobio, es prodigiosa la des¬ proporción, y sin embargo todo el intervalo que los separa es una séne continuada de vivientes. Las es¬ pecies de animales se tocan tan de cerca, que á ve¬ ces es difícil distinguir una de otra; y son tantas que esc e el mosquito hasta el elefante, forman como una cadena, en la cual cada eslabón contiene al que le precede. En los mares, los lagos y los ríos ; en la su- • perficie de la tierra y en su seno, no hay sitio que no sirva de habitación á .algún viviente. Pero por grande que me parezca el número de las criaturas animadas que tengo á la vista, ¿qué com¬ paración tiene con el de aquellas que por su pe- queñez se me ocultan? Por medio del microscopio se han hecho descubrimientos casi increíbles. Allí se SOBRE LA NATURALEZA I 23 presenta un nuevo mundo, de que no teníamos la menor noticia. Allí se ven séres vivientes, cuya ex¬ tremada pequeñez apenas podía figurarse la imagi¬ nación, pues los hay mucho menores que el grueso de la milésima parte de un grano de arena. Y no só¬ lo su número y su diversidad, sino aún la belleza y finura de su configuración me llenan de asombro. Lo que parece tosco á la simple vista, y aún lo que se me oculta enteramente, observado por el microsco¬ pio tiene un brillo y una delicadeza que excede á cuanto puede imaginarse. El dorado que nunca sa¬ brá imitar el arte, resplandece en el menor grano de arena, y principalmente en ciertos miembros de los insectos; por ejemplo, en la cabeza y en los ojos de una mosca ; y se advierte en la estructura del más mezquino animal la más exacta simetría y el orden más admirable. En una palabra, se halla que millo¬ nes de criaturas tan pequeñas que con gran dificultad pueden verse sin microscopio, tienen no obstante una' organización tan perfecta en su especie, y son tan propias para cumplir con los fines diversos del Cria¬ dor, como los mayores animales de que está pobla¬ da la tierra. Estas consideraciones me hacen experimentar un vivo sentimiento de mi pequeñez. Me pierdo en este número indefinible de criaturas, que bastarían para testificar la grandeza del Dios que adoro, aun cuan¬ do no existiesen millones de hombres. ¡ Oh, Ser Om¬ nipotente! ¡cuán inmenso es el dominio de vuestro reflexiones 1 24 imperio! En todos los elementos hay vivientes que Vos habéis criado y conserváis. Cada grano de are¬ na sirve de habitación á muchos insectos, que son también criaturas vuestras, y eslabones de la Incon¬ mensurable cadena de la creación. Aquí se pierden mis ideas en lo infinito. Cuanto más medito sobre la grandeza y la diversidad de ías obras del Criador, co¬ nozco más bien lo limitado de mi inteligencia. Por mas que multiplique los números, con todo, no pue¬ do hallar suma que comprenda la de sus criaturas: me es imposible el determinarla, pues está reserva¬ da para los bienaventurados la facultad de con'o- c er ‘a - *J°r ío due á mí toca, no me resta que hacer más que adoraros, oh Criador y conservador de todo cuanto existe. VEI\TI8II TE DE 3IAY0 Multitud de los animales Sin embargo de las dificultades que tuvieron que superar, llegaron los naturalistas, mediante su espí- ntu investigador, tesón é industria, á conocer gran numero de animales. Al presente cuentan ya cuatro¬ cientas quince especies de cuadrúpedos vivíparos, ciento trece de cuadrúpedos ovíparos, dos mil cua¬ trocientas veinticuatro de aves, ciento setenta y cinco • serpientes, ochocientas sesenta y seis de peces, SOBRE LA NATURALEZA 1*5 quince mil de insectos, y mil cientocincuenta y nue¬ ve de gusanos. ¿Mas qué viene á ser este número, y aún el de otras especies, en comparación de todos los vivientes que existen en la naturaleza? Reflexio¬ nad en esa infinidad de insectos que pertenecen á di¬ versos géneros de animales, y que á lo menos suben hasta cien mil especies ; en esa multitud de otros mu¬ chos que nos son del todo desconocidos, y cuyas es¬ pecies se creen ser más de doscientas mil ; agregad á ellas esa innumerable porción de insectos que se alimentan sólo de plantas, que quizá podrían contar¬ se por millones, y ensoberbézcase después el hombre si puede, de sus progresos en el conocimiento de los séres animados. Esta gran suma de animales que pueblan nuestro globo, parecerá sin duda prodigiosa, pero no exce¬ siva, si creemos, con algunos naturalistas, que todo está animado, y lleno de vivientes en el inmenso rei¬ no de la naturaleza. Médicos muy hábiles sostienen que las enfermedades que están acompañadas de erupciones y pústulas, y aun ciertas especies de fie¬ bres, son causadas por gusanos.1 Es también muy verosímil que el aire se haya á veces poblado de ani¬ males que por su extremada pequenez se escapan a nuestra vista. ¿Y quién sabe si esta especie de un¬ dulación que se percibe en la atmósfera en los días 1 Esta es una opinión abandonada va como destituida de to¬ do fundamento. „ Tomo II— 17 I2Ó REFLEXIONES de Verano, no es producida por millones de insectos que hormiguean en ella ? Examina la primera flor que te venga á la mano, una margarita, por ejemplo, ó una rosa, y verás en ella toda una república cié insec¬ tos, cuya figura y diversos movimientos llamarán tu atención. El menor rincón encierra séres vivientes, y la naturaleza prodigiosamente fecunda ha produci¬ do animales en otros animales, y dispuso que un ani mal fuese como un mundo para otras criaturas, que encuentran en él su subsistencia. El aire, los jugos de los animales y de las plantas, las materias corrom¬ pidas, los excrementos, el estiércol, las maderas se¬ cas, y hasta las piedras más duras, viven en cierta manera, sirviendo de habitación á criaturas animadas. El mar parece que no es más que un elemento com¬ puesto de animales. La luz fosfórica que se ve en él en las noches de Verano, se debe á una multitud in¬ numerable de gusanillos lucientes, cuyas partes des¬ pués de corrompidas, se desprenden del cuerpo y relucen aún como el gusano entero cuando vivía. Ejércitos de animalillos, que la vista no puede con¬ tar, voltean y se divierten en los rayos del sol ; y to¬ dos estos habitantes de nuestro pequeño globo, son infinitamente varios en su figura, en sus órganos, en sus miembros, en sus facultades y movimientos. Em¬ prende, oh hombre, el contar todos estos animales ; ensáyate en explicar por guarismos los individuos de una sola especie ; díme cuántos arenques hay, cuán¬ tas aves, cuántas moscas, gusanos . ¡Ah! y ¿cómo 127 SOBRE LA NATURALEZA podrás n¡ aún intentarlo? No sólo ignoras su núme¬ ro, mas aún cuando le supieses, te sería imposible explicarle con cifras. ¡ Qué vasto campo se abre aquí á nuestras medi¬ taciones, y cuán corta se quedará nuestra admiración respecto al infinito poder del Criador! Solo E pro¬ dujo esta multitud inmensa de criaturas de toda es¬ pecie ; y Él sólo es el que las conserva y las mantie¬ ne. Quiero limitarme al alimeto que necesitan estos innumerables ejércitos de animales. Si los individuos que los componen no viviesen sino á expensas unos de otros, se destruirían mutuamente, y la naturaleza sólo nos ofrecería un horrible espectáculo de muerte y carnicería. Pero por fortuna no hay entre los cua¬ drúpedos más que un corto número de animales car¬ niceros, y aun son muy útiles, porque devorando los cadáveres nos preservan de la infección; además e que mantienen un cierto equilibrio en el reino ani¬ mal, impidiendo la demasiada multiplicación de las especies. Por lo demás, ha destinado el Criador sa¬ biamente el reino vegetal para el sustento de los ani¬ males: señaló casi á cada especie su planta particu¬ lar, y para que todas las familias pudiesen encontrar el alimento proporcionado á su número, les asignó igualmente su habitación en diferentes regiones de la tierra. ¡ Con qué exactitud no midió también el terreno ! Un sólo árbol es mayor que muchos milla¬ res de plantas : con todo, no ocupa en la superficie de la tierra sino un espacio de algunos piés en cua- 128 REFLEXIONES tiro; y una muchedumbre de cuadrúpedos, de aves y de insectos hallan en él habitación, sustento v abrigo. ¿Cuáles no fueron también los cuidados del Cria¬ dor para con los animales, rodeándolos de una ma¬ teria fluida, conveniente á sus diversas naturalezas? j)os géneros de mares están destinados para este ob¬ jeto. En estos dos océanos, uno de aire y otro de agua, se hallan distribuidas todas las criaturas vivientes. El fondo de ambos mares es la habitación de una parte de estos animales, como son en el mar superior los l epóles y los más de los cuadrúpedos, y en el* mar inferior los zoohtos, los corales, los mariscos, las ostras y otros. Muchos pueden subir y bajar á su ar¬ bitrio en el elemento de que están cercados, corno en el aire las aves y los insectos, y en el agua las ballenas y la mayor parte de los peces; y únicamen¬ te un corto número de animales tienen la facultad de • v*v'r en uno y otro elemento. ‘ ^ tiene atrevimiento el ateísta para decir en su corazón que no hay Dios! ! ¡Insensato! «pregúntaselo 1 Nada más horroroso que el corazón de un ateísta, nada más falso que su espíritu. LI ateísmo sólo puede ser fruto de una conciencia atormentada, que busca arbitrios para desembarazarse de la causa que le turba é inquieta. Con mucha razón dice Der- ham, sl ha mirado siempre al ateísta como un monstruo entre los nacionales, como una de aquellas producciones extraordina¬ rias que apenas se encuentran en todo el género humano, y que oponiéndose á todos los demás hombres, tienen osadía parare- SOBRE LA NATURALEZA 129 « á los animales, que ellos te enseñarán su existencia; ((consulta alas aves del cielo; y te la declararán ; di- « rige tu palabra á la tierra, á los peces del mar, y « te la explicarán. ¿Puede acaso ignorarse que todas cestas cosas son obra de Ja mano del Eterno?»* 1 VEINTIOCHO DE MAYO Guerra que se hacen entre sí los animales Hay entre los animales una guerra constante, pues se acometen y se persiguen sin cesar. Cada elemen¬ to es para ellos un campo de batalla: el águila es el terror de los habitantes del aire; el tigre vive de car¬ nicería en los bosques; el topo debajo déla tierra; y el sollo en el agua. En estas especies de animales y en otras muchas, la necesidad de sustentarse es la que les. obliga á destruirse mutuamente. Pero hay en ciertas bestias una antipatía, que no nace del mis¬ mo principio. Pues las serpientes y otros animales que se enroscan en la trompa del elefante, y que la oprimen hasta ahogar á este prodigioso cuadrúpedo, no lo hacen con el fin de proporcionarse alimento. Si el armiño salta y se pone en la oreja del oso y del helarse no sólo contra la razón y la naturaleza, sino también contra la Divinidad misma. 1. Job. XJTr¡?; 9. 13° REFLEXIONES elan, y los muerde cruelmente con sus agudos dien¬ tes, no es el hambre el que le induce á semejantes hostilidades. Por lo demás, no hay animal, por pe¬ queño que sea, que no sirva de alimento á otros ani¬ males. No han faltado hombres tan necios á quienes esta disposión de la naturaleza pareció cruel y poco con¬ veniente á la bondad de su Autor; mas esta misma antipatía, estas constantes enemistades, son por el contrario una misma prueba de que todo está bien ordenado. Sí : considerando los animales en común, les es ventajoso que los unos sirvan á la subsistencia de los otros: porque por una parte no podrían exis¬ tir sin esta disposición un gran número de especies; por otra estas mismas especies, léjos de dañar á las demás les son muy útiles. Los insectos y muchos reptiles se alimentan de cadáveres: otros se estable¬ cen en el cuerpo de ciertos animales, y se susten¬ tan con su carne y con su sangre ; y aún estos insectos sirven de pasto á otras bestias. Los animales carni¬ ceros y las aves de rapiña matan á otras criaturas para su sustento. Hay especies que se multiplican tan prodigiosamente, que serían muy incómodas, si no se les pusiese límites ; pues, por ejemplo, caso que no hubiese gorriones que destruyesen los insec¬ tos, ¿qué sería de las flores y de los frutos? Sin el ic¬ neumón ó mangusta, que, según dicen, busca los hue¬ vos del cocodrilo para quebrarlos y destruirlos, este SOBRE LA NATURALEZA 131 terrible anfibio se multiplicaría de un modo espan¬ toso.1 Se vería desierta una gran parte de la tierra, y no existieran muchas especies de criaturas, á no haber bestias carniceras. ¡Y qué! ¿no podrían nutrirse con 1 Por esta razón recibió honores divinos este pequeño cua¬ drúpedo de los egipcios. Mata y come también los pequeños coco¬ drilos, especie d° lagartos, cuya multiplicación es muy numero¬ sa, y serían muy de temer, si no los matase el icneumón luego que nacen. Mas como la fábula anda siempre al lado de la ver¬ dad, se ha dicho que el icneumón entra en el vientre del coco¬ drilo, cuando está durmiendo, y no sale de allí hasta después do haberle despedazado las entrañas. Este animal es doméstico en Egipto, como el gato lo es en Eu¬ ropa, y sirve también para perseguir y cazar los ratones y ratas. Su afición á la presa es aün más viva, y su instinto mayor que el del gato, pues caza igualmente pájaros, cuadrúpedos, lagartos é insectos. Es muy animoso y acomete por lo general á todo 1 > que parece viviente, y se alimenta de toda substancia animal: no le asusta ]a cólera de los perros, ni la malicia de los gatos: no te¬ me ni aun la mordedura de las serpientes; pero tiene mucha aversión al áspid. Dícese que cuando quiere combatirle, tiene la astucia de revolcarse ántesen el barro, hundirse en el agua y revolverse después sobre el polvo, y que luego se pone al sol pa¬ ra hacerse una especie de coraza. De esta suerte no teme ata¬ car y perseguir las serpientes más venenosas; mas ántes de ven¬ cerlas recibe algunas veces en el combate mordeduras crueles y peligrosas, y no suelta su presa sino cuando comienza á sentir las terribles impresiones del veneno: entonces va, según se dice, á buscar las ratees qua llaman los indios “innngo ó múñeos,” y Linneo “ophiorrhiza mungos,” que aseguran ser uno de los más poderosos remedios contra la mordedura de la vívora. 132 REFLEXIONES vegetales? Pero entonces nuestros campos apenas bastarían para alimentar á los gorriones y golondri¬ nas: sería menester también que la estructura del cuerpo de los animales carniceros fuese absoluta¬ mente muy diversa de la que ahora es. ¿Ni cómo hallarían su subsistencia los peces, si se les hubiese privado el sacarla de los habitantes de las aguas? Por otra parte, sin las continuas guerras que hay en¬ tre ellos, los animales perderían mucho de su viveza y de su industria: la creación no fuera tan animada; las bestias caerían en una especie de entorpecimien¬ to, y aun el hombre mismo perdiera mucho de su ac¬ tividad. Añadamos á esto que si reinase una paz universal entre los animales, n.os faltarían muchas pruebas incontestables de la sabiduría de Dios, por¬ que la destreza, la sagacidad y el instinto maravillo¬ so con que acechan y sorprenden su presa, nos ma¬ nifiestan de un modo el más sensible, aquel atributo del Criador. Léjos pues de que las guerras de los animales os¬ curezcan las perfecciones del Ser infinito, las hacen brillar con un nuevo lustre. Entraba en el plan del mundo, que un animal persiguiese á otro. Así que, no resultando la entera destrucción de algunas espe¬ cies, sino que sirviendo por el contrarío estas inter¬ minables disensiones para mantenerlas todas en un perfecto equilibrio ; la consecuencia es, que las bes¬ tias carniceras son eslabones indispensables de la cadena de los séres, y que por esta misma razón es SOBRE LA NATURALEZA * I 33 muy corto su número, si se compara con el de los animales útiles. Además de que los más nocivos y los más fuertes, son por lo común aquellos que tie¬ nen menos inteligencia y destreza: destrúyense mu¬ tuamente, ó sus hijos sirven de alimento á otros ani¬ males ; siendo así que la naturaleza ha concedido á las especies más débiles tanta industria y tantos me¬ dios para defenderse, dándoles en recompensa finu¬ ra en los sentidos, ligereza, y la astucia necesaria para contrarestar la fuerza de sus contrarios. Este estado de guerra, que á primera vista pare¬ cería tan extraño y opúesto al plan de la creación, nos manifiesta la sabiduría de sil Criador, y es en el fondo un verdadero bien. Ouedaríamos aún más con- vencidos de estas verdades, si tuviésemos un cono¬ cimiento menos limitado del conjunto de los séres; si pudiésemos percibir todos los enlaces y relaciones que las criaturas tienen entre sí, y sondear su natu¬ raleza, que es todavía un misterio para nosotros ; pero esta ciencia está reservada para la vida futura, para el estado feliz de la bienaventuranza, en que viendo á Dios cara á cara, se nos manifestarán sin enigma sus divinas perfecciones. No obstante, en la tierra podemos ya divisar la causa de ser necesarias las hostilidades de los ani¬ males: ¿mas por qué entre las criaturas de una es¬ pecie infinitamente superior se ven reinar tantas dh visiones, tantos odios? ¡Ay! es preciso confesar en oprobio de la humanidad que también hay entre los Tomo ti. — iS *3 4 REFLEXIONES hombres animales feroces y destructores ; pero con la vergonzosa diferencia que son muchas más sus hostilidades, y que se valen con frecuencia de cami¬ nos más extraviados y secretos para hacerse daño los unos á los otros. Sin embargo, la intención de nuestro benéfico Criador es, que cada hombre se ha¬ ga útil á sus semejantes, que contribuya á su felici¬ dad, que en suma, los defienda y beneficie como su padre. ¡Es posible que nos escandalicemos de las divisio¬ nes de los brutos, cuando respecto á nuestros her¬ manos nos entregamos á horrores que hacen extreme- cer! Nuestro Padre celestial nos crió para concurrir á sus benéficos designios, para hacer reinar sobre la tierra la amistad, la concordia y unión fraterna; ¡cómo pues la hacemos la mansión del odio y de los furores! Que los animales destituidos de razón se persigan y devoren, no hay que extrañarlo, porque así llenan el fin para que fueron criados; mas nosotros que somos los reyes de la tierra, los llamados á destinos más al¬ tos ; nosotros, séres inteligentes y sensibles formados para amar, amémonos á ejemplo de nuestro buen Dios, que nos prescribió el orden ; amémonos con aquel amor que restituiría á la tierra la justicia y to¬ dos los bienes, en una palabra, la felicidad general. Y á la verdad, ¿hay gozo más puro que el de hacer felices á los demás? SOBRE LA NATURALEZA 135 YEIXTIXIIEVE HE MAYO » ' ' Abuso que se hace de los animales I)e tantas maneras abusan los hombres de los ani¬ males, que sería muy difícil numerarlas; peí o en ge¬ neral puede decirse que ó bien se hace muy poco aprecio de ellos, ó bien se les da una estimación exce¬ siva, y en uno y otro caso obramos de un modo con¬ trario alas intenciones del Criador. Hacemos muy poco aprecio de los brutos, cuando con el pretexto de que Dios nos ha permitido su uso, nos arrogamos sobre ellos un imperio limitado, tra¬ tándolos según nuestros caprichos, ¿mas cómo po¬ dremos probar que tenemos este derecho? Y aún supuesto que le tuviésemos, ¿fuera justo que nuestro imperio degenerase en tiranía? Todo hombre que no está todavía corrompido por sus pasiones y hábitos viciosos, es naturalmente inclinado á compadecerse de cuanto está dotado de sentimiento y de vida. Esta disposición es una de las más apreciables prerogati¬ vas de la especie humana, y el hombre que llegase á extinguirla en sí mismo, mostraría hasta qué punto se había degradado de la nobleza de su séi. No le faltaría entonces más que dar un paso, para negar á sus semejantes la compasión que en cierto modo nos identifica con todos los vivientes, y bien presto fuera un monstruo. 136 REFLEXIONES La experiencia justifica sobradamente lo que digo, y acaso no habrá persona que no pueda citar algu¬ nos ejemplos. La historia nos los da por lo menos: en ella se ve que los pueblos que se divertían .viendo luchar los animales, se distinguían también por su crueldad para con sus semejantes; tan cierto es que nuestra conducta con las bestias influye en nuestro carácter moral y en la dulzura de nuestras costum¬ bres. Por el contrario, ¡ cuán amable debía ser, y con cuánta perfección no debía conocer el imperio de la beneficencia, ese pueblo que condenó á un ciudada¬ no por haber tenido la barbarie de quitar la vida á un inocente pájaro, que perseguido de un cruel bui¬ tre, iba á buscar un asilo en su seno ! No sólo debe¬ mos la compasión á una criatura por ser racional; sino también por ser sensible. Además ¿qué senti¬ miento de humanidad podía hallarse en el corazón del que no alcanzó á enternecer la confianza del des¬ graciado volátil, que se refugiaba á él como á su pa¬ dre y defensor? Pero quizá se dirá-que tenemos derecho para ma¬ tar los animales nocivos. Lo confieso, es verdad : mas ¿se sigue de aquí que estemos autorizados para arran¬ carles de un modo cruel, y aún pudiera añadir, sin pesar y sin compasión, un bien tan apreciable á to¬ das las criaturas? ¿Puede hallarse placer y aún un júbilo bárbaro, en una acción á que no nos obliga la necesidad; y quitando la vida á un inocente animal tenemos derecho de hacerle sufrir mil tormentos ex- SOBRE LA NATURALEZA 137 quisitos, muchas veces más crueles que la misma muerte? Es cierto que el Criador nos clió los anima¬ les para servir á nuestras necesidades y placeres, y que están destinados para aliviar nuestros trabajos con los suyos; pero inferir de aquí que nos sea per¬ mitido fatigarlos sin necesidad, cargarles de un tra¬ bajo superior á sus fuezas, negarles el alimento tan merecido por sus servicios, y en fin, agravar sus pe¬ nas con los más duros tratamientos, sería ocultar bajo la figura de hombre inclinaciones de tigre. Mas como los hombres son extremados en todo, los hay también que caen en un exceso totalmente opuesto, y por sus cuidados y apego á los brutos, pa¬ rece que les merecen más atención que los séres de su propia especie. El carácter social de ciertos ani¬ males que tienen más relaciones con nosotros, que nos rodean y que viven en nuestras casas, en una palabra, aquellos que nos divierten ó nos son útiles, les inspiran muchas veces una ternura que declina en ridiculez. Se encuentran mujeres y aún hombres tan extravagantes, que aman estas criaturas de suer¬ te, que les sacrifican los oficios á que con mejor des¬ tino estaban obligados para con sus semejantes. Que la guerra se encienda entre las naciones; que las ar¬ madas se destruyan mutuamente : esta noticia no ha¬ rá la menor impresión en esa dama, que al otro día no podrá consolarse por la pérdida de su falderito. Habrá otra que pisando el suyo inadvertidamente al¬ gún criado, le hará sufrir los efectos más violentos REFLEXIONES 133 de su cólera; y no faltan quienes hacen separar de su mesa para el perro ó gato lo que bastaría para la subsistencia de un pobre, dando materia de murmu¬ ración a toda la casa. ¡ Cuánto pudiera decirse sobre este punto ! Pero paremos aquí para acabar esta me¬ ditación con una advertencia muy importante. Los padres y todos los que cuidan de la educación de los niños, deberán poner mucho cuidado en abs¬ tenerse escrupulosamente de abusar en manera al¬ guna de los animales. Es tanto más necesario el in¬ sistir sobre esta máxima, cuanto que es más general el descuido eñ practicarla, y son más perversos los ejemplos que se dan á los niños en el particular; lo que influye tal vez del modo más funesto en toda su educación , y por lo mismo jamás debiera matarse animal alguno en su presencia, y mucho menos man¬ dárselo á ellos. Acostúmbreseles á tratar los animales como que tienen vida y sentimiento, y á los cuales les tenemos que pagar algunas obligaciones : mas por otra parte guárdense bien de que los niños, siguien¬ do su natural inclinación, se aficionen demasiado á los animales, y de que se apasionen por ellos, prefi¬ riendo tal vez las bestias á los hombres: en suma, en¬ señémosles á usar bien de estas criaturas, y sobre todo, procuremos que, desde sus tiernos años, se ha¬ bitúen á reconocer aún en los animales vestigios de la sabiduría del Criador. SOBRE LA NATURALEZA 139 TREINTA DE MAYO Daños que causan los animales El hombre es naturalmente egoísta; y olvidando tal vez que los animales que se le dieron por compa¬ ñeros, tienen también derecho como él á las produc¬ ciones de la tierra, le parece que le roban cuanto consumen. Aflige sin duda el ver que tantas produc¬ ciones déla tierra, y muchas veces las más hermosas, estén expuestas á los estragos de los animales. Nun¬ ca se pasa el Verano sin que veamos, especialmente en el reino vegetal, los danos que ocasiona la vora¬ cidad de diversas especies de cuadrúpedos, de aves y de insectos. ¡ Cuántos árboles destruyen y cuántos frutos consumen los gusanos, los abejones y las oru¬ gas! ¿De cuántas cosas necesarias para nuestra sub¬ sistencia no nos privan el insaciable gorrión , y el cuervo no menos avaro? ¡ Cuán triste es ver un cam¬ po minado por los topos, destruido por los turones, ó que ha llegado á ser pasto de la langosta! Repiten con frecuencia los hombres estas quejas, y se figuran que ciertas razas de animales sólo exis ten para atormentar al género humano. En paite son fundadas estas quejas y sería contradecir á ia expe¬ riencia el dudar que hay animales dañosos á los hom¬ bres y á las plantas. Sobre todo, no púede negarse que los insectos causan grandes daños, y que es más 140 REFLEXIONES fácil exterminar los lobos, los leones, y otras bestias feroces, que acabar con tales animalillos cuando sus numerosos ejércitos cubren un país. En el Perú hay una especie de hormiga llamada chako , que es un verdadero azote para los habitantes, y aún su vida misma correría peligro, si no tuviesen precaución pa¬ ra librarse de estos enemigos temibles. También se sabe cuanto daño hacen las orugas en los árboles frutales, y los ratones en nuestras paneras. Mas por reales que sean estos inconvenientes, nunca autorizan unas quejas tan amargas como las que suelen hacerse. La voracidad de los animales no es pues tan nociva como se nos figura: y para con¬ vencerse de ello bastara considerar el reino animal en común, lal especie que parece perjudicial, tiene no obstajite una utilidad efectiva, y sería muy peli¬ groso el empeñarse en destruirla. Algunos habitan¬ tes de las colonias inglesas de la América, creyendo que los grajos hacían daño á los granos, se propusie¬ ron destruir su raza; pero á medida que se minoraba el número de estas aves, quedaban admirados del estiago que una multitud enorme de gusanos, de orugas y abejones hacían en los trigos. Muy presto dejaron de perseguirá estos pretendidos enemigos, que multiplicándose hicieron cesar el azote que ha¬ bía sido una consecuencia de su destrucción. En Sue¬ cia se formó el proyecto de aniquilar las cornejas; mas llegó á observarse que estas aves no sólo gustan de los granos y de las plantas, sino que devoran tam- SOBRE LA NATURALEZA I4I bién los gusanos y las orugas, que destruyen las ho¬ jas ó la raíz de ios vegetales. En la América septen¬ trional se dieron con furor á cazar gorriones, y se multiplicaron tanto los mosquitos en los sitios panta¬ nosos, que se vieron precisados á dejar muchas tie¬ rras incultas. Este mismo pájaro se vió también pros¬ crito en Prusia, como nocivo á la agricultura. A cada aldeano se le impuso la obligación de dar anualmen¬ te doce cabezas de estas aves; pero al segundo ó ter¬ cer año se echó de ver que las mieses eran devora¬ das por los insectos, y se vieron obligados á hacer venir gorriones de los países vecinos para volver a poblar de ellos el reino. Verdad es que á falta de in¬ sectos comen algunos granos de trigo ; mas aquellos, entre otros los gorgojos, los consumen á fanegas, ) aún graneros enteros. Ea cáza de los faisanes, muy considerable en la isla de Procita, dio motivo al Rey de Ñapóles para prohibir á los habitantes tener ga¬ tos en sus casas ; pero al cabo de algunos años muí tiplicándose los ratones y . las ratas, causaron tamos daños, que fué preciso abolir aquella ordenanza. ¡ Cuán insensatos somos! ¡Envidiamos á las bes tías esta pequeña parte de sustento que piden de jus ticia sus servicios ! ¿podremos pues nosotros llegar á consumir todas las producciones de la tierra de las aguas? ¿ó acaso nos falta algo para nuestro alimento ó recreo, porque las aves, los ratones, los insectos tengan parte en los bienes que Dios nos concede con tanta profusión? En lugar de quejarnos tan injusta- Tosío ii— 19 142 REFLEXIONES mente, reconozcamos en esto la sabiduría del Cria¬ dor. En efecto, al ver esos grandes almacenes en que tantos avarientos amontonan el sustento y las telas de toda una provincia, ¿no deberemos bendecir la próvida mano que formó al insecto que los obliga á venderlos? ¿Cuántos pobres no andarían desnudos, si la polilla no devorase la lana de los ricos? Lo que hay también de admirable en este punto es, que los géneros de puro lujo no están sujetos á la voracidad de los insectos, como los de primera necesidad. El café, la seda y el algodón pueden conservarse sin riesgo; pero en las Indias, donde estos frutos son ne¬ cesarios para la vida, se crian insectos que los des¬ truyen prontísimamente, con especialidad el algodón. lodo está unido en el vasto imperio de la natura¬ leza: ninguna criatura es inútil en él, aunque no co¬ nozcamos el destino de muchas de ellas. Basta que existan, para que tengamos motivo de suponer que su existencia tiene los más sabios fines. Así que, el ver las destrucciones y los desórdenes aparentes de la naturaleza, debe hacernos subir hasta Dios, que. no ha criado nada en vano, que nada conserva sin razón, y que si permite que perezca alguna cosa, no lo consiente sin designio. Si estamos vivamente con¬ vencidos de estas verdades, todas las obras de Dios, nos moverán á glorificarle y á bendecirle. SOBRE LA NATURALEZA 143 TREINTA Y UNO DE MAYO Lenguaje de lo» animales El hombre es propiamente el único animal ácpúen puede atribuirse un lenguaje, y en esto es en lo que más manifiesta su superioridad sobre todos los demas vivientes. Por medio de la palabra extiende su impe¬ rio sobre toda la naturaleza: subeá su divino Autor, le contempla, le adora y le obedece. Por ella apren de á conocerse á sí mismo, y á cuantas criaturas e rodean, y consigue hacerlas servir para su utilidad. Todos los animales á excepción del hombre, carecen de esta facultad, porque les falta la razón, que es la que nos hace susceptibles de la instrucción del len¬ guaje, y del uso de la palabra. No obstante, como los brutos dan á conocer sus necesidades j sensa dones con signos naturales, y prefieren ciertos soni¬ dos que manifiestan sus pasiones, se les debe atri buir un género de lenguaje. La diversidad de estos tonos, su número, el uso y el orden con que se su ceden, incluyendo también sus gestos, son la esencia del idioma de los animales. Para formarnos una justa idea de esta facultad en las criaturas privadas de razón, no necesitamos entie gamos á penosas indagaciones; bástanos obser\ar los animales que cada día tenemos á la vista, } con H4 reflexiones quienes, en algún modo, tratamos familiarmente. Examínese la gallina con sus pollos: luego que ha- 11a algo, los llama y los convida, ellos la entienden y van al instante. Si han perdido de vista á su tierna madre, sus piadas lastimosas expjican su angustia y el deseo que tienen de encontrarla. Atended también á las diversas voces del gallo, ya cuando un extraño o un perro entra en el corral, ó ya cuando un gavi¬ lán, ó algún otro enemigo se deja ver, ó bien cuando llama y responde á las gallinas. ¿Qué significan l is lastimeras voces de la pava? Sus hijuelos se esconden, quedan como inmobles, y aún se diría que estaban muertos. Mira al cielo la madre, y se redobla su an¬ siedad; pero ¿qué es lo que vé en él? Un punto ne¬ gro que apenas le distinguimos posotros, y este pun¬ to es un ave de rapiña, que no lia podido ocultarse a su vigilancia y perspicaz vista. Desaparece el ene¬ migo, da la pava un grito de placer: cesa la inquie¬ tad, reaniman se los hijuelos y se juntan con alegría al rededor de su protectora. Es tan vario, tan fecundo y tan rico en sus expre¬ siones el lenguaje del perro, que bastaría sólo él pa¬ la formar un diccionario. ¡Quién podrá mostrarse insensible cuando este fiel doméstico manifiesta el júbilo que le causa el regreso de su amo! Salta, bai¬ la, corre á una y otra parte; da vueltas con precipi¬ tación y con gracia al rededor de su amado dueño; aetiénese repentinamente, le mira de hito en hito con las señales de la mayor ternura, se llega á él, le lame SOBRE LA NATURALEZA H5 y le acaricia muchas veces; después, volviendo á co¬ menzar de nuevo sus juegos, desaparece y vuelve trayendo en la boca alguna cosa, le hace mil halagos, ladra, da parte á todo el mundo de su dicha, y ex¬ presa de mil modos su alegría. ¡Mas cuanto no se diferencian los sonidos que ahora profiere, de los lú¬ gubres ahullidos que da por la noche al sentir un la¬ drón, ó de los que despide al ver algún lobo! Si le seguís en la caza, veréis cómo sabe hacerse entender por todos sus movimientos, especialmente por los de la cola, y el arte con que arregla sus pasos, y sus di¬ ferentes señales á los descubrimientos de que quiere dar parte al cazador. Hay quien cazando al reclamo se vale del mochue¬ lo: descúbrele una golondrina, grita y vuela algún tiempo al rededor de aquel triste avechuelo, y des¬ aparece. Al cabo de un cuarto de hora se dejan ver una multitud de golondrinas, que obligan á abando¬ nar la caza ; y es que la primera ha tocado alarma. ¡Cuán admirable es la sabiduría y la bondad del Sér supremo! ¡Qué benéfico cuidado no ha manifesta¬ do hacia los animales, concediéndoles el poder expli¬ car con sus actitudes y sonidos sus sensaciones y ne¬ cesidades! Según su organización y la naturaleza de su alma, era imposible que hablasen el lenguaje hu¬ mano ; pero serían más dignos de lástima, y menos á propósito para nuestro uso, si el Criador los hubiese privado enteramente de la facultad de hacerse en¬ tender. Para recompenzar la falta de la palabra los 146 REFLEXIONES dotó de la destreza de comunicar de mil maneras sus sensaciones, así al hombre, como á sus semejantes. Dióles también órganos propios para producir y va¬ riar un cierto número de sonidos ; y su estructura es tal, que cada especie tiene sonidos particulares y dis¬ tintivos para poderse explicar. De aquí nace que cuando se sopla en la traquearteria de una oveja, ó de un gallo muerto, parece que se oye al animal mis¬ mo. En una palabra, el Criador dió al lenguaje de los animales la perfección de que era capaz su natu¬ raleza, y la que exigía el fin para que los crió. ¡Qué perfecto me parece el hombre, cuando le con¬ sidero con respecto al don de la palabra! El idioma de los brutos sólo consiste en ciertos ademanes, y una multitud de sonidos informes. No son capaces de aprender un lenguaje metódico, ni de conocer los objetos más que por algunas cualidades sensibles, que es á lo que se reducen todos sus juicios y todas sus comparaciones. Como que únicamente son sus¬ ceptibles de afecciones físicas relativas á sí mismos y á su bienestar, las ideas y afecciones morales les vie¬ nen á ser esencialmente nulas. Mas yo puedo elevar¬ me á nociones y sentimientos de este orden: lavan- tarme á ideas generales, y separar el objeto de las cualidades que le distinguen ; puedo, por medio de un número infinito de sonidos articulados y arbitra¬ rios, explicar todos mis conceptos, conocer las rela¬ ciones que me ligan con los demás, obrar conforme á ellas, y asegurar así mi felicidad. Oh Criador mío, SOBRE LA NATURALEZA 147 ¡cuán reconocido no os debo estar por este beneficio! No sólo no olvidaré jamás vuestros favores, y espe¬ cialmente aquellos que me proporcionan comunicar con todos mis semejantes, sino que nunca reflexio¬ naré sobre el uso de la palabra, sin pensar en la ex¬ celencia de mis privilegios, y en vuestra bonded de quien los he recibido. PRIMERO DE JUMO Ventajas corporales que tienen los nnimales sobre nosotros Si los animales son inferiores al hombre bajo mu¬ chos aspectos, también bajo de otros exceden nota¬ blemente á este jefe de la tierra. Cuando se exa¬ minan con alguna atención los séres destituidos de inteligencia, se descubren en ellos varias ventajas de que estamos privados. Desde luego es incontes¬ table, que su cuerpo es más fuerte y más robusto que el del hombre. La mayor parte de los animales pue¬ de, desde que nace, servirse de todos sus miembros, buscar su alimento y obrar conforme á su destino. Libres de las enfermedades crueles á que estamos expuestos, y que destruyen muchas veces nuestra frágil máquina, gozan durante su vida de toda la fuer¬ za de su constitución. ¡Que instinto tan maravilloso, qué sagacidad, qué destreza no manifiestan en el uso de sus miembros y de sus sentidos! ¡Cuánta no es la 148 REFLEXIONES finura del olfato en ciertas especies! ¡Cuán sutil y pe¬ netrante no es su vista! ¡Qué agilidad, qué ligereza en todos sus movimientos, ya vuelen ó ya corran! V si todavía consideramos el aparato magnífico de sus órganos, su admirable estructura, la noble y majes¬ tuosa figura de algunos, se bailará que, tocante al cuerpo, tenemos sobre ellos pocas prerogativas, y que ellos tienen muchas sobre nosotros por varios respectos. Laméntase el hombre de semejante disposición, y no contento con este orden, quisiera que Dios le hu¬ biese daclo la ligereza de las aves, la fuerza del ca¬ ballo, el olfato del perro, la velocidad del ciervo, y la perspicaz vista del águila. Pero estas quejas son tan vanas como insensatas, porque si llegásemos á cono¬ cer todo el precio de un alma racional, conoceríamos también las inmensas ventajas que gozamos sobre los animales, no obstante toda su destreza y todo su instinto. ¿Por qué ha dado el Criador á las criaturas privadas de razón ciertas preeminencias corporales? ¿Por qué las ha dotado de tanta fuerza, de un sentido tan exquisito, de tanta ligereza y astucia en los diver¬ sos movimientos de su cuerpo, de un instinto tan de¬ licado, tan seguro, y de tanta sagacidad para buscarse el alimento? ¿Por ven-tura no fué para indemnizarlas, en alguna manera, de otras facultades que les faltan, y con que nos privilegió á nosotros? Los hombres, ha¬ ciendo buen uso de la razón, podemos precaver mu¬ chas enfermedades y librarnos de muchos peligros: SOBRE LA NATURALEZA 1 49 podemos con cierto régimen, ó recurriendo á los me dicamentos, prevenir á curar las dolencias y los males de nuestro cuerpo, ó por lo menos aliviarlos. Núes tras facultades intelectuales nos proporcionan una multitud de comodidades, y el comercio con los de¬ más hombres que nos ofrece la vida social, contri buye de mil modos á nuestro bien estar. Los brutos carecen de todas estas ventajas, sólo porque no re¬ cibieron el don inestimable de la razón ; y á la verdac estas criaturas inferiores hubieran sido muy infelices, si el Criador no las hubiese indemnizado por aquel medio. Estas consideraciones nos recuerdan los paterna les cuidados de la sabia Providencia para con los hombres. Para nosotros formó Dios á los brutos con un arte tan maravilloso, y para que nos fuesen más útiles los dotó de tanta fuerza, industria y agilidad. ¡A cuántas incomodidades no estaríamos expuestos, y de cuántas conveniencias no careceríamos, si los animales, cuyo uso diario nos es tan indispensable, tuviesen menos perfecciones corporales! Considere¬ mos también que las ventajas de que gozan, se limi¬ tan á la vida presente, en lugar de que el hombre, criado para la inmortalidad futura, verá su cuerpo elevado al más alto grado de gloria y de felicidad, y estará libre en todas las imperfecciones y necesida des á que vive sujeto en la tierra. Tomo ti. — 20 150 REFLEXIONES DOS DE JUMO Conformidad entre las plantas y los animales Después de haber discurrido sobre los reinos ani¬ mal y vegetal, que han sido hasta aquí la materia de nuestras meditaciones, y cuyas diferencias hemos ob¬ servado con respecto á los animales, ensayémonos ahora en comparar estas dos grandes clases deséres organizados; y considerémos si median entre ellas algunas conformidades capaces de demostrarnos, que el Supremo Artífice que las formó, variando sin cesar las obras de sus manos, sabe siempre grabar en ellas el sello de la divinidad. Parece que la naturaleza sube por grados imper¬ ceptibles de las -plantas á los animales; y para dis¬ tinguir exactamente todos estos grados sería menes¬ ter la penetración de un ángel. Mas lo que podemos notar es, que, á pesar de cuantas diferencias se en¬ cuentran entre estos dos reinos, se hallan sin em¬ bargo muchas conformidades. La semilla es para la plantado que el huevo para el animal. De la primera sale un tallo, oculto ántes bajo de jos tegumentos, que se esfuerza á elevarse sobre la tierra; lo mismo el animal, una vez desen¬ vuelto en el huevo, rompe la cáscara para respirar el aire libre. La yema ó el botón del árbol es en el sobre la naturaleza 151 reino vegetal lo que el embrión en el animal: esta yema no penetra la corteza, sino cuando ha llegado á una cierta magnitud, y queda pegada á ella para percibir su alimento por medio de las fibras á que está unida. El embrión á cierto tiempo sale de la matriz y nace; y aún entonces no pudiera vivir mu cho, si no le sustentase su madre. La planta se nutre de los jugos que le vienen de afuera, y que, pasan do por diversos canales se transforman en su propia sustancia. Del mismo- modo se hace la nutrición del animal : recibe también de afuera su alimento, y des pués de haber pasado por diferentes vasos, se muda en su propia sustancia. La planta crece por desarro lio ó por la extensión gradual de sus partes: sigue a esta extensión cierto grado de endurecimiento en las fibras, disminuyéndose aquella á proporción que es¬ ta crece, y cesando del todo cuando la dureza es tal, que ya no cede á la fuerza que tira á agrandar sus mallas. Los mismos fenómenos se advierten entre los animales; y aun entre estos los que tai dan más en endurecerse, son igualmente que las plantas de es¬ te género, los que crecen por más tiempo. La fecun dación así en el reino vegetal como en el animal, es también susceptible de iguales comparaciones. La multiplicación de las plantas no se hace únicamente por semillas y por enjertos, sino también por estacas, acodos y otros medios. No es muy desemejante lo que se observa en los animales, pues se multiplican no sólo poniendo huevos ó dando á luz pequeños *52 REFLEXIONES vivientes, mas también por sus ramas, como se ve en los pólipos. Las enfermedades de las plantas, y las de los ani¬ males tienen causas externas, ó internas. En fin, al modo que el vegetal, librándose de los diversos ac¬ cidentes de la vida, no se exime ni de la vejez ni de la muerte, así el animal, preservado ó restablecido de las enfermedades que conspiran contra él, no po¬ drá libertarse de la triste vejez. Endurecidos con el tiempo los vasos en ámbos séres, se obstruyen ; dejan de circular los líquidos con la misma velocidad; sus elaboraciones se hacen imperfectamente, sufren y contraen alteraciones que pronto se comunican á los vasos que los contienen : cesa la circulación, y el sér organizado muere y se reduce á polvo. Los rasgos que forman el paralelo de la planta y del animal, desde su nacimiento hasta la muerte, prueban con evidencia la grande analogía que reina entre estas dos clases de séres organizados. Aun hay otros manantiales de comparaciones que nos ma¬ nifiestan similitudes dignas de notarse. Hay plantas y bestias que habitan los propios lugares, esto es, la superficie y lo interior de la tierra, el aire, el mar y los ríos. Unas y otras son sumamente numerosas, aunque las primeras estén menos multiplicadas que las segundas. La forma y la estructura de estas dos clases no dejan de tener alguna semejanza. Al ver que la naturaleza pasa de las plantas á los animales por grados imperceptibles, pudiera mirarse SOBRE LA NATURALEZA 153 á unos y otros como séres clel mismo género ; pero hay entre los dos una línea de demarcación que fija á cada cual su término respectivo; uno para la sen¬ sación de los animales y otro para la vegetación de las plantas. Por lo que toca á la física, parece haber¬ se demostrado hasta aquí similitudes generales entre estos dos reinos, no obstante algunas diferencias que los distinguen. Y cuando llegase á descubrirse algu¬ na que aún no se hubiese advertido, siempre es cier¬ to que la naturaleza diversifica sus obras con mati¬ ces tan delicados, que apenas puede discernirlos el entendimiento humano. ¿Y quién sabe cuantos des¬ cubrimientos están aún reservados para los venide¬ ros? Algún día quizá se conocerán vegetales cuyas propiedades se acerquen más á las de los cuerpos animados, y animales que se aproximen más á *a cía se de las plantas. La similitud que se halla entre los animales y las plantas, nos hace palpables el poder y la sabiduría de este gran Ser, que por medios casi semejantes nos presenta resultados tan diversos. Mas aprende, ¡oh hombre! á humillarte. Tú mismo participas de la naturaleza de la planta y de la del animal : á Dios es á quien debes el estar colocado entre el bruto y el án gel. Procura acercarte cada vez más á los espíritus celestiales ; y pues que se te ha concedido tener una cierta semejanza con tu Criador, aspira sin cesar, imitando según tus fuerzas los divinos atributos, á aquella sublime felicidad que te prepara en la parti- 1 54 REFLEXIONES cipación y g oce de su propia bienaventuranza. Pien¬ sa en lo que eres ahora, y en lo que vendrás á ser algún día. «¡Qué maravillosa es esta criatura, que semejante « al bruto se alimenta del seno de la tierra, y seme- « jante al ángel eleva al cielo su pensamiento: cria- « tura de la cual perece po’r algún tiempo una mitad « cómo perece el bruto, y cuya otra mitad vive una «vida inmortal; criatura destinada á la perfección y « á la santidad ; á ser libre y con todo sujeta á Dios; á « alabarle para siempre, y á vivir dichosa poseyén- « dolé por toda la eternidad!» TRES DE JUNIO Uelaciones de los brutos con los elementos y las plantas Las diversas relaciones que median entre los ani¬ males y los elementos es un estudio muy interesante. Comenzando por el fuego , consideremos los respec¬ tos que tienen con el astro que es su origen, por estar guarnecidos sus ojos de párpados y pestañas para moderar el resplandor de la luz ; por este esta¬ do de entorpecimiento llamado sueño, en que que¬ dan sumergidos la mayor parte, cuando deja de bri¬ llar el sol sobre el horizonte; por el abrigo de sus pieles, relativas á su ausencia y hechas para suplir su calor. Sigamos después las relaciones que tienen con SOBRE LA NATURALEZA 155 el aire, por su aptitud, peso, ligereza, y por los órga¬ nos de la respiración ; con el agua por las diferentes curvaturas de sus cuerpos, por lo untuoso de su pelo y plumas, por sus escamas y aletas ; en fin, con la tie¬ rra, por la forma de sus piés, ya hendidos ó armados de uñas y garabatillos para terrenos duros, ya anchos ó guarnecidos de cascos para el suelo que cede fácil¬ mente; y por otros medios progresivos que supo^ va¬ riar la naturaleza á proporción de los obstáculos que tenían que superar. Sin embargo, todas estas diversa» configuraciones, en vez de ser en los animales efectos- mecánicos de la acción de los elementos en que viven, y por consiguiente léjos de ser una producción suya necesaria, están por el contrario casi siempre en ra¬ zón inversa de estas mismas causas. Así vemos que muchos mariscos se hallan revestidos de ásperas y duras conchas en el seno de las aguas, y que gran multitud de animales que habitan las rocas, están cu¬ biertos de blandas pieles. Si pasamos luego á los vegetales, encontraremos que la naturaleza puso en relación con ellos el olía? to, la boca, los labios, la lengua, las mandíbulas, los dientes, el pico, el estómago, lo que prepara el qui¬ lo, las secreciones, y el apetito é instinto de los ani¬ males. Aunque no puede decirse que cada -especie de animal subsiste de una sola planta, con todo, la experiencia nos convence que cada cual prefiere una determinada, cuando queda á su arbitrio la elección, preferencia que se hace más notable en la estación 156 REFLEXIONES en que paren ; pues entonces se contraen á aquellas que les dan á un mismo tiempo alimento, cama y abrigo con la más perfecta comodidad. Así es que el gilguero se aficiona al cardo, por hallar un baluarte en sus espinosas hojas, víveres en su semilla y ma¬ teria para el nido en.su borra. El pájaro mosca de la Florida prefiere por iguales motivos una planta sarmentosa, cuyos vástagos se elevan á la altura de los mayores árboles, y que por lo común cubren to¬ do su tronco: forma el nido en una de las hojas, arro¬ llándola en figura de bocina: susténtase desús rojas flores, chupando el néctar de las glándulas ; y su cuer- pecito introducido en estas flores parece una esme¬ ralda engastada en coral. Cubre la naturaleza frecuentemente bajo el propio techo una planta y un animal, enlazándolos con igual destino; y á los dos se les ve romper juntos la mis¬ ma cáscara, salir á luz, desenvolverse, propagarse y morir. Lo que se hace notable al tiempo de sus res¬ pectivas transformaciones, pues al paso que una planta desarrolla sucesivamente sus gérmenes, boto¬ nes, flores y frutos, se deja ver un insecto sobre su follaje, ya huevo, ya gusano, ya ninfa ya mariposa; la cual encierra, no menos que sus padres, las se¬ millas de su posteridad. Estas relaciones son tan sen¬ sibles en los insectos, que los naturrlistas han ca¬ racterizado algunos por el nombre de la planta en que viven : como son la oruga del titymalo, y el gu¬ sano de seda de la morera. SOBRE LA NATURALEZA o / Quizá no hay un solo animal, sin exceptuar los car¬ nívoros, que no entre en este plan ; porque aún cuan¬ do la vida de estos parezca como injertada en la de as especies vivientes, sin embargo, no hay uno que de¬ je de hacer uso de algún vegetal ; lo que es fácil o - servar no solamente en los perros que comen a glu¬ ma oficinal, y en los lobos, las zorras, las aves de ra¬ piña, que todas comen las plantas que han tomado sus nombres, sino también en los peces del mar, que son enteramente extraños á nuestro elemento, s tos, atraídos al principio hacia nuestras riberas pol¬ los insectos, recogen sus despojos; lo que estaa ece entre ellos y los vegetales relaciones intermedias, después son también atraidos por las plantas mismas, pues la mayor parte de los peces sólo vienen a des¬ ovará las costas, cuando ciertos vegetales están en flor ó en fructificación. De aquí es, que si 1 egan á destruirse, se alejan los peces. Ya notamos que los bacallaos que concurrían á millares al rededor i 1 la isla de Miscou, desaparecieron el año de 1 609, por¬ que en el anterior se habían incendiado los bosques v por consiguiente la planta que los atraía. Asi es como está todo enl zado en la naturaleza. . ¡O ué espectáculo tan maravilloso no nos ofrecería la historia de los animales en sus relaciones con as plantas! ¡Qué de armonías desconocidas no resalta¬ rían de una planta á su animal y de un animal a su 1 En el día diez de Abril. Tomo ii— 21 158 REFLEXIONES planta! ¡Qué de bellezas pintorescas no se descubri¬ rían en estas respectivas correspondencias! ¡Quéde relaciones de utilidad en todas líneas no resultaran para nuestras necesidades y placeres! Tal vez no se necesitaría más que una planta nueva en nuestros campos para atraer nuevas aves á nuestras florestas, y peces desconocidos á la embocadura de nuestros ríos. ¿No se podría acaso aumentar la familia de nuestros animales domésticos, poblando el contorno de las neveras de las altas montañas del Delfinado, de la Aubernia y de los Pirineos, de rebaños, de renos, tan útiles en el Norte de Ja Europa, ó de los llamas ó vicuñas del Perú, que se crian al pié de las nieves de los Andes, á quienes vistió la naturaleza de la la¬ na más exquisita? Algunos musgos ó juncos de su país bastarían quizá para fijarlos en el nuestro. Va¬ rias veces se ha intentado criar en nuestros parques animales extranjeros, cuidando de elegir las especies que tenían más analogía con nuestro clima ; pero pronto han perecido por no haber trasplantado con ellos el vegetal que les era propio. Así es que les veía siempre inquietos, la cabeza baja, excavar la tierra; como si la pidiesen suspirando la nodriza que habían perdido. Una hierba, una planta, un arbus- • to hubieran bastado para calmarlos, recordándoles el gusto de su primera edad y la dulce sombra de su patria. ¡Qué de beneficios no nos prodigaría tal vez la naturaleza en este género, si hubiésemos sabido emplear parte de nuestras riquezas en buscarlos! SOBRE LA NATURALEZA 159 CUATRO DE JUNIO Utilidad de las plantas y de los animales venenosos Todas las cosas de la tierra, consideradas en si mismas, son buenas y saludables, y si acaso sucede que sean nocivas, es porque se abusa de ellas, ó no se emplean en el uso á que están destinadas. De aquí nace que el alimento que conserva la vida á un animal, da la muerte á otro, y que la propia planta que bajo un aspecto y en ciertas circunstancias se mira como venenosa, es bajo de otro y en circuns¬ tancias diferentes muy útil y saludable. Así es que la cicuta, colocada en otro tiempo en la clase de los venenos, se emplea hora en curas admirables. La multitud y diversidad de plantas es prodigiosa; mas no todas fueron criadas para el uso del hombre. Unas se destinan para las bestias ; otras nos propor¬ cionan vestidos y adornos; aquellas nos lisonjean el gusto y el olfato; y en fin, muchas son útilísimas en la medicina por su aplicación en varias enferme¬ dades á que están sujetos los hombres y los anima¬ les. Lo mismo puede decirse de gran número de criaturas animadas, que, aunque peligrosas para nos¬ otros, son muy útiles á otros animales, ya sirviéndo¬ les de alimentos, ó ya de remedios. La mayor parte de las aves se sustenta principalmente de los insec¬ tos, que de ordinario se miran como nocivos. Las REFLEXIONES 160 aves domésticas tragan con ansia las arañas; y los pavos y cigüeñas hallan un sustento delicioso en cier¬ tas especies de serpientes. Si á esto añadimos la excelencia de los medicamentos compuestos con las hierbas más venenosas, la sabiduría y bondad de Dios quedarán igualmente justificadas. El número de plantas y animales nocivos es nada en comparación de la multitud de animales y plan¬ tas, cuya utilidad no puede negarse. Por otra parte, el Criador imprimió en los hombres y brutos un ins¬ tinto de aversión á todo cuanto puede dañarles. Las bestias dañinas tienen un cierto temor al hombre, y, no siendo provocadas, casi nunca se valen contra él de sus armas ofensivas. Agrégase también que los animales más ponzoñosos tienen señales y caracteres sensibles, por donde se conocen fácilmente sus pro¬ piedades peligrosas; de manera que advertidos del peligro podemos prevenirle ó evitarle. La serpiente de cascabel, que entre todos los reptiles de esta es¬ pecie es el más temible, nos anuncia su proximidad por el ruido que hacen los anillos de la cola. El co¬ codrilo, este espantoso y formidable animal, es tan poco diestro en sus movimientos, y se vuelve con tanta dificultad, que es muy fácil huir de él hurtán¬ dole la vuelta. La Bondad divina lo ha dispuesto to¬ do con tanta sabiduría, que los animales más perju¬ diciales y venenosos tienen también el remedio para su veneno: así el aceite del escorpión es un antído¬ to contra sus picaduras ; y la abeja, aplastada y pues- SOERE LA NATURALEZA ta sobre la parte herida, cura el mal que ella misma ha hecho. Pero, se dirá, con todo sería mucuo mejor que no hubiese sobre la tierra ninguna planta ni animal, que pudiera hacer daño á otras criaturas. Consideré- mos, pues, que si Dios quiso que una criatura pu¬ diese dañar á otras, fue con razones muy sabias, y que aún de esta disposición resultan ventajas con¬ siderables. Muchas cosas que parecen nocivas, no lo son efectivamente, por lo menos en cierto sentido. Su propio veneno, y los órganos de que se sirven para dañar, les son absolutamente necesarios. La abeja, por ejemplo, ocasiona muchas veces dolor con su picadura; mas imagínesela sin aguijón, y dejaia de ser útil, perdiendo también las armas para defen¬ derse de sus enemigos. Los hongos quitan la vida anualmente en Francia á más de cincuenta personas; ¿pero quién sabe si este vegetal, que crece poi lo co¬ mún entre materias corrompidas, no está destinado por la Providencia para absorver exhalaciones pes¬ tilentes, que inficionarían la atmósfera? Fuera de que, ¿quién nos mete por una refinada sensualidad en convertir en alimentos lo ,que tal vez sólo esta ordenado á hacerlos saludables? Además que se dis¬ tinguen con bastante facilidad los hongos sanos ele los nocivos. En suma, si lo reflexionamos bien, hallarémos, que lo que nos parece dañoso en la naturaleza, es real¬ mente de una utilidad indispensable. ¿Isi por qué tí- 1 6 2 REFLEXIONES tulo se arroga el hombre el derecho de determinar lo que es útil ó nocivo? ¿Quién le ha dicho que es contrario á la sabiduría de Dios, el que sienta dolor en ciertas ocasiones? ¿Por ventura las cosas más des¬ agradables no nos acarrean á veces las mayores ven¬ tajas? En general es cierto que las cosas naturales no son dañosas sino por accidente; y que si nos¬ otros recibimos algún daño de ellas, casi siempre lo debemos imputar á nuestra imprudencia. Hé aquí lo que dicta la razón á todos los hombres, á lo que agrega la fe para el cristiano en particular, esta sa¬ ludable reflexión: Piensa en el estado primitivo de tus padres: trae á la memoria los crímenes de que te has hecho culpable para con tu Criador ; y quéjate después si te atreves, de que tus males son demasia¬ do grandes. CINCO DE JUNIO Reflexiones sobre el reino animal * La contemplación de los animales no ha cesado de ofrecernos nuevos motivos de amar á Dios y de admirar su sabiduría ; y no hay ocupación más grata para el hombre sensible, que ensanchar su espíritu, entregando su corazón á los más dulces afectos de reconocimiento. SOBRE LA NATURALEZA 163 Puede considerarse el reino animal como un Esta¬ do bien ordenado, donde hay el correspondiente nú¬ mero de habitantes, cada uno en el lugar que le per¬ tenece. Todos tienen las facultades necesarias para desempeñar los fines que les están señalados, y se hallan protegidos suficientemente contra sus diver¬ sos enemigos. En esta república los pequeños y los débiles, que son el mayor número, están sometidos á los fuertes y á los poderosos; pero unos y otros se hallan sujetos al hombre, como formado á imagen y semejanza del Criador. Los individuos del reino ani¬ mal, encuentran en cualquier paraje de la tierra ocupación y alimento : están esparcidos por todas partes ; y su naturaleza, la variedad de sus tempera¬ mentos y órganos, son análogos á las diferentes ha¬ bitaciones que les fueron destinadas. Por diversas que sean sus operaciones, todas se dirigen, ó á multiplicar su especie, ó á mantener el equilibrio entre el reino animal y el vegetal, ó á pro¬ veerse de sustento y á defenderse contra sus enemi¬ gos. También observamos, que todas las partes de su cuerpo son las más propias para sus funciones y para la naturaleza de su alma. El Criador les dió un instinto á falta de la razón de que carecen, y es¬ te instinto, diversificado de mil maneras, es adecua¬ do á sus varias necesidades: instinto para moverse, instinto para alimentarse, y para discernir segura¬ mente el sustento : instinto para hallarle, para cojer- le y prepararle : instinto para hacerse nidos y habí- ió4 REFLEXIONES taciones convenientes; para juntar provisiones y para transformarse ; instinto para la propagación de la es¬ pecie; instinto para defenderse y para ponerse en seguridad, &c. En cada clase de animales hay algunos que viven de rapiña, y de los individuos multiplicados con exce¬ so en otras. Cada especie tiene sus particulares ene¬ migos, que, oponiéndose á que se propague dema¬ siado, mantienen el equilibrio. Los animales defec¬ tuosos ó enfermos, son por lo camón los primeros que sirven de alimento á los otros. Cómense tam¬ bién los frutos y los cadáveres que se corrompen ; y así ni la tierra está embarazada con ellos, ni el aire inficionado; y la naturaleza conserva su lustre, su frescura y pureza. Los animales de rapiña tienen una estructura conforme á su destino, porque se ha¬ llan dotados de una fuerza particular, ó de agilidad, de industria y destreza; mas los límites que les están prescritos, se oponen á la destrucción total de las es¬ pecies que les sirven de alimento. No se multiplican tanto como los demás animales y muchas veces se dustruyen mutuamente, ó por lo menos sus hijos sir¬ ven de sustento para otros. Algunos quedan entor¬ pecidos en el Invierno, digieren lentamente, y se nutren de los frutos de la tierra, cuando les falta otro alimento. Los animales débiles tienen defensas pro¬ porcionadas al lugar en que habitan, y á los peligros á que viven expuestos : sus armas naturales, la lige¬ reza, habitaciones, escamas y astucias los libran de 1 65 SOBRE LA NATURALEZA la destrucción ; y de esta suerte se mantiene siempre el equilibrio conveniente en el número de todas las especies. . , , Como la felicidad de los animales depende de funciones que Ies están señaladas, se \ en en & modo precisados á desempeñarlas. Hallan su bien^ estar en seguir las leyes que la naturaleza les ha asignado; ó más bien, no pueden quebrantar as sin atraerse necesariamente todo género de males. Los animales con mamilas, que son los mayores, son tam¬ bién menos numerosos ; pero deben desempeñar un ciones muy importantes. Las de las aves tienen su grado.de utilidad, y son muy vanas. La mayor pai¬ te de los anfibios son animales de rapiña. Los ani¬ males más pequeños son en mayor numero, y aun más voraces, á proporción, que los granees, alo-unos, como ciertos mosquitos que ocasionan con sus picaduras más cantidad de higos en la ugueiu doméstica de las islas del Archipiélago. Ultimamen¬ te, los insectos sirven para una multitud de otros fines más útiles. Todo cuanto vemos de admirable en e ieino a mal, demuestra la existencia de un Se?, que posee tesoros de la sabiduría y de la inteligencia. ¿Quien sino Dios hubiera podido poblar este vasto g o « ' de tantas criaturas vivientes, de especies tan diversas, y suministrarlas lo que necesitan para su vida y como¬ didad? ¿Quién sino el Criador del universo hubiera podido sustentar esta infinita multitud de animales, Tomo il — 22 *66 REFLEXIONES según sus diferentes gustos; proveerlos á todos de vestidos, de domicilios, de armas y de las defensas necesarias; darles tanta destreza y sagacidad, tanto instinto é industria? ¿Quién sino un Sér omnipoten¬ te hubiera podido mantener la balanza y el equilibrio entre tanta variedad de especies y clases diversas? En fin, ¿quién sino la suma Sabiduría hubiera podido señalar á cada viviente el elemento que le corres¬ ponde; formar esa multitud innumerable de miem¬ bros, de articulaciones, de huesos, de músculos y nérvios ; disponerlos con tanto arte, armonía y perfec¬ ción, que cada animal pudiese ejecutar sus diferen¬ tes movimientos del modo más cómodo y adecuado á su género de vida, y á las varias circunstancias en que pudiera hallarse? A Vos, sólo, oh Dios mío, como el único Autor de tantas maravillas, es á quién se debe la gloria, la alabanza, la acción de gracias, y en suma, el home¬ naje de nuestro reconocimiento, por todo cuanto criaron vuestras manos. La contemplación de los ani¬ males, y las innumerables utilidades que de ellos me resultan, me excitarán cada vez más á pagaros este justo tributo de amor y de gratitud. SOBRE LA NATURALEZA SEIS DE Jim» Los animales ofrecen al hombre nuevos motivos de glorificar á Dios Todas las criaturas son para el hombre otros tan¬ tos medios de glorificar á su Criador . En cada planta, en cada árbol, en cada flor, y aún también en cada piedra, está visiblemente estampada la grandeza del Altísimo, y no es menester más que abrir los ojos para reconocerla; pero aún se deja ver con más bri lio en el reino animal. Examinemos la estructura de un solo animal: ¡ qué arte, qué hermosura, qué cosas tan maravillosas descubrirémos en él ! ¡ Y cuánto no se multiplicarán estas maravillas, si pensamos en la casi infinita multitud, y en la pasmosa diversidad de los brutos ! Desde el elefante hasta el insecto que, no puede distinguirse sino con el microscopio, ¡cuán¬ tos grados, cuántos anillos, que forman una inmen¬ sa y no interrumpida cadena! ¡ Qué enlaces, qué or¬ den, qué relaciones entre todas estas criaturas! Todo es armonía ; y si á primera vista nos parece descubrir alguna imperfección en ciertos objetos, no tardamos en reconocer que sólo nuestra ignorancia nos ha in¬ ducido á esta falsa sospecha. No es menester hacer profundas reflexiones, ni poseer la ciencia del natu¬ ralista ni del físico, para conocer estas verdades, basta fijar un tanto la atención en lo que tenemos i68 REFLEXIONES diariamente á la vista. Ves, por ejemplo, una mul¬ titud de animales, que todos están formados de un modo admirable, que todos viven, sienten, se mue¬ ven como tú ; que sujetos todos, como tú, al hambre, á la ced, al frío, necesitan por consiguiente que se provea á sus diferentes necesidades. A todas estas criaturas ha dado Dios la vida: Él las conserva y las cuida, como lo hace un tierno padre con sus hijos. ¿Y no concluyes de aquí, que es preciso amar á este Dios que es la caridad mismas? Si sus cuidados se extienden hasta los animales, ¿qué no hará por mí? Si tanto se esmera en hacer dulce y agradable la vi¬ da á las criaturas privadas de razón, ¿qué no debo esperar yo de su beneficencia? Avergüénzate pues de tus inquietudes, hombre pusilánime, que á poco que te falte la opulencia, te desalientas, y temes que el Se¬ ñor te abandone. ¡ Ah ! este Sér benéfico que provee á las necesidades de tantos animales, conoce también las mías, y sabrá satisfacerlas como convenga. Otra reflexión acerca del instinto de los brutos, me proporciona un nuevo motivo de admirar y adorar al gran Dios, que combina con tanta sabiduría los me¬ dios con el fin. Como los instintos de los animales se dirigen todos á la conservación de las especies, se manifiestan también del modo más visible, en el amor y cuidado que tienen de sus hijuelos. Él mismo Je¬ sucristo, para representarnos su paternal bondad, se vale de la imagen de una gallina, que recoje sus po¬ llos bajólas alas. Ciertamente es un espectáculo bien SOBRE LA NATURALEZA 169 tierno el ver este afecto tan vivo que tiene la gallina á su prole, y los continuos cuidados que toma por - ella : ¡amas aparta la vista de sus hijuelos.; al menor peligro que los amenaza vuela á socorrerlos ; se opo¬ ne con denuedo a! agresor; expone su propia vida para salvar la de sus polluelos; los llama y los ase¬ gura con su voz maternal ; extiende las alas para cu¬ brirlos. niégase á toda suerte de comodidades, y en a postura más violenta, sólo piensa en el bienestar y en la seguridad de los objetos de su amor, i Qu*en no reconocerá en esto el dedo del Altísimo! Sin este maternal cuidado de la gallina, sin este instinto tan poderoso y tan superior á todo, en una palabra, sin todo lo que participa de este sentimiento mater¬ no, que domina á la gallina respecto de su pollada, infaliblemente perecería la especie. ¿Mas ce •quien proceden estas maravillas sino del Supremo ace ^Concluyamos, pues, que uno de nuestros indispen¬ sables deberes es buscar en los animales una ocas.011 de glorificar á D'os ; y que esta obligación sagrada nos será tan útil como agradable. REFLEXIONES 1 70 SIETE ÜE JUNIO Todo en la naturaleza se dirige al bien de los hombres Alégrate vivamente, oh hombre del amor de pre¬ ferencia con que Dios te. honra, distinguiéndote tan ventajosamente de todas las criaturas. Siente, como debes, la dicha incomparable de ser particularmente el objeto de su benéfica liberalidad, y de ser en cierto modo en la tierra el centro de cuanto ha producido para manifestar sus gloriosos atributos. Para ti obra y trabaja toda la naturaleza en la tie¬ rra, en el aire y en las aguas : para tí se vístela ove¬ ja de su lana ; para tí el pié délas béstias caballares y mulares está cubierto de aquel casco, que no nece¬ sitarían si no debiesen arrastrar grandes cargas, y trepar á lo alto de las montañas; para tí el gusano de seda hila tan artificiosamente su capullo, se encie¬ rra en él y te le deja después ; para tí el mosquito deposita sus huevos en las aguas, proporcionando por este medio alimento á los peces, que han de servir para tu subsistencia; para tí va la aveja á recojer en el cáliz de las flores esa miel exquisita destinada pa¬ ra tu regalo; para tí está el buey uncido ála carreta, y no pide más que un ligero alimento en recompen¬ sa de sus trabajos ; en fin, para tí los bosques, los campos y los jardines abundan en riquezas, que se SOBRE LA NATURALEZA 171 perderían las más, si no sirviesen para tu uso, y las montañas encierran esos tesoros cuyo valor conoces tú sólo. Verdad es que sin comparación tienes más nece¬ sidades que los brutos; ¿pero no tienes también in¬ comparablemente más facultades, talentos é indus¬ tria, para que estimulado de estas necesidades mis mas, hagas servir cuanto te rodea á tu utilidad y á tus placeres? Millares de criaturas contribuyen para sustentarte, vestirte, darte habitación, y te ofrecen á porfía comodidad y recreo. Y si son muchas las ne¬ cesidades que experimentas, ¿no tienes en ellas mis¬ mas otros tantos motivos de bendecir á Dios, al ver cómo la naturaleza las sabe satisfacer de un modo tan apto á los sentidos? Te sería imposible subvenir á esta multitud de necesidades, si las de los anima¬ les, fuesen tantas como las tuyas ; y para que nada te faltase, y vivieses en la abundancia, dispuso el Criador, que las cosas necesarias para ellos, sean or¬ dinariamente inútiles ó ménos indispensables al hom bre. Todo se ordenó á fin de que no hubiese planta alguna que no condujese para conservar la vida, y de que la distancia ó aspereza del terreno en que cre¬ cen, no sirviesen de obstáculo para disfrutar de ellas, por esta causa formó la naturaleza á los animales, para que yendo á buscarlas se utilizasen de ellas y nos las devolviesen transformadas en los alimentos más saludables. En efecto, brilla una bondad digna de nuestra ad- 172 REFLEXIONES miración en toda la conducta de la Providencia para con el hombre. Porque ¿para quién pone la gallina huevos tan grandes con respecto á su tamaño por nueve meses consecutivos, contra todas las leyes de la incubación de las aves, en lugar de no dar sino una veintena á lo más en el discurso de un año? ¿Pa¬ ra quién la vaca, ^además de alimentar al ternero con su leche, deja sacar de sus mamilas hasta treinta y seis cuartillos por día de aquel preciso licor? Todas las especies que pueden sernos útiles, necesitan de nuestra compañía; los otros animales las destruyen, y así casi no existen más cpie en las selvas: y si se multipicasen léjos de sus enemigos naturales, en muy poco tiempo se aumentarían tanto, que no hallarían ya medios de subsistir: buen testimonio de esto es el corto número de bueyes que habían dejado los espa¬ ñoles en Santo Domingo, cuya posteridad no hubie¬ ra podido mantener la isla entera, á no ser por la con¬ tinua matanza que tuvieron que hacer de ellos; no obstante que, de los animales domésticos, son los bueyes la especie que se propaga con más lentitud. Vuelve la vista á los lugares donde no se caza, y ve¬ rás los estragos de los ciervos, de los conejos y de las perdices. Si jamás se segase, entregada la tierra á d;screc:ón de los brutos de que se sirve el hombre, ó que destina á su cultivo, bien pronto no sufragaría para mantenerlos: prueba evidente de que Dios los ordena á nuestro uso ó sustento. Mas no sólo provee Dios con tanta bondad al ali- SOBRE LA NATURALEZA 173 mentó del hombre, sino que se digna aún proporcio¬ narle otros mil placeres.' Para él cantan la calandria y el ruiseñor, las llores perfuman el aire, los campos y los jardines están esmaltados con colores an rentes. Sobre todo, dióle la razón que le pone en e - tado de hacer contribuir todas las cosas a su con vación y á sus recreos ; de dominar á los animales, de vencer l ballena y domar el león ; y lo qne es todavía más precioso, de complacerse en las obras del Al¬ tísimo, contemplar su hermosura, su magnificenc ■ ¿ grandeza, y admirar su orden, armonía y maravillo so encadenamiento; . ' Mortal, privilegiado y colmado de tantas gracia, ¿cómo pagarás á tu celestial Bienhechor un digno tributo de reconocimiento? ¿Qué amor po ponder al que Dios te manifiesta? Para inflamar pues más y más'tu amor y tu agradecimiento, reflexiona frecuentemente sobre la liberalidad inmensa del P - dre universal, sobre la predilección con que e hon¬ ra v sobre los beneficios sin numero que a cada hora te dispensa. Considera que no hay en la tierra criatura tan favorecida como tu . ira cuan dea y contempla el espectáculo déla naturalez .p plantas; en una palabra á cuantos seres existen,^ una voz te dirán que tu eres e o Je 0 P á quien todos los demás deben servir, y a quien se re fiaren las otras criaturas de la tierra al paso que el Autor de este universo es respecto de t, tu verdade- . Tomo i i — 23 1 74 REFLEXIONES ro fin. Entonces quedará tu alma penetrada de la más viva gratitud, y del amor más ardiente para con tu magnifico Bienhechor; y será tu única ambición no vivir más que para Aquél que, en favor tuyo, dió la existencia y la vida á todo- cuanto ves. Cada día tendrás nuevas ocasiones de reconocer y celebrar los paternales cuidados de la Providencia. Gusta 'y prueba la bondad de tu Dios en cada ali¬ mento que te ofreciere para sustentarte,, en cada va¬ so de agua que sirviere para apagar tu sed. Pero reconoce sobre todo al Señor del género humano en los bienes que te reserva para toda la eternidad. Pa¬ ra tí destina Jesucristo aquella dicha inefable, con que serán embriagados sus fieles discípulos al rededor de su trono; los espíritus bienaventurados serán tus com¬ pañeros y amigos, y participarás con ellos de los in¬ mensos bienes, que exceden infinito á todos los que se disfrutan en la tierra. ¿Qué son en efecto los bienes de esta vida, com¬ parados con la gloria que nos espera en la feliz es¬ tancia donde Dios reside? Verdad es que aun en la tierra experimentamos continuamente los efectos de su beneficencia, y que estamos rodeados de las ma¬ ravillas de su bondad; mas aquí siempre se hallan mezclados los placeres con las penas, y la perfecta lelictdad no se halla sino en el cielo. libro tercero el hombre OCHO DE JUNIO Del cuerpo humano con relució, 4 »ub parte, «teriore. Habiendo ya llegado al más perfecto de los séres que existen sobre la tierra, al que en cierto modo fue el objeto de la creación, para el que se hicieron ci¬ clas las cosas, y sin el cual parece no tendrían desti¬ no, ni razón de su existencia; puedo en fin ocupa, me más particularmente sobre mí mismo, meditar sobre la estructura de mi cuerpo, reflexionar sobre esta substancia inmaterial que le anima ; y contemplando objetos tan dignos de una criatura inteligente, reco nocer el poder de Dios y su sabiduría, formando al mismo tiempo la más alta idea del valor de m. vida terrestre. “comenzaré pues el curso de estas sublimes me¬ ditaciones por las partes exteriores de mi cuerpo. Todo anuncia en el hombre al señor de la tierra, to¬ do da á entender su dominio sobre los demás seres vi¬ vientes. Su ademan es de mando y señorío; su ca. beza mira al cielo, y presenta una faz augusta ; en REFLEXIONES I 76 que se ve impreso el carácter de su dignidad, y pin¬ tada, por medio de la fisonomía, la imagen del alma; la excelencia de su naturaleza se trasluce por entre los órganos materiales, y anima ion un fuego di¬ vino las facciones de su rostro: su aire majestuoso^, y su andar firme y denodado, manifiestan su clase y nobleza: si toca á la tierra es con las más distantes de sus extremidades, y no mirándola sino de léjos como que se desdeña de ella: no se le han dado los bra¬ zos para servir de apoyo á la mole de su cuerpo, ni sus manos deben de hollar la tierra, por no perder con la continua colisión la delicadeza del tacto, de cu¬ yo sentido son el órgano principal: el brazo y lama- no están destinados para usos más nobles, para eje¬ cutar las órdenes de la voluntad, para asir las cosas -distantes, desviar los obstáculos, evitar los encuen¬ tros y el choque de lo que pudiera ofenderla, para retener lo que le agrada y para aproximarlo debi¬ damente á los demás sentidos. Entre las partes visibles del cuerpo, tiene el pri¬ mer lugar la cabeza . ya por su hermosura, ya por¬ que contiene los principios de la sensación y del mo¬ vimiento. Todos los afectos y todas las pasiones del alma se ven pintados en el rostro , que es la parte más agraciada del hombre, y en donde se hallan los órga¬ nos de los sentidos principales, por cuyo medio pue¬ de recibir la impresión de los objetos exteriores. Los diversos movimientos de los labios y de la lengua, ya toque esta al paladar, ya á los .dientes, sirven para la SOBRE LA NATURALEZA 177 articulación, y con ellos puede dar inflexiones diferen¬ tes á la voz y al sonido, y manifestar por signos sen- sibiles y articulados lo que pasa en su a nía. za colocada sobre el cuello, se mueve á todos lados como sobre un quicio. Después del cuello siguen los hombros cuya estructura es tal, que pue en era p sadas cargas. A los hombros están unidos los brazos^ y a estos las manos, formadas de manera que - para ejecutar una infinidad de movimientos. Las culaciones y los huesos los proporcionan y, ac • pecho, destinado para contener el corazón y los pul¬ mones está compuesto de costillas y huesos fuerte y duros. El diafracma separa el pecho ded vientre en este se hallan el estómago, el hígado, el azo y o intestinos. Toda esta masa descansa sobre las W - raf los midas y las piernas, que, como los brazos, t nerí varias articulaciones para favorecer e movin n- to y la quietud. Los piés sostienen toda la maqu. . y los dedos contribuyen mucho para ello apoyándose en la tierra. Las carnes y el cutis cubren todo el cuer¬ po- los cabellos y el vello que hay en vanas partea, bran en cierto modo á muchas de las exteriores de Íos efectos nocivos del frío. Para poder decir que el cuerpo de un hombre es bien hecho, debe ser forni¬ do sus músculos robustos, diseñado con valentía el contorno de los miembros, y bien formadas las fac¬ ciones. En la mujer todo es más fino, ménos sobresa- . 