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RESEÑAS Y CRÍTICAS

PUBLICACIONES DEL MISMO AUTOR

(en colaboración con el t>' NICOLÁS HASSa)

Memoria de la Biblioteca Públicay correspondiente al afio 1876. Bue- nos Aires, 1877. ivol. en 8«, de 222 páginas.

Memoria de la Biblioteca Pública de la Provincia, correspondiente al año 1877. Buenos Aires, 1878. i vol. en 8°, de 389 páginas.

Informe sobre las colecciones de obras argentinas que se envión á la Ex'^ 1

posición Universal de Paris, 1878. i toI. en 4», de xix-77 págions.

(en colaboración OON el D*" ADOLFO MITRE) |

I

Derecho internacional privado, 1878. 9 vol. en 8*, de iii páginas.

DEL AUTOR

La Sociedad Romana en el primer siglo de nuestra era. Estudio critico sobre Persio y Juvenai. 1878. i vol. en 8*, de xii-380 páginas.

Vimprimerie et les livres dans VAmériqueEspagnoleaux XVI^, XVII^ et XVIII^ siécles. Discours prononcé au Congrés International des Américanistes. Bruxelles, 1879. 1 vol. en 8*, de 30 páginas.

La recepción de Henri Martin en la Academia francesa. Buenos Aires, 1880. i vol. en 8», de 39 páginas.

Gathe : sus amores. De la influencia de la mujer en sus obras lite- rarias. Buenos Aires, 1881. i vol. en 80, de 66 páginas.

Disraeli : su última novela. De la influencia de la politica en sus obras literarijis. Buenos Aires, 1881. i vol. en 8«, de 33 páginas.

La quiebra de las sociedades anónimas en el derecho argentino y ex- tranjero. Buenos Aires, 1883. i vol. en 8*, de 63 páginas.

La abogada en la República. Discurso pronunciado en la colación de grados de 1883. Buenos Aires, 1883. i vol. en 8°.

Contribución al estudio del libro IV del Código de Comercio. Buenos Aires, 1883. 1 vol. en 80, de 374 ptáginas.

Estudios sobri quiebras. Con un prefacio del D^^ .Amancio Alcorta. Buenos Aires, i vol. en 8^, de xxxii-3 74 páginas.

Las reformas del Código Civil. Buenos Aires, 1883. i vol. en 8».

Discurso pronunciado con motivo de fundarse la ** Asociación de hom- bres de letras del Brasil " . Rio de Janeiro, 1883. i vol. en 8*.

La politica americana y las tendencias yankees. Buenos Aires, 1887. I vol. en 80, de 34 páginas.

Un invierno en Rusia. Buenos Aires, 1888. 2 vol. en 8*.

Dos novelas sociológicas. Buenos Aires, 1893. i vol. en Bp, de 383 páginas.

La Nueva Revista de Buenos Aires (Director de la). Publicación men- sual. 1881-85. 13 vol. en 8».

y

E^?^ESTO OUEScA'DcA

C. DB LA RSAL ACADEMIA ESPAÜOLA

RESEÑAS

C RÍTICAS

•••

BUENOS AIRES

FÉLIX LAJOUANE, EDITOR

79 PERÚ 89

1893

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De esta obra han sido impresos quince ejemplares en papel de Holanda, numerados por el autor

Imprenta de Pablo E. Coni é hijos, Ferá, 68o

ADVERTENCIA

Un escritor argentino, en una obra publicada hace algún tiempo y ha dicho: "Es verdadera- mente deplorable que la indiferencia general que '^ existe entre nosotros para todo lo que se refiere a (y^las letras, haya impedido d Quesada reunir sus ^ escritos dispersos en multitud de diarios y revis- --^tas. Ellos hubieran dado varios tomos de sabro- -^sa y buena lectura^ como la de Un invierno en Msidiy que publicó últimamente^ obra interesante yajo todos los aspectos, llena de observaciones ;agaces^ de reflexiones nuevas y personales, y de iestudios históricos y políticos expuestos en un

RESEÑAS Y CRÍTICAS

estilo fácil, corriente y verboso como lo es la pa- labra de su autor. Director durante mucho tiem- po de la Nueva Revista de Buenos Aires, donde al principio estuvo acompañado por su ilustre padre, las letras argentinas deben i Ernesto Que- sada largos y fieles servicios, y nuestra generar- ción tiene en él uno de sus miembros más ardien- temente trabajador y erudito, llamado á producir obras notables y siempre dignas de su inteligencia y su contracción " (i).

Tan caballerezca manera de decir galantería inmerecida á una persona, al mismo tiempo que obliga la gratitud de esta^ parecería deber poner- la en el compromiso de justificar amabilidad ta- maña, Pero desgraciadamente, en la vida poco ordenada á que nos condena la existencia ame- ricana^ no he podido conservar los diarios y re- vistas á que aludía el escritor, y de ahí que el es- fuerzo ó las aspiraciones de tantos años de labor

(i) Martín García Mérou: Recuerdos literarios. Buenos Aires, 1 89 1.

ADVERTENCIA

literaria estén condenados d yacer ^^en el fondo de esos vastos cementerios que se llaman períó- dicos, donde las producciones reposan casi sin epitafio '\ Quizás y aún sin quizás es mejor que asi sea.

Pero las mismas razones que me indujeron á consentir en la publicación de Un invierno en Rusia, me obligan hoy á dar este volumen, en el que no he reunido sino uno que otro articulo, de épocas diferentes, si bien se refieren todos i co- sas nacionales. De los capítulos de este libro po- dría decirse, con verdad, que sint ut sunt vel non sint, parodiando el dicho célebre.

No he querido intencionalmente hacer selección ni obedecer á orden cronológico ó sistemático : los " varios tomos " que pronosticaba el autor de los Recuerdos literarios, arredrarían al editor más audaz, en una tierra en que aún es asunto problemático el saber si no se publican libros por- que no hay lectores, ó si no hay lectores porque no se publican libros, según la frase conocida.

8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

V - , , ,

No he quei'ido tampoco rever los diveisos ar- tículos que forman este libro. Rever lo publica- do años atrás, es tarea ingrata é infecunda : el criterio se modifica^ la edad misma nos hace ver las cosas con distinto color ^ y hay hasta cier- to punto una falta de respeto por la sinceridad del juicio antes^ al querer someterlo a la calma, quizá á la ecuanimidad rayana en indi- ferencia^ que suele traer consigo el transcurso de la vida. Por eso es una verdadera debilidad con- sentir en esta clase de exhumaciones litera-- rias.

En Europa las producciones del espíritu se conservan^ se pulen, se revisan^ se completan y concluyen por publicarse más tarde con cariño extremo : en América consideramos como un ac- cidente el escribir^ lo hacemos, si, siempre que podemos, con ¡1 luogo studio ed il grand' amo- re de que hablaba el poeta, pero no conservamos vanidad ni quizá el recuerdo de lo hecho. La vida nos arrastra á la acción en sentido á veces

ADVERTENCIA

ian singular que no es posible preverlo de anie- mano : es preciso que nos conformemos al medio en que actuamos y á la atmósfera que respiramos. De ahí la diversidad de criterio para juzgar un volumen de esta Índole.

E, Q.

San Rodolfo, 1893.

RESEÑAS Y CRÍTICAS

EL CONGRESO LITERARIO LATINO- AMERICANO

Y EL '* AMERICANISMO "

^^^^ON motivo de la Exposición Continental de \s.^ Buenos Aires, se proyecta celebrar un Congreso literario latino-americano [i). Si puede lograrse que

(i> En mi calidad de director de la Nueva Revista, fui llamado para formar parte de la Comistón que se proponía organizar un " certamen literario" con motivo de la Exposición Continental Sud- Americana que se celebrará en Buenos Aires del i^ de Marzo al !<* de Junio de i88a. Aunque opuesto á la idea del certamen, por cuanto la historia enseAa el poco resultado práctico que esa clase de torneos ha producido, estan- do aún frescos los recuerdos de los Juegos florales celebrados aquí en el año próximo pasado, creí deber aceptar, pero con el propósito de pro- poner la realización de un ''Congreso literario'*, idea que me parecfa

I 2 RESENAS Y CRITICAS

tenga éxito feliz, se habrá realizado un progreso in- calculable.

Es increíble el extraordinario aislamiento intelec- tual de los paises latino-americanos entre : vivi-

más provechosa y factible. Lo hice, en efecto, y después de algunas discusiones de detalle, fué aprobado completamente el referido proyecto, que es como sigue :

CONGRESO LITERARIO LATIiNO-AMERICANO Sesión de Buenos Aires (Del 37 al jg de Mayo 1882)

BAJO EL PATROCINIO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Y EN OCASIÓN DE LA EXPOSICIÓN CONTINENTAL SUD- AMERICAN A

{Buenos Aires, /• Marzo- 1^ Junio)

INVITACIÓN

Con motivo de la Exposición Continental que tendrá lugar en Buenos Aires, del de Marzo al i* de Junio de 1883, se ha decidido convocar una reunión de personas que se ocupan del estudio de la literatura, historia y ciencias de la América Latina.

El objeto principal de este Congreso es proporcionar á los hombres de letras que concurran á la Exposición, un medio fácil de formar ó de estrechar relaciones literarias, á fin de hacer cesar, en lo posible, el la- mentable aislamiento de las naciones latino-americanas en lo que á su desenvolvimiento intelectual se refiere. Se trata de poner en contacto á los hombres de letras latino-americanos, procurando que den á cpno- eer el estado actual de la literatura, historia y ciencias en sus respecti- vos paises. Será una reunión de verdadera confraternidad literaria, de laque se reportarán incalculables beneficios.

En Europa, los congresos internacionales se repiten cada vez con mayor frecuencia, y se aprovecha la celebración de las Exposiciones para facilitar tan provechosas reuniones. Los Anales en que se publican los trabajos presentados á dichos congresos, vienen asi á ser el compendio del estado actual de tal ó cual ramo de los conocimientos humanos > inútil es, pues, encarecer la importancia de estas reuniones, que para

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CONGRESO LATINO-AMERICANO I 3

mos como si nos encontráramos en los polos opues- tos de la tierra, ignorando el escado de los conoci- mientos en uno y otro país, y sin conocer ni lo que se publica, ni lo que se trabaja, ni lo que entre

ios laríno-amerícanos son tanto más preciosas, cuanto que TÍven más en contacto con la Europa, cuyos libros más recientes conocen, que con cualquiera de sus vecinos, cuyos trabajos más notables sólo por ca- sualidad recibe alguno que otro especialista.

Toda persona que se interese en esta reunión, puede ser inscrito como miembro del Congreso, dirigiéndose á la Secretaria general, y envian- do : I* su nombre, apellido y profesión ; a* su dirección exacta ; 3* la suma de dos pesos fuertes como monto de la suscrición. Recibirá, á vuelta de correo, la tarjeta de mlembru^ que da el derecho de partici- par de todos los trabajos de la reunión, y de reclamar el volumen que contenga los Anales de dichos trabajos .

ESTATUTOS DEL CONGRESO I

£1 G>ngreso literario sud-americano tiene por objeto fomentar las relaciones de los hombres de estudio latino-americanos, contribuyendo al progreso de las letras de este continente, por medio de comunicacio- nes relativas á la literatura, historia y ciencias de las naciones ameri- canas.

II

Harán parte del Congreso, y tendrán derecho á todas sus publica ciones, las personas que pidan una tarjeta de miembro al secretario general. Se ruega á las personas que hagan este pedido, envíen con exactitud la dirección de sus nombres, apellidos, profesión y dirección, adjuntando dos pesos fuertes como monto de la suscrición. Esta can- tidad podrá ser abonada hasta dos dias antes de reunirse el Congreso

en Buenos Aires.

III

Los trabajos cuya lectura exija más de itelnte minutos, serán entre- gados á la Secretaria general^ la cual presentará al Congreso un rcsü-

14 RESEÑAS Y CRÍTICAS

nosotros se estudia. Entre los hombres de letras latino-americanos no hay casi intercambio de ideas, como no hay reciproco comercio de librería, ni se ha logrado hasta ahora establecer mutua colaboración

men, sea escrito ú oral, que haga conocer el objeto del trabajo, sus pun- tos culminantes y sus deducciones : los autores que envíen esta clase de memorias deberán adjuntar al mismo tiempo un resumen substancial .

Los trabajos de los miembros que no pueden concurrir personalmente al Congreso, deberán dirijirse á la Secretaria general, hasta el so de Mayo.

A los autores que tomen personalmente parteen la reunión, seles suplica sustituyan una exposición oral á la lectura .

IV

Los libros, manuscritos ú otros objetos presentados al Congreso, se- rán entregados á la terminación de este« sea á la Biblioteca Pública, sea á uno de los Museos Nacionales.

Toda discusión extrafia al objeto del Congreso queda terminante- mente prohibida. £1 Comité decidirá qué trabajos han de ser publica- dos en los AnaUs,

Los miembros tienen el derecho de presentar, con un dia de antici- pación, cuestiones que no estén incluidas en el programa ; con este ob- jeto harán su petición al Comité, el cual juzgará si pueden ser ad- mitidas.

VI

El Congreso se compone : !<> de un Comité de honor ; a^ de un Co- mité de organización ; 3" de miembros protectores ; 4* de miembros adherentes.

El Comité de honor se compondrá de altos funcionarios ar^^entinos, de los diplomáticos latino-americanos, y de los delgados de las na- ciones americanas á la Exposición.

El Comité de organización estará compuesto de literatos y periodis- tas argentinos.

CONGRESO LATINO-AMfiRICANO I $

en revistas ó periódicos. Coando se quiere estudiar algo relativo á un país latino-americano, no se tiene dónde recurrir para saber qué hay hecho sobre el particular, ni con qué criterio debe elegirse entre los

Son miembros protectores los qae hagan donadón de euarmta pesos fuertes como mimimmm.

Son miembros adheientes los que llenen las condiciones del aitl- culo i.

VII

Las sesiones del G>ngTeso durarán tres días, el 97, 38 j 39 de Mayo, 7 tendrán lugar en la SdU de fiestas del Palacio de la Exposición. Cada dia se celebrarán des reuniones, por la mafiana y á la tarde. El primer día estará dedicado á la literatura latino-americana ; el segundo á la historia, j el tercero á las ciencias.

VIII

£1 Comité de organiación publicará oportunamente la orden del dia y programa de las fiestas que serán dadas al Congreso, cuyas se- siones terminarán p<Nr un banquete.

PROGRAMA {Rnmidm del 27 de Mayo)

LITERATURA

I. ¿ Cuál es el estado actual del movimiento literario entes patees la- tino-americanos ?

II. Causas del aislamiento literario reciproco. Falta de venta del libro americano. Remedios propuestos á este mal.

III. Cuadro del deaenTolvimiento ioteiectual en cada pais latino- americano. Influencias extrañas á que ha obedecido. Escuelas litera- rias. Tendencias dominantes. Relaciones mutuas.

IV. Los escritores americanos y sus editores. Carencia de estos.

V. La bibliografía latino-americana. Libros publicados. Primeras impresiones.

í 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS

libros que se han publicado. Este estado de cosas es vergonzoso, y es deber de patriotismo el hacerlo cesar.

Por eso es benéfica la tentativa de celebrar un Con-

VI. La literatura dramática americana y los teatros.

VIL El periodismo latino-americano. Importancia del diarismo : el diario anónimo y el diario firnlado. Tendencias predominantes en la prensa nacional y continental.

VIH. Las bibliotecas americanas. Su estado actual. Intercambios literarios. Riquezas que contienen.

IX. Sociedades literarias. Su estado actual. Relaciones entre si.

(Reunión del 28 de Mayo)

HISTORIA

I. Estado actual de los estudios históricos americanos. Principales obras publicadas. Carácter de ellas.

II. Publicaciones extranjeras sobre la historia de América. Criterio con que deben juzgarse.

III. Historiadores americanos. Historiadores de la época revolucio- naria. Influencia de los grandes partidos en los escritores contemporá- neos. Materiales de q&e se dispone.

IV. El patriotismo en la historia. Polémicas internacionales. Las grandes figuras históricas. Criterio con que deben estudiarse impar— cialmente.

V. Problemas históricos fundamentales, internacionales, nacionales y locales. Elementos para su estudio.

VI. Valor histórico de la prensa americana. Las monografías. Los documentos oficiales publicados ó inéditos.

[Reunión del 2p de Mayo)

CIENC ¡AS

I. Estudio de las ciencias antes de la Independencia. Los' principa- les escritores y sus trabajos de mayor importancia en las diversas ciencias; qué influencia ejercieron en el dcsenvolvi'viicnto dentiíico.

CONGRESO UITINO-AMERICANO I 7

greso latino-americano, si bien es probable que no tenga todo el éxito que seria de desear. Aunque no sea sino un ensayo, se habrá adelantado con popula- rizar la idea y facilitar el camino para la celebración de otro con preparación más detenida, y sobre todo, con mayores elementos .

La situación actual de la América Latina es poco propicia para esta tentativa. La idea ha surgido de- masiado tarde, pues en los tres meses que faltan para la reunión del Congreso, no hay verdaderamen- te tiempo de esperar cooperación decidida de las An- tillas, de México, de Colombia, Venezuela, Ecuador y repúblicas centro-americanas. Y sin embargo, es sabido que en ninguna parte de América hay vida

II. Progreso de las ciencias desde la independencia hasta ahora. Aná- lisis de las obras publicadas.

III. Análisis de las asociaciones científicas : beneficio que producen.

IV. Estudio físico de los países americanos, trabajos geológicos, geognósticos, etc. La hidrografía y la orografía. La fauna y la flora. Trabajos publicados ; exploraciones realizadas y resultados obtenidos.

V. La etnografía y la antropología americanas ; problemas discuti- dos en los Congresos de americanistas de 1875, 1877, 1879 y i88t.

VI. ¿ El americanismo es una ciencia ? Publicaciones y sociedades americanistas. Sabios americanistas.

VII. Las lenguas indígenas de América. Filología comparada. Lin- güistas y libros publicados. Estado actual de estos estudios.

VIII. La ciencia jurídica americana. Estado actual de la codificación. Escritores más notables. Comparación de las diversas legislaciones latino-americanas. Sistema penitenciario latino-americano. Problemas á resolver.

I 8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

intelectual tan intensa como en Colombia, nación inteligente y culta si las hay, donde existe una ver- dadera generación de literatos, de poetas y de ha- blistas de tan singular mérito y de tan sólidos estu- dios, que la R. Academia Española ha encontrado preparado el terreno para establecer una hija suya, conocida hoy en el mundo de las letras por la ''Aca- demia Colombiana ".

La malhadada guerra del Pacífico hace imposible el concurso de los literatos peruanos y bolivianos, y aun en gran parte de los chilenos.

Pero en el Brasil hay elementos poderosos para concurrir con brillo á un Congreso Literario. Re- cientemente se. ha celebrado una Exposición htstó' rica en Rio de Janeiro, donde se han discutido mu- chas cuestiones análogas á las del programa. En la República Oriental, el Ateneo del Urugay es un nú- cleo importantísimo donde convergen las inteligen- cias más privilegiadas de aquel hermoso país. En Chile hay vida intelectual activísima y sus fecundos literatos necesitan sólo días para producir volumi- nosos libros.

En la República Argentina la vida intelectual es sumamente irregular : ni se conocen todos los que cultivan las letras residiendo en la misma localidad, ni tampoco tienen correspondencia los que viven en

CONGRESO LATINO-AMERICANO I g

distintas ciudades. En Buenos Aires hay considera- ble cantidad de hombres de estudio, de publicistas y de amantes de las letras : la política ó la vida so- cial los separa y desune, esterilizando muchos tra- bajos, alentando pocos é impidiendo una fecunda co- operación. En Córdoba hay vida literaria activa, hay un núcleo de jóvenes que en sociedades y periódicos trabajan con ardor : sus nombres son apenas cono- cidos en la Capital. Y así sucesivamente podría ir analizando pueblo por pueblo.

En estas circunstancias un Congreso literario la- tino-americano, por sus tendencias más que por sus miembros, es un terreno neutral donde^ desapare- ciendo las diferencias políticas, sociales y religiosas, pueden confraternizar los eruditos, los publicistas y los estudiosos, formando ó estrechando relaciones que han de ser sumamente fructíferas para el por- venir. El programa, por otra parte, está concebido en un sentido tan general, que cualquiera puede presentar una monografía más ó menos extensa so- bre muchos de sus puntos.

Si el Congreso Literario se realiza con brillo y deja tras benéficos resultados, será un timbre de honor para Buenos Aires ; si no queda de él sino el proyecto, habrá cumplido su deber quien lo propuso creyendo con eso llenar una necesidad sentida.

2 0 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Hoy día todo el mupdo se preocupa del america- nismo y de ciencia americanista ; se hacen increí- bles trabajos sobre la América, produciendo un ex- traordinario movimiento intelectual, al que queda- mos extraños nosotros los americanos ; del que sólo se dan cuenta muy pocos, y es lamentable y ver- gonzoso que no contribuyamos á él. Para esto es preciso antes que todo, conocernos mutuamente, en- trar en fructífera relación literaria, darnos cuenta del estado de la literatura, historia y ciencias en nuestros respectivos países, hacer el inventario de lo que hemos logrado realizar y señalar lo que de- bemos emprender. Y para llegar á este resultado no hay otro medio sino la celebración de un Congreso literario latino-americano, con tendencias generales, como el que se proyecta para Buenos Aires, es decir, en el sentido de la ^^ literatura de la ciencia " ; ó sea para dar un balance del estado presente del movi- miento intelectual en la América Latina.

Pero se levantan objeciones de todas partes ; se pretende que los Congresos internacionales no son fructíferos, ni por su índole, ni por sus tendencias; que aún es prematuro hablar de ciencia americanista, y se llega hasta desconocer la existencia ó la legiti- midad del americanismo. Conviene, pues, demostrar que en el estado actual (Je la civilización, los Con-

CONGRESO LATINO-AMERICANO 2 1

gresos internacionales son el único medio provechoso para facilitar un rápido progreso ; y que para los americanos es esto tanto más indispensable cuanto que debemos incorporarnos al movimiento america- nista, con cuyo motivo se hace necesario una vez por todas legitimar la existencia del americanismo como ciencia.

A estos dos objetos tiende el presente articulo, creyendo que de ese modo contribuye en algo al me- jor éxito del Congreso proyectado, sin considerar ne- cesario fundar un programa que se justifica por mismo.

La multiplicidad abrumadora de las ciencias, la increíble diversidad de los estudios, la difícultad grandísima de uniformar los trabajos de los estudio- sos en todos los puntos del globo, han hecho hasta hace poco que el progreso fuera más lento, porque había menos ayuda mutua ; que las indagaciones no fueran tan provechosas, porque no es dado á un solo hombre estar al corriente del movimiento intelec- tual del mundo entero, no en las ciencias todas, pero ni aún en su propia especialidad. De ahí resultaba

2 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS

que espíritus superiores gastaban una vida entera en resolver problemas que ya habían sido resueltos, ó en buscar soluciones que hacía tiempo ya habían sido encontradas. Para obviar á estas dificultades innegables, forzoso era hacer posible el conocimiento recíproco de estudios y conocimientos, y para eso perfeccionar, completar y enriquecer esos arsenales indispensables de labor intelectual : las bibliotecas públicas. Pero esto no fué aún suficiente, pues ni todos tenían cerca esos^tesoros, ni les era posible disponer del tiempo requerido en consultas penosas y largas : entonces se fundaron en todos los países una serie increible de publicaciones, periódicas las unas, irregulares las otras, abarcando primero va- rios ramos del humano saber, obligadas después á circunscribirse á determinadas especialidades, y que llevaban al conocimiento del trabajador aislado, el resultado de los estudios y las ideas de tanto sabio, de tanto laborioso investigador.

Era ya mucho, pero aún no era suficiente. La vida febriciente, agitada, rápida, imposible de seguir en sus múltiples evoluciones, la vida del siglo xix, ne- cesitaba algo más poderoso, más estimulante, más decisivo: y surgió fecunda y brillante la idea de esas reuniones internacionales, donde .se conocen y se juzgan los estudiosos todos de todo el universo.

CONGRESO LATINO-AMERICANO 2 3

donde se dá, por decirlo asi, balance á los conoci- mientos existentes, se deciden cuestiones controver- tidas, y se indican las rutas futuras en que se lan- zan ardorosos los adeptos para contribuir triunfan- tes al progreso común.

Los Congresos científicos caracterizan nuestra épo- ca, se repiten hoy día con febril actividad y es in- disputable el beneficio incalculable que producen, los resultados prácticos que alcanzan.

muy bien que se dice que no debe esperarse de- masiado de los trabajos de asambleas reunidas ca- sualmente por algunos días, porque las obras del hombre para ser duraderas exigen más reflexión, más estudios ^preparatorios, discusiones más profundas. No basta golpear ligeramente con el pie cuando se quiere destruir preocupaciones inveteradas, injusti- cias, costumbres ó tradiciones que tienen medio si- glo de existencia, sino más : para ello es necesario armarse más vigorosamente, combatir con más tena- cidad, y si el triunfo no es inmediato, perseverar en la lucha hasta salir vencedores.

Es preciso ser demasiado escéptico para creer que en nuestra época las cosas van tan ligero, que se carece de tiempo para profundizarlas. Es verdad que hoy el diario ha reemplazado al libro, los Congresos de días á los concilios de meses, y que en todo lo que

24 RESEÑAS Y CRÍTICAS

emprendemos de más serio hay por desgracia algo de dilettantismo.

Pero es inexacto é injusto tachar de estériles á esos Congresos, á los cuales se viene con sólida pre- paración, cada uno en su especialidad, trayendo de todos los paises las pruebas del estado de adelanto en que se encuentran las ciencias, dando á conocer tantísimo trabajo, tantísima investigación, que, por más meritoria que intrínsecamente sea, habría sin esa circunstancia pasado desapercibida.

Allí, en presencia de las primeras notabilidades en la materia, los sabios avezados y los noveles aspiran- tes exponen sus ideas, dan á conocer sus estudios, seguros en la ilustración del tribunal, y con la plena convicción del triunfo, si están en la verdad, de la sana crítica, si están en el error.

Cuántos trabajos de largo aliento, que reposaban quizá sobre frágil base, han salido de esos Congre- sos con sólidos fundamentos! Cuántas reputaciones adquiridas por obscuros trabajadores, debido á su ta- lento y su labor ! Y cuántas personalidades, rodea- das de falsa aureola de gloria, han sido desacredita- das, anuladas para siempre I

No son, pues, los Congresos reuniones simplemen- te empedradas de buenas intenciones, para usar la expresión bíblica, ni son estas hijas de la circuns-

COKCRESO LATtNO-AMERlCANO 2$

tanda, y si es verdad que se separan después de un banquete en que se bebe calurosamente á. los futuros Congresos, es porque dejan tras si luminosa huella, y algo como un faro para los estudiosos todos.

Muchos curiosos, algunos dilettantes^ se encuen- tran en esas reuniones, pero se ven también sabios ya conocidos los unos, que se revelan recién los otros.

Y es indubitable que ese choque de ideas, esc in- tercambio de opiniones, esas disputas científicas, esos trabajos valiosos, esos descubrimientos ignorados, caracterizan nuestra era moderna : poco á poco, en las cuestiones más arduas se forma una gran cor- riente, compuesta de ideas á veces discordantes, tu- multuosas otras, y que finalmente obti^e como re- sultado el unir más estrechamente las inteligencias y el precisar más científicamente los conocimientos. Ninguna asamblea, ninguna discusión es absoluta- mente estéril. Desde el momento en que los hom- bres se reúnen para tratar de cosas humanas, debe resultar una ventaja, próxima ó lejana, particular ó general. Es, por lo tanto, bueno que las costumbres protejan los Congresos : que la moda si se quiere llame de todos los puntos del mundo á los hom- bres inteligentes que ponen su labor y sus conoci- mientos al servicio de una idea : sólo los que siem-

2 0 RESEÑAS Y CRÍTICAS

bran concluyen por recojer es una verdad bíblica de incontestable importancia.

Una vez reunido un Congreso, los sabios, los es- tudiosos y aun los curiosos que han logrado poder asistir, entran en mutua relación, estableciéndose una amable cordialidad que facilita el intercambio de ideas y de trabajos, resultando, por este solo he- cho, un enorme beneficio para la ciencia, porque suá adeptos, puestos en contacto, aprenden á apreciarse y á conocerse mutuamente. Como esos Congresos se componen de hombres de todas las naciones, el tri- bunal es augusto, pues allí están reunidas las mejo- res notabilidades de la ciencia, de manera que los autores de trabajos ó de Memorias, se esfuerzan en sabresalir lo más posible, pues saben que serán apreciados inmediatamente sus méritos, y conocidos al instante los resultados de sus largas vigilias.

Los libros publicados por particulares, por más sabios y notables que sean, tienen siempre una cir- culación más ó menos limitada, debido á mil causas diversas, mientras que un trabajo serio comunicado á estas Asambleas científicas, hace conocer inmedia- tamente á su autor, y apreciar sus estudios. La publicación posterior en los anales del Congreso les asegura, por este solo hecho, un lugar en la biblio- teca de los hombres más notables, quienes pueden

CONGRESO LATINO-AMERICANO 2']

entonces criticarlos ó hacerles merecida justicia. Los Congresos internacionales son, pues, uno de los medios más seguros del progreso: hacen conocer entre á los hombres y apreciar sus trabajos ; ha- cen además, algo como el inventario del estado actual de la ciencia, y rechazando lo malo preconizan al mismo tiempo lo bueno; de manera que son sus Ana- les una especie de Manual indispensable de los estu- diosos, para garantirles contra errores y para se- ñalarles las verdades. Son un producto de la moderna civilización, cuya más acabada manifesta- ción forman. En esas Asambleas los hombres de to- das las razas, clases ó creencias, discuten con la ma- yor libertad, y sólo impera la ciencia, augusta c in- flexible, distinguiendo lo verdadero de lo falso y señalando nuevas rutas ú otras más adecuadas : la igualdad más absoluta reina en esos Congresos, y si algún privilegio hay, es sólo el del talento y el del saber. Muy pronto se conoce el grado de conocimien- tos de los miembros, ó el carácter científico de los tra bajos, y es esta una de las mayores ventajas. Por cierto que el solo contacto de tanto sabio, de tanto hombre distinguido, contribuye también al perfeccio- namiento de unos y de otros.

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28 RESEÑAS Y CRÍTICAS

II

Pues bien, para nosotros los americanos, la cues- tión es doblemente más interesante. El mundo cien- tífico hace tiempo se agita con eso que ha dado en llamarse americanismo y ha constituido sociedades especiales y celebrado numerosos Congresos para ocuparse exclusivamente de ^''ciencia americanista^\ i Qué se entiende, pues, por americanismo? Conviene darse cuenta exacta del origen é índole de esa ciencia de ayer, pero que ya es una ciencia.

La América asombra hoy día al mundo por sus progresos increíbles, por los milagros que realiza. Un mundo entero dotado prodigiosamente por la na- turaleza, cubierto de bosques, cruzado de ríos, sem- brado de montañas, lleno de minas ; clima ardoroso, suave ó terrible; continente poblado por hombres de to- das las razas y de todas las naciones, de todas las creencias y de todas las clases, donde los desiertos se convierten como por encanto en pobladas campiñas ; ciudades monstruosas se levantan de la noche á la ma- ñana ; ferrocarriles en todas direcciones, telégrafos hasta en sus confines, rutas, canales, líneas de vapo-

CONGRESO LATINO-AMERICANO 2g

res ; gobiernos que se suceden unos á otros, á veces con incomprensible rapidez ; ejércitos que pelean, armadas que se destrozan, indios que invaden; inmi- grantes pobres en^^iquecidos al otro día, colonias flo- recientes por doquier, fábricas increíbles ; exposicio- nes industriales, rurales y científicas ; en una pa- labra, un Proteo que cambia á cada instante de for- ma, un camaleón que muestra á cada momento dis- tinta coloración ; una mezcla monstruosa, tremenda, que se agita, se revuelca, se destroza allí, florece acullá, cambia de aspecto, asume cuantas formas es dable imaginar, y constituye en definitiva un conjun- to indefinible é incomprensible : algo como la ebulli- ción de nuevas eras. Y en efecto, la América es el mundo del porvenir, pero de un porvenir, cuya gran- diosidad no nos es dado ni siquiera concebir, de un porvenir cuya sola idea deslumbra, fascina.

La atención de los hombres pensadores del mundo entero está fija en la América, porque en ella se ela- boran actualmente los destinos futuros de la huma- nidad. Por eso se nota una especie de fiebre por conocer hasta en sus menores detalles, por apreciar hasta en sus minuciosidades, esa entidad que aún no es posible caracterizar con entera certeza.

i La América, como continente, es coetánea de la Europa? Sus razas numerosas, diversas, civilizadas

30 RESEÑAS Y CRITICAS

t

hasta lo maravilloso unas, bárbaras hasta lo increí- ble otras, de costumbres, de ideas y de creencias tan distintas ; hablando lenguas misteriosas, sin co- nexión alguna entre ; revelando orígenes distin- tos, con fabulosas tradiciones que envuelven su pa- sado en el enigma ; débiles ó cobardes las unas, va- lerosas ó indomables las otras ; desapareciendo unas al empuje de razas superiores, mezclándose altivas otras con razas que sólo como á iguales consideran: ison esos pueblos primitivos, indígenas de la América, auchtoch tonos ó no auchtochtonos^ es su origen asiático, polinésico ó europeo? Y en esta sola cuestión están ya comprometidos los problemas más fundamentales, más interesantes de la moderna ciencia : la teoría bíblica de la descendencia de una sola pareja, la teoría darwiniana del desarrollo or- gánico de las especies. La historia antigua de las razas asiáticas, la etnografía, todo se encuentra allí envuelto.

Pero no es esto sólo, i Sus lenguas múltiples y va- riadas derivan de otras ó son simplemente auchto- chtonas? ¿Son reductibles á una raíz común? La fi- lología comparada tiene aquí una serie inmensa de problemas que estudiar.

c Sus civilizaciones maravillosas y deslumbrado- ras, sus razas superiores del Perú, de Yucatán,

CONGRESO LATINO-AMERICANO 3 I

Bolivia, de México, cómo eran, qué constitución po- lítico-social tenían, á qué principios obedecían, cuál, en una palabra, su origen, su desenvolviento, su im- portancia ? ...

i Qué antigüedad alcanza el hombre en América ? c Els de origen terciario ó cuaternario? Y á esta sola cuestión se une toda una serie interminable de pro- blemas sobre la constitución geológica y geognóstica del continente americano, sobre los restos que aún nos quedan de la fauna y flora de épocas ya desapa- recidas. La antropología, esa ciencia que brilla hoy con tan inusitado esplendor, tiene ahí todo un vasto campo de estudios y de exploraciones aún virgen casi.

La paleontología, la craneología, y tantas otras ciencias especiales encontrarán allí fecundísima fuen- te de serias observaciones.

iQué influencia ejerció el medio americano sobre la raza americana? i Por qué tan grande y radical di- ferencia entre las razas americanas?

La América prehistórica, es decir, ante-colombia- na, se presenta, pues, al estudio délos hombres inte- ligentes preñada de misterios, envuelta en el manto impenetrable de un pasado desconocido, dejando tras de un largo rastro de templos y de ciudades, de inscripciones y de libros, de instituciones y de ritos,

32 RESEÑAS Y CRÍTICAS

de tradiciones y de progresos, de razas y de ruinas, que spn hasta hoy día un misterio indescifrable, un enigma insoluble para los sabios del mundo entero.

Hace años que el mundo científico se conmueve pro- fundamente y estudia con ardor esos múltiples pro- blemas. Años hace que numerosos sabios se dedican exclusivamente á descifrar esos misterios, y que di- versas sociedades se ocupan especialmente de su es- tudio. Y hace años que la ciencia ha ido esparciendo tal reguero de luz sobre esos velos impenetrables, que hoy día se sabe en parte lo que era ese mundo desconocido.

El movimiento científico, gracias al impulso de se- mejantes sabios, es hoy día tal, que las inteligencias más ilustradas se reúnen periódicamente en Congre- sos internacionales para comunicarse sus trabajos, para someterlos al saludable criterio de mutua críti- ca, y completarlos con las recíprocas investigaciones," á fin de resolver con admirable paciencia, uno á uno,, el misterio de los innumerables factores de aquella época, desdeñados con injusticia hasta ahora y rei- vindicadas hoy con esplendor sus glorias.

Pero al lado de esas civilizaciones, de esas razas, de esas lenguas exclusivamente americanas < qué in- fluencia han tenido sobre ese mundo los pueblos del continente europeo ?

CONGRESO LATINO-AMERICANO -) *)

La historia de la humanidad nos señala en casi todas sus épocas, páginas misteriosas de sus grandes pensadores, alusiones sibilíticas á otros mundos, pa- sajes, en fin, que dan á sospechar esa influencia aún hoy no conocida. Colón, ese genio admirable, ese es- píritu sublime que descubriera la América, ignoraba que acababa de descubrir un mundo ya descubierto ; y que siglos atrás la raza escandinava mantenía re- laciones y colonias con la parte del nuevo continente, relaciones y colonias interesantes, curiosas, pero en- vueltas también en nebulosas leyendas y cuya histo- ria aún hoy día no está restablecida.

Después de Colón, la raza española, soberana á la sazón del Universo, se precipitó sobre la América ; y los aventureros, los buscadores de oro, los soldados y los frailes, se mezclaron en confusa turbulencia con los indios y sus ídolos, con las razas indómitas cuyas conquistas le costara raudales de sangre, ó con las tribus débiles que se sometieron mansamente á su tiránico yugo. Y poco después, sacrificados los in- dios, los ávidos conquistadores principiaron á dispu- tarse entre el oro y las riquezas de un mundo que no les pertenecía. Y después de la raza española, las otras razas de la Europa á su vez se desbordaron so- bre la tierra virgen, y rivalizaron todas en crueldad y avidez, destruyendo y arrasando todo cuanto se opo-

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nía á su paso, para fundar sobre aquellas ruinas, una civilización más poderosa, más irresistible, más des- lumbradora !

En seguida, tres siglos enteros de época colonial régimen español, inglés, holandés, portugués y fran- cés — todos rivalizando entre en la práctica de la más atroz, de la más bárbara, de la más impolítica de las políticas : el sacrifício continuado de las colo- nias en aras del mal entendido egoísmo de la metró- poli. Tres siglos gimió la América bajo ese yugo tre- mendo, hasta que al fin principiaron sus diversas razas á sacudir las cadenas, que cayeron destrozadas en medio del estrépito y del fracaso de guerras es- pantosas y de luchas titánicas.

Una década después, las razas americanas libres de aquellos grillos que hacían imposibles sus adelan- tos, se constituyen y forman sociedades que se desa- rrollan y progresan con increíble rapidez. Pero tres siglos de esclavitud no desaparecen en diez años de combates, y fuera tal el esfuerzo de los oprimidos, tal el desorden que aquella contienda homérica pro- dujera, que varias décadas después aún se conmue- ven con lastimosa frecuencia las jóvenes repúblicas : los fuegos del volcán que fuera necesario encender para su independencia, hacen erupciones cada vez más débiles, cada vez más raras, que van desapare-

CONGRESO LATINO-AMERICANO 3$

ciendo poco á poco, no quedando de la ardiente lava sino casi apagadas cenizas.

Y en medio de esas convulsiones lógicas, irreme- diables, el desarrollo ha sido tal, el progreso ha al- canzado un desenvolvimiento tal, que hoy día la América es el país de las maravillas, el país del cos- mop->litismo, la fragua del porvenir I...

Se vé, pues, qué increible multiplicidad de proble- mas solicitan imperiosamente ser estudiados, ser pro- fundizados ; se comprende qué interés tan vivo tienen las viejas sociedades en conocer á fondo este mundo nuevo, se alcanza la razón de ser del movimiento americanista, y se comprende que cerniéndose en las regiones elevadas de la ciencia, haya pasado algo desapercibido para nosotros los americanos, á quie- nes más que á nadie interesa.

Ahora bien, {cuál ha sido el movimiento america- nistce en Europa? cqué resultado ha producido? < qué repercusión ha tenido en América ?

Hace 24 años, un grupo de sabios distinguidos se reunía en París con el objeto de formar una sociedad de arqueólogos, geógrafos, historiadores y viajeros que bajo el nombre de Sociedad Americana de Fran- cia, contribuyera al progreso de la etnografía, de la lingüística, de la geografía, y de la historia civil y natural del Nuevo Mundo.

30 RESEÑAS Y CRÍTICAS

i Qué se proponía una sociedad fundada por sabios y cuyo círculo de acción parecía tan limitado? Aunar los esfuerzos aislados de tantísimo estudioso, para llegar á un conocimiento más perfecto de la historia y de las razas de América, tan poco explorada bajo esa faz hasta entonces ; para después publicar una colección de gramáticas y de diccionarios de las len- guas indígenas de América, por cuanto la extremada rareza y elevado costo de la mayor parte de esas obras, habían sido los principales obstáculos para los estudios americanos. La sociedad se proponía po- ner esos libros en manos de todos los estudiosos, vendiéndolos á precios módicos ó donándolos en caso necesario, á fin de aumentar así el número de los adeptos de la ciencia americana.

No contenta con ello se propuso fundar varias cá- tedras de historia, de arqueología y de lengüística americana, á fin de abrir nuevo campo de acción á los sabios que se consagraban especialmente al estudio de América, y de facilitar á los indagadores los me- dios de iniciarse en tan arduos trabajos.

Además dirigió sus esfuerzos á fundar cuatro Mu- seos fuera de París, á semejanza del Museo de Saint- Germain, y que serían: Museo mexicano; Pe- ruano y de la América del Sud ; 3* Etnográfico de la América del Norte; 4* de las Antillas.

CONGRESO LATINO-AMERICANO 37

Los propósitos de la asociación, no podían, pues, ser más laudables ; más vastos y más completos.

En 1867 \sL Sociedad Americana propuso en Lon- dres la idea de una conferencia internacional de ame- ricanistas, bajo la presidencia de M. Martin de Mou- ssy y del sabio inglés W. Bollaert.

La guerra franco-alemana de 1870-71 casi des- truyó tan floreciente asociación, dispersando sus miembros en todas direcciones. Pero en 1873 el esfuerzo enérgico de unos cuantos sabios distingui- dos la volvió á levantar de su postración.

El primer Congreso Internacional de orientalistas que se reuniera en septiembre de 1873 en París, ci- tándose para Londres en 187 >, obtuvo un éxito ex- traordinario en relación á la naturaleza especial de sus estudios, y reunió una gran cantidad de docu- mentos científicos de primer orden, que se publica- ron en sus Anales. Esa gran reunión internacional tuvo además, como consecuencia, el hacer conocer á numerosos sabios hasta entonces obscuros.

De ahí nació la idea fecunda de organizar un Con- greso Internacional de todos los sabios y estudiosos que se ocupan de la arqueología y de la etnografía del Nuevo Mundo. El impulso, la idea y su realiza- ción fueron la obra exclusiva de la Sociedad Ameri- cana de Francia, secundada en tan gloriosa empresa

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por hombres como el barón de Dumast y Luciea Adam.

Desde el primer Congreso Internacional de Ame- ricanistas celebrado en Nancy en 1875 (li, han teni- do lugar el de Luxemburgo en 1877, el de Bru- selas en 1879 (2) y el de Madrid en 1881. En to- dos ellos se han discutido cuestiones importantísi- mas, y es recién ahora que el americanismo^ ó sea la rama de los conocimientos humanos que se ocupa del estudio de todo lo que se refiere á América (espe- cialmerile su arqueología y etnografía) ha recibido verdaderamente su carácter científico. Los trabajos fructíferos pero aislados de la Sociedad Americana de Francia, no habían logrado dar una forma estric- tamente científica á investigaciones tan laboriosas,

(!) He historiado detenidamente los trabajos del " americanismo ", sobre todo de los Congresos de 1 875-1 877, en la Revista de Cien- cias, Artes y Letras (t. I, n»» 2 y ?, p. 126-148 y p. 202-219), Buenos Aires, abril 15 y mayo 15 de 1879, por cuya razón no volveré sobre lo mismo. Además, es sabido que cada Congreso ha publicado el Compte-rendu de sus sesiones, en lujosas ediciones bibliográficas, por la casa Maisonneuve de París, tan conocida de todos los aficionados á libros sobre América.

(2) Tuve el honor de tomar personalmente partéenoste Congreso, donde presenté una memoria de mi padre, sobre hs primeras impre- siones de la América Latina. Véase: L'imprimeris et les livres dans VAmirique Espagnole au XVI^.XVIh et XVIIl'siécle. Discours pro- noncé au Congrés International des Américanistes (3™^ session), séance du 2¿\ septzmhre iS^j^, au Palais des Académizs, á Bruxelles, par Ernesto Quesada (Bruxelles, i v. in 8<* de 34 páginas ).

CONGRESO LATINO-AMERICANO 39

á estudios tan pacientes, á tareas tan minuciosas. La gloria de haber creado, de haber cimentado sóli- damente los estudios americanistas, corresponde á los sabios decididos que acometieron la empresa de reunir un Congreso de adeptos á una ciencia que aun no existía.

La América debe tener por esos hombres profun- da estimación y particular distinción ; pues dedican sus vigilias á explorar detenidamente su historia tan desconocida todavía. Por eso los estudiosos ameri- canos deberían concurrir á esos torneos internacio- nales y celebrarlos en sus propios países, pues se trata de su patria, á cuyo conocimiento debieran con- tribuir con un contingente más ó menos grande.

ahí, pues, la razón de ser del americanismo científico y del movimiento americanista europeo. i Qué elementos tenemos para incorporarnos á él ? i Con qué sabios ó estudiosos contamos para contri- buir á su adelanto } i Cuál es el estado actual de los estudios que á ellos se refieren, tanto entre nosotros como en el otro continente ? En una palabra, es- tán estudiando la tierra en que vivimos, las razas de que descendemos, los monumentos que nos ro- dean, todo lo que encierra el continente americano, cuyo perfecto conocimiento tiende á resolver las más arduas cuestiones de la ciencia humana, trazando

4 o RESEÑAS Y CRITICAS

la fíliacíón del hombre sobre la tierra y solucionando así esos problemas misteriosos de que hasta hace poco las religiones sólo se ocupaban— y nosotros, los hijos de este suelo, los más interesados en su estu- dio, en saber nuestra historia, nosotros, á quienes toca el deber de descollar en semejantes investigaciones... y bien ! permanecemos indiferentes, aislados, sin au- nar ni siquiera conocer nuestros respectivos esfuer- zos !

A modificar este estado de cosas tiende el proyec- tado Congreso literario latino-americano, germen que será fecundo, pues si no es posible su realización para la Exposición Continental de Buenos Aires, que- da la esperanza de que lo sea más ó menos próxi- mamente en alguna capital sud-americana.

Marzo de 1883.

II

LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS

su CONSTITUCIÓN ORGÁNICA

Memoria presentada al Congreso Nacional de 1881 por el Ministro de Justicia, Culto é Instrucción Pública, doctor don Manuel D. Pi- zarro. Buenos Aires, 1881, en 8*, de 51 páginas.

La vorágine de las producciones intelectuales es realmente aterradora. Un día que pasa acumula de tal manera la labor, que al cabo de un cierto tiempo es ya imposible observar un método ó una regla equitativa. Lo que apasiona la curiosidad durante una semana, está ya olvidado pocos días después, por manera que siempre parece que se refiere uno á co- sas ha tiempo acaecidas. Y sin embargo, si es exacto lo que ha dicho Goldsmith : *' una mujer que es pre- ciso guardar, no merece ser guardada ", no es menos verdadero que un libro del cual es preciso hablar in-

42 RESEÑAS Y CRÍTICAS

mediatamente, que es indispensable juzgar en el minuto, porque un instante después nadie se acuerda de él, no merece en realidad el honor de ser juzgado. Los buenos escritores, se ha dicho con razón, son pacientes porque conocen que son, sino eternos, por lo menos duraderos.

Algo de osto pasa con la Memoria del Ministro Pi- zarro. Tiempo hace que se han apagado los ecos del ruido que en la prensa y en la pública opinión hi- ciera este documento oficial notable ala verdad, siquiera por su ruda, pero agradable franqueza que ha sido por unos tachado de ultramontano, acusado por otros de radicalismo centralista ; alaba- do sin reserva por estos, en parte censurado por aquellos. Y, con todo, estimo que esta producción no es de aquellas que se contentan con esos empala- gosos aplausos de las crónicas de diario, que se apre- suran á concederles todos los méritos posibles, '' sin haber tenido aún el tiempo de hojearlas", como con involuntaria ironía suelen decir los burlones noti-r cieros.

El momento, debe confesarse con lealtad, hace que aquel documento tenga quizá mayor actualidad que la que por lo general gozan los escritos de ese géne- ro, destinados por lo común á ilustrar la opinión de legisladores que bien se cuidan de leerlos, y merecien-

LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 43

do sólo la atención de alguno que otro raro aficionado á rastrear la pobre verdad, las más de las veces dis- frazada con un vistoso oropel de cifras y palabras en- gañadoras. La Memoria del doctor Pizzarro tiene ese mérito indudable : desdeñando el sistemático método de la mentira oficial, siempre optimista, sempiterna- mente color de rosa campea en ella una franqueza que no trepido en calificar de brusca, pero benéfica. Quizá alguien encuentre en ella demasiados vestigios de una retórica que se pretende declamatoria, mas yo sólo observo que toma por norma el decir la ver- dad, aunque lastime esc falso patriotismo que con- siste en cerrar los ojos á la realidad, y creer que todo entre nosotros ha alcanzado la más hiperbólica per- fección entre todas las perfecciones posibles.

El tener el coraje de decir verdades amargas desde las cumbres del poder, y en presencia de un parti- dismo ciego ó de una oposición sistemática, es real- mente un raro valor en nuestros hombres públicos, porque no es el carácter ciertamente lo que más distingue á los que ansian los favores de la multitud ó el aplauso de los partidos.

Propóngome solamente examinar á la luz de tan inusitadas revelaciones el estado de la enselñanza superior en la República, siquiera en mérito del in- terés que ofrece la cuestión universitaria argentina,

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en vista de la próxima organización definitiva de las dos grandes Universidades nacionales. La de Córdoba ha presentado, en efecto, un proyecto de Estatuto orgánico, y para la de Buenos Aires acaba también de hacerse otro tanto; pronto, pues, se resol- verá para muchísimo tiempo ese gravísimo problema, por lo que conviene conocer el estado de la cuestión que va á debatirse.

Pero la enseñanza superior está tan íntimamente ligada con la secundaria y ésta á su vez con la pri- maria, que se encadenan y confunden de manera que se hace necesario englobarlas á todas en la mis- ma consideración. No quiere esto decir que preconize el absoluto centralismo que bajo la irregular deno- minación de '* Universidad de Francia " abraza en aquel país las tres ramas de la pública instrucción ; quiero por el contrario que estén claramente separa- das las unas de las otras, pero sin negar por ello que son tan correlativas que es imposible el progreso de la una sin el de las demás.

Acertado está el Ministro, por desgracia nuestra, en deplorar el relativo abandono de la enseñanza primaria acerca de la cual siempre han habido palabras y teorías, pero pocos hechos y de la secundaria, en busca del oropel brillante que ofrece generalmente el lustre de la instrucción superior.

LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 45

Sólo se ha atendido hasta ahora á las carreras libe- rales — abogacía y medicina y en los últimos tiempos á la ingeniería, puesto que las ciencias físico-naturales florecen mísera y precariamente» manteniendo poniposas Academias Nacionales y des- lumbradoras Facultades de Ciencias, casi sin estu- diantes y aún sin oyentes ! Se ha hecho mucho por el ruido, se han gastado ingentes sumas para mere- cer encomiásticos editoriales, y se ha empleado la reputación europea de un especialista, para cantar en elevadísimos tonos los milagros transfor mistas que ha operado en este paciente pueblo el maravi- lloso desarrollo de la pública instrucción, á juzgar por el llamamiento de sabios extranjeros, retenidos en el país gracias á sueldos colosales ... para no tener discípulos á quienes enseñar ! y de estable- cimientos lujosamente científicos, como el notabilísi- mo Observatorio Nacional de Córdoba ...donde no hay un solo argentino ni siquiera de portero y de altas Escuelas técnicas, como la de Ingeniería en San Juan ... donde, como lo revela el Ministro ¡pág. 2o¡, los profesores para mantener el único alumno que tienen, se ven forzados á cederle la mi- tad de sus sueldos I Y sin embargo las cifras oficia- les son abultadísimas, los informes oficiales elocuen- tísimos, — < no habría algo de estrategia electoral

40 RESEÑAS Y CRÍTICAS

en ello > todo, en una palabra, se expresa en el más subido tono del más abusivo uso del superla- tivo. M. Hippeau compulsa esos datos,, y los cree ccómo había de suponer su exageración, siendo oficiales ? y escribe un libro tan laudatorio, que al menos prevenido se le viene á las mientes que allí debe haber alguna mistificación.

El Ministro actual reacciona contra ese fatal sis- tema de los falsos mirajes, pero quizá en razón misma de la fuerza de la acción que ha debido resistir, retrocede demasiado, y se expresa con un pesimis- mo, quizá no del todo justificado.

Está bien que concluya este eterno y desconsolador sistema de la farsa pública, creyendo engañar á la Nación y á la opinión extranjera con frases más ó menos huecas ; pero no es necesario por ello arro- jarse en el extremo opuesto.

Debe decirse con lealtad que hasta ahora se han fomentado sólo las carreras universitarias, conside- rando erradamente que la educación secundaria de- bía ser únicamente de preparación para ingresar en aquellos altos institutos. De ahí que los Colegios nacionales repartidos con una profusión exage- rada, pues se han esterilizado ingentes sumas por satisfacer preocupaciones locales sean únicamente establecimientos de cursos preparatorios, y de ense-

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ñanza, por lo tanto, clásica : es decir, algo análogo á lo que en Alemania se conoce bajo el nombre de '' gimnasios ", pero no lo es menos que ambos ra- mos de la instrucción deben estar proporcionados los unos á los otros.

En un país nuevo, feraz, privilegiado y casi inexplotado como el nuestro era imprescindible fomentar esas admirables Escuelas técnicas que tanto florecen en Alemania, y que están dedica- das á la ingeniería, otras á la minería, y así en seguida. Pero estas Escuelas técnicas necesitan igualmente una preparación especial, y á eso tien- den las real schulen alemanas, donde la educa- ción secundaria prescinde por completo del clasi- cismo, y se apoya en las ciencias naturales y en los idiomas vivos. Pues bien, esto que es el a, b, c, en todas partes no ha sido comprendido entre no- sotros: entró el furor por las Escuelas técnicas, ysc fundaron de Agronomía en varias provincias, com- prando magníficas " quintas normales " que, como la de Tucuman, abandonada hoy, casi no puede al- quilarse!—y se plantearon escuelas de Minería y de Ingeniería, sin preocuparse en lo más mínimo de las "escuelas reales", ó preparatorias especiales, cre- yendo que los alumnos iban á reclutarse por obra y gracia de Aladín el ch iquillo de la maravillosa

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lámpara, - ó más bien dicho, sin imaginarse la po- sible necesidad de semejantes establecimientos. Cla- ro está : al poco andar, sin saber por qué, hubo que cerrar varias de esas Escuelas ; que dejar tirados por el suelo costosísimos instrumentos técnicos que habían costado un dineral abandonado á su triste hado, lujosos edificios y bien organizadas quintas, para que, con el andar del tiempo, se señalaran esas ruinas como convincente prueba de la existencia de poca prudencia administrativa. Y las raras Escuelas técnicas que aún subsisten llevan una vida tan en- fermiza y tan precaria, que pronto morirán de ina- nición, en medio de la indiferencia del publicó, para el cuál podrá quizá desacreditarse tan benéficas ins- tituciones, i No es acaso lamentable que todo un Mi- nistro diga al Congreso que hay Escuelas técnicas que tienen 6 asignaturas, 'j profesores y 2 alum- nos ?... ¡ Dos alumnos, en toda una Escuela de Inge- niería ! Eso se llama malgastar el dinero del pue- blo, despilfarrar el tesoro común ! Con lealtad d^be, sinembargo, confesarse que estos tristes resultados no son la culpa de los que de la materia se han ocupado anteriormente entre nosotros, pues más bien provienen del exceso de celo y del encegue- cimiento de patriotismo. No hay tampoco que ol- vidar que nada es tan fácil como criticar, cuando la

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experiencia ha fallado ya de una manera inexorable.

Grande será, pues, siempre el honor de los que crearon ó innovaron, pero esto no implica que no sea imprescindible corregir.

cCómo pueden prosperar las escuelas técnicas, si no hay establecimientos de enseñanza secundaria adecuados r O se cree que de los colegios nacionales caque se les enseña latín, literatura é historia, con tin- turas superficiales de ciencia, pueden salir alumnos con preparación suficiente para|seguir cursos de cálculo diferencial é integral, de álgebra superior, mecánica ó construcciones ? Esto es tan evidente que no necesi- ta demostración. Se buscará en vano, con todo, que lo indique la ^' Memoria " .

Quéjase la ''Memoria", y con sobradísima razón, de que los colegios nacionales sean poco frecuenta- dos, ó de que su nivel intelectual sea relativamente bajo. Triste es confesarlo, pero desgraciadamente así es. La culpa, dice el Ministro, la tiene la instrucción primaria, demasiado deficiente. Convenido.

Causa asombro presenciar el reclutamiento de alumnos en los colegios nacionales. Preséntanse chi- quillos, inteligentes los unos, más limitados los otros, que no tienen aún ese ligerísimo desarrollo necesario para comprender una sencilla explicación. Deben exa- minarse en escritura, lectura y cuentas. Los más es-

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cribea pésimamente, con esa letra grande é irregu- lar del principiante; leen sin puntuación alguna y por lo tanto sin comprender lo que leen, y suman y restan á duras penas, multiplicando y dividiendo en virtud de extraordinario esfuerzo, pero aún asimis- mo, sin conseguir leer una cantidad crecida cualquie- ra. Las mesas examinadoras son demasiado bonda- dosas, los rectores están interesados en que se abulte el número de educandos abreviando, se les admi- te... i Qué van á comprender los pobrecillos de arit- mética, de historia, de geografía física que esto se enseña en primer año de gramática castellana, de francés y de tantísima otra asignatura con que se llena á esas cabezas infantiles, sin preparación, sin solidez y sin criterio? Los mejores, no compren- diendo, se apresuran á aprender todo de memoria, y resulta que la enseñanza verdadera es en esas con- diciones punto menos que imposible. La paciencia del profesor se gasta en lucha tan desigual, y concluye por reemplazarla un cierto indiferentismo, que sin querer se contenta con fomentar unos cuantos memo- ristas, para que en la época de exámenes repitan co- mo papagayos las palabras sacrosantas del texto ! De ahí que, por regla general, sólo una cuarta parte de los alumnos que ingresan á los colegios nacionales logran pasar á las Universidades, y de tan reducido

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número sólo una tercera pane termina sus cursos superiores ! Y aquellos pocos que ingresan á las Uni- versidades lo hacen con la base de sus primeros es- tudios mal hechos, y con la fatiga indiferente que causa la inmensa variedad de materias de las que no es á la verdad posible conocer sino la superficie, para brillar en unos pocos minutos de examen^ simulando poseer serios y sólidos conocimientos. Todo esto es, pues, un falso miraje.

Resulta, además, otro grave inconveniente. Los que con amor se dedican á la ruda pero fecunda ta- rea de la enseñanza, necesitan armarse de extraordi- nario coraje para afrontar esta situación : verdad es que el profesorado es una vocación, y que si en esa carrera erizada de dificultades el desaliento suele ser frecuente, también es grande el legítimo orgullo de haber podido contribuir á formar la ilustración délas generaciones siguientes : ahí está la ambición del verdadero profesor, ahí también su recompensa. Pe- ro estos son la excepción y no hay sino leer los infor^ mes de los rectores de los colegios nacionales, para ver repetida en todos los tonos la sempiterna queja de que el cuerpo de profesores está mal compuesto, causa que influye en el decaimiento del nivel intelec- tual del colegio. Y como la instrucción superior no ofrece restricción alguna de edad, cosa que sucede,

5 3 RESEÑAS Y CRÍTICAS

sin embargo, en todas partes, los mal preparados alumnos de los colegios nacionales, en mérito de sim- ples certificados, se incorporan á aquella.

Desgraciadamente de ahí resulta que nuestras Uni- versidades estén próximas á ofrecer el desconsolador espectáculo con que la Universidad de Madrid hizo decir á don Manuel de la Revilla, hablando de los es- tudiantes madrileños: ** Son en su mayoría chi- quillos desprovistos de juicio, de educación y de há- bitos universitarios, cuyo mayor empeño se cifra en convertir la clase en una plaza de toros" ( i). La alta enseñanza científica es imposible con semejante au- ditorio, y éste, falto de la necesaria preparación para comprender á sus profesores, concluye por cansarlos y obligarlos á que bajen el nivel de la enseñanza, convirtiendo el curso universitario en una clase de preparación para el examen. Triste es decirlo, pero es la verdad : la mayor parte de nuestros profesores, salvo honrosas excepciones, se han visto contra su voluntad reducidos á desempeñar el papel de los re- fetidores franceses, maestros que sólo tratan de adies- trar al alumno en las respuestas á las preguntas del programa.

(i) Véase La Instrucción Pública, del 15 de octubre de 1875, Madrid.

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Como se vé, sucede con la instrucción superior re- lativamente á la secundaria, análoga cosa á lo que acontece á esta última con respecto á la primaria.

Los eslabones de la cadena forman, pues, un com- pleto engrenaje. Pero el resultado definitivo es que el nivel intelectual baja, y en proporciones desconso- ladoramente aterradoras. Luego, pues, el mal hay que curarlo en su misma raíz, reformando la instruc- ción primaria en toda la República . c No es acaso vergonzoso que en Montevideo, un país tan entrega- do á la crónica anarquía, las escuelas primarias sean un verdadero modelo por su organización y por su método, y que los niños que concluyen allí su inicia- ción, sean más reflexivos é instruidos que la mayoría de los alumnos de nuestros colegios nacionales }

Pero aquí se presenta una grave cuestión: cqué puede hacer el Gobierno Nacional en la instrucción primaria, desde que ésta depende de las autonomías provinciales? El doctor Pizarro estima que el artí- culo 5* de la Constitución no implica la prescindencia del Gobierno General, y que, por el contrario, com- binando aquella disposición con el artículo 67 y la ley de 2 5 de septiembre de 1 87 1 , resultaría que con- trariamente á lo que se piensa, corresponde al Go- bierno Federal una superintendencia diligente sobre el estado de la instrucción primaria en cada provincia.

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debiendo uniformarla en toda la Nación, por medio de reglamentos y planes de estudio generales. No nece- sito decir que no todos piensan, por cierto, del mis- mo modo ; ni yo me atrevería á declarar tanto, por- que parece que en la armonía del sistema representativo federal, las autonomías locales están directamente en- cargadas de satisfacer sus necesidades inmediatas, c y cuál mayor que la educación común ? por mane- ra que cuando más, la intervención del poder general sería subsidiaria y á título de fiscalización del empleo que se da á los auxilios pecuniarios con que favorece su desarrollo.

Nadie ignora cuánto se ha perorado, escrito y gri- tado entre nosotros en favor de la educación común obligatoria y gratuita ; ni puede tampoco negarse que se han formulado bellísimos planes y lógicos regla- mentos, desplegando gran lujo de teórica erudición.

No quiero que se me tache de exajerado (i). En 1869 época del único censo nacional con cu— rrían á las escuelas 82,689 niños, quedando sin ellas 330,770. En 1878 asistían 1 14,780, quedando en la ignorancia 438,620 y habiendo, por lo tanto, 107,850 niños sin escuela más que en 1869. Y coma

(i) Los cifras que cito en el texto son oficiales. Véase el /»/brm« de la Comisión Nacional de Educación al Ministerio de Instrucción Pública, Buenos Aires, 1879.

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la población de la República se calcula en 2. 457. 455 habitantes, resulta que hay un niño en la escuela por cada 21,41 almas. Según el censo escolar de 1876, había en las 14 provincias argentinas 1769 escuelas, de las cuales 237 tenían edificio propio y 1229 estaban funcionando en casas particulares, merced á fuertes alquileres. En la capital de la Re- pública— con más de 250,000 almas sólo hay una escuela con edificio propio y adecuado I... He ahí, pues, el quid: el Ministro revela que *' estamos re- cién por saber si deberemos ó no tener edificios ade- cuados para escuelas de primera enseñanza, ó si és- tas habrán de vegetar eternamente en nuestras casas de vecindad, ó en el rancho de nuestras campañas, siendo objeto de terror y de muerte para el niño que frecuenta aquellos lugares sombríos y malsanos" (página xii). Cómo! ¿recién se está ahí?... Bien pobre resultado para veinte años de fantasmagóricos discursos, y de bien redondas sumas de dinero em- pleadas en...? I

Y sin embargo, cunde entre nosotros una escuela política sofística enhorabuena que sostiene que el Estado'no tiene derecho para sufragar la educación, sino hasta el límite necesario para hacer comprender los deberes de ciudadanos en un país libre, goberna- do por el sufragio popular : la educación común es.

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por lo tanto, suñciente. Además, la enseñanza secun- daria — y con mayor razón la superior no aprove- cha sino á un pequeño número de individuos y la mayoría no saca de ella beneficio alguno : es, pues, injusto emplear en ella el impuesto de todos.

Paréceme inútil demostrar lo errado de semejante sofisma del que están imbuidos muchos de nues- tros hombres públicos pues la enseñanza primaria depende absolutamente de la secundaria y superior, de la que saca su personal docente y un constante estimulo; además de que gracias á ellas, el Estado y la sociedad adquieren representantes capaces en to- das las clases.

Obedece á esa doctrina la poca benevolencia con que algunos miran á las Universidades, considerán- dolas como instrumentos de privilegio que los estu- diantes mismos debían costear. Este es un error que ha de llegar la ocasión de discutir, porque parece pugnar por influir en la próxima reorganización uni- versitaria argentina. Si la argumentación en que se basa fuera sólida, lógicamente habría que suprimir los hospitales y los hospicios, puesto que no aprove- chándolos la mayoría del pueblo, no sería justo fue- ran mantenidos con sus impuestos!...

Por manera que se querría que el Estado mezquine su protección á las Universidades que entre noso-

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tros no tieaea recursos propios, fuera de los relativa- mente insignificantes de matrículas y diplomas en mérito de una educación común, para la cual i ver- gonzoso es confesarlo! no hay hasta ahora edificios adecuados, y que adolece de tantísimo vicio, que el Ministro se ha visto obligado á decir: *' nosotros no tenemos que reformar, sino que crearlo todo en este ramo"! (página xv).

Los partidarios de tan funesta doctrina señalan á los Estados-Unidos, pero nadie ignora que si allí casi todo el mundo sabe leer y escribir, el nivel intelectual de la Nación es por lo general bajo, causa á la cual atribuyen los críticos su relativa esterilidad en gran- des hombres que descuellen en las letras ó en las cien- cias. Reina allí demasiado el humhug en todas las esferas sociales, para que no se haya contaminado también la enseñanza ; efectivamente, la mayor par- te de las tituladas Universidades son tal vez empresas mercantiles para conceder diplomas y certificados al que mejor los pague, deplorable estado que los norte-americanos no niegan en manera alguna (i).

Es un deber imprescindible del Estado el fomento de la instrucción superior, y los dineros de todos

(i) Staiement respecting american Colleges. Washington, 1879 (documento o6cial).

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deben contribuir á la educación de los menos, porque esto redunda en beneficio del país entero, cuyo nivel intelectual se eleva, cuyas instituciones se perfeccio- nan, cuyas industrias adelantan, cuyas ciudades se salubrifícan, cuyos caminos se ven cruzados por ferro- carriles y telégrafos, cuyas leyes se ven mejor inter- pretadas y cuya salud está á salvo, por lo menos, de los charlatanes y de los empíricos. La instrucción superior, dice Carr, contribuye á la producción y á la acumulación de la riqueza, es un medio de reme- diar el proletariado y de prevenir el crimen, loque tam- bién es un capital. En los mismísimos Estados-Uni- dos se nota de algunos años á esta parte una pode- rosa reacción en este sentido, á juzgar por sus docu- mentos oficiales ( I ).

Pero antes de entrar á examinar la cuestión uni- versitaria puramente en sí, es necesario repetir una vez más que su resolución es imposible si no se re- forma antes la educación secundaria, infundiendo vi- da fructífera á los colegios nacionales, algunos de los cuales, como el de la Capital tiene plétora de alumnos, y otros como el de Santiago tiene ape- nas 34 nominales! Y aún hay que descartar otra cues-

(i) Report of the Commissioner of Educationfor iheyear 187 y, I, Lxxxi. Washington, 1879.

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tióa incidente: las Facultades aisladas de provincia son una creación enfermiza y maléfica, porque no tie- nen vida propia, y porque el nivel de la enseñanza y la estrictez de la disciplina van poco á poco descen- diendo. Apenas tienen alumnos para arrastrar una vida lánguida é imposible, pues está hoy demostra- do que las Facultades aisladas no prosperan ni ade- lantan : la Francia, en estos momentos, está ocupada en refundir sus 1 6 Facultades aisladas en varios cen- tros universitarios, pues ha reconocido que el decai- miento de su enseñanza superior provenia en gran parte de eso.

La cuestión universitaria puede encararse bajo dos aspectos, que derivan de este fundamental : < dependen del Elstadosóson libres? Ambos extremos son perniciosos, por manera que queda el término medio i son autonómicas, y cuál es su situación para con el Estado > Resuelto ef te punto, todo lo demás es consecuencia lógica.

He dicho que las dos primeras premisas eran fal- sas. En efecto, si la Universidad depende exclusiva- mente del Estado, resulta que el gobierno tiene el derecho de modificar los planes de estudio, nombrar y remover profesores, reformar ó restringir la orga- nización interna, y me parece escusado entrar á de- mostrar los considerabilísimos males que tan ilimi-

6 o RESEÑAS Y CRÍTICAS

tada ingerencia ocasionaría— la Universidad quedaría convertida en Colegio, y la ciencia sería así imposi- ble. Y si se las admite libres, sin ingerencia alguna del gobierno, resulta que, como sucede en los Esta- dos-Unidos, pudieran formarse empresas mercantiles para explotar á los padres ó para vender diplomas de mentida capacidad, improvisando médicos, abo- gados é ingenieros, mediante regular propina; el peligro no puede ser mayor, si se considera que el pueblo entero queda así entregado indefenso en mano de explotadores sin conciencia, que juegan con sus fortunas, su salud y su honra. Jamás el Estado de- be renunciar á su legítimo derecho de expedir diplo- mas de capacidad, que permitan ejercer profesiones públicas.

Luego, pues, las Universidades deben ser autonó- micas, y sólo pueden serlo cuando, siendo personas jurídicas, pueden adquirir y administrar bienes, de- bidos á la generosidad del Estado ó de los particu- lares. Contando con propios elementos de vida, su gobierno interno le pertenece, pues la nación acadé- mica es una república sut-generis. Puede suceder que carezca de rentas, ó que estas no le sean sufi- cientes y requiera la ayuda del Estado, á pesar de gozar de organización autonómica. Cuál debe ser el papel del Estado en estos casos } Ciertamente que en

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la segunda de las hipótesis sentadas, la cuestión se simplifica, pero conviene encarar las dificultades en su máxima expresión.

Dada una persona jurídica con rentas suficientísi- mas y perfecta organización, cqué ingerencia debe tener en ella el gobierno ?

ahí una cuestión importante. Los intereses que afecta la enseñanza superior son tan vitales, que es no sólo un derecho sino un deber del Estado ejercer una saludable vigilancia.

£n ningún pais del mundo la enseñanza universi- taria ha alcanzado mayor desarrollo y vigor más lo- zano que en la clásica Alemania, el pais, según un dicho célebre, de los poetas y de los filósofos. Pues bien, allí las Universidades son verdaderas corpora- ciones privilegiadas, formando una república aparte, y gobernando exclusivamente la intensísima vida académica que en su alrededor se desarrolla ; poseen cuantiosos bienes, y conservan aún innumerables privilegios, restos de la Edad Media, que les dan un carácter tan especial y tan único, que son céle- bres en el mundo entero. Y sin embargo, su organi- zación interior, los derechos del senado académico, y todas las cuestiones que se refieren á la gestión de negocios comunes, están reglamentadas por estatutos aprobados por el Estado ; todos los profesores y los

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empleados univjersitarios son funcionarios públicos. Allí funciona admirablemente el * 'sistema curato- rial", que consiste en hacer representar los intereses del Estado, bajo la dependencia del Ministro de I. P., por un Curator^ que ''sin inmiscuirse en la orga- nización interior de la Universidad, debe velar por la ejecución de los estatutos y señalar al Ministro las irregularidades que se produzcan", para usar las pa- labras de la nota ministerial prusiana de 8 de julio de 1819. El curador interviene en la administración de las rentas de la Universidad, provee á todo lo que hace falta, de acuerdo con el senado académico y las Facultades, y es verdaderamente el intermediario entre el gobierno y el cuerpo universitario. Los di- versos gobiernos de Alemania han considerado siem- pre como un grandísimo honor el cooperar al brillo de sus Universidades, por cuya razón jamás los cu- radores han servido de opresión, sino que, siendo casi siempre antiguos estudiantes de la misma .Uni- versidad, han propendido á la profusión maravillosa con que hasta la más insignificante Universidad ale- mana está dotada de bibliotecas, museos, gabinetes, institutos, instrumentos, etc. En una palabra, el ''sistema curatorial" implica la reserva que hace el Estado de la fijación del presupuesto, nombramiento de profesores, y la decisión suprema de todas las

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altas cuestiones de interés general ó político. ^* Es debido á esta organización, como lo dijo en ocasión solemne el ilustre Helmholtz, que las Universidades alemanas han salvado un núcleo mayor de libertad interna y de esta sus más preciosas prerogativas, que sus hermanas en la conservadora Inglaterra, ó en esa Francia, tan turbulentamente ansiosa de li- bertades" (i).

ahí, pues, una organización que sería conve- niente implantar entre nosotros, para impedir que suceda lo que ha pasado con la Universidad de esta Capital, que sin rentas propias, dependiendo del presupuesto legislativo, es tan completamente inde- pendiente, que ni siquiera da cuenta de la inversión de los derechos de matrícula y de diplomas, los cuales, en alguna Facultad, son empleados en ser repartidos entre los señores profesores, por el tra- bajo que se toman dignándose asistir á los exáme- nes!... No es á la verdad esto lo que más asombre, sino que haya habido gobiernos que permitiesen se- mejante absurdo : dar fondos para Universidades que por su origen y constitución eran pura y simplemente del Estado, y no merecer siquiera por fórmula que

{i)Red€ beim Antritt des RecionUs an dar Friedrich-Wilhelms- üniversitdt zu Berlín, am 75 october iSjft gehalten von doctor il. Helmholtz.

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se le cuenta de la inversión de recursos . Y esto se ha repetido tantas veces, que últimamente el Mi- nistro Pizarro, con motivo de la nota del rector Ave- llaneda acompañando el presupuesto, se ha visto obligado á preguntarle oficialmente qué carácter era el que la Universidad se asignaba. Quieroj como el que más, las autonomías, pero estimo que los abusos deben cortarse de raíz.

Si nuestras Universidades fuesen tan fabulosa- mente ricas como las de Oxford y Cambridge, que derivan su fortuna de concesiones medievales ó como la de Harvard, que debe á la generosidad del pueblo norte-americano una fortuna de 8.000,000 de dollars se comprendería todavía que, prescin- diendo por absoluto del Estado, se gobernaran á su antojo y buen placer ; y aún asimismo, si bien el Estado carecería de derecho para intervenir en el empleo de las rentas, conservaría siempre el deber de vigilar la marcha de la enseñanza y la concesión de grados académicos. La Universidad, que en el clásico lenguaje de las tradiciones escolásticas se lla- ma el Almamater, es á la verdad una institución tan importante é influyente en la vida de los pueblos, reviste en tantísimos actos un carácter exclusiva- mente oficial, que el Estado no puede abandonar su dirección á cuerpos sin control, exponiéndose á que

Las universidades argentinas 65

alguna vez y la sola posibilidad constituye ya un gravísimo peligro caiga en manos inexpertas ó ve- nales, como sucede alguna vez, por desgracia, en la gran república norte-americana.

Preciso es adoptar un sistema medio. La inter- vención absoluta del Estado, como la ejercía el gobierno de Buenos Aires en su Universidad, es perniciosa ; como también lo fué la excesiva que se permitió el gobierno de la Confederación cuan- do en 1 86 1, con motivo de la elección de rec- tor de la Universidad de Córdoba, derogó y mo- dificó gran número de los artículos del reglamento orgánico universitario. De ahí que la autonomía universitaria sea también imprescindible. Y en este terreno puede decirse que de ha hecho ya mucho entre nosotros .

La Universidad de Buenos Aires, como la de Córdoba, llevaban ambas una vida en extremo pre- caria.

La Universidad Mayor de San Carlos, hoy nacio- nal de Córdoba, era la más antigua del Río de la Plata, y si se exceptúa la de Lima, fundada en i 5 5 i , podría decirse que de la América del Sud. Fundada por los jesuitas en 161 3, confirmada por el papa Gregorio XV, en su bula de 8 de agosto de 1621, reorganizada en 1664, recién en 1800 recibió la

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constitución real que cumplida en 1807, hasta ha- ce poco la ha regido, teniendo como reglamento in- terno el de la de Lima (1735), y como plan de es- tudios el de la de Salamanca ( 1 79 1 ) . Durante la época de Rosas había caído en una decadencia sensible, y en tiempo de la Confederación, cuando el Ministro Olmos la visitara (1861), sólo tenía una Facultad de Derecho y Teología. Los esfuerzos hechos poste- riormente para dotar al país de una distinguida ins- trucción superior, la llegada de los sabios alemanes que formaron la Academia Nacional de Ciencias, contribuyó á que en 1876 se incorporara á la Fa- cultad de Derecho, que con el Colegio de Monserrat constituía entonces la Universidad, la Facultad de Ciencias físico-naturales. De ahí que en 2 i de no- viembre de 1878, se nombrara una comisión para proyectar una reorganización completa de la Uni- versidad, creando las Facultades que aún no existían, como la de Medicina. Esa comisión, después de in- tegrada varias veces (i), se expidió recién en 1880, aconsejando la sanción del "Estatuto orgánico" que, derogando á la ''Constitución provisoria" aprobada

(1) Su composición definitiva fué : doctor Alejo C. Guzmán, Presi- denle, José Díaz Rodri§^iez, Secretario, doctores O. Doering, F. Posse, H.Weyembergh, S. Cáceres, L. Vélez, C. R. Lozano, F. Latzina,J. B. Gil y T. Luque.

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el 26 de enero de 1858, respondiera á la nueva reorganización de la Universidad, dividida en cuatro Facultades : Derecho y Ciencias sociales, Ciencias físico-matemáticas, Medicina, Filosofía y Humani- dades. £1 gobierno, por decreto de 4 de octubre de 1880, aprobó provisoriamente aquel proyecto, que es el que ahora rige Ínterin se sancione la ley gene* ral orgánica universitaria.

La Universidad de Buenos Aires tiene una larga y variada historia. Cuando Carlos III llevó á cabo la expulsión de los jesuitas (noche del 24 de julio de 1787) decidió que los bienes de temporalidades sirvieran para el fomento de la instrucción : el pa- triota americano virey Vértiz solicitó de los cabil- dos eclesiástico y secular [el 1 6 de noviembre de 1 77 i), informes acerca de la fundación de una Uni- versidad, y estos patrocinaron con calor la idea. El rey, guiado por el ilustre conde de Aranda, por cé- dula real de 3 i de diciembre de 1779, reiterada en 16 de. enero de 1784 y en 22 de mayo de 1789, ordenó la erección de dicha Universidad, pero los vireyes fueron dilatando dar cumplimiento á esos deseos, hasta que el marqués de Aviles indirecta- mente encarpetó el asunto. Y sin embargo, las clases ilustradas de esta ciudad, por el órgano de sus Ca- bildos, se mostraban afanosas en que aquello se

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realizara (ij. Los gobiernos patrios, después de la independencia, penetrados de aquella máxima tan sabia como elegante del emperador Justiniano : ^^ que convenía que la autoridad imperial no sólo estuviese ilustrada con las armas, sino también ar- mada con las letras ", tomó de nuevo con empe- ño aquel asunto. El Director Pueyrredón, después de varias medidas, solicitó del Congreso (i8 de mayo de 1 8 1 9) aquella reforma. Y á pesar de la luctuosa crisis que en la historia patria se conoce por '* año veinte ", el efímero gobierno de Sa- rratea (25 de abril de 1820) decidió la ansiada creación ; pero debido á los esfuerzos del ilustrado salteño don Manuel Antonio Castro ( i 5 de febre- ro de 182 i), el gobierno progresista del general Rodríguez comisionó á don Antonio Sáenz para la instalación de la Universidad, ceremonia solemnísi- ma que tuvo lugar en la iglesia del Colegio [que era el lugar tradicional de las grandes fiestas de la inteligencia) el 12 de agosto de 1821. Rivadavia no era aún Ministro. La Universidad, según el de- creto de 8 de febrero de 1822, se componía de los siguientes * 'departamentos" (léase facultades) : Estu-

( T I Noticias hislóri::as sobre el origen y desarrollo de la enseñansa pública superior en Buenos Aires, por Juan María Gutiérrez. Buenos Aires, 1 868, in folio.

