fVK y.’Mr ' -v / mf7 > fl.vv , ^ .NP* * BR$«í£S jsa, *"&T ~ yí&v '- ''»&*’ v* - Ij#* í *¿¿¡ VjL¿Íj^' JLjaMa^ , r~iTkA'ffif ; - I REVISTA EXACTAS, FISICAS Y NATURALES. / ¡gUSitaS DE LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS voiio mu. POR A6UAD0, IMPRESOR DE CAMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. \ 1862. VI Topografía . Plancheta fotográfica de Mr. Aug. Chevallier, .... 89 Química. Análisis química fundada en las observaciones del es- pectro; por MM. Kirchhoff y Bunsen. . . 205, 281, 327, 389 y 460 Trasformacion de la aldehida en alcohol; por Mr. Wurtz 526 El nuevo metal tallo; por Mr. Lamy. 529 Aplicaciones de la análisis espectral U . . , 532 Química orgánica. Fermentación acética; por P. Deherain. .... 468 Sobre los micodermos, y un nuevo procedimiento industrial de fabricación del vinagre; por Mr. Pasteur. ............... 536 La síntesis en química orgánica.— Nuevos experimentos de Mr. Berthelot 271 Meteorología . Resúmen de las observaciones meteorológicas he- chas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de noviem- bre de 1861 ... . .................... ............. 21 Id. id. id. en todo el año de 1 8 6 f 26 Id. id. id. en el mes de diciembre de 4 86 f .......... 95 Id. id. id en el mes de enero de 1862. ...... .............. . 99 Id. id. id. en el mes de febrero de id. ................... . 153 Id. id. id. en el mes de marzo de id. ..................... 157 Id. id. id. en el mes de abril de id 219 Id. id. id. en el mes de mayo de id 344 Id. id. id. en el mes de junio de id 348 Id. id. id. en el mes de julio de id . 480 Id. id. id. en el mes de agosto de id. ..... 483 Id. id. id. en el mes de setiembre de id. .................. . 487 Id. id. en la Universidad literaria de Oviedo en el año de 1861 . . 104 Id. id. en la Universidad literaria de Granada en el año de 1861 . 225 Id. id. en el Colegio-Seminario á cargo de los PP. de la Compañía de Jesús de Guatemala en el año de 1861.. 360 Id. id. en el Observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén (Habana) en el mes de agosto de 1861. 162 Id. id. id. en el mes de setiembre de id 166 Id. id. id. en el mes de octubre de id 334 Id. id. id. en el mes de noviembre de id 292 Id. id. id. en el mes de diciembre de id 296 Id. id. id. en el mes de enero de 1862 352 Id. id. id. en el mes de febrero de id. . 356 Id. id. id. en el mes de marzo de id 414 Id. id. id. en el mes de abril de id 418 Id. id. id. en el mes de mayo de id ...» 492 Id. id. id. en el mes de junio de id. 544 VII CIENCIAS NATURALES. Fisiología animal. Experimentos acerca de la nutrición de los huesos; por Mr. Milne Edwards. . 36 Fisiología vegetal. Investigaciones experimentales sobre las co- nexiones de las plantas con el rocío y las nieblas; por Mr. Duchartre 300, 366 y 422 Investigaciones sobre la formación de la materia grasa en las acei- tunas; por Mr. S. de Lúea, profesor de la Universidad de Pisa. 496 Zoología. Investigaciones anatómicas y fisiológicas sobre el sis- tema tegumentario de los reptiles (saurios y ofidios); por Mr. Emile Blanchard 40 Memoria sobre la reproducción del coral; por Mr. Lacaze du Thiers 47 y ISO Observaciones sobre las relaciones que existen entre el desarrollo del pecho, la conformación y las aptitudes de las razas bovinas; por Mr. Emile Beaudement . 51 De la visión en los artrópodos; por el Dr. H. Bor, 107 El nuevo jardin zoológico de Argelia . . 122 Nota sobre los avestruces del jardin zoológico de Marsella; por Mr. Noel Suquet, director y administrador del mismo 170 Geología . Memoria sobre el Pichincha, volcan de la América meridional, escrita y dirijida á la Real Academia de Ciencias de Madrid; por D. G. de Sanquirico y Ayesa 238 Sobre los metales preciosos de la California; por Mr. Laur. ..... 501 Paleontología , De la Flora europea y de la configuración de los continentes en la época terciaria según el conjunto de los tra- bajos del profesor Mr. Heer; por Mr. Alf. De Candolle 548 VARIEDADES. ■ «WuffiT'iW Real Academia de Ciencias. Programa de premios para 1863.. . 125 Resultado de los premios de 1861 1 26 Recepciones de académicos numerarios 128, 256 y 318 Memorias presentadas optando á los premios de 1862 253 Programa de premios para 1862 de la Academia de Medicina y Cirujía de Barcelona 186 Id. de la Sociedad económica matritense 370 VIII Id. de la Academia Pontificia de los Nuevos Linces 445 Id. de la Academia de Ciencias, Artes y Bellas Letras de Dijon. . 573 Fallecimiento de Mr. Biot 55 Camelia de color azul id. Guano de las islas Chinchas 56 Aclimatación del gusano del ailanto 57 Discurso pronunciado en París por el Sr. Ministro de Instrucción pública 58 Nuevo observatorio 64 Rubidio y cesio id. Industria de la seda en la isla de Mallorca 187 Academias agrícolas y florestales 188 Prodromus Floree fiispanicce id. El satélite de Sirio 189 Incubación de la serpiente Pitón . 190 Nuevas publicaciones. 1 9 0 y 576 Nuevo cronógrafo. . . . . 191 Nueva organización del Bureau des longitudes . 192 Revista de geología id. Prodromus systematis naturalis regni vegetabilis 253 Flora compendiada de Madrid y su provincia 255 Ferro-carril hidráulico. 315 Telégrafo trasatlántico. . . id. El valle de Orotava (Islas Canarias) 318 Estension y coste de los ferro-carriles existentes en todo el globo. 380 Sociedad etnológica de Londres id. Carta celeste de 3 metros de diámetro para colocarla en el techo de una habitación. 384 Nuevo planeta. id. La oruga vegetal 446 Sustancias encontradas en el estómago de un avestruz. ..... . . 510 Ballena del Mediterráneo. id. Reloj ornitológico. 512 Globo luminoso 573 Vidrio de arroz del Japón. . id. Animales sin cuernos 574 Labranza al vapor 575 Enfermedad de las patatas 576 N.°_ l.°— REVISTA DE CIENCIAS.— ¿'«ero 1862. CIENCIAS EXACTAS. GEODESIA. Sobre la refracción terrestre, por Mit. Babinet. (Comptes rendus, 2 setiembre \ 8G I .) Un rayo de luz que atraviese horizontalmente las capas de la atmósfera, se desvia de su marcha rectilínea. Se inclina hacia la tierra en una cantidad que por término medio es — del ar- ló co terrestre que se esliende desde el punto de partida al punto de llegada. Así, respecto de un trayecto horizontal de 1852 metros, que equivalen á 1 minuto de arco sobre el globo ter- restre , el desvío ó refracción del rayo sería — de 1 minuto, ó bien 4". En general, hay que considerar tres cosas en la cuestión: 1. ° La trayectoria del rayo es un círculo. 2. ° Hay una relación constante n entre la cantidad que se inclina y el arco terrestre comprendido entre el punto de par- tida del supuesto rayo horizontal y su punto de llegada. Así, sea s el ángulo en el centro de la tierra comprendido entre es- tos dos puntos, y r la refracción; tendremos r Y =n=^(m— 1) B 1 a ' 7l 0m,7tí(l+«/)2 [o-,7(WV Él) My aquí R es el radio medio de la tierra; B es la presión baromé- trica reducida á 0; « es el coeficiente de la dilatación del 3.000 TOMO XII. % a4re para Io centígrado, d es la densidad del mercurio con rela- ción al aire tomado á 0, y (cosa importante y nueva en esta teoría) M es el número de metros á que es preciso elevarse para que la temperatura del aire baje Io centígrado. Esta fórmula, reducida á números, se convierte en B 1 0m,76(l+«í)a f 0,2345 6m,867 De aquí se deducen varias conclusiones notables respecto á la constitución física de la atmósfera. l.° Si el rayo no camina horizontalmente, y su marcha se inclina un ángulo i con el horizonte, la refracción disminuye en la proporción de eos. i á la unidad; pero siendo mayor en- tonces el trayecto recorrido por el rayo que su proyección ho- rizontal en la relación de la unidad á eos. i, hay aquí compen- sación, y llamando siempre .9 al ángulo en el centro de la tierra comprendido entre la señal y el observador, tendremos como antes r s w = B i 0m,76(t +«ty 0,2345 6m, 867 ) - 1 m y Me reservo dar la demostración rigurosa de esta fórmula, y compararla con la observación: notemos, sin embargo, á continuación que la refracción sería nula, y que el rayo iria 6*, 867 en línea recta si se tuviese 0,2345 — — 0 , lo cual da M— 29ra,3. Así, si la temperatura en el aire bajase Io para 29m,3, no habría refracción. Por otra parte, tomando B= 0m,76 0m y t= 0*, se tendrá w=0,2345 — — L— ; haciendo esta cantidad J M 1 por término medio igual á j- , ó bien 0,0667, se tiene para M cerca de 41 metros; todas estas cantidades son mucho mas pe- queñas que 200 metros, que es la cantidad á que es preciso elevarse para tener una disminución de Io en la temperatura de las capas superiores de la atmósfera. Mi fórmula de refracción terrestre se obtiene por los prin- 3 cipios rigurosos de la óptica, y no admite nada de empírica; por lo demás sigue fielmente la observación en los muchísimos detalles que nos han producido las operaciones geodésicas, y confirma lo que Picard habia establecido hace dos siglos, á sa- ber: que es imposible obtener ninguna exactitud en las nivela- ciones geodésicas. El coeficiente n varía desde 0,500 hasta 0,000, y puede ser negativo, lo que corresponde al caso del espejismo siempre que M es menor de 29m,3. Veremos mas adelante la gran in- fluencia que este número M ejerce sobre la estabilidad de la atmósfera; pero la fórmula queda el valor de n establece desde este momento que cerca del suelo la temperatura disminuye con mucha mayor rapidez de lo que parecen indicar las ascen- siones aerostáticas. TEIGOHOMETE1I. Nuevas demostraciones del teorema de Legendre sobre los tri- ángulos esféricos cuyos lados son muy pequeños respecto del radio de la esfera; por Mr. Tissot. (Nouv. Ann. de Mathera., enero -1 862.} En la resolución de cada uno de los triángulos que se for- man en la superficie de la tierra, ya para determinar la longi- tud de un arco de meridiano, ya para construir la carta de un país, se conocen siempre los ángulos, como también uno de los lados, y se trata de obtener los otros dos lados del trián- gulo. Si en este caso quisieran emplearse las fórmulas de la trigonometría esférica, habría que hacer uso de la mas sencilla de todas, la analogía de los cuatro senos ; sin embargo, seme- jante método no es conveniente para la rapidez de los cálculos, porque la longitud del lado de partida es la que se da direc- tamente, y no el número de subdivisiones del grado que con- tiene; y refiriéndolos á la unidad de longitud, es también como se trata de valuar los otros dos lados. El mismo método sería también mucho menos conveniente, atendiendo á la exactitud 4 de los resultados ; en efecto, aun cuando el rádio de la esfera que se necesitarla emplear fuese suficientemente conocido, siendo muy pequeños los ángulos en el centro correspondientes á los lados, las tablas trigonométricas comunes no darian bas- tante aproximación. Se han ideado por lo tanto otros procedi- mientos; el mas generalmente usado es el de Legendre, que consiste en sustituir la resolución de un triángulo rectilíneo á la del triángulo esférico. Los aparatos que sirvieron para las operaciones geodésicas de 1787, para la unión de los observatorios de París y de Greenwich, no podían dejar de dar á la medida de los ángulos una precisión hasta entonces desconocida. Mientras queRams- den perfeccionaba el teodolito de que hicieron uso los comisa- rios ingleses, Lenoir construía á la vista de Borda, y aplicando el principio ideado por Tobías Meyer, el instrumento que desde aquella época se hizo tan célebre, conocido con el nombre de círculo repetidor. Era necesario que los métodos para calcu- lar estuviesen á la altura de los medios de observación; y para conseguir este objeto, llegó Legendre á su teorema sobre los triángulos esféricos cuyos lados son muy pequeños respecto del radio de la esfera. Pero solamente dió el enunciado en las Memorias de la Academia de Ciencias (año 1787), y no publi- có la demostración hasta el año 7.° en un trabajo que sirvió de prefacio á una obra de Delambre, titulada Métodos analíticos para la determinación de un arco de meridiano. En esta mis- ma obra se encuentra otra demostración ideada por Delambre, que la espuso igualmente en el capítulo 8o de su Tratado de astronomía. El cuaderno 6.° del Journal de VE colé Polytech- nique contiene una tercera demostración debida á Lagrange; esta es la que Legendre ha adoptado definitivamente, y ha re- producido en su Trigonometría esférica. Por último, en el Journal de Crelle , t. 22, ha dado Gauss una cuarta demostra- ción, que se encuentra traducida en el Journal de mathémati - ques purés et appliquées (año 1841). En sus Investigaciones ge- nerales sobre las superficies curvas , ha hecho estensivo también el teorema de Legendre á los triángulos formados por las lí- neas mas cortas sobre una superficie curva cualquiera. Las demostraciones de Legendre, de Delambre y de Gauss 5 no son propiamente hablando mas que comprobaciones a pos - teriori : á la primera la falta exactitud; la segunda es compli- cada; y la tercera omite una parte importante en las aplicacio- nes, la relativa al cálculo del esceso esférico: así es que gene- ralmente la que se reproduce es la demostración de Lagrange; pero necesita cálculos bastante largos. Después de haber desar- rollado el enunciado del teorema, me propongo dar otras dos demostraciones de él, que no tengan los inconvenientes de las tres primeras y mas sencillas que la de Lagrange. Es evidente que á un triángulo esférico cualquiera corres- ponde siempre otro rectilíneo que téngalos mismos lados, y cu- ya resolución puede sustituirse á la del primero: la cuestión consiste en saber cómo deben modificarse los ángulos del trián- gulo esférico para obtener los del triángulo rectilíneo. Sean A, B y C los tres primeros, AL Br y C los otros tres, a, by c las longitudes de los lados que son comunes á los dos triángu- los, tomando por unidad el radio de la esfera; por último, x, y y s las diferencias A — Ar, B—B', C—C\ diferencias que se trata de determinar, y de las cuales no se conoce todavía mas que la suma, la cual es igual al esceso esférico e. Supo- niendo formado el triángulo en la superficie de la tierra, las relaciones a, by c son muy pequeñas, y se puede dejar de tener en cuenta sus cuartas potencias en los valores de x, y y z, lo cual se reduce á alterar los ángulos en cantidades siempre infe- riores á 0r',02, y por consecuencia mucho menores que los errores de observación. Si se desprecian también los términos del cuarto orden (1), cada ángulo del triángulo rectilíneo será igual al ángulo correspondiente del triángulo esférico dismi- nuido en el tercio del esceso esférico: además, ambos triángu- los serán igualasen superficie. Así tendremos, llamando Já la superficie del triángulo rectilíneo, « T be sen. Áf a * sen. // sen. O X—y — — — — 3 8 6 0 sen. A' (1) Dentro de poco se dará un método en donde se tengan en cuenta las cantidades de cuarto orden, y aun si se quiere de un orden cualquiera? por Mr. Grunert. 6 Tal es el teorema de Legendre. Primera demostración. Partiremos de las fórmulas bien conocidas teng.-l A =t /sep- CP— ft)' ^ (p— 0. ^ V sen. p. sen. [p~~a) (p— b)(p— c) p(p~a) en que p representa la mitad del perímetro de ambos triángu- los; en la primera podemos reemplazar cada uno de los cuatro senos por su desarrollo limitado á dos términos, y tomar por ejemplo 1 1 \ sen. p£=p——p*=p[ 1 — -/); entonces el valor anterior de tang. se hallará por factor Jd _ ' *> ' - en el segundo miembro, y el otro será l[l— J(p-C)**l j1 1 (>-H[ 1 fe P^p-af— (p— by-(p-c)^ i' 6 J / 1 \t 1 -{í+jbc)=l+-bc; tendremos, pues, tang. - A=tang. yA’(l+ j bey También se tiene 1 1 l l tang. -A'+ tang. — x tang. — A=tang. j (A'+x)= j j— 1— tang. ^ A' tang.-g x 9 7 pero# es del mismo orden de pequenez que t, ó que la super- ficie del triángulo esférico, es decir, del segundo orden; pode- mos, pues, despreciar #2, y entonces la última igualdad se convierte en 1 1 lang.- A=tang. -- A’ ♦ * f X sen. A' Comparando esta nueva espresion con la primera, se ve que se necesita tomar ~ be sen. A'= i T; o J á causa de la simetría, los valores de y y de z serán también 1 iguales á — T, y la suma e á T. o Segunda demostración. La fórmula que sirve para calcular el lado de un triángulo esférico cuando se conocen los tres ángulos es sen tang. -ra= •T6Sen'(A+T*) sen. (B + X sen. 4-s) de ella resulta 1 sen. ys=tang. —a sen. sen. (c+-^ ó despreciando el cuarto orden, sen. + — s a2 sen. B* sen. C 2 sen. Ar Establecido esto, tendremos sen. A sen. (A+#) sen. A' sen. Ar :l+#cot. Ar, 8 =t + a'+b'+c' ñ — T cot. A'; si se multiplica miembro á miembro, resultará _a sen_A *'+*'+£. + L' T) cot. A' sen. A sen. a 12 ' 3 * ' El primer miembro de esta última igualdad no debe cam- biar cuando se reemplaza a por b y A por B, ó también a por c y A por C; es menester, pues, que lo mismo suceda con el segundo, es decir, que tengamos 111 y-i-T *-4^ , o o o tang. Af tang. Br tang. C ’ tang. A'+ tang. Bf +tang. C * y por consiguiente Los triángulos relativos á las operaciones son los primeros en que se ha tenido en cuenta el esceso esférico; antes este esceso quedaba confundido con los errores de observación; y como se repartia igualmente todo entre los tres ángulos, se seguia instin- tivamente para los triángulos principales el método á que con- duce el teorema de Legendre. Pero en los triángulos parciales que forma la meridiana, uno de los ángulos es desconocido, y se hace necesario el cálculo del esceso esférico, como permite ha- cerlo el método de Legendre. Por otra parte, este cálculo tiene la ventaja cuando se trata de triángulos principales de dar los errores de observación por la suma de los tres ángulos. 9 ASTROUOIIU. Observación del eclipse de sol del 81 de diciembre de 1861. Nuestro ilustrado corresponsal D. Manuel Naveran , cate- drático de física del Instituto de Bilbao, participa que ha po- dido observar, en unión del capitán de buque D. Silverio de Echevarría, el eclipse de sol del 81 de diciembre último, aunque no de una manera completa. El primer contacto tuvo lugar á la th 87m bs de tiempo medio de Bilbao; el últi- mo no pudo observarse por impedirlo las nubes. Para la ob- servación se empleó un cronómetro, cuyo estado absoluto se había determinado el dia anterior, y un anteojo pequeño que, aunque no era de gran aumento, presentaba bien las manchas mas notables del sol; una de estas, situada hacia el punto por donde empezó el eclipse, tuvo su borde en contacto con la luna á la lh 49m 26s; y cuando iba á verificarse el contacto con una de las dos manchas grandes que habia hacia el centro del sol, llegó á cubrirse este de nubes. En este momento la parte eclipsada de aquel astro era mas de la mitad. Por ia Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Rüiz. FISICA ÜIEIj GLOBD. De la conexión entre los fenómenos meteorológicos y las variaciones del magnetismo terrestre . — Observaciones de Mr. Brown con motivo de una nota del P. Secchi. (Comptes rendus, 7 octubre \ 864 .) Aunque no hay todavía publicado examen detenido sobre este asunto, le he estudiado cuando be discutido las observa- ciones hechas bajo mi dirección en el observatorio de Ma- kerstoun, en Escocia. Si hubiese existido alguna relación algo marcada entre las variaciones magnéticas y meteorológicas, inmediatamente me hubiera apercibido de ella. En efecto, en- tonces hice una discusión especial para determinar si las varia- ciones de la temperatura esterior habían tenido algún efecto sobre la porción del imán bifilar, y llegué á una conclusión negativa. Esta conclusión es de alguna importancia en la cues- tión, porque podría parecer, según la discusión de las obser- vaciones romanas, que la intensidad horizontal del magnetismo terrestre se aumenta cuando sopla el viento N. y sube el ba- rómetro, mientras que disminuye si el viento es del S. ó el barómetro baja. Sabido es que estos dos últimos fenómenos es- tán ambos relacionados con el aumento de temperatura cre- ciente, mientras que los primeros lo están con la disminución de la misma. (O Véase el núm, 9 del tomo li. 11 Si las variaciones debidas á los vientos hubiesen sido pe- queñas, habría considerado esta última relación como una es- plicacion de todo lo que se discute, principalmente porque el coeficiente de la temperatura indicada para el bifilar romano ( — ~ — de la componente horizontal ) es menos de la mitad del coeficiente medio de los bifilares. Las observaciones que no se han correjido, ó que se han correjido de un modo insuficiente para los efectos de la temperatura, hubieran dado resultados perfectamente parecidos á los que podrían sacarse de las ob- servaciones de Roma. Parece, sin embargo, que las variaciones de intensidad son demasiado grandes para poderlas esplicar por un error de esta clase, y mis propios estudios, que daban conclusiones negati- vas, y que dejé de continuar por esta razón, aunque fuesen . muy claras para mí, no podían aceptarse por otros en presen- cia de resultados opuestos tan positivos como los de la Nota del director del observatorio del Colegio Romano. He emprendido por lo tanto una discusión especial de las observaciones del bifilar y del anemómetro, hechas en Makerstoun de hora en hora (1844), que se encontrarán en las Transacciones de la Sociedad Real de Edimburgo , vol. 18. He comparado el tér- mino medio de la fuerza horizontal de cada dia con la tempe- ratura media de los 14 dias anteriores y posteriores, y la dife- rencia (m,as si la media del dia era mayor, y menos si era mas pequeña) se consideró como independiente de las variaciones anuales y seculares. Presento aquí un resumen de los resulta- dos, primero respecto del número de dias en los cuales la dife- rencia era positiva, y de aquellos en que era negativa. A fin de facilitar la comparación, los números del R. P. Secchi es- tán colocados enfrente de los míos. 12 Dirección del viento en Makerstoun. BIFILAR, W + LIÍERSTOUN . Dirección del viento en Roma . “5T 00 Dias . Dias. 4860. Sur 89 39 Sur Este 80 16* Este • Norte. ....... 27 i 29¿ Norte. ...... Oeste 03í 49 Oeste. ...... BIFIL\R, ROMA. Alto ó as- cendente . Dias. 20 9 119 42 Bajo ó des- cendente. Dias. 81 22 17 21 Se verá que en Makerstoun, cuando el viento es del Sur, hay tantos dias en que el bifiiar está alto como bajo; poco mas ó menos se llega á las mismas conclusiones respecto del viento del Norte: en lo que se refiere á los demás vientos, el bifiiar suele estar encima de la media; el resultado respecto del viento del Oeste se halla conforme con el resultado del bifiiar roma- no; pero está lejos de suceder lo mismo respecto del viento de] Este. Es, pues, evidente que los resultados de las observacio- nes del Colegio Romano tienen un carácter enteramente local. Teniendo el mismo peso en el cuadro que antecede los dias de la mayor y menor diferencia, será mejor considerar los términos medios de las diferencias positivas y negativas para cada viento. Estas diferencias en diezmilésimas respecto de la componente horizontal se indican en la tabla siguiente. Dirección del viento Media diaria -}- ó — de en Makerstoun, 1844. la media mensual. Sur —0,87 Este +0,88 Norte. —0,48 Oeste +0,28 Estos resultados no tienen ninguna relación con los del P. Secchi, y las cantidades indicadas son mas pequeñas que una división del bifiiar romano. Sin embargo, hay un resultado, 13 y he creído deberle examinar con mas cuidado, á fin de deter- minar hasta qué punto puede ser accidental. Este examen le he hecho dividiendo la discusión en dos parles, una respecto de los vientos débiles (fuerza media inferior á un quinto de li- bra por cada pie cuadrado de superficie), la otra respecto de los vientos fuertes (un quinto de libra ó mas). En los vientos dé- biles del Norte, y también en los del Sur, encuentro el bifilar inferior al término medio en el mayor número de dias, mien- tras que se halla superior á éste respecto de los mismos vien- tos fuertes. Encuentro también que los vientos débiles del Sur y del Oeste tienen la diferencia media negativa, mientras que respecto de los mismos vientos fuertes es positiva. Estos resultados me parecen bastante decisivos, según lo que sucede en Makerstoun: sin embargo, á juzgar de ellos por los números tan diversos y distintos del P. Secchi, pudiéramos inclinarnos á creer que existen leyes locales, y que el viento del Norte hace aumentar la intensidad en Roma, mientras que la hace disminuir en Makerstoun cuando es débil, y no pro- duce ningún efecto cuando es fuerte. Mis investigaciones sobre la intensidad horizontal harán ver que una hipótesis semejante no puede apoyarse sobre ninguna base fundada. En una Memoria impresa recientemente, he hecho ver que con pocas escepciones, cuando la intensidad media disminuye ó aumenta en un punto cualquiera de la superficie de la tier- ra, disminuye ó aumenta poco mas ó menos la misma cantidad en lodos los demás puntos. Así la tierra obra como un imán que se hace un poco mas fuerte ó mas débil, siendo el aumento ó disminución en un punto cualquiera poco mas ó menos pro- porcional á la fuerza sobre este punto. Este hecho es comple- tamente opuesto á una hipótesis, que atribuiría estas variacio- nes á un fenómeno enteramente local. Como no se hicieron observaciones en Roma al mismo tiempo que las que se hacían en Makerstoun, me vi obligado á escojer cualquiera de las dos estaciones para demostrar la exactitud de esta conclusión: escojí á Singapore, cerca del Ecuador (lat. Io i o' N., long. 6l1 45m O. de Greenwich), por- que los vientos de Makerstoun deben necesariamente tener menos relaciones con los de Singapore que con los de Roma* 14 Habiendo, pues, discutido las observaciones del bifilar en Sin- gapore, hechas en 1844 simultáneamente con las de Makers- toun, relativamente á los vientos que soplaban allL en el mis- mo año he encontrado los resultados siguientes. Dirección del viento en Makerstoun, -4 844 . BIFILAR SINO + 5PORE, 4 844 . Dias . Dias. Sur. .................. 34l 43¿ Este ................ 28 174 Norte . 29 29 Oeste. .................. 61j 51 Si se comparan estos números con los que ya se han dado respecto de Makerstoun, será evidente que serán poco mas ó menos los mismos, siendo debida, sobre todo, la diferencia de los números respecto del viento Sur á los dias en que el Mil- lar variaba poco del término medio. Parece, pues, que el re- sultado que se halló en Makerstoun era enteramente indepen- diente de los vientos, puesto que se encuentra el mismo res- pecio del bifiiar de Singapore. La discusión de Singapore estaba dividida en dos partes como la de Makerstoun: no presento aqui los detalles, pero los resultados para el número de dias se parecian poco mas ó menos á los de Makerstoun con la escepcion ya indicada. Sin embargo, cuando se considera la diferencia media, se encuen- tra menor en Singapore que en Makerstoun, siendo menores los efectos de las grandes perturbaciones en la latitud inferior. Podrá verse que he indicado la verdadera causa de esta varia- ción, descontando de la discusión los tres dias, en los cuales ha sido la diferencia mayor en 1844 (es decir, marzo 29, abril 17, noviembre 22), lo que puede hacerse con tantos me- nores inconvenientes, cuanto que no ha habido cambios de di- rección en el viento que soplaba entre el Sur y el Oeste, ni durante estos dias, ni en ios anteriores y siguientes. 15 Respecto de las dos direcciones antes indicadas, he aquí cuáles son las cantidades en Makerstoün y Singapore. Dirección del viento en Makerstoün . VIENTOS DÉBILES. VIENTOS FUERTES.') VIENTOS DE TODAS FUERZAS. Makerstoün. Singapore. Makerstoün. S ingapore. Makerstoün. Singapore. Sur .... Oeste. . . -0,79 -0,46 -0,63 — 0,26 —0,02 +0,34 —6,01 +0,23 -0,40 +0,10 -0,32 +0,07 Si se reflexiona que la mayor cantidad en los resultados finales (—0,40) puede producirse por una variación de 0,08 de Io centígrado en la temperatura del imán, se verá: 1,° que el efecto del viento de Makerstoün debe ser escesiva mente pe- queño, aun suponiendo que las cantidades que resultan de la discusión sean debidas á los vientos; 2.° que aun estas peque- ñas variaciones no son debidas á los vientos de Makerstoün, puesto que el bifilar de Singapore da los mismos resultados; 3.° que haciendo una discusión respecto de un argumento cual- quiera, debe encontrarse siempre el mismo resultado; 4.° que las observaciones de Makerstoün y de Singapore, en las que se funda esta discusión, se han correjido perfectamente en cuanto álos efectos de temperatura, porque á no ser así, no hubiera habido semejanza entre los resultados. No debería terminar esta nota sin observar que el R. P. Sec- chi ha deducido que las perturbaciones magnéticas hacen pre- ver el tiempo; en efecto, ha dado números que parecen demos- trar que las perturbaciones eran mas frecuentes en 1860 cuando el viento soplaba del Sur en Roma. Si se recuerda que las perturbaciones magnéticas se hacen sentir en todas partes simultáneamente, la relación con el viento del Sur en Roma podría parecer estraordinaria; pero hay tres cosas que consi- derar: 1.a la definición de una perturbación magnética; 2.a el número de dias del año en que el viento sopla del Sur; y 3.a (y esta es la consideración mas importante) he demostrado en la discusión de las observaciones de Makerstoün, que la perturba- ción magnética era mayor hacía los equinoccios. Como cada 16 paraje tiene un viento que prevalece en estas épocas, las discu- siones dan resultados diferentes en cada estación. Así en Ma- kerstoun, en 1844, los vientos del Sudeste soplaban en las épo- cas de la mayor perturbación; en Roma eran quizá, como en 1860, los vientos del Sur; y en Singapore los del Oeste. FISICA (1). Sobre la imbibición ; por Mr. C. Mateucci. En una nota que el autor leyó en la Academia de Ciencias de Turin en abril de 1861, decía que se proponía presentar un resúmen de las investigaciones que había emprendido en aquel curso acerca de los fenómenos físico-químicos de los cuerpos vivos. Una masa porosa, como por ejemplo, un terrón de azúcar, ó un pedazo de barro cocido ó de madera, una membrana seca, una columna formada por un polvo de una sustancia insoluble mas ó menos comprimido, puede considerarse como un sistema de tubos capilares interrumpidos en unas partes y continuos en otras que cruzan en distintas direcciones. De aquí los efec- tos que puede ejercer esta masa sobre una columna líquida. Fácilmente se concibe la gran importancia que tiene este fenó- meno para la ciencia del organismo, si se considera que la im- bibición puede poner en movimiento grandes masas líquidas, como sucede en los vegetales, y en aquellos animales que no tienen un aparato de circulación ni órganos de locomovilidad, y elevar por consiguiente columnas líquidas que ejerzan una gran presión, produciendo ó al menos coexistiendo con la des- composición química de algunas soluciones. ¿Es simplemente la imbibición un fenómeno de capilaridad, cuya influencia puede hacer que un líquido suba á una altura cualquiera en una columna compuesta de una sustancia porosa, ó, por el contrario, está limitada esta elevación? Nos ceñiremos á referir aquí algunos de los resultados prin- cipales que hacen conocer sin duda alguna que la imbibición (1) El asunto corresponde propiamente á la Física en sus relaciones con la fisiología. 17 es esencialmente un fenómeno de capilaridad, y al mismo tiempo manifiestan cuáles son las circunstancias á las cuales se debe que la capilaridad produzca los efectos que caracteri- zan á la imbibición. El primer resultado conforme con esta conclusión general, y que puede demostrarse con mucha facilidad, es que la imbi- bición se ejerce con igualdad en todos sentidos, á pesar de la acción de la gravedad. Sábese que echando una gota de cual- quier líquido en un plano poroso, homogéneo y horizontal, co- mo por ejemplo una hoja de papel, penetra en este, produ- ciendo el líquido absorbido una mancha en forma de disco. Pues bien, la proposición anterior puede demostrarse modifi- cando muy poco este esperimenlo, que también se verifica cuando la hoja se pone en sentido vertical ó inclinado : basta hacer pasar por un pedazo de cartón colocado verticalmente un bramante mojado en aceite, dejando uno de sus estreñios su- me rj ido también en aceite, y se observa que la mancha que se produce forma un disco perfecto. Naturalmente no sucede lo mismo cuando los cuerpos no son homogéneos, por cuya razón se propaga el líquido en una tabla con mas facilidad á lo largo de las libras que al través, porque lo aspiran los tubos capilares en la primera dirección. Del mismo modo, si se mete una tira de cartón en agua, se ve que el líquido sube con mucha mas rapidez á lo largo de las orillas que por el resto de la superficie. Es muy posible, y á la verdad convendría demostrarlo, que aun en una lámina de un cuerpo cristalizado que no pertenez- ca al sistema regular, no se estiende con igualdad en todas di- recciones una gola líquida absorbida por la acción de la capi- laridad. Otra proposición podemos establecer, á saber: que la imbi- bición medida por la altura de la columna líquida que se eleva á consecuencia del peso del líquido que impregna las diversas capas de la masa porosa, es proporcional á la densi- dad de esta masa. Este esperimenlo se hace llenando un tubo de cristal con polvo de vidrio muy fino, que se tiene cuidado de lavar con un ácido, después con alcohol, y de secarlo en seguida. Apretando mas ó menos este polvo, se consigue tener TOMO XII. 2 18 tres tubos formados por columnas del vidrio pulverizado, cm yas densidades son proporcionales á los números i, 2 y 3. Para impedir la influencia de la evaporación, deben ponerse debajo de una campana de vidrio en un espacio saturado de vapor de agua, y cuidar de que se sumerjan desigualmente en el mismo líquido. La ascensión se verifica con mas rapidez en la masa menos densa*, pero prolongando la duración del esperimento, se halla finalmente que aquella es proporcional á la densidad de la masa porosa, es decir, que está en razón inversa de los tubos capi- lares, que puede suponerse que existen en esta. No nos deten- dremos en referir los números hallados, porque en su mayor parte no presentan proporciones constantes, y con facilidad se comprende que no pueden ser homogéneas en todas sus partes las masas obtenidas de este modo. Nos falta considerar el punto mas oscuro de los fenómenos de imbibición, á saber, los límites á que puede elevarse un líquido en una masa porosa; ó con mas exactitud, la ley que da la proporción entre la velocidad con que el líquido sube y la cantidad de agua que se eleva, y por consecuencia la canti- dad de trabajo producido por una fuerza que, para abreviar, llamaremos fuerza de imbibición . Supongamos que se haga el esperimento con un pedazo de tela ó de papel colocado verlicalmente, cuyo estremo inferior se sumerja á una profundidad constante. Si se efectúa al aire libre, se evapora el líquido embebido en proporción de la tem- peratura y en razón inversa de la cantidad de vapor que con- tiene el aire. Es fácil apreciar la analogía que hay aquí entre las -condiciones mecánicas que pueden aplicarse para esplicar los fenómenos de la imbibición, y aquellas á que está sometida una barra metálica que tenga uno de sus estreñios en un medio de una temperatura constante, y que radie calor por su super- ficie. La ley de la pérdida de calor por la radiación de un punto de la superficie, es la que dan solo como aproximación las fórmulas bien conocidas de Newton, á saber, que el calor que se pierde en un tiempo dx es proporcional al esceso de temperatura t del punto sobre la del medio. Como todas las demás circunstancias son iguales, puede admitirse que la eva- 19 poracion del agua de que esté empapada una masa porosa se espresa por una función análoga á la de la radiación. De he- cho sabemos que la presión necesaria para quitar el agua de una membrana mojada va aumentando en razón inversa de la cantidad de agua que queda en la misma, y es natural que otro tanto suceda cuando no es la presión, sino el calor, el que hace desaparecer el agua con virtiéndola en vapor. Sin em- bargo, quisimos comprobar esta analogía por medio de un es- perimento riguroso, y en verdad es digna de atención la con- formidad que observamos entre aquella y los resultados de este. Es sabido que tratándose de una barra de longitud indefi- nida, cuyo eslremo esté á una temperatura constante y que ra- die por su superficie, la teoría fundada en la fórmula de New- ton conduce al siguiente principio: «que cuando crecen las distancias al punto calentado en progresión aritmética, los es- cesos de temperatura de los diversos puntos disminuyen en progresión geométrica. Así, considerando una serie de puntos equidistantes, dividiendo la suma de los escesos de tempera- tura de estos puntos tomados dos á dos por el esceso del punto intermedio, se obtiene un cociente constante. En esta forma comprobaron primero Biot y después Despretz la ley de la pro* pagacion del calor en una barra sólida. He aquí un esperimento análogo, por decirlo así, que hici- mos sobre la imbibición. En el rigor del invierno, y estando el tiempo muy seco, mandamos cortar un álamo que tendría unos 12 metros de altura, y tomando pedazos de madera en diferentes puntos equidistantes partiendo desde la raíz, calcu- lamos en seguida la cantidad de agua que tenían cada 100 par- tes de madera. Como el aire estaba muy seco, podían calcu- larse estas cantidades tomándolas como correspondientes al esceso de temperatura de los diferentes puntos de la barra. Los números que obtuvimos á las distancias de 4 en 4 metros desde la raiz eran: 60,450 por 100 de madera. 56,620 54,013 51,150 20 Por un cálculo muy sencillo se halla que sumando el pri- mero y el tercer número, y dividiéndole por el segundo, se tiene el mismo cociente que dividiendo por el tercero las su- mas del segundo y el cuarto. Como el esperimento se hizo en invierno, la planta no te- nia ninguna fuerza de vegetación, y por lo tanto la cantidad de agua distribuida en su interior dependía simplemente de la ley física de la imbibición. En vez de hacer el esperimento acerca de la imbibición en el aire, en el cual se produce la evaporación del agua que se eleva, puede hacerse en un espacio saturado de vapor, y con una tira de papel ó de tela, dejándola espuesta algún tiempo á la acción del aire húmedo. Todavía en este caso subsiste la analogía con la propagación del calor. En efecto, es sabido que no habiendo radiación, una barra de una longitud indefinida, cuyo estremo se mantuviese á una temperatura constante, de- bería, al cabo de un tiempo indefinido, presentar la misma tem- peratura en todos sus puntos. Haciendo el esperimento de la imbibición con una hoja de papel en aire saturado, hemos ha- llado efectivamente, según lo ha comprobado hace poco un físico inglés, Mr. late (Phil. Magaziné), que entre ciertos li- mites, la cantidad de agua que se absorbe por medio de la im- bibición es la misma en todos los puntos, es decir, á todas las alturas. Nos resta únicamente hablar de la rapidez de la imbibición. Aproximadamente puede decirse que está en razón inversa de la altura, es decir, que para elevarse el agua en una hoja de papel desde 1 centímetro á 2, emplea doble tiempo que el que necesita para subir desde 0C á 1, y así sucesivamente. Gomo es natural, esta ley se verifica con tanta mayor exactitud, cuanto mas pequeña sea la unidad de altura adoptada. Puede hacerse el esperimento dividiendo la hoja de papel en varias partes por medio de líneas paralelas y equidistantes, y después pesando sucesivamente la hoja por medio de una balanza hidrostática, siempre que el agua llega á una de las señales ó líneas de marca, y determinando al mismo tiempo con un cronómetro lo que dura la ascensión. Si la imbibi- ción fuese simplemente un caso de capilaridad no podría 21 corresponderse, porque no se verifica siempre la ascensión con la misma rapidez; por consiguiente, este fenómeno es complejo probablemente, aunque en su esencia se deba á la capilaridad. Poniendo rodajas de cartón ó de otro cuerpo poroso homogé- neo unas sobre otras en contacto con un disco saturado de agua, se observa al cabo de cierto tiempo que la cantidad de agua que contienen disminuye según el lugar que ocupan. Estos efectos, lo mismo que el de la diferencia de velocidad de la ascensión que hemos descrito, dependen de los diversos gra- dos'de atracción, ó de la afinidad capilar del agua respecto de una masa porosa; afinidad que, como hemos dicho, está en razón inversa de la cantidad de agua contenida en esta masa. Estos diversos resultados de las investigaciones esperimen- tales que he hecho acerca de la imbibición, y que acabo de resumir, aunque sean todavía incompletos, me han impelido á dar una interpretación mas exacta de los fenómenos de la im- bibición en los vegetales y en los animales, descubiertos en el siglo pasado por el célebre doctor Hales. MEVEOR0I4M3IA . Resumen de ¡as observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de noviembre de 1861. En los tres primeros dias de noviembre fué el temporal, como á fines de octubre, nuboso, algo revuelto y desapacible, propio, en una palabra, del principio de un invierno estrema- do. Conservóse el cielo despejado y el viento en calma en los dias i y 5; pero hallándose ya nevadas las cumbres mas altas de la inmediata cordillera, la temperatura continuó descen- diendo con relación á los dias precedentes. Empañóse un poco Ja atmósfera en los 6 y 7, sin interrumpirse la calma, con lo cual aumentó la temperatura, se encapotó por completo el cie- lo, arreció notablemente el viento por la tarde, y lloviznó por la noche en el dia 8; disolviéndose, por el contrario, las nubes algún tanto, y aplacándose á la vez la fuerza del viento en el 9, para amanecer el 10 bastante tranquilo, cubierto en totalidad y lluvioso, en cuyo estado permaneció hasta el final. Trascurrieron en calma, templados, ambos con nubes y niebla densa, y con lloviznas frecuentes en el segundo, los 11 y 12; caluroso y muy anubarrado, y lloviendo por la tarde con relámpagos y truenos el 13; variables, ventosos y mas frescos que los anteriores los 14 y 15; cubiertos, bastante tran- quilos y lloviendo casi sin interrupción, aunque no en gran cantidad, los 16, 17 y 18; y con viento fuerte á ratos, casi del todo cubiertos, y con amagos repetidos de lluvia, los 19 y 20. En la 3.a década cesaron las lluvias, y apenas se percibió la fuerza del viento; pero continuaron, sin embargo, húmedos, encapotados y lluviosos los 21, 22, 23 y 24; y si bien se des- pejó el cielo en el 25, en el siguiente volvió á encapotarse, y en los cuatro últimos dias del mes hubo niebla densísima y húmeda, que los rayos del sol no consiguieron disipar mas que por breves momentos. El barómetro, que al comenzar el mes marcaba una pre- sión media de 701mm, la señalaba el 3 de 704, y de mas de 712 en el siguiente, descendiendo en los sucesivos, hasta el 8, á su primer estado. Desde el dia 10, en que ya la columna de mer- curio medía 705mm, hasta el 15 inclusive, las oscilaciones ba- rométricas fueron de mediana amplitud; pero del 15 al 17, época de transición de un temporal de nubes á otro de lluvias repetidas, ocurrió un descenso de mas de 8mra, y un ascenso de 15 del 11 al 20, principio de la temporada de nieblas de que se hizo mención poco mas arriba. «En la última década hubo un pequeño descenso hacia el 23, seguido luego de un movi- miento ascendente constante; conservándose, en general, en todo este período muy elevado el barómetro, según los núme- ros del adjunto cuadro manifiestan. En la marcha de la temperatura se presentaron algunas ir- regularidades que merecen notarse. La 1.a década fué mas fria que las posteriores, y del dia á la noche mas estremadas tam- bién en esta que en las siguientes las oscilaciones del termó- metro; hácia la mitad de la 2.a volvió este aparato á marcar lo propio casi que en la anterior, con la circunstancia de que sus 23 oscilaciones se conservaron entre muy estrechos límites; y á tiñes de la 3.a reinó de nuevo la misma desagradable tempera- tura que al comenzar el mes. El viento, muy débil por lo regular y en muchas ocasiones perceptible apenas, sopló del N. E. y S. E. en los cinco pri- meros dias; del S. O. principalmente, y del N. O. con menos frecuencia, del 5 al 15; del S. E. luego hasta el 22; y del N. y N. 0. en los sucesivos hasta el final. BARÓMETRO. -1 .a década. 2.a 5.a Am á las 6 m m rn 705,11 mm 706,00 mm 710,69 id. á las 9. 706,00 706,67 711,19 id. á las 12. 705,62 706,88 710,62 Id. á las 3 t. 704,88 705,50 710,02 Id. á las 6 ................. 705,32 705,99 710,27 Id. á las 9 n ................... . 705,42 706,31 710,55 Id. á las 1 2 703,39 706,60 710,59 Am por décadas m m 705,39 mm 706,20 mm 710,56 A. máx. {dias 4, 20 y 29). . ........ 713,71 714,01 713,10 A. mín. (dias 8, 17 y 23). ........ . 696,33 697,76 705,63 Oscilaciones , 17,38 16,25 7,47 Am mensual. .................... Oscilación mensual. .............. » » mm 707,38 17,68 » » i 24 TERMÓMETRO. I." década. 2.* o.* Tm á las 6 ni 3o, 9 7°, 8 6/3 Id. á las 9 . 6 ,1 9 ,1 8,1 Id. á las 12 10 ,6 11 ,3 11,2 Id. á las 3 l 11 ,8 11 ,9 11,9 Id. á las 6 9 ,0 10 ,3 9,9 Id. á las 9 n 7 ,3 9 ,8 8,5 Id. á las 12 6 ,1 9,4 7,6 Tm por décadas 7°, 9 9°, 9 9o, 1 Oscilaciones 16 ,5 14 ,4 15,0 T. máx. al sol (dias 5, 21 y 24). . . . 29°, 1 22°, 7 2 4o, 3 T. máx. á las. (dias 7, 13 y 14, 24).. 16 ,2 17 ,8 17,9 Diferencias medias 8 ,4 2 ,4 4 ,9 T. mín. en el aire (dias 5, lo y 30). — 0°,3 3o, 4 2o, 9 Id. por irradiación (dias 5 y 6, 14, 25). -3 ,4 2 ,0 1,0 Diferencias medias 2 ,9 1 ,9 0,8 Tm mensual » 9°,0 » Oscilación mensual » 18 ,2 r J) PSICRÓMETRO. ] ,a década. a 5.a Hm á las 6 m 85 83 96 Id. á las 9 83 96 94 Id. á las 12 69 86 87 Id. á las 3 t 62 82 85 Id. á las 6 71 89 91 Id. á las 9 n 80 90 93 Id. alas 12 84 91 97 Hm por décadas 76 88 92 Hm mensual 85 SEassssssBasa 25 ATMÓMETRO. E 1 ñor décadas mu 1,5 2,7 0,6 mm 0,6 1,5 0,0 E . máx. (dias 6, 14 y 24) E . mín. (dias 10 12 v 27) ........ E mensual . « . . . . .............. . » mm 0,8 PLUVÍMETRO. Dias de lluvia 8 Agua total recoj ida 45mm,4 Id. en el dia 10 (máximum) 12 ,0 . . - i ■ 'vi. V ANEMÓMETRO. Vientos reinantes en el mes , N 49 horas s 58 N. N. E 13 S. S. 0 ....... . 49 N. E 48 q o 99 E. N. E 11 0. S. 0 6 E 17 o 11 E. S. E 30 0. N. 0 34 S. E. ....... . 55 N O • v,/ ••••«•••«» 166 S. S. E. . 43 N. N. 0 31 i 26 REAL OBSERVATORIO DE MADRID. -OBSER Barómetro en milímetros I 1 INVIERNO PRIMAVERA. O J5 S o ’o 1 O t- . O a O O > O í 707,32 706,42 709,3 6- 708,25 706,45 707,27 A1B á las 6 ¡a. 707,51 706,65 709, 7l| 708,66 707,01 707,95 Id. á las 9 707,06, 7 06,16 7 0 9, 1 8| 708,02 706,51 707,53 Id. á las 12 706,27 ; 705,33 7 08,03! 707,03 705,59 7 06,80 Id. á las 3 t. 706,03 704,97 707,7 ¡ I 706,87 705,85 707,19 Id. á las 6 706,8 1 1 705,62 70 8,57? 707,53 706,33 707,43 Id. á las 9 ii. 706,99 705,88 708, 74Í 707,63 706,35 707,53 Id. á las 12. 706,86 705,81 708,76 707,71 706,30 707,38 Am mensual. 712,61 710,12 712,56 713,88 711,85 714,01 A. máx. observ. (1) 699,13 699,85 703,44 701,49 698,1 1 696,33 A. mín. observ. (2) 13,48 10,27 9,12 12,39 13,74 17,68 Diferencias extrem. 2,15 2,23 2,29* 2,35 2,32 2,76 0Ja mensuales. 4,40 4,24 3,58 4,37 5,84 6,98 O. máx. diarias (3) 1,01 0,87 1,17 0,94 1,12 0,71 I O. mín. diarias (4) (1) D. y h. de la ob- 11 9 m - 1 9 m . 25 12 m. 13 9 m . 12 9 m. 20 9 m. servacion. 7 5 i. 5 5 t. II 1 2 ij . 50 6 t . 29 6 m . 8 12 n. (2) Idem . 8 25 ' 25 12 11 8 (5) D. de la observ . 27 J 26 15 25 25 12 (4) Idem . i I 28 REAL OBSERVATORIO DE MADRID. -OBSER Termómetro T á las 6 m IU Id. a las 9 Id. á las 12 Id. á las 3 t Id. á las 6 Id. á las 9 n. .... . Id. á las 12 T(n mensual T. máxima (i) . . . . T. mínima (2) . ... Diferencias estrena. . Om mensuales 0. máx. diarias (3). 0. mín. diarias (4). _ INVIERNO. PRIMAVERA . \ Diciembre. i O « c fcd Febrero. j / Marzo. i Ja c O cg s 4.4 5.4 7.7 8,3 6.5 5.8 5.5 6,2 16,2 — 4,4 20,6 3.6 11,8 3,0 1,6 2,6 7.4 9.4 6.5 4.3 3,2 5,0 16,1 -4,6 20,7 5,8 15,0 3.4 2,5 4.2 7,9 9.2 7,0 5,4 4.3 5,8 15,6 -0,7 16,3 9,7 15,0 4.4 4,8 8,7 14.8 16,6 13,7 10,5 8,1 11,0 24.3 -1,0 25.3 14.9 19.4 7,1 6,3 11,2 15.5 • 17.2 14.6 10,9 8,6 12,0 25,8 — 0,6 26,4 14.3 19.7 5,2 10.7 15.7 19.7 20.5 18.8 14,8 12.5 16,1 31,2 2,8 28,4 14,7 20,1 6,7 1 (1 ) Dias de la obser- vaeion 29 29 14 10 6 17 (2) Idem 18 9 9 15 W 14 (5) Idem . 26 27 28 22 5 15 (4) Idem . . . 23 5 15 28 21 24 29 V ACIONES METEOROLOGICAS.— ASo de 1861. centígrado . VERANO. OTOÑO. o O CJ £_ S • t- ■Tl O í- a *5 s *“3 3 O bD -£ o rjn O ( O *- O 14,8 17,2 19,5 14,2 12,2 6,1 T(n á las 6 m. 20,0 23,0 25,7 19,1 14,7 7,8 Id. á las 9. 23,3 24,2 31,7 25,6 18,8 11,0 Id. á las 12.. 25,2 29,5 34,0 27,1 20,0 11,9 Id. á las 3 t. 23,7 28,4 32,0 24, í 16,5 9,7 Id. á las 6. 19,2 23,2 26,3 20,3 14,9 8,5 Id. á las 9 n. 16,3 20,3 23,2 17,7 13,7 7,7 Id. á las 12. 20,4 24,2 27, «5 21,2 15,8 9,0 Tm mensual. 33,2 37,3 42,1 39,7 3 f ,1 17,9 T. máx. ( 1) 7,2 11,1 13,2 7,1 2,2 —0,3 T. mín. (2) 26,0 2 6,2 28,9 32,6 2 8,9 18,2 Diferencias exírem. 15,4 16,9 i 8,9 16,9 11,2 8,4 Om mensuales. 20,4 2 0,1 22,1 24,0 16,9 15,0 0. máx. diarias (3) 11,0 10,2 15,3 j 6, ‘2 2,3 0. mín. diarias (4) 1 (i) Dias de la obser- u 25 10 w- O 2 24 vacioo . ** o 15 2 i 27 5! 5 (2) Idem. 12 o 10 5 2 6 1 (5) Idem. 8 14 16 1 ] 1 22 16 (4) Idem. 30 TEMPERATURA DE LA TIERRA desde la superficie hasta 3,7 metros de profundidad. — Los meses se ha- llan divididos en décadas . i.° 2.° 3.° 4.° 5.° : 6.° i.a 8o, i 8°, 2 10°, 2 H°,6 13°, 5 14°, 4 Diciembre. . . • 2.a 4 ,0 4 ,8 9 ,9 10 ,2 12 ,7 13 ,2 3.a 7,3 6 ,4 7 ,4 9 ,1 1 2 ,0 12 ,8 r 1.a 5,1 5 ,8 8 ,4 9 ,4 11 ,3 12 ,2 Enero. .....] 2.a 2,7 3 ,5 6 ,6 8 ,4 lo >s 11 ,6 , 3.a 4,8 3 ,7 5 ,5 7 ,3 10 ,1 11 ,2 ' 1.a 5 ,5 4 ,6 5 ,8 7 ,2 9 ,6 10 ,6 Febrero. . . . < 2 . a 5,4 5 ,0 6 ,1 7 ,1 9,3 10 ,2 3.a 5,6 5 ,2 6 ,5 7 ,3 9 ,1 10 ,0 1.a 9 ,9 7 ,4 6 ,8 7 ,3 9 ,2 9 ,9 Marzo 2.a 10 ,0 8,7 8 ,4 8 ,2 9 ,0 9 ,7 3.a 10 ,7 9 ,8 9 ,6 9 >3 9 ,5 10 ,0 i-¡ 13,1 11 ,1 10 ,1 9 ,7 9 ,9 10 ,2 Abril 2.a 11 ,6 10 ,3 10 ,8 10 ,6 10 ,2 10 ,4 3.a 12 ,6 11 ,6 11 ,5 11 ,1 10 ,7 10 ,7 ( ' 1.a 14 ,2 12 ,7 12 ,4 tí ,6 10 ,9 11,0 Mayo | 2.a 16 ,1 14 ,4 13 ,0 12 ,3 11 ,4 11 ,4 3.a 17 ,8 16 ,7 15 ,0 13 ,6 íí ,9 1 i ,8 j ' 1.a 16 ,4 15 ,8 15 ,6 14 ,4 12 ,5 12 ,3 Junio i 2.a 22 ,4 21 ,7 17 ,t 15 ,4 13 ,0 12 ,7 ( 3.a 21 ,1 20 ,5 18 ,9 17 ,0 13 ,9 13 ,3 ( 1.a 22 ,8 21 ,4 20 ,0 18 ,0 14 ,7 14 ,0 Julio. ...... j 2.a 22 ,7 21 ,1 20 ,1 18 ,5 15 ,5 14,6 3.a 25 ,6 24 ,1 21 ,8 19 ,5 16 ,1 15 ,2 i 1/ 28 ,2 25 ,4 23 ,1 20 ,9 16 ,8 15,9 Agosto 0 a ^ • 29 ,4 27 ,1 24 ,6 21 ,9 17,6 16 ,5 O 3.a 25 ,4 24 ,3 23 ,9 22 ,1 18 ,2 17 ,í 1.a 25 ,6 24 ,4 23 ,8 22 ,1 18 ,5 17,4 Setiembre. . . 2.a 20 ,2 20 ,6 22 ,2 21 ,5 18 ,6 17 ,6 3.a 18 ,9 19,0 20 ,4 20 ,3 18 ,5 17 ,7 ( 1.a 18 ,3 18 ,3 19,1 19 ,2 18 ,2 17 ,6 Octubre ... A 2.a 16 ,8 16 ,8 17 ,7 18 ,1 17 ,6 17 ,3 3.a 12 ,9 13 ,6 16 ,3 17 ,0 17 ,0 16 ,8 1.a 8,1 8 ,8 13 ,0 14 ,9 16 ,0 16 ,! Noviembre.. . 2.a 9 7 9 ,6 11 ,6 13 ,3 15 ,2 15 ,6 3 a ! 1 i 9 ,3 9 ,5 11 ,6 12 ,7 14 ,4 15 ,0 Psicrómetro» — Humedad relativa I 31 o o 4-1 o o 2: tí w ¡> O tí 63 ¡> •3.iquiaiA0\¡ oo 00 91 80 76 83 88 05 85 o 62 - .* r I «5 CS es OS Vi 40 co •aaqirpo i | oc oo co 40 t-» t— 00 t- OS 40 •ajquiapag 00 oo ^-í 00 co es SO vi co es co si so Vi N CO oo oo co s© O 40 co CO vi •oí solí y Vi vi es es es co co CO Vi es •oijnf CO »>. co oo Oí es o os «O vi co es es si so Vi 40 co • ouinf K3 075 co 05 es so so Vi Vi OS s SO Vf co si so 40 so co ’ 0AC[\¡ vil 05 00 e» es <©> o 40 00 t-. 4© ví vi i* 40 40 00 co ' ■ * ii-jqv co co Oí co t- 05 40 t— CO es oo t-- SO S© Sí? O tv 40 es Vi * 0ZJB[\[ co v? <50 rO <© CO OO i© «nJ 00 1- SO SO 40 N 40 os 1© f •o.Tá'jqaj CS CO OS es 40 «<*** t'. OS 00 £- N oo 00 00 os 40 • oaaug oo t-- C^i 40 CO es 40 C5 Os oo 00 t- CO tv. oo 00 00 05 SO •ajquraioiQ 1ÍS CO Vi CO OS 7-1 <05 O O 00 X CO os Oí OS O — X O N « a « • • • • • • • » • « ' * • « . * • • • • * ° • * » * o • • • » • • • <• o a « • • - • • • • • • - a ; • es • • • * re es 40 OS — 1 CO 40 OS «*•* Cv5 Xfi tfi CO m w W C/5 w re re es a es £¡ i— < • * r— < O -re -re ‘G5 -re -re -re -re a S • . • m a • c a2 H3 ns ^3 r3 H l~l i—i HH HH « a re ■73 73 I Evaporación. — Lluvia. —Estado de la atmósfera . 34 ’ajqui3¡A0\i a ^ «j ^ g ^ ® es^^svDeo^ goc^o £ >rs '< m i— i 05 Pt O & ai a i— * > ‘ojsoS V a *® n « s fi a " 5 « m « « © © S es te «e> s es ^“4 ■=■* S ^ es «ph S ^ ^ X co S1 v £ ® ^ cea £ es es i-t ^ «r* . es ® ® ® a io oo es p t— qd 1 •[¡jqV 3 ^ ^ a ^ ^ si<^t^®®e© 5 ^ 30 ® '*■1 P ® t>> es •»■« ! £ ^ ® ^ eoop^^ ®^io--eseo 1 ° O/JBJY g P5 S © a 40 W 1 " " . _ 1 •ojaaqaj S ^ C/Í ”"1 «© ® p °2 eocseocoiísi- g^c^® — § t- r- c es | •0J9U3 gt^®®^ íoos^^- irseoeo^-^oo 5®«?h® g^-e© « es «■* •3jqtX13lOIQ 1/ S N O O ® ^ M ^ o C ! c »*■ «- ' C «■• O 6s ® o es • « a O • • o o a ¡a • i— 4 .2 e • .2 ‘;«i a» • j .-es a • C1 ©S o • en O • en ^-v g .2 eS .5 GC O es o o es ■ Ea es O C/3 es 45 es .2 CS J2 W en • j-s O O • r-5 O "o 2 a i— i CD O fl & CS ?-i O £4 es X vc3 a * ^ a vrH a O es B0 es Om a o r-í o í-l rt 3 ¿m. ¡f> 3 a O en 45 es en es 43 =3 55 ¡> w es 1— 1 HH • ^ P es i— « Oí» <1 es HH P es hH 'C3 ‘«3 ‘CS o o o o 35 Resumen anual de tas observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid. — 1861. ¡ ¡ RAROMETRO. TERMOMETRO. PSICROMETRO . CS r cS 1 ce a k <13 O £ 2 .1 « 3 « eá 0 -Q Q . .5 a 22 ^ qj ?-* 0 • a ■S g a .2 eo ra ”5 s a ■ 0 • ~ es s . .2 « ca "S ■« a í E S *S S a -B ’l s C "O •5 s 6 E- 6 rr O £ 6 nnn rum | ni m rn iri 6 m 706,81 6,7 6 9,6 17,9 | 78 47 7,1 4,7 9 < . 707,22 6,60» 13,2 23,1 70 52 8,0 5,6 12 706,7 5 6,35; 17,4 24,3 56 56 8,5 5,4 3 t 705,89 S 58 19 1 25 7 52 55 8,0 4.7 6 705,92 4,94 16,9 25,5 58 64 7,9 4,9 9 n. 706,51 5.59 13 7 no 0 66 61 7,6 5.0 12 706,62 5,78' 11,8 20,0 72 55 7,4 jCH— BMB— 5,0 m m Altura barométrica media. * . . , ............ . . . . . 706,53 Oscilación anual . 32,52 o Temperatura media del año f 4,¿6 Id. máxima á la sombra (dia 10 de agosto) . . 42,1 Id. mínima id. (dia 9 de enero) 4,6 ni m Evaporación media 4,7 Id. máxima (dia 17 de agosto). 16,1 Dias de lluvia ó tempestad. 96 ¡lira Lluvia caída en el año... . 365,2 Id. en el dia 24 de diciembre (máximum) 20,2 Dias despejados 102 Id. nubosos, de 1 á 2 inclusive 56 Id. de 3 á 4. ............. 56 Id. de 5 á 6 43 Id. de 7 á 8. ..... 47 Id. de 9 á 1 0 61 Frecuencia de los vientos del N. al E 1000 Id. del E. al S 639 Id. del S. al O 1044 Id. del O. al N ...... . . . 684 Evaporación* — Lluvia»— -Estado de la atmósfera» 34 ■3JqCU3[\0\l - 00 S O c r* «\ a o !í M M ^ g ^ o £ W fí £-i O O 27 a > •«! ~ a > < tí tí o tí a £ 2: ) •ajqnpo . S^-r.^ w ^ tí» etí »tí «ít* oo tí» S tí» ?o o w 00 "** ^ 'ajqmoiias i ' S * °l °1 f- o S ^ ^ cc o cc tí» tí» -i £i^.c^e^ £**»■«- •*-< ■opoS y a *® n « * c’ S ft 2 « M M *» O O 2 es co se 2 es 1 ' ■oiinf § \ ^ ^ tí» 5 ^ 0© ?C 5 h •oianp - O Ifl M ._ _ fO •'^f* fifi 2 * •- *. so «** g ^ v. o i>- tí» ><* *-i E w f< « g o es ^-> ■'- CQ ‘0ÁBf\[ fm lft <*=*» (^» / a i. x?o £ ~ %. N fí c c O ElftX M = N X 1 ’[¡jqv a ^ ^ ® —» g ^ ^ .«ooctí = » e ^ a c¡ n “■ es -*-< í •OZJBJ^ ram 3,5 7,0 0,5 3 0 imn 11,0 0,7 9 í 1 5 1 2 3 •oasjqaj i ~ ® - fCOs:^.^ M « « » N a*"CS® — E N N ~ (tí 1 ? •0J9U3 § ^ ® ® ltí ® E ® W M fO « « X £ c « ® E *■■ eo e» j = o o •9jqai310TQ ; S 0~ 0~ tí> g ^ ^ M d M >? O c rt s N o ■*- ■ C fi tí *3 .2 ® c a .2 tí ^ .2 es o tí O *53 £tí tí CS tí a w 'tí es O tí .2 • H fS tí F-J tíS o • — en •(“5 a • — =k vrH O ■tí C/3 O Q* a O O CP c2 o a íh 3 a • tí; i— i t/3 tí • F"* P o 1-» tí3 H—í tí ® = « te * < s o tí .«^‘rt ‘CS ‘tí 'tí £ . m Vi Ó tí2 '' tíJ tí o O O O 09 tí tí¡ y tí? tís tí • • ■•- tí tí tí tí tí tí M H- I H= j h—i — t— i 35 Resumen anual de las observaciones meteorológicas hechas en el Beal Observatorio de Madrid. — 1861. RAROMETRO. TERMOMETRO. PSICROMETRO. a O £ C3 í- < , Oscilación j media . Temperatura media. | C . .2 C3 J1! *s e <*) O 1 ct: a QJ '“O CJ • s "O - ¡1 Oscilación I media. 1 Tensión me-i dia. 1 Oscilación media. ‘ id m mm ¡ o O mm mm 6 m 706,81 6,7 6, 9,6 17,9 78 47 7,1 4,7 9 707,22 6,60; 13,2 23,1 70 52 8,0 5,6 12 706,7 5 6,35 17,4 24,3 56 56 8,5 5,4 3 t 705,89 5,58' 19,1 25,7 52 55 8,0 4,7 6 705,92 4,94 16,9 25,5 58 64 7,9 4,9 9 n 706,51 5,59 1 3,7 22,0 66 61 7,6 5.0 12 706,62 5,78 I 11,8 20,0 72 55 7,4 5,0 mm mm Altura barométrica media. * 706,53 Oscilación anual 32,52 O Temperatura media del año 14,/5 Id. máxima á la sombra (dia 10 de agosto) . . 42,1 Id. mínima id. (dia 9 de enero) . — 4,6 m m Evaporación media . 4,7 Id. máxima (dia 17 de agosto) 16,1 Dias de lluvia ó tempestad. . 96 mm Lluvia caída en el año 365,2 Id. en el dia 24 de diciembre (máximum) 20,2 Dias despejados 102 Id. nubosos, de 1 á 2 inclusive 56 Id. de 3 á 4. . . . . . 56 Id. de 5 á 6 43 Id. de 7 á 8 ; ; 47 Id. de 9 á 10 . ... 61 Frecuencia de los vientos del N. al E 1000 Id. del E. alS 639 Id. del S. al O 1044 Id. del O. al N. ..... 