HARVARD UNIVERSITY. IvIBRARY OF THE MUSEUM OF COMPARATIVE ZOOLOGY. ^C¿i CUy^m- ^iuyvUL &^. /T^i RRVISTA A?# DEL MUSEO DE LA PLATA DIRIJIDA POK FRANCISCO F". MORENO Fundador y Director del Museo T O 2S¿r O I LA PLATA TALLERES DE PUBLICACIONES DEL MUSEO I 890-9 I pl^ REVISTA DEL MUSEO DE LA PLATA DIRIJIDA POR KRAN CISCO R. MOI^EMO Fundador y Director dul Musco T O OVE O I Talleres del Museo de La Plata. — 1890-91 o AL LKCTOR Las publicaciones de este Museo debieron aparecer largo tiempo há, pero nadie que siga desde su origen la marcha de la institución á que van á servir, estra- ñai"á el retardo y la forma aun incompleta con que se presentan. Por mas empeño que haya puesto el que suscribe para desarrollar el plan que se trazó al proyectar esta institución, y por mas ayuda que haya recibido de parte del Gobierno de la Provincia, y, con raras escepciones, felizmente, de los empleados que ha tenido á sus órdenes, las múltiples faces de ese plan, quizá demasiado vasto, pero necesario y muy realizable en épocas normales, le han impedido emprender hasta ahora las publicaciones oficiales del Museo, en una forma permanente. Era necesario, antes, que este establecimiento mereciera el nombre que lleva, lo que creo ha alcanzado ya, y, para obtener este resultado, me he visto obligado á atender personalmente á la vez todas las sec- ciones, embrionarias aun, á organizar los elementos reu- nidos á prisa, buscando al mismo tiempo los recursos para obtenerlos, y á formar en el l>reve término de tres años, señalado, colecciones que pudieran reemplazar, en gene- ral, las que constituían el Museo Público de Buenos Aii'es, del que se había desprendido la Provincia en favor de la Nación, al fundar la Ciudad de La Plata. Además, no IV existiendo en esía Capital, tan nueva aun, estahlei-i- mientos industriales en los (jue pudii'ran emprenderse trabajos de reproducción gráfica de objetos, como los que corresponden á publicaciones de esta clase, me ha sido indispensable instalar talleres propios, en los que se hicieran ellos. Esta Jiei'isfa, lo mismo que las demás publicaciones del Museo, no se concretará á dar á conocer el contenido de nuestras colecciones. La índole de esta institución abraza un campo mas vasto. La Historia física y moral pasada y presente de este Continente, en su ai-epcion mas amplia, no puede encerrarse toda ella en colecciones i)iiblii'as, y conviene agrejiar á los recursos que éstas proporcionen para el estudio, la documentación numerosa y el comen- tario de hombres de sano criterio que la poseen en ricos archivos. Entre nosotros los hay y nos han ofrecido generosamente su valiosa cooperación. Además, como no hay aun público bastante, que comprenda en su justo valor esta clase de investigaciones, nuevas para la mayoría, es indispensable aumentar el número de cooperadores cons- cientes pai"a esta tarea, desarrollando el gusto i)or las espeeulaciones en el campo de las cieni-ias históricas y físico-naturales, que tantos beneficios pueden proporcionar á la cultura general . Octubre 17 do 1877. Cúmplase, acúsese recibo, comuniqúese á quienes cor- responde, publíquese é insértese en el Registro Oficial. C. Casahes, Vicente G. Quesada. Departamento ^^' Buenos Aires, Noviembre 13 de 1877. GOBIERNO En cumplimiento de lo dispuesto por la ley promulgada el 17 de Octulire ppdo. y habiéndose reducido a escritura pública en la Escribanía Mayor de Gobierno la donación heclia por D. Francisco P. Moreno, de las colecciones que deben formar el Museo Antropológico y Arqueoló- gico de Buenos Aires; El Poder Ejecutivo — — IX — ACUERDA Y DECRETA: Avt. 1° — Nómbrase Director del Bluseo AntropoJó(jico y Arqueológico (Je Buenos Aires á D. Francisco P. Moreno, con el sueldo de cinco mil pesos mensuales, con arreglo al artículo 2" de la misma Ley. Art. 2" — Anualmente el Director pasará una Memo- ria, en la que esprese los aumentos de las colecciones y el resultado de sus viajes de esploracion en la República. Art. 3" — Consérvense las colecciones por ahoi'a, y con arreglo á las condiciones de la donación, en el edificio propiedad de la familia del donante, siendo obligación del Dix'ector su cuidado, conservación y aumento. Art. 4" — El Director deberá formar y conservar un archivo de las comunicaciones especiales que se refieran al mismo establecimiento, y procederá á la redacción de los catálogos, previa su clasificación científica. Art. 5° — Comuniqúese á quienes corresponde, publí- quese y dése al R. O. C. Casares. Vicente G. Quesada. ■ Departamento de QOBIERNO La Plata, Setiembre 19 de 1884. .Considerando: 1° Que la Biblioteca y el Museo Público de la Pro- vincia han sido entregados al Exmo. Gobierno Nacional ; 2" Que la Provincia, sin pérdida de tiempo debe «mpezar á formar los establecimientos que han de reem- plazar á los cedidos ; 3" Que están autorizados los gastos para el sosteni- miento de la Biblioteca, Museo Público y Museo Antropo- lógico, para to lo el corriente año, por la Ley Genei'al de Presupuesto ; 4° Que por el momento y tratándose de estableci- mientos que recien empiezan á formarse, no hay conve- niencia en sostener la división del Museo General y Museo Antropológico, que aumenta sensiblemente el gasto sin necesidad ; 5" Que por idéntica razón la Biblioteca puede figurar, -cuando menos, en todo el corriente año, como una depen- dencia del Museo General ; El Poder Ejecutivo — decreta: Art. 1" — Queda incorporado el Museo Antropológico al Museo General de La Plata, quedando la Biblioteca Pública como dependencia de éste desde la fecha y hasta nueva resolución. Ai't. 2" — El presupuesto de gastos para el Museo General, incluidas todas sus dependencias por el resto del corriente año, será el que establecen los item 5, 6 y 7 del inciso 4" é item 15 del inciso 6^ limitado á lo siguiente: Un Director S 297.60 Un Naturalista viajero » 124.00 Un Inspector bibliotecario » 103.33 Un Oficial (1" preparador) * 82.67 Un Cazador ayudante » 41.33 Un Ayudante del preparador .... » 41.33 Un Escribiente » 41.33 XI AL MES Un Portero S 24.80 Un Ayudante de servicio » 20.66 Para gastos generí^les, viajes y fomento de la Biblioteca y colecciones del Museo . » 300.00 Para instalación del laboratorio (por una sola vez) ■ » 620.00 Para la adquisición de libros y Biblio- teca Pública » 200.00 Art. 3" — Nómbrase Director del Museo General de la Provincia, al Dr. D. Francisco P. Moi"eno. Art. 4" — ■ El Director nombrado propondrá al P. E. el personal requerido, de acuerdo con el presupuesto. Art. 5° — Remítase á las Honorables Cámaras Legis- lativas copia legalizada de este decreto, pidiendo su apro- bación. Art. 6" — Comuniqúese, publíquese é insértese en el Reo-istro Oficial. ■^o-" D'AMICO. Nicolás Achaval. Ministerio de Gobierno DE LA La Plata, Octubre 14 de 1S84. PROVINCIA Al Señor Director del Museo de La Plata, Dr. D. Francisco P. Moreno. A nombre del Sr. Gobernaior contesto su nota ftcha 13 del actual, en la que Vd. le comunica su patriótico y generoso desprendimiento, donando á la Biblioteca anexa XII al Museo de que Vd. es Director, dos mil volúmenes de su biblioteca particular como complemento á la donación que hizo en 1877, de sus colecciones antropológicas. El Sr. Gobernador se siente complacido de ver el. prin- cipio de la Biblioteca recien creada con el concurso poderoso de esos valiosos libros, en su mayor parte ame- ricanos y de ciencias, y con la cooperación decidida de que Vd. dá muestras, contribuyendo á que La Plata pueda contar en breve con un poderoso concurso de luz para sus habitantes, y la Provincia con un estableci- miento que la honre. En noml)re pues, del Sr. Gobernador, le agradezco á Vd. vivamente este acto generoso, y particularmente me es grato manifestárselo en mi nombre. Saluda á Vd. atentamente. Nicolás Achaval. Museo (le La Plata, ^L^I■zo 10 de 1890. A S. S. el señor Ministro ele Obras Públicas, Dr. don Manuel B. Goiinet. Inclinaciones de niño me llevaron, hace veinticinco años, á reunir algunos objetos curiosos. Esas mismas inclinaciones, alentadas por mi señor padre, me permitieron formar mas tarde una importante colección, que fué tenida en cuenta por el Exmo. Gobierno de la Provincia, cuando en Marzo de 1877 propuse á la H. Legislatura la forma- ción de un Museo Antropológico Argentino, del cual podía ser base mi colección particular. Aceptada la idea, y XUI habiendo donado con ese objeto el resultado de mis traba- jos, se fundó ese mismo año el Museo Antropológico y Ar(|ueológico de Buenos Aires, y fui nombrado su Director. La nacionalización ' de la Ciudail de Buenos Aires, habiendo comprendido la de sus priiicipales establecimientos científicos, y entre ellos el Museo Público de la Provincia, ésta, considerando que la cultura intelectual de sus hijos exijía un establecimiento de igual clase, decretó en 17 de Setiembre de 1884 la fundación del Museo de La Plata. A éste le ser\ irían de base las colecciones del Museo Antro- pológico, (|ue no habían sido comprendidas en la cesión, porque su donación se había hecho a la Provincia y era inenagonable. El nuevo establecimiento confiado a mi cargo se ha desenvuelto rápidamente. Las dos adminis- traciones que han trascurrido desde su fundación, lo han dotado: la primera con su magnífico edificio, y la pre- sente ha contribuido constantemente á que sus colecciones progresen de una manera (jue envidiarían muchos de los grandes museos del mundo; y me ha de permitir V. S. que agradezca aquí al Exmo. Gobierno de que forma parte, esa poderosa ayuda, á la cual nuestra institución debe su importancia actual. Este progreso le permite publicar hoy sus Anales y su Recista, que deben servirle para divulgar lo que contienen las galerías del Museo y todo lo que se reñera á la his- toria l'ísica y moral, pasada y presente de la América austral, en su acepción mas amplia, de acuerdo con el plan adoptado para este establecimiento; y existiendo dis- posiciones que prohiben hacer público el movimiento de las diversas reparticiones de la administración sin auto- rización superior, tengo el honor de solicitarla de V. S. para hacer la distribución de las publicaciones nombradas, de las que acompaño un ejemplar. Debo hacer notar a V. S. que ellas salen de nuestros talleres propios, donde se han- ejecutado todos los trabajos de impresión y dibujo del texto y láminas, lo que se con- tinuará haciendo en lo sucesivo, y que el hacer estas ins- XIV talaciones, difíciles pero indispensables, agregado al escaso personal que he tenido á mis órdenes para colocar este Museo a la altura en que se encuentra, es lo que ha motivado el retardo en la aparición de aquellas. Con estas publicaciones, esta institución vá á entrar en relaciones con las de su clase, diseminadas en el mundo entero , y empieza así á servir a pr-opios y estraños , estudiosos y curiosos, mostrando al mismo tiempo que la Provincia de Buenos Aires no omite esfuerzo para satis- facer las exijencias del espíritu moderno, que hace grande al hombre con el cultivo de su inteligencia. Dios guarde á V. S. F. P. Moreno. La Plata, Marzo 12 de 1890. Habiendo sido fundado el Museo de La Plata bajo la base de las colecciones del Museo ^Vntropológico, donadas por el señor Francisco P. Moreno, y acrecidas hasta el estado en (|ue hoy íse encuentran por el esfuerzo y dedi- cación de su Director, al que le ha prestado el P. E. toda la cooperación que ese establecimiento merece; teniendo en cuenta, por otra parte, que la publicación de los Anales y. su Bevisfa, que tienden á divulgar lo que contienen las galerías del Museo y todo lo que se refiere á la historia física y moral pasada y presente de la América austral, ha sido hecha en el mismo establecimiento, con elementos adquiridos al efecto; que es conveniente que la distri- bución de las publicaciones científicas de esta importancia se haga no solo con regularidad sino también á las per- — XV — sonas y corporaciones Cjue puedan utilizarlas com mayor provecho ; El Poder Ejecutivo — RESUELVE : Autorizar al Director del Museo, don Fraiücisco P. Moreno, para la publicación de los Anales y de la Revisto^ confiriéndole el derecho de distribuir sus ejemplares en la forma mas conveniente á los intereses de la ciencia y de la Provincia. Comuniqúese, etc. M. PAZ. Manuel B. Gonnet, LOS MUSEOS DE HISTORIA NATURAL POR W. H. FLOWER LOS MUSEOS DE HISTORIA NATURAL DISCURSO DE INAUGURACIÓN PRONUNCIADO EN LA ASAMBLEA DE LA ASOCIACIÓN BRITÁ- NICA PARA EL ADELANTO DE LAS CIENCIAS REUNID A NEW-CASTLE, EL 11 DE SE- TIEMBRE 1889, POR WII.LIAM H. FLOWER, DIRECTOR DEL DEPARTAMENTO DE HISTORIA NATURAL DEL MUSEO BRITÁNICO. Es opinión general que en el número de los medios em- pleados por una Asociación como la nuestra, para justificar su nombre y su objeto, debe contarse la colección y la conserva- ción de los objetos indispensables á las investigaciones, á los estudios y á la enseñanza; en una palabra que la formación de lo que se llama hoy un Museo, es uno de los medios más importantes bajo el punto de vista práctico. Ya se lia ocupado de él esta asociación antes de ahora en discursos presiden- ciales y seccionales. Actualmente una Comisión de sus miem- bros recoje datos sobi'e este asunto y ha publicado importantes informes. Durante el año corriente se ha fundado una Socie- dad de conservadores y otras personas interesadas en los Mu- seos, con el objeto do cariibiar ideas sobre la organización y arreglo de tales instituciones. Pienso, pues, que esta materia es digna de ocupar hoy nuestra atención; además es cuestión de la que me he ocupado con especialidad en el curso de mi vida, ly creo que ustedes han de pensar conmigo, que la ma- nera más acertada de cumplir con el cargo que se han ser- vido confiarme, es exponerles el resultado de mis estudios per- sonales. La primera institución que menciona la historia, con el nombre de Museo, templo ó morada de las Mtcsas, fué fundada por Ptolomeo Soter en Alejandría, cerca de trescientos años antes de Jesucristo. No era un museo en el sentido que damos á esta palabra, sino más bien, según su etimología, un lugar desti- nado al estudio de la ciencia, y frecuentado por una sociedad ó academia de sabios que consagraban su vida á los estudios filosóficos y al adelanto de los conocimientos útiles. No existen ni recuerdos de colecciones antiguas, permanentes — 3 — ó públicas, de productos natui-ules, aunque algunos grandes monarcas, como Salomón en Jerusalem y Augusto en Roma, hicieran alarde de gusto artístico y ostentación de magnificen- cia, reuniendo en sus palacios objetos raros procedentes de distinctos puntos del globo. Cuéntase también que Filipo y Alejandro manifestaron su liberalidad para con AristcMoles, fa- cilitándole abundantes materiales para sus investigaciones. Quizas se encontrarla la primera idea de tales colecciones en la conservación de notables ejemplares, á veces asociados á su- persticiosa veneración, ó á extrañas leyendas, en los edificios consagrados al culto religioso. Las pieles de gorila traídas por el navegante Hanno, de la costa de África, y colgadas en el tem- plo de Cartago, indican un caso bien fundado. El gusto por las colecciones, innato en gran número de per- sonas de distintas naciones y períodos de la historia, pero de- caído durante largo tiempo, renació con la resureccion del sa- ber en la edad media, y un museo, ó sea colección de objetos mezclados, tanto antigüedades como curiosidades naturales, asociados á menudo con una galería de escultura y pintura, fué un elegante apéndice á las habitaciones de personajes de espí- ritu cultivado. Todas las primitivas colecciones, comparables á lo que llamamos hoy un Musco, se formaron y fueron mante- nidas á espensas de particulares, á veces médicos cuyos estu- dios los llevaban naturalmente al gusto por la biología, y, con frecuencia, principes del comercio, á quienes sus relaciones de negocios, procuraban ocasión de reunir curiosidades de lejanas tierras. En todo caso, esos museos no servían sino para goze personal de sus dueños y los amigos de estos; rara vez, ó nunca, se relacionaron con la enseñanza sistemática en beneficio del pú- blico. Uno de los primeros catálogos impresos, conocidos, de un museo de esta clase, es el de Samuel Quickelberg, médico de Amsterdam, publicado en Munich en 1565. En el mismo año, Conrado Gesner publicó un catalogo de la colección de Juan Kentmann, médico de Torgau en Sajonía, que contenia cerca de 1600 objetos, principalmente minerales, moluscos y animales marinos. Poco tiempo después, encontramos al em- perador II de Alemania acumulando tesoros que contituyeron la base de los magníficos museos que destinguen a la capital de Austria. Las primeros coleccionistas importantes en Inglaterra, fue- ron los dos Juan Tradescant, padre é hijo, el último de los cuales publicó en 1656, una pequeña obra titulada: Miisoeimi TradesccmUaniim ó colección de rarexas conservadas en South Lam- _ 4 — beth, cerca de Londres. La asombrosa variedad é incongruente justaposicion de los objetos contenidos en esa colección, hace que la lectura de ese catalogo sea muy divertida. En la pri- mei'a división, dedicada á algunas clases de pájaros, sus huevos, picos, jjIm'^íos, uñas y espolones, encontramos : distintas clases de huevos de Turquía, 11110 de ellos dado como huero de Drayon; huevos de pascua del Patriarca de Jcrusalem; dos plumas de la cola del Fé- nix. La (jarra del pájaro Jtoch, que, según las autores, puede le- vantar un elefante. Entre, " todos los pájaros », está el famoso Dodar de la isla Mauritius, que no puede volar porque es muy grande. Este es el mismo ejemplar, cuya cabeza y pié pasó del Mu- seo Ashmoleano al de la Universidad de Oxford donde se con- serva, pero ignoramos lo que se ha hecho la garra del Roch, la cola del Fénix y el huevo del Dragón. No me permite el tiempo de que dispongo, mencionar las asombrosas cosas que encierra el capítulo « vestiduras, trajes, atavios y ornementos », ó el de mecánica, trabajos artificiales ele escultura en torneados, .semil- las y pintura, desde los guantes de punto de Eduardo el Confesor y el famoso traje de Fohatan, rey de Virginia, todo bordado con con- chas ó Roanoke, conservado aún en Oxford y últimamente des- crito y figurado por lE. B. Taylor, hasta el « carolo de cerexa que contiene perfectamente esculpido en uno de sus lados, á San Jorge y al Dragón, y en el otro, las figuras de ochenta y ocho emperadores », lo núsmo que otro « carolo de cerexa que contiene diez docenas de peines de carey, hechos j)or Eduardo Gibbon. » Pero, antes de abandonar esas colecciones pi-ivadas, no puedo dejar de mencionar como un ejemplo del gran concurso que prestaron ellas al adelanto de la ciencia, la deuda contraída por Lineo en sus primeros estudios, para con los museos zoo- lógicos, que fueron la pasión dominante de varios reyes de Suecia que los reunieron. Con frecuencia las asociaciones individuales, convertidas en sociedades para el adelanto de los conocimientos humanos, consideraron como inherente á sus funciones la formación de un museo. El primer caso de estos fué, en nuestro país, el museo de la Sociedad Real, en Cranecourt, del cual publicó un catálogo el D"' Crew, en 168L La idea de que el mantenimiento de un museo hacía parte de los deberes del Estado ó de las instituciones Municipales no penetró en el pensamiento del hombre hasta principios del último siglo. Aún las grandes cuerpos enseñantes, las Univer- sidades, fueron lentas en la adquisición de colecciones; pero es necesario tener en cuenta que las materias consideradas más esenciales, que profesaban, no eran las que requerían ob- jetos como los que se reúnen en un museo. Las universidades italianas, donde la anatomía fué enseñada como ciencia, antes y de una manera más completa que en ninguna otra parte de Europa, sintieron [ironto la necesidad de crear colecciones de objetos preparados, y este arte alcanzó un alto grado de per- fección en Padua y en Boloña hace dos siglos. Pero estas co- lecciones eran por lo común propiedad de los profesores, como lo eran todas las que servían para enseñar la anatomía y la patología en este ¡lais, lo que recuerdan muchos de nuestros contemporáneos. A pesar de la multiplicación de los museos públicos durante este siglo, y los grandes recursos y ventajas que poseen mu- chos de ellos, y que las colecciones particulares no pueden igualar, el espíritu de acumulación no ha desaparecido felizmente en los individuos, sino que se ha dirijido hacia otros rumbos di- ferentes de los anteriores. Los museos generales, ó colecciones diferentes, como las antiguas, se dejan para los gobiernos é instituciones que ofrecen más garantías de jiermanencia y utilidad pública, mientras que hacen un admirable servicio á la ciencia, aquellas personas que disponen de tiempo y medios y que se dedican á alguna rama especial, reuniendo materiales que les sirven para -seguir sus estudios en detalle, ó á los que consideran como capaces de emprenderlos, colecciones estas, que una vez que han llenado el objeto para que fueron reunidas, se unen al último, por donación ó compra, á uno ú otro de los museos públiccis, y sirven como factores permanentes de la educación de la nación, ó más bien del mundo entero. Seria pasar de los limites del tiempo permitido á este dis- curso, como también los fines de esta asociación, abordar los varios temas que lian ejercitado principalmente las facultades del coleccionista y reunido los materales que contituyen hoy los museos. Los distintos procedimientos empleados por el hombre, para reproducir la forma de los objetos naturales, ó para dar espresion á las imágenes creadas por su propia fantasía, desde las más groseros rasgos trazados en huesos por un salvaje, ó el simple arreglo de lineas empleadas en adornar la más tosca pieza de alfarería, hasta las más graciosas combinaciones de formas y colores alcanzadas hasta hoy en escultui'a y })intura, ó en obra de metal ó en arcilla, son los museos los que deben conservarlas para nuestro mejor conocimiento de su condición é historia en el pasado, y para las lecciones que puedan suje- rirnos en el futuro. Aparte del deleite que la contemplación — 6 — de la más noble espresion del ¡irte, puede producir en todo ce- rebro cultivado; aparte también de la curiosidad y del interés c|uo puede sujerir toda tentativa menos feliz para producir se- mejante resultado, como materiales para construir la verdadera historia de la vida del hombre, en las diferentes etapas de la civilización, en diferentes circunstancias de vida y en diversas rejiones de la tierra, tales colecciones son absolutamente ina- preciables. Pero debo dejarlas á un lado, para deternerme con más detalle, sobre lo que más especialmente se relaciona con el adelanto de las materias de que se ocupa esta asociación es decir sobre los museos dedicados á lo llamado Historia na- tural, aúncjue mucho de lo que diré de ellos puede aplicarse, más ó menos, á los museos en general. Los términos Historia natural y Naturalista, se han arraigado }trofundamente en nuestra lengua, pero sin una concepción bien definida de su significado ó del sentido de su aplicación. Aplicado originariamente al estudio de todos los fenómenos del universo independientes de la acción humana, la historia natural se ha estrechado gradualmente en la mayoría de los espíritus, y así se han dado títulos propios á algunas de sus subdivisiones, como la astronomía, la química, la geología, etc., sin embargo de que solo muy recientemente, se ha nombrado particularmente la parte de esta ciencia que trata de los seres vivientes. Aún más, después de esta sei>aracion, la botánica ha sido dividida gradualmente en varias partes y los términos de naturalista y de zoólogo hanse casi convertido, aunque de una manera irracional, en sinónimos. La feliz introducción de la palabra biología, aceptada en general, apesar de las obje- ciones fundadas en su etimología, y aplicada al estudio de los organismos que se distinguen por la posesión del principio vital, ha eliminado del lenguaje científico la ya vaga é inde- finida espresion de Historia natural. Como es indudable, |)or otra parte, que este último término quedará en el lenguaje or- dinario, propongome devolverle su significado primitivo y real, que contrasta con la historia del hombre y de sus obras y con las cambios y modificaciones que por su intervención se han hecho en el universo. Fué en este sentido que, cuando el rápido crecimiento de las variadas colecciones del Museo Británico en Bloomsbury (la espansion de la acumulación de Sír Hans Sloane en la vieja Manor-House en Chelsea), se pensó en la necesidad de una división, y la linea de demarcación se determinó entre los que eran productos naturales y los que eran artificiales indicamos — 7 — los primeros los productos se llamados comunmente Fuerzan tmturales, que no dependían del pensamiento humano. Los departamentos afectados á estos productos tomaron el nombre de Departamento de Historia natural y el nuevo edificio que debia alojarlo fué nombrado Museo de Historia natural. Conviene demorarnos un momento á considerar el valor de esta división, porque es sobre ella que se basa la clasificación y la administración de la mayoría de los museos. Aunque hay mucho que decir en favor de esta división, se le ha opuesto que divide al hombre en dos partes. Los modelos de la es- tructura del cuerpo humano, pertenecen indudablemente al es- tudio del zoólogo, y las sutiles gradaciones de forma, proporción y color que diferencian las diferentes razas humanas, pueden ser sólo apreciadas por los conocimientos de un anatómico, cuyo ojo estima el valor de tales caracteres, distinguiendo las variaciones de las formas animales. En consecuencia es ne- cesario buscar los modelos de esta especie en las colecciones zoológicas. Pero la ciencia relativamente nueva de la Antropo- lo(/ia, abraza no sólo la estructura física humana, sino que in- cluye su desarrollo mental, sus usos y costumbres, tradiciones y lenguage. Los modelos de sus obras de arte, útiles domos- ticos y armas de guerra, son elementos esenciales para este es- tudio. Es asi que es imposible decir donde acaba. Comprende todo lo que el hombre es y ha sido; todo lo que ha hecho. No puede trazarse línea definida entre las más tosca arma de pe- dernal y el más perfecto instrumento de destrucción, que haya salido de la manufactura de Elswick, y entre el primitivo bos- quejo de un mammouth, trazado por un de sus contemporáneos humanos en parte de su propio colmillo y la más admirable producción de Landseer. Una colección antropológica para ser lójica, debe incluir no sólo todo el antiguo Museo Británico, sino también el museo de Sud Kensington y la Galería Nacio- nal. La noción de una antropología que considera los salvajes y los hombres prehistóricos, como separados del resto de la humanidad, tiene cierta conveniencia, en cuanto á la limita- ción del poder humano, pero no es de ninguna manera cientí- fica, y echa á perder toda la importancia y el gran valor del es- tudio que traza el crecimiento gradual de nuestros complejos sistemas y costumbres, á partir de los primeros pasos de nues- tros progenitores. Por otro lado, la primera clasificación que hemos indicado es perfectamente clara, lójica y científica, como puede serlo tal división. Es cierto que presenta varios inconvenientes, porque — 8 — obliga á descomponer colecciones locales que contienen mate- riales muy distintos, unas veces referentes á antropología física, otros á psíquica, pero estas dificultades serán superadas, reu- niendo en una gran institución las varias colecciones nacio- nales, que ilustran las diferentes ramas de la ciencia y del arte, colocándolas en tal orden y justaposicion, que sus relaciones mutuas sean visibles y que las propiedades de cada una pue- dan servir á elucidar todas las otras, institución ideal que aún no posee el mundo, pero foi'ma bajo la cual pudo haberse de- sarrollado en un tiempo el viejo Museo Británico. Un museo puramente de historia natural, debe, pues, com- prender la colección de objetos que ilustren las producciones naturales de la tierra, y en el más amplio y verdadero sentido todas las ciencias que tratan de los fenómenos naturales que puedan representarse por ejemplares de museo. Son solo las dificultades reales ó imaginarias, de representar por medio de modelos, la astronomía, la física, la química y la físiologia, que ha lo impedido á estas ramas de la ciencia ocupar salas en nuestro museo nacional de historia natural, mientras que ha sido posible admitir la mineralogía, la geología, | la botánica y la zoología. Aunque las ciencias esperimentales y las que estudian las leyes del Universo, más que los materiales de que este se com- pone, no han despertado hasta ahora gran gusto en los colec- cionistas, ni á él han contribuido los museos, sin embargo, á medida que transcurre el tiempo, reconócese cada vez las ma- nifiestas grandes A-entajas que habrá, en reunir los diversos instrumentos que sirven, para adelantar el estudio de estas ciencias. Los museos de aparatos científicos forman hoy parte integrante de todo establecimiento de educación bien montado, y existe bajo los auspicios del Departamento de Ciencias y Artes de Sud-Kensington, una colección Nacional que ilustra aquellas ramas de la Historia Natural que no están represen- tadas en el Museo Británico, colección que ha progresado de tal manera, que ha sido necesario alojarla convenientemente en local especial y esponerla en primera linea. Anomalías como esta, ocurren en el estado progresivo, infantil aunque rápido, de la ciencia, siendo indudable que ninguna institución científica, que tenga cierta complexidad de organización, no puede estar, á no ser en el momento de su nacimiento, á la altura de las vistas más avanzadas de la época, especialmente en las tocante á las líneas que la dividen, á la relación entre estos y á la repre- sentación proporcional de las varias ramas de los conocimien- — 9 — tos que reúne en su seno. Reconocense cada vez mas nece- sarias las subdivisiones en el estudio de las ciencias, á medida que se multiplica el de los detalles de cada tema, sin que por eso el poder que tiene el espíritu humano para asi- milar y comprender esos detalles, crezca en la misma proporción. Las líneas de separación se acentúan proporcionalmente, y exijen ser revisadas con frecuencia. Podría creerse que tal revisión debiera conformarse á la dirección seguida por el de- sarrollo natural de las relaciones existentes entre las diferentes ramas de la ciencia, y las mas exactas concepciones que se hayan formado de estas relaciones, pero no siempre es así. Se elevan continuamente barreras artificiales para mantener esas líneas de separación en la dirección que tomaron desde un principio. Resultan dificultades de reorganización, no solo de los obstáculos materiales causados por la dimensión y dis- tribución de los locales, de las facilidades acordadas á la ad- quisición de distintas especies de colecciones, pero sobre todo de los numerosos intereses personales que se desenvuelven y estienden sus redes al rededor de estas instituciones. Los pro- fesores y conservadores de tal ó cual división de la ciencia es- tan allí instalados y subvencionados, y se oponen con tenacidad á toda invasión á su propiedad y á todo ensanche que importe un límite al punto que enseñan ó tratan de ilustrar; y es por esta razón sobre todo que las fases transitorias de los conoci- mientos científicos, han quedado cristalizadas ó en estado fósil en instituciones donde menos podria esperarse tal fenómeno. Podria citar ciudades europeas y grandes museos, donde la Geología y la Anatomía comparada, se consideran como temas distintos, enseñados por profesores diferentes, pero en los cuales, por motivo de la clasificación de las colecciones que de ellos dependen, la piel de un animal, que es del dominio de la zoo- logia, y su esqueleto y dientes que lo son del de la anatomía comparada, están clasificados en diferentes edificios, á veces muy distantes entre sí. La organización defectuosa de nuestros museos, es respon- sable en gran parte de esta desgraciada separación de la pa- leontologia y de la biología, que sobrevive evidentemente á las antiguas formas de la enseñanza científica, y de la persistencia en su integridad de este compuesto heterogéneo de ciencias reunidas hoy bajo el nombre de geología. Cuanto más pronto se pueda reorganizar los museos para borrar y destruir esta línea fija de demarcación, que se adopta universalmente entre los seres actuales y los que vivieron en otro tiempo, separación — 10 — tan arraigada en el espiriUi público y que es tan difícil de estirpar aún del espirilu del estudiante cientitico, tanto antes se realizará el progreso de una sana enseñanza biológica. Pero, ese progreso no depende principalmente de estas grandes anomalias é imperfecciones, que cxijen métodos heroicos para enderezarse cuando se les ha dejado crecer ; depende sobre todo de defectos de menor valor, que hay en la organización de todos los museos, y que pueden hacer desaparecer medios ad- ministrativos relativamente fáciles, y es sobre estos procedi- mientos que voy á ocupar vuestra atención. No puede negarse que bajo muchos aspectos, se han reali- zado grandes progresos en muchos de los museos de nuestro país, en el continente y sobre todo en América. Este asunto ha llamado felizmente la atención de los que tienen la direc- ción de los museos, y ha llegado hasta despertar interés en el in'iblico en general. De modo que es con la esperanza de ayudar y de guiar, en cierto modo, este movimiento, que me permito hacer las siguientes observaciones. La primera consideración que se tiene en vista al fundar un museo, grande ó pequeño, en una ciudad, institución, so- ciedad ú escuela, es darle un destino definido ó un fin á lle- nar, y la segunda condición, es (pie los medios sean suficientes para costear el museo de una manera conveniente, que permita alcanzar ese fin. Muchas personas son bastante lijeras para pensar que un museo es un establecimiento de tal valor por si mismo, que basta darle un edificio y estantería y cierto nú- mero de objetos escojidos sin estudio previo, para llenarlos, y que el fin se ha alcanzado ; la verdad es que la obra solamente ha empezado. Lo que conviene en realidad al éxito y á la utilidad de un museo, no es ni el edificio, ni los estantes, ni aún los objetos, sino su conservador. Es este y sus ayudantes los que son la vida y el alma de la institución; es de ellos de quienes depende todo el valor, y sin embargo en muchos, digo mas, en nuestros museos, es lo último que se piensa. Los cuidados, la conservación, la nomenclatura de los ejemplares se dejan á la iniciativa privada, lo que es amenudo exelente para colecciones pai'ticulares y para un tiempo limitado, pero que no será jamás suficiente para una organización perma- nente, ó bien se confia á un empleado mal pagado y por conse- cuencia poco instruido, la tarea de poner en ordeii, limpiar, sacudir, arreglar, nombrar y clasificar, de modo que contri- bu)an al adelanto de la ciencia, colecciones que comprenden en estension, todas las ramas del saber humano, desde el con- — 11 — tenido de un anLiguo (úiniilo inglés, Kastü la última ave del pa- raíso, de Nueva Guinea. Algunos ejemplares de valor entran á veces á formar parte de museos organizados de esta ma- nera. Los donantes, celosos del bien público, creen firmemente que sus donaciones serán cuidadas y prestaran servicios al público en poder de tal institución. Desgraciadamente su suerte será otra; sucios, descuidados, sin etiqueta, perderán su identidad y concluirán por ser devorados por los insectos, ó re- legados á los depósitos, para dar sitio á otra nueva donación de algún nuevo bienhechor de la institución. Seria preferible que no se hubieran fundado nunca tales museos. Son tram- pas donde caen, para ser destruidos, objetos preciosos, con frecuencia de un valor inapreciable, y lo que es peor, el des- crédito de estos establecimientos, alcanza á todas las institu- ciones similares, y hacen del nombi-e de museos, un objeto de irrisión y de reproche que retrasa en vez de adelantarlo, el momento en que se reconozca el valor de estas instituciones como agente del gran movimiento educacional de nuestra época. Un museo se asemeja á un organismo viviente; exija aten- tos y constantes cuidados. Debe desenvolverse ó perecer, y los gastos y la labor necesaria para mantener su vitalidad no se han realizado aún completamente en parte alguna, tanto en nuestros grandes establecimientos nacionales, como en nuestros pequeños instituciones locales. Se ha dicho con frecuencia, y no es repetirlo demasiado, que formando una colección de cuales- quiera especie (salvo el caso que se encuentre placer en la sim- ple adquisición, lo que es á veces, el solo motivo de las colec- ciones privadas), y sometiéndola á la organización de los museos, el fin real que uno se propone presenta dos faces, dos indica- ciones que son completamente distintas una de la otra y á veces opuestas. La primera es hacer progresar ó desarrollar los conocimientos sobre un tema dado. Es este generalmente el móvil del coleccionista privado, á quien la esperiencia ha mostrado los poderosos recursos que encuentra cuando tiene á la mano los materiales necesarios para sus estudios, para formarse ideas exactas, dirijiendo sus investigaciones en cierto rumbo, pues puede en efecto, tener los objetos al alcanze de su mano, examinarlos y compararlos, tomarlos y dejarlos según sea su deseo. Pero, ú menos que su objeto sea muy limi- tado, ó sus medios muy estensos, jironto siente la necesidad de consultar colecciones más completas que la suya. Pocas personas se forman una idea de la multiplicidad de los ejem- plares necesarios para resolver, aún los más simples proble- — 12 — mas de la historia de la vida de los animales ó de las plantas. El naturalista debe con frecuencia rejistrar todos los mu- seos, públicos y privados de Europa y de América, para lle- gar á componer la monografía de un solo género común ó aún de una especie, para comprender en ella todas las cues- tiones de variación y de cambio según las estaciones y bajo diferentes climas, todas la condiciones de su existencia y la distribución de todas sus modiñcaciones en el espacio y en los tiempos. Se vé obligado muchas veces á confesar que sus in- vestigaciones han fracasado por falta de los materiales nece- sarios á su empresa. Seguramente, esto no deberla suceder, y algún dia no sucederá, pero estamos aún lejos de ese tiempo. Conocemos todos el dicho de que la pasión de adquirir crece con la riqueza. Este adajio es en cierto modo exacto para las colecciones científicas, que se han reunido con el ob- jeto de adelantar la ciencia. Cuanto mas ricas son mas se nota lo que les falta, y mas se desea llenar los vacíos que nos im- piden deducir la historia completa que deberían recelar. Tales colecciones no se destinan, sin embargo, sino al estu- diante instruido ya al corriente de los elementos de la ciencia, y que está en condiciones, por sus conocimientos adquiridos, su cultura intelectual y sus facultades de razonamiento y de observación, de aprovechar esos materiales, para hacer progre- sar su objeto mas allá del punto en que lo ha tomado. Pero hay otra clase de hombres, mucho mas numerosos, para quie- nes los museos son ó deberían ser un poderoso medio de ad- quirir conocimientos. Puede comprenderse en esta clase, los que principian estudios superiores, pero hago alusión prin- cipalmente á esta clase mucho mas numerosa, que lo es- peramos, formará cada año una proporción, relativamente mas grande en la población total del país; á esta clase que no tiene ni el tiempo, ni las ocasiones, ni los medios de estudiar á fondo ninguna rama de la ciencia, pero que tiene un interés general por sus progresos, y que desea algún conocimiento del mundo que lo rodea y de los hechos principales que se han cons- tatado en él, ó al menos una parte de este conocimiento. Cuando se arreglen y se organicen convenientemente los mu- seos, será en beneficio de esta clase, y en un grado que ape- nas puede realizarse hoy. La segunda parte del fin á que de- ben llegar los museos es pues la difusión de los conocimientos entre las personas de esta clase. Pienso que la principal causa de lo que puede llamarse la falta de la mayor parte de los museos, especialmente, los — 13 — de Historia natural, para llenai- las funciones que debemos esperar de ellos, consiste en que contunden casi siempre los dos fines que están llamados á desempeñar y qué, buscando combinar estos en una misma esposicion, no realizan en rea- lidad ni uno ni otro. Es para satisfacer á estos dos deside- rata que pueden llamarse en dos palabras las i-nvestiyaciones y la instrucción y que constituyen el fin definitivo de los mu- seos que se debe hacer en principio la primer clasificación de acuerdo con el estudio al que cada espécimen ha sido desti- nado. Los objetos arreglados para las investigaciones, para el adelanto de la ciencia, para los estudios laboriosos sobre la estructura y sobre el desarrollo, ó para mostrar las distinciones minuciosas que deben establecerse al estudiar los problemas re- lativos á las variaciones de especie, según la edad, el sexo, la estación ó la localicad, lo mismo que para fijar los límites de la distribución geográfica, ó para determinar la edad geológica, deben ser no solo escesivamente numerosos, sino que deben ser presentados de manera que permitan su examen y la com- paración de cerca y fácilmente. Sin embargo, si todos los materiales indispensables á la es- tension de los limites de la zoologia ó de la botánica se espu- sieran de modo que cada uno pudiera ser visto distintamente por cada visitante que recorriera las galerías públicas de un museo, la estension y los gastos de tal institución estarían fuera de toda proporción con su utilidad; los objetos espuestos se- rian completamente inaccesibles al examen de los que pudie- ran aprovecharlos, y á causa de los efectos perjudiciales de una esposicion continua á la luz, la mayoría de los productos naturales conservados perderían una gran parte de su valor intrínseco. En realidad, las colecciones de este género deben tratarse como los libros de una biblioteca que solo deben servir para ser consultados y para procurar dalos á los que tienen capa- cidad para leerlos y puedan apreciar su contenido. Pedir, como se hace por ignorancia, que todos los modelos de nuestros mu- seos nacionales, por ejemplo, sean espuestos en los estantes, en las galerías públicas, seria pedir que cada libro de una bi- blioteca, en vez de estas cerrado y arreglado en los estantes para ser consultado cuando convenga, tuviese cada una de sus páginas encuadrada bajo vidrio y colgada de las paredes, de modo que el más humilde de los visitantes al pasar á lo largo de las galerías, solo tuviese que abrir los ojos para em- — 14 — paparse en In lilenilura de todus las edades y de todus los países, sin tener que llamar un guardián para abrir el estante. Tal arreglo es perfectamente concebible. La idea bajo algunos puntos de vista es magnifica, casi sublime, pero imaginaos el espacio requerido para tal arreglo, en la biblioteca nacional, ó aún, en la más pequeña biblioteca local ; imaginaos la inconve- niencia para el verdadero estudiante, las desventajas que ten- dría para leer las páginas de un libro colocadas en posision inmóvil, bajo un cristal; pensad en la enorme distancia que tendría que atravesar á menudo para comparar una referencia ó verificar un dato y la idea de lo sublime, se cambia en la de su antítesis. La idea de exponer todos los pájaros, insectos, moluscos ó plantas que existen en uno de nuestros grandes museos de instrucción, producirla un resultado semejante. En el arreglo de las colecciones destinadas á las investiga- ciones y que deben contener todos esos preciosos ejemplares llamados « tipos » que servirán en todo tiempo para detei'minar la especie á que hayan dado nombi'e, los principales puntos á observarse son : la preservación de los objetos de todas las in- fluencias deletéreas, especialmente del polvo, de la luz y de la humedad; su identificación muy exacta y la indicación de toda circunstancia de su historia que convenga conocer; su clasifi- cación y colocación en la estantería de manera que pueda en- contrarse cada uno sin dificultades ni pérdida de tiempo; y bajo el doble punto de vista del gasto y de la facilidad de ac- ceso, deberán ocupar esos objetos el espacio mas reducido po- sible, compatible con estas exijencias. Los Museos deberán tener salas bien alumbradas y provistas de mesas, al alcanze de los libros necesarios para la consulta sobre los temas que se refieren á los objetos. Aún mas, la salas deberán situarse de tal manera que los empleados del Museo sin ser demasiado molestados en su trabajo puedan ayudar y vijilar á los estu- diantes; y si las colecciones de estudio y las de exhibición es- tán contenidas en un mismo edificio, es evidente que cuanto mas se puedan a])roximar las de un mismo grupo, mayores serán las facilidades para los estudiantes y para los conserva- dores, pero habrá pocos establecimientos donde sea posible organizar cada serie en tal escala, que sean independientes una de otra. Por otra parte, en una colección dispuesta pai-a la instruc- ción del i>úblico en general, las condiciones de disposición de los objetos deberán ser completamente diferentes. Su número — 15 — deberá ser cstrictainonte limitado, según la naturalo/a del asunto á tratarse y del espacio disponible. No deberá colo- carse ninguno, ni muy alto, ni muy bajo para la facilidad del examen. No se deberán amontonar los objetos uno detrás de otro; cada uno deberá estai- bien á la vista, con un es- pacio libre á su alrededor. Im.ajinaos una galería de pintura en donde la mitad de los cuadros, á lo largo de los paredes, estuvieran en parte ó enteramente ocultados por otros suspen- didos delante de ellos; la idea parece irracional y sin embargo tal es el arreglo de los ejemplares adoptado en la mayoría de los museos. Si un objeto, merece ser espuesto, es necesario que se le pueda ver. Cada ejemplar espuesto debe ser per- fecto en su género, y se debe emplear todo el cuidado y lialji- lidad posible para conservarlo y hacerlo útil para la lección que de él se espera. No puedo dejar de decir aquí una palabra sobre el arte de la taxidermia tan tristemente descuidado que continua llenando los estantes de la mayor parte de los museos con miserables y repulsivas caricaturas de mamíferos y de pájaros, que son fuei-a de toda proporción naturales; unas veces enjutos, oti'as lanchados y en actitudes que nunca pudieron tomar en vida. Felizmente, sucede á veces, como aquí por ejemplo, (|uc afi- cionados dotados de gusto artístico y de una buena instruc- ción en historia natural, han demostrado que un animal puede ser transformado después de su muerte, por una aplicación feliz de la taxidermia, en una apariencia de vida, represen- tando el original perfecto de forma, de proporciones y de ac- titud, y presentando casi tanto valor de datos bajo este punto de vista, como el mismo animal vivo. Es el caso, que la taxi- dermia es un arte que se asemeja á la pintura, ó mas á la escultura, que exije un talento natui-al como también una gran cultura intelectual, y no podrá hacer jamas progresos perma- nentes mientras no renunciemos al título inferior y mal remu- nerado de embajador de iníjaros, que es absolutamente impropio para invitar á un hombre de mérito á que liaga de él su pro- fesión. Dejando esta digresión, diré que cada ejemplar espuesto de- berá tener un objeto definido y que no deben admitirse dujtli- cados en ninguno caso. Antes que todo, el fin de la espo- sicion del ejemplar y la lección que de él se obtiene, debe es- tar indicado con claridad sobre las etiquetas fijadas frente á las divisiones de las series y sobre los diferentes ejemplares. Háse definido un Museo de educación bien organizado como — 16 — unu c(3lecc¡on de etiquetas esplicada por ejemplares bien ele jidos. ¿Cual es y cual debe ser el ói'den que debe presidir al ar- reglo de una parte de un museo público? No se trata, como sucede con demasiada frecuencia, de colocar casi al acaso una cantidad de objetos, ni de apretarlos lo mas posible en un es- tante, demasiada pequeño para contenerlos, teniendo poco cui- dado por su orden y por la posibilidad de verlos con claridad. Primero, como ya lo he dicho, debe tenerse un conservador. Este debe considerar con atención el objeto del museo, la clase y el saber de las personas para cuya instrucción ha sido fundado y el espacio disponible para alcanzar su objeto. Deberá entonces di- vidir en grupos el motivo de la enseñanza, considerará sus pro- porciones relativas, y de acuerdo con todo esto trazará su plan. Preparará enseguida grandes etiquetas para los principales en cabezamientos, como para los capítulos de un libro, después otras mas pequeñas para las diversas subdivisiones. Agregará en un estilo compendiado, claro y conciso, algunas observa- ciones comentando la estructura, la clasificación, la distribu- ción geográfica, las costumbres ó las evoluciones de los obje- tos espuestos. En último término estará el objeto explicativo, que habrá sido arreglado y preparado y será colocado en el sitio que le corresponde. Como no siempre es fácil procurarse ejemplares en el momento que se les necesita, conviene dejar espacios, pero, utilizándolos convenientemente con objetos ó etiquetas; estos vacios serán casi tan útiles como si estuvieran ocupados por los ejemplares mismos. Una esposicion pública para ser instructiva é interesante no debe jamas ser recargada. No hay verdaderamente razón para que así sea. Tal esposicion, hecha sobre pequeña ó grande escala, no puede contener sino series represen- tando ejemplares elejidos, en vista de las necesidades de una clase especial de personas que deben visitar las galerias, y el número de piezas debe ser proporcionado al espacio disponible. Hay pues rara vez una escusa para recargarla de manera que se impida la vista completa de cada objeto espuesto. Una galena atestada, salvo circunstancias cscepcionales, es la con- denación inmediata del conservador, porque generalmente tiene en sus manos el remedio. Para evitar este inconveniente, basta eliminar los objetos menos importantes. Si algunos pre- sentan caracteres de interés histórico ó científico, que me- rezca su conservación, se les colocará en las colecciones re- servadas; si no lo tienen no hay porque guardarlos. Sin Pinhargü el museo iiúl)licosicioii. (¡ue el (jiie disponen los (le hoy. poi-(pie aún rníimln el núniei-o de piezas espuestas pued<> ser mas reducido (|ue el (|ue se piensa generalmente, cada unn de ellos necesitar;'i mas (espacio, si las condiciones enu- meradas mas arrilia se cunipli'ii. \' sobre todo si se desea presentarlas de manera que el visitante ¡nieda darse cuenta de la maravillosa complexidad de las |)i-oporciones que pone cada especie en relación con el medio (pie la rodea. Las re- pniducciones artísticas de la naturahva vecina, las ilusti'a- ciones de los caracteres especiales de la vida, todos estos acce- sdi-ios exijen mas espacio pai-a llamar la atención C(jmo con- viene l'lste método de i^spi isicidii. en rlonde se le sigo con conciencia, seni i'i la voy. in>lriii-li\ii y iitnnente \ diM.ie divul- garse. Los libros-guias \- los cnt/ilogos si.m com[ilementos útiles, cuando se hacen para compli'lar los datos de las etiquetas, y puí'den ser llevados para estudiarlos entre los intervalos de las \isitas ó los museos, pero no deben reemplazar jamás el uso de a(piellas. Quien está acostumbi'ado á visitar las ga- lei'ias de pinturas, donde los nombi'cs de los artistas y del asunto figuran sobre el marco, y los que se ven obligados i'» buscar en cada caso sus informes en el catálogo, apreciarán la superioridad, la comodidad y la economía de tiemix) (pie proporciona el primer sistema. Procediendo de esta manera, cada galei'ia pública de un museo, desde el espléndido solón de una institución nacional 6 la humilde sala que contiene la colección local de un club de aldea, puede ser un centro de instrucción, y ofrecerán inte- rés y atractivo que se buscarán en \ano en la mayoría de las instituciones actuales. Uno de los mejores ejemplos del arre- glo de colecciones destinadas para investigaciones, para el adelanto de los conocimientos y para la instrucción popular y la difusión del saber, puede \erse hoy en Kevv-gardens ; el hei'l)ai-io admirablemente construido y bien arrc^glado responde al i)rimer objeto, y los museos públicos de economía botánica al segundo. Se trata de poner actualmente en condiciones iguales, las colecciones de botánica sistemáticas del departa- mento de historia natural del Museo Británico, con la mayor ventaja de su continuidad inmediato. Seguramente, no puedo indicar nada mejor como proyecto de ori'eglo de un Ijuen mu- seo íaunque no perfecto aún en sus detalles) como el piso alto del ala Este de dicho institución. T. I. 3 — 18 — Los mismos principios, apenas tomados en cuenta en otro tiempo en este país, y desconocidos aún en algunos de los mas grandes muscos continentales, se pi-atican gradualmente en cada dejiartamento de esta institución, la que por su carácter, su situación metropolitana, y sus recursos esccpcionales, debe reiJi'esentar á la perfección, el ideal de un museo de histo- ria natural. En efecto, es solo una institución nacional la que puede alcanzar á reunir una colección completa de investiga- ción, en todos los ramos de la historia natural, en donde el es- pecialista de cada grui>o pueda encontrar su propio tema ple- namente ilustrado. Como la actual comparación de ejemplar con ejemplar es la base de las investigaciones zoológicas y botánicas, y como todo trabajo hecho con materiales imperfectos, es necesaria- mente defectuoso por si mismo, el mejor sistema es concentrar en un pequeño número de grandes instituciones centrales, cu}o número y situación serán determinados i)or la cifra de la l)oljlacion y los recursos del país, todas las colecciones, y en particular las que contienen los ejemplares de que ya he ha- blado, tan apreciados por los naturalistas sistemáticos, y seña- lados bajo el nombre de « tipos » de autores. Estos tipos son en efecto indispensables para la investigación de los orígenes.' Es mucho mas ventajoso para al investigador, el frecuentar una colección de esta clase y establecerse temporariamente en el sitio donde ella se encuentra, teniendo así á lo vez bajo la mano todos los materiales requeridos, que viajar de lugar en lugar, y de recojer, por fragmentos, los datos que necesite, sin te- ner ocasión de comparar directamente los ejemplares entre ellos. No quiero decir con esto que las colecciones para los estu- dios especiales, y aún para las investigaciones de origen, no delten, en algunas circunstancias especiales y entre ciertos límites, ser formadas en otros museos que en las instituciones nacionales centrales, ó que nada debe conservarse en los mu- seos de provincia, fuera de los materiales que sirvan á la en- señanza directa, ó que son de una naturaleza elemental. Una colección local que explique la fauna y la flora del distrito, debe hacer jjarte de cada uno de estos museos, y en este caso puede llegarse hasta los menores detalles, bien que en muchos otros, seria mal hecho exponerlos todos. Se puede exponer una colección de los objetos mas importantes, bajo las condi- ciones indicadas mas arriba y conservar cuidadosamente el resto en la reserva para los estudios de los especialistas. Seria or el profesor Marsb, del desculirimiento de numerosos restos de mamíferos en las formaciones del [leriodo (•retaceo, baljiendo sido la ausencia de estos f(')siles una larga fuente de dificultades para todcis los zoólogos. ¡ Qué vistas abre este descubrimiento }iara el porvenir y que completo des- crédito arroja, si fuera necesario, sobre el valor de la ne- gación en tales materias! Teniendo conciencia del estado im- perfecto de los document(js (¡ue est.m ñ nuestra disiiosicion, pienso (juo ninguno de los (|ue siguen c(.in imi>iU'ciali(lad los recientes progresos de los descubrimientos palcdntob'igicos. no puede dudar t[ue la evidencia en fav(.)r de la modilicacion gra- dual de las formas vivientes aumenta regularmente cada dia. No se puede contar, en efecto, sobre una ocasión talmente es- cepcional y sobre un concurso tan favorable de circunstancias en que series regularmente progresivas de cambios de estructura, hayan sido conservadas completamente, en perfecta coinci- dencia con los cambios debidos al tiempo: pero los anillos mas (t menos perfectos de gran número de series de esa naturaleza, nos son revelados de continuo, y el descubrimienlo de una sola forma intermediaria oírece á menudo inmenso intei'és, como indicando el camino (pie lia podido seguir tal ó cual inoditica- cion de forma salida de otra, (jue le era distinta en aparencia. Biel^ (|ue se ocurre i'i la paleontologia |iura apoyar la (;on- clusion de ijue se han producido 'modilicaciones cnii el tiempo, esta puede apenas procurar alguna base para resolver los pro- — 21 — blema.s iiiiis difíciles (jue se relacionan siempre con los planes según los cuales se han efectuado esas nioditicacíones. Ciei-to es que después de la publicación d<^ lo (|ue se ha considerado con razón la creación de Ja Historia Natural iiioderna, la obra de Carlos Darwin soljre el origen de las especies, se han produi'ido gr.ui ni'nnero de controversias sobre la cuestión de saber como las modificaciones de las formas vi\as pueden concordar con el principio de la selección natural ó con la conservación de las variaciones mejor adaptadas á las condiciones del medio, ó si no hay otros factores que haviui intei'venido durante el curso de la evolución orgi'tnica. No puede decirse ipie el acuerdo se haya efectuado ya. Todos los (¡ue están al cor- riente de la literatura científica, saben (¡ue el ruido de nues- tras discusiones, en la última reunión anual de nuestra aso- ciación, ha repei'cutido en todas partes y (jue el eco de ese ruido apagóse recien. Mn estos últimos meses han aparecido en esta país dos importantes obras, que han presentado liajo una forma accesible >■ ¡¡oiiular, algunos de los datos sobre los que se han basado las consecuencias principales de este tema. l']l iirimer liljro se titula : Darwinismo. Exjjosicion de la teoria de la selección natural, con algunas de sus aplicaciones, por Alfredo Russell Wallace. Nadje con mas competencia para presentar una esposicion de la teoria, como quién fué, simultáneamente con Darwin, su autor independiente, pero quién, [lor el título que elijió, como por el contenido de su libro, ha, con rara mo- destia y abnegación ¡tersonal, transferido á su conqjafiero de trabajo todo el mérito del descubrimiento de lo que e\idente- mente mira como un princij)io de abrumadora importancia en la economía de la naturaleza, « ciertamente superior, dice, al alcanze que el mismo Darwin vaciló en reclamar 'para ella. » La otra obra á la (jue me reñero es la traducción inglesa, de los notables « Ensayos sobre problemas biológicos de parentesco g herencia », por el D' Augusto \\'eismann, publicados por la O.rford Clarendon Press, en la que se discute ampliamente la muy importante y aún abierta cuestión, que fué tratada con preferencia en nuestra reunión de Manchester ahora dos años, la de la transmisión ó no transmisión á la descendencia, de los caracteres adquiridos durante el tiempo de la vida de los padres. Todos estamos de acuerdo en reci;in(jcer como uno de los principales elementos del Darwinismo, lo mismo que de toda otra tei:)ria de la evolución, que en cada ser organizado existe la tendencia innata á separarse del tipo de sus ¡iredeccsores, pero que esta tendencia esta contenida por la influencia de otra opuesta, que tiendo á hacerlos semejantes; esta fuerza es lo que se llama herencia y atavismo. Si se consideran por un lado las causas de la tendencia inicial á variar, y por otro, las circunstancias que favorecen esta tendencia á espensas de la influencia coercitiva de la herencia, vése que esas fuerzas opues- tas ofrecen un campo sin límites á la especulación intelectual. Aunque se hayan sujerido diversas teorías de la variación, pienso que nadie se aventurará á decir que hayamos resuelto ya este asunto. Si aceptamos, como todos lo hacemos hoy, que existe una tendencia de variación indi\idual bien positiva, queda la cues- tión de conocer los ajentes (¡ue la controlan ó la dirijen, de manera que produzca modificaciones permanentes, ó perma- nentes solo en la aparencia, de las estructuras orgánicas que nos rodean. La sobrevivencia del mas fuerte (Survival of the fittest), ó la conservación por la selección natural de las varia- ciones mejor adaptadas á los medios (lo que es la esencia de teoría de Darwin, y aún mejor, de la de Wallace), ¿son esas variaciones las solas ó aún los principales de esos agentes? ¿Seria el aislamiento, volviendo á las teorías de Lamarck, solare la acción directa del medio, ó los efectos de la costumbre, ó la pérdida de ella, acumuladas á través de las generaciones? ¿Seria una sola de esas causas ó su combinación, lo que puede dar razón de todo? ¿Ó bien será necesario invocar el auxilio de uno de los numerosos métodos secundarios de selección, que se han sujerido como factores i^ara resolver el gran jiro- problema? Quién haya seguido de cerca estas discusiones, especialmente las ijue se refieren de un modo mas directo á lo que se considera generalmente como el mas importante factor de la evolución, la selección natural, ó la sohrcrircncia del mas fuerte, no puede dejar de haber notado el llamamiento constante, hecho á las ventajas y á la utilidad, ó de otra manera, á los órganos espe- ciales ó modificaciones de órganos ó estructuras de sus posee- dores. Los que están convencidos de la aplicación universal de la doctrina de la selección natural, sostienen que cada de- talle de organización ó modificación de órgano, debe ser útil al animal ó planta que la presenta, ó á algún antepasado de este animal ó de esta [llanta, por(iuc de otro modo esas, modifica- ciones no se habrían producido; solo hacen una reserva para los casos que se esplican por el principio, llamado por Darwin, correlación de crecimiento. Entonces el mas avanzado seleccio- — 23 — aisla nnlui-iil y el teleologista de la mas vieja escuela, estaa bastante próximos á entenderse. I'or otra parte, algunos pretenden que se encuentran en la naturaleza numerosos órganos y modilicaciones de estructura i|ue no tienen utilidad manifiesta, y se llega á asegurar confi- dencialmente que existen muchos perjudiciales á sus })oseedo- res, y que, por consiguiente, no inieden evidentemente resultar de la acción de la selección natural, ni de las variaciones fa- vorables. Cuando se encuentran en estado naciente, los órga- nos ó sus modificaciones, se les considera como teniendo este defecto. Pero, bajo este punto de vista, me parece que invocamos constantemente un criterio para demostrar teorías que no conocemos aún bastante, y es ese el punto (Ijien que se le haya contado como el mas fuerte), el que es en realidad el mas débil de toda la discusión. Principiamos á saber algo de la forma y de la estructura de los cuerpos organizados. Nues- tros museos, cuando sean mas completos y mejor ordenados, nos enseñarán mas aún sobre esto. Nos mostrarán los infini- tas, prodijiosas y aparentemente caprichosas modificaciones de forma, color y contextura que caracterizan cada una de las mas ínfimas partes de la organización do los innumerables seres que pueblan la tierra. Nos revelarán las maravillosamente compli- cadas y delicadas disposiciones de los órganos y tejidos, en mu- chos de los que consideramos como grupos de seres mas inferiores y mas imperfectamente organizados, que conocemos. En cuanto á la utilidad de todas estas formas en la economía de las cria- turas que las poseen, no puedo decir casi nada ; nuestros mu- seos nos lo indicarán sin duda mas adelante. Si el tiempo lo permitiera, podría citaros numerosos ejemplos tomados en los animales que nos son familiares. Sus costumbres y sus acciones son el motivo de observaciones diarias, y conocemos la historia de su vida casi tan bien como la nuestra, pero la esplicacion de su organización es aún dudosa para nosotros. Sucede lo mismo con muchas partes de lo que comjjone nuestro propio cuerpo. ¿Como podemos entonces esperar resolver tales cuestiones, cuando se refieren á animales que solo conocemos por ejemplares muertos ó por las mas lijeras observaciones sobre el vivo en estado libre, ó confinado en las condiciones mas anormales? Y es á esto, sin embargo, á lo que se reduce el es- tado actual de nuestros conocimientos sobre la gran mayoría de las miríadas de seres que habitan la tierra. ¿Como podemos, con nuestro limitado poder de observación y la reducida capacidad de nuestra inteligencia, avanzar opi- — 24 — nion sobre la conveniencia ó los incon\'enientes de los acceso- rios complejos do alguna modificación particular de estructura, li.ilhida en un animal estraño, estraido de los abismos del Océano, ó que pasa su vida en el oscuro retiro de alguna sel- va troi)ical, cuando no tenemos actualmente ningún medio (|ue luis ponga en relación alguna con las condiciones esenciales de su existencia? Cuan verdaderas son las siguientes palabras de John Lub- bock : « Encontramos en los animales, órganos sensoriales com- plejos provistos de nervios, pero cuyas funciones nos sentimos aún impotentes para esplicar. Puede haber ahí cincuenta espe- cies de sentidos tan diferentes de los nuestros, c-omo -lo es el oido, de la vista : y aún. entre los límites de nuestros pro- pios sentidos, pueden existir una infinidad de sniiidos ipie no podemos ver y de colores tan diferentes como el rojo del A'erde, y de los que no tenemos la menor idea, l'^sta cuestión y mil otras quedan sin solucit)n. l'^l mundo familiar que nos rodea puede tener un aspecto totalmente diferente jiara los demás animales. Puede estar lleno de sonidos que no podemos escu- char, de colores que no vemos y de sensaciones que no pode- mos concebir. » El hecho es que todas las tentativas para asignar fines á las organizaciones variadas de los animales solo son simples hipótesis. Los naturalistas del principio de este siglo, para quienes toda « causa » debe tener un « porqué motivo » aljundan también en conjeturas cjue una ciencia mas desarrollada ha i)robado .ser insostenibles. Muchos de los argu- mentos en pro y en contra de la selección natural, basados sobre la utilidad ó la no utilidad supuesta de los órganos de los ani- males y vejetales, no son mas .sostenibles. El hecho de decir que tal parte del organismo de un animal ó de una planta, ó tal hábito ó instinto de que está dotado, no tiene utilidad ó es perjudicial, me parece una presunción que no esta- mos autorizados á tener en el estado actual de la ciencia. La luz puede hacerse con el tiempo, pero son necesarias gran pa- ciencia y un trabajo infinito, antes (|ue no estemos en estado de discurrir dogmáticamente sobre esos misterios de la natu- raleza. Es necesario trabajar no solo en los museos, los la- boratorios, las salas de disección, sino también en las habi- taciones de los animales mismos, espiando y anotando su aspecto habitual y sus acciones en sus medios naturales ; es solo así que trataremos de penetrar los secretos de la vida. Pero hasta la llegada de ese dia y sin que desesperemos por esto, la franca confesión de nuestra ignorancia ser-á nuestra guia mas segura, y sin duda la sola actitud honrada que podamos asumir cuando se nos consulte sobre estos asuntos. Sin embargo, por mas que estemos muy convencidos del gran valor de los métodos científicos de observación y razona- miento, en cuanto á su ejercicio mental individual y á la elucidación de la verdad y adelanto del saber, es imposible dejar de confesar que nosotros los que estamos empeña- dos en la investigación de esos asuntos, considerados como del dominio de las ciencias físicas, desgraciadamente no siem- pre, en virtud de ser tan ocupados, poseemos el mas precioso de los dones: «un juicio recto en todas las cosas.» Nadie que conozca intimamente las laboriosas é indecisas etapas del pro- greso científico (respondo á lo menos por una de sus ramas) puede considerar este con un perfecto sentimiento de satisfac- ción. ¿Puede decirse de alguno de nosotros, que nuestras ob- servaciones son siempre exactas, que los materiales en que se basan son siempre suficientes, nuestro razonamiento siempre seguro y nuestras conclusiones siempre legítimas? ¿Hay al- gún tema, aunque limitado, del cual nuestro saber pueda decir que ha alcanzado el fin? Por mi parte, no olvido cuan difíciles son á esplicar los defectos aparentes de, la organización de los seres en general, y sobre todo, sus costumbres salvajes y crueles ; pero debo confesar que cuando me esfuerzo en mirar mas allá del cuadro de la naturaleza orgánica, y que quiero formarme una idea del plan según el cual se ha levantado toda la inmensa variedad de este mundo, encuentro las razones mas poderosas para apoyar la creencia que la selección natural ó la sobrevivencia del mas fuerte ha desempeñado con los otros agentes, el papel mas im- portante en la formación del mundo orgánico, considerado en su estado actual, y que una fuerza activa universal y bien- hechora tiende constantemente á la perfección del individuo, de la raza y de toda la creación. WlLLlAM H. PYOWER. EL MUSEO DE LA PLATA RÁPIDA OJEAD.\ SOBRE SU FUNDACIÓN Y DESARROLLO FRANCISCO P. MORENO PlKECIOll DEL MUSIiO EL MUSEO DE LA PLATA RÁPIDA OJEADA SUBKE SU FUNDACIÓN Y DESAKKULLü Buena suerte es para el Museo de la Plata que el in-imcr número de su Revista pueda contener, como introducción, el discurso que el Profesor Flower, el sabio Director del Museo Británico de Historia Natural y Presidente de la Asociación Británica para el adelanto de las ciencias reunida en New- Castle, pronunció en la primera sesión de Setiembre del año pasado. El tema elejido y que nadie mejor que el ex-Director del Museo del Colegio Real de Cirujanos de Londres puede tratar, habiendo sido él quien organizó en dicho establecimiento su sección ilustrativa de la anatomía comparada que ha adquirido renombre universal, encierra tunta enseñanza para los que en estos países (donde desgraciadamente son la mayoría), creen que un museo debe ser algo como las colecciones da Juan Trades- cant padre é hijo, citadas por el ilustre sabio, es decir, un simple depósito de curiosidades, que ese discurso es un au- xiliar poderoso para el Museo de la Provincia, aún en embrión, y al cual, sin embargo, se le ha exijido lo que no pueden dar los primeros museos del mundo. Dicho discurso sobre « Los Museos de Historia Natural » ha sido considerado de tan grande interés, que al dia siguiente de pronunciado fué pul)licado íntegro y comentado en el « Times » de donde lo traducimos y pocas dias después en la « Revue Seientifiqíie », aunque desgraciadamente con graves errores y supresiones. I — 20 — Ese estudio encierra todo el plan de nuestro museo. He co- nocido ul Profesor Flower en el Museo del Colegio Real de Cirujanos, lie admirado allí sus exelentes condiciones de orga- nizador y me he maravillado ante la esquisita preparación de los objetos. Cuando trazé el plan de este establecimiento tuve siem- pre presente lo que allí vi, pero no siempre se dispone de los elementos necesarios, ni siempre es el medio igual. Lo que era posible en Londres, fué imposible exijirlo de La Plata, la ciu- dad que no existia cuando admiraba aquellas colecciones, y hube de dar tiempo al tiempo para poner en práctica mi pro- grama. En documentos oficiales he expuesto mi plan repe- tidas veces, y hoy que quien con su obra me abrió los ojos sobre lo que debia ser un museo, ha hablado estensamente y ante un público superior, de sus opiniones á este respecto, me siento con mayores fuerzas para perseverar en la tarea que me he impuesto. La breve reseña de la fundación y estado actual de este Museo de La Plata que vá enseguida, dá cuenta de lo que ya se ha realizado en él, y comparando este resultado con lo que deber ser un museo según el profesor Flower, se nota que « la verdad es que recien ha empezado la tarea. » Las dificul- tades de organización y sobre todo de la reunión de los materiales son enormes, puesto que no se trata de colecciones acumula- das durante largos años, ni incorporadas con raras escepciones, en grandes masas por donaciones ó compras, sino de unas que con base relativamente pequeña, « donada » como ha su- cedido con todos los grandes museos del mundo, ha sido ne- cesario aumentar diariamente, buscándolas en regiones dis- tantes y difíciles, sin disponer de elemento oficial suficiente, pre- parándolas y restaurándolas con reducidísimo personal y este en las condiciones que dice Flower, « mal rentado », mientras que el director, que aquí reemplaza al conservador, ha limpiado en mas de una ocasión los pisos, buscando al mismo tiempo los medios de llevar á adelante su| empresa' próxima á naufragar. Es por estas deficiencias (jue mucho de lo malo que dice Flo- wer de los museos actuales puede aplicarse desgraciadamente al de La Plata, pero esto sucede no por falta de buena volun- tad sino de elementos. He sido tratado de megalómano porque he pensado dotar á mi Provincia natal de un gran museo dedicando mi ^•ida á conseguirlo. Es cierto que he pensado grande y que lo que he publicado sobre ello puede entrar, ó mas bien entra, en lo que considera el sabio inglés como una institución ideal, pero quien — 30 — conozca la rápida mairha adelante de e^te paií y la^^ sorpresas que sus mismos hijos hemos esperimentado al notar sus grandes jirogresos en los que muchas veces hemos sido actores incon- cientes debiéndolos en mucha parte á los favorabilísimos me- dios físicos en que nos desenvolvemos, no se sorprenderá de la tentativa mia. y aún mas, puede que la considere realizable como \o lo creo. Alguna razón habia sin embargo para considerar demasiado vasto ese plan cuando solo se conocía aquí el Museo público de Buenos Aires, inmensa acumulación de riquezas reunidas en un reducido edificio, donde por la escasez del local, se encuentra la faja ensangrentada del General Lavalle al lado de una magni- fica mandílnüa de mastodonte, y donde se refleja el esqueleto de un Scelidoterio en el cristal que cubre los restos de una momia Ejipcia cargada de geroglf fieos ; museo en el que su sa- bio Director recien empieza á ver reconocido su continuo sacri- ficio, (por que lo es, y grande, el tener que presenciar tal pro- miscuidad de elementos sin poder ponerle remedio), con la entrega de las varias salas de la antigua Universidad, que se le ha hecho últimamente como principio de un gran ensanche cjue permita el arreglo conveniente de tantas y tan \aliosas co- lecciones, relegadas a los depósitos por falta de local adecuado. Sin ideas preconcebidas, como no sucede amenudo en el ^ iejo mundo donde la enseñanza de siglos se impone, y donde toda tentativa de modificación es dificíl de llevar á buen fin, to- mando de las viejas instituciones lo que he creído bueno, y haciendo á un lado lo (¡ue por añejo cae de su peso, pienso (jue no he perdido el tiempo y que el ]\Iuseo de La Plata, puede considerarse como ya nacido. Lo que se necesita ahora es darle fuerzas para crecer. Los elementos para conseguirlas empiezan á reunirse y si la labor actual continua del mismo modo como hasta el presente, progresando en la misma propor- ción con los mayores recursos con que se le ha de dotar pronto, esiiero poder decir en breve tiempo que el inñmitivo plan se ha realizado y que Sud America cuenta con algo que se apro- ximará en cierta manera á la gran institución Smithoniana del Norte. La situación geográfica de la República Argentina nos facilita la tarea. Las condiciones de su cstenso suelo que contiene casi todas las formaciones geognósticas conocidas, fa- vorece la reunión de materiales paleontológicos de un valor científico verdaderamente grandioso, y harán que el estableci- miento que se consagre á reunirías sea un centro indispensa- ble de investigación. Toda persona que se dedique á escudriñar — :>A — el jKi^adu iiustral, forzosamente deberá examinar sus colec- ciones, y los que inquieran la vida humana pre-colombiana lianín igual cosa. Sin el conocimiento paleontológico y antro- l)ológico de lo que es hoy la República Argentina, no es posible trazar, ni siguiera á grandes rasgos el pasado de América ]jorque esto solo puede hacerse examinando las riquezas acu- muladas en el Museo público de Buenos Aires, hoy Museo Nacional, y en el de La Plata. El deseo del lucro ha hecho que sean artículo de comercio los objetos que debieron ser de propiedad pública, y conozco grandes colecciones que con este fin se han formado y que se han vendido ó se trata de vender en países estraños. Es (la considero obligación; la reunión de esos objetos, antes de que vayan á esas manos, lo que hace que descuide la mejor ins- talación del Museo, sacrificándola momentáneamente a la sal- vación de esas materiales que han de servir de base á nuestra historia. Además, es necesario tener en cuenta que debiendo ser el Museo de La Plata, un « museo de esposicion », al mismo tiempo que un establecimiento de estudio, (estando en esto de acuerdo con el deseo de Flower), la reunión de las materiales necesarios es mas difícil, porque el número de estos indispensa- mente debe ser mucho mavor. Si en el fondo, es exactísima la frase del gran Agassiz, «no existen duplicados en la naturaleza » no es posible llevarla en esa forma á la practica, pero sí se debe reunir un número importante de ejemplares de cada ani- mal, planta ó roca, presenten diferencias ó no, para hacer es- tudios bien basados, sean sobre puntos ya conocidos, ó como elementos para el descubrimiento de fenómenos aún no espli- cados. Aún mas, no hay que olvidar que los museos son raros en estos países y poco frecuentados, porque el público en general, como ya lo he dicho, no los aprecia todavía como debe, igno- rando el puesto que desempeñan en la instrucción y los ele- mentos que pueden suministrar para la mejor lucha por la vida. Las reuniones de huesos y piedras no lo han alhagado hasta ahora y de aquí la conveniencia de reunir materiales de todo género, sin poder siempre dar preferencia á los que ilustran tal ó cual materia de interés científico pero de escasa vista, y de buscar los que atraigan mas la atención. No olvidemos que todo tiene una infancia, que en el hombre la curiosidad infantil no ha desaparecido, sino que está dormida, y que esta despierta cuando ante su vista se presenta algo que no conoce ó no sos- pecha. La primera impresión, si esta no se impone por bril- lantes colores ó bellas formas, es pálida y muchas veces se abandona; solo el contraste la excita, atrae la retleccion que resulta del porqué ese objeto sin vista se considera de mayor aprecio que los que tienen mucha, trata de saber que es lo que tiene delante, y poco á poco, lentamente, la luz se hace en su espíritu, y ante este, un fragmento de hueso, una piedra informe, un tiesto viejo de origen y do tiempo desconocido, le revela fenómenos no soñados, que alimentan la fantasía hu- mana, madre de todos los conocimientos. Para atraer esa curiosidad, son necesarios, en un principio, los museos « Ba- zares ». Sin el de los Juan Tradescant quiza no existiera, en su desarrollo actual, el Museo Británico, porque la evolución se encuentra en todas las formas de pensamiento y todo se encadena; aquella miscelánea pintoresca, poco á poco fué de- sapareciendo y prevaleció lo verdadero y lo útil. El origen de este Museo de La Plata fué, entre otros objetos de análoga importancia: una imitación de idolo chinesco en barro cocido, algunas piedrecillas de brillantes colores, algunas « semillas petrificadas » que eran moldes interiores de moluscos tercia- rios, y un conglomerado conchífero que recibí y que tuve en- tonces por « mano de tigre petrificada ». Estas piezas, des- pués de cerca de un cuarto de siglo, son interpretadas en su verdadero valor y ocupan su sitio en nuestras galerías, des- pojadas de su primitivo significado, que era el que les dio mérito, sin embargo. Probablemente sin esa imitación igno- rada de los Tradescant, de un muchacho de catorce años, no existiría el Museo de La Plata y cuando pienso en el origen de este, sonrio al oirlo tratar de simple « bazar ». Así como es, ha sido visitado por cincuenta mil personas en un año y he notado el progreso gradual de los concurrentes y el in- terés que empiezan á tener nuestros compatriotas por este estableci- miento. Los que saben son siempre los menos, y hay que pen- sar en los que no saben. Es cierto, como lo dice John Rus- kin, el ilustre crítico, que un museo no es un sitio de recreo, sino uno de educación, pero esto está bueno para donde las escuelas tienen pequeñas colecciones, y cuando existen otros establecimientos donde se reciben las primeras nociones de lo que mas tarde se encontrará formando un museo. Aquí faltan estos establecimientos ó son raros en número y ha sido necesario reunir todo en un solo punto para crear el in- terés por el museo. La heterogenidad de elementos no existe cuando estos están debidamente colocados donde deben estar, y basta solo hacerlo para que se conviertan en útiles los objetos que fueron meros artículos — 33 — de curiosidad. La impresión que el visitante común poco instruido recibe do estos objetos, es decir, de los que puede comprender con su máximum de criterio, trasmitida luego á sus amigos, incita á estos a verlos, luego los interpretan, los comentan, y de comentario en comentario van despojando á las primeras impresiones de los falsos atavíos que hayan podido vestir y nace así el interés conciente por el museo. Estas impre- siones no las recibe el ojo inesperto, ante un fragmento petrificado de pequeña mandíbula, un trozo de roca informe y pálido de colorido, una planta seca entre dos hojas de pa- pel, un cráneo humano aparentemente de forma igual al del observador, ni frente á un pedazo de alfarería toscamente pintado, pero si ante una caparazón de glyptodonte, los colmillos de un mastodonte, un gran trozo de metal nativo de algunas decenas de kilos de peso, el esqueleto de una ballena, ó un grupo de grandes animales de estrañas formas, una serie de vasos ce- rámicos, pintados, que por su variedad y número se imponga, y el traje de plumas ó de espeso cuero de algún gefe indíjena, objetos todos cuya vista evocan paisajes mas ó menos verídicos, pero atrayentes siempre. He observado que muchos de los concurrentes á este esta- blecimiento vuelven con frecuencia y que hay algunos que lo visitan todos los domingos, pasando horas en las salas abier- tas al público y que, sin embargo, no son las mas interesantes. Para el pueblo inculto se ha convertido el Museo en un sitio ameno de reunión; respetuoso, observa lo que contiene, se es- tasía ante una gallina con polluelos, un gato salvaje que sor- prende una perdiz, etc., y olvida la taberna que quizá lo lleva al crimen. Recordando lo que fué núcleo de este Museo, he ro- deado sus calles esteriores de piedrecillas de colores, como las que reuní en mi infancia ; la cantidad de ellas, algunos cientos de toneladas, va disminuyendo, pero alegra ver á pequeñuelos y grandes escarvando el suelo, reuniendolas, para, quizá, formar un « Museo », alimentando así el espíritu en útil forma. El anhelo por saber es de grandes y pequeños, variando solo la escala, y no son pocos los que piensan en lo feliz que serian comprendiendo todo lo que vén. He visto grupos que pasaban por nuestro jardin, detenerse frente á un gran trozo de madera petrificada y luego volver atrás, entrar y pasar largo tiempo en el Museo, haciendo, es cierto, conjecturas á cual mas invero- símil sobre lo que tenian delante, pero destacándose siempre algo con visos de probabiHdad. Así, lentamente, con lo que aprenden los ojos, se cultiva el espíritu del pueblo, y esta es una — 34 — de las tareas mas benéficas de los establecimientos de esta clase. Cuando se haga el catálogo del nuestro y se concluya de colocar las etiquetas esplicalivas, este resultado se obten- drá con mas facilidad. En ocasión próxima, al describir mas estensamente este museo en nuestros « Anales » lié de tratar esta interesante cuestión de la forma en que se debe despertar el interés por los museos en esta América y la evolución que deben seguir hasta alcanzar su verdadero puesto en la educación general. El profesor Flower dedica una buena parte de su discurso á « los grandes problemas que rigen la evolución de las seres organizados, problemas que agitan los espíritus de todos los biologistas de la época actual, y cuya solución es esperada con ávido interés por un vasto círculo, círculo que coincide con la inteligencia y la instrucción del mundo ». Confío en que el Museo de La Plata ha de contribuir en algo al mejor co- nocimiento de esos problemas, y si quien visita hoy nuestras salas, depósitos y talleres y encuentra á primera vista un haci- mamiento de objetos, piensa un poco en lo que se necesita para que podamos prestar ese servicio, lo escusará, teniendo presente que son esas miles de piezas, aparentemente destro- zadas, otros tantos documentos. A mi mismo me sucede, cuando la entrada de materiales á estos laboratorios es demasiado grande, acumulándose en el mismo dia, mas de cien cajones llegados de diferentes puntos de la República, sin tener el per- sonal necesario para su arreglo, que sienta la necesidad de dar tregua á este adelanto, pero luego reacciono, pensando tam- bién que esos son nuevos elementos que no es posible perder, y que si cuestan sacrificios, no se debe hacer caso de ellos cuando se tiene en cuenta la conveniencia que la ciencia en general tiene en su reunión. El Museo de instrucción, para el cual se reúnan tantos materiales, no será organizado debi- damente hasta que lo esté el de « Esposicion », lo que es ló- gico. En las nuevas salas, cuya construcción proyecto, tendrán amplio espacio los estudiantes y los elementos necesarios para el trabajo. Entonces los servicios que preste el Museo de La Plata serán importantes y nos habremos acusado á la realiza- ción de la aspiración de Flower, pero por ahora creo que no se puede exij irnos mas. Recordemos que solo cuenta como tal cinco años de existencia. Los recursos de que ha dispuesto han sido es- casos relativamente y por lo tanto no puede competir ni asemejarse á los grandes establecimientos de su género, en cuanto á or- ganización, pero los materiales reunidos creo que bastan para — 35 — ])robar que esta provincia de Buenos Aires puede contribuir mucho al adelanto de las ciencias naturales, que tantos goces y utilidades proporcionan. Como cada dia que transcurre tengo mas te en la realización de la Exposición que el lector encontrará bosquejada mas adelante (1), hade llegar el momento en que, con la' cooperación del Observatorio Astronómico que se le- vanta en las inmediaciones del Museo y que puede conside- rarse como uno de los dotados de mejores instrumentos en el mundo, con la de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, vecina también, como lo es igualmente la Escuela de Artes y Oficios, (establecimientos, estos dos últimos, que darán la prueba del alto grado á que han llegado entre nosotros la ga- nadería, la agricultura y la industria), recibirá la Provincia de Buenos Aires aplauso merecido por haber reunido en el par- que de su Capital toda la historia de la labor humana para enseñanza de sus hijos, al lado de todo lo que la ha precedido en esta escena, desde las primeras formas vitales tanjentes (jue el hombre ha descubierto entre las viejas rocas al querer trazar su árbol genealógico. Es en esa fiesta donde recien podremos mostrar'bien todo lo que contiene este establecimiento, cuya fundación v desarrollo sigue aquí. El tiempo que falta para la primaAcra de 1892 es corto para todo lo que debe hacerse en este sentido, pero muchas veces la voluntad lo aumenta con la mayor labor, y no dudo de que los que desea- mos que tal Exposición se verifique, la hemos de llevar á cabo con el objeto de solemnizar la primera década de esta Capital, cuya sola existencia muestra la gran riqueza pública y privada de nuestra Provincia. II La Capital de la Provincia de Buenos Aires, la ciudad de La Plata, fué fundada el 19 de Noviembre de 1882, para reem- plazar como asiento de las autoridades provinciales, á la ciu- dad de Buenos Aires, que había sido declarada, en 1880, Cai.i- tal de la Rcpúijlica Argentina. A la nueva ciudad, apenas en (1) Véase mas adelante el Proijccto de una Exposición rctrospectica Anjcn- tna, con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América. — 3G — cimientos, trasladi'ironse diclias autoridades en Alji-il de 1884, siguiéndoles la mayor parte de los diferentes departamentos de la Administración, costeados por el Tesoro Provincial. Escep- tuáronse, sin embargo, los que por su índole especial convenía á los intereses generales que no fueran removidos de la Capital de la República, y entre éstos se contó el Museo público de Buenos Aires, que fundó el gran Rivadavia en 1823, pero cuya importancia solo data del dia en que se hizo cargo de él, como Director, el sabio autor de la Historia de la Creaciou, Dr. Germán Burmeister. No era posible trasladar sus valiosísimas colecciones paleontológicas sin grave riesgo de perderlas, y la Provincia de Buenos Aires hizo ese sacrificio en bien de la ciencia. Resuelta la fedcralizacion de este establecimiento, solo que- daba para servir de base al nuevo Museo de la Provincia, que necesariamente debía fundarse, el Museo Antropológico y Ar- queológico de Buenos Aires, cuyas colecciones fueron trasladadas en Julio de ese año á La Plata, á un local provisorio, mientras se decidía la fundación del que debía reemplazar al cedido á la Nación. Las colecciones del Museo Antropológico componíanse principalmente de los objetos que había reunido en mis viajes al interior del país, durante varios años y los que tuve el honor de donar á mi Provincia natal en la ocasión siguiente : Al re- gresar á mediados de 1877 de una escursion á las nacientes del rio Santa Cruz, en Patagonia (1), tuve conocimiento de que el Sr. Ministro de Gobierno de esta Provincia, que lo era entonces el distinguido americanista Dr. D. Vicente G. Quesada, había espresado ante la Honorable Legislatura (2), « la conveniencia « de la creación de un Museo de antigüedades americanas, para « guardar en él las curiosidades arqueológicas y antropológicas <( que se descubran en nuestros territorios, todavía inexplorados, « vestigios de un pasado perdido y cuyas reliquias, clasificadas « científicamente, servirían para la solución de complicados « problemas ». El señor Ministro había agregado : « Hago votos « para que esta institución pueda crearse, cuya base podría ser «. el Museo formado por el Sr. Francisco P. Moreno ; lo que ha « hecho el interés individual á favor de la ciencia, podría ha- <( cerlo con mas amplitud la autoridad ». Acepté inmediatamente esta idea, que so adelantaba á la (1) Véase Yiajo á la Patagonia Austral, t. I, Buenos Aires, 1879. (2) Memoria del Ministro Secretario de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, presentada á las Honorables Cámaras Legislativas, 1877 (publicación ofi- cial). — 37 — mia, nacida al coleccionar tantas piezas de valor que creía no debieran pei-manecor en manos de un ¡larticular, pues las consi- deraba como una de las bases para rehacer la historia perdida del país y por lo tanto propiedad de éste, é hice con vivo pla- cer donación de todo lo que presentaba un trabajo incesante y muchas veces peligroso, emprendido desde la niñez (1). De esa donación resultó la fundación del Museo Antropoló- gico y Arqueológico de Buenos Aires, hecha por la ley de 13 de Noviembre de 1877. Las colecciones que le sirvieron de base fueron, entre otras de menos importancia : una serie de cuatro- cientos cráneos de indígenas de antiguas razas, varias de ellas ya extinguidas mucho tiempo antes de la conquista y todos ejemplares anteriores a ésta ; un centenar de cráneos de indígenas actuales de las tribus que habitan la República; una serie muy importante de otras partes del esqueleto , indispen- sable para el estudio de las antiguas razas ; miles de objetos de piedra, trabajados por esos hombres y recojidos en las viejas necrópolis patagónicas y en los paraderos prehistóricos de esta provincia; una serie, única hasta entonces, de antigüedades de los extinguidos calchaquíes, que había recojido personalmente en la Provincia de Catamarca en 1876 y algunas de Santiago del Estero obtenidas en la^ misma época; gran número de armas y objetos de uso doméstico do las tribus patagónicas actuales recojidas durante mi primer viaje al lago Nahuel-Huapí en 1875-76, y por último una serie paleontológica, que contenía muchas piezas de valor, reunidas en esta provincia y algunas otras de singular importancia, que tuve la suerte de descubrir poco antes de hacer donación de ellas, en las márgenes del rio Santa Cruz en la Patagonia Austral. Este hallazgo que consi- dero de capital importancia para la paleontología americana, ha sido aprovechadoanteriormente por este Museo, cuyo personal ha continuado explorando esos yacimientos y nos ha revelado un conjunto de formas cuya existencia no era sospechada en Sud-América y que establecen el encadenamiento entre las faunas pasadas y las presentes. Esas colecciones aumentáronse luego con los resultados de mi desgraciada exploración de las fuentes del rio Chubut y Lago Nahuel-Huapí, llevada á cabo en 1879-1880 y con los de una prolongada estadía en las Provincias de Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan (1882-84,), en la que pude reu- (1) Véase Revue d'Anthropologie, de Paul Broca, vol. II, París, 1874. — 38 — nir abundantes elementos sobre el pasado del hombre, anterior á la conquista española, y un buen número de restos fósiles de distintas formaciones. Fué al regreso de este último viaje que en Mayo de 1884 recibí del entonces Gobernador de la Provincia Dr. Carlos d'Amico, el encargo de proyectar un Museo que reemplazara en el mas corto tiempo posible al Museo público de Buenos Aires c|ue iba á federalizarse en breve. Realizado ese acto el 4 de Setiembre de dicho año, el Exmo. Gobierno decretó con fecha 17 del mismo mes, «juzgando que el progreso de la Provincia así lo requiere», la fundación del Museo de La Plata; y por otro decreto de igual fecha, la construcción de un edificio ade- cuado para sus colecciones. El Museo Antropológico y Arqueoló- gico sería la base, y se me honró con su dirección por el mismo decreto de su creación. Con ese motivo hice entonces dona- ción do mi biblioteca particular, compuesta de dos mil volú- menes, en gran parte de obras americanas antiguas y le ciencias físico-naturales, jiara que sirviera de plantel á la que se formase para el servicio del establecimiento. De este modo entregaba todos los elementos de que disponía, feliz con poder realizar un sueño de niño, cuando en 180ü recojía cascajos ro- dados en los paseos de Buenos Aires, é iniciaba lo que mi criterio infantil consideraba como un « museo ». Desde esa fundación han transcurrido cinco años. El edificio del Museo, principiado inmediatamente, está terminado en su interior, y he instalado en él nuestras principales colecciones. Para obtener este resultado, he trabajado incesantemente, dedi- cándole todo mi tiempo y mis fuerzas, sin titubear ante tarea tan ardua como lo es la de reemplazar el Museo de Buenos Aires, y, debo declararlo : no la hubiera llevado á cabo, como creo haberlo conseguido, sin la eficaz cooperación de los po- deres públicos y la labor inteligente y entusiasta, salvo des- graciadas escepciones, del reducidísimo personal que he tenido á mis órdenes, el que con muclia generalidad ha duplicado diariamente el horario que rige en las administraciones de la Provincia. 