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dios preparatorios, Ciencias exactas, Medicina, Ju* risprudencia y Ciencias sagradas. Muchos de estos departamentos tenían ya una existencia antigua : el de Medicina data de 1 8o i (aunque el Tribunal del Proto-medicato fué erijido el i8 de setiembre de

1799)-

Difícil sería seguir las fluctuaciones de la Univer- sidad de Buenos Aires durante la época de la tira- nía de Rosas, porque su ilustre historiador se de- tiene casi después de la erección, siendo á la verdad lástima grande que no haya podido realizar el pro- pósito que abrigaba, de seguir aquella historia hasta los días presentes .

La Universidad de Buenos Aires se componía, pues, hasta estos últimos tiempos sólo de la Facultad de Derecho y del departamento de estudios prepa- ratorios, bajo la exclusiva dependencia del Gobierno provincial. Los desgraciados acontecimientos del i *? de diciembre de 1871 el suicidio tristemente do- loroso de Sánchez y la tremenda manifestación es- tudiantil — hicieron que el Gobierno pidiera al rector doctor Gutiérrez un proyecto de ley orgánica, que presentado el 9 de enero de 1872, fué sometido auna comisión. El P. E. en 3 de septiembre de 1872 presentó á la H. Legislatura un proyecto provisorio, pero nada se hizo, hasta que el 22 de enero de 1874

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se nombró una nueva comisión (i) que propuso las bases que sirvieron para el decreto orgánico de 26 de marzo de 1874, que reorganiza la Uni- versidad, dividiéndola en 5 Facultades : Humani- dades y Filosofía, Ciencias médicas, Derecho y Ciencias sociales, Matemáticas, Ciencias físico-na- turales. Y ese es el estatuto que rige actualmente á la Universidad.

Ambos estatutos universitarios encierran en ger- men todas las principales reformas que la experien- cia internacional ha aconsejado.

La Universidad constituida como persona jurídica y por lo tanto con las prerogativas de tal ; su divi- sión en varias Facultades, con autonomía propia, representada por su cuerpo académico, su decano, su cuerpo de profesores pero unidas entre por un Senado, al que entre nosotros se ha llamado Consejo Superior ; presidido el cuerpo universitario por un rector, elegido por la asamblea de académicos ó, como se llama en Córdoba, por el claustro, inclu- yendo los doctores; nombramiento de los profesores por las Facultades, etc., etc. Ambas Universidades, tanto la de Buenos Aires como la de Córdoba, están

íi) Compuesta del rector don J,. M. Gutiérrez, de don J. M. Moreno y don P. Goyena.

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en esto conformes, pero la de la Capital va más le- jos, y ahí reside en mi opinión el mal.

La organización de la Universidad de Buenos Ai- res es, quizá, demasiado autonómica. £1 decreto de 36 de marzo de 1874, fué un progreso inmenso ve- rificado sin ruido ni ostentación, pero que transfor- mó radicalmente nuestra instrucción superior, inocu- lándola los más sanos principios que la ciencia acon- seja. El error, pues la experiencia parece haber de- mostrado que hubo error, consistió en exagerar la autonomía universitaria.

Asi, las atribuciones que corresponden á las Facul* tades y al Consejo Superior son tan omnimodas, que más no puede ser. Libertad sin control ni responsa- bilidad en el manejo de sus fondos, sean rentas pro- pias, cuando las haya, ó asignaciones del presu- pu€sto; ilimitada facultad de elegir sus funcionarios desde el cuaternario rector y decanos, pasando por el cuerpo académico de profesores, hasta sus bedeles y porteros ; dirimir soberanamente las cuestiones refe- rentes á colación de grados académicos y á la ense- ñanza ; independencia absoluta en su actitud frente á los más vitales intereses ó reclamos más justificados del país. { Y el Estado ? Ni por casualidad se le con- fiere esa intervención oficiosa que es más bien corte- sía que otra cosa. Y sin embargo, el Estado antes

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manejaba á la Universidad como á una oñcina admi- nistrativa ; y él mismo se ha atado voluntariamente las manos ! Verdaderamente que no es de extrañar que hayan tenido lugar los abusos de todos conoci- dos, que más de una vez han amenazado provocar un conflicto, sobre todo en cuestiones de rendición de cuentas. El autor de la constitución de la Universi- dad de esta ciudad, ha sido uno de mis profesores más queridos de la Facultad de Derecho, pero como en los actuales tiempos pasó ya de moda el jurar tn verha magistri^ no tengo inconveniente en criticar aquella organización.

c Cuál ha sido, por otra parte, el resultado práctico que ha producido? Hasta 1877 el Presupuesto in- cluyó los gastos de la Universidad, y desde entonces se le acordó una suma fija como subvención, pero aun cuando por el decreto orgánico el presupuesto de los gastos universitarios debía ser aprobado por las Cámaras, y las Facultades rendir cuentas de sus fon- dos, nada de esto se ha hecho. El Consejo Superior no informa jamás sobre la marcha de la enseñanza ni sobre la situación ó empleo de las rentas que le están confiadas. Verdad es que el Consejo Superior no ha dado casi señales de vida. i Cuándo se reú- ne? ¿qué medidas ha tomado?... Puede decirse que la causa principal del falseamiento del decreto orgá—

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nico de 26 de marzo de 1874, proviene de la incali- ficable inercia del Consejo Superior (i]. Es, pues, una especie de poder independiente sin control algu* no del Estado.

La Universidad de Buenos Aires, con motivo de la federalización del municipio, debe ser próximamente reorganizada por una comisión especial nombrada el 7 de febrero último [2) encargada de armonizar su constitución con la de Córdoba. Forzoso es esperar que se conozca el proyecto que se anuncia ya como terminado, para entrar entonces de lleno al examen detenido de los detalles de la cuestión.

Únicamente entonces podrá precisarse la discusión, á fin de que sea fructífera. Y á fe que hay todo un semillero de interesantísimas cuestiones que estudiar : en cuanto á la composición déla Universidad, iqué se entiende por asamblea universitaria y por claus- tro (3)? E^tc último está hoy día condenado por la experiencia. < Qué es lo que corresponde al Consejo Superior y á las Facultades, y cuál es su composi-

(1) Debe exceptuarse á la Facultad de Ciencias Médicas, cuyo deca- no ha observado la costumbre de publicar sus Memorias anuales.

(2) Compuesta de los doctores don Nicolás Avel'aneda, don Juan B. Alberdi, don Vicente G. Quesada, don Manuel Porcel de Peralta y don Eduardo Wilde.

(3 } La Universidad de Córdoba adopta el sistema del " claustro " ; la de la Capital el de la "asamblea universitaria".

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ción } i Qué poderes tienen el rector y los decanos ; cómo son elegidos ; es necesaria la confirmación del gobierno, como sucede en Alemania, para ratificar la elección académica?

cCómo se forma el cuerpo docente con su lógica división en profesores titulares, extraordinarios y li- bres? Son inamovibles; <qué diferencias hay entre una y otra categoría ; tienen sueldo fíio ú honorarios académicos; hay diferencias entre las diversas cáte- dras según sus asignaciones ; dónde se buscan, en- tre los especialistas particulares, los agregados, su- plentes ó profesores libres; su nombramiento por elección directa, por concurso ; diferencias entre la agregación y la *' habilitación " ; pueden enseñar pri- vadamente ó ejercer funciones públicas; cuáles son sus obligaciones : deben solamente dictar cursos, dar lecciones ó regentear institutos ?

i Cuáles son las relaciones de las Facultades entre y para con el Consejo Superior; los diversos planes de estudio deben complementarse mutuamente ; relacio- nes con corporaciones extranjeras ó con el gobierno?

Vida académica: < en qué consiste ? funcionarios univeritarios ; institutos especiales ; museos y colec- ciones, prerogativas y deberes de los estudiantes ofi- ciales, libres y oyentes ; condiciones de ingreso, de asiduidad ; exámenes parciales, horario, libreta uni-

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versitaria, derecho de matriculas, '^dineros académi- cos", cursos facultativos ú obligatorios, exámenes fi- nales y de doctorado ; exámenes de Elstado para el ejercicio de la medicina, etc.?

Hay además otra grave cuestión : la Universidad no puede expedir sino títulos académicos, que deno- ten suficiencia científica. Ahora bien, es sabido que un sabio eminente que haya obtenido con brillo el grado académico de doctor en medicina, y citaré al acaso el conocido ejemplo de Claudio Bernard ó de Littré, puede en la práctica ser pésimo médico ; de ahí que el título profesional tenga un alcance distin- to y deba reposar sobre pruebas diferentes. Para que el público tenga fe en los que poseen títulos pro- fesionales, es preciso que el Estado tome garantías especiales ; por eso en Alemania, después del título académico, existe el llamado ^'examen de Estado", para obtener el título profesional, i De qué manera deben reglamentarse entre nosotros estas categorías de exámenes y qué diferencias tienen ambos títu- los ?

Se ve, pues, que las cuestiones que se imponen al estudio son numerosas y variadas ; exigiendo mu- chas de ellas reformas radicales, y otras simplemen- te una juiciosa reglamentación, pero dependiendo de la manera cómo serán resueltas, el porvenir más ó

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menos floreciente de nuestro régimen universita- rio.

La ley orgánica universitaria deberá ser, sin duda, discutida en breve por el Honorable Congreso, y es de esperarse que muchos congresales, cuya especial competencia es reconocida, por ejercer ó haber ejer- cido el profesorado universitario, diluciden lumino- samente esas mil pequeneces que son, sin embargo, de capital importancia.

Cúmpleme observar, entretanto, que por el mo- mento la organización universitaria está lamenta- blemente falseada en la práctica. Las ventajas del sistema universitario sobre las Facultades aisladas consiste, justamente, en el contacto íntimo é influen- cia recíproca de éstas : es indispensable, por ejemplo, que el jurista conozca la medicina legal que se en- seña en la Facultad de Medicina, y que el médico sea versado en las ciencias químicas y naturales que se cultivan en la Facultad de Ciencias ; y ni la en- señanza filosófica puede prescindir de una base cien- tífica, como la instrucción científica debe apoyarse en sólidas bases filosóficas. Por eso los profesores de París se han pronunciado abiertamente contra el aislamiento de las Facultades, diciendo: ''... las ramas todas del saber humano se tocan y cruzan como los radios de un círculo, que tienden al cen-

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tro desde los diversos puntos de la periferia ; hay acciones y reacciones continuas de una ciencia á otra, y cada progreso realizado en una de ellas, repercute fuertemente en las demás... Los filósofos, los médi- cos, los juristas, viviendo aislados y confinados en su enseñanza especial, no aprenden, pues, sino una parte de lo que deberían saber ; sus estudios que- dan truncos, incompletos é insuficientes ; y el hori- zonte limitado, como sus aptitudes y sus medios de acción" ( I ). Pues bien, entre nosotros, el sistema uni- versitario existe sólo en el nombre : cada Facultad vive totalmente aislada de las demás, como si una estuviera en Pekin y la otra en Lisboa, sin contacto recíproco alguno, sin conexión en sus cursos, sin que ni siquiera se conozcan entre si los estudiantes de las distintas Facultades, ni sepan á veces dónde están situados sus respectivos edificios I...

Nótese que prescindo de una multitud de irregu- laridades, i á qué responde la Facultad de Matemá- ticas que expide los títulos de Ingeniero y Agrimen- sor ? Eso no debe ser Facultad universitaria, es pura y simplemente un instituto de enseñanza superior especial, un Politécnico, si se quiere. Hay ahí, pues,

( I ) SociéU pour l'étude des questions d'enseignement supérieur. (Bu- iletin de juillet 1879. París).

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algo que se asemeja mucho á una confusión lamen- table.

i Y qué significan Universidades sin local propio, á veces, ó diseminadas sus Facultades en los cuatro extremos de la ciudad, sin bibliotecas, pues es sa- bido que la titulada "universitaria" es deficicntísi- ma, sin colecciones especiales, sin museos, sin nada, en fin, que denote que se trata de cultivar las cien- cias } Yo no pido que se construyan Paranimfos como el de Madrid, ni palacios como los de Leipzig, Berlin y Viena, pero que se las dote de local apro- piado, y que se las provea de los instrumentos in- dispensables de cultura intelectual. <Qué significa una Facultad de Ciencias físico-naturales sin mu- seos y sin colecciones; qué se entiende por una Fa- cultad de Derecho, en la que los estudiantes no en- cuentran ni un mísero libro que consultar? i Qué debe decirse de una Facultad de Medicina cuyos hospita- les están de tal manera saturados, que es inevitable la infección purulenta, de modo que de antemano se sabe, á ciencia cierta, que cada operación es peli- grosísima, pues el operado muere con frecuencia de gangrena ?

Los cursos universitarios argentinos inspiran asombro cuando se comparan con los europeos. En Alemania no hay mayor desdén en la vida universi-

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taria, que el de cultivar el Brodstudium, ó sea sim- plemcQte contraerse á lo indispensable para ganar la vida. Las Universidades están destinadas al cul- tivo de las ciencias y á propender á su adelanto: allí los profesores absorben su vida en la enseñanza y en el estudio, y los estudiantes beben de sus labios la ciencia misma, según se va perfeccionando. La ense- ñanza versa sobre todos los ramos de los conocimien- tos humanos, y los cursos son puramente científi- cos : cada materia es enseñada á la vez por varios profesores ordinarios, profesores extraordinarios, y prtvat-docenien, encarando la cuestión bajo múl- tiples aspectos. La libertad de estudios, tan ala- bada en nuestro lenguaje constitucionalista, reina allí completísima bajo el nombre de ^' libertad aca- démica " ; se considera á los estudiantes como jóve- nes responsables y serios, que por propio amor bus- can la ciencia, y á los cuales se les deja independien- tes en la elección de sus cursos, como lo consideren conveniente, pues apenas en las carreras profesiona- les, y sólo en mérito de los '' exámenes de Estado", se les imponen algunos cursos obligatorios {zwangs- collegien), pero sino todos son facultativos, pudiendo elegir el que mejor les convenga, sea dado por un profesor ordinario ó extraordinario, ó por un privat- docent.

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De ahí que los cursos universitarios europeos, me refiero especialmente á los de Berlín y París, que son los que he podido conocer, sean una verdadera enseñanza en toda la acepción de la palabra, en que al estudiante se le inicia en todos los problemas del saber humano, guiándolo de tal modo, que pueda formarse una propia convicción. Prescindo por aho- ra de discutir el método de enseñanza, aunque pre— fiero mil veces el de los profesores alemanes que dic- tan ó leen sus apuntes, por manera que sus confe- rencias son pesadas, secas, pero nutridas de hechos y de observaciones propias y perfectamente cientí- ficas ; mientras que los profesores franceses, salvo raras excepciones, son oradores elocuentes, exposito- res hábiles, de palabra fácil y clara, por cuya razón el menos preparado comprende la materia en su con- junto y en sus detalles, y la abarca de un golpe de vista, pero el fondo se sacrifica así frecuentemente á la retórica, y en definitiva sólo se obtiene una expo- sición generalizadora.

En nuestros cursos ni una ni otra cosa se vé. He empleado la palabra cursos, y he debido decir clases. La enseñanza está sujeta á textos, seguidos demasiado servilmente, y se contenta con lo estrictamente indis- pensable para responder á las preguntas del progra- ma, según cuyas bolillas el profesor ioma la lección

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á SUS alumnos... Aquéllo en vez de Universidad, pa- rece un colegio superior en que los maestros encarga- dos de preparar al examen, interrogan á los discípu- los para ver si han aprendido bien tantas páginas de! texto! Vuelvo á repetir que hay excepciones honro- sas, pero tomo el término medio, y por más que tra- to de convencerme de lo contrario, la realidad se im- pone irresistible. Y creo que esto no es culpa de los profesores, por lo general, distinguidísimos, sino de la desorganización universitaria.

Más aún: no hay en nuestra llamada "Universi- dad" sino profesores ordinarios, encargados de una ó varias cátedras, con sueldos fijados en el presupues- to. Luego no habiendo emulación ni competencia, no hay estímulo. Los estudiantes no tienen elección posible, cuando no hay sino una sola clase de un solo profesor en cada materia, buena ó mala, á ella tie- nen que asistir, porque no hay otra y porque el mis- mo profesor será examinador más tarde, y porque si no van, un imperturbable bedel los apunta como si fueran chiquillos de escuela, no ya por sus nom- bres, sino por el número de la silla que se les ha asignado!... Causa pena tener que referir semejan- tes cosas.

Pero no es esto todo : un mismo profesor regentea á veces varias cátedras, por manera que no pudiendo

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82 RESEÑAS Y CRÍTICAS

desempeñarlas todas á la vez, suprime un año unas para enseñar otras, y cuando como sucede en el Derecho Civil hay varios cursos (4 años distin- tos], resulta que el desgraciado estudiante que ingre- sa á la Facultad de Derecho en un año que se enseña el 4* libro del Código, que trata de las sucesiones, debe iniciarse en el Derecho por donde debiera lógicamen- te concluir, estudiando las herencias sin saber nada de lo que son cosas, relaciones de familia ó contra- tos! Esto evidentemente es absurdo. La culpa no es por cierto del profesor justamente el doctor More- no es uno de los más distinguidos sino porque es ridículo que no haya sino un solo profesor para los cuatro cursos de Derecho Civil ! Y éste no es masque uno de tantos ejemplos.

El que conozca las Universidades europeas, no pue- de sino convenir en que las nuestras se hallan aún en estado primitivo.

El Ministro Pizarro, apoyándose en una frase de Cousin, parece atribuir gran parte de estos males á la gratuidad de los cursos fp. xvii), pero paréceme que este es un concepto inexacto.

Hay que distinguir : en el sistema francés, los cur- sos son todos gratuitos, y aun desde la nueva ley sobre la libertad de la enseñanza superior lo son las matrículas mismas; en el sistema alemán, la regla

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es que los cursos son públicos ó privados, según el carácter de ellos, debiendo los estudiantes abonar los collegien gelder para asistir á los que eligen ; pero abundan también los cursos gratuitos, sobre todo, entre los dados por los prtvat-docenten.

muy bien que el que haya frecuentado los cur- sos franceses, no se olvidará jamás del extraño es- pectáculo que ofrece la invasora afluencia de señoras como en el curso de M. Caro en la Salle Gerson ; ó de ese público mezclado, donde se ven viejos, mu- jeres y niños, pacíficos burgueses y desocupados como en el curso de M. Paul Albert en la salle nu- mero 7 en el Collége de France ; y más de una vez me ha sucedido no encontrar lugar vacío minutos después de abierto el anfiteatro ; pero al lado de ese público especial, hay estudiantes afanosos que siguen con interés la palabra de maestros ilustrados, de los que forman la mayor parte de las veces sus únicos oyentes como sucede generalmente en la Facultad de Derecho y en l'Ecole des haufes études. En cam- bio todos los que tienen buena voluntad pueden ins- truirse, como lo pueden hacer los que apenas posean lo suficiente para la vida material. Y luego hay que notar que sólo ciertos cursos especiales como los de filosofía ó historia, son los que atraen aquel público original, que obliga quizá á los profesores en boga á

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vulgarizar un poco su enseñanza, lo que ha merecido el calificativo de ** cursos de aparato, especie de en- señanza secundaria disfrazada bajo el nombre de ins- trucción superior ( i ) ".

Pero en países como el nuestro, dadas las costum- bres de nuestra vida nacional, no es de temerse en muchos, muchísimos años, que las damas ó tranqui- los ciudadanos desalojen á los estudiantes de las ban- cas de los... futuros anfiteatros, ni que por lo tanto obliguen á los profesores á vulgarizar su enseñanza. La cuestión que toca el Ministro, agita ya desde al- gún tiempo al mundo universitario de Alemania : el excelente periódico estudiantil Alma Mater, de Vie- na, la ha tratado calurosamente, y la opinión se agita con ardor. El célebre Du Bois-Reymond, en su dis- curso del rectorado de la Universidad de Berlín (1869) háse declarado partidario de conservar los ** di ñeros académicos", trazando elocuentemente sus ventajas, pero el Parlamento austriaco se decide por la opinión contraria, que parece ganar terreno cada día. Lorenzo von Stein le ha dedicado un estudio importante (2), y parece que bien pesadas todas las circunstancias y teniendo en cuenta los antecedentes

(i) Revue internaÜonale de l'enseignement ( 15 février 1881. París). (2) Lehrfréiheit, Wissenschaft und Collegiengeld, von Dr. Lorenz vop Stein. Wicn, 1875. {

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patrios y la tendencia igualitaria de este país, la gra- tuidad debe ser preferida.

Y no se tome esto por una oratio pro domo sua^ pues los estudiantes pagan ya demasiado elevados derechos de matrículas y de diploma, por manera que aún en el estado actual de la cuestión, la ense- ñanza superior no es entre nosotros gratuita, sino bien pagada por los mismos estudiantes. Un solo ejemplo bastará : la Facultad de Derecho percibe, por término medio, 63,900 pesos moneda corriente por matrículas y 162,500 por diplomas, lo que hace un to tal de 225,400 pesos moneda corriente (i). La Facul- tad de Ciencias Médicas ~ tomo al acaso el año 1875- 1 876 tiene una entrada que excede á 5 09,94 5 P^sos moneda corriente, de los cuales 200,000 provienen del presupuesto y más de 206,000 pesos de derechos de matrículas y revalidación y exámenes : se ve, pues, que los estudiantes pagan, y que pagan bien (2}.

Pero son tantas y tantas las cuestiones que sur- gen al examinar el régimen universitario argentino, que me veo forzado, bien á mi pesar, á omitir un gran número. Pero no querría concluir sin hablar de los estudiantes.

(1) Memoria del Ministro de Gobierno ^ i8j8.

12) Memoria del Decano de la Facultad de Ciencias Médicas, 1876.

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Las Universidades argentinas carecen de vida aca- démica ; fuera de las Facultades, de los profesores y de los empleados, los estudiantes son apenas con- siderados: el estatuto provisorio de la Universi- dad Nacional de Córdoba ni siquiera fija la edad de su admisión ! Los estudiantes argentinos no son estudiantes, sino que, ó son empleados, ó viven de la vida común del resto de la juventud. No hay entre ellos vínculo de unión alguna, y apenas se co- nocen. Debo exceptuar á los de Medicina que, de- bido á circunstancias puramente locales, hacen más la vida de estudiante y tienen sus sociedades el Circulo Médico Argentino perfectamente organi- zadas ; y aún podría mencionar á los de Ingeniería estudiantes universitarios ! que tienen una so- ciedad, aunque no muy floreciente. Pero los de De- recho viven en el indiferentismo más completo. Los de Humanidades y Filosofía son chiquillos que aprenden... latin, historia antigua y demás ramos de preparatorios ! . . .

i No se podría acaso hacer algo para fomentar la vida académica, para hacer que los estudiantes sean verdaderos estudiantes ?

Pero téngase presente que si se reglamenta la ju- risdicción académica y se imponen deberes á los es- tudiantes, es preciso é indispensable reconocerles

LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 87

derechos, el no menor de los cuales es 'Ma libertad académica " ó sea la elección entre los cursos de los profesores titulares y libres: negarles este derecho, que es el a, b, c, en la organización universitaria alemana y francesa, es cometer un error funda- menta], que demuestra que se tiene en los labios la palabra "libertad", pero que en realidad sólo se trata de asegurar monopolios autoritarios de pro- fesores oñciales ! Demasiado se ha hablado ya en todos los tonos de *' libertad de estudios", para que sea posible dejar burlada una vez más tan legitima aspiración, y es de esperarse que esto no suceda.

Todo ello debe reglamentarse, porque la Univer- sidad se compone : i de las Facultades y Consejo Universitario, rector y decanos, ó sea los cuerpos académicos ; de los profesores titulares, extraordi- narios, suplentes, agregados ó frivat-docenten ; 3" de los institutos científicos que dependen de ella ¡como ser los seminarios de las Universidades alemanas) ; 4" de los estudiantes matriculados y hasta cierto punto, de los libres y oyentes ; s" de todos los em- pleados superiores é inferiores.

Poco tiempo tardará el país en saber cuál es la marcha que seguirá la enseñanza superior y, sobre todo, la universitaria, cuya ley orgánica, dados los trabajos que se hacen, no puede tardar en votarse.

88 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Entonces habrá llegado la ocasión de examinar si la organización definitiva responde ó no á las exi- gencias de la ciencia, y á las necesidades nacionales,, pues el porvenir de nuestra enseñaaza superior de- pende de ello. No habrá entonces inconveniente en emitir sobre esa reorganización sus apreciaciones, con la misma leal franqueza con que se acaba de exa- minar— rapidísimamente por cierto, algunosdelos defectos del actual sistema universitario.

Julio de i88f .

lil

ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS

EL CLASICISMO Y EL ROMANTICISMO

TT A eterna querella de los antiguos y modernos, A ^ de los clásicos y los románticos, renace siem- pre bajo formas nuevas, produciendo el mismo ardo- roso efecto, y entusiasmando valientes campeones que libran verdaderas batallas por el triunfo de sus respectivos ideales. Pero cada uno de los aspectos que presenta en épocas determinadas, varía inmedia- tamente, y desaparece de nuevo para encarnarse en formas diversas.

La lucha entre el clasicismo y el romanticismo, cu- ya crisis aguda tuvo lugar en la revolución literaria de 1830, pertenece ya á la historia. No quedan de aquellas batallas sino el recuerdo del ardor de los adeptos de una ú otra escuela, y el mundo literario

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se ha apasionado después por nuevas teorías y por nuevos ideales. El movimiento de 1830 es, pues, casi una reliquia histórica. Se le estudia con el cri- terio de una posteridad, cercana es cierto, pero que tiene bastante sangre fría para remover sin peligro las cenizas, tibias aún, de aquella lucha memorable.

Sin embargo, entre nosotros aquella época des- pierta aún juveniles entusiasmos, apasiona los áni- mos y enardece los espíritus, como si en nuestra evo- lución intelectual nos halláramos todavía en 1830, sin tener en cuenta las transformaciones sucesivas que, desde entonces acá, ha experimentado la litera- tura universal. Este fenómeno no deja de ser curio- so, y como tal atrae la atención del observador im- parcial.

Nuestra juventud lee con pasión á los adalides de 1 830, de los que Musset es el ídolo y Victor Hugo el pontífice; Gautier, para muchos un modelo, y el recuerdo de Gerardo de Nerval y del Cenáculo, un objeto de sincero culto literario. Puede decirse casi á ciencia cierta que tal es la tendencia de una gran parte de nuestra juventud más inteligente. Se lee mucho, pero casi exclusivamente libros franceses. Se adora, pues, á dioses y á ídolos que fueron. De ahí que los socios del extinguido '* Círculo Científico Li- terario" recuerden aún las memorables sesiones de

ESCCTELAS Y TEORÍAS LITERARIAS QI

agosto de 1 878, en las que se discutió con acaloradí- simo entusiasmo la famosa cuestión del romanticismo de 1830.

Otra parte de la joven generación argentina tien- de más bien á cultivar la literatura bajo formas más originales, es decir, no sólo americanizándola sino, en lo posible, argentinizándola. Se quiere prescindir de los ideales europeos, contaminados casi siempre por tradiciones impuras, y se levantan en su lugar las divinidades indígenas de esta América maravillo- sa, cantando sus ríos inmensos, sus pampas incon- mensurables, su esplendorosa vegetación, sus cos- tumbres locales. Esta tendencia predominaba en la antigua *' Academia Argentina", y sus adeptos reco- nocían por jefe al venerable Echeverría.

Y, por fin, una tercer fracción, indisciplinada, re- partida en mil pequeñas agrupaciones, frecuentemen- te rivales, casi siempre aisladas unas de otras, culti- van el naturalismo, otras el evolucionismo, la mayor parte, empero, tan sólo recolé butssomére. Del cla- sicismo puede decirse, que sólo poquísimos adora- dores cuenta.

Dos jóvenes poetas argentinos, cultores ambos de Musas diferentes discípulo de Echeverría el uno, adorador de los griegos el otro acaban de renovar la vieja controversia de clásicos y románticos. En ele-

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gantes y sonoros tercetos han roto ambos innumera- bles lanzas en torneo de buena ley. Solicitado por am- bos contendores, el dulce y venerable bardo, el in- mortal cantor del Lambarea el clásico adorador de Ertnaj ha dirimido la contienda, colocando la simbó- lica corona de laurel en la frente de los dos vates ( i ) . La cuestión no es indiferente. Se trata de saber cuál es la escuela literaria que ha ejercido y que de- berá ejercer decisiva influencia en el movimiento in- telectual argentino. Se pretende que el clasicismo ha muerto entre nosotros, y que desde el traductor de Virgilio, el rival de Iriarte y de Velazco, hasta ahora, apenas se han oído algunas débiles notas, arranca- das al estro poético de los viejos bardos á guisa de despedida. Se ha llegado á sostener que, '* desde la revolución literaria que había presentido el ingenio de Thénier, inmensa y formidable como que llegó hasta las estepas de la Rusia, donde cantó Pouschkine; desde la aparición de las armonías celestes de Burns, el escocés, de Klopstock, el alemán, bástalas divinas y cadenciosas notas de Byron, Hugo, Espronceda y Echeverría, el inmortal cantor de la pampa^ en ese

(i) R. Oligado-C. Otuela. Justa literaria, con una carta-prólogo de Carlos Guido t Sfano. Buenos Aires, 1885. i volumen de xvi y 63 páginas. La polémica poética habla tenido por órgano la Ilustración Argentina.

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bello poema de la Cautiva, rival vencedora del Inami I de Sanfuentes y el Marqueta de Samper ; desde en- I tonces, la musa clásica desapareció de América como por encanto: negro celaje que el pampero del roman- ticismo ha barrido de nuestra constelación poética ! " I He ahí, pues, la cuestióiu Para saber hasta qué

punto sea errada ó verdadera la afirmación preceden- f te, es preciso resolver el problema en mismo : exa- I minar las dos tendencias; la del " Círculo Científi- co Literario", inscribiendo en su bandera en letras de oro el nombre de Musset; la de la ** Academia Ar- gentina ", abroquelándose tras la fama de Exheverría. I Es preciso aducir hechos y analizar con frialdad. Las consecuencias que se desprendan se impondrán \ entonces con lógica rigurosa.

La cuestión debatida en el '* Círculo Científico Li- terario" estaba concentrada en la influencia poética de Alfredo de Musset.

Unos sostenían que Musset era la genuina expre- sión del romanticismo moderno, por cuanto Víctor Hugo tuvo otros orígenes y ha seguido más tarde

94 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Otras sendas. Proclamaban á Musset como *' poeta de la juventud", y sus ideas, como sus figuras poéticas, eran consideradas como el más excelso modelo posi- ble.

Ahora bien, es siempre dilícil hablar de poetas y juzgar poetas, porque '* la poesía no muere : tiene sus primaveras, sus generaciones diversas que nacen, se suceden, y esparcen cada una sus flores, sus armonías, sus cantos". El crítico es, por otra parte, un vigía y su primer grito debe ser siempre de emoción y de go- zo: pertenece ya á otra época '*esa crítica envidiosa y mezquina de los defectos, y hoy debe reinar sólo la grande y fecunda crítica de las bellezas". De ahí que se "saluden con vivo placer esos nuevos lumina- res, que se levantan sobre el horizonte y que están destinados á apagar los antiguos ".

Pues bien, á pesar de esto, no puede aprobarse la tendencia á traducir y á imitar al cantor de Na— mouna y de Rolla. Se explica la admiración que tiene la posteridad al leer á Don Juan y al Corsario^ pero sólo genios como Byron pueden iluminar los abismos que ellos mismos cavan.

Byron y Goethe acababan de morir. La Inglaterra y la Alemania parecían reposar tranquilamente en los laureles del siglo de Ana y del período de We¡- mar. En Francia, Chénier y Nodier, con su poesía

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melancólica y sentimental, entretenían á los espíri- tus atónitos aún por el derrumbamiento del imperio napoleónico, y al calor de las ideas religiosas y mo- nárquicas de la restauración borbónica, se notaba ya *' ese conjunto de preludios, donde domina una vaga malancolía, un acento caballerezco y una gracia es- quisita de detalles''. Elsa era la poesía de Lamartine, y en ella se inspiró Victor Hugo.

Los genios nunca son 'pacientes. Hugo rompió pronto las vallas que lo contenían, é bizo flamear audazmente la bandera revolucionaria del Prefacio de su '' Cromwell ". Pero al repudiar la antigüedad, se convirtió en ciego adorador de la Edad Media. Hugo es un genio y los genios pueden haber sido un momento revolucionarios, pueden parecerlo aún, pero en realidad no lo son : no atacan, no derriban más que lo que pone trabas á su desarrollo, pero es para restablecer en seguida un equilibrio mejor y más estable .

Musset se arrojó de lleno en aquel movimiento : en 1830, sus Cuentos de España y de Italia concen- traron en él la pública atención. Pero Musset, como él mismo lo ha dicho en su Confession d'un enfant du siécle, era un espíritu desequilibrado, casi fatal- mente destinado á ser presa de la voracidad insacia- ble de la corrupción. Portia y Parisina son cuadros

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admirables, pero que revelan demasiado su tenden- cia sensual y voluptuosa : el ideal no lo busca ya en el espíritu lo encuentra en la carne. Su his- toria es conocida. La famosa Belcora y la heroína de Rolla son el producto de un espíritu calenturiento, extraviado y perdido ya para el Bien, que en defi- nitiva es lo Bello.

Ya Musset vivía entregado al más horrendo de- senfreno, y su libertinaje era notable en las orgías de la moderna Babilonia. Todo estaba, pues, perdido; él mismo lo ha dicho :

Le catur d*un homme vierge est un vase profond Lorsque la premiére eau qu'on y verse est impure La mer y passerait sans laver la souillure Car l'abime est immense, et la tache est au fond.

No se puede, pues, proponer á Musset como un modelo á la juventud que abre recién su corazón á las primeras impresiones de la vida. Leerlo, imitarlo en esa edad crítica, no sólo es pernicioso sino crimi- nal : se deposita por ese medio un terrible fermento malsano en el alma, y la existencia entera se encue- tra contaminada por el virus.

Musset no es Hugo, ni su romanticismo es el mis- mo de 1830. Es mucho más horrible, porque co- rrompe el alma, marchita el corazón, seca la inteli-

ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS 97

gencia y hastia los sentidos. En la plenitud de la vida, cuando bullen en el pecho las más entusiastas aspiraciones, los planes más generosos, y que la in- telig^encia fresca y lozana se cree capaz de conquis- tar el mundo, es un verdadero sacrilegio inspirarse en el poeta que ha dicho :

Le doute I il est fartout, et le courant VeniralHe Ce linceul transpareni, que Vincredulité Sur le bord de la tombe a laissé par piti¿ Au cadavre flétri de Vespérance humaine I

Los versos son admirables. La ironía es amarga, y desconsoladoras sus ideas. Se desespera del espí- ritu y se reniega del alma, y los sentidos tratan de acallar las inquietudes de la conciencia, buscando la felicidad en báquicas orgías, en medio de las men- tidas caricias de mujeres hermosas, espumosa la copa, velada casi la mirada, con la frente calentu- rienta, cubierta de flores ya marchitas... Namouna y Rolla han producido mayores males que el horripi- lante Gatntani. El falaz filosofismo que dora aquella corrupción, repugnante en el fondo, puede cierta- mente seducir con sus paradojas á lae imaginaciones juveniles, pero jamás constituirá un ideal, jamás po- drá ser preconizado como modelo.

Rolla es la historia de una meretriz, ó de algo

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q8 reseñas y críticas

peor. Hay perlas en el fango, y qué perlas ! —pero el fango es terrible.

Namouna es el himno de gloria de ese tipo eterno de Don Juan. El poeta ha agotado todas las galas de su imaginación desenfrenada para pintar á su héroe, bello como Satán, frío como un reptil, altivo, audaz, en cuyo yerto corazón no palpita más que la apariencia humana, y que convierte á la pasión en simple manto dorado de su mísera ambición I Na- mouna es el monumento levantado por el delirio hu- mano á ese héroe fantástico, á quien dice Musset :

Plus vaste que le ciel, et flus grand que ta vie Tu perdis ta beauté, ta gloire et ton génie Pouruñ étre impossible et qui n'existait pasf...

Pero esa poesía no es, ni puede ser el ideal, el mo- delo de una juventud sana de cuerpo y de espíritu. Para gustar de esa poesía os preciso haber sufrido, y el dolor no llegará nunca á ser más sublime que en la elegía de Manfredo, en la burla amarga de Don Juan, ó en los ensueños de Childe Harold... Esa poesía es tan fugitiva, que si bien marchita pronto el alma, no basta para llenar la vida, pues pronto se exclama con Espronceda :

Y encontré mi ilusión desvanecida

Y eterno é insaciable mi deseo: Palpé la realidad y odié la vida...

ESCUEIJV.S Y TEORÍAS LITERARIAS 99

Esa poesía conduce pronto al extremo en que el espíritu más atrevido como el cuerpo más robusto, concluyen por decir :

Pasad, pasad, mujeres voluptuosas Con danza y algazara en confusión ; Pasad como visiones vaporosas Sin conmover ni herir mi corazón !

Y aturdan mi revuelta fantasía

Los brindis y el estruendo del festín

Y huya la noche y me sorprenda el día £n un letargo estúpido y sin fin . . .

Abreviando estas reminiscencias de la memorable discusión del Circulo Científico Literario , diré que el que esto escribe fué de los que combatieron á Musset como poeta modelo de la juventud, y de los que protestaron contra una escuela literaria cuyo ideal empequeñecía de tal modo las aspiraciones no- bles y los sentimientos generosos. Hoy el tiempo ha pasado. Cinco años hace que tuvo lugar aquella po- lémica. El Circulo no existe ya, y sus socios se en- cuentran esparcidos á los cuatro vientos : el huracán de la vida ha roto muchas amistades que parecían indisolubles entonces, y ha variado muchas convic- ciones que se creían firmes como la roca. Pero si se renovaran nuevamente aquella discusión, creería aún hoy como entonces, que lejos de ser Musset el mo-

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100 RESEÑAS Y CRITICAS

délo de la juventud, es un poeta pernicioso en cierta época de la vida, porque sus obras, como él mismo lo dijo:

. . . noirciront un large hréviaire Qui brúlera les mains et les cmirs de vingt ans.

i Quiere eso decir que se desconozcan los méritos especialísimos de Musset }

No, en manera alguna, y casi se tomará por una herejía del que esto escribe la declaración de que prefiere Musset á Hugo. Este último ha abusado de la retórica y de la exageración hasta un grado incon- cebible : su hinchazón, su gongortsmo, no pueden ocultarse á un lector desapasionado. Indudable es que en los millares de versos que ha producido y produce hay páginas inmortales, pero es preciso bus- carlas, y el rart nantes in gurgite vasto del mantua- no, sólo será un hecho cuando hayan pasado algunas generaciones.

Mientras tanto, hay en la obra reducida de Musset joyas primorosas, páginas sublimes que son joyas engarzadas de una manera maravillosamente artís- tica; por eso los delicados, los refinados, los artistas verdaderos, admirarán más esas perlas preciosas que los diamantes más colosales.

En las batallas literarias del Circulo hubo que ata-

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car rudamente á Musset, porque se le hacia servir como bandera de combate, tratando de revivir aque- llas figuras del Cenáculo parisiense que, magnifica- das entonces como sombras chinescas, han desapa- recido tiempo hace sin dejar tras de el menor rastro, si se exceptúa el recuerdo de sus extrava- gancias.

Gautier, aquel polígrafo admirable, columna que fué de la bohemia de la rué du Doyennéj es la única figura que subsiste y que pasará á la historia como estilista primoroso. Convengo que los contemporá- neos se entusiasmaran por aquel fantástico Petrus Borel. por el simpático Gerardo de Nerval, y por los demás "grandes hombres" del Cenáculo, pero esa fantasmagoría había pasado hacía medio siglo, cuan- do quiso hacerla revivir el grupo del Circulo litera^ tio. Y puso todo su empeño en hacerla revivir con todas las exageraciones del primer momento, que si bien eran toleradas, explicadas por el ardor de la primitiva lucha, verdaderamente eran falsas y un tantico ridiculas en el intentado pastiche. De ahí que en el Circulo no se discutieran las obras verdaderas de Musset y otros autores : se quería sólo ver en Musset al autor de la balada á la luna, v el fastidioso point sur un i era el oriflama de combate.

Adolfo Mitre no encontró nada mejor que traducir

102 RESEÑAS Y CRÍTICAS

para revelar su fe literaria, que el Albertus de Gau - tier, porque en toda la obra admirable de aquel es— critor fue lo único que encontró de "un romanticis- mo violento y premeditado, ultra-revolucionario y que trataba de imaginar todo lo que hubiera de más abacadabrante, macabro y frenético '\ Es la obra de la juventud del autor, pero de la primera juven- tud, la del chaleco rojo y la contra-seña Hierro de la representación de Hernanij la del Cenáculo, de la edad en que sólo se soñaba en audacias, escalamien- tos y otras cosas por el estilo.

Pero todo ello leído á medio siglo de distancia !... No acertaba á comprender aquel entusiasmo en frío.

Todo ello me hizo ser indudablemente exagerado en la réplica sobre Musset, el tierno poeta de las Noches, del Sauce y de aquellas admirables stanzas á la Malibrán I

II

El romanticismo de 1830 fué una revolución lo- cal, exclusivamente francesa, hija de las circunstan- cias anormales que la produjeron. No tiene hoy razón de ser, ni menos de ser imitada entre nosotros, donde

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ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS lO^

no existen las causas especiales que la provocaron allí. Y sin embargo, ha tenido una verdadera reper- cusión directa en la República Argentina, debido i la casualidad de hallarse en aquella época en Paris uno de los más grandes poetas del Plata : Echeve- rría no sólo asistió á las batallas de //emaiti, y se entusiasmó por el Prefacio del ^^Cromwell ", sino que de vuelta á su país, fue ardoroso propagandista de las nuevas teorías.

Preciso es, pues, entrar de lleno al examen de esta cuestión, encarándola del punto de vista de la lite- ratura argentina.

Las doctrinas literarias de 1830 son, á mi enten- der, no del todo exactas, y nos conducirían al ener- vamiento de la energía varonil, al culto servil de la belleza halagadora déla forma. Apesarde la apa- rente repulsión hacia el clasicismo, se adopta como modelo á Horacio y Ovidio, pareciendo desdeñar á Persio y Ju venal.

En la literatura argentina se siente una tendencia latente hacia el gusto antiguo^ que tan acerbamente es atacado por los discípulos de Echeverría. Para convencerse de la verdad de este aserto, no hay más que leer á Carlos Guido y Spano, el poeta artístico, clásico por excelencia, en nuestra literatura contem- poránea. El entusiasmo ardiente con que se leen

I04 RESEÑAS Y CRÍTICAS

las bellísimas composiciones del egregio vate, de- muestra claramente que, sin quererlo, se tributa un merecido culto al clasicismo. Nuestros críticos mis- mos lo confiesan, cuando dicen :- '^es griega, es an- tigua, aunque fresca y juvenil, la musa predilecta de Guido... sus versos reflejan al cielo, los paisajes, las mujeres de Grecia : Myrta, Corina, la blanca Ar- sinoé, que no han nacido por cierto á las márgenes del Plata... ^' Nadie como Guido ha poseído hasta ahora el secreto del acierto en las cosas del arte, y sin embargo, Guido es eminentemente clásico, perte- nece á esa escuela que ha llegado á considerarse ^^como un cadáver, á quien se le hizo la autopsia... y que fué despedazado entre nosotros por Eche- verría... eran formas aristotélicas decoradas por Boileau y algún otro de sus costumbres, que, ence- rrando á nuestros ingenios en estrechos carriles, detuvieron el vuelo del genio americano..." Pero, sin duda, no podría negarse que á pesar de respirar Guido el clasicismo en sus más bellas composicio- nes, su genio americano no ha sido detenido por él , pues ahí está Nenia, En el monte, Patagonia y tan- tas otras I

Ya se vé, pues, que el desprecio por el clasicismo es más bien aparente que real. Y no podía ser de otro modo, porque sino i con qué regla de criterio,

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de buen gusto^ se podría juzgar y apreciar á los poe* tas?

Se ha asegurado entre otras cosas, **que el ro- manticismo es la libre protesta contra el espíritu cortesano y tradicional de la literatura borbónica, llamada clásica..."

Tengo para que si algún poeta clásico hubo entre nosotros fué el doctor Gutiérrez, y de él se ha dicho: " £1 doctor Gutiérrez es un poeta clásico, aun cuando se nota en sus composiciones el espíritu de ese algo, de que se vanagloriaba Chénier ". Es indu- dable que ^^ las poesías de este vate son quizá de las más correctas, tanto en el estilo como en la forma de que revisten, diciendo á voz ^n grito que son com- posiciones hijas de una musa extranjera ".

Pues bien, el doctor Gutiérrez, ese poeta distin- guidísimo que pertenece á la escuela clásica, ó como se ha dicho '' á esa literatura cortesana, tradicional y... borbónica " merece á los más encarnizados ene- migos del clasicismo los más calurosos y extremados elogios, llamándole ''el primer literato de la Amé- rica española, el Fénix de la literatura del Plata, el decano de los poetas de la nueva Atenas..." y aun señalándolo como modelo á los jóvenes adoradores de las musas, le clasifican de maestro del buen gusto etc. Debe alabarse muy de veras esa justa admiración

I06 RESEÑAS Y CRÍTICAS

hacia el doctor Gutiérrez, y ella confirma una vez más, la aserción de que los vehementes ataques al clasicismo son más aparentes que reales.

Balcarce es una figura poética interesante : con razón se alaban las bellísimas estrofas de la Despe- dida, inspiración brillante, profética, al separarse para siempre de su amada patria. El cigarro, del mis- mo bardo, uno de nuestros más sentimentales poe- tas, es una composición delicada, sencilla y profun- damente filosófica. Esos versos respiran un melan- cólico escepticismo, y al leerlos no se puede menos de estimar al autor. El malogrado Berro, á quien se compara con Balcarce, en lo que más se asemeja á este, es en que, como ha dicho un crítico, ambos '' leían en los antiguos, se inspiraban en la más clara fuente de toda poesía...", agregando con innegable razón, que *' la inspiración sola no basta para alcan- zar la palma de poeta en las sociedades cultas y arti- ficiales, se necesita la intervención del arte, sin el cual la espontaneidad misma marcha tímida como si le faltase luz y aplomo".

Se compara frecuentemente á Magariños Cervan- tes (Alej.) con Guido y Spano. Pero si es verdad que son contemporáneos, y quizá' coetáneos en su prime- ra aparición literaria, no se puede menos de confesar que mucho se diferencian en la índole poética, pues

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ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS IO7

Guido es eminentemente clásico, mientras que Ma- gariños por su Plegaria se inclina más al romanti- cismo puro, y por su Mburucuyá, reviste un carácter americano, uruguayo.

Pero examínese á Echeverría. Aquí los adversarios del clasicismo parecen pisar en terreno firme, porque se apoyan en las páginas elocuentes en que aquel gran poeta defiende con lamentable parcialidad al roman- ticismo, y ataca con bastante injusticia al clasicismo.

A la manera del Prefacio de Cromwell, las pági- nas de Echeverría estaban destinadas á producir una verdadera revolución literaria entre nosotros, pros- cribiendo, anatematizando al clasicismo, y entroni- zando un romanticismo especial, original, grande, como todo lo que produjo Echeverría.

£1 calor inusitado, el ardoroso entusiasmo con que están escritas esas páginas, deslumhran al lector y le conducen engañosamente de conclusión en conclu- sión, á proclamar el advenimiento de una poesía ra- ra, tremenda, exótica, que cual desbocado corcel, sin obedecer á freno alguno, sin sujetarse á la más míni- ma regla, ^^ pueble el aire de silfos, el fuego de sala- mandras, el agua de ondinas, y el cielo y el espacio de gerarquías de entes incorpóreos, de genios, espíritus, ángeles, anillos invisibles que ligan la tierra al cielo, ó el hombre á Dios... "

I08 RESÉ AS Y CRÍTICAS

La imaginación más cuerda, la fantasía más sen- sata . concluye por desbocarse junto con el autor» y pasando, con pasmosa elocuencia, por todos los gra- dos del furor sibilino, recorren en desesperada carre- ra las modernas literaturas: y por último, fatigadas, exhaustas, estenuadas, á la manera de las antiguas Pitonisas de Delfos, vienen á caer vencidas y jadean- tes, á causa de tan loca peregrinación!

Así Echeverría dice al concluir, que la literatura romántica '*es un maravilloso instrumento, cuyas cuerdas sólo tañe la mano del genio, que reúne la inspiración á la reflexión, y cuyas sublimes é inago- tables armonías expresan lo humano y lo divino".

i Qué otra cosa ha sido el clasicismo en su origen ? La literatura, como el arte antiguo, alcanzaron un grado tan elevado de perfeccionamiento, que han te- nido la misión histórica de servir de modelo, siempre fecundo, á las generaciones sucesivas, contribuyendo á mantener siempre vivo el culto de lo bello, de lo verdadero y de lo bueno.

El clasicismo ha sido y tiene que ser la más pura fuente del buen gusto estético, por eso se le llama clasicismo, porque sus obras son tan acabadas, tan perfectas, que sirven de modelo.

Esto no quiere decir que haya que sujetarse á la imitación servil de la forma y del fondo, sino que no

ESCUELAS T TEORÍAS LITERARIAS I OQ

debe prescindirse de estos grandes modelos, pues sin ello no hubiera sido ni sería posible el progreso lite- rario. Así como las generaciones se apoyan las unas sobre las otras, para dar un paso adelante, así las li- teraturas modernas deben forzosamente apoyarse en las antiguas, para alcanzar mayor grado de perfec- ción.

d progreso no es posible sino con el concurso de todos, de todas las generaciones ; querer aislarse, es retroceder, porque es una ley histórica inexorable que el adelanto sólo es posible con la ayuda de los demás. EIs, pues, no sólo quimérico, sino en cierto punto peligroso predicar esa independencia salvaje del ais- lamiento individual, porque es renegar del progreso humano querer prescindir de la experiencia de los siglos, y marchar al acaso, sin guia ni rumbo. Es anti-liberal esa doctrina, porque es anti-progresista, porque la pública ni la privada felicidad puede al- canzarse preconizando el reinado de la loca fantasía. c A qué nos ha conducido el romanticismo? A esas poesías que nos inundan y que son cuando más ^* el fruto sencillo y espontáneo del corazón, ó la expre- sión armoniosa de los caprichos de la fantasía".

El melancólico llanto, el lacerado amor, el mutila- do corazón, la fantástica divagación... ^es acaso ésta la poesía que deba preconizarse en nuestro siglo, en

lio RESENAS Y CRITICAS

pueblos viriles, jóvenes y enérgicos, como el argenti- no?... ¡Y sin embargo, á ese precipicio nos conduci- rían sus teorías!

Pero felizmente no se puede prohijar semejante principio sino aparentemente ; no se puede preten- der que nuestra literatura sea esa planta exótica, ra- ra, extraordinaria, nueva, especial, que preconizan los que adoran demasiado ciegamente á Echeverría.

Los que forman esta escuela quieren ser á todo trance americanos, con prescindencia de las tradicio- nes antiguas y modernas de otros países del mundo. Alaban sólo los ingenios y las producciones america- nas. Pero ¿quién es el primer escritor de la América Latina y cuyo mérito indisputado é indisputable, ni la envidia siquiera se ha atrevido á manchar con su hálito impuro? El primer escritor americano ha sido Andrés Bello, y Andrés Bello es un escritor clásico en toda la extensión de la palabra.

III

Andrés Chénier ha resuelto hace tiempo esta con- troversia, cuando dijo:

Sur des pensers nouveaux faisons des vers antiques.

r

ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS III

Se pretende que resucitar los estudios clásicos, muertos entre nosotros desde Juan Cruz Várela y Exheverria, equivale á un retroceso evidente en el progreso literario.

Se sostiene que la verdadera escuela es la románti- ca, y se cree que el porvenir pertenece al romanti- cismo, así como el pasado es el patrimonio exclusivo del clasicismo. Se ataca con vehemencia al clasicismo y se pretende con alguna injusticia, que sólo nos ha enseñado '*pura fraseolc^ía, mucha poesía, poco de estudio práctico, nada de apostólico, nada de propa- gandista (i)".

Arrastrados por una excusable sed de libertad, váse hasta exigir que nuestra literatura deba ser nueva, independiente y diversa de todas las que han existi- do, excepcional, espontánea, sin escuela... El propó- sito es utópico, pero valerosa la empresa !

Un crítico distinguido ha dicho que estimular el gusto por los clásicos, es poner el dedo en la llaga de nuestra literatura naciente. No es el talento ni aun el trabajo lo que más falta, agrega, sino el gusto : y

(i) Véase La Argentina, por Benigno T. Martínez (Ensayos lite- rarios sobre los vates contemporáneos JU ambas márgenes). Concepción del Uruguay, 1878. f v. de 335 páginas. Seguiré á este autor en la discusión de este párrafo, de manera que las citas que se hacen en este articulo se refieren á esta obra.

112 RESENAS Y CRITICAS

nada hay como el gusto antiguo, que sea capaz de formar entre nosotros autores y críticos.

Sin embargo, la literatura, como el arte, tiene sus tradiciones, su historia, y para comprender el pro- greso moderno, es indispensable apreciar y conocer todas las escuelas : la clásica como la romántica, las obras del pasado como las contemporáneas.

Los frutos espontáneos son á veces meritorios, pero es un hecho comprobado que las plantas mejoran por el cultivo ; así también con el estudio de los gran- des modelos, la inteligencia se disciplina, se aquilata y llega á conocer mejor lo bello, una vez que ha he- cho fecundos por el trabajo, los dones que se reciben de Dios.

El hombre culto y progresista no es ni puede ser el que da vuelta inconsciente la espalda al pasado, como tampoco puede ser ni en realidad lo es, el que cree que la humanidad no marcha, no ade- lanta, y que, en medio del movimiento universal, queda parado, estático con la mirada fija en lo que fué I

Se pretende que la enseñanza de los clásicos es con- traria á las formas populares y espontáneas que debe revestir la inteligencia en una democracia, pero esos estudios, cuando menos^ enriquecen nuestro bagaje literario, mejoran y educan el buen gusto, sin el cual

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forzoso es confesarlo no hay ni puede haber li- teratura posible.

Los grandes maestros son los grandes modelos en la literatura como en el arte, y la experiencia fecunda de la historia ha demostrado que allí donde han sido cultivados y estudiados con mayor afán, han ejercido una notable influencia en el desarrollo del sentido es^ tético.

El que no sabe, es como el que no : y asi como no el que desdeña los grandes modelos artísticos que los siglos nos han trasmitido, asi tampoco no sa- be el que rompe bruscamente con el clasicismo, y adopta esa escuela libre de toda traba, sin más ele- mento que las apreciaciones inseguras del libre albe- drío de cada uno.

Parece, pues, que un justo término medio es lo más aparente para el franco y libre desarrollo inte- lectual : no desdeñar el romanticismo, pero sin repu- diar tampoco el clasicismo.

Suprimir del todo los estudios clásicos, es renun - ciar completamente al precioso legado que la anti- güedad nos ha trasmitido, y se sabe cuan fugaz es la existencia para que cada hombre, por solo, abraze el vastísimo campo que ofrece la literatura.

La observación ha demostrado que los estudios clásicos influyen poderosamente en la cultura de las

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114 RESEÑAS Y CRÍTICAS

formas, sin que esto importe en lo más mínimo un ataque á la libertad, siempre fecunda, de que es sus- ceptible el fondo de todo trabajo intelectual.

Hay entre el hombre que ha seguido sucesivamen- te y con empeño todos los estudios que preparan para la lucha intelectual, y aquel que sólo cuenta, con su propio esfuerzo y con futuras indagaciones, la misma diferencia del soldado veterano y del bisoño recluta : el que tiene un fondo seguro de conocimientos clási- cos, siempre se distinguirá más que* el que sólo ha cultivado lo contemporáneo, así como entre un solda- do y un recluta, ambos igualmente valerosos y deci- didos, siempre habrá un algo que los diferencie. Los conocimientos clásicos de un literato son como la disciplina de un veterano : al bisoño le falta algo, y ese algo es la disciplina. El que está armado del cla- sicismo y conoce la escuela romántica, se asemeja al veterano que usa armas de precisión : el que desdeña aquellos estudios, es, en mi humilde opinión, el re- cluta mal armado, que, por valeroso que sea, no puede luchar con ventaja contra el veterano. El clasicismo no ha muerto, ni puede morir, por- que el pasado es un hecho y los hechos no se borran jamás.

No es de este lugar, con todo, sostener una discu- sión sobre el mérito relativo de estas escuelas ; pero

ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS I I 5

paréceme que ellas no dañan al desarrollo intelectual de la juventud argentina: y, por el contrario, que contribuyen á sazonar los frutos de la inteligencia en una nación tan favorecida bajo este aspecto.

En alguna de las obras de Goethe, á quien el emi- nente Sainte-Beuve llamaba el rey de la critica^ se lee que las obras del día no son románticas porque son nuevas, sino porque son débiles, enfermizas, y sin vida : y que, por el contrario, las producciones antiguas no son clásicas porque son viejas, sino por* que son enérgicas, profundas y eternamente juveniles.

Y en efecto, los escritores clásicos no sólo son maestros en estos tiempos en que se escribe como se vive, esto es, de carrera, sino que sus obras son el modelo para cultivar el gusto antiguo ^ hermanán- dolo con las exigencias estéticas de la edad moderna.

Un notable escritor contemporáneo, algo escéptico quizá, ha dicho que la poesía romántica, donde sólo vagan melancólicas imágenes de inteligencias ardo- rosas, pero demasiado exaltadas, es un lirismo que tjene eco únicamente en los corazones juveniles, más en la mujer que en el hombre. *'Los idilios tristes y sentimentales se adaptan más, añade, á la naturaleza tierna y delicada del corazón femenil, pero no cua- dran al carácter duro y viril de la inteligencia vigo- rosa del hombre. "

I 1 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Esa tierna y fantástica divagación, ese lánguido y sollozante romanticismo, es el patrimonio exclusivo de '^esa legión cuasi vaporosa que sueña sempiter- namente con el paraíso de la gloria, siempre escon- dido en una región de nieblas, á cuya entrada está la Esperanza, con la cara risueña y el ropaje esplén- dido ".

Pero las estrofas varoniles de caracteres bien tem- plados, de corazones fuertes, no pueden menos de interesar á todo hombre noble, y apasionar el espíritu del pensador despreocupado .

La democracia misma nace enfermiza, si no levanta el carácter, en vez de sollozar eternamente en melan- cólicos versos I

Ese género poético, ese numen irritado y vigoroso, ha producido obras cuya duración es eterna, y que trasmitidas de generación en generación, influencian á la posteridad más remota, inoculando sin cesar á la humanidad el amor á la virtud y el odio al vi- cio.

Persio y Juvenal no sólo sirven de modelo co^no poetas, sino que serán siempre leídos con creciente in- terés, porque analizan costumbres que en el trans- curso de los siglos han cambiado sólo de forma y de fecha, pero no de esencia ; porque estigmatizan vi- cios que renacen siempre con bríos cada vez mayo-

ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS I I 7

res, cuando el digno desprecio de la pública morali- dad no los mantiene en una saludable dependencia.

Han descrito, estudiado y ridiculizado una sociedad escepcional por sus hechos, por sus virtudes como por sus vicios: pero las sociedades modernas son, en cierto modo, escepcionales, y muchas de las virtu- des ensalzadas, como muchos de los vicios estigma- tizados por aquellos satíricos, se enseñorean hoy triunfantes en el escenario complicado, pero deslum- brador, del mundo contemporáneo.

Al recorrer aquellas producciones, escritas con un calor y una elocuencia incomparables, no puede me- nos de admirarse en esos clásicos el carácter, esa cualidad tan desmedrada por las bastardas ambicio- nes y por el hábito cobarde de adular las muchedum- bres, — sus preocupaciones y hasta sus mismas pa- siones asombran !...

No es, pues, únicamente cuestión de clasicismo y de romanticismo, escuelas literarias que tienen ya sus adalides y sus mártires...

Junio de 1885.

VI

EL MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO

REVISTAS Y PERIÓDICOS

I A Nueva Revista se ha ocupado de una intere- JL^ santísima cuestión, con motivo de la reciente desaparición de la Revista de Chile, que no ha hecho sino seguir las huellas fatalmente trazadas por la no- table Revista Brazileira, El mal que allí se señala es más grave de lo que á primera vista parece, pues no sólo es local, sino antes por el contrario se diría que es endémico en la América Latina. En los países de origen latino en el Nuevo Mundo, es imposible aclima- tar las publicaciones periódicas del carácter de Re- vistas : hay apenas suscritores suficientes , pero ni hay libreros-editores que tomen con calor em- presa semejante, ni se encuentra otro eco en el pú- blico que el de una indiferencia realmente criminal.

120 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Todos los esfuerzos que en el sentido de remediar este mal se hacen, son infructuosos y consiguen sólo desalentar á los más perseverantes, sin lograr con- vertir uno solo de los positivistas empedernidos que componen el mundo moderno, al cual tan fielmente se aplica el dicho del viejo Horacio: guoertt opes, pues todos se afanan tras la riqueza, absorbiendo en dicha tarea su actividad y su inteligencia.

Un escritor distinguidísimo atribuía recientemente la decadencia de la crítica contemporánea á la prensa diaria, que tan omnipotente influencia ejerce en la gran masa del público. *' La política ha sido trans- portada del todo, con sus injusticias y sus preocupa- ciones, á la literatura, cuyo carácter ¡hospitalario y bienhechor altera profundamente. Tal obra encanta- dora y fuerte, aun una novela, por más apasionada y sincera que sea, no encontrará por parte de cierta opinión más que el silencio y el más frío desdén. Imagínese un libro de buena fe, maduramente ela- borado, sobre una cuestión importante, de esos que se publican sólo de tiempo en tiempo ; imagínese que ese libro cae de improviso en un medio preparado de semejante manera. Lo que denota la intención for- mada previamente de antemano y la completa au- sencia de sinceridad en la crítica, es que se puede de antemano prever el resultado, según el color poli-

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO 12 1

tico de los diarios, que mal que pese son toda- vía los dispensadores del éxito del momento. Puede decirse que los diarios se dividirán infaliblemente en tres grupos : aquellos en que el libro será aclamado ó denigrado en mérito del solo título y antes de ser leído; aquellos donde se omitirá sistemáticamente el mencionar el libro, como si fuera peligroso hacer co- nocer el nombre de un autor que representa un cierto caudal de ideas contrarias á tal grupo ó partido ; y en fin, aquellos donde la acogida será más ó menos fría, el favor ó el desdén más ó menos mitigado. Pero este sistema mixto es raro añade con amar- gura este escritor y el caso más común es el de la opinión preconcebida y de la inflexible excomunión recíproca, lo que dispensa de leer, facilita la tarea y simplifica la crítica I... "

Ignoro hasta qué punto sean aplicables esas refle- xiones á lo que en la República Argentina pasa. Lo que es evidente y no hay mérito en confesarlo es que el público en general es de una indiferencia curiosa, y que si bien lee, lo hace sólo respecto de producciones extranjeras, bastando que el libro sea nacional, de un autor argentino, para desmerecer en la estimación general. Entre nosotrosse lée enorme- mente los diarios, pero estos salvo honrosas es- cepciones buscan más bien el lucro que la propa-

122 RESEÑAS Y CRÍTICAS

ganda : sacrifican todo á las noticias más ó menos picantes, que les es preciso desenterrar ó inventar en caso necesario. Las gentes fatigadas quizá del duro batallar de una existencia que se torna día á día más diñcil, quieren reposar la preocupada imaginación, con lectura fácil, corta, juguetona, chispeante, sin desdeñar la noticia escandalosa si está brillantemente redactada : cuando más lee los telegramas y la sec- ción de la Bolsa < qué lugar queda para la crítica inteligente de los hombres y de los libros ?

Por otra parte, aquí no hay con excepción de rarísimos ejemplos editores que puedan llamarse propiamente así, es decir, que conciban tal ó cual empresa, encarguen á tal ó cual escritor haga un li- bro ó artículo en determinado sentido, le paguen su trabajo, lo impriman, lo hagan circular y lo coloquen ventajosamente. Sólo así recibiría verdadero impulso la literatura nacional, pues el trabajo intelectual, trabajo difícil si lo hay y que requiere considerable capital de conocimientos anteriores, sólo así, re- pito, esc trabajo sería remunerado y estimulado, y recién entonces podría existir entre nosotros la pro- fesión del '* hombre de letras ", que vive de su pluma y de su saber. En otros países, los escritores hacen vida de tales, estudiando continuamente, y es- cribiendo con ardor : porque ganan por ese medio ho-

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 2 3

norable su vida y conquistan una posición espectable en sociedad. Entre nosotros, cada autor debe pagar la impresión de sus propios libros, que se apolillan en los estantes de los almacenes-librerías, si la casuali- dad no hace que las gentes vayan especialmente á comprarlos allí mismo: nadie vive, pues, de su inteli- gencia y de su pluma, si se esceptúa á los diaristas. Y sin embargo hay escritores! pero sólo perseveran los que á una vocación indomable unen cualquier medio de vivir, pues las letras son un lujo y un lujo caro que sólo proporciona satisfacciones egoístas, desde que ni siquiera regalando los libros se logra que sean leídos ! Preciso es convencerse, con todo, que mien- tras no exista la profesión de " hombres de letras ", no habrá verdadera literatura nacional.

Se podría decir de la República Argentina lo que un reputado crítico ha dicho de la Bélgica : que se imprime, en efecto mucho: obras de derecho, libros de ciencia, tratados de filosofía ; panfletos políticos llenan las oficinas, y no se pasa un día sin traer nuevo alimento á la predilección del país por los es- tudios serios, pero **la vida política, profesional é industrial absorbe desde temprano las inteligencias : para un reducido núcleo que sigue de cerca el mo- vimiento literario de las otras naciones, y, en las le- tras nacionales, trata de no permanecer demasiado

I 24 RESEÑAS Y CRÍTICAS

atrás de los esfuerzos realizados en otras partes, la mayor parte se encierra en el círculo estrecho de las preocupaciones inherentes á su carrera. La compe- tencia por los puestos públicos, las posiciones sociales, las canongías administrativas, es tan viva, que cada cual se esfuerza en adquirir lo más pronto posible la suma de conocimientos que le permitirán llegar á la deseada meta ". Verdad es que eso sucede siempre en los países nuevos, cuyo pasado reciente no les ha permitido constituirse aún de una manera defini- tiva.

También se ha dicho con razón examinando análoga situación en Holanda, que ninguna publicación puede sostenerse sin los subsidios que el Estado acuerda generosamente: sin ello, ningún libro vería im- presa su última página, ni revista alguna llegaría á su duodécima, entrega. '' Es triste, profundamente triste, el deber confesar la existencia de situación se- mejante: es desesperante el no poder prever el mo- mento en que esta situación pueda mejorarse ! "

Nada, efectivamente, es más desconsolador que ese estado de cosas. Hay urgencia, hay verdadero pa- triotismo, en tratar de buscar remedio al mal. Y el remedio consiste únicamente en la sana crítica, y en inculcar en el público el aprecio por las letras. El famoso dicho de Larra : **no se lee porque no hay

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 2 $

quien escriba, y no se escribe porque no hay quien lea", es evidentemente paradoja peligrosa. Es preciso fomentar el que se lea, y sólo se obtendrá esto por medio de ana crítica inteligente.

La prensa diaria, por su naturaleza misma, por su pronunciadísima tendencia actual, es más bien el receptáculo de las noticias del momento, de la vida fugitiva del instante. No se le puede exigir que lleve á cabo una empresa que no entra evidentemente en sus fines.

Un eminente profesor ha dicho con razón que estu- diar un libro, es cuestión larga y con frecuencia difí- cil; juzgarlo, es cosa complicada y en extremo delicada. "Un libro provoca un mundo de ideas, todo está en- cadenado en este universo de las inteligencias, por analogías ó por contrastes. Nada más que la lectura material de un in-S" de 500 páginas absorbe tres ó cuatro días á un espíritu atento. ¿Y quiénes son los privilegiados que pueden permitirse semejante lujo de tiempo? Raros son entre la gente desocupada; no los hay entre los improvisadores de la imprenta dia- ria. Pero leer una obra de esa talla y de ese peso, no es masque una parte y la más fácil de la tarea del crítico. Es preciso juzgarlo, y para esto, es nece- sario compararlo. Indispensable es conocer las fuen- tes y los antecedentes: es necesario descubrir los nue-

120 RESEÑAS Y CRÍTICAS

VOS puntos de vista, la inspiración, la inteligencia, discernir las conclusiones manifiestas y deducir las consecuencias posibles. Para juzgar un libro, es ne- cesario conocer veinte otros con los cuales aquel tiene puntos de contacto... " Es evidente que la prensa diaria no puede imponerse esa tarea, pues ni el dia- rio ni el público apurado que lo lee, tienen pacien- cia suficiente para apadrinar una elucubración seria. De ahí que esa sea la misión de la prensa periódica, de las ''revistas", sean semanales, quincenales, mensuales, etc. Lograr que el público se aficione á este género de lectura, es hacer penetrar la crítica, establecer el estímulo, fomentar los buenos escrito- res, corregir los malos, encaminar, en una palabra, el gusto literario.

Las '* revistas" son obras colectivas en que pue- den colaborar todos, cuyo mérito pertenece á mu- chos, y que podrían procurar incalculables beneficios si tuvieran la circulación que debieran. Sea quien fuere el que dirija una ''revista", su personalidad no hace al caso, desde que el acceso á sus páginas sea fácil á cualquier escritor, con prescindencia del grupo literario ó político á que está afiliado. En el estado actual de cosas, una "revista" no sólo no es una empresa de lucro, sino que frecuentemente acarrea pérdidas, hasta que es preciso hacerla cesar : lo más

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á que se aspira es á que la suscrición cubra los gas- tos. Protejer empresas de esa naturaleza es obra de patriotismo, pues redunda en beneficio común y en honra de las letras nacionales. Preciso es conven- cerse que si lo3 precios usuales para la suscrición de semejantes publicaciones son en la América latina más elevados que los que se conocen en Europa, la culpa la tiene el reducido número de abonados : si este aumentara, no sólo disminuiría el precio y me- joraría la publicación, sino que permitiría hacer lo que- las " revistas " europeas : pagar debidamente los artículos que se publiquen. De esa manera se ha~ bría llegado á crear la deseada profesión de ^^ hom- bres de letras ", hasta hoy desconocida entre noso- tros.

En la República Argentina, debe decirse con orgu- llo, se ha batallado con ardor por tan noble propó- sito desde el comienzo de este siglo. Aún antes de existir esta República, cuando estas comarcas forma- ban el Vireinato del Río de la Plata, se logró sos- tener durante un año, el Telégrafo mercantil, ru- ral, político, económico é historiógrafo del Rio de la Plata ¡i) primer periódico que se publicó en este

(i) Buenos Aires, i8oi-oa. El número i, tomo i», corresponde al de Abril de 1801. £1 número 3, tomo 5*, al j 5 de Octubre de 1802. Este periódico es sumamente escaso y de gran precio.

128 RESEÑAS Y CRÍTICAS

país, y que ha perpetuado el nombre de su fundador: el coronel don Francisco Antonio Cabello y Mesa. Siguióle el Semcinario de Agricultura^ industria y comercio que llegó hasta t8o6 (i), El Diario del Comercio^ etc.

Proclamada la revolución de Mayo, se fundó la famosa Gaceta de Buenos Aires que ha sido uno de los periódicos más interesantes que esta capital recuerde (2).

Imposible sería seguir paso á paso, dentro de los límites de este simple artículo, el desenvolvimiento de la prensa bonaerense. Recordaré sólo las *' revistas" más notables, sin detenerme á caracterizarlas.

De 1844 a 18$ I subsistió el conocido Archivo americano y espíritu de la prensa del mundo, que por encargo del dictador Rosas, redactara don Pedro de Angelis (3). Después de la caída de Rosas, vino El

(i) Buenos Aires, 1803-06. £1 número i, tomo i^, corresponde al de Setiembre de 1802 ; y el 197, al 35 de Junio de 1806. Fué el tercer periódico publicado en esta ciudad .

(2) Buenos Aires, 18 10-21. Forman su colección ocho volúmenes y es importantísima porque todo el movimiento de la época puede se- guirse en sus páginas.

(3) Buenos Aires, 1843 á i8;;i, alcanzó 10 volúmenes. Publicación irregular: consta de 33 números la primera serie ; y de 29 la segunda ; principió el 12 de Junio de 184') y dejó de aptarecer el 24 de Diciembre de 1S51. Con la Gace/a Mercantil [yxé el órgano oficial del gobierno de Rosas.

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 29

Plata ctentificoy literario, dirigido por el doctor don Miguel Navarro Viola ( i ) ; la Revista Farmacéutica, que aúa existe (2] ; la Revista del Nuevo Mundo, que dirigit^ don Francisco Bilbao (3) ; la Revista del Pa- raná, bajo la dirección del doctor don Vicente G. Que- sáda (4); el Correo del Domingo ($); el Labrador Argentino (6) ; la revista filosófica El Progreso, re- dactada por don Luis R. Fors (7) ; la Revista Médico- Quirúrgica, que aún subsiste (8); la Revista Argén- tina dirigida por don José M. Estrada, y cuya segunda

(i) Buenos Aires 1854 a 1855. Fué bimestral, y alcanzó siete to- mos. Se titulaba : Revista de los Estadas del Plata sobre Legislación, Jurisprudencia, Economía Política, Ciencias Naturales y Litera- tura.

{2) Es el órgano de la "Sociedad de Farmacia Argentina ". Princi- pió en Octubre 1* de 1858 ; primero era trimestral, ahora es mensual.

(3) Duró desde el 1 1 de Julio al 39 de Diciembre de 1857.

(4) Periódico mensual que duró desde el 38 de Febrero al 30 de Septiembre de 1 861, publicado en la ciudad del Paraná, capital entonces de la Confederación Argentina. Está hoy agotado. Su ti- tulo era : Periódico de lústoria, literatura, legislación y economia folUica,

(5) Periódico literario ilustrado, semanal, que duró desde el i* de Enero de 1864 al 5 de Enero de 1867. Forma 8 volúmenes.

(6) Era una Revista de agricultura, pastoreo, eoonomia rural y do- méstica, artes y oficios, que se publicó en 1867.

(7) Periódico semanal, que duró desde el \^ de Abril al 37 de Ju- nio de 1869. Se titulaba: Rcfista filosófica, social, contra las socieda" des Jesuíticas y vicentinas, y propagandista de las doctrinas del racio- nalismo y de la franc-masoneria .

(8> Publicación quincenal, órgano de los intereses médicos argen- tinos. Fundada el 8 de Abril de 1864.

I

130 RESEÑAS Y CRÍTICAS

época acaba de cesar (i); la Revista del Archivo (2), continuada hoy por la Revista de la Biblioteca; la Revista de Buenos Aires, dirigida por los docto- res Vicente G. Quesada y Miguel Navarro Viola (3) y cuya colección se encuentra en las principales bi- bliotecas públicas de Europa, siendo citada por cuantos se ocupan de estos países ; la Revista de Le^ gislación y Jurisprudencia que fundó el doctor Mon- guillot (4), y- la que bajo el mismo nombre dirigie- ron los doctores José M. Moreno, Ceferino Araujo, Antonio E. Malaver, J. J. Montes de Oca (5), y cuya segunda época apareció hace poco, pero parece haber cesado ; los Anales de la Sociedad Rural Argentina que aún se publican con general aceptación (6); la

(i) La primera época duró desde 1861 á 1873, alcanzando 15 vo- lúmenes. La segunda época fué fundada en 1879*

(3) Su titulo es Hevista del Archivo General de Buenos Aires, fun- dada bajo la protección del Gobierno de la Provincia, por Manuel R. Trelles. Duró desde 1869 á 1879. Alcanzó 4 volúmenes.

('}) El titulo anadia: Historia americana. Literatura y Derecho, Periódico destinado á la República Argentina, la Oriental del Uru- guay y la del Paraguay. Era mensual. El número i, tomo i**, corres- ponde á Mayo de i8ó? ; y concluye con el número 96, tomo 74, año VIII, en Abril de 187 1. El tomo 35, se tituló: Biblioteca de la Re- vista de Buenos Aires» Memorias y noticias para servir á la historia antigua de la República Argentina.

(4) Se publicó solo un volumen en 1864.

(;) Apareció en 1869, concluyendo la primera serie con el tomo 9^^ en 1873.

(6) Apareció el 50 de Septiembre de 1866; publicación mensual.

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 3 I

Revista de Policiaj que dirigió don Daniel Flores Bclfort (i); la Revista Criminal, dirigida por don P. Bourel (2); los Anales de Agricultura de la Refií- hlica Argentina^ dirigidos por don Ernesto Olden- dorff (3); la Revista del Rio de la Plata, dirigida por Ibd doctores Andrés Lamas, Vicente F. López y Juan M. Gutiérrez (4) ; la Revista Masónica Americana, bajo la dirección de D. B. Victory y Suarez ( 5 ) ; el Ateneo Argentino, dirigido por don Luis T. Pintos y José J. Ballerini (6); El Constitucional, semanario de Antonio Halieto (7); El Monitor, de D. A. Sar-

El titulo afiade : Revista destinada d la defensa de los intereses rura- les del pais,y d la propagación de conocimientos útiles día agricul- tura en todos sus ramos. Está actualmente en el tomo XVI.

(i) Desde Septiembre i* de 187 1 hasta Mayo i* de 1873. Tiene dos volúmenes con retratos.

ti) Alcanzó á 2 volúmenes. Duró desde Enero á Octubre i^ de 1873. Era mensual.

(3) Publicación bimensual, desde Enero de 1873 hasta Diciembre 15 de 1876, publicó 4 volúmenes. Continuó refundida en El Plata Industrial y Agrícola .

(^) Periódico mensual de historia y literatura de Amiricj. Princi- pió en 1871 , concluyó en (878.

(5) Publicación quincenal que trata de cuanto atañe d la masonería; principios, doctrinas, kistoriat legislación, derecho, administración, noticias extranjeras y locales. Tuvo 3 volúmenes, desde Noviembre 15 de 1873 á Febrero 28 de 1876.

(6) Periódico mensual de historia, ciencias, literatura y variedades . Principió en Abril de 1873 ; concluyó con el número 8, año II, en Oc- tubre i«de 1873.

(7) Semanario ele politica, literatura y ciencias. Principió el 16 de NoTÍembrc de 1873 ; concluye con el número 10, en Enero 18 de 1874.

132 RESEÑAS Y CRÍTICAS

rat¡i); El Plata Ilustrado, dirigido por Carlos Jan- sen (2); la Revista Universitaria ¡3); la Revista de Derecho (4); La Alborada del Plata (5) ; La Ondina del Plata ; dirigida por Luis T. Pintos (6) ; la Revista del Domingo [7]; los Anales de la Sociedad Científica Argentina que aún se publican (8). Por cierto que esta enumeración es sumamente deficiente, pues he mencionado sólo las más á la mano, sin pretender agotar este curioso detalle bibliográfico» incluyendo muchos efímeros é insignificantes, al par que omi- tiendo algunos famosos como La Abeja Argentina, El Museo Americano, la Revista del Plata y muchos otros. Pero lo dicho basta y sobra á mi objeto (9),

( 1 ) Periódico mensual de educación y enseñanza primaria. Prin- cipió en Enero !• de 1873; concluye el !• de Junio de 1878. Tuto 5 años.

(2) Semanario de literatura, artes,modas y ciencias. £1 número i** corresponde al 15 de Octubre de 187 1 ; concluye con el número }, del I 3 de Julio de 1873.

(3) Publicación quincenal, dirigida por una sociedad de estudiantes. Duró desde Mayo 33 a Septiembre 15 de 1873.

(4) Dirigida por una sociedad de estudiantes. Era quincenal, y duró desde Agosto de 1875 á Noviembre !• de 1876.

(5) Desde Noviembre 1 6 de 1877 á Mayo i* de 1 878.

(6) Revista semanal de literatura y moda. Desde Febrero 7 de 1873 ; duró varios años.

(7) Desde Septiembre 16 de 1876 hasta Octubre de 1877.

(8) Desde Enero de i8;6.

(9) El que desee más detalles puede consultar las Memorias de la Biblioteca Pública de 1876 (i vol. en 80 de 22a pág.) ; y de 1877

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 3 3

pues prueba elocuentemente la tesis sostenida, de que si bien constantemente háse notado preocupación por fomentar este género de publicaciones, las más im- portantes, las rodeadas de mayores garantías han tenido que sucumbir, aunque apoyadas por los go- biernos : tal ha sido la indiferencia, la falta de sus- cripción, el desaliento de los escritores ! A pesar de todos los esfuerzos, de la mayor perseverancia, no ha sido posible hasta ahora aclimatar definitivamente las "revistas" entre nosotros: ese es el hecho elocuente que resulta de los datos anteriores.

< Qué sucede en los momentos actuales?

Pueden dividirse las "revistas" que se publican en Buenos Aires [ i) en dos grandes grupos : lasque son órganos de sociedades técnicas, y cuyos lectores se recrutan entre los socios ; las que son empresas particulares, destinadas á satisfacer las necesidades de un gremio.