684 CIENCIAS NATURALES. FISIOLOGIA ANIMAL, Experimentos acerca déla nutrición de los huesos ; por Mr. Milne Ednyards. (Annales des Sciences naturelles, A 861, núm. 4.) En 1842, al hacer Chossat sus escelentes estudios acerca de la nutrición, demostró que para que puedan vivir los ani- males necesitan ingerir diariamente en su estómago una con- siderable cantidad de sales calizas, ya en sus alimentos, va en estado natural , como lo verifican ciertas aves. Cuando les falta esta cantidad, en vez de tomar la sangre de los productos de la digestión los principios tórreos que necesita, los toma del te- jido óseo, y al cabo de cierto tiempo, que varía según la espe- cie del animal, su edad, y su mayor ó menos actividad vital, se ponen los huesos delgados y frágiles, concluyen por rom- perse al menor esfuerzo, y se produce la muerte del animal, como consecuencia inevitable de este sistema de nutrición. Pero Chossat no trató de esplicar por medio de la análisis química, cuáles son los fenómenos que se verifican en el hueso, y de qué manera se destruye el tejido óseo. ¿Sucede á conse- cuencia de una simple reabsorción de las materias calizas, que la sangre, por una especie de locion, quita al hueso á medida que se necesitan para la economía , dejando intacta la materia cartilaginosa; ó bien el tejido óseo se destruye poco á poco y en su totalidad , es decir, desaparece la materia cartilaginosa al mismo tiempo que el fosfato y el carbonato de cal? Para resolver esta cuestión, basta privar de sales calizas por algún tiempo al animal, é investigar después por medio de 37 la análisis las alteraciones que hayan sufrido los huesos; si por la influencia de este sistema de nutrición hay en ellos mas es- casez de sales calizas; ó si no ha cambiado la proporción de sus elementos, y solo ha disminuido el volumen. Las aves son , entre todos los animales , los que mejor se prestan á esta especie de esperimenlos. Sin cambiar en nada su alimento diario, se les pueden dar sustancias muy pobres en materias térreas. En circunstancias normales, además de la considerable cantidad de sustancia mineral que absorben para sus necesidades , tragan continuamente arenas y piedrecillas, porque los granos privados de materias estrañas, no pueden suministrarles bastantes sales calizas para las necesidades del organismo. Di de comer á nn pichón trigo, arroz, maiz y mijo descor- tezado, á la vez que agua destilada para beber. El trigo empleado me dió por la incineración 2,50 por 100 de cenizasi que contenían 0,05 de cal. El maiz dejaba por residuo de i á 1,30 por 100 de ceni- zas, que contenian 0,015 de cal. El arroz dejaba 0,5 por 100 á 0,8 de cenizas. El mijo contenía 2,50 á 3 por 100 de cenizas. Pero como la mayor parte de las materias minerales se en- cuentran en la película que cubre el grano, pude, descortezán- dole, obtener un producto que no contenia mas que 1 por 100 de cenizas, en las cuales había de 0,03 á 0,05 de cal. Alimentado de esta manera un pichón, que por término medio come 40 gramos diariamente, no hace entrar en su or- ganismo mas que unos 0,008 de cal, cantidad que es insufi- ciente para sostener el tejido óseo. Sometí á este régimen tres pichones pequeños, dando ade- más á otro el alimento normal para que pudiese servir de tér- mino de comparación. A este se le daban las mismas semillas, bebía agua común, y se le echaban piedrecillas en su jaula. Los otros no bebían mas que agua destilada, y la jaula estaba colocada de modo que no penetrase en ella el polvo calizo. El esperimento duró tres meses y medio. Al principio no pareció que los pichones privados de sales calizas esperimen- taban ningún efecto, y lo único que hacían era picar todo el 38 dia la madera de la jaula; pero al fin del tercer mes acometió á unos después de otros una violenta diarrea. Interrumpí en- tonces el esperimento, y los maté, como también al que se ha- bía alimentado normalmente, que continuaba en buen estado y creciendo. Los huesos de las aves sometidas al esperimento , tenían un volumen mucho menor que el que generalmente tienen; en estado fresco pesaban cerca de una tercera parte menos que los del pichón que estaba en las condiciones ordinarias de ali- mentación. Así es que me vi obligado, en razón de su poco volumen, á tomar, para analizarlos con exactitud, no un solo hueso, sino todos los mayores, como los de los alones y de las patas. La análisis dio los resultados siguientes. Pichones privados de sales] calizas. Pichón en es- JNúm. \ . Núm. 2. Nutrí, 3. lado normal. Fosfato de cal. ........ 60,07 59,39 62,52 61,15 Carbonato de cal.. .... . 4,30 8,57 3,75 4,13 Grasa 0,97 1,22 1,13 1,24 Sustancia cartilaginosa. . 34,66 33,52 32,60 33,48 100,00 100,00 100,00 100,00 Sustancia orgánica. ..... 35,63 34,74 33,73 34,72 Sustancia inorgánica. . . . 64,37 65,26 66,27 65,28 Según los resultados de estas análisis, se ve que las aves á quienes se privó de sales calizas presentaban un tejido óseo tan rico en matérias inorgánicas como si se las hubiera tenido en condiciones normales de alimentación; solo el volumen de los huesos había disminuido. Por consiguiente, el tejido óseo se descompone totalmente, y no solo se le quitan el carbonato y el fosfato de cal, sino que la oseina que acompaña á estas sales desaparece relativamente con tanta rapidez como ella. 30 Estos hechos vienen á confirmar la opinión, según la cual se considera al tejido óseo, no como una simple mezcla, sino como una combinación del fosfato de cal con la oseina. En efecto, cuando se forma este tejido en el feto, el primer punto de osificación presenta la misma composición que el hueso de un adulto; y del mismo modo cuando el hueso se destruye, co- mo en el esperimento que he hecho, no es debido á un empo- brecimiento de sales calizas, sino mas bien á la desaparición del mismo tejido, es decir, del compuesto formado por la unión de la materia mineral con la materia orgánica del hueso. Igualmente traté de reconocer si, cuando un animal está privado de sales calizas, se podrían reemplazar en la constitu- ción de sus huesos por compuestos análogos, tales como los de hierro, de manganeso y de magnesia. Esta sustitución se veri- fica en la cáscara del huevo: en efecto, hace mucho tiempo se sabe que pueden hacerse entrar en la composición de esta cáscara ciertas sales minerales, como son las de cobre. Hace poco que Mr. Roussin ha llegado á determinar la formación de los huevos, cuya cáscara contiene una proporción considerable de barita, de estronciana, de magnesia, de manganeso, de hierro ó de plomo. ¿Puede verificarse la misma sustitución en los huesos? He tratado de resolver esta cuestión empleando car- bonates de hierro, de manganeso y de magnesia, que no po- dían influir de un modo notable en la economía (1). Se sometie- ron para ello tres pichones á un régimen en que se les privaba lo mas completamente posible de elementos calizos, y todos los dias se hacían tragar al núm. 1 píldoras de 0,1 de carbonato de hierro, al núm. 2 un peso igual de carbonato de manganeso, y al núm. 3 la misma cantidad de carbonato de magnesia. Al cabo de cuatro meses de esta alimentación murieron estas aves. El núm. 3, sometido al régimen del carbonato de magtae- sia, apenas podía vivir. Terminé el esperimento, y analicé los huesos. Los del último eran muy delgados y muy frágiles. En los núms. 1 y 3 encontré vestigios de magnesia y de hierro. (l) No he empleado carbonato de barita, porque, como se sabe, esta sustancia es muy venenosa. 40 pero que no eseedian de las cantidades que se encuentran en ellos normalmente. En cuanto á los huesos del núm. 2 no pre- sentaban ningún vestigio de manganeso. No pueden entrar las diferentes sales en la constitución del tejido óseo en reemplazo de las sales de cal. Esto podria ser un argumento mas en con- firmación de la teoría que yo había propuesto acerca del modo de verificarse la nutrición de los huesos, y que se dirijia á considerar el tejido óseo como el resultado de la unión de dos sustancias primordiales, la oseina y el fosfato de cal, no exis- tiendo el carbonato de cal en él, mas que como producto déla descomposición del fosfato de cal por el ácido carbónico de la sangre. En efecto, para que la cal pueda fijarse en los huesos es preciso que llegue á ellos en estado de fosfato, para pasar en seguida al de carbonato, producto de la descomposición nu- tritiva; y como los fosfatos de hierro, de manganeso y de mag- nesia no son isoformos con el fosfato básico de cal, no pueden sustituirse á este último. Por el contrario, en la cáscara del huevo, formada esclusivamente por el carbonato de cal, pue- den fijarse los carbonates isomorfos, y además esta cáscara debe considerarse como un producto escrementicio, cuyo -des- tino es eliminarse, y no vivir y desarrollarse en el seno de la economía, y que puede adquirir sin inconveniente sustancias estrañas y aun perjudiciales. Es un camino abierto para que puedan espulsarse las materias cuya presencia no puede sobre- llevar el organismo. m MILOGIIA. Investigaciones anatómicas y fisiológicas sobre el sistema tegu - mentario de los reptiles ( saurios y ofidios ); por Mr. Emile Blanchard. (Vnnales des Sciences naturelles, lora. 45, núm. 6.) Es sabido que el sistema tegumentario ofrece considerables variaciones entre los reptiles del orden de los saurios; varios de los individuos comprendidos en esta división zoológica tie- nen simplemente la piel tuberculosa; por el contrario, en la 41 mayor parte de los tipos aparece cubierta de escamas; en algu- nos están estas sobrepuestas ó algo empizarradas; en otros se cubren sucesivamente , de modo que presentan una estensa superficie libre. Los zoólogos dedicados al estudio de los repti- les han demostrado estas diferencias, y no han dejado de des- cribir la posición de las escamas en cada género; pero se han detenido aquí, y al indicarlas no han pensado en descubrir en ellas algún fin de la naturaleza. Tampoco han concedido nin- guna atención á la estructura de las escamas; y no obstante, esta estructura, fácil de observar con auxilio de una lente que aumente medianamente, presenta caracteres bastante marcados para aclarar algún tanto las afinidades naturales de los diver- sos tipos. Aunque se ha descuidado mucho el estudio del papel fisio- lógico de las partes tegumentarias de los reptiles, vemos sin embargo que William Edwards, en sus escelentes y tan cono- cidos esperimentos acerca de la respiración cutánea de los ba- tracios, se ha cerciorado de que la respiración pulmonal de los lagartos es insuficiente por el verano para mantener su vida. «He hecho con estos animales, dice, los mismos esperimentos que con los renacuajos y sapos, y me han dado los mismos re- sultados, solo que son mucho mas notables, porque su piel es escamosa, y de ningún modo podría presumirse que fuera tan necesaria la acción del aire sobre este órgano (1). » Mis observaciones y esperimentos van á demostrar que los tegumentos de estos animales están enteramente organizados para poder recibir de un modo eficaz la acción del aire. Desde luego dirijí mis observaciones sobre aquellos saurios cuyas escamas presentan mayor desarrollo y estructura mas complicada, como, por ejemplo, losescincos ( Gongylus ocella - tus , y G. cyprius (Plestiodon Aldrovandi, Bum. et Bibr.), Seps chalcides , ó sea eslizón , etc.) Las escamas de estos reptiles, que son sumamente sólidas á consecuencia de los corpúsculos óseos que existen en ellas, (1) JDe l’Inf tuertee des agents phy sigues sur la vie, par W. F. Ed- wards, p. 12 8; París, 1824. 42 presentan una estructura muy notable. Están compuestas de muchas placas sobrepuestas, y tienen conductos anastomósicos en su parle media y abiertos por su base, y además espacios vacíos que presentan un aspecto plateado, debido á la pre- sencia del aire encerrado en los conductos y en dichos espa- cios. Esto contribuye á que los saurios del grupo de los escin- cos conserven por toda su vida el lustre y brillo de sus es- camas. También en el Gongylus ocellatus, que he estudiado mas particularmente entre los escincos, las escamas de la parte in- ferior del cuello y de la región esterna, todas de forma oval, presentan cuatro tubos principales, que parten desde su base. Estos tubos, después de recorrer cierto espacio, se anastomo- san entre sí por medio de conductos trasversales, de los cuales derivan á su vez mayor número de tubitos que bajan hasta el estremo de la escama, disminuyendo de tamaño, y dividién- dose frecuentemente. Además de estos tubos principales exis- ten también uno ó dos mas delgados por cada lado; y en los intervalos, en que las placas escamosas están separadas en va- rios puntos, se observan espacios mas ó menos irregulares lle- nos de aire. Los tubos longitudinales están abiertos por su es- tremo de tal manera, que se conduce el fluido respirable hasta la piel En las escamas de la región ventral, lo mismo que en las del lomo, y sobre todo en las que están delante del ano, que son las mayores, los tubos aeríferos son mas numerosos que los de las escamas de la parte anterior del cuerpo (í). To- das estas escamas están revestidas de una especie de vaina for- mada por una membrana sumamente delgada y muy permea- ble, que se manifiesta situada trasversalmente con un aumento algo considerable (2). He examinado las escamas de cierto número de especies del grupo de los escincos , y he demostrado entre estas especies, diferencias en el número y dirección de los conductos aerífe- (1) He representado estas diversas formas de escamas en mi obra titulada VOrganisation clu regne animal , Reptiles sauriens, pl. 37. (2) VOrganisation du regne animal , pl. 37, fig. 12. 43 ros, pero creo inútil describirlas aquí. No se tienen los elemen- tos necesarios para poder apreciar las relaciones fisiológicas con estas particularidades, cuyo objeto podría sin duda conse- guirse con un conocimiento completo de todas las condiciones biológicas de cada especie. El estudio de las escamas de los reptiles ds la familia de los escincos debía conducirme á reconocer toda la importancia fisiológica de estas partes tegumentarias. La presencia del aire atestiguaba que desempeña un papel activo en la función res- piratoria; lo delgado de las escamas durante la vida, su pronta desecación después de la muerte, manifiestan que su tejido , lo mismo que el de todas las superficies respiratorias, tienen ne- cesidad de mantenerse en cierto estado de blandura, para que pueda efectuarse la oxigenación del aire. Con objeto de tener la demostración completa de estos he- chos, que ya han llegado á ser evidentes por la observación directa, he recurrido á esperimentos. Si se sumerjen las esca- mas ó un animal entero en el agua, al cabo de un espacio de tiempo mas ó menos corto, según el grado de la temperatura, se escapa el aire ó se disuelve, y el líquido viene á llenar los tubos y las cavidades ocupadas antes por el aire. La gran per- meabilidad del tejido es por lo tanto manifiesta; pero he que- rido hacer esto mas palpable todavía, poniéndome en estado de probar del modo mas positivo la existencia de verdaderos con- ductos, de verdaderas cavidades. Con este objeto he empleado sucesivamente líquidos que, al combinarse, dan precipitados de color vivo. Mojé las escamas en una disolución de bicromato de potasa; algún tiempo después lavé la superficie con agua pura, sumerjiéndolas en seguida en una disolución de acetato de plomo. Bastan pocos instantes para que los conductos y las lagunas aeríferas queden señaladas con el color amarillo claro del cromato de plomo. Del mismo modo, empleando sucesiva- mente el prusiato de potasa y una sal de hierro, se les ve con un hermoso color azul. Por otra parte, se demuestra que los vasos que se distribuyen en la piel y rodean la base de las escamas, forman una red muy espesa. Así, hay la evidencia completa de que la oxigenación de la sangre se verifica en toda la superficie del cuerpo de estos reptiles escamosos, á escepcion 44 de la cabeza, cubierta de placas de una estructura diferente de la de las escamas. Las escamas de los escincos, empizarradas y levantadas de este «nodo unas sobre otras, tienen la disposición mas favora- ble para que penetre en ellas el aire húmedo. En los luciones (Anguis fragüis, Lin.), que tienen intimas relaciones orgánicas con los escincos, los espacios aeríferos de las escamas están muy simplificados. No hay en ellos el con- junto tan notable de conductos anastomosados, cuya des- cripción hemos dado. En las diferencias de esta naturaleza, ¿no se ve desde luego que pueden adaptarse al género de vida de cada tipo? El lueion común vive en medio de las yerbas, y deja poco los parajes húmedos; y estando siempre mas ó menos impregnado de agua ó de vapor, no es necesario que las esca- mas estén conformadas para poder conservar por mucho tiem- po el aire y el agua que las penetran. El lueion, colocado en las condiciones en que vive generalmente el escinco, es decir, en localidades cálidas, perecería sin duda inmediamente por efecto de la desecación rápida de sus tegumentos, y á conse- cuencia de la disminución de respiración. Las escamas de la mayor parte de los demás tipos de los saurios no se cubren, ó se cubren poco, y tienen una estruc- tura mas sencilla que la de los escincos. No obstante, en los lagartos propiamente dichos, tienen las escamas entre las lámi- nas de que están compuestas un tejido esponjoso, y poseen en alto grado la facultad de absorber el aire y el agua. No es cosa rara descubrir claramente aire encerrado entre sus placas. En los esteliones y en los varanos terrestres, en que las escamas tienen la forma de escuditos, es indudable que la respiración cutánea, aunque muy notable todavía, es menor que en los ti- pos anteriores. Por ejemplo, en el varano de Egipto (Vararais (egyptius , Yaranus arenarius , Dum. et Bibr .), los escuditos están enteramente formados por una grande placa coriácea, oblonga ú ovalada, á la que acompañan una ó varias series marginales de la misma consistencia. Estas partes son poco permeables, pero se hallan unidas unas con las otras por una membrana blanda que se deja penetrar con mucha facilidad; y como en todas las escamas hay conductos delgados, circulan el 45 agua y el aire en ellas por todos los puntos. La solidez de los escuditos tiene evidentemente el objeto de impedir una evapo- ración demasiado rápida (1). Las salamanquesas ó geckos ( Gecko maaritams, Laur. , etc.) tienen la piel cubierta de escamas tan pequeñas, que muchos erpetólogos las han consi- derado como tubérculos; sin embargo, son verdaderas escamas que absorben el aire, el agua y todos los líquidos con suma fa- cilidad. Las recorren conductos anastomosados que circuns- criben las células, y que se descubren claramente cuando se llenan con un precipitado de color obtenido por el medio que he referido. Los camaleones son entre todos los saurios los que tienen la piel berrugosa, y en que, según todas las apariencias, des- empeña un papel poco sensible en la reoxigenacion de la sangre. Si se examinan las condiciones biológicas de estos diversos reptiles, se reconoce bien pronto que su sistema tegumentario se acomoda muy bien á estas condiciones. Los tegumentos no pueden servir de órganos respiratorios mas que en cierto estado de blandura; los saurios que viven constantemente en el aire libre, como los camaleones, se encuentran fuera de las influen- cias necesarias para una respiración cutánea algo activa. Los geckos ó salamanquesas, y los varanos terrestres, que suelen estar espuestos á la acción directa de un aire muy ca- liente, pero que en ciertos momentos encuentran humedad en sus guaridas, están, al contrario, provistos de tegumentos per- meables á la acción del aire y del agua. Este carácter de per- meabilidad, unido á un aumento de superficie producido por la estension de las escamas, se manifiesta en sumo grado en las especies que habilualmenle buscan guaridas húmedas, en que se mojan cuando quieren esponiéndose á la lluvia, y su- merjiéndose en los arroyos ó en los pantanos. Las serpientes que tienen escamas muy perfectas suelen presentar este as- pecto. En las serpientes tienen las escamas una estructura par- (l) Loe. cit ., pl. 37,%. 13. 46 licular: son prolongaciones de la piel, cubiertas con una vaina formada por muchas placas sobrepuestas. Una lámina esterior íibrosa deja ver sus fibras longitudinales con suma claridad con aumento de 300 á 400 diámetros; la lámina subyacente es granujienta, y la interna, lisa, está recorrida por conductos suma- mente delgados, anastomosados en una multitud de puntos, de modo que forman un verdadero tejido. La membrana que une las escamas entre sí presenta un gran número de células mar» cadas claramente. En el fondo esta estructura aparece la mis- ma en todas las serpientes. En las víboras y las culebras no he observado diferencias bastante importantes para que ofrezca interés indicarlas aquí (1). Entre todos los saurios, no hay otros en los cuales adquie- ran mayor amplitud los pulmones que en los camaleones. Es- tos son precisamente los saurios, cuya piel parece que es la menos organizada para absorber el fluido respirable. La frino- soma, tipo del Nuevo Mundo, es notable por el volumen de sus pulmones; sus escamas son muy pequeñas. En los demás sau- rios no presentan los pulmones diferencias muy marcadas en cuanto á su dimensión, pero sí varía mucho la estension de las superficies que les corresponden. En efecto, estos órganos tienen muchas membranas en ios reptiles, cuya piel está cu- bierta de escamas poco desarrolladas, pero estas membranas disminuyen y aun desaparecen totalmente en el estremo de los pulmones en aquellos que tienen el tegumento mejor confor- mado para auxiliar el órgano afectado especialmente en la respiración, por ejemplo, los escincos, las culebras, etc. Puedo añadir que los tejidos vasculares cutáneos son muy abundan- tes sobre todo en estos últimos, y muy escasos comparativa- mente en los camaleones. Por estos hechos se comprende, que cuanto mas se degradan los reptiles, mayor importancia toman los tegumentos de estos animales en el acto de la respiración; y que cuanto mas se per- feccionan los órganos destinados especialmente á esta función, mas se debilita, por el contrario, el papel que desempeñan los tegumentos. (i) Archiv . für Anatomie und Physiologie ? Bel 4, 1829. n Hasta cierto punto podrá ser ahora suficiente conocer el género de vida de un saurio para determinar con mucha aproximación el desarrollo relativo de sus pulmones y de su sistema tegumentario. Del mismo modo, el examen del sistema cutáneo permitirá apreciar de un modo bastante exacto el gra- do de perfección que deben adquirir los pulmones, y el cono- cimiento de la estructura de estos órganos no dejará de dar una idea justa de las condiciones en que puede vivir semejante reptil. Es verdad que algunas influencias particulares obran sobre ia estension de la respiración, por ejemplo, el grado de activi- dad del animal; pero en vista de estas influencias formulo mis proposiciones con algunas restricciones. El estudio comparativo de las condiciones biológicas de los animales y de sus relaciones con las particularidades de orga- nización, creo que está destinado á aclarar muchas cuestiones fisiológicas. Donde la esperiencia del laboratorio sea incom - pleta, se trata de consultar la esperiencia que da la misma na- turaleza. Guiado por este pensamiento prosigo otras investiga- ciones, cuyos resultados me propongo dar á conocer sucesi- vamente. Memoria sobre la reproducción del coral; por Mr. de Lacaze du Thiers. (Comptes rendus, 45 enero 4862.) Habiéndome encargado el Sr. Ministro y después el Gober- nador general de la Argelia, dice el autor, que hiciese algu- nas investigaciones sobre la historia natural del coral, con el fin de reglamentar su pesca, estuve mas de un año en las costas de África estudiando la reproducción de los zoófitos en general, y en particular la del coral. La Academia me permitirá, por lo tanto, que esponga á su consideración algunos de los resultados que obtuve. ¿De qué manera se reproduce el coral? Esta era la primera cuestión que me propuse resolver, y para ello era necesario evidentemente en primer lugar conocer los sexos, á fin de seguir 48 el desarrollo del huevo desde su origen hasta que se forman las ramas, únicas conocidas en el comercio. Una rama viva de coral es una verdadera colonia ó asocia- ción de animales ó pólipos solidarios unos con otros, y que sin embargo, tienen bajo muchos aspectos una actividad vital pro- pia é independiente. Los individuos de esta colonia, considera- dos bajo el punto de vista de la reproducción, son unos machos, otros hembras, y otros hermafroditas. En una palabra, tienen glándulas genitales reunidas ó separadas; pero generalmente se observa que los individuos de un sexo están en cada rama en mayor número que los del otro; asi que unas contienen casi es- clusivamente individuos machos y otras pólipos hembras. Los hermafroditas son muchos menos, y hay por tanto una gran irregularidad en la distribución de las glándulas sexuales. De estos hechos debe deducirse, que la fecundación se veri- fica en circunstancias muy diversas, que unas veces es directa en un mismo pólipo y otras indirecta; y que se efectúa entre individuos de una misma rama ó de ramas distintas y sepa- radas. Hay, pues, en ellos un sistema de fecundación que se en- cuentra también en los moluscos hermafroditas ó de sexos sepa- rados, que tienen concha fija. Las comentes son, respecto de estos animales, lo que los vientos respecto de las plantas dioi- cas: el agua lleva á los unos el semen délos machos, lo mismo que el aire lleva á las otras el polen de losmstambres. Basta observar con cuidado el coral bien vivo para ver con la mayor claridad que los individuos machos lanzan chorros de un líquido blanco, que forma nubes en medio del agua, y que contiene los elementos característicos del sexo. Las cápsulas seminales y las ovígeras son difíciles de dis- tinguir con el lente, y se parecen mucho unas á otras. Solo el microscopio disipa todas las dudas, porque con su auxilio pue- den descubrirse en los huevos las manchas, la vesícula germi- nativa, y los granos vitelinos, así como en las cápsulas semi- nales los espermatozóideos y las células que los producen. Los huevos y los testículos tienen un hermoso color blanco de leche: los primeros son opacos; los segundos algo trasparen- tes. Después de muerto el animal quedan estos blancos y 49 aquellos algo amarillos, por lo cual se distinguen con mucha facilidad. Las glándulas genitales están colocadas en la base de los repliegues intestiniformes, y debajo de ellos, en la lámina del- gada que los une con las paredes del cuerpo, y en ellas se en- cuentran los productos de su secreción. Al desarrollarse estos, hacen salir á lo esterior las láminas, y parece que quedan uni- dos por medio de pedículos largos y frágiles. Cuando se sepa- ran, por haberse roto, caen en la cavidad general, donde se transforma el huevo después de la fecundación, y se verifica la digestión. Se ve, pues, que una misma cavidad sirve de estó- mago v de bolsa de incubación , y que en su interior puede su- ceder que existan dos sustancias, una de las cuales se disuel- ve, y otra aumenta, se desarrolla, y produce un sér nuevo. Esta particularidad no puede dejar de llamar la atención de los fisiólogos, porque lejos de ser una escepcion, parece, ai con- trario, una condición general efe la reproducción en los co- rales. ¿Qué sucede con el huevo después de su fecundación? Con gran dificultad he podido observarlo. Aunque me hallaba en Calle, en un local muy á propósito, en los meses de junio, ju- lio y agosto, vi morir todo el coral que me llevaban. Al fin de mayo y principios de junio pude observar la puesta de una hermosa rama; pero desgraciadamente,' circunstancias indepen- dientes de mi voluntad me hicieron perder todas las ventajas de esta primera observación. Después de esta época todo el coral que traje por mí mismo con los mayores cuidados desde los sitios en que se pescaba, se cubría á las pocas horas con una gruesa capa de moho. Calculando por razón de analogía, según lo que había visto en varios poliperos y en las gorgonias, tomé el partido, á me- diados de agosto, de embarcarme en una lancha destinada á la pesca del coral, é ir abriendo todo el coral vivo que se cojia. Esperaba poder sacar antes del término de la incubación los pólipos nuevos, y evitar su muerte, que era una consecuencia inevitable del fallecimiento de su madre, y por este medio obtuve buen resultado con las gorgonias, los alciones y los as- teroides. En el tiempo que pasé en el mar recojí una enorme TOMO XII. 4 50 * cantidad de huevos, pero todos murieron, y ya desesperaba del buen éxito, cuando al fin el 4 de setiembre, en que des- cendió un poco la temperatura, pude obtener vivos los indivi- duos jóvenes, y seguirlos en todas sus trasformaciones. El huevo, primitivamente desnudo y esférico, se alarga, y al desarrollarse se cubre de pelos que vibran; se forma en él una cavidad, que se abre hacia fuera por un poro que sirve de boca, y entonces toma la forma de un verdadero gusano blanco. Nada mas curioso que observar estos animal il los, que tie- nen mucha agilidad, que nadan en iodos sentidos, procurando no tropezarse, subiendo y bajando en las vasijas en que se tie- nen, y adelantando siempre el estremo opuesto á la boca. Guando se Ies muda el agua, cuando salen de la cavidad de incubación de su madre, se alargan mucho, y su agilidad au- menta. En estos momentos es cuando procuraba enseñárselos á los pescadores, naturalmente bastante incrédulos, pero que al fio se convencieron, y quedaron muy admirados de ello. Por estas primeras observaciones parecen resueltas las cuestiones relativas á la reproducción del coral, y queda esta- blecido que los sexos pueden separarse en ramas distintas ó en individuos de una misma rama, y que á veces están reuni- dos en un mismo pólipo; que la incubación se verifica en la cavidad digestiva, en la cual se realiza también la fecunda- ción; que por consiguiente el coral es vivíparo, y sus hijuelos salen de su cuerpo por la boca, asemejándose mucho á los gu- sanos, y moviéndose con agilidad hacia atrás. Supuesto que cada rama de coral tiene por origen uno de estos gusanillos, tendré el honor, si la Academia me lo permi- te, de presentarla en una próxima comunicación los resultados délas observaciones que demuestran con evidencíalos cambios que esperimentan estos pequeños seres vermiformes , y libres para convertirse en colonias arborescentes de individuos uni- dos unos con otros. 51 Observaciones sobre las relaciones que existen entre el desar- rollo del pecho, la conformación y las aptitudes de las razas bovinas; por Mr. Emilio Baudement, profesor de zootecnia en el Conservatorio de artes y oficios . (Annales des Sciences naturclles, l. -II), núra. C.) De una estensa Memoria que leyó el aulor en la Academia de Ciencias de París acerca de este asunto, lomamos las con- clusiones siguientes. 1. a En general puede admitirse que es fundada la opinión de considerar el desarrollo de la región torácica como señal del peso que los animales adquieren, y de apreciar por la amplitud del pecho la superioridad de la carne de los mis- mos; pero ai confirmarse -esta opinión por medio de la obser- vación, hay que tener en cuenta la forma, el peso que tienen vivos, y el quedan en limpio. 2. a A medida que aumenta de peso el animal por razón de la edad ó de su aptitud individual, adquiere mas amplitud to- rácica y una superficie total mayor, cuyas tres cantidades concuerdan constantemente con todos los periodos del desar- rollo é independientemente de las demás dimensiones, como son la longitud y altura del tronco, que no crecen en propor- ción de la circunferencia torácica. 3. a El a umento propende generalmente á verificarse en el sentido de esta circunferencia; el desarrollo de la región pec- toral es el que produce el del tronco, y de este modo se es- plica cómo la amplitud del pecho puede ser un medio de apreciar el peso vivo. 4. a De esta manera de verificarse el desarrollo resulta, que si se comparase el cuerpo de los animales á un cilindro, no se le podrían aplicar rigorosamente las definiciones ni las fórmulas de la geometría cuando se tratase de comparar los animales entre sí con relación al volumen ó la superficie. 5. a En cuanto al peso neto (cuatro cuartos), los animales que tienen menos alzada, miembros mas cortos, y por consi- guiente con el esternón mas aproximado al suelo, son los que dan mayor producto, si al mismo tiempo tienen el pecho es- 52 tenso, si Sa forma de la región torácica es cilindrica con regu- laridad, sin depresión ni estrechez, especialmente detrás déla espalda. Esta clase de animales son ios que mejor sirven para utilizar su carne y para los embutidos mas finos. 6. a Generalmente, cuando la conformación es favorable para que den buen producto, es mas considerable la longitud del tronco. 7. a Ambos pesos son tanto mayores, y el animal tiene un valor superior para el interés del productor y el consumidor, si á una amplitud torácica considerable se añade el desarrollo complementario en longitud del tronco, la regularidad y con- tinuación de la forma cilindrica, la menor altura de la cruz, lo bajo del esternón y la pequenez de los miembros infe- riores. 8. a Al mismo tiempo que el animal gana en circunferencia torácica, en peso y en superficie, adquieren generalmente mas volumen sus pulmones; pero estos órganos no siguen en su crecimiento la marcha progresiva y conforme de estas canti- dades, de modo que no existe ninguna relación constante en- tre el desarrollo de los pulmones y el de la región torácica. La observación contradice, por lo tanto, lo que suele decirse, de que el desarrollo del pecho da la medida del desarrollo de los pulmones; y establece que el desarrollo de estos órganos parece que va unido a ciertas condiciones fisiológicas de acti- vidad vital, de talla, de peso, de edad, de aptitud y de raza. 9. a En un mismo peso vivo, los pulmones son tanto mas voluminosos cuanto menor es la alzada de los animales. 10. En un mismo peso vivo, los pulmones son tanto mas voluminosos cuanto mas jóvenes son los animales. 11. En los animales que se diferencian poco en la edad, y están en condiciones que puedan compararse, se observa gene- ralmente que el peso absoluto , y constantemente el peso rela- tivo de los pulmones con relación á un mismo peso vivo, son menores cuando la circunferencia torácica es mayor, y mayo- - res cuando esta es mas pequeña. 12. En las razas menos pesadas, comparadas con las que lo son mas, los pulmones adquieren un peso proporcionalmente mayor con respecto al peso vivo. 53 J3. Entre los animales de la misma raza se nota que tie- nen menor peso relativo de los pulmones los que tienen ma- yor peso vivo, y menor los que también tienen menor este. 14. En los animales de razas precoces, el peso de los pul- mones es absoluta y relativamente menor que en los de las ra- zas tardías. Esto se manifiesta terminantemente comparando las razas francesas con las británicas mas perfeccionadas. 15. De estas proposiciones resulta, que los animales mas notables por el peso que adquieren, su gordura, su produc- to, su precocidad y el desarrollo de su región torácica, tie- nen los pulmones menos voluminosos. 16. Midiendo el trabajo que emplean en sus funciones por el desarrollo de los órganos que le verifican, podremos apre- ciar que la actividad respiratoria es menor en los animales que pueden dar especialmente un provecho mayor, y que pueden criarse de una manera mas fácil , mas pronta , mas completa y mas productiva. No encuentra , por consiguiente, apoyo en los hechos la teoría que refiere estas aptitudes á una energía mayor de las funciones respiratorias, de la cual re- sulta un volumen mas considerable de los pulmones. 17. Estos resultados de observación están conformes con los que nos dan los esperimentos fisiológicos acerca de la res- piración; y reuniéndolos, se ve que en todos los casos en que la fisiología ha manifestado un aumento de actividad respira- toria unido á una fuerza vital mayor del organismo ó á in- fluencias que se refieren ai tamaño, la edad ó el peso de los animales, están generalmente mas desarrollados los pulmones, y en caso contrario lo están menos. 18. Los caracteres de conformación y las aptitudes de los animales dependen esencialmente de la manera como se les ha alimentado y criado desde que nacieron, y del punto hasta el cual han podido obedecer de este modo á las leyes de su desarrollo en este primer período de la vicia. 19. Estas leyes contribuyen al desarrollo del tronco y á la producción de la grasa; y en razón del equilibrio délas fuerzas orgánicas hacen que se reduzcan las estremidades, y en general todos los sistemas de formación mas tardía. Si se las favorece con una alimentación constantemente abundante desde que 54 tienen poca edad, y en razón del conjunto de condiciones de nutrición que favorecen el crecimiento, atrae, por decirlo así, el tronco la actividad que contribuye á su formación, la región torácica adquiere mas amplitud, los miembros se subor- dinan á ella, y entonces aparecen los rasgos y las aptitudes de las razas mas á propósito para la carnicería, y los carac- teres y cualidades adquiridas se fijan y perpetúan, teniendo cuidado de elejir bien los individuos destinados á la repro- ducción. Si no se favorecen por completo estas mismas tendencias, se reduce la amplitud del pecho á causa de la primera impul- sión que recibe el desarrollo del animal; y por lo tanto las di- mensiones del cuerpo, sus proporciones, la longitud de los miembros, su tamaño y el volumen de los pulmones se modifi- can también proporcionalmente según las indicaciones ante- riores. 20. Puede por consiguiente, refiriéndolo á su causa, con- siderarse la amplitud de la región torácica como el carácter dominante del organismo. 21. Además de que esta amplitud está en relación con el valor del animal como res de matadero, suministra también, respecto de las causas que la determinan, y proporcionalmente a su grado de acción, datos seguros acerca de la manera con que se ha criado el animal. 23. Toda la cuestión de la formación y mejora de las ra- zas, y por consiguiente todo el problema fisiológico y económi- co de la zootecnia, se resume en una cuestión de nutrición cuando los animales son jóvenes. Aunque estas consecuencias se deducen de los hechos ob- servados únicamente en las razas bovinas, son de tal género, que pueden considerarse como aplicables á las razas de las demás especies agrícolas. (Por la sección de Ciencias Naturales, Ricardo Rü;z.) 00 V4KIED1DES. © Fallecimiento de Mr. Biot. La sesión de la Academia de Ciencias de París en el dia 3 de este mes de febrero solo duró on corto rato, oyendo de boca de su Presidente Mr. Buhamel, que pocas horas antes fcabia perdido el mas antiguo y mas ilustre de sus miembros. Mr. Biot, que á pesar de su proximidad á los 90 años aún conservaba su juventud en el espíritu, y una actividad en la inteligencia de que daba continuas prue- bas con la incesante producción de trabajos científicos de muy varia natu- raleza. Una bronquitis ha dado fin en pocos dias á una existencia que to- dos creían pudiese aún durar mucho tiempo en beneficio de la ciencia. Hasta sus últimos momentos conservó Mr. Biot toda la lucidez de su es- píritu, y espiró con la mas perfecta serenidad de alma. La Academia no quiso seguir reunida después de tan triste noticia, que para muchos de sus individuos era inesperada, y aplazó para ocho dias después la elec- ción que en aquel debia verificarse, separándose la concurrencia toda afectada con tan viva emoción. Mr. Biot era académico desde el año de Í803, y fue elejido para la sección de geometría en reemplazo de Delambre, que pasaba á secretario perpetuo. Como hombre de ciencia esclusivamente, había desechado cual- quier otra ocupación. Era individuo de tres Academias en el Instituto, miembro de la oficina de longitudes, y profesor de la facultad de Ciencias y del colegio de Francia. Jamás había querido ser otra cosa, y hubiera creído faltar á su obligación como sabio, si hubiera aceptado cualquier empleo estraño á las ciencias? así que no perdonaba á varios compañeros suyos que habían consentido en dejarse apartar de la vida científica, para emplear parte del tiempo en tareas puramente políticas ó administrati- vas. Quedará por tanto su nombre rodeado solo con la aureola que da la ciencia? pero esta aureola, única también que ambicionó, le dió en vida una celebridad tal, que no hay otra superior, y que le conservará la pos- teridad. Aún no ha llegado el momento de referir detalladamente su vida y sus trabajos? queremos únicamente rendir un tributo de sentimiento por 56 la pérdida de un hombre que ha honrado á la Francia y á su siglo, in - vestigando constantemente la verdad y la belleza. Mr. Biot subió con Gay-Lussac para sondear las altas regiones de la atmósfera; con Arago prolongó el meridiano de Francia hasta España y las Islas Baleares; y después continuó con algunos sabios ingleses este trabajo hasta las Or- eadas. También hizo con Arago investigaciones que han quedado como obra clásica acerca de la refracción de los gases, y ha hallado medios de enriquecer la ciencia con nuevos descubrimientos acerca de las propie- dades íntimas de la luz, después de los de Malus, de Fresnel y Arago, que añadieron muchas aplicaciones á la óptica que Descartes, Huyghens y Newton les habían legado. Al mismo tiempo que físico era Mr. Biot un geómetra hábil, un profundo erudito y un escritor de primer orden. Ha demostrado que las letras y las ciencias pueden formar una estrecha alianza en un gran genio, componiendo numerosos escritos acerca de las matemáticas, la astronomía, la física, la historia de las ciencias en la antigüedad, entre los egipcios y entre los chinos; biografías de varios sabios, y escritos sobre las provisiones de París, sobre la condición de las clases agrícolas, y sobre otras cuestiones de economía rural y social. Gomo se ve, no era de aquellos que quieren restrinjir los esfuerzos del ingenio, y encerrar á los hombres en limitadas especialidades. Puede ser que no baya en el dia ningún sabio á quien sean tan familiares como á él los autores latinos. Mr. Biot nació en 1 774 en París, y formó parte en Í794 de la pri- mera promoción de la Escuelap olitécnica, que se acababa de fundar. En 1795 salió de este establecimiento, tan célebre después, para ingresar en la enseñanza pública. Fue primero profesor en la Escuela central de Beauvais; en' 1800 fué nombrado profesor de física en el Colegio de Francia; y en 1803 eiejido miembro de la Academia de Ciencias. Fué redactor del Journal des Savants. Verdadero amigo del progreso, favorecía siempre á los jóvenes ins- truidos, y se congratulaba de que la ciencia ofreciese nuevos caminos, acojiendo con entusiasmo los nuevos descubrimientos; satisfacción de que muchas veces ha gozado, puesto que tuvo la felicidad de vivir en un si- glo glorioso, y de marchar al frente de la civilización en medio de la pléyade mas brillante de sabios, cuyos trabajos conservará la his- toria. Los funerales de Mr. Biot se verificaron el miércoles S de febrero a medio dia. La comitiva se reunió en el Colegio de Francia, y se componía de una gran parte de los individuos de las cinco Academias del Instituto, de los profesores de la facultad de Ciencias, de los de la Oficina de Ion- gitudes, de una comisión de la Escuela politécnica y otra de la Escuela normal. El corto número de personas que cultivan en París las ciencias por amor á las mismas, no había dejado de unirse á la comitiva, pero no se había acordado ninguna pompa oficial,' y la juventud de las escue- las dejó de concurrir. La iglesia de San Esteban del Monte, en que se verificó la ceremonia, solo estaba medio llena de gente. En las ciudades de las universidades alemanas, el féretro de un anciano ilustro que ha trabajado hasta sus últimos momentos hubiera sido acompañado por una multitud de personas, y las autoridades del pais tendrían quedar ejemplo del solemne testimonio de admiración rendido á tan gran hombre. ■— Camelia de color azul . Si no recordamos mal, en 1845 se produjo en un invernáculo de un aficionado de las cercanías de Lion el fenómeno vegetal, de que la camellia imbrícala rubra haya dado flores teñidas de color azul, lo cual llamó mucho la atención de los horticultores, ponde- rando unos el hecho, y burlándose otros de él. En una publicación de horticultura protejida por la Sociedad de Lion, se presentó el dibujo de la flor, considerándola como una variedad ; y desde aquella época no se habia vuelto á hablar de ello, mirándolo como una cosa inventada por el charlatanismo. Sin embargo, el mismo fenómeno acaba de reproducirse después de un intérvalo de 16 años en la estufa de Mr. Schmitt del Yaise, que es uno de los mejores horticultores. El 5 de enero del año pasado en una planta de la camellia imbrícala rubra , apareció una flor muy doble, empizarrada y teñida de color de rosa, rojo y azul, notándose que habia otras varias con los mismos colores en diversas plantas de la misma variedad que cre- cían en aquel contorno, y que por consiguiente no era un fenómeno pu- ramente accidental y aislado. Algunos prácticos atribuyen esto á la composición de la tierra vege- tal donde crecen las camelias de Mr. Schmitt, que procede de Tassin, cerca de Carbonnieres, en cuyo punto es el terreno muy ferruginoso. La naturaleza delicada y variable de la camellia imbrícala rubra se presta mucho á los cambios de color, y por consiguiente ha podido influir fácil- mente en este la tierra ferruginosa. También puede haber contribuido á ello la atmósfera, y hallarse en enero de 1861 en las mismas condiciones que en enero de 1845 dentro de las estufas respectivas. Además, sabemos que Mr. Schmitt habia injertado varias plantas de las que dieron flores azuladas en 1845 en casa de Mr. Lacene. 3NTo hallamos razón, por lo tan- to, para que no produzca una planta por segunda ó tercera vez los mis- mos fenómenos que ha producido, siempre que se encuentre en iguales condiciones, cualesquiera que estas sean. — Guano de las islas Chinchas . El Moniteur publica un informe que dirije al almirante inglés el capitán de un navio que ha cruzado mucho tiempo por las costas del Perú. Este informe contiene algunas notas in- teresantes acerca del comercio del guano en las islas Chinchas, por las cuales se viene en conocimiento de la cantidad que existe en ellas. Sábese que estas islas, ó mas bien estos islotes, son tres rocas, que componen la superficie de unas 1.620 hectáreas. La mayor parte de es- ta superficie está cubierta de guano colocado en capas como en una can- tera, que tienen de 9 á 30 metros de grueso, quedando al descubierto va- rias porciones de la roca. No es posible valuar semejante cantidad: no obstante, se ha apreciado en 24.000.000 de toneladas, que calculadas á Í20 francos, dan un valor aproximado de 2875.000.000 de fran- cos , ó si se calculan á 10! francos, que es el precio corriente, dan 2442.000.000 de francos. En ninguna parte del mundo se encuentran terrenos en que cada acre (0,4 0 46 hectáreas) tenga mas valor ^ porque á este precio, cada uno de ellos equivale á 75 0,000 francos. — Aclimatación del gusano del ailanto. Mr. Elie de Beaumont ha * leído en la Academia de Ciencias de París una comunicación que remite Mr. Guerin-Meneviüe, que dice lo siguiente: La aclimatación y la introducción en el cultivo en grande del gusano de seda del ailanto es un hecho de zoología aplicada, que la Academia me ha permitido someter varias veces á su consideración. En la actualidad deseo darle á conocer otro hecho que completa mi obra del modo mas acertado, teniendo el honor de anunciar que dos personas, una en París y otra en provincia, acaban de encontrar casi simultáneamente el medio de sacar de los capullos abiertos de los gusanos del ailanto la seda cruda ó continua. Este progreso capital se ha debido al trabajo emprendido con perseverancia por la condesa de Yernede de Corneilían, sobrina del célebre Felipe de Girard, y del Br. Mr. Forgemol, médico de Tour- nan (Sena y Marne), que han obtenido un privilegio de invención con este motivo. Sábese que hasta ahora habia sido imposible sacar de los capullos abiertos naturalmente otra cosa mas que una borra cardada análoga á la lana y algodón, por lo cual tenian mucho menos valor que los capullos cerrados de los gusanos de seda de la encina y otras especies análogas, que eran los únicos que tenian el privilegio de dar seda cruda como la de los capullos de los gusanos de la morera. Pero en la actualidad pueden convertirse estos capullos en una buena seda cruda ó continua , cuyas hebras tienen mas de 80 0 metros de largo, como pueden verlo los individuos de la Academia si examinan los hermo- sos ejemplares que he presentado. Sin embargo, esta seda no sirve del todo para los usos industriales. i 59 porque hacen falta algunos instrumentos destinados á torcer varias hebras reunidas; pero es evidente que se ha hecho lo mas difícil, y que no puede dudarse de la posibilidad de fabricar hilos de diversos calibres, como me lo han asegurado, al ver estos productos, varios mecánicos instruidos y muy competentes. Mr. Alean, sabio profesor de la enseñanza de tejidos en el Conservatorio de artes y oficios, ha examinado estos hilos sencillos, y le ha parecido que presentaban mucho interés, creyendo que pronto completará la mecánica este resultado, proporcionando máquinas á pro- pósito para reunir las hebras sencillas, formando hilos compuestos, como lo exijen las necesidades de la industria. 3Xo he visto todavía la seda que ha obtenido Mad. de Gornellan, y los ejemplares que tengo el honor de presentar á la Academia pertenecen al Dr. Forgemol, los cuales están destinados, con otros mayores que pre- para, á la esposicion universal de Londres. El obtenido con la seda del ailanto pesa 2 gramos, y se ha producido devanando 2 0 capullos; de lo cual se deduce que 4 kilogramos de estos pueden dar 1 kilogramo de seda cruda. Hay además un ejemplar obtenido con capullos de los gusa- nos del ricino, y otro de hebras mucho mas fuertes, que provienen de devanar cinco capullos del Bombyx aurota , especie muy productiva del Brasil, cuya oruga puede alimentarse con el ricino. El hecho capital de poderse obtener una hebra continua de los capu- llos abiertos, viene, a completar la obra que hace cuatro años he empren- dido, venciendo dificultades de toda clase, que quizá no hubiera podido superar sin la augusta protección que ha 'sostenido mi valor. Justifica también esta gran simpatía las que han manifestado por completo la So- ciedad imperial de aclimatación y muchos agricultores de todos los pai- ses, como se prueba por el hecho de haberse propuesto en varios concur- sos agrícolas diferentes premios á los que fomentasen este cultivo, como son 19 medallas de bronce, de plata y de oro. — Discurso pronunciado en París et 2 5 de noviembre por el Sr . Minis- tro de Instrucción pública en la solemne distribución de premios d las Sociedades científicas de los departamentos franceses. Señores: permi- tidme que me congratule en esta solemne sesión, que reúne hoy al lado del Ministro de Instrucción pública á los individuos de la Comisión de trabajos históricos, y á los delegados de la mayor parte de nuestras so- ciedades científicas. Es la primera vez que semejante reunión, que se constituye en París bajo la benévola atención del soberano, revela y con- solida la fraternal alianza que debe existir entre la capital y los depar- tamentos, entre todos los hombres consagrados al cultivo de las ciencias y de las letras, y el Estado, que estimula sus trabajos . Mi objeto y mi deber ante esta asamblea consisten en referir los ser - 60 vicios que á la historia de nuestro pais ha prestado la Comisión de traba- jos históricos, es decir, de qué manera esta comisión, secundando mi pen- samiento, ha encontrado en las diversas sociedades científicas y faculta- des del imperio una colaboración que, en razón misma de su plena liber- tad y de su carácter esencialmente local, ha producido los mejores resul- tados para la estension de todos los trabajos de erudición aplicados á la ciencia de nuestros orígenes y nuestras trasformaciones sociales, y ha servido por último de brillante testimonio en favor de los estudios de es- tas facultades y de las sociedades científicas, que son el honor, el movi- miento y la vida de nuestras provincias en todas las direcciones científi- cas y literarias. Es inútil referir los diferentes períodos de la existencia y del aumento de la Comisión establecida en 1834, y encargada de concurrir, bajo la presidencia del Ministro de Instrucción pública, á la dirección y vigi- lancia de las investigaciones y publicaciones que deberían hacerse so- bre los documentos inéditos relativos á la historia de Francia. Esta creación, digna del eminente genio que la había concebido, correspondió ampliamente á las esperanzas del mundo científico. Dividida en varias secciones, compuestas de hombres dotados de saber y de esperiencia, em- prendió resueltamente la grande y útil empresa que se la había confiado, y hasta ahora la colección de documentos inéditos se compone de 125 volúmenes en 4.°, de 10 atlas y 40 entregas en folio de láminas litogra- fiadas ó grabadas. Conviene agregar á ellos los numerosos Boletines y Revistas que esplican todo el trabajo interior y la correspondencia de las secciones de la Comisión. En lo sucesivo se emprenderá la obra con el mismo ardor, y aparecerán muchos volúmenes de gran interés ai fin de cada año, mientras que en el trascurso del año próximo se preparan otras publicaciones que al principio se acordaron. j\To me corresponde, señores, hacer el elogio de una colección cuyo valor se ha apreciado tanto en Francia y en Europa, y por semejante cuidado me inclino ante los hom- bres que son nuestros maestros y guias en el inmenso estudio de nuestro pasado; pero creo poder afirmar que es generosa y fecunda la idea de escitar en nombre del Estado la paciente investigación de las huellas que dejaron nuestros padres, caminando incesantemente hácia la civilización y la unidad política. Ciertamente, estas esploraciones se habían intentado en todas partes, y formaban ya el mas precioso depósito; pero no podía presumirse que estuviesen agotadas, y que no faltase todavía recojer lo que me permitiréis llamar muchos testimonios inéditos en el suelo y en los monumentos, en los escritos y las tradiciones. Tal ha sido la tarea de la Comisión de trabajos históricos, instituida por varios de mis ilustres predecesores, que separados hoy de nosotros por las disensiones de la vida % 61 política, deben, sin embargo, recibir la espresion de nuestros sentimien- tos de justicia y de reconocimiento por tan escelente obra. La tarea se ha desempeñado dignamente para la ciencia y el país? y el Gobierno del Emperador, que atiende á todas las necesidades y a todas las glorias del ingenio humano, la ha aceptado, engrandecido y protejido, multiplicando los sacrificios y los esfuerzos para completar por su parte el magnífico edificio de nuestros archivos nacionales. En 1858 la Comisión, dividida en lo sucesivo en tres secciones, His- toria y Filología, Arqueología y Ciencias, comprendió conmigo que su misión no podía limitarse á la investigación de los documentos históricos y arqueológicos, y que iba á estenderse hasta el estudio de la formación sucesiva de nuestras riquezas científicas. También respecto de este punto había que profundizar en el pasado, y reunir datos preciosos. Necesaria- mente habia que encontrar una multitud de trabajos y descubrimientos, cuya iniciativa y gloria reivindican los departamentos. En fin, puesto que recibimos el auxilio mas notable del celo y del saber de nuestros cor- responsales; puesto que ya nos felicitamos por las muchas Memorias pre- sentadas por las sociedades científicas diseminadas en el resto del impe- rio, ¿por qué no tratar de estender nuestras relaciones con estas socieda- des, con gran ventaja de la unidad y el poder del movimiento intelectual? Este pensamiento tan sencillo y juicioso se formuló en seguida, dando á la Comisión el nombre nuevo de Comisión de trabajos históricos y de sociedades científicas, y se continuó por la parte mayor que las seccio- nes se apresuraron á conceder al examen de las Memorias que venian de provincias, por la inserción mas frecuente de los informes en la revista de la comisión, y por la organización y complemento en el ministerio de Instrucción pública de la biblioteca dedicada especialmente á las produc- ciones de las sociedades científicas. Cuanto mas aumentaban estas colec- ciones, mejor podia apreciarse el trabajo y la actividad que los departa- mentos empleaban en servicio de la ciencia, y mayor era el aprecio debido á un desarrollo intelectual, del que la nación se congratula y se honra. Entonces fué, señores, cuando, por inspiración del Emperador, resolví en- sayar una alianza mas íntima todavía entre el Estado, benéfico é inteli- gente protector de todos los estudios, admirador de todos los talentos, interesado en todos los descubrimientos y en todos sus resultados, y las sociedades científicas y literarias, aisladas, que viven con una existencia vigorosa pero concentrada, celosas con razón de su independencia, pero que sufren á veces por falta de comparación, de estímulo, de publicidad, y de espacio. Pero este proyecto no es el de una imaginación que vana- mente se fatiga llevada por nobles deseos; me atrevo á creer que la alianza está terminada; existe el hecho, considerable para el progreso de 62 la ciencia, honroso para el Estado, y yo le saludo con toda la efusión de mi corazón al saludar á esta asamblea, que es su completa y viva mani- festación. Aquí estáis, señores, los representantes del gran movimiento provin- cial, y no hay espectáculo mas magnífico que el de las inteligencias dedi- cadas en todas partes, bien á investigar nuestros orígenes en los restos del pasado, bien á esplicar los hechos y la política de nuestra historia, bien á propagar los elementos de la ciencia, de las letras y del arte. Sí, la provincia tiene derecho para enorgullecerse por sus estudios, por sus descubrimientos, por sus sabios y sus escritores. Sí, ella recompensa con liberalidad a la patria con el tributo de sus vigilias y sus sacrificios. ¿Pío es ahora en la capital del imperio, en este centro tan poderoso por sus es- tudios y recursos? no es ahora en la capital, cuya corona resplandece con todas las ilustraciones científicas y literarias, donde hay que acojer y en- salzar la provincia? Ciertamente, semejante testimonio de consideración no tendría todo su valor si no fuese dado por el Instituto Imperial de Francia, porque á él solo corresponde, desde las alturas en que preside ios trabajos del espíritu humano, proclamar con una autoridad siempre respetada sus soberanas decisiones; pero todos sabemos el modo con que esta ilustre asamblea atiende á los trabajos que los operarios de nuestros departamentos someten a sus apreciaciones, y cuánto anhela ver desarro- llarse á su alrededor, y también lejos de sí, los méritos y talentos cuyos modelos mas perfectos posee. Por lo demás, ella os manifiesta sus simpa- tías con la presencia en medio de nosotros de los individuos mas eminen- tes, cuyo nombre debe resonar con unánimes aclamaciones. Así es que en cierto modo no hago mas que seguir el ejemplo del Instituto, dando á la provincia científica y literaria la consideración que tan legítima- mente ha adquirido. A vosotros pues, señores, que convocados por mí habéis venido de todos los puntos de la Francia para estas útiles y cordiales conferencias que las ciencias y las letras os ofrecen en París? á vosotros, que habéis dividido con la Comisión de trabajos históricos la laboriosa investigación de los documentos inéditos de nuestra historia nacional? á vosotros, que habéis tenido fe en las leales intenciones del Estado, queriendo aumen- tar con su patrocinio y su auxilio la actividad de las sociedades científi - cas, pero también respetar su carácter, su constitución y su indepen- dencia? á vosotros, hombres de estudios ó aficionados, individuos de las Academias, profesores de nuestras facultades, hijos de la universidad ó de la enseñanza libre? á vosotros, unidos por un mismo sentimiento de amor al progreso, os doy las mas ardientes y sinceras gracias en nom- bre de todos los que en la capital del imperio francés se interesan por 83 el éxito de los trabajos intelectuales, y que saben acojerlos de donde quiera que vengan, como se acoje*á un huésped vivamente deseado. ¿Qué podré añadir, señores, á este discurso ya demasiado largo? Estoy persuadido de que nadie puede equivocarse acerca del objeto de las recompensas que se os han concedido: no son la señal de una protec- ción ambiciosa frente á las sociedades que no pueden aceptar mas que pruebas áe benevolencia. Dichoso con nuestras íntimas relaciones y con las ventajas que la Comisión sacaba de una colaboración tan activa, de- bia pensar naturalmente en aprovechar tan escelentes materiales y tan hábiles obreros* para llevar á cabo nuestras obras predilectas. Así es como ha brotado el pensamiento del Diccionario topográfico y del Reper- torio arqueológico de Francia, imposible de realizar sin el auxilio de las luces de la provincia. La sección de Ciencias, por su parte, no conside- rándose todavía con medios para proponer una empresa bien marcada, se ha detenido en el laudable proyecto de publicar las obras inéditas de Dionisio Papin, de Lavoisier, de Lagrange y Fresnel, pero ha continuado examinando con la mayor escrupulosa atención todos los estudios indica- dos en los departamentos. ¿Qué cosa, por lo tanto, mas equitativa y mas útil que ofrecer premios á las obras que mejor han correspondido á los votos de las secciones de historia y de arqueología, ó que do una manera general han aprovechado para el adelantamiento de las ciencias puras y aplicadas? Al distribuir estos premios, el Ministro de Instrucción pública, estraño á los menores deseos de preeminencia y absorción, no tiene otro mas que el de demostrar á todos los que trabajan, que el Estado se con- tenta con conocerlos y alentarlos. Señores, debemos ser celosos por nuestra patria. Esta ha recobrado su rango en el consejo de las naciones:, y el Emperador, que la ha propor- cionado todas las satisfacciones de la gloria, enseña al mundo cómo debe gobernar un gran soberano á un gran pueblo, tanto por la confianza como por la libertad. Al rededor de nosotros se preparan todos los pode- res de la industria, y el pais parece precipitarse hacia las conquistas ma- teriales. A Dios gracias, la misma impulsión se hace sentir en la esfera de las artes, de las ciencias y las letras, y la Francia comprende que su inteligencia es su fuerza. Continuad pues, señores, en el camino de estu- dio que crea y fecundiza todos los medios de civilización, y que París y la provincia queden siempre unidos en una común voluntad de trabajo, de patriotismo y de progreso. — Huevo observatorio. En la Gaceta de Colonia leemos una buena noticia para todos los que se dedican á las ciencias de observación. El Emperador de Rusia ha concedido una suma de cerca de í 0 0.0 0 0 fran- cos á Mr. Otto Struve para que construya un observatorio sobre el monte 64 Ararat. Estamos seguros de que el sabio director de este establecimiento desplegará una gran actividad en el cumplimiento de su misión, y que en pocos meses podremos registrar las comunicaciones que vengan desde esta montaña tradicional. — Bubidium y cesium. Según Mr. Schroíer, le manifiesta Mr. Bunsen en una carta, que Mr. Seybel, propietario de una gran fábrica de produc- tos químicos en Liessing, cerca de Viena, ha tratado cantidades conside- tables de la lepidolita de Rozena (Moravia) y de la mica litiontfera de Zinnwald (Bohemia), para estraer de ellas el litio , el rubidium y el ce- sium, y que una mica litionífera de Sajonia le ha dado mas de un 3 por 100 de rubidium y cesium. (Por la Sección de Variedades, BicAr.no Rure.) Editor responsable, Ricardo Ruiz. 9* N.