1 huesos v más uniforme lien tes las eminencias de los huesos, y la conformación de los miembros : la fuerza y REFLEXIONES t;8 jestad son propias del hombre, y las gracias y la be¬ lleza los dotes de la mujer. í al se presenta á primera vista el rey de la tierra: y ya en esto anuncia su destino. ¡Qué diversidad en las partes exteriores de su cuerpo! Sin embargo, no son sino las más esenciales y sobresalientes. Su forma, estructura, orden, situación, movimientos y armonía, todo nos da pruebas incontestables de la sabiduría y de la bondad del Criador. Ninguna de ellas es imperfecta ó disforme, ninguna es inútil, nin¬ guna daña á la otra, ni se halla mal colocada. Por el contrario, la menor mudanza en su número, en su disposición y colocación harían el cuerpo menos per¬ fecto; pues si por ejemplo, estuviese yo privado del uso de mis manos, ó si éstas no tuvieran tantas arti¬ culaciones, no podría ejecutar una multitud de ope- 1 aciones relativas á mi felicidad. Si conservando la razón tuviese la forma de un cuadrúpedo ó un reptil, quedaría inhabilitado para muchas artes, no pudiera obrar ni moverme con tanta facilidad, ni tampoco contemplaría tan cómodamente el maravilloso espec¬ táculo de los cielos. Si no tuviera más que un ojo y este puesto en medio de la frente, me sería imposi¬ ble ver á uno y otro lado, abrazar tan grande espa¬ cio, y distinguir de una vez tantos objetos. Si tuviese los oidos en otra situación, no podría oir fácilmente lo que pasa al rededor de mí. I{n una palabra, todas las partes de mi cuerpo están construidas y dispues¬ tas de suerte, que concurren á la hermosura y á la SOBRE LA NATURALEZA 179 perfección del todo, y son propias para cumplir con sus diferentes fines. , Bendito seáis, oh Dios mío, porque he recibido de Vos un cuerpo tan bien formado. ¡Ah! ¡que jamas se debilite en mí un afecto tan saludable, o por o menos pueda yo renovarle tantas cuantas veces con sidere mi cuerpo, ó me sirva de sus miembros . en¬ tonces no sólo no usaré nunca de ellos, oponicn orne al fin para que me los disteis, sino que por e con tu rio los emplearé en el bien de la sociedad, cuidando siempre de glorificaros con mi cuerpo y con mi alma. Tanto mayor es la obligación de hacer este noble uso de mi cuerpo, cuanto que después que se depo¬ site en el sepulcro, se me volverá a g m ia en estado sin comparación más perfecto. , seta Pos¡ ble que deshonre yo una parte de m\ mismo, reser vacia para un destino tan brillante? pendre el atrm cimiento de profanar un cuerpo que lia de se » día semejante al cuerpo glorioso de m. ba vador Seré tan necio que abuse de estos miembros desti¬ nados á ocupaciones tan sublimes? No: la dichosa y consoladora esperanzarle mi glorificación futura m animará desde ahora á consagrarme enteramente *1 servicio de mi Dios; á respetar mi cueipo c; templo de la divinidad, y á conservarle puro e irre¬ prensible hasta el día de la triunfante venida del su p re ni o Remunerado!*, REFLEXIONES 180 HÜKYB DE J U IV i 0 Del rostro humano Aunque lo exterior del cuerpo humano es la prue¬ ba de sus prerogativas sobre todos los séres vivien¬ tes, solo su rostro bastaría para indicarlas. Dirigido al cielo, anuncia gfabada su grandeza en todas las facciones, y demuestra al mismo tiempo su dignidad y destino. Mientras el ánimo está tranquilo, gozan todas las partes del rostro de un perfecto reposo: su propor¬ ción, su unión y su conjunto manifiestan bastante¬ mente la suave armonía de los pensamientos, y co¬ rresponden á la quietud interior. Mas no tan pronto se agita el ánimo, cuando el rostro se transforma en un cuadro vivo, en que se ven pintadas las pasiones con tanta energía como delicadeza. Cada afecto del alma tiene su particular impresión y cada alteración en las facciones es la señal característica de los mo¬ vimientos más secretos de nuestro corazón. En los ojos principalmente es donde se descubren más bien, porque entre todos los sentidos, el ojo es con mayor propiedad el órgano inmediato del alma. Las pacio¬ nes más tumultuosas y los más dulces afectos, se de¬ jan ver en él- como en un espejo del modo más ex¬ presivo. Así que, puede llamarse el ojo el verdadero intérprete del alma, y el órgano del entendimiento SOBRE LA NATURALEZA 1 8 1 humano. El color de los ojos, y sus movimientos mas o menos vivos, contribuyen mucho á caracterizar la fisonomía. Nuestros ojos están respectivamente mas inmediatos el uno al otro que en los demás animales. El espacio que los separa en el mayor número de e.-. tos, es tan grande que les es imposible ver á un tiem¬ po y con ambos ojos un mismo objeto, á no estai e. te situado á grande distancia. Las cejas son las partes del rostro, que con os ojos, contribuyen más á caracterizar la fisonomía. Porque siendo estas partes de un género muy dife¬ rente de las ciernas, este contraste las hace más visi¬ bles, y llaman más la atención que las otras faccio¬ nes; y hacen en fin lo que la sombra en una pintura, que realza el colorido y las formas, igualmente coa- tribuyen las pestañas, cuando son largas y pobladas, a hacer más hermosos los ojos, y el mirar más agracia do. El hombre, el mono y el elefante son los únicos que tienen adornados ambos párpados con pestañas: los demás animales carecen ele elkm en el páipado inferior, y aún en. el hombre está menos poblado este (pie el superior. Las cejas no tienen más que tres es¬ pecies de movimientos, que ejecutan auxiliadas de los músculos de la frente: por medio del uno se le¬ vantan, por medio del otro se bajan, y por el tercei j> se unen formando el ceño.. Los párpados sirven pata defender el ojo é impedir que se seque la coi nea. L1 superior puede por si mismo levantarse y baja i se, el inferior tiene poco movimiento. Aunque podemos Tomo 11,-24 REFLEXIONES 182 mover á nuestro arbitrio los párpados, con todo no está en nuestra mano el tenerlos abiertos, cuando el cansancio ó el sueño los abaten, y en cieitos movi¬ mientos imprevistos. La frente es una parte muy importante del rostro, y una de las que más contribuyen á su belleza. Es menester para esto que tenga la proporción conve¬ niente, que ni sea demasiado estrecha ni demasiado ancha, ni muy grande ni muy pequeña, y que los ca cabellos bien situados formen su circunferencia y adorno. La nariz es la parte que más sobresale y la facción más visible del rostro, pero es una de las menos mo¬ vibles ; y como casi sólo en las pasiones violentas se pone en movimiento, sirve más á la hermosura del todo, que á la expresión que de ella resulta. La bo¬ ca y los labios al contrario, tienen más movimiento v expresión. Después de los ojos la boca es la que mejor explica las pasiones, por las diversas formas que toma: el órgano de la voz concurre también a animarla, y darla más energía que á las demás. En fin, el color rojo de los labios, y la blancura de los dientes, dan la última perfección á la hermosura del rostro. Hasta ahora sólo hemos examinado el rostro hu¬ mano con relación á la regularidad y á la belleza de las partes que le componen, sin explicar los fines y las diferentes utilidades de estas partes. Sin embargo, aún bajo este respecto, se descubre ya la infinita sa- SOBRE LA NATURALEZA 18 biduría del que en todas sus obras supo unir lo útil con lo agradable. Nosotros que nos admira frecuentemente de la hermosuia que " . .¡r ,car es¬ tros semejantes, debiéramos á lómenos sa . ta admiración, y aún aumentarla, pensam o - ^ por cuya sabiduría y bondad esta tan b.e .o. leñado ■1 cuerpo humano. Cuando consideramos nuestro ÍrLamuyjustoTen— k: mente que reflexionásemos al propio tiempo ^ _ los altos destinos del hombre; destinos que puede traslucir en la estructura misma de su facciones se le dieron para fines tan noble , q pueden desempeñar ios brutos. Nuestros ojos es a hechos para deleitarse mirando las obras de utó Dios; la boca debe abrirse para cantar sus alaban zas: en una palabra, todas nuestras faccone. dar testimonio de la bondad de ki la rectitud de nuestros sentimientos. Po. otrapa^ fealdad que causan en nuestro rostro las enfer eda des y la muerte, nos previene que no debemos en soberbecernos por sus atractivos Esta consl ^ eos recuerda también la felicidad que, como con. . cuencia de una resurrección gloriosa transfórmala “h— - paces de todas las delicias de la eterna ranza. 184 REFLEXIONES DIEZ DE JILYIO V ariedad que se advierte en las facciones del rostro: los cabellos Una prueba bien patente de la sabiduría adorable de Dios es la diversidad que se nota en el exterior de los hombres y que, á pesar de la grande semejanza que tienen unos con otros en sus partes esenciales, puedan distinguirse fácilmente y sin equivocación. Entre tantos millones de individuos apenas hay dos que se parézcan en un todo, porque cada uno tiene algo de particular, especialmente en la cara, en la voz y en el habla. Esta diversidad de fisonomías es mucho más admirable, ya por ser menor el número de las partes que componen el rostro humano, ya por estar estas en cada persona dispuestas según el mismo plan. Si todo se produjese por un ciego aca so, las caras de los hombres debieran ser parecidas, como lo son los huevos puestos por una misma ga¬ llina, las balas tundidas en un mismo molde, ó las gotas de agua que caen de un mismo vaso. Pero pues no sucede esto, debemos reconocer la infinita sabi¬ duría del Criador que, diversificando de un modo tan maravilloso las facciones del rostro humano, se pro¬ puso por objeto el bienestar de ¡os hombres. En efec¬ to, si todos se pareciesen perfectamente, de suerte que no pudieran distinguirse unos de otros, resulta- SOBRE LA NATURALEZA 185 rryg; .. vida, ... konor, d da «" jamas tendí ia uno & bienes. Los la- esposa, m la pac. £ ^ peligro alguno lirones y petai (lista midiera reconocer (le ser descubiertos s. no se les P»^ ^ ^ vM por las facciones de rostro ni jel¡tos quedarían El adulterio, la violación y nirse los reos. impunes, porque no PoarlJ á Ja malicia A cada instante estaríamos - de una infinidad de sorpresas, de ande > en ¡ Qué incertidumbre en todos los J contratos, todas las ventas, traspasos, m c J en- ,Q"‘ los testigos! En sui , der á la sociedad semejanza de los ¿ion¡(ia considera- humana todas sus ’ ? ¡ llombres del tra- blementelas ventajas que sacan » a ■>'“ « >-■ gaa0 e bazo se hallan los ríñones, uno á la derecha y ° ‘ ° ‘ la izquierda; su oficio es separar de la masa de D sangre la orina, que va por los uréteres a deposi¬ tarse en la vejiga. Por delante de estas partes e* tan situados los intestinos unidos al mesetuei . cual es una gran membrana, que se pega muer,. o veces sobre si misma, y obliga A los intestinos a re¬ plegarse con ella. Estos acaban de separar los alunen tos'digeridos de las partes más groseras que poi ■ expelen fuera del cuerpo. Se ven sobre ¿mesenteno una innumerable multitud de vasitos mas delgado, que los cabellos, llamados venas ladeas, porque con¬ tienen un jugo parecido A la leche, que es e qm lo En medio del mesenteno hay una mfinicU t - od £l ¿ í>ojbíi dup noiofisjníij^ VEINTITRES DE JUNIO"™ b.rn iOjíiHO ii7 £Jirif ‘)c ?up El cerebro, los nervios y músculos Todas las funciones corporales dependen primiti¬ vamente de un fluido motor, cuya existencia parece demostrada, sin embargo de que aún no conocemos su naturaleza; y los nervios que sirven para trans¬ portarle á todas las partes del cuerpo, se tienen ge¬ neralmente por el agente principal de la economía animal. Tal es el lazo que une íntimamente dos subs¬ tancias tan diversas entre sí; el que establece entre ambas una dependencia mutua y una recíproca co¬ rrespondencia de acción, que subsisten mientras es¬ tán unidas, es decir, hasta que la substancia material se inhabilita para desempeñar las funciones á que SOBRE LA NATURALEZA 243 rué destinada* Deben pues considerarse los nervios como los’ ministros fieles de esta substancia activa que anima nuestro cuerpo: ellos son los que comunican su acción á las partes que le están sujetas; y por su medio se avisa á el alma de las mudanzas y modifi¬ caciones á que se hallan expuestas. Sensibles los nervios á las impresiones de los cuerpos extraños, las trasmiten al alma, y la hacen entrar en comercio con los séres materiales que la rodean. Pero cuanto más de cerca tocan á esta substancia inmaterial, otro tanto más oculta parece su estructura; y aquí es. don¬ de mejor echamos de ver los límites á que tuvo por conveniente circunscribir nuestros conocimientos el Autor de la naturaleza. El cerebro, origen de los nervios, es también un verdadero laberinto en que se pierden los anatómi¬ cos; y no obstante de encontrarse en él gran núme¬ ro de piezas muy visibles, se ignora absolutamente su uso, ó cuando más. sólo pueden formarse algunas conjeturas. La masa del cerebro se compone de dos substan¬ cias bastante distintas : la cortical, y la medular. La primera, que sirve, por decirlo así, de cubierta á la segunda, es un conjunto maravilloso de una multitud innumerable de vasos sanguíneos sumamente delica¬ dos. Las arteriolas, que se ramifican al infinito en es¬ ta substancia, disminuyéndose continuamente, dege¬ neran por último en vasos blancos, transparentes y como cristalinos, que dan origen á la substancia me- 244 REFLEXIONES dular, compuesta toda de tubitos más blancos y finos, y que se entrelazan y envuelven á manera de ovillo, para formar el cerebro y los nervios, que vienen á ser una prolongación de la substancia medular. La masa del cerebro está dividida en dos partes iguales, separadas entre sí por la falcemesoria. Esta división, señal indubitable de la sabiduría é inteligencia su¬ prema, impide que cuando nos echamos de un lado oprima la parte que se hace superior á la inferior, y embarace las funciones de esta viscera En la parte posterior de la base del cráneo hay otra substancia de la misma naturaleza que la del ce¬ rebro, llamada cerebelo: de este y aquel resulta la mé¬ dula oblongada , que no está cubierta de substancia cortical. La medular se prolonga por la cavidad de la espina, y toma el nombre de médula espinal. Esta y el cerebro, hablando propiamente, sólo forman una substancia, que si muda de aspecto, es por las incal¬ culables divisiones de los vasos que la componen. Este pasmoso aparato vascular que presenta el ce¬ rebro, y que la vista perspicaz del anatómico, aún auxiliada de los mejores microscopios apenas logra más que columbrarle, indica bastante que esta visce¬ ra es un verdadero órgano secretorio, destinado á separar un líquido muy importante. Este líquido pre¬ cioso es el fluido animal, que segregado por millones de vasos secretorios, gradualmente más finos, entra en los nervios, y comunica á todas las partes la sen¬ sibilidad, el movimiento y la vida. SOBRE LA NATURALEZA M5 Los nervios son unos cordones blanquizcos, .for¬ mados de diversos hacecitos de hebras, rectos y paralelos; enlazados entre sí por el tejido celular. Di- vídense en diferentes pares, por cuyo medio se dis¬ tribuyen á todas las partes del cuerpo. Diez son los pares de nervios que salen inmediatamente del ce¬ rebro, y treinta de la médula espinal. Las hebras nerviosas son tan delicadas, que las mejores lentes no dejan distinguir si son huecas ó macizas; sin em¬ bargo, gran número de observaciones y experiencias nos han al fin demostrado que son huecas en toda su longitud, y destinadas á transmitir un fluido suma¬ mente sutil y activo, que se cree análogo al éter ó al fluido eléctrico. Los nervios que entran en la com¬ posición de los órganos de los sentidos, carecen de cubierta, y por eso es mayor el grado de su delicade¬ za y sensibilidad. No puede dudarse que el alma tiene su asiento en alguna parte del cerebro; pues de esta viscera nacen los diez principales pares de nervios, entre los cuales se cuentan los destinados á las sensaciones del olfato, de la vista, del oido y otras ; y es muy verosímil que los otros treinta pares, aunque según las apariencias no salen inmediatamente del cerebro ni terminan en él directamente, tienen no obstante, por conductos imperceptibles, una comunicación real con este ór¬ gano. No conocemos mejor la parte del cerebro en que tiene asiento el alma. Con todo, parece la debe¬ mos suponer en el origen de los nervios, como que Tomo ii. — 32 246 REFLEXIONES son los instrumentos que la ponen en comunica¬ ción con los objetos exteriores, y la dan la facultad de ejercer su acción en ellos. Cuando estos órganos están convenientemente dispuestos, las operaciones del alma se hacen con regularidad y sin obstáculo, y al contrario, se turban si los nervios se desordenan: al modo que tocando un organista su instrumento bien templado forma sonidos gratos y armoniosos, mas sólo produce un ruido desapacible y [discordante, cuando el órgano se halla destemplado por algún ac¬ cidente. A i Cada división de nervios se dirige á la parte que está destinada, y cuya estructura corresponde á las funciones que debe ejercer, ó.á la sensación que los nervios de esta división ha de ocasionar en ella. El tacto, él gusto, el olfato, el oido y la vista, son cin¬ co clases de sensaciones que comprenden un número casi infinito de especies. La conmoción que la impre¬ sión de los objetos hace en los nervios, ocasiona es¬ tos diferentes géneros de sensaciones, de que son instrumentos los órganos de, los sentidos. Sin embargo, en vano distinguiría el hombre por medio de los sentidos lo que le es útil ó nocivo, si no pudiera moverse para conseguir lo uno y evitar lo otro ; así que, se halla provisto de órganos que le pro¬ porcionan esta facultad. Estos son los músculos , que mediante su extensión y contracción comunican á to¬ das las partes el movimiento y juego necesarios para las necesidades del animal. SOBRE LA NATURALEZA 247 Es muy admirable el equilibrio que reina en todas- as fuerzas musculares: pues la acción de cada múscu- lo se halla contrarestada , por la de otro, ó por el resorte propio del músculo, ó por un peso opuesto, ^c. De la sabia combinación y balanceo de estas di- ferentes potencias, resultan la actitud y varios movi¬ mientos del cuerpo humano, como también la flexión y extensión de sus miembros. Eran indispensables estos conocimientos prelimi¬ nares para entender el mecanismo de los órganos de os sentidos, que nos van á hacer admirar con mayor singularidad la suprema inteligencia del Autor de los seres animados. C _ VEINTICUATRO »E JUMO los sentidos en general, y el tacto en particular De cuantos séres forman nuestro globo, el hom¬ bre es el más perfecto que salió de las manos de su nador ; y parece fué el objeto de sus complacencias, pues todo lo criado corresponde á sus necesidades o se ordena á su recreo. Así que, parecía regular que el Autor de la naturaleza diese al hombre los medios de gozar del espectáculo que le rodea, y sacar de él las ventajas que puede prometerse. Este comercio supone necesariamente una organización particular en as diversas partes de nuestro cuerpo ; organiza- reflexiones 248 eión que comprende lo que conocemos con el nom¬ bre general de on ganos de los sentidos . Cinco son los que se distinguen en el hombre: el tacto, el olfato, el gusto, la vista y el oido. Por la in¬ terposición de estos sentidos se halla el hombre, di¬ gámoslo así, ligado con todos los séres materiales que le cercan, gozando por su ministerio de cuantas uti¬ lidades le pueden proporcionar, y poniéndose en fin, mediante su auxilio, en estado de velar sobre su pro¬ pia conservación, y de evitar lo que podría dañarle. Los tres primeros sentidos no producen el efecto de su destino, sino en cuanto llegan á tocarlos inmedia¬ tamente los objetos exteriores que deben excitar su acción. No sucede lo mismo con el oido y la vista; pues su conmoción depende de una substancia inter¬ media entre estos órganos y los objetos que han de obrar en ellos. Se puede decir que el tacto es el sentido universal de los animales, y la basa de todas las demás sensa¬ ciones, porque la vista, el oido, el olfato y el gusto, no podrían ejercer sus funciones sin el contacto. Pe¬ ro aunque se ejerce diferentemente en la vista que en el oido, y en éste que en los demás órganos de los sentidos, puede no obstante distinguirse el del tacto, propiamente tal, de esta sensación universal de que acabamos de hablar. Los nervios del tacto, igualmente que este senti¬ do, están esparcidos por todo el cuerpo: tienen su ' origen en la médula espinal, pasan por las aberturas 249 SOBRE LA NATURALEZA laterales de las vértebras, distribúyense por todas partes, y se hallan asimismo en las que sirven á los demás sentidos; porque independientemente de sus propias y particulares sensaciones, deben ser tam¬ bién susceptibles de la del tacto. De aquí nace que los ojos, los oidos, la nariz y la boca reciben impre¬ siones que penden enteramente del tacto, sin ser pro¬ ducidas por sus peculiares nervios. Como la sensación no se hace sino por medio de los nervios, cada miembro siente más vivamente á proporción que los tiene en mayor número, y cesa el sentimiento en las partes ó que bien carecen de ellos, ó en que han sido cortados ú obstruidos. Pué¬ dese por lo común hacer incisiones en la gordura, cortar huesos, las uñas y los cabellos sin excitar al¬ gún dolor; ó si se aprende tenerle, esto es sólo efec¬ to de la imaginación. El hueso está rodeado de una membrana nerviosa, y las uñas aseguradas en un lu¬ gar donde hay trabazones ó un complexo de nervios; y únicamente cuando llega á irritarse alguno de ellos se experimenta dolor. Así, hablando con propiedad, no puede decirse que se siente dolor de muelas ó de dientes, porque el diente, no siendo más que hueso, no tiene sensibilidad alguna, pero el nervio que lle¬ ga á él, puede ocasionar dolor, cuando se le irrita con más ó menos intensión. Cuán manifiestamente se deja ver que Dios se pro¬ puso el bien del hombre cuando extendió el sentido del tacto por todo el cuerpo: pues si bien los demás 250 reflexiones sentidos se hallan colocados en los parajes más con- \ enientes para cumplir cómodamente con sus funcio¬ nes; como era necesario para la conservación y el bienestar del individuo, que cada parte supiese lo que podía serle útil ó nocivo, agradable ó incómodo, era menester que también el sentido del tacto se exten- ■ diese por todo el cuerpo. Otro efecto dé la divina sabiduría es el que muchas especies de animales tienen el tacto más sutil que nosotros, porque les es más necesaria esta finura pa¬ ra su género de vida, y se indemnizan con ella de la privación de otros sentidos. Los cuernos del caracol, por ejemplo, son de una sensibilidad tan singular^ que el menor obstáculo se los hace retirar con suma prontitud. ¡Y cuánta no debe ser la finura del tácto en las arañas, pues que en medio de la tela que ur¬ den con tanto artificio, sienten los menores movi¬ mientos que ocasiona en ella la venida de cualesquie¬ ra insectos! Mas sin detenernos en el tacto de los animales, basta considerar este sentido, tal como se halla en el hombre, para llenarnos de admiración. Ejércese en toda la extensión del cutis. Esta membrana bastan¬ te gruesa se compone de cuatro partes, la primera y la más interna, se llama cutis , y la segunda cuerpo ' compuesta de muchas eminencias ó pezon- cillos, formados principalmente por las extremidades de los nervios que se terminan en el cútis. Esta se¬ gunda parte constituye el verdadero órgano del tac- SOBRE LA NATURALEZA 25l to, el cual es más ó menos sensible, según los pezón cilios están más ó menos multiplicados, más' ó menos eminentes: de donde se sigue que la sensación del tacto debe ser tanto más viva, cuanto los cuerpos obran en una mayor extensión de este órgano. Hé aquí una de las razones por qué esta impresión es mucho más sensible en las manos, á causa de abra¬ zar sus dedos los cuerpos por mayor número de su¬ perficies. La tercera parte del cutis se reduce á una sustancia denominada cuerpo mucoso , que muchos confunden con la cuarta que llamamos epidérmis; membrana tenuísima, y medio transparente, que cu¬ bre toda la piel, y que se destruye sin causar dolor sensible. Sin embargo de ser naturalmente muy perfecto este órgano en el hombre, puede adquirir tal grado de perfección, que se han visto ciegos que distin¬ guían los colores por el tacto. ’ Os doy gracias, Dios mío, porque con los demás sentidos de que me habéis dotado, me concedisteis también el del tacto. ¡De cuántos placeres no me privaría si tuviera mi cuerpo menos sensibilidad! Yo no podría discernir lo que me es útil, ni evitar lo que me perjudica. ¡Ah! ¡Qué no tenga mi alma tan vivo sentimiento de lo hermoso y honesto, un gusto tan decidido por la virtud, como mi cuerpo tiene sensi¬ bilidad para el placer! Vos habíais ya impreso en mi alma este sentido moral! pero ¡cómo se ha debilitado ya, y qué infeliz sería si llegase_á perderle entera- REFLEXIONES 252 mente! Libradme, Dios de bondad, libradme de tan grande desgracia, pues de lo contrario me vería re¬ ducido á la clase de los brutos que no os conocen. VEINTICINCO DE JUNIO El gusto El cuerpo humano es una máquina organizada y dispuesta en sí misma, á cuyo fin está dotada de to¬ das las facultades necesarias para llenar este destino. Acabamos de ver que el órgano del tacto ocupa toda su superficie, vigilando como una centinela, para pre¬ venirle por todas partes de los auxilios que le vienen y de los peligros que le amenazan. El gusto está á la puerta para examinar cuanto se presenta, ántes de admitirlo en su interior, y no dar entrada sino á lo que es saludable. No sería tan feliz como efecti¬ vamente lo soy, si no pudiera distinguir por medio del gusto las varías especies de alimentos ; y mis pla¬ ceres se disminuirían mucho si la manzana y la pera? el higo y la uva tuviesen para mí el propio sabor. El sentido del gusto^pues, que me hace distinguirlos, es un presente de la bondad de Dios, y una prueba de su sabiduría. La boca, el esófago y el estómago, aunque distin tos entre , sí, pueden mirarse con todo, respecto al gusto, como un sólo y único órgano. En efecto, todas SOBRE LA NATURALEZA 253 estas tres partes concurren á apetecer ó rehusar un mismo objeto, y constantemente se advierte, que si ¡a boca siente aversión á un manjar; se cierran las auces para negarle la entrada; y si á pesar de este obstáculo llega á entrar, le rechaza y arroja el estó¬ mago. No obstante, el órgano del gusto se extiende con más particularidad por toda la extensión de la boca, y principalmente por la lengua. Esta igualmen¬ te que el paladar y 'la faringe, están sembrados de papilas nerviosas, y empapados en gran cantidad loes aümedntos!lada 4 dÍS°'Ver ^ ^ Contenidas en I ara poner en acción este órgano, es necesario aplicar los cuerpos sabrosos á las papilas nerviosas. Las sales son los únicos cuerpos conocidos que tie¬ nen sabor; y la viveza de la impresión que hacen, depende de la extensión de la mayor superficie que * ocupan las papilas sobre que se aplican. Cuanto más disueltas pues, están las sales, tanto más viva es su impresión ; cuyo efecto depende de mezclarse con la saliva, que les sirve, digámoslo así, de vehículo. Por eso advertimos constantemente que los alimentos no causan sensación alguna á no estar humedecidos, porque sin esta circunstancia las partes salinas ni es¬ tán bastante divididas ni bastante atenuadas para pe¬ netrar hasta el órgano. ^ Así que, el gusto, igualmente que el tacto, pende de los nervios, lo cual se demuestra disecando la lengua. Después de levantar la membrana que la cu- Tomo ix — 33 254 REFLEXIONES bre, se ve una multitud de raíces en las que acaban estos nervios, y donde se hallan precisamente las pa¬ pilas nerviosas, y tenemos la sensación del gusto; y donde aquellos faltan, falta también la sensación. K1 examen de la lengua del gato y del perro, acaba de convencernos de esta verdad : porque en ellos las pa¬ pilas nerviosas sólo están situadas en las partes pcs- teriores de la lengua, y no en las anteriores, siendo así que su paladar se halla sembrado de ellas, y de aquí proviene que la punta de la lengua de estos ani¬ males no es susceptible de gusto. Detengámonos algunos momentos en meditar acer¬ ca del arte con que está formado el órgano del gus¬ to, cuyas partes no ha podido observar exactamente ningún anatómico. ¿No es obra de una grande sabi¬ duría el que la lengua tenga, con preferencia á todos los demás miembros, tanta abundancia de nervios y de fibras, y que esté llena de pequeños poros, para que las partes salinas penetren más profundamente y en mayor número hasta las papilas nerviosas? ¿No es un efecto de esta misma sabiduría, el que los ner¬ vios, cuyas ramas se extienden por el paladar y la faringe para favorecer la masticación, prolonguen también sus ramificaciones hacia la nariz y los ojos como para advertir á estos órganos, que contribuyan por su parte á discernir los alimentos? Otra cosa no'menos digna de todo nuestro reco¬ nocimiento es la duración de los órganos del gusto. Por delicada que sea su estructura, se conservan más SOBRE LA NATURALEZA 255 tiempo que los instrumentos más duros. Gástanse nuestros vestidos, marchítase nuestra carne, dísécan- senos los huesos; pero el gusto los sobrevive. ¡Qué fines tan admirables no se descubren sólo en el apa¬ rato de estos órganos! ¡Oh hombre! tu eres la única criatura que sabe que está dotada de sentidos; la única que es capaz de elevarse á Dios por la contem¬ plación y el uso de estos mismos sentidos. Esfuérza¬ te pues á hacer, con el socorro de la divina gracia, un buen uso de ellos. ¿Qué otro sér sobre la tierra podría rendir al Sér supremo el homenaje que le es debido, si tú rehúsas hacerlo? Tú gozas más que otra criatura del sentido del gusto ; porque los ani¬ males tienen pocos alimentos de que sustentarse* cuando á tí te ha preparado el Criador manjares tan varios como abundantes. Reflexiona las riquezas que te proporcionan en este género el reino animal, el vegetal y aún el mineral. «El cielo y la tierra, el aire « y el océano me ofrecen sus tributos: en todas par- « tes adonde tiendo la vista, descubro los dones de « Dios. La cima de las montañas, la llanura de los « valles, el fondo de los lagos, me suministran ali- « mentos y placeres.» No sin razón, pues, apreciamos tanto este don de nuestro Criador: mas con todo no le estimemos s no para el fin que se nos concedió. El sentido mismo clel gusto no es más que un medio para elevarnos á fines más nobles. ¡Cuán insensato sería el hombre que hiciese consistir toda su felicidad en gustar los place- REFLEXIONES 256 res de que es órgano este sentido, y que sólo desea¬ ra vivir para lisonjear su paladar con el uso de ali¬ mentos sabrosos y deliciosas bebidas! ¡Ah! guárdate bien de degradarte así hasta la naturaleza del bruto, y acuérdate que teniendo un alma inmortal, solamen¬ te pueden saciarte los verdaderos bienes. Gustar de estos bienes, y desear alimentarse con ellos, es en lo que consiste la sabiduría y la felicidad de un ra¬ cional. ’P mvrisEis DE JUNIO El olfato Sobresale encima de la boca la nariz, cual una cen¬ tinela para velar sobre la conservación de la máqui¬ na animal; aunque su destino es desempeñar otras muchas funciones. Nótanse en el fondo de la nariz dos cavidades que llegan á la boca detrás del velo del paladar, y fran¬ quean el paso á gran parte del aire que respiramos. Es más cómodo respirar por la nariz que por la bo¬ ca , pues por aquella se respira largo tiempo y con facilidad, cuando ésta está cerrada; lo que no suce¬ de si obstruida la nariz sólo puede respirarse por la boca. Sábese también que las cavidades de la nariz concurren á lo grato de la voz, y que nunca son tan agradables los sonidos como cuando resuenan en las paredes de este órgano. Sepárase en aquellas una SOBRE LA NATURALEZA 257 serosidad mucosa necesaria para humedecer las par¬ tes interiores de la nariz y para preservarlas de la sequedad que harían perder mucha de su sensibili¬ dad á la membrana de que está tapizada. Pero la principal función de la nariz es el ser órga¬ no del olfato, cuyo asiento es la membrana de que acabamos de hablar, conocida con el nombre de mem¬ brana pituitaria. Compónese de dos láminas, una interior muy fuerte y que sirve de periostio á los hue¬ sos de la nariz; otra exterior, blanda, sembrada en toda su extensión de glándulas y papilas nerviosas, que son el principal órgano en donde ejercen su ac¬ ción las partes odoríferas. Se vendrá en conocimien¬ to de cuán sutiles son estas partículas, si se atiende á que no pueden descubrirse aún con los mejores mi¬ croscopios, y á que su disipación, sin embargo de ser muy abundante, no disminuye sensiblemente el peso de los cuerpos que las exhalan. El aire sirve de vehículo á las partículas odoríferas, las lleva á la nariz, y aplica sobre la membrana pi¬ tuitaria al tiempo de la inspiración ; pues aunque car¬ gado de ellas el aire, y sumergida la nariz en este fluido, no se perciben los olores, si por cualquiera inconveniente, como un resfriado, deja de respirarse por las narices. Además de esta condición indispensable para oler, se requiere también una disposición particular en la membrana pituitaria: porque cuando ésta se halla empapada de excesiva cuantidad de serosidades, cae 258 REFLEXIONES en una especie de relajación que nos priva del olfa¬ to, lo que igualmente sucede si es demasiada su ti- Fclíl t 0Z Cuanto mayor es la membrana pituitaria, tanto más delicado es el olfato ; como se advierte especial¬ mente en los perros de caza, en los cuales es tal su extensión, que aún llega á doblarse hacia fuera. Sin embargo, la extensión por sí sola no bastaría para darle una sensibilidad tan singular, si no fuesen mu¬ chos los nérvios distribuidos por ella, y no estuvie¬ sen al descubierto hasta cierto punto : y de aquí pro¬ viene que la impresión de los olores sea muy ^ iva. Esta es la causa por qué aplicando las partículas su¬ mamente delgadas de los cuerpos olorosos a los ner¬ vios desnudos y muy próximos al cerebro, hacen vol¬ ver prontamente á los que caen en algún desmayo, ó se sumergen. Fuera de los nervios olfatorios distri¬ buidos por la membrana pituitaria, tiene ésta ademas una rama del nérvio ophtálmico ; y á la impresión que hacen sobre él los olores fuertes, deben atribuirse las lágrimas que ocasionan algunas veces. Podría preguntarse, ¿si después de haber hecho su impresión las partes adoríferas sobre las papilas ner. viosas de la membrana pituitaria, se mezclan con ós líquidos que circulan por el cuerpo? Cítanse ejemp os de muchas personas purgadas con violencia, por a- ber respirado las pa'rtes volátiles al machacar ciertas materias, y aún por haber respirado el olot de un pur gante. Varios autores refieren que algunos han viv» SOBRE LA NATURALEZA 259 do muchos días sin más alimento que respirar olores. Quizá debe atribuirse este efecto á la introducción de aquellas emanaciones en las vejiguillas del pulmón, donde se mezclan con la sangre. Puede considerarse el olfato como un suplemento del órgano del gusto, pues es como el gusto de los olores, y el gusto anticipado de los sabores; y si to¬ mamos sin recelo lo que aprueba la boca, es princi¬ palmente cuando ya tiene la aprobación del olfato. En efecto, raras veces es de mal gusto lo que huele bien. El olfato es también mucho más delicado en los animales, precisados á comer lo que encuentran, que no en el hombre, quien en este punto apenas hallará como dar las debidas gracias á la Providencia, cuya bondad ha proporcionado con tanta exactitud sus sen¬ tidos á sus necesidades. - r VEINTISIETE DE JUNIO Maravillosa estructura del oido El oido, este sentido precioso que nos pone en comunicación con el mundo moral, es uno de aqellos cuya organización ofrece mayor número de estos asombrosos rasgos que anuncian una soberana inteli¬ gencia. El oido del hombre es una máquina acústica de la más sábia construcción, y su por menor debe¬ ría sorprendernos, si no estuviésemos siempre dis¬ puestos á descubrir maravillas, desde el momento en 2 6o REFLEXIONES que nuestra razón se aplica á examinar las produc¬ ciones del supremo Artífice. La situación del oido denota desde luego injucha sabiduría: está puesto en el lugar más conveniente del cuerpo, cerca del cerebro, que es el asiento co¬ mún de todas las sensaciones. La figura de la oreja merece también nuestra admiración. Si toda fuese de carne, su parte superior caería hacia bajo, é impediría la comunicación de los sonidos ; si al contrario tuviese huesos, resultarían de aquí muchos inconvenientes y dolores insoportables cuando nos echásemos de la¬ do. Por esta razón escogió el Criador una substan¬ cia ternillosa, que á la flexibilidad de la carne, reúne la dureza del hueso, y cuya lisura y pliegues son los más propios para reflejar los sonidos, porque el uso de toda esta parte externa es el de reunirlos y en¬ viarlos al fondo del oido. Tres cavidades principales forman todo este órga¬ no. La que primero se presenta es una especie de concha ó de embudo, cuya abertura corresponde ha¬ cia afuera; la segunda tiene el nombre de tambor , y la tercera y más interna, el de laberinto. Hay en la concha una abertura llamada conducto auditivo ; su entrada está guarnecida de un vello suave, que sir¬ ve de obstáculo á los insectos que intentasen intro¬ ducirse en él, y con el mismo fin se halla humedecido en toda su extensión con un humor pegajoso y amar¬ go llamado cerumen, ó cera del oido, y q'ue se separa naturalmente en las glándulas. SOBRE LA NATURALEZA 2ÓI KI tímpano ó tambor , está situado oblicuamente en el fondo del conducto auditivo. Esta parte es en rea¬ lidad muy parecida al instrumento de que tomó su nombre ; porque primeramente hay en la cavidad . . ' * oel conducto auditivo un anillo huesoso sobre el cual está tendida una membrana redonda, delgada y fuer¬ te; en segundo lugar, hay debajo de esta piel un cor¬ dón que, haciendo aquí el mismo oficio que el del 1 arche en el tambor, aumenta con sus vibraciones el movimiento del timpano, y sirve para extender más la membrana ó para aflojarla. En la cavidad ó caja que hay bajo de esta membrana, se encuentran cua¬ tro huesos muy notables, aunque sumamente peque¬ ños, que se distinguen con los nombres de martillo , yunque, orbicular y estribo , y cuyo oficio es contribuir a la conmoción y á la tensión de la piel del tímpano. El conducto llamado trompa de Eustaquio , que tiene una de sus dos aberturas hacia la boca y otra hacia la caja, renueva sin cesar el aire de ésta. La tercera cavidad, parecida á un laberinto por sus varias direc¬ ciones tortuosas, ofrece la imagen de un vestíbulo, tres canales semicirculares, y una parte en forma de espiral, llamada caracol. Este contiene un conducto que va estrechándose á manera de cono desde la ba¬ se hasta el vértice: divídele una pared que llaman lᬠmina espiral , compuesta de una multitud innumera¬ ble de cuerdecillas, que difieren en grueso y longitud al modo de las de una clave. Cada una de estas cuer¬ das ó fibras verisímilmente corresponde á otra aná- Toxo 11. — 34 2 62 reflexiones loga del nervio auditivo , que parte del cerebro, donde reside como en su trono el alma, á la que se transmi¬ ten las impresiones sonoras según vamos á explicar. El aire, como vehículo del sonido, reunido por la concha ó embudo, hiere el tambor, y le comunica las conmociones que el mismo ha recibido: de lo cual resulta que no sólo vibra el aire encerrado en la caja, sino que hace vibrar la fibra de la lámina espiral, que está en unísono con él. Esta vibración se comunica á una fibra correspondiente del nérvio auditivo, que terminándose en el asiento del alma, ocasiona en ella la sensación de este sonido. Cuando se oyen á un tiempo muchos sonidos diversos, la vibración simul¬ tánea de varias fibras análogas de la lámina espiral, causa también su percepción simultánea. Así que, sólo con una porción de aire en extremo pequeña, que ponemos en movimiento sin saber como, pode¬ mos en un instante dar á entender á otro nuestros pensmientos, nuestros conceptos y deseos, con tan¬ ta perfección como si su alma viese lo que pasaba en la nuestra. Suponiendo que el aire es un fluido, y que cuando se echa una piedra en el agua mansa, resultan un¬ dulaciones que se extienden más ó menos, según e grado de fuerza que se da á la piedra, fácilmente se percibe, que pronunciada una palabra debe pro¬ ducir en el aire el mismo efecto que la piedra en e agua. Al hablar se arroja el aire fuera de la boca: encontrándose este con el aire exterior le comunic SOBRE LA NATURALEZA 263 un movimiento de undulación, que sucesivamente se propaga hasta llegar al oido y conmover el nérvio auditivo. El alma percibe entonces una sensación proporcionada á la impresión recibida; y, en virtud de una ley misteriosa del Criador, se forma repre¬ sentaciones de objetos y verdades. j Cuál no es mi placer al oir á mis semejantes! Por el contrario, ¡cuán deplorable sería mi situación si llegase á verme privado de esta preciosa facultad ! Sí, bajo ciertos respectos la falta del oido me haría más infeliz que la de la vista; pues si fuese sordo de nacimiento me sería sumamente difícil recibir instruc¬ ciones relativas á la religión, á Dios, á mi alma y bienaventuranza; y adquiriría con gran dificultad las luces necesarias para hacer progresos en las artes y ciencias. 1 1 Jamás podrá admirarse y aplaudirse bastantemente el in, genioso secreto que en beneficio de los desgraciados sordo-mu- dos emplean ciertos hombres para suplir en ellos la falta de este órgano, que nos ha'ce á los demás capaces de recibir lecciones en este punto, y para ensenarles á articular los sonidos, que sus oidos nunca hubieran podido percibir. Entre los establecimientos de sordo-mudos tan comunes en nuestros días merece elogios muy singulares el de Leipsick, dirigido por Madama Heinicke, quien, segán los papeles públi¬ cos, oontaba á fines del año de 1805 veinte discípulos que sabían ya hablar clara y distintamente; entendiendo los más adelan. tados lo que se les decía sólo por el movimiento de los labios. Aprendían el catecismo, á leer, escribir, contar, &c. Nuestra España además de haber establecido en su corte un reflexiones 264 A fin de hacernos conocer más bien su bondad para con los hombres, permite Dios de tiempo en tiempo que nazcan algunos sordos, ¿ Podré, pues, mirar en adelante á uno de estos infelices, sin tomar de aquí motivo para apreciar más el sentido de que carecen, y sin ensalzar la misericordia que en esta parte ha tenido el Sér Supremo conmigo? ¿Ni qué medio más natural hallaré yo de acreditarle mi reconocimiento por un beneficio tan grande, que haciendo buen uso del oido? VEIYTIOCHO DE JUMO El 0:0 w Entre todos los sentidos, el de la vista es el que proporciona al alma percepciones las más prontas y extensas; como que es el manantial de los más ri¬ cos tesoros de la imaginación : y á quien principal¬ mente se deben las ideas de lo bello, del orden, y de la unidad del todo, aun considerada la misma varie¬ dad de los objetos que le componen. ¡ Desgraciados aquellos que por una suerte fatal salen á luz privados de la vista! ¡Ah! el más claro colegio para la mstruceióh de estos infelices, tiene la gloria de IlHWf s,d° ]a cuna én qué salió á luz á fines del siglo XVI, un arte tan maravilloso, debiéndose sus primeros cfestíufo hrrtíníós a Ir. Pedro Ponce, religioso Benedictino. SOBRE LA NATURALEZA 26 5 día no difiere para ellos de la noche más tenebrosa! Jamás la luz introduce en su corazón aquel dulce jú¬ bilo que vierte por todas partes: ignoran los brillan¬ tes coloridos que toma en el hermoso esmalte de un jardín, en el variado plumaje de un ave, y en el ma¬ jestuoso arco iris. Situados en la cima de las monta¬ ñas, mal pueden contemplar las laderas coronadas de pámpanos, los campos cubiertos de doradas mie- seS, las praderas adornadas de un alegre verdor, ba¬ ñadas de tortuosos arroyuelos, ni las habitaciones de los hombres dispersas con variedad en este grande cuadro. En vano extienden sus miradas por ese in¬ menso oceáno; y las legiones innumerables de los astros del cielo son para ellos como si no fuesen: pa¬ ra colmo en fin de su desgracia, la densa oscuridad que los rodea no les permite gozar de la contempla¬ ción del hombre, ni considerar en él lo que mayor realce da á la naturaleza. ¡Pero qué recompensas no les están reservadas para indemnizarlos en la eter¬ nidad! Sus tinieblas se trasformarán en luz; y aso¬ ciados á los moradores del empírio, dirigirán su vista por la vasta extensión del universo. Nosotros, á quienes el Criador ha dispensado dt s- de ahora alguna porción de esta luz, admiremos sus electos en el órgano que nosda comunica. Ya la no¬ che retiró por grados su velo de la superficie de la tierra; la risueña aurora empieza á anunciar el astro del díá: déjase ver, y al punto la naturaleza parece co¬ mo criada de nuevo. ¡ Oué majestad, que colores, que 206 REFLEXIONES brillo! ¿Mas de que secreto mecanismo se valen mis ojos para comunicarme unas percepciones tan vivas, tan diversificadas y abundantes? ¿Cómo es que des¬ cubro con tanta facilidad y prontitud todo cuanto me circunda? El ojo excede en mucho á todas las obras de la in¬ dustria de los hombres, y por maravillosas que sean las cosas que el entendimiento humano ha llegado á conocer, ninguna puede compararse con su estruc¬ tura. Consideremos desde luego sus partes externas. ¡ De qué resguardos, y defensas no están provistos nuestros ojos! Hállanse colocados en la cara á cier¬ ta profundidad, y cercados de huesos muy sólidos para precaverlos de ser ofendidos fácilmente. Las ce¬ jas contribuyen también á la seguridad y conserva¬ ción de este órgano: pues los pelos, que forman un arco tan bello sobre los ojos, impiden que el sudor de la frente se introduzca en ellos. Los párpados es¬ tán siempre prontos para socorrerlos, y como se cie¬ rran al venir el sueño, no permiten que la acción de la luz turbe nuestro reposo. Las pestañas, al paso que realzan la hermosura, nos preservan de- un ex¬ cesivo resplandor, excluyendo la luz superflua, y de¬ teniendo hasta el menor polvo que pudiera ofender la vista. Aún es infinitamente más asombrosa la estrucctu- ra interior de este órgano. Compónese el ojo de tú¬ nicas, humores, músculos, arterias, venas y nervios. La túnica, ó membrana exterior, llamada córnea , en- SOBRE LA NATURALEZA 267 cierra todas sus partes. Es trasparente en su parte anterior, y opaca en todo lo demás: aquella conser¬ va el nombre de córnea, y la porción opaca, conoci¬ da bajo el de esclerótica , cubre casi los dos tercios del globo del ojo : detras de ella está la úvea, la cual tiene en el medio un agujero redondo llamado pupila ó ni¬ ña, cuya circunferencia exterior ó el iris, es negro, azulado ó de diferentes colores. Esta túnica se divi¬ de también en dos partes: la una anterior, que con¬ serva el nombre de úvea, la otra posterior, que toma el de chóroide , de mucha mayor extensión que la pri¬ mera, y barnizada con un humor negruzco. La terce¬ ra membrana ó la retina , no es más que una expan¬ sión del nérvio óptico, formando una especie de tela finísima, en la cual se ramifican gran porción de vasos. Los humores del ojo son tres. Una cavidad que se advierte sobre la córnea, llamada cámara anterior del ojo , y otra comprendida bajo la úvea, que llaman cᬠmara posterior, encierran el primero de los humores llamado ácueo, por su trasparencia y fluidez, el cual puede regenerarse si por alguna herida hecha en la córnea llega á salir. El humor cristalino, ó simple¬ mente el cristalino, está situado inmediatamente por detras del humor ácueo, en frente de la pupila: su figura es lenticular, y tiene cierta consistencia. Detras del cristalino hay una substancia sumamente limpia y trasparente á quien se da el nombre de humor vitreo , porque en efecto su masa total, encerrada en las cáp- 268 REFLEXIONES sulas que le contienen, imita bastante bien la masa del vidrio fundido. Seis son los músculos que sirven para mover el ojo á todos lados, pues le levantan, le bajan, le vuel¬ ven á la derecha ó á la izquierda, oblicuamente ó en redondo, según la necesidad lo exiore. Las varias materias trasparentes contenidas en el ojo, tienen un grado de densidad capaz de causar di¬ versas refracciones, y su figura está determinada de tal suerte, que todos los rayos que salen de un pun¬ to de cualquier objeto, se reúnen exactamente en un mismo punto, aún cuando el objeto esté situado á ma¬ yor ó menor distancia, en una dirección recta ú oblicua, y sin embargo de qne sus rayos sufran una refracción diferente. La menor mutación en la natu¬ raleza y figura de las materias trasparentes, haría perder al ojo todas estas ventajas. A vista, pues, de tantas maravillas, ¡ habrá hombre tan osado que se atreva á sostener que los ojos, y aún que todo el mun¬ do, sólo es obra de un mero acaso! Qué bien dijo el Salmista: Sólo los insensatos son los que dicen en su corazón, no hay Dios. Por lo que á mi toca, conven¬ cido de la existencia de este gran Sér, le considero además como el Autor de cuanto existe, y no puedo menos de exclamar con el mismo Profeta: ¡Será cié ero el que hizo los ojos ! SOBRE LA NATURALEZA 269 VEINTINUEVE DE JUNIO Maravillas de la visión Sabemos que tres humores de diferente densidad,, situados en cápsulas trasparentes, dividen en mu¬ chas partes el globo del ojo. En su fondo se halla extendida una gasa finísima, que no es más que la expansión de un nérvio, cuya extremidad remata in¬ mediatamente en el cerebro. Una piel negra tapiza todo lo interior del globo. Por fin, en su parte inte¬ rior hay una abertura que se contrae ó dilata, según que es más ó menos fuerte la luz. ¿Pero de qué sir¬ ven estos humores, esta gasa, este tapiz y abertura? La luz se dirige á nosotros desde los astros en lí¬ nea recta ; mas sus rayos se doblan á proporción de la mayor ó menor densidad de las materias que atra¬ viesan: pues al atravesarlas forman los rayos una cur¬ va, aproximándose á la perpendicular, que se consi¬ dera tirada al punto del contacto de su superficie, cuando son más densas, y alejándose por el contra¬ rio cuando son más raras; y hé aquí lo que llaman refracción de la luz. Así es que, dos rayos que caen paralelos, sobre una lente de vidrio, mudan de direc¬ ción, y tienden á reunirse en un punto detrás de la lente, en donde trazan una imagen distinta, del sol por ejemplo ; pero un poco más allá ó más acá, ya la imagen es confusa. Lú mismo sucede si en lugar de Tomo i i — 35 REFLEXIONES 2 70 la lente se sustituye un vidrio más ó menos con¬ vexo ó un cuerpo trasparente más ó menos denso que el vidrio. La luz, no sólo tiene la propiedad de refractarse , sino la de reflejarse sobre los cuerpos que ilumina. Salen, pues, de todos los puntos de los objetos ma¬ nojos de luz, tirando á separarse unos de otros ; mas asi que encuentran cuerpos trasparentes mas den¬ sos ó más convexos, se aproximan entre si, y su reu¬ nión es tanto más pronta cuanto mayor es esta den¬ sidad ó convexidad. Si se coloca una lente en la ventanilla de una cᬠmara oscura, y se le presenta un cartón , vemos al punto como un cuadro en que se pintan todos los objetos exteriores con la mayor precisión, y según las reglas de la perspectiva más exacta ; cuadro que parecerá moverse si se mueven los objetos : en él ve¬ mos precipitarse los riachuelos de lo alto de las mon¬ tañas y serpear por las llanuras; vemos cernérselas aves en los aires, juguetear los peces en la superfi- c’e del agua, y brincar los corderillos en las pra¬ deras. Sustituid á la lente un ojo de buey recientemente despojado de sus membranas, y se verá trazado so¬ bre la tela que cubre el fondo de este órgano un cua¬ dro semejante al anterior, con la diferencia de que todas las figuras quedarán dibujadas en un tamaño mucho menor. La estructura del ojo del buey en lo esencial es la SOBRE LA NATURALEZA 271 misma que la del nuestro: así que, lo dicho da ya al¬ guna idea del mecanismo de la visión. En efecto, los humores del ojo hacen lo que la lente en la cámara oscura ; la tela ó la retina es el cartón ; la piel negra que tapiza lo interior del globo hace las veces de la ventanilla que impide la luz ; la pupila, contrayén¬ dose ó dilatándose á proporción que es más ó me¬ nos fuerte la luz, modera la acción de los rayos en la retina. Los rayos, pues, pasan por la córnea, el humor ácueo, el cristalino, y penetran en fin hasta el vitreo; y después de haberse refractado suficien¬ temente, y reunídose en este tránsito, pintan sobre la retina, detrás del humor vitreo, la imagen de los objetos exteriores, con una perfecta exactitud y cla¬ ridad. El nérvio óptico comunica al cerebro las va¬ rias conmociones que recibe, y excita en el alrq^. per¬ cepciones análogas á las impresiones producidas por los objetos exteriores. La imagen de estos objetos se pinta sobre la reti¬ na al revés ; pero esto mismo hace que se nos repre¬ senten en su situación natural, porque refiriendo el alma cada rayo de luz al punto de donde emana, considera á la derecha la impresión que se hace por el lado izquierdo, y al contrario. Los mayores obje¬ tos se dibujan en la retina con una extremada pe- queñez, y sin embargo los vemos en su verdadera magnitud. ¿Cómo sucede, pues, que cuando perci¬ bimos desde una alta torre muchos millares de casas, cada una de ellas se pinta tan exactamente en un 272 REFLEXIONES espacio tan corto? Millones de rayos vienen por una abertura muy reducida á reunirse sobre la retinar los cuales cruzándose, mas sin confundirse, guardan siempre una distancia proporcional á la que tenían entre sí los puntos del objeto de dónele salieron. Si desde lo alto de un mástil se observa una flota en alta mar navegando á toda vela, ¡qué de objetos se ofrecerán á nuestra vista! Y si desde esta altura se mira el mismo mar, ¡cuántos millares de olas no se descubren! Será mucho mayor nuestra admiración, si consideramos que cada una de ellas refleja ma¬ sas de rayos sobre nuestros ojos, cuyo volumen es tan pequeño. Súbase uno en un día sereno á una al¬ ta montaña, tienda la vista por las regiones inmedia¬ tas y no podrá menos de asombrarse al ver trazado muy^or menor sobre una membrana de tan pocas líneas, como lo es la retina, cada árbol, y aún cada ma¬ ta de hierbe de una campiña de cinco á seis leguas cuadradas. Aún hay otro motivo de admiración. Tengo dos ojos, y no veo dobles los objetos; porque tapizando el fondo de aquellos las retinas semejan¬ tes entre sí en el número, disposición y resorte de los hilitos nerviosos que las componen, y guardando cierta correspondencia^análoga con el nérvio óptico, de aquí es, que como las dos imágenes de un objeto caen en ambos ojos sobre partes semejantes y co¬ rrespondientes de aquellas membranas, estando, por decirlo así, las dos sensaciones en un mismo tono, no deben excitar en el alma sino una sola idea é SOBRE LA NATURALEZA 273 imagen, bien que más viva al modo del sonido que hiere á los dos oidos, ó del dolor que se recibe por las dos ventanas de la nariz. Los objetos que hieren mi vista, no. son visibles para mí solo. Acabo de admirarme del gran número de rayos que envían á mi pupila ; pero debe aumentar más mi admiración, el que igualmente reflejan hacia todos los espacios de la masa de aire que los rodea. Hé aquí por que adonde quiera que voy, reempla¬ zan nuevos rayos á los precedentes, y me hacen vi¬ sibles los mismos objetos que veía ántes de mudar de sitio. Todos los rayos necesarios para esto ya exis tían, y no esperaban más que ojos para ser vistos. Si picamos con un alfiler una tira de papel, y mira¬ mos por este agujerito, aún mucho más pequeñó que el de nuestro ojo, no dejamos de ver también los ob¬ jetos, aunque nos parezcan mucho menores. ¿Pero cuál es el hombre que dedica algún rato pa¬ ra reflexionar sobre todas estas maravillas? El hábi¬ to de ver nos hace mirar esta operación como una cosa sumamente sencilla y fácil de comprender. Es cierto que sabemos cómo se forma la imagen de los objetos en el fondo del ojo, y cuanto contribuyen para ello todas las partes que le componen ; mas es¬ to no basta, porque el ojo no puede tener idea de lo que pasa en sí : es preciso pues que la impresión que hacen en él los rayos, se propague hasta el cerebro; pero es superior á la inteligencia del hombre el des¬ cribir lo que en esto pasa, cómo ve el alma al obje- 274 REFLEXIONES to, ni qué resortes son los que la determinan á re¬ presentársele. Por lo demás, lo que es inaccesible á nuestro en¬ tendimiento, es o£>ra de una inteligencia soberana, que se manifiesta en todas partes, tanto en nosotros como fuera de nosotros, y que siempre viene acom¬ pañada de una bondad sin límites. No pudiendo. pues, menos de reconocer esta bondad, ¡cesará mi boca de publicar las maravillas de su poder: mara¬ villas tanto más dignas de mi reconocimiento, cuanto más superiores son á mi capacidad! TREINTA DE JUNIO Utilidad de nuestros sentidos Estoy dotado de sentidos: es decir, que por medio de varios órganos maravillosos, puedo proporcionar¬ me oran multitud de sensaciones. Por los ojos acl- quiero la percepción de la luz y de los colores; por los oidos, la de los tonos diferentes ; por el olfato y el o-usto, la de los efluvios ó emanaciones agradables ó desagradables de los sabores y de los olores, de lo amargo y dulce, y otras propiedades de los cuerpos de que puedo hacer uso ; por el tacto , en fin, siento el calor y el frío, lo húmedo y lo seco, lo blando y lo duro, & c* Ahora pues, yo me figuro cuán miserable sería si SOBRE LA NATURALEZA careciese de los órganos de la vista, del oído, del gusto, del olfato y del tacto. Si no tuviera vista, ¿có¬ mo pudiera librarme de los peligros que me rodean o formarme ¡dea de la magnificencia de los cielos, dé las bellezas de la naturaleza, y de tantos deleitosos objetos de que está llena la tierra? Sin el órgano del oído, ¿como pudiera percibir un gran número de ries¬ gos qne me amenazan de lejos, cómo comunicar á otros mis pensamientos, ni gozar de la armonía y de los encantos de la música; cómo hubiera podido en mi juventud recibir las instrucciones de mis maes¬ tros aprender á conocer bien á Dios y las verdades que la religión encierra ; adquirir este sin número' de nociones que enriquecen mi alma y que tan superior me nacen a los brutos? Si careciese del olfato y gusto ¿como podría distinguir los alimentos saludables de os nocivos ; gozar de la fragancia de la Primavera y de otros mil objetos que me ofrecen tan gratas' sensaciones? En fin, sin el tacto, ¿pudiera yo descu¬ brir lo que me es contrario, ni velar sobre mi propia conservación? «Jamás, pues, sabré regocijarme ni « bendecir a Dios bastante, por la facultad que me « dió de poder ver, oir, gustar, sentir y hablar. Ado- « ro a mi benéfico Criador, reconozco y ensalzo su « bondad. Mis labios se abrirán para glorificarle con « cánticos de alabanza y acciones de gracias. Mis o¡- « dos escucharán el himno universal que todas las <( criaturas entonan en honor suyo.» ¡Ah! si no puedo dejar de reconocer el precio de 276 REFLEXIONES mis sentidos ¡ llegará el caso de que abuse de ellos! El Criador me los ha dado para los más nobles fines. ¡Y cuánto no ultrajaría yo á su bondad liberal, y deshonraría la admirable estructura de mi cuerpo, si emplease mis sentidos en funciones animales, sin proponerme designios más elevados! ¡Qué misera¬ ble sería si buscase mi felicidad en los placeres de los sentidos, y los prefiriese á las delicias encantado¬ ras del alma! Llegará un día en que ya mis ojos no serán sensibles á la hermosura de los objetos exterio¬ res ; en que la melodía de una voz armoniosa no lison¬ jeará mis oidos, y en que mi olfato no hallará gusto con la fragancia más agradable. En una palabra, lle¬ gará el día en que casi todos mis sentidos no encon¬ trarán recreo ni satisfacción en las cosas terrenas ; ¡y cuán miserable seré entonces si nada conociere que pueda alimentar mi espíritu, consolar mi alma y lle¬ nar mis deseos! ¡Ojalá que al hacer uso de mis sen¬ tidos, nunca pierda de vista el gran objeto de mi existencia! Ojalá que sus mismos órganos sirvan pa¬ ra glorificar á mi Criador, y que comience á habi¬ tuarme en la tierra á las nobles ocupaciones en que, después de la resurrección futura, se han de emplear en el cielo! Hasta ahora no había considerado mis sentidos según lo merecen, esto es, como una obra maestra de la mano de mi Dios, ni como una prueba demos¬ trativa de que mi cuerpo, hasta en sus menores ór¬ ganos, no es obra del ciego acaso ; pero ya comienzo SOBRE LA NATURALEZA 277 á tocar en una parte de su conjunto las maravillas a suprema sabiduría y quedo asombrado al con- manos™6 ¿ mÍSm° >’ * todas «*«• de sus v: =° AUt°r.f m¡ sér' ¡ah' Peinad si al ser- e mis sentidos no he levantado hasta Vos mis de"m?T°S’ Ó S¡ aCaS° "° han id° acomPañados cel ot , rec,?nocimie"to. Enseñadme á no ha- ro uso de ellos, sino el que corresponde al fin P-a que me los disteis: haced que en adelante em¬ olí, vn’35 TS miS °jOS en cons‘dcrar vuestras ■,} que cada vez que levante mi vista al cielo ó q- me contemple á mí mismo, me excite á ensalzad > bendecr vuestra admirable bondad. ¡Será posible q 3 V er tanto cumulo de males como hacen gemir hastaCne°S 1 " $ herman°S' ‘°S ™re ¡«diferencia -asta negarles la compasión, cuando debieran correr por mis mejillas dulces lágrimas siempre que reci¬ biere nuevas muestras de la bondad divina, que me pusiesen en la feliz situación de hacer bien á los afli¬ gí os socorriéndolos en sus necesidades, y conso¬ lándolos en sus aflicciones! * Tomo ii.~ 36 f REFLEXIONES 278 PRIMERO DE JULIO Relaciones que se hallan entre nuestros sentidos y los objetos de la naturaleza Nuestros órganos tienen cierta proporción con nuestro estado actual; y el desearla mayor, seria que¬ rer ponernos en contradicción con todo cuanto nos rodea; pues otros grados de tuerza y de intensión en nuestros sentidos producirían en nosotros percep¬ ciones é ideas menos adaptadas á nuestra presente situación, de manera que así en el orden físico como en el moral, lejos de adelantar, perderíamos mucho en esto. En efecto, por lo que toca al moral, padecería mu¬ cho nuestra libertad. Porque si fuese mayor ó menor la fuerza de los órganos, el imperioso influjo que ejer¬ cerían sobre nosotros los sentidos en el primer caso, ó por la acción demasiado débil que tendrían sobre el alma en el segundo, destruirían el equilibrio que debe mediar entre nuestra razón y las impresiones de los objetos sensibles. De cualquiera de los dos mo¬ dos sufriríamos cierta especie de violencia. Debili¬ tándose, pues, nuestra libertad, padecería mucho la moralidad de nuestras acciones, que es la que las real¬ za y da todo su valor. Así que, precaviendo Dios, aquel desorden, lo ha balanceado todo; y sólo no per¬ diendo de vista este sabio designio del Criador, po- SOBRE LA NATURALEZA ' 27 9 demos explicar gran multitud, de cosas al parecer irregulares. v % No es menos visible que en el orden físico, faltan¬ do las proporciones que median entre nosotros y to¬ da la naturaleza, faltaría también cuanto pudiera aca¬ rrearnos una verdadera utilidad. Consideremos ante todas cosas, que un sér infinitamente sábio nos formó tales cuales somos, igualmente que á los cuerpos que nos rodean, y dispuso al propio tiempo nuestros sen¬ tidos, órganos y facultades de tal suerte, que nos pu¬ diesen servir para las necesidades de la vida, para su comodidad, y en una palabra, para cuanto tene¬ mos que hacer en este mundo: porque mediante los sentidos, podemos conocer las cosas, distinguirlas y examinarlas, según conduce más bien, para hacer de ellas el uso necesario. Por débiles y limitadas que sean nuestras faculta¬ des, nos bastan no sólo para descubrir los medios de proveernos de lo que necesitamos, sino aún para con¬ ducirnos al Criador por el conocimiento que nos dan de las criaturas. Nos bastan también para penetrar gran parte de la admirable formación de los séres, y de sus asombrosos efectos, y para reconocer y ensal¬ zar los divinos atributos del que les dió el sér. Este conocimiento es puntualmente el que guarda más perfecta proporción con nuestro estado actual; res¬ pecto á que deducimos de él las primeras nociones de nuestros deberes para con Dios, para con nues¬ tros semejantes y para con nosotros mismos; que es 28o REFLEXIONES la suma de cuanto tenemos que desempeñar sobre la tierra. - Otra prueba de que nuestras facultades son las que realmente necesitamos y nos bastan es, que si se nos preguntase qué nuevo sentido desearíamos ade¬ más de los que póseemos, no sabríamos qué respon¬ der; porque no tenemos idea de un sentido diverso de los que estamos dotados, y los nuevos aspectos ba¬ jo los cuales nos presentaría los objetos de la natura¬ les, lejos de hacérnoslos útiles, quizá nos los harían desagradables y aún nocivos. Más prescindiendo de nuevos sentidos, se trata de saber si apeteceríamos con fundamento alguna per¬ fección mayor, á nuestro modo de entender, en nues¬ tros órganos actuales. Supongamos en ellos por un momento más finura y viveza, y examinemos lo que de aquí resultaría. Desde luego, debería variarse por consiguiente la magnitud, y hasta cierto punto la for¬ ma exterior con que se nos presentan los objetos; ¿y nos atreveremos á asegurar que estas mutaciones no luesen incompatibles con nuestra naturaleza, ó á lo menos con un estado tan cómodo y agradable como el que disfrutamos al presente? Para convencernos de que el sábio Arquitecto del universo ha guardado la proporción conveniente en¬ tre nuestros órganos y los cuerpos que deben obrar en ellos, considerado el lugar que le plugo darnos por morada, basta considerar, que en orden al contacto del aire, por ejemplo, apenas somos capaces de sub- SOBRE LA NATURALEZA 28l s.stir en nna región de atmósfera más elevada, que en la que respiramos de ordinario. 