UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA MUSEO (FACULTAD DIS CIENCIAS NATURALES) REVISTA BEL MUSEO DE LA PLATA DIRECTOR SAMUEL A. LAFONE QUEVEDO, M. A. (Cantab.) Doctor honoris causa en la Facultad de filosofía y letras (Universidad de Buenos Aires), etc., etc. TOMO XIX PRIMERA PARTE (SEGUNDA SERIE, TOMO Ti) BUENOS AIRES IMPRENTA DE CONI HERMANOS 684, PERÚ, 684 . 1918 230038 PUBLICACIONES DEL MUSEO DE LA PLATA SEGUNDA SERIE La segunda serie de las publicaciones del Museo de La Plata, com- prende los siguientes grupos : ALTALES En entregas en 4o mayor, y en las cuales se publican las memorias ori- ginales del personal científico del Museo, que á causa de las planchas de gran formato que las acompañan, no pueden incluirse en la Revista. REVISTA Volúmenes en S° mayor de 25 pliegos por lo menos, y en los cuales se publican, también, las memorias originales del personal científico del Museo y las de los colaboradores tanto del país como del extranjero. BIBLIOTECA Volúmenes en 8o menor de 25 pliegos por lo menos, que contienen tra- ducciones de obras y estudios publicados en el extranjero, relacionados con asuntos que sean tema de investigaciones en el Museo,* lo mismo que series de artículos de vulgarización científica. CATÁLOGOS En volúmenes en 8o menor, en los que se incluyen los inventarios ra- zonados ó simplémemé enumerativos de las diversas colecciones del esta- blecimiento. < ' 1 , } » f ' UNI VICHADA]) NACIONAL DH LA PLATA MUSEO (FACULTAD I >15 (51 ION OIAS NATUIíA U5S) DIRECTOR SAMUEL A. LA PONE QUE VEDO, AL A. (Cantab.) Doctor hnnoris causa en la Facultad do filosofía y lotras (Universidad do Buenos Aires), etc., etc. TOMO XIX PltlMF.liA PARTIO ( S K G U N D A SURI E , TOMO Vi) RUENOS AIRES IMPRENTA 1>K CONI HERMANOS 684, PERÚ, (¡84 1 9 1 3 M-'íV )•! - 2 3o O 3 i l'Uiíl.lCACÍONIOS DLL MUSEO OK LA PLATA NIOUUNOA SICIMU l.n segundai serie de las publicaciones del Museo do La, fia la, com- prende los siga ionios grupos: ANALICS lili entregas en -Io mayor, y en las cuales se publican las memorias ori- ginales del personal científico del Museo, que, á causa de las planchas de gran formato que las acompañan, no pueden incluirse en la, IíkvíSTA. 1 Mí VIST A Volúmenes en S° mayor de 25 pliegos por lo menos, y en los cuales se publican, también, las memorias originales del personal científico del Museo y las de los colaboradores tanto del país como del extranjero. lili Md OTICO A Volúmenes en 8° menor de 25 pliegos por lo nomos, que contienen tra- ducciones de obras y estudios publicados en el extranjero, relacionados con asuntos que sean tema, de investigaciones cu el Museo; lo mismo que series de artículos de vulgarización científica. O ATÁ LOOOS ICn volúmenes en 8o menor, en los que se incluyen los inventarios ra- zonados é) simplemenl e enumera! ¡vos de las diversas colecciones del esta- blecimicnl o. •i UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA REVISTA DEL MUSEO DE LA PLATA MUSI] O DE LA PLATA CONSEJO ACADEMICO Presidente : doctor Samuel A. Latbne Quevedo, M. A. (Cantab.L Consejero titular : doctor Enrique Herrero Ducloux. — doctor Santiago Rotli. — doctor Guillermo F. Scliaefer. — doctor Pedro 'i1. Vignau. — doctor Luis M. 'Forres. — doctor Miguel Fernández. Consejero suplente: señor Carlos Brucli. — doctor Enrique J. Poussart. Secretario : doctor Salvador Debenedetti. ACADEM 1 COS 1 ION O U A li I OS Y COPO IES PON 1 ) 1 ENT ES NAC ION ALES ESCUELAS DE CIENCIAS NATURALES ACADÉMICO IIONOUAUIO Doctor Angel Gallardo (Buenos Aires), 1907. Doctor Carlos Spegazzini (La Plata), 1912. ACADÉMICOS COltUESPON DI ENTES Doctor Juan B. Ambrosetti (Buenos Aires), 1907. Doctor Francisco Latzina (Buenos Aires), 1907. Señor Miguel Li lio (Tucumán), 1907. Ingeniero Francisco Seguí (Buenos Aires), 1907. ESCUELA DE CIENCIAS QUÍMICAS ACADÉMICO IIONOUAUIO Doctor Juan J. J. Kyle (Buenos Aires), 1907. MUSEO DE LA PLATA A A (JAD ÉM ICOS 1 1 ON OJIA IDOS Y CORRESPONDIENTES EXTRANJEROS ESCUELAS DE CIENCIAS NATURALES ACADÉMICOS HONORARIOS S. A. S. Albert I «leí citado mes. Después de una exploración somera de las ruinas de Fama, ba- lasto, crucé la gran llanura, rumbo al sudoeste hasta Nacimien- XII tos, llegando á Hualfín, después de un día de larga y penosa marcha. Durante la primera quincena de marzo me ocupé de la anti- gua población do Hualfín, hice algunas excursiones á Villavil, Aguada de Dionisio, y un viaje hasta Belén, visitando las anti- guas poblaciones de La Ciénaga y Londres de Quinmivil; diri- giéndome de vuelta á Hualfín y por la quebrada de Amanao á Andalgalá. Tras breves días de descanso, emprendí el viaje hasta el Pucará del Aconquija, terminando en este punto, el programa de la se- gunda expedición. Me es muy grato agradecer á todas las personas, las atenciones de que he sido objeto durante mis viajes, y muy especialmente á las familias de Lafone Blamey en Iluasán, como al señor Stewart Shipton en el ingenio de Concepción, por la ilimitada hospita- lidad que me han dispensado. Séame permitido, también, expresar mi gratitud al director de nuestro Museo, doctor Samuel A. Lafone Quevedo, por sus valio- sos consejos; al doctor Luis María Torres, director de las publica- ciones de la Biblioteca Centenaria, por las facilidades ofrecidas, y al señor Pablo Coni, por la ayuda en la publicación de mi estu- dio. / Pon CARLOS IJRUCH Jefe «Je sección y profesor en el Museo de Ln Plata PRIMERA PAUTE ARQUEOLOGÍA DE LA PROVINCIA DE TUCUMÁN CAPÍTULO I TARI § I SITUACIÓN Y ASPECTO GENERAL El valle (le Tafí está comprendido en la ancha depresión que se ex- tiende desde el río Blanco hasta unas cuatro leguas más al sur de la po- blación que le dió su nombre. Sus contornos encierran numerosos ce- rros y lomas, separados á la vez por quebradas y cañadas laterales : las faldas están cubiertas en parte por bosques de hermosos alisos ' y quo- rums 1 2, la vegetación arbórea característica de aquellas regiones. El terre- no bajo se presenta ligeramente ondulado, bañado por el río (pie serpentea dentro de un ancho y pedregoso lecho ; pero está desprovisto de arboledas, exceptuados los plantíos de las actuales propiedades, entre los cuales, grupos de bellos sauces y árboles frutales dan aspecto alegre al paisaje. Por otra parte, las precipitaciones atmosféricas, tan frecuentes en toda la región al oeste del encadenamiento del Aconquija, producen siempre abundantes lluvias, manteniendo el suelo fértil, apropiado para la agricultura ; y es probable que estas condiciones favorables hayan sido la causa para que el valle de Tafí se poblase desde épocas bastante remotas. 1 Aliso = Alnus jonillcnsis. Árbol abundante en las montanas arriba do los 1200 metros. 5 Qneñua = rolijlcpis racemosa. Especie característica do las altas regiones; es árbol bajo y torcido, su corteza está formada por gran número de hojas delgadas super- puestas. REV. MUSEO LA PLATA. T. XIX 1 2 Efectivamente, esto se deduce de los abundantes restos prehistóricos y trabajos de piedra que por ahí se encuentran diseminados; y sus tipos característicos ofrecen tal interés que, no obstante haber sido algunos de ellos tratados en anteriores publicaciones t, deben volver á ser deseriptos detalladamente en esta relación de viaje. Podemos decir que la población antigua de Tafí ha tenido su asiento principal en el extremo sur del valle, en las proximidades del lugar conocido por «El Mollar», precisamente en los campos al este y oeste del río del Hincón, hoy propiedad de los señores Frías Silva y Che- naut. El viajero que recorre el valle citado, percibe fácilmente los vestigios de las obras de piedra que á continuación nos proponemos describir. § II CONSTRUCCIONES ANTIGUAS Penetrando al valle por el lado norte se observan muchas pircas s, sobre el alto al oeste del río, en el trayecto desde el río Blanco hasta Tafí. Estas pircas fueron levantadas con grandes cantos rodados; rara vez exceden de 50 á 80 centímetros de altura, y otro tanto mide su espesor: corresponden á construcciones más ó menos angulares, agrupa- das con cierta regularidad, pero muchas veces forman también simples muros largos y bajos, y, en su conjunto, aparentan más bien corrales ó cercos, que ruinas de habitaciones propiamente dicho. Debido á su mala conservación, es difícil probar si existían vanos de entrada á los diferentes recintos. Como ejemplo, reproducimos (fig. 1) una de estas construcciones que se encuentra sobre « El Lamedero », al norte de Tafí, la cual representa 1 Juan B. Amukosetti, Los monumentos megalíticos delvallede Tafí (Tucumán) cu el Boletín del Instituto geográfico argentino, tomo XVIII, páginas 105-114, 1897. Las primeras noticias sobro estos interesantes restos los debemos al profesor Am- brosetti, quien publicó en el referido Boletín sus observaciones recogidas durante una rápida excursión, ocupándose preferentemente de los menliires do Tafí y pre- sentando de ellos diversas figuras. Samuel, A. Lafone Quevedo, Viaje á los menliirea 6 intiliuatana de Tafí y Santa María, en octubre de 18U8, en la Revista del Museo de La Blata, tomo XI, páginas 123- 128, 1904. Comunicación en la cual describo (pág. 125-126) el profesor Lafone Quevedo algu- nos menhiros de Tafí, haciendo á la vez algunas observaciones en cuanto á los di- bujos de la publicación anterior. 2 Empleamos también la palabra pirca, en boga entro nuestros arqueólogos, com- prendiendo con ella las ruinas de habitaciones ó paredes levantadas con piedras su- perpuestas sin empleo de cemento alguno. 3 una especie de corral cuadrangular que mide unos 30 metros de cos- tado. En su interior liay un pequeño recinto cuadrado (3x3 m.), y al- gunas paredes bajas forman, con los ángulos sur y noroeste del corral, dos recintos más : el primero pequeño, semicircular y el otro mayor, rec- Fig. 1. — Corral de piedras sobre «El Lamedero », al norte de Tafi tangular, de siete metros de ancho por nueve de largo. Á la pared del costado norte acompaña, paralelamente y á distancia de seis metros, un muro bajo, del cual se destacan dos columnas de piedra dispuestas de tal modo, que quizás hayan servido alguna vez de entrada al corra l. Los vestigios que ha- llamos luego en el Mo- llar y sus alrededores, i ofrecen caracteres espe- cialesy,si bienabundan también pircas más ó menos angulares y cir- Fig. 2. — Columnas de piedras del mismo lugar culares, las encontra- mos allí irregularmente dispuestas y no agrupadas : los recintos son pequeños y las paredes bajas. En una gran extensión, el Suelo está cubierto de piedras de distintos tamaños, dispuestas en series de líneas paralelas (lám. II, fig. 1), de tal manéra, que quedan espacios desiguales que varían entre unas decenas de centímetros y algunos metros, formando así un sistema de graderías, aun más pronunciadas en sitios donde el terreno ofrece mayor declive. — 4 Pocas veces se observa en esas filas paralelas, piedras superpuestas, pero las vemos en ocasiones divididas por otras hileras transversales, que dan por resultado una especie de plataformas rectangulares l. Alternando con estos extraños alineamientos, encontramos muchas construcciones más ó menos circulares, formadas casi siempre de cantos rodados muy grandes, parados á cierta distancia unos de otros y algo en- terrados en el suelo. Estos cercados circulares tienen generalmente dos á cuatro, hasta más de diez metros de diámetro, y muchas veces existe en el interior alguna piedra más larga, clavada (lám. II, fig. 2), que en otros casos es substituida probablemente por ciertos monolitos ó menhires. § ni MENHIRES DEL VALLE DE TAFÍ Las piedras del Mollar. — Los menhires del Mollar ó «piedras pa radas » como los llaman los moradores de aquella localidad, constitu- yen sin duda una especialidad importante en la arqueología de la región. Los encontramos distribuidos en dos grupos, de los cuales uno de do- ce piedras está sobre la plataforma que se extiende entre el río del Rincón y la estancia del Mollar: el otro grupo, en número igual, se halla del lado oeste del río, como á un kilómetro largo distante del primero. Pocos son los monolitos que aun se conservan enteros y en su posición primitiva; muchos de ellos parecen tronchados y otros yacen sobre el suelo, quizá derribados intencionalmente y acaso transportados de al- gún otro sitio. Por ahora, sería aventurado si pretendiésemos entrar en consideraciones sobre si su disposición, en aquel curioso conjunto, obedeció en realidad á un plan intencional, ó no : ello es un enigma, como lo es también el verdadero objeto de estos monumentos. Nos limitare- mos, pues, á describir las piedras del Mollar tal cual las hemos visto en el año 1908, y agregaremos á más algunas noticias de ciertos ejempla- 1 Am MtoSETTi, J. 15., Los monumentos, etc., página 106. Hace referencias á estas se- ries alineadas de piedras, que atribuye á obras hechas para cultivos, cuyo objeto fuera •despejar el suelo y detener la tierra sobre el terreno, más ó menos inclinado, utili- zándolo así para el sembrado. Obras semejantes, he visto sobro el portezuelo autos do bajar á « Las Carreras », estando de excursión desde el Mollar hasta el Rincón ; y, más tarde, en el curso de mi viaje, he podido observar otras, cerca del antiguo pueblo do Quilines, también en las proximidades del Fuerte Quemado, do Punta Balasto y Anipajango. La presencia de tales obras en estos últimos lugares, por ejemplo en Quilines, donde cubren una gran extensión de terreno hoy completamente estéril é inade- cuado á los linos aludidos, no se explica satisfactoriamente sino por un cambio en las condiciones climatéricas do la región. res procedentes de otros lugares, que quizás tengan alguna relación con los primeros. Gran menlúr esculpido . — Aislado de los dos grupos aludidos, yendo de la estancia del Mollar, á 150° rumbo al sur y á unos 900 metros de ésta, se encuentra un gran menliir, ahora derribado, que yace sobre el suelo (lám. III, fig. 2 ; plano, a). Representa tina columna de piedra mica- esquistosa que mide 3m10 de largo, G0 centímetros de ancho y unos 20 centímetros de grosor, y que en sección transversal afecta una forma elíptica. La escultura que lo adorna, al parecer, ha sido ejecutada á cincel hasta una profundidad de uno á cuatro centímetros, y ocu- pa de un lado de la columna poco más de dos terceras partes de su su- perficie. El dibujo es simétrico, constituido por varios elementos, pero como lo demuestra la fotografía (fig. 4), algo confuso en el tercio supe- rior, donde el menhir se halla mutilado i Esta circunstancia y el dibujo defectuoso do Voltmor (Amhuosktti, J. 15., Los mo- numentos, etc., pfíg, 107, ii" . 2), han motivado una interpretación de esta parto del dibujo, muy distinta do aquella á quo liemos llegado. Con la reserva quo el caso re- quiero, nos permitimos presentar una reconstrucción (fig. 5), y recordar á la voz la semejanza de ésta con las caras humanas, quo han publicado A. Stiibol y M. Ulilo, plancha 35, en su clásica obra Die Ruincnstacüe ron Tiahuanaco. 6 Fig. 5. — Reconstrucción de la cara del nienhir i A En el tercio superior se observa uindoble surco semicircular terminal, y dos transversales rectos, que m>’maBsstBSEfasaaí //Js“~° 'd\\ dividen esta parte en tres seccio- nes. En la- primera de ellas, un surco semicircular acompaña el borde superior, y en el espacio de- bajo de éste hay algunos puntos desparramados, apenas percep- tibles. En la sección siguiente aparecen borradas dos grandes depresiones, más ó menos an- gulares, de cuyos ángulos post- laterales arranca una pequeña línea oblicua; otra depresión circular mediana hay debajo de las dos anteriores. El tercer es- pacio lleva de cada lado tres líneas oblicuas, marca- das desde la segunda ranura transversal, basta la proximidad del doble surco semicircular, ya re- ferido. Uo parece del todo imposible que en las dos depresiones paralelas hubiera habido en un prin- cipio algún dibujo semejante á los rectángulos escutiformes, como lo encontramos luego en el menliir x, figura S, y si se confirmara esa opinión, quizá representaría este ornamento, en una forma convencional, alguna de esas caras típicas, como estamos acostumbrados á ver en ciertos monu- mentos de Tiahuanaco. La escultura déla parte restante del menhirestá constituida por varios elementos, que forman dos figuras principales. Una de ellas consiste de cuatro pares de círculos perfectos, con hoyos profundos, concéntricos é infundibuliformes, unidos por una ranura transversal. La otra está combinada por contornos más ó menos rectangulares con prolon- gaciones alargadas hacia los lados, de manera que afectan una figura de seudocruces, provistas de un pequeño círculo central, uno con, otro sin punto en su interior, y transformado en un lioyito, en una de estas tres figuras. — Gran nienhir es- lío 1 ('/ jo del nat. 1 Esta fotografía fué sacada del calco conservado en el Museo de La Plata, repre- senta por lo tanto una copia fiel del original. La ornamentación que ha resultado de esas dos distintas figuras al- ternadas, es agradable. En el espacio arriba de los primeros círculos ge- melos, se observa las líneas básales de otra de esas seudocruces, y los golpes de cincel á la terminación de los círculos inferiores, indican la in- tención del artista, de repetir otra vez los mismos dibujos. Grupo de piedras al este del río. — Dejemos ahora nuestro menliir, para seguir rumbo derecho al norte, y encontramos casi frente á la están- Fig. G. — El menhir k derribado y las piedras h é i en pie 1 cía (286° K O.) el segundo menhir b, aun en pie, el cual forma parte de los doce del primer grupo (lám. IY, fig. 1). Éste, de piedra micaesquistosa, como la mayoría de ellos, está colocado en posición vertical, con las dos caras que miran al norte y sur respecti- vamente. Su altura es de 2m80 sobre el suelo, y probablemente todavía mayor en su totalidad que la del monolito esculpido, al que iguala en las demás dimensiones, pero no presenta rastros de dibujo alguno. Conservando la misma dirección, á los 2U metros se tropieza con el menhir c , parado, pero tronchado, que tiene á mano derecha y á pocos metros, otro caído, d. Luego rumbo opuesto, ó sea directamente al oeste, como á 42 metros del anterior, un gran menhir e, yace sobre la 1 Las pircas que aparecen éntrelos dos menhires son de construcción actual. tierra, y casi á igual distancia, unos 50° al noroeste, vemos los restos de otro parado, f. Próximo á este til timo, se divisa un grupo de cuatro monolitos, que vie- nen á quedar más ó menos en línea como á-30° al noroeste del primer inen- liir h. De ellos, la piedra (j, se encuentra aun en pie, pero rota; después, como 18 metros distantes de ella, se elevan dos grandes columnas, h é i, menos regulares, se- paradas sólo de 2m30 la- una de la otra ; siendo además, la última de roca granítica. Á po- cos metros de allí y ya cerca del borde de esta gran plataforma, un liermoso menú ir A- (fig. (i), de 3m20 de largo, se halla derribado en tie- rra : en su superficie se distinguen dos peque- ñas cavidades paralelas y algunas impresiones apenas perceptibles. Volviendo luego de nuevo al menliir b, y tomando rectamente rumbo al oeste, á los 114 metros está la pie- dra l, aun en pie pero quebrada, y de ella, 40 metros, poco más al este hay otra m, que es Fig. 7. — Él im-nhir s ; al fondo é izquierda del mismo HUIS peqUClia y paiOCC los meniiires p y q haber tenido algún gra- bado. Con dificultad hemos podido descubrir entre un pequeño maizal la- piedra n, también quebrada, bastante enterrada y situada, más ó menos 40° al noroeste, á los 35 metros de la precedente. También en ella, se re- laten las pequeñas cavidades en forma de ojos, pero la mala conserva- ción, no permite interpretar con toda seguridad las primitivas escultu- ras que formaban su ornamentación. Grupo de piedra s al oeste del río. — Como hemos dicho ya antes, un segundo grupo de menhires se encuentra del otro lado del río, ó sea 9 — al noroeste, como á un kilómetro de los recién descriptos. Siguien- do, pues, do la estancia, con rumbo 70° al noroeste, llegamos al menliir o, que conserva aún poco menos de un metro de altura. En dirección al sur y á 23 metros de la piedra o, otras cuatro, p-s, se suceden casi en línea recta, con dirección al oeste (lám. III, íig. 1) ; las primeras sepa- radas por espacio de unos dos metros, son de tamaño mayor, gruesas, pero quebradas y más ó menos cua- driláteras, como la anterior. Álos 14 metros está el menliir r, delgado, ligeramente inclinado, que lleva además rastros de grabados, hoy casi totalmente bo- rrados; tiene á su lado, más al sudoeste, el menliir s, reproducido en nuestro clisé (fig. 7). Su forma afecta la de una columna más ó menos cilindrica con una protuberancia, subangularen su mitad superior, don- de aparecen dos cavidades laterales, y un pequeño surco transversal mediano en el borde inferior, los que muy bien pueden representar ojos y boca, si se tratase de hallarle parecido á una cara humana. Como á los 40 metros y 30 ° hacia el sur hallamos los restos de un menliir en pie, y siguiendo al oeste otro, u, de regulares dimensiones, ahora caído den- tro de la zanja por donde corre una acequia ; ni uno ni otro presentan especialidad digna de mención; lo mismo diremos de la piedra v, que dista de la ante- rior unos ochenta metros en igual dirección. El menliir w (lám. IV, fig. 3) estáá 40 metros, 50° noroeste, del precedente y próximo al rancho que levantó allí Haza-rio Mamaní. Hoy está casi tum- bado y partido por la mitad; midió unos 2™80 fue- ra del suelo y era de gruesas dimensiones; tiene forma casi angular, con sus cuatro costados bastante planos. Al continuar nuestro recorrido, á siete metros en dirección al rancliito, encontramos un mono- lito bajo, que apenas sobresalía unos 00 centíme- tros del suelo y se hallaba rodeado de un círculo de piedras. Después de un examen más prolijo, pu- dimos convencernos que su extremidad superior estaba intacta y (pie la escultura del lado norte continuaba sobre la parte enterrada. Ante el nuevo hallazgo, proseguimos la excavación, de suerte que fue posible dibujarlo y sacar en seguida un molde del mismo (fig. 8). Este menhír es como los anteriores de roca esquistosa, pero de calidad Fig. 8. — Menliir esculpido x, (Vi 7 del nat. aprox.) 10 más dura; tiene también forma de una columna euadrangulav de 2m30 de largo, 0“'3(> de ancho y 0m30 de espesor : el lado con la escultura es bastante convexo : la labor que lleva, alcanza apenas á unos dos centí- metros de profundidad. El dibujo es simétrico; toda la ornamentación está combinada por lí- neas transversales y verticales, y por otras meándricas que forman figuras geométricas. En el tercio superior de la piedra se observa un profundo surco transversal y otras líneas que forman dos rectángulos c-scuti formes, con cavidades ovaladas en el medio. Los dibujos que siguen, representan probablemente un mismo motivo, con algunas modi- ficaciones, pero sus elementos principales serían cuatro pares de mean- dros paralelos; en el primer par de éstos, la línea terminal é interna de los meandros se junta con la infero-externa, resultando asidos figuras más ó menos rectangulares, separadas por un surco longitudinal media- no. El tercer par de meandros está colocado en sentido inverso al se- gundo y unido con él por un surco longitudinal, como para formar una sección aparte. Los bordes de estos seudorectángulos son, como en el par anterior, bien redondeados, resultando así esta figura bastante convexa. El dibujo que se repite luego, es más superficial; la piedra en esta parte es más chata; en su tercio inferior, es lisa, y ésta sin duda fué la parte originariamente enterrada ‘. Los tres menhires restantes no ofrecen particularidad alguna; el pri- mero y, está tronchado y situado á 90 metros línea recta al oeste del me- nhir labrado. Ocho metros al norte encontramos otro caído, y por último, siguiendo la. misma dirección, á 80 metros distante del anterior, el me- nhir z (lám. IV, fig. 2). Éste es de pequeñas dimensiones, su cúspide es triangular; alrededor de él existe aun intacto un pequeño círculo de piedras. Quedan todavía por mencionar algunas grandes piedras, que halla- mos al sur de los menhires descriptos, de las que una es el gran bloque de granito que representa nuestra fotografía (lám. IV, fig. 4). Es posible que éstas tengan todas el mismo origen, como la escultura del Hincón y demás monumentos megalí ticos que citaremos de otros lugares. La piedra esculpida del Hincón. — En el curso de una conversación con Nazario Mainaní, ésto nos habló de una piedra grabada que se halla : Cuando volvimos ¡í colocar de nuevo el mcnliir en tierra, quedó ésto en la mis- ma posición do antes, pero á menos profundidad, dejando la parte esculpida fuera ■del suelo ; no es del todo improbable que en realidad hubiese sido ésta la posición ■que debió haber ocupado en un principio. liaremos notar, que al removerla tierra, no hemos encontrado indicio alguno que nos hiciera sospechar una sepultura cualquiera. — li- en «El Rincón», precisamente en el rancho de un hijo suyo, quien ha- biéndola encontrado muy cerca del sitio que hoy ocupa, y viendo en este hallazgo un buen agüero, resolvió colocarla dentro de la habitación que estaba por construir. Interesado en conocer al petroglifo, fuimos en la mañana del 4 de febrero, guiados por el mismo Mamaní hasta «El Rin- cón», lugar situado á dos leguas al este del Mollar. Allí encontramos la piedra mencionada, embutida dentro déla pared en el interior del rancho. Es una roca granítica, de lm20 de largo, 00 centímetros de ancho y unos 20 aproximadamente de grueso. Su forma es más ó menos rectangu- lar, enangostada en una extremidad ; la superficie es bastante plana : no parece que la piedra hubiese sido labrada intencionalmente. Los dibujos están formados por anchas líneas cóncavas y lioyitos, grabados hasta un centímetro de profundidad. Nuestra figura 9 repro- duce el petroglifo en su posición actual ; ignoramos cuál debió ocupar en un principio, pero es casi seguro que debe invertírsele. En cuanto á su ornamentación, observamos un curioso dibujo en el cual se distingue entonces entre los contornos subtrapezoidales, los ojos y boca esféricos, y la nariz triangu- lar de una cara humana. La parte angosta de la piedra está limitada por un surco transversal y en el extre- mo opuesto existe un rectángulo alar- gado, con un hoyo pequeño en cada extremidad, equivalente quizás á al- gún adorno frontal. No queremos comprometer opinión alguna sobre el posible signi- ficado de esta escultura, que muy bien puede representar algún otro signo convencional y muy diferente de la cara humana, pero lo cierto es que se observa algo muy parecido sobre muchos objetos, especial- mente de bronce, que proceden délos valles catamarqueños. El menhir esculpido del río Illanco. — La última de estas interesantes piezas labradas que nos queda por mencionar, es un menhir que fué ha- llado en las proximidades del río Blanco, en el perímetro de la estancia Fi desparramados en el campo, ó que figuran entre las piedras de los corrales, como sucede con frecuencia en la estancia del Mollar. Por otra parte, podemos mencionar del mismo Tafí diversos fragmen- tos y un monolito liso, de notables dimensiones, que actualmente sir- 1 Hemos preferido publicar una fotografía (lcl menliir. pues el dibujo sacado por Voltmer (Amiírosktti, J. I i . , Los monumentos, etc., pág. 111. íig. 11) no está del todo conforme con el original ; las líneas de los triángulos parecen mal interpreta- das ; las dos secciones no son netamente separadas cutre sí, y tampoco la termina- ción superior se halla bastante marcada, para hacer aparecer la piedra como tron- chada. 13 ve de banco en la huerta de « Las Tacanas », propiedad (le Lucas Za- valeta ; debo también á este señor la noticia de cinco grandes piedras más, que se encuentran en «Carapunco», otra de sus pertenencias pró- xima á la « Abra del Infiernillo ». Dichas piedras no las liemos visto; ellas son, según el informante, de gran tamaño, sin esculturas, y fueron removidas de sus sitios primitivos, para emplearlas como pilares de una habitación moderna. Luego en el curso de nuestra expedición, viajando hasta Andaguala, el baqueano Luciano Méndez nos mostró en San José un gran monolito, idéntico á los de Tafí, usado como puente sobre una acequia actual. Á una legua del citado pueblo, sobre el mismo camino á Andaguala, vimos otro de pequeñas dimensiones; cuenta mi acompañante que hacía muchí- simos años su padre hizo traer algunos de éstos de los pueblos viejos, sin recordar de cuáles, para demarcar la posesión de su colindante. Si bien tenemos que tomar este dato con alguna reserva, es ya impor- tante señalar la presencia de los monolitos, á pesar de no poder confir- mar su verdadera procedencia. Muy pocas son las noticias que poseemos sobre semejantes restos ar- . queológicos de otros lugares sería tanto más de desear que los hom- bres de hoy los respetasen, absteniéndose de removerlos de sus sitios originarios, conservándoles así el mérito científico que aun puedan tener. § iv MATERIAL ARQUEOLÓGICO Durante mi permanencia en el valle de Tafí, no me fué posible efec- tuar excavación alguna; esto no obstante, mis averiguaciones dieron por resultado la compra de una pequeña colección de objetos arqueológicos, de procedencia intachable, de cuyas piezas procederé á describir algu- nas de las más interesantes. Objeto de piedra perforado. — Es una piedra esquistosa, al parecer po- co labrada, que mide 300 milímetros de largo, 110 de ancho y 00 de 1 Adán Quiroga encontró cuatro grandes menhires entro la antigua población do Fuerte Quemado. (Ruinas Calchaquícs. Fuerte Quemado, en Anales de la Sociedad científica argentina, 1901, LII, pág. 242). También Eric Román cita cu su preciosa obra algunos menhires hallados entro las ruinas del Pucará de la Rinconada. (Antiquités de la región andino de la R (pu- blique et Dcscrt d' Atacama. París, 1908, pág. G37). 14 grueso; estas dimensiones son casi constantes y su sección transversal tie- ne forma elíptica. Una de las extremidades está ligeramente redondea- da, la otra es algo más puntiaguda, y á dis- tancia como de 40 milímetros del borde de aquélla, hay una perforación perfecta, bicó- rnea, que tiene 00 milímetros de diámetro en ambas superficies y 30 milímetros el pun- to de comunicación, que viene á quedar equi- distante de ambos lados. Dicho objeto es de uso desconocido; pero es posible que haya servido alguna vez de estaca, por el dato que ha proporcionado el capataz de la estancia del Mollar, quien lo encontró clavado en el suelo cerca del ran- cho de Mamaní, al oeste del río, de donde lo- trajo parausarlo luego como piedra de afilar. Hacha de piedra. — De roca esquistosa, muy dura, bien trabajada, de superficie bas- tante lisa. Pertenece al tipo de hachas con cuello incomple- to, por tener un lado sólo perfectamente plano y rectilíneo ; el otro lado es redon- deado. La cabeza es cónica y truncada; el cuello perfecta- mente excavado, am- plio; el cuerpo asi- métrico, con el filo bien pronunciado, curvilíneo. Largo total del hacha, 145 milímetros; ancho, 05; espesor, 45; ancho del surco, 35, y profun- Fig. 11. — Objeto de piedra perfo- rado. X» 57, Col. II. L. P. (i/j del lint, aprox.). didad del cuello, 0 milímetros. Fig. 12. — Haclia de piedra. Xo 5í Col. M. L. P. C/j del uat.) Del tipo de la precedente, tenemos otra hacha (n° 54, Col. M. L. P.), pero groseramente tra- bajada y mal concluida, notándose todavía los golpes de cincel, sobre todo en el costado plano. La cabeza es más larga, y el cuello más corto, poco excavado y el tilo completamente romo ; sin dudase trata de una pieza no bien terminada. Las dos hachas lian sido encontradas por los peones de Lucas Zava- Icta, en el perímetro de su propiedad «Las Tacanas». 