° 2.°— REVISTA DE CIENCIAS . —Febrero 1862. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Sobre la refracción astronómica; por Mr. Babinet. (Comptes rendus, 9 y 25 setiembre 4861.) He aquí la demostración de la fórmula que se ha dado en el número anterior. Figurémonos un haz de rayos que camine horizontalmente, y de modo que resulte una onda que en el punto de partida esté en un plano vertical perpendicular á la dirección de los rayos. Propagándose la parle superior de esta onda mas pronto que la inferior en un aire menos denso, su plano se inclinará gradualmente, de manera que la parte superior de este plano se adelantará un poco sobre la inferior, y los rayos que dan las líneas normales á la onda serán curvas ligeramente cón- cavas hácia la tierra. La poca curvatura de esta trayectoria hace» que en todo el camino del haz de rayos haya sensiblemente la misma diferen- cia de densidad entre el aire que recorre la parte superior del haz y el de la parte inferior. La onda y los rayos se inclinarán y encorvarán por consiguiente en una cantidad proporcional al espacio que recorren; y por lo tanto, estos rayos seguirán una circunferencia de circulo, que por término medio tendrá un radio quince veces mayor que el de la tierra» En la teoría de la emisión, un rayo aislado, lanzado hori- zontalmente, es aíraido hácia abajo por el esceso de densidad del aire inferior sobre el del superior. En este caso permanece constante en velocidad horizontal; pero ai cabo de cierto tra- TOMO XII . 5 66 vecto se halla que el cuadrado de esta velocidad es igual al cuadrado de su velocidad horizontal primitiva, mas el cuadrado de la velocidad vertical producida por la acción del medio. Como esta última acción es proporcional al trayecto descrito, ó si se quiere al tiempo en que ha podido ejercerse esta acción, se deduce que en esta teoría, lo mismo que en la otra, la in- flexión del rayo estará en proporción constante con el camino recorrido, lo cual caracteriza á la marcha circular. Sábese por otra parte, que respecto á la dirección de los ra- yos, ambas teorías conducen exactamente á los mismos resul- tados. Me servirá, por lo tanto, esclusivamente la teoría de las ondulaciones, que considera aquí una onda cuya parte supe- rior é inferior son muy distintas. Sea a el trayecto que recorre la parte inferior ó pie del plano de la onda: la parte superior de la misma, que camina en un aire algo mas enrarecido, adelantará á la inferior; y si designamos por a el camino algo mayor que recorre la parte alta de la onda, a1 —a será la cantidad que adelantará al pie la cabeza del plano de la onda. Si llamamos h á la altura ó grueso de la onda ó haz de rayos, esta se inclinará un ángulo muy pequeño, medido por Puede decirse también que los ra- yos se encorvarán una cantidad r, que es la refracción terres- tre, cuvo valor es el siguiente: r: a —a ~hT' A esto está reducida la cuestión; lo demás solo es una serie de trasformaciones, según los principios mas comunes de la óp- tica. Antes de ir mas adelante, consideremos a' y a como arcos de círculo concéntricos, siendo X el radio del arco a, y por consiguiente X+k el del arco o!; en este caso la curvatura ó refracción r será el ángulo en el centro común á los arcos a y a t v tendremos á la vez 9 w a *v» v r\ a1 X+h 67 ó bien rX=.a y rX-\-rh: Restando a f de a, resulta a'—a=rh, de donde a rz a’ — a h como anteriormente. En rigor, la onda en su punto de partida no está entera- mente en las mismas circunstancias que en su llegada después de los trayectos a y a, puesto que es vertical al partir y a! llegar está inclinada , formando con la vertical un peque- ñísimo ángulo Podría, pues, á prior i despreciarse esto, y no tener en cuenta el efecto, casi nulo, que de aquí resulta para la diferencia de las densidades del aire encima y debajo déla onda; pero para no volver á tratar de ello, observaré que si r es la inclinación de la onda sobre la vertical del punto de llegada, la vertical de este punto que atravesará este haz en toda su altura será tal , que multiplicada por eos. r, dé el grueso h de la onda. Pero el coseno de un ángulo muy peque- ño no se diferencia de la unidad mas que en una cantidad pe- queña del segundo orden. No hay que tratar, por lo tanto, del efecto de este ligero cambio de inclinación en el sentido de que pueda influir sobre el grueso vertical de la onda. Vamos ahora á valuar r= a' — a Si el aire está á cero, y la presión normal iV=0m,76, su proporción de refracción es m= 1,000294, de manera que m — 1 = 0,000294. A la presión B y á Já temperatura t esta proporción de refracción se convierte en 4 , , ,N B i 1+{pi JVTh’ siendo ¿el coeficiente de dilatación del aire para Io centígrado tiene sensiblemente a= 68 11 8000 J fracción cómoda para los cálculos). Tomaremos B y t por la presión y temperatura de la parte inferior de la onda; en este caso la parle superior-, que es mayor que la inferior en una altura h , tendrá una presión barométrica menor que esta inferior, cuya diferencia será una cantidad igual á una pequeñísima columna de mercurio >?, equi- valente á una altura de aire h tomada á t° y á una presión B. La parte superior de la onda caminará por lo tanto en un aire cuya presión será B— n , siendo * escesivamente pequeña. Ade- más, como el aire disminuye de temperatura á medida que se va subiendo, la temperatura del que recorre la parte superior de la onda no será t, sino t disminuida en la pequeñísima can- tidad 9, que es la disminución de temperatura correspondiente á la elevación h, la cual mide el grueso de la onda. La tem- peratura del aire para lo alto de la onda será por consiguiente f— 9. De aquí se deduce que la relación de refracción del aire que atraviesa lo alto de la onda, será por consiguiente l+'(m-t) B—-» 1 ~ 14 -a(í-+¡* mientras que para la parte inferior esta relación de refracción era • - . / B 1 pero, según la teoría, estando los dos caminos af y a en razón inversa de las proporciones de refracción, tendremos Q? I Q l l 1 — (?72 — 1) B 1 N 1+4 ’ l+(m-l) 5-» N 1 1++-+ siendo » y ú escesivamente pequeños, el último término de esta proporción se convierte en l+(ro— 1) B 1 N 1 + a£ — (m— 1) » 1 lV 1+4 + (w-l) B_ ccS N (l+cctf despreciando , como suele hacerse, los términos de segundo orden * y 9. Para concluir después con » y e, es evidente que 69 siendo » la pequeña columna de mercurio reducida á cero, equivalente á una columna h de aire á t° y á B de presión, tendremos h B 1 d N 1+4 siendo d la densidad del mercurio referido á la del aire tomada á cero (podemos lomar í/=10o10). Del mismo modo, sea M la cantidad á la cual sería necesario elevarse para tener una disminución de temperatura igual á Io centígrado en la loca- lidad y en el momento de la observación ; tendremos para una altura h una disminución de temperatura 0 = -=+ Se ve que esta disminución 0 de temperatura, que hace el aire mas denso, obra en sentido contrario de la disminución » de la presión, que hace al aire menos compacto y menos refringenle. Por lo demás, la oposición de los signos en la espresion l+(m— 1) B 1 N 1+4 (m- Ni+*t^K n (i+zty indica bastante este antagonismo muy importante, y que creo que todavía no se ha introducido por ningún autor en la fórmu- la de las refracciones terrestres. Haciendo _ h B 1 _ h '"~lN í+tf* y -~M en el último término de la proporción anterior, resulta B 1 B 1 af : a . : l+-(m— l)-rr ~ : l+(m— 1) — N 1+4 N 1+a t . . h B 1 . B ah (m 1) “j’ñfe fA , __ “1" (jft ~j\T d iV2 (1+a/)2 de aquí a’ -a: a::(m- \)h. + 1 d iV2(l+=Oa ■(m— 1) ^(l+«05’ B ah :1 + B \ h B 1 B ah 70 El tercer término de esta proporción es una cantidad pequeñí- sima á causa del factor m— 1, que es igual á 0,000294, y mas pequeño que 0,0003. Pero el cuadrado de 0,0003 sería 0,00000009, cantidad enteramente despreciable. En cuanto al cuarto término, que es igual á la unidad mas una cantidad muy pequeña, se observará que despreciando los términos en (m— i)2, el tercer término de la proporción, que es una canti- dad muy pequeña, multiplicado ó dividido por la unidad, mas una cantidad pequeñísima, no cambiará de valor (1). Así la proporción se reduce á a'— a : a : : (m— 1) h B d iV2(l+4): Tendremos por lo tanto («- 1) B W 1T( 1+5? a’— a B = «(*»- i)~r-. h N (t+aZ): Esta espresion de r es independiente de h. Así, sea cual- quiera el grueso vertical del haz luminoso, la refracción siem- pre será la misma. Sería conveniente conservar la espresion bajo esta forma, que da de un modo exacto y directo la re- fracción en números para una distancia a espresada en metros. Para tener esta refracción en segundos, sería necesario multi- plicar por el radio en segundos igual á 206263, y tendríamos La refracción r se compara generalmente al arco terrestre comprendido entre los dos puntos de partida y de llegada de! rayo. Para esto, llamando s al ángulo en el centro de la tierra comprendido entre la señal y el observador, se nota que te- nemos a = Bs ( í ) Sean e y i' dos cantidades muy pequeñas, tendremos e(l-— ír)=s-j-£g'=g y l+g' = 2 Sir=sí, 71 (siendo R el radio de la tierra); en este caso, llamando n á la T relación — , resulta s L =ñ(m—í ) 1 1 (-L— N (!+«/)” \Nd Haciendo ií = 6370300“ iV=0,76, wi— 1 =0,000294 tendremos 11 3000 Y d = 10310, r s n= B 1 71 0,76 (í+utf 6,867 \ M ) Este coeficiente es el que por término medio es — ó 0,0667. Delambre adoptaba 0,08. Maskelyne y varios observadores del 1 siglo pasado tomaban — . Todos están conformes en recono- cer que este coeficiente es muy variable, y mas inconstante de noche que de dia. Estas circunstancias y otras muchas se deducen de la iníluencia que ejerce el número M sobre la re- fracción. Si se opera en un largo tubo cerrado, ó en un con- ducto subterráneo en que la temperatura fuese uniforme, la 1 1 refracción sería mucho mayor que — ó — , pues en este caso vendría á ser proporcional á 0,2345; y en vez de una refrac- ción de 4,r ó de 6rr para una distancia de 1852 metros, que forman un minuto de arco terrestre, se tendría cerca de 26''. Resta examinar el caso en que la dirección del rayo forma un ángulo sensible con el horizonte. Sea i este ángulo, siendo h siempre el grueso del haz ó la perpendicular común al rayo mas alto y al mas bajo; se observará que no siendo vertical esta línea h , la parte alta y baja no se diferencian en altura de la cantidad h , sino únicamente de h eos. i; y que por consi- guiente, para rehacer todos los cálculos anteriores, sería pre- 72 ciso reemplazar h por h eos. i en el valor de a'— a. Así, sien- do a el trayecto del rayo indicado, se tendrá la refracción r, á — a , que siempre es — - — , por la espresion h , ^ . B r—a{m— 1) eos. i a N (1+at)2 Nd 3f Si se observa ahora que a eos. i es la proyección de a so- bre el horizonte, es decir, el arco terrestre s entre la señal y el observador, tendremos Rs=a eos. «, de donde _ rc R(m N My El coeficiente N es por consiguiente el mismo que en el caso, del rayo horizontal. Para una misma distancia a de la se- ñal, la refracción ó curvatura del rayo es menor; pero compa- rando esta refracción con un arco terrestre, que es mas pe- queño que a , la relación subsiste la misma. Se ve por otra parte que si el rayo fuese vertical, debería ser la refracción nula, lo que en efecto resulta, de que entonces tendríamos ¿= 90° y eos. i = 0. Poniendo los mas números posibles en la fórmula, y no de- jando en signos aigebráicos mas que las cantidades variables, tendremos B 1 0,234o B 6,867 M ) Puede observarse que el valor puede tomarse como 0,76 r igual á 1; pero para el coeficiente 1 i +*r uo puede tomar- se t= 0 mas que separando demasiado los valores medios de la temperatura del aire. Tomemos, por consiguiente, t= 10° 1 centígrados; entonces el coeficiente —— se convierte en 73 1 300 1+ lio 3ir 3000 verificando la multiplicación de los coeficientes 0,234o y 6,867 por el cuadrado de esta fracción, se convierten respectiva- mente en 0,2182 y 6,390; entonces tendremos para 2?=0m,76 y /=I0\ *2 = 0,2182 6,390 M ' Esta fórmula simplificada podrá emplearse para estudiar la marcha de las refracciones en general. Aquí, para tener 1 ??= — = 0,0667, se necesitaría que M fuese igual á lo 6"\360 ‘0,1515 42m,-2. i Siendo 0,0667 ó — el coeficiente medio de la refracción terrestre, que es mucho mas pequeño que 0,2182, se ve que el 6 390 término —-j-, que depende de la disminución del calor, in- fluye mucho. Así la refracción está dada por la diferencia de los dos términos mucho mayores que ella, é independientes uno de otro. Deben resultar de aquí, por consiguiente, gran- des variaciones para el valor de *2, como por otra parte las da la observación. A medida que el aire se enfria en las capas próximas á la superficie de la tierra al aproximarse la noche, disminuye M , y crece la refracción hasta el punto de ser mas que doble de la que se verifica á mitad del día. Por último, cuando el frió de la tierra se comunica al aire, y va a limen - 6 390 lando la temperatura con la altura, entonces el término -L— JjÍ se hace positivo, y la refracción llega á valores considerables, 1 tales como n = — - ó, también n: 3 1 Ya he observado que 74 cuando 31=2 9“, 3 la refracción es nula, y que cuando i/<29m,3 la refracción es en sentido contrario, y que la tra- yectoria del rayo es convexa hacia la tierra, de lo cual resulta el espejismo. El valor del término que tiene á 31 por denominador es- tablece ya que la temperatura del aire cerca de la tierra dis- minuye con mucha mayor rapidez que lo que indican las ascen- siones aerostáticas, que dan una disminución de 1° centígrado para 200 ó 220 metros, tomando el término medio de las tem- peraturas estreñías. Si se quisiera, por consiguiente, hacer úti- les esperimentos acerca de la refracción terrestre, se necesi- taría medir en alturas pequeñas el descenso de temperatura del aire, valiéndose de pequeños globos cautivos. Pero si las dos estaciones estuviesen á alturas diferentes, se tomaría para B el término medio de las dos presiones barométricas, para t lamiedia de las dos temperaturas, y sobre todo lo que aquí ofrecería ventaja sería que la diferencia de altura de las dos estaciones, dividida por la diferencia de las temperaturas, diese al mismo tiempo la cantidad M, que corresponde á un descenso de Io en la temperatura del aire para la capa atmos- férica que atraviesan los rayos. Tomemos ahora la fórmula que anteriormente hemos dado para la refracción terrestre ó refracción geodésica entre una señal y el observador: r=a (m~ ^ 0m,76 (1+4)= (om,76 D ~ Ti) Si la señal está elevada de tal manera que la línea que la une con el observador forma un ángulo i con el horizonte, (í) He aquí una demostración mas sencilla de esta fórmula. Llamando m=l-¡-0,000294 la relación de refracción del aire á 0o y á la presión 0%7 6, y i +2 esta relación de refracción para t° y á la pre- sión B , tendremos N B 1 g = (wi— 1 1 ■— - — - ; 0,7 6 1 -j-c£í del mismo modo, sea i + e' esta relación para el aire á la presión B— * y á la temperatura t — 9, tendremos 75 mientras que la distancia de esta señal es o , entonces la tormu- la se convierte en r=d eos. i (m 1) 0m -g { om 7(j/) Jjf)' En esta fórmula m=l, 000294 es la relación de refracción del aire á 0o y 0ra,76 de presión; h es la presión media entre la posición de la señal y la del observador; t es la temperatura ír— (m — l) B — w i 0.76 í-| -at—ccQ (m— i) (m — i) rB— » S— 0,7 6 i + aQ i — Olí B — w 3 B B olQ 0,7 6 1 — j— ctí ^ [_0,T6 (l+otj ~ 0,76 (l+«0 ”r ("l-{-ae)2J’ por consiguiente, e — g'= (m — l) ^ *0 0,76(í+^í) 0,76 (1-fat)2 * Pero fl = l±!-(,+,)(I_0=i+,_' <2 i-j-í luego BixÜ 0,76(l+aí) 0,76(1 + aí)2 h B t h y puesto que »= • — — y é = — , resulta a'-—a=a(m~i)fi y por último, a’— a I) 0,76 1— B M Bct D.0, 76.0, 76(1 + &Í)2 710,76(1+*. t): h afm—i) 0,76 (i+*í)2 ( 0,7 61? üf + ¿t; Aquí m — 1=0,000294 y 0,76 0=0, 76, 10510=7987, 6. 76 media; i>=10510 es la densidad del mercurio comparada con 11 el aire; por último, M es el número de metros, á los cuales sería necesario elevarse en la atmósfera para que bajase la temperatura Io. No considerando mas que la última fórmula, resulta de ella que si en el trayecto a se toma una cantidad infinita- mente pequeña da , siendo b y t la presión y la temperatura en el punto del trayecto en que se encuentra el elemento da, se producirá en este corto trayecto una pequeña inflexión ó refracción dr , de modo que dr~da, eos. i (m— 1) b 0a1, 76(1+ _ /_ \0m, 76D ct M La altura h del elemento da, encima del horizonte, será evi- dentemente íi—a sen. i; luego y da eos. sen.i sen. i Gomo en la refracción astronómica se toman los ángulos z con la. vertical, se tendrá £=90°— y dh C-^~\ = dh = sen . t eos. z dh tang. z. Sabido es que tang. % desempeña un papel impor- tante en la espresion de la refracción astronómica, cuando s== 45°, tang. z=\, y por medio de observaciones multiplicadas hechas en Bourges, Delambre hallaba para esta distancia ze- nital r— 60'r,62. Siendo, pues, la fórmula dr=dh tang. z [m — 1) _L_ J — í 1 ;0m,76(J+O2 (0ra,76D M f se ve que b, lo mismo que t , son funciones de la altura h. Si se toma t por la temperatura en el punto interior de la trayec- toria del rayo, la temperatura á una altura h será í — A, dis- 1 ^ minuyendo Io por M metros. El factor — — se convertirá en 1 (l-¡ -aty 1 2 2’ 77 En cuanto á Me tomo en una nueva fórmula barométrica, que creo que todavía no he publicado impresa, y que me re- servo demostrar mas adelante. Esta fórmula es M JL—Íí ah \0'»,76Z?*m B l1 ¥(!+¥)/ 1 de donde b=B (\= — - ) V M{\+aty M 0m, 7 6 De*. aquí B es la presión barométrica en la estación inferior; t es la temperatura en este mismo punto; b la presión á la altura h. Tendremos, pues, 111 owV (l +.1-5) X M ex 0,7 bD M zdh tang. % (m— 1) M X (1 ^’76¿5cí (1) Si 71/— 220 metros, la fórmula es b ¥ de donde y por último, i1- 0,13315 60000(t-¡-*£) b .0,13315 (i) 60000(1-4-^^)^ [. 0,13313-! observando b y B, la mismo que la temperatura t en la estación inferior, se calcula fácilmente h. Mas adelante volveré á tratar de esta nueva fórmula barométrica, y la compararé con la fórmula de Laplace. 78 1 -¿V ah °\0,76¿> M ó bien, haciendo para abreviar m k dr=dh tang. z[m— 1) Oí, A 0,76.#* B 1 A 0,76(l+aí)k( ' * ^ -v 71/ k— 2 Pero luego V0,76# ü/ í/r= ) tang- * óXtí (1+^? V (1+“'- V j x et d (1+4Í iV ) x (o,76Z> J7 Ahora /*= — («i — 1) tang. 1 0,76(l+*0k « ' i\+c. M k- 1 k— i X \0,76# M Para h— 0, se tiene r = 0; también B 1 0= — (m— 1) tang. z 0, i 6 (1-j-ct/)^ a k — 1 / 1 a, \0/76# ll La diferencia da r=(m— 1) tang. z B M 0,76 (1 +«í)k«(&— 1) f_! V0.76/Í a 79 x[(l+«/)k “ *h\ k_i Observemos que M ( 1 -) 1 ¡ \0,76D M) " fe— 1 ’ V0,76Z>^ / puesto que 1 M = k; además, introduciendo el factor (i+O r=(m— 1) tang. £ 0,10 l)x - en el paréntesis, tendremos k — \ ce B 1 :(m— 1) tang. % y por último, r=(m— 1) tang. 5 0,761+4 B 1 (1+0 — Cl + aí* . (f+^-^ r - c.h h k— I k— 4 0,76 1+4 1— , I B 0,76 l+«í( Í4* ilf ,0,76Z>a ‘O Si se toma para h la altura limite de la atmósfera, r será la refracción astronómica. Para ensayar esta fórmula hagamos, según las ascensiones i i aereostáticas, M=22 O metros, después $=:i0510 y a resulta 6oooo R 1 ( h. r=[m— l)lang.s 1 7987,6 :(m— l)tang.js 0,761+4 B i i 0,76 1+4 1—1 !■ 60000(1 4-4) /i \ 1 0,4 331 5 60000(1+2+ no falta mas que limitar h según la altura supuesta de la at- mósfera. Busquemos el valor fundamental de r que corresponde á z = 45°, B = 0n\76, y £ = 0. Entonces 80 IMg.* = l, y r=(— 1). además se observará que la fórmula barométrica da ó = 0 para ¿ = 60000 metros ó 60 kilómetros, la cual es la altura que asignan los crepúsculos á nuestra atmósfera. A esta altura, el efecto de la porción superior de la atmósfera sobre la refracción sería insensible. Parece, pues, que ¿~60000 metros es un límite conveniente de altura que hay que poner en la fórmula para tener la refracción debida á la atmósfera entera; esta fórmula se convierte en — 1=0,000294, y en segundos r=206265x0, 000294 = 60", 64 La constante, según la cual se ha calculado la Tabla del conoci- miento de los tiempos , es, según Celambre, 60rr, 62. Causará sorpresa esta coincidencia, cuya exactitud es sin duda casual, y que no he procurado producir. La física hubiera, por consi- guiente, dado el mismo valor que la astronomía práctica. Dejo á otros el cuidado de acomodar la fórmula que da r á lo que exije la cuestión. Observaré únicamente que la fórmula antigua da ya valores muy aproximados á esta refracción, y que escepto en los casos escepcionales, la perfección notable de la fórmula le dará todo el grado de exactitud que pueda prác- ticamente desearse. P. S. M. Airy nota que las refracciones de invierno son un poco mas débiles que las de verano. Pero en invierno 81 hay menos diferencia entre la temperatura de la tierra y la del límite de la atmósfera: así para Io de disminución se tiene para M un valor mayor, lo cual da un valor menor á — — — . La cantidad elevada á la potencia , 1 es Jf(l+*0 0,76 De por consiguiente mayor, y restándola de 1, el resultado es menor* No veo que las fórmulas antiguas puedan prestarse á esta deducción. Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Rüiz. TOMO XII. 6 CIENCIAS FISICAS. ~- ' <¿r&£-oc~— FISICA HFIi GLOBO. Conexión entre los fenómenos meteorológicos y las variaciones del magnetismo terrestre; carta del P. Secchi á Mr. Elie de Beaumont. (Comptes rendus, 18 noviembre I 86 I .) En los Comptes rendus de la sesión del 7 de octubre ultimo, t. 53, p. 628, presentó Mr. Brown algunas observaciones acerca de mi Nota del 6 de mayo de 1861, relativa á la cone- xión entre los fenómenos meteorológicos y las variaciones del magnetismo terrestre, en que anunciaba resultados enteramente diferentes de los mios. Siento, sin duda, que el célebre obser- vador no esté de acuerdo conmigo, pero así debía suceder nece- sariamente, según el método de discusión que ha adoptado, Comparando los vientos con las variaciones magnéticas, encuen- tra Mr. Brown su dirección en Makesrtoun casi sin influencia sobre la intensidad horizontal, en contra de lo que yo habia notado en Roma; pero hay que observar que llega á este re- sultado comparando la posición observada de la aguja, ó el valor de la fuerza horizontal por cada rumbo del viento, con la media de los 14 dias que preceden y que siguen á cada dia, y notando lo que difieren en + ó en — . Esta discusión es otra cosa diferente de lo que he hecho. He trazado la curva de las intensidades, y examinado si subía ó bajaba según el viento dominante, y este movimiento de la curva es el que he com- parado con la dirección del viento y no el valor absoluto de la intensidad media: es verdad que en mi discusión las posiciones elevadas se han agrupado con los movimientos ascendentes y 8 3 las bajas con los descendentes; pero atendida la perpétua mo- vilidad de este elemento, estos casos son poco numerosos en comparación de los otros. Pero es evidente que la aguja puede estar debajo de la media, y sin embargo, ascendente , y viceversa , encima, y descendente: luego los resultados de Mr. Brown re- presentan otra cosa diferente de lo que he encontrado, y de lo que queria hacer resallar. Para esplicar esta diferencia, Mr. Brown ha recurrido á in- fluencias particulares, y parece sospechar que mi resultado po- dría consistir en que no he correjido bien mis observaciones de la variación de temperatura. En mi nota he dado la razón que he tenido para omitir este inmenso trabajo de las correcciones, á saber, que semejante trabajo no es necesario. En efecto, las observaciones se comparaban en un período bastante corto, y durante el cual los instrumentos no habían cambiado del lodo, ó si había cambio era infinitamente mas pequeño que el que se necesitaba para esplicar los movimientos de las curvas. Por esto se ha empleado un gran cuidado en mantener invariable su temperatura en lo posible. Era, pues, inútil tratar de esto, escepto en un caso mas delicado, como yo lo he hecho efecti- vamente. Mr. Brown parece no admitir la acción de las causas locales sobre la intensidad magnética, y compara la tierra con un imán, cuya fuerza aumenta ó disminuye en todas partes. Nadie mas que yo ha sido partidario de la universalidad de acción del principio que produce las variaciones del magnetismo terrestre; y los escelentes trabajos de los observadores ingleses y del mismo Mr. Brown me habían persuadido de ello casi completa- mente, fundándome sobre todo en los resultados medios. Pero después que he tenido la dicha de observar por mí mismo, y de estudiar comparativamente un gran número de hechos, me he convencido de lo contrario. Las acciones magnéticas tienen sin duda muchísima eslension; aun algunas veces comprenden en casos escepcionales todo el globo (29 de agosto y 2 de setiembre de 1859), pero negar que no hay escitaciones locales, es ente- ramente ir contra la gran evidencia de los hechos. El conjunto de las observaciones de los observatorios ingleses pueden dar de ello numerosas pruebas; y aun esto forma la base de muchos t 84 puntos establecidos de un modo incontestable, como, por ejem- plo, las leyes de las perturbaciones extraordinarias que siguen al tiempo local, en las cuales, no obstante, hay horas trópicas diferentes para los diversos países (Sabine). Las variaciones mas pequeñas han pasado desapercibidas hasta ahora, porque en el inmenso dédalo de estas variaciones no se han discutido mas que los resultados medios, y en este caso todos estos detalles han desaparecido. Para citar un ejemplo de ello, muy cerca de Roma, en Liorna, se han observado perturbaciones bastante fuertes, que han pasado desapercibidas en Roma, y vice-versa. Sin embargo, es preciso covenir que la discusión de esta relación se hace mas difícil y aun mas incierta respecto de los paises septentrionales que esperimentan mayor numero de al- teraciones, como Makerstoun, y en que quizá las diferentes causas y su tardanza de acción relativa se superponen una á otra (bajo este aspecto los paises meridionales son mas favora- bles); y en la misma discusión de Mr. Brown se ve una dismi- nución sensible de fuerza horizontal, debida al viento del S. en la estación de Singapore. Por lo demás, en los paises cercanos al mar hay otra dificultad: las observaciones comunes de todos los días no son muy oportunas, porque no descubren mas que vientos locales, y en estos parajes es preciso limitarse á las grandes borrascas que son independientes de ellos; en efecto, en todas las construcciones gráficas que he hecho para Santa Helena he visto confirmarse la misma inducción que en Roma. Por último, fundándose en el punto de la generalidadad de las perturbaciones magnéticas (que no admitimos en límites inde- finidos), Mr. Brown no cree fundada la regla de la previsión del tiempo, que he deducido de las observaciones de Roma por medio de las perturbaciones magnéticas. Lejos estoy de estable- cer con esto una regla mas infalible que las demás de la meteo- rología; pero hasta ahora, después de una esperiencia de tres años, debo decir que aquí , en Roma , toda gran borrasca va ordinariamente precedida ó acompañada de una perturbación magnética , y que cuando después de una serie de buenos dias, con los instrumentos magnéticos regulares se ve aparecer una perturbación, se puede con seguridad anunciar aquí un desarreglo en el tiempo, que algunas veces se reduce simple-» 85 mente á un cielo cubierto ó á un poco de viento fuerte que son indicios de que la borrasca ha pasado á poca distancia de nosotros; y generalmente se ve en los periódicos que se han producido en otras partes violentas alteraciones de la atmósfera. La esta- ción pasada, que ha sido muy buena por espacio de seis meses, bastaría por sí sola para probar esta verdad, porque cada cambio se anunció por una perturbación. Por lo demás, como lo ha observado justamente Mr. Browrf, es preciso especificar bien lo que se entiende por perturbación; y no comprendo con este nombre solamente las vibraciones rápidas, que son muy raras en nuestros climas, sino toda variación anormal de la curva diurna, sea por defecto, como la falta de escursion, ó por esceso , como una escursion notable en mas ó en menos. Una gran dificultad consiste sin duda en asignar el principio de la conexión de las dos clases de fenómenos, y para esto se ha recurrido á varias hipótesis, que reunidas son mas ó menos satisfactorias, pero siempre incapaces para dar una esplicacion general de los hechos. Así se ha ensayado la variación de tem- peratura y las corrientes termo-eléctricas, la acción directa de los astros, sobre todo del Sol; y aunque esta puede esplicar varias cosas (como creo todavía), no esplica las perturbaciones locales y estraordinarias. Gomo en una materia tan oscura están sin hacer todos los ensayos, aunque se tiene alguna esperanza de buen resultado, he querido investigar si la electricidad atmosférica podria tener alguna influencia, como me inclinaba á sospechar en las per- turbaciones observadas durante las tempestades. Pero el estudio de esta relación no es fácil; era necesario en primer lugar encontrar un medio seguro y cómodo para hacer observaciones comparables de la intensidad eléctrica de la atmósfera. Después de muchos ensayos inútiles me he fijado en el conductor móvil de Mr. Palmieri, perfeccionado en algún modo. Este instru- mento hace cómodas y seguras las observaciones, aún mas que el electrómetro móvil de Peltier. La valuación de la fuerza en cifras comparativas la hago, por ahora, midiendo con un mi» erómetro colocado en un anteojo la separación de un pan de oro en un electrómetro de pila seca de Zamboni. Los resultados que he obtenido en estos dos meses de observaciones, me han 86 persuadido de que este método es suficiente para la solución de varias cuestiones. Las conclusiones que se sacan respecto de la actual son las siguientes: l.° El período eléctrico diurno se halla conforme en sus fases con el período del bifilar, con la particularidad, sin embargo, de que las horas del máximum de la tarde (entre 6 y 7 en la estación última) coinciden perfectamente, tanto respecto de la electricidad como del bifilar; pero por la mañana el má- ximum de la electricidad corresponde al mínimum del bifilar (cerca délas 9 de la mañana). 2.° Las grandes cargas eléctricas de la atmósfera serena y no tempestuosa han estado siempre conformes con las escursiones del bifilar y las fuertes variacio- nes de los demás instrumentos magnéticos. Sin embargo, el signo de la electricidad ha sido siempre positivo, aunque el bifilar caminase unas veces mas y otras menos. 3.° Cuando el bifilar ha manifestado un segundo mínimo por la tarde, cerca de las i, lo que suele suceder en los dias calurosos, la electri- cidad ha manifestado un período de triple máximo (9h m. 4h t.). Estos tres hechos, imprevistos por nosotros, han sido tan constantes, que como tenemos costumbre de observar la electri- cidad antes de los demás instrumentos, se adivina la marcha ascendente ó descendente de la intensidad horizontal por la marcha de la electricidad. Pongo á continuación un extracto de las observaciones diarias respecto de los dias mas normales en que el período eléctrico era mas regular. Media diurna del 18 al 30 de setiembre . o c© p© ©i ?© P©~ ©í <0 «O os 87 o ©1 F- ^ O* *■*$ 5© O <© c© #» ^ r-i *5J< JS O o o O© F- «© ©r <0 r—* -a «O OO 5© ff© ©I H p© -c CO ff© rH O© r- » ©i P© O ffO O© rH P© O *5* ©í _s co O ©P I-* O© O co co rH p© F” G© c© ©T o s O 0 jo ^ p í© ©I ^ ,M" p© 0 ^0 ¿ C- ©I ¿ S - es p© ©3 «S 00 O ff© »s CO O « JS rH J>p rH ^ n rH ® «r 50 50 «© F" c© ©o •v ^ C© ©I o rt •3 no o a o eo os ^ ©I r- p© «v »v ff© rH o p© ©I o p© o rH •O rH c© O© F" 0© ©P rH ©P O rH 50 “ts 53 S 5» SS Pr> 53 • "PS . 5o .5 n3 © • ^h no 30 a o eo js o os C© ff© O ff© ík e* ©P c© o p© r”* c© «. I' c© c© o rH O F’» 0© ©P P©~ ©í O rH ©1 ©I ■*«!> C3 ff© e ?» s 3 es a 0© ff© rn O© O©*' ©f O es © es 13 es a ©1 ©© ©P T— I ©P ff© fc- C© + • • + • 0 • n© 9 • ”©3 c© © rs '"2 O ’o O O CS tí C© O a> es tí c© 4- 'O c© n3 • M CJ • s=» ”0 O es tí 88 Estas cifras creo que hacen ver bastante la verdad de lo que hemos dicho; y sin embargo, en estas medias cada una de diez dias se han debido eliminar una multitud de detalles, que son bastante importantes y característicos, pero que tendrán su debida colocación en una publicación mas estensa. Por ahora sería absurdo sacar consecuencias generales de este corto período de observaciones; pero creo bastante fundada la esperanza concebida de que las variaciones eléctricas de la atmósfera servirán para esplicar muchas variaciones en los instrumentos magnéticos; y como no puede producirse ninguna perturbación meteorológica sin escitar una gran cantidad de electricidad, tendríamos en este elemento el principio de la co- nexión de las dos clases de fenómenos, y aun quizá todas las misteriosas variaciones diarias de estos instrumentos. Como estas observaciones forman ya parte del sistema cuotidiano de las nuestras meteorológicas y magnéticas, no tardarán en ma- nifestarse resultados mas positivos. Atendido el corto tiempo que ha trascurrido desde que se empezaron estas observacio- nes, no hubiera hablado de ellas á no presentarse esta ocasión. Por lo demás, el hecho bastante curioso de que el máximum eléctrico de la mañana corresponde al mínimum delbifilar, no puede presentarse como una objeción; porque debe conside- rarse que el sol, que es el centro y foco de esta acción eléctrica (de cualquiera manera que obre), está en posición opuesta re- lativamente á la aguia por la mañana y por la tarde, y por lo demás el electrómetro es incapaz de marcar el sentido de la corriente; pero puede hacerse con los instrumentos dinámicos, y bajo esta punto de vista las investigacionos de MM. Lamont y Wilkins sobre los hilos telegráficos tendrían una inmensa importancia. Por lo demás, atacándose por todos lados el problema del origen de las variaciones diurnas de los instrumentos magné- ticos, creo que no tardará mucho en resolverse. 89 Plancheta fotográfica de Mr. Augusto Chevallier. (Cosmos, 20 y 27 diciembre \ 861 .) Mr. Paté ha escrito una nota sobre este aparato, de la cual tomamos los siguientes pasajes, creyendo que la palabra de este distinguido oficial, que tan competente es en la cuestión, val- drá mucho mas que la nuestra. Leyendo los informes que presentaron á la cámara de los diputados, Arago el 3 de julio de 1839 y Gay-Lussac el 30 del mismo mes y año, se ve que desde el principio podia apli- carse la fotografía á las operaciones topográficas. El mérito de Mr. Chevallier consiste en haber ideado una combinación muy sencilla, que hace que esta aplicación sea inmediatamente prác- tica; y debemos decir aquí que á pesar de ios estudios, los pe- nosos esfuerzos, los sacrificios y los sinsabores que proporciona toda invención desde su principio, si no ha desesperado Mr. Chevallier, si ha manifestado la constancia y el valor para vencer todas las dificultades, es porque ha tenido fé en la palabra de ambos ilustres académicos. Cuando en 1836 me comunicó Mr. Chevallier sus ideas sobre este punto, sabia ya: l.° que la imagen fotográfica puede resultar muy clara, aun cuando se reciba á través de un obje- tivo que esté en movimiento; 2.° que se puede reproducir un panorama que se estienda al rededor del observador, conser- vando los ángulos azimutales. Pero él queria obtener directa- mente su vuelta de horizonte sobre un plano, como hace mu - cho tiempo que lo habia ejecutado Mr. Bardin con la plancheta común; y para ello ideó recibir la imagen á través de un sector fijo, muy pequeño, sobre una placa vertical que tuviese un movimiento de rotación al rededor de un eje horizontal. Des- pués de construido su instrumento, Mr. Chevallier obtuvo pri- vilegio el 18 de febrero de 1838, y le presentó á la sociedad de emulación, la cual, aceptando el informe que dió, tribután- dole elogios, el sabio Mr. Benoit, acordó concederle una me- dalla y la impresión del informe en el Boletín de la Sociedad. 90 El mismo Mr. Benoit llamó á este instrumento Plancheta foto- gráfica. (Abril 18S9.) Este aparato, aplicable en los mismos casos que la cámara oscura ordinaria, resuelve de un modo nuevo y completo el problema de la aplicación de la fotografía á la topografía, dando á la vez el punto de estación, los azimutes y las diferen- cias de nivel de tal manera, que la imagen sirve directamente para la construcción del plano sin intermedio de ninguna cons- trucción geométrica. Cuando presentó Mr. Chevallier su instrumento á la Socie- dad de emulación, y se publicó el informe de Mr. Benoit, no había dado á conocer mas que un solo método de operar, que es el que se describe en el informe, y al cual el autor llama método por los sectores fijos y sucesivos. Método del movimiento continuado ( nadiral ). No es abso- luta y enteramente cierto que el sector reducido y fijo sea una perspectiva: pero supongamos que este sector se reduzca indefi- nidamente; la diferencia entre la representación debida á la lente, y la que se deberla á una perspectiva sobre el mismo cuadro, disminuida indefinidamente: cada uno de los sectores infinitamente pequeños será una perspectiva cada vez mas exacta; y esto, sea cualquiera la aproximación de ambos sec- tores uno á otro (1). Por consiguiente, si damos á la cámara oscura un movimiento de rotación horizontal continuado, que comunique á la placa sensible otro de rotación vertical idén- tico, el sector pequeñísimo que reemplaza al hilo vertical cu- yas dimensiones casi tiene, viniendo á pasar] sucesivamente delante de los objetos, no dará su impresión en la placa mas que sucesivamente, de manera que no habrá que temer la su- perposición de imágenes, que se reproducirá una vuelta de horizonte completa, y cuyos azimutes serán iguales ájos que podrían obtenerse por medio de un teodolito ó un instrumento goniométdco exacto. Método por un movimiento continuado ( zenital ). Hemos su- (!) No tenemos necesidad de hacer notar que la deformación subsiste en sentido vertical. 91 puesto en la operación anterior, que el centro del objetivo cor- respondía al medio del radio inferior de la placa; la imagen está invertida, el cielo está hácia la circunferencia, y los ob- jetos próximos á la estación hácia el centro, de manera que es- tos objetos están escesivamente reducidos. Una disposición muy sencilla del aparato permite evitar esta dificultad: el objetivo está colocado en una plancheta de corredera, y dándola vuelta se pone ésta á la altura del medio del radio superior de la pla- ca, y como la imagen está todavía invertida, el pie de un edi- ficio, por ejemplo, estará hácia arriba, es decir, hácia la cir- cunferencia, mientras que la cima y el cielo quedarán hácia el centro: lodos los objetos que interesan al operador forma- rán sobre la placa una zona que rodea un círculo central , que es la imagen del cielo; y es claro que si hacemos una vuelta completamente de horizonte por medio de un movimiento con- tinuado, tendremos también una representación completa del panorama, conservando los azimutes (1). Altitudes . En el movimiento circular continuado del apa- rato, el hilo horizontal traza sobre la placa una imágen circu- lar, que es la curva de nivel de todos los puntos situados á la misma altura que ella, y que da un plano de comparación al que pueden referirse todas las demás alturas. La altura de una señal se conoce por su distancia á la esta- ción y por la tangente de su ángulo visual. Aquí el plano cons- truido nos da la distancia, y la relación de la longitud de la imagen con la longitud focal correspondiente nos da la tan- gente. El uso de la regla de cálculo hace este método muy es- pedito en la práctica. Por lo demás, la longitud focal, invaria- ble para todo el horizonte, queda fijada directamente sobre el aparato (2). (1) Llamamos á estas dos operaciones nadiral y zenital, porque las verticales parece que se reúnen en el primer caso en el nadir, y en el se- gundo en el zenit del operador. Lo que decimos respecto de las opera- ciones nadiral y zenital por movimiento continuado, es aplicable á las operaciones por sectores fijos. (2) La operación por medio del movimiento continuado destruye el efecto de las deformaciones de imágenes debidas á la lente en el sentido n Así es como examinando las combinaciones, á las cuales ha llegado Mr. Chevallier por un método puramente sintético, he- mos podido comprobar la exactitud geométrica de estos resul- tados: con los azim utes, y las alturas inferiores y superiores á un plano de comparación, obtenemos los elementos de un plano; con dos vueltas de horizonte diversas, tomadas en los estrenaos de una base y convenientemente orientadas, podemos construir este plano por simples intersecciones. Aplicación y comparación con la plancheta común . La pri- mera aplicación de este instrumento es la misma que la que se hace con la plancheta común cuando se toman diversas vuel- tas de horizonte en los dos estrenaos de una base, ó en un nú- mero cualquiera de estaciones; pero comparando el aparato de Mr. Chevallier con la plancheta común, vemos que tiene va- rias ventajas sobre ella. 1. ° No hay que temer aquílos errores de visual, frecuentes en el uso de la plancheta, porque se obtienen todas las direc- ciones al rededor del horizonte con las imágenes completas de los puntos situados en estas direcciones. 2. ° Con la plancheta común, si se olvida trazar una visual en la dirección que hay que señalar, no puede repararse la falta mas que volviendo á la estación: por el contrario, aquí la imagen da todos los puntos del horizonte, y no hay mas que elegir sobre ella ios que quieran trasportarse al plano. 3. ° Haciendo una sola estación, el aparato señala por sí mismo todas las direcciones, y da los datos necesarios para el cálculo de los lados, mientras que con la plancheta común cada punto ocasiona dos visuales, la una de dirección, la otra de inclinación. de los azimutes, pero las deja subsistir en sentido vertical. lío obstante, la. comparación entre la, imagen tomada en un sector fijo y la de los mismo objetos obtenida por un movimiento continuado da una medida gráfica y exacta de estas deformaciones, debidas á la lente á medida que se separa del centro. Este resultado muy práctico podía utilizarse para medir las curvatu- ras de los lentes. Si alguno de nuestros sabios se ocupa en esta cuestión, podrá quizá sacar maravillosas consecuencias. 93 4. ° Si al construir el dibujo con las direcciones hubiese errores que procediesen de que alguna de ellas estuviera mal trazada , se remedia esto con facilidad colocando la imagen convenientemente orientada, mientras que son irreparables con la plancheta común. 5. ° Con la plancheta no se puede, á menos de producirse una gran confusión, tener mas que un número limitado de di- recciones; aquí la imagen da claramente todas las direcciones posibles de la estación. 6. ° Como con una prueba negativa pueden producirse fá- cilmente todas las positivas que se deseen, varios delineantes pueden formar el plano en secciones múltiples, mientras que el fotógrafo, continuando sus operaciones, les prepara nuevos materiales. Plano construido en Arras . Todas estas afirmaciones no son mas que los resultados de las operaciones que hemos he- cho, ya examinando el aparato, ya empleándole por nuestra parte. A invitación nuestra no ha vacilado Mr. Chevallier en venir á Arras para hacer pruebas con su instrumento. Ni los oficiales que tomaron parte en estos esperimentos ni yo somos fotógrafos muy hábiles; de modo que nuestras vueltas de hori- zonte no tienen toda la limpieza que podría obtenerse con mas esperiencia y mejores sustancias: pero la cuestión de la lim- pieza de la imagen en las pruebas obtenidas por un movi- miento continuado de rotación, que han resuelto con buen éxito MM. Martens, Garella, Baldus y otros, es un progreso verificado en la fotografía, y no puede considerarse como una objeción. Hemos operado: primero, con sectores fijos de 5o cada uno; segundo, por medio de un movimiento continuado. No solo am- bos nos han dado resultados idénticos, sino que el plano del frente de la cindadela de Arras, que se ha ejecutado en estas operaciones, ha resultado completamente conforme con los planos exactísimos que hay en la escuela del regimiento de in- genieros. Podemos, por consiguiente, afirmar la escelencia de este instrumento, siguiendo al coronel Yaldés, que se ha valido de él en la misma casa del inventor, y ha dirijido un informe á 94 S.E. el general Zarco del Valle, teniente general de ingenieros del ejército español, y sobre todo al comandante Mr. Benoit, que dice en su informe: «El ingenioso procedimiento fotográfico ideado por Mr. Ghevallier no está sujeto á errores; es de ejecución muy rá- pida, y no exije en el que hace la triangulación mas conoci- miento especial que el de la fotografía.» Además de sus aplicaciones á la topografía común, es sus- ceptible este instrumento de otras muchas, que no dejan de ser interesantes. Con la plancheta fotográfica se puede, como indicaba Gay-Lussac, representar escenas que pasen simultá- neamente en diversos puntos del horizonte; por ejemplo, se podria según dice Mr. Benóit en su informe, señalar las posi- ciones de los ejércitos en un campo de batalla durante las fa- ses principales de la acción. En una plaza sitiada, ¿con qué facilidad no se podrían descubrir desde un sitio elevado, por ejemplo desde una torre, los movimientos del enemigo, y tras- mitirlos al que viniese en auxilio de la misma plaza para ilus- trar sus operaciones? No entra en nuestro propósito hablar de las aplicaciones comerciales de este instrumento, de las propiedades anamórfi- cas de las vueltas de horizonte, del restablecimiento del para- lelismo de las verticales por medio de espejos cilindricos ó có- nicos, ni de los curiosos resultados geométricos que da la con- sideración de estas especies de anamorfosis. Igualmente pasaremos en silencio la aplicación que de él puede hacerse para obtener el panorama sobre la superficie esterior de un prisma ó de un cilindro fijo, á la inversa de lo que hasta ahora se hacia. Nos detendremos un momento en la aplicación mas feliz de todas, en la que promete para el porvenir resultados mas útiles y admirables, es decir, su utilidad para la geodesia de los países desconocidos. Y el mismo Mr. Faye, cuando hacia con calor el elogio de las operaciones geodésicas de Mr. d’Ab- badie, en Etiopía, no dudaba que hacia también el elogio del instrumento de Mr. Ghevallier. En efecto, lo que Mr. d’Abba- die hizo con tanto trabajo y perseverancia por espacio de mu- chos años, la plancheta fotográfica lo hace con la mayor fací- 95 Jidad; ai viajero le basta numerar sus pruebas en cada vuelta de horizonte, y al cabo de dos, tres ó mas años en que viaje por paises poco conocidos, podrá construir con facilidad mapas muy exactos; en una palabra, el nuevo obrero que nos ofrece Mr. Chevallier está siempre dispuesto, y no pide mas que dar la vuelta al mundo. Por último, un decreto hace muy poco que ha venido á sancionar la utilidad de la fotografía bajo el punto de vista militar: en él no se proponia emplear mas instrumento que la cámara oscura común, pero este aparato nos da elementos de medida muy exactos, al mismo tieínpo que no pierde ninguna de las propiedades del primero; es pues natural que la plan* cheta fotográfica llame la atención de las personas competentes, que se proponga como tipo de los instrumentos de fotografía militar, y que Mr. Chevallier encuentre en ella una primera recompensa de sus esfuerzos y largos sacrificios. Aunque desde su primera aparición la plancheta fotográfica ha esperimentado notable perfección, se ha simplificado su me- canismo, y se ha hecho mas lijera, mas portátil y mas á propó- sito para su destino, como que el principio ha quedado el mis- mo que en el instrumento escrito por Mr. Benoit; no reprodu- ciremos aquí la descripción que de él hace Mr. Faté. Nos remi- timos á la nota de este oficial, cuya publicación debe hacerse por estenso dentro de poco, con el plano del aparato y del frente de la cindadela de Arras, con los materiales que da el instrumento y pruebas por sectores fijos. La nota de Mr. Palé se completará con una instrucción especial que trate del uso del instrumento, del modo de emplear las imágenes para pro- ducir sucesivamente planos topográficos, cartas orográficas, y por último cartas geográficas. METEOIMMLOCII A . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de diciembre de 1861. Aunque nebulosos en las primeras horas de la mañana, los dias 1 y 2 de diciembre fueron hermosos dias de invierno, 96 despejados y tranquilos; y semejantes á ellos, si bien ya no tan despejados y mas nebulosos y húmedos, los siguientes , 3 y 4. Del 5 al 9 inclusive se conservó el cielo totalmente enea- potado por una niebla muy densa y húmeda, que solia for- marse al amanecer y durar hasta las altas horas de la noche con ligeras alternativas de opacidad, contribuyendo sin duda á la conservación de semejante estado atmosférico la calma ó brisa apenas perceptible que en todo este intervalo reinó. Y del 10 al 13, no solo subsistieron las mismas circunstancias atmosféricas apuntadas, sino que además lloviznó repetidas veces, aunque nunca en cantidad considerable. En el dia 13 ya sopló el viento con mayor impetuosidad que en los anteriores, y en los siguientes 14, 15, 16 y 17 continuó arreciando, con lo cual desapareció la niebla, aunque las nubes siguieron todavía empañando gran parte del cielo. El viento fuerte del N. E. que acaba de mencionarse, la nieve de que se cubrió la cordillera inmediata por esta época y la mucha hu- medad del suelo, contribuyeron en los dias referidos á con- servar el temporal desagradable. Contra lo que podía esperarse, el dia 18 trascurrió despe- jado y tranquilo; pero en cambio el 19 amaneció con niebla, y concluyó con muchas nubes y viento del N. E. fuerte y frió; y del 20 al 25 nevó, aunque poco, en dos ó tres ocasiones, llovió con frecuencia y en bastante abundancia, apenas cedió la fuerza del viento, y el cielo se conservó casi sin interrupción y por completo encapotado. Algo mejoró el temporal en los dias 26 y 27; mas en el 28 arreció de nuevo el viento, y en los 3 últimos del mes, ni cesó casi de llover, ni se rasgaron las nubes á no ser por breves momentos. Durante la 1.a década, despejada al principio, nebulosa luego y lluviosa al fin, osciló débilmente la columna baromé- trica, midiendo en general una altura superior con esceso á la media del mes. Del 12 al 13, dia el último intermedio entre un temporal tranquilo y otro revuelto, esperimentó un descenso de 8mra,6, y otro casi de 10mm del 18, despejado, al 20, pri- mero de una época lluviosa. Y en la última década fué poco á poco recobrando la perdida altura hasta el dia 26, en que cesa- 97 ron por entonces las lluvias, descendiendo de nuevo, aunque con marcada lentitud, en el resto del mes, encapotado y llu- vioso. De un eslremo de diciembre á otro la temperatura se con- servó bastante igual, no difiriendo notablemente de la media definitiva las temperaturas medias de los dias, salvo las corres- pondientes á los 20, 21 y 22, que fueron las mas bajas. En este concepto el temporal debe considerarse como bonancible y aun grato con frecuencia, especialmente si se compara con el délos mismos meses de diciembre de los años anteriores 1859 y 1860. Hasta el dia 13 los vientos reinantes, muy débiles porto regular si no del lodo insensibles, soplaron del S. ai S. O., del N. 0. y alguna vez del N; pero, á contar del II, la veleta se conservó entre el N. E. y E., con pocas oscilaciones al S. E. y S., y estas casi esclusivamente ocurridas en los dias llu- viosos. BARÓMETRO. Am á las 6 m. ......... . Id. á las 9. ........... . id. á las 1 2 id. á las 3 t. .......... id. á las 6. ........... Id. á las 9 n. ......... . id. á las 12. .......... . Am por décadas A. max. (dias 2, 12 y 26) A. mín. (dias 8, 20 y 21) Oscilaciones. . '. Am mensual. .......... Oscilación mensual \ .a década. 2.a i o.8 m ni 709,11 mm 706,68 mm 704,89 709,64 700,87 705,15 709,22 706,31 705,03 7(18,41 705,45 704,47 708,84 705,47 704,83 708,92 705,83 705,30 709,05 705,81 705,38 mm 708,98 mm 706,06 mm 705,01 711,90 713,71 709,56 706,47 694,23 696,05 5,43 19,48 13,51 rara » 706,63 » » 19,48 » TOMO XII. 7 TERMÓMETRO. 1 década. 2.a 3.' Tmk las 6 m | 3\0 3°, 8 3°, 5 Id. á las 9 i 4,3 4,9 4,4 Id. á las 12 7 ,8 7 ,9 6,7 Id. á las 3 t 8,9 9,1 7,0 Id. á las 6. 7,1 6 ,8 5,9 Id. á las 9 n 6 ,1 5 ,7 5 ,3 Id. á las 12 5,4 4,7 4 ,8 Tm por décadas. 6\1 6°,1 5o ,4 Oscilaciones 14 .4 15,7 11 ,1 T. máx. al sol (dias 1, 18 y 26). .... 