1 Si el oido llegase á adquirir mucha más vivacidad rui ¿ría r?" “ '«*’ de el menor ™“° Se,na bastante Para distraernos, y apenas podría- ,. “ r'r SU lmPres‘on. ¿Quién lograría hallar un -o sólo á Tnte tranqU,i° par3 entreSarie en él, no di- al cubado 7 e"CantOS pero ni aun cuidado de sus mas urgentes negocios? ¿dónde en¬ contraríamos un asilo bastan te -lejano para gustar pa tíficamente las dulzuras del sueño? g P Por otra parte, supongamos que hubiese alguno c e v,sta mas sutil aún que la que se logra por medio del mejor microscopio: verdad es que discerniría ob- jetos millones de veces menores que el más pequeño 03 qUe ahora descubrimos; percibiría también la contextura y movimiento de las mínimas partículas de el^riM C°m,POn,e Cada CU6rp0; mas ni P°clría sostener brillo del sol, ni aún la luz del día, ni ver tampoco a un tiempo sino una muy pequeña parte de un ob¬ jeto, y esto a cortísima distancia. Le sería imposible ademas distinguir á una distancia proporcionada los objetos que convendría evitar, ni conocer, mediante las cualidades sensibles, las cosas más necesarias pa¬ ra su subsistencia. Distinguiría sí, las menores par¬ tes del resorte de un relox ; pero no podría percibir de una mirada toda la mano ni las horas de la mues¬ tra; ¿de que le serviría, pues, descubrir la confio-Ura ción secreta de las partes de la máquina, si perdería 282 REFLEXIONES .así la facultad de hacer uso de ella? Lo propio res¬ pectivamente sucedería con los demás objetos: por¬ que al paso que descubriese en ellos sus pormenores por grados ó puntos casi indivisibles, no vería el todo que resulta de cada uno de ellos en particular; y con mayor razón carecería de la utilidad y riqueza que proporciona el conjunto de estos diversos objetos. Concedamos la misma delicadeza á los otros sen¬ tidos: entonces los sabores más gratos serían para el hombre cáusticos violentos; las fragancias más deli¬ ciosas le harían caer en deliquios; los objetos menos ásperos á nuestro tacto, le ocasionarían sensaciones las más molestas y dolorosas; de manera que aún la existencia le parecería insoportable. Dejémonos pues de llevar nuestros deseos más allá de lo que permite nuestra condición actual ; y reco¬ nozcamos agradecidos que Dios nos formó del modo más ventajoso, y según nos convenía con respecto á los cuerpos que nos rodean, y con quienes estamos siempre en relación. Si nuestras facultades no pue¬ den conducirnos sobre la tierra á un conocimiento más perfecto de las cosas, esto nace de que nos sería inútil. Llegará el día en que, entrando en nuevas re¬ laciones con un otro orden de cosas, adquirirán nues¬ tros sentidos la más completa perfección. Lo que ahora nos interesa es el hacer buen uso de los que Dios nos ha dado, á fin de merecer en la eternidad las fa¬ cultades necesarias á un sér destinado para la bien¬ aventuranza celestial. SOBRE LA NATURALEZA 283 DOS DE JULIO Los huesos y su armazón El examen de las diferentes partes que componen nuestro cuerpo, nos hace admirar la mano que le formó. En efecto, se, ve grabado en las criaturas el se¬ llo de su divino Artífice, que parece tuvo complacen¬ cia en hacer una obra maestra con la materia más vil. Pero esta misma obra, sin los huesos que sirven de apoyo á toda la máquina, que mantienen á cada órgano en su lugar, y hacen guardar á todos los miembros la situación conveniente, no podría existir; y este edificio en que brilla la más sublime inteligen¬ cia, no sería más que una masa informe, en la cual todas las partes, agobiadas sobre sí mismas, no po¬ drían concurrir al juego del todo, ni á la conservación de la vida animal. Compónense los huesos de tres substancias, que son la compacta ó dura, la esponjosa y la reticular, que ocupa las cavidades de los cilindricos. Esto se entiende hablando anatómicamente, porque la quí¬ mica manifiesta que los principios constitutivos de los huesos son varios, puesto que de unos pende su con¬ sistencia y solidez, y de otros la elasticidad y demás circunstancias que los acompañan. Estos son el ju¬ go huesoso, la gelatina, la tierra caliza, el hierro, &c. La ligereza de los huesos de todos los animales, 284 REFLEXIONES y especialmente la de los gamos y ciervos, consiste en que tienen mayor cantidad de la substancia reticu¬ lar que de la compacta, entre la cual se forma una maravillosa red de membranas y vasos, quienes cons¬ tituyen una prodigiosa multitud de celdillas, que con¬ tienen el aceite de que se repone la médula que ocu¬ pa sus grandes cavidades. Las substancias de los huesos y sus principios va- * rian en cantidad respecto á las edades de los anima¬ les: requisito que depende del mecanismo particular de la osificación y aumento de los huesos, que aún no conocemos bien.' De aquí es que tienen más ge¬ latina los huesos de los animales jóvenes que los de los viejos, como igualmente tienen menos los de aque¬ llos que corren con velocidad, aunque sean jóvenes. Es imposible determinar el cómo se forman y adap-« t in las moléculas huesosas en la compocisión de los huesos, en las pérdidas de su substancia, y en varias enfermedades, por ignorarse el cómo lo ejecuta el órgano ordenador, criado de intento para disponer estas mismas moléculas en un orden determinado y constante. El cuerpo humano, con respecto á los huesos, se divide en tres partes, que son la cabeza , el tronco y las extremidades. La cabeza comprende el cráneo y la cara ; el tronco .está compuesto del espinazo, el pecho y la pélvis. Las extremidades superiores cons¬ tan de hombro, brazo, antebrazo y mano; y las infe¬ riores de muslo, rodilla, pierna y pié. SOBRE LA NATURALEZA 285 Las piernas y muslos se componen de grandes huesos articulados mutuamente, y sujetos por fuer ^ ligamentos; estas dos especies de columnas re- fmbar“e ,gUa'eS d7f; y S0stien™ el edificio. Sin mbargo, pueden doblarse; y la choquezuela re- deTmuslo '0n ,deS:gUaldad> ase^ la articulación del mus, o con la p,erna, é impide que ¡os tendones lia C r^l °S S? r°Cen 6ntre S‘ 31 doblar la rodi- ' Cat a C;olunl,la t¡ene su pedestal, compuesto de piezas de diversa configuración y artificialmente uni- s, cual gira libremente bajo de la columna Ob- servanse en este pié huesecillos intimamente limados auscu os y tendones, á fin de proporcionarle á un mismo tiempo mayor flexibilidad y firmeza según las diversas necesidades. Los dedos que le terminan por sus articulaciones, y las uñas de que están arma¬ os, sirven para tentare! terreno, para apoyarse con mas destreza y agilidad, levantarse, inclinarse, y ha¬ cer infinitos movimientos. Los pies se extienden hacia adelante para impedir la caida del cuerpo cuando “ ““ ‘ **• f das en la parte superior, y sus extremidades tie- nen dirección oblicua, para artciularse con los hue- e as caderas, de donde resulta la libertad de podei andar, bajarse y sentarse. El cuerpo del edificio, ó el tronco, es proporciona- a la altura de las columnas. Contiene muchas sfituadSasUeenPOr T 4 ,a vida- de^en estar ítuadas en un lugar seguro. Dos filas de costillas Tomo i i— 37 b reflexiones 0 ■ „c nue se articulan con la espina, va , bastante junta, , q á unirse por su por- formado una espe ’ nue cierra la parte clon cartilaginosa con e esew estas par. anterior del pecho, y pon ^ n0 podrían ce- tes delicadas, r , i rneroo sin impedir rrar enteramente el centro ^ cuerP ’ J ¡ ,a hasta cierto eS r Esta es también la causa de que de las doce “ ín 1» parte anterior on vacio, qne i estómago ia t.enitad Je Jil.»r.«, ^•^r:T^nor¿= p„e. 1. menor “"P”" lo notable en perimentase, cansaría un^ ^ la economía anima,. • Mas como no para preservarla de g mov¡m¡»ntos que nos pudiera Pres arse sj fuese de una sola pieza, vemos obligados a ’ , a ntor de la natu- por eso i. co»p~ ■ ‘Xes^ de tvin, «- ralesa, par. &d'»r “? . P m(j<¡|¡J,d „ hall. Jo- Además de una gran J > P a porque tado también el espinazo de cada vértebra esta compues a p tiv0 agu¬ ama substancia esponjosa, y tiene su respect, SOBRE LA NATURALEZA 287 jero. Esta columna trasmite á la pélvis todo el peso de las partes superiores, el que aumenta cualquiera carga. La pélvis se compone de vanos huesos: por las partes laterales y anteriores la forman los de las caderas, en quienes hay dos cavidades para recibir las cabezas de los huesos de los muslos, y posterior¬ mente por el sacro y el cóccyx ; por lo cual se la pue¬ de considerar como la última parte del tronco y la base del espinazo. De lo alto del tronco penden con una perfecta si¬ metría los brazos, asidos á los hombros, que les per¬ miten un movimiento libre, y con articulaciones en el codo y muñeca, para poderse volver y doblar con prontitud. Los brazos tienen longitud bastante para llegará todas las partes del cuerpo: son robustos por sus muchos músculos y por el crecido número de nérvios que en ellos se distribuyen, á fin de que puedan sostener y desempeñar los mayores trabajos, y terminan por último en las manos. Estas son un tejido de músculos y huesecillos encajados unos en otros, dotados de la fuerza y flexibilidad convenien¬ tes para cojer los cuerpos vecinos, para arrojarlos, atraerlos, rechazarlos, desprenderlos y separarlos unos de otros. Los dedos, guarnecidos de uñas en su extremidad, mediante la delicadeza y variedad de sus movientos, están adaptados para ejecutar las más pasmosas maravillas del arte. Sirven también los brazos y las manos, doblándolos ó extendiéndolos reflexiones 288 para restablecer el equilibrio en el cuerpo y preca- ver sus caídas. _ . Por encima de los hombros se eleva el cuello, tie¬ so ó flexible a nuestro arbitrio, y destinado a sostener la cabeza,' que domina á todo el cuerpo. Esta parte, como la más noble, fortificada por todos lados con huesos durísimos, para conservar mejor el precioso tesoro que encierra, se articula con las vértebras e cuello, y tiene la comunicación más pronta con to¬ cios los demás miembros. El cráneo se compone de ocho huesos, que con su reunión forman la caja hue¬ sosa donde están el cerebro, el cerebelo y la medu¬ la oblongada : es muy sólido en toda su extensión, pero sin embargo se halla agujereado en muchos lu¬ gares para dar paso á la médula, á los nervios y a los vasos sanguíneos. La cara, que forma la segun¬ da parte de la cabeza, comprende las dos mandíbu¬ las de las que la superior tiene un agujero por el cua pasa el aire para entrar por la naris en los pato¬ nes, sin el que; según opina Nieuwentyt no po rían mamar los niños, ni tener los adultos en la boca nin¬ gún líquido. Sobre el borde de entrambas se dejan ver los alvéolos en que están ingeridos los dientes y muelas, huesos los más duros de todos, como que su destino es masticar el alimento para preparar la 1 gestión. Hay cuatro dientes incisivos en la paite terior de cada mandíbula, muy cortantes en su ex¬ tremidad, y que forman una parte de círculo, que e como la medida de los trozos que deben cortar. SOBRE LA NATURALEZA 2.89 guíenseles dos canutos ó colmillos , uno á cada lado, puntiagudos para introducirse fácilmente en los ali¬ mentos que hacen alguna resistencia, y que no pue¬ den partir los incisivos: los colmillos son más en los animales voraces, como los lobos y leones. Dividi¬ dos los alimentos por los dientes, necesitan triturar¬ se, y por exigir esta operación superficies anchas, duras y desiguales es puntualmente la forma que tienen las muelas que muelen los manjares, al modo que las muelas de un molino el- trigo. Son diez y seis, y llegan con los dientes al número de veintiocho, que es el que de ordinario se cuenta hasta la edad de cerca de veinticinco años; pues las otras cuatro que completan treinta y dos, son conocidas con el nombre de muelas del juicio, á causa de salir por lo co¬ mún muy tarde, y tanto que se citan muchas perso¬ nas á quienes no les han comenzado á apuntar hasta los ochenta años. La juntura de los huesos entre sí, es lo que llama¬ mos articulación ; la una los une sin permitirles mo¬ verse, y la otra les deja esta facultad. El hueso del muslo se mueve hacia todas partes en la cavidad que le recibe, mediante un movimiento llamado d e honda. La articulación del hueso del codo con el del brazo, parecido á una charnela, sólo permite dos movimien¬ tos, uno de flexión y otro de extensión. Cuando dos huesos están situados de manera que el uno puede girar sobre el otro, como la primera vértebra del cue¬ llo sobre la segunda, viene á ser un movimiento de 290 REFLEXIONES frotación : además los huesos se unen también entre sí por ligaduras fuertes y elásticas, cuales son los cartílagos y ligamentos, y aun comúnmente está ro¬ deada la art'culación de una membrana. Un humor conocido con el nombre de sinovia , filtrado continua¬ mente por las glándulas que le vierten en las articu¬ laciones y en las vainas de los tendones, sirve para hacer resbaladiza la superficie de los huesos, y faci¬ litar sus movimientos. ¿Quién pues no admirará la naturaleza de los hue¬ sos, su formación y conjunto? A una suma dureza reúnen ligereza bastante, por estar huecos y llenos de una multitud de agujeros. ¿Qué cosa nos podemos fio-urar más flexible á todos los movimientos, ni al mismo tiempo más sólida y durable? En efecto, aun después que las partes del cuerpo se separan por la corrupción, apenas pueden destruirse las junturas y ligamentos. ¿Quién fué tan poderoso que supiese reunir tantas maravillas? ¿Quien es el autor de una obra tan asombrosa? ¡Pero qué! ¿podré al contem¬ plarla dejar de exclamar con el Profeta? Todos mis huesos dirán: ¡Quién hay, Señor, que se asemeje á Vos!1 • ' * • V ; 1 Salmo XXXIV, 10. SOBRE LA NATURALEZA 29I TRES DE JULIO La piel que cubre todo el cuerpo, y algunas de sus funciones Una cubierta común rodea todo el cuerpo, y al mismo tiempo que preserva todas las partes ante¬ riores, sirve para dar á las exteriores toda su belle¬ za; porque sin la piel que las hace tan agradables y de un colorido tan gracioso, sería el hombre un ob¬ jeto disforme, y nos horrorizaríamos á nosotros mis¬ mos. No se limitan á esto las funciones de la piel ; pues ya hemos visto que es el órgano del tacto, el cual reside principalmente en el cuerpo papilar; es decir, en las papilas que forman abriéndose las extremida¬ des de los nervios cutáneos. Pero ántes de conside¬ rar otros varios destinos de este órgano, examinemos más particularmente su estructura. La piel, prescindiendo del cuerpo papilar, que pue¬ de también mirarse como una parte -del cutis, es un compuesto de tres membranas, de las cuales la mas interna se llama propiamente cutis , la segunda cuer¬ po reticular , y la más visible epidermis ó sobrecútis. Esta es la parte más exterior de los tegumentos del cuerpo humano, la más expuesta al aire, y la que más. bien sufre su contacto: cualidades que la son co_ muñes con el esmalte de los dientes, la túnica super_ ficial de la traquea rteria, y la del esófago. Su es truc- 292 REFLEXIONES tura es por una parte la más sencilla y por otra la más extraordinaria ; pues destituida de vasos, de ner¬ vios, y llena de poros, apenas organizada, de una de¬ licadeza en fin extrema y media trasparente, es al mismo tiempo tan tenaz, que le hace oponer la re¬ sistencia más continuada á la maceración, y á todos los demás medios de corrupción. Presúmese que es una especie de eflorescencia del cutis, al cual queda adherida por una infinidad de fibras. Por otra parte, esta membrana se destruye sin causar dolor sensible, y se regenera con facilidad. Ultimamente, lo que pa¬ rece probar más su importancia es el encontrarse en todos los cuerpos organizados de ambos reinos; y se pércibe ya hasta en el embrión de tres meses. Bajo de la epidérmis se halla el cuerpo mucoso , membrana muy poco consistente, llamada red de Mal- pigio , porque fué el primer anatómico que formó de ella una idea exacta. Esta membrana exhala una es¬ pecie de serosidad, y rara vez, separándola de la epi. tlérmis y del cutis, puede conservar su integridad ó forma de membrana. La red es la que da á los dife¬ rentes individuos el color que les es propio. El cu¬ tis es blanco en todos igualmente que la epidérmis, y sólo los moros tienen ésta un poco amarillenta. Pe¬ ro el cuerpo reticular tiene un colorido casi tan va¬ rio como lo son los hombres, las edades y los climas»' y no hay cosa que lo modifique, hasta en el estado de enfermedad. De estas modificaciones del color, nacen las cinco SOBRE LA NATURALEZA 293 principales variedades que se observan en la especié humana, y que penden, como parece probarlo el Con¬ de de Buffón, de la influencia del clima, que es su principal causa, del alimento y de las costumbres. E| color blanco más ó menos claro es común á los euro¬ peos, á los pueblos del Asia occidental, á Jos del Norte del Africa, á los groenlandeses y esquimales. Los que habitan la parte meridional del Asia son de un aceitunado oscuro: los etiopes son negros; los naturales de otras regiones de América son de un rojo cobrizo; en fin, los habitantes délas riberas del mar Pacífico son más ó menos morenos. Puede de¬ cirse de estas variedades, lo que de todas cuantas distinguen á los hombres entre sí, ó á una nación de otra ; esto es, que son unos matices á veces casi im¬ perceptibles, y por consiguiente cualesquiera otras clases ó divisiones que se quisieran establecer, serían arbitrarias. El cutis que cubre la epidérmis y la red mucosa, es una membrana llena de poros, tenaz, muy exten- sible, ya más, ya menos gruesa. Compónese de mu¬ chas capas del tejido celular, de las que las superfi¬ ciales son más densas, y las profundas más ralas: éstas, exceptuando algunas partes del cuerpo, con¬ tienen un jugo oleoso llamado gordura. Además de los nervios y vasos absorventes, admite el cutis gran número de vasos sanguíneos: encierra en su grueso una multitud innumerable de glandulillas que sumi¬ nistran á la piel un humor untuoso, claro, muy pene- Tomo 11.— 38 294 REFLEXIONES trante, muy difícil de secarse, y diferente del sudor que transpiran ciertas partes del cuerpo. Finalmen¬ te, todo el cutis excepto el de los párpados, las palmas de las manos, &c., está cubierto de bello más ó me¬ nos espeso. Hay partes en que destinado este pelo á usos particulares, es más largo, como el de los ca¬ bellos, cejas y pestañas, & c. No difiere menos entre sí el pelo por su flexibilidad, rizo, y especialmente por su color, que corresponde con bastante frecuen¬ cia al de los ojos ; pero todas estas variedades están indistintamente sujetas á las influencias de la edad, del clima, de una multitud de causas naturales, ó de una afección enfermiza. El pelo es de una naturale¬ za casi incorruptible: no hay parte alguna en el cuer¬ po que se nutra y reproduzca con tanta facilidad; vuelve á salir aún después de haberse caído del todo, á no ser que se oponga algún vicio de la piel, y nin¬ guna otra, en fin, es tan esencialmente eléctrica. Los tegumentos comunes tienen los muchos usos que ya hemos insinuado. El efecto de los tópicos aplicados sobre el cútis, las fricciones y otros reme¬ dios no permiten dudar que hay en el cuerpo vasos que absorven, especialmente en la superficie externa( todos los fluidos extraños con quienes se halla en contacto, sin excluir el aire, y que están destinados á introducir en las vías de la circulación las partes más sutiles de los apósitos. Estaban tan persuadidos los antiguos de la existencia de estos conductos, y del SOBRE LA NATURALEZA 295 liso que les atribuimos, que casi toda su medicina se reducía á baños, fomentos y friegas. Pero una de las grandes utilidades de la piel es el ser un órgnno excretorio, muy propio para desem¬ barazar la masa de los líquidos de cuanto le es inú¬ til ó extraño. Los miasmas exhalados al través de su tejido, los diversos olores á que da paso, los sudores, y otras muchas transpiraciones, demuestran bastante que su destino es desempeñar estas funciones; mas lo que principalmente separa es un fluido cuya man¬ sión causa en la economía animal terribles acciden¬ tes, y que sólo se diferencia del sudor en que su eva¬ cuación es insensible. Sin embargo, no faltan autores que los consideran como esencialmente distintos. Sea de esto lo que fuere, la transpiración insensible es un fluido aériforme, que se exhala continuamente, y que tiene muy grande analogía con la del aire espi¬ rado por el pulmón: parece cpie el único objeto de estas dos funciones es ayudarse mutuamente, y com¬ pensar la una el defecto de la otra. De esta relación recíproca, que prueba aquella analogía, se ha con¬ cluido con bastante probabilidad, que la transpiración cutánea y la orina eran dos fluidos de la misma na¬ turaleza. Es muy difícil determinar la pérdida de este vapor en un adulto de mediana estatura y grueso; ni bastan para calcularla las balanzas empleadas desde el tiem¬ po de Santorio, para equilibrar los cuerpos en sus di¬ versos estados, pues no es este fluido la única materia 296 REFLEXIONES que trasuda la piel. Además de que apenas habrá hombre alguno en quien esta evacuación se haga con igualdad; y aun se hallan muchas variedades con res¬ pecto á los pueblos y á las familias. Santorio fué de opinión que las cinco octavas partes del alimento y de la bebida se disipaban por la transpiración ; pero los descubrimientos modernos nos han enseñado que la mayor parte de esta pérdida se debe á la respira¬ ción, al ácido carbónico y á la agua disuelta, ó bien por este ácido, ó por el aire caliente que se espira* Así es como se muestra la naturaleza siempre ri¬ ca en los efectos, y sencilla al mismo tiempo en los medios. Por otra parte, ¡qué variedad no se advierte en la textura de un mismo órgano! ¡Qué delicadeza por ejemplo, en el cutis del rostro, al paso que es tan tosco, por convenir así, en la parte posterior de la cabeza! ¡Qué dureza, que grueso no se nota en el de las plantas de los piés, para hacerlas capaces de re¬ sistir á las fatigas! La piel está agujereada por todas partes como una criba ; mas estos poros son imper¬ ceptibles, y aunque la transpiración y el sudor se exhalan por ellos, no obstante rarísima vez permiten paso á la sangre. Tiene también toda la finura nece¬ saria para ser trasparente y dar á la cara un colo¬ rido, vivo, suave y gracioso : pues si fuese menos tu¬ pida y lisa, le daría un aspecto sangriento y como escorchado. ¿Quién es el que ha sabido templar y mezclar los colores para formar esta encarnación, que los pintores no acaban de admirar, ni de imitarla SOBRE LA NATURALEZA 297 más que imperfectamente? ¡Quién sino Dios pudo ser su Autor, que hace á su arbitrio de las cosas más sencillas obras tan magníficas y bellas! CUATRO DE JULIO Formación del feto en el útero materno Después de haber considerado la organización del hombre, la estructura de su cuerpo, los diversos sen¬ tidos que le ponen en comunicación con los objetos exteriores, nos toca ya examinar los varios estados por donde pasa desde su nacimiento hasta la muerte, comenzando por el que tiene en el seno de su madre. Todo viviente, exceptuando muy pocos, si acaso puede exceptuarse alguno, cuales podrían ser ciertos pólipos, sale de un huevo que debe fecundarse en el seno de la madre, ó en lo que se llama ovario. Hín¬ chase entonces el huevo, extiéndese en todas direc¬ ciones, y á las cuarenta y ocho horas se desprende de su pedículo: desciende por una inclinación natu¬ ral ála parte en que debe detenerse, y se fija en ella después de haber bajado insensiblemente. Desarró¬ llase allí el embrión mediante el calor y otros auxi¬ lios que encuentra. Poco después de la fecundación se hace sensible el incremento del feto ; pues al cabo de tres ó cuatro dias se descubre una ampolla oval, formada por una 298 REFLEXIONES membrana extremadamente fina, que contiene un lí¬ quido viscoso bastante parecido á la clara del huevo. Se pueden ya ver en este líquido algunas fibrillas reunidas, que son los primeros lineamentos del em¬ brión. A les siete dias se distingue una pequeña masa oblonga, y del medio de ella salen fibras, que deben formar luego el cordón umbilical. A los quince se dis¬ tingue la nariz como un filete prominente, la boca como una línea, los ojos como dos puntitos negros, y las orejas como dos agujerillos. Los brazos y las piernas comienzan también á manifestarse como pe¬ queñas protuberancias, y son ya muy sensibles á los veintiún dias. Muéstranse también las costillas y los dedos como hilos muy delgados, Al mes tiene el feto una pulgada de largo, y está un poco encorvado en medio del líquido que le rodea. Déjase ya ver en él la figura humana, pues todas las partes son perceptibles: los dedos de piés y manos están separados unos de otros ; la piel es sumamente delgada y trasparente; las visceras son delgadas co¬ mo hilos; blandos los huesos; los vasos que deben componer el cordón umbilical se hallan aún en línea recta los unos junto á los otros. La placenta , que for. ma parte de las envolturas del feto, y que en los pri¬ meros dias ocupaba la mitad de la masa total, no ocupa más del tercio. Conserva siempre su figura oval, tiene cerca de pulgada y media en su mayor diámetro, y pulgada y cuarto en el menor. A las seis semanas comienza á perfeccionarse la SOBRE LA NATURALEZA 299 figura humana; pero la cabeza es mucho más gruesa á proporción de las demás partes del cuerpo. Percí¬ bese ya entonces movimiento en el corazón ; y aún se le ha visto latir bastante tiempo después de haber sacado el feto del vientre de la madre. A los dos meses tiene dos pulgadas de longitud ; se advierte la osificación en las piernas, en los brazos, en las cla¬ vículas, y en el ángulo de la mandíbula inferior, que sobresale mucho más que el superior; y el cordón umbilical comienza á torcerse y envolverse. I'res meses después de la concepción tiene el feto como unas tres pulgadas de largo, y de seis á siete á los cuatro meses y medio. Descúbrense las uñas, y si es varón se dejan ver algunos indicios de su sexo. El estómago está lleno de un humor algo es¬ peso, y bastante parecido al en que nada el embrión. ' Se halla en los intestinos delgados una materia lecho¬ sa, yen los gruesos una negra y líquida: adviértese un poco de bilis y de orina en sus respectivas vejigas. La cabeza está inclinada hacia adelante, la barba estri¬ ba sobre el pecho, las rodillas se hallan levantadas, y algunas veces tocan casi en las megillas; las piernas están dobladas hacia atrás; una de las manos y mu¬ chas vece las dos tocan la cara : también hay ocasiones en que se observan pendientes los brazos al lado del cuerpo. El aumento del feto continúa sin interrup¬ ción y muy notablemente, aunque es menor sin em hargo en los últimos meses que en los primeros hasta que en fin, al décimo mes lunar, esto es, á las 3°° REFLEXIONES treinta y nueve ó cuarenta semanas después de la concepción, abandona su cárcel para salir á luz. Hé aquí compendiada la historia de la formación de una criatura en el vientre de su madre, cpiien, por conductos dispuestos con el mayor artificio, le suministró cuanto necesitaba para su nutrición y des¬ arrollo, y le ofrece por fin al nacer leche ya prepa¬ rada por la misma naturaleza para subvenir á su subsistencia. ¡Cuántas cosas hallamos reunidas aquí, que deben llenarnos de admiración y de asombro! Desde el momento de nuestra concepción hasta el de nuestro nacimiento es una série continua de ma¬ ravillas: y ¡cuántas habrá quizá que se nos oculten, y que jamás clescubrirémos ! ¡ Alma mía ! muévate esta multitud de prodigios á adorar al Dios que te crió de la nada, dando también el sér al cuerpo á que estás unida. Mira hacia atrás, y sin remontarte á una época muy remota, advertirás que aun no exis¬ tías: ¿cómo es pues que comenzaste á existir? Sin existencia mal pudieras producirte á tí misma. El Sér infinito que crió el mundo es también el Autor de tu sér. ¿Y para qué te le ha dado, sino para que vivas de un modo que corresponda á la dignidad de una criatura inteligente, y destinada para la eter¬ nidad? SOERE LA NATURALEZA 301 cinco m julio Obligación que tienen la» madres de criar á su* hijo* Ningún medio omitió la sabia y benéfica natura¬ leza de. los que fuesen propios para asegurar la con- ovación de los vivientes. Admiramos todas las pre¬ cauciones que tomó por si misma en orden a las semillas de los vegetales: hemos admirado con ma¬ yor razón, y aún observado con ternura en el reino animal, los cuidados de diferentes especies respecto a la educación de sus hijuelos, y la previsión de aque- as madres que, no debiendo encargarse de ellos, colocan los suyos donde al salir á la luz bailan ya alimentos proporcionados. Agrégase á todas estas atenciones en la especie humana el conocimiento de una obligación moral que tiene que desempeñar: conocimiento que nos extrae de ía ciase de los bru¬ tos, que no tienen otro móvil que un impulso físico, fundado únicamente en sus necesidades. , ,íero posible que sea puntualmente la especie humana la que peor desempeñe una obligación de tanta importancia? Nuestras villas, y especialmente ' nuestras ciudades, nos ofrecen demasiadas prevari¬ caciones en este, punto. Hay en el orden moral cier¬ tas verdades sobre las que el ejemplo y la costumbre cierran los ojos de tal modo, que no se. duda ya de su evidencia. Apenas una mujer despreocupada se TtHír> II - ■}{) reflexiones 302 determina á criar por sí el fruto de sus entrañas, cuando se apresura una multitud alucinada á letiaei- la de su intento. Alármanse los enemigos, quienes creerían faltar á su amistad, si por medio de las re¬ presentaciones más vivas no rebatiesen los motivos más laudables, y casi miran como efecto de una fan¬ tasía caprichosa el imperioso instinto que inclina a una verdadera madre á cumplir por sí misma uno de sus deberes los más sagrados. Hay pues omisiones criminales y públicas, como en la obligación conyu¬ gal, en sentir de todos los verdaderos sábios, hay crímenes secretos de que no se hace el menor escrú pulo, y de los cuales se juzgan muchos inocentes por contarse á millares los cómplices. De crímenes, sí, lo repito, y ojalá que esta pala¬ bra inspirase en beneficio de la sociedad un horror saludable tanto á los esposos que, ya por desconfian¬ za de una buena y sabia providencia, que multiplica los recursos según las necesidades, ya por ambición, por avaricia ó por cualquier otra causa, violan una ley de que nadie puede dispensarlos, cuanto á las madres que no tienen ánimo para demostrar serlo criando al infante que ellas mismas han dado á luz. Verdad es que deja de ser ya tan común esta horrible preocupación, que ha hecho culpables á tantas ma¬ dres, que no por eso se creían menos criminales y reprensibles; pero la multitud de las que no se con¬ forman aún con esta ley irrevocable del Criador, prueba que no han examinado bastante los fun a SOBRE LA NATURALEZA 303 mantos de la estrecha obligación de que se des¬ entienden.1 ¡Cuán sabia es la naturaleza! No sólo hizo leyes sino que impone el castigo, y por lo común en su orden admirable caminan juntos el crimen y la des¬ dicha. ¡Cuántas mujeres, cuántos niños han sufrido ya esta pena! ¡Qué de pérdidas para la sociedad no han sido una consecuencia precisa de esta preva¬ ricación! Para conocer mejor que toda madre que podien¬ do no cría á sus hijos, se hace culpable por quebran¬ tar una ley natural de que nada le dispensa, consul¬ temos el título primitivo de todos los deberes del hombre, que, igualmente que el de sus derechos, se cifra en el destino y causa final de todas las criatu- 1 Tan persuadida estaba de* este deber la reina Doña Blanca, que no sólo cumplió exactamente con las obligaciones de ma¬ dre, sino que puso el mayor cuidado en que su hijo San Luis.no mamase otra leche que la suya. Acometióla una fiebre violenta, y una dama de palacio que á su ejemplo criaba también á su hijo, aplicó al niño Luis el pecho; pero habiendo vuelto la rei¬ na de su accesión intentando darle de mamar, notó que lo rehu¬ saba, y sospechando la causa preguntó si le habían dado el pecho. Respondiéronla que sí, y al punto llena de un celo maternal, le metió los dedos en la boca y le hizo vomitar la leche. Esta acción pareció demasiado violenta á los circunstantes; mas aque¬ lla incomparable y celosa madre los satisfizo con unas expresio¬ nes, que por sí solas bastan para inmortalizar su memoria. “¡Pues qué!” les dijo, “¿pretendéis que yo sufra se me quite el título de madre que tengo de Dios y de la naturaleza?1’ KKFLEXlOívHS 304 ras. Los seres inanimados, y mucho mas ios anima¬ les, aunque privados de razón, consiguientes á esta misma causa, siguen el orden natural que está pres¬ crito entre ellos y el hombre. Sólo hay en este pun¬ to una diferencia, y es que aunque todos tienen su destino, sólo el hombre le conoce, le sigue libremen¬ te, y puede apartarse de éi : de aquí pende el mérito y demérito de sus acciones; de aquí las delicias de la virtud, no menos que los remordimientos venga dores del vicio. Formado el hombre para la sociedad encuentra en su destino la causa, la medida y regla de sus derechos y obligaciones. Su derecho es el po der natural que se le confió de usar de todas las cria¬ turas, según su fin y el de ellas. Su deber nace de la recíproca relación de sus derechos; pues si le tie ne para servirse de lo que le corresponde, debe ser sin perjuicio del que igualmente tiene su semejante de servirse de lo que á él le pertenece. Estos destinos naturales son á un tiempo la base de toda la moral, y el principio de diferentes espe¬ cies de propiedades; y aunque todas están fundadas en el orden de la naturaleza, hay algunas tanto más sagradas cuanto el destino reglado por ella misma es no sólo más importante, sino aún más designado y menos desconocido : tal es la propiedad de que ha¬ blamos, pues pocos raciocinios se necesitan para pro¬ bar que la leche de una madre pertenece á su hijo, por un título mucho más respetable que aquel por¬ que debe trasmitirle algún día su herencia. SOBRE LA NATURALEZA 3°5 Respetar ios bienes ajenos es un precepto inmu table, que en ningún tiempo se puede violar sin cri¬ men: apoderarse de ellos es una injusticia más o menos chocante según la variedad de sus caracteres V efectos. Cuanto más necesaria es una propiedad, tanto más sagrado es e) título que la asegura á su dueño, y por consiguiente tanto más crimina! es la injusticia del que se la quita: pasa á ser una especie de barbarie y crueldad, si aquel es débil, y sin acción para defenderse; es una inhumanidad aún más odio¬ sa, si el autor es un sugeto á quien le es imposible resistir ; ¿pero qué nombre se le podrá dar si al títu lo de autoridad retine el de guarda y depositario de aquella propiedad, y ha recibido además de Dios el orden de conservársela y dársela? Va os horrorizáis de la atrocidad de este género de crimen, que yo denuncio á la sociedad, sin em¬ bargo de que hasta aquí sólo he hablado de él como filósofo. Madres tiernas y sensibles, prestadme la elocuencia de vuestro corazón. El niño que lleváis en el seno, es un depósito pre¬ cioso confiado á vuestra custodia : la naturaleza vela sobre sus necesidades, y le tiene ya preparado su alimento. Y si no decidme, ¿qué otro destino da á esa leche que hace subirá vuestros pechos? ¿El per- lenecerle á él es acaso electo de algún convenio, ó por ventura un presente que vos le hacéis'/ Si jamás hubo en el mundo una propiedad invio¬ lable, esta lo es; no tenéis que dudarlo. Vuestra le- 3°6 REFLEXIONES che pertenece á vuestro hijo así como vuestros bra¬ zos y vuestros ojos os pertenecen á vosotras. El título de esta propiedad es la ley santa de la naturaleza, el destino y orden del Criador, a cjue debéis añadii nueve meses de posesión en favor del cpie habéis abrigado en vuestras entrañas. En fin, ese niño ve la luz por la primera vez : diii- gis á él vuestras miradas, y vuestro primer movi¬ miento os advierte Id que le debéis. La leche llegó á subir á los depósitos formados para recibnla; y ya la buscan los labios de vuestro hijo : porque la natu¬ raleza que le destina una nueva morada, le pone á la mano todas las provisiones que sólo juntó para él. ¿Qué es pues lo que os dicta la naturaleza en esta momento? Y tened entendido que no hablo yo de aquel afecto de ternura que si no fuese sofocado por el imperio de las preocupaciones, sería vuestra única regla; prescindo por un instante de cuanto conmue¬ ve vuestra alma, y sólo consulto lo que la ilustra. “No tomes ni retengas los bienes ajenos : hé aquí lo que grita la conciencia á todas las madres. Reú¬ nese pues en este punto la vista de su deber á la inclinación que las estimula á desempeñarle ; y esta inclinación es tan imperiosa, queá pesar de la fuerza de un uso contrario, y no obstante ser tan común aquella preocupación, se necesita casi arrancai de sus brazos al tierno infante que sólo reclama lo que Dios le dió. Mas habiendo consentido en esta separación ¿ha- SOBRE LA NATURALEZA 307 béis por ventura reflexionado sobre vuestra injusti¬ cia y crueldad? ¿Podéis ver sin una especie de sor¬ presa, que se trate de hacer retroceder el curso de este saludable alimento, que siendo únicamente des¬ tinado para vuestro tierno hijo, se hace inútil á todo el mundo, y funesto muchas veces á vosotras mis¬ mas? Madres injustas, de vosotras es y no de una extraña de quien espera la leche preparada para él; mientras le tenéis en las manos, y antes de haberle abandonado os pide esa leche con sus gemidos ; su llanto solicita justamente este bien que le pertenece. Esa débil criatura, á la cual le debéis cuidado, ter¬ nura, protección y socorro, no puede implorar el auxilio de las leyes de que os desentendéis, ni diri¬ girse á otro más que á vosotras. En vuestros brazos está sin defensa, no tiene otro verdadero refugio más que vuestra ternura, ni más árbitro de su suer¬ te que vuestra voluntad. En la iniquidad pues de este despojo se reúnen el abuso del poder y la trans¬ gresión de todos los deberes. ¿Negáis acaso á este ni¬ ño la primera propiedad á que tiene derecho, el pri¬ mero y más necesario de todos los socorros, porque os debe ser más amable, porque ninguna otra cria¬ tura depende más de vosotras, ó porque en fin la solicitud materna es su única posesión en este mun¬ do? ¿Queréis exponeros á que cuando llegue á cono¬ cer cuán dulce es ser acariciado de una madre, os pueda echar en cara que al salir á luz le debíais más REFLKXIQNKS 308 cjue caricias, y que vuestra primera determinación en orden á él fué la más alta da las injusticias? Me parece estar oyendo á las madres que sobre cogidas de esta pintura, me replican : que no privan a sus hijos del sustento que necesitan, pues el pri¬ mero de sus cuidados es buscarles una buena nodo ¿a. Pero bien analizada esta réplica se reduce á jac¬ tarse de que no los dejan morir de hambre. ¿Más habéis desempeñado con eso vuestra obligación, cuando les priváis de un bien que es suyo, de esa leche que les es la mas apropiada, la que les convie¬ ne mejor que otra alguna, y que por delicadeza, por indolencia, por afecto á la disipación, consentís en agotar en vuestro seno lo que particularmente esta destinado á ser para ellos el manantial de su vida? El lenguaje de que ordinariamente se usa para empeñar á las mujeres á criar sus hijos es represen tarlas su sensibilidad, su propio' interés y la ternura maternal ; pero raras veces se les presenta la cues¬ tión bajo este espantoso punto de vista, de una al¬ ternativa entre el deber y el crimen. Enos afectos pueden ser balanceados por otros contrarios: la sen¬ sibilidad pende comunmente de caracteres; y el in¬ terés mismo de la salud de que se les habla, las consecuencias, por ejemplo, tan comunes dé las en¬ fermedades lácteas cuando no crían , puede pare- cerles originarse de temores poco fundados, nías no se desentienden tan fácilmente de la evidencia, sise, ies hace sensible; y para personas timoratas es un SOBRE LA NATURALEZA 3^9 peso terrible temer la evidencia de una grande in¬ justicia, que por lo común es demasiado real. ¡ Q^é no me fuese dado ahora mover los corazones para peisuadir más bien, y que no pueda reunir to¬ dos los rasgos de la más dulce elocuencia, para em¬ peñar á las mujeres á ser verdaderamente madres! Quizá de este solo punto pende una reforma gene¬ ral : pues así veríamos despertarse en todos los cora¬ zones los sentimientos de la naturaleza; los cuidados de su familia serían la más grata ocupación de la mu- jei, y el más agradable recreo del marido. En efec¬ to, el atractivo de la vida doméstica es el mejor an¬ tídoto de las malas costumbres. ¡ Ah ! ¡ qué placeres tan deliciosos y puros no gozarían entonces estas dignas madres ! Un apego sólido y constante de par¬ te de sus esposos; una ternura verdaderamente filial de la de sus hijos; la estimación y respeto del públi¬ co; partos felices, una salud estable y vigorosa; la complacencia de verse imitadas por sus hijas ; ¿y no podría añadir también la de mostrarse así la mitad más interesante del género humano por atractivos permanentes, después de haber dado el ejemplo más persuasivo con el ejercicio de todas las virtudes? ¡Ah! ¡cuán justamente merecen nuestra venera¬ ción, reconocimiento y homenajes aquellas personas que penetradas de los más nobles sentimientos de humanidad y beneficencia socorren á las madres in¬ digentes para ayudarlas á desempeñar la obligación que la naturaleza les impone, sin temor de que les Tomo i i — 40 REFLEXIONES 310 falte lo necesario, sin que se vean en la dura preci¬ sión de enviar á la inclusa el precioso depósito que les confió el cielo, y que en ningunas manos está ni se conserva mejor que en las suyas. Almas benéfi¬ cas, que tan acreedoras os hacéis á nuestro respeto por el espíritu de religión que os anima, seguid glo¬ riosamente la empresa comenzada, tanto más digna de vuestro sexo, cuanto la ternura y compasión es la que le caracteriza. El público edificado aplaude y re¬ comienda el importante servicio que lográis hacer á la patria; y las bendiciones de que ya os colman tan¬ tos como confiesan deberos la vida, son los más faus¬ tos anuncios de las eternas que os reserva el gran Padre de las misericordias en recompensa de las vuestras. Ojalá que este débil tributo que pagamos á una obra tan recomendable, multiplique el número de almas caritativas y sensibles, que se apresuran á cooperar y contribuir á ella, confundiendo á aque¬ llos que, temiendo no tener jamás bastante, están como pendientes de la Providencia, sin embargo de que no cesa de colmarlos de sus favores. SEIS DE JELID La infancia, la pubertad y la edad viril Si hay algo capaz de darnos idea de nuestra de¬ bilidad, es el estado en que nos hallamos inmediata¬ mente después de nacer. El niño recién nacido, in- SOBRE LA NATURALEZA 3 11 capaz de usar todavía de sus órganos, y de servirse de sus sentidos, necesita toda especie de socorros. Es una viva imagen de la miseria y del dolor: en aquellos primeros tiempos es más débil que ninguno de los animales, y su vida incierta y vacilante pare¬ ce que debe acabar por momentos. No puede sos¬ tenerse ni moverse, y apenas tiene la fuerza nece¬ saria para existir. Anuncia con llanto los dolores que experimenta, como si quisiese la naturaleza adver¬ tirle que ha nacido para padecer, y que si viene á contarse entre los individuos de la especie humana, es para participar de las enfermedades y miserias que la acarreó la desobediencia del primer hombre. La forma del cuerpo y de los miembros de la cria¬ tura recién nacida, no está todavía bien acabada: to¬ das las partes son demasiado redondas y aún parecen hinchadas, cuando el niño está sano y grueso ; pero según va creciendo, se disminuyen lentamente la su¬ perabundancia de humores y la hinchazón de todas las partes del cuerpo. Es fácil advertir que estas for¬ mas, superabundancia, hinchazón, y en suma, todos los estados que preceden, son necesarios para llegar á los subsecuentes ; según que sucede lo mismo en¬ todas las operaciones de la naturaleza, por las sabias órdenes de su divino autor. Las criaturas comienzan á balbucir á los doce ó quince meses, y la vocal que pronuncian más fácilmente es la a , porque para ello sólo necesitan abrir los labios y arrojar el aliento. Las consonantes que articulan con más facilidad son 312 reflexiones Ja b, la/ y la m ; por lo cual no es de admirar que las primeras palabras que profieren los niños sean com¬ puestas de la a y de estas consonantes, y no debe sorprendernos que en todas las lenguas y naciones empiecen siempre los niños á pronunciar por las pa¬ labras baba , mama, papa, siendo estas palabras, di¬ gámoslo así, los sonidos más naturales al hombre, por ser los más fáciles de articular, y por lo mismo las letras que las componen, ó para hablar con más propiedad, los caractéres que las representan, deben existir en todos los pueblos que usan de escritura ó de otros signos para representar los sonidos. Niños hay que a los dos años pronuncian distintamente y repiten cuanto se les dice; pero la mayor parte no nablan hasta los dos anos y medio, y frecuentemen¬ te mucho más tarde; en cuyo particular se observa, que los que empiezan á hablar muy tarde, nunca ha¬ blan con la facilidad que los otros, y que los que co¬ mienzan temprano á hablar, ántes de los tres años se hallan en estado de aprender á leer. Su vida hasta los tres años es muy vacilante; fortifícase en los dos ó tres años siguientes, y de los seis á los siete es más seguro el que vivan, que en cualquiera otra edad.. La pubertad es compañera de la adolescencia y precursora de la juventud. Hasta entonces no pare¬ ce que la naturaleza se ha desvelado más que en con¬ servar y dar incremento á su obra, pues no suminis¬ tra al niño sino lo necesarie para nutrirse y crecer; de manera que vive, ó por mejor decir, vegeta con SUBRE LA NATURALEZA 313 una vida particular, siempre débil, concentrada en sí mismo, y que en cierto sentido sólo es para él. Pero bien pronto se multiplican los principios de la vida, para que pueda algún día comunicarla á otros séres, y formar á su tiempo una posteridad numerosa, me¬ diante los lazos más sagrados. ¡Oh adolescencia! ¡edad crítica en que son tan necesarias la discreción y pureza de costumbres, aún para la conservación de la salud y de la vida! El aumento de fuerzas que trae consigo esta edad, se manifiesta ántes con mu¬ chas señales. El metal de la voz pasa á ser ronco y desigual por bastante tiempo ; queda después más grueso, más firme, más fuerte y más grave ; y si es menos sensible en las hembras esta mutación, pende en que el sonido de su voz naturalmente es más agudo. Adquiere el cuerpo toda su altura: hay jó¬ venes que crecen en poco tiempo muchas pulgadas; otros dejan de crecer á los catorce ó quince años, y otros crecen también hasta los veintidós ó veintitrés. 0 Casi todos son entonces de pocas carnes, y tienen el talle, los muslos y las piernas delgados ; pero poco á poco engruesan, delíneanse los músculos, llénanse los intervalos, los miembros se redondean y amoldan, y el cuerpo del hombre llega ántes de los treinta años al grado de perfección que le corresponde en cuan¬ to á las proporciones de su fuerza. Las mujeres, por lo común, adquieren mucho más temprano este gra¬ do de perfección, pues así como llegan ántes á la edad de la pubertad, así también su incremento, que 3X4 REFLEXIONES en el total es menor que el de los hombres, se obra en menos tiempo; los músculos, las carnes y todas las demás partes que componen sus cuerpos, como que son menos fuertes, compactas y sólidas que las del cuerpo del hombre, necesitan menos tiempo pa¬ ra llegar á su entera dilatación, que es el punto de perfección relativamente á la forma; y por lo mismo el cuerpo de la mujer, por lo general, está formado tan perfectamente á los veinte años como el del hom¬ bre á los treinta. Por ser tan varias las proporciones del cuerpo hu¬ mano en diversas personas, ha sido forzoso hacer repetidas observaciones para hallar un medio entre estas diferencias, con el fin de señalar reglas fijas que den idea de las proporciones en que consiste lo que llamamos la herjnosa naturaleza. A los es¬ fuerzos hechos para imitar y copiar exactamente la naturaleza que tenemos á la vista, y al arte del dibu¬ jo debemos en gran parte lo que puede saberse en este género. Todas las pasiones son movimientos del alma, y pueden expresarse por medio de los del cuerpo, y particularmente por los del rostro, de manera que por ellos se puede formar algún juicio de la situación actual del alma. ¡Cuán admirable es el hombre para quien fueron criados los demás séres terrestres! Todo su cuerpo considerado ya junto, ya en sus diversas partes, es¬ tá construido según las medidas más exactas. Todo SOBRE LA NATURALEZA 3J5 en él es regular, proporcionado, y con la más per¬ fecta armonía, tanto con relación á la magnitud y figura, como á la situación de las partes. Ninguna de ellas es mayor ó menor que lo que pide la propor¬ ción que tiene con los demás miembros, y la común utilidad de toda la máquina. No puede imaginarse figura ni situación más conveniente, ni ventajosa á cada parte, y al total de los miembros. Con todo es cierto que puede haber variaciones é irregularidades que no destruyan el principal destino del cuerpo, y esto es lo que prueban los monstruos, y los hombres mal configurados. Pero si ciertas desproporciones en la magnitud, la figura y posición de las partes, pueden ser compatibles con el fin principal del todo, perjudica no obstante á las gracias y hermosura de lo exterior. ¡Cuál no debe ser pues la gratitud de las personas bien configuradas, y cuyos miembros están en una agradable y justa proporción! ¡Ah! ¡quiera el cielo que mi alma sea tan hermosa á los ojos del Se¬ ñor, como lo es el cuerpo más bello á los ojos de los hombres! ¡Ojalá que mi alma y mi cuerpo se hallen siempre en la misma armonía que reina entre los miembros de un cuerpo tan bien proporcionado! En¬ tonces, oh Dios mío, sería hijo agradable á vuestros ojos, y pudiera glorificar á mi Criador y á mi Reden¬ tor, “en mi cuerpo y en mi espíritu, que son igual¬ mente suyos”.1 1 San Pablo en su primera carta á los Corintios. VI, 20. REFLEXIONES 3!Ó SIETE DE JULIO Cuidados que tiene Dios de los hambres desde su nacimiento Observado ya cuanto brilla la sabiduría divina en la agradable y exacta proporción de las diversas par¬ tes del cuerpo humano, justo será que reflexione¬ mos ahora sobre las miras benéficas con que esta misma sabiduría vela en favor del hombre desde su nacimiento. ¡Qué multitud de necesidades no tenía yo cuando nací! Vine al mundo á costa de trabajo y socorro de otro ; y ciertamente hubiera perdido bien presto la vida que acababa de recibir, si nó estuviese ya pre¬ parado cuanto era necesario para conservármela, y si no hubiera encontrado unas manos caritativas que se dignasen cuidar de mí en aquel estado de flaque¬ za y de desnudez ; ó por decirlo mejor, si voz mismo, Dios mío, no hubieseis velado sobre mi conserva¬ ción. Sí, Dios tuvo un particular cuidado de mi sér aún cuando estaba en el vientre de mi madre, y cuando toda la ciencia y toda la industria humana no podían socorrerme. Sus manos fueron las que me formaron, y dispusieron todos los miembros de mi cuerpo. Se¬ ñaló á mis venas la situación que debían tener, y las llenó de jugos propios para hacer circular por ellas la vida. “El Señor me vistió de piel y de carne, y me SOBRE LA NATURALEZA « compuso de huesos y de nervios.))1 Poco ántes de mi concepción no era más que una masa informe, pero su omnipotencia la organizó; y uniendo á ella una alma inteligente, hizo de mí una criatura digna de ser su imagen. Esta misma Providencia que velaba sobre mí al tiempo de mi formación, me ha continuado sus pater¬ nales cuidados sin olvidarme jamás. Desde que salí á luz me ha proporcionado tiernos amigos, que me han tratado con el mayor afecto, y que no han per¬ donado molestias ni gastos para hacerme bien. Es¬ tos heles amigos eran mis padres. ¡ Qué criatura tan miserable no hubiera yo sido, si vos, Dios mío, no les hubieseis inspirado hacia mí un amortan desinteresa¬ do! ¡Mas de qué me hubiera servido este amor, si mis padres hubiesen carecido de todos los medios de asis¬ tirme! Cuanto más me hubiesen amado, más amarga les hubiera parecido su indigencia, más infelices se hubieran creído por no poder subvenir á mis necesi¬ dades. Vos, Señor, que sois el padre común de los hombres providenciasteis que nada les faltase de cuanto necesitaban para socorrerme. Pero los tiernos cuidados de la Providencia se ex¬ tendieron á más. EJia fué la que en todo tiempo pu¬ so los fundamentos de mi felicidad. Yo, débil y mez¬ quina criatura, no sabía, ni podía saber cual seria mi 1 Job. X, 11. Tomo ii. — 41 3i8 reflexiones ^ n¡ns mío le conocíais per- destino ; al ^ de mi vida, se¬ lectamente. habían de sobrevenir; veíais dos los sucesos que la habían « e mod¡ficá_ también sus ' “^™““ue8tra sabiduría, vuestra Ídllrestra incordia. ,0. !lemÍmalaVrSi^ 6 d^ry pruebas me trrírí* ^ - srrrx ría entrar en vue^1^1™^ Providencia es á quien deltlStades de que estoy é ingenio que me eran - P^^ de la so- en particular, cuanto para 9lfar(non,a clases, ciedad; que asi com ^ talentQS diversos, así tam- ‘.""'^"de’en lo exterior de sus individuos fisonomías ESTy desvariadas a, infinito, sin, o cua, todo sería desorden yconfu^n ^ ^ Cuanto hay en mi, lo he recio. manan- ta Providencia admirable y fecun ^ ^ dado t0. tial de luz y de felicida . y sl_ ® atr¡buirme á mi i&sc&rjszz ,■ W si lo has recibido, pues, ¿por que te gl lio -*«- »—» 1 San Pablo irt a _ A i a a SOBRE LA NATURALEZA 3 r9 que he debido contribuir con mi aplicación y cuida¬ dos al desarrollo de mis facultades, al incremento de mis luces, y al digno empleo de cuanto bueno puso Dios en mí. ¿Mas cuál hubiera sido el fruto de mis estudios y solicitud, si no se hubiese dignado pres¬ tarme sus auxilios? A Dios, á su Providencia es á quien debo las pasiones favorables en que me he visto situado, las primeras lecciones de mis padres y maestros, y otras mil circunstancias de mi vida que han servido para mi instrucción y enmienda. ¡Ah! ¡en cuántas ocasiones y de qué diversos modos no he abusado de lo que Dios hizo por mí. Quizá pue¬ do echarme en cara haber hecho ceder en su deslio- ñor, en mi perjuicio y en el de mis semejantes, aque¬ llo mismo que sólo se me había dado para servir á su gloria, á mi verdadera felicidad y al bien común. J al vez con mi mal ejemplo he sido perjudicial á la sociedad, á esth grande familia, á cuyos verdaderos intereses y ornamento pudiera haber contribuido. Dignaos olvidar, Señor, este abuso de vuestros do¬ nes, y ayudadme por vuestra misericordia á reparar¬ le haciendo todo el bien que esté en mi mano! A cualquiera dpoca de mi vida que vuelva los ojos, no descubro en este tierno Padre sino beneficios ; y el mayor de todos, el que acaso he conocido menos, y cuyo abuso me ha hecho más criminal, es el de ha¬ cerme cristiano. Si en algún tiempo, y especialmen¬ te en el de mi fogosa juventud, llegaron las pasiones, el ejemplo y los sofismas de la irreligión á extraviar- 320 REFLEXIONES me de los senderos de la virtud y de la verdad, ¡cuán¬ tos auxilios no me habéis ofrecido para ilustrarme y llamarme á mejor acuerdo! Siempre que os he sido fiel, me habéis libertado de las redes del vicio, de mi propia debilidad y de todos los atractivos de un mundo corruptor. En los peligros y en el infortunio Vos fuisteis mi apoyo, mí refugio y mi único recurso. Cuando amenazado de los horrores del sepulcro, se apoderaba de mi rostro la palidez, encendisteis de nuevo la antorcha de mi vida, que iba ya á apagar¬ se, y cuando la terrible memoria de mis pecados contristaba mi alma, la recreó nuevamente vuestra gracia. ¡Bendito seáis, Señor, eternamente, pues me ha¬ béis amado tanto, y me hacéis gustar en el seno de la amistad fiel el más dulce consuelo de la vida! ¡Y qué mayor beneficio que haberme dado este corazón capaz de sentir; este corazón, que consagrado ahora á Vos enteramente ensalza con reconocimiento lo que habéis hecho por mí! El mayor bien que puedo go¬ zar en la tierra, es acercarme á mi Dios, celebrar sus favores, y glorificar el nombre del Altísimo. En medio de mis temores, en mis angustias, en mis peligros, en mi miseria, confiaré sólo en su bon¬ dad: fortalecido por Él aun la muerte misma nada tiene que me espante. Cuando pasaren los cielos con el estrepitoso rui¬ do de una tempestad, cuando el edificio del universo se arruinare, no seré sepultado bajo sus ruinas, y SOBRE LA NATURALEZA 32 1 bendeciré la mano poderosa que me levantará sobre los escombros del mundo. ¡Gran Dios! la eternidad misma no bastará para daros el honor, el obsequio y la alabanza que se os deben. OCHO I)E JULIO !í ) c esidades de los hombres No hay criatura en la tierra que tenga tantas ne¬ cesidades como el hombre. Nacemos en un estado de desnudez, de desamparo y de ignorancia: no nos ha dado la naturaleza aquella industria ni aquellos instintos que manifiestan los animales desde que na¬ cen ; pero nos ha dotado de razón para adquirir con el tiempo la habilidad y los talentos necesarios. En esto nos pueden parecer envidiables los brutos ; por¬ que en efecto, ¿no son felices en no necesitar de es¬ tos vestidos, de estas armas, de estas comodidades, sin las cuales no podemos vivir nosotros, y en no verse obligados á inventar, ni ejercer esta multitud de artes y oficios á que recurrimos para subvenir á tantas necesidades? Ya traen consigo al nacer los vestidos, las armas y todo cuanto necesitan ; y si al¬ go les falta, lo buscan con facilidad por medio de es¬ tos instintos naturales, con solo seguirlos ciegamen¬ te. Si han menester habitaciones, saben por sí mismos buscárselas ó construirlas. Si necesitan cama, cubier- REFLEXIONES 322 tas ó vestidos, poseen el arte de hilarlos, tejerlos, ó desnudarse de los viejos cuando les son inútiles. Si tienen enemigos, están provistos de armas para de¬ fenderse.; y si se hallan enfermos 6 heridos, saben encontrar remedio para curarse. Mas nosotros que somos tan superiores á ellos, y criados para man¬ darlos, tenemos más necesidades, y á primera vista menos medios de satisfacerlas, ¿Por qué pues en esto ha privilegiado el Criador menos al hombre que á los brutos? La causa fué el que formó al hombre para la sociedad, y quiso que en cierto modo pendiese su felicidad del bien común. La sabiduría divina se manifiesta en esto como en todo lo demás. Sujetó Dios al hombre á más nece¬ sidades, porque quiso que tuviese continuamente en ejercicio la razón que le dió para hacerle feliz, y que suple con ventaja por los recursos de los otros ani¬ males. Por lo mismo que carecemos de los instintos de que ellos están dotados, y tenemos tantas nece¬ sidades corporales, nos vemos obligados á usar de nuestra razón, á adquirir el conocimiento del mun¬ do y de nosotros mismos; á ser vigilantes, activos y lavoriosos para librarnos de la indigencia, del dolor y de la molestia, y concibamos una vida tranquila y feliz. El uso de la razón, auxiliada de la gracia, es también el único medio de dominar nuestras pasio¬ nes, y de moderar el exceso aún en los placeres más inocentes. Si pudiéramos sin el menor trabajo pro¬ porcionarnos los frutos y demás alimentos que ne- SOBRE LA NATURALEZA 323 cesitainos, insensiblemente nos haríamos indolentes y perezosos, y pasaríamos la vida en una vergonzo¬ sa ociosidad. Debilitaríanse y se entorpecerían las nobles facultades del hombre. Romperíanse los vín¬ culos de la sociedad, porque no dependeríamos unos de otros, y ni aun los hijos necesitarían de la asisten¬ cia de sus padres, y mucho menos de la de los otros hombres. Todo el género humano caería en la bar¬ barie, y en este estado salvaje y grosero viviría cada uno para sí como los brutos, y no habría subordina¬ ción, ni cuidado de lo futuro, ni buenos oficios mu¬ tuos. A nuestras necesidades pues debemos el que se despleguen nuestras facultades. Ellas son las que despiertan nuestro espíritu ; le dan fuerza y exten sión; excitan la industria, y nos hacen gozar de unas comodidades y diversiones desconocidas á los demás animales. Ea necesidad es la que nos hace humanos, compasivos, razonables y arreglados en nuestia con¬ ducta: ella es la que nos ha hecho inventar una mul¬ titud de artes y de ciencias útiles. En general es ne¬ cesaria al hombre una vichi activa y laboriosa. Sin ejercicio, sus facultades y fuerzas le son gravosas, cae poco á poco en una estúpida ignorancia, en un grosero y vil deleite, y en los vicios que acariea. Por el contrario el trabajo pone en movimiento toda la máquina, la da un resorte útil, y concilla al alma tanto mayor satisfacción, cuanto exige más indus¬ tria, más espíritu, más reflexión y luces. En efecto, 324 ' REFLEXIONES Dios hizo como inherente el placer al buen empleo del tiempo, y la pena á su pérdida. No confundamos pues la inacción 'con el reposo. Los cuidados de la vida, no siendo excesivos, forman nuestro consuelo y delicias: el que no los tiene, se ve precisado á im¬ ponérselos arbitrariamente, so pena de ser infeliz. El alma se recrea mientras está ocupada; pero ocio¬ sa, experimenta tormentos insoportables. ¿De qué dulces sentimientos no son el manantial nuestras mismas necesidades? Si después de haber nacido, nos fuesen inútiles] los auxilios de nuestros padres, lo referiríamos todo á nosotros mismos, no vi¬ viéramos sino para nosotros, en una palabra, se¬ ríamos como brutos. Por el contrario, las necesidades de la infancia, y el estado de indigencia en que se halla el hombre al nacer, excitan la ternura y com¬ pasión de sus padres: y los hijos, por su parte agra¬ decidos, se aficionan á ellos por la experiencia desús necesidades, -subordinándose á su dirección y con¬ ducta. Formados con su instrucción y ejemplos, aprenden á hacer buen uso de su razón y á respetar las costumbres; y de este modo llegan á ser hom¬ bres de bien, y á vivir una vida honesta y feliz. Y con semejantes prerogativas ¡podrémos envi¬ diar las que parece tienen los animales sobre nos¬ otros! Verdad es que no tenemos pieles ni plumas para vestirnos, ni garras para defendernos; pero es¬ tos dónes no harían más que degradarnos y redu¬ cirnos á una perfección puramente animal. Nuestros SORRE LA NATURALEZA 325 sentidos, la razón y las manos, nos bastan para bus¬ car vestidos, armas, alimentos, y todo lo necesario para nuestra seguridad, nuestro sustento, nuestros recreos, y para apropiarnos todas las riquezas de la naturaleza. Es constante pues que estas mismas necesidades de que se quejan tantos mentecatos, son los verda¬ deros fundamentos de nuestro bienestar, y los me¬ jores medios que pudo escoger la sabiduría y bondad divina para conducirnos á la felicidad. Si tuviésemos la prudencia necesaria para emplearlos conforme, á estos designios, del Criador, ¡qué de molestias no nos ahorraríamos! Entonces confesáramos que de cien infelices apenas habría uno que pudiese atribuir sus desgracias á la naturaleza; y ninguna dificultad tendríamos en reconocer que la suma de los bienes es muy superior á la de los males, que nuestras pe¬ nas se endulzan con mil desahogos que nos propor¬ ciona la sociedad, y que por lo común sólo pende de nosotros pasar una vida llevadera y aún agra¬ dable. NUEVE DE JULIO Necesidad del descanso de la noche El trabajo es tan necesario al hombre, que sea el que fuere su estado y condición, está precisado á tra¬ bajar, y es cierto que una gran parte de la felicidad Tomo i i — 42 32Ó REFLEXIONES y comodidades de la vida penden de esto. Mas sus fuerzas se acabarían bien pronto, y vendría á ser in¬ capaz de servirse de los miembros de su cuerpo y de las facultades de su alma, si Dios no cuidase siem¬ pre de comunicarle la actividad necesaria para des¬ empeñarlas obligaciones de su destino. Como á ca¬ da instante perdemos alguna parte de nuestra propia sustancia, nos aniquilaríamos muy en breve, y cae¬ ríamos en una consunción mortal, si nuestros espi ritus vitales no se renovasen y reanimasen continua mente. Para que podamos tener vigor suficiente para • • trabajar, era necesario que la sangre nos suminis¬ trase sin cesar una materia delicada, un fluido infini¬ tamente sutil, que poniendo en acción los nervios y músculos, conservasen la vitalidad y movimiento del cuerpo. Los alimentos no pudieran digerirse perfec¬ tamente, ni distribuirse con regularidad por todas sus partes, si la máquina estuviese siempre en ejer¬ cicio; y así es forzoso que se interrumpa por algún tiempo el trabajo de cabeza y el de los brazos ó pies, para que el calor y los espíritus que se esparcirían por las partes exteriores, no se empleen sino en ayu¬ dar las funciones relativas á la nutrición. ¿Pero quién nos hará un servicio tan importante? Al entrar la noche, se disminuyen las fuerzas que se han ejercitado por el día ; se debilitan los espíritus vi¬ tales, embútanse los sentidos, y nos vemos excitados al sueño, experimentando sin arbitrio la fuerza de su imperio. Luego que nos entregamos á él, nos res- SOBRE LA NATURALEZA 327 laura y refrigera. Cesan al instante las meditaciones del alma y el trabajo corporal ; y en esta inacción, que tanta semejanza tiene con la muerte, se reparan los miembros fatigados: cuya reparación los hace más blandos y flexibles, mantiene en buen orden to¬ dos los movimientos del cuerpo, reanima nuestras facultades intelectuales, y derrama en el alma nueva serenidad y vigor. ¡A qué males no se exponen pues los que por res¬ petos frívolos, por un vil interes, ó por satisfacer sus vergonzosas pasiones, se quitan á sí mismos las ho¬ ras destinadas al sueño! No sólo pervierten de este modo el orden de la naturaleza, orden establecido únicamente para su bien, sino que enervan por su culpa las fuerzas del cuerpo, y se acarrean una muer¬ te temprana. ¡Insensatos! ¿Por qué os priváis de un bien con que el Padre universal favorece igualmen¬ te á los pobres y á los ricos, á los pequeños y á los grandes, á los ignorantes y á los sabios? ¿Por qué os abreviáis los días de vuestra vida, cuando la sábia Providencia estableció el dulce sueño como un me¬ dio para prolongarla? ¿Por qué os quitáis volunta¬ riamente el descanso restaurador que os ofrece? ¡Ay! noches habrá en que lejos de gustar sus dulzuras, os veréis agitados en un lecho de dolor, haciéndoseos las horas largas y penosas ; y quizá no conoceréis todo el precio del sueño, sino cuando le deséis en vano. ¡ Cuántos de mis semejantes acosados de angus¬ tias ó de una enfermedad se ven privados del bene- REFLEXIONES 328 hcio del sueño! Gracias os doy, Dios mío, porque no soy del número de estos infelices. El sueño me es siempre igualmente restaurador, y hasta ahora pocas noches he tenido inquietas con la vigiliady también he pasado pocos días en la molestia y el dolor. ¡Bendito séais por estos días y noches tan dulces y quietos que me habéis concedido! Continuad, oh Dios oe bondad, en mirarme con ojos de misericordia ; y si es vues¬ tra voluntad que en adelante tenga yo algunas no¬ ches tristes y dolorosas, haced por lo menos que es¬ ta misma tristeza y dolor me sean un ejercicio de paciencia, un medio de imitar los sufrimientos de mi divino Salvador, y un manantial, en fin, de mayor mérito para la felicidad eterna de la gloria. mu I>E JULIO El sueño Se pasa de la vigilia al sueño con más ó menos rapidez, según el temperamento y el estado actual de la salud; pero en uno y otro caso siempre es cierto que el sueño viene del propio modo, y que las cir¬ cunstancias que le preceden, son las mismas en todos los hombres. Lo primero que sucede cuando nos dormimos, es el entorpecimiento de los sentidos, que no recibien¬ do ya la impresión de los objetos exteriores, se de- SOBRE LA NATURALEZA 329 bilitan y caen poco á poco en la inacción. De aquí resulta que se disminuye y se pierde la atención, se turba la memoria, calman las pasiones, y se interrum¬ pe la série de los pensamientos y discursos. El pri¬ mer grado del sueño es cuando se le percibe venir; mas esto no es dormir sino dormitar. Y si alguno se empeñase en notar el momento en que se apodera el sueño de sus sentidos, esta atención sola bastaría para alejarle de sí, y no se dormiría sin desvanecer¬ se primero aquella idea. El sueño viene sin llamarle, y esta nueva manera de existir es una mutación en que la reflexión no tiene parte; y cuantos más es¬ fuerzos hacemos para producirla, menos lo conse¬ guimos. Para dormir enteramente es menester no tener este conocimiento reflejo de sí mismo, que de¬ pende del ejercicio de la memoria y demás actos del entendimiento, y que sólo el estado de vigilia nos puede proporcionar. Al estupor de los sentidos se junta muy pronto la laxitud, y la ninguna resistencia de los músculos. En llegando á ser el sueño profundo, cesan todas las funciones voluntarias; pero las naturales se ejercen mejor. En la vigilia los movimientos naturales se per¬ turban alguna vez por los voluntarios, y la velocidad de los fluidos se aumenta en ciertos vasos y se re¬ tarda en otros. La sangre se gasta, por decirlo así, en acciones externas, y por consiguiente riega con menos abundancia las partes interiores. La circula¬ ción es muy fuerte en las que están en movimiento, 330 REFLEXIONES é impele continuamente los humores hacia los vasos secretorios, mientras que en otras partes es muy dé¬ bil. Un dulce sueño restablece en todo el cuerpo el equilibrio : los vasos están igualmente abiertos, los líquidos corren con uniformidad, el calor se conser¬ va en el mismo punto ; en suma, nada se pierde, y todo redunda en utilidad de la máquina. De lo cual nace que después de un sueño tranquilo quedamos descansados, ágiles y vigorosos. Todas estas circunstancias son muy propias para hacernos conocer la bondad de Dios con nosotros. ¡Cuántos preparativos, cuántos tiernos cuidados pa¬ ra procurarnos el beneficio del sueño! Lo que me¬ rece desde luego nuestra atención y reconocimiento, es que el sueño está acompañado de una entera pe¬ sadez de los sentidos, y que nos coge de improviso y sin que podamos resistirle. La primera de estas circunstancias le hace más profundo y más restaura¬ dor; la segunda hace de él una necesidad inevitable. ¡ Y qué sabiduría no se manifiesta en la inercia de los músculos durante el sueño! El primero que se entor¬ pece, está destinado á defender el más precioso de nuestros órganos, y el más expuesto al peligro, es á saber, la vista, pues desde que nos disponemos para dormir, se baja el párpado por sí mismo, cubre y guarda el ojo hasta que despertamos. Si sigo esta meditación, y reflexiono sobre el es¬ tado en que me hallo todo el tiempo que duermo, advertiré que vivo entonces sin saberlo y sin sentir- SUBRE LA NATURALEZA 331 lo. Las pulsaciones del corazón, la circulación de la sangre, la digestión, la separación de los humores y todas las funciones vitales, continúan y se ejecutan en mí con el mismo orden. Parece que el alma sus¬ pende por algún tiempo su actividad, y poco á poco pierde toda sensación y la distinción de las ideas. Amortiguados los sentidos, interrumpen sus acos¬ tumbradas operaciones; los músculos se mueven por grados con más lentitud, hasta que cesan en fin to¬ dos sus movimientos voluntarios. En una palabra, el hombre se parece entonces á un sér que meramente vegeta. El cerebro no puede ya trasmitir al alma las mismas nociones que en el estado de vigilia: el alma no ve objeto alguno á pesar de no haberse alterado el nérvio óptico, ni vería nada aún cuando los ojos estuviesen abiertos, pues lo están los oidos, y con todo nada oye. En suma, la situación del que duer¬ me es por todos respectos maravillosa ; y acaso no hay más que otra para el hombre sobre la tierra que sea tan digna de notarse, de la cual es una imagen visible; y es la situación á que nos reduce la muerte. El sueño y la muerte se parecen bastante, y me¬ dían entre los dos muchas razones de conformidad. En efecto, ¿quién podrá pensar en el sueño, sin re¬ presentársele también la muerte? ¡Oh hombre! tan imperceptiblemente como ahora caes en los brazos del sueño, caerás algún día en los de la muerte; y aunque es verdad que ésta anuncia regularmente su llegada muchas horas y días ántes, sin embargo, el 332 REFLEXIONES instante en que te ha de coger su terrible sueño, lle¬ gará repentinamente, y cuando te parezca que sólo se aproxima, sentirás de improviso su llegada. Los sentidos que mientras dormimos suspenden sus fun¬ ciones, se embotan también al acercarse la muerte: en una y otra circunstancia se oscurecen las ideas, y olvidamos los objetos que nos cercan, y, lo que es más, á veces aún á nosotros mismos. Todos los días pues debo aprender á morir res¬ pecto á que el sueño es una viva imagen de la muer¬ te, y en ambos estados pendo de la Providencia del Señor. Si su bondad no extendiese sobre mi cuando duermo su mano protectora, ¡á cuántos peligros no estuviera expuesto por la noche! Si no mantuviera y dirigiese las pulsaciones del corazón, la circulación de la sangre y el movimiento de los músculos, ya el primer sueño que se siguió á mi nacimiento hubiera sido el de la muerte; y si Dios me hubiese privado del beneficio del sueño, mucho tiempo ha que hubie¬ ra perdido las fuerzas y la vida. ¡Podré yo reflexionar sobre todo esto, sin que mi co¬ razón me indique las oblgaciones que debo á un Bien¬ hechor tan grande, y sin que, lleno por cosiguien- te de alegría y de reconocimiento, bendiga al Criador de todos los séres, que muestra ser mi Dios en todas las circunstancias de mi vida! SOBRE LA NATURALEZA 333 0\( |¡ M JULIO fÍJ Los sueño , es tan 7 nUeSt,'a a'ma durailte ^ sueño no es tan. completa que sus facultades estén absoluta ' mente S,n eÍercició alguno. Tenemos entonces ideas y representaciones; yen este estado trabajanu s ra imaginación frecuentemente con mucha v/veza Por emrteTal ** “^ledó el Criador c.as con m ras ias más sabias, las fibras sensibles en T le obran los objetos cuando velamos, reciben una ,os m°r¡^ ^ & ¡«» ¡mP*so. • qut es que s. alguna impulsión interior las con¬ mueve m, entras dormimos, a, punto volverán á tra de la vilr3 i'6 tenÍd° d alma e" e) tíemP° - !•> vigilia : la sucesión y unión de estas ideas co¬ rresponderán á la especie de fibras conmovidas á los enlaces que hubieran contraido entre si, y al orden '°S n;ÓVlmíe,nt0S tirará" i propagarse en s, de donde resultará un sueño más ó menos complicado, y en el que habrá más ó menos coor cía de°el d F'Sle se diferen- é¡ las ¡de 3 V'S a’ S,n° P°rque "° conservan en as ideas el mismo orden, ni la voluntad tiene el propio poder para arreglar hasta cierto punto la ima¬ ginación, ni, hablando con propiedad, un conocimien- 1«m» ir.