15 — Mortero de piedra. — De forma subhemisférica, con figura ya antropoy ya zoomórfica, confeccionado en roca diorítica. La cabeza se desprende de un cuello largo y grueso; la cara es ova- lada, separada del cuello por una estrecha ranura; la nariz destacada, pero achatada : los ojos son pe- queños hoyos y la boca una simple ranura horizontal. En la parte superior de la frente se destacan dos ló- bulos laterales que repre- sentan acaso las orejas, ó los arcos superciliares. La base del mortero es algo achatada y de ella se destacan cuatro mamelones, simétricamente dispuestos' en cuadro. En la parte posterior, un angosto borde ó relieve baja desde el margen superior hasta cerca de la base; quizás con el fin de indicar la cola de este enigmático animal. El largo total del mor- tero es de 145 milíme- tros, el ancho de 102. y su altura de 145. El ho- yo es subhemisférico, el borde delgado, su diá- metro de 90 y su profun- didad de 05 milímetros. Fué adquirido de una mujer, quien me aseguró haberlo encontrado ca- sualmente en el mismo pueblo de Tafí. Vaso de figura zoo- morfa. — La figura zoo- morfa tiene el cuerpo esférico, un poco depri- mido para servir de base. En hiparte anterior del vaso está la cabeza,, de dimensión casi igual á la del cuerpo, con nariz y boca en relieve. De la base de la nariz, muy prominente, se inician las cejas, desta- cadas y curvilíneas, en las cuales se han hecho escotaduras, unas cerca de otras y con un instrumento ancho pero romo. Los pequeños ojos. Fig. 14. — Vaso de figura zoomoría. X» 4, Col. M. L. P. (‘/a del nat.) Fig. 13. — Mortero de piedra. Xo 44. Col. M. L. P. ( 1 / o del nat.) situados en los costados, parecen estar formados por unos párpados postizos. Hacen de pies de este curioso vaso, dos cilindros huecos, sin más de talle, lín la parte posterior del cuerpo se nota una pequeña prominencia que indica la raíz de la cola. El modelado es grosero, bastante tosco, el color es el gris natural del barro, sin pintura, pero con manchas negruzcas, debidas tal vez á la cocción sino al uso. De la parte superior de la cabeza se desprende el cuello del vaso, con borde más ó menos plegado hacia afuera y del que nace el asa que ter- mina en la nuca de este animal grotesco. El vaso tiene 130 milímetros de alto, por 150 de largo y el diámetro del cuerpo es de 90 milímetros. Fue obtenido por compra, de Segundo Ríos Bravo y procede de una sepultura hallada en las inmediaciones del pueblo de Tafí ’. Escudilla ó « puco » 1 2 decorado. — De la misma procedencia que el ob- jeto anterior, conseguimos una escudilla ó puco , que pertenece al tipo que se describirá más tarde del Fuerte Quemado (ver pág. Gl). Este puco es pesado y tosco, tiene forma subhemisférica, la base lige- ramente cóncava, que se manifiesta en sentido contrario en el interior. Sus paredes son muy gruesas, las asas grandes, groseras y semicircu- lares, como en muchos de estos vasos. Su color es de un rojo subido, sanguíneo ; la ornamentación exterior ne- gra, la interior casi completamente borrada. Por fuera, el dibujo que lleva es el serpentiforme usual, pero con la diferencia, que consta de una sola serpiente en forma de en, la cual ocupa las dos mitades del recipiente, separada solamente en una de las asas por dos series de triángulos ne- gros, que convergen hacia la base, y tienen sus vértices contrapuestos. El cuerpo del ofidio presenta las líneas transversales de costumbre, al- ternadas con otras en sentido longitudinal. Algunos otros detalles de este curioso esquema serpentiforme, que sigue sin solución de continui- dad para repetirse en su otra mitad bien pudiera representar una deco- ración de tipo local. 1 El objeto tione mucha semejanza con el vaso publicado por Ambrosetti, en la Re- vista del Musco de La Plata, tomo III, 75, n° 5, pl. Y, 1892, el cual procede también •do la provincia de Tucumáu. 1 No habiéndose establecido hasta hoy uniformidad en la nomenclatura, conserva- mos el nombro local puco, para las escudillas ó tazas, por habérselo usado casi siempre en los trabajos arqueológicos del país. El profesor Outes en el suyo sobre Alfarería del noroeste argentino ( Anales del Museo de La Plata, t. I, 2a serie, 1909), ha substituido el término paco por el de bol. Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II, T. VIJ Lámina 1 Quebrada de Monteros (Provincia de Tucumán) 17 El puco en cuestión mide 110 milímetros de alto por 100 de diá- metro. Vaso ó «yuro» l. — Este vaso consta de dos cuerpos, uno ventral y otro que es el gollete, formando un conjunto de agradable aspecto. El cuello es alargado, subeilíudrico, con un labio ligeramente plegado hacia el exterior. Las asas son simétricas en su colocación y están situa- das á la altura del diámetro mayor de la parte ventral. El color del fondo del vaso es bermejo, rojizo en algunas partes, y el de los dibujos, pardo obscuro. Estos es- tán compuestos por guardas, que bajan del labio á la faja negra que divide el vientre en dos. Estas guardas forman á su vez líneas quebradas; del lado dere- cho dos centrales finas entre dos anchas, probablemente una variante del otro di- bujo formado por dos líneas también del- gadas, pero rectas, y limitadas por series de triángulos grandes. Entre dichas guar- das existe una doble línea central tápena- da, que representa tal vez un elemento fitomórfico muy estilizado. Además, se ve una estrecha faja, que rodea la base del cuello. Este bonito vaso fué hallado próximo á la estancia del Mollar, en un desmoro- namiento de la barranca del este del río, quien me lo vendió. Fig. 15. - Vnso ó l'uro. N» 3, Col. M. L. P. ('/, /* del nat.) Unos cuantos objetos, que á continuación se mencionan, sonde alfare- ría gris, grabada. Fig. 24. — Taza de barro gris, con ornamentación grabada No 30, Col. M. L. P. (V-2 del nat.) Tazas. — La taza número 29 déla colección, de 110 milímetros de alto y ISO de diámetro, tiene la mitad inferior ligeramente cónica, la base plana, y sus paredes algo cerradas hacia arriba. Está provista de un asa vertical, de unos 20 milímetros de ancho y, del lado opuesto, de un pequeño pico ó pegote acodado y groseramente aplicado debajo del mismo borde. 31 La ornamentación de esta taza consiste de dibujos geométricos, gra- bados con punta fina á bastante profundidad; y como se ve, se compone de fajas rayadas biacodadas, entre otras reticu Jadas, cpie bajan perpen- diculannente; dibujo que se repite en el otro Jado de la taza. Tanto por dentro como por fuera, la superficie es bastante lisa, pero se nota perfectamente la unión de las dos partes de que se fabricó este vaso : sobre una base cónica truncada para producir el asiento, se levan- tan los costados de la taza. La otra taza, figura 24, es del mismo tipo, apenas un poco más gran- de; la porción inferior es más cónica, y la base cóncava es más pronun- ciada en el interior. También aquí existe de cada lado una guarda, más ó menos ajustada á las paredes del vaso, con un doble dibujo rectilíneo, que bien pudiera compararse con la cara luimana muy estilizada; toda descripción detallada se hace innecesaria con nuestro grabado. Vasos zoomorfos. — De la misma procedencia tenemos un lindo vaso ó taza con detalles muy caprichosos, que lo convierten en vaso zoomorfo, Fig. 25. — Vaso zoomorfo. visto tle costado. 32, Col. M. L. P. (*/a del uat.) subovalado; volcado imita la caparazón del «quirquincho», seguramen- te el Dasypus vellerosus Gray, originario de aquellas regiones. Dicho ob- jeto pertenece también á la alfarería gris. El fondo del recipiente es de altura, reducida, la base poco achatada : las paredes, sobre todo en los costados, están encorvadas hacia adentro. Adelante está la cabeza del animal, bastante bien modelada, y del lado opuesto se nota un apéndice cónico, la cola, que es hueca interiormente, lo mismo que la cabeza; la cola lleva rayas grabadas en toda su perife- ria. Las tres figuras zoomorfas, que se ven perfectamente en el grabado- (fig. 25 y 20), se repiten también en el otro lado. La- superficie del vaso es lisa, pero se nota muy bien la unión del fondocon la parte superior. La abertura es elipsoidal, algo más estrecha atrás; las paredes son delgadas : tienen dos á tres milímetros de espesor. 32 El ejemplar número 3(i/2 del nat.) KEV. MUSEO I.A PLATA. — T. XIX 3 — 34 — ornitomorfos, que acabamos de describir, ó sino representando también un sér zoomorfo convencional. Aquí el cuerpo es netamente piriforme, la base un poco aplanada y con depresión central. De sn parte antero-superior, se desprende el cuello subcilíndrico y ligeramente enangostado en el sitio de unión con el cuerpo. Encuéntrase aliora el cuello horizontalmente tronchado, y otros detalles indican que debe haber habido un asa, desde el labio hasta el dorso. En los lados del cuello, un poco más atrás,, aparecen ojos, figurados como en otros obje- tos. Sobre la línea basal, en el costado izquier- do del cuerpo, hay dos pequeñas protuberan- cias con rayas breves, impresas, que por cier- Kis- 30 — Vnso ornitomorfo /., dei nat.) existido en el otro lado también. Desde la pro- tuberancia anterior, sale una línea quebrada,, (pie se dirige hacia atrás, y termina debajo de una tercera, también con tres rayas grabadas como las anteriores. Pequeña urna de tipo excepcional. — La pequeña urna, figura 31, la en- contramos al recorrer las ruinas de Quilines, debajo de una gran roca inclinada, junto á dos cráneos : es probable que alguien la colocara accidentalmente en aquel sitio. Por su pequeño tamaño y detalles de ornamentación, nos vemos obli- gados á mencionarla por separa- do. Como puede verse en el esquema, esta urna consta de un vientre muy estrechado en la base, de asiento cóncavo, y de un gollete ó cuello casi cilindrico, terminado en la- bio inclinado hacia afuera. Por defectos del modelado es ligera- mente asimétrica, y su diámetro de frente un poco mayor que el El fondo de la ornamentación es blanquizco, algo amarillento: los dibujos son negros, sencillos c iguales en los dos lados de la urna, sepa- rados por una ancha faja negra vertical, en la región de las asas, lo que fija, el tipo. Fig. 31. — Urna de tipo excepcional. N° 25 Col. M. L. P. (J/5 del nat.) otro, por ser su sección ovalada. 35 — Los dibujos se componen de un reticulado, ó mejor dicho de un jaque- lado, que cubre el cuello incluso el labio, y de una espiral voluti forme con series de puntos negros, que ocupan el vientre. Los espacios latera- les de la espiral están pintados de negro, como también la ancha faja marginal del lado interior del labio. Urnas ó tinajas con ornamen tación antropomorfa. — Con las seis urnas ó tinajas, como se llaman en el lenguaje local, se completa la pequeña colección arqueológica de Quilines. Ellas pertenecen á la alfarería carac- terística de la gran región que nos ocupa, y constituyen á par de los pucos, el material mejor representado en nuestras colecciones Á pesar de sus formas heterogéneas, éstas urnas corresponden, sin embargo, á un tipo bien definido, que consta siempre de dos partes; es decir, de una inferior, su cuerpo ó vientre, de forma subglobosa ú ovoi- dea; y de otra superior, el cuello ó gollete, á veces bastante alto, que ter- mina en boca amplia, con labio doblado hacia afuera. Á los costados del vientre, y casi á la mitad de su altura se colocan las asas del tipo común. La superficie exterior siempre va pintada de un blanco impuro algo amarillento, como fondo, sobre el cual se han trazado dibujos en negro, complementados muchas veces con alguna pintura roja. Las diferencias que observamos en los caracteres morfológicos de estas urnas, se manifiestan también en los detalles decorativos, que for- man un conjunto sumamente caprichoso, de diversos dibujos, pero de un efecto agradable y de valor artístico. Desde ya, y en mérito de la ornamentación, ellas corresponden á la categoría de las antropomorfas, en razón de que llevan figurados ojos, narices, bocas y manos de un ser humano, si bien en formas muy convencionales y estilizadas, que no siempre se hallan todas representadas en la misma pieza. Entre los dibujos del gollete se nota en primer lugar la cara humana del tipo usual, compuesta siempre de curvas simples ó paralelas, que convergen hacia la línea media-, simulando así los arcos superciliares y la nariz : en el caso que exista boca (fig. 32), las curvas se prolongan en rectas paralelas, hasta la base del cuello; los dientes se hallan indicados por pequeñas rayas. Los ojos van formados por círculos perfectos, y más ó menos ovalados, á veces con su punto ú otros circuidlos concéntricos, y con los complementos (rayitas y curvas) de costumbre. En el caso en que la representación antropomorfa está provista de ] Haremos presente que casi todos los autores citados en este trabajo se han ocu- pado do esta clase de urnas, publicando de ellas gran número de figuras que no mencionaremos aisladamente. 36 brazos, existen éstos siempre sobre el cuerpo ó vientre de la tinaja, colocados en sentido inverso á los arcos superciliares de la cara, como puede verse en la figura 34; es probable, (pie las series de triángulos negros con líneas rectas dirigidas hacia arriba, equivalgan también á una representación de manos, liemos de advertir, que en varias urnas, los arcos superciliares de la cara, alguna vez los ojos, como también los arcos inferiores ó brazos, por ejemplo en la tinaja figura 35, son posti- zos, ó sea en relieve y perfectamente destacados de la superficie, En la base del gollete, dos líneas paralelas separan los dibujos correspondien- tes á cada parte, es decir, la superior de la inferior, mientras (pie las fajas negras verticales é irregulares, que bajan en la región de las asas, se interponen entre la ornamentación del anverso con el reverso. Por regla general, la decoración de estas urnas ó tinajas es más bien asimétrica, en el sentido de (pie alguna vez los dibujos de la izquierda difieren de los de la derecha; tampoco son siempre iguales los que ocupan sus dos frentes opuestos. Examinemos ahora los motivos ornamentales de nuestras un as: en- contramos en su mayor parte las mismas figuras, (pie son á su vez típi- cas en otros objetos de aquella región, naturalmente modificadas, según el sentido estético del artista, ó para adaptarlas mejor á las formas ó espacios libres de los vasos. Si tomamos la representación antropomorfa del gollete como base ó dibujo principal, los adornos complementarios en esta parte constan, casi siempre, de especies de fajas horizontales, oblicuas ó curvas, donde predominan los elementos típicos, como ser triángulos negros con sus grecas. En cambio, la ornamentación ventral es la que nos da la nota caracte- rística de estas tinajas, y sus diferencias facilitarán el medio de estable- cer ciertas subdivisiones, lo que no haremos por ahora, dado el redu- cido número de ejemplares en nuestra colección. Nos limitaremos, pues, á mencionar ligeramente algunos de sus detalles más importantes. La urna, figura 32, ostenta un ejemplo de ornamentación ventral muy común, y que no es otra cosa, que la típica faja quebrada, ó escalonada, llamada también ofídica ’, con todos sus complementos, tal cual la ve- remos más tarde sobre los pucos de fondo claro, descriptos como del Fuerte Quemado. Una faja divisoria, vertical, formada por elementos romboidales, separa los dos dibujos más ó menos simétricos en los lados de los frentes. En esta urna, como en casi todas las demás, ambas fajas escalonadas ú ofídicas del vientre, lo mismo (pie otras en forma de E (pie se ven en el gollete, están pintadas de un rojo lacre muy obscu- 1 lis cu razón de (iiic., en ciertos casos, esta faja quebrada termina por una cabeza 1 nat.) 40 res similares que posee la colección del Museo *, lo que permite presen- tar el esquema figura 30. En la parte debajo del labio, las curvas usuales determinan los arcos superciliares de la cara; algunas de estas líneas vienen á juntarse en la base del cuello, acompañadas de una curva que arranca de los dos ojos. La decoración ventral consta de la figura zoomorfa, (pie representa sin duda un batracio con cabeza bipartita, serpentiforme, y con demás detalles, que no necesitan otra explicación. El espacio á los costados de dicha figura, se completa por líneas paralelas, alternadas con series de puntos negros; las dos fajas negras, en la región de las asas, separan el anverso del reverso. 1 Las dos urnas proceden de Loma Rica y llevan los números 193 y 284s respec- tivamente. Rev. Mi de Lu Plata, T. XIX (Ser. 11. T VI Boca del canal de regndio Pared del embalse de agrias Región del pueblo antiguo Vista parcial de Quilmes (Provincia de Tucumán) Kev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II. T. VI) Lámina VI Fig. 1 Ruinas en la falda sur del cerro de Quilmes (Prov. de Tucumán) V/érner u. W ínter, frankfurt Fig. 2 Aspecto del pueblo antiguo de Quilines en su parte baja Paredones de los caseríos al pie del de La Plata. T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina VII. J{ev. Musco c Paredones de los caseríos al pie del cerro de Quilines (Provincia de Tucumán) SEGUNDA PAUTE ARQUEOLOGÍA DE LA PROVINCIA DE CATAMARCA CAPÍTULO I FUERTE QUEMADO , §1 SITUACIÓN Y ASPECTO GENERAL La" antigua población de Fuerte Quemado lia sido otro importante centro indígena, establecido en el valle de Yocavil, cuyas ruinas se en- cuentran precisamente en la extremidad norte de la población actual del mismo nombre y también sobre los cerros que la rodean al oeste ; se ha- lla como á unos 16 kilómetros al sur de Quilines. El paisaje que ofrecen los alrededores del Fuerte Quemado, es propio de la región descripta al principio del capítulo anterior. Las mismas montañas pertenecientes á la continuación de la Sierra de Quilines, son allí más bajas y menos accidentadas; interrumpen su monotonía las plan- taciones y arboledas de las propiedades, ubicadas en la estrecha faja de tierras, que baja desde la base de la cerrillada hasta el lecho del río, donde se halla en la actualidad la parte más densa de la población (lám. VIII). También aquí, especialmente del lado norte, perdidos entre huertas y verdes alfalfares, se distinguen aún vestigios de construcciones idén ticas á las que existen en Tafí y Quilines, que hemos supuesto hayan sido destinadas á los cultivos de aquellos tiempos. Como acabamos de A^er, la población indígena se compone de dos par- tes distintas : una de ellas es la situada en el terreno llano del mismo valle; á la otra, el « Fuerte », pertenecen las construcciones dispersas sobre, los cerros inmediatos. Todo lo que hasta ahora se ha publicado sobre Fuerte Quemado, sólo se refiere á esta última parte, cuya descripción nos dió el malo- 42 grado Adán Quiroga ’. Al doctor La fone Quevedo, asimismo, debe- mos una breve relación 2 sobre uno de los puntos más interesantes en estos lugares, la cual lia servido para un más prolijo estudio de cuanto allí pudimos bailar. Por lo que respecta al plano publicado por Ten Kate 3, debo hacer constar que fue por error titulado «Fuerte Quemado». §11 CONSTRUCCIONES ANTIGUAS Ruinas en el llano del ralle. — Corresponden éstas á la parte princi- pal del pueblo viejo, el que ocupa aproximadamente un kilómetro cua- Fig. 37. — ■ Vista parcial de las ruinas de la antigua población drado; desde luego, una extensión inferior á la del pueblo de Quilines, que también lo supera en cuanto á la magnitud de sus construcciones. Las pircas bastante mal conservadas, se destacan en su mayor parte t Adán Quiroga, Ruinas Cal eh aguíes. Fuerte Quemado, en Anales de la Sociedad Científica Argén ti na, tomo LII, 1901, pág. 235. etc., con siete figuras incluso un plano. Lamento no haber tenido á la mano dicho trabajo, cuando recorrí aquellos luga- res ; pues me parece curioso no poder hallar en el plano (íig. 5) varios de los pun- tos personalmente visitados y anotados por mí. 3 La fox io Quí'.vk no, 1. e.. Revista del Musco de La data, XI, 1902, páginas 7 y 8. 3 Tkx Katk, IIkrmax, F. G., Anthropologiv des anden s liabitants déla région Calcha- 43 apenas de medio metro sobre la superficie del suelo; sólo en contadas oca- siones llegan á medir metro y medio y hasta dos de altura, cuando mu- cho; su espesor no es extraordinario, y no pasa de 00 centímetros, tér- mino medio. Para la. edificación, los indios se sirvieron en su mayor parte de cantos rodados del río ó de piedras desprendidas de los cerros, empleándolas en la forma habitual, es decir, todas las piedras super- puestas unas sobre otras, sin uso de liga alguna. En conjunto, el Fuerte Quemado lleva el sello característico de los pueblos indígenas de la región; sin embargo, parece que á veces se hu- Fig. í!8. — Croquis do una habitación on el Huno biese cuidado de distribuir ciertos edificios con algo de simetría, y si alguna irregularidad existo, no es tan manifiesta en la parte sur del pueblo. Allí se ven (fig. 37) algunos grupos de casas, que constan de una y hasta tres ó más piezas, perfectamente cuadrangulares, de pareóos bas- tante gruesas y altas, provistas de simples aberturas de entrada; luego otras construcciones más pequeñas, bajas y de forma circular, casi siempre unidas con las angulares. Además, cada casa, por decirlo así, qni (Rép. Argentino), en Alíales del Musco de La Piala (sección antropológica), I, 180G, página 17, plancha A, figura 27 y 27 a. El plano mencionado, hecho según un croquis muy someramente levantado por el ingeniero Bovio, representa las fortificaciones sobre el corro déla Pimía de Balasto, como lo pudo comprobar con el original hallado por casualidad entre los documentos del Museo. — 44 está rodeada de una pirca baja, que le sirve de amplio cerco, general- mente Inicia el este, y anchas calles corren más ó menos paralelas de sur á norte, separando una vivienda de la otra. Para dar una idea suficiente, ofrecemos dos planos de estas construc- ciones características. El croquis (fig. 38) representa una casa compuesta de una sola habita- ejión rectangular, cuyas paredes, de unos 80 centímetros de espesor conservan en parte casi dos metros de altura; el pasaje, que da ac- ceso al patio, tiene 00 centímetros de luz. Á la derecha de esta pieza, se hallan dos pircas circulares, de las cuales parece que la externa hu- biese sido la más alta ; la otra, quizá haya servido de cocina, pues, al efec- tuar una pequeña excavación en el centro de la misma, se descubrieron abundantes vestigios de cenizas y fragmentos de huesos carbonizados. Con cierto interés hemos examinado un círculo de tres metros de diá- metro, cubierto totalmente de piedras, y queso hallaba en el interior del 1'ig. 38 bis. — Croquis parcial tic una habitación vecina patio. Al remover las piedras, vimos dos fragmentos de lajas, provistas de hoyos para morteros, lo que nos hizo sospechar, que se tratara tal vez del mismo tipo de morteros, descubiertos por Ambrosetti ‘.Las cons- trucciones mencionadas están rodeadas por un amplio cerco, tal cual lo demuestra nuestro plano. El segundo croquis (fig. 38 bis) corresponde á otra casa, que se en- cuentra al este y próxima á la anterior. En el caso presente, existen tres piezas cuadrangulares dispuestas en línea, de las cuales la del medio es casi cuadrada, pero separada del muro exterior y de la pieza contigua por una pared externa, algo curva. También aquí hallamos dos pircas cir- culares bajas, de tres y cinco metros de diámetro respectivamente. El muro general ó cerco forma un gran rectángulo, algo irregular en el rincón ocupado por los edificios, que mide unos f>0 metros del costado este y 33 del otro sur. 1 Vitase página 25 de este trabajo. — 45 El resto de las construcciones del bu jo no ofrece particularidad al- guna; las habitaciones son allí casi siempre pequeñas, aisladas, en parte muy mal conservadas, circunstancia que nos lia impedido estudiarlas como lo deseáramos. Entre las construcciones angulares abundan tam- bién otras de formas circulares, separadas ó en relación con aquéllas. Así, por ejemplo, liemos visto al noroeste de las primeras casas descrip- tas, una quincena de pircas circulares, colocadas en dos tilas paralelas a distancia de unos treinta metros una de otra, y en dirección de este sí- oeste. Estas pircas, de tres sí cuatro metros de diámetro, tienen apenas unos 50 centímetros de altura, por otro tanto de espesor; pero no presen- tan indicio sil guno de haber tenido vano para puerta. Otros vestigios más, dan á conocer que debe haber existido un muro bajo, que cercaba la antigua población en sus costados sur y nor- deste. Ruinas en la región montañosa. — Sin duda alguna, las construcciones que hallamos en esa parte, tenían por objeto, servir para obras de de- fensa: con ese fin, el indio levantó una gran extensión de pircas sobre las faldas de los cerros, para proteger con ellas las pequeñas quebradas y caminos que conducen á los puntos más elevados del cordón principal, cuyas cimas, aquí y allá, están ocupadas por construcciones de menor importancia. Las construcciones que se hallan sobre las faldas del cerro constan en su mayor parte de simples paredones cortos y bajos, dispuestos con irregularidad, pero siempre en forma tal que se aprovecha muy hábil- mente cualquier peña ó lugar adecuado, sin descuidar la disposición es- tratégica. como condición de primera importancia. Otras veces, estas paredes son mucho más largas, constituyendo en- tonces murallas horizontales, colocadas algunas en doble, y hasta tri- ple filas paralelas, que rodean luego los morros en súbase para dominar el acceso á ellos. Todas estas obras de defensa son más abundantes en la parte norte y este de las alturas (pie en las faldas del oeste, las cuales por lo general son muy paradas, abruptas, y casi inaccesibles; por lo tanto ha sido in- necesario fortificarlas. Si liemos de atenernos al plano de Adán Quiroga, cuyos detalles y orientación creo deben estudiarse de nuevo y con más detención, son cinco los morros que ofrecen mayor interés; están ocupados por cons- trucciones cercadas por una serie de murallas protectoras. Las primeras tienen forma angular ; son de dimensiones variables, entre dos á tres metros de ¡inclín, y de tres hasta siete de largo; en ciertas partes conser- van aún dos metros de altura, y su espesor es el mismo que en las de- más edificaciones ya mencionadas. Al extremo norte de la, población antigua, cerca del camino que con- duce á la Cibica, y sobre el mismo tilo que baja del cerro, levántanse so- bre algunas rocas escarpadas tres hermosas torres cilindricas, construi- das de piedra laja l. listas torres, en la actualidad muy destruidas, se suceden elevándose en linea recta, con metro y medio entre la primera y segunda, distante ésta unos once metros de la tercera. Á juzgar por los muros que en partes se lian conservado, la altura de dichas torres no excedía en mucho de 2 metros: los diámetros, medidos por Quiroga, indican 4nl10 para la prime- ra, 2‘"S0 y 3“*20 para las otras respectivamente. Cada una de ellas lleva su puerta de entrada, y se distinguen además en sus paredes externas ciertas lajas salientes, horizontales y separadas, á manera de escalo- nes. Inoficioso nos parece hacer referencia al valor estratégico de estas construcciones circulares, pues, es de suponer, que ellas fueran los pri- meros reductos de las defensas, que entonces servían de avanzadas, capaces de rechazar cualquier ataque por aquel costado. En el curso de nuestras investigaciones hemos podido dar con algunas de estas torres más : varias de ellas se encuentran sobre las faldas al sudeste de la cerrillada; otras forman parte de las construcciones de un cerro, que por lo visto, parece ser el más interesante de todos, y quizás hayan correspondido á la principal de las fortificaciones, la que pasamos á describir en seguida. Construcciones sobre el cerro. — Nuestro cerro, ó mejor dicho morro (lám. IX), está situado como á un kilómetro al sudeste del caserío gran- de de la llanura, y al oriente del mismo cordón de la cerrillada, donde viene á marcar un lugar más prominente entre ¡os otros comprendidos en el radio de esta población. Su altura puede apreciarse en algo menos de trescientos metros, sobre el nivel del río; siendo ese morro un ver- dadero « divisadero », pues desde su cima se domina el gran valle Cal- chaqui en toda su amplitud, alcanzando la vista hasta la misma Punta de Quisca, por el norte, y hasta las extensas planicies que se abren al sur del mismo valle, sin que se pierdan en nada todos los detalles tic los lugares y puntos circunvecinos. Por otra parte, la configuración natural de este cerro, es una eireuns- 1 Qüihooa (Fuerte Quemado, pág. 236), compara dichas torres con aquellas do Batnngasta ; dice haber notado que las piedras lajas empleadas, han sido ligadas con un barro gredoso, y que las torres estuvieron rebocadas por afuera. Extraño uo recordar este detallo que, si el dato fuera exacto, no dejaría do tener importancia, puesto (pie no vimos ejemplos parecidos entre otras construcciones indígenas do la 47 tanda en favor de que el pequeño fuerte resultara una posición tan im- portante como inexpugnable. Con el objeto de efectuar el relevamiento de las pircas, que coronan su dina, realizamos el 23 de marzo de 1907 una. ascensión, acompañado por Manuel Guerra, criollo de Fuerte (¿neniado. Á pesar de la poca altura, del cerro, la subida se presenta bastante difi- cultosa; la emprendimos empero por el costado sudeste, siguiendo por las faldas basta, un portezuelo, y después de salvar unas laderas muy ásperas y empinadas, to- mamos directament e bacía, el norte, para llegara! tilo principal (lám.lX, iig\ 1 y 2). Por los costados este y oeste el cerro es inaccesible, por estar sus faldas y laderas casi á pique y presentar puros despeñaderos : desde luego su única parte tran- sitable es el estrecho filo, que for- ma un plano irregular, angosto y ligeramente inclinado con rumbo de noroeste- sudeste, y sobre el """msi Fig. 30. — Plano do las construcciones principales sobre el filo del cerro cual encontramos interesantes fortifica- ciones. Casi todas estas construcciones se ba- ilan boy día muy mal conservadas, y para nuestro relevamiento tuvimos que guiarnos las más de las voces por los cimientos que lian quedado de lo edificado. Ambos lados do todo el plano superior del cerro están cercados por una pirca que en alguna parte llega á medir basta «los metros de altura, por fuera, sobre todo donde hubo necesidad de levantar el piso para nive- larlo. Dentro de este pircado queda el recinto habitable, bastante estre- — 48 dio ]>or cierto, con solo cinco ¡í siete metros (le ancho, el cual está ocupa- do por las cinco construcciones, exactamente, como ellas figuran en nuestro plano (fig. 31)). De la primeva A, sólo quedan cuatro pilares ó macizos ya derrumba- dos, «pie dispuestos en rectángulo están separados entre sí por un espa- cio de un metro; y cada macizo mide un metro de ancho por dos de largo. Á los doce metros nornoroeste de esta original construcción, hallamos una torre circular B, que descansa como el edificio (J que la sigue, sobre grandes peñascos. Esta torre tiene 4 metros de diámetro, su pared, del lado de adentro, 1"M0 de alto, y hacia el sur se abre una estrecha salida de apenas 40 centímetros de luz. La construcción C, corresponde á un recinto rectangular, perfecta- mente orientado de sur á norte. Es la mayor de todas, con 8 metros de largo y 5 de ancho, ocupa el lugar más elevado de la misma cumbre del tilo. La pirca tiene unos 40 centímetros de espesor y en aquella que hace la pared del lado oeste, la única que está aún en pie y visible desde abajo del cerro, se halla además una puerta de 55 centímetros de abertura. De las otras dos piezas, D y E, rectangulares también, sólo quedan marcadas sus bases. Ellas están situadas al lado opuesto de las mencio- nadas más atras : son pequeñas de 2 por 8 y 8 por 5 metros de ancho y largo respectivamente y tienen también sus vanos de salida en los si- tios donde lo indica el dibujo. Desde la última pirca E, el angosto filo del morro baja rápidamente unos 150 pasos derecho al norte; luego con mayor pendiente aun, dobla hacia el este, y unos 50 pasos más adelante llega á una pequeña plata- forma que se confunde con las sinuosidades de las mismas faldas; éstas se hallan cortadas á la vez por profundas gargantas. Aprovecharon este descolgadero los antiguos, para transformarlo en un camino, por donde tenían una subida relativamente cómoda hasta la cumbre del cerro. Con tal fin, gran parte de este filo ha sido pircado, y de trecho en trecho se encuentran lajas escalonadas, sobre todo en los sitios donde el terreno tiene más declive; y esta escalinata llega hasta la construcción mayor (C) de la cima, donde aun está muy visible. Por otro lado, la subida estaba perfectamente defendida, como consta por restos de las pircas, y torre circular «pie aun existe al pie de la pri- mera bajada. La plataforma á la terminación del filo está cercada por un muro cuadrilátero bajo, de unos 85 metros por 20, con otro formando un martillo cuadrado al nordeste; este último es bastante alto, de unos cuatro metros por costado, y viene á dar sobre el mismo borde de la plataforma. De allí parece que el camino continuó bajando hacia el nordeste al abrigo de las defensas, que están distribuidas sobre las ásperas huleras — 49 — y en las mismas quebradas ó gargantas del cerro, de manera que habría ■sido casi imposible cualquier tentativa de asalto por esta parte. La breve relación que antecede, basta para darse uno cuenta de la importancia de esta posición é inteligencia de sus moradores, una y •otra cosa puestas ya de relieve en la amena descripción de Quiroga. El mismo autor menciona el descubrimiento de cuatro grandes menhires 1 ha- llados sobre uno de los morros al nordeste del Fuerte, de los cuales no hemos hallarlo rastro, ya porque hayan sido destruidos, ya porque no pudimos dar con su ubicación. § III CEMENTERIOS Y SEPULCROS En las siguientes líneas, á grandes rasgos, daremos algunos detalles sobre el tipo de sepulturas halladas en nuestra rápida exploración y men- cionaremos también los dos enterratorios de donde procede la mayor par- te del material arqueológico adquirido durante la breve permanencia en esa localidad. Es de sentir que los que realizaron las excavaciones para •obtener estos objetos, no hayan observado todas las precauciones in- dispensables en tales casos. Afortunadamente, conocemos la proceden- cia cierta de los halla, zgos, dato que nos permitirá aventurar opinión al respecto. Para que un estudio de los enterratorios y de las excavaciones sea, prolijo, sistemático y escrupulosamente llevado, debe de estar siempre correlacionado con el examen de las viviendas del pueblo á que per- fceneciran. Lástima grande es que, por lo general, entre nosotros han sido descuidados estos detalles desde un principio; y, es tanto más sen- sible en este caso, por tratarse de una localidad de la cual se han sacado materiales tan numerosos como interesantes, que se hallan actualmente diseminados en las grandes colecciones del país y del extranjero. Sorprende el número de cementerios y la enorme cantidad de ob- jetos arqueológicos extraídos de Fuerte Quemado, al parecer fuera de toda relación con la importancia de esta población. Es de suponerse, pues, que se trata de un centro muy antiguo y habitado durante largas •épocas, por varias generaciones, acaso de origen étnico muy distinto, como podría deducirse de las construcciones y objetos que ellas nos han dejado. 