27°, 9 25°, 6 17°, 8 T. máx. á la sombra (dias 2, 18 y 31). . 15 ,1 15 ,6 ii ,i Diferencias medias 5,6 5,1 3,1 T. mín. en el aire (dias 9, 20, 22 y 23). 0\7 — 0°,1 0o, 0 Id. por irradiación (dias 4, 17, 18 y 27). —2 ,0 -0,6 —1 ,5 Diferencias medias. 1.7 1,4 1 ,5 Tm mensual )) 5°, 8 S) Oscilación mensual : . )) 15 ,7 » 1 PSICRÓMETRO. \ .a década. 2 a 3.a Hmk las 6 m. 99 94 94 Id. á las 9 96 93 94 Id. á las 12 91 88 92 Id. á las 3 t 86 82 91 Id. á las 6 . . * 91 87 91 Id. á las 9 n 95 92 92 Id. á las 12. ... 97 93 94 Ilm por décadas. ................. 94 90 93 Ilm mensual.. » 92 » 99 ATMÓMETRO. E por décadas. E. máx. (dias 10, 19 y 31). ni in 0,3 tnm 0,8 mm 0,7 0,5 1,0 3,0 E. mín. (dias 5, 11, 21 y 25) 0,0 0,3 0,0 Em mensual )) rnrn 0,6 » PLUVÍMETRO. Dias de lluvia. 15 Agua total recojida 75imn,8 Id. en el dia 22 (máximum) 14 ,2 ANEMÓMETRO. Vientos reinantes en el mes. N 45 horas. S 104 N. N. E .... 24 s. s.o 27 N. E. 66 S. 0 23 E. N. E 116 O. S. 0 12 R 127 0............. 8 E. S. E 13 O. N. O 4 s. E. ..... . . 6 47 N. O 90 S. S. E. ....... 9 . N. N. O. ...... 31 Idem en el mes de enero de 1862. El temporal lluvioso, revuelto y templado de fines de di- ciembre comenzó á ceder en los cuatro primeros dias de enero, en los cuales, aunque nebulosos y muy húmedos todavía, se aplacó la fuerza del viento, disminuyó sensiblemente la tem- peratura, y se fueron disipando las nubes poco á poco, dando así lugar á los 5, 6 y 7, muy despejados y tranquilos. El 8 100 amaneció nebuloso, y se conservó encapotado, tranquilo y con aspecto de nevar; fuá muy parecido al anterior, aunque algo mas benigno, el 9; y el 10, cubierto y nebuloso por la maña- na, se despejó por la tarde, y volvió á empañarse débilmente por la noche. Los 11 y 12 trascurrieron nebulosos, muy húmedos y con frecuentes lloviznas, habiendo además en el último pasado el viento del N. E., por el N., hacia el 0., y comenzado á soplar con bastante impetuosidad; los 13, 14, 15 y 16 fueron revuel- tos, de muchas nubes, y desapacibles; y los 4 siguientes, aun- que mas tranquilos, tan nubosos casi como los anteriores, y mas húmedos y frescos todavía. Del 21 al 25 inclusive reinó viento fuerte, con especialidad del S. O., interrumpido por algunos intervalos de calma, au- mentó notablemente la temperatura, se conservó la atmósfera encapotada, y llovió ó lloviznó, aunque nunca con esceso, en repetidas ocasiones. Desde el S. 0. pasó suavemente el viento, por el N., al E. el 26, dia, como el siguiente 27, nebuloso por la mañana, despejado por la tarde, y en que solo reinó una débil brisa. Y en íin, aunque sin desaparecer la niebla por completo, ni disminuir la humedad, continuó mejorando el temporal el dia 29, en términos de ser los 30 y 31 dos her- mosos dias de invierno, tanto por la ausencia de nubes y sere- nidad del cielo, como por la calma y elevada temperatura que durante su trascurso reinaron. Del 31 de diciembre al l.° de enero esperimeníó el baró- metro una subida de 2mm, que perdió con esceso en los 3 dias siguientes; pero á contar desde el 4, último de una época llu- viosa, su movimiento ascendente no se detuvo hasta el 10, pa- sando por término medio en este intervalo de 704 á 715mm. Del 11 al 12 bajó 4mm,5; y del 13 al 14, dias principalmente ventosos, cerca de 6mm, continuando casi sin interrupción el descenso hasta el 20, en que la altura de la columna de mer- curio fué ya de 699mm,4. En el resto del mes cambió de signo el movimiento, y creciendo de un modo continuo, próxima- mente á razón de 1 mua, 5 por dia, llegó el 30 la columna men- cionada á una de las mayores alturas que se observan en Ma- drid, de 717rara con corta diferencia. 101 En el mes de enero la temperatura varió más y con mayor desigualdad que en diciembre, sin descender, con todo, hasta un punto eslremado, y conservándose por lo regular mas bien alta que baja. Durante la 1.a época la mayor temperatura me- dia fué de 8o, y la menor de Io, 8, correspondientes á los dias respectivos 1 y 7; en la 2.a, de 6o, 2 y Io, 6, á los 14 y 11; y en la *3. d, notablemente calurosa, de 11°, 1 y 4o, 0 obtenidas en los dias 24 y 27. Las oscilaciones del viento, ya mencionadas por incidencia, fueron pocas en este mes, y escasa ó nula su fuerza, salvo en los dias escepcionales en las precedentes líneas consignados. En el dia 2 pasó por el N. del 0. al N. E., y de este último rumbo continuó soplando sin interrupción alguna, aunque muy débilmente, hasta el 10 inclusive. El 11 giró de nuevo hácia el N., N. O. y O., y el 17 comenzó á soplar del O. al S., si- guiendo así hasta el 23, en que cambió de dirección, y se lijó próximamente en el E., disminuyendo mucho su intensidad. BARÓMETRO. \ .a década. 2.a 5.a Am á las 6 m mm 709,06 mm 703,46 rom 709,90 Id. á las 9.. 709,67 703,87 710,81 Id. á las 12 709,52 705,26 710,58 Id. á las 3 t 708,88 704,25 709,84 Id. á las 6. .................... . 709,32 704.62 710,24 Id. á las 9 n ................... . 710,03 704,79 710,72 Id. ¿1 I(lS 12® •®*eec«ee*«®4®a»»8®o 710,11 704,65 710,82 por décadas m rn 709,32 mm 704,99 m ra 710,41 Á. máx. {dias 10, 11 y 30) 710,07 713,64 716,92 A . mín. (dias 3, 20 y 21). . . 702,43 697,27 699,82 Oscilaciones . . 13,64 18,37 17,10 mensual. » mm 708,37 » Oscilación mensual. .............. # 19,65 » 102 TERMÓMETRO. i.0 década. 2. 8 5.* Tm á las 6 m 1°,7 1°,2 3, ”4 Id. á las 9 2 ,6 1 ,9 • 4,8 Id. á las 12 5 ,2 5 ,0 8,5 Id. á las 3 t. G ,9 6 ,8 10,4 Id. á las 6 4 ,7 4 ,9 7,9 Id. á las 9 n 3 ,3 4 ,0 6,6 Id. á las 12. 2 ,1 2 ,9 5,6 Tm por décadas 3°, 8 3o, 8 6o, 7 Oscilaciones 14 ,6 13 ,3 15,2 T. máx. al sol (dias 6, 19 y 29). . . . 18% 6 22°, 1 2 6°, 8 T. máx. á la s. (dias 1, 13 y 24) 12 ,1 10 ,6 15,1 Diferencias medias 5 ,9 G ,1 7.4 7\mín.en el aire (dias 7, 17 y 19, 31). — 1°,9 -2o, 7 O ** O ¡ Id. por irradiación (dias G y 7, 18 y 19, 27), ■ — G ,0 - — 5 ,4 —1 ,0 Diferencias medias. ............. 2 ,2 2 ,6 1.4 Tm mensual » 4o, 8 )) Oscilación mensual ............. * 17 ,8 r >} PSICRÓMETRO. i .a década. 2.a 5.a //m á las 6 m. 97 92 - 98 Id. á las 9 ......... . .......... 98 93 97 Id. á las 12 92 81 88 Id. á las 3 t. .................. . 48 76 83 Id. á las 6. ................... . 89 84 91 Id. á las 9 n 91 83 94 Id. á las 12 96 86 97 Hm por décadas. ................. 92 85 93 ílm mensual » 90 » 103 ATMÓMETRO. mm mm | mm Em por décadas 0,6 1,2 0,5 E. máx. (dias 8, 19 y 24) 1.3 1.8 1,0 E, mín. (dias 3, 11 y 18, 23). ...... 0,0 0,4 0,0 Em mensual é » mm 0,8 r> PLUVÍMETRO. Dias de lluvia.. 7 Agua total recojida 18mrn,1 Id. en el dia 25 (máximum) 5 ,7 ANEMÓMETRO. Vientos reinantes en el mes N 21 horas. s 24 N. N. E 8 S. S. O 70 N. E 217 s. o 62 E. N. E.. 30 0. S. 0 25 E 128 0 37 E. S. E. ...... . » 0. N. O., 17 S. E » N. 0 82 S. S. E. ...... . » N. N. 0 23 104 Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas Dic. 1860. Enero 1861 Febrero . Marzo. . . Abril. . . Mayo. . . Junio . . . Julio. . . . Agosto. . . Setiembre. Octubre. . Noviembre Fresion atmosférica. mm 735,9 742,4 740.1 745.8 742,3 742.8 742.2 743.0 746.3 745.1 741.2 742,6 1 O C/D a C/5 S3 2 •— C3 %C5 3 rom 746.7 ¡75!, 8 753, “2 752.8 ¡750,8 750.0 ¡749,6 74 9,4 749.8 749,7 746.0 750,6 ^ mm Presión media detaño. . . 742,5 Presiones extremas. Máxima (el 2 de febrero). . 753,2 Mínima(el 3 de dic. 1860). 722,8 Diferencia 30,4 Temperatura absoluta me- co os JZ O O Mínimas abso-l lulas. % Fechas. Diferencias. Medias diur- nas. Máximas diur- nas. i u ’-o C/D C3 •“ có C as ü c mm mu: 16 ¡722,8 3 23,9 9°, 5 f 5°, 0 4o, 9 26 729,6 14 22,2 7,6 14,9 1,2 0 728,3 17 24,9 9,9 15,5 3,2 10 732,8 27 2 0,0 12,9 i 8,6 8,2 ! 1 733,6 2 1 17,2 15,6 2 2,4 1 0,0 14 727,3 1 0 22,7 18,6 24,1 1 2,3 4 73 5,0 8 14,6 20,3 25,9 14,3 1 735,5 5 13,9 2 2,o 27,5 17,9 24 740,1 ! i 9,7 23,5 30,8 18,7 13 736,0 30 13,7 19,8 26,8 14,3 24 731,6 10! 14,4 18,0 25,5 7,4 4 731,0 8 1 19,6 10,9 19,9 4,6 TEMPERATURA Temperatura por la máxi- ma y mínima absolutas. Idem diurna id 10,1 13.7 12.3 10.4 12.4 11.8 11,6 9,6 12,1 12,0 18,1 i 5,3 15°, 3 15,7 Temperaturas extremas. Máxima (el 1 1 de julio). . . 33, i Mínima (el 9 de enero). . . — 3,7 dia del año. 13°,0 Diferencia . 36,8 Humedad relativa media del año 80,8 Tensión correspondiente 8a00, 30 Fracción de saturación, id. . 4 ,97 Humedades extremas. Máxima (el 19 de noviembre) 98 ,8 Mínima (el 14 de octubre) 50, 0 Diferencia 48,0 105 en la Universidad literaria de Oviedo en 1861 DEL AIRE. Estado higrométrico del aire. 1 3 i O l O i C3 > 1 cí Medias abso! tas. Máximas ahs hitas. 1 Fechas. .a CS 03 « • s g •S 3 Fechas. Diferencias. Humedad re tiva. QJ -o a .2 ’£> ti G C SJ c_ E- Fracción de ¡ turarion. i rain min 7°, 1 1 5°,1 6 4° O 1 , - 24 16°, 3 8f.°,5 6,42 2,44 5,2 1 5,0 26 —3,1 9 18,1 79,7 4,74 3,0 6 7,2 15,9 18 -M 10 17,0 81,2 5,75 3,34 9,7 18,7 19 1,6 16 17,1 81,6 7,08 4,00 11,9 23,0 18 2,1 1 20,9 80,7 8,23 4,96 14,6 25,9 23 2,9 7 23,0 79,2 9,57 6,37 17,0 27,4 17 9,8 7 17,6 80,4 10,96 6,75 19,4 29,4 29 11,9 1 17,5* 79,7 1 1,94 7,71 21,0 33,7 1 1 12,0 26 21,7 80,0 13,17 8,34 i 7,2 28,0 5 7,7 2 7 20,3 82,5 1 í,23 5,94 16,3 2 6,2 15 4,6 31 21,6 78,0 8,94 6,4! 9,7 CO es es 13 2,7 20 20,1 8 0,0 5,95 3,77 SITUACION. Long. 0o 2 0' 32" E- Lat. 43° 24r 5" JN. ESTACIONES meteorológicas. Presión me- dia. Temperatura media. Humedad re- lativa. Dias de lluvia. Lluvia en milímet. Invierno. . mm 739,5 6°, 5 m o CM CO 40 286,06 Primavera 743,6 12,1 80,5 25 201,86 Estío. . 743,8 19,2 80, i 25 117,25 Otoño. .......... 743,0 i 4,4 80,2 i 42 225,41 Altura media sobre el nivel del mar. 220 metros. Declinación magnética el 14 de julio de 1860. 21°5'20"O. Ha llovido en el año. í 32 dias. Cantidad de lluvia en milímetros 830,58 Dia de mayor lluvia (el 24 de marzo). 43,18 Sigue el resumen . 106 LLUVIA EK milímetros. e>t«»< 60 PC GO .OÍÍÍONwNJ5Cí(fl pc — «TH — H Os •sopEjqnM «NtOCOO^OM^vflfl ««-< — ^ ^ CS 125 •sopeíadsaQ ^OlfJOtOflMNMOOeiW ■w* ^ ^-1 PC as J P| •pEjsadraai o soaaiuj, p p p 5» CC p ^ p as %\ 3) w \ p i • B í & P *soécdcuB[3\j p p p p p p p p p PC •cqojBosg pcecopppppp p p p O •0A01\J PC2aaaaaaaaa2 PC 'OZlüEJQ CS a 2 a a a a a a — i ÜC * Biq9!M M fi s n a a a a a O es la a ^ , -BiAtin MCMO^'íWNfOOllflOO es TH —i ■— — 1 es PC f ’O ‘M 'N es 2 aPCa^-i'sPPCC^-i a*st< 00 «*•< i • ‘O ’M o ^ ^ w ci ^ ¿o w cí PC o < i— i p o i—i p ' w p=i en O P O 2¡ O Clp^p^pp^p^pp es •0 PC 2 t"- PC a a 15 M 2 — — 'fO (S CS i *0 ‘S "0 I ’O s -<* es — < a a a'H a a ^ es- I 0 *s *s <■* P2 ^ ppppp p ^ ■*— 1 'S 2 es es a •*“' es a a 2 ti — < cs 50 <*■< > P P en ! P O en O H K i P 1 > S ‘ 3 ’S -S aa2 2aaaaaaaa 1 * ‘3 ’S =^< es es es a a a CS to a I ‘3 *S ‘3 aaaaaaaaaaaa ~ S *3 a a^ lOQflw'Ü'fiMfi CO ce [ -3 -N '3 ¡ * * * 2 5 * * s s 8 •3 ’SI « ¿es necesario recurrir á una hipótesis? Hay mas: si se quisiese obtener absolutamente para los pa- sos de 1753 á 1848 una precisión sensiblemente igual á la de las nuevas tablas, bastaría combinar con este aumento de masa de A para Venus, el de A para la tierra que exijiria el (1) Comptes rendus, Sesión del 13 de enero de 1862, pág. 84. 140 movimiento clel perihelio de Marte, porque entonces el moví- miento del perihelio de Mercurio, tal como resultaría de estos mismos pasos, con esclusion délas medidas de 1661, no es- cederia mas que 10", y no 38", al valor teórico del mismo elemento. Debo decir que este ilustrado autor, para satisfacer á otras condiciones, queria disminuir esta masa de Venus en vez de aumentarla: esto es lo que parecen exijir, en efecto, las obli- cuidades de la eclíptica observadas desde Bradley, las des- igualdades periódicas de la longitud de la tierra y del mismo Mercurio producidas por Venus, y en parte al menos los raros pasos de este planeta sobre el soL Pero en cambio las latitudes de Venus, y el esceso, sobre todo, del movimiento del perihelio de Marte, exijen también un aumento de masa: aplicando en la teoría de Marte las dos correcciones que empleábamos antes para Mercurio (•& y A), el esceso no esplicado se reduciría de 2f,,35 á 0ff,38 (1).U Se ve, pues, que aunque hay razones en contra, hay tam- bién otras en pro: los pasos de Mercurio no son los únicos que reclaman este doble aumento de las masas de la tierra y de Ve- nus, que harían desaparecer á la vez todas las dificultades que han sujerido su hipótesis; y cuando se examinan por una parte los valores sucesivos que las masas de estos planetas han reci- bido desde hace 50 años, y por otra los errores tan pequeños de las tablas en que se han empleado, repugna creer que haya habido aquí una verdadera imposibilidad. Mr. Le Verrier insiste, no obstante, sobre el inconveniente que habría en aumentar en Tj¡ la masa de la tierra, en cuyo caso se necesitaria aumentar en & el valor actualmente reci- bido para la paralaje del sol. Podría observarse con este mo- tivo que este aumento de la paralaje correspondería precisa- mente al valor que el mismo Mr. Le Verrier asigna á la ecua- 1 eion lunar (adoptando como él para la masa de la luna); pero me limitaré á hacer observar que su objeción no cho- cará igualmente á todos los astrónomos ; y recientemente he (l) Comptes rendus , Sesión del 6 de enero de 1862, pág. 26. 141 tenido ocasión de citar á este propósito la opinión del as- trónomo real de Inglaterra Mr. Airy, que parece muy dis- tante de conceder la misma confianza á esta determinación ca- pital (1). Mr. Le Verrier insiste también en la variación de la obli- cuidad de la eclíptica, que hace un siglo que han medido los mas hábiles observadores , la cual no conviene rigurosamente con la variación teórica* Se funda principalmente en que las separaciones, si se aumentase la masa de Venus, "afectarían una marcha regular, denotando errores sistemáticos. Este último argumento parece mas decisivo que el primero; importa pues examinarlo. Sin duda es una regla general, que es menester satisfacer á las observaciones lo mas posible ; sobre todo , debe evitarse dejar subsistir en una teoría variaciones que afecten una mar- cha sistemática. Pero la cuestión actual no es una cuestión co- mún, es mucho mas vasta, puesto que comprende casi todo el período de las observaciones astronómicas desde la fundación de los grandes observatorios y la invención de los anteojos. Pero si en una cuestión de detalles hay que limitarse riguro- samente á hacer desaparecer el menor vestigio de errores re- gulares, ¿es igualmente cierto que es necesario tratar lo mis- mo este vasto conjunto de observaciones, en que se puede estar seguro de antemano de encontrar errores sistemáticos regulares que tengan una ó varias causas definidas? Y si no es conocida la verdad absoluta ; si tenemos á la vista valores ri- gurosos de todos estos elementos , la teoría no dejaría de sub- sistir en una ú otra parte, en las observaciones de la oblicuidad de la eclíptica, por ejemplo, como en los pasos de Mercurio, habría pequeñas variaciones sistemáticas que provendrían, no de causas naturales ocultas en las profundidades de los cielos, sino únicamente de causas de error que han obrado por cierto tiem- po sobre nuestras observaciones, hasta la época en que estas causas se han reconocido sucesivamente y se han eliminado en parte? Parecerá singular que un observador venga á argüir en (O Comptes rendusy Sesión del 23 de setiembre de 1861, pág. 525. 142 contra de la confianza demasiado absoluta que un sabio teórico quiere conceder á las observaciones : es preciso , por consi- guiente, presentar algunas indicaciones sobre este punto. Cuatro grandes hechos dominan toda la astronomía de ob- servación durante el período comprendido por las tablas actua- les, es decir, un siglo. 1. ° La sustitución de los anteojos acromáticos á los de imá- genes irisadas y á los de una simple lente objetiva (Do- llond) (1). 2. ° La sustitución de los círculos divididos á los cuartos de círculo (Ramsden). * . B.° El estudio mas atento de las refracciones de toda clase (Laplace, Bessel y otros autores que viven). 4.° El descubrimiento de los errores personales inherentes al sistema nervioso de cada observador (Maskelyne, Bessel, Arago). Siguiendo estos progresos sucesivos que he espuesto y dis- cutido mas de una vez en la Academia, no puede dejar de creer- se que se hallan inscritos en la misma serie de las observacio- nes. En cuanto á saber la influencia que han ejercido sobre la oblicuidad de la eclíptica ó sobre cualquier otro punto, es im- posible espresarlo en la actualidad aun discutiendo la serie trozo por trozo; solo el porvenir podrá decirlo. Cuando lleguen á ser inútiles, por ejemplo, las observaciones de Bradley, se sabrá qué errores las afectan, del mismo modo que en el día podrían determinarse rigurosamente los errores de las observaciones de Tycho, de que se valió Kepler, pero que ya no se emplean. Todo lo que puede decirse, me parece que es que los errores sistemáticos dependientes de estas causas, y de otras también que es supérfluo enumerar, deben influir principalmente en la determinación de las desigualdades seculares ó de períodos algo largos. Pero si se toman las observaciones como absolutamente (í) Los pasos de Mercurio, por ejemplo, se han observado primero con la cámara oscura, después con anteojos de objetivo simple* y por fin con anteojos acromáticos de doble lente objetiva. ' 143 ciertas, si se quiere satisfacer á todo modificando hipotética- mente las condiciones de este vasto problema, distribuyendo, por ejemplo, masas invisibles en los intervalos planetarios, se llegará á esto sin duda, sobre todo limitándose á un siglo de observaciones, pero nada nos garantizará actualmente contra el error de la hipótesis, á no ser la condición de una compro- bación directa. Por esto, al ver la inutilidad de las tentativas hechas hasta ahora para comprobar directamente la hipótesis de- un planeta intramercurial, ó la hipótesis teóricamente equivalente de un anillo de asteroides, me inclino á creer que el sabio autor de las nuevas tablas se ha éxajerado la precisión de las observa- ciones, y que ha sacado de ellas consecuencias escesivas, á que realmente no puede llegarse. Después de haber examinado lo que nos ha comunicado de sus trabajos, y sus argumentos, con todo el cuidado que he podido, me parece que no habría tan grave inconveniente en aumentar la masa de Venus á cerca de -h y la de la tierra iV; en despreciar , como lo han hecho los que le han precedido, la masa de las estrellas fugaces de la re- gión terrestre y la de los asteroides situados entre Marte y Jú- piter; en dejar subsistir en las observaciones antiguas algunas ligeras discordancias, que tuviesen entre sí una dependencia sistemática; en construir, en una palabra, sus tablas con los únicos planetas conocidos. Porque estuviesen completamente desprovistos de toda hipótesis, ¿serían menos útiles para la ciencia? No lo creo así: me parece, por el contrario, que serían mas fácilmente aceptadas por todos los astrónomos. Estoy bien distante, sin embargo, de querer desanimar á los observadores que intentasen, siguiendo al modesto y respe- table Dr. Lescarbault, dedicarse á la investigación de los pla- netas intramereuriales. Ultimamente, también he manifestado interés por ello delante de la Academia (1): desearía que no se cesase de tratar esto hasta haber adquirido la prueba de su exis- tencia ó la de la ineficacia de semejantes tentativas. Si se esco- jen, pues, las mejores estaciones, los telescopios mas fuertes y las ocasiones mas favorables (eclipses totales), nada mejor ni (1) Cometes rendus , Sesión del 10 de marzo de 1862, pág. 547. 144 mas útil en este momento que la investigación de nuevos mé- todos, por medio de los cuales nuestra época legará á la pos- teridad observaciones sensiblemente exactas de estos errores sistemáticos, cuya consecuencia mas singular acabamos de ver quizá en las hipótesis de Mr. Le Terrier. Séame permitido repetir al terminar, la observación si- guiente: la conformidad del último paso [de Mercurio con las tablas nuevas no me parece invalidar la opinión que acabo de espresar con la reserva y la deferencia debidas á grandes tra- bajos, porque no es mas que un paso de noviembre, mientras que aquí se necesitada un paso de mayo. Después de esta lectura, Mr. Le Terrier declara que no se cree obligado por abora á manifestar cuán poco exactas son las consideraciones del autor sobre las teorías, los cálculos y las observaciones astronómicas. Se limita á observar que una dis- 0 eusion en que no se ha aducido cifra alguna, no tiene á sus ojos un carácter verdaderamente científico. ASTRONOUfllA. P1SIOA. Sobre la fuerza repulsiva y la atracción newtoniana; por Mr. Faye. (Cosmos, 21 marzo \ 8G2. ) Los físicos admiten al lado de la atracción una fuerza repulsiva muy general, dependiente del calor, pero la conciben como una fuerza molecular en esfera de acción infinitamente limitada, in- sensible ó nula á toda distancia finita; y esta concepción reconozco que corresponde perfectamente á los fenómenos físicos á los cuales se aplica. Comprendo, por consiguiente, la admiración ó la repugnancia de los físicos cuando hay un astrónomo que les dice: existe también en el cielo una fuerza repulsiva de- bida al calor, la cual obra á cualquier distancia como la atrac- ción, y produce del mismo modo que esta efectos considerables en una escala inmensa, que llaman todavía mas la atención del espectador que los efectos de la atracción newtoniana. 145 Esta fuerza es precisamente la que se designa con el nom- bre de repulsión molecular, y también es la que produce los cambios de estado de los cuerpos, que los trasforma, según el calor que reciben, en líquidos ó en vapores; que en la industria de la paz hace caminar las máquinas de vapor, y en la de la guerra produce las detonaciones y lanza los proyectiles. Todos estos efectos los atribuís á una fuerza molecular, cuya esfera de actividad sería de una estension insensible; pero no es así, porque en el cielo vemos que obra esta fuerza á 30 y 40 millones de leguas de distancia del mismo modo que la atracción, que obra también no obstante entre las últimas partículas de los cuerpos, y les obliga á unirse unas con otras. Se dirá que hay aquí una contradicción manifiesta: por una parte decís que los físicos admiten con razón que la re- pulsión debida al calor obra en los cuerpos como si su activi- dad se agotase, á distancias insensibles, y por otra queréis identificar esta fuerza puramente molecular con otra que obra á cualquier distancia, y que habéis reconocido en el cielo: esto es inadmisible. A esta objeción es á la que he querido responder, y la respuesta es bien sencilla. Es imposible apreciar el modo de obrar las fuerzas moleculares, precisamente porque se ejercen á distancias insensibles. Sería bueno, por ejemplo, estudiar á la luz de la esperiencia y de la análisis matemática los fenó- menos mas delicados de las atracciones moleculares; pero nunca se descubriría en ellos la ley de la atracción: los fenómenos celestes son los que nos la han revelado, y nos han enseñado que esta fuerza, eminentemente molecular, varía en razón in- versa del cuadrado de las distancias, que se propaga instantá- neamente, que no depende mas que de la masa de los cuerpos, y que obra sin debilitarse á través de una sustancia por gruesa que sea. Pues bien, lo mismo sucede con la repulsión molecular debida al calor; jamás el estudio físico ó matemático de esta fuerza hubiera podido revelarnos sus caracteres y su modo de acción. Por el contrario, estudiándola en el cielo, hemos sa- bido que obra á cualquiera distancia; pero debilitándose rápi- TOMO XII. i o 146 damente á medida que la distancia aumenta; que no se pro- paga instantáneamente como la atracción, sino sucesivamente con una gran rapidez, que puede compararse á la velocidad de la luz; que no depende de las masas como la atracción, sino de las superficies; que no obra, por último, como la atracción á través de cualquier sustancia, sino que queda interceptada por las superficies materiales como por una pantalla. Fijémo- nos en este último carácter, que con tanta claridad indican los fenómenos astronómicos en que se manifiesta en toda su ener- gía la acción de la fuerza repulsiva, y es el que nos servirá de clave para explicar la aparente contradicción que acabo de in- dicar. En efecto, fácilmente se nota que semejante fuerza no se ejerce á cualquier distancia en los espacios planetarios, sino porque estos espacios están libres; pero detrás de cada cuerpo celeste bay un espacio limitado en que no se ejerce la repul- sión solar, porque este cuerpo celeste la intercepta y la supri- me. Lo mismo sucede con los cuerpos que podemos tocar en los hechos de dilatación, de elasticidad de los gases y de los vapores; cada molécula, centro de una acción repulsiva, está rodeada á una distancia insensible de un recinto formado por otras moléculas que reciben esta acción, pero que al mismo tiempo la interceptan. Á menos que se consideren estas mo- léculas de los cuerpos como puntos matemáticos, lo cual sería absurdo, es necesario deducir que estas multiplicadas panta- llas acaban por suprimir, ó al menos por disminuir considera- blemente la fuerza repulsiva de la molécula central; de modo que esta fuerza adquiere en lo interior de los cuerpos el ca- rácter de una fuerza molecular de sistema de actividad insen» sible, aunque en realidad se ejerza á cualquier distancia cuando no hay pantalla que la intercepte. Pero se dirá: en la super- ficie de los cuerpos debe manifestarse esta acción con el carác- ter que la atribuís de no ser nula á ninguna distancia. Sin duda alguna: esta es una consecuencia enteramente natural de esta teoría; pero para comprobarla es menester colocarse en las condiciones indicadas por la naturaleza de esta fuerza. Los cuerpos también se atraen á cualquier distancia en virtud de la fuerza atractiva de Newton; y, no obstante, es muy de- 147 licacSo manifestar esperimenial Mente ía atracción de dos cuer- pos cualesquiera. Si se tratase de una acción de la masa, no habría mas que calcular fuertemente una masa considerable, y hacerla obrar convenientemente sobre un cuerpo muy inme- diato; pero no se encontraría nada mas que la atracción new- toniana, como en el memorable esperimento de Cavendish (1). La naturaleza de la fuerza repulsiva, tal como nos la han revelado los fenómenos astronómicos, exije otro modo de pro- ceder. Puesto que es una acción de superficie independiente de la masa, es menester, para obtener algunos efectos á grandes distancias, obrar sobre cuerpos que presenten la menor masa y la mayor superficie posible. Pues bien, se ha intentado el esperimento, y ha producido buen resultado: se ha hecho obrar una placa candente sobre un gas muy enrarecido, y este gas ha sido lanzado á distancias muy perceptibles; solo que para hacerle visible se ha necesitado recurrir á la chispa de induc- ción de la máquina de nuestro célebre ingeniero Mr. Rulim- korff, que se há prestado á hacer por si mismo los aparatos y todos los ensayos. En resumen, el universo material está rejido por dos fuer- zas muy generales: una de ellas la atracción newíoniana, pro- porcional á las masas; otra la repulsión, debida al calor. Am- bas fuerzas antagonistas, esencialmente diferentes en su modo de acción, se encuentran en todos los fenómenos físicos con sus caracteres propios bajo el nombre de atracciones y repul- siones moleculares; solo que en la esfera de los hechos que nos rodean, la atracción newíoniana solo juega un papel secunda- rio al Jado de la repulsión, al paso que sucede lo contrario en la esfera de los hechos distantes, esto es, en el cielo. Pero es muy notable que en ambos casos ha sido necesario buscar en este los caracteres esenciales de las dos fuerzas que rijen en torno nuestro el mundo físico, (1) Hagamos particularmente mención de los notables esperimentos de Mr. Boutigny. 148 Ocultación del planeta Venus por la Luna , observada el dia 1 ® de febrero de 1862 en el Observatorio astronómico de Ma- drid. ■ TIEMPO MEDIO DE MADRID. - ¡ Inmersión. ir Emersión. Observador. Primer contacto. . . 6b27m 4S,0 7h23m24s,0 Cuerno austral 27 41 ,5 23 56 ,0 jAguilar (1). id. boreal..... 28 33 ,6 24 49 ,9 Primer contacto. . . 6 27 8 ,7 7 23 24 ,1 i Cuerno austral 27 41 ,7 23 54 ,0 jNovella (2). Id. boreal..... 28 29 ,2 24 51 ,6 Primer contacto. . . 6 27 6 ,5 7 23 24 ,5 ) Cuerno austral. . . . 27 41 ,0 23 53 ,4 ¿Merino (3). Id. boreal...,. 28 28 ,1 24 50 ,4 (1) Esta observación se hizo con una ecuatorial de Merz, cuyo objetivo tiene un diámetro de 0m,270, y empleando un ocular que au- menta 150 veces. (2) El instrumento con que se hizo esta observación es una ecuato- rial de Stenheil, cuyo objetivo es de 0™, 1 14 de diámetro, usando un ocular que aumenta 45 veces. (3) Esta observación se efectuó con un instrumento ide'ntico al ante- rior, pero cuyo ocular aumentaba casi el doble, ó sea 90 veces. Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Rujz. CIENCIAS FISICAS. FISICA, Revista de los trabajos de física verificados en Alemania; por Mr. Forthomme, profesor de física y química en el liceo de Nancy. (Presse scientifique, 4.° marzo \ 862.) Cambios producidos en las corrientes de inducción por dife- rentes resistencias. Estudiando la conductibilidad de los ga- ses, y en particular la del hidrógeno, ha llegado Mr. Magnus á reconocer que en ciertas circunstancias que hasta ahora se han observado poco, se producen en los circuitos corrientes de direcciones alternativas. Se sabe que Mr. Poggendorff ha demostrado, que si en el circuito de un aparato de inducción que contenga un huevo eléctrico se interpone una botella de Leyden, los dos hilos polares del huevo aparecen rodeados de una luz azulada; y como al mismo tiempo se nota que la aguja del galvanómetro que forma parte del circuito no esperimenta desvío alguno, siendo así que se desvía antes de interponer la botella, hay que deducir que produce el efecto de que las corrientes sigan una dirección alternativa. Por esto se ha admitido desde entonces, que siempre que se ve la luz azul en los dos polos, deben con- siderarse las corrientes como alternativas en dirección, opi- nión tanto mas fundada, cuanto que Mr. Riess ha obtenido el mismo resultado, empleando corrientes, cuyo sentido hacia cambiar con rapidez, disponiendo convenientemente los apara- tos. No obstante, como definitivamente podría haber otra causa en la producción simultánea de la luz negativa azul de los dos 150 polos, Mr. Magnus, para no prejuzgar nada en la cuestión, no emplea las palabras corrientes alternativas mas que para in- dicar de un modo abreviado la producción simultánea de este color azul en los dos polos. Ha buscado por lo tanto las cir- cunstancias que podian originarla, y para ello se lia valido de un tubo de Geíssler, que sirviera de tubo indicador, en el cual se babia hecho el vacio á 4 ó 6 milímetros de presión. Los dos hilos estreñios eran de aluminio por su interior, y estaban soldados con los hilos de platino que atravesaban la pared del vidrio. Hace mucho tiempo que Mr. Geissler había ya recono- cido que el uso de los hilos de platino produce en la pared in- terna de los tubos un depósito negro, que acaba por hacer per- der al vidrio toda su trasparencia, mientras que con los hilos de aluminio no se produce este inconveniente. Mr. Magnus emplea dos aparatos de Ruhmkorff, uno de dimensiones comu- nes, otro cuyo hilo de inducción tiene 40, 000 metros de largo y IB milímetros de diámetro, el cual, con dos pares de Bun- sen, da chispas de 3 á 4 centímetros de largo, y que pueden llegar hasta 39 centímetros con una pila mas fuerte. Por últi- mo, además del tubo de Geissler introduce en el circuito un tubo de vidrio en el cual puede hacerse el vacío, que lleve en sus dos estrenaos por dentro dos hilos de platino de un milí- metro de grueso, cuyos estremos pueden acercarse ó sepa- rarse según se quiera, formando, en una palabra, un verda- dero huevo eléctrico. Intercalados los dos tubos en el circuito de uno de los dos aparatos de inducción, y regulando convenientemente la fuerza elástica del aire y la distancia de los polos en el tubo eléctrico (el que funciona como el huevo), no se obtuvo mas que una corriente sencilla, es decir, que la luz azul no aparecía mas que en el polo negativo en el tubo indicador; por el contrario, separando los dos hilos de modo que la electricidad ai pasar de uno á otro no forme una línea luminosa sino un penacho, se observaban siempre corrientes alternativas á las distancias cada vez mayores de ambos polos. Lo mismo sucedería, si sin cambiar la distancia de los hilos, se aumentase poco ó poco la densidad del aire en el tubo eléctrico. Creyendo que la resistencia del circuito pudiera serla can- 151 sa del fenómeno, Mr. Magnus reemplazó el tubo eléctrico por otro de 1 metro de largo dispuesto del mismo modo, pero en el cual podian echarse líquidos. Llenándole con una solución de 25 por 100 de sulfato de potasa, y colocando los dos estre- ñios de los hilos de platino también á 90 centímetros de dis- tancia, no hubo corrientes alternativas; pero se produjeron inmediatamente que se empleó agua destilada. Por último, in- terponiendo en este pequeño aparato de inducción la resisten- cia de los 40.000 metros del hilo del grande aparato, se mani- festaron claramente las corrientes alternativas. Si se hacen pasar las chispas del aparato grande simple- mente al aire libre mientras que estallan con fuerza, no apa- rece la luz azul mas que en un polo del tubo indicador ; pero se manifiesta en los dos inmediatamente que las chispas no se desprenden mas que silbando y con dificultad. El mismo re- sultado se obtiene colocando en el circuito enteramente metá- lico una placa de mica, que desempeña el mismo papel que la botella de Leyden de Mr. Poggendorfí. Las corrientes alternativas no se producen únicamente cuando la resistencia es demasiado grande con respecto á la intensidad de la corriente, sino también cuando es demasiado pequeña con respecto á la descarga. Así, si se colocan los hilos de platino en el tubo á una distancia tal que con el aparato mayor no se obtenga mas que una comente simple, y en- 4onces se sustituye el pequeño, aparecen las corrientes alter- nativas. Después, si se disponen los hilos para tener una cor- riente sencilla con el aparato pequeño, aparece la luz azul en ambos polos, tomando el aparato mayor con la misma resis- tencia. Por lo demás, pueden obtenerse efectos análogos con un solo aparato. De estos esperimentos, y de otros también, deduce Mr. Magnus que las corrientes inducidas no son simples mas que respecto de cierta resistencia del circuito; se hacen alternati- vas si se pasa de cierto límite inferior y otro superior ; y estos límites dependen de la intensidad deja corriente. En estos esperimentos observó Mr. Magnus, que en los tu- bos que empleaba, la luz negativa, que por lo común es siem- pre azul intensa, en el aire dilatado parecía casi blanca, y que m la luz que se estiende desde el polo positivo al espacio oscuro era también blanca, siendo así que debía ser roja. Con un tubo enteramente nuevo, la luz negativa aparece al principio azul, pero poco después el espacio comprendido entre los dos polos se manifiesta de color pardo, y por último blanquecino lo mismo que la luz negativa. No pudiendo atribuir este fenó- meno á la acción del oxígeno sobre el aluminio, puesto que lo mismo sucede en el ázoe, Mr. Magnus cree que esto puede con- sistir en que se haya depositado alguna sustancia estraña so- bre el aluminio al preparar el tubo. En efecto, reconoció que en los tubos estrechos, la menor cantidad de grasa en el polo negativo, el solo contacto de los dedos basta para volver la luz blanca al polo negativo, y no solo con el aluminio, sino con cualquier otro metal, cobre, platino, etc., que no pueda fun- dirse con facilidad por la elevación de temperatura que se pro» duce. En el polo positivo la grasa obra poco ó nada. El sebo, los aceites grasos, el ácido esteárico y la cera pro- ducen igual efecto: si se pone un poco de ellos sobre el hilo ne- gativo, se ve aparecer la luz roja en el punto que se toca, mientras que el resto del hilo queda rodeado de luz azul; des” pues esta luz azul se vuelve poco á poco blanquecina, al mis- mo tiempo que la luz roja entre ios dos hilos se vuelve parda y después blanca. Probablemente la sustancia grasa se descom- pone; pero su cantidad es tan pequeña, que no se puede de- mostrar directamente. Instrumentos de aire . Mr. R. Helmholtz publica algunas notas acerca de ta teoría matemática de los instrumentos de aire. Mr. Weber ha tratado la cuestión en el caso en que las lengüetas sean metálicas, y no puedan ponerse en movimiento mas que cuando el sonido que da el tubo no se diferencia mucho del que da la lengüeta. Mr. Helmholtz con- sidera el caso de las lengüetas elásticas, delgadas, flexibles, que presentan poca resistencia, como las láminas de una caña, los labios humanos ó unas liras de cauchó volcanizado. Las fórmulas á las cuales se .llega, se encuentran bastante bien comprobadas por algunos esperimentos. Fosforescencia . Mr. Otto Liebig refiere algunos esperi- mentos que ha hecho acerca de la influencia del calor sobre la 153 fosforescencia, los cuales le han conducido al resultado de que no hay fosforescencia por el único efecto de la elevación de temperatura, si no se espone préviamente la sustancia á la ra- diación luminosa. Reconoció igualmente en dos disoluciones, una de esculina y otra de sulfato de quinina, que la luz radiada por fluorescencia disminuye de intensidad por la elevación de temperatura, al mismo tiempo que en la primera sustancia ad- quiere un color verde bajo, y no cambia con la segunda. El mismo físico ha tratado de medir la atracción molecular que el mercurio tiene consigo mismo, indicando los pesos ne- cesarios para desprender de la superficie de un baño de mer- curio una lámina de cobre y otra de plata. meteorología . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de febrero de 1862. Algo mas despejados y tranquilos que los 3 últimos dias de enero, con ligera bruma por la mañana y escarcha por la noche, fueron los 5 primeros de febrero. En ios 6 y 7, todavía semejantes á los anteriores, comenzó á enturbiarse algo la at- mósfera, arreció levemente el viento, y del E. giró la veleta por el S. hacia el O. y N. O. Mantúvose despejado el cielo en los dias 8 y 9, encapotándose un poco al fin en el 10; pero el viento, del N. 0., N. y N. E., arreció considerablemente, y la temperatura descendió de una manera súbita desde 8o hasta debajo de 0o, Con los mismos caracteres que acaban de apuntarse, esto es, despejado, ventoso y muy frió, continuó el temporal en los dias 11 y 12; en el siguiente 13 principió á entoldarse e! cielo, y aumentó un poco la temperatura; y en el 14 se cubrió la atmósfera por completo, nevó, aunque en cantidad inapre- ciable, lloviznó, y á ralos sopló viento del N. E. en estremo desagradable. Los 6 dias siguientes, hasta el 20 inclusive, / 1M fueron ya en cambio muy templados, cubiertos casi en totali- dad, y de lluvia mas ó menos abundante todos, soplando el viento sin interrupción y con marcada intensidad del S. E., S. principalmente, ó S. O. t Un poco mejoró el temporal en la mañana del 21; mas por la tarde volvió á cubrirse el cielo, á soplar con fuerza el vien- to, y á llover. Los 22 y 23 trascurrieron con niebla y nubes, y algo revueltos; el 24, parecido en varios conceptos á los dos precedentes, fué además lluvioso; los 25 y 26, en gran parte encapotados, pasaron, á pesar de esto, sin lluvia y bastante tranquilos; y el 27 especialmente, y, aunque menos, también el 28, fueron dias de lluvia y muy anubarrados. En estos úl- timos 8 dias del mes reinaron vientos muy variables, y, aun- que sensibles, no de gran fuerza, principalmente del S. al O., ora del N. O., ya del N. La columna barométrica, muy elevada á fines de enero, se conservó sin descender apenas, esperi mentando pequeñas osci- laciones, en los 4 primeros dias de febrero, despejados y Irán- * quilos. El 5 comenzó á descender, aunque con lentitud, y hasta el 9, variable y ventoso, se conservó al rededor de 716mra. Poco mas de 700rara medía el 14, primero de una serie de dias de lluvia y viento del S.s y depues de esperimentar algunas fluc- tuaciones, casi en el propio estado se encontraba el 19. El 20 se elevó á 706m,n para descender á 703 en el 21, y volver á 708,8 el 22. Desde este dia hasta el final las oscilaciones, ya en uno ya en el opuesto sentido, fueron frecuentes y de. bas- tante amplitud, quedando el 28 á 698mra,7 de altura media. De las indicaciones de los demás instrumentos meteorológi- cos queda ya hecha mención en los renglones que preceden, y dan suficiente idea, sin necesidad de otros antecedentes, los cuadros numéricos que siguen. 155 BARÓMETRO. Ara á l$s 6 m ............ . Id. á las 9.. .................... . Id. á las 12. Id. a las 3 ....... ........ Id. a las 6. ................... . Id. á las 9 n . Id. á las 12. ............. s ..... . Am por décadas .................. A. máx. (dias 4, 1 1 v 22). ......... \ .a década. 2.a 5.a inm 711,62 712,30 711,83 711,03 711,33 711,64 711,81 mm 702,62 703,08 702,64 701,92 702,24 702,70 702,91 mm 704,94 705,00 704,49 703,21 703,71 704,27 704,35 ir;m 711,65 716,09 mm 702,59 708,24 697,68 10,56 mm 704,28 710,45 697,65 12,80 A. mín. (dias 7, 17 y 28). ......... Oscilaciones. Am mensual. .................... Oscilación mensual 707,48 8,61 )) ! )) i mm 706,31 18,44 5) * TERMÓMETRO. 1 .n década. o & ¿i . 5.a T m á las 6 m. .................. 1°,1 1°,8 4/0 W. •00c<*00.90..0®00®®»4» 2 ,9 3 ,7 5,9 Id. á las. 12 ................... . - 9 ,4 7 ,4 10,5 Id. á las 3 t. .................. . 11 ,9 8 ,7 11,3 Id. a las 6. ................... 7 ,8 6 ,9 8,4 Id. á las 9 n. . 5 ,1 5 ,3 6,8 Id. á las 12 3 ,3 4 ,3 5,8 Tm por décadas. ................ 5o, 9 5o, 4 7o, 5 Oscilaciones .................... 22 ,5 22 ,5 16,2 T. máx. al sol (dias 4 y 5, 13 y 23).. 33°,2 21°,1 29°, 4 T. máx. á la sombra (dias 3, 2 Ó y 21). 17 ,6 15 ,0 17,4 Diferencias medias 10 ,8 5 ,1 7,6 T mín. en el aire (dias 8, 12 y 26). . . . —4o, 9 - 7o, 5 +172 Id. por irradiación (dias 10, 12 y 26). -8 ,0 -10,4 +0,5 Diferencias medias. . . .... c ..... . 2 ,8 2,0 1,3 mensual ........ ...... .ove.» » 6o, 2 » Oscilación mensual ............... » 25 ,1 r » S'lfOfO 156 PSICRÓMETRO. i ,a década . 2.a 5.a Hm á las 6 87 98 96 Id. á Jas 9 * 85 92 94 Id. á las 12 * . * 60 79 81 Id. á las 3 t 58 72 78 Id. a las 6 68 84 84 Id. á las 9 n. 66 90 89 Id. á las 12 * 76 94 94 Hm por décadas 70 87 88 i7[Q mensual • • ««9»eesíS®»e®8e»8e » 81 )> ATMÓMETRO. Em por décadas mm 1.7 rom J , * mm 1.0 E. máx. (dias 10, 11 y 26) 3,2 2,2 1.8 E. mín. (dias 1, 19 y 28) 0.6 0,0 0,4 111 IQGUSllcli . 30B03soeoo«*6oa9eses » mm 1.3 )) PLUVÍMETRO. Dias de lluvia 12 Agua total recójala 10Djm,4 Id. en el día lo (máximum) 12 ,3 ANEMÓMETRO. Vientos reinantes en el mes. N N. N. E.. . N. E E. N. E. E E. S. E... S. E C? c1 ri 94 horas. s 71 19 S. S. 0 66 63 S. 0... . ....... 52 18 O. S. 0 23 184 0 18 6 O. N. O 14 6 N. O 31 29 N. N. O.. 28 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de marzo de 1862. El temporal húmedo y ventoso de fines de febrero continuó rijiendo á principios de marzo, y con frecuentes alternalivas, aunque sin variar nunca de carácter, se prolongó hasta la con- clusión del mes. En el dia 1 .° hubo niebla por la mañana, lloviznó después, y se mantuvo el cielo completamente encapotado; el 2, á mas de lluvioso y revuelto, fué tempestuoso al fin; y en los 3, 4 y 5, variables, húmedos y agitados por repetidas rá- fagas de viento, se rasgaron y fueron dispersando las nubes poco á poco. Los 6 y 7 trascurrieron bastante tranquilos y ve- lados en gran parte por celajes; pero en cambio en los siguien- tes dias 8 y 9 se desató un huracán furioso, se espesaron las nubes, y cayeron algunos aguaceros, volviendo el 10 á sere- narse un poco la atmósfera y á calmarse á ratos el viento. Como el 10, aunque mas encapotado, trascurrió el 11; los 12, 13 y 14 fueron dias de lluvia y viento fuerte; nubosos y variables los 15 y 16; cubierto y de lluvia el 17; encapotado y revuelto el 18; y de lluvia y viento violentísimo los 19 y 20. Despejóse la atmósfera bastante, sin que se calmara el vien- to, en el 21, y con celajes sueltos y ténues y ligera brisa tras- currieron los 22 y 23, volviendo á espesarse de nuevo las nu- bes y á soplar el viento de un modo sensible, aunque no im- petuoso, en el 24. Durante la noche del 25 llovió con abun- dancia, y hubo relámpagos difusos, sin truenos perceptibles; la mañana del 26 fué nubosa, muy templada y tranquila, en tanto que por la tarde sopló el S. con fuerza irresistible, y por dos veces consecutivas se formó y descargó una tempestad; fué el 27 variable y ventoso; tempestuoso y huracanado como el 26, el 28 por la tarde; revuelto y algo lluvioso el 29; seme- jante al anterior el 30; y muy ventoso, con nubes sueltas cada vez en menor número, el 31. Del dia 1, húmedo y poco lluvioso, al 2, de mucha lluvia con amagos de tempestad, esperimentó la columna barométrica un descenso de mas de 7™», v una subida de cerca de !8mnj del 3 al 5 ' «i 158 inclusive, época en que por entonces cesó de llover, se despejó parcialmente la atmósfera, y pasó el viento desde el S. O., por el N. 0. y N., alE.? regresando luego por el S. á su di- rección primitiva. De 710mm, altura correspondiente al dia 5; descendió el mercurio á 702mra,5 en el 8; pero en este dia, especialmente ventoso, comenzó de nuevo á subir con rapidez, y al final de la 1.a década pasaba ya de 712mai. De los 10 y 11, nubosos y un poco' revueltos, al 12, dia de lluvia, ocurrió un nuevo descenso, que, con ligeras fluctuaciones, continuó observándose hasta el 20. Del 20 al 28, época en que cesaron las lluvias, disminuyó la humedad, y se fué apaciguando el viento, subió el barómetro cerca de i 4ram ; pero desde el 23 comenzó á descender; llegó el 26 á su mínima altura durante este período; osciló fuertemente aunque con indecisión en los 4 dias siguientes; y del 30 al 31, en que se desencadenó un N. O. fuertísimo, que barrió las nubes que empañaban la atmósfera, pasó de 696mm,7 á 709mm,7. Durante la 1.a década las temperaturas medias de los dias se diferenciaron poco de la media final, salvo en el dia 7, que fué el mas caluroso de este período. En los dias 11 y 12 hubo un nuevo incremento de calor, un descenso sensible el 13, y una nueva subida á principios de la 3.a década. Del 23 al 26, en fin, la temperatura se conservó muy elevada; y esto, unido á la mucha humedad de la atmósfera, á la escasa presión at- mosférica, y el predominio y violencia de los vientos del S. y S. O., comunicó al período carácter tempestuoso. En todo el curso del mes apenas trascurrió un dia de ver- dadera calma, siendo muy considerable el número de dias de viento fuerte, con ráfagas violentísimas, separadas por lijeros intervalos de reposo, según queda ya manifestado. Hasta e! dia 10 soplaron principalmente vientos del S. E. al S. O., con escursiones al E. y N. O.; del 10 al 20 se mantuvo la veleta entre el S. y S. O., inclinándose al N. O. al principio del pe- ríodo y hácia el N. E. luego; y del 20 al 31 fué pasando el viento poco á poco del E. al S., al S. O., O., y por fin aí N. O 159 BARÓMETRO. 1 .B década. 2. 9 ó.9 Am á las 6 ni 1 mm 702,93 m m 703,57 mm 699,56 Id. a las 9. 703,65 703,92 700,59 Id. á las 1 2 . . ..... 703,04 703,40 700,18 Id. á las 3 t. 702,97 702,42 699,24 Id. á las 6 . .................... 703,35 702,63 699,30 Id. á las 9 n .................... . 703,89 702,84 700,17 Id. á las 12 704,09 702,63 700,29 Am por décadas mm 703,51 mm 703,06 mm 699,90 A. máx. (dias 10, 11 y 31). ........ . 712,77 712,95 709,67 A. mín. (dias 2, 20 y 28). .......... 690,57 692,95 691,57 Oscilaciones . s ...... ...... .9..... 22,20 20,00 18,10 Am mensual « )) mm 702,06 » Oscilación mensual. . ............. » 22,20| » TERMÓMETRO. i • : *- ... í década. a 5.a Tm a las 6 m. . . . 4°, 9 5°, 4 6°, 7 Id. á las 9. ... . . . .......... . ... . 7,3 7,7 9 ,8 Id. á las 12. ................... . 10 ,9 11 ,2 13 ,3 Id. a las 3 t. a................... 11,8 12,2 14,4 Id. a las 6 ..................... . 9 ,7 9 ,7 11 ,8 Id. á las 9 n . . . .......... . ..... . 7,9 8,2. 10 ,0 Id. á las 12 .7 . 6 ,8 7 ,1 9 ,0 Tm por décadas. ................. 8o, 5 8o, 8 10° ,7 Oscilaciones . ................... 17 ,0 17 ,6 19 ,7 T. máx. al sol (dias 6, 14 y 23). . . . f 28°, 8 27°, 9 3o\ 8 T. máx. á la sombra (dias 7, 12 y 23). . 18 ,3 18 ,7 22,7 Diferencias medias ................ 6,4 4,8 5,2 T. mín. en el aire (dias 4, 16 y 22)... . . r,3 r,i 3o, 0 Id. por irradiación (dias 5, 16 y 22). . . . — 1 ,0 —O ,2 1 ,3 Diferencias medias. ............... 2 ,0 1 ,0 1 ,1 .1^1-1. 0 ÍÜ. ^ 1.1 ci ^.eOe> d3‘QO )) 9o, 4 Oscilación mensual . i » 21 ,6 » w 160 PSICRÓMETRO. \ .a década. 2.a 3." Rm á las 6 m 93 95 93 Id. á las 9 89 93 79 Id. á las 12, ... 74 81 72 Id. á las 3 t 65 69 70 Id. á las 6 77 80 75 Id. á las 9 n.. 88 81 78 Id. á las 12. 90 88 82 Hm por décadas. 82 , 84 79 11 m mensual » 82 » ATMÓMETRO. E por décadas. mm 1,9 mm 1,7 mm 2,4 E. máx. (dias 8, 12 y 23). 3,9 3,1 3,9 E . mín. (dias 3, 19 y 27) 0,8 0,3 1.7 Em mensual.. » mm 1,9 )) PLUVÍMETRO. • Dias de lluvia Agua total recojida» Id. en d dia 2 (máximum) 15 71n)m,8 13 ,2 \ 161 ANEMÓMETRO. Vientos reinantes en el mes . N 5 horas. Q ►sJ1 • •#••00*6 * « • 112 N. N. E 8 S. S. 0 77 N. E 32 S 0 KJ • V_7 » • « • • o e « e « 160 E. N, E 5 0. S. 0 52 E 26 0 63 E. S. E 27 0. N. 0. ...... 19 12 N. 0.......... 97 q F VJ, U* Li • 48 N. N. 0. . . . . . . 1 tomo xn* ©t»sei*v«toa*I© físico y anete©B*©légie© al© los alnimios del TOcal Colegio de Belén* Observaciones hechas en el mes de agosto de 1861. 162 2® 2© eo 2® 2® co 2® r— *5* G© ©3 C® S«. íoocsícoíoo c© so o© 2® 2® O ^ O 5Í' o© meiooo C O 50 CO O Vi C5 L " 1" l -' °o vü ir^ c® co V3# ©3 ©1 ©3 ©3 ©3 ©3 C ©I «S vi (SÍ ©J ©í <33 CO t"> OO < Ed c n w © ¿® <33 2© <33 C© <©> 2® O — 2© r— OO ©! o© ® tr~> í:^ VÜ *5Í 5© O© ^ ©1 c© o r- vs ©i *— 2© — c® ©i oo so «MO^víío r'* t" t" r~* 'O V5i o© 2® c® 2© C© ©3 ©! <33 ©í <33 C© c© 2® o ©I 2© 2® o© eí(M®í©o«> E«v ©5 . * f Cd 1S u * 2® o© 2© r-> oo *ssí C© *as< ! 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S- © © *© ©3 © © es a © , •-H CO >ed 164 El tiempo lluvioso, comenzado á últimos del anterior, prosiguió hasta el 20; en los 15 primeros dias describió un rumbo análogo al período lluvioso espuesto en la reseña del mes pasado, á saber: presentábase el cielo con cirros ó cúmulos al amanecer, á las diez medio cubierto de cúmulo-estratos y de nimbos por la tarde, los cuales solian desvanecerse á la entrada de la noche; los 5 dias restantes fueron enteramente lluvio- sos. Los vientos E. S. E. y N. N. E. dominaron hasta el 16, y los del S. del 16 al 2 0. El N. N. E., casi calmoso á principios del mes, y mode- rado un poco mas tarde, creció notablemente al rededor del 15, en que el barómetro sufrió un decremento considerable. Los dias de lluvia ocur- ridos hasta el 2 0 llegaron á 13. En los 2 primeros del mes no hubo mas que amagos, y se percibieron truenos al S. O. El 3 llovió copiosamente*- al empezar el aguacero cayó con un estrepitoso trueno un rayo, que pa- sando por el lado de un monton de hierro, fue á atravesar la pared de una casa, dejando en su paso un pequeño agujero, y se perdió en una cañería del interior. El 4 estuvo el cielo anubarrado, mas no lluvioso; el 5 asomó la lluvia al S., S. S. O. y al S. S. E.; y el 6, después de haberse manifestado al S., S. E. y S. O. acompañada de truenos, cayó en la ciudad á cosa de las ocho, como también por la tarde de los tres dias siguientes. Pasados el 10 y i i encapotados, vinieron unos ocho dias en que llovió tarde y noche; y si bien algunos fueron lluviosos desde el amanecer, con todo, solo el 15 y 18 se vió llover por la mañana. Des- pués del período lluvioso mediaren unos 6 dias en que la atmósfera es- tuvo bastante clara, y soplaron principalmente el Tí. y S., ya suaves ya moderados. El 26 y 27 lloviznó, llovió en los tres dias siguientes, y ter- minó el mes con señales de lluvia. A las siete y cuarto de la noche del 22 vióse cruzar al E. Tí. E. un globo luminoso de Ja apariencia de unos 3 centímetros de diámetro, que tomando un color azulado, arrojó algunas chispas, y desapareció: á cosa de las doce de la noche del 2 6 apareció otro meteoro luminoso hácia el O. en forma de un globo del diámetro de unos 7 centímetros, arrojando chispas en su tránsito , y produciendo un ruido semejante al causado por un hierro candente sumergido en el agua. Entre las cinco oscilaciones indicadas por el barómetro fué ¡a mas notable la ocurrida entre el 8 y 29; bajó la columna barométrica de 7 6 lmm, 7 3 á 749mm,68, y en los 4 dias de crecimiento subió á 76ímra, 02. El descenso fué cosa muy notable y no vista de algunos años á esta par- te. Temíase un fuerte temporal, que si bien no tuvo aquí efecto, se hizo sentir en muchas poblaciones de la isla. El viento que aquí mas arreció fué Tí. N. E., el cual llegó á correr unos 2 2 metros por segundo. El 15, en que tuvo lugar la mínima, 748mm,13 á las seis de la tarde al estar 165 enteramente cubierto y medir el termómetro 2 6 o, 6, se notaron en el barómetro durante algunas horas repetidas oscilaciones de unos 0^,84 de amplitud. La máxima deducida tuvo lugar el mismo dia que la obser- vada . La altura máxima, 7 63 mra, 4 1 , ocurrió el 3 0 á las diez de la mañana, en cuyo dia cayó también la máxima deducida. Frecuentes fueron las oscilaciones termome'tricas, mas solo una es digna de notarse por su duración, pues contó 4 dias de baja y 7 de subi- da, terminando el 24, en que la media diurna, una de las dos mayores del mes, fue 29,3. El 17 filé el dia de temperatura mas variables en cada dos horas subió y bajó alternativamente. En este dia y en el anterior, en que corrieron los vientos del S., contra su marcha ordinaria estuvo bajo el termómetro, al paso que el barómetro empezaba á subir. El máximo de temperatura, 31°, corresponde á las cuatro de la tarde del dia 4, en cuya hora marcaba el barómetro la presión 7 60^^,77; el cielo estaba claro, y soplaba E. S. E. apenas perceptible. La temperatura menor, 24°, 6. se apuntó el 2 á las seis de la mañana, reinando calma en una atmósfera casi despejada. La humedad máxima, 96,90, correspondiente á la tensión 23,89, se dedujo de las observaciones de las seis de la mañana del 1 7; y la mínima, 65, i 8, de las hechas á las cuatro de la tarde del 10, bajo un cielo llu- vioso y E. W. E. algo fuerte-, á esta hora la tensión del vapor acuoso era 20,42. La mayor tensión, 26,86, se verificó á las dos de la tarde del 16, y la menor el dia 4 á las cuatro de la tarde. La declinación en su marcha normal dió 5o 40'40f' por máxima del mes el dia 7 á las ocho, y 5°24/ por mínima á las dos de la tarde del lí . La máxima y mínima inclinación tuvieron lugar, esta á las cuatro de la tarde del 11, y aquella el dia 2 á las diez de la mañana. —Habana í.° de setiembre de 1861. ©bSGB'VíiíoB'i© f*í®I©© y iai©tcoB?©lógt©o si© 1©® s&Issbmsm&s cl©l Et©i&! C/©1©H’I© si© H©léai. Observaciones hechas en el mes de setiembre de 1861. o o GD ^=S CJS CID CC5 ce? CO ce? csñ! "3 CCS S=¡ CCS a CCS £3 ccS ■£3 CCS p=) CC5 *£=? _ CCS CO g CC? CL5 eeS 166 O ©3 ©3 2© » 5 ao «^T; tr¿ co e©%fT O* ©3 ©3 ©1 ©3 <3* 2© OS ©1 ^sH 05 20 <■—! *5# *— i SO C© so e> ©3 es' r-T«— T ©3 <^i ©3 es r-. o© <©s -p-i —fe ©5 2© ’T’fe _ O CS oo OO os «O 3 «■-«*- •-«'»* a SO Sí T-I oí os H i -' ¡r-« l- i " i ’* CO©M *-^e^ °eT síT oo" i^T a© ro" ©3 ©3 ©l ©3 ©3 ©3 ©l>«KO©J(» !><^!OSO©5C k?)l® (MOQO» ©3 ©3 ©3 es c© r-- o®ss©^i> gíOGOSO O^CS ©^ g £© c© ©r ©fo© <®r C© 20 2© 2© 20 20 5 ^ l '' t>- C" I '' 41 ¿.'. •» -jjf* > ./ O© Xél 2© rH O© ^ a®t n, ®H0ee3©O oo__ ©3©oess® •ÍS ®oT 20~00 2© ©©'so 20- «dT es" ©b" es" «dT ©©" ©3 J 0© ©3 ©3 ©3 33 ©3 0© ©3 <"-* ©3 es 2© • & 4s c l'' C© O© «si Tfe '¡Ffe ^ H © QO «I r-( JÍ5 G© i© C© C© t- 2© 3 s© ,t^'©r»-r*a# eT °©'í©©'so'co'ío c©}©®®msO O© ©3 ©3 ©3 ©8 ©8 t"" t-« )'< i -'1 !;'•'■ ¡e 2© r-" o© ©s <^;H i— i vsH t-» t-* ©S^r— I ^ oo oo ©^ «hT es'©í es es"©T ©3^e3QOSO¡> r- t-2© «5# -fe ® ©I 2© 0 05 20 QO S©'^20' t'T ©3 ©3 ©3 ©3 ©3 ©3 O© -fe «sH 0© -fe es 2© fe- 1 es *afe Ir» r— i IT'» «siT CS©Í *5Í 20 2f? ©3 «— i ©3 CS 2© io> S r !i &¡a ©©©MH-.VJÍI ^HWOO*^ *5* Ir^ 5 S© OO CO co' 20 o “ 2© 20 2© 2© 20 2© so> r- J " oo 0 0© 20 es 2©^ 20 -?H ©3 OS ©3 O 2© 20 2© GO 20 s«-T ©oo aGTr^ 2© c©'-aí' ©3 ©3 ©3 ’©3 ©3 ©3 C© ©©" ^ ©r — r ©3" — ? ©3 ©3 ©3 es 10. 