O vol, en de 6oo pág.) como tambiéo el folleto ígr. en de Lx- 70 p.) publicado bajo el Útu\o dt La Biblioteca PúblicJi de Buenos Aires en la Exposición Universal de Paris de 1878. Esos trabajos fueron confeccionados y publicados por el que ésto escribe y el doctor don Nicolás Massa, cuando les cupo la honra de dirigir la Biblioteca Pública. De ahí que datos citados en las notas anteriores sean saca- dos de esos libros.

(i) Prescindo del resto de la República, porque si se exceptúa á Córdoba, que tiene varios semanarios como El Progreso y otros ; y á Entre Rios, que cuenta con su Revista de los Tribunales, las demás pro- vincias argentinas carecen de esie género de publicaciones periódicas.

134 RESEÑAS Y críticas

En el primer grupo, debe contarse en primera li^ nea á la ^^ Sociedad Nacional de Farmacia", cuya quincenal Revista FarmacétUica^ fundada el i" do octubre de i8<)8, es una publicación tan floreciente como autorizada, que ha llegado á su año XXIV, to** mo XX. Destinada á un gremio especial, ha insertan- do en sus páginas trabajos originales de innegable valor para la ciencia, y al mismo tiempo que llena cumplidamente su objeto, es una gloria para la pren* sa argentina.

La importante " Sociedad' Rural Argentina " que cuenta entre sus miembros á los más acaudalados hacendados del país, costea igualmente con sostenido brillo sus Anales^ revista quincenal que desde el 30 de septiembre de 1866, en 16 volúmenes que lleva publicados, ha dilucidado las cuestiones más impor-^ tantes relativas á la ganadería y agricultura.

La *' Sociedad Científica Argentina" publica tam- bién sus conocidos Anales desde el i* de enero de 1876, insertando en ellos los más interesantes traba- jos relativos á investigaciones originales hechas en el país por hombres de ciencia. Aunque por su mismo carácter, esta revista tiene una circulación limitada, sin embargo su mérito y su importancia son tales, que hace verdaderamente honor á la República.

El floreciente *' Círculo Médico" tiene igualmente

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO 13^

SUS Anales, desde el a o de agosto de 1877, que quin- oenalmente dan á conocer los trabajos de sus socios y publican las conferencias que frecuentemente se dan en su local .

El '* Instituto Geográfico Argentino " publica quin- cenalmente su Boletín^ que se encuentra ya en su to- mo IV, habiendo dado á conocer no sólo el resultado de viajes y exploraciones hechas en el territorio ar- gentino, sino también mapas y planos originales.

í Las sociedades literarias que antes existían, y que

publicaban interesantes revistas, como la Revista

^ Literaria del " Círculo Científico Literario", parece

I que han enmudecido de algún tiempo á esta parte.

, El *' Club Industrial ", al que tanto debe la recien-

te Exposición Continental de Buenos Aires ( marzo iS-julio 16 próximo pasado), puhWcai El Industrial , desde el i * de octubre de 187$, ocupándose de todo lo que á la industria nacional se refiere.

En cuanto á las publicaciones destinadas á servir las necesidades de un gremio determinado, son tam- bién algunas.

El foro, que no ha podido mantener ninguna so- ciedad jurídica después del antiguo ^^ Colegio de Abogados '\ tampoco mantiene órgano especial, como El Foro, El Judicial. Si bien no proviene direc- tamente de una asociación, la importante Revis

136 RESEÑAS Y CRÍTICAS

ta de los tribunales^ fundada en noviembre de 1880, ahora en el tomo II de su segunda serie; conteniendo no sólo artículos originales de subi- do mérito, sino extractos de los fallos más impor- tantes de las cortes y tribunales nacionales y pro- vinciales, y las concordancias del Código Civil arg^en- tino : puede decirse que es una revista indispensable para todo el que directa ó indirectamente se ocupe del foro en nuestro país. Además, pueden contarse entre estas publicaciones los Fallos de la Suprema Corte Nacional (ij, los Fallos de las Cámaras de Apelaciones y los Acuerdos y Sentencias de la Su- prema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires.

Los médicos tienen además la antigua y reputada Revista médico-quirúrgica^ publicación quincenal, que desde abril 8 de 1864 viene insertando trabajos notables.

El gremio de telegrafistas mantiene ahora la im- portante Revista Cientifica Ilustrada^ que, fundada el I** de junio próximo pasado, va adquiriendo un de- senvolvimiento en extremo halagüeño.

Los estudiantes que tan infructuosamente han tra-

(i) La primera serie comprende de 1864 á 1870; la segunda se- rie de 1 87 1 hasta ahora.

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 3 7

tado siempre de dar vida á publicac^nes, parecen querer mantener con brillo el interesante semanario El Estudiante, que si bien sólo cuenta pocos meses de existencia, ha producido ya sensibles beneficios.

La masonería tiene también La Acacia; y los libres pensadores, el interesante Libre Pensador,

£1 público musical sostiene igualmente varias pu- blicaciones semanales, como ser El Mefistófeles, El Mundo Artístico y la Gaceta Musical, que, fundada el 3 de mayo de 1874, aparece periódicamente con motivo de la temporada lírica.

£1 gremio de* agricultores y ganaderos, no sólo sostiene el Boletín del Departamento Nacional de Agricultura, sino otras publicaciones como la Re- vista argentina de ganadería y agricultura, el Pe- riódico del estanciero y otros.

£1 comercio tiene una serie de revistas especiales, como la Revista Comercial j la Revista del mercado de Buenos Aires y otras.

La pedagogía que tan importantes publicaciones ha sostenido en este país, como los Anales de la Edu- cación comiin en la República Argentina, dirigidos por doña Juana Manso (i), mantiene ahora la Revis- ta de Educación, importante periódico mensual diri-

(i) Buenos Aires, i8;8-i873. Forman 10 volúmenes.

138 RESEÑAS Y críticas

gido por el Consejo de EIducación de la provincia de Buenos Aires.

Algunas publicaciones, como la Revista de 1% Es- cuela Normal de VaroneSf tienen un público redu- cido por su índole misma; otras, como la Revista Mi- litar y Naval, se dirije al Ejército y Armada, 7 es sostenida por el Ministerio de la Guerra.

En cuanto á las revistas que se dedican á la cultura en general, unas son puramente literarias, como El Álbum del hogar, dirigido por el desgraciado poeta Gervasio Méndez ; otras abarcan la literatura y la historia, como la Ilustración Argentina, fundada en junio de 1881 por don Pedro Bourel, y que publica grabados hechos en el país, y la Nueva Revista de Buenos AireSj que abarca la literatura, historia, de* recho, ciencias y bibliografía americana.

Propóngome en otro artículo examinar en detalle la marcha de cada una de las publicaciones que acabo de mencionar, y aun de aquellas que invo- luntariamente he omitido. Por el momento lo di- cho basta á mi objeto : no hay verdaderamente publicaciones destinadas á fomentar las letras argen- tinas.

Las ^^ revistas" que se sostienen son aquellas que responden á intereses de gremio, siendo órganos de sociedades técnicas. Las otras, de carácter general,

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 39

tienen, por desgraoia, vida efimera. ^ Dónde se en- cuentra la crítica >

Entre nosotros, salvo raras excepciones, la critica bibliográfica del diarismo es sumamente ligera, lo que se explica suficientemente por las razones adul- cidas al comenzar este articulo. En las publicacio- nes periódicas no se ha dado hasta ahora grande importancia á este aspecto de la cuestión : la Nueva Revista se esfuerza, sin embargo, por reaccionar.

Verdad es que, gracias al doctor Navarro Viola, se tiene un interesante Anuario Bibliográfico^ donde se dan noticias de las publicaciones del año anterior, criticándolas al mismo tiempo. Pero siendo el Anua- rio un verdadero libro, que aparece cada doce mea- ses, no puede llenar la misión de las Revistas.

Y sin embargo, la resolución de este problema es de excepcional importancia para la República Argen- tina. No sólo ignoramos hasta lo que se publica en la localidad, sin tener criterio para apreciar la opi- nión acerca del mérito de las obras, sino que ni cono- cemos los periódicos que se imprimen en el interior del país. Ignoramos hasta los nombres de los que, fuera del lugar en que vivimos, se dedican al cultivo de las letras ! Ni las sociedades literarias ó científi- cas de las provincias mediterráneas son bien conoci- das. Entre nosotros se vive en un aislamiento in-

140 RESEÑAS Y críticas

comprensible; no hay vida intelectual nacional, los escritores conocidos son, ó de Buenos Aires ó viven aquí. Muy pocos de los que en las otras provincias escriben, llegan á hacer conocer sus producciones. Obra de patriotismo es, pues, hacer cesar este estado de cosas.

Si esto es deplorable con respecto á la República misma, es peor todavía cuando se considera á la Amé- rica en general. Sólo por una gran casualidad se sa- be que en los otros países americanos se ha publica- do tal ó cual obra, ó que ve la luz pública tal ó cual revista. Pocos son los privilegiados que conocen la Revista del Plata y los Anales del Ateneo, de Monte- video; la Revista Paraguaya, de la Asunción; La Patria y el Repertorio Colombiano, de Bogotá ; la Re- vista Literaria, de Quito; La Juventud, de San Sal- vador ; la Revista Mexicana, de México ; la Revista literaria, de la Habana ; puesto que el Brasil ha deja- do sucumbir la Revista Brazileira y Chile su Revis- ta de Chile ; Bolivia y el Perú no pueden preocupar- se por el momento de ésto. En cuanto á los libros, la Nueva Revista lo ha hecho ya notar con amargura, ni los títulos se conocen sino por intermedio de los libreros de Europa !

He ahí, pues, la misión patriótica de las ^' revis- tas" argentinas : estrechar los vínculos de solidaridad

MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I4I

nacional, creando una verdadera vida intelectual en toda la República ; hacer cesar el aislamiento per- nicioso conque, respecto á los otros países de América vivimos. La tarea es demasiado ardua v demasiado

m

difícil, para que la competencia entre las ^^ revistas" sea posible: las pocas que hay deberían aunar sus esfuerzos para lograr ese resultado, actuando cada una en su esfera, en su especialidad, y en su público. Ninguna se estorba: todas están llamadas á prestarse mutuo apoyo : la rivalidad es imposible.

Octubre de 1883.

LOS JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES

€s profundamente consolador asistir en medio de la atmósfera pesada del prosaico mercanti- lismo que caracteriza la edad contemporánea, á espectáculos que levantan el espíritu á esas regiones serenas, donde sólo respiran las almas nobles y los corazones generosos.

Grande ha sido, á la verdad, el mérito del redu* cido núcleo de hombres de buena voluntad que han logrado hacer revivir en la presente época la caba- Uerezca costumbre de los ^'Juegos Florales", de esos torneos poéticos que parecían poder existir tan sólo en aquellas épocas legendarias en que los caballeros tenían por divisa este noble lema : patria^ fe, amor; 7 en que á la par de sangrientas batallas dadas á ve- ces por el honor de la *'dama de los pensamientos",

144 RESEÑAS Y CRITICAS

se luchaba en los torneos por merecer una mirada de la amada, ó se sometían obedientes los más rudos gue- rreros á los galantes fallos de las jamás bastantes ponderadas "Cortes de amor". La Edad Media, efectivamente, si bien es una época histórica que se caracteriza por la transición de la barbarie á la civi- lización, es también la edad de la caballería, de esa sublime institución á que tanto debe la humanidad, porque hizo una religión del honor, un culto de los sentimientos nobles, y una adoración de la mujer. Era aquella una época bárbara, si se quiere, pero en cambio las gentes de las primeras clases tenían preo- cupaciones y propósitos que provocan involuntaria- mente sonrisas de amarga ironía en los hombres del siglo XIX -7- no se pensaba entonces en sacrificar to- do, nombre, reposo, creencias, dignidad, por correr presurosos y anhelantes á engrosar la turba multa de los míseros adoradores del bíblico becerro; el oro no era el señor exclusivo de los pensamientos ; la baja sed de la riqueza no ahogaba los sentimientos del al- ma ; el éxito no era el dios omnipotente que hoy ado- ra frenética la humanidad para mancilla eterna de su honra. No ; en aquellas épocas lejanas los hom- bres se armaban en defensa del suelo que les vio na- cer, de las creencias de sus antepasados, de la amada del alma : había patriotismo verdadero, porque el sen-

4

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 14^

timiento de la patria estaba como inoculado en la sangre; había creyentes, porque los espíritus eran rectos y les repugnaba cubrir con oropeles de falsa independencia sus vicios ó su orgullo; había todavía amantes, porque los corazones latían al calor de sen- timientos puros y levantados, y porque cuando ama- ban, celebraban sólo la comunión de dos almas, y no la original combinación moderna de dos patrimonios ! Hoy todo esto ha desaparecido casi : la patria... ^ quién se preocupa de ella mientras no sea atacado el pro- pio bolsillo?... ubt bency ibi patria^ es el lema moder- no; la fe... pero el ser creyente es casi sinónimo de ignorante ó de hipócrita, pues parece no concebirse la ilustración sin la independencia de la religión, ^^ ha quedado el culto para viejos ó mujeres... sólo es po- sible la fe del carbonero \''\ {clamor...! pero éste se anida en algunas pocas almas escogidas, que son consideradas por los otros como ilusas y platónicas ; hoy el amor es simplemente una seducción para los unos, un manto que encubre una especulación para los otros !

De ahí que las almas purísimas que reciben el fue- go del ardor divino, lleguen hasta exclamar desespe- radas en versos inmortales :

. . .Arcano é tuUo Fuor che il nostro dolor. NegleUa prole

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146 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Nascemmo al pianto, e la ragione in gremho

De' celesti si posa . Oh cure, oh siente

De* piú verd' anni/ Alie senibianie il Padre,

Alie amcne sembianse eterno regno

Di¿ nelle genti ; e per virile imprese.

Per doita lira o canto,

Virtü non luce in disadomo atnmanto I

Si, Leopardi tiene razón : esas almas nobles han na- cido sólo para el. dolor; han conocido únicamente la felicidad en la inocente edad de la primera juventud ! Apenas lanzadas en el rudo torbellino de la diaria ba- talla de la vida, han perdido sus más caras ilusiones ; marchitas las unas ante el espectáculo lastimoso de un mundo en que reina sólo la sed de la riqueza y del placer, arrancadas violentamente las otras por esos crueles desengaños, que al dejar el espíritu va— cío y miserable, lo obligan á contemplar á pesar su- yo el abismo repugnante en que se hunden la leal- tad, la amistad, los sentimientos nobles, en una pa- labra, que se cree resisten á los embates del mundo cuando se nace recién á la vida I Oh ! cómo queda desesperada el alma al ver sangrar esas heridas, que la propia dignidad obliga á sufrir en silencio, para llorar en silencio la miseria horrible de una vida en que los hombres son los unos para los otros peor que lobos : homo hotnini lupus. Cuando se sufren esos desgarradores desengaños, el alma acongojada resis-

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 1 47

te apenas al egoísta excepticísmo ; los más prefieren acorazarse con la fácil y acomodaticia virtud del tar- tufo, y sólo los menos, incapaces de vivir en el lodo, sucumben lentamente, como esas flores que se mar- chitan una vez que les falta el calor vivificante del sol. Entonces, recién entonces, se comprende el al- cance inmenso de esos versos tristísimos y amargos que han dejado escapar las cuerdas gemebundas de un Leopardi :

. . . Ogni piü lieío Giorno di nostra etd primo s' invola, SottetUra il morhoj e la vecchietza, e V ombra DelU gellida morte. Ecco di tante Sperate palme i dilettosi errori, II Tártaro m* avanza; e il podre ingegno Han la tenaria Diva, E I* aira notte, e la silente riva. . . /

... Y bien ! en semejante estado de espíritu, obliga- dos á pelear incansables en la lucha por la vida, no existe para huir de aquel amargo desconsuelo otro remedio que aturdirse con las mil preocupaciones y los mil cuidados de esta difícil existencia, y, cerrando ios oídos á las quejas del alma, hacer que la enérgica voluntad se mueva sólo á impulsos de la ambición, único sentimiento bastante poderoso para ser capaz de hacer latir un corazón cruelmente desilusionado. De ahí que sea un bálsamo saludable, en medio de

148 RESEÑAS Y CRÍTICAS

una existencia tan mísera, vivir por algunas horas de la vida noble y generosa de la inteligencia, cantando en trovas que recuerdan otros tiempos, á esa trinidad augusta : patria, fe, amor, que debiera ser el lema de todo espíritu levantado y de todo caballerezco co- razón.

< Quién creyera, sin embargo, que hubiera sido po- sible en una ciudad como Buenos Aires, inmensa hos*- telería de gentes de todas las naciones, de todas las creencias y de todas las virtudes, como de todos los vicios, interesar de tal manera la adormecida curio- sidad de un público indiferente para poder celebrar esas fiestas de la inteligencia que creara la Edad Me- dia, con el nombre de "Juegos Florales " } La empre- sa era, á la verdad, ardua en extremo. Pero nada hay imposible para corazones nobles y voluntades enér- gicas. Una asociación extranjera, el '' Centro Ga- llego ", á instigación de su digno presidente don Joa- quín Castro Arias se propuso realizar aquella idea, y con tenaz perseverancia, luchando contra toda clase de obstáculos, logró el año pasado celebrar los pri- meros *' Juegos Florales" con un éxito que sobrepa- só las más legítimas esperanzas. Y este año, en la misma fecha 1 2 de octubre, aniversario del descu'- bri miento de América hánse celebrado en el Tea- tro Nacional de esta ciudad, con inusitado esplendor

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 1 49

y ante distinguidísima concurrencia, los segundos "Juegos Florales". La prensa diaria se ha ocupado de tan fausto acontecimiento con una prodigalidad de detalles, que haría sobre inútil, fastidiosa cual- quiera repetición.

El poeta laureado, el que mereció el gran premio de honor, siendo su composición aclamada por el Ju- rado como la "mejor entre las mejores", fué el señor Calixto Oyuela. A nadie por cierto sorprendió aquel nuevo merecido lauro. Oyuela había sido ya laurea- do en los anteriores ''Juegos Florales". Su compo- sición es tan noble, pura y delicada, que es difícil pe- dir en su género nada más elevado, más correctamen- te clásico, más profundamente inspirado. Su triunfo fué tan espléndido, mereciendo no sólo el premio del tema á que concurrió, sino el gran premio de honor del certamen, designando él la reina del tor- neo, de cuyas manos recibió la simbólica rosa na- tural y banda, que esa noche será para Oyuela y para los que lo aplaudieron, realmente memorable. Hosc olim meminisse juvavit, como dijo el cisne de Mantua.

Inútil es analizar críticamente esa composición. £1 que la ha leído se contenta con admirarla. Tal ha sido el veredicto unánime de la pública opi- nión. He aquí, por otra parte, el premiado canto:

I $ o RESEÑAS Y CRITICAS

EROS

. . .V amorosa idea. Che gran parte d'Olimpo in se reacchiuie.

(leopardi).

Hoy vengo, dulce dueño, A arrojar á tus plantas Flores del corazón. Si aroma esparcen Es porque al riego de tu amor brotaron. ¿ Cómo no amarte con amor del alma, Si eres para mi la fuente viva De donde manan en raudal perenne Las dulces ondas de sin par ventura ? ¿Cómo no amarte, si al sentir concordes Tu espíritu y el mío. Algo de eterno dentro el alma siento, Y aún me parece, en solitarias horas, Recibir en la frente Tenues caricias de impalpables alas?

No soy de aquellos que al surgir al mundü Las dulces musas con amor besaron, Difundiendo en su ser esa armonía, Esa oculta virtud que doma y rinde I>o intangible y lo real, y en áureo lazo Lo liga, alzando la creada imagen Coronada de luz y de hermosura ; Mas lo que no hizo la deidad sagrada Que holló del Pindó la radiante cima. Lo realizó tu amor, la eterna Musa Que derrama en mis cantos El suave aroma que en tu ser se encierra. Lo hiciste con tu mirar sereno, Limpio reflejo de la luz que alumbra Tu corazón de virgen ; Con tus palabras, para mi más gratas Que esa vaga armonía, con que el aura Suena en las ramas,al morirla tarde.

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES I $ I

Entonces escuché brotar sonora I^ voz, antes no oída, De la inmortal Naturaleza ; entonces De la alta estrella y de la errátil nube,

Y del clamor con que en el ancho Plata Suelen las olas avanzar rugiendo

Su ira á estrellaren mi natal ribera. Un mundo desprendióse de armonías. Donde linea j color j ritmo, unidos A férvido sentir, á excelsa idea. En hermandad sublime La presencia de un Dios me revelaban.

Tu dulce amor cual generosa y amplia Onda de luz se derramó en mi mente,

Y fué mi corazón acorde lira

Donde eco j forma halló el eterno ritmo.

¡ Inefable emoción, engendradora

De briosa virtud y alto deseo !

Rica de savia nueva

£1 hombre siente rebullir la vida,

Y, lleno el pecho de viril constancia,

Al mundanal combate se apercibe,

Y ni rudo revés, ni arduos afanes, Ni sirtes mil su intrepidez doblegan. Que, vencedor, una mirada ardiente De su amada feliz le aguarda en premio.

¡ Cómo anhelé que tu adorada planta El lauro hollara á mi laúd ceñido!

Y ¡ oh cuántas, cuántas veces Vino, mi oído á acariciar suave. En ondas vibradoras

De alto loor y de ruidoso aplauso.

Tu dulce nombre entrelazado al mió 1

¡Engañosa ilusión! Al ave humilde

D¿ corto y débil vuelo,

Nunca el cóndor audaz prestó sus alas,

Ni alcanzó á la orgullosa

Copa del roble el vacilante junco.

152 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Mas si dado no me es los ricos dones

Aumentar, que Fortuna

Con mano avara j desigual reparte,

Amor es vena írrestañable, jr siempre

Rueda sonoro derramando aromas.

¡ Feliz si puedo de tu amante labio

Verle perenne desprenderse, j lejos

De cuanto el mundo en su delirio ensalza.

Mi corona tejer con tus sonrisas I

Todo me habla de tí. La flor que entreabre Su vivida corola; el aura leve Que en tomo gira ; la onda rumorosa Que entre menudos céspedes resbala.

Y aquella de la tarde Voz intima y profunda,

Que embarga el corazón é hincha la mente.

Cuando el último beso

Naturaleza de la luz recibe,

Tráenme, envuelto en delicado aroma,

Tu nombre j tu recuerdo.

En la alta noche.

Cuando, huésped benigno.

Sobre el mundo infeliz vela el silencio,

Y cual mudo lenguaje al alma embriaga El límpido brillar de las estrellas.

Yo siento que tu imagen Llena todo mi ser; viva y radiante Ella aparece en cuanto objeto hermoso Mis o)os ven, y en ondas de ternura Inundándome el alma, en ella ierguen Fresco y lozano el árbol de la vida.

Otros en pos de fútiles quimeras A la arena del mundo Enderecen sus férvidos corceles ; Sorprender quieren con tenaz porfía La verdad insondable, Que de ellos huye cual las frescas aguas De la boca de Tántalo sediento;

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 1 5 3

Ó, en ansia ardiente de ligeros goces.

Viles arro)en su mejor corona

A las plantas de estólido magnate:

Yo anhelo ycr la generosa lumbre

Del sol, que el mundo y tus cabellos dora.

Y aquella, aún más pura,

De tu amante mirar á cuyo influjo

Mi espíritu se impregna

De olor de rosas y armoniosos cantos.

¡ Todo está en ti mi corazón, que al ritmo Late ¡ oh amada ! que tu mente rige !

Y cuando lejos de tu vista vago, Tus recuerdos en él vitos fulguran, Como al hundirse el sol, bordan los astros El manto obscuro del tendido cielo.

i Tuya mi lira es ! Tuyo su ingenuo, Aunque modesto son, y cuando envuelta En fúnebres crespones Orne en silencio mi olvidada tumba. Aún al herirla gemebundo el viento Entre sus cuerdas vagará tu nombre !

Imposible seria insertar en este lugar todas las composiciones premiadas, por su extraordinaria ex- tensión, y por ser ellas en el momento en que estas líneas se publiq aen, muy bien conocidas del público entero. Inútil, también, hacer otra vez la crónica de aquella hermosa fiesta : todos saben que después de una ligera alocución del señor Antonio Gómez, pre- sidente del *^ Centro Gallego ", pronunció un elegante discurso el doctor Rafael Calzada, presidente del Ju- rado, procediendo en seguida el señor Eduardo Caá- maño, secretario del Jurado, á leer una ligera alo-

I 54 RESEÑAS Y CRÍTICAS

cución y el veredicto del Jurado ; procedióse enton- ces á repartir los premios, y á leer las composiciones laureadas, en este orden : gran premio de honor, el canto Eros, del poeta argentino Calixto Oyuela ; mención honorífica con inserción en el Álbum, la composición titulada La Venganza de Narvaez^ déla señora María de la Purificación C. Llanzó, natural de Cataluña, donde reside ; premio de la sociedad '• La Marina ", el Canto de la raza, del poeta espa- ñol Carlos M. Egózcue ; mención honorífica, el so- neto La República Argentina á España, del poeta argentino Juan Lussich; premio déla ''Sociedad de Beneficencia", el Canto á Rivadavia, del poeta orien- tal Aurelio Berro ; mención honorífica, la composi- ción A Rivadavia^ del poeta oriental Estanislao Pé- rez Nieto; premio del "Club Español", el soneto A España, del poeta argentino Juan Lussich ; premio de las sociedades españolas de Socorros Mutuos, el canto A la Madre patria, del poeta oriental Pérez Nieto; mención honorífica, el Canto del poeta argen- tino Horacio C. Várela; premio de la Municipalidad, la composición Al descubrimiento de América, del poeta argentino Enrique E. Rivarola; mención hono- rífica, los Cantos del presbítero Eloy Valero, de Se- villa, y de los señores Melitón Alfonso, y S. J. Vi- llafañe; mención honorífica al tema al Canto Amato-

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 1 5 $

rio^ las Trovas á la reina del torneo, de Carlos M. de Egózcue; la composición Huyamos al bosque, del poeta argentino Juan A. Argerich; y un Caníp del señor C. M. Lárez, del Paraná; premio del gobierno de Tucumán, el canto A Tucumán, del poeta argen- tino don Ramón 01 i ver; mención honorífica, una composición del señor Vallejo; premio del tema "El- cano", una composición A Juan Sebastián Elcano, del señor S. J. Villafañe ; y concluida de esta suerte la distribución de premios, el doctor Bonifacio Lastra pronunció un discurso de clausura. Tal es el breve resumen de tan simpática fíesta.

Sin duda, esta ñesta es una esperanza. Ojalá

frutos en el porvenir I Sólo con el transcurso del

tiempo podrá juzgarse si realmente ha ejercido in-

\ fluencia decisiva en la cultura intelectual de esta so-

' ciedad, y si ha contribuido á levantar su nivel inte-

lelectual, disipando en algo el mercantilismo, el afán

bursátil, las querellas políticas, que por doquier nos

I circundan y nos abruman.

Ciertamente los ** Juegos Florales" producirán in- negables beneficios, y las letras patrias conservarán profunda gratitud por aquellos que han sabido acli- matarlas.

Se cree generalmente que la poesía decae en la época contemporánea, y los más discretos repiten

156 RESEÑAS Y CRÍTICAS

con tristesa el escépttco dicho de Salomón, pues pa- rece á la verdad que los sentimientos recónditos del almi^ las aspiraciones del espíritu ó las impresiones de la inteligencia no puedan encontrar intérpretes más fíeles, cantores más entusiastas, amantes más decididos, que esos grandes é inmortales espíritus que se cuentan tan fácilmente desde Homero hasta I.eopardi. Pero esto no es exacto. La poesía no muere, florece por el contrario eternamente. Son pocos los que en realidad sienten en e\ fuego sagrado^ y la mayor parte cree sólo sincera pero equivocadamente en su existencia. La mayoría de los versificadores pasa desapercibida, ó no deja tras sf no el recuerdo de uno de esos ruidosos pero efímeros triunfos del momento, que se asemejan á las ondas fugitivas que produce al caer en las aguas tranquilas una piedre- cilla cualquiera. Los verdaderos poetas son pocos: la humanidad los cuenta por unidades, y su influen- cia sobre los hombres es fatal, aún cuándo etí vida hayan pasado desapercibidos.

La sociedad contemporánea desdeña, con injusticia sin duda, la poesía. No es que crea que las cuerdas de la lira eterna de los poetas han producido todas las melodías posibles, sino porque en medio del posi- tivismo intransigente de una época en que la lucha por la existencia se torna cada vez más atroz y cruel,

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES I 57

no se concibe cómo haya gentes que dispongan del reposo que exige imperiosamente el manejo del plec- tro. Un hombre absorbido por los mil afanes de una existencia agitadisima, preocupada su inteligencia en buscar continuamente la solución á los problemas de la vida, no puede materialmente dejar que su alma vague por esas regiones infinitas que son el patri- monio exclusivo del estro de los poetas. De ahí que la poesía sea practicada en la primera juventud, para abandonarla completamente una vez que el hombre se lanza de lleno al torbellino del mundo. De ahí que la poesía, considerada como ejercicio retórico, haya perdido algo en la consideración de la sociedad ac- tual.

Pero esto no es, no puede ser así . Los espíritus pri- vilegiados que sienten dentro de la llama del arte, no lo olvidan jamás. "Hay, decía Anacreonte, una pequeña señal en el corazón, por la que se reconocen los amantes". Los que han nacido con el quid divi- num, tarde ó temprano tienen que rendirle culto. ] Honor á los poetas !

He ahí, por de pronto, uno de los resultados prác* ticos de los *' Juegos Florales": el público se ha preo- cupado de poesía, ha hecho gustoso un paréntesis á la afanosa tarea diaria, y se ha complacido en oír can- tar los sentimientos nobles con pureza ejemplarmente

I $ 8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

delicada. Hay poetas de buena ley entre nosotros... ese solo convencimiento es tan importante, que se ha podido decir de aquella fiesta, que era ^^ realmente auspiciosa ". ,

Para hablar de poesía y sobre todo para juzgarla, es necesario amarla, pero amarla " con amor del al- ma". Aún asimismo, esto es sumamente difícil. £1 poeta infiltra en sus versos una parte de mismo, su secreta quimera, su ideal preferido. " Se penetra en lo que pertenece al gusto personal y particular, en lo que la ^Moca de la casa'' se ha puesto á adorar y á vestir amorosamente á su manera. Juzgar los versos de los poetas, es casi como disputar con un amante sobre su querida, con esta diferencia sin embargo : que si no nos es permitido decir de aquélla el menor mal, se lleva la benevolencia hasta autorizarnos áque nos enamoremos de ella á nuestro turno".

No es mi propósito entrar, pues, por el momento en tan escabrosa senda. Pero creo poder observar que los ''Juegos Florales" señalan un curioso fenó- meno: ha concurrido principalmente una parte de la joven generación poética. Oyuela, Rivarola, Várela, Oliver, están todavía en esa edad feliz en que la his- toria del hombre no tiene aún su pasado. No quiere esto decir qué algunos de ellos ño fueran ya ventajo- samente conocidos, y que sus frentes no ostentaran

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES I 5 Q

lauros legítimamente ganados en las lides anteriores, ó que SUS nombres no gocen ya de una reputación tan justa como merecida: Oyuela con su Canto al Arte, Rivarola con sus Primaverales^ no son por cierto nombres de la última hora. Pero en esa misma gene- ración, exceptuando á Martín García Mérou, cuyos dos volúmenes de Poesías demuestran suficientemen- te que es de los verdaderamente privilegiados ; Adol- fo Mitre, cuyas Poesías recientemente publicadas ha- cen sentir con mayor razón que dolorosas desgracias de familia le hayan impedido ocupar en el torneo el puesto que le correspondía ; se ve á Saenz, Monsalve y muchos otros, permanecer alejados de la lid. A es- ta misma generación podría unirse Alberto Navarro Viola, cuyos Versos hacen gemir tan violentamente algunas de las más recónditas fibras del alma. La generación inmediatamente anterior, Rafael Obliga- do, Martín Coronado, Adolfo Lamarque y otros, no ha querido tampoco tomar parte en la lucha, sin que por eso haya enmudecido, pues la Ilustración Ar- gentina lo demuestra con elocuencia : no han hecho bien, por cierto, porque desertan una obligación que moralmente se han impuesto: representar la poesía nacional, criolla (si es posible emplear esa expresión) enorgulleciéndose de ser los discípulos de Echeverría. En cuanto á \^ Otra generación anterior, en que bri-

I 6o RE8EÑAS Y CRÍTICAS

lian Carlos Guido Spano, Olegario V. Andrade y Ri- cardo Gutiérrez, parece que la pérdida reciente de Encina los hubiera paralizado; pero Guido escribe y publica en 24 horas su bello y reciente canto á Amé- rica, y Andrade, el poeta laureado de los ^^ Juegos Florales" anteriores, continúa siempre (irme ante el altar de la Musa. Pero de todas maneras ninguna de esas generaciones ha logrado ejercer, ni ejerce, la influencia poética que en la sociedad de su época ejer- cieron Várela, Echeverría, Mármol y Gutiérrez.

No es posible ni acertado entrar á analizar compa- rativa ni aisladamente todas las composiciones pre- miadas en el reciente certamen. ^' Difícil es hablar de uno solo y omitir varios: la elección de uno se convierte en injusticia para todos los otros. No es menos delicado reunir á la vez varios en una misma corona ; pues los bellos talentos son como las hermo- sas : la alabanza dividida pierde á sus ojos lo más precioso de su valor ".

Los torneos poéticos anuales, siempre que el Jura- do sea estrictamente imparcial, y no se cometa la la- mentable ligereza de revelar con anticipación á los cuatro vientos el secreto del nombre de cada poeta que concurre, serán sumamente benéficos, y marca- rán una fecha en la historia literaria argentina.

En una sociedad tan extremadamente cosmopolita

JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES l6l

como la nuestra, en la que no hay rasgos típicos ni carácter nacional, sino un confuso conglomerado de hombres y de nacionalidades, la poesía tiene una sa- grada misión que cumplir : mostrar que, en medio del revuelto torbellino del momento, subsiste el espí- ritu argentino, y que se sabe honrar como se debe á la patria^ la fe y al amor. Sólo á ese precio se cono- cerá que existe aún una nación argentina, pues de lo contrario un espectador imparcial cree más bien que lo que así se llama no es más que una inmensa fac- toria ultramarina, donde acuden los hombres de to- dos los puntos del globo, con el propósito único de enriquecerse... y de enriquecerse pronto.

Noviembre de 1883.

) n

VI

EL LIBRO DE MONSALVE

(Juveniliay por Carlos Monsalve, t volumen en 8<*, de 300 páginas)

^^ ONCORDES están todos los autores en colocar á la V->/ novela en el primer rango entre las variadas producciones de la literatura moderna. Desdeñada hasta ahora por los mismos mentores del arte lite- rario, vista de reojo por mucho tiempo en las familias honestas, la novela, sin embargo, es actualmente

el más perfecto y acabado de los géneros de la lite- ratura.

Por esa razón, quizá, sólo se ufanan de tener gran- des novelistas los pueblos que poseen literatura glo- riosa ya, y cuya civilización ha alcanzado extraordi- nario desenvolvimiento.

La literatura argentina, salvo raras excepciones, ha

164 RESEÑAS Y CRÍTICAS

ofrecido el curioso fenómeno de carecer casi por com- pleto de novelistas. El doctor don Vicente F. López con su Novia del Hereje, y don José Mármol con su Amalia, puede decirse que son los dos principales.

La primera de esas novelas parece obedecer, aun- que lejanamente, á la influencia walterscotiana, sien- do al par que histórica por su pronunciado sabor ar- queológico, también interesante por el análisis de los caracteres y la pintura de las pasiones La segunda es principalmente descriptiva, pero subordinada á la demostración de una tesis, lo que sin embargo no ami- nora en nada las cualidades excepcionales que para el género revelaba su autor. Este dedicóse más á la poe- sía y su nombre será imperecedero bajo este punto de vista. El otro, sumido hoy en trabajos profundos 39- bre la historia patria, parece haberse desviado com - pletamente del género que cultivó con tan brillante éxito.

Ambas novelas son americanas ert toda la exten- sión de la palabra. La una se circunscribe al Perú durante la fastuosa época colonial, deleitándose en la ''ciudad de los reyes", y esmerándose en la pintura de aquel famoso Drakc, cuyas correrías marítimas tanto mal hicieron á la metrópoli. La otra es argen- tina, y pinta las costumbres de Buenos Aires duran- te la tiranía de Rosas, con una viveza de colorido y

EL LIBRO DE MON SALVE I 6 5

un tinte dramático tan pronunciado, que obliga al lector á no abandonar el libro cuando ya lo ha empe- zado á leer.

No pretendo decir, con todo., que esas dos novelas sean las únicas que presenta nuestra literatura. Fue- ra injusta y errádisima semejante aseveración. Pres- cindiendo de una serie de novelas-romances y de no- velas crónicas, cuya lista es en realidad larga, no puede dejar de nienpionarse al Médico de San Luis^ cuya talentosa autora semi-oculta bajo el sencillo pseudónimo de *' Daniel", ha logrado trazar un bello y tranquilo cuadro de la vida de provincia, tan regu- lar en sus oscilaciones y tan igual en sus fenómenos. Doña Juana Manuela Gorriti, cuyos Sueños y Reali- dades son populares, ha producido más bien ligeros cuentos que novelas propiamente dichas, si bien al- gunas narraciones, como Un año en California, pre- sentan todos los caracteres del género. Si á estas obras se agregan la Margarita, de la señora Josefina P. de Sagasta, las producciones de don Ángel J. Blanco y otras, se tendrá casi completo el catálogo de las novelas argentinas.

En la joven generación literaria, nótase igual fe- nómeno. Hay carencia y á la vez necesidad de nove- listas. Pero éste como el poeta del autor clásico, nace, pero no se hace. El distinguido naturalista doctor E.

I 66 RESEÑAS Y CRÍTICAS

L. Holmbcrg, es, con todo, una excepción, porque ha cultivado el género y sus Dos partidos en lucha^ pa - ra no mencionar sino una sola de sus novelas, ha te- nido verdadero éxito. Carlos Monsalve ha escrito más bien cuentos que novelas, pero muchos de sus folleti- nes revelan que para producir aquéllas sólo le falta querer...

. La prueba de este acertó está justamente en el vo- lumen^quc, con el título de Juventlta^ acaba de pu- blicar.

A primera vista el libro de Monsalve parece un vo- lumen recientemente llegado de París, tal ha sido el esmero con que se han imitado todos los detalles que caracterizan los conocidos volúmenes de Charpentier ú otro editor en voga. Su aspecto externo, color de las tapas y gusto tipográfico, engañan completamente en ese sentido.

El contenido del libro es también un poco parisien- se, por lo menos en cuanto á su índole, pues son ar- tículos literarios de diversa naturaleza, publicados en los diarios en diferentes épocas, y que reunidos for- man uno de esos volúmenes de misceláneas, tan fre- cuentes en la moderna literatura francesa.

El autor justifica el título y contenido de su libro con estas palabras: ''el título de estas páginas de veinte años es su explicación y mi disculpa". Divide-

EL LIBRO DE MONSALVE 167 - í ••

se el libro en dos secciones desiguales por su conteni- do y aún por su mérito : en prosa y en verso. La pri- mera la componen los siguientes artículos : i* Gris, 2* Mosquito, y Moon-ltght, 4* Cómo viven, $* El ave de Zeus, 6" Estela, 7" El hombre de piedra, 8* De un mundo d otro, g* La botella de champagne, 1 o* El gnomo, 1 !• Historia de un paraguas, 12" Ibraim, -I 3* Ultima escena, 14" La tentación, i 5* E/ vie- jo Mullos. La segunda sólo contiene : 1 Cantó d Eduardo, 2* En tramway, 3* Sin titulo.

Prescindiré de la segunda parte, pues si bien el se- ñor Monsalve maneja con facilidad la rima, y emplea con desenvoltura la antigua fabla de nuestros ante- pasados, sin embargo, no será seguramente como poe- ta que ha de conquistar en la literatura argentina un nombre espectable, pues sus cualidades de prosista son infinitamente superiores.

Sus artículos son en su totalidad cuentos, peque- ñas narraciones, que por la sencillez de la trama y su rápido desarrollo se asemejan á la nouvelle francesa, ese amable género literario que los escritores con- temporáneos tratan de resucitar con éxito. Las más de las veces sus cuentos revelan una difícil fácil 'dad, se entrevé el estudio previo que han necesitado, y la constante preocupación del modelo que da al fondo y á la forma una cierta tendencia á los efectos de lo ex-

I 68 RESEÑAS Y CRÍTICAS

traño, inverosímil, fantástico ó antitético. Poé y Hawthorne han sido probablemente autores favori- tos del que ha escrito El hombre de piedra, La bote- lla de champagne, De un mundo d otro y la fíts- torta de un paraguas. Baudelaire ciertamente es también un poeta favorito del autor de Gris, El gnomo, y de la conclusión de La tentación A veces parece que la sombra de Gautier ó Paul de Saint- Víctor hubiera impulsado al autor á escribir artícu- los como El ave de Zeus. Otras veces se revela el ob- servador joven y alegre, como en Mosquito; y tra- tando de ridiculizar, aunque algo exageradamente, las costumbres de ciertos barrios bonaerenses^ cQmo en Cómo viven, La tentación y en Estela. Otras, ha sabido emocionar al lector, como en las páginas de la Ultima escena ; ha dejado vagar su imaginación, como en Ibraim y El viejo Huí los ; ó se ha compla- cido en escribir sencillamente una página literaria, como en Moon-light.

En todos estos diversos artículos, el señor Monsalve se revela estilista verdadero y demuestra que hay en él tela para un futuro novelista. La mayor parte de sus cuentos son, es cierto, algo artificiales, pues el tema ha sido rebuscado, como en El hombre de pie- dra y De un mundo d otro, Pero en aquéllos en que ha observado á su alrededor y tratado de describir

EL LIBRO DE MONSALVE I 69

escenas de la vida diaria y costumbres locales, revela que puede ser, si él lo quiere, un excelente escritor de costumbres como cuando describe con na tu* ralidad y acierto las aventuras de Mosquito,

Uno de sus artículos más aplaudidos, y con suma razón, ba sido El ave de Zeus, Escrito con gracia, facilidad y alardeando no frecuente conocimiento de la vida griega en la grande época, su conclusión, si bien algo entrevista, es de un puro gusto clásico. Su Ultima escena es verdaderamente interesante, si bien débil su trama, pero la muerte del viejo cosaco y de su fiel perro es dramática y conmovedora.

Tiene el señor Monsalve una decidida tendencia á filosofar pero á filosofar con ese escepticismo y esa precoz experiencia de los veinte años, que caracteri- zan el romántico mal tan bien descrito por el autor de La confession d'un enfant du siécle. Las notas amargas del que llamó á sus versos, Flores del mal^ se hacen sentir también en muchas páginas de este libro. En Gris la antitesis es completa : al lado del soñador Augusto, lleno de ilusiones y con el santo entusiasmo de la juventud, está Julio, hastiado de la vida, aburrido de los hombres, seco el corazón, mar- chita ya la flor de la esperanza. Es Gris uno de los mejores capítulos del libro, y el autor, tanto en la pintura de ambos caracteres, como en la conversación

170 RESEÑAS Y CRITICAS

de los dos amigos, ha puesto especialísimo esmero. Augusto, sin embargo, es demasiado soñador, para tener *'el contrapeso de su razón clara y severa" ; Julio, más que original, es un egoísta perezoso. Analícese por un momento á Gris. La amistad de caracteres tan opuestos es un fenómeno común ; Au- gusto y Julio tenían que ser amigos tan sólo de la manera como el autor los pinta. El primero quc á pesar de sus defectos era un leal y gran carác- ter, difícil para abordarlo pero decidido en sus afec- tos ; arrebatado á veces, pero hombre poco común en el fondo. El segundo es correcto, está bien con to- dos, y su escepticismo es más bien una indiferente apatía que raya en egoísmo, y que hace entrever que eii el fondo poco le importa su amigo. Augusto al decir del autor '' era apasionado, tenaz en sus propósitos, amigo de la acción y dominante; su ima- ginación exaltada tenía el contrapeso su razón clara y severa ; y la vehemencia de su carácter le ha- cía injusto en sus arrebatos, pero pasados los prime- ros ímpetus se apresuraba á reconocer la falta y tra- taba de repararla". ahí un carácter bien definido; los colores son vigorosos, las sombras y las luces se destacan. Percal final del cuento, los desengaños lo hieren profundamente, amargan su existencia, lo hacen reconcentrado y altivo; entonces la turla

EL LIBRO J>E MON SALVE 1 7 I

multa lo tachará de egoísta, de orgulloso ; ca suma, no pudiendo hacer de él lo que se les antoja, prefie- ren combatirlo con armas vedadas. Julio desde el comienzo hasta el fin del cuento, se conserva lo mis- mo: un hombre frío, apático, egoísta en el fondo de su alma, indiferente, pero cortés y leal ^^ como algo de pasivo y matemático ", con arranques infantiles á veces, escéptico pour la pose, y que, conservando siempre la apariencia correcta, poco le importa de las cosas y de los hombres, en tanto no le perturban su tranquila vida diaria.

. Tal sería la deducción final de Gris, dado el de- senvolvimiento que su autor desde un principio ha observado. Es cierto que tal no es la conclusión ex- presa del cuento, pero no es menos exacto que es la que lógicamente se desprende de la acción que en él se desarrolla. Se vé, pues, cómo llevando hasta las últimas consecuencias las premisas del cuento, se ob- tiene un resultado que no trepido en clasificar de in- verosímil, y que estoy seguro no ha tenido en vista el autor. La complacencia con que se ocupa de Julio bastaría para demostrarlo. Ni Julio es en el fondo tan egoísta, ni tan indiferente como resultaría serlo, ni parece posible encontrar carácter de ese temple. El análisis está demasiado concretado á las apariencias, pues Julio por el hecho de ser joven, de ser instruido,

172 RESEÑAS Y CRÍTICAS

y de poseer las cualidades que le atribuye el autor de Gris, tiene forzosamente que ser un hombre sano de espíritu y leal de carácter : el Julio de Gris es más bien un Julio de convención, que respira momentánea- mente la atmósfera del Adolphe de 6. Constant, del Rene de Chateaubriand ó del Rolla de Musset.

Gris es, sin embargo, un cuento sencillo, pues evi- dentemente el autor no ha querido sacar de su tema todo el partido posible y sin embargo, la tela están rica !...

El señor Monsalve aborda, pues, la novela por su género más difícil que es el psicológico, poniendo en juego sólo las pasiones y la inteligencia de sus perso- najes, y tratando de profundizar lo más posible el análisis de sus caracteres. Pero esto requiere una ex- periencia variada, que sólo se obtiene con los años y, necesario es decirlo, con los sufrimientos. La novela psicológica es sumamente difícil, pues el novelista no tiene allí nada que le ayude ni que pueda aminorar las flaquezas posibles de algunos pasajes; la imagi- nación del lector no se distrae en accesorio alguno, se concentra en el fondo del asunto y sigue minucio- samente la marcha de la trama, sus factores, su de- senvolvimiento. No se le escapa, pues, defecto algu- no. El novelista se encuentra en el durísimo trance de descollar por sus pinceladas certeras y brillantes.

EL LIBRO DE MONSALVE I 7 3

Ó de caer en la banalidad de repetir superficialmente los fenómenos de la vida diaria. En una palabra, la novela psicológica requiere un Balzacóun Stendhal, por lo profundo de su observación, ó más bien un Va- lera, por lo dueño de y lo impecable en la forma; pero un Valera realista, y que, como el eximio litera- to español, enamore, como se ha llegado á decir, á los sibaritas de las letras juntando la flor y nata de tres ideales de belleza literaria: el pagano, el del his- pano siglo de oro y el de la refinada cultura moderna, junto con su inimitable vena dicharachera y jocosa. Es- tas juiciosas observaciones repetidas recientemente por la distinguida señora Pardo Bazán, demuestran que no podía exigirse del señor Monsalve que de un golpe alcanzara á ponerse al mismo nivel : su edad por lo menos lo escuda suficientemente contra seme- jante exigencia. Ha preferido, sin embargo, iniciarse por el más difícil de los géneros, pues para descollar en la novela psicológica se verá obligado no sólo á adquirir una elegante, castiza y pura dicción, sino á emplear el mayor esmero y atención en escrutar y sondear los arcanos misteriosos del alma, para expli- carlos — parodiando un dicho célebre en frases de oro y párrafos de marfil.

Casi todos los artículos del señor Monsalve son, si €S permitido expresarse así, subjetivos, porque, con-

I 74 RESEÑAS Y CRÍTICAS

cluída su lectura, y dejado ya el libro, el pensa- miento se lanza en un dédalo de meditaciones, lie gando quizá hasta el extremo de la ruta que el autor, con malicia sin duda, se contenta con dejar adivi- nar.

ha repetido con frecuencia, que aun novelista argentino sólo le quedan dos caminos para adquirir verdaderos méritos en nuestra literatura nacional : dedicarse á la novela histórica, exhumando nuestro pasado, ó consagrarse á la novela social, describiendo nuestras costumbres. Me parece demasiado exclusiva esta opinión.

Para descollar en lo primero habría que seguir las huellas de Mesonero Romanos ó de Pérez Galdós, y icómó igualar las Memorias de un setentón^ ó los Episodios nacionales? En las Memorias ''vemos los retratos en miniatura, los inmensos cuadros al óleo, los grabados de la época, autógrafos y manuscritos, una reliquia simbolizando una preocupación, una al* haja representando el pasado lujo, una casaca desco- lorida... cuanto contuvo, reflejó y conserva tradición ó memorias pasadas y puede ayudarnos á i*econsti- tuir con la imaginación una familia y adivmar una época, pero sin que escuchemos más voz que la de un respetable superviviente, al cual oímos referir, con cierta tristeza, pausada y severamente, cómo pa-

EL LIBRO DE MONSALVE 1 7 ?

saronante él dinastías, eminencias, intrigantes, genios y malvados y cómo presenció, lejos de toda lucha y to* da preocupación, triunfos artísticos, catástrofes polí- ticas, luchas fratricidas, revoluciones y restauracio- nes ". El modelo es, como se ve, difícil no digode supe- rar, sino de imitar. Quizá para ello estuviera el señor Monsalve en una verdadera imposibilidad» pues para esas verdaderas exhumaciones arqueológicas se necesi- ta haber vivido de la vida de la época pasada que se des- cribe, y pertenecer por lo tanto al número de los que se encuentran en el último tercio de la vida. No se puede, en efecto, hablar de las cosas pasadas con Jos detalles y el colorido de Mesonero Romanos, sino cuan- do se ha visto ó se ha oído lo que se refiere. Ahora bien, el señor Monsalve se encuentra recién en la pri- mavera de la vida, y para desempeñar el papel que se le quiere imponer, ya que le falta la edad, sería forzoso haber llevado la vida portentosa del erudito Menéndez Pelayo, ó realizar la mistificación de Paul Lacroix, quien en sus mocedades logró hacer pasar á su -pseudónimo ** Bibliophile Jacob", como si perte- neciera á un sexagenario. Y para esto mismo falta- ríale al señor Monsalve fuentes fidedignas donde be- ber los datos y la erudición necesaria, porque sólo en estos últimos años el doctor José A. Wilde, con su Buenos Aires setenta años atrás, y Víctor Gal vez.

IjO RESEÑAS Y críticas

con sus famosas Memorias de un viejo, han demos- trado que comienza á haber alguna inclinación á esa clase de estudios.

Por las razones anteriores, parécemc obvio dejar de lado los Episodios nacionales, que como se ha dicho, es trabajo excepcional por la hermosa verdad con que está escrito, por la frescura de sus cuadros, lo huma- no de sus innumerables actores de aquel hermoso tea- tro, que hablan, so visten, conspiran, se agitan, aman y viven en un escenario real, que sólo pudo detallar un escritor de las condiciones de Galdós.

Parecería, pues, que no le queda al novelista ar> gentino sino la novela social ó de costumbres. Pero, en este género, cuan vasto campo y cuan variados modelos se presentan ! Concretándose simplemente á nuestra madre patria en su época novísima, puede elegir ser realista, á la manera del eminente Pereda, pero circunscribiéndose entonces á cantar sempiter- namente al inagotable Sabor de la tierruca, ó como el alegre Galdós, sobrepasando á Doña Perfecta, Glo- ria ^ y la Familia de León Rock ; ó ser idealista, como el ilustre Valera, para tener siempre presentes á Pe- pita Jiménez y Doña Luz, 6 como Alarcón, el román- tico autor de El final de Norma t pero también del soberbio Sombrero de tres picos. Prescindo por lo es- pecial de sus tendencias, de Fernán Caballero, cuyos

KL, LIBRO DE MON SALVE I 7 7

labriegos, curas y pastores, se mueven en la poética Andalucía, iluminados por el sol del mediodía, que Fortuny, para usar una expresión popular, conden - en sus cuadros. ¿Y si la Gaviota no podía presen - tarse como modelo, lo serían acaso los Cuentos de Trueba? Ciertamente que no, porque con verdad se ha dicho que si algunas escenas rurales de Trueba agradan, es como agrada contemplar el curso de un riachuelo poco profundo y de márgenes amenas. Sel- gas, por otra parte, aunque describe, y quizá de- masiado — las costumbres actuales, es más bien hu- morista, abusando de la paradoja sutil envuelta en delicadísimos arabescos.

A pesar, con todo, de las dificultades del género, paréCcme, sin embargo, que la novela social es el campo de acción más propicio para el novelista ar- gentino; campo de acción variadísimo, sea estudian- do la múltiple vida de nuestras grandes y cosino- politas ciudades, las pintorescas costumbres de los gauchos y de los que habitan las campañas ó las serranías, sea penetrando en la singular vida de las colonias, ó describiendo la existencia patriarcal y los rasgos característicos de la vida de las provincias mediterráneas.

Una novela de esas tendencias sería verdaderamen- te argentina, tendría lugar imperecedero en la litc-

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J yB RESEÑAS Y CRÍTICAS

ratura nacional, y despertaría la adormecida curiosi- dad de nuestro público por esa clase de produccio- nes. Una novela de ese género sería ensalzada y de- primida demasiado y á la vez, pero como sólo las obras discutidas viven y valen, resultaría siempre que para el novelista quedaría la posibilidad de im- poner á la larga su opinión al público. Se activaría entonces el movimiento intelectual argentino, y des- pertada la curiosidad, vendría el estímulo, y se reve- larían quizá muchos novelistas posibles que actual- mente por pereza intelectual no se resuelven á utili- zar las dotes que poseen. Además, una novela de ese orden sería un verdadero documento histórico para la posteridad y sería una arma terrible en manos de un escritor de chispa y de talento. En una palabra, como las pequeñas cosas producen los grandes resul- tados, quizá la novela social, cultivada con éxito, da- ría por resultado una verdadera revolución en nues- tra vida intelectual.

El señor Monsalve, si lo quiere, será un notable novelista argentino. En la generación joven, pres- cindiendo de banderías y de aplausos de cenáculo, ocupa distinguidísimo lugar. Es observador pene- trante, no sólo describe lo que y lo que pasa, sino que analiza las causas, y penetra en el resorte ín- timo de las pasiones con mano firme y certera.

EL LIBRO DE MONSALVE I 79

Tiempo es ya que deje de concretar su productividad á ligeros artículos, masó menos interesantes : está en la edad en que la sangre bulle generosamente, la inteligencia es clara y se encuentran en apogeo sus facultades dediqúese á la novela, ese género lite- rario que cada día se enseñorea más del mundo, y aprovechando la riquísima tela que le ofrece la cu- riosa y carasterística vida de nuestro país, llegue á conquistarse en vida envidiable fama, deje en la li- teratura argentina nombre imperecedero, y ejerza sobre su época y sus contemporáneos la justa in- fluencia de los que, como dice el verso antiguo, per- tenecen á los pauci^ quos equus Júpiter amavit.

Marzo de 1884.

vil

UN LIBRO DE GANÉ

[Enviaje, 1881-1882. Paris, 188.1. 1 v. en de xxiv-^aj pág.)

TARDE parece para hablar del libro del Sr. Mi- guel Cañé, resultado de su escursión á Colom- bia y Venezuela en el carácter de Ministro Residente de la República Argentina. Hoy el autor se encuentra en Viena, de Enviado Extraordinario y Ministro Pleni- potenciario de nuestro país cerca del gobierno aus- tro húngaro. Flabrá quizá extrañado que la Nueva Revista de Buenos Aires haya guardado silencio so- bre su último libro, tanto más cuanto que ¡ rara casualidad! á pesar de ser el Sr. Cañé conocidí- simo entre nosotros, jamás lo ha sido, puede decirse, sino de vista por el que ésto escribe. Y eso que

l82 RESEf<AS Y CRÍTICAS

siempre he tenido los mayores deseos de tratarle personalmente, por las simpatías ardientes que su carácter, sus prendas y sobre todo sus escritos me merecían. De ahí, pues, que estuviera obligado á hablar de este libro. Digo ésto para demostrar que la demora en hacerlo ha sido del todo ajena á mis de^ seos. El Sr. Cañé, periodista de raza, sabe por expe- riencia cuan absorbente es el periodismo, máxime cuando es preciso hacerlo todo personalmente, como sucede en empresas del género de la Nueva Re- vista.

Había leído el espiritual artículo que sobre este mismo libro publicó en El Diario, tiempo ha, M. Groussac otro escritor á quien todavía no me ha sido dado tratar. El sabor francés disfrazado de chispa castellana, me encantó en ese artículo, en el cual se decían al Sr. Cañé verdades de á puño, ter- minando ala postre con un merecido elogio. Poste- riormente, y en el mismo diarlo, publicóse una carta del criticado autor, en la que se defendía con gra- cia infinita, y con finísimo desparpajo reprodu- cía el bíblico precepto del ^' ojo por ojo, diente por diente".

Oida la acusación y la defensa, puede, pues, abrirse juicio sobre el valor del libro. Crítico y criticado pa- recen estar de acuerdo acerca de algunos defectillos.

UN LIBRO DE CAÑÉ I 83

disienten en otros, y parecen no haber querido re- cordar el verso clásico :

Ni cel excés e^honneur, ni cette indigniti.

Gané es un estilista consumado* Dice en su carta que D. Pedro Goyena se intrigaba buscando su filiación literaria, y M. Groussac formalmente de- clara haberla encontrado en Taine. Error completo en mi concepto. Si de alguien parece derivar directa- mente Gané, es de Merimée, y elautor de Colomba comparte su influencia en esto con lo que ha dado en llamarse el beylismo. No diré que tuviera la altiva es- crupulosidad de Merimée en limar hasta diez y siete veces un mismo trabajo, para no chocar con su con- cepto artístico, sin importársele mucho de la popula- ridad : pero que está impregnado de la desdeñosa filosofía del autor del Rouge et noir. Pero el autor de los Ensayos^ como de En Viaje f es más bien de la raza de Th. Gautier, de P. de Saint-Victor, y i por qué no decirlo ? del escritor italiano á quien tanto festéjase ahora en Buenos Aires : De Amicis. Es ante todo y sobre todo, estilista. No diré que para él la naturaleza, las cosas, y los acontecimientos son simplemente temas para desplegar una difícil virluc sité (para echar mano del idioma que tanto prefiere el autor de En Viaje), ! se ha dicho de De Amicis

184 RESEÑAS Y CRÍTICAS

que es el ingenio más equilibrado de la nvoderna li- teratura italiana: su pensamiento es variado y de un colorido potente ; pero atraído por su índole gene- rosa y cortés, prefiere las descripciones que se atanrf^ dan mayormente con su carácter : se conmueve y admira. Creo que hay mucho de eso en Gané, per© por cierto no es el sentimentalismo lo que campea en su libro, sino que hay mucha i demasiada } grima en juzgar lo que y hasta lo que hace. Cané^ lo confiesa en su carta. Pero en cambio, f qué faci- lidad ! ¡ cómo brotan de su pluma las descripciones brillantes, los cuadros elegantes I El lector nota que se encuentra en presencia de un artista del estilo, y, arrullado por el encanto que le produce la magia de la frare, se deja llevar por donde quiere el autor, y prefiere ver por sus ojos y oír por sus oídos.

He oído decir que el carácter del Sr. Gané es tan jovial como bondadoso y franco : en su libro ha que- rido sin duda hacer gala de escepticismo, y deja en- trever con mucha c demasiada? frecuencia, la nota siempre igual del eterno fastidio. Y sin em- bargo, qué amargo contrasentido encierra ese origi- nal deseo de aparecer fastidiado ! Fastidiado el Sr. Gané, cuando, en la flor de la edad, ha recorrido las más altas posiciones de su país, no encontrando por do quicr sino sonrisas, no pisando sino sobre flores,

UN LIBRO DE CAÑÉ l8^

niño mimado de la diosa Fortuna ! i No será quizá ese aparente fastidio un verdadero lujo de felici- dad?...

» *

Estamos en presencia de un libro de viajes escrito por una persona que, á pesar dehaber vi a; ado mucho, no es verdaderamente un viajero. El autor no siente la pasión de los viajes : soporta á su pesar las inco^ modidades materiales, se traslada de un punto á otro, pero maldice los fastidios del viaje de mar, el cambio de trenes, los pésimos hoteles, etc., etc. Habla de sus viajes con una frialdad que hiela : adopta cierto estilo semi-escéptico, semi-burlón, para reírse de los que pretenden tener esa pasión tan horripilante.

'* Cuántas veces dice en un salón, brillante de luz, ó en una mesa elegante y delicada, he oído decir á UQ hombre, culto, fíno, bien puesto: tengo pasión por los viajes, y tomar su rostro la expresión vaga de un espíritu que flota en la perspectiva de horizontes lejanos; me ha venido á la memoria el camarote, el compañero, el ordago, la pipa, las miserias todas de la vida de mar y he deseado ver al poético viajero en- tregado á los encantos que sueña ! "

Ah! el placer de los viajes por los viajes mismos, sin preocupación aíguna, buscando contentar la curio-

1 86 RESEÑAS Y CRÍTICAS

sídad intelectual siempre aguzada, jamás satisfecha ! No hay nada en el mundo que pueda compararse á la satisfacción de la necesidad de ver y conocer : la impresión es de una nitidez, de una sinceridad, de una fuerza tal, que la descripción que la encarna in- voluntariamente trasmite al lector aquella sensación, y al leer esas páginas parece verdaderamente que se recorren las comarcas en ellas descriptas.

Esa vivacidad de la emoción, ese placer extraordi- nario que se experimenta, lo comprende sólo el via- jero verdadero, el que siente nostalgia de los viajes cuando ne encuentra en su rincón, el que vive con la vida retrospectiva é intensa de los años en que reco- rriera el mundo. Y para un espíritu culto, para una inteligencia despierta y con una curiosidad inquieta, qué maldición es ese don de la pasión de los viajes ! El horizonte le parece estrecho cuando tiene que re- nunciar á satisfacer aquella amiga tiránica ; la atmós- fera de la existencia rutinaria, tranquila, de esos mil encantos de la vida burguesa, lo sofoca : sueña des- pierto con países exóticos, con líneas, con colores lo- cales, con costumbres que desaparecen, con ciudades que se transforman, con el placer de recorrer el mun- do observando, analizando y comparando ! Y el mal- dito cosmopolitismo contemporáneo, con su furia igualadora, por doquier invade con su sempiterno

UN LIBRO CAÑÉ I 87

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cant^ su horrible vestimenta, la superficialidad de costumbres incoloras haciendo desaparecer, merced al adelanto de las vías de comunicación, el encanto de lo natural, de lo local, el hombre con su historia y sus costumbres según la latitud en que se encuentra.

El placer de los viajes es un don divino: requiere en sus adeptos un conjunto de condiciones que no se encuentran en cada bocas^alle, y de ahí que el crite- rio común ó la platitud burguesa no alcanzen á com- prender que pueda haber en los viajes y en las emi- g^racioncs goce alguno: sólo ven en la traslación de un punto á otro la interrupción de la vida diaria y rutinera, las incomodidades materiales ; tienen que encontrarse con cosas desconocidas, y eso los irrita, los incomoda, porque tienen el intelecto perezoso y acostumbrado ya á su trabajo mecánico y conocido.

Pero los pocos que saben apreciar y comprender lo que significan los viajes, viven de una doble vida, pues les basta cerrar un instante los ojos, evocar un paisaje contemplado, y éste revive con una intensidad de vida, con un vigor de colorido, con una precisión de los detalles que parece transportarnos al momento mismo en que lo contemplamos por vez primera, y borrar así la noción del tiempo transcurrido desde entonces.

La vida es tan fugaz que no es posible repetir las

I 88 RESEÑAS Y CRÍTICAS

impresiones ; más bien dicho, que no oonviene repe- tirlas. En la existencia del viajero, el recuerdo de una localidad determinada reviste el colorido que le trasmite la edad y el criterio del observador; sí, con el correr del tiempo, regresa y quiere hacer revivir in natura la impresión de antaño, sólo cosechará de- silusiones, porque pasan los años, se modifica el crite- rio y las cosas cambian. Mejor es no volver á ver : conservar la ilusión del recuerdo, que fué una reali- dad. Así se vive doblemente.

El señor Cañé parece tener pocas simpatías por esa vida, quizá porque la encuentra contemplativa, y considera que restringe la acción y la lucha. Error! El viajero, cuyo temperamento lo Hevea la lucha, se servirá de sus viajes para combatir en su puesto, y lo hará quizá con mejor criterio, con armas de mejor precisión que el que jamás abandonó su tertulia sem- piterna !

Es lastima que el autor de En Viaje no tenga el *' fuego sagrado" del viajero, porque habría podido llegar al máximum de intensidad en la observación y en la descripción de sus viajes.

No puedo resistir al placer de trancribir algunos párrafos, verdadera excepción en el tono general del libro, y en los que describe á Fort-de-France^ en la Martinica:

ÜN LIBRO DE CANB I 89

^^ Las fantasias más atrevidas de Goya, las auda- cias coloristas de Fortuny ó de Diaz, no podrían dar idea de aquel curiosísimo cuadro. El joven pintor ve- nezolano que iba conmigo, se cubría con frecuencia los ojos y me sostenía que no podría recuperar por mucho tiempo la percepción dei rapporti, esto es, de las medias tintas y las gradaciones insensibles de la luz, por el deslumbramiento de aquella brutal cru- deza. Había en la plaza unas 500 negras, casi to- das jóvenes, vestidas con trajes de percal de los colo- res «nás chillones, rojos, rosados, blancos. Todas es- cotadas, y con los robustos brazos al aire ; los talles fijados debajo del axila y oprimiendo el saliente pe- cho, recordaban el aspecto de las merveilleuses del Directorio. La cabeza cubierta con un pañuelo de seda, cuyas dos puntas, traidas sobre la frente, for- iñaban como dos pequeños cuernos. Elsos pañuelos eran precisamente los que herían los ojos ; todos eran de diversos colores, pero predominando siempre aquel rojo lacre, ardiente, más intenso aún que ese llamado en Europa lava del Vesuvio; luego un ama- rillo rugiente, un violeta tornasolado, qué yo ! £n las orejas, unas gruesas arracadas de oro, en forma de tubos de órgano, que caen hasta la mitad de la mejilla. Los vestidos de larga cola y cortos por delante, dejando ver los pies... siempre desnudos.

XQO RESEÑAS Y CRÍTICAS

Puedo asegurar que, á pesar de la distancia que se- para ese tipo de nuestro ideal estético, no podía me- nos de detenerme por momentos á contemplar la ele- gancia nativa, el andar gracioso y salvaje de las ne- gras martiniqueñas.

*• Pero cuando esas condiciones sobresalen redi- mente, es cuando se las vé, despojadas de sus lujos y cubiertas con el porto y sucio traje del trabajo, balan- cearse sobre la tabla que une al buque con la tierra, bajo el peso de la enorme canasta de carbón que traen en la cabeza... Al pie del buque y 9obre la ribera, hormigueaba una muchedumbre confusa y negra, iluminada por las ondas del fanal eléctrico» Eran mu- jeres que traían carbón á bordo, trepando sobre una plancha inclinada las que venían cargadas, mientras las que habían depositado su carga descendían por otra tabla contigua, haciendo el efecto de esas inter- minables filas de hormigas que se cruzan en silencio. Pero aquí todas cantaban el mismo canto plañi- dero, áspero, de melodía entrecortada. En tierra, sentado sobre un trozo de carbón, un negro viejo, so- bre cuyo rostro en éxtasis caía un rayo de luz, movja la cabeza con un deleite indecible, mientras batía con amba^i manos y de una manera vertiginosa, el parche de un tambor que oprimía entre las piernas, colocadas horizontalmente. Era un redoble perma-

UN LIBRO DE GANÉ I Q I

nente, monótoao, idéntico, á cuyo compás se traba- jaba. Aquel hombre, retorciéndose de placer, insen- sible al cansancio, me pareció loco" ...

Y termina el Sr. Canesú descripción de Forí-dc France con estas líneas en que trasmite la impresión que le causó un bamboula :

*^...Me será difícil olvidar el cuadro, caracteristico de aquel montón informe de negros cubiertos de car- bón, harapientos, sudorosos, bailando cod un entu- siasmo febril bajo los rayos de la hiz eléctrica. El tambor ha cambiado ligeramente el ritmo y bajo el, los presentes que no bailan entonan una melopea lasciva. Las mujeres se colocan frente á los hombres y cada pareja empieza á hacer contorsiones lúbricas, movimientos ondeantes, en los que la cabeza queda inmóvil, mientras las caderas, casi dislocadas, cule- brean sin cesar. La música y la propia imaginación las embriaga ; el negro del tambor se agita como bajo un paroxismo más intenso aún, y las mujeres, enloqtiecidas, pierden todo pudor. Cada oscilación es una invitación á la sensualidad, que aparece allí bajo la forma mts brutal que he visto en mi vida ; se acercan al compañero, se estrechan, se refriegan contra él, y el negfo, como los animales enardecidos, levanta la cabeza al aire y echándola en la espalda, muestra 9u doble fila de dientes blancos y agudos.

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No hay cansancio : parece increíble que esas mujeres lleven diez horas de un rudo trabajo . La bamboula las ha transfigurado. Gritan, gruñen, se estreme- cen, y por momentos se cree que esas fieras van á tomarse á mordiscos. Es la bacanal más bestial que es posible idear, porque falta aquel elemento que purificaba hasta las más inmundas orgías de las fiestas griegas: la belleza ..."

El libro del Sr. Gané es, en apariencia, una sen- cilla relación de viaje. Dedica sucesivamente seis ca- pítulos á la travesía de Buenos Aires á Burdeos, á su estadía en París y en Londres, y á la navegación desde Saint-Nazaire á La Guayra. Entonces en un capítulo cuya demasiada brevedad se deplora - habla de Venezuela, pero más de su pasado que de su presente.

En seguida, en seis nutridos y chispeantes capítu- los, describe su pintoresco viaje de Garacas á Bogotá; su paso por el mar Garibe, el viaje en el río Mag- dalena, y las últimas jornadas hasta llegar á la capi- tal de Golombia. A esta simpática República presta preferentísima atención el autor : no sólo se ocupa de su historia, describe á su capital, sino que pinta á

UN LIBRO DE GANÉ 193

la sociedad -bogotana, sin olvidar como lo ha dicho M. Groussac el obligado párrafo sobre el Tequen- dama. Detiénese el autor en estudiar la vida intelec- tual colombiana en el capitulo, en mi concepto, más interesante de su libro, y sobre el cual volveré más adelante. El regreso le da tema para varios capitules en que se ocupa de Colón, el canal de Panamá, y so- bre todo de Nueva- York. Y aquí vuelve de nuevo la clásica descripción del Niágara.

Tal es en esqueleto el libro de Gané. Prescindo de los primeros capítulos, á pesar de que insistiré sobre el de París, porque si bien su lectura es fácil, las aventuras á bordo del Vtlle de Brest no ofrecen ex- traordinario interés. Poco tema da el autor sobre Venezuela : más bien dicho, deja al lector con su cu- riosidad íntegra, sobrexcitada, pero no satisfecha. Sus pinceladas son vagas : parece como si quisiera concluir pronto, como si tuviera entre manos brasas ardientes. < Por qué ?

En cambio sus pinturas de Bogotá, de la sociedad y de los literatos colombianos, es realmente seduc- tora: nos hace penetrar en un recinto hasta ahora casi desconocido por la generalidad, especie de^^^ne- ceo original causado por el relativo aislamiento de la vida de Colombia. No me cansaré de ponderar esta parte del libro de Cañé. Pocas lecturas más fructífe-

I 94 RESEÑAS Y CRÍTICAS

ras, pocas más agradables : ejerce sobre el lector algo como una fascinación. Hay ahí una mezcla sapientí- sima del utile cumdulci.

Por lo demás, el libro entero está salpicado de jui- cios atrevidos, de observaciones profundas. La super- ficialidad aparente es rebuscada : el autor, sin que- rerlo, se olvida con frecuencia de que se ha prometido ser tan sólo un jovial á la vez que quejumbroso compañero de viaje. Al correr de la pluma, ha emi- tido'juicios de una precisión y exactitud admirables. Otras veces ha lanzado ideas que van contra la co- rriente general. El lector no se detiene mucho en los capítulos sobre París y Londres, cuando en la rá- pida lectura encuentra tal ó cual opinión sobre Francia ó Inglaterra. Pero poco á poco comprende que hay allí intención preconcebida, y cuando llega á los capítulos sobre Colombia, se encuentra in- sensiblemente engolfado en un análisis sutil de aque- lla constitución, que, según el dicho de Castelar, ''ha realizado todos los milagros del individualismo moderno". Entonces se refriega los ojos, vuelve á leer, y con asombro halla que el autor critica y critica con* fuerza el régimen federal de gobierno. Y no es la única página en que el libro ejerce una influencia sugestiva, forzando á meditar. Hay párra- fos al tratar del canal de Panamá y de los Estados-

UN LIBRO DE CAÑÉ I Q 5

Unidos, que hacen abrir tamaños ojos de asombro.

Pero sobre algunas cuestiones tuvo ya el autor un cambio de cartas con el Sr. Pedro S. Lamas, como puede verse en la Revue Sud-Americaine. No vol- veré, pues, sobre ello, siquiera por el vulgarísimo precepto de non bis in ídem.

Imposible me sería analizar con detención todas y cada una de las partes de este libro. Y ya que he di- cho con franqueza cuál es la opinión que sobre él he formado, séame permitido ocuparme de algunos de los variadísimos tópicos que han merecido la atención del autor.

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Corto es el capítulo que dedica á su estadía en Pa- rís el Sr. Gané. Y es lástima. En esas breves pági- nas, hay dos ó tres cuadros verdaderamente de mano maestra. Pero el autor ha sido demasiado parco : su pluma apenas se detiene la Cámara, el Senado, la Academia : he ahí lo único que ha merecido su par- ticular atención.

Los párrafos dedicados á las Cámaras, son bellísi- mos: los retratos de Gambetta, de Julio Simón y de Pelletan, perfectamente hechos.

Es, en efecto, en sumo grado interesante asistir á los debates de las Cámaras francesas. Guando aún

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196 RESEÑAS Y CRÍTICAS

estudiaba el que esto escribe en París (i 879-1 880), acostumbraba asistir con la religiosidad que le era posible, á las discusiones parlamentarias.

Entonces era necesario ir expresamente por ferro- carril hasta Versalles, donde aún funcionaba el Po- der Legislativo.

Gracias á la nunca desmentida amabilidad del Sr. Balcarce, nuestro digno Ministro en París, conse- guía con frecuencia entradas para la tribuna diplo- mática, donde, entonces como hoy, era necesario son palabras del Dr. Gané " llegar temprano para obtener un buen sitio ".

La sala de sesiones de la Gámara de Diputados era realmente espléndida. Hace parte del gran pala- cio de Luis XIV, y es cuadrilonga. El presidente estaba en frente de la tribuna diplomática, en un pupitre elevado, teniendo á la misma altura, pero á su espalda, de un lado á varios escribientes, de otro á varios ordenanzas. Una escalera conducía á su asiento. Más abajo la celebrada tribuna parlamenta- ria, á la que se sube por dos escaleras laterales. De- trás de esta, y á ambos lados, una serie de secreta- rios escribiendo ó consultando libros ó papeles, sea para recordar al presidente qué es lo que se hizo en tal circunstancia, ó los antecedentes del asunto, ó cualquier dato necesario.

UN LIBRO DE GANÉ 1 97

Al pié de la tribuna parlamentaria estaba el cuerpo de taquígrafos. Entre ellos y el resto de la sala exis- tía un espacio por donde circulaba un mundo de di- putados, ugieres, ordenanzas, etc.

En seguida, formando un anfiteatro en semicír- culo, están los asientos de los diputados, con peque- ñas calles de trecho en trecho. Cada diputado tiene un sillón rojo y en el respaldo del sillón que se en- cuentra adelante, hay una mesita saliente para colo- car la carpeta en la que lleva sus papeles, apuntes, etc.

La derecha entonces, como hoy, era minoría ; el centro y la izquierda, la gran mayoría.

Frente al cuerpo de taquígrafos encontrábanse los asientos ministeriales y para los sub-secretarios de Estado.

Las fracciones parlamentarias, perfectamente or- ganizadas, tienen sus espadas como sus soldados en lugares adecuados, los unos más cerca, los otros más alejados del medio. El primero con quien tropezaba al entrar por la puerta de la derecha, era... M. Paul de Cassagnac. El primero con quien se encontraba uno al entrar por la puerta de la izquierda, era el gran orador M. Clemenceau. El duelista de la dere- cha: M. de Cassagnac; el de la izquierda: M. Pe- rrin.

198 RESEÑAS Y CRÍTICAS

La tribuna de la prensa estaba debajo de la del cuerpo diplomático. En la misma fila están las desti- nadas á la presidencia de la República, á los presi- dentes de la Cámara y Senado, á los miembros del Parlamento, etc : todos los dignatarios tienen su tri- buna especial. Más arriba estaban las llamadas gale - rías, donde es admitido el público, siempre que pre- sente sus tarjetas especiales.

Las sesiones son tumultuosísimas. Se camina, se habla, se grita, se gesticula, se ríe, se golpea, se vo- cifera, mientras habla el orador, al unísono. En pre- sencia de semejante mar desencadenado, se compren- de que el orador no sólo debe tener talento sino san- gre fría, golpe de vista y audacia á toda prueba. La mímica le es indispensable, y la voz tiene que ser to- nante y poderosa para dominar aquella vociferación infernal. Tiene que apostrofar con viveza, que con- mover, que hacerse escuchar.

He asistido á sesiones agitadísimas, á la del inci- dente Cassagnac-Goblet, á la de la interpelación Bra- me, y á la de la interpelación Lockroy, que tanto con- movió á París en mayo del 79. Tiempo hace de esto, pero mis recuerdos son tan frescos que podría descri- bir aquellos debates como si recién los presenciara.

He oído, ó más bien dicho : visto, oradores que no pudieron hacerse escuchar y que bajaron de la tribu-

UN LIBRO DE GANÉ I QQ

na entre los silbidos de los contrarios y las protestas de los amigos; otros, como el bonapartista Brame, en su fogosa interpelación contra el Ministro del Inte- rior, M. Lepére, dominaban el tumulto ; M. Lepére en la tribuna estuvo durante un cuarto de hora sin po- der imponer silencio, en medio de una desordenada vo- ciferación de la derecha, y de los aplausos y aprobación de la izquierda, hasta que haciendo un esfuerzo pode- roso, gritando como un energúmeno, acalló momen- táneamente el tumulto, para apDStrofará la derecha, diciendo: '* vociferad, gritad, puesto que las inter- pelaciones no son para vosotros sino pretexto de rui- dos y exclamaciones . No bajaré de la tribuna hasta que os calléis!..."

¡Qué tumulto espantoso! Presidía M. Senard, el viejo atleta del foro y del parlamento francés, pero tan viejo ya que su voz débil y sus movimientos pe- nosos eran impotentes : agitaba continuamente una enorme campana (pues no es aquéllo una campani- lla ] de plata con una mano, y con la otra golpeaba la mesa con una regla. Los ugieres con gritos estento- res de ** un poco de silencio, señores s't7 vous plzit^ iu silence'' no lograban tampoco dominar la agita- ción. La derecha vociferaba y hacía un ruido ensor- decedor con los pies, la izquierda pedía á gritos: "la censura, la censura '*. Fué preciso amonestar seria-

3 00 RESEf^AS Y CRÍTICAS

mente á un imperialista, el barón Dufour, para que se restableciese el silencio...

Concluye el ministro su discurso, y salta (mate- rialmente: salta) sobre la tribuna el interpelante; vuelve á constestar el ministro, y torna de nuevo el interpelante... ¡qué vida la de un ministro con seme- jantes parlamentos 1 El día entero lo pasa en esas batallas parlamentarias... supongo que el verdadero ministro es el sub-secretario.

Gambetta, el tan llorado y popular tribuno, pre- sidía cuando M. de Cassagnac desafío en plena Cá- mara á M. Goblet, sub-secretario de Estado. Estaba yo presente ese día. ¡Qué escándalo mayúsculo! Pe- ro Gambetta dominó el tumulto, hizo bajar de la tri- buna á Cassagnac, lo censuró, y calmó la agitación.