— 4^ 334 reflexiones to reflejo de lo que pasa en ella: pues todo sueño supone interceptadas algunas ideas, en las que no puede el alma ejercer su libertad.. ¿Pero cuál es la causa de que las percepciones que afectan al alma durante el sueño, sean tan vivas" cPor qué las sensaciones se renuevan entonces tan fuertemente? ¿De dónde dimanan esas ilusiones que seducen el espíritu? No busquemos la causa en otra parte más que en el silencio de los sentidos. Mien¬ tras velamos, se mezclan y tienen parte los sentidos en casi todas las operaciones del alma. i. a percep ción más ó menos distinta de los objetos que nos ro deán y la de las relaciones de su actual estado con el antecedente, son las que persuaden al alma que está en vela. Cuando estas percepciones exteriores vienen á debilitarse, las interiores son más fuertes, y la atención, aunque no refleja, está menos dividida. Si los sentidos en fin se adormecen enteramente, re¬ sulta el sueño. Sucede no obstante con frecuencia que las percepciones externas, por débiles que sean, se unen en un sueño poco profundo con las internas, mucho más vivas, y esto produce singularidades asombrosas. Las imágenes que percibimos entonces entre sue ños, se asemejan perfectamente, y todos los objetos se pintan al natural. Parece que unas pinturas tan verdaderas y regulares no podían trazarse sino por el alma y la mano de un pintor. \ con todo estos jb senos por exactos que sean, se ejecutan en sueños SOBRE LA NATURALEZA aún por hombres que no tienen idea alguna del ar¬ te de la pintura. Los paisajes más bellos se presen¬ tan con toda la exactitud y perfección del más dies¬ tro pincel. Una de las circunstancias más notables es, que los sueños son la imagen del carácter del hombre. De ias fantasmas que ocupan su imaginación por la no¬ che, se puede inferir en general si es virtuoso ó vi¬ cioso. Un hombre desapasionado lo es aún dur¬ miendo, y el piadoso conserva mientras duerme sus benéficas inclinaciones. Verdad es que un sueño im¬ puro ó vicioso puede causarse, ya por la disposición actual del cuerpo, ya por circunstancias exteriores ó accidentales; mas nuestra conducta al despertar muestra si deben imputársenos estas ilusiones: bas¬ ta atender al juicio que entonces hacemos de ellas. El hombre virtuoso no se porta con indiferencia res¬ pecto de sus sueños ; y si durmiendo se apartó tal vez de las reglas de la justicia y de la virtud, se aflige por ello en despertando. Lo cierto es, que una alma que se duerme con el sentimiento de su Dios, ape¬ nas deja de tener en sus sueños ideas y representa¬ ciones celestiales en algún modo. La buena concien¬ cia consuela también muchas veces al justo mientras duerme, por la dulce presencia de la divina gracia. Respecto á que los sueños ordinariamente no son más que la representación de los objetos en que nos ocupamos durante la vigilia, una de las obligaciones del hombre sábio es reglar tan bien su imaginación 33Ó REFLEXIONES que, por decirlo así, sólo tenga sueños razonables; y este sería el medio más agradable de prolongarla duración de nuestro sér discursivo. Pero no es únicamente cuando dormimos el tiem¬ po en que objetos extraños y mal unidos desordenan nuestras ideas. ¡Cuántos no hay que sueñan mien¬ tras están despiertos! Los unos elevados por sus ri¬ quezas ó por las dignidades, tienen tan alta idea de sí mismos, que les parece que nadie los iguala. Otros alimentándose con la quimérica esperanza de vivir siempre en la memoria de los demás, ponen su feli¬ cidad en un vano renombre. En la embriaguez de sus pasiones y esperanzas, sueñan que son felices; mas esta felicidad frívola y mentirosa se disipa como el sueño de la mañana. «Parécense, dice un profeta, <( á un hombre que teniendo hambre sueña que co- «me; pero cuando despierta halla su estómago va- «cío: ó bien al que teniendo sed sueña que bebe; « mas al despertar se halla cansado y sediento, rí ¡Ah! ¡lejos de nosotros una felicidad que se redu¬ ce á mera ilusión! No aspiremos sino á bienes sóli¬ dos y permanentes, á una gloría que nunca se des¬ vanecerá ; y que al reflexionar en la hora de la muerte sobre los años pasados de nuestra vida, no nos cues¬ ten ni remordimientos ni lágrimas. 1 Isaíns. XXIX, 9. t fití í-j; SOBRE LA NATURALEZA 337 DOCK i)K JULIO La cama Sería una especie de ingratitud que al recordar los beneficios de Dios relativos al sueño, pasásemos en silencio los medios que nos proporciona para gus¬ tar de él cómodamente. Quizá en el Verano no apren¬ demos-este favor con todo el reconocimiento quede- be inspirarnos. Pero la estación en que va creciendo por grados el frío, apreciamos mejor el beneficio que Dios nos hace, permitiéndonos que podamos des¬ cansar en un lecho blando. Si en aquellas nocheá frías nos viésemos privados de él, no se haría tan bien la traspiración, padecería la salud, y el sueño no fuera tan dulce ni refrigerante. Sólo por esto es ya la cama un bien muy considerable para el hom¬ bre. ¿Mas de dónde viene el calor que en ella expe¬ rimento? Fuera un error el creer que la cania és la que me calienta ; porque lejos de poder comunicar¬ me calor alguno, le recibe de mí, y sólo sirve de re¬ tener y reconcentrar el que exhala mi cuerpo, sin dejarle disiparse en el aire. Conoceré más bien el precio de éste beneficio, si considero la multitud de criaturas que concurren á proporcionarme un sueño tranquilo. ¡Cuántos ani¬ males no deben dar sus plumas y pelo para mi cama! Suponiendo que una cama ordinaria no contiene más REFLEXIONES 338 que treinta y seis libras de pluma, y que una oca ó ganso no tenga sino cerca de media libra, será ne¬ cesario pelar setenta y dos gansos para una sola ca¬ ma.1 Y además,*¡cuántas manos, cuántos materiales y qué trabajo no exige! Por semejantes cálculos podemos conocer el apre¬ cio que debemos á los beneficios de Dios. Por lo co¬ mún no consideramos sino muy superficialmente los dones que nos dispensa ; pero nos harían otra impre¬ sión si los examinásemos por menor. Reflexiona sobre las diversas partes de que se compone tu cama, y te pasmarás al ver que para disponértela ha sido nece¬ sario el trabajo de diez personas á lo menos, ha cos¬ tado la vida á muchos animales, ha sido menester que los campos diesen el lino para las sábanas y las colchas’; los bosques la madera para el tablado, &c. Verás también que una parte bastante considerable de todo lo criado debió ponerse en movimiento para que tú pudieses gozar de un dulce reposo. La misma reflexión puedes hacer sobre los beneficios más comu¬ nes y diarios del Señor. Tu ropa blanca, tus vestidos, tu calzado, tu pan, tu bebida, en una palabra, todo cuanto necesitas para vivir, no lo tendrías sin el con¬ curso y el trabajo de muchas personas. ¡Podrás pues acostarte sin dar muestras de algu- 1 En Alemania son de pluma los colchones, economía que se¬ na muy útil se hiciese más general en nuestra península. “So- gunda edición, tomo cuarto, pág. 138.” SOBRE LA NATURALEZA 339 nos sentimientos de gratitud! Al fin de cada día tienes siempre mil motivos para dar gracias á Dios; mas aun cuando no tuvieses sino este, merecería to¬ do tu agradecimiento. ¡Qué descanso tan dulce, y qué alivio tan agradable no te proporciona la cama después del trabajo del día! En las noches frías, los cuartos caldeados por el fuego no te serían ni con mucho tan cómodos como lo es una cama, porque esta te da un calor igual y templado. Por medio de ella puedes lograr á poca costa calor, alivio y des¬ canso. De aquí debes inferir, que si es una ingrati¬ tud imperdonable el sentarse á la mesa sin dar por ello gracias á Dios, que la cubre para nosotros con tanta variedad de manjares, acaso lo sería mucho más el acostarse sin bendicirle, porque el descanso que nos proporciona la cama, es de más duración, menos costoso, y no menos útil para la salud. Alaba pues al Señor cuando al acostarte vas á buscar tu re¬ poso, y jamás olvides cuán precioso es este favor. Es aún mayor tu obligación si consideras que mu¬ chos de tus semejantes no pueden hallar en sus ca¬ mas el alivio que necesitan, ó que tal vez no las tie¬ nen. i Ah! estos infelices merecen toda tu compasión! ¡Cuántos hay, que expuestos á la inclemencia de las estaciones, viajando por el mar ó por la tierra, ó que hallándose encarcelados, ó en viles cabañas, suspi¬ ran por una cama, y se creerían los hombres más afortunados si pudieran lograr sólo una parte de lo que compone la tuya! Entré los habitantes de una 340 REFLEXIONES ciudad, ¡cuántos no se hallarán en alguna de estas tristes circunstancias, y qué ventajas no logras tú so¬ bre ellos! ¡Cuántos no están en vela por tí todas las noches, el soldado en su puesto, el navegante en el mar . ! &c. Además, ¡cuántos hay también que aunque tengan cama no pueden hallar en ella el sue¬ ño que desean con ansia! En el término de una me¬ dia legua solamente, hay muchos enfermos á quienes no dejan dormir sus dolores; muchos afligidos que sus pesares tienen desvelados; pecadores á quienes atormentan los remordimientos de su conciencia; desgraciados á los que sus cuidados ocultos, la indi¬ gencia y las inquietudes quitan el sueño. Si no tu¬ vieres los medios de endulzar sus amarguras, com- padécete siquiera de ellos. Siempre que vas á la cama dirige tus votos al cielo en favor de estos infelices, que, ó no la tienen, 6 no pueden disfrutar en ella el descanso que tú. Pide por aquellos á quienes las pe¬ sadumbres, la pobreza ó los dolores privan del sue¬ ño; en fin, pide también por los que no tienen otro paraje donde descansar por la noche, sino el duro suelo. Piensa después en el lecho en que has de mo¬ rir, pues no dormirás siempre tan tranquilo como ahora. Vendrán noches en que bañarás con lágrimas tu cama, y en que te cercarán las angustias de la muerte; pero no tardarán en seguirlas un dulce re¬ poso y un apacible sueño, si llegas á dormir en el Señor. ¡Mas qué digo! tu alma despertará en este instante con nuevas fuerzas para ver y contemplar SOBRE LA NATURALEZA 341 a Dios cara á cara. Aún en el tiempo de salud y prosperidad piensa en el lecho que dará la tierra á tu cuerpo hasta el gran día de la resurrección; y en la felicidad constante é inefable que está destinada á tu alma, si trabajas en hacerte digno de ella. Ejer¬ cítate en este pensamiento, y vivirás consolado y alegre. MECE DE JULIO Rapidez con que se pasa la vida humana Frágil y pasajera es nuestra vida. Cada paso que damos desde nuestro nacimiento, nos conduce á la muerte; ¡y cuántos hay que llegan á este momento fatal aun ántes de haber comenzado á vivir! iCon qué rapidez pasan, ó por mejor decir, vuelan los chas, las semanas, los meses y los años! ¡Apenas se gozan, cuando ya desaparecen! Procurad traerlos a la memoria, y seguidlos en su carrera. ¿Podéis por ventura dar razón de todas sus épocas? Y si no hu¬ biese en vuestra vida ciertos momentos, que por muy notables se grabaron más en vuestra memoria, aun podríais acordaros menos de su historia. ¡Cuán¬ tos son los años de vuestra infancia gastados en di¬ versiones pueriles, de los cuales no podéis decir otra cosa sino que se han pasado! ¡Cuántos otros desper¬ diciados en la inacción de la juventud, ó por decirlo mejor, en esa fogosidad en que el extravío de las pa- Tomo it - 4| 342 REFLEXIONES siones y la embriaguez de los placeres no os dejaba, por un culpable delirio, ni voluntad ni tiempo paia pensar seriamente sobre vosotros mismos ! Sucedie¬ ron á estos años los de una edad más madura. Pen sásteis entonces que ya era tiempo de mudar de vi da, y de obrar como racionales , pero los negocios y embarazos que trae consigo, se apoderaron de vos¬ otros de tal suerte, que os impidieron el meditar sobre vuestros primeros años. Aumentóse vuestra familia, y con ella crecieron también vuestras inquie¬ tudes y cuidados para satisfacer á sus necesidades. Insensiblemente se acerca el tiempo de la vejez, y acaso entonces no tendréis tampoco ni lugai ni fuer¬ za para acordaros de lo pasado, ni para reflexiona! sobre el término á que habéis llegado, ni sobre lo que habéis hecho ni dejado de hacer; en una palabra, pa¬ ra atender al fin para que os ha puesto Dios en este mundo. Con todo, ¿quién puede prometeros que lie garéis á esta avanzada edad? Mil accidentes rompen el tejido delicado de la vi¬ da, aún mucho antes que adquiera la duración que le es propia. El niño que acaba de nacer, muere y se convierte en polvo: este joven que daba tan lison jeras esperanzas, fallece en la edad de. las gracias y de la hermosura: una enfermedad violenta, un acci¬ dente imprevisto le precipita al sepulcro. Multiplican se los peligros con los años ; la negligencia y los ex cesos son el origen de las enfermedades, y disponen el cuerpo á los crueles insultos de las epidimias, lar SOÍ5RE LA NATURALEZA 343 última edad es todavía más arriesgada; en suma, el hombre apenas hace más que dejarse ver, y la mitad de los que nacen son víctimas de la muerte en el corto espacio de los diez y siete años primeros. Computados los hombres que, por una fundada aproximación, se cree existen sobre la tierra, y cal culado el curso de la vida humana, fallecen en el es pació de treinta años casi novecientos millones y medio de hombres; en cada año treinta y un millo¬ nes quinientas treinta y seis mil personas; cada clia ochenta y seis mil cuatrocientas; cada hora tres mil seiscientas; cada minuto sesenta, cada segundo una. ¡Cuánto no debe asombrarnos este cálculo! ¡Y quién me asegurará que en este instante no sea yo uno de los que aumenten la lista de los muertos! Actualmen te, en el momento mismo en que leo esto, sale de este mundo uno de mis semejantes; yántes que se pase una hora habrán entrado en el abismo de la eternidad más de tres mil hombres. ¡ Qué motivo tan justo para pensar continuamente en la muerte! Tal es la breve, pero fiel historia de la vida. Olí tú, para quien la sabiduría no es un nombre vano, apren¬ de á emplear esta vida tan corta y tan importante, de manera que puedas adquirir la ciencia de contar tus días por el buen uso que hicieres de ellos, y redi¬ mir el tiempo que vuela c'on pasmosa rapidez. Mien¬ tras te ocupas en estas reflexiones, se te han escapado ya algunos minutos; jiñas qué tesoro tan precioso de horas y de días no juntaras si del prodigioso núr 344 REFLEXIONES mero de horas de que puedes disponer, consagrases muchas veces alo-unas á tan útiles consideraciones! o Piensa en ello con madurez:, cada instante es una porción de tu vida que te es imposible reproducir, y cuya memoria puede causarte ó acerbos remordimien¬ tos ó la más dulce alegría. ¡ Oué satisfacción tan pura la de recorrer su vida pasada, y poderse decir á sí mismo: «Pie vivido lar- « go tiempo, y en este gran número de años he he- « cho una rica sementera de buenas obras, de la que « espero recoger copiosos frutos de gloria y de feli- « cidad ! ¡No tengo porque desear el empezará vi- (( vir, ni porque arrepentirme de lo que he vivido « hasta aquí 1» Podrás hablar así, si cumples con el fin para que se te ha dado la vida, y si consagras el cor¬ to espacio del tiempo á los grandes intereses dé la eternidad. CATORCE DE JULIO La vejez y la muerte Todo se muda en la naturaleza, todo se altera, to¬ do perece; y apenas el cuerpo del hombre ha llegado á su perfección, cuando comienza á decaer. Este me¬ noscabo es insensible á los principios, y aún pasan muchos años sin que lleguemos á advertir mudanza notable: con todo, deberíamos sentir el peso de núes- SOI! RE LA NATURALEZA 345 tros años, mejor que los demás saben contar su nú¬ mero; y así como ellos no se equivocan en nuestra edad, formando juicio de ella por las alteraciones ex¬ teriores, tampoco debiéramos nosotros equivocarnos en el efecto interior que las produce, si nos obser¬ vásemos con más cuidado, si nos lisonjeásemos me¬ nos, y si los extraños no nos juzgasen con mayor acierto que nos juzgamos nosotros mismos. . Cuando el cuerpo ha adquirido toda su extensión en alto y grueso por el desarrollo de todas sus par¬ tes, empieza á embarnecer. El principio de este au¬ mento es el primer punto de su menoscabo; porque esta extensión no es una continuación del desarrollo ó incrementó inteiior, que haga que nuestro cuerpo tome más extensión, actividad y fuerza, sino una simple adición de materia superabundante, que au¬ menta su volumen y le carga de un peso inútil. Esta materia es la gordura que por lo común sobreviene á los treinta o cuarenta años y según va aumentán¬ dose pierdo el cuerpo parte de su ligereza y agilidad,* y siente más pesados sus miembros. Poco á poco las membranas se hacen cartilaginosas; los cartílagos se osifican; consoíídanse los huesos; se ponen más se¬ cas y duVas las fibras, y todas las partes se retiran y encogen. Los movimientos son más lentos y difíciles; la circulación de los fluidos se hace con menos liber¬ tad; disminúyese la traspiración, se alteran las se¬ creciones; la digestión es más tarda y trabajosa; los jugos nutricios menos abundantes, y no pudiendo 346 reflexiones penetrar á la mayor parte de las fibras, ya demasia¬ do débiles, dejan de servir para la nutrición ; sécase la piel, fórmanse insensiblemente arrugas, se enca^ nece el pélo, caense los dientes, desfigurase el ros¬ tro, se agobia el cuerpo, &c. Los primeros síntomas de este estado comienzan á divisarse ántes de los cua¬ renta años: luego se aumentan por grados bastante lentos hasta los sesenta, y desde ellos con más rapi¬ dez hasta los setenta. Entonces empieza la caducó dad, síguese la decrepitud ; el cuerpo muere poco a poco y por partes; la vida se extingue lentamente; y la muerte, que no es más que el ultimo teimino de estas graduaciones, acaba ordinariamente ántes de llegar á noventa ó cieña ños con la senectud y la vida. Son pues necesarias las causas de nuestra des trucción, é inevitable la muerte ; mas cuando el cuer¬ po está bien complexionado, puede alargarse la du¬ ración de la vida, ya con eí cuidado de la salud, ya • por la mortificación de las pasiones, ya por la tem¬ planza y sobriedad en los placeres. Como todas las partes que componen el cuerpo, son menos sólidas en las mujeres que en los hombres, se deben envejecer ántes que ellos. Por la giisma ra¬ zón los hombres débiles, y que se aproximan mas a la constitución de las mujeres, suelen sobrevivir á los que parecen más fuertes y robustos: también puede creerse que las personas de los dos sexos que han tardado más en adquirir su total incremento, son las SOBRE LA NATURALEZA 347 que deben vivir más tiempo; pues eo ambos casos los huesos, ternillas y fibras llegarán más tarde al grado de solidez que produce su destrucción. Esta causa de la muerte natural, es común a to dos los animales, y aún á los vegetales: si un roble perece, es porque las partes del centro llegan á po¬ nerse tan duras, que no pueden recibir el jugo nu¬ tricio. La duración de la vida puede en cierto modo me¬ dirse por la del incremento. Un árbol ó un animal que crece en poco tiempo, perece mucho ántes que otro que tarda más en crecer. El hombre crece en altura hasta los diez y seis ó diez y ocho anos, y á veces más; pero la total extensión de las partes de su cuerpo, por lo tocante al grueso, no se perfeccio¬ na hasta los treinta. Los perros crecen en menos del primer año todo lo que han de crecer en altura, v no acaban de engrosar hasta el segundo. El hom¬ bre que en cuanto á su perfecto desarrollo, tarda en crecer hasta los treinta años, vive noventa ó ciento; y el perro que sólo tarda dos ó tres años en crecer, suele vivir diez ó doce. Lo mismo sucede en la ma¬ yor parte de otros animales: los pescados que no ce¬ san de crecer hasta pasado gran número de años, viven siglos; y esta larga duración de su vida debe depender de la constitución particular de sus espi¬ nas, que nunca adquieren tanta solidez como los huesos de los animales terrestres. De lo dicho hasta aquí puede inferirse cuan qui 348 REFLEXIONES méricos son íos pretendidos medios á que recurren algunos charlatanes para rejuveneceré inmortalizar el cuerpo. Él será á pesar de todos nuestros cuida¬ dos, victima de la muerte y pasto de gusanos. De¬ diquémonos pues á pensar especialmente en nuestra alma, y adornémosla de virtudes, como que son las únicas que pueden adquirirla una verdadera y glo¬ riosa inmortalidad. No esperemos á acordarnos de Dios que nos ha criado, para la edad en que se debiliten las fuerzas, en que esté ya exhausto el corazón, cuando apenas quede libertad para el bien, fuerza para la virtud, y cuando todo en suma, hasta el deseo mismo, se ex¬ tingue y muere. ¡Oué cosa tan horrorosa es ser sor¬ prendido de la muerte en el olvido de su Dios! La costumbre de los vicios ha echado raíces muy pro¬ fundas: están asidos á cada fibra del corazón, y for¬ man como un cuerpo con él. Es estación muy tardía para empezar á sembrar la que debía serlo para re¬ coger. Verdad es que para Dios nada hay imposible; mas el que no está habituada á combatir, es muy raro y difícil que salga victorioso en el primer com¬ bate. Oh tú que te hallas aún en la flor de tu edad, no te fies de sus bellas gracias: aprovéchate más bien de los felices años en que estás, y de cada instante que disfrutas. Los hombres pasan como las flores, que se abren por la mañana y por la tarde se marchitan, y hollan con los piés. Sucédense las generaciones á SOBRE LA NATURALEZA 349 manera de las olas de un rápido río, y nada puede detener el tiempo que lo arrastra todo tras sí. Tú mismo que gozas al presente de una juventud bri¬ llante y viva, te verás mudado insensiblemente sin haberlo casi previsto. Las risueñas gracias, los dul¬ ces placeres que te acompañan, las fuerzas y la sa¬ lud se desvanecerán como un lisonjero sueño ven- drá la lánguida vejez á arrugar tu rostro, agobiar tu cuerpo, agotar en tu corazón el origen del gozo, á disgustarte de lo presente, á hacerte temer lo futuro, yá volverte insensible á todo menos al dolor. Paré¬ cete remoto este tiempo ; pero ¡ah! te engañas mise¬ rablemente : hé aquí que ya llega. Lo que viene con tanta rapidez, no está lejos de tí; y lo presente que hu¬ ye, se halla ya muy distante. No cuentes pues jamás , con el momento actual, ántes bien mantente con constancia en el sendero de la virtud, que es la que te puede adquirir una juventud inmortal. QUINCE DE JULIO Término de la vida humana Podo hombre muere en el momento que Dios ha decretado en su eterno consejo, pues no está deter¬ minado con menos exactitud el tiempo de la muerte que el del nacimiento; sin que de aquí se siga que el termino de la vida esté sujeto á una fatalidad in- Tomo ii 45 35° REFLEXIONES evitable. No hay tal fatalismo en el mtmdo: todo cuanto sucede, puede suceder antes 6 después, ó también no suceder nunca ; y hubiera sido posible que el hombre que muere hoy, hubiese muerto án- tes ó vivido más tiempo. Dios no ha contado los días de nadie por un decreto arbitrario, ni sin tener pie- sente las circunstancias en que se hallará cada uno. Es un Sér infinitamente sabio, que nada hace sin mo¬ tivos dignos de su sabiduría ; pero aunque el término de la vida no sea en sí mismo ni necesario ni fatal, no deja de ser cierto, respecto á Dios. Cuando muere el hombre, hay siempre causas que acarrean su muerte, á menos que se detengan por un poder superior. Uno se rinde^á una enfermedad - mortal, otro es víctima de un accidente súbito é im¬ previsto. Aquel perece en el fuego, este en el agua. Dios previo todas estas causas, y no ha sido un es¬ pectador ocioso é indiferente, sino que las ha pesado todas en su sabiduría ; y 'comparadas con sus desig¬ nios previno si convenía aprobarlas ó permitirlas. Si las permitió, las determinó por esto mismo; y en es¬ te sentido hay un decreto divino, en virtud del cual morirá cada hombre en un tiempo prefijo y de un determinado accidente. Este decreto nada tiene de fatal; mas no por eso dejará de ser puesto en ejecu¬ ción; porque las mismas razones que Dios pudiera tener al presente para sacar á un hombre del mun¬ do ó dejarle en él, las conocía desde la eternidad, y juzgaba entonces de ellas como juzga ahora. ¿Qué SOBRE LA NATURALEZA 35* es pues lo que pudiera moverle á revocar sus decre¬ tos? ¿Serían acaso nuestras súplicas como las de Ezeciuías, Rey de Judá? Pero estas súplicas entraban en su previsión misma para prolongar nuestros días hasta cierto término. ¿Lo serían por ventura los re¬ medios empleados en la enfermedad para restaurar la salud, nuestra sobriedad, templanza, y el pruden¬ te cuidado que ponemos en conservarnos sanos? Mas también todo esto, y cuanto mira al buen uso que debíamos hacer de nuestra libertad, entraba en los motivos de las determinaciones del Altísimo. Por otra parte, puede ser que Dios previendo las causas de la muerte de un hombre, no las haya apro¬ bado positivamente; y en este caso habrá determina¬ do por lo menos permitirlas, según hemos insinuado sin lo cual no podrían suceder. Pero si la permisión de estas causas ha sido decretada, Dios quiere que mu¬ ramos en el tiempo que existieren estas causas. A la verdad, Dios se inclinaría á darnos una vida más larga, y desaprueba las causas que nos privan de ella, mas no convenía á su sabiduría el ponerles obs¬ táculo. Veía el universo en su conjunto, y aunque no aprobase las causas, el modo ni las circunstancias de esta muerte, descubría razones que le movían á permitir que el hombre muriese en tal tiempo, por¬ que su sabiduría halla medios de dirigir todo esto á fines útiles; ó bien preveía, que una vida más lar¬ ga, en las circunstancias en que se hallaba el hom¬ bre, no podía ser útil ni á él mismo, ni al mundo; ó 352 REFLEXIONES bien en fin veia que para poder evitar esta muerte^ era menester una nueva y diferente combinación de cosas: combinación que no concordaría con el plan general del universo, é impediría la ejecución de otros bienes más considerables. En una palabra, aunque Dios desapruebe alguna vez las causas de la muerte de un hombre, no obstante siempre tiene razones muy sabias y muy justas para permitirlas. Ojalá que estas considaraciones nos hagan mirar la muerte con disposiciones animosas y cristianas. Lo que hace la muerte tan temible, es principalmen¬ te la incertidumbre de su hora, y del modo con que saldrémos de este mundo. Si supiéramos de ante¬ mano cuándo y cómo moriríamos, acaso esperaría¬ mos la muerte con más valor. Nada pues es más efi¬ caz para asegurarnos en este punto, que la persuasión de una providencia que cuida de nuestra vida, y que desde la eternidad determinó con una sabiduría y una bondad infinita, el tiempo, el modo y todas las circunstancias de nuestra muerte. Ella abrevia ó alarga nuestros días según juzga que nos es más útil, tanto para este mundo como para el venidero, si por otra parte hubiésemos hecho buen uso de la vida, ó reparado por lo menos su abuso con nuestro arre¬ pentimiento. Persuadidos de esta consoladora ver¬ dad, esperemos tranquilamente la muerte ; y pues que su hora es incierta, estémos prontos para recibir¬ la á cada instante. Es cierto que ignoramos el gé¬ nero de nuestra muerte ; pero nos basta saber que si / SOBRE LA NATURALEZA 353 somos virtuosos y fieles, morirémos del modo más ventajoso, asi para nosotros como para los nuestros. Afianzados con este pqnsamiento, continuémos sin inquietud nuestra peregrinación ; sujetémonos á to¬ das las disposiciones de la Providencia, y no tema¬ mos jamás los peligros á que nos exponen nuestras obligaciones. ¡Señor, vos sois el Dios del tiempo, y sois tam¬ bién el Dios de la eternidad! ¡Oh Eterno! recibid mis adoraciones. Sér inmutable, Vos no estáis suje¬ to á mutación alguna; y nosotros débiles mortales,' nosotros somos y habernos sido, florecemos y nos convertimos en polvo. Sólo Vos no podéis experi¬ mentar variación alguna: Vos habéis sido, Vos sois, y Vos seréis el mismo en toda la eternidad. Pasa el mundo, y vuelan sus placeres: no es en estos pues donde he de buscar mi felicidad. Seme¬ jante á los ángeles en la parte más noble de mí mis¬ mo, y destinado á tener el cielo por patria, puedo y debo aspirar desde la tierra á placeres más nobles. Soberano dispensador de todos los bienes, ense¬ ñadme Vos mismo á redimir el tiempo, á caminar con una santa prudencia por las sendas que llevan á la eterna felicidad! ¡Dignaos, Dios mío, endulzarme las miserias de esta vida, hasta que llegue al térmi¬ no deseado, á aquel reposo que nada podrá inte¬ rrumpir ! 354 REFLEXIONES MEZ Y SEIS DE JUMO Cálculo de la vida humana Nos quejamos de la corta duración de la vida, y al mismo tiempo, por una monstruosa inconsecuen¬ cia, perdemos todos los momentos como si estuviese en nuestra mano el reproducirlos. Verdad es que es corta la vida ; y para convencerme mejor de esta im¬ portante verdad, voy á examinar en qué he emplea¬ do mis días: aunque, ¡hay de mí! ¡cuántas razones tengo para temer que este examen me sea un justo motivo de rubor y remordimientos ! No traeré á consideración los días, que si bien no pude arreglar por falta de libertad, á lo menos fue¬ ron inocentes. ¿Pero cómo se han pasado aquellos de que me debo pedir cuenta á mí mismo? ¡Cuántas horas no he empleado en lisonjear mis sentidos, en cuidar de mi cuerpo y en adornarle por ostentación y vanidad! ¡cuántas se han pasado en ocupaciones casi inútiles, respecto á que son infructuosas para esta alma emanada de un soplo divino, que es la par¬ te principal de mi sér! ¡Cuántas horas gastadas en la inacción, ó en pretensiones y esperanzas de bie¬ nes que jamás se han realizado, ó que por otra par¬ te eran poco proporcionados para hacerme feliz! Así que, no considerando sino rápidamente el uso que he hecho de mis días, descubro una multitud de SOBRE LA NATURALEZA 355 ellos perdidos para el espíritu inmortal que me ani¬ ma. Si los deduzco del total de mis años, ¿cuántos me quedarán que pueda decir haberlos empleado en una vida razonable y provechosa? Es evidente que de trescientos sesenta y cinco días que tieñe cada año, apenas habrá cincuenta, de los cuales pueda de¬ cir con verdad: estos son míos;, sin embargo, esta¬ ba en mi mano hacerlos servir á los grandes intereses de mi alma, y á la adquisición de una soberana feli¬ cidad. A esto contribuirían todos, si fuesen reglados sabiamente y con una intención recta, con respecto á los designios del Sér Supremo, y á mi último fin. ¡Mas cuántos instantes no he perdido por mi culpa, por un triste efecto de mi negligencia y flaqueza! ¡cuántos he inmolado á los vicios, y cuántos no he manchado con el pecado! ¡Gran Dios! ¡qué vergon¬ zoso es este pensamiento, y qué propio para confun¬ dirme! Sólo los méritos de mi Redentor y mi arrepen¬ timiento pueden calmar mi sobresalto, y librarme de las penas eternas que tantas veces he merecido. Una multitud de horas que me daba el amor pa¬ ternal de mi Dios, para adquirir la eternidad, las. he malgastado neciamente, y con la más negra ingrati¬ tud: ¡horas preciosas, en las cuales me extravié mi¬ serablemente, alejándome del mejor y del más tier¬ no de los padres! Acaso las he sacrificado al mundo, á la intemperancia, al orgullo, al ocio, á falsos pla¬ ceres ; acaso las he profanado con la impureza, la en¬ vidia, la murmuración, la calumnia; y con otros vi- 356 REFLEXIONES cios que manifiestan un corazón desnudo de amor á Dios y de caridad al prójimo ; acaso en lugar de em¬ plearlas en conquistar el reino de los cielos, las he consumido en combatir las santas verdades, en vio¬ lar los preceptos divinos, y en causar turbaciones en la sociedad; y aún después que las saludables inspi¬ raciones de mi Dios me han conducido á la virtud, ¡cuántos instantes no he defraudado á esta misma virtud, que debía ser sólo mi gloria y mi única felici¬ dad! ¡Distracciones voluntarias, tibiezas, sequedades, ocasionadas por una vana disipación, dudas, inquie¬ tudes, vicisitudes de humor . ¡ qué de enferme¬ dades, tristes consecuencias de nuestra fragilidad, de la debilidad de nuestra razón, y de la fuerza de nues¬ tras antiguas costumbres! porque estos defectos pue¬ den hallarse hasta cierto punto, aun en el hombre que hace algún progreso en la virtud ; con todo, no sólo retardan su incremento, sino que la debilitan ó disminuyen más ó menos. Así se pasa un año sin ha¬ cer particular reflexión, y no obstante un año impor¬ ta mucho para una criatura, cuya vida puede calcu¬ larse por horas. A,ntes de pensar bien en ello se acaba un año, sin que sea posible hacerle retroceder. No desearía yo comenzarle de nuevo ni en todo ni en parte, si le hubiera empleado en la salud de mi alma : pero ahora que veo cuán poco he vivido de una manera conforme á mi destino, quisiera á lo me¬ nos empezar á vivir de nuevo esta parte de mis días tan mal gastados. ¡Vanos deseos! los años, los días las SOBRE LA NATURALEZA 357 horas, los momentos, con las buenas y malas accio¬ nes que les han acompañado, entran enteramente para siempre en la eternidad. Dios de bondad, con quien me ha reconciliado la sangre preciosa del Salvador de los hombres, no per¬ mitáis que los días que he vivido sean para mí un motivo de angustia en mi última hora. Borrad cuan¬ tas faltas he cometido en ellos, y dignaos conceder¬ me vuestra gracia en el instante de mi muerte; gra¬ cia en el día del juicio, y por toda la eternidad. DIEZ Y SIETE DE JULIO Proporción entre los nacidos y muertos La exacta proporción que se observa en todos los lugares y tiempos entre los hombres que se presen¬ tan y desaparecen en el gran teatro de este mundo, manifiesta evidentemente que Dios no ha abandona¬ do al ciego acaso la vida de los mortales, y la con¬ servación del género humano, sino que vela sobre nosotros con paternales cuidados. Por medio de es¬ te equilibrio perpetuo, la tierra no está ni desierta ni recargada de habitantes. El número de los que nacen, es casi siempre ma¬ yor que el de los que mueren, porque se observa que si mueren diez personas al año, nacen doce ó trece ; de modo que el género humano se multiplica T«o n. — 4 éi 358 REFLEXIONES continuamente. A no ser así, y si el número de muer¬ tos fuera mayor que el de los nacidos, un país debe¬ ría naturalmente despoblarse al cabo de algunos si¬ glos, y tanto más cuanto la población del género humano puede suspenderse por diversas casualida¬ des. En efecto, ¡ cuántos obstáculos no ponen á la multiplicación de los hombres la peste, las guerras, la hambre, el celibato, y en fin las ciudades, sobre todo las más populosas, en donde mueren por lo me¬ nos tantos como nacen! Los libros de bautismo muestran que nacen más hombres que mujeres. La proporción es muy cons¬ tante de veinte á veintiuno, de suerte que si nacen dos mil hembras, nacen dos mil y cien varones. Pe¬ ro la muerte,- efecto de varios destinos propios del exo. masculino, la navegación, el estado militar, y otros accidentes, restablecen la igualdad entre los dos sexos. De ordinario hay más mujeres que hom¬ bres en las ciudades, y generalmente sucede lo con¬ trario en las villas y lugares. El número de hijos con relación al de las familias, está también arreglado con la mayor sabiduría. Se hace el cómputo de que de sesenta y seis matrimo¬ nios sólo nacen diez hijos cada año. En un país bien poblado, de cerca de cincuenta ó cincuenta y cuatro personas no se casa sino una todos los años; y según el cálculo más común cada matrimonio produce cua¬ tro hijos; pero en las ciudades no se cuentan gene¬ ralmente sino veinticinco por cada diez matrimonios. SOBRE LA NATURALEZA 359 Los hombres que están en estado de llevar las armas, componen siempre la cuarta parte de los habitantes. Comparando las listas mortuorias de diferentes países, se ve que en los años ordinarios, esto es, en los que no La habido epidemia, de cuarenta perso¬ nas muere una en las aldeas; de treinta y dos en las pequeñas ciudades ; de veintiocho en las ciudades me¬ dianas; de veinticuatro en las de mucha población; y de treinta y seis en toda una provincia, cuando no es muy oran de. De mil personas fallecen anualmente veintiocho; de cien criaturas que mueren por año, se halla que las tres nacen muertas; y apenas entre doscientas hay una que muera al tiempo de nacer. Entre ciento quince muertos no se cuenta más que una mujer que muera de parto, y entre cuatrocientos tampoco hay mas que otra que haya fallecido al parir. Los más que mueren, son los niños desde su na¬ cimiento hasta la edad de un año, de suerte que de mil fallecen comunmente doscientos noventa y tres en esta época; mas entre el primero y segundo año de su edad sólo mueren ochenta; y á los trece, ca¬ torce y quince, es tan .corto el número de muertos, que nunca pasa de dos; hé aquí pues la época de la vida menos peligrosa. Han observado algunos sa¬ bios que hay más mujeres que hombres que lleguen á setenta ó noventa años; pero que hay más hom¬ bres que mujeres que pasen de los noventa y lleguen á ciento. REFLEXIONES 360 Por lo menos podrían vivir sobre la tierra tres mil millones de almas á un mismo tiempo ; pero cuando más, se cuentan mil ochenta millones: á saber, seis- cientos cincuenta en Asia, ciento cincuenta en Afn- ca, otros ciento cincuenta en América, y ciento trein¬ ta' en Europa. Si suponemos que la población se extendiese á tres mil millones, se extendería el cu - tivo, aumentaríanse los desmontes, y todo quedaría en debida proporción. La consecuencia más natural que se deduce de to¬ do esto es, que Dios tiene el cuidado mas tierno de la vida de los hombres, y que esta es muy preciosa a sus ojos. ¿Sería si no posible, que el número de nacidos y de muertos se mantuviese en tanta igualdad, y que su proporción fuese tan regular y tan constante en todos los tiempos y países, si la sabiduría divina no presidiese á esta distribución? Sin embargo, no nos propasemos á creer que es¬ te orden tan sabiamente establecido nos autoriza pa- ra contar infaliblemente con cierto número de anos. ¡Guardémonos de prometernos larga vida! La muer¬ te hace sus mayores estragos precisamente en los años en que el hombre está en todo su vigor ; y cuan¬ do creemos haber tomado las más sabias medidas, cuando hemos formado los más bellos planes, enton¬ ces es cuando la muerte viene á sorprendernos en medio de nuestros proyectos y esperanzas. Hombre sábio, prepárate con tiempo para este ul¬ timo viaje: ¡cuánto no te interesa pensar en la muer- SOBRE LA NATURALEZA 361 te diariamente, y disponerte para ella! Sea esta, cris¬ tiano, tu principal ocupación : haz de antemano todas las disposiciones necesarias, y prevente para cuanto pueda sobrevenir; y haciéndolo así, que venga la muerte cuando al Señor le agradare, pues te hallará en vela, y podrás, aún en tus últimos momentos, ben¬ decir á Dios que te la hará dulce. DIEZ Y OCHO DE JULIO Consideración sobre la resurrección futura Si el nacimiento y la muerte son las dos épocas más importantes del hombre, no lo es menos una tercera y última que, respecto á-su cuerpo, merece ser el principal objeto de nuestras reflexiones. La re¬ surrección que debe experimentar al fin del mundo, toca tan de cerca la naturaleza del hombre, que un instinto casi irresistible ha dictado á los pueblos más salvajes, igualmente que á las naciones más cultas, este respeto hacia los muertos, que les ha hecho con¬ siderar siempre sus cadáveres, y aún las cenizas, co¬ mo unas reliquias sagradas que, reunidas en cada hombre á la parte más noble de sí mismo, deben en cierto modo reproducirle todo entero algún día. De aquí provienen también el culto, la religión de los se¬ pulcros, y ese horror universal á cuanto puede pro¬ fanarlos. Si como pensaron Sócrates, Platón, Cice- 3Ó2 reflexiones rón y Séneca, estos grandes filósofos y sabios de la antigüedad profana, el principio de todos los pueblos es la voz de la naturaleza, ¿en dónde se anuncia es¬ ta con más claridad que en orden á la creencia de un Sér Supremo, de la inmortalidad del alma, y del dig¬ no objeto de que hablamos! Uno de los dogmas que nos propone la religión cristiana es la resurrección de los muertos, presen¬ tándonosla bajo el aspecto más augusto é interesan¬ te A un mismo tiempo, y todos juntos, resucitarán los muertos al fin de los siglos. Unas señales terri¬ bles así en el cielo como en la tierra, anunciarán á los que entonces vivieren este gran día del Señor, deseado con tantas ansias por los santos, y formida¬ ble á los que no hubieren imitado su ejemplo y se¬ guido sus pasos, según la extensión de sus luces, y con toda la rectitud de su corazón. A vista del universo congregado delante de su juez, que entonces se dejará ver con todo el apara¬ to de su grandeza y majestad, manifestará Dios los tesoros de su poder, de su sabiduría, de su bondad, de su inefable providencia y de su soberana justicia, tan frecuentemente desconocida; Él mismo entrara, digámoslo así, enjuicio con nosotros, y justificará sus caminos, blasfemados por el orgullo y por la impie¬ dad, todos sus atributos ultrajados por nuestros crí¬ menes: mostraráse tal cual es, y ha sido siempre nuestro Dios, tres veces santo, en cuya presencia no quedarán ya ni pretextos ni excusas á nuestros ex SOBRE LA NATURALEZA 363 travíos. Ilustrará todas las conciencias con un rayo de su luz, y poniéndonos delante la série de nuestra vida, nos obligará á acusarnos y á condenarnos á nuestro despecho, si acaso hemos sido culpables. Na¬ da le podrémos callar ni disimular: tendrá sondeados todos los corazones; habrá penetrado todos los senos de nuestra alma; lo habrá visto y oido todo, y nada se le ocultará al que está en todas partes, y en el que tenemos la vida, el movimiento y el sér. Pondrános unos en frente de otros á la faz del mundo entero ; y con los mismos rayos de su viva luz, que extende¬ rán inmensamente nuestros conocimientos, hará sen¬ sible á todos lo que unas falsas apariencias, los hipó¬ critas y hombres engañosos, nos habrán ocultado recíprocamente de nuestras pequeñeces, de nuestras miserias y desórdenes los más secretos. Al mismo tiempo brillarán las virtudes de los jus¬ tos con todo su esplendor; se estimará su mérito, se hará patente el bien que hubieren hecho y el que hu¬ bieran querido hacer; su vida humilde y escondida, su modesto silencio y el olvido de sí mismos, su in¬ tención siempre recta y pura, realzarán más el valor de sus menores acciones. Quedarán vengados de los odiosos nombres que solían darse á su sabiduría, á su recato y piedad ; de los falsos colores con que acostumbraban pintarlos ; de las imputaciones malig¬ nas, de las negras calumnias, de los juicios severos ó precipitados que se formaron de su irreprensible conducta. reflexiones .364 Pesado todo en las balanzas de la justicia y de la verdad, se pronunciará la sentencia favorable ó fatal, según l’as obras de cada uno. Nuestros cuerpos re¬ sucitados entrarán en la parte de gloria ó de igno¬ minia, de felicidad ó desdicha que hubiéremos mere¬ cido. Fueron parte de nuestro sér sobre la tierra ; habrán sido el instrumento ordinario de nuestras bue¬ nas ó malas acciones; y así serán asociados de nue¬ vo al estado del alma, al destino de esta alma inmor¬ tal. cuya suerte quedará decidida irrevocablemente. El que hubiere sembrado según el espíritu, recogerá los Gloriosos frutos de esta semilla divina; pero el que haya sembrado según la carne, sujetando el a - ma al cuerpo, la razón á los sentidos, el que no haya vivido sino para lo presente, para una gloria falsa, para bienes tan vanos como frágiles, recogerá frutos de dolor y oprobio. Esto es lo que enseña al cristiano su fe ; estas son las grandes y sublimes ideas que nos da la religión, T que van tan acordes con las de la razón misma, des¬ embarazada de preocupaciones y del imperio de las pasiones. Los incrédulos de nuestros días, los enemigos con- jurados de una religión tan pura y santa, aterrados con estas verdades tan temibles para ellos, y tirando á eludir todo convencimiento, amontonan á su mo o vanas dificultades para oscurecerlas : responderemos en pocas palabras á lo que pueden decir de mas es¬ pacioso contra la resurrección de los muertos; y pa- SOBRE LA NATURALEZA 365 ra confundirlos bastará valernos de lo que dice el célebre Nieuwentyt, este tan hábil anatómico y natu¬ ralista, como sábio matemático. No nos detendrémos sobre la reunión de todas las partículas de nuestro cuerpo, como si le fuera difícil al Todopoderoso encontrar y reunir las menores par¬ tes, no habiéndolo sido el formarlas con todo el arte que puso en su construcción y en su conjunto; nu¬ trirlas, hacerlas crecer, conservarlas y mantenerlas reunidas en un todo durante tantos años: sólo pues nos limitaremos á los principales hechos que se nos pueden objetar, con alguna apariencia de razón. El cuerpo del hombre á los veinte años no es el que era al salir del seno de su madre; ni á los cincuenta ó sesenta lo que era á los veinte: pierde continuamen¬ te por la traspiración ó por otras vías, innumerables partículas, y adquiere gran número de otras median¬ te la aspiración, la nutrición, &c. Aún hay más: qui¬ zá habrá sido comido por los peces ó por los caribes, y en este ultimo caso, de que hay muchos ejempla¬ res, sera mudado en su propia sustancia: ¿cómo pues se podrá separar ni restituir este cuerpo á su dueño? Primeramente, cuanto es más cierto que el cuer¬ po de un nmo no es precisamente, en cierto sentido, el de un hombre ya hecho, aunque á los veinte años,’ a los treinta, ó los sesenta, puedo decir que, hablan¬ do con propiedad, he conservado esencialmente el cuerpo que me ha cabido en suerte, y que no soy Tomo 11-47 366 reflexiones aún bajo este respecto otro hombre, tanto mas nos vemos precisados á distinguir necesariamente en nos¬ otros lo que Nieuwentyt llama cuerpo propio, de cuerpo visible. . . Sin duda el cuerpo que se me ve hoy, no tiene a misma apariencia que el que tenía al nacer. Pues e adquirido su desarrollo: mi cuerpo, mediante los a i- mentos, ha tomado mayor magnitud; ha engrosaco; se le han reunido nuevas partículas de materia; a perdido otras de mil modos diferentes ; mas nada de esto era los elementos primitivos, las partes necesa¬ rias, y aunque todo variase sin cesar, esto no impe¬ diría que yo conservase mi cuerpo propio. Consideré¬ mosle en el estado de feto, que encerraba en pequeño todas las partes esenciales, así como el botón en or¬ den á la flor, y el gérmen respecto á la planta, la a - mendra, la pepita con relación al árbol, encierran ya los lineamentos de la flor, de la planta, y del árbol entero. El insecto contiene igualmente las porciones constitutivas, preparadas ya todas, que servirán a - gún día para darle un nuevo estado, y á formar de él en cierto modo otro sér, otro animal, que de rep¬ til oruga, por ejemplo, y de crisálida, se trasformara en mariposa en su última metamorfosis, pero que en realidad es siempre el mismo insecto sustancialmente. De la misma manera este feto, este gérmen, que contiene al hombre en pequeño, es exactamente su cuerpo propio, ó por mejor decir, tiene aún, por la extrema divisibilidad de la materia, las primeras par- SOBRE LA NATURALEZA 367 tes elementales indestructibles, cuales se muestran serlo expuestas al fuego más activo, y tan pequeñas, que pueden considerarse, si podemos usar de esta expresión, como especie de ménades ó unidades, y bastará que el Todopoderoso las recoja, hállense donde se hallaren, para hacer de ellas, mediante la adición accidental que le agrade, la base de nuestro propw cuerpo resucitado, ya sea para la gloria, ya para la ignominia. Así es que un conocimiento más reflexo, más pro¬ fundo de la naturaleza, aunque muy inferior al que tendremos algún día, basta ya para hacernos divisar la solución de un problema que nos parecía tan difí¬ cil de resolver, y para hacer desaparecerlos preten¬ didos absurdos que sólo parecieran serlo por la debi¬ lidad de nuestras luces. ¡Cuántos misterios así en la naturaleza como en la religión, dejarán de serlo á nuestros ojos, cuando corrido el denso velo que nos oculta la luz, suceda la claridad más brillante á la oscuridad en que Dios nos deja sobre ciertos ob¬ jetos ! DIEZ Y NUEVE DE JULIO [Paralelo entre el hombre y los animales En la comparación que vamos á hacer entre el hombre y los animales, tan desemejantes en lo sus¬ tancial, y tan parecidos no obstante bajo ciertos res- 36S reflexiones nr.c ,pan comunes con los pectos, habrá cosas "n otras brutos, otras en que nos excedan, y _ ipc Vibremos infinita ventaja. # “La mayor' similitud del hombre con los animales L V lo nue tiene de material. Nosotros tene- moTcS - eltauna vida, un cuerpo organizo, pro¬ ducido de 'la misma manera, y conservado po el h „ i» sujetos no -no, *<•«»« accidentes corporales y genera es, que diversas relaciones de cosas, las leyes • to, la estructura y organización de nuestro cu p deben ocasionar. . * Por lo que toca á las ventajas que resu an - sentidos, los animales tienen diversas P«-™S sobre el hombre. Una de las prmc.pales es, que necesitan de los vestidos, armas, ni comodida e ,q no tenemos sino á mucha costa ; > que no es a gados á inventar, ó aprender y ejercer las artes, q por la mayor parte nos son en algún moco ne SOBRE LA NATURALEZA 369 rias. Salen al nacer vestidos, armados, y si algo les falta para subvenir á sus necesidades, con sólo se¬ guir el impulso de la naturaleza logran cuanto basta para su felicidad. Nunca los engaña su instinto; los guía siempre con seguridad; y en satisfaciendo sus apetitos, nada más desean. Gozan de lo presente sin cuidar ni inquietarse por lo venidero: una sensación actual les advierte de sus necesidades, y saben los medios de proveerlas. Los emplean con placer, bus¬ can lo que les conviene, y lo disfrutan con satisfac¬ ción. ¿Qué más puedo decir? la muerte los sorprende; pero sin que les haya sido útil preveerla, ni por ella puedan afligirse con anticipación. En muchos de estos respectos es el hombre infe¬ rior á los animales. Es preciso que medite, que in¬ vente, que trabaje, que se ejercite y reciba instruc¬ ciones continuadas por mucho tiempo, so pena de quedar en una infancia perpetua, y de verse privado de las cosas más indispensables. Sus inclinaciones y apetitos no son para él guías seguras, y sería muy infeliz si se dejase dirigir por ellas. La razón sola pone una diferencia esencial entre él y los animales, suple lo que le falta, y por otros respectos le da prero¬ gativas de un orden muy superior, á que no podrán llegar jamás los brutos. Por medio de esta preciosa facultad no sólo adquiere lo necesario, lo cómodo y aún lo superfluo, sino que multiplica también los pla¬ ceres de los sentidos: los ennoblece y los hace tanto más vivos, cuanto mejor sabe someter sus deseos á REFLEXIONES 370 la razón. Su alma gusta de otra especie de delicias enteramente desconocidas á los animales: sus ma¬ nantiales son la ciencia, la sabiduría, el 01 den, la re¬ ligión y la virtud ; y estas delicias exceden infinita¬ mente á todas aquellas que nacen de los sentidos, porque lejos de ser contrarias á la verdadera perfec- ción del hombre, la aumentan de continuo; porque nunca le abandonan, aún cuando sus sentidos embo¬ tados por la enfermedad, la vejez ó cualquiera otia circunstancia, se hacen insensibles á todo; y porque en fin le hacen asemejarse al mismo Dios. Agrégase á esto que los animales están ligados á una esfera muy estrecha, que sus apetitos y sus inclinaciones son en corto número, y que por consiguiente se di¬ versifican muy poco sus placeres ; en lugar de que el hombre tiene una infinidad de gustos, sabe sacar partido de todos los objetos, y nada hay que no pue¬ da serle útil. Él solo se perfecciona cada vez más, hace continuamente nuevos descubrimientos y pro¬ gresos, ilimitados en la carrera de la perfección y de la felicidad; al paso que las bestias se hallan*siem- pre encerradas en sus estrechos límites, nada inven¬ tan ni perfeccionan jamás, quedándose constantemen¬ te. en el mismo punto, sin poder elevarse sino muy poco, por la educación que á veces les damos sobre los demás individuos de su especie. La razón únicamente es la que nos da supeiiori dad sobre los brutos, y en esto consiste principal- rilen te la excelencia de la naturaleza humana. Usar SOBRE LA NATURALEZA ^ r A / 1 de esta divina facultad para ennoblecer los gus- tos de los sentidos, para disfrutar más y más los place¬ res intelectuales, y crecer incesantemente en sabi¬ duría y virtud; lié aquí lo que distingue al hombre, este es en parte su destino sobre la tierra, y este el fin que se propuso Dios al criarle. Sea pues nuestra grande ocupación, y nuestro estudio constante el co¬ rresponder á este fin ; porque no serémos felices si no en tanto que busquemos lo que nos muestra la razón ilustrada por la fe, ser verdaderamente útil y bueno. VEINTE DE JULIO Comparación de las fuerzas del hombre con las de los animales Aunque el cuerpo del hombre sea en lo exterior más delicado que el de la mayor parte de los anima¬ les, es no obstante muy nervioso, y aún quizá más fuerte, con relación á su volúmen, que el de los ani¬ males más aventajados en esta parte. En efecto, sí queremos comparar la fuerza intrínseca del león con la del hombre, debemos considerar que por estar es¬ te animal armado de garras, el resultado de su fuer¬ za efectiva nos da de ella una idea falsa, y le atribui¬ mos sin fundamento lo que se debe más bien á sus armas. Pero el mejor modo de comparar la fuerza del 37 2 REFLEXIONES hombre con la de los animales, es graduar el peso que puede llevar. Si fuera posible reunir en un so¬ lo punto, ó en un todo, las fuerzas particulares que el hombre emplea cada cha, hallaríamos que un hom¬ bre de mediana corpulencia podría levantar diaria¬ mente, en un pié de tierra, sin perjuicio de su salud, el peso de un millón setecientas veintiocho mil libras. En general, los hombres endurecidos en el trabajo, pueden sin grande esfuezo levantar fardos de ciento cincuenta, y tal vez de doscientas libras. Hay gana¬ panes que cargan á veces un peso de novecientas libras, como se ve en Constantinopla. En Londres, los que trabajan en el muelle y cargan ó descargan los navios, llevan algunas veces pesos que matarían á un caballo. Un sábio francés1 con el fin de averiguar la fuerza del hombre, mando construir una especie de arnés, por medio del cual distribuía cierto peso sobre todas las partes del cuerpo de un hombre puesto en pié derecho, de suerte que cada una llevase todo lo que podía con relación á las otras, y que ninguna hubie¬ se que no estuviera cargada como debía , y un hom¬ bre por medio de esta maquina, llevaba sin mucho trabajo un peso de dos mil libras. El volumen del cuerpo del hombre con respecto al del caballo es, como uno á seis o siete , de manera que 1 Mr. Desíiguliers. SOBRE LA NATURALEZA 373 si el caballo fuese á proporción tan fuerte como el hombre, podría cargar de doce á catorce mil libras. Pero si parece mucho que pueda llevar tanto peso, lo cierto es que su fuerza es, si no menor, á lo me¬ nos igual á la del hombre con proporción á su mag¬ nitud. I odemos también inferir la fuerza del hombre, por la continuación del ejercicio y por la ligereza de sus movimientos, los hombres ejercitados en correr, pasan á los caballos, ó á lo menos sostienen este mo¬ vimiento mucho mas tiempo i y aun en un ejercicio más moderado, un hombre acostumbrado á caminar, andará más cada día que un caballo; y si solamente hace la misma jornada, cuando hubiere caminado tan¬ tos días cuantos fuere necesario para que el caballo esté cansado y fatigoso, el hombre podrá aún conti¬ nuar su camino sin incomodidad. En Hispaan los co¬ rredores de profesión caminan cerca de treinta leguas en diez ó doce horas. Los viajeros aseguran que los hotentotes ganan á correr á los leones, y que los sal¬ vajes de América que van á caza del alce ó gran bes¬ tia, persiguen á estos animales, que son tan ligeros como los ciervos, con tal velocidad que los cansan y los cogen. Se cuentan otros mil prodigios de la lige¬ reza de los salvajes en correr, y de los largos viajes que emprenden y hacen á pié en las montañas más escarpadas, en los países más ásperos, donde no hay un camino abierto ni sendero trillado. Estos hombres hacen, según se dice, viajes de mil doscientas leguas Tomo ir— 48 374 REFLEXIONES en menos de seis semanas ó dos meses. ¿Hay acaso algún animal á excepción de las aves, cuyos múscu¬ los tengan tal fortaleza que aguanten una fatiga tan larga? El hombre civilizado no conoce sus fuerzas; no sa¬ be cuanto las pierde por la molicie, ni cuantas pu¬ diera adquirir con un ejercicio bien reglado. Sin embargo, se hallan entre nosotros hombres de extra¬ ordinaria fuerza ; mas este don de la naturaleza, que les sería muy precioso si estuviesen en el caso de em¬ plearle para su defensa, ó en trabajos útiles, es de cor¬ tísima ventaja en una sociedad culta, donde la razón hace más que la fuerzas, y el trabajo corporal no le ejercen todos los individuos que la componen. Aun en esto reconozco la sabiduría admirable con que Dios formó mi cuerpo haciéndole capaz de tan¬ ta actividad ; pero al mismo tiempo no puedo menos de mirar con lástima á esos hombres indolentes que pasan su vida en la inacción, en la ociosidad, y que no se resuelven á obrar y á ejercitar sus fuerzas, te¬ miendo dañar á su salud ó á su vida. ¿Y para qué nos ha dado Dios tantas fuerzas si no para hacer uso de ellas? Consumirlas en esta indolencia, es rehusar conformarse con las intenciones del Criador, y ha¬ cerse culpable de una inexcusable ingratitud. ¡Ah! quiero en adelante emplear todas mis fuerzas en el bien de mis semejantes, según la condición en que Dios me ha puesto; y si lo exigen las circunstancias, comeré el pan con el sudor de mi rostro. ¿No soy yo SOBRE LA NATURALEZA 375 más feliz que tantos millares de mis hermanos, cu¬ yos trabajos y fatigas exceden á sus fuerzas, que gi¬ men bajo el yugo y las insufribles faenas de la es¬ clavitud, cuya honrada frente se llena de sudor, y que cuando están casi exhaustas sus fuerzas, no tie¬ nen arbitrio para procurar algún consuelo ni descan¬ so á su abatido cuerpo? Cuanto más dichoso soy en comparación de estos infelices, tanto más quiero aplicarme á cumplir con todas mis obligaciones ; y el éxito de mis trabajos me excitará á bendecir con reconocimiento á este buen Dios, que se ha dignado concederme las fuerzas necesarias á mi condición, y conservármelas hasta este día. VEINTIUNO DE JULIO Comparación entre los sentidos del hombre y los de los animales ¿Tienen algunos animales los sentidos más perfec¬ tos que el hombre? Sólo en ciertos casos particula¬ res puede responderse afirmativamente á esta pre¬ gunta; porque en este punto es también el hombre generalmente más favorecido que el bruto. Verdad es que la araña tiene el tacto mucho más sutil, y más fino el olfato el buitre, la oveja y el perro ; que por medio de este sentido sigue el perro las huellas de la caza, y se enseñan otros perros á descubrir la 3/6 REFLEXIONES cnadilla que está oculta bajo de tierra; también la bus¬ ca el cerdo guiado del ollato desenterrándola con el hocico. El oido es en las liebres muy delicado; los cier¬ vos oyen,#según se dice, el sonido de las campanas á distancia de muchas leguas, y el topo oye mejor debajo de tierra que el hombre que habita su super¬ ficie y vive al aire libre. La vista del águila entre las aves, y del lince entre los cuadrúpedos, hacen mu¬ chas ventajas al hombre. Pero considerando los animales en general, y com¬ parándolos al hombre, se advierte una gran prero¬ gativa que se concedió al' género humano sobre un grandísimo número de animales. El hombre está natu¬ ralmente dotado de cinco sentidos; ventaja que ape¬ nas es común á la mitad de ios brutos. Los zoófitos, que forman un anillo entre el reino animal y el vegetal, no tienen más que el sentido de! tacto. Muchos anima¬ les sólo tienen dos sentidos, otros tres; y los que tie¬ nen cinco, pasan por los más perfectos. Entre los hombies hay algunos que tienen tal ó tal sentido ae una sutileza extraordinaria. Se ven indios que juz¬ gan por eí olfato de la mayor ó menor mezcla que tienen los metales preciosos, como lo hacemos nos otros con la piedra de toque. De otros se dice que des¬ cubren á una gran distancia el lugar donde se abriga alguna bestia feroz; y los habitantes de las islas An¬ tillas distinguen por el olfato si un francés ó un negro ha pasado por el camino. La perfección de los senti¬ dos suple en algún modo entre los salvajes á la de- SOBRE LA NATURALEZA 377 bilidad de sus facultades intelectuales. Muchas per¬ sonas han ejercitado y refinado ciertos sentidos hasta un punto asombroso ; y si no tuviese el hombre, como lós animales, más socorro que los sentidos para bus¬ car el alimento y gurdarse de los peligros, sus senti¬ dos hubieran sin duda adquirido por el ejercicio el más alto grado de perfección ; pero la razón le recom¬ pensa en esta parte sobradamente las prerogativas que al parecer gozan sobre él ciertos animales. Aún en esto debemos admirar la infinita sabiduría con que el Autor de la naturaleza supo distribuir sus dones. Dió á los órganos del hombre cuanto les era necesa- rio para los usos á que están destinados : una mayor perfección en los sentidos les hubiera sido incómoda y cedido en su perjuicio ; al paso que es precisa á cier¬ tos animales, ya para defenderlos de las emboscadas que se les arman continuamente, ya para ponerlos en estado de velar como conviene sobre su bien estar. Supongamos más finura y sutileza en nuestros sen¬ tidos, y resultarán de aqui grandes inconvenientes. Tomemos por ejemplo el oído : si este sentido fuera en nosotros tan fino cual le exigen algunos animales para su seguridad, aún el ruido más distante, y el confuso caos de una mezcla de sonidos, interrumpi¬ rían incesantemente nuestras meditaciones, nuestro reposo y nuestras ocupaciones: mayor perspicacia en la vista nos presentaría la mayor parte de los ob¬ jetos horribles y desagradables. Demos pues gracias á la infinita sabiduría del Cria- 378 REFLEXIONES dor; porque midió de tal suerte el grado de nuestras sensaciones, que es bastante para gozar enteramen¬ te de los beneficios de la naturaleza, sin turbar el ejercicio de las nobles funciones de la razón humana. Lo limitado de nuestros sentidos cede más bien en ganancia que en pérdida, en perfección que en imper¬ fección. ¡ Dichoso aquel que somete á la razón el im¬ perio de los sentidos, y que disfruta de cuantas utili¬ dades deben resultar de una armonía perfecta entre los sentidos y la razón ! VEINTIDOS DE JULIO Ventajas que nos da la razón sobre los animales Si hay animales que sobrepujen al hombre en fuer¬ za ó en la perfección de algún sentido, el hombre les excede á todos por la noble facultad de la razón que recibió del Criador, y que tan particularmente le dis¬ tingue de cuantos séres animados habitan con él la tierra. Después de la fe, no tenemos tesoro más pre¬ cioso que el de la razón ; y si ella no penetra la natu¬ raleza misma de los objetos, conoce á lo menos su existencia, enseña á no confundirlos, ve su exterior, percibe su acción y efectos, y discierne sus relacio¬ nes, el número, las conveniencias, las propiedades y utilidad. Al examinar los diferentes animales de que está SOBRE LA NATURALEZA 379 poblada la tierra, se nota en todos cierta industria y determinadas precauciones en la elección que hacen de los medios para lograr sus fines. Imitan en algún modo la razón, y no puede dejar de conocerse en ellos el influjo de una sabiduría y poder infinito, que im¬ primió á cada especie un método de que jamás se aparta. Pero este instinto que les mueve á obrar, y que dirige sus movimientos, es muy inferior á la razón ; pues si gozasen de esta facultad preciosa, no los vería¬ mos extraviados, estúpidos é intratables, luego que se les saca de la manera de vivir que es peculiar á su especie. Lo contrario se observa en el hombre. Pin él la ra- zón es un principio activo y fecundo, que no sólo cono¬ ce, sino que quisiera aumentar sin límites sus conoci¬ mientos ; que delibera, elige, quiere con libertad, obra y crea, por decirlo así, todos los días nuevas obras. La razón le da á conocer la belleza del orden, de modo que le puede amar, gustar de él y guardarle en cuan¬ to hace: puede imitar al mismo Dios ; y la razón hace del hombre una imagen del Criador sobre la tierra. Esta admirable facultad le sirve no sólo para cono¬ cer la exterioridad, la hermosura y precio de cada co¬ sa, mas le da también á sentir y gozar estas cualida¬ des: constitúyele monarca de cuanto hay sobre el globo; y en efecto, le pone en posesión y ejercicio de su imperio. Verdad es que el hombre no es tan ligero corno las aves, que en un momento se trasfieren mediante 38o REFLEXIONES sus alas á grandes distancias; ni es tan fuerte como los animales armados de astas, de garras agudas ó dientes carniceros; ni salió á luz vestido como los brutos por manos de la naturaleza, ni .se presentó al nacer con plumas ó pieles para preservarse de las injurias del aire; pero le cupo en parte la razón y con ella es rico, fuerte, y se halla provisto suficientemen¬ te de todo; respecto á que le enseña que cuanto tie¬ nen los animales es para él; que en todo le son infe riores y subordinados; que en suma, son sus esclavos, y que puede disponer de su vida y de sus servicios. Si necesita de caza para su mesa, el perro y el halcón adiestrados al intento, van, sin que el hombre por sí se fatigue, á traerle lo que desea. Cuando quiere adaptar su vestido á las estaciones, la oveja le da su vellón : el gusano de seda hila para él la tela más lige¬ ra y brillante. Los animales le nutren, hacen la cen¬ tinela á su puerta, combaten en su defensa, cultivan sus tierras y conducen sus cargas. La razón sujeta al servicio del hombre aun las cria¬ turas más insensibles: pues para hospedarle cómoda¬ mente hace bajar los robles de lo alto de las monta¬ ñas, y salir de las entrañas de la tierra las piedras, el hierro y la pizarra. Si quiere mudar de clima, pasar á la otra parte de los mares, para trasportar lo su- perfluo y sacar lo que le falta, pone en movimiento la volubilidad de las aguas y el soplo de los vientos. La razón somete todos ios elementos á sus necesidades.; y nada hay al rededor del hombre que no obedezca SOBRE LA NATURALEZA 381 á sus leyes. Articula, pinta su pensamiento, y por medio de la escritura le comunica á toda la tierra, y aún á la posteridad más remota. Es imposible seguir la razón en todas las maravi¬ llas que obra; pues á un mismo tiempo es el centro de las obras de Dios sobre la tierra, es su fin, y for¬ ma su armonía. Quitemos por un momento de nues¬ tro globo la razón, y supongamos que no existe el hombre. Al punto se notaría faltar cierto enlace y conexión en las obras de Dios. El sol brillaría ; su ca¬ lor ayudado de las lluvias y rocíos haría germinar las semillas, y cubriría las campiñas de mieses y frutos; mas no habría quien las recolectase y consumiese. La tierra nutriría á los animales; pero estos á nada procederían por falta de un jefe que supiese valerse de su servicio. El caballo y el buey pueden arras¬ trar ó llevar las cargas más pesadas, pues tienen los piés armados de un casco capaz de resistir á los ca¬ minos más ásperos; ¿mas qué utilidad redundaría de tanta fuerza y dureza, si sólo sirviesen para pisar las praderías y buscar su pasto? La oveja se vería ago¬ biada con el peso de su lana, é incomodadas la vaca y la cabra con la abundancia de su leche. En suma, la inutilidad ó la contradicción reinaría por todas par¬ tes : la tierra encerraría en sus entrañas piedras y metales, sin tener un huésped á quien hospedar: su superficie sería un vasto jardín, pero no habría quien le viese ni percibiese sus delicias ; y el universo, en fin, presentaría el más bello espectáculo sin que hu- Tomo 11-49 382 REFLEXIONES biese espectador ‘alguno. Restituyamos el hombrea la naturaleza ; volvamos á poner la razón sobre la tie¬ rra: al mismo instante la inteligencia, la unidad, las relaciones reinan en todas partes, y aún las cosas que no parecían formadas para el hombre se refieren á él : el mosquito pone en el agua sus huevos, y de ellos salen gusanos que alimentan á los paces y aves acuáticas, criadas todas para el hombre; de suerte que éste reúne todos los seres, y su presencia es un lazo que forma un todo de tantas partes diferentes: en una palabra, es su alma. El hombre por la razón no sólo es el centro de las criaturas que le rodean, sino también su sacerdote; pues por su boca desempeñan el tributo de albanzas que deben al que las formó para su gloria. El dia¬ mante ni percibe su precio, ni al que le comunicó su brillo: los animales no conocen la mano que los vis¬ te y nutre; aún el sol ignora su Autor. La razón so¬ la le conoce, y colocada entre Dios y las criaturas in¬ sensibles, sabe que haciendo uso de sus facultades está encargada de tributarle acciones de gracias, ala¬ banza y amor. Sin la razón, toda la naturaleza está muda; y por ella todas las criaturas publican la glo¬ ria del Autor Supremo que les ha dado el sér. La razón percibe que está en la presencia de Dios: ella sola conoce lo que recibe de Él, y posee la dicha in¬ estimable de poderle adorar y glorificar por todo cuanto tiene en sí y la rodea. Así es, que habiendo SOBRE LA NATURALEZA 383 razón sobre la tierra, debe haber religión; y el hom¬ bre debe ser tanto más religioso, cuanto fuere más racional. \ 4 VEIT1TRES DE JULIO El hombre considerado con respecto á su cuerpo, y especialmente como un sér dotado de inteligencia El hombre es en la tierra la obra maestra del To¬ dopoderoso. En vano intentaríamos explicar todas sus bellezas, pues el pincel, demasiado tosco, no co¬ rrespondería á la viveza de las ideas. En efecto, ¿cómo se dibujarían con la debida ener¬ gía sus admirables proporciones : ese aire noble y majestuoso, esas facciones llenas de fuerza y de gran¬ deza; esa cabeza odornada de una agradable cabe¬ llera, esa frente ancha y elevada, esos ojos vivos y penetrantes, elocuentes intérpretes de los sentimien¬ tos del alma; esa boca, asiento de la risa, y órgano de la palabra, esas manos, instrumentos preciosos y manantial inagotable de nuevas producciones, ese pecho realzado con gracia, ese talle suelto y airoso; esas piernas elegantes, columnas tan bien propor¬ cionadas al edificio que sostienen ; ese pié en fin, base estrecha y delicada, pero cuya solidez y movimientos son los más maravillosos? Si entramos en lo interior de este bello edificio, nos hallamos incapaces de contemplar toda su riqueza y 384 REFLEXIONES por menor. Los huesos, mediante su consistencia y conjunto, forman el armazón, los ligamentos unen todas las piezas; los músculos como otros tantos re¬ sortes, ponen la máquina en acción; los nervios es¬ parcidos por todas partes establecen entre ellas una estrecha comunicación ; las arterias y venas, seme¬ jantes á unos arroyuelos, llevan por todo el cuerpo el refrigerio y la vida. El corazón situado en el centro es la principal fuerza destinada á imprimir el movi¬ miento al fluido y á conservarle. Los pulmones son otra potencia ordenada á introducir el aire en lo in¬ terior, y á expeler fuera las materias nocivas. El es¬ tómago y las visceras de diferentes géneros, son los laboratorios en que se preparan los materiales que suministran las reparaciones necesarias. El cerebro, asiento del alma, está destinado á filtrar ese fluido precioso de que penden sus operaciones: los senti¬ dos, siervos prontos y fieles, la avisan de cuanto con¬ viene saber, y sirven igualmente á sus placeres y ne¬ cesidades. ¿Mas qué viene á ser toda esta perfección corporal, respecto del hombre considerado como un sér inteligente? El hombre se halla dotado de razón, tiene ideas, las compara, juzga de su conveniencia u oposición, y obra en consecuencia de este juicio. So¬ lo él entre los animales goza del don de la palabra, reviste sus ideas con términos ó signos arbitrarios; y por esta admirable prerogativa las enlaza de suer¬ te, que forma de su imaginación y memoria un teso¬ ro inestimable de conocimientos. Por este medio co- SOBRE LA NATURALEZA 335 munica sus pensamientos, perfecciona sus facultades, llega á poseer todas las artes y ciencias, y sujeta en fin á sí toda la naturaleza. La excelencia de la razón humana adquiere un nue¬ vo brillo en el establecimiento de las sociedades ó cuerpos políticos, manantiales cíe la felicidad del hom¬ bre sobre la tierra. Pero lo que excede infinitamen¬ te estas preeminencias es, que la razón hace comu¬ nicar al hombre con su Criador por medio de la religión. Envueltos los animales en las más densas tinieblas, ignoran la mano que los formó ; y aunque gozan de la existencia, no saben remontarse al Autor de la vi¬ da. Sólo el hombre se eleva á este divino principio, y postrado al pié del trono del Sér por excelencia, ado¬ ra con la más profunda veneración y la más viva gra¬ titud, la bondad inefable que le ha cria-do. Por una serie de eminentes facultades de que Dios enriqueció al hombre, se digna descubrírsele y lle¬ varle como de la mano por las sendas de la felicidad. Las diferentes leyes que recibió de la suprema sabi¬ duría, son otras tantas antorchas colocadas de distan¬ cia en distancia sobre el camino que le conduce del tiempo á la eternidad. Ilustrado con esta celestial luz, adelanta en la carrera de gloria que le está abierta; lle¬ ga en fin á recibir la corona de la vida, y á ceñir con ella sus inmortales sienes. Tal es el hombre en el más alto grado de la per¬ fección terrestre; y considerado bajo este respecto na- L 386 REFLEXIONES da tiene de común con el resto de los animales. En efecto, el soplo de vida que le anima, esta alma inte¬ ligente que ha recibido del cielo, forma de él un sér del todo diferente. Sin embargo, esa misma alma obra comunmente sobre la. tierra por medio de los órga¬ nos corpóreos. El hombre es un sér mixto ; y la unión del alma con un cuerpo organizado es el origen de la armonía más fecunda y admirable que se encuentra en la naturaleza. Una sustancia sin extensión, sin solidez y sin figura, está unida á una sustancia ex¬ tensa, sólida y figurada. Una sustancia que piensa, y que tiene en sí un principio activo, está unida á otra que no piensa, y que por su naturaleza es indi¬ ferente al movimiento y á la quietud. De este asom¬ broso enlace se origina entre las dos sustancias un comercio recíproco, una suerte de acción y de reac¬ ción que es lá vida de los séres mixtos, y que mere¬ ce por muchos títulos nuestras reflexiones, supuesto que constituye nuestra propia natutaleza, y nos ma¬ nifiesta nuevos efectos de la omnipotencia de Dios; pero ántes conviene fijar nuestra atención sobre el alma misma. SOBRE LA NATURALEZA 387 VEINTICUATRO HE JULIO Espiritualidad é inmortalidad del alma La naturaleza del alma, sus facultades y operacio¬ nes son tan diferentes de las del cuerpo, á pesar de la íntima' unión que puso el Criador entre estas dos sustancias, con miras dignas de su sabiduría, que para obstinarse en confundirlas es forzoso no tener otro deseo que el de dejarse conducir por los senti¬ dos, y querer en su consecuencia cegarse hasta el punto de no mirar, si pudiera ser, otro fin que la nada. El cuerpo, como hemos insinuado, es una sustan¬ cia extensa ; el alma es un sér que siente y piensa. Bastan estas dos nociones para concebir sin trabajo cuán efectiva es la distinción que debe mediar entre estas dos sustancias. Los cuerpos son movidos unos por otros de un mo¬ do preciso y reglado, que llamamos leyes de movi¬ miento ; mas el alma, como ya observamos, tiene en sí un principio activo, guia y lleva su propio cuerpo, y otros con él, por solo el acto de su voluntad. Dis¬ curre, reflexiona; suspende sus determinaciones, de¬ libera, y se determina con elección. Los cuerpos, por los movimientos comunicados, no se extienden más allá de lo que alcanza la esfera de actividad del agente que se los imprimió ; pero el al ma, sin salir de sí misma, se eleva mediante el pen- 388 reflexiones samicnto á las más altas regiones y á los objetos más distantes; franqueándose todos los intervalos se su¬ be hasta los cielos y baja hasta los abismos : retroce¬ de á la más remota antigüedad, divisa y prevee lo fututo. Aunque no descubre al rededor de sismo me¬ didas del tiempo, por una sola cosa que exista, con¬ cluye como necesaria la idea de la eternidad ; calcula el movimiento de los astros, y abraza el sistema del mundo. Aún hace más : comprende de alguna mane¬ ra en sus altos conceptos el infinito, y forma de él una idea, que nada tiene de común con cuanto la rodea, por ser finito y limitado como ella. Los objetos corpóreos hacen nacer en nosotros percepciones por medio de los sentidos ; mas las sen sac'iones que estos nos proporcionan, están realmen te en nuestra alma: porque en los cuerpos no hay más que movimiento; y después que el alma recibe sus impresiones, desplega comunmente su actividad , combina y ejecuta; á las reflexiones originadas de aquí, es á quien debe el alma los conocimientos más importantes, los descubrimientos más útiles, (lue aumenta sin cesar, y que perfecciona cada día mas. Así es como se puede explicar en alguna manera la correspondencia entre las impresiones de los o jetos externos y las de los sentidos. Cuando tocamos, no podemos advertir en los órganos del tacto mas que movimientos, que varían á proporción de las un presiones que se hacen en las fibras ; y estos moví mientos ocasionan en nosotros las sensaciones de so SOBRE LA NATURALEZA 389 lidez ó fluidez, de dureza ó blandura, de calor ó de frío, &c. De un modo semejante cuando vemos los colores, los rayos de luz, reflejados desde los objetos vienen á herir las Abras de la retina, membrana que está en el fondo del ojo, y causan en ella una conmo¬ ción. De la propia manera cuando oímos los sonidos, las vibraciones del cuerpo sonoro se comunican pri¬ mero al aire, y de éste al tímpano del oido. En una palabra, no puede haber más que movimiento en los órganos, y no obstante la sensación, aunque ocasio¬ nada por aquel movimiento, no es el movimiento mismo: las sensaciones pues no están en los órganos. Existen por consiguiente en alguna cosa que se di¬ ferencia de todo el cuerpo, es decir, en una sustan¬ cia donde hay más que movimiento, que es la que llamamos ahnci , espíritu ó sustancia espiritual. Cuan¬ to más reflexionáremos sobre las propiedades de esta sustancia, tanto más convencidos quedarémos que es totalmente diversa de los cuerpos. Entre las facultades de nuestra alma hay dos par¬ ticularmente, á saber, la imaginación y la memoria, que ligadas al cerebro con nudos los más íntimos y secretos, podrían dar margen á que los observadores poco exactos y menos filósofos, creyesen que sólo per¬ tenecen propiamente á Lina sustancia material ; pero pronto quedarían desengañados, si quisiesen prestar su atención á lo poco que dirémos sobre este punto, cuando hablemos de la unión del alma con el cuerpo. Es tan estrecha esta unión y correspondencia de Taito IX. — :5o 39° reflexiones las dos sustancias de que se compone la naturaleza humana, que explica bien los y cir- P-a a^:V el " Aciden- cunstancias de la uaa, y , ia econo- tes que desordenan en c.ertos casos toda la ec mía de la máquina, sin destruirla hallan entonces las funciones del alm , • ”“L — ”rvt’“S ■ invertidas, fuera de regla, de proporctdn y de armonnu Se podría decir sobre esto en algún modo b que de un excelente organista, que no sabe saca < g “¡J “Lo, (,lL , fcori=. por del instrumento que toca ¡deraciolles sobre Extendamos mas nuestras cons, la teoría del alma, si puedo explicarme asi. Las «le - y afecciones que el cuerpo ocasiona en nosotros, s relativas á los objetos materiales. El alm ^ t ene de su propio fondo, de todas clases, y aun teniente del todo contrarias. i T, h á loe ideas el pensamiento considerado " "le ofrece de extenso ni figurado. Los l^Íhlren los sentidos más que singularmen presiones forma conocimientos abstractos, - La y reúne bajo las ideas de géneros y especies q son precisamente obra suya. Lo propio sucede on las fdeas del orden, de lo bello, verdadero, de j to y honesto, de todas las nociones metafísicas y SOBRE LA NATURALEZA 391 rales. Si consideramos el lenguaje, el sentido que el alma liga á los sonidos y palabras, es de pura con¬ vención, y tan poco determinado por el sonido mis¬ mo, que una dicción, un escrito pronunciado de la misma manera, tiene en la propia lengua sentidos del todo diferentes, según las circunstancias en que se refiere. Además que no son en nuestro lenguaje las partículas de que nos servimos para ligar las ideas, por, para , pues , y otras semejantes, sino puras ope¬ raciones del espíritu, que no guardan corresponden cia con nada corporal. Por lo que mira á las afecciones, las que nacen de los sentidos, se hallan muchas veces combatidas por otras de un orden totalmente. diverso, y que pertene¬ cen, por ejemplo, al amor de la verdad, de la virtud y de la sabiduría. De aquí dimana la continua gue¬ rra entre el espíritu y la carne ; de aquí la diferencia que la razón por sí misma, y aún mucho más la reli¬ gión, nos hacen advertir entre el hombre carnal, ani¬ mal y terrestre, tan bajo, tan vil, tan limitado en sus miras, tan degradado por sus inclinaciones, y entre el hombre espiritual y celeste, en el que todo es pu¬ ro, todo noble y sublime, todo lleva grabado el sello que forma la verdadera grandeza del hombre. Agreguemos á lo dicho algunas reflexiones que nos ilustrarán más y más sobre la sicología, ó ciencia del alma. Cuando esta atiende únicamente á su pen¬ samiento, y profundiza el objeto que la ocupa, nin¬ guna impresión hacen en ella los sentidos: ni ve, ni 392 REFLEXIONES oye, ni aún siente aunque nos toquen ; pero piensa, y es todo lo que hace: á no ser que una sensación demasiado viva no la obligue en alguna manera á salir de si misma, subsiste puramente activa, y queda insensible. Se observa otra cosa muy notable, y es que cuan¬ do dormimos y soñamos, conserva siempre el alma su actividad, aunque en este estado sea incapaz de libertad y de elección. Suele raciocinar en él, y á veces con tanta exactitud que nos causa admiración al des¬ pertar. Trabaja de un modo más misterioso y recón¬ dito sobre las sensaciones, que si bien son renovadas, no las excita entonces objeto alguno exterior. Ve, oye, y no es ni por los ojos del cuerpo que están ce¬ rrados, ni por el órgano del oido. Parécela experi¬ mentar en su cuerpo una caída súbita y precipitada, rodar por despeñaderos, sufrir la amputación de un miembro, el ardor de un voraz fuego ; al paso que su cuerpo reposa tranquilamente, y nada de esto obra exteriormente en él. Digámoslo en fin, el alma tiene un sentimiento in¬ dividual de lo que llamamos yo , lo que prueba que es una en el sentido más riguroso y preciso. Este sentimiento íntimo nos está diciendo que el alma subsiste por sí, que es una sustancia simple é indivi¬ sible, á la que se refieren sus pensamientos, actos y afecciones; sustancia siempre la misma en el fondo, y que siempre tiene la misma personalidad, á pesar SOBRE LA NATURALEZA 393 de todas las vicisitudes que experimenta sobre la tierra. Pero lo que forma una demostración rigurosa y geométrica de su inmortalidad, y que bien entendida, ella sola es la razón suficiente de cuanto hemos ob¬ servado hasta aquí, es la facultad de comparar, de donde resultan las de raciocinar y juzgar. Para demostrar que el cuerpo no piensa, basta ob¬ servar que hay en nosotros alguna cosa que compa¬ ra las percepciones que nos vienen de los sentidos. Mas no es ciertamente la vista la que compara las sensaciones que en sí tiene con las del oido que no tiene. Otro tanto debe decirse del oido, del olfato, del gusto y del tacto respectivamente. Tienen pues en nosotros todas estas sensaciones un punto en que se reúnen; punto que no puede ser sino una sustan¬ cia simple, indivisible y distinta del cuerpo. En una palabra, el alma: lo que se demuestra así: Decir que una sustancia compara dos sensaciones, es decir que tiene á un mismo tiempo dos sensa¬ ciones. Decir que tiene á un mismo tiempo dos sensacio¬ nes, es decir que dos sensaciones se reúnen en ella. Decir que dos sensaciones se reúnen en una sus¬ tancia, es decir que se reúnen ó en una sustancia que es una propiamente, y que no se compone de partes, ó en una sustancia que es una impropiamente, y que en la realidad está compuesta de partes que cada una son otras tantas sustancias. 