111 « Seguramente nuestra nueva galería es insuficiente. Espe- « ramos que dia llegará en «jue el « Jardín do Plantas )> — 39 — <( tenga un gran Museo de Paleontología. Quien escribe estas « líneas no es bastante joven para tener la firme esperanza de « trabajar en la instalación definitiva de ese Museo; que me « sea permitido en compensación, representármelo en sueños « y buscar cual seria la manera de disponerlo. Como pienso « que la vida se ba continuado á través de todas las edades, « formando encadenamientos desde sus primeras manifesta- « clones hasta su desarrollo de los tiempos actuales, quisiera « que el Museo de paleontología tuviera la forma de una larga « galería donde se seguirla sin interrupción la serie de los (( seres fósiles {^). ». Estas ideas del gran paleontólogo Alberto Gaudry, emitidas al abrir al público, en Marzo de 1885, las nuevas galerías del Museo de París, han sido en parte las mismas que me indu- jeron muchos meses antes, á trazar el bosquejo del plan del Museo de La Plata cuyos cimientos se empezaron a abrir en Octubre de 1884, pero amplia ndolas, porque este establecimiento seria general y no paleontológico solamente. Aquí, la disposición de las salas permitiría en lo posible, dados los recursos de que dispusiera, estudiar el pasado y el presente biológico y el me- dio en que se han desarrollado. Sus galerías debían guardar sin solución de continuidad desde el organismo mas simple y primitivo hasta el libro que lo describe. Desgraciadamente, cuando concebí este establecimiento no pude darle las propor- ciones que debió tener, habiendo sido consideradas como exage- radas aún las actuales, lo que impide que pueda ser tomado como un tipo perfecto de Museo. No dudo de que llegará bien pronto el dia en que la importancia de sus colecciones hará nece- saria su modificación ensanchando sus galerías y completando mí plan. Recien entonces podrá prestar los servicios de un museo en el amplio sentido de esta palabra. La lamina I da una idea del exterior del edificio. La des- cripción detallada de su interior, la encontrará el lector en la pri- mera entrega de nuestros « Anales » pero las siguientes indica- ciones pueden darle una impresión general del conjunto. El aro prolongado que representa el anillo biológico que principia en el misterio y termina con el hombre (lam- II), tiene aqui una superficie de cerca de tres mil quinientos metros cua- drados, divididos en quince estensas salas comunicadas entre sí por grandes aberturas. La parte central, destinada proviso- (1) Revue Scientifique, 1885, et les Ancétres de nos unimaux dans les temps géologiques, par Albert Gaudry, pág. 288; París, 1888. — 40 — riamente al hombre en su evolución física y moral ante-colom- biana, dispone de mil doscientos metros, la biblioteca de tres- cientos y lo mismo la sección de bellas artes actuales. Los talleres, laboratorios generales y depósitos situados en la superficie del suelo, bajo las galerías principales, tienen tres mil quinientos metros cuadrados. Allí está la herrería, la car- pintería, los laboratorios de paleontología, de anatomía com- parada, zoología, de taxidermia y de modelaje, la imprenta, litografía, fototipia y demás sistemas de reproducción. El estilo arquitectónico sin ser único y puro, es sin em- bargo adecuado al objeto, lo mismo que la decoración á la que he tratado de dar un carácter americano arcaico que no des- dice con las líneas griegas. Falta aún gran parte de la deco- ración, sobre todo las alegorías que coronarán el monumento; sin embargo algunas de las principales glorias de las ciencias físico-naturales, adornan ya con su bustos los frentes centrales : Aristóteles, Lucrecio, Descartes, Buffon, Lineo, Guvier, La- marck, Humboldt, Darwin, 0\\en, Broca, Burmeister, y acom- pañarán á estos, algunos de los sabios y viajeros ilustres que han tenido como teatro de sus trabajos el suelo de la Repú- blica, tales son : Félix de Azara, Alcides d'Orbigny, Aimé Bom- pland, Roberto Fitz-Roy, Augusto Bravard, etc. La situación del museo, en el Parque de esta ciudad del que es uno de sus principales ornamentos, le permite disponer de amplio espacio para la creación de un jardin botánico y zooló- gico, todo lo que una vez realizado, proporcionará en unión con el Observatorio Astronómico, la Facultad de Agronomía y Veterinaria, y la Escuela de Artes y Oficios, cuyas instala- ciones se terminan en el mismo parque, aire balsámico á los pulmones de los habitantes de la Plata y no poca luz útil á sus espíritus. Apenas concluida la instalación general de las colecciones, difícilmente puede tenerse ya, (sobre todo cuando falta el per- sonal para hacerlo), un catálogo de su contenido, tarea muy larga y dificultosa en mucha parte por falta de obras espe- ciales que permitan hacer una clasificación exacta de tantos miles de objetos. Este trabajo se ha emprendido, sin embargo, y se llevará adelante con empeño, siempre que lo permita el corto tiempo de que podré disponer para ello. También es un serio tropiezo, en este caso, la negativa injustificable por parte del Dr. D. Florentino Ameghino (ex Sub-Director de este es- tablecimiento y que fué separado de su puesto por decreto del Exmo. Gobierno, de fecha el 6 de Febrero de 1888), de entregar, á — 41 — pesar de haberlo reclamado repelidas veces, el catálogo de su co- lección que le fué comprada en el año 1886 por la suma de $ % 16.500, dificultad tanto mas grande cuanto que esos obje- tos no tienen etiquetas que indiquen su orijen sino signos con- vencionales, y que mucha parte de ellos son simples moldes de yeso. Esta falta, nos obligará, para evitar errores, a no mencionar dicha colección en nuestros catálogos, salvo algunos ejemplares cuyo orijen conocemos, guardando en los depó- sitos esos objetos pagados á tan alto precio, mientras no se obtienen mayores datos sobre ellos. Temerario en estremo se- ria, pues, prometer para en breve un estenso catálogo sistemático general descriptivo. Además cada dia que trascurre llegan á nuestras galerías nuevos materiales y he pensado que la mejor manera de dar á conocer las riquezas del museo, será el publicar la descripción de grupos aislados cada vez que los materiales que obtengamos y el tiempo de que dispon- gamos lo permitan ; la reunión de esas descripciones for- mará el catálogo. Dejaremos para mas adelante los estudios sintéticos, para cuando el museo sea dotado de un personal idóneo y bien remunerado como lo exije esta clase de tra- bajos. Además, la dificultad para emprender estos es grande por la misma abundancia de material que señala fenómenos no mencionados ni sospechados muchas veces, y exijen muchas indagaciones sobre sus relaciones entre ellos, pero esta abun- dancia contribuye, sin embargo, en alto grado á hacer la luz en el aún oscuro problema de las relaciones y derivaciones en- tre seres y aún órganos muy distintos, trátese de las formas biológicas como de las sociológicas, abriendo así á la investi- gación nuevos horizontes y proyectando claridad sobre lo que antes era completamente oscuro. A su estudio dedicaránse seguramente especialistas de buena voluntad á cuya disposición estarán pronto nuestros materiales. Hay que rehacer en un todo el pasado biológico austral americano, y para llevar á cabo este trabajo, una de las obras mas simpáticas del museo será también la de divulgar por medio de representaciones fidelísimas lo que hayamos reunido de ese pasado, para que todos los estudiosos de aquí y los de países lejanos contribuyan á la labor común, que es la re- construcción del árbol de la vida austral, árbol propio é inde- pendíente del nacido y crecido en el hemisferio opuesto. Trabajo de igual índole se emprenderá en lo relativo á los hombres que habitaron estos países desde remotísimos tiem- pos. Trataremos así de hacer historia de la pre-historia, in- _ 42 — vestigando los tiempos y las formas hasta ligar á nuestros an- tecesores con otros seres precursores que aún no conocemos. El desarrollo de la cultura humana en la América Austral, será fácilmente comprendido con nuestro catálogo, únicamente descriptivo, de los miles de piezas que ya poseemos y cuyo número se aumenta continuamente, dejando tamhien para me- jor ocasión, la síntesis de lo que dicen esos objetos, la que está aún muy lejos de ser prevista, tal es la heterogeneidad de los vestigios que ya liemos reunido y cuyo rápido examen abisma al espíritu mejor preparado. IV La forma dada á las galenas del Museo La Plata destina- das á la geología y biología permite hacer fácilmente el examen gradual de lo que ya hay instalado en las galerías. El primer salón, entrando á la derecha de la rotonda cen- tral, en la cual 16 grandes cuadros murales reproducen esce- nas de la naturaleza Argentina y restauraciones de la vida humana indíjena salvaje (lam. 111), contiene, como en el mu- seo soñado por Gaudry, muestras de los terrenos arcaicos, de la Tierra del Fuego, Patagonia, sierras de la Provincia de Buenos Aires y montañas del interior de la República, terre- nos que son la base de nuestro suelo. En ellos reposan los restos de los primeros organismos que la ciencia haya descu- liiorto, los organismos problemáticos de las formaciones pri- marias que, en el territorio de la República, he recojido en Mendoza y en San Juan. Les siguen los moluscos y trilo- bitas, etc., de las edades silúricas y algunos vestigios de plantas de los tiempos carboníferos, también de los últimos puntos. Los moluscos jurásicos de la cumbre del Espinacito (1,750 metros de altura) y del Puente del Inca, puntos ambos de la Cordillera de los Andes y otras formas semejantes re- cojidas en el territorio del Neuquen ; los cangrejos, pesca- dos y }>lantas de las formaciones ligníticas réticas de Mendoza, San Luis y Palagonia; los restos de jigantes Dinosaurianos del ci'clúceo del Limay )■ Nciupien (Patagonia) y las palmas y araucarias (juc le nlimenlaron como también los mamíferos mas antiguos señalados en nuestro suelo y que son de esa época, se conservan jiur ahora en esa sala, l'na variada colección de mine- riilps indira nllí la riqueza de los filones que en las edades nom- bradas se depositaron en las grietas de las montañas formadas por la contracción de la corteza terrestre, y otras muestras facilitan el estudio del mecanismo de esa misma contracción. Además hay en esa galería algunos aerolitos cuyo estudio será confiado en breve á persona que posee los conocimientos es- peciales requeridos. Con los materiales mencionados se es- cribirá el primer capítulo de la historia del territorio argen- tino. En el segundo salón se halla la magnifica colección, única hasta ahora, de mamíferos terciarios patagónicos, en número de cerca de doscientas especies, colección que pongo empeño en aumentar porque con su estudio se han de aclarar muchos misterios paleontológicos; los restos de moluscos, cangrejos, pescados, reptiles y aves de los mismos parajes, algunas de estas tan grandes como los mayores dinornis, moldes de restos de mamíferos del Paraná y cientos de muestras de moluscos y zoófitos de las formaciones terciarias marinas del país. Contiene también la fauna perdida descubierta por Darwin en Monte Hermoso, fauna de transición entre la terciaria patagónica y la cuaternaria pampeana, interesante en alto grado, pero cuya edad geológica aún no está bien definida. Esta colección es también la mas importante que existe por el número, con- servación y mérito científico de sus piezas. Hay allí los restos de pescados, enormes tortugas, aves, entre ellas quizá las mayores que cruzaran los aires, (Mesembriornís Milne Edivardii) y los de cerca de cien especies de mamíferos, algunos de gran talla como los Vasypus, Hoiüoplionis, Pcmoctlms, Dosdiciirus, Sceli- dotherium, Mijlodon, Meíjatheriwn, Cerviis, Macrauclienia, Hippidium EqiiKs, Ti/jwthcrium, Trigodon, Toxodon, gigantes roedores como los grandes Megamys y el Hydrocccrus LydeJccrii. En el mismo salón he colocado provisoriamente algunas preciosas piezas que parecen ser de los últimos tiempos de la época terciaria, des- cubiertas en la Provincia de Catamarca; sobresalen entre ellas varias corazas de Hoplopltorus y un cráneo de Megathcrium. El tercer salón que forma la media rotonda derecha, con una superficie de mas de 500 metros cuadrados, está ocu- pado provisoriamente por los escasos marsupiales y los nu- merosos desdentados jjampeanos, con excepción de los Me- gatéridos (lam. IV). Contiene ya restaurados, diez corazas y ocho esqueletos de diferentes Glyptodontes, cuatro Mylodontes, dos Lestodontes y vm Scelidoterio, además de cientos de cráneos, pelvis y miembros completos y miles de huesos sueltos. En nuestros laboratorios tenemos cantidad mayor en via de res- tauración. Los materiales que poseemos para la historia de los desdentados pampeanos, harán desaparecer muchas dudas sobre sus diferencias específicas, que con generalidad han estado, hasta ahora, basadas en pretendidos caracteres que solo son propios de edades y sexos. El cuarto salón per- tenece á los Megatéridos. Hay dos esqueletos restaurados del Megathenum americanum, desgraciadamente incompletos y gran número de piezas de otras especies. Además contiene abun- dantes restos mas ó menos completos de Gnjpotherium. (lam. V). El quinto salón guarda los restos de los Toxodóntidos y Macrauquénidos pampeanos, sección esta la mas rica en su género. Se han montado dos esqueletos de Toxodonte y dos de Macrauquenia y hay en preparación otros tantos. Además, los cráneos, mandíbulas y otras partes del esqueleto son muy numerosos y facilitan el estudio completo de estos animales, representantes de tipos esencialmente sud-americanos y total- mente estinguidos. En el sesto salón se encuentran los caballos pampeanos y algunos de sus precursores, algunos restos de Tapiróideos, los Ciervos y las Auchenias estinguidas. En una gran sala lateral, la séptima, he colocado provisoriamente varias corazas de Glyptodontes, dos Mylodontes y un buen número de otras grandes piezas mientras no se hace el ensanche proyectado. En el octavo hay abundantes restos de Mastodontes de va- rias especies, algunas colosales. El noveno contiene una importante colección de roedores, los carniceros, etc., y por fin el hombre pampeano, aunque repre- sentado por muy pocos restos. En otra sala, la décima, tam- bién lateral, se guardan los restos de grandes ballenas fósiles. Es curioso que antes habitaran estas costas verdaderas ballenas, siendo muy raros los restos de Balcenopteras mientras que su- cede hoy todo lo contrario. Este salón termina por ahora la vida pasada. En esta serie de salas, hay necesariamente deficiencias de distribución, pero serán salvadas una vez que se puedan dedicar, para ampliar estas secciones, las ocupadas actualmente por parte de los representantes de la vida actual, los que se instalarán en las que habrá que construir bien pronto, quedando en esta galería filogenésica solo las piezas que eslabonen las formas primarias estinguidas. Entonces se organizará sistemática- mente, según su evolución biológica, la fauna perdida argentina, lo que ya se hubiera hecho, si causas estrañas á mi pro- — 45 — grama como lo he dicho anteriormente, no liubieran reducido la capacidad de estos salones, considerados en otra época, demasiado vastos, pero donde el tiempo y el trabajo han acu- mulado tanto material, que han resultado estrechos para de- sarrollar el plan del Museo. La sala undécima está ocupada hoy por animales inferiores, insectos, crustáceos y moluscos actuales, estos últimos en buen número , para poder establecer bien su distribución geográfica en nuestras es tensas costas. La duodécima contiene pescados y reptiles, en alcohol, piel y esqueleto. En la dé- cima tercia, es decir la segunda media rotonda, he colocado provisoriamente las aves y mamíferos montados que habitan esta región austral, lo mismo que un principio de colección de huevos y nidos. En esta sección sobresale un hermoso grupo de cinco Otarias (Otaria Jubata) . En la décima cuarta y décima quinta he instalado la sección de osteología compa- rada que tanta importancia tiene para el estudio comparativo de las faunas perdidas y de las actuales. Contiene esta sección cerca de trescientos esqueletos y algunos cientos de cráneos de mamíferos y aves que comprenden el hemisferio austral, y al- gunas piezas raras, de comparación, del boreal (lam. VI). En pri- mera línea figuran los esqueletos de cuatro Balsenopteras, la mayor de las cuales mide 22'",30 ; para disponer de mayor local las he colgado del techo de las salas, lo mismo que otros cetá- ceos, entre estos el esqueleto de la « Orea Magallanica y el del Hyperoodon Burmeisterü, » especie nueva, que he nombrado en honor del sabio á cuyo lado desarrollé mis inclinaciones de niño. Hay en estas salas esqueletos de otros diferentes cetá- ceos australes, y creo que no ha de transcurrir mucho tiempo antes de que este museo tenga la primera colección de ellos de estas regiones. El es([ueleto del Stenorhynclms Leptonyx es una buena pieza; á su lado están las diferentes Otarias de estas costas, de las que hemos reunido gran número de esque- letos para comparación. Además de los esqueletos, y recordando las series osteológicas que ha instalado Flower en el Museo Real de Cirujanos de Londres, he organizado una serie de piezas osteológicas para comparación, con las que sin necesi- dad de recurrir á los esqueletos armados, y por la mayor faci- lidad para su manejo, podrán, los estudiosos, hacer estudios entre las faunas perdidas y las actuales y entre estas últimas, no solo comparativos de géneros y especies, sino de individuo con individuo. Es necesario conocer las diferencias que re- sultan de los sexos, las edades y los medios de vida, los que — 46 — por ignorarse su origen, dan lugar no pocas veces á graves errores de clasificación específica. Un esqueleto humano termina en el último salón, el enca- denamiento biológico que principia con los organismos pro- blemáticos. Ahora, lo estrecho del local, exije, que reunamos el pasado y el presente, pero ha de llegar el dia en que el mismo encadenamiento se esponga con solo las faunas perdi- das, en las que actuaron también nuestros antepasados huma- nos. La forma que deben tener las nuevas salas del edificio permitirá obtener este resultado, sin que entonces se encuen- tren i'Bunidas las dos faunas é interrumpan como sucede aliora, el eslabón biológico. El edificio actual será ocupado entonces sólo por los seres perdidos; las colecciones de estudio estarán, separadas, en alas inmediatas y la vida presente se desarrollará en otras, con mayor amplitud, lo que permitirá el mas fácil estudio. El hemisferio austral, no ha sido aún estudiado se- riamente en la parte que se relaciona con las afinidades que existen entre sus diferentes faunas, sobre todo en el pa- sado, y es indispensable dar un gran desarrollo á los ele- mentos de comparación para obtenerlo, y cosa igual sucede con la comparación entre las faunas boreales y australes. Ya se encuentran muchas formas correlativas, lo que muestra la armonía de la vida sobre el globo, y, á aumentar los conoci- mientos sobre esta interesante cuestión, contribuirá este Mu- seo con los materiales característicos que está reuniendo, sin salir por eso de su plan. V En la parte central, baja, del edificio y á la izquierda de la gran rotonda central, hay un salón que mide cuatrocientos metros de superficie, en el que he instalado, mientras no se construye una sección especial para el hombre físico y moi'al, la galena de antropología anatómica. Hay allí cerca de mil cráneos y ochenta esqueletos, nueve decimas partes de indígenas de la América austral, desde el hombre testigo de la época glacial hasta el indio últimamente vencido. Esta sección es de inestimable valor y única en su género. La situación geográ- fica de la República Argentina, cuyo territorio llega hasta el estremo del continente, lince que haya servido de refugio, no solo ú sus propios habitantes, en sus luchas á través del tiem})o, sino también á los hombres originarios de tierras muy distantes, empujados hasta aquí por la ineludible ley de la fuerza. Al lado de los restos del gigante patagón que admiró Magallanes se encuentran tipos semejantes á los Neandcrthalóidcs, los tan característicos de Cromagnon, algunos Polinésicos, etc. En los cementerios prehistóricos australes, he recojido la serie mas completa de deformaciones craneanas que pueda imaginarse, abarcando todos los tipos conocidos y correspondiendo a todas las épocas. Figura en esta sala, en primera línea, la serie antropoló- gica patagónica, la mas importante que existe. La forman cráneos y otros restos, de hombres que vivieron en tiempo de los aluviones glaciales que han formado aquel valle, y de otras razas que han invadido mas tarde aquellos parajes, hasta los verdaderos Pampas que estudió allí D'Orbigny. Caso curioso es que los famosos Patagones, que han dado nombre á esas tierras, parezcan los últimos llegados á ella, pues no he en- contrando en las muchas necrópolis que he examinado, restos de una remota antigüedad, habiéndoles precedido sin duda al- guna, los antiguos Dolicocéfalos, y los llamados Macrocéfalos, por su deformación tan parecida á los cráneos exhumados en las necrópolis antiguas del Cáucaso y de Hungría, sin tener la exa- geración del tipo boliviano « Aimara » ; otros hombres fueron también predecesores en ese suelo de los' grandes Patagones ó Teliuelches. A esa serie que representan centenares de piezas, lo sigue la de las provincias andinas del Norte de la Repú- blica, los Araucanos, los Indíjenas del Chaco, la serie Huarpe de San Juan, en lo que algunos esqueletos conservan aún las flechas de piedra incrustadas en sus huesos, los actuales Pa- tagones, antiguos Peruanos y Bolivianos, y la serie Guanche de Canarias. En el salón correspondiente, á la derecha, he instalado los vestigios de los primeros pasos del hombre en la cultura, la época de piedra del hombre nómade, representada por series, únicas hasta ahora, de la República Oriental del Uruguay, Cór- doba, Provincia de Buenos Aires, y Patagonia, y una pequeña sección destinada al hombre primitivo europeo, para estudios comparativos. Esta también ocupará pronto un local inmediato, pero separado. En la rotonda central, pasajes y escalera, he colocado, pro- visoriamente, las antigüedades recojidas en la parte del territo- — 48 — rio argentino y Paraguay que sirvieron de teatro á las Misiones jesuíticas que florecieron en el siglo xvii; sección interesante en todo sentido, tanto por el interés histórico que tiene esa época, como bajo el punto de vista artístico, por la fusión del estilo jesuítico característico, con la forma indígena. El artí- fice guaraní, guiado por el sacerdote jesuíta, ha producido un estilo particular con muchos puntos de contacto con el que nos enseñan las ruinas cambodgianas, cuyo verdadero origen queda aún envuelto en la sombra, y por lo tanto fenómeno digno de estudio detenido. Lástima es que tan poca atención se preste á estos vestigios de una época de esplendor en regiones hoy casi desiei*tas. Nadie, á lo menos en la República Argentina, se ha preocupado de salvar de la destrucción tales preciosi- dades, de las que solo queda una que otra en manos de coleccionistas particulares. El piso alto de la derecha, (lam. Vil), contiene preciosas reli- quias de las sociedades humanas que actuaron en tiempos muy re- motos, en el Oeste y Norte de esta República. Desde la Provincia de Mendoza hasta Jujuy, en los valles ó en las altas montañas, son numerosas las ruinas de pueblos y fortalezas. Caminos que aún se pueden transitar por cientos de leguas, cruzando grandes estensiones hoy desiertas y restos de canales de irrigación donde hoy no se encuentra una gota de agua, indican no sólo la gran antigüedad del hombre, sino también su actividad y su pode- río. Los útiles de piedra, cobre, bronce, plata, oro y algunos tejidos y mas que todo, las piezas de cerámica recojidas en esas ruinas, atestiguan la alta cultura que alcanzaron esas so- ciedades. Este Museo será el centro de estudio de los que in- vestiguen el pasado humano austral americano, tan poco co- nocido aún. Sus colecciones actuales son, en este sentido, las mas importantes de la República, y las exploraciones, que se practican por cuenta nuestra en esos lugares, las aumentarán considerablemente. El salón alto de izquierda, situado sobre el que ocupa la an- tropología anatómica, contiene las colecciones de comparación arqueológicas y etnográficas antiguas y modernas, principalmente una de cerámica chimu de Trujillo (Perú) compuesta de mas de ochocientos vasos; hay también una serie etnográfica de Po- linesia, y entre esta algunos objetos recojidos en Chile, indi- cando así antiguas emigraciones, piezas que son de la mas grande importancia. Además, series etnográficas del gran Chaco, Patagonia y Tierra del Fuego, Bolivia, Paraguay y Brasil y una pequeña sección egipcia ocupan también esa sala. — 49 — Con estos elementos es posible principiar á rehacer la historia del hombre austral. No hay un solo punto, por mas desierto ó inhospitalario que parezca hoy, que no conserve rastros del paso del hombre. En medio de los bosques, en los desiertos isin agua, en las altísimas, abruptas y heladas montañas, ha esta- blecido su hogar desde tiempos que pueden calcularse por mi- les de años. En la Rioja se han extraído fragmentos de alfa- rería de mas de sesenta metros de profundidad. En la cordil- lera de San Juan, cerca de la cumbre que cruzó el general San Martin al ir á Hbertar á Chile y al Perú del poder español, he descubierto la figura de un glyplodonte, pintada en las paredes de una caverna, probablemente morada del artista primitivo que copió del natural ese gigante edentado. Muchas veces, al re- dedor del fogón, en las soledades australes, he oido referir por boca de los últimos Patagones, la leyenda del EUengassen, monstruo cubierto con una gran cascara y que habitaba en cuevas, reminiscencia también de glyptodontes. La antigüedad de nuestros predecesores en este suelo, es remotísima. Lo demuestra el descubrimiento hecho en la tosca escavada en el Puerto de La Plata, de huesos tallados de ani- males estinguidos, por un ser conciente que vivió en épocas en que la fisonomía de nuestro territorio era bien distinta de la actual. El terreno pampeano lacustre también nos ha pro- porcionado restos mas modernos del hombre. Cuando aún existían grandes lagos en el suelo de la provincia, antes de que este tuviera su fisonomía actual, una numerosa población humana elijió sus orillas como mas fácil medio para la vida, y nuestras colecciones conservan vestigios de esa época, en que la industria no era estraña á aquellos primitivos hogares, pri- mer paso hacia las sociedades actuales. Al escavarse los pri- meros cimientos de esta ciudad, encontráronse varios esque- letos de indígenas y armas de piedra. Ya entonces habia mezclas étnicas. Las razas se cruzaban y el comercio se iniciaba en todo el territorio argentino. Hom- bres de otras regiones se establecían en él, viniendo de lejanas tierras, y á medida que avanzaba el tiempo hacia la época ac- tual, histórica, las mezclas se complicaban y llegaron á formar un caos étnico que descubren las investigaciones presentes, sin poder esplicarlo todavía satisfactoriamente. Emigraciones é inmigraciones continuas, primeras mareas de las sociedades que se inician, indican los vestigios que han dejado sembrados en el territorio argentino, como los detritus que las olas aban- donan en las playas. — 50 — Ya en 1878 mostré á grandes razgos la confusión de las razas en Sud-América y la presencia en Patagonia de restos de hombres que emigraron del norte del continente, aprove- chando para ello los elementos que habia reunido y que, do- nados, formaron la base de este museo. Los cráneos huma- nos, los restos de industria, y las inscripciones en las rocas prueban que la República Argentina es, sin duda alguna, una vasta necrópolis de razas perdidas. Venidas de teatros remo- tísimos, empujadas por la fatal lucha por la vida, en la que prima el mas fuerte, llegaron, unas vencedoras y otras venci- das y se aniquilaron en nuestro estremo austral. La historia antigua, mas aún, la proto y la pre-historia de las sociedades perdidas del viejo mundo, presenta hoy proble- mas que interrumpen la cronología. De tiempo en tiempo se hacen descubrimientos que desvanecen teorías aceptadas ya, y, aún cuando se me culpe de iluso, puedo decir que á esos problemas de la historia no es estraña América. No se pue- den examinar las inscripciones Hittitas de Djerablus, en el Oc- cidente asiático sin pensar en los jeroglíficos mejicanos, ni las cerámicas antiguas de Hissarlick exhumadas por Schliemann, ni los viejos vasos Chipriotas, sin compararlos con las urnas funerarias que poseemos del norte de la República. A mu- chas investigaciones han dado lugar ciertos vidrios de colores, encontrados en Inglaterra, atribuidos á los Ejipcios, Fenicios, luego a los Romanos, mas tarde á los fabricantes Venecianos. Se les ha descubierto ya en Norte-América y el Museo de La Plata posee algunos hallados en nuestras provincias del Norte, en esta de Buenos Aires, y personalmente los he recogido en las necrópolis antiguas de Patagonia. Antes de mi viaje á Europa los consideraba romanos, traídos por algunos de los acompafaantes de Pedro de Mendoza, que habian tomado parte en las guerras de Italia, pero el examen de las colecciones ejipcias del Museo del Louvre y del de Lyon, me probó que pertenecían á la décima octava dinastía. Sin embargo, últi- mamente se ha sostenido que son de fabricación veneciana, imitando la antigua Fenicia, pero aún no se ha dilucidado bien este punto. El examen de los cráneos Guanches, también permite pen- sar que hombres del tipo de los antiguos Canarios visitaron á América, y todo esto encamina á suponer que la famosa Atlántida de Platón, no fué otra cosa que América. La apa- rición de la industria del cobre en el viejo mundo no parece ser extraña á América. La valiosísima colección Gliimu ante- — 51 — rior á los Incas, que poseemos del Perú, tiene piezas que nos llenan de asombro; hay entre ellas un vaso que representa un viejo sacerdote tihetano de larga barba. ¿No será éste, el « Colon sin gloria » que ha motivado últimamente un hermoso libro? Otro vaso tiene la forma de una esfinge. Máscaras de metales preciosos, que conservamos también, cubrían las caras de los illustres muertos Chimus, costumbre de la antigua Troya, donde uno de los esqueletos enmascarados, exhumados por Schliemann, supone este esplorador sea el de Agamemnon. La magnifica colección de cerámica que ha reunido en Cata- marca, este museo, prueba la existencia allí, en otro tiempo, de hombres de elevada cultura, muy superior á la sospechada hasta ahora. Armas polinesas descubiertas en el Perú y en Chile, las que también hacen parte de nuestras colecciones, son entre otras muchas, pruebas indestructibles de que esos atrevidos nave- gantes visitaron nuestro continente. Uno de los fueguinos que están al servicio del establecimiento, un alakaloof, el primero, tal vez, sometido á la vida civilizada, inquirido sobre los «ctietitos délos viejos» me ha referido que unos hombres de cuerpos rayados, que no eran patagones, llegaron una vez, muchos años há, embarcados en grandes canoas á la costa occidental de Pata- gonia y sembraron la' muerte entre sus antepasados. — ¿Serian polineses? La filiación de los hombres y de las sociedades antiguas de este continente, en cuanto á sus relaciones intercontinentales entre el Norte y el Sur, no es menos complicada. La crono- logía demuestra con toda evidencia, lo mismo que la arqueolo- gía y la lingüistica, que á la República Argentina llegaron hom- bres desde Norte-América, Los antiguos habitantes de los Pueblos del Sud Oeste de Estados-Unidos, han traido su in- dustria y sus costumbres hasta Patagonia casi ó los de este punto llegaron hasta aquel, problemas pre-históricos aún no resueltos. En la provincia de Buenos Aires, hánse recogido y están depositadas en este Museo, antigüedades Aztecas, autén- ticas sin duda alguna. Las razas del antiguo Perú, han dejado igualmente aquí numerosos vestigios. Por el lado del Oriente, por el Brasil, y Paraguay, entraron hasta el confín de América otros hombres de varias razas y en diferentes épocas, como lo prueban las antigüedades de Corrientes, República Oriental, Provincia de Buenos Aires y Patagonia. Las lenguas vienen en apoyo de la etnologia y la arqueolo- gía, y las observaciones hechas en este sentido por nuestro — 52 — colaborador Sr. D. Samuel Lafone y Quevedo, corroboran todo lo que se desprende del estudio de los restos del hombre y de su industria. Muchas de las lenguas antiguas y modernas, indígenas, de la República, tienen el mismo origen que las de Norte-América, las Cai'ibicas, Mejicanas, Peruanas, Bolivia- nas, etc. La invasión Caríbica que señalé en 1878, la afirman los estudios tan meritorios del Sr. Lafone y Quevedo. No estra- ñaria que este distinguido filólogo alcanzara ú demostrar que el araucano es un idioma de parentesco cercano con el al- gonquin. Mas de una vez he creido ver verdaderos lazos entre los famosos Pieles rojas y los Araucanos y Gennakens de la falda oriental de los Andes. Sus caracteres étnicos y sus cos- tumbres los acercan. Las grandes juntas de guerra, que he tenido la suerte de presenciar en aquellos imponentes escena- rios andinos, y sus fiestas religiosas, me han recordado mis lecturas de las relaciones de viaje norte-americanas. VI Corona el edificio un salón de bellas artes, en el que figuran algunas buenas telas y reproducciones de las esculturas que mas gloria han dado al genio antiguo, y otro igual ocupado por la biblioteca del Museo, la que ya posee un buen núcleo de obras de mérito y utilidad para el estudio de las colecciones, repre- sentando al mismo tiempo el estado actual de la cultura hu- mana. El profesor Gaudry, para terminar su galena soñada, de- searla « que se colocara una estatua representando una figura humana, figura dulce y buena, figura de artista y de poeta, admirando en el pasado la gran obra de la creación y reflexio- nando lo que podria hacer al mundo aún mejor. » En el Mu- seo de La Plata las galerías no terminan; se encuentran en la gran rotonda central; allí nace y concluyela vida americana austral. El visitante, después de abrazar á través de esas sa- las la inmensidad de los tiempos pasados; de haber visto de- sarrollarse lentamente las formas vitales de la lucha sin tregua, precursoras del hombre, y le\antarse y hundirse generaciones humanas que sólo dejan rastros de su paso en piedras tos- — 53 — camente talladas, épocas de barbarie que preparan la llegada de las sociedades autóctonas perdidas también ya, necesita sintetizar el recuerdo de los mundos y de los seres que acaba de evocar, y creo que en vez de « una figura de artista y de poeta », deberia ocupar el centro de esta rotonda la estatua de alguna de nuestras glorias, cuya grande obra encarne el paso del pasado al presente y nos sirva de ejemplo para el porvenir. Hay tantas elevadas figuras en nuestra historia, hijas del ambiente físico y étnico de los primeros tiempos de la recons- titución política de este país, que la imagen humana que debe co- ronar el plan del Museo destinado á contener la Historia física y moral ríe la República Argentina, y si posible es, la del continenle sud-americano á través de los tiempos, no seria difícil de en- contrar con lo que terminada la primera parte de la obra que me ha confíado el Gobierno de esta Provincia, y á la que he dedicado mi vida. VII Bajo las galerins q-ue acabo de describir á grandes rasgos, están situados los talleres del Museo (lam. VIII y IX). Sin ellos no se hubiera podido realizar tanto trabajo como el llevado á cabo en el corto tiempo que media entre Setiembre de 1884 y la fecha. Tan luego como se terminaba la edificación de una sala, se establecía un taller bajo ella. Así la preparación de las colec- ciones se hacía al mismo tiempo que se construía el edificio. ¿ Como armar una coraza de glyptodonte, ó el esqueleto de una ballena, en herrerías lejanas, donde no era posible transportar las piezas? ¿Para qué recargar el costo de las armazones y pedestales, con la ganancia indispensable del constructor sobre el jornal que paga al obrero, y el alquiler del taller que ocupa ? Procediendo como lo hemos hecho, ha habido ahorro y ma- yor labor. Hemos podido armar grandes piezas en la décima parte del tiempo que se hubiera necesitado, haciéndolo en otras condiciones, y así se ha visto aumentar diariamente su número en nuestras salas. Hoy después de cinco años de labor, esos talleres están establecidos definitivamente y aumentado su nú- mero con otras instalaciones que ha exijído el desarrollo, cada vez mayor, del museo. Nos atrevemos a decir que raro será el establecimiento que cuente con iguales elementos en algu- ñas de esas instalaciones; fallan otras, sin embargo, que se harán en breve. Es cierto que aún no contamos con laboratorios de investi- gación, pero, lo he repetido varias veces, es muy corto el tiempo transcurrido desde la fundación del museo para exij írsele mas. El plan adoptado para la distribución de sus colecciones, no ha podido desarrollarse aún, debiendo permanecer todavía mez- cladas los materiales estranjeros de comparación, con los de la fauna austral americana, perdida y actual. Solo cuando pueda darse mayor amplitud al edificio, ya pequeño, ocuparán su verdadero puesto esos materiales, para ayudar con su cotejo, no solo los estudios comparativos, sino también para enseñar al habitante de estas rejiones, cuyos medios no le permitan atravesar los mares para ver los grandes museos europeos y norte-americanos, lo que constituye la vida sobre el globo. Hasta que no llegue ese dia, no será posible instalar esos laboratorios de investigación, que estarán situados bajo ó inmediatos á las nuevas salas, las que deben comprender, la zoología y botánica austral, la anatomía comparada, el hombre americano indíjena, en sus diversas manifestaciones, y las secciones de geología, botánica, zoología y antropología general, las que solo conten- drán formas típicas, siendo vana pretensión la de querer for- mar aquí, un museo universal. El Museo de la Plata, no podría prestar los servicios que debe sin un taller propio de publicaciones. Este ya está ins- talado y puede responder, en sus varias secciones, á las nece- sidades del establecimiento. En él, se imprime esta « Revista », como también los « Anales del Museo ». Las ilustraciones que acompañan estar reseña salen de sus prensas, como las de los « Ánahs ». Podremos, de este modo, hacer aquí, con facilidad nuestros catálogos, modificándolos cada vez que sea necesario, sin necesidad de recurrir á nuevas ediciones, y no dependere- mos nunca de establecimientos industriales, los que, no te- niendo consumo, no pueden costear un personal competente para la clase de publicaciones que necesita el Museo. Ade- más, como este debe tener una biblioteca americana, contando ya con una base seria, podrá reimprimir las obras, raras y que convenga divulgar, y publicará documentos inéditos de ver- dadera importancia, cuya impresión, sin embargo, no alhagaria á los editores que deben necesariamente contar con una ganan- cia sobre las publicaciones que emprenden. Va creciendo el número de los que, en la República, estudian las cosas pa- sadas de América, y como la cantidad de libros que tratan de — 55 — estas materias y que se hallan en el comercio es limitada, ad- quieren estos un valor demasiado elevado para poder ser adqui- ridos por la mayoria. Su reimpresión fácil y barata, por este museo, hará que el número de estudiosos aumente. He bosquejado á grandes rasgos la labor hecha en cinco años, y la que pensamos continuar los empleados del Museo. Cuanto mas fácil seria la tarea, y cuanto servicios prestaríamos al país y á las ciencias, si á los que tenemos esta tarea diaria, se agregaran hombres de buena voluntad, que quisieran ayu- darnos á divulgar lo que liemos reunido y lo que continuamos reuniendo. Francisco P. Moreno. Enero de 1890. RESEÑA GENERAL ADQUISICIONES Y TRABAJOS HECHOS EN 1889 EN EL MUSEO DE LA PLATA FRANCISCO P. MORENO RESEÑA GENERAL ADQUISICIONES Y TRABAJOS HECHOS EN 1889 MUSEO DE LA PLATA El mencionar en detalle todos los objetos que se han incor- porado á estas galerías durante el año pasado, y los trabajos llevados ú cabo en las esploraciones y los laboratorios, ■ ocu- paría largo tiempo y algunos volúmenes, tanto es lo hecho. Han trabajado sin descanso, de un extremo á otro de la Repú- blica, los empleados á quienes he confiado la tarea de recojer materiales, y lo han hecho con éxito sin reparar en fatigas, sulViondo hambi'e, sed, lluvias torrenciales, calores tropicales, é inviernos patagTinicos. Los que en los talleres han preparado los objetos reunidos en esas condiciones, lo han hecho tam- bién con asiduidad, y á ellos se debe en mucha parte la gran cantidad de piezas que, listas ya, han entrado á formar parte de nuestras series. Vamos avanzando á grandes pasos hacia la realización de lo que nos proponemos, que es la formación de un \ erdadero Museo sud-americano, y el lector podrá juzgar con los datos que siguen de la importancia de lo hecho en este año para conseguirlo. ESPLORACIONES EN PATAGONIA Diferentes puntos de la República han sido esplorados este año por empleados del establecimiento. Habiendo visitado una buena parte de Patagonia y reconocido la importancia de esas rej iones bajo el punto de vista paleontológico y antropológico, he enviado allí varias espediciones. La mas importante, es sin duda alguna, la ([ue confié á los señores Santiago Pozzi y Clemente Onelli, quienes llevaban conip ayudantes á los seño- res Juan Ivovich y Francisco Larumbe; su misión principal era la de examinar los yacimientos fosilíferos que descubrí en las costas del Rio Santa Cruz en 1877. Esta comisión empren- dió viaje el 31 de Octubre de 1888; llegó á principios de No- viembre á Punta Arenas, en el estrecho de Magallanes; examinó — 59 — iiUí la formación lignítica, coleccionando muestras; conlinm') viaje á caballo á Rio Gallegos, de donde, después de obtener al- gunos restos fósiles de mamíferos y muestras de rocas, mar- chó á Santa Cruz, donde llegó el 28 de Noviembre, Púsose immediatamente al trabajo ; recorrió varias veces el trayecto entre el Océano y las Cordilleras, obteniendo por resultado una espléndida colección, y regresó á esta ciudad el 2 de Agosto del año ppdo. Aunque por falta de tiempo y de suficientes elemenlos de movilidad, no pudieron investigar todo el territorio que se les liabia indicado, lo que han reunido forma el mayor caudal de restos ]ialeontológicos patagónicos que se hayan descubierto hasta ahora, y su valor supera lo gastado para obtenerlos. En- tre esas piezas, de las que gran número son nuevas para la ciencia, las hay de grandísima importancia y ninguna de estas está representada por iguales en colecciones públicas ó particu- lares. Hay grandes cráneos casi completos y otros huesos de ma- míferos desconocidos hasta el dia, en gran parte del orden de los toxodóntidos. Debo también señalar como extraordinarios, los restos de grandes aves; una, representada por restos ma- yores que el avestruz africano, el ave gigante de la actualidad, y otra de mucho mas talla aún, que parece tener afinidades con los dinornítidos de Nueva Zelandia, pero tanto ó mas grande que el mayor de ellos. Estas piezas se restauran con gran empeño, y tan luego como estén concluidas, comunicaré moldes y dibujos á los paleon- tólogos que han iniciado relaciones con el museo, divulgando de esa manera las riquezas que á su costa se han reunido y que re- velan una numerosa fauna extinguida. Obtendremos en cambio elementos de comparación que nos faltan para conocer las re- laciones de las faunas australes perdidas con las boreales. Estos objetos tienen para el estudio del pasado biológico austral, importancia igual á la que los yacimientos descubier- tos en Wioming, Nebraska, Dakota, etc., tienen para el del hemisferio norte en su región americana^ y es deber nuestro tratar de que ningún museo supere al de La Plata, en cuanto ii documentos sobre las antiguas faunas australes. El arreglo de este vasto material reunido, aún continúa, pues se trata de cien cajones de restos de vertebrados fósiles, estraidos de rocas duras y eneontrados generalmente en frag- mentos. En la enumeración de las principales piezas adquiri- das durante el año, que encontrará el lector en otro lugar, figu- ran las que hemos podido restauí-ar ya, dejando para otra oca- — GO — sion el mencionar el resto que es otro tanto y de no menor im- portancia. Los expedicionarios han tenido que luchar con serios difi- cultades para el trasporte de tan vasto y delicado material, aumentado este con una serie igualmente única de antigüedades, varios esqueletos de indljenas antiguos y modernos, y una va- riada colección de mamíferos, reptiles, pescados é insectos. El diario de viaje, llevado por el Dr. Onelli y algunas vis- las fotográficas y al lápiz, tomadas por el Sr. Pozzi, todo lo que será publicado en breve, dan mayor valor á esta expedi- ción, que es la segunda que envia el museo á las regiones que recorrí en 1877. No es ella la última. Partieron á fines de Agosto los empleados Ivovich y Larumbe, acompañados del in- dígena fueguino Maisch, (quien ha dado prueba de habilidad en el hallazgxi de fósiles), con el objeto de practicar excavaciones en un punto retir-ado que no fué examinado con el detenimiento necesario darante la exploración anterior, por haber faltado ele- mentos de trasporte. He tenido noticias de esos empleados; se encuentran en Santa-Cruz desde Octubre, habiendo envia- do algunos objetos recojidos en la isla de los Estados y en la Tierra del Fuego. Otros se preparan para unirse con ellos, y ha- cer trabajos en mayor escala. No ha de trascurrir mucho tiempo sin que se pueda bosquejar el aspecto geognóstico y bio- lógico en tiempos lejanos, de esas regiones, las que nran, representados por restos abun- dantes, en los mas modernos y que otros que se consideraban mas modernos que aquellos, se encuentren en horizontes infe- riores. La estincion reciente de otros, está comprobada por varios hallazgos, pero no es posible aún dar mayores de- talles, porque habiendo sido liecho estos en puntos, lejanos en- tre ellos, es necesario hacer aún mayores indagaciones. Lo que es indudable, es que la provincia tenía en el sur, en gran esten- sion, las mismas costas marinas que actualmente, cuando vivian los grandes desdentados, y que el hombre, emigrante del norte. — 63 — recorrió esas costas, dejando abundantes vestigios de su paso. Se continúan las investigaciones allí y no transcurrirá mucho tiempo sin que pueda dar noticias de mas imi)ortantes descu- brimientos. Del yacimiento de Monte-Hermoso hemos recibido veintiún cajones de fósiles, entre estos muchos de valor. La nómina de las principales piezas obtenidas en esos pun- tos la hallará el lector mas adelante, En la parte Oeste y N. O. de la Provincia también se han hecho escavaciones fructuosas. Figuran entre las principales piezas las siguientes: Varios gliptodontes, dos milodontes, un lestodonte, gran parte del esqueleto de un megatherium, muchos restos descelido- therium, macrauchenia, toxodonte, caballos, un cráneo comple- to (con los enormes colmillos) del smilodon populator, y miles de otras piezas, comprendiendo en estas los restos de un paradero del hombre indígena, contemporáneo de esa fauna, entre los que liay algunos instrumentos. Además hemos reunido mues- tras de rocas, y recojido datos de la mayor importancia ¡lara el estudio de la formación de nuestro suelo, aún poco co- nocida. Gracias al aviso oportuno de las autoridades provinciales de Lujan, y de los empleados que ejecutan las obras que en ese punto dirijo el señor 'ingeniero Rodolfo Moreno, el museo ha obtenido gran parte del esqueleto de un megatherium, de un mylodon, una caparazón de gliptodon, del gran tigre fósil y de varios otros mamíferos estinguidos. Tengo placer en decir que los propietarios de los campos en donde se han hecho excavaciones, han prestado toda clase de ayuda y han prometido impedir que personas agenas á los museos oficiales, practiquen esos trabajos con el objeto de co- merciar con ellos. El señor don Emilio Mirlin, nos ha prestado gratuita- mente valiosos servicios en la recolección de fósiles, y me es grato hacer público este acto. Además de los resultados paleontológicos mencionados, los empleados del museo han obtenido durante este año en el ter- ritorio provincial un buen número de animales actuales. Figu- ran en primera línea 25 esqueletos de Otaria Jubata, el de una balcenóptera adulta que mide 8 metros de largo, y varios pertenecientes á tres especies de delfines. G4 — ESPLORACION PALEONTOLÓGICA Y ARQUEOLÓGICA DE CATAMARCA La Nación y la Provincia de Buenos Aires han adquirido A-arias colecciones arqueológicas, reunidas en la provincia de Tucuman y Catamarca, pagando por ellas algunas decenas de miles de pesos. Convencido de que dichas colecciones hablan sido formadas sin criterio alguno, y que en ellas figuraban, desgra- ciadamente, muchas piezas apócrifas, que dificultarían, no siendo bien conocidas, el estudio de esos vestigios, decidí emprender en favor del museo, la exploración de las provincias andinas del norte, que en pequeña parte he recorrido con resultados no superados aún, en algunos casos, lo que me permitía tener la seguridad del éxito en la nueva esploracion. Esta, aclara- ría dudas sobre algunos objetos adquiridos por la provincia, entre muchos de primera importancia, y el conocimiento exacto del medio en que se exhumaron esos objetos, su í'elacion con otros de igual índole, agregado al de su distribución geográfica, tendría gran valor para su estudio provechoso. Además, el museo obtendría á mucho menos precio, mas abundante ma- terial de autenticidad asegurada. Confié esta misión al em- l)leado extraordinario Señor Adolfo Methfessel, quien guiado por los consejos del Sr. Dn. Samuel Lafone y Quevedo, debia examinar, con el mayor detenimiento, todas las ruinas indí- enas, practicando excavaciones y reuniendo toda muestra por más insignificante que pareciera. Su conocida habilidad como dibujante contribuiría en mucho al mejor resultado. Este ha respondido al esperado, y puedo decir que lo reu- nido ya por nuestro activo empleado, forma una serie mu- cho mas importante que todo lo adquirido por compra hasta hoy, y que esto se ha obtenido con un gasto muchas veces menor. Además, el diario de viaje del señor Methfessel, cuenta con gran número de observaciones topográficas, habiendo levantado el plano de la región visitada y de sus ruinas, y el álbum, lleno de acuarelas, de dibujos al lápiz y una serie de planchas foto- gráficas, completan este excelente trabajo, que se llevará ade- lante con todo empeño á pesar de su costo. Los objetos en- viados por el Sr. Methfessel, consisten en muchos cientos de piezas de alfarería, metal y piedra, la mayor parte de gran volumen, y en una numerosa colección de cráneos y esqueletos de los hom- bres que fabricaron esos objetos, restos exhumados personal- mente por dicho señor y poi- li> tanto auténticos, lo que no & — 65 — sucede con muchos de los adquiridos en las colecciones referi- das. Estos vestigios de varios pueblos diferentes, que actua- ron en aquella región, tienen un gran valor etnológico, y su localizacion exacta, como la de los antiguos objetos industriales de esas regiones y de las provincias de Córdoba, Mendoza, San Juan, Rioja y Santiago del Estero, que ya posee el museo, arroja gran luz sobre los antiguos pueblos perdidos. Podemos cono- cer ya, en parte, sus costumbres, su comercio, sus relaciones entre unos y otros y sus guerras, esto á grandes rasgos, y su contacto con otros pueblos lejanos, unos transandinos y otros del litoral argentino y austral. Empiezan á reunirse también los elementos lingüísticos, si bien con serias dificultades; pero la labor constante del Sr. Lafone y Quevedo y los documentos preciosos que se conservan en algunos archivos particulares, que han sido generosamente puestos á disposición del establecimiento, han de contribuir á su mejor conocimiento y completarán lo que nos dicen á me- dias los restos humanos y los arqueológicos mencionados. Ade- más, el Sr. Methfessel ha remitido numerosos restos fósiles, entre ellos varias corazas completas de hoplophorus, parte del esqueleto de un megatherium, (comprendiendo el cráneo y mandíbula inferior) restos de tipotéridos, el cráneo de un car- nicero, etc. DONACIONES Y COMPRAS Las donaciones recibidas por el Museo durante el año han sido mas numerosas y valiosas que en los anteriores. La primera en importancia es la hecha por el Dr. Esta- nislao S. Zeballos, de todas las piezas que forman la parte an- tropológica de su rico museo particular. Considero esta do- nación como la más valiosa que haya recibido el estableci- miento desde su fundación. Figuran en ella: un centenar de cráneos de indígenas antiguos y modernos, varios de estos de jefes de renombre; infinidad de piezas de piedra, metal y cerámica, vestigios de las antiguas sociedades que habitaron estas regiones, y gran número de objetos etnográficos indíge- nas actuales. El Dr. Zeballos prepara el catálogo de su colec- ción para remitirla en breve. El Sr. Gobernador de la Provin- cia, ha enviado algunas « piedras pintadas » de la Provincia de Salta. El Señor Ramón Lista ha donado valiosas piezas ar- queológicas y ha ofrecido aumentar su número. El Señor La- fone y Quevedo ha enviado varios restos humanos calchaquíes — GG — y algunos objetos cerámicos que los acompañaban en la tierra; además ba i*emitido otros objetos en calidad de depósito. El Dr. Guillermo Udaondo ha donado un cráneo de indígena pre- histórico, exhumado de un antiguo paradero situado en su es- tablecimiento de Juárez, en esta Provincia, de donde ya tiene el museo otras dos piezas, todas de valor, por representar una raza extraña á estas regiones, y que, emigrante del norte, pereció lutalmente en Patagonia. El Dr. Eduardo Peña ha donado al- gunos vasos de cerámica peruana ante-colombiana. El Dr. En- rique Garcia Mérou ha donado algunos objetos etnográficos fueguinos y una hermosa punta de flecha de obsidiana de la misma procedencia y de antiguo origen. El Señor Rufino Vá- rela ha donado á la biblioteca del establecimiento un volumen de manuscritos del Dr. Justo Apu Sahuaraura Inca, que con- tiene nuevos datos sobre el conocido drama en quichua « Ollan- tay )), y una copia de este que difiere de las publicadas hasta el dia, dos comedias en la misma lengua, documentos gene- alógicos incásicos y una relación, como testigo ocular, de los sucesos que precedieron á la batalla de Ayacucho. El Señor Pedro Costa ha hecho donación muy valiosa á la galería de bellas artes del museo, de un hermoso lienzo de dimensiones colosales representando el sitio y destrucción de Jerusalem por Tito, obra de los reputados artistas, David Roberls y H. C. Se- lows, la que ha sido juzgada favorablemente en las grandes ca- pitales europeas y americanas donde ha sido expuesta. El Dr. Don Dardo Rocha ha enviado un molde en yeso de una escultura del siglo xv representando un guerrero muerto. Por mi parte he aumentado este galería con dos telas importantes. El señor Coronel D. Mariano Espina, ha donado dos gigantes- cos colmillos de Mastodonte, encontrados, con otros huesos, en su quinta de Buenos Aires, colmillos que son los mayores descubiertos en estas regiones. El Señor Capitán Lavarello ha donado dos esponjas bien conservadas, y el Señor Capitán To- rcho algunos moluscos de las islas Marquesas y algunas ar- mas de indíjenas de las mismas, pero la donación mas impor- tante, en la sección zoológica, consiste en la de la colección do moluscos de Don Alfredo Meabe, compuesta de 233 espe- cies y de mas de mil ejemplares. El Señor don Tomas Kincaid ha donado algunos morteros de piedra, usados por los antiguos indíjenas del Rio Negro. El Sr. D. Pablo Neumayer ha do- nado el esqueleto de una ballena fósil, descubierta por dicho señor en la antigua Babia donde hoy está edificada la ciudad de Babia Blanca; han llegado al Museo 25 grandes cajones — 07 — conteniendo parte de ese esqueleto. La sección geológica se ha eni'iquecido : con una colección interesante de rocas, la mayor jiarlc de origen volcánico, de las islas Canarias; con varias ricas muestras de minerales de plata que lie recojido personal- mente en el Paramillo de Uspallata; con una bella muestra de yeso del Rio Negro donada por el Sr. D. Tomás Kincaid ; una gran pieza muy interesante de conglomerado del Uru- guay presentada por el Señor D. Julio Panthou, y con algunos minerales preciosos de Famatina donados por el Señor Don Anacársis Lanus. El Señor Rafael Hernández ha enviado un corte geológico de un pozo semi-surgente, perforado en Pe- huajó, y seria de desearse que §u ejemplo fuera imitado por los que practican tales obras, para conocer mejor el subsuelo de la Provincia. El Dr. Aurrecoechea ha donado algunas grandes geodas, con cristalizaciones, del Salto Oriental. E]ntre las adquisiciones hechas por compra, figuran : una cabeza egipcia momificada; dos pies y una mano del mismo origen; varias antigüedades de esa rejion; una cabeza redu- cida de indíjena Jivaro, del Ecuador, y sobre todo, 50 cráneos casi todos ellos en perfecto estado de conservación, de los an- tiguos indígenas de las islas Canarias, los enigmáticos guan- ches, cuyo estudio tanto interés despierta. Esta serie es va- liosa en todos sentidost La autenticidad de cada una de esas piezas está asegurada, siendo ellas resultado de las investiga- ciones del Dr. D. Víctor Grau Bassas, cuyos estudios antropo- lógicos sobre esos hombres son conocidos de los que se ocupan de estas materias. Comprenden dos tipos perfectamente de- finidos, muy diferentes, y algunos ejemplares que son resul- tados de la mezcla de ambos. No creo que sean comunes en los grandes museos, series tan características como esta, que para nosotros tiene una importancia excepcional, porque nos permite conocer de visu, si existe, realmente, parentesco íntimo entre esas antiguas razas y las americanas actuales. Espero que pronto recibiremos otra de igual importancia, lo que reu- nida á esta y á los 25 cráneos que antes poseíamos, forma- ran una colección que nos dará el tipo medio de esos hombres, sin temor de equivocarnos. De las mismas islas Canarias, hemos obtenido una colección geológica, y esqueletos y pieles de las aves que las habitan, peces crustáceos, moluscos, etc. Hemos adquirido parte del esqueleto de una ballena fósil, descubierta en Barracas al Sud, cerca de la Iglesia; un esque- leto de balaenoptera actual completo, que mide 15 metros dé largo y varias otras piezas. La biblioteca del Museo se ha en- — GS — riquecido este año con cerca de mil títulos, la mayor parte de obras que no se encuentran en ninguna biblioteca del país y que nos eran de gran necesidad para el estudio de tan vastas colecciones. LABORATORIOS Si la labor de los empleados viajeros ordinarios y extraordi- narios ha sido grande y meritoria, lo ha sido también la de los que han trabajado en nuestros laboratorios durante el último año. En estos se han restaurado los objetos enviados por el Sr. Methfessel, entre los que figuran ciento veinte grandes urnas funerarias y se han montado : el esqueleto de una Macrauche- nia, de un Toxodonte, y varias piezas aisladas de estos ani- males tan interesantes; muchas partes del esqueleto de Mega- therium, como ser varios miembros anteriores y posteriores, co- lumna vertebral y tórax, pelvis, etc.; dos esqueletos de Mylodon; gran parte del de un Lestodon ; un esqueleto de Panochtus, dos corazas de Glyptodon ; un esqueleto del mismo y muchas otras partes de otros esqueletos del mismo animal, como ser cráneos, miembros, pelvis, etc.; el cráneo y parte del esqueleto de un Smilodon, y gran número de piezas mas pequeñas. Además se han preparado los objetos encontrados en las escavaciones practicadas en la costa del Atlántico, entre las que se cuenta parte del esqueleto, comprendido el cráneo completo y parte de la coraza del Dasypotherium australe y mas de cien piezas, entre estas veinte cráneos, de las traídas de Santa-Cruz por los Se- ñores Pozzi y Onelli. En el laboratorio de anatomía compa- rada se han montado, nueve esqueletos de aves, entre estas el del Cóndor y del Avestruz patagónico (Rhea Darwinii); veinte y cuatro de mamíferos, entre estos dos delfines y cinco Ota- rias; cincuenta y nueve cráneos de mamíferos diferentes y nueve esqueletos humanos. En el laboratorio de Taxidermia se han preparado y montado las pieles de diez grandes peces marinos, sesenta aves y veinte y cinco mamíferos, entre estos un grupo de dos Pumas (Feliz Concolor), y otro de seis leones mari- nos (Otavia Jubata). Además se han preparado para el canje convenido con es- tablecimientos norte-americanos: un esqueleto de Mylodon, otro de Scelidotherium y un tercero de Panocthus, además de buen número de piezas actuales. En cambio recibirá el Museo es- queletos y cráneos de mas de ciento cincuenta mamíferos, aves y reptiles, como ser : de los grandes monos antropomorfos, (Go- — 01) — rilla, Orang-Outang y Chimpanzé), León africano, Tigre do Ben- gala, Osos, varios Pinípedos y Cetáceos, (entre estos un Narval, un Dugong y un Lamantin), un Rinoceronte, un Hipopótamo, Girafa, varios grandes Ciervos, Roedores, gran número de Marsupiales australianos, etc., etc. Tenemos en trámite canjes semejantes con grandes museos europeos. Se ha hecho el catálogo de la sección de osteología compa- rada, ya numerosa, y se ha clasificado la sección de Inverte- brados. Lástima es que la falta de empleados no permita ca- talogar con mayor brevedad las demás secciones, cuyo conjunto revelaría las inmensas riquezas reunidas en el Museo. Se ha casi terminado el catálogo de nuestra biblioteca, ya numerosa, la que se aumenta diariamente con importantes adquisiciones. El departamento de publicaciones ha sido organizado defi- nitivamente, contando con su imprenta propia, máquinas lito- gráficas y fototípicas, movidas por un motor á gaz de cuatro caballos de fuerza, con un laboratorio fotográfico que consi- dero uno de los mas completos del país, un taller de encua- demación y los accesorios indispensables á un taller comple- to, que permitirá hacer en el establecimiento, por los em- pleados idóneos que están á cargo de este departamento, no sólo las variadas publicaciones del museo, sino todas las que la Provincia necesite. ' He debido hacer esta instalación á mi costa, (no habiendo podido ser incluida todavía en el presu- puesto oficial), porque no es posible confiar las publicaciones del Museo á establecimientos industriales que no cuentan con artistas especiales, dedicados á esta clase de impresiones. Ade- más, la vigilancia para su buen resultado me seria imposible, lejos de esta repartición que absorbe todo mi tiempo; el gasto seria también mayor indudablemente. Los trabajos que he mencionado, como realizados este año, prueban que el plan de exploración del suelo de la República en beneficio de este museo se desenvuelve en la forma que lo per- miten los recursos de que dispongo. Los descubrimientos se suceden; unas veces enlazan hechos aislados, otras modifican en algunos casos, totalmente, ideas basadas en documentos incompletos. A medida que adelantan estos trabajos, se di- lata el campo de investigación, que no debe abandonarse cuando tantas dificultades han sido salvadas. Con lo hecho en sus laboratorios, el programa de la institución, si bien amplio, va realizándose en sus diferentes secciones, y el encadenamiento de los fenómenos que se han sucedido en el extremo austral — 70 — americano y que forman In historia física y moral pasada, se bosquejan ya con alguna claridad en estas salas. Muchos cerebros expertos estudiaran más adelante todos estos mate- riales, en bien de la ciencia. Esta no posee aún ningún punto de partida claro, con contornos bien definidos, para relacionar intimamente tantos fenómenos que se nos presentan aislados, sean geológicos, biológicos, lingüísticos y sociológicos, que han intervenido en la formación de lo que ha sido y es, en su acep- ción más amplia, la América austral; pero acumulando docu- mentos exactos, como lo hacemos ahora sin ideas precon- cebidas, el museo cumple su misión. Es muy nuevo el esta- blecimiento para pedirle otra cosa ; sus recursos son aún escasos, para que pueda realizarse con ellos todo el plan que me he propuesto, y es para llevarle adelante con mas facilidades, que pienso que el Museo de La Plata debe tener, como otros esta- blecimientos análogos de Norte-América, recursos propios. De- seoso de que esto se realizo pronto, he tenido el honor de dirigirme al Exmo. Congreso de la Nación, pidiendo la compen- sación, que creo me corresponde, por trabajos ejecutados en las regiones australes, antes de que el ejercito nacional las dominara, trabajos que llevé á cabo gratuitamente, impulsado sólo por el deseo de ser útil á mi país; y he donado para fondo del Museo de la Provincia de Buenos Aires, la compensación que se me asigne. Al iniciar así, la vida independiente, de cierto modo, de esta institución, tengo la convicción de que esta llegará á ser Igrande en no lejano tiempo, y que contri- huirá, con los servicios que preste, al engrandecimiento inte- lectual de la República Argentina, lo que será honroso para esta Provincia. Francisco P. Moreno. DIRECTOR DEL MUSEO. LA LENGUA MOCOVÍ SEGÚN EL PADRE FRANCISCO TAVOLINI M. S. EN LA BIBLIOTECA DEL GENERAL BARTOLOMÉ MITRE CON INTRODUCCIÓN Y NOTAS POR SAMUEL A. LAFONE QUEVEDO CARTA DEL D« J. GRANEL AL GENERAL BARTOLOMÉ MITRE Señor General: Remito á Vd. esa especie de vocabulario de la lengua mo- coví, empezado á formar y no concluido, por el padre Tavo- lini, misionero de la reducción de indios de San Pedro en la provincia de Santa-Fé. Soy de Yd. su mas amigo y S. S. Q. B. S. M. (Firmado) JoAQUIN GranEL. Mayo 31 de 1864. REGLAS APRENDER A HABLAR LA LENGUA MOSCOVÍTICA Que usan mucha parte de los Indios del Chaco, por el Norte de Santa-Pé Se apunta después una buena cantidad de los términos, que ellos usan, particularmente los que mas necesita, que sepan los que quieren instruirlos en la religión católica. OBRECILLA Fr. FRANCISCO TAVOLINl MISIONERO APOSTÓLICO AÑO DE 18 5 6 PRÓLOGO Si alguno loyei'c esta (ihi-ocilla, y lo parerioi'C inútil, ú á lo menos inexacta (como realmente yo mismo confieso que tiene esta segunda i)roi)ieda(l), no me taclie de atrevido, ni soberbio, porque yo no la lie escrito por enseñar i'i otros (aunque mucho gusto sentirla si á otros también juidiera aprovechar), sino so- lamente la he escrito para mí, que hallándome entre los Indios, que hablan la lengua moscovítica, ni pudiéndoles aprovechar sin aprender su idioma, así me he animado i'i csrriliir algunas reglas y apuntar unos términos para facilitar la memoria y no l)or otro fin. Premisa esta declwacion, paso i'i advertir en pi'imcr lugar, ijue seguiré en todo el alfabeto castellano, como también la misma pronunciación, prosodia y ortogratía, excepto que se do- blaran algunas letras consonantes (lo que ordinariamente no se permite en la castilla), jior indicar la fuerza con que se de- ben pronunciar algunas silabas, lo que ni se podria conseguir escribiéndolas diversamente. En segundo lugar, como liay algunas letras ó silabas, que se alejan del castellano, así para que se sepa el sonido diverso (|ue tienen, y se les debe dar, se lia puesta unas letras ó seña- les, arriba ó abajo de las mismas letras que tienen sonido di- verso. Si la letra ó señal mirase ¡i una sílaba entera, ó más, también se pondrá una raya, (¡ue abi"a/.c el total á que mira la letra ó señal. Las letras, pues, ó señales son las siguientes: b quiere decir (pie la letra, sílaba ó sílabas deben pronun- ciarse como balbuceando, es decir pegando la lengua al paladar, haciéndola jugar un jMKputo. — 76 — d que deben pronunciarse haciendo jugar la lengua en la boca casi cerrando los dientes. f (jue deben pronunciarse con fuerza. o que deben pronunciarse con pronunciación gutural. r (]uc deben pronunciarse ligero. ta (jue deben pronunciarse como si alguno fuese tartamudo, eso es pegando la lengua á la parte inferior de la boca y reteniendo la voz como si no se pudiese pronunciar. t que deben pronunciarse haciendo trinar la voz y la lengua, cedilla, que puesta bajo alguna letra, significa deberse pronunciar en la garganta con fuerza. ^ que se deben pronunciar con fuerza y como si la letra fuese doble, ó por mejor decir pronunciándola con una cola: y si esta señal se hallare arriba de la I signi- fica que debe pronunciarse con un sonido doble del que tiene la misma /,- y si estuviere arriba de la v sig- nifica tener un sonido medio entre v y it. Anotación. Para que se conosca donde debe barrarse la voz, se pono arriba de las letras el acento de esta ' manera ('), el cual se pondrá también arriba de aquel- las letras, que del)cn hacerse sentir, aun(|ue no sean largas, aunque para esta segunda advertencia ordina- riamente se ha puesto la ta. Y si en alguna p;dai)ra 00 se ha puesto dos oo, se entienda que el sonido debe ser gutural al extremo. s puesta arriba de alguna silaba, signilica que se delte i)ro- nunciar con fuerza casi suspirando. n quiere decir, (ju(^ la pronunciación debe ser nasal. TRATADO DE LAS PARTES DEL DISCURSO U ORACIÓN Odio partes comunmente se asignan, las cuales pueden en- ti'ai- en el discurso, y son los siguientes: Nombre, Pronombre, \'erbo, Participio, Adverbio, Preposición, Conjunción é Inter- jección. CAPITULO I DEL NOMBRE Sabido es que el nombre puede ser j;ro/j/c», como Pedro, Pablo etc., f|uo en la lengua Moscovítica so dice y i)ronuncia en el iiiisnio nioilo que en la castellana. En segundo lugar ryje/wíá'o, como : Yalé, hombre — Ai_d('i, vnijrr. \\\\ torcer lugar substantivo, como: Lateé madre, — Lctaá, padre y adjetivo, como : r' r Noen, Ijueiio — Nayapek, mato. NÚMEROS Pero como estos nomljres pueden exprimir ya una, ya mas personas ó casos, así es que puede ser de numero singular (> plui-al. Pero en el idioma Moscovik no liay para eso una re- gla tija, porque unos plurales se escr¡l)Ou y pronuncian como los singulares, así se dice: Talé, Aaló, tanto por exprimir hombre y mujer, cuanto j)ara — 78 — e\|)riinii- linnilii-cs y iiiüjorcs; y (ili-os iiuni|iic vm-ien en el plu- ral no varian j)Oi' una regla constante, asi se dice: r r la " Ypioco, 2)cnv — ijiiugo, ^^ívvuv; asi también se dice: r r' Nayajiek, iitalo — Nayajjeke, malos. DECLINACIÓN Esta lengua no admite ikrJiítacioit, ni artículo, por donde cuando • la castellana dice el lioml)re, del hombre, al hombro, el hombre, ú liduibre, por el hombre, la moscovita dice Talé, sin alguna ilist ilición en todos los casos. GENERO Ni tampoco pone alguna señal para indicar cjue es masculino ó femenino, ni pone variación en la terminación de la palabra, por eso dice: r r la ■nocii ¡/alé y ¡toen anló DE LOS NOMBRES NUMERALES Los noml)res numerales son de cuatro layas: cardinales, or- dinales, distribafiros v colectivos. NOMBRES CARDINALES 1. Yñatvák, 2. Yñoaca, 3. etres, 4. ecuatro, 5. ycinco, 6. eseis, 7. esiete, 8. eocho, 9. enuove, 10. ydiez, 11, 12, e 13, 14, y 15, diciseis, dicisiete, dici- oclio, dicinuove, 20, vintiuno, vintidos, vintitres, etreinta, etrenta y uno, etrenta y dos, 40, 41, e 42, e 43, 50, 51, 52, 00, 70, 80, ".tO, yciento, y 101, y 102, ymil, edos mil, etres mil. NOMBRES ORDINALES Printero Srcjinido Tercero Cnarlo 7 Aupesek, Lotleví'i, Lot-idrilcya, Lot-idrileya cuai-to, — 79 — Quinto Sexto Sétimo Octavo Noveno Lot-idrileyá 5", Ynisexto, Eseptimo, Elotavo, Eno\'ono, Décimo Edécimo, Undécimo Ynidesmo, Ultimo, -os la ia Paacték-yñosék, ia Mpaacterék-inosé. NOMBRES DISTRIBUTIVOS O PARTITIVOS La mitad El tercio. El cuarto, hay'úiii (el ni?). Decena Eonodecena, NOMBRES COLECTIVOS Docena Dos docenas Docena, Edosdocena, Tres docenas Etresdocena. ' CAPÍTULO II DEL PRONOMBRE N. Yo G. De mí D. A ntí A. Mí Abl. Por mí N. Th De tí A tí A tí Por tí El De él A él A él Por él Aim. Accnmí. Ynni. N. G. D. A. Al)l N. Nosotros De nosotros A nosotros A nosotros Por nosotros Usted De Usted A Usted A Usted Por Usted Occíjm. Ellos De ellos A ellos A ellos Por ellos Accami, Yyvoa. — 80 Ella Le día A ella ^ Anni. A ella Por rila Vosotros De vosotros A vosotros A i-osotros Por vosotros Accamí. Aqiiel \ Edasó (parado). De aquel I A aquel \ Esü {mor/emlose). A aquel \ Por aquel I Iiinissó (sentado). Aquellos \ Eddoassó. De aquellos I A aquellos ) Essoa. A aquellos \ Por aquellos I Yyyoassó. Ese \ Inni (sentado). De ese / Eddá ) . , , I (parculo). A ese > Eniia ) A ese \ Por ese I Iddi (acostado). Esos \ Yyyoii. De esos I Ennoá. A esos \ Eddoa. A esos \ Por esos I Yvvüá. Elltís De ellas A ellas ^ Yvyoii. A ellas Por ellas Vosotras De vosotras A vosotras A vosotras Por vosotras Accomí. Adassó. Aquella, De aquella I A aquella \ Assó. A aquella I Por aquella ] Annissó. Aquellas De aquellas A aquellas A aquellas Por aquellas Esa De esa A esa A esa Por esa Addi Eddoassó. Essoá. Yvvoassó. Anní. Adda. Anua. Esas \ Yyyoa. De esas I Ennoa. A esas \ Eddoíi. A esas I Por esas ] Yyyoa. PRONOMBRES RECÍPROCOS Gen. De sí D. A sí. A. A sí ( Cliai-aím (osta voz está testada). A 1)1. Por sí — 81 — PRONOMBRES POSESIVOS (Los ejemplos daríin las reglas para conocerlos) aim. r cadamí. Alina eleró { atam. codam. cadamtí. (Suyo está testado y las terminaciones de 1^ y 3* persona también.) mío. tuyo. Este libro es { suyo. nuestro, vuestro. [ míos. \ tuyos. Estos libros son I suyos. j nuestros. I vuestros. Ennoassó eierél (Suyo de ellos también testado.) mía. tuya. Esta pluma es \ suya. nuestra, vuestra. mías, tuyas. Estas plumas son I suyas. nuestras, vuestras. aimi. r' cadamí. r' alamí. r' codami. r' cadamtí. aim. r' cadamí. Annassó lava { alam. codam. r cadamtí. Ennoassó lava / .