He oído varias veces á M. Clemenceau, el gran orador radical. Le defendiendo á Blanqui, el con- denado comunista, que había sido electo diputado por Burdeos. Es uno de los oradores que mejor habla y que posee dotes más notables. Como uno de los con- trarios ( hay que advertir que la izquierda estaba en ese caso en contra de la extrema izquierda ) le grita- ra: '* basta! ", él contestó sin inmutarse : "Mi que- rido colega, cuando vos nos fastidiáis, os oímos con paciencia. Nadie es juez en saber si he concluido, sal- vo yo mismo", y después de este apostrofe tranquilo,

UN LIBRO DE GANÉ 201

continuó su discurso...! Elsa interpelación dio origen á una respuesta sumamente enérgica por parte de M. Le Royer, entonces Ministro de Justicia.

La organización administrativa es además admi- rable. Las Cámaras se reúnen diariamente de 2 á 6 1/2, y el cuerpo de taquígrafos da los originales de la traducción estenográfica á las 8 p. m. A las 1 2 p. m. se reparten las pruebas de la impresión y á las 6 de la mañana siguiente ** todo París" puede leer integra la sesión de la tarde anterior en el Journal Officiel.

Y todo esto sin contratos especiales, sin que cueste un solo céntimo más, sin que las Cámaras voten re- muneraciones especiales al cuerpo de taquígrafos, y sin ninguna de esas demostraciones ridiculas para aquellos que están habituados á la vida europea. Re- cuérdese loque pasó en 1877 entre nosotros, cuando se debatió la '* cuestión Corrientes" : La Tribuna pu- blicó las sesiones al día siguiente, y todos creyeron que era un... milagro.

Con el régimen parlamentario francés, la tarea es pesadísima para los diputados ¡ no tanto para los senadores], pero insostenible para los oradores.

Y los ministros, que tienen que despachar los asun- tos de ministerios centralizados, que atender á lo que pasa en la Francia entera, que proyectar reformas, que estudiar leyes, que contestar interpelaciones, que

20 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS

preparar y corregir discursos : i cómo pueden hacer todo esto? A un hombre solo le es materialmente im- posible, y añádase á eso que tiene la obligación de dar reuniones periódicas, bailes oficiales, etc. ¡Qué vida ! Se comprende que sería ella imposible sin una numerosa legión de consejeros de Estado, de sub-se— cretarios, de secretarios, de directores, etc., que no cambian con los Ministros, sino que están adscriptos á los ministerios. ¡ Qué diferencia con nuestro modo de ser! Entre nosotros,'por regla general, los minis- tros están solos, pues los empleados en vez de ser coo- peradores de confianza son meros escribientes, salvo, bien entendido, honrosas excepciones. Cuando se re- flexiona sobre la existencia que lleva un ministro en países de aquella vida parlamentaria, parece difícil explicarse cómo pueden atender, despachar, contes- tar todo ; y al mismo tiempo pensar y realizar gran- des cosas.

* *

En el libro que motiva estas páginas, el autor, se- gún lo declara, ha procurado contar, y contar ligera- mente, "sin bagajes pesados". Este propósito pro- bablemente ha hecho que no profundice nada de lo que observa, sino que se contente con rozar la super- ficie.

UN LIBRO DE CAÑÉ 2O3

Uno de los rasgos más característicos de Colombia, es su poderosa literatura. La raza colombiana es ra- za de literatos, de sabios, de profundos conocedores del idioma : allí la literatura es un culto verdadero, y no se sacrifican en su altar sino producciones casti- zas, pulidas, perfectas casi. £1 señor Gané, á pesar de su malhadado propósito de '^marchar con paso igual y suelto '\ y de su afectado desdén por los estu- dios serios y concienzudos, llegando hasta decir ^'que nada resiste en el día á la perseverante consulta de las enciclopedias*', no ha podido resistir, sin embargo, al deseo ó á la necesidad de ocuparse de la faz litera- ria de Colombia. Condensa en 24 páginas un capí- tulo que modestamente titula... la inteligencia, y en el cual, protestando que no es tal su intención, el au- tor trata de perfilar á los primeros literatos colom- bianos contemporáneos, en párrafos de redacción suel- ta, á la diablcj para usar su propia expresión.

Habla de la facilidad peligrosa del numen poético en los colombianos ; se ocupa de don Diego Pombo, de Gutiérrez, González, de Diego Fallón, de José M. Marroquín, de Ricardo Carrasquilla, de José M. Sam- per, de Miguel A. Caro, y por último de Rufino Cuer- vo. Tal es el contenido de ese capítulo, interesantí- simo sin duda, pero incompleto y demasiado á vuelo de pájaro. Leí con avidez esa parte del libro : creí

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encontrar mucho nuevo : los recuerdos de un hombre que ha estado en contacto con la flor y nata de los literatos de aquella nación privilegiada ; las picantes observaciones que presagiaba el sostenido prurito de excepticismo y cierta sal andaluza que campea con galana finura en muchos pasajes de este libro.

Mi curiosidad, sin embargo, no fué del todo satis- fecha. La Nueva Revista había publicado ya (1881) un interesante artículo de D. José Caicedo Rojas, so- bre la poesía épica americana y sobre todo colom- biana (i) ; un importante y eruditísimo (1882) es- tudio de D. Salvador Camacho Roldan, sobre la poe- sía colombiana, á propósito de Gregorio Gutiérrez González (2) ; y finalmente ( 1 883) un notable juicio de D. Adriano Páez, sobre José David Guarin (3). En esos artículos se entrevé la riquísima y fecunda vida intelectual de aquel pueblo ; pasan ante los ojos atónitos del lector centenares de poetas, literatos, historiadores, críticos, etc. ; se descubre una produc- ción asombrosa, una plétora verdadera de diarios, periódicos, folletos y libros.

Y el que está algo al cabo de las letras en Colom- bia, aunque resida en Buenos Aires, conoce su nu-

(!) Véase: primera serie, tomo III, pág. 350-377.

(2) Véase: primera serie, tomo IV, pág. 335-290.

(3) Véase: primera serie, tomo VI, pág. 161-181.

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merosísima prensa, sus periódicos, sus revistas, sus escuelas literarias; la lucha entre conservadores y liberales, entre los grupos respectivamente encabe- zados por el Repertorio Colombiano y La Patria. Y por poco numerosas que sean las relaciones que se cultiven con gente bogotana, á poco el bufete se llena con El Pasatiempo, El Papel periódico ilus- trado, etc.

Nada de eso se encuentra en el libro de Gané. Él , periodista, ha olvidado á la prensa. Y eso que la prensa de Colombia es especial, distinta bajo todos conceptos de la nuestra.

Pero se busca en vano el rastro de Julio Arboleda, de José E. Caro, de Madiedo, de Lázaro María Pé- rez, de... en una palabra, de todos los que sobrevi- ven de la exhuberante generación de 1844 y 1846: Restrepo, y tantos otros. Y si esa época parece ya muy echada en olvido, queda ladeiS^i^á 1858, en que tanto florecieron las letras colombianas : de esa época datan José Joaquín Ortiz, Camacho Roldan, Ancizar, Ricardo Silva, Salgar, Vergara y tantos otros... ! Verdad es que el Sr. Cañé declara que " no es su propósito hacer un resumen de la historia lite- raria de Colombia". Bien está, pero cuando se de- dica un capítulo á la inteligencia de un país, pre- ciso es presentarla bajo todas sus faces, mostrar su

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filiación, recordar SUS más ilustres representantes...

£1 autor de En Viaje añade, sin embargo, á ren- glón seguido : *^ si he consignado algunos nombres, si me he detenido en el de algunas de las personali- dades más notables en la actualidad, es porque, ha- biendo tenido la suerte de tratarlas, entran en mi cuadro de recuerdos *'. Valga como escusa, pero es lástima, y grande, que no se haya decidido á exami- nar con mayor detención tema tan rico como intere- sante.

En ese capitulo falta, pues, una exposición metó- dica, no digo de la historia literaria de Colombia, sino del estado actual de la literatura en aquel país ; ni se mencionan nombres como los de Borda, Arrieta, Isaacs, Obeso y tantos otros descollantes ; nada so- bre la Academia, sus trabajos, y, sobre todo, ese inexplicable silencio acerca del periodismo bogotano!

Quizá haya tenido el Sr. Gané alguna razón para incurrir en esas omisiones : sea, pero confieso que no alcanzo cuál puede ser. Lo deploro tanto más cuanto que por las páginas escritas, se deduce con qué hu- mour para emplear esa intraducibie locución se habría ocupado de toda aquella literatura. Hay, pues, que contentarse con los rápidos bocetos que nos traza.

Pero el Sr. Cañé, con esa redacción á la diable

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como él mismo la califica se deja arrastrar de su predilección : acaba de decirnos que sólo se ocupa de las personalidades ^*que ha tenido la suerte de tra- tar'', y sin embargo, su entusiasmo lo lleva á dedi- car gran parte del capitulo á Gutiérrez González, poeta notabilísimo, es cierto, pero que murió en Me- dellin., el 6 de Julio de 1872...

Se ocupa largamente de Rafael Pombo, el famoso autor del canto de Edda, que dio la vuelta á América y que mereció, entre la avalancha de contestaciones, una hermosísima de Carlos Guido y Spano, *' Pombo según el Sr. Gané— es feo, atrozmente feo. Una cabecita pequeña, boca gruesa, bigote y perilla rubia, ojos saltones y miopes, tras unas enormes gafas... Feo, muy feo. Él lo sabe y le importa un pito." Re- fiere el autor una aventura de la Sra. Eduarda Man- siila de García con Pombo, y á fe, que lo hace con chiste y oportunidad.

Dice el Sr. Gané que Rafael Pombo, á pesar de las reiteradas instancias de sus amigos y de ventajosas propuestas de editores, nunca ha querido publicar sus versos coleccionados. Y hace con este motivo una observación, que por cierto ha de causar alguna ex- trañeza entre nosotros, porque la costumbre que se observa es diametralmente opuesta.|He aquí esa cu- riosa observación : ''Cuántas reputaciones poéti-

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cas ha muerto la maaia del volumen, y cuantos arre- pentimientos para el porvenir se crean los jóvenes que, cediendo á una vanidad pueril, se apresuran á coleccionar prematuramente las primeras é insípidas florecencias del espíritu, ensayos en prosa ó verso..." Pero el Sr. Cañé es, á la verdad, un espiritual ob- servador. Véase sino el siguiente chispeante retrato de Diego Fallón, cuyos cantos A las ruinas de Suesca y A la luna son de tan extraordinario mé- rito. " Figuraos una cabeza correcta, con dos gran- des ojos negros, deux trous qui luí vont jusqu^dt Vame^ pelo negro, largo, echado hacia atrás, nariz y labios finos, un rostro de aquellos tantas veces repro- ducidos por el pincel de Van Dyck. Un cuerpo del- gado, siempre en movimiento, saltando sobre la si- lla en sus rápidos momentos de descanso. Oidlo, porque es difícil hablar con él, y bien tonto es el que lo pretende, cuando tiene la incomparable suerte de ver desenvolverse en la charla del poeta el más ma- ravilloso kaleidoscopio que los ojos de la inteligencia puedan contemplar... hasta que el reloj la hora y el visionario, el poeta, el inimitable colorista, baja de un salto de la nube dorada donde estaba á punto de creerse rey, y toma lastimosamente su Ollendorfií para ir á dar su clase de inglés, en la Universidad, en tres ó cuatro colegios y qué yo donde más..."

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El que eso ha escrito no es sólo un estilista, un Vanderbilt del idioma : es más aún, es un humo- rista, legítimo discípulo de Sterne, lector asiduo quizá del Tristam Shandy, Esa fácil ironía, ese buen humor inagotable, esa fuerza superior de sarcasmo ; por momentos alegre, sonriente, burlón, en una pa- labra " esa rapidez de impresiones y esos contrastes siempre nuevos, son el secreto del humorista ".

Y cuando pintaá Rufino Cuervo, el sapientísimo au- tor de las Apuntaciones criticas sobre el lenguaje bo- gotano^ ''trabajando con tranquilidad, sin interrum- pirse sino para despachar un cajón de cerveza... ", - porque Cuervo no es ni más ni menos que cervecero. " Yo mismo he embotellado y tapado, me decía Ru- fino" agrega el Sr. Cañé...

Hablando de Carlos Holguin, dice que "...y esto sea dicho aquí entre nosotros, Holguin fué uno de los ca- chacos más queridos de Bogotá, que le ha conservado siempre el viejo cariño". Ahora bien, < quiere saberse lo que es un cachaco} El autor se encarga de expli- carlo, y lo hace con exquisita claridad. ''El cachaco es el calavera de buen tono, alegre, decidor, con en- tusiasmo comunicativo, capaz de hacer bailar á diez esfinges egipcias, organizador de las cuadrillas de á caballo en la plaza, el día nacional, dispuesto á hacer trepar su caballo á un balcón para alcanzar una son-

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risa, jugador de altura, dejando hasta el último peso en una mesa de juego, á propósito de una rifa; pronto á tomarse á tiros con el que le busque, bravo hasta la temeridad... " Y apliqúese ese retrato al respetable señor Holguin !

De don José María Samper, trae un rápido boceto : ^*ha escrito, dice, 6 ú 8 tomos de historia, 3 ó 4 de versos, i o ó 1 2 de novelas, otros tantos de viajes, de discursos, estudios políticos, memorias, polémi- cas... qué se yo !... Naturalmente en esa mole de li- bros sería inútil buscar el pulimento del artista, la corrección de lineas y de tonos. Es un rio americano que corre tumultuoso, arrastrando troncos, detritus, arenas y peñascos... ^^

En fin, largo sería seguir al autor en estos retra- tos, género literario en que evidentemente descuella. Me he detenido en este punto, porque parece que allí se revela una nueva faz del talento del señor Cañé. Tiene el don de daguerreotipar á una personalidad en pocas líneas, presenta la luz, la sombra, el claro obscuro que iluminan el retrato, poniendo de relie- ve su lado serio y su lado cómico. Busca siempre el efecto del contraste. Y esto es lo que me mueve á de- cir que tiene tendencias á ser un verdadero humo- rista.

¿Qué es efectivamente el humour? Un crítico cele-

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bre lo ha definido magistralmente. Es, dice, el ím- petu de un espíritu dotado de la aptitud más esqui* sita para sentir, comprender y explicar todo : es el movimiento libre, irregular y audaz de un pensa- miento siempre dispuesto, que ama esas trampas tan temidas de los retóricos: las digresiones, y que se abandona con gracia á ellas cuando por casualidad encuentra un misterio del corazón para aclararlo, una contradicción de nuestra naturaleza para estu- diarla, una verdad despreciada para enaltecerla : un pensamiento al cual atrae lo desconocido por un se- creto magnetismo, y que bajo apariencias ligeras pe- netra en las más obscuras sinuosidades del mundo mo- ral, da á todo lo que inventa, á todo lo que reprodu- ce, el colorido del capricho, y crea por el poder de la fantasía, una imagen móvil de la realidad más móvil aún.

Ahora bien; léase con atención el último libro del señor Cañé y se encontrará confirmada la exactitud de esa pintura en muchos y repetidos pasajes. Y ca- si me atrevería á asegurar que es justamente en los pasajes en que el autor se ha abandonado con más naturalidad á esa tendencia, que el lector con más justicia se complace.

Edmundo De Amicis en algunos de sus libros afor- tunados ha hablado de la página magistral, la página

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clásica, la página estupenda que todo escritor debe tener conciencia de haber escrito ó poder escribir, pa- ra poder asi llegar á la posteridad. Una de esas pá- ginaSf por ejemplo, es la que se reñere á la *'riña de gallos" en el libro sobre España, En aquellas 5 ó 6 páginas, dice un crítico, se hallan reunidas, amalga- madas hasta la cuarta potencia, todas las cualidades deDe Amicis: la sutileza del observador, el vigor del colorido, la elegancia del estilista, y, junto con todo esto, aquella variedad, abundancia y riqueza archi- millonaria del idioma, por lo cual es verdaderamente descollante.

i Pueden aplicarse estas palabras de Barrili al se- ñor Cañé ? < El autor de En Viaje ha condensado ya todas sus cualidades, ha dado su nota más alta ? En cada libro que escribe el señor Gané, se revela una faz distinta de su espíritu: esto hace difícil en extre- mo la tarea del crítico severo, fácil á lo sumo la del benévolo, pues en justicia hay tanto que alabar I

Por eso, una crítica justa á pesar de que el señor Gané ha dicho que es la *^que más difícilmente se per- dona, como los palos que más se sienten son los que caen donde duele" en este caso, puede con leal im- parcialidad tributar cumplido elogio al escritor que se ha revelado humorista de buena ley, confirmando su vieja reputación de estilista brillante.

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Y es lástima grande que con tan brillantes cualida- des, no sea el señor Cañé más que un dilettante en las letras. Se nota que aquel autor no siente en la vocación del escritor ; escribe como un pis aller. Do- tado como pocos para ello, jamás ha considerado á las letras sino como un accesorio, y en el fondo se me ocurre que es el hombre más desprovisto de vanidad literaria. Las letras son para él queridas pasajeras, que se toman y se dejan rehuyendo compromisos, y á las que no se pide sino el placer del momento, sin la preocupación del mañana. Su temperamento, sus más vehementes inclinaciones lo llevan á la vida polí- tica, á la acción : es hombre de parlamento, orador nato, á quien el ejercicio del poder, sea en ministerios ó á la cabeza de cualquier administración, parece producir una satisfacción que degenera en dulce em- briaguez. Es un literato que desdeña las letras, y á quien la política, como Minotauro implacable, ha de- vorado sin remedio. Escribirá aún de vez en cuando, quizá, pero lo hará con la sonrisa de escepticismo en los labios, y como calaverada de gran señor.

La política es la gran culpable en la vida america- na : fascina á los talentos jóvenes, los seduce y los es- teriliza para la producción intelectual serena y eleva-

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da ; los embriaga con la acción efímera, los gasta y los deja desencantados, imposibilitándolos para vol- ver al culto de las letras, y esclavizados por la fascina- ción de la vida pública. Sacrifican así, esos espíritus escogidos, una gloria seria y permanente, por una gloria inconsistente y del momento.

Cañé principió por dejarse seducir por el diarismo político y derrochó un espléndido talento en escri- bir artículos de combate que, deslumbradores fuegos de artificio, vivieron lo que viven las rosas, el espa- cio de unas horas. < Quién se acuerda hoy de ellos? Su propio autor los ha olvidado quizá, y con razón, porque son producciones condenadas de antemano á muerte prematura.

Pero, si bien se explica que un hombre de ese tem- ple sacrifique las letras por la política, no se com- prende cómo sacrifica la vida pública activa por la tranquilidad del ocio diplomático. Puede que el tem- peramento un tanto epicúreo del autor de En viaje algo haya influido en este súbito cambio de frente, pe- ro renunciar á la vida parlamentaria, á la prensa po- lítica, al gobierno activo, para refugiarse en un retiro diplomático, cuando se encontraba en plena juventud, sin haber llegado siquiera á mitad de la vida, lleno de vigor, de aspiraciones, de sangre bullidora...! Misterio! La vida diplomática tiene, es cierto, nobi-

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lísíma esfera de acción, pero para un hombre de esas condiciones se asemeja á un suicidio moral. Por- que si las funciones diplomáticas permiten disponer de ocios, es preciso llenarlos, y si no se les llena con la labor literaria, un temperamento demasiado acti- vo corre peligro de emplearlos en apurar hasta las he- ces el cáliz de Capua, y ese cáliz es fatal.

Me hace acordar el señor Cañé á la figura tan sim- pática y tan análoga de aquel brillantísimo espíritu francés que se llamó Prevost-Paradol; también fué un escritor que pudo haber fácilmente traspuesto las más altas cumbres: dotes, preparación, ambición, todo poseía. El éxito le sonrió siempre... Pero aban- donó las letras por la política, y cambió la lucha ac- tiva por el reposo diplomático. Aquel bello talento se esterilizó por completo.

Se me viene á la memoria un incidente verdadera- mente gráfico en la vida de Prevost-Paradol. Un día, un amigo le decía: "<Por qué no escribe usted la his- toria de las ideas parlamentarias ? Hay ahí un libro interesante y digno de tentar su talento. Y él respon- dió: Qué feliz es usted de creer todavía en los li- bros, en las frases, y de encariñarse con todos esos juguetes inútiles que sirven de pasatiempo á los de- socupados ! ... Y añadió : Sólo el poder es verdade- ro. Conducir á los hombres, dirigir sus destinos. He-

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varios á la grandeza por caminos que no se les indi- ca, preparar los acontecimientos, dominar á los he- chos, forzar á la fortuna á obedecer he ahí el objeti vo que es preciso tener 5' que sólo alcanzan las volun- tades fuertes y las inteligencias elevadas ! "

Se me fígura que el diplomático Gané más de una vez pensará con melancolía en esas palabras. Si es cierto que el epicureismo le ha hecho desertar de la lucha ardiente, se ha vengado de tal cobardía moral ahogándolo en ese fastidio que eternamente pone de manifiesto el autor de En Viaje, Aún es tiempo, sin embargo, de que reaccione ; y si la voz aislada de un extraño pudiera servir de suficiente profecía, que no la considere como viniendo de una Casandra de al- dea, sino que trate de no justificar aquel verso fa- moso :

L'armure qu'il portait n'allait fas á sa taille. Elle était bonne au plus pour un jour de bataille Et ce jour-lafut court comme une nuit d'été.

Mayo de 1884.

VIII

MARTIN garcía MEROU

sus "estudios literarios" (i)

RACE poco que llegó al Río de la Plata este libro, y anunciase ya otra nueva producción de tan fecundo cuanto amable poeta. Antes, sin embargo, de leer sus Impresiones, que tratan del mismísimo asunto que sirvió de tema al reciente libro de Gané En Viaje, la Nueva Revista, tardía aunque segu- ra, tiene el deber de ocuparse de un volumen, para ella tanto más simpático, cuanto que en sus págjnas se publicó uno de los más interesantes capítulos: El alma de don Juan (2).

(i) i Yoluroen en (80 de II3 páginas elegantemente impreso en Madrid. (Librería de Muríllo). (2) Véase el tomo V, pág. 3-14.

2 1 8 RESEÑAS Y CRITICAS

Es, entre nosotros, universalmente conocido Mar- tín García Mérou. Perteneciente á la más joven ge- neración, su carrera literaria es tan reciente como rápida. Sus Poesías (i) fueron para el público una revelación, y la opinión imparcial le saludó poeta, pero poeta de buena ley, de inspiración, de esponta- neidad. Sus Nuevas poestas{2] confirmaron con brillo su merecida y no impugnada fama. Sus Reflejos (3) y sus Varias poesías (4) no hicieron sino acre- centar su reputación. Martín García Mérou es, efec- tivamente, poeta, pero no versificador ; sus estrofas son verdaderas poesías y no trabajados versos ; en sus producciones poéticas fluye la inspiración que no se adquiere con el rebuscamiento de rimas forzadas, ni con el pregonamiento de tesis liberalescas ó de teo- rías pretendidamente filosóficas. En las produccio- nes de García Mérou la poesía habla al corazón y á }a inteligencia : jamás en sus versos se entrevé una prosa laboriosamente rimada ; sus poesías son sen- cillas, porque son verdaderas : para cautivar al lec- tor sólo ha menester decir lo que siente, sin jamás entrar en el terreno vedado de excesos naturalistas.

(1) 1879-1880. Buenos Aires, 1880, i volumen.

(2) 1 880-1881. Buenos Aires, i88[.

(3) Un folleto. Buenos Aires, 1881.

(4) La sombra de Nani, Miml, El Payaso, Cuadros de la con^ quista del Perú, En dos albums. Buenos Aires, 1882 .

MARTÍN GARCÍA MÉROU 2 I Q

García Mérou pertenece á la raza de los "afortu- nados ", de esos fauci sed selecti de que habla el poeta antiguo. En alguno de los bellos capítulos de su último libro, el poeta porque lo es, aun cuando emplea la prosa habla de las hadas y semi-dioses de las leyendas del Norte: pues bien, en su destino parece como si alguna de esas poéticas á la par que poderosas divinidades hubiera decidido velar por su felicidad. Su vida hasta ahora ha sido una marcha por sobre rosas, cosechando triunfos y conquistando simpatías. Véase sino. Sus primeros pasos en la di- fícil senda literaria fueron protegidos por la previ- sora égida fraternal, especie de antiguo pénate, cuyo severo buen gusto y sólidas cualidades se han sepul- tado más tarde en inexplicable mutismo. En el mo- mento crítico en que, abandonados los estudios aca- démicos, se encontraba indeciso acerca del rumbo que debía elegir, la hada que seguramente preside sus destinos, le deparó la fortuna singular de reco- rrer el viejo y el nuevo mundo bajo la dirección de un maestro tan experimentado como hábil ; conoció el mundo, llevado de la mano por aquel seguro guía con cuya carrera tiene tanto parecido. El gobierno de su país lo inviste, á su temprana edad, de un alto cargo diplomático, y en tal carácter frecuenta sociedades cultísimas en Europa y América. Y sin

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embargo... García Mérou en este libro, estudiando á los desesperados en la contemporánea literatura, se lamenta y habla del dolor, como si durante su vida hubiera experimentado cruentas desgracias !

García Mérou ha hablado del mal del siglo^ recor- dando las páginas que su poeta favorito— Musset le dedica en fus bellísimas Confesiones^ pero ha ol- vidado distinguir entre las diversas categorías que representan Werther, Rene, Adolphe, Obermann y otros tipos legendarios: ha prescindido de esa falange dolorida (en literatura) de los que sufren el extraño mal denominado hastio de la felicidad. El, que hasta ahora no ha cosechado sino aplausos y felicitaciones; que ignora las crueles asechanzas de la envidia, los despreciables manejos del odio ciego, las míseras ca- balas de banderías literarias, el indiferentismo de los dispensadores del ruido momentáneo y de la fama callejera!...

Para él, poeta, ^^ las hadas son las musas que lo inspiran y las reinas del mundo en que se agita^\ se- gún sus propias palabras. Quiera el Destino que esas hadas lo protejan siemprel Pero le falta esa nota del dolor que como poeta admira en Leopardi, y que le hace repetir el verso famoso:

L'homme est un apprcnti; la douleur est son maXlre Et nul ne s'y connait, tant qu'il n'a pas souffert /...

MARTIN garcía MEROU 2 2 I

Ejs probable; es casi seguro que no le faltará en su carrera esa nota terrible. Abunda en este mundo la pequenez, y ¡ ay de los odios de los pequeños ! Son tanto más terribles cuanto mayor la pequenez. Si eso le sucede, consuélese el poeta : no se odia á los mediocres. Y la carencia de enemigos demuestra muchas veces tan sólo falta de superioridad.

Un joven crítico argentino, cuya palabra debe te- ner especialisimo valor para el autor de este libro, ha dicho con suma razón en ocasión análoga : '' En- tiendo que una palabra desapasionada, que no se puede suponer hija de la envidia ni de la adulación, debe agradar á un joven autor que ve sonriente el porvenir, y creo que aunque no le agrade, es la única que debe pronunciarse en sus oídos. De otra manera, la crítica, por modesta que sea, se convierte en un incensario ó en una diatriba : incensario, cuando coloca en frentes sin arrugas los laureles de los que han envejecido cultivando con éxito un in- genio poderoso ; y diatriba, cuando desconoce los méritos verdaderos, dando rienda suelta á las pa- siones innobles que suelen agitar el corazón hu- mano...

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Es, pues, siguiendo tan sano consejo que voy á emitir una opinión acerca de este libro.

García Mérou, en el elegantísimo volumen de sus Estudios literarios, principia por una introducción acerca de la tendencia de la moderna crítica litera- ria, é inserta en seguida una serie de artículos, ya publicados en revistas ó en periódicos \ i"* El alma de Donjuán ; Los cuentos ; 3** Las baladas ; 4** Muje- res y autores \ 5* Forma é idea ; 6* Nana y el natu- ralismo ; Notas sobre un poema \ 8* Dos novelas ; Los desesperados. Esos artículos, según él mismo lo declara en el Prefacio, tratan de ser más bien *' una conversación divagadora, amena é instructiva, en que las cosas, los hombres, las obras y los hechos son recibidos, barajados y vueltos á arrojar con habilidad y destreza : algo como un lawn-tennis intelectual ".

El autor pertenece, como su ex- jefe diplomático, á la escuela reducida de los estilistas : tiene siempre presentes á Gautier y Saint-Victor, repite con frui- ción que el ideal del primero fué ** cincelar la frase, pintar con la palabra, hacernos palpar la idea traspa- rente y alada, como se pueden palpar los contornos voluptuosos de una estatua, y por eso, todas sus es- trofas están construidas con estos tres únicos mate- riales : el oro, el mármol y la púrpura ; es decir, bri- llo, solidez y color ".

MARTÍN GARCÍA MEROU 22 3

Su introducción caracteriza las diversas escuelas de crítica literaria. Y es esta una cuestión que mere- ce especialísima atención.

En un artículo anterior he tenido ocasión de ha- blar sobre los diversos métodos de la crítica literaria* No volveré, pues, sobre lo dicho. Baste á mi objeto recordar que hasta Sainte-Beuve la crítica era pura- mente estética : consideraba á la obra literaria en misma, 'con prescindencia del autor y del mundo, y la comparaba á los modelos clásicos, según las reglas de Horacio y Boileau : la obra maestra de esa escuela es la. Htstotre de la littérature frangaise^ por Nisard.

Los progresos de la historia y de las ciencias au- xiliares han cambiado completamente la faz de la cuestión. El ilustre crítico de Chateaubriand et son groupe revolucionó el mundo literario con su méto- do analítico : las obras, para él, eran verdaderas ema- naciones del autor; de ahí que para analizar y dise- car la obra en su misma naturaleza, le sea necesario analizar y disecar al escritor. Nada resiste á la mi- rada penetrante y escrutadora de Sainte-Beuve : su riguroso análisis, su lógica férrea le permiten arri- bar siempre á conclusiones definidas. Después de él, Scherer ha sido su mejor discípulo ; pero Taine es, sin duda, quien ha reformado, mejor dicho, trans- formado su método. El sistema de Taine es conoci-

2 24 RESEÑAS Y CRITICAS

do : para él no hay distinción entre fisiología y psi- cología: las leyes biológicas se aplican á la literatu- ra como á la naturaleza. El método científico, desde entonces, se ha entronizado totalmente en la crítica literaria, y Zola, al proclamar su aparente reforma, el experimentalismo, no trepida en invocar el nombre venerado de Claudio Bernard y sus doctrinas cientí- ficas.

García Mérou, en las páginas que dedica á tratar esta grave cuestión, llega á inclinarse á la escuela de Julio Janin y Paul de Saint-Victor ¡ siempre la adoración de estilista ! y se alista en sus filas con palabras calurosas y elocuentes.

Sin embargo, la alta crítica literaria de nuestra época está lejos de ser el patrimonio de aquellos ad- mirables cinceladores de frases, mágicos adoradores de la forma, sacerdotes del culto embriagador de la maestría de la palabra. La moderna crítica literaria está, puede decirse, en manos del naturalismo de Taine y del experimentalismo de Zola, con Edmond Scherer en Francia ; Hillebrand y Lotheisen, en Ale- mania ; Morley y Saintsbury, en Inglaterra ; De Sanctis, en Italia. Sin embargo, la reforma del re- nombrado autor de la Histoire de la Littérature an- glaise ha sufrido á su vez una nueva transformación, que no ha repercutido aún en los pueblos de raza la -

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tina, pero que es ya innegable en los de raza germá- nica. El nuevo reformador es un dinamarqués cuyo nombre hace años viene provocando tempestades en su patria : Georges Brandes. Su doctrina ha sido for- mulada en su monumental obra sobre las corrientes literarias del siglo actual : Dte Hauptstrdmungen der Literatur des neunzenten J ahrhunderts ( i ). Brandes, con todo, como él mismo lo reconoce, es tan sólo el continuador de Hettner, quien, en su celebrada His- toria de la literatura del siglo xviii, describe en for- ma verdaderamente épica las grandes batallas por las ideas reformadoras de aquel siglo. Brandes, trans- formando ese método, considera á la obra literaria no sólo como el producto de su autor y de su país, sino del conjunto de la civilización de la época, por la acción recíproca que las ideas y escuelas de una na- ción ejercen sobre las demás. Estudia la atmósfera intelectual de la época, la deduce de la comparación de las diversas naciones y muestra la relación recí- proca más ó menos involuntaria en que están todas las literaturas, y juzga entonces á la obra literaria

(i) Traducción de Adolf Strodtmann. Berlín (Duncker, 1872-1876) tomos I-IV. El V acaba de aparecer traducido al alemán por su mismo autor. Sólo conozco de él lo que dice Charles Simond en su reciente articulo sobre Brandes en la Revue Internationale, que dirige con universal aplauso en Florencia el notable critico italiano De Gubsmatis, adepto de la nueva escuela.

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según la corriente intelectual á que pertenece. Y co- mo el autor es producto de su nación, ésta de la época, y cada época de las anteriores, resulta que la obra li- teraria es una imagen fiel del período que la produ- ce. De ahí que Brandes divida el siglo xix en seis grandes grupos : el primero, inspirado por Rousseau, es francés, y lo denomina literatura de los emigran- tes^ y bajo él comienza la reacción á las ideas avanza- das del 89 y de los enciclopedistas ; el segundo es la escuela romántica en Alemania^ y en él la reacción se acentúa, divorciándose de las tendencias liberales y progresistas del siglo ; el tercero, la reacción en Francia^ representa la reacción triunfante, y com- prende escritores como De Maistre, Lammenais (en su período ortodoxo), Lamartine y Victor Hugo (bajo la Restauración); cuarto, el naturalismo en Inglaterra^ lo compone Byron y sus coetáneos ; el quinto, la escuela romántica en Francia^ movimien- to representado por Hugo, Musset, y toda la pléyade de 1830; el sexto, la joven Alemania^ compuesto de Heine, Borne, Auerbach y otros. Y como después de 1 848 se ha producido un nuevo movimiento, es de creerse que Brandes agregue un séptimo período.

Las teorías literarias de Brandes no circulan sino entre el público de habla alemana, porque sus libros aún no han sido traducidos á un idioma latino. Pero

MARTÍN GARCÍA MÉROU 2 2^

entre sus adeptos, cuenta no sólo alemanes y dina- marqueses como W. Scherer, Rodenberg, HeysC; Leixner, Ahnfeld, sino que ha inspirado al ilustre escritor De Gubernatis, en su Storia della letteratura universales actualmente en curso de publicación (i). Más aún : en Alemania, el editor W. Friedrich, de Leipzig, ha emprendido, bajo la dirección de eminen- tes especialistas, una historia de la literatura univer- sal (Geschichte der Weltltteratu*- in Einzeldarste- llungen) de la cual han aparecido ya los tomos relati- vos á Francia, Italia, Inglaterra, Polonia y en parte á Alemania. Esta empresa grandiosa y verdadero monumento de crítica literaria, está inspirado en su plan y en su ejecución por las teorías de Georges Brandes. Puede, pues, con justicia asegurarse que en la crítica literaria contemporánea la escuela rei- nante es la de Brandes.

... García Mérou, sin embargo, como lo dije antes, se detiene en su Prólogo y en la escuela de Janin y Saint-Vi ctor.

En los diversos capítulos de este libro, desplega el

(i) Aunque indirectamente, un reciente critico francés, Mr. Paul Bourget (en sus Essais de Psyckologie contemporaine) se ha afiliado á la escuela de Brandes.

2 28 RESEÑAS Y CRÍTICAS

autor una erudición que á primera vista fascina, por- que lo hace aparecer, transformarse, asumir mil for- mas, desaparecer, volver de nuevo á aparecer : en una palabra, produce la ilusión de un kaleidoscopio fan- tasmagórico, concluyendo por marear al lector. Su estilo es muchísimo más castizo que el de sus prime- ros escritos en prosa, si bien no lo es bastante aún, al decir de los exigentes críticos madrileños.

Pero, para un discípulo de Saint- Victor, es inta- chable un párrafo como el siguiente: "...Ellos quieren mezclar el análisis á la inspiración, y cuando tropiezan con la poesía, en vez de apresurar el paso como un moralista escandalizado, tienen para ella sonrisas 'estudiantiles, la arrullan y la contemplan con la adoración de un paje por una reina, le abren sus brazos cariñosos, la visten con los encajes más diáfanos del estilo, y la adornan con esas palabras que llegan hasta todas las almas, que tienen el brillo de |los diamantes, la blanca tersura del marfil, y ese sonido metálico y armonioso de perlas que se derra- man en una copa de oro !... "

García Mérou, aspira, pues, á ser un Benvenuto Cellini de la frase.

De ahí justamente proviene la dificultad con que se tropieza al querer analizar este libro. Parece como si el autor quisiera introducir en asuntos literarios

MARTIN garcía MÉROU 2 29

el método de esos pianistas celebrados por sus varia- ciones brillantísimas, su agilidad incomparable en el teclado, el enlace é intima conexión de los sonidos, lo que demuestra poseen una ejecución admirable. Es como el bellísimo colorido de las alas de las maripo- sas : es preciso contemplarlo cuando, revoloteando és- tas á la luz, los rayos se quiebran, multiplican y transforman, formando un efecto deslumbrante. Pero... imposible observar á la mariposa de cerca, prisionera entre los dedos : á poco andar, de tanto brillo, queda tan sólo un polvo informe, inútil. El mismo poeta lo ha dicho: *^ Nos pasa lo que al árabe de la leyenda ; levantó un pedazo cristalino de hielo, creyéndolo un diamante, y lo guardó cuidadosa- mente, i Ay ! á la mañana siguiente aquel trozo de facetas luminosas, estaba convertido en unas misera- bles gotas de agua que se evaporan á los rayos del sol!..."

Hablando seriamente, el libro de García Mérou no es de aquellos destinados al análisis detenido y se- vero : él mismo lo advierte en su Prefacio,

Pero en cambio ¡ qué de joyas engarzadas al acaso, sin orden ni método, pero todas de buena ley, piedras preciosas de primera agua, cuya luz es vivísima!

Todos los capítulos de este libro merecen ser leí- dos con verdadero placer : hay en los Cuentos^ en las

230 RESEÑAS Y CRITICAS

Baladas f en Mujeres y autores j escenas y párrafos dulcísimos y encantadores. En Dos novelas^ hay cua- dros trazados por mano maestra, pero siempre según el mismo método, método que recuerda el colibrí deteniéndose apenas en cada flor lo necesario para libar una gota de miel... Así, por ejemplo, habla el autor de Pablo y Virginia, la deliciosa y clásica no- vela de todos conocida ; evoca los recuerdos de la pri- mera lectura, y refiriéndose á la escena tiernísima del naufragio, dice :

"Y cuando las últimas olas enfurecidas y azotadas por el huracán, han doblado sus crestas espumosas, y, enronquecidas todavía del largo combate, azotan con un sordo murmullo las rocas de la playa, se siente que la esperanza se ha hundido también en ella, como los restos del bajel que conducía á Virgi-

nía.

Ahora bien, compárese un pasaje similar que con- tiene el reciente libro postumo de Michelet: Majeunes- se. y léanse los párrafos elegantes y profundos en que habla el autor del valor moral de aquella escena, cuando Virginia rehusa despojarse de sus ropas, y prefiere la muerte al sacrificio de su pudor...

Por otra parte, es curioso ver en las Notas sobre un poema cómo el autor, nutrido con la lectura de los adalides de 1830, tiene el coraje de juzgar uno de

MARTÍN GARCÍA MÉROU 231

los Últimos poemas que Víctor Hugo, para su des- gracia, se empeña en producir en una edad destinada taa sólo para recordar. Pero el romántico se revela con toda su fuerza al tratar de Nana y del natura- lismo.

Parece García Mérou haber renunciado á su lira. Como poeta adquirió justa fama ; pero al desdeñar el alado verso por la prosa vil, parece exclamar con su maestro Gautier :

O poetes divins/je ne suis plus des vótres t

On m'a fait une niche ouje veille, tapi

Dans le bas d'un journal, comtne un dogue accrupi,

si sustituimos el folletín del diario por la poltrona diplomática.

Ejs verdaderamente sensible. Hasta me atrevería á decir criminal, pues no se puede matar así al hués- ped divino que la naturaleza ha puesto en el alma del poeta. Es casi inconcebible que en plena juven- tud, sintiendo extremecerse el alma al contacto de la inspiración, se prefiera encauzar ese torrente en for- ma de esos mil artículos de un día, sobre temas más 6 menos elegantes, empleando así una savia extraor- dinaria en coquetear con la frase y en tejer frágiles coronas de palabras. En ese jugaete literario hay, es cierto, la emoción de costear perpetuamente el abismo

333 RESEÑAS Y CRÍTICAS

de lo retórico, salvando de caer en él gracias á increí- bles ejercicios de equilibrio literario, pero todo ello por brillante, por seductor, por fascinador que sea, qué vale al lado de una estrofa, una sola estrofa, que arrancada de una fibra del alma, vuela á la inmorta- lidad, porque

... Lefántreet le foéU

LaitsetU en exfirantt d'inmorUb kiritiers ;

Jamáis l'affreuse nuit ne les frend tomt entiers.

No ha dicho acaso el poeta con razón hablando de la inspiración divina :

Sur sa toile en tnourant, Raphail Va Lxissée ; Et pour que le néani ne touche point á lui, C'esl assez d'un enfant sur sa mere endormi.

Y García Mérou desdeña ese don celeste, y lo aho- ga, y lo rechaza, y corre á cubrirse con el manto de filigrana de una prosa, poética es cierto, pero de una prosa que difícilmente reemplazará á la dorada es- trofa, para desempeñar el papel asignado por el vate al niño dormido en los brazos de la incomparable Madonna rafaelesca !

El escritor en prosa tropieza con insuperables in- convenientes para llegar á la altura á que se encuen- tra el poeta, aún antes de haber producido un solo

MARTÍN garcía MÉROU 233

verso. La forma rítmica del pensamiento es un don precioso que coloca desde un principio al agraciado alas puertas de la inmortalidad, que le atrae las más vivas simpatías, la más calurosa admiración de sus contemporáneos. Y tener esa riqueza, y desdeñarla ! Es verdaderamente ejecutar un tour de forcé, pues significa renunciar á la ventaja inicial en esta ruda carrera hacia la gloria, y venir á confundirse en las filas del común de los aspirantes. Hay quizá en esto más altivez si se quiere, pero qué de riesgos se co- rren!, y quien sabe si los dioses del Olimpo, celosos como pocos, no castigan tamaño atrevimiento!

García Mérou, por lo menos, nada quiere dejar al hado en esta noble lid. Obrero infatigable de la pluma, jamás está ocioso y sus libros se multiplican, y unos á los otros tratan de sobrepujarse, y con la nobleza del que tiene conciencia del propio valer, despliega sus títulos á ser declarado vencedor, é infatigable prosigue su carrera, seguro de llegar á la deseada meta. El éxito hasta ahora ha coronado sus esfuerzos, y la legítima satisfacción que ello le produce, lejos de aminorar su ardor, lo espolonea por el contrario, y con su armadura reluciente, visera levantada y plu- macho al viento, sigue gallardo su camino, entre el murmullo de aprobación y el ruido de los aplausos...

Por de pronto, es indudable que García Mérou es

2 34 RESEÑAS Y CRÍTICAS

ante todo un escritor amable, fácil, más bien opti- mista, y su estilo que parece una tenue filigrana, ja- más produce impresión desagradable. Ejs uno de esos escritores destinados á ser populares en países de raza latina, en los cuales predomina el elemento me- ridional.

De un afamado estilista italiano, escritor popular, si los hay, en su país, se ha dicho que era el más á propósito para satisfacer los gustos literarios de sus compatriotas, apoyándose en una razón singular : que los italianos son ante tododilettantes, puesto que cuando van á la ópera, en sus teatros organizados más en vista de la conversación que de la representa- ción, no es para seguir de parte á otra el desarrollo de una sabia obra de arte, sino para oir el trozo fa- vorito, ó un cantor á la moda, el aire de bravura del tenor ó la cavatina de la prima donna. Algo de eso sucede en Buenos Aires. Por eso podría aplicarse á García Mérou las siguientes palabras : *' sus libros no exigen aplicación alguna ; no está uno obligado á principiarlos en la primer página y seguirlos hasta el fin; seles puede abrir en cualquier parte, en la seguridad de encontrar siempre una bonita descrip- ción, una anécdota entretenida, una fina miniatura de una línea " .

Por otra parte, el poeta exclama en uno de los ca-

MARTÍN garcía MÉROU 2^^

pítulos de este libro: ''i En qué paleta encontrare- mos aquellos colores, en qué visiones veremos cru- zar el comendador, escucharemos el galope del caza- dor negro y del rey de los Aulnos, presenciaremos los amores de Harald Harfagar en el fondo del océa- no, apuraremos la copa del rey de Thule, ó veremos trabajar al aprendiz de brujo, escucharemos los es- tertores de Schubert, el coro de las ondinas, las elfas, las nixis y las willis, la coquetería de los espectros descarnados que giran en rápido torbellino, la fuente gimiendo con acento moribundo, la soledad con to- dos sus misterios y la sombra con todos sus replie- gues, la nereida pálida como un cadáver coronándo- se con las algas del lago y abriendo sus ojos verdes entre las ramas pendientes, la luz desfallecida de la luna, el ruiseñor cantando sobre la rama de un árbol, los nenúfares llenos de curiosidad escuchando su acento, y, velada por el manto de la noche, la esfinge que nos contempla atónita, con su mirada de fiera y su sonrisa de mujer > . . . "

Pues bien, todo eso y algo más, se encuentra en el libro de García Mérou.

Junio de 1884.

IX

ADOLFO MITRE

sus POESÍAS

HRREGLANDO Últimamente algunos paquetes de impresos, quiso la casualidad que cayera en mis manos un diario de los últimos días de octubre de 1884, en que se hablaba de la reciente muerte de Adolfo Mitre. Un mundo de recuerdos provocó aquel hallazgo fortuito, representándose á mi mente, como si fuera ayer, la explosión de dolor que aquel suceso produjo y con cuyo motivo se vio rivalizar en el llanto á muchos que revelaron entonces un cariño cuya intensidad no habían sospechado aún. Se inicia- ron suscriciones para levantar un monumento sobre su sepulcro, y fué grande la actividad de viejos y de jóvenes en cooperar á honrar así la 'memoria del poeta.

238 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Y á pesar de los años transcurridos, su mismo re- cuerdo se conserva todavía con calor en el corazón de los que tuvieron la dicha de conocerle y de amarle, y que, para no olvidar su memoria la cultivan, según el símil del poeta, con el fervor piadoso de aquellas vírgenes hebreas que, al atravesar el atrio sagrado del templo, protegían cOn la mano la temblorosa luz de sus lámparas de oro ! Sin embargo, más de uno habrá que pueda repetir en este caso con el pensador moderno: ^Mos amigos que yacen en la tumba agi- tan nuestro espíritu como si estuvieran vivos, porque si bien no se les ve con los ojos del cuerpo, en cambio el agua-fuerte de su fisonomía se incrusta más hon- damente en el corazón por el recuerdo '\

... Antes, con todo, que el correr del tiempo pueda borrar en algo ese recuerdo, parécenos útil rememo- rar no sólo lo que constituye la personalidad carac- terística de Mitre, sino la diversa índole de su talen- to poético, .analizando la atmósfera intelectual en que pasó su juventud. De esa manera se verá que las poesías que de él nos quedan, cualesquiera que sean sus defectos ó sus deficiencias, le hacen acreedor por sus singulares cualidades á un lugar propio en la lite- ratura argentina.

ADOLFO MITRE 239

i Qué queda, en definitiva, de Adolfo Mitre ? Salvo el cariño vivísimo que de su memoria guardarán siem- pre los suyos, y de los que no olvidarán al amigo, su temprana muerte le impidió dejar un rastro profun- do en su época, y los que han venido después sólo por el pequeño volumen de Poesías pueden juzgar al que ya no existe.

Y, sin embargo, para quien le conoció, ese libro, por modesto que parezca, exhala un perfume pene- trante, porque revela la intensa personalidad del poeta, demasiado altivo para no ser sincero, dema- siado artista para no distinguirse del número infinito de los adoradores de la rima. Adolfo Mitre ocupará siempre un lugar distinguido en la historia de las le- tras argentinas, y sus Poesías no serán por cierto clasificadas como ^^ una de tantas" entre las numero- sísimas que el numen fecundo de nuestra raza ha producido.

La lectura de su libro hace pensar, y permite re- constituir con la fuerza de la vida una figura que fué á la vez esencialmente simpática y de una corrección singular.

240 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Murió demasiado joven. Recién cerraba, por decir- lo así, su período juvenil. Su vida de estudiante, sus ideales de los veinte años, fueron casi al mismo tiem- po coronados por su diploma de abogado y por la publicación de sus Poesías, El tiempo que desde aquel entonces transcurrió hasta su muerte pertenece á su vida privada, porque durante él realizó su soña- do viaje á Europa y su casamiento, preocupándose á su vuelta con cimentar su hogar por el trabajo. Cuan- do ya esta faz de su existencia iba á entrar en la vía normal y que sus deberes de padre exigían de su es- píritu una aplicación seria y fecunda á las necesida- des de la vida, la muerte lo arrebató implacable en el dintel del mezzo del camin di nostra vita^ en el momento mismo en que iban á realizarse las espe- ranzas que su carácter, su talento y preparación jus- tificaban con usura.

Y aun cuando su modestia lo hiciera exclamar :

Yo no sueño alcanzar con mis estrofas para mi frente la díficil palma, ni en la onda perpetua de la historia dejar la vibración de mi palabra,

no es justo que su personalidad, eminentemente sub- jetiva, se confunda con la turba multa. Deber sagra- do de los que tuvieron la fortuna de amarle es el ñjar los rasgos de su fisonomía moral, antes que el tiempo

ADOLFO MITRE 24 I

torne confuso su recuerdo en una época en la cual, más que nunca, los humanos parecen hacer más ver- tiginosa aún la ''rápida carrera hacia la muerte", co- mo se ha llamado á la existencia, trasmitiéndose de mano en mano la antorcha siempre encendida de la vida!

Las Poesías fueron publicadas en 1882. Aquella época, en efecto, fué culminante en la vida de Adolfo Mitre. Tenía apenas un poco más de veinte años, pe- ro su personalidad se adivinaba completa.

Esbelto y elegante sin afectación, su figura respi- raba un cierto aire de melancolía quele grangeaba en el instante mismo las simpatías de los que le veían. Unía á su envidiable posición social, la esti- mación de caballeros y de damas, y el cariño de sus compañeros. Su felicidad era, puede decirse, com- pleta, porque amaba "con amor del alma" á la que más tarde fué su esposa.

Su tiempo lo dividía entre el estudio técnico del Derecho, el ardoroso culto de las letras -en lo que empleaba sus mejores horas, y la conversación con sus amigos. Aparte de aquellas ocupaciones y de su colaboración más ó menos frecuente en La Nación^ cuando no estaba con su familia, á la que profesaba profundo cariño, sobre todo á su señora madre, tan querida de todos cuantos tuvieron la dicha de tratar- lo

242 RESEÑAS Y críticas

la, se entregaba con encanto á una reverte sin fin, dejando vagar su rica imaginación, un tan tuelo pere- zosa, por los dominios de la poesía y de los ensueños juveniles.

Dotado de un temperamento verdaderamente ar- tístico, correcto por naturaleza y por educación, te- nía el culto tiránico de la belleza perfecta, y la busca- ba sin cesar hasta en las trivialidades más insignifi- cantes. Hombre de mundo más por intuición que por experiencia, era fino en su trato, teniendo el ra- ro don de una conversación subyugadora. No se le conocían enemigos, porque su comportación no ofre- cía angulosidad alguna. La singular apatía de su ca- rácter que tanto le envidiaban muchos, era más bien un tranquilo estoicismo producido por el dominio se- guro de una voluntad asombrosamente enérgica, en un hombre cuyo aspecto físico le hacía parecer casi enfermizo.

Cuenta Taine, tratando de explicar la índole par- ticularísima de Merimée, que éste, cuando tenía diez ó doce años, cometió alguna falta en la sala de su casa : fué reprendido muy severamente'y arrojado de la sala ; lloroso, arrepentido, acababa de cerrar la puerta, cuando oyó una carcajada y que alguien de- cía : *' Este niño candoroso nos cree muy encoleriza- dos ! ". La idea de haber sido engañado, lo sublevó, y

ADOLFO MITRE 243

juró reprimir una sensibilidad tan humillante. Cum- plió Merimée su palabra : " estar siempre en guardia contra la expansión, el entusiasmo y la se- ducción, jamás entregarse por entero, reservar siem- pre una parte de mismo, no ser engañado ni por otros ni por sí, obrar y escribir como si perpetua- mente se encontrara en presencia de un espectador in- diferente y burlón, ser él mismo ese espectador : he ahí el rasgo que cada vez se grabó más y más en su carácter, hasta dejar una marca indeleble en todas partes de su vida, de su obra y de su talento". i Hasta qué punto serán exactas estas palabras apli- cándolas á Mitre ?...

Poeta escrupuloso, amaba demasiado la forma para permitirse el lujo de la facilidad, y su severo criterio le hacía tocar y retocar sus versos, porque ambicio- naba dejarlos pulidos y brillantes, como esas encanta- doras figurinas del Cellini, tan estupendamente cin- celadas.

Discreto hasta en sus momentos de mayor ex- pansión, era escéptico al juzgar al mundo, porque Musset fué su lectura favorita, y el escepticismo del "hijo del siglo " constituía para él un evangelio, aunque nebuloso. Miraba la vida con ojos de filó- sofo, y contenía por ello en sus justos límites todo arranque extremo de pasiones ó de juvenil entu-

244 RESEÑAS Y CRITICAS

siasmo. Sectario del romanticismo del año 30, era sin embargo admirador de las costumbres pundono- rosas de esa época inolvidable en que se juraba '"'' por Dios, el Honor y la Dama'', siendo en su vida un cumplido caballero, esclavo de su palabra, capaz de cualquier sacrificio en aras del deber bien enten— dido.

Hasta en esto se revela su fascinación **hugólatra" por la antítesis. Al mismo tiempo que se conmovía su alma por la lectura de esas páginas terribles de Musset, en que Franck hace sus confesiones horripi- lantemcnte cínicas, ó en que Octavio se complace en marchitar una á una las ilusiones más puras y más respetables de la vida, y en que la singular y ate- rradora experiencia del autor de Rolla nos hace ro - dar por el abismo más repugnante de la deprava- ción, su inteligencia se embriagaba con la perfección sublime de la forma, y sólo veía al poeta que supo como pocos hacer vibrar las cuerdas más recónditas del alma. De ahí que á pesar de su culto excesivo por Musset, su filosofía fuera diametralmentc opuesta, y á la fácil relajación de aquel poeta infortunado, opu- siera el inflexible pundonor de una conducta inta- chable, y la pureza de una conciencia jamás ofendida ni por la sombra siquiera de una máxima inco- rrecta !

ADOLFO MITRE 2^$

Su precoz experiencia de la vida la había bebido más en los libros que en los dolores de la existencia diaria, y la serena concepción del deber daba á su conducta un cierto tinte de olímpica serenidad.

Los que al tratarle y apreciarle presentían el fu- turo, se complacían en ver en él una influencia mo- deradora en las luchas políticas del porvenir. Era uno de esos caracteres poco frecuentes, que son de un valor inmenso en países de vida febriciente y donde las pasiones turbulentas de la raza meridional se ha- cen un honor en no sufrir freno alguno. De toda su generación, era Mitre de los pocos que tuvieran aquella cualidad ; su buen criterio nunca lo abando- naba, porque era imperturbable la sangre fría de su carácter. Voltaire ha dicho en alguna parte que pour faire de bons vers^ il faut avoir le diable au corfs. No era, sin embargo. Mitre de los que tuvie- ran el atable au corps, pero i lo tuvo acaso Rubens para llegar á ser un gran pintor ? El famoso flamenco era el hombre más correctamente flemático que es dable imaginar, y con todo sus cuadros son verda- deramente admirables.

Aun en los momentos de mayor expansión, juz- gaba Mitre á hombres y cosas con perfecta serenidad, casi. diría: objetivamente, con una imparcialidad que hacía creer se tratara de algo extraño al mundo

246 RESEÑAS Y CRÍTICAS

en que vivía. No era, pues, de esos hombres que flotan indecisos á todos los vientos, y que la opinión pública hace pasar sin cesar de un extremo á otro. Jamás habría capitulado con la popularidad, si para ello hubiera sido necesario menoscabar su carácter. Y en los tiempos que corren eso no es, por cierto, elogio baladíl

La** armonía" que proclamara en sus versos di- ciendo que es

... la \ey universal, eterna que rige lo creado...

era para él, hasta en los menores detalles, una exi- gencia absoluta .

Así, las piezas mismas que habitaba debían estar en consonancia con su espíritu. La pequeña salita en que recibía á sus amigos era de ello elocuentísima prueba. El mueble chino que satisfacía sus gustos de artista, le permitía reposar su vista después de ha- ber recorrido alguno de esos incomparables volúme- nes con encuademaciones refinadas de amateur ; el par de floretes de flexible hoja y hermosa empuña- dura que se ostentaban en la testera del fondo, reve- laban su maestría en el arte esencialmente favorito de todo gentil-hombre ; y en la misma pared provo- caban la melancólica divagación un cierto fantástico-

ADOLFO MITRE 247

grabado de las hadas, cerca del cual brillaban los héroes griegos de un bajo-relieve de bronce. Hasta su mismo escritorio, en el que se destacaba su pe- queño y poético candelero Luzbel aplastado por la luz, y sus estantes cargados de libros de estu- dio, todo demostraba que Mitre era un hombre de espíritu y superior cultura.

Y vino á desaparecer cuando recién podía pensar en sus deberes para con su patria y para con su nombre !

II

Muy poco es lo que ha dejado en prosa, aparte de algunos trabajos universitarios, como sus Apuntes de Derecho Internacional Privado, y otros, pero si el tiempo le hubiera permitido dejar una obra de mayor aliento habría sido uno de los escritores más carac- terísticos de su generación . Tenía dotes singulares de concentración y de fuerza, en la manera de con- cebir y de expresar las cosas. Su pluma habría sido un cincel, pero un cincel afilado en la escuela de Saint-Victor. Con todo, si se exceptúa algún corto folletín, como En el Circo, y otros, la prosa literaria de Mitre se reduce á uno que otro artículo, por ma-

¿4^ RESEÑAS Y críticas

ncra que en las letras de su patria será recordado tan sólo como poeta.

No ha dejado empero sino un volumen de T^oe- sias, reuniendo en esas páginas todas sus mejores producciones publicadas antes en diarios ó folletos, como las Armontas, el Alberius y El alma de un ar- tista.

Su libro no es quizá de aquellos que gozan de una bulliciosa popularidad, ni aun de los que á su apa- rición obtienen éxitos ruidosos, aunque momentá- neos. La admiración más ó menos convencional del mayor número ha consagrado sus páginas, pero no es esa la más segura prueba de su mérito. Puede que no sea grande el número de los que le han leído con diletto amore y han penetrado las bellezas que encierra, pero mil veces más valioso es el éxito dis- creto entre espíritus literarios, \os pauct sed selecti del poeta clásico, que la fama banal de los que an- tes de leer saben ya que deben aplaudir. El libro tuvo el éxito invidiable que deseaba el autor : sus más de- licados sentimientos se hubieran sublevado al saber que la fama callejera, ruidosa y un tantico vulgar, había mancillado unos versos que eran hijos predi- lectos de su espíritu, concebidos en esos momentos psicológicos en que produce el alma bajo el imperio de una emoción profunda.

ADOLFO MITRE 249

'* Él conocía ha dicho un crítico ilustre— los serios deberes del literato, y sabía practicarlos con escrupulosa austeridad. No escribía para halagar preocupaciones vulgares y alcanzar las victorias es- truendosas, pero efímeras, obtenidas por los que di- cen á gritos las necedades que el vulgo ama como á sus hijos ; y sacriñcaba siempre el efecto inmediato á las reglas del criterio artístico, inaccesible para la gran mayoría de personas que no tienen un gusto refinado... Esperó los favores de la musa en las ho- ras silenciosas de austeras vigilias, y la invisible confidente bajó á su alma con una frecuencia y una amabilidad de que pocos puedan jactarse, á pesar de haberla invocado muchas veces. "

La estrofa con que se abre el volumen es la ex- presión verdadera del espíritu del poeta y caracte- riza la nota dominante de su personalidad : la ausen- cia de ambiciones agresivas, el estoico escepticismo de una experiencia precoz,

Ah ! me repugna este combate diario donde el más fuerte al débil pone el yugo, donde el hombre del hombre es adversario, donde á veces el premio es un mendrugo.

i Por qué ? Lo ha dicho con encantadora sinceridad en otra parte :

250 RESEÑAS Y CRÍTICAS

A otros dejo una gloria en que no se halla la dulce paz del cuerpo j de la mente, prefiriendo con ánimo indolente los blandos linos á la férrea malla.

A pesar de ello, y de que hasta entonces el amor ha- bía sido su culto dominante, como se ve en sus sen- tidas IntimaSt su mente se alzaba á grandes alturas en aquel magnífico canto filosófico que tituló Armo- niaSf dedicándolo á Carlos Encina. Pero fiel al esta- do de su alma, aún en medio del análisis estricto de las fuentes del arte, su corazón le dictaba la solución final, exclamando:

Amor, solamente

Puedes dar alma y forma á tus ideales,

Darles un rayo de la luz divina,

La divina armonía,

Y formas que en la mente Dibujó la creadora fantasía.

Amor, eres el arte verdadero.

La suprema verdad que el alma anhela,

Y la nota sensible

Que la armonía universal revela.

En toda esa primera parte del libro, sus himnos y clamores revelan á un espíritu filosófico y no común . La expresión misma se eleva á la altura del pensa- miento, y si bien no podría decirse que el^ autor po- seía el os magna sonaturum^ sin embargo el crítico más exigente poco tiene que observar.

ADOLFO MITRE 2 $ I

Así, en una notable composición destinada á expli- car el suicidio, dice con profunda verdad :

Sufrió, dudó. ¡ Quién sabe qué amarguras, Qué indecibles angustias sufrirla !

Tal vez, tal vez vela Las horas del futuro aún más obscuras Sin la estrella polar de la esperanza !

agregando esta otra estrofa verdaderamente shakes- periana :

Pensar! dudar! ¿Sabéis qué tempestades se agitan en el cerebro enfermizo, cuando la densa sombra de la duda se cierne ante la luz de las verdades ? ¿Sabéis que el resignado '* Dios lo quiso "

No basta muchas veces cuando la suerte tórnase sañuda ? Porque la fe del hombre se desquicia y al apurar la copa hasta las heces, también tiene el dolor sus embriagueces que hacen dudar de Dios y su justicia !

Cierto es que para él semejante tema tenía una atracción singular, á causa del respeto profundo por una memoria para él querida, y cuya desgracia expli- cara otro poeta amigo en esta bella estrofa :

No vivió con su edad : causó fastidio todo á su fatigado pensamiento... y cantó la sirena del suicidio en la hora sin luz del desaliento !

A pesar de sus predilecciones por la pléyade ro- mántica ultra, el tipo literario de Mitre se acercaba

2$ 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS

más á la serenidad de Chateaubriand. Pero baio el estoicismo que imitaba del autor de Rene, vibraba una alma calurosa y entusiasta. Su misantropía no era real sino literaria ; nunca llegó su aparente in- diferencia hasta convertirlo en tranquilo espectador del escenario del mundo, á la manera del Monsieur de Cormors de las 50 primeras páginas del libro de Feuillet; su actitud provenía más bien de reminis- cencias de Rene, Werther y Rolla, aún cuando com- prendía perfectamente que esas obras habían hecho su tiempo .

Una de sus composiciones de mayor aliento, como acabamos de decir, fué la titulada Armonías, reflejo de las teorías literarias del autor del Canto al arte. Allí hace su profesión de fe en estas vibrantes estro- fas:

Pero la ciencia humana tiene un limitr. No encontrará jamás el escalpelo Dónde es que el alma anida ; El hombre busca en vano ante un cadáver, Entre las fibras de la carne inerte, Cuál ha sido el secreto de la vida

Y cuál el secreto de la muerte.

Problemas insondables !

La razón no pretende analizarlos.

El pensamiento sólo los admira,

Y la postrer palabra de la ciencia

Es un himno al Creador de la conciencia !

Esta repercusión del famoso tgnorahimus lanzado

ADOLFO MITRE 253

en esa época por el profesor Du Bois-Reymond, en la Universidad de Berlín, muestra en el poeta un cre- yente ilustrado, cuya religión depurada caracteriza él en su Ecce Homo :

... Oh Jesús I Ante mis ojos mi eterna enseñanza y pensamiento : Aunque no caiga ante el altar de hinojos Tu religión dentro de mi alma siento.

Los versos de Mitre no son el producto directo de una inspiración caprichosa. La elegancia de su ver- sificación demuestra, por el contrario, que el poeta ha pulido la forma para que siempre esté en consonancia con el fondo, pero sin jamás sacrificar á éste. Así es que á pesar del culto que tenía por el autor de Emaux et Carnees, jamás llegó hasta el amaneramiento forza- do de la forma, que sostituye al nervio del fondo el colorido de la frase, materializando las ideas hasta sacrificar á lo pintoresco de un estilo, sonoro pero vacío, la sencillez que es cualidad ingénita de toda belleza.

Sólo una vez no fué el poeta consecuente con su criterio literario, y lo que entonces produjo es quizá lo más débil de su libro. La fantasía El alma de un artista fué desgraciada, no por su fondo, inspirado por la leyenda célebre de Pigmalión y Calatea, >ino por la forma, pues habiendo querido ser en ella na-

2 54 RESEÑAS Y CRÍTICAS

tur alista^ al estilo del moderno autor de la Chanson des Gueux, descendió á prosaísmos anti-literarios é indignos de su musa. No le hago cargo alguno por- que intentara desviarse de la eterna cuerda del ro- manticismo, algo fatigada ya á causa de las vibra- ciones que de ella arranca cuanto cabalgante del Pe- gaso existe, sino que esa reacción en vez de encami" narse en los rumbos sanos de la poesía verista de un Carducci, se perdiera en el ciénago literario de los colaboradores del Gil Blas,

Sin embargo, aun en esa misma composición hay cuartetos inmaculados, como cuando dice :

La Venus que David habia concluido era el supremo esfuerzo de su arte, y al concluirla exclamaba enardecido : ** ¡ Por qué no puedo, mármol, animarte I "

" ¡ Qué esfuerzo de mi espíritu indeciso podrá infundirte el fuego que me exalta ! ¡ Qué golpe de cincel será preciso para incrustarte el alma que te falta ! "

Esos versos nos lo pintan á lo vivo. El poeta ja- más estuvo satisfecho ni con sus mejores produccio- nes; tenía el anhelo de la perfección, y en su prose- cución era tenaz é inflexible.

Su lirismo era esencialmente personal y sus poe- sías parecen buscar sólo los sufragios de los escogi- dos, desdeñando dirigirse á la gran masa del público.

ADOLFO MITRE 255

Cultivada así la poesía, se convierte en un verdadero refinamiento del espíritu. Acaso por eso los inicia- dos encuentran tanto que les interesa en este volu- men. .

Una vez sola hizo el poeta excepción á esta regla de conducta, y debe decirse que obtuvo un éxito rui- doso, siendo aplaudidas sus estrofas por millares de oyentes. Se celebraba en el " Jardín Florida " el aniversario del 14 de Julio, fiesta patriótica y popu- lar entre les franceses. Mitre era entusiasta admira- dor de la Francia, á la que aún no conocía, pero en cuyos libros había bebido la mayor parte de sus co- nocimientos, y al calor de cuya literatura había vi- brado su alma de poeta.

Por eso exclamó entusiasmado:

Francia, el crisol vivifico y fecundo,

Donde la idea hierve y se difunde

Con su palabra que en la tierra cunde. . .

Y más adelante :

El orbe, el orbe entero es su palestra Y la bandera augusta que tremola, Habla á todos los hombres y flamea Al soplo poderoso de la idea.

En esa composición supo ponerse en contacto di- recto con el público, é interpretar valientemente el

256 RESEÑAS Y CRÍTICAS

sentimiento y las ideas de todos. Por eso encontró un auditorio preparado á escuchar y admirar la ex— presión de lo que todos sentían. Hizo en ello acto de poeta, porque tomando al vuelo la idea que flotaba vagamente en todos los espíritus, su imaginación y su talento la dieron la forma, el colorido, el acento 7 la vida.

E^e acorde entre el alma del poeta y la nación á que pertenece, ha sido bastante á cimentar la gloria de los grandes poetas. Cierto es t)ue tales poetas enteros, como los llama en alguna parte Heine, son muy contados, y pertenecen á esas épocas poco fre - cuentes, en que los pueblos mantienen aún viva la conciencia nacional por razón de su estado político y social, como sucedió en tiempo de Homero y de Dante. Pero hoy todo es sentimiento y fantasía indi- vidual, pues tanto los grandes poetas de la época moderna (sin excluir al mismo incomparable Goe- the) como los numerosos dn minores de todas las H— teraturas, han cultivado la poesía lírica personal, género que caracteriza al siglo actual. No quiere esto decir que sea menos que otros, pues como se ha dicho con tanta elocuencia como verdad, á pesar de la honda división que producen las escue- las filosóficas y sociales y los sistemas políticos en incesante lucha, todavía el placer y el dolor son len-

ADOLFO MITRE 2$^

gua uai versal é inteligible para todos ; sólo que cada poeta habla esta lengua con las inflexiones de su pro- pio dialecto !

E^tc es el caso en Adolfo Mitre. Aun cuando se encontraba en la edad dorada de las ilusiones gene- rosas y de los ideales grandilocuentes, su espíritu estaba dominado por una razón fría y severa, por la Razón^ que eleva casi al rango de deidad, cuando, rememorando la revolución del 93, exclama:

Ah! la Razón ! Su resplandor sublime Corona aquella obra que redime Los hombres, el trabajo y la conciencia. Si ! la razón es Dios. La inteligencia Es caos envuelto en la penumbra.

Cuando un hombre concibe de esa manera á la ra> 2ón, nada extraño tiene que esta avasalle tiránica- mente á las otras formas del espíritu. Pero la razón es análisis severo que se apoya en la experiencia, y cuando tal sucede no tarda, como se ha dicho alguna vez, en deshojar poco á poco de la frente inspirada del poeta, esas encantadoras pero frágiles coronas que juguetonamente habían colocado sobre ella las dulces hadas de la juventud I

Acaso por ello no sería aventurado suponer que si Mitre hubiera vivido, no habría cultivado la poesía sino en el retrete más inaccesible de su casa, guar-

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256 RESEÑAS Y CRÍTICAS

sentimiento y las ideas de todos. Por eso encontró un auditorio preparado á escuchar y admirar la ex- presión de lo que todos sentían. Hizo en ello acto de poeta, porque tomando al vuelo la idea que flotaba vagamente en todos los espíritus, su imaginación y su talento la dieron la forma, el colorido, el acento y la vida.

Ese acorde entre el alma del poeta y la nación á que pertenece, ha sicio bastante á cimentar la gloria de los grandes poetas. Cierto es que tales poetas enteros, como los llama en alguna parte Heine, son muy contados, y pertenecen á esas épocas poco fre- cuentes, en que los pueblos mantienen aún viva la conciencia nacional por razón de su estado político y social, como sucedió en tiempo de Homero y de Dante. Pero hoy todo es sentimiento y fantasía indi- vidual, pues tanto los grandes poetas de la época moderna (sin excluir al mismo incomparable Goe- the) como los numerosos dtt minores de todas las li- teraturas, han cultivado la poesía lírica personal, género que caracteriza al siglo actual. No quiere esto decir que sea menos que otros, pues como se ha dicho con tanta elocuencia como verdad, á pesar de la honda división que producen las escue- las filosóficas y sociales y los sistemas políticos en incesante lucha, todavía el placer y el dolor son len-

ADOLFO MITRE 257

gua universal é inteligible para todos; sólo que cada poeta habla esta lengua con las inflexiones de su pro- pió dialecto !

Elste es el caso en Adolfo Mitre. Aun cuando se encontraba en la edad dorada de las ilusiones gene- rosas y de los ideales grandilocuentes, su espíritu estaba dominado por una razón fría y severa, por la Razón, que eleva casi al rango de deidad, cuando, rememorando la revolución del 93, exclama:

Ah! la Razón ! Su resplandor sublime Corona aquella obra que redime Los hombres, el trabajo y la conciencia. Si ! la razón es Dios. La inteligencia Es caos envuelto en la penumbra.

Cuando un hombre concibe de esa manera á la ra> zón, nada extraño tiene que esta avasalle tiránica- mente á las otras formas del espíritu. Pero la razón es análisis severo que se apoya en la experiencia, y cuando tal sucede no tarda, como se ha dicho alguna vez, en deshojar poco á poco de la frente inspirada del poeta, esas encantadoras pero frágiles coronas que juguetonamente habían colocado sobre ella las dulces hadas de la juventud !

Acaso por ello no sería aventurado suponer que si Mitre hubiera vivido, no habría cultivado la poesía sino en el retrete más inaccesible de su casa, guar-

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2 $8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

dando para sus versos, cuyo perfume, mejor que nadie comprendía, se hubiera evaporado al lanzar- los á la atmósfera letal de un público entregado con febriciente ardor á la tarea de su desarrollo material y á la acumulación de la riqueza. Pero aún cuando el pensador hubiera absorbido al poeta, ciertamente su poderoso temperamento poético no le hubiera aban- donado jamás, manifestándose al través de las dis- quisiciones más serias de cualesquiera otros estu- dios.

Por otra parte, dado el carácter de exigencia im- prescindible que tienen en nuestra época los estu- dios científicos, el caso de Mitre es el de todos los jóvenes llegados á cierta altura, pues el numen poé- tico es una deidad caprichosa y delicada, cuyo pudor no puede soportar el hálito desapiadado del análisis y de la ciencia.

Además, puede quizá aseverarse que el lirismo en nuestra época es sólo un período de transición en la vida de los poetas. Cantar á la amada, á la flor, á las estrellas, á los bosques y al mar, es cosa que viene la humanidad oyendo en variaciones infinitamente re- petidas y fatalmente similares desde el comienzo de los siglos. La difusión maravillosa del libro en este siglo ha hecho penetrar en todas las capas sociales esas modulaciones siempre iguales, y el lector con-

ADOLFO MITRE 259

temporáneo se encuentra asediado, perseguido, de- sesperado, por esa nota eternamente semejante que se repite con cruel persistencia todos los días, porque todos los jóvenes se creen obligados á participar á los demás, en versos más ó menos sonoros, lo que en su alma sienten. ^* Haber amado, haber sufrido de su amor, y referirlo de una manera tolerable, ser sen- sible á las armonías de los prados, de los montes y de los bosques, al encanto de oír el agua mansa sa- liendo de las fuentes, ó de contemplar el gracioso tra- bajo de los nidos, y expresarlo con un tinte de deli- cadeza: es mucho, en efecto, para uno mismo, pero es fuera de duda poco para el público, al que tanto se ha marcado con esas sencilleces del corazón, y con las emociones campestres". Tal es la opinión de un pen- sador de nuestros días, y sin suscribirla por entero, no se puede menos de reconocer que mucho hay en ella de verdad. Y quizá en el fondo todo ello es cues- tión de temperamento. £1 foeta nascitur será eterna- mente verdadero, y el que sienta el fuego de la divina llama, aun en medio de la atmósfera más prosaica y de las mayores contrariedades, ha de exclamar :

J'aime surtout les vers, cetU langue immortelle.., . . . Elle a cela pour elle

Que les sois d'aucun temps n'en ont su faire cas, Que le monde Ventend et ne la parle pas.

200 RESEÑAS Y CRÍTICAS

De ahí también que hoy los verses más expontá- neos como los más elaborados, son apreciados por un público reducido que forma algo como la cohorte de ñeles de una de las tantas pequeñas iglesias, que nacen y prosperan cuando la religión general pierde su autoridad y su influencia.

A ese género pertenece especialmente la parte del libro que Mitre denomina Intimas y Cuerdas flojas. En ese himno dedicado al amor que absorbió su ju- ventud, el poeta ha encontrado sus acentos más dulces y más tiernos. Su inspiración es eminentemente sub- jetiva, pero hace vibrar el alma del lector, sobre todo cuando éste se encuentra en esa época encantadora de la vida, en la cual ama el corazón con toda la ple- nitud de las fuerzas juveniles; el poeta ha expresado con rara elocuencia ese estado de espíritu, y dado forma gráfica á sus esperanzas ó á sus presenti- mientos. La historia de ese amor, reflejada en aque- llas páginas, forma un conjunto tan armónico pero tan íntimo, que la crítica trepida en analizar una á una las diversas composiciones. En ellas, por otra parte, no se canta á la Venus Citérea, sino se deifica á Eros : no se busque allí los acentos de la pasión de- sordenada y terrible de los habituados de la rué du Doyenné, sino el amor casto y puro. Cosa rara! Es en esta parte de su obra que el poeta parece obedecer

ADOLFO MITRE 26 I

á una inspiración no francesa. Se diría como si Heine hubiera sido en alguna parte su modelo, á pe- sar de que no era entonces conocida la magistral traducción de Pérez Bonalde,

Su amor está expresado en la forma sencilla y ar- moniosa que aleja la afectación y la retórica •, se siente que palpita allí un corazón y que no es la ca- beza laque declama. El alma del poeta habla al alma del lector. Y en esto está implicado uno de los mayo- res méritos de Mitre. Jamás descendió á la escuela de '' la forma por la forma", á pesar de que gustaba hacer gala de teorías paradojales ; aun cuando soste- nía que ''de la forma nace la idea ", jamás se atre- vió á

Jongler cLins un sonnet avec une rime i'or;

adoraba el sentimiento y la idea, y se esforzaba en que el ropaje fuera digno de ella, poseyendo el raro don di parlar largo fiume. Sin embargo, al oirle hu- biérase creído lo contrario, porque su espíritu sutil se complacía á veces en la paradoja, y en celebrar la sonora virtuosité de un Banville, escuela que tan virilmente fustigó Leopardi en aquel verso :

Sdegno il verso che suona e che non crea.

Su espíritu, nutrido con sólida y abundante pre-

2 02 RESEÑAS Y CRÍTICAS

paración, se entusiasmaba ante los grandes proble- mas, y devoraba entusiasta las páginas de la Histo- ria, en que están grabadas las mil vicisitudes que han precedido á las conquistas gloriosas del pensa- miento humano. Entonces exclamaba :

Oh Giordano ! eres grande, eres atleta ;

I^ Libertad te inspira, te respeta

El mundo, que condena ¿ tus verdugos,

Tu nombre TÍvirá como tu ¡dea.

Tu idea ya triunfó, ¡salve Giordano!

í.utero, mostraste sin sus yugos I^ eterna libertad de las conciencias,

Y levantaste el látigo, severo.

Sobre los tra6cantes de indulgencian : También triunfaste tú, i salve, Lutero !

Eres grande Juan Hus, como Giordano, También debe á tu inmenso sacrificio Un triunfo más el pensamiento humano,

Y tu idea y tu nombre se levantan Mas grandes del crisol de tu suplicio.

Allá también levantan la conciencia Ncstorius y Carpócrates, que enseñan En medio del error en que se empeñan La grandeza de Dios y de la ciencia ! ...

III

Se ha afirmado alguna vez con plena razón que pa- ra apreciar á un poeta no hay más que tomar sus

ADOLFO MITRE 263

obras y leerlas : pero que para juzgarlo, para com- prenderlo, es menester, además, transportarse á la época en que vivió, indagar las influencias bajo las cuales se formó y las que ejerció á su turno. No de otra manera, en las lineas generales á lo menos, com- prendió la tarea de juzgar á Mitre cuando aparecie- ron las Poesías^ uno de los miembros más discretos y sobresalientes de aquella generación, publicando su análisis crítico en una de nuestras Revistas de mayor renombre. Sólo el hecho de poder hablar del mismo asunto del punto de vista puramente subjeti- vo, me impulsa á recordar el estado literario, especial entonces, de los miembros de aquella brillante gene- ración, quorum fars parva fui.

Hemos insistido tanto en la admiración de Mitre (casi diría adoración], por la pléyade si á pléyade alcanzó su número de los románticos france- ses del año 30, porque en esa atmósfera literaria educó su gusto, escogió sus lecturas, y alimentó imaginación. Musset por un lado y Víctor Hugo por otro, eran para él dos pontífices indestrona- bles; vivía intelectualmente mareado con la doc- trina del. romanticismo, y se expresaba á veces como si fuera uno de los satélites de Gautier en la noche famosa de la célebre contramarca Hier- ro, Con ese criterio literario juzgaba al movimien-

264 RESEÑA8 Y CRÍTICAS

to intelectual tanto del pasado como del presente. Pues bien, en ese orden de ideas abundaba la mar y cría de los de aquella generación, agrupada bajo el nombre de Circulo Literario, cuyas reuniones sema- nales en casa de su presidente Julio E. Mitre, no ol- vidarán por cierto los que en ella tomaron parte acti- va. Las más ardientes discusiones versaban justa- mente sobre el romanticismo, y aquel Circulo pre- sentaba el curioso fenómeno de asemejarse algunas veces á algún cenáculo parisiense del año 30, tras- plantado por arte de magia á través del tiempo y del espacio . Todos casi eran neófitos ardorosos de la es- cuela romántica, demolían sin piedad los viej^os íá&st- les clásicos del *' Apolo de peluquín con polvos", y declamaban de memoria los más atrevidos pasajes del poeta de los Cuentos y de las Baladas. El famoso

. . . point sur un i

los hacía estremecerse nerviosamente de placer, y lo repetían entusiastas como buscando quien se atre- viera á contradecirles.