00 w 0©« fe- as CO 0 3 *3 í^s 0 0 “3 as 8 35 as © -3 O ££¡ GQ W es e> ws o -ctf co as 3 Ca- co o o s~< H a *o x © ^5 -C© 'r-l 02 »C© ‘rt © «5=2 «12 k«5 ^5 í^¡ |B©i ^ c© 3 cD c© e> *e , -_s co © as 0 6 8 ^3 Ia 3 © -o * O ed H -«5 U 3 a 0 3 co H W S 3 O * s 0 Qí 2 H S h --a O O ¡«•‘í •e 3 < 3 03 os ^ H CEJ o CL, e© fe- as •3 có 3 © H e© > © s~, 3 ■a © 8 3 W o 3 H M bH O o i— < muy fuerte y un cielo constan te mente sereno, esperaba el fin de ella hácia el 15 de junio, contando desde el 20 de abril en que había principiado: sin embargb, el 3 de junio me sor- prendieron , avisándome en el jardín que creían haber visto un avestruz pequeño en el nido, de lo cual pude cerciorarme ob- servando mucho tiempo y aprovechándome de la ausencia del macho, viendo á la vez que los demás huevos estaban todavía intactos. No me fué posible observar mas por haber llegado la noche; pero al dia siguiente volví, temiendo que si se había re- tardado la rotura de los huevos, hubiesen abandonado el nido los padres para llevarse la cria, y en todo este dia tuve la sa- tisfacción de contar once nuevos avestruces en el nido, porque los otros dos huevos los habían sacado la víspera los padres, según creimos, para que sirvieran de alimento á la cria en los primeros dias: por consiguiente, calculando desde aquel en que el macho se colocó en el nido, había durado la incubación 45 dias. Desde el inmediato, abandonando los dos huevos que habían quedado en el nido, toda la familia se puso á recorrer el coto á largos pasos, conduciéndola alternativamente el padre y la madre, si bien el macho manifestaba mayor solicitud. Para dar una idea del aspecto de los avestruces pequeños, diré que pudieran compararse á unos erizos grandes con dos grue- sas patas: aunque vigorosos y listos, frecuentemente rodaban al tropezar en los montones de arena, y uno de ellos tropezaba mucho mas, por lo cual conocí que su estado de debilidad no le permitía vivir en las condiciones en que estaba, y quise sa- carle por entre la cerca para cuidarle con mas esmero ; pero habiendo irritado al macho mis tentativas, se lanzó hácia ella, y tuve que renunciar á mi proyecto, por temor de que con sus bruscos movimientos estrujase á alguno de ellos. Al dia si- guiente, en efecto, quedó la manada reducida á 10. El mismo dia en que salieron del huevo, aunque sabia que no necesitaban un alimento inmediato, había tenido yo cui- dado de ponerles al lado de la cerca ensalada picada, huevos duros y miga de pan; pero durante algunos dias no quisieron esta pasta, aunque renovada con frecuencia; y los avestruces pequeños, imitando al padre, picaban en la arena, y con gran sorpresa mía se arrojaban ávidamente sobre ios escrementos 176 recientes de ios padres. Por último, cuando tomaron el gusto al verde, se necesitó renovar muchas veces la provisión, y sin em- bargo no comieron nundh con mucha afición los huevos duros. Al cabo de algunos dias preferian las hojas enteras de esca- rola, y además rebuscaban continuamente en la arena, lo mismo que sus padres. No he observado nunca que el macho ó la hembra tengan con sus crias el cuidado que manifiesta la gallina para descubrir y enseñarles la comida; y por el contrario, cuando se les echaba esta se apoderaban de la mayor parte, sin cuidarse de su familia : si se esceptua el abrigo de las alas que les daban por la noche, y algunas veces por el dia, eran casi nulos los cuidados del padre y la madre. Por espacio de algunos dias siguieron criándose bien ; el aspecto de las crias cambiaba á la simple vista; el cuello se pro- longaba; las alas empezaban á desprenderse del cuerpo; la ca- beza se cubria con una cresta de color leonado, y en el cuello aparecían rayas leonadas y de color claro con puntos del mis- mo color; el cuerpo estaba cubierto de rudimentos de plumas, que tenían el aspecto de cerdas. No tenia mas que dejar obrar á la naturaleza, y darles un alimento mas abundante cada dia; me divertía en ver correr á los pequeños avestruces de una parte á otra; adquirían fuerzas, y aon se salían del recinto buscando insectos y yerba fresca. Contaba con dejarles gozar por algunas semanas todavía de esta semi-libertad, cuando un imprevisto suceso me hizo variar de determinación. Un dia 9 por seguir á las crias que se apartaban del parque cada vez mas, se salió el macho del cercado y se perdió en el bosque; por lo cual, temiéndome que no lograría atraerlos, me decidí inmediatamente á llevar al jardín la madre y las crias, y en todo el dia hice buscar al macho, esperando que volvería al nido, en el cual estaba todo dispuesto para encerrarlo ; pero no pareció mas, y después de buscarle mucho, lo encontramos muerto al pie de un peñasco de 50 metros de altura, del cual se había precipitado por la noche. Me consolé de esta pérdida, reflexionando que si esto hubiera sucedido algunos dias des- pués, sin duda la manada, que tendría mas fuerzas, hubiera seguido al padre, y en este caso la hubiéramos perdido toda en razón del estado de aquellos sitios. Si, como sucede en la I / 177 mayor parte de las gallináceas, el macho ó la hembra tuviesen un canto ó un grito para llamar, no habria el mismo peli- gro, y esta es una de las dificultades que hay para criar en libertad, aun limitada, á estos animales. Ya pudimos entrar sin inconveniente en el cercado, y exa- minar los huevos abandonados. A primera vista reconocí que todos habían sido fecundados; los dos que quedaban en el ni- do tenían el germen medio desarrollado; pero con gran sor- presa mia, los otros dos que habían echado fuera del nido la antevíspera de abrirse los demás, y que habían sido abando- nados por espacio de doce dias sobre la arena sin haber sido cubiertos ni haberles dado calor, contenían dos polluelos per- fectamente formados, y con señales de vida por espacio de va- rios minutos. Me inclino á creer que se hubiera verificado na- turalmente la incubación si no hubiera habido obstáculo al- guno, y por tanto tenemos aquí una prueba en confirmación de la incubación solar tan debatida: porque es de observar que por espacio de catorce dias en que los huevos han quedado abandonados, los calores han sido intensos, las noches sin ro- cío; es decir, que las condiciones atmosféricas han sido perfec- tamente semejantes á las observadas en las regiones del Sahara del Norte de Africa. Colocados en el jardín en un parque cerrado, en que se había puesto arena de Montredon de la misma clase, prosperan los aves- truces, y adquieren un gran desarrollo. En un mes han llegado el tamaño de una avutarda hembra; se ha desarrollado mucho al cuello; sus rayas han permanecido las mismas, pero bajando mucho el color; el cuerpo ha aumentado bastante; las alas se han desprendido mucho mas: las plumas conservan sin em- bargo su aspecto de cerda erizada. El alimento continúa siendo hojas de escarola, coles gruesamente picadas y miga de pan; consumen tanto, que es menester renovarles á cada instante la provisión, y he tenido que poner una especie de barrera, por la cual puedan entrar fácilmente las crias, y que impida sin embargo que la hembra llegue donde está la comida de aque- llas, porque, como ya he indicado, cuando no abriga á la fa- milia bajo sus alas, no se toma la madre ningún cuidado, y TOMO XII. 12 178 por consiguiente me propongo separarla cuanto antes posible de ella. En las condiciones actuales creo que no puede quedar duda alguna acerca de la posibilidad de criar los avestruces, porque el mismo estado salvaje déla especie la poneá cubierto de cualquier accidente; y como la época crítica de la muda, que debe diferenciar los sexos, llega muy tarde, creo que to- das las condiciones son favorables, y espero poder conservar por medio de futuros ensayos la familia completa. En el dia, al cabo de mes y medio, su aspecto es el mis- mo, solo que después de haber tenido la precisión de ausentar- me por espacio de ocho dias, he observado que algunos tienen ya un tamaño doble. Les he variado el alimento, acostum- brándolos primero al mijo, al centeno, y después al trigo y al maíz, aunque sigo dándoles también legumbres, compensando la cualidad con la cantidad, por cuyo medio es mas fácil tener- los provistos. Conociendo el interés que la Sociedad de aclimatación se tomará por nuestros ensayos, tendré cuidado en manifestar la marcha que siga la cria de nuestros avestruces en notas suce- sivas, como también espondré algunas reflexiones que me han sugerido, limitándome por ahora á dejar consignado, según los resultados á la vez obtenidos en Argelia, en San Donato y en Marsella, que es posible reproducir los avestruces relativa- mente domesticados; aunque para la completa aclimatación y cria en grande se presenten algunas dificultades. En una Me- moria próxima trataré de plantear el problema, el cual no dudo que llegará á resolverse cuando lo estudien los hombres consa- grados á la ciencia, y los que se dedican á la práctica que da Sociedad cuenta en su seno. A la nota anterior, añade Mr. GuerimMeneville haber sa= bido con posterioridad por Mr. Suquet, que uno de los once avestruces pequeños que habían nacido en Marsella se había roto una pata, por cuya razón fué preciso matarlo, y con este motivo sirvió para hacer la prueba de si su carne era buena para comer. Según una carta que Mr. Lucy, delegado de la Sociedad de aclimatación de Marsella, dirijió á Mr. Geoffroy- 179 Saint- 'Hila iré, y que se insertó en el Correo de Marsella del de noviembre, resulta que la carne del avestruz joven es un escelente comestible, digno de ocupar un lugar en la alimenta- ción de lodo pueblo ilustrado. El tamaño del ave muerta era de 0m,90 de altura basta el espinazo, y 1 m , 1 0 hasta la cabeza; el peso de las plumas lk,60, y el peso total del ave 36k,40, ó sea: Plumas lk,6G Despojos.. 8k,80 Ave desplumada y limpia. ......... 26k Peso total . ........... 36k,40 Su alimento había consistido en los primeros dias en esca- rola picada, huevos duros y miga de pan; cuando tenia tres semanas también en escarola, yerba del campo y coles picadas gruesamente ; á los dos meses salvado, granzas de trigo y ce- bada; y en los últimos meses salvado y maiz. No hay que olvidar, como dice Mr. Suquet en su escelente nota, que un avestruz pone 82 huevos, que cada huevo equi- vale á 32 de gallina, ó sean 2.624 huevos en cada estación; que bajo el punto de vista industrial, el producto en albúmina, que tanto se busca para la industria, es considerable; y que también serán de gran utilidad las plumas cuando se emprenda la aclimatación en grande, y se tomen las precauciones conve- nientes para que no las estropeen á picotazos y con roza- duras. También añade el mismo Mr. Guerin-Meneville, con refe- rencia á Mr. Magnabal, corresponsal déla ñevue des races la- tines y traductor de varias obras escritas en castellano, que ha visto en un periódico español haberse conseguido la repro- ducción de los avestruces en el Sitio del Buen-Retiro de Ma- drid. En efecto, el Mariscal Pelissier había regalado á la Reina de España dos avestruces de Argelia, y después otros dos, y estos formaron un nido, en el cual se verificaba la incubación, tanto por la hembra como por el macho. El 31 de julio de 1866 rompió la cáscara un avestruz, cuyo tamaño al salir del huevo 180 era el de una gallina común: el padre se manifestó muy cui- dadoso, tanto por la cria como por la madre, y aquella se des- arrolló con rapidez, notándose que era muy poco delicada en su alimentación, supuesto que comia lo mismo que sus pa- dres, aunque'los primeros dias se le dió una pasta compuesta de huevos duros, salvado, y un poco de ensalada picada. La incubación en este caso duró 48 dias, ó sea 8 ó 10 dias menos que en San Donato. Sobre la reproducción del coral; por Mr. Lacaze du Thiers(I). (L’Institut, 5 marzo H862. ) En su primera Memoria dió á conocer el autor, dice Mr. de Quatrefages, los resultados que obtuvo en el viaje que hizo á last costas de Argel y de Túnez en 1860 y 1861; y después de haber indicado la disposición de los sexos, hasta ahora des- conocidos, y de manifestar que los jóvenes pólipos desarrolla- dos en la cavidad estomacal, que por cierto tiempo se convierte en bolsa de incubación, nacen vivos, se reservó para otra co- municación exponer las observaciones relativas á las trasfor- maciones de los embriones. Los hechos expuestos en la Memoria presentada hoy de- muestran la manera cómo se deriva de un animal primitiva- mente sencillo y libre toda una colonia de individuos unidos y fijos, é igualmente el modo cómo nace y se aumenta esta parte del coral, única que se emplea en la joyería. Sin duda se habrá observado, por ser una particularidad muy curiosa, que ios embriones nadan con la boca hácia atrás, y llevan su estremidad mayor ó su base siempre hácia ade- lante; y de aquí proviene que cuando encuentran obstáculos y chocan entre sí, tienen una tendencia á adherirse y soldarse (i) Véase el núm. l.° de este tomo de ía Revista . 181 unos con otros, tanto mayor cuanto mas favorezcan su contacto los movimientos de progresión que tengan : así es que estos mismos movimientos, según se ve, sirven para que cese el pe- ríodo de libertad, quedando una parte del cuerpo adherida á la roca, como sucede en las aclinias y y demás zoantos. En las estrellas de mar, cuyos huevos son relativamente muy grandes, se observan no pocas veces embriones que, al encon- trarse tocando base con base, se rechazan recíprocamente en sentido opuesto, y sus poliperos se sueldan en esta posición; pero debe decirse que al parecer existe un tiempo en que los embriones están mas particularmente dispuestos á fijarse en todos los objetos que encuentran ; y esto sucede cuando dejan de alargarse y abandonan su forma de gusano, en cuyo mo- mento se estienden, por decirlo así, y pierden en altura lo que ganan en longitud: su estremidad mas adelgazada, en la cual se hálía la boca, se introduce en medio del disco, y queda ro- deada por una especie de rodete circular. Puede formarse, por lo tanto, una idea muy sencilla de estas primeras metamorfo- sis: sin embargo, hay que completarla, diciendo que por el ro- dete circular pasan los rudimentos de ocho tentáculos cubier- tos de pelos, y que son característicos en los alciones. La época del año en que se han obtenido estos resultados no ha permitido observar en mi acuario la formación del poli- pero del coral, porque habia finalizado el tiempo de mi comi- sión, y no podía esperar mas; pero he visto que el mismo he- cho se ha producido á mi vista con los poliperos de las gorgo- nias y de las estrellas de mar, y es posible deducir por razón de analogía lo que suceda con el coral: además pude aprove- char un medio práctico que se me ofreció para llegar al cono- cimiento de los hechos. Examinando con la lente y con sumo cuidado las piedras sacadas del fondo del mar con las redes de los pescadores, en- contré ramas nuevas de coral mas pequeñas que las constituidas en forma de discos lenticulares en mi acuario; entonces retro- cediendo, por decirlo así, he podido volver á emprender mis estudios sobre los individuos sacados del [fondo del mar, si- guiéndolos hasta su completo desarrollo. Pero es necesario indicar ahora algunos hechos importan- 182 tes: en primer lugar, nunca debe perderse de vista, cuando se trata de los poliperos, que sus animales tienen la propiedad de producir seres del todo semejantes, absolutamente lo mismo que un vegetal produce ramas y hojas, y que estos nuevos in- dividuos suelen quedar adheridos ó soldados con sus padres. De aquí los inmensos poliperos que en los mares cálidos for- man verdaderos arrecifes, aumentándose rápidamente, y cons- tituyendo otros tantos peligros demasiado conocidos por los na- vegantes. En proporciones menores, y en mucho mas tiempo, el crecimiento de una rama de coral es también consecuencia de su desarrollo á la manera de los váslagos. Respecto á su organización debe observarse (y esto lo sa» ben los pescadores y los comerciantes), que el coral vivo está compuesto de dos partes muy distintas: una central, sólida, resistente, que es el eje; otra estertor, blanda, que forma una especie de cubierta, que es la corteza, la cual debe su color á una multitud de corpúsculos calizos de una forma particular y característica, sembrados en toda la estension de su tejido. Cuando el coral nuevo ha perdido su forma de gusano y ad- quirido la de disco, no tarda en pasar su color blanco al de rosa, y después al rojo vivo, lo cual proviene de que se desar- rollan en su tejido los corpúsculos calizos corticales de que se acaba de hablar; no hay eje todavía, y toda la parte sólida es- tá representada por corpúsculos. Sirviéndome de guia la forma característica de estos pequeños filamentos lapídeos, he llegado á encontrar en los restos de bancos que los pescadores traían, individuos jóvenes, porque en medio de las muchas manchas rojas formadas por los lobularios ó los alciones es fácil reco- nocer con el microscopio las espíenlas del .coral enteramente características, como ya lo había visto Mr. Valenciennes. Los individuos mas pequeños que he encontrado no tenían mas que un cuarto ó un medio milímetro de diámetro, y casi siempre presentaban un solo pólipo No puede formarse cabal idea de la delicadeza y belleza de estos pequeños seres cuando despliegan su corona de tentáculos, ya semejante á la de los adultos; parecen entonces una bonita flor, que cubre con sus blancos y graciosos calados un pezón ó una urna ; y por esta razón llaman al coral, aunque con poca exactitud, / hr de san - 183 gre, según dice cierto escritor célebre en una obra sobre el mar . Multiplicando' las investigaciones he podido reunir todos los estados intermedios entre estos individuos pequeñísimos y sencillos y las ramas mas desarrolladas y complejas, con lo cual he podido allegar iodos los elementos necesarios para re- solver las cuestiones relativas al origen, naturaleza y creci- miento del eje, y por tanto me he dedicado á buscar la so- lución. Figurémonos un individuo muy pequeño, casi cilindrico, aunque corto, que tenga un solo animal, pero en plena acti- vidad para desarrollarse formando ramas: admitamos que á sus lados se producen, como así sucede, uno, dos, tres ó cuatro brotes capaces de recorrer las mismas fases de írasformacion que el pequeño disco lenticular primitivo; y se comprenderá que el primer animal se encuentra poco á poco separado de su base en toda la estension ocupada por los nuevos individuos. Siguiendo esta colonia naciente, en que cada pólipo viene áser á su vez un centro de desarrollo de las ramas, se ve aumentar considerablemente el número de sus individuos y sus propor- ciones. En este caso, si la actividad de este desarrollo es ma- yor en tal ó cual parte, se prolonga mucho mas en tal ó cual dirección, y se producen mas ramas en este sentido. Los estudios microtómicos descubren fácilmente el origen, y por consiguiente la naturaleza del eje. En efecto, se observa que los corpúsculos calizos, sembrados por igual en todas las parles del tejido, se multiplican y se acumulan en puntos dis- tintos, y que se produce al rededor de ellos la secreción de un cimento idéntico en naturaleza al que forma el núcleo pri- mero, y que los une entre sí. Hay, por consiguiente, dos cosas distintas en la parte só- lida del coral, unos corpúsculos y un cimento; aquellos pare- cen los primeros, y quedan rodeados por este, que envolviendo sin interrupción los tejidos, llega hasta los objetos en que se coloca el nuevo pólipo , y le fija en ellos soldándolo para siempre. No puede dudarse de este origen y crecimiento del eje del coral, porque ambos se representan en los estreñios de las ra- 184 mas, donde el crecimiento es casi constante, y consecuencia de una especie de juventud continua. En efecto, puede verse que bajo la corteza apenas está formado el eje, que es irregular, y compuesto de nodulos enteramente erizados todavía por las asperezas de los elementos soldados y aglomerados reciente- mente. También en los bordes de las láminas suelen encontrarse corpúsculos encerrados en el cimento de color de rosa y traspa- rente, que todavía no lia adquirido consistencia y grueso bas- tante para encubrirlas y hacerlas desaparecer; sin embargo, se reconoce que en las ramas adultas, sobre todo hácia la base, se deposita el cimento en mayor cantidad que los corpúsculos, y esto por capas regularmente concéntricas. La determinación del eje bajo el punto de vista de la zoo- logia general, ó de lo que se suele llamar la filosofía de la ciencia, tiene una importancia que debo hacer notar. Sábese que en algunas familias ó grupos de los corales, el eje ó polipero es flexible y aun trasparente, y que se asemeja á las produc- ciones córneas ó epidérmicas, como en las gorgonias, cuyos ejes se han considerado como resultado del endurecimiento de la parte mas esterna ó de la epidermis. El coral común, que tiene las mayores afinidades zoológicas con las gorgonias, se ha debido considerar, á pesar de la gran consistencia de su eje, como producido por el endurecimiento de una parte esterna, puesto que en su interior se hallan corpúsculos semejantes á los que se ven diseminados en todas las partes de la economía. Se encontrará sin duda aquí una aplicación directa de los estudios del desarrollo: en efecto, ¿cómo esplicar con exactitud la naturaleza de las partes sin el auxilio de la embriogenia? Es importante, por lo mismo, tener una idea clara de la natura- leza de las cosas que deban proporcionar las bases de las cla- sificaciones, y solo examinándolas en su origen es como puede llegarse á saber lo que son y en lo que se convierten. Los es- tudios sobre la reproducción del coral, cuyos resultados acabo de dar á conocer, dice el autor al terminar su Memoria, los había emprendido según el encargo que se me dió, con e*l fin de reglamentar su pesca, y en realidad debían lógicamente pre- ceder á las consideraciones prácticas. Ahora me corresponde, si la Academia me lo permite, resumir las proposiciones que 185 he creído conveniente presentar á la administración, parecién- dome que se desprenden naturalmente de las investigaciones preparatorias y científicas, y todas se reducen á procurar que se conserven los bancos de coral, reglamentando previsora y prudentemente la pesca, para devolver á nuestra colonia de Africa una industria que ha pasado enteramente á manos de los estrangeros. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Rijiz.) ) 186 Academia de Medicina y Círujía de Barcelona.— Programa del concurso d los premios del año 1862. Para adjudicar los premios cor- respondientes al año 1862, en conformidad á la disposición testamentaria del socio de número Dr. D. Francisco Salvá y Campillo, esta Academia abre un concurso público sobre los dos puntos siguientes: 1 . ° Escribir la observación puntual y exacta de una epidemia ocur- rida en algún punto de España . 2. ° ¿ Existe como entidad morbosa la fiebre puerperal independiente de la metro-peritonitis P — En caso afirmativo establézcase el diagnóstico diferencial entre estas dos afecciones , espónganse sus causas , plan de curación , y medios oportunos para prevenirla. Para cada uno de estos dos puntos habrá un premio y un accessit . El autor de la memoria que resolviere mejor, en concepto de la Aca- demia, cualquiera de los dos puntos, obtendrá el premio. — El autor de la que sobre uno ú otro de dichos puntos fuere colocado en segundo lugar en virtud de la correspondiente calificación , recibirá el accessit. El premio consistirá en el título de Socio corresponsal de esta Cor- poración y una medalla de oro. Además, si la Academia acuerda la im- presión de la memoria á sus espensas , regalará al autor doscientos ejem- plares. El accessit consistirá en el título de Socio corresponsal. Las memorias que traten del primer punto habrán de estar escritas en castellano; mas las que versen sobre el segundo, serán admitidas tam- bién escritas en latín, italiano ó francés. Las memorias han de hallarse en la Secretaría de gobierno de la Aca- demia el dia 30 de setiembre de 1862. Ninguna memoria vendrá con firma ni con rúbrica de su autor, ni copiada por él, ni con sobrescrito de su letra. El nombre del autor y el punto de su residencia se espresarán dentro de un pliego cerrado, en cuyo sobre se pondrá un epígrafe, que ha de haberse escrito también al principio de la memoria. Los pliegos de las que obtuvieren el premio ó el accessit serán abier- tos en la sesión pública é inaugural de 1863, y sabidos los nombres de sus autores, éstos serán llamados por el Sr. Presidente, de quien recibí— 187 rán, si asistieren al acto, el título de Socio corresponsal y la medalla de oro, ó solo aquel, respectivamente. Después se quemarán cerrados los pliegos correspondientes á las demás memorias admitidas al concurso. Las que vinieren después del 30 de setiembre de 1862 no serán ad- mitidas al concurso. Se invitará públicamente á sus autores á que en el término de un año pasen á recobrarlas de la Secretaría de gobierno de la Academia, mediante los requisitos establecidos; mas si finido aquel plazo no se hubieren presentado los pliegos cerrados correspondientes á dichas memorias, serán quemados en la sesión pública inaugural de 1864. Las memorias admitidas al concurso pasarán al archivo de la Aca- demia como propiedad suya. Los señores socios de número no pueden concurrir á este certámen, pero sí los señores corresponsales. Barcelona 3 0 de noviembre de 1861 .=E1 Vicepresidente, Vences- lao Picas. = El Secretario de gobierno, José Carreras. — Industria de la seda en la isla de Mallorca . Hace algunos años que se hallaba completamente abandonado en esta isla el cultivo de la seda, á pesar de que en otro tiempo habia sido uno de los ramos mas importan- tes de su industria, hasta tai punto que se habían arrancado las esce- lentes moreras blancas silvestres que cubrían su superficie; pero desde 1856 ha vuelto á adquirir un desarrollo rápido y considerable, como lo demuestra el siguiente cuadro. ANOS . Producción de la semilla de gusanos de seda. Onzas. Precio de la semilla. La onza. Producción de capullos. Quintales, Precio de los capullos. La libra. PIES DE MORERAS. 1856 300 , , Rs. 12 á 150 Rs. 7 á 8 7000 á 7500 1857 350 12 á 200 Id. Id. 1858 12500 á 13500 20 á 24 260 12 á 20 9.000 1859 14000 20 á 28 260 12 á 20 Id. 1860 14000 30 á 50 260 20 á 42 Id. 1861 13 á 14000 30 á 45 200 j 20 á 42 Id. A este movimiento ha podido contribuir la influencia de los cultiva- dores del Mediodía de Francia, puesto que muchas casas han establecido en Mallorca un centro de esplotacion. Desgraciadamente el cultivo de las moreras no ha tomado la estension que parecía exijir el aumento de cosecha, y muchos han tenido que mandar traer de grandes distancias 188 hojas de morera, que á consecuencia de la travesía se hallaban en un estado de fermentación perjudicial á la alimentación de los gusanos. Esta circunstancia, unida al fraude escitado por el aumento de precio, que ha ocasionado el mezclar algunos comerciantes con la cosecha local una se- milla estraña traida especialmente de Valencia y de las islas Canarias, ha desarrollado una enfermedad, é introducido la desconfianza en los com- pradores, muchos de los cuales han abandonado el pais sin hacer ninguna operación, aunque los que se han quedado y obraban con prudencia ob- tuvieron buenos resultados. Los mejores capullos de Mallorca se encuentran en Algaida, Porre- ras, Felanitz, Manacor, Santa Margarita y Alaro. Son de color amarillo claro, y su seda es muy fuerte. ( Anuales du commerce extérieur.) — Academias aerícolas y florestales. La de Tharandt en Sajonia y la de Hohenheim en Wurtemberg, figuran en primera línea entre los esta- blecimientos consagrados en Europa á la enseñanza de cuanto tiene re- lación con la agricultura y los montes. Importa mucho conocer en España la organización de tales escuelas, estudiada recientemente por Venancio Augusto Deslandes, comisionado al efecto por el Gobierno portugués, que publicó el informe presentado ( Relatarlo apresentado) en setiembre de 1858. Es de notar que la enseñanza agrícola y la florestal (así dicen los portugueses, y no forestal, como han dado en decir los españoles) se hallan reunidas , resultando de ello ventajas que no pueden desconocerse á primera vista, y en mucha parte dependientes de la identidad de algu- nas asignaturas, así como de ciertos medios demostrativos. Prescindiendo de razones económicas, ó dándoles una importancia subordinada á la pre- ponderante de la instrucción, es indudable que se ganaria mucho adop- tando en España lo establecido en Alemania, donde seguramente se han calculado con detenimiento los buenos resultados de la asociación de las enseñanzas agrícola y florestal, no desmentidos, y al contrario compro- bados por la esperiencia de algunos años. fc — Prodromus floree hispanices . Los profesores Willkomm y Lange, el uno de Tharandt y el otro de Copenhague, publican en la actualidad una obra con el título expresado, y cuya primera parte, que lo es del volumen primero, impresa en Stuttgard, tenemos á la vista. Los autores manifies- tan en el prólogo, que no es su ánimo formar una Flora española , con- vencidos de que solamente los botánicos españoles podrán llevarla á cabo, y se limitan á facilitar por su parte la realización de tan importante tra- bajo, teniendo el suyo por incompleto. En este concepto imploran la in- dulgencia de todos los botánicos, y en particular la de los españoles, cu- yos estudios han utilizado, según lo indican á cada paso en el decurso de la obra, así como en el mismo prólogo, donde figuran honrosamente al- 189 gunos profesores de provincia al lado de los del jardín botánico de Ma- drid. La publicación de este Prodromus no impedirá que entre nosotros aparezca mas ó menos pronto algún trabajo destinado á satisfacer en lo posible una necesidad científica que los botánicos españoles no descono- cen, y en él es de esperar el colorido patrio y la importancia local, que difícilmente pueden lograrse en los escritos relativos á la Península, de- bidos á plumas estrangeras. Si acaso hay en España mas de un botánico que intente realizar tal pensamiento, no redundará de ello perjuicio al- guno, y al contrario podrá ganar la ciencia, sea quien fuere el que se anticipe, y ventajas tendrá también el que se proponga aguardar. — El satélite de Sirio. Una circular de Mr. Peters da la gran noticia de que Mr. Clark, de Cambridge (Estados-Unidos), ha visto con un anteojo de 1 8 pulgadas de objetivo el satélite de la mas brillante de las estrellas fijas. Mr. Bond ha confirmado este descubrimiento? la distancia observada es de 10 segundos. Sabido es que Peters habia sospechado hace mucho, y después de Bessel, la existencia de un satélite que se creia oscuro, porque no se podia descubrir ( Cosmos 19, pág. 17 5), en cuya idea se habia fijado observando las perturbaciones periódicas de las ascensiones rectas de Sirio. En otra comunicación, insistiendo en su opinión primera, dice Mr. Peters que, considerándolo bien, sería posible que el astro tan intere- sante que acaba de descubrirse fuera realmente el satélite de Sirio, cuya existencia fué Bessel el primero que la adivinó. El único astrónomo que antes de Bessel ha hablado de las desigualdades del movimiento de Sirio y de otras varias estrellas es Pond; pero este hacia depender la direc- ción y la magnitud de estos cambios de lugar, sobre todo de la ascen- sión recta y algo de la declinación de las estrellas; no eran, por consi- guiente, las oscilaciones las que habia observado. Por lo demás, no se tardó en descubrir que las variaciones indicadas por Pond no eran debi- das mas que á errores de observación. Así el mérito de haber recono- cido y esplicado los movimientos periódicos de Sirio corresponde entera- mente al gran astrónomo de Koenigsberg. El ángulo de posición de 85° dado por Mr. Bond y los ángulos de 83° y de 86 observados el 20 y 25 de marzo por Mr. Chacornac con- cuerdan bastante bien con la órbita de Sirio calculada por Mr. Peters? según dos sistemas de elementos, á los cuales ha llegado Mr. Peters, la mayor separación occidental de Sirio con respecto al centro de grave- dad del sistema se verificaría en 1866,2 ó en 1869,6. Mr. Le Verrier, antes de publicar la observación de Mr. Chacornac, se habia cerciorado por un cálculo riguroso de la coincidencia de posición entre el astro ob- servado y el astro teórico de Mr. Peters. 190 En el número de marzo del Journal américaine des Sciences et des arts publica Mr. Bond algunos otros detalles relativos á este gran des- cubrimiento. Entre otros nos dice que Mr. Safford ha terminado la dis- cusión de las declinaciones observadas de Sirio, y que el resultado de este gran trabajo ha sido la completa confirmación de las ideas de Bes- sel y de Mr. Peters. Tanto Mr. Safford como Mr. Peters han hallado que el tiempo de la revolución de Sirio es igual á 50 años, y esta conformi- dad tan satisfactoria, obtenida por el exámen profundo de las variacio- nes de las dos coordenadas de Sirio, es tanto mas notable, cuanto que Mr. el abate Calandrelli, en un trabajo cuya argumentación no hemos podido nunca comprender, había llegado á un resultado contrario. Según Mr. Safford, el ángulo de posición observado concuerda exac- tamente con la teoría. La identidad del satélite, puesta en duda un mo- mento, ha llegado ya á esta fecha á admitirse por todos los astrónomos, y á lo mas bastará un año ó dos para cortar esta cuestión por medio de las observaciones. El brillo del satélite se ha valuado por Mr. Chacornac en un diez- milésimo del brillo de Sirio. Según una carta de Mr. Airy, el nuevo as- tro se ha observado también en Cambridge (Inglaterra). Mr. Le Vender nos anuncia que su masa parece que es un tercio ó un cuarto de la masa de Sirio, y que se separa de ella con bastante rapidez. — Incubación de la serpiente Pitón . Las esperanzas que se habían concebido sobre la incubación de la serpiente Pitón en el jardín zooló- gico de Londres han quedado ya completamente destruidas. Es probable que el haber quitado con frecuencia la cubierta que se había puesto so- bre los huevos y los muchos movimientos de la hembra hayan produ- cido cambios de temperatura muy repentinos para que se haya entorpe- cido la salida de los hijuelos que, sin embargo, estaban enteramente for- mados en los huevos, como se ha visto por la disección. El guarda ha tenido que quitar los huevos, y no puede acusársele de falta de cuidado, porque hace 7 años que esperaba la aparición del fenómeno de la pues- ta, y deseaba mucho el resultado de la incubación. La necesidad de qui- tar los huevos era manifiesta, no solo por hallarse en estado de corrup- ción, sino también por el aniquilamiento de la hembra, cuyas dimensio- nes han disminuido un tercio á consecuencia de la privación de alimento por espacio de 32 semanas y del trabajo de la incubación. La serpiente ha opuesto resistencia, irritándose, á que se la quitaran los huevos. ( Moniteur universel.) — Nuevas publicaciones. Mr. Ad. Quetelet ha presentado á la Aca- demia de Ciencias de Bélgica el volumen de los Anales del Observatorio de Bruselas , que contiene su nueva Memoria sobre la física del globo, 191 como también un trabajo de Mr. Encke acerca de la diferencia de longi- tud de los «observatorios de Bruselas y de Berlín. En la comunicación que acompaña á estos trabajos dice: «Tengo el honor de presentar á la Academia, como complemento de la obra Sobre el clima de Bélgica , el vo- lúmen que acaba de publicarse Sobre la física del globo, obra en la que he trabajado con actividad por espacio de mas de 30 años, secundado por un gran número de sabios de este pais y del estrangero.» Ya he pro- curado dar una idea del contenido de este trabajo, que trata sucesiva- mente de las temperaturas del aire y de la tierra, de la electricidad es- tática y dinámica de nuestra atmósfera, ó del magnetismo terrestre con- siderado bajo el punto de vista de las direcciones y de la fuerza de la aguja, de las estrellas fugaces, de los fenómenos periódicos de las plantas y de los animales, y de la teoría de las mareas en nuestras costas. ( Presse scientifique .) —Nuevo cronógrafo. Mr. Lissajous, por sí propio y en nombre de Mr. Schultz, capitán de artillería, ha presentado á la Academia de Cien- cias de París, solo con el objeto de anticiparse, puesto que no se ha colocado todavía, un nuevo cronógrafo, admirablemente construido por Mr. Froment. Este aparato, del cual se esperan resultados verdadera- mente estraordinarios, que podrá servir para medir fenómenos cuya du ración no esceda de 500V00 se&undo, comprende esencialmente: t.° un tambor de 1 metro próximamente de circunferencia, plateado por su superficie esterior, y que se cubre de negro de humo cuando va á empezar el esperimenío, y el cual por medio de una máquina de reloj da tres vueltas en cada segundo; 2.° un diapasón que da .50 0 vibracio^ nes por segundo perfectamente comprobado, comparándole en varios dias con un regulador á la vez eléctrico y astronómico, mantenido eléctrica- mente en su movimiento vibratorio por el procedimiento de Mr. Lissa- jous; 3.° una punta fijada en el diapasón, y que traza una curva sinuosa en el cilindro cubierto de humo; 4.° un pequeño aparato eléctrico que sirve para marcar por medio de un punto que se produce con la chispa de inducción, según el procedimiento de Mr. Martin de Bretíes, el prin- cipio y el fin de cada fenómeno. Lo que caracteriza á este nuevo cronó- grafo es la grandísima longitud que representa en el cilindro la duración infinitamente pequeña del fenómeno, y la facilidad con que se subdivide esta longitud por medio del microscopio. MM. Lissajous y Schultz afir- man que en recientes esperimeníos han medido el tiempo que la bala lanzada por un fusil rayado tarda en salvar un intervalo de algunos cen- tímetros, y añaden que las medidas tomadas con su aparato pueden compararse perfectamente, y concuerdan del todo. —Nueva organización del Burean des longitudes . Un decreto del 26 m de marzo, espedido por el emperador Napoleón, reorganiza bajo un nuevo sistema el Burean des longitudes. Por él se suprimen completamente las plazas de agregados, y todos los individuos son iguales : además, para nombrar cuatro nuevos miembros titulares se han colocado unos frente á otros, y en la misma categoría, á sabios, entre los cuales ha habido acaloradas polémicas. Ahora queda constituido del siguiente modo: 3 individuos de la Academia de Ciencias, que son MM. Lionville, Le Verrier, Delaunay; 5 astrónomos, MM. Mathieu, Laugier, Ivon Villarceau, Faye, Foucault; 3 individuos que pertenecen al ministerio de Marina, MM. Deloffre, Mathieu, N. ; 1 correspondiente al ministerio de la Guerra, que es el mariscal Vaillant; 1 geógrafo, Mr. Peitié? 1 artista con la categoría de titular, Mr. Breguet; y otros dos artistas MM. Lerebours y Brunner. Entre ellos han sido nombrados, Presidente el mariscal Vaillant, Vicepresidente Mr. Deloffre, y Secretario Mr. Ivon Villarceau. — Revista de geología. Los ingenieros Delesse y Laugel acaban de publicar una Revista de geología para el año 1860. Esta publicación, notable bajo muchos conceptos, comprende el resúmen de todos los tra- bajos geológicos que han visto la luz pública en todo el año 1860 en Francia y en el estrangero: Mr. Caillaux dará de ellos un informe ente- ramente especial. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Rdiz. N.° 4.° — REVISTA DE CIENCIAS. -Abril 1862. * CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Nueva determinación de la latitud de Madrid. ADVERTENCIA PRELIMINAR. Perteneciente á la Junta de Estadística, y adquirido para determinar con su auxilio las posiciones geográficas délas ca- pitales de provincia ó de cualesquiera otros puntos importan- tes de la triangulación geodésica del reino, existe en el Obser- vatorio de Madrid un anteojo meridiano portátil, construido por el célebre artista de Hamburgo, Sr. Repsold. Del mérito del instrumento para el objeto á que se baila destinado tuvi- mos ya ocasión de persuadirnos prácticamente en la estación de Valencia á principios de octubre de 1860 ; mas, deseando ejercitarnos en su manejo, á la vez que examinar su estado de conservación antes de emprender una nueva campaña, en el mes de agosto de 1861 observamos con él algunos pasos de estrellas por el primer vertical al E. y 0. del meridiano, y con los datos recojidos calculamos luego la latitud geográfica del lugar donde le babiamos situado, pocos pasos al S. S. E. del salón oriental del Observatorio. Por aquella época no atri- buimos la menor importancia á las mencionadas observaciones, hechas, volvemos á repetir, por via de ejercicio ó ensayo , y sin intención alguna de publicarlas ; pero examinando con TOMO XII. 13 194 macha posterioridad los resultados obtenidos, y cotejándolos con los que por otro método muy distinto dedujo en 1853 nuestro jefe el Sr. Aguilar, no nos ha parecido ocioso de todo punto darlos ahora á luz , siquiera como medio de comparar las ventajas é inconvenientes relativos de ambos métodos. Para facilitar su inteligencia antepondremos aquí algunas breves aclaraciones, remitiendo á quien desee conocer los fundamen- tos del procedimiento por nosotros empleado, cualidades que le distinguen y precauciones con que debe usarse, á los trata- dos de astronomía de Loomis, Sawitsch ó Brünnow, ó á las di- versas memorias que sobre este particular han visto la luz en algunos periódicos científicos. Los cuadros que siguen se dividen en dos clases : en unos, con las letras A, B, etc., están designados por su orden los hi- los del retículo del anteojo, á contar desde un estremo; en los otros con las cifras 1, 2, 3, etc., se hallan marcados los 7 ó 9 hilos centrales dei espresado retículo; y en todos los números de la derecha espresan los tiempos, correspondientes al paso de las estrellas por detrás de los hilos, señalados por un cro- nómetro sidéreo, de cuyo movimiento, durante la observación, podía prescindirse, y cuyo estado absoluto figura allí donde para el cálculo de la latitud es necesario. Estas dos especies de cuadros corresponden á los dos métodos de observación se- guidos: en un caso efectuamos cuatro series de observaciones, invirtiendo dos veces la situación del instrumento; en otro nos limitamos á dos solas series algo mas numerosas que las ante- riores, cuidando asimismo de invertir entre ambas el anteojo: la situación, al N. ó S. del primer vertical, del círculo de pun- tería, montado sobre el mismo eje que el anteojo, sirve para distinguir unas de otras todas las series. Donde después de la observación astronómica figuran cua- tro nivelaciones del eje del instrumento, debe entenderse que la 1.a se efectuó poco antes de comenzar la primera serie de observaciones de pasos, la 2.a después de concluida la segunda serie, y las 3.a y 4.a en épocas análogas á las anteriores, ó sea muy poco antes y después de pasar la estrella por el primer vertical al O. del meridiano. En alguna ocasión también, aun cuando se hicieron dos solas series de observaciones, se niveló 195 cuatro veces, una al empezar y otra después de concluida la primera serie, y dos más al efectuar la segunda. Y cuando hay dos solas series y dos nivelaciones, estas corresponden á épo- cas muy próximas á las primeras. En todos los casos las nive- laciones se hallan espresadas en parles del nivel, según sé le- yeron; pero como cada parte valia 2'r,l , el promedio ó resul- tado final de las dos ó las cuatro se halla ya reducido á segundos ' de arco. Réstanos solo manifestar, para concluir esta advertencia, que las coordenadas de la «. lyrce, empleadas en el cálculo, fueron las contenidas en el Almanaque náutico inglés; y las de las estrellas s1 y s2 de la misma constelación, las que se deducen, para los dias de las observaciones, del catálogo y datos insertos al final de la Astronomía de Loomis. % 196 OBSERVACIONES Y ‘RESULTADOS PARCIALES. Dia 9 de agosto de 1861. * Lyras. ( +N. ' -S. 27,7 24,6 28,5 23,8 4.a +N. — S. 25,5 27,2 26,2 26,5 Promedio de las inclinaciones: -\-V',í. A ^—40° 24' 30r M B 28 ,6 c. . . . . 29 ,3 D.... . 28 ,4 E. . . . . 28 ,5 F. . . . , 27 ,8 Promedio. . . . 28 ,8 i.. .... . +i ,4 í- = 40° 24' 30", 2 199 Dia 13 de agosto de 1861. I ■ V, '• - . -■ . : \*> . r Lyrce. (^.= 39° 28' 24", 5 ).-(Estado—- 45°, 6). Paso por el ü> Circulo al N. 1..... 17h 40m 28s,0 2..... 40 58,0 Q fj • O 0 e ?• 41 27 ,5 4 41 59 ,0 5. . . . . 42 29 ,0 6 43 1,0 7. . T . . 43 32,5 Nivelaciones. 1.a ] 2.a +N. — S. | +N. ■— S. 28,8 26,3 ! 24,4 26,0 24,5 25,6 | 24,2 26,3 Paso por el O. Circulo al S. 1..... 19h 37m 47s,0 2 .... . 38 18,5 3..,, 38 48 ,5 4 .... . 39 19,5 5. . . , . 39 51 ,5 6 .... . - 40 21 ,0 7.810,. 40 50,0 Nivelaciones. Q a j 4 a +N. ' ~S. ; +N. ’-S. 27,8 23,6 : 27,3 24, 28,1 23,2 ¡‘ 28,4 23, Promedio de las inclinaciones : + IT',2. 1.0... = 40° 24' 28", 9 201 Dia 23 de agosto de 1861. *' Lym.— (*= 39° 31f 52”, 4 ).-{Estado = — 618,B)0 Paso por el E. Paso por el O. Circulo al N. Circulo al S. 1 17h 41” 27s,5 1 19h 34” 58\0 2 42 29 ,5 2 36 4 ,3 3 43 1 ,0 3 36 37,0 4 43 32 ,5 4 37 9 ,5 5 .... , 44 4,0 5..... 37 42,0 6... .. 44 36,3 6 38 14,0 7 45 9 ,0 7 38 44 ,5 8 .... . 45 41 ,8 3 • • • 9 • 39 15,0 9.»... 46 48,0 9..... 40 17.5 Nivelaciones . Nivelaciones . í.a 2.a 3.a 4.a +N. -S. + 2! ! t/2 +N. -S. +N. -S. 25,5 26,6 28,1 24,1 30,3 22,3 28,8 24,8 28,0 24,1 26,2 26, B 29,5 23,5 32,0 21,5 Promedio de las inclinaciones : +4", 6 1..... £'=40° 24' 24”, 8 2 24 ,8 3 24 ,4 4 . 24 ,4 5 25 ,1 6 25 ,1 7 24 ,1 8 24 ,1 9. . . . * 24 ,4' Promedio.... 24 ,6 i + 4 ,6 <£=40° 24r 29”, 2 m Dia 26 de agosto de 1861. * Lyrw. — ($" = 38" 39' 39", 4). Paso por el E. Paso por el ©. 1.a serie. — Círculo al N. 4.a serie. — Círculo al N. A 17h 7“ 37s,5 A.. . . . 19h 59ra 18s,0 B. . . . . 8 57 ,5 B..... 57 59 ,5 C..... 10 18,0 C 56 38 ,5 E(l). . 12 25,0 E 54 29 ,0 F 12 47,5 F 54 5 ,5 2.a serie. — Círculo al S. 3.a serie. — Círculo al S. F..... 17h 14“ 16s,0 F 19h 52m 38s,5 E 14 40 ,0 E... 52 17,5 c..... 16 52 ,0 c.. . . . 50 2 ,0 B. 18 22,0 B....« 48 32,5 A 19 32,5 A. . . 47 2,5 Nivelaciones . Nivelaciones. 1.a 2.a 3.a 4.a +N. -S. +N. -S. +N. — S. +N. -S. 26,0 25,8 27,8 24,7 28,0 25,0 27,8 24,7 24,1 27,7 30,0 22,3 30,0 23,0 30,0 22,3 Promedio de las inclinaciones: +3", 7 A...., <^40° 24' 26r,,8 B. .. C. ... E. . . . F. . , , Promedio. . i 26 ,3 n ,8 27 ,6 27 ,0 27 ,1 3 ,7 ^40° 24' 30f',8 (!) La observación 1) resultó incompleta, y ha sido suprimida. m RESUMEN. FECHAS. Estrellas observadas. Núm. de observ . Resultados obtenidos. 9 de agosto. . . * Lyrce. 20 ©o©oo^c©©s©cí> rom 707,42 mil] 705,29 708,00 Id. á las 9.. .................... . 707,86 705,51 708,07 Id. á las 12 707,89 705,13 707,17 Id. a las 3 t. 706,36 704,46 706,01 id © H 1.3.S 0 e ese ft 9 • c 9 t a • » 706,30 704,59 705,87 0 11 • »«®AO0Í'OO*©©*<¡»«®OO9 706,96 705,56 706,82 Id. á las 12. ................... . 706,67 705,95 707,15 Am por décadas .................. mili 706,99 íara 705,21 inm 707,01 A. máx. (dias 1, 20 y 21). . . ....... 710,89 711,09 711,12 A. mín. (dias 10, 12 y 29). . 700,86 698,90 703,13 Oscilaciones. .................... 10,03 12,19 7,99 Ara mensual. •»••« •«».»•«■» •*»•••« » rara 706,40 » Oscilación mensual ............... I) 12,22 » TERMÓMETRO. ti l si s 6 na • Id. á las 9 Id. á las 12 \ ,n década. 2.a 5.a 6°, 8 11 ,5 13 ,7 17 ,3 13 ,0 11 ,7 10 ,2 4o, 8 9 ,7 13 ,1 14 ,4 12 ,5 9 ,2 6 ,9 ir ,7 17,4 22,1 24,3 20,7 17,6 14,9 Id. á las 3 t. Id. á las 6 . Id. á las 9 n. ............. . Id. á las 12 . ................... Tm por décadas . ................ Oscilaciones. ................... 12°, (i 20 ,9 10°, 1 26 ,9 18°, 4 22,4 T. máx. al sol (dias 7, 19 y 20, 26).. T. máx. á la sombra (dias 8, 20 y 27). Diferencias medias T mín. en el aire (dias 5, 14 y 22). . . . Id. por irradiación (dias 5, 14 y 22). . Diferencias medias. Tm mensual .................... Oscilación mensual .............. 3 3% 8 23 ,9 8 ,8 34°, 4 24 ,7 8 ,8 40°, 2 30,2 8,4 3o, 0 -0 ,2 1 ,6 » » - 2o, 2 — 7,0 1,7 13°, 7 32*4 70. 8 3,2 1.8 » , >. PSICRÓMETRO. i década. 2.a 5.a //rn al as 6 m. .................. 91 89 81 Id. á las 9 .................. . 73 73 69 Id. á las 12. .................... 63 64 34 -^CÍ» (1 {¿••••®«a«eí>©®oe*»©ee*o 36 62 47 Id. á las 6. 62 68 36 Id. á las 9 n. 74 77 62 Id. á las 12. ................... . 78 82 71 Hm por décadas. . > ^ . 71 74 63 Hm mensual » 69 » ATMÓMETRO. na ni rnm inm Em por décadas 3,0 3 0 O 9 u 3,0 E . máx. (dias 4 y 7, 14, y 28) 3,9 3,7 8,9 E. mín.(dias 2 y 9, 11 y 13, y 30)... 2,0 0,7 1,2 E mensual » mna 3,9 PLUVÍMETRO. D A U ^ (1 íj 1 1 íl V 1 ^ Agua total recojida Id. en el dia 30 (máximum). .............. ANEMÓMETRO. o e » \y . .. 29mm,4 . - . 10 ,1 Vientos reinantes en el mes (1). N 37 horas. S 123 N. N. E.. ..... . 42 s. s.o. ....... 28 N R J. i • i-i «•••• <•«« »«i » 33 S. 0... 32 E. N. E.. 37 O. S. 0. 20 E 44 0 11 E. S. E. ...... o 39 O. N. O 13 S.E 78 N. O ...... 73 s s R 40 N. N. O 9 (I) Faltan 9 horas, corrrespondientes al dia i 7. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en Altitud del Jardín de la Universidad, ó distancia al nivel del mar, 686 metros ó 2.462 pies. PRESION AT correjida de capilaridad ^ ESTACIONES METEOROLÓGICAS A las 9 de la mañana. DEL AÑO. medias íes. i 1 vrt s ue cor- len. i *5 'a ^8 O O CJ o l C O) a en es Cj =3 C¡ W3 .2 g c/d a Cj c C/3 CJ a .2 8 5? P CJ « B. c n cj ¿ es t* en 1? .2 Ú en a o c as á qi responc scilac. suales . c- u» 0- o E- Q- Q O /Dic. 1860 702,8 711,5 31 693,8 8 17,7 INVIERNO ] Enero. ...... 705 1 7 IR1) 26 694,2 6 22,0 ( Febrero. ..... 704,8 711,1 2 691,7 10 19,4 MEDIAS INVERNALES. . . 704,2 712,3 693,2 19,7 /Marzo. ...... 707,6 712,3 2 696,2 25 16,1 PRIMAVERA.. . . Abril 702,3 707,9 8 694,6 21 13,3 (Mayo. ...... 700,7 70 5,4 14 694,2 8 11,2 MEDIAS PRIMAVERALES. . . 703,5 708,5 695,0 » ' n 13,5 /Junio. ...... 703,2 708,0 11 696,9 7 11,1 ESTIO. ........ Julio. ....... 704 4 706,9 30 799,0 5 7,9 ( Agosto. ... . 707,1 709,5 23 704,5 16 5,0 MEDIAS ESTIVALES ...... 704,9 708,1 700,1 8,0 / Setiembre .... 706,5 711,0 13 699,7 30 11,3 OTOÑO . Octubre. .... 704,6 709,0 13 698,3 29 10,7 ( Noviembre... . 705,7 710,3 26 697,3 17 13,0 MEDIAS AUTUMNALES. . . 705,6 710,3 698,4 11,7 MEDIAS ANUALES . ...... 704,6 709,8 696,7 _ 13,2 Diciembre de 1861............ 704,6 712,4 12 692,0 20 20,4 la Universidad literaria de Granada en el año de 1861 Latitud 37° 11' 10" N.; longitud del meridiano de Madrid 0o, 3' E. MOSFERICÁ, á 0o y en milímetros. A las 8 de la tarde. Alturas medias mensuales de- ducidas de las de las 0 y de las 5. \ \ Presiones medias 1 mensuales. Presiones rnáxi-f mas. g Dias á que cor-j responden, \ - / Presiones míni- mas. i 1 Dias á que cor- i responden. 1 s G o> S a V3 O O en O ' 702,5 702,3 710,9 30 695,0 24 15,9 704,0 702,9 713,6 25 693,7 14 19,9 704,1 703,5 709,5 2 691,1 10 18,4 703,5 702,9 711,3 693,3 18,1 705,9 704,2 710,1 3 694,3 24 15,8 701,7 701,0 705,1 8 692,7 21 12,4 700,2 699,7 703,7 13 691,7 7 12,0 702/» 701,6 706,3 692,9 13,4 703, í 703,0 704,4 25 696,9 7 7,5 703,7 703,1 706,2 8 698,6 5 7,6 706,5 705,8 707,5 23 704,3 11 3,2 704,4 704,0 706,0 699,9 6,1 706,1 705/ 708,1 4 698,1 30 10,0 703,9 7 03,4 707,6 13 698,3 28 9,3 705,1 704,5 708,7 26 696,1 17 12,6 705,0 704,5 708,1 697,5 10,6 703,9 703,3 707,9 695,9 12,1 703,9 703,3 711,4 1 690,4 20 21,0 TOMO XII. 15 Siguen las observa TEMPERATURA DE LA ATMOS ESTACIONES METEOROLÓGICAS DEL AÑO. (Dic. 1860.. . INVIERNO. .. . Enero...... ( Febrero. . . . . MEDIAS INVERNALES. . . . ( Marzo. . . . . . PRIMAVERA. . © | Abril (Mayo. ..... MEDIAS PRIMAVERALES. . j Junio. ESTÍO . J Julio ! Agosto MEDIAS ESTIVALES. ¡ Setiembre. . . OTOSO. ....... j Octubre.. © . . ( Noviembre. . . MEDIAS AUTUMNALES. . . MEDIAS ANUALES.. Diciembre de 1861........... Las 9 de la mañana. Temperaturas me-\ dias á las 9. \ (Mayores ternp. á I í esta hora. | Días á que cor- f responden. Menores temp. áí esta hora. 1 Dias á que cor- 1 responden. | Diferencias estre- i mas. / 9,1 14,3 26 3,9 18 10,4 3,8 10,4 í 1,2 9 9,2 6,9 10,3 17 4,3 8 6,0 6,6 H,7 4,8 8,5 10,6 15,6 8 5,1 •> 10,5 12,4 18,5 7 8,0 12 10,5 17,5 26 12,1 11 11,4 13,5 19,2 8,4 10,8 22,8 27,3 14 18,8 9 8,5 24,7 30,0 21 19,7 15 10,3 26,2 30,4 8 21,6 i 8,8 1 m - 2 M 29,2 ¡ 20,0 9,2 21/5 26,5 7 15,1 27 ! H,4 16,8 23,0 3 ¡ 10,5 31 12,5 12,2 i 18,0 j 12 8,4 29 9,6 16,8 j 22,5 1*,3 11,2 15,4 20,7 11,1 9,9 7,6 12,2 1 11 5,4 8 1 6,8 dones de Granada . m FERA EN GRADOS CENTIGRADOS. AIRE A LAS HORAS DE TEMPERATURA del aire EN TODO EL DIA. Las o de la tarde. Temperaturas me«\ dias á las o. Mayores temp. á esta hora. Dias á que cor-í responden. Menores temp. áí esta hora. & Dias á que cor-] responden. Diferencias estre- ñías. / Temperatu- ras medias máximas. Temperatu- ras medias mínimas. 10,7 13,5 29 5,8 18 7,7 13,5 5,7 10,0 16,8 31 5,8 17 11,0 11,5 1,9 11,9 17,3 14 5,2 8 12,1 13,5 3,5 10,9 15,9 5,6 10,3 12,8 3,7 19,0 24,3 21 12,0 23 12,3 20,2 6,1 19,2 25,6 5 9,9 15 15,7 21,3 8,1 22,4 30,2 18 12,2 8 18,0 26,1 10,0 20,2 26,7 11,4 15,3 22,5 8,1 27,9 33,3 25 20,9 7 12,4 30,2 14,5 33,0 37,1 18 25,8 15 11,3 34,8 17,1 33,8 37,6 8 28,2 30 9*4 1 | 36,1 22,1 31,6 36,0 25,0 11,0 | 33,4 ' 17,9 28,2 33,2 6 20,5 26 12,7 30,2 15,2 21,4 25,2 10 14,8 27 10,4 | 23,3 12,8 15,7 20,9 12 9,5 16 11,4 17,0 8,4 21,8 26,4 14,9 11,5 23,5 12,1 _ 21,1 26,3 14,2 12,0 23,1 10,5 11,5 14,1 3 8,3 14 5,8 1 12,8 4,3 228 Siguen las observa ■K-nmiiwi ir " " : "ii TEMPERATURA DE LA ATMOS TEMPERATURA DEL AIRE EN TODO EL DIA. ESTACIONES METEOROLOGICAS DEL AÑO. Temp. medias mcn-\ suales diurnas. ^ Mayores tempera- turas máximas. Dias á que cor- f responden. í 1 L. 'b S, a 3 o o CZ . o a .s s S Dias á que cor- » responden. Diferencias eslre- mas diurnas. / /'Dic. 1860 . . . 9,6 18,3 25 1,1 16 i 7,2 INVIERNO Enero 6,7 14,9 31 — 0,6 21 15,5 ( Febrero 8,5 18,5 23 LO 26 17,5 MEDIAS INVERNALES. . . . 8,3 17,2 0,8 16,7 ¡ Marzo 13,2 25,2 22 2,3 1 22,9 PRIMAVERA. .. Abril 14,7 27,0 6 3,3 12 23,7 I Mayo 18,1 32,0 18 6,0 15 26,0 MEDIAS PRIMAVERALES. . 15,3 28,1 3,9 24,5 i Junio. 22,1 34,1 26 9,4 9 24,7 ESTIO ■ Julio . 25,9 37,9 25 12,9 16 25,0 ( Agosto 29,1 38,5 8 17,8 31 20,7 MEDIAS ESTIVALES 25,7 36,8 [ 13,4 23,5 i Setiembre. . . . 22,7 34,9 7 10,5 27 24,4 OTOÑO ........ Octubre 18,1 28,8 2 7,3 31 21,5 ! Noviembre. . . 12,7 21,5 13 4,9 30 1 6,6 MEDIAS AUTUMNALES . . . 17,8 28,4 7,6 20,8 MEDIAS ANUALES 16,8 27,6 6,4 21,4 Diciembre de 1861 * 8,6 15,5 10 2,2 26 13,3 dones de Granada. FERA EN GRADOS CENTIGRADOS. TEMPERATURAS ESTREMAS. Termóm. de máxima al sol. Termóm. de mínima en la yerba. \ Medias máximas al sol. i Mayores temp. má- \ ximas al sol. / y Dias á que cor- responden. / , \ Temp. inedias mí- nimas en la ver- ba. Mayores tempera- J turas mínimas en jf la yerba. [Ma- [ jo r /rio.) y Dias á que cor-1 responden. 1 1 Diferencias estre- ñías del dia á la noche. / 18,8 29,5 30 3,9 “ í,8 12 31,3 23,6 33,0 30 — 2,2 -4,7 23 37,4 22,5 33,9 . 1 0,4 -2,4 25 36,3 21,6 32,1 0,7 3,0 35,0 29,6 38,8 11 M ~1,6 15 0,4 29,7 38,5' 7 4,9 -1,8 12 40,3 33,4 41,1 30 7,7 5,1 9 36,0 30,9 39,5 4,7 0,6 38,9 41,8 48,2 30 12,1 7,0 9 41,2 47,4 52,5 18 14,0 9,8 4 42,7 46,5 59,0 3 16,6 14,9 31 44,1 75,2 53,2 14,2 10,6 42,7 41,7 48,2 6 12,3 i 7,8 27 40,4 30,5 39,5 3 15,5 5,3 31 34,2 23,7 32,5 12 9,5 i —2,0 30 34,5 32,0 40,1 12,4 3,8 36,4 32,4 41,2 8,0 3,0 38,2 19,2 25,9 3 2,0 1 — 0,8 26 26,7 / 230 Siguen las observa ESTACIONES METEOROLOGICAS DIRECCION DEL VIENTO. Dias que sopla de los cuadrantes. A las 9 ele la jnaiiana\ A las 3 de la tarde. DEL AÑO. w H CG S. 0. 1 • O w s ' W CG O CG *> O ¡¿í / Dic. 1860. . . . 6 1 12 9 _ 1 r 5 21 4 TNVÍF/RNO . 5 Enero 21 1 9 7 14 )) 3 a ( Febrero 9 7 9 4 6 1 13 7 MEDIAS INVERNALES .... 36 9 23 20 21 6 37 Ti rMarzo 16 ~T ”~3 8 11 1 5 "Ti PRIMAVERA. ..¡Abril 9 7 9 4 3 3 16 8 ( Mayo 8 9 í 0 4 » 4 21 S' D MEDIAS PRIMAVERALES. . . 33 20 22 16 14 8 42 25 í Junio. ...... 9 ~ 15 o » » 27 2 ESTÍO. 1 Julio 1 0 0 131 9 1 4 V Agosto 9 16 5 i 4 26 1 MEDIAS ESTIVALES. .... 28 22 26 16 2 4 68 17 1 Setiembre. . . . 14 12 3 1 ~~3 i 15 Ti OTONO { Octubre 6 15 l *1 6 3 6 19 o. O \ Noviembre . . . 3 6 19 2 » 16 12 9 MEDIAS AUTUMNALES. . . . 23 33 "26 9 6 23 46 Té MEDIAS ANUALES 120 184 97 61 43 41 193 77 Diciembre de 1861 ♦ 15 8 6 T~ 10 13 7 1 dones de Granada. 231 \ HUMEDAD DE LA ATMOSFERA. Vapor del aire A las 9 de la mañana. .—Psicrómetro. A las 5 de la tarde. LLUVIA. Pluvímetro. \ \ Tensión del va- ' por en mili- , Fracción de sa- ^ turaciou. 1 Tensión del va- i por en mili- J metros. f turacion. / Dias de lluvia. Agua recojida en milímetros. 7,74 0,83 8,48 0,80 16 173,3 5,40 0,79 6,06 0,66 5 52,8 6,46 ’ 0,80 7,02 0,67 ! 9 59,9 6,53 0,81 7,19 0,71 30 286,0 7,02 0,68 6,37 0,40 5 52,8 7,85 0,63 8,17 0,49 8 66,3 9,36 0,62 10,17 0,52 9 50,6 8,18 0,65 8,24 0,47 22 16 9,7 10,29 0,50 10,69 0,40 1 3,1 11,96 0,53 11,44 0,33 )> )) 14,37 0,57 13,76 0,38 ” )> 12,21 0,53 12,00 0,37 1 3,1 10,65 0,57 9,97 0,37 1 3,1 10,88 0,76 11,07 0,59 7 51,7 8,85 0,82 9,79 0,76 9 69,2 10,13 0,72 10,28 0,57 17 124,0 9,26 0,68 9,43 0,33 70 582,8 7,07 0,86 7,7 8 0,76 13 96,9 m Temp. media á las 9 de la m. Id. media del dia. ......... Dias de lluvia Agua recojida Presión media barométrica. ANOS DE OBSERVACION. 1 856. 1857. 1858. 1859. 1860. 15,0 15,1 16,1 15,0 15,7 15,9 15,3 16,7 15,7 16,3 72 70 75 63 67 mm mm mm mm mm 1093 566 1226 1145 422 703,6 703,4 701,4 702,8 702,5 NOTAS. í .a El barómetro desciende mas que sube sobre la media de las 9 de la mañana, y de las 3 de la tarde en sus indicaciones estremas? y las diferencias en estos casos decrecen del invierno al estío para crecer en el otoño. Las oscilaciones son mayores por la mañana que por la íarde? y decrecen del invierno en adelante. 2. a La suma de los dias que la veleta señala la dirección del viento de cada cuadrante es menor que la de los meses, por faltar algunas ano- taciones. 3. a La tensión y la fracción de saturación del vapor de agua que hay en el aire se han calculado con arreglo á las tablas que acompañan á los psicrómetros construidos por Lerebours* *. los dias en que la batista * aparece endurecida por el hielo, no se cuentan para la media mensual. 4. a La temperatura media de Granada durante el dia es casi igual, con la diferencia de algunas décimas, á la media de las 9 de la mañana. Las temperaturas medias mensual y anual difieren de la media de las máximas y mínimas absolutas, aunque no mucho. La diferencia entre el mayor calor al sol (59°,0 del 23 de agosto), y el mayor frió en la yerba (4o, 7 bajo cero del 23 de enero), es de 6 3o, 7. 5 a Las observaciones meteorológicas se hacen desde el mes de julio del año próximo pasado, tanto en esta Universidad como en otros puntos del reino, con aparatos remitidos por la Dirección de las operaciones geodésicas de la Junta genetal de Estadística, á la que se envían los cuadros mensuales y un parte telegráfico todos los dias con las principa- les afecciones atmosféricas. La pronta y bien entendida organización que la mencionada Junta ha dado á ios trabajos de meteorología permite 233 esperar confiadamente que no pasará mucho tiempo sin que veamos au- mentado el material científico, aunque no sea mas que con un anemó- metro registrador , cuya falta se echa bien de ver en este resumen. 