1 A estos nos liemos referido en la nota 1, página 13. KEV. MUSEO LA PLATA. — T. XIX 4 — 50 Los enterratorios, lioy casi todos profanados, son muchos y constan generalmente de buen número de sepulcros agrupados, y excavados en los derrumbes que se hallan en la base de algún cerro, siendo más fre- cuentes en el lado nordeste del cordón principal (lám. X). He encuentran también, aunque más aislados, al pie de algunas lomas al extremo nor- te de la población, y al oeste de la misma cerril lada. Nada hace sospechar en la actualidad la presencia de sepulturas, puesto que se hallan totalmente cubiertas por el material suelto que se ha desmoronado délas alturas, posiblemente durante largos siglos. Esta circunstancia nos permite suponer que, en un principio, todas estas construcciones funerarias hayan estado perfectamente visibles sobre el nivel del suelo, como sucede en los casos en que no han intervenido di- chos derrumbes. Examinando más tarde los escombros de las sepulturas ya excavadas, por otros, que se hallan al pie de los cerros, pudimos observar que todas ellas son más ó menos de una misma construcción, por consiguiente podríamos considerarlas como típicas de la localidad '. Todos los sepul- cros son más bien pequeños, de forma más ó menos circular ú ovalada,, á veces rectangular, con sus ángulos mal definidos, y cuyo interior casi nunca excede de lm50 á 2 metros de diámetro y un metro de altura,, mejor dicho de profundidad. Sobre el propio piso del sepulcro descan- san los restos fúnebres y se alzan las paredes formadas por lajas muy delgadas y largas, de un solo tamaño, y colocadas como duelas de ba- rril; á menudo estas paredes son inclinadas de tal modo que el diáme- tro déla parte de arriba supera al de abajo, diferencia que les ha valido el nombre local de «hornos». En ciertas ocasiones hemos observado, que por la falta de lajas late- rales bastante largas, y para aumentar la altura, se solmepone á éstas una pirca de piedras colocadas horizontalmente ; en este caso el diá- metro máximo está en la parte donde descansa la pirca sobre las lajas; sólo en raras ocasiones, tal vez por la carencia de lajas de conveniente tamaño, hemos hallado sepulcros más ó menos cuadriláteros, pero pirca- dos con piedras pequeñas desde su propia base. Por lo que se ve, y sin excepción alguna, todas estas construcciones se lian tapado con piedras muy grandes y chatas, que estarían ó no á la vista; pero que hoy por hoy se hallan cubiertas por una capa de ripio y pedregullo de medio metro y más de espesor. Desgraciadamente, ningún dato preciso se ha podido obtener sobre la disposición de los sepulcros entre sí, ni de los hallazgos en el interior 1 Mo refiero aquí Bolamente á las excavaeionos recientes, y lugares de deudo pro- ceden nuestros objetos. De las excavaciones anteriores, pocos vestigios quedan aún,, pero según mi acompañante las sepulturas aquéllas pertenecían al mismo tipo. 51 de los mismos. Parece que éstos se distribuían sin orden alguno, ya muy arrimados unos á los otros, ya separados. En cuanto á su conte- nido, se nos lia asegurado (pie en todos los casos la osamenta era poca, pero la alfarería mucha; y (pie del panteón (pie representa nuestra vista lámina X, los hermanos Guerra descubrieron como 200 objetos, en una extensión de unos 800 metros cuadrados, sin contar las piezas desper- diciadas que se hallan aun desparramadas por el suelo. El otro cementerio del cual procede la colección rotulada Molino cid Puesto, merece una descripción especial, por la factura tan inferior de los objetos, como luego veremos. Este cementerio descubierto y (excava- do por el vecino José Méndez, pocas semanas antes de nuestra llegada, Fig. 40. — Aspecto actual del cementerio próximo •'1 Molino del Tuesto se halla como á tres kilómetros al sudeste del anterior, en la misma lla- nura del valle, distando de Molino del Puesto, propiedad de Manuel Gó- mez, apenas un kilómetro, rumbo al este. En esta parte del valle el terreno se presenta bastante desigual y ondulado, entrecortado á veces por los torrentes que bajan del alto, los que lian acumulado en algunos lugares pequeños montículos de ripio y otros depósitos lluviales. Precisamente una de estas elevaciones fué la que ha servido en el presente caso, para convertirlo en el panteón de donde proceden muchos de los objetos comprados á Méndez. Ya dijimos que por la factura tosca, estos objetos se diferencian com- pletamente de aquéllos sacados de los enterratorios arriba mencionados, y no cabe duda que ellos pertenecen á un Kulturlager muy distinto; observaciones ulteriores resolverán, si es anterior ó posterior al de la al- 52 farería tipo Santa María. Según noticias proporcionadas por Méndez, pa- rece que muy poco cuidado se lia tenido para construir los sepulcros que pertenecen á este panteón : á menudo, una simple pirca de forma más ó menos rectangular ú ovalada, pero de gran extensión, debe haber for- mado un grupo de sepulturas, las que se hallaban separadas entre sí por una que otra hilera de piedras. § IV MATERIAL ARQUEOLÓGICO Los objetos que nos proponemos describir en este párrafo, no pro- ceden, como sería de desear, de excavaciones sistemáticas; pues fal- tan los antecedentes y detalles sobre los hallazgos, que deberían acom- pañarlos siempre; sin embargo, no por ello desmerece su interés, tanto más cuanto que por lo menos podemos tener confianza de que su origen es fidedigno. La colección adquirida de José Méndez, la había formado él personalmente, y poco antes de nuestro paso por aquella villa, ha- bía hecho las excavaciones en el enterratorio próximo á Molino del Puesto, lo que pudo comprobarse in situ. La colección comprada á José Martínez, comerciante de Fuerte Quemado, la obtuvo él á su vez de los hermanos Guerra, convecinos y hábiles buscadores de antigüedades, quie nes nos acompañaron hasta los sitios donde hicieron las excavaciones de que hablamos ya en otro lugar. Por último, las grandes urnas que nos ven- dió Inocencio González, las obtuvo de los mismos Guerra, por una pe- queña deuda que ambos resolvieron cancelar mediante esta venta. Sin otros detalles precisos sobre los hallazgos, y por tratarse de un material en parte completamente homogéneo en cnanto á su decoración, haremos la enumeración en conjunto, señalando como de Molino del Puesto ó sólo con la letra M, todos aquellos objetos que Méndez nos dijo haber extraído del panteón próximo á la propiedad de Manuel Gómez. Escudillas ó «pucos » Pucos negros. — De todos los objetos obtenidos de esos lugares y en las condiciones arriba expresadas, los más son las escudillas, llamadas pucos L Comenzaremos su descripción con los de una clase bien cono- 1 Conservaremos el nombro local puco (véase nota 2 déla página 16), para toda la serie de escudillas ó tazas, si bien do formas bastante heterogéneas, tanto más cuan- to que aun no so han establecido términos especiales para los distintos tipos do estos vasos. 53 — a Fuerte Quemado. N° 212, Col. 31. I,. p. b) Fuerte Quemado. No 208, Col. M, I,, p. c) Fuerte Quemado. No 203, Col. 31. L. P. d) Molino del Puesto. No 207, Col. 31. h. P Fig. 4!. - Ejemplos do ornamentación grabada sobre diversos pucos OOP 54 cida: los de alfarería negra ; de éstos tenemos unos catorce ejemplares, seis de ellos completamente lisos, sin adorno alguno; los otros, provistos de una. guarda ó faja grabada en el margen exterior. Salvo diferencias insigniflcant.es, estos pucos corresponden morfoló- gicamente á un solo tipo: deforma subliemisférica, altura reducida, con base circular y cóncava; la pared superior proyectada ligeramente hacia el interior del recipiente, que siempre está desprovisto de asas. El modelado está bien hecho, de pasta uniforme, arcillosa; la superfi- cie perfectamente alisada y, ya por fuera, ya por dentro, ó también en ambos lados, negra, muy bien pulida. En cuanto á. las dimensiones, el ejemplar más pequeño de la serie sin guarda (n° 213) tiene 45 milímetros de alto y 00 de diámetro; el más grande mide 80 y 180 milímetros respectivamente. El puco número 21 1 es, por excepción, de forma más alta, sus paredes son rectas, se ensanchan gradualmente hasta el mismo borde y ambas superficies están bien puli- mentadas. Los pucos grabados son de igual forma que los lisos. El ejemplar número 214, procedente de Mo- lino, es pequeño (0m04 x 0n,07), y su guarda idén- tica á la del puco número 212, que representamos en la figura 41 a. Para simplificar nuestra descripción hemos re- producido los esquemas de las diferentes guardas en la figura 41 a-f. Como se ve, se componen en su Fig. 42. — Pequeno vaso (le t r¡i»ie cintura. x° si, Coi. mayor parte de figuras geométricas, formadas de m. l. r. ( 1 / s /„ dei uat.) rior lleva esas espirales dobles en forma de S opuestas una á otra, sím- bolo que reaparece en el número 178 de la colección. Por último, el puco número 189 es de una factura y ornamentación muy superior, como se verá por el esquema que representa en su integri- dad la guarda exterior (fig. i), muy complicada y poco común. La exacti- tud del calco hace innecesaria toda otra descripción. Los ejemplares de este tipo son dos, casi iguales en forma, tamaño y ornamentación. El pequeño puco figura 44, número 150 M, se adorna con líneas on- duladas y circuidlos en los vacíos de arriba. La diversidad en los caracteres morfológicos de nuestros pucos se manifiesta también en su ornamentación, pues, no siempre hallamos concordancia entre las formas y su decoración. Tal vez sería posible agrupar todas estas piezas de mejor manera; pero seguro es que ha- brá siempre alguna contradicción, debido á que el material es demasiado heterogé- neo. Dado el carácter de simple enume- ración á que nos sometemos, no sería extraño que alguna vez lleguemos á citar tal ó cual ejemplar que estarían mejor colocados en división aparte ; verdad es «pie hemos tratado de reunir ciertas piezas especiales, considerando los detalles de su decoración exterior como razón de origen para esta agrupación. Después de estas explicaciones, pasemos á examinar los ob- jetos. 1 De las dos tazas números 155 y 157 de la colección, una de ellas es- tá representada en la figura 45. Como se ve, tiene forma casi perfecta- mente hemisférica, sin aplanamiento alguno en la base; estando provis- Fig. 45. — Taza hemisférica. N° 155 Col. M. L. P. 59 - tas de una pequeña asa vertical al borde, y del lado opuesto, con el dedo, se lia producido una depresión hacia adentro. Del lado de afuera se ven triángulos negros, dispuestos en dos lilas, limitada la inferior por una línea circular mal trazada, que falta en el segundo ejemplar; allí los triángulos inferiores resultan más bien manchones subovalados é irre- gulares. En el interior de las dos tazas se advierten líneas y otros dibu- jos bastante borrados. Otro ejemplar (n° 1 5 4 M), en color y tamaño, se parece á los anteriores, pero su forma es más cónica con base bien pronunciada. Dos protube- rancias ó pegotes, como á la mitad del vaso, hacen las veces de asas, y cuatro pequeños pegotes más, dispuestos en cruz y con algunas incisio- nes, sirven de adorno al borde. Toda la decoración ha sido muy groseramente ejecutada; en la parte exterior hay líneas muy irregula- res, verticales, con algunas obli- cuas que determinan cuatro án- gulos ó cheurrones desiguales, con sus vórtices hacia abajo, sobre una línea circular en la base. En el interior, el vaso está cubierto con líneas muy onduladas, entre- veradas con rectas de trecho en trecho y pequeños redondeles en algún espacio. Intercalamos también aquí tres pucos, dos de ellos, altos, grandes. Fi=- 46‘ ~ Tazn con «ecoracifa exterior rectilínea ' en su interior las salpicaduras típicas. X" 150, Col. de tipo muy general, pero distin- m. l. f. <>/4 dei nat.) tos de los anteriores, por su orna- mentación exterior, que consta de series de cheurrones, incluidos unos dentro de otros, formados de rectas paralelas sembrados de puntos negros. De estos recipientes el número 15G es algo más tosco y su interior sólo lleva unas salpicaduras que hacen las veces de dibujo, lo que es bas- tante común en la alfarería de aquellos lugares. El color del fondo es más bien bayo que rojizo. Es de notar que las series de estos cheurrones alternan los vértices, unas veces para arriba, otras para abajo. Algunos de los vacíos se completan con triángulos negros, y de la región de las asas laterales, se desprenden dos de ellos que se extienden del borde hasta el asiento. Las asas faltan, pero han sido del tipo usual en los pucos, á saber un reborde semicircular abierto hacia abajo. El otro ejemplar que merece ser deseripto, es un puco grande, de 15 centímetros de alto por 29 de diámetro, de forma sub hemisférica, base pequeña, ligeramente cóncava y pronunciada en el interior, donde — 60 — aparece convexa; ¡as paredes son perfectamente lisas. Su color es rojo obscuro, por dentro más pardusco. Del lado exterior la decoración es semejante á la del ejemplar precedente, pues consiste de cuatro series, parecidas á las anteriores, de clieurrones invertidos que bajan hacia la base, sembrados éstos do puntos negros, algo alargados y con triángulos negros en los vacíos superiores. Estas cuatro series están separadas una vez por dos fajas verticales, groseramente reti culadas, y por otras dos, inferiormente onduladas, que bajan en la parte de las asas en forma de doble línea, adorno muy tí- pico en esas localidades. La decoración del interior (fig. 47) se compone de dos fajas angostas y cuadriculadas, que hacen cruz con otras dos muy anchas, ajustadas las cuatro ála superficie por cubrir- se. Las dos más anchas constan de dos bandas laterales, onduladas como en las dichas del exterior, y en el espacio entre ellas están dos figuras zoo morías, que representan batracios. rucos con decoración serpentifor- me. — En este párrafo vamos á tomar en consideración un buen número de escudillas bastante parecidas, no sólo en cuanto á sus formas sino también por el hecho de que su de- coración del lado exterior presenta siempre un dibujo serpentiforme. Como excepciones, empero, y como introducción á esta serie de vasos, empezaremos en este lugar con cuatro ejemplares, números 10G, 124, 1GG y 187 de la colección, que ofrecen una ornamentación distinta : en dos de ellos, la serpiente está substituida por cuatro espirales, que se inician junto al mismo borde; mientras que en los otros, las espirales son simples, libres ó unidas en forma de una S volcada, y representan un dibujo serpentiforme muy sim- plificado, completado en un vaso con triángulos negros, en los vacíos que ocupan el sitio de las asas; éstas faltan en los cuatro ejemplares. Se previene aquí, que los números 106 M y 124 tienen ornamentación interior que será representada más adelante en el esquema figura 50. En su mayor parte, éstos pucos tienen forma subhemisférica, á veces más ó menos modificada en la porción que viene á formar la base; están casi siempre provistos de asas, marcadas simplemente por un reborde postizo, semicircular ó en forma de herradura, siempre boca abajo. I°ig. -17. — Ornamentación interior del puco con fajas en cruz. N° 111, Col. M. L. P. (‘/6 del nut.). 61 Pertenecen todos á la alfarería rojiza; muchos pintados de un hermoso color lacre ó de un rojo sangre subido, y parecen tener una pátina pro- tectora ó especie de barniz, que ha contribuido notablemente á la con- servación de las pinturas. El dibujo de las serpientes se repite en las dos mitades del vaso, asas por medio, ó separado alguna vez por unas líneas en ángulos. La serpiente es un símbolo muy usa- do en toda la alfarería de aquellas regiones ; ella se representa por dos líneas paralelas que se des- arrollan usualmente en forma de S volcada, con el interior del cuerpo llenado con líneas transversales : en otros casos, está dividido por secciones, en las cuales se pinta- ron alternadamente estas líneas transversales y otras en sentido Fig. 48. — Decoración serpentiforme típica longitudinal. Las dos figuras 48 y 49 representan una de estas serpientes típicas y la modificada. Si examinamos ahora estos pucos por su decoración interior, en- contraremos, al contrario de la exterior, una ornamentación lo más va- riada posible. Querer describirlos detalladamente Tino por uno, sería tarea larga y fastidiosa, hasta cierto punto imposible, y no resultaría tan provechosa como la representación de dibujos esquemáticos, lo que hare- mos de las piezas más inte- resantes de esta colección. Ante todo empezaremos por distribuir los pucos de este tipo en dos grandes divisiones : una que lleva ornamentación serpentifor- me, simple ó combinada con dibujos geométricos: la otra que se limita á dibujos sólo de este último tipo. Primera división : de los siete pucos que corresponden á ésta, uno de ellos lleva cuatro figuras de serpientes, más bien vermiformes, que se extienden sobre toda la superficie interior, menos el fondo. Se caracteri- zan por el cuerpo anterior recto, que arrancando de dos lóbulos negros, en forma de cabeza convencional, se enrosca luego en espiral, .adelga- zándose hacia el ápice. El cuerpo en tres de los casos lleva su cuadriculado, adorno que se Fig. 40. — Decoración serpentiforme modificada del puco N° 103. Col. M. L. I’. 62 trueca en puntos negros, en la cuarta figura. En sn colocación, estas ser- pientes se alternan, las unas con la cabeza para arriba, las otras con la misma Inicia el fondo, y una de ellas lleva una cruz pintada en el vacío que forma la parte posterior enroscada. Los detalles de las diferentes formas de serpientes y de su ornamen- tación complementaria, so dejan ver tan claros en nuestros dibujos, que nos evitan largas descripciones : es una ornamentación simétrica, en la que el olidio se repite igualmente en la otra mitad del vaso. En algunos ejemplares, la serpiente se ha dibujado con dos cabezas, una en cada extremidad (íig. 50) ; en otros, va ella figurada con cabeza y cola (íig. 51), ó más simplificada, en forma de cinta que termina en dos colas, y éstas enroscadas (fig. 52). En conjunto, algunas de estas repre- sentaciones son artísticas, y de aspecto agradable, y pueden consi- derarse como figuras típicas, aplicadas á muchísimos objetos de toda la alfarería regional. Á los detalles del adorno del cuerpo de estos ofidios, que figuran en nuestras esquemas, pueden agregarse los del puco número 100, en el cual aun se distinguen (casi borradas) serpientes con cabezas en sus dos extremidades, pero de formas idénticas á las del puco figura 52; el cuerpo lo constituye una guarda de grecas con triángulos negros, escalonados, decoración muy usual que reaparece en muchos ob- jetos de nuestra colección. Excepción hecha de los primeros dos pucos mencionados en esta serie, las figuras serpentiformes van siempre separadas entre sí : en dos de los casos, por simples fajas reticuladas, ó como en el ejemplar figura 52. por dos triángulos contrapuestos ; otras veces, por guardas más com- plicadas, como lo demuestra el puco figura 53, donde vemos los mismos dibujos geométricos que se notan en ejemplares de la segunda serie. Antes de pasar á la clase de pucos con adornos puramente geométri- cos, vamos á describir el curioso ejemplar figura 54. En éste se representa al ofidio en una forma algo más que convencional, hasta fragmentaria, á juzgar por el dibujo que se ve en la parte anterior izquierda del esquema y por los cheurrones con pintas negras ; también la disposición de las guardas atravesadas constituye en este caso un ejemplo poco común y caprichoso. En este ejemplar, las asas forman dos protuberancias conti- guas y arrimadas al borde. Segunda división : Corresponden á esta categoría diecinueve pucos, cuya decoración interior está formada por figuras geométricas, y la exte- rior por dibujos serpentiformes, llespecto áeste último detalle, conviene hacer constar que en cinco ejemplares agregados sin embargo á dicha serie, la decoración ha sido modificada en el sentido, que las serpientes ocupan aquí solamente la parte infero- exterior del recipiente, mientras que la parte superior lleva una guarda marginal, compuesta de triángulos ó escalones y con grecas contrapuestas del tipo usual ; á los costados, Fig. 50. — Fuerte Quemado. N°99, Col. M. L. P. Fig. 51. — Molino del Puesto. N» 101, Col. M. L. P. Fig. 52. — Molino del Puesto. N° 103, Col. M. L. P. Fig. 53. — Fuerte Quemado. N° 93, Col. 51. L. P. Fig. 54. — Fuorto Quemado. N° 110, Col. M. L. 1’. Fig. 55. — Molino del Puesto. N° 115, Col. M. L. P- (I)iversas decoraciones asimétricas, serpentiformes y geométricas en el interior do pucos rojos) — 64 esta ornamentación se halla limitada á veces por líneas ó fajas vertica- les, en la región de las asas. Todos estos vasos son más ó menos snbliemisféricos, del tipo co- mún; la mayor parte miden unos 2 centímetros de alto y 20 á 25 de diámetro: el ejemplar más grande, 15 y 30 centímetros respectivamente. Las asas faltan en algunos ejemplares, casi siempre son semicirculares ó en forma de herradura, y en otros pocos, las substituyen dos pares de protuberancias más ó menos contiguas. Sucede con la mayor parte de nuestros pucos, como con muchísimos otros que se conocen de aquellos lugares, que la ornamentación trazada en el interior del recipiente, se proyecta en ocho secciones, fracciona- das en cuatro principales; éstas, dispuestas en forma de cruz de Malta, presentan dibujos simétricos, en sus dos lados opuestos, cuando no se repiten siempre los mismos en las cuatro divisiones. Esta ornamenta- ción está compuesta de líneas rectas, quebradas ú onduladas, de trián- gulos simples ó escalonados, combinados con grecas ó elementos espi- ralados, que en ocasiones vienen á formar un conjunto curioso, pero complicado, y tan general que llega á ser típico. Los cuatro vacíos ó espacios entre la ornamentación principal, están ocupados por dibujos de valor secundario, donde predominan triángulos negros y alargados. Por último, el centro del vaso está limitado por una línea circular, ó por otras que vienen á cerrar las cuatro fajas en esta parte. Antes de enumerar los ejemplos que corresponden á este tipo, tenemos que mencionar algunos dibujos que se apartan algo de lo común. Prin- cipiaremos por el puco número 120 de Molino del Puesto. De un círculo central se dirigen líneas rectas ó radios hacia la periferia, sobre las cuales descansan, siempre de un solo lado, dos grandes triángulos negros con sus hipotenusas escalonadas y vértices truncados. Esta ornamenta- ción algo irregular y asimétrica está dividida en dos mitades por trián- gulos angostos y muy alargados. Nuestra figura 55, reproduce fielmente la ornamentación de otro puco de la misma procedencia que el anterior; por la claridad de aquélla no entraremos en explicaciones, y sólo haremos constar que la ser- piente del lado exterior es algo distinta del tipo común. La figura 50 representa un ejemplo de la decoración caracterís- tica que se repite con ciertas variantes, en siete pucos, sacados de las sepulturas de Fuerte Quemado. En ciertas ocasiones, la ornamentación de las guardas principales no lleva sino una sola greca combinada con las líneas diagonales y onduladas, y los vacíos entre dichas fajas llevan líneas en cheurrones, que en otros casos son paralelas onduladas, completadas con tal ó cual dibujo, en vez de los triángulos negros usuales. G5 Naturalmente, la proyección que ostenta el puco figura 57, es otra variante de la misma decoración; y en el pequeño vaso número 105, también de Molino, los adornos de las cuatro fajas se componen de dos motivos distintos el uno, del tipo usual con grecas, el otro, compuesto de triángulos negros alternados, con una línea mediana en zigzag, pintada en los vacíos ; en este puco, como en el anterior, sólo liay trián- gulos negros en dos de los espacios ; los otros dos están vacíos. Á mero título de información, daremos á conocer algunos pucos más, haciendo abstracción de otros de menor interés ó en parte mal conser- vados. El ejemplar número 113 M es curioso por tener una mitad de su superficie exterior pintada de rojo, y la otra de amarillento pálido. Fig. 56. — Fuerte Quemado. K° 122 Col. M. L. P. Fig. 57. — Moliuo del Puesto. 117 Col. M. L. P. Decoraciones simétricas formadas por dibujos geométricos usuales La decoración consta de guarda en la parte superior y de serpiente ■en la inferior. En el interior se repiten los dibujos que acabamos de ver en los pucos anteriores : esta vez las fajas son anchas, en dos de ellas hay triángulos con grecas, y en las otras dos, figuras romboidales, de líneas diagonales, rectas y onduladas, que llevan también alguna greca en el interior, resultando el conjunto un adorno típico. Una decoración bastante sencilla vemos en el pequeño puco número 107, cuya ornamentación principal se compone de dos guardas cuadricu- ladas, y de otras dos con ángulos ó cheurrones dobles, interlineados; en el centro de este puco se ha pintado una especie de asterisco. Otra escudilla (n° 125), tiene la decoración muy apretada, formada de cuatro anchas bandas en cruz, dos de ellas jaqueladas, y otras dos con triángulos alternados, combinados con líneas rectas y onduladas -(pie las separan. Los cuatro espacios están ocupados por líneas ondula- das y paralelas, y todo ello forma una composición bastante compleja. REV. MUSEO LA PLATA. — T. XIX 5 — 66 En el esquema del puco número 118, se repiten los mismos motivos en las cuatro secciones, que constan de grandes triángulos negros alter- nados, separados por una faja doble, paralela á las hipotenusas de los triángulos : el espacio entre las dichas líneas se adorna con otra ondu- lada, y cuatro triángulos alargados ocupan los correspondientes vacíos (pie dejan los cuatro brazos de las bandas en cruz. Puco con decoración ornitomorfa. — Á los diversos tipos de pucos que acabamos de mencionar, debemos agregar uno más, de alfarería colorada, que por su factura esmerada y los motivos de decoración Fig. 58. — Decoración serpentiforme estilizada del puco n° 97, Col. M. L. P. Fig. 59. — Decoración ornitomorfa interior del mismo puco. (‘/¿ del nat.) representa una de las piezas más notables de la colección; lo reprodu- cimos en los dibujos de las figuras 58 y 59. Se trata de un hermoso puco hemisférico, perfectamente simétrico,, con base destacada, muy bien alisado y pintado de un lindo rojo obscuro; los dibujos, como siempre, son negros. La decoración del lado exterior consta de una ancha guarda limitada por dos líneas horizontales, cuyo motivo principal es sin duda otra repre- sentación serpentiforme, muy estilizada y recti culada en el cuerpo. Los vacíos superiores é inferiores de esta figura convencional están ocupados por triángulos negros, algo irregulares y escalonados de un solo lado. En el interior de este vaso vemos las dos hermosas figuras ornitomor- fas, con los dos adornos en S, cuya descripción se hace innecesaria b 1 Es indudable que este puco correspondo ú la misma categoría que el ejemplar publicado por el profesor Ontes, Alfarería, etc., 1907, pág. 20, plancha II, iig. 5, don- de venimos íí encontrar los mismos elementos manilormes ó en forma do alas, usados- también en diversas alfarerías de otros lugares. 67 — Pucos de fondo claro con dibujos negros. — - Unos treinta juicos, si bien variados en su forma y detalles de ornamentación, podemos reunir en este párrafo, por el beclio de que todos ellos tienen el fondo exterior pin tado de un color amarillento, más ó menos impuro ó blanquizco; los di- bujos son negros y en ocasiones una que otra figura de color rojo. El in- terior es á veces del mismo color de fuera, pero generalmente más rojizo. Representan, pues, estos pucos un conjunto más variado, pero ásuvez? otro tipo de alfarería tan característica y tan común de la región, como los pucos rojos que recién liemos enumerado. Excepción hecha de algunos pocos, su forma es bastante cónica en la porción inferior, y las paredes arriba ligeramente arqueadas hacia el in- terior. Las asas faltan á veces, ó se marcan por un par de pequeños pe- gotes simétricos, unos redondos, otros alargados, verticales y contiguos; algunos son retorcidos, en forma de cuerda ó significan también alguna representación zoomorfa convencio- nal; pero siempre estas asas se en- cuentran cerca del borde. Cuanto más variada se presenta la ornamentación en el exterior, tanto más pobre es ésta en el inte- rior de los vasos, y nueve de ellos carecen totalmente de dibujo algu- no; en otros doce, el adorno con- siste apenas de las manchas ó salpi- Fig. CO. — Decoración interior con guarda y sal- eaduras usuales, completadas en piCBll„ras usuales. n° isí, coi. m. l. v. que aparece en la figura 00. En tres de los pucos, la ornamentación interior consta de dibujos geo- métricos, y en otros cuatro, de figuras zoomorfas. De los tres primeros, en el número 127, parece que se inició un dibu- jo, como otros en cruz, pero sólo se alcanzó á formar uno de los brazos, constando de dos guardas contrapuestas, con tres triángulos negros en cada una, sobre líneas separadas por un claro del fondo. La proyección del juico número 114 M, sobre fondo rojo, es tripartita, porque consta de tres anchas fajas trapezoidales, que arrancan de la cir- cunferencia del fondo, separadas jior gruesas líneas en los vacíos corres- jiondientes. Estos dibujos están bien trazados, y son parecidos á aquellos de los juicos rojos, descrijitos precedentemente ; se forman de dos grecas triangulares, separadas por ciertas líneas usuales : una recta entre dos onduladas dispuestas en ángulo, y con uno que otro de los ángulos de dichas grecas llenados do negro. El tercer ejemplar, número 100 de la colección, á que nos referí. 08 — nios, de un tipo excepcional, de forma más esbelta, de base cónica; y sus paredes arriba bien arqueadas hacia adentro, terminan en un estre- cho labio. El color del fondo es de un amarillo pardusco. En las cuatro fajas que se ven en el interior, apenas quedan rastros de dibujos, que se han borrado al cubrirlos con la mano de pintura ama- rillenta que hoy se advierte: lo que tal vez se hizo, para hacer destacar más el color rojo, que cubre los cuatro espacios en cruz; éstos se jun- tan en el pequeño rectángulo central del mismo color; los espacios rojos se encierran con líneas negras, y otras de éstas, cortas, ocupan también la parte supero-interior del labio. La decoración del lado de afuera, se compone de figuras losángicas ó rombos, dispuestas en dos cadenas oblicuas : cada una con cuatro rom- bos, producidos por líneas rectas que se cruzan, y encierran otras figu- ras análogas completamente libres, y en ocasión alguna de ellas con su punto central. Los espacios á ambos lados de los losanges se completan con los típicos triángulos ó escalinatas negras, juntas á simples listones y ángulos, separadas como de costumbre con puntos gruesos, y con trián- gulos reti cu lados, en el último vacío que dejan los ángulos superiores. Esta ornamentación se repite en el reverso del puco, separada por fajas laterales reti culadas; en este caso, á las asas substituyen dos figu- ras zoomorfas, muy rudimentarias, formadas por un cuerpo alargado hacia abajo, y una cabeza con ojos que asoma sobre el mismo borde. De los cuatro pucos con figuras zoomorfas, el ejemplar número 90 de la colección, lleva una serpiente muy mal dibujada, con cuatro líneas quebradas que ocupan los espacios libres; todo apenas se distingue so- bre el fondo rojo obscuro del interior del recipiente. Los dibujos en los otros tres pucos, figuras 01, 02 y 03 del texto, están 69 muy bien ejecutados, y los esquemas que de ellos reproducimos, harán innecesaria una descripción detallada. En el primero, la simbólica ser- piente tiene su cuerpo formado por la linda faja, que podrá verse en la figura 01 ; mientras que el cuerpo del ofidio en el puco número 94 es linear, y en ambos son de dos cabezas, con las barbas tan usuales, representación bien conocida en otros ejemplos de esta clase. En dichos pucos, la superficie exterior se halla bastante deteriorada : en el número 93, la ornamentación lleva también serpientes lineales en forma de S, como lo veremos más tarde; el otro (n° 94) conserva solamente dos serpientes en relieve, postizas, de cuerpo vermiforme y ondulado, con cabezas toscas en cada extremidad que reposan sobre el borde. Fijémonos ahora en la decoración externa de nuestros pucos y vere- mos que ésta se compone en su mayor parte de dibujos geométricos, combi- nados en algunos otros casos con las serpientes usuales ; los dibujos son ne- gros, ó completados con rojo, pero siem- pre dispuestos como para cubrir la superficie entera. La ornamentación más común, que se repite en doce ejemplares, con cier- tas variantes, tiene por motivo princi- pal una faja ó guarda escalonada, que consta de dos líneas negras equidistan- F¡p. 63. _ Figm.