La época de intensa sobrexcitación intelectual que se desarrolló en Francia bajo Luis Felipe, con su cor- tejo de entusiasmo indescriptible, de miserias cruen- tas, y de las mil vicisitudes de aquella ''bohemia li- teraria " popularizada por Mürger, era el ideal de la

ADOLFO MITRE 265

juventud que se reunía en el Circulo. Todas sus lec- turas se concentraban en aquel período, y devoraban no sólo las clásicas Scénes de la vte de bohéme, sino los jeunes France^ y todos los libros que de aquella época memorable tratan. Se les oía hablar de los ce- náculos de entonces con una precisión asombrosa, y el mismo Arsenio Houssaye no ha descrito con mayor lu)o de detalles aquellas reuniones famosas de la rué du Doyenné, en las cuales pasaban sus días y sus no- ches poetas y pintores, entregados á una absoluta holgazanería material, pero espiando los vuelos atre- vidos de su imaginación para concebir la obra que pensaban los haría inmortales ! Juntos conversaban y comían, juntos hacían sempiternas irrupciones en la legendaria Chaumiére. En aquella estrecha habi- tación, Gautier trabajaba en un rincón su Mademoi- selle de Maupin^ Houssaye escribía en otro su Pé- cheresse, Gerardo de Nerval su Reine de Sabd^ y ca- d^i cual trabajaba, reía y cantaba á la vez.

Considerada bajo ese aspecto, aquella cruzada li- teraria era encantadora y su recuerdo fascina : era la lucha decidida y llena de fe de una juventud de talento contra una sociedad semi-aletargada y casi indiferente.

Hermoso espectáculo!... pero peligroso é infecun- do. Peligroso, porque tiende á distraer al hombre de

2 06 RESEÑAS Y CRITICAS

la acción, elemento sirte qua non de la vida, arroján- dolo en brazos de una indolencia absoluta so pretex- to de adorar tan sólo la inspiración; infecundo, por- que tras los inevitables desencantos que á los prime- ros pasos se experimentan, entra el desaliento, y la mayoría de aquellos fogosos cruzados de antes se convierte en seres sin ilusiones, sin profesión, com- pletamente estériles, i Cuál ha sido el resultado prác- tico de aquel ponderado cenáculo ? i Cuántos nom- bres quedan? Musset mismo concluye por inutilizar- se ; Nerval se ahorca en un farol ; Mürger muere en un hospital !... et sic de coeteris.

Y sin embargo, los miembros del Circulo se em- banderaban con ardor, con fuego, en aquella cruzada, y respiraban la atmósfera de entonces... hasta una parte de ellos, agrupada en banderías, quizo ha- cer revivir materialmente las reuniones del cenáculo^ y se entregaba á orgías y báquicos excesos, para imi- tar esa particularidad de la existencia parisiense de 1830 I

Pero aquellas teorías literarias, con su cortejo de extravagancias y exageraciones, representaban á sus ojos la libertad, y por eso se enceguecían en su de- fensa con asombroso entusiasmo.

Matienzo, en el artículo sobre Mitre á que antes se aludió, refiere una de aquellas formidables batallas

ADOLFO MITRE 267

literarias, que se ha hecho casi legendaria entre nosotros. Mitre tradujo admirablemente un frag- mento del Alberlíis de Gautier y otro del Rolla de Musset, y otros miembros del Circulo prepararon y leyeron sendos trabajos en prosa y verso, amen de las acaloradísimas discusiones que se repetían de se- sión en sesión. Tiempos felices aquellos en que el es- píritu se apasionaba por ideales literarios; y se traba- jaba con ardor por su triunfo !

Recuerdo aquí ese incidente, porque sirve para mos- trar cuál era el espíritu literario de la generación de Adolfo Mitre, cuál la atmósfera intelectual en que vivía, y cuan al unísono resonaban las composicio- nes del poeta en medio de una juventud que pensa- ba como él y como él sentía.

Indudablemente ese fenómeno necesita explicación. Cincuenta años después de haberse realizado aquel movimiento literario en Francia, todavía repercutía con toda su fuerza entre nosotros, y se veía el singu- larísimo espectáculo de apasionarse toda una genera- ción por una lucha que hacía medio siglo había ce- sado, reemplazada por mil otras evoluciones.

La razón de ello está quizá en que, en un país de es- casos ó ningunos antecedentes de escuelas literarias, como es el nuestro, debido sin duda á su corta histo- ria, la cultura intelectual por razones locales se ha

268 RESEÑAS T CRÍTICAS

bebido casi exclusivamente en las fuentes francesas, y no hay duda que la literatura de este siglo en Fran- cia ha sido en general precursora del romanticismo primero, cuando con M"* de Stáel se empapó en el romanticismo germánico de los Schlegel : romántica después en todos los grados y exageraciones, como lo fué con Chateaubriand, Lamartine, Hugo y Mu- sset; y por último, pasado ya el período de secta militante del romanticismo de 1830, romántica transformada y mitigada, tentando nuevas evolucio- nes, realistas unas veces, naturalistas otras, y sin haber encontrado aún la nueva vía en que se encarri- larán las letras de la Francia.

Pero al mismo tiempo que todo ello, el mundo li- terario — que no se compone exclusivamente de la Francia presenta otros fenómenos no menos inte- resantes, estrellas de mayor magnitud, derivaciones de escuela de mayor trascendencia. La sola presen- cia de Byron en Inglaterra y de Leopardi en Italia, bastan para demostrar que el dicho movimiento fran- cés no tiene importancia exclusiva, sin haber menes- ter recordar que al propio tiempo brillaba el incom- parable Goethe en Alemania.

El romanticismo francés de 1830 tomó de reflejo al gran movimiento á la vez patriótico y literario de Alemania, cuya fórmula sintetizaron los Schlegel ;

ADOLFO MITRE 269

pero lo tomó M™* Stáel dando igual valor á lo im- portante y á lo mediocre.

De lo demás, del movimiento inglés é italiano, apenas se perciben rastros sin importancia. Además, ese mismo romanticismo francés trasmitido á Es- paña, y engendrando á Rivas, Zorrilla y Espron- eeda . para no mencionar sino lo más sobresaliente parece natural que desde antes del año 40 hu- biera debido tener repercusión inmensa en el mundo de habla castellana.

Pues .bien, nada de eso había repercutido seria- mente, en su faz literaria pura, en la ciudad que ha dado en llamarse la Atenas del Plata. Porque, cuando Echeverría regresó de Francia á Buenos Ai- res, á mediados del año 30, la doctrina romántica que él dio á conocer y en cuyo espíritu escribió sus versos, repercutió en esta sociedad más por razones político-sociales que de escuela y teoría literarias. E!cheverría era un pensador notable: se había for- mado en largos años de residencia en París, estu- diando las ciencias físico-naturales y las sociales ; su generoso ideal era el de reformador social, nutrido de las ideas de la escuela liberal francesa de aquella época. Su obra capital es el DogmOr Socialista, y su transformación en el "dulce ruiseñor de los Consue- los " se debió al estado anómalo en que encontró á

270 RESEÑAS Y CRÍTICAS

SU país. El mismo lo ha dicho : ^^ sólo la deplorable situación de nuestro país ha podido compelerme á malgastar en rimas estériles la substancia del crá- neo'*. Sus Consuelos produjeron profunda sensación 1 porque estaban al unísono con el estado del país, desalentado, y en el dintel de la anarquía que lo sumió en la barbarie 20 años. ¿Tuvo influencia literaria la obra romántica de Echeverría ? i Produjo acaso ver- dadera renovación de escuelas y discusión de teo- rías? El tiempo faltó para ello: la emigración y la lu- cha constante contra la tiranía embargaron la activi- dad de aquellas generaciones» y cuando los emigra- dos, formados en el destierro, volvieron á su patria, la tarea de la reconstrucción nacional absorbió de nuevo toda su atención.

Por eso es que la generación de 1882 se apasionó de aquellos ideales, como si fueran verdaderas nove- dades.

Hasta nosotros habían llegado los libros france- ses, y eso lentamente, mientras que los españoles re- cién ahora logran penetrar, que en cuanto á los in- gleses ó italianos aún hoy día son relativamente es- casos. De ahí esa singular anomalía: ver á toda una generación en 1882 vivir de la vida intelectual de un país extraño en 1830, sin cuidarse de lo que pasó antes ni después, ni menos en los demás pal-

ADOLFO MITRE 2'J I

ses ! E&o explica la influencia de la pléyade del año 30, y la casi indiferencia con que nuestra genera- ción se ocupó de los otros movimientos literarios, como si tratara de cosas de escaso ixiterés ó de lejana importancia. En ese medio, con esos ideales y ese cri- terio, se desenvolvió Adolfo Mitre.

Sin duda que seria error craso creer que esa gene- ración no conoció á los grandes poetas nombrados antes ; pero lo que hay de cierto es que no los supo ó quiso apreciar, y que no pudo ó quiso admirar nada fuera del circulo de Hugo y compañia.

Los poetas de ese grupo podrían repetir con el bardo argentino :

Tú, numen de infelices, dios de olvido, Que á la nada presides misterioso, Encubre con tus alas silencioso El sepulcro de un ser no comprendido.

i Podria aplicárseles las palabras de un critico ame- ricano relativas á esos versos ? "El autor, á pesar de haber superado un tanto la influencia que sobre él ejerció la escuela literaria que dominaba en Francia en la época de la Restauración y que se arraigó más en la época de la revolución de Julio, no dejó por ello de ser llorón ni de mostrarse acosado por la melan- colía, fingida más bien que sentida. Era esa la moda."

2'J2 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Cumple, sin embargo, hacer una observación. La doctrina estética de Mitre, con ser calcada sobre la de esos ilustres maestros, no se ataba con las estre- chas ligaduras de escuela, sino que haciendo uso de la omnímoda libertad proclamada en el prefacio de Cromwell, aspiraba á lo Bello, pero sin reconocer prototipos ni cánones fijos fuera de su libérrimo cri— terio. Por temperamento y por educación, era román- tico y contrario á los clásicos. Y sin embargo ¡ con qué fervor quemaba incienso en los altares del poeta que ha dicho en un arranque de entusiasmo :

Et la jeune Venus^ filie de PraxUéle, Sourit encoré, debout dans sa diviniU Aux siécles impuissantSf qu'a vaincus sa heauié !

Y aquella fué lástima grande, sino en el sentir co- mún déla generalidad, por lo menos en el de algu- nos, que hubieran deseado verle convertirse en uno de esos fauci quos equus Júpiter amavit, es decir, no clásico por el hecho sólo de conocer y estudiar á los antiguos y en alguna manera aspirará imitarlos, sino usando las palabras de un prodigioso estético moderno por el de lograr asimilarse su forma más íntima, substancial y velada á ojos profanos ; robando al mármol antiguo la fecunda, imperatoria y alta serenidad, y el plácido reposo con que reina la Idea, soberana señora del mármol ; por el de procu-

ADOLFO MITRE 27)

rar bañar su espíritu en la severa á la par que armo- niosa, robusta y sana concepción de la vida ; logran- do enamorar, vencer y aprisionar con abrazo viril esa sombra indócil evocada del reino de las sombras, como la Elena del Fausto; y hacer brotar de su seno eternamente fecundo frutos de perfecta madurez y hermosura, que no sólo regalan y deleitan sino que nutren y vigorizan el espíritu, imponiéndole rítmica y ordenada disciplina !

IV

El rasgo principal de Mitre fué, sin duda, su preclaro amor del arte, en su acepción más abso- luta : era en esto un verdadero sectario, y esta cali- fícación honrosa le corresponde tanto más cuanto que es la piedra de toque de los verdaderamente iniciados.

Su educación literaria, metódica y profunda, re- quería, para ser completa, la contemplación de las obras maestras de otras edades, y que sólo había po- dido apreciar al través de reproducciones siempre pálidas. Su supremo deseo era, pues, completar esa faz de su espíritu, é hizo el viaje de Italia como

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2 74 RESEÑAS Y CRÍTICAS

se hace una peregrinación ! Su inteligencia, sin duda, se elevó entonces á las más inaccesibles regio- nes de lo Bello, en presencia de los cuadros, de los mármoles y de los bronces de los grandes maes- tros.

Pero... de esto no se puede juzgar, porque murió antes de revelarnos nada acerca de esa segunda etapa de su vida.

(Cuál fué el fruto de su experiencia de la vida, de la enseñanza de los viajes, y del comercio con libros ú hombres? Es lástima no conocer esa transforma* ción de su espíritu, porque se ha dicho con verdad que se comienza la vida con sentimientos calurosos, con perspectivas soberbias, pero que el tiempo va desnudándonos de nuestras ilusiones, privándolas de su colorido, y, como la serpiente, todos los años alguna causa nueva hace cambiar del todo la piel...!

Todos esos versos se resienten de la edad juvenil en que fueron escritos. Nació Mitre con el don de la palabra alada como se nace con el don del canto. Jo- ven desapareció; escapó al cruel suplicio de Mezencio, de que nos hablaba la autora de Corina : de la unión de una alma viva aún y un cuerpo arruinado, ene- migos irreconciliables ambos ! Sólo tuvo Vair eco- ssaiSf la melodía brillante del debut : le faltó el him- no grave, austero, de la plena madurez. Por eso

ADOLFO MITRE 2 J $

SUS versos deben éer juzgados con el criterio de esa edad, en la cu«l ''todo es simple, riguroso, en políti- ca como en amor, y lleno de resoluciones solemnes : en la cual, al mismo tiempo que se cree uno el más des- graciado de los seres, se sueña ardientemente con el progreso y la felicidad del mundo ; en esa edad que día á día se echa de menos con amargura creciente, y en la cual el exceso de confusas esperanzas, de pa- siones desconcertadoras, se disimula tras un estoicis- mo que se cree eterno, y se renuncia tan fácilmente á todo en razón misma de estar en la víspera de sen- tirlo todo ! "

Sus Poesías quedan como el recuerdo de una época de preparación, de lecturas diseminadas, de aspira- ciones vagas, y de esas mil incertidumbres del espí- ritu que reconoce encontrarse en el dintel que separa la juventud de la edad madura. Para el alma de Mi- tre, durante ese período de su vida, la poesía había sido, para decirlo con las palabras de un grande escritor semejante á aquella ninfa de la leyenda eslava, aérea al princio é invisible, hija de la tierra luego, y cuya presencia se manifiesta sólo por una larga mirada de vida y de amor !

El volumen de Po3stas es, pues, el testamento li- terario de su juventud : de ahí que se le lea y juzgue con el cariño y el respeto con que se aprecia lo único

2^6 RESEÑAS Y CRÍTICAS

que nos queda de los seres queridos. La nota do- minante allí es la perfecta sinceridad del poeta; siente el lector que' en esos versos palpita el alma de un hombre que ha amado, creído, dudado. Y cuando eso sólo fuera

... el oro fino extremado, en sus profundas venas escondido,

sería lo suficiente para demostrar que ese poeta fué alguno^ con personalidad propia, distinta de los de- más.

Adolfo Mitre, desgraciadamente, perteneció al corto número de mortales raros que, como dijo el poeta, parece haberlos dado Dios á la tierra para que desa- parezcan al punto. Y si es cierto que el espíritu de los muertos, según el sentir de los antiguos, vaga siempre cerca de sus despojos terrenales, hagámosle extremecerse de gozo al notar que la memoria de su fugaz existencia vive en nuestro recuerdo, en débil prueba de lo cual apresurémonos solícitos á arrojar flores á manos llenas sobre su tumba.

... Manibus date lilia plenis.

Octubre 21 de 1887.

X

UNA NOVELA ARGENTINA

(Carlos María Ocantos, León Saldivar.— Madrid, 1888, in * de 321 páginas)

HCABA de llegar de Madrid este nuevo libro del secretario déla Legación Argentina en aquella Corte, y su lectura ha sido una verdadera y gratísima sorpresa para muchos de sus compatriotas. No hace aún un lastro que en esta Capital publicó el joven au- tor su primer obra, La cruz de la falta, que fué acogi- da con aplausos aunque con reservas por la crítica sincera; con aplausos, porque siendo la primera vez que ante el público se presentaba el autor, miembro de la novísima generación, era justo estimular un es- fuerzo que denotaba cualidades poco comunes ; con reservas, porque era natural que en un ensayo de esa naturaleza hubiesen muchos vacíos y no pocos de-

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fectos, no conviniendo engañar al autor impulsándole así en una vía errada. De esa manera se hacía al jo- ven escritor un doble servicio : se le reconocía /we^o sacro, pero se le arrojaba á la faz el viril grito que oían los triunfadores en la antigua Roma : cave ne cadas.

Fortuna es, y no pequeña, para un escritor cuando en sus comienzos encuentra alguna voz independien- te que le hable la verdad, si bien muchos, mareados quizá por el aplauso banal é hiperbólico de los que creen así practicar una falsa indulgencia, s^ conside- ran de buenas á primeras ungidos ya por el oleo san- to, y rechazan como envidia ó injuria la más mínima amonestación subsiguiente. Es la eterna historia de tanto talento lleno de promesas y que, debido á ese atronador y peligroso aplauso, se esteriliza al poco andar y se entrega en brazos de un desaliento te- rrible, porque seca por completo las fuentes de la ins- piración. Sólo los pocos que sienten en su alma la legítima ambición de llegar algún día á la meta, se sobreponen á la impresión del momento, y, escuchan- do las advertencias de amigos y más aún si vienen de enemigos, tratan de corregir los defectos señala- dos y de perfeccionar las cualidades que se les recono- cen. Estos son los que á la postre triunfan, porque nada resiste en este mundo á la perseverancia y á la

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voluntad, cuando se posee la inteligencia necesaria.

Y bien, he ahí la razón por qué la sorpresa que ha producido León Saldivar ha sido verdadera y gratí- sima; verdadera, porque el progreso visible éntreos- te y el primer libro es inmenso ; gratísima, porque se nota el esfuerzo inteligente del escritor por aprove- char, en la medida que juzga opurtuna, de las indica- ciones que la critica le hiciera entonces. Esto sólo justificaría hoy la aseveración de que el autor llegará á ser un novelista de primera fuerza, y de que puede saludársele ya como á un escritor nacional, que ilus- trará las letras de su patria.

Y si esto constituye en nuestro leal entender un al- to honor, no es menos cierto que, considerándolo en- tre ^Mos fuertes^', la crítica se encuentre obligada á usar de menos miramientos, y á señalar dónde se en- cuentran los defectos, segura de que el autor es de la raza de aquellos que consideran que en la milicia de esta vida, el hombre es un soldado obligado á retem- plar continuamente sus armas, so pena de ser venci- do en la primera oportunidad, si se permite el más le- ve descuido.

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El argumento de este libro puede resumirse en po- cas palabras.

£1 protagonista, León Saldivar, es un joven de fa- milia acomodada, huérfano de padre, y que vive mo- destamente en una casita en el barrio del sud, junto con su madre, una] señora ya de años y de ideas á la antigua, y una joven recogida por caridad y educada como hija de la casa. El servicio de ésta, detalle ca~ racterístico, es hecho por un mulatillo. Por lo demás, León es estudioso, serio, independiente y con bellas prendas de carácter y de inteligencia. Como es rico, pues su padre le dejó la estancia^ tiene faetón y va á Palermo los domingos, y al Club del Progreso con frecuencia, haciendo parte de la jeunesse dorée, si bien no de la haute ni de la pettte gomme.

En Colón, como se ve, estamos en plena elegan- cia bonaerense: Palermo, Progreso, Colón, vio en el invierno anterior al comienzo de esta historia, á Lucía Guerra, preciosa hija de D. Javier y doña Ven- tura. D. Javier es el tipo del antiguo estanciero crio- llo, scmi-gaucho, que pasa seis meses en el campo, y

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á quien los botines hacen mal, porque extraña la bota de potro ; doña Ventura es el tipo de esas matronas archi-criollas, un tantico guarangas, exhuberante de formas, metementodo, chismosa, una de esas suegras de las que Dios nos libre. Servicio de la familia : la negra ña Pancha, el mulatillo Juan y la china Dolo- res. Por supuesto, casa en la calle Florida y quinta en el Tigre.

£1 carácter de Lucia es algo complicado, como ve- remos más adelante. A veces parece ser el tipo de la joven frivola, hermosa pero sin seso, elegante pero sin corazón, vanidosa pero sólo con prendas artificiales. Por lo menos tal se nos presenta en los primeros epi- sodios de esta novela.

El /estejo de León con Lucia habia sido, según se colige, eminentemente criollo: de ojito, de paseos por la calle, estando ella en el balcón, dejando caer'él alguna vez con estrépito el bastón en la vereda para atraer su atención y cambiar una sonrisa al levantar- lo : de seguimiento en los paseos, escoltando con su faetón el lando de don Javier en el camino de Paler- mo, y de anteojo permanente en el indispensable Colón .

Cierto es que en tertulias y bailes hablan conver- sado y cruzado galanteos y coqueterías. Pero en de- finitiva, si León estaba prendadisimo de la esquiva

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Lucía, ésta no parecía dar mayor, importancia á nuestro festejante.

Casi son estos los personajes principales de la no- vela, girando á su derredor muchos oíros azás bien analizados, entre ellos la amiga de Lucía, la jugue- tona Amalia Ramírez, el circulo de su hermano Ma- nolo, sobre todo el de Pepe Gómez, personaje pin- tado sur le vtf.

Se presenta después un francés, Louis-Hector de Cantillac, barón con ¿>, aventurero, elegantón, de maneras refinadas, y que á las cansadas resulta ser el más redomado de los pillos. Dicho señor se deja convertir en festejante de Lucía, gracias á la pueril é intemperante vanidad de la buena de Doña Ven- turita.

Tales son los personajes. La historia ya se adi- vina. Busca León en el primer baile en un baile de carnaval una explicación definitiva de parte de Lucía, que ésta, por supuesto, elude ; se confirma el festejo del francés, y en la temporada del Tigre las cosas van tomando cuerpo. A Lucía tanto le importa León ó Cantillac como el gran turco, pero doña Venturita la obliga casi á aceptar al Louis-Hector, lo que trae por consecuencia una violenta explica- •cióncon León y consiguiente rompimiento. Vuelta á la ciudad, é inmediata celebración de la boda; lo que

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produce en León un efecto desastroso, teniéndolo en- tre la vida y la muerte durante largo tiempo. Entre tanto la noche de boda se consuma entre una bo- rrachera del francés y una transformación radical del carácter de Lucía. Principia para ésta una vida dura: casada con un ebrio consuetudinario, su vanidad á su voluntad una energía singular, y aguza su ingenio, gracias á su orgullo, para ocul- tar á los ojos del mundo su desastre. Sigue la vida social con elegancia redoblada, y pretexta los negocios del marido para explicar su continuada au- sencia.

Vive con lujo europeo y rodeada del confort mo- derno : su casa es elegantísima, su servicio, á la última moda, y, para colmo de pschutt, recibe un día de la semana . Como se es el contraste más completo con el criollismo de la casa paterna.

Por supuesto, tal situación se termina por un fra- caso singular, quizá melodramático. Candillac era un presidario escapado Tolón, ya casado en Mar- sella, y cuya mujer á la manera de la inolvidable Vanda, de las Memorias de Rocambole sigue y persigue á su ingrato consorte, le descubre ; y, ayu- dada por la policía, cae como bomba una noche en casa del barón, y mientras lo apostrofa y aparece Lucía, que por sospechas estaba escuchando tras de la

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cortina, se escapa nuestro Louis-Hector en compa- ñía de un su cómplice...

Mientras tanto León ha ido mejorando, pero está en vísperas de hacer un viaje á Europa para olvidar, por consejo de médico. Su madre, doña María, está desesperada, y la huérfana, Cruzita, llora siempre, aunque en silencio. León á despedirse de la tumba de su padre en la Recoleta, y al salir se detiene en el paseo cercano viendo regresar la concurrencia ele- gante de Palermo. De un cupé baja Lucia, á quien no reconoce aunque adivina, y la casualidad los pone frente á frente al doblar una calle. Sigúese una singularísima conversación: Lucía, coma si nada hu- biera acaecido, lo saluda como á un amigo á quien no se ha visto hace tiempo, y le dice que igualmente á Europa á juntarse con su marido, que había de- bido ausentarse precipitadamente, pues su vieja ma- dre estaba á la muerte. Aquello convence á León de que Lucía no fué jamás sino una coqueta frivola y vacía, y se cura de su antiguo amor.

De vuelta á su casa, en presencia del dolor de su madre por su anunciado viaje, y del llanto de Cru- zita, abre los ojos, véqueesta es la que le quiere... y se casa con ella "y fué feliz, dice el autor, que el corazón es como el árbol que cambia año por año de corteza, y los sentimientos se modifican, renue*

I

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van ó transforman, como las hojas y las flores ".

II

Abramos aquí un paréntesis y detengámonos un momento en lo que hemos llamado *^el fondo del cua- dro". León Saldivar traza de Buenos Aires, y del Buenos Aires .nocturno, pinturas verdaderamente inolvidables. Se va perdiendo ya la memoria de lo que es esta ciudad en tal ó cual época, porque sus transformaciones son tan radicales y tan rápidas, que sorprenden al más prevenido.

i Cuál era, pues, el Buenos Aires en que se desa- rrolla esta novela ?

Que Buenos Aires es una ciudad grande, fuera de duda está, pero tampoco niega nadie que no es, por cierto, una gran ciudad. Contemplada desde el rio, sobre todo cuando se aproxima el observador vi- niendo de balizas exteriores, presenta Buenos Aires un aspecto, no ya hermoso, sino verdaderamente es- pléndido. Situada la ciudad en una extensión increi- ble de la costa, tanto que para el observador sus con - fines se pierden en las brumas del horizonte, se ex- tiende tan desmesuradamente tierra adentro, que no

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es dable abarcar con la simple vista la última linca divisoria de sus suburbios.

Las torres de sus numerosas inglesias, las del Ca- bildo y Aduana, sus muelles, el viaducto magnífico del Ferro-carril del Sud; todo esto influye mucho en el espléndido golpe de vista que desde el agua pre- senta.

Pero, si se exceptúan los barrios centrales, las ca- sas altas sólo por romper la especial monotonía del caserío de azotea parece que existieran, pues en la inmensa extensión de la ciudad dominan de una ma- nera desconsoladora las casas bajas, permitiendo esa original combinación de azoteas corridas^ que du- plica el suelo transitable, dejando al superior inte- rrumpido tan sólo por esos enormes patios embaldo- sados que, cuando carecen de plantas, parecen pe- queñas plazoletas de cuartel. £1 carácter hispano- americano es, pues, dominante en la construcción de la ciudad, y á pesar del número inmenso de. ex- tranjeros que han afluido, afluyen y siguen aflu- yendo continuamente á ella, el sistema de construc- ción de casas continúa invariablemente lo mismo : sólo los favorecidos de la fortuna rompen el fastidio de una monotonía, aún más insoportable á causa de las horribles calles que á guisa 'de canutos di- vidan á cordel esta ciudad, con la misma regula—

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ridad que si se tratara de un tablero de ajedrez.

El extranjero habituado á la vida ardientemente sobrexcitada en las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos, en las cuales el movimiento jamás cesa, siendo tan activo de noche como de día, si bien ofrece caracteres diversos, se queda asombrado cuando, á la una de la noche, la casualidad ó alguna ocupación le hacen atravesar las calles de Buenos Aires. Ni una alma se por ellas á esas horas : sólo el imperturbable vigilante parado en la boca- calle escudriña las puertas en una ú otra direc- ción.

Los porteños se retiran demasiado temprano á sus casas: no hay, propiamente, vida nocturna en Bue- nos Aires. Que los mismos que durante el día se afa- nan y trabajan, no malgasten de noche su tiempo, claro estaque á más de sensato es necesario, pero que Buenos Aires carezca de todo ese mundo social curioso que hace de la noche día, es también cosa que no es fácil explicarse. Salvo uno que otro reza- gado, y algún par de esos que creen imitar la vida ultramarina, cenando á deshoras de la noche en el único café abierto entonces la popular Róttsserie ; no se notan ni esas características parejas que se retiran unas furtivamente, encubriendo en el miste- rio de la hora amores más ó menos puros, otras bu-

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lliciosamente, celebrando con alegres carcajadas bro- mas de carácter más ó menos picante.

Todo el mundo, entre nosotros, parece vivir con- tinuamente preocupado : el país entero guerit opes, como diría el viejo Horacio busca la fortuna ! no ríe, pues, ni canta. Entra en la edad madura, en la edad de los negocios, sin haber pasado por la alo- cada juventud, por la edad de los placeres ; viejo después de ser niño, sin haber sido joven, nuestro país carece de vida alegre. Todo en la vida diaria del porteño está previsto y conocido de antemano : no hay ni tiempo ni gusto para correr tras esos deli- ciosos placeres, que deben sólo rozarse ligeramente para conservar la ilusión, sin la cual no existe la alegría.

La vida se ha hecho para nosotros demasiado po- sitiva ; el mercantilismo nos ahoga. El dios Dinero tiene cada día más adoradores, y su templo la Bolsa se llena continuamente de sacerdotes, más ó menos ardorosos. En la atmósfera de las fínanzas i y quién no está en algo complicado en ella hoy día ? no hay placer, ni alegría : la risa misma es estridente, seca, lúgubre. La comedia de nuestro tiempo, para usar una frase célebre, es alegre como una autopsia.

Las gentes se retiran al anochecer á sus casas coa

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la cabeza ardiendo de los asuntos del día. i Qué vida alegre puede haber? Pero, ni coches hay siquiera ! Porque lo curioso del caso es que en esta Santí- sima Trinidad del Puerto de Buenos Aires, los co- cheros son seres que se acuestan con los gallos, por manera que no se les pesca exactamente en el mo- mento en que son más necesarios. Si un aconteci- miento imprescindible cualquiera lo obliga á uno á ir al otro extremo de la ciudad pasada media noche, no hay, por más dinero que se gaste, más coche disponi- ble que el de San Francisco: pase si la noche es bue- na, pero si es lluviosa, maldita la gracia que tan original habitud causa 1

Aquí se cree que los tranvías han hecho inútiles á los coches, llamados curiosamente de plaza, tanto que se sostiene y con alguna razón práctica que éstos sólo viven gracias á los entierros y bautismos. Pero aparte de que esto es perfectamente inexacto, parece que por lo menos es insostenible en lo que á las horas en que no andan los tranvías se refiere.

Claro es, por otra parte, que es imposible la co- existencia de *'coches de plaza" y tranvías, desde que aquellos, por lo general, calesas de construcción ante-diluviana, ostentan como cocheros á esos jóvenes flemáticos de pantalón obscuro, chaqueta clara, cor-

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bata celeste, sombrero chambergo, y melena acei- tada.

Ser conducido por semeiante automedonte en tal vehículo es ya un martirio que no se hace, por cierto, más soportable por el pago de la exorbitante suma de 2 ^ pesos por viaje... > francos, lo que en cualquier ciudade ja europea vale 1 franco 50 céntimos! Concédase, por lo menos, que el abuso es incalifica- ble. Omito hablar acerca del caso de los rocines, que para ello parecen transformados en pacíficos bueyes. Pero á la noche ni eso: hay que ir á pié, sin reme— dio, por más enormes que sean las distancias.

Si no fuera indudable que eso que en otros países se llama el medio mundo no existe propiamente aquí, los que de noche se encuentran envueltos en alguna galante aventura lo que puede suceder á cual - quier hijo de vecino hacen el papel más ridículo de este mundo, si la cosa se les presenta tan de bito que no han podido retener con tiempo alguno de los descalabrados volantones de plaza.

Nada más curioso que las grandes fiestas munda- nas que se dan en Buenos Aires, cuando se observa la concurrencia en el instante de retirarse. Salvo al- gunas familias acomodadas que tienen carruaje pro- pio, los demás, fatigados, deshechos por una noche de baile continuado, se retiran, sin embargo, tran-

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quilamente á pié. Verdad es que algunos observan con melancólica resignación que el malísimo empe- drado de Buenos Aires hace que el andar en coche por sus calles sea un martirio insoportable ; lo cual explicaría por qué todos prefieren ó ir en tranvía ó simplemente á pie.

Aun en las épocas más animadas del año, en la season de Buenos Aires sólo hay movimiento hasta media noche. Los teatros, por regla general, concluyen cuando más tarde á esa hora, v á la salida de ellos es que se puede notar recién algo como un reflejo de esa vida animadísima y en extremo interesante de las noches madrileñas. Los porteños son apasiona- dos por el teatro; las capas superiores, la high-life y la gomme ya que se ha dado la manía de usar nombres extranjeros se dan cita en Colón ; la gente tranquila, en la Ópera ; la decente, en la Ale- gría ; la bulliciosa y los pocos miembros del medio mundoj en Variedades y en el Politeama.

Colón es el teatro clásico de la alta sociedad por- teña, y al cual están vinculadas las tradiciones más caras. Allí se ha formado el gusto por la ópera ita- liana, y durante la época de las temporadas ^ no hay nadie que de elegante se precie que allí no acuda, cueste lo que cueste. Los menos van por la música ó el canto; los más, por mirarse recíprocamente. ¡Cuan-

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tos nor'izz(;os no han comenzado alÜ ! Mocho po- dría rerelar al respecto la histórica cazuda.

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\jaL Opera, á pesar de so* más elegante y más có- modo como teatro, no puede competir con Colón, porque no hay número suñcíente de familias para ello. Se ha hecho el asiento del drama y de la come- dia italiana, puesto que ahora ha dado á los porte- ños el furor de ensalzar todo lo italiano.

La Alegría es el teatro clásico de esas venerables compañías '^ de la legua "\ que dan zarzuelas con esa sal gruesa, esas risotadas francas y esos chistes como balas de á ochenta, que tanto divierten á la gente criolla que allí asiste.

Variedades ha caído en completo descrédito, por- que jamás ha tenido un empresario hábil, ni buenas compañías. El público aquí es loco por la ligera ope- reta ó el picante vaudeville francés, y lo demuestra protegiendo á ese teatro, aun cuando representen unos cuantos actores venidos de los cuatro vientos y unidos por casualidad, hasta que el cajero se fugue con la actriz más bonita y los deje con un palmo de narices.

El Foliteama tiene su época de esplendor en el ve- rano, cuando sus compañías de circo atraen concu- rrencia masculina. Los jóvenes que se precian de ser bien^ han dado en la costumbre de entrar á las caba-

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Herí zas y hacerse notables por aplausos y regalos á alguna de las amazonas.

En cuanto al Teatro Nacional, aún nada puede decirse sobre él, puesto que no se ha inaugurado. El Coliseum sólo se abre para fiestas ó conciertos.

Antes de entrada completamente la noche, hay su público especial en los diversos locales conocidos. El Gimnasio tiene los antiguos jugadores de dominó y. tresillo que van á hacer su consabida partida, meci- dos por las armonías del piano que ora baila alegre- mente con Celestino, ora gime románticamente con Costa. El Skating-Rink, con su concurrencia infal- table de patinadores, reúne los jueves y domingos cantidad de bellezas suburbanas : allí van los que á la caza del medio-pelo se dedican. El Jardín Florida, lugar delicioso, en los mismos días reúne una concu- rrencia bastante distinguida, pero demasiado grave para semejante lugar, pues se pasean contemplán- dose como si estuvieran en la avenida de las palme- ras de Palermo.

Los suburbios ostentan sus curiosos y característi- cos Pasatiempos, y multitud de teatros de segundo orden, que, junto con las canchas, reúnen á los habi- tantes de la parroquia que no son atraídos por perin- gundines ó algo peor.

Pero, i qué hace el paseante que ha asistido al ridí-

2'j^ »ESE*AS \ cmrrzCAS

zrJ.'j á^Vr.'.t de todo el pr>rtcñ:5zix por esa tabla an- gosta qu£ «c llama la " acera de la izquierda " de la ca!Ie Florida r Le queda las conñterías ó cales. Eln la% primeras só'o pueden mencionarse aquellas, como del Gas j del Águila, que ofrecen á sus clientes Ia9 apetecibles comodidades, pues afortunadamente poco á poco los suburbios van atrayendo á las tra- dícíonales de simple mostrador y con despacho de bebidas.

En cuanto á los cafés, recién últimamente hemos dado un paso adelante: el de los billares de la calle Piedad es un café verdaderamente europeo, por el movimiento que en él se nota, el ruido, la actividad, la vida misma que allí reina el parisiense que ex- trañe su café de la Magdalena podrá, saboreando el típico mazagran, pensar por un momento que se en- cuentra en el Garren ó Vachette.

Pero todo esto concluye— i qué queda? Los altares de Venus Citerea... pero hay que detenerse: se pisa la arena candente, según una expresión clásica.

Sabido es que la vida social tiene lugar principal- mente de noche, i pero, existe entre nosotros realmen- te esa vida cspccialísima? Aquí se necesitaría la pluma de algún high lifeur, para poder resolver tan graví- simo punto: algo en ese sentido puede colegirse ate- niéndose á lo que por los diarios suele entreverse.

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Nuestra alta sociedad no tiene salones, en el sen- tido europeo déla palabra, es decir, familias que re- ciban con regularidad la flor y nata en la gente dis- tinguida, para pasar un par de horas de agradable é instrutiva conversación. Lo único que hay es que las familias se quedan en sus casas determinados días de la semana, durante los meses de invierno. Pero los porteños viejos y jóvenes no tienen la habitud de visitar, y es curioso recoger los rumores de esos dias de la high-life bonaerense: seis señoras, cuatro niñas, dos, á veces tres jóvenes nada más. i Los se- ñores ? jugando al hezigue ó al tresillo, i Son éstos, hábitos sociales?...

Las seis ó nueve familias pudientes que entre nos- otros forman ess núcleo especial de la alta sociedad que ñestas, sólo abren sus salones cinco ó seis veces en el año. i Cuántos grandes bailes se dan aquí anualmente? Cinco ó seis, nada más. Verdad es que en ellos se despliega gran lujo, que se hace todo como los porteños saben hacerlo, con rumboso despilfarro. Pero eso no constituye una alta socie- dad con vida propia. No se venga, pues, á hablar de htgh'lí/e^cn el sentido europeo de la palabra en una sociedad que no tiene salones verdaderos, ni vida social activa.

Y sin embargo, el grupo social que asume ese

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carácter debería justificarlo, implantando las habitu- des que fueran convenientes. Apenas si de tiempo en tiempo se dan comidas, como son tan frecuentes en otras partes. Durante la temporada lírica en Colon, sólo excepcionalmente se visitan en los palcos, no recibiendo tampoco en sus casas. No conocen entre nosotros ni el distinguido de las $ de la tar- de, ni la elegante tertulia después del teatro.

Nuestras niñas, sin haber tomado esa adorable li- bertad de la señorita inglesa de alto tono, tienen los inconvenientes de la joven francesa de educación conventual, conservando un recato y una frialdad extraordinarios, hasta pasado cierto tiempo. Hay en esto demasiada convención.

En otras partes de la ciudad, los que frecuentan las amables tertulias del barrio de la Concepción, pueden notar el abandono, la alegría, la felicidad que en semejantes reuniones reinan. Y no quiere esto decir que considere á unas mejor que á otras, sino que esta es observación oída á más de un extranjero, de esos privilegiados á quienes es permitido visitar cuantas veces quieran en una casa, sin que le atri- buyan novia por el hecho de tocar al llamador!

En resumen, Buenos Aires no es una ciudad de diversiones, ni una gran ciudad. Es una ciudad de mucha extensión, pero con todos los -defectos de

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las pequeñas agrupaciones. Aquí todo el mundo se conoce, se espia y se critica recíprocamente. Las visitas, abandonadas por los hombres que no por eso frecuentan los clubs, pues en estos apenas se ven dos ó tres mesas de juego, son mantenidas única- mente por las mujeres, gracias á la chismografía social, especie de Bolsa terrible donde se cotizan hasta las reputaciones más seguras.

Tiene Buenos Aires hasta los defectos materiales de las ciudades pequeñas ; no tiene esa vida flotante y alegre de las grandes ciudades, y carece de sus comodidades más indispensables, como ser medios de transporte en ciertas horas.

Bajo este punto de vista, Buenos Aires, para llegar á ser el París del Plata, tiene aún mucho que andar: siendo ciudad grande, tiene que dejar de ser aldea para ser gran ciudad.

... Tal es el Buenos Aires donde se desarrolla la historia que nos refiere el autor de León Saldivar,

III

Ciertamente podrán variar las opiniones acerca del argumento de León Saldivar y encontrarle tal ó cual

2gS RESEÑAS Y CRÍTICAS

faz más ó menos tachable, ó que revele una pluma más ó menos experta. Igual cosa sucede con todos los argumentos posibles, y no es quizá, en nuestro en- tender, la intriga la parte más completa de este libro.

Pero el fondo del cuadro está admirablemente es- bozado, y el colorido de las pinceladas revela en el acto una mano maestra, un observador sagaz, un analista fino y un criterio seguro. Hay vida en esta novela, sus cuadros son un espejo de la realidad, y al través de sus páginas se ve agitarse un mundo so- cial, algunos de cuyos lados débiles han sido ligera pero certeramente puestos en relieve, con una ironía que raya en legítimo humour.

Abre el libro en pleno carnaval, en el carnaval por- teño de 1 87 3, de inolvidable recuerdo, en una de cu- yas noches "cabizbajo, las manos á la espalda, el sombrero sobre los ojos, con un gesto de contrarie- dad que alteraba la simpática expresión de su fisono- mía, iba León Saldivar camino de su casa". Era esa hora vespertina en que " las campanas de Santo Do- mingo, como viejas soñolentas que, entre bostezo y bostezo, salmodian una oración", se echaban á tocar ánimas, como " nota de duelo en medio de la orgía á que estaba entregada la ciudad". Iba León preo- cupado con la ausencia de Lucía, que permanecía en el Tigre "sin lucir en el corso su fino perfil de cama

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feo antiguo", cuando de repente sin decir oste ni moste recibe encima un balde de agua, "que habían olvidado de perfumar " dice el autor lo que da- mos por muy cierto, pues á esas horas y por la calle Defensa, sólo á alguna morruda china se le pudo ocu- rrir una broma tan pesada aunque tan genuinamen- te porteña.

Quisiera poder transcribir todo lo que el autor di- ce al describir en el capítulo segundo la noche del lu- nes de carnaval. Ni una línea hay allí que suprimir ó que agregar, y comparando esas páginas con las que á igual tema dedicó el Vago de aquellos Silbi- dos que hicieron tanto ruido, no cuál de las dos es preferible, aunque la observación es hecha de diver- so punto de vista. El corso clásico de nuestros car- navales está allí majestuosamente representado. La tertulia en casa de don Javier, con las máscaras que entran y salen, y las intrigas consiguientes, son es- cenas tan reales, tan llenas de vida, que el más exi- gente crítico nada podría tacharles. Palpita allí el carnaval porteño, como igualmente en el baile del club del Progreso, que refiere el capítulo tercero. La más estricta justicia obliga á reconocer que el que ha escrito esas páginas es un novelista de tem- peramento, y que sabe caracterizar perfectamen- te las cosas de aspecto más difíciles de analizar.

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En general, en todo el libro sobresalen las descrip- ciones, pues los capítulos referentes al Tigre, á sus paseos en bote, y á la vida de las familias que allí veranean, corren parejas con las páginas que dedica al carnaval.

No se trata empero de esas descripciones minucio- sas, pero foritaalistas á estilo de inventario judicial de escribano, sino que domina la nota del humour y un sano realismo, sin caer jamás en la vulgaridad de un naturalismo de convención. Las costumbres criollas no pasan desapercibidas para el analista escritor, y ya sea que se refiera á las temporadas en los bailes, ó algún infeliz encamotado^ ó que pinte como en la soberbia escena que sirve de postdata al baile del Club alguna borrachera del circulo de la truja, y deje adivinar á uno de sus miembros caloteando una que otra botella, se ve que el autor ha cortado en carne viva, y que ha sabido fustigar las ridiculeces á su paso con cierta chispa que no excluye el gra- cejo.

IV

No podría pasar por alto esta faz del libro, pues tendrá pronto un sabor arqueológico. La vida social

UNA NOVEUk ARGENTINA ^01

de Buenos Aires durante el verano es, efectivamente, típica, y pronto quizá no quedará ni recuerdo de lo que hoy nos parece tan encantador .

»

Cierto es que hablar de ello en este momento es como llevar agua al mar, en el sentido de que todo el mundo está tan al corriente de las costumbres de ayer, que parece banalidad el describirlas.

Pero pasa tan pronto la vida en esta parte del mundo I Ha hecho bien el autor de León Saldivar en describirnos esa faz de nuestra vida social, y de segu- ro más adelante más de uno ha de releer esas pági- nas con la curiosidad de recordar los tiempos felices de la primera juventud.

Cedamos, pues, á la tentación de contemplar un momento lo que es el verano porteño.

... Ha existido en todo tiempo una inexplicable con- juración de poetas conjuración en la cual, como en la de Madama Angot, entran pecadores y peca- doras— paracnzalsar las ventajas, los goces y la inLnita felicidad 'que á los míseros mortales pro- cura la canícula. Todos á una declaman contra el invierno frío, lluvioso, sucio, desagradable, incó- modo : el verano es vivífico, alegre, hermoso y flo - rido.

Aun, en la hipérbole del entusiasmo, ha llegado á decirse :

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¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente ! ...Al rayo vencedor que los deslumbre, Los anhelantes ojos alzarla, Y en tu semblante fúlgido, atrevido. Mirando sin cesar los fijarla.

Pase como licencia poética, pero el que esos versos escribiera sin duda en un acceso heliománico se habría quedado de seguro ciego, si intentara su des- cabellado propósito.

El sol ! Nada más vivificante que el dulce calor que esparce, c verdad? ¡Oh! Buenos Aires parece hermosísimo un dia de verano I qué agradables emanaciones hace el calor que de nuestro higiénico y mal empedrado suelo se desprendan !

Aun los adoradores más fanáticos del sol no se extasían sino ante la aurora y el crepúsculo vesperti- no, es decir, en los momentos mismos en que todavía no brilla ó cuando ya desaparece. Y creo que tienen en ello perfecta razón. Ver á las gentes por las calles en esos tiempos de verano, es lamentabilísi- mo espectáculo : ocupados los más, caminan con paso rápido, con el sombrero en la mano, enjugándose la sudorosa frente, jadeantes, mal humorados y con unas fachas!...

¡ Qué épocas para negocios I Por la mañana tem prano, en nuestras plazas de frutos, en el Once ó Constitución, los barraqueros, corredores, comisio-

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nistas y todos los que de lanas, cueros y cosas seme- jantes se ocupan, discuten, vociferan, se enojan, se arreglan, y se retiran á sus casas en el mismísimo estado que esas figuras de cera, á las cuales el calor ha hecho correr los colores, produciendo combina- ciones realmente maravillosas.

Durante el dia, los bolsistas gritan y disputan más que los de por la mañana, y sin disimular las con- tracciones súbitas de sus rostros lívidos, emocionados, en los cuales brillan unos ojos que parecen descon- fiar de todo el mundo, y mirar con angustia alguna desastrosa liquidación ! Sólo estos son insensibles

al calor. El juego, en efecto, es quizá la única pa- sión capaz de hacer completa abstracción de la per- sonalidad humana.

Los demás SQrps vivientes cruzan las calles sólo cuando á ello están inevitablemente compelidos, y lo hacen de una manera que traiciona á la legua el poquísimo placer que aquello les procura.

A la tarde, las caras, si bien más reposadas, no per eso aparecen menos disgustadas. Han cesado los negocios, es verdad, pero viene la noche y aque- llos á quienes el dia ha fatigado hasta lo imposible, quisieran divertirse algo antes de descansar.

Vano propósito! Bien saben que el calor impide diversiones como descanso, y miran con angustia

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avanzar las horas que les anuncian tormentos de nueva especie, no menos horribles que los otros.

Ni el dandysmo es posible... como que la elegancia y el calor son cosas que andan reñidas. < Quién puede aspirar á la corrección del dandy ó la frescura de la toilettef cuando el calor, obligándolo á sudar á mares ^ para emplear la expresión consagrada, des- hace los pliegues más artísticos, y le hace maldecir mil veces á Febo }

Cuando más, caida la tarde, se ven en los cafés ó en los jardines públicos, paseantes desembarazados, con la corbata apenas anudada, la mirada un tanto voluptuosa, los labios embriagados por el perfume del sempiterno cigarro, y que, echados cómodamen- te en alguna silla, afectan dilatarse como si aspiraran las brisas eternamente suaves del país de los poetas.

Las familias un tanto acomodadas abandonan la ciudad para inundar los pueblecillos de campo, llenar las quintas ó fastidiarse en las estancias. Van de la ciudad huyendo del calor, de la tierra, de la falta de aire y de la etiqueta citadina ; y en los pueblitos de campo edificados al estilo de la ciudad, con calles tiradas á cordel y casas sobre la calle misma, pegadas unas al lado de otras, se ven continuamen- te envueltos en nubes de polvo, peor todavía que el de Buenos Aires, se visten con arreglo á la misma

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etiqueta queaiuí y hacen la mismísima vida, tenien- do todos los inconvenientes del campo sin ninguna de sus ventajas.

Cuando se va de paseo á San Fernando, centro de los pueblos de campo donde reside la parte más aristocrática de esta democrática sociedad, se com- padece el visitante del martirio de las familias qiic llegan por la tarde al tonto, pero tradicional paseo de la plaza; han debido venir por caminos cubier- tos por una espesa capa de tierra fina, que durante una hora los ha envuelto, cambiando el color de sus trajes, haciendo dudosa la blancura de su tez, é ín-, filtrándose en los pulmones. ¡Vaya una diversión! Si se prefiere el Oeste, y se á Flores ó Almagro, de las lindas quintas que á uno y otro lado del cami- no se hallan, se ven salir familias ahogadas por el calor y la tierra, sempiternos durante el dia cómo durante la noche, y sin que haya esperanza de la más ligera brisa. Verdad es que es un campo, donde todo hay excepto campo : casas, casas y más casas, como si aquello fuera un suburbio de la ciudad grande.

Por el Sud, Barracas se enorgullece de su ancha avenida, la cuál fuera de la época de las tradicio- nales fiestas de la patrona se extiende melancólica, en un abandono y una soledad encantadoras.

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306 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Las estancias en el verano son el refugio más cu- rioso de los bonaerenses incautos. Los pobres creen ir á respirar aire puro. ¡Que aire ni que bercngenasl El que no se levanta temprano está condenado á una reclusión completa durante el dia, si no quiere asarse vivo ; y, si no lo encierran en esas caracttjrís- ticas jaulas que simula el enrejado de muchísimas casas de estancia, las moscas lo aturden, lo fastidian, y son capaces de acabar con la paciencia del mis mí-- simo Job.

{Por qué se apresuran las familias á salir al cam- %po? No es tan sólo por el calor; es también por temor á las epidemias, que, cuando nos han visitado lo han hecho en verano.

Nadie se explica esto, que, sin embargo, es senci- llo. La ciudad está ediñcada sobre un suelo compues- to de basuras, sobre las cuales hay pro-forma una ca- pa de piedras, malísimamente colocadas, y que pare- cen destinadas á convertir á los porteños en equili- bristas japoneses. Las casas son casi todas bajas, edi- ficadas á flor de tierra, y las cloacas aún no funcionan. Se levanta una grita general contra la idea de elevar la altura de los edificios, porque se quitará el sol á las angostas calles, olvidando que las calles en nin- guna parte del mundo están destinadas para vivir en ellas, sino simplemente para por ellas transitar. Y

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justamente la elevación de la altura de los edificios permitirá que las familias vivan en altos, y abandonen el malsano parterre . En Europa, el rez-de-chaussé es- tá destinado á casas de negocio, y cuando está eleva- do sobre el nivel del suelo, reposando sobre sótanos, sólo así es habitado por familias.

Aquí, sobre un suelo de basuras, se duerme y se vive á flor de tierra. ¡ Y se quejan de que haya epi- demias ! Lo extraño es que, en semejantes condicio- nes, los veranos no sean continuamente epidémicos.

El verano es el tiempo de los perezosos, y hay al- guien que ha sostenido que la holgazanería es un be- neficio, el resumen de todos los goces solemnes. Tris- te consuelo ! Pues ni esos gozan en el verano. En es- tos días del Señor, en que sólo se concibe la vida en el agiia^ ni el más resignado perezoso aguanta el más fresco cuarto, si es que prefiere no morir de asfixia.

Lo que es el verano es simplemente el desorgani- zador de la vida social, el desanimador constante del más laborioso trabajador.

En esta época del año todos se vuelven huraños, anti-socialcs, esquivan las visitas, evitan ser ama- bles, se vuelven egoístas : en una palabra, el hombre cesa de ser hombre, para convertirse en lo que Zola califica enérgicamente de bestia humana.

<Qué diversiones trae consigo el verano? Ningu-

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na. Pone término á la TÍda verdadera, á la vida agra- dable y distinguida del invierno, para reemplazar el todo por un par de docenas de funciones de circo, en que noche á noche se repiten las mismas piruetas á caballo, las mismas gracias estereotipadas de los pa- yasos, las mismas pruebas de los gimnastas ó de los equilibristas. A la tercer noche, el público toma aque- llo como pretexto, y se ríe, se fuma y se charla du- rante la función con la misma libertad que si se es - tuviera en la plaza pública. Y la gente pretende que se divierte así !

£1 Jardín Florida, bellísimo local, con una orques- ta de primer orden, parece ser uno de esos lugares poéticamente misteriosos donde los soñadores pudie- ran refugiarse á meditar en alta voz. Nadie les in- terrumpe : hay un par de alemanes que escuchan em- bebidos algún aire de Fidelio^ ó una sonata de Mo- zart, pero público abundante : damas, niñas, seño- res, jóvenes quiá! E^os son domingueros ; solólos días de fiesta van allí. Y el resto de la semana pre- fieren aburrirse míseramente en sus casas, ó en algún café, á ir á gozar de la música y del fresco del Jardín Florida. Panurgo reina entre nosotros con demasia- da omnipotencia.

Verdad es que á la misma hora nuestras plazas públicas ofrecen un raro espectáculo. Por entre las

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tupidas calles de la plaza del Parque, ó del Retiro, vése dibujar de trecho en trecho la silueta de alguna que otra pareja misteriosa, que viene á sepultar sus amores, más ó menos poéticos, en la sombra espesa y el silencio imponente de aquellas plazas semi-solita- rias. Las maritornes reivindican con orgullo la va- nidad de ser reinas de la noche i magas compla- cientes, cuyo misterioso poder facilita la conquista de las modernas belles aux bois dormantes I Queda el muelle.

El muelle, cuyos clásicos agujeros ya por fortuna no existen, sirve ¡cosa rara I de refugio también á los amantes, que no son, por cierto, siempre como los de Teruel. La magestad de la noche, el silencio imponente que reina, el calor relativamente menor que allí se siente, todo habla á las almas románti- cas... ó despierta simplemente á los adormecidos sen- tidos. El hecho es que aquel es un refugium pecca- torutn.

Añádanse los jardinillos con restaurant y gabine- tes particulares, situados en los suburbios para el servicio del centro, y se habrá terminado este catá- logo.

i Qué más queda > He ahí todo, todo I Esos son los encantos que ofrece el verano bonaerense. Y cánten- se después tiernas endechas al verano y diríjanse ar-

3 I o RESEÑAS Y CRITICAS

dientes madrigales á ese gordo astro con ojos de car- bunclo, y cuya fisonomía, para usar una expresión que no es poética, parece estar encuadrada en una aureola de cerillas fosfóricas en combustión !

¡ Pero la noche I He ahí el terror. La noche de ve- rano es absolutamente insuprimible. £1 día sofocante puede evitarse durmiendo, pero la noche, < quién duerme en las noches de verano ? No me refiero, por cierto, al tranquilo mortal que vive de ilusiones y contempla embebido la luz de la luna, á que ha dado en llamarse pálida. Y no existiendo vida fisica, la intelectual se encuentra aniquilada, c Quién puede pensar cuando reina el calor ? Ni se tienen ideas ni se tiene apetito. El cuerpo, como el espíritu, se sien- te anonadado.

Ni el dulce refugio de los desencantados es posible. El verano suprime la gastronomía . Los verdaderos entendidos y este es un consejo de Roqueplan, el émulo de Brillat Savarin es á luz de las bugías que celebran sus festines: nada es efectivamente más feo que una salsa vista al sol. Pero, c quién se solaza al derredor de una mesa cargada de manjares sucu- lentos, en un salón profusamente iluminado, cuando la naturaleza entera parece aplastada por esa capa de plomo que se llama calor ?

Alguien que había observado detenidamente la na-

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turaleza humana, dice con razón : en medio de los calores de enero, cuando cada uno de vuestros poros filtra lentamente y restituye á una devorante atmós- fera las limonadas heladas que habéis bebido de un solo trago, < habéis sentido jamás ese foco de coraje, ese vigor del pensamiento, esa energía completa que hacían vuestra existencia tan fácil y tan dulce algu- nos meses antes r £1 argumento no admite réplica : la influencia que el medio atmosférico ejerce sobre el hombre mejor templado es indiscutible, y el verano es realmente enervante.

Oh ! £1 invierno es la única época en que vive el hombre ; es recién entonces que su físico adquiere esc vigor y esa virilidad que lo caracterizan, y sólo entonces también su espíritu se desenvuelve satisfe- cho, y brilla y produce, por lo menos, con el grand' amore, que tanto ha proclamado el poeta.

... Y bien I Ocantos ha descrito con notas justísi- mas el encanto sui-generis del verano bonaerense, y esas páginas de LeónSaldivar son de las más intere- santes del libro.

'^12 RESEÑAS Y CRÍTICAS

AI leer el capitulo cuarto parece, efectivamente, que se vive en pleno Tigre. El jardín ante-dilu- viano, con sus rosadas santa ritas, su flor de la pa- sión y su infaltablc campanilla-^ la antigua casa con sus habitaciones blanqueadas y encuadradas, sus muebles de caoba lustrada, su mesa de mármol como centro de sala, con coloreados floreros que encierran flores de pluma, Conchitas y escamas; los ensayos de dibujo de la niña, las planas caligráñcas del niño, y aquellos retratos de las tías abuelas peinadas de banana y castaña, escotadas, '*con la mano en el estómago bien abierta, y caído el brazo izquierdo, teniendo el abanico ó el pañuelo ", todo eso es sim- plemente irreprochable y demuestra en el autor con- diciones sobresalientes en el género, á tal punto que es difícil llegar á esa altura recién en la segunda producción. Porque todo ello está dicho con tal sencillez y elegancia, en un estilo de buena com- pañía, fácil, distinguido, sin insistir demasiado, contentándose con dejar entrever al lector las co- sas, de manera que éste se vuelve su casi-cola— borador en la lectura, lo que aumenta el interés de

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ella y redunda por cierto en beneficio de uno y otro. Ks verdad que el autor ha querido pintarnos una faz archi-criolla de nuestra sociedad, y que quizá á ojos extraños pase por lo que la representa, pero to- mando en su valor relativo la faz estudiada, nada hay que observar en cuanto á la exactitud de los de- talles. Y tiempo era de daguerreotipar esa sociedad que va ya relegándose á los barrios extremos de esta Santísima Trinidad de Buenos Aires, cuyo mundo elegante de memoria de hombre por lo menos tiene otro carácter, que si bien es más cosmopolita, también es más distinguido, de educación, gustos y costumbres más refinadas que las de D. Javier y doña Venturita. Pero ésta, cómo está descrita ! El servicio doméstico de negros, chinos y mulatillos, coscorro- neados continuamente por la dueña de casa ; ésta, "sin corsé, en bata, con el pelo enredado ó suelto, chanclos v media calada " ; tomando amargos con yerba paraguaya, pero sin cascaras de naranja; ha- bituada á la carbonada^ al puchero, á la humita^ y aún á la carne con cuero; todo ello existe, vive, pal- pita — lo encontramos al doblar cada esquina de ciertos barrios, donde á la noche las ventanas quedan abiertas, caídas las persianas, sin luz la sala á pesar de las visitas ; y en la larga fila de cuartos, dormito- rios, ed aUn\ todos con las puertas abiertas de par en

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tremidad novio y novia, cuchicheando, diciéndose mutuamente esas mil y mil cosas tan dulces de de- cir como de repetir, mientras que en algún sofá la respetable mamá, profundamente aburrida, tiene que pasar las horas en el mayor mutismo ó parapetarse tras la lectura de algún libro ilustrado, para soste- ner con el sueño que la invade una descomunal cuanto desigual batalla ! Fríamente considerado, tal como el autor nos deja entrever su pensamiento hay una cierta dosis de ridículo en todo esto... pero qué encantador parece, cuando se pasa recién por ello!

Nos lleva el autor á la casa que será de la novia después, y si bien la coloca en la calle Piedras, [i por qué la calle Piedras, tratándose de una mansión del último buen gusto?), nos pasea por el salón Luís XVI, el comedor Enrique II, cXfumoir chinesco, pisando alfombras de Bruselas y tropezando con ja- rrones de Sévres. Quizá el señor barón no dio en ello muestras de muy distinguido buen gusto, y un ele- gante de genuina nobleza puede que hubiera evitado mezclar en una misma casa estilos tan distintos, épocas tan diversas y países tan diferentes, pero ya se vé, Cantillac no era en el fondo sino una pseudo- imitación del vtveur del Bots y del boulevard des Italiens,

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Las bodas de Lucia dánle margen al autor para una animada pintura. Sin duda Doña Venturita pudo en tan solemne ocasión haber prescindido de sus fatales mulatillos, chinos, etc., y ya que empleaba á la Con- fitería del Gas, haberle pedido un^ servicio á la altura de las circunstancias. En cambio, mucho le salió frangollado^ pues las amigas que desde temprano llegaban para ayudar, en realidad era sólo para co- madrear^ y Doña Venturita, "en bata y zapatillas, su trenza de color de ratón suelta á la espalda, an- daba de cuarto en cuarto dando plumerazos á los muebles y coscorrones á los mulatos ". Pero toda esa escena merece leerse íntegra.

La primera noche de bodas, tema escabroso si los hubo, da margen al autor para efectuar un cambio radical en el escenario, como ya se insinuó antes. Toda esa escena primorosamente «tratada, perdería si fuera analizada. Verdad es que la idea de hacer emborracharse al marido en tan psicoló- gico momento es, afuerde arriesgada, un tantuelo... singular, pero el autor ha querido con ello demostrar el imperio del feo vicio sobre aquel hombre, y ha aprovechado la oportunidad para analizar el efecto moral que todo eso produce en la recién casada.

Casi puede asegurarse que allí termina la primera parte de la novela y que sigue la segunda ; quizá

*

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podría agregarse que hasta aquí el autor ha escrito con amore y con cierta burlona sonrisa. En adelante puede decirse que abandona bruscamente su vena descriptiva y se engolfa de lleno en la parte psicoló- gica de su libro, en pleno dominio de las pasiones, y de qué pasiones... !

VI

Hagamos, pues, párrafo aparte. Pisamos aquí la arena candente: entramos á la parte más difícil de esta novela, pues se trata del análisis de caracteres, del estudio de las pasiones y de la observación del corazón humano. Pero justamente en ésto es que más necesaria es la experiencia, y ésta sólo se adquiere en propia carne, cuando la vida nos ha hecho su- frir esas pasiones tremendas que desgarran las túni- cas del alma, y que la dejan expuesta á los dolores más terribles sin defensa alguna.

Hay ciertas páginas que sólo pueden escribirse con la sangre propia, y es un tristísimo privilegio del dolor el ser la única puerta que acceso al escritor á los dominios de las pasiones que suelen agostar el corazón del hombre. Es preciso haber sufrido mu- cho para poder escribir sobre ciertos temas, y quizá

3 I 8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

es necesario haber sufrido también para juzgar y comprender ciertas páginas que pasan desapercibi- das á los ojos de la generalidad. Lósanos traen con- sigo esa ventaja dolorosa, pero á veces el sufrimiento se antepone á la edad.

Fortuna grande es no adelantarse al tiempo en es- tas materias, y gozar de la juventud antes que venga la edad madura, con su cortejo de pasiones y de do- lores.

El autor de este libro se encuentra ahora en plena primavera de la vida y goza de los mil privilegios de la edad florida, que desaparece demasiado pronto. Que prolongue su feliz juventud largos años todavía! que su corazón lata generoso al calor de los más no- bies sentimientos, y que su alma no se marchite al soplo de las pasiones malsanas y al contacto abra- sador de los dolores y pesares de este mundo !

De ahí que en esta novela se nota con cuánta frui- ción nos inicia en el estado de espíritu de León, desde que ''se hizo hombre, asumiendo la respon- sabilidad de sus deberes como hijo de viuda, que en- vejece mucho antes que los otros", entregándose de lleno al estudio severo : era sin embargo '' un cora- zón sencillo, con sus visos de indiferente y sus ribe- tes de romántico, una amalgama curiosa de bondad y de fiereza, de candida credulidad y de obcecada

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duda". Sin duda, pronto "comenzó la dura tarea de cortejar hermosas, que en unos es un móvil, en otros una distracción y en muchos un oficio ; ese diario espionaje, condimentado con posturas sentimentales, miradas de través, suspiros de pesadumbre, saludos de inteligencia y sonrisas de esperanza, duelo ga- lante de dos almas que las conveniencias alejan y la simpatía aproxima y estrecha; trotó calles y plazas, quedó de facción en las esquinas y pasó bajo sus bal- cones, mirando estúpidamente á las estrellas". En semejante estado de espíritu no es extraño que per- diera un poco su ponderado buen criterio, pues de este no parece quedarle nada, ni de bueno ni de malo y se empeña en adorar y perseguir á Lucía, exigiendo de ella explicaciones en la ciudad y en el campo, por doquier la encuentra, hasta donde la más caprichosa de las casualidades los lleva, como en la isla I

El autor mismo se asombra un poco de este su hé- roe que procede tan singularmente, **él, tan serio, tan meticuloso, envuelto en una atmósfera de gra- vedad, de hablar reposado, de genio sombrío". De ahí que, á renglón seguido, 'ante semejante conducta, exclame el novelista :" ^ es, pues, necesario, indis- pensable en la vida, pagar tributo al amor?". Par- diez ! y no á tontas y locas pintó la antigua poesía al

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amor bajo la forma aira y ente y iuguetona del capri- choso Cupido. íY para cuántos es un verdadero dios f

Pero el hecho es que nuestro León cambió com- pletamente desde que se vio deshauciado. '* Hubo dias que no quiso comer, pasando de la mañana á la noche y de la noche á la mañana tendido en la cama, de cara á la pared, sin hablar; otros, paseando á lo largo de su cuarto, en un taconeo que no cesaba ". Se adivina, por supuesto, el efecto que debió cau- sarle el casamiento de Lucía .

El autor describe aquella escena y analiza aquel corazón en ese momento, con una maestría y una mano tan segura, que admira en sus pocos años. Casi, casi se diría que el que tal ha escrito, ha sabido arrancar virilmente parte de sus propias entrañas en análogas circunstancias pero qué ! tantos miste- rios encierra la existencia !... {Cómo es que ha po- dido el autor, cuya pluma al analizar las pasiones es generalmente rápida, hacer un análisis tan pro- fundo, tan completo, tan emocionado, del alma de León en aquel trance ?

Sea de ello lo que fuere, el hecho es que esas pá- ginas viven con vida propia, y merecen sincero y ca- luroso aplauso. La enfermedad de León, sus alternativas de mejo-

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ría y de recaídas, su convalescencia todo ello que ocupa una tercera parte de este libro está notable - mente estudiado y perfectamente expresado. Allí se revela el autor novelista verdadero: no sólo sabe observar y describir lo que sus ojos ven, sino que su espíritu sagaz sabe analizar y expresar los fenóme- nos psíquicos, sólo visibles á los ojos del alma.

Quien tal ha hecho es un novelista, cualesquiera que sean las debilidades de su libro.

Cuando se tienen esas cualidades y que se da de ello innegable prueba, no es disculpable cierta pereza de espíritu que justifica el uso de laiS fiedles, para ahorrar mayor trabajo. Del que puede, la crítica debe exigir. Por cierto que se adivina á lo que nos referimos. El episodio de Cantillac, la intervención de su mujer Aliñe y su cómplice Martín, habría qui- zá requerido mayor estudio, y es por cierto parte dé- bil en el libro.

£1 carácter de Lucía, por el contrario, ha sido bien observado, aun cuando parezca que el autor ha teni- do en vista dos tipos distintos según se refiera á an- tes ó después del casamiento. Nos la pinta al princi- pio *^ demasiado alta quizá, algo delgada también, defecto que roba la gracia del andar y el encanto del busto, pero hermosa sin contradicción, por sus ojos, su boca y las líneas armoniosas de su rostro " . Es

ai

¡ ^22 RESEÑAS Y CRÍTICAS

cierto que nos dice que ^^ leía á tropezones, escribía á saltos, embadurnaba lienzos, golpeaba el piano, ras- caba el violín y arañaba el arpa : sabía decir gui en francés,^es en inglés, ya en alemán..." En cuanto á su coquetería, baste saber que, examinada su concien- cia al ser festejada por el barón, sólo le *^ colocó en el número de sus adoradores, sin darle preferencia, por- que su corazoncito de avellana se estaba tan callado á este respecto como un muerto". Su casamiento se aproximaba, había dicho sí, ''viendo venir indife- rente los acontecimientos, sin precipitar su desen- lace".

Así casó. Pero, apenas su marido le dio el primer abrazo... *' el tufillo á vino que le tomara un día, su- bía hasta su olfato". Y el tal tufillo obliga al marido apenas llegados á la casa nueva, después de la ins- pección de ordenanza, á invitar á su mujer... á cenar: con él hasta que... "tambaleándose, una copa llena en la diestra, que temblaba haciendo correr el líqui- do, se dirigió á Lucía incitándola á que bebiera ; ella, espantada, le rechazó, cayendo la copa sobre el man- tel, donde se hizo trizas..." Y á poco andar, des- pués de horrible lucha, *' el velo quedó en girones sobre la alfombra y su blanco traje de desposada manchado por el vómito vinoso del desgraciado!"

... Pero " tenía Lucía demasiado orgullo para con-

UNA NOVELA ARGENTINA 323

fesar que era desgraciada en su nuevo estado", de ahí que " su actitud de lánguida indiferencia no se alteró, y cuando se la vio por primera vez en el pú- blico, todos notaron su aire tranquilo de felicidad sa- tisfecha". ^'Cada cual se replegó en mismo, aban- donándose á sus gustos, preocupados de guardar las apariencias".

Y he ahí cómo Lucía se transforma radicalmente : en téte-á-téte permanente con un ebrio, lo oculta á todo el mundo, simula felicidad, viste elegantemen- te y corre tras el renombre mundanal de ser la helle ofthe season. Qué voluntad, qué perseverancia, qué energía, tan diñcilmente sospechables en la joven del " corazoncito de avellana" !

Huye el marido perseguido por Aliñe, y Lucía re- fugiada en casa de sus padres, sigue como tal cosa, siempre con su 'Mánguida indiferencia"...

Hemos visto ya, por otra parte, cómo curó León de su pasión.

Vil

Tal es el cuadro principal de la novela. Como epi- sodios secundarios hay muchísimos notables y de perfecta ley.

324 RESEÑAS Y CRÍTICAS

La pintura del circulo de Manolo es completa, pu- dicndo decir que el comienzo del capítulo tercero ca- racteriza una especialidad de la vida porteña que me- rece analizarse. Ese cuadro está tomado tan del na- tural, que se ve moverse á los personajes y se adivi- na cómo piensan y cómo deben expresarse. Es aque- lla una pequeña pintura hecha al lente^ con la per- fección de detalles de esos cuadros preciosos de la es- cuela holandesa, uno de esos interiores de casa pinta- dos por Teniers.

El retrato de Pepe Gómez es soberbio. Cuando el autor nos refiere la declaración de Gómez á Amalia \ él, de elegante ulster á la derniére, y usando el idio- ma francés para tan delicado trance, nos hace son- rcir involuntariamente la respuesta de Amalia, des- pués de dejarle pronunciar su largo y estudiado dis- curso. No musiú, le dice la bromista niña, y lo deja allí plantado boquiabierto!

... Pero son muchos los incidentes que merecerían especial mención.

El único consejo es de leerlo íntegro y se reconoce- rá que este libro es una novela llena de agradable sa- bor local, con interesantes pinturas de costumbres porteñas, y con algunas picantes críticas de ciertos resabios criollos.

Es, en una palabra, una verdadera novela argenti-

UNA NOVELA ARGENTINA 325

na, y en este concepto merece ser saludada con aplau- so, y pedir al autor pronto una nueva muestra de su ingenio, pues si la distancia entre León Saldivar y La cruz de la falta es inmensa, lógico es suponer que este progreso constante se irá acentuando, y que la literatura argentina tendrá esa rara avis de que por tanto tiempo ha carecido : un genuino novelista nacional.

En este concepto y sin incurrir en la exageración, podrían tenderse al novelista con ambas manos los lirios de que hablaba el poeta antiguo. Echeverría, en alguno de sus escritos, ha dicho con profunda verdad: " La poesía entre nosotros aún no ha llegado á ad- quirir el influjo y prepotencia moral que tuvo en la antigüedad y que hoy goza entre las cultas naciones europeas; preciso es, si quiere conquistarla, que aparezca revestida de un carácter propio y original, y que reflejando los colores de la naturaleza física que nos rodea,' sea á la vez el cuadro vivo de nuestras costumbres, y la expresión más elevada de las ideas dominantes, de los sentimientos y pasiones que na- cen del chocfue inmediato de nuestros intereses so- ciales, y en cuya esfera se mueve nuestra cultura in- telectual. Sólo así, campeando libre de los lazos de toda extraña influencia, nuestra poesía llegará á os- tentarse sublime como los Andes ; peregrina, her-

326 RESEÜAS T críticas

mosa j Taria en sus omamentos, como la fecunda tierra que la produzca '\ Tal podría decirse hoy de la novela. Realizar ese ideal : hic est labor, hoc est o pus»

Mavxod* r888.

XI

** apariencias"

(Federico Gamboa, C. de la Real Academia Española. Apariencus, Buenos Aires, Pcuser, 1892. 1 vol. en 80 de 6o3 páginas.)

RE comenzado á leer con verdadero encanto el libro tan anunciado del literato mexicano, que dignamente representa ante la nuestra á su querida patria ; y he terminado con verdadera angustia aque- lla lectura. Me fué imposible coordinar mis impresio- nes sobre la marcha : sólo conservaba el recuerdo de una sensación dolorosa, como cuando contra nuestra voluntad se nos obliga á contemplar un abismo que nos causa vértigo.

Fuera de diida, es éste un libro que no se confun-

3^8 BÉSELAS T CRÍTICAS

de ooD la tarb^-mnlta de las producciones de su gé- nero. Es una novela sobre el eterno tema del adul- terio, tan gastado y malgastado por la avalancha fastidiosa de los libros que hace tiempo viene pro- duciendo la literatura erótica firancesa. Pero por banal que sea el tema, por estudiadas y archiestudia- das que estén todas sus &ces posibles é imposibles tanto que en pocos asuntos se ha llegado más á la perfección en materia de fabricación literaria, con r^las y muletillas de cliché, con todo, el libro de Gamboa es una nota personal que, buena ó mala, se destaca de la sinfonía general.

Verdad es que el carácter de miembro de la Real Academia Española impone al autor deberes y acuerda á la crítica derechos, que quizá no se hubie- ran mencionado siquiera al saber que estamos en pre- sencia del segundo libro de un joven, que no ha llegado aún á los 30 años.

El autor, además, es una figura extraordinaria- mente simpática. A su gran juventud une la dicha de haber tenido una existencia de flores, de gozar de los encantos de la vida diplomática, y de no presen- társele por ende el mundo sino bajo una faz seduc- tora. Todo le sonríe ; nada turba su placidez ; su porvenir es brillante, y en ese perfecto y feliz equi- librio de la vida, cultiva con un fervor, que inspira

APARIENCIAS -729

respeto, á la Musa, severa y exigente, pero agrade- cida, porque retribuye con creces todo lo que por ella se hace.

De ahí que no debe juzgársele como una esperanza de las letras, sino como á una realidad.

II

£1 argumento del libro es sencillo.

En la época del imperio maximiliáneo, durante la invasión francesa, viene á ser ocupada por las fuerzas extranjeras una aldea de provincia. Un chicuelo, Pedro, es tomado prisionero por creerlo espía : lo someten á la corte marcial, ante la cual lo defiende un abogado del lugar. Su defensor lo recoge á tiempo para que reciba la bendición de su padre mo- ribundo. Abreviando : queda Pedro á cargo de D. Luis, quien lo lleva á México, y lo hace estudiar allí, para confiarle su bufete más tarde. Lo adopta, pues, por completo, resultando Pedro un excelente ¡oven.

Don Luis es un caballero ejemplar y que ha pasa- do ya de los 5 o años. Pero es el caso que al estar por recibirse su hijo adoptivo como abogado licen- ciado, diríamos á la mexicana emprende Pedro un

3 30 RESEÑAS Y CRÍTICAS

viaje de vacaciones con un su íntimo amigo á Ve- racruz, donde para en casa de dicho amigo. Resu- mamos: se enamora perdida y románticamente de Magdalena, la hermana de su amigo, y se compro- mete con ella. En el Ínterin, su padre adoptivo pasaba por análogo trance en México : se enamora prosaica pero locamente de Elena, la hija de una dienta, y la pide en matrimonio. Vuelve Pedro; se comuni- can con D. Luis sus recíprocas aventuras, y como su padre adoptivo se casara en seguida, llévalo á presentar en casa de la futura. Se realiza el casa- miento, produciendo para D. Luis y para los suyos una felicidad completa ; y continuando Pedro en la intimidad y confianza que exigían su carácter de hijo adoptivo y sus revelantes prendas.

ahí la intriga que ya se adivina. La joven esposa y el hijo adoptivo se enamoran; rompe éste su compromiso con Magdalena; y tras la lucha consiguiente, se olvida de la gratitud y del cariño que debe á su constante protector y padre adoptivo— y el adulterio se consuma. Un buen día los sorpren- de el marido y el desenlace de tan trágica historia es: condenar á los culpables á que sigan viviendo como castigo...

Nos encontramos, pues, en presencia de una novela psicológica de tesis. El autor ha querido estudiar

APARIENCIAS 3 3 I

el adulterio en un caso especial : de un lado las cir- cunstancias atenuantes la juventud de los culpa bles, la desproporción de edades en el matrimonio, la ceguera del marido ilusionado; del otro lado, los vínculos estrechos que ligan al marido, respetado y respetable, con el adúltero, su hechura, su hijo adoptivo, y con la esposa, joven sacada de la obscuri- dad y rodeada de mimos y adoraciones. El interés grande del libro está en el análisis psicológico de la pasión naciente, de la resistencia que le oponen ambos protagonistas, y de los efectos que en los mismos produce el adulterio consumado en esas condiciones. Elsa es la médula del libro, ese es el caso.

Lo demás, hors-íToeuvre espléndido, pero hors- (Tosuvre al fin forma en realidad otro libro distinto, unido á éste porque las páginas se siguen, pero que podría prescindirse de ello sin que la intriga, sin que la novela propiamente dicha, sufra en lo míni- mo. La primera parte íntegra, cerca del tercio del volumen, podría compendiarse en pocas páginas, no sólo sin que con ello pierda la novela, sino ganando quizá en su carácter de tal. Hay además en el resto del libro fragmentos descriptivos de la vida de Méxi- co, que igualmente distraen más bien la atención del estudio del caso.

3 32 RESEÑAS Y CRITICAS

III

Detengámonos un momento ante lo que, por falta de término más adecuado, hemos creído poder llamar hors-<V(£uvre,

La primera parte del libro es simplemente una joya cincelada por mano maestra. La pintura de la si- tuación de los espíritus en una aldea del interior, ocupada sólo por mujeres, por ancianos y por niños, ya que los hombres válidos estaban alistados en laá guerrillas republicanas, esa pintura, hecha con amore, nos interesa vivamente, nos hace compartir las emociones de aquellas gentes sencillas, en mo- mento en que el ejército invasor procede á la ocupa- ción sistemática del territorio. Hay allí un inciden- te dramático, intensamente dramático, en su sencillez misma el estéril sacrificio del chiflado tio Lucas. La retirada del ejército francés es realmente una obra maestra: no es posible pedir mayor sobriedad en los detalles, mayor perfección en el conjunto, efecto más patético en el cuadro. Esas páginas están escritas con profundo patriotismo y tienen una vida tal, que al lector se le antoja oir aquel matinal lla- mado de clarines, los ecos marciales de la banda

APARIENCIAS 333

reforzada, y el brillante desfile, con banderas des- plegadas, de aquellas tropas que evacuaban por orden superior una tierra generosa, á donde habían ido á llevar la invasión más inicua y más inexcusa- ble que recuerde la historia de este siglo.