6.a Los aparatos, escepto la veleta, están en el espacioso jardin de la Universidad. Manuel Fernandez de Figares. m oo <— < r- oo oo *-« OO *-553 CML- «5 £ *5>3 E— — I H ^asH OO -«5 WOC01C50 t- t- r- L- t- t- 6Í5 C«(?I E- w-jí crí ^ co to sí *^T CM SI SI GM SI S? «OOiííOOOO WOOOvííO ©31 í' ^ ^ t\ fOOSr^OOOíO ©1 tH ©5 OO L'' OO ce ce O a a> Um CJ (Tj 5 vi) (3* 6 g i) •9 $ tari fif) © B®< © SS* eg 9 (N!>;-Oí^O© c ^ í© ©5 *aü *-sfl E— fl *5¡Te-" O r-- ‘■a#' t-T «o m e "-o w ¡o e- t— t- e- t— e— OO O 00^5# ® t- cOO £© COJO oíoo ©í ©? ©í ©I ©í ©^ ©3-E- o© — « e© o© _ „u r-i «— 05 O0 ©3 C© ¡2 .- ^ ^ «v ^ «v r> fíSl »35H O 50 *— i . ©q c-5 r^« oo 5 a u v-5 O 20 Q¿ O es p <©— co -O O •id _ CC5 oo s id CD >£3 f=¡ c& ©i c© ©i — i oo r- _©r^!©OOGO l> i> I> l> ®> r-l OO 05 OO ©I e©s C© OO í© ©T C© OO ©5 ©I ©I ©I ©3 o®. Cáí OO oo oo r-i © 5© © o; « OOOOOMOIn OO oí ©3 C© ©Tí© ©i rH ©i oo e— r- oo oo” tí a o o <-> ja ja 3 CJ OO OO c© E- C© E- eo ^ ír^ c© oo" ©3 ( ©3 OO c© E-¡ ._ © W> _ e© a o 5 ~ « J2 3 tí -3 OI ©C0 00©00!> _ G© ©5 OO ©3 I© *»« 3 r. >. «N ^ c OO OO o> OO - C© 1© «© c© S© ÍO E-» !©> !©= ET^ !©■ L" o eo 2© SO v-3 oo 5 oTc© oo" ;©" oo" OO ©í ©3 ©3 ©3 ©3 CD cc f id cc S «id cr5 ■s; — 1 a c& -§ 1^» «—i 05 os ® O» _OT©f^©JI>© d r r- r> r. r. ^ 3 «sH OO ©3 í— i í© 05 = e© s© c© c© í© í© í©> i©« r-« i©> »«S3 05 ÍT"" OO S© °oT c©"rí :© ©i" “-oT ©8 ©3 ©I ©3 ©3 ©3 E^< 00 O© vsH o «sH oo oo 05 oo o^ | oíoo' i©* o — * !©■ í— i OO - ©s f~-' ©Hfoeo ¡2 rv r\ c" 'v ^ 'v a oo o ^ oo c© a© c© ?© a© s© ro« 2©" t'" i'’ £©“ a© íí^mí t^oo^®^ ®ír^ »>sH e© a© ©i ©3 ©5 ©I ©3 ©3 ©3 oí© ©3 *^5¡ ©3 OO ©3 ©3 ©3 ©I ©3 ©3 C¡ X *rt ce cz © ! á.s . tS-‘" 1 ¿5 ^5 ^ ^ © © © © 2 8 d ^ .2 ’S *5-5 ¡* ‘2 "o -© *5 C0‘© — o ■a © > S CAS J3 O o -© © -o c pH O © ■© © tí © 23 © cc *© © o © © 2 53 © es © 3—3 © © tí. a© oo" oo ir- oo O oo ^3 OO ©3 OO ífi f-l ^*^3 <50 05 oo" 05" ©3 ©í 00" ©Í ©3 ^=h ©3 o© a© r— 3 ” OO tí sd c o y o 3 t-á o en ir- o O 05 ©3 oo c© a© t— t— 05' *>5*3 00" os ©T rí f í c© ©3 a o w a© f-H a© ©3 «=Í3 05 T— 1 L— ?© GM ©íes" — c©" 00" oí ©I ©3 05 OO 05 cS '"O 0 m 1 d m © -cO 05 C« © C/5 © Sto . _ ce g ce © g ce •»-i “ .~ •— < ~ .— - X tí ■© K< a ”3 -ce © -ce-— 1 © *~5 *¡55 >s^ «a ’OÍ ^ P?E¡ e*í¡ ¿O; E¿q rtü ce © te ce © © Cu CS > 'S ■© m © H ce > •— 1 ce © — tí ce tí © 2 © tí # 2 «2 . © © 2 ® © es a -© b cS H "í H fcj CS s © tí — 0 O'd 2 K eS tí £«d w .2 0 f— « — e= O CS © tí © O ^ c« H w 0- ce tí © tí ce tí c O © g’S ^ ce =*.2 ec tí ^© © tí C ^ 2 ^ C3 «p-4 2- © © tí tí © © tí tí ce © © 1 C/3 "tí S°B7í0" í 5°39'0" I 5°37'20r'| 5°35'0" I 5°34'40"| 5°34'40" I 5°35'20" ^ ^ ^(N^MOOO V CO SO CO CM ©í cS N3 S-. -s* QJ =5 ~ ~ ~ ©í tu C O . w irecci nedia o ~ ~ OO O O a O ® •o « — . >>■ H O s_ H *-< Q3 O OT O g -Q ■< ‘E3 O *5?^ S (2=5 = es ^ *>— < O F— « > s< J O a < -S > J >*«•- - 236 Quince fueron los dias en que llovió durante el mes de octubre. En los 6 primeros del mes, á pesar de haber aparecido cúmulo-estratos á cosa de las diez de la mañana y nimbos entre dos y seis de la tarde, con todo, solo el l.° llovió entre dos y cuatro de la tarde, y cayó una ligera llo- vizna cerca de las doce del 5. Dominó en estos dias E. S. E. suave con alguna ráfaga de E. 3N. E» moderado. Del 6 al 22 ocurrieron diez dias de lluvia, habiéndose en los demás visto llover en algún punto del hori- zonte. El 6, á eso de las doce, corrian con diferente velocidad nimbos arrastrados por el viento S. S. E. y cirro-cúmulos por el E.s un grupo de estos al pasar en frente de otro mayor de nimbos, visiblemente mu- cho mas bajos, fué atraido después de haberse parado por un corto in- tervalo, y en una masa común siguió el rumbo á O. El 7 por la tarde llovió copiosamente, eran frecuentes los truenos, y se oian después de 20’' á 30'f de vistos los relámpagos. El 10, á cosa de ¡as dos y cuarto, vino de 3N. N. E. un fuerte chubasco, cuyas gotas se parecian á granizo derretido, y al parecer caia una que otra piedra; á la media se repitió el chaparrón, sin que en uno ni otro se percibiera descarga ninguna eléc- trica; á eso de las cuatro, cambiado el viento en S. E., empezaron los truenos, cayendo un copioso aguacero. En algunos de estos dias lluvio- sos, los cúmulo- estratos, que suelen aparecer ai S. E. cerca de las diez, se presentaban con anticipación, unas veces en su lugar acostumbrado, otras al N. y algunas en ambas partes. Terminó este período de lluvias con un fuerte chaparrón seguido de una lluvia suave el dia 22 á las seis de la tarde. Los vientos que con mayor frecuencia soplaron fueron los de N. N. E., ya suaves ya moderados, N. E. moderados, y alguna que otra vez los de O. Del 22 al 28 reinaron los mismos vientos á poca di- ferencia, presentóse el cielo varias veces cubierto, ora de cirros, ora de cirro-cúmulos, y con todo no se observó amago ninguno de lluvia hasta la noche del 27 ai 28, en que llovió copiosamente. En los cuatro últimos dias se tuvo también lluvia por la mañana y la tarde del último, á la influencia de los vientos del E. S. E. al N. E. Seis fueron las oscilaciones barométricas del mes, cuyos dias de du- ración guardaron la relación 4, 6,< 5, 6, 4, 6. La de mayor amplitud fué la cuarta, y la de menor la tercera; ésta contó 0mm,25 de diferencia en- tre máxima y mínima, y aquella 3mm,00. La mayor altura á que subió el barómetro, 76ímm,47, tuvo lugar fuera de su hora de costumbre, el 10 á las seis de la tarde, al reinar la temperatura 2 6o, 2 y E. suave bajo un cielo lluvioso. La mínima fué 753mrn,83, y ocurrió á las dos de la tarde del 1 7, dia casi del todo despejado por la mañana, y completamente cubierto y lluvioso por la tarde: el viento dominante en la hora de mínima fué N. moderado, habiendo reinado en lo restante del dia S. O. suave. 237 En las variaciones termométricas de este mes se contaron unas cua- tro oscilaciones, de las cuales la primera duró unos 1 1 dias, 5 de incre- mento y 6 de descenso. El máximo á que subió la temperatura fue 30°0, y tuvo lugar el 17 á las doce bajo la presión 754,58, cuando empeza- ban á aparecer los nimbos que mantuvieron la tarde encapotada. Notóse la temperatura mínima, 2 2o, 8, á las seis de la mañana del 20, cuando el barómetro media 757mm,9 7 de presión, reinando S. apenas perceptible en una atmósfera casi despejada. Nada decimos acerca de las observaciones magnéticas, por estar be chas con condiciones poco favorables. Esperamos que con otras suficien- temente exactas dentro de algunos meses podremos contribuir al adelan- tamiento de este ramo, tan importante para la ciencia no menos que para la marina. Estáse al efecto construyendo un nuevo observatorio que reúna los requisitos necesarios á observaciones de semejante naturaleza. Tenemos además instrumentos de suma precisión, mandados por el Excmo. Sr. D. Eduardo Sabine, general de artillería de la Gran-Bretaña, quien junto con las debidas instrucciones tuvo la bondad de remitirnos la suntuosa y magnífica obra de las observaciones magnéticas hechas en el Cabo de Buena-Esperanza, Santa Elena, Hobarton y Toronto, obte- nida á propuesta suya del Gobierno de S. M. B. para nuestro colegio.^ Habana l.° de noviembre de 1861. (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Ruiz.) CIENCIAS NATURALES. QEOliOCmA-. Memoria sobre el Pichincha , volcan de la América meridional , escrita y dirijida á la Real Academia de Ciencias de Madrid por D. G. de SainquirigS y Ayesa, (Quito, 20 noviembre A 859. ) Llegado cuatro años hace á estos países, desde el momento en que observé sus particularidades geológicas, debidas sin duda, según el sistema del célebre Leopoldo de Buch, á los respiraderos de los muchos volcanes existentes en ambas cor- dilleras, occidental y oriental, de esta sección del Continente americano, los cuales, al combinar sus fuerzas, producen los dos inmensos cóncavos circulares comprendidos desde el Chimborazo hasta el Puracé, en Nueva-Granada, por medie de los volcanes, ora activos ora apagados, pero siempre para- lelos del Carahuairazo y Tungurahua, Ilinisa y Cotopaxí, Cora- zón y Antisana, Atacazo-Pic hincha y Cincholahua , Cota- cachi é Imbabura, nació desde luego en mí el deseo de em- prender algunas ascensiones á los principales volcanes del Ecuador. La llegada á esta república, hace algunos meses, de mi amigo el célebre geólogo aleman Dr. Mauricio Wagener, parecía proporcionarme una feliz oportunidad para iniciar mis espedicio- nes y observaciones; mas desgraciadamente, á consecuencia de las revueltas políticas que están desgarrando las entrañas déla república del Ecuador, regresó dicho geólogo precipitadamente á su patria después de una corta espedicion que hizo al Pi- m chincha durante mi ausencia de esta capital. Así es que por no dejar mas tiempo en proyecto mis deseos, resolví efectuar por mí una visita orográfica al precitado volcan, habiéndoseme unido al efecto Mr. Bucalow, ministro de los Estados-Unidos en esta república, el súbdito inglés coronel Slacey, y el fotó- grafo de Nueva- York, Mr. Farrant, cuyas máquinas nos sirvie- ron para sacar con exactitud una vista interior del volcan. Tal visita será, pues, el objeto de esta Memoria, que me permito someter á la superior atención de esa Real Academia, como sincero aunque indigno homenage del respeto que la pro- feso, por ser la iniciadora del desenvolvimiento verdadero de las ciencias en nuestra querida España. ¡Así me aguijonean mis afecciones patrias ! Boucher y La Condamine en 1742 fueron los primeros que llegaron á la orilla del cráter del Pichincha. El Néstor de los naturalistas modernos, Alejandro de Humboldt, en 1802 as- cendió dos veces por la gigantesca masa de clolerita que forma el borde oriental del volcan; y 30 años después Mr. Boussin- gault siguió la misma senda. Hasta 1844, en que lo verificó Sebastian AYisse, nadie habia bajado hasta el fondo; y en 1845 descendió este de nuevo, acompañado del distinguido ecuato- riano D. Gabriel García Moreno, para levantar el plano topo- gráfico del volcan. Nuestra reciente ascensión lia sido, pues, la sesta que se ha verificado en el espacio de mas de un siglo. «Así como en el mundo orgánico, dice el venerable Hum- boldt, cada paso que se da adelante para descubrir mejor la estructura de los órganos y el desarrollo que les es peculiar, arroja una nueva luz sobre el conjunto de los fenómenos vita- les, ásimismo se refleja el conjunto de vida volcánica en la ima- gen fiel de cada monte ignívomo.» Al esclarecer el estado y situación de alguno de los cráteres que forman el grupo mas septentrional de los volcanes de la América del Sur, contri- buiré acaso á confirmar la opinión de que en los últimos tiem- pos la actividad volcánica se ha dilatado en dicho grupo en dirección de N. á S. Empero, para descubrir el lazo que une los fenómenos volcánicos, y esponer estos en su conjunto, for- mando un capítulo de la historia aún inédita dei cuerpo ferré- 240 queo, menester es dedicar á tales fenómenos una observación atenta, que no nos será posible llevar mas allá de la época de la conquista. Al lanzar una mirada general sobre la configuración de los Andes, fácil es convencerse de que no existe efectivamente la bifurcación de la cordillera, sino en el espacio comprendido entre 3o 15r de latitud austral v 2o 20r de latitud boreal; esto •« es, entre las serranías de Loja, provincia la mas meridional de esta república, y las que dan origen al magestuoso Magdalena en Nueva-Granada. Al N. y S. de estas paralelas, los Andes se dividen en tres ramales de dirección menos regular; pero el valle que se estiende entre ellos tiene 65 millas geográficas de largo de 15 al grado, y solamente 5 millas de ancho. Los An- des con sus dos cordilleras forman dos círculos casi completos, cuya unión se verifica en el Chimborazo, en el nudo de Tio~ pullu á 7 leguas al S. de Quito, y en el Puracé, cerca de Po- payan. De las mesas que forman este valle, las tres meridiona- les, Cuenca, Llactacunga y Quito tienen 2.632, 2.572 y 2612 metros de altura, cuando al N. las llanuras de Pasto ascienden á una altura de 3.218 metros, volviendo mas al N. (en Alma- guer) á declinar otra vez el valle hasta 2.268 metros. De las cadenas trasversales solo el Asuay, entre Riobamba y Cuenca, merece llamar la atención por su altura de 4736 metros. El Pichincha, objeto especial de esta Memoria, puede verse sin refracción á una distancia de 34 millas geográficas de 15 al grado, sin embargo de que su altura no es sino de 2.430 toesas. Forma con el Chimborazo, el Iliniza, el Corazón, el Colacachi y el Puracé la cordillera que cierra al occidente el valle longitudinal en que se encuentra Quito, y cuya parte oriental lo cierran de N. á S. el Imbabura, el Cincholaliua, Antisana, Cotopaxí, Tungurahua y el Shangai (1). Dividido (1) Es de observar que, así como en Chite y en Bolivia la proxi- midad al mar determina el punto de los fenómenos volcánicos, los volca- nes ecuatorianos que han desarrollado mayor actividad en este último siglo son ios del E. y S., como el Shangai, que con una altura de mas de 5.200 metros, suele arrojar llamas á mas de 6 leguas al E. de la Cor» m este valle por las colinas de Ichimbio y Poingasi, forma al E. los deliciosos vallecitos del Chillo y Puembo, cuya altura sobre el nivel del mar es de 2.184 metros; y al O. las pampas de Tu- rubam ba é Iñaquito, donde murió peleando en 1534 el vi rey Blasco Nuñez de Balboa, y cuya altura es de mas de 2.842 metros; diferencia de nivel fácil de esplicar si se considera que esta pampa, lo mismo que la ciudad de Quito, se encuentra sobre las faldas del Pichincha, cuyas fuerzas volcánicas conti- núan en acción. Sin embargo de que hay en Quito señales de erupciones anteriores, no tenemos mas datos históricos que los relativos á las acaecidas en 1534, 1539, 1566, 1577, 1580 y 1660, por haber hablado de las cinco primeras el candoroso Gomara (1), Moisés profano del Nuevo Continente, y por haber adquirido personal certidumbre de la última, mediante una lápida que cayó del frontispicio de la iglesia de San Agustin de esta capi- tal, en el horrible terremoto de 22 de marzo último, y cuya inscripción dice: «Año de 1660, á 27 de octubre, reventó el volcan de Pichincha, á las nueve del dia.» Al hervir el monte, para usar una imagen del citado Gomara, caia sobre la ciudad una lluvia de cenizas (como la que presencié el 13 de diciem- bre de 1856), que á veces se ha estendido á una distancia de 80 leguas. Así como el volcan Cotopaxí parece hecho al torno, las for- mas del Pichincha son en estremo desproporcionadas, atendida la estension de sus faldas, en una altura de 4.800 metros. Con- siderado en su flanco occidental, por cuya parte está cortada á pico la cordillera, parece en efecto una magestuosa fortifi- cación que domina el Océano. Mas aislado del lado meridional que del septentrional, el Pichincha se divide en cuatro conos distintos, escalonados de N. E* á S. O., y que llevan por nom- dillera oriental, entre los ríos Morona y Faslaza. Con respecto á la Cor» dillera occidental, donde se halla el volcan que nos ocupa, es de notar que su eje se estiende entre 0,40' de latitud austral y 0,20f de latitud boreal en dirección N. 21° E., siendo de N. 56° E. la dirección de su eje volcánico. (l) Historia general de las Indias , fol. 69. TOMO XII. 16 m bres la Cima del Condor (1), el Guagua- Pichincha, el Pica- cho de los Ladrillos y el Uncu- Pichincha, origen este, con sus dos cráteres, de todas las erupciones, y del cual trataremos esclusivamente. El primer dia de nuestra ascensión (31 de octubre de 1859) pasamos una noche bastante fria en la hacienda del Sr. Nuñez, levantándonos antes de despuntar el dial.0 del actual (noviembre de 1 859), para subir al cráter por un plano inclinado de 25° á 35°, cubierto todo él de piedra pómez, habiendo llegado á caballo, aunque con dificultad, hasta los bordes mismos del cráter. Fórmala base del Rucu-Pichincha una piedra negra, com- puesta en su mayor parte de pórfido esquistoso, y algunas cris- talizaciones de labrador y augita, sin que en ella nada se dis- tinga de feldespato ni hornablenda. Mas al dominar toda la altura, es indecible la sensación que causa el horizonte dilatadísimo y brillante que en una mañana despejada, como la del l.° de noviembre, presenta la cima del Pichincha: abarca la vista las frondosas y vírgenes selvas de Santo Domingo de los Colorados y Esmeraldas, cuya vegetación, lozana sobre manera, alcanza á las plateadas olas del Océano Pacífico, mientras que al volverse uno, observa en una encantadora decoración, las altivas y nevadas cimas del Cotacachi, Cayambe-urcu y Antisana. La boca del volcan forma una abertura semi-circular al Oriente, y su diámetro puede calcularse en l.bOO metros, siendo el del fondo del cráter occidental de 700 metros. Ro- deada de rocas escarpadas, cuyas partes salientes cubre la nieve, apenas se distingue en el fondo desde arriba sino un monton confuso de enormes peñascos envueltos en humo, que dan bastante idea del caos de los poetas. He aquí los resultados de nuestra visita. Colocado el Rucu- Pichincha al S. O. de Quito, forma dos grandes concavidades, al E. la una de la otra, con una longitud de 1.144 metros. La 0) Nombre que le puso ííumboldt por ser su cima solamente acce- sible á los cóndores, que tienen allí su punto de reunión. Guagua, significa en quichua joven, y rucu viejo. 243 concavidad del E., llamada Cráter oriental , tiene la forma de un valle estrecho, largo y profundo, cuyo centro atraviesa de N. á S. una grieta por donde pasa la lluvia y nieve derretida. En la parte superior de este cráter existe una ligera depresión deforma elíptica, parecida en su conjunto á una de las pe- queñas lagunas de los Alpes, desecada por la acción del sol; depresión que despierta la idea de la existencia de un cráter inactivo. La profundidad de este cráter, si existe, será de 2,9o metros debajo de la pared de rocas que están al E., las cuales se encuentran á 4.387 metros sobre el nivel del mar; de modo que para el fondo de este cráter oriental resulta una altura de 4.144 metros. Habiendo comenzado á descender en lo interior del cráter lo necesario para observarlo en toda su estension (no habiendo podido llegar del todo hasta su fondo, tanto por la premura del tiempo, cuanto por el peligro inminente que ocasiona hoy el sinnúmero de rocas desprendidas desde el último terremoto de sus paredes interiores, las cuales, al ha- cer pie en ellas, ceden al peso, y amenazan lanzarlo á uno al fondo de tan horrible precipicio), descubrí la existencia de otro cono reciente, producto sin duda de las últimas y crecientes erupciones de este cráter, siendo la situación del nuevo cono, cuya altura en su fondo no debe pasar de 4.039 metros, al Sur del anterior. La concavidad occidental, que es el verdadero cráter del Pichincha, ofrece á los ojos del naturalista el aspecto mas im- ponente. Situado en su falda occidental, y dividido del ante- rior por dos colinas, cuyas cimas, en forma de dos conos regu- lares, son paralelas á los bordes superiores del volcan, se dis- tingue notablemente este cráter de todos los demás del Ecua- dor, los cuales tienen sus cimas en forma de conos perfectos, y coronadas de nieve, mientras que el Pichincha prevenía la forma de un cono truncado, sentado sobre su base, que mide 4,11 metros de diámetro, elevándose en altura á 649 metros. Su profundidad hácia el E. es incomensurable; y al considerar sus inmensas torres de dolerita y traquita, elevadas á 685 me- tros, y colocadas ora verticaímenle, ora en declives mas ó menos profundos y variados, recibe uno tal impresión, que no se borra en la vida. Hácia el O. va gradualmente disminuyendo 244 la altara de las paredes del cráter, dejando abierta al E. una hendidura por donde se precipitan las aguas en la época de las lluvias y del deshielo. . Del centro del plano inclinado que forma el fondo del vol- can sale el actual cono de erupción, cuyo diámetro es de 228 metros, y su altura, sobre el fondo del cráter, de 72 metros, con 4.172 metros sobre el nivel del mar (según Humboldt), y 1.160 metros sobre Quito. Esta montañita, foco actual de la parte activa del volcan, presentaba ya en 1845, según me lo ha participado el Sr. G. Moreno, claras muestras de perma- necer por muchos años aún en constante erupción sin aumento de intensidad. Una vegetación cada dia mas abundante cubre la colina en su mayor parte, desenvolviéndose en dos regiones diametralmente opuestas, que van á reunirse en la hendidura mas arriba señalada. De los dos puntos de depresión que tiene el cono de erupción (esto es, al centro y al S. E.), se desprende por varias chimeneas de 0,20 de diámetro á lo mas un vapor ardiente y sulfúreo, que impregna de azufre estalactítico los intersticios de las rocas que forman este cono, mientras que en lo interior de las chimeneas el azufre fundido vuelve á vo- latilizarse. La forma actual del cono de erupción prueba que el fondo del Pichincha ha sido teatro de recientes y considerables con- vulsiones, y que en efecto, las bocas que en 1802 parecian apagadas, no estaban sino obstruidas por derrumbos y movi- mientos interiores. La vegetación ha aumentado sobre todo en la parte occidental del plano inclinado, y la depresión que existia al S. E. del cono se ha ensanchado, y ha llenado una parte de la circunferencia, cortando á esta perpendicularmente con una pared de piedras, que sin duda el cono ha arrojado de su interior. Cerca de esta depresión, y hácia el S., hay otra, ó mas exactamente, un nuevo cráter occidental, que no existia en 1845, y del cual se desprende una columna de vapor; y al E. S. E. del cono principal de erupción se ha formado actual- mente otro cráter mucho mas considerable que el anterior por las densas nubes de vapor que se desprenden de sus chime- neas, y cuyos gases suben hasta los bordes del volcan. El úl- m timo cráter apareció sin duda en las convulsiones volcánicas de este año, puesto que no existia cuando en diciembre de 1858 lo visitó el Sr. G. Moreno. El cono de erupción tiene pues en el dia cuatro bocas ó cráteres: el principal, que ocupa la parte superior ; el antiguo cráter occidental, colocado al pie y al S. E. del primero; el que existe al Sur del cráter princi- pal; y este reciente, que se ha abierto ahora al E. S. E. La actividad volcánica del Pichincha ha aumentado consi- derablemente, según lo manifiesta la mayor exhalación de sus vapores: hace 14 años que las chimeneas, por las cuales se desprendían aquellos, formaban seis grupos, de los cuales uno solo era de consideración. Ahora se precipitan los vapores por innumerables intersticios y huecos que las piedras dejan libres en cada cráter; y en el principal óyese un ruido constante, parecido al de una inmensa caldera de agua hirviendo. En es- tos diversos intersticios varía considerablemente la tempera- tura del vapor. El de los intersticios mas elevados en el cráter S. E. llega á 86° cent., mientras que en los mas bajos solo alcanza á 60°. En el cráter principal el vapor mas caliente no pasa de 90° cent, y en los intersticios mas an- chos, donde podría fácilmente entrar una persona, si no se lo impidiera la densidad de la columna de vapor, la temperatura á 3 pies de profundidad es de 36°, 9 cent. Lleno un tubo gra- duado de agua, y colocado en los intersticios, recojiéronse du- rante algún tiempo los gases para analizarlos, condensándolos además por medio de una botella de agua fria, y conservando las gotas de fluido que se formaban. El resultado que han dado estas observaciones, es que los gases del Pichincha contienen una parte apenas perceptible, y por lo tanto accidental, de ácido sulfuroso, sulfúrico y sulfohídrico ó hidrógeno sulfurado; 4 por 100 de ácido carbónico, reduciéndose lo restante á vapor de agua y vapor de azufre en muy pequeña cantidad , sin que se halle en las emanaciones ácido alguno hidroclórico. Estos son resultados aproximados, porque el aire atmosférico que siempre se mezcla á los gases volcánicos causa inevitables er- rores. Hay, no obstante, dos consideraciones importantes, que parece oportuno señalar: primera, que los productos gaseo- sos, según todos los análisis hechos, comunes ya á los volcanes 246 de la América, son el ácido carbónico, el ácido sulfohíd rico y el vapor de agua, encontrándose solo el ácido hidroclórico en los volcanes de Europa y de Asia. De donde resulta la segunda consideración, esto es, que el hecho de no haber ácido hidroclórico en los volcanes americanos (1), pone ya fuera de cuestión la hipótesis de Sir Humphry Davv, que esplica la ac- ción volcánica por la irrupción y descomposición consiguiente de las aguas del mar en lo interior de la tierra; confirmán- dose así cada dia mas la tan fundada opinión, que hace de- pender los fuegos subterráneos del estado de incandescencia del interior de nuestro planeta, cuyos metales en fusión, se- gún la esplicacion de Gay-Lussac, dan origen á los fenóme- nos volcánicos por medio de afinidades enérgicas, que á fin de satisfacerse, producen calor suficiente para fundir las lavas. Los productos sólidos del volcan Pichincha son el azu- fre sublimado, que cubre casi todas sus grutas y piedras, y una sal blanca que, desenvolviéndose en fibras sedosas, apa- rece en muchos intersticios, ora alternada en capas paralelas con la flor de azufre, ora en masas puras y abundantes. Esta sal, sulfato doble de alúmina y de potasa, según se encuentra en algunos otros volcanes, es conocida con el nombre de alum- bre de pluma. Además de estos productos hay escorias com- puestas de azufre derretido, y cenizas de piroxena y dole- rita mas ó menos alteradas. Es una opinión muy general en Quito, la de que si esta ciudad, construida sobre un mar de minerales en fusión, no ha sido destruida aún por los terremotos, lo debe á las muchas quebradas que la rodean, y que se consideran como eficaces respiraderos de los vapores que despide la tierra. Mas esta teo- ría, á que se inclinaba Ulloa, y que parece confirmar las ideas de los romanos sobre la importancia de los manantiales en los terremotos (2), no la corrobora sin embargo la esperiencia, (1) El viaje científico de Mr. Deville lo prueba con respecto á* las Antillas, lo mismo que con respecto á Aueva-Granada las ascensiones y observaciones hechas por Boussingault, en los volcanes de Zolima, Puracé y Cumbal. (2) Y. Cicerón de Divinatione, lib. I, cap. 50. “247 después del terrible y general sacudimiento de que fui testigo aquí el 22 de marzo último, debiéndose tan solo atribuir di- chas quebradas ó fisuras á la época de la sublevación general de la cordillera. Con respecto á las observaciones mas dignas de la moderna geología, sin embargo de que fuera de la zona volcánica en que está el Pichincha (desde 2o de latitud austral á 5P de lati- tud boreal), suelen encontrarse algunas rocas de traquita, me- lafrio y andesita como resultados de fenómenos volcánicos, solo en dicha zona se han producido en los tiempos históricos las erupciones de lava en fusión, columnas de fuego y vapores calientes; pruebas todas, según observa Húmboldt, de la dis- minución de la actividad terráquea. En los grupos de rocas por entre las que se ejercen las fuerzas volcánicas (como el traquito, dolerita y andesita), hay espacios dilatadísimos en que domina el granito, la sienita, el esquisto arcilloso, el mica-esquisto, conglomerados, y una ca- liza procedente acaso de los terrenos jurásicos ú eolíticos. En las cordilleras, las rocas cada dia mas abundantes de labrado- rito, piroxena y albita, anuncian al observador el tránsito de la zona intermediaria, tan rica en métales, á la región que aún comunica libremente con lo interior de nuestro planeta (1). Concretando estas observaciones generales al Pichincha que nos ocupa, el color general del cráter occidental es de un oscuro casi negro, componiéndose su suelo de un conglome- rado de azufre, cenizas volcánicas y de feldespato calcinado. Sus rocas son generalmente traquita porfídica, de pasta roja ó (1) Si es cierto en general, que en la mayor parte de la tierra las sublevaciones de la traquita, andesita y dolerita forman las cimas de las cordilleras, también lo es que en muchas partes, en la misma mesa de Quito y en frente de los conos de dolerita del Chimborazo y del Tungu- rahua, se presentan los del Condorasto, Cuvillan y Collanes, formados de mica-esquisto , así como los del Ilimani y Sorata , en Bolivia, se for- man de granates esquistosos. Resulta, pues, demostrado con hechos, que no hay ninguna relación necesaria entre el máximum de la altura y la índole de las rocas. 248 amarilla, con cristales blancos, dominando siempre el pórfido rojo. Si se atiende á la desaparición en el cráter oriental de las chimeneas volcánicas y del cono principal de erupción, que probablemente se ha cubierto con los muchos derrumbos lan- zados por el cráter occidental , parece exacta la opinión de Sebastian Wisse, que daba á aquel cráter mucha mayor anti- güedad que á este, en vista de que la cima de la montaña que los separa parece cortada á pico del lado del cráter occidental, mientras que por la otra parte van rodeándose los planos arenis- cos; y densas capas de arena y de piedra pómez, que proceden sin duda del cráter occidental, cubren en el oriental las ro- cas traquíticas. Así es que este cráter, en confirmación tam- bién de la teoría de Leopoldo de Buch, se ha abierto paso por la cima del Rucu-Pichincha, mientras que la boca del occiden- tal se halla en sus faldas. Subiendo al cráter, la roca inferior, situada al N. de la chorrera, es de una traquita terrosa, que ha sufrido la acción de las aguas. Por cima de esta roca, y en la primera mesa del Pichincha, la masa general de la roca es feldespática con cris- tales blancos de labrador, y algunos, aunque muy pocos, de piroxena. En la segunda mesa se encuentra la traquita crista- lizada, compuesta de cristales blancos (oligoclasa) y muy os- curos de piroxena, que están incrustados en una masa muy compacta, menos dura sin embargo que la sienita, y en que los cristales de anfibol son muy pocos. Por fin, las rocas tra- quíticas que forman la pared semicircular del cráter al S. E. son muy pobres en augita (piroxena); su masa feldespática, y muy ligeramente coloreada por el óxido de hierro, contiene al- gunos cristales de oligoclasa. La mayor parte de estas rocas han sufrido la acción del fuego á un grado muy subido, es- tando así del todo calcinadas: las rocas primeras de lo interior del cráter no tienen respecto de las anteriores mas diferencia que la de su mas perfecta cristalización. He recojido ejempla- res de estas cuatro clases de traquita, que caracterizan y dan una fisonomía geológica, peculiar del Pichincha, cuya colec- ción tendré el honor de remitir á esa Real Academia. En cuanto á la vegetación de esta parte de los Andes, 249 puede dividirse en tres secciones el área botánica del Pichin- cha: son características de sus faldas, y hasta 3.064 metros de altura, las plantas siguientes: Dalea Mutisii, Valeriana , Ceras- tium floccosum, Polypodium, Pancratium aurantiacum „ Hype - ricum laricifolium, Gnaphalium , Gaultheria pichinchensis, Ra- nunculus Bonplandiams , Hymenophyllum , Lycopodium, Gen - liana limoselloides , Senecio nubigenus , J uncus, Lycopodium catharticum; y además el Podoscemum debile , la Sajoa emi- wm, un Gimnotrix y algunos arbustos, como la Barnadesia, la Duranta , etc. De 2.786 metros hasta 3.900 metros se encuentran estas otras: Gaultheria myrsinoxdes, Oxalis lotoides, Gentianar típico- la, Haleniaasclepiadea, Eupatorium niveum , Acrostichum, Hyp- num , Miconia , Eupatorium glutinosum , Arenaria dicranoides , Gentiana diffusa, Calceolaria lav andulce folia, Saxífraga andi- cola, Braba aretoides, Polypodium subcrenatum, Luzula, Alo - pecurus , Miconia quitensis y Poa. Por fin, á la altura de las nieves perpétuas, y hasta 4.736 metros, es mas abundante el género Poa, encontrándose suce- sivamente las plantas siguientes: Vaccinium , Mortinia , Stella- ria, Baccharis, Lathyrus, Senebiera, Asplenium, Calceolaria floribunda, Sida pichinchensis, Loricaria J Stenophyllum, Le- panthes andrenoglossa, Orthotricum , Acrostichum Jamesoni , Culcitium nivale, y el célebre Chukirahua insignis . Las plantas que existen en lo interior del cráter, clasifica» das por mi amigo el Dr. Jameson, son estas: Alchemilla niva- lis, Ramnculus Gusmanni, Jamesonia (1), Culcitium reflexum, Werneria gramini folia, Gaultheria myrsinoides (2), Pour re- tía pyramidata y Polypodium crenulatum. APENDICE «Es demasiada pretensión, dice con razón Humboldt, que- rer precaverse en un pais volcánico como Quito á la vez con- (1) Planta que solo se encuentra en las cimas del Pichincha. (2) El punto en que crece este arbusto tiene una temperatura de 3 0o, 6 cent. 250 tra los terremotos y las corrientes de lava.» Si estas son de te- mer, tampoco respecto de aquellos, ni la quietud de una larga serie de años puede dar seguridad completa, porque cada dia se abren nuevas comunicaciones subterráneas, y van ganando terreno los golpes volcánicos, ensanchándose considerable- mente los círculos de conmoción después de alguna esplosion violenta: así es como puntos distantes, y colocados en direccio- nes muy distintas, se corresponden en el dia armónicamente. En prueba de ello, histórico es, que al sentirse en el siglo pa- sado el terrible terremoto que destruyó en pocos momentos la ciudad de Riobamba (1), dejó en el mismo instante de hu- mear el volcan Puracé, situado en los Pastos; y el nuevo ter- remoto, que después de dos siglos de bastante quietud para Quito he presenciado aquí el 22 de marzo último, estendió su conmoción en sentido de N. N. 0. á S. S. E. á un espacio de mas de 1.80 leguas españolas. Nada, pues, hay mas incierto que las teorías sobre la marcha y dirección de la actividad volcánica; y parece confirmada mas bien por los hechos la opinión ya espresada por Séneca, de que los volcanes no son sino caminos abiertos á los vapores elásticos que se despren- den de lo interior de la tierra (2). Fuera de las erupciones de lava, arrojadas por el Pichin- cha en 1531, 1539, 1566, 1577, 1580 y 1660, de que habla- mos mas arriba, la tradición y los historiadores primitivos nos hablan de lluvias de cenizas habidas con frecuencia, y de erupciones de lodo. Gomara asegura que hervia el monte á 80 leguas de distancia, cuando el intrépido Pedro de Alvarado, á quien no arredraban los hombres ni la naturaleza, escalaba con su caballería las 90 leguas que separan las playas de Puerto-Viejo de las alturas de Quito (3). Otra vez en 1566 ca- yeron torrentes de cenizas; lluvia esta parecida á la que pre- sencié aquí el 13 de diciembre de 1856v pues duró ambas veces 20 horas, y causó en la población un espanto tal, que (í) El 4 de febrero de í 79 7. (2) Qucestiones naturales , lib. 6, cap. 11, 12, 14, 2 3 y 32 (3) Historia general de las Judias , fol. 69 v. / 25! parecía el día del juicio. Sin embargo de eslos dalos, re- móntase á tiempos mucho mas remotos la piedra pómez que á 15 pies de profundidad forma el asiento de Quito. Con respecto á las erupciones de lodo, de que algo indican sobre el Pichincha los biógrafos de la Azucena de Quilo (1), la lluvia de 1660 fué toda de brea, cascajo y solfos (2); dice el P. Butrón: subían y bajaban las calles como las olas del mar, no pudiendo tenerse en pie animales ni hombres. Estas erupciones, subsecuentes generalmente á los terre- motos de trepidación, como el señalado mas arriba, son, sin embargo, mucho menos frecuentes que las lluvias de cenizas y cascajo. Así en el terremoto de este año hubo erupciones ter- ribles de lodo y agua de azufre, que arrastrando consigo rocas enteras, llegaron á destruir, á 10 leguas N. O. de esta capi- tal, pueblos enteros,, talando por do quier bosques vírgenes, cuyos árboles corpulentos han desarraigado por millares, pre- cipitándolos en el fondo de los valles, envueltos con los inmen- sos derrumbos de mas de 400 metros de altura y 10 á 15 de ancho, ocurridos en aquella parte de la cordillera occidental. Visitados estos terribles derrumbos, que han cambiado la faz de la naturaleza en aquellos puntos, por el Sr. Wagener, con el objeto de ver si nos daban alguna luz sobre el origen del terremoto último, nos hemos confirmado en la opinión de que, estraño el Pichincha á la reciente revolución interior, de- bió esta su origen á algún volcan no conocido aún, y situado al N. O. de Quito y del Pichincha. Entre los años 1828 y 1881 hubo cerca del mismo punto, á orillas de un rio que comu- nica con el cráter, una erupción semejante, que destruyó el camino de los Mindos. Faltando el análisis orictognóstico y químico de los productos de semejante fenómeno, el Sr. "Wa- gener ha llevado lodo de esta erupción al químico Gustavo (í) La Madre Mariana de Jesús, carmelita de Quito, beatificada en 1856, nació en 1618, y murió á los 26 anos de edad. Los PP. Jesuítas Morán de Butrón y Tomás Gijon escribieron su vida y milagros, tratando á la vez de Quito y de los fenómenos del volcan, en cuyas faldas se asienta. (2) Azufre. m Roze.para que lo estudie, aunque acaso no contenga sino par- tes carbonizadas y fragmentos de cristales feldespáticos. Estraño es (y esto prueba la indiferencia característica de los americanos) que el cráter del Pichincha, distante tan solo 10.700 metros de Quito, sea tan poco atendido por sus habitantes, establecidos sobre un pleno foco volcánico, cuyas únicas comunicaciones con la atmósfera son el Pichincha, el Cotopaxi y el Tungurahua. Felizmente para ellos la configu- ración del volcan le hace obrar esclusivamente del lado opuesto á Quito. Al N. de esta ciudad están cubiertas las llanuras de rocas inmensas, atribuidas por el P. Velasco (1) á las erupciones del siglo XYI y posteriores: así es que se les ha dado el nombre de Rumipampa, que significa llanura de piedra; pero no tie- nen, como observa exactamente el Sr. Wisse, capacidad bas- tante las bocas del cono de erupción para haber lanzado á distancia de mas de 3 leguas rocas erráticas de 3 metros de diámetro, que son las que cubren dichas llanuras. Y por otra parte, como los materiales arrojados en la dirección de 0o á 45° han ido á dar al fondo del cráter, solamente los compren- didos entre los 45° y 90° pudieran haber sido lanzados fuera, para lo cual debieran haberse elevado á mas de 5.000 metros por encima del nivel de Quito, fenómeno poco probable, aten- dido á que las erupciones modernas, de índole generalmente pacífica lo mismo que los terremotos, no han procedido sino de convulsiones volcánicas. (i) Historia de Quito . (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Rüiz.) 253 VARIEDADES. EXACTAS, FISICAS Y NATURALES. — «i -«uaM PREMIOS DE 1862. memorias presentadas. Terminado en el dia de ayer el plazo para la admisión de Memorias optando á los tres premios ofrecidos por la Academia para ser adjudica- dos en el corriente año de 1862; ha resultado lo siguiente. Para el i.°, ó sea aquel cuyo programa consiste en la: «Descripción » zoológica é historia natural de la oveja merina (ovis avies hispánica), «caracterizando el tipo de la raza y las modificaciones que haya esperi- » mentado desde su introducción en España, y fijando los medios de me- jorar sus productos dérmicos, para que estos recobren la estimación y «preferencia que antiguamente tenían. El autor acompañará á la descrip- »cion científica el dibujo de la raza merina típica y los de las degene- raciones mas frecuentes en nuestras cabañas, así como los de las mejo- ras que ha esperimentado, tanto en España como en el estrangero, pre- sentando un muestrario de lanas, con espresion de sus cualidades, y de »las causas á que son debidas,» se ha presentado una Memoria. Húm. 1. Entregada en Secretaría en 26 de abril de 1862 , con el lema i Optimce sunt oves quce gerunt lanas multas et molles. (Geor .) Para el 2.°, que consiste en determinar la «Influencia de los fosfa- » tos térreos en la vegetación, y procedimientos mas económicos para uti- lizarlos en la producción de cereales en la Península,» se han presentado ocho Memorias. Núm. 1. Entregada en Secretaría en 21 de abril de 1861, con el lema : Germinet térra herbam virentem. * 254 Núm. 2. Entregada en 23 de abril de 1862, con el lema*. Ot l yr, tv r7r r s' sus líneas de horizonte, en «, V sus encuentros con el eje, y por último, su intersección común en Pr , P if . Sobrepónganse ahora las perspectivas fotográficas a b c d, a! h ' c' d' , de modo que sus centros caigan en ht h\ y sus lí- neas de horizonte se ajusten con rs, rf $', y cálquense en esta posición sus punios y líneas notables, retirándolas después. Para verificar ahora la correspondencia de las perspecti- vas, supongamos que v, v sean las de un punto señalado en ambas. Por ellas y los encuentros respectivos tírense las v¿, vr prolongándolas hasta cortar en W W' á la intersección de los cuadros. Las vW, vf Wf serán dos líneas conjugadas de los sistemas determinados sobre los cuadros por los planos vi- suales: luego deberán cortar á la iníerseccion común de estos en un mismo punto: luego deberá ser PW=PW'. Antes de pasar á ia trasformacion que nos proponemos efectuar, como esta debe ejecutarse por puntos, preciso es se- ñalar sobre las dos proyecciones de cada línea no interrumpida una serie de puntos que se correspondan y pertenezcan á unos mismos de la original. Sean f g, f g' las perspectivas de una de estas líneas, y v uno de los puntos de la serie elegida sobre fg. Tírese la as prolongándola hasta cortar en W á la inter- sección de los cuadros; córtese PW'=PW y tírese la Wr tr hasta cortar en vf á la f' gf, y vr será el punto de esta proyec- ción correspondiente al v de la /i/. 263 Veamos ya corno se trasforman las proyecciones polares en las ortogonales, y sea (v, V) el punto cuya proyección horizon- tal se busca. Desde los puntos v, v' bájense sobre las trazas horizontales de los cuadros las perpendiculares v V, v' V1; tí- rense las O V, O' V' hasta que se encuentren en X, y este punto será la proyección pedida. Para conocer la altura clel punto en cuestión sobre el plano horizontal, levántense en O, Y y X, á la O X las perpendiculares 0q, F/y, XY; córtense Os-z—Qo Vy—Vv, y tirando la &y y prolongándola hasta cortar en í á la XF, esta será la altura buscada. Si las construcciones que acabamos de hacer sobre el cuadro a b c d para determinar las alturas, se repitiesen sobre el a ' ¥ ¥ d! , se tendría una comprobación de la conformidad de las perspectivas, aunque no tan completa como la que hemos indicado anteriormente. Caso 2.® Si los ejes de las cámaras se han dirijido por de- presión, después de trazadas como en el caso anterior sus pro- yecciones horizontales O Íí, O' K(fig . 2.a), se considerarán aba- tidos sus planos proyectantes en virtud de un giro al rededor- de sus trazas horizontales 0/t, O'K, y levantando á esta las perpendiculares O' iguales respectivamente á Oo , OV, se tendrán en &>, ¥ Sos polos. Si se construyen ahora los ángu- los 0¿J/, O'YM', suplementos de las distancias zens tales de ios referidos ejes, aM, ¥Mf serán los abatimientos de estos ejes; M, M' sus trazas horizontales, y ellos estarán representa- dos en (OM, om),(0 ' M' , o'm'). Cortando «II ®'tí' iguales á las distancias naturales entre los centros de los objetivos y los cuadros, y levantando á ©J/, ©'Jí' las perpendiculares Ih , II' Y; *, ¥ serán puntos de las trazas horizontales de los cuadros; y como estos deben ser perpendiculares á los ejes ópticos [OM, om) (O' MI o'm'), fácil será construir sus trazas Yo, 6V, Después de esto [E, e), (E'e') serán los encuentros de los cua- dros, y P, l las trazas de su intersección coman. Abatiéndolos ahora mediante un giro al rededor de sus tra- zas horizontales por los medios conocidos y según las construc- ciones que se indican en la figura, sus centros vendrán á h, íi y á r 5, r' s' sus horizontales medias, sus encuentros á F, y á Pt, PC su intersección común. Sobrepuestas, calcadas y verificadas las perspectivas foto- 264 gráficas abcd, a' b'c'd', y señaladas las series de puntos sobre las líneas no interrumpidas, todo como en el caso anterior, quedará dispuesto el trabajo para ejecutar las construcciones necesarias á la Irasformacion. Para conseguir esta trasformacion, y siendo (v, v') el punto cuya proyección horizontal se busca, diríjanse por sus pers- pectivas v, v1 las líneas horizontales vy v'y, y las de máxima pendiente vY, t/V', tómense cLW=a.y, a!wr y, bájense por los puntos iv , wr , sobre v V, of VF las perpendiculares wV, YF, que determinan los puntos Y, Yr proyecciones horizontales de las perspectivas v, vF antes de abatirlas. Tírense las OY , O'Y' que determinan por su encuentro el punto X, proyección ho- rizontal pedida. Para conocer la altura del punto en cuestión sobre el plano horizontal, levántense á la OX las perpendicu- lares Oíl, Yy, XY, córtense en las primeras 0£l=Oo , 7j|= Uv, y tírese la £iy prolongándola hasta su encuentro en Y con la XY; y esta XY será la altura pedida. Repitiendo sobre el cuadro a' br cr dr las construcciones ejecutadas sobre el abcd para determinar las alturas, se tendrá, como dijimos en el caso anterior, una comprobación de las perspectivas. Hemos resuelto los dos casos generales de la trasformacion que nos ocupa, no pudiendo entrar en los innumerables casos particulares que pueden ocurrir, tales como ser horizontal uno de los rayos principales é inclinado el otro; ser uno ó los dos cuadros paralelos al eje; etc., etc. Con los conocimientos ad- quiridos en la geometría descriptiva, y alguna práctica en las construcciones, se dará fácil solución á todas estas cues- tiones. Trazados con lápiz sobre la hoja de papel en que se ha de dibujar el plano todos los puntos notables que se distinguen naturalmente en el terreno, los señalados artificialmente sobre las líneas singulares y características de su configuración, y los elegidos sobre las líneas no interrumpidas que aparecen en los cuadros fotográficos, tales como regatas, arroyos, márgenes de ríos y lagos, senderos y caminos tortuosos, etc., etc., fácil nos será ya diseñar todos estos objetos; y con el conocimiento de las alturas determinadas de todos aquellos puntos, trazar también por aproximación un sistema de líneas horizontales 265 arreglado á la equidistancia que permita la escala que se hu- biese adoptado. Después de todo lo dicho se comprenderá sin dificultad, que no es tan fácil y espedito como á primera vista parece el levanta- miento de los planos topográficos con el auxilio de la cámara do Daguerre. Aun prescindiendo de los trabajos de laboratorio y gabinete, y limitándonos á considerar tan solo los decampo, se ve que por reducida que sea la estension del terreno que se ha de levantar, bastará que comprenda una pequeña elevación no dominada á gran desnivel por otras alturas inmediatas, para exijir la determinación de un polígono que la rodee; y por otra parte, los grandes errores que debe ocasionar la aberra- ción de esfericidad de los objetivos y la falta de coincidencia de las imágenes con ios cuadros, la hacen inaplicable al catas- tro, á las construcciones, y á todo otro trabajo que exija una gran precisión en los detalles. A pesar de lo que acabamos de decir, la aplicación de la fotografía al levantamiento topográ- fico tiene la inestimable ventaja de dejar completamente de- terminadas todas las líneas no interrumpidas que se encuen - tran naturalmente señaladas en el terreno, dando de este modo á conocer sus mas pequeños detalles. Fotografía panorámica , La necesidad de disminuir el campo objetivo de las cáma- ras con diafragmas que intercepten los manojos de rayos visua- les, que por separarse demasiado del eje óptico debieran pro- ducir notable deformación en las imágenes, es causa de tener que tomar en cada estación un número considerable de vistas; y para disminuir este laborioso trabajo se ideó obtener repre- sentaciones panorámicas, bien sobre cilindros ó bien sobre planos. Apenas habían pasado cinco años después de publicado el descubrimiento de Daguerre, cuando Mr. Martens inventó un aparato por el cual se obtenía sobre una superficie cilindrica el panorama que rodeaba la estación, hasta media vuelta de horizonte. 266 Mr. Garrella, ingeniero en gefe de minas, mediante una disposición ingeniosa, modificó después este aparato, haciendo que fuera recibida en un plano la imágen, v se completase en él la vuelta de horizonte. Posteriormente el entendido é ingenioso Mr. Porro ideó un aparato fotográfico, con el cual, mediante un objetivo muy con- vergente, obtenía en una posición fija sobre un cilindro de corto diámetro, y sin deformidad notable, la perspectiva de 120° de horizonte. La publicación que el célebre autor de la taqueomelría hizo de este importante aparato, iba acompañada del método topo-fotográfico para su aplicación. En 1859, y con el nombre de plancheta fotográfica, se pu- blicó en el Boletín de la Sociedad de Fomento de París uu instrumento inventado por Mr. Chevalüer, en el que se oble- nia sobre un cuadro plano y circular el panorama completo, quedando representados en sus radios, y sin alteración en sus distancias azimutales, los verticales de la estación, en la misma forma que lo habla verificado Mr. Bardin sobre la plancheta ordinaria. Consiste la plancheta fotográfica en una cámara de Daguerre, que gira al rededor de un eje vertical, completando una re votación en el mismo tiempo y con igual velocidad angular que lo verifica la caja circular que contiene la placa sensible, en torno de un eje horizontal perpendicular en su centro. Para conseguir esto, Mr. Chevallier ha dispuesto el engranaje en escuadra de dos ruedas iguales, una horizontal y fija á la me- silla del trípode que sostiene la cámara, y la otra vertical, sólida é invariablemente unida á ia caja de la placa sensible por un eje que es común á ambas. Si durante esta doble revolución, el objetivo, que puede subir y bajar por unas correderas, se conserva á la altura del punto medio del radio inferior de la placa, entonces el pano- rama resulta representado al rededor y próximo ai centro, te- niendo hácia este su parte inferior las verticales; y si, por el contrario, se ha conservado á la altura del punto medio del ra- dio superior, el panorama se presenta en Sa corona inmediata á la circunferencia, teniéndolas verticales hácia el centro su parte superior. En el primer caso se dice que la vuelta de hó- 267 rizón fe ha sido nadir a\ ' , y en el segundo que ha sido ze- nitaL Para evitar la deformación horizontal de las parles muy distanles del plano vertical del eje óptico, tiene inmediata- mente delante de la placa sensible dos válvulas, formada la una por dos cuadrantes, que teniendo sus centros en la pro- longación del eje de la placa giran al rededor de él, hasta de- jar sometido á ¡a acción de la luz un sector conveniente; y la otra de dos lablitas, que resbalando sobre correderas horizon- tales, pueden reducir la luz que las separa á una ranura muy pequeña. Tiene además la cámara una cruz filar formada de dos crines, la una en el plano vertical que pasa por los ejes de la placa y del objetivo, y la otra horizontal á la altura del cen- tro de este último, las cuales pueden rectificarse y aun qui- tarse por medio de tornillos; y dos reglitas métricas horizonta- les, que se mueven con la placa, para apreciar la distancia entre esta y el objetivo. Se obtienen las vueltas de horizonte por sectores fijos ó por movimiento continuo» Para lo primero se abre la válvula de las reglitas, y se cierra la de los cuadrantes hasta interceptar unos 10® de horizonte; y para lo segundo se abre esta y cierra aquella hasta dejar una ranura muy estrecha, retirando al propio tiempo la crin vertical. En la vuelta por sectores fi- jos, viene á ser ei resultado una serie de perspectivas sobre cuadros planos; y si cada uno de estos cuadros abraza 10° de horizonte, se necesitarán 36 sectores para tenerla vtella com- pleta; y aun en estas 36 perspectivas dejaría de comprenderse una parte del terreno cerca del centro, mientras se duplicaría en la circunferencia; por lo cual creemos mas conveniente y conforme al pensamiento primitivo del autor las vueltas por movimiento continuo, las cuales no son verdaderas perspec- tivas panorámicas, sino abatimientos de los elementos planos de los cilindros en que se hubieran aquellas obtenido. No se puede negar su mérito á los aparatos panorámicos que acabamos de reseñar. Por todos ellos se determinan con rapidez las visuales que parten de cada estación; y con estos datos respecto á dos estaciones, cuya posición relativa sea co- nocida, es posible construir la planimetría, y determinar las 268 alturas de todos los puntos señalados distintamente sobre el terreno, prestándose mejor á este trabajo de gabinete los resul- tados obtenidos por la plancheta de Chevallier. A pesar de todo esto, como la gran ventaja de la aplicación de la fotografía al levantamiento de los planos topográficos con- sista en dejar terminadas las líneas señaladas naturalmente sobre el terreno, y las perspectivas planas sean las únicas que se presten á la trasformacion de estas líneas á' la proyección ortogonal, por eso consideramos preferible la simple cámara en que se toman las vistas sobre cristales planos, y solo admi- sibles los aparatos panorámicos cuando sus resultados pueden trasformarse con facilidad en perspectivas planas, en cuyo caso se encuentra el de Mr. Porro, que solo difiere de aquellas en ser cilindricos los cuadros. ¿De qué nos serviría, por ejemplo, la representación sobre las vueltas de horizonte zenital ó nadi- ral tomadas en dos estaciones con la plancheta fotográfica, de un arroyo, de la margen de un lago, ó de un sendero tortuoso, si no podíamos determinar sobre estas líneas dos series de pun- tos que se correspondiesen por pertenecer á unos mismos del terreno? ¿Y si no podíamos por consiguiente encontrar su pro- yección horizontal? Sería preciso para emplear en tal caso la plancheta erizar de señales artificiales todas estas líneas natu- rales, para que quedaran señalados en la fotografía los puntos correspondientes, lo que ocasionaría un ímprobo trabajo. Hemos visto anteriormente las considerables ventajas que resultan de establecer las cámaras sobre estaciones muy ele- vadas, y dirijir en depresión los ejes ópticos; y estas ventajas no pueden conseguirse con los aparatos panorámicos, escep- tuando sin embargo el de Mr. Porro, cuyos resultados no son otra cosa, según hemos dicho anteriormente, que ámplias pers- pectivas cilindricas sin deformación sensible en las imágenes. Fotografía militar. Donde puede aplicarse con mas utilidad la fotografía es en los reconocimientos militares, empleando al efecto pequeñas cámaras de campaña que se trasporten con facilidad, y ampli- m ficando después las reducidas imágenes que se obtengan antes de trasformarlas al sistema adoptado en topografía. Sin necesidad de trasformar en plano topográfico las dos perspectivas de un terreno, la simple comparación de ellas, teniendo en cuenta la situación relativa de sus puntos de vista, es suficiente para formar idea de su configuración, del mismo modo que se adquiere la de la forma y dimensiones de un ob- jeto que se examina de cerca por la visión que nos produce, que no pasa de ser una doble perspectiva del mismo, según lo demuestra prácticamente la aplicación del estereóscopo. Si la visión no es suficiente para darnos idea de la forma y dimen- siones de los objetos distantes, esto consiste en que la distancia entre los dos ojos, que sirve en este caso de base, es muy pe- queña comparada con aquella á que los objetos se encuentran; y si tampoco basta la inspección de dichos objetos desde dos puntos bien distantes, depende de que estas dos perspectivas no son simultáneas ; pero si nos acostumbramos al examen comparativo de dos perspectivas de un terreno que nos sea préviamente conocido, fácilmente adquiriremos la práctica de apreciar su configuración, así como los niños educando el sen- tido de la vista, y auxiliados con el tacto de sus manos, llegan en pocos meses á estimar la posición de los puntos, y de aquí la forma y dimensiones de los cuerpos. Entre tanto, si se colo- can en el esteoroscopo las dos perspectivas fotográficas de un terreno á su distancia polar de los oculares, veremos en él el terreno reducido á pequeñas dimensiones, y como si le tuvié- semos en la mano. Entre las cámaras que pueden emplearse en ¡os reconocí- mientos militares, la de Mr. Bertscb parece ser la mas á pro- pósito. Mr. Bertscb ha ideado un laboratorio fotográfico portá- til ó de viaje ( Moniteur universel, 18 agosto 1861; Cosmos, 6 setiembre del mismo año), con el cual se puede trabajar por la via húmeda en medio del campo y en medio del día; y to- dos los efectos que lo componen, comprendida la cámara, las cubetas y los productos químicos necesarios para mas de cien vistas, están contenidos en una caja de 0m,25 de largo y 0rn,l de ancho por 0m,3 de alto. Abierta esta caja, constituye un pequeño gabinete oscuro, en el cual, por medio de una manga, *270 se introduce una sola mano, con la que se practican fácilmente todas las operaciones preliminares del colodion húmedo; tales son la sensibilización é introducción de los cristales en la cá- mara, y por último el desarrollo de la prueba, después de la esposicion, y consisten en la revelación y fijación de las imá- genes. La cámara llamada automática es un cubo de latón de 0m,l de lado, la cual se coloca sobre un trípode, que cerrado constituye un bastón. Arreglada esta cámara para todas las distancias, no hay que ponerla á foco en cada vista, ni nece* sita cristal esmerilado; y para saber si el paisaje que se quiere obtener se proyecta sobre la placa sensible, basta observar si llena un pequeño cuadro ó mira establecido en la parte su- perior. Operando por la via seca, esto es, con colodion seco, el aparato puede reducirse á la pequeña cámara, las cajas en que se lleven los cristales ya sensibilizados, y el bastón trípode. Aplicando los mismos principios, ha logrado después Mr. Bertsch construir una cámara tan pequeña que cabe en el hueco de la mano, y con la cual se obíienen retratos del tamaño de una cabeza de alfiler, que, examinados con microscopios, pre- sentan los mas pequeños detalles. Obtenidas en el campo las pruebas negativas, se amplifi- can y convierten después en positivas por cualquiera de los aparatos destinados a este efecto, entre los cuales uno muy ingenioso es debido al mismo Mr. Bertsch. Por la Sección de Ciencia? Exactas, Ricardo Ruiz. o ao-O-O o-o-c-*-*- , . - ; ( . ' i * IJDiMiCM. La síntesis en química orgánica — Nuevos esperimenlos de Mr. Berlhelot. — De la importancia de los experimentos de sínte- sis. — Diversos métodos empicados por Mr. Berlhelot. — Síntesis reciente de la naftalina.