394 REFLEXIONES Decir que dos sensaciones se reúnen en una sus¬ tancia que es una propiamente, y que no se compo¬ ne de partes, es decir que se reúnen en una sustan¬ cia simple é inextensa: en este caso se demuestra la identidad de las sustancias que compaia con la in¬ extensa; y por consiguiente que el alma es una sus¬ tancia simple. Veamos el segundo caso. Decir que dos sensaciones se reúnen en una sus¬ tancia compuesta de partes, que son cada una otras tantas sustancias, es decir, que se reúnen tod^s en una misma parte, ó que no se reúnen en esta sustan¬ cia sino porque la una pertenece á una parte, á la parte A, por ejemplo, y la otra á la parte 13. Exami¬ nemos estos dos casos, comenzando por el primero. Decir que dos sensaciones se reúnen en una mis¬ ma parte, es decir que se reúnen en una parte que es una propiamente, ó en una parte compuesta de muchas. Decir que se reúnen en una parte que es una pro¬ piamente, es decir que se reúnen en una sustancia simple ; y así queda demostrado que el alma es in¬ extensa. Decir que se reúnen en una parte compuesta de otras muchas, es decir ó que se reúnen en una pai¬ te simple, ó que la una está en una de estas paites, y la otra en otra parte. Decir que una de estas sensaciones esta en una de estas partes, y la otra en otra parte, es decir que la una está en la parte A, y la otra en la paite I>, y SOBRE LA NATURALEZA 395 este es el caso mismo que nos quedaba que exa- minar. , , Decir que una de las dos sensaciones esta en la parte A, y la otra en la parte B, es decir que la pri¬ mera está en una sustancia, y la segunda en otra. Decir que la primera está en una sustancia, y a secunda en otra, es decir que no se reúnen las dos en la propia sustancia. Decir que no se reúnen en la misma sustancia, es decir que una misma sustancia no tiene las dos a, propio tiempo. _ . Decir que la misma sustancia no las tiene a pío pió tiempo, es decir que no puede compararlas. Oueda pues demostrado que siendo el alma la sus¬ tancia que las compara, no es una sustancia com¬ puesta de partes ni extensa, y que por consiguiente es simple. .. , De la inmaterialidad del alma, ó del ser inteligente, se simie que es por naturaleza inmortal. En efecto, un sér simple, y que no tiene partes es en fuerza de su indivisibilidad, incorruptible, inalterable, indes¬ tructible con respecto á la acción de las causas natu¬ rales. Consecuencia que deduce tan bien, y que ex¬ pone Cicerón con tanta claridad. Al contrario, la materia porque tiene partes, es susceptible de alteración, desorganización y descom- 1 Lib. 1. Quaest. Tuscul. nana. 29. 396 REFLEXIONES posición : con todo debe observarse que aún las par¬ tículas del cuerpo no se destruyen, pues nada se pier¬ de ni aniquila en la naturaleza. Lo que sucede á estas partículas es reunirse á otras partes para for¬ mar nuevos compuestos, y entrar en la composición de otros cuerpos. Pero como todos los séres criados pueden ser re¬ ducidos á ¡a nada por la misma causa que los sacó de aquel abismo, no tratamos aquí de investigar si Dios quiere liacer uso de su omnipotencia para aniquilar nuestra alma: bástanos que se nos haga sensible la expresión de su voluntad por las inclinaciones que imprimió en ella, por las ideas y facultades de que la dotó, y por el conocimiento que nos da de sus atri¬ butos. La propensión más universal y más irresistible del hombre, es el deseo de la felicidad : esta es el ori¬ gen de todas las demás inclinaciones, y el móvil de todas nuestras acciones: en todo la buscamos, nos encaminamos á ella sin cesar, y jamás la hallamos en ninguno de los bienes que nos rodean. ¿Puede que¬ dar fallida esta inclinación, sino por culpa nuestra? ¿i\os hu oiera propuesto el Criador un fin á que nos sentimos arrastrados necesariamente, ya que no en la elección de los medios, á lómenos en sí mismo, si no hubiese querido que tuviera efecto? A esta inven¬ cible inclinación á la felicidad se junta, como una con¬ secuencia natural, el deseo de perpetuarse y de la inmortalidad: este deseo y sentimiento de una exis¬ tencia que no debe acabarse, se manifiesta en todas SOBRE LA NATURALEZA 397 las edades del mundo, en todos los lugares, y entre todos los pueblos, por los dogmas y ritos de diferen¬ tes cultos, en cuanto mira a la religión de los sepul¬ cros, al respeto para con los antepasados, para con los manes, en una palabra, para con las almas siem- pi e existentes aún después de la disolución del cuerpo. A estas ideas están ligadas de un modo más ó me¬ nos expreso, más ó menos preciso, la de la eternidad, y del infinito, que corresponden á los vastos concep¬ tos de nuestro espíritu, y á la inmensidad de nuestros deseos. Sin embargo que tenemos una propensión irresis¬ tible á la felicidad, nos vemos obligados á confesar que no sucede lo mismo con respecto á los bienes particulares: pues en este punto nada nos fuerza ni compele en nuestras determinaciones. Podemos ilus¬ trarnos, hacer uso de la razón, pensar, reflexionar, y determinarnos libremente, aún triunfando de nues¬ tros gustos, de nuestros sentidos y pasiones. Así es que nos imputamos a nosotros mismos los males que acarrean consigo, cuando nos dejamos arrastrar de ellas, á pesar de nuestras luces, y faltando á nuestro deber. Si examinamos las ideas de que somos capaces, hallamos escrita una ley en lo íntimo de nuestro co¬ razón. La razón es la que nos la dicta, y la que nos la insinúa por medio déla conciencia que es nuestro primer juez, y cuya sentencia viene á ser nuestro Tomo i z — 51 • / 398 reflexiones primer suplicio, condenando nuestros desórdenes, especialmente si á fuerza de extravíos voluntarios sofocamos su voz. De nuestra libertad, de la conciencia intima de una ley, tomada déla naturaleza misma de las cosas, na¬ cen estos*principios generales: No hagas á los otros lo que no quisieras que hiciesen contigo; haz con los de¬ más lo que quisieras que hiciesen contigo si estuvieras en su lugar; de la idea y sentimiento que tenemos de lo justo é injusto, se derivan nuestros méritos ó de¬ méritos y toda la moral. El Autor mismo de nuestro sér es quien nos impri¬ mió estos sentimientos é ideas, y el que nos dió todas las facultades con que puede enriquecerse nuestra alma. Él es quien nos obliga á cumplir toda justicia, á llenar los deberes hacia Él, hacia nuestros semejantes y hacia nosotros mismos, por ser en sí mismo soberanamente justo, y aún la justicia por esencia. ¿Se mostrará pues indiferente con los que observan su ley, ó dejará impunes á los que la vio¬ lan? ¿Quedará la virtud sin recompensa, y sin cas¬ tigo el vicio? Por consiguiente respecto á que el vicio no es siempre castigado en esta vida, y que aún triunfa muchas veces ; y que al contrario la virtud es con frecuencia calumniada, perseguida y oprimida, debemos concluir necesariamente que hay otra vida después de esta, en la cual todo entrará en el orden debido, yAada uno recibirá según sus obras. Así es como nuestra inclinación á la felicidad quedará sa- SOBRE LA NATURALEZA 399 tisfecha, si la hubiéremos merecido. Estas conse¬ cuencias son tanto más justas, cuanto forzados en ciertas circunstancias á sacrificar nuestra vida á la verdad, á la virtud, al deber, y no teniendo ya desde entonces nada que pretender para ser felices, si nues¬ tra alma fuese mortal como el cuerpo, estaría Dios desde aquel punto en contradicción manifiesta con las ideas é inclinaciones que recibimos de él, y aún consigo mismo. Queda pues demostrado para cual¬ quiera que cree en una verdad y justicia suprema, que nuestra alma no perecerá con el cuerpo, y que no morirá todo el hombre; que Dios lejos de querer aniquilar el alma por un acto extraordinario de su omnipotencia, la conservará inmortal, como lo es por su naturaleza, y que no frustrará sus miras ni sus de¬ seos de la inmortalidad. La revelación tan bien probada para cuantos no están interesados en desmentir su autenticidad, po¬ dría servir en caso necesario para confirmar lo que la razón sola, libre de las innumerables preocupacio¬ nes de una falsa filosofía, no permite poner en duda á un corazón recto y á un espíritu sábio y consiguien¬ te. Así es que los Sócrates y los Platones no racio¬ cinaban en este punto como algunos filósofos del día. 400 REFLEXIONES • VEINTICINCO I)E JULIO Unión del alma con el cuerpo Conmovidos los nervios diferentemente por los ob¬ jetos, comunican sus conmociones al cerebro; y á estos impulsos corresponden en el alma las percep¬ ciones, totalmente diversas de la causa que parece ocasionarlas. La diferencia de los sentidos, por cuyo medio re¬ cibe el alma la impresión de los objetos, produce en sus percepciones una diversidad relativa: así es que los sentimientos ocasionados por la conmoción de los nervios de la vista, se diferencian absolutamente de los que produce la de los nervios del oido ; y el sen¬ timiento del tacto no conviene precisamente con el del gusto: de modo que vienen á ser otras tantas di¬ versas modificaciones del alma, relativas á las varias cualidades de los objetos. La construcción de los órganos de los sentidos es tal, que tiene una proporción directa con la manera de obrar de los objetos á quienes han sido apropia¬ dos: el ojo, por ejemplo, guarda cierta conveniencia con la luz, y el oido con el sonido. Cada órgano de nuestros sentidos contiene fibras cuyo fin es excitar en el alma ideas análogas á sus operaciones: á que se agrega que aquellas gozan también de la propie¬ dad de recordarle lo pasado; pues mil hechos prue- SOBRE LA NATURALEZA 401 ban que la memoria reside en el cerebro. Una fiebre ardiente, un acaloramiento, una violenta conmoción pueden destruirla, y sin embargo, lo que la constitu¬ ye propiamente no es el cuerpo. En efecto, ¿cómo podrá caber en tan pequeño espacio como.el cerebro, la especie de biblioteca, el inmenso almacén de tan¬ tos acaecimientos generales y hechos particulares, de tantas ciencias y artes consignadas en este depósito, y renovadas frecuentemente á nuestro arbitrio, en¬ tresacando de tantos objetos los que necesitamos, y dejando á parte y aún alejando aquellos cuyo recuer¬ do nos sería importuno, ó inútil á lo menos por en¬ tonces? Los sentidos son como mensajeros que llevan al alma las impresiones que reciben de los objetos; y como estos no obran en el órgano sino por impulsión, de aquí es que imprimen ciertos movimientos en las fibras sensibles : de suerte que una percepción, ó una série de percepciones, pertenecen á uno ó á muchos movimientos, que se excitan sucesivamente en dife¬ rentes fibras. Respecto pues á que la reiteración de los mismos movimientos en las propias fibras, hace nacer en ellas una disposición habitual á reproducir¬ los bajo un orden constante, podemos inferir que la estructura de las fibras sensibles guarda cierta ana¬ logía con el modo de obrar de los objetos, y que es¬ tos producen en ellas mudanzas ó determinaciones más ó menos durables, que constituyen el precioso fondo de la memoria y de la imaginación. 402 REFLEXIONES I)e manera que la memoria, por ejemplo, pertene¬ ce por una parte á la acción de las fibras, y por otra á un sér espiritual y simple ; y sin tener en realidad proporción alguna con los objetos que existen fuera de ella, los multiplica, los agranda, los achica, los combina, los hace revivir, y los borra según le place. Aquí pues se nos muestra un agente libre por mu¬ chos títulos ; pasivo bajo ciertos respectos ; pero acti¬ vísimo bajo de otros, y muy superior á la parte sen¬ sible de la imaginación considerada en sí misma, puesto que la reprime, la detiene, la domina cuando quiere, y que trabaja constantemente en señorearla. Cuando la memoria conserva y recuerda al alma los vestigios de las percepciones ; y cuando la asegu¬ ra de la identidad de estas, de las que la han afecta¬ do después, ó afectan actualmente, enlazando las percepciones presentes con las pasadas, produce lo que llamamos personalidad, y forma en el cerebro, ó más bien en el alma, á la cual pertenece por una de las istituciones libres del Criador muy superiores á nuestra inteligencia, el tesoro casi inagotable de co¬ nocimientos que se aumenta y enriquece cada día. Modificada el alma diferentemente por impresio¬ nes más ó menos vivas, obra también á su vez en los nervios, conservando sus conmociones y haciéndolas más vivas ó más durables. De aquí nacen esos afec¬ tos del alma, que según son ó reglados ó desordena¬ dos, causan la dicha ó desgracia del hombre. ¿Sabre¬ mos admirar bastante estos instrumentos puestos en SOBRE LA NATURALEZA 403 acción por el sábio Autor de la naturaleza? Tiernas pasiones, que semejantes á unos vientos favorables, hacéis flotar las máquinas animadas sobre el océano de los objetos sensibles, vosotras sois las que por nu¬ dos secretos aficionáis los padres á sus hijos, los hi¬ jos á sus padres, el amigo á su amigo ; vosotras las que excitáis la industria de los hombres, las que en¬ gendráis el amor constante y generoso de la patria, en una palabra, vosotras sois el alma de los más no¬ bles sentimientos. Pero vosotras, pasiones impetuo sas, saliendo de los límites permitidos, como huraca¬ nes terribles y destructores, sois las que levantáis las horrorosas tempestades que sumergen las almas: vos¬ otras las que armáis los padres contra los hijos, los hijos contra los padres; las que hacéis degenerar la industria y el uso de las artes y de los talentos, en rapiñas, en ferocidad, en latrocinios ; las que lleváis por todas partes el desorden, la desolación y la rui¬ na. ¡Qué efectos tan asombrosos, cuántas maravillas nos presenta la unión del alma con el cuerpo, dé una sustancia espiritual con otra extensa y organizada! ¿Cómo es que dos sustancias tan diversas pueden obrar recíprocamente la una en la otra? Confesemos humildemente nuestra ignorancia en este punto, y convengamos en que es uno de los ma¬ yores secretos de la naturaleza, que no nos es per¬ mitido penetrar, y un abismo cuya profundidad in¬ tentaría sondear en vano nuestra razón. Todos los esfuerzos de los mayores filósofos para explicar esta 404 REFLEXIONES unión inefable, han sido y serán siempre otros tan¬ tos monumentos erigidos así al orgullo como á la flaqueza de nuestra inteligencia, Reconozcamos pues de buena fe y con rospeto, que también la naturale¬ za tiene sus misterios. YEIXTISKIS M JULIO Del placer y del dolor Al formar Dios de nosotros unos séres sensibles nos hizo capaces del placer y del dolor: y por este medio pone en acción todas nuestras facultades. Me¬ diante el placer que nos aficiona al ejercicio en que nos ocupamos, cuando el uso es bien ordenado, y mediante el que nace del honesto goce de los bienes que nos rodean, quiso el Criador proporcionarnos habitualmente una existencia tan grata cual lo pue¬ de ser en nuestro actual estado, hacérnosla amable, y ponernos en situación de reconocer y sentir viva¬ mente su bondad en los beneficios de que nos colma. La luz, los colores, la vista de casi todos los objetos que miramos, ya levantemos los ojos al cielo, ya los bajemos hacia la tierra, el sabor de tantos alimentos diferentes ; la fragancia de las flores, la frescura del aire, el soplo del céfiro, el canto de las aves, el mur¬ mullo de las aguas, los tonos de la música, las rique¬ zas del arte, como encantos de la naturaleza; el co- SOBRE LA NATURALEZA 405 mercio con nuestros semejantes, las dulzuras que se perciben en el seno de su familia, y en el de la amis¬ tad más pura, más fiel y tierna; y en nosotros mis¬ mos los tesoros de la imaginación y de la memoria, el conocimiento, la investigación y descubrimiento de la verdad; cuanto puede contribuir á las delicias del espíritu y del corazón ; todos los movimientos del alma en que domina la benevolencia; todos los que engendran el amor del orden, de lo bello, de lo jus¬ to y honesto: ¡qué manantiales de sentimientos los más gratos no nos franquea en esto nuestros bené¬ fico Criador! ¡Qué de placeres inocentes, si los sa¬ bemos gustar y elegir con moderación y prudencia ! Pero si somos sensibles al placer, lo somos tam¬ bién al dolor; y la bondad del Sér Supremo, igual¬ mente que su sabiduría, no se manifiestan menos á los ojos de un observador atento en las sensaciones penosas que en las agradables. Primeramente el dolor y el placer, considerados en el orden físico, contribuyen á nuestra conserva- ' ción si se contienen en sus justos límites. «Si el placer, dice Mr. de Souilly,1 nos indica lo que nos conviene, el dolor nos instruye sobre lo que nos es nocivo. Una impresión agradable caracteriza los alimentos que son por su naturaleza propios para convertirse en nuestra sustancia; y el hambre y la sed nos avisan que la traspiración y el movimiento 1 «Théorie des sentimens agréables.» T®mo n.— 52 406 REFLEXIONES nos quitan parte de nosotros mismos, y que sería arriesgado diferir por más tiempo el reparar esta pér¬ dida. Supongamos por un instante que ninguna sen¬ sación desagradable nos previniese de los males pre¬ sentes y futuros: en este caso percibiríamos bien pronto que si faltase el dolor en el universo, daría lugar á la muerte, la cual para destruir toda especie de animales, se valdría como de armas contra ellos así de sus males como de sus bienes. «Los nervios están esparcidos por todo el cuerpo para instruirnos de lo que nos es favorable ó adver¬ so ; la sensación dolorosa es proporcionada á la fuer¬ za que los lastima, á fin de que según es mayor el mal, se apresure ó á repeler la causa, ó á buscar su remedio. «Sucede algunas veces que el dolor parece adver¬ tirnos de nuestros males sin provecho; entonces na¬ da de lo que hay al rededor de nosotros nos puede aliviar; pero acaece en las leyes de la sensación lo que en las del movimiento: las de este reglan la su¬ cesión de mutaciones que suceden en los cuerpos y llevan tal vez la lluvia á rocas y tierras estériles: así también las leyes del sentimiento reglan la alterna¬ tiva de mudanzas que acaecen en los séres animados, y los dolores que nos parecen inútiles son una con¬ secuencia necesaria, por las circunstancias de nues¬ tra situación. Mas la inutilidad aparente de estas leyes diversas en algunos casos particulares, es un inconveniente mucho menor que el que resultaría si SOBRE LA NATURALEZA 407 no hubiese un principio fijo, capaz de dirigir las ac¬ ciones de los hombres y animales.» A la manera que, generalmente hablando, el do¬ lor que corresponde á los órganos del cuerpo nos es útil en el orden físico, así también el que pertenece con más particularidad á los movimientos del |alma, tiene para nosotros las mayores ventajas en el orden moral. Porque primeramente las emociones, las pe¬ nas de este género, prescindiendo de que nos hacen entrar por mucho tiempo dentro de nosotros mismos, desplegan ó aumentan en nosotros los afectos tier¬ nos y sublimes, haciéndonos tomar parte en los ma¬ les de nuestros semejantes, y enlazando de algún mo¬ do nuestra existencia á la suya, excitan en nosotros, la conmiseración, la lástima, estos manantiales fecun¬ dos de interés, benevolencia, de generosidad y de una afección heroica para con ellos. En segundo lugar, si los sentimientos dulces y agradables bien dirigidos, son propios para aficionar¬ nos más y más á lo bello, verdadero y honesto, los dolorosos por su naturaleza nos alejan más y más de lo que nos extraviaría de aquellos bienes. Por me¬ dio del aflictivo espectáculo de los vicios, de todo lo que sale de regla, de cuanto es injusto, cruel y tira¬ no, nos inspira Dios el más vivo horror al desorden. Las mismas inquietudes y malas disposiciones que experimentamos interiormente, los remordimientos, cuando no los sofocamos á fuerza de una ceguedad voluntaria de infidelidades y de crímenes, nos condu- 4oS REFLEXIONES cen á la virtud, y nos obligan á buscar en ella la paz, que jamás encontrarémos en nuestros extravíos. Aún nos queda por hacer nna observación la más importante de todas. Aunque el placer y el dolor sean consiguientes á la condición humana supuestas las miras más sabias y las instituciones más benéfi¬ cas del Autor de la naturaleza, en el actual estado de cosas no es menos cierto que aquí principalmente corremos riesgo de engañarnos á cada instante, y que necesitamos valernos continuamente de la razón con que nos ha dotado. ¿Cómo es que cuando nos des¬ cuidamos en seguir sus consejos, y no nos queremos guiar por ella, el placer mismo nos viene á ser un manantial de las mayores penas? Por otra parte, ¿en cuántos lances nos es necesario el dolor, si queremos libertarnos de una série de males mucho más temi¬ bles que los que padecemos, y concillarnos mediante algunos sacrificios y desgracias sufridas con magna¬ nimidad y constancia, los mayores bienes? Las leyes que nos dicta la razón por medio de la conciencia, de la reflexión j de la experiencia, las lu¬ ces que nos comunica la religión misma, se deben pues consultar ante todas cosas en la elección de los placeres ó de su privación, del dolor y de los tor¬ mentos, ó de una acción que nos haría culpables, y que nos pondría en peligro de ser infelices para siem¬ pre. El saber hacerse superior al atractivo del pla¬ cer, cuando nos extraviaría de lo justo, apartándonos de nuestro deber; el saber triunfar del dolor, tolerar SOBRE LA NATURALEZA 4O9 los trabajos más penosos, sufrir las mayores fatigas, las más; duras pruebas, cuando la gloria del Sé r* Su¬ premo, el interés general de la sociedad, cuando lo pide el bien de la patria, cuando así lo exige la virtud, es lo que forma el verdadero mérito def hom¬ bre y su más relevante grandeza; entonces es cuan¬ do, aunque débil por sus inclinaciones, se muestra denodado y fuerte por su voluntad, y por el digno uso de su razón y de su libertad. En el curso ordinario de la vida, uno de los medios más seguros para hacerse feliz el hombre, en cuanto puede serlo sobre la tierra, es no conciliarse sino gus¬ tos puros, placeres inocentes, y habituarse á obrar bien desde la juventud. Pero como esto cuesta tra¬ bajo á los principios, conviene aprender á vencerse por grados á sí mismo, y renunciar á este fin con multiplicados actos sus propios deseos, aún en las cosas lícitas é indiferentes por su naturaleza, para tener después fuerza bastante para negarse á las que no lo son; pues como se dice muy bien: no hay vir¬ tud sin fuerza ; y la cobardía es el camino del vicio. VEINTISIETE DE JULIO Destino del hombre sobre la tierra Cuando extiendo la vista sobre cuanto me rodea, y recorro todos los séres que me ofrece la naturale¬ za en un maravilloso conjunto, ninguno hallo que no 4io REFLEXIONES tenga $u fin, ninguno á quien no se le haya señalado su peculiar destino. El Criador grabó en todas sus obras el sello de su sabiduría; y el movimiento que imprimió á todo el universo no sólo designa á todas las partes eljpuesto que les conviene, sino que fija el uso para que se les dió. Este astro del día que pa¬ rece gira en los cielos, y que, á pesar de su enorme distancia, produce en nuestro beneficio efectos tan sensibles y manifiestos, tiene sin duda muchos desti¬ nos que nos son desconocidos; ¿pero podrémos ne¬ gar que está destinado para iluminarnos, calentarnos, fertilizar nuestras tierras, elevar en los aires esas nu¬ bes fecundas, que trasformadas en lluvias corren después por canales tan antiguos como la tierra? ¿Es por ventura un efecto de la casualidad el que los vientos arrojen esas aguas, y las distribuyan por su turno sobre todos los lugares que deben refres¬ car ó bañar? ¿Acaso el arroyuelo que las recibe y reúne, no fué formado para apagar la sed de los hom¬ bres y de los animales? ¿Y qué, esos árboles que defienden así á los unos como á los otros de las in¬ jurias del aire, y que se cubren de frutos para ali¬ mentarlos, no llenan en esto mismo el fin para que Dios los hace crecer? Sí, en el universo todo tiene su uso; no se encuentra un solo sér que no tenga con los demás ciertas relaciones de utilidad; no hay cria¬ tura alguna á quien las leyes de la naturaleza no ha¬ yan indicado su fin y destino particular. El hombre, para quien todo fué criado, superior á SOBRE LA NATURALEZA 411 cuanto percibe al rededor de sí, que conociendo á lo menos parte de las ventajas que puede sacar de las demás criaturas, ha descubierto algunos de sus des¬ tinos; el hombre sólo, repito, ¿estará sin él? ¿Será po¬ sible que colocado casualmente sobre la superficie de la tierra, no deba hacer otra cosa que nacer, vegetar y morir? ¡Ah! si ninguna de las obras del Altísimo deja de tener su fin, sin duda el hombre debe tener también el suyo. La única diferencia que media en¬ tre él y los séres inanimados, es que el destino de estos es puramente pasivo, pues ni conocen ni obran; mas el hombre fué formado para percibir su fin, para encaminarse hacia él libremente, y no puede apar¬ tarse de su destino sin violar la primera y más sagra¬ da de todas las leyes. ¿Pero cuál es este fin del hombre sobre la tierra, este fin, vuelvo á decir, que es uno de los primordia¬ les principios de sus obligaciones, y que, después de lo que debe al Autor de su existencia, viene á ser una de las primeras bases de la moral? Examinemos este sér tan asombroso, hagamos un estudio de las diferencias que le distinguen de los otros animales, y busquemos en ellas las indicaciones del fin que le es particular en esta vida : todo nos con¬ vencerá que fué formado para la sociedad, esto es, para vivir con sus semejantes, para reunir sus fuer¬ zas con las de ellos, en una palabra, para socorrer¬ los y ser socorrido, para aumentar sin cesar por este medio sus conocimientos, perfeccionar sus facultades, 412 REFLEXIONES proporcionarse un bienestar infinitamente superior al ele los demás séres que le son inferiores, y reinar digámoslo así, sobre toda la naturaleza, por su inte¬ ligencia y voluntad. Mirad ese niño que debe ejecutar con el tiempo cosas tan admirables: ved como nace más débil, más miserable, más desproveído de todo, que las bestias que vendrá á domar algún día. Estas reciben al nacer cuanto les es necesario para conservarse, para pre¬ caverse de lo que alteraría su constitución, y para defenderse de la violencia de los otros animales: la naturaleza les ofrece los alimentos que les son pro¬ pios, y ni les pide cuidados ni cultivo. El ciervo olvi¬ da á su madre luego que deja de nutrirse con su leche, brinca por los bosques, y no necesita de sus semejan¬ tes. El ave abandona su nido al punto que se ve en estado de volar, y desde este instante vive con inde¬ pendencia. El hombre sólo es el sér cuyas necesidades se alargan más allá de la infancia, yá quien, general¬ mente hablando, es imposible vivir y estar bien solo. El hombre arranca de la tierra el trigo que le sirve de sustento; si esta le presenta frutos ácidos ó amar¬ gos, él los endulza injertándolos ; necesita esquilar los animales para vestirse con su lana: nada de es¬ to puede hacer cómodamente por solas sus fuerzas. Mas cuando, supuesto el descubrimiento de estas pri¬ meras artes, tan necesarias para su conservación, se le ve ya cavar hasta las entrañas de la tierra para sa¬ car las riquezas que oculta ; ya abrirse una senda al SOBRE LA NATURALEZA 413 través de los mares, para trasportar estas mismas ri¬ quezas de un hemisferio á otro ; ya hallar en el cielo la medida de la tierra, y calcular con igual certeza las revoluciones de nuestro globo y de otros astros ; ¿se creerá ser un efecto de mera casualidad que el hom¬ bre se encuentre capaz de emprenderlo y ejecutarlo todo? Pero si el hombre ha llenado su fin y su desti¬ no en las empresas que exigían necesariamente la sé- rie y concurso de una maltitud de observaciones, y la reunión de una infinidad de fuerzas, queda por lo mismo demostrado que uno de sus fines sóbrela tie¬ rra era la sociedad, sin la que lejos de ejercer sobre toda la naturaleza el imperio que siempre ha gozado, él propio vendría á depender de los animales más fuertes y mejor armados que él. No parece necesario añadir que sólo el hombre poséela facultad de poder instruir con sonidos arti¬ culados á sus semejantes, así de sus sensaciones y deseos como del orden que guarda en sus designios y miras; él solo es á quien la compañera que elige, viene á ser una ayuda, una amiga por toda su vida, que toma parte constantemente en sus cuidados, en sus penas y placeres; en fin, él solo es el que nacido al lado de sus hermanos conserva para con ellos este sentimiento tan dulce, que en un buen corazón le ha¬ ce muy superior al placer de los sentidos. Todo pues nos anuncia y prueba que la sociedad es uno de los primeros destinos y el estado natural del hombre. La historia da también nueva certeza á T©mo ii. — 53 41 4 REFLEXIONES esta verdad : en cuantas partes se han hallado hom¬ bres, se han visto familias reunidas; y aunque los salvajes son pueblos más ignorantes y más bárbaros, al fin son pueblos. Si el hombre, pues, en general está destinado pa¬ ra la sociedad, cada uno en particular lo debe estar para ayudar á sus semejantes y trabajar con ellos por la felicidad común. De aquí dimanan los deberes re¬ cíprocos, y sin embargo independientes de la mutua correspondencia de su ejercicio; porque si mi igual por mal uso de su libertad se aparta de su destino respecto á mí, no es una razón para que yo falte al mío. Verdad es que por la ley natural puedo defen¬ derme, y debo velar por mi seguridad; mas no tengo derecho para vengarme: y aunque sea de paso, ad¬ vertid cuán conformes sean las máximas del evange¬ lio á esta moral que nos dicta la razón. Si como pre¬ tenden algunos muy poco filósofos, aunque toman este nombre, el deber es una mera convención, yo nada debo al que se aparta de él, y debo por consi¬ guiente perseguir al enemigo que me ultraja; pero por el contrario, si nace del destino del hombre, yo debo amar aún al que me daña, y hacer bien si pue¬ do al que me persigue. Sí, necesitamos remontarnos al destino del hom¬ bre, para hallar en la moral principios justos y razo¬ nables. Dejemos errar á esos insensatos, que procu¬ ran alejar de sus raciocinios todo cuanto les obliga á acercarse á una potencia superior y ordenadora: sin SOBRE LA NATURALEZA 4r5 ésta se me podrá probar que me interesa ser justo, mas sin ella jamás se me demostrará que la justicia sea el primero de mis deberes. Pero esta justicia misma me obliga á remontarme más todavía sobre lo que concierne al destino del hombre, aún sobre la tierra. Ante todas cosas el hom¬ bre se debe al Autor de su existencia, á Aquel de quien tiene todas sus facultades, y del que lo ha re¬ cibido todo. Capaz de conocerle, de amarle, de ren¬ dirle homenaje por todo lo que le rodea, viene á ser para con el Criador por su destino el más esencial, el jefe, y como el sacerdote de toda la naturaleza. Debe referir á Dios todo su sér y cuantos bienes dis¬ fruta; celebrar su bondad, su sabiduría, su poder y demás atributos ; honrarle en sí mismo, é imitarle en lo posible; glorificarle en común, y procurar le hon¬ ren con él los demás por sus discursos, por sus ejem¬ plos, por cuantos medios caben en su arbitrio. Debe reconocer también que obra, como lo hemos notado, para la inmortalidad, y que respecto á ella tie¬ ne un último fin : este es llegar á la posesión del su¬ mo bien que sólo en Dios puede hallarse, según que nos lo convencerá más y más la consideración si¬ guiente. 4i6 REFLEXIONES VEINTIOCHO DE Jl' LIO Los deseos del alma se extienden á lo infinito El estudio del hombre, que tiempo há nos está ocu¬ pando, nos convida á profundizar aún más en el co¬ nocimiento de nuestro sér. Esta máxima importante: Conócete á tí mismo , había sido grabada en el frontis¬ picio del templo de Délfos, por común acuerdo de los antiguos sabios de la Grecia, como el compendio de la verdadera filosofía. El alma tiene sin disputa los primeros derechos á nuestra atención, nos toca más de cerca, constituye la esencia de nuestro sér, y debe por consiguiente sernos más amable que todos cuantos objetos nos rodean. Por grande que sea el contento que hallamos en contemplar el mundo cor¬ póreo, no es comparable con el que puede darnos la meditación de nuestra alma, de su naturaleza y facul¬ tades. La contemplación de los objetos exteriores que halla el viajero en su camino, le es sin duda agra¬ dable, porque en su peregrinación necesita recrearse y descansar; mas la de los objetos espirituales nos encamina directamente á la bienaventuranza inmor¬ tal, que debemos esperar como ciudadanos del mun¬ do venidero. Permítasenos pues detenernos más por menor en lo que ya hemos dicho con respecto á los deseos que imprimió el Criador en nuestra alma. La experiencia SOBRE LA NATURALEZA 417 nos enseña que jamás vemos saciado el deseo que tenemos de saber: apenas hacemos algún descubri¬ miento, cuando ya aspiramos á otros nuevos. Así nos sucede con cualquiera otro objeto; pues aún cuando gocemos de lo que apetecíamos con la mayor ansia, comenzamos luego á formar nuevos deseos y nuevos proyectos. El incesante anhelo de adquirir siempre mayor número de bienes, nunca nos aban¬ dona, y aún subsiste en el momento en que dejamos el mundo. Si nuestros deseos se extienden siempre á lo veni¬ dero, sin que jamás queden plenamente satisfechos, si van más allá de los límites de esta vida, es preciso inferir de aquí, como ya digimos hablando de nuestra propensión á la felicidad, que hay otros bienes para nosotros después de la muerte : no estamos pues des¬ tinados únicamente á esta vida pasajera, sino es que una vida permanente y eterna debe ser el término de nuestras esperanzas. En efecto, ¿sería el hombre la única criatura sobre la tierra que tuviese una facul¬ tad, sin tener al mismo tiempo el destino para que le fué dada esta misma facultad? ¿Sólo el hombre tendría un instinto, sin tener los medios de satisfa¬ cerle, y sería en esta parte inferior al bruto? Cuan¬ do una bestia tiene hambre ó sed, halla siempre ali¬ mentos para saciar sus necesidades. Bien ves que el gusano de seda hila su capullo, se encierra en él y se trasforma. ¿Sucedería esto si no debiese haber para él otro estado diferente, en que se manifestase I 4 1 8 REFLEXIONES bajo una forma nueva? ¿Pondrían las aves huevos, si estos no sirviesen para la conservación de su es¬ pecie? Si debiera pues limitarse nuestra existencia á los términos de esta breve vida, ¿por qué habría¬ mos recibido inclinaciones y deseos que no pueden satisfacerse en la tierra? ¿Para qué tendríamos estas facultades de que jamás haríamos uso? No, estos deseos no me fueron dados en vano; no fueron grabados en mi corazón para atormentarle. Mi alma puede pensar en el Sér Supremo ; amarle sobre todas las cosas; puede aspirar á asemejársele y á reunirse con El para siempre: puede desde la tie¬ rra elevarse sobre todo lo terreno para subir hasta Él. ¿Sería pues destruida y aniquilada nuestra alma? i Y qué! ¡Me fuera inútil haber aprendido á conocer á este Dios tan grande y tan bueno, inútil haberle amado, é inútil en fin, haber aspirado á gozarle por toda la eternidad ! Porque no es posible que yo le goce plenamente en la tierra. No le conozco más que en parte: mi amor hacia El no ha adquirido aún toda la intensión y energía de que es capaz, según lo ad¬ vierto en ciertos momentos: la participación de su gracia es todavía imperfecta. No: mi felicidad no pue¬ de consistir en esto sólo ; y cuantos bienes poseo en la tierra, no son más que prendas y destellos de la suma bienaventuranza que me espera después de la muerte. Así es como todo se explica, como todo se conci¬ ba, y como descubro con claridad mi destino futuro. SOBRE LA NATURALEZA 419 Ahora veo que no en vano deseo crecer siempre en sabiduría, bondad y méritos, y acercarme cada día más á este Dios, que es la fuente y el modelo de to¬ da perfección. Ahora sé que toda la felicidad que no he podido gozar en la tierra, ó que no he gozado sino por muy poco tiempo, será para siempre mi heren. cia en el nuevo estado en que he de entrar bien presto. Ahora sé ciertamente, que estas horas deliciosas en que el amor divino llenaba todo mi corazón, en que experimentaba yo algunos gustos anticipados de los júbilos celestiales, en que con tanto anhelo as¬ piraba al más alto grado de sabiduría y virtud : estoy cierto, digo, que estas horas no han sido inútiles ni perdidas. Ahora camino á la perfección, y espero conseguirla. Levanto mi corazón al Todopoderoso, y aunque vuelva después á ocuparme en cosas terre¬ nas, me prometo que en fin me acercaré á su trono. Estoy sediento del Dios vivo; pero llegaré por últi¬ mo á aquella celestial morada, en que contemplaré su rostro. Ninguna inclinación, ningún deseo, nin¬ guna facultad de mi alma es inútil: todo quedará ple¬ namente satisfecho, realizado y cumplido en la bien¬ aventurada eternidad. Regocíjate pues, alma mía, de tu inmortalidad. Por apartada que estés, aun sin embargo puedes desde la tierra entregarte al júbilo que te debe inspirar. El mismo Dios te ha dado el conocimiento de la eterni¬ dad, y así no te detengas en las cosas visibles. En me- 420 REFLEXIONES dio de todos los placeres que aquí gozas, de tadas las esperanzas, que te lisonjean, de todos los bienes que te han cabido en parte, aspira por aquellos placeres, aquellas esperanzas, aquellos bienes inefables que te están reservados. Emplea las nobles facultades que se te dispensaron en elevarte al cielo, para el cual pro¬ piamente te fueron dadas. Hombre criado para la in¬ mortalidad, presérvate de la ilusión de los sentidos, á fin de que no te se pegue el corazón á los bienes tan pasajeros como poco dignos de tí. Al disfrutar las ventajas de este mundo, acuérdate frecuentemen¬ te de esta consoladora idea. «Si ahora gozamos tan¬ tos placeres y dulzuras, ¿qué será, Dios mío, cuando unidos á Vos para siempre logremos la felicidad de existir gloriosos en vuestro seno? Si sois tan magní¬ fico en los dones que nos hacéis en la tierra ¿cuáles serán los que nos tengáis reservados en el cielo? VEINTINUEVE DE JULIO Reflexiones sobre mí mismo Yo vivo, y sin pensar en ello circula la sangre por mis venas, que están dispuestas y defendidas con un arte admirable. Yo puedo gustar las dulzuras del sueño ; y en un estado en que me ignoro á mí mismo, en este cuerpo que parece sin movimiento y sin vi¬ da, aún existe mi alma: despierto, y mis sentidos SOBRE LA NATURALEZA 421 vuelven á ejercer sus funciones: mi alma recibe ideas más vivas y claras, y cercado de las bellezas de la naturaleza, experimento mil sensaciones agrada¬ bles...;.. ¿Soy yo por ventura la causa de estos diver¬ sos efectos? ¿Imprimí yo en los primeros principios, en los primeros lineamentos de mi cuerpo, este mo¬ vimiento maravilloso, cuando sumergido en el abis¬ mo de la nada, mal podía saber lo que era movi¬ miento? ¿Formé yo la unión de las diversas partes de mi cuerpo? Yo que ni aún ahora conozco, sino muy impeifectamente, su coordinación y combinaciones, ¿era más sábio, más hábil ántes de existir . ? ¿Có¬ mo es que no puedo yo determinar el punto que se¬ para el sueño de la vigilia? ¿Qué mecanismo hay en mi estómago que digiere los alimentos sin mandarlo yo, y sin que contribuya en nada para ello, y cómo se hace esta digestión? ¿Por qué todos los individuos de mi especie tienen la misma estructura que yo, y por qué si yo fuera la causa de mi sér, no me he for¬ mado de otra manera? ¿He criado yo todas las belle¬ zas de la naturaleza, ó acaso se han producido ellas á sí mismas? ¿Quién me ha hecho capaz del placer y del disgusto? ¿Quién es el que hace salir el trigo de las entrañas de la tierra para alimentarme ; y que ma¬ nen las aguas para apagar mi sed, para que se seque mi cuerpo, ni se pare el movimiento de mis miem¬ bros? ¿Quién hace caer sobre mis ojos rayos de luz, para que no me vea envuelto en perpétuas tinieblas? ¿De dónde me viene el bien que experimento, y de Tomo 11--54 REFLEXIONES 422 dónde proceden el mal y el dolor que me son tan sensibles? ¿Por qué no gozo yo de una felicidad con¬ tinua ; y por qué si he podido darme la existencia, no me he formado más perfecto? ¡Cuán extravagantes y contradictorios son unos pensamientos, que sólo descubren la perversidad de los que los forman! Mi alma, á pesar de todas sus imperfecciones y de los limites a que está reducida, atestigua la grandeza del primer Sér que la crió, del Sér necesario, infinitamente perfecto, y de quien yo dependo en un todo. Mi cuerpo, por lo mismo que ignoro su estructura y resortes, me está manifestan¬ do un Artífice supremo, que dispuso todas sus par¬ tes. ¡Cómo el hombre, este ente tan débil y tan li¬ mitado, podría concebir y ejecutar una máquina tan complicada, en la cual nada hay que no guarde pro¬ porción, orden y armonía! No hay partícula alguna en mi cuerpo que carezca de razón suficiente que no sea indispensable, ó que por lo menos no tenga una unión íntima con tadas las demás partes. Así la experien¬ cia como el raciocinio, no me dejan dudar sobre es¬ te punto. Y á la verdad, el Criador debe ser infinita¬ mente grande, pues que no soy yo sólo el que pueda gloriarse de haber sido formado con tanta sabiduría y artificio. Millones de mis semejantes, é innumera¬ ble multitud de criaturas animadas é inanimadas, pa¬ rece que gritan á una voz: Mira al invisible, reconó¬ cele en sus obras; ve cómo se manifiestan su grandeza y sus perfecciones en todos y en tí mismo. Conside- SOBRE LA NATURALEZA 423 ra el menor de nosotros: vive como tú, y recibió co¬ mo tú el movimiento y el sér. ¡Ah! ¡bendito sea el que nos formó á todos de un modo tan propio para descubrirle á nuestros ojos! Sí, yo daré á mi Dios, á mi Criador eternas acciones de gracias. Por Él vivo; por su bondad piensa y reflexiona mi alma en un cuerpo sano y bien dispuesto j á Él sólo debo cuan¬ tos placeres me ofrecen las criaturas que me rodean; por su orden toda la naturaleza llena de alegría mi corazón. A donde quiera que vuelvo la vista, veo brillar sus divinos atributos, y observo en todo y por todo su inefable providencia. Conoce á todos los hom¬ bres, y tiene siempre fija su vista sobre nosotros. Dios no exige que pasemos nuestros días en la tris¬ teza y las tinieblas, ni quiere que miremos nuestra existencia como una desgracia; permite que gocemos de los placeres inocentes de la vida con un corazón reconocido. El Señor es el que envía la lluvia y los rayos del sol, para que nazcan de la tierra los más deliciosos frutos, cuando todos mis esfuerzos no al¬ canzarían á producir la menor hebra de hierba. Y no sólo nos distribuye Dios con mano liberal las cosas necesarias para la vida, sino que nos concede también lo que llama el mundo riquezas, placeres y fortuna ; de lo cual, mediante un uso sábio y mode¬ rado, podemos sacar grandes ventajas. Aún los su¬ cesos que parecen más fatales, los dirige de manera que contribuyen á nuestra felicidad. En una palabra, después de habernos formado de un modo tan admi- 424 REFLEXIONES rabie, nos conserva también por una continuada sé- rie de portentos y beneficios. ¡Ah! ¡Plegue al Señor, que estas horas tan pre¬ ciosas y tan cortas de mi peregrinación, horas que pasan para no volver jamás, las emplee yo de una manera que corresponda al fin de mi existencia! ¡Oja¬ lá que cuando salga de este mundo, pase á una feli¬ cidad más perfecta, que me haga profundizar mejor que puedo hacerlo sobre la tierra, los misterios de la naturaleza y de la gracia ! ¡ Ojalá que la contem¬ plación de estas maravillas, acompañada de la virtud de vuestro santo espíritu, me exciten á celebraros á Vos que sois mi Criador y mi Padre! ¡ Ojalá, en fin, que yo os glorifique mientras séais el Sér de los sé- res, y el soberano bien de vuestras criaturas! TREINTA DE JULIO Relaciones del hombre con ios elementos, con los bruto’ y las plantas Cada obra de la naturaleza no nos presenta más que relaciones particulares; pero el hombre nos las ofrece universales. Comenzando por las que este sér privilegiado tiene con la luz y el fuego, observa- rémos que sus ojos se dirigen al horizonte, de suer¬ te que ve de un golpe así el cielo que le ilumina, como la tierra que le sostiene. Sus rayos visuales SOBRE LA NATURALEZA 425 abrazan casi la mitad del hemisferio celeste y del glo¬ bo en que habita; y el alcance de su vista se extien¬ de desde el grano de arena que holla con los piés, hasta la estrella que brilla sobre su cabeza, es decir, á una distancia inmensa. Sólo el hombre disfruta igual¬ mente del día y de la noche, y puede vivir bajo la zo¬ na tórrida y la glacial. Si algunos animales participan de estas ventajas con el hombre, lo deben á sus cui¬ dados y protección ; y el hombre lo debe únicamente al elemento del fuegoade quien él sólo sabe usar. Por fácil que sea el modo de conservarle, ningún animal se elevará jamás á este grado de sagacidad : esta dé¬ bil barrera que separa ya al hombre del bruto, le es insuperable; y Dios no ha confiado el primer agente de la naturaleza, sino al sér capaz de hacerain justo uso de él por su razón. La utilidad que saca el hombre del aire, no es me¬ nor que la que saca del fuego. Hay pocos animales que puedan respirar como él al nivel del mar y en la cima de las montañas más. elevadas. Él sólo es el sér que le da todas las modulaciones de que es suscep¬ tible: ya le hace suspirar en los caramillos, gemir en la flauta, amenazar en el clarín ; ya le hace su escla¬ vo y le obliga á mover en utilidad suya multitud de máquinas, y á conducirle sobre las olas mismas del Océano. El agua, este elemento en que no puede vivir la mayor parte de los habitantes de la tierra, y que se¬ para sus diferentes clases con una barrera más difí- 426 REFLEXIONES cil de superar que los climas, ofrece sólo al hombre la más fácil comunicación. Nada en ella, se sumerge, y persigue á los monstruos marinos en Sus abismos; lanza dardos á la ballena aún bajo los hielos, y apor¬ ta á todas las islas para hacer reconocer en ellas su imperio. El hombre dicta leyes generalmente al rededor de sí, sobre la tierra en que nace. La naturaleza colocó su trono sobre su cuna; y cuanto tiene vida se ve obligado á rendir ya homenaje á su rey. Por irregu¬ lar que sea la haz de su dominio, él sólo entre todos los séres animados, es el que está formado de mane¬ ra que puede recorrer todas sus partes ; igualmente capaz de trepar á la cima de las rocas, que de andar sobre la superficie de la nieve, y atravesar los ríos y los bosques ; de recoger las ovas de las fuentes, y el fruto de las palmas; de criar la abeja y de domar el elefante. A todas estas ventajas juntó la naturaleza en su figura y en todo su exterior, cuanto el colorido y las formas tienen de más gracioso por su corresponden¬ cia y contraste. Reunió Dios en el hombre los mo¬ vimientos más majestuosos y apacibles: dotóle de todo género de bellezas, é hizo de él un conjunto tan admirable, que todos los animales en su estado na¬ tural quedan sorprendidos á su vista, ó de amor ó de miedo. Así se cumple en algún modo la prome¬ sa que le hizo de su imperio sobre los brutos al criarle. SOBRE LA NATURALEZA 427 Así como el hombre únicamente dispone del fue¬ go, principio de la vida, así él sólo esquíen ejerce la agricultura de que pende su subsistencia : porque sin embargo de que muchos animales necesitan como él del cultivo, y la mayor parte participa también de sus frutos, ninguno por sí mismo tiene este ejercicio. El buey no piensa jamás en sembrarlas semillas que esparce por el aire, ni el mono el maíz de los cam¬ pos que destruye. Cada animal está ceñido al pe¬ queño círculo de medios propios para subsistir ; el hombre únicamente eleva su inteligencia á la de la naturaleza; no sólo sigue sus planes, mas si le hace al caso, se aparta de ellos, y sustituye otros nuevos. Cubre de vides y de mieses los lugares destinados para bosques : dice al pino de la Virginia y al casta¬ ño de Indias: «Vosotros creceréis en Europa.)) La naturaleza favorece sus trabajos, y por la condescen¬ dencia con que se presta á ellos, como que le convi¬ da á dictarla leyes. Por el hombre cubrió la tierra de plantas, y por muy numerosas que sean sus especies no hay una que no redunde en su utilidad. Todos los terrenos le sustentan un criado ; y los animales que le pueden ser más útiles, son los únicos que vi¬ ven con él por toda la tierra. La pesada vaca pace en el fondo de los valles ; la ligera oveja sobre la la¬ dera de las colinas; el pato nadador se alimenta con las plantas fluviales; la gallina con una vista perspi¬ caz recoge los granos desperdiciados en el campo: todos vuelven al anochecer á la habitación del hom- 428 REFLEXIONES bre mugiendo, balando, indicando su alegría, á traer¬ le el tributo de las plantas trasformadas por una me¬ tamorfosis incomprensible, en leche, en manteca, huevos y nata. No sólo hace el hombre crecer en su beneficio to¬ das las plantas, sino también todos los animales, sin embargo de que supequeñez, su ligereza, fuerzas, as¬ tucias, y aún los elementos, parece debían sustraerlos de su imperio. Innumerables ejércitos de insectos son el pasto ele sus ánades y gallinas: estas aves tragan sin riesgo aún los reptiles venenosos ; y sus perros le someten los demás animales. El hombre conoce que para agradar al que es prin¬ cipio y origen de todos los bienes, debe concurrir al bien general ; de aquí es que se esfuerza á elevarse á él por la virtud. Este carácter religioso que le dis¬ tingue de todos los séres sensibles, pertenece tanto á su corazón como á su razón ; y aún se puede decir que en él es más bien un sentimiento que una ilus¬ tración. Las sensaciones, por explicarme así, las ideas del infinito, de lo unirversal, de lo inmenso, de la glo¬ ria y de la inmortalidad que son sus consecuencias, le agitan sin cesar. El hombre, flaco, miserable y mortal, se entrega en todo á estas impresiones celes¬ tiales ; dirige por ellas sus esperanzas, sus temores y placeres : ¡dichoso él si sabe valerse de ellas de ma¬ nera que se haga digno de su Autor, y de conseguir por este medio la posesión de la felicidad que jamás tendrá fin. LIBRO CUARTO EL AGUA TREINTA 1 UTO DE JULIO Propiedades del agua y sus partes constitutivas La teoría general del globo que habitamos, la con¬ templación de los reinos mineral, vegetal y animal, es el cuadro magnífico que nos ha llamado la aten¬ ción hasta aquí; y nos ha presentado un espectácu¬ lo infinitamente variado de todo lo que nos toca é interesa más en la naturaleza visible. Pero sin el agua, que anima y vivifica estas diferentes partes no sería la tierra sino un globo sin producciones ni ha¬ bitantes. El agua, como un agente universal, concu¬ rre á la producción, conservación y reparación de casi todas las sustancias que componen los diversos órdenes de la naturaleza: los vegetales la deben su desarrollo, su vida é incremento: los minerales no se formarían en las entrañas de la tierra si el agua no disolviese, acarrease consigo y reuniese los prin¬ cipios que los componen ; aún el hombre y todos los animales se debilitarían y verían terminar bien pron¬ to su desgraciada vida, si el agua no elaborase sus alimentos, si no diese fluidez á los humores que cir- Tomo ii. — 55 43° REFLEXIONES culan en sus cuerpos, y si no refrescase continua¬ mente el aire que respiran. Por el gran papel que hace este elemento en los tres reinos y en toda la parte de la atmósfera, próxima á la tierra, merece •singularmente nuestra atención. Los físicos observan la gravedad del agua ocho¬ cientas cincuenta veces mayor que la del aire; sus tres estados de hielo, de líquido y de vapor, su elas¬ ticidad casi ninguna en el estado de líquido, más no¬ table en el de hielo, y muy considerable en el de va¬ por; su dilatación extrema por el calor, tal que llega á ocupar un espacio catorce mil veces mayor que cuando líquida. Los químicos extendiendo más estas consideracio¬ nes contemplan el efecto del calor en el agua: la ven reducirse á vapores; insisten en el fenómeno de la ebullición debida á una porción de agua aériforme, que no puede quedar en disolución en la parte aún líquida y caliente: prueban que el vapor es un ver¬ dadero compuesto de agua y de calor: determinan los efectos de la atracción que median entre el agua y el aire, y que tiene á éste aprisionado en el agua líqui¬ da, ó al agua suspensa y disuelta en el aire. Este fluido elástico cargado de agua, como lo está comun¬ mente la atmósfera, la deja caer á su vista mediante el enfriamiento, y les muestra las causas de la niebla y del rocío. Esta misma disolución del agua por el aire, cuando está saturado de ella, por ser específi¬ camente más ligera que el aire seco, les explica la SOBRE LA NATURALEZA 431 razón por qué baja el mercurio en el barómetro, cuan¬ do la atmósfera está muy húmeda. El agua se ha tenido siempre por el gran disolven¬ te de la naturaleza; y no sin motivo, pues ningún cuerpo parece la resiste: las piedras más duras son agujereadas por este líquido, y sus moléculas se man¬ tienen suspendidas en él. Las tierras, llevadas por el agua á diferentes puntos del globo, quedan des¬ pués allí ya en capas horizontales ó inclinadas, ya en cristales regulares dispersos variamente en las cabi- dádes subterráneas. Todas las sales se disuelven en este fluido: por eso es muy raro encontrar agua pu¬ ra; y aún frecuentemente en una sola gota se hallan reunidos lps cuatro elementos, y los tres reinos de la naturaleza. No nos debe sorprender esto, si con¬ sideramos cuantas partículas extrañas debe encon¬ trar el agua al pasar por el aire y por la tierra. Si no fuese por las partículas ígneas que encierra, sería só¬ lida y compacta: porque privada de todo su calor se condensa y adquiere la dureza de la piedra. Que es¬ té cargada de aire, lo prueban las ampollas que salen de ella, cuando se la pone en el vacío bajo el reci¬ piente de la máquina pneumática. Contiene los prin¬ cipios de la vegetación, pues todas las plantas sacan del agua sus jugos nutricios, crecen y se alimentan con ella. También hay ciertos vegetales que crecen en el fondo del agua. En cuanto al reino animal no cabe duda en que se distingue también en las aguas; pues sin hablar de los peces y demás animales acuáticos 432 REFLEXIONES de que están pobladas, no se hallará la más simple gota que no tenga sus habitantes, como nos lo hace v,er el microscopio. Sábese por otra parte cuán fácil¬ mente se propagan los insectos en las aguas muertas.1 Los químicos no miran como pura sino el agua que han separado, por la evaporación, de todas las ma¬ terias fijas que podía contener; reciben sus vapores en la parte superior de un alambique, donde se en¬ frían y condensan. Esta operación se hace continua¬ mente en grande por la naturaleza: el agua elevada en la atmósfera forma en ella nubes, que cayendo en forma de lluvia parece debían dar agua pura ; pero como barriendo la atmósfera se carga de los cuerpos que están suspendidos ó disueltos en ella, dista mu¬ cho de serio. Se han discurrido muchos medios para conocer la 1 Hasta en las aguas termales se ven plantas é insectos que nacen y crecen en ellas, y que por consiguiente resisten un gran¬ dísimo grado de calor, como sucede en las de Auvernia llamadas «Chaudes-Aigues,» las cuales tienen sesenta y cinco grados de calor en el termómetro de Mr. de Reaumur, y sin embargo hay plantas que crecen en ellas. En el fondo de las de Plombieres, cuyo calor es de cuarenta y cuatro grados, se encuentra también una especie de «tremela» diferente de la común, y que, como esta, parece tiene cierto grado de sensibilidad ó de temblor. En la isla de Luzon á corta distancia de la ciudad de Manila, hay un arroyo considerable, en cuyas aguas que tienen un calor de sesenta y nueve grados, no sólo se encuentran plantas, sino también peces de tres á cuatro pulgadas de largo. “Segunda edi¬ ción, tomo 2o pág. 76.” SOBRE LA NATURALEZA 433 pureza del agua: unas observaciones fáciles y senci¬ llas, cuales son la ebullición pronta, el cocimiento de las legumbres, la disolubilidad del jabón, el sabor fresco, y el no tener olor, suministran otros tantos in¬ dicios seguros. Estos han sido durante mucho tiempo los conoci¬ mientos que por la mayor parte se han adquirido del agua: parece que se habían fijado absolutamente to¬ das las opiniones sobre la simplicidad de su natura¬ leza, y se la miraba como un elemento; pero los mo¬ dernos han logrado hacer descubrimientos mucho mayores. Algunos filósofos creyeron divisar que el agua se mudaba en aire, ó que estos dos seres tenían muy grande analogía; y los experimentos recientes han probado en efecto que el agua es un compuesto, y que contiene muy gran cantidad de aire vital. Por ejemplo, haciendo pasar el agua por un cañón de fu¬ sil, enrojecido al fuego, el hierro del cañón se calci¬ na interiormente y aumenta su peso; el agua se des¬ compone en la misma proporción. Después de estos experimentos multiplicados, se ha reconocido que de cien partes de agua las ochenta y cinco son de aire vital ú oxígeno , y las quince de gas inflamable ó hi¬ drógeno. Por medio de este descubrimiento se tiene idea de la acción del agua sobre las hojas de las plantas, que expuestas al sol absorven el hidrógeno del agua, se¬ parando de ella el oxígeno en el estado de aire vital, que es el único propio pará la vida ; lo que ha dado 434 REFLEXIONES mucha luz para explicar otros muchos fenómenos cuya causa nos era desconocida. El agua, que parece ser el principal sustento de las plantas, no ejerce con igual energía la misma fun¬ ción para con los animales, pues respecto á ellos no es muy nutritiva por sí misma; pero siendo muy su¬ til disuelve las partes nutritivas de los alimentos, les sirve de vehículo, y las conduce hasta los vasos más pequeños: descompónese mediante la digestión, y sus principios entran en la economía animal. Es la bebida más sana, y sin ella no pudieran pasar la vi¬ da ni los hombres ni los animales. ¡Con qué bondad provee Dios á nuestras necesi¬ dades! Dispuso cada alimento y cada bebida del mo¬ do más conveniente á nuestra naturaleza, y el más propio para conservar la salud y la vida. Bendiga¬ mos pues al Señor por el agua que nos da tan libe¬ ralmente para apagar nuestra sed y digerir los ali¬ mentos; y aún cuando para conservar nuestra vida no tuviésemos más que pan y agua, debiéramos vi¬ vir contentos : seamos siempre reconocidos, y rogue- mos á Dios eche su bendición sobre estos alimentos, para que así los disfrutemos con un corazón tranqui¬ lo y satisfecho. SOBRE LA NATURALEZA 435 PRIMERO DE AGOSTO El mar: su flujo y reflujo Llámase mar ese conjunto de aguas saladas que rodean los continentes, y que en muchos lugares pe¬ netran lo interior de las tierras, ya por largas aber¬ turas, ya por estrechos más ó menos angostos. Tal es el inmenso depósito de donde salen todas las aguas que circulan por nuestro globo, y adonde van á pa¬ rar después como á un centro común. ■ Uno de -los fenómenos más asombrosos que nos ofrece el mar, es el flujo y reflujo. Al pasar la luna por el meridiano, ó algún tiempo después se nota to¬ dos los días que las aguas del océano se elevan sobre nuestras costas, se retiran en seguida poco á poco, y cerca de seis horas después de su mayor elevación llegan á su mayor depresión: suben de nuevo cuan¬ do la luna pasa á la parte inferior del meridiano; de suerte que la plena y baja mar se verifican dos ve¬ ces en veinticuatro horas, y se atrasan cada día cua¬ renta y ocho minutos, más ó menos, conforme al paso de aquel astro por el meridiano. Estas revoluciones sólo vuelven á la misma hora al cabo dé treinta días, que es precisamente el tiempo que media de una lu¬ na nueva á otra. Las mareas se aumentan sensiblemente en los no¬ vilunios y plenilunios, ó día y medio después; y este 436 REFLEXIONES aumento es mucho más notable cuando la luna está más próxima á la tierra, por ser entonces mayor su atracción. El sol causa parte de la elevación de las mareas, pues si son mayores en los novilunios y plenilunios, es porque entonces ejercen su acción los dos astros reunidos, y concurren al mismo efecto; y al contra¬ rio, en los cuartos de luna destruye el sol un tercio de su atracción. Este movimiento es también mucho más perceptible en los equinoccios que en las demás estaciones, y al contrario las mareas son mucho me¬ nores en los solsticios. Las circunstancias locales causan grandes diferen¬ cias en las mareas: en los mares libres sólo se extien¬ den á tres piés, siendo así que en San Malo suben á cuarenta ó cincuenta, porque las aguas están allí en¬ cerradas por un canal demasiado estrecho, detenidas en un golfo, y aún rebatidas por las costas de Ingla¬ terra. Unas circunstancias semejantes hacen que la plea¬ mar no suceda en el momento mismo en que la luna se halla en lo más alto del cielo, ó más cerca de nues¬ tra cabeza. El choque en las costas y en el fondo del mar, la tenacidad y adherencia de las partes del agua, son otros tantos obstáculos que la retardan. Las ma¬ reas son menos sensibles en los pequeños mares: en Tolón, puerto del mediterráneo, no llegan sino á cer¬ ca de un pié, y suceden tres horas después de haber pasado la luna por el meridiano; pero por poco fuer- SOBRE LA NATURALEZA 437 te que sea el viento, produce diferencias mayores que las mareas, y las hace insensibles: por eso se di¬ ce en general que no las hay en el mediterráneo. Supuestos estos fenómenos, parece imposible no deber concluir que el flujo y reflujo guardan cierta correspondencia con los movimientos de la luna; más sin detenernos en profundizar la causa de las mareas, reflexionemos sobre los fines que se ha propuesto Dios en estas mutaciones tan notables. Admite dis¬ culpa nuestra ignorancia cuando no podemos expli¬ car perfectamente las leyes de la naturaleza; pero se¬ ria una ingratitud inexcusable el no pensar en la influencia que estas leyes y estos grandes fenómenos tienen sobre el globo. La primera utilidad que nos proporciona el flujo, es rechazar el agua en los rios, y hacer bastante pro¬ funda la madre, para que puedan traer hasta los puer¬ tos de las grandes ciudades las mercancías, cuyo trasporte sería sin esto impracticable, los navios es¬ peran estas crecientes, para llegar á la rada sin va¬ rar, ó para entrar en los ríos sin peligro. Después de este servicio tan importante, se disminuyen las mareas, y dejando entrar el río en el már, facilitan á los que habitan en las playas, el goce de las como¬ didades que sacan de su curso ordinario. Otra utilidad que nos resulta de este movimiento perpétuo de las aguas, es el impedir que Hegen á corromperse, ó infectarse por su demasiada quietud. Verdad es que los vientos contribuyen á esto ; mas Tomo 11-56 43 S REFLEXIONES como reina rjo pocas veces una gran calma en las aguas, podría resultar de aquí alguna putrefacción en el fondo del mar, que es el receptáculo adonde van á parar todas las inmundicias de la tierra: altera¬ ción perjudicial á los habitantes del globo. El movi¬ miento alternativo de las aguas impide estos depósitos dañosos; adelgaza y separa las materias corrompidas, y para conservar mejor el mar en su pureza, el flujo y reflujo mezcla y esparce á todas partes la sal de que está lleno, y con la que conserva su salubridad. Las frecuentes agitaciones de este vasto conjunto de aguas que rodean la tierra, me recuerdan las que turban nuestra vida sin cesar. Ella no es otra cosa que un'fiujo y reflujo continuo, que crece y mengua; todo está sujeto á perpétuas mudanzas: no hay ale¬ gría, esperanza, ni felicidad que sea permanente. El hombre nada en un río inconstante y rápido: y ay de aquel que en lugar de dirigirse hacia el puerto se deja arrastrar al abismo ! Sin embargo, bendigamos á Dios incesantemente, porque nuestros males é in¬ quietudes sólo son pasajeros ; y porque los dolores excesivos y continuos son tan incompatibles con nues¬ tra naturaleza, como una felicidad constante y per¬ fecta. Aun estas mismas vicisitudes de la vida nos son ventajosas, pues una felicidad no interrumpi¬ da nos conduciría al olvido de Dios, y nos haría or¬ gullosos; y por otra parte una continuación de des¬ gracias é infortunios podría abatirnos demasiado y endurecer nuestro corazón. La Providencia atenta i SOBRE LA NATURALEZA del Sér Supremo lo ha dispuesto todo con la mayor sabiduría: sometámonos pues á ella en los varios su¬ cesos de la vida; y así en la prosperidad como en la adversidad, tratemos sólo de proceder de un1 modo digno de los altos fines á que estamos destinados, 1 ■ t . * ! » ‘ . j , ■ , tc. > ' ; * / * ’ í • j r, r ; t •** rrt t « \ m ' - ' * J O «.' i V J i i j ai ’ ¡j . j DOS DE AGOSTO Singularidades del mar 'fl^W *T- i"> rj *• H k [, ( < ■ r . V . . ' * r No se considera comunmente al mar sino por lo que tiene de espantoso, sin atender á las maravillas y á los beneficios que nos ofrece de un modo tan vi¬ sible. Verdad es que el mar es uno de los elemen¬ tos más temibles, cuando se levantan los vientos y se declara la tempestad, elevando sobremanera sus olas; pues egitando los navios con violencia, los ale¬ ja de su ruta ; las bramadoras olas parece los van á su¬ mergir á cada instante; llénanse de agua, y muchas veces son arrojados sobre los bancos de arena, ó con¬ tra las rocas en donde se hacen astillas. Las olas ó re¬ molinos se preducen por grandes cavidades del mar, en que se encuentran corrientes opuestas, y su mo¬ vimiento circular hace dar rápidas vueltas al barco y suele precipitarle en el abismo. No son menos peligrosas las mangas marinas ó mangueras, cuyos efectos jamás ven los navegantes sin temor y sin admiración, de las cuales hay dos es¬ pecies. 