Hay en esa parte páginas que recuerdan la inten- sidad de descripción que caracteriza al ya famoso libro de Zola, La Debácle, y, como éste, esos cua- dros hacen sufrir. Y si esta impresión producen en un lector extranjero, iqué eco no evocarán en el alma dolorida de un mexicano, al recordarle tan á lo vivo esos dids negros para el patriotismo? Sobre todo, el capitulo en que describe el funcionamiento fatalmente sumario y abusivo de los tribunales milita- res, aquella farsa de procesos, en los cuales jueces y acusados hablaban idiomas diferentes, sin acertar á comprenderse I

Paso por alto mil detalles. Asi, la muerte del padre de Pedro, recuerda á esos cuadros admirable- mente perfectos de la escuela holandesa, cuando retrata alguna escena de interior. Lo mismo diríase de las visitas al cementerio.

En la segunda parte hay trozos notables y que permiten arrojar una mirada escrutadora hasta el fondo del alma mexicana, en alguna de sus clases so- ciales. Asi, aquella partida de tresillo en plena capi-

^34 RESEÑAS Y CRÍTICAS

tal. £1 viaje á Veracruz; la pintura de la familia de Antonio, el amigo íntimo de Pedro; el retrato de Magdalena la figura más fascinadoramente simpá- tica del libro; el relato de los amoríos de Magdalena y Pedro, su subsiguiente compromiso: todo ello» for- ma un todo acabado, que habría podido figurar con honor entre los Esbozos contemporáneos que el autor publicara en Guatemala, que le valieron el nombra- miento de la Real Academia, y que entre nosotros está ahora popularizando la Revista Nacional de Vega Belgrano.

En la misma tercera parte, ya en pleno desarrollo de la intriga, íntimamente unidos á ésta, hay inci- dentes que permiten al autor desplegar un talento descriptivo admirable. La celebración -del matrimo- nio en la Profesa ; el capítulo íntegro del México noctámbulo y alegre; hasta aquella singularísima costumbre del almuerzo en sociedad con otros en un café alegrón, como imagino será el Tivoli de marras, á raíz de la ceremonia nupcial en la iglesia por la mañana, y cuando todavía, como dicen los viejos casuistas, el matrimonio está rato sed non consumato, original costubre mexicana ! todo ello y muchas otras, son páginas primorosas en puridad de verdad.

APARIENCIAS 3 3 $

IV

Tiempo es ya de que abordemos el fondo del asunto. Descartados los incidentes, nos encontramos, pues, con un caso estudiado á la manera de Bourget, ana- lizado con esa minuciosidad cruel que no perdona un detalle, que parece querer ensañarse en el dolor, que clava el puñal en la herida y lo mueve y lo remueve para destrozar hasta los últimos ligamentos!

Pero Gamboa olvida á Bourget cuando se complace en seguir y perseguir hasta las emociones más inci- dentales, y dejándose llevar de la pasión del análisis, todo lo quiere aclarar, lo incluye todo, lo principal como lo secundario; tanto, que á las veces esto hace perder un poco de vista á aquello. Tal sucede en una selva tropical en la cual las lianas trepadoras y vis- tosas, los heléchos brillantes é invasores, la vegetación parasitaria no igualada aún en la tierra, cubre á la postre los árboles mismos, y hace desaparecer, por lo. menos empequeñecer, á los gigantes de las selvas.

Ciertamente el autor tiene derecho á rechazar esta observación, por lo menos en su tendencia crítica, porque á la postre, ¿qué otra cosa ha hecho el gran- de, el incomparable Balzac, en su legendario Lysdans

3 3^ RESEÑAS T CRÍTICAS

la vallée^ que tantas lágrimas nos ha hecho derramar en cierta época de la vida ? EIs ésto muy exacto, y de seguro que implica un elogio,* y no un elogio baladí, el reconocer en Gamboa algunos rasgos típicamente característicos del profundo novelista francés,* del escritor que quizá ha analizado más á fondo el cora- zón humano.

Nada ha sido más trillado en la literatura moderna, que el problema del amor; nada se ha escrutado, nada se ha analizado con mayor lujo de detalles, sea en la novela, en la filosofía, en una palabra, en su aspecto literario y en su faz didáctica. Desde que Goethe des- nudó el alma de Werther y de Lotte, hasta Mante- gazza, que pretende descubrir las reglas para clasi- ficar al amor, los escritores de todos los países oo han hechosino ahondar, ahondar el eterno problema. Y como al árabe de la leyenda, que había llegado á la vejez estudiando las tretas de las mujeres y sobre ello había escrito sendos libros, siendo el juguete casual de la última con quien estuvo en contacto, así el estu- dio del problema amatorio se impone como esfinje mu- da, cuando más parece desmenuzado y descubierto. Es la Isis antigua, sempiternamente cubierta con un velo que mortal alguno había sido bastante osado á levantar, y que pasará á los siglos de los siglos, velada siempre, con inquebrantable tenacidad perseguida

APARIENCIAS 337

por SUS fieles, que cuando creen por fin haber logra- do levantar ana punta del velo, notan sólo que han tocado únicamente la sombra del mismo!

Pues bien, el autor de Apariencias plantea el problema sin ambajes, y se muestra resuelto á arrin- conarle sin piedad, hasta en su más recóndito refu*. gio, para que se rinda al fin. Es como un médico que extiende sobre la mesa de anfiteatro el cuerpo de una mujer otrora perseguida, y, escalpelo en mano, pro- cede á una autopsia implacable, sin perdonar nada, sin descuidar detalle alguno quiere encontrar la razón de ser del encanto que poseía aquella mujer ; y, rabioso, perseverante, corta y recorta, despedaza, seguro de llegar por fin al descubrimiento anhelado. Vano intento! Hay cosas evidentemente rebeldes al análisis. El encanto que produce una mujer no puede descubrirse en la autopsia de su cuerpo, como la pasión que provoca se escapa de las mallas más finas del silogismo analítico. Ambas cosas son como esas mariposas de colores deslumbradores : por Dios, no intentemos palpar de cerca color por color! Sólo polvo informe quedará en nuestros dedos ; y el encanto, desvanecido por siempre.

Algo análogo pasa con el amor, rebelde por su esencia misma al análisis frío y meticuloso. Porque, digámoslo de una vez, i es concebible acaso en un

22

3^8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

hombre enamorado, más aún, apasionado, el analizar tranquilamente su pasión, pesar el pro y el contra, desmenuzarla, calcular metódicamente sus consecuen- cias, estudiar qué rumbos convenga darla, et sic de coeteris} Ehl no hagamos juego de palabras; sólo los franceses, que hacen profesión de tener respuesta á todo, justifican la teología del caso, diciendo que hay ** amor de cabeza" y ** amor de corazón "; que unos son ''cerebrales", así como otros son "sentimenta- les " ; para distinguir á ambos de los puramente *' sensuales".

Porque, precisando la cuestión y haciendo el debi- do honor á la sinceridad del realismo del autor rea- lismo, para no confundirlo con el naturalismo de pe- ga, que recurre al gastado incitante pornográfico pa- ra atraer la turba multa de lectores más ó menos mal acostumbrados, la crítica leal no puede menos de convenir en que aquella sinceridad es esencialmente literaria, vale decir, que arranca del comercio de los libros y de las consiguientes elucubraciones, y no de la experiencia amarga, pero personal, de la vida mis- ma. Sin duda, no á todos es dado repetir el célebre símil del pelícano y servir el propio corazón en el fes- tín divino, pero eso no quita que para que sea exacto el verso inmortal

APARIENCIAS 3 39

Les plus desesperes sont les chants les plus beaux Etj'en sais d'inmortels qui sont de purs sanglots,

es indispensable haber vivido, esto es, haber sufrido aquel duro martirio, del cual, como dice el poeta

. . . le moins quej'en pourrais diré Si je l'essayais sur ma lire La briserait comme un roseau.

Y bien ! he ahí justamente el reproche fundamen- tal de Apariencias : es una obra con todos los ribetes naturalistas posibles, pero en el fondo es de un aca- bado romanticismo ; es el sollozo literario de la pre- coz experiencia de un adolescente, que ha vivido la vida del mundo en las páginas inflamadas de un ossianisiho retórico. Porque justamente, el autor al elejir por tema el adulterio y al escoger su forma pa- sional, ha querido de antemano presentarnos la faz más simpática del antipático asunto, en el sentido de que los futuros adúlteros aparecen como víctimas votivas en el altar del hado implacable, que sopla en corazones nobilísimos el huracán desenfrenado de una pasión irresistible, los hace olvidar poco á poco todo, los enceguece y los conduce fríamente al preci - picio, que no pueden, que no está en su mano evitar. La culpabilidad de los adúlteros queda así tan ami- norada en esta tesis fatalista, que casi estamos |^por

34 o RESEÑAS Y CRÍTICAS

encontrar natural su actitud, y por asombrarnos si ocurre á algún ingenuo lector mentar la grave res- ponsabilidad de los actores del manoseado drama. Pero para ello seria menester, por lo menos, que los avasallara una pasión irresistible, de esas que embar- gan, matan toda reflexión, subyugan... y explican, aun cuando no excusen.

Pero en Apariencias no hay tal.

El problema planteado por el novelista es senci- llamente aterrador. No hay sofisma bastante á excu- sar lo inexcusable.

Se trata de un anciano, que ha sido la encarnación misma del caballero, y un joven que le debe la vida, su carrera, todo. Es el vínculo filial perfecto, salvo el accidente del nacimiento. Y ese hijo adoptivo, en esas condiciones, comete adulterio con su propia ma- drastra, escarneciendo el hogar de su protector con un incesto inmoral que clama al cielo venganza.Yese hijo adoptivo durante meses enteros se cuenta del resultado fatal, prevé el adulterio incestuoso, analiza su situación, y, hábil abogado, emplea todas las chi- canas forenses en disculpar la falta futura. Y durante esa larga elaboración, la pasión de aquel hombre le permite darse lúcida cuenta de sus ventajas y des- ventajas, y estudiar el punto como estudia un pleito en su bufete de abogado. Y durante ese largo tiempo,

APARIENCIAS ^4 1

sigue demostrando el mismo cariño filial de antes á su padre adoptivo, víctima segura que él veía inte- riormente acercarse al precipicio y que, á pesar de una que otra veleidad, no trepidaba en empujar sua- vemente para que cayera al abismo!

La mujer adúltera es uno de los caracteres más poco simpáticos del libro: también es otra cerebral: también analiza y vuelve áanalizar su pasión naciente y sus progresos, y al mismo tiempo que acaricia á su marido legítimo, pesa la consecuencias de su falta próxima, que está dispuesta á cometer y para lo cual aguarda sólo el momento oportuno.

Tiene un marido que la adora, una digna madre que la mima; hasta un confesor para aconsejarla; tiene la singular lucidez de comprender con la anti- cipación de medio año que va á ser adúltera con el hijo adoptivo de su marido... y, sin embargo, conti- núa analizando y analizando siempre, hasta que llega el instante fatal— y, sin una palabra, sin un gesto, como la cosa más natural del mundo, pasa de los brazos del padre á los del hijo, de los de su marido á los del amante!

No! El espíritu se subleva ante semejante caso. No es posible que una persecusión que permite tal lujo de reflexión y análisis, pueda excusar una acción tan re- pugnante á la naturaleza. Hay un rebuscamiento

34 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS

enfermizo en buscar problemas tan sutiles, dignos sólo de épocas bizantinas, durante las cuales se per- vierte el sentido moral y se eclipsa el sentido común. Hay un peligro grave en estudiar en detalles parcia- les y sofísticos los estragos de una pasión, cuyos efec- tos serían en la vida real pervertidores de lo más santo y de lo más fundamental de la existencia hu- mana. Pues á ser verdaderos los argumentos capcio- sos con los cuales el autor va poquito á poco inficio- nando el ánimo del lector de la lectora, lo que sería infinitamente lamentable!] y preparándole, sino á justificar, por lo menos á excusar, el desenlace como cosa fatal, inevitable, en la cual los protagonistas no tienen culpa, sino que ésta incumbe por entero al Hado, al acaso— á ser exactos esos argumentos, dado que se trata de un caso especialísimo, de un incesto en cierto modo, cqué queda para el común de loscasos, qué para los adulterios generales, en los cuales el amante no conoce al marido, ó es éste un monstruo humano, ó cosa parecida? Pues, ¡ que sería lo más natural de este mundo !...

Y la víctima! Aquel cumplido caballero, dechado de perfecciones, traicionado así por su propia mujer, y su hijo adoptivo ! El autor al parecer le ha tratado con piedad, pero al insistir en la persistente ceguera del Sganarellc mexicano, sin quererlo hace inclinar la

APARIENCIAS 343

balanza en su contra, perfílase una sonrisa un tantico irónica en los labios del lector y, convencido éste de que es inevitable el cornúpeto sacrificio, principia á ver tan sólo el ridículo que cae, cae, y sin cesar sigue cayendo sobre las canas de aquel malhadado an- ciano I

Ah! libro terrible y doloroso, pero por suerte sofís- tico ! El lector se obligado á pensar ante esas pá- ginas escritas con calor, y tiene que estar muy sobre alerta para no tomar por exactos aquellos dorados sofismas con que se nos quiere disculpar al vicio y con los cuales se quiere protejer ala virtud, pero con una protección tal, que se concluye por clamar porque la abandonen más bien, porque la ataquen, porque la escarnezcan, ya que todo ello seria preferible á esa defensa terrible I

Injusto seria, sin embargo, no reconocer que el autor caracteriza con una amargura implacable las consecuencias de aquel monstruoso adulterio, mostran- do á ios culpables como penados atados á la cadena del presidario, amantes sin los goces del amor, ya que la satisfacción material del capricho no puede entrar en cuenta de tal presa de vivísimos remordi- mientos, viviendo en un martirio de todas las horas, en un verdadero infierno. Pero á pesar de todo, los hace perseverar en tan falsa situación durante más de un

344 RESENAS Y CRITICAS

año, garantiéndoles que durante tan largo lapso de tiempo nadie llegará á advinar siquiera sus criminales relaciones, ni tampoco el servicio, á pesar de que aquellos singulares amantes se entregan á Venus Citerea con puertas y ventanas abiertas, obedeciendo á los impulsos rabiosos de la carne.

i Dónde está en todo esto el amor, aún cuando sea el amor culpable? Será la pasión sensual, el brutal impulso del rwí, pero amor, amor en esas condicio- nes!... Parece' que con esa pintura de una relación que repugna, hubiera querido el autor hacer perdo- nar la atención cariñosa con que ha seguido antes la marcha de la pasión.

Porque, á ser verdad que el adulterio sólo propor- ciona las míseras satisfacciones que nos pinta el au- tor, {vale entonces la pena de cometerlo? No ha querido el novelista que sus protagonistas gocen un día de felicidad criminal, diferenciándose en esto de la generalidad de los escritores que han dado en juz- gar ese caso enfermizo de nuestra existencia social con tan tradicional benevolencia, que el lector casi estará tentado de creer que en ello residía la verda- dera felicidad, y no en el matrimonio puro y honesto.

Algo tarde ha reaccionado el autor y toda esa con- denación del adulterio, á manera de moraleja de cuento, parece puesta allí para justificar la extraña

APARIENCIAS 345

solución del marido ultrajado, al sorprender á los criminales tnfraganti delicio : - - que vivan como cas- tigo!

Singular resolución; inopinada, que sorprende, porque nada la justifica ni la prepara. Pues qué, un hombre que no ha tenido empacho en portarse como un verdadero lagartijo de arrabal, sacrificando sin escrúpulos la vida purísima de su novia Magdalena, c acaso tendrá mayor inconveniente en arrojar el re- cuerdo de Elena al saco sin fondo del pasado? Bah ! lanzado en ese camino, para el don Juan mexicano aquella mujer es sólo una de las famosas mille e tre á que se refería Leporello, cuando decía con admira- ble frescura: Madamina, il catalogo é questo...!

La vida como castigo ! Y < á quién ? A un hombre que no trepida en violar los vínculos más sagrados que existen, y que, en medio de su pasión, en su noc- támbulo paseo al barrio de las irredentas de México, se le ocurre sin repugnancia que algún día Elena po- dría convertirse en vulgar hetaira^ y volverse araña, —para usar un mexicanismo,— sin que tan mons- truosa idea le haga mayormente cosquillas !

La solución del libro es en realidad sofística, y es ello lástima grande, pues corona así una tesis desa- rrollada con tan desgraciada lógica, aún cuando con un talento tan sutil é innegable.

34 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Cabría aquí, sia duda, hacer al autor una peque- ña, aunque sincera observación. Respira su libro por todos los poros tal prurito de imitación naturalista, á la manera de Zola, que está tentado el lector por tomar á lo serio la teoría de aquella escuela, y buscar en esta novela la parte documentaria. Salta á la vista lo retórico del desenlace, y confirma así que estamos en presencia de un caso de Academia, pero no de un drama real y verdadero. Para disecar la vida, es necesario por lo menos haber vivido, y aun cuando no escudaran al autor sus pocos años para demos- trar que está aún en el prólogo de la vida, la feliz existencia diplomática que lleva, invirtiendo sus ocios en cultivar su ideal literario y la amistad de los que forman el mundo de las letras, no le ha dado aún ocasión para experimentar tn anima vili esos dramas crueles que marchitan el corazón y hastian el alma. Feliz mil veces por ello; pero si le llega el día cruel, y si en alguno de sus libros posteriores nos convida al terrible festín del poeta, y nos sirve en él su corazón, como lo observamos un instante hace, se convencerá entonces de que Apariencias es un libro pálido y enfermizo, porque es artificial. Entonces brotarán espontáneas y vibrantes esas notas profundamente conmovedoras que arranca del alma la amarga experiencia de la vida; notas terribles

APARIENCIAS 347

que se imponen al lector más prevenido, que acon- gojan su espíritu, que le dejan un sedimento cruel, pero justo, desde que se trata de la realidad, de la verdad, de lo que acontece. Considerado así el natu- ralismo, no es sino el verismo de los clásicos, que hu- yen de lo artificial, de lo rebuscado, de lo amanerado, casi diría de lo decadente, para ponerme al nivel de la novísima evolución literaria. Pero en literatura " la bandera no cubre la mercancía ", para usar el aforismo jurídico, y no basta imitar las exteriorida- des de un naturalismo más ó menos exagerado, para producir una obra realista. No basta tampoco ver la realidad : es menester saberla ver el secreto de la inmortalidad está sencillamente en eso. * Nadie se asusta de una novela '* naturalista", por más que principie á pasar de moda, pero se exige por lo menos que la cosa exista, y sea bien obser- vada ; que la imaginación del novelista cuya since- ridad está fuera de cuestión, porque es en ello vícti- ma de un exceso natural de la loca de la casa, en su período exhuberante no reemplaze á la realidad de la vida. No quiere ello decir que un libro en esas condiciones haya forzosamente de ponerse en todas las manos, pues la vida tiene períodos de en- cantadora inocencia que sería inhumano profanar abriendo los ojos antes de tiempo, pero al que ya

34^ RESEÑAS Y críticas

se ha iniciado en las vicisitudes de la existencia no huelgan hipocresías pretendidas : si condena, es por- que usando en ello del mismísimo derecho del autor, dice lo que su sinceridad le impone.

El procedimiento de escuela, llamado "naturalis- ta", está hoy anticuado : la tendencia yí» ¿e siécle es, por el contrario, idealista, y la nebulosa evolución literaria actual, con sus banderías de simbolistas y decadentes, presagian una reacción indudable y que la exageración de los imitadores de Zola ha contribuido á precipitar. Gamboa tiene la felicidad de vivir en la atmósfera literaria de una década atrás, y de ahí que su novela esté trabajada según todas las reglas del gran pontífícc del naturalismo. El realismo será eterno, como lo será el idealismo, pero las exageraciíi- nes de una ú otra de ambas tendencias sólo tienen vida efímera. Apariencias es la obra sincera de un discí- pulo de Zola y de Flaubert : que se apresure el autor á ensanchar su horizonte y libertar su espíritu de las estrechas ligaduras de escuela, si no quiere expo- nerse á producir obraá que pronto tendrán sólo sabor arcaico I Pero, concluyamos con esta amis- tosa chicana : esos defectillos, naturalmente explica- bles en una obra de la primera juventud, desapa- recerán en las producciones de una madurez que se anuncia de manera tan brillante.

APARIENCIAS 340

V

Jamás titulo alguno fué más exacto que el de este libro. Apariencias í No hay que fiarse en las apa- riencias de sus raciocinios: estamos ante un abis- mo artísticamente oculto con rosas y flores fragantes. Cuidado con el sofisma ; cuidado con las apariencias I

Y qué apariencias! Pocos libros he leído con ma- yor encanto gracias á su estilo fácil, á sus descripcio- nes brillantes, al talento innegable con que están pintadas sus diversas situaciones. Se puede disentir del autor en cuanto á su argumentación, pero no es posible desconocer que se encuentra uno en presen- cia de una personalidad literaria acentuada, de un estudioso del corazón humano. Ese libro es eminen- temente sugerente, fuerza á pensar, retiene al lector, y sea que este simpatize ó no con la tesis expuesta y con sus conclusiones, terminada la lectura, no se arroja el volumen al fondo de un estante como su- cede con la inmensa generalidad de los libros sino que, por el contrario, se reflexiona sobre él, se le dis- cute, se le vuelve á leer, se encara su texto y se toma uno cuerpo á cuerpo con la lógica del autor.

^De cuántos libros puede decirse lo mismo? Los

^;0 RESEÑAS Y CRÍTICAS

libros banales nacen y mueren sin de)ar recuerdo si- quiera de su fugitiva existencia, por glande que sea la boga momentánea que sus cualidades más ó menos brillantes hayan podido producir, c Quién se acuerda hoy de los libros del vizconde de Arlincourt, el autor más popular de su época ? Y < quién dejará de leer por los años de los años el Werther de Goethe ? Y eso que el Werther ha perdido la razón de ser de su popula- ridad de origen, pero queda en pie el problema eter- no del alma, desgarradas sus túnicas por mano maes- tra. Sólo viven en la posteridad los librosque ha- blan al alma misma, que fuerzan á pensar, que obli- gan á encarar problemas, acerca de los cuales el co- mún de los mortales prefiere contentarse con las so- luciones banales que hay siempre ad usum delphini. El libro de Gamboa tiende á entrar en la segunda categoría, y en ello consiste, paréceme, su elogio más sincero y más profundo.

Agosto de 1892.

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LA OPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES

PUESTO que en estos últimos tiempos se ha dado en tomar á lo serio las críticas musicales, la pasión de nuestra sociedad por la ópera italiana y la importancia que, en el mundo del arte, va tomando el cantar en Buenos Aires, no se reprochará, quizá, que se analicen las causas de tal estado de cosas.

Ha llegado á aceptarse sin discusión ignoro cómo que entre nosotros no hay verdaderos críticos de arte y menos de música, que las crónicas técnicas que de las representaciones líricas se hacen, son meras alabanzas ú observaciones nimias. Se ha necesitado la presencia de un periodista extranjero, tan distin- guido crítico musical como elegante escritor, para que recibiéramos esta lección, no sospechada por cierto en quienes, hace muchos años, el amor á la

3 5 3 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Ópera es más biea una pasión intransigente, ayuda- da por un oído educado, cantores afamados y por au' diciones clásicas en sociedades reservadas.

Verdad es que se ha dicho que de todas las bellas artes, la música es, sin duda, la mejor y más gene- ralmente apreciada ; pero no es, por cierto, la mejor comprendida por todo el mundo, porque la música es á la vez un arte y una ciencia : como arte, obra espontáneamente sobre todo ser bien organizado; como ciencia, impone la iniciación á los que quieren profundizar «us misterios.

Resulta, pues, que se ha descubierto que si somos sensibles al arte musical, debemos probablemente ignorar la ciencia de la música !

A observar, sin embargo, la marcadísima afición de nuestra sociedad por Colón, la atracción irresisti- ble que este teatro ejerce sobre los porteños, á pesar de tener precios exageradamente exorbitantes más elevados que los de la grande Opera de París! la constancia con que, sin perder una función, asisten todos á sus localidades durante la temporada teatral ; al reflexionar sobre esto, un observador estaría ten- tado de creer que era éste un público de diletantes distinguidos.

En pocos teatros del mundo, puede decirse sin hi- pérbole, se representan óperas tan diversas en la

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES -555

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misma temporada, como tampoco óperas de tan des- igual valor, las unas sublimes, como Hugonotes, las otras archivadas ya, como Ernani. No frecuentemen- te se encuentran compañías tan completas como la de Ferrari, como tampoco tan desiguales, con partes muy buenas y partes muy malas. En fin, para con- clxiir, podrá asegurarse que la orquesta y los coros no solamente son muy buenos, sino, lo que es una felicidad, extraordinariamente bien dirigidos.

Se asegura, con todo, que la sociedad bonaerense frecuenta á Colón en mucha parte por tradición, por- que allí tienen sus palcos las principales familias, ó porque hay en el fondo una cuestión de moda. Se cita el teatro de la Opera, mil veces más elegante, más cómodo, más apropiado que Colón, pero que no ha podido mantener la competencia ; se señala ahora al teatro Nacional, imitación de Colón con sus incomodidades, salvo algunos defectos corregidos, y que actualmente lucha por derribar al ya viejo rival.

Sea de ello lo que fuere, el hecho es que la gente va á Colón, sea porque así lo quiere la caprichosa moda, ó la tiránica costumbre, ó porque la compañía lírica es realmente buena.

Mundanamente hablando, debo confesar que siem* pre me ha sido difícil comprender cómo la sociedad

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3 54 RESEÑAS Y críticas

de Buenos Aires se ha esclavizado de tal modo para con el teatro Colón.

La llegada es algo desagradable, por ser estrecha la calle, angostas las veredas y grande la agrupación de gente ; convirtiéndose en pésima en un día lluvio- so ó húmedo, pues es preciso empaparse ó embarrar- se, por falta de esas indispensables galerías de cris- tales que ostenta cualquier teatro europeo. El vestí- bulo de la entrada siempre se encuentra atestado de gente, hombres en su mayor parte, que se ocupan en formar angostas calles para poder ver desfilar á las bellezas del día, mirándolas de cerca con un desen- fado curiosamente original. Es una especie de bau- tismo de fuego que reciben nuestras damas y niñas antes de alinearse en filas de batalla en los palcos, tertulias y cazuela, donde se convierten en el foco de los anteojos de todo hijo de vecino que concurre al teatro.

El que frecuenta á Colón cree observar que la con- currencia es siempre la misma, sabiendo de antema- no qué familias ocuparán los palcos, quiénes estarán en las tertulias, á quiénes se podrá mirar en la ca- zuela. Son las mismísimas gentes que se conocen personalmente ó de vista, que saben recíprocamente quiénes son, cuáles sus familias y sus medios ; que Van, con todo, á mirarse con el interés con que se

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 35^

contemplan por vez primera los desconocidos. Y sin embargo, durante los largos entreactos no se visitan, no se mueven casi de sus asientos, á no ser los caba- lleros para fumar un cigarro en el vestíbulo, las ni- nas para cambiar de posición. A todo trance parece querer guardarse una tirantez á la verdad exagerada.

Cualquiera diría que las gentes á la moda Dios sabe si es elástico el epíteto ! no van nunca al tea- tro sino para llegar á mediados del segundo acto, á fin de atraer las miradas de la concurrencia entera, sea por el ruido de las puertas de los palcos, sea por la reclamación del asiento en la platea. Las mismas personas creerían perder su elegante renombre si aguardaran el final de la ópera para retirarse, por cuya razón lo hacen en el último intermedio, ó á la mitad del último acto. De ahí que el teatro está casi solo al comenzar ó finalizar una ópera, aunque sea esta la Semiramis de Rossini, Hugonotes de Meyer- beer, ó Aida de Ver di.

Los verdaderos aficionados llegan con anticipación y se retiran con retardo, pero no les es posible es- cuchar con precisión las oberturas, aunque sean espléndidas como la del Profeta^ ó atender á los finales, á pesar de tratarse de Donjuán. En esos momentos el ruido es tal, las gentes se mueven de tal manera, que es imposible gozar de la música.

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^»l<rn, á c^tar á apreciaciones competentes, es un t^^tro que, bajo el punto de TÍsta del arte, tiene de- iect</i» que v>n hoy reconocidos. Se le acusa de ser de- mH*^'íudo grande, lo que lo convierte en poco acústico; %c pretende que es únicamente agradable porque es - t/imoD habituados á verlo lleno de gente conocida. La

LA ÓPERA ITAUANA EN BUENOS AIRES 3>7

falla, de antepalcos es, sin duda, una incomodidad reconocida ; la estrechez de la platea un inconve- niente deplorable ; y las dimensiones del teatro , la causa de que la impresión que las óperas producen sea diversa según sea el asiento que se tiene.

La música sólo se goza íntimamente cuando se está en el medio del teatro ; esto es, se goza con verda- dera emoción. Cuando uno se encuentra en el ex- tremo opuesto, se oye bien, no se pierden las notas, pero no es la misma emoción la que se experimenta : parece que nos encontrara fríos y quizá difíciles. Los verdaderos aficionados porteños, que asisten á las audiciones de la sociedad del Cuarteto, habrán segu- ramente podido notar la diferencia considerable que existe, entre el mismo trozo ejecutado en la sala de aquella sociedad y el tocado en el teatro Colón.

Los cantores mismos se ven obligados á esforzar su voz para hacerla llegar á todos los ámbitos del teatro, y el público acostumbrado á oír bien sólo lo que se exagera, aplaude con furor cuando se fuerza la voz, aunque se llegue al grito, y permanece indi- ferente cuando se canta con la voz natural. De ahí que Gayarre, cuando recién llegó, se quejara amar- gamente de que el público no lo aplaudía lo bastante: cantaba, pero no gritaba, y la mitad de la concu- rrencia no podía, por lo tanto, apreciar su voz. Por

Tust ^r'*jtx ürrrf frtrmeaac cb i«z de oolar. £/ru::urrt:r:tc:t fc oottmurrgr art£ la cxtraonfiaara

I 'c^ c/tra pvte. ftaiTc* <a ceu última ¿pota, úaíca' s>«,r.u pooi» crjTicuTTcnia cooocíaii d aigiuacato de líit Operatt :,'je cacnrhahan : dd pmfinwla, tampoco. c/^TT.'^^rA^rVj al cor cantar, sea por la dificultad del tót'/m^n. M:a por la defectuosa arfimUfióQ de losar- U^Ut^t. Vcráüá C5 que la mayor parte de las óperas tienen por bate argumentos realmente ridiculos por %u í^lta de bCQÚÓo, j que á pocas partituras oontem- p^/ránca» bc las pueda, llamar dramas musicales, eD ócc'ir^ texto y música dramáticas. Sucede que como en el famoso 4* acto del ProfetA cuando el intercí» dramático es tan grande como el musical, ni el espectador se encuentra demasiado lejos del proHccnío, no puede apreciar bien el uno ni el otro, porque se le escapa la expresión la fisonomía, y las modulaciones delicadas: la expresión musical misma cH preciso exagerarla para hacerla perceptible á tan gran dÍHtancia, y de ahí que se falsea notablemente el grado d'j intcnéidad de los sonidos, con virtiendo ídcuH dulcísimas en frases monstruosas.

Por cHtas razones, los diletantes porteños se han ncoHtumbrudo involuntariamente á provocar dos de-

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES ^ ^ Q

fectos capitales ea sus artistas favoritos. No pudiendo gozar bien á la distancia de la mímica físionómica, aplauden los gestos extremados, entusiasmándose cuando la Borghi-Mamó exagera tan extrañamente la Valentina del 4* acto de Hugonotes, 6 la Marga- rita del 2* acto de Mefistó/eles , No siéndoles posi- ble oír con exactitud las notas rápidas y dulces, obli- gan á Tamagno á sostener extraordinariamente las notas sonoras de pecho ; convirtiendo, por ejemplo, la famosa súplica de Raúl en un ejercicio de canto, lo que falsea de una manera desastrosa el pensa- miento de Meyerbeer.

En otros países estas exageraciones están comple- tamente proscriptas, y quien haya escuchado á Gaya" rre en el famoso Covent-Garden, después de haberle oído forzar la voz en su última época de Colón, re- conocerá que el celebrado tenor se había corregido del todo de semejante defecto.

Este es tanto más grave, cuanto que así se gasta la voz de los cantores y se la pierde para siempre : es conocido \o que con Lelmi pasó entre nosotros.

Los entendidos en la materia el maestro Bassi debe ser, por cierto, de esta opinión aseguran que el público aplaude aquí sólo las notas exageradas, y que escucha arrobado trozos enteros en que la expre- sión está falseada.

360 RESEÑAS y críticas

Los tenores y las soprano absoluto son los artistas más expuestos á esta verdadera mistificación. El público los pervierte. Cierto es que ellos contribu- yen en algo, pues por regla general retacean impla- cablemente las óperas, baciendo suprimir trozos, cambiarlos de un tono á otro, permitiéndose abreviar ó prolongar las notas, á su buen placer. Es así como no se oyen, por regla general, las partituras comple- tas.

Eso explica cómo recién puede decirse que la Seal- chi-Lolli nos ha hecho conocer el bellísimo trozo de la contralto en el 2* acto de Hugonotes.

Además, las personas entendidas pretenden q^ue el defecto de construcción del teatro Colón explica, quizá, otro fenómeno raro. Mientras que los dile- tantes bonaerenses son muy exigentes respecto de las partes primeras, son algo indulgentes con rela- ción á los coros y orquesta. Y en general sería po- sible asegurar que lo que más gusta de las óperas entre nosotros, no son las arias ni las cavatinas, sino los dúos, cuartetos, coros y ñnales.

Verdad es que casi todas las óperas modernas abu- san de ese medio, que es más cómodo y fácil para compositores y ejecutantes, pero es tal vez debido á las dimensiones de los teatros italianos y franceses. Los grandes maestros, cuyas óperas se dan en Co-

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 36 1

lón, las han compuesto sea en Italia ó en Francia : pues bien, los teatros de la Scala de Milán, y de San Carlos de Ñapóles, y el de la Grande Ópera, de Pa- rís, son tan desmesuradamente grandes, que necesi- tan cautivar la atención del público por medio de esos efectos combinados. De ahí las bandas y los co- ros £n el proscenio. Quizá por eso no se dan en Co- lón las óperas alemanas, ni el Fidelio de Beethovcn, ni Orfeo de Gluck, ni Freyschütz de Weber, ni Mar- tha de Flotow, ni Don Juan de Mozart: todas ellas están, sin embargo, adaptadas al italiano. < Por qué nos gusta tanto aquí la bellísima ópera Dino- raA? Debe ser por la misma razón, porque es fama que el cisne de Pessaro cuando fué á residir á París, notó el mismo efecto en cuanto á sus primeras ópe- ras, y, atribuyéndolo también á idéntica causa, com- puso dos de sus partituras francesas Moisés y el Sitio de Corinto, en un sentido completamente opuesto.

Entre nosotros el gusto por la ópera es antiguo y decidido. Con sumarazón se ha dicho que ''la ópera es la obra musical por excelencia, y exige, para su ejecución, el concurso de todo lo que hay de más ex- quisito en las otras ramas de las bellas artes ; hace acompañar á la música de la poesía, que desenvuelve la acción dramática; la pintura, que la encuadra

362 RESEÑAS Y críticas

con sus decoraciones : el baile, que es frecuente- mente su obligado complemento, y la mecánica apa- rece con todos sus perfeccionamientos en las mara- villas de los cambios instantáneos y de los efectos de óptica y otros, que constituyen la ciencia compli- cada del maquinista".

Wagner ha trazado de la "ópera del porvenir '* un cuadro que bien pudiera aplicarse á la ópera con- temporánea. Busca primeramente el poema para que la música se desarrolle sobre él, y no se contenta con insulsos libretos. Tras del poema aspira á la emancipación de la orquesta, dotándola de vida y arte propios, siguiendo las huellas de Beethoven. Recurre después al coro, emancipándolo asimismo de su triste papel secundario, para elevarlo á la catego- ría de elemento representante de las multitudes más ó menos tumultuosas. Quiere que concurra también el baile, como en lo antiguo concurría á todas las solemnidades. Por último, la arquitectura, la pin- tura, la escultura y la mecánica, con más todos los adherentes artísticos que en el día produce la ciencia, deben ser llamados, según su opinión, á enriquecer y regenerar la ópera.

Pesd3 luego es evidente que la ópera no consiste en la simple armonía de la música y de la voz hu- mana, sino en cantar para expresar un sentimiento

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 363

dramático ó cómico. Al par que cantor es, pues, preciso ser artista.

Desgraciadamente, se ha observado en casi todas partes que las ejecuciones correctas son raras. No basta que los artistas sean buenos cantores ; deben ser también buenos actores. Deben comenzar por aprender sus papeles como si fueran á representar un drama sin música; y el estudio musical no debe principiar hasta que el significado psicológico del papel se comprenda y la declamación se halle per- fectamente ensayada : y sobre todo es nesesario un director que simpatice con la obra, y la comprenda hasta en sus más mínimos detalles. Una represen-- tación correcta revela la inmensa ventaja que lleva el músico al poeta dramático; porque si bien los efectos del recitado dramático se dejan necesaria- mente al discernimiento del actor, el arte musical consigue fijar positivamente cada acento y cada inflexión.

Estos preceptos de un maestro distinguido se com- prueban fácilmente, analizando cualquier compañía.

Un tenor con una voz poderosa, de un registro ex- tenso, puede abusar de las notas de pecho, llenar con la sonoridad y el timbre de su órgano los ámbi- tos de un teatro, pero si no tiene la conciencia y el sentimiento estético del arte, le falta la inspiración.

364 RESEÑAS Y CRÍTICAS

ese tacto exquisito que da vida á la idea y expresión á la frase ; los pasajes más bellos serán interpreta- dos materialmente, pero sin amore, ni la debida en- tonación de voz. Se dejarán oír notas poderosísimas, pero se convertirán las escenas más intencionadas en simples declamaciones de concierto.

El defecto contrario es también deplorable. Un baje;),' sumamente artista, posesionado de las tablas, pero cuya voz esté debilitada por el cansancio, á pesar de todos sus esfuerzos, no logrará jamás interpretar debidamente la idea del compositor. Y aún los que tienen el privilegio de poseer esa voz que toca á la de bajo y á la de tenor, los barítonos mismos, se ven obligados á redoblar sus esfuerzos, porque el públi - co es con ellos doblemente exigente.

Lo mismo relativamente puede decirse de las can- tatrices, de las soprano absoluto, mezzo-soprano y contraltos. Aquellas tienen siempre registros más extensos que éstas, pero nada iguala al timbre agra- dablemente simpático de las últimas.

Como la más leve indisposición en cualquiera de estas primeras partes es lo suficiente para modificar de una octava tales ó cuales trozos, alterando por ese hecho el efecto del conjunto, resulta que sólo se puede apreciar verdaderamente y en conciencia una ópera, cuando se ha asistido á ella repetidas veces.

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 365

Es también probablemente la razón por qué los en- sayos generales pocas veces satisfacen ni permiten formarse exacta idea de la partitura.

Pero el público de Colón parece contribuir á fal- rear bajo este punto de vista la recta apreciación de las óperas. Es fácil observar que se deja arrebatar con demasiada frecuencia por entusiasmos inconsi- derados ; aplaude con exageración, exalta al cantor y lo obliga á pesar suyo á forzar las notas para arrancar nuevos aplausos. Nuestro público, según opiniones competentes, aplaude los extremos del re- gistro, las notas demasiado elevadas y las demasia- do graves.

No quiere esto decir que participe de la opinión pesimista de los que creen que en nuestros días el *'arte del canto" se ha convertido en el '* arte del grito", como dice Berlioz, pero no puedo menos de reconocer que el frenesí de los espectadores llega á su paroxismo ante las notas agudas de Tamagno ó de Battistini, y las graves de la Borghi-Mamó ó de la Scalchi-Lolli.

Nadie puede negar que la voz de Tamagno es de una fuerza extraordinaria, y que si le falta senti- miento y quizá escuela, le sobra desprendimiento, pues usa y abusa de un órgano realmente privile- giado. La Borghi-Mamó, consumada artista como

306 RESEÑAS Y críticas

lo es, y con una voz notable bien no muy extensa, abusa quizá de los gestos dramáticos, pero no de las notas agudas, complaciéndose más bien en las gra- ves. Battistini, artista simpático en extremo, tien^ una voz extraordinariamente agradable, y hay en su manera de cantar tal delicadeza y distinción, que es de sentirse tan sólo no sea su órgano más pode- roso. En cuanto á la Scalchi-Lolli, es ésta un con- tralto tan eximia, una artista tan completa, que sólo después de haberla oído en Semiramis, puede decirse que se ha podido apreciar una ópera para la cual, en su época, no encontró Rossini contralto bastante poderosa.

Por otra parte, se pretende que el público bonae- rense está también algo pervertido en sus gustos musicales. La música italiana en general, con sus lindas melodías, pero siempre melodías; la mú- sica francesa ^la común tan incitante por sus bailes, pero música de los sentidos ; la música espa- ñola, en que predomina la alegría de las coplas: ópera italiana, opereta francesa, zarzuela española. Colón, Variedades, Alegría, esos son los tea- tros para solazar el espíritu, recrear la fatigada ima- ginación, instruir la 'ávida inteligencia I En los países germánicos sucede todo lo contrario. Sin hablar de la escuela wagneriana, ta ópera italiana

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 367

poco es al lado de la profunda música alemana : alguien ha pretendido que la profusión de arias y de cavatinas denota sólo la melodía superGcial, pues la diñcultad máxima está en expresar los huracanes tremendos de las pasiones desencadenadas i como los tiernísimos sentimientos idílicos del alma, por medio de esas admirables combinaciones de instrumen- tos que hacen pensar involuntariamente en el cielo, cuando se escuchan sus acentos desgarradores á veces, conmovedores siempre. Así, sin mencionar Tanh&u- ser ó á Tristan und Isolde del gran revolucionario musical, cuando se ha conocido y apreciado el teatro clásico alemán, aparecen descoloridos y confusos los recuerdos de Norma ó de Ruy Blas ; los valses de Giroflé-Giroflá ó las canciones de la Marina.

De ahí que se explique cómo diletantes porteños, admirando extraordinariamente á Meyerbeer, prefie- ren el Roberto el Diablo al Profeta ; en esta última ópera, hay realmente falta de arias y de cavatinas : apenas si admiran el sublime arioso de Pides.

La ópera italiana que tanto seduce al dilentantismo bonaerense, es decir, la de Rossini, Bellini y Doni- zetti, está á punto de ser preferida por la de Verdi, Meyerbeer ó Gounod. Estos son los compositores cuyas obras se suceden siempre en Colon: los otros, lo ocupan sólo por intervalos.

-jóS KESEXAS T CRÍTICAS

Y bien! iustamente Rossini, Bellini y Donizetti son los más á propósito para producir un diletantismo enfermizo. E3 fondo se encuentra, en sus óperas, sacrificado á la forma. La melodía absorbe toda la idea musical; el canto predomina, y la orquesta parece sólo acompañarle de lejos. Sus óperas no son sino variaciones sobre el tema eterno del amor; apa- sionado, ardiente, sublime, que 11^^ hasta la deses- peración— como en Norma \ "pasión terrestre, con sus desórdenes y sus retornos, sus desesperaciones y sus delicias", como en la declaración de amor de Lucrecia Borgia^ el acto de Favorita, 6 en Lucia, etc. La imaginación se encuentra sobrexcitada, arru- Hada, los sentidos se adormecen voluptuosamente, y se goza de una manera inconsciente y arrobadora. Pero los argumentos!... los hay tan disparatados, que si las niñas ó matronas que tan conmovidas es- cuchan ciertas óperas, los comprendieran bien, se cubrirían pudorosas su rostro ! La melodía es para los compositores italianos un fin, nunca un medio: se quiere pasar el momento, jamás producir un efec- to verdadero. Quizá por esto los teatros en Italia son más bien un lugar de reunión, donde se visita en sus palcos á las familias conocidas, se conversa y se habla de negocios.

De ahí que no se comprendan ni se quiera com-

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 369

prender las palabras del canto : lo que se desea es retener el aire, la tonada. Los cantores, en efecto, ejecutan únicamente variaciones de la voz; no se proponen encarnar pasiones más ó menos dramá- ticas.

Afortunadamente esa música ha pasado al dominio de los organillos, y á fuerza de vulgarizarse, ha caído algo en descrédito. Hoy día, los mejores trozos como el famoso miserere del Trovador se han hecho tan comunes, que nadie quiere recordarlos.

Esta evolución en nuestros gustos musicales se ha acentuado extraordinariamente desde que hemos podido apreciar la música meyerbeeriana, y entusias- marnos por Roberto el Diablo, Hugonotes, Profeta y Africana. Hoy se escucha con fastidio ó, por lo menos, con indiferencia las antiguas óperas de los maestros que en otra época hicieron las delicias de nuestros padres. Esta evolución lógica no parece haber sido aún del todo comprendida por el empre- sario señor Ferrari, á juzgar por la persistencia con que vuelve á poner en escena óperas como Ernani y Travtata, que hicieron ya su época. Estas y otras óperas semejantes debe convencerse de ello eran buenas para aquel tiempo en que, como dice un crítico distinguido, *'las exigencias del público esta- ban complacidas con ver á una artista lucir sus

34

370 RESEÑAS Y CRÍTICAS

facultades vocales, su agilidad de garganta, sus in- trincadas y laberínticas fermafas, sin fijarse en otra multitud de detalles y circuntancias que nece- sariamente exigen la índole y naturaleza del drama lírico, según lo comprenden la estética y el arte, y así lo han realizado los grandes compositores de nuestros días. Una ópera valía entonces tanto como un concierto, donde el cantor iba á exhibir toda su virtuosité, como dicen los franceses, en una aria, una romanza, ó una cavatina, que el compositor ya le había dispuesto para mayor lucimiento. La acción dramática realizada por medio de los recursos de la orquesta, coros y demás elementos que entran en la formación de la ópera moderna, era una cosa secun- daria que debía subordinarse en un todo al fin capi- tal, al canto y á la melodía seca, desnuda, y estem- poránea siempre, mejor dicho, al cantor, cuya tiranía para el compositor era irresistible é inevitable, si no quería hacer fiasco en sus obras".

Por eso he encontrado justa la observación del dis- tinguido periodista brasilero señor Cámara te, que se quejaba de que hubiera entre nosotros carencia de críticos musicales, porque no se señalaban los defec- tos que á los artistas impone este público, ni se corrige ó encamina el buen gusto de los diletantes asiduos.

LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 3 7 1

Entre tanto, se asiste en' estos momentos entre nosotros á un espectáculo original. Hasta ahora las óperas que se representaban habían apasionado á esta sociedad más por la melodía y el canto» que por la trama dramática ó la idea desarrollada; lo que se buscaba era pasar un rato de solaz, recrear agradablemente el oído y entretener el espíritu. De ahí que las crónicas musicales se redujeran á las nio- destas proporciones de meras gacetillas, más ó me- nos chispeantes, y en las que sólo por vía de excep- ción se deslizaban algunas notas técnicas sobre el mérito de la voz ó la belleza de algún pasaje.

Hoy parece que esto cambja : se desea algo más, se trata de apreciar debidamente la partitura, de profundizar el pensamiento del compositor; se estu- dian los argumentos y se juzga el drama á la vez que la música. De ahí que de un tiempo á esta parte haya un verdadero interés en discutir los variados problemas de estética, de crítica artística, de histo- ria musical y de desarrollo dramático que las óperas suscitan.

Sin embargo, los concurrentes á la ópera oyen aquí buenamente lo que el empresario quiere hacer- les oír, y éste á veces ignora qué es lo que debe poner en escena, siendo tan vasto el repertorio lírico. Ahora bien, cuando se pagan los precios elevadísi-

37^ RESEÑAS T CRÍTICAS

mos de Colón, cuando hay familias á quienes el palco les cuesta 75.000 pesos moneda corriente, y caba- lleros que pagan 12.000 pesos por su tertulia, parece que hay un verdadero derecho para ser exigentes, y para reñnar el gusto, variando el repertorio, oyendo las óperas contemporáneas, exigiendo que se traigan compañías para las óperas y no que se arreglen ópe- ras para las compañías.

i Quién es el culpable de este estado de cosas } La gran masa del público no está en aptitud de juzgar tan delicada cuestión; el empresario, aún teniendo buena voluntad, sigue sus inclinaciones cuando no sus intereses; la culpa la tiene esa falta de críticos verdaderos, que sepan encaminar la opinión musi- cal y refinarla; contener ó dirigir á los empresarios, y hacer que, si pagamos bien caro nuestro teatro, tengamos á lo menos lo que nuestro dinero nos per- mite exigir.

Agosto de 1883.

Xlll

EL PRIMER ** salón" ARGENTINO

HsiSTiMOS en estos momentos á un espectáculo verdaderamente interesante. Puede decirse sin exageración que se acaba de dar un paso decisivo en el camino de nuestra evolución social. Y ese paso debe saludarse con tanta mayor satisfacción, cuánto que se debe al esfuerzo individual, sin sombra de protección ofícial, más aún, sin que las autoridades cortesmente invitadas á cooperar con su sola presencia, hayan creído que la más elemental cortesía imponía, en de- fecto de su presencia, siquiera la fórmula banal de un acuse de recibo.

La institución anual del Salón del Ateneo, para celebrar allí periódicamente exposiciones de pinturas, dibujos y esculturas, es un acontecimiento de bulto en un país esencialmente mercante y en el cual todo

374 RESEÑAS Y CRÍTICAS

en este instante se encuentra en plena transformación, hasta la misma raza nacional, que está recién elabo- rando su tipo definitivo. El hecho sólo de que en un centro de más de medio millón de almas, que se dis- tingue especialmente por su carácter de factoría ul- tramarina, haya sido posible formar una agrupación exclusivamente intelectual como es el Ateneo, y éste á su vez se haya sentido bastante autorizado como para crear el Salón anual de Bellas Artes, es un sig- no halagüeño de progreso que no puede tratarse de modo baladi y que merece fijar nuestra atención. Lo que ello significa para nuestra sociabilidad en forma- ción, es lo que desearíamos dejar aquí sentado, si- quiera en la forma somera que permite un artículo de diario.

En estos países nuevos, á los que desborda la po- blación exuberante de las viejas naciones europeas, tiene forzosamente que predominar por sobre todas las cosas la actividad material que se afana en procu- ra de riquezas, soñadas con acendradísimo amor por todos los que abandonan su hogar natal, para expa- triarse á países lejanos en busca de la ciega fortuna.

EL PRIMER "salón" ARGENTINO 37$

Es ésta la diosa que preside tiránica la vida de paí- ses semejantes : absorbe toda la actividad de nativos y extraños, los aguijonea, los fascina, los precipita en esa carrera locamente desesperada tras el bíblico be- cerro, y no les permite instante de reposo para pen- sar en otras cosas, ni da cabida á necesidades de otro orden, cuya satisfacción no sea la incesante acumu- lación^ de la riqueza material. Mientras haya tierra inculta que aprovechar y siga inundando esta región virgen el torrente de gentes y capitales que arroja del Viejo Mundo la superabundancia de las cosas, ese fenómeno seguirá constante, sin que haya dique alguno bastante poderoso para contener aquél y sin que convenga tampoco que se modifique tal corrien- te. Para que llegue un momento de reposo, es nece- sario que la ley fatal se cumpla, que se pueblen pri- mero los territorios desiertos, que se normalice la ac- tividad desordenada que caracteriza ese primer perío- do, y recién entonces se dibujen las clases sociales, se especialicen las tendencias y pueda pensarse en otro orden de necesidades.

Tal ha pasado en todos los países nuevos : tal acon- tece hoy en la Argentina.

Nuestro país, afortunadamente, no ha perdido su tiempo. Medio siglo de sangrientas discordias civiles le ha permitido realizar su revolución social, formar

37^ RESEÑAS Y CRÍTICAS

una verdadera democracia y preparar asi una base admirable para recibir la avalancha fecundante de gentes y capitales, y fundir el todo en un producto homogéneo. No ha terminado aún esta segunda evo- lución : priman todavía las preocupaciones y las ocu- paciones materiales, y es el ambiente ingrato para necesidades de orden intelectual, como son las artís- ticas, que presuponen cierta cultura refinada de que sólo pueden gozar aquellas clases sociales que se en- cuentran independizadas de la materialidad de la lu- cha diaria por la vida. El gusto artístico y el criterio correspondiente que lo forma y depura, no se aviene con la existencia sudorosa sobre el yunque constante, sin apartar la vista de la labor que se realiza. Los que en medio de una sociedad semejante se entregan á las nobles especulaciones del espíritu ó corren tras la forma tangible, tan esquiva siempre, de la belleza eterna, son individuos trasplantados en un medio pa- ra ellos imposible, existencias del todo artificiales que se forman al calor de una cultura bebida en los países viejos, y que al poco tiempo de radicarse en estas regiones nuevas, por fuerza languidecen y con- cluyen por renunciar poco á poco á lucha tan des- igual, faltos de estímulo, del ambiente necesario que fomenta y estimula la producción que la juzga y la valora.

EL PRIMER ''salón" ARGENTINO 377

Cultivar las artes en condiciones semejantes, es pretender desviar con el simple brazo el cauce de los ríos, es marchar conscientemente al má? penoso de los sacrificios, al suicidio moral que implica para el que siente en su pechóla luz divina, tener que dejar- la apagarse y presenciar impasible las oscilaciones desesperantes de una llama que se extingue y que pugna por iluminar.

^ Quién tiene tiempo de más en nuestra vida tan ocupada, para detenerse ante una obra de arte, es de- cir, para apreciarla y comprenderla ? Porque para ello no basta ni la fortuna adquirida ni el ocio mo- mentáneo : se necesita el criterio y el gusto, y estos no se improvisan ni en una ni en dos generaciones, ni adquieren vida propia cuando no existe tradición, y menos en sociedades que cambian incesantemen- te, como la superficie del mar perpetuamente movida por las olas eternas, que se suceden unas á las otras sin que hayan dos que se parezcan.

De ahí que, olvidando el viejo dicho de que nada hace la naturaleza á saltos, escollen las tentativas, repetidas sin cesar, de formar entre nosotros escue- las artísticas. Los gobiernos han sido más ó menos pródigos en enviar á Europa á los jóvenes que demos- traban decididas inclinaciones artísticas, les han da- do los medios para formarse allí, para producir, y

378 RESEÑAS Y CRÍTICAS

cuando los han creído con alas para volar por solos, los han hecho regresar para que prediquen entre no- sotros la buena nueva. Pero se ha repetido el sem- piterno axioma de la voz que clama en el desierto, y después de luchar en el vacío, comienzan á desespe- rar, obligados á convertir su arte en industria, ya que el artista sin medios propios de fortuna, de su arte debe vivir; y esos *' profesionales "tienen que po- nerse al unísono con el nivel general, para satisfacer la demanda de clientes más ó menos rara avis^ que siempre creen retribuir demasiado pródigamente se- mejantes trabajos, que parecen valoraran por sus di- mensiones y no por su contenido.

Es evidente que estamos hablando en tesis general, y es más que sabido que no hay regla sin excepción y que, entre nosotros, las hay muy honrosas en ese sentido.

Más aún : los pintores ó escultores que á pesar de tan desfavorables circunstancias perseveran aún en su profesión, concluyen por perder hasta el deseo de hacer algo que salga de la banalidad, porque ni saben dónde dar á conocer sus trabajos ni siquiera si habrá público suficientemente preparado para apreciar y juz- garlos. De ahí que trabajen como si fueran simples obreros, á la tarea, á tanto por retrato, y en esto mis- mo sabiendo que el interesado jamás vendrá á darles

EL PRIMER *' salón" ARGENTINO -J 7 Q

una sola sesión en el taller, porque i de dónde sacar tiempo para cosa tan inútil ?, sino que se contentará con darles una fotografía más ó menos buena, y que trabaje sobre ella el artesano que en mala hora se metió á artista! Si semejante existencia no es causa bastante á sofocar los brios más impetuosos, debe de- cirse que nos encontraríamos en presencia de un ge- nio verdadero, y asimismo c podría acaso revelarse un genio en ambiente tan antipático, como si fuera una aparición misteriosa, sin antecedentes y sin coad- yuvantes? Tal acontecimiento sería una verdadera novedad en la historia, y habría que cre^T en los mi- lagros para admitir tal excepción á la lógica y á la experiencia de los siglos.

Entonces, pues, con mayor razón no es posible es- perar que, necesitando de su trabajo para vivir, es- terilizando sus facultades en la banalidad de una tarea semi-mecánica, los artistas encuentren musa y tiem- po y medios para crear obras de arte, para trabajar- las con il lungo studio ed il grand'amore que exigía el poeta, y todo ello para arrumbarlas en un rincón de su taller, á la espera de que las generaciones venide- ras les hagan justicia, emitiendo un fallo del que se siente incapaz la generación contemporánea.

Y de ese estado de cosas no hay que culpar á na- die, ni menos pretender hacer cargos injustos á las

380 RESEÑAS T CRÍTICAS

actuales generaciones. A éstas les toca su tarea his- tórica: tienen que poblarla tierra, que desenvolver las industrias y el comercio, que acumular las rique- zas, que formar la sociedad definitiva y normal que vendrá más adelante. A esa otra sociedad, ya más desahogada de la abrumadora tarea material, le toca- rá ocuparse de las artes, de la inteligencia y de tantas otras cosas que no son las materiales, ya que es igualmente ley providencial que el hombre no vive sólo de pan.

Querer invertir el orden, pedir á la generación ac- tual un esfuerzo que corresponde á la siguiente, es desconocer las leyes, que no son sino las relaciones naturales de las cosas, y es acometer la tarea mitoló- gica de Sísifo, porque todo lo artificial es enfermizo y momentáneo, y para darle un falso aspecto de per- manente, hay que volver á crearlo á cada instante, y nada bueno se obtiene, sino por el contrario mucho pernicioso, al querer forzar á sabiendas lo que no pue- de forzarse.

II

Dadas esas ideas, fácil es comprender con cuan profundo interés hemos seguido esta nueva tentativa que se traduce por la formación del Ateneo y la crea-

EL PRIMER ** salón" ARGENTINO 38 I

ción del Salón anual. {Tiene este hecho los caracte- res de verdad y estabilidad que permitan considerar? lo como un signo precursor de que nuestra sociedad entra en un nuevo periodo de evolución , ó se trata tan sólo de un esfuerzo, noble y generoso sin duda, pero artificial y por lo tanto falso y condenado á lán- guida vida ?

Tal es la cuestión interesante que provoca la aper- tura del Salón de Pinturas y Elsculturas. < Podemos resolverla sin más trámite, vale decir, ha sido la prueba suficientemente elocuente para permitir un juicio claro en un sentido ú otro?

Nos parece que el nuevo esfuerzo aún no ha durado lo bastante como para distinguir si se trata de algo real, ó simplemente de una tentativa artificial. To- das las apariencias hasta ahora inclinan la balanza en el primer sentido.

El Ateneo se ha formado en medio una balumba de críticas, de lazzi y de chistes burlescos más ó me- nos bien imaginados.

Este hecho demuestra que la institución nace vigo- rosa, enérgica y triunfante: ha respondido, pues, á una verdadera necesidad social ; ha encontrado el eterno grupo de hombres de fe que la ha dado vida y ambición de ir adelante siempre : su marcha serena, pero firme, prueba que siente que tiene una misión

-fHz UtSESAS T CMÍnCÁS

v>cíal que cumplir, y que está resuelta á ello. En hMh acto» ha dominado hasta ahora la mayor genero- hídad y amplitud de miras.

Ke»uclta la creación del Salón anual de Bellas Ar- tes, ha creído que el primero debía abrirse sin de- mora, para mostrar lo que existía, sorprendiendo á los artibtas y al público mismo; á los primeros, porque no dándoles tiempo para hacer nada ad hoc^ muestra cuál es su fuerza con arreglo á lo que silenciosamente producen; al segundo, porque no tenía hasta ahora cómo formarse idea de lo que aquí se trabaja en arte, y ni siquiera de si algo se hace.

Ha ¡o este punto de vista, reviste el presente Salón una importancia de que carecerán los sucesivos, ya que á éstos se enviarán obras especialmente prepara- das para ello, y de que, de hoy en adelante, los artistas trabajarán con nuevo estímulo y con mayor amores pues saben que sus obras serán sometidas al juicio de muchos. Hoy, la apertura át\ Salón á renglón se- guido del anuncio de su creación, los obliga á exhi- birse tal como son, sin artificio posible; algunos, apasionados de su arte aun cuando sea en el silencio del taller; otros, más descorazonados, produciendo sólo obras de encargo, hechas un poco á la diable, 6 por lo menos sin ese sello amoroso que imprime á

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uaa obra el alma misma del artista, cuando trabaja á la par de la mano.

Juzgar este Salón con el criterio de los críticos de arte que aprecian un Salón de París, es caer en un grosero contrasentido, porque es equiparar dos so- ciedades en polos opuestos, suponer idéntico el am- biente intelectual de ambos centros, tan afínado y re- flnado el gusto y el criterio en uno como en otro punto.

Si para el par de millones de almas que viven en París, veinte mil pintores trabajan con afán, y en cada Salón al aceptar unos tres mil cuadros, hay que rechazar siete mil, i qué se dirá de Buenos Aires, cuyo medio millón de habitantes encierra apenas una cin- cuentena de pintores, y en cuyo incipiente Salón apenas se ha reunido un centenar de telas, muchas de ellas ya de algunos años de existencia ?

Y para esto mismo el Salón del Ateneo ha tenido que desplegar una amplia tolerancia : ha aceptado no sólo obras viejas á la par que nuevas, sin contar con que entre ellas hay buenas y bastante malas, sino que ha aceptado artistas profesionales y simples aficionados, sin contar con los artistas dilettantes que forman una categoría intermedia.

Cuando hablábamos antes de la condición de los artistas entre nosotros, es entendido que nos referi-

384 RESEÑAS Y CRÍTICAS

mos á los profesionales y á los dilettantes, pero no á los pseudo-aficionados. Porque estos tales aficionados se ocupan del pastiche del arte, lo profanan, lo vili- pendian, haciéndolo servir como uno.de los tantos adornos de cultura social, y ocupándose de él de paso, en el lugar secundario y en la proporción estric- tamente necesaria para contribuir con ese barniz al brillo de una educación más ó menos de oropel, dándole un carácter falso, sin base, verdadero sacri- legio artístico.

Esos tales aficionados, sin amor por el arte, sin criterio para apreciarlo, que se contentan con lo superficial y que aspiran á ser coloristas sin haber sido dibujantes, constituyen la peor plaga, la más per- niciosa, porque falsea el gusto, lo corrompe y la más triste idea de esa misma cultura que pretende realzar.

En esa falange de aficionados se á la legua que el maestro hace las cuatro quintas partes del cuadro, porque cuando diversos discípulos mandan telas con composiciones análogas, con los mismos defectos, el mismo colorido, la misma estereotipia, sube á las mejillas el rubor ante tal sacrilegio de arte, y no se explica cómo haya falsos sacerdotes que desnaturali- cen de tal modo su culto y que se presten á una farsa tan triste como ingenua.

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Jamás será sufícientemeate enérgica la condena- ción de un proceder semejante : si el discípulo tiene amor al arte, enséñele el maestro á estudiar la técnica y á encaminar sus tendencias ; si no tiene tal amor, hágale el servicio de no fomentarlo en una vía estéril y en la cual lo engaña miserablemente. Se dirá que el profesor está sometido á la dura lex, sed lex de la necesidad, y que no puede escoger sus dis- cípulos ni reaccionar contra la corriente que exige producir de golpe algo, aún cuando ienga que ha- cerlo todo él. Tal sucede, por ejemplo, con esos maestros de piano que tienen discípulos que exigen se les enseñe piezas más ó menos fáciles, sin coAocer la música y sin haber ejercitado escalas.

Así se fomentan las mediocridades que ya pululan demasiado.

Pero si hemos sido enérgicos en estigmatizar esa plaga de "aficionados", saquémonos el sombrero ante los artistas dilettantes, es decir, ante aquellos que no hacen profesión ni medio de vivir del arte, sino que, poseidos de amoroso culto por él, lo culti- van con fervor, con pasión; trabajan, viven y se ensimisman en su estudio, y brilla en sus obras ese sello característico que, aún á los trabajos más defec- tuosos, imprime la sinceridad y la pasión.

Esos artistas dilettantes han tenido que hacer el

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386 RESEÑAS Y CRÍTICAS

estudio técnico á la par de los artistas profesionales, y sólo después de pasar largos años, para tomar el caso de la pintura, en el estudio del dibujo, en el yeso, en el modelo, y de haber trabajado en el taller de los maestros, se permiten cultivar ese divino arte con la deliciosa fruición de los iniciados y con esa fíebre especial de los iluminados, olvidándose de las horas cuando trabaja el pincel sobre el lienzo en presencia del modelo vivo, ó de la naturaleza, tra- tando de sorprender infatigables el secreto mismo de la vida, para trasladarlo á la tela, y á veces con un punto, con una pincelada imperceptible, reflejar el alma misma !

De todo ello hay en el Salón, y esos elementos, un tantico heterogéneos, se irán armonizando á la larga, depurándose á las veces en los Salones suce- sivos.

III

Toca á los críticos de arte analizar debidamente las obras expuestas en el Salón, Aun apreciando con benevolencia las del grupo de aficionados, y con la debida deferencia las de los dilettantes, queda todavía el conjunto de artistas profesionales, cuyas

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obras llenas de interés provocan un juicio técnico que debemos desear no se haga esperar.

Ver y sentir: parece ser esa la norma que acerta- damente siguen los artistas que, en el caso presente, llamaré profesionales. Pues bien: ante ese rasgo, que implica la máxima sinceridad en el pintor para concretar la cuestión á la pintura deben callar las críticas de detalle, buscadas quizá para comprobar que no existe cosa perfecta. Lejos, pues, de la mente de este articulo entrar en semejante chicana del oficio.

cQué se adelantaría, por ejemplo, con buscar si en tal cuadro, en el conjunto la perspectiva es un tantico defectuosa, no diremos en las proporciones, por la disminución de los tamaños; pero quizá en la coloración, que está en tan íntimo consorcio con la distancia? La misma proporción entre las figuras del primer plano y de los otros sucesivos, pudiera no responder exactamente á las exigencias de la percepción visual. Verdad es que á las veces la culpa es exclusiva del espectador, según sepa colo- carse en el justo punto de mira que todo cuadro exige, y según se aleje de aquél en una ú otra dirección.

{Podría acaso decirse que los juegos de luz emplea- dos, producen la ilusión del relieve de las figuras mismas en tal otro cuadro? Para lograr ese trompe-

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/'cBt7, según el lenguaje de taller, aquel artista no ha querido usar del procedimiento peligroso que provoca la ilusión del relieve de ciertas facciones, gracias al uso del empaste. Tal otro artista, por el contrario, ha obtenido por ese procedimiento un éxito lisonjero en cierta pequeña tela.

Una de las telas más simpáticas nos sugiere la duda de si el artista ha usado acaso, con la discre- ción debida, del valor de los colores, ya que en ciertas figuras salientes ha preferido los tonos secun- darios de la escala cromática. Quizá el uso del color azul en el primer plano quita en algo la ilusión de lo lejanos que deben representarse los grupos de ginetes, ó la masa de casas en el fondo de la tela. Los ginetes á galope... si es cierto que la represen- tación del movimiento es la ambición, y á veces la desesperación, de la pintura <no ha sacrificado un poco el artista las actitudes verdaderas, tal cual las percibe el ojo común, á las convencionales que las Academias hasta hace poco han tenido en tanto honor? La impresión de conjunto produce, sin em- bargo, la sensación de que en realidad están corrien- do los caballos, pero las actitudes de éstos son tan aisladas, que es preciso un verdadero esfuerzo del espíritu para buscar la armonía general, pues la vista sólo se encuentra solicitada por figuras parcia-

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les. Cierto es que el artista se ha dado cuenta de la dificultad y, en lugar de atacarla de frente, ha adop- tado el medio más fácil y que es á la vez el más común de preferir los movimientos oblicuos, que presentan así las figuras de tres cuartos.

Según el temperamento de los espectadores, le es más simpático á uno el cuadro pintado con grandes y vigorosas pinceladas, y á otro aquel en el cual no se alcanza á distinguir entre si las pinceladas mis- mas. Tela hay en el Salón que es notable de este úl- timo punto de vista: hay, es cierto, más conclusión en ese género, pero falta quizá la inspiración ner- viosa que guía la mano del artista y que á su turno se apodera del espectador, sugestionándolo hasta el punto de que no para mientes en lo inconcluso de ciertos detalles, en cambio de la ilusión general de la escena.

En cambio, contémplese tal retrato en el Salón, y se cómo el artista, con líneas quizá inconclusas, ha logrado trasmitir la expresión del sentimiento mis- mo de la fisonomía, deteniéndose en el límite peli- groso que separa esa representación de verdadero arte, del meticuloso anhelo de completar todas las líneas, todos los rasgos, todos los detalles lo que, aun cuando sea exacto, es infiel, porque no es en realidad lo que el ojo percibe.

^QO RESEÑAS Y CRÍTICAS

i A qué seguir ? Nada parece más sencillo á un profano que la pintura, en el sentido de que sabe que sólo debe emplear el color mismo que tienen las cosas al verlas. Pero ahí está la dificultad. La técnica misma del arte contribuye á aumentarla, ya que obliga á los artistas, al familiarizarlos con la preparación de los colores de la paleta, á disasociar los colores que se ven en la naturaleza, y en esa operación á veces no es el ojo el que domina, sino la imaginación. De ahí que á las veces los artistas, obe- deciendo á sugestiones de escuela, vean los colores bajo un prisma determinado, como si sufrieran de cierto daltonismo. A eso quizá deben responder esas coloraciones uniformes que en algunas telas del Sa- lón se aplican indistintamente á la figura, á los ac- cesorios, al fondo.

Paisajes hay que son encantadores: uno sobre todo, en que la sensación misma de la escena representada se trasmite al espectador, porque el artista sin duda se había connaturalizado por completo con ella, pro- duciendo así sin esfuerzo alguno una ilusión comple- mentaria...

Tiempo es de cerrar este paréntesis ; un observa- dor profano— en el sentido de que no es artista ni crí- tico profesional sólo puede expresar loque siente, y no le es dado examinar las telas del punto de

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vista técnico, vale decir, estudiando la factura y el procedimiento. Preferimos por nuestra parte con- servar la ilusión y gozar de lo bello, aplaudiendo de corazón á los que así saben interpretarlo.

IV

La actual Exposición de Pinturas, Dibujos y Es- culturas con que inaugura el Ateneo la institución anual del Salón argentino, tiene una importancia singular, y probablemente será recordada más ade- lante como el primer paso dado en una nueva evo- lución de la cultura nacional.

Cierto es que antes de ahora han habido aquí ex- posiciones parciales de cuadros, pero no lo es menos que ninguna ha revestido los caracteres de solemni- dad de la presente, ya que es también la vez pri- mera que se ha formado un centro intelectual como el Ateneo, en el que estén representados los elemen- tos nacionales de cultura literaria, científica y artís- tica.

En el presente Salón se encuentran telas de todos los pintores argentinos, por lo menos sólo uno no ha podido concurrir por causas ajenas á su deseo. Ex-

39^ RESEÑAS Y CRÍTTCAS

ceptuado, pues, á Mendilaharzu, tenemos en el Salón á Balleriní, Caraffa, Della Valle, Rodríguez Etchart, Schiaffino y Si vori. £s la verdadera pléyade artística argentina y puede decirse que, salvo contadas ex- cepciones, muchos de ellos han merecido recibir del Gobierno estipendios para ayudar á costear su educa- ción técnica en Europa. Pero esa intervención oflcial ha parado ahí, dejando la obra á mitad de camino, y mereciendo que se censure tal sistema de estipen- dios si no ha de ol^edecer á un plan lógico, porque de lo contrario sería un milagro que no se convir- tiera en un simple favoritismo, más ó menos inteli- gente, pero no por eso más justificado.

El método délos estipendios no es el conveniente, por lo menos en su forma absoluta y exclusiva : puede servir para perfeccionar, pero no debe em- plearse para formar. Ciertamente, principio quieren las cosas y cuando se trata de echar las bases de una pintura nacional, no había otro temperamento sino el de los estipendios para poder obtener un núcleo de artistas argentinos. Pero hoy que dicho núcleo existe es indispensable utilizarlo, y proseguir la obra iniciada ya con tanto éxito. Si queremos tener pin- tura nacional para concretar una cuestión que en realidad es la del arte nacional y de la educación ar- tística correlativa es el momento de que nos ocu-

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pernos de ello, so pena de esterilizar él resultado ob- tenido.

El núcleo de artistas nacionales, al regresar á la patria, ha sido al parecer sistemáticamente ignorado por los gobiernos mismos que habían contribuido á formarlo, costeando su educación en Europa. Se ha hecho caso omiso de ellos, se ha afectado no recono- cer sus méritos, y en todos aquellos casos en que el Estado está virtual mente obligado á proteger el arte nacional cuando existe, como en el caso actual se ha ido á buscar artistas extranjeros, á veces de mérito, no pocas, simples fatttcont, según la vigo- rosa locución italiana, i Se le ocurre al Gobierno de- corar tal ó cual salón de sus Palacios con cuadros que representen tal ó cual hecho histórico, ó con retratos de tal ó cual personaje, ó con pinturas murales ? No se escatima el dinero:' se paga con munificencia, pero se recurre generalmente á algún fatticone cos- mopolita, como si no existieran artistas nacionales! Pues bien, ese vergonzoso estado de cosas debe cesar.

Esa es justamente la cuestión que plantea elo- cuente el Salón del Ateneo. Es tiempo de que demos su lugar en la vida nacional al arte argentino ; es preciso organizar la enseñanza artística de una ma- nera formal. < Cómo? He ahí la cuestión que debe preocupará los que, por su participación en el go-

i

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bierno, están en actitud de realizar esa reforma.

i Es el núcleo de artistas argentinos suñciente para basar sobre él toda la organización de la ense- ñanza técnica, á fin de dar á la misma un carácter marcada y exclusivamente nacional ? i Deben esta- blecerse Academias locales de dibujo en algunas provincias, ó es suficiente la creación de una Es- cuela Central de Bellas Artes? cNo sería preferi- ble fomentar más bien, suvencionándolos, talleres li- bres en que cada artista pudiera tener un número determinado de discípulos, que estarían así en más íntimo consorcio con el maestro } i No será indis- pensable crear Museos escogidos para contribuir á dicha enseñanza y para formar el gusto general ? i No exige la índole misma de este país nuevo y ultramarino que se conserve el sistema de estipen- dios, pero de estipendios generosos, para coronar la enseñanza artística premiando á los más meritorios entre los alumnos? Es preciso solucionar el problema en una ú otra forma.

Fuera de duda está que ni el genio ni el talento, ni las aptitudes artísticas por lo tanto, son patrimonio exclusivo de determinadas naciones ó razas de climas señalados. Cierto es que el atavismo da la aparien- cia engañosa de regla al hecho de madurar principal- mente en las sociedades viejas y normah'zadas, esos

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talentos especiales. Pero eso no implica que no puedan aparecer á su vez en cualquier rincón de la tierra, aun cuando sólo fuera en mérito de la misteriosa reacción atávica, que hace reaparecer en un descendiente cual- quiera las cualidades ó tendencias de algún antepasado cuyo recuerdo se había ya borrado. Puede, pues, suce- der eso: mas ello no bastaría sólo para que pudiera re- velarse ese talento en germen. Necesitaría que el am- biente fuera favorable siquiera en el sentido de que sus inclinaciones ó su vocación no fueran contrariadas.

Para ello, ateniéndonos al caso de la pintura, que es lo que en estos momentos nos preocupa, sería indis- pcnsable que aun en los centros más secundarios las escuelas generales tuvieran cursos de dibujo, y que en el país hubiera por lo menos una Escuela Central, donde los maestros locales que hubieran en- contrado decidida vocación artística en cualquier educando, pudieran enviarlo, á fin de hacer estudios especiales y detenidos de la técnica del arte.

De lo contrario, sólo la Providencia sabe cuántos artistas de genio sucumben en su albor, por no poder dar á conocer su vocación ó perfeccionarla después.

Y bien c existe algo de eso entre nosotros ? La ense- ñanza del dibujo en los colegios generales no puede ser más deficiente, y en cuanto á Escuela Central i puede darse ese nombre á la titulada Academia de Be-

39^ RESEÑAS Y CRÍTICAS

lias Artes, sostenida por una sociedad privada, lu- chando continuamente con escasez de recurso ? El mismo Congreso asi parece considerarlo cuando hasta le retiró la mísera subvención que, á guisa de limos- na artística, le acordaba antes. Meritorio esfuerzo de los maestros que en dicha Academia persisten en enseñar ; noble y generoso empeño de parte de los miembros de la sociedad que trata de sostener aquel lánguido Instituto; todo ello merece el más profundo respeto, pero desgraciadamente no nos impide reco- nocer que carecemos de una verdadera Escuela Cen- tral de Bellas Artes.

Seria menester organizar debidamente una Escuela semejante, y cuidar en ella de la parte práctica y teó- rica, vale decir, de las clases de dibujo, de yeso y de- más cursos, y de la enseñanza del alma misma del Arte, es decir, de su filosofía, de su estética. De lo contrario sería como organizar una Escuela de Mú- sica en la cual sólo se enseñara la ejecución mecánica y el dominio material de los instrumentos, sin idea de la composición, del contrapunto, ni de la teoría misma de la música.

Pero eso sólo no basta. Para formar el gusto la teoría sola es insuficiente, sobre todo en materia de pintura. Los mejores tratadistas tropiezan con ese inconveniente, pues la más fiel reproducción de un

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cuadro —á pesar de la extraordinaria perfección que en la época contemporánea han alcanzado las artes gráficas no llega sino á dar una pálida, muy pá- lida idea del original, ya que escapa el colorido y las suavísimas caricias del pincel; sólo queda el di~ bujo y la tonalidad de las masas generales. Es, pues, necesario ver y ver obras maestras.

He ahí el quid insuperable en países como el nues- tro.

En el Viejo Mundo, donde las distancias son rela- tivamente cortas y donde los tesoros artísticos están profusamente repartidos en múltiples lugares, tanto que casi, y sin casi, obligan al cultor del arte á lar- gas peregrinaciones por' todo el continente para po- der apreciar bien las maravillas de otras edades, allí, aun cuando se tropieza con la misma dificultad en tal ó cual lugar relativamente secundario, es más fácil subsanar el mal con escursiones frecuentes á los museos vecinos. Pero en esta región del mundo la dificultad apuntada reviste caracteres casi insupe- rables. Hay material imposibilidad de formar nue- vos museos de ese género, aun cuando para ello se dispusiera de torrentes de oro. Las naciones viejas son celosas hasta lo increible en la guarda de sus te- soros artísticos, y ni aun permiten que las reliquias de esa naturaleza en poder de los particulares emi-

IfjS UESESAS T CRITICAS

gren al extran)ero : .bastará sólo recordar el reciente caso de Italia con motivo de la venta de la galería Borghese, de Roma .

Los Estados Unidos, que se encuentran en análoga situación á la nuestra, y que ya se han preocupado hondamente de obviar esa dificultad, han tenido que recurrir al temperamento de formar vastos j metó- dicos museos de reproducciones y de copias, y han empleado para elto á los más meritorios artistas de esa legión secundaria que llena de caballetes las sa- las de los museos europeos, copiando y volviendo sin cesar á copiarlas obras maestras, sea para encarnarse hasta lo posible la manera venerada, sea para satis- facer la exigencia de los que desean poseer en sus ca- sas siquiera el reflejo de la obra que más íntima- mente hiciera vibrar las fibras de su alma. No se escapa, sin duda, que tal temperamento es tan sólo un fis aller, pero < qué hacerle? < existe acaso otro mejor?

Museos de ese género servirán para despertar el gusto y esbozar el criterio, pero no bastarán para for- mar al artista, como no han sido bastantes las es- plendidísimas colecciones de ese género que encierra el South Kensington Miiseum en Londres, á impedir que los pintores ingleses emprendan la peregrina- ción de Flandes ó de Italia, ó corran á los museos continentales, á empaparse en la muda y ávida con-

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templación de las obras de arte allí guardadas.

De ahí que, más que en parte alguna, fuera indis- pensable mantener el sistema de los estipendios, co- mo coronamiento de la educación artística en nues- tro país, pero acordándolos como premio á las apti- tudes demostradas y á los esfuerzos hechos durante largos años de cursos metódicos.

Se comprende en rigor que se acuerden estipendios á ciegas cuando no existe otro procedimiento y se quiere formar un núcleo de maestros para entregar- les la enseñanza técnica. Pero una vez que ese núcleo existe, es ilógico seguir con el sistema viejo. No sólo tiene ello todos los inconvenientes de que adolece lo que tan sólo del favor depende, sino que quizá su re- sultado fuera contraproducente, como lo ha sido en varias ocasiones, sin que sea menester citar nombres propios.

De una vez por todas es preciso aprovechar la oportunidad, y así como se preocupan los poderes públicos la educación general, de la misma ense- ñanza técnica, con Escuelas de comercio, etc., debe hacerlo con la educación artística, y organizar á ésta de una manera seria. Una vez establecida la Escue- la Central de Bellas Artes, los estipendios que se de- terminaran serían acordados en concursos anuales ó en forma análoga.