— Combinación directa del carbón y del hidrógeno.-— Mr, Morrea,— Propiedades de la acetileno —Nueva serie de sustancias orgánicas.— La familia de los alcoholes .—Carácter de las nuevas clasificaciones. (L/Ami des Sciences, 20 abril- i 862. ) Demostrar que la causa determinante de una clase de he- chos no es mas que un caso particular de una ley mas gene- ral, es el objeto de la ciencia adiva de nuestra época. La elec1 tricidad estática, el galvanismo, la teoría de la imantación, que antes eran distintas, no forman ya mas que los capítulos de la teoría general de la electricidad , y quizá no esté lejos el dia en que podrá considerarse la gravitación, la luz, el ca- lor y la electricidad como manifestaciones diversas de un solo principio. La química ha hecho en estos últimos tiempos una de esas grandes evoluciones que reducen á causas ya conocidas cierto número de hechos que se creían debidos á fuerzas particulares. Por mucho tiempo se ha supuesto que los seres viv<^ eran los únicos que podían agrupar los elementos ó materias sim- ples de que se alimentan los vegetales en principios complejos, en sustancias de composición complicada, como las que encon- tramos en sus tejidos. Dado el carbón, el hidrogeno y el oxígeno, se consideraba como cosa quimérica no solo reproducir un principio muy complejo, como el aceite ó el azúcar, sino Cambien una sustan- m cia mucho mas sencilla, como el ácido fórmico de las hormigas ó de las ortigas, el vinagre ó alcohol. La producción de estos principios se atribuia á una fuerza poco conocida, á la fuerza vital, que se creia que obraba por métodos enteramente diver- sos de los que emplean los químicos. Mr. Berthelot (1), cuyo nombre tiene en el dia una repu- tación europea, demostró sin embargo hace muchos años que podia dejar de atribuirse á esta fuerza vital una gran parte del papel que se le habia asignado, y que si el arte era incapaz en la actualidad, y lo será probablemente siempre, de hacer una celdilla ó un vaso, podia perfectamente reproducir artificial- mente cierto número de principios inmediatos que circulan en estos vasos y en estos tejidos. Aunque Mr. Berthelot haya sido el primero que ha empren- dido una serie de investigaciones regulares con objeto de agru- par los elementos en productos cada vez mas complejos, se conocian antes de sus trabajos varios ejemplos notables de sín- tesis. En efecto,, desde 1828 Mr. Woehler, el ilustre químico de Gotinga, que en el otro lado del Rhin tiene la gran au- toridad de Berzelius, habia hecho artificialmente urea, uno de los principios que existen en mayor cantidad en la orina hu- mana. También en 1845 Mr. Kolbe habia ejecutado la síntesis del ácido acético. Es preciso reconocer, sin embargo, que es- tos descubrimientos deben considerarse como hechos aislados, mas bien que como los primeros resultados de un trabajo se- guido con un objeto bien determinado. Mr. Berthelot ha efectuado en primer lugar un gran nú- mero de síntesis de las sustancias mas sencillas, los carburos de hidrógeno, gas de los pantanos y gas oleificante, y ha po- dido emplearlas para fabricar alcohol: también ha logrado pro- ducir #a con los elementos la glicerina, principio dulce de los aceites y las grasas. No obstante, solo se ha llegado por la sín- tesis al primer grado de la química orgánica; y para completar esta importante obra, es necesario llegar casi hasta la forma- (l) Véase, sobre ios trabajos de Mr. Berthelot, P. P. Dehéraiu, An - nrnire identifique, p. 82. 273 cion de las sustancias azucaradas y de los cuerpos grasos ; sín- tesis tanto mas difíciles, cuanto mas delicados son los cuerpos que hay que reproducir, menos estables y mas susceptibles de esperimentar descomposiciones fácilmente bajo la influencia de enérgicas reacciones. Los últimos esperimentos de Mr. Berthelot propenden por una parte á producir sustancias mas complicadas que las que hasta ahora había obtenido; y por otra á un nuevo método de síntesis mas directa y mas inmediata que la que primero se había empleado. La primera síntesis que había ejecutado Mr. Berthelot era la del ácido fórmico. Este cuerpo puede representarse por el óxido de carbono y el agua, ambos susceptibles de poderse producir por sus elementos. La producción del ácido fórmico descubre una de las influencias que mejor ha utilizado Mr. Berthelot, que es la del tiempo. En efecto , si nos contentamos con hacer pasar una cor- riente de óxido de carbono por agua, no se llegará segura- mente á producir una combinación; y no se obtendrá tampoco mejor resultado si se pone en contacto agua y óxido de car-(I) * * * * * 7 bono á una temperatura mas elevada, sosteniendo este con- tacto por mas ó menos tiempo: para determinar esta síntesis se necesita obligar al óxido de carbono y al agua á reunirse, y no solo á sostenerlos mucho tiempo uno en presencia de otro, sino además á colocar en contacto de ambos cuerpos una ter- cera sustancia , que teniendo mucha afinidad con los ácidos, produzca la condensación del óxido de carbono y del agua en un ácido, con el cual pueda combinarse. Poniendo en balones de vidrio óxido de carbono, agua y potasa, se consigue produ- cir formialo de potasa (1), del cual se puede aislar fácilmente en seguida el ácido fórmico. ( I) Las personas familiarizadas con las fórmulas químicas compren- derán que 2CO + HO -f- KO = WHOrKO Oxido Agua. Potasa. Formiato de car- de potasa, bono. TOMO XII IB 274 Sometiendo á la acción del calor otro formiato, el de ba- rita, es posible sacar de él gas de los pantanos C¿ H\ com- puesto importante, que es el punto de partida de un gran nú- mero de síntesis interesantes. Una de las mas curiosas es la de la naftalina. Mr. Berthe- lot hace ya algún tiempo que había obtenido este carburo de hidrógeno complejo por un método particular, pero acaba de prepararle últimamente poniendo en un tubo de vidrio gas de los pantanos, y sosteniéndole por algún tiempo á una tempe- ratura suficiente para que empiece á fundirse el vidrio (1). Se sabe que la, naftalina es un cuerpo sólido, blanco, for- mado por hidrógeno y carbón ( C 20 H 8), y que por consiguiente Sos dos cuerpos simples que en él existen están infinitamente mas condensados que en el gas de los pantanos, del cual pro- cede. Esta síntesis es seguramente importante , puesto que de- muestra que es posible llegar á producir con los elementos ma- terias ya muy complejas: sin embargo, se ve que tiene por punto de partida una sustancia oxigenada, el ácido fórmico, y que se ha realizado bajo la influencia de una fuerte elevación de temperatura; pero las modificaciones que se producen asi bajo la acción del calor, suelen ser muy complejas. También, aunque este esperimento no deja ninguna duda en el ánimo, sería mas satisfactorio todavía si hubiera podido hacerse di- rectamente la combinación del carbón con el hidrógeno. Hace poco todavía que esto se juzgaba impracticable: no obstante, Mr. Berthelot no lo creía así; resolvió triunfar de esta dificul- tad, y con la constancia y tesón que caracteriza su talento, puso en práctica todos los medios y procedimientos, con cuyo auxilio le pareció posible reunir estos dos cuerpos simples, carbono é hidrógeno. Se comprende fácilmente que la combinación que primero debía producirse era una de las mas sencillas que da la unión del carbono y del hidrógeno; es decir, ó el gas de los pantanos (í) Comptes rendus des séances de l’Jcadémié des Sciences , t. 54, p. 515.— *J 862. 275 £* 2 * E\ ó el gas oleificante C4 H\ ó por último, la acetilena C* H\ descubierta recientemente por Mr. Berthelot, y de la cual hablaremos mas adelante. Todos saben que á la temperatura ordinaria el carbono es un agente químico muy mediano, sin energía, sin afinidades, pero que no sucede así cuando se pone á temperaturas eleva- das. Mr. Berthelot (1) ha tratado por consiguiente de hacer pa- sar una corriente de hidrógeno por carbón de retorta purificado por la acción del cloro, y elevado á las temperaturas escesivas que sabe producir Mr. Deville (2), cuya cooperación había reclamado Mr. Berthelot: el esperimenlo no produjo resul- tado. «Después de sostener por espacio de una hora la tempera- tura al rojo vivo, hemos visto, dice Mr. Berthelot, fundirse y correr como vidrio el tubo de porcelana que contenía el car- bón, sin obtener el menor vestigio de gas carbonado. »Para adelantar más, aún quedaba la electricidad con sus poderosos esfuerzos, ó la influencia propia de este agente en unión del calor. Me valí primero de la chispa de inducción, bien por medio del carbón calcinado, bien con el carbón muy dividido que se producía en el mismo aparato por la descom- posición del gas de los pantanos; pero no produjo resultado el esperimenfo, lo cual atribuí á que se calienta poco el carbón con la chispa de inducción. »Por último, recurrí á la pila y al arco eléctrico que se pro- duce entre dos puntas de carbón, elevando escesivamente la temperatura, y trasportando el carbón de un polo á otro, te- niendo cuidado de purificar las barritas de carbón, limpiándo- las ele cualquier sustancia bituminosa ó hidrogenada por me- dio del cloro. »En estas nuevas condiciones salió perfectamente el espe- cimento. La combinación del hidrógeno con el carbono se ve- rifica desde el momento en que se forma el arco: se produce acetilena, que es el único producto que he reconocido en la (O Comptes rendus, t. 54, p. 641. — 1862. (2) Véase, sobre los trabajos de Mr. Deville, Jnnuaire scientifique , p. 90 y 247. m reacción : su producción continúa en tanto que pasa el arco eléctrico, y puede reproducirse indefinidamente con los mis- mos carbones cuando el trasporte de materia que se verifica entre los dos polos no los ha desagregado enteramente (1).» Mr. Berthelot había ya ejecutado varias veces el esperi- rnento en público, primero en el Colegio de Francia, en el curso de química orgánica de Mr. Balard, después ante la Acá- demia de Ciencias en la sesión del 24 de marzo de 1862, y por último en su curso de la escuela de farmacia. Esta admirable operación sale perfectamente, y se ve con mucha rapidez que el protocloruro de cobre amoniacal azul toma un color rojo por su combinación con la acetilena. Por lo demás, se desprende fácilmente el gas de esta unión con el cloruro, tratando esta combinación con ácido clorhídrico. Cuando Mr. Berthelot terminó ante la Academia la comu- nicación que acabamos de resumir, alguno de los individuos de ella recordaron , que operando en circunstancias análogas Mr. Morreo, profesor de Marsella, había obtenido ya la com- binación directa del carbono con el hidrógeno, y que habia comprobado la formación de un hidrógeno carbonado, sin po- der precisar su naturaleza. En efecto , en la sesión que siguió á la comunicación de Mr. Berthelot trasmitió Mr. Dumas á la Academia una carta de Mr. Morreo, en la cual este sabio da indicaciones mas com- plelas sobre su esperimenlo. para combinar directamente el carbono y el hidrógeno habia empleado carbón de retorta, que había purificado con una corriente de hidrógeno, y por últi- mo, habia reconocido la presencia de un carburo de hidrógeno por medio de la análisis del espectro, que se aplica al gas lo mismo que á los sólidos (2). Además, Mr. Morren habia dirijido hace ya algún tiempo á diversos individuos de la Aca- (l) La reacción está representada por la fórmula sencilla C4 + H~ = C H(l) 2 Car- Hidró- Aceti- bono. geno. leño. (*) Véase sobre la análisis del espectro, Jnnuaire identifique, p. 4. 277 demia una Memoria completa sobre este asunto, á la que acom- pañaba una fotografía de sus aparatos. Mr. Morren terminaba su carta con el párrafo siguiente, en que se denota mucha mo- destia y deferencia. «Sentiría que mi comunicación quitase algún mérito al des- cubrimiento y al curioso esperimento de Mr. Berthelot. Todo descubrimiento debe acojerse, venga de donde quiera, y sobre todo cuando le presenta un hábil é infatigable químico, que ha sido con frecuencia muy afortunado en el arte de la sín- tesis.» Se ve, pues, que la idea de combinar directamente los elementos, y especialmente el carbo;i y el hidrógeno, produ- ciendo esta combinación por medio de la electricidad, corres- ponde á Mr. Morren, que no obstante su comunicación, re- dactada en términos algo oscuros, había pasado casi desaper- cibida; y que Mr. Berthelot, aprovechando este método ya empleado sin saberlo por Mr. Morren, ha llegado á producir acetileno. En 1860 es cuando se ha descubierto este gas, y cuando Mr. Berthelot ha demostrado su importancia, haciendo de é] un punto de partida de toda una serie de combinaciones orgá- nicas. Es preciso recordar que efectivamente en torno de un hi- drógeno carbonado vienen á agruparse un gran número de sustancias, que se derivan unas de otras por metamorfosis que ios químicos saben producir perfectamente en el día por mé- todos muy regulares y generales. El hidrógeno protocarbonado, el gas de los pantanos, puede considerarse como uno de los puntos á cuyo alrededor se agru- pan los compuestos llamados metílicos, cuyo alcohol es el es- píritu de madera, el cual es fácil de producir artificialmente por medio del gas de los pantanos (1). Guando se ha prepa- (1) Véase cuál es la serie de trasformaciones que pueden efectuarse». + 2 c¿ = WH'ci + ira Gas de Cloro. Eter Acido los pan- metilclor- clorhí- tanos. hídrico. drico. 278 rado así el espíritu ele madera ó alcohol metílico, se pueden preparar con este un gran número de éteres simples ó com- puestos, porque un alcohol da casi tantos derivados como un metal. Si el gas de los pantanos se presta de este modo á la for- mación del alcohol metílico, se podrá emplear para producir el alcohol común otro compuesto que no presente una fórmula isomérica con la del gas de los pantanos, pero que contenga cuatro equivalentes de carbón como el alcohol común, del mismo modo que el gas de los pantarios contiene dos como el espíritu de madera. Gomo es fácil también producir con los compuestos metí- licos el gas oleificante ó hidrógeno carbonado, resulta que el alcohol común se viene á producir con los elementos. En efecto, Mr. Berthelot ha demostrado que si se agita por algún tiempo el gas oleificante ó hidrógeno carbonado CUHU con ácido sulfúrico diluido, acaban por combinarse ambas sus- tancias, y producir un compuesto, del cual puede sacarse con facilidad espíritu de vino. Se observará cuán importante es esta reacción, puesto que enseña que quizá será posible algún dia preparar el alcohol común con uno de los gases que se obtienen de la destilación déla hulla. En torno del alcohol común se agrupan muchísimos com- puestos importantes, especialmente el eter común, el ácido acético, etc. No queremos abusar de las fórmulas: sin embargo, obser- varemos que estos dos alcoholes son los primeros grados de otros muchos compuestos análogos, de los cuales varios son perfectamente conocidos, y que se derivan todos de una fórmula general muy sencilla: c&ci + jsrom = + kci Eter Potasa Alcohol Cloruro metilclor- hidratada, metílico ó de hídrico. espíritu de potasio. madera. 279 | f' nHOOOCO « c© O W a o u c/i SO í© O' O© *5í* q e© oo* co" CO* so* o c © lo © © w © IT" L^> L- L'x ©ooíflei ^ í'-" — ^ x^ so* r^** ©s ©I ©1 ©l ©1 r— ©I rHfí r^t>©QO *5? ©l *5Í O g co" ©T Ir-» »a# OO xai^SO CS OS^ aos ©í e© so r^* o* OI ©4 CM Oí T— ! OI «o* co JO^SOi-Ot^ P— Z£> O IT^ T-l X5j< fx a •» rx r. m r- CC tx s© O S^l ri xsjl e© m E.N.E. 4 Medio cub. de cúmulos. CT3 rr<3 •"O ©SífOOO^.© cOOíOt>rx^QO OO t"> OI 0© ©I SO ©1 CO O 1—1 oo <© r- OO CO OO ©1 m 3,4 cub. ,-estr. CO ■“O a Jft 03 95 OO CO ©>* «SO so ÍO ©> so CO rx rx i> i-. ®od ©í e© v-h L^' o" ©4 ©1 ©1 ©1 T-1 ©í 5© co X— r- SO r- -> r-x O ffli-iíríx'^© í E. : Medio de cúm 10 déla mañana. m©coox© -rxxrxMr»© 2 - r - r . i. □ ©o ^ <»ti ©5 «— ( COW'OCOSO© i> c> i^< i> r> r> s© ©? *-i ©i r-« os ©r^ ©f»?# 2¡o* i-ñ os ©1 ©1 ©1 ©1 r-1 ©1 33,9 xirx(MI>©CO ©oococoeo© co"" — " c© co ©r i'x ©1 r-l r-l OO SO C© m N.E.3,5 Medio cub. de cúmulos. CO CU CCS «a O? OO OI OO CO T— f J ^ L-x eo QO l» ©!_ r~x ©i t^x oo os so CO CS V!# r— CO OO Calma. Medio cub. de cúmulos.. °o g co CO TI3 «© io e© c© so c© i X* I.'' t ^ 1 " i.'' ®c© ©s co" r-' o ©i ©i ©i ©i n ©i ©T co r— « r-< í© O CO (Mrir-OOSOI^ 6 déla mañana. i <3d so Cs Os l> OI CO CO OO S 30 OS co co** c© co* £ c© SO l OO OO ©3 CO lO OS °*3jT. r-T cp-Tco** so* oo* ©4 p— i ©1 G'if"n C© SO CS S© OO OS nxí«oo©eo SO r-T ©r so ©o*" so" ©r © c n -Q O © •o o © *© © es © eS E-* fa5 S © en WS O -© <© «J © © Cu CO © © S=i MS © © a *-> s © •o-© a g s-< O “a *2 © © >> ©2 © © es * © .. .§ B«.5a © x ’c "5 ¡* *5 -33 '.-x © -CO 'i-i © o™, r— 5 kM *»— 2 *“»» « r^¡ i*^ ¡*^¡ C3 © feo es © •a t-4 © ©U © > *© ’O cñ © © H co > • — H © n 1 1 © SU. © -© © a © *© © -o © -o • f— * © © © © W © ce H W a © (C © Cfl eu © © ■£•0 4-» •*"« C/> p^W C5 CO CT> O co CO CO CO <3^1 CM ©Í 294 Aunque este mes en sus principios se presentó lluvioso como en los fines el anterior, fué con todo uno de los meses mas despejados del año, y el que menor número de dias de lluvia cuenta. Cinco fueron estos, en uno de les cuales no ganó el pluvímetro mas que 0ram,2. El primero amaneció el cielo despejado con una que otra nubecilla ó cirro-cúmulo; á cosa de las diez veíase medio cubierto de cúmulo-estratos, y á eso de las cuatro de la tarde empezó la lluvia, habiendo permanecido el cielo encapotado hasta cerca de las siete de la mañana del dia 3. En estos dos dias de lluvia reinó un viento moderado; el 1 sopló principalmente el S. O. con una que otra ráfaga, ya de S. ya de O., como también de S. S. E. y E. S. E. muy suaves; el 2.° dominó constantemente el N. Del 2 al 8 no apareció señal alguna de lluvia, habiendo estado la atmós- fera unas veces clara, otras medio cubierta de cúmulos, y algunas com- pletamente nebulosa. El dia 8 cayó una ligera lluvia á eso de las ocho de la mañana. En los dias que mediaron hasta el 13 siguió el cielo bas- tante claro: á las ocho de la noche del 10, si bien estaba casi todo des- pejado, ofrecíase, sin embargo, cargado de densos vapores, que determi- naron una corona lunar de unos 34 grados de diámetro. Cubrióse de nubes nevosas el 13, y cayó una suave llovizna, que semejaba nieve der- retida. Los vientos dominantes desde el 3 fueron H. E. y N. N. E., ha- biendo también corrido con alguna frecuencia los del E. al S. E. Dominó en los dias siguientes trascurridos hasta el 24 un tiempo mas bien des- pejado que medio cubierto: los nimbos, que de vez en cuando cruzaron la atmósfera, se desvanecieron con presteza: sin embargo, en la tarde del 2 0 se veia llover de Tí. E. á N. O., pasando por el S., sin que desaparecie- ran los amagos de lluvia hasta cerrar la noche: en toda la mañana de esta dia reinaba una completa calma. El 24 se mantuvo el cielo anubar- rado y lluvioso durante todo el dia á influencia del N. 3N. E. constante y moderado, y fué en efecto el dia en que mas lluvia acusó el pluvímetro durante este mes. En el trascurso del período pasado soplaron los mismos vientos que en su anterior, con la sola adición de algunas calmas. Corrie- ron también los mismos en lo restante del mes, si bien dominaron el E. y el E. S. E. La atmósfera se conservó medio despejada en todos estos úl- timos dias. De corta duración fueron las oscilaciones barométricas, si esceptua- mos la primera y la última; creció esta durante 4, y menguó durante 3 dias, y aquella contó 6 dias de incremento y 4 de bajada. La mayor am- plitud diurna valió lmm,70, y correspondió al 8, en que el E. N. E. do- minante llegó á correr unos 6111 por segundo, la media fué lmm,62, y 8mm,95 la diferencia entre la máxima y la mínima altura barométrica. La mayor, 764inm,30, se observó el 2 8 á su hora competente, reinando la m temperatura 2 6% 6, un cielo medio empañado de cirro- estratos, y E. mo- derado; la menor, 755ram,35, ocurrió el i.° á las cuatro de la tarde. La máxima y la mínima observadas coincidieron con las máxima y mínima correjidas. Repetidas también fueron las oscilaciones acusadas por el termómetro, mas de corta duración, si igualmente esceptuamos la primera y última, que duraron esta siete dias y seis aquella, siendo de notarse que el sen- tido de las ondulaciones fue inverso del de las barométricas arriba men- cionadas. El máximo de temperatura, 2 9°, 4, se sintió el dia l.° á las dos d« la tarde, una hora antes de la mínima presión atmosférica: el mínimo fué 17°,8, observado el 26 á las seis de la mañana, mientras el baróme- tro media la presión 7 63mm,06, y el anemómetro señalaba E. S. E. de unos 0m,4 de velocidad. La temperatura máxima deducida de las cuatro máximas diurnas fué 28°, 4, y 20°, 1 ía mínima, inferida de las cuatro mí- nimas, habiendo aquella correspondido al mismo dia que la observada, y esta un dia despues.=Habana l.° de noviembre de 1861. I Ofonervutorl© fínico y meteorológico «le Ion oIssemhos del Sleal Colegio «le Helé». Observaciones hechas en el mes de diciembre de 1861. 296 • «£> •3 o P3 00 «2 -C3 ©sr-oo-esao© _ ^oorHor^^ „ g-9 ©4 ©4 © © 5© ¡OWOíOlOao ©J0e-00©M5 g ^ u Q 1 ©■Teo' © 5© o ©T °2© © ©í ©4 oo" ©T * «Tafeo coos^ ®* 2 ® c 550 5© 5© 5.0 5© 5© ©4 ©4 ©4 ©4 r-t <— ( &4hhOOSÍ5I> • Su E-r-i-t-t-t- W fe =D ^ -s 6 de la tarde. o -§ ■O »5Í5 s© OO 5© ©5 5© ©4 í©> e— t» (V-, O a - O O *a?< ©4 ©s E- 50l>«0 000© E"* i© C© t'* O *— ( B u c s©«:0 50©©4 í© rHMS4 00© © ©4 EO ©1 50 *3 ^ = 2 í-w CO '-O íO C5^l OO íLO I^5 r Z ^ a E - L - ) - ! - E - ¡L- w g 3 c/: . es 4 de la tarde. ¿ s OOOOOO^^W E^500©4I>>E^(-v7"5-3 ^C0_0 ©_« M 0 ^ r«* 0 4© C©_ 0 CC^C© OO c© 5© rH g ^ O 0 3 00" 5S4 a© £©" os" ©T °5© f— " váT ©4" E-"" <©" ©T ©3 ©f ECO E''" ©4" 5© ^ „ 2 c©500'50 50© ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 5-U»-H E^- E^ E" 17^ W "g '5 *3 w S -3 03 -500MJO© ^ 0 ©3 C© ©4 550 VÍ> e^c©_*^5© 00 sa bT '- <©T ©4" so E^" 5©" ©4" 50 a 0 JS D ) — < 03 _ ©4 5© 5© OO E'' C© im r »* f> r »\ ^» ^ ff© ^ C3 C© r f» f» r #\ 0 O e^3 £ Q© ©4 i© :© C3 ©4 ®r^ — so 0© E'* 0 ■o" c w C3 o3 03 •-C3 “ 5© <5© 5© S© SO i© E^> E^ E'' E^ E^ E^5 ©4 ©4 ©4 t-i ©3 c© ^5-ir«00!0 50 H c e- hOOOMO'!* 00 cr'T — w«ooo' ©" ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 _Q M fO O? ^ W C5 3 .2 ^ 00 ® ©4 E'* S - ^ 3 ‘ a W?l50C30t> ©4 *-i ' O© 20 O© «a# O Esa .s'g — ¿ o S -73 0 0 go r^> ©3 t^i ©M50 04 50 84 © ©4 O© 00 *-i OS^ GOC©E^> — E^E^> m 5.^ iO v-! © a [Mil) © 5© E^ — ■«5*1 ®I> t-h vsjToÓ' C© <©T QO ©4n!0 35T-0 m Q E^« 5© © O O C© ©4 ©4 ©4 ©4 <=1 ©4 ©4 ©4 •?— t ^ QO 2£5 E^ _ G "T3 E- E " E" E^* E^> tí OHl>C5^C5 3 © m 50 a r-i <3* u 50 50 50 50 50 50 E" l~" e- E" 25S4MOW© f. ©4 O© ^ OO ©4 © S oo ©T i© ¡o ©~ eo' " 50 50 50 50 50 50 i -50 e© o *5¡t r— ®2© oo sí eo coT ©T ©4 i ©4 ©4 » *H f»< »5fl © *5* 50 I> o«üjT 5© — " ©4 W^T OO ©4 *— i ©4 ©4 X-r ©4 ff© ?. -2 !> 50 00 50!> ©4 ©3 03 ©4 E"» 20 QO _ " ' V « ’s ©MCO^M _ = -3 « r, h |'S r** e© ©5 2© e- ©i ©3 © C©^ o oo ©3" ©í 20 a© c©" ©T ^ t T— . ©3 i© I©» .7, o ■S -3 ©4 •§ .2 a - e¿: O 3 a O -3 5© O ¿ O «< -53 es * es s 1.2 S es ; a. 2 ce a • • r* • • Cw • £3 SH * ^ S c ce 2 ce . ” e . .= g ce S a ce > *© •o 50 © H © > © © *o © a -© © *© c¡ O © © tíl — © •o > © M ’® a £ > © © es ^ 50 • 50 © 3- tí ce í- 0 5¿ 50 s 50 O Ov . | W5 P- 297 i o 3 E U ©5 <5© c . O c e c o ^ íu í- o w a Stí . !“ í 00 O p«| Oí | M <©> _ io § co CO £ ®á i <©> * 2 co" i ^aq e=3 Jsi Cb£J I' Gí S^l ad jo *■5* |J s^rl co M <¿S> o 1 ES 2 coi E3 - 1 o 1 !Z! H ~ co"¡ Í^OOC: w °h co ^ crT ?C(^ Gi 0 1 •e S s* « !■ O -a OO *£> CS> Gí © "3 SE o © 03' ce © H a •— 3 o © í» .a a a © z l^< ssoooo GJ yj lO *“* 1 ?—" <35 IT' CcT 2 <© SO <50 3 " L - IO OMt^C' ® o © s- O. © © 03 c CS © «n °. o © © -*3 • . rt i Z OO 3 © -4 © G “= ° .§ Si:.' ’ñ = ©^ »© — «5 a? ÍS JSs © ¡S¡ Z id s s «5 feS pe! . bD03 es C3 CS < •r o !*33 l-o| II i *Cw ° 5-20 bCF-* o — fccS <35 3 ©5 ° »- • — O © ■s s o — . a- © •o ®.g W _w, *-a .2 3 ¡su ® efi 3 o H 2 s “ < O > c. o < -3 > « ® O > < a ««j / 298 Tres períodos principales dominaron este mes*, en el primero, de corta duración, presentaba el cielo un aspecto medio lluvioso, y lloviznó en efecto el primer dia á eso de las dos de la tarde, y llovió de S. á E. S. E. cerca de las cuatro de la misma: el segundo dia lloviznó también, y llovió el tercero á cosa de las diez de la mañana. En este período do- minaron entre frecuentes calmas los vientos de E. á N. !N. E. suaves, con descenso bastante lento de la presión atmosférica, é igual ascenso de temperatura. Entre este y el segundo período hubo dos dias de transi- ción, en que parecía haber mejorado el tiempo, durante los cuales creció la altura barométrica, permaneciendo la temperatura casi estacionaria, y tomó el viento diferente rumbo, habiendo oscilado el anemóscopo entre S. S. E. moderado, que corrió el 5, y N. N. E. algo mas débil, que el 4 por la mañana sopló con alguna frecuencia. Siendo la fracción media de humedad inferior á la media mensual sobrevinieron unos 8 dias lluviosos, en cuyo trascurso la lluvia fué mucho mayor durante la noche y la ma- ñana que por la tarde, fuera del orden acostumbrado. De estos 8 dias solo el 12 y el 13 estuvo el cielo encapotado durante el dia entero; en los demás se presentaba la mañana cerrada, y la tarde medio nublosa. A principios de este período soplaron con mayor frecuencia los vientos de E. N. E. y N. E. moderados, y á fines dominaron E. y E. S. E. cal- mosos. El 7 sobre las doce, lo mismo que en los dias anteriores, arre- ció notablemente el viento, creció hasta cosa de las dos, en que llegó á su máximo de velocidad, y menguó en lo restante del dia. El E. N. E. que á las seis de la mañana del 8 apenas corria 31Ü por segundo, á las diez soplaba ya con notable fuerza, y siguió oscilando entre 6 y 12m hasta entrada la noche. La marcha regular que rijió el largo período de los últimos 1 7 dias del mes, fué interrumpida el 1 9 por un corto intervalo de lluvia ocurrido á las seis de la mañana; por lo demás, do- minó un tiempo despejado, aunque algo nubloso. El dia 26 á las seis de la tarde se notaron frecuentes relámpagos al S. S. O., y á la mañana del siguiente se divisaba una reunión de cirro-estratos, que por su pro- longación y paralelismo parecían estar dispuestos en forma de radios, cuyo centro común se hallaba colocado en el mismo lugar donde la no- che anterior se veia el relampagueo. El viento dominante fué el E. mo- derado con frecuentes ráfagas de E. S. E. y E. N. E. El 23 sopló N. N. O. moderado, y N. N. E. el 24, habiendo luego vuelto á su rumbo emprendido . Hasta mediados del mes descendió y subió el barómetro paulatina- mente, habiendo solamente tenido lugar dos oscilaciones y media en el trascurso de los 17 primeros dias; las restantes fueron de muy corta du- ración, si esceptuamos la última, que duró unos cinco dias. Hubo pe-» 299 ríodos en qne se conservó notablemente alto: en uno de estos se observó la máxima, 770mm,0, que correjida de la capilaridad y reducida á 0% dió 7 67mm,27: tuvo esta lugar á las diez de la mañana del 6 bajo un cielo enteramente cubierto, E. suave y 24°, 2 de temperatura. Leyóse la presión menor, 759ram,69, el 2 á las cuatro de la tarde, al mismo tiempo que soplaba E. suave bajo un cielo cubierto, y se percibía la tempera- tura 2 6 o, 6. Una marcha inversa á las oscilaciones del barómetro siguieron las ondulaciones termométricas en los primeros dias, luego se repitieron con frecuencia las bajadas y subidas, describiendo un rumbo, ya semejante, ya diferente, ya contrario al marcado por la presión. La onda de mayor duración fué la primera, la cual terminó el 8. Tuvo lugar el primero á las doce del dia la temperatura máxima 27u,7, y el 25 á las seis de la mañana la mínima, 16°, 4; durante aquella la altura barométrica era 7 61,67, y corria E. N. E. moderado en un cielo casi cubierto; en el trascurso de esta la atmósfera estaba despejada, el viento calmoso, y reinaba la presión 762raia,65.=Habana t.° de enero de 1862. Nota . Se omiten desde ahora las observaciones magnéticas, guar- dando para mas tarde la publicación de las hechas en el nuevo observa» torio magnético. (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Ruie») - - * — - CIENCIAS NATURALES. FISIOLOGIA VEGETAL. Investigaciones esperimentales sobre las conexiones de las plantas con el rocío y las nieblas ; por M. P. Duchartre, del Instituto. (Armales des Sciences naturelles, t. -15, núms. 2 y 3.) La condensación de la humedad atmosférica en forma de rocío ó de niebla liene lanta importancia para la vegetación, que aunque varía sin duda según los climas y las estaciones, es siempre bastante considerable, y puede serlo mas en mu- chos casos. No obstante, esta importancia dista de ser igual respecto de ambos meteoros, porque la tiene mucho mayor el rocío, al cual consagraré la mayor parte de este trabajo, em- pezando por esponer las consideraciones á que ha dado lugar con los esperimentos de que ha sido objeto, y examinando en segundo término, y mucho mas sucintamente, la cuestión de las nieblas, consideradas bajo el punto de vista de su influen- cia sobre los vegetales vivos. Dividiré, por consiguiente, esta Memoria en dos partes muy desiguales en eslension, consa- grada la una á investigaciones experimentales sobre el rocío, y la otra á las nieblas. PARTE PRIMERA. Del rocío. La condensación de la humedad atmosférica en los cuerpos enfriados por la radiación nocturna, es decir, el rocío, es un fenómeno cuyo estudio ofrece tanto interés bajo el punto de 301 vista físico , como respecto de la utilidad que el agua , asi • producida, puede tener parala vegetación. En todas épocas ha llamado la atención de los hombres, aun de los menos obser- vadores, y todos ellos de común acuerdo lo han considerado á propósito para suministrar á las plantas los medios de repa- rar las pérdidas que les causa la traspiración durante el dia. La formación del rocío parece verificarse en casi todos los puntos del globo, y solo se cita un corlo número de paí- ses, como por ejemplo el Zancibar, en el cual, según ciertos viajeros, no puede observarse. En general se presenta con me- diana abundancia, á menos que haya circunstancias escepcio- nales, en las partes bajas de nuestras regiones templadas; pero se manifiesta mucho mas á medida que nos aproximamos al Ecuador, ó subimos á montañas elevadas. Yolney, Mr. Boussin- gault, y como ellos poco mas ó menos iodos los que han esplo- rado los países cálidos, han examinado con atención la inten- sidad con que se verifica esta condensación de vapor en las regiones intertropicales y subtropicales. «En los países muy calientes, dice Mr. Boussingault (1), se ve el rocío con bastan te abundancia para favorecer la vegetación, supliendo ala lluvia en una gran parte del año..,.. Cuando se pasa la noche en un claro de cualquier bosque (2), y hay condiciones favorables de radiación, rara vez deja de verse que se destila agua con- tinuamente de los árboles que hay inmediatos: puedo citar, entre muchas observaciones de este género, la que hice en un bosque del Cauca, en el Contadero de tas Coles, durante una noche hermosísima; los primeros árboles, que estaban á algu- nos metros de distancia, derramaban abundantemente rocío, viéndose á la luz de la luna correr el agua de las ramas su- periores. Aunque menos conocido, es un hecho enteramente análogo el que sucede en las montañas, comprendiendo las de la parte media de Europa» Hales (3) había dicho ya que los rocíos son (O Economie rurale , 2.c édition, t. 2, p. 717. (2) Ibid, p. 718. (3) Statique des végétaux , p. 49 de ia trad. de Buffon, in 4.*, 1735. m mas abundantes en las montañas que en las llanuras; pero Otto Sendtner hizo observaciones mas minuciosas sobre este punto. «Todos los que han subido á las montañas, dice el sa- bio botánico bávaro (1), saben que su parte mas elevada se encuentra constantemente bañada por el rocío; así es que en el verano se ve al medio dia, en cumbres que pasan de 6.000 pies, estar la yerba mojada por el rocío á pesar del sol. Aun después que han pasado muchos dias sin llover, se nota que el tapiz de musgo que cubre las rocas, formando en ellas una especie de cubierta algunas veces hasta de un pie de espesor, se halla impregnado de agua lo mismo que una esponja, la cual destila continuamente en los parajes sombríos.» Sendtner dice también (2): «Esta condensación de humedad en forma de rocío, tiene en los Alpes una importancia mayor que la de la misma lluvia, y se distingue particularmente por su regu- laridad. Mis observaciones me han enseñado que esta circuns- íancia es una de las mas esenciales para la difusión de las plantas: en efecto, he reconocido que constituye la influencia principal que determina el límite inferior de la mayor parte de las plantas alpinas, y especialmente el de los musgos.» Siendo indudable la gran importancia del rocío para la vegetación, es esencial reconocer la acción que tiene el agua que lo constituye, sobre las plantas en las cuales se deposita; porque puede concebirse que sea útil este líquido para los vegetales de dos modos distintos: ó por una absorción local verificada en las mismas superficies que cubre, ó por inter- medio del suelo. Hasta ahora todos, sin escepcion, han juzgado que las hojas mojadas por el rocío lo absorbían, y que el agua absorbida se agregaba á la masa de los líquidos nutritivos con- tenidos en la planta. Sin embargo, aunque á primera vista parezca esto lo verosímil, mas bien se ha admitido tal opinión universal por instinto, que á consecuencia de observaciones demostrativas; y por mi parte hace algunos años que traté de hacer esperimentos sobre este punto, no con objeto de recono- (O Díe vegetation,'~-Ferhaltni$se Südbayerus , p. 83. (2) lbid., p. 283. 303 cer si era fundada ia opinión, estando yo entonces convencido de ello, lo mismo que todos, sino mas bien con el de determi- nar en qué límites podía ejercerse la facultad de absorción, que le sirve de fundamento. Pero cuando he entrado en este camino inesplorado, he recojido observaciones enteramente contrarias á las ideas que habían sido mi punto de partida; y bien pronto, cediendo á la evidencia de los hechos, he tenido que deducir de cuanto observaba, que esta absorción no se verifica, y que el agua depositada en las hojas por la noche no penetra en su tejido. No obstante, dudando todavía de lo que me demostraba la esperiencia, he variado las observacio- nes y los métodos, sin llegar al cabo de cinco años de asiduas investigaciones á recojer un solo hecho que, por su poca con- formidad con los demás, diese lugar á alguna vacilación. Por este medio he adquirido una convicción profunda, tanto menos sospechosa, cuanto que ha sucedido á una opinión preconce- bida diametralmente opuesta. Esta convicción es la que trato de inculcar en el ánimo de los lectores de esta Memoria, pre- sentándoles ia exposición de los hechos y consideraciones en que está fundada. CAPITULO L Observaciones anteriores . No tengo noticia de que se hayan hecho esperimenfos se- guidos, especialmente con objeto de reconocer si las hojas de las plantas vivas absorben el rocío formado en su superficie; todo lo que he visto circunscrito á este punto en los escritos de los fisiólogos se reduce á dos pasajes que incidentalmeníe se encuentran en la Estática de los vegetales de Hales, en medio de la relación de sus observaciones sobre la traspiración de las plantas. En la exposición de su primer esperimenio, que se contrajo al girasol de los jardines (Helianthus anmius, L.), el célebre fisiólogo inglés dice (p. 4): «inmediatamente que ha- bía algún rocío, no se verificaba la traspiración; y cuando era abundante, ó por la noche llovía algo, el tiesto y la planta aumentaban dos ó tres onzas.» Mas adelante (p. 17), al referir 304 su quinto esperimento hecho con un limonero muy vigoroso, se encuentra el siguiente pasaje: «Por la noche traspiraba algu- nas veces media onza, otras no tanto, y otras aumentaba hasta dos onzas cuando había lluvia ó rocío abundante.» De estos dos pasajes parece resultar que Hales creía que las plantas absorben el rocío. En efecto, así aparece muy cla- ramente en otro lugar, donde manifiesta su opinión sobre este punto. «El gran bien, dice (p. 56), que causa el rocío en tiempo cálido, consiste en que es absorbido por las hojas y las demás partes de los vegetales que están fuera de la tierra, porque esto las refresca al momento, y les da bastante humedad para suplir la mucha cantidad que se disipa en los dias siguientes.» Desgraciadamente los aparatos que este célebre observador empleaba eran bastante imperfectos, y daban ocasión á tan grandes inexactitudes, que apenas podian deducirse conclusio- nes simplemente afirmativas. Yéase la descripción que de ellos da (p. 3): «Tomé un tiesto en el cual había un girasol de 3^ pies de altura, que yo había plantado espresamenle en él cuando era nuevo cubrí el tiesto con una lámina delgada de pío- . mo, embetunando bien todas las junturas, de modo que no pu- diese escaparse ningún vapor; pero establecí la comunicación del aire de dentro á fuera por medio de un tubo de vidrio muy estrecho, que tenia 9 pulgadas de longitud, fijo junto al tallo de la planta sobre la lámina de plomo; otro tubo de 2 pulgadas de longitud y 1 de diámetro estaba también fijo y embetunado sobre dicha lámina, para regar por él la planta: tapé en se- guida este tubo con un corcho, y también los agujeros de la parte inferior del tiesto.» Dos causas me parece que debían quitar toda la exactitud á los esperimentos que se hicieran por medio de semejante aparato. En primer lugar, el tiesto expuesto al aire libre era un simple vaso de barro cocido, poroso y sin vidriar, que de- bía empaparse de agua ó secarse según las circunstancias, y esto en proporciones bastante grandes para alterar considera- blemente el resultado real. En efecto, según la figura que lo representa, consistía en una gran vasija que ofrecía una an- cha superficie, y que podía por lo tanto cargarse de una gran cantidad de humedad condensada á consecuencia del enfria- 305 miento que esperimentaba por la noche, lo cual era una causa muy grande de error. En segundo lugar, acabamos de ver que existia una comunicación libre entre la tierra que llenaba el tiesto y la atmósfera por el intermedio del tubo de vidrio siem- pre abierto. Aunque menor que la primera, esta causa de er- ror debía influir también sensiblemente en los resultados, porque se sabe que la tierra puede absorber mucha humedad por la noche, tomándola del aire que está en contacto con ella; y si alguna duda se suscitase sobre este punto, un esperimento del mismo fisiólogo suministraría los datos precisos (1). Aña- diré que uno de los individuos, el Helianthus annuus ó girasol de los jardines, bien escojido tal vez para hacer esperimentos sobre la traspiración, es muy desventajoso para emprenderlos sobre el rocío. El motivo de ello consiste en que sus enormes cabezas se empapan de agua como una esponja, y retienen por consiguiente este líquido por espacio de mucho tiempo, de modo que se produce así un aumento de peso enteramente in- dependiente de la misma planta; además, Hales pesaba estas plantas por la mañana, es decir, cuando las tres cabezas de su Helianthus estaban cargadas de esta humedad adicional que retenían mecánicamente. Por último, haré observar que el cé- lebre sabio inglés no dice en ninguna parte en qué estado pe- saba sus plantas, ni si tenia cuidado de enjugarlas cuidado- samente hoja por hoja antes de pesarlas: su silencio sobre un punto tan importante autorizaría quizá á creer que no les qui- taba el agua depositada por el rocío, pues es difícil pensar que, cuando refiere con minuciosa exactitud todos los detalles de sus esperimentos, no hubiera dicho nada de la gran difi- cultad que debería esperimentar al enjugar las hojas erizadas de pelos ríjidos , ó los involucros empizarrados de su He- lianthus. Por estos diferentes motivos me parece prudente no tomar en cuenta ninguna de las dos aserciones incidentales de Hales, cuyo valor acabo de discutir. ( l) Statiqne des vegetan#, p. 46* TOMO XII. 20 306 CAPITULO II. Aparatos de que me he valido. Como trataba de emprender una serie de observaciones con objeto de reconocer de qué manera se conducen los órga- nos aéreos de los vegetales respecto del rocío que les cubre, he debido ocuparme antes de todo en la construcción de apa- ratos é investigación de métodos que á mis ojos no ofrecie- sen motivo alguno de error. El punto mas importante para estas investigaciones consis- tía en cerrar herméticamente el tiesto en que habían de vege- tar las plantas sometidas á los esperimentos, de tal manera que el tiesto y la tierra de que estaba lleno no pudiesen tomar nada en el aire, ni perder nada que fuese capaz de influir en la precisión de los resultados obtenidos. En segundo lugar, se necesitaba que las plantas no se alterasen por la disposición que se les daba. Por último, era esencial que todo el aparato, después de montado, fuese á la vez portátil, sólido, y no pre- sentase en su superficie ninguna porción que pudiera embeber agua, ni retener ninguna cantidad apreciable de ella. Todas estas condiciones creo haberlas reunido del modo siguiente. Uso frascos ó botes cilindricos de vidrio blanco, de fondo plano, de 0m,13 ó 0m,16 por término medio de alto y ancho, cuyo borde está reforzado por un grueso rodete periférico, y forma por consiguiente un anillo plano de 3 á 4 milímetros de anchura. En uno de estos frascos pongo el tiesto de mi planta, y para darle mas estabilidad, como también para que las raí- ces no se sumerjan continuamente en el agua que se reúne en el fondo del frasco, ya provenga del riego ó resulte de la eva- poración seguida de la condensación déla humedad de la tierra, lo coloco sobre un triángulo formado por otros tres pequeños triángulos de madera de 13 á 20 milímetros de altura. Para cerrar este frasco ó bote de recepción me valgo de dos semi- círculos de vidrio doble, cortados exactamente, según la cir- cunferencia esterior del frasco, que tienen en su centro una gran abertura semi-circular. Ambas placas de vidrio se enea- 307 jan profundamente por su abertura central en un gran tapón colocado en el eje del aparato, que forma la parle mas esencial de toda esta construcción, y que tiene 5 ó 0 centímetros de diámetro y i ó 5 de grueso. A la distancia de 1 centímetro cerca de su base abro todo alrededor una canalila de sección cuadrada, también de I centímetro de altura y de profundidad poco mas ó menos, después de lo cual lo divido en dos mita- des, dando un corte de sierra longitudinal. A lo largo, y en medio de cada una de las caras planas formadas por el corte de sierra, abroen el eje una canal longitudinal semi-cilíndrica; y al reunirse ambas canales, poniendo en contacto las dos mi- tades del tapón, forman en la masa de este un [ubo central, por el cual debe pasar el tallo de la planta. He tenido cuidado de hacer este tubo bastante ancho para que el tallo penetre y sin presión, supuesto que podía llenarse exactamente y sin di- ficultad el vacío de alrededor. En cada mitad de este tapón he abierto un agujero cilindrico, que lo atraviesa, en el cual hago entrar á frote un tubito de vidrio recto, ó para mas comodidad ligeramente doblado en forma de codo en su parte esterior. Preparado todo, se monta el aparato de la siguiente manera. Se pone en el frasco el tiesto que contiene las raíces de la planta, el cual debe sobresalir del borde 3 ó 4 centímetros. Se hace entrar la parte inferior del tallo en la canal central del tapón, reuniendo con cuidado las dos mitades de este, y cu- briendo las superficies desiguales que ha dejado la sierra con un betún claro de goma laca disuelta en alcohol, que es lo único que uso para las demás partes del aparato. Para dar ma- yor solidez á la unión de los dos pedazos del tapón, los aprieto fuertemente uno contra otro, atándolos con un bramante que coloco en el fondo de la ranura circular. En esta misma ra- nura ajusto la abertura central de ios dos semi -círculos de vi- drio, que debe llegar al fondo, esto es, introducirse cerca de 1 centímetro, y lleno la ranura del tapón con cera amarilla ablandada entre los dedos, apretándola fuertemente con la punta de un cuchillo, y así consigo el doble resultado de llenar enteramente este vacío, y de ejercer sobre los dos vidrios una presión bastante fuerte para mantenerlos en la posición que deben guardar. En seguida pongo sobre estas dos placas pesos 308 bastante grandes para que queden exactamente aplicadas so- bre la boca esmerilada del frasco, en el cual las uno por me- dio de un lodo semi-líquido, hecho con goma laca disuelta en alcohol , que penetra entre ellos por la acción de la capitali- dad, y del cual se aplican sucesivamente varias capas. Del mismo modo consigo que queden pegados entre sí los bordes diametrales de estos dos planos de vidrio. Para llenar el vacío que queda alrededor del tallo en el centro del tapón, intro- duzco con fuerza, y en pedacitos pequeños, cera amarilla ablandada, cierro los dos tubitos de vidrio con dos tapones exactamente ajustados, y por último barnizo muy bien con goma laca todo el tapón y sus junturas con el vidrio. El aparato queda completo en este estado, pero la espe- riencia me ha hecho conocer en poco tiempo que no tiene su- ficiente solidez para resistir á frecuentes trasportes, ni al roce continuo que debe sufrir al quitar el agua con que se hu- medece en cada esperimento, por lo cual hube de conseguir darle toda la solidez necesaria, pegando con goma laca en las junturas de los dos semicírculos entre sí y con el frasco una tira bastante ancha de papel de estaño del grueso del papel de dibujo bueno, y barnizado en seguida este mismo estaño con goma laca. Construido así el aparato es sumamente sólido: toda la su- perficie no descubre mas que vidrio ó goma laca; por consi- guiente, no puede absorber el agua con que se moja, y puede secarse perfectamente cuantas veces se necesite. Las plantas, cuyo tiesto está encerrado de este modo, no esperimentan alte- ración alguna: he conservado por espacio de mas de un año algunas de ellas, que estaban en tan buen estado al cabo de este tiempo, como cuando las había provisto de este aparato. Este queda perfectamente cerrado, como es fácil convencerse de ello por el esperimento siguiente. De los tubitos que atra- viesan verticalmente el tapón central sirve el uno para regar, y el otro para que penetre el aire; pero si se cierra este cuando se quiere regar echando el agua por el primero, se ve que el líquido se detiene cuando queda retenido por el aire que con- tiene el aparato, el cual, no pudiéndose escapar por ninguna juntura, le opone una resistencia insuperable. Por el contra- 309 rio, él agua entra sin la menor dificultad cuando se deja sa- lida al aire, quitando el tapón del segundo tubo. Creo que ningún físico podrá objetar que esta observación, muy sencilla, no demuestre que el aparato queda completa- mente cerrado: no obstante, he creido que una prueba directa hablaría todavía mas claramente al ánimo de algunas personas; y para obtenerla, he procedido del siguiente modo. Después que una planta, cuyo tiesto se había encerrado del modo des- crito, me sirvió de objeto de observación por varios meses, corté el tallo un poco mas bajo que el nivel del aparato , y ta- pé en seguida con cera el hueco producido. El aparato contenía entonces un tiesto lleno de tierra húmeda, y una capa de agua de mas de 1 centímetro de altura, reunida en su fondo. Cuando la cubierta no quedase perfectamente cerrada, aunque le faltase muy poco, la tierra se secaría algo; el agua que ocupa el fondo del frasco debería en tal caso evaporarse, y por una consecuencia necesaria debería disminuir de peso el aparato. Pero pesado con cuidado al principio de la observación, dio un peso de 1977&r,75, que he encontrado sin la menor altera- ción al cabo de 2, 4, 7 y aun 11 dias. La observación directa manifiesta desde luego que el aparato queda perfectamente cerrado. No necesito hacer resaltar las grandes ventajas que pro- duce el uso de este aparato. La mas importante de todas es que las plantas que están puestas en él no tienen al aire mas que el tallo con sus hojas; que la masa de tierra en la cual penetran las raíces, como también el tiesto, están aislados y contenidos en un recipiente de vidrio exactamente cerrado; y que desde luego no se necesita atender á los cambios de peso que estos esperimentan cuando se evapora su humedad, porque esta solo les abandona para quedar encerrada en el interior del aparato, cuyo peso total permanece invariable en el curso de cada observación. Para completar la descripción de los aparatos de que me valgo, debo decir que he usado sucesivamente dos balanzas construidas con especialidad para los esperimentos queme pro- ponía hacer. La primera me permitía valuar el peso de mis plantas en 4 de gramo poco mas ó menos; la segunda, que he 310 usado en los tres últimos años, tiene un sistema de suspensión de Cardan, y en uno de sus platillos puede ponerse una planta de 55 á 60 centímetros de altura, dando un ppso de de kilo- gramo con la carga, de 3 y aun de 4 kilogramos. Añadiré que mis esperimentos se han hecho desde 1856 á 1860 inclusive en Meudon (Sena y Oise), en dos grandes jardi- nes, en los cuales se hallaban las plantas bajo un estenso cielo. CAPITULO III. Método que he seguido en mis esperimentos . Si se coloca una planta con el aparato que acabo de descri- bir, expuesta al aire libre por la noche , y en tal tiempo se impregna de rocío absorbiendo una proporción cualquiera de él, este líquido adicional agregará su peso al primitivo que la planta tenia, y hará el peso de la misma mas considerable, á no ser que mientras gane por una parte, esperimente por otra una pérdida debida á cualquier causa. Desde luego, pesán- dola dos veces al principio y al fin de la noche con las pre- cauciones que mas adelante indicaré, se manifestará si ha ha- bido aumento de peso, y por consiguiente si se ha verificado una absorción de rocío; pero con tal que la planta observada no haya esperimentado pérdida por otra parte. Es evidente, en efecto, que si la planta disminuyese de peso por una causa cualquiera, ésta disminución ocultada la absorción de agua que se verificada al mismo tiempo en ella. Es igualmente evi- dente que no debe tomarse en cuenta de ningún modo todo fe nómeno susceptible de producir por el contrario en ella un au- mento de peso, supuesto que su efecto, lejos de poder encubrir una absorción, no hada mas que hacerla aparecer mayor, aña- diendo al aumento de peso determinado por esta, el que la mis- ma hubiera producido. Examinemos, por consiguiente, ante todo, para descartar de la cuestión cuanto pudiera complicarla ó dificultaría, cuáles son las causas de las pérdidas que pueden existir en un vegetal expuesto al aire libre por la noche. 311 §. I. Papel de la respiración y la traspiración por la noche. Si no me equivoco , los únicos fenómenos que se hallan en el vegetal en el caso indicado, son la respiración y la traspi- ración. 1. ° Respiración. ¿En qué consiste la respiración vegetal por la noche? En una inspiración de oxígeno, á la que acom- paña un desprendimiento correlativo de ácido carbónico. La cantidad de oxígeno introducida en las hojas por esta inspira- ción es siempre muy corla, pues que en los célebres esperi- mentos de Th. de Saussure sobre unas 60 especies distintas, nunca vió que escediese sensiblemente del volumen de las ho- jas, y en la mayor parte de los casos (1) notó que era menor; no obstante, es siempre superior á la proporción de ácido car- bónico libre que se desprende en el mismo tiempo (2). En cuanto al ázoe que pueden expirar con el ácido carbónico ó sin él (como en las plantas crasas), siempre está en cantidad tan pequeña, que no puede bastar para que la expiración total equivalga á la inspiración (3). Se ve, por lo tanto, que la respiración no produce por la noche una disminución de peso en las plantas sometidas á los esperimentos; y que en conse- cuencia, debe hacerse abstracción de este importante fenómeno en la investigación de las causas posibles de pérdida. 2. ° Traspiración. La traspiración ó evaporación , como quiera llamarse, podria suponerse que ejerce una influencia mucho mayor que la de la respiración bajo el punto de vista (O Saussure , Recherches chimiques, p. 98. (2) Ibid ., p. 61. (») Seis pulgadas cúbicas de Cactus que habian inspirado en una noche 4 pulgadas cúbicas de gas oxígeno, no expiraron en la oscuridad bajo una pequeña cantidad de agua en el vacío mas que í pulgada de aire, que contenia 15 por 100 de gas oxígeno y 85 por 100 de ázoe, y nada ó 1 por 10 de ácido carbónico. (Th. de Saussure, Recherches chi- miques, p. 68.) 312 en que por ahora me coloco; así es que ahora insistiré algún tanto sobre los motivos que me hacen creer que este fenómeno no debe tomarse en cuenta cuando se trata de plantas mojadas por un rocío abundante. No es inútil observar en primer lugar que el rocío se depo- sita en las dos caras de las hojas, en las cuales no tarda pol- lo común en formar un barniz líquido, colocando así á ambas en condiciones casi semejantes. Resulta de los esperimentos hechos por diversos fisiólogos, y también, si se me permite decirlo, de los que yo mismo he seguido por espacio de dos años, que en las noches secas y sin rocío, es decir, en las condiciones mas favorables para la tras- piración, este fenómeno no se verifica mas que en cortas pro- porciones; además, es difícil comprobar que poco mas ó me- nos, y no enteramente, deje de producirse sobre las hojas cuando el rocío que se forma en abundancia sobre las dos ca- ras las cubre de un barniz líquido completo. Hales, cuyos es- perimentos han servido hasta el dia de base para la historia de la traspiración, se espresa con este motivo de la manera mas categórica. Aun respecto del Reliant hus annuus , cuya pérdida acuosa se ha reconocido que es sumamente considerable du- rante el dia, se ha visto por la cita antes mencionada, «que in- mediatamente que había en él algo de rocío, no se producía traspiración.» Mr. Boussingault parece admitir también, al menos implícitamente, la supresión completa de la traspira- ción en las mismas circunstancias. Efectivamente, se lee en su Economía rural (1): «En los dias lluviosos, en que hay niebla, cesa la evaporación.» Pero ¿cuál es el efecto directo de las nieblas y de la lluvia? Mojar las hojas, como lo verifica el rocío. Si se admite que el barniz acuoso que se forma sobre estos órganos suprime su traspiración aun por el dia, eviden- temente debe suceder lo mismo con mayor razón cuando se for- ma este sobre ellos por efecto del rocío durante la noche. Sería fácil multiplicar citas á propósito, porque se trata de un punto admitido sin contradicción en la ciencia, y fundado (1) Segunda edición, t. J, p. 29. I t . L 313 en observaciones muy diversas. Sin embargo, para abreviar me contentaré con citar otro enunciado, que procede de un trabajo especial de la mayor importancia. Guettard, autor de una escelente serie de esperimentos so- bre la traspiración, que Meyen no vacila en declarar superior á la que constituye la gloria de Hales, se espresa del siguiente modo en la primera de sus Memorias sobre este asunto. «En todos los esperimentos anteriores he contado, como general- mente se hace, por un dia, el dia real y la noche; pero parece por el esperimento siguiente que no debe considerarse mas que el dia, propiamente dicho, como tiempo en el cual traspiran las plantas, porque su traspiración es casi nula por la no- che (1). Pero el experimento al cual alude, y que creo inútil referir, tenia por objeto dos plantas enteramente resguardadas de la influencia del rocío. Añadiré que el método adoptado por Guettard consistía en recojer el agua que salía de las hojas por efecto de la traspiración, diferenciándose completamente del de Halles, y desde luego acaba de verse cómo da para el mismo hecho una demostración enteramente diversa. Este modo de es- perimentacion permite por otra parte refutar una objeción que podría presentarse por algunas personas: si las plantas no pier- den en una noche de calma, aunque sin rocío, mas que una corta porción de su peso, pudiera creerse que consiste en ha- ber absorbido en el aire una cantidad bastante grande de hu- medad para disimular casi exactamente la pérdida real que hayan esperimentado; pero como Guettard ha recojido el agua que da origen á esta pérdida, y la ha visto reducirse, después de su condensación, á cuatro ó cinco (jotas de líquido en una rama entera de saúco, lo mismo que en una madre- selva, es claro que la pequeña disminución de peso en es- tas circunstancias, indicada por la balanza, espresa toda la traspiración durante la noche, y sería una suposición gratuita, contraria además á la misma objeción, la que hace intervenir una absorción cualquiera de humedad en el mismo espacio de tiempo. (l) Guettaf"'. Sur la traspiration insensible des plantes , primera Memoria en las Menú de t'Jcad. roy . des sc.<, año 1748, p. 57 4. 