440 REFLEXIONES La primera se compene de nubes densas, que to¬ mando una forma silíndrica dejan caer en esta figura tanta cantidad de agua y con tal precipitación, que si por desgracia una de estas mangas cayese sobre un navio, le abriría y sumergiría en un momento; y así es que para precaver esta catástrofe disparan á la man¬ ga algunos cañonazos con bala, y se parte y dispersa. La segunda especie de mangas se llama tifón ó tor¬ bellino, el cual levanta el viento desde el mar hasta los cielos: gira en el aire sobre el océano, y el viento le hace dar vueltas con violencia. Muchas veces se rompen estas mangas con grande estrépito, y hay ocasiones en que causan considerables daños; porque si se acercan á un navio se enredan con las velas, le abaten ya á un lado ya á otro, con inminente riesgo de sumergirle, rasgando el velamen y quebrando los mástiles. Algunos navios suelen perecer en el mar por semejantes causas. Pero aún cuando las tempestades no fuesen de uti¬ lidad alguna, opinión cuya falsedad demostrarémos bien pronto, sería demasiada ingratitud el no atender sino á los daños que causa el mar, sin dignarnos re¬ flexionar sobre la magnificencia de las obras del Cria¬ dor, y sobre la bondad que resplandece hasta en lo profundo del abismo. La primera cosa que parece dig¬ na de notarse, es lo salobre del mar : una libra de esta agua contiene cerca de una onza de diferentes sales, entre las que la sal común forma la mayor parte. La afluencia continua del agua dulce en este vasto re- SOBRE LA NATURALEZA 441 ceptáculo no disminuye sensiblemente lo salobre de él. Si este fenómeno fuese efecto de las montañas de sal que el mar ocultase en su seno, parece que en este caso debiera ser el agua más salada en unos para¬ jes que en otros; sin embargo, no hay de esto prueba cierta, pues la diferencia que se nota dimana del ma¬ yor ó menor grado de calor.1 1 ambién es posible que los torrentes y los ríos acarreen consigo al mar partículas salitrosas y otras sales; mas no obstante, ¿qué viene á ser esto respecto de la extensión del vas¬ to océano? Sea cual fuere su causa, lo cierto es que era necesaria esta cualidad salobre para que se cum¬ pliesen ciertos fines ; pues no solamente preserva el agua de la corrupción, sino que contribuye á darla aquella densidad, que hace que las cargas más pesa¬ das puedan trasportarse fácilmente de un mundo á otro sobre sus ondas. Merece también observarse el color del mar, pues no es el mismo en todas partes: parece negro en los abismos, blanco y cubierto de espuma durante las tempestades; plateado, dorado y matizado de los más bellos colores, cuando al ponerse el sol hece brillar en él sus rayos. En el último estado de la calma, ter- 1 Según las obsevaciones de Ingenhousz, las aguas del mar del Novte sólo contienen un sesenta y cuatro avo de sal de su peso ; las del de Alemania un treinta y dos avo ; las del España un diez y seis avo; y en fin, las del océano equinocial un dos avo y aun un octavo. 442 REPüÉXiOJSíES sas sus aguas como un cristal, se asemejan á un es¬ pejo en que se ven pintados el color del fondo y el del cielo. Los diferentes insectos, y los despojos de las plantas marinas, varían también el color del mar. Cuando está en calma, hay ocasiones en que parece sembrado de brillantes estrellas : muchas veces la es¬ tela de un navio que hiende las olas es luminosa, y se manifiesta á manera de un río de fuego. Estos fe¬ nómenos deben atribuirse á los insectos fosfóricos ó relucientes, que el mar encierra en su seno : también la materia oleosa suministrada por los peces, y mo¬ dificada por la sal marina, basta para producir seme¬ jantes efectos. Si todas estas maravillas no os interesan bastante, á lo menos las criaturas de que está lleno el .mar, ex¬ citarán vuestra admiración . Descúbrese en él un nuevo mundo, poblado de ptodiogioso número de habitadores. Quizá más varios sus animales en sus especies que los terrestres, los exceden en mucho por su magnitud, y su vida es más larga que la de los habitantes de la tierra y del aire. ¿Qué son el elefante y el avestruz en comparación de la ballena, cuya longitud es muchas veces de sesenta á setenta piés? Vive tanto como el roble, y por consiguiente no hay en la tierra ningún animal cuya duración pue¬ da compararse á la suya. Más si creemos á ciertas relaciones, hay animales en el océano aún mucho mayores que la ballena. ¿Y quién podrá formar aún la mera nomenclatu- SOBRE LA NATURALEZA 443' ra de las diversas especies de animales que pueblan la superficie y el fondo de las aguas? ¿Quién podrá explicar su número, determinar su forma, estructura, magnitud y propiedades? ¡Cuán infinita es la majes¬ tad de Dios, que crió el mar! Si le asignó los dos tercios de la superficie del globo, fue por razones muy sabias; pues los mares debían de ser no sólo los grandes depósitos de las aguas, sino también por medio de los vapores que se levantan de ellos, la materia de la lluvia, de la nieve y otros metéoros semejantes. ¡Qué sabiduría no se descubre en la co¬ nexión que tienen los mares entre sí, y en el movi¬ miento no interrumpido que les ha impreso el Cria¬ dor! Observemos también que el fondo del océano es de la misma naturaleza que la superficie de la tie¬ rra, y que se hallan en él peñascos, valles, cavernas, llanuras, plantas y animales. Las varias islas que en él se encuentran, son como la cima de las altas mon¬ tañas. ¿Podrémos pues, no confesar que el mar en¬ cierra una infinidad de maravillas, que aunque in¬ comprensibles al entendimiento del hombre, todas dan testimonio de la sabiduría y del poder del Altí¬ simo? ¡Admira, oh cristiano, á este Sér Supremo que ha erigido así en el océano como en la tierra, mo¬ numentos los más incontestables de su grandeza!' Admírale especialmente en esa inmensidad que lle¬ na de sorpresa á los que, al ver por primera vez el mar, no pueden dejar de considerarle como el espec¬ táculo más respetable y majestuoso. REFLEXIONES 444 TRES DE AGOSTO Utilidad de las tempestades J-n la estación tempestuosa, cuando los furiosos huracanes turban la tierra y hacen temblar á sus ha- atante, contamos los vientos y las tempestades en- tre los desórdenes y azotes de la naturaleza. Sin du- a no pensamos entonces en las utilidades que nos proporcionan, ni atendemos á que sin estos preten- os c esor enes, seríamos mucho más infelices que O que somos actual, nenie. Con todo eso nada es mas ceno: las tempestades son uno de los medios venro r°PI<¡)S T? purificar la at"'ósfera. Para cen¬ en el Ot Z e basta atender al temple que domina oue día ° °','®ue nieljlas tan densas y mal sanas; trae Z hum^. sombríos y nebulosos no nos mente d eatac|ón ■ I-as tempestades están principal- v ZlÍZT á dÍSPersar estos vapores nocivos, y e,K “ ¿ '• e inestimable precio. que el hom br°eSeNuÍstr« Ti ^ te en lo o v • , CStra ^ uc^ consiste en gran par- res aile / CIOn y en Ia mezcla de nuestros humo- de en el Z T° Z corromPerían. Lo mismo suce- tierra v . ,Unda Para ^ el aire no sea nocivo á la agitación continua" l'st’ “ PreCÍS° qUG GSté G" una ' unua. hstos movimientos y mezclas tan SOBRE LA NATURALEZA 445 indispensables, las causan, no los vientos suaves y blandos, sino los huracanes y las tempestades, que juntando los vapores de diferentes regiones, y no formando de ellos más que una sola masa, mezclan los buenos con los malos, y corrigen los unos con los otros. Las tempestades son también útiles á el mar: por¬ que si no se agitara á menudo con violencia, sólo la quietud del agua, donde se corrompen tantas ma¬ terias, le haría contraer un grado de putrefacción que vendría á ser mortal tanto para los innumerables ejércitos de peces que encierra en su seno, y para los navegantes que corren su superficie, cuanto pa¬ ra los demás séres vivientes que precisamente expe¬ rimentarían sus funestas influencias. El movimiento es el alma de toda la naturaleza, mantiene el orden en ella y precave su destrucción. ¿Sería el mar por ventura una excepción de la regla general: el mar, digo, que es el común receptáculo adonde van á pa¬ rar todos los desperdicios de la tierra, y donde de¬ positan sus excrementos y despojos tantos millones de sustancias animales y vegetales? El mar debe tener su movimiento, como le tiene la sangre de los animales : y las demás causas que en él excitan una agitación suave, uniforme y casi in¬ sensible, no bastan para sacudir y purificar toda su masa. Sólo las tempestades pueden producir este sa¬ ludable efecto, y sería preciso cegarnos para no ver Tomo ii. — 57 446 REFLEXIONES las ventajas que de él deben resultar así á los hom¬ bres como á los demás vivientes. Hé aquí pues una parte de las utilidades que nos resultan de las tempestades; y estas son las razones porque no debe el sábio mirarlas como azote des¬ tructor ni menos como verdaderos desórdenes. Es cierto que las tempestades han sumergido muchas veces navios ricamente cargados, han destruido la esperanza del labrador, asolado provincias enteras, y difundido por todas partes el espanto, la desola¬ ción y el horror. ¿Pero qué cosa hay en la naturale¬ za que no tenga sus inconvenientes, y que por algún lado no pueda sernos funesta? ¿Contarémos al sol entre las plagas de nuestro globo, porque su posición no permite fructificar á la tierra en algunos meses, y porque en otros su calor quema nuestras mieses y seca nuestros campos? Los fenómenos que deben parecemos formidables, son sólo aquellos cuyas ven¬ tajas se reducen á nada en comparación de los ma¬ les que ocasionan. ¿Mas se puede decir esto de las tempestades, si se considera la utilidad que traen á la tierra, á los hombres y á los animales? Estas consideraciones no impiden que en ciertas circunstancias podamos mirar los males que pade¬ cemos como instrumentos de la venganza divina; pe¬ ro instrumentos que guardan el orden más exacto con el fin que en ello se propone la Providencia. Reconozcamos pues, que, bien examinado, todo lo arregla Dios, con infinita sabiduría y que debemos SOBRE LA NATURALEZA 447 darle gracias por la constitución actual de las cosas. Dichosos los que están íntimamente convencidos de que todo se refiere en el mundo al bien universal de las criaturas; que el mal que puede haber en él, se compensa con un sinnúmero de ventajas; y que los mismos medios de que se sirve el .Señor para pro- ' barnos ó castigarnos, son en sí mismo bienes, cuyo efecto general nos indemniza abundantemente del mal que resulta en ciertos casos particulares. CUATRO OE AGOSTO La navegación Entre las utilidades que nos proporciona el mar, tiene la navegación un lugar muy distinguido. Este arte puede dar margen á un espíritu reflexivo para las más importantes meditaciones: en él se excita y satisface á un tiempo la curiosidad de diferentes ma¬ neras, y todo viene á ser un manantial de nuevos placeres. Por lo común no miramos la navegación sino con respecto á las ventajas que proporciona al comercio: ¿pero por qué no darémos una ojeada so¬ bre el mecanismo y movimiento de los bageles, sin los que no se podría navegar? ¡Qué sorpresa no causa á primera vista, el ver una masa tan enorme flotar sobre un elemento tan ligero como el agua! La carga de un navio es inmensa, y 44-8 REFLEXIONES su presión sobre el fluido que le sostiene, debe ser prodigiosa. Un navio de guerra de ochocientos hom¬ bres de tripulación lleva comunmente las provisio¬ nes que necesita esa multitud de personas para tres meses, y además setenta cañones. Ahora pues, no dando á cada hombre más que cien libras de peso, y á cada cañón solos seis quintales, aunque los hay que • pesen más de cuarenta, y suponiendo que no coma cada hombre más que tres libras por día, este cálcu¬ lo tan moderado hace sin embargo una carga de trescientas sesenta y tres mil quinientas libras. Y aún no entra aquí el peso propio del navio, ni la multi¬ tud de utensilios indispensables ya para su gobierno y conservación, ya para cargar los cañones; artículos que exceden ó igualan por lo menos á la suma pre¬ cedente. ¿Mas no parece incomprensible y aún opues¬ to á las leyes de la naturaleza, que un peso tan exor¬ bitante pueda ser impelido por un débil viento? Con todo, no hay cosa más natural, ni aún podría suceder lo contrario sin milagro. ¿Pero cómo puede flotar el navio con toda su carga? ¿Cómo el agua, cuyas partículas no están unidas las unas á las otras, ha de tener bastante fuerza y consistencia para sos¬ tenerle: Este es un efecto del equilibrio: se hunde el navio hasta que el volumen de agua que desaloja sea tan pesado como él ; y así es que el elemento que sostiene al navio, no está más cargado con él, que lo estaría con el agua que reemplaza. Antiguamente era más arriesgada y penosa la na- SOBRE LA NATURALEZA 449 vegación que en el día. Nadie osaba navegar en al¬ ta mar, sino cerca de tierra y sin alejarse demasiado de las costas. En tiempo de Homero necesitaban los héroes hacer grandes preparativos y largas deli¬ beraciones ántes que se determinasen á pasar el mar Egeo. La expedición de los Argonautas, es decir, el atrevesar la Propóntide y el Ponto Euxino, se cele¬ bró como una expedición maravillosa. ¡Masqué ve¬ nían á ser estas navegaciones comparadas con las nuestras! El descubrimiento de la brújula nos ha facilitado atravesar los mares con tanta confianza, y nos ha puesto en estado de emprender unos viajes cpie la antigüedad hubiera mirado como fabulosos. La agu¬ ja náutica dirigiéndose constantemente al Norte, in¬ dica al navegante dónde se halla y á qué parte cami¬ na. En los días más nublados, en la oscuridad de la noche, en medio del vasto océano, le sirve de guía este instrumento, y le lleva de un cabo á otro de la tierra. Pocos reflexionan las ventajas de la navegación, ni piensan dar al Criador las gracias que se merece por este beneficio. ¡Oh hombre! cualquiera que seas, á este arte es á quien debes directa ó indirectamente gran parte de lo necesario para tu subsistencia. Los aromas y medicinas que nos vienen de los países más remotos, te faltarían, ó sólo pudieras conseguirlos á mucha costa, si no los trajeran los navios á nuestros puertos. ¡Cuán dignos de lástima seríamos, si nos 450 REFLEXIONES viéramos obligados á hacer traer por tierra todo cuan¬ to necesitamos. Por el cálculo siguiente puedes ve¬ nir en conocimiento de esta verdad. Se cuenta por toneladas la carga de un navio, y entre estos hay mu¬ chos que llevan hasta seiscientas : cada una pesa dos mil libras ; y así un navio cuya carga es de seiscientas toneladas, conduce un millón doscientas mil libras. Para trasportar por tierra esta carga no contando sino mil libras por cada caballo, serían necesarios trescientos carros tirados de cuatro caballos cada uno, no incluyendo el peso de los carros ni el de otros tantos hombres por lo menos. Pero entonces las ri¬ quezas de las otras partes del mundo serían para nos¬ otros como si no fuesen. Aún hay más: ¿no se ha de mirar la navegación como uno de los mayores beneficios del Criador, si se considera que por medio de ella se ha difundido hasta las más remotas naciones la luz del Evange¬ lio? Por lo que á mí toca, este pensamiento sólo me inspira el más vivo reconocimiento hacia mi Dios; y por otra parte le doy gracias, porque no me veo en la precisión de luchar con las olas del mar y expo¬ ner mi vida á continuos peligros. Sin embargo, mien¬ tras que distante de todos estos riesgos, vivo tran¬ quilamente en el seno de mi familia, debo por lo menos encomendar á la protección de Dios, á aque¬ llos hermanos míos que se ven obligados á surcar los vastos mares, y emprender los viajes más peli¬ grosos para el bien de la sociedad. SOBRE LA NATURALEZA 451 (MCO DE AGOSTO Origen de las fuentes y de los ríos Son por lo común sitios deliciosos las fuentes y los ríos situados de ordinario en los valles, á la sombra de los árboles que cruzan sobre sus bordes, refres-, cados continuamente con el agua que corre y se re¬ nueva sin cesar, animados por el canto de las aves que van á buscar allí un abrigo contra el ardor del sol, y una agua clara para apagar su sed y bañarse en ella. Detengámonos aquí, y sentados sobre la blanda alfombra de flores que esmalta la margen de este arroyuelo, reflexionemos su origen, y los pro¬ gresos que hace juntándose con otros que verémos trasformarse por grados en majestuosos ríos. ¿De. dónde puede provenir un río tan caudaloso como el Ródano? ¿Qué poder preside á la conserva¬ ción del Danubio y del Ganges? ¿Dónde están situa¬ dos los depósitos inmensos y eternos, por decirlo así, que suministran esas aguas siempre renovadas, y que llenan por canales ocultos esas vastas madres, con una profusión por una parte tan grande para proveer á nuestras necesidades; y por otra tan nivelada para no inundar la tierra en lugar de fertilizarla? Todos los ríos caudalosos se forman por la reu¬ nión de los riachuelos; estos nacen de los arroyos que van á ellos, y los arroyos de los manantiales y de las 452 REFLEXIONES fuentes. ¿Pero de dónde traen su origen los riachue¬ los? El agua por su gravedad y fluidez ocupa siem¬ pre los lugares más bajos de la tierra: ¿de dónde, pues, puede venir el agua, de que surten tan constan¬ temente las regiones más elevadas? Las lluvias, la nieve, los rocíos, y generalmente todos los vapores que caen de la atmósfera, proveen esta asombrosa cantidad de agua que corre de los manantiales en toda la superficie del globo: de aquí nace, que las fuentes y riachuelos son tan raros en la Arabia desierta y en una parte del Africa donde jamás llueve. Estas aguas se introducen por varias aberturas en lo interior de las montañas y colinas; detiénense sobre capas ya de piedra, ya de greda, por no poderlas atravesar: acomídanse allí y forman fuen¬ tes, ó bien se reúnen en cabidades y grutas de las que rebosan después ó salen poco á poco por mil grietas, buscando siempre lo más bajo á donde las inclina su peso. Todas las aguas que fertilizan la tierra, provienen del mar. Los vapores que se elevan de él, son so¬ bradamente suficientes para surtir de agua á todos los ríos; y los montes por razón de su estructura de¬ tienen los vapores y las lluvias, las congregan en su seno y forman esos manantiales pasajeros ó perpé- tuos, según la extensión y profundidad del depósito en que se reúnen. Coronando el Autor de la natu¬ raleza de hielos eternos las peladas y encumbradas cimas de las montañas, preparó como unos estanques SOBRE LA NATURALEZA 453 inagotables para la conservación de los ríos que co¬ rren sin cesar, no obstante las más largas sequías. Suspendidas de algún modo estas inmensas neveras en las capas superiores de h. atmósfera; no influ¬ yen en ellas las causas que calientan las capas infe¬ riores, y que durante los ardores de la canícula, pre¬ cipitarían su deshielo. Así es que no se funden sino lentamente y por grados, destilando poco á poco mi¬ llones de hilitos de agua de su superficie exterior, ca¬ lentada por el sol; los cuales reunidos en arroyuelos se precipitan de roca en roca, para ir á formar los ríos y fertilizar las campiñas. Por el contrario, en los días fríos las capas interiores y subterráneas, son las que suministran más agua para el mismo efecto. De modo que el mar, á pesar de sus sales, es el que real¬ mente sirve para apagar nuestra sed. P.1 viento nos trae los vapores que exhala; los picos de las monta¬ ñas contribuyen á fijarlos; los agujeros, las grietas y desigualdades, que hacen el terreno tan áspero y des¬ apacible, introducen las aguas en el seno de las mon¬ tañas; y fas capas de materias duras las detienen. Cuando el Criador en lugar de encerrar el mar en lo interior de la tierra prefirió ponerle al descubier¬ to, permitiendo al sol y á los vientos que elevasen de él en el aire otro oceáno de vapores dulces y be¬ néficos, formó al mismo tiempo esas grandes excre¬ cencias que parecen desfigurar nuestro globo, sin ser útiles para nada. Sin embargo, ellas son las que trabajan en lo interior de los continentes y de las is- Tomo ii. — 58 454 REFLEXIONES las, en reunir constantemente la cantidad de agua necesaria para formar esos manantiales, que son co¬ mo los lazos de la sociedad, Al .parecer, ninguna co¬ nexión hay entre el mar que está al Poniente y las al¬ tas montañas de los Cevennes, de los Bosges y de los Alpes que se hallan al Oriente; no obstante estas alturas y el océano, mediante una armonía la más feliz, concurren á no dejar que nos falte uno de los elementos más necesarios para la vida. Estos riba¬ zos que con tanta gracia terminan nuestra vista, nos ofrecen una fuente clara, un arroyuelo útil; pero los Alpes que se elevan entre la Italia y Francia, hacen correr el Rhin, el Ródano y el Pó; y aunque estas montañas están condenadas por la mayor parte á una eterna esterilidad, forman realmente de aquellas dos grandes regiones dos jardines de delicias. Si se de¬ primiesen los Alpes y los Cevennes, al punto que¬ daría agostada la Lombardía, y trasformada gran parte de la Francia en un horroroso desierto. Todas las piezas, pues, que componen la gran máquina del globo, se ayudan mutuamente; de suerte que todo está enlazado, y la tierra entera al paso que es obra de una inteligencia única, tiene visiblemente por fin el bien del hombre. Sí, Dios es quien llama y conduce á las alturas de la tierra esos manantiales benéficos, que ya se deslizan y serpean entre las rocas, ya se precipitan por cascadas, ya toman más incremento con nuevas aguas. Dios habla, y brotan las fuentes del seno de las SOBRE LA NATURALEZA 455 montañas : los manantiales se hacen arroyos, y bien presto riachuelos y soberbios ríos, que llevan á todas partes la fertilidad y la abundancia. Los habitantes del campo van á apagar en ellos su sed, y á propor¬ cionarse en ellos una sombra que los refresque, y las aguas que corren por los montes y bosques, sirven de gozo y refrigerio á las bestias silvestres. SEIS DE AGOSTO Utilidad de los ríos Hay hombres que al calcular el espacio que ocu¬ pan los ríos en nuestro globo y el mucho terreno que quitan á la agricultura, se figuran que sería más útil fuesen menos numerosos. Pero basta examinar la sabiduría y proporciones que íeinan en esta parte del universo, destinada al hombre poi morada, paia concluir que estos canales vivíficos no se distribuye¬ ron por la tierra acaso, y sin designios ventajosos para todos sus habitantes. ¡Cuánto no adorna en la naturaleza la corriente de un río! Ya me pare á considerar el movimien¬ to de sus aguas, ya á observar las utilidades que nos proporciona, no puede menos de arrebatarme la be¬ lleza de su curso; y de llenarme de reconocimiento la multitud de bienes que nos acairea. Al principio no es más que un hilito el que gotea 456 reflexiones de alguna colina sobre un fondo de greda ó de arena. El mejor guijarro basta para embarazar su ruta; echa aun Jado y se desembaraza con cierto murmullo: es¬ cápase en fin, se precipita-, gana la llanura, y engrue¬ sado por la reunión de algunos otros arroyuelos se forma madre, toma nombre y se trasforma en un río. \ astas praderías, esmaltadas de un risueño verdor, acompañan fielmente su curso; gira al rededor de las colinas y serpea por las llanuras como para her¬ mosear y fertilizar más lugares á un mismo tiempo. Un río es el sitio más concurrido de todos los sé- res animados. Mil aves tan varias en sus colores co¬ mo en sus gorgeos, vienen continuamente á jugue¬ tear sobre su arena, revolotear sobre su superficie, rociarse con sus aguas, pescar, nadar y zabullirse á porfía: no la dejan sino con sentimiento cuando la proximidad de la noche Jas obliga á volverse á sus retiros. Entonces disfrutan en su lugar los animales salva- ' jes de este recreo, mas al nacer el sol ceden la lla¬ nura al hombre y el río á los rebaños, que dos veces al día dejan el pasto para venir á beber en sus bor¬ des, ó buscar sombra y frescura. El río no agrada menos al hombre que á los animales: pasa por me¬ dio de nuestras habitaciones ; y abandonamos comun¬ mente las montañas y los bosques, para fijar nuestra mansión á lo largo de su risueña y fértil corriente. En fin, después de haber enriquecido las cabañas de los pescadores, fecundado las tierras del labrador, 457 SOBRE LA NATURALEZA presentado la más bella perspectiva á las casas de recreo, y servido de adorno y de alegría á las campi- ñas, llega el río á las ciudades; corre por ellas ma¬ jestuosamente entre dos hileras de grandes edificios y palacios, que mutuamente contribuyen á su orna¬ to y hermosura. El principal fin que se propuso el Criador en la formación de los ríos, fué sin duda pro¬ veer á los hombres y á ios animales de uno de los elementos más necesarios para la vida. El agua de fuentes ó de pozos, cuando ha estado mucho tiempo sin movimiento bajo de la tierra, desprende y aca¬ rrea partículas que pueden ser nocivas; pero la de los ríos que está siempre al aire libre y se agita de continuo, se depura y desprende de cuanto pudiera perjudicarla, y de este modo viene á ser la bebida mas saludable para todas las criaturas animadas. Aún se extiende mucho más la utilidad de los ríos ; pues á ellos debemos el aseo, la comodidad de nues¬ tras habitaciones y la fecundidad de los campos. Nuestras casas son siempre mal sanas, cuando es- tan rodeadas de aguas muertas y lagunas, ó cuando es muy seco el terreno por falta de manantial. El menor arroyuelo refresca el aire de todas las cerca¬ nías, y esparce en ellas suaves rocíos. ¡Qué diferen¬ cia tan asombrosa entre un país regado por un arro¬ yo, y otro á quien la naturaleza ha negado este auxilio! El uno es seco, árido y desierto; ef otro por el contrano, se parece á un delicioso jardín, en que los bosques, los valles, los prados y los campos ofre- REFLEXIONES 458 cen á competencia sus tesoros. Un río con su co¬ rriente es quien ocasiona la diversidad de ambos lugares, y lleva consigo por todas partes la prospe¬ ridad y la frescura; beneficio que se extiendo con frecuencia á muchas leguas, y aún á distancias con¬ siderables, mediante los rocíos que esparcen por ellas los vientos. Kn esta pasmosa variedad de operaciones de la naturaleza, se descubre siempre el carácter de un solo artífice, y la intención benéfica de un padre. ¿Cuántas dificultades no hallaría el comercio, si por medio de los ríos no recibiésemos aún de los países más distantes las producciones que no se dan en el nuestro? ¿De cuántas máquinas no careceríamos, si no las pusiesen en movimiento las aguas? ¿Cuántos pescados delicados no nos faltarían, si los ríos no nos los diesen en abundancia? Verdad es que si no hu¬ biese ríos, nos veríamos libres deesas inundaciones que ocasionan á veces en un país llano estiagos y devastaciones funestas; ¿mas este inconveniente im¬ pide acaso que los ríos sean un beneficio de la 1 10- videncia? Las numerosas y permanentes utilidades que de ellos nos resultan, ¿no son mucho mayo¬ res que los daños que suelen causar? Las inundacio¬ nes suceden raras veces, y no se extienden sino á un corto número de lugares. Toda la naturaleza concurre á hacernos felices. La privación sola de uno de los beneficios de Dios, de.> fruiría gran parte de nuestra felicidad. Si no hubie- SOBRE LA NATURALEZA 459 se ríos, perdería la tierra toda su fecundidad, y no sería más que un estéril montón de arena. ¡ Qué in¬ numerable multitud de criaturas perecerían de repen¬ te, si la podefosa mano que abrió unos canales tan útiles, llegase á secarlos! ¡Ah! ¡cuántas gracias no de¬ bo dar al que mandó existir á los arroyuelos y á los ríos! ¿Podré yo disfrutar las utilidades que me propor¬ cionan, sin bendecir al Autor de tantos beneficios? SIETE DE AGOSTO Aguas calientes y minerales Hállanse en diferentes regiones gran número de manantiales, cuya agua ni es dulce como la de llu¬ via, ni salada como la del mar, sino que está mezcla¬ da con sustancias minerales sumamente atenuadas, que extrae de las entrañas de la tierra, y que man¬ tiene en disolución. Hay dos clases de estos manan¬ tiales, los unos calientes, y fríos los otros. El agua en lo interior de la tierra naturalmente es fría; tiene el mismo grado de calor ó de frialdad que los depósitos ó canales que la contienen, ó que la arena, las piedras y las tierras por donde se filtra. Los manantiales de agua dulce que nacen de las grietas de alguna roca, ó de una profunda cavidad, conservan en todo tiempo casi la misma temperatu¬ ra; y si nos parecen calientes en Invierno y frías en 4 6o REFLEXIONES Verano sus aguas, es por comparación con el tem¬ ple actual de la atmósfera. Con todo puede calentarse el agua en lo interior de la tierra, ya por la proximidad de algún verdade ro fuego, como el de un volcán, ó de una mina de carbón inflamado, ya por alguna efervescencia in¬ trínseca. El agua que pasa por entre pyritas, las des¬ compone, las hace entrar en efervescencia, y adquie¬ re así un calor que suele conservar hasta el sitio en donde brota. De aquí dimanan las aguas minerales, que son tan varias como las sustancias por donde se filtran : las hay bituminosas, jabonosas, ferruginosas, sulfúreas, vitriólicas, &c., según la naturaleza de los principios que traen en disolución. Llámanse aguas frías las que no exceden el grado del calor de la atmósfera de la tierra, y calientes ó termales las que le exceden. Ya se consideren estas aguas por su formación, ó ya por las innumerables utilidades que de ellas nos resultan, son sin duda un don precioso» del cielo. ¡Mas cuánta no suele ser nuestra ingratitud en este punto! Acaso los lugares en donde corren tan abun¬ dantemente estos manantiales de vida para la salud de los hombres, ¿son siempre, como debieran ser, lugares consagrados al agradecimiento y á las ala¬ banzas del médico celestial? Las aguas termales y los baños calientes están dis¬ tribuidos sobre la tierra con una prodigalidad que manifiesta la intención del Criador. Sólo en Alema- SOBRE LA NATURALEZA 4ÓI ma se cuentan cerca de ciento veinte; y son tan ca¬ lientes estas aguas, que es menester dejarlas enfriar doce, y tal vez diez y ocho horas ántes de poderse bañar en ellas.* 1 No deben pues al sol un calor tan extraordinario; porque entonces sólo le conservarían, mientras experimentasen de día la acción de este as¬ tro, le perderían de noche y mucho más en el Invier¬ no; le deben por consiguiente á los fuegos subterrᬠneos ó á las materias que disuelven. Las virtudes peculiares á muchas aguas minerales, calientes ó frías, empeñaron á los químicos á indagar su naturaleza, y lo han logrado analizándolas, es de¬ cir. separando los diversos principios que tienen en disolución, y examinándolos. Este conocimiento dió margen para formar aguas minerales artificiales, se¬ mejantes á las naturales, y que adquieren sus propie- ades, á lo menos en cuanto el arte puede imitar a la naturaleza. No por eso se trata de dar al agua 1 En casi todos los climas produce la naturaleza estos útiles manantiales para alivio de la humanidad; pero según asegura el benor Gamez, en su «Ensayo sobre las aguas de Ara, nuez,,, gíi" pa,s las ti,>ne co" más abundancia que España, pues se encuentran en sus provincias todas las clases de aguas de que nublan los autores. Entre las termales las hay que tienen tal grado de calor que pueden usarse como agua hirviendo, y por lo mismo es preciso 1 ej arlas enfriar para poder hacer uso de ellas, como sucede con as e Caldas en Cataluña, las de Ledesma en Castilla la vieja, y otras. «Tomo 3.° de la segunda edición, pág. 53.» Tomo i i - 59 462 REFLEXIONES pura los principios que caracterizan la mineral que se propone imitar, ni hacerlos entrar en la misma proporción con que se encuentran en ésta. Además de la ventaja de poder usar de las aguas artificiales en todo tiempo, quizá sería posible darles un mérito superior en cierto sentido al de las minerales, que pueden contener ó demasiada o muy poca cantidad de ciertos principios propios para curar una determi¬ nada enfermedad. Se concibe fácilmente que el arte puede aumentar á su arbitrio en esta ó aquella agua artificial los principios salútiíeros relativos al efecto que quiere producir; ó bien disminuir ó quitar prin¬ cipios que le son contrarios, y adaptar así esta agua al género particular de enfermedades que se preten¬ den destruir ó aliviar. Admiremos las riquezas inagotables de la bondad divina, que ha preparado para los hombres estos sa¬ ludables y perennes manantiales, f^as aguas minera¬ les pueden seguramente servir aún para otros usos. ¿Oué mortal hay que pueda prefijar el término á que llegan las diversas utilidades que nacen de un obje¬ to cualquiera? Pero no es menos incontestable que fueron también producidas para la conservación y para la salud de los mortales. Por tí, oh hombre, ha hecho brotar el Señor estos benéficos manantiales. Que te mueva pues su bondad, a ti especialmente que has experimentado la virtud de estas aguas, y que tal vex te han sacado de las puertas de la muerte. ¡Ojalá que tu alma penetrada de agradecimiento y SOBRE LA NATURALEZA 463 de júbilo, se eleve al Padre celestial; que le glorifi¬ que imitando sus beneficios, y que tus riquezas sean para tus desgraciados hermanos un manantial de consuelo y de vida ! OCHO HE AGOSTO El hielo y las neveras naturales Aunque el agua sea naturalmente fluida, un cierto grado de frío la hace perder su fluidez, y la convier¬ te en una masa dura y sólida que llamamos hielo. Hiélase el agua comunmente cuando la tempera¬ tura del aire que la rodea corresponde á cero en el termómetro de Reaumur, y se congela tanto más prontamente cuanto es más pura y mayor el frío. El agua estancada se hiela con más facilidad que la co¬ rriente; un río lento y manso que otro rápido é im¬ petuoso; los bordes de un arroyo que el hilero. El frío, que condensa todos los cuerpos, produce un efecto contrario en el agua convertida en hielo, porque, la dilata y aumenta su volumen. Hé aquí por qué el hielo sobrenada en el agua. La dilatación que ésta adquiere luego que se hiela, es cerca de la décimacuarta parte del volumen que tenía en el es¬ tado de fluida; de manera que una masa de agua que siendo líquida ocupa catorce piés cúbicos, ocu¬ pa quince cuando se trasforma en hielo. Esta dila- 464 REFLEXIONES tación, ó este aumento de volumen, es causado por un fluido perfectamente elástico, que da tanta fuer¬ za al hielo. Los esfuerzos que hace en ciertos casos son prodigiosos; y es sabidísimo el famoso experi¬ mento hecho por Huygens, en el que un cañón de hierro de un dedo de grueso, lleno de agua, bien ce¬ rrado y expuesto á una fuerte helada, se halló re¬ ventado por dos partes al cabo de doce horas. Ha¬ biendo calculado Musschembroek cuál debía ser el esfuerzo del hielo en este caso para poderle romper, halló que era equivalente á una fuerza capaz de le¬ vantar un peso de veintisiete mil setecientas veinte libras; lo que es casi increíble, dice Mr. Brisson en su excelente Diccionario de física, refiriendo este ex¬ perimento. No nos debemos pues admirar, añade este autor, de que el hielo rompa los vasos que le contienen; levante los pavimentos ; que reviente los cañones de una fuente cuando no se ha tenido la precaución de tenerlos vacíos durante la helada, ni de que hienda en fin las peñas, los árboles, Por la misma razón es tan funesta la helada á las plantas cuando la savia está en su fuerza, porque la abundancia de este líquido de que se hallan llenas entonces, dilatada por la congelación, rompe sus fibras y altera toda la economía de su organización. Convertida el agua en hielo por un gran frío, ad¬ quiere tal dureza, que apenas se la puede romper con un martillo. Se vió en S. Petersburgo el año de I74°> un palacio hecho de hielo y de la más bella ar- SOBRE LA NATURALEZA 465 quitectura: delante de él habia cañones también de hielo; la bala de uno de estos, cargado con un cuar¬ terón de pólvora, traspasó á sesenta pasos una tabla de dos pulgadas de grueso, sin que el cañón que tenía cerca de cuatro, cediese á tan fuerte explosión. El hielo aún en el frío más intenso se exhala con tmuamente en vapores; de modo que cuatro libras de hielo suelen perder por la evaporación una libra de su peso en diez y ocho días ; y cuatro granos un ttozo de cuatro onzas en veinticuatro horas: sin em¬ bargo, las circunstancias hacen variar estos efectos. El hielo comienza de ordinario por la superficie del agua, y es un error el creer que se forma en el fondo y que sobrenada después ; porque dimanando de la atmósfera el frío, no puede hacer su efecto en el fondo sin helar ántes el agua que está encima. Cuando empieza la congelación se ven formar en la superficie del agua tranquila, unos hilitos que se unen entre sí bajo diferentes ángulos, y juntándose forman una película muy delgada. A estos filameir- tos se suceden otros: inultiplícanse y se van ensan¬ chando á manera de láminas, que aumentándose también en número y en grueso, se unen á la prime¬ ra película. «(El hielo, dice Mr. Mairan, formado por una con- « gelación lenta, parece bastante homogéneo y tras- (( párente desde su superficie exterior, que es la que « primero se hiela hasta dos ó tres líneas de distan - « cía en su interior; pero en lo restante, especialmen- 466 REFLEXIONES « te hacia el mecho, está interrumpido por gran can¬ ee tidad de ampollas de aire, y la superficie superior, « que al principio era plana, se halla elevada en va¬ te rias prominencias y toda desigual.» ecUna congelación pronta esparce indiferentemen¬ te te las ampollas de aire por toda la masa, la cual ee por esta causa es más opaca que en el primer caso, ee y la superficie superior más convexa y desigual.» Así en la superficie como en lo interior de la tierra hay muchas neveras en que el agua se mantiene bas¬ tantemente sólida, igualmente en Estío que en In- * vierno. Unas deben su congelación á las escarchas que reinan eternamente sobre las montañas que ocu¬ pan ; otras, situadas en lo interior de la tierra, donde la temperatura es comunmente mucho menos fría que la que hiela el agua en su superficie, deben su existencia á montones de hielo, que conservando s en> pre la misma frialdad en estas vastas cavidades, con¬ gelan las nuevas aguas, que vienen á parar á ellas. Entre las neveras expuestas á la acción del aire y del sol, una de las más admirables es la de Grindel- wald, en la Suiza, que se considera como el gran de¬ pósito de las aguas del Ródano y del Rhin, y tiene cerca de doce leguas de largo: el fondo de un valle y el declive de una montaña se presentan allí por una extensión de cerca de quinientos pasos, como un mar horriblemente agitado, cuyas olas suspensas hubiesen sido sorprendidas del hielo súbitamente: véense otras muchas bastante parecidas en los Al- SOBRE LA NATURALEZA 46/ pes. ¡Qué vista tan deliciosa cuando en un claro día del Estío, situado un observador en una ladera flori¬ da, cercana á alguna de estas neveras, descubre á un mismo tiempo las escarchas del Invierno, las flo¬ res de la Primavera, y los frutos del Estío y del Oto¬ ño! Sobrecogido de este prodigio, exclama con ter¬ nura: ¡Qué orden, qué variedad, qué hermosura no reina en todas las obras de la naturaleza! ¡Cómo to¬ do concurre en ella para cumplir los designios de un Dios benéfico! ¡Ah! si me fuese dado tener un cono¬ cimiento más íntimo de sus profundas miras, y de los fines que se propone en cada fenómeno, ¡cuál sería mi éxtasis, cuando lo poco que conozco me causa tanto asombro ! , X a$3 u- -rjr/y/. j.-í ::íxro- : * ".V ' i ■•i) i#s! mwas iobszrtt a ■ .?• j>-.'KÍ!j.r^b . ,*íH">v:*a >r-i?.‘s vu-:r>it-.rjr> • . fíyr:o tRb $m-9iiyM bi> ¿orb asga "OjO hh ;V ofr?.H b W>í> «fiTfr/XÍIftiV! ¿ j #>•. *-'i «o» JBítí.c.b;v'- oi-jiliO'fi; n¡> oJbxx>-' for. :or. (uO • ¡níiff : i ?•'•• '3i> •/ «y tro ir, 2¿ii,'í!fj'h í-.j fíLñ'íjí on.i.M f;. ¡i nj;r')ín;b i¿.:n; tonomóí:3*} y.:, ¿o r ** $rr>cfO*i» ¿x .1 ■ oí ■ ; . I f iHrwosi, díífi.,t ^•K , > ' 'íÍSss&¿ LIBRO QUINTO EL AIRE NUEVE DE AGOSTO Naturaleza y propiedades del aire El aire es este cuerpo Huido y sutil que rodea nues¬ tro globo, y en el que respiran todas las criaturas vivientes. La tierra, aunque dispuesta con tanto ar¬ tificio y enriquecida con la variedad y multitud de aguas que contiene, no sería sin aquel elemento más que una masa horrorosa y un desierto árido incapaz de conservar ni la vegetación de las plantas, ni la vi¬ da de los animales. Este inmenso volumen de aire se eleva sobre la superficie de la tierra á una altura bastante conside¬ rable, y participa de su movimiento diario y anual; pero sin embargo de que está tan cerca de nosotros que nos rodea por todas partes, y experimentamos continuamente sus efectos, hace poco que conocemos mejor su verdadera naturaleza. Lo que por decon¬ tado sabemos es que el aire es corpóreo, y podemos convencernos de ello, agitando rápidamente la mano hacia la cara. No es menos incontestable que el aire eS Un_^Urá°’ r-iue están desunidas sus partes, que se Tomo ii. — 6o 4/0 REFLEXIONES resbalan fácilmente las unas sobre las otras, y por este medio ceden á toda suerte de impresiones. Si el aire fuese un cuerpo sólido, ni sería respirable ni penetrable, ni tampoco hubiera llenado las intencio¬ nes del Criador. La gra vedad le es común con to¬ dos los cuerpos; y aunque el aire sea ochocientas veces más leve que el agua, con todo, su gravedad no deja de ser muy considerable: esta es la que sos¬ tiene el mercurio en el barómetro, la que eleva el agua en las bombas, la que ocasionan el curso de los líquidos en las cantimploras, y hace pasar la le¬ che á la boca del niño cuando mama. Una columna * de aire igual en altura á la de la atmósfera, pesa tan¬ to como veintiocho pulgadas de mercurio ó treinta y dos piés de. agua de igual base. No suponiendo ser sino de dos mil libras la fuerza con que gravita so¬ bre la superficie de un pié en cuadro, un hombre de seis piés de altura sotiene continuamente una masa de doscientos ochenta quintales ; peso á la verdad in¬ menso y que nos abrumaría, si la resistencia del aire que se halla en nuestro cuerpo, no le equilibrase. El aire no solamente es pesado, mas también elás¬ tico. Hace continuos esfuerzos para ocupar mayor espacio, y aunque se deja comprimir, vuelve á dila¬ tarse al punto que cesa la presión. El calor es el que más manifiesta esta propiedad del aire, quien en su dilatación puede ocupar un espacio quinientas ó seis¬ cientas mil veces más grande que el que ántes ocupa¬ ba, sin que por eso pierda nada de su fuerza elástica.. SOBRE LA NATURÁLEZA 47 1 Los primeros químicos consideraron el aire como un elemento ; pero los modernos han demostrado con sus descubrimientos que es un verdadero mixto. Na¬ die ignora que las materias combustibles no pueden arder sin aire; que se apagan en el agua y aún en todos los fluidos elásticos, que teniendo la aparien¬ cia de aire, carecen en realidad de sus propiedades. Atendiendo más á este fenómeno descubrieron que el aire atmosférico se disminuía y absorvía realmen¬ te por los cuerpos que arden ; de modo que encen¬ diendo bajo una campana de vidrio que contenía cien pulgadas de este aire, azufre ó fósforo, estos cuer¬ pos absorvían más cíelas veinticinco pulgadas cesan¬ do después su combustión ; y otro cuerpo sumergido en el residuo de este aire se apagaba al punto. De estos experimentos se ha deducido que el aire atmos¬ férico es un compuesto de dos fluidos elásticos : uno que forma algo más de la cuarta parte, muy respb rable y propio para la combustión ; otro que casi vie¬ ne á ser las tres cuartas partes de la atmósfera, el cual no es propio ni para la respiración ni para la combustión, y contiene una cualidad bastante pare¬ cida á la de los vapores sofocantes, que se exhalan de ciertos manantiales sulfúreos ó de algunas sus¬ tancias corrompidas. La combinación de estos dos principios compone el aire propio para conservar la vida de las plantas y de los animales. Recogiendo la porción de aire absorvicla por los cuerpos quema¬ dos, se ha hallado que es mucho más puro que el de reflexiones- 472 la atmósfera, y que podía servir para quemar tres veces mas sustancias combustibles que ,m igual vo¬ lumen del aire atmosférico. Una bugia, ó cualquier otro cuerpo encendido, arde en este aire con una ra¬ pidez mucho mayor que en el de la atmósfera. Llᬠmase aire vital á este fluido, y como su base fijada en muchos cuerpos combustibles les da un carácter áci- °; 86 ha lamado á esta ba^e principio acidificante ú oxigena, el mismo que hemos visto ser una de las partes constitutivas del agua. El otro fluido que constituye el aire atmosférico ■ene el nombre de gas ázoe , por oposición al prime¬ ro; apaga las bugías, mata los animales, y es algo mas ligero que el aire común. ' Estos dos principios varían en cuantidad en la at¬ mosfera, según la diversidad de circunstancias: lo mas común es que cien partes del aire atmosférico contengan setenta y tres de gas ázoe y veintisiete de aire vital. Esta proporción establecida por la natu¬ ra eza, es la que al parecer conviene á la respiración de los animales. Mediante esta función el aire vital se muda en agua, y en una especie de ácido conoci- o con el nombre de ácido carbónico, y el calor que pierde en esta operación parece absorvido por la san- gre de los animales: de aquí proviene que los que carecen de pulmones propios para respirar el aire, tienen la sangre muy poco caliente. o mismo sucede en la respiración que en la com- ustion. Cuando los animales respiran por mucho SOBRE LA NATURALEZA 473 tiempo ei propio aire, toda la porción de aire vital se halla convertida en ácido carbónico y en agua ; y como no pueden respirar ei gas ázoe restante, mue¬ ren bien pronto en medio de este fluido, mezclado con el acido carbónico, que ya no puede servir para la respiración. Esta es la razón del peligro que hay en permanecer en lugares demasiado cerrados, y la causa de las desgracias sucedidas en circunstancias de hallarse muchas personas reunidas en sitios de¬ masiado estrechos. Pero comprenderemos mejor los fenómenos de la respiración y combustión, después que hubiéremos tratado del fuego. Todas estas maravillas son dignas de nuestra ad¬ miración pues me anuncian la grandeza, el poder y la bondad del Dios que adoro. ¡ Quién si no vos, Se¬ ñor, hubiera podido hacer al aire propio para tantos usos . Vos sois el Criador y dueño de la lluvia, de la meve, de los vientos y de las tempestades. Sí, Vos sois el que hacéis todas éstas cosas. ¡ Con cuánta in¬ teligencia no habéis medido la cantidad, el peso, la elasticidad y el movimiento del aire! ¡Con cuánta bondad y. sabiduría no ha modificado el aire el Todo¬ poderoso, para que pueda servirá un sinnúmero de nes en beneficio de las criaturas 1 ¡ Será pues, posi¬ ble que respirando yo cada instante este elemento tan necesario para la conservación de mi vida, y ex¬ perimentando continuamente sus benignas influen¬ cias, será posible, repito, que me muestre insensible a los tiernos cuidados del que le crió para mí ! Una 474 REFLEXIONES ingratitud semejante ¿no me haría indigno del bene¬ ficio que disfruto cada vez que respiro? Sí, mi Dios, yo uniré mi voz á la de todas las criaturas para ce¬ lebrar vuestras alabanzas: cantaré himnos al Señor, y te bendeciré toda mi vida. DIEZ DE AGOSTO Atmósfera de la tierra Una sustancia rara, trasparente y elástica que ro¬ dea la tierra por todas partes hasta cierta altura, es lo que se llama atmósfera, en la cual se forman las nubes, los vientos y demás metéoros. Esta sustancia aérea léjos de ser un cuerpo homogéneo, está siem¬ pre cargada de una porción considerable de vapores y exhalaciones que se desprenden de los mares, de los ríos y de la tierra. La región inferior de la atmósfera, es oprimida por el aire superior, y por lo mismo más densa, como lo experimentan, por'comparación, los que su¬ ben á montañas muy elevadas. Pero no es posible determinar exactamente la altura de la atmósfera: sólo se conjetura que es de unas quince ó diez y seis leguas. La región inferior se extiende hasta la altu¬ ra en que el aire no se calienta por los rayos que re¬ fleja la tierra. Mas la región media, donde se forma la lluvia, el granizo y la nieve, llega hasta la cima de SOBRE LA NATURALEZA 475 las más altas montañas, y aún á las nubes más ele¬ vadas. Esta región calentada sólo por los rayos del sol (pie caen. en ella directamente y á plomo, es mu¬ cho más fría que la inferior; pero verisímilmente me¬ nos que la tercera, que se extiende hasta la extre¬ midad de la atmósfera. De la diversidad de partículas que se levantan de la tierra al aire, resulta, en la atmósfera una diferen¬ cia muy sensible. Un aire pesado es más favorable á la salud que un aire demasiado ligero, porque se hacen mejor con él la respiración, la circulación de la sangre y la traspiración insensible. Cuando el aire es pesado hace por lo común buen tiempo; en lu¬ gar de que un aire más ligero está siempre acompa¬ ñado de nubes, de lluvia ó nieve que le hacen húme¬ do. Mas si es menos pesado, no obstante los vapo¬ res acuosos de que está cargado, es porque ocupando <-! agua reducida á vapores un espacio catorce mil veces mayor que el que le corresponde en su es¬ tado natural, la masa de la atmósfera viene á ser por precisión más ligera, respecto á que crece más su volumen que su masa. Así es como se exp ica el des¬ censo y ascenso del mercurio en el barómetro. Una grande sequía deseca el cuerpo humano, y le es su¬ mamente nociva; pero apenas sucede sino en parajes muy aieniscos. El aire húmedo es también malsano, porque relaja las fibras, detiene la traspiración insen¬ sible; y si además de esto es caliente, dispone los hu¬ mores para la putrefacción. Por el contrario, cuando 476 REFLEXIONES el aire es demasiado frío se contraen excesivamente las partes sólidas, y los fluidos se espesan, de donde dimanan las obstrucciones é inflamaciones. El mejor aire pues, es el que más bien es pesado que ligero, el que no es ni muy seco ni muy húmedo, y que es¬ tá poco ó nada cargado de vapores nocivos. Habiendo formado el Autor de la naturaleza el aire atmosférico para concurrir á la vida de las plan¬ tas y de los animales, dió á los dos principios que le constituyen, el grado de afinidad que debía unirlos de un modo conveniente á su destino. El aire vital, solo y separado del gas ázoe, sería por el exceso de su actividad tan dañoso á la vida animal y vegetal, como el segundo separado del primero. Cuando ac¬ cidentalmente se altera en alguna parte del globo la justa proporción que debe reinar entre estos dos prin¬ cipios, la agitación de la atmósfera, el movimiento de las aguas, la vegetación de las plantas, &c., resta¬ blecen entre ellos el orden natural restituyendo los dos principios á la proporción que exige la natura¬ leza. Además de los diversos metéoros de que hemos hablado, debemos también á la atmósfera los cre¬ púsculos, que alargan el día en diversas regiones del globo. Las ciudades y las provincias se desolarían, y con¬ vertirían en un triste desierto, si el aire estuviera en una perpetua quietud. Sin las borrascas y tempes¬ tades que- purifican su masa, y dispersan muy léjos SOBRE LA NATURALEZA 477 IOS vapores y exhalaciones nocivas, el mundo entero sería bien pronto una vasta sentina. ¡Cuánta impresión no deben hacerme los paterna¬ les cuidados que tiene Dios de sus criaturas! Si no hubiera atmósfera, ó si fuese diferente de lo que es sería nuestro globo un horrible cáos. Una bondad sábia es la que lo arregla todo en la naturaleza, del modo más oportuno para hacer felices á las criaturas sensibles. ¡Oh hombre! en cada utilidad que te pro¬ porciona la atmósfera, acuérdate que Dios es de quien proceden todos los bienes; y abismado en los más tiernos afectos de piedad y reconocimiento que te debe inspirar la consideración de sus beneficios, alaba á tu Criador, redobla para con Él tu amor, y conságrate enteramente á su servicio. OACE DE AGOSTO Utilidad y necesidad del aire El aire es uno de los elementos á quien debe su vi¬ da, su conservación y su hermosura nuestro globo. Un gran número de las mutaciones que observamos en los diferentes séres que contiene, dependen del aire: él es absolutamente necesario para la conserva¬ ción de los animales que pueblan la tierra, y también para los peces, que aún tienen más necesidad de un aire fresco y nuevo, que los demás vivientes. Las aves, Tomo i i -6i 4 78 reflexiones para poder volar, deben ser sostenidas por este ele¬ mento ; y de aquí es que sus pulmones tienen abertu¬ ras por las cuales pasa el aire que respiran á la ca¬ vidad del vientre. Lleno y como hinchado de aire el cuerpo del ave, se hace más ligero y más propio para volar. Aún las plantas para crecer necesitan de aire: y por esta razón están llenas de una multitud de trᬠqueas que sirven para atraerle, y por cuyo medio has¬ ta la menor partícula recibe el jugo que la conviene. Pero si el aire reúne tantas propiedades útiles, ¿no es de temer por otra parte que los vapores y exhala¬ ciones que se despiden de las entrañas de la tierra, las emanaciones que se elevan de todas las sustancias animales y vegetales que se pudren en su superficie; los minerales quese descomponen, se sutilizan y su¬ ben ála atmósíera, no formen de este fluido un com¬ puesto de partes más ó menos dañosas á la economía animal ? Es preciso convenir en que cada porción del aire que respiramos, se componga efectivamente de par¬ tículas, unas saludables y otras nocivas: sin embar¬ go, la soberana sabiduría ha sabido templar esta o / mezcla de un modo que la masa total que de ella resulta, posee las propiedades necesarias para la vi¬ da de cuanto respira; y este efecto es el resultado de una multitud de medios que merecen nuestra ad¬ miración. Podemos considerar la atmósfera como un vasto laboratorio en que se ejecutan muchas mezclas y fer- SOBRE LA NATURALEZA 479 mentaciones, que combinan, según diferentes pro¬ porciones, las materias que se elevan en el aire. Los movimientos rápidos de que está agitado este fluido, alejan y distribuyen por una masa mucho mayor las sustancias extrañas, que llegarían á ser perniciosas por su superabundancia. Diversas sustancias las neu¬ tralizan, se oponen á los peligrosos efectos que po¬ drían producir separadamente, y dan al aire la sa¬ lubridad que debe tener para respirarle con facilidad. %Otro de los medios de que se vale la naturaleza para conservar la salubridad del aire, á pesar de las causas que aspiran continuamente á hacérsela per¬ der, es el acto de la vegetación. En efecto, las plan¬ tas tienen mucha parte en la operación mediante la cual mantiene la naturaleza el aire atmosférico en el grado de pureza necesario para nuestra conserva¬ ción ; pues absorven las emanaciones nocivas á los vivientes como un alimento que les es propio, y no admiten sino parte del aire vital, muy saludable á los animales. Estos, después ele aprovecharse del aire purificado, al respirar le vuelven á las plantas, car¬ gado de partes que convienen para su incremento. Esta operación benéfica del reino vegetal comien¬ za cada día, desde que sale el sol ; y por la influen¬ cia de su luz, ó reanima las plantas entorpecidas por la noche, ó renueva su acción interrumpida duran¬ te la oscuridad. Heridas sus hojas de los rayos de este astro, descomponen el agua, y absorven una de sus partes constitutivas llamada hidrógeno; sepa- 480 REFLEXIONES ran de ella el oxígeno, y gran parte de éste, exhalado por la luz y el fuego, se desprende en estado de aire vital. Las plantas que á causa de. los edificios ó de árboles altos y frondosos no pueden ser heridas de los rayos solares, no desprenden igualmente aire puro, y así no corrigen el que es malsano. La produc¬ ción del aire vital mediante las plantas, disminuye al anochecer, y cesa enteramente después de puesto el sol. ¡Qué economía tan admirable! Las hojas se coií- servan por todo el tiempo en que el calor, causa la más incontestable de la corrupción é infección del aire, hace necesaria su presencia, y se las ve caer en cuanto empieza el trío. Mas subsisten en aquellas re¬ giones en que siendo continuo el calor y la corrup¬ ción, es siempre indispensable su acción. Por aquí es fácil conocer una de las principales causas de la sa¬ lubridad del aire en el Estío: al contrario, en el Oto¬ ño cuando las hojas se secan y caen, y en la Prima¬ vera ántes que se desarrollen, el aire es dañoso á proporción del calor que hace; porque la mayor par¬ te de las hojas que tienen la propiedad de corregir el aire nocivo, ó no existen, ó es muy débil su ac- • * 4 1 r ' • - f f - , t eion. El aire de las laguna^ es siempre más ó menos perjudicial: sábese cuán peligrosos son los fluidos que exhalan semejantes terrenos ; y es muy de no¬ tar que para remediar en cuanto es posible este incon¬ veniente, las plantas acuáticas ó palustres son preci- SOBRE LA NATURALEZA sámente las que desprenden mayor cantidad de aire Tital, y purifican más el aire común.. No sólo las plantas saludables purifican la atmós¬ fera por la abundancia de aire vital que esparcen en ella durante el día, sino las más venenosas, las que tienen un olor más desagradable, nos hacen igual beneficio, y aún quizá estas están destinadas por la naturaleza á absorver más copia ele los principios malsanos. Es pues una verdad irrefragable, que todo tiene sus utilidades ó su fin en la disposición del universo. Hasta la menor hojita de hierba hace su papel en es¬ ta maravillosa economía, y nada hay que no trabaje en silencio para la mayor felicidad de los vivientes. DOTE DE AGOSTO Los vientos Los vientos no son otra cosa sino el aire agitado, que pasa de un lugar á otro por un movimiento con¬ tinuo, y que si se comprime demasiado, impelido con excesiva velocidad ocasiona los huracanes más terri¬ bles. Ciudades enteras arruinadas desde sus funda¬ mentos, bosques antiguos abatidos y desarraigados; las olas del mar elevadas y acumuladas á manera de montanas bramadoras; tales son los efectos horribles de esas corrientes de aire, que de tiempo en tiempo se precipitan de una región a otra con una inmensa 482 REFLEXIONES fuerza impulsiva.1 Los vientos, cuya velocidad es bas¬ tante para desarraigar grandes árboles, corren trein¬ ta y dos piés en cada segundo ; pero esta velocidad es á veces mucho mayor, y un hábil físico2 observó en Inglaterra un viento que andaba sesenta y seis piés en el mismo tiempo. Es mucha la diversidad de los vientos. En algunos lugares soplan todo el año, y sólo dejan de sentirse cuando un viento contrario y predominante impide accidentalmente su curso. Los navegantes experi- qientan siempre entre los dos trópicos un viento que sopla de Oriente á Occidente, con alguna declina¬ ción, y que, no obstante ser bastante débil, les impi¬ de volver al primero de estos puntos, por la misma ruta que llevaron navegando al Occidente. En el mar de Indias hay vientos llamados de paso ó mon- 1 Los vientos levantan montañas de arena en Arabia y en Africa, que cubren las llanuras, y muchas veces trasportan estas arenas á grandes distancias, y hasta muchas leguas dentro del mar, donde las amontonan en tan gran cantidad, que han formado en él bancos, dunas é islas. Sabemos también que los huracanes son el azote de las Antillas, de Madagascar y de otros muchos países, donde obran con tanto furor, que á veces arrebatan los árboles, las plantas, los animales con toda la tierra cultivada; hacen retroceder los ríos, los dejan en seco, y producen otros nuevos, trastornan los peñascos y montañas, abren barrancos y simas en la tierra, y mudan enteramente la superficie de las in¬ felices regiones en que se forman, 2 Mr. Derham. SOBRE LA NATURALEZA 433 zones, que soplan del Sudeste desde el mes de Oc¬ tubre hasta el de Mayo, y de Noroeste desde Mayo á Octubre. Hay mares y países que tienen vientos y calmas que les son propias. En Egipto y en el golfo Pérsi' co reina á menudo durante el Estío un viento ar¬ diente que impide la respiración, y todo lo consume. En el Cabo de Buena Esperanza, se ve algunas ve¬ ces formarse una nube llamada la nube funesta , ó el ojo de buey , la cual es al principio muy pequeña; pe- .ro engrosándose de un modo visible, bien pronto na¬ ce de ella una furiosa borrasca que agita horrible¬ mente los navios, y los precipita en el fondo del mar. Los vientos irregulares y variables que no tienen duración ni dirección fija, reinan en la mayor parte del globo. Verdad es que ciertos vientos pueden so¬ plar más á menudo en un paraje que en otro; mas esto no es en épocas determinadas, pues comienzan ó acaban sin regla alguna, y varían á próporción de las diversas causas que rompen el equilibrio del aire. El calor y el frío, la lluvia y la serenidad, los montes y aún los estrechos, los cabos y los promontorios, & c., pueden contribuir mucho á interrumpir su curso, y mudar su dirección. Sucede todos los días, y casi en todas partes, que cuando el aire está enteramente en calma y tranquilo, se siente poco antes de salir el sol un viento de Este bastante fresco, que anuncia la proximidad de aquel astro, y que aún continúa algún tiempo después de ha- REFLEXIONES ber salido. Este metéoro procede sin duda de que el aire calentado por el sol naciente se rareface, y dila¬ tándose impele al aire contiguo hacia el Occidente lo cual produce necesariamente un viento de Este que luego cesa para nosotros á medida que nos hallamos en un aire más caliente. Por la misma razón el viento Este debe no sólo preceder siempre al sol en la zona tórrida, sino ser también más fuerte que en nuestras regiones, donde la acción de este astro es mucho más moderada. Esta es la causa por que en el mar Pa¬ cífica se observa constantemente un viento del Este al Oeste, ó de Levante á Poniente. Los vientos no son un efecto casual, ni deja de po¬ derse asignar su destino, y en parte sus causas; pues no puede dudarse que se deben buscar en las varia¬ ciones del calor y del trío, en la posición del sol, en la naturaleza del terreno, en la inflamación de los me¬ téoros, en la resolución de los vapores en lluvia, en la absorción instantánea de ciertas especies de gases, y en otras causas semejantes, capaces de agitar el aire con más ó menos actividad. Por ejemplo, Mr. Euler, en la décimaquinta de sus tan celebradas car¬ tas á una Princesa de Alemania, hace observar que desde que el aire empieza á calentarse, adquiere por su elasticidad mayor fuerza para extenderse; de suer¬ te que cuando una región viene á hallarse más ca¬ liente que otra, debe correr el aire necesariamente de la una á la otra, de donde resulta el viento. Hé aquí pues ya una causa necesaria de los vientos. Di- SOBRE LA NATURALEZA 485 mana también de la teoría de los vientos, según la expone Mr. de Alambert, que en virtud del movi¬ miento de rotación de la tierra, debe reinar un viento perpétuo del Este al Oeste: además, la atracción de la luna, que es capaz de elevar las aguas del globo, comunica por precisión algún movimiento á la atmós¬ fera, aún á la mayor altura. Así en lo que concierne á los vientos, como en to¬ das sus obras, manifiesta el Criador su sabiduría y bondad, pues arregla el movimiento, la fuerza y la diu ración de los vientos, y les prescribe su curso. Cuan¬ do una larga sequedad debilita los animales y marchi¬ ta las plantas, un viento que sopla del mar, y que está cargado de vapores benéficos, riega los prados y vivifica toda la naturaleza. Desempeñado este ob¬ jeto corre un viento seco del Oriente, vuelve al aire la serenidad, y nos trae el buen tiempo. El viento del Norte lleva y precipita todos los vapores nocivos del aire del Otoño. En fin, al viento del Septentrión sucede el viento del Sur, que viene de las regiones meridionales, y lo llena todo de su calor vivificante,- Así es como, mediante estas variciones continuas, se conservan sobre la tierra la salud y la fertilidad. Elévanse del seno del Océano en la atmósfera los ríos que han de correr por los dos mundos. Ordena Dios á los vientos distribuirlos entre las islas y con¬ tinentes. Traspórtalos bajo mil formas diversas: ya los extiende poi el cielo como velos de oro y pabe¬ llones de seda; ya los arrolla en figura de horribles Tomo ii. — 62 486 REFLEXIONES dragones y de leones rugientes, que vomitan los fue¬ gos del rayo: viértenlos en las montañas en forma de rocío, de lluvia, granizo, nieve, y torrentes impetuo¬ sos. Por extraños que parezcan sus servicios, cada parte de la tierra recibe por este medio todos los años su porción de agua, y experimenta su influen¬ cia. Desplegan al paso sobre la superficie líquida del mar la variedad de sus caractéres. Unos apenas tur¬ ban el reposo de sus aguas; otros levantan azuladas olas; y estos las trastornan bramando, y cubren de espuma los más altos promontorios. ¡•Quién dejará, oh Dios mío, de rendiros las ado¬ raciones que os son debidas! En vuestra mano están todos los elementos, y á vuestra palabra poderosa se irritan ó apaciguan. Si Vos lo ordenáis, braman los huracanes, pasan de un mar á otro, de climas á climas, é imponiéndoles nuevo precepto renace la calma por todas partes. ¿No debo, pues tranquilizar¬ me en orden á mi suerte, estando en las manos de Dios? El que dirige los vientos y las tempestades como le place, ¿no podrá arreglar felizmente mi des¬ tino? Y mientras que á su voz todas las variaciones de los vientos concurren al bien de las criaturas, ¿no sabrá hacer que contribuyan todas las vicisitudes de la fortuna á mi verdadera felicidad? SOBRE LA NATURALEZA 487 TRECE DE AGOSTO Naturaleza ypropiedes del sonido Un sonido tierno y patético que hace verter lágri¬ mas; un sonido vigoroso y animado que nos quita la melancolía y nos restituye el gozo; un sonido dulce y apacible que calma el furor y desarma la ferocidad; un sonido fiero y amenazador que intimida la auda¬ cia y estremece al crimen; un sonido firme y marcial que inspira valor y sostiene el brío; en una palabra, el sonido que tanto imperio tiene en nuestra alma, que calma y conmueve nuestras pasiones, no es más que el aire diversamente modificado. Cada sonido se produce por medio del aire que nos rodea ; mas no por esto cada agitación del aire es propia para causar un sonido. Para que este se forme es menester que el aire comprimido súbita¬ mente se dilate y extienda después por su fuerza elástica, de donde resulta una especie de temblor ó de undulación, casi como la que observamos en el agua cuando se echa en ella una piedra que forma sus olas y círculos concéntricos, ó como los movi¬ mientos que toman los diferentes puestos de una cuerda de instrumento cuando se la hiere; pero si es¬ te movimiento undulatorio no sucediese más que en las partículas del aire que se comprimen, no llegaría el sonido á nuestros oidos. Es preciso, pues, que la 48 8' REFLEXIONES impresión que causa el cuerpo sonoro en el aire con¬ tiguo, se propague circularmente de partícula en par¬ tícula hasta nuestro oido, para, producir en él la sen¬ sación del sonido, Hácese esta propagación con una velocidad prodi¬ giosa. El sonido corre mil doscientos cincuenta pies en un segundo, y por consiguiente úna legua en diez y seis segundos. Este cálculo confirmado por una multitud de experimentos, puede ser muy útil en mu¬ chos casos. Por ejemplo, nos enseña á qué distancia está la nube tempestuosa de nosotros, y nos advier¬ te sí estamos seguros ó no, desde donde oímos que truena;: para ¡o cual basta notar los segundos ó las pulsaciones en un pulso regular, entre el relámpago y el trueno, y contar por cada una mil doscientos cin¬ cuenta pies. Por el mismo medio podemos determi¬ nar la distancia respectiva de distintos parajes de la tierra, y la que separa dos navios en el mar, si cuan¬ do observamos en ellos algún fenómeno que excite -Os órganos de la vista y del oido, contamos los se¬ gundos que median entre las afecciones respectivas de estos dos sonidos. Un sonido débil se propaga con la misma velocidad que otro más fuerte. Sin em¬ bargo, la agitación del aire es más considerable, cuan¬ do el sonido tiene más fuerza, porque pone en mo¬ vimiento mayor masa de aire. El sonido es pues fuerte siempre que pone en movimiento muchas par¬ tículas de aire, y es débil cuando pone pocas. Para no dejar nada esencial que desear sobre la SOBRE LA NATURALEZA 489 teoría del sonido añadiremos á lo dicho hasta aquí algunas observaciones que hace Euler en la terce¬ ra de las cartas que citamos en la lección anterior. «Cuando oímos el sonido de una cuerda pulsada, nues¬ tros oidos reciben del aire tantos choques como vi¬ braciones hace la cuerda en el mismo tiempo ; de manera que si hace cien vibraciones en un segundo, el oido recibe también cien golpes en el mismo tiem¬ po, y la percepción de estos es lo que llamamos so¬ nido. Cuando estos golpes se suceden uniformemen¬ te, ó son iguales sus intervalos, el sonido es regular, y tal como se quiere para la música * mas si se suce¬ den con desigualdad, ó son desiguales sus intervalos, resulta un 1 uido irregular de que no puede hacerse uso en la música. Considerando con un poco de aten¬ ción los sonidos musicales, cuyas vibraciones se ha¬ cen con igualdad, observo que cuando las vibraciones, igualmente que los golpes que recibe el oido, son más ó menos fuertes, no resulta en el sonido otra vi¬ bración que la de ser más ó menos fuerte; lo cual produce la diferencia que los músicos llaman fuerte y piano. La diferencia es mucho más esencial, cuando las vibraciones son más ó menos rápidas, ó hay mayor ó menor número de ellas en un segundo. Si una cuer¬ da hace cien vibraciones en un segundo, y otra hace doscientas en el mismo tiempo, sus sonidos son esen* cialmente diversos: el primero es más grave ó más bajo, y el segundo más agudo ó más alto. Esta es la verdadera diferencia que hay entre los sonidos gra- 490 REFLEXIONES ves y agudos, y en la que estriba toda la música, la cual enseña á combinar sonidos que difieren entre sí respecto al grave y agudo, de modo que resulte una armonía agradable. En los sonidos graves hay me¬ nos vibraciones en un mismo tiempo, que en los so¬ nidos agudos; y cada sonido del clave contiene un cierto y determinado número de vibraciones, que se acaban en un segundo.» ¿Pero de qué me servirían las observaciones que han hecho los físicos sobre la naturaleza y las pro¬ piedades del sonido, si no estuviera mi cuerpo for¬ mado de manera que pudiese yo percibir su impre¬ sión? Bendígoos, Dios mío, porque no sólo habéis dispuesto el aire de suerte que el sonido se produje¬ se por sus vibraciones, sino también porque me dis¬ teis un órgano capaz de recibir las impresiones sono¬ ras. ¿Mas cuál es este órgano? Una membrana fina y elástica extendida sobre el fondo del oido, como una piel sobre un tambor, recibe las vibraciones del aire, las trasmite á los nervios que la comunican al cerebro, y por este medio tengo la facultad de distin¬ guir todas las especies de sonidos. Hé aquí hasta donde se extienden mi» luces. ¿Pero cómo es que cuando oigo pronunciar una palabra, esto haga na¬ cer una idea en mi alma? ¿Cómo un sonido puede pfoducir en ella tantas nociones diferentes? Aquí debo callar, y me veo obligado á confesar mi igno¬ rancia; ó más bien reconozco y admiro en esto una institución libre y puramente arbitraria del Criador, SOBRE LA NATURALEZA 491 que con fines dignos de su sabiduría se dignó poner tan maravilloso enlace entre el sonido y mis percep¬ ciones, así como le puso entre los demás órganos y sus sensaciones respectivas. Es imposible dar un paso en la ciencia de la natu¬ raleza sin descubrir nuevas señales de la sabiduría y bondad del Criador. Si no hubiera sonido, estarían todos los hombres condenados á un eterno silencio, y seríamos semejantes á los niños que aún no ha¬ blan. Mas por medio del sonido cada hombre pue¬ de dar á conocer sus necesidades y manifestar sus placeres ó sus penas: explica los sentimientos de su corazón con ciertas inflexiones de la voz, y aún excita en el de otros las pasiones que le interesa mover en ellos. No se contentó Dios con darnos la facultad de dis¬ tinguir los sonidos por el órgano del oido, sino que nos dotó también de varios medios para conservar esta facultad preciosa. Cuando se indispone un oido, nos sirve el otro, y un hombre que oye poco puede ayudarse con una trompeta acústica. Pero si sucede que el conducto externo del oido se cierre, ulcere ó enferme por cualquiera causa; que suceda lo mismo al interno, ó que por efecto de un golpe se fracture la apofise roca, que se derrame la sangre ó se verifi¬ que otro daño en dicho sitio, el oido se pierde por más ó menos tiempo, ó se destruye del todo para siempre, sin que pueda servir de auxilio la trompa 49 2 REFLEXIONES de eustaquio, que desde la nariz va á la caja del tambor. En este punto no sólo atendió el Criador á lo ne¬ cesario y útil, sino á lo agradable. Una multitud de instrumentos de diferentes especies nos recrean y nos encantan. Debemos á la música una de las diversio¬ nes más puras y más inocentes que podemos gozar, cuando hacemos de ella buen uso. Tiene la virtud de agradar á nuestro oido, de calmar las pasiones, mover el corazón, influir sobre sus inclinaciones, di¬ rigirlas y moderarlas. ¡Cuántas veces no ha disipado este arte encantador nuestros enfados, reanimado nuestro espíritu, y ennoblecido nuestros sentimien¬ tos! Los melodiosos conciertos de las aves nos arre¬ batan: no podemos estimar bastante sus deliciosos gorgeos, pues no parece sino que por nosotros dan vida á toda la naturaleza. Hasta el ruido majestuoso de las olas, y el dulce murmullo de las fuentes contri¬ buyen á nuestros placeres. Nuestros nervios auditi¬ vos nos trasmiten con la mayor fidelidad los tonos de un sinnúmero de cuerpos sonoros. ¡De qué afec¬ tos de gratitud no me veo penetrado; oh mi benéfico Criador, cuando considero la complacencia que ha¬ béis mostrado en colmarme de beneficios! No per¬ mitáis que jamás los olvide. ¡Ah! mis cánticos de agradecimiento se extenderán tanto como pueda ex¬ tenderse el sonido: ebuniverso resonará con mis ala¬ banzas ; el cielo y la tierra escucharán las grandes maravillas que hicistéis en favor mío. En fin mi re- SOBRE LA NATURALEZA 493 conocimiento hará servir la música para glorificar vuestro nombre; y entre los conciertos más armonio¬ sos, levantaré mi alma á Vos mi soberano bienhechor para celebrar vuestras bondades. CATORCE DE AGOSTO Causa del placer que se siente en la música Una cuestión igualmente importante que curiosa, es el saber cómo la música excita en nosotros el de¬ leite. Los sabios no están de acuerdo en este punto. Algunos pretenden que sea un mero capricho, y que el deleite que causa la música, no está fundado en razón ninguna, porque la música que agrada á unos desagrada á otros. Pero en lugar de resolver estola cuestión, la complica más, porque se preguntará la causa porqué una misma composición de música produce efectos tan diferentes, supuesto que nada su¬ cede sin motivo. Otros quieren que el deleite de la música consista en la percepción del orden que rei¬ na en ella. Esta opinión parece á primera vista bien fundada, por lo que merece examinarse con cuidado. La música encierra dos especies de objetos en que debe reinar el orden : la una se refiere á la diferen¬ cia de los tonos agudos y graves, que consiste en el número de vibraciones que hace cada sonido en un mismo tiempo, según hemos insinuado en la lección Tomo ÍI--63 494 REFLEXIONES anterior. Esta diferencia que se encuentra entre la velocidad de las vibraciones de todos los sonidos, es lo que propiamente se llama armonía. El efecto de una música, en que se percibe la razón que guardan entre sí las vibraciones de todos los sonidos que la componen, es la armonía. Por ejemplo, dos tonos que difieren en una octava, excitan la percepción de la razón de uno á dos; una quinta la de dos á tres, y una tercera mayor la de cuatro á cinco. Comprénde¬ se pues el orden que se encuentra en la armonía, cuando se conocen todas las razones que reinan en¬ tre los tonos de que está -compuesta : el sentido del oido nos lleva á este conocimiento. Este sentido, ya más, ya menos delicado, decide por qué una misma armonía la percibe bien el uno, y no el otro, sobre todo, cuando las razones de los tonos están expresa¬ das por números un poco grandes. Además de la armonía encierra la música otro ob¬ jeto igualmente capaz de orden, como es el compás que señala á cada sonido una determinada duración: la percepción del compás consiste en el conocimien¬ to de esta duración, y de las razones que de aquí na¬ cen . Eos tambores y timbales nos suministran un ejemplo de la música en que sólo entra el compás^ pues todos los tonos son iguales entre sí, en cuyo ca¬ so no hay armonía. También hay música en que sólo hay armonía, sin entrar en ella el compás: tal es la música coral en que todos los tonos son de igual du¬ ración. Sin embargo, una música perfecta contiene SOBRE LA NATURALEZA 495 tamo la armonía como el compás. Por lo cual el que oye la música y comprende por el órgano del oido todas las proporciones en que están fundadas la ar¬ monía y el compás, tiene ciertamente el conocimien¬ to más perfecto posible de ella, mientras que otro que no percibe estas proporciones sino en parte ó nada, no comprende cosa ninguna, ó sólo tiene un conocimien¬ to imperfecto. Con todo, no debe confundirse la sen¬ sación del deleite que se experimenta, con el co¬ nocimiento de que acabo de hablar, aunque puede sostenerse muy bien que la música no le producirá, á menos que no se perciban las razones. Este cono¬ cimiento por sí sólo no basta para excitar el deleite, sino que es necesario algo más, que nadie ha mani¬ festado hasta ahora. Para convencerse de que la percepción de todas las proporciones de la música no es suficiente por sí sola, basta considerar una música muy sencilla compuesta sólo de octavas en que la percepción de. las proporciones es la más fácil; y en este ^aso la música no causa deleite, aunque se tie¬ ne de ella el conocimiento más perfecto. A esto res¬ ponden algunos, que el deleite requiere un conoci¬ miento que no sea tan fácil, y que pida algún trabajo; } que por decirlo asi, es menester que nos cueste al¬ go. Pero á mi parecer esto no satisface. Una diso¬ nancia, cuyas razones están expresadas por números mayores, es más difícil de percibir, y no obstante la sucesión de disonancias puestas sin elección y sin de¬ signios no agradaría. Es preciso pues, que el com- REFLEXIONES 496 positor haya seguido un cierto plan, ejecutado con proporciones reales y perceptibles. Entonces si un inteligente oye esta composición, y además de las pro¬ porciones, comprende el plan y designio que el au¬ tor se había propuesto, experimentará aquella satis¬ facción que constituye el deleite que causa una buena música á los oidos acostumbrados á percibir las be¬ llezas y finuras de este arte divino. Proviene pues el deleite de que en cierto modo, se adivinan el objeto y los afectos del compositor, cuya ejecución, si la juz¬ gamos cumplida, llena el alma de una sensación agra¬ dable, que puede compararse á aquella satisfacción que se experimenta cuando se ve una bella panto¬ mima, en que por medio de los gestos y acciones pueden adivinarse los afectos y discursos que se quie¬ ren expresar, ofreciendo además un plan bien orde¬ nado. Estos son en mi concepto los verdaderos princi¬ pios en que están fundados los juicios que se hacen de la belleza de las composiciones de música.1 1 El placer que se siente en la m física puede dividirse en dos especies: uno es el que sienten los que están versados en el ar¬ te, y otro el que encuentran las personas sensibles á la armonía, y al que llamaré con Franklin “placer natural." El primero con¬ siste en el conocimiento de la composición y de la ejecución, lo cual admira á los profesores, y de aquí proviene que los que no lo son, se quedan fríos al oir una míisica que entusiasma a los primeros. El segundo consiste acaso en el modo sucesivo ó si¬ multáneo con que los sonidos hieren nuestros oídos, excitando SOBRE LA NATURALEZA 497 ¿Pero de qué me serviría la armonía de los con¬ ciertos, sino pudiese distinguirla de las disonancias? Bendígoos pues ¡oh Dios mío! porque dispusisteis el órgano de mi oido de manera que puede recibir y distinguir las diversas impresiones de los sonidos, habiendo dado á mi alma la facultad de ligar ciertas ideas con las sensaciones corporales. ¡Cuántas accio¬ nes de gracias no tengo que daros por tantas diver¬ siones honestas é inocentes de que me pusisteis en estado de gozar! QIMCE DÉ AGOSTO Otras observaciones sobre el sonido: el eco No es una simple conjetura decir que el aire es el vehículo del sonido, sino una verdad confirmada con la experiencia más sencilla, que consiste en colocar bajo el recipiente de la máquina pneumática el arti¬ ficio propio para hacer sonar la campana, y que des¬ sucesivamente en nuestra alma ciertos afectos; y la composición que no tenga este objeto, estará en el caso de aquel dicho agudo: “ sonata, ¿qué quieres decirme?” No por eso creo que para exci¬ tar los afectos agradables ó desagradables, sea inútil ó perju- cial la armonía, como algunos lo han pensado, ántes me parece muy propia para ello, y está fundada en la misma naturaleza: sólo quisiera que los compositores se propusiesen por objeto el corazón humano, y no la admiración de los inteligentes. 