^\. anuí, cadumí. r' alamí. codam í. r' cadamtí. (S'' del plural siempre testada: ojo á que este ejemplo debe ser del habla mujeril. S. A. L. Q.) El pronombre neutro posesivo se traduce como el mascu- lino. DE LOS RELATIVOS, QUE, QUIEN, CUAL Quién ? Qué? Cuál? Quennegayá ? Quennegayá en singular y plural. Queqqueegayá ? — 82 — Quienes? ) „ . „ Cuales? \ Q^ieeccuaagaya? Quie7t Oual ) Eccü. Que (singular) Quienes Olíales ) Eccua. Que (plural) PRONOMBRES IMPROPIOS O ADJETIVOS INDETERMINADOS Cada uno — Nadinetappetá. Alguno — Avó. Ninguno = O — Scaeccá. Nadie = O — Scaecca. Ksfc hombre Estos J/oii/ltrcs Ennasó. sentado. Yddissó. eclmdo. Ennoassó. Yyyoassó. Esta Annassó. Addissó. „ , ( Annoassó. Estas . \ VN oasso. EJERCICIOS SOBRE LOS NOMBRES DE lA LENGUA MOSCOVITA Advertencia par.v evitar Repeticiones 1 . Quiere decir mi ó mis *). 2. » » tu ó tus. 3. » » su ó de él. Pl. 1. Quiere decir nuestro ó nuestros. 2. » )> vuestro ó vuestros. 3. » >i sus ó de ellos. La segunda terminación ea Castellano y Mocovi corresponde á la forma plural. Abuela, as — Comená, Id. 1. Ycomeiirt, al. 2. Comeiiftí, tíTi. 3. Lcomena, al. Pl. 1. Arcomeiiff, í\\. (Arcomennaí. GRADOS DE PARENTESCO Hija, as. 1. Yya/Í', lé. 2. Arcomiií. Abuelo, os — Napp'i, vel Napjjíñ ta 1. Yappí, irí. 2. Dappí, » 3. Lappí, » Ardappí. Ardaprí. 2. Dappí. Pl. 1 Hermano, os. la ia 1. Ycayá, ya. ta 2. Lea ya?, í. ta 3. Lcaí/«, yá. Lo mismo se llaman los her- manos, como también los pri- mos hermanos y primas her- manas. 2. CactiaZí, lí. 3. YliaZfí, lé. Pi. L Coctiafe; lé. 2. Arcactia/*, lí. 1. 3. Pl. 1. Hijo, os. (YyaTek. (Ygálcá. ICaetialguí. (Cactialari. KliaTek. (YTíaTcá. (Coctialéh. (Coctialcá. lArcactialguí. I " (Arcactialarí. Hijastra, as. . JYavaleyalé. ' jYavaliyalé. ') De los tres géneros en todas las personas. — 84 Hijastro, os. (Yavalquiyaleh. } ' o (Yavalquiyalca. Madrastra. la ^ ta Yavaleyacteé. la Davalidactii. Lavalelacteé. Pl. 1. Rdavalerdacteé*). 2. Ardavalirdactii. Madre. 1. Yacteé. 2. ICactii. < ta (Dactii. 3. s Lacteé. . 1. Ardacteé, el c\ (Cactii. ■ (Cactilí. Marido. o 1. Yascliilarvá. o 2. Daschilarvai. o 3. Laschilarvá. Lo mismo se dice mi mujer, tu mujer, su mujer. Aquí se entiende cuando están casados por iglesia. Marido. 1. Yo va. 2. Dovaí. 3. Lo vil. Mujer. 1. Yová. 2. Dovaí. 3. Lova. Así se llaman cuando están amancebados, pero se puede entender también por iglesia. Nieta, as. ta i. Yvál, iva. 2. Cavaín, rii. la 3. La val, lava. ia Pl. 1. ArcováZ, vá. 2. Arcavafó¿, rii. Nieto, os. 1. YvaT, lí. 2. Cavafó, rii. 3. Laval, Lavó. o (Arcoovál. Pl. 1. (Coová. 2. Arcava/í, rii. Novia, as — Onnagá, ál. Novio, os — Onnacca, né. Nuera, as. i. Yac/p, tét 2. Dactii, tilí. te ta „ 3. Lacíe, tél. Padrastro. Yavaleglectá. Davalicactaí. LavaTeglectá. *) La K inicial dudosa nor haijcrsc coiTcgido eu cl origiual, S, A, L. Q, — 85 Pl. 1. Ardavalecoctaá. 2. Davalicactaí. Padre, es. s 1. Yctáa, al. 2. Cactáí, lí. 3. Lectáí?, al. ta s Pl. 1. Goctáo, al. 2. Cactáí, li. la Parientr, es — Naak, có. la " te 1. Yaák, Yaaccó. te 2. Daagiif, góí. te " la 3. Laa/^, Laaccó. te Pl. 1. Ardai'i/A, eco. te 2. Avdüa¡jii7j góé. Sobrina, as. ' te 1. Yectece, cé. 2. Dictiss¿¿, ilí. te 3. Lectece, cé. te Pl. 1. Aixlecteee, cé. 2. Ardictiss//, iTí. Hablando la mujer jiara nom- brar sobrina ó sobrinas, como también hablándose á ella, ó de ella, se dice: Sobrina, as. te 1. Yassouse, sé. te 2. Dassoussí, sí. te 3. Lassousse, sé. la Pl. 1. ArdassoLisse, se. te 2. Ardassoussl^ sí. Sobrino, os. ta 1. Yektece7i-, cé. 2. Dictissigidi, dri. 3. Lecieceh, cé. Pl. 1. Ardectece/?, cé. 2. Ardictissi/7?íM', dri. Suegra, as. ta ta 1. Niyoccord, ró. te 2. Niyoccorí, roí. te 3. Niyoccoró, ró. Suegro, os. ta ta 1. Niyocc'ó, coró. te te 2. Niyoccor*, rí. te 3. Niyoccd, coró. Tía, as. 1. Yassoj'ü, role. 2. Ardassorí. 3. Lassoro, role. 1. Ai'dassoró, role. 2. Ardassom^ rlí. Tío, os. 1. Niectescd; coró. te 2. Nectesco/'í, rí. 3. Necteseó, coró. 1. Ai-nectescó, core'». te 1. Arnectesco'/v', rí. Yerno, os. 1. Yaddonarnék. n 2. Daddonarguí. 3. Laddonúrnék. _ 86 PARTES DEL CUERPO Y ALMA la la Alma, as — Nquií, ü. 1. Y(iquii. 2. Arquiii. 3. Lqui/, íl. Pl. 1. Arqui/, íl^ 2. Ai'fiu'''; il'- Arrugas. ta 1. Yoiyappiaga. ta 2. Doyappiardí. ta 3. Loyappiaga. Asentaderas. ta to- 1. YossñjJ, ppi. írl 2 Dosap/', li. la 3. LossiV, ppi. Barba. 1. Yacca. 2. Daccarii. 3. Lacea. Pl. 1. Ardacoa. 2. Ardaccarii. Bigote 1. Minniipséh *). 2. Diimmissiguí. 3. Linnüpseh. Pl. 1. Ardiimmiipséh. 2. Ardiimissiguí. Bra,\o, os. la 1. Yava, Yava. • 2. Davaí, Davarii. la 3. Lava, Lava. Pl. 1. Arda vil, Ardavá. 2. Ardavaí, Ardavarii. Boca, as. ta 1. Ayap. b 2. Cadappí. la la 3. Mop, appí. Pl. 1. Coáap, appí. 2. Cadapi»', prü- Cabellos. ta, 1. Yevé. 2. Cavii. 3. Lavé. ta o Pl. L Arrevé. 2. Arcavii. Cabexa, as. \. Ycaíli. 2. Caiguí. 3. Lcaí/í, gó. Pl. L Arcíii/', gó. (Arcaiguí. "■ ÍRcaigodrí. Cara, as. \. Yschih. 2. Cassiguí. 3. Laschí/í, igó. Pl. L Coschih, igó. 2. Cassiguii, Caschigorí. Cr>/, as. (Yñcoipp«cm, á. (Yncoippa. 2. Ncopparii. ■) Esta M i'S auaosii, ícbc de ser A. — 87 — ,. (Ncoippacá. ■ (Ncoippá. Pl. 1. Avne o\\)pá rea, ])a. 2. Anicüppai-ii. Codo, os. 1. Ylcoque, él. 2. Lcogui/, lii. 3. Lcogue, él. 1. Ai'lco-gue, él. Pl. 2. Aiico-gui?', lii. Coyote. 1. Yannnagá. 2. Dannarii. r o 3. Lannagá. Pl. 1. Ardannagá. 2. Ardannarii. o.b Colmillo, os f ' °' Lagancaté. Corazón. oh 1. Yclarnacta. 2. Dictarnactii. 3. Litarnactrt, ál. Pl. 1. Ardictarnactfí, ál. 2. Ardictariiactii. Costado Véase Lado. 1. Costilla. IÑiemmenih. — (Niemmenca. 9 iNemmenarí, 1. i " (Nemmencá. o 3. Nemmenih, cá. (Arnemmenih. Pl. 1. ^ (Arnemmencá. 2. Ai-nemmcnai'i. Culo. 1. Nacté. 2. Nactini. 3. Naacté. Cuerpo. r 1. Yaschimmaga. o 2. Doschimmarrii. r 3. Loschimmaga. r Pl. 1. Ardoscliimmagá. o 2. Ardoschimmarrí. Caja, del cuerpo — Lassót. 1. Yssót. 2. Gassoctí. r 3. Lassót. Pl. 1. Cossót. 2. Cassoclrí. Dedo, os. ^ te 1. Ypalacate -é. 2. Lpalacacti/ -í. .- '" 3. Lpalacafó -té. ^ '« Pl. 1. Arpalaca/íí -te. ^ te 2. Arpalacatii -ctii. Dedo, os. la 1. Yppiarnaf-tó, cta. 2. Ca¡ijiiai-naf¿í, ctí. 3. Lappiarnacta, Lajipar- nacté. Pl. 1. Coppiarnactrf, c. la 2. Arcappiarnactí//, ai. 88 — Dientes. 1. Yo vé. 2. Dovii. 3. Lové. o Pl. 1. Ardovc. o 2. Ardovii. Encías. 1. Yové lacti. 2. Dovii laactí. 3. Lové laactí. Pl. 1. Rdové laactí. 2. Rdovii laacti. Entendimiento — Nadennac- 0 tartiah. (Yadennactarnáh. 1- _^ (Yademnamgá. jj (Dademnarnagaí. "' üadennactarnagaí. 3. iLadennactarnah. (Lademnamga. (Ardadennactarnah. Pl. 1. 2. Ardadennactarnagai . (Ardademnamga. Entraña, as — Aíot, reí, AJortr 1. YaaTóí, etc. 2. Cacto-gloc///, trii. 3. LaaTóí, cte. Pl. 1. ArcaaTóí, cte. 2. Arcacto-glic//, tri. Espalda. 1. Yappalactecta. 2. Dappalactectaí. 3. LappaTactcctá. Pl. 1. Ardappalactecta. 2. Ardappalactectai. Espalda, as. b 1. YappaTacíe, tectraí. 2. DappaTactectrai. 3. LappaTactectraí. Pl. 1. ArdappaTactectraí. 2. ArdappaTactectraí. Se entiende la sola paleta. Espalda con el brazo ó mano se dice lo mismo que brazo. El Espinaxo — Lekihlpinnéh. b.o 1. Ylah -Ipinnéh. 2. DeTarii -Ipinnéh. o 3. Lehih -Ipinnéh. Pl. 1. Ardláh -Ipinnéh. 2. Ardelarii -Ipinnéh. Espinilla, as. 1. Yyaacté, Yyaacté. 2. Cachaact?, ii. 3. Yllíiácte, Yllaacté. Pl. 1. Cochaacfc, cté. 2. Rcachaacíi, ctii. Estónuigo. ta ^ 1. Yoala. 2. Doalaí. 3. Lóala. Pl. 1. Ardoahi. 2. Ardoálaí. la ta Frente, es ■^- Neeetape, Naactápe, Neectapp'i. \. Yctiipe. 2. Cactappii. 80 — la a 3. LauctojJf, [tpí. Pl. 1. Rduactape, Couctiipo, Co- octappí. 2. Cactrappi-ii. Galillo. 1. Ñaccallappiscliigoin. 2. Naccallappischigoin. 3. Náccallappiscliigoni. Pl. 1. Arñaccallascliigoin. 2. Arnaccallappiscliigoiii. Grano, os. 1. Ynnec/p, té. ta ta 2. Dinnic///, trii. ta o. Linneo^r', té. Hedor. 1. Yicta. 2. Caictaí. 3. Laictii. Pl. 1. Cooictá. 2. Arcaictui. La II/'cl — K/rf/n/arjiarfá. 1. Yotimaniactá. 2. Dictimarnartaí. 3. Lictimarnactá. Pl. 1. Ardictimarnactá. 2. Ardiotimarnactaí. Hk/ado. 1. YoTammeli. 2. DoTamguii. 3. Lolamméh. Pl. 1. RdoTamméh. 2. RdoTamguii. Hombro. 1. Yaiiáli, Yaliacó. ^ „ te 2. Daliagui, Rdaliaguí. 3. Laliah, Laliacó. Pl. 1. Ardalíáli. Ardaliacó. ta 2. Ardaliaguí, Ardaliagui. Hueso. la 1. YiiiiiUí'//, -acá. la ' la 2. Pina¡(|uii, Pinnai-ii. 3. Lpinne/^ acá. Pl. 1. Arpinne/í, acá. 2. Av\ñnni(¡ii¡i, arii. El Hijar — Lesafcd, Lesatcactc. 1. Ysatca. acté. ta 2. Desaccac/í, ti. 3. Lesafcá, tcacté. Pl. 1. Ardsa«, cié. ta 2. Ardesaccací/, ti. Labios. 1. Ayappí. 2. Cadapprii. 3. Ahippí. Pl. 1. Codappí. 2. Cadappfii. LciKjaa, as. b.n 1. Yolegarnagat. 2. Dolegarnarctii. b.o Pl. 1. 3. Lolegarnát. (Ardolegarnat. lArdolegancaté. -> iRdoleeai-nartii. "' (Rdolegancactrii. 12 'JO P!. Lado — Costado. Yaí, Yayí, Yail. Daii, Dailí. Laí, Laíl. Ardai. ArdaNÍ, Anlaíl. Ardai, Ardailí. Lunar. 1. Anni yecté. 2. Dictii. to 3. Lecté. Llanto. 1. Ñoyeunúh. 2. Noyennaguí. o 3. Noyennah. Pl. 1. Arnoyennúh. 2. Arnoyennaguí. Mano. 1. Ylque!af/rt7, caté. 2. Lquolai'ctii,Quelacactrii. 3. Lquelaí/«7, caté. Pl. 1. Arquelar/ffi', caté. 2. Arquelarctii, Quelacac- trii. Mejilla.s. 1. Yaschilegué vel sine c. 2. Daschil/guí vel sino /. 3. Laschilegué vel sine e. Pl. 1. Ardasc!ii/«y?. T,;irlí. ii-í. Pl. 1. H.l.iclí. irí. 2. ArdacLí vol Rdai-lii-í. Fídso. I (¡^accoUaschifíom. ' (Ñacoalleragapisclugom. 2. Naccallarii. 3. Xaccallapiscliigoui. .,, . (Aniaccallascliigoiii. ■ í A ni ; i( •(•; i 1 leragasch igoin . 2. Ai-nm-callarii. Riñon. 1. Ycclckcé. 2. DictiZr/, ssiguü. 3. Lectckcé. 1. Ardoctekcé. 2. Ardicli/if/, ssiguü. B/'m, ns. 1. Yailigri//, ccó. 2. Díüligri^^í, ccn. 3. Laili-grí/í, ccó. 1. ArdailignVí, ccó. 2. Ai'dí\¡\¡gv\t/Hi, ccó. líodiJIa, as. 1. Yrcdctá vel Yccotál. 2. Diccoctaí vcl DiccoclaTi, Diccotlí. 3. Liccortii vol Licooctál. 1. Ardiccoctá. í. 2. x\i-diccoctai vel Ardicotlí. Pl. Pl. 1 Sangre — Xev(5. 1. Yivó. 2. üevorii. 3. Lev(>. 1. AdiTcv(i. 2. Ardevnrii. Sexos. 1. Yappiog('i. 2. Dappioi. 3. La|iiiiogi'i. o' 1. Ai'dappíogü. 2. Ardai)pioi. Sien, es. hn 1. ÑaccallaiTí/^fr', gué. " ta 2. Na cea 1 larri/, i. ''" la 3. Xaccallarr/y«f, guc. ccaiiarücé. la lAi'raf ] Jii la (Arnaccallargué. ¿) lArnaccallari-ii. (Arnaccallai'rii. So/)/ ICO. 1. Ycliacaqquü. 2. Dischacactiguii. 3. Lisc]iacc,atq([ui (2" i?). 1. Ardischaca(|({uií. 2. Ardischacactiauii. Sonido — Dacfol Talón, es. 1. Yayyagv/ -i'd. 2. Daila/vV -rÜ. 3. LavvagY/ -ál. — 94 — Tda, as. la 1. Yoec/(', té. b 2. Doictii, rdoictii. la 3. Loecíp, té. la Pl. 1. Ardoee/í'', té. la 2. Ará'ñrfii, tii. Testículos. 1. YoTá. 2. Dcíííii. 3. LoTú. Pl. ArdoTa,^ardorá. _ 2. ArdoTai, ardoTaí. Tobillo, os. 1. Ycoseliiccammí/, ál. 2. (^o.schiccammrt/, ali. 3. Lccoschiocammá, ál. Trcn-M, ns — Neppacatá. 1. Nipi>ácca/fí, lá. ta 2. Neppacatí, i. 3. Neppaca/ff, tá. TrÍ2)as. 1. Yevolesé. 2. Davilissii. 3. Lnvelesé. Pl. 1. Ardavclosé. 2. Ardavilisii. Tuclnno. 1. Y.-;chíh. 2. Dischiguii. 3. Lischíli. Pl. 1. Ardiscliíli. 2. Ardischiyuii. ZTw, ns. 1. Yiuiá/, cti. 2. Dennar///. trii. 3. Locnní/7, m<-I¡. Pl. 1. Ardecnn«/, acti. 2. Ardennacíí, trii. Yrnn, as. 1. Yooctr?, ál. ^ 2. Dooctii vel Doosli. 3. Looctá, ál. Pl. 1. Ardooctí/, ál. ¿. Ardooetii vel Ardosli. Vejiga. O 1. Ncogonnaquí. O 2. Ncogonnagui. 3. Ncogonnaqqui. Pl. 1. Arcogonnaqqui. 2. Arcogonnaguí. Ventana ite nari\. Singular — Liimik lavak. Plural — Liimik la vacó. La vcrniija, as — Ncssó. 1. Y'ssó vel Yessó. 2 üessoi, Dcssoi. la 3. Lessó, ó. Vientre. 1. Ycvol. 2. CaviTí. 3. Lave/, iU. Pl. 1. Covfí, iU. 2. Cavildí. Voluntad — Nas.sai)iJÍctl. 1. Y'assappií^'li- 2. Dassappicti. 3. Lassappiolí. Pl. 1. Ardassappictí. 2. Ardassappictí. 1. Yevél. 2. Cavilí. 3. Lave/, ilí. 95 — Voz. Pl. 1. Covéle, covilí. ta 2. Cavildí. INDIVIDUOS DEL GENERO HUMANO, SUS ESTADOS Y EDADES. Ai)ii¡jo, os (se entiende de pecado) . 'o 1. Yedrlék, Yvvaco. h 2. Diddiguí, Diyyarí. 3. Leddék, Liyyacá. Aiitiíja 6 antigás por el nilsnio orden. Casado postlxo, iainhieii por la ¡v:i. ta Vieja, as — Coogoyc, é. Viejo, os — Coogoyéke, coogo- 0 yeccá . Virgen — \"irgen. ta ta ^^ Viuda, as — Payé, payóle. ta ta Viudo, os — Payéke, pallacá. oc. LO QUE SE PRECISA PARA ALISTAR UN CABALLO PARA MONTARLO. .llnijira — lliígainiartoh'. 1. Ypaiíannaololo. i^. l'ajíannai'toló. ;>. l.paiiannactoló. I . Arjíaiiannaololó. :2. Ar|>aganuaotolo. Anfolla — AiiiiiUa. r 1. Ñaivar/. ri. •J. Xaoi'a»/. ;>. Naooa»/. Boial — CatW (hrinino Phiral). 1. Xooaioé. h '2. Xoaisdi'í. 3. Loaii'o. Cítrona. a.t — Pofloiniatá, rí. 1. Ypagannatá. 2. ragannar/fV. ctrii. Al 0. LpagannaW. la. Pl. 1. Arpagannata. :í. Arpagannaolai. Cnivtiifa ó Bajería — Piignii- uartolé. 1. Ypagannai'tolé. •1. Pagnaaotolé ,*»>. 3. I.pagx\nuactolé. Pl. 1. Ai'paganuaotoló. 2. Arpagannootolé. Cintila. n,N" — Assoftmijiii, i. til 1, NasscK'Uírí/M», i|uí. 2. Xaííocía 3. Looyai|([uí. o Pl. 1. .Xrooyacqquí. 2. A/K'oyaiiuidí (?"!. La H diulosa, aciso soa r. Freno. o.< — Agaecii. 1. Ñiag-accá. 2. Nagarrii. i o. Xagacoá. I Pl. i. Araagaocá. te _r_ :2. Araairarrii. Jerya. a.< — Knrnlá. Xanihlr. 1. Yavalá vel Y'avalaté. 2. Davalar//, ctrii . o. Lavahí vel Lavalaté. 97 la ^ la ^ Pl. 1. Ardíjvala vel Arda Villa té. la ^ la 2. Ardavalarii vel Ardava- Jactrii. Lazo. 1. Yannagué, Xnagló. la 2. Lannaguí, Lannaglf. . r. ;Lannaguf,LannagkVe?^. ' lYanniacá, Yannih. Pl. 1. Danniguí, Danniarii. 3. Lanníh, Lanníacá. .21. la Monea, as — Avagalequedé, té. 1. Novagalequecfé; té. 2. Xovagaliquictí. 3. Novagalequecfe', té. Pl. 1. Arnovagalequec/e, té. 2. Arnovagaliquictí. Rebenque — Xora?yialrnárct€. 1. Yovarnarnácte. 2. Dovarnarnárctii. 3. Lovarnarnárcte. Recado 1. Yavalaté. 2. Davalactii. 3. Lavalaté. la ^ Kavalaté. Pl. 1. ArdavaTaté. 2. ArdavaTactii. Rienda — Para nombrar la rienda .se añade á la palabra freno ImckíL Rienda sin freno — An ñapeé. 1. Ñannafx:é. 2. XannafKirí. 3. Xannapcé. Sobrecincha — Assoetarqui-oléh la paoáchigom. la 1. Nassoctarquioleh paa.s- chigom. la 2. Xassoctarquioleh paa.s- chigom. la 3. Lnassoctarquioléh pa- aschigom. Sobrepuesto — Pagansigom. 1. Ypagan.sigom. 2. Pagannischigom. 3. Lpagan.sigom. Pl. 1. Arpagansigom. 2. Arpagannischigóm. 13 98 — ANIMALES É INSECTOS Aunara '., es - Caaláca vel Caalá. Animal ps— Yesseguiáh, Yessé. Arrstnr., es - Amn;mi\x y c\ i^m- mannigó. Araña, as - AppaTactregYÍ, á. Biseacha - Ava^íre^iTcca, Ava- guesó. Bue!^ es - YTómTolá. Eniioa- niloli'i- Burro, os - Aasclün, aaschini. O CWfc«//o, os - Aschiplfícca, As- o cipiyú- 1 Iñiarlá, Iñiar-Tacté. 2. CañarTarrii, Iñiar-cU'i. 3. LañarM, Yñiar-lacté. Pl. 1. CoñarW, Yñiar-lacté.^ 2. RcañarTami,Yuiar.clrii. Tropa de cfl&«//o'^— Aschipigrippi- r Q^jjya — YÍó anná queectáha, queeetá. Caranclw, os — Caccai'p, él. Carpincho, carpiwha — Capi- guara. ^^ aervo, os — Eppe/í, Tete. Oiinche, es, i. e. Binclinca, as — o o quommaravaé. Cola, as — Uiuiicte, Lquiicté. Comadreja, as — Aal, alí. Dorado, os — Aschaowickca, ná. Gallina - YTó anná vacca(', él. YT('> anná vacraí-, él. YTó ennoá vaacoi'i. Gama, as - Navenneh vel Na- Gallo venca. Hadejida — Vacalipi. Hembra — Aaló. ^ ^ Fon»///«, «..- YcUnác^ Yotii^ Jején, es — Dannoró, ól. Lana — Lavé. Langosta, as — Pinac, e. León, es — Essavagaéh. Lobo, os — Ennal ciuiagayeh. Loro, os — QuITíA-, ccó. Loro grande — Ele. Macho — YaTé. Manimbú ó picaflor, es — Ylan- r.o ta iTuárnicho/e, lé. Mataco, os — Nactónnae, í. o Manchólo — Cad(M. la Monte agnará — Caaldit. Murciélago, os — Nagarnaga, á. Mosca, as — Alaclární, ni. la Mosquito, os — Aval. la la Mala, as — Quela^ é. Mulo, os — Quelaek, Quelaalca. Cordero, os — Acca, \Y\ülch, Tcá. j^^^^j^^^^ „,,_ i-ldapiníh vel Ecta- Culebra, as — Quigun/Ó. ló. pingó. — 99 — Nutria, as — Nictiice, él. r Oveja, as — Accaguerect«, ul. Ylo aniu'i, Accaguect«', iíl, quei'ccti'i. ta. o Pájaro, os — Coo. ta ta Pajarilla, os — Coolé. r Paloiita, as — Goviguinnik, Co- Pafo, os, casero — Ügann/, íle. ta Pato, os, de agua — Dacca r/, \í. o b.n Pavo, os — Odardácca, Odardá. ta Pelado, os — Sinnit, Siiinictí. Perro, os — Ylo ippióco, ippiogó. Pescado ta Naí. Piojo, os — Lappagat, Lappacaté. Pique, es — Godimmáe. Puhja, aa — Yppíoco lappagat, Y])píoco Lappacaté. o o Sábalo, os — Coígosor^fífcf/, nú. o Sapo, os — Yddiloló. Sanni, es — Aschipicavék, As- cliipcayalcii. Tigre, es — Lidiartaryeh, Liyar- 0 taraéh. Toro, os. 1. Yló, ectoró, Ectoról. 2. Caloí ectoró, Ectoról. 3. Lalo ectoró, Ectoról. Pl. L Coló ectoró, Ectoról. 2. Caloí velArcaloí, Ectoról. Ectoró vel Ectoról. Trojja de caballos — A.-schipi- grippí. ta ta ta Tuymjil, es — Ectoqué lictil. Vaca, as. , \Wó aiiná vaaccá. ' I lió ennoá vaaccá. 2. CaToí anná. 3. Lalo anná. Pl. L Coló anná. 2. CaToí anná. Mtca, as. i. Yló anná vaaccá. 2. Caloi annoá vaaccá. 3. Lalo ennoa vaaccá. Pl. i. Coló ennoá vaaccá. 3. Caloí ennoa vaaccá. la 1^ la ° Venado, os — Diogoné, Diogondí. Víbora, as — Ennanaiqque vel o Ennanalca. Yeguada — Layeualipí. Yacaré, es — Annano¿, eco. n la Zorrino, os — Ynnisacca, Yn- nisá. — 100 — VESTIDOS Y SUS RELATIVOS. j^tiillo — Véase Sortija. Coral — Véase Cuenta. Aro — Lo mismo que Zarcillo. Los calzoncillos de abajo se dicen lo mismo adjuntándole la paacó. [Ainmarso. ^<'^'''"''^^> "'lAmmarsóle. 1. Ammarsó. Ammarsol (mas que un par). 2. Dammarsii. 3. Laammarsó, ól. Pl. 1. Ai'dammar.s(), sol. 2. Ardammarsii. 1 Nommá. Cama, as | ^'» (Nommalá. 1. Yommá. 2. Dommarii. 3. Lommá. Pl. 1. Ardommá. 2. Ardommarií. „ te Camisa, as — Éfamacquí, quí. 1. Nilamaqr/íí/, (juí. 2. NeTamaqu//, irí. ta 3. NeTamaqgííi, ({ul. la Pl. 1. Arnekmaqf/»), quí. 2. Ai'nelnma([u//, irí. ■ Carretel — Navoglenalé. Collar de cnenta que saben ponerse casi apretado al pescuezo, Ncolaq- que. 1. Ycolak. 2. TchcoTaguí. " 3. Lcolák. Cuenta ó Corales — Ncolá. 1. Ycola. 2. Tchcolaí. 3. LcoTülc. Dedal Naccannecten. Nolelpalacaté. Chiripá. 1. Niscliiripá. 2. Nischii'ipaí. 3. Nischiripá. Pl. 1. Arnischiripa. 2. Arnischiripai. Enagua, as — Se dicen en el mismo modo qnc ¡wl lera, jun- io tándole, j^aaró. i Ossoactarqul. Faja, as \ '» ( Ossoactarquí. 1. Ñossoactarqui. iNossoactarquí. 2. o (Nossoacquirí. In 3. Nosoactar^^í, quí. Gorra, lo mismo que sombrero. Habito í - r 1111. Hilo — Nevararnacte. r Liencillo — ^'alocco. Ovillo iColorayek, Névavancaté. Naccalectenná. 101 — bo ^ te Pollera, as — Éíoqqití, Eloqqui. ^ te 1. NíToq^iíí, qui. „ 6 ta 2. NeTogu//, irí. 3. NeToq([u/, iaca. Pl. 1. Xi'ne\oqqid, quü. 2. ArneToqíiuí'i', iví. te Poncho, os — Keppd, otó. 1. Yippó, otó. 2. Capporíi. 3. Lapp(), otó. Pl. 1. Coppó, otó. 2. Arcapporií. Reboxo, os — Neppoteh tcó. 1. Ennh ippoíe/í, tcó. 2. Cappoctií/iiü, octrí. 3. Lappoíe/í, tcó. Pl. 1. Coppoíc/i, tcó. 2. Rcappocíí'ííiííV, ctrí. í Annoviák. Pona, as\ , 1. K\\o\iák, ó. 2. Cacioviagiii, vi. 3. Alov/áA-, ó. Pl. 1. Coctovía'/í, ó. 2. Arcactoí'/rt(/i• '• 2. Ñpaguennava?', ictí. 3. Npaguennaw?, \ú. Enemigo. ta 1. Ncoagua, á. b 2. Ncoaguaí, di. ta 3. Ncoaguá, á. Femenino como masculino. Esperanza — Speecta. Espíritu Santo — Espíritu Santo. Falsedad — Mescaedá. Fé — Fé. Frió — Noomga. Fuego — Annoréli. ta ta b Gloria — Eccanoddía, Noyyá. Hostia — Eo.stia. Humo — Nessalgá. te _2j^ Iglesia — Actamnaíjijuí. i ta Liipediuieiito — Doictacatran. Infiel, es — Poctró, ól. Infierno — FiCcáannoi-ék, An- 0 noi'ck, Loddigat. Jesu Cristo — Jesu-Cliristo. s Lágrimas — Nirti. 1. Yctí. 2. Dactictí. 3. Lactí. Pl. 1. Ardactí. s 2. Ardactirí. Libro, os — Eleve', él. 1. Eyyerí', él. 2. Cactirií. 3. ETerp, él. b Pl. 1. Coctere', él. 2. Rcactirii. ta o Lux, es — Lavftcert, agá. te o Llama, as — Lavaccá, La vaga. o Mala — Adiloiyé. Malo, os — Novapéh, Adiloi- te yanayapé. Maria Virgen — Ardactée. o Manda Dios — Lelactarnák, idio- te scoctaá (iñcoctaá). te te Mentira — Nammactaíh. Missa, as — Missa. Muerta ó finadas ya sepultadas — te Loctinqué; nna: Nappaléke. Muerto ó finado, os, ya sepul- ta fados — Loctinqué; u)io: Nap- paléke. 104. — la o Nelaogá. Muerte — o 1. Yelaogá. h 2. DeTavaré. o 3. Lelaogá. Los mismos recien muertos y aún no enterrados. ( Nappále. Singular v plural < ^la I Nappalí. Todos muertos ó difuntos — Nap- 1(1 palí. ta Mundo — Lavút. Orbe — Áloá. Oscuridad — Nappalgá. Papeles — Véase libro. Paraíso — Véase Gloria. ta ta ta Parentesco — Naágavak, Naacó. Par esa — Valócco. Pecado, os — Xassoak, acó. ob 1. YossoaA% acó. a.b 2. Dacsoass?V//, rssictrí, so- aguí, Dassoarssictí, Rdassoaguí. ^ (LassoííA;, acó. ■ 'Lassoarcét. o Pl. 1. ArdassonA:, acó. 2. Ardassoacssictí, Ardas- soaguí. Pentecostés — Lcoctáppé. ta _^ Potro — Linnaga. Purgatorio. — Lactarilassaaca. Balüosa, as — Alamafcayé, Ala- 0 o o r mactrayé, ¥j\e\gagá, gagal. Bahioso, os — A\í\mí\fcaék, Ala- o mactralcá, Evelgá. Namnir. Pégalo — 1. Yammé. 2. Dainmií. ta 3. Lammé. Pl. 1. Ardammé. 2. Ardammií. Religión — Religión. Rosario — Rosario. Sacramento — Sacramento. San N. (lo mismo). Tierra — Alará. Tinieblas — Nappalgá. Vela, as — Coijarnagat, Coyarn- cate. 1. Ycoyarnjfa/, cote. ^ (Coyarnagactii. Loyarncactru. 3. 'Lcoxnvnvigat, caté. Pl. 1. Arcoyaruiíf/fif/, caté. ÍArcoyarnagactii. 2 {Arcovarncactrii, Lco\ar- nagat. Verdad — Ylik. 00 Vergonzoso, os — Poconcacta/yn'í'/i', 00 yolcá. 00 Vergonzosa, as — Poconcactaye, vé. Vida — Nrlca¡iá. o 1. Yeleagá. 2. Deleagaí. o 3. Leleagá. Pl. 1. Ardeleagi'i. •>. Árdele; 105 — Viento i.yai. Noiinu-cte. Jesús mió, fe doi mi ahiia y mi corazón, haxlo bueno — Yd- ía _£_ dios ictaaolek esanniardom ta la __?_ i(|i|uií. tüctarnactá, nañani- diminó indiennaenn. Aliora — Enneguí-idí. Al/ora, después de poco tiempo — ta Tómale. Al cauto del gaJIo (liempo fosado) — Eecanánoyené vacaGl, Ec- cuaaam(que?) aapesé. Al canto del gallo (tiempo futuro) ta — Xomanoyené vacael, No- malaapesé noyené (r?) vacaél. El Amanecer — Diotinorí. Anoche — Squeppé. Anteantenoche — Squeppeleyáúh. Anteayer — Seavitleyá. Antenoche — Squeppeleyá. I Yñiagá. Año, os < i_°- ( Yñardí. Ayer — Scavít. \ Assomgá . TIEMPOS Y ESTACIONES Domingo, os — Domingo, ol. Enero etc. (lo mismo). Escarcha — Aloní. Centella. Ai Es de dia onnagá. Dictinni. ta Náagaá. ^^'^'iLnagraa. ta Naagatá. Doce adelante — Lenne\éli. ta Oll- Es temprano? — Mallarnecteec tú"? Sí Nallarnecteectá? te Estrellas — Avacanní. Oloria — Yppigonnodiá. Hace mucho — Quischigué nc pá. ta Hace mucho tiempo? — Mancop- pá? Hielo — Aloní. Hora — Enneguicta (este mo- mento). ta Hoy — Enneguí, Ennánaagaá. Hoy por la mañana — Enneguis- cliinneeteectá. Huracán — Nonnoctclcclá. te Invierno — Noomgá (frió). ta La 7nañana — Necteectá (tem- prano). ta La tarde — La\'ít. 14 — inri — Levante — Dictiaui-yí (de lufiui- de islas). Luna, as ó mes — Sidai^ó, udí-ví. Ltínes — e Lunes'). o Lluvia — Evacaté. la Mañana — Nectée, eleyá. Mañana por la mañana — • Nec- ia teé nomallaniecteectá. Medio (lia — Nagaalavilní. Pasaclito (le las 12 — Nagalavil- ní. Media noehe — Necteecta (tem- prano). Media noche — Eppelavel. Me^ , J Sidaiírorfí.. lues, es I gj¿.^j^^^... Serrazon Niebla Ennevé. No hace mucho — Scancoppá. ta Noche — Eppé. )■ ta Norte — Rdappi^ow¿, guim. la Nubes — Loschimmá. Otoño — Lco-ctappé (al entrar de la cuaresma). Oscuridad — I,aagi'i, nappalg.'t. ta Pasadito de las 12 — Lenne\'éh nagalavilní. Pasado mañana — Necteeleyá. Poniente — Laxarschigóm vel te guim. Primavera — Nossagá (tiempo del Ijrote y del botón). o V Rayo — Noyai'uarni ossomgáo. Refusila — Nquilequectaguék. ia ta ta ta Rocío — Aya, annactiní aya. Semana, as — e Domingo, ol. ta Sol — Daassoa. Sofocamiento — Pa>'agá (de ca- lor). ta Sur — Aguirí (n?). Tornwnta, véase Oscuridad. Trueno — Yalactiguí. üracan — Nonnoctelectá. Verano — Yñiagá. Viento Telo - — Ponnocte. Akjní. ') e Martes, y Mi»?rcoles, e Jueves, y Viérues e Silbado. — l(l- COSAS DE PITAR O FUMAR Cigarro, os — Nasserarnaqqví, (¡ni. _?_ _2_ te 1. Yasserarnaq^w?, quí. o 2. Dasserarnagií//, guidí. _2_ _?_ te 3. Lasserarnaq^»?, quí. ti PI. 1. Ardasserarnaq^'íí/, quí. o o 2. Arda.sserarnag««, guidí. Está prendido — Eiiavíh. Pr; I etica : Sírvase ó agarre este ci- garro — Acconictiguit enná o o naiíserarnaqquí. Ncoppactaogué. Prcndcdlo ■ Ncoppactirogué. Préndeme este cigarro — Yctic- tiguiit ncoppactiguit*) , an-nú o o Yasserarnaqquí. Préstame tu fuego (del cigarro) — - te ^ Niavat, dolictí. ¿Queréis prenderlo? — Micschic- tii ncoppactiogué? (La c acaso sea uua i) Tabaco — Nasserch. 1. Yasseréh. '2. Dassiriguí. 3. Lasseréh. Pl. 1. Ardassei-éh. 2. Ardassii'iguí. Tahaquito — Naserolek. Libro I Eleré, elerel. Papel \ Pluma de escribir o caté. COSAS DE ESTUDIO Ennerarn- Tinta — Ennei'urnogat. Tintero, os — Ennerarnaqquí. ') Palabra escrita posteriormeute. — 108 la Ación. CASA Y RANCHO Y SUS PARTES 2. Dassommí. Cal la ^ ^ Caña, a.s — Noccolalaté. el. Cañaveral — Noccolaliilelsál. la la JL-^ Casa ó rancho — Yininch, Ymcá. la 1. Yvó. 2. Cavor/, tí. la 3. Lavó. Pl. 1. Ynicovó. 2. Ynicavorií. la Espadaña — Nactál. Espadañal — Nactalipi. tLaqquíacca. Lata, as \ _^ ( Laqquíaga. Paja, para techar las casas — Ap- ta palócco. Pajonal — Appalofííat. Pared — Alivit. ta Puerta, el cacto — Lassóin. ta 1. Yassow, mí. 3. Lassojw, mi. la, Pl. 1. Rdassow, mí. ta 2. Ráassommí, mí. Puerta, ati, lo que cierra — has- ta sompccke, pee. ¡ Y'assomvx-eM ■ I Yassompcé. í Dassompcguí. "'■ I Dassompcí. Lassompceké. Lassompcé. Raiiicda la JL. Nivarli'i. Tijera, as Nappelé. Techo — Nei>pacat.ék. Laqquiacca. o Laq(iiiiagá. Totora — Navaté. Totoral — Navalipi. Ventana — ^'cntana. — 10'.) batería de cocina y relativos Asaih — Nassegucke. Caldera, as — Nevascluirgui. O Calor — Ncnnoyagá. ta Carne — Laácte. Cántaro, os — Ncroiná, ale. 1. Nivoniíí, áTé. 2. Nevommaí. 3. Nevomá, ale. o Cebo — Nivalgá. Ceniia — Aló. Cciiidta — ATolék. r Annoccó. Comida Nai([(|ue. ta I Nemmék. Cuchara, as I ta _?_ ( Nemmacá. ta _2_ '»' 1. Yemmacá, Yemmék. ta 2. Tchardimmiguí. to _a_ ta 3. Lemmacá, Lemmék' Cuchillo. 1. Liiccácte. 2. Leeccactí. 3. Leeccácte. Pl. 1. Arleeccácte. 2. Arleeccácti. Fuego. 1. Yole, Annoréh. ta^ te 2. Dolim, ctí. 3. Lolé. Pl. 1. ArdoTé. 2. Ardolirií. Fuexjuito — Annoreccolék. Huevo, os — Lcove, -cté. Llama, a>< Lavacca. \U avaga. Olla, cw — Aceimd, di. ta 1. Niavenn», ál. te 2. Navi«/¿ií, Iní. te 3. Navenná, ál. . Pl. 1. Arnavenníí, ál. 2. Avnay'imiií, Iní. Pava — Nevascharqui. ta ta Pescado, os — Naí, Naíl. Plato, os Appeguecte. Appeccacti. 1. Ña[>pe([uócte. .j (Nappiguictií. (Nappeccaetri. (Lappeguéte. ■ (Lappecc. Ptichero — Xevolék. Sotubrero — Adoo. i. Ñadoó. 2. Nadoí. 3. Nadoó. Pl. 1 Arnadoó 2 Arnadoí. Tclal ta Lavel. te " Nivalgá. k lio COSAS QUE USAN LOS GAUCHOS Ü OTROS PARA EL CAMPO Bola, as. la 1. Ñaccarí, ri. ta 2. Naccan. rí. ta 3. Naccarí. ri. la Pl. 1. Araaccarí. ri. ta 2. Arnaccari, ri. Carreta, as — Nacoglcud, itál. 1. Yavogle««, nal. 2. Davoglini. 3. Lavoglená, nal. Pl. 1. Ardavoglená, nal. 2. Ardavogiini. Corral. 1. Nchcoippadít. 2. Ncoippadicti. 3. Ncoippadít. Pl. 1. Arncoippadít. 2. Arncoiiipadictí. Coyunda ó Guasca — Yiniik, Yrí- itayló. 1. Yannih, Yanniacá. 2. Dannigui, Danniarií. 3. Lannili, Lanniacá. Pl. 1. Ardanníh, Ardanniacá. 2. Ardannigui, Ardannia- rii. Chacra — Anenanrcd, caté. o o 1. Ainanrcá. tao 2. Cadenanrcaí. o o 3. Alenanrcá. o b o Pl. 1. Codenanrcá. 2. Cadenanrcaí. Fuerte, donde están los .moldados — ta Lai. Fusil. 1. Yogoncaté. 2. Logoncatii. 3. Logoncaté. Pl. 1. Arlogoncaté. 2. Arlogoncatii. Así de cualquiera arma de fuego. Pólvora se dice del mis- mo modo agregándole la voz Unnof/d que (juiere decir ¡Jolvo. Hacha, as. 1. Nquijijje, pél. 2. Ncjuippií. 3. Lquippé, pél. Pl. 1. Arnquippé, pél. 2. Arnquippii. Cabo de hacha se dice \o mis- mo adjuntando la palabra las- ia chi ó lava cea. Horno, i. Goctelarnaqíjuí. 2. CocteTarnaguii. - 3. LocteTarnaqquí. Pl. 1. ArcocteTarnaqquí. 2. ArcocteTarnaquií. Si es de carbón se le adjunta la palabra potcó, si de pan ctaiitd. Lanza, as. 1. Yqcp; il. 2. Caqqm'í, ilí. 3. Laqqí, ilí. — 111 Pl. 1. Afciujíjiií, ili. 2. Ar(-a([(juí/, ilí. Lanxa, as — Xa({(ju/, ilí. o Lauxa, as — Ectaquinrrijé, o 1. Nicla(|uiaryé. 2. Nectaquiarí. o 3. Necta(|uiaryé. o Pl. 1. Arnectaquiai-yé. o 2. Arnectaquiarí. Laxo, os. 1. Yannag¿fe, gló. ía ta 2. Dannaguí, glí. 3. Lannagué, gló. Pl. 1. Ardannagué, gló. te al]i. 2. Ardunnaguí, glí i'.r, Liña de pescar — Noccoiná, quét. te 1. Yoccoiná, leqquét. te 2. Doocoiní, le(|(iuét. te , '. ;;_ ' ■ - 3. Loccoiná, leqquét. leq- PI. 1. Ardoccniná, leqqél. 2. Ardoccoiná, leqquét. Para nombrar liña y anzuelo juntos no precisa to Icqqnrf. o Mordnxa — Novogongacté. V o o Plancha — Novogomjacté. 1. Yovogongacté. r o o 2. Dovogongactí. r o o 3. Lo\'ogongacté. r o o Pl. 1. Ardovogongacté. 2. Ardovogongactí (como Mordaza. Teja, as — Oiili, Ovioccó. 1. Yovíli, Yovioccó. ob 2. Dovígui, Doviorí. 3. Lovíh, Lovioecó. Pl. 1. Ai'dovíh, Ardovioccó. ob 2. Ardoviguí, Ardoxiorí. Tretna, as — Neppaeaték, tcá. — 1 2 — CONDIMENTOS Azúcar — Azúca. 0 2. Arnictimari-aí. Aceite — Niiceíte. Orasa — Nivalgi'i. Ají y todo lo ]) ira II fe. ta Sal — Oré. Pimienta — Yctiman-ar. 1. Niové. 0 1. Nictimai'rayé. 2. Novií. ia 0 2. Nictimarraí. 0 Pl. 3. Nové. 1. Aniové. 3. Nictimari-ayé. 2. Arnovii. Pl. 1. Ainictimarravé. Vinagre — ^'inag^e. PLANTAS Y YERBAS Abrojo, os — Donnae. Ahjarroho — Ammapiii/,', quí. ta ta Árbol, es — Coippdeea, pií. Bosque — Ooctí. Clavel — Clavel. I Dudasnik. Durazno \ t i Dudasniqquí. Espina, as — Ele. ele. o Flor, es — Lennoviarayé. Ilifliirrn, as Laverrarik. Laverraiqqtí. Isla chira — Ennavék. (Pl. Enne- rappegué). Manzano — Mansaník. íf! Monte (ele árboles) — Ooctí. Narrnjo — Naranquíqque. r Aiii)iguiníA-. r Appiguiniíjquí. NaccalmaíA. Nanduvai, es Oinbú Naccalmaiguí. Penca, as — Ectoniqqyíí', i. Pencal — Ectonessácte. Quinta — Quinta. Posa — Rosa. Yerba, as — Bebé. Yerba mate — Yeeddoá. (Continuará) NOTAS o SEA PRINCIPIOS DE GRAMÁTICA MOCOVÍ SEGÚN ELLOS SE DESPRENDEN DE LOS TRABAJOS DE TAVOLINI, DOBRIZHOFFER, BARCENA Y OTROS SAMUEL A. LAFONE QUEVEDO CON VOCABULARIO Y APENjjicES LA LENGUA MOCOVl La lengua Mocoví es un codialecto con el Abipon, y otros que se hablan por las tribus nómades del Cliaco. En términos de Azara es idioma uNarigal, gutural, y muy d¡fícih>, y en cuanto á lo demás, según se verá en este estudio, es una rama de la gran familia Caríbica ingertada en otra que no lo es. La geografía de la lengua Mocoví no es de fácil deslinde por cuanto tribus Juríes ó Suris, como sus prototipos los aves- ti'uces, andaban merodeando por todo el Chaco Argentino. Du- rante los siglos XVIII y XIX fueron los Mocovíes el azote del Tucuman, en 1632 ayudaron en la destrucción de la Concepción del Bermejo, Esteco y San Miguel les temljlaban y mas tarde se cotizaban todos los Municipios de la Provincia de Tucuman pai-a acudir á las fronteras Mocovíes en que los presidios de Valbuena y Miraflores, etc., apenas si eran bastantes para tener á raya á estos formidables salvajes. Desde San Miguel hasta Santa Fé, desde Santiago hasta los Cliacos del Pilcomayo bai-rian esos llanos. Hoy, si .se quiere, los Tobas los han reemplazado, sino en valor, por lo menos en la mala intención, y Mocoví como pe- ligro del Chaco solo se encuentra en la historia. Un Toba hablando de los Mocouitt decia : — cw indio malo — y si los Tobas los tratan de malos ¿que dirian los Cristianos"? En el mapa del Sr. Guillermo Araos, los Mocovíes solo se encuentran en la región tras-Bermeja, pero entre el Bermejo y Salado en línea oblicua SO. hallamos Guaycurúes, Abipones y Montaraces, y no seria extraño que entre ellos muchos sean Mocovíes: Guayi^urú es nombre general, como el de Juríes, y no particular de una sola nación. Concluiré con este curioso exti-acto del diario de Morillo, colee. Angelis, t. VI, p. 2L «A todos los de estas naciones llamamos los Españoles « Guaycurús, no porqué haya nación de Guaycurús, sino — 116 « porque esta voz de Guaymrú significa inhumanidad ó fie- te reza. Están estas naciones entre el Bei-mejo y Pilcomayo (( y tienen el mismo idioma que los Tobas». Entre estas naciones figuran los Mocovíes; precisamente donde los coloca Araos. II fonología Los signos del Alfabeto Castellano que se emplean en el Mocoví son los siguientes, que por cierto no siempre represen- tan el valor fonético de los sonidos que existen en este y los demás dialectos: til ta ta ^ ^ A, A, B, C, Ch, D, E, E, G, Gu. H, I, I, Y, J, K, L, LL, M, N, Ñ, O, P, Qu, R, S, T, U, V, Y. Estas letras llevan á veces uno ó mas de los signos inven- tados por Tavolini qiie se hallan detallados y explicados al principio del arte empezado por él. Giicheo es un engrosamiento de la t cuando liiere á una /, la regla en Al»ipon, la excepción en Mocoví, que mas bien pre- fija una c á la í al darle el aumento silábico. Niñeo es un mojamiento de la n cuando esta letra hiere una ¿. No es universal esta regla, pero se advierte las mas de las veces. La ñ, como la gn y la qu, es un recui-so del Castellano, que aunque cómodo desorienta, y desde luego es perjudicial: mas como Tavolini lo ha introducido hay que respetarlo, so pena de aumentar las confusiones y dificultades. El estudiante puede resolver la combinación en sus radicales. Sonido inicial favoi'ito del Mocoví, como nada dicen de él los autores al usarlo reconocen que repi'esenta nuestra a. Es vocal que pasa á o fácilmente. — Ex. gr. t/cossdt — mi pes- cuezo hace — el cossoctii — tu, tus pescuezos. — US ta .A. A tartamudeada : véase el valor del signo en la clave. Pa- rece que rejM'esenta una sincopacion mas ó menos así: ahaha. Como inicial, solo se encuentra en voces derivadas y en bebé — yerba — que lo puede ser también. Que hatatd sea — batata — demuesti'a que el Mocoví oye B, cuando la usamos. Lo mas probable es que b en esta lengua represente la it. consonante, ó iv inglesa. O Letra que debe ser mas ó menos la nuestra, i)ueslo que el Mocoví dice Clavel, como nosotros. El aceamí, tú, en Mocoví es akami en Abipon, de suerte que se comprende la identidad de las dos letras. Sin duda la gu- turacion es algo mas fuerte que la nuestra, y debemos sospe- char una tendencia á degenerar en J ó h, aspiración débil, y fi- nalmente s. Mucho mejor seria suprimir la tal letra en estas lenguas, porque ella obliga el ocurso á la qn ante e ó i, lo que vicia el valor fonético de los signos, por lo menos á la vista, y así se hubiese hecho aquí á no ser el temor de aumentar las dificultades y confusiones: bastará con prevenir que: ca, que, qul, co, ni ¡lodrian escribirse: Jca, Ice, Id, ko, ku vel kha, khe, khi, kho, khu vel jka, jke, jki, jko, jkii, según la guturacion mas ó menos fuerte que corresponda á la palabra. ■) Con el tiempo acaso se ilesCTilira que hi VI es iiiiu li'd-a lueilia eufrc la C y la T. Basli' esta advertencia para poner al estudiante sobre aviso. — llí) — Pelleschi, observador muy exacto, en su vocabulario trae: ajcami = tú = accami de Tavolini*) CU Letra que se usa mucho en Moco\'í, pero no como en Abi- pon: en este idioma es mudanza casual de t cuando la sigue una i, mientras que en Mocovi el cambio mas bien es de t á fi. Nischiripá es Chiripá, así que nuestra Ch y la Mocovi por ahí andan. El Mocovi dice ti francamente, esto seria imposible en Abi- te pon. Sin embargo en el verbo huir advertimos — ^'erbo FJ. Y-ichi — til huyes Y-icti-i — vosotros huis; así que podemos decir que el chicheo de la t es de regla en Abipon, una casualidad en Mocovi. Letra que en Mocovi representa la r suave en Abipon, esa misma r inicial que los Españoles cuando la oían en Quichua escribían y pronunciaban como si fuese I, así: Lima — por Rimac. Luna — por Runa, hombre. Como inicial de tema pocas veces se encuentra, como pre- fijo de articulación es su uso muy común. Su valor fonético se explica con las siguientes trasliteraciones: Dudasnik — Durazno. Dancisco — Francisco. Yeddoá — Yerba. Nota. — La 6 es un signo que distingue á esta d por r: á veces se pone á veces nó. No siempre hallamos el signo en la D, articulación inicial que repre- senta la R Abipona. Ex.: Abipon: Rihe = Mocovi: Dissiá — Deseo, ') So sospecha quo la letra C 6 K inicial teuga tendencia A tlesaparecor juntamente con su voca a, y que esto exiilique la falta de prefijo personal en la 2" persona de la generalidad de los verbos. — 120 ta Letra muy usada por razones que se expresarán al tratar de la morfología. Es letra poco consistente y una i la asimila. La E puede llevar ta ó tartamudeo, ehche. C3- Así como la D es un trineo linguaL la G es un gorgoreo gutural: ambas letras son una especie de E. Esta G las mas de las veces va acompañada del signo ° de guturacion. La G debe llamarse mudanza casual de 7? gutural. G-TJ Este signo es un recurso del alfabeto Castellano para igua- lar el valor fonético de la a i final infaltable. — 139 — En 1" de plural los prefijos típicos son R, Y ó (".o ve! Cod, lo demás es refuerzo. I.u 2" persona reproduce íntcgi'a ó modilicadas las [larliculas de 1-' pero subfija la i infallaUlo ii la raíz cu .m forma plural, y la tercera ¡lersona reproduce la del singular. Dobrizliofi'cr da una serie de ejemplos curiosos. |)ero que hien analizados carecen de las dificultades que el con tanta razón pondera. Su articulación es la siguiente: 1. Y - 2. Gr — i 3. L — 1. NY— 2. Gr - i 3. N — Los ejemplos que cita son i'egularisimos, y i'esponden \\ los cánones fonológicos que se establecen aquí. T ante i hace chi; K ante i hace qui ó qiü, etc. La r poi' / final se halla también como excepción en jMocoví. El ejem|>lo con N es fleccion re- forzadií con esa letra. Yo, que tengo á la vista el vocabulario diclio de este autor*), pero que, según ól mismo lo declara, debe ser del Padre Brig- niel, podria suplementar la lista con verdadei'as dificul lados, por ejemplo: Anima — Ilguigí. L 1-gigui Pl. 1. Arguigi 2. Ar-g^uigi 2. Arguígil 3. Il-guigi Braxo — Caal;it. Pl. Caalcate 1. Ir-caalat Pl. 1. l']r-caalate 2. Er-caalachi 2. El-caálcachirí 3. caalát 3. El-car. I.iinias. — 140 — para establecer la comi)leta anulogia entre lo princiíJal de las dos articulaciones. En el Toba ludíamos mucho mas desorganización de i>ar- liculas: el entrevero con el Mataco parece que ha sido conti- nuado, pero á pesar de todo prima cierta ley, que se ajusta á la base Abipona y Mocoví como f|ue los tres son dialectos hermanos. Del Manuscrito del padre Barcena *) sacamos la siguiente articulación que es la mas general y como tal se puede llamar típica : 1. Y — 2. Ad — 3. L — Pl. 1. Go vel Ca — 2. Ca vel Co — 3. L — Cad Cad Ya se dijo que la d y la r se confunden, así que el Ad es un Ar posible, como el Cad. un Gr. La Y y la L iniciales en este como en los otros dos idiomas son respectivamente índi- ces de 1" y 3^ persona. Lo que falta en el Toba es la i linal de 2", omisión ésta que acaso aprendiei'on de los Matacos ó Moja-Baures. Por Hervas y Adelung sabemos (|ue la articulación posesiva del Guaycurú se ajusta á la típica del Toba, y también li la Mocoví-Abipona. Hela aquí: i. Y vel In — 2. Ca, Can, Cad — 3. L vel N Pl. i. Co, Con. Cod — 2. id. — 3. id. Lo estraño es (jue por un solo momento se haya dudado del parentesco del Guaycurú ó Mbaya con el Mocoví-Abipon. Razones fundadas en el vocabulario de Cervino me inducen á creer que el lengua pueda tener la siguiente articulación: 1. Y — 2. D (i?) — 3. L Me fundo, 1" en que los nombres de partes del cuerpo en muchos casos empiezan con el índice Y, 2° en que Sagjalda es — yo te quiero, — jalanda — di tu, — daneküe — esi)era tu. — Da — toma, Y 3° en las voces fjue empiezan por L, letra ([ue como i'adi- cal no suele ser principio de dicción en este grupo de lenguas. En el corto vocabulario, del Payaguá (|ue figura en uno de los apéndices de la obra de Mansfield titulada «Bi'azil, etc.», tenemos toda una serie de articulaciones, que se deduce de las voces, y de las apreciaciones que las acompañan. Recomiendo el 4" i)árrafo de la pág. 497, un ejemphj del valor (jue tiene *) Bibliotccii Mitre. — 141 — una observación hecha con conciencia: la duda del autor es la prueba del tilólogo, sin ella nada sabríamos acerca de punto tan curioso y útil para estudios de esta clase. La articulación parece que es la siguiente: 1. Y vel S — 2. D — 3. L — La oración que cita Manstield de Adelung aunque adolece de errores de trascripción, prueba que Y es — mi — y I su, de él. Mas adelante he interpretado la voz Sahalda, — yo te quiero y ham sahalda — mi amor por ti. — en (\\\e resaltan la s — yo — Y da — te. El Lengua llama al Payaguá — Euvevc así (jue no se con- funden estas dos naciones, que según parece hablan casi un mismo idioma. Tampoco cabe confusión con el Guaycurú que para el Lengua es Kaxalok, ni con el Mbaya, f|ue para él es Guaigo. Gamo se vé todo en estos idiomas es típico, aunque variado: el circulo en que todo gira será grande, sus radios serán de difei-ente largo, pero su centro ó punto de ¡tartida es uno. Las irregularidades y excentricidades pasarán de una circun- ferencia á otra, pero no se extralimitan de la extrema. Existe historia de estas lenguas durante casi 300 años, y no se nota esa diferencia de articulación que podria esperarse si estos idiomas fuesen inorgánicos, como se ha dicho. Los vocabu- larios cambian, el mismo Dobri/.hoffer nos cuenta por qué i'azon, pero las articulaciones, no se hallan en el mismo caso: una letra no seria para un salvaje, ni de buen ni de mal agüero, ni podria renovar el dolor de los deudos sol)re\¡vientes, y si acaso tal sucediera, aún podria servirnos de explicación en cuanto á la diferente articulación de nombres y verbos. Las mismas letras C y D, articulaciones iniciales de 2^ per- sona, no son elegidas al acaso, pues la C ó Ca viene á ser la radical del pronombre de 2" perona; y la D como R que es, apunta en dirección á la R de segunda en el Guaraní y dia- lectos Caribicos: el contacto Geográfico-Etnico está de mani- fiesto. \Il DEL GENERO Dice Dobrizhofter: «Tienen, (los Abipones) un género mas- culino y un géne'ro femenino, pero no el neutro, ele. » l'',sto es mas exacto que la negativa redonda de 'I'avolini. La ver- dad es ésta, el ¡NIocoví tiene género natural y lo expresa me- diante cierto cambio de letras, jiero carece de ese giro grama- tical de los idiomas Aryanos y Semíticos, que reconoce un género abstracto de las palabras en sí, con sus concordantes terminaciones. K\ Mocoví tiene dos modos de liacer sentir el género en las palabras, el uno inicial y el otro final. El inicial se efectúa por medio del cambio de la primera vocal, y se usa i)ara los pronombres: Inni — el — hace — Anni — ella Edast'i aquel paraih Adassó — aquella En el plural ambos géneros usan una sola forma, que es la masculina : Ennoá — esos, l'Jnnoá — esas El final sirve pai-i modiíicar los nombres que se refieren á individuos con sexo. En Abipon: Ariaik es — itn bueno, Ariayé — una buena (^achergaik — un viejo, (^.achei'gayé una vieja Es decir (|ue la /,• tei-minacion de masculino se unida en h. que lo es de femenino. 1^1 Mocoví liace otro tanto: la la ICogodack — un pobre, Eogodaé — una pobre Con este [ii'eámiiulo ptidemos pasai' :i los Pronombres De- mostrativos que son lairiosísimos, y (jue en Abijion como en Mocoví se ajustan a! sexo del individuo como ya lo indiqué arriba. — U3 — Me valgo siciniJi'o do Dobrizliuffer: «Mus el pronrjinlii'o do \n 3-' persoiui, él, ella, se varia en razón de la situación ú coloí^acion de la persona á quien ó de quien se habla. Por ejemplo, él ó ella según que esté. El Ella Presente Enelia Anabá Sentado Híñiha Háñaha Recostado Híriha Háraha Parado Háraha Háraha Caminando (visto) Ehahá Akaha ( no ristoj 1 Ekaha Akaha Como se ve el Abipon también usa el (/ como vocal inicial de femenino en sus demostrativos. En Moco\'í tenemos : Aquel Aquella 1. Parado Edasó Adassó 2. Moviéndose Eso Assü 3. Se^itado Innissó Annissó Sus plurales de ambos géneros 1. Eddoassó 2. Essoá 3. lyyoassó Ese Esa 1. Sentado Inni Anni 2. Parado Eddá Addá Enna Anná 3. Acostado Iddi Addi Sus plurales de ambos géneros 1. Ivvoá 2. Ennoá. Eddoá 3. Ivvoá Este corto cuadro comparativo está lleno de instrucción. 1° El Abipon prefija una h donde el Mocoví la omite. 2" La terminación ha del primero equivale á só del segundo, lo que demuestra que la sibilacion Mocoví puede repre- sentar la aspiración Abipona, crgo, que la S como arti- culación de flexión verbal debe buscarse en la h de la misma, y que la ó Mocoví en este caso también repre- senta la a del Abipon. — 144 — 3" La d Mocoví una vez mas ocupa el lugar de la r Abi- pona, lo que es un argumento en favor de que cd = gr. Todo esto está tan claro que basta si nos limitamos á un ejemplo: h = s, á = ó; lioho = hu = so por sustitución y síncopa. Ehaha es lo mismo que Eso. En estos pronombres la n, d, y, son las radicales, y com- prendemos porque pueden usarse como aumentos y refuerzos en la fleccion verbal. El contenido de estos pocos párrafos puede considerarse como un descubrimiento, y á propósito reproduciré lo que Latham dice en el Prefacio de su obra «Elementos de Filolo- gía comparada», p. XI, Ed. 1862: íi Descubrimientos. Como regla general estos pertenecen tan exclusivamente al buen sentido, que al valerse uno del método científico se imponen de suyo, y por lo tanto poco le deben á lo audaz ó heroico». Desde Europa nos inculcan que establez- camos las leyes fonéticas de las Lenguas Americanas y aquí va un contingente. Estos cambios los considero típicos en todo nuestro continente. (continuará). LOS MUSEOS ARGENTINOS De « El Censor -, Bucms Aires, 7 Ociulire de 1SS7, CARTA DEL SEÑOR HENRY A. "WARD Visitoiiüs hace poco tiempo el distinguido naturalista noi'te-americf no, Se- ñoi' Henry A. Ward, cuyo nombre es honrosamente conocido en el mundo cientí- fico, por la dedicación que ha hecho de su vida al cultivo de las ciencias naturales. Habiéndole oído decir, en una entrevista interesante con cjue nos honró, que el Museo de La Plata puede calificarse como uno de los diez mejores museos del mundo, y comprendiendo que la opinión de un hombre tan competente podia hacer fé sobre el estado é importancia do nuestros museos, le pedimos tuviera á bien enviarnos sus impresiones con el objeto de trasmitirlas á nuestros lectores, y he aquí la carta que nos envia desde Rio Janeiro, de retii'ada ya para los Estados Unidos. Eio lio Janoii'O Seticiuljre 23 de 1889. Señor Don Luis Maria Gonnet, Director de El Censor. Buenos .Vires. Muy Sfjlor mío, Mucho siento ijue mis viajes y otras ocupaciones durante los dos meses tan ajtiradables que he pasado en su Beüe République, no me hayan permitido cum- plir la promesa (pie le había hecho á Vd.; pues seguramente, habría tenido mucha satisfacción en manifestarle la impresión que me han producido los museos de de ciencias naturales existentes en el pais y que he tenido el placer de conocer. Ai'inque tarde ya para satisfacer debidamente los deseos expresados por Vd., y hallándome en vísperas de embárcame para Europa, le remito algunos extractos do un artículo titulado : Los Muscos y hombres cienti/icos de la República Ar- yealina, que estoy escribiendo para el American Journal of Sciencie, el primer periódico cientifico de los Estados Unidos. Abrigo la esperanza de que en las pajinas que acompaño, hallará Vd. algo i|ue le pueda interesar. Saluda á Vd. S. afmo S. Henry A. W.vrd. Al llegar á la capital de la República Argentina, una de mis prime- ras visitas fué al Museo nacional. Hacia muchos años que me habia prometido la satisfacción de conocer este museo. Por medio de las publicaciones que, durante un cuarto de siglo, viene haciendo su venerable director, el Dr. don Germán Bur- meister, las colecciones reunidas en este museo son mejor conocidas en los Esta- dos Unidos que las de ningún otro establecimiento de su clase en la América del Sud. Sus descubrimientos y las descripciones que ha hecho de los grandes Me~ 19 — Ii6 — ¡latlicrium, Mijlodon, Glyptodon, y otros fósiles de las pampas, nos han fami- liarizado tanto con esos monstruos de otras épocas como si fuesen animales mo- dernos. Desgraciadamente, el museo no está abierto para el público, sino los do- mingos; sin embargo, se tuvo conmigo la gran deferencia de facilitarme litire ac- ceso á todos sus salones, pudiendo visitarlos y estudiar su contenido siempre y por todo el tiempo que quisiese. Rien puede Vd. imaginarse el placer que me proporcionaban estas visitas. ¿Qué no darían nuestros paleontólogos norteamericanos por hallarse, una hora, siquiera, en presencia do aquellos fósiles antiguos, cuyo interés inherente, que ya es muchí- simo, es casi igualado por su valor histórico? pues señalan las etapas de la his- toria de la geología. Son muchas las series de estos grandes fó.síles; aquellos ipie estaban incompletos han sido integrados con las partes que faltaban. Están dis- puestos, en su mayor parte, por el centro de dos larg'os salones, lo que facilita su estudio por todos los costados; aquí están diversos fósiles completos, de diferen- tes edades, del Gh/ptodon, gigantesco progenitor de los armadillos que hoy re- corren toda la panqja, formando sus madrigueras hasta en las mismas sepulturas de sus formidables antecesores; allí hay dos excellentos especímenes del Scclido- theriiiin, otros dos del MyJudon, y otros tantos del Megatherium, esos in- mensos tardígrados cuyo descubrimiento reveló á los sabios de Europa la existen- cia en e.sta parte del mundo, de animales extintos, desconocidos hasta entonces para la ciencia Además de estos fósiles y do los restos de animales modernos, el museo cuenta también con una pequeña colección de minerales; entre estos hay una mteresan- tlsima meteorita que, hace nueve años, cayó en la provincia de Entrerios. Es de carácter carbonáceo, siendo esta meteorita la segunda de su clase que, hasta aqui, se haya descubierto. Es de lamentarse que un museo tan importante, por su valor intrínseco y tra- dicional, esté tan mal alojado, hallándose sus tesoros depositados en cuartos an- gostos, mal alumbrados y de techos bajos, accesibles únicamente por una larga y cansadora escalera de madera y un estrecho corredor; el local destruye todo el efecto que producirla esta valiosísima colección si estuviese convenientemente dis- puesta y si fuese presentada al público en un edificio adecuado. .... Antes de llegar á este lado del continente, ya me hablan hablado los naturalistas chilenos del gran museo do ciencias naturales y de arqueología de La Plata. También habla visto en Buenos Aires los dos grandes volúmenes en cuarto mayor, (texto y láminas), que acababa de publicar el profesor Florentino Ame- ghino, y C[ue contienen descripciones de una parte de los fósiles de este musco. Este inagnun opus es una contribución muy oportuna y valiosísima á la ciencia paleontológica argentina. Excitado por tantos motivos mi interés, aproveché de la primera ocasión favorable para conocer este nuevo museo. Pero antes de ocuparme este establecimiento, diré dos palabras de la ciudad donde se halla si- tuado. La Plata es una ciudad única en su género; en ciertos respectos, no existe probablcmcnttí su igual en el mundo entero. Ya había quedado completamente asombrado de lo que había visto de esta República, con sus maravillosos progre- sos materiales y sociales. Como americano, acostumbrado á oir las alabanzas que hacen todas las naciones á los Estados Unidos, me quedé muy sorprendido al con- vencerse de que, en más de un punto, nos está sobrepujando nuestra República hermana del continente del Sud. El aumento de la población por medio de la in- migración, de que tanto nos solemos jactar, es aqui mucho mayor. En Bue- nos Aires existen bancos que disponen de más capital que los nuestros; hay mayor numero de periódicos y se hace más uso del teléfono que en ninguna ciudad de los Estados Unidos, sin hacer excepción de Nueva York. — 1Í7 — La ciudad do La TMala fiivo su origen en la necesidad en que se hallaron los habitantes de la provincia de Buenos Aires do fundar una capital, habiéndose convertido la ciudad de Buenos Aires en la capital de la nación. Por consi- g-uiente, en 1882 se hizo la traza de una ciudad en la pampa lisa, cerca del gran rio, que "parece un mar, 30 millas al sudeste de Buenos Aires, y esta pro- jcctada ciudad fué bautizada con el nombre do La Plata. Hoy, que han pa- sado siete años apenas, La Plata es una ciudad de 60.000 habitantes, y se cal- cula el valor de sus fincas, inclusos los edificios lu'iblicos y el puerto, en doscienlos miUones de peaos! Esta ciudad, que se ha levantado por encanto en el desierto, no es una colección do casillas de madera, con veredas de tablas, y fangales por calles, como son casi todas nuestras poblaciones de rápido crecimiento al oeste del Mississipi. Por el contrario, consiste de calles anchas, largas y ma- jestuosas, á cada uno de cuyos costados y sin interrupción, se encuentran lineas de elegantes casas do negocio y habitaciones particulares; en su mayor parte con- sisten estas de piedra tallada ó de estuco, con hermosas fachadas y cornisas ar- tísticas. Muchas de estas calles están sombreadas por hileras de árboles al borde de sus espaciosas veredas en suntuosas avenidas y bulevares. Los edificios públicos están bien repartidos por toda la ciudad, y cada uno es un verdadero palacio por sus grandes dimensiones y su pomposa arquitectura. Asi .sucede que el viajero que llega de Buenos Aires, al salir de la elegante estación del ferrocarril, se encuentra de una ciudad que, venga de Londres, París ó Nueva York, le sorprende y le deleita por su magnificencia ar(juitectónica. Por el costado oriental de la ciudad, al extremo de una de las principales avenidas, existe un espléndido parcjue de más de mil acres (250 cuadras). Este parque contiene espaciosas avenidas, largos caminos para rodados y hermosos paseos entre sus bosques de eucaliptos, y sus jardines de arbustos y flores. Aqui serán ubicadas diversas instituciones científicas, que fundará el gobierno déla provincia (1). De estas ya existen dos, bien construidas y perfectamente dota- das: el gran Observatorio astronómico y el Museo do La Plata. Este último es un espléndido edificio de hermosa arqUitectiu'a griega. Su cuerpo central lo for- man dos pisos elevados, con un pórtico sostenido por seis altas columnas corintias y á él se llega por medio de una ancha escalinata de nuirmol. Desde este centro se extienden dos alas de un solo piso, que forman hermosos edificios laterales, cada u?io de los cuales termina en un hemiciclo cuyas graciosas curvas forman el tér- mino de aquel lado. 135 metros e.s la lonjitud total del fronte del edificio, cuya fachada es, á la vez, sencilla y de elegante ornanientacioii, ln que es muy notable para quien busca en el estilo arquitectónico alguna indicación del objeto y de los jiropósitos de un edificio. Encima de cada entrepaño del frontispicio, hay nichos circulares, en cada uno do los cuales está artísticamente colocado el busto de ta- maño natural, de algún célebi-e sabio ; aqui figuran Aristóteles, Lucretius, Lineo, Lamark, Cuvier, Huniboldt, Darwin, Owen, Broca, Burmeister y otros. El área superficial del musco es de 6U00 metros cuadrados, y su primer piso está dividido en diecisiete extensos salones que se comunican por medio de espaciosos arcos. Inmediatamente, al entrar, la visita se encuentra en una gran rotunda, que se abre en elevada cúpula por medio de una galería sostenida por estriadas colum- nas de hierro. La ornamentación de esta rotunda es sumamente artística. Entre cada una de las muchas puertas que desde aqui conducen á las diversas partes del edificio, están cubiertos los espacios de las paredes por grandes pinturas al fresco, que representan escenas de los pasados periodos geológicos de la actual Reiiúljlica (1) La Facultad tic Agrouuiiiia y Wfrriiiaria df la Pioviufia il(^ riiriiiis Aires, y la K^íciirla de Artos y Olieius de la iiii^iiia, levantan eu este momento grandes construeeiones inmediatas al Museo. — lis — Argentina. En estas pinturas se lialla el hombro iirimitivo, el argentino pre- liistórico, en presencia de los animales del periodo cuaternario, formando cuadros realistas que suelen parecer audaces en su concepción, pero que no son, en re- alidad, sino una exposición de los hechos adquiridos por la ciencia. Oti'as de estas pinturas representan escenas características de la geología y la geografía física ar- gentinas, de naturaleza gráfica, y perfectamente calculadas para entusiasmar á la visita é inspirarle interés en las colecciones que debe estudiar. Estas son de Mi- neralogía, Geología, Osteología conii>arativa. Zoología, Paleontología y Arqueolo- gía. Pero más que todo, este es e.strictamcnte un Museo Argentino: y es este distintivo característico lo que hace que esta colección tenga especial interés para el extranjero que visita el pais, como que también constituye su principal impor- tancia para este pueblo. Todo cuanto contiene el museo, con pocas excepciones, pertenece á la gran República Argentina, cuya historia natural, desde los tiempos más remotos hasta el dia de hoy expresa é ilustra. Es de sentirse que en nuestro museo nacional de Washington, no se haya adoptado este plan, que nos habria dado un museo verdadero y distintivamente nacional. En la dispcsicion de los sa- lones, como en la clasificación de las diversas colecciones, el señor don Francisco P. Moreno, fundador y director del museo, ha adoptado la teoria de la evolución, como la que mejor ilustra el desarrollo gradual de las faunas que han vivido en la extremidad sud del continente americano. Por este método j)ucde empezar el c]ue visite el museo con el estudio de las formas de vida que pertenecían á las jiri- meras épocas geológicas, y, pasando de fauna en fauna, llega hasta la época ac- tual. El departamento paleontológico del museo de La Plata, constituye su principal gloria. A mi me causó este departamento inmensa sorj)resa, — fué toda una re- velación, — tan poco preparado me hallaba para encontrarme en esta parte del mundo con colecciones semejantes. Aqui hallé ocho anchos salones, do una lon- gitud total de 155 metros, completamente llenos de series de fósiles que ilustran las sucesivas formas de vida en las épocas geológicas pasadas, empezando con los Mohiseos y Triiohilas de la formación siluriana, y siguiendo por cada [¡eriodo su- cesivo ha.sta los grandes mamíferos de los periodos terciarios y cuaternarios. A(]ui se exhiben á los que estudian la ciencia y que cjuisieran ser los biógra- fos del mundo, millares de formas extintas, y con esta procesión de la vida ani- mal al través de los siglos, ipiedan llenados muchos de los claros de la ciencia. Bien puede afirmarse que, con el Museo de La Plata, ha contribuido América del Sud con un valioso contingente á la hi.storia geológica del hemisferio austral, demostrando una riqueza infinitamente superior á la de las contribuciones de Australia y África del Sud. Es verdaderamente asombrosa esta riqueza del musco en la maravillosa fauna de las vastas j)ampas. Conociendo pc:-fectamento todos los grandes muscos del mundo, jamás se me ocurriera que podria presentárseme aún tantas formas ente- ramente nuevas. Tarea asaz dificil, y completamente fuera de los limites posibles de un articulo destinado á un periódico, seria el tratar de hacer una descripción' por ligera que esta fuese, de todas estas formas generalmente desconocidas. Voy á recorrer rápidamente los fósiles, por grupos, en el orden en que so hallan colocados en el museo. El primer salón está destinado á las formas fósiles más anti- guas, Trilohitas y otras, de Tierra del Fuego, Patagonia y las formaciones pri- marias de Mendoza y San Juan, y también conchas jurásicas de los Andes, con crus- táceos y plantas de las formaciones ligníticas. Aqui, también se encuentran los restos de gigantescos Dinosaurios, de las estratificaciones cretáceas de Patagonia, con las palmas y araurarias de que se alimentaban esos monstruos. El segundo salón está dedicada á la fauna terciaria austral, y á la que descubrió — lío — Davwin en aquel célebre paraje de Monte Hermoso, en la parte noreste de Patagonia. Ademas de los restos de peces, tortug:as enormes y pájaros, este salón contiene proxjínamente doscientas especies diferentes de mamíferos fósiles. El tercer salón, con su superficie de 500 metros cuadrados, está lleno de Eden- tados fósiles. Hay ya armadas unas veinte carapaces de diferentes Gh/ptoilontes, cuatro Mylodontes, un Lestodonte y un Scelidotlicrium, además de centenares de cráneos y miembros completos, y millares de huesos sueltos de estos extraños Edentados. Por primor vez en mi vida he podido estudiar la familia á la que en los Es- tados Unidos damos el nombre común de Gh/ptodonte, y he podido ver sus di- versos géneros: — Praopus, Toliipeutcx, fíophphoriix, Pauochtiis, Dirdicin-tis y Eiitaliís, todos éstos, además del Gh/ptodoiite tipico. Entre éstos se encuentran al- gunas de las formas mas extraordinarias de todos los niamiferos extinctos. En ninguna otra de las creaciones de la naturaleza, se lian visto colas tan estrambó- ticas pegadas á cuerpos tan grotescos. El cuarto salón está ocupado exclusivamente por los Mcgalharoidcs. Ya hay armados tres esqueletos de Mcgathcrium , pertenecientes á dos especies dis- tintas. En el quinto salón se hallan los fósiles del To.codonte y de la Macrauchenia. Dos espléndidos especímenes de cada uno de estos extraños monstruos de tipo ana- tómico sintético, están armados; hallándose llenos los estantes de sus cráneos, mandíbulas y otras porciones de sus esijucletos. El sexto salón está destinado á los caballos, llamas y -ciervos fósiles, de espe- cies extintas. En el séptimo salón hay abundancia de restos de Mastodontes y Ballenas fósiles. Y, por último, el octavo contieno una importantísima colección de los carnívo- ros y roedores pampeanos. Uno de estos últimos es una especie de Hijdrocho:rus, un carpincho fósil del tamaño de una vaca. Mientras yo visitaba el museo, se armaban varios especímenes do los grandes Edentados, y los laboratorios estaban llenos de materiales que esperan su turno para que sean preparados y colocados en los galerías. Por esta reseña, necesariamente ligera, sus lectores no tendrán sino una idea muy pálida de los tesoros paleontológicos de este gran museo; y, sin duda, se sorprenderá cuando declaro que, en ninguno de los museos públicos ó privados de los Estados Unidos hoy, ni en museo alguno de las capitales de Europa en la úl- tima ocasión cuando yo los visité, durante el año 1885, existen colecciones tan numerosas de grandes fósiles armados, de ningún orden de mamíferos, como la que hay aquí en el museo La Plata. Tan sorprendido estuve de cuanto vi en él, que mi primer visita me parecía un ensueño en el ipie me habla entregado á sa- borear las delicias de fantásticas visiones. Solo después de repetidas visitas pude convencerme de que todo aquello era, en efecto, una realidad. Después de los salones ya enumerados, ocupados por la Paleontología, siguen otros tres, destinados á la Zoología, moderna: — uno con Mamíferos y Pájaros montados, otro con Reptiles y Peces, y el tercero con Crustáceos y Moluscos. En el primero de estos .salones, ocupan una posición central algunos grupos perfecta- mente ejecutados de los animales de gran bulto del país ; y en vidrieras, á lo largo de las paredes, está dispuesta en gran proftision la rica fauna aérea. Entre los Mamíferos, abundan especialmente los curiosos Roedores y Edentados que son tan notables en esta parte del continente americano. Del último orden hay nada me- nos que siete distintas especies de Armadillo, desde el pequeño Pichicierjo (Clda- mydophorus truncatus) de cinco pulgadas de largo, hasta el gigantesco Priono- dontc que mide casi un metro. El Piclncieyo con el gran fósil Ghjplodonle, de — 150 — lo jiiüs fio largo, nos presentan los dos extremos fie la vida carapaceada de los Edcnladús. En estos salones inspira gran interés el estudio de la repartición a(jul, en el hemisferio austral, de los tipos, ó mas correctamente, do los grandes rasgos ca- racleristicos de la fauna existente en iguales grados de latitud á ambos lados del ecuador. Esto es m\iy notable en los pájaros. Los géneros que tenemos en los Estados Unidos y en Canadá, tienen aquí sus congéneres, ó tipos muy semejantes. En algunos pocos casos, la especie es idéntica en ambos hemisferios. La Pinna (Fclls c(mcolor), por ejemplo, que está tan diseminada por todo el continente norte- americano, abunda igualmente aquí, extendiéndose hacia al sud, por toda Pata- gonia, hasta el Estrecho de Magallanes. A juzgar por los especímenes en el salón de Invertebrados, la vida marina do esta costa del Atlántico del Sud, á la voz que repite muchos de los géneros del hemisferio del norte, lleva cada especie hasta algunos grados más distante del ecuador; la observación de este hecho me causó mucha sorpresa y me inspiró gran interés. Citaré como ejemplos, los géneros Oliva y Yoluta, que en nuestro he- misferio no so encuentran más al norte que los 30 grados de latitud, mientras que aqui son muy comunes en Bahia Blanca, á los 39 grados de latitud sud; siendo asi que la Yohiln es muy abundante en el Estrecho de Magallanes, á los 53 gra- dos de latitud. Mucha ha sido mi satisfacción al hallar cpie esta generalización, que ya había hecho yo en África al comparar las formas de vida correspondientes á las extremidades norte y sud del hemisfario oriental, resultase comprobada tam- bién en el hemisferio occidental. El distintivo característico del museo de La Plata, con sus colecciones especiales, ofrece grandes facilidades para estos estu- dios de la distribución comparativa. Los dos últimos salones se destinan á la Osteología comparativa; contienen esqueletos armados y cráneos sueltos de gran número de animales terrestres y ma- rinos. Estos están dispuestos en vidrieras colocadas en el centro del salón, y á lo largo de las paredes; están muy bien armados y rotulados con sumo esmero. Aípi' puedo estudiarse las diversas especies de focas y leones marinos, como también los cetáceos, de los que las costas patagónicas han dado á la ciencia tantas for- mas. Entre éstos hay varias grandes ballenas, algunas de 23 metros de largo; uno de estos cetáceos es un Hijperoodonle, un espécimen excelente, y completo en todas sus partes. Pertenece á una especie nueva, cjue Moreno ha llamado, por Burnieister, el Btjpcroodon Bunneisteri. También hay en este dopartanionto es- queletos de Oren Maiialhjnicfi , Epiodon atistrale, y de la rara é interesante Pon- toporia. Además de las secciones mencionadas, el museo contiene un departamento dos- tinado á la Antropología y la Anjueologia argentinas. Esta sección so compone de cinco grandes salones, con una superficie total de próximamente mil cpiinientos metros cuadrados. El liombro argentino, moderno y prehistórico, esta aquí repre- sentado por nada menos que ochenta esqueletos armados, y mil cráneos. Los implementos do piedra, hachas, mazas, lanzas, flechas, saetas, bolas, etc., alcan- zan á cien mil, próximamente. Sus detalles llenarían wn grueso volumen y me es absolutamente imposible tratar de enumerarlos. Solo pueden compararse con las grandes colecciones de nuestro museo Pea- body en Cambridge, las del museo Saint Germain, cerca de Paris, y las de Lon- dres y Copenhague. En este departemento, como en el de Paleontolongia, el va- lor de las colecciones está immensamemento accrocontado por la profusión de especímenes individuales. El inmortal Agassiz, al fundar su museo Cambrige de Zoología comparativa, tomó por principio fundamental, que incesantemente repetía, este lema; No existen dnjilicados en la naturaleza. A muchos do nosotros, sus — ir.i — aUimnos, nos parecía exag'erarlo semejante aserto. Mas, el tiempo se ha encar- gado (le justificar sus opiniones. Cada fragmento de fósil, cada hueso aislado, bien estudiados, algo nuevo nos enseñan ; algún hecho, alguna verdad, algún de- .sarroUo que le es absolutamente propio, resultado, siempre del minucioso examen de cada parte separada. A este respecto, es incalculable el valor científico del museo de la Plata. Son tan abundantes sus materiales, que el que estudia la naturaleza y desea conocer ó describir alguna forma especial de la vida ya extinta, la Iiallará aquí con los más completos detalles ilustrativos. Los catálogos de estas colecciones, de por si, formarían enciclopedias de la ciencia; y si fueren ilustrados por dibujos ó foto- grafías de las formas principales, prestarían servicios incalculables á los estudiantes argentinos que, á causa de las distancias, no pueden conocer personalmente las colecciones que en gran parte, especialmente las ipie pertenecen á las secciones paleontológica, antropológica y arqueológica, han sido donadas al museo por su fundador y Director, pues fueron el fruto de viajes emprendidos por él á sus pro- dias espensas con este objeto en vista. Su valiosa Biblioteca ciontifica, de miles ilo volúmenes fué también donada por él á este establecimiento. Y nuiy especialmente aprovecharían estos catálogos, asi ilustrados, á los pa- leontólogos y arqueólogos europeos (1). ¡Cuan poco conocen estos señores, cuyos viajes se limitan á los paises de Europa, las inagotables fuentes de información, en su ciencia predilecta, que aqui les espera, y que están llamadas, algún dia, á asombrarlos! Mientras tanto, van en constante aumento estas colecciones. No pasa un mes sin que salga alguna expedición de exploración, ó que no regrese alguna con sus docenas de cajas de fósiles ú otros especímenes.... Estos museos, que he descrito tan someramente, junto con otros que existen en las ciudades mas pequeñas de la República, y un importantísimo jardín zooló- gico que se ha formado en el hermoso Parque de Palermo, á una hora de distancia de la capital, son nobles monumentos levantados á la cultura científica é ilustración del país. Permanecerán como centros de estudios para lo que se de- dican á la investigación de los pasados y actuales cambios físicos, y del desarollo y distribución de la vida animal en esta República. Henry a. Ward. (1) Actualmente se hacen estos catal(5gos con las ilustraciones que requieren y para su impresión hay instalados en el museo talleres completos de imprenta y tle distintas formas de reproducción. En ellos imprímese esta JRevista y los Aiuíks del Museo. PROYECTO ESPOSICION RETROSPECTIVA ARGENTINA MOTIVO DEL CUARTO CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA La Piala, Mayo 2ü de ISSO. Señor Ingeniero Don Francisco Seguí, Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Querido Amigo, Me preguntaste en qué trabajo y aprovecho la fiesta de la patria, uno de los raros descansos que tienen los empleados del Museo, para decírtelo por escrito, ampliando de este modo nuestra ultima conversación. No son muchos los que han tenido paciencia para escuchar el vasto plan que forma mi programa desde hace muchos años; y no son pocos los que han dudado del éxito ante ia amplitud de los horizontes que abarca. Soy soñador y como tengo voluntad, me empeño en realizar lo que sueño, " he delirado grandezas » pero he realizado el Museo de la Plata, á costa de cuantos sinsabores, tu lo sa- sábes ; creación que encierra la primera parte del programa y de la cual estoy sa- tisfecho. La segunda que consiste en engrandecer el establecimiento hasta conse- guir que sea el primero en su género, deseo lógico de todo padre, y darlo á co- nocer, compensando los sacrificios hechos por la Provincia para su fundación y progreso, es materia de mi trabajo actual, que espero llevar adelante con la misma voluntad que á su servicio he puesto hasta el dia, para corresponder al honor que el Gobierno me hizo al confiarme este trabajo. Quiero (¿ue no se me culpe de haber prometido más de lo que puedo dar. Tenemos ya establecido un museo, ahora es necesario (jue este sirva á la Pro- vincia que lo ha creado y que la sirva, no de un modo pequeño, egoísta, sino que contribuya en la mayor esfera posible al progreso intelectual de sus habi- tantes. Tengo sumo interés en que, como siempre te lo he repetido, los hombres de ciencia estudien nuestras colecciones, y hagan público el resultado de sus in- vestigaciones, y abrigo la esperanza de que no ha de transcurrir mucho tiempo sin que, ayudados por esos hombres divulguemos datos preciosos para el adelanto de las ciencias. Pero no basta esto : deseo algo más. Desde hace diez años vengo pensando en una Exposición retrospectiva Aryentina y creo llegado el momento de llevarla á cabo. De aquí á tres años solemniza toda la América el cuarto centenario del desembaniue de Colon, y nosotros los platenses celebraremos tam- bién, el décimo aniversario de la fundación de esta ciudad que hemos visto nacer y crecer. — 153 — Se habla de organizar para esa focha una exposición internacional en Buenos Aires, en cuya sección nacional mostremos los ai-g-entinos las múltiples fuentes de riqueza que disponemos, ante los cuales podrán considerar los extraños el pode- rlo de nuestra patria. La Plata, la última capital fundada, pudiera ser el asiento de la Exposición retrospectiva, en la cual recorreríamos con los ojos y el cerebro la larg-a serie de hechos físicos y sociales que han concurrido á la elaboración de lo que en esa fe- cha será nuestro pais. Santiago de Chile celebró en 1873 la Exposición del Co- loniaje en la cual desfiló todo el antiguo Chile, desde los tiempos de Valdivia has- ta la administración Bulnes, reuniendo á este fin todos los libros y manuscritos, objetos de arte y trofeos de armas, trajes y útiles de uso doméstico etc. con cu- ya antitesis se engrandeció la República trasandina en los tiempos en que se rea- lizó la Exposición. La Exposición retrospectiva de la Plata seria mas vasta; tendría un interés mas general, pues reuniríamos en ella la historia completa de nuestro suelo á partir de las épocas mas remotas. No solo reharíamos nuestra historia en su acepción mas amplia, sino que también contribuiríamos al conocimiento de la historia de la Tierra en uno de cuyos pedazos mas favorecidos hemos formado patria. Desde hoy podemos contar con numerosos materiales para este fin. Con los objetos acumu- lados en los museos de la República, reconstruiríamos los tiempos anteriores á la conquista española, y muchos coleccionistas distinguidos conservan verdaderos te- soros que ilustrarán las edades siguientes. Con estos elementos por base, no veo gran- des dificultades para convertir en hecho e.ste pensamiento que tu has aceptado con sa- tisfacción. Llevándolo á cabo, la ciudad mas antigua (recuerdo la Buenos Aires de Pedro de Mendoza) y la mas moderna de la República, conmemorando hechos es- tremos de la historia humana sud americana de cuatro siglos, nos mostrarían : la primera, el presente y grandioso porvenir, y la segunda el lento y prodijioso pa- sado; una los elementos con que contamos para seguir adelante, y otra los que han desaparecido después de actuar en la larga lucha por la existencia desde lo ig- norado hasta el dia, para hacer que seamos lo que somos. El museo de la Plata será la base de tal Exposición. Su rápido progreso exijirá antes de mucho tiempo un gran ensanche del local actual y lo aprovecharíamos para. esa Exposición si exigencias de otro orden no designan lugar mas conveniente. ¡Qué lapso de tiempo enorme podrá recorrer la imaginación si es que reali- zamos tal Exposición retrospectiva ! La noción de años, siglos, miles de estos, seria vaga, pequeña, ante la magnitud del pasado. Miraremos mentalmente lo que ha sido á través de las edades el territorio argentino de hoy. Veremos como intervienen en su construcción las acciones dinámicas internas y externas, y como se ha desarrollado, á través de las vicisitudes de la costra terrestre, la magestuosa evolución biomórfica propia de estas latitudes australes, cuyo último resultado somos quizás los hombres. Representaremos el espectáculo de los in- mensos paisajes tantas veces alterados y retocados por las mismas fuerzas que los crearon, desde que la vida latente no había tomado formas tangibles, hasta hoy, en que los trasatlánticos cruzan nuestros grandes ríos y la locomotora atraviesa la base del jigantesco Aconcagua, que fué en otros tiempos profundo le- cho de mar. Resucitaremos con el pensamiento, ayudado con sus vestigios, los organismos que actuaron en esas escenas perdidas, que desenterraremos de sus tumbas, y desfilarán ante nosotros los seres que progresan y se ti'ansforman, y las Horas y las faunas de otras épocas aparecerán en sus colosales proporciones au- mentando en número y variedad. Asistiremos á la aparición y desaparición de los menos favorecidos en la lucha desigual que se llama progreso, y asi de etapa en etapa biológica, nos encontraremos frente á nuestro semejante. No nos será — V,í — difícil hallar en nuestro territorio los elementos para un cuadro de la primera sociedad liumana en este suelo en la época de la piedra, que en este momento tengo delante encarnada en un indio fueguino ijue talla puntas de flecha ala manera del hombre llamado fósil, sirviéndose de los mismos instrumentos que este. Ascen- diendo en la evolución social, reconstruiriamos la vida física y moral de los pue- blos civilizados cuyas ruinas históricas están esparcidas por todo el territorio ar- gentino. Presenciaríamos las guerras de esos pueblos con los vecinos que domi- naron, y cruzarán luego por delante do nosotros, vencidos en sus penosas emigra- ciones hasta sucumbir en las soledades australes. Nos asombraremos ante las pruebas evidentes de las relaciones internacionales que existieron entre estas y otras naciones geográficamente muy distantes, que también perecieron victimas de la implacable ley indicada, y nos acercaremos asi al descubrimiento de América por Colon. La tarea entonces será mas fácil, pues á los huesos, las armas de piedra y metal, los trabajos de tierra cocida y la tradición oral, agregaremos la pala- bra escrita, y ayudados por añejas crónicas, reharemos la epopeya de la con- quista austral, iniciándola con la reconstrucción de la primera Buenos Aires para la cual no faltan documentos. Veremos el duro y lento ascender de los pueblos al amparo de la espada y de la cruz, hasta que adultos, con fuerzas propias, se des- ligan de la lejana metrópoli. Asistiremos á la lucha por la libertad y festejare- mos su triunfo, pero lamentaremos los tiempos difíciles porque atraviesan esos pueblos, que caen y se levantan hasta que se declara la cuidad de Buenos Aires cabeza de la nación y se funda La Plata estableciéndose asi, sobre sólidas bases, la nacionalidad argentina. Este rápido bosquejo te mostrará la magnitud de la obra cuya idea te someto. Para realizarla seiúa necesario que nos ocupásemos en ella algunos hombres tra- bajadores y de buena voluntad, los que no faltan felizmente en la República. Quizá fuera también conveniente estender la esposicion á todo el continente austral, pero esto será materia de discusión una vez que tengamos resuelto lo bosquejado. Tu conoces bien el museo y sabes que hay en él una buena base ; además tengo excelentes noticias de las comisiones exploradoras que he enviado á dife- rentes puntos de la República, las que en breve aumentarán nuestras colecciones con otras valiosísimas : las unas con los restos de faunas pérdidas, las otras con los vestigios de sociedades que actuaron al norte del territorio. Hoy mismo he recibido cartas que me anuncian descubrimientos de importancia excepcional. He iniciado también la impresión de los « Materiales para la historia física y moral del Continente Sud-Americano desde los tiempos mas remotos», en la cual publicaré no solo lo que contenga el Museo, sino todo documento, sea original ó reproducción de inéditos ó raros, para lo cual cuento con los recursos del arte moderno que he reunido ya en este establecimiento. Estos materiales pueden ser- virnos mucho. Busco hoy quien quiera encargarse de un , señalado por Buffon, que se ha continuado haciéndose lie acuerdo con los trabajos de Swainson, Forbes, Dar\\¡n, Woodward, Wallace, Agassiz, Sclater, Blyth, Alien, Mac An- drew, etc. Aunque el número y los límites de las grandes regiones geoográficas naturales, terrestres ó marinas, varian un poco se- gún los autores, puede decirse, sin embargo, que las líneas principales del mapa están trazadas y que los descubrimientos idteriores modificarán muy poco sus contornos. Pero debemos señalar ciertos puntos cuyo examen merece toda la atención de los naturalistas y de los viajeros. Con el fin de ordenar la esposicion de estas cuestiones, las estudiaremos sucesivamente en esta forma : 1" Faunas terrestres. (Faunas continentales. — Relación de las faunas continentales actuales con las faunas cuaternarias de las mismas regiones. — Estudios de las faunas de las grandes zonas geográficas terrestres. — Examen de las faunas insulares terrestres). 2'' Faunas fluviátiles. (Fauna de los lagos. — Faunas de las aguas subterráneas). 3" Faunas salobres. (Faunas de los estuarios. — Faunas de las aguas semi-saladas. 4" Faunas maiúnas. (Faunas de [¡oca prurundidad. — Pro- blema de los istmos. — Faunas pelágicas. — Faunas marinas de las grandes profundidades. — Disti-ibucion de los animales en los mares de temperatura constante). 