„8 ZÜ„tnorfH8 ei> ei interior tes, cuyo interior es de color rojo; el ,,el i’uco 110 05 - Co1- M- L- r- <'/. del nat-> artista, aprovechando los espacios que deja dicha guarda, ha pintado en ellos dibujos complementarios en for- ma de líneas y ángulos, separados por puntos, y los triángulos y escali- natas negras de costumbre, produciéndose así un conjunto, no siempre simétrico, pero agradable, y que se repite más ó menos igual en ambos lados del vaso ; los dibujos del anverso y reverso son separados por espacios libres, ó fajas, en la región de las asas. Para evitarnos prolijidades, citaremos solamente unos cuantos ejem- plares de este tipo de ornamentación que se reproduce en ¡a figura 04. Sin embargo, en uno de los pucos (n° 96 de la colección), á la típica guarda escalonada substituye una serpiente pintada de rojo, mal dibu- jada, de cuerpo ondulado, con ojos y cabeza redondos. Los espacios que quedan arriba de esta figura, los ocupan series de ángulos ó el leu no- nes más ó menos paralelos, y separados por puntos que bajan del borde hacia la base; existe un triángulo negro en el último vano que dejan los. ángulos superiores. Este puco es el único de la serie que lleva asas en forma del reborde semicircular, descriptas ya al hablar de los pucos rojos. — 70 Una decoración muy semejante, en cuanto á los referidos ángulos, tenemos en el puco número 132 de la colección. Aquí la faja está esca- lonada con toda regularidad, y es simétrica, pues baja del borde hasta la base, para volver á subir á la inversa. En los espacios entre faja y los dichos ángulos, se han puesto los dibujos usuales; en los costados tam- bién los escalones completan los vacíos, y como el mismo esquema se repite en el reverso, los dos se separan por fajas verticales reticuladas en la región de los pegotes, que hacen las veces de asas. La decoración de otro puco (n° 127) es asimétrica. El fondo es de un amarillo ocre subido, ios dibujos bien negros, pero la guarda escalonada y la faja lateral son de color rojo. Los espacios libres van ocupados por figuras irregulares, más ó menos en forma de escalinatas ó listones, con otras casi triangulares ó escalonadas, cuyos ángulos son contrapuestos á los de la guarda principal, resultando series de losanges en los claros. Por último, el puco número 134 M, mencionado ya al ocuparnos de su decoración intei'ior, tiene por fuera también la misma guarda que se ve en la figura 00, y bajo de ella un adorno parecido al de los pucos recién descriptos (fig. 64), sin embargo distinto en el detalle del esquema escalonado, que es de una sola línea, y negra como los demás dibujos, en vez de constar de un listón oñoide con fondo rojo. Las paredes en el ter- Fig. 04. — Decoración exterior típica sobro pucos de fondo claro. N“ 131, Col. M. L. 1*. ció superior del vaso son casi rectas; llevan como asas dos pegotes verticales en forma de cordón. En siete ejemplares más de esta clase de pucos, es decir, con fondo claro, la ornamentación está formada por la típica guarda de triángulos con grecas, modificada según los casos, pero siempre compuesta de los mismos motivos. En varios ejemplos, los triángulos son alternados, unos negros y otros rojos, y ofrecen ciertas variantes en los detalles ; como se ve en tres pucos (129, 133 M y 194 de la colección), la guarda es an- cha, y ocupa toda la circunferencia ó mitad superior del vaso. En el número 129, las dos fajas divisorias verticales son también de este mismo tipo, es decir, triángulos y grecas : aquí la porción inferior está ocupada por series paralelas y oblicuas de triángulos y losanges negros, ornamentación que en el número 133 M se substituye por un ofidio en forma de co , con el cuerpo transversalmente estriado. El puco número 194 es de fondo blanquecino por fuera y negro por dentro; la guarda de arriba, como de siete centímetros de ancho, es de grecas entrelazadas que nacen de grandes triángulos contrapues- 71 tos, reticulados, que un estrecho espacio del fondo en zigzag separa. . Falta citar otro ejemplar (n° 159), que procede del enterratorio de Molino, y lleva de un lado tres fajas horizontales, superpuestas, con los detalles de costumbre, y parte de sus triángulos (casi siempre los superiores) rojos : en el reverso, la superficie está muy gastada, y sólo se distinguen aún dos de estas fajas; en el espacio inferior un semi- círculo con líneas cortas, dirigidas hacia arriba. El mencionado puco es de factura algo tosca, de forma sub- hemisférica, base saliente; la super- ficie es áspera y pintada de amarillo rojizo, que por otra parte resulta ser el mismo color natural del resto del VOSO Fig. 65. — Decoración de figuras geométricas usuales sobro fondo claro. K° 95, Col. M. L. Otro ejemplar de factura bastan- p. p/, deinnt.) te grosera es el número 107, en el cual se encuentran los mismos motivos de la guarda típica, dispuestos en tres secciones triangulares, cada una de éstas formada de una gre- ca doble entrelazada, que nace de triángulos escalonados y negros, se- parados todos por líneas rectas en zigzag, ajustadas á los espacios. Las asas son pegotes toscos, retorcidos. De los costados bajan dos franjas divisorias ; la una con serie de ángulos ó cheurrones invertidos entre líneas negras, y la otra con su orilla dentellada hacia afuera. Tenemos á la vista dos ejempla- res más, cuya decoración se repro- duce en las figuras G5 y GG. El pri- mero lleva por dentro las dos repre- sentaciones zoomorfas (fig. G3); su guarda marginal es de triángulos contrapuestos y reti colados, debajo de la cual se colocan tres fajas paralelas y oblicuas, una ornamen- Fig. 60. — Decoración excepcional con banda ofioide roja, n» 158, Coi. m. l. p. p/4 dei nat.) tación que se repite en el reverso, separada por un espacio ó vacío del fondo, con dos pequeñas protuberancias que hacen las veces de asas. El puco representado en la figura siguiente, tiene una ornamentación original, distinta en los dos costados, si bien los elementos de que consta son análogos. Entre dos grupos ó series de triángulos negros, con grecas ó sin ellas, serpentea una estrecha banda ofioide, de color rojo en su interior, la cual falta en el reverso del vaso, donde los mis- mos motivos se agrupan en cuatro series horizontales, do dibujos — 72 — semejantes, en las dos franjas laterales, que separan el anverso del re- verso del vaso. El color del fondo en este ejemplar es de un amarillo ocre subido, y algunos de los triángulos están pintados de rojo, como la faja serpenti- forme. La forma del puco es subliemisférica, su factura y decoración bastante ordinarias. Dos pegotes alargados en cada lado sirven de asas. Por íin, los últimos ejemplares (nos 1)3, 138, 139, 183 y 188 de la colec- ción) que quedan de los pucos con fondo claro, tienen una decoración común y típica; en cuatro de ellos es la característica de serpientes, enroscadas unas en forma de S, otras en espiral con todos los comple- mentos que acompañan á estos símbolos, ajustándose á la forma del vaso respectivo, y formando un conjunto simétrico y hasta artístico. Los dos grandes pucos subliemisféricos números 138 y 139, no ofre- cen detalles dignos de mención; las serpientes constan de dos líneas con una serie de puntos negros que ocupan el cuerpo. Las mismas figuras existen también en el juico número 188 de Molino : éste es bastante alto, sus paredes de arriba encordadas hacia adentro terminan en un estrecho labio levantado, y pintado con rayas cortas en su borde interior. Mencionaremos también la pequeña escudilla con la faja serpentifor- me interior: las serpientes de afuera están también enroscadas en foi'- ma de co , pero constando de una sola línea algo gruesa, y de la cabeza usual, bipartita, con barbas onduladas; los demás detalles son los mismos de siempre. El quinto y último puco de la serie (n° 183), es distinto de los demás; tiene forma perfectamente hemisférica, con una depresión basal cóncava, que se manifiesta en sentido contrario en el interior del recipiente. Las paredes de este vaso son gruesas, lisas; el fondo está pintado de co- lor amarillo claro, la decoración es negra, casi borrada. Los dibujos se dividen en cuatro campos ó medallones, formados por círculos concéntricos, que en dos de los casos encierran espirales; y otra vez, una cruz de Malta con dos simples líneas cruzadas en el medio. El cuarto medallón está formado por un círculo con una figura en que cuatro cuadrados negros se hallan dispuestos en cruz en derredor de un vacío de igual color al del fondo; del círculo se desprenden cuatro triángulos, que sirven para completar el esquema y acentuar la forma de la cruz de Malta. Algunos de los intervalos ó fajas, formados por líneas, llevan series de gruesos puntos, y los vacíos ó espacios de arriba, que separan los cua- tro medallones, se complementan con pintura negra en forma de gran- des triángulos curvilíneos que bajan de la orilla superior del juico. Para teiyninar la ya larga serie de nuestros juicos ó escudillas, vamos á mencionar también otros, que en nuestro concepto no jnieden incluirse las series descriptas. — 73 — Fucos de fondo blanco con dibujos rojos. — Los tres ejemplares conse- guidos de esta clase de vasos, fueron sacados por Méndez de las sepul- turas de Fuerte Quemado. Se distinguen de la alfarería anterior por su decoración un lindo color rojo, pin- tada sobre fondo blanquizco, como tam- bién porque ella se compone de elementos distintos de los ya conocidos. El pequeño puco número 153, es per- fectamente hemisférico, pero con la base aplanada; la superficie es lisa, por fuera conserva el color rojizo, propio de la coc- ción, y una faja roja de dos centímetros rodea la parte superior del vaso. El Jado interior, en su totalidad, ha sido pintado de blanco, y sobre este fon- do, en color rojo, se lia trazado el dibujo FiP- 67- - Ornamentación interior linear roja sobro fondo blanco. N° 153, Col. M. que se ve en la figura 07. Consiste éste de l. p. <>/, dei nat.) dos círculos concéntricos, el interior cua- driculado; mientras que del exterior se desprenden seis picos subtriangu- lares, muy asimétricamente reticulados y dispuestos en forma de estrella. El ejemplar, bastante bien trabajado, es de pasta fina y homogénea; mide casi 7 centímetros de alto y 14 de diámetro. El otro puco, de igual altura, pero con diámetro de 19 centíme- tros, es completamente parecido al anterior, en cuanto á forma, color, y faja colorada externa. En él, la superficie interior está también pin tada de blanco, y el dibujo de rojo, es tal como lo reproduce la figu- ra 08. Se compone de una gran espiral, de cuya periferia nacen otras espi- rales pequeñas, dentadas en la lí- nea exterior, y engrosadas en forma triangular hacia la línea de unión con la primera. Del borde del puco se destacan hacia abajo cuatro ángulos, con series de líneas paralelas y pequeños rectángulos alternados entre los espacios de las dos líneas inferiores; mientras que el espacio- arriba de las líneas está completado con pintura, resultando así en cada uno de los dichos ángulos, un triángulo rojo alargado, den Fig. 68. — Ornamentación espiralada, roja sobro fondo blanco. N° 152, Col. M. L. P. ('/„ del nat.) 74 tado en su línea inferior, detalles todos conocidos en estos vasos \ El tercer ejemplar de esta reducida serie, es el más curioso, y posible- mente lia sido importado al lugar donde se halló ; pues no recordamos haber visto ornamentación igual en la alfarería de aquellas regiones: pue- de considerarse este puco como úni- co en su clase. Se trata de un vaso subglobular, algo achatado, tanto en la parte su- perior cuanto en la inferior, donde termina en una base un poco apla- nada. La parte inferior es algo áspe- Fig. 00. — Vaso con decoración excepcional ... roja sobre fondo blanco. N° 223, Col. M. L. ™ y Sin pintura; la Superior Cll Caill- i*. <•/„ dei nat. aprox.) bio, está bien alisada y ha recibi- do una mano de pintura blanca que parece esmalte, sobre la cual se dibujó la original guarda, que aparece en la figura (59. Dicha guarda consta de dos líneas paralelas, distantes unos seis centímetros una de otra, entre las que se ha dibujado una línea ancha y quebrada, que forma espacios triangulares, ocupados por espirales con especies de (labelos j en los pequeños vacíos que quedan entre esa línea y las espirales, van sem- brados unos juintos rojos, irregularmen- te dispuestos. La superficie interior está bien alisada, jiero sin pintura alguna. Todo el trazado de esta interesante decoración está hecho con esmero y sen- tido artístico, y como dijimos ya, el mo- delado es simétrico; la cocción ha sido perfecta. Las medidas de este vaso son las siguientes : altura total 11 centíme- tros; diámetro máximo 18,5, y de la aber- tura 12,5. . . Fig. 70. — Pequeña escudilla ó plato con Escudilla O plato con asa. — El curio- , Aceración interior. N» 89, Col. M. L. P. so plato, cuya decoración reproduce la figura 70, procede también de Fuerte Quemado y es de origen proba- blemente exótico, como el vaso que acabamos de describir. Por la forma y los dibujos se parece á los objetos de La Paya, semejanza ésta, observada también en otros hallazgos, como en los vasos 11a- 1 Juan 15. Amiikosui'I'i, Arqueología argentina. Los pucos pin lados (lo rojo sobre blanco del valle de Yooavil, en Anales del Musco Nacional (8. III), t. II, 11)03, juíg. 361, lig. 4-6. mudos «yuros», y ciertos objetos de madera, etc., reproducidos por los doctores Ambrosetti y Debenedetti en diversas publicaciones. El plato de que nos ocupamos, es de altura reducida, cinco cen- tímetros, y quince de diámetro; sus paredes bastante gruesas, son perfectamente cóncavas; la base, del lado de afuera, es apenas apla- nada. Del borde se desprende un asa de tres centímetros de ancho y Fig. 71. — Puco ccstiforme, casi de tamaño natural. N° 222, Col. M. L. P. de sección casi ovalada, encorvada hacia arriba, mientras del lado opuesto al asa se destacan dos pequeños pegotes. Las dos superficies están bien alisadas y pintadas de lindo color bermejo; los dibujos que ostenta el interior son negros. Conviene hacer notar (pie la decoración debió ser aplicada después de la cocción del plato, por el hecho de que ha podido borrarse con facilidad al efectuar la limpieza. En este plato se nota en primer lugar una doble guarda : la superior, formada por triángulos escalonados que terminan en espirales, y la 7(5 — inferior, de una doble línea ondulada entre dos más ó menos paralelas. El centro se divide en cuatro sectores, por dos listones dispuestos en cruz, y que constan de tres líneas rectas, con dos onduladas. lín estos sectores están pintadas cuatro figuras: dos zoomorfas y dos ornitomorfas que se yen reproducidas en la figura 70, y represen- tan seguramente el guanaco ó llama (Auchenia hnanachus) y el suri ó avestruz americano (Rhea americana). Un adorno simple, de tres líneas y de dos fajas en cruz, aparece sobre el asa, y todo el borde del plato está ribeteado de negro. Puco cest iforme. — Por su calidad y factura corresponde describir aparte el pequeño puco, número 222, que procede de Fuerte Quemado. Es de fabricación algo tosca, pero por el mismo exterior se ve que fue modelado dentro de un cesto de trama bastante fina, que desaparecía con la cocción. Su forma es la de un cono truncado, de paredes rectas, base cóncava, es decir, la misma que la del pequeño cesto que sirvió de molde ; la pieza producida conservó todos los rastros del contacto. Su color es el natural, más bien amarillento, como ladrillo. En el exterior se dis- tinguen aún dibujos negros, que hacen al puco más inte- resante. Fig. 72. — Detalle do la decoración del jmco cestiforme decoración eil el inte- rior consta de simples man- chones ó salpicaduras, colocados en forma de gruesos puntos también sobre el labio, todo irregular y sin arte. La ornamentación que ocupa toda la superficie exterior consiste en una guarda de dos líneas horizontales con triángulos negros al- ternados, naciendo grecas simples de los superiores. De la mencio- nada guarda se desprenden pares de líneas onduladas hacia la base, algunas de éstas terminando como lo demuestra el dibujo parcial ad- junto. Vasos antropo y zoomorfos. — De esta clase de vasos ventricosos hemos conseguido los dos ejemplares representados en las ligaras 72 y 74. Uno de ellos, el de alfarería negra, consta de un cuerpo sub- hemisférico, algo comprimido, formado de dos partes unidas en su diámetro mayor : la inferior tiene la base circular destacada y de diámetro igual á la boca ; en la superior, algo más abajo de la boca, se lia puesto la curiosa cabeza, cuyos detalles reproduce nuestra fotogra- fía; en ella se distingue también la ornamentación, grabada con punta como de un milímetro de grueso y á la misma profundidad. En la parte opuesta, el fragmento de un peque- ño pegote, sin duda debió correspon- der á la cola del enigmático animal. El otro vaso, también de carácter antropomorfo, es de mayor tamaño, de factura más tosca, de color ama- rillo rojizo y con pinturas negras. La figura humana está representa- da por una cabeza de cara chata, y nariz muy pronunciada, con una mano llevada á la boca, y dos bra- zos suplementarios que se dirigen hacia el lado opuesto. Los dibujos están formados por triángulos negros, y grecas com- binadas con líneas oblicuas, rectas y onduladas. Descansa sobre una base cón- cava. de doble diámetro que el de la boca ó abertura. Fig. 7:1. Vaso antropo-zcmmoifo grabado. Xo 87 Col. M. L. P. (Tañí. nat.). Fig. 74. — Vaso antropomorfo pintado. Xo 86 Col. II. L P. ('/s del nat.) Vasos de tipos diversos sin deco- ración. — El material reunido en este párrafo, se compone de dieci- nueve recipientes, de diferentes formas y tipos, que son jarros y ollitas, destinados probablemente aluso doméstico, desde que varios estaban cubiertos de hollín; cons- tituyen un conjunto tan original como característico, por la fac- tura tosca y sai generis : todos (“líos carecen de pintura ó deco- ración. Por otra parte, ellos proceden del antiguo enterratorio cerca de Molino del Puesto, como pudimos comprobarlo por el gran número de fragmentos de la misma alfarería desparramados por el suelo. Se- gún afirma Méndez, estos toscos vasos fueron hallados con los demás ob- jetos (pie en este trabajo se mencionan como de la misma localidad y cuya importancia hicimos ya constar en páginas anteriores. Es de sen- tir (pie, en oportunidad, no se haya tenido la prolijidad de conservar apuntes de otros detalles, así como la nómina de los diversos objetos, y cómo se hallaron en las respectivas sepulturas. Principiaremos nuestra enumeración con una serie de doce vasos, de un tipo bien definido que se distingue por su forma globosa, con la base ligeramente prolongada en cono, terminada en un pie más ó menos alto y con asiento circular y cóncavo. La boca es ancha, provista de la- bio plegado hacia afuera, cuyo diámetro total es casi siempre inferior y raras veces mayoral máximo del vaso. Hay upa pequeña asa arqueada, ([iie arranca del mismo borde, y se coloca sobre la parte superior del cuerpo. La mayor parte de estos vasos son de color amarillento pardusco y muchos de ellos conservan aún las manchas negras del hollín, que re- velan su empleo en las cocinas indígenas. En cuanto al tamaño, éste es variable : (‘1 más pequeño mide 9 centíme- tros de alto y 20 el ejemplar más grande; la mayor parte mide entre 15 y 20 centímetros. En los más pequeños, la fabricación ha sido menos cuidada; los grandes en cambio, son simétricos, su superficie bastante lisa y, por lo general, la pasta, bien elaborada, pero siempre recargada de mica. Por la homogeneidad de forma y material, es innecesario descri- bir en detalle estos vasos; por consiguiente, haremos notar tan sólo cierras diferencias (pie se observan en algunos de los ejemplares repro- ducidos en las figuras. El vaso más pequeño de la serie (n° 61), de boca ancha y labio ple- gado hacia afuera, tiene casi el mismo diámetro del cuerpo. Otro (fig. 75), es un poco más grande; tiene la boca estrecha, sin labio; su cuello es relativamente corto, truncado y puesto verti- calmente sobre el vaso. En el jarro número 59, de color negruzco, observamos (pie el asa es retorcida (ftg. 70). La forma del ejemplar número 55 (fig. 77), es algo distinta de la típica, por tener sus paredes arri- ba ensanchadas, la boca muy am- plia, el labio fuertemente inclina- do hacia el exterior, y su diámetro un poco mayor que el del cuerpo. El pie es bastante alto y en la base profundamente excavado. En su- tal, es una pieza muy ordinaria, en la que se distingue perfecta- mente la unión de las dos mitades en que ha sido modelada. Además, es de un color ladrillo pálido, y se observa cierta pátina debarro más fino, aplicado para mejorar la superficie áspera. Las medidas de este vaso son : altura 17. diámetro máximo del cuerpo 12 y del pie 8 centímetros. Haremos mención aquí de otro vaso ó jarro (n° 02), «pie por su forma se asemeja al ejemplar an- terior; es más pequeño y aun más tosco, tiene un labio muy estre- cho, apenas manifiesto. Carece además del asa : en su defecto lle- va una especie (le botón pegado de- bajo del borde, y que parece haber existido también en el otro lado. Por último, el ejemplar mayor de la serie, representado en nues- tra figura 78, es de fabricación más esmerada, de pasta más fina, y de color amarillo rojizo. Su for- ma es globosa, y de la boca ancha se desprende un labio estrecho é inclinado hacia afuera; el asa, lo mismo que la base, son relativa- mente pequeñas. Las medidas del vaso son : altura 20 centímetros, diá- metro del borde 1(5, del cuerpo 19 y de la base 8. Fig. 78. — Vaso tosco do forma globosa X» 51 M, Col. 11. L. T. 80 Los dos ejemplares número 05 y 06 de la colección son dos vasos de fabricación tan tosca y ordinaria como los de la serie que acabamos de •describir. El primero es una jarra de forma subovoide arriba truncada, estre- chada en la base, que consta de un aplastamiento algo oblicuo, debido á los desperfectos de la fabricación. Un asa en semicírculo se coloca verticalmente en su segundo tercio. Por fuera, la jarra es de color pardusco con manchas obscuras, pero en el interior se nota un tinte rojo, como si hubiese servido alguna vez de recipiente para conte- ner una mezcla de dicho color. Su altura es de unos 12 centímetros, y su diámetro equivalente. El segundo ejemplar es más pequeSo que el anterior; tiene paredes muy gruesas, forma subglobosa, estrechada en la parte inferior y la base plana. Es de boca ancha, su labio estre- cho. En el costado y á la altura del primer tercio se destacan un par de pegotes tuberculiformes, puestos en sentido horizontal, y á juzgar por otros indicios, pa- rece que hubo asa del otro lado. ... „ . . . v ... La pasta que sirvió para la Coi. ir l. r. ('/, dei nat.) fabricación del vaso ha sido poco trabajada, y partículas de •cuarzo y terrones dejan una superficie granulosa, defecto éste, que se ha remediado con una capa de barro más fino, lo que se observa aun mejor en el interior, donde forma una pátina de color amarillento. IVí.s-o.v -irregulares. — De los dos ejemplares que describiremos á con- tinuación, el vaso ó jarro, que representa la figura 79, corresponde á la categoría de los vasos «asimétricos», como los llamó Ambrosetti ' y es del mismo tipo que los ejemplares publicados por Debenedetti '. Se distingue por un cuerpo ó vientre abultado, subgloboso y algo acha- tado. de manera (pie su pared superior es casi paralela, á la base; ésta última está marcada por un borde circular saliente. Del lado opuesto al vientre nace un ancho cuello, colocado oblicua 1 Am iíiíosktti, .1. B., Exploraciones arqueológicas cu la Pampa grande, etc., en Re- vista de la Universidad de Buenos Aires. 1906, VI, página 58. 8 Dicuicxkdktti, S., Exploración arqueológica en los cementerios prehistóricos de la isla ■de Jileara, en Perista, de la Universidad de Buenos Aires. 1910, página 200, figura 148. 81 mente sobre el vaso, y con un asa plana, poco destacada en su reverso. La parte antero-superior del cuello está ahora quebrada, pero es proba- ble que terminó alguna vez en un labio, tal como lo representa nuestra fotografía, tomada del objeto restaurado. En su color y factura tosca, el vaso se parece a las piezas anteriores; -es seguro que debía contener agua li otros líquidos, pues la estabilidad cuando lleno es perfecta, á pesar de la fuerte inclinación de su parte posterior. El otro, que muestra la figura 80, difiere del anterior por su tamaño mayor, y por detalles de fabricación. El cuerpo presenta tam- bién un vientre globoso ■en la parte anterior, mien- tras que la porción basal del lado opuesto está más encorvada hacia arriba, formando un ángulo bas- tante pronunciado en la unióneon la parte superior. La base es convexa y provista de tres patas cor- tas, cilindricas, con pies : dos anteriores rectas y una posterior con una especie de codo, dirigido hacia atrás; este último detalle y la presencia de tres de- dos toscamente modelados, hacen sospechar (pie sea una representación zoo- morfa muy convencional. El cuello se coloca sobre el cuerpo casi verticalmente; es bastante .alto y muy ensanchado hacia arriba; su borde lleva adelante un pegote ó pico, con dos estrechos agujeros, mientras del lado opuesto arranca un asa bastante amplia, ancha y plana, ligeramente arqueada, la (pie viene á colocarse debajo del mismo cuello. Este curioso vaso, á pesar de su apariencia tosca, es una de las piezas más interesantes del gran enterratorio de Molino. Tiene como los de- más el color natural de la cocción, y conserva en partes manchas de hollín. Su superficie es áspera y presenta las estrías paralelas del ins- trumento ó raspador que sirvió al alfarero. Como dimensiones, este vaso tiene : 23 centímetros de alto, 17 de diá- KEV. MUSEO I.Á PLATA. — T. XIX () Fig. SO. Vaso irregular con tres pies. Xo 50 bis M Col. M. L. I>. ('q (leí uat.) metro máximo del vientre, 11 del cuello en su base y 15 el de su borde o labio; los pies miden 4 centímetros de alto. (Mitas con iñcs. — Las dos ollitas que mencionaremos de paso, sontos- últimos ejemplares que nos- quedan de este tipo de alfa- rería rústica. Como lo demuestra la figu- ra 81, se trata de un vaso- enteramente tosco, de forma subliemisférica, asimétrica por los defectos de fabrica- ción, y con un asa lateral poco destacada. Descansa sobre tres pies cortos, cilin- dricos, y oblicuos es decir,, convergentes hacia el centro, donde se encuentran unidos por un pegote grosero. De co- lor natural amarillento gris, mejor conservado en su interior; está por fuera ennegrecido por hollín. La otra ollita (fig. 82), semejante á la anterior, está mejor trabajada más lisa y de color del barro, gris. Su forma es más bien glo- bosa, el fondo un tanto aplanado y provisto de cuatro pies cor- tos y cilindricos, dispuestos en cuadro. La rotura que se ob- serva en el costado indica la posibilidad de un asa, que puede haber desaparecido junto con la- pared. 81. — Ollita tosca (le tres pies. Xo 03 II Col. VI. L. T. (>/, del nat.) Ollas pequeñas de fondo rojo. — Á cinco ejemplares solamente asciende el numeio de las coin- F¡g. g2, — oiiita tosca de cuatro pies, x» oí vi prendidas en esta categoría; pro- Co1- M- L- p- ('/« ,lcl ,mt ) ceden también de los mismos sepulcros que los objetos recién descriptos, pero corresponden á una alfarería superior, bien modelada y pintada de color rojo. Se trata, sin embargo, de vasos conocidos, sin particularidades dignas de mención, por lo cual nos ocuparemos de ellos muy ligeramente. Las dos, números 75 y 77, se caracterizan por su cuerpo globular,. — 83 — comprimido, y apenas aplanado en la base. Arriba termina en cuello bajo, que da lugar á un labio plegado hacia afuera y de cuyo borde se desprende un asa bastante ancha, que viene á colocarse en semicírculo sobre el vaso, más ó menos ála mitad de su altura. Las dos ollas tienen 11 centímetros de alto y 15 de diámetro; por fuera su superficie es perfectamente lisa y está pintada de color rojo, excepción hecha en la parte inferior del vaso, que es también más ás- pera; la pintura de las dos se extiende hasta el borde superior del labio y es más cargada en la número 75. La olla número 70, pertenece al mismo tipo, y es del tamaño de las anteriores; sólo se diferencia en tener la parte inferior del cuerpo más alta con un aplanamiento en la base bien manifiesto, siendo toda la su- perficie lisa y pintada. Como variedad, sólo por su forma y tamaño, tendríamos el vaso nú- mero 78 : este es mucho más pe- queño, relativamente más alto y su base aun más destacada que en el precedente. Por último, la olla número 72 M, puede incluirse entre las de- más, pires solamente difiere de ellas por su forma, más alta, su base saliente y por estar provista de dos asas simétricas, pero del mismo tipo que las anteriores. Vasos ó yuros — De los tres hermosos vasos ó yuros proce- dentes de la colección Martínez, dos de ellos pertenecen á los va- sos de base cónica sin asiento ó ápodos, propiamente dichos. Ellos Fig- 83- “ Vn8° 6 yuro ,le bn8° c6,,ica con ,lccorn- ción fltomorfn estilizada. N° 02, Col. M. L. P. ('/, corresponden por su forma al tipo dei nat.) así llamado por el profesor Ou- tes 1 2 : son en su ornamentación muy semejantes á dos de los vasos que figuran entre las láminas cromolitográficas, publicadas por este autor 3. Como aquéllos, nuestros vasos son de vientre subgloboso, de base có- nica, y su cuello termina en un labio plegado hacia afuera del cual cuel- 1 Vóaso la referencia en la nota 1, página 17. - Outks, Alfarerías, etc., página 24. 3 Ibid., plancha III, figuras 4 y 7. — 84 — gan dos atetillas ó protuberancias; en el centro de la parte superior del vientre hay otra especie de botón, y en el tercio inferior del mismo liábanse las asas colocadas verticalmente. El ejemplar representado en la figura 83 es el más pequeño; tiene 24 centímetros de alto; el fondo es de uniforme color amarillo rojizo. Los dibujos son negros, ocupan un solo lado del vientre, todo el cuello y parte inferior del labio. Entre los del vientre se distinguen elementos litomórfos estilizados, formados por un tallo central con una serie de líneas dobles bipenadas, que terminan en gruesos puntos negros. Esta ornamentación ocupa las dos zonas laterales y es limitada á su vez pol- las líneas verticales subpa- ralelas al tallo central del dibujo fitomórfo. Otra línea longitudinal di- vide el espacio medio en dos estrechas bandas, ocupadas por linas líneas diagonales dispuestas en grupos de cua- tro y de tres, y en tal forma, que en cada una de estas ban- das resultan dos vacíos angu- lares. En el cuello y labio se ve pintada una doble serie de triángulos alternados, algo asimétricos, con sus vórtices muy alargados, forma de or- namentación común en toda la región. El vaso está bien modela- do, de superficie perfecta- mente pulimentada y al pa- recer su color general corresponde á la cocción de la propia pasta. Ya se dijo que las atetillas del labio están perforadas y ahora se ad- vierte que el botón del vientre lleva una doble escotadura dispuesta en cruz. El otro vaso sin asiento (fig. 84), tiene 34 centímetros de alto. Su fon- do está pintado de un color amarillento impuro ó bayo claro, pero la base y el cuello son rojos. Los adornos, distribuidos como en el otro ejemplar, son negros, á excepción de cinco fajas rojas, las que dividen el vientre en cuatro zonas y están limitadas á su vez por estrechas rayas negras. lín las dos zonas ó franjas laterales se distinguen series paralelas y I-'ig. 84. — Vaso ó yuro do baso cónica con decoración tricolor. N° 91, Col. M. I.. P. ('/4 dol nat.) — 85 transversales de líneas dobles, angostas, alternadas cada vez con una hilera de pequeños triángulos con los vértices hacia abajo. Los espacios entre las fajas centrales rojas, están ocupados por líneas diagonales como en el primer vaso, pero cuyo número varía de cinco á nueve líneas paralelas. Todo el cuello está pintado con series de pequeños losanges, colocados siempre entre dos líneas paralelas. El borde externo del labio lleva tam- bién su ribete negro. En la unión del vientre con el ¡rollete v del lado onuesto al del di- bujo, se extienden tres lí- neas paralelas y el espacio entre la superior de éstas y la terminal del dibujo del cuello, está cruzado tres ve- ces por líneas cuádruples onduladas. En este vaso, las aleti lias del labio están perforadas y aquella de la. parte ventral es un simple botón sin ador- no alguno. El tercer vaso pertenece á un tipo muy semejante á los anteriores, clasificado por Ambrosetti con el nom- bre de seudoápodo ; que se diferencia de ese tipo en pri- mer lugar, por tener una base en forma de cono trun- cado, que permite asentarlo en el suelo. Las asas se ha- llan situadas hacia la mitad del vientre, y faltan en este ejemplo las aletillas en el labio y el botón en el vientre, tan propios en la mayoría de las piezas del otro tipo. Nuestro ejemplar, representado en la figura 85, tiene 42 centímetros de alto; es de color rojo sanguíneo, los dibujos son negros y ocupan los dos costados del vientre y todo el cuello. Estos dibujos forman tres franjas iguales y horizontales, limitadas en los costados por dos verticales que bajan de la región de las asas y que constituyen otros tantos rectángulos, de cuyo margen superior se des- prenden triángulos reticulados ; los vértices de estos son prolongados en forma semiespiral, resultando un espacio subovalado, en el cual está una línea corta oblicua, entre cuatro puntos dispuestos en cruz. Fig. 85. — Vaso 6 yuro . ('/6 «leí nat.) 93 ;ilto, cilindrico, de menor diámetro en su parte superior, donde termina en un labio ancho y oblicuado; el asiento de la base es ligeramente cón- cavo. Las asas son grandes, horizontales é inclinadas hacia afuera. El color de la urna es el rojizo natural, pero á la superficie exterior cubre una capa de un blanco impuro, algo amarillento, sobre la cual se han trazado dibujos negros, entreverados con algunas líneas de color rojo. La ornamentación, de un conjunto armonioso y de gusto artístico, se repite en el reverso con pocas variantes. La que ocupa el cuerpo alto, está separada en los costados, y en la base por líneas negras, que dejan un espacio libre, más ancho en la región de las asas. Otras líneas dividen el frente en tres registros ó fajas verticales. El dibujo de la faja del medio, está formado de ángulos ó cheurrones negros, acompañados por otros rojos que en el anverso están debajo, pero en el reverso, arriba de los negros. En el vacío del ángulo superior, una pequeña raya entre dos puntos indica quizá la. representación antropo- morfa, en una forma muy simple y convencional, tan común en las gran- des tinajas de otros tipos : en el anverso, de los ojos se desprenden dos rayas ó lágrimas rojas. Los motivos de los registros ó fajas laterales constan de cuatro hermo- sas grecas triangulares, contrapuestas dos á dos, y separados los pares de ellas por un adorno de piquillos ó triángulos negros, que dejan vacíos losángicos del color del fondo. En la parte inferior de la tinaja se repiten los mismos motivos de las franjas laterales, con la diferencia, que la greca central que aparece en nuestra figura, se hace dos en el reverso; unas cuantas líneas paralelas, complementan los vacíos que la disposición de los triángulos deja en el esquema. Por último, la parte exterior del labio está ocupada por un reticulado, formado por líneas diagonales negras y rojas que las cruzan. La altura total de la urna ó tinaja es de 52 centímetros, su diámetro entro las asas de 29, del cuello ó labio 35 ; las asas son de 13 centíme- tros de ancho y casi 6 de alto. Urnas ó tinajas con ornamentación antropomorfa.