498 REFLEXIONES canse sobre una almohadilla llena de algodón ó de lana. Rácese el vado; después, por medio de una vi¬ rola que atraviesa lo alto del recipiente, se apoya so¬ bre un fiador, el cual aflojándose pone al rodaje en libertad de obrar: entonces se ve al martillo golpear continuamente la campana sin oir sonido alguno. Para que el experimento sea más decisivo, colocad la campana en un recipiente que quede lleno de aire, y que esté cubierto de otro, dispuesto de manera que pueda hacerse el vacío entre los dos: en este caso aunque se produce sonido en el recipiente interior, cuando se pone en movimiento el martillo, con todo la campana subsiste igualmente muda para el obser¬ vador. Se ha notado que el sonido adquiere mayor fuer¬ za atravesando un aire condensado; y que permane¬ ciendo la densidad una misma, crece la fuerza del sonido, cuando mediante el calor se aumenta la elas¬ ticidad del aire. El sonido se deja también percibir, aunque más débilmente al través del agua, ya esté el cuerpo sonoro, ó ya el observador sumergido en es¬ te líquido: esto indica que el agua es comprensible y elástica hasta cierto punto; sin embargo de que has¬ ta ahora no se ha conseguido comprimirla sensible¬ mente por experimentos directos. Todos los cuerpos sólidos, cuya estructura es tal que el movimiento de vibración impreso á algunas de sus moléculas puede comunicarse á lo restante de la masa, serían también capaces de trasmitir el son i- SOBRE LA NATURALEZA 499 cío. Un hecho muy singular se suele citar en este gé¬ nero, y es que aplicando el oido á uno de los extre¬ mos de una larga viga, se oye distintamente el choque de la cabeza de un alfiler que pulse el extremo opues¬ to; siendo así que este sonido apenas se oiría al tra¬ vés del grueso de la viga. Se echa bien de ver en general, que en el primer caso el sonido sigue la di¬ rección de las fibras longitudinales, donde la conti¬ nuidad de las partes es más perfecta que no en la dirección trasversal: pero no deja de causar admira¬ ción el que estas partes tengan tanto resorte, que el sonido pierda tan poca fuerza corriendo un espacio tan largo. El sonido se propaga por todos lados en línea recta, cuando no le detiene algún obstáculo; de suerte que cada punto del cuerpo sonoro se puede considerar como el vértice de una infinidad de conos de un grue¬ so sumamente pequeño y de una longitud indefini¬ da. Cada uno de estos conos es lo que llamamos un rayo sonoro. Los cuerpos que hieren el aire inmediato, excitan también en este fluido vibraciones sonoras. Así es que el aire resuena al golpe de un látigo agitado con violencia, y silva cuando es impelido rápidamente con una vara : también es capaz de sonar si él mismo choca contra un cuerpo sólido con cierta velocidad: como se observa cuando sopla el viento contra algu¬ nos edificios, árboles, ú otros objetos que encuentra al paso. 5oo REFLEXIONES Habernos dicho que el sonido corre mil doscientos cincuenta piés en cada segundo. Su velocidad es uni¬ forme: y aunque es más débil á una mayor distancia; no por eso deja de andar sucesivamente espacios iguales en iguales tiempos. Su velocidad parece que es la misma, sea el tiempo lluvioso ó sereno ; con to¬ do, la dirección y fuerza del viento la pueden hacer variar. Si el viento es perpendicular á la línea que va del cuerpo sonoro al observador, la velocidad del sonido es la misma en tiempo de calma, mas si la di¬ rección del viento concurre con aquella línea, enton¬ ces, según que conviene con la dirección del sonido, ó se opone á ella, es preciso añadir ó quitar la velo¬ cidad del viento de la del sonido. En fin, ya hemos observado que la fuerza del sonido no induce varia¬ ción en su velocidad. Cuando el sonido encuentra un cuerpo que le sir¬ ve de obstáculo, las moléculas que chocan contra él, y después las que están detrás sucesivamente, son reflejadas haciendo un ángulo de reflexión igual al de incidencia, de donde se sigue que el sonido se ex¬ tiende nuevamente en todas direcciones, retrocedien¬ do desde el obstáculo hacia el espacio que había atravesado ántes. Tal es el eco, esta deidad invisible de las cuevas y de las rocas, tan celebrada en la gen¬ tilidad por los poetas, y que, toda voz y todo senti¬ miento, parece trasformarse en la persona que le habla, lamentable con la pastora que se lamenta, go¬ zosa con el niño que rebosa en alegría; amenazado- SOBRE LA NATURALEZA 50 í ra con el hombre que enfurecido prorrumpe en ame¬ naza?. En los lugares cerrados como los aposentos, el so¬ nido es rechazado continuamente de una pared á otra ; y cuando el sitio está embovedado 6 es sensi¬ ble la elasticidad de sus paredes, viene á ser sonoro; es decir, que el sonido parece prolongarse en aquel lugar sucediéndose á si mismo, en tan pequeños in¬ tervalos de tiempo, que el oido no puede distinguir todas estas impresiones sucesivas. Pero si se halla el aire libre, á cierta distancia del obstáculo, media¬ rá un intervalo de tiempo sensible entre el sonido directo y el reflejo; y resultará un eco, que los que no hacen la debida reflexión en este punto, le tienen por una simple repetición de las últimas palabras pronunciadas. Fácilmente se colige por que pusieron los poetas la habitación de su pretendida divinidad cerca de las montañas, de las rocas y de los bos¬ ques. Según que es uno ó muchos los obstáculos que, situados á distancias convenientes, reflejan el sonido, así también es sencillo ó multiplicado el eco. De la primera especie hay uno que repite claramente el primer verso de la Eneida de Virgilio : se cita otro de la segunda que repetía el mismo sonido hasta cuarenta veces. Dos paredes paralelas que mútua- mente repelen el sonido, pueden producir un eco re¬ doblado, para un observador que estuviese en el es¬ pacio intermedio. Tomo ii. — 64 5°2 reflexiones El arte ha sabido dar ciertas formas á los edificios que por medio del sonido reflejo producen un efecto curioso, cuya explicación es muy fácil con el auxilio de la geometría. Si suponemos una bóveda ó pieza de figura elíptica, poniendo un hombre la boca en uno de los puntos que llaman focos, podría pronunciar en voz baja palabras, que oiría distintamente otro que pusiese el oído en el foco opuesto; pero que no percibirían los que estuviesen situados entre los dos interlocutores, de suerte que sólo el eco sería el con¬ fidente. ¡Cuán incomprensible es el poder del Sér Supre mo, que de un cuerpo invisible, en algún modo im¬ palpable, y cuya existencia apenas hubieran sospe¬ chado los más de los hombres, si jamás se agitase sabe sacar tantas maravillas que confunden al sábio más instruido, sin causarle no obstante admiración cuando no conoce á su Autor ! MU Y SEIS DE AGOSTO Efectos del aire encerrado en los cuerpos Los efectos del aire encerrado en los cuerpos son muy admirables. Nadie ignora lo que sucede luego que los fluidos llegan á helarse; el agua en este es¬ tado rompe los vasos que la contienen: y el cañón de un mosquete, cerrado herméticamente, revienta con mucha violencia. SOBRE LA NATURALEZA 503 Estos efectos de un frío excesivo parecen desde luego incomprensibles. Por pocos conocimientos que se tengan, se sabe que la fluidez no es una propiedad esencial al agua; pues la debe i la presencia del fue¬ go que la penetra, y faltando éste se trasforma en una masa sólida. Parece pues que las partes acueas al helarse deberían aproximarse y condensarse, y que así los cuerpos en el estado de hielo debieran ocupar menos espacio que ántes; pero al contrario, se dila¬ tan y se aumenta su volumen. Por otra parte, ¿cómo podría sobrenadar el hielo, si no fuese más ligero que el agua, y- por consecuencia no formase un mayor volumen ? ¿Mas cuál puede ser la causa de un efecto tan maravilloso? El aire interior; porque no es posible imaginar una causa externa. No lo es el frío, porque no es un sér real, ni una cualidad positiva, y hablan¬ do propiamente no pudiera penetrar los cuerpos. £1 aire exterior tampoco puede introducirse en el agua que contienen los vasos de vidrio ó de metal cerra¬ dos herméticamente, y con todo se hiela en ellos. Es preciso pues buscar la causa en el aire interior que encierra esta agua; y para convencerse de ello no hay más que observar el agua cuando comienza á congelarse. Apenas se forma la primera película del hielo, cuando se enturbia el agua, y se ven salir gran número de ampollitas de aire. Muchas veces esta costra superior del hielo se eleva hacia el medio y se rompe: entonces salta el agua por la abertura, se;arro 504 REFLEXIONES ja contra el vaso, y corriendo á lo largo cíe las pare¬ des se hiela ; de aquí nace que hacia el medio de la superficie parece el agua convexa. .Iodos estos efectos son causados por el aire en¬ cerrado en el agua ; efectos que no sucedieran, ó por lo menos no se manifestaran sino en un grado mu¬ cho menor, si ántes que el agua se helase se la hu¬ biese despojado casi enteramente del aíre que con¬ tenía.1 Ahora se cencibe el por que un írío riguroso es tan nocivo á los vegetales. Sin embargo este mismo frío puede, por ciertos respectos, ser muy útil á la tierra. Ln campo labrado en el Otoño está mejor dispuesto para recibirlas lluvias de esta estación, y penetrarse de ellas: si sobreviene después el hielo, las partes té-' rreas se dilatan, sepáranse unas de otras, y el des¬ hielo de la Primavera acaba de hacer la tierra más ligera, más movible, y más propia para recibir las fe¬ lices influencias del sol, del aire, y de aquella esta, ción. Basta lo que acabamos de decir para convencer¬ nos de la fuerza del aire, y de esta virtud expansiva de donde dimanan tantas utilidades á la tierra. La 1 Que el mayor volumen que se nota en el hielo, provenga en parte del aire que encierra, lo comprueba el que congelada el agua, después de extraerla el aire por medio de la máquina pneumática, su volumen es raenorque el que adquiere igual can¬ tidad de agua, sin que preceda dicha extracción. / SOBRE LA NATURALEZA 505 propiedad que tiene este elemento de condensarse y dilatarse de un modo casi increíble, es una de las cau¬ sas de las grandes mudanzas á que está sujeto nues¬ tro globo ; mas son pocos los casos en que pueda ser perjudicial : y aún entonces el mal que de aquí resulta se recompensa con ventajas mucho más considera¬ bles. No obstante confesemos de buena fe que así en este como en los demás fenómenos naturales, hay todavía muchas cosas de que nos es imposible asig¬ nar la razón. ¡ Cuán justo no es pues, que cuando contemplamos las obras de Dios, vengamos á este examen con un espíritu de desconfianza, acordándo¬ nos siempre de lo limitado del entendimiento huma¬ no ! La presunción es inexcusable en cualquiera cien¬ cia; pero es ridicula é insensata en el que se jacta de penetrar los misterios de la naturaleza. DIEZ Y SIETE DE AGOSTO Navegación aérea Puede considerarse la atmósfera que rodea nues¬ tro globo, como un vasto mar en cuyo seno viven y vegetan una multitud de séres organizados. Es evi¬ dente que obra en ella la misma causa que produce el flujo y reflujo en las aguas del mar propiamente tal, respecto á que la acción de esta causa influye indi¬ ferentemente en todos los cuerpos, y á que la atmós- 506 REFLEXIONES fiera terrestre se compone de partes pesadas, movi¬ bles j y que, igualmente que las aguas, hacen su revolución diaria sobre el eje de la tierra. ¿Pero este mar tan sutil es accesible acaso á los mortales? ¿Les es por ventura permitido dirigirse por él, como lo hacen en el océano? Habernos hecho ya algunas reflexiones sobre la navegación, que por me¬ dio del mar ha puesto en comunicación todas las par¬ tes del globo. Detengámonos un instante sobre la navegación aérea, cuyo descubrimiento ha sido tan celebrado en nuestros días. La idea de un viaje emprendido por el hombre en medio del aire, prometía un espectáculo tan pasmoso y propio para excitar la admiración, que fácilmente se concibe como haya habido génios bastante osa¬ dos para intentar realizarle muchas veces. Inspiran¬ do el vuelo de las aves cierta rivalidad, parecía ofrecer el modelo del mecanismo que debía servir para la ejecución de este proyecto. Mas prescindiendo de la facilidad que hallan aquellas en la conformación de su cuerpo, en la estructura y posición de las alas para ejecutar los diversos movimientos relativos al vuelo, la grande fuerza muscular de que las dotó el Autor de la naturaleza, es lo que especialmente las dá la ventaja de herir el aire con bastante vigor y ra¬ pidez para elevarse á su arbitrio, avanzar hacia ade¬ lante, y cernerse sobre un mismo punto. Al contrario, la fuerza dejos músculos es muy inferior en el cuerpo humano á la que debería ser para ponerle en estado SOBRE LA NATURALEZA 507 de obrar en el aire por una superficie, y con una ve¬ locidad proporcionada á la masa de su cuerpo. Por eso han sido tan desgraciadas las tentativas de cuan¬ tos aspiraron á la práctica de un arte que parecíase debía dejar á los héroes de la fábula. Sin embargo, podría intentarse lo mismo de otro modo, esto es, sustituyendo al mecanismo del vuelo el de la navegación ; pero los medios propuestos para llenar este segundo objeto estaban limitados á sim¬ ples teorías. Así es que no se tenía aún en orden al arte de elevarse en los aires más que ensayos infruc¬ tuosos y especulaciones falsas, cuando reflexionando Montgolfier en 1782 sobre el fenómeno que presen¬ tan las nubes, que se sostienen flotando en la atmós¬ fera, concibió la idea de dar cubiertas muy ligeras á nubes artificiales, producidas por una combustión cu¬ yo calor, dilatando el aire encerrado en ellas, haría el todo específicamente más ligero que el aire exterior. Habiendo tenido más feliz éxito algunos ensayos que hizo en particular con su hermano, repitieron el experimento en Annonay al año siguiente, á presen¬ cia de gran número de espectadores. Vióse allí una especie de saco grande de tela forrado en papel, al principio informe, cubierto de pliegues y oprimido por su peso, hincharse y desarrollarse por la acción del fuego que se había encendido por debajo, elevarse después en figura de un globo de ciento diez piés de circunferencia, y llegar en menos de diez minutos á la altura de mil toesas. Repitióse luego el experimen- 5°8 REFLEXIONES to muchas veces en París; y sirvió la máquina para elevar hombres, que mantenían el fuego ellos mismos en una estufilla suspendida bajo la abertura del glo¬ bo. En los primeros ensayos hacían uso de cuerdas que sólo permitían á esta máquina elevarse á cierta altura : mas en fin, Pilatre de Rocier y el Marqués de Arlandes, partiendo con el globo abandonado á sí mismo, corrieron cerca de cuatro mil toesas en diez y siete minutos, y dieron el primer espectáculo del viaje que ha hecho el hombre por los aires. Montgolfier hacía quemar en sus experimentos materias animales con paja para hinchar el globo; y hubiera podido creerse que el ascenso de la máqui¬ na se debía en parte á la presencia de un gas parti¬ cular, compuesto de diferentes principios que se des¬ prendían en la combustión : pero se ha probado que este efecto únicamente provenía de la rarefacción del aire contenido en el globo. A poco del nuevo experimento de Annonay, se tuvo en París la idea de emplear el gas idrógenó, que es cerca de trece veces más ligero que el aire, en el estado de mayor pureza que había tenido hasta en¬ tonces, y sólo se trataba de hallar una cubierta im¬ penetrable á este gas, y en la que se le pudiese apri¬ sionar. Esta maniobra era más costosa, pero al mismo tiempo menos arriesgada, y de una sencillez en al¬ gún modo más elegante que la primera; pues el glo¬ bo se bastaría á sí mismo, y su volumen igualmente que su peso, serían sensiblemente menores. SOBRE LA NATURALEZA 509 Entre las diferentes especies de cubiertas que se propusieron, se prefirió el tafetán barnizado con go¬ ma elástica, disuelta en aceite de trementina. Un glo bo de casi doce piés de diámetro construido así, que se echó en el campo de Marte en 27 de Agosto de 1803, subió en dos minutos á cerca de quinientas toe- sas, sostúvose casi tres cuartos de hora en el aire, y fué á caer á cuatro leguas de París. En i9 de Diciembre del mismo año, embarcándose Charles y Robert en una barquilla, suspendida de un globo del mismo género, .y de veintiséis piés de diᬠmetro, anduvieron nueve leguas ántes de bajar; y bien pronto quedando solo el primero en la barquilla, se elevó á la altura de cerca de mil setecientas toesas, co¬ mo quien iba á tomar posesión en nombre de los físi¬ cos de la región de los metéoros. A proporción que un globo de esta especie sube por las capas de aire cuya densidad va en diminución, el gas menos comprimido tira á extenderse: lo que puede ocasionar el rompimiento del globo. Se preca¬ ve este accidente adaptando en él una válvula, que el navegante aéreo puede abrir para dejar salir par¬ te del gas, cuando su dilatación ha llegado á sus lí¬ mites. Puédese también moderar la resistencia de la válvula de modo que sea menor que la del tafetán: en este caso se abrirá por sí misma para dar salida al gas. Tres aeronáutas pasaron en 19 de Setiembre de 1 784 por medio de un globo algo diferente en su figu- Tomo XI- -65 REFLEXIONES 510 ra, pero del todo semejante en su mecanismo físico, desde el jardín de las Tullerías hasta Flandes, ha¬ biendo hecho la travesía de cerca de cincuenta len- omas en seis horas. Finalmente, Blanchard y Jeffiers, el uno francés é inglés el otro, pasaron en 7 de Hnero de 1 785 de In¬ glaterra á Francia, llenando de asombro por su atre¬ vimiento á las dos naciones que los vieron atravesar el océano por una ruta desconocida ántes á los mor¬ tales.1 Se ha dicho que para hacer útil el brillante descu¬ brimiento de los globos con el gas inflamable, sería 1 Entre las varias ascensiones aerostáticas que se han hecho desde esta época hasta nuestros días, creemos deber hacer men¬ ción de la que en 8 de Octubre de 180 1 hizo en Viena el profe¬ sor Robertson á presencia de SS. A II. y RR. los archiduques, de toda la nobleza y de infinitos espectadores. A las cinco y me¬ dia de la tarde se elevó Mr. Iiobertson en el Príter, y habiendo llegado á cierta elevación bastante considerable, arrojó un “para- caídas’’ con un carnero vivoquebajó con mucha lentitu h Fué no- t able este viaje por la prueba que hizo Robertson de una vela gran¬ de que le sirvió para dar dirección a! globo. Por este medio pudo dirigirle en una línea oblicua, que difería quince grados de la que le hubiera hecho seguir el viento. Observó que la electrici¬ dad atmosférica desaparecía de repente cuando pasaba sobre al¬ gún bosque, y que siempre era positiva y abundante, aunque el tiempo estuviese muy claro. A las seis menos cuarto llegó á la mayor elevación, que fué más de setecientas toesas, señalando entonces el termómetro seis grados sobre cero; y bajó á las seis á una llanura distante de Viena cuatro leguas y media. SOBRE LA NATURALEZA 5 1 1 necesario hallar medio de darles dirección ; mas si es¬ to no es posible por un mecanismo análogo á las alas de las aves, tampoco lo es por el de la navegación ordinaria : porque en ésta la nave está en dos medios, de los cuales el uno por su resistencia permite diri¬ girse muy cerca del viento, mediante el aparejo del velamen; en lugar de que la barquilla aérea, manio¬ brada solamente en el seno del aire, apenas puede dejar de seguir la dirección del viento. Por lo demás, ¿no es quizá muy cierto que el descubrimiento de que hablamos no acarrease más ventajas que utili¬ dades? El hombre que se vale de los medios más inocentes para tormento de sus semejantes, ¿no abu¬ saría acaso de este como de otros muchos, sin que por otra parte hubiese recursos bastantes para res¬ guardarse de los más terribles inconvenientes? Sin embargo, el uso de los globos puede conducir á descubrimientos interesantes á la física, y sin riesgo de la humanidad. En efecto, se podría determinar por este medio á qué altura varían de dirección los vientos que soplan en la parte inferior de la atmós¬ fera, cuando hay dos corrientes opuestas una encima de otra: observaciones importantes, especialmente en los países donde reinan los vientos generales. Iríase también á tomar aire á diferentes elevaciones, valién¬ dose de vasos llenos de agua que se vaciarían des¬ pués, para dejar entrar en ellos el aire de la región donde se llegase: el análisis haría conocer la relación entre las cantidades de gas oxígeno y de ázoe á cada 512 REFLEXIONES altura. Igualmente se lograría determinar la ley que sigue la diminución del calor á diversas elevaciones: como cimiento útil para el cálculo de las refracciones astronómicas. Finalmente, el estudio de la electrici¬ dad del aire y de diferentes metéoros adelantaría mu¬ cho con observaciones hechas de cerca, y en la región misma en que residen los fenómenos. Así es como se podría hacer redundar en nuestra utilidad el des¬ cubrimiento de Ios-globos aereostáticos, sin obstinar¬ se en inquirir la navegación aérea respecto á que cuando nos la negó el Autor de la naturaleza, no fué sin justas causas. LIBRO SEXTO EL FUEGO DIEZ Y OCHO I)E AGOSTO Materia ígnea Existe en beneficio del globo que habitamos un principio de calor, sin el cual todo lo que tiene viciar en la naturaleza dejaría de existir. El sol vertiendo á cada instante sobre la tierra inmensos torrentes de luz que la iluminan, los vierte también de fuego que la calientan, y de un fluido particular que la electri¬ zan. El fluido infinitamente sutil que nos calienta, es el fuego propiamente tal; el fluido igualmente su¬ til que agita y electriza la naturaleza, es la materia eléctrica , y el fluido no menos sutil aún, que nos ilu¬ mina, es la materia luminosa. Estos tres fluidos no parecen ser en el fondo más que una misma sustan¬ cia, que diversamente modificada adquiere diferentes propiedades ; y nada hay más conforme á la sencillez é índole de la naturaleza. Síguese de aquí que el fuego eléctrico es esencial¬ mente el mismo que emana del sol con la luz ; el mis¬ mo que el que vomitan los volcanes, y el que sale del seno de las nubes. En efecto, un fluido que bri- 514 reflexiones 11a ® ilumina como lo hace la luz, y cuya, acción igual¬ mente que la su^a, se trasmite en un instante á grandes distancias; un fluido á quien la impulsión y frotamiento dan todas Fas propiedades de la luz, ¿po¬ drá ser otra cosa que la luz misma, que no parece distinguirse del fuego elemental? Por otra parte, un fluido que como el fuego ele¬ mental se halla esparcido por todos los cuerpos de nuestro globo, que se comunica como el fuego de un cuerpo á otro, se acumula en aquellos que no le dan paso líbre, un fluido tal, repito, ¿tendría tanta analo¬ gía con el fuego sin tener en sustancia la misma na¬ turaleza, la propia esencia y los mismos principios? Podemos pues considerar la luz como una materia que ilumina, calienta y electriza á veces toda la na¬ turaleza visible; y bajo este triple aspecto va á fijar nuestra atención en las reflexiones siguientes. Como fluido luminoso es el objeto de las más be¬ llas ciencias de que puede gloriarse el entendimiento humano: estas son la óptica, dióptrica y catóptrica. Como fluido ígneo es aún por muchos respectos un gran misterio de la naturaleza. Como fluido eléctri¬ co presenta á nuestra vista los más brillantes expe¬ rimentos; pero cuantos más son los efectos que ofre¬ ce á nuestra admiración, tanto más parece ocultar su , conducta y acción á nuestra inteligencia. El sol girando sin cesar sobre su eje, arroja de sí constantemente torrentes de esta materia tan sutil como rápida. Nuestras observaciones pues, sobre la • SOBRE LA NATURALEZA 515 naturaleza del fuego, nos conducen naturalmente á la antorcha de donde' dimana. Así es como elevándo¬ nos insensiblemente sobre la tierra, vamos bien pron¬ to á recorrer esas esferas que ruedan al rededor del sol como su centro, esa otra multitud de astros su¬ mamente distante de nosotros, y abismarnos en la contemplación de estos vastos cuerpos que nos pin¬ tan de una manera tan magnífica y augusta la ma¬ jestad del Señor del universo. Mirad, mortales, ese fuego que parece encendido en los astros, y que derrama por todas partes la luz y la vida ; contemplad ese fluido singular que amonto¬ nado con superabundancia en los cuerpos electriza¬ dos, salta algunas veces de su seno en forma de chis- pas ó erupciones súbitas, con variedad de impulsos más ó menos violentos. Este mismo fuego subsiste pacíficamente oculto en la naturaleza, y espera que le excite el choqué de los cuerpos para salir con ímpetu á hacer bambolear las ciudades y las monta¬ ñas. El hombre ha sabido encenderle, haciéndole ser¬ vir para todos sus usos. El fuego le presta su fuer¬ za: trastorna de un golpe los edificios y las rocas; y si queremos contraernos á un uso más moderado, e! fuego nos comunica un calor suave, cuece nuestros alimentos, &c., &c. Ya ves como Dios con una materia imperceptible á los sentidos por su sutileza, supo hacer para tí de todo el cielo el espectáculo más magnífico, y tras¬ formar en una deliciosa morada este globo qué habi 5i6 REFLEXIONES tas. Disfrutando pues en medio de la luz del porten¬ toso cuadro de la naturaleza, proporcionándote por medio del fuego todas las comodidades de la vida. ¿ podrás dejar de reconocer al poderoso Criador del universo, é infinito bienhechor de todas las criaturas? DIEZ Y NUEVE DE AGOSTO Naturaleza del fueg-o y sus efectos El fuego es quizá el más incomprensible de todos los cuerpos. Cuanto puede asegurarse en orden á este elemento, se reduce á que es una sustancia ma¬ terial, respecto que afecta nuestros sentidos, y obra inmediatamente sobre todos los cuerpos; que su na¬ turaleza es inalterable y sensiblemente homogénea; peí o que no quema ni ilumina, sino cuando se des¬ prende de las sustancias á que está unido. Comunmente se toman por fuego las materias en combustión, ó que exhalan llama y dan calor ; pero los físicos no descubren en estos fenómenos, más que los efectos del fuego. Para entender esta teoría, recordemos las ideas que se deben formar del oxí¬ geno, una de las partes constitutivas del aire. El oxígeno existe en dos estados: en el do fluido elás¬ tico, donde parece estar combinado con gran canti¬ dad de luz y de fuego que llamamos también calóri¬ co; y en el de fijeza, donde se halla privado de la luz SOBRE LA NATURALEZA 5T7 ó del fuego que íe daba la forma de finido, la que no adquiere después sino en cuanto se le restituye la porción de luz ó de fuego que había perdido. En el primer estado se llama aire vital ó gas oxígeno , y en el segundo simplemente oxígeno. Se ha descubierto que la llama y calor que se'pro- ducen durante la combustión, dimanan del aire vi¬ tal, macho más que de los cuerpos que arden, y que se desprenden principalmente de este fluido elás¬ tico, cuya extrema división anuncia en efecto gran cantidad de luz y de fuego sin comparación mayor que en los más de los cuerpos combustibles, más ó menos sólidos. Es decir, que durante la combustión la base del aire vital ó el oxígeno, se combina con el cuerpo combustible con quien tiene mayor atrac¬ ción que con el fuego, el cual se halla así desprendi¬ do y en estado de obrar sobre nuestros sentidos. La leña que se quema en nuestras cocinas, la cera y el aceite que nos alumbra, no son pues el verdadero ipanantial del fuego y de la luz que se desprenden en estas combustiones, sino que ambos se separan del aire vital necesario para mantener la inflamación de la rríadera y de las bugías; de suerte que nos propor¬ cionamos á gran costa materias propias para hacer saltar de en medio del aire el fuego y la luz, que dismi¬ nuyen el frío del Invierno y la oscuridad de la noche. Nada hay en la naturaleza que exceda á la violen¬ cia del fuego; y no pueden considerarse sin asombro los efectos que produce en todos los cuerpos, y la ex- Tomo ix. — 66 REFLEXIONES _5i3 tremada rapidez goti que sus partes se ponen en mo¬ vimiento. j Pero qué pocos son los que piensan en- estos efectos, y los juzgan dignos de su atención! Sin embargo, todos los días experimentamos la influen¬ cia benéfica del calor. Detengámonos pues á consi¬ derar este singular beneficio del Cridor. El fuego afecta todos los cuerpos, y no obstante que están más ó menos sujetos á su influjo, no hay uno solo que no pueda ofrecer cantidades diferentes de este elemento. Unos se calientan con mucha pron¬ titud, otros muy lentamente. En general los cuerpos negros se calientan más pronto, y conservan más tiempo el calor: así, en igualdad de circunstancias, los vestidos de este color son más callentes que los blancos. El movimiento, la presión, y la frotación, causan siempre calor, especialmente en los sólidos: efecto que parece debido al desprendimiento de fuego que resulta de la presión, á semejanza del agua que se exprime de una esponja. Otro efecto del fuego es que dilata y rareface to¬ dos los cuerpos,, haciéndoles ocupar mayor volumen. Un pedazo de hierro que trío pasa fácilmente, por una hilera, no puede entrar si está caliente. Esta di¬ latación es aún más sensible en los fluidos, y nos sei- vimos de ella para medir los grados de calor: así es como los indica el mercurio ó el espíritu de vino se¬ gún el mayor espacio que ocupa en los tubos de los termómetros. SOBRE LA NATURALEZA 5r9 £1 fuego comunica su fluidez al agua, ai aceite, á ias grasas y generalmente á todos los metales hasta ilegar á fundirlos. El fuego penetra con más facili¬ dad estos cuerpos que otros, y viene á separar más pronto las partes que los constituyen. Los puede ha¬ cer pasar sucesivamente del estado de sólidos al de líquidos, y de este estado al de fluidos elásticos. Así es que el ablandamiento, la fusión, la volatización, la vaporización, en fin, el estado de gas son efectos su¬ cesivos de la acción del fuego. Otros cuerpos sólidos padecen al fuego diversas mutaciones. La arena, el guijarro, el cuarzo y otros, se vitrifican en él mediante ciertos intermedios ; la ar¬ cilla toma en él la dureza de la piedra ; los mármoles y la creta se trasforman en cal. Respecto de los vivientes, el fuego produce en to¬ das las partes de 'su cuerpo la sensación del calor: entendemos bajo este nombre un efecto cuya causa es el fuego. Sin este elemento no podría el hombre conservar la vida un instante; porque para vivir es preciso que una cierta porción de calórico conserve el movimiento de la sangre. Es pues el fuego un fluido particular esparcido por todos los cuerpos, á los cuales penetra con más ó me¬ nos energía. Considérasele en dos estados: en el de combinación, y en el de libertad. El fuego ó caló¬ rico combinado , no es sensible ni á nuestros órganos, ni aún al termómetro: constituye uno de los princi¬ pios de los cuerpos en que reside. Frecuentemente 520' REFLEXIONES se desprende en su descomposición; y pasando en¬ tonces al estado de calórico libre , es capaz de obrar en los cuerpos colocados en su atmósfera : el termó¬ metro puede medir su fuerza é indicar sus grados. Una de las propiedades características de este sér y privativa suya, es la rarefacción , que obra el calórico en todos los cuerpos de la naturaleza. La fusión ó licuación, la volatización ó sublimación, el tránsito de líquidos á la forma de vapores, ó de fluidos elásticos, son efectos constantes de la penetración, ó más bien de la combinación del calórico. El agua helada, absor- viendo cierta cantidad de fuego, se liquida: una dosis mayor de este principio la hece invisible dándole la forma de aife. Tal es la teoría general de la forma¬ ción de todos los fluidos elásticos, que hacen tan gran papel en la química moderna. I odos están compues¬ tos de una base más ó menos sólida, y de calórico en muy gran cantidad. Empléase la palabra aire para denotar entre estos fluidos los que son propios pa¬ ra la combustión y respiración : la de gas indica los que no pueden servir á estas dos operaciones. Ob¬ servemos también que estas denominaciones no con vienen más que á los fluidos elásticos, que semejan¬ tes al aire atmosférico, subsisten ordinariamente en este estado, y que se debe designar con el nombre de vapores , lo que es propio á los que así como el agua y el espíritu de vino, se dejan elevar por todos los cuerpos circunvecinos aptos para constituirlos fluidos aeriformes. SOBRE LA NATURALEZA 521 No debe confundirse la vaporización de que aca¬ bamos de hablar, con la evaporación , fenómeno en el que las moléculas de un líquido abandonan la masa de que eran parte, para elevarse en la atmósfera: lo cual es un efecto de la afinidad. El aire disuelve el agua de la misma manera y con las propias circuns¬ tancias que el agua disuelve las sales: y al modo que el agua en calentándose es capaz de disolver nueva cantidad de sal, y abandona al enfriarse parte de la que había disuelto, así también á proporción que se calienta ó enfría el aire, disuelve el agua en mayor ó menor cantidad. Exponed á una ventana una botella de vidrio blan¬ co, exactamente cerrada : por la noche Cuando el ter¬ mómetro empieza á bajar, notaréis que parte del agua contenida en el aire de que estaba llena la bo¬ tella, se deposita en forma de gotitas sobre las pare¬ des superiores, que por estar más expuestas se deben enfriar ántes ; y esta especie de rocío es más copioso cuanto más baja el termómetro ; volviéndose á calen¬ tar después el aire entre el día resuelve nuevamen¬ te el agua que se había precipitado durante la noche. Este aire representa la atmósfera: el vaso sujeto al experimento no hace más que poner á la vista lo que pasa en otra parte de una manera insensible. Echando agua fría en un vaso de cristal bien seco por defuera, producís en las paredes exteriores en¬ friadas por la proximidad de esta agua, un precipita¬ do de la que está en disolución del aire vecino. A me- 522 REFLEXIONES dida que la temperatura del agua se eleva á medio grado, vertedla en otro vaso, y observad el término en que se detiene el precipitado: este término indica el grado de saturación del aire. Así, en un día en que la atmósfera está cargada de humedad por un cielo que llamamos puro y sereno, unidos íntimamente el aire y el agua, y conservando una perfecta traspa¬ rencia, nos presentan la imagen del agua combinada con cierta cantidad de sal, sin perder nada de su cla¬ ridad. Así es como se forma idea de la diferencia que hay entre la evaporación y la vaporización. La prime¬ ra es el efecto de la fuerza atractiva que ejerce el agua en el aire; y el calor no interviene en ella sino secundariamente, para aumentar esta atracción. La segunda es producida por la virtud repulsiva mutua de las moléculas del agua, convertida en fluido elás¬ tico.- el calor es su agente principal é inmediato; y el aire lejos de favorecerla, le opone un obstáculo, no sólo por su presión, sino también porque prolongan¬ do la evaporación, ocasiona un enfriamiento, que es contrario ála evaporación. Supuesto este principio en orden á la evaporación, se explican con gran facilidad muchos fenómenos que observamos frecuentemente. Así cuando hiela, por¬ que el aire exterior es más frío que el de las habita¬ ciones, la capa de aire interior que está en contacto con los vidrios, enfriándose por la pérdida de calóri¬ co que pasa fácilmente atravesando su poco grueso, ROBRE LA NATURALEZA 523 se desprende de parte del agua que tenía en clisóla- Ción, de donde resulta que los vidrios quedan moja¬ dos en lo interior. Lo contrario sucede en el deshielo, en que es menor el frío exterior, lo que hace decir que se tiene trio en las casas: entonces se muestra la humedad en lo exterior de los vidrios. Échase también de ver por que el aliento de los animales, más caliente en el Invierno, que el aire en que se respira, se hace visible bajo la forma de hu¬ mo, producido por el agua que abandona el aliento al enfriarse. La naturaleza está llena de esta suerte de efectos, fáciles de comprender por la analogía que tienen con los anteriores. Todas estas observaciones son una nueva prueba de esta importante verdad: que Dios lo ha ordenado todo al bien de los hombres y que ha querido darnos en todas partes pruebas visibles de.su grande amor. ¿Cuántas ventajas no nos proporcionan solamente los efectos del fuego? Por la unión de este elemento con el aire se renuevan las estaciones, y se conserva la salud del hombre: por el fuego adquiere el agua la facultad de moverse, y sin él perdería bien pronto su fluidez. Por el dulce movimiento que el fuego mantie¬ ne en todos los cuerpos organizados, los va condu¬ ciendo como por grados á su entera perfección El luego conserva la rama en el botón, la planta en la semilla, y el embrión en el huevo: da á nuestros ali¬ mentos la preparación necesaria, y hace los metales propios para nuestro uso. En fin, si reunimos las di- 524 REFLEXIONES versas propiedades del fuego, conocerémos que el Criador ha derramado por medio de él una multitud de beneficios sobre nuestro globo: verdad preciosa que debería causar la mayor impresión en nuestro corazón, excitarnos áamar al Autor ele nuestro sér, é inspirarnos el dulce contento del alma, que hace deli¬ ciosa nuestra vida. Cuanto más adelantamos en la investigación de la naturaleza, más claramente cono¬ cemos que todo concurre á un fin el más perfecto. Por todas partes descubrimos planes magníficos, un orden admirable, un enlace, una armonía constante entre las partes y el todo, entre los fines y los me¬ dios. Para convencernos de estas útiles verdades, no es necesario ni demasiada atención, ni mucha cien¬ cia: basta la tranquila contemplación de la naturale¬ za, y las más veces el sencillo uso de nuestros senti¬ dos, para reconocer que todo cuanto Dios ha hecho, es obra de una sabiduría y bondad infinitas. VEINTE ÜE AGOSTO Efectos del aire y del fuego en la combustión, y en la respiración y calor de los animales La explicación de muchos fenómenos que no he¬ mos hecho más que indicar anteriormente, nos es mu¬ cho más fácil supuestas las consideraciones que han precedido sobre el agua, el aire y el fuego, y que va¬ mos á examinar aún más particularmente. SOBRE LA NATURALEZA 525 Investigando cuales pueden ser las propiedades distintivas del aire, encontramos dos muy propias pa- ra caracterizarle, pues le pertenecen exclusivamente: la una, favorecer la inflamación de los cuerpos com¬ bustibles ; la otra, conservar la vida de los animales sirviendo para la respiración. ' Entre los cuerpos combustibles, unos arden con una llama viva y brillante, como los aceites, las ma¬ deras, las resinas, &c.; otros como el carbón, se que¬ man sin llama muy notable; algunos se consumen con un movimiento lento y poco sensible, según se observa en varias materias metálicas. Ningún cuerpo combustible puede arder sin el contacto del aire at¬ mosférico, ó de una materia que se ha extraído de él, ni arde tampoco en una cantidad determinada de este aire, más que hasta cierto punto. Cien par¬ tes de aire atmosférico sólo contienen veintisiete que puedan servir para la combustión; la cual cesa luego que éstas son absorvidas por el cuerpo combustible, sin que se pueda inflamar de nuevo. Así es que un cuerpo que arde en el aire, hace una verdadera anᬠlisis de este fluido ; absorve la parte del aire vital, que aumenta el peso del cuerpo, y muda su naturaleza. El gas ázoe que queda, apaga las materias en com¬ bustión, y mata los animales. Consiste pues la combustión en la absorción del aire vital por los cuerpos combustibles ; y como este aire es un gas, y absorviéndole muchos de estos cuer¬ pos le hacen perder la forma solida, pierde entonces Tomo ii- 67 526 REFLEXIONES el mucho calórico ó fuego que le daba la de fluido elástico: tal es el origen del calor producido durante ¡a combustión. De aquí resulta que cuando se que¬ ma un cuerpo para calentarnos, como lo hacemos pa¬ ra templar los rigores del Invierno, del aire mismo es de quien se saca, á‘ lo menos en la mayor parte, el calórico que está combinado con él. Aún puede añadirse que cuanto más frío es el aire tanto más ca¬ lor se saca de él, porque pasa mayor cantidad de es* te fluido bajo un mismo volumen en un espacio dado, cuando la atmósfera está fría. Todos saben que el fuego de nuestras cocinas es mucho niás activo siem¬ pre que el aire se enfría de repente; y en este prin¬ cipio es en el que se funda el arte de aumentar la combustión, mediante el aire condensado que arro¬ jan los fuelles en la madera ya caliente. Estos conocimientos, aunque muy limitados, se de¬ ben á los nuevos descubrimientos sobre la inflama¬ ción de los cuerpos, y facilitan la inteligencia de otro fenómeno muy análogo á éste. La respiración, igual¬ mente que la combustión, descompone el aire común: pues tampoco puede hacerse sino en razón del aire vital contenido en la atmósfera; y cuando este aire se ha consumido perecen los animales en el gas ázoe que es el que queda. La respiración considerada en todos los animales es una función destinada á poner la sangre en con¬ tacto con el fluido en que habitan. El hombre y los cuadrúpedos tienen á este efecto un órgano que des- SOBRE LA NATURALEZA 527 cribimos ya, llamado pulmón. Esta viscera es un agre- gado de vejigu illas huecas, y de vasos sanguíneos, c|ue se extienden formando gran número de areolas en la superficie de las vesículas, las cuales permiten la acción del aire sobre la sangre. El aire las dilata en la inspiración,* una porción del oxigeno atmosféri¬ co se combina con un principio contenido en la san¬ gre, que llamamos carbono: esta combinación forma el ácido carbónico que se desprende con el gas ázoe. Cierta porción de hidrógeno se sepára también déla sangre. venosa, y uniéndose á otra cantidad del oxí¬ geno del aire, forma agua que se exhala con el aire espirado. Otra porción de agua, que proviene inme¬ diatamente de la traspiración pulmonar, se disuelve en el aire de la espiración. Una parte de calórico, ó del calor separado del aire vital, pasa á la sangre que corre por los pulmones, le vuelve á dar la tem¬ peratura de treinta y dos á treinta y tres orados v se derrama con ella por todos los órganos. Así es como se repara el calor animal, que cotínuamente nos quitan la atmósfera y los cuerpos circunvecinos. Por lo demás, parece incontestable, supuesta la conside¬ ración de la mudanza progresiva que experimenta la sangre, y la de la diseminación casi uniforme del calor en las diferentes partes del cuerpo, que al efecto se produce sucesivamente, y que no debe mirarse el ca¬ lor animal como el resultado de una combustión que se ejecuta en el pulmón sólo, sino como el de una combustión lenta que se hace en el trascurso de la SOBRE LA NATURALEZA la misma naturaleza que la del hombre, la de los cua- drúpedos y aves. Los insectos en lugar de pulmones tienen en 1 S su¬ perficie de sus cuerpos unas aberturitas llamadas es- tizmas, y por ellas obran en el aire y producen el ácido carbónico: tienen también un grado de calor animal proporcionado á la producción de este gas. Es muy probable que las luciérnagas descomponen igualmen¬ te e gas oxigeno, y que el calórico que se desprende de él, toma el estado de luz, en lugar de dar calor , Dos fenómenos demasiado multiplicados, á saber ■a combustión y la respiración, conspiran á alterar con¬ tinuamente el aire que rodea nuestro globo; y este fluido sería muy pronto insuficiente para conservar estas dos acciones naturales, si no hubiese otros fenó¬ menos capaces de renovar la atmósfera, restituyéndo¬ le la parte que se le quita sin cesar. Pero el univer¬ so es obra de un Sér sumamente sabio: todo en él guarca cierta proporción, y ninguna de las ruedas de esta inmensa máquina se halla en oposición con otra. emos visto ya, y aún lo veremos después más am¬ pliamente, que los vegetales tienen órganos muy ex¬ tensos, destinados á extraer el aire vital del agua v a verterle cuando son heridos de los rayos del sol en la atmósfera, á fin'de darle las propiedades nece- sanas para la conservación de los vientos. 53o REFLEXIONES VEINTIUNO DE AGOSTO Efectos del aire, del agua y de la luz, en la formación de las sustancias vegetales y animales El aire y el agua, según hemos probado, bastan para la vegetación : la tierra sólo sirve de apoyo y base á las plantas. Es necesario que esta base sea bastante suelta para dejar penetrar y crecer las raí¬ ces; que admita el agua en sus poros, sin detenerla demasiado tiempo, y que el aire pueda también in¬ troducirse entre sus moléculas; porque las raíces ne¬ cesitan de cierta porción de este fluido, como lo con¬ vence la situación de las que llaman rastreras, y el modo con que muchas se elevan y buscan, por decirlo así, cómo aproximarse á la atmósfera. Esta es la ra¬ zón porque la arena pura, que es demasiado porosa y deja correr ó evaporar el agua prontísimamente, no conviene á todos los vegetales. Por otra parte la arcilla ó greda, demasiado crasa, untuosa y compac¬ ta, es nociva á todas las plantas, comprimiendo sus raíces, deteniendo demasiado la parte acuosa, y opo¬ niéndose á su vaporización. Una mezcla exacta de arena con aquellas tierras, formando otra movible, penetrable, aunque bastante consistente, es más.útil para los vegetales. Verdad es que la greda influye por otra causa en la vegetación, por ser parte de los abonos; pero aquí no consideramos la tierra sino co- 53o REFLEXIONES VEINTIUNO DE AGOSTO Efectos del aire, del agua y de la luz, en la formación de las sustancias vegetales y animales El aire y el agua, según hemos probado, bastan para la vegetación : la tierra sólo sirve de apoyo y base á las plantas. Es necesario que esta base sea bastante suelta para dejar penetrar y crecer las raí¬ ces; que admita el agua en sus poros, sin detenerla demasiado tiempo, y que el aire pueda también in¬ troducirse entre sus moléculas; porque las raíces ne¬ cesitan de cierta porción de este fluido, como lo con¬ vence la situación de las que llaman rastreras, y el modo con que muchas se elevan y buscan, por decirlo así, cómo aproximarse á la atmósfera. Esta es la ra¬ zón porque la arena pura, que es demasiado porosa y deja correr ó evaporar el agua prontísimamente, no conviene á todos los vegetales. Por otra parte la arcilla ó greda, demasiado crasa, untuosa y compac¬ ta, es nociva á todas las plantas, comprimiendo sus raíces, deteniendo demasiado la parte acuosa, y opo¬ niéndose á su vaporización. Una mezcla exacta de arena con aquellas tierras, formando otra movible, penetrable, aunque bastante consistente, es más.útil para los vegetales. Verdad es que la greda influye por otra causa en la vegetación, por ser parte de los abonos; pero aquí no consideramos la tierra sino co- SOBRE LA NATURALEZA 531 mo el simple suelo, ó la base que sostiene las plan¬ tas, y bajo este respecto nada les suministra. Todos los frutos prueban que el agua y el aire son los úni¬ cos agentes de la vegetación, y que las plantas sacan su alimento de estos dos cuerpos. Se dirá sin embar¬ go, ¿cómo pueden ser bastantes para ejecutar la ger- m nación de las semillas, el incremento de los vegeta¬ les, y las mutaciones que experimentan estos cuerpos organizados desde el desarrollo del germen hasta su destrucción ó muerte? ¿Por medio de qué mecanismo contribuyen estos dos agentes á la formación de los principios constitutivos de los séres que vegetan, y que al parecer se diferencian tanto unos de otros? Los descubrimientos hechos de algunos años á esta parte sobre la vegetación, comienzan á correr el velo con que la naturaleza había cubierto hasta ahora esta operación. Primeramente se ha observado que las plantas que cree m á la sombra, quedan blancas, desabridas, acuo¬ sas, y como sin fuerza. Las legumbres ahiladas, que se hacen vegetar á la sombra para el uso de núes- ' tras mesas, oftecen al físico un estado análogo á la enfermedad que amortigua el calor á la. juventud. El contacto de la luz y de los rayos del sol es el verda¬ dero remedio de este mal : pues las plantas que se exponen al influjo de este astro, se fortifican, se ende¬ rezan, toman color; su blandura, blancura y gusto desabrido se ven remplazados con la producción de fibras más robustas y duras, y con materias colora- 532 REFLEXIONES das y sabrosas. La escarola, que privada de la luz sale blanca, tierna y dulce, se vuelve prontamente verde, dura, leñosa y amarga, cuando crece al descampado. Los países situados bajo el ecuador, cuyo suelo re¬ cibe casi á plomo los rayos del sol, son la patria de las resinas, de los colores vegetales, de los aceites volátiles, y de los perfumes. Todo se reúne aquí pa¬ ra mostrar, que el contacto de los rayos de este as¬ tro influye singularmente sobre la formación de los principios combustibles y aceites de la naturaleza en los vegetales. Se ven plantas que buscan la luz con una especie de instinto: los tallos de las cebollas que se tienen en las chimeneas, se inclinan constantemen¬ te hacia las ventanas; las plantas que crecen en las cuevas, se extienden y elevan hacia las claraboyas; al¬ gunas flores siguen el sol en su carrera y hacen su gi¬ ro con él; otras se abren al nacer, y parece que ofrecen á su dulce influencia los órganos preciosos que ocul¬ tan; y al contrario se cierran al ponerse este astro. Hay también algunas cque para abrirse esperan el momento en que el sol está en su mayor elevación, y cuando sus rayos caen más perpedicularmente so¬ bre la tierra; vánse después cerrando á proporción que los manojos de luz las hieren más oblicuamente. El aire es más saludable por la acción de un fresal encerrado bajo una campana, y expuesto á la luz. Un vaso de agua que contenga hojas de árboles, y si¬ tuado del mismo modo, herido por los rayos del sol, se llena poco á poco de un fluido elástico: la super- SOBRE LA NATURALEZA 533 ficie superior de las hojas se cubre de ampollas, que suben sobre el agua ; y esta producción es tanto más pronta cuanto el sol vibra mejor sus rayos. Este es el aire vital muy puro que se desprende en esta ope¬ ración . pero llevadas las hojas á la sombra, sólo dan un fluido elástico impuro. Sin agua, la producción del aire no se verifica en la superficie de las hojas: sin luz, no la hay; y faltando ambos á dos agentes pere¬ cen los vegetales. Cuando el agua obra en ellos sin sol, crecen blancos, débiles, y sus tubos están llenos de jugos insípidos y acuosos. Hay pues en la influen¬ cia necesaiia y simultanea del agua y de la luz en las plantas un efecto recíproco, una reacción que sólo puede explicarse mediante los conocimientos mo¬ dernos. Según que el aire vital se desprende de las hojas humedecidas y expuestas á la luz del sol, toman co¬ lor los vegetales, y se forma la materia oleosa ; lo cual indica que la descomposición del agua atmosférica produce este efecto: la luz solar y cierto grado de calor favorecen esta descomposición ; las hojas absor- ven por medio de sus vasós el hidrógeno del agua, en lugar de que la luz se une con el oxígeno, y le pone en estado de aire vital. Una porción de este oxígeno se fija al mismo tiempo en el tejido vital, y es deteni¬ do en él especialmente por el carbono. El hidrógeno se combina allí en el estado de aceite, de extracto de mucilago, &c. Algunos físicos opinan que los vegetales descom- Tomo ii. — 68 534 REFLEXIONES ponen también el ácido carbónico del que tiene ordi¬ nariamente en disolución el aire atmosférico de cien partes (casi una, y que de él sacan el carbonoyque cons¬ tituye parte de sus principios y que se halla en ellos en bastante abundancia, al paso que la luz separa el oxigeno bajo la forma de aire vital Otros piensan que las tierras vegetales, el humus , el estiércol, y par¬ ticularmente el agua de éste, suministran el carbono dividido y aún disuelto en el aguaique las plantas absorven por sus raíces este principio, y que no le elevan á ácido carbónico. -De suerte que los abonos, según esta opinión, sólo dan el carbono; y el agua del estiércol no es más que una disolución saturada de este principio. A estos dos grandes efectos, que explican cómo la luz, el aire y el agua son suficientes para la vege¬ tación, debemos añadir que las raíces chupan en la tierra el agua natural; y que subiendo ésta por las raíces, que hacen veces de tubos capilares, arrastra consigo tierras, materias metálicas, y alguanas sales neutras, que se vuelven á hailar en las cenizas de los vegetales. Tales son los grandes fenómenos queja naturaleza considerada en sí misma presenta al observador. Es¬ te es el modo sencillo con que la física moderna ha llegado á comprender parte de la causa que los pro- * duce. El hidrógeno, el carbono, el oxígeno, y en al¬ gunos un poco de ázoe, son en su última análisis los principios á que se reducen los materiales inmediatos 'SOBRE LA NATURALEZA 535 y con°cidos de los vegetales. Con tan débiles medios se produce esta inmensa variedad de colores, de olo¬ res, de sabores, y de consistencia que conocemos en las plantas, y que todos distinguen en ellas de las materias que se emplean para nuestro sustento, ves¬ tido, construcción de edificios, &c, ¡Pero cuánto más visiblemente no se nos descubri¬ rá el poder del Criador, si consideramos todas las di¬ ferencias que deben experimentar los vegetales en la naturaleza y en las propiedades específicas desús principios, según las diversas épocas de su vegeta¬ ción; si consideramos, repito, que no pueden quedar jamás en el mismo estado, y que las varias escenas que presentan al germinar, al echar hojas, al flore¬ cer, al fructificar y madurar, que constituyen la vida vegetativa, deben estar acompañadas, y aún señala¬ das por mutaciones interiores, como efectivamente lo son por sus apariencias externas! Si de las plantas pasamos á los animales, todas las diferencias que advertirémos entre estas dos especies de séres, parecen pertenecer principalmente á la pre¬ sencia de un principio que abunda más en los últi¬ mos que en los primeros. Este principio es el ázoe: se diiía que basta añadirle á las materias vegetales para convertirlas en sustancias animales ; y que si se les quitase á éstas, se las trasformaría de algún mo¬ do en vegetales, el ázoe es pues el cuarto principio piimitivo que en el animal se junta al hidrógeno: al 536 REFLEXIONES carbono y oxígeno, que según hemos visto constitu¬ yen el vegetal. Así es que la fijación ó adición del ázoe se debe considerar como el principal fenómeno de la anima- lización; pero este no tanto se verifica por la fijación de una nueva cantidad de esta sustancia, como por la sustracción de otros principios; y la respiración aumenta la proporción del ázoe desprendiendo gran porción de hidrógeno y de carbono. ¡Que sencilla es la naturaleza, y cuán bella se ma¬ nifiesta en esta misma sencillez! ¡Cuán fecundos son en sus manos los medios más simples ! Así cuando ja I rimavera parece despertar á nueva vida á todos los seres, el sol elevado sobre el horizonte es la cau¬ sa de los grandes efectos que hechizan entonces nues¬ tra vista. Este astro efectúa la vegetación, y por un doole beneficio, al mismo tiempo que produce en las plantas esas diversas combinaciones que suministran la sustancia á los animales, renueva la atmósfera, esparciendo por ella torrentes de aire vital que la hacen saludable. Los objetos al parecer más inútiles, las hojas de los árboles, son los instrumentos de es¬ tas pasmosas operaciones; y el agua ayudada de la luz del sol, les suministra los materiales. SOBRE LA NATURALEZA 537 VEINTIDOS DE AGOSTO Descomposición natural de las sustancias vegetales y animales Aunque para el común de los hombres haya muy gran diferencia aparente entre la destrucción lenta de los vegetales, y entre su crecimiento y desarrollo, sin embargo, la observación enseña á los físicos que estos dos fenómenos dimanan de causas y movimien¬ tos análogos: la naturaleza hace servir las mismas causas á efectos muy diversos. Cuando las plantas y los animales son privados de la vida, ó cuando se les quitan los productos á los individuos de quienes eran parte, se excitan en ellos movimientos que destruyen su contextura, y alteran su composición. Estos movimientos constituyen di¬ ferentes especies de fermentaciones. El fin de la natu¬ raleza al excitarlas es simplificar más los compuestos formados por la vegetación y animalización, y hacer¬ les entrar en nuevas combinaciones: una porción de materia es la que empleada por algún tiempo en la formación del cuerpo de las plantas y de los anima¬ les, concluidas ya sus funciones, debe ser trasmitida á desarrollos de diversos géneros. Se distinguen tres clases de fermentación, la vino¬ sa, acetosa y pútrida. La primera, es decir la vinosa ó espirituosa, llamada así porque muda en vino las sustancias que la experimentan, y porque se saca de 538 REFLEXIONES este vino un espíritu inflamable conocido bajo el nom¬ bre de espíritu de vino , es la que produce el vino ó el espíritu de vino:' por ella empieza la destrucción de los principios formados por la vegetación, y puede considerársela como uno de los movimientos estable¬ cidos por la naturaleza, para simplificar el orden de las composiciones que presentan las sustancias ve¬ getales. La fermentación ácida ó acetosa es el segundo mo¬ vimiento natural (pie contribuye á reducir los vege¬ tales á estados de composición más simple : da origen al vinagre, y no tiene lugar sino en los licores que primeramente han experimentado la fermentación vinosa. Se ha notado que el contacto del aire era ne¬ cesario para la producción del vinagre ; se ha visto también que este fluido es absorvido por el vino. que se ágria, y parece que se necesita una porción de oxígeno atmosférico para la formación del ácido ace¬ toso. Hay sin duda otras muchas fermentaciones análo¬ gas á éstas, y cuyo producto aún no es bien conoci¬ do: tal es la que experimenta el agua mezclada con almidón, la que vuelve el pan acedo, y ágrios los li- coi es. Todas estas mutaciones se deben considerar como medios de descomposición , que simplifican siempie las combinaciones complicadas de los vege¬ tales. _ . £n fin, después que los fluidos vegetales, ó sus partes sólidas humedecidas han pasado al estado de SOBRE LA NATURALEZA 539 ácido, su descomposición continuada por circunstan¬ cias favorables, es decir, por una temperatura suave ó caliente, por la exposición al aire y por el contacto del agua, las conduce á una putrefacción que ecaba en volatilizar la mayor parte de los principios: en ella se desprende agua, ácido carbónico, aceite volᬠtil en vapor, &c., y después sólo queda un residuo pardusco ó negro llamado mantillo. Organizando la naturaleza á los animales, puso en¬ tre ellos igualmente que en las plantas, un germen de destrucción, que se desarrolla después de la muer¬ te de los individuos, y se efectúa por el movimiento llamado putrefacción. Esta consiste en la descompo¬ sición lenta de las sustancias, que un orden de com¬ posición más complicado las hace corromperse aún más que las materias vegetales. De aquí provienen los fluidos aériformes que se desprenden poco á poco, disminuyendo á proporción la masa de las sustancias animales, que se ablandan, mudan de color, de olor; pierden su tejido, su forma; esparcen en la atmósfera vapores y gases que se di¬ suelven en ella, y que van á llevar á otros cuerpos las materias necesarias para su formación. El resi¬ duo es una especie de mantillo ó tierra animal , en la cual se desarrollan muy bien los vegetales, y que por consiguiente es muy propia para servir de abono, cuando está en su perfección. La putrefacción se halla modificada de muchas ma¬ neras diferentes por todas las circunstancias anterio- 540 REFLEXIONES res, cuales son la temperatura, el medio que ocupan las sustancias animales, el estado más ó menos pesa¬ do, seco, húmedo de la atmósfera, &c. Así los cadá- veres, ó sepultados en la tierra, ó sumergidos en el agua, ó suspendidos en el aire, experimentan diver¬ sos efectos, á ios que sus masas-;' su cuantidad é in¬ mediación á otros cuerpos, igualmente que todas las propiedades variables de los tres medios que acaba¬ mos de indicar, dan también formas nuevas y dife¬ rentes. Los descubrimientos modernos deben producir en beneficio de la agricultura conocimientos y prácticas que extenderán sus progresos. Entregada la natura¬ leza á sus fuerzas parece los aumenta sin cesar en la producción de los vegetales. Los lugares en que el hombre no ha ejercido su poder, ofrecen á los via- ■ t jantes antiguas é inmensas selvas, tan espesas y fron¬ dosas que casi se tocan los árboles. La fuerza de la vegetación es en ellos muy enérgica': el suelo que forma su base es húmedo, pingüe, lleno de despojos vegetales, que cuanto más se acumulan, más activa es la potencia vegetativa. Así es como del seno de la destrucción, saca la naturaleza sustancias para nuevos séres. Ei hombre se ha propuesto imitar estos grandes efectos: ha visto que las plantas disecadas y descom¬ puestas sobre la tierra que las había producido, le volvían lo que habían tomado de ella como presta¬ do, depositando en su superficie con las semillas gér- sobre la naturaleza 54i menes de fecundidad para su propagación. De aquí tuvieron origen los abonos. Se ha advertido generalmente que los despojos de las plantas y animales descompuestos por la putre- accion, situados en la superficie de la tierra, ó á alo-u¬ nas pulgadas de profundidad, aceleran la vegetación, le dan nuevas fuerzas, y aumentan gradualmente el producto de diversas cosechas; y si bien la experien¬ cia había hecho ver por mucho tiempo la utilidad de este medio imitado de la naturaleza, ningún conoci¬ miento exacto había adquirido la física sobre esta ma¬ teria hasta estos últimos tiempos. Pero la química teniendo en consideración los efec¬ tos de la reacción del agua, del aire y de los fluidos elásticos desprendidos de los abonos en los vegeta¬ les, ha ilustrado sobre manera la agricultura; ha vis¬ to que las plantas y los árboles crecen rápidamente, J s.on muy VI*g°rosos en los lugares expuestos á ma¬ terias corrompidas ; sabe también que cuando estas se descomponen en la superficie de la tierra, se des¬ prende de ellas ácido carbónico, amoníaco, gas hidró¬ geno, &c., y que todos estos fluidos elásticos son útilísimos para la vegetación ; mas como este des¬ prendimiento sólo se efectúa hacia el fin de la putre¬ facción, fácilmente se echa de ver por qué razón el estiércol demasiado fresco no tiene todas las venta¬ jas que se hallan en los que ya han llegado á las tres cuartas partes de su descomposición. Aunque no se conocen ni describen aún todas las Tomo ri — 69 542 REFLEXIONES • circunstancias de la putrefacción, y las variedades, casi innumerables de los resultados, sin embargo, se sabe que todos estos fenómenos se limitan á mudar los compuestos complicados en otros más simples;, que la naturaleza vuelve á las plantas y animales pa¬ ra nuevas combinaciones los materiales que no tenía en alguna manera sino prestados, y que así está en un círculo perpetuo de composiciones y descomposi¬ ciones; las cuales dando testimonio del poder de su Autor, manifiestan la fecundidad de sus medios, al paso que anuncian una conducta tan graciosa como sencilla en sus operaciones. VEINTITRES RE AGOSTO i Biversos usos del fuego y medios para adquirirle Él fuego es en algún modo el instrumento univer sal de todas las artes y de todas nuestras necesida¬ des ; y para que el hombre pudiese hacer un uso continuo de este elemento,, le esparció el Criador por todas partes con la mayor profusión. ¡De cuánta utilidad no son las materias que suministran pᬠbulo al fuego! Sin una provisión suficiente de es¬ tos materiales, nos veríamos privados de las mas grandes utilidades, y expuestos al mismo tiempo á las mayores molestias. En Invierno es el fuego e que nos alumbra ; y sin él lo más del tiempo se pa SOBRE LA NATURALEZA 543 saría en una espantosa oscuridad: cesarían al poner¬ se el sol nuestras más agradables ocupaciones, y nos veríamos reducidos ó á permanecer inmobles, ó á an¬ dar errantes y con sobresalto en medio de las tinie¬ blas y de mil peligros. ¡Oh! ¡cuán triste fuera nues¬ tra suerte, si en las noches largas no pudiésemos gozar de la mayor parte de las dulzuras de la socie¬ dad, ni valernos de los recursos que nos ofrecen en lo interior de nuestras casas el trabajo y la lectura! Los más de los alimentos que produce la . tierra, se¬ rían poco saludables para nosotros, si no se ablanda¬ ran, se disolvieran y preparasen por medio del fuego. ¿Y cómo podríamos proveer á otras muchas necesi¬ dades, y procurarnos las conveniencias de la vida, si las artes no nos lo proporcionasen con el auxilio del fuego? Sin este elemento no pudiéramos dar á mil objetos de nuestra industria unos colores tan hermo¬ sos como varios; no podríamos llegará fundirlos me¬ tales, purificarlos, y hacerlos tomar tanta diferencia de formas; á convertir la arena en vidrio, la arcilla en piedra, la creta en cal : en una palabra, sin el fue¬ go nos fueran inútiles la naturaleza y todos sus teso¬ ros, ó perderían lo más bello de sus atractivos. En las noches del Invierno que parecen volver á sumergir el universo en el caos de la nada, y duran¬ te el riguroso frío que las acompaña, es el fuego un be¬ neficio inestimable: sácanos de una dolorosa inacción, y dándonos nueva actividad, nos sustrae de mil sen¬ saciones desagradables. ¡ Cuántos viejos y valetudi- 544 REFLEXIONES narios padecerían al doble sin la benigna influencia de este elemento! ¿Qué sería del tierno infante, si sus delicados miembros no se fortificasen con un dulce calor? ¡Cuánta compasión no excita en mí vuestra suerte, mortales desgraciados, que experimentando todo el rigor del frío, cambiaríais con gusto una por¬ ción del pan que os queda por otra de leña, para ca¬ lentar vuestros helados miembros! Vuestro estado me trae á la memoria una parte de mi felicidad, á la cual he atendido muy poco hasta ahora, pero que me impone más fuertemente la obligación de bendecir á mi Padre celestial por las ventajas que me propor¬ ciona el calor del fuego, y la de consagrar lo que me sobra á aliviaros de los males de que yo carezco. Con el benéfico designio de que todos los hombres pudie¬ sen gozar del fuego, esparció con profusión este ele¬ mento, sin embargo de que generalmente parece in¬ eficaz, y que no se percibe sino por medio de ciertas causas que le excitan. Un choque descubre su pre¬ sencia; una frotación rápida y reiterada de los cuer¬ pos duros, como el pedernal y el acero, le pone en acción, adquiriendo una fuerza capaz de abrasarlo todo. Tal es el medio más ordinario y fácil de propor¬ cionarnos el fuego para nuestras necesidades diarias. Mas casi siempre nos contentamos con disfrutar de los servicios continuos que nos hacen cuantos obje¬ tos nos rodean, sin remontarnos á su Autor, y sin investigar los designios de su infinita sabiduría y bon- SOBRE LA NATURALEZA 545 dad en los dones que nos prodiga su liberal mano. ¿Pero es posible que esta misma bondad ceda de al¬ gún modo en su agravio, y que la continuación cons¬ tante de sus beneficios nos haga mirarlos con indi¬ ferencia? Estas demostraciones habituales de una providencia atenta son las más que necesitamos, y las que por consiguiente merecen más nuestro reco¬ nocimiento. ¡Cómo es dable que en medio de tantos dones no elevemos nuestro corazón al que nos lo da, honrándole como al supremo origen de toda nuestra felicidad! ¡Oh mi Dios! ¡cuán grande es esta bondod que se extiende por tada la tierra! Vuestra caridad, aún más que la luz y el fuego, nos cerca por todas partes. q<)jalá llegue también á ilustrar mi alma, y abrasarla con el fuego de vuestro amor! Dignaos echar una mirada sobre mí, y mi corazón se exhalará en alaban¬ zas y acciones de gracias. A los paternales cuidados de mi Dios, debo todas las ventajas y comodidades de que me hace gozar el fuego: Dios es quien manda á la tierra que se cubra de bosques, y su munificen¬ cia provée á nuestras necesidades con tanta abun¬ dancia, que no hay tiempo en el año que care¿ca de sus favores. Os doy gracias, Señor, por los que ahora gozo. ¡ Continuad en hacerme experimentar la benig¬ na influencia del fuego, y haced que este elemento no sea jamás para mí ni para mis hermanos el ins¬ trumento de vuestra venganza! 