5" Disti-ibucion geográfica de los animales fósiles. I. — FAUNAS TERRESTRES Faunas continentales. — Las divisiones jirincipales de ios continentes en regiones zoológicas terrestres, están fijadas sa- tisfactoriamente, pero si echamos una mirada sobre una carta geográfica, es fácil notar que deja algo que desear bajo el punto de vista de la esploracion. No liabhu'cmos de la I'^uropa por sei- ella bien conocida. — 161 — pero si del Asia, donde seria muy útil determinar, en todos los puntos que se pudiera, el extremo límite de la dispersión do las formas europeas cuya presencia es indudable en la Si- beria y sobre la meseta del Tibet. Entre las formas europeas señaladas en Asia, las unas se refieren á la región germánica ó septentrional, las otras ú la región lusitana ó circamediterranea. ¿Puede trazarse, en Asia, un límite entre dos sub-regiones correspondientes, á saber, la sub-region siberiana y la sub-region tártara de Sclater? ¿En donde colocar el límite de la fauna china propiamente dicha y de la fauna indo-china? ¿Es en el Tonkin, en el Yunnan ó en el Laos? Por otra parte ¿Cuáles son las límites de las faunas india, indo-china y china del lado del Tibet, hacia donde con- verge también la fauna asiática central ó tártara? La esploracion del Tibet tiene, por consiguiente, la mayor importancia bajo el punto de vista de la demarcación de limi- tes de las diversas regiones geográficas que lo circundan. La de Turkestan, desde algunos años, da resultados dignos de la mayor atención. La distribución de ciertos tipos zoológicos en Asia, solicita también toda la atención de los viajeros. ¿Cuáles son los li- mites, al N., de los Monos, de los que una especie (Semno- pithecus Boxellana) llega hasta Mongolia? ¿Cuáles son las esta- ciones extremas del Tigre al N. y al O.? ¿Qué área ocupa el León de Asia? ¿Puede trazarse la carta exacta de la distribu- ción de los Faisanes? ¿Hasta que grado de latitud N. se han encontrado Cocodrilos? Podemos considerar algunas partes de Asia como desco- nocidas : tales son la Corea, el Laos, la gran isla de Hainan, donde parece que habitan grandes mamíferos. El conocimiento de Arabia es también incompleto ; sin embargo, suscita una grave cuestión de geográfia zoológica. ¿Existe, en efecto, una región natural que comprenda los esta- dos ribereños del mar Rojo (Ejipto, Abisinia, Arabia), ó bien, la Arabia tiene una fauna particular muy distinta de la del li- toral africano que le es opuesto? Bajo el punto de vista de la geográfia zoológica, el África será, aún durante mucho tiempo, la región terrestre mas difícil de descifrar. Entre los problemas cuya solución se impone, sin tardanza, puede citarse el trazado al S. de los Estados ber- beriscos, de la línea divisoria de la fauna circamediterranea por una parte, y de la fauna africana central por otra. La esploracion prolija del Sudan es pues necesaria y no ]>uede — 165 — dejar de (laníos lus mas preciosos dalos. Es posible que esta lí- nea divisoria describa curvas inesperadas y que se modifique notablemente al acercarse al valle del Nilo. Hé aquí otra cuestión: la fauna del N. de África ha cam- biado considerablemente desde tiempos no muy lejanos. Sin i'ecurrir á la paleontología de la época cuaternaria, sabemos que en los tiempos históricos, el Elefante de África y otros grandes animales africanos se acercaban al litoral mediterrá- neo. ¿No podrían fijarse sus etapas? La región africana occidental ó región de la Guinea parece tener suficientes caracteres para distinguirse de la región central africana: pero sus límites al Norte, al Sur y sobre todo al Este, son completamente arbitrarios. Quizá se encuentre con- finada en una banda estrecha del litoral, al Oeste de la región africana central, pero en todos los casos difiere radicalmente de la fauna litoral, correspondiente al Este de África (Mozam- bique). Las mismas observaciones pueden hacerse respecto de la región austral africana, que parece limitada á las tierras veci- nas del litoral y que es, en cierto modo, una estension de la gran región central africana trasportada á aquel sitio. Admitiendo esta hipótesis, la región central africana tendría una estension absolutamente insólita. Pero este hecho, único en la distribución geográfica de los animales terrestres, está probablemente relacionado con la constitución orográfica del continente africano elevado desde el período paleozoico, sin que haya sido cubierto de nuevo por los aguas del mar. Esta' estabilidad en su forma principal explica la ausencia de in- tromisión de los elementos zoológicos estranjeros y la unifor- midad de la fauna terrestre del Norte al Sud y del Este al Oeste. La fauna de la América del Norte es ya conocida en casi todos sus detalles: los naturalistas americanos dirijen desde hace veinte años sus esfuerzos hacia los Estados del Oeste, conquistados hoy para la civilización. Debemos apuntar, entre los motivos de estudio, el del me- canismo de la difusión en el Norte de América, de los tipos europeos, representados allí, sea por especies idénticas, sea por formas estrechamente ligadas entre sí y teniendo por con- siguiente, un origen común en los tiempos geológicos ante- riores. Es indudable que una fauna terrestre circumpolar uniforme, existe al Norte de Europa, de Asia y de América. Pero, ¿Cuál — inr, — liu sido el centro de difusión de esta launn? ¿Qué camino lian seguido las especies en su emigi'acion? ¿Suponiendo que el centro haya sido al Norte de Asia? ¿Han seguido esos animales la ruta de las islas Aleutianas en la época en que este archi- piélago, vestijio de un istmo, no estaba constituido aún"? Si el centro está al Norte de la Euro])a? ¿Han pasado esos aniniides por el Spitzberg, el Norte de Islandia, Groenlandia, unidos por un continente desaparecido completamente hoy dia? Lo igno- ramos; aunque la primera hipótesis es preferible. La paleontología de la época cuaternaria nos ayudará á i-e- hacer la historia de esas grandes emigraciones zoológicas. Li- mitémonos por aliora á inducir á los naturalistas á confeccio- nar, para todas las especies, comunes á Europa, Asia y Norte América, una lista exacta de las localidades donde se les en- cuentren, acompañada de los mapas de su repartición, si fuese necesario. El estudio de la fauna terrestre de la América del Sud, aunque menos adelantado que el de la América del Norte, está ya casi suficientemente fijado. La esploracion mas completa del interior del Brasil es, sin embargo, uno de los desiderata de la ciencia. Lo mismo sucede con la parte sud de ese con- tinente. La comparación de la fauna terrestre del Sud de la Amé- rica con las de otras tierras australes, con el fin de averiguar los caracteres generales de una gran fauna antartica, es muy digna de recomendarse á los naturalistas. A pesar de haberse ya tratado con autoridad esta materia, no creemos que se hüXü dicho sobre ella la última palabra. Poco hay que decir sobre la Oceanía; sólo (|ue (jueda por estudiarse una gran parte del continente australiano. La pre- sencia de animales terrestres de tipo australiano en la Nueva Guinea y las islas Molucas es digna de atención, y seria útil levantar los mapas de distribución de esas formas separadas de su centro de difusión. La esploracion completa de la Nueva Guinea y particularmente de sus regiones montañosas deberá dar excelentes resultados en este sentido. El interior de las otras grandes islas de la Oceanía, espe- cialmente las de Borneo y Sumatra, es todavía casi descono- cido de los zoólogos. Relación de las faunas continentales actuales con las faunas cuaternarias de las mismas regiones. — La paleontología de las capas cuaternarias y de las cavernas, demuestra que, en — IGT — esa época, la distribución de los animales que se han perpe- luado hasta nuestros dias, era nuiy diferente. Dedúcese de esto que el estudio de la faunas cuaternarias es indispensable para comprender la historia de los tipos actuales, y que este estu- dio la completa admirablemente. He aquí la lista de algunos animales actuales que vivian en Francia, en Bélgica, en Ingla- terra y en Alemania durante el período cuaternario y que ya no existen allí : Francia. Ovihos moschatus, Biso, europaus, Cerviis tarandus, C. í] -P/ canadensis, Antílope Sa'iya, Ursus ferox, Guio liis- cus, etc. Béi.c.ica. Antílope rupicapra, A. Saiga, Ovibos moschatus, Ca- nís lagopus, Guio luscus, Cervus tarandus, Arctomijs marmotta, Myodes lemmus, Hystrí.v cristata, Lejms variabilis, etc. In(;i,atp:rra. Ovibos moschatus, Cervus tara/mlus, C. alces. Guio lus- cus, Castor fibcr, Mi/odes lei»iir/is, etc. Alkmania. Oribos moschatus, Canis lagopus, Myodes lemmus, M. forquatus, Arctouiys pusilla, Alacfaga jaculus, Sper- mojjhilus altaicus, Lepus variabilis, etc. Por consiguiente, en estos cuatro países, existia una mezcla de especies, de las cuales, unas han emigrado hacia las regio- nes árticas donde se han acuartelado hoy dia en el antiguo como en el nuevo continente {Ovibos moschatus, Myodes lemmus, Canis lagopus, Cervus tarandus), y otras se han esparcido por las inmensas llanuras del Asia (Antílope Satga, Alactaga jaculus, La- yomys pusíllus), de los que algunas viven actualmente en los Pireneos y los Alpes {Antílope rupicapra, Arcfomys marmotta), y de las que una solo se encuentra aliora en el medio dia de Italia y al Norte de África {Histrix cristata). Además, esos mismos yacimientos han proporcionado frag- mentos óseos de animales que pertenecen hoy á la fauna afri- cana, pero con ligeras modificaciones en sus caracteres específi- cos; Hippopotamus amphibiiis, Hycena crocuta, raza spelcea, Felis leo, raza spelesa. Así, es según el predominio ejercido por esas diversas clases de animales, hoy árticos ó de regiones tórridas, que se ha podido determinar la sucesión de los períodos de calor y de frió, que han sido causa de tantas inmigraciones é emigraciones de faunas de vertebrados, producidos en Europa. Es la antigua estension de los ventisqueros cuaternarios, la — IfiS — que sólo nos permite comprender la distribución paradojal actual de algunos animales que viven, por un lado, en las regiones árticas circumpolares, y por otro, sobre algunas montañas de los Alpes sin estaciones intermediarias. Por ejemplo, un pe- queño molusco terrestre: AcantJdnula harpa (Say), del Norte de América, de la Laponia y de la Siberia, ha sido recientemente descubierto en Suiza; otro molusco: Vértigo alpetris Alder, de la Laponia y de la Siberia, vive igualmente sobre las montañas de la Suiza. El estudio de las flores y especialmente el de los musgos ha confirmado también esta hipótesis. Estudios de las faunas de las grandes zonas geográficas terrestres. — Los progresos de la geografía zoológica nos en- señan que la superficie del globo no debe dividirse solamente en provincias ó regiones zoológicas. En efecto, existe una dis- tribución de un orden mas general siguiendo las grandes zonas de la esfera, y esas divisiones homoiozóicas están caracteriza- das por géneros representativos comunes. De esa manera puede constituirse una gran división por medio de la reunión de las zonas paleártica y neártica, y despojando sus respec- tivas faunas, se encontraría un número considerable de formas representativas, indicando por eso mismo un oríjen común, más ó menos antiguo, siguiendo el estado mas ó menos avanzado de su diferenciación. Aquí, las relaciones de esas zonas, pa- lei'irtica y neártica, son fáciles de comprender, lo mismo que su origen común, á causa de la convergencia del antiguo y del nuevo continente hacia el polo boreal y de la reunión de sus tierras por un enorme casquete de hielo. Pero no sucede lo mismo en el hemisferio austral ; el África, la Nueva Zelandia y la América del Sud terminan á una con- siderable distancia del polo antartico. Resulta pues, que las relaciones zoológicas de las faunas terrestres australes se en- cuentran aun rodeadas de la mas completa oscuridad, no obs- tante, es de esperar que se busquen rastros, no solo en los vertebrados (i), sino también en los moluscos y articulados.. (1) A primera vista parece que la distribución de las aves brevipennas puede explicarse por la existencia de un antiguo continente austral, porque los Rhea de la América del Sud, los Struthio de África, los Broniceiis de Australia, como tam- bién los ^-Epi/ornis cuaternarios de Madagascar, los Dinornis cuaternarios y casi contemporáneos de Nueva Zelandia, los Apteríx de Tasmania y Nueva Zelandia, son representantes del tipo brevipenna en las diversas tierras australes. Tero es necesario no olvidar que el Avestruz de África, suele remontar hasta Argelia y que otros brevipennas como los Cnsuarius habitan actualmente las Molucas, la Nueva Guinea etc., islas todas situadas al Norte del Ecuador. Por último, el género Stru- — 169 — La gran zona homozóica inlerlropical, formada por la reu- nión de las zonas paleotropical africana, paleotropical oriental y neotropical, esta caracterizada por la existencia, en los di- versos continentes, de géneros comunes acomodados al calor y que faltan ó son muy reducidos en las regiones templadas. El estudio de esas formas animales adquiere una gran impor- tancia con respecto á su origen que puede ser esplicado, sea por los cambios considerables en la temperatura de las diversas regiones del globo antes de la época actual, sea por antiguas comunicaciones entre los continentes, sea enfin por una marcha concordante de la evolución de formas animales primitivas, habiendo constituido con el tiempo ramas distintas y separadas hoy geográficamente. Podríase citar como ejemplo la distribución geográfica actual de los mamíferos del género Tapirus. Estos animales no viven sino en la América central {T. Bairdi), la América del Sud (Tapirus aniericanus y Pincha/yus) por una parte, y la península de Malacca y la Malesia por otra {1. inclicus). De que modo explicar á la vez la dijuncion de sus estaciones y su acanto- namiento en una gran zona terrestre intertropical? Es probable que tuviei'on por antepasados Tapiros terciarios, que habitaron al mismo tiempo las regiones templadas ó mas cercanas al Polo Norte y las regiones intertropicales. Cuando la tempera- tura disminuyó en el Norte, las dos ramas de Tapiros se reti- raron, una hacia la zona paleotropical oriental y la otra á la zona neotropical donde viven todavia. La historia paleontológica de los caballos puede explicarse de la misma manera. Este tipo evolucionó en el antiguo como en el nuevo continente, pero el tipo (Jabalío se extinguió du- rante el período cuaternario en América, mientras que ha se- guido perpetuándose en el antiguo continente donde las espe- cies del género Equus son numerosas tanto en Asia como en África. Entre los pájaros, los grupos representativos en las regiones geográficas mas lejanas tienen una evidencia innegable. Recor- daré el hecho bien conocido de los Trocküídcü (Colibris y Piija- Ihio existía en el Mioceno áe los Siwalicks (S. Asiaticus) y en las capas de Hipparions de la isla de Samos (S. Karatheodoris). Estas formas fósiles fueron precedidas probablemente por diferentes pájaros del eoceno de Francia (Gastornis) y de Inglaterra (Macrornis, LitJiortii.i, Megalornis, etc). De tode esto puede colegirse que los actuales brevipennas no provienen de un continente austral, pero si, que son restos de un considerable grupo zoológico de pájaros [Cursoren ó Ra- iitce) que tuvo gran importancia en los tiempos geológicos. T. I. ' 22 — ]7() — ros-moscas) limitados á lu América, pero representados en Asia, África y Oceania por los MeliplmgidcB (Souimangas). Con el mismo propósito puedo señalar la distribución de algunas galli- náceas : según Oustalet los Crax. y Penelope de América, los Numida de África, los TaUegallus y Meyapodiiis del Sud de Asia y de la Australia, son tres grupos representativos y tuvieron probablemente un origen común. Del estudio de los moluscos pueden sacarse ciertos ejemplos que demuestran que un gran número de Gasterópodos terrestres tienen una vasta distribución intertropical y no existen en las regiones trias ó templadas ; citeremos los géneros Vagimih, Slreptaxifi, Strnogyra, Helieina, Oijclophoms, etc., que son comunes en el antiguo y nuevo continente. Examen de las faunas insulares terrestres. — Desde hace algunos años las faunas insulares lian sido investigadas con el mayor esmero. Este estudio reserva á los naturalistas con- tinuadas sorpresas ; sus resultados aún negativos tienen una importancia innegable. Recordaré á este respecto que la au- sencia ó el exiguo número de animales terrestres propios de la gran Bretaña, es uno de los argumentos mas sólidos para sostener esta tesis : que la Inglaterra en una época geológica no muy remota, formó parte del continente europeo, y que por consiguiente, sus animales terrestres eran los mismos, no ha- biendo tenido tiempo de modificarse. Pero la exploración de islas, rodeadas por una gran profun- didad de agua, ofrece comunmente resultados mas positivos. El naturalista deberá, por consiguiente, estudiar los siguientes puntos : 1" Existencias de formas especiales y acantonadas; 2" Relaciones y afinidades mas ó menos pronunciadas entre los grupos de especies de una misma isla; 3" Determinación de las afinidades ó de las diferencias entre la fauna insular y la fauna, ya sea de las islas vecinas, ya sea del continente mas cercano, con el fin de establecer, si fuera posible, el centro de difusión de las formas insulares ac- tuales, ó de reconocer, por la muy pronunciada especializacion de esas formas, si la isla ha sido separada de los continentes desde un período geológico muy lejano. 4" Comparación de las formas actuales insulares con la fauna cuaternaria, á ñn de distinguir las especies verdadera- mente indígenas; 5° Examen rigoi'oso de las formas exóticas introducidas por — 171 — el Iiombi'G y que se sustituyen, ú veces con exti'aordinaria ra- pidez, i'i las formas autóctonas; G" Medios diversos de que se vale la naturaleza para tras- portar en las islas' las formas continentales, cuando el centro de difusión se lialla muy distante; 7" 'N^ariaciones en la estatura, el color y otros caracteres de los animales insulares; deformaciones y atrofia de ciertos ór- ganos, etc. Varios son los puntos del globo que se prestan mara\illo- samenle á estos diversos estudios; pero dudo de que se halle en otra parte un campo mas vasto de observaciones que en las islas de la Atlántida, esto es en las Azores, Madera, las Canarias y las islas del Cabo Verde. Su clima, generalmente benigno, ha permitido que estas islas hayan sido completa- mente csploradas en casi todas las ramas de la historia natu- ral. Se lia podido comprobar la existencia en cada archipié- lago, de grupos de animales diferentes de los de otros archi- piélagos. En Madera, la existencia de capas fosilíferas cua- ternarias terrestres, ha permitido formar la lista de las especies de moluscos autóctonos y de conocer así las formas introdu- cidas por aclimatación en una época histórica (Watson). En otros puntos del globo, hasta en Europa, el examen de las faunas insulares ha revelado las particularidades mas in- teresantes. Citaré particularmente las localizaciones de especies de Mo- luscos terrestres y de otros Invertebrados en las islas de Malta, Gozzo, Lampedusa, como también en las islas del archipiélago griego. Las faunas de las islas mas estensas de Europa ; Córcega, Cerdeña, Sicilia, Creta, Chipre, ejercen y ejercerán durante mucho tiempo aún la atención de los zoólogos. Fuera de Europa ¿Necesitaré recordar las faunas extrañas de las islas « Mascareñas », faunas estinguidas en parte sólo desde unos cuantos siglos? El hombre ha visto en Mauricio el Dronte (Didus ineptus) destruido hacia el fin del siglo xvii, el Gigante (Leguatía gigan- tea), el Aphanaptheryx Broecki, etc. En la isla Rodríguez contem- pló el Solitario [PcxojjJiaps solitaria), el pájaro azul y una gran Tortuga del grupo de las Elefantinas {Testudo Vosmaeri). ¿Existe acaso un jiecho de distribución geográfica mas im- previsto que él de la localizacion de enormes Tortugas terres- tres en islas tan reducidas como son las del archipiélago de Al- dabra, en el Océano Indico, y de los Galápagos en el Pacífico? En los Galápagos lu localizaciou es completa, pues cada espe- cie de Tortuga queda continada en una isla. Los pájaros de los Galápagos son también dignos de notarse; se hallan en ellas tres especies de Mirlo burlón, teniendo cada una, una zona de habitación insular distinta y, sobre 26 aves terrestres, 21 ó acaso 23 no son conocidos fuera de este archipiélago. Los moluscos terrestres son también todos especiales en ellas. La esploracion de los mas pequeños islotes puede dar lugar á descubrimientos impurlantes; en el archipiélago del Cabo Verde, los islotes Branco y Hazzo, casi deprovistos de vegeta- ción y careciendo de agua, están habitados por un gran Lagarto {Macroscincus Oocteaui) que no existe en las otras islas mucho mas estensas. Una pequeña islita, Nossi-Mitziou, cerca de la costa O. de Madagascar, tiene una fauna conquiológica muy notable y alimenta una especie gigante del género Oychs- toma (G. Ouvierí). Al lado de la Isla Mauricio, que carece total- mente de serpientes, levántase en el mar la Isla Redonda, emi- nencia volcánica aislada, en donde se han descubierto seis especies de Ofidios y dos Lagartos particulares, no entrando en cuenta otros animales (Arácnidos, Escorpiones) acantonados sobre ese peñasco (Barcklay). Se hace pues indispensable el determinar exactamente la población zoológica terrestre de cada isla. Debemos desterrar esas designaciones de zonas de habitación demasiado vagas como « Filipinas, Antillas, islas de la Sonda », etc. Este método añejo daba una idea muy falsa de la distribución geográfica de las animales terrestres. En efecto, el examen de la población ma- lacológica de las Antillas, por ejemplo, demuestra las mas vi- sibles diferencias entre las faunas de cada una de las islas de esa región. Culta, Jamaica, Haiti, Puerto-Rico, Martinica, Gua- dalupe, etc., tienen respectivamente sus moluscos terrestres propios y no se ligan entre si sino por un número muy corto de formas comunes esparcidas igualmente sobre el territorio americano. Tal contraste en esas faunas insulares, hace creer que pertenezcan estas á provincias zoológicas diferentes. Pero, por otra parte, sus moluscos de agua dulce son casi los mis- mos; sus pájaros y sus insectos presentan una enorme pro- jjorcion de formas idénticas. Resulta de esto que el valor de los elementos empleados para caracterizar las faunas terrestres es muy desigual y que debe darse la preferencia á los animales sedentarios (Moluscos, Reptiles), mas bien que á aquellos cuya constitución les permite volar (Aves, Insectos), por tener estos en general una área de distribución mucho mas estensa. — 173 — Además, la comparación de los varios animales terrestres que pueblan las islas de la Atlántida, nos conduce á las mis- mas conclusiones. Mientras que los moluscos indijenas de las Azores, de Madera y de las Canarias son completamente dis- tintos, las aves de esos archipiélagos son esclusivamente euro- peas, esceptuando scMo dos especies {Regulas maderensis y Co- laiiiba tivcnz). La distribución de los insectos es menos pre- cisa. Sobre 1,480 coleópteros de las Canarias y de Madera, 360 son europeos y los demás especiales. En las islas Azores la proporción de los coleópteros es mayor; 175 sobre 212 es- pecies. Sólo un estudio esmerado de la geología de las islas puede indicar las afinidades de sus faunas con las de los continentes vecinos y hacer sospechar su continuidad en una época, mas ó menos lejana en los tiempos geológicos. Así, la fauna ma- lacológica actual de la isla Trinidad (Antillas) prueba que esta isla tuvo comunicación con ^'enezuela ; lo mismo que el con- junto de la fauna terrestre de la península Malesia y la isla de Sumatra demuestra que las islas de la Sonda tuvieron conexión en el extremo meridional de Indo-China. Por el contrario, las divergencias que hemos citado mas arriba entre las faunas terrestres de las Antillas y las del continente americano, entre las faunas terrestres de las Azores, Madera, Canarias, Cabo Verde, Santa Elena, y las del África occidental; el contraste que presentan las faunas de Madagascar, de Mauricio, de Bor- bon, con la fauna de la costa oriental del África; la especiali- zacion de la fauna de las islas Galápagos, comparada con la de la costa occidental de América; atestiguan una disj unción muy antigua. La gran isla de Madagascar ejercitará durante mucho lienqio aún la sagacidad de los zoólogos con respecto á las afinidades y orígenes de su fauna. Es indudable que su aislamiento es muy antiguo, como lo demuestra sobradamente la cantidad de tipos especiales que ella encierra, pero á un momento dado de su historia geológica, ha debido hallarse en contacto con otro continente mas estenso. ¿Es acaso con el África ó con el Sur de Asia, ó bien con otros territorios hoy cubiertos por el mar? ¿Habrá servido de puente entre estos dos países? Lo ignoramos aún, pero sabemos que los mamíferos mas caracte- rísticos de la fauna malgache : los Prosimianos (Lémur, Chiromys, Lichanotus), están representados en África por formas diferentes (Galago), en Ceilan {Stenops), en las islas de la Sonda y en las Filipinas {Nycticebus, Tarsius, Oaleopithecus). Por fin recorda- — 17i- = remos que los Prosimianos vivieron en Europa durante el pe- ríodo terciario como lo han demostrado las investigaciones de üelfortrie, Gaudry y Filhol. Uno de los resultados mas inesperados del examen de las faunas insulares es el descubrimiento por Wallace, de la fa- mosa línea que lleva su nombre y que divide las islas de la Sonda en di^s faunas tan diferentes entre sí : al Oeste, la fauna asiática en las islas Bali, Java, Sumatra y Borneo; al Este la fauna australiense en Lombok, Sumbava, Flores, Timor, las Célebes, etc. El estrecho que separa Bali de Lombok tiene tan sólo catorce kilómetros de ancho; puede salvarse en dos horas por barquichuelos de los Malayos. Aunque la línea de Wallace haya sido admitida sin contes- tación por la mayor parte de los zoólogos, paréceme que el contraste entre las faunas terrestres de Bali y de Lombok, puntos los mas cercanos á esas provincias zoológicas, se halla desigualmente marcado entre todos los grupos de los animales terrestres de esas islas. La profusión de ciertos grupos de aves australienses {Cacatoes, Megapodos, Azucareros) que no exis- ten en Bali, ni tampoco en las otras islas de la Sonda, fué ob- servada por Wallace en Lombok; por lo contrario, constataba la presencia en Bali de Picos y Tordos que no existen en Lombok. Pero el estudio de los" Moluscos terrestres nos revela muy pocas diferencias entre las faunas de Bali y de Lombok y por esos solos elementos nada hubiera podido hacer sospe- char la importancia de la línea de separación trazada }ior Wallace (^). Por consiguiente la fauna malacológica es la misma, por decirlo así, mientras que la ornitológica es diferente, disposición inversa de la de las grandes Antillas comparadas entre sí. Este desacuerdo existente entre las faunas ornitol('i- gica ha sido constatado en muchos otros puntos del globo \- en las islas Bermudas donde las aves son americanas sin for- mas indíjenas, mientras, que los moluscos terrestres, son espe- ciales en su mayoría ó vecinos de los de las Antillas. La comparación de las faunas insulares actuales con las faunas cuaternarias es en extremo instructiva ; pero, en muchos casos, se hace imposible por ausencia de documentos paleon- tológicos. El viajero deberá Iniscar los aluviones, escudri- (1) Aún en las aves existen infracciones notables á la ley tle Wallace. Mi colega el Señor Oustalet me ha hecho notar que se han encontrado en Filipinas, Megapodos y también nna especie de Cacatoes; y que un grupo de Palomas aus- tralien.ses y oceánicas {Ptilnpi'.i) salv;ilia la linea de \\'alIaco para extenderse por Filipinas, Java y Sumatra. — 175 — ñor las cavernas, esplorar las hornugueras ; muchas veces, esas investigaciones darán resultados inesperados y le indica- ri'in cambios extraordinarios en la fauna de las islas. Así, por ejemplo, Malta que poseia un elefante pigmeo en la época cua- ternaria, no tiene hoy sino mamíferos insignificantes, introdu- cidos en su mayor parte. Madera y Porto-Santo tenian cierto número de moluscos que no existen actualmente. Santa Elena poseia, antes de la época actual, una fauna conquiológica de un carácter de especialidad sorprendente. Lo mismo sucede en Rodríguez y Bei-mudas. La fauna cuaternaria de la Isla Mau- ricio encierra géneros de aves estinguidas, mezcladas con otras, destruidas por el hombre, después de la toma de posesión de esta isla. Los depósitos cuaternarios de Madagascar contie- nen, además del gigantesco ^Ejiornis, huesos de un Hipopótamo, de lo que puede deducirse, que la fauna cuaternaria de esta gran isla es de carácter africano, si olvidáramos que las capas terciarias de les montes Si\N'aliks en la India contienen igual- mente hipopótamos. Necesario es combinar el estudio de las faunas cuaterna- rias de las islas y el de los documentos históricos ó admi- nistrativos para llegar al conocimiento de las formas exóticas, agregadas á las formas autóctonas y que pueden á veces reem- Itlazarlas. Este trabajo seria digno de llamar la atención de los naturalistas si se emprendiera en muchos puntos del globo. Conócese la importación de algunos animales domésticos, por ejemplo la del cerdo y de las gallinas en las islas de la Oceanía ; se sabe que el Zébu de Madagascar ha debido ser introducido por el hombre, á juzgar por la curiosa observación de que sus boñigas no contienen escarabajos; la existencia de pequeños roedores en gran número de islas se ha constatado después de la llegada de buques europeos; pero, fuera de los mamíferos, el campo de estas observaciones es bastante reducido. Apenas se citan las ranas y las rubetas de las Canarias, los Ci- prinos dorados de Caldeiras de las Azores, etc. En cuanto á los animales vertebrados la historia de su im- portación en las islas, está muy descuidada. Por mi parte, me ha sorprendido en estremo el constatar en Madera, en las Canarias y en las Azores, que una zona muy estensa vecina del litoral y en las tierras cultivadas mas elevadas, estaban pobladas de moluscos terrestres de origen europeo que suplan- tan las especies indígenas. Para reconocer el carácter verda- dero de las faunas insulares es preciso pues visitar las partes mas elevadas y menos frecuentadas de esas islas. La isla de Santa — 17fi — lílena está igualmente invadirla por moluscos europeos llevados probablemente en las plantas de la metrópoli. En los países cálidos, el trasporte del arroz ha aclimatado algunos moluscos indios ó chinos en gran número de islas. De esta manera el Ennea bicolor, originario de la India, se ha multiplicado en Fi- lipinas, Mauricio, la Reunión, las Seychelles, las Nicobar, la (iranada, la Trinidad, Santo Tomás, etc. Otra especie índica Biplommatina Huttoni, se ha encontrado en la Trinidad: una babosa de Europa [Limax variegoñis) se ha hecho cosmopolita y vive en casi todas las islas sometidas políticamente á la Inglaterra . Los pájaros terrestres en sus emigraciones pueden también ser agentes de propagación. Por ejemplo las Codornices afri- canas que llegan á las islas del Cabo Verde: pero el rol que desempeñan es insignificante, comparado con el de las aves de agua que podrían llamarse los grandes diseminadores de los animales acuáticos. La zona de habitación insular produce á la larga, modifica- ciones que se hacen hereditarias y contribuyen á la formación de razas distintas de las del continente vecino. Es así que el Ciervo de Córcega, el Caballo de las Shetland, el Elefante de Ceilan etc. se parecen poco á las formas occidentales. Los viajeros deberán estudiar prolijamente esas razas par- ticulares consideradas como verdaderas especies. Así el Conejo de Porto-Santo y de las islas Selvages {Lepics Darwinii Heckel) es reputado hoy dia diferente del conejo común, aunque la tra- dición citada por Darwin atribuye su origen á un casal de conejos domésticos traidos de Porto-Santo en 1419. El caso es que no se reproduce con el conejo común de Europa. Las variedades de color del lagarto gris en las pequeñas i.slas del Mediteráneo son muy extraordinarias y los zoólogos les han atribuido unas veces un valor específico, y otros un valor de sub-especie. Se observa que esas razas no se repro- ducen sino sobre pequeños islotes ó rocas aisladas que el hombre no frecuenta. De esa manera se descubrieron las variedades fnraijUonensis, sobre el peñasco de Faraglione, cerca de Capri; filfolensis sobre el peñasco de Filfolo, cerca de Malta; melise- lemls, sobre el de Melisello, cerca de Lissa, en el Adriático; Lüfordi, sobre pequeños islotes de las Baleares. Podría multiplicarse la lista de esas razas insulares profun- damente modificadas, que no dan ya productos fecundos con las formas continentales, constituyendo lo que Darwin llama, con ó sin razón, especies en formación. Por fin. la atrofia de los órganos del vuelo en los animales — 177 — terrestres confinados en las islas, ha sido constatada también en las aves y los insectos. Entre las aves, el ejemplo mas curioso es el de los Dinornis extinguidos en Nueva Zelan- dia, en una época reciente y cuyos restos de pieles y plumas se conservan. El único representante de este grupo es el Af- teryx, que está destinado á un fin próximo. En los Notornis, que habitan igualmente Nueva Zelandia, las alas son rudimen- tarias. Lo mismo sucedía en los pájaros, extinguidos desde la llegada de los europeos á las islas Máscareñas; el Dronte, el Solitario, el Aphanapteryx. La atrofia de las alas en los insectos confinados en las islas, ha sido puesta en evidencia por los trabajos de Wollaston sobre la fauna entomológica de Madera. El total de insectos de esta isla es de 550, de los cuales 200, muestran un estado de alas imperfecto. Hechos idénticos se han constatado en los insectos de las islas Canarias. Sería de desear que se examine atentamente la fauna entomológica de otras islas tan distantes del continente como Madera y Canarias para averiguar si exis- ten las mismas particularidades. En Kerguelen, por ejemplo, Eaton ha señalado una gran proporción de insectos ápteros. II. — FAUNAS FLUVIÁTILES La distribución de los animales de agua dulce se estudia por lo general conjuntamente con la de los animales terrestres y por esto queda comprendida bajo la rúbrica de faunas ter- restres; presenta, sin embargo, particularidades interesantes y no concuerda de una manera absoluta con la de los animales terrestres, por lo que merece un examen especial. Debemos hacer constar, ante todo, que la repartición de los animales acuáticos es mucho mas extensa que la de los animales terrestres. Eso se esplica por la facilidad de su di- fusión por las corrientes de los grandes rios y por el trasporte de los huevos ó de embriones parásitos ó allegados á otros ani- males. Así en los continentes donde los moluscos pelécypodos fluviales {Anodonta, Unió) están ampliamente diseminados, el tras- porte de sus embriones, á los puntos más lejanos, está asegurado por el parasitismo de esos embriones fijados á los peces durante el período de estadía Glochidium. Los insectos acuáticos pueden trasportar también algunos pequeños moluscos, pero las aves de agua son los principales instrumentos de la difusión de los animales acuáticos. De lo que resulta que las islas que tienen T. I. 23 — 178 — una fauna terrestre bien distinta, tienen una fauna lluvial con frecuencia igual á la de los continentes vecinos ó de las otras islas de la misma región . Así las Antillas cuya fauna conqui- liológica terrestre es casi especial para cada isla, tienen una fauna coníiuiliológica fluvial común y parecida á la de los con- tinentes vecinos; las islas del Cabo Verde cuya fauna con- (juiliológica terrestre es especial, poseen una fauna acuática africana, introducida evidentemente por una causa accidental cualquiera. Pero á pesar de esta difusión, la fauna fluviátil de las grandes zonas geográficas del globo, ofrece caracteres generales que recuerdan los de la fauna terrestre correspon- diente como lo muestra la gran zona intertropical del antiguo y del nuevo continente que está caracterizada por los Coco- drilinos, de los cuales algunos representantes alcanzan hasta la zona templada (China). Los Cocodrilinos existen igualmente en algunas islas (Madagascar, islas de la Sonda, Antillas, etc.). Entre los moluscos de agua dulce, los atería del África están reemplazados en América por formas muy parecidas (Mul- ¡cria, Bartlettia) que viven igualmente fijados á las rocas y á las piedras de los rios. Los Ampullaria pululan en los mas pequeños arroyos de todos los países cálidos. Por el contrario, algunos otros géneros fluviátiles tienen una extensión muy limitada y caracterizan perfectamente ciertas provincias zoológicas. Tales son los Gavialis entre los Coco- drilinos, los Chclijs y Emisaura entre los Quelonios, los lo, Clu'Iina, Pliodon, Castalia, entre los Moluscos, etc. Faunas de los lagos. — El estudio de la población de los lagos, grandes ó pequeños, ha tomado una importancia nota- ble desde hace algunos años. Es digna pues de indicarse par- ticularmente á la atención de los naturalistas viajeros. . Una de las primeras dificultades que presenta este estudio es la del origen de la fauna del lago. Esta fauna tan pronto encierra una proporción mas ó menos pronunciada de especies de origen marino introducidas en una época en que el lago era salado y comunicaba con el mar, como se compone solo de animales que en todas partes viven en las aguas dulces. En el primer caso las especies de origen marino se llaman resi- duales (1) representan los restos de una antigua fauna de agua (1) Empleo este témiino, á falta de otro mas adecuado. Algunos prefieren el de especies relegadas que no me parece exacto. Los lagos, los mares en donde se encuentran esas faunas se llaman : Die Relihteuseen, por R. Credner [Peter- itKinii's MHtlicihiiigcii 18S7) autor de un traliajo importante solire esta materia. — 17',) — salada, adaptada progresivamente i'i la vida en el agua dulr-e, después del aislamiento del lago y mezclada hoy á una fauna de agua dulce de importación relativamente reciente. Tal es la esplicacion propuesta por primera vez por Lovén, en 1861, después de haber practicado el examen de la fauna de los lagos Wener y Wetter en Suecia. Desde esa época, la esploracion de los demás lagos de Suecia, de los de Noruega y de Finlandia ha dado los mismos resultados. La fauna resi- dual es, por consiguiente, bien conocida y se compone princi- palmente de las siguientes especies de crustáceos: Mijsis omla- ta, \ar relicta, Poiitoporeia aff'inis, Pallasea cancelhidcs, Garnmaracaii- thus loricatus, Motea entomon, etc.; de un pez {Cottus quaclricornis)-. y de una foca {Phoca anneUata) confinada en los lagos Onega, Ladoga y Saima. Los grandes lagos de la América del Norte (Michigan, Su- perior, Ontario) nos muestran mas ó menos lo misma fauna residual que el norte de Europa ; Crustáceos : Mysis oculata, var relicta, Pontoporeia affinis, P. Hoyi, P. filicornis, asociada á los peces: Triglopsis Thomsoni, T. Stimpsoni. No existen focas. ¿Pero puede concluirse por esto, que todos los lagos donde se encuenti-an crustáceos anfípodos de géneros comunmente ma- rinos, han tenido comunicación antigua con el mar? No lo creo. Así el lago de Tilicaca, según Faxon, encierra ocho espe- cies de anfípodos, pertenecientes al género AUorchcstes {A. ar- matus, ecfiiniis, longvpes, lucipujax, latimanus, longipalmiis, cuprens, dentatus). Este género está representado en Europa por formas marinas {Hijale) : pero existe también en los manantiales de agua dulce de las Cordilleras ¡i 7000 y 8000 pies de altura (Allor- chestcs Jekkii, Luhomirshii, Dijhoivskii). Es por consiguiente un género con zona de haljitacion mixto o indiferente y por esto su presencia en las aguas dulces del lago Titicaca, á 3915 metros de altura no tiene nada de extraordinario y no presenta el carác- ter de un vestigio de fauna marina. Por otra parte ciertos crustáceos anfípodos marinos pueden muy bien adaptarse á la vida terrestre y vivir á grandes distan- tancias del mar. Chevreux, de Guerne y Barrois, han citado recientemente varios hechos de adaptación á esta nueva zona de liabitacion constatado.s en la Orchcstia littorca. Se han des- cubierto otras especies de Orchestia á alturas considerables; la O. Tahitensis, vive bajo las hojas húmedas á 1500 pies de al- tura en la isla de Tahiti (Dana) ; la O. cavimana fué descubierta sobre el monte Olimpo i'i 4000 pies de altura (Heller). La O. sylvicola vive en el fondo de un cráter de Nueva Zelandia ; — 180 — como la O. Chevreuxi en el fondo del cráter de Fayal en las Azores. Nada impide sujioner que especies tan indiferentes á los medios esteriores no puedan pasar sucesivamente de la vida marina á la terrestre y a la lacustre. La esploracion del lago Baikal es, sin duda alguna, la que entre los lagos á especies residuales, ha obtenido el mayor éxito. Pero allí se ve una gran mezcla de formas de agua dulce y tipos marinos. Así los moluscos son en su mayor parte, limi- tados á esta región y pertenecen á génei-os especiales que tienen mas afinidades con los moluscos fluviátiles, que con los mari- nos (BenecUctia, Baikalia, Dibowskia, Liohaikalia, Godlewslda Tra- chijhttilcalia, Gioanomplialus); estos moluscos están asociados a los Aiicylus y Valvata que son evidentemente de agua dulce. Los crustáceos se encuentran en número considerable (100 especies): las esponjas {Luhomirskia) tienen afinidades con las formas marinas ; entre los peces, el género Comephorus es especial pero algo parecido á los Escomberoídes y el Cotias quadricornis es una especie residual señalada ya en los lagos de Escandinavia y de Finlandia; por ñn, una foca (P. i«¿cafe»s¿s) indica evidentemente un origen marino. La fauna del Mar Caspio puede considerarse como el mejor tipo de las faunas residuales. Casi todos los moluscos que se encuentran son restos de una gran fauna Sarmática pliócena reducida hoy á las grandes cuencas del Caspio y del Aral, por causa de un levantamiento continuo. En efecto, los moluscos Pelecípodos del Mar Caspio {Cardium, Monodacna, Adacmi, Di- dacna, Dreisseneia) son de un carácter salobre evidente. Los moluscos gasterópodos actuales pertenecen á géneros igualmente salobres y conocidos en las capas de Cangerias del Este de Europa {Mieromelania, Nematurella, Zayrahiea, Hydrobia) ; otros géneros son especiales (Caspia, Clcssima) pero tienen pi-obable- mente el mismo origen; los tipos fluviátiles (Plauorbis, Litho- gUphus, Neritina) son poco numerosos. En resumen no hay espe- cies verdaderamente marinas. Los crustáceos muestran igual- mente formas residuales (Orchcstia littorea, Mysis ocuJata var. re- licta, Co}'opliium longicorne, Idotea cntomon), como también las es- ponjas {Metschnikovia, Amorphina). Una especie de foca {Phoca caspica) se ha perpetuado como en el mar de Aral. En el Asia oriental es muy probable que se encuentren ca- sos análogos. El lago Tonli-Sap en el Camboje, alimenta una especie de Modiota (M. Siamensis), género que en cualquier otra parte es mariud. Otra especie del mismo género se ha señalado igualmente en el lago Tung-Tig (China). — ISl — La fauna de los grandes lagos de África, empieza á cono- cerse, desde hace algunos años; pero no es de ningún modo uniforme. Así, el lago Nyassa tiene una fauna semejante á la de los pequeños riachuelos sin importancia de la región central afri- cana, mientras que el Tanganyika contiene una serie muy no- table de géneros de moluscos especiales {Syrnolopsis, Tanganyi- eia) Límnotrochus, Speliia, Typhobia, Neotlimmia, etc.), asociados á especies poco importantes de la región {Ampullaria, Irídina, Spatha, Unió, jEtheria, etc). Por su aspecto esterior, algunos de estos géneros especiales del lago Tanganyika recuerdan los moluscos marinos "y han podido hacer suponer que constituían una fauna marina residual. La existencia de una Medusa en ese mismo lago confirmarla esta hipótesis, si no se hubiera descubierto, hace algunos años una Medusa de agua dulce {Lim- nocodium Sowerbiji) importada accidentalmente en los depósi- tos de agua dulce de un invernadero de Londres. Un gran Crustáceo braquiuro común existente en las orillas del Tanga- nyika (Flatyfelphnsa armata), aunque especial, pertenece, sin em- bargo, á un grupo zoológico (el de las TelpJmsas), propio de las aguas dulces de África. El lago Tchad encierra una especie de Lamantino {Manatus Vogeli), pero no puede probarse que no descienda del Manatus seneyalensis que asciende los rios del Oeste del África hasta una gran distancia de su embocadura. Dejando á un lado los lagos de fauna residual marina evi- dente, queda á examinar los animales de los lagos cuya fauna proviene incontestablemente de aguas dulces, sea de rios ó ria- chuelos de la región, sea de otros lagos mas ó menos lejanos. En esto ha de intervenir la población por aclimatación, y se podrá, con provecho para la zoología general, conducir las in- vestigaciones sobre las circunstancias extrañas que caracterizan el modo de propagación de los pequeños animales acuáticos. Darwin atribuye una acción preponderante á las aves acuá- ticas, que trasportan á lo lejos los gérmenes, en el limo adhe- rido á sus patas. Conocido es el original experimento que hizo, suspendiendo una pata de pato en un estanque que con- tenia huevos de pequeños moluscos de agua dulce. Los pe- queñuelos se adhirieron á la pata con bastante solidez. Ob- servó igualmente que un molusco bivalvo del género Unió ha- bla sido trasportado á lo lejos, apretando fuertemente entre sus valvas la pata de una Cerceta. La cuestión ha sido estudiada recientemente por Forel, que — 182 — ha encontrado huevos de invierno de Crustáceos Cladóceros adheridos á las plumas de « Patos » y de « Grullas » ; y por de Guerne, que ha examinado con la mayor atención, sean pa- tas de patos, cercetas y otros palmípedos, sean plumas y bor- des del pico do las mismas aves y ha constatado de esa ma- nera la presencia de animales acuáticos muy diversos y cuya difusión, por consiguiente, es considerable. Por otra parte, ciertos insectos acuáticos pueden ayudar á la difusión de pe- queños animales de agua dulce. Tales son los Hydrofilos, los Dyticos, los Notonectes, los Gorizos, que viven largo tiempo fuera del agua y, pasan con facilidad, volando de un charco á otro. Til. Barrois ha notado que los Corixos están cubiertos de pús- tulas de Acarios acuáticos {Hidmchna), que ofrecen una gran resistencia á la disecación. Por consiguiente, un ventarrón puede llevar un Corizo infestado de Hidrácnidos muy lejos de su zona de habitación primitiva. Recordaré á este respecto la ob- servación de Darwin que recogió un coleóptero acuático {Co- lymhetes) sobre la cubierta del Beagle, á 72 kilómetros de la tierra mas próxima. El estudio de los lagos del norte de Italia, de Alemania, Bohemia, Suiza, Saboya y Auvernia, ha dado resultados no- tables bajo el punto de vista de la repartición de sus animales en el sentido de la profundidad en que viven. Distingüese una fauna litoral, una fauna profunda y una fauna pelági- ca. Esta última es sin disputa la mas importante. Compó- nese de pequeños animales transparentes como cristal, perte- neciendo, en su mayor parte, á los grupos de Crustáceos Cladóceros y Copépodos (Lida, Bosmina, Leptodora, B}jthotrephes, Daphnia, H//aIodaph)iia, Diaptomus, etc.), que ^•iven continua- mente en pleno lago, lejos de las orillas, en la superficie del agua ó cerca de ella, sin mezclarse con los demás animales de la fauna litoral ó de la fauna profunda y quedando sola- mente nadadores. Están representados por inmensas cantidades de individuos. Su distribución geográfica es muy vasta y en los lagos de las islas Azores. De Guerne ha reconocido formas del norte de Europa cuya aclimatación, por intermedio de los aves, parece verosímil. El mas insignificante lago de montaña puede suministrar los mas preciosos datos para la distribución de esos aniíuales pelágicos. Las species profundas pertenecen á géneros de Moluscos (Pisidiinii, L/iniia-a), de Turbelarias (Mcsostonia), de Crustáceos i^Niplianjus, Candona), etc. Algunas de ellas son especiales, otras constituyen razas particulares. — IS3 — Los Niphargus con ciegos y un molusco con pulmones (Lim- nrra ahijssieola) está adaptado de tal modo á las grandes pro- fundidades que no se le encuentra ya mas aire en la bolsa pulmonar. (Forel). El lago Baikal se ha dragado profundamente; encierra tam- bién una fauna profunda compuesta de formas especiales de moluscos. No hay duda que la esploracion del fondo del gran lago Tanganyika daria los resultados mas inesperados. He ahí uno de los « desiderata » de la geografía zoológica. Fauna de las aguas subterráneas. — Ya se conocen desde mucho tiempo atrás algunos animales que no viven sino en las aguas de las cavernas oscuras, y cuyos órganos visuales están atrofiados a consecuencia de la privación de luz. Tales son los Batracios (Proteus anguineus), los Crustáceos (Cambarus stygiiis, Troglocaris ScKmidti, Garmnanis orcimis, Niphargus stygiiis, Aselbis caimticus, Leptodora ¡^ellnrida, EsfliPia cara, Branchipims pel- hicidiis) de \q.s grutas de Carinóla; los Peces {Ambhjopfíis spcUens, Típhlicthys subterraneus), los Crustáceos (Cambarus pelhieidii^, Coe- ddotca stggia) de la caverna del Mammouth en el Kentucky. Pero puede estudiarse con tanta utilidad la fauna de las aguas subterráneas que alimentan los pozos y fuentes de va- rias ciudades, así como lo han hecho Vejdovsky en Praga, Moniez en Lille, de Rougemont en Munich, etc. En esas aguas viven Crustáceos {Gammarus jmtcanns). Moluscos (Bithinella), Anélidos {^losoma, Enchytrodus), Turbelarias {Mesostoma, Micros- toma) cuyos ojos están provistos de pigmento en unos y des- provistos en otros. En el Sud de Argelia y Túnez, la perforación de numerosos pozos artesianos ha demostrado que Peces {Cgprinodon calarita- mts, C. cganogaster, C. dispar, Cliromis Dcsfoiifainei, C. Zillü, He- michroims Saharm) y Crustáceos de gran tamaño {Telphusa flii- viatíUs) viven en la capa de agua subterránea y son arrojados al exterior por las aguas sujentes. III. — FAUNAS SALOBRES, FAUNAS DE LOS ESTUARIOS Se ha prestado poca atención hasta ahora á las faunas sa- lobres. Las investigaciones llevadas á cabo por los naturalis- tas de la espedicion de la Pommcrania en el Báltico han, sin embargo, demostrado cuan original es la fauna de esta mar — 184 — desalado. En efecto, esta se halla caracterizada por la ausen- cia completa de ciertos grupos zoológicos (Braquiopodos, Pte- rópodos, Cefalópodos, Crinoides, etc.) que exigen aguas mas saladas y mas puras. En varios puntos del mar Bállico, viven los animales fluviátiles y marinos al lado los unos de los otros. En los estanques del mediodía de la Francia, que están en comunicación con el Mediterráneo, la fauna encierra ciertas es- pecies que tienen una zona de habitación separada, esto es, lo- calizada en otras estaciones salobres muy distantes á veces. Así el estanque de Berre, según Marión, alimenta Peces (Sipignatiis hucculciitus), Crustáceos [Tci/iora fuiuiarcluca), Gusa- nos {Poh/noe incerta), de las costas de Crimea ó del Báltico y considerado como un vestigio posible de un antiguo mar (jue unia el Báltico con el Mar Negro. La fauna de los estuarios no es menos interesante. Reco- mendamos á los viajeros de observar cual es el límite extremo alcanzado por los animales marinos que ascienden un no. Se tienen datos sobre algunos Cetáceos (Phocoena) que avanzan con bastante regularidad en las aguas de los rios de Francia, como el Sena, el Charente, el Loira, la Gironda, etc.; pero otros ani- males del mismo grupo se han hecho exclusivamente fluviáti- les : tales son los Platamstas, los Orcella, en la India y en Indo- china; los Inia, en la América del Sud. El grupo de las Sirenas vive generalmente en los estuarios, y algunas de sus especies remontan los rios; el Manatus ainc- ricanus esta localizado en los rios del Brasil; el M. Vogeli, en el lago Tchad. Se han visto peces de tipo marino en las aguas dulces de Asia, como los Pristis del Mé-Kong, los CarcJmrias del Ganges: y de América como los Tn/gon del Alto Amazonas. Hay algunas formas de Crustáceos propias de los estuarios : Palmmon Edwardsi, de la Gironda; P. longirostris del Ganges. Algunos otros parecen ser absolutamente indiferentes al grado de saturación salina en las aguas. El mejor ejemplo que pueda citarse al respecto es el Pakemonetes var-ians, que vive en las aguas saladas de Bélgica, Inglaterra, Dinamarca y de Suecia; en las aguas salobres del Norte de Francia, de Alemania, de Túnez; y en las aguas dulces de Italia, de Dalmacia, de Egipto, de las islas Jónicas (Barrois). Los Paloemonetes de América (P. exiU]}es, vulgañs y carolinus) muestran la misma indiferencia en su zona de habitación. Entre los Moluscos, se citan los Assiminea del Támesis, los Ceritlddea, Tercbrcdia , Potámides, Quoyin. Steii.otliyra, etc. de los — 185 — pantanos salobres de los países cálidos. En Indo-China y Ma- lasia, un buen número de Moluscos de géneros salobres se propagan en las aguas dulces de los rios {Teredo Dunlopi, Mar- tesia rivicola, Arca scaphula, Solenocurtus gangeticus, etc.). El des- cubrimiento de Medusas propias de aguas salobres tuvo, hace algunos años (18G6) gran resonancia. Es en el estuario del Tajo que HiBckel recogió el Oramhessa Tagi, tipo muy particu- lar de Discóforos; otra especie del mismo género (C. Pictonum) vive en la embocadura del Loira. Fauna de las aguas sobresaladas. — Los grandes depósi- tos de agua salada en el borde del mar, las aguas de las salinas, de las minas de sal gemma, los estanques de aguas minerales, los Chotis y los Seblchm, del Norte de África, el Mar Muerto, etc., poseen igualmente una fauna particular. Así, un pequeño Crustáceo Filópodo la Artemia salina, abunda en los pantanos salitrosos del Sud y del Oeste de Francia, como igualmente en las salinas de la Lorena y del Hampshire, en los Chotis del Sahara argelino y en los lagos de natrón (carbonato de soda) de Ejipto (Simón). Un crustáceo encontrado por Daday en las aguas minerales de Hungría ha sido hallado recientemente por el D'' Rafael Blanchard, en las Sebkhas y Chotts de Argelia que contienen hasta '29 gramos de cloruro por litro. En las aguas sobresaladas del Norte de África viven todavía Moluscos originarios de agua dulce {Melania, Melanopsis) ; pero los Mo- luscos de origen marino cuyas conchas cubren las playas {Car- diwn edule) han perecido desde hace mucho tiempo debido quiza al exceso de saturación salina. En los pantanos salitrosos de Europa se han recogido Mo- luscos del género Hydrobia, notables por su extremo polimor- fismo; una especie de este género vive también en las salinas del Este de Francia. Las aguas termales tienen también su fauna. Un crustá- ceo Copépodo {Oyclops Dumasti) ha sido descubierto en la gla- rina de las aguas minerales de Luchon. Varias especies de Mo- luscos prosperan en las aguas termales de los Pirineos y de Dax, cuya temperatura varia entre 25" y 35" C. Un gasterópodo {Melania tuherculata) vive en ciertas fuentes de Argelia cuya temperatura es de 32" C, y un Coleóptero Eidrohitis orbicularis en las fuentes de Hamman-Meskoutine, cuya temperatura al- canza á 55" G. Un pequeño molusco {Thermhydrobia Aponensis) soporta los 50" C. de las aguas termales de Abano en Italia; una especie del género Neritina {N. thermophih) fué recogida en T. I. 2i — 186 — una fuente de agua dulce de Nueva Irlanda, cuya temperatura variaba entre 55° y 60° C. Por fin Steenstrup indica una especie de Molusco del género Limnoea en las aguas que pi-ovienen de los Geisers de Islandia. IV. — FAUNAS MARINAS Faunas de poca profundidad. — Estas faunas son las que mejor se conocen y de las cuales los naturalistas recogen con la mayor facilidad numerosos ejemplares. Gracias á repetidas investigaciones, se han podido constituir provincias zoológicas marinas, es decir limitar ampliamente ciertas ostensiones del litoral en las cuales la fauna presenta un carácter de seme- janza evidente. Los límites de estas provincias son muchas veces arbitrarios, por no existir en las costas solución de con- tinuidad y porque las diferencias que hay mas acá ó mas allá de esos límites no pueden apreciarse sino por un cálculo de tanto por ciento. Posible es la confusión en ciertos puntos, debido al encuentro de las faunas: como en el litoral Este de la América del Norte y la costa de Nueva Inglaterra en donde convergen sucesivamente las faunas de las provincias Ártica al N., Boreal al centro. Trasatlántica al S.; lo mismo que el litoral del Japón es el punto de reunión de animales que per- tenecen á las faunas Aleutina, Japonesa é Indo-pacíñca. Se concibe pues, con que cuidado debe el naturalisla esplorar esas regiones que podrían llamarse críticas. El examen de las producciones marinas esparcidas sobre cada ribera opuesta á grandes penínsulas nos muestra á veces diferencias capitales entre sus faunas. Así, el litoral E. y el litoral O. de la península escandinava pertenecen á provincias marinas diferentes (Céltica y Boreal); el litoral E. del Kamt- chatka es Ártico, y el litoral O. Aleutino, el litoral E. de la Corea es Japonés y el litoral O. Indo-pacífico; el litoral O. de la península de California es Californiano y el litoral E. Paná- mica. ¿Como se diferencian esas faunas y sobre que punto preciso están modificadas? He aquí preguntas que solo los viaje- ros pueden satisfacer, siguiendo paso á paso el reemplazo de las especies de una provincia por las de la provincia vecina. También seria necesario llegar á saber como se establecen las provincias marinas, y porque algunas de entre ellas, tienen una estension inmensa como la provincia Indo-pacífica, que, desde el Mar Rojo, Natal y Madagascar al Oeste, vuelve á en- — 187 — contrar su cortejo de especies comunes hasta en Polinesia, en las islas Pomotou y Gambier á pesar de las barreras que hu- bieran podido presentarle las islas de la Sonda, el Norte de Australia y la Nueva Guinea. La fauna marina del Mediterráneo dará también lugar á discusiones á propósito de sus orígenes. Ella es incontesta- blemente una dependencia de la provincia Lusitana, pero á pesar de esta filiación, encierra un gran número de especies que, en apariencia, les son propios. Es preciso pues, averi- guar si esas especies no podrían encontrarse, sea sobre el litoi'al occidental de la Península ibérica y de Francia, sea sobre la costa de Marruecos, sea en fin sobre las costas de las islas de la Atlántida, (Canarias, Madera, Azores, islas del Cabo Verde). En estas condiciones, el descubrimiento de una especie medi- terránea, lejos de su zona de habitación ordinaria tendría una importancia muy grande, y es justamente esa una de las i'azo- nes que indujeron á los naturahstas de las espediciones del Travailleur y del Talismán á seguir cuidadosamente el litoral occidental de Europa y de África, desde el golfo de Gascuña hasta el Senegal, para seguir luego esplorando las islas de la Atlántida. El estudio de las faunas marinas circumpolares australes está hoy á la orden del dia; presenta en efecto dificultades mucho mas serias que las de las faunas circumpolares borea- les, que son homogéneas y árticas, aunque separadas á veces por la convergencia de las tierras ó de los hielos hacia el polo. En el Sud, no es lo mismo; el África, la América del Sud y la Nuevo Zelandia, están desigualmente alejadas del polo an- tartico. De lo que resulta que los animales marinos del Ahica del Sud y de la Nueva Zelandia no pertenecen á la misma provincia que el Sud de América, tipo de la provincia Magallá- nica que representa en ese hemisferio la provincia Ártica del hemisferio Norte. Así, la fauna marina de Nueva Zelandia, estudiada por HuL- ton, Dieífembach, Agassiz, Thomson, Busk, Filhol, etc., en- cierra sobre : 527 Moluscos marinos 12 Especies de la América del Sud. 88 Briozoarios 12 >. 360 Crustáceos 13 " >. » » <> Las especies comunes al litoral de la Nueva Zelandia por un lado, y las islas Aukland y Campbell por otro, no son muy numerosas. — 188 — Es pues probable que las pequeñas islas australes : Kergue- len. Marión y Crozet, isla del príncipe Eduardo, Campbell, Macquarie, Nueva Georgia, etc., y los continentes antarticos, pertenecen á la misma provincia marina que la Tierra del Fuego y las Malvinas. Las espediciones del Challenger, de la Qaxelle que tuvieron por especial misión observar el paso de Venus sobre el disco solar, parecen haber establecido este resultado de una manera bastante clara. La esploracion de Kerguelen basta hoy dia para demostrar las relaciones y di- ferencias de su fauna con la de la Tierra del Fuego (^). Pero á pesar de los caracteres generales de esas islas de la provin- cia magallánica, cada una de ellas conserva especies particu- lares que la unen nuevamente á los continentes ó grandes is- las colocadas á una latitud mas elevada. Los naturalistas encontrarán pues en el examen de esas fáunulas marinas australes una fuente preciosa de nuevos he- chos que enriquecerá la geografía zoológica. Problemas de los istmos. — La cuestión de las especies comunes á ambas riberas en un istmo fué presentada para el istmo de Suez y resuelta, creo en el sentido de la diversidad absoluta que existen entre las faunas marinas mediterráneas y eriteréanas. En consecuencia, la separación de los dos mares remonta á una época bastante lejana para que las colonias constituidas de cada lado del istmo hayan tenido tiempo de dife- renciarse casi en absoluto. Si se encuentran pues en el Mar Rojo algunas raras especies mediterráneas, puede considerár- selas como tipos derivados de antepasados del mar mioceno, y que, menos plásticas que las otras, han resistido á la evolu- ción hacia una nueva forma diferenciada del tronco primi- tivo. Desde que se abrió el canal de Suez, solo algunas especies han aprovechado la nueva via para estender mas allá los lí- mites de su zona de habitación y llegar á un mar diferente. Así el Mediterráneo ha enviado al canal colonias de los si- guientes Moluscos : Cardium edule, Solen vagina, Pliolas candida, Cerithium conicum, etc., y el Mar Rojo ha suministrado su con- tingente, representado por las siguientes formas : Ostrea Fors- kali, Meleagrina margaritifera, Mytilus variabilis, Mactra olorina, Oirce pectina, Anatina subrostata, Strombus tricornis, etc. (1) Sobre 41 Moluscos marinos de Kerguelen, 18 son sud americanos; y sobre 23 Crustáceos de la misma isla 18 son sud americanos (Studer). — 189 — Estas emigraciones deben anotarse con cuidado antes que la mezcla se acentúe mas. El istmo de Panamá encierra en cada una de sus riberas, cierto número de Moluscos marinos en todo idénticos (^) ó muy estrechamente ligados que cambiándose entonces en formas re- presentativas que han tenido verosímilmente un origen común {^). El tardío levantamento del eje del istmo explicaría quizá la existencia de formas comunes en ambos mares. Pero seria ne- cesario asegurarse si la distribución de los otros animales ma- rinos confirma las conclusiones obtenidas en el examen de los Moluscos. Esta distribución es bien conocida en cuanto á los Equínidos, según las investigaciones de Verrill y de A. Agassiz, quienes han constatado, en las costas opuestas del istmo, la presencia de 15 géneros comunes, representados por especies tan parecidas que es difícil distinguirlas á primer vista. Siendo cretáceo el eje levantado del istmo, las faunas antigua- mente uniformes están separadas desde el período terciario y podemos preguntarnos con Agassiz, « si no tenemos en las di- ferentes faunas que viven de cada lado del istmo un etalon por medio del cual nos sea posible darnos cuenta de los cambios que han sufrido esas especies desde la época del levantamiento del istmo de Panamá y de la separación de las dos faunas ». Fauna Pelágica. — Un sin número de animales pertene- cientes á los tipos de organizaciones mas diversas: Cetáceos, Quelóneos, Peces, Moluscos (Cefalópodos, Pteropódos, Heteró- podos), Crustáceos (Copépodos, Schizopodos) Coelenterados (Si- phonofóros, Acálefos), Tunicados (Salpes, Apendiculares), Pro- tozoarios (Radiolarios, Flajelados), etc., tienen una distribución especial, llamada pelágica y no se acercan á las costas sino á consecuencia de las tormentas. Apesar de la inmensa estension de su zona de habitación, estos animales están sujetos á las leyes de la distribución geo- gráfica, pero esas leyes son bastante oscuras y concuerdan poco con las que presiden á la distribución de los animales sedentarios y costeros. Seria pues muy útil llegar al conoci- miento de las grandes líneas de su repartición. Se han visto (1) Purpura patilla, Solarmm granulatum, Coliimhella cribraria, Crepidida unguiformis, Fissurella barbadensis, Litliodomus aristatvs, L. cinnamomeiis, Perna Chemnitziana, Ostrea Virginica. (2) Por ejemplo : Cyprcea cervinetta y C. exanihema, Tellina simulans y T. punicea, Strigilla fucata y 5'. carnaria, Lucina distinguenda y L, tigerina. — 190 — ciertas especies en todos los mares: tales son el Cachalote {PM- cester macrocephalus), el Zifio (Z. cavirostris), el Globiceps (Ghbi- cephalus melas), el Delfín común (Delphimis delpliis), etc., entre los Cetáceos. Por el contrario, las aguas de los mares inter- tropicales sirven de asilo á un gran número de animales que nunca aparecen en las aguas de los mares frios. Estas formas características de los mares cálidos son los Balistes, Ostradon, Doidon, CluBtodon, etc., entre los Peces; los Philonexis, Carinaría, entre los Moluscos. Los Beluga, los Monoceros y la gran Ballena fi'anca (Baloena imjsticctus) entre los Cetáceos, viven solamente en las aguas frias del hemisferio Norte; un gran número de peces están localizados en estos mares. La distribución de los animales pelágicos marinos de ciertos grupos zoológicos, parece estar regida por la de los animales que les sirven para alimentarse. Hace ya mucho tiempo que se ha observado que las Ballenas solo podinn pescarse en los pa- rajes frecuentados por ciertos Copépodos (Cetochilus) que cons- tituyen su presa habitual. Los Cetáceos ictiófagos {Belpliinus) siguen á las sardinas, los Cetáceos teutófagos (Hyperoodon) no abandonan nunca á los Cefalópodos pelágicos; los Cetáceos sarcófagos {Orea) persiguen á los focas y aún á otros Cetáceoá. Pero como las mismas sardinas no pueden vivir sino en los mares en donde abundan, sean los Peridineos, sean varios Copépodos, resulta de esto un encadenamiento general en la repartición de estos distintos animales pelágicos que citamos. Entre los problemas que suscita el estudio de los animales pelágicos, uno de los mas importantes es el de las migraciones verticales de ciertos peces, que con respecto al Arenque ha ori- ginado largos controversias. Muy útil seria también el estu- diar la amplitud de las oscilaciones verticales diurnas ó noc- turnas de un gran número de Crustáceos inferiores y de Moluscos Pterópodos (i). Las pescas con la red de mallas finas deben recomendarse; es á su empleo que se debe la constatación de este hecho imprevisto: que gran número de géneros de Fora- miníferos son pelágicos (2). Se ha reconocido también que la ( 1 ) Podrían emplearse instrumentos especiales para constatar si ciertos orga- nismos inferiores, que se consideran como propios á grandes profundidades, no serian animales pelágicos que pueden oscilar y quedar en suspensión en las capas liquidas muy distantes de la superficie. (2) He all!, según Brady, la lista de los Foraminiferos pelágicos: Globiíjerina bulloides, G. in/faüi, G. rubra, G. sacciilifera, G. conglóbala, G. cequilateralis, Orbulina universa, Asterigerina ¡pelágica, A. Murrayana, Pul lema obliquelocu- lata, Sphceroidina dehiscens, Candeina nítida, Pulvinulina Menardi, P. túmida, — 191 — duración de la vida pelágica de Moluscos jóvenes prosobran- quios {Teriforis, Rissoa, Purpura) podia prolongarse de una ma- nera insólita por la persistencia del velum natatorio cuando las larvas se veian arrastradas en alta mar. Al lado de los animales pelágicos puede colocarse, bajo el punto de vista de la distribución geográfica, todo un grupo de organismos vivientes adheridos únicamente á los cuerpos flo- tantes, como restos de náufragos arrojados al mar ó á los Fu- cus (Sargasswn). Los Anatifes (Lepas) no se desarrollan bien sino sobre las producciones antedichas y las acompañan en todos los mares; no se conoce ninguna especie litoral fija, y no se puede indicar cual es su punto de partida ó su patria, pero no sucede lo mismo con tos animales que se crian en los Sargazos. La mayor parte de los Moluscos de los Sargazos pertenecen á gé- neros {Helicón, Lepeta, Corambe) y también á especies litorales impropias para la natación, y que viven, por consiguiente, fija- das á esos vegetales notantes, como sus congéneres litorales lo están á los Fucóides implantados en las rocas de las playas. Pero otros Moluscos (Gloucus, PhyllirJioe), muestran una adap- tación completa para la vida pelágica y se detienen sobre los matas de los Sáragazos, como los Peces y Crustáceos nadadores que se encuentran eli ellas. Algunos animales cuya respiración es pulmonar, como ' las Focas y los palmípedos, tienen una distribución que se apro- xima mucho á la de los animales pelágicos. Aunque viven en las costas emprenden largos viajes á través de los mares. Se sabe cuanto de fiesen las Focas de los mares del Norte de las de los mares del Sud. Ellas pueden pues servir para caracterizar respectivamente las zonas árticas y antarticas. En las primeras zonas se encuentran los: Trickechus Bosmarits, Plioca vitulina, P. grypus, P. groenlandica, P. fmtida, P. barbata, P. cris- tata, Otaria Stelleri, O. ursina; en las segundas zonas las Phoca leonina, P. leptonix, P. carcinophaga, P. Weddelli, P. Rossi, Otaria jubata, O. Hookeri, O. australis, O. Delalandei, O. Forsteri, algunas especies confinadas en las zonas intermediarias {Phoca albiven- ter, Otaria Californiana). Los Palmípedos mas característicos de la zona ártica son: Stercorarus Buffoni, Alca impennis, A. torva, Mormon árcticas, M. P. canariensis, P. Crassa, P. Micheliniana, Cynbalopora bulloides, Chilosto- mella ovoides. Se observará que las faunas dominantes: Globigerina, Orbulina y Pulvinulina son justamente los que mas abundan en el barro á Globigerinas de las grandes profundidades del Océano. — 192 — Ounda, Mergullm alie, Golymbus arctiaus, C. septentrionalis, C. gU- cialis, Procellaria glacialis. En la zona antartica se encuentran los : Lariis dominicanus, Diomedea exularis, D. melanoplirys, D. clüo- rorJiyncha, D. fuiliginosa, Ossifraga gigantea, Procellaría capensis, Puffiniis trisiis, Aptetwdgtes, Pennanti, Megadyptes antipodes, Eudyp- tes chrysocoma, etc. Las averiguaciones de los Señores A. Milne Edwards y Fil- hol sobre la fauna de las Aves pelágicas del hemisferio Sud, tienden á demostrar que esos animales se han extendido pro- gresivamente del continente polar, situado en el meridiano de Australia, hacia Nueva Zelandia, por una parte y las islas de Sud América, por otra ; y que algunos se acercan al Sud de la Australia y mas allá del Cabo, pero que no anidan. Así el gran Albatros {Diomedea exulans) llega occidentalmente hasta las inmediaciones de California y el Petrel gigante (Ossifraga gigantea) ha sido visto sobre las costas del Oregon. Además, estas aves se extienden mucho más hacia el Norte, en el Pa- cífico, que en el Atlántico. Hay algunos que parecen tener una inmensa distribución, como el Stercorarus catarractes del hemisferio Norte cuya raza austral se designa con el nombre de S. antarcticus; lo mismo sucede con el Talassidroma pelágica, etc. Esta fauna avi-pelágica, es á mi modo de ver, completa- mente independiente de la fauna avi-terrestre de las diversas rejiones que se aproxima á ella y cuya destribucion está so- metida á otras leyes. Para concluir con las observaciones relativas á las faunas marinas pelágicas, señalaré en cierto número de animales su adaptación al color del mar en que viven. Esta variedad de mimetismo, parece bastante frecuente. En aguas azuladas hál- lanse Moluscos {Janthina, Cavolinia, Olaucus, Carinaría), Crus- táceos Copépodos (Sapphyrina), Sifonóforos (Vélella, Porpita), etc., cuya azuleja coloración se confunde con la del líquido ambiente. Pero en los copos de las Sargazas, la librea de los Peces {Antennarius marmoratus) de los Crustáceos {Nautilograpsus mi- nutíis, Neptumis Sayi), de los Moluscos {Scyllcea pelágica) que fijaron en ellos su morada, reproduce, hasta el punto de equivocarse, el matiz y los accidentes de coloración del ve- getal. Es impossible hallar un ejemplo mas patente de mime- tismo. Seria interesante proseguir estas averiguaciones y mostrar las excepciones ó confirmaciones de esta ley y constatar sí en las aguas de otra coloración que el azul, los animales pelágicos — 193 — (con excepción de los Infusorios que parecen colorear ciertos mares) no toman el mismo tinte adaptivo. Faunas marinas de las grandes profundidades. — El co- nocimiento de los animales de los grandes fondos marinos, constituye el progreso mas real de la zoología desde unos 20 años á esta parte. La multiplicidad y la estrañeza de los seres nuevos revelados á la atención de los naturalistas; las conse- cuencias de estos descubrimientos, bajo el punto de vista de la evolución; las relaciones de los animales abisales con las for- mas antiguas ; las condiciones de presión, temperatura y de luz de las capas líquidas en las cuales viven, se reproducen y mueren, justifican el interés que su estudio presenta. Pero no puede hablarse de esta parte de la ciencia sino constatando las inmensas deficiencias de nuestras investigacio- nes. El viaje del Clmllenger, á pesar de su duración y la esten- sion de su travesía en los principales mares del globo, á pesar también de la abnegación de sus naturalistas y el talento de los autores que se han dividido la tarea de publicar materiales de una riqueza inaudita, ha dejado ancho campo para nuevas pesquizas cuyos resultados no tendrán menos alcance si se tra- baja con método y perseverancia. Como lo he dicho ya en el Congreso geográfico internacional de A^enecia en 1881, el teatro de esas investigaciones es bastante vasto para que todas las naciones marítimas se dividan la tarea, afín de llegar á penetrar las leyes aún oscuras de la distribución de los animales marinos en los grandes fondos. De todos mo- dos, he aquí, á mi parecer, los principales desiderata de la bati- metría zoológica marina. 1" ¿A qué profundidad debe fijarse el límite superior de la fauna abisal? La mayor parte de los naturalistas establecen este límite á 500 metros. ¿Es muy alto ó muy bajo? Ciertas especies abi- sales suben efectivamente hasta 150 metros, otras viven á me- nos profundidad todavía; pero el conjunto de la fauna parece bien establecida desde los 500 metros (i). 2° ¿La fauna abisal está en relación con la ausencia de la luz y puede asegurarse que desde los 500 metros la obscuridad es absoluta? (1) Los límites de la zona abisal deben establecerse según los animales seden- tarios (Echinoderraos, Espongiarios, Ccelenterios, Moluscos) mas bien que para los animales nadadores (Crustáceos, Peces) que se mueven verticalraente y que pueden pasar de una zona á otra. T. I. 25 — 194 — Esta proposición no está completamente resuelta. Parece que según recientes esperiencias la luz no penetra mas allá de 300 metros. Pero ¿porqué los Peces de los grandes fondos son raras veces ciegos? ¿Quedan acantonados en las abisas ó se elevan en las zonas menos profundas? 3" ¿La fauna abisal existe en todos los grandes fondos y tiene siempre la misma importancia relativa? ¿Disminuye en las profundidades máxima del mismo modo que la fauna terres- tre en las mayores altitudes? Tenemos el derecho de declarar que no existe probablemente O en la vida animal; pero la dificultad de los dragajes en los grandes fondos, no permite afirmar si la fauna es ó no res- tringuida. 4° ¿La fauna abisal tiene un carácter uniforme y muestra en todas partes los mismos animales adaptados á una vida especial? Aquí la ausencia de método en el estudio de las faunas abisales es de sentirse vivamente, é impide dar provisoriamente una contestación satisfactoria á esta cuestión. Sin embargo la campaña del Talismán en 1883, proseguida desde el golfo de Gascuña hasta el Senegal, siguiendo paralelamente la dirección del litoral sobre una estension de 30°, demuestra que la fauna abisal posee un fondo común de especies idénticas. Si se hu- biera podido continuar ese itinerario al Sud del Senegal, á lo largo de la costa O. de África, hasta el Cabo de Buena Espe- ranza, hubiera quizá podido hallarse otras estaciones de esas especies abisales cosmopolitas, uniendo la fauna ártica á la fauna antartica, pasando por debajo de las faunas litorales las mas variadas. A más, los naturalistas del CliaUenger draga- ron especies europeas en la zona abisal de las islas Kerguelen, Marión, del príncipe Eduardo, etc. Por otra parte, la distribución de ciertas especies abisales, siguiendo los paralelos, está bien probado, á lo menos en el Atlántico. Pourtalés y Agassiz han mostrado desde largo tiempo atrás que buen número de formas reputadas europeas vivian en las aguas profundas de las Antillas; y por el contrario noso- tros hemos reconocido, en la fauna abisal del Oeste de África, varios Moluscos notables, descubiertos por Verrill en la costa de América y á grandes profundidades. Pero, á pesar de esos hechos, que indican una repartición muy estensa de ciertos tipos zoológicos, el conjunto de la fau- na abisal está modificado á lo largo del meridiano, en virtud de una ley general, primordial por decirlo así, y cuyos efectos — 195 — son evidentes, desde que los continentes y los mares se dise- ñaron en la superficie del globo. Asi en las abisas del Atlán- tico, á inmediaciones del Senegal, habita una fauna estraña, formada de especies europeas mezcladas á tipos intertropi- cales que no existen en Europa, y que pueden considei-arse cual colonias abisales de géneros que en cualquiera otra parte son propios de los mares cálidos. Sin embargo, ninguna de estas especies es común á las riberas del Senegal y á esta fauna abisal. 5" ¿Cuáles son las relaciones de la fauna abisal con las faunas fósiles anteriores? El examen de este problema me llevaría demasiado lejos y, además, lo he estudiado en una serie de secciones en el «Mu- seum de historia natural». Mi colega, el Señor Filhol se ha encargado de tratarla en un informe especial al que refiero al lector. Distribución de los animales en los mares de tempera- tura constante. — Las investigaciones en los mares [¡rotundos demuestran que su temperatura decrece desde la superficie hasta el fondo y que existe, por consiguiente, una verdadera circula- ción, determinada por el aflujo en el fondo de las aguas frias polares y por lo tanto la constitución de una fauna de tipo frió sobrepuesta á una fauna de tipo mas cálido. Pero esta ley no es exacta para los Océanos que comunican estensamente entre sí y es inexacta cuando se aplica á los mares impropia- mente llamados cerrados ó de temperatura de fondo constante. El tipo de esos mares es el Mediterráneo, cuyo fondo tiene una temperatura constante de -f 13°. El mar Rojo aunque co- municando por una abertura mayor con el Océano Indico tiene una temperatura de fondo constante é igual á -f21''. El mar de Soulou, anchamente abierto en varios puntos, tiene una temperatura de fondo de -flO". La fauna profunda de estos mares está todavía poco estu- diada. Las especies abisales del Mediterráneo son poco nume- rosas y mezcladas á un gran número de formas de zonas su- periores. En el mar Rojo, ignoramos aún si la fauna abisal es diferente de la fauna superficial. Señalo pues estos vacíos que se podrían llenar sin esfuerzo. — 196 DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE LOS ANIMALES FÓSILES Así como se ha repetido muchas veces, la fauna actual es la continuación de las faunas antiguas y no es una creación independiente. Por consiguiente, si los animales actuales están repartidos en provincias zoológicas distintas, resulta que esta repartición tiene sus orígenes en el pasado y que quizá, en to- das las épocas de la vida sobre nuestro globo, distintas re- giones zoológicas estuvieron suficientemente caracterizadas. Esta hipótesis no debe perderse de vista por los geólogos que tienen una tendencia natural á creer que faunas fósiles diferentes pertenecen á períodos que no son sincrónicos. El estudio de esta antigua distribución geográfica está ape- nas bosquejado en su conjunto. No ha sido hecho, sino para los Mamíferos terrestres terciarios. Sin embargo, los ani- males marinos de los estratos correspondientes, demuestran diferencias notables, sea que habitaban el litoral de la Amé- rica del Norte y el de la Europa en la misma época. En el período secundario hallamos las mismas diferencias; las especies comunes son raras, pero los géneros son vecinos y hasta idénticos. El conjunto de las formas que constituyen, por ejemplo, la fauna cretácea de Europa, comparado al de los géneros cretáceos americanos es el mismo, pero indica simple- mente una época semejante, 6 un estado igualmente adelantado en la evolución de los seres en Europa y en América. El exa- men comparativo de algunos grupos de fósiles, los Amonitas y los Rudistas, es á ese respecto muy instructivo. La fauna del Trias indica la existencia de dos provincias zoológicas dis- tintas y contemporáneas. Por fin, los depósitos del período primario nos muestran tam- bién diferencias, menos marcadas sin embargo, entre los fó- siles sincrónicos de la América del Norte y de Europa. Puede deducirse que desde la aparición de la vida en la superficie de la tierra, la repartición de los animales no fué idéntica en todas las longitudes y las latitudes. Esta reparti- ción está pues ligada á la constitución de nuestro globo, á su forma y quizá á su modo de rotación ; está influenciada por el calor y la luz, y estuvo acentuada en el trascurso de las edades por el relieve de los continentes, la distribución de las aguas y la profundidad de los mares. Debemos tratar de despejar las incógnitas de esta distribu- — 197 — cion, estudiándola en sus mas pequeños detalles. El edificio de la ciencia no está compuesto sino de inumerables mate- riales que accumulan paulatinamente innumerables trabajadores. Algunos privilegiados descubren, de siglo en siglo, nuevos mé- todos para sacar provecho de esas riquezas acumuladas, pero las teorías generales caen ó son sustituidas y los hechos que- dan para honor de la ciencia positiva. MUSEO DE LA PLATA ESPLORACION ARQUEOLÓGICA DE LA PROVINCIA DE CATAMARCA PRIMEROS DATOS SOBRE SU IMPORTANCIA Y RESULTADOS POR , K. R. MORENO Director del Museo ESTRACTO DEL INFORME ANUAL CORRESPONDIENTE A 1890 Museo de La. Plata. Esploracion arqueológica de la Provincia de Catamarca PRIMEROS DATOS SOBRE SU IMPORTANCIA Y RESULTADOS F. P. MORENO Director del Museo ( Estrado del informe anual correspondiente á 1890) No he podido continuar, por las dificultades económicas por que atraviesa la República, la esploracion arqueológica que en la Provincia do Catamarca practicaba, por cuenta de este Museo, nuestro naturalista viajero, don Adolfo Methfessel, pero este establecimiento continúa reciljiendo los objetos reunidos en escursiones anteriores. La manera como se practica por el Museo el examen escrupu- loso de las destruidas moradas y sepulcros de los antiguos habi- tantes de los valles calchaquíes, nos asegura deducciones exactas que no era posible obtener antes por la confusión que resul- taba de la dudosa ubicación de casi todos los hallazgos anteriores, hechos por lo general por personas poco competentes ó intere- sadas en su venta, las que han alterado muchas veces la verdad sobre sus descubrimientos, mezclando los objetos de distintos yacimientos para obtener mayor precio, alteración muy perju- dicial, si se tiene en cuenta la importancia capital de las anti- güedades de nuestras provincias andinas, para el completo cono- cimiento de la historia del hombre americano pre-colombiano. Sería muy aventurada la publicación inmediata de las conclu- siones que á primera vista se desprenden del examen superficial del muy grande material que para el estudio de esa historia con- — 204 — tienen las culccciones de este establecimiento, y del de las valiosas piezas reunidas por el señor Methfessel. El pasado humano de estos territorios se liga seguramente con el de otras regiones americanas, pero lo reunido hasta ahora no basta para deslindar esas relaciones, ni conocer su origen: por lo tanto, todas las congeturas á este respecto sim muy susceptibles de grandes modificaciones, como lo indican l(^s nuevos descubrimientos. Aun cuando en estos últimos cincuenta años se han agre- gado muchos nuevos elementos de investigación sobre este pasado, á los que encontramos en las obras mas ó menos verídicas ó mas ó menos ingenuas ó interesadas, del tiempo de la conquista, fáltannos en la República Argentina monografías de cierta esten- sion ó estudios que se aparten del «Diario» del viajero, y que á la manera de las investigaciones practicadas en los centros de civilización del mundo bíblico, detallen lo que son y contienen las viejas ruinas sud-americanas, rehaciendo así la historia de los pueblos que dejaron esos po'tentosos vestigios y el medio físico en que actuaron. Méjico, además de poseer de su gran pasado oljras de largo aliento y fruto de pacientes esploraciones, acaba de pulilicar ofi- cialmente un verdadero monumento monogi'ático sobre sus anti- güedades. Puede estudiarse á Yucatán y á sus maravillosas ruinas en el Museo del Trocadero, en Paris, por todos los intei-esados en la vieja historia de América. Nicaragua, las regiones del Istmo, Nueva Granada, \'enezuela, Ecuador, han sido pacientemente investigadas en estos últimos tiempos, y Estados-Unidos, Francia y Alemania sobre todo, ostentan en sus museos materiales para principiar á reconstruir el pasado de esos países americanos. Mas próximos á nost^tros y mas ligados en el pasado (jue el presente con lo ipie es hoy Repúljlica Argentina y cuyo estudio tiene por lo tanto mayor interés para nosotros, el Perú \' Bolivia han tenido entre otros investigadores de sus misteriosas ruinas, quizá mas importantes para el conocimiento del mas remoto pasado de América, que Yucatán ó Méjico, á D'Orbigny, Castei.nai', Pivero, Tschudi, Angrand, Mitre, Squier, AViexer, Stubel, NVeiss y Falb. VA primero, nos ha dado una buena serie de observaciones sobre Tiahuanaco, pero disponiendo de reducidos elementos de consulta, ignorando los otros grandes vestigios de viejas sociedades de los valles centrales ó de la costa del Perú y los esparcidos en la República Argentina, con la única base de sus observaciones en la meseta del Lago Titicaca, se concretó á la descripción de lo que había esplorado, considerando á esas ruinas como vestigios o del ui-te aiuiiii-á, anteriores á la dominación incásica, dinaslia ([ue empieza, según D'ürliigny, con la fundación del Cuzco por Manco- Capac, salido del Titicaca en el sigloXl. Incurrió con esto, siguiendo á Garcilaso, en la creencia errónea de la modernidad de la dinastía, sin detenerse á pensar que os imposible que naciones como la Quichua y la Aimará, que profesaban el culto de la tradición, olvidaran tan pronto el esplendor de una civilización como la del Titicaca y sus inmediaciones, quo debía todavía existir en la época de la ajiaricion de Manco-Capac. porque un legislador como éste no brota del desiei'to. ni ipie lül civiliziicion se des- truyera tan rápidamente que sus voslig¡()s fueran considei'ados como antiguallas de tiempo desconocido por los mismos indí- genas, al llegar los Españoles. Gastelnau, que recorrió mayor estension de Bolivia y Perú que D'Orbigny, describió mas estensamenle las mismas i-uinas, |ipro sin adelantar nada sobre su origen. Se ocupó con detalle de las ruinas del Cuzco, que ("onsidcra incásicas, y enlrando en consideraciones sobre la antigüedad de la civilización del Perú, que e>. «bien anterior á la esjiecie de renacimienlo ii la cual los lucas dieron su nombre», se resolvió por el origen semítico de los habitantes de América, y por el contacto con las civili- zaciones del Mundo ,Ant¡guo, presentando interesantes analogías en a[)oyo de sus ideas, pero descuirlando lo que mas debió in- vestigar : las naciones (juc produjíM'on las construcciones gigan- tescas que admira. Rivero y Tschudi no las descuidaron, y fueron los primeros au- tores que con una masa considerable de materiales, dislinguieron, aunque á grandes rasgos, los centros civilizados y las razas del Perú antiguo, antes de la fundación del reino incásico, refiriendo el origen de este reino á la raza que llaman Aimará. Dividen en dos épocas el arte peruano anterior á los incas, pero, adoptando la genealogía de éstos, dada por Garcilaso, repudian la mas lógica, la de Montesinos, y encierran en un cuadro estrecho, lo c[ue es i-esultado de la evolución social de varias razas durante decenas do siglos. Poco interés prestan, y la mencionan como simple curiosidad, á la igualdad que hay entre algunas clavas de madera de chonta, encontradas por ellos en Colombia y en el Perú, y las de Nueva-Zelandia, y figu- ran en la misma plancha que una de esas clavas, sin mayor mención que la de «hacha de piedra verdosa anfibólica encon- trada en las huacas del Cuzco », una verdadera maza de guerra neo-zelandesa, el característico Patoo-Patoo, peculiar á la con- siderada como patria de los Maories. — 200 - Angrand, en su importantísima carta sobre las antigüedades de Tiahuanaco, les atribuye un remotísimo origen, con razón, y se inclina también á admitir una mayor duración a la dinastía incásica, que la asignada generalmente. Supone que la civili- zación de Tiabuanaco vino del Norte, como la Quicbúa, consi- derando de un mismo origen á ambas, aunque desarrolladas separadamente desde muy remota antigüedad. Dice : « el pue- blo que ha elevado los monumentos de Tiahuanaco, es de una rama de la gran familia Toltéca Occidental, de origen Náhuatl ó Californiano, de cabeza recta, que descendió hiicia el Sud en la época de las mas antiguas migraciones». El Genera] Bartolomé Mitre ha publicado un importante estudio sobre Tiahuanaco, que contiene observaciones propias hechas durante su viaje á esas ruinas, pero las difíciles con- diciones en que realizó su visita, no le permitieron entrar entonces en mayores consideraciones sobre el origen de esa misteriosa civilización. Squier abrió la era délos verdaderos esploradores arqueólogos; su libro titulado «Viajes y esploraciones en la tierra de los Incas», es una revelación. Por primera vez preséntanse allí con caracteres definidos las viejas sociedades Chimus y del Titicaca, corroborando, en mucha parte, las deducciones geniales de nuestro ilustre historiador doctor don Vicente Fidel López, sobre los Atumurunas, contenidas en su libro << Las razas arianas del Perú » . La obra de Squier, como la de Wiener, de igual índole sobre ((Perú y Bolivia», .son material inagotable de consulta, y agregán- doles los trabajos mencionados y las bellísimas ilustraciones pu- blicadas por Reiss y Stubel, como resultados de sus esploraciones en el cementerio de Ancón, inmediato á Lima, y las publicadas últimamente por el Museo de Berlin, forman un material inapre- cial;)le. Y sin embargo, todas estas obras reunidas, no dan todavía una idea exacta del pasado del Perú. Son una acumulación in- mensa de datos mas ó menos completos, pero, ó son simples men- ciones de ruinas ó de objetos examinados de paso, ó descripciones sin suficientes indicaciones del medio físico y social en que se encuentran esos objetos y esas ruinas, dificultando el poder formar un conjunto de observaciones que permita rehacer la historia de los pueblos que dejaron esos vestigios, sus orígenes, sus usos, costumbres, lenguas, i-elaciones entre ellos, medios físicos en que se desarrollaron, vivieron y murieron, observa- ciones que son las que deben hacer que la pre-historia se aproxime á la historia. — 207 — Pues bien, si apesar de los elementos enumerados, no se puede tener aun una itlea exacta del pasado peruano-boliviano, ¿qué diremos sobro el de los territorios que boy componen la República Argentina, en la que recien empiezan los estudios arqueológicos? No tenemos viejas crónicas que nos cuenten las tradiciones pre-colombianas. Apenas los primeros cronistas se refieren á la conquista del Tucuman por los Incas, y esto incidentalmente. Los autores mas antiguos que hayan escrito sobro las nacio- nes indígenas, sedentarias, de las faldas andinas, pertenecen todos al siglo XVII y poco cuentan del estado de aquellas pobla- ciones al pasar de la suave dominación quichua á la cruel de los españoles. Poco sacamos todavía en limpio de los relatos de los conquistadores del Plata y del Paraná, y será necesario un paciente estudio de ellos para ver claro en esa confusión de nombres de triljus, de parages y de patrañas. Sin embargo, qué inmensa importancia tienen las reliquias escondidas en estas vastas tierras, para el conocimiento de la i)re - historia americana! Tanta, que sin su examen no será posible encontrar la verdad sobre el pasado humano de este continente. Y es esta abundancia de material que se pierde si una vez que se le descubre no se le recoje con cri- terio é inteligencia, la que me hace sentir mas la falta de ele- mentos para continuar con actividad las investigaciones iniciadas por este Museo. Muy prolijas deben ser éstas, ya que nos falta la mejor clave para conocer la historia de las civilizaciones — la lengua escrita. No es creíble que los anales de esa historia estén consignados en los signos aun indescifrados, figurados, en todo lel territorio sud-americano, en los monolitos tallados por el hombre, ó pu- lidos por las fuerzas naturales en las heladas mesetas, en los desiertos sin agua, ó entre las selvas vírgenes, y en el centro de los torrentes, pero, si los sud-americanos no podemos desvelar nuestros oscuros orígenes, resucitando el pasado, en la misma forma con que se ha conseguido restaurar el viejo Egipto, tra- bajemos para tener siquiera un bosquejo de lo que fueron las civilizaciones que se consumieron en este suelo. Hagamos para ello mas que observaciones de paso ; principiemos metódi- camente la reconstrucción de esos orígenes, cooperando al objeto cada una de las repúblicas en que está dividido el con- tinente, organizando trabajos en ese sentido y agregando al esfuerzo individual los elementos oficiales. Tratemos de que los vestigios que deben servir de base á nuestra historia, no salgan — 208 — del suelo americano, como desgraciadamente ha sucedido hasta ahora. Reunámonos los que amamos el pasado ; hagamos conocer lo que resulte de los reconocimientos en el terreno y de su estudio, á medida que pueda condensarse en cualquier forma gráfica, para (jue cada uno los aproveche en sus inves- tigaciones, y así, en corto tiempo podremos, todos, reunir un monumento que sirva de pedestal á nuesti-a grande historia futura. i¿»^^ '«$HÍ^..