- — Nueve son las grandes urnas ó tinajas que, como se dijo en un principio, fueron ad- quiridas de Inocencio Gómez en Fuerte Quemado. Ellas corresponden á la misma categoría, que las deseriptas al final del capítulo anterior, ó sea también al llamado «tipo Santa María», desde que coinciden per- fectamente con sus formas y detalles de ornamentación. Por lo tanto, no es necesario que repitamos los caracteres generales, propios de esta clase de urnas, de que se ha tratado ya en páginas que anteceden ; nos referiremos, pues, sólo á las diferencias más notables, con los dibujos 94 — «le los ejemplos más interesantes que pueden servir para compa- ración. Así encontramos, por ejemplo, en las dos tinajas íi guras 94 y 95, la típica faja escalonada con todos sus complementos, que constituyen tam- bién la ornamentación ventral de la urna de Quilines, representada ya en la figura .‘{‘3. En la tinaja figura 94, la faja vertical media, se com- pone de triángulos rojos alternados, separados por líneas diagonales entre otras onduladas, forman- do un conjunto conocido, pero poco común en estas urnas, imes, esta faja consta casi siempre de los triángulos ‘ con grecas : motivos empleados también con más frecuencia en la ornamen- tación del gollete. La cara huma- na está figurada aquí por los arcos superciliares, prolongados hasta la boca con dientes, y el todo li- mitado del lado inferior por un espacio pintado de color rojo den- tro del cual se hallan ubicados los ojos. La urna figura 95 es otro her- moso ejemplar y, como la ante- rior, muy bien conservado. Los arcos y los ojos se destacan en re- lieve; los primeros, que determi- nan también la nariz, están pin- tados de rojo, lo mismo que dos tial típica y guarda vertical excepcional. N° 43, Col. SCCCÍOHeS de gollete alrededor si. l. r. ('/„ dei nat.) {]e jos (tipujos geométricos usua- les : éstos se alternan cenias ser- pientes, todo ello perfectamente detallado en nuestro dibujo, cuya ornamentación se repite asimismo en el reverso de la tinaja. Los tres ejemplares que á continuación se mencionan, llevan los nú- meros 40 á 48 de la colección; son de factura menos esmerada, de vien- tre algo más bajo y de gollete más alto, que el ejemplar de Quilines, reproducido en la figura 34 del capítulo anterior, á cuya categoría co- rresponden sin embargo en razón de su ornamentación ventral. En las dos tinajas números 47 y 48, los brazos encierran también un motivo or- namental semejante al que vemos sobre la urna de Quilines, substituido por un batracio, de cuerpo romboidal y cabeza bipartita, en el tercer ejemplar. En este mismo, el gollete es bastante ensanchado hacia el 95 wpm, wWSm i m labio, y su ornamentación consta de dos series oblicuas de los típicos triángulos con grecas, limitados arriba y abajo por grandes triángulos negros. También el labio lleva del lado interno una ancha faja ó guarda marginal, con los elementos recién mencionados de triángulos con grecas. En la urna número 47 de la colección, los brazos se dibujan por una simple línea negra, que termina en cuatro dedos largos. El espacio debajo de los brazos se complementa con las líneas paralelas y series de puntos usuales, pero en la sección basal, la ornamentación consta de la característica serpiente en forma de S volcada. Los dibujos del gollete son parecidos á los de la tinaja anterior ; la representación antropomorfa es algo burda, pero menos estilizada. Por último, en la tercera urna, número 48, la decoración ventral es la misma y típica, como en la figura 34 de Quilmes. Los bra- zos y la faja escalonada, en la sec- ción inferior, son rojos. La orna- mentación del gollete es asimé- trica; lo son también los arcos su- perciliares y una faja horizontal debajo de la nariz. Los ojos son pequeños, debajo del izquierdo hay una serpiente de cuerpo aco- dado con juintos en su interior, y los espacios triangulares que que- dan entre los codos, se comple- mentan con figuras digitales ó maniformes. Esta serpiente, con los demás detalles, se repite en la parte inferior del lado derecho del gollete, mientras que los vacíos ó espacios opuestos se alternan con los motivos de triángulos y grecas de costumbre. Por los detalles de sus dibujos, conviene citar en este lugar otra tinaja más, que lleva el número 41 de la colección y que reproduce nuestra fi- gura 90. Se diferencia sin embargo de todas las otras, por su gollete desproporcionadamente alargado, pero representa á su vez un subtipo de estas mismas urnas, bien conocido en la región. El cuerpo ó vientre es en tales casos relativamente pequeño, y en nuestro ejemplar subovoide. Los dibujos son negros, muy borrados. En el vientre, los brazos encie- rran de cada lado un espacio jaquelado, el resto do la ornamentación no ofrece nada de particular; en el gollete, los motivos usuales están agru- Fig. 95. — Urna antropomorfa con decoración ventral típica. N° 40, Col. M. L. 1’. ('/6 del nat.) 96 pados en dos bandas muy oblicuas, y el espacio entre ellas está ocupa- do por figuras ornitomorfas. El interior de la urna se adorna con la guar- da marginal y dos figuras de « Suri » ó i ihea, tal como lo muestra el es- quema (fig. 90 bis). Las formas y ornamentación de otras dos tinajas, se reproducen con suficiente claridad en nuestras figuras 97 y 98 ; ambas se distinguen por sus dibujos curiosos y no tan comunes. La tinaja figura 97, se caractei Fig. 90. — Urna antropomorfa ilo golloti alto. N» 41, Col. M. L. 1*. (‘/6 del nat.) iza por su gollete muy ensanchado Lacia el labio ; el vientre presenta una cin- tura al nivel de las asas, que corres- ponde á la unión de las dos partes de que lia sido fabricado el todo. Los dibujos del gollete son curiosos por la interpretación convencional, que se lia dado á la cara humana y por los detalles que la complementan. La boca es elipsoidal, las mejillas están gro- seramente reticuladas, y á los arcos acompaña una faja de color rojo, que se dirige por los costados de la cara, hasta la misma boca. La ornamentación ventral es senei- Fig. 96 bis. — Vn detallo de la decoración interna de la misma urna lia y consta de la guarda vertical media, con los motivos tantas veces mencionados, á cuyos costados aparecen ángulos ó cheurrones, pintados de rojo en el medio, con algunos triángulos negros en los espacios que dejan los ángulos superiores. La tinaja figura 98 ostenta una decoración de buen efecto, y ya cono- cida en otros ejemplares procedentes de dicha región. Parece que tanto la del gollete como la del vientre, corresponden á una representación ser- pentiforme, pintada de rojo, y que tiene en esta ultima parte la forma acostumbrada de S. Los demás detalles se perciben perfectamente en nuestro dibujo. — 97 El último ó noveno ejemplar tle esta pequeña serie, quizás debiera separarse de los demás, por el hecho de que ni el gollete, ni tampoco el vientre llevan la ornamentación antropomorfa que caracteriza por una parte estas tinajas. Los dibujos que ocupan el gollete, forman una especie de red, de trama irregular, con algunas mallas exagonales, intercalados gruesos mancho- nes más ó menos circulares, do modo que imitan un dibujo jaquelado: algunos délos vacíos de la malla llevan puntos negros. Tanto esta orna- mentación como la ventral, están separadas en las dos caras de la urna, por la típica faja negra, que baja en la región de las asas. Los dibujos del vientre es- tán muy borrados ; de ellos se distinguen líneas curvas, paralelas, separadas por se- ries de puntos negros, y que acompañan en sus vueltas una especie de faja tortuosa, re- pitiéndose con cierta asimetría en cada lado, pintada de rojo y que recuerda en algo los moti- vos de la urna figura 98. Sea dicho, en general, que todas estas urnas tienen el bor- de interior del labio pintado de negro, y á menudo so presen- tan en la superficie interna las típicas salpicaduras de que dimos cuenta para otros obje- tos. Objetos diversos. — No debe- mos dar por terminada nuestra ya extensa enumeración, sin comple- tarla con algunos objetos más, que forman también parte de la colección obtenida de José Méndez ; las piezas más interesantes las reproducimos en la figura 99. Los pocos objetos de madera proceden del enterratorio de Mo- lino del Puesto, y están representados por un par de cucharas ta- lladas, una de ellas con mango bien arqueado, pero ambas mal conser- vadas. La tercera pieza es solamente la mitad de otro objeto en forma de tor- tero de huso, con una perforación central y varios dibujos ó líneas graba- 7 Fig. 97. — Urna antropomorfa con cimarrones N° 50, Col. M. L. P. ( 1 1 q del nat.) REV. MUSEO LA PLATA. T. XIX — 98 — dos; se trata de un objeto de tipo bien conocido, de que Ambrosetti lia publicado numerosos ejemplares Entre los mismos sepulcros del gran enterratorio, encontró Méndez muchos fragmentos de frutos de una cucurbitácea, llamada « Mate » en el lenguaje del país, de forma más ó menos esférica, partidos por el medio, y usados probablemente como recipientes ó cucharas para tomar líquidos. De los objetos fabricados de hue- so, dos de ellos proceden de Fuerte Quemado : el uno, es una especie de alfiler, de forma cilindrica con un pequeño disco plano; el otro, se pa- rece á una espátula ó utensilio em- pleado, tal vez como el anterior, en el modelado de la alfarería. Hay también puntas de flechas de hue- so, encontradas en abundancia, pero mal conservadas, dentro de las se- pulturas de Molino del Puesto y juntas con los vasos toscos, que hemos descripto en páginas ante- riores. Los cinco ejemplos que presen- tamos en la figura 99, nos darán una idea perfecta de este tipo. Todas ellas han sido más ó menos bien talladas ; muchas con punta aguda y una pequeña escotadura en la extremidad posterior ; están provis- tas casi siempre en uno, ó en ambos lados, de una profunda ranura longitudinal mediana. Estas puntas de hueso se parecen mucho á las mencionadas por Ambrosetti de los ce- Fig. 98. — Urna antropomorfa con ornamenta- ciones serpentiformes. N° 45, Col. 11. L. P. p/6 del nat.) menterios de La Paya 1 2. Entre las diversas sepulturas, y aun sobre el suelo éntrelas ruinas de la población de Fuerte Quemado, se han recogido algunos objetos de piedra tallada, como ser puntas de jabalina y también de flecha de forma- lanceolada, bastante gruesas, pero con cantos ó filo en toda la circunfe- rencia. Luego, un buen número de puntas de flecha casi todas de peque- 1 Ambrosetti, J. B., Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de La Pa- ya, en IlevÍ8ta de la Universidad de Buenos Aires, 1907, t. VIII, páginas 12, 105, 108, 126, etc. 8 Ambrosetti, J. B., Exploraciones, etc., 1907, página 50, figura 26. — 99 — Fig. 99. — Objetos extraídos de las sepulturas de Fuerte Quemado y Molino del Puesto (s/3 del uat.) — 100 — ñísimo tamaño y de diversos tipos, como ¡Hiede verse perfectamente en nuestra figura. Hay entre estas puntas de flecha, muchas de forma triangular, con los dos bordes y la base rectos ó ligeramente convexos; otras, en esta última parte, cóncavas, y muchas veces profundamente escotadas, conservando dos atetillas pronunciadas : este grupo constituye el tipo predominan- te de la región. Se encontraron también puntas de flecha más ó me- gos pedunculádas en su base, algunas pequeñas, de forma corta, triau- nular, con los bordes laterales cortantes, y otras más alargadas fuerte- mente dentadas. El material emplearlo con más frecuencia para su fabri- cación es de obsidiana y basalto (?), de vez en cuando también de cuarzo lechoso, calcedonia de varios colores y de pórfido cuarcífero. Terminamos, por fin, mencionando uno® objetos pequeños de piedra, tallados y perforados en forma de cuentas, que se han encontrado tam- bién dentro de los sepulcros de Fuerte Quemado. La mayor parte de ellos son turquesas, de color que varía entre verde cardenillo y verde aceitu- na ; también los hay de color azul marino que son todos de sodalita. Muchos tienen forma de disco circular con perforación central, y algunos otros, de tamaño mayor, son cilindricos ó conservan la forma primitiva de la piedra, siempre perfectamente pulidos y perforados. De estos ob- jetos se conocen muchos ejemplos hallados en diversos puntos del nor- oeste argentino *, pero hasta ahora no se sabe con seguridad su verda- dero origen. Por último, hubiese sido muy interesante, conocer con precisión el me- dio en que se hallaron gran número de cuentas ó perlas azules de vi- drio, de forma esférica, alargada ó cilindrica, encontradas al remover varias sepulturas, según Méndez, al pie del cerro de Fuerte Quema- do y también en otras de Molino del Puesto. Desgraciadamente, no se conoce su relación con las otras extraídas, posiblemente de los mis- mos sitios ; pero correspondiendo estas perlas á las introducidas por los españoles en el siglo xvi, no tenemos cómo tomarlas en conside- ración. Véase los trabajos «lo : Ambrosetti, Debenedetti, Román, etc., etc. Ubicación del pueblo antiguo del Fuerte Quemado Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina VIH Cerro Pintado de las Mojarras Ubicación del pueblo antiguo del Fuerte Quemado Vista del valle de Santa Maria y de la actual población del Fuerte Quemado (Provincia de Catamarca) Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II. T. VI) Lámina IX Fig. 1 Cumbre del cerro del Fuerte Quemado, vista hacia el noreste Werner u.Wírvter, Frankfurl Q gn Fig. 2 Construcciones antiquas en la cumbre del cerro del Fuerte Quemado (Provincia de Catamarca) Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II, T. Vil Lámina X Werner u. V/inter, Frarikfurl- a'/A\ Sepulturas al pie del cerro del Fuerte Quemado (Prov. de Catamarca) CAPÍTULO II CERRO PINTADO DE LAS MOJARRAS §3 SITUACIÓN Y ASPECTO GENERAL El acondicionamiento de nuestras colecciones originó una demora de dos días en Molino del Puesto, circunstancia que aprovechamos para visitar también el Cerro Pintado de Las Mojarras, situado como á dos kilómetros de la Estancia del Molino, rumbo al sudoeste, y más ó menos á medio camino entre la villa de Fuerte Quemado y la de Santa María. Corresponde, por consiguiente, Cerro Pintado al misino cordón que ya se citó, y de cuyo costado oriental se destaca, como á distancia de tres kilómetros al sur de la vieja población de Fuerte Quemado. Unos cuantos ranchos de las propiedades al pie del cerro, forman el lugar lla- mado « Las Mojarras ». El cerro tendrá escasamente unos doscientos metros de alto. Visto de frente, es decir, desde el lado del río, afecta más ó menos una forma hemisférica, y se extiende como 400 metros hacia el noroeste (lám. XI, fig. 1). Las construcciones antiguas se hallan circunscriptas en casi toda su extensión sobre el mismo morro, donde se levantan las ruinas de un gran caserío. La subida al cerro es muy tendida por su costado este, y es precisa- mente en esta liarte, y á contar de su mitad superior, donde existo mayor número de construcciones, las que se elevan gradualmente, una después de otra (lám. XII). Más escasas son las construcciones sobre la falda norte, y, excepción hecha de unas cuantas, faltan en los costados sur. y oeste, siendo éstos, por otra parte, mucho más escarpados y, por lo tanto, menos accesibles. La cumbre del cerro forma una estrecha planicie de unos 20 metros 102 de anclio, pero bastante despareja, la (pie se lialla edificada también en nna extensión como de 30 metros de sudeste a noroeste. §H CONSTRUCCIONES ANTIGUAS Todas las construcciones son por lo visto angulares: no liemos encon- trado ni una sola de forma redonda. Las que ocupan las faldas son típi- Fig. 100. — Paredes de base reforzada, sobre la falda cas, y semejantes á aquellas de Quilines: por lo general determinan recintos que miden de 3 a 4 metros de ancho, por 4 á 5 de largo; forma- dos por cuatro paredes, de las que, la una está arrimada á la falda y libres las demás. El espesor de las paredes varía entre 70 centímetros y un metro: su altura rara vez excede de 2 metros, correspondiendo esta medida 103 máxima á la pared del frente ó externa, cuando el terreno presenta cierta inclinación ; en ese caso la interna se halla arrimada al cerro. Por otra parte, observamos también aquí, que las paredes son más esmeradas, perfectamente á plomo en el interior de cada recinto, y la base reforzada con lajas grandes y chatas (üg. 100). Las entradas á las habitaciones están casi siempre del lado sur é inme- diatas á la pirca posterior. Guando hay dos ó tres cuartos juntos, és- tos se comunican entre sí por simples vanos, ó por una pequeña pirca, formando codo, que facilita la entrada á los mismos. Fig. 101. — Eolovninioiito do lna construcciones encima del coito Hemos dicho ya, que las construcciones abundan en esta parte del cerro; se suceden unas á otras, como los escalones de una gran escali- nata : á corta distancia de la pared trasera de cada casa, se levanta la delantera de la de más arriba. Las construcciones en el costado norte se hallan casi todas muy derrumbadas, y, á juzgar por los vestigios que aun se distinguen, deben haber existido dos grandes murallas paralelas, que cercaban todo este conjunto de casas en su parte baja. Construcciones en la cima del cerro. — Nuestro croquis (fig. 101) dará una idea completa de la edificación que lleva la parte superior del cerro \ 1 Del)o hacer presente también aquí, que el plano publicado por el doctor Ten lía- te (A nthropologic des ancicns habitan ts, etc., plancha A, fig. 26), en nada so parece íí — 104 — cuya vista fotográfica reproduce además la lámina XI. figura 2. Tenemos aquí, un pequeño grupo de construcciones angulares, cuadradas y de rectángulos alargados, dispuestas con cierta simetría y que seguramente corresponden á otras tantas habitaciones. Éstas, salvo algunas particu- laridades, no ofrecen diferencias dignas de ser mencionadas en detalle. El grupo principal de estas construcciones representa un edificio com- puesto de una gran pirca rectangular, que mide 40 metros de largo por 12 de ancho y parece haber servido de patio; á éste se hallan adheridas las habitaciones, pero aquí arrimadas á la pared externa y no á la interior. Fig. 102. • — Habitación sobre el cerro al oeste (le las construcciones principales Una gran galería rectangular y sobresaliente, forma dos martillos por su costado occidental ; además, aun existen otros tres cuartuchos : uno perfectamente cuadrado, ubicado en la mitad de la pared del norte, en parte hoy derrumbado: mientras que los otros dos, rectangulares, se hallan del lado opuesto, tal cual lo vemos en el plano, en el que también están indicados los vacíos ó pasadizos, aun más ó menos reconoscibles. Allí se incluyen otros cuartuchos inmediatos, hacia el sudeste del edificio citado, que pueden é) no haber pertenecido al primer grupo: en uno de ellos se distingue una pirca divisoria. liaremos notar, á más de todo esto, que en el interior de la gran cua- dra existe un círculo, formado de piedras lajas, que mide unos tres me- tros de diámetro y está colocado á flor de tierra. Otra pequeña pirca en la realidad ; es posible que se trata de una equivocación, como en el plano de Fuer- te' Quemado, ó de un relevamiento hecho con poco cuidado. 105 forma de cuadrante, pero muy deteriorada y cuyo destino ignoramos, se lialla en el rincón sudoeste de la cuadra. Todas estas construcciones lian sido levantadas con piedra laja hasta . un metro y algo más de altura *. De la gran galería rectangular hacia el sudoeste, hay una pequeña de- presión en el cerro, y, como á, los cien metros encontramos una casa alta, de una sola pieza de 4 X 4,50 metros, muy bien edificada y que conser- va aún el dintel de su puerta, formada por dos largas piedras (fig. 102). Á poca distancia de esa casa, y siempre sobre el mismo filo, se encuentran vestigios de trabajos mineros, efectuados, según información del doctor Lafone Quevedo, á mediados del siglo pasado. En las proximidades de este último edificio existe una serie de ruinas, que están completamente destruidas, probablemente debido al tráfico de los mineros, para los trabajos posteriores á que nos referimos en las líneas que anteceden. Á lo que se ve, existe cierta relación entre las obras antiguas de Cerro Pintado y aquellas otras de Quilines y de Fuerte Quemado, y, da- da la proximidad de estas localidades, es muy posible, y aun probable, (pie todas hayan pertenecido á indios de una misma estirpe ó nación, (pie tuvo su asiento principal á la altura de Fuerte Quemado, centro que parece haber sido del valle de Yocavil. § III CEMENTERIOS Á la bajada del cerro con el mismo Méndez, quien nos había acompa- ñado en esta excursión, pasamos á un lugar de donde, según él, fueron extraídas muchas tinajas y otros objetos de alfarería, muy parecidos á los que conocemos de los cementerios de Fuerte Quemado. Se trata aquí de un enterratorio, situado como á medio kilómetro al nordeste 1 Quiero aprovechar esta oportunidad para manifestar quo he podido ver en mu- chísimas ocasiones paredes pircadas por los habitantes actuales, que son en todos sus detalles perfectamente idénticas íí aquellas de épocas míís remotas. El tipo do casas de pirca baja, está muy generalizado entre los actuales habitan- tes de esta región; pero, la disposición del techado, y otros detalles complementa- rios, con los largos años han desaparecido completamente en las construcciones anti- guas, y sin duda modificaron sensiblemente la altura interior do esos edificios : puedo muy bien ser que so imitara la falta de altura en las paredes, sin quo so acordasen de los techos altos que las complementaban. de Cerro Pintado, en una de las propiedades de «Las Mojarras». Poquísimos restos lian quedado de los sepulcros, después de una remo- ción completa del terreno, que se hizo, según nos lo aseguraron, como un año antes de nuestro arribo: pero, por los mismos datos proporcionados Fig. 103. — Aspecto actual de un antiguo cementerio por nuestros acompañantes, se ve que estos sepulcros deben haber sido muy parecidos al del primer tipo, descripto en nuestro capítulo anterior, lo que confirmaron después dos rápidas excavaciones (fig. 103)^ que se hi- cieron en nuestra presencia mi otro lugar vecino al cementerio profanado. § TV MATERIAL AR QUE( ILÓCIIC O El material que á continuación vamos a describir, se lia adquirido por compra; una sola vez tuvimos oportunidad de presenciar personalmente la excavación de una sepultura. Esta colección, vendida por José Martí- nez. comerciante de Fuerte Quemado, consta de unos veinte objetos, reunidos por los vecinos Guerra y Méndez en el antiguo pueblo de Las Mojarras: la mayor parte son pucos, casi todos pintados y de alfare- ría roja, que corresponden del todo á los mismos tipos, descriptos ya de Fuerte Quemado y de Molino del Puesto. 107 Pucos de fondo rojo. — • El ejemplar más sencillo es nn puco (n° 13), de factura algo tosca sin pintura, de color ladrillo, ennegrecido por el ho- llín, que muy bien puede resultar de uso en alguna, cocina, indígena. Es de forma cónica, de altura reducida, paredes rectas, arqueadas solamente en la parte superior Inicia, adentro; la base es pequeña y de sección cón- cava. Otro de los mismos (n° 0), pertenece á un tipo distinto en cuanto á su forma baja, achatada, con una cintura entre los dos pares de protube- rancias laterales y el borde de un labio oblicuamente dirigido hacia el exterior: hubo dos pestañas en el labio, entre las protuberancias dichas, de las que una ha desaparecido. Su base es perfectamente circular, am- plia y cóncava, y como en el anterior ejemplo convexa en el interior. La superficie es lisa, de color gris amarillento ; por afuera, se distinguen aún unas gruesas líneas oblicuas de rojo muy claro. Los demás pucos rojos llevan sus dibujos negros; á excepción de tres de ellos, la. ornamentación del lado exterior consta otra vez do esque- mas típicos serpentiformes, tales como ios tenemos en el material proce- dente de Fuerte Quemado. En algunos ejemplares, los dibujos del lado interior están tan mal conservados que resultan casi del todo invi- sibles. Uno de los tres pucos excepcionales, es de forma parecida, pero más grande, que el número 13; tiene del lado exterior una banda formada por líneas paralelas sembradas de puntos negros y que corre en zigzag entre el borde y una. línea negra cerca de la base. Otro puco pequeño es algo tosco; sus paredes son más verticales y la porción basal cónica; además está provisto de dos protuberancias simé- tricas como asas, en el punto de reunión de las dos partes antedichas. La decoración externa se compone de seis fajas verticales, que caen del labio á un círculo cerca, de la base, formadas por líneas más ó menos pa- ralelas. El adorno del lado de adentro comprende cuatro fajas en cruz, constituidas por dos líneas rectas entre otras dos onduladas : estas cuatro fajas se desprenden de un ancho círculo en la base. El tercer ejemplar (n° 10) es grueso y tosco, de forma subhemisférica, con una base como siempre cóncava por fuera, y convexa por dentro muy pronunciada. Del lado exterior se distingue un trozo de una doble línea, que serpenteaba por toda la circunferencia, y en el interior, unos siete listones con ornamentación caprichosa y asimétrica. Cuatro de los pucos que por fuera ostentan el símbolo del ofidio lle- van también en el interior figuras serpentiformes (nos 1, 5, 8 y 10 de la colección). En uno de ellos vemos, por ejemplo, cuatro figuras que corresponden á la parte posterior del ofidio típico, muy semejantes á los del puco nú- mero 104 de Fuerte Quemado; pero, en este caso, las figuras son más 108 — angulosas, alternadas en los detalles que adornan los cuerpos, como que dos llevan puntos, y otras dos, líneas transversales en gran profusión. Los otros tres pucos están muy mal conservados; en dos de ellos se distinguen apenas rastros de un dibujo serpentiforme, que aparece una vez como especie de guarda, completada con la ornamentación de grecas que nacen de triángulos negros; mientras que en el otro, se distinguen dos serpientes del tipo común, con los cuerpos adornados por series de líneas transversales, y otras en sentido longitudinal. Las dos figuras están separadas poruña banda mediana de dos líneas paralelas con otras quebradas, dispuestas en sentido del ancbo de la banda. La ornamentación interior de los otros pucos (n05 4, 7 y 8 de la colec- ción) consta de elementos geométricos, dispuestos en ocho secciones, tal como se lia dicho de los ejemplos citados en otro lugar (ver pág. (¡5). El puco mayor (n° 7) de 30 centímetros de alto y 32 de diámetro, procede de la misma sepultura, de donde se ha sacado la urna funeraria, de la que nos ocuparemos más tarde. Se distingue del tipo común, por su forma alta y subcónica con pare- des poco arqueadas, el borde ceñi- do por una cintura cerca del labio, que resulta plegado hacia afuera; la base es muy pequeña y cónca va, con escasa convexidad en el in- terior. Hay dos asas, las de siem- pre, semicirculares, simétricas, un poco más abajo del borde. El símbolo de la serpiente, en la superficie exterior, está groseramente dibujado : se forma el ofidio por dos líneas separadas con una hilera de puntos en su interior. La decoración del lado de adentro es sumamente sencilla : los cuatro listones ó fajas principales en cruz, se forman con tres líneas onduladas entre dos rectas, y se complementan en los cuatro espacios correspon- dientes con cuatro grandes triángulos negros. En el puco número 12, como siempre, tenemos por base cuatro fajas principales, dispuestas en cruz, alternadas : dos de ellas con triángulos, solos ó con grecas, separados entre sí por curiosas líneas rectas y ondu- ladas; las otras dos también llevan triángulos, pero sin grecas y cada una su serie de losanges simétricos, unos dentro de otros, y separados de los triángulos por líneas similares á las anteriores: los detalles de estos artísticos dibujos, se ven en el dibujo reproducido en la figura 104. Estas cuatro fajas en cruz se separan por cuatro figuras parecidas á clieurrones invertidos, cuyos detalles constan en el mismo dibujo. Fig. 104. — Decoración interior con fajas cruzadas. Fuco n° 12, Col. II. L. F. ('/, del nat.) — 109 — En el número 4 de nuestra colección, tenemos en lasíajas principales los mismos adornos de triángulos con grecas, muy parecidos á los del puco anterior, si bien peor ejecutados, y dispuestos de la misma ma- nera, Los vanos correspondientes también llevan su ornamentación; en dos de los casos, líneas onduladas (dos de un lado, tres del otro); y en los otros, líneas en zig-zag, de las cuales se desprenden hacia arri- ba ciertas líneas cortas, en número de cuatro ó más, que muy bien pudié- ramos considerar como adorno fitomorfo muy estilizado ; sea de ello lo que fuere, es una decoración también típica de la región. Escudillas de fondo amarillento claro. — - Seis son los pucos que nos quedan por citar de esta localidad; ellos pertenecen á la misma categoría que los descriptos en el capítulo anterior. El único ejemplar bien conservado tiene del lado de afuera las dos guardas del tipo común, como puede verse en el grabado ad- junto (fig. 105). Esta misma decoración consti- tuye también en otro puco el ador- no del lado interior, pero en vez de simples guardas, trátase de ofidios, por completarse aque- llas con la cabeza triangular de la serpiente. En este mis- mo puco, se repite luego la tí- pica guarda en la porción mfc- r„co „«n, c«i. m. l. i*. rior del lado externo ; mien- tras que el dibujo principal ó superior, se compone de dos serpientes en forma de S, con dos cabezas, boca dentada y ganchos que se despren- den de los ángulos postlaterales de la cabeza; figuras triangulares, con claros sembrados de puntos, complementan los vacíos que dejan las vueltas y contornos de los ofidios. Igual decoración ocupa también el otro lado del mismo puco, y estos dos motivos están separados por líneas verticales una á cada lado de las asas también verticales y retorcidas. Finalmente, sobre el borde, se distinguen breves líneas negras. Los demás ejemplares presentan del lado interno las típicas trazas de salpicaduras. El puco número 14 es de factura tosca, distinto de los demás por su forma cónica; mide unos 15 centímetros de alto, 32 de diámetro en el borde y lü en la base; las asas son retorcidas y toscamente aplicadas. Este puco lleva un fondo blanquizco sobre el cual se ha dibujado con más ó menos arte el esquema de su ornamentación, que es diferente en los 110 (los lados. En el anverso tenemos dos guardas, como en tantos otros ca- sos : la superior consta de triángulos con grecas, desprendidos de dos lí- neas negras que forman la semicircunferencia del vaso; los dos triángulos superiores tienen el centro pintado de rojo y los dos inferiores son negros, pero dentados en su hipotenusa superior. La segunda guarda la forma una banda quebrada, pintada de rojo entre líneas negras, y los espa- cios que quedan, contienen otros triángulos cuadriculados, que comple- tan el dibujo. En el otro lado la mayor parte do la ornamentación lia desaparecido ; sus elementos parecen los mismos, pero otra es su disposición. Los demás ejemplares tienen el adorno casi completamente borrado, pero se nota aún que en uno hubo guarda quebrada roja, y decoración como en los ejemplares de Fuerte Quemado; en el otro tal vez un moti- vo serpentiforme muy irregular L Ollas. — Las dos ollas, halladas según Méndez en una misma sepul- tura, en cuanto á forma y color son idénticas á las descriptas en la Fig. 100. — Olla tosca con decoración subespiralada N“ 18, Col. ir. L. r. (V, del nat.) página 87 del capítulo anterior. En factura y ornamentación, ambas son bastante ordinarias: el dibujo del lado que representa nuestra liga- ra 100, no necesita mayores comentarios; no es igual el del lado opuesto, pues allí se notan tres espirales más pequeñas, y mal trazadas; además sobre la línea inferior de la guarda, otra figura, formada por una Son los números í) y 15 (lo nuestra colección. 