546 REFLEXIONES VEINTICUATRO l)E AGOSTO Los volcanes Llámanse volcanes aquellas montañas que deben su existencia, ó álo menos la modificación de su figu¬ ra exterior, a la acción de fuegos subterráneos, los cuales es preciso atribuir únicamente á causas loca¬ les, y no á una masa de fuego que, según se creía en otro tiempo, y aún en el día por algunos, acupa todo lo interior ó el centro de nuestro globo. Han sido varias las opiniones sobre la verdadera causa de este fenómeno, que sin disputa alguna de¬ be colocarse entre los más espantosos que la natura¬ leza nos presenta. Pero entre la multitud de estas opiniones, más ó menos ingeniosas, parece que en el día, y después de una larga série de observaciones imparciales, los más célebres naturalistas convienen en deducir el origen de este fuego subterráneo de la combustión de capas considerables de carbón de pie¬ dra y demás cuerpos inflamables que hay en lo inte¬ rior de la tierra, ó del ácido muriático suministrado por las aguas del mar, contribuyendo por su parte al mismo efecto el fluido eléctrico. También parece que las montañas volcánicas no son de una edad tan remota como las montañas pri¬ mitivas, cuyo origen tiene sin duda la misma fecha que la de la formación de nuestro globo ; respecto SOBRE LA NATURALEZA 547 á que el carbón mineral que les da pábulo, correspon¬ de, como casi todos los cuerpos combustibles, á las montañas de secundaria formación. Hay fenómenos en nuestro globo, que anuncian de una manera formidable la existencia de un fuego subterráneo; pues suceden de timpo en tiempo terri¬ bles erupciones de materias inflamadas, que llenan de espanto á los habitantes de la tierra. Los dos mon¬ tes más conocidos que las producen, son el Etna en Sicilia, y el Vesubio en el reino de Nápoles, los cua¬ les parecen dos hornos continuamente encendidos. Algunas veces no sale más que un vapor negro; otras se oyen mugidos sordos, á los que de repente se siguen relámpagos y truenos. Estremécese la tie¬ rra; aclárase el vapor y se hace luminoso; salen las piedras con estrépito, y vuelven á caer en el abismo que las había vomitado. Otras veces tienen estas erupciones tal grado de violencia, que arrojan al aíre grandes peñascos con la misma rapidez que si fue¬ sen una pelota; y aun se ha visto á estas montañas despedir trozos de peñas de trescientas libras de pe¬ so, que cayeron á distancia de tres millas. Con todo no son las más fatales estas erupciones; porque en ciertos tiempos hierven las entrañas vitri¬ ficadas de la tierra, y se elevan hasta que su formi¬ dable espuma sale á fuera, y corre algunas millas por los campos cercanos, asolando todo cuanto encuen¬ tra al paso. Entonces dura por algunos días este asombroso torrente de fuego; ruedan sus ardientes 54 8 reflexiones olas una sobre otra hasta que llegan al mar, y aún allí es tal su Violencia, que continúan corriendo algún tiempo sin apagarse. * ¡Quién podrá pensar sin terror en los desastres q e causan semejantes fenómenos! Los edificios tras- tornad„s' las ciudades sepultadas, las mieses consu- dos ™°S Cdmp°s' ,0S ollvaresy,os viñedos destruí- s enteramente, son los menores efectos de este horrible d.luvio de llamas y de fuego. En una de las erupciones del Etna, el torrente de lava encendí extendió por catorce lugares ó ciudades, y á dis- ancia c e veinte millas se oyeron los espantosos mu¬ góos que salían de la montaña. El Etna arde desde tiempo inmemorial: sus erup- ones son muy violentas, y las materias que arroj tan abundantes, que cavando hasta sesenta ó seten- , P'eS c e Prof^d¡dad, se encuentran vestigios de ¡ir* q” " f jo de esta gruesa capa de lava. Las llamas y el hu- treinta ^ V°ICfn “ ^ deSC'e Ma,ta> qUe está á de lis y niUeVe 8UaS' Tiene d°S b0Cas Papales, de las cuales una es más estrecha que otra; y aun¬ que ambas aberturas humean siempre, nunca arro¬ jan uego sino en el tiempo de la erupción. Uno de os incendios más terribles del Etna es el de .669 Los vestigios que dejó, fueron muy considerables! pues se abrió la tierra sobre la base de la montaña y salió un vasto torrente de lava que corrió tres ó cuatro leguas hasta el mar, donde formó una espe- SOBRE LA NATURALEZA 549 cié de promontorio cerca de Catania. A este río de lava sucedió la erupción más extraordinaria de are¬ na negruzca y escorias, que duró sin interrupción tres meses, y formó con estas materias la montaña de Monte Rossoi La erupción de 1683 fué tan vio¬ lenta que destruyó enteramente la ciudad de Cata¬ nia, pereciendo entonces más de sesenta mil perso¬ nas, sin contar los que murieron en otras ciudades y lugares comarcanos. Las erupciones posteriores son las de los años 1688, 1 727, 1732, 1735, 1747, 1755 y 1787. El Vesubio, sugún los historiadores, es muy pos¬ terior á la formación del universo, pues empezó á ar¬ der en el consulado sétimo de Tito Vespusiano y de Flavio Domiciano, en cuyo tiempo, habiéndose abier¬ to su cima, arrojó este volcán primero piedras y pe¬ ñascos, y después fuego y llamas con tal abundancia, que abrasó las ciudades de Herculano y Pompeya. El célebre Plinio quiso examinar de cerca este incen¬ dio, y quedó sofocado con el humo, que aseguran era tan espeso qire oscurecía la luz del sol. La ciudad de Herculano se ha descubierto á más de sesenta piés de profundidad. La erupción del mes de Diciembre de 1631 ha si¬ do la más terrible; pues duró hasta el 25 de Febrero del año siguient y arruinó la mayor parte de los lu¬ gares y villas de la costa inmediata, ya por la lava, ya por los terremotos que fueron casi continuos. La del año de 1737 fué muy considerable. La montaña Tomo ii. — 70 550 REFLEXIONES vomitaba por muchas bocas, gruesos torrentes de materias metálicas derretidas é inflamadas, que co¬ rrían por los campos, é iban á dar al mar, las cuales eran semejantes á la escaria que sale del hornillo de una fragua. Entre las diferentes erupciones de este volcán, las más notables son las de los años de 1 75 1, 1760, 1 767, 1771 y 1794. El proyecto de subir á la cima del monte Vesubio, cuya altura sobre el mar es de tres mil seiscientos piés, es de muy difícil ejecución; porque es necesa¬ rio subir la mitad trepando hundiéndose hasta la ro„ dilla en las cenizas, y por cuestas sumamente esca¬ brosas. Sin embargo, han llegado á subir algunos sábios como Dolomieu, y SpallanzanL El caballero Hamilton, que ha hecho dibujar muchas vistas del Vesubio, le subió sesenta y dos veces durante su man¬ sión en Nápoles. Mas ninguno ha habido, á lo menos desde la erupción de 1779, que trastornó el Vesubio, que se haya atrevido á acometer la arriesgada empre¬ sa de bajar al cráter mismo de este volcán, hasta que ocho franceses tuvieron el arrojo de ejecutarlo en la noche del 19 al 20 de Julio del año de 1801, habiendo salido de ella con felicidad no obstante la temeridad de sus guías, la imposibilidad que hallaban en ello los napolitanos, y los ejemplares que les citaban de via¬ jeros que quedaron allí sepultados. El objeto principal de este viaje, que sólo debe mi¬ rarse como un ensayo, no tiene otra utilidad que la de demostrar la posibilidad de llegar al cráter, de SOBRE LA NATURALEZA 55* abrir el camino á los físicos, á los naturalistas y á los químicos, que examinando despacio este grandísimo horno de la naturaleza, hallarán en él materias va¬ riadas, á las cuales pueden aplicar con mucho fruto los conocimientos que hubieren adquirido, hacer ex¬ periencias, y sacar resultados que no podrán menos de ser muy útiles á las ciencias y á las artes.1 Además de estos dos volcanes, hay en Europa el Hecla, en Islandia, -el cual despide fuego en medio de las nieves y hielos del Norte. Sus erupciones son tan violentas como las del Etna y demás vol¬ canes de los países meridionales : arroja tanta ceniza( piedra pómez, y algunas veces, según dicen, agua hirviendo, que no se puede habitar junto á este volcán. También los hay en Asia, Africa y América. En Asia el más famoso es el monte Albours, cerca del Tauro: su cima humea continuamente, y arroja con frecuencia llamas y otras materias con tal abun¬ dancia, que todos sus contornos están cubiertos de cenizas. En 1586 se abrió uno en la isla de Java, no habiendo memoria de que hubiese ardido'ántes, y en el mismo año el monte Gounapi en la isla de Banda, que hacía sólo diez y siete años que ardía, se abrió también y vomitó con un ruido espantoso, tormos, y otras varias materias. La isla del Fuego, una de las del cabo Verde en 1 Véase el Mercurio del mes de Noviembre del mismo año. 552 REFLEXIONES Africa, es una gran montaña que arde continuamen¬ te. En las Canarias el pico de Teyde, en la isla de Tenerife, arroja también fuego, cenizas y peñascos, y de la cumbre corren arroyos de azufre derretido, que se coagulan en breve. La erupción de este vol¬ cán en 5 de Mayo de 1 706 fué tan terrible, que des¬ truyó la ciudad y puerto de Guarachico, y en 9 de Junio de 1798 acaeció otra no menos violenta. En fin, es muy grande el número de los volcanes en América, y sobre todo en las cordilleras, sien¬ do el más considerable el de Arequipa, cuyas ex¬ plosiones causan frecuentes terremotos. También los hay en Guadalupe, en la Tercera y demás islas Azores. Entre los muchos que hay en México, los más no¬ tables son Popochampeche y Popocatepetl. Sin em¬ bargo de que ya no existe este volcán, referirémos una célebre acción de los españoles, que acredita lo mucho que contribuyen los conocimientos físicos pa¬ ra todas las necesidades del hombre. Cuando Cortés estaba en Tlaxcaia, hizo este volcán una erupción muy violenta, en la cual se oscureció la atmósfera, y después se descargó en una lluvia de ceniza caliente, saliendo de cuando en cuando algunas centellas y globos de fuego. Este volcán le vomitaba de tiempo en tiempo, por cuya razón, y noticiosos aquellos na¬ turales de que varios españoles intentaban subir á observar de cerca su boca, protestaron que absoluta¬ mente no se podía llegar á la cumbre del monte. No SOBRE LA NATURALEZA 553 obstante, y á pesar de estar cubierto de nieve y ce¬ nizas, comenzaron á subirle; pero cuando llegaron á corta distancia de la cima, sintieron que se movía la tierra con violentos y rápidos vaivenes, y percibieron los horribles bramidos del volcán, que á corto rato arrojó con mayor estruendo gran cantidad de fuego envuelto en humo y ceniza, de tal manera que Die¬ go de Ordaz y sus compañeros tuvieron que refugiar¬ se en el hueco de una peña. Este suceso les sobre¬ cogió, y determinaron volverse; pero Ordaz les animó y continuaron hasta llegar á la boca, que los mexi¬ canos decían ser el infierno. Desde ella observó en el fondo del cráter una gran masa de fuego, que her¬ vía como materia líquida y resplandeciente, y advir¬ tió que la extensión de la boca del cráter ocupaba casi toda la cumbre, y que tendría como un cuarto de leo'ua de circunferencia; mas era tan grande el £> humo de azufre, y tan vehemente el caior que experimentaban, que no pudiendo sufrirlo, volvie¬ ron á bajar, aunque muy ufanos de haber sido los primeros que habían vencido semejantes dificultades. Esta bizarría no pasó entonces de una curiosidad temeraria; pero de-spués fué muy útil, pues hallándo¬ se el ejército falto de pólvora para la conquista de México, y acordándose Cortés de la noticia que le dió Ordaz del volcán, determinaron entrar en él, y sacaron doce arrobas de azufre muy fino para fabri¬ car cuanta pólvora necesitaron, á cuya diligencia se debe tal vez la conquista de México, 554 REFLEXIONES En memoria de esta acción dió Cárlos V á Diego de Ordaz por armas un monte arrojando llamas.1 Penetrado de espanto y de terror me pregunto á mi mismo: ¿para qué son estos volcanes que desuelan la tierra, y sumergen sus habitantes en una especie de estupor? ¿A qué fin los ha criado el Señor? ¿Por qué en lugar de enfrenar su furor, les permite asolar así a sus criaturas? Pero, ¡quién soy yo para atreverme á hacer semejantes preguntas! ¿Tengo por ventura erecho para pedir cuentas á la suprema sabiduría e sus disposiciones? Estos volcanes no pueden ser obra del acaso; y de aquí debo concluir, que el Cria- oí- ía tenido las más sábias razones para querer que existiesen. ¡Ah! aún en medio de aquellas escenas de horror y de muerte, encuentro esta ¿ano benéfica que provée y cuida del bien del mundo; pues por mas estragos que ocasionen las erupciones de estas montanas, son nada en comparación de las utilidades que traen á nuestro globo, y de los males mayores y más terribles jaún de que nos precaven.2 1 Vease el tratado de Quimones sobre el monte Vesubio, So- lía y otros. ’ 2 No es pues una paradoja el asegurare Ai algunos naturalis- as que las desgracias ocasionadas en los terremotos desaparecen 6 se minoran con la aparición de nn volcán en algunos sitios, y que debe desearse se formen en ciertas partes de nuestro globo. En efecto, si entre Lisboa y Oporto so hubiese abierto un volcán no hubiera quedado destruida aquella ciudad por el terremoto de 1755, ni incendiadas sus trates ruinas por las llamas que sa- SOBRE LA NATURALEZA 555 Estando lleno el interior de la tierra de materias propias para fermentar é inflamarse por el contacto con el agua, era indispensable que hubiese volcanes. Ellos son los respiraderos por cuyo medio se debilita y quiebra la acción de este temible elemento; y aun¬ que los países en donde se reúne mayor cantidad de estas materias, están sujetas á padecer pasmosos tras¬ tornos, los experimentarían aún más violentos, si no existieran estas aberturas. La Italia no sería la región más fértil, si de cuando en cuando el fuego que en¬ cierra en sus entrañas, no tuviese salida por los vol¬ canes. Expuestas estas deliciosas regiones á conmo¬ ciones continuas y espantosas agitaciones, en lugar del espectáculo encantador de las bellezas del arte reunidas á las de la naturaleza, no presentarían mucho tiempo há sino un triste montón de escombros y de ruinas.1 Y además, ¿quién sabe si de estos horren- lieron de la tierra por mil partes diferentes. La Natolia, la Si¬ ria y la Calabria deben estar en un sobresalto continuo; y un volcan en cada uno de estos parajes les proporcionaría más se¬ gundad. En 1537, desde el 1 P hasta el 12 de Mayo, el incendia fue tal en las cavernas del Etna, según Facello, el ruido de los truenos concentrados era tan horroroso y seguido, las conmo¬ ciones de la tierra tan fuertes y generales, que se temió ver vo¬ lar o hundirse toda la Sicilia. Seguramente esta hubiera sido la suerte infeliz de la isla, si los anchurosos cráteres ó bocas del volcán, que no cesaron de arrojar fuego, no la hubieran librado. 1 Las tierras que rodean al Etna, y las que hay en las faldas del Vesubio, son fértilísimas y deliciosas. De aquí nace que á 556 REFLEXIONES dos fenómenos no resultan una infinidad de otras uti¬ lidades, ocultas á la penetración más profunda, y cu¬ ya influencia se extiende sobre todo el globo? A lo menos basta lo que se sabe en este punto para convencerme de que también concurren los volcanes á cumplir los fines llenos de sabiduría y de bondad del Criador del universo. VEINTICINCO DE AGOSTO Los temblores de tierra Hay dos especies de terremotos. Los unos que son causados por la explosión de los volcanes, cuyas con¬ mociones sólo se sienten á cortas distancias, y única¬ mente cuando los volcanes obran, ó ántes de su entera erupción. Conmoviendo la tierra hasta cierto espacio, al modo que cuando se vuela un almacén de pólvora, causa un sacudimiento y conmoción sensible á muchas leguas. Los otros, bien diferentes por sus efectos, son pesar de los peligros continuos que trae consigo la vecindad de los volcanes, se halla cubriendo las basas de aquellos labora¬ torios inmensos de fuego y de estragos, una población nume¬ rosa. El inglés Hamilton qué publicó una descripción de la erupción del Vesubio de 1794, asegura que en las treinta millas que comprenden sus faldas, hay más número de pueblos y de habitantes que en otro paraje alguno de Europa de igual exten- SOBRE LA NATURALEZA 557 los que se perciben á muy grandes distancias, y que conmueven una extensión considerable de terreno, sin que se note ningún nuevo volcán ni erupción algu¬ na. Hay ejemplos de estos terribles terremotos que se han sentido á un mismo tiempo en Inglaterra, en Francia, en Alemania y aún mucho más lejos; y se ha observado que se extien len más á lo largo que á lo ancho; que conmueven una banda ó zona de terre¬ no, con mayor ó menor violencia en diferentes para¬ jes, y que casi siempre los acompaña un ruido sordo? semejante al de un gran coche que corre con rapidez. Atribúyense estos efectos á que los terrenos están in¬ teriormente llenos de galerías, que se dividen y diri¬ gen hacia diversos puntos. La mayor parte de estas cavidades, que se comunican respectivamente, reu¬ niéndose ó partiendo de un centro común, pueden re¬ sentirse en un instante á remotísimas distancias de la conmoción central. Para entender bien cuáles puedan ser las causas de los terremotos, haremos las observaciones si¬ guientes. Siguiendo los principios de Laplace, fundados en la química pneumática, puede decirse que el granito se extiende en nuestro globo desde las montañas de 1 El af>o de 1692 hubo uno que se sintió en Inglaterra, Holan¬ da, Flandes, Alemania y Francia, extendiéndose por lo menos dos mil seiscientas leguas Cuadradas, siendo m4s violenta la con¬ moción en los montes que en los valles. Tomo i i— 71 55^ 'REFLEXIONES ios continentes hasta el fondo de fos mares, y está cubierto en todas partes de capas pizarrosas-arcillo- sas, cuyos intersticios llenan los fluidos aeriformes,, corno el gas carbónico-, el hidrógeno, el oxígeno, el ácido imrriáticor el fluido eléctrico, &c. Estos agen¬ tes se inflaman ó por el ácido muriático, que intro¬ duciéndose en dichas capas se sobreoxida arrebatan¬ do el oxígeno á los óxidos metálicos é inflamando al hidrógeno con quien se halla en contacto, ó por las detonaciones eléctricas que se comunican de unas en otras con la rapidez del rayo, y producen, aún en parajes muy distantes, conmociones casi simultáneas en estas capas lapídeas. Dilatados por el fuego los fluidos aeriformes, se esfuerzan á ocupar mayor es¬ pacio, y no pediendo conseguirlo estando encerrados, quieren trastornar las rocas que los sujetan, de don¬ de resultan las oscilaciones y vaivenes violentos, esto es, los terremotos; fenómeno triste para la especie humana, contra el que las ciencias naturales no han encontrado aún defensivo alguno poderoso, y cuyos efectos son tan terribles. No hay términos con que explicar cuán funestas son estas especies de explosiones. Entre todas las catástrofes que desuelan la tierra, no hay ninguna tan formidable, tan destructora, y que haga más inútil toda la precaución y todos los esfuerzos humanos. Cuando los ríos salen de madre, inundan las casas, y sumergen las provincias, todavía queda algún re¬ curso al desgraciado labrador, porque puede refu- SOLEE LA NATURALEZA 559 fiarse á los montes, ú oponer algunos diques al furor de las aguas ; pero en un temblor ,de tierra toda vigi¬ lancia es superfina, y n-o basta precaución alguna: apenas hay peligro de que no pueda uno escaparse. El rayo nunca ha consumido lugares ni provincias enteras; la peste puede, es verdad, despoblar las mayores ciudades, mas nunca las destruye entera¬ mente; pero la calamidad de que hablamos, se ex¬ tiende con un poder irresistible por todo un país, na¬ da la detiene, y sepulta pueblos y reinos enteros sin dejar casi rastro de sus ruinas. Desde que existe el universo, ha habido temblores de tierra, y los historiadores refieren algunos que son de la mayor antigüedad. Posidonio dice que ha¬ bía una ciudad en Fenicia situada cerca de Sidón, que fué sepultada enteramente por un temblor de tierra, y que éste no cesó de agitar la isla de Eubea, ya en un lugar, ya en otro, hasta que se abrió la tie¬ rra en el campo de Lepanto, y arrojó gran cantidad de tierra, y de materias inflamadas. La ciudad de Antioquía ha sido destruida muchas veces con temblores de tierra. En tiempo de Traja- no fué abismada, y casi todos sus habitantes perecie¬ ron. En el de Justiniano lo fué segunda vez con cuarenta mil almas ; y cincuenta y dos años después padeció un tercer terremoto con pérdida de setenta mil personas. En la Pulla y en la Calabriaba habido más temblores de tierra que en ningún otro país de Europa ; y es muy probable que si el monte Vesubio REFLEXIONES 560 no existiera, ó se llegase á cerrar, este país desapa¬ recería pronto de la haz de la tierra. En los viajes de Mandelslo se leen las clescripcio nes siguientes del temblor de tierra que sucedió el 26 de Julio de [591 en la isla de San Miguel. Este temblor, dice dicho viajero, duró desde el 26 de Ju¬ lio hasta el 12 del mes siguiente. La Tercera y Fa- yal fueron agitadas al otro día con tanta violencia que parecía daban vueltas; pero estos horrorosos vaivenes sólo se repitieron allí cuatro veces, mien¬ tras que en San Miguel no cesaron un momento en más de quince días. Una ciudad entera, llamada Vi- llafranca, fue asolada hasta los cimientos, y la mayor parte de su vecindario quedó supultada bajo las rui¬ nas: en muchos parajes las vegas se trasformaron en colinas, y en otros las montañas se allanaron, y mu uaron ele situación ; salió de la tierra un manantial de agua viva, que corrió por espacio de cuatro días, y después se secó repentinamente. El aire y el mar,.to davía más agitados, formaban un estruendo semejan¬ te al bramido de una multitud de animales feroces, y muchas personas murieron de espanto. La historia de la Academia ha.ee también mención de los temblores de tierra que se sintieron en Italia, desde el mes de Octubre de 1 702 hasta el mes de Julio de 1 703. Los países que más padecieron, fueron la ciudad de Norcia, y las provincias del Abruzo; mu chas veces acompañaron á los temblores ruidos es¬ pantosos en el aire, y los hubo con mucha frecuencia SOBRE LA 'NATURALEZA 561 reinando la mayor calma: al del 2 de Febrero de i 703, que fué el más violento de todos, acompañó á lo menos en Roma una gran serenidad en el cielo, y una gran calma en el aire; duró allí medio minuto, y en Aquila, capital del Abruzo, tres horas. Arruinó toda esta ciu¬ dad sepultando cinco mil personas bajo de sus ruinas, é hizo un gran estrago en las inmediaciones. Un monte que hay cerca de Sig'íllo, aldea distante de Aquila veintidós millas, tenía en su cumbre una llanura bastante grande, rodeada de peñascos, y des¬ pués del temblor del 2 de Febrero se formó en el lu¬ gar de esta llanura un abismo, cuyo diámetro era de veinte á veinticinco toesas, y jamás pudieron hallar el fondo aunque penetraron hasta ciertas toesas. Al tiempo de abrirse esta boca, vieron salir llamas de ella, y luego un humo muy denso que duro ti es días. Lima, una de las ciudades más ricas de la América española, está tan sujeta á estas terribles catástrofes que ha sido casi arruinada catorce veces en menos de dos siglos, á saber, desde el año de 15$? hasta el de 1746, en que padeció su última ruina. En fin, el más terrible temblor de tierra que en estos tiempos ha afl> gido á la humanidad es el de Lisboa: más de una ter¬ cera parte de esta ciudad fue destruida con sus mora¬ dores, y perecieron en él más de treinta mil personas, los destrozos se extendieron hasta España ; la peque¬ ña- ciudad de Setubal quedó casi arruinada; otras reci¬ bieron bastante daño, y el mar elevándose sobre la calzada de Cádiz, tragó todo cuanto halló en el cami- REFLEXIONES • 562 no; los vaivenes de la tierra que atemorizaban la Eu. ropa se percibieron hasta en Africa, y el mismo día que los habitantes de Lisboa perecían, se abrió la tie¬ rra cerca de Marruecos, y una población entera de árabes fué sepultada en los abismos.1 Á fines del siglo XVIII y principios del XIX han experimentado las varias regiones de la tierra de un modo asombroso no sólo terremotos, sino también huracanes, tempestades, metéoros ígneos y otros fe¬ nómenos; pero especialmente en Europa han sido más frecuentes.2 1 Acaeció este memorable terremoto el día primero de No¬ viembre de 1755 cerca de las diez de la mañana, y en los tres minutos de su duración no dejó templo ni eíifieio entero, pere¬ ciendo innumerable gentío bajo de sus ruinas : repitió después, y acabó de arruinarlo todo, consumiendo el fuego, que duró cinco días, los tristes restos del temblor. También comprendió á la ciudad y puerto de Santa María, y á toda la costa y tierra firme de Andalucía: en aquella ciudad apenas quedó casa ni templo que no se resintiese ó cuartease; en Sevilla padecieron infinito los edificios, y en otras ciudades poco menos. 2 Kn 13 de Enero de 1804 se sintieron en la corte de Madrid ,dos movimientos de oscilación de poca fuerza, seguidos de otros más ligeros, que se notaron en toda la población. Experimentᬠronse igualmente en la Carolina, Granada, Málaga y otros pue¬ blos. Desde Madrid á Granada no causaron daño alguno; pero en esta ciudad sufrieron bástantelos edificios, especialmente la Catedral y otros: en Málaga sucedió casi lo mismo, y las ciuda¬ des de Motril y Almuñecar padecieron infinito. En los terremotos de Agosto y Setiembre del mismo año se SOBRE LA NATURALEZA 563 Mr. Le Gentil en su viaje al rededor del mundo habla del efecto que producen en el mar los temblo¬ res de tierra, en los términos siguientes. Yo he observado, dice, que entonces los navios que están anclados son tan violentamente agitados, que parece que todas las partes de que se componen va'n á desunirse: los cañones saltan de sus cureñas, y la arboladura de los vageles con esta agitación rompe los obenques: apenas lo hubiera yo creído, si no me hubiesen convencido muchos ^testimonios unánimes. Concibo muy bien, añade, que el fondo del mar es arruinaron casi enteramente los pueblos de Dalias, Beija, Boque tas y Adra, y mucha parte del de Albunol, habiendo sido sepul tadas bajo las ruinas más de doscientas personas. En Almenase aplomaron unas trescientas casas, y hubo que apuntalar cerca de setecientas, quedando resentidas todas las iglesias á excepción de la Catedral. Los habitantes de estos pueblos tuvieron que es¬ tablecerse en chozas en el campo. En los del partido de Uxijar se cayeron muchas casas, y apenas hay templo que no quedase sen¬ tido. También en las villas del Marquesado del Cenefre se han arruinado más de cien casas, siendo muy pocas las que no han ex¬ perimentado algán quebranto. En el temblor de tierra de 27 de Octubre de 1806 padeció tanto la ciudad de Santa Fer que apenas quedó casa que no recibiese daños muy considerables. Igual suerte tuvieron varios pueblos de la vega de Granada, entre los cuales el de Chauchina y Pinos- puente fueron los que más experimentaron los estragos del tem¬ blor : y así en estas dos poblaciones como en Santa Fe perecie¬ ron más de noven ta^personas: las que se salvaron, habitan en el campo en chozas, y una de estas sirve de iglesia. 564 REFLEXIONES una continuación de la tierra, y que cuando esta se halla conmovida, comunica su conmoción á las aguas que están sobre ella; mas lo que no compredo es este movimiento irregular del navio, cuyas partes todas, tomadas separadamente, participan de esta agitación, como si no nadase en una materia fluida y formara parte de la tierra. Mr. Shaw refiere también que en 1724 estando á bordo de un navio argelino de cincuenta cañones, sin tió tres violentas conmociones una tras de otra, como si cada vez hubiesen arrojado de un lugar muy alto un peso detcuatrocientos á seiscientos quintales sobre el lastre; añadiendo que esto sucedió en un paraje del Mediterráneo, donde había más de doscientas brazas de agua. j Quién podrá subsistir delante del Todopoderoso cuando manifieste todo su poder, y quién le hará re¬ sistencia cuado se levante para juzgar las naciones! La tierra tiembla y se conmueve á su presencia: los cimientos de los montes se trastornan y estremecen cuando se enciende su indignación. Su furor se es¬ parce como un fuego, hace que se derritan los peñas¬ cos, y reduce á la nada todo cuanto es objeto de sus justas venganzas. ¡Quién no os temerá, oh Rey de los cielos y deda tierra! Sí, Señor, reconocemos y ado¬ ramos vuestra majestad soberana. Vuestros juicios son siempre rectos é incomprensibles ; pero al mismo tiempo sois bueno y misericordioso. Oh alma mía, procura penetrarte bien de. esta gran - SOBRE LA NATURALEZA de verdad Aun cuando el Señor manifiesta sus jui¬ cios sobre la tierra, aun cuando consume países en¬ teros en el ardor de su ira, aun entonces sus caminos son respecto á otras partes del mundo y á su gene¬ ralidad, caminos de bondad y de sabiduría. ¿Piensas acaso que sólo para destruirte dispone y ordena estás pasmosas conmociones, cuando puede hacerte des. aparecer con un soplo? ¿Pudieras creer que necesita¬ se el Altísimo servirse de todas las fuerzas de la natu¬ raleza para convertirte en polvo? ¡ Ah i reconoce más bien que hay unos fines mucho más altos en estas ca¬ tástrofes tan terribles, y que los terremotos mismos sirven en el plan del Criador para la conservación del todo. Y aun supuesto que algunas aldeas, ciudades y provincias fuesen sepultadas bajo sus propias rui¬ nas, aun Suponiendo que se destruyesen millares de criaturas, ¿qué es todo esto en comparación del mun¬ do entero, y de la innumerable multitud de criaturas que habitan el inmenso imperio de la creación ? Cree, pues, que todo cuanto hay más espantoso en la na¬ turaleza, todo el mal aparente, todas las pretendidas imperfecciones del mundo son necesarias para su con¬ servación, y por lo mismo para que se manifieste en ellas la gloria de su Autor. jSér inmenso y Omnipotente! yo os adoraré, y ben¬ deciré vuestro nombre aun cuando descarguéis vues¬ tro azote sobre la tierra, y aun cuando derraméis sobre ella el terror y la desolación. Aún haré más: descansaré con entera confianza en vuastros paterna- Tomq ii.— 72 REFLEXIONES 566 les cuidados. Y si se aplanasen los montes y cayesen al mar, si se destruyese el mundo, Vos seréis siempre mi apoyo, mi fortaleza y mi asilo: si, Vos seréis mi auxilio y mi protector en todos los males. Logre yo el testimonio de una buena conciencia, y nada ten¬ dré que temer. VEINTISEIS DE AGOSTO Metéoros ígneos: fuegos fátuos Vénse comunmente en la atmósfera materias que se inflaman con más ó menos vehemencia, y bajo de mil formas diversas. Estos metéoros deben su origen á las exhalaciones que saliendo de las sustancias de los tres reinos de la naturaleza se elevan á diferentes alturas de la atmósfera, se reúnen en ella, se inflaman y disipan. De aquí dimanan los globos de fuego, las estrellas vagas ó cadentes y otros semejantes metéo¬ ros, que se manifiestan bajo de varias figuras, ya in¬ flamándose poco á poco en el seno de las capas aereas, donde están esparcidos, ya serpeando á ma¬ nera de un riachuelo de fuego en la atmósfera, según que la inflamación los precipita unos sobre otros, ó los separa y disipa en varias direcciones. De aquí provienen también esos fuegos fátuos que revolotean á algunos piés de la superficie de la tierra, que pare- SOBRE LA NATURALEZA 567 ce andar errantes sin dirección determinada, y que causan tanto sobresalto á los ignorantes.1 Estos últimos metéoros parece que desaparecen algunas veces y que se apagan repentinamente, sin duda cuando las retamas ó los árboles les intercep¬ tan la luz ; pero se vuelven á dejar ver en otros pa¬ rajes. Son bastante raros en los países fríos; y se asegura que en Invierno se ven con particularidad en los sitios pantanosos. En España, en Italia y en otros países calientes, son comunes en toda estación, y ni la lluvia’ ni el viento los apagan. Obsérvanse muy de ordinario en los lugares donde hay plantas y materias animales podridas, como en los cementerios, muladares, sitios crasos y cenagosos. 1 Las observaciones y experimentos de estos últimos anos prueban bastantemente que la causa de estos fuegos es ya la ma¬ teria eléctrica, ya el gas ó airé inflamable, y muchas veces la reunión de estas dos sustancias. En efecto, como la materia elcc trica, igualmente que los demás fluidos, tira siempre á equilibrar¬ se, cuando en algfin lugar se condensa demasiado, al salir de él para ponerse en equilibrio aparece bajo la forma de una llama muy sutil; á la manera que por la misma razón despide chispas un conductor electrizado. Por otra parte, removiendo con un palo el agua délos lugares cenagosos, donde son más frecuentes estos fuegos, se observa desprenderse de ella una cantidad con. siderable de gas, que se inflama al punto, extendiéndose la llama bastante lejos con sólo aplicar la luz de una bugía en aquel mo¬ mento. Es consiguiente, pues, que muchas veces sea el gas quien suministre la materia de estos fuegos, y el fluido eléctrico el agente que los inflame. 568 REFLEXIONES a superstición, que no se persuade á que seme¬ jantes fenómenos puedan ser efecto de causas natu- ra.es, los mira con espanto, y pocos espectadores l)ay que se atrevan á acercarse á ellos. La plebe ignoran¬ te cree que son las almas de los difuntos, ó espíritus malignos, que andan acá y acullá, y que se divierten en extraviará los caminantes por la noche. Lo que únicamente puede haber dado lugar á esta n icula opinión, es el haberse notado que los fueo-os fatuos huyen de los que van tras ellos, y por el con¬ trario, siguen á los que se alejan: también se peoan a os carruajes que ruedan muy de prisa. Peroles muy acil explicar este fenómeno; pues el que va en su seguimiento empuja al aire, y por consiguiente también al fuego delante de sí : mientras el que le hu¬ ye, eja detrás de sí un espacio vacío, que el ambiente lena al momento; lo que produce una corriente de aire que va del fuego á la persona, y que arrastra el meteoro necesariamente, por lo cual se observa que este se etiene, cuando aquella deja de correr. ¡Cuán ingeniosos no son los hombres para ator¬ mentarse a sí mismos con vanos miedos y sobresal¬ tos, que no tienen más fundamento que una ima¬ ginación desarreglada í Pan, ahorrarnos cíe muchos emoies que nos atormentan, bastaría muchas veces tomarnos el trabajo de examinar mejor ios objetos que nos espantan, é inquirir sus causas naturales. Mas no solo estamos sujetos á error en orden á os enomenos de la naturaleza ; pues sucede lo mis- SOBRE LA NATURALEZA 569 mo respecto á la moral. ¡Con cuánto anhelo no bus¬ camos los bienes de la fortuna, sin premeditar si me recen tanto nuestro empeño, y si podrán labrarnos la íelicidai que de ellos esperamos! La mayor parte délos ambiciosos y avaros no son más felices en se¬ guir los honores y las riquezas que el insensato que corre tras ios fuegos fátuos, sin poder nunca alcan¬ zarlos. Ln suma, ¿qué fruto sacamos de los continuos esfuerzos que hacemos para adquirir unos bienes que por su naturaleza y duración son tan semejantes á los metéoros ligeros que vemos inflamarse en el aire? Por lo común los bienes terrenos huyen del que los sigue con tanto ardor, y le caben en suerte al que pa¬ rece que los huye. VEINTISIETE tIE AGOSTO % Fuego eléctrico: electricidad artificial Más de medio siglo há que la electricidad presenta á nuestra vista fenómenos singulares, cuya causa parece pertenecer al sistema general de la naturale¬ za. Dáse este nombre á la propiedad de un cuerpo puesto en estado de atraer ó de repeler pajitas, plu¬ millas ú otros cuerpos ligeros que se le ponen á cier¬ ta distancia. La materia eléctrica , ó el fluido que por su movimiento produce estas atracciones y repulsio¬ nes, no es probablemente más que una modificación 57o REFLEXIONES particular del fluido ígneo. Un cuerpo electrizado es aquel en que el fluido eléctrico está puesto en acción con el auxilio de la naturaleza o del arte. Este fuego se halla al parecer distribuido en todos los cuerpos; pero sucede en esto lo mismo que con el aire, que no le perciben nuestros sentidos sino cuando se agita; de la propia manera es necesario que roto el equili¬ brio por una fuerza cualquiera, vuelve á restablecer¬ se para que el fuego eléctrico sea sensible. Todos los cuerpos pueden electrizarse, mas no to¬ dos se electrizan del propio modo. Considerados con respecto a la electricidad, pueden dividirse en dos cla¬ ses. En unos se puede excitar y aumentar el fuego eléctrico por medio de la frotación : otros no se elec¬ trizan, ó se electrizan muy poco por la frotación, y sólo reciben su fuerza eléctrica por la comunicación con los primeros. Los cuerpos de la primera clase son principalmente el vidrio, la pez, la resina, el la¬ cre, la seda, los cabellos y el aire : los demás, pero con especialidad el agua y los metales, pertenecen á la segunda. Aquellos pueden 'ponerse en estado de conservar la materia eléctrica reunida en su masa; estos por el contrario, la pierden tan pronto como la reciben. Llámase máquina eléctrica un instrumento con el cual, por medio de una rueda, se da un movimiento rápido á un globo ó disco de cristal, que girando cir¬ cularmente, frota, ó bien sea contra la mano ó bien contra dos almohadillas de clin ó cerda forradas en SOBRE LA NATURALEZA 571 badana. Por el efecto de esta frotación adquiere el globo ó plano circular su virtud eléctrica, que puede extenderse tan lejos como se quiera, por medio de barras de hierro, ó de cadenas que tengan comuni¬ cación con el globo. Si se pone la mano sobre una de estas barras, se siente un golpe bastante fuerte; y estando á oscuras se ve salir del punto del contacto una brillante chispa. Cuando muchas personas aga¬ rradas de la mano están en seguida, experimentan todas en el mismo instante la conmoción eléctrica 9 que puede hacerse más ó menos violenta, según la mayor ó menor frotación del disco. También puede darse al fluido eléctrico la fuerza necesaria para ma¬ tar, no sólo gorriones y otras avecillas, sino gallinas, capones, gansos y aún ovejas. Se hace este experi¬ mento por medio de botellas de vidrio llenas de agua y atadas entre sí con alambres, que comuniquen con el globo que está-en frotación, y de que ya hablamos. Una brillante chispa, un gran ruido, una conmoción impetuosa, la inflamación de las materias combusti¬ bles, y la muerte de los animales, son los efectos de este experimento. Mas aún se manifiestan otros, que son comunes á todas las experiencias de este género, como es el olor del ajo, una agitación en el aire, &c. Acercando la cara ó la mano á un conductor ter¬ minado en punta, se advierte que emana de ésta un torrente de materia eléctrica; pero estas puntas que arrojan así el fluido, sirven también para atraerlo. Sábese igualmente que los caballos, los perros, los 572 REFLEXIONES gatos, y aún también los hombres, pueden electri¬ zarse hasta el punto de arrojar chispas cuando se les frota. Quizá en lo sucesivo aprenderémos cada vez más á conocer la utilidad de este singular fenómeno de la naturaleza, del cual hemos sacado ya varias ven¬ tajas ; porque en nuestros días se ha descubierto que la electricidad moderada adelanta la germinación y el brote de los vegetales, y que produce los mismos efectos sobre el germen ó setnilla de los animales, pues los huevos electrizados como se debe, empollan más pronto que por el método ordinario. Los médi¬ cos pensaron aplicar á su arte la electricidad, y hay ya ejemplos de miembros perláticos que se. han cura¬ do por la conmoción eléctrica.1 Ella ha dado lugar á nuevas conjeturas sobre el modo con que se forma el rayo, y ha mudado las ideas que se tenían ántes ■* * ~i ^ • de este terrible metéoro. Así recibimos de tiempo en tiempo nuevas solu- _ ó;,.-.-. >, Alt ,,t r b ‘L. =- ?• _ i _ '■ 1 Además de la perlesía se han sanado con este fluido pro¬ digioso otras varias dolencias, entre ellas las inflamaciones de ojos, sabañones, y el reumatismo siendo reciente. También faci¬ lita el menstruo, y cura ó al menos alivia, la sordera, gota sere¬ na, &c Yéaseelmodo de administrar la electricidad, y los efectos que produce en las citadas enfermedades y otras, en la Memoria de «Mr. Mauduit;» y en las de “Mr. Masara de Cáseles/’ la descripción de seáenta y dos enfermedades, de las cuales mu¬ chas se han minorado por este medio, y otras se han curado per¬ fectamente. “Tomo 2 9 de la segunda edición pág. 333/’ SOBRE LA NATURALEZA 573 clones délos enigmas que ene, erran las grandiosa obras del Criador. ¡Cuán limitada es la capacida del hombre, y cuán poco atiende á las cosas mas im¬ portantes, que ti(?ne diariamente á la vista, pues qu los fenómenos de la electricidad le han sido descono¬ cidos por tantos siglos! Aún al presente, ¡que pocos son los secretos de la naturaleza que se han r| velado! ¡ Y cuántos no estarán siempre ocultos para nosotros bajo un misterioso velo! w V > VEINTIOCHO DE MOSTO • Electricidad natural: el rayo ¿Quién hubiera creído jamás que la virtud con que los cuerpos ligeros son atraidos por un pedazo de ámbar, fuese reconocida algún día como uno de los grandes principios de que se vale la naturaleza para animar, conservar y sostener sus obras. jQue ca. na tan inmensa media entre esta atracción y esos te¬ rribles rayos que amenazan á la tierra con una ruma próxima; entre estos espantosos meteoros y aqu principio suave y tranquilo, que msmuandose ql v|s de todos los cuerpos animados hace oren más libremente sus fluidos, y con ellos a vi a y salud l Los fenómenos más opuestos, y os mas trarios en la apariencia, deben su origen á una mis¬ ma causa, esto es, á la electricidad. Una nube som Tomo II — 73 574 REFLEXIONES bría se eleva del horizonte, extiende su denso velo sobre el azul del cielo, y oculta á nuestra vista los rayos del sol. Lleva consigo la oscuridad, conduce en su seno el estrago y la muerte: precédela el terror, y s^u?^a desolación. Entreábrese, y salen de ella mil fuegos centellantes, arrójanse y precipítanse so¬ bre la tierra. Un ruido sordo resuena en los aires, que sólo se interrumpe con horribles estampidos: par¬ te el rayo, y ya esas encinas orgullosas, cuya altiva cima desafiaba las tempestades, quedan reducidas á polvo; ya esos soberbios edificios que parecían apos¬ társelas al tiempo, son la presa de llamas devorado- ras. Pero no basta que el cielo encolerizado arroje por todas partes espantosos rayos, sino que también la tierra responde á su voz, y vomita fuegos, que á su vez van á abrasar los aires. Es un hecho constante que el cielo y las nubes se hallan frecuentemente electrizados, sin embargo de que apenas se sabe por que mecanismo se efectúa este fenómeno. Una barra de hierro colocada sobre apoyos incapaces de electrizarse por los cuerpos que los rodean, y situada en un lugar elevado, por ejem¬ plo, sobre la torre de un castillo ó la cumbre de un montecillo, se electriza por comunicación cuando una nube electrizada se la aproxima ó la toca, y entonces sustrae de improviso ó poco á poco, el fuego eléctri¬ co de que está cargada la nube. Así es también co¬ mo un hombre saca el fuego eléctrico condensado en un conductor electrizado, ya sea por el contacto in- SOBRE LA NATURALEZA 575 mediato, ya por medio de una cadena: mas hay es- ta diferencia' que la nube por su grande extensión^ puede comunicar á la bafra una cantidad de fue eléctrico infinitamente mayor, que el globo al co ductor. i Cuando la barra no comunica más que con nubes ó vapores no electrizados, no da señal a guna i e electricidad; pero si la nubeó los vapores es an tómente electrizados, entonces produce en grande todos los fenómenos que se observan en pequeño en el conductor electrizado. Su punta arroja un torrente de materia luminosa en forma de penacho: toda su superficie atrae y repele con violencia los pequeños cuerpos contiguos; y si algún viviente viene a co c¬ earse cerca y dentro de la esfera de su actividad, re¬ cibirá una conmoción capaz de darle la muerte subí- Los efectos del rayo se manifiestan por los esta dos que se dejan oir desde muy lejos, y por el incen¬ dio que causan: los edificios tocados del rayo son muchas veces víctimas de las llamas: los hombres a quienes hiere, quedan negros ó abrasados; mas con todo hay ocasiones en que no se descubre en el os señal alguna de fuego, y entonces es la violencia e golpe la que los ha muerto. Quedan despedazados sus vestidos, y cuando el rayo los ha hecho caer, o los ha arrojado á alguna distancia del lugar en que estaban, se halla llena de agujeros la parte herida. También hay ocasiones en que quiebra piedras muy REFLEXIONES 576 grandes, 7 en que se advierten sus estragos en los Sitios donde cae. s Los mismos efectos nos presenta la electricidad aunque en un grado menor. Cuando se aumenta su Wapor medio deI agua; se s.gue á ch;sp J tanto Una C°nmOC,Ón muy sensible: cuerpos bas- ave v oTPaCt°S qrda" a^ereados' —en las aves y otros animales, y se ve que á cada chispa acompaña un golpe violento. El torrente de fbégo que se escapa silvando de la punta de los cuerpos eS.Un° de!OS fen6men°s que se hallan la mavor ’ X ^ ¿ ^ 1,gereza’ hay también la mayor semejanza entre el rayo y la electricidad Cuando en t.empo de tempestad se cuelga al aire li¬ bre con cordones de seda una espada ó una cadena len dSeCUel,rP°Sve S¡ Se a™a «I dedo, sa-’ de ellos chispas con estallido, y cuya fuerza es proporcionada a la de la tempestad y á su distanciad p™ ** ó- >• . . ;; eui itidad, que el cometa toma de la nube. Bertholon creía nue si se emp easen globos aereostáticos para elevar más bien el co- meta e preeaverfan por este medio alguna» tempestades El que quiera instruirse á fondo del modo de formar este h, nenn'a°Sser los m°’ * ^ «"y»» ¿¿¿ vW a se, los m,smos qñe ¡os del cometa, puede consultar la obra SOBRE LA NATURALEZA 577 En una palabra, todos los efectos de la electricidad se manifiestan en tiempo de tempestad; y es imposi¬ ble dudar que el relámpago y el rayo no sean causa¬ dos por un fuego eléctrico muy violento.* 1 Los nuevos descubrimientos de la química dan también mucha luz sobre la causa de los rayos y de las tempestades. Traigamos á la memoria que el hidrógeno y el oxí¬ geno son los dos constitutivos del agua. Mientras estos principios reducidos á' gas por el calórico y la luz, están en contacto en frío uno con otro, ni pro¬ ducen inflamación, ni se forma agua; pero si se mez¬ clan con un cuerpo inflamado, comprimiéndole fuer¬ temente, ó agitándole violenta y precipitadamente, entonces comienzan á combinarse los dos gases, se efectúa la combustión, y se forma agua. de Bertholon sobre los metéoros, donde se lee que M¿\ Van-Swin- den, profesor de física en Amsterdara, sacó chispas con el come¬ ta, no sólo en tiempo de tempestad, sino aún estando el cielo se¬ reno. “Segunda edición, tomo 2o, pág. 336.” 1 Generalmente se creía que el rayo bajaba siempre de la nu¬ be, hasta que el Marques Scipión Maffei, en su carta de 10 de Setiembrede 1713 á Mr. Vallisnieri, profesor de la Universidad de Uadua, comenzó á dar noticia de sus observaciones, y á pro¬ bar con ellas, que á veces subía desdóla tierra. Este aviso llamó la atención de los sábios, que observando con la mayor exacti¬ tud los fenómenos de la tem) estad y del rayo, adoptaron ej pa¬ recer de Maffei; y creemos le adoptará igualmente cualquiera, que desimpresionado de la preocupación vulgar leyere el capí¬ tulo’ cuarto de la “foudre ascendant,” tomo primero de la obra ya citada de Bertholon, parte segunda, sección primera. 57» REFLEXIONES Parece que sucede un fenómeno análogo en la at¬ mósfera, cuando mediante la chispa eléctrica vienen á combinarse algunas porciones de gas hidrógeno ú oxígeno. Las detonaciones atmosféricas deben ser el efecto de la combustión de estos dos gases, que re¬ ducidos á agua, ocasionan necesariamente un vacío inmenso: así es que los truenos son frecuentísima- mente seguidos de una rápida lluvia. Es de creer que algunas lluvias de tempestad se deban también á una formación instantánea de agua en la atmós¬ fera. Todo cuanto se nos figura funesto ó maravilloso en estos fenómenosjiaturales, desaparece pues á pro¬ porción que nos familiarizamos con las observacio¬ nes; y cesaría el temor supersticioso con que se miran por lo común estos fenómenos, si reflexionásemos sobre ellos por nosotros mismos, ó consultásemos á sujetos instruidos. Empleemos los conocimientos que acabamos de adquirir sobre la naturaleza del rayo, en desterrar, al menos en parte, el terror que se apo dera tan fuertemente de nuestra alma al acercarse la tempestad; y en adelante con traigámonos más bien á levantar nuestros ojos hacia el Señor que obra tan portentosos efectos á nuestra vista. No olvidemos ja¬ más que la naturaleza de la atmósfera que nos rodea, hace este fenómeno necesario; que las tempestades son en las manos del Soberano del universo un me¬ dio para fertilizar la tierra; y aunque en ciertos casos os pueda dirigir su justicia para hacer de ellos una • * SOBRE LA NATURALEZA 579 materia de prueba, ó el instrumento de sus vengan¬ zas, si somos justos y prudentes, confesaremos que en general deben ser para nosotros un nuevo estí¬ mulo para darle un tributo de reconociníiento y de adoración. VEINTINUEVE DE AGOSTO Progresos que se han hecho en orden á la electricidad natural: el pararayo, y otros fenómenos eléctricos . Varios físicos habían ya recelado que hubiese al¬ guna analogía entre el fluido eléctrico y la materia del rayo, cuando Franldin, después de haber recono¬ cido el poder de las puntas, de que hemos hablado ántes, se propuso elevar en el aire una barra de hie¬ rro terminada en punta, y servirse de ella para veri¬ ficar esta misma analogía. Delibard fué uno de los pri¬ meros que pusieron en ejecución la idea de Franklin: hizo construir cerca de Marlyla-Ville, una cabaña, sobre la que había fijado una barra de hierro de cua¬ renta piés de largo, aislada por debajo. Habiendo pa¬ sado cerca de ella una nube tempestuosa, despidió chispas la barra al aproximarle un dedo ; y se reco¬ nocieron los efectos de los conductores ordinarios que se electrizan mediante nuestras máquinas. Romas, que cultivaba la física en Lila, tuvo el atrevimiento de enviar hacia la nube misma un come¬ ta armado con una barra puntiaguda, y cuya cuerda 58o REFLEXIONES entrelazada con alambre, terminaba por la parte in¬ ferior en un cordón de seda, para tenerla aislada y preservar de explosión al observador. Viéronse salir de este aparato rayos espontáneos de luz de diez piés de largo, y su ruido se parecía al de un. pistole¬ tazo. Los peligros de todos los experimentos de es¬ te género son tan evidentes, aún tomando las mayo¬ res precauciones, que sólo son capaces de intentarlos aquellos en quienes puede más la curiosidad que el miedo. Muchos físicos trastornados por las conmo¬ ciones que recibieron sacando chispas de un apara¬ to que comunicaba con lo interior de su habitación, tuvieron que arrepentirse de haber hospedado un huésped tan temible. El célebre Richman, profesor de física en Petersburgo, perdió la vida en una cir¬ cunstancia que parecía destinada para dar la lección más eficaz: fué derribado al lado del aparato mismo que había dispuesto para medir la fuerza de la elec¬ tricidad de las nubes. Franklin imaginando sustraer la materia del rayo, se, había propuesto una idea más filosófica que la de hacer experimentos eléctricos. Pensaba que si se es¬ tableciese cierta comunicación entre una barra de hie¬ rro colocada sobre un edificio y lo interior de la tie¬ rra, la barra podría preservarle de una explosión, recibiendo en sí el fluido de las nubes tempestuosas que pasasen cerca. Con este objeto se han construi¬ do en muchos lugares máquinas de esta espacie, lla¬ madas pararayos. SOBRE LA NATURALEZA 58l Pénese en la parte más elevada de un edificio una barra de hierro de forma cilindrica, terminada en pun¬ ta, y cuya extremidad inferior se apoya en vidrio ma¬ cizo. Una cadenita de hierro asida á la barra á alofuJ ñas pulgadas más arriba del apoyo, se dirige por un conducto de vidrio hasta la extremidad del tejado, del cual pende libremente para irá parará un pozo, ó en su defecto se la internará hasta encontrar con tierra húmeda, pues la seca es mal conductor de la electricidad.1 Este aparato tan sencillo preserva al edi¬ ficio de los efectos del rayo, especialmente si para precaver el orín se dora á lo menos la punta de la barra; pero ningún metal hay más á propósito que la platina para dicha punta, por no estar sujeto á to¬ marse de orín ni á derretirse.- No siendo el trueno más que una electricidad natural, comprimida en la nube que lleva el rayo en su seno, si esta nube viene á pasar sobre el edificio en que haya un pararayo , sustraída por la punta de hierro la materia eléctrica que le contiene, pasa por la cadenita al pozo ó á la tierra húmeda, donde revienta algunas veces de una 1 En los pararayos que se han puesto en Madrid bajo la di¬ rección del Señor Bueno, se une á la extremidad inferior de la barra otra que baja por dentro de tubos de barro cocido pol¬ la parte exterior dél edificio, hasta un pozo ó tierra húmeda, porque como las paredes de nuestros edificios suelen tener bas¬ tante yeso, y éste atrae la humedad, sería fácil que por las lañas de hierro con que se asegura Ja barra á la pared, se introdujese en esta la electricidad, y continuase por ella haciendo estragos. Tomo ii. — 74 582 REFLEXIONES. manera sensible, otras de un modo espantoso, pero siempre sin riesgo. No estuvieron de acuerdo los físicos sobre los pa¬ rarayos; unos miraron sus ventajas como incontesta¬ bles; otros pensaron que la acción de tales instru¬ mentos era demasiado débil para defender el edificio: pues sena, decían estos, impedir por medio de un simple tubo que rebosase un grande río, pronto á sa¬ lir de madre. Aún algunos han pretendido que los pararayos eran más propios para excitar la caída del rayo sobre el edificio, que para preservarle; mas no se puede dudar de la utilidad de estas máquinas, es¬ pecialmente después que la experiencia ha enseñado que una explosión, que por otra parte parecía inevi¬ table, se había hecho sobre la punta misma del para¬ rayo, sin que por esto padeciese el edificio.1 Presentó- 1 Entre otros muchos hechos que pudiéramos citar, bastará por sí sólo el que trae Ingenhouz para destruir las quiméricas invectivas con que intentaron algunos desacreditar el venturoso proyecto del aparato de Franklin. En los Estados del conde de Orsini de Rosseraberg, gentil hombre del emperador, en Carintia, hay en la cima de un mon- te un campanario, que en todos tiempos ha sido el blanco de los rayos, y con tanta frecuencia, que durante el Verano no se ce¬ lebraba en la iglesia por las desgracias que habían sucedido. El ano de 1730, nos dice Ingenhouz, quedó reducido á cenizas por un rayo. Se construyó de nuevo: pero al arruinarse otra vez á poco tiempo fué más fatal su suerte, pues cayeron rayos cuatro ó cinco veces por año, y en una misma tempestad diez veces, caso sin ejemplar, y cinco en 1778, habiendo sido el último tan SOBRE LA NATURALEZA. 583 se hace algunos años á la Academia de las ciencias una de estas barras en que había caído un rayo, y cuya punta estaba roma, y cual si se hubiese fundido. El fluido eléctrico había seguido la comunicación es¬ tablecida entre la barra y las entrañas de la tierra, dejando intacta la casa. Pero es necesario multipli¬ car los pararayos cuando se quieren situar en edifi¬ cios de alguna mayor extensión: no deben estar tam¬ poco demasiado cercanos para que no se dañen unos á otros, ni demasiado apartados á fin de que las di¬ ferentes esferas de su actividad no dejen ningún es pació intermedio: la distancia de sesenta piés entre uno y otro pararayo es la que se regula ser bas¬ tante. 9 No se limita el pararayo á sustraer en silencio co mo se ve, el fluido eléctrico, aunque no deja de ser apreciable este beneficio; sino que su momento de¬ cisivo es aquel en que anunciando todo una explo- violento, que la torre empezó á desmoronarse, y el conde se vio precisado á mandarla demoler. Se levantó por tercera vez po¬ niéndole un pararayos rematado en punta, y no volvió á suceder desastre alguno, pues sólo una vez cayó un rayo desde este tiempo, y el golpe fue tan ligero que ni afín derritió la punta del conductor, sin recibir daño alguno el campanario. Sigaud de la Fond dice que desde que los ingleses han puesto su confianza en esta propiedad asombrosa de las puntas, ha res¬ petado el rayo sus edificios. En España se va haciendo cada día m&s general el uso de este apreciable descubrimiento. «Segunda edición, tomo 2 ? pág. 331 y 332.» 5?4 REFLEXIONES r, ’ó? Pr(^x^ma> se presenta á recibirla, y determina al uido a tomar la senda designada de ante mano por el físico al iado del edificio, que queda libre aún de Ja conmoción causada por el estruendo. No tenemos todavía conocimientos bastante cier¬ tos sobre la manera con que se electrizan las nubes- mas algunas experiencias pueden servir para expli-’ car la trasmisión de una pequeña cantidad de fluido eléctrico que toma el aire de los objetos terrestres. °e ha observad° que los cuerpos que se convierten en vapores, quitaban á los vasos aislados con quienes estaban en contacto, parte de la electricidad propia de estos cuerpos. Por esta electricidad es como se explica la formación de aquellos metéoros llamados vulgarmente estrellas vagas, y de los globos inflama¬ dos que atraviesan rápidamente el aire, y se desva¬ necen con una explosión. Es verisímil que estos me¬ téoros se deben al gas inflamable que se desprende de las lagunas, y se eleva después hasta cierta altu- ra je, n at™ósfera- donde se enciende por el contac- to del fluido eléctrico. Además de estos efectos que pertenecen propia¬ mente a la física, hay otros muchos, que para obser¬ varlos necesita esta ciencia de la historia natural Co¬ nocíase mucho tiempo había un pez del género de las rayas, llamado torpedo, por haberse notado que cau¬ sa cierto entorpecimiento en los miembros del que le toca. Los experimentos más decisivos han verifi- Ca ° aS COIlíeturas que atribuían este fenómeno á la SOBRE LA NATURALEZA 585 -electricidad. Muchos espectadores puestos en círcu¬ lo, y de modo que el primero comunicaba con la su¬ perficie inferior del pez, sintieron la conmoción al momento en que el último tocaba con el excitador la superficie superior. La anatomía ha descubierto en el cuerpo de este pez un órgano particular donde tiene el animal la facultad de excitar un movimiento alternativo de contracción y dilatación, del que pare¬ cen resultar las dos especies de electricidad que re¬ siden en las dos superficies de su cuerpo, y producen en las personas inmediatas los efectos de la botella de Leyden. La misma virtud se ha observado en otros muchos peces, como en la anguila de Surinam, y el temblón del Niger. La electricidad de estas anguilas es más activa que la del torpedo : pues haciendo en ellas el experimento se ha llegado aún á percibir la chispa entre dos cuerpos metálicos situados á cortísima dis¬ tancia uno de otro, y que comunicaban con los cuer¬ pos al través de los cuales se descargaba la electri¬ cidad. Los peces dotados de esta virtud se valen de ella como de una arma invisible para trasmitir por el agua una violenta conmoción á otros peces, y después de haberlos aturdido se lanzan sobre ellos y los devoran. Aquí se puede decir á la letra, que el vencedor arro¬ ja rayos sobre su enemigo. La mineralogía presenta también sus fenómenos particulares de electricidad. En efecto, varias pie- .S86 reflexiones dras y la turmalina entre otras, tienen la propiedad de electrizarse por el calor, que produce en ellas el mismo efecto que la frotación en las piedras ordina- rías. A pesar de los progresos que ha hecho en nues¬ tros días la teoría del fluido eléctrico, nos resta mu¬ cho que saber sobre la materia: pues se presentan aun sin solución muchas cuestiones importantes. Por ejemplo- ¿cómo obra el calórico para electrizar un cuerpo . ¿De qué modo produce la frotación este e ecto ¿De dónde proviene la luz que acompaña al penacho o chispa eléctrica? ¿No habrá quizá en este caso una verdadera combustión ? ¿Qué influencia es a que tiene la electricidad en mochos fenómenos no- tabJes, como las auroras boreales? &c., &c. Estas cuestiones son como otras tantas adaraias que quedan en el vasto edificio que erige con esta mira la teoría; y la vista sola de las partes delicadas doñee se han dejado, anuncia la dificultad de hallar as, materiales como manos propias para emplearlos con buen éxito. ¿Quién podrá aún asegurar que en¬ tre estos objetos no haya algunos del todo impene- trables al espíritu humano? “°S CÍnC0 rainel'ales 9-e tienen esta .pro— e el , ’ T 80n tnrma,i"a> e] topacio y la zeolita; una sal qué ZÍ tZl Ca,¡“’ ,I3,ÍV°’ ^ 61 de °™ta,i- SOBRE LA NATURALEZA 587 TRENiA de agosto Naturaleza y propiedades de la luz Experimentamos cada instante la utilidad de este fluido brillante y sutil, que ilumina y da color á toda la naturaleza, que hiriendo nuestros ojos, presenta al alma la imagen de los objetos sensibles, y pinta en ella su figura, situación y colores. ¿Pero de dónde emana la materia luminosa? ¿Es acaso una sustacia particular esparcida por todas partes, y que sólo ne¬ cesita para brillar ser agitada por el cuerpo lumino¬ so? ¿O sale más bien sin intermisión del sol y de las estrellas? La luz parece ser un torrente de moléculas infinita¬ mente pequeñas, que el cuerpo luminoso despide continuamente de su seno, y que con una velocidad incomparable se dirige en línea recta á distancias in¬ definidas. En efecto, concibiendo al sol y á las estre¬ llas como unos hornos inmensos, en quienes existe un fuego muy activo y violento, se formará idea de la teoría de la luz. Estos hornos arrojan de sí una in¬ finidad de torrentes de una materia sutilísima, que atraviesa la inmensidad del espacio con el más rápi¬ do moviento: de aquí proviene la portentosa velocidad de la luz , y su dirección en línea recta y en rayos- di¬ vergentes. Esta materia sumamente elástica, encuen¬ tra á veces sustancias que no puede penetrar, de 5*S REFLEXIONES' donde resolta la reflexión de la luz, por la oposición de un cuerpo impenetrable á sus rayos. Cuando estos caen oblicuamente en un cuerpo diáfano, que resiste más ó menos á su primitiva dirección, la deben mu¬ dar, de lo cual dimana la refracción de la luz, al pasar de un medio á otro más ó menos penetrable. Los fe¬ nómenos de la reflexión de la luz son el objeto de la catóp trica, y los de la refracción de la dióptrica. No penetrando el fuego sino con lentitud el vidrio y otros cuerpos trasparentes, la luz incomparable¬ mente más sutil los atraviesa en un instante. Es pre¬ ciso pues, que los poros del vidrio, den paso franco á la luz, sin hallar el menor obstáculo al penetrarlos, en vez de que el fuego como menos sutil encuentra mayor resistencia. El fuego se mueve también mucho mas lentamente que la luz. Pongase un brasero encen¬ dido en un cuarto, y sólo le calentará por grados : por el contrario con la luz de una bugía se alumbra to¬ do él de repente, y en un momento se ve desde todos los puntos á donde pueden llegar sus rayos. Dedú¬ cese de estos hechos, que el fuego y la luz no son sus¬ tancias diferentes, sino una sustancia diversamente modificada, respecto á que casi siempre las vemos ir juntas, y que la una puede ocasionar la otra. Aun quizá no habrá más variedad entre las dos, que el que la luz esté dotada de una velocidad suma; y al con¬ trario el calórico ó el fuego sea sí el mismo princi¬ pio, pero privado de este movimiento progresivo. Las propiedades y efectos de la luz no son menos sobre la naturaleza _ _ _ 589 incomprensibles que su naturaleza. Es prodigiosa la rap.dez con que se propaga. Y si no fuese mayor su velocdad que la del sonido, gastaría diez /siete anos en llegar desde el sol hasta nosotros; pero para esto sob necesita ocho minutos y trece segundos. En cor o espacio de tiempo corre un rayo de sol nuches millones de leguas, y más de cincuenta mil mil d egUnd°'. J COmo el son'do no anda más que mil doscientos cincuenta piés por segundo, es menes- Ss máT íf*" de“,UZ ~ máS de -hodentas md no nuéde qUS Una,PartíCU'a C'e a'Ve’ auil ■rJ ¿>fiL ncvf.nNy, ,r • . ’ ,J) í: ' X '-'■'noli <-/ m:, - ->i J Uhuifip isí of?9 rr- • • fwSi¿>í;>óqmoD^,r. ~ ^vspmjsbxónoo' ;T '•» ' ^í>ffí/¡’ Vllf f f I ‘X'Oj Jih'j? :,0[ •.. .,- ■ Jí JÍ! WVí-, ?,,[ ,> ' • $}fí9rnfíp‘ ■••>;/. , •»ios«, cOír.chb-'.q 0f,'-» v ,,b -neam-tn > . ' , . «; ■ .2™ J<¡ i>»on¡ . s B,"v 'hvíwí ,j “» ^foo ñ» o^rs'*? ■in; r< '-■ ' <«•■•; Rj ¡- , .... ■ ,Jl! ' f|.tS '• fc.iOMoq^ ,, , *"Wol,n„3)ni3 ^ rio 0¡... '/ “"TV’'’1 ?- i” »->. mi ' &VP í ¡ niXXy'! O^rok0^qsgohfi^¡ . -^JSenaatfMhW.- ! nÓOnf!^ no H - I- n?I J . í«mo3s ' : "',b .^¡v-r»«mn Rfl;.r, ^ 9,3a»i« «¡W 1 11 ■30V-'>R.-> roí ,:.. i(1 V ' ■ . . «tncT m> M .evno» 9y">¡* i?m T , . - .. >’ u X^'id Kl'j INDICE DE LO CONTENIDO EN ESTE TOMO Págs% Las bestias de carga, . . . . 3 Bestias de carga de otros climas . . 7 El elefante . . . . 23 Los animales salvajes: los ciervos, gamos y corzos, ha¬ bitantes de las selvas . . . 29 Los animales de los camposj la liebre: el conejo... . . . 24 La marmota y otros animales que están entorpecidos en el Invierno . . 29 Reflexiones sobre la causa del entorpecimiento de cier¬ tos animales durante el Invierno . . . 33 Edificios de los castores . . . . 37 Los animales carniceros: el lobo, la zorra . ..... 43 Animales carniceros de otras regiones: el león . 48 El tigre, la pantera, la onza y el leopardo . . 54 Los monos, el orang-utang . . 60 Relaciones y diferencias de los animales entre sí . 65 Sabiduría que se advierte en la estructura del cuerpo de los animales . 72 Sentidos de los animales . . 75 Ojos de los animales . . . . 79 * Extensión de la vista de las aves . . _ 83 .Vestidos de los animales . . 87 Propagación de los animales . 92 La sensación distingue principalmente á los animales de los séres inferiores . . . . 94 Tomo ii. — 76 59§ REFLEXIONES Diversas cosas notables en los animales.. Cómo la Providencia proveyó de sustento á los ani¬ males . Proporción de los alimentos con las necesidades y fa¬ cultades de los animales . . Sagacidad de los animales para buscar su subsistencia en el Invierno . Estado de algunos animales en el Invierno . Grandeza y número de las criaturas sobre la tierra. Multitud de los animales . Guena que se hacen entre sí los animales . Abuso que se hace de los animales .... Daños que causan los animales Lenguaje de los animales . Ventajas corporales que tienen los animales sobre nos. otros . . Conformidad entre las plantas y los animales . Relaciones de los brutos con los elementos y las plantas. Utilidad de las plantas y de los animales venenosos. Reflexiones sobre el reino animal . . «* Los animales ofrecen al hombre nuevos motivos de o-lo- rificar á Dios . Todo en la naturaleza se dirige al bien de los hombres. Págs. 98 104 110 114 118 121 124 129 135 139 143 147 150 154 159 162 167 170 , LIBRO TERCERO % EL HOMBRE Del cuerpo humano con relación á jeras partes exteriores. 175 Del rostro humano. ... _ork SOBRE LA NATURALEZA 599 Variedad que se advierte en las facciones del rostro: los ~ cabellos . -r- Vanedades en la estatura de los hombres: los patago¬ nes y Japones . _ ^ n • Posición ventajosa y cómoda de las partes del cuerpo humano. ... Afectos de gratitud al ver nuestros vestidos ! ' 200 Bosquejo del cuerpo humano respecto á sus partes in- tenores . Organos de la digestión . ’ ’ Digestión de los alimentos . ojq Modo con que se hace la digestión. . .7. 7. 7. 7.7 .7.7 218 Estructura del corazón . ^ Circulación de la sangre . 225 Las secreciones, y principalmente la de la bilis. . 230 La respiración . Maravillas de la voz humana . ’ * * ^3$ El cerebro, los nervios y músculos . . 242 Los sentidos en general, y el tacto en particular.’.' ’ ‘ ’ 247 El gusto . **■ ei olfato. . 77.7.7.7. . 77 . 252 Maravillosa estructura del oido ' * . . ei ojo . ;; . . . 2°9 Maravillas de la visión. . . . ^g Utilidad de nuestros sentidos . . 274 Relaciones que se hallan entre nuestros sentidos v los objetos de la naturaleza . ■ ^ Los huesos y su armazón . 2§g La piel que cubre todo el cuerpo, y algunas de'nuV fuu- cienes .... . . . 291 oimación del feto en el útero materno . 297 6 OG REFLEXIONES Páge, Obligación que tienen las madres de criar á sus hijos. . 301 La infancia, la pubertad y la edad viril . . 310 Cuidados que tiene Dios de los hombres desde su na¬ cimiento . . . 316 Necesidades de los hombres . 321 Necesidades del descanso de la noche . . 325 El sueño . . 328 Los sueños . 333 La cama . . . . 337 Rapidez con que se pasa la vida humana . . 341 La vejez y la muerte . . 344 Término de la vida humana . 349 Cálculo de la vida humana . . . . . 354 Proporción entre los nacidos y muertos.» . . 357 Consideración sobre la resurrección futura . 361 Paralelo entre el hombre y los animales . 367 Comparación de las fuerzas del hombre con las de los animales . 371 Comparación entre los sentidos del hombre y los de los animales . 375 Ventajas que nos da la razón sobre los animales . 378 El hombre considerado cun respecto á su cuerpo, y es¬ pecialmente como un ser dotado de inteligencia . 383 Espiritualidad é inmortalidad del alma . 387 Unión del alma con el cuerpo . 400 Del placer y del dolor . 404 Destino del hombre sobre la tierra . 409 Los deseos del alma se extienden á lo infinito . 416 Reflexiones sobre mí mismo . 420 Relaciones del hombre con los elementos, con los bru¬ tos y las plantas . 424 SOBRE LA NATURALEZA 601 LIBRO CUARTO EL AGUA . Págs. Propiedades del agua y sus partes constitutivas . 429 El mar: su flujo y reflujo . 435 Singularidades del mar . . . 439 U tilidad de las tempestades . 444 La navegación . 447 Origen de las fuentes y de los ríos . 451 Utilidad de los ríos . 455 Aguas calientes y minerales .... . 459 El hielo y las neveras naturales . . . . . 463 LIBRO QUINTO EL AIRE Naturaleza y propiedades del aire . . * 469 Atmósfera de la tierra . 474 Utilidad y necesidad del aire 477 Los vientos . 481 Naturaleza y propiedades del sonido . 487 Causa del placer que se siente en la música ......... 493 Otras observaciones sobre el sonido: el eco . . 497 Efectos del aire encerrado en los cuerpos. .......... 502 Navegación aérea . 505 602 REFLEXIONES libro sexto jel fuego Págs, • _ _ Materia ígnea . 553 Naturaleza del fuego y sus efectos. . . . 515 Efectos del aire y del fuego en la combustión, y en la respiración y calor de los animales . 524 Efectos del aire, del agua y de la luz, en la formación de las sustancias vegetales y animales . . . . : . 530 Descomposición natural de las sustancias vegetales y animales . . . 537 Diversos usos del fuego, y medios para adquirirle. .... 542 Los volcanes . 545 Los temblores de tierra . . 555 Metéoros ígneos! fuegos fatuos . . . 555 Fuego eléctrico: electricidad artificial. / . 559 Electricidad natural: el rayo . 573 Progresos que se han hecho en orden á la electricidad natural: el pararayo y otros fenómenos eléctricos. . . . 579 Naturaleza y propiedades de la luz . 537 Diversidad de los colores . . . . . 591 FIN DEL INDICE DEL TOMO II. UNAM FECHA DE DEVOLUCIÓN El lector se obliga a devolver este libro antes del vencimiento de préstamo señalado por el último sello d AkqicmL A®?[* J-a •' F \ i ' ■ '. üix* vs- k •■■ ' *-‘>vy^L. ■ K "% ■ ' . 4 ■*'' H J 1 M¡S