«V> Roca traquítica con insceipciones grabadas — (Bajo de Cañota. Mendoza) Scgun fotogi-afla de F. P. Moreno — 1/30 del tamaño natural Nosotros los argentinos que pretendemos marchar á la cabeza del movimiento intelectual en este continente, estamos, en lo que se relaciona con los estudios arqueológicos, recien en el principio. Aun cuando fué en Buenos Aires que se fundó el primer Museo Antropológico, cabiéndome el honor de hacerlo, la actividad de un hombre solo no l)astaba para llevar adelante, con rapi- dez, una institución semejante, y hemos visto con tristeza que el Brasil nos aventajara, abriendo su Esposicion Antropoló- gica en 1882, y emprendiendo oficialmt?nte la esploracion de los parages donde se señalaban restos de sociedades pre-histó- — 20',) — ricas, trabajos i|ue lian [x'dducido monografías de singiUar valor para los que estudiamos las antigüedades argentinas, por las comparaciones que pueden hacerse entre nuestros hallazgos y los que casi pudieran llamarse idénticos, realizados en la desembocadura del Amazonas. l'^stas y otras semejanzas con regiones aun mas distantes, hacen necesaria cuanto antes, la esploracion liajo este punto de vista de toda la América austral, desde Panamá hasta el Caljo de Hornos, y, cuan fácil sein'a jiara los g(^l)iernos, proceder de acuerdo para llevar adelante tales trabajos ! Aislados, los estu- diosos de cada país, solo podremos divulgar lo que resulte del trabajo en el tci'i'eno y en el laboratorio, dentro de estrechos limites, y estos trabajos aislados no llegarán en ningún caso al ñn buscado, salvo que algunos felices puedan disponer de me- dios propios para estender el campo de investigación fuera de esos límites. No debemos olvidar que las divisiones geográficas actuales no son las mismas que se])aral)an á las antiguas sociedades pre- colombianas. El pasado del Perú está íntimamente ligado con el Ecuador y Bolivia, hasta con la República Argentina, Chile y Brasil, y casi seguramente . con las regiones al ¡Norte del Ecuador. Nosotros los- argentinos solo podremos hacer ob- servaciones de frelallo, si es que debemos concretarnos á nuestros actuales territorios. El origen de nuestras tribus nómades, y de las sociedades sedentarias que actuaron aquí, en tiempos ante-colombianos, es el mismo de otros hombres de patria lejana, porque, conviene repetirlo hasta que el público se convenza del interés que tienen esta clase de estudios : nuestras sociedades pre-históricas tuvieron contacto con otras de ambas Américas. No es posible examinar los descubrimientos hechos en la parte Sud-Oeste de Estados-Unidos sin compararlos con los materiales argentinos reunidos en este Museo. ¡Cuiíntas analogías entre las industrias y el tipo físico de hombres desaparecidos en medios tan distantes entre sil En ocasión próxima hemos de dar la demostración gráfica de estos hechos. Importancia igual tienen otros hallazgos que se relacionan con Méjico. ¿Cómo han llegado á las pampas de Buenos Aires las figu- ras de barro cocido, que tanto abundan en las ruinas aztecas? El espíritu asombrado no nota la menor difei-encia entre unas y otras; parecen salidas de los mismos mohlos. Un viajero á quien durante su visita á este establecimiento, mostré esos objetos, sin indicarle su origen, me aseguró que había recojido completamente iguales en las ruinas de Teptihuacan. Grande — 210 — fué su asombro al conocer su procedencia, — Laguna de Lobos, — Provincia de Buenos Aires. Por una feliz coincidencia y gracias á la intervención amis- tosa de mi amigo Carlos Wiener, el sabio autor de «Perú y Bolivia», poseemos en el Museo una espléndida colección de vasos exliumados de las necrópolis de la costa del Perú, en las inmediaciones de Trujillo y principalmente del Gran Chimu, y en esa colección que cuenta cerca de mil piezas, hay sufi- cientes elementos para conocer la vida diaria de una sociedad civilizada. No son raras las piezas que tienen analogía completa con las del Ecuador, Chiriqui y aun de mas al Norte; algu- nos principes prisioneros, atados, nos dicen que los Chimus guerrearon y salieron mas de una vez triunfantes con naciones que no ^fueron las llamadas incásicas. Urna Funeraria. — Eklkn íCatamaiícaI. — Douacion Moreno 1/10 del tamaño natural Si describiéramos aquí las antigüedades de la República Ar- gentina, se presentarían otros hechos que no dan lugar a dudas sobre las relaciones que existieron entre éstos y otros pueblos muy lejanos, al mismo tiempo que demuestran una civilización peculiar á estas regiones. — 211 — He encontrado á orillas del Rio Dulce, próximo á Santiago del Estero, un antiguo enterratorio y en él, urnas toscamente modeladas conteniendo restos humanos, y con éstos, moluscos de es))ecies que actualmente viven en el Océano Pacífico. Hallazgo parecido he hecho en otros enterratorios pertenecientes á un pueblo distinto, en la provincia de San Juan ; uno de esos moluscos cubría el pubis de una mujer. Y comparando la industria de estos hombres con la de los Changos del Ata- cama, he encontrado, no analogía, sino igualdad completa entre objetos y usos. Cuántos pueblos y razas dibtintas se observan en los restos que hemos reunido! Urna Funeraria. — Santa María (Catamarca). — Donación Moreno. 1/10 del tamaño natural Las enigmáticas ruinas calchaquíes que revelan el paso y dominación de varias razas, á través de los siglos, han de dar algún dia luz suficiente para rehacer las sociedades cuya exis- tencia y poderío indican, precediéndose en ese teatro tan triste hoy y que en edades remotas presentó sin duda alguna un — 212 — fórtil y risueño panorama donde se hizo la fusión de las razas pre-históricas, como lo prueban los cráneos exhumados y los restos de industria. ¿Quiénes fuei-on los hombres que trazaron el grandioso camino llamado del Inca? ¿Fueron éstos, fueron otros príncipes anteriores? Me inclino á lo último, teniendo en cuenta ([ue es á la orilla de estos caminos donde he cncdutrado en mas abundancia las rocas cubiertas de inscrijiciones enig- máticas que no usaron los Quichuas. Caminos son éstos que, atravesando el Perú y distribuyendo ramales donde la población era posible, llegaban hasta Chile por la quebrada de Uspallata, hasta donde los he seguido en un centenar de leguas, rectos como el trazado de una línea férrea en la pauq>a horizontal. La industria del cobre y del bronce, en estos lugares, nuiy distinta de la exliumada en el Perú, es otro ten)a de gran im- portancia, y conviene hacer notar aquí la igualdad (¡ue existe entre algunas piezas de Atacama publicadas en la obra U. S. Naval AstronomicalExpedition (pl. ^'II, tomo 111) y bisi^ieontradas en Catamarca y conservadas en este Museo. Hasta ahora no se han señalado discos de cobre, como el figurado mas adelante, ni en BoH\ia ni en el -Perú. El ]Hieblo ó la raza que enterrajja sus muertos en urnas, tenía representantes en toda América . Que las relaciones entre sus lamas desmembradas se ¡ntci'ruuqiicron en remo- tos tiempos, lo indica la variedad de fnrmns adoptadas para esa fúnebre costumbre . Y á estos pueljlos pertenecen quizá los curiosos objetos de piedra tallada con formas animales que se han descubierto desde el Islnio hasta el Amazonas y Pro- vincia de C('irdol)a en la Re|iública Argentina. Quizá también podamos referir al mismo pueblo las-inscripciones citadas, pin- tadas ó labradas en las rocas hasta el Estrecho de Magallanes, de las que posee el Museo un centenar de facsímiles. Esta costumbre de enterrar en urnas, parece que en el tiempo de la couípiista solo se practicalja para los cadáveres de niños, en los pueldos de Catamarca. Raro es el caso en ipie allí se en- cuentren restos de adultns en esas condiciones, y cuando esto sucede, las urnas son de tipos mas primitivos, é indudable- mente de época mas antigua. Dejemos las sociedades constituidas y lleguemos á las tri- bus nómades. Posee el Museo algunos centenai-es de cráneos antiguos y modernos de his tribus que han habitado este estremo austral. >■ de su comparación resulta que varias de las razas que se han cstinguido en el suelo argentino, vinieron del centro y del norte de esta América, unas, y que otras son — 213 — 214 — de origen aun desconocido, como ser los patagones ó verda- deros Tehuelches. Los Yahgan habitan hoy el estremo de la Tierra del Fuego. La carne de las ballenas que á la costa arrojan las tormentas polares, es uno de los manjares mas deseados por ellos, tanta es la miseria en que viven. Sin embargo, algunas de sus costumbres contrastan con ese triste medio. El Yahgan, desnudo, apenas cubierta la espalda con un fragmento de piel de otaria, baila entre la nieve, se adorna de plumas y se cubre la cabeza con una máscara. A uno de ellos, á quien la civilización no ha dañado, que ha llegado á ser un hábil buscador de fósiles y que es quien pone el pliego en la prensa tipográfica c|ue imprime este informe, acabo de mos- trarle una lámina de la obra de Castelnau que representa un baile de enmascarados entre los indios Garajas. Es análoga su fiesta, salvo, que en vez de la vegetación tropical del Brasil, el pobre fueguino baila sobre el suelo helado. He presenciado al pié de los Andes, en las tribus mapuches, en Patagonia, un baile en celeVjracion de la primera menstruación de una joven india. Había allí un bailarín enmascarado y de las averiguaciones que hice, resultó que tales máscaras eran raras, siendo restos de una antigua costumbre. ¡ A cuántas observaciones y deducciones se prestan estos hechos ! Qué inmensidad de tiempo se ha necesitado pai'a que los nómades de hoy, evocando costumbres casi perdidas y cuyo origen ignoran, revelen una comunidad de origen, ó un con- tacto inmediato entre sus antepasados! Últimamente se han en- contrado en paraderos antiguos, en la Costa Atlántica, restos de industria humana, objetos de piedra pulida, asociados con ani- males estinguidos, en los médanos conchíferos prehistóricos, pero posteriores á la formación del terreno pampeano y de época en que la costa marina era la misma que hoy; y el Museo posee parte del esqueleto de un hombre, encontrado en terreno mas an- tiguo, pampeano, junto con gran parte del de un Scelidotherium. El tipo craneológico es muy parecido al de los actuales Ala- kaluf do la Tierra del Fuego, que parece ser el mismo do los Botocudos del Brasil. Sonríen la mayoría de los etnólogos, cuando se les habla de que las relaciones entre las razas antiguas americanas y poli- nésicas, han sido mayores que las admitidas generalmente, pero no es posible olvidar las mazas de piedra encontradas en Colombia y en el Perú, y casi indudablemente, en la República Argentina, pues durante mi visita á Santiago del Estero, en 1876, se me habló y se me hizo el diseño de una maza de .pie- — 215 Hacha de piedra, imitando el mismo objeto DE coisHE, Valle de Oatamaeca. Donaciou Moreno 3/4 del tamaño natural Hacha de piedra SiNGuiL. Catamarca — Donación Moreno. 3/4 del tamaño natural dra verdosa, que no era otra que una maza neo-zclandesa. Además, el Museo posee, entre otras piezas de un origen pare- cido, dos grandes mazas de madera : la una encontrada en una escavacion en Copiapó y la otra en Quillota, ambas en Chile. La última me fué obsequiada, allí, en 1885, por mi malogrado amigo don Benjamín Vicuña Makenna, dias después de haberse efectuado su descubrimiento. Estas dos piezas son polinesas, completamente iguales á las que usan los habitantes de las Nuevas-Hébridas. — 216 — Todo lo espuesto muestra lo importante de las investigaciones antropológicas en este estremo austral y la imprescindible necesidad de darles mayor am[)litud. De desear es que encon- tremos cooperadores (|ue nos faciliten los medios, y es ante este' deseo (|ue se lia deslizado la pluma mas de lo conveniente, tratándose de una simjile noticia (|ue dá cuenta en general de la im|iortancia de las adcpiisiciones hechas para nuestras co- lecciones, durante la larga escursion de nuestro naturalista viajero. Los resultados generales de la misión confiada al señor Methfessel, ique han sido catalogados durante el año 1890, son los siguientes: Tumba indígena. — Asdalguala (Catamarca). — Esploracion Methlessel ant:^ropologia. RESTOS HUMANOS lí Ochenta y siete cráneos, exhumados en Santa Maria, "\'alle ■del Cajón, Andalguala y Siquivil. Además, un buen número de otras partes del esqueleto que se restauran en este momento. Los esqueletos á que corresponden estos restos, han sido hallados en muy distintas condiciones de yacimiento y posición: Á unos se les ha enconti'ado aislados, acostados, encojidos, sin piedra alguna que indicara el sitio en que fueron depositados los cuerpos á que pertenecían, y sin que los acompañara ningún resto de industria ; otros estaban acostados, encojidos, sepa- rados'por pequeñas murallas, inmediatos á centros de pobla- ción antigua, y otros, enterrados en verdaderas sepulturas, «en- murallados», culjiert^is éstas por grandes ])iedras; algunos de estos cuerpos estaban sin cabeza, colocadas éstas fuera de las sepulturas, las que no' presentan signos de haber sido abiertas posteriormente al depó- sito del cadáver. Un buen número de restos, proceden de verda- deros Abrís sous ro- che, cubiertos los es- queletos por gran- des piedras . La mayor parte de los cráneos juveniles proceden de cuer- pos que estaban en- cerrados en urnas de tierra cocida , pintadas general- mente con compli- cadas figuras. Aun no me ha sido posible hacer una investigación prolija de estos restos, pero puedo adelantar que pertenecen á varias razas Sepultura de los antícíuos Calciiaquíes, descubierta al reparo DE UNA ROCA. — Esp. Mcthfesscl. — 218 — y i'i distintas épocas. La mayor parte son cráneos deformados; la braquicefalia predomina y ninguno de ellos se acerca por su dolicocefalia al tipo antiguo exhumado en la Provincia de Buenos Aires y en Patagonia. Los enterratorios mas modernos jiresentan un tipo mezclado, con caracteres del tipo peruano llamado de Ancón. Otros cráneos se asemejan á tipos del Sur, de la Provincia de San Juan, Patagonia y del Chaco, y éstos proceden, la mayor parte, de las tumbas mas antiguas. Las observaciones del señor Methfessel corroboran lo que ya se deducía de las de otros viajeros, y las que me había suge- rido una escursion á esos puntos en 1876. En ellos, florecieron en otro tiempo pueblos bastante ade- lantados, que se desarrollaron antes de la invasión incásica. Estos vestigios no revisten las propoi'ciones imponentes de los que dejaron los hombres de Tialiuanaco y del Cuzco ; mas bien se asemejan á los descubiertos al S. O. de Estados-Unidos y al N. O. de Méjico. La industria y edificación recuei'da la de los Pueblos, aunque mas avanzada (jue la de éstos. Las ruinas son muy abundantes, indicando una población mucho mas numerosa é industriosa que la actual; y las cons- trucciones defensivas que el señor Methíéssel ha estudiado dete- nidamente, nos dicen que las guerras eran frecuentes entre esas sociedades y que los vencedores no dominaban fácilmente á los vencidos. Se encuentran estas ruinas en grandes alturas, hasta mas de 4000 metros, en valles, mesetas y entre las breñas mas abruptas, colgadas, puede decirse, entre las anfractuosida- des de los cerros casi verticales. Hay construcciones aisladas, y grandes cstensiones fortificadas dominando los valles cubier- tos de ruinas de pueblos. Algunas de las ruinas observadas presenta la curiosa dispoíiicion de las habitaciones ya señalada en algunas descubiertas en Arizona y Nuevo Méjico. No tienen por lo general aberturas que comuniquen con patios ó corredores; las aberturas que existen comunican solo unas piezas con otras y es frecuente encontrar en estos vestigios de colmenas huma- nas, habitaciones sin salida alguna. Los muros que forman estos centenares de piezas, tienen mas de un metro de ancho, generalmente construidos como para caminar sobre ellos, lo que sin duda se hacía para penetrar en las habitaciones por el techo, no teniendo otra entrada. Se encuentran también en esos valles montículos artificiales, de poca estension y elevación con construcciones sobre ellos, las que probablemente eran puestos militares, dominando las llanuras iiróximas. 21',) •'-ni^^.^^fHa^^tifMr-'WSSe^n': — 220 — Con los materiales que de Catamarca poseemos y las ilustra- ciones de aquellas ruinas que debemos al artístico pincel de nuestro c'm¡ileado, ilustraremos pronto el estudio de estos restos y de los olijetos que usaron los hombres que vivieron en épocas ante-históricas, en los valles llamados Calchaquíes en recuerdo de la raza que los ocupaba á la llegada de los conquistadores españoles. CERÁMICA La colección traída por el Sr. Methfessel contiene 400 vasos grandes y pequeños, alcanzando algunos hasta 80 c. de altura. Muchos de ellos han servido de urnas funerarias, habiendo sido fabricados con ese objeto. La mayor ])arte están adornados con pintui'as de colores, representando, entre curiosas combi- naciones de líneas, pájaros, reptiles y caras humanas ; éstas están figuradas i)or lo general por líneas en relieve. Además, figuran 350 fragmentos importantes representando cabezas humanas, diversos mamíferos, aves y reptiles, en relieve ó pintados ó grabados. OBJETOS DE PIEDRA 420 piezas, como ser: puntas de ñechas, hachas, morteros, figuras humanas y de otros animales. OBJETOS DE COBRE 15 objetos, entre ellos una campana, un disco adornado con caras humanas, hachas, cinceles y otros pequeños objetos. OBJETOS DE PLATA O olijutos de origen indígena pero post-colombiano. OBJETOS DE HUESO 110 ol)jetos, como ser: puntas de fiechas, útiles domésticos, instrumentos musicales, etc. — 221 — VARIOS Restos de tejidos, moluscos marinos encontrados on las tum- bas, adornos de fragmentos de éstos que cubrían el cuerpo de un bombre, maiz, objetos de hierro del tiempo de la conquista, liallados entre las murallas y en las tumbas indígenas mas mo- dernas, etc. Disco de cobre fundido 1/4 (li'I tamaño natural — Andalgnala ^CataIna^ca). — Es]i. Methfcssfl. paleontología F. P. MORENO Y A. MERCERAT Próximos á las antiguas viviendas del hombre, incrustados en la roca que sirve de asiento á esos viejos pueblos, el señor Methfessel ha descubierto importantes yacimientos fosilíferos. De los restos estraídos de ellos han llegado la mayor parte al Museo, aun cuando no todos se han colocado ya en la sección correspondiente, [lorque son grandes las dificultades que hay para estraerlos de la roca. Pi-esentan estos restos vivo interés, por el horizonte geológico en que se encuentran y por las relaciones que se notan con otros estraídos de depósitos mas antiguos y mas modernos. Serán tema de trabajos ya princi- piados, pero que no pueden tener cabida en este informe, en el que solo se enumeran mas ó menos suscintamente las prin- cipales piezas incorporadas á nuestras colecciones durante el ultimo año trascurrido. El terreno en que se han descubierto estos restos, ocupa el bajo de Andalguala é inmediaciones, situado á 2.600 metros sobre el mar comprendido entre las dos cadenas de mon- tañas, el macizo del Aconquija y el de Santa María, se estiende de Norte á Sud por espacio de 40 kilómetros aproximadamente. Forma un espeso manto de arenisca arcillosa gris-verdosa, CUNO elemento micáceo es esencialmente representado por biotita. Esta formación tiene una potencia considerable, centenares de metros. Presenta varios pequeños estratos ó mas bien fajas parciales de cantos rodados del tamaño general de una nuez, habiéndolos hasta del de una naranja; generalmente estos cantos están aislados, en una misma línea, como resultado de una fuerte corriente, venida de larga distancia. La roca, por lo general, es muy dura, habiendo sido nece- sario varias veces emplear la pólvora para estraer los restos. Esta formación parece ser de origen lacustre, y debe reposar sobre las capas superiores de la formación llamada de arenisca roja, la que según unos, pertenece á los últimos tiempos ti'iá- — 223 — sicos, y según otros, á los primeros del jurásico. Las investiga- ciones confiadas al Sr. Methtessel, tenían por })rincipal objeto el hombre y sus vestigios, y desgraciadamente, no le ha sido posible prestar mayor atención á estos yacimientos. No ha podido distinguir, pues, si hay alguna formación intermediaria. El terreno fosilífero presenta grandes alteraciones en sus capas, variando desde la horizontalidad casi perfecta, hasta una inclinación que alcanza á 70", pero estas capas inclinadas parecen el resultado de hundimientos locales. Se nota también inversión de los estratos, en algunos casos. Está cubierto, en las partes en que no se ha alterado la ho- rizontalidad y que forman mesetas, por una capa de grandes bloques graníticos y porfíricos, que alcanzan hasta 10 metros cúbicos, siendo la mayoría de 1 2 metro cúbico. Estas piedras, mas ó menos pulidas y angulosas, no están adheridas unas á otras por ningún cemento y parecen tener un origen glacial. El espesor de la capa es variable, alcanzando hasta 10 metros. La alteración en la posición ])rimitiva de los terrenos fosilíferos, ha sido sin duda posterior al depósito de estos bloques, porque se les encuentra en los faldeos de las capas inclinadas, disemi- nados y en ningún caso en posición vertical, en las cimas. Los restos fósiles se encuentran en todo el espesor de la formación de arenisca -arcillosa. El Sr. Methtessel ha encon- trado huesos al pié y casi en la cima de una misma meseta, habiendo entre ambos yacimientos una altura de 180 metros. A juzgar por los mamífei-os que se enumeran en seguida, este terreno parece pertenecer á una época intermediaria entre la formación patagónica superior y la del pampeano inferior, tipo de Monte Hermoso. Estudios próximos aclararán este in- teresante punto. Además de los mamíferos, poseemos de esa formación algunos restos de muy grandes y pequeñas tortugas. El Sr. Methtessel ha recogido de los estratos superiores correspondientes á la formación de las areniscas rojas gran cantidad de madera silisificada y algunos restos que suponen la existencia de dinosaurianos. El Sr. Methfessel ha visitado terrenos semejantes en el norte de la República, pero siempre de estension reducida, solo de algunas leguas, como si fueran antiguas cuencas de lagos per- didos, donde fueron arrastrados estos animales. Varios de los huesos obtenidos, han sido arrastrados, antes de ser deposi- tados definitivamente en el sitio en que se les ha descubierto. Hé aquí la enumeración de las especies nuevas de Mamí- feros fósiles encontrados por el señor Methfessel: — 224 Neuryurus proximus mor. et merc. sp. nov. Referimos a esta especie la parte anterior de un cráneo, la rama izquierda del maxilar inferior, y otros fragmentos que no han sido aun estraídos de la roca. Esta especie se acerca a Neuryurus antiquus Amegh. Es de menor tamaño. El m T es bastante fuertemente comprimido lateralmente. La sección transversal de la m 2^ presenta la foi'ma de una media- luna cuya rama anterior está troneada. Los surcos longitudinales tan característicos de los molares de estos animales están apenas indicados sobre el m -9 • Sobre el m 3 los surcos longitudinales anteriores son poco pronunciados. Las medidas de las muelas son: M- ""2 "¥ "4. M ir 0 "-6 M -r t "^ IHAniotro antcrn-posterior (1). . . Diámetro transversal 7,8 4.3 13, 12, 15, 9,6 19,5 9,4 19,5 10, 19,5 10,6 18,4 11, 20, 11,5 El espacio ocupado por los ocho molares inferiores es de 138. La altura vertical del maxilar inferior entre los m 5- y m g" es de 73. Neuryurus compressidens mor. et merc. sp. nov, Esta especie esta fundada sobre la rama izquierda de un maxilar inferior y sobre la parte anterior de la rama del lado opuesto. Ambas piezas están bastante estropeadas. La talla de esta especie ha sido menor aun que la do la especie precedente. Los molares son fuertemente comprimidos lateralmente. El m t presenta la forma caraterística que hemos señalado en N. ¡jroximus Mor. et Merc. Hé aqui las principales dimensiones do las muelas: (1) La uniílaii de niecliila adoptada es el milímetro. 225 M- "T "3 "T M — 0 Di;íniotro autcvo postorior 6, 3,6 12,8 4, 16, i, 17,6 5, 17, El espacio ocupado por las cuatro primeras muelas inferio- res es de 68. El largo del espacio ocupado por los ocho muelas inferiores no ha pasado de 124. La sinfisis mide 82 de largo. La altura vertical del maxilar tomada entre m t y m e" es de 59. La línea derecha medida del estremo del apophisis coronoideo al borde inferior del maxilar, pasando por el borde posterior de la superficie de implantación de los dientes, mide 142. La línea dereclia tomada en las mismas condiciones desde el estremo del cóndilo mide 137. El ancho de la rama ascendente del maxi- lar inferior, medida según la prolongación de la superficie mas- ticatórica, es de 72. La distancia del borde anterior del cóndilo al estremo del apófisis coronoideo es de 34. Plohophorus Philippii ET MERC. Sp. nOV. Esta especie está representada por un gran número de piezas de las que la mas interesante es un gran bloque de arenisca muy dura cuya parte periférica está cubierta por una coroza de Plol/ophonts, á la que le sigue la cola. En la masa del bloque se observan varias piezas del esqueleto. El tubo caudal está precedido por cuatro anillos. Medido según el borde dorsal, el largo de esta pieza es de 1.650; de los que 980 pertenecen á la coraza, 300 á los cuatro anillos (¡ue siguen y 370 al tubo caudal. Los placas de la coraza no ¡iresentan diferencias notables con Plolwphonts Amcghiití Mor. El tubo caudal, por el contrario, difiere muy sensiblemente. Reviste absolutamente la forma que caracteriza el género Hophphorus. Se observa una despropor- ción menor entre el gran diámetro y el pequeño de las figuras principales de las placas de este tubo, con escepcion de las placas laterales, en las que esta desproporción es mas acentuada que en P. Ameghini Mor. Sobre la faz dorsal de la región ante- rior del tubo, se observa generalmente dos hileras de figuras secundarias dispuestas en dirección longitudinal entre las figuras principales de las placas. El diámetro longitudinal de — 22G — la iirimera placa lateral, primera á partir de la estremidad distal es de 01, el de la segunda mide 6i. Las mismas medidas to- madas al lado izquierdo son respectivamente, 51 y 49. l-Jn su estremidad proximal, este tulio mide OS de diámetro transversal V 78 de diámetro vertical. Eutatus prominens mor. et .merc. sp. nov. Referimos á esta especie diferentes fragmentos entre los que algunos presentan partes bastante grandes de la coraza de este animal. Esta especie nos recuerda Eutatus distans Amegh , pero difiere esencialmente por la talla que es mayor. La figura principal de las placas es también muy característica. Donde termina, es decir, en su rejion posterior, se estrecha y consti- tuye en ese punto una elevación bastante acentuada. Las placas movibles tienen de 28 á 32 de largo. Praeuphractus Scalabrinii mor. et merc. sp. nov. Entre los restos fósiles recojidos por el Sr. Methfessel hay algunos que pertenecen á una coraza de un animal del sub- orden de los Dasypoda. Los hemos comparado con los restos muy numerosos que de este sub-órden posee el Museo de La Plata y resulta de su examen, que apesar de la analogía que parece descubrirse entre las placas recojidas en Andalguala, y las que pertenecen al animal que uno de nosotros ha designado con el nombre de Dasijpotlierium australe Mor. (Breve reseña de los progresos del Museo de La Plata durante el 2" semestre de 1888. Buenos Aires 1889, 8°, pág. 38), estas placas pertenecen al género Praeuphractus Amegh. y que presentan caracteres específicos suficientes para fundar una nueva especie que denominamos Praeuphractus Sca- labrinii. Haremos notar antes de dar los caracteres de esta espe- cie, que después de la publicación citada, el Museo de La Plata ha recibido gran parte de la coraza, el cráneo y otros restos de un animal que solo presenta diferencias específicas con Dasyjjotherium australe Mor. — 227 — Hemos examinado estas nuevas piezas, y constatamos que el género Dasypoiheriutn tiene su razón de existir, y que tiene su puesto bien señalado en la familia de los Praopklae. Este género, por su dentición, como por las placas de la coraza, esta- blece la transición entre los Chlamydotheridae y los Praopklae. Haremos notar nuevamente que hay cierta analogía entre las placas del Dasypotheriuní y las de los géneros Fraeuphractus. Amegh. Macroeitphractus Amegh. Etatits P. Gerv. de la familia de los Dasypklac. Praeuphractus Scalabrinü ha sido de mayor talla que P. recens Amegh. Las placas movibles miden de 34 á 44 de largo sobre 16 á 19 de ancho. Las placas tijas de 24 á 28 sobre 18 á 20. Estas últimas presentan la figura principal visiblemente mas •elevada que las secundarias. La superficie de esta figura es redondeada, en su parte terminal la figura se inclina á un lado. Los surcos que determinan las figuras secundarias están testante bien indicados. Las figuras son ocho encada placa, tres anteriores, dos laterales, y tres del lado opuesto á las dos últimas. Entre estas tres últimas, la posterior es la mas grande de todas las figuras secundarias. Los demás caracteres que presentan estas placas corresponden á los de P. Umpidus Amegh. Sucede lo mismo •con las placas movililes. Observamos, sin embargo, que los surcos que determiniui las figm-as secundarias sobre estas placas existen, pero que á veces apenas se distinguen, sea que las placas proceden de la región mediana ó de los lados. Se nota también que en las placas movibles laterales, la figura princi- pal, se inclina igualmente á un lado en su parte terminal. Dasypus argentinas mor. et merc. sp. no\ , Esta especie está representada por un individuo casicomjtleto, ■envuelto en una arenisca arcillosa muy dura, y por otros restos. Su tamaño es mayor que el Dasypus rillosus Desm. y nos parece que ha sido también de mayor talla que el D. patagonicits Amegh. Las placas de los fajas movibles tienen de 20 á 22 de largo sobre 7 á 8 de ancho. Las figuras que se observan sobre las diferentes clases de placas de la coraza forman un relieve bien destacado y no se notan desigualdades en su elevación. Las figuras laterales de las placas fijos están divididas en cuatro figuras secundarias por surcos transversales bien indicados. — 228 No sucede lo mismo con las figuras secundarias de las placas fijas, en las que los surcos transversales existen ; pero apenas perceptibles. Tienen cinco á siete agujeros pilíferos sobre el borde posterior de las placas. Chlamydotherium minutum mor. et merc. sp. nov. Algunos restos indican la presencia en el terreno arenisco- arcilloso de Andalguala, de representantes del género Chlaiu ¡/do- therium. Entre otros, posee el Museo el cuerpo derecho de un maxilar inferior, al que le falta la parte proximal posterior de la rama ascendente. Los dientes, que han sido nueve, están rotos, faltándoles la corona; no (|uedan sino sus raíces. Las peque- ñas dimensiones de este ejemplar, indican, sin duda alguna, una especie inédita. El diámetro antero-posterior, tomado sucesivamente sobre los diferentes dientes, de atrás hacia adelante, es el siguiente: 7,5 — 10 — 11 — 9 — 9,5 — 6 — 5 — 4,8— 3,5. Las siguientes cifras se refieren al diámetro transversal tomado también sucesiva- mente y de atrás hacia adelante: 5 — 5,5 — 7 — 6,8 — 6,3 — 4,8' — 4,2 — 3,6 — 3. El espacio ocupado por la serie dentaria es de 72. La sinfisis mide 32 de largo. La altura del maxilor tomada entre la 6^^ v 7" muela, es de 25. Scelidotherium laevidens mor. et merc. sp. nov. Esta especie está representada por un fragmento de la rama izquierda del maxilar inferior y otras piezas del esqueleto. Dicho fragmento tiene los tres primeros molares. El filo pos- terior externo está bien acentuado en m y y m -g-, debido á la presencia de surcos longitudinales bastante bien indicados, y' bástanle próximos á ese filo soljre las dos faces que lo determi- nan. Estos molares son de sección triangular, bien caracterizada. La cara lateral que corresponde al lado del triángulo que mira liácia el interior, presenta una concavidad bastante acen- tuada, mas fuerte sobre m y que sobre los demás. La sección transversal del m -§- es un triángulo casi rectángulo, cuyo cateto mas largo mira al lado externo. Las dimensiones relativas de estos tres molares son : 229 Diñmetro anturo-posterior. Piiínictro transversal. . . . 23, 13,7 19, 16,S 17, 18,7 El espacio longitudinal ocupado por los tres molares, es de 07. Tomada entre m y y m -o^, la altura del maxilar es de 81, y al nivel del origen de la sínflsis desciende á 51. Scelidotherium (?) parvulum mok. et mero. t;[j. nov. Referimos ¡¡rovisoriamente al género Scelidotherium un astrá- galo derecho de pequeñas dimensiones, y cuya superficie articu- lar con el calcáneo es bastante regularmente elíptica, enangos- tándose según el pequeño diámetro y bien delimitada; una escotadura bastante profunda y relativamente muy ancha la separa de la cabeza anterior de este mismo hueso. El mayor largo de este astragalo es de 67 y su diámetro transversal mayor es de 69. Esta especie parece haber sido mas pequeña aun que el SceUdotheriitin Floiceri Amegh. Megatherium Burmeisteri mor. et merc. sp. nov. Esta especie está representada por gran parte de un esque- leto. Las piezas que ya han sido estraídas de la dura roca y restauradas son : el cráneo en buen estado de conservación y el maxilar inferior; el fémur, tibia y peroné, astragalo y cal- cáneo izquierdos, y la tibia, peroné y astragalo derechos. Entre las piezas cuya restauración está adelantada figuran gran parte de la columna vertebral, la pelvis, costillas y huesos de las estremiclades. Los caracteres mas resaltantes de los huesos que hemos examinado ya, son : la posición característica de los dientes, el desarrollo particular de la estremidad distal del peroné, y la forma especial del astragalo y del calcáneo.' La formula dentaria es: m. 4- Los dientes están constituidos — 230 — según el tipo Mecjatheriuin. Lt ?ion transversal es cuadrilá- tera, cuyos lados presentan entre sí deferencia mayor que en las especies conocidas ; y las dos crestas transversales de la superficie masticatoria , converjen del lado interno hacia el esterno mas que en esas especies. La implantación de la den- tadura superior é inferior es oblicua. La prolongación de las crestas anterioi'es de la m t en su junción, forma un ángulo que no alcanza á 120"; la misma cresta de la m ^ es paralela á la posterior de la m y, y esta disposición se repite sucesiva- mente en las demás muelas, disminuyendo de tal manera el ángulo formado por la prolongación de las crestas anteriores, que en la m t este ángulo se api'oxima á 180° sin alcanzarlos. Esta misma disposición se observa en la mandíbula supe- rior ; sin embargo, parece no ser tan visible en la m 1. Damos aquí las principales medidas de las muelas. el lado M- ^T "3 «T 1 M — m1 4 M — 5 M — Diámetro autero-posterior tomado sobre 32,4 32,8 37, 42,6 44,5 36,7 37,4 39,6 37,5 38,2 37, 23, 29,5 31,5 26,5 40,7 39, 40,2 46,3 41,5 37, 86,7 40,5 34, 1 El mismo sobre el lado interno Diámetrc transversal tomado soltre el terior adü an- 35,5 34,4 39,8 20, 31, El espacio ocupado por la serie dentaria inferior es de 187: el de la superior es de 200. La región sinfisaria es relativamente muy débil y delgada ; el largo de la sinfisis desde el borde posterior hasta la estre- midad del maxilar es de 203; la distancia éntrela cara anterior de la m T y la estremidad distal del maxilar es de 158. El diámetro vertical del cuerpo del maxilar entre m o y m -3 es de 157. El diámetro antero - posterior, del cráneo entre los cóndilos occipitales y la estremidad de los huesos nasales es de 540 y su diámetro vertical tomado entre m A y m 1 es de 204. El mayor largo del fémur es de 515 ; el mayor ancho en la estremidad próxima 309, y el de la distal 294. El mayor largo de la tibia es de 470. El peroné se prolonga en su estremidad distal hasta bajo el nivel del borde inferior de la cara articular posterior del calcáneo con el astrágalo. El peroné está separado de la tibia en su estremidad distal, pero la simple inspección — 231 — de la superficie de estos huesos en ese punto, demuestra lu existencia de un cartílago que ligaba las dos piezas. Este fenó- meno se observa también en el pié á que hace alusión el doctor Ameghino, (1) al referirse al M. taríjense H. Gerv. y Amegh. diciendo que « la tibia y el peroné, soldados en su parte supe- rior, permanecen libres en su parte interior. » Hemos observado el mismo cai'ácter sobre piezas pertene- cientes á varias especies. Se presenta en un ejemplar de M. americanmn Guv. que existe en el Museo, y podemos asegurar que solo se trata de un carácter debido á la edad de los indi- viduos. En la edad adulta el cartílago desaparece y las dos piezas se unen por osificación. El mayor largo del calcáneo es de 330 y su mayor diámetro transversal es de 144. El tamaño de esta especie de Megatherium corresponde á 2 3, mas o menos, del de M. americanuin Cun. Megatherium Bergi mor. et merc. s[i. nov. Posee el Museo un cráneo imperfecto y algunos huesos del esqueleto de una es[)ecie de Megatherium mas pequeña que M. Burmcisteri Mor. et Merc. Esta especie se caracteriza prin- cipalmente por su analogía con M. americanum Guv. en la dis- posición de los dientes. Las caras laterales de las muelas supe- riores presentan un surco bastante ancho y profundo, siendo mas pronunciado en la m 1 en la que mide 4,5 de jirofundidad. Este surco desaparece en la m A, que es pequeña como, pro- porcionalmente, en M. americaniun Guv. Las medidas relativas de las muelas son las siguientes: 1 M — 2 M — 3 M — 4 M — 5 M — Diámetro antero-posterior .... 26,8 29, 31,5 41, 15,7 Diámetro transversal 35, 38, 41, 31, 20, El diámetro transversal .sobre el borde anterior de la m 1 es de 2L El espacio ocupado por la serie dentaria, es de 1G2. El arco zigomático es de forma muy particular. 0(1) F. Ameghino. Contribución al conocimiento de los Mamíferos fósiles, etc., Buenos Aires, 1890, 4°, pág. 670. — 232 Typotherium Studeri mok. et mero. sp. ni)\'. Poseemos de esta especie varios fragmentos de maxilar inferior, (|ue por sus dimensiones denotan una especie inédita. Parece muy corto el cuerpo del maxilar, pero muy fuerte. La slnfisis no alcanza al nivel del primer molar. Son en número de cuatro los molares, implantados oblicuamente hacia adelante, á la excepción del premolar único que tiene una dirección oblicua hacia atrás. El premolar y el primer molar son relativamente muy fuerte. Siguen las dimensiones de los dientes : PM- "T ""2 "3 D¡LÍmetro antero-postcrior . . . . 14, 11, 17,5 12, 18, 9, 22 La longitud del espacio ocupado por la serié dentaria es de 69. La altura del maxilar al nivel del m t es de 45. Su es- pesor entre pm j y m Tj es de 22, 4 y al nivel del m 3- de 20. Xotodon cristatus mok. et merc. sp. nov. Especie fundada sobre un cráneo con maxilar inferior en muy buen estado de conservación y por un buen número de otros huesos del esqueleto. Parece haber sido este animal do la misma talla que Xoto- don prominens Amegh. La fórmula dentaria es i | c f pm ~m. ~ ■ Se observa una cresta longitudinal bien pronunciada, bas- tante elevada y de cima redondeada en el borde interno de la cara superior (posterior) del i y- Una cresta análoga se ob- serva tami)ien en el borde correspondiente del i i. Los surcos laterales de la cara externa de los molares inferiores son menos acentuados que en X. ¡irominens Km.e^¿h.. Estos mismos molares presentan otras diferencias con las de la citada especie, pero sería largo el señalarlos aquí. El i i recuerda el genero Typothcrimn. El i 1. es mas angosto que i i y menos arqueado. El i 1 es de sección transversal — 233 — triangular. El resto de la dentición de la mandíbula supei'ior se acerca al género Toxodon. Siguen aquí las principales dimensiones de los dientes: '^T PM- PM-^PH- PM- "T «t "3 1 PM — 2 PM — 8 PM — 4 PM — 1 M — 2 3 M— M — Di.-lmetro antero posterior .... DiAmetro trans - versal 9 4 9,7 4 12,5 6 14 7,8 19,5 10 30,6 10 80 10 35,8 10,8 11,8 6,5 17,4 10 20 14 28,8 22 34 27,5 39,7 29 45 18 El espacio ocupado por la serie de los molares inferiores es de 153, el espacio correspondiente de la serie dentaria supe- rior es de 149. El diástema comprendido entre pm r y c y mide 4,5 y el que separa c y de i 3^ es de 21. En la man- díbula superior las medidas correspondientes son de 11 y 48. La región sinfisaria, en su parte antero -inferior, se ensancha y presenta lateralmente crestas bien pronunciadas. El largo del cráneo tomado entre la cima de los cóndilos occipitales y el borde interno del i 1 es de 408. La forma general del cráneo es la del género Toxodon. Macrauchénia Lydekkeri mor. et merc sp. nov. Fundamos esta especie sobre un fragmento de la rama izquierda del maxilar inferior que contiene dos muelas intactas y las raíces de una tercera, parte del sacro y la parte distal del fémur y de la tibia, el calcáneo >■ el astrogalo derechos, etc. Todas estas piezas denotan un animal de mucha menor talla (\\.\Q \n M. ijataclionica Owen, \)evo bastante mayor que la M. hoU- viensis Huxley. Las dos muelas cjue corresponden al pm 3^ y pm 1, pre- sentan un ci)i(/idum muy pronunciado sobre la parte posterior de la cara esterna, y en pm t este cingulum se desprende desde el borde anterior, aumentando su espesor á medida que se dirije hacía atrás. La columna que sopara las dos escota- duras de la cara interna de la corona es muy angosta. Las dimensiones de las muelas son las siguientes: PM3 PM- Diámetro antero-posterior Piíiraetro transversal 27,8 11, 18, 27,4 11. 17, — 234 — La altura vertical del maxilar entre estas dos muelas es- de 41. El espacio ocupado por ellas, 51. El mayor largo del calcáneo es de 127, y el del astrágalo 66. Macrauchenia calceolata mor. etmerc. sp. nov. Establecemos esta especie sobre un fi-ugmenlo de mandíbula inferior que contiene los dos últimos molares. Esta especie es de talla intermediaria entre la especie que precede Y MacrancJienia bolivicnsis Huxley. El cingulum rudimen- tario sobre la faz exlerna, es bastante pronunciado sobre la faz interna. La corona del último molar está muy reducida en su altura por la masticación. Las escotaduras que se notan sobre la faz interna de la m t son bastante profundas ; la ante- rior es relativamente muy estrecha y la posterior muy ancha. La columna interpuesta entre estas dos escotaduras es mucho mas débil que lo que generalmente sucede en las especies de ese género. Desde su origen las escotaduras de la faz interna del m 3- son relativamente muy profundas, la anterior sobre todo. Faltan en las escotaduras posteriores de estos dos molares los contrafuertes que caracterizan el género Scalalyrinitherium Amegh. Las medidas de las muelas son las siguientes: Diámetro antoro-posterior Diámetro transversal . . . 29, 13,5 26, 13, La altura vertical del maxilar tomada entre m -2 y m -s es de 35,6. Licaphrium intermedium mor. et merc sp. nov. Representado hasta "ahora por un fragmento del maxilar inferior derecho con los dos últimos molares, no habiendo sido atacado aún el último por la masticación. El lóbulo rudimental que caracteriza el último molar en este género, se nota también en m T aun cuando es menos acentuado que en m 3"- Este lóbulo no está únicamente indicado, por la depresión que presenta la cara externa del lolnilo posterior, como lo dice el Dr. Ameghino (}); la escotadura (juc determina el tubér- (1) Loe. cit. p. 568. — 235 — culo que se observa sobre la cara opuesta de esta rejion, con- curre al mismo fin. Se nota un cingtdmn en la base de estos molares, tanto en la cara interna como en la externa. Las dos escotaduras principales de la cara interna de estos dientes son estrechas y bastante profundas. El diámetro antero-posterior de m "2 es de 14,8, el transversal IG y su altura 10,5. El diá- metro antero-posterior en m ^ es de 16,5. Amphiuasua brevirostris mor. et merc. ^qvx. et sp. nov. Fundamos el género y la especie sobre un cráneo en buen estado de conservación. Entre las formas actuales es el género Nasua el f[ue presenta mayores analogías con esta nueva especie. Cijonasua argentina Amegh. parece pertener á un tipo de hocico mas prolongado que Amplúnasiia, en el que el hocico es relativa- mente muy corto, mucho mas que en Nasua narica Burm. Las figuras 58, 59 y 60 de la obra del señor H. Filhol, «Recherches sur les phosphorites du Quercy » que representan el cráneo de Cynodictis Gryei' ¥'ú\\, indican en este animal un parecido bastante aproximado con el género que nos ocupa. Adelanta- mos una figura de este cráneo de A. brevirostris estraida de la obra que contendrá la descripción detallada de esta interesante pieza, la « Paleontología Argentina », que este Museo ha empe- zado á imprimir en sus talleres. La fói'mula dentaria es la siguiente : i y c y pm ^ y m - Los ii y il son pequeños. Fustán separados del il i)or un pequeño espacio libre. Este úllimo diente está bien desarrollado y es caniniforme. Los caninos son bastante altos y mas fuertemente encorvados que en Nasua. La compresión lateral que caracteriza estos dientes en Nasua es muy poco sensible en Amphinasna. La carena sobre los bordes anterior y posterior es, sin embargo, bas- tante clara. El espacio libre comprendido entre i A y desde 5. Los molares están colocados en serie continua y apretados los unos contra los otros. Los premolares son cónicos y au- mentan de volumen de adelante hacia atrás. El pmi es muy pequeño y está separado de d por un espacio libre que no alcanza á 2. Los molares son de sección ti'ansversal en forma de U, lijeramente abierta en el lado externo. Los tul)érculos déla superficie masticatoria son cónicos. El mi presenta cinco, tres externos y dos internos. Entre los tubérculos externos, el — 23(J — mediano es bastante elevado y el posterior es mas acentuado que el anterior. De los dos tubérculos internos, el posterior se nota apenas. Los dos últimos molares presentan cuatro tubérculos, dos laterales iguales y poco elevados, y dos internos que afec- tan el mismo desarrollo relativo y una disiiosicion análoga ú lo que se observa en m ^ . Hé aquí las dimensiones relativas de los dientes. Diííinotro antero-posterior . Diílmetro transversal . . . . Altura ■ 1 I — xl 3 I — 1 c — 1 PM — 9 PM — 3 PM — 1 M — 9 M — 3 M — 2,5 3,4 2,8 4,9 6, 13, 10,7 9. 23, 4, 3, 4, 5,8 5, 6,8 7,6 5,8 7, 10,5 11,2 8,6 10,6 12,8 5, 6,5 9,4 3,4 Kl largo ocupado por la serie de los molares superiores es de 44. La distancia del borde posterior de m A al borde incisi\o es de 57. Kl largo del cráneo, medido desde los cóndilos occi- pitales hasta el borde incisivo es de 157. Nota. — La descripción detallada de estos Mamíferos fúsiles, acouipaüada de las híniinas correspon- dientes, se publicará próximamente en los Anales del Museo. Museo de La Plata, Enero de 1891. ESTRACCION DE FÓSILES BN EL BAJO DE ANDALÍíUALA. — IMIilIjii del Sr. MetllfCSSCl. NOTAS SOBRE LA PALEONTOLOGÍA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA MUSEO DE LA PLATA NOTAS SOBRE LA PALEONTOLOGÍA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA El inmenso material reunido en las series paleontoló- gicas del Museo de La Plata, no nos permite presentar aun un calálogo sistemático. Esta tarea, larga y penosa requiere un personal y una literatura con que no conta- mos, y las circunstancias difíciles porijue atraviesa el país, alejan la esperanza de que tengamos los elementos para publicar ese catálogo, en el tiempo y forma que deseábamos. Con el título- de Nofas sobre Ja Paleontología de la República Argendna, iniciamos , una serie de publica- ciones que aparecerán en la Revista del Museo de La Plata, á medida que las circunstancias lo permitan, y que el material estudiado presente suficiente interés. Estas publicaciones serán como el pródromo del catá- logo de la galería paleontológica del Museo de La Plata. Las recomendamos particularmente á la atención de los paleontólogos, y recibiremos con reconocimiento las observaciones y las comunicaciones que quieran dirigirnos ; y nos ponemos desde ya á disposición de los estableci- mientos científicos y de los hombres de estudio, para todos los datos que puedan serles útiles y para los canges, de publicaciones y moldes de las piezas paleontológicas, que quieran iniciar con este Museo. La Plata, Abril i 5 de 1891. Francisco P. Moreno. l-'uudador y I)irector del Museo de La Plata. SiMiisis Je la Faiilla ü los Istrapotlerliae (EOCENO DE PATAGONIA) ALCIDES NIERCERAT Encargado d** secciou on el Museo de La Plata Gen. Astrapotherium Burm. Astrapotherium. Burmeister. Des. phjs. de la Rrp. Arg. t. III, p. 517 (1879). Mesemhriotherium. Moreno. Patagonia, etc. p. 20 (1882). El vinje do esploracion del Rio Santa Cruz (Patagonia) llevado á cabo en 1877 por D. Francisco P. Moreno (1), fundador y director del Museo de La Plata, ha sido el punto de partida de una serie de investigaciones hechas en esas regiones por algunos empleados de este establecimiento, las que han dado por resultado el descubrimiento de una fauna estinguida nume- rosa, que vivió á principios de la época terciaria y que llena muchos de los vacíos que presentaba la paleontología Sud-Ame- ricana. Cierto es que en época anterior, se habían recojido en las inmediaciones de Rio Gallegos algunos restos que han sido descriptos por Owen y Flower; pero el reconocimiento detenido de esos terrenos, l)ajo el punto de vista paleontológico, data como queda dicho de las espediciones que han resultado del viaje de Moreno. Este, encontró á algo mas de mitad de camino entre el Atlántico y la Cordillera, ai- Jé de una alta colina denudada, desparramados sobre la pendiente, algunos pequeños restos de mamíferos interesantes, y examinando con mas dete- nimiento el sitio de ese hallazgo, tuvo la feliz fortuna de des- culjrir, incrustado en la base del terreno, un cráneo bastante (1) MorenOj Viaje á la Patagonia Austral, t. T., Buenos Aires IS^O; in 8". coinplelo de un gran animal de un tipo cuya existencia no se sospechaba aun en estas regiones australes. Desgraciadamente, las penosas condiciones en que viajaiía su descubridor, no le permitieron detenerse á buscar otros restos, pero lo hallado bastaba para asegurar que aquella región encor- ral)a los vestigios de una fauna \ariada, como se ha comprobado después, por las espediciones mandadas allí por este Museo. Ese cráneo fué descripto cuando estaba aun envuelto en la roca por el Dr. Burmeister(I), bajo el nombre de Astrapo- thermm patagonicum; y posteriormente, Moreno llamó á ese animal Mesembriotherium Brocae (2). Sin embargo, debemos conservar el primer nombre por i-azones de ¡M'ioridad. Mas tarde, el Dr. D. Florentino Ameghino, lia podido es- tudiar detenidamente ese cráneo en todas sus partes, en este Museo, cuando era su Sub-Director, y ha dado una des- cripción (3), de esta pieza y de otras mas, pertenecientes al mismo género, y traídas por su hermano Carlos Ameghino, de las mismas costas del Santa Cruz donde fué enviado por este estublociniiento. Todas las piezas que resultaron de ese viaje, son propiedad del Museo de La Plata, aun cuando en la obra citada del Dr. Ameghino solo se menciona al pié de la descripción de esas piezas el nombre de su hermano como descubridor, sin indicar dónde se conservan, ni como fueron habidas; cierto es que de haberlo dicho, desmentiría lo afirmado en su introduc- ción, respecto á las hostilidades de que dice fué víctima por parte del Director Moreno. Examinando esa obra se adquiere el convencimiento de que mus de las \) 10 partes han sido hechas con materiales, (¡ue siempre han sido de propiedad esclusiva del Museo de La Plata, y que no se encontraban en ninguna otra parte, al tiempo de'ia publicación de la obra. Ameghino atribuye los restos de Astrapothermm del Museo de La Plata, descriptos en su obra, á la misma especie Astra- 2)otIieríum magtium, á la cual reúne la especie que dio á conocer OwEN, bajo el noml.ire de Nesodon magnus (4), fundada sobre un fragmento de muela superior hallado en Rio Gallegos, anu- lando así la especie Astrapot/ierium jjcttcfgonicuin, creada por Bur- (1) BunuoistLT, Descriptimí physU¡utát la Rfjmbliipie Arcie«.liiw, t. III; Buenos Aires, 18711; 8"; p. 517. (2) Moreno, PaUjgonia, resto dr un anííguo cünihwntc, Jwy submerjido ; Buenos Aires, 1882; 8"; p. 20. (3) Ameghino. Ciintrihucion .: vniocimienio de los Mamíferos fósiles, ele. Buenos Aires, 1889; 4»; p. 622—631. (4) Owen. DescríptioH of somr ¡¡¡leeies of tke extiiwl gemís \esodoii, etc., PLil. Trans. 1S53; 4": p. 308, 1)1. XVIII, f. 21, 22, 23. — 243 — MEiSTER, quien antes (jue Amec.mino liizo notor la posibilidad (i) que el diente descripto ])ov Owen como de Nesodon magnus, per- tenezca á Astrapolhcrium patagonicum. Apesar de un examen detenido del cráneo recojido por Moreno, y dado el estado de la ¡)ieza, debemos afirmar que no nos es posible atribuii-lo con seííuridad á Astrapoihcriu)ii magnuní ( Owen ), ni tampoco identificarlo á las especies que mencionamos en seguida. Si en vez del último verdadero molar, presentara el tipo de la especie fundada por el Dr. Burmeister, otro verdadero molar cualquiera, la cuestión sería planteada en un terreno diferente. Pretendemos nosotros que Astrapot}i.erium patagonicum Burm., en el actual estado de cosas, no juiede ser declarado sinónimo de Asfrapotherium magniim (Owen), como lo hace el Dr. Ame- GHINO. La pieza figurada por Owen (2), nos parece corresponderá m 1 del maxilar que describe Ameghino (2). Esta pieza pro- viene de un individuo ya algo avanzado en edad. VA señor Ameghino en la misma obra, (pág. 920), habla de una nueva especie de Astrapotherium, de procedencia del Neu- quen: pero en cuanto á los caracteres de esta especie, se reduce á decir que su talla^ no alcanzaba á la mitad déla del Astrapo- therium magnum (Owen), basado en que la corona del primer verdadero molar inferior, tiene apenas un poco mas de tres cen- tímetros de diámetro antero-posterior. Confesamos que no nos es posible considerar esta nueva especie como fundada, y que la deducción á que acabamos de hacer alusión nos parece mas que atrevida, en presencia de animales tan poco conocidos. El Astrapotherium angiistideiis Mere, que diagnosticamos mas ade- lante, tiene la corona de la m y de 37,5 de diámetro antero- posterior (3), y sin embargo, el maxilar inferior á que pertenece este molar proviene de un individuo de talla tan fuerte como el del cráneo que desculjrió Moreno y que describió Bur- meister. Gracias á las nuevas investigaciones á que nos hemos re- ferido, practicadas por los empleados que el Museo ha enviado en diferentes épocas á Patagonia, señores Carlos Ameghino, Santiago Pozzi, Clemente Onelli, Eduardo Botello, Antonio Stein- feld y Juan Ivovich, este establecimiento posee hoy material (1) Burmeister, Loe. cit., p. 550. (2) Ameghino, Loe. cU., p. 628. Qi) El milímetro es la unidad de medida adoptada. suficiente para formarse una idea de las diferentes partes del esqueleto de Astrapotherium, cuya talla alcanza y pasa la de los Dilíoceras presentando el esqueleto mas de una analogía con los géneros Bathmodon y TJintntherhim. En ocasión próxima haremos la descripción detallada é ilustrada con planchas de las piezas que se conservan en el Museo de La Plata, y por el momento nos concretamos á cor- rejir algunos errores bastante groseros que encontramos en el citado estudio del Sr. Ameghino (1). Los huesos parietales concurren á la formación de la caja encefálica, aun cuando la cresta sagital sea muy elevada. El hundimiento de que habla el señor Ameghino es simplemente accidental y es deliido á la fuerte depresión que ha sufrido la pieza que describe. La dentición de Astrapofíierium parece responder á la íóv- mula i I c Y pm 4 m |- La única pieza que nos pei-mite formarnos una idea exacta de la dentición de la mandíbula superior, tiene la región inter- maxilar bastante deteriorada. Entre los dos caninos se cuentan los vestigios de cinco raíces, y queda un pequeño espacio libre, en el que nos parece haberse implantado un sexto incisivo, aun cuando dicho espacio, sea bastante estrecho, lo que atribuimos á la depresión que ha sufrido nuesti'o ejemplar. En una carta publicada en la Rerista Argentina de Historia Natural (2), se lee que el Astrapotherium no tenia incisivos en la mandíbula superior. No se esplica que el Dr. Ameghino acepte esta opinión en su Revista, en presencia de las piezas (jue ha examinado y descripto de este Museo. Por los fragmentos que tenemos á la vista y que atribuimos á los incisivos superiores, estos dientes tienen una corona rela- tivamente mas ancha y mas alargada que los dientes corres- pondientes de la mandíbula inferior. Como estos últimos, esos dientes nos parecen liaber sido de dimensiones diferentes en- tre sí. Entre los incisivos de la mandíbula inferior, son los inter- medios los mas débiles; i 3^ es mas fuei-te, y le sigue i y que lo es mucho mas que los otros. Los caninos de la mandíbula superior no constituyen de- fensas tan formidables como lo deja entrever el Sr. Ameghino. Medidas sobre el ejemplar i'i que aludimos, la i)arte extra-al- (1) Amegliino, h 28, 17, 21, 25, 28, — 2i8 — Mutre los fragmentos de dientes que atribuimos á esta es- pecie, losi mejor conservados se refieren á los molares m i, m -- y mi. El fragmento que se refiere á m 1 pertenece á un individuo menos avanzado en edad que los demás fragmentos. Hé acjuí las medidas que se refieren á esas piezas: 1 M — 2 M — mA Diámetro aulcro-posterior 4«, 42, . 39, 49, 65, 24, 68, 48, ? Astrapotherium Voghti mekc- sp. nov. Fundamos esta especie soljre fragmentos de maxilar inferior, dientes y fragmentos de dientes procedentes del eoceno del Chubut ( 1). Esta especie pertenece al mismo grupo que la precedente, aun cuando establece, hasta cierto grado, la transición entre éste y el grupo c . Se distingue de Astmpotherium angusUdens Mere, por el lóbulo anterior de los verdaderos molares que es nías fuerte, por las escotaduras internas de esos dientes que se acentúan mas, y por la columna interpuesta entre esas escotaduras que es mas débil. Las dimensiones relativas délos dientes son las siguientes: Diánictro auteroi-posterioi'. ( 1 ) Espfdiciou Ameghiuü, Botillo y Stfjult'ld, — 249 — Astrapotherium Burmeisteri merc sp. nov. Especie fundada sobre un maxilar inferior en l)uen estado de conservación y la parte inferior de un fémur. Estos obje- tos han sido descubiertos en las capas eocenas del rio Santa Cruz. Referimos á la misma especie un canino del maxilar infe- rior, también procedente de los mismos parajes. El maxilar inferior ha sufrido una fuerte depresión, y la diferencia considerable de desgaste que se observa sobre los dos caninos no puede ser mas que accidental. El individuo á t|ue ha pertenecido este maxilar ha sido de mayor talla (|ue los otros individuos del mismo género que conocemos. Esta especie pertenece al grupo c, y se caracteriza \)ov el lóbulo anterior de los verdaderos molares inferiores, relativa- mente mas déljil aun que en Astrapotheriiiin amjiistidcns. Mere. Las escotaduras de los mismos dientes, y la columna inter- puesta entre las escotaduras, parecen haber tenido el mismo desarrollo relativo 'que en la especie que acabamos de citar. Hé aquí las principales medidas relativas á los dientes : 'T ' 2 ' 3 ^T PMf "T "Y «3 Piíimetro a n tero -posterior . . . . Altura . 22, 20, 17, 28, 30, 22 25, 23, 17, 73, 152, 42, 31 ,G 18, 20, i7, 21, 28, C8, 34, 32, 84, '42, Diíiinetro transversal 34, Hé aquí otras dimensiones correspondientes al maxilar inferior : Largo del maxilar inferior medido en línea recta entre el borde posterior del cóndilo y el borde incisivo 670 Altura del mismo tomada inmediatamente adelante del pm 4 108 Altura del mismo tomada inmediatamente atrás de m 3" 125 Altura del mismo tomada sobre el cóndilo 278 Largo de la sínfisis 217 Largo del espacio ocupado por los molares 232 Largo del diástema (jue separa el pm 7 del canino... 130-140 S50 — Astrapotherium Marshi merc. sp. nov. Bepresentado por un cráneo cuya faz inferior está en Ijds- tante buen estado de conservación y por fragmentos de dientes estraídos de las capas eocenas de Monte León. El Museo no posee ninguna pieza del maxilar inferior que pueda referirse a esta especie. Nos parece corresjionder al mismo grupo que la especie precedente. Hé aquí las medidas relativas de los dientes : Diílmetro antero-posterior Altura Diámetro transversal I 1 3 4 1 o 3 c — PM — PM — M — M — M — 60, 9 22,4 42, G4, , 67, 141, ? 20, 37, 60, 63, 45, '} 24, 42, 44, 33, Este cráneo ha sufrido una depresión lateral y el inter- maxilar está en parte destruido. Solo indicamos aquí las prin- cipales medidas : Largo del cráneo, tomado desde el borde posterior de los cóndilos occipitales hasta el borde anterior del pm 1. . . 440 Diámetro longitudinal del mismo comprendido entre el borde anterior del pm 1 y la cresta occipital 548 Largo tomado desde la fosa glenoideal del maxilar inferior hasta el borde anterior del pm A 312 Diámetro transversal del cráneo tomado entre el }iunto de origen de los apófisis zigomáticos sobre la cara 318 Diámetro transversal tomado sobre m A 215 » )) » » pm — 133 Largo del diástema que separa pm 1 de c i 74 Astrapotherium Gandryi merc. sp. nov. Especie designada sobre las siguientes piezas procedentes de Monte Leen : 1 La parte mediana de un maxilar inferior. 2 Dos fragmentos de maxilares superiores, uno del lado 251 — derecho con los tres verdaderos molares, y el otro del izquierdo con los dos últimos verdaderos molares. 3 Los caninos fragmentados de un individuo. 4 Fragmentos de dientes. 5 Fragmentos del cráneo. C) Un fragmento del epistrófeo presentando el apófisis odontoideo intacto. 7 Otros fragmentos de vértebras. 8 Un omóplato derecho imperfecto. '.) Otros fragmentos de un omóplato. 10 Un humero izquierdo. 11 La estremidad distal de dos humeros izquierdos. 12 Otros fragmentos de liumeros. 13 La parte i)roximal de un cubito derecho. 14 La parte proximal de un radio derecho. 15 La parte distal de un fémur derecho. IG Otros fragmentos bastante numerosos de los miembros anteriores y posteriores. Esta especie pertenece también al grupo c. Las piezas numeradas de 1 á 7 proceden de un mismo individuo, y la mayor parte de las demás provienen de otro. Hé aquí las medidas de los tres verdaderos molares: mí 0 m1 Diámetro autcro-posterior 44, 24, Gl, G5, 31, 71, 78, 41, 63, El espacio ocupado |)nr los tres verdaderos molares supe- riores es de 168. Astrapotherium robustum merc. sp. nov. Fundada sobre las siguientes piezas del eoceno de Santa Cruz: 1 La rama izquierda de un maxilar inferior. 2 Un fragmento de maxilar superior izquierdo que con- tiene los tres verdaderos molares. — 252 — 3 La cabeza articular de la estremidad distal del humero derecho. 4 Numerosos fragmentos de dientes. Esta especie pertenece al grupo d. Se caracteriza además por el lóbulo anterior de los molares inferiores de diámetro antero-posterior relativamente mas débil que en las especies precedentes. Hé aquí las principales dimensiones de los dientes : M- "-2 "3 mí mI m1 Dii^mctro autoro-posterior . . . . 38, 19, ? 58, 21, ■> L'fl, 37, 38, IG, 60, 21, 93, 34, Diámetro transversal ? Gen. Listriotherium jiekc g. nov. El material que nos sirve para establecer este género es bastante reducido y destrozado. Sin embargo los caracteres que liemos observado en las piezas que tenemos delante, son sufi- cientes para indicar que se trata de un género diferente, aunque vecino de Astrapotherium. El Listríotherium parece que no ha excedido en tamaño á Bathmodon Cope. Los premolares superiores tienen dos raíces y los verda- deros molares de la misma mandíbula tienen tres, como sucede también en Astrapotheriiim Burm. Uno de los caracteres mas notables de este nuevo género consiste en la presencia de solo cuatro molares en la mandí- bula superior, de los que uno es premolar y tres verdaderos molares. Listriotherium patagonicum mehc. sp. nov. Especie estal)lecida soljre las siguientes piezas estraídas del eoceno de Monte León: — 253 — 1 La parte mediana de un cráneo. 2 Un fragmento de maxilar inferior, en el que están im- plantados un canino y dos incisivos. 3 Fragmentos de dientes. Las piezas 1 á 2 pertenecen ;i un mismo individuo. Han sufrido bastante. Los molares de la pieza núm. 1, tienen la corona completamente destruida. Hé aquí las medidas aproximativas de esos dientes y las que se refieren á los de la mandíbula inferior: Diámetro autcro-postorior Altura l>iáiu('íro transversal. . . ' 2^ ' 3 «T 4 PM — m1 „1 IS, 17,7 3;i,4 17,4 27,5 37,5 23, n, «6, -^ 15, 13, 23,5 22 36, 49, 42,5 45, El diástema que separa el c i de la pm i nos parece haber alcanzado 79 de largo. El espacio ocupado por la serie de los molares superiores suponemos que no lia pasado de 125. Listriotherium Filholi merc. sp. nov. Fundada con los fragmentos de dos caninos, uno inferior izquierdo, el otro superior derecho, del eoceno del rio Santa Cruz. Estos caninos son de dimensiones mas débiles que en la especie precedente . El inferior se caracteriza por su Ijorde anterior ancho, y no anguloso como en Listriothcrhim patcujoni- ewn, lo mismo que por el surco ancho y bien marcado que sigue ese borde. La capa de esmalte que subsiste en la faz inferior de ese diente es mucho mas espesa que en la especie precedente. El fragmento del canino superior procede de la región mediana de ese diente. El surco de la faz anterior de este diente es poco acentuado. Se nota sobre cada una de las faces laterales un surco mediano, y el de la cara lateral esterna es bastante ancho. E\ diámetro antero-posterior que presenta ese fragmento es de 28 y su espesor 25. Gen. Xylotherium merc g. nov. Designamos este género sobre un maxilar inferior, al que lo falta la parte proximal : el borde incisivo también está des- truido. Pertenece esta pieza á un individuo joven. Los caracteres particulares nos indican, por un lado, relacio- nes de estrecho parentesco con los géneros Astrapothcrium y Listriotherium, y por otro motivan la creación de un nuevo género, para el que proponemos el nombre de Xylotherium. El maxilar inferior es menos fuerte que en los géneros arriba nombrados y no se ensancha en su parte anterior como en ellos. La síntisis es mas corta igualmente. Los bordes superiores de los maxilares en la región del diástema que se- para los caninos de los premolares, son angulosos en todo el largo y se elevan mucho en toda esa región, sobre el plan sin- fisario. Los dientes están constituidos bajo el mismo tipo de los géneros citados. Los caninos tienen un modo de implantación que difiere sensiblemente del que se observa en esos géneros. En vez de dirijirse casi horizontalmente hiícia afuei-a, los ca- ninos de la mandíbula inferior de Xylotherium se dirijen obli- cuamente hacia afuera, y afectan una posición casi vertical. El borde incisivo está destruido, como lo hemos dicho, \' no se observa en esa parte vestigios de esos dientes. A juzgar por el espacio libre que se encuentra entre los caninos, el nú- mero de incisivos no ha sido superior á cuatro, bastamos casi dispuestos á admitir que no ha sido mas que dos. En este ejemplar, contamos en la rama izquierda dos pre- molares y tres verdaderos molares. Solo existen vestigios del primer premolar, que pertenece á la primera dentición, y que creemos estaba destinado á desaparecer. El reem{)lazo del segundo premolar se había efectuado ya, pero este diente ape- nas sobresale algunos milímetros del borde alveolar. Xylotherium mirabile merc. sji. nov. La pieza que nos sirve para fundar esta especie procede del eoceno de Santa Cruz. El animal á que ha pertenecido nos recuerda hasta cierto punto el Astrapotheriuui angustidcns. — 255 — En Xylotherium mirabilc, el lóbulo anterior que se puede examinar en los dos |irinicros verdaderos molares inferiores es de diámetro antero-pusterior relativamente mas fuerte <|ue en la especie de Astrapotherium citada. Damos aquí las medidas que permite tomar este ejemplar, principiando por las de los dientes: T ^T "T M 2- Dit4nietro antcro-postorior 31, 60, 19, 22 ? ' 36, 31, 19,5 47, Altura . . . . 28, 18, Largo del diástema que separa c ^ de pm -3 76 Largo del espacio ocupado por pm Tmyy my 105 Espesor de la sínfisis 29 Diámetro transversal del maxilar inferior tomado inmedia- tamente atrás de los caninos 83 Diámetro transversal del mismo tomado al nivel de i)m r 115 Diámetro transversal del mismo tomado al nivel de m 2 141 Diámetro transversaf de las ramas del maxilar tomado al nivel de ]im t 367 El mismo ul nivel de m y 420 Altura de las mismas tomada al nivel del borde postero- inferior de la sínfisis 55 La misma tomada inmediatamente adelante de pm ^ .... 54,5 » » entre m t y m 11 58,5 Este animal no nos parece que haya sido de talla mayor que el Listriotherium. REGLAS PARA APRENDER Á HABLAR LA LENGUA MOSCOVÍTICA QUE USAN MUCHA FARTE DE LOS INDIOS DEL CHACO, POR EL NORTE DE SANTA-FÉ POR FR. FRANCISCO TAVOLINI MISIONERO APOSTÓLICO (Continuación). — véase página 112 257 Evagayácca. Agua Arroyo — Lactienccolé. Laguna chica — Lactoguilí. ta r Laguna grande — Caíin. AGUA Y SUS RELATIVOS Poxo de balde — Neyci. Lactoguül. Laqunita ^ \ ^ i ' ■^ ( Lactogoctole. (i[uy corregido en el origiDal). Mar — Evagayácca, lodigat navare. ta 1. Yyá. 2. Diyaí. 3. Leya. Pl. 1. Ardiyá. 2. Digaí. Rio — Lactiengué. DINEROS Cuatro — E cuatro. Plata - - t pía ta Medio - — Midióle, millolé. Real — E real . Peso — ■ E plata. LUGARES Oiiidad ta Niíh. Estancia ta ta Naá, té. ta la 1. Yaá, té. ta b ta 2. Daarí, Daactrí. ta ta 3. Laá, Laaté. Oente — Occomí, Niík. Lugar, es — Lommá 1. Ydiomma, té. 2. YdommaíZ/7, trí. 3. Lommá, té. Pl. 1. Ydiordommá, té. 2. Ydommadí, trí. Mucha gente — YaTirippí. Pueblito — Niccoléh. 33 — 258 GRANOS Y LEGUMBRES ta la Ajo — Aaccóse. Batata — Batata. Accalactí. I Nasolék Indalii. ¡Nasolcá ladJalá. Maicito — Nasolcolék. Cebolla CI/oclo, os < MaU, es — Nasoléli, Nasolcá. Maní — Maní. Melón — Yctirarayé. Porotos — Navirictiguí. Sandía, as — Ne\'ag?íe, gué. Semilla — Alá. Semillita — ATolé. Trif)o — Etantá. la Zapallo — Loquili. NOMBRES Y APELLIDOS la la Naammatéh. Apelativo la ta 1. Yaammatéh. la la 2. Daammactiguí. la la 3. Laammatéh. _£_ la ta Pl. 1. Ardaammatéh. ta la 2. Rdaammactiguí. la ¿Como es tu apellido? — Men- ta la necta daammactiguí? ¿Como te llamas? — Meen ca- 0 denartí? Nombre " la 1. Eyennagát. o 2. Cadennartí. o ta 3. Elennagat. ota Pl. 1. Codennartí. o 2. Cadennartí. 259 Bueno — Noen, Noinní. f *" „ , .iQuessaganrék. (Quessaganrcá. Can/ata bajo de tierra con cera — Novennenenalgá. Camata asi sin cera — Navetelalá. Camachul, es — Ysclioaló. Camino, os — NaaddíA', co. ,, ) Noennagá. LaDipo, os ( ^ r ( Noennardí. Desparejo — Sena los tá. la ta Fiero — Senoen, uí. te r Hoyo — Actemá. ta Hormiguero — Minnimí. liO QUE SE VE EN EL CAMPO Paja, Pasto — Lachigiiana, as catea. Leña — Nanaték, Nac- Ncoippá. 1. Yñcoippá. 2. Neoipparí. 3. Ncoippá. Pl. 1. Arncoippá. 2. Arceoipparí. te Avaeappí. Parejo — Nalostá. te r Poxo — Actemá. Rastro — Ylik. Suelo — Alavá. Terremoto, especie de hormiguero ta — Gallega. Viaje — Novovovólc. o 1. Yovovovók. o 2. Dovovovorquí. o 3. Lovovovók. o Pl. 1. Ardovovovók. o 2. Ardovovovorquí. Caminos. Bueno, os • te Noen. Noinní. ta ta Mero, os — Sennoen, ni. Parejo, os — • Nalostá. ^ te Desparejo, os — Senalostá. 2ii(J COSAS DE CASA Baiiro, os — Kopparki, arte. lo 1. Yopparlft, octé. io 2. Dopparladí. to 3. Lopparifí, cté. Basin ó Cáqquise — Añorqui. 1. Ayyorquí. 2. Cachorquicti. 3. Allorquí. Coja — Nevaré, re. 1. Yevaré, ré. h 2. Devarí. 3. Levare, é. Ccijon ó liriúl (lo mismo). Colchón la Necea >iék. Necea ncá. 1. Yccanék, Yccancá. 2. Caccanigui, Caccanarí. 3. Leccanék, Leceancá. Pl. 1. Coccanék, Coccancá. 2. Arcaccaniguí, Arcacca- narí. Cuchillo, os — Lenácte, di. 1. Liiccacte. 2. Leecacti. 3. Leecacte. Pl. 1. Arleeccácte. 2. Arleeccáct¿. 3. Leeccacte. la la Jarra, as; jarro, os — Ectaqqui, 1. la 1. Niectaqqu?, í. b 2. NectagUí/, idi. te 3. Nectaqquí, í. te Pl. 1. Arnectaqqiu', í. b 2. kmeciaqnií, quidii. Silla, as — Nopparlacté. lo 1. Yopparlacté. lo 2. Dopparlactf. lo 3. Lopparlacté. Tijeras — Aqqiiilelcaté . 1. Yaqquilelcaté. 2. Caqquilelcatrii. 3. Laqquilelcaté. Pl. 1. Coqquilelcaté. 2. Rcaqquilelcatrii. te Tinaja — Connaé. la 1. Yñconnaé. 2. Nconnai. 3. Nconnaé. Fefcí; as (véanse Cosas de Iglesia). — 261 TÍTULOS, GRADOS Y CONDICIONES Cacique ■ .Naschí. o Nessayarnéh. Caufitrt, as — Naú, Naá. Cautivo, os — Naak, nauá. Chasqui, es — Nelatek, nelatcá. Criolla, as — Eddocolasse, sé. » (/ente — Eddoccoschí. I Eddo-coleék. Criollo, os ¡ ta i Eddo-colassé. Curandero (el que cura sobando y refregando sin dar reme- or dios) — Pactiornáca. Curandera — Pactiornagá. I Novactarnaleéhe. Dragón, es{ Novactai'naTassé. I ia , Novaclarnaka. ( Yschipilassé. Espinera \ . ta i Yschipilassé. I Yschipileék. Espinera, asi ta { Yschipiniik. Gobernador Coronel Mayor Nessayarnéh. Lo mismo. Jefe, es — Kaschi, ll. 1. Yascli?, íl. 2. Ardassií. 3. Lasch/, íl. Pl. 1. Ardasch/, íl. 2. Ardassii. o o Médica — Nactarinactarná. o o Médico — Nactarinactarnacá. Montaraz, es iNoennarcék. Noennarcé. , , , \ Noennarcé. Montaraxa, as< ¡^ ( Noennarcé. Íta Mocoilasé. ta Mocoilasé. / la ^ „ \ Mocoilek. Faijsano, osi ¡^ ( Mocoilasé. la Pobre, es (masculino) — Eogo- b dack, ccá. Pobre, es (feminino) daé, ayé. Pobrecito — Eogodaeccolék. te Eogo- Pobrecito de compasión riscá. ta Tobas — Nactocovit. Ligo- — 262 COLORES — PELOS DE ANIMALES Alaxan — Aluzun. Amarillo — Conni. o Axtíl — Yccolácca. Coñoyek. Bayo i Coñolcá. Blanco — Ylagácca. (Lalegalcá. Coñoyéh . Bayo Colorado, os Coñolcá. Ectóh. Ectogué. r, 7 . iLectogavek Colorado { ° •'„ Lectogatcá Galeado Coñadi^ ( Coñasaló. Oscuro < Lobuno — Lovo;^ ni. Moro — Nuvek-aí/.-, gó. Negro — Nave. o Laverayek. o La veralca. Overo — Overo, Overol. Picaxo — Picazo, ol. Rosillo, os — EctolcaíA-, gó. Bubio (caballo) Coñoyéh. ( Conclave í t &ÍMO Naveradi. ( Naversaló. { " ?brd^7fc LeccoTa^ek. ( Leccolgliá. Tostado — Dostáol. Verde — Ladalá. — 2G8 Buenos días Buenas tardes Buenas noches Para servir á Vd. Lo >»ís MODO DE SALUDAR Y CUMPLIMIENTOS Y Vd., ¿cómo está? — Cliacacca- b mí dammn(iuesadí? — ó ec- ut supra. (ContesUirá como arriba). Lá. mo Lá accamí (que- riéndose liunrar la persona) la Accamí. ( Minnictari? ¿Como esfú\ ^ t Vd. ? \ Dammaquesadí? \ Dammarictinní? / ia Estoy ¿ííeHo ^¡«mmacactarí. (Ldiammacactá. Muy bueno — Ldiammacatauh. te iVo estoy bueno — Mescainoén. Estoy enfermo — YaTolá. Estoy muy enfermo — 'YaTolauh. { Lecochioléh. Estoy un \ ta poco mejor ] Leccochioléh Idiam- ( macatá. ia. Estoy así no más — Yaqucidictá. Te haré Ztowrtí'] Silactarn¡ra\o. ( Soyarniravó. Ya estás U toctraeccá nquin- despacJmdo) ^-^lg^^¿^ Ya estás JDammaquirni, loq- despachada{ quivó. Volverás ahora \ t^.^,,,^^: - „ JUappilio noma- á la doctrina lá doctrina. FoZi;erás despMes) Dappiliü no- de la doctrina ) majemmé la doctrina. Volverás más tarde de la, doctrina jDappilió no- mancoppá yemmé la doctrina. Volverás antes Dappffió nornas- de la doctrina) ^, j.^ doctrina. Algarroba — Ammappé. Durasno — Durasno. Higo, os iLaverayolé. o o La\erarvolé. FRUTAS Manzana — Manzana. Naranja — Naranja. Tuna — Tuuna. — -KW — MUEBLES Y ÚTILES DE LA CASA Aniiff, alé. ta „ ¡a - Annole, é. Aguja, as - Agujita, as Cajita,as (de fósforos í Laicté. obleas) Lairi. Cama, as. 1. Yommá, até. b 2. Dommarí, ctrí. 3. Lomniff, até. -^ . ( Nevaralék. Damaniaiia, as L., , ^ •^ ' Nevaralgot. Espejo, os — Lelo, ló. 1. YeTó. 2. DeToí. 3. Lelo. Fósforos — Fósfoi'os. Jabón — Qittgoniagat. 1. Yquiyornagat. Tquiyornagacti. 3. Lquivornagat. ^ta Navaja de afeitar — Naccareveloo. 1. Yaccareveloo. 2. Daccariviloó. ^ ta 3. Laccareveloo. Navaja — Navaja. Peine — Ectalgacté. 1. Yctalgacté. 2. Nectalgactii. 3. Nectalgacté. Pl. 1. Arnectalgacté. 2. Arnectalgactii. Plancha — Na\'Ogongacté. CANTIDADES, MEDIDAS, CALIDADES [ ta^ .,, \ Lacteele. A to, os { 'I rta r ( Ladook, Laddoccó. (También largo). Ancha, as — Leccale'/í, got. . , JATolék. Ancho, os> rr- I Alolgot. „ . ( Leccochiolé. Chica, asi r -t- i . ' Leccoliole. Chico, os Leocochioléke. Loccoliolcá. Fiera, as — Laare, ayé. Fiero, os ) Laarayék. ) ta '■"" Laaryalcá. ta Flaco, os Yappoo. ta \ Yappoyé. •2C,:> I la la ^ , \ Yocháca. Gordo, o, os, o-sj («o ( Yocharyé. ( -^ Grmuk, e,9 Loddigate. ( Lecctaale. Lacteugué. (femenino) ) LacteeTé. Grande, es \ '-■"^•^^^o'- Grueso, a, — Tcateeccá. Yo Tcadiccá. Tu Tcadeccaí. Aqnrl Tcaleeccá. Nosotros Tcadeeccá. Largo — f véase Alto). Linda, as — Loyyáque. Lindo, os — Loyyáque. FUNCIONES DEL CUERPO, NECESIDADES Y APETITOS (Termino limpio) Aguas mayores — Annaglet. 1. Ayyaglét. Pl. 2. Cactaglictí. 3. AlagTét. 1. Cogtaglét. 2. Arcactaglictí. f'^Cómo vas respecto á evacuar? — ta ta ^ ¿Mennectarí cavilí cactaglictí? Hambre — Nocoppagá r la 1. Yocoppagá. r ta b 2. Docopparaí. r ta 3. Locoppagá. (Termitto grosero) Mierda — Nate'k. 1. Yatéh. 2. Dactiguí. 3. Latek. Pl. 1. Ardaték. ta 2. Ardactiguí. Orines — Ncoyonnagát. ta r o 1. Ñocogonnagát. 2. Ncogonnactí. ta r o 3. Ncogonnagát. ta r o Pl. 1. Arncogonnagát. ta r o 2. Arncogonnagactí. Sed — Naqquippe. 1. Yaqquippe. 2. Daqquippí. 3. Laqquippe. o Sueño, dormir — Nelarek. o 1. Ylarek. 2. Delariguí. o 3. Lelarek. Si — :2C.i3 — Pl. 1. Ardelarek. 2. ArdelarigLií. Stieño. soñar — Nigiirmnrfark. o 1. Yguemnctark. 2. Diguemactariguí. o 3. Liguemactark. o Pl. 1. Ardiguemactark. o 2. Ardiguemactariguí. ENFERMEDADES OVr/r/ — Quikigá, quíTagak Ciego, os — Quílacra, quila. ta ta Grano, os — Linnecté, cté. Hincharon — Navatl. 1. Yavatí. 2. Davatí. 3. Lavatí. Manco — Lquelagatsaca. JS'acido — Annilgoryé. EJEMPLO : ¿Se te ha aflojado \ Malactayá la inintada? vaddavek. ci . 1 j 1 \ Malacta^•ek ¿Seré lia quitado ) ,^ lo que sentías ? quennavac- tictaqué? Puntada — Yadda^'ék. r Rengo — Lictisaca. te r Tuerto, os; a, as — Cocte.sacca. Viruela — Nappilená. 1. Yappilená. 2. Dappilenari. 3. Lappilená. — 267 — . . , Yddios ictaaolek esanniardom ■• Dios mío te do¡/ mi alma y mi j ¡a ta _£_ coraxoH, haxlo bueno. ) iqquií, tiictarnactá nañani- dimmó mdiennagan. MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS Manda Dios — LeTactarnák idios ta coctaá, iñcoctaá. 1". NchococUctú coctaa quen- ta noagué naschiagá : inni ape- sék. o 2°. Tootarnactennactió lactisse- narnácte: inni segundo. 3». Aqquió noinanaagaú loddi- ta o gat: inni tercero. 4". Aqquió cactai cliardactii: inni cuarto. o 5". Toctarnalvactarnió: in- ni quinto. 6". Toctarncavatió: inni sesto. o 7'\ Toctarnocactió: inni .sépti- mo. _£_ ta 8'\ Toctarnanorictá schimmó ta _ _2_ la eccá nactilik toctárnamunió: inni octavo. 9'\ Toctardipi)ictió lová vale le- ya : inni noveno. • _£_..