111 simple curva coa triángulos negros cillas dos extremidades, y dos líneas cruzadas en el espacio medio. Á cada lado hay una faja vertical, muy asimétrica, la una con varias lí- _ neas reticuladas, la otra con estas más enredadas. El labio interior de la olla, lleva sns pequeños pi- quillos ó triángulos negros, que arrancan de la misma orilla. La otra olla es más ó menos del mismo tamaño; tiene la pintura ya muy borrada. Se distingue aún par- te de una guarda quebrada de dos líneas equidistantes, con una serie de gruesos puntos negros. Los de- más detalles se verán en la figura 107. También el interior del labio lle- va un adorno de ganchos subespirales que se desprenden del borde. Fig. 107. — Trozo or líneas curvas do ter- minaciones digitiformes, guardan semejanza con algunas que ostentan nuestros petrogiifos. Por otra parte, encontramos también parecido en los detalles del petrogiifo situado en el Bajo de Cañota, en la provincia de Mendoza publicado por el doctor Moreno 2, y el malogrado profesor Aguiar, de San Juan, me mostró unos dibujos muy parecidos á los nues- tros, sacados de varias piedras grabadas de aquella provincia. Las figuras 5 á 8 y 11 á 13 de la lámina XV, nos dan á conocer al- gunos de los petrogiifos que hemos encontrado en nuestro recorrido en los campos al noroeste del antiguo ingenio de Ampajango. En ellos ocurren solamente líneas curvas, espiraladas y entrelazadas, combina- das con círculos, una que otra vez con punto céntrico, formando el total figuras caprichosas, que tan difíciles son de describir, como de inter- pretar. Otra piedra, que se halla sobre una pequeña lomada entre Loma. Rica y la casa de Eugenio Gómez, en el bajo de Andaguala, tiene dos de sus superficies grabadas: una de 0U180 x 0m0(), la otra de OmGü X 0,n40 de largo y ancho respectivamente. Sobre ellas, se destacan con claridad los esquemas que reproducimos en la lámina XIV, figuras 3 y 4, formados por líneas rectas y quebradas, más ó menos paralelas con los contornos trapezoidales de la piedra, y que terminan en círculos con puntos cén- tricos y algunas grecas bien trazadas. Muchos son los signos, por supuesto muy convencionales, que encon- tramos sobre otros petrogiifos. En su mayor parte se componen de figu- ras geométricas, como por ejemplo el dibujo de doble espiral en forma de S, que se ve sobre las rocas, lámina XIV, figura 5 y lámina XV, figura 1. Este último petrogiifo está situado al nordeste, como á dos kilómetros de la casa de Gómez en Andaguala: tiene 0m80 de alto y entre otros signos curiosos, algo más profundamente grabados que de costumbre, se distingue una huella tridáctila del «Suri» ó «Pata de Perdiz», deno- minación local. Muy interesante es sin duda el hallazgo del petrogiifo situado cerca de Ampajango, yendo de la Cuesta del Vallecito, el que figura en la lá- 1 Boman, Jntiquités, etc., página 677, figura 1-19. - Fkancisco P. Mokicno, Exploración, arqueológica de la provincia de Catamarca, on Revista del Museo de La Plata, 1890-91, tomo I, figura fio la página 208. 121 mina XIV, número 2. Además de buena cantidad de curiosos signos, mezclados con círculos concéntricos, rastros tridáctilos, etc., se encuentra aquí, por primera vez, las huellas de la planta del pie ó de la palma de la mano humana, idénticas á aquellas de las esculturas en la roca de Itío Xegro l, ejemplo que hemos citado ya, al tratar de los petroglifos de Quilines 2. Los pocos petroglifos que nos quedan aun por mencionar, son de re- presentaciones antropo y zoomorfas. La figura humana, que ostenta una pequeña piedra hallada al suroeste de Marcos Yape (lám. XV, fig. 2), acaso pertenezca á un tipo moderno ; por otra parte, no sería demasiado aventurado, considerar las figuras de la lámina XV, números 3 y 4, y tal vez aun parte del número 5, como se- res antropoides, muy estilizados por cierto 3. Para terminar haremos notar las dos representaciones reptiliformes, muy bien ejecutadas, del petroglifo lámina XV, figúralo, hallado sobre la Cuesta del Valleeito, y en el cual se conservan también rastros de gra- bados en la liarte superior de la piedra; y por último, otra figura zoo- morfa, lámina XIV, figura 1, se destaca con mucha claridad sobre la peña obscura, casi negruzca. Entre algunas figuras enigmáticas apare- cen otra vez las llamadas « patas de perdiz », y del lado izquierdo, una ornamentación que bien pudiera ser de carácter fitomoríb muy estili- zado. Si este corto relato basta para darnos á conocer, siquiera someramente, los petroglifos de la región, no liemos satisfecho con ello nuestra curiosi- dad en cuanto á su origen y significación. ¿ Sería posible con tales an- tecedentes emitir opinión alguna en cuanto al sincronismo de estos pe- troglifos con las ruinas y restos arqueológicos í ¿ Acaso pertenecen todos ellos áuna sola estirpe, é intervinieron en todos los artistas que fabrica- ron también el abundante material arqueológico '? Tal aseveración pa- rece poco probable, por el solo hecho de que no existe suficiente analo- gía entre los respectivos simbolismos. Es admisible que los petroglifos correspondan á una época más moderna, porque en el transcurso de lar- gos siglos los dibujos hubieran quedado del todo ilegibles, por el pro- ceso de descomposición que experimentaría la superficie raspada. Por ahora, esta solución nos parece tan problemática como la de pretender descubrir el significado de los petroglifos. Admitiendo la posi- bilidad de que algunos de ellos puedan haber servido para algún fin eere- 1 Brujen, La piedra pintada, etc., en Revista del Musco de La Plata, tomo X, 1902, página 173, lámina II. ’ Véase el capítulo II, página 27 del presento trabajo. 3 El petroglifo lámina XV, figura 3, se encuentra sobro la Cuesta do los Marciales; el representado en la figura 4, poco más al sur de la Cuesta del Valleeito. monial ó de culto, debe dejarse la última palabra á estudiosos más auto- rizados; me adhiero, no obstante, á lo que dice Boman al final de su ca- pítulo referente á este punto 1 : « Tal vez que los hombres de la época de los petroglifos, hayan mirado estas obras enigmáticas simplemente como obras de arte, que satisfacieron sus conceptos estéticos, sin darles nin- guna significación precisa, y que jamás será posible descifrarlos ó des- cubrir su significado. » Boman, Antiquités, etc., página 820. Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina XIII. Fig. 1 Vista general de la Loma Rica (Prov. de Catamarca) Werner u.Winter, rrarikfurt Fig. 2 Ampajango desde el valle de Santa María (Prov. de Catamarca) Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. I], T. VI) Lámina XIV. F'ig. 1 Piedra sobre la cuesta del Vallecito Fig. 2 Piedra en las proximidades de Ampajango Fig. 3 Piedra en las proximidades de Andaguala Fig. 4 Lado opuesto de la piedra de la Fig. 3 Fig. 5 Piedra al sur de Andaguala Petroglífos (Provincia de Catainarca) Rev. Museo de La Plata. T. XiX (Ser. II, T. VI) Lámina XV. Petroglífos (Provincia de Catamarca) CAPÍTULO IV PUNTA DE BALASTO § I SITUACIÓN Y ASPECTO GENERAL Con la descripción de que nos ocuparemos en el presente capítulo, da- mos á conocer por primera vez loque aun queda del antiguo pueblo en la Punta de Balasto, uno de los más interesantes de todos los que hemos estudiado, y, que por lo curioso é importante de sus construcciones, pa- rece que debió pertenecer á una plaza fuerte de primer orden para aque- llos tiempos. Punta de Balasto es lugar bien conocido, situado en el extremo sur del valle de Santa María ó Yocavil, y muy próximo á la terminación de la serranía de Quilines, de allí su nombre de «Punta». Está, al este del cordón final de la cerri liada, sobre un morro que so destaca de dicha sierra, en el que se halllan las ruinas. En este lugar se ramifican importantes vías de comunicación entre las poblaciones del valle de Santa María y las principales de más al sur, como ser: Io de Andalgalá á las Minas y Quebrada de Muschaea; 2o de Hualfín y Belén, cruzando en dirección sudoeste la inmensa llanura, basta llegar á Los Nacimientos; 3o otra que dando vuelta á la Punta va hacia el norte y toma el otro valle que conduce desde Famabalasto hasta El Cajón : la sierra de Quilines se interpone á los dos valles pa- ralelos citados (lám. XVI). Si marchamos de Punta de Balasto hacia el norte, damos con el lugar de San José, y más allá, con la villa de Santa María; luego las poblacio- nes viejas del Cerro Pintado de Las Mojarras, Fuerte Quemado y Quil- ines, esta última, como dijimos ya, la más notable por sus imponentes construcciones y su gran extensión. Del costado oriental del mismo 124 valle, rumbo nordeste de Punta de Balasto, ludíanse los lugares de Am- pajango, Andaguala y Loma Rica. Los alrededores de Punta de Balasto son tan áridos como los demás lugares ya mencionados : la vegetación es pobre, formada de plantas xerófilas, como jarillas (Larca divar icata), retamas (Enhiesta retama) y otras espinosas, entre las cuales abundan cactáceas y grandes «cardo- nes » ( Cercas), tan característicos de estas regiones. El río, bastante caudaloso en este pinito, corre Inicia el sur por el valle del Cajón, rodea la terminación de la sierra, y continúa su curso en dirección opuesta, ó sea norte, por el ancho valle de Santa María. Las tierras, bañadas por sus aguas, son algo más fértiles, pero no por eso mejor aprovechadas por los pocos pobladores actuales. La casa de Ismael Vargas, que sirve de hospedaje á casi todos los viajeros que transitan por esas regiones, es asimismo la única propiedad de alguna importancia, y en sus confines es donde está situada la vieja población. Como en las demás localidades, observamos en Punta de Balasto, dos grupos bien distintos de construcciones, separadas unas de otras: el uno, es el de la edificación en el llano del valle; el otro, el de las cons- trucciones que se hallan sobre el cerro. Sucede, pues, tal como en Quil- ines, Fuerte Quemado y tantas otras poblaciones antiguas, que las cons- trucciones de la parte llana fueron habitadas en tiempo de paz y por gente entregada á. sus labores domésticas y al cultivo de sus tierras; mientras que aquellas otras, remontadas sobre los cerros, debieron haber servido como sitios de observación, de refugio, ó como verdaderas forti- ficaciones, como lo vemos en el caso presente. Dejando de lado otras consideraciones, nos limitaremos á describir las ruinas de Punta de Balasto, tal cual las hemos hallado en marzo de 1907. § II CONSTRUCCIONES ANTIGUAS Construcciones en el llano del valle. — Penetrando al valle de Santa María por el sur, como un kilómetro antes de llegar á la casa de Var- gas, se encuentran sobre una ligera elevación del terreno, ó terraza inmediata al río, (pie correóla derecha, ruinas de un centenar de pircas, que ocupan aproximadamente una superficie de 10 hectáreas. Se trata aquí, en su mayor parte, de pequeñas construcciones de dos metros por tres, de forma cuadrilonga, con ángulos no siempre bien definidos. Estas construcciones se hallan ya aisladas, ya en grupos de á dos, pero siempre bastante separadas entre sí, y distribuidas con cierta 125 — regularidad. Para su edificación se lian empleado cantos rodados «leí río: las pircas son bajas, apenas de medio metro de alto y de igual espesor, pero actualmente so hallan muy destruidas. No aparecen vestigios que pudieran indicarnos los vanos ó pasadizos, razón por la cual es más difícil explicarse su verdadero objeto. Los interiores casi nunca miden inás de uno ó dos metros cuadrados y todas esas pircas en apariencia son muy semejantes á las que veremos luego en una excursión por Pajanco, localidad al sur del actual pueblo de Siján ; análogas pircas volvimos á encontrar, pero mucho más extensas, en «La Giudacita » de SaujiL Es posible, que á par de aquéllas, las construcciones aludidas de Punta de Balasto correspondan á simples cuadras ó andenes, destinadas á la agricultura. Al este de la serie de pircas, y cerca deí borde de otra terraza, que se eleva á pocos metros sobre el nivel de la anterior, se distinguen aun D'ig. 113. — Croquis do una habitación en el vallo los cimientos de una habitación (fig. 113 y lámina XIX, fig. 1), formada de varios departamentos angulares, que se comunican por vanos y se hallan cercados por un muro de 26 metros de largo por 14 de ancho. Estas construcciones, también levantadas con cantos rodados, se en- cuentran actualmente muy mal conservadas : las paredes derrumbadas ó tapadas por arena, tienen muy poca altura, y no presentan más parti- cularidades que la disposición de los diferentes departamentos, en lo cual se parecen á las construcciones ya descriptas. Encima de la pequeña terraza, al naciente de aquellas ruinas, halla- mos algunas construcciones curiosas, observadas más tarde también en otras poblaciones, y que, en un principio, suponíamos debían ser sepul- turas : me refiero á unos círculos perfectos, de dos hasta tres metros de diámetro, formados de piedras colocadas á flor de tierra. En esta ocasión eran once los círculos, y se hallaban repartidos en dos hileras más ó menos simétricamente, y á corta distancia unos de otros : cada círculo consta de una, de dos ó más series de piedras (fig. H4). Hemos efectuado excavaciones en algunos de estos círculos, sin des- cubrir indicio alguno de que pudieran haber servido de sepulturas: su verdadero objeto es un enigma Muy pocos vestigios, fuera de éstos, quedan en la predicha población en su parte llana ; sin embargo, al dar vuelta otra vez hacia el sur, halla- mos á uno y otro lado del camino real, en una buena extensión, restos Fig. 114. — Uno de los círculos de piedras en la llanura de pircas, como también una serie de construcciones circulares, más pe- queñas que ias anteriores, y á más, los mismos cantos rodados en series largas, más ó menos simétricas, que anteriormente hemos supuesto des- tinados á. la labranza. Circunstancias ya conocidas, y además el hecho de no haber dado con un panteón ó gran enterratorio, durante nuestro rápido recorrido, nos hi- cieron desistir de intentar excavaciones; pero los fragmentos de objetos de alfarería recogidos sobre el suelo, aquí y allí entre las primeras cons- trucciones citadas, demuestran perfectamente el tipo de algunos de esos objetos ; aunque sólo sea de paso, no queremos dejar de llamar la atención en este lugar sobre los mismos. Al parecer, proceden estos fragmentos de pucos ó tazas muy esmeradamente fabricados, con pare- 1 El terreno en esta parte es enteramente pedregoso y estéril, por cuya razón no es posible suponer que hayan servido para sembradíos. 127 des delgadas, de pasta muy bien trabajada y cocida, de color rojo unos, y otros blanco esmaltado, con sus pequeñas figuras geométricas ó zoo- mortas de exagerado convencionalismo. Todo el aspecto de esta alfarería, á primera vista, se correlaciona niucbo con aquella que conocemos de los valles de Cal ingasta. La fortaleza. — El gran fuerte, que constituye el segundo grupo de construcciones á que nos liemos referido ya en esta relación, se levanta sobre un cerro como á tres kilómetros al norte del pueblo del bajo, y á unos dos kilómetros al noroeste de la casa de A argas. í'ig. 115. — El cerro fortificado desde la Quebrada del ’Mendocino Diclio cerro tiene 480 metros de altura sobre el valle y un total de 2380 sobre el nivel del mar, siendo además el más elevado entre los del con- torno. Visto desde el valle, este morro se presenta como un gran cono muy regular, pero prolongado hacia el oeste, de lo que resulta, en su cima, un estrecho filo bastante desigual, ó en realidad una larga y angosta meseta. Sus faldas y laderas al norte y nordeste, son entera- mente escarpadas, llenas de grandes ó inaccesibles peñascos y por con- siguiente desprovistas de toda construcción. Por la parte sur, al frente de una quebrada, llamada del « Mendocino » (fig. 115), que en esta misma dirección desemboca en el valle de Yocavil á la altura de la población del llano, el cerro se presenta menos empinado, con sus faldas formadas peí- anchas lomadas, separadas por cuatro profundas gargantas. Son por lo tanto, las faldas sur y oeste y toda la cumbre, las que están erizadas de — 128 — paredones ó pircas ; pero debe advertirse, que éstas empiezan á aparecer recién á unos 250 metros del pie del cerro (lám. XVIi). Á objeto de estudiar estas fortificaciones, ascendimos tres veces al cerro, acompañados por el vecino Alberto Cáceres. La primera vez, efec- tuamos la subida por el costado sudeste, trepando con dificultad por las ásperas laderas y gargantas, llenas de ripios corredizos y en parte muy empinadas ; por cuya razón, la segunda vez, dimos vuelta por el pie de la cerrillada, para remontar la Quebrada del Mendocino, la que nos condujo con más comodidad hasta la lomada en el extremo oeste del cerro, y que probablemente fuera el camino transitado por los constructores de aque- lla plaza Inerte. Lo más notable de estas fortificaciones son las enormes murallas hori- zontales, más ó menos continuas, que protegen admirablemente la subida al cerro en todas sus partes más accesibles : vienen á colocarse en nú- mero hasta de siete murallas paralelas, que se elevan equidistantes de diez á veinte metros, y en ocasiones hasta de cincuenta una de la otra, y cuya disposición demuestra nuestro plano (fig. 116) *. La muralla inferior del recinto fortificado, al sudoeste del cerro, lleva dos grandes torres cilindricas, á distancia como de 200 metros una de otra, quebrada por medio ; la muralla que corre hacia el norte desde la primera torre, es sin duda la más monumental, pues conserva en partes tres metros de alto, medida del lado externo, y hasta metro y medio de espesor: á los siete metros tiene una entrada de lm70 de luz. Las demás murallas miden casi siempre dos metros de alto y tienen un espesor cons- tante de un metro, por lo cual, muchas veces, debido al fuerte declive del cerro, disminuye la altura interna de estos paredones. Otra de sus particularidades es la construcción escalonada, sobre todo en los sitios por donde van ascendiendo; de esta manera se ha mantenido su nivel general más ó menos siempre horizontal. Las dos torres se levantan sobre grandes peñascos en laderas sobre- salientes y puntos en sumo grado estratégicos, desde donde se domina todo el camino de la quebrada que caracolea al pie de este cerro. Estas torres son perfectamente cilindricas, muy bien construidas, y la primera {fig. 117) tiene un diámetro de 5m70 ; su pared por fuera es de 2 metros de alto, y su espesor de 70 centímetros. .Para todas estas construcciones en general, se ha empleado el mismo material del cerro, lajas de filita sericítica, en una palabra, la pizarra arcillosa, usada tal cual la separa su clivaje natural. Estas lajas consti- 1 Observaré aquí, que todo lo edificado cu la cima del corro corresponde á un rele- vamiento prolijo, mientras que lo demás del croquis sólo sirvo para indicar aproxi- madamente los sitios y el carácter do las demás construcciones. Véase página 42, nota 3, lo observado respecto al plano do Punta de Balasto. RBV. MUSEO LA PLATA. — T. XIX 0 116. — Plano de la fortaleza en Punta de Balasto — 130 tuyen siempre el material más excelente y apropiado para la edificación :: y aquí, como en otras partes, las encontramos superpuestas sin cemepto alguno; las paredes son perfectamente perpendiculares y trabajadas con mucho esmero. Repetiremos que los paredones éstos, excepción hecha del exterior ó de más abajo, son discontinuos en partes, respondiendo así á varias causas, una de ellas, sin duda, la configuración del suelo. Con el interés de conocer las construcciones que se aperciben desde lejos, más arriba de la serie de imponentes muros, recorrimos primero las dos lomadas centrales en dirección al naciente, explorando después- Fig. 117. — Torre circular en el extremo sudoeste de la fortaleza la tercera, ó sea la última en el extremo sudeste del cerro, separada de aquéllas por profunda garganta. Sobre estas tres lomadas, nos en- contramos con otros tantos grupos de construcciones, de las cuales, dos forman el caserío principal, compuesto en su totalidad de habi- taciones, dispuestas sobre las faldas superiores de las dos lomadas cen- trales 1. En la lomada oriental, las habitaciones se alternan con otros edificios, menos regulares, varios de forma circular, que sin duda son los reductos de defensa en las avanzadas de este lado del fuerte. Los edificios del caserío referido, son todos sólidos cuartuchos, cua- drados ó de forma más ó menos rectangular, algunos muy largos y bas- 1 lin término medio, estas habitaciones miden 3 metros por 5 de ancho y largo. Cerca de la cumbre déla segunda lomada (la del medio de las tres citadas), hay una casa grande, aislada, de 16 metros de largo y 8 de ancho, con dos pasadizos de 0m90 de luz, que comunican á dos pequeños departamentos (3X4 ni.) por el lado- sur y este respectivamente. 131 tanfce grandes, sobre todo donde las condiciones del terreno permiten su extensión; por la misma causa encontramos estos cuartuchos, ya aisla- dos, ya en pequeños grupos do tres íi cuatro juntos, sin comunicación entre sí ó con simples vanos. Casi .siempre, estos edificios constan de tres paredes libres, mientras que la cuarta se confunde con la falda del cerro, la que sirve de estribo; pero, todas se levantan perfectamente á plomo y á igual nivel; la última pirca parece que sirviera también de acera ó camino para facilitar la bajada al interior de las habitaciones : en algunos casos, existe la entra- da abierta en el muro, pero está siempre del lado de la falda. Por lo general, muchas de estas construcciones son idénticas á las de Quilines. Las pircas son como de metro y medio de grueso, y su altura máxima de dos metros; la base va muchas veces reforzada de grandes lajas, chatas y lisas, y cada una de ellas superpuesta con esmero, en la forma habitual, pero aquí, como en las de aquel pueblo, rellenadas con ripios y detritos de la misma roca. Las construcciones que se hallan por último sobre la lomada al na- ciente, corresponden en gran parte á obras de defensa, como lo manifes- tamos ya. La misma lomada se presenta aquí más. parada, llena de lade- ras ásperas y de grandes peñascos, que se aprovecharon hábilmente para levantar sobre ellos, á más de varios edificios, buen número de pequeñas construcciones de formas irregulares y ángulos redondeados. Hay otras, que son torres bajas que se suceden hasta la misma cumbre del cerro, donde se encuentran colocadas sobre las laderas más escarpadas : estas debieron guarecer á los defensores de nuestro fuerte, que de estos pun- tos altamente estratégicos arrojaran sus mortíferos proyectiles de pie- dra al invasor que intentara trepar por los pocos sitios accesibles. En varias de las torres encontramos el suelo cubierto de cantos rodados, arrojadizos, acarreados del río y muy bien seleccionados. Muchas veces, debido á la irregularidad ó declive pronunciado del terreno, tanto las torres como los otros edificios no alcanzan á estar del todo pircados : en tales casos substituye la peña viva á la pared en una (pie otra parte (casi siempre es la posterior del edificio); la pirca de cir- cunvalación arranca entonces de la misma peña viva, y por allí se baja con facilidad al interior de cada recinto. Haremos constar á más, que esta lomada no lleva otras murallas de defensa, fuera del fragmento de pirca gruesa al costado sur, que corres- ponde á la prolongación de la gran muralla inferior : las condiciones del mismo cerro hicieron, en esta parte, tan impracticables como innecesarias estas defensas. Llegamos por último á la cima del cerro, donde experimentamos nueva sorpresa, al contemplar las ruinas de las grandes y complicadas construc- cioiies que la coronan. 132 Como so dijo ya, la cima está formada por una especie de meseta angosta, bastante accidentada, en una extensión como de 150 metros de este á oeste y de 15 á 30 metros en su mayor anclmra. La parte más elevada de la meseta corresponde al extremo oeste; el suelo está erizado do peñascos, y declina hacia el sur con un desnivel de algunos metros, el que se ha podido subsanar en la manera de levantar las pir- cas de los edificios. Como sucede en las construcciones de las lomadas, y en las otras ya. descriptas, están aquí también casi todos los edificios sin pared visible en su costado norte, debido al declive del terreno : estas paredes se hallan siempre perfectamente ajustadas á la peña ó al suelo, el que á veces ha sido escarpado, y esta misma peña determina después la altura de las demás paredes de circunvalación. Todos estos paredones son muy anchos, muchos de dos metros, levantados á plomo y su centro, á veces, relleno de ripios. Por otra parte, obsérvase que las esquinas en estos edificios son por lo general imperfectas unas, redondeadas otras, y las pircas asimismo curvas ó también en ocasiones subcirculares. Las entradas á los recintos son casi siempre del lado norte, nunca del sur; cuando los edificios son de varios departamentos ó cuartos, éstos se comunican entre sí por medio de estre- chos pasadizos abiertos. Hemos reproducido con cuidado en nuestro croquis (fig. 116) la dispo- sición y detalles de las construcciones que constituyen este curioso fuerte. El edificio que ocupa la parte más angosta de la meseta en su extre- mo este, está compuesto de varios departamentos; uno de ellos, el más amplio, es de contorno rectangular por fuera, y original por la forma que tienen sus muros en el interior: constan de diversos ángulos bien definidos y de una pirca con vano, que forma un pequeño recinto con una ancha pared sin abertura, á la derecha. De este lado hay una pirca cuadrilonga, con salida al exterior, y otra que comunica con la pieza contigua, más ó menos de las mismas dimensiones, pero de forma algo caprichosa. Á inano izquierda de la gran sala, aparece una pirca muy destruida, que corresponde á otro departamento de forma apsidal, con su salida al exterior y en comunicación con el gran salón del medio. De este edificio, á los dos metros apenas hacia al poniente, se levanta un segundo, también grande ó irregular, compuesto de dos piezas, una cuadrada, y otra mayor más ó menos rectangular; en cada una de ellas se desprende una corta pared como para formar recodos : bastará con referirnos al plano. Al norte de este último edificio, y sobre el terreno más alto, se en- cuentran las ruinas de dos cuartuchos más ó menos cuadrados; el del lado oeste está enteramente derrumbado. 133 — Dichos edificios están separados de los otros más al oeste, por una ligera depresión en la parte central de la meseta, donde existe una espe- cie de corral ó patio, cerrado por tres muros bajos, pero gruesos, y levan- tados con lajas muy grandes : los dos más ó menos paralelos miden 20 y 32 metros de largo respectivamente, y 18 metros el que cierra el patio al sudeste y que parece no hubiese existido en el lado opuesto. Llama la atención, por hallarse el piso de dicho patio perfectamente embaldo- sado con lajas delgadas, muy bien seleccionadas. Unos 15 metros rumbo noroeste de este corral, y sobre el terreno ascendente, encontramos las ruinas del segundo grupo de construcciones. Primeramente se da con un edificio irregular, de pirca ancha y baja, compuesto de tres habitaciones, comunicadas entre sí por vanos ó pasa- dizos abiertos, los que no se alcanzan á ver del exterior : los ángulos dentro y fuera del edificio son más bien redondeados, y casi no existe pirca externa. Á los seis metros encontramos una habitación doble, y muy cerca de ésta, otro gran salón cuadrilátero do unos 8 X 12 metros de luz, con paredes muy gruesas (2m00), separado á la mano izquierda de otra sala menor, muy angosta, por una pirca divisoria más baja y con comunicación en el medio. De este mismo lado se levanta otro edificio, colocado oblicuamente á la pared divisoria del salón, que responde á la vuelta del cerro, y el triángulo sólido que resulta de la unión de paredes está relleno de ripio. Este cuarto, de pirca incompleta, está separado de las murallas ó defensas, al noroeste, por un pasadizo, que comunica con las últimas construcciones por ese lado. Los tales edificios, en número de tres, son de forma caprichosa, irre- gulares, más ó menos redondos ; sus paredes muy anchas, como otras veces son rellenadas de ripio, sin sobresalir en partes del nivel del suelo. Debido á los desprendimientos del borde de la meseta, la construcción más al nordeste se halla muy destruida, y no es fácil saber, si el muro ha sido un círculo completo, ó si ha formado parte del de las otras dos. De éstas, la de más al norte mide unos 5 metros de diámetro y poco menos de uno de alto ó, mejor dicho, de fondo; á más, está completa- mente cerrada, su costado izquierdo reforzado exterioricen te por una pared gruesa. Por último, la tercera de estas construcciones tiene mayor capacidad; su pared del lado izquierdo es recta, como si fuese la prolon- gación de la del edificio antedicho, y después de formar esquina, cierra en semicírculo este recinto por el lado del norte. En el rincón, y á mano izquierda, dos paredes de escasas dimensiones y más bajas que las otras, forman dos recintos pequeños : uno con entrada abierta, el otro do forma trapezoidal y completamente cerrado 1 Véaso la vista, lámina XVIII, que correspondo íí esta parto; allí puedo distin- guirse íí la derecha una de estas pircas dobles con relleno de ripio. 