40O RESEÑAS Y CRITICAS

Seria desconocer la cuestión misma no adelantarse al argumento que flota en los labios del lector: ccuál es el resultado que han producido los famosos prix de Rome franceses, y los estudios en la Villa Mediéis 1 i No están acaso plagados los museos galos de obras de aquellos laureados, y no son ellas telas frías, convencionales y sin interés ?

Ello es exacto en tesis general. Pero el mal no está en el frix de Rome, sino en la institución misma de la Villa Mediéis ^ si es que no reside en el carácter es- trechamente académico, y por lo tanto un algo con- vencional, de la enseñanza en los diversos talleres de la Elscuela de Bellas Artes de París. £1 estipendio, como premio á estudios terminados, es excelente en cualquier parte, indispensable en nuestro país, pero á condición deque los quegozen, trabajen libremente en los talleres de los maestros cuyo estilo más seduz- ca su espíritu.

Porque también es preciso evitar el caer en ti error cometido en otras partes, donde las Academias oficiales sirven sólo á un arte, por decirlo así, oficial, esto es convencional y alejado de las corrientes de la vida actual. Ese es el defecto en que fatalmente incu- rren todas las clases de Academias y que parece resi- dir en la esencia misma de la institución.

Pero entonces c volveríamos al sistema clásico de

EL PRIMER SALÓN ARGENTINO 4OI

la bottega medieval, en la cual los discipulos de los pintores eran á la vez aprendices del oficio? Revivir esa institución sería quizá anacrónico, por más her- mosos que hayan sido los frutos que diera entonces. Y los talleres libres contemporáneos sólo pueden tener vida propia, cuando hay un gran número de discípulos que se congregan al rededor de famas re- conocidas. Este es, sin duda, el mejor sistema, pero {sería acaso aplicable entre nosotros, sobre todo en el momento presente?...

V

i Puede apreciarse ya el éxito del Salón ? Creemos que sería prematura la respuesta.

Nuestro público no está habituado á esa clase de espectáculos, ni nuestra prensa cuenta en su cuerpo de redacción con los críticos profesionales que guían, ilustran é interpretan el gusto y el criterio del públi- co. De ahí que en estos primeros días se note algo como una sorpresa en el público que puede interesar- se por ello, y que se haya visto la gestación laboriosa de críticos de arte en formación, en casi todos nues- tros diarios.

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402 RESEÑAS Y CRÍTICAS

No es esto una critica, sino simplemente la exposi- ción de los hechos. Ni ello podría dar mérito á for- mular reproche alguno contra el público ó la prensa. Porque, siendo este espectáculo, con el carácter que tiene, una verdadera novedad aquí, i cómo habrían podido existir críticos de arte, cuando nada han teni- do que juzgar antes, ni ocasión siquiera de formar el propio criterio con la contemplación de obras maestras de otras edades, ya que en este país se carece en ab- soluto de museo de ese género ? Ha sido, pues, me- nester improvisar, y se ha visto acontecer lo de siem- pre, que en algunos casos el talento ha suplido á la experiencia, y que la intuición y la cultura general han permitido realizar tal tour de forcé, que, á prime- ra vista, el lector profano ha podido creer que leía el juicio de un crítico profesional.

Verdad es que á las veces esa misma improvisa- ción ha obligado al incipiente crítico á usar de una severidad feroz, para sentar plaza de un gusto difícil hasta lo amanerado, en vez de exponerse á alabar en falso alguna obra que pudiera resultar más ó menos detestable.

De ahí los fallos en estilo de oráculo que han en- vuelto en la misma condena á tirios y troyanos. Y todo ello á raíz de una sola y rápida visita al Salón, exactamente como los que, contando docenas de años

EL PRIAIER ^' salón" ARGENTINO 4O3

de ejercer el oficio de críticos profesionales, tienen al dedillo todos los detalles, conocen de antemano y de memoria á todos los artistas, con sus cualidades, sus defectos y sus trucs, y así en una sola visita pueden juzgar con más ó menos acierto y emitir sobre la mar- cha su opinión.

Imitar ese procedimiento en el caso nuestro, era exponerse á un fracaso, y más de uno ha caído en- vuelto en las propias redes tendidas involuntaria- mente.

Pero el año próximo será otra cosa, y así como la exposición del Salón tendrá un carácter más armóni- co, así la crítica estará más preparada y podrá ser más equitativa. Excusado es repetir el eterno estri- billo de las excepciones honrosas, etc., etc.

Todo ello representa, pues, un verdadero movi- miento intelectual, pues fuerza al espíritu á ocuparse de la Belleza, del Arte y de todo lo que hay de más noble, provocando la aparición de nuevos talentos que encuentren en la crítica artística una actividad apropiada á las tendencias de su espíritu.

Y si tal sucede con lo que á la prensa se refiere, {qué puede decirse del público? Tiene forzosamente que estar algo desconcertado.

Sin duda entre nosotros se cuentan por centenares los que en sus viajes han estudiado los museos artís-

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ticos al visitarlos, como pueden apreciarse por dece- nas los que de esos mismos viajes han traido colec- ciones, más ó menos escogidas, de obras de arte, que adornan sus mansiones, que las convierten á las ve- ces en museos en miniatura, y que en algunas de ellas permiten tributar cumplídisimo elogio al buen gusto del Mecenas. Pero esos grupos no forman sino una escasa minoría en este medio millón de citadi- nos.

El resto del público, la inmensa y abrumadora ma- yoría, sólo aprecia lo que se llama Arte por las exhi- biciones industriales de pinturerías y bazares, en que los cuadros están entre surtidos de felpudos ó de instrumentos de mecánica, ó las esculturas entre el oropel del article de Parts.

En el Salón, ese público se encuentra ante obras originales, en el sentido de que no hay copias, y ante un esfuerzo propio nacional, que no ha llegado importado al país con el juicio hecho ya en Europa y con la eterna admiración de cliché. Hay que juz- gar, y el espíritu, habituado á apreciar el mérito de lo importado por la firma del autor y por la rédame más ó menos interesada de allende los mares y que á veces es fabricada tan sólo pour Vexporta- tion, se encuentra en figurillas ante obras nuevas, de autores nuevos, sin existir el juicio previo de

EL PRIMER "salón" ARGENTINO 405

Otros. De ahí que no sepa qué hacer, y es curioso observar esas indecisiones en los concurrentes al Salón: no están convencidos de si algo es bueno ó malo, admiran ó critican un poco al azar, mirando precaucionalmente al rededor para ver, por el efecto causado, si están en la buena ó en la mala vía. Es el criterio naciente que se arrastra gateando, aún inseguro, pero que se fortificará poco á poco.

Por este lado también es evidente que el Salón del año próximo tendrá ya un público más •'hecho" y que experimentará mayor placer en concurrir, porque tendrá más formado su criterio y podrá apre- ciar mejor las obras expuestas.

Todas estas razones contribuyen, pues, á robuste- cer la opinión de que el presente Salón será un éxito, y que producirá resultados benéficos para la cultura intelectual del país.

El Ateneo, pues, se ha hecho acreedor al aplauso de todos los que se interesan en el adelanto nacional, y sin duda acrecentará sus méritos en este sentido si sigue realizando, con la misma prudencia y discre- ción que hasta ahora, el resto de su programa cono- cido este año : las audiciones de música clásica en mattnées todos los primeros domingos del mes, y las conferencias sobre temas generales durante el in- vierno. Hay en el Ateneo vida y vida robusta:

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justo es, pues, reconocerlo y desearle el mayor éxito en su campaña.

i Será ésta efímera como muchos lo suponen ? i Fra- casará á la larga por el desaliento de los unos ante la indiierencia de los más> Preguntas son estas que sería aventurado contestar ahora : demos al tiempo lo que del tiempo es. Los antiguos acostum- braban decir : oremus et laboremus ese lema debe- ría igualmente ser el del Ateneo.

Mayo de ¡893.

XIV

LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA

EL DOCTOR MANUEL OBARRIO Su comentario al Código de Comercio (i)

I A ciencia jurídica argentina está recién en em- M, k brión : los juriconsultos, puede decirse, aún no se han asimilado el derecho novísimo. Vamos recién á entrar en el período brillante de las grandes produc- ciones, á las que se deberá la formación laboriosa de rtuestra jurisprudencia y la renovación de la ciencia argentina.

( ) ) £/ Código de Comercio argentino concordado y comentado^ por Manuel Obarrio, catedrático de Derecho Comercial y Penal en la Uni- versidad de Buenos Aires, tomo I, Buenos Aires, 1877. i v. en 8<» de 698-vii páginas; tomo I(, Buenos Aires, 1882 (principió á impri- mirse en 1880, cuya fecha lleva el volumen}, i volumen en 8" de 388 páginas.

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Hace tiempo, sin embargo, que se viene anuncian- do este movimiento y los precursores de él han deja- do jalones duraderos en el difícil camino recorrido. Sin remontar al libro del doctor Somellera sobre De- recho Civil ; el doctor don Carlos Tejedor ha dejado dos obras importantes sobre nuestro Derecho Co- mercial y Criminal; el doctor don Vicente F. López, sobre el Romano ; el doctor don Carlos Alvárez, sobre el Canónico; el doctor don Luis V. Várela, sobre De- recho Civil ; los doctores Zavaleta y Lamarca, sobre Economía Política ; el doctor don Amancio Alcorta, sobre Derecho internacional y Economía política ; el doctor don Antonio E. Malaver, sobre Procedimien- tos; el doctor don J. J. Montes de Oca, sobre Enciclo- pedia jurídica ; el doctor Obarrio sobre, Derecho pe- nal y comercial; el doctor Pérez Gomar, sobre Dere- cho natural y mercantil ; el doctor Ferreyra, sobre Derecho administrativo ; el señor don José M. Es- trada, sobre Derecho constitucional; el doctor Onési- mo Leguizamón, sobre Derecho internacional; el doc- tor Vélez Sarsfield, sobre Derecho eclesiástico y tan-' tos otros que han dejado tras obras acabadas ó simples conferencias de cursos universitarios. Hay, además, una serie de monografías sueltas debidas á jurisconsultos notables, otros trabajos forenses de in- disputable mérito, y entre las numerosas tesis pre-

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sentadas en nuestra Facultad de Derecho hay muchas que han hecho, con justicia, época en la literatura jurídica argentina: largo sería citar nombres, que abundan en estas materias, bastaráme recordar como modelo de monografías la del doctor don José M . Moreno, sobre Quiebras; de trabajos forenses, el del doctor don Antonio E. Malaver sobre el pleito Basavilbaso ; de tesis, la del doctor Pedro Goyena sobre Posesión.

Hay, pues, una verdadera literatura jurídica ar- gentina. La legislación patria ha sido ya casi com- pletamente reformada por Códigos que son ley, ó Proyectos de Códigos que están en vísperas de ser sancionados. Puede, por lo tanto, hablarse con jus- ticia de una ciencia jurídica argentina.

Pero recién entramos en el período de los ver- daderos Comentarios^ de las obras fundamental- mente sólidas que sólo pueden venir cuando existe una jurisprudencia y una literatura jurídica na- cional.

El doctor don Lisandro Segovia ha llevado á cabo el primer Comentario completo del Código Civil Ar- gentino : la ciencia del autor y el mérito de la ejecu- ción responden, sin duda, á la magnitud de la tarea ; pero su obra, por ser la primera, es imperfecta y se- rá sin duda sobrepasada por otras de mérito supe-

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rior, lo que, repito, no hace desmerecer en nada la importancia del trabajo.

El doctor Obarrio ha emprendido su obra con plan más vasto y materiales más sólidos. £1 trabajo del doctor Segovia es más sintético, el del doctor Oba- rrio más analítico. El primero se compone de una se- rie de anotaciones, el segundo es un verdadero co- mentario. El primero es un trabajo de consulta, el segundo de estudio.

Para examinar detenidamente la obra del doctor Obarrio, conviene recordar su origen y su alcance. Preciso es conocer las vicisitudes porque ha pasado nuestra legislación comercial, y los materiales de que podía disponer el autor, tanto bajo el punto de vista de la jurisprudencia como de la literatura jurídica, para poder asignar á su obra el lugar que le corres- ponde. Hecho esto, podrá examinarse el trabajo bajo el punto de vista del método que lo domina, de la ma- nera que ha sido ejecutado y de las doctrinas que sostiene. Recién entonces será llegado el momento de clasificar los méritos como los defectos de una obra, que merece, á la verdad, muy detenido estu- dio.

Las páginas que siguen serán, sin embargo, más de bibliografía que de crítica.

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Ante todo: ¿quién es el doctor Obarrio? <se halla preparado para desempeñar la tarea del comentador?

No es mi ánimo trazar la biografía del doctor Oba- rrio, ni analizar menudamente sus buenas como sus malas cualidades. Conñeso que procedo un poco sin el debido método, agolpando datos y recordando de- talles que servirán más tarde al verdadero crítico.

El doctor don Manuel Obarrio es de aquellos que, según el poeta, han pasado el clásico mezzo dal ca- min di nostra vita; nació el 27 de marzo de 1836, graduándose á los 20 años, si bien se recibió de abo- gado recién en 1859, en aquella memorable sesión de la extinguida Academia que tanto ruido hizo, á juzgar por el encomiástico artículo que al respecto publicara entonces El Foro, Había pronunciado el discurso de apertura de las sesiones de la Academia en 1858, entre el del doctor don Manuel Quintana ( 1 8 5 7 ) y el del doctor don Nicolás Avellaneda ( 1 8 5 9 ) .

Los abogados de la época recuerdan con agrado la benéfica influencia de la Academia teórico-práctica de Jurisprudencia y del Colegio de Abogados: el

4 I 2 RESEÑAS Y CRITICAS

doctor Obarrio fué secretario de la primera y cela- dor fiscal de Ja segunda, junto con los doctores Vé- lez Sarsfield, Acevedo, Pérez, etc.

En nuestro país las inteligencias que descuellan están obligadas á pasar fatalmente por la arena po- lítica; desde 1860, en que el doctor Obarrio fué se- cretario de la Convención reformadora, ha sido va- rias veces diputado y senador, y formó parte de la Convención de 1873.

Juez del Crimen durante la administración de Saa- vedra, es desde 1872 catedrático de Derecho Penal y Comercial de nuestra Universidad, formando par- te de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales des- pués de la reorganización universitaria de 1874.

Estos datos son siempre útiles para poder apreciar las aptitudes de un escritor en tanto cuanto demues- tran la preparación que ha tenido. Los artículos de El Foro á que he hecho referencia, le muestran como profundamente versado en las antiguas leyes roma- nas que forman aún hoy día la base fundamental de nuestro derecho.

En una época en que las ilustraciones universita- rias se distinguían por la rapidez con que, á la indi- cación de las primeras palabras que encabezan una ley cualquiera de las Partidas ó del Digesto, repetían incontinenti y sin variar punto ni coma las intermi-

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nables disposiciones escritas en la fabla antigua del Rey Sabio ó en el latín bizantino del clásico Justi- niano ; el doctor Obarrio se hizo notable por la pre- cisión con que conociera esas venerables legislacio- nes, cualidad que hasta el día de hoy conserva. Y á fe que esto no es, en la intención del que estas líneas escribe, un verdadero elogio : la novísima legislación argentina, codificado ya en leyes ó en proyectos, ha tomado á los abogados de la antigua escuela un tanto desprevenidos, por cuya razón los que han estudiado los nuevos códigos se han visto obligados á especiali- zarse en alguno de ellos. De ahí que el doctor Oba- rrio, si bien sea autoridad en materia comercial y cri- minal, deje traslucir, tanto en sus conferencias uni- versitarias como en lo que ha publicado, algunas li- geras deficiencias en otros ramos de las ciencias so- ciales, como ser para no citar sino al acaso en lo que al Derecho Internacional Privado, y á la Econo- mía Política se refiere.

Es el doctor Obarrio un hombre relativamente jo- ven, que goza de esa buena salud que influye tan ex- traordinariamente en el carácter. Cualquiera al verle creería que se encuentra ante uno esos hombres violentos y arrebatados, en los cuales domina la pa- sión difícil á veces de moderar : y es con asombro que al poco tiempo se convence el más incrédulo, que

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tiene que habérselas coa una bondad y una benevo- lencia singulares. El doctor Obarrio no es quizá uno de esos trabajadores fuertes, que haciendo abstracción de lo que le rodea, pueda seguir un plan con energía imperturbable ; por el contrario, los asuntos de la profesión, las mil ocupaciones de la vida diaria dis- traen demasiado su espíritu, que necesita, para pro- ducir, la tranquilidad y la calma.

Tiempo es ya, sin embargo, que entre á pecisar los antecedentes que precedieron la obra de que voy á ocuparme, señalando las cualidades ó defectos de que adolece.

Acaba de publicarse el tomo II de la obra. Y con- viene ante todo decir con franqueza que si algún re- proche merece es sin duda la lentitud con que se pu- blica, lo que forzosamente traerá por consecuencia que el tomo I no esté absolutamente al corriente de la ciencia y de la jurisprudencia cuando el último probablemente tomo VIII ó X salga á luz. Efecti- vamente, el tomo I fué impreso en 1877 (i) y si ca- da volumen requiere cuatro años de intervalo para aparecer, el último se publicará recién en 1909,68 decir, de aquí 32 años. Como se vé, el autor necesi- ta proceder con mayor rapidez, tanto más cuanto

(i) Debo observar que habiéndose impreso ambos volúmenes en ÍTiprcntas distintas, se nota alguna diferencia tipográfica entre ellos.

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que estando tan empapado en la materia, su trabajo se halla ciertamente muy adelantado y requiere sólo un poco de buena voluntad para llegar pronto á su término.

En estos tiempos en que, según una conocida ex- presión, no sin razón se reprocha la demasiada pre- cipitación y el anhelante correr tras un objetivo con febril actividad, buscando antes que todo el beneñcio fácil, no podría decirse que el doctor Obarrio es de los que descuidan el saludable precepto: festina len- te, que hacía que los antiguos sacrificaran con fre- cuencia á la perfección la abundancia. Pero sea de ello loque fuere, 32 años para una obra, es mucho en las condiciones de la vida moderna; el inconveniente es, á la verdad, indiscutible.

Hecha esta ligera observación, se puede entrar de lleno al examen de esta obra que ha conquistado la legítima fama de que goza, debido á su propio mé- rito, pues no ha sido saludada con esos juicios de diario, á estilo de golpe de bombo equivalente á la rédame francesa. Verdad es que se ha observado con justicia que dada la índole de nuestro diarismo, que corre únicamente tras la noticia del día, llenando siempre, sin embargo, un par de columnas de edito- riales que solólos viejos partidarios leen y que única- mente para ellos se escriben resulta que no hay lu-

4 I 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS

gar alguno para la literatura ni para la crítica. De vez en cuando aparecen como Variedades artículos ligeros, cortados de periódicos extranjeros, y como folletín alguna novela cuyo mérito consiste en lo complicado de la intriga, y que apasiona á cierta clase de lectores sin dejar tras rastro alguno. Casi nunca aparecen verdaderos artículos literarios, y raro es el diario que se ocupe de dar cuenta de los nuevos libros que se publican: cuando esto sucede, lo hacen de carrera, habiendo tomado el trabajo de hojear el libro para pescar una que otra opinión, y con ese motivo escriben un artículo á propósito del libro, donde hablan de onini re scibili et quibusdam aliis^ elogiando desmesuradamente al autor. El pú- blico apenas lee semejantes artículos y, si los lee, queda tan enterado como antes acerca del mérito del libro nuevo. Resulta, pues, que no hay verdadera crí- tica literaria. El diarismo se ha transformado en re- ceptáculo de noticias. De ahí que la obra del doctor Obarrio no haya sido apreciada como es debido por la prensa.

El doctor Obarrio se ha propuesto escribir un ver- dadero Comentario á nuestro Código de Comercio, concordándolo con la legislación y la doctrina de otros países. La obra tiene actualmente tanta mayor importancia cuanto que hace años se trata de refor-

LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 4 I 7

mar dicho Código reconocido deficiente en muchas materias. .

II

Los territorios que hoy componen la actual Repú blica Argentina estaban gobernados en los tiempos coloniales, en cuanto al régimen comercial, por las famosas Ordenanzas de Bilbao. En i 794 principió á regir la célebre cédula ereccional del consulado^ bajo la cual vivieron los estados del Plata muchas dé- cadas. La época revolucionaria tomando esta pala- bra en su más lata acepción reformó poco el fondo de aquella legislación, dictando es cierto, multitud de medidas dispersas en los Registros oficiales^ pero casi todas de carácter fiscal. Además, en algunas pro- vincias de la República fué adoptado el Cdií^oie Fer- nando VII [i). El mismísimo procedimiento, encar- nado en el prudente Tribunal del Consulado^ subsis- tió también y causas complejas fueron las que con- tribuyeron á su reforma.

El Estado de Buenos Aires encargó á dos eximios

(i) Encuentro esta aseveración en las Lecciones sobre el Código de Comercio Argentino (Córdoba, 1880, tomo I) del doctor Nicéforo Cas- tellano, página 106.

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4 I 8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

jurisconsultos— glorias ambas de las ciencias jurídicas de estos paises la redacción de un Código de Comer- cio, con arreglo á los pr'ncipios más adelantados.

Para comprender el alcance de estas últimas pala- bras, bastaráme recordar que la legislación comercial respondía entonces á dos tendencias diametralmente opuestas : á la francesa y á la alemana.

No es de este lugar indagar el origen y tendencias del Código francés de 1807, al que siguieron tan- tas legislaciones europeas y americanas, sobre todo en las naciones de raza latina. Bastará por el mo- mento á mi objeto, decir que el Código de 1807, tan adelantado para su época, nada decía sobre contra- tos, seguros terrestres y muchas otras materias im- portantes : era más bien, según las palabras de uno de sus expositores, '*un conjunto de encabezamientos de capítulos para un Código futuro". En la época en que los doctores Vélez Sarsiield y Acevedo em- prendieran la confección de nuestro Código de Co- mercio, conviene notar que el francés había sufrido reformas capitales, como la ley de quiebras de 1838 y otras. No estará aquí fuera de su lugar decir que en España se había procurado resolver las grandes cuestiones que el derecho mercantil francés había suscitado, tomándolas ora del clásico Pardessus, ora de la rica jurisprudencia hispana: éste es, en efecto

LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 419

el carácter generalmente reconocido al Código de 1829, llamado ^'de Sainz de Andino". Puede decirse, pues, que obedecían y obedecen á la influencia fran- cesa: el Egipto, Bélgica, Santo Domingo, Grecia, Haití, Holanda y sus colonias, el Bajo Canadá, la isla de Malta, la isla Mauricio, Italia, Monaco, Ru- mania, la Polonia rusa; en Suiza, los cantones de Berna (nuevo territorio), Friburgo, Ginebra, Neuf- chátel, Tesino, Vaud y Valais. Es preciso añadir la Servia, Turquía, España y sus colonias, como así también los Estados que han imitado su legislación: México, Perú, Brasil, Portugal y colonias, etc.

La tendencia alemana proviene de la ley cambial ( Wechselordnung) y del Código de Comercio (Han- delsgesetzbuch). En la época de la redacción de nuestro Código, sólo había sido dictada la primera de aquellas leyes en 1848, pero produciendo una verdadera revolución científica. La ley cambial ale- mana ha sido, como se sabe, algo modificada por las Novelas de Nuremberg, Elaborada 40 años después de la ley francesa, resuelve claramente las cuestiones que hace nacer aquella, y adopta teorías completa- mente nuevas respecto de las condiciones esenciales de la letra de cambio, endoso y otras materias. No considero pertinente entrar á su examen detenido ni al del sabio Código de 1 86 1 , ni á las reformas últi-

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mámente propuestas. Como la legislación alemana es suficientemente conocida, nada nuevo diré al mencionar la Koncurs-ordnung de 1877, Q^^ esta- blece principios tan adelantados en materia de quie* bras.

La tendencia alemana ha eiercido, como es pública fama, grande influencia en la codificación comercial argentina. El doctor Vélez Sarsfield redactó la parte de letras de cambio, siguiendo en un todo las lumi- nosas teorías que aquel profundo Mittermaier expu- siera en la Revista de Foelix.

Nuestro Código Comercial está basado principal- mente en el brasilero, y era muy adelantado para su época, sobre todo en la parte de letras de cambio. Redactado en menos de un año, se resiente de esa inusitada precipitación, y tiene, además, un carácter original, porque fué preciso legislar multitud de .ma- terias de orden civil, merced á la deficiencia de las leyes hispanas. Presentado á la Legislatura oficial- mente en 1857, se le quiso someter á una comisión de comerciantes y jurisconsultos. Y más de una vez he oído que el doctor Ugarte tan pulcro en cues- tiones de redacción se opuso tenazmente á que se votara sin discusión ; pero como el tiempo pasara, Sarmiento trabajó activamente hasta que lo hizo san- cionar á tapa cerrada. Esto tenía sus inconvenientes,

LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 42 I

cuando se sabe la precipitación con que fuera hecho, pero era con todo un verdadero progreso.

En cuanto al procedimiento comercial, es de no- tarse que el Tribunal del Consulado estaba profun- damente desacreditado, no á causa de su organiza* ción teórica que era bastante buena sino á cau- sa de ciertas cosas que se notaban en la práctica. Hablo ante los contemporáneos, y de hechos dema- siado conocidos para que en ellos se insista. £1 doc- tor Barros Pazos atacó en El Plata Literario al Con- sulado, y éste fué suprimido y reemplazado por dos jueces letrados de comercio. Eso sucedía por ley de 29 de octubre de 1862, habiendo sido el Código de Comercio promulgado por ley de 17 de octubre de 1 8"; 9.

Por ley de 10 de septiembre de 1862, fué declara- do nacional por el Honorable Congreso, el código Vélez-Acevedo.

Como se sabe, en nuestra organización federal de gobierno, las leyes sustantivas corresponden á la Nación, y las adjetivas á las Provincias. De ahí que el inciso 1 1, artículo 67 de la Constitución nacional autorice al Congreso para dictar los Códigos gene- rales, quedando reservado á las Provincias los de procedimientos.

En cuanto al procedimiento comercial, la provin-

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cía de Buenos Aires siguió con la organización de 1862 hasta 1874, en que fué reorganizada su admi- nistración de justicia ; como ley de procedimiento re- gira ahora la sancionada por la Legislatura en agos- to 21 de 1880, debiendo tenerse presente la ley de enjuiciamiento civil y comercial de 3 i de octubre de 1878, la ley de 23 de junio de 1 8 7 5 , y actual- mente el Código de Procedimientos de 1880 (i).

En cuanto á las demás provincias argentinas, debe observarse que el procedimiento comercial se rige en ellas por la ley de enjuiciamiento civil ó por la Cédu- la ereccional de 1794.

Casi todas las provincias tienen hoy sus leyes de procedimientos.

San Juan, bajo el gobierno de Godoy, sancionó en

(i) No es de este lugar examinar la serie de trabajos presentados con motivo de la ley de agosto 10 de 1867, Por eila se nombró al Dr. José Domínguez para presentar el Proyecto de ley de enjuiciamiaito civil, precedido de otro sobre organización y competencia de los tribu- nales(i8ó8, i volumen de xx vi- 188 páginas). La ley de julio 20 de 1869 sometió dicho trabajo á una comisión compuesta de los docto- res Juan Carlos Gómez, Octavio Garrigósy Juan A. García, quienes se expidieron en 1870(1 volumen de 221 pág.). La comisión de la Legislatura, compuesta de los abogados Alcorta, Obarrio, Montes de Oca, Carranza Viamont é Insiarte, sustituyó el nuevo trabajo por otro {1873, I volumen de xxix-172 pág.). La Suprema Corte de Justicia en 1875 presentó un nuevo Proyecto (i volumen de 116 pág.), y ese fué el texto, con ligeras alteraciones, de la ley de 1878, que, debido al trabajo posterior del diputado Bermejo (i volumen de 141 pág.) fué transformado en el Código actual de 1880.

LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 423

Julio 14 de 1869 *u Ley orgánica del poder judi- cial (i). Santa Fé, por ley de junio 7 de 1871, orde- nó la confección de un Código de Procedimientos (2). Mendoza, por ley de agosto 14 de 1872, hizo lo mismo, y su ley de diciembre 5 de ese año (3) puede decirse que reformó benéficamente la vigente de 1860 ; posteriormente, en virtud de la ley de no- viembre I 5 de 1879 se ha iniciado una reforma ¡4). Tucumán, por ley de enero 17 de 1872, inició la codificación, y se nombró á los Dres. Benjamín Paz, Arsenio Granillo y Ángel M. Gordiüo, los que confeccionaron un Códigoverdaderamente notable (5), convertido en ley en noviembre 27 de 1873, la cual fué reformada en enero 13 de 1875, agregando algunos títulos. Corrientes encargó al Dr. Lisandro

(i) Un volumen de 132 páginas. El articulo 1097 dice : "Quedan adoptadas como doctrinas legales en materia criminal y comercial las obras del doctor Carlos Tejedor, sobre ambas materias ". Tiene 1099 artículos.

(2) El gobierno encomendó la tarea á los doctores Severo Basavil- baso, Tomás Puig y Pedro L. Funes, quienes se expidieron en Abril de 1872 (Rosario, 1876).

(3) La comisión compuesta de los Dres. Juan C. .\lbarracin, Nica- nor Larrain y Felipe Correas se expidió en octubre 27 de aquel año. El trabajo fué impreso en Santiago de Chile (1873, i volumen de 135 páginas*.

(4) La comisión (C. S. de la Torre, José V. Zapata, Federico Cor- valán), dio á luz su Proyecto en un'volumen de 132 páginas.

(5) Tucumán, 1875, volumen de xxii-5 26 páginas. Hay 1301 ar- tículos, 241 notas ilustrativas, formularios, etc.

424 RESEÑAS T CRÍTICAS

Segovia su Proyecto ( i), quien lo basó en el trabajo antes mencionado del Dr. Domínguez. Santiago del Estero encomendó en octubre 11 de 1875 análogo trabajo al Dr. Pedro Rueda [2]. Entre Ríos, en 1875, se incorporó al movimiento (3) y sancionó su Código por ley de mayo 9 de 1876. Córdoba, en agosto 2 y octubre 15 de 1875, organizó esa legislación (4}, cuya reforma fué encomendada al Dr. Isaias Cil ea enero 13 de 188 1 {5).

En la Capital Federal, la administración de Justi- cia fué organizada por ley de diciembre 15 de 1 88 1 : al instante se inició una reforma, y el mismo Dr. Manuel Obarrio ha proyectado una parcial ea materia penal, mientras el Dr. Amancio Alcorta está encargado de la reforma en lo civil y comercial.

(!) Impreso en Buenos Aires, 1875. i volumen de ix-51 páginas). Tiene 137 artículos.

(2) Rosario, 1875. i volumen de Lxi-314 páginas. El Dr. Hueda habla confeccionado otro trabajo parecido por encargo de Santa Fe en 1S67.

(3) La comisión (Miguel M. Ruiz, Manuel ds T. Pinto, Vicente P. Peralta) presentó e\ Proyecto (Concepción del Uruguay, 1876, 1 volu- men de xx-378 páginas). Tiene 1000 artículos. Véase al respecto el li- bro del Dr. Tabossi: Manujl de la prueba en materia civil y mercantil^ Uruguay, 1881, i volumen de 121 páginas.

(4) Córdoba, 1875, i volumen de 121 páginas. En la edición ofi- cial están incorporadas otras leyes secundarías .

(5) El notable tr^ajo del Dr. Gil se publicó en Córdoba en 1883. I volumen dexxii-215 páginas.

LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 425

Volviendo al Código de Comercio recordaré, por vía de curiosidad, que atacado el doctor Vélez Sars- field como si en él nada hubiera trabajado, contestó en El Nacional poniendo en la imprenta á disposi- ción de los críticos sus manuscritos sobre letras de cambio y otras materias. Según he sido informado, estos manuscritos deben existir en poder de su fami- lia. £1 doctor Quintana tenía hasta hace poco algu- nos, pero parece que se referían á citas de Códigos ó ampliaciones. £1 doctor Moreno tenía también los manuscritos de Vélez Sarsfíeld referentes á quiebras.

Desde temprano inició el doctor Domínguez una campaña contra el Código en las columnas de aquel curioso Foro, hoy casi agotado. Algunas de sus indi- caciones eran bastante prácticas, mereciendo que aún hoy día se tengan en cuenta.

Sólo de paso citaré el índice ó repertorio alfabéti- co del Código de Comercio, por el doctor don Ángel Navarro, impreso en esta ciudad en 1863 (en 8% 3 i páginas), y la pequeña publicación de P. V. Goyena : Cuestionario Comercial ó Tahla analítica, de 1879. £ncuantoal procedimiento, publicó en 1879 el doc- tor don Alberto Navarro-Viola sus Términos jurídi- cos ( en 8*, 34 páginas).

£n ninguna parte se nota más el movimiento de la critica científica, ó el reflejo de ella, sobre nuestra

4*^

pXet.'A por úexv^ be ítxítranTrtdo qze: saañcáesto

tríz.'ír, *r* siaíera ^rjsjtrdíí ^a cada áía ea 3ayor

El i:r.^^!.^ fié diio por U ley :shnoaal dt -^o ác ^i^S:c:Cshrt de 1^70. ocóca^adn csta&tr las reSar- rr^% q ..« fuera aeossarío iatroducxr en el Código Co- mercial, y el decreto de 14 de octubre del mísiiio año, n/>rr.hrando para dicho objeto á los doctores don Six- to Villegas y don Vicente G. Qucsada. Examinaré hrcvemtntc U>s trabajos de esta Comisión, impresos en 1875, bajo el título de Proyecto de Reformas al Código de Comercio de la República Argentina. (Buenos Aires, 1873, en 8* de 601 páginas].

\ai ley de 27 de septiembre de 1870 estableció que las reformas debían reducirse alas "actuales necesidades del comercio de la República, y á la prác- tica délos tribunales nacionales y provinciales".

l>os doctores Vélez Sarsfíeld y Acevedo, al remitir en 18 de abril de 1 8 5 7 su Proyecto de Código al Poder Ejecutivo, exponen claramente las razones que les obligan á '* suplir todos los títulos del Derecho (}ivil que á nuestro juicio faltaban para poder compo- ner el Código de Comercio", por cuya razón interpo- laron como 30 capítulos de materias exclusivamente

LA CIENCIA jurídica ARGENTINA 427

civiles. Promulgado en 29 de septiembre de 1869 el actual Código Civil de la República, redactado también por el doctor Vélcz Sarsfield, las disposi- ciones de ese carácter incluidas en el Código de Co' mercio se tornaban inútiles ; y como el Código Civil cataba mucho más adelantado que el de Comercio^ resultaba que muchas disposiciones eran contradic- torias. En esa situación la jurisprudencia aplicó el Código Civil, pero era necesario purgar al de Co- mercio de aquel bagaje inútil. Esta era, pues, la pri- mera tarea de la Comisión revisora, compuesta de los doctores Villegas y Qucsada. Estos, en su Pro- yecto de Reformas, armonizan ambas legislaciones, conservando sólo las disposiciones de carácter de ex- cepción, pues llenan objetos especiales, y caen bajo el dominio de jurisdicción distinta. Elsto ya era consi- derable, si se recuerda que cerca de 368 artículos de los 1755 del Código de Comercio estaban incluidos en el Código Civil,

La Comisión revisora trató de consultar '^ los inte- reses del comercio *^ como la ley lo exigía, llamando á su seno repetidas veces á comerciantes acaudala- dos, á banqueros poderosos ó á corredores entendi- dos. Proponíales las reformas que creía convenien- tes, y allí se discutía la teoría controlada por la prác- tica diaria del comercio. Asi, por ejemplo, fueron re-

4^8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

dactados los títulos referentes á cheques, Bolsas de comercio^ cuentas corrientes^ materias no legisladas absolutamente en el Código vigente.

Y en cuanto á las demás disposiciones del Código, la Comisión trató siempre de reformarlas, armoni- zándolas con la legislación comparada, pues, como bien lo dice : 'Mas letras de cambio, sociedades mer- cantiles, el comercio marítimo, los seguros, las quie- bras, etc., no afectan únicamente á los habitantes de la República, puesto que se ligan íntimamente con todos los pueblos con los cuales comercia la Nación". Elsta tendencia merece, en efecto, sincero aplauso.

Pero debe criticarse la manera cómo tratara la Co- misión la parte referente al comercio marítimo; quizá habría sido allí necesario más detenido estudio. Sin embargo, nada es más fácil que criticar reformas proyectadas ya, como nada es más difícil que pro- yectarlas. £1 trabajo de la Comisión revisora tiene, imparcialmcnJe hablando, un serio y real mérito, aunque adolezca de bastantes imperfecciones. Los que han venido después, sembrando sobre un terreno arado ya, han tenido simplemente la fácil tarea de perfeccionar y de pulir. De esto debe, con todo, feli- citarse el país, pues redunda en provecho común.

No entraré á citar ni menos á analizar las nume- rosas tesis presentadas ante nuestra Facultad sobre

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materias comerciales. Lo he hecho en parte en otro lugar [ i ), y además habría que hacer á un lado mu- chas de no gran mérito , y esta clasificación siempre es odiosa. Me bastará recordar alguna que otra, como la del doctor don Estanislao S. Zeballos (Apuntes sobre las Quiebras^ á propósito del proyecto de Re- formas, Buenos Aires, 1874, ' v. en 8* de 70 pág.), la dej doctor don Miguel Goyena [Estudios sobre los seguros maritimos, Buenos Aires, 1872, i v. en S* de 122 pág.) y tantas otras cuyo mérito cono- cen los que de estas materias se ocupan.

Las obras clásicas de Derecho Comercial argentino no son numerosas. £1 doctor don Carlos Tejedor tiene su Curso de Derecho Mercantil^ arreglado al Código de Comercio y concordado con el Código Civil (Buenos Aires, 1863, i vol. en 8* de 445 pág., VI cap.).

El doctor don José María Moreno su interesante monografía expositiva : Estudio sobre las quiebras ^ disertación leida en la Academia teórico-práctica de Jurisprudencia [Buenos AWgs, 1864, ' vol. en 8* de 268 pág.). Últimamente el doctor don Amancio Al- corta publicó sus Estudios sobre el Código de Comer- cio (Buenos Aires, 1880, i vol. en 8" de 21 1 pági-

(i) En el articulo: ** Una nueva obra de Derecho comercial "publi- cado en "La Nación" del 25 de Agosto de 1880.

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ñas), importante obra sobre la que habrá que volver más de una vez en el curso de este artículo, y que fué objeto del análisis publicado por el que esto escribe, en el diario La Nación (i). Y el doctor don Nicéforo Castellano, que ha dado á la Nueva Revista su ar- tículo Estudio sobre la quiebra (s), tiene sus Leo dones sobre el Código de Comercio argentino (Cór- doba, 1880, tomo I, I vol. en 8* de 357 pág.) (3). Tales son los antecedentes que existían en el mo- mento deponerse el doctor Obarrio á la tarea; tal el estado de nuestra legislación comercial y de nuestra literatura jurídica. Sobre esta base debía escribirse el Comentario, en cuyo análisis tiempo es ya de entrar.

III

El doctor don Manuel Obarrio, como fruto de su enseñanza en la Facultad de Derecho y Ciencias So- ciales de la Universidad de la Capital, ha venido de largo tiempo atrás elaborando una obra, de la que podría decir, parodiando á Ovidio: Exegi monu-

(t) Articulo citado del 25 de Agosto de 1880. {1) Nueva ReñsUit tomo II, páginas, 604-63^. (3) Nueva Revista, tomo I, página 1 $9.

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mentu cere perennius^ monumento sí, más duradero que el bronce, porque tendrá que ser forzosamente leído por todas las generaciones argentinas que se dediquen á la noble carrera de la abogacía, perpe- tuando de esa manera no tan sólo el nombre del autor, sino el recuerdo de una enseñanza cuyos bene- ficios hemos podido apreciar los contemporáneos.

£1 método del doctor Obarrio consiste en citar el texto áz\ artículo, transcribir las concordancias de los códigos extranjeros, y comentar en seguida la dis- posición, discutiendo la doctrina de acuerdo con la jurisprudencia. E^ta cuestión del método, tratándose de Comentarios á un Código, es de capital impor- tancia, por cuya razón me permitiré avanzar algunas reflexiones.

Como se vé, el método del doctor Obarrio es emi- nentemente exegético, y si bien el estudio de los tex- tos es indispensable, ya Troplong en uno de sus sabios prefacios decía con razón: "si el derecho no fuera sino una ciencia de textos, tendría muchos me- nos atractivos para las espíritus filosóficos; la exe- gesis, por más necesaria que sea, no es más que la parte más árida y más circunscrita. Sobre ella se eleva, á una grande altura, la indagación de las ver- dades naturales sobre las cuales reposan las relacio- nes de los hombres.. ." De ahí los magníficos preja-

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cios y disertaciones generales de que abunda la obra inmortal de Troplong, y si causas políticas han lle- gado hasta decir de esta obra: ^* tenemos ahora la novela del derecho**, aquel que haya consultado al eminente jurisconsulto sabrá darle el mérito que en realidad le corresponde.

Merlin ha dicho con razón : '*la ciencia del Dere- cho consiste tanto en la refutación de los falsos prin- cipios, cuanto en el conocimiento de los verdaderos"; de ahí que Marcadé y Pont empleen con frecuencia un tono agresivo en la controversia, é inscriban con original satisfacción: error de Delvincourt, de Duran- ton y etc., pero esto no impide reconocer la excelencia del consejo de Merlin : la obra de Marcadé y Pont goza, en efecto, de grande influencia debido tanto al valor intrínseco y á la solidez de sus principios, cuan- to á la forma feliz de la exposición, al giro acerado de la argumentación y alas cualidades del estilo ( i). £1 doctor Obarrio sigue la máxima de Merlin sólo á medias : expone más bien que discute las opiniones contrarias.

El doctor Obarrio ha preferido ceñirse propia- mente al Código en la aplicación de su método, lo que obliga á frecuentes repeticiones, y á jdesar-

(i) Véase Bibliographie raisonnée du Droit Civil, por E. Draroard.

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rollar en un articulo incidental teorías generales.

Fué en vista de ese inconveniente que Demolombe prefirió escribir una serie de tratados separados en vez de un curso exegético puro: '^esa combinación, dice él, me ha permitido, al mismo tiempo que con- servaba á mi obra la unidad que me había esforzado por darle, consagrar á cada materia un estudio más detallado y más completo". A pesar de que la obra del doctor Obarrio podría considerarse como una se- rie de tratados especiales [el tomo \, Las personas del comercio^ y el II El mandato y la comisión]; sin embargo, el autor sigue demasiado estrictamente al Código, artículo por artículo, para tener la liber- tad de desenvolver ampliamente sus teorías en pre- facios ó bajo rubros generales.

El Comentario del doctor Obarrio está escrito con criterio elevado, revelando en su desarrollo y en sus conclusiones, esa firmeza que sólo da la propia y personal convicción, fruto de larga labor y detenida meditación. Estudia con claridad las cuestiones, y expone con acierto el estado actual de la doctrina, proponiendo todas aquellas perfecciones de detalle ó cambio de fondo que la lógica sugiere. Es un libro cuya lectura enseña, pero con demasiados de- talles— y en esto está, quizá, su principal defecto. Delvincourt, como es sabido, tuvo por sistema no

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434 RESEÑAS Y CRÍTICAS

extender ó diluir sus ideas, y no ofrecer á los estu- diantes á los que está principalmente dedicada su obra, como sucede también con la del doctor Obarrio, un trabajo demasiado fácil, para no fomentar la pereza del espíritu; pero en cambio el ilustrado decano de la Facultad de Paris se vio forzado á añadir á su texto notas y explicaciones mucho más desarro- lladas, que forman una verdadera glosa y la parte realmente exegética de su obra. No podría decirse esto por cierto del doctor Obarrio.

Un critico argentino, inteligencia de las más claras en la joven generación literaria, ha dicho con pro- funda verdad juzgando una obra de distinta índole: ^^ No deja el autor trabajo alguno á la imaginación del lector, que sólo aprecia las obras en que se le permite colaborar. Su libro es un teatro en que se ve el escenario desde los bastidores. La inteligen- cia se cansa de encontrarlo todo hecho. Si los artis- tas cantaran explicando cómo emiten la voz, asistir á la Opera tendría tres pares de bemoles. Si las poesías se leyesen contando el número de las sílabas, se caerían de las manos hasta los poemas de Ossian. Hay capítulos en que parece vérsele al autor exten- diendo la mano hacia su biblioteca. Y es sabido que el arte requiere naturalidad, y que desde el momento en que se nota el esfuerzo y el procedí-

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miento empleados, el arte desaparece y no queda sino el taller. Nunca tiene el autor reticencias oportunas, ni pone en su estilo esas medias tintas delicadas que conducen al aticismo. Siempre deja al descubierto los hilos con que ha tejido su asunto, que hacen un efecto análogo al de los andamios en los edificios y las caserolas en los banquetes. El autor, en una palabra, no nos nunca la miel sin hacernos pasar por todas las visceras de la abeja".

Me guardaría bien de decir que el doctor Obarrio ha incurrido en todos esos defectos, pero por lo me- nos me ha parecido notar algunos de ellos en la lec- tura de su obra. Y, en mi opinión, esto proviene simplemente del método adoptado, que ha de obligar al autor á incurrir en los mismos inconvenientes por más que quiera obviarlos.

El tomo I de la obra trata De las personas del co- mercio, es decir, de los tres primeros títulos del Códi- go, habiendo agregado un capítulo especial sobre las Bolsas de comercio, materia legislada en el Proyecto de Reformas. El tomo II trata De los contratos de comercio, estudiando el capítulo I del título I, libro IV (artículos 191-208), salteando los capítulos II y III que tratan Del efecto y de las diversas especies de obligaciones (artículos 209-294) por ser materia regida por el Código Civil, para comentar después

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el capítulo W De la interpretación de las conven- ciones (artículos 295-298). Entra en seguida á estudiar el título II Del mandato y de las comisiones (artículos 335-386) omitiendo por lo tanto los ar- tículos 299-3 34 1 pGTO precediendo la materia de uoas Observaciones generales perfectamente pertinentes. Como se vé, el doctor Obarrio ha llegado en su Co- mentario hasta el artículo 386, y le faltan aún 1369 para terminar con los 1755 artículos del Código, sin contar los títulos especiales que ha agregado el Proyecto de Reformas, como ser los de Cuentas cor- rientes y cheques (39 artículos).

Antes de entrar á examinar especialmente el tomo segundo, conviene hacer notar que en él se ha corregi- do en parte un defecto gravísimo del primero: el índi- ce defícientc. En materias de Derecho es quizá donde más se necesitan índices copiosos por orden alfabético de materias, de autores y de casos, á fin de facilitar la indagación del que tiene que consultar la obra. Aun cuando se haya leído ésta con detención, pasado un cierto tiempo, se conserva el recuerdo de que tal cuestión ha sido tratada de tal ó cual manera, pero sin saber á punto fijo en qué página : para encontrar ésta, no habiendo índice adecuado, se pierde un tiempo precioso, fatigando inútilmente el espíritu.

En cuanto á la ejecución del trabajo en sí, ha-

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bría quizá algunas ligeras observaciones que hacer.

Un maestro en la materia ha expuesto la siguiente regla: *' antes de la glosa sobre el texto de la ley, preciso es mencionar los escritos que hacen conocer las bases filosóficas y económicas sobre que reposa ; en seguida los precedentes históricos y las faces que el texto de sus disposiciones ha tenido, antes de llegar á la fórmula que nos gobierna actualmente. Por último, las críticas de que es objeto bajo el pun- to de vista legislativo, al mismo tiempo que los pro- yectos ó proposiciones de mejoras, de reformas ó de abrogación, que el estudio profundo de sus principios ó la experiencia de la práctica han suscitado desde su promulgación".

(Cómo procede el doctor Obarrio? Toma el Có* digo, busca una ó dos concordancias, sin señalar las legislaciones con las que difiere y cuál sea la razón de esta divergencia; entra en seguida á la doctrina jurídica pura, y prescindiendo por un instante del texto de la ley, define la materia, busca sus analogías ó divergencias con otros, sobretodo con los similares del Código Civil, y expone las doctrinas jurídicas cuando hay controversia ; después procede á explicar la disposición de la ley, y por último á juzgar las modificaciones del Proyecto de Reformas. En el tomo II, ya con mayor firmeza en el terreno que pisa.

4^8 RESEÑAS Y CRÍTICAS

ensancha algo esc cuadro: critica la ley, expone las opiniones controvertidas y las razones por qué adopta una ú otra ; y en algunas partes, como cuando trata del Mandato, entra de lleno á un examen tan im- portante como notable de las relaciones entre el Derecho Comercial y el Civil, pasando en revista las principales autoridades. De ahí la evidente supe- rioridad del tomo II sobre el I. Hay en aquel más seguridad, mayor amplitud de miras, más libertad en la critica, más riqueza en las fuentes, que en el último. En el I notábase bastante descuidada la legislación comparada; en el II, si bien aún no como debiera, ha sido ya más profundizada.

Verdad es que en el tomo II el autor se encontraba con dos nuevos libros argentinos que sobre la mate- ria que trataba acababan de] aparecer: los de los doctores Alcorta y Castellano. Esto lo ha aguijo- neado, lo ha obligado á profundizar su crítica y á rebatir ó apoyar las doctrinas de esos autores. El libro del doctor Alcorta ha ejercido considerabilísima influencia en este tomo II, estando el doctor Obarrio casi siempre de acuerdo con él ; mientras que casi continuamente está en desacuerdo con el doctor Castellano, pero tiene en cuenta, sin embargo, sus observaciones. Esto era natural.

El libro del doctor Castellano es una obra de ex-

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posición didáctica, en la que se nota no grande abundancia de fuentes, tanto para la legislación comparada cuanto para la doctrina. El libro del doc- tor Alcorta es una obra admirablemente concisa, en la cual propone reformas originales á casi todos los artículos del Código en la parte que examina, expo- niendo el más rico acopio de doctrina y de legisla- ción comparada que pueda exigirse ; con sumo cuidado están compulsadas las principales fuentes, y es asi cómo en mucbas materias, en lo referente á transporte por ferro-carriles y al mandato, sobre todo, hay teorías que merecen detenido estudio. El doctor Obarrio con esa escrupulosidad y deseo de no avanzar proposición alguna sin haber agotado las indagaciones á su alcance cualidades que tanto le caracterizan háse visto obligado á estudiar propiamente el libro del doctor Alcorta, lo que en muchas partes del tomo 11 se claramente, por el desarrollo exagerado, con relación al plan gene- ral del libro, que ha debido dar á ciertas cuestio* nes que le era imperioso dilucidar en detalle. Es en esas discusiones en que se revela por completo el doctor Obarrio : se cuan á fondo posee sus auto- res favoritos, se entusiasma, gesticula, se enardece en favor de tal ó cual opinión. Parece oírsele hablar cuando se leen ciertas partes de su libro: corre por

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éste un soplo de sinceridad que cuando no logra convencer, impone el debido respeto. Cuando el doctor Obarrio trata de Troplong y de Delamarre et Le Poitvin, sus autores favoritos sea que di- sienta ó esté con ellos de acuerdo, se transforma por un instante en dichos autores, expone y comenta su doctrina de tal modo, que cuando cree deber atacar- los — sobre todo á Delamarre et Le Poitvin pa- rece realizar el clásico dicho de Térencio : Aman- tium ircd, amoris integratio ! Se dirá quizá que el

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jurisconsulto debe revestirse de una capa de estol- cismo y examinar la materia subjudice, con la misma sangre fría con que el médico hace la autopsia de un cadáver pero nada reemplazará ese soplo vivífico, esa corriente que levanta, por así decirlo, las pági- nas que les da animación y vida, y que revela que el corazón ha trabajado á la par de la cabeza. Es ver- dad que se ha dicho: ^^ tenemos el romance del Derecho", porque Troplong escribió sus libros va- ciando en ellos junto con su saber su alma entera; pero hoy día se necesita algo más que la fría glosa de un Gregorio López : se necesita la exposición calu- rosa y viva.

Por todas estas razones, si bien creo deber alabar ciertos pasajes de la obra del doctor Obarrio, me queda el sentimiento de no poderlo hacer con muchos

LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 44 1

Otros en los que aún domina el viejo formalismo es- colástico.

IV

cQué método de crítica emplea el doctor Obarrio ? Su curso no es arcaico : se apoya sobre el estado actual de la legislación para remontarse al pasado, tratando de ver las cosas tal cual son, y mostrando sólo de vez en cuando cómo el tiempo ha po- dido aumentar, transformar, y hasta perfeccionar, es decir, reformar mejorando los conocimientos adqui- ridos, que es lo que constituye el progreso. No per- tenece, pues, el doctor Obarrio á esa escuela que los alemanes denominan hypercritica, que consiste en desdeñar el sendero trillado, ó según la expresión algo injusta de Guardia: ^* abandonar la recta vía del sentido común/\ Verdad es que, para usar una frase famosa: ^^ la erudición marcha constante- mente entre la conjetura y la hipótesis, y cuando se detiene encuentra el absurdo en el fin del camino ".

He dicho al comienzo de este articulo que él sería más de bibliografía que de critica : me veo forzado, en efecto, á detenerme en la parte general, sin po- der descender á las cuestiones de detalle, ni exponer

44^ RESEÑAS Y CRÍTICAS

de qué manera el doctor Obarrio ha resuelto tal ó cual controversia, y hasta qué punto sus argumentos son ó no aceptables. Esto me llevaría muy lejos, y debo concretarme. Mi propósito ha sido examinar la importancia de una obra cuyo principio poseemos recién, con relación al estado de la legislación y de la ciencia jurídica entre nosotros. Rastrear así su fí~ liación, permaneciendo dentro de las líneas genera - les, es la única manera de justificar las exigencias de la crítica moderna que, al afirmar que '^un autor es simplemente una frase aislada en una página hu- mana y social ", exige que se le relacione con los de- más contemporáneos y se aprecie á grandes rasgos la influencia de sus obras.

Me quedan aún algunas críticas de detalles que hacer: nimiedades al parecer, pero que revisten considerable importancia á los ojos de los eru- ditos.

Ante todo, un erudito tendría mucho que obser- var relativamente á la manera cómo el doctor Oba- rrio hace sus citas. La parte bibliográfica está bas- tante descuidada en este libro, y es preciso haber es- tudiado concienzudamente una materia cualquiera, para saber qué largo y fastidioso trabajo prepara- torio es indispensable hacer antes que nada, para lo- grar reunir una parte solamente de los materiales

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que habrá que poner después á la obra (i). De ahí que se requiera una exactitud escrupulosa de noti- cias puramente técnicas, como ser el titulo completo de la obra, el número de ediciones, su fecha y lugar de publicación, indicaciones que cuando están desfi- guradas son causa de frecuentes errores, de desenga- ños ó de indagaciones varias é inútiles. El doctor Obarrio cita sin método bibliográfico : á veces usa una clase de abreviaturas, otras las varia ; los nom- bres salen estropeados» á veces cambian de una pá- gina á otra ; rara vez se indica ni el lugar ni la fecha de la edición, de modo que cuando cita tal ó cual página, se expone á que el lector se desespere inútil- mente si trata de verificar el dato en una edición diversa de la consultada por el autor. Todos estos de- talles parecen supérfluos, pero, si se reflexiona, son necesarios: (Cuál es el objeto de las citas? Que el lector pueda verificarlas, sea para profundizar más la materia, sea para convencerse de que se ha in- terpretado bien la autoridad que se invoca ; pero, i cómo podrá hacer esta verificación si los datos bi- bliográficos son incompletos ó errados? Esto es evi- dente^ y el que ha tenido que compulsar esta clase de obras, sabe perfectamente que la cuestión es ca-

(i) Dramard, loe. cit.

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pital. Se objetará que esto pertenece á la erudición, pero iustamente la importancia que ésta ha adqui- rido en los últimos tiempos, exige que todo autor sea al mismo tiempo un erudito. El doctor Obarrio que tanto amor profesa á los latinos, no desechará sin duda el famoso dicho: notitia lihrorutn est dimidium studiorutn^ et máxima emditionis pars exactam librorum kabere cognitionem,

Pero debo aún hacer otra observación. Más de una vez se ha criticado lo poco que nuestra jurispru- dencia patria tanto nacional como provincial es tomada en consideración por los autores argentinos que sobre Derecho escriben. Verdad es que lo mis- mo ha pasado en otros países : para no citar sino un ejemplo, en Francia, en la época en que la ense- ñanza de maestros ilustres, como Delvincourt, Po— thier» Proudhon, creaba el magnífico cuerpo de doc- trina de que ahora se enorgullece aquel país, todos manifestaban un desprecio apenas disimulado, por las decisiones de las Cortes inferiores, y aun de la Suprema ; después, algunos magistrados, no menos renombrados por su ciencia que aquellos profesores, emprendieron exponer y desarrollar los principios del Derecho, preocupándose más de lo que lo habían hecho sus rivales; de buscar ejemplos de demostra- ción en los casos diarios más que en las abstracciones

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de la doctrina, y fué así que la jurisprudencia adquirió una influencia preponderante. ¿Cuál es, pues, la razón de que entre nosotros suceda todo lo contrario > i Será quizá que las publicaciones téc- nicas destinadas á recopilar los fallos de nuestros tribunales nacionales y provinciales, son no sólo escandalosamente caras sino bastante deficientes? Todo puede ser : el hecho es que el doctor Obarrio sólo cita, propiamente hablando, una sentencia, que puede el lector ver en el Apéndice del tomo 11. Hay ahí, evidentemente, un gran vacío que llenar, vacío que se nota, salvo honrosas pero contadas excepciones, en todos nuestros escritores jurídi- cos.

Si la crítica debe en realidad ser útil para alguna cosa, está forzada entonces á indicar al escritor, que no tiene de ello quizá sino una conciencia confusa, cuáles son sus cualidades más personales y más susceptibles de fácil desenvolvimiento, para alentarle en ese camino. Pues bien, lo que hay el derecho de exigir del doctor Obarrio, es que con la autoridad de su talento apoye decididamente la tendencia de los que estudian nuestra legislación bajo el punto de vista de la crítica científica y de la jurisprudencia de los tribunales. Es verdad que la historia tiene grandes atractivos : historia delectad decían ya los

44 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS

antiguos. Pero lo que se necesita es crítica inteli - gente, elevada, previsora.

Y esta necesidad es doblemente más imperiosa tratándose de nuestra legislación comercial. '^ Ks sabido ha dicho hace tiempo la respetable Revista de Legislación y Jurisprudencia ( i ) que nuestro Código de Comercio se encuentra pésimamente re- dactado, dando lugar á dudas que generalmente se transforman en litigios. Nuestros codificadores se han olvidado que la claridad de la ley depende de su redacción, manifestando completo desprecio para con las reglas gramaticales y de buen lenguaje." Puede que este reproche sea quizá algo exagerado, pero tiene mucho de verdadero. Y como estamos en vísperas de sancionar la reforma de dicho Códig^o, de ahí que sea más imprescindible la verdadera crítica jurídica.

La cuestión es grave. La legislación -- ha dicho sabiamente Bluntschli debe ser conservadora^ debe respetar lo que existe, pero restaurándolo y ampu- tando las partes muertas á fin de salvar las partes sanas y viables. Debe también ser liberal^ teniendo en cuenta á la par del derecho positivo existente, el teórico, sacándolo de la fuente viva de la inteligencia

I i) Tomo V, página 291, 1870.

LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 447

é inquietándose de las querellas de los sabios: el legislador debe ser creador y soberano.

Sea de ello lo que fuere, desde que atravesamos en esto una época de crisis, nuestra doctrina para usar una expresión consagrada debe inspirarse antes que todo en un conocimiento tan exacto como completo de las soluciones diversas que ha adoptado sucesivamente, y una obra del género de la del doc- tor Obarrio debe ser un inventario perfecto, para que pueda ser considerada á la vez como testimonio del pasado y como punto de apoyo para el porvenir.

Voy, pues, á terminar este largo y enmarañado articulo. Cuando Sainte-Beuve exclamaba: "oh! qué agradable es leer á veces los antiguos ", no hacía sino proclamar una vez más su justificada preferen- cia por el estudio de los muertos. Nada más difícil, en efecto, que juzgará los contemporáneos. ^Cómo aplicar con libertad las célebres máximas de Taine? i Cómo estudiar el temperamento, las pasiones, los defectos ó las cualidades de un hombre que vive con nosotros, con quien nos encontramos á cada paso y

44^ RESEÑAS Y CRÍTICAS

con quien tenemos que encontrarnos después de juzgarlo? Es evidente que el conocimiento de todos esos antecedentes, relacionados con el espíritu ge- neral de la época, con la generación á que se perte- nece, con las aspiraciones del autor, influyen podero- samente en la mejor inteligencia de una obra y en su más imparcial juicio. Pero la mejor buena volun- tad se estrella muchas veces ante lo imposible. La verdad reside en las medias tintas, y más conviene dejar adivinar una deducción que expresarla, pues la palabra, por más que se la atenúe, es á veces demasiado cruda. De ahí que sea menester dete- nerse en la mitad del camino, y dejar más bien una impresión de vaguedad que no de violencia, que puede frecuentemente ser errada.

Se ha podido ver en las páginas anteriores el mé- dium y el momento en que apareció el Comentario del doctor Obarrio, y la razón de ser de sus méritos ó defectos principales. La influencia que ejercerá dicha obra no será tan considerable como debiera, á causa de la lentitud de su publicación. Pero, en vísperas de reformar el Código de Comercio, cuando el H. Congreso tiene en carpeta los correspondientes proyectos, parece de oportunidad estudiar un libro que tanto puede contribuir á ese anhelado resultado. . Únicamente cuando la obra esté terminada, y re-

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formada nuestra legislación comercial, podrá recién apreciarse con equidad la importaecia é influencia del trabajo meritorio del doctor Obarrio. Mientras tanto, justo es llamar sobre él la atención pública y tributar al autor el respetuoso elogio á que con razón se ha hecho acreedor.

Febrero de 1883.

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XV

UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA

I o Dictionnaire de Droit tniemational public ei privé^ par Charles Calvo, Eovoyé Extraordinaire et Ministre Plénipotencíairc de la Ré- pubiique Argentine auprés de S. M. TEmpereur d'Allemagnc, Mcm- bre fondateur de Tlnstitut de Droit internationa), Corresponda nt de rAcadémie de Sciences morales et politiques de l'Institut de France, de TAcadémie d'Histoire de Madrid, etc. Berlin ( Pullkammer et Mflhibrecht), 1885. 3 gr. vol. in de viii-517 y 374 páginas.

3* Dictionnaire-manuel de Diplomatie et ds Droit international fublic et privé, par Charles Calvo, etc., etc. Berlin (ibid), 1885, i vol. in b* de vii-47; páginas*

no es esta, por cierto, la primera vez que la Nue- va Revista se ocupa del autor de las dos obras arriba mencionadas y que acaban de llegar á Buenos Aires. Con motivo de la tercera edición de su conocido libro: Le droit international théoriqueet fratique ( i),

(i) He aqui el titulo integro de la obra, que es la verdadera base de la alta reputación del autor : Le Droit international thiorique et prati-

4 5-2 ft£SCSJiS T

ic h:zo detenida ococáóa óc este puMícwfa i\ EIl distinguido escritor argentino envió «Icspués á la SuevA Revista un aiticiilo titulado: Ali&mza [2, que reproduce en la primera de las dos obras recien- temente publicadas 3 . Además, está finesca aún en la memoria de los lectores de esta Revista la polémi- ca que suscitó el detenido articulo crítico 4) del doc- tor don Amancio Alcorta, sobre la principal de las obras del señor Calvo. Este replicó con una carta que fué á su vez contestada por el doctor Aloorta [5] : en esa interesante polémica ambos publicistas exponían sus divergencias, sobre todo en lo relativo á la parte americana del derecho internacional. La prensa del Río de la Plata reprodujo dichas cartas .'6¡.

quCí frtcéáé éCnn cxfosé kistorique des frogrés de la sáemce dm droit des geiu. Pails, 1880-81 (^"^ ¿diiiom com^leUe), 4 rol. gr. in 8». I^ primen edición de esta obra habla sido pablkada en español, con el titulo de : El derecho imUmacional teórico y fráctico de EMropa y América. Paris, 1868. 2 rol. in 8».

(l) Véase el tomo I, páginas 155-159.

{2) \éaae el tomo II, páginas 3-9.

()) Véase páginas 34-56, tomo I, del Dicüonnairc de Droit interna" tiunal.

(4) Véase el articulo : La ciencia del derecho internacional. A pro- pósito de la obra de Calvo, tomo VII, páginas 464-485 . Este articulo fué reproducido por la Revista de Jurisprudencia, por El Nacional j otros diarios,

(5; Véase ambas cartas en el tomo VIII, páginas 656-658.

(6) Entre otros diarios, El Nacional.

UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 453

El autor de las obras cuyos títulos sirven de epígra- fe á estas líneas, ocupa una de las más altas posicio- nes diplomáticas de nuestro país, pero es de aquellos que '' honran á su puesto "y no " á quienes su pues- to honra ''\ Como publicista, el señor Calvo es sim- plemente europeo, y la fama de que es evidente goza se la debe tan sólo á sus escritos. La aparición de un libro suyo no es tan sólo un acontecimiento en nues- tras letras patrias, como sucedería en el mejor de los casos con cualquiera otrü producción de los argenti- nos : lo que publica el señor Calvo tiene adquirida carta de ciudadanía en el mundo científico, y en Eu- ropa se comenta la opinión de aquel argentino como la de una de las eminencias del saber. En esto no hay exageración: es sencillamente un hecho.

Se puede, pues, juzgar al señor Calvo y á sus obras de la manera más diversa, pero en cualquier caso for- zoso es reconocer la existencia de aquel hecho. No deja de ser singular esa posición científica de un ar- gentino: ccuál es la explicación de ese fenómeno? i Cuáles sus verdaderas proporciones ? i qué impor- tancia tiene ó puede tener ello para nuestro país > He ahí tres cuestiones que sería no sólo importante, si- no necesario dilucidar. Sin renunciar á hacerlo qui- zá próximamente, por ahora fuerza es atenerse á los límites modestos de una simple noticia bibliográfica.

454 RESEÑAS T CRÍTICAS

PerOi sin emt>argo, no está demás el observar, pa- ra los pocos que lo ignoran, que la posición conquis- tada por nuestro compatriota en Europa, se la debe exclusivamente á mismo. Lejos de ser un Roths- child ó un Van der Bildt, es decir, sin que su for- tuna pudiera en nada, ni indirectamente, ayudarle el señor Calvo, con su trabajo intelectual y ejemplar perseverancia, no sólo ha llegado á las alturas, sino que junto con la fama recoge el provecho, pues las ediciones de sus obras, á pesar de su precio, desapa- recen continuamente, retribuyéndole sus fatigas en luises sonoros y contantes. Ahora bien, cuando el público paga de esa manera un libro, no hay necesi- dad de mejor termómetro para apreciar la sólida re- putación de que goza su autor.

La generación que actualmente nos gobierna es coe- tánea del señor don Carlos Calvo y parece, por lo tanto, superfino recordar que nació en esta ciudad al4á por 1 824. No es de este lugar el hacer una bio- graña del autor, ni averiguar cuáles han sido ó son sus convicciones políticas, cuál ha sido ó es su posi- ción social respecto á nuestros partidos internos y á nuestra vida nacional. Todos conocen los vínculos que le ligaron al Estado de Buenos Aires, su prolongada residencia en Montevideo, y cómo y en qué circuns- tancias fué á Europa como representante de López,

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distinguiéndose sobre todo en la manera cómo trató la *^ cuestión Canstatt'\ servicio diplomático hecho al Paraguay y á la América.

Esa cuestión, una de las tantas formas que asume ó ha asumido el eterno abuso de las intervenciones europeas, de los reclamos diplomáticos, y de las in- demnizaciones forzadas, de que está plagada la his- toria de las naciones latine-americanas, obligó al se- ñor Calvo á hacer un estudio detenido y profundo del Derecho internacional y fué, puede decirse, el origen y causa de su futura carrera de publicista .

En 1862 publicó Calvo una traducción española de la conocida obra de Wheaton { i ) y dos años des- pués su libro: Una página de derecho internacio- nal ¡2]. Al mismo tiempo había ya emprendido su

(i) EnBesan^on (1863), 2 vol. in 8*.

(3) He aqui el titulo de aquella obra, considerada en el momento de su aparición como la más compacta sobre la materia : Histoire du droit des gens en Euroffe et en Amériquey dcpuis les te-nps les plus recuUs jusqu'au traiUde Washington en 1842 ^Leipzi^, 1846). Esa obra, como es sabido, era la segunda edición de una monografía escrita por el publi- cista norte-americano para \ 1 84 1 ) el concurso de la Academia de Cien- cias Morales y Políticas del ** Instituto de Francia ", cuyo tema propues- to era : Historia de los progresos del derecho de gentes desde la paz de Westphalia hasta el Congreso de Viena. La obra de Wbeaton, por otra parte, ha adquirido nuevamente un valor extraordinario con las anota- ciones que le hizo Lawrence, y que fueron publicadas bajo el titulo de Commentaires á VHistoiref etc. ( I^ipzig, 1 868, 1 869 y por último en 187^;. Pero la fama de Wheaton como publicista se basa principal-

4^6 RESEÑAS Y CRÍTICAS

monumental Colección histórica y completa de los tratados de la América Latina (i), obra importantí- sima que fué traducida al francés. La precede una monografía sobre el estado actual de la América en- tonces, y tiene además una noticia histórica sobre ca- da uno de los tratados más importantes. Antes de concluir la publicación de aquella obra, emprendió y llevó á cabo otra no menos conocida é importante : sus Anales de la revolución de la América Lati" na (2). Estas dos últimas obras son un tesoro indis- pensable para el diplomático americano, que encuen- tra en sus 16 volúmenes el, texto délos documentos que le son más necesarios y á los que tiene que recu- rrir continuamente.

Dedicado ya por completo á las cuestiones diplo- máticas y de Derecho Internacional, publicó en 1868 su obra conocida bajo el título de : El Derecho ínter-

mente en sus Elements of inUmatíonal Icnv, publicados en 1836 y que cuentan infinitas ediciones, siendo las mejores la americana de Dana (1866) y la inglesa de Boyd (1878).

( ) Colección hisiórica y completa de los tratadosp convenciones, ca- pitulaciones, armisticios, cuestiones de limites y otros actos diplomáti- cos de todos los Estados comprendidos entre el golfo de México y el Ca- bo de Hornos, desde el año 149} hasta nuestros dios, etc. Besan^n, 1868-1869. II Tol. in 8«.

(3) Anales de la revolución de la América Launa, desde 1808 hasta el reconocimiento por los Estados Unidos de la independencia de ese vasto continente. Besanfon, 1864-1867, 5 vol. in8».

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nacional teórico y práctico. Esos dos volúmenes fue- ron la base, por asi decirlo, de sus ulteriores trabajos, y 61 en aquella primera obra se notaban algunas in- decisiones y demasiada admiración por los trabajos jde otros escritores, en cambio en la segunda edición, eecrita en francés, la obra sufrió una transformación completa, adquiriendo proporciones respetables y convirtiéndose en un tesoro de hechos y de doctrina. Pronto el libro de Calvo fué considerado á la altura de las primeras obras de la materia, y las opiniones. del autor comenzaron á ser citadas en las decisiones .de las Cortes de Justicia como la de uno de los trata- distas más autorizados (i). La tercera edición, por último, ha ensanchado aún más el plan de la obra y la ha convertido defacto en la expresión de la última palabra de la ciencia en el momento de su publica- cióa.

Sin duda, á pesar de los juicios críticos favorables y de los calurosos elogios de la prensa europea y ame- ricana, DO todos creerán perfecta aquella obra, pero < qué cosa hay perfecta en este mundo? En la ciencia,

(i) No sólo en las Cortes francesas, como puede verse en diversos la- gares del DalloXt sino especialmente en el famoso tribunal inglés del Queen*s Bench, de lo que da con frecuencia testimonió el conocido PJiUlimore^ Igual cosa sucedió con el Reichsgericht de Leipzig, como lo SMiM» el ilustre Heffter,

458 RESEÑAS Y CRÍTICAS

además, son profundas todavía las divergencias de opiniones relativamente á los problemas más Impor- tantes; la doctrina misma varía, y justamente en el Derecho Internacional son numerosas las sectas disi« den tes y las iglesias cismáticas con respecto al cuitó principal. Pobre elogio sería decir de la obra de Calvo que no tiene defectos que corregir ni deficien» cias que subsanar, porque el autor mismo sabe que en la ciencia el trabajo y el estudio son constantes, y que todos los días se encuentra algo que agregar á la obra más completa. Pero, tal como es, la obra de 'Calvo goza con justicia de altísima reputación no só- lo en el mundo científico y académico, sino en las elevadas esferas diplomáticas. Inútil parece citar los numerosos hechos que confirman esa aseveración: bastará recordar la hermosísima carta del conde Sclo- pis, presidente del famoso tribunal arbitral de Gine?- bra ( I ), que expresamente reconoce la influencia que tuvo la obra de Calvo en las decisiones de aquel ar- bitraje internacional (2); y en cuanto á la considera- Clon de que goza el publicista argentino en el mundo

(i) Esta carta, tan honrosa para el señor Calvo, se publicó en mu- chos periódicos, y particularmente en Dalloz, Repertoirejuridique, cuaderno 9», 1873, y en la Revue de droit intemationalf 187J, pá- gina 396.

(3) He aquí las palabras textuales del conde Sclópis : "... Je ne puis que me rejouir en Toyant dans votre lÍTre un examen préalable

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cientiñco, además de los innumerables artículos de revistas y periódicos, son decisivas las palabras de Franck en el ** Instituto de Francia" (i); y por últi- mo, iqué mayor prueba del aprecio en que lo tienen las Universidades, que. el ser texto oficial de las fa- cultades de Derecho en Francia el Manuel de droit international (a)?

Sin considerar, pues, á esa obra como el escolásti" go magtste*' dixit^ y reconociendo sus méritos evi-» dentes y su innegable reputación, es permitido á los que no profesan todas las doctrinas del autor, disen-

des points capitaux que nous avions á juger, qui s'est trouyé parfaite- ment d'accord ayec notre sentence. II me parait qu'á tout prendre» no- tre jugement á été bien compris par la partie sage et raisonable des deux nations auxquelles il se refere. De notre cote, nous avons la con- YÍction de ne pas nous étre departís des regles de la justice et de Téqui"» té. Maintenant i ' nous reste encoré á désirer que les fondements sur lesquels se trouve assise notre decisión, soicnt trouvés bons aussl pour les autres nations et puissant servir de point de ralliement aux opiniong favorables á quelquc progrés dans le droit international. II faudrait pour cela faire agréer en droit public le sjstéme des arbitrages... Vous qui avez tracé ¿favance la ligne sur laquelloy aprés un mur examen des faits les plus compliques^ nous nous sommes rencontrés, prechex dans ce sens, et vous rendrez service d l'humanité.., **

(i ) Las palabras á que se hizo alusión en la noticia inserta en el tomo 1, páginas 155-195.

(3) Este libro, que es un compendio sucinto de la grande obra del autor, fué publicado en París en 1881, i vo!. in 8°, siendo necesario hacer una segunda edición aumentada en 1883. En ese Manual, desti- nado á servir de base á la enseñanza, los principios de derecho público 7 privado han sido condensados en una forma metódica 7 breve.

460 RESEÑAS Y CRÍTICAS

tir en tal ó cual cosa. Así, algunos quizá no con- ceptúen aceptables ciegamente las teorías del señor Calvo en muchas cuestiones de derecho internacio*- nal privado, 7 partiendo de principios diversos re- resuelvan de una manera distinta la mayor parte de los conflictos de legislación interna entre varios pai* ses. Por otra parte, justamente en el derecho interna- cional privado, como ciencia novísima, reina todavía profunda divergencia en las opiniones de los trata- distas, y pocos son los principios consagrados en tan difícil materia por medio de tratados diplomáticos (i). Esa sección de la obra del señor Calvo es también re- ciente, pues puede decirse que en la tercera edición es donde la ha expuesto con algún detenimiento, por cuya razón quizá sea conveniente esperar á una pró- xima (2) para juzgar definitivamente acerca de las doctrinas al respecto, del eminente publicista argen- tino. Divergencia más radical y más acentuada es, sin

(i) Véase los artículos que á esas interesantes cuestiones de derecho internacional privado ha consagrado el doctor Alcorta en la Nueva Re- vistat tomo III, páginas 163-200; tomo IV, páginas 14-67 j páginas 464-483.

(3) La tercera edición hace ya más de un año que está agotada, sien- do difícil encontrar ejemplares en librería ; es, pues, probable que el autor, infatigable es la labor, se ocupe de preparar una cuarta edición, que será seguramente up libro nuevo.

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embargo, la que dividía al señor Calvo de muchos en lo relativo ala ley personal ^ porque el señor Cal- vo acepta y defiende el principio del ortgo, y nosotros los latino-americanos, aparte del valor teórico de la lex domicilti^ no podemos lógicamente aceptar aque- lla otra doctrina. Para nosotros es, además, cuestión de legislación positiva, pues nuestros Códigos están basados en el principio de la ciudadanía natural, y siendo además naciones del porvenir y de inmigra- ción, sería suicidarnos en el futuro permitir que los hijos de inmigrantes extranjeros, siguiendo la nacio- nalidad de sus padres, fueran también extranjeros; en un siglo, la América latina presentaría el extraño fenómeno de estar exclusivamente habitada por una población extranjera, y jamás sería posible constituir una nación seria. En los países de la Europa, ha- bitados por pueblos fundidos en el crisol de determi- nadas nacionalidades por la obra de los siglos, es in- dudable que parece más conveniente y lógico el prin- cipio de la nacionalidad de origen, gracias al cual, además, tratan de conservar permanente influencia en las tierras lejanas á donde emigran en masa sus subditos, adquiriendo así especies de colonias ultra- marinas sin las cargas de las posesiones nacionales. Pero nosotros recién nos encontramos en el período de formación, época pasada hacen diez siglos para

462 RESEÑAS Y CRÍTICAS

las naciones europeas, y nuestros publicistas y nues- tros hombres de Elstado obran lógica y patriótica- mente haciendo de la cuestión de la lex domicüii^ de la ciudadanía natural, una conditio sine qua no» de nuestra existencia presente y futura como nación. En este punto, pues, ciertamente la divergencia con el señor Calvo es inconciliable, aunque es indudable que, si en su cargo diplomático tiene que intervenir en alguna cuestión relativa á aquella, pospondrá ala legislación positiva de su país sus doctrinas persona- les. Pero de esto no se le puede hacer un cargo ni un reproche de falta de patriotismo. Profesa una opinión sostenida por los principales tratadistas, de- fendida por los más notables hombres de Estado, y que es la base de la legislación de las primeras na- ciones del mundo. EIs, además, perfectamente natu- ral que el señor Calvo, viviendo en el mundo científi- co europeo y escribiendo sobre todo para la Europa, haya adquirido la convicción de que la doctrina que sostiene es la mejor y la defienda por lo tanto con el debido calor. El hecho de que el señor Calvo sea ar- gentino no le impone la obligación de abrazar tal ó cual doctrina, y justamente en la omnímoda libertad de opiniones que caracteriza á la época actual, sería un grosero contrasentido hacer de eso un reproche al publicista americano. Pero él también, con la amplia

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tolerancia ^^ue es ei rasgo distintivo de la ciencia mo- derna, comprenderá que otros pueden muy bien te- ner opiniones contrarias á las suyas y defenderlas con energía, sin por eso querer amenguar su impor- tancia como tratadista ó disminuir el mérito de sus escritos.

La franqueza leal es la mejor norma en las acciones públicas como en las privadas. La Nueva Revista hace el debido honor al ilustre publicista, sin abdi- car por eso sus propias opiniones. Y justamente la sinceridad con que expone las razones de su diver- gencia en ciertos puntos, demuestra cuan verdaderos é imparciales son los elogios que tributa al argentino que ha logrado conquistar tan encumbrada posición científica, y cuyas obras merecen el respeto y las ala- banzas de los más distinguidos políticos y publicistas de Europa.

La grande obra de Calvo es imprescindible para el diplomático, el estadista, el escritor y el estudioso. Aún los que más disientan con el autor en ciertas doc- trinas, no pueden dejar de consultarla continuamente con provecho extraordinario. Más aún : en la lite- ratura universal, puede afirmarse con tranquilidad, no existe otra obra que reemplace á la de Calvo. Es el repertorio más completo, más metódico, más importante que exista en el Derecho Internacional.

464 ' RESEÑAS T críticas

IjOS hechos, los tratados, las cuestiones, las doctri- nas están expuestas con admirable precisión y luci- dez : la compulsa de la voluminosa obra, cuatro grue- sísímos volúmenes, está perfectamente facilitada, y cualquiera que sea el punto más ó menos expuesto de Derecho Internacional que se necesita aclarar, se en- cuentra al instante una imparcial exposición del ori- gen, historia de diversas opiniones y de las teorías actuales acerca de él. Esto es un hecho que es im- posible negar. Por otra parte, el público de los más diversos países, á pesar de tener en cada uno de ellos tratadistas más ó menos célebres, obras más ó menos notables, prefiere el libro de este argentino, que se ha convertido en un verdadero publicista internacio- nal, y cuya palabra es escuchada con respeto en to- das las Naciones. Y en esto está la gran gloria y el singular mérito del Excelentísimo señor don Carlos Calvo, nuestro dignísimo Ministro Plenipotenciario en la Corte de Berlín.