„ ta 10. Toctardippictialó eccua ac- 0 o tecté eyemmagá : inni déci- mo. — 268 FRASES DE COMPARACIÓN Yo quiero mas á Pedro que á Pa- blo. — Aim namchococtá in- ni Pedro quinni Pablo. Pedro es alto corno Pablo. — Ctilad- dók minni Pedro que Pablo. Pedro es alto como vos. — Ctilad- dók e Pedro maccamí. Yo soij alto couio Francisco. — Aidiaddók minni Francisco. 3Ii padre es mas alto que Vd. — Tcaladdók icta.í namladdók caccamí. Mi padre es mas viejo que Vd. — Yctaá namcoogoyek caccamí- namquiilli — tiene mas ailos. Mi padre es vías bueno que Pe- dro. — Yctaá namnoen que Pedro. ¿Quien es mayar? — Niganam- quii. Mi padre es mas rico que Vd. — Yctaá namcave nquiddi, na- actecté caccami. Pedro es rico como Pablo. — E ia Pedro avie naactecté locta- quen ennectá mecca e Pablo mennectó meerico mecca. Pedro es fuerte como Pablo. — te E Pedro daniuh ennectá mec- ca e Pablo. Pedro es ma^ rico que Pablo. — K Pedro yappaguevéh meeri- co queccá e Pablo. Pedro es mas ftierte que Pablo. — E Pedro yappacavéh dannii que e Pablo. Pedro es muy ftierte. dro danniicti. E Pe- Pedro es el mas fuerte. — E Pe- dro yappaguéh dannitíA (el tih testado). Pedro es fortisimo. — E Pedro mescaeccá nqueen malam (ar- riba está esta palabra añara- r r yeuk) e Pedro añarayeuk. Nota. — Cli debe ser articulación de 3* persona, como Ai lo e.s de 1*. — Aidi- addók es un ejemplo de adjetivo conjugado. — El Cti y el Tea deben ser varian- tes de una misma persona. 269 — LOS VERBOS Y SUS CONJUGACIONES Aborrecer — Doqquiancatú. Acabar — Lommactii. flao Alegrarse — Neectoniaco. Amar — Avoyó. Al/dar — Oqquió. Apearse — Dennoctinní. la Apretar — Pactarrini. Arrastrar — Avoglinió. Asar (véase Cocer). Bautizar — Occorarnii Beber — la Nieét. Caer — Assovaní. Caer — Annancuí. la Casarse — Oníi. r r Castigar — So vagan, Sovaraagan Cansarse — Nchcoictevéh. if Cocer (comida) — Ne\arrarnak. Cocinar — Dactonlí. Codiciar - Comandar Dissió. la JLS. — Yilnactarnii. Comenzar — Soetegué. to h Comer — Squee, Eclari. la Concebido — Noectaó. i n Confesar — Ychococtarni. tn Confiésese — Ychococtarnió. Conocer (véase Saber). ta Correr — Niguén. ID Dar — Yani, Avoyé. Dar puntazo — Avoyé yadéh. Deber — Avoyé debe. Dejar el trabajo — Lessarní. Dejar el caballo — Poanní. Decir — Yniapék. Desear (véase Codiciar). Desmayarse — Dilivari. Desterrar — Nalót. Disgustar Doler Dormir — Silácca. b la_ Mesvchocoictó. la Yevet. Embriagarse — Quinnivissactili. te Empezar — Soet, Soetegué. Entender (véase Saber). Escachar — Nagayarnií. Esperar — Saliaó, Ñavanaó. Estar — Innictá. Estar así — Linnictá. la Estar quieto — Caammectanní. Estudio (véase Leer). Fm-nicar — Cavaták, Navo\ák. <3- Gustar — Ñania (?). — 270 — ta Haber — Negué. hb Hablar — Eclarí. Hacer — Oictí. Hallar — Lannatá, ó. Herir (véase Lastimar). Honrar — Aqquió, Amartió. ta Huir, clisparar — Eectó. Hurtar — Occaclió. bo Importar — Evogot. ta Ir _ Asík. Jurar — Avovó latisenarnarté. Lastimar, herir — Avoyé linné. r Leer, estudiar — Doennagan. la Levantarse — Linnissigom. X.L Llainai' — - Oviirnió. Llegar — Lñoví. Llevar — Ygactí, Odoí Llorar — Ñoyén. Llover — Eyagat. Isa: Maldecir — Yschinnü. Maliciar — Yp lictiaé. Mandar - — YTarii. Manifestar — Sugat. tato Matar — Alouclurni. ta ta Mentir — Namanni. Mirar — Siranaá. Mirarse — Nevanita (?). Montar á caballo — Dennorschi- Morir Dieleí. IsT Nombrar — Eyeccappegá. o Ofender — Sassoalék. ta Oir — Agayó. b _b_ Ledo, Leda. Parecer Parir — Coó. Pedir — Aschilarnii. tn Pensar — Adenactarní. Perder — Assó, NaTaní. Pesar — Nectoctió, Sassoalék. b Pertenecer — ■ Evogot. Poder Poner Preguntar ta nactió. Sissít. Avovó. ¿10 Ennactarnió, En- Prohar — Yqiiiiinió. Quemarse — Yavíli. r ta Querer — Ychocoictó. — -211 — b Relampaguear — Quilegú. Reir — Dayelegi'é. Eendirse el caballo — Yissót. Fe.. Decidle ijiie le dog Ins gracias — te' Ynniapcó ñaactik. o Nosotros te decimos — Ysinca- guá. Nosotros le decimos — Ysincap- perlít. Nosotros os decimos — Ysincar- 0 güi'l. Nosotros les decimos — Ysin- narló. Vosotros me decís — Ynuiivá. Vosotros le decis — Y^nniiap- r>egií . o Vosotros NOS decis — Ynniapper- guá. Vosotros les decis — Ynníappe- galo. b Aquellos me dicen — Ennerap- piivá. Aquellos te dicen — Ynnirap- pergLiá. Aquellos le dicen — Ennerappegá. Aquellos nos dicen — Ennera- 0 p[ierguá. Aquellos os dicen — Ynuirap- perguá. Aquellos les dicen — l'jinaló. Por rida sugn déme una gerhita — ( jívaqquií'ili avoye yaa- doal(''li. Decidle que le dng las gracias — te ' _ Ynniapcó ñaactil<. Dejar — Poanni. Relinquere apLid ali(|uem vel in aliciuo- loco. Yo dejo. te 1. Spiían. ta 2. ¡loanni. 'A. \poan. la Pl. 1. Spiíanmicca. 2. poannii. 'S. y])oanné. lo te dejo — Spoanaó. — 300 — Yo dejaré. 1. Spoannó. ypoancó. Yl)oan, ó Déjense — Yayai'iiinní. Apártate de cae lioiiibre. — No- Tactiactó queonamyalé. — NdlaftiacLé quianinomyaló (¡jrescitle) . Apártate de esa mujer (atiseiite). — Nola(^tiacl(') caccanoiiKiuó aali). Presente canni aalii. Dejar — Lessarni. Yo dejo de t ral tajar. 1. Lessarni. ta 2. yyafianniní. 3. Ley ara i. Pl. i. I.essarnarní. 2. iyaf;anniní. ola 3. Leyarniní Yo dejaba ó dejé — Lessarni. Yo dejaré 1. Lessarñó. 2. yyaganniñó' 3. Leyarnió. Pl. i. Lessarnarniíi. Leyarninii). Yo dejo de traliajar — Aim les- la sarni yncnnactóli. Yo he dejado mi ropa en el pueldo — Aim spoanné eccuá avov() b queniniih. Yo te dejo el rn/iallo — Aim spo- annogat .disrliaguai iñarlá. Al caballo cjiíc lini/e déjalo Agañali. Desear — üissíó. Yo deseo. 1. Dissiá. 2. Dissiá. 3. Nissia. Pl- 1. Ardissiá. 2. Dissiá. 3. Nissité. Yo desea Im. 1. Dissiá. 2. Dissiá. 3. Nissiá. la iíí Pl. 1. Lactomra dissiá. ta 2. Ardissianen. 3. Niisité. Yo dese'e. Singular ut pr;escns. l'lural lo mismo. Yo he deseado, también. Yo he deseado L la Dissia. 2. Dissiá. 3. Nissiá. la Ardissiii. 2 Dissiá. 3. Nissité. Yo halle deseado. la L 'i'um dissiá. 2. Lactom dissiá. 301 — 3. Lactnm nissiú. b ta Pl. 1. Tomr dissiá. 2. Lactom dissiá. 3. Lactom nissitc. j'o liuhin r/es-enrlo. 1. Dissiu. 2. Tciin dissiá. 3. nissiá. I 'i. 1. Laclomr dissiá. 2. Lactom dissiá. 3. Lnctom nissité. ^ o descare. i. Di.ssiaó. 2. Dissia(i. 3. Nissia(i. ta ri. L Ardissioo. 2. Ardissioo. 3. Nissiteó. J o hahre deseado. L Tí un dissiá. 2. Anli.ssiá. 3. Lactom nissiá. l'l. L Tom dissiá. Lactom nissité. DeaCH lú. 2. Dissiá accami. 3. Nissiá ecci'i. o l'l. L Ardissio ocom. 2. Dissiá accami. 3. Nissiti') eccuá. Q/ie 1/0 desee. [. Dissió. 2. Dissió. 3. Nissió. Pl. 1. Ai-dissió. 2. Di.ssió. 3. Nissító. Que ¡JO deseara ó desease. 1. Quectardissió etc. Quec- tar con presente. i^o desearía. la í. Dissia(|uet. 2. Dissiuijuet. 3. Nissiatjuet. Pl. 1. Ardissiaquet. 2. Dissiacjuet. 3. Nissitequet. Que ijo Ikiijíí deseado. 1. Quectardissiá. 2. Huectardissiá. 3. Ouectarnissiá. Pl. 1. Quectardissiá. 2. Quectardissiá. 3. Quectaruissité. Si 1/0 lia hiera deseado. 1. Queectomrdissiá. 2. Queectomrdissiá. 3. Queectomrnissiá. Pl. 1. Queectomrardissiá. 2. Queectomrdissió. tS. Queectomrnissitó. i o Itahria deseado. 1. Lactomdissiá. 2. Lactomdissii'i. 3. Lactomnissiá. Pl. 1. Lactomardissiá. 2. Lactomardissiá. 3. Lactomarnissité. — 302 - Cuando yo deseare. 1. Quectar dissiá. 2. Queclardissió. 3. Quectarnissiá. ri. 1. Quectarardissiá. 2. Queclardissió. 3. Queclarnissité. Cuando 1/0 Itiihiere deseado. 1. Queectoctia-dissiú. o 2. Quetoctíadissió. 3. Quectornissió. Pl. 1. Queeclarardissió. 2. Queeclardissió. 3. Queectarnissitó. Querer — Dissió. Haber querido — Ardissií^. Haber de querer — Ardissió. Querido — Dissió ochococtá. Habiendo de querer — Ardissió. Desvuiijarse ^ b — Yelevari. Yo ne desmayo. 1. Aiin ^ b dielevari. diliviari. ^ b velevari. Ardelevari. 2. 3. Pl. 1. 2. Ardiliiiri. 3. _ te ta yelevassaló Me desmayaré. 1. dielevarió. 3. velevasaló. ^ „ b_ - Diliviari. Desuuiíjese - Me desnudo. r 1. Ñossoguinni, ño. 2. Nossoinni, nio. 3. Ñossoguinni, ñó. o o Pl. 1. Ñossorní, ñossorñó. te Nossoinni, ñó. Yo me desnudaba. 1. Ñossoclapiiinní. 2. Nossoictap[)ini. 3. Nossoclappiní. 1 . Ñossocorta ] >i ni . Ñossoclrappiní. Yo desnudo. Yo desato. 1. S,ossogninni, ñó. ossoinni, ñó. y.ossogninni, ñó. 1. Sossorni, ñó. Pl, 3. yossouii, no. vossoctraní. Yo desnudaba. Yo desataba. 1. Sosso.ctupini. 2. ossoictapiní. 3. yossoctapiní. Pl. 1. Sossococtapini. 3. yossoctrapini. Yo mr desocupo. 1. Ldiammai'ni. te 2. Idamniarnini. 3. yaminarni. Nadarmanní. Yammactianní, 303 — Yo me desohliyaba. 1. Elscoó. 2. Icoii. 3. Icoú. Pl. 1. Ls-coyácca. 2. Icoií. 3. Icoyé. Jo itie desobligaré en la semana que viene. 1. Sc-oó, queanunagaata. 2. Icoyó manaera. 3. Icoó » 1. Lscoóeco » 2. Icoyó » 3. Ico veo » l'l Va me destapo. 1. Ñavasní. 2. Navaclinní. 3. Navasní. Pl. 1. Ñavactarní. ta Navactinní. Jo destaparé. Ñavasñó. Navactinió. Navasñó. Ñavactarnó. la la Navacliñó. Yo me destapcítia. 1. Ñavaclectapiñó. 2. Navactictopiñó. 3. Navactectapiñó. Pl. 1. Ñavatcactapiñó. Ñavactesapiñó. Yo destapo. 1. Savaslék. 2. avactilék. 3. Yavaslék. Pl. 1. Savactarlegót. 3. Yavaslegót. Yo destapaba. r 1. Savactectaguelék. 2. avactictaguelék. 3. Yuvactectaguelék. Pl. 1. Savatcactaguelék. 3. Yavactesaguelék. Yo destaparé. 1. Savaslcó. 2. avactilcó. 3. Yavaslcó. Pl. 1. Savactarlcó. 3. Yavactelcó. Yo destierro — Nalát. 1. SaTál. 2. alactii. 3. YaTát. Pl. 1. EIsaTatácca. 2. alacti. 3. Yalacté. Yo desterré. 1. LsaTát. Yo de.tterraré. 1. Salactó. 2. aTactió. 3. YaTactó. 301 — Pl. 1. Solaceó. 2. nTacti<>. 3. Ynlorloó. Que yo destierre. 1. Salactó. J\'(lro (Icsfinrn — E Pedro yalat. 1. Pedro me desfierra — K Pedro LdiaTat. 2. Pedro te destierra — E Pedro dalactii. 3. Pedro lo destierra — E Pedro vaTat. Pi. 1. Pedro nos destierra — ai ^ E Pedro laraalot. 2. Pedro os destierra — E Pedro iaraalactii. 3. Pedro los desfierra — E Pedro yalacté. Mactilqueyayue — ¿De donde renis? Caeiíjiie — iias^cln. l'Má Paraná. Paraná edassó. Maetilqueyaqué? — ¿De donde venís ? Pedro me destierra — E Pedro diaiat. Yo te destierro — Aim salactí. Doler — Yevet. A mi me duele. te 1. Sevet. 2. Yvictí. 3. Yevet. Pl. 1. Sevectácca. 2. ivictí. 3. Yeveclé. Elsevét. 1. ivictii. te Yevét. te Elsevét. 2. Livictii. 3. Pl. 1. Lievet. te Lsevectacca. 3. Lievecté. A mi dolerá. 1. la Seevectó. 2_ Yvictió. 3. Yeevectó. Pl. 1. Seevectó. 2 yvictió. 3. Yevectó. Doler Ilaher — Yevét. te te de doler — Dioma ievectó. Haljioido dolido — Elsevét. Doliendo — Elsevét. Dolido — Elsevét. ¿ Qué te duele? — Quennégue nquivicti? Una espalda — Yappalatectá. Dormir — Silacca. Yo duermo. 1. Siilacca. h 2. elarí. b „ 3. Leelácca. (continuará). Notas ó sea principios ie Graiática Mocoví SAMUEL A. LAFONE QUEVEDO (Continuación) — véase página 144 VIII DECLINACIÓN «Los pronombres de la primera y segunda persona no pro- ducen cambio por razón de sitio ó de colocación, etc.»*) Lo mismo se puede asegurar del Mocoví. Sin embargo, el mismo Dobrizhoífer mas atrás hace ver que una m como prefijo puede equivaler á la preposición á: ex. gr. M'aym — á mí. Tavolini declina varios ejemplos, pero todos se ajustan á este uso: Ese, de, á, por ese — Inni, etc. Esto no obstante es bueno tener presente la advertencia de Dobrizhoffer, porque Tavolini no concluyó su gramática, ni menos dio el material para formar el capítulo de las aposi- ciones"). Aquí cabe una advertencia capital en cuanto á la declinación de los pronombres: me refiero á las transiciones, porque la dificultad suma que presentan estas terminaciones no es nin- gún argumento en contra de que ellas puedan representar un rastro de fleccion casual. Esto dice Dobrizhoffer: ii Transiciones. Ahora entramos en un laberinto de la lengua Abipona que es algo formidable para los que aprenden. . . . Estoy hablando de estos verbos que los gramáticos llaman transitivos ó recíprocos. En nuestro lenguage la acción de una persona ó cosa sobre otra se des- cribe fácilmente por los pronombres mismos, yo, tú, él, noso- tros, vosotros. Los Abipones al contrario, descuidando el uso de dichos pronombres lo efectúan mediante una variada flec- cion verbal y la acumulación aquí y allí de nuevas partículas». Pasa nuestro autor á los ejemplos, y aquí se verá el valor del método comparado para obtener esa clave de Ariadne á que se refiere el Padre. *) Dobrizhoffer. ") Partículas pre ó postposiÜTas. 39 — 306 — Abipon Ríkapit — yo amo, Jiace 1. Rikiqíicliier'oa — To te amo, 2. Grkiipicliioá — Tu me amas, 3. Nkapichioá — El me ama, 4. Nkapichíeroü — El te ama. Mocoví 1. IsinniappegUL.- — Yo te digo, 2. Inniappiiva — Tu me dices, 3. Ennappiiva — El me dice, ta 4. Inniappegarva — El te dice. Lo primero que hay que liaccr es descomponer cada una de las palabras, y en esta ocasión conviene dar principio por los ejemplos Mocovíes, porque en ellos resaltan mas ciertas cir- cunstancias que nos pueden servir de norma. En primer lugar los ejemplos Mocovíes 1, 2 y 4 revisten la forma fleccional f[ue corresponde á la 2* persona verbal, por- que introducen la / ünal de segunda, con su i inicial de asi- milación, de suerte que el tema se lanza i\ la oi-acion preñado con la idea del tú ó te, debiendo esta ser objetiva ó sujetiva según las determinantes que se arrimen: Estas son en el 1° gu¿i. 2° iva con e vuelta i. 4° egarva. Las i dobladas del 2" y 3" ejemplo pudieron atribuirse á la i de 2'' persona, mas como el 3" nada tiene (¡ue ver con ella, está claro c[ue iva es partícula determinante, y que esta i radi- cal torna en otra i la e que la jirecede: resulta pues que ivci es verdaderamente una partícula que equivale á nuestro me, y como i es — yo — ó sea — mí — mu>' l)ien puede suceder que iva sea me. Esta hipótesis requiere confirmación y la hallamos en el precioso ejemplo (jue nos ofrece Dobrizholfer, en que forzosa- mente entra la partícula iva que corresponde al romance me, y digo forzosamente por([ue rikapit — yo amo — reserva su chicheo para la segunda persona, y al reproducirlo en la com- binación nkapichioá — él me ama — que nada le debe á la idea de tú ó te — solo podria resultar del arrimo de alguna i en la nueva terrninacion. Se deduce pues, (jue la partícula que dice me es iva en Abipon é iva en Mocoví — desde luego que iva é iva son caso régimen del pronombre personal aim vel ayitn — yo — y por lo tanto que podemos restaurar la declinación pronominal así : — 307 — Nominativo — Aim ijo Genitivo — i de mí Régimen — iva me Ya se ha dicho que oa vel tía parece que equivale al Quichua pa, que es un pronombre de 3% susceptible de servir de pos- posición, Y que acaso se relacione con el pac — á ó para. El tut Quichua, ma Cliinchaisuyo que dicen — me — merecen ser tenidos en cuenta, porque no es imposible que este caso régimen — iva — contenga las dos raices i, ma ó tía de 1* per- sona; pero sea cual fuere el valor léxico original de la partí- cula final vá, en Chaquense ya viene á ser una posposición ó terminación flexional de caso régimen. De esta verdad Tavolini nos da ejemplos irrecusables: Pedro m£ ve — e Pedro yavanivá Pedro me quiere — e Pedro ncoictivá Pedro me habla — e Pedro deectacaivíi Ya se ha establecido que oá vel vá es terminación de caso, y no raíz o tema jironominal, y esto nos trae de nuevo á exa- minar los ejemplos Abipones en que oá termina también las transiciones que encierran un te. En éstos el chicheo es ya propio de la persona, de suerte que no se debe atribuir á la partícula pronominal que representa el régimen; resulta pues, que siendo i terminación de la 2^ per- sona y oá posposición del caso régimen nos queda la articu- lación er', o sea /•' con el prefijo eufónico e. Quiere decir pues que, r' vel er, oá es caso régimen de akami. La r', según Dobrizhoffer, es esa letra que ni es g ni es r, y que en Mocoví se debe buscar como el enredo gr según la combinación. Por suerte la tenemos en Isinniappeguá — Yo fe digo Inníappegarvú — El te dice Aquí, Abipon er' oá equivale á Mocoví eguá » » egarrá Daré los otros ejemplos del Mocoví: Pedro te ve — e Pedro yvanaguti Pedro te quiere — e Pedro ncoictarvá Pedro te habla — e Pedro deectacarva Aquí g, gar, g, r, r representan un solo signo, el f del Abi- pon, que muy bien puede estar mas cerca del oro Guaraní -^ — 308 — yo te — que lo que muchos suponen. El vá ó uá es la ter- minación del caso régimen, así que la guturucion (jr viene á ser la forma oblicua del pronombre accamí — tu — y su de- clinación puede escribirse así : Nominativo — Accamí — Tti Genitivo — D — i — ttiyo ) , . » C — í — » i Régimen e G, 1, e — Gar — va — te Si es acertada esta explicación algo que se le parezca debe- remos encontrar en los otros ejemplos: veamos si así sucede. En Abipon Rikauagé es — Yo compadezco 1. Rikauág-yegarigé — Yo te compadexco 2. Grkauag-iygé — 7\í me compadeces 3. Grkauág-yegarik — Tú nos compadeces 4. Nkauag-giggé — El me compadece 5. Nkaúagegé — El le compadece En este ejemplo, sea por la razón que se fuere, la termina- ción ge parece que es la que corresponde á la anterior oá pues que en el 5° caso se duplica simplemente como si ge fuese él, y gegé él, le. Admitido esto, todo queda fácil, porque ygc seria el caso régimen de y, ó sea aim, la primera i, la e del tema asimilado, con lo que se explica la 2* transición — tú me. La I'' es aun mas curiosa, porque yegarigc no pasarla de ser una expansión de la partícula gr vocalizada para resultar de 2* siendo \a y ó ye simplemente efecto de cambio fonético. La fleccion seria Nominativo — Akami — Tú Caso régimen — Egari-gé — Te Esto se hace mas probable al tener en consideración la S^ transición — Tu nos. Grkauág-yegarik — Tu nos compadeces. G?- es partícula posesiva de l^ y 2* en plural, y solo se diferencia en la i ó e final de la 2^ con su mudanza de letra correspondiente. En este ejemplo el tu convierte la é final del tema en / y egarik representa el gr de 1* persona en plural, que se determina bien con la elisión de la última vocal : yegarik ó egarik es caso régimen de akam. Los ejemplos 4« y o" nada tienen de segunda desde luego las mudanzas se hai^en por g y por i. En el 4" parece que gigyé es un anagrama ó sincopacion de gigyegé ú otra combi- nación. La variante responde á exigencias de eufonia. En el — 309 — 5° desde que ye es terminación de caso régimen, se comprende que basta con arrimarla secamente al tema de 3^ persona. Hasta aquí no hallo la partícula análoga en Mocoví; pero esto basta: en Abipon la i puede llevar la terminación oá ó gé para formar el caso régimen en el pronombre de 1^ ó 2^. Vamos al tercer ejemplo, porque él es aun mas importante. Abipon 1. Hapagr'ani — Yo te enseño 2. Riapagr'ani — Iko me enseñas 3. Riapagr'an — El me enseña 4. lapagr'an — El le enseña Mocoví 1. Elsovarnii — Yo te castigué 2. Dovarnarguii — Tu lo castigas 3. Diovagan — El me castiga i. lovagan — El le castiga o 5. Ovarni — Castígalo La termmacion Mocoví gan, que encierra la expansión arnarn, corresponde á gr'an en Abipon : por desgracia falta el tu me en este ejemplo, y se ha tenido que suplirlo con el tu lo. La analogía del caso 3" me hace creer que Diovarnarguii seria tu me castigas. Por lo visto los dos ejemplos son verbos que corresponden á la conjugación con H y S de 1* persona respectivamente, y sin embargo en el 3'"'' caso ambos se combinan con las aná- logas partículas Ri y di, ó sea i reforzada con R ó D. Lo (¡ue yo sospecho es que estas letras puedan tener su cierto valor reflexivo. La fleccion en este caso es muy sencilla en Mocoví. i" Caso. Índice inicial S de 1* concuerda con tema de 2" persona sincopado, y esto produce la transición yo te. 2° Caso. Índice inicial D de 3'' con tema de 2' persona sin síncopa, y con un aumento silábico de 2% produce la transi- ción tu lo. 3° Caso. índice subinicial de 1* con refuerzo D y tema de 3" sincopado produce él me. 4° Índice inicial 1 de 3=" con el mismo tema sincopado de 3* da él le. — 310 — El 2" ejemplo Abipon combina la partícula Ri de 1^ con el tema de 2* persona y así dice tu me. En ambas lenguas éste nos presenta un ejemplo del lema simplemente sincopado sin acumulación de partícula alguna final: los casos régimen parece que se encuentran como pre- ñjos. En el cambio de estas partículas está la determinación del sentido. El verbo que se conjuga por H toma Ri, el que lleva S se vale de Di y así en las demás pei-sonas. El Abipon conserva su tema sincopado una vez por todas, el Mocoví es mas vario en sus combinaciones. A propósito de las sincopaciones no se puede citar un mejor ejemplo que este del verbo «enseñar». Abijion Mocoví 1. Haj)agr"anatr'an Sapparinactagan Yo enseño Yo enseño Neapagr'an — Yo me enseño á mi inismo Hapagr'ani — Yo te enseño Nota: Este tema comparado con el Abipon establece muchas interequivalencias. Las dos dicciones se corresponden letra por letra, y gutura- cion por guturacion. gr = ri t = ct tr'an = tagan h = s Otro ejemplo cui-ioso es el verbo llorar. r „ Aim noyernaléh — Yo te lloro noyindiiléh — Aquellos me lloran noymnirarléh — » fe » noyendeeléh — » lo » Este es un verbo reforzado con N y parece (jue corresponde á los del tipo rari del Abipon: desgraciadamente Tavolini se ha limitado á dar las transiciones con el sujeto en plural. El verbo es ñoijeti — yo lloro — y la terminación léh ó Uk nece- sita explicación. A lo que se vé no puede ser otra que la misma que hallamos en la voz Mocoilék — paisano — es decir hidividuo Mocoví. Siendo ello así seria una especie de pronom- bre de 3" pei'sona y podria corresponder al vá de mas atrás, en cuyo caso tendríamos: iléh — me rarlék — te léh — lo 6 le — 311 — Esto no pasa de ser hipótesis, porque el caso se presenta con muclias dificultades. En Abipon el ejemplo que he su- puesto análogo se presenta así: Recuerdo 1. Hakaleént 2. Hakaleénchi 3. lakaleént 1. Hakleenchitapegr'ari — Yo te recuerdo 2. Hakleenchitapegii — Tu me recuerdas 3. lakleentetapegii — El me recuerda Lo mas cierto y seguro aquí es que la i ñnal en el 2" y 3" ejemplo no es la i final característica de 2" persona, que se halla en posición media antes del ta, y que ha producido el chicheo de los ejemplos 1" y 2'\ La i esta es el caso oblicuo ó régimen de aim — yo — el me nuestro, que se determina con las partículas (jí ó (/e, en el caso Abipon ó lék y con léh en el Mocoví. Esta nueva anoiyialia parece que desvirtúa aquella regla que establece la / final como característica de 2* persona en la ar- ticulación pronominal; pero no es así; y solo sirve para esta- blecer otra regla mas: En los verbos ¡¡ara que la / final sea de 2^ persona tiene que ir arrimada á la raíz; mas si el tema lleva partícula que, produce nuevo tema, la i que va como afijo de esta partícula ya sea final ó sub-inidal determina caso régimen de 1* per- sona. «Por estos ejemplos, prosigue Dobrizhoífer, se percibirá la variación en las transiciones, y como hay que agregar á las diferentes personas de los verbos, á veces erra, á veces yega- rigé, á veces rar'i ó bien otras partículas». Como se ha explicado esto no es del todo así, pero lo que dice el padre es importante, pues sin ello no habríamos llegado A donde creemos estar. Al tratar de las transiciones como fleccion de verbo volveré al asunto, porque aquí solo correspondía hacer notar que se trasluce una especie de fleccion pronominal en todos estos dia- lectos Chaquenses; punto este de mucho interés en toda len- gua, y tanto mas en este grupo tan poco conocido hasta hoy. IX LOS PRONOMBRES PRIMITIVOS Kn íntima relación con las articulaciones posesivas están los pronombres primitivos, como se verá al comparar los índices de posesivacion con las verdaderas letras radicales en los pro- nombres. 1. Y 2. 5 _ i 3. L val N Dobrizhoffer dice: «Yo encuentro extraño que los Abipones no tengan dos palabras para la primera persona plural á ejemplo de muchas otras naciones americanas». Yo también lo encuentro así, pero hay que tener presente que las lenguas Mojo-Maypure y Mataca igualmente carecen de este mecanismo gramatical, y cuidado que el primei' grupo es de los fuertes en nuestra América, y el segundo poco menos; aparte de que aquel ha suministrado el habla mujeril de los Caribes, y el plural de las lenguas guaraníticas. A propósito de esta observación tan justa de aquel autor diré, que el olvido puede haber entrado en esto para mucho, y que acaso la confusión de las dos formas nos explique cierta duplicación que se advierte en el aumento medio-final de los verbos: en unos la fleccion admite ar inicial, en otros, ácca vel ócco medial. Se habrá observado que el Abipon afecta las partículas gr para \.^ de plural y 2'' de ambos números y que en su forma mil ó cod es bastante general en todos los dialectos, muy po- sible pues seria que el gr conservase un recuerdo del plural exclusivo, como el ore Guaraní del ere de 2'' persona y el ñande del nde, tú. El estudio que deberá hacerse mas tarde es entre el Guaraní y el Tamanaco, porque yo sospecho que es por este lado que — 313 — entró el Caribismo de aquel idioma, como del Maypure le entró lo que tiene del Mojo. Pasemos ahora a los ¡ironombres á los que espera la fór- mula. 1. Y 2 ^ i 3 L 2. ^ - 1 3. ^ Tavolini los da así: 1. Aim yo 2. Accamí tú 3. Inni él Pl. 1. Occom nosotros 2. Accami vosotros 3. lyyoá ellos á (|ue agregaré Eccá él, Accá ella y Eccuá ellos. Escribámoslos á nuestro modo: 1. aYm 2. aCCaml 3. iNNi Pl. 1. oCCom 2. aCCamI 3. iYi-oá La analogía del singular con la articulación aludida es com- pleta por un lado, si bien falta la D; la L, va oculta en la Y. Según Dobrizhoffer en Abipon estos mismos pronombres son: 1. Aym 2. Akami 1. Akam 2. Akamyl y como la o en Mocoví mnclias veces corresponde á la a en Abipon, como se ha hfecho ver ya, hay identidad absoluta entre las dos series. La C doblada del Mocoví es una letra y no dos. una gutural fuerte. Si eliminamos las letras comunes á los cuatro ejemplos nos quedaremos con los índices posesivos de la fórmula típica : 1. Y 2. C (n) — i 3. N La Y de tercera entra en los verl)0s, haciéndose uso de ese giro tan común en todas las lenguas, cuando por evitar anfi- bología inconscientemente adoptan formas dialécticas para de- terminar distinción de significado. La I en el verbo es prefijo temporal, desde luego el Mocoví lo rehuye como índice perso- nal en esa clase de flecciones, siendo que es partícula típica de 3* persona en los nombres. 40 — 314 Cuadro Sinóptico de los Pronombres Primitivos en las Lenguas del Chaco y sus aflnes SINGULAR Yo Tú El Payaguá Yam (A) Ham Lengua Yam *) Ham ' Yopjas (Z) Guoycurú E vel eo (A) Acami, Am Jyobate Mocoví Aim (T) Accami Inni Abipon Aym (D) Akamí Vat'ios Toba Ayin (B) Aliam Edi\ Ayem (G) Ham Am (J) Hedago Mataco Nochlam (P) Am. Ham Varios Nujlan (C) Em Jaem Nuslam (R) Am Lam Quichua Ñokha 1) (N-Y-okka 1) Kham Pay etc. PLURAL Nosotros ^'OSOTROS Ellos Payaguá Lengua Guaycurú Oco Acami diguayi Jyobati diguagi Mocoví üccom Accami Yvvoá Abipon Akúm Akamvi Toba Gomi Cami Edava Hedagüoo' Ndachal-lo Gami Añem Mataco Nochlamii Amilá Nosleenmei Emei Aemei Nuslamil . Amil Lamil Ouichua ( Ñokhayeu i) AKhamchic Paycuna 1 Ñokkanchic |Khamcuna Forma exclusiva^) (Khamkichic •) Forma supuesta en razón de otras analogias. — 315 — Clave : A Adelung- — « Mithridates » B P. Barcena — M. S. Bib. Mitre G P. Cardús — "Misiones Franciscanas" D I'. Dobi'izhoffer — « De Abipónibus» P Pelleschi — « Otto Mesi nel Ciaco » R P. Remedí — « Apuntes sobre el Chaco » T T. P. Tavolini — M. S. Bib. Mitre Z Cervino — M. S. Bib. Mitre AI ver este ('undro quien jmede dudar que todas estas len- guas sean afines. El mismo Quichua, que á primera vista re- sulta el mas rebelde, lo es el menos, porque no solo lleva la T oculta en la ^V, sino que también posesiva con y; mi palo- mita seria urpilita-y. Que en el Chaco se prefije lo que en el Cuzco se posterga, es un caso como el de los artículos Escan- dinavos, que á veces son finales y á veces iniciales, y no por eso se desechan de la familia Teutónica. Este cuadro se complementa con otro de las lenguas Carí- bicas. SINGULAR Yo Tú El Caribe Ao ., varonil Inara Amanle Likia Likira Cumanagoto Ure Amuere Muek Chaima Uche Amuere Muec Galibí Au Amore jSIose Tamanaco Ure Amare Macke Uyá (a mi etc.) Auyá Iteuyá 316 PLURAL Nosotros A'OSOTROS Ellos Caribe Hokoya Nhamkia Cumanngoto Cliainiii Amna Cuche ) DI. Amna ■ Ex. Amiamoi-com Amiarcom Mulíiamo Amiamorcom í Mukiam Cuclielon ) Gen. í Mukiamo Galibi Au Amere Noce Tamanaco lumna Amgnamóro Muckiamo lumna-uyá Auyac-ne Iteuyac-ne lumna Ex. Kive Kimemo Lim Clave: V. Habla varonil. Gen. Nos todos. DI Dual, tú y ye Lim Nos algunos. Ex. Nos sin Vos. No es mí propósito hacer un estudio de las lenguas Caribi- cas, y sus primas las Guaraníticas; pero convenia formar el cuadro de aquellas incluyendo el Tamanaco, lengua interesan- tísima de la que mucho ha escrito el Abate Gilii. Compárense los cuadros Chaquenses y Caríbicos, tpie en ellos hallaremos mucho digno de llamar la atención. Verdad es que el Mataco nos pone á las claras en su 1. Nuslam 2. Am 3. Lam Radicales 1. N 2. A 3. L una partícula am común á todas, pero esto no quita que, Am sea tú en Ahí taco y Am — til en Toba, Que el mismo Toba usa las radicales. 1. Y 2. A 3. L se ve en este ejemplo: Pie Lapiá 1. Y-ppia Pl. 1. Copia 2. A-ppiá 2_ Capiádé 3. La-ppiá 3. Lapiá — 317 — El Caribe nos ofrece una articulacian idéntica en singular á la Toba : 1. Y 2. A 3. L (Fem. T) 1. K 2. H 3. Nh En ambos grupos advertimos la partícula am como caracte- rística de 2''' persona, y estudios detenidos en la filología ame- ricana me han convencido de que la m es característica de 2"" persona, en estos grupos y en otros, sin perjuicio de que en ciertas combinaciones la hallemos en 1* y 3-' persona también. Esta m como radical característica del pronombre de 2* per- sona es un desculjrimiento de la mayor importancia para el estudio de las lenguas americanas, y debo tratar el punto en otro trabajo; por lo pronto baste hacer notar lo general que es en Améi-ica la foi'ma ésta : 1. Y 2. A vel Am 3. L vel N La L puede ser R, y T si es de femenino. En la Introduc- ción abriré una opinión acerca del origen de todas ó algunas de estas partículas (|ue son típicas del Mocoví y sus afines. Lo que me lie propuesto al hacer este capitulo de Gramática comparada era establecer la universalidad de las formas del pronomlire en muchos idiomas, y su generalidad en muchos mas, lialjiendo omitido bastantes ejemplos que pudiera liaber citado iior no ser de mas prolijo. Se lia proiíado que el Mocoví nos ofrece una serie tíi)ica de pronombres, y siendo ésto así vale la pena de entrar á analizarlos. r r 1. Aini Pl. 1. Occom 2. Accamí 2. Accami 3. Inni 3. Yyyoa Las vocales iniciales en todos seis ejem[ilos parece que son mas bien eufónicas, por esa inclinación del idioma á empezar por vocal : pei-o en éste, como en todos los demás casos, se l)usca la letra mas análoga bajo cualquier aspecto que sea. Las formas del Payaguá. Yam —Yo L Ham — Tú hacen ver la verdad de esta hipótesis. En Guaraní ^ es — yo — en muchos otros idiomas circunvecinos, como el Mataco, el Chiquito, y mas allá el Caríbico, a equivale á tuyo. La m es de 1'"', 2* y 3* persona en Quichua (Chinchaysuyu), Mose- tena, Auracano, Patagón ó Tehuelche, Chana Oriental, Chibcha, Armará, etc. de suerte que los verdaderos índices ó partículas — 318 — determinantes son F de 1^ y CC — i, de 2* persona, y asi las vemos reaparecer en la articulación posesiva. La CC no es mas que una K fuerte, como se deduce del Abipon. La i final tan característica de 2" persona en los mas de los dialectos Chaquenses (menos el Mataco, pues aun en el Toba reaparece en el plural), tiene mucha semejanza con el ild, Quichua, par- tícula subfija de esa lengua que significa tuyo ó yo te. El Qui- chua dice, Kham — tú — el Mocoví, etc. Accami. El Clia- quense prefiere los prefijos, el Quichua, los subfijos, pero con- tacto largo de Quichuas con Chaquenses pudo producir una mezcla de las dos morfologías. Nadie puede dudar que haya habido mezcla en estos idiomas, porque de no ser así no podríamas tener las dos articulaciones, una por C y otra por D de 2" ¡¡ersona, fuera de tantas otras variantes que hasta hacen creer á muchos que se trata de lenguas inorgánicas. La C vel K de 2" persona es caracterís- tica del Quichua, la D vel R, del Guaraní; con una y otra lengua han estado en contacto los indios del Chaco, de suerte que por este lado sobran las pruebas geográficas. En los pronombres de 3* la N reproduce la N Quichua de la misma persona, y la Y del plural es un recurso análogo del Quichua, Aymará, etc. Esta Y ó L es bien conocida en las lenguas Mexicano-Yuca- tecas, y merece ser tenida en cuenta cuando se entre á inves- tigar la influencia Caríbica en la América del Norte, de esa irrupción de hordas bárbaras, que por falta de mejor nombre llamamos Caribicas, y que según pai-ece entraron destruyen- dolo todo. En la Introducción distingo entre Carlos y Caríbi- cos, porque muy bien podrá resultar que los Carlos son á los Caríbicos lo que los Romanos á los que hoy hablamos el Ro- mance, es decir que los segundos en uno y otro caso descen- demos de perturbadores de la civilización anterior y usurpa- dores de mucha parte de la lengua de la nación conquistada. Que los invasores Teutónicos se hayan mostrado mas aptos para recibir la vieja y desarrollar una nueva civilización que las hordas Caribicas, es cuestión de grado y no de principio. Estos carecían de un importante factor — el Cristianismo — sin el cual acaso los papeles se hubiesen hallado hoy trocados. X PRONOMBRES Y POSESIVOS De lo que se hn tratado ya es de las articulaciones posesi- vas faltándonos aún el posesivo en absoluto; de estos escribe Dobrizhoffer lo siguiente: «Si la cosa de que se trata es animada, aunque no sea sino vegetal, como trigo, caballo, un cautivo, etc., preguntan di- ciendo : ¿Kahami lela? ¿Cuya propiedad es esto? á lo cual responde el otro : Ilá — mia. Grelé — hiya. ' Lela — suya. Por otro lado si la cosa fuere inanimada, como ser una lanza, un vestido, alimento, etc. dicen: ¿Kahami Kalalám? ¿A quien pertenece? y el otro dirá : Aim — á mí. Karami — á tí. Halani — d él. Karani — á nosotros'). Se observará aquí como se conservan las radicales I de 1" persona singular R » 2" )) )) L )) 3" » )) R » I'' » plural Comparemos ahora el Abipon con el Mocoví, previniendo que el Padre Tavolini no distingue entre lo vivo y lo yerto, ó mejor dicho, entre lo orgánico é inorgánico. Según las mues- tras los ejemplos de este padre se ajustan á lo inánime. *) En la traducción del Señor Líirsen hay unos pequeños errores de imprenta corregidos aquí por el original. 320 Abipon Mocoví Aim Es mío Aim. Karami Es tuyo r Cadami. Halani Es suyo Alain. Kara ni Es nuestro Codam. Karamyi Es vuestro Cadamti No puede darse un cuadro mas importante: las analogias se imponen, y van acompañadas de ejemplos, que confirman los cánones fonéticos ya establecidos. R = D. H de 2"'' V 3' = Aspiración suaxe. A ' = O. Esta es una prueba palmaria de la exactitud de esta ley, que, como ya se dijo, establece que los verbos Mocovies con S de I'' están representados por los Abipones con H, y que la r en yr equivale á la d en cod, cad, que á su vez son el yr in- tegro, por vocalización de la e al combinarse con la r*). Al hablar de ley y de canon, como muy bien observa el filó- logo inglés Skeat, no se quiere decir más que una generaliza- ción de los hechos que se observan en tal ó cual idioma: las lenguas no se ajustan á leyes, sino que i)roceden de cierto modo justo, armonioso cqidlih-ado, (como dice el inteligente y observador viajero Chaquense Señor Pelleschi) que en manos del filólogo tVicilmente se reduce á regla, sin que los que las hablan la conozcan ni ])or las tapas: hace siglos que hablan gramaticalmente y no lo barruntan esos pobres salvajes. La civilización, la literatura, la instrucción mata las lenguas, pero las momifica, las conserva en escabeche, en charqui y de tal modo á veces las desfigura, que no las conocerla ni la madre que las parió. En este estudio vamos comparando dos dialectos que lo eran ya al entrar la época cojombiana. y media mas de un siglo entre los autores que las redujeron á forma de arte y vocabu- lario; no obstante, cuánto tienen en común, y cuánto nos en- señan acerca de las lenguas americanas. Lástima es que el Padre Barcena no haya sido más explí- cito en cuanto á esta sección. Los apuntes que yo he podido recoger de boca del Indio López son escasos en cuanto á los pronombres, como era de suponer, porque solo en frase se puede sacar algo á este respecto. *) Los filólogos llaman A la g, d, b, formas vocalizadas de c, I, p. — 321 — Mariogot — Esa es tuya. Maichalogot — Es de ella. Maíchayugot — Este (pan) es mió. Algo do analogin se vislumbra, pero no es lo suficiente para establecer ninguna regla. El vocabulario de Pelleschi trae esto: Alom — mió. Iningot — tuyo. Aquí advertimos la misma terminación de que se valia López, lo que restaura la fleccion así: Ingot — m.io. Riogot — tuyo. Logot — suyo. 41 XI PRONOMBRES DEMOSTRATIVOS Los pronombres demostrativos son curiosos, poi'que vtirian según la postura del individuo á que se refieren: también dis- tinguen sexo mediante una c vel i inicial para masculino, y a para femenino. El plural masculino es común, con una ex- cepción Annoassó, á lo (|U0 se ve. ]\I(ts(iil¡iin Inni — El Fcniciiiiio Anni clin riitidi Coiiiidí Yyyoa — Ellos Parado Edasó — Ai:c. 1S88, 8". Rassegna biológica ili Rincofori curopei, c. il. Hiill. d. S. K. 1., ^^d. XV, XM, XVir, XVlll, XIX: l''irrn:c, 1883-1887, 8». Bastían (A). — Naclitriige ü. Ergünzungen a. Samnilungen il. Elhn. Mus., Abt. II; Jlcrlin, 1889, 8°. Beauvois (E). — Les colonies européennes du Marklaiul et de rEscocilaiid au XIV* s., C. R. Cong. Ainér., 2" s., Luxcndjourg, 1877, Nanoj, 1877, 8°. Origine et fündation du plus ancien Evéché du Nouveau Monile, 986-1126, Méni. S. Hist. Arch. et Lit. Beaume 1878; Pai-is, 8'. La Norambégue, C. R. 3° s. Cong. Amor., Hruxellcs, 1879, t. 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DIPTEROLOGÍ A ARGENTINA POR FÉLIX LYNCH ARRIBALZAGA DIPTEROLOGÍA ARGENTINA FÉLIX LYNCH ARRIBALZAGA xVclver'tericia Proponíame escribir un trabajo estenso y circunstan- ciado que comprendiese en orden sistemático todos los Díi)teros argentinas (|ue me fueran conocidos, reseñar aquellos que no poseyera y también los que posiblemente deben habitar en nuesti^as comarcas ; no tardé en reco- nocer que tal empresa no me era accesible, por lo pronto, motivando tal imposibilidad, no la escasez, sino por el contrario la abundancia de material, unida á la exigüidad de mi biblioteca y al escaso caudal de observaciones propias y estrañas para dar una ojeada general sobre todo el orden, bajo sus distintos puntos de vista. El con- siderable número de e-pecies recojidas por mí, pronto se vio aumentado por las colecciones del Museo de La Plata, las que me proporjionó su Direo-tor D. Francisco P. Moreno, las procedentes del Chaco, Misiones, Entre-Rios, Patagonia, Tierra del Fuego, Salta, Isla de los Estados, Mendoza, San Luis y República Oriental, recojidas por mi amigo y colega el Dr. Eduardo L. Holmberg, y los Sres. Ambrosetti, Capitán Moyano, Dr.'; Carlos Berg, Dr. Carlos Spegazzini y varios aficionados á Ciencias o ío ■ — Naturales, sin contar aun, gran parte de las colecciones formadas por mi hermano Enrique. Persuadido de que si intentaba seguir un plan metódico y sistemático, éste no resultaría tal en definitiva, pues á cada nueva colección recibida, sería indispensable reformar casi todo lo hecho ó agregar un apéndice, que por sí solo equivaldría á lo anteriormente escrito, he debido renunciar á mi proyecto primitivo y concretarme á dar a la estampa una serie de monografías, sin ceñirme en su aparición al orden natural en que se clasifican los dípteros, pero relacio- nadas entre sí de tal manera que, reunidas, puedan com- poner un todo tan homogéneo como me sea posible. A dar comienzo á la ejecución de mi propósito responde la publicación de este trabajo, reducido esclusivamente al grupo de los Culicidae, tribu de la que poseo un material sino completo, suficiente por lo menos. Buenos Aires, Enero 16 de 18P0. ORTHORAPH A Nematocera POLYXEURA CXJLICI3D.A.E INTRODUCCIÓN I Bajo el nombre colectivo de Ciilicidae, designan los entomó- xOgos una fracción de los Dípteros Nemóceros, tan pobre en géneros cuanto nuinei-osa en especies y copiosísima en indivi- duos, fracción mas vulgarmente conocida según los países y las lenguas con las denominaciones de mosquitos, xaneudos, ina- ringuines, mariiigoins, moastiques, Stoclimückcn, etc., que con frecuencia y erróneamente tamliicn las a[(lican los profanos, á los Chironoinitae , á causa de su aspecto eslerior muy seme- jante al de los Culicidae. Son los Culicidac dípteros de cuerpo tan esbelto, alas tan estrechas, pies tan largos y tromi)a tan prolongada, unidas á cierto conjunto de ligereza casi aérea, que en el momento su estiriie se halla puesta en evidencia. Debo declarar aquí que el alcance y significado que atri- buyo á la ti'íbu de los Culicidae son los ace¡5tados por la mayoría de los autores y en manera alguna los que el dili- gente y entendido Schiner ha querido imponerles, incluyendo en este grupo á los Corethrinae, cuyo lugar sistemático no lo hallo liien indicado sino entre los Chironoinitae. Desdeñando Schiner la notable diferencia de los órganos bucales de los Corethrinae con los Culicidae, conceptúa de mayor impoi'tancia — nso — otros caracteres de pura apariencia, en mi opinión; yo no par- ticipo de tal manera de pensar, pues tengo por cierto que toda modificación en los órganos de' la nutrición debe traer ajtarejada una alteración en el sistema digestivo, el genital y a mi el nervioso. No conozco ninguna disección de los Corcfhra, ni los he tenido á mano para ejecutarla; empero, deduzco por analogía que su sistema digestivo poco ó nada debe apartarse iel de los Chiroiioitius, cuyo carácter resaltante es el de tener solo cuatro vasos . urino-biliares, reunidos por pares en un pedículo común, en vez de cinco sésiles y dispuestos en corona que ofrecen los CiiUcidae de genuino abolengo. Aclarado el punto precedente, paso al examen de la estruc- tura de estos diminutos y frágiles seres, analiziíndola por turno, mas sin lisonjearme de hacerlo tan completa y exacta- mente como fuera deseable. La cabeza (Pl. 1. flg. 1) es pequeña, casi esférica con el epístoina y la cara, mas o menos convexas, flanqueada por dos grandes ojos reni-formes ó semi-lunares (Pl. I. fig. 1 e) que casi se tocan sobre la frente y ofrecen durante la vida un color verde ó pardo con cambiantes cobrizos, aun cuando el pigmento interno es de color violeta mas ó menos purpúreo ; compónense de un número de facetas, levemente convexas en el centro, (¡ue varían de 350 á 400 ó poco mas. No hay ocelas ú ojuelos lisos en el vértice de la cabeza, no obstante que el docto Latreille creyó verlas en la Fsoropliora ciliafa. Fabr, según lo espresa en el «Regne animal» de Cuvier, (Vol. ^'■ 440) diciendo: uLes yeux lisses so7it tres disii'ncts». En lo inferior de 'a cabeza se observa una cavidad casi elíptica, cayos bordes me' )ian parecido ligeramente contrác- tiles; es de allí de donde nace la trompa, de la que en breve me ocuparé. Las antenas (Pl. I. fig. 2 y 3) se insertan á los lados de la frente, cada una en la escotadura del ojo respectivo. sobre una pieza fija, redonda,- aplastada, bastante grande y algo cscavada en su centro, la que es el tórulo antenario: constan de 13 artejos cilindráceos, muy delgados, casi iguales entre sí, tenuemente velludos, y con el estremo de cada uno, menos el último, armado con seis ó mas cerditas dispuestas — 351 — «n verticilo; en las lieinbras, mas en \o9. machos, las antenas se componen de 1 i- artejos, de los que, los 12 ¡¡rimeros ofrecen una curiosa conformación; son cortos, ensanchados en forma de conos invertidos y su ápice se halla provisto de largos, finos y densos pelillos lanosos que dan un aspecto plumoso á esta región de las antenas, pero en cambio los dos últimos son muy largos, delgados, cilindricos, corta y finamente velludos y con un verticilo de pocas cerdas en el estremo del penúltimo (1^1. I. fig. 3); si por medio de la potasa cáustica se des- truyen las partes blandas de uno de los artejos plumosos y se embebe después con glicerina, se nota que interiormente corro un tubo de paredes sólidas que es el verdadero cuerpo de la antena y que la forma obcónica de estos artejos es debida á una espansion membranosa y trasparente, cuya armazón jíarece constituirla un anillo f[uitinoso que guarnece el ápice de cada artejo y del cual nacen los finos pelillos lanosos que adornan á los machos. ( Pl. I. fig. -i). La trompa (Pl. I. fig. 1 b y 5 a ) arranca formando un pequeño codo de la cavidad inferior de la cabeza que ya he mencionado, avánzase horizontalmente liácia adelante y es movible en sentido vertical, es delgada, cilindrica y su longitud iguala ó supera algo á la de la mitad del cuerpo ; su forma varia aunque en estrechos limites; es recta y linear en casi todos, arqueada en su estre- midad hacia abajo y á manera de anzuelo (Mcgarhiim), encor- vada hacia arriba pero sin formar gandío (Cidex to.rorhynchus. ]\Iacq T.), ó engrosada hacia la punta (Uranotaenia). Com- pónese esta trompa de un tan admirable conjunto de piezas, que veremos por su orden, (pie no sin razón pudo decir Plinio : « Z^bi tot scnsns collocavi in Ciilice? )y al ocuparse de las maravillas de la naturaleza. Desde luego nótase el largo tubo que encierra y ¡iroteje las piezas destinadas i'i la [¡erforacion y en parte á la succión de los liquidos animales ó vegetales ; esta vaina, que corresponde al labio inferior de los insectos masti- •cadores, hállase hendida longitudinalmente en su cara dorsal y es susceptible de plegarse en diversas formas para descubrir las cerdas del chupador propiamente dicho; el estremo se pro- longa inferiormente por una punta aguda cortada en bisel (Pl. I. fig. 5. b.) y por dos piececillas ovales ó elípticas, con- vexas en su cara esterna y mas ó menos cóncavas en la interna, (Pl. 1. fig. .5. c.) las que, no repi'csentan otra cosa que los palpos labiales de otros órdenes. Kl chupador tiene seis piezas, según los autores, pero no he visto nunca sino cinco, apesar de multiplicadas disecciones, ni tamjioco se me ocurre con qué — 352 — órgano podría ser homólogo este sesto apéndrce; describo, pues, el aparato, tal como lo he observado. La primer pieza y la mas aparente, es el labro (Ph I fig. 5 d), que asume la forma de un estilo quitinoso, sub- triangular, muy agudo y casi tan largo como la vaina; en su cara inferior se vé una canal bien marcada, que termina poco antes de la punta; el destino del labro parece que no es solo el de cooperar como pieza principal en la perforación de los tejidos, sino también el de servir de protección y de guía á las otras cerdas mas delicadas del chupador, abrigán- dolas dentro de la ranura que lie descrito mas arriba: y aun es posible (jue, en el acto de la succión desempeñe un gran papel, mediante la capilaridad establecida entre las paredes de la ranura y las finas piezas contenidas en ella. Debajo del labro se insertan cuatro estiletes flexibles, dos por cada lado; los dos superiores (Pl. I. fig. 5 e), que son homólogos de las mandíbulas de otros insectos, se presentan bajo la forma de una cerda quitinosa muy fina y aguda, ordinariamente de color testáceo, orillada en cada lado por una tirilla estrecha, incli- nada en tejadillo, sumamente diáfana, como cristal, que no alcanza hasta la punta, la cual deja en descubierto; inmedia- tamente después, se hallan las máxilas (Pl. I. fig. 5 f) con- formadas como las mandíbulas, con el mismo cuerpo quiti- noso y membranas inclinadas, pero estas últimas son plegadas en diminutísimas arrugas, dirijidas oblicuamente de adelante atrás, desde el tallo córneo al borde de la tirilla trasparente, y á mayor abundamiento, antes de su terminación, cada tirilla lleva una serie de G á 7 dientecillos pequeñísimos, que resaltan sobre el borde vitreo de la membrana ; la anchura de estas orlas cristalinas, tanto en las mandíbulas como en las máxilas, vá disminuyendo gradualmente de la base á la estremidad. Por mas buena voluntad que he puesto de mi parte, no he visto en estas piezas la figura triangular ó ensiforme sólido con (|ue genei'almente se describen y figuran, sino como lo dejo dicho y tal como las he dibujado. En la base de las máxilas se insertan los palpos (Pl. I. fig. 5 g) correspondiendo uno á cada máxila ; compónense de cinco artejos en casi todos, de los que el primero casi siempre se halla oculto en la cavidad bucal; por escepcion suelen ser cortísimos y de un solo artículo en dos géneros {^^des, Uraitotaenia). En aquellos que los tienen de cinco artejos, varía muclio la forma, según los sexos ó los géneros; muchos tienen las cuatro primeras articulaciones cortas y obcónicas — 353 — y l;i úlliuia ólilon,!;;!, tau liii'i^a coiiKi los otros Juntos (C/ilcx C), i'ii otros, los tres iirimeros artículos Sdu muy cortos, el cuarto es grande, \'a oblonyo, va en cono invertido y alargado, y el último tan pe(jueñi) (|ue apenas se distingue como un apéndice terminal del anterior [Psorophora, Ochlerotatus ^); bajo el punto de \'ista de las diferencias que ofrecen ios palpos según los sexos ó los géneros, se nota que algunos los tienen tan largos (■) aun mas que la trompa en ambos sexos (Mecjarhina, Ano- pheles), ([ue otros los ofi'ccen muy largos en los machos y cortísimos en las hembras [Cttiex, Ochlcrotatus, Taciiiorhyuchus, Hctcroiujcha, Jautliinosoma) y aun entre estos Ciilicidae hetero- palpos se nota en los machos alguna variedad en la con- formación, jiues en unos los palpos se engrosan hacia la estremidad, y son tan velludos que afectan la figura de un pincel {Ochlerotattis, Taeniorliijiichits, Janthinosoma), mientras que en otros sucede lo contrario, pues se adelgazan gradualmente y concluyen en punta bastante aguda (Ctikx, HeteronijcJia) siendo, por otra pai'te, medianamente velludos. Si del rápido examen que hemos hecho de la cabeza y sus anexos, pasamos al estudio del tórax (Pl. I. fig. 1), encon- traremos que él está constituido en su mayor parte, casi en su totalidad, \)0v el mesotórax (Pl. I. fig. 1 p), siendo tan pe- queño el protúrax, que su pronoto i-udimentario (Pl. I. tig. 1 /"), [larece abierto á lo largo y en medio del dorso; el metatorax no es de tan mezquinas proporciones, y su metanoto (Pl. I. fig. 1 u) sobresale algo del escudete mesolorácico. Kl con- junto general, visto por encima, es oval ú oblongo, y consi- derado de frente y de lado junto con las ancas, aparece pris- mático-cuadrangular. Las diversas parles (|ue componen los ñancos son bien distintas; solo en el pi-otórax puede haber alguna confusión, pues en la gran mayoría de los géneros se vé una pieza ovalada ú oblonga, medianamente convexa, (¡ue parece corresponder á' la paráptera protorácica, y que cubre el estigma del primer segmento del tórax, mientras que en otros es mucho mas desarrollada (Psorophora) y en poijuí- simos es muy grande y carenado á lo largo (Megarhina). Los estigmas de las pro y mesopleuras son muy completos y con los labios velludos, ocurriendo en los del metatorax, (¡ue, aunque muy visibles, i)arecen ciegos ó atrofiados. Casi en el hmite (]ue separa el tórax del segmento mediarlo se insertan los balancines (Pl. I,- fig. 1 «) .sobre cuyo carácter amln'guo tanto se ha di.scutido, pero que no es dudoso que deben ser con- siderados como el segundo par de alas atrofiado, por cuanto — 35i — son movidos por dos musculillos fusiformes que partiendo de la base de cada balancin van á apoyarse por tendones en el post-entotórax ; los balancines constan en todos do un tallo cilindrico, hinchado en la base y terminado por una calje- zuela oviforme. Las alas (Pl. I. ñg. 6) son alargadas, oblongas ó lanceoladas, y en el reposo se cruzan sobre el abdomen ; las celdas circunscriptas por un mediano número de nervaduras longitudinales y trasversales, son una costal, (|ue se estiende • l)astante mas allá del medio del borde alar; una subcostal, angosta y alargada que termina en el ángulo apical ó i)oco antes de él, una marginal y dos sub-marginales de las que una es mas ó menos largamente pedicelada, dos basilares que alcanzan ó sobrepasan un poco el medio del ala, siendo casi constante que la interna sea mas corta que la esterna, con escepcion del género Sabcthes, y, finalmente, cuatro células posteriores, una anal y una axilar; en un solo caso {Anophcles) pueden considerarse como nulas las células basilares, por cuanto faltan algunas veces ó son muy poco visibles los dos ner- vulos trasversales que debían cerrarlas. En casi todos, la primera célula sul;-marginal es igual ó mas larga que la célula posterior pedicelada, pero en las Megarltina falla esta ley, y por el contrario, tienen la primera sub-marginal notablemente mas pequeña que la' segunda posterior. Todas las nervaduras están cubiertas ú orladas de escamas (Pl. I. fig. 7 a. b. c. d. e.) variables en dimensión y forma, según las regiones del ala y aun, según los géneros y espe- cies ; comunmente semejan una clava alargada con un piececillo muy fino y pocas veces son securiformes ú ovaladas; las escamillas que, á manena de fleco, guarnecen el margen apical y posterior de las alas, parece no varían de figura ni disposición en ningún género, aunque sí en tamaño; este fleco se compone de tres órdenes de escomas superpuestos; la primera ringlera la constituye escamas lanceoladas muy agudas en el estremo y en la base, menudamente estriadas á lo largo; la segunda la forman otras iguales en forma á las anteriores pero doble ó triple mas pequeñas, y en fin la tercera situada en la base consta de e.scamillas ovales diminutas y dispuestas oblicuamente, que fortifican la base de los dos órdenes precedentes. El zumbido estridente propio de estos Dípteros, creo debe atri- l)uirse, en gran parte, á la disposición de las escamillas que he descrito, del mismo modo que la contestura y acomodo de las barbillas, en las plumas de las aves influyen sobre el timbre ó sonido peculiar que producen en el acto del vuelo. oüO Los ¡lies de todos los Cidlcidae son muy delgados y larguí- simos, cubiertos de escamillns, y provistos de pocas cerdas espinosas, en ocasiones, (Sabethes) las tibias, y la base de los tarsos llevan curiosos penachos de pelos finísimos como para aumentar, aun mas, su ligereza específica. Las ancas (Pl. L tig. í.j.j.j.) son gruesecitas, obcónicas, inmóviles y se insertan anchamente en el tórax; los trocánteres (Pl. I. fig. 1. K.) son muy pcíjueños y de figura globulosa algo obcónica y tienen su estremo mas ancho, cortado en bisel. Los muslos son lineares, y tanto ó mas largos que las libias, y ligeramente comprimidos por delante y detrás. Las tibias se engrosan levemente hacia su estremidad, donde tienen algunas cerdas ó ospinitas y en general son tan largas como los muslos. En la mayor parte los tarsos, delgadísimos y lineares, igualan en largo á las tibias y muslos reunidos y su primer artejo equi- vale en longitud á la de los cuatro siguientes reunidos; ter- mínanse por dos uñuelas de variable configuración y una esponjuela aterciopelada por debajo, que les permite posarse sobre los líquidos sin hundirse. Diferencias muy marcadas se observan en las uñuelas tarsales, susceptibles de dar buenos caracteres genéricos ; en algunos (Psorophora, Ochlerotaitis) son dentadas en la arista inferior tanto en los machos como en las hembras; en otroS, solamente los machos partici}ian de esta ventaja, {Mcgarhina, Tcieniorhynckiis, Janthinosoiiui, Hetero- lujcha,) pero en tal caso la uñuela interna casi siempre es simple, rara vez unidentada, y doble mas pequeña que la esterior; finalmente en muchos, {Oiilex, AnojjJteles, Ura- notaenia) son sencillas, iguales entre si y muy encorvadas en ambos sexos. El abdomen oblongo en muchos, sobre todo en his hembras, se inclina á la forma cónica muy alargada (Aiiopheles, Psoropliora 1;^') ó aparece mas ó menos estrechado hacia la base y ensanchado antes del ápice (Mcgnrhina ^ 'í^, jEiIcs ^) ó en fin, es muy angosto, deprimido y paralelo en ciertos casos {Psorophora J, Taenior¡/7ichits,'X, Ochlerotatus A y JanHiInosoina ^.) El vestido del abdomen se compone de escamillas y pelillos bastante abundantes; en los géneros, cuyos machos tienen el abdomen paralelo, los bordes este- riores se vén orlados de pelillos largos, finos, de aspecto lanoso comunmente, de color parduzco sucio, mas en camliio las Megarhina ostentan en ambos sexos bellísimos copetes de jielillos muy densos y apretados, de color dorado ó purpúreo con reflejos de seda. Las armaduras genitales esternas, consisten — 35!3 — en las hembras ( Pl. I. fig. 8 a. — h.) do dos apéndices en forma de cucharillas, mas ó menos alai-gadas y sinuosas en el medio de su arista superior, dispuestos verticalmente uno en frente de otro y de una pieza horizontal, triangular inserta debajo de las dos valvas (|ue he mencionado; los mm-hos tienen un aparato (Pl. I. lig. 9) mas complicado; consta de seis piezas á saber: dos garfios grandes y agudos movibles sobre una base muy gruesa (Pl. I fig. 9 f), otros dos de igual estructura pero muchísimo mas pequeños (Pl. c. fig. 9. // ) y dos tuberculitos velludos, en el ápice de otros tantos tallos cortísimos (Pl. I. fig. 9. h)\ esta conformación es idéntica ó poco diferente en todos los géneros. II Bos(|uejada ;i grandes rasgos la organización cstei'na de los Culicidac, quédanos por examinar lo pertinente á su estructura interna, tan notable y aun mas si cabe, (¡ue la esterior. Las funciones vegetativas ó de la vida animal son desempeñadas por un aparato digestivo bastante completo, un sistema de tráqueas ó conductos aeríferos subdivididos liasta la mas estrema tenuidad y repartidos aun en los mas diminutos hacecillos de músculos, un vaso dorsal que reemplaza el cora- zón de los animales superioi'es, diversas glándulas destinadas á llenar con sus secreciones las necesidades de la nutrición ó de la generación y un aparato genital muy sencillo, cuyo con- junto se aproxima un poco al de los Chironomitac . A partir de la base de la trompa, y contenida dentro de la cabeza, encuéntrase una especie de cápsula quitinosa oval (Pl. I. fig. 10), dividida esteriormente en cuatro cascos longitudi- nales convexos, separados ])or surcos entre sí; esta cápsula se termina ])or delante en un tubo sencillo y cilindrico, mas, en lo posterior confina con el agujei'o occipital de donde arranca el tubo digestivo (Pl. I. fig. 11 y 12); á continuación (1. c. fig. 11 y 12,9.) se nota un entumecimiento musculcso al través; inmediatamente detrás de esta liincliazon musculosa se in-iM- tan dos glándulas salivares Ijursiformcs \' Irasparenles (1. c. Hg. 11 p. tig. i'2 i. i.) y la Saugblasse, Saiiginageii ó vejiga aspií-atoria (Pl. I. lig. 116. y fig. 12 h) siempre llena de airo y muy trasparente, unida al esófago por un tubo mas ó menos largo y delgado ; esta vesícula que, [¡arcce no ser otra cosa (|ue el buche (¡ahot) adaptado para Ih^iiiu' otro género de fun- ciones, lo lie hallado sie.mpre A'acío en los Culicidae, mientras que en otros Dípteros, tales como los Sijrphidae casi constante- mente lo he visto medio Heno de polen. El esófago ( Pl. I. tig. 11 h y fig. 12 /'. ) se prolonga en foi-ma de tubo trasparente sin arrugas visibles y se une sen- cillamente ai estómago ó ventrículo riuililico ( Pl. I. fig. 11 i y tig. 12 /,■ ) sin ([ue exista esfínter cardiaco, ( ])or lo menos no lo he ol)servado, apesar de repetidas disecciones); el estómago sumamente dilatable en las hembras, tiene una forma oval ú oblonga, es muy trasparente; cuando está vacío, parece arrugado al través y afecta ser tenuemente granulado en su interior; en la parte posterior del ventrículo quilífico se nota un ligero entu- mecimiento ( Pl. I. Hg. 11 I y 12 /. ), correspondiente á un esfinter que cierra el paso á los alimentos aun no digeridos; en torno de este esfinter ó mejor dicho, región pilórica, se insertan cinco tubos blancos, ligeramente varicosos, delgados, tan largos ó aun mas que el estcrmago; su forma es cilindrácea y terminan en punta roma y cerrada, el contenido de ellos parece componerse de glándulas utriculares, blancas, opacas, con partes traspa- rentes; éstos son los vasos de Malpighi ó vasos urino-biliares ( Pl. I. 11 j. J. j. j. j. y 12 m. m. in. ni. m. ). VA intestino delgado (Pb I. fig. 12 o) se ofrece bajo la forma de un tubo sencillo y trasparente separado del recto ( Pl. I. fig. 12 p. g.) por una hinchazón (eoecum, colon, intestino grueso) oval mus- culosa y provista interiormente de válvulas dispuestas en espiral arecido que casi todo el sistema se compone de tráqueas tubulares y que no existen otros sacos aeríferos, que los de la base del abdomen. Los órg'anos genitales internos de la hembra (IM. I. fig. 13), constan de dos ovarios de forma mas ó menos ahusada en las hembras vírgenes, trasparentes y llenos de un tejido flojo utricular; á medida que se desarrollan, adquieren ini color blanco opaco y se notan ya los huevos en distintos estados de adelanto ; tienen los ovarios (Pl. I. fig. 13 b.) entonces un aspecto oviforme, agudo en su ápice, del cual se des- prende un ligamento (Pl. I. iig. 13 c.) tendinoso, tal vez pro- longación de la envoltura común á los huevos y que sirve ¡jara contribuir al sostén de los ovarios; dos gruesas tráqueas se ramifican considerablemente por la parte esterior de los ovarios y se distinguen muy bien los nérvius que partiendo del último — 359 - ganglio abdominal (ganglio genital) van á parar á los ovarios y al ápice de las trompas; éstas son cortas, trasparentes, en forma de emlnido y i)onen en comunicación directa á los ovarios con el oviducto (Pl. I. fig. 13 e.) el cual se presenta como un simple tubo coi'to y trasparente en cuyo vértice desem- bocan las trompas; poco antes de su terminación se insertan sobre el oviducto tres glándulas de paredes muy gruesas y diáfanas, muy pequeñas, esféricas, (PI. I. fig. 13 f.) sostenidas por un cuello corto, llenas de un líquido espeso, blanco y tan i:)paco ({ue por trasparencia parece negro. En mi opinión, pueden considei-arse como reservatorios de esperma-y aun del líipiido con que los huevos son barnizados j' soldados unos á otros, en el acto de la puesta. En un período muy avanzado, cuando los liuevos están prontos para ser espulsados, aparecen éstos reunidos en una especie de espiga de 4 á G carreras, constituida por huevos blancos, opacos ( Pl. I. fig. 14), con' una cubierta gruesa y diá- fana (Pl. I. fig. 11 a.): uno de sus polos (jue es granuloso y semitraspai-ente (,P1. I. fig. I í c.) lleva un apéndice claviforme de igual contestura que la del polo á que pertenece (Pl. I. tig. li f/.j. Los huevos están dispuestos en torno de un eje central y todos con el apéndice, que los termina, dii'ijido en sentido contrario á la' base de las trompas. El aparato genital de los machos, (Pl. I. fig. 9), se compone de dos testículos oblongos y blancos, en comunicación con el conducto eyacu- lador por medio de dos largos canales deferentes (Pl. I. fig. 9 a. 6.); dos reservatorios espermáticos ó mejor prostáticos, bursi- formes y trasparentes, se sitúan un poco deljajo del punto de inserción de los canales deferentes de los testículos (Pl. 1. fig. 9 c.) y finalmente de un canal eyaculador (Pl. I. fíg.9d.) sencillo, terminado por un pene (Pl. I. fig. 9 /. ) de aspecto carnoso y desprovisto de armaduras (juitinosas. Las funciones de la vida de relación son regidas en los Cidicidae por un sistema nervioso {^) (Pl. L fig. 15), que concuerda en sus lincamientos generales con el de los Díp- teros ortorafos, en los que me parece ser regla que, la cadena ganglionar abdominal se componga de mas de- 5 ganglios y no de uno ó dos como se observa en los cyclorafos. Asemé- jase sobre todo al de los Chironomitae y Tipulitae, pero nunca se observan en él la soldadura íntima ó por lo menos la estrecha cercanía de los dos últimos ganglios abdominales que 1.1) Este dibujo ts en grau parte esqui,'mático. — 300 — con tunta frecuencia se nota en el sistema nervioso de los dos grupos con (¡ue lo comparo, sino que al contrario el penúl- timo ganglio siem¡)re se lialla situado a bastante distancia del último ó genital. El ganglio toi-ácico (Pl. I. lig. 15 f.), parece ser el resultado de lu fusión de los tres ganglios torácicos en uno solo, y digo que parece, porque no he podido fijar satis- factoriamente la posición que ocupa en el cuerpo el que señalo en la ligura con la letra i; éste [)0(lría ser el tercero del tórax ó, como me inclino á creerlo, el primero del alidómen. Los cordones nerviosos que son libres antes y después del gran ganglio torácico, reúnense bajo el mismo neurilema en el primer ganglio abdominal, á 'mi entender, desde el ganglio* al j, aun se distingue la sutura media, mas ésta se piei-de com- pletamente desde el j al ganglio genital. El sistema nervioso estudiado ¡lor mi os el de las hem- bras, y no sería estraño que el de los machos ofre("iera alguna diferencia de detalle, como sucede en algunos Tipnlidae, por ejemplo; nuestra Típula uiil/ifcra ^^ der Wulp, en cuyos machos, los dos primeros gúnglios abdominales se encuentran muy próximos uno del otro, mientras que, las hembras los tienen muv alejados entre sí. III La vida de los Culicidae, á semejanza de los Chironomitae, es esclusivamente acuática, durante sus primeros estados de larva y de ninfa. Nacen las larvas de huevccillos en forma de ánfora, depuestos en gran número, sobre la superficie de las aguas estancadas, y tan estrechamente unidos entre sí por un l)arniz impermeable y arreglados con tanto arte, que constituyen un pequeño aparato insumergible. Las larvas (Pl. I, fig. 10) son alargadas, engrosadas hacia adelante, mas, gra- dualmente adelgazadas hacia lo posterior; tienen la cabeza muy distinta, armada de dos máxilas velludas en constante agitación y de otras dos anténulas ó palpos larguitos y pelu- dos; los tres segmentos del tórax se distinguen bien, siendo casi iguales en longitud; el abdomen consta de 10 segmentos y se termina en dos apéndices colocados oblicuamente con res- — 3G1 — poeto al eje del cuerpo; uno de estos apéndices, es tubular, alargado y terminado por un estigma; á este tubo se dirigen las trá(|ueas, y es asomándolo á la superficie del agua, como las larvas proveen á su respiración; el apéndice opuesto es mucho mas corto, grueso en su base, y se termina por cuatro láminas ovales dispuestas en corona en torno de la abertura del tubo. El sistema respiratorio de estas larvas no muestra sino dos gruesas tráqueas tubulares, paralelas, no ramificadas hacia los lados; por su estremo posterior terminan en el con- ducto aerífero, uniéndose en el arranque de éste en un solo tubo traqueano; en lo anterior parecen unirse á su entrada en la cabeza y divergen después en dos ramas que se dirigen al borde interantenario de la cabeza. Los órganos digestivos ofrecen un par de glándulas sali- vares bastante grandes, un escM'ago corto, un estijmago largo, cilindrico, poco mas ancho que el resto del intestino antes de la inserción de los vasos de Malpighi, los que son mediana- mente largos, en número de 6, ligeramente engrosados de la base á la estremidad y con su 13 basal, trasparente y el resto blanco, 0|:iaco, lleno de tejido utriculoso. La ninfa (Pl. I, fig. 17), vista de perfil, afecta la forma de una coma; en su parte anterior engrosada se distinguen los rudimentos de los órganos correspon'dientes á la cabeza y el tórax del insecto perfecto; en el dorso del tórax se levantan dos cuernecillos invertidos, susceptibles de echarse hacia atrás, con el estremo superior, ó sea el mas grueso, cortado en bisel y compuestos de un tejido análogo al conjuntivo, pero mas sólido. El abdo- men se concluye en dos láminas trasparentes, en forma de remo ancho y corto, reforzadas por un tallo córneo central y capaces de cruzarse una con la otra, simulando hasta cierto punto una sola nadadera. Las ninfas son generalmente olivá- ceas ó de color verde mar, con ojos negros y tubos res[)ira- torios pardos. Difieren los órganos digestivos y respiratorios de la ninfa comparados con los de la larva, en su mayor acercamiento á los que tendrá el insecto perfecto: en efecto, los vasos de Malpighi son en número de 5 y no de 6; son mas largos, blancos y opacos en todas sus partes, aunque todavía sean engrosados hacia la estremidad, como en la larva, y las tráqueas en número de dos, ya tienen ramillos laterales en este periodo precursor de su último estado. 3G2 — IV Los actuales Culicidae constituian en la clasificación Linneana el gran género Oulex, nombre ya usado por Plinio y al })arecer de uso corriente en la Roma antigua, para los insectos pequeños, sino para los mismos que hoy se designan con esta deno- minación, por lo menos así se puede inferir del adagio: (( CuUcum eJcphanti confers », aun cuando en verdad nada se opondría á que tal calificación se hubiera derivado de la con- tracción de Cutilex, como lo quiere San Isidoro de Sevilla en sus Orígenes. El género Cidex satisfacía cumplidamente las necesidades de la Entomología en la época del insigne naturalista sueco, pero á medida que se describían nuevas especies se con- vertía en insuficiente, hasta que Meigen en sus notables y concienzudos trabajos lo subdividió en los géneros Culex y Ano- pheles, agregando el de ^des á la nomenclatura. El conoci- miento, cada vez mayor, de especies estrañas á la Europa, indujo á Robineau-Desvoidy á plantear las bases de una mono- grafía de este grupo y propuso tres nuevos géneros: Sahcthcs, Megarhina y Psorophora: mas estos géneros, descritos y fundados muy ligeramente, como acostumbraba hacerlo tan fecundo naturalista, en casi todas sus ]jroducciones, no merecieron por muclio tiempo la aceptación de los entomólogos de mayor nom- bradía y hasta ahora Sabethes no es considerado como un l)uen género, no obstante que debiera figurar en la categoría de tal si se atiende á sus insólitos caracteres alares. Hasta hoy, casi la totalidad de los miembros de esta tribu figuran en el género Culex, sin asignar á éste otros caracteres que los que primitivamente sirvieron para fundarlo y sin que, por lo menos que yo sepa, se haya tratado posteriormente á Robineau-Desvoidy. de buscar detalles de estructura que per- mitieran dividir en grupos naturales el ya muy considerable número de especies. Esta investigación necesaria, en mi opinión, la he emprendido con los escasos elementos de que he podido disponer, y creo que si bien no están exentas de censura ó defectos algunas de las subdivisiones que propongo, siempre tendrán mayor valor que las arbitrarias distinciones de cpirs miillados y pies unicolores^ de que con harta frecuencia se valen — ;í(3:j — los autores. Con todo, cúmpleme poner en claro las razones (jue me mueven á proponer algunas secciones en este género ([ue, hoy por hoy, se me imagina una colección de especies sin lazo ni traba/on que aproxime á unas entre sí, ni caracteres diferen- ciales bastantes que separen á otras, aparentemente muy afines. Conocidas son, de cuantos han abordado el estudio de los Culicidae, las dificultades á las veces estremas, con que á menudo se tropieza para determinarlos y asignarles el debido sitio, porque fundándose la mayor jiarte de las descripciones en el colorido de estos dípteros, constituido como se sabe, por escamillas fragilísimas y eminentemente caedizas, nada mas común que á lo mejor, el mas versado incurra en un error (¡ue solo la comparación con los tipos descriptivos en unos casos ó con la de buenos y frescos ejemplares en otros, puede desvanecer. Por otra parte, existen muchas especies, cuya característica en lo pertinente al colorido es absolutamente igual al de otra que difiere por signos que casi nunca se mencionan, pues son raras las descripciones que tienen en cuenta las nervaduras alares, de tanta importancia en la clasificación genérica ó espe- cifica, y que de diario se utilizan para los demás dípteros. Influyen además en los inconvenientes apuntados la facilidad con que se enmohecen ó engrasan los Culicidae y las dife- rencias que presentan 'las hembras en colección, según hayan sido cazadas con el estómago lleno ó vacío. Los estorbos que encontré al ocuparme de la separación en grupos naturales, me llevaron á inquirir otros caracteres mas fijos y sujetos á menos contingencias, que los que han servido de base para la mayoría de los trabajos sobre esta tribu, y resultado de mis investigaciones es el cuadro que presento mas adelante, bien ([ue reducido á las especies argentinas, únicas que he tenido á la mano; mas confío que otros mas competentes c[ue yo, tomando por base este mi modesto ensayo, llegarán á develar el sinnúmero de sinónimos que hoy campean en el género Cidex. Confieso sin embargo, que me ocurre que algunos de mis pre- suntos géneros, habrán de ser modificados ó aun anulados, cuando se trate de incluir en ellos especies de otras regiones, sobro todo aquellos que habiéndolos fundado sobre una sola especie, carecen de la firmeza de los que cuentan con mayor número de representantes en nuestro territorio. — ;J64 Comparten los CuUcIdac cou muclios otros insectos la poco envidiable nombradla de ser los mas encarnizados enemigos de cuanto anda y vuela sobre la superficie de la tierra, con escepcion de los articulados y quizá de los animales de sangre fría. Y aun dudoso me parece que existan Nemóceros mas universal ni mas justamente aborrecidos que los Dípteros en cuestión, muy numerosos en especies é infinitamente mas en individuos, cuanto escasos en géneros. Desde el viajero que reposa bajo las bijvedas cien veces seculares de los cálidos y húmedos bosques de los trópicos, ó busca afanoso la sombra de un arbusto protector contra los ardientes rayos del sol, hasta el navegante que aun aterido por el crudo invierno polar asiste al mezquino despertar primaveral de tan ingi-atas '"egiones, así como el habitante sedentario ó nómade de dila- tadas llanuras, espesas selvas ó altaneros riscos de climas mas suaves y templados, todos dedican y conservan ingratísimo recuerdo de los Dípteros de que trato. Rara es la narración de viaje en la que, de una ú otra manera, no se aluda á los mos- quitos, cuya activa persecución ha originado en mas de un caso, crueles, cuando no cómicos incidentes. Frecuentadores asiduos de charcas, pantanos y en general de todas las aguas estancadas, inclusive los algibes ó cisternas, abundan los Culi- cidae en la vecindad de sitios tan propicios á su desarrollo, imponiendo en su postrero y perfecto estado un sangriento y doloroso tributo á los mamíferos así como á las aves (jue moran en las cercanías de ellos. Sociables por hábito ó quizá mejor, porque nacen muchos de una sola puesta, acostumbran andar en bandos numerosos, cu\a zumbadora muchedumbre se cierne en los aires ó se levanta bajo el pasajero que cruza los parajes infestados por ellos. Y al llegar las tardes prima- verales ó estivales, si el tiempo estii sereno, húmedo y calu- roso, reúnense en chillonas bandadas que se mecen á escasa altura del suelo, simulando una danza aérea; bañados por los rojizos resplandores del crepúsculo, en esa hora que tan miste- rioso influjo tiene sobre todos los seres, se entregan en el tibio ambiente á la obra de la generación, abandonan los machos — 3(m — el ju¿;u da lus lun-e.s ó las planlu.s «jlic ci-)asliLuye su único alimento y sacudiendo su penezosa inclinación, remontan el vuelo para unirse á sus carniceras liembras, en medio de la oscilante zambra, cuyo bullicio los incita; á la inversa de casi todos los insectos, la cópula se efectúa cara á cai'a, pero ocu- jiiuido siem|)re la hend)ra una posición interior (Lacord. Inlr. á L" Llntom. II 37.")) y aun parece, dado el escaso número de macbos, con relación al de las bembras, y los cortos instantes que dura la unión de ambos sexos, que tienen la prerogativa de candiiar de com[)añera una vez satisfecho su pasajero capricho, sin que la muerte los alcance en tan breve plazo, como sucede á la mayor parte de los hexápodos, que hallan la tijera de Ati'opos, á veces en el mismo instante i|ue ob'ecen á A^énus su mas ferviente sacrificio. Una vez fecundada la hembra, no se ocu[)a sino en depositar en sitio apro))iado, los huevecillos (¡ue han de propagar su execrable estirpe. Conocidos son detalla- damente el desari'ollo y metamói'fosis común á todas las espe- cies y géneros del gruido, y sabido es (|ue los huevos son depuestos sobre el agua, en gran cantidad y soldados de tal manera, que constituyen una especie de balsa flotante, algo ciuicava en el medio, formada por los huevecillos colocados per- pendicularmente, revestidos y unidos por un mástic ó barniz impiM'moable y que para mayor seguridad cada huevo se ter- mina en un diminuto gollete escavado en su centro, todo lo cual contribuye á mantener á flote el dimmuto aparato, que la hembra construye con ayuda de sus patas posteriores cruzadas y tendidas sobre el agua, al paso que con las anteriores se mantiene asida á una hoja, á la oi'illa de la ciénaga en que opera su puesta. (') ii cualquier cuerpo flotante; al primer huevo ipie ha conseguido colocar perpendicularmente en el vértice del triiingulo formado por sus patas cruzadas, no tarda en seguirlo un segundo y así los demás, hasta ({ue la balsa esta terminada y por consiguiente el desove (|ue suele constar de 2Ü() á 300 huevos. Dos ó tres dias después nacen las larvas que he descrito en otro lugar, y empiezan la jjrimera faz de su vida alimentándose de detritus animales ó vejictales y de minúsculos seres acuáticos; apai-te de su incesante ocupación de Iniscar alimento, tienen la no menos grave de atender á su respiración, subiendo á la superHcie por medio de curiosas vol- teretas á fin de asomar al aire el estremo de su tubo respira- torio, el (¡ue en esta época de su vida se halla situado junto á la región anal ó permaneciendo largo tiempo, como suspendidos de la superficie del agua por medio de su apéndice caudal ; — sor, — trascurridos unos 15 á 18 dias, abandonan definilivomrnte su envoltura de larva y se trasforman en ninfa, la (|ue lan activa y \ivaz como en su estado precedente, se ocupa únicamente de proveerse de aire ¡luro, lo mas á menudo que puede, y para llenar tal oficio, sírvenle los dos curiosos cuernecillos situados en el tórax, los que asoma á cada instante á la superficie, ascendiendo desde el fondo con una serie de cabriolas en las que le prestan grande auxilio sus dos cerdas y dos paletas trasparentes que á manera de nadaderas se ven en su ¡jai'te pos- terior. Pocos dias bastan para que del segundo estado, pase el Culicklae á su última forma ó imago; al acercarse á ese periodo crítico y fatal que lo aproxima al inminente término de su vida, la ninfa parece menos activa y se mantiene casi constantemente con sus apéndices respiratorios fuera del agua ; parece como si meditase en el porvenir tan brillante como fugaz que el destino le ha depai-ado, como si por secreto present¡n)iento adivinase que vá á trocar su fangosa morada por el éter azul y su precaria provisión de aire obtenida á fuerza de fatigas, por raudales de tibio y perfumado ambiente. Llegado el dia en ([ue debe abandonar su transitoria ci'ircel, hiéndese jior el dorso del tórax la piel de la ninfa y desde luego, el insecto perfecto desembaraza, ante todo, la caiieza, tórax, alas y jiatas; posa estas últimas sobre el agua y aprovechando á ésta como punto de apoyo, saca de la ya inúLil envoltura su largo abdo- men; el trasparente despojo sírvele entonces de barquilla, que deriva meciéndose sobre el menudo oleaje de la charca. ¡Desgraciado de él si una racha repentina hace zozobrar su improvisado esquife! encontraría la muerte en el mismo medio donde trascurrió la mayor jiarte de su vida ó si mejor se quiere, su infancia. Inmediatamente que sus tegumentos se han desecado y adquirido solidez, lánzase al aire batiendo sus delicadas alitas con un estridente y menudo zumbido, espresion de gozo y libertad para él, grito de triunfo que parece penetrar en las carnes antes que su acerada trompa, de aborrecible sonido para aquel á quien amenace con su admirable chupador. La mayor parte no volverá á ver las márgenes de las ciénagas natales, ni aun alcanzan'i i'i dejar posteridad, ])ues liabrá de perecer con todos los géneros de muerte que aves, mamíferos, peces y articulados, pondrán en ejercicio para su daño; mas. como producen varias generaciones al año y es tan grande su fecundidad, siempre quedan bastantes sobrevivientes para (pie su número no aparezca sensiblemente disminuido. Mas, si estii bien averiguado cuanto concierne á sus meta- i — 367 xnórfosis, no sucedí? lo mismo en lo que ntaño á las cos- tumbres privativas de cada género y aun de cada especie; efectivamente, aunque casi todos son molestos para el hombre y los animales, existen algunos (AnopheJes, JEdes, Urano- taenia) que, ó son inofensivos ó parecen muy poco ávidos de sangre; su habitat ofrece también algunas estrañas anomalías, pues mientras que ciertas especies se hallan difundidas sobre estensas zonas {Psorophora ciliata Fabr, Ochlerotatus albifasciatas ]\Iacqt,- o. confinnatus, Lynch; Culexflavipes, Macqt; Citlcx Mosquito; RoB Desv.) otras ocupan localidades muy restrinjidas y se ha observado por Humboldt Humbohlfi/ Bonpland. Voijage aux regions équinoxiolcs. rol. 7, 108-125 y por Lacordaire, que varias especies habitan aisladamente regiones muy cercanas entre sí, sin que apesar de esta vecindad las de un cantón se hallen en el inme- diato. En mi opinión, tal división en regiones ocupadas por una ó dos especies, con esclusion de las de la colidante, debe atribuirse á la mayor ó menor densidad de las selvas, ala clase de cultivos ó á la estension de las llanuras, cuando no á dife- rencias genéricas. Aun cuando no poseo caudal de observación propio ó ageno, suficiente pai'a guiarme con absoluta seguridad, paréceme (¡ue nuestros CmUcidae pueden distribuirse según sus liábitos y costumbres, de la manera siguiente: I. — DoHícsí/me,' Géneros; Ciúex, Taeniorhrjnchus. II. — Campestrae. Géneros; Ochlerotatus, Heteronycha Janthi- nosoma. III. — Paliisfrae, Géncroí^; Aiiopheles, ^Edes, Umiiotaenia. W . — Silvicolae, Géneros; Sabethes, Psorophora, Megarhina. Obsérvase, casi constantemente, que ciertos Calicidae comunísi- mos en las habitaciones, son raros en el campo y en los bosques; que otros nunca se alejan de las selvas ó de los pantanos y que cierto número que habita solamente las llanuras, persigue al hombre con furor liasta su hogar, en cuya puerta lo abandona. De cuyos hechos infiero que, los acantonamientos á que aluden Humboldt (Latr. en A'oyage d. Humboldt y Bonpland. Zool. ), GiiÉRiN (Genera, entr. 2. 9. 1835.) Macquart (Dipt. exot. I. 31. 1838) y Lacordaire (Intr. á L'Entomol. II. 545. 