134 ¿ Cuál sería el objeto de estas singulares construcciones ? No es fácil dar respuesta categórica á tal pregunta, pues lo más probable es qne no sirvieron de habitaciones sino de almacén para víveres, y hasta para el agua que puede haberse depositado en esa pirca circular, que 1 i gura con la pared de refuerzo. Esta hipótesis es tanto más admisible, cuanto que sin este requisito, los defensores déla fortaleza, no hubiesen podido resistir un sitio prolongado. Es de advertir que el morro en cuestión carece de fuente ó vertiente alguna, y toda el agua tiene que haberse acarreado desde el río ó de alguna quebrada cercana, que en otros tiempos tenía su riacho. Por otra parte, nos ha llamado la atención, que durante nuestro viaje en aquellos lugares, hemos visto muy pocos hoyos de mortero excava- dos ; tampoco hemos hallado objetos ó fragmentos de alfarería, cosa tan abundante siempre en todos los otros pueblos. Pero, sea de ello lo que fuere, si hemos de analizar todas las construc- ciones con el criterio qne corresponde á las exigencias del momento, y, si aun tenemos en cuenta la posición geográfica del cerro, fácilmente podremos apreciar la importancia que alguna vez alcanzó el « fuerte » de Punta de Balasto en la época de las conquistas precolombianas. líev XVI. Kev. Masco .le La l'latu, T. XIX (Ser. II. T. Vil Vista del valle de Santa María en las proximidades de Punta de Balasto (Provincia de Catamarca) Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina XVII Construcciones paralelas en la parte sudoeste del cerro de Punta de Balasto (Prov. de Catamarca) Rcv. Museo de La Plata. T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina XVIII Construcciones en la parte oeste de la cumbre del cerro de Punta de Balasto (Prov. de Catamarca) I’lata. T. XIX (Ser. II. T. VI) Lámina XIX. Kev. Museo «le La Fig. 1 Vestijios de construcciones en el valle al sur del cerro de Punta de Balasto IVérner u.Winter, Frankfurh Fig. 2 Aspecto general de la región ocupada por el pueblo antiguo del mismo valle CAPÍTULO V FAMABALASTO § I SITUACIÓN Y ASPECTO GENERAL En el curso (le nuestra exploración del año 1908, y de regreso de Arn- pajango á lugares vecinos, llegamos por segunda vez á Punta de Ba- lasto, para seguir de allí basta Famabalasto y conocer también la pobla- ción indígena de la cual sólo teníamos úna que otra referencia. No existe, que sepamos, trabajo alguno que trate de dicha población, y así, grande fué nuestro asombro al encontrar luego ruinas tan extensas Como curiosas. Como lo indicamos al principio del capítulo precedente, Famaba- lasto está situado del lado occidental de la sierra de Quilines, y al este del valle de El Cajón, que corre paralelamente con el de Santa María ó Yocavil. De Punta de Balasto, dista unas ocho leguas y se llega allí fácilmente en otras tantas horas de marcha, siguiendo el camino aguas arriba, que dá vuelta por la sierra, poco más al norte de Pie del Médano. Á par de otros lugares que hemos conocido de paso, Famabalasto cuenta en la actualidad con una sola casa habitada, ó mejor dicho un puesto, qué consta de un pequeño rancho con corral para ovejas y cabras, cerca de las lomas que se desprenden de la sierra principal : allí establecimos campamento. Del lado oeste, el valle de El Cajón está limitado por las bajas colinas, ■que se pierden al sur hacia la gran llanura de Campo de los Pozuelos, mientras que al naciente se levantan las montañas, en ese punto bastante altas y más imponentes que las del otro costado de la sierra. La vegeta- 1 36 — JTig.'llS. — Vista general de la región ocupada por el antiguo pueblo — 137 ción es más ó menos la misma, que en la región ya descripta ; las arenas depositadas por el río forman anchas playas, en las que se destacan los plateados penachos de la cortadera (Gortadcria argenten ), que cubre lar- gos trechos. Por ausencia del puestero ó de otra persona baqueana de esos luga- res, que posiblemente nos hubiera podido proporcionar datos sobre el pueblo viejo, nos vimos abandonados á nuestra propia suerte, por lo que, apenas llegados, nos dedicamos á la tarea. Habíamos recorrido sin resultado los lugares del bajo en un radio de varios kilómetros, así como las lomas circunvecinas á dicho puesto, cuando remontando un valle transversal que desemboca en el de El Cajón, como á diez cuadras al sur del rancho, penetramos en una quebrada que desciende del noroeste, donde descubrimos construcciones de pirca baja, una roca con morteros excavados y momentos después, al obscurecer, gran cantidad de cons- trucciones, casi invisibles, sobre las laidas de un cerro que intercéptala quebrada. Convencidos de haber hallado la población buscada, entrada ya la noche, volvimos á nuestro campamento. Al día siguiente, para abreviar camino, salimos directamente rumbo al oeste, cruzando la meseta que se levanta detrás del puesto, y bajan- do á una ancha quebrada que conduce también al pueblo viejo, distante como dos largos kilómetros del punto de partida. Contrariamente á lo que hemos observado en las otras poblaciones es- tudiadas, la de Famabalasto se halla escondida en las montarías, lejos de la llanura. Los únicos vestigios de construcciones fuera de su ejido, son las pircas que sirvieron para los sembradíos y una que otra roca con morteros excavados que se encuentran en las dos quebradas aludidas, en el extremo occidental del pueblo (fig. 118). Á este rumbo, está limitada por un cerro de unos doscientos metros de altura; en la falda, bastante empinada, que da al poniente hallamos muchísimas pircas que se suceden hasta la misma cumbre, formada por estrecho filo muy desigual, cubierto también de construcciones, como la falda oriental, por cierto más tendida. Recién desde la altura, domínase las ruinas de todo el gran conjunto de construcciones que ocupa en esta cerrillada, compleja y apiñada, una superficie más ó menos de un kilómetro de sur á norte, y dos de nacien- te á poniente. En esta dirección corre el gran cerro, ó mejor dicho cor- dón, qiie rodea la región poblada por el costado norte, y dando vuelta se eleva paulatinamente hacia los morros que surgen en el extremo orien- tal, y sobresalen sobre el cordón unos 100 metros. Por último, la cerrilla- da del sur es más baja, forma una cadena paralela que acompaña al cor- dón y está separada de éste por una quebrada bastante áspera y si- nuosa. La parte más densa de la población corresponde al mencionado cordón, — 138 — cuya cima, faldas y laderas del sur están cubiertas en toda su extensión por importantes construcciones, careciendo de ellas el costado norte por lo mismo que es muy escarpado y accidentado. Abundan asimis- mo las construcciones en las laderas de los morros, en su extremo oriental, pero ellas son más escasas y diseminadas en toda la parte sur del pueblo. §H CONSTRUCCIONES ANTIGUAS Las ruinas (le Famabalasto . — Demás está decir que dos días de permanencia en esta población no bastaron para estudiarla como era nuestro deseo; á mero título informativo yá grandes rasgos, nos limita- remos, pues, á describir estas antiguas ruinas, ofreciendo de ellas las fotografías reproducidas en las láminas XX y XXI. Famabalasto lleva el sello típico de los pueblos indígenas ; se diferen- cia, sin embargo, por ciertos detalles de construcción y en su conjunto, de los otros lugares tratados en el presente trabajo. Por lo observado es lícito suponer que la edificación no responda á un plan intencional- mente trazado, sino que el objeto principal lia sido aprovechar las con- diciones favorables del terreno, levantándose con tal motivo esas vastas construcciones, sin cuidarse de orden ni distribución. Llama la atención la falta de murallas, torres, ú otra obra de defensa; lo que allí se nota xierfectamente son dos tipos de edificios bien caracte- rizados: uno que corresponde á las habitaciones propiamente dicho, y otro formado por andenes construidos quizá liara sembradíos ú otros fines, que no alcanzamos á vislumbrar. Estas construcciones, exceptuadas unas pocas circulares, son más ó menos rectangulares, levantadas en la for- ma habitual, con pircas sencillas ó dobles, rellenadas en medio con ri- pio si la anchura lo requería. Los materiales empleados son piedras •de micaesquista y de granito pegmatítico, ambas extraídas del mismo cerro. Las habitaciones ó casas abundan más sobre la cumbre y parte supe- rior de las faldas sur del cordón principal ; encuéntranse también aquí y allá en la cerrillada, entreveradas con las pircas de los andenes, menos en la falda oeste al poniente de la población, donde sólo hay andenes. 139 Cada habitación, por lo general, está compuesta de varios cuartos rec- tangulares, que se comunican entre sí, casi siempre, por angostos pasa- dizos abiertos, pero pocas veces con el exterior; sus paredes, de setenta centímetros á un metro de ancho, conservan aún, más órnenos, otro tan- to de altura, medidas por el lado interior. Sobre el morro más elevado al naciente, encontramos un grupo de habitaciones muy bien construidas; desde este punto se domina todo el pueblo viejo, los cerros y las quebra- das circunvecinas, hasta los dos grandes valles que se pierden hacia el sur en el horizonte de la extensa llanura. Las otras construcciones que llamamos andenes , son mucho más abundantes que las verdaderas casas. Se caracterizan, por tener el Fig. 119. — « Andén » de la quebrada en su aspecto actual recinto que deja la pirca de circunvalación rellenado casi hasta arriba, formando una especie de terraza con piso horizontal. El mismo plano inclinado del cerro y muchas veces alguna roca ó la peña viva, substituyen á la pirca en los edificios que se encuentran sobre las faldas y laderas; en otras ocasiones, la pirca es completa, de forma rectangular y perfectamente ajustada al desnivel del terreno que se compensa por la mayor altura de las paredes. Las construcciones sobre la falda, en la parte occidental del pueblo, miden término medio unos dos metros de ancho por tres á cuatro de lar- go, y sus muros al frente como un metro y más de alto. El acceso á ellas debe haber sido por la misma falda del cerro, estando aún de manifiesto una qxie otra senda ó camino pircado que facilitaría el tránsito entre di- 140 chas construcciones. Son éstas algunas veces . 01, del uut.) De la misma piocedcn- j'ig. 130. — Urna pintada con ligaras zoomorfas encima de cia que el ejemplar an- a«u«- N“ 21. Cul- M- L- r- <‘h doi unt.) terior hemos conseguido otra urna que reproduce nuestra figura 130. Ella pertenece á un tipo' bien conocido, caracterizado por la superposición de tres partes, ó sea: 153 — do mui base en forma de cono truncado con asiento cóncavo ; un cuerpo ó vientre, de paredes verticales ligeramente arqueadas, enangostadas ha- cia la unión de la tercera parte ó cuello, que se ensancha gradual- mente para formar el labio de la urna. Existen dos gruesas asas horizontales del tipo usual, oblicuadas del lado interno, y así apenas separadas de la pared de la urna en su parte inferior. Encima de cada asa se encuentra una figura zoomorfa de cabe- za saliente, cuerpo ovalado con rayas horizontales impresas y de poco relieve : son éstas sin dúdalas mismas figuras del « quirquincho » (J)asy- p us vcllcrosus), que he- mos visto en la urna de Fuerte Quemado (fig. 90 bis) y en muchas otras. El modelado de esta urna está bien hecho ; la superficie perfecta- mente alisada y pro- vista de una pátina ó barniz protector. La ornamentación es sencilla ; consta so bre el cuello de cinco anchas fajas vert icales y retieuladas, que des- cansan sobre una línea horizontal en la base de éste, y de la cual se desprenden hacia aba- jo nueve triángulos negros, de cuyos vér- tices nacen espirales. La guarda en la parte inferior del vientre, está formada por dos líneas paralelas equidistantes á unos 45 milíme- tros, con el interior ocupado por una serie de ganchos dobles, enros- cados que muy posible es que representen algún motivo fitomórfico ; estos dibujos y la línea inferior de la guarda, estén interrumpidos en la región de las asas. Por último, de la mencionada guarda se desprenden cinco pares de líneas onduladas, que llegan hasta la base; y del lado in- terior del labio serpentea una banda muy ondulada que ocupa toda la circunferencia sin solución de continuidad. Fig. 131. — Hermosa urna con ornamentación serpentiforme X»23, Col. M. L. T. ('/„ «leí nat.) El tercer ejemplar (fig. 131), es una hermosa urna del tipo de la an- terior, pero de doble tamaño y de paredes más uniformemente arquea- 154 (las. L os dos animalitos encima de las asas, están substituidos por un simple pegote subovalado, pero también con rayas impresas ; alrededor de dichos pegotes están pintados dos, y una vez tres líneas semicircula- res entre series de gruesos puntos. El gollete ó cuello está separado del cuerpo por una línea negra; por fuera presenta una ancha faja ó guarda escalonada y reticulada, y del lado interior grandes triángulos negros, que se desprenden del borde; una estrecha línea negra, corre próxima á la base del cuello. El vientre de la urna ostenta el lindo esquema de serpiente, con cabeza triangular, de la cual se desprende un cuello, y de él, á cada lado, un cuer- po con cola enroscada en espiral ; todos los detalles de este ofidio están reproducidos fielmen- te en nuestra figura. Una de las asas se ha roto ; sobre la otra se ven siete rayas ver- ticales negras; la por- ción basal lleva las líneas onduladas, dis- puestas en cuatro gru- pos, propias de este tipo de urnas. Por mera casuali- dad, esta urna lité ha- llada dentro de la pro- piedad de don Justi- niano Leguizamón, al excavar un agujero para plantar un poste de cerco ; pude comprobar que no se trataba de sepulcro, y que la urna estaba simplemente enterrada allí, á muy poca profundidad. Otro ejemplar, semejante á la urna recién descripta filé extraído de un sepulcro que contenía al parecer, los restos de un solo individuo, y la urna á su vez algunos liuesecillos de quirquincho y fragmentos del fruto de una cucurbitácea. En cuanto á su forma, ella es menos ancha que la precedente, casi de hi misma altura («'18 centímetros), de paredes más gruesas y factura algo tosca. La superficie se halla bastante deteriorada ; se distingue aún los dibujos de su ornamentación, que en la parte ventral consta, de un ofidio parecido al de la figura 131, pero de cuerpo menos esbelto, ancho, con las dos colas acodadas dirigidas hacia arriba. La guarda del gollete se, compone de líneas y anchas fajas negras, verticales, que forman eua- Lámina XXII. Rev. Museo tle La Plata. T. XIX Lámina XXII. (Ser. II, T. VI) Vista parcial de las construcciones existentes sobre las terrazas fluviales al noreste de Hualfin (Provincia de Catamarca) Rev. Museo do La Plata, T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina XXIII. Restos de caseríos en una de las terrazas al noreste de Hualfin (Prov. de Catamarca) Rev. Museo de La Plata, T.X1X (Ser. II, T. VI) Lámina XXIV. Fig. 1 Sepultura intacta en las proximidades de Hualíin (Prov. de Catamarca) Fig. 2 Sepultura abierta lateralmente (Hualfin) 155 — tro secciones desiguales, cada una de ellas con tres pares de líneas para- lelas horizontales, separadas por una serie de gruesos puntos. Encima de las asas, y en la base del cuello se encuentra un pegote gro- sero con una sola incisión horizontal profunda, y limitado abajo por un doble arco semicircular ; sobre las asas hay algunas rayas verticales. La porción basal lleva las líneas onduladas usuales ; el borde interior del labio está ribeteado de negro, y acompañado de una línea quebrada que complementan triángulos con vértices dirigidos hacia el interior. De otra sepultura al lado de la anterior procede la urna tronchada (igura 132. Ésta es de factura algo tosca; su cuerpo subgloboso termi- na en base alta en forma de cono truncado. La superficie es granulosa, poco pulimentada y ostenta en ambos lados una serpiente con cabeza en cada extremidad, limitada por dos líneas horizontales, constituyendo la única decoración ventral con los detalles de costumbre. En esta misma sepultura se hallaba también la cabeza de un pequeño ídolo, de forma circular, cara chata, con ojos, nariz y arcos superci- liares destacados, la boca impresa, y con lastres rayas típicas debajo de los ojos, pintadas sobre las mejillas ; á cada lado, en la región de las orejas lleva la perforación de costumbre para suspender el objeto. CAPÍTULO VII LA CIÉNAGA §1 SITUACIÓN Y ASPECTO GENERAL La población actual de La Ciénaga queda más ó menos á mitad de camino entre Uualfín y la villa de Belén. Yendo de Ilualfín á esta última, se pasa por el Eje, San Fernando y Palo Blanco, donde la que- Fig. 133. — Cerro con ruinas antiguas, al sudoeste de la población actual de La Ciénaga brada se convierte en un valle ancho y fértil que baja lauda, el sud hasta la Angostura de San José, y por el cual se extiende la población referida. Con motivo de una misión especial nos dirigíamos á casa de una se- ñora Zenona Oclioa, dueña de la propiedad conocida por El Baño, una 157 pequeña vertiente de aguas alcalinas, situada á mano derecha del río, y casi en el extremo sur de La Ciénaga. Nuestras averiguaciones entre las personas de dicha casa nos dieron á conocer varios sitios, donde existían antiguos panteones, como también ruinas de paraderos aislados y de otras construcciones, (pie probable- mente pertenecieron á algún centro de indios de esa localidad. Las ruinas de tal centro, se hallan situadas como á tres kilómetros al sudoeste del Baño, encima de un cerro que avanza hacia la margen izquierda del río, precisamente entre los ranchos de Ildefonso Arancibia y Domingo Hornero. Este cerro alcanza á unos 150 metros de altura aproximadamente; su forma es indefinible, parecida á una meseta ondu- lada, con distintos niveles, sobre la cual se levanta un pequeño morro, perfectamente visible en nuestras fotografías (fig. 133 y lám. XXV). En el nordeste, otra elevación determina la mayor altura del cerro, cuyas faldas al norte y oeste son bastante tendidas, pero más paradas en los costados opuestos, y sobre todo al sudeste, donde bajan á la quebrada de un río seco. § n CONSTRUCCIONES ANTIGUAS Todas las construcciones de que nos ocuparemos, son en cuanto á detalles de edificación, semejantes á las ya descriptas de las pobla- ciones del valle de Santa María; el material empleado es la cuarcita pa- leozoica, originaria del mismo cerro. Subiendo á éste por el costado norte, encontramos restos de pircas, que se elevan sobre sus faldas en forma de muros bajos, ya muy derrumbados, pues sólo en partes conser- van apenas medio metro de alto ; en ocasiones se completan como de costumbre por una que otra pared lateral. Encima de la meseta hallamos en seguida el primer grupo de cons- trucciones compuesto de una gran pirca rectangular, y en el medio de uno de los costados más cortos, se desprende una pared divisoria que ocupa como dos tercios del interior; luego, sobre el terreno ascendente están diez construcciones bajas, rectangulares, más ó menos de unos cinco metros por siete de ancho y largo respectivamente. Al nordeste de estas construcciones, y también sóbrelas mismas lade- ras, en la parte nordeste del cerro, existe buen número de sepulcros ya abiertos, cuya forma describiremos más tarde. De las construcciones que ocuparon la falda sur del pequeño morro, se conservan solamente pocos vestigios ; al parecer no hubo en esta parte sino unos cuantos cuadros, formados por pircas sumamente bajas 158 — y de poco ancho. Sobre la misma cumbre del morro, hay dos pircas cir- culares, más ó menos de tres metros de diámetro exterior y poco más de uno en su interior ; una de ellas caída, la otra conserva unos cincuenta centímetros de su altura primitiva. Nuestra lámina XXV, reproduce un recinto ó habitación rectangu- lar, do unos 0 metros de ancho por 12 de largo, excavada de manera que no se advierte pared alguna en el exterior, como lo hemos visto ya en casos análogos. Por dentro hay una pared que está perfectamente á plomo y mide más ó menos un metro de alto, ó mejor dicho, por hallarse enterrada, de profundidad. En el costado oeste queda un estrecho pasaje abierto que da salida á un plano ligeramente inclinado, cerrado en esta parte y del lado norte por un cerco angu- lar y muy bajo, de unos 24 y 1 2 metros de extensión en sus dos brazos. Otra pirca de unos tres metros de largo, corre paralela con la pared de la construcción mencionada en la parte del sur. El segundo grupo de cons- trucciones se halla ubicado sobre la meseta en la parte sud del cerro, y ocupa apro- ximadamente unos 150 me- tros de naciente á poniente, y algo menos de norte á sud. Los cercos cuadrados de la parte oeste están distribuidos con menos regularidad : cons- tan de pircas rectangulares de unos 5 metros de ancho por 7 de largo, y de unas pocas piedras superpuestas. Las paredes de los otros edificios, por decir así, se hallan mejor conservadas, sin embargo raras veces tie- nen más demedio metro de alto por unos setenta centímetros de grueso ; la mayor parte de ellas tienen sólo los costados de piedra, las qne van rellenadas de ripio, como lo hemos hecho notar ya. Otro grupo de ocho construcciones está dispuesto en línea de naciente á poniente; se compone en primer lugar de dos pircas rectangulares de (i por 8 metros, con una pared divisoria baja y angosta; el tercer recinto es muy estrecho y separado de los anteriores por una muralla ancha, levantada con piedras grandes al exterior é interiormente rellenada con ripio. Tres de los cuadros que siguen, miden entre 4 y 5 metros de ancho ; Mbr¿e ^rani &8L %ióom |== construcción 4^' rcctacpu&nMsí g? ''/Mi ÓMes/iguoi ^ ígísé uéfiircaó , . ^ ’ i ‘ 'grupo cte ca¿ Fig. 134. — Disposición aproximada de las construcciones sobro el cerro ilo La Ciénaga / — 159 — los dos primeros los separa una pirca divisoria baja, que llega solamente hasta la mitad del interior, mientras que la pirca de la sexta construc- ción es otra vez muy ancha, como en uno de los casos anteriores ; por último, dos recintos más son cuadrados, de 8 metros por lado y están subdivididos por una angosta pi rea medianera. Haremos constar que en ninguna de estas construcciones hemos ob- servado vanos ó puertas de salida ú otros detalles dignos de mención ; las paredes son todas muy bajas, perfectamente á plomo, y de ángulos bien pronunciados. Más al sudeste se encuentran algunas ruinas de construcciones más pequeñas, pero mal conservadas; entre ellas, uno (pie otro sepulcro explorado. § III SEPULCROS Y MATERIAL ARQUEOLÓGICO Todos los enterratorios que hemos hallado dispersos sobre la meseta y las laderas del cerro, han sido construidos en forma de bóveda, de un tipo muy semejante á los descriptos de Hualfín ; sin embargo, los de la Ciénaga son más pequeños y menos profundos. Hemos visto una veintena de ellos : casi todos han sido abiertos por arriba, ó sea por la misma boca ó abertura de la bóveda del sepulcro, que en pocas ocasio- nes llega á tener más de un metro de profundidad. Estas bóvedas se han construido prolijamente con igual piedra angu- losa que la de los ediíicios ; el mayor diámetro está en la base, el de la boca mide apenas medio metro de luz que corresponde á la pared interior. Como en las demás sepulturas de esta clase, las paredes se van estre- chando hasta formar el arco de arriba, tal como lo hemos visto en las de Hualfín (lám. XX, fig. 1). Seguramente que un reconocimiento prolijo del cerro y lugares circun- vecinos, nos permitiría descubrir sepulcros aun intactos, como también otros restos de la población indígena, pues en ésta sólo pudimos hacer un registro muy somero durante las contadas horas de nuestra estadía, el 3 de marzo de 1908. Unos pocos objetos antiguos que hemos conseguido en la Ciénaga, han sido encontrados casualmente en la propiedad de la señora Ochoa por Juan Carrión, quien los tenía reservados. Excepción hecha del hacha y de la ollita roja, los cuatro recipientes de esta pequeña colec- ción, proceden de dos distintas sepulturas, descubiertas al excavar un canal de regadío. Parece que éstas estaban formadas por paredes ver- ticales de piedras superpuestas y tapadas con otras lajas grandes y — 160 — planas : contenían además, según cuenta Cardón, « unos huesos largos y cráneos, pero tan frágiles, que se deshicieron al sacarlos con la pala». El hacha y la o 1 1 i t a proceden del misino cerro del cual ya nos ocupamos. lincha de piedra. — El hacha, figura 135, con que comenzaremos la enumeración, es de gran tamaño ; mide unos 25 centímetros de largo, es algo asimétrica, y para su fa- bricación se aprovechó la for- ma natural de la piedra, sa- cando (d filo correspondiente á su forma : paralelas á él dos escotaduras profundas vienen á formar un cuello. Este último, por consiguien- te, no da vuelta completa alrededor de la cabeza del hacha y tiene poco más de 30 milímetros de ancho, con unos 11 en su mayor conca- vidad. La cabeza del hacha está redondeada, pero no es del todo globular, debido á la asimetría general de la pie- dra. En la superficie se advier- ten algunos golpes del cincel lio e .) ó instrumento manejado por el tallista; pero loque hace más curioso al objeto, es la figura grabada en uno de sus costados : se trata tal vez de un dibujo inconcluso formado por una banda quebrada, esculpida á poca profundidad, y que conviene hacer constar como caso único, pues no recordamos otro. Vanos de alfarería gris grabada. — Los cuatro objetos de que ahora nos ocuparemos, pertenecen todos á la al- farería gris grabada. Corresponden a una fabricación esmerada, con pasta muy fina y arcillosa : sus paredes son sumamente delgadas y, tanto por fuera como por dentro, bien alisadas, de color gris uniforme. La pequeña taza ó puco, figura 13G, es de forma perfectamente he- Fiir. 13G. — Pequeño vaso de alfarería gris grabada. Xo 7G, Col. M. L. P. (’/2 del nat .) . Fig. 135. — Gran hacha de piedra con dibujo esculpí en uno de sus lados. Xo 78, Col. M. L. 1*. (’/3 del nat — 161 mistérica, con una depresión basal de sección apenas cóncava. En cada lado lleva dos figuras de dobles ganchos rayados en el centro y limita- dos por una línea horizontal paralela al borde, do donde dos laterales bajan hasta la misma base. Los dibujos han sido grabados con punta fina á regular profundidad. El segundo ejem- plar de esta serie, es un hermoso vaso sub- globoso ligeramente •comprimido, con un aplanamiento forman- do la base, de unos .siete centímetros de •diámetro, el que equi- vale al de la abertura ó boca, situada en el ■centro del recipiente. En la parte superior del vaso y de ambos lados, se encuentra gra- bado el curioso monstruo reproducido en todos sus detalles en nues- tra figura 137. De un cuerpo encorvado, dibujado de perfil, se des- prenden una cola larga y angulosa, pies y manos, así como la cabeza provista de ojo, oreja y boca con grandes dientes triangulares ; el interior del monstruo está ocupado por rayas y figuras fusiformes •con estrías cortas, tal como lo reproducen las figuras. En el va- cío, delante do cada di- bujo, se repiten en ma- yor escala los detalles de la boca, en forma de dos series dentadas convergentes hacia un círculo, sin duda el ojo, que corresponde á otra representación conven- cional del sér misterio- so. Estos grabados fue- toii hechos con punta fina, y las figuras están encuadradas por contornos trapezoidales. Esta interesante ornamentación no es por cierto desconocida; el doctor Lafone Quevedola llama draconiana y ha publicado una serie de ejemplos .análogos sobre alfarería procedente de Andalgalá, donde parece ser típica. ñBV. MUSEO LA PLATA. — T. XIX 1 t Fig. 137 bis. — Dibujo al reverso «leí mismo vaso Fig. 137. — Vaso subesférico con ornamentación draconiana. N» 75, Col. M. L. P. (>/* del nat.) 1G2 — Poseemos dos jarras, de ornamentación bastante parecida ; el ejemplar ligara 38, está formado por un cuerpo globoso con base circular y lige- ramente cóncava, del cual nace un cuello subcilíndrico ; está provisto de un asa plana, vertical. Excep- tuando la región del asa, toda la su- perficie del vaso está cubierta por una decoración rectilínea constitui- da en el cuello por series de líneas paralelas, muy juntas, que conver- gen alternadamente, una vez hacia, arriba, otra vez hacia abajo; una serie de rayas cortas verticales li- mitan este conjunto en la base del cuello. Como se puede ver, el cuerpo ó vientre está adornado con ángulos alargados, agudos, que llevan como adorno pequeñas rayas horizonta- les; el conjunto representa un dibu- jo geométrico en forma de estrella. De la segunda jarra (fig. 139), se conserva el fondo y la parte anterior con el asa, habiéndose perdido gran parte del reverso. Se diferencia de la precedente por te- ner un cuerpo más bajo, subhemisférico, sobre el cual se levan- ta el cuello. Los dibujos han sido grabados con un instrumento poco pun- zante, como de un mi- límetro de ancho, y en partes á poca profun- didad. Los que ocupan la pared superior de la jarra se asemejan á. los del ejemplar anterior y recuerdan cierta or- namentación fitomór- fica. Los dibujos de la base son más irre- gulares; existen aquí también los ángulos con rayas transversales, pero ellos están separados por una, dos, ó más líneas paralelas, pero general- Fig. 139. — Jarra de alfarería gris grabada. N° 73, Col. M. L. 1*. (Vs del nat.) Fig. 13S. — Jarro de alfarería gris grabada K° 74. Col. M. L. P. (*/2 del nat.) Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina XXV, Construcción rectangular en las cercanías de La Ciénaga (Prov. de Catamarca) 163 — mente por tres de ellas. El asa está situada en esta jarra más ó menos en su tercio medio. Pequeña olla roja con dibujos. — La pequeña olla tosca que nos resta por describir tiene forma perfectamente globular ; su base es estrecha y plana, la boca es ancha y termina en labio recto, oblicuamente diri- gido hacia afuera. Está provista de dos asas toscas, poco destacadas del cuerpo, y encima de cada una, de un pegote en forma de tubérculo. La superficie es de color rojo ladrillo; la ornamentación es simétri- ca y consta en el anverso de dos cabezas serpentiformes, completadas por triángulos con terminaciones digitales y limitadas por gruesas líneas en los cuatro lados. En el reverso hay dos figuras como manchones ovala- dos con series de líneas paralelas y puntos. El espacio entre pegote y asa está ocupado por dos y tres rayas horizontales. La base do la ollita lleva los cuatro pares de líneas onduladas usuales, y el labio otros tantos gru- pos de rayas verticales, del lado exterior como del interior. Haremos notar que los dibujos del anverso y otros detalles, tienen semejanza con los de una urna de Belén, publicada por los profesores Outes y Lafone Quevedo l. 1 Outes, Alfarerías, etc., plancha, IY, figura 5 ; Lafone Quevedo, Tipos de alfarería en la región Diaguito-Calcliaquí, en Revista del Museo de La Plata, 1908, pá- gina 344, figura 17. CAPÍTULO VIII DON DIJES DE QUIXMIYIL §3 SITUACIÓN Y ASPECTO GENERAL El hecho de haberse incluido en nuestro itinerario el viaje hasta el antiguo pueblo de Londres, justifica (pie publiquemos las siguientes observaciones./ advirtiendo desde luego que no es imposible sean estas Fig. 140. — Vista parcial de la actual población de Londres ruinas, al menos en parte, de una población de origen español : algo así se deduce de las crónicas antiguas, transcriptas por los doctores Lafone Quevedo 1 y Adán Quiroga ; el aspecto de las mismas construcciones es 1 Lafone Quevedo, Londres y Catamarca, Rueños Aires, 1888. — 165 distinto de aquéllas, de que nos liemos ocupado basta ahora. De todo esto trató Furque en un artículo sobre Londres de Quinuiivil \ pero sus conjeturas y el plano que publicó de las ruinas, no están en completo acuerdo con la impresión que recibimos durante nuestra rápida visita, y si bien someramente, nos ocuparemos en el presente capítulo de esas ruinas más ó menos antiguas. El pueblo viejo de Londres está situado al nordeste de la población actual | conduce á él la quebrada del río Quimnivil, y como á los tres kilómetros, otra, que rumbo al oeste va hasta las primeras murallas del antiguo caserío : éste se extiende sobre un kilómetro cuadrado de un terreno bastante desigual, cubierto ahora por un matorral bajo pero muy tupido, entreverado con varias especies de mimosas, breas, chañares y otros ejemplares característicos de la vegetación local. En la parte sur del pueblo se alzan tres pequeñas lomas aisladas, en cuyas faldas se destacan algunas construcciones. Hacia el sudeste, la vista se pierde en la llanura, mientras que del lado opuesto se levantan las montañas de la serranía que aparece en la lámina XXVI. § II CONSTRUCCIONES ANTIGUAS Sorprendidos por fuertes aguaceros en las dos ocasiones en que visita- mos las ruinas del caserío de Londres, nuestra exploración por el espeso matorral fué bastante penosa, y por la misma razón no pudimos hacer un relevamiento prolijo de cuanto allí había ; pero, sin embargo, alcanza- mos á ver que no es enteramente exacta la distribución de los edificios que aparece en el plano de Furque. Hay, por cierto, bastante simetría en algunos grupos délas habitacio- nes, por cuanto éstas se hallan formadas por una serie de piezas dis- puestas una al lado de otra, constituyendo así el tipo local. Se ha po- dido observar, un paralelismo perfecto entre la pared del frente y la del fondo ; esta última conserva en partes casi tres metros de altu- ra, y es probable que lia debido sostener el techo inclinado hacia ade- lante. Los muros de las subdivisiones son generalmente más bajos ; sólo en algunos casos las respectivas piezas se comunicaban por pasadizos abiertos, y las entradas deben haber estado en la parte anterior ó frente del edificio. 1 Hilarión Furque, Las ruinas de Londres de Quinmivil (Catamarca), en Anales de la Sociedad Científica Argentina , tomo L, 1900, página 166-171, con un croquis. 