Además, se puede hoy día criticar con tanta ma- yor libertad las obras de este autor, cuanto que, consagrado ya en el mundo científico, no puede atri- buirse á un móvil de envidia imposible ó por cual- quier concepto indigno, la franqueza de los que ex- ponen su diferente manera de considerar las cosas.

En la polémica que en esta misma Revista sostu-

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vieron los señores Calvo y Alcorta, con motivo del artículo de este último sobre la obra de aquél ( i ), el autor de cuyas obras se ocupan estas páginas aclaró algunos puntos de su libro, en que de nuevo la di- vergencia con las doctrinas sostenidas por la Nueva Revista es también manifiesta. £1 lector que haya leído aquella polémica comprenderá que se trata del derecho internacional y de sus teorías, sea que se ocupe de la Europa, de la América, ó de otro punto del mundo. El Dr. Alcorta defendía la existencia de reglas y decisiones de derecho internacional exclusi- vas y peculiares á la América, basadas en tratados, congresos, legislaciones y publicistas americanos, respondiendo á necesidades americanas y preconi- zando soluciones sólo aplicables en América. Ahora bien, la Nueva Revista, que fué fundada con el ob- jeto, entre otros, de estudiar el derecho internacio- nal público latino-americano, especialmente exami- nando las cuestiones pendientes entre las diversas naciones de la América, ha dedicado, en casi todos sus números, varios artículos á esa materia (2), de-

(i) Véase tomo VII, páginas 461-483, y tomo VIII, páginas 636-658.

(3) Entre los diversos artículos dedicados al estudio de las cuestio- nes de limites de los países latino-americanos, es conveniente señalar :

a) Entre España y Portugal, como potencias americanas, tomo I, páginas 99-134; b} entre el Brasil y el Rio de la Plata, tomo I, páginas 190-239 y páginas 5 54-588 ; tomo II, páginas 49-89, páginas 5 10-541,

406 RESEÑAS T CRÍTICAS

bido los más á su ex-redactor, Dr. Vicente G. Que- sada, actualmente nuestro Ministro Plenipotencia- rio en la Corte de Rio Janeiro (i). La América La- tina tiene hoy un derecho internacional sui generis^ no distinto en cuanto á su naturaleza del Derecho internacional general, sino especialmente afectado á solucionar sus cuestiones especiales, de carácter ex- clusivamente continental. El Derecho internacional público actual hasta hace poco era sólo llamado *^ eu- ropeo", porque se basaba, según la unánime opi- nión de los tratadistas: i* en las prescripciones de carácter positivo provenientes de los tratados firma-

páginas 635-659; tomo III» páginas 46-66; tomo V, páginas 465- 5)3 ; tomo VI, páginas 107-136» páginas 354-387, páginas 417-449; Cj entre el Brasil y la República Oriental del Uruguay, tomo III, sagi- nas 316-340, páginas 37B-409, páginas 508-583; tomo IV, páginas 68-95; i) entre Chile y la República Argentina, .orno II, páginas 375- 418; e) entre Venezuela y Nueva Granada, tomo VII, páginas 29-61, páginas 5 19-56) ; fi entre Ecuador y Nueva Granada, tomo VIII, pá- ginas 1-37 ; g entre la República Argentina y Solivia, tomo X, pági- nas 1 1-5), páginas 193-348, oáginas 358-974; tomo XI, página. 3-16, páginas 185-306; h) entre el Brasil y el Paiaguay, tomo XI, páginas 408-478; i) entre el Brasil y Solivia, tomo XII, páginas 56-82 ; j) en- tre el Brasil y el Perú, tomo XII, páginas 366-397 k entre el Brasil y Venezuela, tomo XII, páginas J87-41; : /) entre el Brasi'y la Francia (por la Guayana Francesa^ tomo XII, páginas 557-559.

( I ) El mismo sefior Calvo, en su reciente DtctiofUMÍre, hablando del Dr. Quesada (V. G.), dice : " M. Quesada fait autorité en matiére de droit public sud-américain qu'il cultive de préférence. Ses travaux re- latifs aux questions de ürcntiéres et á l'histoire Internationale des États de TAmérique duSud sont nombreux, etc. (tomo II, página 139).

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dos entre diversas potencias de la Europa, para di- rimir sus intereses recíprocos ; 2"" en la legislación de los países europeos que consagraban tales ó cua- les principios obligatorios ; 3** en las obras de los pu- blicistas europeos que estudiaban las cuestiones co- nocidas, es decir, las referentes á la Europa. Ahora bien, en este mundo nuevo de la América, cuya exis- tencia independiente casi no cuenta un siglo, la ló- gica de los acontecimientos ha ido formando, de idéntica manera, un conjunto de reglas y principios que no tienen atingencia ni aplicación en Europa ó en Oceanía, pero que son simplemente destinados á las necesidades que se han hecho sentir en nuestro continente (i}. Los tratados celebrados en Europa, los Congresos y Conferencias internacionales euro- peos, no se han ocupado ni se han podido ocupar de cosas americanas: primero, porque nuestra existen- cia como nación es de ayer; segundo, porque nues- tros intereses se mueven en esferas distintas y nada ó poco tienen con aquellos de común. cQué impor- tancia europea tiene el principio del uti possidetis de

( I ) Para no citar sino los más importantes artículos relativos ai dere- cho internacional latino-americano , véase : a) sobre los precedentes (congresos de Plenipotenciarios, etc.), tomo IV, páginas 575-620; to- mo V, páginas 1 5-40; b) sobre el principio del uti possidetis, tomo V, páginas 240-265 ; c) sobre las reglas del dominio territorial en Amé- rica, tomo IX, páginas 3-59, y páginas 237-272.

468 RESEÑAS Y CRÍTICAS

1810? Ninguna, y sin embargo, sin él no podrían solucionarse las múltiples é intrincadas cuestiones de límites de las naciones latino-americanas, i Qué influencia han tenido ni pueden tener en el equili- brio ó en la política de la Europa los diversos Con- gresos latino-americanos, los diversos tratados y pro- yectos de tratados acerca de los conflictos de la legis- lación pública y privada de nuestras naciones? Nin- guna, y sin embargo no se puede desconocer que debido á nuestro común origen y á nuestra análoga composición, tengamos en la América latina muchas cuestiones comunes, en lasque se necesitan soluciones que en vano se buscarían en el Derecho internacio- nal de la Europa, ni en los tratados ó Congresos eu- ropeos, ni en los libros de los publicistas de aquel continente.

Con todo, defendiendo esta opinión, que para la Nueva Revista es una convicción inquebrantable, debe respetarse la del señor Calvo, que es al mismo tiempo la de la casi totalidad de los tratadistas. Se comprende perfectamente el por qué de la firmeza del publicista referido en esta materia, pues para él será quizá una convicción tan arraigada como lo es en nuestro ánimo la opinión contraria. Pero respetamos sus ideas, segures de que él también respetará las nuestras. Creemos estar en la verdad, pero es posible

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que erremos ; en todo caso, defendemos una sin- cera convicción con la máxima buena fe.

Tales serian, más ó menos, las principales diver- gencias con la obra de nuestro distinguido compa- triota: prescindimos de los detalles, tanto más cuanto que ésta no es la materia especial de este articulo.

El Droit International théorique et pratique de nuestro compatriota tiene, además de sus méritos generales y á los que ya se ha hecho referencia, uno especialisimo y de incalculable importancia para no- sotros : es la primera vez que un tratadista célebre se ha ocupado con detención cum amore et studio de la América, y por su conducto el mundo cientí- fico se ha impuesto de las múltiples cuestiones ame- ricanas. £1 señor Calvo tiene en esto un mérito que jamás será bastante ensalzado : es el defensor de América ante la ciencia ; es el paladín caluroso de las jóvenes naciones latino-americanas, mal aprecia- das, poco conocidas, tratadas como faramalla^ veja- das por intervenciones monstruosamente injustas, obligadas cobardemente por las grandes naciones á pagar indemnizaciones exorbitantes por pretendidos perjuicios sufridos por especuladores extranjeros . La triste historia de las relaciones de la Europa con la América latina, de las usurpaciones, de los abusos, de las humillaciones sufridas por estos países nuevos,

30

470 RESENAS Y CRÍTICAS

ha sido expuesta con verdad y energía ante el tribu- nal de la ciencia por nuestro compatriota. El señor Calvo, por eso sólo, ha merecido bien de su patria y de la América. Su alta autoridad científica ha es- tado y está á la disposición de estas naciones jóvenes, y puede decirse que en los últimos años no han in- fluido poco las doctrinas de la obra de Calvo en la solución templada de muchas cuestiones con los ga- binetes europeos. En el Viejo Mundo las grandes na- ciones están habituadas á tratar á esta pobre South America con un desprecio irritante, y no trepidan en abusar vilmente de su fuerza, mandando poderosas escuadras á naciones pequeñas y débiles para extor- carles sumas fabulosas exigidas por algún extranjero insolente y audaz (i). Se ha visto recientemente á una de las naciones más simpáticas pasar por alto la escandalosa y descabellada intervención de un va- liente pero aturdido jefe de una cañonera, en los asuntos internos de un país vecino (2). Pero pocoá poco, estos y otros abusos van desapareciendo, por- que en las cancillerías europeas encuentra ya eco la exposición imparcial de algunos publicistas. Todavía falta mucho en este sentido, y es necesario que los

( i) Basta recordar él reciente caso de la Alemania y... Guatemala ! (2) Todos recuerdan la in)ustificable conducta del comandante De Amezaga, de la cañonera italiana Caracciolo, en Montevideo.

UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 47 I

gobiernos europeos se convenzan de que á las nacio- nes americanas deben enviarse diplomáticos serios, y cónsules instruidos que pierdan la ilusión de que aquí se encuentran como en la Turquía europea ó el Levan- te. Y esto lo dice con tanto mayor energía la Nueva Revista cuanto que la República Argentina es ya uno délos países americanos más considerados en Europa.

Pues bien, el señor Calvo no deja de poner toda su actividad al servicio de los intereses americanos. Y como publicista cada una de sus obras es una nue- va prueba de ello.

Prescindiendo, por el momento, de analizar su no- table monografía sobre el tratado de Washington (i),^ por referirse especialmente á cuestiones especiales á la América Sajona, y de mencionar su importante libro sobre inmigración y colonización {2), por salir fuera de los límites de este artículo, basta recorrer las dos últimas obras que acaba de publicar para con- vencerse una vez más de los títulos que hacen al se- ñor Calvo acreedor á la gratitud de la América latina.

(i) Examen des trois regles de droit international f raposees dansle traite de Washington. Gand, ^874, i volumen in 80. Esta monografía, escri4a á pedido del " Instituto de Derecho Internacional ", del que es miembro fundador nuestro compatriota, fué también publicada en la Rffvue de Droit international.

(2) Étude sur Vémigration et la colonisation. Réponse d la premiére des questions du groupe V, soumises au Congrés international des

47^ »F!WÍ£*y T CKÍnCAS

Su Dictiammaire de Droit imtermaiiamjU es ima ver- dadera endclopedía de la ciencia, ^licitando eaor- roemente la compulsa de todo lo que puede interesar en el derecho internacional tanto público como priva* do. Las cuestiones especiales de la acacia, como las que con ella tienen una relación inmediata ó mediata, aun cuando pertenezcan á otros ramos del saber, todo está explicado con claridad y concisión. EH método empleado en exponer los tratados, las decisiones de congresos ó conferencias, como las cuestiones de doc- trina pura, ó las opiniones de los publicistas, es real- mente notable. Nada de supéríluo: el autor ai fondo del asunto, lo define en pocas palabras, da su- cintamente las noticias indispensables y trata de hacerlo en lo posible de una manera impersonal, con el objeto de dar á la obra un carácter de imparciali- dad que no permita acusarla de ser ^^el eco ó el órga- no de ninguna opinión personal, de ninguna escuela determinada ". Además, da las noticias suficientes para conocer todo lo resuelto en la larga serie de tra- tados que forman una de las fuentes de la ciencia y que, desde la paz de Westphaüa, han ejercido una in- fluencia internacional seria. Y por último, contiene

Sciences géographiques de 187^. París, 1873, i Tolumen in 4**. £1 señor Calvo era el deleitado argentino en dicho Congreso j en ese carácter escribió y publicó ese importante libro.

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refundido en el anterior un diccionario bibliográfico, que es una verdadera novedad en la materia.

Ahora bien, en esta obra que se hace imprescindi- ble apenas se habitúa uno á su compulsa, se en el acto cuan grande es la parte consagrada á la América latina. No solamente contiene un extracto y á veces parte del texto in extenso de las declaraciones de in- dependencia, sino que da detenida cuenta de los principales tratados firmados en Bogotá, Buenos Ai- res, Chuquisaca, Guadalupe Hidalgo, La Paz, Lima, Río de Janeiro y Santiago de Chile. Además trae substanciales noticias biográficas acerca de los princi- pales publicistas latino-americanos que se han ocu- pado de Derecho internacional, y da á conocer sus obras sobre la materia, acompañando la indicación bibliográfica con un juicio breve. De la República Argentina menciona: á A. Alcorta¡i), F. A. Berra (2), O. Leguizamón (3), Bartolomé ¡4) y Adolfo Mitre [5),

!i) Tratado de Derecho internacional, tomo I. Buenos Aires, 1878, I tolumen.

(3; Teoria de las intervenciones. Buenos Aires, 1882. i volumen. Esa monografía fué publicada por primera vez en la Nueva Revista, tomo V, páginas 367-465.

(3) Discurso sobre el Derecho internacional, 1873. Apuntes sobre el programa oficial, 1874.

(4^ Diversos estudios publicados en La Nación, principalmente so- bre la cuestión nacionalidades.

(')) Derecho internacional privado. Apuntes. 1878.

474 RESEÑAS Y CRITICAS

A. Navarro Viola (i), F. Pinedo [2), N. Pine- ro í 3), Vicente G. (4) y Ernesto Quesada ;$). Del Brasil: á J. A. Pi menta Bueno (6) y A. Pereira Pin- to ¡7). De Bolivia á S. V^aca-Guzmán (8). De Chile : á M. L. Amunátegui (9), D. Barros Arana ¡ i o) y M.

(i) Por la parte relativa á las cuestiones internacionales del Antu- rio Bibliogrdfico.

(3) Derecho de gentes.

["}) La letra de cambio ante el Derecho internacional privado, 1883. I volumen.

(4) La Patagonia y las tierras australes del continente ameri- cano, 187 5 I volumen. El vireinato del Rio de la Plata, 1881. i volumen. Y la serie de artículos publicados en la Nueva Revista sobre cuestiones de limites j sobre el derecho internacional público latino-americano. La cuestión de limites con Chile, 1881. i volu- men.

15) Apuntes sobre derecho internacional privado, 1878. i volumen. La quiebra de las sociedades anónimas ante el derecho argentino y extranjero, 1883. i volumen. Publicado también en \a Nueva Revista, tomo IV» página, 95-156. La quiebra en el derecho internacional privado según las legislaciones europeas y americanas, 1883. (Es un capitulo del libro : Estudios sobre quiebras, i88r).

(6) Direito internacional privado. Rio Janeiro, 186^. 1 volumen.

(7) Apontamentos para o direito internacional. Rio Janeiro, 1864- 66, 5 volúmenes.

(8) El derecho de conquista y la teoría del equilibrio en la América latina. Buenos Aires, 1883. (Véase el juicio critico publicado en la Nueva Revista, tomo V, páginas 144-149!.

(9) Títulos de Chile d la extremidad austral del continente, San- tiago, 1853. La cuestión de limites con Bolivia, 1863. (Véase la Nueva Revista, tomo II, páginas 577-591).

{10) Historia de la guerra del Pacifico. Paris, 1881-82, 3 volúme- nes. (Véase el juicio critico publicado en la Nueva Revista, tomo IV, páginas 533-574).

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A. Matta (i). De Cuba: á R. M. de Labra (a). De México : á J. M. Barras (3), J. üiaz Covarrubias (4), J. M. Lafragua (5), A. Nuñez Ortega (6), M. de la Peña y Peña (7^ I. H. Ramírez (8), J. Sier- ra (9) y J. Vallarla (10). De Colombia : á J. M. Tor- res Caicedo ( 1 1 ¡. Del Perú: á J. M. de Pando (12), L. E. Albertini !i 3), F. García Calderón (14). De Vene-

(i) La cuestión de limites con laRefública Argentina. Santiago, 1874.

(2} El derecho internacional y los Estachs Unidos de América. Madrid, 1877. Derecho internacional público. Introducción histórica . Madrid, 1878.

(3) Elementos del derecho internacional. México, 1855, 3 volú- menes. (Es una traducción aplicada al pais, de la obra de Wheaton).

(4) El derecho internacional codificado. (Es una traducción de Bluntschli, con notas y apéndices sobrecosas mexicanas).

(5) Negociaciones pendientes entre España y México. París, 1859.

(6) Derecho internacional mexicano, 3 volúmenes. Relaciones di- plomáticas con la América del Sur. México, 1878. Y sus trabajos sobre la cuestión Belice.

(7) Lecciones de práctica forense. México, 1859,4 volúmenes.

(8) Código de extranjeros. Diccionario del derecho internacional público y privado de la República Mexicana, 1870, 2 volúmenes.

(9) Derecho internacional maritimo, México, 1854.

(10) El juicio de amparo y el habeas Corpus. México, 1881. (Véase también Nueva Revista, tomo VI, páginas, 673-679).

(11) Unión latino-americana. Los principios del 8g en América. i\2) Elementos del derecho internacional. Lima, 1884. (De esta obra

se han hecho numerosas ediciones en Madrid, Caracas, Santiago de Chile y Lima'.

(13) Tratado de derecho diplomático en sus aplicaciones especiales á las repúblicas sud-americanas. Paris, > 866. Diplomacia sud-americana.

(14) Diccionario de legislación peruana. Lima, 1859-63. Mediación de los Estados Unidos en la guerra del Pacifico. Buenos Aires, 1884.

47^ RESEÑAS T CRITICAS

zuela: ¿ A. Bello (i ), R. F. Seyas [2]. Del Uruguay : á Pérez «Gomar [3 . Tal es, más ó menos (s. e. ú o.] la lista de nombres latino-americanos que contiene el Dictionnaire, Elstá muy lejos de ser completa y faltan autores de peso, pero tal como es revela por primera vez i la Europa la actividad intelectual de la Amé- rica latina. EIs el primer ensayo hecho en ese sentido y tiene el mérito de ser debido ¿ una autoridad en la materia. O autor ha tenido que luchar con toda clase de obstáculos por la falta de fuentes á qué recurrir, y puede decirse que todos los libros de que habla en es- te sentido los ha tenido que examinar personalmente. Lo mismo podría decirse de la parte relativa á los tratados latino-americanos. Si están todos los que son, ni son todos los que están. Así, de Bogotá sólo menciona el tratado de alianza entre Colombia y las Provincias Unidas de la América Central (4) ; de Buenos Aires, los tratados de alianza con Chile (5), con Colombia (6; y de la paz con el Paraguay (7) ;

(i) Principios de derecho de gentes. Santiago de Chile (se han pu- blicado varías ediciones en Santiago, Valparaiso. Madrid y París).

{2) El derecho internacional hispano-americano público y privado. Caracas, 1884, 4 volúmenes.

(3) Curso de derecho de gentes . Montevideo, 1864, 2 volúmenes.

(4) Marzo 17 de 1825.

(5) Enero de 1819.

(6) Marzo 8 de 1S33.

(7) Febrero } de 1876.

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de Chuquisaca, el tratado de federación entre Perú y Bolivia (i), de Guadalupe Hidalgo, el de límites entre México y los Estados Unidos (2); de La Paz, los tratados de alianza entre Bolivia y el Ecuador (3), y entre Bolivia, Chile y Perú (4); de Lima, los de alianza entre el Perú y Colombia (^), de comercio entre Perú y Ecuador ¡6¡, de alianza entre Chile y Perú (7) ; de Río de Janeiro, los de paz entre Por- tugal y Brasil (8), de alianza contra Rosas (9); de Santiago de Chile, los de alianza entre Colombia y Chile {10), entre Chile y Perú (i i), de comercio entre el Río de la Plata y Chile (12). Como se vé, la lista indudablemente no es completa, pues ni contie- ne todos los tratados, ni todos los más importantes. El señor Calvo, sin embargo, es demasiado versado en la historia diplomática americana para que se atribuya esa omisión á otra causa que no sea la in-

(i) Noviembre (5 de 1826. (3) Febrero a de 1848.

(3) Mayo 8 de 1842.

(4) Mayo 19 de 1866. (;) Julio 6 de 1822. (6) Enero 25 de 1865.

i 7) Diciembre 5 de 1865.

(8) 182:;.

(9) Octubre 12 de 185 1.

(10) Octubre 21 de 1822.

(11) Diciembre 23 de 1822.

(12) Noviembre 20 de 1826.

478 RESEÑAS T CRÍTICAS

mensa labor de ordenar semejante cúmulo de datos de tan diversa naturaleza, y en la redacción de los cuales al espíritu más vigilante se le pasan muchas cosas. Así, para no citar sino un ejemplo conocidísi- mo : las más grandes guerras contemporáneas de la América latina han sido al parecer tenidas en poca cuenta, pues nada se encuentra acerca del tratado de la triple alianza^ ni de los que ocasionaron el último drama del Pacífico.

Elsas y otras pequeñas deficiencias de detalle son inherentes á toda obra de la magnitud de la presen- te, máxime si se reflexiona que es la primera vez que sobre la ciencia del Derecho Internacional se publica un diccionario enciclopédico. La presente edición se agotará pronto, porque la obra es imprescindible en la biblioteca de todo hombre instruido, y el autor en la próxima reimpresión seguramente empleará todo el material que tiene reunido y que aún no ha podi- do aprovechar en ésta. El señor Calvo en el prólogo declara que desde 1862 viene preocupándose de es- ta obra, y agrega: ^^..los materiales reunidos son tan abundantes que no podrán ser aprovechados si- no en las ediciones ulteriores. Querer desde hoy sa- car de ellos todo el partido posible sería postergar to- davía una publicación cuya utilidad ha sido demos- trada al autor, y á la cual cree de su deber no poner

UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 479

más obstáculos''. Por esa razón, pues, la crítica que pueda hacerse al autor por deficiencias más ó menos justificadas, sería prematura para prejuzgar de la bondad de la obra, además de que, como es natural, la selección de materiales está estrictamente subordi* nada al criterio y al método adoptados en este libro. Tal como es en esta primera edición, aparte de su mérito intrínseco como enciclopedia histórica, diplo- mática y doctrinaria, y de su valer en general, tiene para la América la muy preciosa cualidad de que to- do lo referente á ella ha sido tratado con evidente amor por el distinguido publicista argentino. Más aún : en relación al resto de la obra y á la manera rápida como se ve obligado el autor á tratar de las cuestiones generales y europeas, se nota que la parte americana absorbe un espacio mayor del que, en es- tricta justicia dados los límites del libro le co- rrespondería.

Y si la Nueva Revista^ al mismo tiempo que se complace en reconocer lealmente los altos méritos del autor, ha creído deber insistir en algunos puntos de detalle, es porque una obra como la presente pa- rece superior á las fuerzas de un hombre solo, y es menester ayudar en lo posible al autor y señalarle tal ó cual deficiencia de detalle, si se quiere tener el derecho de reprocharle determinadas omisiones. Por

480 RESRÑAS Y CRÍTICAS

más universal que sea el saber de un hombre y por más enciclopédicos que sean sus conocimientos, es imposible que haga un estudio original y detenido sobre todas las cosas, máxime cuando, como en todo lo que se refiere á la América latina, es necesario un trabajo preliminar de benedictino para reunir los ele- mentos dispersos que forman la materia prima que por primera vez se examina. Si en cada país de la América se hiciera un estudio de la obra de Calvo bajo el punto de vista nacional y local, reuniendo los datos indispensables y dando á conocer las fuen- tes á las que el estudioso puede recurrir, recién en- tonces podría decirse que hay elementos para hacer un estudio fructífero de las cosas latino-americanas, y para permitir á los grandes publicistas que conozcan y juzguen á este continente nuevo. Pero en la situa- ción caótica actual, en la que es punto menos que im- posible procurarse las publicaciones más vulgares de un extremo al otro de la América, en ella misma, no existiendo trabajos especiales que permitan prescindir de los elementos originales, el estudio de las cuestiones y la ciencia en la América latina exige la consagración de muchas inteligencias y tardará mucho antes de que sea hecho. <i Cómo exigir, pues, á un publicista de la categoría del señor Calvo, una omnisciencia impo- sible? Sería esto un contrasentido y una injusticia.

UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 48 1

De todas maneras, el Dictionnaire de droit inter- national pronto se habrá hecho imprescindible en el uso diario de cancillerías, academias y bufetes.

En cuanto á la otra obra, el Dictionnaire-manuel de Diplomatte, es, puede decirse, un extracto y un condensamiento de la anterior, omitiendo la parte bi- bliográfica, y redactando los diversos artículos con distinto método, á fin de hacer una obra doctrinal concisa y práctica. E^ más fácil la compulsa de un volumen que las indagaciones de obras diversas ó de mayor extensión. Está destinado principalmente pa- ra el uso diario de las legaciones y consulados, como para los cursos académicos.

Esas dos últimas obras han sido publicadas en Ber- lín, en los meses de febrero y marzo del corriente año, justamente durante la época de la reunión de la famosa Conferencia Africana. Pues bien, la prensa europea, en los extractos que ha dado de las discusio- nes de la conferencia, revela este hecho singular : en los protocolos oficiales el único nombre citado de tra- tadista de Derecho Internacional es el del Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de la Re- pública Argentina en Alemania.

Julio de 1883.

XVI

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTIN

su TRASLACIÓN DEL HAVRE Á BUENOS AIRES (relación de un testigo ocular)

KAY ciertos acontecimientos que no deben pa- sar desapercibidos y la Historia recoge solicita todo lo que tiene relación con los hombres que han ejercido una influencia más ó menos considerable en los destinos de su país ó de su época. El general San Martin es indudablemente uno de esos hombres. De ahí que sea un deber de todos los que poseen un dato importante de cualquier naturaleza que sea, el darlo á conocer para que sirva al historiador que ha de ocuparse de aquel notable personaje.

El señor general Mitre acaba de recorrer personal-

484 RESEÑAS Y CRÍTICAS

mente los campos de batalla en que figuró San Mar- tín. Lo ha hecho con el propósito de dar la última mano á la historia del héroe, escrita ya y á estar á informes fidedignos lista para la publicidad. El nuevo trabajo del autor de la Historia de Belgra- no^ forzosamente ha de ser único en su género, por la rica y copiosa documentación inédita, correspon- dencias y papeles originales de que ha podido dispo- ner. La solemne apoteosis del general San Martín que tuvo lugar en esta ciudad el 2 5 de Mayo de 1880, ha de figurar seguramente en aquella obra.

Mi propósito en las líneas que siguen es única- mente referir lo que á la repatriación de los restos del héroe ilustre toca, por haber tenido el honor de venir á bordo del buque de guerra argentino que trajo aquellas cenizas. Al llegar á Buenos Aires, escribí un artículo publicado en La Nación (i), con- signando algunos datos respecto del viaje. Pero la precipitación con que fueron escritas aquellas líneas me hizo incurrir en omisiones é inexactitudes que es conveniente rectificar, pues de lo contrario aque- lla versión será considerada como la única exacta .

Es, pues, un dato más para la Historia del General San Martin,

(i) Del 25 de Mayo de 1880.

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 48$

Antecedentes

El general San Martín, nacido en Yapeyú el 25 de Febrero de 1 798, murió en Boulogne-sur-Mer el 17 de Agosto de 1850. Después de retirarse del ejército de Lima para salvar la independencia de América, evitando un choque con Bolivar, volvió San Martin á Buenos Aires en 1 2 de Febrero de 1829. La ingratitud de sus conciudadanos le im- pidió desembarcar. El héroe de América volvió á Europa para morir allí. Al morir legó su corazón á Buenos Aires, demostrando asi que su alma era demasiado grande para abrigar móviles estrechos. Treinta años después, por iniciativa del Presidente Avellaneda, se decide la repatriación de aquellas cenizas veneradas, y una suscrición nacional auna á toda la República en este movimiento. En el cente- nario de su nacimiento, la Capital de la República presenció festividades regias, y toda la' Nación se unió de corazón á ellas para tributar á su grande héroe el más espléndido homenaje de que la gratitud postuma sea capaz.

31

486 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Estos son hechos. Todos lo conocen, porque han sido actores en ellos los unos, porque su recuerdo está fresco aún en la mente de los otros. No es de este lugar referir en detalle cuáles fueron aquellas pomposas festividades, ni expresar cuáles los méri- tos del hombre que ha merecido tamaño honor.

Basta á mi objeto decir que el Gobierno Nacional ordenó que los restos mortales del héroe de los Andes fueran transportados á su patria en el primer buque de guerra que bajo bandera argentina y mandado por gefes y oficiales argentinos cruzara el Atlántico* Parecía, pues, como si la patria, en aquel acto solem- ne de justificación postuma, hubiera querido acortar las inmensas distancias de los mares, yendo un pe- dazo del suelo argentino á recibir el sagrado depósito, á las playas mismas de la tierra hospitalaria que albergara al héroe en sus últimos años.

El buque de guerra destinado á ese objeto, fué el transporte Villarino,

11

El transporte Villarino

Este hermoso vapor, con aparejo de goleta, mide 1 80 pies de largo por 30 de ancho, con un calado de

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 487

I ^ pies, conteniendo 7 7 <> toneladas, y con una má- quina á hélice sistema Compound, de 800 caba- llos.

Fué construido por encargo del doctor don Manuel R. García, nuestro Ministro en Londres, en los ta- lleres de Laird hermanos, Birkenhead, Liverpool, de donde ya han salido para nosotros las cañoneras Repühlica y Constitución^ Paraná y Urufruay y los acorazados Plata y Andes (i).

Tiene 50 hombres de tripulación y puede trans- portar un batallón entero, llevando 400 toneladas de carga, y á una velocidad media de 1 1 nudos por hora. Acerca de la velocidad debe decirse que las máquinas son excelentes, como muy buenas las con- diciones marineras del buque, de manera que con- tratado por 12 millas por hora, dio en la prueba en el Mercy mucho más. Durante el viaje ha tenido días de 1 2 nudos por hora.

Su armamento se compone de 2 cañones de á 20, sistema Armstrong, de retrocarga ; de dos ametralla- doras sistema Hopkins, y de los remingtons para la tripulación.

{ 1 ) Los modelos de estos buques de nuestra Armada han sido rega- lados por la casa Laird hermanos, al Ministerio de la Guerra . Se encuentran también en el afamado Museo de Marina del "South Kensigton Museum " en Londres.

488 RESEÑAS Y CRÍTICAS

La oficialidad del buque tal como se compuso defi- nitivamente en el Havre, era :

Comandante: Don Ceferino Ramírez, comandante de Los Andes,

Segundo : Don Daniel de Solier, comandante de la República .

Oficial: Don Manuel J. García Mansilla, subte- niente de la marina argentina, ex-^uardia marina de I 'clase de la marina francesa, donde ha hecho todos sus estudios teóricos y prácticos, y cuyo servi- cio ha dejado con este motivo.

El oficial de derrota era el comandante Solier, quien recién deja el observatorio de Toulon, donde, bajo la excelente dirección de M. Boeuf, ha perfec- cionado sus estudios de astronomía náutica.

El buque fué lanzado al agua en Liverpool el 24 de Febrero de 1879, y recibido oficialmente el 7 de Abril por el teniente coronel don Clodomiro Ur- tubey, jefe de 'la comisión naval argentina en In- glaterra, y representante en esa circunstancia de nuestro Ministro el doctor García. En seguida fué entregado al comandante Ramírez, y desde ese mo- mento el buque quedó organizado bajo la bandera argentina.

El comandante Solier y el sub-teniente García MansiUa se incorporaron recién en el puerto del

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 489

Havre, habiendo sido conducido el Villarino de Liverpool á Francia por el comandante Ramírez y los sub-tenientes Picasso, Del Castillo y Barilari. Estos oficiales partieron del Havre á ingresar el primero en la escuadra inglesa y los dos últimos en la italiana.

III

Entrega de los restos

El Villarino fondeó á principios de abril de 1880, en el Bassin du Roi^ en el puerto del Havre.

El Ministro argentino en París, don Mariano Bal- caree, decidió entonces que la ceremonia religiosa que debía celebrarse con el cuerpo presente, tuvie- ra lugar en la Catedral del Havre, á fin de trasla- darse inmediatamente al buque y efectuar allí con solemnidad la entrega de los restos venerandos.

Este plan ofrecía entre otros inconvenientes el viaje de 5 horas que median entre Paris y Havre. Pero el señor Balcarce puso un tren expreso á la dis- posición de todos los argentinos y americanos que quisieran concurrir á la ceremonia.

La invitación especial era como sigue:

" Debiendo ser trasladados á Buenos Aires en el

490 RESEÑAS Y CRÍTICAS

buque de guerra Villartno^ por orden del Gobier- no Argentino, de acuerdo con la Comisión Nacional de repatriación, los restos mortales del ilustre don José de San Martín, Brigadier General de la Re- pública Argentina, Capitán General de la de Chile, Generalísimo y fundador de la libertad del Perú, se ruega á V. se sirva asistir á la tónebre ceremonia que con dicho objeto tendrá lugar el miércoles pro- ximo 2 1 del corriente en la Catedral del Havre, y al embarque de los restos del General á bordo del citado buque.

'*De parte de los señores don Mariano Balcarce, yerno del General San Martin, Ministro Plenipoten- ciario de la República Argentina en Paris; doctor don Manuel R. García, Ministro Plenipotenciario cerca del gobierno de S. M. B.; doctor don Emilio de Alvear, antiguo Ministro de Relaciones Exteriores; coronel don Manuel del Carril; don Fernando Gu- tiérrez de Elstrada, esposo de la nieta del General San Martín; Presidente y miembros de la Comisión oficial nombrada para esa ceremonia.

'*Un tren especial saldrá á las 9 en punto de la mañana de la Gare Saint- Lazare, ferrocarril del Oeste, rué d' Amsterdan, y regresará del Havre á las 5 de la tarde del mismo día. La presentación de esta esquela de invitación bastará para ser admi-

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 49 Z

tido, á la ida y á la vuelta, en el referido tren. " Esta invitación litografiada en un pliego con file- tes negros fué dirigida á todos los argentinos, cuyo domicilio en Paris pudo averiguar la Legación, y á todos los latino-americanos de cierto renombre. Se tomó especial cuidado en las invitacionos al Mi- nistro y numeroso personal de la Legación chilena; pero por una de esas raras casualidades, aconteció que en la comitiva del tren no se encontraba un solo

CHILENO {

El dia y hora fijados, se hallaba reunida una nu- merosa comitiva compuesta de unas 5 o personas, en la estación Saint-Lazare. Se veían á los miembros de la Comisión, y á los argentinos más distinguidos de Paris: aquellos que como el señor Carlos Calvo no pudieron concurrir á causa del mal estado de su salud, se hicieron excusar y representar. Como lati- no-americanos, estaban el señor don José M. Torres Caicedo, Ministro Plenipotenciario del Salvador; doc- tor don Toribio Sanz, Ministro Plenipotenciario del Perú; don Andrés R. de Santa-María; don J. M. de Rojas, don Miguel de Francisco Martín; Ministros de Colombia, Venezuela y Guatemala; coronel don Juan J. Díaz, Ministro del Uruguay, y muchas otr^is notabilidades, como por ejemplo, el señor de Pividal, Ministro del Perú en Londres y otros.

49 2 HÉSELA» Y CRÍTICAS

Si la comitiva no fué más numerosa, es induda- blemente á causa del incómodo viaje de cinco horas en ferrocarril, y porque todos, de frac ó uniforme, debían así pasar el día entero, pues salidos á las 9 de París, llegaron á la una y media al Havre, allí hubo no interrumpidas ceremonias de una parte á otra, y á las 5 debían nuevamente tomar el tren, hasta las diez de la noche. Era pedir mucho de personas ocupadas unas, delicadas otras. Se pro- yectó celebrar la ceremonia en la iglesia de la Made^ leine en París» donde hubieran seguramente asis- tido no sólo todos los americanos, sino sus numero- sas familias, el cuerpo diplomático extranjero, y los representantes del gobierno francés. La cere- monia habría sido de un esplendor inusitado. Pero este brillante proyecto se abandonó á causatde la traslación del féretro en seguida al Havre, conjetu— rándose, y no sin alguna razón, que serían pocos los que lo acompañarían, causa por la cual la en- trega oficial de los restos no tendría toda la solem- nidad deseable.

El hecho es que la comitiva llegó al Havre cerca de las dos de la tarde, fatigada en extremo por el viaje, pues sólo en Rouen se detuvieron para tomar un ligero lunch. Algunas legaciones, como la del Uruguay, estaban todas de gran uniforme, en otras;

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 493

sólo los ministros. De nuestras legaciones, sólo los ministros vestían uniforme diplomático.

Una serie de coches habían sido preparados por la comisión, para trasportar la comitiva de la Esta- ción á la Catedral. En el trayecto se notaba á la ciudad en un movimiento extraordinario: la gente se apiñaba en las calles, balcones y techos.

En la Estación la comitiva fué recibida por M. Maurant, director general de las Pompas fúnebres en Paris, quien había venido con anticipación al Havre con el objeto de organizar la ceremonia. Ade- más se hallaban allí el Estado Mayor y oficialidad del Vtllartno, y las autoridades del Havre.

La iglesia de Nuestra Señora estaba espléndida- mente arreglada. La puerta de la basílica había sido adornada con colgaduras negras con franjas de plata, como se encontraba el interior del tem- plo. Sobre un escudo con el monograma del héroe,, se veía en medio de la puerta central un trofeo de banderas.

Antes de llegar al coro se elevaba un soberbio catafalco, donde estaba colocado el féretro del gene- ral, flotando al rededor las banderas de los Estados sud-americanos. Sobre el ataúd se veían los emble- mas representando las cualidades del difunto. Un número considerable de cirios ardían en torno del

494 RESEÑAS Y CRÍTICAS

catafalco, y en sus cuatro costados, de vasos de forma antigua, se elevaban llamas verdes.

En la nave central, á más de la comisión oficial y de la comitiva, se veían á los oficiales del Villartno, al sub-prefccto del departamento, M. Henry Desai- res, en representación del gobierno francés; al maire del Havre, M. Jules Siegfried, representante de las autoridades municipales; á M. Le Trapeur, comisario general de marina, representando á S. £. el almi- rante Jaurreguiberry, Ministro de la Marina y de las Colonias; al coronel Nismey, director de la arti- llería, representando las autoridades militares de la plaza; al cuerpo consular, de gran uniforme; y diver- sos altos funcionarios de las aduanas y de la marina, todos de gran uniforme.

El batallón número 119 de infantería de línea, mandado por su coronel y con su banda de música, con cajas enlutadas, hacía dentro y fuera de la igle- sia los honores fúnebres.

Una numerosa concurrencia llenaba las naves del templo.

La ceremonia religiosa fué muy solemne. Se cantó el Dtes iroe; y unPieJesu para tenor, fué ejecutado por M. Tremond; el Libera fué cantado por el coro, con acompañamiento de órgano. El grande órgano y la música del I í 9 ejecutaron diversas marchas fúnebres.

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 495

El responso fué dado por el cura Duval, canónigo de la Catedral.

Concluida la ceremonia religiosa, se sacó el féretro á pulso por entre dos hileras de soldados que le presentaron las armas. El carro fúnebre adornado con banderas americanas, tirado por cuatro caballos cubiertos de negro, que eran conducidos de la brida por picadores enlutados.

La comitiva se puso en marcha á pie detrás del féretro, cuyos cordones eran llevados por una comi- sión compuesta de los Ministros del Salvador, de Venezuela, del Perú y del Uruguay, señores Torres Caicedo, Rojas, Sanz, Díaz, Santa-María y Francis- co Martín.

El cortejo era precedido por una compañía del batallón, y el resto formaba en illas á ambos lados. Durante el trayecto la banda ejecutó la célebre mar- cha de Chopin. El gentío que se apiñaba en las calles del tránsito eran tan grande que el servicio de trenvías fué suspendido en la rué de París,

Cuando se hubo terminado la marcha de Chopin, los tambores hicieron oír el triste toque fúnebre, alternando con las campanas de todas las iglesias del Havre. Los soldados iban con las armas bajas en señal de duelo.

Todos los edificios públicos y los consulados tenían

49^ RESEÑAS T críticas

la bandera á inedia asta. AI llegar al quai de Vi- llecocq^ vimos que los buques de la compañía Ckar- geurs Reunís tenían igualmente la bandera á media asta.

Al llegar al Bassin du Roi, el féretro fué descen- dido á pulso del carro fúnebre á un catafalco provi- soriamente levantado sobre el puente del buque. Todos estos detalles habían sido organizados por M. Maurant, quien fué también el que arreglara los funerales de la reina Cristina y el de Víctor Ma- nuel.

Las invitaciones en el Havre habían sido hechas por D. Zenón Sánchez, cónsul de los Estados Uni- dos de Colombia y encargado provisoriamente del consulado de la República Argentina.

El señor Sánchez demostró en esta ocasión el mayor celo, y es grato deber este servicio á un co- lombiano.

El Villarino estaba empavesado, con la tripulación de gala haciendo la guardia militar, y una capilla toda cubierta de negro, erigida en el centro del buque, y destinada á recibir los restos directamente del coche. El comandante y oficialidad, de gala, hacían los honores de ordenanza.

Trasladado el féretro á la capilla ardiente de sobr^ cubierta, toda la concurrencia subió al puente de

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 497

popa, donde iban á pronunciarse los discursos ofi- ciales.

Nuestro Ministro Balcarce, presa de la mayor emo- ción, leyó una corta alocución en que, trazando á grandes rasgos algunos méritos sobresalientes del ilustre argentino, agradeció conmovido ala República en nombre de la familia del finado, y recordó á los marinos argentinos el grande honor que les tocaba en aquella tardía, pero merecida justicia.

aquí el discurso del señor Balcarce :

'* Señores comandante, oficiales y marinos:

" En nombre de la Comisión que tengo el honor de presidir, entrego á la custodia de vuestro patrio- tismo los restos mortales del general San Martín.

** Nuestro Gobierno os ha confiado la misión de conducirlos á Buenos Aires, donde les espera un mo- numento conmemorativo,! elevado por la gratitud nacional. Estos restos venerandos han reposado largo tiempo en el suelo generoso de la Francia, cuyo go- bierno, apreciador equitativo de todas las glorias que han servido á la libertad y á la humanidad, se aso- cia hoy por la presencia de las autoridades prefecto- rales, municipales y marítimas de la ciudad del Ha- vre, á los honores que le son tributados.

"Me es muy doloroso separarme de los restos

49^ RESEÑAS Y CRÍTICAS

queridos de mi ilustre padre político, pero me con- suelo con la esperanza deque, restituidos á su patria, ellos harán revivir los recuerdos de la época para siempre gloriosa de nuestra independencia, de los ejemplos de abnegación austera y de sacrificios de sus fundadores; y que contribuirán á mantener y á estrechar, por un servicio postumo, la concordia y la unión de todos los argentinos !

**Así, aún después de su muerte, el general San Martín continuará sirviendo á su patria."

En seguida el Dr. García, nuestro Ministro en Londres, habló en nombre del comandante y oficia- lidad del Villarino^ quienes le habían confiado tan honroso encargo, y se extendió en las siguientes consideraciones :

^'Señores: El pabellón que ilustró con sus victorias el general San Martin, cubre ya sus restos mortales en una sección del territorio argentino. Bien venidos sean ala patria.

^^ Pronto se verán cumplidos los últimos votos del que legó á la heroica ciudad, cuna y centro del mo- vimiento de Mayo, un corazón que latió siempre por nuestra fraternidad y engrandecimiento.

*' No olvidemos, señores, los serios deberes que ese

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAU MARTÍN 499

depósito nos impone, y los altos ejemplos que nos legó el ilustre libertador. El vencedor de San Loren- zo, de Chacabuco, de Maipo y de Lima, el principal instigador de nuestra independencia en 1 8 1 6, hecho que fijó á la revolución un norte, afianzado años después por victorias inmortales para nuestra histo- ria, no se mezcló jamás en las discordias civiles ni puso el peso de su prestigiosa espada al servicio de

^ propias ni de ajenas ambiciones de mando.

. ^^ Renunciando á la gloria ¡ y qué otra podría igua-

larla! de consumar la independencia del continente

{ hispano-americano, por 'exigirlo así la concordia

entre los ejércitos patriotas, el soldado de los Andes se mostró más grande separándose del teatro de la guerra que como libertador de tres repúblicas.

" Ese ejemplo de abnegación y desprendimiento que bastaría para enaltecer su memoria, es una lección profunda que enseña cómo deben cumplirse los de- beres que la patria nos impone, y cómo ninguna glo- ria es superior á la del dominio sobre nosotros mis- mos, y á la conservación de la armonía entre los obreros de una noble, justa y generosa causa.

'' Otra lección nos ha legado aún nuestro ilustre compatriota. Cuando después de una larga ausencia y de apurar bien amargos desengaños, volvía de Eu- ropa á Buenos Aires, despedazábanse en lucha fra-

500 RESEÑAS Y CRÍTICAS

tricida dos partidos políticos en que se hallaba divi- dido el país. Uno de ellos ofreció el gobierno al ge- neral San Martín : éste, antes de aceptar la oferta, prefirió la expatriación. Desde entonces, ajeno á las agitaciones políticas de la América, aunque jamás á sií gloria, terminaron en paz los años de nuestro ilustre compatriota, en el dulce regazo de su familia, donde halló un mundo más afectuoso y reconocido que aquél que le debió su independencia.

^^ Marinos de la República: Sois los primeros que conducís al través del Océano un bajel de nuestra armada, desde la Europa; él va cargado con el depó- sito más valioso que ninguno condujera al suelo ar- gentino.

^^ Grande es vuestra responsabilidad.

^^ Cuando lo entreguéis á nuestros compatriotas, os ruego unáis vuestros votos á los míos, para desear que mientras guardemos esas reliquias no se despier- ten en la República los odios y pasiones que tanto han retardado su engrandecimiento.

" Tal fué la ambición suprema y constante del ge- neral San Martín, i qué mejor culto podemos ofrecer á su memoria?

" Cuando sus cenizas reposen bajo las bóvedas de la Catedral de Buenos Aires, donde ellas faltaban para completar los trofeos de los más gloriosos días

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 5OI

de la patria, desead conmigo que el mausoleo que encierre esos restos, no sólo simbolize un tributo de gratitud hacia un grande hombre sino también la concordia de todos los argentinos, quienes sabrán velar religiosamente el precioso depósito que estáis encargados de entregarles."

£1 doctor García estaba también en extremo con- movido.

Entonces se adelantó el doctor Don Emilio de Al- vear, é inspirado por tan solemne circunstancia, pro- nunció una brillante improvisación en que abunda- ron rasgos elocuentes y altos pensamientos.

Recordó la carrera del gigante de los Andes, sus méritos y sus servicios, y él, hijo de un ilustre gue- rrero, émulo de San Martín, vino á tributar al que fuera rival de su padre, una espléndida y sincera justicia.

El doctor Alvear estuvo oportuno, elocuente.

He aquí su discurso:

*' Señores: Permitidme algunas palabras, más como desahogo á mi gratitud, que con la pretensión de ha- ceros un relato de ese grande episodio americano que se llama la historia del general San Martín.

"Fué allá por el año de 1812 y en una de esas

32

502 RESEÑAS Y CRÍTICAS

bellas tardes de nuestras comarcas, que desembarcó en la playa de Buenos Aires un grupo de jóvenes alegres y gallardos; el uno se llamaba Zapiola, el otro Alvear y el otro San Martin.

** Notábase en la apostura de estos últimos ese aire marcial y esa mirada penetrante que sólo se adquiere en los campos de batalla y al calor de los combates ; era que justamente venían de combatir en defensa de la libertad de la vieja patria, como si antes de co- menzar su carrera de argentinos, hubiesen querido pagar su deuda de origen hispano.

" Poco tiempo después, y ya la ñgura de San Martín aparece en las barrancas de San Lorenzo, á orillas del magestuoso Paraná, iluminando con los destellos de su espada vencedora el derrotero de futu- ras glorias, y probando que, si bravo había sido al combatir por la patria de sus abuelos, más bravo era aún combatiendo por la patria de su nacimiento.

^^ Poco tiempo después (oh! en aquella época no había vapores ni telégrafos, pero había genio y este volaba en alas de la gloria); poco tiempo después, repito, y esa misma fígura reaparece radiante allá en la cima de los nevados Andes, señalando con su cer- tera mano á los valientes que le siguen el ancho ca- mino de todo un mundo á'rcdimir.

'*< Con qué recursos del arte, con qué auxilios de

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN C) O 3

la ciencia, ni tesoros, se encontraban allí ese ejército y ese gefe ?

''Vosotros sois americanos y lo sabéis.

"Aquello fué un prodigio! Una visión fantástica! y tenía que ser ó un sueño de patriota ó una de esas acciones extraordinarias que bastan para imprimir el sello de la inmortalidad á un hombre y á un pueblo. Las victorias de Maipo y Chacabuco probaron esto último, y el mundo supo con sorpresa que si laEuro- pa tenía su coloso de los Alpes, la joven América tenía ya también su coloso de los Andes.

''Destrozados fragmentos de una cadena de tres siglos, diez millones de habitantes elevados á la dig- nidad de hombres libres, y tres naciones abiertas al comercio del mundo! Ved ahí, señores, el fondo de ese grandioso cuadro americano cuya alma y figura saliente es el general San Martín.

"Qué época aquella! y qué hombres! !

" Para esos gigantes la patria no se estrechabaen los límites de la geografía moderna, era todo un he- misferio, y las brisas de los dos inmensos mares que lo circundan bastaban apenas á la libre respiración de sus pulmones. No eran colombianos, ni peruanos, ni chilenos, ni argentinos: eran americanos.

"Señores: Mi patria ha tardado un tanto en recla- mar estos restos de su héroe; es que, tal vez, ahora

^04 «¿AE^AS T cmtncAS

*tc cncucntrz reden bastante grande y fuerte para ((lardar tan precioso depósito.

*' Iy»r eterno al general San Martín! !

^* ^ «racial mil al pueblo francés por su generoea y larga hospitalidad. Y, paz, sí, paz entre los pueblos y lan naciones que surgieron de tantas hazañas.

'* Kstc cft más sincero y humilde voto y'crcedme, «it ñores, sólo á su sombra bienhechora podremos crecer bastante para hacernos dignos de los héroes de nuestra independencia.

*^ Americanos * Si vuestra historia, tan fértil en hcchf^ heroicos y ejemplos de abnegación y de ci- vismo, no os inspira ya, á fuer de seros familiar, id li In América del Norte y allí aprenderéis cómo se interpreta el patriotismo, cómo la unión da la fuer- za, y como sólo acumulando grandezas sobre gran— dc/.ns es que un gran pueblo honra la memoria de los fundadores de su nacionalidad."

Unra coincidcncial Los tres argentinos que habla- ron en la solemne ceremonia en honor del más gran- de héroe de la independencia, eran todos hijos de compañeros y de contemporáneos del ilustre muerto.

Kn seguida la concurrencia bajó á la cámara del buque, en cuyo fondo había otra capilla destinada á contener los restos durante el viaje.

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 50'?

Allí se exteodió el acta siguiente :

'' En el puerto del Havre, á los 2 i dias del mes de abril del año de 1880, ante el infrascripto se- cretario de la Legación Argentina en Francia, reu - nidos á bordo del transporte de guerra argentino VtllartnOy los señores don Mariano Balcarce, yerno del general San Martín y Ministro Plenipotenciario de dicha República, en Francia; doctor don Manuel R. García, Ministro Plenipotenciario de la misma cerca de S. M. B. ; doctor don Emilio de Alvear, ex- ministro de Relaciones Exteriores; coronel don Ma- nuel del Carril; y don Fernando Gutiérrez de Estra- da, esposo de la nieta del general San Martín, pre- sidente y miembros de la Comisión encargada del envío á la patria de los restos mortales del ilustre argentino, Brigadier General don José de San Martín, entregaron solemnemente un féretro conteniendo aquellos restos á la comisión designada por el gobierno argentino para recibirlos y transportarlos á Buenos Aires, la cual se compone de los señores comandante y oficiales de dicho transporte, teniente coronel don Ceferino Ramírez, teniente coronel don Daniel de Solier y sub-teniente don Manuel J. García Mansilla.

" El mencionado féretro está forrado en paño negro, guarnecido con varillas de metal blanco, y

506 RESEÑAS Y CRÍTICAS

en SUS costados tiene aldabones también plateados. Sobre la tapa hay una chapa del mismo metal con la inscripción siguiente : "José de San Martín, gue- rrero de la Independencia Argentina, Libertador de Chile y del Perú. Nació el 25 de Febrero de 1778 en Yapeyú, provincia de Misiones, República Argen- tina ; falleció el i 7 de Agosto de 1850, en Boulogne- sur-Mer, Pas de Calais, Francia." Cruza dicha chapa una cinta negra de cuatro pulgadas de ancho, cuyas extremidades están fijadas con tres sellos en lacre negro, del timbre oficial de esta Legación.

''En de lo cual, y como testimonio de que la entrega de los restos mortales del Brigadier General don José de San Martín fué hecha en debida forma, firman á continuación la presente acta por duplicado, todos los señores antes nombrados, como igualmente el señor subprefecto del Havre, el señor alcalde (mairej de la misma ciudad, y los señores Ministros de las Repúblicas de Venezuela, de San Salvador, del Perú, del Uruguay, Colombia, y de Guatemala.

''La comisión: Ministro Argentino en París, M. Balcarce; en Londres, M. R. García ; Manuel del Ca- rril ; Emilio de Alvear ; Fernando Gutiérrez Estrada.

" Sub-prefecto del Havre, representante ad-hoc del gobierno francés, Henry Desaires.

" Maire del Havre, Jules Sicgfried.

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 5O7

" Comisario General de Marina francesa, Le Tra- peur.

" Ministro de San Salvador, J. M. Torres Ca i cedo ; ídem de Venezuela, J. M. de Rojas; idem del Pe- rú, Toribio Sanz; idem de Uruguay, Juan J. Díaz; idem de Colombia, Andrés R. de Santa María; idem de Guatemala, Miguel de Francisco Martín.

" Coronel de artillería del Havre, Nismey.

" Cónsul de Colombia, encargado interino del Consulado Argentino en el Havre, Zenón Sánchez.

'* Comandante del Villartno, teniente coronel Ceferino Ramírez.

" Segundo Comandante del Villarino^ teniente coronel Daniel de Solier.

" Oficial del Villarino, sub-teniente Manuel J. García y Mansilla.

"Ante mí:

''''Eduardo Ibarhalz. *' Secretario de la Legación Argentina .

** P. S. En el momento de entregar el féretro, se ha constatado que las cintas negras que lo cruzan están cortadas accidentalmente.

" Eduardo Ibarbalz. *' Secretario de la Legación Argentina." íi)

( I ) Este documento es copia fiel del original, habiéndose sólo aña- dido la calidad de los firmantes.

$08 RESEÑAS Y CRÍTICAS

En s^uida la comitiva pasóá examinar el buque, y poco á poco se fué retirando á la Estación, por aproximarse la hora de partida.

Una vez que se hubo despe)ado el buque, se pro- cedió á trasladar el féretro de la capilla provisoria á la definitiva, manteniéndose una guardia permanente, con fusil al hombro.

El féretro del general San Martín mide dos metros de largo por 6o centímetros de anchura máxima.

Fué colocado definitivamente en la capilla mortuo- ria de la. cámara de popa, rodeado de banderas ar- gentina, chilena, oriental y paraguaya, y envuelto en la bandera de guerra argentina.

La familia, por intermedio del señor Balcarce, había depositado una gran corona de laureles.

En la parte superior del féretro hay una chapa de plata de i 2 centímetros de ancho por i 2 de largo, que diee textualmente:

JOSÉ DE SAN MARTIN

GUERRERO DE LA INDEPENDENCIA ARGENTINA

Libertador de Chile y del Perú

Nació el 25 de Febrero de 1778 en Yapeyú

Provincia de Misiones, República Argentina

Falleció el ij de Agosto de 18^0, en

Boulogne-sur-Mer, Pos de Calais,

Francia .

Es el mismo féretro con que fué enterrado en Bou-

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN $09

logne-sur-Mer, y que fué trasladado después á la propiedad de la familia, en Brunoy, cerca de Paris. La familia no quiso poner las cenizas en una urna y se decidió á enviar el féretro mismo, contentándose con forrarlo de nuevo en paño negro con cintas de plata.

Durante todo el resto del día un gran gentío ocupó el muelle, atraído por la ceremonia y con el objeto de ver el buque.

El doctor García se quedó á bordo con el objeto de vigilar los últimos preparativos, y el día siguien- te, jueves 2 2 de abril, á las 9 de la mañana, zarpó el Villarino con su preciosa carga.

IV En el viaje

Antes de esto, se habían embarcado todos los cajo- nes conteniendo las diferentes piezas del monumento á San Martín, construido por el afamado Garriere Belleuze, y que debía levantarse en la capilla espe- cial de la Gatedral.

Al salir del muelle, la batería de la plaza saludó al cuerpo del general San Martín con una salva de 2 I cañonazos. Se atravesó entonces el Villarino^

5 1 o RESEÑAS Y CRÍTICAS

y se hizo una salva de 2 i cañonazos en honor á la Francia.

Un gentío inmenso, atraído por las salvas, ocupaba los docks del noroeste y se extendía por la playa.

El viaje fué muy feliz desde el Havre hasta San Vicente, donde se llegó el 1 ° de mayo, habiéndose pasado el 27 de abril por la isla de Madera,* donde se telegrafío con el faro. Como desde el Havre hasta San Vicente hay 2377 millas, y se necesitó para recorrerlas sólo 9 días, resulta que hacíamos 264 millas diarias, lo que una velocidad media de i i nudos. Elste es un excelente resultado.

En San Vicente se tomó el carbón suficiente, reci- biéndose á bordo la visita del vice-cónsul argentino, el señor da Ferro, de gran uniforme, pues es al mis- mo tiempo presidente de la municipalidad.

El 2, á las 2 de la tarde, zarpó el Villarino de San Vicente, y siguiendo siempre á una velocidad media de cerca de 1 1 nudos, iba su rumbo tan perfecta- mente trazado, que el 6 á las 10 Vs ^* ^' se pasó á una milla del famoso Pedro de San PedrOy esas rocas aisladas en medio del Atlántico, con las cuales por lo general se muy difícilmente.

Esto era no sólo la prueba patente de la exactitud de la derrota, sino también del perfecto valor de los instrumentos de á bordo, especialmente los cronóme-

LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 5 I I

tros. Como se vé, en 5 días se había llegado á la línea.

El viaje siguió admirablemente. El tiempo era espléndido: los vientos y las corrientes favorables parecía que los elementos hubieran querido aunarse para favorecer la repatriación de los restos del liber- tador americano !

El 1 3 á la noche se desencadena un fuerte pampero, y la mar se pone embravecida. Era á la altura del cabo de Santa Marta. La lluvia, fuertes vientos de proa y la mar encrespada, ponen á prueba las condi- ciones marineras del Villarino.

Este se comporta valientemente, y con su máquina á media fuerza, logra durante los dos días que duró el mal tiempo, andar de 7 á 5 nudos por hora ! La amplitud máxima délos balanceos fué de 32*^, la media de I 5*, y la altura media de las olas, 5 metros.

El lunes i 7 de mayo, á las 6 de la tarde, fondeá- bamos en Montevideo.

íbamos á tomar simplemente carbón para seguir viaje á Buenos Aires, pero nos encontramos con que el gobierno oriental había decretado especiales ho- nores para el caso de nuestro arribo, y los argentinos residentes en aquella ciudad reunidos en comisiones querían hacer también solemnes manifestaciones.

Nuestro rapidísimo viaje del Havre á Montevideo había sin embargo sorprendido á todo el mundo, y

5 I 2 RESEÑAS Y CRITICAS

nada estaba preparado. Se esperaba al VUlarino re- cién para junio, sin contar con la excelencia del buque.

El arribo inopinado del VUlarino obligó al go- bierno argentino á precipitar los preparativos para la magna fiesta que se iba á celebrar al recibir los res- tos. El VUlarino permaneció cerca de una semana en la rada de Montevideo, siendo visitado por nume- rosas personas, y habiendo sido objeto de bono- res especiales por parte del gobierno oriental. Este tiró un decreto poniendo la bandera uruguaya á me- dia asta mientras permaneciese en la rada el VUla- rino^ habiendo disparado el primer día de su arribo un cañonazo cada cuarto de hora...

Pocos días después, la ciudad de Buenos Aires, entusiasmada aún con las fiestas del solemne cente - nario de Rivadavia, celebraba con el mayor esplen- dor la llegada de los restos del general San Martin. Pero son estos acontecimientos recientes y dema- siado conocidos : mi objeto era tan sólo salvar del olvido las peripecias de la traslación de aquellos res- tos venerados, de Francia á la República Argentina.

El mérito de las líneas anteriores consiste sólo en su completa exactitud» pues son el testimonio de un testigo ocular.

Julio de 1883.

XVII

ENSEÑANZA SECUNDARIA

LA REFORMA

Señor ministro de justicia^ culto é instrucción pú- blica, Dr, Juan Carballido.

Distinguido señor :

m^í^ UÉVEME á escribir á vd. esta carta la pro- wJLw funda complacencia con que he leído en La Nación su magistral circular relativa al nuevo plan de estudios, y creo deber de sinceridad enviar á vd. la expresión del genuino placer con que he leído las valientes frases en que la circular ministerial de- fiende los últimos girones de humanismo, que malen- tendidas reformas habían poco á poco comenzado á desterrar de nuestros estudios secundarios.

5 1 4 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Quiso el acaso que á mi vuelta de Alemania me fuera confiada una cátedra en el Colegio Nacional de la Capital, en aquella época en que la inmensa ma- yoría de los profesores ostentaba la muestra visible de haber pasado ya la clásica ^^ mitad del camino de la vida ", y, en medio de Berg, Rossetti, Lewis, Kyle y tantos otros, casi estoy tentado de creer que era la mía la única cabeza que no peinara canas. Regía entonces el antiguo plan de estudios, bajo la direc- ción del Sr. Estrada. Y me tocó también, antes de abandonar como profesor aquellos claustros, ex- perimentar la primera radicalísima reforma ác la enseñanza secundaria, bajo el impulso del Dr. Al- corta. Posteriormente las corrientes de la vida me han alejado por completo de aquel instituto, al que me considero vinculado por el cariño y el recuerdo de largos años de profesorado.

Vale esto decir y es esta la razón que á recor- dar dichos antecedentes me ha movido que he se- guido siempre con interés sumo lo que á nuestra edu- cación secundaria se refiere, excusando decirle con cuánto dolor del alma he visto que, á raíz de una reforma en mi personal entender equivocada y por muchos conceptos peligrosa, se fué haciendo recorrer á los estudios una metamorfosis tan completa y con tan vertiginosa rapidez, que es de asombrar que las

ENSEÑANZA SECUNDARIA $ 1 5

perturbaciones por ello ocasionadas no sean más hon- das de lo que aparentan ser y que tan vigorosa- meate caracteriza su circular de vd.

Cuando se recuerda los hombres de nuestra primera época pública, cuyos rastros en los parlamentos, en la prensa y en las letras revelan un sedimento clásico tan elegante como sólido, y un culto verdadero por el humanismo, más que causar pena, sube involun- tariamente á las mejillas el rubor al considerar que, medio siglo después, teorías pedagógicas exageradas por su exclusivismo y quizá mal asimiladas, induje- ron álos hombres á quienes el vaivén de nuestra vida democrática confiara la salud intelectual de las gene- raciones jóvenes, á renegar de aquella sana é ilustre tradición, y á tratar de implantar un ciego utilita- rismo, llevando hasta sus más extremas conclusiones el olvido de que el hombre no sólo de pan se nutre, y de que su espíritu para hacerle más llevadera la vida y digno de que cuente en ella como algo masque una máquina de producir riqueza necesita nutrirse también de esos estudios que, on todas las épocas de la historia, han contribuido á fomentar el culto de lo bello y á formar ese tesoro verdaderamente grandioso que las generaciones se trasmiten : el conjunto que ha dado en llamarse con una propiedad que revela su imprescindible importancia ; "las humanidades".

% I 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS

Ciertamente que nadie sería bastante osado en nuestros días, no digo á desconocer sino siquiera á apreciar mal la innegable importancia délas ciencias ó á discutir su virtud educatriz. Los progresos asom- brosos de las últimas décadas, la grandiosa transfor- mación de la vida moderna, que alcanza día adía una fórmula más perfecta del bienestar, gracias á los in- cesantes descubrimientos de las ciencias que revolu- cionan las industrias y las relaciones todas de la exis- tencia. Son hechos tan evidentes que no podrían es- capar al más superficial observador.

Pero prevalerse de esos hechos para considerar que debe desaparecer la vieja y fuerte cultura clási- ca, y que el ideal moderno consiste en formar tan só- lo generaciones al cabo de los últimos progresos de las ciencias y en aptitud para llenar los talleres de las fábricas ó los laboratorios de los sabios, prescin- diendo por completo de la cultura general del espíri- tu y considerando á las letras como huésped incómo- do en vez de compañero fiel, es cometer crasísimo error y producir un mal terrible al pretender suje- tar á toda una nación en semejante lecho de Pro- custo.

Si el escolasticismo medieval y el clasicismo pos- terior al Renacimiento fueron tendencias exclusivas en la época en que dominaron por completo la ense-

ENSEÑANZA SECUNDARIA % I J

ñanza, débese por cierto á que entonces la cultura científica estaba aún en germen y no podía ofrecer ni base ni punto de apoyo para un plan de estudios general, por carecer de verdadera virtud educa- cional.

Hoy la ha adquirido sin duda, y más que nadie respeto y acato ese hecho, que á la par que ha revolu- cionado las ciencias técnicas mismas, ha transforma- do radicalmente todos los conocimientos humanos, gracias á la implantación de sus métodos admirables y de su severo proceder experimental.

Pero si bien es condenable y aun quizá difícilmen- te defendible en el día, una educación secundaria que exclusiva y ciegamente siguiera las huellas del elasi - cismo de otros tiempos, es igualmente inaceptable y doblemente perniciosa la intolerancia de la opinión contraria. En esto, con seguridad podría repetirse el eterno in medio verttas.

La enseñanza secundaria, tal cual la fuerza de las cosas la ha establecido entre nosotros, es en el fondo principalmente preparatoria del grupo de carreras liberales, y subsidiariamente destinada á formar la cultura general de la minoría que la aprovecha. No seré yo por cierto de los que condenen el proceder del Elstado al costear con las rentas de la comunidad la educación de un grupo relativo. A pesar de núes-

33

5 1 H ftfiíetAS T CKíncAS

iru \ íáíá. ¿cmocráúcM.i j quizá á cansa másato de dio, éínáítt Uft ocMMÜóooes ciycrialíiáinas de nocstxo paU, lo que ur^e es formar hombres de esa alta Cultura, que **eooatíusje ana parte de la foerza mo- ral de ki* pueblos j que ooocurre por ello mismo á »u poderío y engrandecimiento matmal". No puede, por desgracia, aieverarse que abunden demasiado entre nosotros kw hombres de ese temple intelec- tual.

Pero no es menos cierto que falta aún la enseñan- za especial que responde quizá á las aspiraciones del mayor número y que los prepare á las múltiples pro- fesiones de las industrias y del comercio. Porque así como sería funesto una sociedad sin una minoría culta, lo sería la tesis inversa que pugna contra el sentido común, y asiste perfectísima razón al grupo numeroso de familias que pide para sus hijos una instrucción más breve, más práctica, más inmediata-^ monte adaptable á las necesidades materiales de la vi- da. Absurdo sería forzar á todos á frecuentar uni- versidades, como sería igualmente absurdo suprimir- las por completo y querer hacer de todos comercian- tes ó industriales. Son dos tendencias divergentes en la sociedad moderna, y ambas tienen los mismos lulos á la consideración del Estado. Pero. querer hacer servir á los colegios nacionales como molde

ENSEÑANZA SECUNDARIA $ 1 Q

Único para esas dos aspiraciones, es perseguir una utopía, desconocer la naturaleza de nuestras condi- ciones especiales de país nuevo, y producir una per- turbación funesta .

Un sabio ilustre, después de examinar detenida- mente estas cuestiones en las páginas aún frescas de una revista europea de universal renombre, ha llega do á esta conclusión que resume todo el problema : ' ' Dos enseñanzas paralelas y dotadas de las mismas prerogativas, la una basada esencialmente en las letras antiguas, pero con cierta cultura científica ; la otra apoyada principalmente en las ciencias, pero con cierta cultura literaria moderna, tal me parece ser la fórmula anhelada de nuestra época y á la cual nos conducirá la fuerza de las cosas". Este fallo no- table del ilustre Berthelot tiene ya su confirmación entre nosotros, en cuanto á su primera parte, con el nuevo plan de estudios. Falta la segunda parte, que entrará sin duda en el plan de reformas ulteriores á que alude la circular ministerial.

Pero querer hacer de ambas tendencias un amasi- jo heterogéneo para implantar la escuela única y en- ciclopédica que representaba el plan de estudios an- terior, era destruir la base existente para crear un instituto andrógino, y deformar el espíritu de toda una generación. Bello resultado el de martillar en

530 RESEÑAS Y CRÍTICAS

cerebros tiernos una masa formidable de los conoci- mientos más diversos y más indigestamente combi- nados, á fin de producir una aparente soldadura en el momento del examen, sin fijarse en que la natura- leza misma se vengaba elocuentemente expulsando sobre la marcha aquellos conocimientos confusos y mal asimilados, y dejando á los pocos días de transcu- rridos los fanales exámenes un verdadero vacío en los cerebros fatigados, y una lasitud general en el orga- nismo, no pocas veces traducida por enfermedades que inquietaban á las familias, atribuyendo á la en- señanza en el vicio que sólo existía en los pésimos planes de estudio I Y la causa de todo ello reside qui- zá en la ingénita manía nuestra de consagrar la re- putación de algunos hombres como buenos para todo y confiarles con igual sinceridad una aduana ó un co- legio : un pedagogo no se forma de golpe, á la manera como Minerva saliera armada de pies á cabeza del ce- rebro de Júpiter, y cuando esas singulares encarnacio- nes que parecen recordar las de los dioses del Gan- ges, ejercen una influencia decisiva en el bienestar general, conmoviendo, como en el caso presente, las bases mismas de la enseñanza, es lástima que sólo quede á la turba-multa que observa y á la vez sufre, el platónico recurso de lamentar en silencio que se juegue así con la vida misma de sus hijos, pues que

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ENSEÑANZA SECUNDARIA S 2 I

se trata de su vida intelectual, mil veces más precio- sa que la vida material !

De ahi que merezca un sincero aplauso la circular ministerial, porque es la primera reacción enérgica contra el enervamiento que iba produciendo en nues- tro país el tratar de formar á las nuevas generaciones para una estrecha ** lucha por la vida*\ condensán- dola á ésta en la frenética corrida tras el bíblico be- cerro. Quiera la suerte que la palabra autorizada del ministro logre no sólo contener sino desviar la corriente misma, y encauzarla poco á poco en el lecho apropiado, para que la reforma iniciada con franque- za tan suma no se esterilice ó periclite.

Por desgracia, la excelencia miisma del régimen nuestro de gobierno justifica el clásico latet anguis in herbá^ por la constante movilidad de los funciona- rios y el continuo mutamiento de las personas que dirigen los públicos oficios, por manera que carecien-- do de estabilidad y no pudiendo reforma alguna lie - var estampado el sello de una relativa permanencia, es en general aplicada con frialdad cuando no con una calculada lentitud, que parecería estar á la espe- ra del próximo cambio de funcionarios, para lograr una anulación ó siquiera alguna desviación en lo re- cientemente resuelto.

Y á que si recordamos lo acaecido entre nosotros

5 22 RESEÑAS Y CRÍTICAS

en los últimos años, no hallaremos sino sobrados mo- tivos para confirmarnos en esa creencia. Hoy que^ por suerte, se ha iniciado un movimiento saludable, como lo revela la aludida circular, sería lástima grande que fuera á menos y no sacara de él beneficia sensible nuestro pais.

Más fácil es destruir que reconstruir. I^s últimas reformas en la enseñanza, unidas á la desgraciada y aparente justificación que les prestaba el brillante pero engañoso periodo porque acaba de atravesar la nación, tienen que haber producido honda impresión ^ no muy fácil de borrar de la noche á la mañana. Ca- si todo el profesorado entiendo que ha sido renovado en los últimos años, y ha respirado por lo tanto la atmósfera del enciclopedismo utilitario y superficial de esos planes de estudio.

Pedir que con el mismo ardor con que ha sostenido aquella tendencia, venga hoy el cuerpo docente, ca- si sin transición, á defender teorías radicalmente opuestas, es pretender, no diré una utopía, sino una especie de sacrificio diílícil de realizar, siquiera por- que, en la generalidad de los casos, los hombres no acostumbran justificar el dicho célebre de aquel enér- gico religioso quien, en su sagrado ardor por el pro- selitismo, incitaba á ^^ adorar loque se había incen- diado y á incendiar lo que se había adorado".

ENSEÑANZA SECUNDARIA ■) 2 3

Pero en esto, como en todas las cosas de la vida, el tiempo es el gran médico que todo lo cura y lo suaviza. De ahí que lo único que sea licito desear es que el funcionario encargado de controlar y vigilar la apli- cación de las reformas, tenga sus ideas vaciadas en el amplio molde de las que estampa la circular mi- nisterial.

Nada hay más pernicioso para la juventud que es- tos cambios frecuentes en el plan de estudios : la in- culca un cierto dejo de pirronismo intelectual que im- pulsa á dudar de todo, y á considerar las teorías más serias por el lado irónico á que desgraciadamente no escapan las cosas al parecer más invulnerables de la tierra.

Ese '* respeto" por el cual clama en tan bellas y apropiadas palabras la circular ministerial, no puede existir cuando se ve en el transcurso de meses cam- biar radicalmente las tendencias más fundamentales, y no se sabe á qué atenerse, porque se espera siempre que la reforma de hoy sea á su vez reformada maña- na. Esa ^^ cultura moral'^ en bien de la cual anuncia vd. algunas reformas radicales, se logra sin duda con menos facilidad aún que el respeto, tan difícil de restablecer cuando ha sido una vez zapado por su base.

Los jefes de familia no pueden menos de quedarse

^34 RESEÑAS Y CRÍTICAS

perplejos al ver con qué pasmosa facilidad se juega con la salud intelectual de sus hijos, poniendo y de- poniendo planes y programas, con una rapidez y ar- te dignos de diestrisimos prestidigitadores japoneses. Pues ya que entre nosotros hemos resuelto el proble- ma de la educación secundaria de un modo radical- mente contrario á nuestro modelo constitucional, los Elstados Unidos, haciendo que el estado se abrogue la facultad de establecer, dirigir y fomentar casi ex* elusivamente aquella enseñanza, sometiendo nolens volens á las familias á que sus hijos pasen por el molde ministerial, —reflejo lamas de las veces de doctrinas más ó menos extremas, es necesario dar á todo este conjunto cierta fijeza en los rumbos que inspire confianza y desvanezca los justísimos temo- res con que hoy día entregan muchos sus hijos á los colegios de la nación. Porque es en verdad bien tris- te cosa para un padre más ó menos inteligente, de- sear para su hijo una cultura más ó menos avanza- da, conformar por último sus deseos al molde exis- tente, y resolver que su hijo se someta á él, para que al poco andar un cambio ministerial acarree una for- ma radical y tenga el niño que encaminar su espíri- tu en otra dirección, muy feliz todavía si antes de la conclusión de sus estudios, otro nuevo ministro no implanta una nueva reforma que lo desvíe por otro

ENSEÑANZA SEGUNDARIA $2%

sendero. No sólo ésto carece de seriedad, sino que gracias á la ligereza indisculpable con que ha soli- do procedcrse, llega hasta constituir un verdadero atentado. iQué cultura metódica y seria puede sa- car el joven que en el curso de sus estudios secun- darios ha cambiado dos ó tres veces de sistema, pa- sando con volubilidad de un polo al otro, obedecien- do á las tendencias más opuestas, y siendo la victima obligada de esos monstruosos ingertos intelectuales que se llevan á cabo entre nosotros con admirable tranquilidad, haciendo que en el tronco apenas for- mado de una cultura clásica se ingerte la rama de una enseñanza positiva, para ingertar más tarde en esta nueva rama la de un enciclopedismo absurdo, et sic de coeterisi

Demasiado conciliadores son los padres de familia en la Argentina que miran resignados este vaivén continuo de los estudios, cuando va en ello la cultura de sus hijos y todo su porvenir, el que se prepara sólo en cierta época de la vida, y si ésta se ha mal- gastado es casi imposible llenar después ese vacio. El maxtmá debetur fuero rever entta del terrible satírico latino, debería ser la regla sagrada del estado moder- no en sus relaciones con la juventud de las escuelas, á cuya inteligencia se eonsidera con el derecho de imponer un molde y con la pretensión de dirigir. La

5^6 KfrtAS T cmtncAS

prímefz íoftificación de eM famltad ddie residir cd el respeto por las geaeracioiics que arranca sin pie- dad á los bogares familiares.

Siquiera en salvaguardia del arca santa de la ins- truccidn, deberla grabarse en letras de oro en muchos despachos ministeriales, c\ festina lente que inspira á los ingleses en sus sesudas reformas.

Emprende vd*, seftor, una ''obra de romanos" < le alcanzarán para ello las fuerzas? ^el acaso le per- mitirá realizarla desde el sillón ministerial?

1 Quién lo sabe I Entre tanto, si ello no sucediere, resultaría quizá más perniciosa su- actual reforma, pues sería una nueva perturbación pasajera, añadida á las muchas que se han sucedido. La obra comenza- da debe llevarse á cabo metódica, enérgica, pero rápi- damente. De lo contrario, mejor hubiera sido no de- rrumbar un muro del edificio, sino esperar á tener reunidos los materiales y los elementos que requiere la reconstrucción del todo, para hacer menos penoso el período de transición, de por ya peligroso.

Entiende vd. llevará cabo con vigor su plan, pues de él hace desprender con sobradísima razón, la for- moción de '* argentinos dignos de ser mañana la ca- bc/.tt y el alma dirigente del país''. Los votos since- ros do todo patriota han de acompañar á vd. en tan noble cruiada.

ENSEÑANZA SECUNDARIA 527

Pero si, siguiendo las prácticas abusivas actuales, tiene vd. la debilidad de consentir más adelante en mutilaciones parciales del plan de estudios, en su- presión de materias ó en disminución de otras, vol- veremos de nuevo al estado vergonzoso de hoy, en que los estudios universitarios no obedecen á ló* gica ni á sistema, sino á los girones de un plan cada día retaceado ó alterado por indebidas complacencias ministeriales. Terror causa al padre de familia cuyos hijos están próximos á cursar estudios secundarios, este monstruoso desorden, i Será vd. capaz de ha- cerlo cesar una vez por todas? Si así fuera, me- recería bien de la patria ; de contrario, sería un nuevo fracaso unido á la serie ya larga de fracasos anteriores.

No es nada proyectar : la cuestión es realizar. Quizá, además, el temperamento adoptado es equi- vocado. £1 plan de estudios no debe ser una si&ple medida administrativa, que puede modificarse ó cam^ biarse por decreto : la única garantía de estabilidad consiste en hacer que el Congreso lo sancione como ley. Así concluirá de una vez esta perpetua tergi- versación.

£1 tiempo, sobre todo, dirá si esta carta de espon- tánea felicitación es justificada* De todas maneras es sincera, y llenados estarían los deseos que la han

528 RESEÑAS Y CRÍTICAS

dictado si pudiera contribuir á obtener alguna vez la estabilidad de los estudios secundarios bajo un plan sensato y lógico. Quedo de V. muy atento compatriota y S.S.

San Rodolfo, abril a6 de 1891 .

índice

Advertencia 5

I. £1 Congreso literario latino-americano y el americanismo». 1 1

II. Las Universidades argentinas. Su constitución orgánica.. . 41

III. Escuelas y teorías literarias. £1 clasicismo y el ro- manticismo 89

IV. El movimiento intelectual argentino. Revistas y pe- riódicos 119

V. Los juegos florales en Buenos Aires 143

VI. Carlos Monsalve : Juifenilia ¡ó^

VII. En viaje : Miguel Cañé 181

VIII. Martin García Mérou : Estudios literarios 317

IX. Adolfo Mitre : Poesías 237

X. León Zaldivar : Carlos Maria Ocantos 377

XI. Federico Gamboa : Apariencias 337

XII. La opera italiana en Buenos Aires 351

XIII. £1 Salón del Ateneo 373

XIV. La ciencia jurídica argentina y el doctor Manuel Oba-

rrio 407

XV. Un publicista argentino en Europa : don Carlos Calvo. . . 45 1

XVI. Las cenizas del general San Martín. Su traslación del Havre á. Buenos Aires 483

XVII. Enseñanza secundaria . La reforma 513

ACABÓSE

DE IMPRIMIR ESTA OBRA

EL I 5 DE JULIO

DE 1893

£C 14 1943