1838), repitiendo los dos penúltimos lo observado por el ilustre Humboldt y confirmándolo el tercero, no obedecen á otras causas que las que he indicado precedentemente. Hállanse en el viaje de Humboldt curiosos detalles sobre las costum- bres de los Citlicidae, mas desgraciadamente no me ha sido jiosible consultar dicha obra. — 368 — Si hubiera de pasar en revista cuonto de estos dípteros refie- ren las relaciones de los viajeros, sobrepasaría en mucho los moderados límites que debo asignar á esta introducción. Me reduciré, en consecuencia, á mencionar alguna que otra obser- vación ó nota acerca de ellos. En la historia deben ocupar los CuKcidae un prominente lugar, por haber contribuido con sus huestes á la derrota del grande ejército Persa que, bajo las órdenes del rey Sapor sitiaba á Ninibe y tenía reducidos á la última estremidad á los cristianos que defendían la ciudad. Según graves autores, intervino un milagro, en tan menio- rable victoria de los mosquitos, aun cuando mas verosímil parezca que el rey Sapor fué el causante principal de su desastre, si se considera que, al emprender obi'as de sitio en el rio que cruzaba á Ninibe lo hizo desbordar, y consiguientemente, en aquellas aguas estancadas y cenagosas se desarrolló inmensa cantidad de Cidicidae; en fin, milagro ó no, el hecho es que cayó sobre los Persas una densísima nube de mosquitos, los que atacando á las bestias del campamento y á los soldados, pusieron á las unas y á los otros en precipitada fuga, obli- gando al rey de Persia á levantar el asedio. En los climas húmedos y cálidos, son un verdadero azote, hasta el punto de hacer casi inhabitables ciertas comarcas: según Spix y Martius en las márgenes del Amazonas, del Orinoco y del Yapure, hacen tan dolorosa la existencia de los pobres indígenas que, las delicias de la vida futura anunciadas por los misioneros, se las imaginan como el término de las penalidades á que los sujetan los abundantísimos mosípiitos de esas regiones. Bajo el punto de vista de la abundancia, poco podrán envidiar al Amazonas nuestros territorios del Chaco y en ciertos años las islas del Paraná; el Dr. Hohnherg lia dedicado varias páginas á los del Chaco (Viaje á Misiones, 1887-1880) y no puedo prescindir de copiar algunos de los párrafos mas relacionados con las molestias que ocasionan los mosquitos: «Pasamos, dice, la noche muy incomodados por los mosquitos y, lo que era peor, ni siquiera había uno solo que tuviera novedad. Todos sin escepcion, eran los antiguos conocidos de For- mosa, de Monteagudo y de Arias-cué, etc.; pero, siendo mucho mas abundantes, eran, por lo mismo, mas molestos. Los unos eran silenciosos; los otros parecían revelar registro de soprano ó de tenor, listos se pueden soportar un poco, por- que cuando cantan, se j)iensa (|ue es como si dijeran «agua va; jiero los silenciosos!....» Recordaré solamente (¡ue el mas feroz, el mas implacal)le, el mas tenaz en su ata(jue, es — rsíU) — el Mosquito negro, evidentomenle el (|U(; taulo iüconm.l.'i ;i lo-^ espediciouarios que acoin|)íiñaron en su cruzada al Minislio de la Guerra «De todus modos nos fué imposible dormir. . . . Apenas se iniciaba, duranle la in([uietud para conciliar el sueño, una separación insignitícante entre las ropas, aquellos mons- truos nos cosían a picaduras. Estar en la cámara no se podía. Aquello era un infierno. Cerrábamos las ventanillas y con toballas ó plumeros los esiiantábamos y matábamos por cente- nares. Apagadas las luces, niillones de ellos volvían á picar- nos. Se tapaba todo para no dejiudes entrada — era inútil; aparecían siempre. Al fin descubrimos que, cada vez que les dábamos un ataque, se ocultaban bajo la mesa y aun bajo los asientos. Perseguidos allí, huían de nuevo hasta ocultarse quien sabe dónde y se metían en la cámara quien sabe cómo». El mismo autor, en un trabajo publicado en el «Naturalista Argentino» (1878), apropósito de una escursion por el rio Lujan, trae no pocos detalles sobre las peripecias que le ocasionó la enorme cantidad de mos(juitos que apareció en ese año. Yo habitaba en la misma época, en una granja, situada sobre el riacho del Baradero, brazo del Paraná de las Palmas; las fuertes crecientes del Paraná que inundaron algunas islas y una tem- peratura bastante elevada favorecieron el desarrollo de una prodigiosa cantidad de Taeniorhynchns taeniorhijnchns; las paredes del corredor de la granja, se cubrían, por la tarde y á la noche, de una densa capa de voraces mosquito-, y fueron tales los tormentos que causaban tan violentos huéspedes, contra los cuales no hal)ía mosquitero que valiese, que abandoné la granja l)or algunos días, hasta que pasase ó se amortiguase tan insó- lita invasión. M. BiARD, autor de una entretenida relación de su viaje al Brasil, ha trazado, con humorística pluma, sus conflictos con los mosquitos y los diversos medios que le sugirió su inventiva para escapar de las picaduras: entre estos recursos figuran una hoguora, la cual result(!i no solo ineficaz, sino insoport:d:)le por el calor y el humo: un retrete portátil de gasa que no da protección alguna, y en fin un traje cul-hoc compuesto de una careta de gasa, guantes y por añadidura las enaguas de una cocinera, armadura singular que concluye por dar un fiasco tan completo como los espedientes anteriormente ensayados. No le quedó al viajero sino la resignación, que fué duradera según todas las apariencias, porque en sus escursiones ulte- riores poco ó nada vuelve á ocuparse de los mosquitos. \'a\ nuestras llanuras, algunas especies son sumamente incómodas — 37Ü — para el hombre y molestan de tal manera á los ganados, durante la noche, que no los dejan pacer ni rumiar con sosiego, obligándolos á rodearse ó á caminar de continuo. En la Laponia y en Siberia las tribus nómades ó semi-sedentarias se ven obligadas á emigrar periódicamente á causa de los mos- quitos ([ue hostigan á sus rengíferos. No muy numerosos son los medios aconsejados para des- terrar tan incómodos dípteros ; de ellos solo unos pocos pare- cen eficaces, y aun éstos, únicamente en las habitaciones. En algunas regiones, según se dice, los moradores acostumbran dor- mir en alto, sobre una armazón de madera, debajo de la cual encienden hogueras, que den mucho humo. El sistema podrá ser bueno para ahuyentar á los mosquitos, pero debe ser tan insufrible como ellos, ese género de curación al humo, á manera de jamones ó arenques. En otras partes parece que dan resultado el zumo de algunas yerbas ó las sustancias grasas aplicadas á la piel, espedientes que se me figuran no mas reco- mendables que el de las hogueras. Algunos polvos insectici- das que también se emplean contra las moscas y las chinches, son hiuy preconizados, pero su eficacia la tengo por tan pro- blemática como la de ciertas pastas en forma de pebete, las cjue al quemarse desjirenden un perfume tan antipático para los CiiUcidae, como inofensivo para el hombre, según dicen los inventores; de esta última clase de preservativo puedo hablar por esperiencia propia, y de mí sé decir que el ensayo me demostró que en los anuncios de esta composición, se habían invertido los términos, pues ella era tan inofensiva para los mosquitos como repugnante para el olfato del hombre. Un buen mosc¡uitero de tela un poco gruesa, para dormir ó des- cansar dentro ó fuei-a de las habitaciones, es lo mas eficaz y práctico; en la generalidad de los casos, y en los parajes bajos y anegadizos puertas y ventanas de cierre automático guar- necidas de tela de alambre, es lo mejor que se puede acon- sejar; en cuanto á pasear al aire libre, solo un \elo colocado en el sombrero, y guantes, pueden ofrecer una protección bas- tante apreciable, aunque no enteramente segura ni exenta de inconvenientes. * * En cuanto al papel que puede atribuirse á los Culicidae en la ordenada maraña de la Naturaleza, no puede ser otro (¡ue — 371 — el de sanear, liasta cierto ]uinlo, las aguas estancadas, consu- miendo en su estado de larvas los residuos putrescibles (|ue abundan en ellas. Consideradas en sí mismas, las picaduras de los mosquitos no ofrecen peligro alguno, á menos que sean en gran número y sobre personas delicadas, pero si se refle- xiona que írecuentan tanto la morada suntuosa del rico como el tugurio del miserable, que así se mecen en el ambiente embalsamado del boiidoir de la dama como en el de zaquiza- míes donde hierven todo género de vicios, que no los repelen las llagas mas repugnantes ni los mas hediondos despojos orgánicos, compréndese fácilmente que pueden ser el vehículo mas eficaz y activo para la ¡¡ropagacion de gran número de enfermedades infecciosas y que en tal concepto no es dudoso que, en mas de un caso, hayan sido portadores de destrucción >■ de luto pai-a los hogares que se creían mas al abrigo de ellos. * Puédese calcular aproximadamente en 150 las especies des- critas, pero el número real debe ser bastante menor, hecho que solo podía demostrar una monografía especial. De los Culicidae eonocidos, corea de la mitad corresponden á entrambas Américas; sigúelas Europa, que cuenta con mas de una cuarta parte, y en orden descendente Asia, África y Australia. ^'einte y dos especies que menciono en este trabajo, habitan nuestra República, de manera que poseemos casi tantas como Europa, pero deben existir aquí muchas mas ijue no me son conocidas, pues de esta familia no ha llegado á mi poder ninguna espacie de la región andina ni de Patagonia ; probablemente los tipos de estas regiones corresponderán á la fauna Chilena, de cuyos Culicidae han sido descritas nueve especies, y de éstas solamente una ó dos Usuran entre los nuestros. 372 — TABULA GENERUM 1. Paipi moxillares in utroque sexu 5-ar- ticulati, saepius in mare probóscide fere lon- giores at in femina brevissimi, rarius in utroque sexu proboscidis longitudinem attingentes vel paulo superantes. Ungues alus fissi vel denticulati, alus simplices.. 2 — . Palpi raaxillares in utroque sexu uni-articulati, brevissimi, ovati, basi pro- boscidis parum excedentes. Ungues minuti simplices vel infra dentati 10 2. Palpi maxillares in uíi-oquo sexu lon- gitudine proboscidis vel parum longiores, squamati, baud plumosi 3 — . F^alpi maxillares; maris probóscide longiores, plus minusve dense longeque plumosi, í'eminae brevissimi proboscidis dimidio liaud attingentes, squamati, parce pilosulli 4 3. Proboscis deorsum uucinala. Palpi maxillares probóscide parum breviores vel longiores, sursum versus plus minusve ai'cuati. Alarum nerviilis medüs tranversis adsunt. Abdomen apiicem versus amplia- tum. Alarum celuUa P' submarginali mi- nutissima. Cor})US azureum, violaceum vel viride ¡Meoaruina — . Proboscis recta. Palpi maxillares probóscide vix vel baud breviores, feminae recti, paralelli maris apice-incrassati ex- — 373 — trorsum divergentes. Alaruní nervulis me- diis transversis interdum desunt, cellula l'"^ submarginali elongata. Abdomen apicem versus attenuotuni. Cor¡)us cinereum vel fuscanum 4. Alarum cellula-liasilaris interna ex- terna paulo longiora. Tibiis intermediis posticisque ad ai)icem, tarsisque posticis ad basin, i)lus minusve dilatati^í, longe denseque viilosis suliiiUnnosis — . Alnnnn cellula basilaris interna ex- terna, paulo breviora. Tibiae liaud dilata- tae, squamatae, plus minusve sparsim ci- liatae vel spinulosaí 5. Palpi maxillares maris tenues, apicem •versus sensim attenuati, sursum versus incurvi, modice dense longeque plumosi, í'eminae alliis articulis 4 primis brevilms obconicis ultimo sal magno praecedentibus conjunctis fere aequelongo, alliis articulis 3 primis Ijrevibus, 4 elongato obconico, ultimo minutissimo cónico. Abdomen (^X) utrinque haud villoso-lanatum — . Palpi maxillares maris crassiusculi apicem versus gradatim incrassato-ad proboscidem saepius paralellis recti, den- se longeque subpennicillato- [)lumos¡, í'e- minae articulis 3 primis brevibus, 4'^ elon- gato obconico vel lineare praecedentibus 3 conjunctis longiore, ultimo minutissimo sub squamulas fere recóndito. Abdomen (^) utrinque longe villoso - lanatum 6. Ungues í'eminae aei[uales, maris inae- quales sat fortiter arcuati, simplices — . Ungues maris inf'rá dentículo acuto armati, antici et medii intequales una sat magna alteraque distincté minore, feminae aequales longiusculi, infra denticulo acuto muniti 7. Ungues in utroque sexu íissi vel infrü univel - bi - denticulati — . Ungues maris denticulati, í'eminae simplices Anopheles Sabethes 7 CULEX Heteronyceia 8 9 — 374 — 8. UngLies fissi (_(-') fere bifidi vel (X) infrri longe bi-dentati. Tibiae posticae le- viter eoinpressae, apicem versus per parum incrassataesat dense breviterque squamato- liirtulae spinulosaeque. Falpi inaxillares feminae longitudine proboscidis fere quarta parte aequantes, artículo penúltimo lin- earis atrinque compresso sat dense pilo- sullo, praecedentibus 3 simul sumptis plus sesqui longiore sed haud crassiore, ultimo minutissimo ovato, sub-reniformis, maris probóscide plus sesqui longiores, articulis primis linearibus, apicalibus 2 praeceden- tibus crassioribus leviter plumosis. Corpus nigrum vel testaceum Psorophora — . Ungues iní'rá pone médium dentículo acuto muniti. Palpi maxillares feminae breves, longitudine proboscidis vix sexta \ el séptima parte aequantes, artículo 4" praece- dentibus longiore ultimo minutissimo te- nui, maris apicem versus incrassati, dense longeque plumosi, sujjpennicillati fere ut in Taeniorhijnclio . Corpus saepe cinéreo vel aurato - variegatum Ochlerothatus 9. Ungues infra (J) dente valido arma- ti, feminae inaequales, simpliees modice elongati parum arcuati. Palpi maxillares maris crassiusculi, a])icem versus incras- sati, dense longcíjue plumosi, subpenici- llati, articulis 3 primis cum probóscide subparalellis rectiusculis, sed apicalibus 2 leviter extrorsum divergentibus, feminae articulis tribus primis brevibus, 4" elonga- to-obconico praecedentibus tribus conjun- ctis longiore, ultimo minutissimo, cónico, vix conspicuo sub squamulas fere occulto. Taeniorhynchus — . Ungues infra in utroque sexu ani- den tati. Palpi maxillares: feminae artículo 4° breve obconico, 5" oblongo, praeceden- tibus longiore crassioreque, maris fere ut Taeniorhyncho atque minus plumosi tenui- oreque. Corpus nigro- violaceum vel vio- laceum, argénteo vel áureo maculatum... Janthinosoma — 37 10. Proboscis recta, Hnearis ápice Iiaud incrassata, nuda síve tenuitef villosa et squamata ^). Alae dense squamatae. Un- gues maris antici intermediique inaequales interna inl'ra minute 1-dentati, exlerna basin versus minute médium versus lon- gius bi-dentati, feminae simplices. Corpus cinereum dense s<[uamatum — . Proboscis deorsum ieviter urcuata, crassiuscula apicem versus magis incras- sata, feminae sat longe viliosula, maris apicem versus longe culata. Alae hyalinae jiarce squamulatae. Corpus fuscum ve! obscure teslaceum, parum squamatum, coo- rulco maculatum et vittatum Aedes Uranotaenia I. Megarhina. Robineau ÜESvoroY. Megarhinus. Rob. Desv. Essal Culic. in Mem. Soc. d'hist. nat. Paris. III, 412 (1827). — Latr. in Cur. Regne anim. \. 439 (1829). Megarhina. Macqt. Dipt. exot. I, 1, 32, 2 (1838). — Walker. List, of Díptera I, 1 (1848). (Pl. II, fig-. 1-4). Genus insigne, abdomen apicem versus ampliatum, pro-' boscis uncinata, palpi maxillares squamati, in utroque sexu pi'oboscide longiores sursum versus in curvi a sequentibus satis discedens. Autentice maris articulo 1" crassiusculo, elongato modice lanuginoso, 2-12 brevissimis Ieviter obconicis dense longe- que plumosis, ultimis duabus tenuibus, cylindricis elonga- tisque, breviter plumoso-i)ubescentibus, feminae tenues parce at longe verticillatim [¡ilosae. Palpi maxillares in utroque sexu longitudine proboscidis vel longiores, s([uamati parcissime brevissimeque setosi, apicem ^"ersus sursum versus incurvi, articulo 1" minuto, 2-4 crassiusculis, elongato-obconicis vel subcylindricis, ul- timo s. 5" longissimo, praecedentibus distincte angustiore, apicem versus attenuato ápice acuto. — 37G — Prohoscis tennis, elongata, apicem versus magis attenuata ápice acutissima, deorsum incurva s. uncinata. Alce i-elliila 1' subinarginalis parva, 2-' postica optimé minñi-e: nervulis mediis transversis adsunt. Pedes iongissimi dense s(|uamati, parce setulosi ; loigm- citlis tarsorum in licdibus ómnibus muticis, minutis, iner- mibus ($) vel in paribus anticis et mediis úngula interna externa multo minore, niodice arcuata, inermis alteraque externa sat magna infra pone médium dente acuto preedita at in paribus posticis ungues minuti et mutici (^). Abdomen subplaniusculum basin versus angustatuni. api- cem versus sat dilatatum et depi-esiusculum sed baud cla- valum, utrinque ante ajncem dense í'asciculato-ciliatum. Notabilísimo género que encierra los mas bellos Culicides conocidos: dominan en el vestido de los Megarhina los coloi-es azul, violeta, verde y amarillo dorado, todos con reñejos sedosos ó metálicos, variados á veces con magníficos copetes de color de sangre ó de púrpura. Habitan en la frondosidad de las selvas tropicales de América y de Java. (1). 1. Megarhina haemorrhoidalis. (Fabricius), Rob. DESvomv. Culex honDiorrhnidalis. Fabr. Entom. Syst. I\', 401, 5 (1794)- — Ejusdem, Syst. Antliat. 25, 8 (1805). — Wied. Dipt. exot. I, 6, 1 (1821). — Ejusd. Aussereurop. Zweifl. Ins. I, 2, 2 (1828)'" — Macqt. Hist. d. Dipt. S. á BuíT. I, 33, 1 (1834). Megarhiniís hfemorrhoidaUs. Rob. Desv. Essai d. Culic. III, 412, 1 (1827). RoNDANí ET Baudi IN Truqui. Studi entom. 108, 86 (1848). Megarhina hceinorrhoidalis. Macqt. Dip. exot. I, 1, 32, 1, pl. 1, f. 1 (1838). — Walk. List. of. Dipt. I, 1 (1848). (Pl. 4, fig-. I) Chalyhens; Anteimis fiiscis fiisco-pilosis {^¡, vcl fusco pluniosis arlicnlo P chalghco ^): probaseis nígra, paljns deitse clialijbco - sqiia- midatis sed iiifru articulis 2-4 vel 3" sólito dilute testaceis aureo- squamatis, articnlo 4" 3° duplo (-^) vel sesqui (^) hreviore. Tíioracis — 377 — dor>iO niíjro reí fusco e squannilis ci/anco-viridibiis tecto, scutello niinc sordide iestaceo nxiic fuñico, pleiiris piceis vel testaceis argenteo- squamidaiis. Ali's limpüJis posti'cé parce, anticé dense fusco - squama- fis. Femorihits infra flavidis subaurato-sqnamatis, suprd chalybeis, tihiis chalibeis, tarsis ómnibus concoloribus ubsqiie albedine. Abdoniine basin vcrsiis angustato suprá anirorsuin viride-cyaneoque micante, retrorsum dense violáceo- ¡utrpiireo sqiia ninfo, Interihus auratis at seg- meiilis peuultimis 2 utrinqiie dense longe sericeoque purpureo-rufo vel sanguíneo ciliafis, infra medio violáceo iitrinque aurato (^) vel ubique aurato ((+) Loug. {prohoscis ecepla) 9-10 millim. Hab. observ. : Brasilia (^^^A.LK) Cayena (Wied., AIacqt.. Rond.). Chaco in Formosa. (E. L. Holmberg) Esta magnífica especie fué coleccionada por el Dr. Eduardo L. Holmberg, en Formosa (Chaco). Ninguno de los ejemplares sometidos á mi examen presenta el menor rastro del anillo blanco plateado que M. Macquart observó en el segundo artejo tarsal de dos hembras r ecojidas por M. Leprieur en las Guayanas. Se me figura que no sería aventurado suponer, que las hembras á que se refiere RI. Macquart pertenecen á otra especie afine de la de que trato; fundóme para ello, no sola- mente en el hecho de que los anillos tarsales rara vez ó mejor dicho nunca desaparecen por completo y que ellos se encuen- tran las mas veces en ambos sexos, sino también en que el género Megarhina parece componerse de especies muy parecidas enti'e sí y apenas separables, mas por ciertos detalles de esiruc- tui'a que, por la coloración, como lo corrobora la especie que describo á continuación. { Coiitimiard.J NOTAS SOBRE LA PALEONTOLOGÍA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA II SINOPSIS DE LA FAIILIA DE LOS PROTOIODONTIDAE CONSERVADOS EN EL MUSEO DE LA PLATA (EOCENO DE PATAGONIA) ALCIDES MERCERAT Eücargado de sccctuu oq el Mubeo de La Plata Sinopsis k la Familia fle las Prolaioioatiiae CONSERVADOS EN EL MUSEO DE LA PLATA EOCENO DE PATAGONIA) POR ALCIDES MEKCERAX Encargado da sección en el Musa: da La Plata Paleont.'ilogos eminentes, entre los cuales mencionare- mos á OwEN y BuRMEiSTER, han dado sabias descripciones (le Mamíferos, que deben ser referidos á la familia de los Protoxodoiifidae. El señor Ameghino, autor de varias publicaciones, solo se ha encontrado en las condiciones de hacer un estudio sis- temático de estos animales, habiendo aprovechado durante su permanencia en el Museo de La Plata, como sub-di- rector, de los restos bastante numerosos que de esta familia poseía entonces el establecimiento, algunos descu- biertos por su Director, el señor Moreno, en las márgenes del rio Santa Cruz, y los más traídos de ese mismo punto por don Carlos Ameghino, á quien este Museo, del que era empleado, envió á coleccionar objetos de historia na- tural. El señor Florentino Ameghino ha consignado los re- sultados de sus estudios en dos diferentes publicaciones . La primera se titula: Observaciones generales sobre el orden de Mamíferos estinguidos Sud-Americanos llamados Toxodonles, etc., 4°, editada en Buenos Aires, en Mayo de 1887, y que estaba destinada á aparecer en los Anales de este Museo. La segunda, mas estensa, se ha editado bajo los auspicios de la Academia Nacional de Córdoba y lleva por título: Contribución al conocimiento de los Mamíferos fósiles de la. República Argentina; Buenos Aires, 1889 4^ El Museo de La Plata ha aumentado considerable- mente su serie de restos de Profoxodonfklae con los re- sultados obtenidos en las últimas esploraciones ejecutadas en el territorio de Santa Cruz por los empleados Santiago Pozzi, Clemente Onelli y Juan Ivovich. Es con todos los materiales del Museo que hemos em- prendido la revisión de la familia de los Protoxodontidae. Hubiéramos deseado presentar desde ya un estudio mono- gráfico de estos animales, pero como no ha podido prepa- rarse aun una buena parte de todo este material, á causa de su misma abundancia, debiendo demorarse, por razón de economía, la restauración de un número importante de cráneos y la mayor parte de las otras piezas que com- ponen el esqueleto de estos animales, nos dedicamos á ])ublicar ahora este trabajo preliminar que tiene por ol)jeto la enumeración sistemática de las especies de la familia de los Protoxodoutidae. conservados en el Museo de La Plata, indicando al mismo tiempo sus caracteres mas nota- bles, como también los de los géneros á que pertenecen esas especies. La familia de los Profoxodonfidae ha sido establecida jior el señor Ameohino (1), quien comprende en ella los siguientes géneros : Protoxodon, Adivotherium, Acrofhe- riuní, Pliohereoiherium, AdelphofJierium, Gnmotherinm, Rliodinotlierium y Colpodon. El señor Ameghino ha esta- blecido además la familia de los Atryptlieridae, en la que coloca los géneros Alryptlierinm, Scojwfheriutn y Kesodon. Todos estos géneros han sido creados por el señor Ame- ghino, á escepciou de Colpodon, que se debe á Burmeister ( 2 ) y de Nesodon que es de Owen ( 3 ). (1) Ameghino. Coiilribiicion al conocimiento ilc los Mamiferos fósiles, etc.; Buenos Aires, 1889; 4°; p. 4;i9 y s. (2) Bi'KMEisTER. Analco del Museo Xi'ii-iiiiuiJ ríe Buenos A i ees : Buenos Aires, 1885-1889; 4»; t. III. p. 161 y 289. (3) OwEN. Ueports of the Brilisli Associntio» of l/ie sciencí; 4"; 1846; Vol. :;VI. 11. 66. — 383 — Del estadio que hemos hecho, resulta que no pueden conservarse los géneros siguientes : P/iohereof/ierium, Gro- noílieriam, IVtadinol/icrium, Alfijpl/terium y Scopotheriwn. El género Kcsodon, por intermedio de Adclp/iofhrrkon, se acerca directamente al género Protoxodon y bajo ningún punto de vista puede colocarse en una familia distinta. El género Colpodon no nos parece poderse referir a la familia de los Frofoxodoritidae. Cierto es que no hemos tenido nunca ocasión de examinar restos de este género, que solo conocemos por las descripciones del sabio Di- rector del Museo Nacional de Buenos Aires, pero nos parece que se aproxima mas al género Ilomaíodunlothcr riinn Flower que á cualquier otro. Además, nos vemos en la necesidad de crear un ge- nero nuevo para el que proponemos el nombre de Neso- íhen'iiin. Así, la familia de los Proioxodnnüdae comprende los seis géneros siguientes: Acrútheriitm, Ad'nwílierium, Ne- so'/ierium, Proioxodon, Adelpitollievium y Nesodon. Sin estendernos sobre los caracteres de la familia de los Protoxodonlidue, daremos aquí ciertos hechos que no han sido aun observados. El género Adinoiherium presenta todos sus molares arqueados hacia afuera, mientras que en todos los demás géneros de la misma familia, los molares están arqueados hacia adentro, con escepcion del último ó de los dos úl- timos. En el género Acrof/ierium los cinco premolares están encorvados hacia adentro y los tres verdaderos molares lo están hacia afuera. Hemos observado en individuos pertenecientes á los géneros Nesodon, Adelpliotherium, Adinoilierium y Proio- xodon que los molares de la primera dentición (dentición de leche) en las dos mandíbulas presentan cuatro raíces divergentes. Los molares inferioi-es de la dentición definitiva solo — 384 — presentan dos raíces en todos los Protoxodontidae. Estos molares tienen al principio una sola raíz con estremidad abierta; pero á medida que el animal adelanta en edad, se opora la bifurcación ds la raíz. Cuando el animal es completamente adulto, en todos los Frotoxodonñdae que conocemos, los molares inferiores con escspcion del pri- mero (pm ^) presentan dos raíces, de estremidad comple- tamente cerrada, una raíz anterior débil y una posterior mas fuerte. Estas raíces están comprimidas según el diámetro transversal. En el género Nesodon, estas raíces merecen fijar nuestra atención. Cuando el animal ha llegado á la edad adulta, los molares inferiores presentan dos raíces iguales entre s', de diámetro antero-posterior débil, y de diámetro transversal igual al de la corona, al principio, pero que se aumenta hacia la estremidad. Cada una de las dos raíces del diente está formada por dos columnas laterales,, unidas entre ellas por una pared bastante delgada sobre mas de la mitad del largo de la raíz, y estas columnas determinan así, quedando libres, una bifurcación en la estremidad de la raíz. Las raíces de los molares inferiores del género Adel- phothevimn participan igualmente de esa forma. Los molares siqjeriores de la dentición definitiva, en toios los Protoxodontidae no tienen al principio, sino una so'a raíz de estremidad abierta. La división en raíces de estos dientes no parece efectuarse sino tardíamente. Sin embargo, hemos podido observar en todos los géneros de la familia de los Protoxodontidae, individuos en los que la división en cuatro raíces de los molares superiores estaba indicada. La hemos observado en estado perfecto en cierto número de individuos, que pertenecen á los géneros Acrotheriinn, Adinoi/ierium, Adetp/iotherium y i\"e- sodon. Es en este último género que nos parece haber alcanzado el grado mas perfecto. Aun antes que el último molar haya perforado la encía, S3 notan ya cuatro raíces indicadas sobre los otros verdaderos molares. En la edad — 38.J — completamente adulta, los molares superioreá de Nesodoii tienen cuatro raíces divergentes, bien desarrolladas, y de estreniidad cerrada, con escepcion de pm i. Agregaremos á esto, que en los Protoxodonlidae no existe nunca sobre la cara lateral interna de los molares inferiores, surcos opuestos al surco estenio, dividiendo los dientes en dos lóbulos. El género Rhailinotherium fundado sobre este carácter, por el señor Ameghino ( 1 ) no es mas que un Nesodon muy viejo, en el que el desgaste del diente ha llegado hasta el cuello. Las demás partes del esqueleto que hemos podido exa- minar de estos animales, presentan analogías notables con los géneros Toxodon, Xotodon y Ti/phoiheriían. No nos detendremos sobre esas piezas en este trabajo. Creemos poder hacer el cuadro analítico siguiente de los géneros de la familia de los Prufoxodontidae: I Molares -g- Acrotherium II Molares f A Animcdes provistos de caninos. Molares superiores con accidentes poco pronunciados. Cresta sagital desarrollada en forma de hoja elevada. a Molares inferiores encorvados hacia afuera, con raíces comprimidas transversalmente y de es- tremidad cerrada. I 1 é i 3 son de raíz de estremidad abierta. Molares superiores de sección transversal en forma de trapecio. Los molares ocupan una posición anterior. Adinotheriiun. b Molares inferiores encorvados hacia adentro con escepcion de la última. 1 I 1 relativamente débil, de cara anterior trian- gular. I 1 é i a" de raíz de estreniidad abierta. Molares de lóbulo posterior plano-convexo, y ( 1 ) A.MEGHINO. Loe. cit. p. 461 — 3SG — de raíces comprimidas transversalmente. Los molares ocupan una posición anterior. * Molares que aumentan de diámetro antero-pos- terior desde el jirimero al último. El diámetro antero-posterior del último molar no es senci- blemente superior al del molar que le precede. El de los demás molares es relativamente fuerte. Molares superiores de sección trans- versal en forma de cuadrilátero ii-regular. Molares inferiores de diámetro transversal re- lativamente débil. Nesof/ieriuii;. * Molares que aumentan de diámetro antero-pos- terior del primero al último. Diámetro antero- posterior del último molar sensiblemente mayor al de los demás molares, que es relativamente débil. Molares superiores de sección transversal en forma de trapecio. Molares inferiores de diámetro transversal relativamente fuerte. Protoxüdon. 2 1 1 muy fuerte, de cara anterior en forma de trapecio. Los incisivos son algunas veces de raíz cerrada. Los molares inferiores tienen lóbulos convexos, de raíces no comprimidas transversalmente. Molares superiores de sección transversal en forma de paralelógramo. Los molares ocupan una posición intermediaria. Adelphotlterium. B. Animales áesprorisíos de caninos. Tncisiros de raiz- cerrada y desprovista de esmalte. Molares inferiores con lóbulos bien conve.vos, provistos de dos raices que se ensanchan luida la estremidarl y bifurcados, violares superiores con accidentes, netamente pro- nunciados íj procistos de cuatro raices. Los molares ocupan una posición posterior. Cresfa sagital no desarrollada en forma de hoja elevada. Kesodon. — 387 — Además de los caracteres bien definidos que existen entre estos diferentes géneros, las relaciones de homología que íacilmente pueden establecerse entre las diferentes especies de estos seis géneros de la familia de los Fro- toxoúont'ulae, nos autorizan a admitir que ese número no es exagerado. Estas relaciones de homología que se ob- servan entre las diferentes especies de un género á otro, nos conducen á pensar en seis tipos cuya evolución ha avanzado puede decirse paralelamente. Las relaciones filogenélicas que existen entre estos diferentes géneros nos parecen poder ser espresadas en el schema siguiente: No creemos que estos diferentes géneros representen miembros de la fauna de épocas distintas de un mismo — 388 — período geológico, como podría suponeroc por el scliema que precede. Las relaciones de homología que hemos men- cionado mas ari'iba, se opondrían en todo caso á tal in- terpretación. A lo mas permiten admitir que estos géneros pertenezcan á diferentes edades de una misma época geo- l!')í!Íca. :38i Gen. Acrotherium Amegii. Acrothcriitm. Amegiiixo. Eniim. siste») . efe. p. 17 (1887) Conf. al con. Main. fus. etc. p. 45Ó (1881)). Aunque todo.'=; los gíéneros que conoeemos de la familia de los Proloxodontidae tienen el cráneo construido sobre el tipo do el de Adinotherium f[ue ha dado á conocer el Sr. Ameghino, es el- del género que nos ocupa que se acerca mas por su forma general de ese tipo. No queremos entrar en una dcscri[)iMon del cráneo de este género, (|ue se señala por caracteres comunes á todos los gé- neros de esta familia, y ([ue se hace notar sobre todo por los caracteres mixtos que presenta entre los géneros Adinotherium y Nesodon. La fórmula dentaria es: i f c v P™ y ii^ f- La sección trans\ersal de m 1 y m 1 se acerca mucho al paralelógramo. Acrotherium rusticum Ame<;h. Aci-otherium rusticum. Ameghino. Loe. cif. p. 17 y 456. Hemos examinado las piezas descriptas por el Sr. Ameiuuno, (Véase loe. cit. ). Creemos que i i descripta por este autor y atribuido á esta especie, no pertenece al Acrotherium. Este diente tiene la forma característica que es peculiar del género Neso- theriitm. Acrotherium patagonicum merc. sp. nov. Esta especie está ¡"epresentada por un cráneo en perfecto estado de conservación, y por un fragmento del maxilar inferior del misniít individuo. Atribuimos también á esta especie un fragmento de maxilar superior, en el cual se hallan implantados los tres verdaderos molares y los tres premolares que siguen por adelante. Todas esas piezas proceden de las costas del rio Santa Cruz. — 390 - Esta especie difiere de Acrothcrium rusticum Amegli. por su talla mucho menor, pero doble do la de Ádinotherium magister Amegh., y por la columna antero-esterna de los premolares mas angosta y menos acentuada. En el pm A, esta columna antero-esterna que está dispuesta como en los otros premolares, es decir según el eje del diente, no se confunde con el borde antero-externo del diente cjue constituye una arista elevada y redondeada. El surco cjue separa esta arista de la columna está bien marcado: su diámetro antero-posterior no depasa 4. El borde postero-esterno del mismo promolar constituye también una arista angosta y elevada, dispuesta según el eje del diente. La cara lateral esterna del pm í presenta los mismos acciden- tes ; sin embargo, la arista formada por el borde antero-esterno no está sino rudimentaria, como el caso se^ manifiesta también, ■ pero á un grado menor en pm 1 y pm ¡L de Acrotherium rus- ticum Amegh. Los accidentes que acabamos de señalar sobre la cara la- teral esterna del pm L de la especie que nos ocupa, se observa también en los tres verdaderos molares. Están sin embargo ya considerablemente atenuadas en el m 1, y se atenúan mas todavía pasando á los m A y m í. . Los incisivos, tanto de la mandíbula superior como los de la mandíbula inferior, presentan la forma característica y la disposición que se observa en Admoiherium. La depresión longitudinal de la cara anterior de i i está mas acentuada, y el i 1 está relativamente mas pequeño. A juzgar por los -sestigios del pm 1 que presenta nuestra muestra, este diente está bi-radiculado. Pm Ü no tiene nada de particular. Los caninos superiores no existen mas sobre nuestra muestra. No existen mas que los alveolos de estos dientes que son colocados al límite mismo del borde anterior del maxilar. Aparte de los incisivos de los cuales ya hemos hablado, el fragmento de mandíbula ¡iresenta m y y pni t casi intactos, asi como vestigios de pm y y pm y. M r y pm 7 tienen una forma intermediaria entre los géneros Ádinotherium y Ncsodon. Siguen aquí las dimensiones de los dientes : Diámetro antero-posteriorj tomado sobre el borde estenio El mismo sobre el borde interno Diilmetro transversal, tomado so- I bre el borde auterior-iuteruo . f El mismo sobre el borde postero- i esteruo 1 Altara | 23 27 21 12 9 11,6 21 (21 3 1' 2 3I 4I 1 I — PM — PM — PM — PM — M — 16 14 25 32 IS |24 ) 24,5 24,4 15 15 18 21 19 — 391 — La sínfisis formada por las dos ramas del maxilar inferior está relalivamente mas corla que en Adinotheríum. Mide sobre nuestro e¡eni|ilai' 72. Hé a(|uí las dimensiones referentes al cráneo: Longitud del cráneo, tomada entre el borde posterior de los cóndilos occipitales y el borde incisivo 370 Altura del mismo, tomada entre el borde superior del fonhiien occipital y la cresta occipital 104 Diámeiro transversal de la superficie de los cóndilos.. 8G Diámetro transversal del cráneo, tomado sobre los ex- occipitales 195 El mismo tomado al nivel de la fosa glenoidal ....... . 238 El mismo, tomado sobre los apófisis cigomáticos al nivel del borde jiosterior del mi 209 El mismo tomado sobre mi 125 » » mi 100 » » pml 59 » » pm^ 56 » )) 11 61 » » il 65 Distancia transversal entre los agujeros sub-orbitarios. 72 Altura vert:ical tomada al nivel del mi 123 Largí) del espacio ocupado por la serie de los seis últimos molares 142 Largo del diiistema entre pm^ y pml 6 » » el y pm^* 5 » » il y el 4 » » il y il 14 Acrctherium australe merc. sp. nov. Fundamos la especie sobre mi del lado izquierdo, proce- dente de Santa Cruz. Las dimensiones de este diente son un poco menores que en Acrotherium rusticum Amegh. La depre- sión que caracteriza la cara lateral esterna de este diente, no es tan jironunciada como en Acrotherium patagonicum. Mere, pero el surco longil,udinal que corresponde á esta depresión, está bien indicado. El borde po.-^tero-esterno del diente, cons- tituye á mas una arista que presenta mayor desarrollo (jue en Acrotherium ¡mtcHjonicum, Merc. b — 392 — Hé aquí las dimensiones relativas á este diente: Diámetro antero-iioslerior lomado ¡sobre el Ijorde es- terno 43 Diámetro antero-poslerior tomado sobre el borde interno. 30 )) transversal tomado sobre el borde antero -in- terno 29 Diámetro transversal, lomado solire el borde postero- esterno 17 Acrotherium iníermedium. mero. sp. nov, Establecemos la especie sobre dos mi del lado izquierdo, de dimensiones intermediarias entre Acrotherium mistralc y A. pata- gonicitm. La depresión de la cara lateral esterna no es tan pronunciada como en Acrotherium australc, y es intermediaria entre esta última especie y A. rusticum Amegh. La arista constituida por el borde postero-esterno es mas acentuada que en A. patago7iicum, sin encontrarse tan desarrollada como en A. mistrale. Estas piezas han sido recogidas en las costas del rio Santa Cruz. Tienen las dimensiones que indicamos: Diámetro antero -posterior, tomado sobre el borde esterno . -. 37-35 Diámetro antero -posterior, tomado sobre el borde interno 28-27 Diámetro transversal, tomado sobre el borde antero- interno • 29-29 Diámetro tranversal, lomado sobre el borde postero- esterno 17-18 Acrotherium variagatum. merc. sp. nov. Designamos la especie sobre un fragmento del maxilar izquierdo, en el cual se hallan en posición pmA, mi y m-, así como sobre mi y mi sueltos del lado izquierdo. Estas pie- zas proceden de las costas del rio Santa Cruz. Esta especie nos parece haber alcanzado la talla de Adino- therium splendidiim, Amegh. A mas del tamaño, difiere esta especie de Acrotherium patagoniciim. Mere, por la columna antero-esterno del pml que es menos saliente, aun cuando — 333 — es iierfectaineute di.stinta de la arista l)ien marcada, consti- tuida por el horde antero-esterno del diente. Sobre mi, mi y m-5, esta columna antero-esterna, es por el contrario mas saliente ([ue en la especie á que nos hemos referido. La ai'ista constituida por el borde postero-esterno sobi-e mi, sin encon- trarse tan bien indicada, está mas fuerte. El surco que está detrás de la columna sobre pm *, es mas profundo y mas an- gosto también que en A. patagonieiim. La depresión de la cara lateral esterna de los verdaderos molares, es menos acen- tuada. Siguen las dimensiones que se refieren á los dientes: Piáinetro antoro-posterior, tomado sobre ol borde esterno. , El niisnio, tomado sobre el liorde interno líiíímotro trunsvorsal, tomado sobre el borde aulero-interno . El mismo, tomado sobre el borde postero-esterno 4 1 9 3 PM i lu- M — M — 11,5 is 23 24 10, 15 16,0 — 10, 19 21 •> , 9, 11 13 — Acrotherium mutabile. merc. sp. nov. Esta especie está representada por dos fragmentos de ma- xilar, el uno del maxilar derecho, el otro del maxilar iz- ([uierdo del mismo individuo, en los cuales se hallan implan- tados pml, mi, mi y mi, por otro fragmento del maxilar del lado izquierdo, con mi y mi, así como por un fragmento del maxilar derecho de un tercer individuo, en el cual se hallan en su sitio pml, mi y mi. Estas piezas proceden de las costas del rio Santa Cruz, y la especie á la cual la referimos, ha sido de talla menor que Adinotherium magister Amegh. Difiere esencialmente de la especie precedente por la co- lumna, tanto del pml como de los mi, mi y mi, que está mejor acentuada, por la arista constituida por el borde antero- esterno del pml, menos elevada, por el surco que separa la arista de la columna de este diente, mas profundo y mas an- gosto, y por la arista constituida por el borde postero-esterno del mi, que es débil y no tan bien indicada. — 394 — Hé aquí las dimensiones relativas á los dientes: r>idniotro íintero-posterior, tomado sobre el borde csteruo . El inisiuo, tomado sobre el l)ord»' ioterno Piáinetro transversal, tomado sohre el borde antcro-interno. El misiuo, tomado sobre el Ijorde postero-esteruo 4¡ 1 I 2 3 PM— M — M — la- ica 8,5 !),5 8 17 13 1C,7 11 20 120 13,5 i — 17 14,0 11,4 — Gen. Nesodon Owen. Nesodon Owen. Rcp. of Brit. Assoc. of thcsciencc. \o\. X\'I, p. 66 (1846). Descr. of s. sj). ofthe ext. gen. Nesodon. Phil. Trans. p. 2Í)1 ( 1853 ). BuRMEiSTER. Dcscv. phijs. lícp. Arg. etc. t. III p. 498 (1879). Ameghino. Observ. gen. etc. p. 59 (1887 ) — Fnum. sistem. etc. p. 16 (1887). — Cont. al con. Mam. fos. etc. p. 485(1889). Afryptheriinn. Ameghino. Enuni. sistem. etc. p. 18 (1887). — Cont. al con. Mam. fos. etc. p. 482 (1889). Scopotheriiim. Ameghino. Loe. cit. [>. 18 y 483. Blmdinothcriitm. Ameghino. Loe. cit. p. 18 y 471. Aun cuando hasta ahora se ha atribuido al género Nesodon la fórmula dentaria, i -| c ^ pm i m |-, haremos notar que á los tres incisivos del maxilar inferior le siguen solamente siete dientes y no ocho, y que el maxilar superior no presenta mas de siete dientes. Por homología, resulta la fórmula dentaria del género Nesodon ser la siguiente : i |- c -^ pm i- m ^. Verdad es que el Sr. Ameghino ha señalado ya (^'éase loe. cit. ) la ausencia del canino en la mandíbula inferior del género Scopotherium, que no es sino una especie particular del género Nesodon. Al principio de este trabajo hemos insistido sobre los carac- teres de la dentición de leche en los Protoxodontidae. Como lo veremos mas adelante, es sobre caracteres de esta naturaleza que el Sr. Ameghino ha establecido los géneros Atnjptlierium y — ■¿\K) — Scopothermm. Esos caracteres lo hacen i>oner en duda las asexe- racioncs de Owen, relativamente al número de las i-aices que pi-esentan los molares del género Nesodon, y lo conducen á reu- nir este género con los dos que acabamos de citar, en una familia jiarticular, la familia de los Atrijptheridac. Ya hemos notado la im]iosiÍjilidad de separar el género Ne- sodon de la familia de los Protoxodontidae. El género Nesodon ha sido establecido por Owen en 1846. En sabias descripciones, nos ha dado a conocer cuatro especies de Nesodon. N. imhricatus, N. ovinus, N. Sulivani y N. magnus. Desculirimientos ulteriores han probado que las dos últimas especies no pertenecen al género Nesodon. N. magnns pertenece al género Astrapothcrium establecido por Burmeister, ^V. Snli- rani pertenece al género Profoxodon creado por Ameguino. Haremos observar que entre los restos atribuidos por el Sr. Ameghino (1) á la especie fundada por Owen ( N'. Siüivani), solo un fragmento del maxilar inferior con el último .molar pertenece al género Profoxodon. y los demás pertenecen, como lo veremos mas adelante, los unos al género Nesotherüun y los otros al género AdcJphotherinm. No relataremos mas aquí sino los caracteres que permiten distinguir el género Nesodon de los otros de la misma familia. Los incisivos, tanto- los de la mandíbula superior como los de la mandíbula inferior, son de raíz muy distinta de la corona, de forma sub-cónica y de estremidad cerrada. Hay un diástema entre los i i. Los caninos son ausentes. Los molares de la mandíbula inferior tienen sus lóbulos de una convexidad en el sentido antero-posterior, mejor acentuada que en los otros géneros que nos son conocidos de la misma familia. La diferencia entre el diámetro transversal de los dos lóbulos de esos dientes es poco considerable. Esos molares están arqueados por adentro, á escepcion del último solamente. Las raíces de esos dientes son muy características, como ya lo hemos señalado (Vé^.se p. 348 ). Los seis últimos molares de la mandíbula superior son tam- bién muy característicos. Presentan sobre la cara lateral ex- terna, paralelamente al borde antero-eslerno y poco distante de él, una cresta elevada de superficie redondeada, la cual con- trilniye con la arista aguda y bien pronunciada, constituida por ( I 1 .Vmeghino. Coiiiribucioii ni conocimiento de los Maúñferos fósiles; etc.; Buenos Aires, 1889; 4", p. 443. — 39G — el liordc ontero-esterno de esos dientes, y la tiristo saliente, cons- tituida por el borde postero-esterno, á dar á esos dientes, á no considerar que la cara lateral esterna, un parecido notable con los de Asimpotlieriinn. Se esplica pues, que en presencia del único fragmento de molar de que disponía Owen para l'undai- Nesofloi) iiiagnus, el ilustre sabio lo baya considerado como de Kenodon. Estos accidentes tan característicos de los molares superiores del género Nesodon, son frecuentes también en esos dientes de los otros géneros de la misma familia; pero nunca toman el desarrollo que tienen en el género Nesodon. En las especies de los otros géneros de la misma familia, en las cuales los liemos obsei'vado. nunca están bien acentuados sino sobre el último premolar, y en este diente mismo su desarrollo nunca alcanza al que tiene en el género Nesodon. La, serie de los molares llega casi al nivel del borde poste- rior de los pterigojdeos ; cuando en los otros géneros que nos son conocidos de esta familia, no llega sino al nivel que coincida en el gi! ñero Nesodon, al borde posterior del m 1. Va\ el género Adelpholhcrium únicamente están los dientes implantados mas por atrás, y llegan á ocupar una posición intermediaria entre la que hemos señalado en aquellos géneros y. la que tienen en el género Nesodon. Las escotaduras, señaladas repetidas veces por- el Sr. Ame- GHiNO (1), que presenta á veces la cara lateral interna de los molares inferiores, constituyen caracteres debidos á la edad y que se encuentran, casi sin escepcion, al mismo grado en todos los Protoxontídae, pero que desaparecen cuando el individuo ha llegado á cierta edad, es decir cuando los dientes están ya algo gastados. En oposición á lo que dice el Sr. Ameghino (Véase loe. cit. p. 488), el examen de todas las piezas al cual hemos procedido, pertenecientes al igénero Nesodon, nos conduce á creer que e' cambio de dentición se efectuaba en época muy tardía y de [loco a poco. El último molar no ap.arece sino en edad ya avanzada del individuo. No hacemos mas á este respecto que confirmar la opinión emitida i)or Owen, el decano de los paleontólogos, al r>'ferirse a\ Nesodon ovinus. Todas las piezas que hemos exa- minado nos conducen á esta interpretación. Mas, posee el Museo de La Plata un cráneo de Nesodon on'ntis que corresjionde en ' 1 ) Ameghino. Loe. ciL - 31)7 — todos sus dot;illes ni cr:uii.'o li:;urado pov UwEX ( i ). Kste ani- mpl tenía por consiguiente mas ó menos la misma edad (|ue el del mineo al cual nos hemos referido. En nuestro ejemplar lieniiis podido observar con seguridad que pm 1 pertenecía to- davía ii la dentición de leche. l'(ir lin, señalaremos la ausencia en el cráneo de una cresta sagital desarrollada en forma de hoja elevada, como se presenta en l(id(is los otros géneros de la familia de los Protoxodontidac. Nesodon bifurcaíus. íAHEan.) merc. At)-ijpfheriiíiii hifiircatum. Ameghino. En ion. sistem. etc., p. LS ( Í8S7). — Cont. al con.. Mam. fos. etc., p. i82, pl. XX, f. S (1889). Hé aquí ios caracteres que indica el señoi" Ameohiní.) al establecer la especie que nos ocupa y el género Atnjptherinni : « Pm^i con cuatro raíces, ^'erdaderos molares inferiores de base abierta. Canino inferior presente,». Ya sabemos á qué atenernos en cuanto al valoi- de esos caracteres, y proponemos la supresi(.)n del género Atryptherium , por el motivo que la especie por la cual ha sido establecido pertenece al género Nesodon. La pieza que describe el sefior Ameghino en la obra que acalcamos de citar, es de propiedad del Museo de La Pb.ita. Pertenece esta pieza á un individuo en el cual el cambio de la dentición está en vía de efectuarse. Lo que el señor Ameghino considera como canino en esa pieza, es la l)ase del i r de la dentición de leche. En esta pieza el i t de la dentición defini- tiva, apenas sobrepasa el borde alveolario, y se halla al lado mismo del iij de la primera dentición. En cuanto al pmr que tiene cuatro raíces, según el señor Ameghino, se observa efectivamente sobre la pieza que le ha servido de tipo para fundar la especie, vestigios de unpmT con cuatro raíces bien distintas; pero este premolar pertenece á la dentición de leche. Si el señor Ameghino se liubiesc dado la pena de abrir la pieza como nosotros lo hemos hecho, hubiera ( 1 ) OwEN. Description of some spcies of the extinct yenns Xe^o:!oii, etc. Phil. Trans. 1853; 4°; pl. XV, f. 1, 2 y 3. — 398 — encontrado debajo del p:nr que describe, el \nnz de la denti- ción definitiva en estado de desarrollo ya algo avanzado. Ade- más, ladnera visto que inr ya tiene dos raíces bien divergentes, la anterior ya con raíz cerrada á su estreniidad, y no se bu.- bicra encontrado este señor en la enojosa necesidad, al referirse al primer verdadero molar de esta pieza, de esci-il)ir la frase que leemos en la página 483 de su obra sobre los Mamíferos fósiles de la República Argentina: «Luego, la muela conserva la misma forma basta su par;e inferior, en donde concluye en base (léase estremidad; abierta». Haremos observar que la figura dada en la oijra citada (hú señor Ameghino (véase pl. XX, tíg. 8), no corresponde á la pieza que este autor describe como tipo de la especie. No })i'o- tenderaos, por lo tanto, emitir nuestra opinión sobre la cues- tión de sabef si esta pieza figurada por el autor pertenece á la misma especie que la pieza que ha dcsci'ito como tipo de la especie, por la razón de que en numerosos casos ya liemos tenido ocasión de constatar la poca e.Kaclitud de las figuras ori- ginales de dicba obra. A mas de la pieza sobre la cual el señor Ameghino ba fun- dado la especie, posee el Museo de La Plata la rama iz([uierda de un maxilar inferior, en el cual se hallan im¡ilantados pmy, pmT y niT, así como un cráneo ¡ncom¡ileto. Estas piezas pi-o- ceden de las barrancas del rio Santa Cruz. Hemos estudiado tamlúen otro cráneo incompleto, un fragmento ile cráneo en el cual se encuentran casi intactos ])mT, nif y m^, del lado izquierdo, asi como los vestigios de los dientes correspondien- tes del lado derecho, y la parte anterior derecha del cráneo de un individuo joven, ¡sobre el cual están en su sitio, intactos, los tres incisivos y los dos primeros premolares. Estas tres últimas piezas (¡uc pertenecen también al Museo de La Plata, proceden de Monte León. Las atribuimos ¡i la especie que nos ocupa, con las reservas del caso. Siguen las dimensiones relativas á los dientes del cráneo incompleto: — 1 PM — 2 PM — 3 PM — 4 PM — 1 2 M _ M — mJ3 Didniotrn antcro-postcrior, tomado solire el bordo csteruo El misino, tomado sobre el borde interno . Diámetro transversal , tomado sobre el 11 ü 15,4 12,5 17,4 17 13,4 14 24 18,5 19 30,8 25 , 21 42 1 7 0 43 El mismo, tomado sobre el borde puste-i ro-esteruo 13 12,5 ? - 390 — Los molares superiores se disLiiiguen por los accidcnLos tan característicos que hemos señalado en esos dientes, menos pro- nunciados que en las otras especies de este mismo género, así como })or la arista que forma el borde antero-esterno de superHcic redondeada, y correspondiente á un ángulo mas abierto. La longitud del espacio ocupado [lor la serie de los seis últimos molares, es de 155. Nesodon Oweni. mekc. sp. nov. l'',stab!ecemos esta especie sobre dos fragmentos de los ma- xilares su[ieriores de un mismo individuo. Ll Iragmento del liido izquierdo presenta intactos los mi y pm±, y el fragmento del lado derecho con.sei'va en su sitio mi. Atribuimos á esta misma es})ecie dos fragmentos del maxilar inferioi'. Proceden esas piezas de las barrancas del rio Santa Cruz. La cresta anterior de lá cara lateral de los molares supe- riores, está bien marcada pero poco elevada La arista consti- tuida por el borde antero-esterno de esos dientes, corresponde á un ángulo menos abierto íjue en la especie precedente. La mandíbula inferior, sin presentar mas vestigios de la dentición de leche, es menos fuerte que en Nesodon bifurcatus (Amegh.). Se observa sobre los fragmentos que tenemos á la vista dos agujei'os mentonianos, el uno muy grande debajo del pm2, y el otro mas chico, doliajo del hjliulo posterior del pm4. Los dientes nos suministran las dimensiones que siguen: PM_ M- "T «3 pmI mí Dií'inictro antero- posterior, tomado sobro el bordo 22 23 10 U 29,G 10,8 10 31 ? 24,4 18, 19, 11,U 32.R El misino, tomado sobre el borde interno l>iáiiietro transversa!, tomado sobre el borde an- 22,5 '0,5 El mismo, tomado sobre el borde postero-cstcruo. 10 La altura del cuerpo del maxilar inferior, tomada del lado esterno, al nivel del pnii es 55, al nivel del mr 47, y al nivel del 1113- .59. El diámetro transversal de la rama del maxilar, tomado al nivel del m^, es 27. La longitud del espacio ocupado por la serie de los seis últimos molares inferiores es 134. hlsta especie nos parece haber sido de talla un poco menor que la precedente. — 400 Nesodon cyclops (AMuriH.) merc. Scopotlierium cyclops, Ameghino. — Eimm. ststem. etc., p. 18, (1887). — Cont. al con. Mam. fas. etc. p. 483 (1889). I'"l señor Ameghino ha fundado esta especie sobre dos maxi- lares inferiores incompletos, pertenecientes al Museo de La Plata, lili g-énero Scopolltcrium en el cual se atribuye esta espe- cie, está establecido sobre los siguientes caracteres: « Pm-3 y y y mr, con cuatro raíces, m-o y s" de base (léase estremidad) abierta. Canino inferior ausente». Ya conocemos el valor de estos caracteres. Sobre el maxi- lar i»erteneciente al individuo mas viejo, que hace el objeto de la descripción del señor Ameghino, no hemos descubierto mas ¡■astros de la primera dentición. Se trata en este caso de carac- teres que no han sido observados por el autor, y que le ha atribuido por una inducción falsa, i)ues se trata tand>ien aquí de un animal perteneciente al género Nesodon, Dice el señor Ameghino en la página 484 de la obra citada : ai'ticular que revisten los molares de Nesodon. La pie/.a (pie ha servido de tipo al señor Ameghino, á este respecto, m.) hace escepcion á la regla. Los molares de esta pieza tienen la forma que caracteriza esos dientes en Nesodon; esta forma os muy diferente de la que jjre- sentan los molares de todos los otros g-éneros de la i'amilia de los Protoxodontidae, y se reconoce á la simple vista. A mas de las piezas sobre las cuales el señor Ameghino ha fundado la especie, posee el Museo de La Plata las siguientes |iiezas, que atribuimos á la misma especie: la rama izcjuierda imperfecta do un maxilar inferior, un fragmento de maxilar inferior del lado izquierdo en el cual está implantado m?, la rama izquierda, imperfecta también, de otro maxilar inferior con fragmentos del cráneo del mismo individuo, y fragmentos del maxilar inferior con el radio de un individuo todavía joven. Las dos primeras piezas han sido descubiertas en las barran- cas del rio Santa Ciaíz; las otras proceden de Monte León. l'lsta especie difiere de la ]:)i'ecedente por la forma arípicada mas pronunciada del maxilar inferior, por la altura menor del — 401 — cuerpo (lo este hueso y su diámetro transversal mayor, por el número de los agujeros mentonianos, respectivamente mas pe- queños, y por las dimensiones relativas de los dientes. 101 diámetro transversal del cuerpo del maxilar inferior, al nivel de my. es de 33. Nesodon Rutimeyeri. mekc sp. nov. Esta especie está representada por un maxilar inferior incompleto en buen estado de conservación, dos fragmentos de maxilares superiores, el uno del lado derecho y el otro del lado izquierdo, y un maxilar inferior imperfecto de un indivi- duo joven. Esas piezas han sido recojidas en Monte León, á escepcion del fragmento de maxilar izquierdo, que 'procede de las barrancas del rio Santa Cruz. La cresta anterior de la cara lateral de los molares supe- riores está elevada y bien marcada, sobre mi particularmente. La arista que constituye el borde antero-externo de esos dientes, corresponde á un ángulo todavía menor que, en Nesodon Oiveni, Mere. 1^1 maxilar infoi'iof- no es tan fuerte como en las especies precedentes. Se observan en él tres agujeros mentonianos res- pectivamente mas pequeños que en nesodon cyclops, Amegh., los dos primeros debajo de pm-g, y el tercero debajo del lóbulo anterior del pmT. Hé aquí las dimensiones relativas á los dientes: ^T ly '3 ™T ™3 PM — H- "2" m1 0 ji — Diámetro íiiitoro-posterior, tomado so- bre el borde psterno El mismo, tomado sobre el borde in-| 10 4 2 13 3,0 12 14 6 18 8,5 8,2 24 9,5 9,4 25 9,7 9 7,8 9 8 28 17 16 9 34 14 Diámetro transversal, tomado sobre el I»»rde antfro-intcnio El mismo, tomado sobre el borde postero-esterno 17 10 La longitud del espacio ocupado ])or la serie de los seis ]ii'imeros mohu'es inferiores es de Li3. La altura del cuerpo del maxilar varía entre 50 y 52, y su diámetro transversal mayor, que es al nivel del lóbulo anterior de my, es de 25. No existe diástema entre los incisivos inferiores y los molares. Esta especie es de talla menor que las especies que prece- den, pero mayor que la de Nesodon imbrimtics Owen. — 41)2 — Nesodon imbricatus Owen. Nesodon imhricatiis. Owen. — Bcp. of IJrif. Assoc. of ihescieiice Yol. XM, p. G9 (1840). — Descr. of s. sp. of the ext. gen. Nesodon. Phil. Trans., p. £00, pl. XMI (IScS). BuRMEiSTER. Descr. pliijs. Rep. Anj . etc., t. III, p. 5l)l. (1879). Ameghino. Observ. gen. etc. p. 59 (18S7). — Eniim. sisteiii. etc. p. IG (1881).— Cent, al con. Mam. fos. etc. p. 488 : pl. XMI, fig. 2 y 7. (1889). Esta especie está representada en el Museo de La Plata por siete fragmentos del maxilar interior, por el fragmento de ma- xilar suiierior figurado por el Sr. Ameghino (Loe. cit. [)1. XVII, fig. 4 ), por la parte anterior del cráneo de un individuo joven, en el cual están implantados los incisivos y los pm 1, y por un maxilar inferior completo de un individuo Joven y fra'.;- mentos del cráneo del mismo. Esas últimas piezas proceden de Monte León; las ocho primeras de las barrancas del rio Santa Cruz. Comparando la figura mencionada por el Sr. Ameghino con la publicada por Owen (Loe. cit. fig. 10) ¿quién sospecharía que se trata de piezas pertenecientes á una misma especie? y sin embargo, la pieza figurada por el Sr. Ameghino, que es pro- piedad del Museo de La Plata, corresponde exactamente con la figura publicada por Owen. Nesodon typicus meüc. sp. nov. Designamos esta especie sobre un fragmento del maxilar superior izquierdo, dientes sueltos y fragmentos del cráneo de un individuo joven. Esas piezas han sido recogidas en Monte León. Pertenecen á esta misma especie un fragmento del maxilar superior dereclio y un fragmento de la rama iztiuierda de un maxilar inferior, procedentes de las barrancas del rio Santa Cruz. En cuanto á la talla csla especie es intermediaria entre 2\esodon imbricatus v A. ovinus. — 403 — Los molares están mejor caracterizodr.s ([uo en cnalíiuiera es[>eeie de este género. La arista conslituiíla \>ov lA Ixirde antero- externo de los molares superiores, se desprende mejor del cuerpo del diente, y corresponde á un ángulo menor todavía de lo que se observa en Nesodon imbricafus. Los dientes nos suministran las siguientes dimensiones : PM^- "T M-2 1 PM — 3 PM — 4 PM- „1 0 M — Diánu'trn nutcro-pnstcrior, tomado sobre el liordc 10,7 6 7 17,8 7,4 6,7 17,8 6 4,' 9,5 6 12,8 6 1(1,8 16,4 11 11 7,8 20, 11,5 27 El niisiiiii, tomado sobre fl bordo iuteriio I)iáiiH'lro transversal, tomado sobre el borde au- tfn>-¡nteruo " . . . El mismo, tomado soiire el borde postero-esteruo. 9 La altura del cuerpo del maxilar inferior al nivel de m y es de 37, y al nivel de m 4 3L Su diámetro transversal al nivel de m 2" es de 15. Nesodon ovinus. Owen. Nesodon ovinus. Ow'en. Dcscr. of s. sp. of the c.rt. gen. Nesodon. Pliil. Trans. p. 2'Jl pl. XV y XVI (1853). BURMEISTER. Loe. cit. Ameghino. Loe. eit. l'lsta especie está representada en el Museo de La Plata por un cráneo bien conservado }iero incompleto, por un fragmento de maxilar superior derecho, y por dientes sueltos, procedentes de Santa Cruz. Atribuimos á esta misma especie un fragmento de maxilar superior derecho y un fragmento de la rama iz(|uierda del maxilar inferior incompleto de un individuo joven. Esas últimas i)iezas han sido recogidas en Monte León. Nesodon limitatum ( Amegh. ) Merc. Bliudinotherinin limitatum Ame(;hino. — Enum. sisteni. etc. p. 18 (1887).— C'o«í. al con. Mam. fos. etc. p. 4G1 (1889). Esta especie, fundada por el Sr. Ameguino y designada bajo el nombre de Rhadinothcrium limitatum, ha sido establecida sobre — 404 — la rama izquierda de un maxilar inrerior incompleto, la cual ha sido siempre de propiedad del Museo de La Plata. Esta pieza procede de un individuo muy viejo. El m y está gastado hasta la base de las raíces, el cuello mismo ya desapareció del lado interno. Los otros dos verdaderos molares están menos gastados, lo que se esplica fiícilmente, teniendo sobre todo en cuenta la aparición del último molar de estos animales recien en edad avanzada. El Sr. A.MEGHiNO, para estal)lecer el género Bhadinotherium, se basa sobre el hecho (Véase loe. cit. p. 440) que los mo- lares inferiores están divididos en dos lóbulos por dos surcos opuestos. En el ejemplar al cual se refiere el Sr. Amechino, se observa efectivamente sobre el m t dos surcos opuestos ; pero el surco de la cara lateral interna de este diente no pertenece á la corona del diente que está completamente gastada. Este surco corresponde á las raíces del diente. . En el m -3 , donde la corona está menos gastada y todavia bastante elevada, no hay sobre la cara lateral interna de la corona de este diente, surco opuesto al surco que sobre la cara lateral esterna del diente determina la división en dos lóbulos. La cara lateral in- terna de m "2 ha sufrido de una rotura_, y le falta una astilla, de modo que este diente no se presta á la observación ¡que hemos hecho sobre el m -3 . Esta pieza, que ha servido de tipo al Sr. Ameghino, reúne 11 mas todos los caracteres distintivos del género Nesodon, de modo que proponemos la supresión del género Ehadinollicrlum Amegh. Gen. Adinotherium Amegh. AdinofJien'iim, Ameghino. — Eiiiim. sisfcDi. efe. p. 1/ (l8S7).—CoHt. al con. Mam. fos. efe. p.. 448 (1888). Phobereotherinm. Ameghino. Loe. eit. p. 18 y 457, La fórmula dentaria es: i ^ c \- pm -i m -|. Este género se distingue muy fácilmente de los oti'os de la misma familia. Mientras todos los géneros que nos son cono- cidos de la familia de los rrofoxodoiüidae, tienen los níolares inferiores arqueados hacia adentro, á escepcion del último, ó de los dos últimos ó de los ti'cs últimos molares — este último caso se presenta solamente en el género Acrotlierium . — 4í)5 — (|ue es tanil)iea el (|ue se acerca mas de Adinotherium — el género Adinotheriitm pi-eseata todos sus molares inferiores arqueados inicia afuera, lo (¡ue conti-ihuye á dar al maxilar inferior un as- |)cclo liastiiiite particular. VA lóbulo anterior de los verdaderos Ululares presenta en el sentido antero-posterior una convexidad muy pronunciada. Este lóljulo está también de diámetro trans- vei-sa! i'clativamentc superior. Los verdaderos molares se reco- nocen igualmente por su forma. La sección transversal de estos diénteos se acerca al trapecio, en el cual los costados paralelos corresponden al borde interior y posterior del diente. El borde cstei-no y el borde interno del diente cori-esponden á los costados no paralelos de ese trapecio; el costado que corresponde la borde esterno es bastante mas largo que el que corresponde al borde interno : y los ángulos obtusos de este trapecio están opuestos en vez de estar adyacentes al mismo lado. El estre- chamiento de la bóveda palatina en la í'egion anterior de los maxilares, es también mucho mas acentuado en el género que nos ocupa que en los otros. No es aqui sitio ;'i propósito para insistir sobre otros carac- teres distintos, y jiasaremos directamente á la enumeración de las especies, sin detenernos sobre las que han sido fundadas por el Sr. Ameghino, que son en número de cinco, las cuales todas tienen su razón de existir, pero cuyos caracteres distintivos, tales como figuran en la página 450 de la obra del citado autor sobre los Mamíferos fósiles de la República Argentina, han sido estal)lecidos de un modo muy poco escrupuloso. Adinotherium magister amegh. Adinotherium magister. Ameghino. Enitm. sistem. etc. p. 17 (1887). — Cont. al con. Mam. fos. etc., p. 450, pl. XVII, fig. 7 (1889). A mas de las piezas descritas por el señor Ameghino, posee el Muse) de La Plata cinco cráneos, entre los cuales uno está todavía en mejor estado de conservación, que el que sii-vió de tipo al autor mencionado para fundar el género y la especie. Posee igualmente un maxilar inferior incompleto, numerosos fragmentos del maxilar inferior y del maxilar superior de mas ó menos importancia, fragmentos del cráneo y dientes sueltos. — 406 — Estas piezas proceden de Monte León. En aljamas se ol>- servan diferencias con el tipo de la especie. Sin embargo, no hemos encontrado caracteres distintivos suficientes para moti- var la creación de una nueva especie. Haremos observar aquí que la especie que sirvió de tipo al señor Ameghino, ha sufrido una depresión en el sentido verti- cal, lo que dio lugar á una alteración de los caracteres de ciertas regiones de este cráneo, alteración que el autor citado no ha tenido en cuenta en la descripción que publicó de esta pieza. Adinotherium splendidum amegh. Adinotherium splendidum. Ameghino. Loe. cit. p. 17 y 452, pl. XVI, f. 1 et 2. Posee el Museo de La Plata, i'i mas de las piezas que sir- vieron al señor Ameghino para establecer la especie, un gran número de otras piezas (jue atribuimos á la misma especie, procedentes de Monte León y de las costas del rio Santa Cruz. Nos dispensamos de hacer aquí la enumeración do esas piezas. Apcsar de lo que dice el señor Ameghino (véase loe. cit.), el paladar es tan ancho como en Adinotha-ixmmagistcr, Amegh. Las dimensiones que atribuye este autor al paladar no son na- turales. Ha sido inducido en error este autor por la depresión transversal que ha sufrido la pieza á la cual se refiere. Hubiera podido dicho autor apercibirse de la alteración, sino sobre esta pieza misma, al menos soljre el maxilar inferior, que atribuye ú la especie que nos ocupa. Adinotherium proximvim amegh. Adinotherium liroxiinum. Ameghino. Loe. eit. ]). 17 }■ 453. A mas de las piezas sobro las cuales ha sido establecida la especie por el señor Ameghino, encierran las colecciones del Museo de La Plata gran númei'o de piezas pertenecientes á esta especie, de las cuales mencionaremos un cráneo incom- pleto con el maxilar inferior del mismo individuo. Estas ¡¡iezas han sido recogidas en Monte León y en las barrancas del rio Santa Cruz. Í0 7 Adinotherium ferum Ameíüi. AiVinthcriitiii frniin Amh3!IIN0. Loe. cit. p. 18 y 4r)4. A mas (lo liis piezns que liaa servido al señor Amegiiino ]iara fundar la especie, hemos encontrado en las colecciones del ¡Museo de La Plata tres fragmentos de maxilares superio- res, un maxilar inferior incompleto, un cráneo al cual le falla la parte anterior y la parle posterior y algunos dientes sueltos. Adinotlierium nitidum amegh. AíUiiotltcrium nitidum. Amegh iNO. Loe. cit. p. 18 y 455. A mas de la pieza que ha servido al señor Ameghino para establecer la especie, posee el Museo de La Plata cuatro frag- mentos de maxilar superior. Adinotherium pulchrum mero. sj). nov. l'-stablecemos esta especie sobre tres cráneos incompletos y un fragmento de maxilar superior del lado izquierdo. Estas piezas han sido descubiertas en las barrancas del rio Santa Cruz. Esta especie es de talla mas fuerte que todas las preceden- tes del mismo género. Se reconoce por el último molar que es do fuertes dimensiones, mientras los que siguen por adelante son i-elativamente débiles. El pml se caracteriza por acciden- tes análogos á los que hemos señalado en Xesodon. La cresta anterior, sin embargo, es poco pronunciada, y el surco que la separa de la arista constituida por el borde anlero-esterno, es poco profundo. Esos accidentes se encuentran también en los verdaderos molares, pero apenas está indicada la cresta ante- rior, que es de superficie ancha y redondeada, y determina s(il)ro la cara lateral esterna del diente una ondulación poco iironunciada. — 408 — Hé aquí las dimensiones de los dientes: o l'M — 3 rM — 4 PM — 1 M — 2 M — 3 M — DiAinctro autero-posterior, tonmilo sobre el borde 9 9,5 11 9 11 11 14 12,5 U 12 Ifi 13 16, l-l. 1S,T 12,S 25 18 21 14,5 38 El mismo, tomado sobro ol bordo interno Diámetro transversal, tomado sobre el borde an- O O El mismo, tomado sobre el borde ijosterior . . . . — Los diústemas que separan los dientes comprendidos entre pml é \1 aumentan del uno al otro, yendo de atrás hacia ade- lante. La loniiitud del espacio ocupado por la serie de los cinco últimos molares es de 108; pml, pml, el y ü, ocuiian un espacio que mide 37. Adinotherium silvaticum (amegh. i merc PJiobereoflien'iim silvaticum. Ameghino. Loe. cit. ]>. 10 y ^'^~- ■' El señor Ameghino ha estal)lec¡do la especie sobre la parte anterior del intermaxilar izquierdo, á la cual le sigue el frag- mento del maxilar. Si este autor se hubiera dado la pena de abrir la parte correspondiente de un Adinotherium y se hubiera fijado sobre el modo de implantación de ü, sobre la dirección t[ue toma la raíz de este diente, sin duda hubiera dicho autor llegado á la conclusión que el il ha existido sobre el ejemplar que le ha servido de tipo, y no se hubiera atrevido á fundar un gtjnero nuevo que designa bajo el nombre de Phohcreotheviii»i, estable- cido sobre el único carácter en que este animal se acerca al Adinotheriinn, pero que « se distingue de él por la ausencia del par de incisivos intermediarios superiores (ü) ». (Véase loe. cit.) Verdad es que no hay vestigios de ü en el ejemplar á (¡ue se refiere el señor Ameghino, por el motivo que le falta á este ejemplar la parte donde estaba implantado este diente. Esa parte se ha destacado según un plano situado un poco mas arriba del borde alveolario de ü. Proponemos, pues, la radiación del género Fhohcreothcrium, Amegh., y la incorporación de la especie por la cual había sido creado en el género Adinotheriinn Ameeh. — 409 — A mas ele la ])ieza de la cual acabamos de hablar, posee el Museo de La Plata las siguientes : — la parte anterior de dos cráneos, — dientes pertenecientes al mismo individuo que la pieza, la mas completa que acabamos de citar; — la parte anterior del intermaxilar izquierdo, en el cual i-1 está en su sitio, y los alveolos de ii y il están intactos; — y un frag- mento de la rama izquierda del maxilar inferior. Estas piezas han sido descubiertas en Monte León y en las barrancas del lio Santa Cruz. Esta especie nos parece haber tenido mas ó menos la talla de Adinotlieriimi jmlchrum Mere. Los accidentes que hemos señalado en los dientes de Kesodon, están mejor indicados que en la especie que precede. Ya están distintos sobre el pmiL- Sobre pmi la cresta anterior se distingue muy bien de la arista constituida por el borde antero-esterno. A mas de eso. solire los tres últimos premolares, la arista que corresponde á la cresta anterior de la cara lateral esterna en los dientes de Nesodon, es mas elevada que en todas las especies que nos son conocidas del género Adinotherium. Los dientes de la mandíbula superior nos suministran las siguientes dimensiones : 1 I — 2 I — 11^ 1 c — 1 2 PM — 3 PM — 4 PM — 1 M — Piiiraetro antero-posteríor, tomado sobre 10,(1 U 11 5,4 4,0 7,8 5 (i 11 íl,« 11 10 13,8 11 l.í 11 14,6 13 12 12 21 El mismo, toiuado soltre el borde interno . l)i:inietro transversal, tomado sobre el borde anterior El mismo, tomado sobre .-1 bordi^ posterior. 1 7.S 17 12 La longitud del espacio ocupado por jim '■:'-. pm?-. pmly m'. es de 00. La distancia entre el borde posterior de mi y el borde anterior de iV, mide 115. Hé aquí las dimensiones de los dientes inferiores: 'T 'T '¥ j -M-o ™3 PM- "2 Dirunetro antero-posterior .... í ... . Dii'unetro transversal, tomado sobn- el li)I)ulo anterior 11,5 5 13,5 5,0 14 8 11,4 5,8 14,5 5,0 1Ó,Ú 6 7,3 21,6 8,7 7 El mismo, tomado sobre el lóbulo posterior. — 410 Adinotherium antiquum merc. sp. nov. Esta espeeie está representada por los maxilares superiores y los intermaxilares de seis individuos. Dos de esas piezas proceden de Monte León, y las otras de las bai-i-ancas del rio Santa Cruz. Esta especie ha sido de talla un iioco mayor tjue Adinotlic- riitm pidchrum, de la cual difiere por el último molar (pie no es tan fuerte, y por los molares que lo siguen por adelante, rela- tivamente mucho mas fuertes. Los accidentes cjue hemos se- ñalado en los dientes de Adinotherium pulchrum, se encuentran igualmente en los dientes de la especie que nos ocupa ; pero están todavía menos acentuados. Siguen las dimensiones de los dientes: ™2 ™¥ ™T "T " 2 "■f Diúinetro antero-posterior, toiiiíido sobre el bordo 11 'J,6 r2,ó 10,5 13 13 16,6 13 15 13,8 17 13,5 20 15 2i 12,5 25 20 25 12 32 Diámetro transversal, tomado sobro el borde au- 25 El mismo, tomado sobre el borde posterior. . . . La longitnd del espacio ocupado por la serie de los seis últimos molares superiores, es de 109. Adinotherium Kobyi merc. sp. nov. Fundamos la especie sobre un cráneo imperfecto y cuatro fi'agmentos de maxilares superiores procedentes de Monte León. Esta espeeie ha sido de mayor talla ([ue Adinotlierium via- gister Amegh., y se acerca á A. splendidnni por los caracteres particulares de los dientes. Ditiere de las especies que acabamos de citar, por el último molar que es relativamente mas fuerte, mientras los molares que la preceden son mas débiles. Sobre pmj, los accidentes (jue caracterizan los dientes de Nesodon, — 411 — constituyen igualmente una columna mas ancha y mas elevada (jue en esas especies, y el surco cjue se ohserva sobre esa co- lumna entre la arista y la cresta (juc constituyen, está mejor indicado que en A. spleiididum, sin estar tan bien marcado coma en Á. inüíjister. En los otros molares, á escepcion del último molai', esds accidentes constituyen una columna bastante elevada de su[)er- ficie bien redondeada. En Adinoihcrium Kohyi las piezas frontales envían, como es el caso en varias especies de los géneros Nesotherium, Protoxo- ílon y Adelphofhcriiíin, un iirolongamiento triangular entre los huesos nasales. Es hasta aliora el primer caso que hemos po- dido descubrir entre el género Adinotherium. Hé aquí las dimensiones relativas á los dientes : 3 I — 1 PM — 2 PM — 3 PM — 4 P.M — 1 M — o M — mí Diámetro antero - posterior , Li- mado sobre el borde esieruo . Kl mismo, tomado sobre ei borde tiitiino i; 3 s 0,4 8,8 10 8 11 11 12 10 l.j,S 14 15 11 19 13 21 14 22 11 33 1') [>í:uuetro transversal, tomado so- bre el borde aDterior El mismo, tomado sobre el borde r<'steriür 24 13 Gen. Nesotherium Merc. g. nov, ToxodoH. MoRE.NO. Patagoida, etc. p. 23 (1882). Protoxodon. Ameiuhxo. Observ. gen. etc. p. (32 (1887). — EiiHin. sisfeiii. etc. p. 10 ( 1887). ^Co//í. al con. Main. jos. etc. p. 443 (188'J). ► Los géneros yesoiheriuin, Protoxodon y Adelphotheriuní de la familia de los Protoxodon tidac tienen el cráneo construido sobi-e el tipo que ha dado á conocer el Sr. Ameghixo del género Adi- notherinm. Presenta sin embargo grandes diferencias en su conformación general. El riquísimo material que hemos estu- diado ya, no nos permite todavía establecer de una manera detínitiva los caracteres distintos de los géneros mencionados. — 412 — Kn estos tres génerus los molai-es inferiores estiin lii-i-ndi- culados como en los demás Protoxodontidae. Están encorvados por adentro, á escepcion del último molar que solo está encorvado por afuera. Hemos observado, en algunos casos, que el liibulo anterior del último molar participa todavía del modo de encorvación de los molares que le preceden. Los caracteres distintivos del género Xcsotheriam en conqja- ración á los géneros Protoxodon y Adelphotherium, cjue podemos adelantar poi- el momento, se relacionan únicamente á la denti- ción. La fórmulii dentaria es : i -3- c y pm ~ m |-. Los molares aumentan de diámetro antero-posterior desde el primero al último. El último morar no tiene diámetro antero- posterior mucho mas fuerte que el molar que le precede. Los molares inferiores presentan un diámetro transversal, que es relativamente mucho mas inferior al que presentan esos dientes en Protoxodon. La sección transversal de los verdaderos molares superiores es un cuadrilátero irregular. El i i tiene la cara antero-esterna en forma de triángulo cuya base corresponde al borde antero- esterno de la superficie de masticación. En todos los cráneos que hemos estudiado de este génei'o, las piezas frontales en\'ían un prolongamiento triangular entre los huesos nasales. Este carácter, sin embargo, no nos parece hasta ahorca, tener el valor de cai'ácter genérico. Nesotherium carinatum meri . sp. nov. Esta especie está representada por un cráneo con el maxilar inferior incompleto del mismo individuo, recojido en las bar- rancas del rio Santa Cruz. Este animal ha sido de mayor lamañn que Xcsodon l/if'/o- cattts (Amegh.). La cara antero-iníerior de la sínfisis del maxilar inferior, ])i'esenta en la línea mediana una carena mejor acentuada que en las demás especies del mismo género. Se observa sobre este maxilar tres agujeros mentonianos : el ]irimero debajo del ¡mi ,. el segundo debajo del lóbulo anterior del pm 3, y el tercero debajo del lóbulo correspondiente del m 1 . — 413 — Los uccidcutes que se encuentran en los molares de Nesodon están bastante bien pronunciados sobre el pm i . Se observan i.uuolmente sobre pm A y sobre los verdaderos molares; pero en esos últimos dientes, la cresta anterior es ancha, redon- deada y poco elevada. Las dimensiones relativas á los dientes su|>eriores son las siijuientes : 1 I — I 2 li 1 2 C — PM — 1 pmI 4 PM — 1 M — - „A Diúiiu'tro autei-o-postorior, tomado 17 16,8 42 8,7 8 15 9,3 9,4 11 11,7 12 13 12 21 14,6 10 16,6 14' 21 19,3 15,6 19 18 21 24 18 28 17,6 26 31 24 29,7 16 26 41 El mismo, tomado sobre el borde in- 21 10,4 29 24 Diilmetro ti-íinsversjil , tomado sobre el borde antero-intenio El mismo, tomado sotn-e el tíorde pos-i teriov . . .1 Altuní . . 2.j,S 20 Sii^uen limensiones rclotivos á los dientes inferiores : I>iáun'tio uutcro-postcrior l'iáinetro transvt-i'sal, lomadü solire eí lóbulo aui»_'iiuj \'.\ mismo, tomado sobro ol lóbulo postorior Alturn p>r — PM — M — M -^ M 3 i 1 3 18 20,8 25 29 31 'j s 11,7 12 11,5 9 10 11,5 10,4 8,8 16 19 15 12,5 13 l'^l espacio ocupatlo ¡¡or la serie de los cinco últimos mola- res interiores es de 132, yelocujiado por los molares superiores de 1-íG. La altura del maxilar inferior al nivel de pm t es de 7(1, y al nivel de m ij es de 76. La longitud del cráneo entre el borde posterior de los cóndilos occipitales y la cara anterior de i y es de 364. La depresión considerable sufrida por este cráneo nos impide dar otras dimensiones. Nesotherium Studeri mer. p. nov. Establecemos la especie sobre un cráneo y el maxilar infe- rior del mismo individuo en buen estado de conservación', y descubiertos en las barrancas del rio Santa Cruz. Atribuimos — 414 — ú esta misma especie seis fragmentos del maxilar infei-ior, procedentes de los mismos parajes. Esta especie ha sido de talla un poco mayor que la precedente. Los accidentes que caractei'izan los dientes de JScsodoii no están tan bien indicados como en Xesotherium carinatum Mere. Hé aquí las dimensiones de los dientes superiores : 1 1 — 0 1 — ^3 1 c — 3 PM — 4 PM — 12 3 M — M — M — l'iáiuetio antoro-postcrior, tomado solne 25 11 18.5 IG 8 10 ■5,5 18 15 20 17 20 18 oo 18 24 1 33,7 15,6 23,7 2n Xi 20 1 1G,5 40 Kl mismo, tomado sobro ol bordo iutorno. Di.^imotro trausvorsal , tomado sobro ol bordo antero-iuterno 21 32 El mismo, tomado soliro ol bordo iiostorior 15,4 ICI maxilai- inferior no es tan fuerte tampoco. Los orificios dentarios son mas pequeños también. Están igualmente en número de tres, el primero debajo del pniT, el segundo del)aj(i del pm2", y el tercero debajo del lóbulo posterior del pm 4 . Los dientes inferiores nos suministran las dimensiones (pie 1 — 1 — rM — PM — PM — PM — M — w -^ M ^- 1 2 ^ 3 1 3 4 1 3 IMámotro antorior- posterior, to- mado sobre ol borde esteruo . 13 15,4 17,5 - El mismo, tomado sobre el borde 14 11; in.6 23 27,G a-.,i; iutorno 15,8 17 19 Líiíiinetro transversal, tomado so- bre el borde anfero-intoruo . . 9 8,4 14 " S,G 0 10 11 11 11 El mismo, tomado sobro el borde posterior — — — 9 7 íi,i; 12 11 10 '.i Altura 24 25 ? V 10 13 15 17 20 1:1 Hé aquí las princijiales dimensiones referentes al cráneo: Longitud del cráneo entre el Ijorde postei-ior de los cóndilos occipitales y el borde incisivo .... 33'.t Longitud del mismo entre el borde posterior del m'± y el lioi'de incisivo 208 Altura del mi^mo, tomada entre el jjordc supei-ior del foramen occipital y la cresta occijiital 129 Diámetro transversal entre los bordes esteriores de los cóndilos occipitales 91 Diámetro transversal del foramen occipital 39 Diámetro vertical del mismo 24 — íir) — Diámetro transversal del cráneo,, tomado solji-e los ex- occipitales 18G Kl mismo tomado al nivel de la fosa glenoidal. . . . . . . 23G El mismo tomado sobre los apófisis cigomáticos. al nivel de m J^ :211 l'll mismo, tomado al ni\"el de m ^- 151 » » mi 108 » » mi 77 » » ]im i .'">7 » » i il C>í )) » i 1 (VJ Distancia transversal entre los agujeros sub-orbitarios. 72 Altura del cráneo, tomada al nivel del m -? 15.") Longitud del espacio ocupado por la serie de los cinco últimos molares 128 Longitud del diástema entre civil 9 » il vil 11 » » Jim 1 y c i ... 8 » » '^ r >■ i 3" 1 ' ' Altura del maxilar inferior, al nivel de ms-.. 72 La misma al nivel de pm r ''2 Longitud de la sínfisis de las ramas del maxilar infe- rim- ' 77 Nesotherium elegans merc. sp. nov. Fundamos la especie sobre un maxilar inferior incompleto descubierto en las barrancas del rio Santa Cruz. El maxilar inferior presenta mas ó menos las mismas di- mensiones que en Nesotherium rarinaium Mere, pero diliere de él i)or la carena del borde antero-infcrior de la sinñsis que no es tan elevada, por los boi'des laterales determinados por los alveolos del i 1 que son menos prominentes, y por la sínfisis que sobrepasa el nivel del pm ±, mientras en las dos especies pi'ecedentes no llega al nivel de este diente. Los agujeros men- tonianos también son en número de tres : el primero se halla debajo del lóbulo anterior del pm y, el segundo debajo del lóljulo correspondiente del pm ir, y el tercero al nivel del borde posterior del pm i. El diástema que separa pm í de c y es muy — 416 — reducido. Las dimensiones relativas á los dientes también pre- sentan diferencias con las de Nesotlicrinm carinatum Mere. SiiíLien esas dimensiones: ™y ™3 ™T M- M 2- "F 15 10 7 17 u VI i(i i'j 11 1-2,7 18 23 11,8 12,4 19,5 20,5 11,U 10 18,5 9 Diámetro trausvcrsal, turnado sobre ti borde au- 12 El luisiuo, tomado sobre el borde posterior. . . . Altura 9 14 El espacio ocupado por la serie de los seis primeros mola- res, mide 111. La altura del maxilar al nivel del pm ^ es de 72, y al nivel del m t de 70. Nesotherium rufum merc. si), nov. Designamos la especie sobre un fragmento de la i-uma de- recha de un maxilar inferior, recogido en las bai-rancas del rio Santa Cruz. Por su forma, este fragmento nos recuerda jScsotlierium cari- natum Mere. La sinfisis llega al nivel del borde posterior del pm 7, es decir que se prolonga mas atrás que en las especies ya mencionadas de este género. La j)Osicion de los orificios dentarios es también muy diferente. El primero se halla al nivel del pm -?, el .segundo al nivel del borde posterior del pm "4, y el tercero al nivel del m y- Difieren también las dimen- siones relativas ú los dientes: Diámetro aiitero-posterior - . Diámetro transversal, tomado sobre el lóbulo anterior . Kl mismo, tomado sobre el- lóbulo posterior 12 . I 14 11 11,3 18 11 19 El espacio ocupado por estos molares, mide 01 : la altura del maxilar, tomada al nivel del pm y, es de 09. 417 — Nesotherium pata^onense (mor.) mkrc. Tüxodou patagoiiaisis. Moreno. Patagoiiia, etc. p. 23 (1883). Protoxodon patagonensis . A.meühino. Observ. gen. etc., p. G2 {i881).—E?ium. sistem. etc. p. 16. (1887). Protoxodon Sulivani. Ameghino. Coiit. al cont. Mam. fos.. etc. p. 443; pl. XVII, f. G (1889). Las pieza.s que el señor Ameghino, en su obra sobre ¡os Mamíferos fósiles de la República Argentina atribuye á Protoxodon Sulivani ( Owen ), y que son de propiedad del Museo de La Plata, no corresponden á la especie establecida por Owen, á escepcion do un .solo fragmento del maxilar inferior. Owen ha fundado la especie (Nesodon Sulivani) que acaba- mos de mencionar, sobre fragmentos de molares del maxilar inferior. Posee el Museo de La Plata un cráneo mas ó menos perfecto, con el maxilar inferior perteneciente al mismo individuo, cuyos dientes corresponden exactamente á la descripción dada por el autor mencionado (1) así como á las figuras publicadas por el mismo. Esta especié pertenece al género Protoxodon Amegli., tomando como tipo del género la especie mejor establecida put- ei autor del género, Protoxodon niarmoratus Amegh. Entre las piezas atribuidas por el señor Ameghino á la espe- cie establecida por Owen, Nesodon Sulivani, y que aquel autor describe bajo el nombre de Protoxodon Sulivani, — la parte ante- rior de un cráneo pertenece al género Adelphotherium (A. luta- rium), — los fragmentos de maxilares superiores, de los cuales uno de ellos está figurado (Ameghino, Loe. cit., pl. XVII, fig. 6j, pei'tecen á Nesotlierium patagonensc, — y de los otros dos frag- mentos del maxilar inferior, que hemos encontrado en las colecciones del Museo de La Plata, provistos de las mismas eti- quetas que las piezas que acabamos de mencionar, el uno con el último molar imperfecto pertenece a Nesotherium argentinmn, el otro con el último molar imperfecto también, pertenece á Protoxodon, Sulivani (Owen) Amegh. Eso dicho, llegamos á la especie (¡ue .nos ocupa, represen- (11 Owen. Dexeviplion of soine sjhtíc.i of thc extinct ¡jo.mts Nc.-iodon, ote, Phil. Trans, 1853; 4°: p. 304, pl. XVI 1, í. 15, 10 á 17. — iis — tada por dos íVagmsnto? de maxilares superiores, el uno del lado derecho y el otro del lado izquierdo del mismo individuo, y dientes sueltos. Estas piezas han sido descubiertas en las barrancas del rio Santa Cruz. El fragmento de maxilar del lado izquierdo, como ya lo hemos dicho mas arriba, está figu- rado por el señor Ameghino (véase loe. cit., pi. XVII, fig. G i. pero de una manera poco exacta. En el ])mi, los accidentes ([ue caracterizan la cara lateral de los molares de Xesodon, estitn indicad(js. pero son menos acentuados todavía que en las especies ya mencionadas del género Nesoikeríum. En los verdaderos molares, la cresta ante- rior está claramente marcada, por una emineni'ia poco elevada y en forma de hilo, que permite distinguir con facilidad esta especie de las otras del mismo género. Siguen las dimensiones que se refieren á los dientes: J'i;hiietio niitcro-iiosffrior, tomíido sotir*' oí I)ord*' rstoruo . El mismo, tomado sobre el bordo iütorno r>i;imetro trausvorsal, tomado sobre oí bordo autoro-iiitoruo. El mismo, tomado snbi-o ol liordo post^-rior 4 1 PM — M — 20 29,5 19 22 21 31 22,5 19 37 38 23 ■ 17,5 32 I 28 17 13.7 La longitud del esiiacio ocupado por los cuatro últimos mo- lares, es de 122. Creemos poder atriljuir á esta misma especie un maxilar inferior en perfecto estado de conservación, pi'ocedente de las barrancas del i'io Santa Cruz, así como la rama derecha im- perfecta de un maxilar inferior recogida en Monte León. Hé aquí las dimensiones que se refieren á la primera de esas piezas, |ii'inci|jiando poi' las de los dientes: I — I -r^ I ^ c — ; PM — PMtt 1 3 1 1 2 3 4 " ' ■ 3 Diámetro antero-postorior . . . IG 17 19,5 15 11 10,5 19 22 28 ,32,5 42 Diámetro transversal , tomado , sobre oí Inbulo anterior . . . El mismo, tomado sobre el 12 11 11 7,2 7,8 12 11 11 13 15 13 l.