166 — Todas las paredes están construidas en forma de pirca ancha con grandes piedras simplemente superpuestas, que por la forma cuadran- gular de muchas de ellas, parecen haber sido labradas. En ninguno de los casos pudimos notar puerta con dintel, tampoco ventanas, ni otros detalles que nos indicasen el tipo de la techumbre 1 : nos limitaremos, pues, á la descripción de las construcciones más importantes en este su- puesto primitivo Londres, observando en lo posible la exactitud de su distribución. Pig. 141. — Pared exterior de mi grupo de viviendas Las primeras ruinas que encontramos al llegar á la población por el camino seguido, constan de un cerco de pirca muy baja de unos 30 me- tros de largo por 14 de ancho que encierra dos recintos rectangulares (de 3 X 5 m.), separadas las pircas por unos 80 centímetros de la del cerco, á la cual se ajusta por afuera otro rectángulo de 25 por 8 metros de superficie. Como 200 metros al sur de esta vivienda, hay otra, compuesta de siete piezas en línea, orientadas de este á oeste. De un costado, las paredes son altas y perfectamente á plomo (fig. 141) ; del otro, que corresponde 1 FüRQUK, Las ruinas, etc., página 167, observó en las murallas de alguno de los recintos ciertas cavidades como nichos que yo no he podido descubrir. Estos nichos debieron estar como íí 80 centímetros del suelo y distantes dos metros uno de otro. — 167 — al frente, su altura alcanza á poco más ele un metro, y las dos paredes se hallan equidistantes entre sí á unos 3m50. Siguiendo estas construcciones desde el naciente, hallamos un recinto nray largo, de 26 metros, hasta llegar á la primera pared divisoria; á ésta siguen otras tres piezas de 4, 2m50 y de 3 metros respectivamente, todas de paredes divisorias en- teras y sin comunicación alguna interior, notándose sólo aberturas ó sa- lidas clel lado sur. La cuarta pieza recién se comunica con la siguiente de 3 0 metros de largo ; otra contigua mide 6 metros y termina en un muro alto, al que sigue el último ó sea el séptimo recinto, con su entra- da perfectamente visible del lado del sur. Caminando hacia el poniente, encontramos unas cuantas construccio- nes cuadranglares, ya muy derrumbadas y rodeadas del lado del este por una pirca baja. De ahí hacia el sur, el terreno está surcado por una estrecha zanja, antiguo canal alimentado en otro tiempo por las mis- mas aguas del río Quinmivil, que fueron áno dudarlo, aprovechadas para mover el molino allí instalado : porque dentro del mismo canal yace una gran piedra de moler. Á distancia como de algunos cientos de metros de las ruinas su- sodichas, hay otras de construcciones perfectamente alineadas y orien- tadas de sur á norte. Éstas están distribuidas en tres grupos de viviendas con paredes paralelas, distan unos cuatro metros unas de otras y se hallan subdivididas en ocho recintos, cada grupo de tres á cinco metros por costado. Los dos grupos que en parte aparecen en la lámina XXVII, figura 1, se hallan separados solamente por un espacio de un metro ; los dos muros paralelos corresponden proba- blemente á los del fondo, que conservan aún mayor altura. El tercer grupo, también de ocho piezas, se halla separado de los demás por un espacio ó patío de unos 10 metros de ancho ; se compone de una simple hilera de piezas, y la pared considerada como trasera corre acompañada por otra á distancia de un metro más ó menos. Por la mala conservación de estas construcciones, es difícil re- conocer sus correspondientes entradas, pero parece que éstas, como en otros edificios análogos ya mencionados, deben haber existido al frente de cada uno de los tres grupos de viviendas. Aun nos queda por citar otras construcciones que vimos cerca de una loma al nordeste de la población (lám. XXVII, íig. 2); son tres edifi- cios rectangulares, dos de ellos de 5 metros por 10, hallándose rodeados por un cerco de pirca de regular extensión. Por otra parte, y á juzgar por ciertos vestigios de paredes, diríase que esta pequeña ciudad hubiese estado cercada por una muralla,, me- jor conservada en su? costado oriental, pero más ó menos continua en toda su línea. Ni estas breves observaciones, ni los antecedentes conocidos sobre la primitiva ciudad de Londres, nos permiten emitir fundada opinión res- pecto á su origen, es decir, si fue indígena ó colonial ; es preciso que nuevos estudios ó excavaciones complementen las informaciones que de ella tenemos. Toda la región de Belén y los pueblos circunvecinos estuvieron ocu- pados por tribus indígenas, y es menester tener presente que por esos parajes se levan- taron dos ó más ciudades co- loniales ; casi seguro es que el pequeño fragmento de alfa- rería que encontré entre las pircas caídas de esos pueblos, representen algo de la cultura de aquellas tribus. X o hemos hallado durante nuestra exploración ningún vestigio de sepultura. El fragmento en cuestión (fig. 142), corresponde á la parte superior de una urna ó cántaro de boca muy estrecha, gollete bajo y labio poco pronun- ciado; por los detalles de su ornamentación y factura pertenece á> un vaso del tipo draconiano. 1*11 color del fondo es amarillo obscuro, los dibujos son negros y en parte rojos. Un ejemplar completo de es- tos vasos, de gollete muy parecido y que procede de Belén, se conserva entre las colecciones del Museo de La Plata '. Fig. 142. — Fragmento de urna ó cántaro encontrado entre las ruinas de Londres. Xo 71, Col. II. L. 1’. (‘/2 del nat.). 1 Esta misma urna fué publicada por Lafone Queredo, Tipos de alfarería etc., página 356, figura 37. Rev. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina XXVI. Aspecto de la región ocupada por el pueblo antiguo de Londres (Prov. de Catamarca) Rcv. Museo de La Plata, T. XIX (Ser. II, T. VI) Lámina XXVII Fig. 2 Aspecto del caserío del antiguo pueblo de Londres (Prov. de Catamarca) CAPÍTULO IX ANDALO ALÁ A pesar de liaber iniciado uno de nuestros viajes en Andalgalá ó más bien en Huasán, población á ocho kilómetros al norte de dicha villa, no hemos tenido ocasión aún de explorar los distintos sitios que iór- Vig. 113. — Vista desde Huasán hacia la población actual de Chaquiago man parte de aquella región. La causa de tal desistimiento se debe á la escasez de tiempo, y al propósito de dedicar alguna vez una tempo- rada suficientemente larga, para efectuar un estudio como lo requieren las condiciones, en que se hallan los vestigios de las poblaciones indí- genas en la actualidad. 170 La villa de Andalgalá constituye uno de los oasis más fértiles en la provincia de Catamarea ; fundada á mediados del siglo pasado 1 conser- va su importancia, merced á su posición geográfica y estratégica ; pues- to que es punto donde convergen las grandes vías de comunicación, que desde épocas lejanas pusieron en contacto las poblaciones dispersas en las cuatro direcciones, á saber : Santa María, Belén, Tinogasta, los « Pueblos » de Pomán y todos los de La Rioja 2. Los yacimientos arqueológicos más conocidos de la región andalga- lense, se bailan comprendidos en los campos de Uuasán, Cliaquiago y Choya, en la parte norte y noroeste de la villa ; se hicieron también hallazgos al sur de la misma región, donde se extendían las antiguas posesiones de los pueblos de Saujil, Sijan y Mutquín, etc. Por la circunstancia de encontrarse ahora muchísimas de estas tierras cultivadas, gran parte de las viejas construcciones han desaparecido para dar lugar á extensos viñedos y alfalfares, donde sólo por casuali- dad, algún torrente ó el arado ponen á descubierto uno que otro resto ú objeto de los primitivos moradores. Á mi entender nada se ha publicado, ni estamos en condiciones de in- formar sobre las construcciones que correspondiesen á viviendas ó se- pulturas indígenas de la región do Andalgalá. Su importancia histórica y geográfica ha sido considerada por Lafone Quevedo en sus valiosas comunicaciones 3, donde nos ofrece también abundantes y precio- sas reproducciones, que le permitieron definir perfectamente los tipos principales de la alfarería regional. En este sentido dedicamos este bre- ve capítulo con el propósito de aumentar, si bien con un número muy reducido, la lista de los objetos procedentes de Andalgalá. MATERIAL ARQUEOLÓGICO De los pocos ejemplares y fragmentos que forman parte de nuestra colección, una taza lisa de alfarería negra, encontrada en los alrededores de Huasán, debérnosla á la gentileza de la señora Helena F. de Blamey ; tres vasos y otros tantos fragmentos se consiguieron de Jerónimo Páez, quien los había encontrado al remover el terreno de su propiedad, situa- da sobre la misma plaza de Andalgalá. 1 Como lugar lo menciona el padre Tedio en el siglo XVII. 8 « Pueblos » que oran do los indios Diaguito-Calchaquíes, y así so designan has- ta el día do lioy. 3 Lafone Quevedo, Londres y Catamarea, 1. c. ; Ibid., Viaje arqueológico en la re- gión de Andalgalá, en Revista del Museo de La Plata, tomo XII, 190(5, pííg. 75-110, hím. I-XVIII. — 171 La taza no ofrece detalles dignos de mención ; su forma es subglobo- sa, con la base plana, apenas cóncava ; las paredes son delgadas, poco inclinadas liacia adentro, perfectamente pulimentadas en ambos lados. La taza está provista de un asa vertical, colocada en semicírculo desde el borde hasta el medio del vaso, el cual mide poco menos de 9 centímetros de alto y 12 de diámetro. Fig. 144. — Puco (le color bayo con decoración negra y roja. Xo G2, Col. M. L. P. I1/* del nat.) Todos los objetos de Andalgalá los reproducimos en el texto. El primero que citaremos es una especie de puco ó plato hondo (fig. 144), de forma subhemisférica, y base plana, apenas cóncava, provisto de un labio ancho y vertical, de sección también cóncava, con el adorno descripto más ade- lante. En la base del labio hay dos pequeiías asas en semicírculo y boca abajo, del tipo como los pucos rojos de Fuerte Quemado, etc. La superficie del puco es lisa, por fuera pintada con un fondo de color bayo; el labio ostenta á cada lado de las asas una guarda, limitada por líneas negras, las que encierran cuatro círcu- los imperfectos, con otros concéntricos, al- ternados rojos y negros. El vaso figura 145, es algo tosco ; pertenece á un tipo de recipientes conocido; tiene el fondo Fig. 145. — Vaso gris con ornamentación en relieve y grabada qajo y bastante chato ; x» gi, coi. m. l. p. <‘/s dei nat.) sus paredes arriba bien convexas, estrechadas hacia la abertura de la boca de diámetro reducido. La forma del vaso es ligeramente ovalada; su color de un pardo amari- llento, que corresponde á la cocción natural de la pasta. Como puede verse en nuestra ilustración, en la parte anterior del vaso se destaca en relieve una figura, al parecer un ofidio, con cabeza y 172 — cuello, del cual se desprenden hacia los lados dos cuerpos ondulados, cu- yas colas terminan en la mitad del vaso; del lado opuesto á la mencio- nada cabeza hay un pegote indefinible. La mitad posterior está ador- nada con una serie de ángulos ó piquillos invertidos, grabados, dispuestos alrededor del borde con su fondo sembrado de pequeñas impresiones del tipo conocido. La figura 14fi representa un pequeño vaso de alfarería gris, grabado, parecido á un fragmento procedente de Chaquiago, publicado por Lafo- ne Quevedo '. Este vaso tiene forma de un cono truncado con base perfectamente pla- na, su borde inferior está redondeado y el superior adelgazado. Ha sido fa- bricado de fina pasta arcillosa ; su color es de un gris plomizo; la superficie está bien alisada y los dibujos han sido grabados con una espina ó utensilio bastante agu- do. Como consta en el esquema desarro- llado, el mismo dibujo está dispuesto en dos guardas rectangulares, unidas de un lado y separadas del otro por un espacio de tres centímetros de ancho. Las dos cabezas, ó más bien los bus- tos humanos, están trazados con poco arte; á sus costados se encuentran otras figuras, tal vez flechas, hachas ú otro objeto. Llama la atención el adorno que ostentan las figu- ras sobre la cabeza, una diadema cortada en piquillos: es muy posible Fig. 140. — Pequeño vaso gris grabado Xo 62, Col. M. L. P. í1/^ del nat.) que se trata aquí de estos adornos fabricados de lámina de oro, que de- ben haberse usado en dichos lugares á juzgar por los hallazgos recientes en poder del doctor Lafone Quevedo, hasta podría sospecharse que fuese una imitación moderna. La figura 147 corresponde á la porción superior de Tin vaso ó urna, 1 Viaje arqueológico, etc., página 13, número 10, y lámina II, figura 10. 173 — /3 del nat.) con el filo adelgazado y bien arqueado. El borde opuesto es más grueso, casi recto, y tiene las puntas fuertemente encorvadas. Como se ve en nuestra fotografía, figura 1(50, del borde posterior se destacan en relieve las dos caras humanas, con los detalles característi- cos en muchísimos otros objetos de bronce conocidos, con procedencia de la región Cal chaqui 1 2. Entre las caras y el mango, hay tres pequeños- rectángulos dispuestos en línea. 1 Véase L apone Quevedo, Tipos de alfarería, etc., 1905, figuras 39 y 46. 4 Consúltese al respecto la monografía clol doctor Ambrosetti, JEl bronce en la región Calchaguí, en Anales del J)Iusco Xacional de Buenos Aires, serie 3a, tomo IV , 1905,. página 163 y siguientes. 195 — El mango ostenta también «los caras: una bien pronunciada., en la mis- ma- punta, y otra, casi borrada, que viene á quedar entre las dos hojas. Esta cara está limitada por un rectángulo perfecto, de cuyos ángulos in- fralaterales se desprenden ganchos ó espirales. El mango presenta tres figuras en forma de triángulos, erizados en sus hipotenusas y con espirales «pie nacen de los vértices. El mismo debió Fig. Uil. — Fragmentos «le alfarería grabada y estriada de Tuscamayo (tain. nat.l) haber sido más largo, porque está fracturado en su extremo ; próxima á la quebradura, se nota en cada lado una pequeña incisión. Por último, haremos constar, que el mismo ornamento se repite con toda exactitud en el reverso del hacha. Su peso total es de 330 gramos ; medido entre las dos hojas tiene 20 centímetros de largo, y el mango 24 centímetros. — 196 — Fragmentos de alfarería. — Los muchos fragmentos desparramados sobre el suelo en Tuscamayo, pertenecen principalmente á dos clases de alfarería: unos, á vasos ordinarios, sin pintura, pero grabados ó es- triados; otros, á un tipo superior, de grandes vasos ó cántaros decorados. Por ciertos detalles de pintura, como los conocidos óvalos, á veces negros, rojos ó reticulados en su interior, podemos saber que allí abunda- ron los famosos cántaros del tipo draconiano ó de otro muy semejante, como ya lo hizo constar el doctor Lafone Quevedo l. El color predominante de estos vasos es amarillo impuro, bayo pardusco ; el de los dibujos, negro, con rojo en algunas figuras. Hay también alfarería roja, pero no hemos encontrado nada que hiciera sos- pechar la presencia de los conocidos pucos rojos con decoración serpen- tiforme, ó de esas grandes urnas ó tinajas, tan comunes en los pueblos antiguos del valle de Santa María. Los fragmentos (fig. 1G1) son de alfarería gris, más ó menos bayo ó rojizo, según la pasta y su cocción. Pertenecían á recipientes de pa- redes delgadas, provistas casi siempre de un reborde ó especie de labio; por lo general, toda la superficie externa estaba groseramente estriada con líneas paralelas y onduladas. Ruinas ATXAI/Á' '¡iinuriii C^MorS? Jirel,, ni, ‘ j/y l frUrvtf L^^Bafa ^ i C imstmic' Icosna ■tmai/a. fírlniin/o vninrritt i ‘“'y?:- innólloBij i\Hiu¥ujn uscainayo Inhilri'iii yf/ifananu fe. r Mapa parcial de la Provincia de Catamarca, comprendiendo la región explorada l(i mu Rincón Piedras Paradas 67- Wern«r u.Wirrtpr Frpr»Mf\,r-r rt*' M CONCLUSIONES Terminado este estudio, que por su índole representa ya un compen- dio de mis observaciones, agregaré aún estas breves conclusiones, dedu- cidas de los principales hechos, tratados en los capítulos respectivos. Ante todo, debo de advertir, que la agrupación de los capítulos tiene solamente un valor relativo, por coincidir con los límites políticos actua- les, pues, se trata más ó menos de una misma comarca arqueológicamente considerada. Puede considerarse á la antigua población de Tafí, como importante centro agrícola. Entre sus construcciones, destinadas á los cultivos, no hay nada parecido á viviendas ó habitaciones ; tal vez á ese objeto usá- base maderamen y ramaje, que ya no subsiste. Son característicos de esta localidad los curiosos monolitos ó menlii- res, si bien algunos hay también en las viejas poblaciones del valle de Yocavil ó Santa María. Posiblemente estuvieron en relación con esas obras agrícolas, odedeciendo tal vez, á ciertos ritos ó ceremonias, para nosotros desconocidas. Con el reducido número de alfarerías de Tafí, no sería prudente esta- blecer tipos determinados de industria local ; es posible, que muchos de estos objetos fueron introducidos de los grandes centros vecinos, cuya, influencia, aun en caso contrario, queda siempre evidenciada. Todas las viejas poblaciones, ubicadas en el valle de Santa María, pertenecían sin duda, á una misma región, perfectamente definida, por su carácter étnico, sus construcciones, y sobre todo, por los tipos de su alfarería. Hállanse comprendidos en esa región, entre nosotros conoci- da como « Calchaquí», los viejos centros de Quilines, Fuerte Quemado, Cerro Pintado, Loma Pica, Ampajangoy Andaguala; también compren- de á Punta de Balasto y tal vez á Famabalasto, y otros pueblos trás de la sierra de Quilines. 198 — En cuanto á las construcciones de estos pueblos, se observa bastante parecido entre ellas, distinguiéndose casi siempre tres tipos : unas, las viviendas ó verdaderas habitaciones ; otras, destinadas á la defensa, y las terceras á los cultivos agrícolas. Las primeras se encuentran tanto en terreno llano, como sobre los mismos cerros, estando, generalmente en esta parte, en combinación con las construcciones, que sirvieron de defensa. Estas constan á veces de simples parapetos ó murallas, más ó menos continuas, con sus correspondientes reductos ó torres, como en Quilines y en Fuerte Quemado, pero sobre todo, en Punta de Balasto, donde constituyen una verdadera fortaleza de mucha importancia estratégica. Los trabajos agrícolas comprenden también á los llama- dos andenes , substituidos en Famabalasto por curiosas terrazas sobre las faldas del cerro; pudiera ser que ciertos círculos de piedras se - mienterradas, conocidos de otros lugares, hayan servido también para ese fin. Por lo general, hay cierta relación entre antiguas construcciones y demás restos arqueológicos de esta región ; sin embargo, no parece que exista sincronismo entre los petroglifos de Ampajango y Andaguala, y sus ruinas y alfarería. Quizá estos petroglifos correspondan á una civi- lización muy distinta, y á una época más reciente; su significado es por ahora un enigma. En cuanto al material de alfarería, nada hay más característico para esta región, que los pucos decorados juntamente con las grandes urnas ó tinajas antropomorfas, tan abundantes en todo el valle de Santa María. Naturalmente se agregan á estas una serie de objetos no menos interesantes ; en cambio, otros, pueden corresponder muy bien á una industria local, quizá de épocas ó tribus diferentes, como es posible en los hallazgos que proceden del enterratorio de Molino del Puesto. Por último, hay también objetos probablemente introducidos de otras regio- nes ó países. La antigua población de Hualfín ofrece cierto aspecto local; lo debe por una liarte, al ambiente ó medio físico de la región, y á sus propias construcciones, algo distintas de las que hemos visto en los pueblos arriba mencionados ; por otra, á la forma de los sepulcros, á las grandes bóvedas sobro todo, y á los tipos de alfarería bastante característicos de esta localidad. Los pocos objetos y datos, obtenidos de La Ciénaga, Andalgalá, Ciudarcita y lugares circunvecinos, confirman, en sus rasgos más típicos, el carácter de otra gran región étnica á que pertenecían dichos pueblos. Su alfarería, del llamado tipo de Andalgalá, comprende vasos negros, grabados, y policromos con figuras draconianas, que no se encuentran 199 — en el valle de Yocavil, y, viceversa lo mismo sucede con las grandes t i n a j as antropom or fas . Por los restos de construcciones se deduce que constituían estos pueblos otros tantos centros agrícolas, favorecidos por su posición geo- gráfica y por mejores condiciones climatéricas que las de lioy día; cau- sas, por las culaes, mas tarde surgieron los pueblos actuales, que pueden haber modificado ó borrado la primitiva edificación. Me refiero aquí á los curiosos pircados de La Ciudarcita, cuya disposición simétrica no es la más usual en las construcciones indígenas. En cuanto al antiguo Londres de Quinmivil y al Fuerte de Pucará, se podría considerarles, al menos en parte, como poblaciones de origen postcolombiano, tanto más si se tiene en cuenta ciertos antecedentes relacionados con la fundación de varios pueblos coloniales en aquellas localidades. Se advierte ya en Londres un carácter distinto de las cons- trucciones, pero no tan especial, como en el Pucará de Aconquija, donde forman ellas un gran fuerte, de alto mérito estratégico. Para dilucidar el origen de este Pucará, creo necesarias investiga- ciones más detenidas, principalmente en lo que se refiero á la alfarería; investigaciones que deberían llevarse á cabo cuanto antes, si no se quiere ver borradas las ruinas de ese pueblo por el efecto destructor do los afios y de los actuales habitantes. AUTORES CONSULTADOS Ambrosetti, Juan 15, , Descripción de algunas alfarerías calcliaquíes depositadas en el Museo provincial de Entre Itíos. Revista del Musco de La Plata, t. III, p. 65, etc. La Plata, 1892. — Las grutas pintadas y los petroglifos de la provincia de Salta. Boletín del Instituto geográfico argentino, t. XVI, p. 311, etc. Buenos Aires, 1895. — Los monumentos megalíticos del valle de Tafí (Tucumán). Boletín del Instituto geo- gráfico argentino, t. XVIII, p. 105, etc. Buenos Aires, 1897. — - La antigua ciudad de Quilines ( valle Calchaquí). Boletín del Instituto geográfico argentino, t. XVIII, p. 33, etc. Buenos Aires, 1897. — Arqueología argentina. Los pucos pintados de rojo sobre blanco del valle de Yocavil. Anales del Musco nacional de Buenos Aires, t. IX, serie 3a, t. II, p. 357, ote. Buenos Aires, 1903. — El bronce en la región Calchaquí. Anales del Museo nacional de Buenos Aires, t. XI, serio 3a, t. IV, p. 163, etc. Buenos Aires, 1905. — Exploraciones arqueológicas en la Pampa Grande (provincia de Salta). Revista de la Universidad de Buenos Aires, t. V. Buenos Aires, 1906. — Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de La Paya (valle Calchaquí, provincia de Salta). Revista de la Universidad de Buenos Aires, t. VIII. Buenos Aires, 1907. Ameghíno, Fi.oruntino, La antigüedad del hombre en el Plata. París y Buenos Aires, 1880-1881. Boman, Eric, Antiquitcs de la rdgion andine de la République Argentino et du déscrt d’ Atacama. París, 1908. Brucii, Carlos, La piedra pintada del arroyo Vaca Mala y las esculturas de la cueva de Junín de los Andes. Revista del Musco de La Plata, t. X, p. 173, ote. La Plata, 1902. — Descripción de algunos sepulcros calcliaquíes (resultado de las excavaciones efectuadas en Hualfín). Revista del Musco de La Plata, t. XI, p. 11, etc. La Plata, 1902. — La piedra pintada del Manzanito (territorio del Río Negro). Revista del Museo de La Plata, t. XI, p. 71, etc. La Plata, 1904. Debenedetti, Salvador, Exploración arqueológica en los cementerios prehistóricos de la isla de 'Pilcara. 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Una do las piedras paradas esculpidas del campo del Mollar (Tafí) en su posición actual (piedra A del plano respectivo) . 18 Lámina IV. — Las piedras paradas del campo del Mollar (Tafí, provincia de Tucumán). — Fig. 1. Piedra B del plano respectivo; Fig. 2. Piedra Z del plano respectivo ; Fig. 3. Piedra W del plano respectivo ; Fig. 4. Tiedra 1 del plano respectivo 18 Lámina V. — Vista parcial de Quilines (provincia do Tucumán) 40 Lámina VI. — Fig. 1. Ruinas en la falda sur del cerro do Quilines (provincia de Tucumán); Fig. 2. Aspecto del pueblo antiguo de Quilines en su parte baja. 40 Lámina VIL — Paredones de los caseríos al pie del corro de Quilines (provincia de Tucumán) 40 Lámina VIII. — Vista del vallo do Santa María y de la actual población del Fuer- te Quemado (provincia de Catamarca) 100 Lámina IX. — Fig. 1. Cumbre del cerro del Fuerte Quemado, vista hacia el nordeste; Fig. 2. Construcciones antiguas en la cumbre del cerro del Fuerte Quemado (provincia de Catamarca) 100 Lámina X. — Sepulturas al pie del cerro del Fuerte Quemado (provincia do Catamarca) 100 Lámina XI. — Fig. 1. Vista del cerro Pintado do las Mojarras (provincia do Catamarca) ; Fig. 2. Caserío en la cumbre del cerro Pintado de las Mojarras. 112 Lámina XII. — Construcciones antiguas en la parte este do la cumbre del cerro Pintado de las Mojarras (provincia de Catamarca) 112 Lámina XIII. — • Fig. 1. Vista general do la Loma Rica (provincia do Cata- marca); Fig. 2. Ampajango desde el vallo de Santa María (provincia de Catamarca) 122 Lámina XIV. — Petroglifos (provincia de Catamarca). Fig. 1. Piedra sobro la cuesta del Vallecito ; Fig. 2. Piedra en las proximidades do Ampajango ; Fig. 3. Piedra en las proximidades do Andaguala; Fig. 4. Lado opuesto do la piedra de la figura 3 ; Fig. 5. Piedra al sur de Andaguala 122 — 204 — Lámina XV. — Petroglifos (provincia do Catamarca) 122 Lámina XVI. — Vista del vallo do Santa María en las proximidades do Punta do Balasto (provincia do Catamarca) . 134 Lámina XVII. — Construcciones paralelas en la parte sudoeste del cerro do Punta de Balasto (provincia de Catamarca). 134 Lámina XVIII. — Construcciones en la parte oeste déla cumbre del cerro de Punta do Balasto (provincia de Catamarca) 134 Lámina XIX. — Fig. 1. Vestigios de construcciones en el valle al sur del cerro do Punta do Balasto; Fig. 2. Aspecto general de la región ocupada por el pueblo antiguo del mismo valle 134 Lámina XX. — Vista general del cerro do Famabalasto (provincia de Cata- marca). ’. 142 Lámina XXL — Fig. 1. Construcciones en las laderas del cerro de Famaba- lasto (provincia do Catamarca); Fig. 2. Construcciones en las laderas del cerro de Famabalasto 142 Lámina XXII. _ — Vista parcial de las construcciones existentes sobre las terra- zas lluviales al nordeste de Hualfín (provincia de Catamarca). 154 Lámina XXIII. — Restos do caseríos en una de las terrazas al nordeste de Hualfín (provincia do Catamarca) 154 Lámina XXIV. — Fig. 1. Sepultura intacta en las proximidades do Hualfín (provincia de Catamarca) ; Fig. 2. Sepultura abierta lateralmente (Hualfín) . 154 Lámina XXV. — Construcción rectangular en las cercanías de La Ciénaga (provincia de Catamarca) 162 Lámina XXVI. — Aspecto de la región ocupada por el pueblo antiguo do Lon- dres (provincia de Catamarca) 168 Lámina XXVII. — Fig. 1. Aspecto del caserío del antiguo pueblo de Londres (provincia do Catamarca); Fig. 2. Aspecto del caserío del antiguo pueblo do Londres (provincia do Catamarca). 168 Lámina XXVIII. — Alrededores de Huasán (provincia do Catamarca) 174 Lámina XXIX. — Ruinas en los cerros del Pucará (provincia do Catamarca. - Fig. 1. Casa cercada en la parte norte del Pucará; Fig. 2. Parte sur de los caseríos, vista hacia el este 186 Lámina XXX. — Grupo do casas en el interior del recinto fortilicado del Pu- cará (provincia de Catamarca) 186 Lámina XXXI. — Construcciones antiguas en el Pucará (provincia de Cata- marca). — Fig. 1. Pasaje á través de una muralla; Fig. 2. Entrada protegida por murallas laterales provistas de troneras; Fig. 3. Muralla provista de tro- neras, vista do afuera; Fig. 4. Casa en el interior del recinto fortificado. . 186 Lámina XXXII. — La Ciudarcita en los alrededores de Saujil (provincia do Catamarca) 196 Lámina XXXIII. — Fig. 1. Vestigios de construcciones en Tuscamayo (pro- vincia de Catamarca); Fig. 2. Vestigios de construcciones en Pajanco (pro- vincia de Catamarca) 196 Lámina XXXIV. — Mapa parcial do la provincia de Catamarca, comprendien- do la región explorada . 196 INDICE DE MATERIAS Introducción PRIMERA PARTE ARQUEOLOGÍA DE LA PROVINCIA DE TUCUMAN # CAPÍTULO I TAEÍ $ I. Sifcuacióu y aspecto general § II. Construcciones antiguas $ III. Menliires del valle de Tafí Las piedras del Mollar Gran nienhir esculpido Grupo de piedras al este del río Grupo de piedras al oeste del río La piedra esculpida del Rincón El menhir esculpido del río Blanco. Algunos datos sobre otros monliires $ IV. Material arqueológico Objeto de piedra perforado Hacha de piedra Mortoro de piedra Vaso de figura zooniorfa , Escudilla ó « puco » decorado Vaso ó « yuro » Urna con ornamentación antropomorfa ni 1 2 4 4 8 10 11 12 13 13 14 15 15 16 17 17 CAPÍTULO II QUILMKS $ I. Situación y aspecto general. 19 $ II. Construcciones antiguas 21 El pueblo bajo 21 206 — La fortaleza. 23 Represa para el embalse do aguas 24 Morteros 25 Pctroglifo 27 § III. Material arqueológico. '. 28 Escudillas ó pucos 20 Tazas 30 Vaso zoomorfo 31 Jarros 32 Vasos ornitomorfos 32 PequeHa urna do tipo excepcional. 34 Urnas ó tinajas con ornamentación antropomorfa 35 SEGUNDA PARTE ARQUEOLOGÍA DE LA PROVINCIA DE CATAMARCA CAPÍTULO I FUERTE QUEMADO § I. Situación y aspecto general 41 § II. Construcciones antiguas 42 Ruinas en el llano del valle 42 — en la región montañosa 45 Construcciones sobre el cerro 46 $ III. Cementerios y sepulcros 41) § IV. Material arqueológico. , 52 Escudillas ó « pucos » 52 Pucos negros 52 (Pequeño vaso de triplo cintura). . 54 Pucos rojos sin decoración 55 Pucos decorados 55 Pucos con decoración serpentiforme 60 Primera división 61 Segunda división 62 Puco con decoración ornitoinorfa 66 Pucos do fondo claro con dibujos negros. 67 Pucos do fondo blanco con dibujos rojos 73 Escudilla ó plato con asa 74 Puco cestiformo 76 Vasos antropo y zoomorfos. 76 Vasos do tipos diversos sin decoración 77 Vasos irregulares 80 Ollitas con pies. 82 Ollas pequeñas de fondo rojo 82 Vasos ó yuros 83 Ollas y urnas decoradas. 86 207 Urnas ú ollas toscas 87 Urnas diversas. ................................................ ^14. . 88 Fragmento de urna ............................................... 91 Urnas 6 tinajas diversas . 92 Urnas ó tinajas con ornamentación antropomorfa. .................... 98 Objetos diversos .................................................. 97 CAPÍTULO II CERRO PINTADO DE LAS MOJARRAS § I. Situación y aspecto general 101 § II. Construcciones antiguas .......................................... 102 Construcciones en la cima del cerro. 103 § III. Cementerios .................................................... 105 § IV. Material arqueológico. 106 Pucos de fondo rojo . .............................................. 107 Escudillas de fondo amarillento claro. 109 Ollas ............. ................... ....... ......... 110 Urna funeraria 111 CAPÍTULO III LOMA RICA, ANDAGUALA Y AMPAJANGO § I. Situación y aspecto general ........................................ 113 § II. Construcciones antiguas.. . ........................................ 114 Loma Rica ....................................................... 114 § III. Petroglifos.. . i ................................................. . 116 CAPÍTULO IV PUNTA DE BALASTO § I. Situación y aspecto general ........................................ 123 § II. Construcciones antiguas.. . ........................................ 124 Construcciones en el llano del valle ................................. 124 La fortaleza. ..................................................... 127 CAPÍTULO V EAMABALASTO & I. Situación y aspecto general ......................................... 135 § II. Construcciones antiguas 138 Las ruinas de Famabalasto . ........................................ 138 — 208 — III. Material arqueológico 140 ■ Morteros 140 Fragmento do urna antropomorfa. 142 CAPÍTULO VI IIUALFÍN I. Situación y aspecto general 143 ^ II. Construcciones «antiguas 144 § III. Sepulcros 148 IV. Material arqueológico 151 Puco tosco decorado 151 Urnas rojas con ornamentación negra 152 CAPÍTULO VII I.A CIÉNAGA I. Situación y «aspecto general 156 § II. Construcciones antiguas 157 III. Sepulcros y material arqueológico 159 Hacha de piedra 160 Vasos do alfarería gris grabada 160 Pequeña olla roja con dibujos 163 CAPÍTULO VIII LONDRES DE QUINMIVIL § I. Situación y «aspecto general 164 ^ II. Construcciones antiguas 165 (Fragmento de urna ó cántaro encontrado entre las ruinas de Londres). 168 CAPÍTULO IX ANDAI.GALÁ Material arqueológico. . 170 (Puco de color bayo con decoración negra y roja). 171 (Vaso gris con ornamentación en relieve y grabada) 171 (Pequeño vaso gris grabado) 172 (Fragmento de cántaro con ornamentación draconiana) 173 (Fragmento de un vaso antropomorfo modelado y grabado) 173 (Cabeza zoomorfa) 173 209 CAPÍTULO X * I'UCAKÁ DEL ACONQUIJA § I. Situación y aspecto general.. 175- $ II. Construceioue.s antiguas 179 Murallas de defensa 179 Edificios para viviendas 181 — construcciones del grupo A 181 — — del grupo 11 189 — — del grupo C 184 (Objetos de alfarería) 18(5 CAPÍTULO XI LA « CIUDAUCUTA », FA.TANCO Y TUSCAMAYO § I. Preves apuntes sobro estos lugares 188 La « Ciudareita » 188 Pajanco y Tuscamayo 189 § II. Material arqueológico 192 Idolo 198 Fragmento do cántaro 198 Hacha ó cetro do bronce 194 Fragmentos de alfarería 19(5 Conclusiones 197 Autores cousultados 201 Indice do láminas 208 — de materias 20¡> PUBLICACIONES DEL MUSEO DE LA PLATA PRIMERA SERIE ' Las diversas publicaciones correspondientes á la primera serie, se lia- llán de venta, en el Museo, á los precios .siguientes i . AMALES SECCIÓN ZOOLÓGICA Primera parte. Segunda parte . . , . ...... ; Tercera parte. ............ Pesos 2.00 6.00 4.00 SECCIÓN-' DE HISTORIA GENERÁL Primera p'arté.; . ..-i . . . . 6.00 SECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA Primera parte. ...... 2.00 Segunda y tercera parte. ... 3.00 SECCIÓN GEOLÓGICA Y MINERALÓGICA ' Primera parte ............ 5.00 Segunda parte. . . . ...... 20 . 00 Tercera parte . ........... 15.00 SECCION DE HISTORIA AMERICANA Primera parte. Segunda parte. Tercera parte . Pesos 3.00 6.00 60.00 SECCIÓN DE PALEONTOLOGÍA Primera parte. ....... „■ 15.00 Segunda parte ............ agotada- Tercera parte ............ ' agotada Cuarta parte .............. 6.00 Quinta parte ............. 8.00 SECCIÓN DE ANTROPOLOGÍA Primera parte . ........... 10.00 Segunda parte , i . ....... . . 6 . 00 . SECCIÓN BOTÁNICA Primera parte. ........... 10.00 Tomos I á V . Tomo YI. ..... . Tomo VII . REVISTA (PItECIO DE CADA TOMO) 12 . 50 15.00 20.00 Tomos VIII y IX ......... . 30.00 Tomos X á XII . Tomo XIII. . . . I 12.50 5.50' ATLAS GEOGRÁFICO DE LA REPÚBLICA ARGENTINA Entrega -primera, mapa de la provincia de Catamarca, en cuatro Fojas. 12.00 PUBLICACIONES DEL MUSEO DE LA PLATA SEGUNDA SEEIE Las diversas publicaciones correspondientes á la segunda serie, se bailan de venta en el Museo á los precios siguientes : ANALES Pesos m/n Tomo I, entrega I . . ...... 6.00 Tomo I, entrega II . ; 25.00 BIBLIOTECA Tomo I 4.00 Tomo II. .......... ... . 4.00 Tomo III. L ........................ . 4.00 REVISTA Tomo XIV (segunda serie, tomo I) • 24.00 Tomos XV á XVII (segunda serie, tomos II á IV) 12.00 Tomo XVIII (segunda serie, tomo V) .... 8.00 This prcservation photocopy was made at BookLab, Inc. in compliance with copyright law. The paper meets the requirements of ANSI/NISO Z39.48-1992 (Permanence of Paper) Austin 1996