íbuio jiostorinr 1 8,G 12 12,5 14 13 11 Altura 27 33 3U lü 19 20 21 24 22 21 U Longitud ' al nivel del m^ 82 » » pm^ 77 Longitud de la sínfisis 97 Diámetro transversal del maxilar al nivel del nig-... 122 <> » » pmr- ■ 80 " » » cr. . • • 74 Nesotherium turgidum merc sp. no\'. Esta especie está representada por un cráneo y el maxilar inferior de un mismo individuo. Estas piezas pi'oceden de Monte León. Desgraciadamente están reducidas á pedazos, de tal ma- nera, que solo se pueden estudiar los fragmentos siguientes: la parte nasal, el i)remaxilar, los maxilares superiores y i ■'' del lado derecho. Esta especie nos parece de talla intermediaria entre Kcsofhc- riiiin Studeri y N. pafago7ie»se. Se reconoce por las dimensiones relativas de los dientes, piir los accidentes que caracterizan los molares de Nesodon, me- nos pronunciados aún que en Nesotherium Studeri, al menos sobre m i que es el único verdadero molar que presenta su cara lateral esterna intacta. En los premolares estos accidentes no están indicados ; la cresta anterior sobre esos dientes se confunde con la arista constituida por el borde antero-esterno. de manera á presentar una columna bastante angosta y poco elevada. — 420 — Las dimensiones que se refieren á los dientes, son : Diñiuctro autero-postcrior, toniníío sobre el bordo esteruo > El mismo, tomado sobre el borde iuterno .' I>Í;Íuietro transversal, tomado sobre el borde autero-iuterno El mismo, tomado sobre el borde posterior. 1 c — 1 PM — 2 PM — 3 PM — 1 PM — 1 M — 14 12 lü 1B,4 17,5 9 17,8 9 30,4 ? 9 11,5 lo 16 18 18 18,7 26 18,5 El espacio ocupado por los cinco últimos molares, mide 13G. El diámetro transversal del cráneo al nivel de il es de 64. Nesotherium rutilum merc. sj). no\'. La especie está representada por los cuatro últimos molares superiores del lado derecho y del lado izquierdo de un mismo individuo. Atribuimos á la misma especie cinco fragmentos de maxilar inferior procedentes de Monte León, como las otras piezas. Es de mayor talla cjue Nesotherium patagonense. Los acciden- tes que caracterizan los molares de Nesodon se distinguen en pmi, donde no están tan claramente indicados como en la mencionada especie. En los verdaderos molares, estos acciden- tes son perceptibles aún, \)Cyo menos que en Nesothcriuní titr- (jiiliDii Merc. Las dimensiones que se retiei'en á los dientes son : "T "¥ " 3 4 PM — mí 2 M — m1 Diámetro autero-posterior, tomado sobre fl borde esterno El mismo, tomado sobre el borde interno. Diámetro transversal , tomado sobre el borde antero-interno , . . . . 33,5 15,5 12 36,5 16 12,8 39 13 11,5 25 23 27 22 33 23,5 32 24 40 28 3B 22 47 25 37 El mismo, tomado sobre el borde poste- rior 18 La longitud del espacio ocupado por los cuatro últimos molares superiores es de 138. La altura del maxilar inferior, ni nivel del m^, mide 83, v ai nivel de mr, 77. — 421 - Nesotherium argentinum merc. s) sil. 1|M\-. establecemos la especie sobre las piezas siguientes: — un ci'á- neo comi)leto con el maxilar inferior del mismo individuo, en bastante buen estado de conservación : — las mismas piezas de otro individuo, pero fragmentadas, con el epistrofeo del mismo; — otros dos cráneos incompletos; — diez fragmentos de los maxi- lares superiores; — y cinco fragmentos del maxilar inferior. Estas piezas han sido descul:>iertas en Monte León y en las barrancas del rio Santa Cruz. Esta especie nos pai-ece de talla un poco menor de la de Protoxodon marmoratus Amegh. Está muy i)ien caracterizada por sus verdaderos molares superiores, en los cuales no se ob- serva ninguna traza mas de la cresta anterior tan característica de la cara lateral esterna de los molares de Nesodon. En los premolares superiores, esta cresta está confundida con la arista constituida ])or el borde antero-esterno del diente, para formar una columna bien marcada, bastante estrecha y no muy promi- nente. Se distingue, sin embargo, sobre la columna del pmi, un surco rudimentario. Siguen las dimensiones del cráneo principiando por los dientes : Diámetro antero-posterior, tomado sobre el borde es- teruo .20 El mismo sobre el borde interno ¡12,7 Di:ímetro transversal, tomado sobro el borde antero- 1 interno 1'">,G [ V-\ misnin, tmn.ndo sobre el borde poiíterior 11) ) Altura. . 32 I 18 45 3 4 PM — |PM — II 2' 3 M — M— M — 18 21 20 17,ó 29 19 21,5 21 19 29 21 30 ' 39 52,8 21,5 23 27,7 29 38 38,5.35,3 25 i 21 17 30 I 30 20 Longitud del cráneo entre el borde posterior de los cóndilos occipitales y el borde incisivo 4(33 Longitud tomada entre el borde posterior del mi y el borde incisivo 207 Altura del cráneo tomada entre el Ijorde superior del foramen occipital y la cresta ocoiiñtal 139 Diámetro transversal entre los bordes estemos de los cóndilos occipitales 107 — -i22 - Diámetro transversal del foramen occij)ilal 45 » vorticul del mism< > 25 Diámetro transversal del ci'áneo, tomado sobre los occi- pitales 2±2 El mismo, tomado al nivel de la tosa glenoidal 271 El mismo, tomado sobre los apólisis cigomáticos, al nivel del borde posterior del mi 22'.» El mismo tomado al nivel del mi • 103 I) » ni— 122 )) )) pml' 90 )) » pml 75 » I) il 70 )) » i?- 74 Distancia transversal entre los agujeros sub-orbitarios. 96 Longitud del espacio ocupado por la serie de los siete molares superiores 190 Longitud del diástema entre pmi- y c' 3 » » c- y i? 15 » » i5- y i' 14 El maxilar inferior nos suministra las siguientes dimensio- nes, principiando por los dientes: I — I c PM — PM — PiM — PM — M — M ^r ^t TT 1 I 2 3 1 1 3 4 1 3 Diámetro nutoro-posterior . . 13 li 22 14 14 17 20 23 20 3G 48,5 Jiiámotrij liimsversal, tomado sobre el lóbulo anterior . . El mismo, tomado sobre el 11,8 13 13,4 8,3 8 10 12 12 13 15 13,5 lóbulo posterior •? í 9 12,5 13 13 12 Altura 24 29 31 19 19 23 24 27 27 21 24 Longitud del espacio ocui>ado por la serie de los siete molares y del canino 209 Longitud del espacio entre el borde posterior del mg- y el borde incisivo 234 Diástema entre cr y ig 8 Distancia tomada en linea recta entre el borde poste- rior del cóndilo y la estrcmidad del i g 380 Mayor lai'go del maxilar 405 Altura tomada solare el cóndilo 193 La misma, tomada inmediatamente detrás del mg . . . . 90 » » al nivel del m-j 78 » )) » [)m y, 73 Longitud de la sínfisis 90 Diiimetro transversal al nivel de nis 12.") 1) » » i'vnj 81 )) » » ct "í^^ Nesotherium Nehringi merc. sp. no\-. Fundamos la especie sobre un cráneo bien conservado, cua- tro fragmentos de la parte anterior' del cráneo, un maxilar interior en buen estado de conservación, otros dos maxilares interiores incompletos y diez fragmentos del maxilar inferior. I'lstas piezas proceden casi todas de Monte León. Los dos ma- xilares inferiores incompletos han sido descubiertos en las iiarrancas del rio Santa Cruz. Esta especie ha sido de mayor tamaño que la precedente. El cráneo no tiene implantados sino los dientes siguientes : pmi del lado izquierdo, y d, ü y i- del lado dereclio. Pnii- presenta la columna anterior de la cara lateral esterna, bien redondeada, elevada y ancha. El mismo carácter se presenta sobre los otros premolares que nos ofrece á estudiar una de las piezas arriba mencionadas. Siguen las dimensiones que nos suministra el cráneo, prin- cipiando por los dientes: 1 I — 2 I — ll 1 c — ™l 2 PM — 3 PM — i P.M -— nirmeti'O antero - posterior , to~ mailo sobre el borde esteruo. . l-A mismo, tomado sobre el Ijorde 12 17 21 21 11,5 15 8 15 13 12 12 17,5 21 20 22 20 10 25,5 2-1 21 23 Iiiúinctro transversal, tomado so- bre el borde antero-iuterno . . El mismo, tomado sobre el borde 27 9 Longitud del cráneo, tomada entre el borde posterior de los cóndilos occipitales y el borde incisivo 408 Longitud tomada entre el borde posterior de mi y el liorde incisivo 203 Diámetro transversal del cráneo tomado al nivel de la fosa glenoidal 272 El mismo, tomado sobre los apófisis cigomáticos, al — 424 — nivel del liorde ¡losterior del mi 249 Distancia transversal entre los agujeros sub-orbitarios. 92 Longitud del espacio ocupado por la serie de los siete molares superiores y el 202 Longitud del diástema entre d y 11 19 » » i- y i^ 13 Las dimensiones tomadas sobre el maxilar inferior, son las siguientes: 'T ' 2- 'J '^T ™T PM-O PM- PM- M_ M o- M -- I)iíÍmptro an tero- posterior . . Dh'iuietro transversal, tomado sobre el lóbulo anterior . . El mismo, tomado sobre el lóbulo pOStPl-i'T Altura IS 10 31 22 9,5 31 26 13 54 17 S,B 30 14 10,5 22 19 7 9 25 22 9,5 11 26 23,5 10 U 32 31 15 15 32 85 14 14 32 J3 11 IJ 25 Longitud del espacio ocupado por los siete molares y el canino 207 Longitud del espacio entre el borde posterior de ms y el borde incisivo 237 Diástema entre cr \' i 3 4 Distancia tomada en línea recta entre el borde poste- rior del cóndilo y la cstrcmidad de i^ 380 Mayor largo del maxilar 407 Altura del maxilar tomada sobre el cóndilo 203 » )) inmediatamente atrás de ms. 97 » » :i\ nivel de my » ') " l>my Longitud de la sinfisis Diámetro transversal al 8C) 93 OS 130 88 nivel de ni;! » I) ] >mT » » Ci 72 El maxilar inferior es mas fuerte que en Ncsothcrium argen- finum Mere. La po^^icion de los orificios dentarios es tamlncn muy diferente. En Xesotheríu»/ argcntiniim, se observa un gran agujero acompañado de otro mas pequeño debajo de pm.j, y un tercero al nivel de mr- l'^n la especie que nos ocupa, los orificios dentai'ios son también en número de tres, de diihne- tros respectivamente iguales, y teniendo la misma posición re- lativa, con escepcion del segundo, que se encuentra al nivel del borde antei'ini' del ¡mu. Nesotherium Burmeisteri. merp. sp. noA'. Esta especie csiá i'epi'esentiida por dos cráneos incompletos, l)ei'o enti'e los cuales uno de ellos jiresenta toda la dentadura del lado derecho. Estas piezas proceden de Monte León. Esta especie es de talla un poco mayor que la de Xcsothc- rium Nehringí Mere. Difiere de esta última por la columna antero-esterna de pm*-, menos elevada y bastante mas ancha, y por la presencia de un diástema entre pml y pml, y entre pm^- y c' . Sobre los pm^, pm?. y pmi-, esta la columna antero- esterna l)ien indicada y ancha. Está también indicada e.sa co- lumna sobre los verdaderos molares, pero jioco elevada y dis- minuyendo de ancho del primero al último. Los dientes nos suministran las siguientes dimensiones: 1 I — 2_ 3 I — 1 c — 1 Pil- 2 PM — 3 PM — 4 PM — 1 M — m1 3 M — Diámetro antero-postorior to- mado sobre el liorde es- terno Diámetro transvers.il, tomado sobre el borde autero-iu- 27 IG 23,4 24 13,2 10 14 10,5 is 13 17 19 24 27 41 42 Gl 45 El mismo, tomado sobre el borde posterior El espacio ocupado por los siete molares es de 193. La dis- tancia entre el borde posterior de mil y la cara anterior de ü. mide 286. El diástema entre pml y pml, mide G; entre pmly ci, 10; entre el y ü, 7, y entre ü v ü, 18. Observación relativa á otras dos especies j^robables del género Ne- sotherium. — Posee el Museo de La Plata, á mas del material ya enumerado, dos cráneos incompletos y otros fragmentos de cráneos y de maxilares del género Nesotherium, los cuales nos parecen referirse á dos especies diferentes de las mencionadas. Desgraciadamente, esas piezas se encuentran en un estado de conservación tal, que no nos es posible descubrir en ellas ca- racteres que nos autoricen por el momento á publicar esas especies. 426 Gen. Protoxodon Amegu. Nesodoii. OwEN. Rep. of t. Brit. Assoc, p. G7 (1846). — Desc. of .S-. sp. of t. ext. ¡jen. Xcsodon, etc. Phil. Ti'aiis. p. 304, pl. XVIII, fig. 15, 16, 17 (1853). Protoxodon. Ameghin'o. — Observ. gen. etc., p. 62, (1887). — Eniim. sistcni. etc. j). 16, (1887). — Cont. al con. Mam. füs., etc., p. 440, (1889). GronotJtcn'inn. Ameghino. — Enum. ■■^ist. etc., p. 17. (1887). — Cunt. al con. Mam. fós. etc., p. 460 (1880), El señor Ameghino, en el cuadro analítico de los géneros de la familia de los Protoxodontidae, en su obra sobre los Mamífe- ros fósiles de la Bepítblica Argentina (véase ji. 440), dá como ca- rácter distintivo de los géneros Protoxodon y Adinotherium , el hecho de que \ resentase aquel los dos primeros premolares inferiores uni-radiculados, mientras en el segundo, el primer ¡¡remolar inferior solo esti'i uni-radiculado. Este carácter de dis- tinción no está fundado. Todos los Protoxodontidae que conocemos hasta ahora, tienen el primer premolar inferior uni-radiculado, y el segundo bi-radiculado. En cuanto al mismo género Proto- xodon, el señor Ameghino está en contradicción consigo mismo. En la página 442 de la obra mencionada, al dar los caracter^-s del género Protoxodon, después de haber descripto el primer pre- molar inferior, se lee esta frase: «Los premolares (|ue siguen presentan todos dos raíces sepai'adas, una adelante y otra atrás, y aumentan sucesivamente de tamaño del pm 2~ al pmx». En este mismo cuadro analítico se vé que el género Grono- therium eslá establecido sobi'e el hecho de presentar los molares inferiores de base abierta y encorvados hacia afuera. Ya hemos discutido suficientemente el valor de esos carac- teres, y á mas sabemos (juc entre los géneros conocidos hastn ahora de la familia de los Protoxodontidae, el género Adiinjtltc- ñiim solo tiene los molares inferiores encorvados h;icia afuera. Las dos piezas (jue han servido de tipo al señor Ameghino para fundar el género GronotJierium, y que son de proi)iedad del Museo de La Plata, presentan los molares encorvados hacia adentro y no hacia afuera. El hecho, á mas, i'csulta de la des- cripción misma que ha dado de esas piezas el señor Ameghino (véase loe. cit. p. 460), donde leemos esla frase: «Animal de i — VM — talhi considoraljle, bastante parecidí^ ú Froto.rodon, del ([uo >l' distingue \)Ov sus verdaderos molares inferiores, mas pareci- dos á los de Toxodon, de base eom|)letamcnte abierta y lige- ramente arqueados hacia adentro». Auníjue el señor Anikciiino pretende en esa misma des- cripción del Groiiotheriniii (|ue las piezas que le han servido de tipo proceden de individuos comi)letamente adultos, tene- mos que declarar que las piezas de comparación, bastante numerosas, que hemos examinado, nos iraen á una interpre- tación muy diferente, que nos conduce á considerar las piezas que han servido de tipo al señor Ameghino, como proceden- tes de individuos relativamente jóvenes, la mejor conservada sobre todo. Es precisamente este hecho que induce al citado autor á encontrar en los verdaderos molares mas parecido con el género Tojcodon r[ue con el género Protoxodon. El surco que señala el señor Ameghino sobre la cara late- ral interna de mr, se encuentra en todos los verdaderos mo- lares de Protoxodontidae, procedentes de individuos jóvenes aun, y desaparece pi'onto cuando el diente ha llegado á cierto grado de desgaste. Mas, liaremos ol)servar (|ue este accidente no está acentuado en tal grado para podei'Io designar con el calificativo de surco. Suponemos que el señor Ameghino lo habrá designado con .este nombre para establecer un carácter de transición aparente con el género Bhadinotlierium, que, como lo hemos demostrado, es un Nesodon, y para llegar de esta manera á incluir el género Colpodou en la familia de los Pro- toxodontidae. En cuanto al modo de encorvacion de los dientes, si se hubiera tomado el señor Ameghino la molestia de comparar esas piezas con las que !e han servido de tipo para fundar Protoxodon marmoratus, (¡ue son igualmente de propiedad del Museo de La Plata, se habría apercibido este señor que no hay á este respecto ninguna diferencia entre las unas y las otras. Lo mismo sucede respecto á la foi-ma general de los dien tes, teniendo en cuenta la edad poco avanzada del individuo del cual procede la pieza, en la cual se hallan implantados los dos primeros verdaderos molares, atribuida por el señor Ameghino al género Gronotherium. En lo dicho creemos haber demostrado suficientemente la imposibilidad de conservar el género Gronotherium. Los caracteres distintivos que hemos podido observar liasta aliora del género Protoxodon, y que permiten distinguirlo de los — 428 — géneros hesotherium y Adelphotheiium, se refieren esclusivamente á la dentición. La formula dentaria es: ig, cj, pm^. m 3 . El último mo- lar se distingue del de los géneros Nesothcriuin y Adcíphoflie- r/iuii \)0V su diámetro anlero- posterior, relativamente muy fuerte. Los otros molares, en comparación á los de los géneros citados, tienen el diámetro antero-posterior relativamente mucho menor, y aumentando también del primero al último. El diá- metro transversal de las molares en Frotoxodon es relativa- mente mucho mas fuerte que en Nesotheriinn y Adclphotlieriitm. La sección transversal de los verdaderos molares superiores nos recuerda el género Adinolheriuni : los ángulos obtusos del tra- pecio, son, sin embargo, mas abiertos. El ü, por su forma, es parecido al de J\esotheriu))i. En cuanto al modo de articulación de las piezas frontales con los huesos nasales, se observa en la mayoría de los casos un prolongamiento triangular de los frontales entre los huesos nasales, como lo hemos señalado ya en los géneros Adinotherium y NesotheriiDn. En algunas especies este prolon- gamiento es mas acentuado que en los géneros citados, mien- tras en otras falla ese prolongamiento, y la sutura de los fron- tales con los nasales es transversal. Apesar de lo que dice el señor Ameghino (véase loe. cit, p. 442), tanto sobre los ejemplares que han servido á este autor, como sobre los que han venido después á aumentar las colecciones del Museo de La Plata, las suturas de los hue- sos lagrimales son perfectamente visibles. Nuevos materiales nos permitirán sin duda descubrir toda- vía otros caracteres distintivos entre los géneros Nesotherium, Frotoxodon y Adelphotherium. Protoxodon evidens .verc sp. nov. La especie está representada por dos cráneos incompletos procedentes de las barrancas del rio Santa Cruz. En cuanto á la talla y á los caracteres específicos de los dientes, es esta especie, por el género Protoxodon, la especie homologa de Nesotherium carínatum por el género Nesotherium. — 42 i) — Lns dimensiones de los dientes son las siguientes il I — PM — 3 PM — i PM — 1 M — 2 3 M — Dii'iini^tro aii tero -posterior., to- nuulo sobre ei borde esteruo. . LI misino, tomado sobre el borde 23 13 21 13,1 13 14,1; 13,5 15 12,5 18 13 10 lU 17,5 19,5 23 22 25,7 5G,4 Diámetro transversal, tomado so- bre el borde alitero-interno . . El mismo, tomado sobre el borde, - Ati'iliuimos á la misma especie, con las i'eservas del caso, un maxilar interior incompleto, recojido también en las bar- rancas del rio Santa Cruz, y soljre el cual no se apercilien mas que dos agujeros mentonianos, el primero deliajo de pmr, y el segundo debajo del li'ibido aatei-ior del nif. La altura del maxilar al nivel de nía" es de 70, y al nivel de i)mx, do 07. Kl diitmetro antero-posterior de los molares, tomado al nivel del borde alveolario, es sucesivamente, del primero al último, 5, O, 12, 17, 21, 20, 52. Protoxodon clemens sp. nov. Fundamos la especie sobre un cráneo incompleto y sobre tres fragmentos del maxilar interior, descubiertos en las bar- rancas del rio Santa Cruz. Por lo que se refiere á la talla y á los caracteres especí- ficos de los dientes, es esta especie por el género Protoxodon, la espei-ie liomóloga de Nesotherittm Sliideri, por el género .A-e- sotheriuin. Siguen las dimensiones de los dientes: PM-^. ™ir ™T M- " 2- "3- 2 P.M — 3 i PM — PM — 1 M — 2 M — • 3' M — '1 Diámetro autero-poste- rior, tomado sobre el bonie estenio . . . . El mismo, tfimado so- bre t.'l bordo interno. líiánietro transversal , tomado sobre el borde autero-iuterno .... El mismo, tomado so- bre ei bordo poste- ro-esterno ) > 15 ) 10 10 16 11 10,5 19,5 13 21 12 13 29 14 14 50(?) 10 13(?) 21,7 26 _ 23 31,4 33 37 54 36,4 — 430 — Protoxodon conspurcatus amegh. Protoxodou cijiispurcutus. Ameghino. Euion. siston.. etc. \). Hi ( 1S87 ). — Vont. al con. Mmit . fos., etc.. p. 445 ( 188',)). A mas de la ]iieza (jue ha servido de lipo al señor Ameghi- no, y que es de propiedad del Museo de La Plata, posee este establecimiento un it/hioo incompleto, la |iarte mediana fie otros dos cráneos, un maxilar inferior iz([uierdo y un fraí^inento del mismo iiueso del lado derecho. Mstas |)iezas [¡roceden tle las Iiarrancas del rio Santa Cruz. Atribuimos á la misma especie, con las i-oservas del caso. un maxilar inferior incompleto procedente de los. mismos pa- rajes. Difiere solirc toilo este maxilar del que hemos alriliuido á Protoxodon eridciis Mei'c. par su euer'po mas alto. \ pm' los agujeros mentonianos (jue son en número de tres. I''-1 anterior es de diámetro un poco mas pjqneño que los otros dos. Los dos pi'imeros están debajo del pm 3- , y el tercero dcliajn del lóhulü anterior del m — . Kl difimetro antero-posterinr de ¡113- es de oU, y el de m — de ¿ti. La allura del maxilar al ni\el de m -3 mide 75, y al nivel de m 2 <>"• Protoxodon Trouessarti meiu. sp. wi:nnotro autero-posterior, to- luail»! sobre el ^orilo estenio. Kl misino toiiinilo sobre el borde interno • . riiánietro transversal , toniailo sobre el lionleantcro-interDO. Xl iiiisiuo, tomado solire el borde posterior 18 13,5 18,5 24 14,7 IG M -5- ' 2 3 -PM — 29,4' 52,3 18 16 3 4 PM — I PJI — 18,7 35 37,8 Protoxodon americanus merc. sp. nov. Esta especie está establecida sobre dos maxilares inferiores incompletos y la parte anterior imperfecta del mismo hueso. Estas ])iezas han sido descubiertas en las barrancas del rio Siinta Cruz. Esta especie nos parece de la talla de Protoxodon mannoratu>< Amegh. Difiere de ella por el maxilar inferior relativamente mas fuerte, por las dimensiones relativas de los dientes, y por el número y la posición de los agujeros mentonianos, que son en número de cinco. El primero es de diámetro muy grande y está debajo de los pmxypmT; el segundo, al nivel del borde posterior del pm-g-; el tercero, al nivel del borde posterior de pm -g- ; el cuarto, al nivel del borde posterior de pm t; y el quinto, al nivel del lóbulo anterior de m -3-. Hé nquí las dimensiones de los dientes: Pidinetro antero-postorior | l)i:'uiK'tro transversal , tomaílo sobre o\ i lóbulo auíei'ior ' El mismo, tomado sobre el Iiíbulo poste-^ rior ] '1 PM^- PM- PM- "T "■2 "T 21 18 20,2 23 29 35 51 U 11 11,5 13 14,5 15 16 8 12,5 14 15 14 13 La altura del maxilar inferior inmediatamente detrás del mij- es de 94, al nivel de m "2" de 87 y al nivel de pm t de 77. Al nivel de m -g-, el diámetro transversal del cuerpo del maxilar es de 39. La sínfisis no llega hasta el nivel del liorde anterior del pm ^. Protoxodon marmoratus Amegh. Protoxodoj rnioratus. Amegiiino. Loe. cit. p. 16 A la lista de las piezas que han servido de tipo al señor Ameghino y que son de propiedad del Museo de La Plata, hay que agregar numerosos fragmentos de maxilares superiores é inferiores y dientes sueltos. Estas piezas proceden de Monte León V de las harrancas del rio Santa Cruz. Protoxodon decrepitus (Amegh. ) merc. sp. nov. Gronotherium decrepitiim. Ameghino. Loe. cit. p. 17 y 460. A mas de las piezas que han servido de tipo al señor Ame- ghino, y que son de jjropiedad del Museo de La Plata, agre- garemos ocho fragmentos de maxilares inferiores, entre los cuales algunos representan una rama casi entera de ese hueso. Estas piezas proceden de las barrancas del rio Santa Cruz. El señor Ameghino dice (Véase loe. cit. p. 460.) que Gro- nothen'uní es un animal de talla considerable. A juzgar por las piezas que hemos estudiado, no ha sido este animal de mayor talla que Protoxodon niarmoraiiis Amegh. — 4:33 — Aquí s¡,i;-uea las diinensionos do los dientes: lii;ínu-tro ixuti-io-postoiior Diámetro trausversal, tomado sobi-e el lóbulo auterior El mismo, tomado sobro el lóbulo posterior PM — PM M — M — 3 i 1 2 17 22 26 33 12,5 14 14 16 13 14 14 14,8 13 La longitud del espacio ocupado por la serie de los siete molares inferiores es de 185. Se observa sobre el maxilar in- ferior cuatro agujeros mentonianos : el primero, al nivel del borde anterior del pm — , es do diámetro mas grande que los otros; el segundo, al nivel del borde posterior de pm-g-; el tercero, debajo del lóbulo anterior del m^; y el cuarto, debajo del lóbulo anterior del m "r- Protoxodon obliteratus amegh. Protoxodon obliteratus. Ameguino. Lnc cit. \k 10 y 448. A la lista de las piezas (|ue han servido de tipo al señor Ameííhino, y que son ¿o pro})ÍGdad del INluseo de La Plata, hay ([ue agregar cinco fragmentos de maxilar inferior, entre los cuales uno de ellos representa la parte anterior de este hueso. Estas l)iezas han sido recojidas en las barrancas del rio Santa Cruz. Pretende el señor Ameghino (Véase loe. cit. p. 448), que esta especie se distingue á primera vista por el insicivo esterno (¡ue esti'i implantado, dirij ¡endose hacia arriba de una manera mas i'i'ipida y mas acentuada que en la especie precedente (Pra- toxodoii mannóratiís), en la que se dirije hacia adelante, eleván- dose poco hacia arriba. Pretende también este autor que el c T es caedizo. En el cuadro analítico «(ue establece este autor en la página 443 de su obra, son esos los solos caracteres dis- tintivos indicados por la especie que nos ocupa . A mas de no tener un valor especifico, esos caracteres no se presentan en la citada especie. El examen de las piezas (¡ue tenemos al estudio, no nos permite admitir ni una dirección particular y diferente que en las oti-as especies del mismo género del i s", ni la caducidad del CT- Practicado sobre las mismas piezas que han servido al señor Ameghino, fiicil es observar que esas piezas han sufrido una' depresión, acompañada de una rotura, fenómeno que dicho autor no ha tomado en cuenta, y que lo ha inducido en error. L 434 — Protoxodon Sulivani (Owen) Amech. yesodun Suliraiii. Owen. Eep. of t. Brit. Assoc. p. 07 (1846). — Descr. ofs. sp. oft. ext. (jen. Kesodonctc. IMiil. Ti-ans. p. 3011,1. XVIII. fig. 15. 10 y 17. (1853). BuRMEiSTER. Dcscr. pliíjs. Eep. Arfj. t. III p. 501 (1871)). Amegiiino. Obscrv. ¡jen. ele. p. 60 (1887). — Eiinm. sis- icm etc. p. 443 (18S7). Froto.mdoii Sidirani. Ameghino. Cont. al ron. Mam. fos. ele. p. 443(1889). Posee el Musco de La Plata un cninco cnn el maxilar in- ferior del mismo individuo imperíecto, otro maxilar inferior imperfeelo taml)i(>n. un fragmento del mismo Jiueso y dientes sueltos perteneeientes á la espeeie ([ue nos oeupa. Esas ¡jiezas ]iroi-cden de las l)arraneas del rio Santa Cruz. Ya hemos señalado la confusión en la cual lia caído el señor Ameghino al ocultarse de esta es|)ecie (véase p. 41). Las figuras 15, 16 y 17. pl. XMII de la Memoria de Owex ( 1 ) corresponden respectivamente á pm 3^, pm j y m y del ejemplar el mas completo que hemos citado mas arrilia. Owex atrÜMiye esos dientes á pm 2 ¡im 3- y pm t de la es[)ecie (¡ue ha fundado: mientras que del examen de nuestro ejemidar, resulta que e-^os dientes son los pm 3-, pm t y ni y como aca- bamos de decirlo. Esa divergencia en la interpretación de los hechos, se esplica de la manera siguiente : Owen establece las relaciones de homología de esos dientes compar.'tndolos con los del género Á'esodon, y el venerable sálño admitía que al i 3^ de Nesodon le seguían oclm dientes; pero descubrimientos ulteriores de piezas mas completas de las de que disponía ilusti-e i»aIeontólogo, han venido á probar que. en el género Nesodon los dientes que siguen al i -3 son solamente en número de siete. El fragmento que representa la figura 18 CS'éase loe. cit'. ) del mismo autor, no pertenece á la especie que nos ocupa. Nos parece pertenecer á la especie que mencionaremos en seguida. En cuanto á los fragmentos representados en la fig. 19 y 20 (A'éase loe. cit.), no hemos logrado identificarlos hasta ahora. (I) Owen. Dcscriplinn of some spccies of the extinct. r/en. Nesodon eíc. Pliil. Trans. 1853; 4»; pl. XVIII, fig. 15, 16 y 17. / .1.35 Liis (limeiisiones de los dientes son las sii;-uientcs : 'T '¥ 'J ™T PM^ ™- 21 13 14 M- My " 3 2 M — 3 M — Diiíiiii'tro :intcro-postc- 11 lü 10,5 . 17 23,5 16,5 9,4 11 15,2 12,5 11,5 19 12,8 13 28 15 18 36- 20 IS G7 . 21 IG 40 42 67 Diiitnctro transversal to- iiiiiilo sobre el Inluilo untcrior El iiiisino, toiiuidi) sobro' • ■1 lólmlo jiosteriüi' . . 47 1,11 cai-ii laleral esterna del m 1 presenta un surco longitu- dinrd ancho y muy ¡irofundo. E\ espacio ocupado [xu- los siete molares inferioi'es mide 2(l(). l'^l diástema entre e i y i g-esde 7. La distancia entre el liorde posterior de m j y el borde in- cisivo, 240. VA mayor largo del maxilar infei-ioi-, 390. La altura inmediatamente detrás del m -3, 87; al nivel de m -o, 71 : y al nivel del \nTí 4-, 80. El diámetro transvensal del maxilar inferior al nivel del c t, mide 77. Se oltserva en el maxilar inferior cuatro orificios dentarios : el primero, de diámetro mas pequeño f[ue los otros, al nivel del pm -2 : el segundo, al nivel del liorde anterior del pm j : el tercei'o. al nivel del borde antei'ioi' del mx; el cuarto, al nivel del borde anterior del m 3 . Ll prolongamiento triangular de las piezas frontales entre los huesos nasales es mas largo y mas angosto de lo que se observa' íieneralmente. Protoxodon Henseli merc. si). no\ . Fundamos la especie sobre un maxilar inferior imperfecto y un l'ragmento de cráneo del mismo individuo, otro fragmento de cri'ineo y dientes sueltos. Lstas piezas han sido recojidas en las barrancas del rio Santa (Iruz. Esta especie ha sido de talla menor que la precedente. El surco de la cara lateral esterna de m 1 es. menos profundo que en esa especie. Lo mismo sucede en el m 1 suelto que ati-i- 1 luimos á esta especie. El maxilar inferior no es tan fuerte como en Protoxodon Sit- ¡irani. Los agujeros mentonianos son también en número de cuatro: jiei-o los dos anteriores estiín encima el uno del otro, deliajo del pm 2"; el tercero y el cuarto ocupan la misma posición relativa que la especie precedente. 436 Las dimensiones relotiras de los dientes son las simiientes: Diámetro autero-postcrior, tomado sobre el borde estenio , El mismo, tomado sobre el borde interno Diámetro transversal, tomado sobre el borde autero-interno 19 El mismo, tomado sobre el borde postero-esterno 17,5 M - M-^ 1 1 2 6i M — 3. 30 24 19 16 2<1 17,5 12 23 39 El espacio ocupado por la serie de los siete molares inferiores mide 191. La altura del maxilar inferior inmedialomento atrás de m ^ es de 8G; al nivel de nio, 07; y al nivel de pm t, ~~- Protoxodon speciosus merc. sp. nov. Establecemos esa especie sobre un maxilar inferior, al cual le falta la mitad posterior de la rama derecha. Proviene esta I pieza de las barrancas del rio Santa Cruz. Esta especie ha sido aproximadamente de la tnlla de la pre- cedente. Se distingue de ella por el maxilar inferior que tiene una forma general bastante diferente, y los agujeros mentonia- nos son en númei'O de cinco. Los dos primeros estiin al nivel del i>m 1 y pm 2^ ; el tercero, de diámetro pequeño, debajo del lóbulo posterior del pm^; el cuarto, al nivel del borde anterior del mi ; y el quinto, al nivel del borde anterior del m 3^ . Las dimensiones de los dientes son las siguientes: DiAmetro antero-posterior Diámetro transversal, lomado sot>re el h'ibulo an- terior El mismo, tomado sobre el lóbulo posterior. . . . 1!) 10 10 13 13 U 14 29 17 15 34,5 18 15 17,5 13,5 La altura del maxilar al nivel del cóndilo, mide 202: al nivel del apófisis coronoideo, 212; inmediatamente detrás del m 3-, 103: al nivel del m ^, G9; y al nivel del pm t, 68. La distancia en línea recta, entre el borde posterior del cóndilo y la estremidad del apófisis coronoideo es de 80. La rama ascendente del maxilar inferior, por su forma, se acerca mas al género Nesotheriiivi c[ue al Protoxodon. — 437 — Obficrvaclon relativa á otras especies proJjahles del género Proto- xodon. — Aporte de las piezas que liemos mencionado del gé- nero Protoxodon. hemos estudiado otras seis mas que repre- senlan maxilares inferiores ó fragmentos mas ó menos perfectos de este hueso. Estas piezas pei-tenecen á individuos demasiado jóvenes, ó se encuentran en mal estado de conservación, de modo que no nos es posil>le publicarlas por ahora. Gen. Adelphotherium Amegh. Adelphotherium . Ameghino. Emtm. sistem. etc. p. IG (1887). Cont. al con. Mam. fós. etc. p. 458 (1889j. Por sus caracteres establece este género la transición entre los géneros Protoxodon y Nesodon. Los caracteres que nos permite señalar el material que he- mos tenido para el estudio son los siguientes : La cresta sagital no es tan elevada como en el género Protoxodon. Los verdaderos molares superiores, como en el género Nesodon, tienen su sección transversal que se ace'rca al paralelógramo. Sin alcanzar al nivel que ocupan en el género Nesodon, los molares tienen una posición relativamente posterior ; el último molar en Adelpho- therium está implantado á un nivel intermediario entre el que hemos señalado por una parte en los géneros Ácrotherium, Adi- notheriiim, Nesotherimn y Protoxodon y por otra parte en el género Nesodon. El ii es muy fuerte, y parece desarrollarse en perjuicio de los otros incisivos. La cara anterior de este diente, en vez de ser triangular como en los géneros Nesotheriwn y Protoxodon reviste la forma de un trapecio rectángulo. El i I tiene gene- ralmente poco desarrollo, y está implantado detrás del i 1. En este caso, los incisivos intermediarios ocupan ellos solos la parte anterior del intermaxilar. El señor Ameghino (1) dice que probablemente los incisivos superiores son todos de raíz abierta. Haremos observar á este respecto que el género Adelphotherium establece la transición entre los géneros Protoxodon y Nesodon. Los i 1 y 1 son siempre de raíz cerrada. Algunas especies tienen los tres incisivos superiores de raíz cerrada. En un cráneo con ( 1) Ameghino. Contribución al conocimiento de los Mamíferos fósiles etc. Buenos Aires, 1889; 4»; p. 448. — 438 - maxilar inferior del mismo indiviiluo c|ue está en las coleceinnes del Museo de La Plata, y (|ue se refiere á la especie que ha dado á conocer el señor Ameghino, AcMphotherium licjattmi. liemos observado lo siguiente: l'lsta^ piezas jiertenecen á lui individiiri que ha llegado á la edad en la cual se hace el reeuiphi/.o de los dientes. Se observa sobre el cráneo del lado derecho, el alveolo del i -i, que indica la presencia de un gran diente muy arqueado y de raíz abierta. Del otro lado del mismo cráneo se ve un pequeño diente que corresponde al iJ=. Nos hemos ase- gurado de que este diente ei-a el de la dentición [¡ermanente, practicando la abertura necesaria en el intermaxilar. l']ste diente es muy poco arqueado y de raíz cerrada. Los molares inferiores, por sus raíces y por su corona, nos recuerdan el género Nesodon. La fórmula dentaria es i -Icypm jm^-. Adelphotherium lutarium merc. sp. nov, Esta especie esta representada por cuatro cráneos incom- pletos y numerosos fragmentos de cráneos y dientes sueltos. Lsas piezas han sido recojidas en las barrancas del rio Santa Cruz. Por lo que se refiere á la talla y á los caracteres de los molares, esta especie es por el género Adelphoilicrmm, la especie hom(')loga de Nesotherium argentinum por el género J\csotherium. SifAuen las dimensiones relativas á los dientes: 17 17 3 I — 12 1 c — 12 1 2 PM — 3 PM — •1 PM — mí 23 21 34 23 2 M — 40 2G 20 3 M — Diámetro antero-posterior, tomado sobre el borde es- 11 18 20 22 24- 2Ü 21 22 24 19 40 Diámetro transversal, tomado sobre el borde antero- 31 El mismo, tomado sobre el borde postero-iuterno . . . Adelphotherium trivium merc. sp. nov. Fundamos la especie sobre un cráneo incomjileto, encontrado en las barrancas del rio Santa Cruz, y sobre dos maxilares — .i39 — superiores de un niisuii") imlixíiluo \' maxilares suMeriores sueltos ]iroeedeiitc.s de Alonte León. En f'uanto á su talla y á los caracteres particulares de sus nii)lares, esta especie re|jresenta por el .género al curd pertenece la es|)ecie lionióloKii de Xrxoilicriuin rntihi/n por el i^iniero Keso- theriuin. Los dientes suministran las siguientes dimensiones: Diáiiiotro iintcro - postoriol' , tomado sobre el borde es- tenio El mismo, tomado sobre el bordo iutenio Diámetro transversal, tomado sobre el borde antoro-iu- toruo El mismo, tomado sobre el' borde postero-esteruo . . . 31 18 23 1 ! 1 — i PM — 18 11,8 PM — PM - 1 I 1 PM— M — 19 20 21 31 19 - 21 23 18 22 24 31 16,5 21 27 41 35 3 M — 50 Ksta especie, así como la precedente, también se acerca mas á Protoxodoii que ¡i Nesodon. El il en esta especie es mas alto que ü, y tiene la misma forma que en Protoxodon. Adelphotherium repandum merc. sp. nov Establecemos la especie sobre un cráneo descubierto en las barrancas del rio Santa Cruz. Esta especie, por su talla y por los accidentes de los mola- res, representa ¡ior el género que nos ocupa, la especie liom(J- loga de Nesothcrium patagonense poi' el género Nesotheriniu. Los dientes tienen las siguientes dimensiones : 1 I — 2 I — 3 I — 1 c — o PM — 3 PM — 4 PM — 1 M — o M — 3 M — Diámetro anterior -posterior, to- mado sobro el borde esterno . El mismo, tomado sobre el borde. -32 17 14 17 13,5 14,2 20 20,3 10,5 21 21,7 21 20 23 23 18 19 34 21 32 24 4G 30 34 19 - Diámetro transversal, tomado so- bre el bordo antero-interno . . El mismo, tomado sobre el borde, postero-esterno 29 El il presenta en esta especie la forma (|ue todavía tiene este diente en Protoxodon; es, sin embargo, muclio mas débil, y no es superior en altura al ü. 4Í0 — Adelphotherium ligatum amegh. Adelphotherium ligatum. Ameghino. Enum. sistem. etc., p. 16 (1887). — Cont. al con. Mam. fos., etc., p. 458 (1889). A mas de las piezas que han servido al señor Ameghino para fundar la especie, posee el Museo de La Plata un cráneo con el maxilar inferior incompleto de un individuo en el cual se opera el reemplazo de los dientes, piezas de las cuales ya hemos hablado mas arriba, así como el atlas del mismo indi- viduo y un fragmento de cráneo de otro. Estas piezas proceden de las costas del rio Santa Cruz. Esta especie nos parece halier tenido la talla de Nesotherium turgidiim, que es también la especie homologa de la que nos ocupa. Adelphotherium Rothi merc. sp. nov. Designamos esta especie sobre un maxilar superior izquier- do, procedente de las barrancas del rio Santa Cruz. Se encuentran implantados en este fragmento, los pm^ y pml de la primera dentición, y mi y mi. Nos parece la espe- cie homologa de Nesotherium Studeri Mero. Hé aquí las dimensiones de los dientes: 3 PM — i PM — 1 M — 2 M — Diámetro antt-ro-posterior, tomado soliro el liorde esterno El mismo, tomado soltre el borde iuterno Diámetro transversal, tomado sobre el borde interno El mismo, tomado sobre el borde postero-esterno 17 25 20 26 22 35 30 29 17 39 27 14 13 Adelphotherium pumilum merc. sp. nov, Fundamos la especie sobre dos cráneos incompletos recoji- dos en las barrancas del rio Santa Cruz. 411 Como en las dos especies precedentes, il es pequeño, de raíz cerrada é implantado atrás de ii. Los incisivos interme- diarios (ii) ocupan ellos solos el borde anterior del promaxi- lar. Esta especie es la iiomóloga de Nesotheriwn carinaluni. Las dimensiones relativas á ios dientes son las siguientes: 1 i — 1 PM — 2 PM — 3 PM — 1 M — 2 M — Di.lmctro antero-postorior, lomado sobre el Ijorde estenio ' • 28 10 12,5 8 14,5 12,0 25,5 2U ü 32,4 21 l)¡ámetro trausversal, tomado sobre el borde au- 23.5 El mismo, tomado sobre el borde postero-esterno 12,5 Nota. — La impresión de nuestro traljajo estaba casi ter- minada, cuando hemos recibido la entrega 3^ t. I, del 1" de Junio de 1891, de la Revista Argentina de Historia Natural, en la cual el .señor Florentino Ameghino dá á conocer cuatro nue- vas especies de la familia de los Profoxodotiíiclac, que son : Adino- therium haplodontoides, A. (?) paranense, Acrotherium karaikeiise y A. stijgium. En cuanto se relacionan estas especies a las que damos á conocer en el presente trabajo, haremos las siguientes obser- vaciones : 1^ No podemos tomar en consideración la especie denomi- nada por el señor Ameghino bajo el nombre de Adinotheriiim haplodontoides, por el motivo que los caracteres diagnósticos que de esta especie dá el autor, están en contradicción con la figura que puldica del maxilar superior izquierdo de la misma especie. 2'' Adinotherium (?). paranense es del oligóceno, y parece muy diferente de las especies que damos á conocer. 3"* Acrotherium karaikense nos parece corresponder á Acrothe- rium varierjatum, que damos a conocer en el presente trabajo. 4^ Por fin. declaramos que no podemos considerar como fundada la especie Acrotherium stygiam, por el motivo que el maxilar inferior de Acrotherium no era conocido en el momento — 442 — de la publicación arriba mencionada, y que el señor Ameghino no dá en los caractsres diagnósticos de esta especie, fundada sobre un fragmento de la rama izquierda del maxilar inferidr. ninguna indicación que permitiese saber que se trata del gé- nero Acrotherium ó de cualquier otro de la misma familia. Los caracteres que de él dá el autor mencionado, son comunes á todos los Protoxodontidae. El dibujo que de este fragmento de maxilar publica el señor Ameghino. no permito tampoco juzgar si se trata de un Acrotherimn ó de un Adinotlieniun, ó de un Nesothermm ó de un Adelphotheritini. L.'i PI;ita. Jimio 15 tic 1891. OnsERV.vrloN. — L;i uuÍ'I.tI í\'- im-ilkla ¡nl^iptulLi '-ii ul curso del traliajo qiiL' procede jiiilíinctro. EXPLICACIÓN DE LAS PLANCHAS PLANCHA I Acrotherium patagonicum meki . Crá'ieo vislo de aliajo, reduciilo á una iiiilail iJel tamaño natural. PLANCHA II Adinotlieriuta magister amecii. Fi;!- I — Cráneo visto de abajo, reducido á una niitul del tamaño natural. Nesotherium Studeri miíkc. Fiíj, '-J — L'i-iineo vislii de atrás, retluoido á una mitad del laniaño nalural. PLANCHA III Nesotherium carinatum mebc. Fif/. 1 — Cráneo deijresionailii visto de ali'ijo, i'edm'ido á una mitail del tamaño natural. Nesodon limitatum (.i.meuh.) jierc. Fií/. '3 — Rama i/.nuierda del nuaxilar inferior, vLsta por el lado interno, al tamaño natural, tipo de Rhitdinoüieriuin ¡iinitntuin Amogh. Fii/. 'J'^ — La misma, vista de arriba. Adinotherium Kobyi -meec. Fií/. ,'i — Ultimo verdadero molar superior ( mj^ I con las cuatro ralci's bien distintas, visto por la cara lateral esterna, al tamaño natural. Fir/. .'{ (I — El mismo diente, visto [lor la cara lateral interna. Adinotherium splendidum -iweimi. Fií/. J — Segundo verdadero nioUu' superior (ni^) en el cual ya está en vía !..■ efectuarse la división en raices de este diente, visto por la cara lateral ante- 1 1 II', al tamaño natural. Nesodon ovinus hwe.n. Fir/. ."i — l'rimer verdadero molar interior (mT', visti por la cara lateral inlcrior, en tamaño natural. Fií/. 11 — Ultimo premolar iní'erior (pmT). visto pir la cara lateral esterna. i'ii taurafio natural. PLANCHA W Nesotherium Studeri merc. t'ráneo con el maxilar inferior del mismo individuo, visto do lado, reducido ,i una untad del tamaña" natural. PLANCHA V Nesotherium Studeri mekc Kl misniu vi^iii i!u adelante, reducido tiuijien á una nal vd ilet tamaño natuial. PLANCHA VI Nesotherium Studeri merí. Kl mismo cráneo vistn de an-ilja, reducido á una mitad dol tamañn natural. PLANCHA \l\ Nesotherium Studeri mekc. El mismo cráneo visto de abajo, reducido á una mitad del tamaño natural. PLANCHA VIII Protoxodon americanus merc. Fiy. I — Fragmento de la rama izquierda del maxilar inferior, con los cuatro últimos molares, que ha sido abierto para enseñar la división en raíces de los dientes, que está en vía de efectuarse. Este fragmento se vé del lado interno, y ha sido reducido á las tres cuartas partes del tamaño natural. Fiff. 1 a — El mismo fragmento, visto de abajo. PLANCHA IX Nesodon biturcatus ( ameüh. ) weec. Pifj_ j — Rama derecha del maxilar inferior vista del lado interno, al tamaño natural. Esta pieza es el tipo de Atruptlterium bifurcatum Amegh. La hemos abierto para enseñar las raices del último premolar de la dentición de leche que señalamos en la figura con r, y el último premolar de la dentición definitiva que no ha salido todavía y que señalamos en la figura con pmT. Se vé también en esta figura el primer verdadero molar (mT), en el cual ya está indicada la división en dos raíces. Fi(j la — La misma rama vista de arriba, en la cual señalamos las cuatro raices del ultimo premolar de leche con r, el incisivo de la dentición permanente con ip, y el incisivo de la dentición de leche, que el señor Ameghino en su obra sobre los Mamíferos fosi/c: de In República Arijcntinc, p. 483, considera como canino, por il. PLANCHA X Nesotherium Nehringi mero. Fi;i. 1 — Maxilar inferior visto de ¡lado, reducido á un tercio del tamaño naturaL Nesotherium patagonense (mok.) mekc. Fiíj. 2 — Maxilar inferior visto do arriba, reducido á un tercio del tamaño natural. NOTAS SOBRE LA PALEONTOLOGÍA DE I.A REPÚBLICA ARGENTINA III SINOPSIS DE LA FAIILIA DE LOS BilNODOmERIDAE (EOCENO DE PATAGOXIA) CONSERVADOS EN EL MUSEO DE LA PLATA ALCIDES JIERCERAT, Encargado de Sccciou di-I misino íiíMPSis ie la Faiilia ilB los BüiifliOEtlierlilaíi (EOCENO DE PATAGONIA) CONSERVADOS EN EL MUSEO DE LA PLATA ALCIDES MEECERAT, Eu cargado ilc St-cciou ilfl mismo Los depósitos fosiliferos del territorio de Santa Cruz. (]ue tantas riquezas han proporcionado ya al Museo de La Plata, iii)undan en formas de transición, dada la época geológica á (¡ue pai-ecen pertenecer, de lamas grande importancia para po- der seguir la evolución de los seres. Entre las mas interesantes se contarán sin duda los Bimodontheridae (1). Reunimos en la familia de los Bunodonthendae nueve géneros, entre los cuales cuatro ya son conocidos, y que el señor Ame- (iiiiNO, en su obra so¡)re los Mamíferos fósiles de la Rcpúhlica Ar- tjciüina, hace entrar en la familia de los Frote rolheridae, llegando dicho autor hasta identificar el género Anisoloplius, establecido por el Dr. Burmeister, con el género Proterotherium Amegh. Los Bimodontheridae como los Proterollicridae son Mamíferos que tienen caracteres mixtos entre los Perissodactijla y los Artiodac- tijla; pero los Proterotheridae representan un grado de evolución mas elevado hacia los Artiodnctijla ruminaiitia que los B/aiodonthc- ridac. No conocemos animales entre los cuales los caracteres mixtos de los Perissodadyla y los Arfiodarti/la se manifiesten en tan alto grado como en los Bimodontheridae. Es el sabio director del Museo Nacional de Buenos Aires, el Dr. Burmeister, (|uien ha dado á conocer los primeros restos de un animal perteneciente a la familia de los Bimodontheridae. Designó este animal bajo el nombre de Anchithcrium australe (2). soltre un fragmento de cráneo descubierto en las barrancas del i'io Chico por el señor Ramón Lista. ( 1 ) BuNODONTHERiDAE Mor. et Mei'c. f. nov. (2) Burmeister. Dcscriptiun physiquo de la Républiiptc Anjoitine, I, III ; Buenos Aires, 1879; 8°; p. 479. — 448 — Mas tarde, reconoció el docloi' Burmeister que este animal no pertenecía al género Anchitherium, sino que se trataba de un liénero bastante diferente, y propuso entonces designar el animal bajo el nombre de Anisolophtts australis (1). El señor AMEcmNO, cuando era sub-director del Museo de La Plata, aprovechando del material que ya poseía este esta- blecimiento, dio á conocer, sin interpretar bien los caracteres que presentan esos animales, varias especies de la familia de los BunodoiitheHdae que atribuyó á los géneros Proterolherium, Thoatherium , Diadiaphorns y Licaphrmm (2), considerándolos erróneamente como representantes de la familia de los Prote- rotheridae. Las colecciones del Museo de La Plata se han enriíjuecido ron un considerable número de piezas pertenecientes á anima- les de la familia de los Bunodontheridae, en las últimas espedi- ciones organizadas por este establecimiento en Patagonia , y ejecutadas por los señores Santiago Pozzi, Clemente Onelli y Juan Ivovich. Hemos emprendido un estudio de esos restos, como también de los que han servido al señor Ameghino, y que son de pro- piedad del Museo de La Plata. Consignamos aquí los resultados mas importantes de este estudio, proponiéndonos publicar pró- ximamente una monogi'afia sobre esos restos, en la «Paleon- tología Argentina» que se publica en los Anales de este esta- blecimiento. Todas las piezas que conocemos del esqueleto de los Biino- dontheridae revelan caracteres mixtos en alto grado como ya lo hemos dicho, entre los Perissodactyla y los Artiodactyla. En la conformación de los dientes hay analogías muy esti-añas entre el género Tlieosodon Amegh, de la familia de los Macmn- rhejúdae. que procede de los mismos horizontes geológicos, y lus Biinodontheridae. Sin embargo, las diferencias entre esos dientes ya son acentuadas á tal punto, que es de prever que algún dia se encontrarán formas transitorias entre los Macrmichenidae \ los Bunodonthcridac . Por la conformación del cráneo, ningún animal se presta mejor á la comparación de los Biinodonthcridae que el género fósil (1) Burmeister. Annlas del Musco Nacional de Buenos Aires; 1. 111, c. 2 (e. 14); Bueno-s Aires, 1885; 4"; p. 169-172; pl. 11, figr. 7. (2) Ameghino. Enumeración sistomAlica. etc. Buenos í\li'e.s, 1887; 8"; p. 19-20, — Coidribiición al conocimiento de los Mamíferos fósiles, cíe. ; Buenos Aires, 1889; 4"; p. 554-572. — 449 - lie Xorte-Américo, Oreodoii Leidy. La difei'encia mas sensihle se presenta en la región premaxilaria, cjue contiene en los Buno- dontheridae dos incisivos caninitbrmes solamente, separados poi' Lina barra de los molares. Como en Orcodou, la órbita está completa atrás. Estos animales tienen el radio y el cubito como también la libia y el peroné independientes. El género Bunodoniherium, á juzgar por el lunar, el unciforme y un metacarpiano que tenemos de un mismo individuo, como también por otras piezas de otros, ha tenido cuatro dedos en los miembros anteriores. Los miembros posteriores en este género han tenido solamente tres dedos, á juzgar por el cal- c:inco, el astn'igalo. el navicular, el cuboideo. el ectocuneií'orme y el metatarsiano mediano del mismo individuo. Además del número de los dedos que tienen las estremidades, también por la forma de las piezas que las constituyen, presenta el género Bunodonthermm analogías con el género Tapirus Briss. Creemos, por las piezas que posee el Museo, que los otros géneros de la familia do los Bunodontheridae lian tenido las estremidades constituidas sobre el mismo tipo (|ue el género Biüiodonthrriiim. Adelantamos el siguiente cuadro analítico de los géneros de la familia de los Bu nodoiitheridae: 1. — Verdaderos iiiolares superiores cuijas elemcnios presentan seis lóbulos: dos estemos, dos internos y dos mediavios mas pequeños. L — Lóbulo mediano posterior, representado por un lul)érculo bien distinto, desarrollado en forma de cúspide bastante elevada, y presentándose como elemento accesorio del ló- ijulo postero-esterno. Bunodontherium. 2. — Lólnilo' mediano posterior, representado por un tubérculo iiien distinto, desarrollado en forma de cúspide bastante elevada, y presentándose como elemento accesorio del ló- liulo antero-interno. a. Molares superiores con cara lateral esterna, presentando tres aristas principales y desprovistas de aristas secun- darias. Ihoathcrium. I). violares superiores con cara lateral esterna, presentando dos aristas secundai'ias interpuestas entre las tres aristas pr inci pa 1 es . Biadiaphoriis . 3. — Lóbulo mediano posterior, i'e[iresentado por una simple colina que se destaca del lóbulo antero-interno, y comple- tamente independiente del lijbulo postero-esterno. — 450 — a. Molares superiores con cura lateral esterna, presentando tres aristas pi-incipales y dcs|irovistas de aristas secun- darias. Anomodontheri inn . Ij. Molares superiores con cara lateral esterna, presentando dos aristas secundarias interpuestas entre las tres aris- tas princi]iales. Licaphrñun. 4. — Lóbulo mediano posterior, representado por un tabique transversal que se estiende desde el punto de contacto de los lóbulos internos hasta el lóbulo postero-esterno. a. Molares sujiei-ioros con cara Interal esterna, presentando tres aristas principales y desprovistas de aristas secun- darias. Oreomeri/.i. b. Molares supei'iores con cara lateral esterna, presentandu dos aristas secundarias interpuestas entre !as tres arista- princi]jales. Aiñsoloplnts. II. — Verdaderos molares siqieriores cuyos elementos representan solamente cinco lóbulos, que corresponden á los lóbulos estemos é in- ternos y al lóbulo mediano anterior de los demás géneros déla misma familia. El lóbulo mediano posterior ha desaparecido. 1. — Molares superiores con cara lateral esterna, presentando tres aristas princi])ales y desprovistas de ai'istas secun- darias. JRliagodoii. 2. — Molares superiores con cara lateral estei-na, jiresenlando dos aristas secundarias intoi'puestas éntrelas tres aristas principales. Merycodon. Gen. Bunodontherium merc. a. nov. Diadiapl/orus. Ameghino. Enum. sistem. etc. p. 20 (1887). —Cont. al con. Mam. fós. etc. p. 5G6 (1889). 1 m -'- 4 3 La IVirniula dentaria es : i -g c {¡- pm Las dos piezas })rimitivas del jii-emaxilar son distintas. Cad: una de ellas tiene en su estremidad anterior un incisivo cani- niforme. El incisivo presenta la forma de un iirisma trigonal, de aristas redondeadas, arqueado, dirijido hacia abajo y un i)Oco hacia afuera. Este diente está gastado en forma de bisel. La raíz es de estrcniiilad corrada. La corona está culúcrta por una — 451 — copa delgada de esmalte, que se j)ierde insensililemente en hi liase de la corona sin que señóte un límite bien indicado entre la corona y la raíz de este diente. Faltan los caninos. Una barra no muy larga separa el i^ del pmi. El pmi es parecido al pml de Theosodon Amegh. Tiene este diente dos raíces': una anterior sub-cónica y otra posterior ancha y l)ifurcada en su estrcmidad. La corona presenta una pai-te esterna que se levanta en forma de cúspide, separada por un surco profundo de la parle interna, que está constituicla por dos tubérculos. La cara lateral esterna de la corona es plana- convexa. Tiene un cíngulo basal bien claro, pero no muy fuerte, que se levanta en los bordes laterales, anterior y posterior, para constituir una arista. La arista anterior es bastante débil: la l)osterior es mas fuerte. Sobre la cara lateral interna el cíngulo basol está reemplazado por un borde de esmalte. El pmi tiene la misma Ibrma que el pm±. Difiere de éste |)or su tamaño de mitad mas fuerte, jior su cai-a lateral esterna ondulada, y por la presencia de un pozo de esmalte solare la cara antero-interna de este diente, en forma de corona circular que se destaca de la cara lateral anterior del lóbulo mediano anterior, para terminarse sobre la cara lateral interna del W bulo postero-intorno. El pmi es de mayor tamaño que pmi. La parte esterna ]:iresenta dos lóluilos como en los verdaderos Selenodoñtes. El li'tijulo postero-esterno es de diámetro antero-posterior menor (¡ue el lóbulo nntero-esterno. Las tres aristas características de la cara lateral esterna son bastante elevadas. La parte interna del diente pre.scnta ya tres elementos separados por hendiduras Iransvei'sales mas ó menos acentuadas. El anterior, que es el mas pequeño, representa el lóbulo mediano anterior de estos dientes; el posterior, mas desarrollado y mas distinto del in- termediario, representa el lóbulo postero-interno ; y el interme- diario, el mas grande y el mas elevado, representa el lól)ulo antero-interno. Estos tres elementos constituyen sobre la su- jierficie masticatoria del diente (Njmo una colina mas ó menos accidentada cuyo eje tiene una dirección oblicua hacia atrás \ de afuera hacia adentro. El pmi tiene la misma forma que pmi; pero es de mayor tamaño. El lóbulo postero-interno está también mas desarrollado. Los verdaderos molares son de la misma forma que pmi. pero de tamaño mayor. MI es de tamaño mayor que mi. M^ es de tamaño menor que los otros verdaderos molares. — 452 — En los verdaderos molares, el lóbulo postero-inlerno está mejor desarrollado que en los premolares, y mas separado del lóbulo antero-interno. La separación entre el lóbulo antero-me- diano y el lóbulo antero-interno está indicada casi en el mismo grado que en los dos lóbulos internos. El lóbulo antero-mediano y el lóbulo antero-interno consutuyen un cerro, cuyo eje prin- cipal tiene una dirección bastante mas oblicua de afuera iK'icia adentro, que en el cerro que hemos señalado en los premolares. A mas, se ve en los verdaderos molares un sexto elemento que representa el lóbulo mediano-posterior. Este elemento aparece como un tubérculo accesorio del lóbulo postero-esterno, y se eleva en forma de cúspide. Este elemento depende del lóbulo postero-esterno, por(|ue está separado de los lóbulos internos por una hendidura mas profunda que la que lo separa [¡rimi- tivamente del lóbulo postero-esterno. Cuando los verdadei-os molares ya están algo gastados, el lóbulo postero-mediano, no aparece sino como una arista lateral interna bien destacada, bastante elevada y bien redondeada del lóbulo postero-esterno. El pozo de esmalte en forma de corona lateral antero-interna de los premolares, está intei-rumpido sobre los verdaderos mo- lares', de manera ú presentarse como dos pozos distintos: uno que corresponde á la parte antero-interna del diente, y otro sobre la cara lateral interna entre los lóbulos internos anterior y posterior. Antes de ser atacados por la masticación los molares tienen la corona cubierta por una capa de esmalte continua. Los ló- bulos se levantan en forma de cúspide ; los estemos son mas elevados que los internos, y éstos mas que los medianos. El pm i-, como ya lo hemos dicho, tiene dos raíces. El pm í tiene dos raíces también, una anterior bifurcada y otra poste- i-ior ancha y bifurcada. Los otros molares superiores tienen tres raíces, dos esternas y una interna mas fuerte, con escep- cion de los m A y m 1 que tienen cuatro raíces, dos esternas y dos internas. En todas las raíces de esos dientes se observa una bifurcación mas ó menos acentuada. l'^l maxilar inferior no presenta nada de particular. El i r es un pequeño diente, como el i 3, en los cuales se descubre la forma de los mismos dientes que en Theosodon. El i 3- es un diente mucho mas grande, de raíz bastante larga y cerrada, de corona comprimida tran.sversalmento, dirijida oblicuamente ha- cia arriba y hacia afuera, gastada en bisel según un plano in- rliniido hacia alhajo, de atrás hacia adelante y hacia el intcrioi". Los bordes anterior v posterior del diente constituven una ai'ista — 453 — bastante aguda. Los molares inferiores están constituidos como en los verdaderos Seleaodontes y presentan un cíngulo basal ostei-no ó interno. El pm r tiene una sola raíz. Los otros molares inferiores tien(?n dos raíces anchas solamente, una anterior y otra pos- teri(jr. Se observa sobre esas raíces una bifurcación á vece- bastante pronunciada; ¡lero en ningún individuo hemos encon- trado molares inferiores con mas de dos raíces. Bunodontherium patagonicum merc. sp. nov. Esta especie está representada por piezas pei'tenecientes á un gran número de individuos, cuya enumeración aquí .sería de- masiado larga. De varios tenemos piezas importantísimas del esipielelo. Proceden de Monte León. El Bunodontherium "patagonicum ha tenido la talla del Orcodov maijor figurado por Leidy en su obra, The extiiict MamaJiau Fauna of Dakofa and Kebraslca, 1869; A"; pl. VIIL Las diferencias que presentan entre sí las numerosas piezas (jue atribuimos a esta especie, nos parecen poder referirse á la edad y al sexo de los Í4idivíduos. El maxilar inferior no presenta ningún diástema. Daremos en seguida las medidas tomadas sobre varios indi- viduos: N" 9U45: DiáiiU'tru autero-i)ostenor(l). líiámctru transversal 0 I — 1 PM — o PM — 3 PM — 4 PM — 1 M — 2 M — mí 7 12,ú 15,4 1G,T 17,5 19,6 21,4 17.8 10 14,5 17,8 20 23 24 22 IG 10 u IG 16 14 . 18 lii K\ espacio ocupado por los molares superiores mide 109. El diástema que separa i 1 de pm 1 es de 25. N'^ 9072: Di;'imftrü antcro-postoiior Diiiiuctro iransvi'isal. . . Altmii 3 PM — 4 PM — 1 M — 9 M — 3 M — lü,2 17,2 IS 21 1G,6 lí) 21 23,5 26,4 24 11 11 10,0 10 IG La unidac! de medida es el niUnietro. X" 9031: 4o4 e-rior. . . . T 'T '3 PM- PMg- PMg- PM- "r M 2- "' 3- D¡;imi_-tro auterioi-pos 3,G 3 8,S 5,2 1G,7 5,2 3,0 5 Í0,3 5,4 ',0 16,2 8,5 10 18,8 10,1 11 19 12 12,8 ir, u os orificios se eacLioali'a dolinjo del ir, ¡i ■' del luji-de alveolario; el se- gundo, debajo del diiísfema que separa i 3 del pm r, á 7 del liorde alveolario; el tercero, debajo de la raíz anterior del pm o. ;i 15 del borde alveolario; el cuarto al nivel de la raíz anterioi- liel pm 3, á 20 del borde alveolario; y el (|uinto está á 21 del borde alveolacio y corresponde al pmx- Hé aquí las dimensiones que se refieren i'i los dientes: ' 2" S 4 PM- PM- PM- PM- Tp-T " -3- PM 3 1 PM — 1 M — 2 M "^ niáiiiL'trü autcro-posti^- 9 B 7 15,8 0 íl 18 12 11 18 13,5 12 18 14,5 8,5 20 14 12 20 16 ■ 18 10,6 21 13,5 99 Diúinotro trans versal . . Altura . . ü U 13,6 - 13 17 21 . IB 24 20 I, a longitud del espacio ocupado por los molares inferiores es 117. La altura del cuerpo del maxilar al nivel del mr es 31, al nivel del pm-r 3,1, y al nivel del pmr 21. Su diámetro transversal al ¡livel del mr es 20. 1^1 di;nnelro ti'ansvcrsal del maxilar inferior al nivel del my, mide (15.5, al nivel del |)ni3 4'.), al nivel del |)mr30, y a'l nivel del ir 23. Gen. Thoatherium Amech. Tltodflicn'iíDi. Ameghino. Loe. rit. p. 19 y 5G5. Como en el género Baiioduuflien'iuii, los lóbulos estemos de Ids molares superiores tienen un diámetro transvei'sal inferior :i la mitad del dii'imeti-o transversal del diente. Estos lóbulos e^'.án separados de los , demás por un surco profundo, y el li')l)ulo mediano posterior que estii desarrollado en forma de cúsiiide, como en el género B/iiiodonfheriu}», no depende mas del liibulo [)Ostci'o-esterno. sino- del lóbulo antero-inlerno. El plie- gue entrante del esmalte que divide la parte interna de los molares superiores en dos lóbulos, está indicado en el mismo gradij (|ue en Biinodoidlii'rinii/. Mientras en los mi:)l;ires suije- — 450 — riores de este último género, se observa en la base de ln corona, sobre la cara lateral interna, un pozo de esmalte en forma de corona circular casi ininterrumpida, que principia sobre la parte antero-interna del diente, y que viene á toi-- minar sobre el lól)ulo postero-esterno, con escepcion de los dos últimos molares, donde se observan dos pozos distintos, und antero interno y otro entre los lóbulos internos. En los molares superiores del género Thoatlierium no existe la corona formada sobre la cara lateral interna de esos dientes por el pozo de esmalte. Se ven en estos dientes, como en los dos últimos molares de Bmiodontherium, dos pozos distintos, pero menos desarro- llados. Con escepcion del lóbulo postero-mediano, los otros elementos en los molares superiores del género que nos ocu|>n afectan la misma forma, la misma disposición y el mismo desarrollo relativo que en Bimodoiitherium. La formula dentaria nos })arece ser la misma que en Bu- nodontherium. En las otras piezas que tenemos al estudio del esqueleto, no hemos observado diferencias con las correspondientes del género Bunodonihcrium . Thoatherium periculorum mekc. sp. nov. Establecemos esta especie solire un maxilar superior dere- cho, la rama izquierda de un maxilar inferior y numerosos fragmentos de maxilares superiores é inferiores. Estas piezas proceden de Monte León. Este animal ha tenido aproximadamente la talla del Oreodon Culbeiisoní Leidy. Los dientes tienen las siguientes dimensiones: Diámetro antero-posterior Di;'imetro transversal . . . Altura PM- f"»4 «T 2, 3 3 PM — 4 PM — 1 M — 2 M — 10,4 11 11 12 ¡12,5 11 11,5 12 13 7,7 10 9,4 9,5 8,7 13 - 16 16,4 ó 5,4 3,6 4,5 5 7 - 6 6,4 La longitud del espacio oocupado por la serie de los seis últimos molares superiores es de 67. El espacio ocupado i)or los siete molares inferiores mide 72. — 4.)/ Thoatherium minusculum amegh. Thoathcriuiu miuiisculutn. amec.hino. Loe. clt. p. 10 y 5()9. Además del fragmento del maxilar inferior sobre el cual el Sr. Ameguixo ha establecido el género y la especie, posee el Museo de La Plata numerosas piezas del esqueleto de \u\ individuo, dos maxilares inferiores, un cráneo incompleto y fragmentos de otros, fragmentos de maxilares y dientes sueltos. Proceden éstas de Monte León y de las barrancas del rio Santa Cruz. En la obra del Sr. Amec.hino (1) después de haber descripto el pniy, este autor dice: «Detrás de esta muela se ven dos pequeños alveolos colocados el uno al lado del otro en direc- ción transversal á la mandíbula , demostrando así que las muelas que seguían atrás tenían cuatro raíces distintas como en Frote rothen'uin y Brachytherium. » Debemos observar que en Thoatherium como en los otros génei'os de la familia de los Bunodontheridae, los molares infe- riores no tienen mas que dos raíces (\'éase p. 4r)3 ) Esta especie ha sido de talla menor i[ue la precedente. Hé aquí las dimensiones de los dientes: 'T •3- PM- PM., PMg P«- M- "T "¥ 3 PM — 4 , 1 1 2 PM — 1 M — j Jl — 3 M — Diúmetro antero - pos- 3,5 3,4 4' 3,8 2,5 4,8 G 3,5 3 8.5 4.7 8 9,0 7 2,7 10,5 8 3 10 2 12 8,8 3 13 8 4 10 4,5 10,2 3 10,8 11 in,r, Biíímetro transversal. . Altura . _ f; 1 El espacio ocupado por los siete molares superiores es de 6G.5. El ocupado [lor los siete molares inferiores es de 08. (1) Ameghino. Coidribudoii al conocimiento Je los Mamíferos fúsiles de la República Arf/entiiia, etc. Buenos Aires, 1889; 4°; p. 565. 1 458 (jcn. Diadiaphorus Amegh. D/ailiuphonts. A.memiino. Loe. cit. p. 20 y 5(30. Proterotherhim. Ameghixo. Bol. Ac.ad. Nac. de Cieñe.: t. V. p. ±)1 (18S3).— /f/.; t. IX. p. 70 (188G).— (b;/^ aleoii. Miim. fas., etc. p. 55(3 (188Ü). (lomo se obsei'vai'ii por los rni'acteres que hemos señalado de los J'iiitodontlieridae, el Sfí. Ameghino no lia interpretado bien los caracteres de esos animales. La gran preocupación de este autor, en el estudio (¡ue ha hecho de los restos pertenecientes á la familia de los Biino- iJontheridae, parece haber sido identificar el género Aiiisolophn--< de BiRMEisTER con su género Prntcrotl/erimn. Atribuye el Sr. Ameghino al género Diadiaphorns restos i|ue pertenecen á los géneros Bunodontheriuin, Diadiaphorus y Lica- phriaiiL. Los restos que retiere al Proterotlierium ausfrale, que según él mismo es sinónimo de Anisolophu.'i australis de BuR- MEiSTER, son de Diadiaphorus. Ll género Viadiaphorus difiere esencialmente del género Thoatherium por la presencia, sobi'e la cara lateral de los cinco últimos molares superiores, de dos ai'istas secundarias, poco elevadas, interpuestas entre las tres aristas principales. El cíngulo basal esterno no es tan fuerte, y los pozos de esmalte sobre la cara lateral interna no son tan desarrollados. Diadiaphorus velox amegh. Diadiaphorus rclo.t. Ameghino. — Enuin. sistan. etc. p. 20 (1887). — Coiit. al eou. Mam. fós. etc. [). bdir. ¡A. XXXIII, tig. aí(.ii. LicapliriuDí FlotrcrI. A>n{(;HiNO. Loe. cit. Ademiís de la pieza sobre la cual el señor ÁMEcniNO lia designado la especie, posee el Museo de La Plata — un Iragniento de la rama derecha del maxilar inferior, los dos últimos mo- lares superiores del lado derecho y del lado izquierdo, como también otros dientes y fragmentos de dientes del mismo indivi- duo— y varios fragmentos del maxilar inferior. Estas piezas han sido descubiertas en las barrancas del rio Santa (]ruz y en jMonte León. Licaphrium arenarum meri . sp. nov. Esta cs[)ec¡e está rejtresentada por numerosos fragmentos del maxilar inferior, ¡¡roccdentes de las barrancas del rio .Santa Cruz v de INIonte León. (1) MnRENii Y Mei'jerat, l'iilc(,n'oli)gla: c. Ivev. Mus. L.i I'lata, t. I; t)"; p.. 34 (1891). I — 4()1 — Ivsta especie lia teaidí) meaor talla auu ([ue Licapliriiou ¡n- tcniíedium Mor. et Mere, pero mayor que L. parvulum Amegh. Atril)UÍmos á esta misma especie un molar superior y dos fragmentos de otros dos molares superiores, procedentes de las biU'rancas del rio Santa Cruz. Hé aquí las dimensiones de los dientes: "T •"2" ''^ 3 PM — 4- PM — 13 14 ■' 14 5 12 JO 5 Diámetro transversal 10 11 12 15,5 Altara 7 8 11 11 Licaphrium parvulum Amecu. Licaphriiiin iirn-nil/ii//. Ameiíhino. Loe. cll. p. 2(1 y 7).M). Además de la pieza sobre la cual el señor Ameiíhino csla- lileció lo especie, posee el Museo de La Piala numerosos frag- mentos del maxilar inferior y dientes sueltos entre los cuales tiguran dos molares superiores, procedentes todos de Monte I.eon y de las barrancas del rio Santa Cruz. Las dimensiones de los dientes nos dan el siguiente cuadro : ™T M ^ " T " 3 3 TM - 1 M — 11 8,5 8,4 11,4 8,7 6 12 !) 7,8 14,2 8,5 8 11,4 13,G 12,6 i,-,i; 111 Altura . Gen. Anomodontherium mekc. g. nc Como en el género Limphriuin. Amegh.. el lóbulo mediano- jiosterior de los molai-es superiores aparece como una simple ramificación del ceri'o formado por el lóbulo anterivinterno, y i.(i2 (^omi)letamente independiente del lóbulo postero-estei-no, pero i;i <-ara lateral esterna de esos dientes carece de las dos aristas secundarias interpuestas entre las tres aristas principales. Anomodontherium montanum merí. si), nov. Fundamos la especie y el género solire dos molares sapi'- r¡oi-es, procedentes de Monte León. Nos parece corresponder estos dientes al primer xerdadern Ulular y al último promolai-. Sus dimensiones son: Diiími'ti-o iiutfio-postcrioi- DifuiKtro ti'íinsvf'rsa! . . . Altura i rw — I M — 12 11',^ - 15,7 in 11 Esta especie nos ¡lareco haber tenido aproximadamente la la de Ihoatlierium pcrinilonni/ Moi-c. (ien. Anisolophus buum. AncTtUhcriitin. Burmeister. Desr. pJii/. h'ép. Anj., etc.. t. 111, ].. 47'.J ( IST'J). Aiüsolophus. BURMEISTER. Aiuíl. Mm. Xar. Buenos Aires. t. 111, e. li, p. 100—172. ])!. II, fig. 7 (1.S83). Proteroll/crium. Ameí ñus o.— Jlol. Acad. Nar:. de Cieñe. t. V, p. 201 {18S3). — Id., t. IX, p. 70 (1886).— Coiü. ni COI/, al Mam. fós. etc., p. 55() (1880). Los molares superiores esliiii consti'uidos sobre el tii)o del género Banodontheriion. Difieren jirincipalmente de los molares de este género, i>or los lóbulns estemos de diámetro transver- sal relativamente may^r, por el lóbulo iiostero-inlerno que no — 103 — está separado del lól)ulo antero-interno de un modo tan apa- rente, y por el lóbulo postero-inediano representado por un tal)i(|uo que se estiende del punto de contacto do los lóliulos internos al lóbulo postero-esterno, dividiendo el surco antoro- ])Osterior, que divide la corona de esos dientes en una parte esterna y en una parte interna, en dos pozos muy desiguales, el posterior bastante pequeño, y el anterior de diámetro ante- ro-jioslerior mucho mayor. Este último carácter, ([ue es el mas notable, está bien indi- cado por BuRMEisTER eu las siguientes lineas, que estraemós de la descripción (Ij dada por este eminente paleontólogo al descril)ir la pieza solare la cual ha fundado el género Anisolopl/z/s: «Posible es que la primera muela, muy jiequeña, no ha tenidn mas que un solo lóbulo perfecto, porque el vacío interno do la corona rota no está dividido en dos cámaras como en las oti'ns muelas; sin embargo, tiene evidentemente dos raíces separadas al lado estenio de la corona, y por esto le he dado también dos l(')bulos en mi figura. » La cara lateral esterna de la corona de los molares ])i'c- senta dos aristas secundarias interpuestas á las tres aristas principales. La fórmula dentaiúa nos parece la misma ([ue en el género Bimodontliprium Mei'c . Anisolophus ausíralis »lrm. Anchitheriitm a/mírale. Burmeister. Desc. plujx. L'rp. Ar¡j. t. 111, p. 470 (1879). Anisolophits aiistnilis. Burmeister. Anal. Mus. Xac. Bne- iw-s Aires, t. III, e. 14, p. IGU - 172: pl. II, fig. 7. (1885). Protcrotlterium austmle. AMEriHiNO. ^ — Emtm. sistem. etc.. p. 19, (1887). — Cont. al con. Maii). fas., etc.. p. 559, pl. XXXIII. fig. 13, 14, 15 (1889). Protcrotheriiim (?) cavuni. Ameghino. Loe. cit. \-i. 19 y p. 560, pl. XXXIII, fig. 17, 18, 19. 20: pl. XXXI\'. fig. 11, 12, 13, 15 (1889). Hemos visto ya que el fragmento de maxilar superior que (1) BcRMEisTER. AhuIm Ocl Mu^co Nucioiíai ('(' Buenos Airnf:, t. 111, 14; Buenos Aires, 1885; 4°; p. 170. — 4(34 — el señor Ameghino ha identificado con la especie establecida l)or el Dr. Blrmeister, AnisoJoplíiin australis, bajo el nombi-e de Protcroilierium aiistralc , pertenece al género Díadiapl/onis Amegh. ( 'S'éase p. 459). Entre los molares del cráneo sobre el cual el señor Ame- ghino ha establecido la especie Proterotherium (?) cavum, aunque procede de un individuo bastante viejo, y á pesar del mal estado de la pieza, se distingue muy bien el tabique que forma el ló- bulo postero-mediano sobre el pm-L y sobre el mi. Además de este cráneo, posee el Museo de La Plata v.-u'ios fragmentos del maxilar infei'ior, dientes sueltos y jjiezas de las estremidades posteriores, pertenecientes á esta especie. Estas piezas proceden de Monte León y de las barrancas del rio Santa Cruz. Muy difícil sería emitir una opinión sobre si los fragmen- tos de maxilares superiores figurados por el señor Amec.hixo (Véa.se loe. cit., pl. XXXIII, fig. 14, y pl. XXXIV, fig. 11, 12, 13), y de los cuales no ha dado descripción en ninguna parte, pertenecen ó no á esta es]")ecie. O no pertenecen á esta especie, ó las figuras mencionadas han sido ejecutadas con muy poca exactitud, como sucede por lo general en esa ol)ra. Siguen las dimensiones de los dientes, tomadas sobre las muestras N» 9142 v N" 9132: PM- "T H— ¡M— 1 1: 2! 8 4 2 3 PM — PM — PM — PM — mí 0 M — 3 M — Diúini'tro autoro-posti-Tior . . Diániftro íransvLTsal Altuia . 11,0 8,S 12 a 5,8 " i 13 13 8,3 8 7,8 ; 9 8 7 8,8 9,6 _ 9,9 12 10,7 14 7,5 11,4 14 17,8 8,7 13 Anisolophus Burmeisteri merc. sp. nov. Esta especie está representada por dos cráneos imperfectos y fragmentos del maxilar inferior. Proceden estas piezas de Monte León y de las barrancas del rio Santa Cruz. l'',n uno de esos cráneos se vé la órbita completa ati-ás, aun- (¡uo el señor Ameghino. refiriéndose al cráneo que le sirvió para lundar la especie Protcrothcrínm c.') oriTim que es sinónima de — 4g:) — Ainsolophits (iHstraUs Burm, por estar destrozado el arco en esta región y culjiertn de tosca conci-ecionada, dice en su obra sobre los Mamíferos fósiles de la República Argentina: «Do la parte in- cisiva no se conoce absolutamente nada, pero existe visible sobre un lado parte de la órbita y del arco cigomático, que prueban que el arco de la órbita estaba interrumpido atrás, lo que prueba de un modo definitivo que no se trata de rumiantes ». Las dimensiijnes de los dientes son las siguientes: Diámetro autoro-postfrior Piániotro trausvcrsal . . . Altura "T "t "3 3 PM — i PM — 1 M — 2 M — 13 13,2 12,5 11,2 11,5 12,5 13,5 13 13 - 11,5 12 U 15,5 5 i'.,2 — fl 10 0.5 11,5 Anisolophus Fischeri merc. sp. nov. Fundamos la especie sobre fragmentos muy reducidos de un cráneo y numerosas piezas del esqueleto de otro individuo envueltas en una tosca jnuy dura, procedentes de Monte León. Entre ellas se observa un fragmento del maxilar superior dere- cho con los pmi y mi, que indican un animal de tamaño bas- tante mayor que Anisolophas Burmeisteri, y mayor tamliien <|ue Anisolophus australis. Hé aquí las dimensiones de los dientes: 1 PM — 10,7 ^ 7 0 PM — PM± 1 M — 10,9 11,4 S 12,8 9 14 7,1 Gen. Oreomeryx merc. g. nov. Los molares superiores están construidos sobre el tipo del género A)iisolopliiis Burm. La cara lateral esterna de esos dien- tes, carece de las dos aristas secundarias interpuestas entre las tres aristas principales. iíU) Oreomeryx proprius mekc sp. nov. Designamos la especie sobre un fragmento del niaxilai- sn- pei'ior izquierdo, y sobre dos fragmentos del maxilar int'orioi' del mismo individuo, descubiertos en Monte León. Ivste animal ha tenido una talla mayor que Animloplms ans- t ralis Burm. Damos ariuí las dimensiones de los dientes: PM^- PM- PM- "t " 2" 3 PM — 4 PM — 1 M — ■1 M — liiámetro ;iiirf_'i'0-post<'iÍMr , . . . . 1(1 11 11,5 12,3 l:i . 11 11,9 nfi 14 Diíuuotro transversal . ... 7, Ó 8,5 íl !] 12,3 14 14,3 1I-. Altura S '.' 10,5 8 9,5 12 12,5 10 i:; El espacio ocupado por los molares inferiores de los cuales hemos dado las dimensiones, es de 59. Oreomeryx superbus mekí. sp. n< l'jstablecemos la especie sobre un mi procedente de Monto León. Este diente indica un animal de talla menor (¡ue Anisoloplins (iiistralis Burm. Hé aquí sus dimensiones: Di(ámetro antero-posterior 11.7 Di;imetro trans\ersal 13 Altui-a.. 11-5 Gen. Merycodon merc. g. nov. l']ste género se caracteriza por sus molares superiores cons- truidos sobre el tipo del género AtiisoJophus Burm.. pci'O en — 4G7 — esos dientes Im desaparecido el l(')liiilo postero-mediaiio, de moílo (|uc no presentan mas (¡ne cinco l('>i)ulos aparentes. La i'MiM lalei'al esterna de la corona de estos dientes, presenta dos iii'istas secundarias interpuestas entre las ti-os riri>la> prin- cipales. Merycodon Damesi mei«. MI. nn\ . l']sla especie está representada por numerosas piezas del es(iueleto de un individuo, descubiertas en Monte León, y en- tre las cuales figura el cráneo, bastante completo. Esta especie lia sido del tamaño de Anisoloplnis anslidlix Burm. Ll diamelro antero-iiosterioi' de los molares del pni'- al ni-ii nos d;i sucesivamente: 8 — 10 — 1L8 — 12.8 — 14 — 12.5. La longitud del espacio ocupado por los siete molares sui)e- riores es de 71. La longitud entre el borde anterior del |nn- y el borde posterior del cóndilo occipital, es de 132. Merycodon rusticus no\ , Establecemos la especie sobre los mi. de los dos lados y un fragmento del m2" de un mismo individuo, procedentes do las barrancas del rio Santa Cruz. Esos dientes ¡¡ertenecen á un individuo de edad avanzada, y denotan un animal de talla menor (pie la especie precedente. Las ar-stos secundarias en esos dientes son bien acentuadas >■ mas elevadas ([ue en Merycodon Damesi Mere. Las dimensiones son : rior 1 M — 9 M — Di;'iniotro antf'ro-post< 10,5 11, !i ii,r> Altura ., — ím Gen. Rhagodon merc. g. nov. Los molares superiores están construi(l(_is solire el tipo del género Mcnjcodon ]\Ierc. La cai-a lateral esterna do esos dientes carece de las dos aristas secundarias interpuestas á las tres aristas principales. Rhagodon gracilis merc s|i. nov. Fundamos el género y la especie suljre el mi de un indivi- duo ya bastante viejo, procedente de Monte León. Hé aíjuí las dimensiones de este diente : Diámetro antero-poslerior 1(1. U » transversal 13. i Altura Ñ Esta especie lia sido de talla intermediaria entre AiusoIopJ/u.^ au-'^tralis y Mcrycodo» ruftticus. APEiN-DICE Oreomeryx Rutimeyeri merc. .-sp. m Ya estaba casi concluida la impresión del presente trabajo, cuando el señor don Santiago Pozzi, primer preparador de este establecimiento, nos trajo un fragmento del maxilar superior iz- quiei'do que recien acababa de estraer de un bloque de tosca procedente de Monte León. De otros bloques de la misma proce- dencia, había eslraído ya piezas que nos llamaron la atención. Entre esas piezas hay fragmentos del cráneo, vértebras, el sacro, fragmentos de la escápula y de la pelvis, la jiarte distal de un húmero derecho y la parte distal del fémur del mismo lado. Todas han sido encontradas en condiciones tales, que se pueden considerar como de un mismo individuo. Todas ellas denotan un animal aun joven quG ha tenido al menos la talla de Biino- dontlieriuin patagouicum Mere. Por la estructura de sus dientes, pertenece este animal al género Oreomeryx Mere, y por su tamaño denota una especie nueva, que dedicamos al ilustre paleontólogo que tanto ha con- tribuido con sus sabias disertaciones al adelanto de la histo- ria de los Ungiilata, el profesor Rütimeyer en Basilea, dándole el nombre de Oreomeryx Rutimeyeri Mere. VA fragmento de maxilar presenta el pm i deteriorado, y los inn i-, m 1 y m 1 intactos. Pm i y pm 1 pertenecen á la dentición de leche; m 1 y m - están poco gastados. Se vé también en este fragmento parte del m 1 que no había perforado todavía la encía. Las dimensiones de los dientes son: 3 PM — 4 PM — 1 M — M — I)i;'mn'tro autcro-posterior .... Diámetro trnusvcrsal Altura 17,5 21 l'J 13,8 22.8 21,4 21 24,6 23,5 — 470 — Imi este trabnjo hemos hecho notdi- \u ¡inalogía entre hi estructura de los dientes del género Tlicosodon y la de los Bu- nodoiühcrídae. Las piezas del esqueleto de Oreomenjx Ridimeyerí demuestran aun con mayor evidencia el parentezco que existe entre los Bunodontheridae y los géneros Tlieosodon, y Macrattchenia. Conviene igualmente señidar aquí el gran parentezco que se observa entre el género Tlieosodon Amegh. \ Maoxmchcnia Owen. Observaremos aquí (¡uc la forma del episti'ófeo de Orcomcrijx Riitinieijeri, á juzgar, por el cicleal de esta vértebra, denota la misma forma ({ue la correspondiente en Macmuchcnia. l.:l Plata, 1" tic Julio lio ls91. ñ ÍNDICE At, LECTOR III Documentos vii Los Museos de Historia Natural, por W. H. Flower, traducido del Times de Londres i El Museo de La Plata. — Rápida ojeada sobre su fundación y dcsarroll^i, por Francisco P. Moreno i' Reseña general de las adquisiciones y trabajos hechos en 1889 ex el Museo de La Plata, por Francisco P. Moreno 5- La Lengua Mocovf, según el Padre Fr.\ncisco Tavolini, por Samuel A. Lafone Quevedo. — Carta del C J. Granel al General Bartolomé Mitre. — Reglas para aprender d hablar la lengua moscovítica, etc ; I Notas 6 sea principios de gramática mocovi, etc., por Samuel A. Lafone Oueveclo 113 Los Museos Argentinos, carta del señor Henry A. AVard 145 Proyecto de una esposicion retrospectiva argentina, con .motivo del CU.\RTO CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA, por Francisco P. Moreno ' 152 DETERMIN.VCION de LAS REGIONES DEL GLOBO, DONDE LA FAUNA ES INSUFI- CIENTEMENTE CONOCIDA, por el T)' Pablo Fischer. (Traducción del informe presentado al Congreso Internacional de Zoología, reunido en Paris en Agosto de l88q.) lOI EsPLOR.\CION ARQUEOLÓGICA DE LA PROVINCIA DE C.'VTAMARC.V, por Francisco P. Moreno 201 NOT.\S SOBRE L.\ PALEONTOLOGÍA DE L,\ REPÚBLICA ARGENTIN.A I. — Sinopsis de la familia de los Astrapotheridae, etc., por Alcides Mercerat 237 La Lengua Mocoví, según el p.\dre Francisco Tavolini, por Samuel A. Lafone Quevedo. — Continuación 257 Biblioteca del Museo de La Pl.\ta. — Lista de las publicaciones recibidas en canje. (Octubre 1890 — Mayo 1891) 330 D1PTEROLOGÍA Argentina, por Félix Lynch Arribálzaga 345 Notas sobre l.\ P.\leontologl\ de l.\ República Argentin.\ IL — Sinopsis de la familia de los Proto.xodontidae, etc., por Alcides Mercerat 379 Notas sobre l.\ Paleontolog¡.\ de l.\ República Argentix.\ III. — Sinopsis de la familia de los Bunodontheridae, etc., por Alcides Mercerat 445 Nota. — Las láminas que /alian en este tomo, se incluirán en el tomo II de esta Revista. La correspondencia relativa al Museo de La Plata y sus Anales jv' Revista, debe ser dirijida á KRANCISCO P. MORENO, DIRECTOR DEL MUSEO DE LA PLATA. Provincia de Buenos Aires. — República Argentina. La correspondance relative au Musée de La Plata, ainsi qu'aux Annales et á la Revue de cet établis- sement. devra étre ádressée á FRANCISCO TP. MORENO, DIRECTEUR DU MUSÉE DE LA PLATA. Province de Buenos Aires. — République Argentine. / < z o ce r. tí <; h <; j < Q O w Revista del Museo de La Plata i/i a o D R r > TI r > > Ib i-: -- ^lí i I 'I I D|tíi-£.C."#«R iÜlriüiiillJ Lámina II S C t» M O O B r > ■r r > ry\ I I >• I ! APTTROPOLO ■li i '■'■-■ I I CETÁCEOS FÓSILES iwt. ;3'c-n« = ■"■"i; í^í^lr-^* ■jTAFIRIS.CIOWOS- CUATCKHARIOI ENSANCHE PROVISORIO I VARIOS tSQUtLETOa cuatern', '< ° i. I VARIOS ESQUELETOS CUATERN,, ^^ ñff < z < c o; > o w m D W Q O J D > < 7^. < w c o w Q > ce M B Z O Q O E- d O j Oh w a o u p P < a: w O a S -a ■< o 14 2 z •< < < o w c/} D W Q < E- V. >■ > s < Q < < O Ü O < z < Q z o M O ü (fl g 1-1 i- < l-J o a tn < ce > ce ü M O ■O p4 O O b z < z o M Ü ü W < z s < i" < O. c o w ce ce u o u u 4) X i) •O I < O, < Q O W tfl 2 EXPLICACIÓN DE LAS PLANCHAS PLANCHA XI Bunodoatherium patagonicum >iiii;i J\^y^ a^^Si p'^"^' f — lo f'í- Fi;/. I — Crúneo iuipci'í'ecto v'.sto dolado al tamaño natiu-al. /•Vy. 1,1 — Kl mismo, visto ile abajo. CMTC- vsTs^ .v^. I llrntUml niiini, 3 2044 106 266 ^ s-^,;.: A* x-.*,- ^?H, H<- •5 > < 'i 'i I . • 1 1