314 Todos los autores de tratados de fisiología vegetal, De Can- dolle, Meyen, MM. Treviranus, Unger, ele., se lian espresado del mismo modo; de suerte que no hay en la ciencia hecho mejor establecido que el relativo á la suma escasez de la tras- piración por el solo efecto de la oscuridad, de su supresión to- tal, ó poco menos, en las circunstancias en que á esta oscuri- dad se agrega una humedad abundante, ó mejor todavía, una capa acuosa. Séame permitido recordar que yo mismo me he ocupado con cuidado en muchos experimentos sobre este asunto, y que creo haber demostrado con hechos esta aniquilación completa ó casi completa de la traspiración por la presencia sobre las plantas de un rocío suficiente para que queden cubiertas por una capa de agua (1). Creo por lo tanto, en resúmen, que la traspiración, lo mismo que la respiración, no puede contribuir á invalidar los resultados suministrados por los dos pesos su- cesivos que forman el punto capital de mis esperimentos. ( Continuará .) (í) Duchartre, Observations sur la transpiration des plantes pen- dant lanuit. ( Bull. déla Soc.bot . de France, t. 4, 1857, p. 1024-1031 .) (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Rüiz.) 315 VARIEDADES. Ferro-carril hidráulico. Leemos en el Cosmos: «Hace poco tiempo que SS. MM. el Emperador y Emperatriz, acompañados de un séquito brillante, se dignaron ir á la Joucliere, cerca de Bougival, á casa del hábil mecánico Mr. Girard, para tomar parte en los esperimentos del camino de hierro hidráulico ó deslizador , sobre el cual se hacen lentos pero perseverantes estudios. Hay dos vias de ensayo, una horizontal de 40 metros de largo; otra inclinada con una pendiente de 50 milímetros por metro y 50 de largo. En la via horizontal se impulsan simplemente los wagones con la mano, y adquieren una velocidad de cerca de 12 ki- lómetros por hora: en la via inclinada, son arrastrados por un propulsor ó especie de turbina hidráulica, y la velocidad puede llegar hasta 24 ki- lómetros por hora. SS. MM., sin atemorizarse por estas velocidades tan grandes en trayectos tan cortos y en solo algunos segundos, quisieron subir en los wagones de las dos vias, y recorrer el espacio. En el siste- ma de Mr. Girard no intervienen ruedas, sino mas bien unos patines ó trineos: los wagones se deslizan sobre los rails, interponiéndose entre aquellos y estos una delgada capa de agua. El rozamiento se disminuye en enorme proporción, y es solo una pequeñísima fracción del que hay antes de la interposición del agua; pero si se cierra una llave que da sa- lida al agua, sobre la cual corre el tren, adquiere toda su fuerza el ro- zamiento del hierro sobre el hierro, ó de la madera sobre el hierro, y en este caso, siendo su acción proporcional al peso de los wagones, se detiene el tren casi instantáneamente sin producir ningún sacudimiento, de modo que se evita cualquier peligro, sin mas freno que la llave que se cierra. Al esperimento asistió una comisión nombrada por el Empera- dor, y compuesta del coronel Favé y de MM. Delaunay, de la Academia de Ciencias, y Lissajous, profesor de física en el liceo de San Luis, la cual deliberó casi á presencia de S. M., y decidió en seguida que se pro- cediese inmediatamente al ensayo en grande escala del camino de hierro deslizador , para poder utilizarle. Esta invención, tan favorablemente pro- tejida, no dejará de prosperar, y dentro de algunos meses podremos ir con ella desde la plaza de la Concordia al bosque de Bolonia ó mas allá.» (Moigno.) - — Telégrafo trasatlántico. Leemos lo siguiente en el Family paper del 1 9 de abril último. «Se recordará que hace 30 años se intentaron ♦ 316 grandes esfuerzos para establecer una comunicación entre Inglaterra y los Estados-Unidos de América por medio de un telégrafo eléctrico. En los dos lados del Atlántico ambas naciones acojieron con entusiasmo la probabilidad del buen éxito, cuando con gran satisfacción de todos los interesados se colocó el cable, y se cambió un saludo afectuoso por me- dio de él entre el Presidente de los Estados-Unidos y la Reina de Ingla- terra; pero en menos de 48 horas se vió que las corrientes eléctricas se debilitaban cada vez mas, y al cabo de un trabajo bastante irregular, que duró dos ó tres semanas, en cuyo tiempo no pudieron trasmitirse mas que 3 00 despachos, quedó completamente interrumpida la comuni- cación. El hilo de cobre del primer cable, colocado entre Irlanda y Terranova, no pesaba mas que 93 libras (inglesas) por milla: la velocidad máxima de la trasmisión no llegaba á mas de 2| de palabra por minuto. Des- pués se han estudiado muy detenidamente las condiciones necesarias en un cable que ofreciera mayores garantías; y por fin en el dia, gracias á la perfección ó. que se ha llegado, los que promovieron la empresa hacen participar de su confianza en el buen éxito del nuevo cable. Se ha demostrado que el cobre puro trasmite las corrientes eléctri- cas con una velocidad mucho mayor que el mismo metal menos puro. El cable actual se construirá con las materias mas puras; el conductor de cobre pesará 52 0 libras por milla, y el cuerpo aislador 550, con lo cual podrá acelerarse mucho la trasmisión, que solo se verificará por un solo haz de alambres en el centro del cable. El primer cable estaba encerrado en una triple cubierta de guta- percha: el nuevo tendrá cuatro cubiertas de guta-percha pura, y otras cuatro de una materia llamada compuesto de Chatterton , siendo, por con- siguiente, ocho cubiertas. El antiguo cable solo estaba protejido por pe- queños alambres de hierro, que no debían tardar en oxidarse; en el nuevo todos los hilos metálicos preservadores quedarán aislados unos de otros, y cubiertos con guta-percha, de modo que serán indestructibles. La longitud del cable que se necesita para reunir la Irlanda con Terranova es de 2.000 millas marinas, comprendiéndole todo, aunque la distancia geográfica solo es de 1.640 millas. Los gastos que hay que hacer para realizar satisfactoriamente este proyecto de comunicación internacional deben necesariamente subir mu- cho; pero el gobierno de los Estados-Unidos consiente por su parte en pagar la mitad, si la Inglaterra toma por su cuenta la otra mitad. Cuando pensamos en la importancia de la empresa, no podemos menos de hacer los mas ardientes votos para que se acoja favorablemente esta proposición, y sus resultados serán que nuestras relaciones comerciales 317 esperimentarán un aumento considerable, habiendo al mismo tiempo para ambos pueblos una constante garantía de amistad. MM. Glass y Compañía se han encargado de depositar en el mar entre Irlanda y Terranova un cable de una sola pieza de 3.000 kilómetros de longitud: su confianza es tan grande, que están dispuestos á hacerlos trabajos á su costa, y á arriesgar una suma considerable, confiando en que podrá colocarse este cable, y trasmitirse la corriente. Sobre el mismo proyecto dice el. Mecanices magazine: «Con motivo del proyecto tan discutido de comunicación eléctrica entre Inglaterra y América, Mr. Samuel Gurney dió en la semana última una brillante fiesta, á la cual fueron convidadas 200 personas de la alta sociedad. La compañía de telegrafía submarina puso en un momento dado á disposición de Mr. Gurney todas las líneas. Los aparatos estaban colocados en una gran mesa en el salón, y los manejaban los manipula- dores mas hábiles que están al servicio de la sociedad. El asombro y la admiración se retrataban en el semblante de los caballeros y señoras cuando veian escritos en el alfabeto de Morse, rápida y claramente, los despachos enviados desde las capitales de Europa mas distantes. El conde de Shaftesbury preguntó á San Petersbourgo por la salud del Emperador de Rusia, y 4 minutos después supo desde las márgenes del Newa que S. M. moscovita gozaba de perfecta salud. Sucesivamente se establecie- ron comunicaciones con Moscou, Kiew, Mykíowitz, Viena, Trieste y Verona, formando un circuito sin interrupción de 9.000 kilómetros, por el cual pasaban con tanta rapidez los despachos, como si fuera por una distancia de algunos kilómetros. Se comunicó con el lugar-teniente de Irlanda por medio del hilo de la compañía inglesa é irlandesa del telé- grafo magnético que iba directamente hasta Dubíin, y contestó inmedia- tamente felicitando á la escojida reunión, y deseando que si se ponia de nuevo el cable trasatlántico, se le hiciese también partir de Yaíentia. Al Lord Otto Fitz-Gerald de Maynoot se le envió otro despacho, y contestó manifestando ardientes deseos por el éxito de tan gran empresa? y ha- biendo él preguntado si se habían admitido señoras en la reunión, le con- testó una de ellas si podía haber fiesta completa sin la presencia del bello sexo. Por último, á la una de la noche se recibió un despacho enviado desde Alejandría á las 12 y 20 minutos, el cual, por consiguiente, no había tardado mas que 40 minutos en salvar la distancia que hay entre el Egipto y el salón de Mr. Gurney en Hyde-Park, el cual decía: «El príncipe de Gales partirá mañana del Cairo para Alejandría, y el vier- nes de Alejandría para Jaffa y la Tierra Santa: está sumamente contento 318 de su visita á Egipto y su escursion al Tíilo; se divierte mucho, y se halla muy bien. El duque y la duquesa de Sajonia-Coburgo han dejado á Suez con su comitiva para ir por Odin á cazar en el Massowah. Los embajadores del Japón han salido de Alejandría el 25 á las seis de la ma- ñana en el Himalaya para ir á Marsella. Tienen intención de visitar la Francia. El virey está enfermo en Kafir-el-Mis: el tiempo está bueno. El sobrino de Mr. Gurney, Mr. E. Tí. Buxton y su señora, se han hecho á la vela el 24 desde Alejandría hácia Siria.» Ciertamente esta era la primera vez que el conjunto de líneas tele- gráficas de Inglaterra llegaba á la casa de un simple particular, y se po- nía á su disposición. Después de esta serie de esperimentos, se entabló entre MM. Stuart Worttey, Cyrus Field, Varley y Casell una conversa- ción muy interesante acerca de la absoluta necesidad de una comunica- ción eléctrica permanente entre el antiguo y nuevo mundo. Mr. Varley dijo que no se había tenido en cuenta el número relativamente conside- rable de despachos trasmitidos por el primer cable antes de que se inuti- lizase. Estuvo en acción desde el 18 de agosto hasta el l.° de setiembre de 18 58: y durante estos 12 dias se trasmitieron 271 despachos ó 2.885 palabras desde Terranova á Valentia, y 129 despachos ó 1.474 palabras desde Valentia á Terranova. Los instrumentos que entonces se usaban, casi en la infancia del arte, no podian trasmitir mas que cuatro palabras por minuto, siendo así que los de que hoy se puede disponer, con un ca- ble mucho mas perfeccionado, trasmitirán probablemente con una veloci- dad tres veces mayor, ó sea de 12 palabras.» — Recepción clB un Sr. Académico. El dia i.° de junio tomó posesión de su plaza de Académico numerario en la sección de Ciencias Exactas de esta Corporación el Sr. D. José Subercase para ocupar la vacante ocurrida en la misma por traslación á la de Ciencias Físicas del Sr. Mon- tesino. El nuevo Académico leyó un discurso sobre la historia de la ciencia, que se ocupa en la investigación de las leyes que rijen el movi- miento y la resistencia de los fluidos, al que contestó, á nombre de la Academia, el Excmo. S. D. Lucio del Valle. — El valle de Orotava ( Islas Canarias ); por Mr. G. de Belcastel. La isla de Tenerife se halla á 2 8° de latitud Tí. y 1 3 de longitud O. E., mi- rando por un lado hácia América, que no puede descubrirse desde ella por su mucha distancia, y por el otro mas próximo hácia el gran desierto de Africa; y desde el nivel del mar hasta su pico mas elevado (2.70 0 metros) va formando escalones cada vez mas pendientes: su contorno ir- regularmente cortado tiene cerca de 60 leguas por 24 de largo y 1 0 de ancho. En este estrecho espacio hay una cadena de montañas de 2.000 me» 319 tros de altura, que se aplanan á su mitad, levantándose por los dos la- dos para formar en el centro de la isla un vasto recinto circu- lar, y por encima de este se levanta un cono gigantesco, dirijido hacia el cielo. Al pie de las raíces del pico, resguardadas de los vientos de Africa por la cadena de que acabamos de hablar, se abre al N. un valle de tan apacible aspecto como de agradable nombre ; el valle de Orotava tiene cerca de 10 kilóm. de ancho entre los dos grupos que lo comprenden, y desciende hácia el mar formando una pendiente continua, cuya vegetación en algunas leguas cuadradas puede decirse un compendio de la terrestre. Allí se encuentran, y algunas veces reunidos en un mismo paseo, desde el plátano de los trópicos hasta el abeto de los Alpes? y el árbol del café de Abisinia, tan brillante y oloroso como en su pais natal, se destaca en- tre el verdor permanente de los naranjos que aparecen junto á los casta- ños. A 3.000 metros de altura el aire está constantemente agitado y agradable como en nuestras montañas, sin la aspereza que en estas se nota; y en los lados es siempre apacible sin los ardores africanos. Nunca baja el termómetro á mas de — 10, ni pasa de -j- 29, habiendo por consiguiente 19 grados de oscilación. Comparemos ahora los datos siguientes con los de los climas mas pre- conizados para la curación de la tisis. La temperatura media de Pau es de 13,3, la de Niza 15,2,1a de Roma 15,9, la de Madera 18,8, la de Orotava 20,2, y por término medio en este último punto se halla repar- en los diferentes meses del año del siguiente modo. Enero. ... . . . . . . . 1 6,8 Julio . . . .... 24,7 Febrero. .... Agosto. «... ... . .. 22,9 Marzo Setiembre. ..... . . 22,1 Abril Octubre . . . 20,7 Mayo. 20,8 Noviembre 20,3 Junio Diciembre. .... ... 19,3 Entre el mes mas caliente y el mas frió no hay mas que 7,9 de dife- rencia; la misma oscilación se observa en Pau hasta 17,9; en Roma hasta 15,7, y en Niza hasta 1 6,4; pero no tratando mas que del invier- no, que es lo esencial, diremos que la estación fria dura cinco meses, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo; y la media de estos cinco meses tan funestos para los enfermos en cada una de las ciudades ya ci- tadas, es en Pau 7,0; en Niza 9,8; en Roma 10,6; en Orotava 17,7. Se ve, por consiguiente, que no consiste todo en que la temperatura sea mas suave; y puedo decir, en una palabra , que me he bañado con m mas gusto en el Océano el 31 de enero, que otras veces en Biarritz el 3 1 de julio. No solo la suavidad de temperatura es un elemento sin duda impor- tante del clima de Canarias, sino también su estabilidad, que no puede menos de llamar la atención*, la variación de un mes á otro no es mas que de 1,3; la de un dia á otro es 0,67, ó poco mas de medio grado; la que se manifiesta en el curso del dia desde el momento mas frió del alba hasta los rigores mas escesivos del medio dia es de 4,73, término medio comprendido entre 6,62, que es la variación observada á * kilómetro del Océano y á 35 metros de altura, y 2,85, que es la de una habitación casi al nivel y enteramente á orillas del mar. Después de las indicaciones del termómetro vienen las observaciones higrométricas, y por tanto debe darse también una idea sucinta de las vicisitudes de la atmósfera. El número de dias de lluvia en el año es 45; en Roma 1 i 4 y en Argelia 97; en Orotava es seco el aire; ningún rio ni pantano desprende vapores; así es que observado con el psicrómetro de Daniell el grado de sequedad desde junio á noviembre tres veces al dia, comprendiendo en ellas una observación por la noche, fué 6,4 (Fahr.); y en Madera el grado observado en los meses correspondientes había sido por término medio 3,8. La presión atmosférica es considerable, pues por término medio llega á 76,50; pero tan fija, que por espacio de 6 meses no se notó variación de 1 solo centímetro. La atmósfera no se agita nada; así es que dura sin interrupción 9 meses del año la brisa Nordeste, Por el verano no hay nunca tempestades, y solo se observan rara vez por el invierno*, yo vi solamente tres en dos años. Debo añadir dos palabras: este clima tan suave, tan igual, es además admirablemente sano*, en Francia la proporción de fallecimientos es de 1 por cada 40 habitantes; en Orotava de 1 por cada 65. . Resumiendo, el mejor remedio para lograr que la haturaleza se cure por sí misma en la triste enfermedad que he indicado es un buen clima; y á nuestro parecer el clima mejor que se conoce es el de Orotava en la isla de Tenerife. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Ruiz») Editor responsable, Ricardo Ruiz. N.° 6.°— REVISTA DE CIENCIAS. —Junio 1862. ciencias exactas. ARTE MILITAR. De las armas rayadas y su porvenir; por Mr. Fayé. (Comptes rendus, 9 junio ¡802.) Los cañones de mosquete y arcabuz se rayaron en hélice desde el siglo XVI ; pero la falla de nociones exactas sobre los efectos que este rayado producía en el tiro impidió casi siempre que se obtuviese mayor precisión en este. Sin em- bargo, las carabinas rayadas se emplearon en la segunda mi- tad del siglo XVII. En la primera mitad del siglo siguiente Robins descubrió la causa de la superioridad de las armas rayadas sobre las li- sas. Habiendo reconocido que los proyectiles esféricos lanza- dos por un cañón liso esperimentaban en su trayectoria un movimiento de rotación alrededor de ejes variables, Labia atri- buido al efecto de la resistencia del aire los desvíos, cuyo au- mento es mas que proporcional á la 'distancia. La ventaja del rayado consistía por consiguiente, según él, en imprimir ai proyectil un movimiento de rotación alrededor de un eje que coincidiese con el del canon; y haciendo su forma como simé- trica alrededor de este eje, suprimir las causas que producían los desvíos de altura , como también las separaciones late- rales. Después de haber hecho diversos ensayos para aplicar su teoría á los cañones de la artillería, Robins formuló en 1 140 la predicción siguiente: «La nación que llegue á comprender TOMO XII. 2 i bien la naturaleza y ventaja de los cañones rayados, ó que tenga facilidad para construirlos, ó cuyos ejércitos hagan uso de ellos, y los manejen con habilidad, adquirirá sobre las de- más una superioridad igual á la que la podrían dar todas las invenciones que hasta ahora se han hecho para perfeccionar cualesquiera armas. Me atrevo también á decir que sus tropas tendrán , por consiguiente , tantas ventajas sobre las demás como en los primeros tiempos los primeros inventores de las armas de fuego, según nos refiere la historia.» Sin recurrir á la esperiencia, creyó Euler poder refutar la teoría de Robins acerca de los efectos de la resistencia del aire, pero la autoridad del geómetra, que había sido el primero que resolvió la cuestión de la trayectoria en el aire, hizo abando- nar el camino que Robins había abierto. Solo después de 1825, los esperimentos que la artillería francesa hizo con las carabi- ñas destruyeron toda discusión. Los cañones rayados, adoptados después de las carabinas, han utilizado su perfeccionamiento, al mismo tiempo que los progresos del tiro de los proyectiles huecos. Con los cañones rayados se lanzan proyectiles oblongos, de forma cilindro- ojival, que son esplosivos. La artillería francesa ha conservado el bronce para sus ca- ñones rayados que se cargan por la boca. El proyectil tiene salientes de zinc, que entran dos á dos en las estrías , y que cuando se introducen en el ánima corresponden á la parte mas profunda, mientras que cuando el proyectil es lanzado por la acción de la pólvora, se apoyan sobre el fondo de la raya y estienden hácia el flanco en que se encuentra la menor pro- fundidad. La esperiencia demuestra que el zinc se gasta sobre el bronce sin alterar su forma. La artillería inglesa ha adoptado cañones que se cargan por la culata, y están construidos con hierro forjado y en forma de listones: la parte cilindrica del proyectil de fundición está cu- bierta con una capa de plomo, que es la única que penetra en las estrías, y trasmite al proyectil el movimiento de rotación alrededor de un eje que coincide con el del ánima. El metal blando, al frotar sobre el hierro, reproduce las condiciones en que se hallan las balas de las carabinas. Estos cañones se 323 usan con fuertes cargas, y no dejan de tener solidez; su fuego es rápido, pero no son tan lijeros, ni por consecuencia tan movi- bles como las nuevas piezas de nuestra artillería de cam- pana. El tiro de balas, ó como se decia antes, el tiro de metralla, era el punto débil de los cañones rayados; pero Sir NVilliam Armstrong ha ideado un proyectil formado por un tubo central lleno de pólvora, alrededor del cual vienen á colocarse por ca- pas segmentos de fundición, que reunidos toman por lo eslerior la forma cilindro-ojival: una capa de plomo lo cubre lodo, y se asegura que este proyectil penetra sin romperse un obstáculo resistente lo mismo que el proyectil común, mientras que tirado contra las tropas es dispersado por su carga interior en un gran número de pedazos, cuya magnitud y peso, determinados de antemano, son á propósito para el efecto que deben producir contra los hombres. No obstante, el uso de las espoletas que de- ben comunicar el fuego al proyectil, bien en un punto deter- minado de la trayectoria, bien después de llegar al objeto y efecto del choque, deja todavía mucho que desear, y hace por lo pronto poco eficaz esta innovación de la artillería in- glesa. Los cañones prusianos se cargan también por la culata, é imprimen el movimiento de rotación á proyectiles de formal cilindro-ojival, cubiertos de una capa de plomo como los pro- yectiles de la artillería inglesa; son de acero fundido, pero su mecanismo no presenta gran resistencia, necesitándose emplear cargas pequeñas, que dan trayectorias poco rasantes. Esta ar- tillería ha aprovechado ¡a ocasión de la demolición de las for- tificaciones de Juliers para esperimentar el efecto de sus pro- yectiles, tirando en brecha contra las murallas, Se sabe que los proyectiles oblongos de los cañones raya- dos, al estallar en el lienzo de pared en que penetran sin rom- perse, producen en él considerables efectos destructores: la artillería prusiana ha ido en esto mas adelante, porque la curvatura y regularidad de sus trayectorias le ha sugerido la idea de ensayar el efecto del tiro penetrante. Se pusieron los cañones en la superficie del suelo, y se tiró á la distancia de 600 ú 800 metros contra paredes construidas en un foso, y cu- 324 biertas con una masa de tierra. Estos ensayos dieron un éxito notable; y si, como creemos, la artillería de campaña debe es- forzarse en obtener nuevos efectos de la metralla, bien si- guiendo el camino abierto por Inglaterra ó cualquiera otro con el propio objeto, la artillería de sitio nos parece que debe to- mar una dirección distinta, porque tirando á distancias cono- cidas, no tiene tan gran interés en dar á sus proyectiles tra- yectorias rasantes, al paso que obtendrá una gran ventaja si consigue hacer brecha desde lejos en las murallas de las forta- ezas que haya, á pesar de la masa de tierra que las cubra. El arte de la fortificación está, por consiguiente, llamado á espe- rimentar una segunda trasformacion, que casi puede compa- rarse con la que obligó en el siglo XVI á profundizar los fo- sos, y construir mas bajo el pie de las murallas para ocultar- las del canon. La artillería de marina tiene también otra -cuestión que resolver, pues para conseguir un tiro eficaz contra los buques de coraza, se necesita que lance con una velocidad de unos 400 metros por segundo proyectiles que pesan de 40 á o0 ki- logramos, y parece cliíicil construir armas de fuego rayadas que presenten siempre la necesaria resistencia para lanzarlos. Propongo resolver esta cuestión, siguiendo el camino abierto por el General M. Piobert para disminuir la velocidad de pro- ducción de los gases de la carga; pero modificando la compo- sición y elaboración de la pólvora que se emplea en las armas de fuego. Comprimir las cargas según un procedimiento inven - lado en Inglaterra, y recientemente ensayado en Francia, y disminuirla proporción del salitre, ofrecen medios de debilitar el máximum de tensión de los gases en lo interior de la pieza; se les puede combinar con el alongamiento de la carga, para que resistan mejor el esfuerzo del arma, conservando siempre al proyectil la misma velocidad inicial. Las diversas investigaciones que hay que hacer en la di- rección que acabo de indicar, tendrán que reducirse á tan- teos, que el progreso de los conocimientos científicos dará sin duda el medio de evitar en el porvenir mas ó menos pró- ximo. Los aparatos electro-balísticos modernamente perfecciona” m dos por la introducción de la chispa de inducción y por el uso del diapasón para medir el tiempo comprendido entre dos chis- pas, permiten en la actualidad determinar por la observación, no solo la resistencia del aire al movimiento de traslación, sino su influencia sobre el movimiento de rotación, lia sido posible y es urgente conocer las relaciones que hay que establecer éntrela longitud del proyectil, la posición de su centro de gra- vedad, la forma de su superficie, su velocidad de traslación y su velocidad de rotación, para asegurar la regularidad de la trayectoria. Esta regularidad parece depender, sobre todo, de los movimientos que esperimenta en el aire el eje de ro- tación. El capitán Mr. Schlutz ha ideado un medio de medir las ve- locidades sucesivas del proyectil en el ánima de la pieza. El éxito de este procedimiento, que bien pronto se ensayará, per- mitirá determinar prontamente los efectos balísticos de las di- versas pólvoras, y adaptarlas á su nuevo uso en los cañones rayados. Conclusiones, la artillería de campaña debe procurar ob~ tener trayectorias mas rasantes, buscando las condiciones de regularidad del tiro para proyectiles cada vez mas largos, lan- zados con mayor velocidad: sobre todo, debe procurar aumen- tar la eficacia y la seguridad del tiro de metralla, bien si- guiendo la via de la artillería inglesa, ó tomando cualquiera otra dirección. Por el contrario, la artillería de sitio debe tratar de au- mentar los efectos del tiro curvo de proyectiles capaces de pe- netrar en las murallas, y de producir esplosion en ellas. Tam- bién puede llegar á hacer brecha desde lejos en las murallas de las plazas fuertes, y reducir mucho la duración de los sitios hasta que se modifique el sistema de fortificación. Para dar á la artillería naval la fuerza suficiente para ta- ladrar la coraza de un buque, es preciso recurrir en primer lugar á todos los auxilios de la metalurgia; y además, yo pro- pongo, para aumentar la resistencia de estas armas de fuego y disminuir su peso, hacer esperi mentar modificaciones á la pólvora en su composición, y á las cargas en su forma y en 326 su densidad , para atenuar el máximum de esfuerzos sobre las paredes del ánima sin disminuir la velocidad inicial. Imprimiendo á un proyectil de 50 kilogramos una veloci- dad de 400 metros por segundo, podria resolverse la cuestión actual, siempre que el arma capaz de resistir á un servicio continuo no sea muy pesada. Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Rmz. ■oo-O-O-O O O &c-o- — "WMXSO- -g}©-— QUIMICA. Análisis química fundada en las observaciones del espectro ; por Mr. G. Kirchhoff y R. Bünsen (i). . » (Aúnales de Poggendorff, t. 110, p. 161.) (Continuación .) El espectro de la luz de Drummond presenta esta doble raya oscura cuando se hace atravesar por sus rayos la llama del alcohol débil, en la cual se haya introducido cloruro de sodio (2). Esta ley nos ha parecido bastante interesante para que ha-< yamos tratado de confirmarla por otros esperimentos. Enrojecimos en la llama un hilo de platino bastante grueso, y después, por medio de una corriente eléctrica, elevamos su (1) V . los números 4 y 5 de este tomo de la Revista. (2) Mr. Stockes refiere (Phil, Mag.y marzo 1860), que ya en 18 49 Mr. Foucault ha hecho un esperimento semejante. Examinando el arco voltáico que brilla entre dos puntas de carbón, ha observado que el es» pectro de este arco presentaba una raya brillante, que coincidia con una raya oscura del espectro solar ( Instituto , 1849, p. 45), y que esta raya se volvia oscura cuando atravesaban el arco los rayos del sol ó de uno de los conos encendidos de carbón. El esperimento mencionado antes, .da la esplicacion de este fenómeno interesante, observado hace ya 1 1 años por Mr. Foucault, y demuestra que no depende de una de las propieda- des de la luz eléctrica, todavía tan enigmáticas bajo muchos aspectos, sino mas bien de la presencia en el carbón de una combinación de so- dio, que por la acción de la corriente se reduce á vapor inflamado. 328 temperatura hasta el punto de fusión. Este hilo produjo un es- pectro brillante sin ningún vestigio de rayas brillantes ú oscu- ras. Introduciendo ahora entre este hilo candente y la hendi- dura del anteojo la llama de un alcohol muy acuoso, que tenga cloruro de sodio en disolución, pudimos observar con suma claridad la doble raya antes citada. También puede producirse la misma raya en el espectro del un hilo de platino puesto candente con la temperatura sola de una lámpara, interponiendo entre este hilo y la hendidura un vidrio de reactivo que contenga amalgama de sodio , que se hace hervir. Este esperimento es importante, en cuanto hace ver que el vapor de sodio ejerce su acción absorbente en el mismo punto del espectro á una temperatura muy inferior á la que produce el vapor de sodio inflamado, lo mismo que á las temperaturas mas elevadas que podemos producir ó que se desarrollan en la atmósfera solar. * Hemos podido invertir las rayas brillantes del potasio, del estroncio, del calcio y del bario, empleando los rayos sola- res y mezclas de cloratos y de azúcar de leche. Para esto, delante de la hendidura del aparato pusimos una pequeña reguera de hierro, en la cual se colocó la mezcla, siendo tal la disposición adoptada, que los rayos del sol que debían penetrar en el aparato tenían que pasar por la reguera, y encendiendo la mezcla con un hilo de metal enrojecido. El anteojo de ob- servación estaba dirijido de tal manera, que el punto de inter- sección de sus hilos caia en la raya brillante del espectro, cuya inversión se queria demostrar. El observador debía concentrar toda su atención en el momento en que se producia la esplo- sion de la mezcla, y ver si en este instante se presentaba una raya oscura en la dirección de la intersección de los hilos; por este medio ha podido comprobarse también la inversión de las rayas Bcu, Ba&, y K¿. Esta última coincide con una raya oscura del espectro solar muy distinta, pero que no ha indi- cado Fraunhofer, y la cual aparece con mucha mas claridad en el momento de la detonación, que no cuando se observa directamente el espectro. Para ver bien por este procedimiento la inversión de las rayas brillantes del estroncio, es preciso tener cuidado de secar muy bien el clorato de estronciana, m porque un vestigio de humedad produce en el momento de la detonación una dispersión de parte de la mezcla, que llena en- tonces la llama, de modo que oscurece la luz solar, y en este caso no se observa mas que el espectro positivo del estroncio. En esta Memoria nos hemos limitado al estudio de los es- pectros de los metales alcalinos y alcalino-térreos como aplica- ción á la análisis de los cuerpos terrestres. Nos reservamos ampliar estas tan interesantes investigaciones á la análisis de los cuerpos que constituyen nuestro planeta, y al exámen de la atmósfera de los astros. Estrado de una carta de Mr. Kirchoff á Mr. Erdmann . (Hciclelberg, G agosto -1860.) Desde que remití mi Memoria á la Academia de Ciencias de Berlin, no he dejado de proseguir mis investigaciones en el mismo sentido. Había yo enunciado la ley desque una llama absorbe precisamente los mismos rayos que emite: no insistiré sobre las pruebas teóricas que he ciado en confirmación de esta ley, ni sobre los esperimentos que hemos hecho Mr. Bunsen y yo para demostrar que las rayas brillantes del espectro de una llama pueden servir para caracterizar los metales introducidos en esta llama; mi intención es comunicaros los resultados de mis investigaciones respecto á la análisis química de la atmós- fera solar. El sol tiene una atmósfera gaseosa, candente, y que en- vuelve un núcleo cuya temperatura es todavía mucho mas ele- vada. Si pudiésemos observar el espectro de esta atmósfera, notaríamos en él las rayas brillantes características de los me- tales contenidos en este medio, y por ellas podríamos determi- nar la naturaleza de estos metales. Pero la luz mas intensa emitida por el núcleo solar no permite que el espectro de esta atmósfera se produzca directamente: obra sobre él invirtién- dole, según lo que he espuesto anteriormente; es decir, que sus rayas brillantes parecen oscuras. No vemos el espectro de la atmósfera solar por sí mismo, sino su imagen negativa. Esta circunstancia permite determinar con igual exactitud la natm 330 raleza de los metales contenidos en esta atmósfera, para lo cual basta tener un conocimiento profundo del espectro solar, y de los producidos por cada uno de los diferentes metales. En los talleres de instrumentos de óptica y de astronomía de Mr. Steinheil he tenido la dicha de encontrar un aparato que produce espectros de una intensidad y pureza, á las cuales seguramente no se había llegado todavía. Este aparato se com- pone esencialmente de cuatro grandes prismas de flintglass y de dos anteojos muy perfectos, y permite ver en el espectro solar millares de rayas, en las cuales es fácil sin embargo orientarse en razón ele las diferencias que presentan en su an- cho y en su grado de oscuridad , y por los grupos variados que ofrecen. Este aparato hace ver el espectro de una luz artificial con la misma intensidad que el espectro solar cuando es suficiente la potencia luminosa de la llama. La del gas común, en la cual se volatilizan las combinaciones metálicas, no basta generalmente: pero la chispa eléctrica da con la mayor limpieza el espectro del metal que constituye los electrodos. Un aparato grande de inducción de Ruhmkorff me produce chispas, que se suceden con bastante rapidez para que pueda observarse este espectro tan cómodamente como el espectro solar. Una disposición muy sencilla permite comparar con una sola observación los espectros de los dos focos luminosos. Con- siste en hacer penetrar por la mitad superior de la hendidura los rayos de uno de los dos focos luminosos, mientras que la mitad inferior deja libre paso á los rayos del otro. En este caso uno de los espectros viene á colocarse inmediatamente de- bajo del otro, del cual solo le separa una sencilla línea apenas perceptible. Con facilidad y exactitud se puede estar seguros de si hay coincidencia de ciertas rayas de uno de los espectros con las del segundo. De este modo me he cerciorado de que to- das las rayas brillantes peculiares del hierro corresponden á las rayas oscuras del espectro solar. He podido indicar hasta 72 rayas oscuras en el espectro solar, que corresponden á las rayas brillantes del espectro del hierro: estas rayas están ente- ramente situadas en el espacio que he reproducido, las cuales son debidas al hierro que existe en la atmósfera solar. Armsírong 331 no ha observado en el espectro de la chispa eléctrica mas que tres rayas brillantes del hierro, contenidas en los mismos lí- mites. Mr. Masson apenas ha observado otras mas: Mr. Van der Willigen, por su parte, dice que el hierro no hace aparecer en el espectro de la chispa eléctrica mas que un corto número de rayas, y que estas son muy débiles. Debo atribuir á la fuerza de mi aparato el gran número de rayas brillantes, cuya pre- sencia he demostrado con una exactitud completa en el espec- tro del hierro. El hierro se distingue, pues, por el gran número de rayas notables que presenta en el espectro solar. El magnesio es in- teresante por el hecho de que presenta en el espectro solar el grupo mas aparente de las rayas de Fraunhofer, es decir, el verde, que se compone de tres rayas fuertes. Otras rayas oscu- ras del espectro solar coinciden claramente, pero son mucho menos notables con las rayas brillantes del cromo y del ní- quel. Puede, pues, considerarse como demostrada la presencia de estos metales en la atmósfera del sol. Además, parece que otros muchos metales faltan en ella completamente. Así los espectros de la plata, del cobre, del zinc, del plomo, del alu- , minio, del cobalto, del antimonio presentan también rayas es- traordinariamente brillantes, pero que no coinciden con nin- guna de las rayas oscuras del espectro solar, al menos entre las que son visibles (1). Espero poder dar pronto detalles mas minuciosos sobre este punto. La unión del aparato de Ruhmkorff podrá ser de gran auxi- lio aun para el examen de las sustancias de nuestro globo por (i) Mr. Kirchoff ha continuado sus investigaciones desde la publi- cación de esta nota, y tomo de una carta que me ha dirijido el 2 5 de julio último el sabio profesor de Heidelberg el siguiente pasaje..... «El espec- tro del silicio presenta un gran número de rayas brillantes, pero desgra- ciadamente son muy poco intensas, lo cual hace que no haya podido señalar mas que dos. Estas dos rayas no corresponden á ninguna raya oscura del espectro solar. Según esto, debería colocarse el silicio entre los cuerpos que no existen en la atmósfera del sol. » (L. Grandeau) 332 medio de la análisis del espectro. Muchas combinaciones metá- licas, que á consecuencia de su gran fijeza no dan el espectro característico de su metal en la llama sola del gas, le producen en la chispa eléctrica que brilla entre electrodos formados de estas combinaciones: es verdad que en este caso el espectro se complica con el de la atmósfera, en el cual brilla la chispa. Sin un artificio particular no se podrian descubrir las rayas bri- llantes debidas á la presencia del metal del electrodo, entre el gran número de las que componen el espectro de la misma chispa. Este artificio consiste en hacer pasar simultáneamente en el aparato los rayos de dos chispas que estallen entre dos pares de electrodos, de tal manera que los rayos de una pene- tren por la parte superior de la hendidura: así los dos espec- tros se verán uno encima de otro. Si los electrodos de las dos chispas están puros de toda combinación metálica, ambos es- pectros serán idénticos; pero si se pone sobre uno de los pares de electrodos una combinación metálica, su espectro aparecerá con las rayas características del metal añadido; no habrá, por consiguiente, mas identidad entre los dos espectros, y se dis- tinguirán fácilmente las rayas que se hayan añadido á uno de ellos en la falta de continuidad de estas rayas en el otro espec- tro. Cuando se han reproducido de una vez para siempre por medio del dibujo estos dos espectros reunidos así, es fácil de- terminar cuál es la posición que ocupan las rayas de los meta- les empleados. Me he cerciorado de que se podía así fácilmente, por niedio de este método, determinar de un modo seguro y rápido la presencia de las tierras raras, como por ejemplo la itria, laerbina, la terbina, etc. Debe esperarse, por consiguien- te, que con el auxilio del aparato de Ruhrnkorff se llegará á aplicar el método del espectro á la investigación de todos los metales. Espero que esto se justificará en la continuación del trabajo que, en unión de Mr. II un sen, he emprendido con objeto de hacer práctico este método. 333 SEGUNDA MEMORIA. En nuestra primera Memoria hemos demostrado que las rayas brillantes de los espectros producidos por los vapores candentes de los diversos cuerpos metálicos pueden utilizarse como reactivos químicos de los mas seguros y delicados. El método de análisis fundado en las observaciones de las rayas, se aplica especialmente á la investigación de ciertos cuerpos que solo se encuentran en pequeñísimas cantidades, ó cuyas reacciones hacen que puedan confundirse unos con otros. Este método es sumamente precioso para investigar y separar estos cuerpos, y supera mucho en precisión y en sensibilidad á los mas delicados procedimientos que hasta el día posee la química. Tenemos la convicción de que este método, que ensancha de un modo tan estraordinario los límites de la análisis quími- ca, podrá conducir á descubrir nuevos elementos desapercibi- dos hasta ahora por los químicos, bien por hallarse sumamente diseminados, bien por su analogía con las sustancias conoci- das, bien por razón de lo imperfectos que son nuestros métodos de investigación, que no permiten encontrar entre ellos reac- ciones características. Desde el primer paso que hemos dado en esta senda, hemos visto realizarse lo que habíamos previsto; en efecto, bien pronto hemos reconocido, además del potasio, del sodio y del litio, la existencia de otros dos metales alcali- nos, aunque las sales de estos dos nuevos elementos producen los mismos precipitados que las de potasio, y que solo se en- cuentran en pequeñísima cantidad. En efecto, para obtener un peso de materia que suba solo á algunos gramos, necesario para nuestros esperimentos, hemos necesitado operar sobre 44.200 kilogramos de agua madre del agua mineral de Dürkheim, y sobre 150 kilogramos de lepidolita (1). . (1) Desde la publicación de esta Memoria en los /Innales de Poggen- dorff , he encontrado cesio y rubidio en cantidad relativamente consi- derable en el agua mineral de Bourborme-les-Bains (Alto Mame). Muy pronto publicaré los resultados de mis investigaciones sobre este punto. (L. Grandeau.) 334 Cuando en la llama del aparato para la observación del espectro se pone una gota de agua madre procedente del agua mineral de Dürkheim , se reconocen únicamente las rayas características del sodio , del potasio , del litio , del calcio y del estroncio. Si entonces, después de liaber precipi- tado por los procedimientos conocidos la cal, la estronciana y la magnesia, se vuelve á tratar con alcohol el residuo, tratado préviamente con ácido nítrico para fijar las bases, se obtiene, cuando se le ha privado en lo posible de la litina por medio del carbonato de amoniaco, una agua madre, que en el aparato espectral da las rayas del sodio, del potasio, del litio; y ade- más dos rayas azules notables, muy inmediatas una á otra, y una de las cuales coincide casi con la raya Sr¿; pero no ha- biendo cuerpo simple conocido que en esta parte del espectro dé dos rayas semejantes, se puede deducir, por consiguiente, la existencia segura de un cuerpo simple hasta ahora descono- cido, y que corresponde al grupo de los metales alcalinos. Proponemos dar al nuevo metal el nombre de cesio (símbo- lo Cs)t de ccBsius (1), que entre los antiguos servia para desig- nar el azul de la parte superior del firmamento, cuyo nombre nos parece que se justifica por la facilidad con que puede com- probarse con el hermoso color azul de los vapores candentes de este nuevo cuerpo simple, la presencia de algunas milésimas de miligramo de este elemento mezclado con la sosa, con la li- lina y con la estronciana. Tratando la lepidolita de Sajonia por uno de los métodos conocidos que permita obtener en disolución los álcalis separa- dos de los demás elementos, y echando en este líquido biclo- ruro de platino, se obtiene un abundante precipitado, que en- sayado en el aparato del espectro, deja ver solamente las rayas del potasio. Lavando varias veces este precipitado con agua hirviendo, y ensayándole de cuando en cuando en el aparato, se observan dos nuevas rayas de un magnífico color de viole- (i) V. Aul., Gel. Noeles Attica , II, 26, según Nigidius Figulus: nostris autem veteribus casia dicta est , quee d Grcecis ut Nigidius ait , de colore cali quasi calía. 335 ta, situadas entre la raya Sr¿~ del estroncio y la raya K& del potasio. Según se repiten las lociones, se van descubriendo cada vez mas estas rayas sobre el fondo del espectro continuo del potasio que va desapareciendo. Bien pronto también se descu- bre cierto número de rayas nuevas en el rojo, el amarillo y el verde; pero ninguna de ellas corresponde á los espectros de los cuerpos simples que basta ahora se conocen. Deben citarse particularmente dos rayas rojas notables, situadas un poco mas allá de la raya brillante de Fraunhofer, ó si se quiere de la raya brillante que le corresponde, raya que se halla colo- cada en el estremo de la parte roja del espectro solar. El mag- nífico color rojo intenso de estas rayas del nuevo metal alca- lino nos ha movido á dar á este cuerpo simple el nombre de rubidio, y el símbolo Rb, de rubidus, que entre los antiguos servia para designar el rojo mas intenso (í). Antes de estudiar mas detalladamente los espectros del rubidio y el cesio, vamos á describir las investigaciones que uno de nosotros ha hecho con objeto de fijar bien la naturaleza de los dos nuevos metales y de sus combinaciones mas impor- tantes. 1. Estado natural , difusión , preparación y equivalente del rubidio. Para preparar el cloruro de rubidio puro utilizamos el residuo salino procedente de tratar 150 kilogramos de lepido- lita de Sajorna, á cuya sal se había privado lo mas completa- mente posible de las tierras y de la fitina. Hemos operado del modo siguiente para aislar el nuevo elemento, y para determi- nar de un modo provisional su equivalente. El residuo salino se ha disuelto en agua, y tratado con unos 100 gramos de clo- ruro de platino; cantidad que no era bastante para precipitar todo el potasio. Se lavó unas 20 veces el precipitado de plati- no, elevando cada vez hasta la temperatura de la ebullición la pequeña cantidad de agua que se empleaba. El líquido proce- (i) Aul. Gel., Noct. Atticce , II. 26: Rubidus autem esi rufas atrior et nigt o multo inustus. 336 dente de cada una de estas disoluciones se reunía con la pri- mera disolución, lo que ocasionaba cada vez un nuevo preci- pitado, que se trataba como el primero. En el curso de las lo- ciones á la temperatura de la ebullición, se veia que los lí- quidos, primero de color amarillo pardo oscuro, adquirían un viso cada vez mas claro, de tal manera que fue fácil recono- cer en el color claro é invariable de las aguas de locion el momento en que podía cesar este tratamiento. Después de ha- ber repelido varias veces esta operación, se pudo considerar como terminada la esíraccion, cuando después de reiteradas lociones en los precipitados obtenidos con auxilio de la sal so- luble, pasó la totalidad en disolución. Después de haber purificado todos los precipitados de pla- tino, y de haberlos lavado reunidos varias veces con agua hir- viendo, se secaron y se redujeron en una corriente de hidró- geno, lo cual dió una mezcla de platino y de cloruro de rubi- dio impuro, que se separó por medio del agua. La disolución acuosa se diluyó, se precipitó de nuevo á la temperatura de la ebullición con cloruro de platino, y se separó el cloruro de ru- bidio, reduciendo de nuevo el precipitado, previamente tra- tado como antes hemos dicho. 2ur, 2496 de este cloruro, que designaremos por A, dieron 2,7688 de cloruro de plata. La masa salina Á se disolvió en unas 30 veces su volumen de agua, y se precipitó otra vez más el líquido con una disolu- ción hirviendo de cloruro de platino poco mas ó menos igual- mente diluida : la precipitación comenzó algunos momentos después de la mezcla. A medida que la temperatura descendía, la precipitación aumentaba rápidamente; y cuando el líquido estuvo á 40° centígrados poco mas ó menos se le filtró, y el precipitado reducido por el hidrógeno se volvió á tratar con agua, obteniendo de este modo el cloruro B. 0sr,9022 de esta masa salina dieron 1,0712 de cloruro de plata. Repitiendo sobre el producto B el tratamiento que acaba- mos de indicar, se obtiene la masa salina C. lsr,3540 de este cloruro produjo 1,6076 de cloruro de plata. 337 Valiéndose del mismo procedimiento de separación, se ob- tuvo con el producto C un nuevo residuo, que designaremos por D. ls‘,9486 de este cuerpo dió 2,3091 de cloruro de plata. La cantidad de cloruro de piala producido por una parle en peso de cada uno de los cloruros de rubidio obtenidos se- gún estas separaciones, corresponde á los guarismos siguientes: A. . I ...... . 1®r,2308 B 1 ,1873 C. .. 1 ,1873 D. < 1 ,1850 números que indican que los productos de ios tres últimos tra- tamientos tienen ya una composición constante. Como las rayas brillantes del cesio y del litio faltaban casi completamente en el espectro del último producto (Z>), y la raya Ka era tan ténue que no podia percibirse en nuestro aparato, se puede considerar el producto de los tres últimos tratamientos como cloruro de rubidio puro. Para cerciorarnos de la pureza del cloruro metálico obte- nido asi, ideamos otro método de separación, del que se ha he- cho uso, como mas adelante veremos, para separar el cesio del potasio y del rubidio. Este método consiste en carbonatar hasta la quinta parte de su peso los tres álcalis hechos cáusticos préviamente, y en volver á tratar con alcohol la masa salina anhidra. Si al rubidio hubiese acompañado otro álcali mas ó menos básico que él, y que'no tuviese el mismo equivalente, la disolución alcohólica hubiera debido presentar otra compo- sición diferente del residuo. La sal en estado cáustico, como acabamos de decir, disuelta en alcohol y trasformada en clo- ruro, presentó una composición que concuerda con la del pro- ducto no disuello en alcohol. En efecto : 0sr,511G de este cloruro dan 0,6078 de cloruro de plata* es decir, para 1 gramo de cloruro de rubidio 1,1830 de clo- ruro de plata; lo que concuerda poco mas ó menos con los re- sultados anteriores. TOMO XII. 22 338 Considerando únicamente, los productos de composición constante, y tomando, según Stass, 107,94 para el equivalente de la plata y 35,46 para el de cloro, se obtiene para el equi- valente del rubidio, siendo //igual á 1, B 85,31 C . .. 85,32 B . 85,55 , E. 85,24 y por término medio $6=85,36. Como se ve, el átomo del nuevo metal pesa algo mas que doble de el del potasio (1). Por lo demás, al número hallado le falta el grado de exactitud á que es preciso llegar en la deter- minación de los equivalentes. No creemos, sin embargo, que esté mucho mas distante del equivalente real que el mayor número de los equivalentes, considerados como exactos, y ad- mitidos sin dificultad por los químicos. Es casi inútil decir que los residuos procedentes de los tratamientos descritos se han tratado del mismo modo que la materia primera, y que han dado una cantidad bastante notable de cloruro de rubidio. Nos pareció que interesaba determinar, si no con una exac- titud perfecta al menos aproximadamente, la cantidad de rubidio que se encuentra en la lepidolita. Con este objeto tomamos la lepidolita de Rozena, cerca de Hradisko, en Moravia, que con- tiene al lado del rubidio, como lo ha manifestado la 'análisis espectral, vestigios de cesio (2). (1) La aproximación siguiente entre los equivalentes de los nuevos metales, tomados en números redondos, y los equivalentes del sodio, del potasio y del litio, me parece que debe indicarse: 2JF+Li=Rb 2¿Va+jT'=i?6 Rb-\-£T=Cs (2x39) + 7=85 (2X23)+39 = 86 85+39=124 (2) La lepidolita de color de rosa, enviada de Praga por Mr. Batka á la esposicion universal de 1855, y que sirvió á Mr. Troost para su escelente trabajo sobre el litio y sus sales, se diferencia esencialmente del 339 Para esta análisis se precipitó por el método común la di- solución que resulta del tratamiento de 13&r,509 de lepidolita por la cal con el cloruro de platino. El precipitado, que con- sistía en cloruro de platino y de potasio, y cloruro de platino y de rubidio reducido por el hidrógeno, produjo una mezcla de cloruros de potasio y de rubidio, que pesaba 2s1', 0,903. Se precipitó de nuevo la mezcla con cloruro de platino, y el pre- cipitado se trató con pequeñas cantidades de agua hirviendo, hasta que las aguas de locion adquirieron un color amarillo claro. Reunidas estas, depositaron por evaporación y enfria- miento un nuevo precipitado, que se trató del misino modo que el primero. La sai doble de platino que se depositó cuando se concentró por tercera vez el líquido se sometió al mismo tratamiento, repetido hasta que una corla cantidad de agua hirviendo pudo disolverla sin ningún residuo. Los precipita- dos de platino difícilmente solubles se reunieron, y después de reducidos por el hidrógeno, dieron 0^,0421 de cloruro de ru- bidio, pero que corresponden á 0,24 de óxido de rubidio para 100 partes de lepidolita empleada. Si se combina este resul- tado con los obtenidos en una análisis ejecutada en nuestro laboratorio por Mr. Cooper, se ve que la lepidolita de Sajorna de Rozena tiene la composición siguiente: Sílice. »O¡»í.»»»»«.í0. O. ...... 50,32 Alumina o..... ......... 28,54 Peróxido de hierro. ........... 0,73 L ai«..o®.os. ©o... .» 1,01 Magnesia. ................... 0,51 Oxido de rubidio. . . .......... 0,24 Oxido de cesio. ............... vesligi L iluta, o •••«». ........ .... ... 0,70 Fluoruro de litio. ............. 0,99 Fluoruro de sodio. ............ 1,77 mineral analizado por MM. Bnnsen y Kirchhoff en que contiene canti- dades casi iguales los dos nuevos metales, como me lo han dado á cono- cer las análisis que he hecho recientemente de ellas. (L. Grandeau.) 340 Fluoruro de potasio 12,06 Agua 3,12 99,99 Por medio de una serie de análisis espectrales de las aguas madres, que pasamos en silencio porque las espondremos con motivo de la investigación del cesio, hemos demostrado que en los manantiales salados es muy raro ver que falten vestigios de rubidio al lado de los óxidos de potasio, de sodio, de litio y de cesio; y que el rubidio, siempre diseminado en pequeñísi- mas cantidades, no puede, sin embargo, considerarse de nin- guna manera como un cuerpo muy raro, al menos en cuanto á su difusión en la naturaleza. II. Del rubidio metálico y alguno de sus compuestos . A. Metal. No teniendo enteramente á nuestra disposición mas que unos 30 gramos de materia, temíamos perderla intentando la reducción del carbonato á una elevada temperatura, y nos li- mitamos por el momento á preparar el rubidio por la via electrolítica. Si se hace pasar por cloruro de rubidio fundido una corriente eléctrica que se dirija desde una punta de gra- fito como electrodo positivo á un alambre de hierro que sirva de polo negativo, se ve que cerca de este último sube á la su- perficie cloruro , y arde el rubidio aislado por la pila con una llama rojiza. Si se cubre el polo hierro con una campanita de vidrio, en la cual mientras dura el experimento se hace pasar una corriente de hidrógeno perfectamente privado de oxígeno y seco, en este caso cesa la combustión; pero el metal, en vez de reunirse debajo de la campana, desaparece á medida que se produce; se forma, por consiguiente, por reducción un sub- cloruro, que se disuelve en el cloruro. Este último toma cerca deí polo hierro un color azul de esmalte intenso. Aunque á la simple vista, ó con el microscopio, sea imposible descubrir en la masa azul completamente trasparente el mas pequeño ves- 341 <■ * ligio de una sustancia metálica, esta masa descompone, sin embargo, agua, dando origen á un desprendimiento de hidró- geno, y produce un líquido incoloro, que tiene una reacción fuertemente alcalina. El cloruro de potasio, en iguales condi- ciones, produce también un sub-cloruro azul. Si se repite este experimento tomando una mezcla de equi- valentes iguales de cloruro de rubidio y de cloruro [de calcio, elevándolo todo á una temperatura algo inferior al rojo, tem- peratura á la cual entra en fusión la sal doble; en este caso se obtiene también una masa que, echada en el agua, produce un vivísimo desprendimiento de hidrógeno: este gas arrastra consigo glóbulos muy pequeños de metal, que se queman en la superficie del agua. No obstante, por este medio no se ob- tiene el metal en cantidad suficiente para poder estudiar exac- tamente sus propiedades. Por el contrario, puede con mucha facilidad producirse la amalgama del rubidio, valiéndose, para descomponer una disolución acuosa, neutra y concentrada de- cloruro de rubidio, del mercurio como polo negativo, y de un hilo de platino como electrodo positivo. El mercurio se tras- forma en este caso al calentarse, en amalgama de rubidio que por enfriamiento da una masa sólida, cristalina, de color blanco de plata, y quebradiza. Esta amalgama descompone el agua á la temperatura ordinaria, se apodera del oxígeno del aire, y se cubre en este caso, produciéndose calor, de una capa de hidrato de óxido de rubidio cáustico. La amalgama de ru- bidio es, respecto de la amalgama de potasio, fuertemente electro-positiva cuando se forma una pila con el cloruro de ru- bidio. Como se ve, el potasio no puede considerarse como el elemento mas electro-positivo, sino que, por el contrario, se- gún estos esperimentos, es electro-negativo respecto del ru- bidio. B. Hidrato de óxido de rubidio . RbO , HO. Como mejor se prepara es con el sulfato. Se disuelve esta sal en 100 veces su peso de agua, y se hace hervir la disolu- ción por algún tiempo, á fin de privarla bien del aire ; en se- 342 guida se echa en ella poco á poco agua de barita, conservando siempre la disolución á una temperatura próxima á su punto de ebullición: el precipitado se deposita en pocos momentos, agitándolo de tal manera que se puede observar muy clara- mente el momento preciso en que se precipita completamente el ácido sulfúrico. Se evapora entonces rápidamente el líquido en una retorta de plata, y se obtiene el hidrato de óxido de ru- bidio en forma de una masa blanca, porosa, con reflejos agri- sados, que se funde tranquilamente á una temperatura algo inferior al rojo, sin perder su agua de hidratacion, y da por enfriamiento una masa quebradiza, que se pulveriza difícil- mente, y que tiene una fractura laminosa sin teslura cristali- na. Esta sustancia se volatiliza fácil y completamente en la llama, se disuelve en agua con un gran desprendimiento de calor, y es también tan cáustica como la piedra de cauterizar. Espuesta al aire es muy delicuescente, y da un líquido en for- ma de jarabe, graso al tacto, que corroe la piel, y que se tras- forma poco á poco bajo la influencia del ácido carbónico en carbonato, y después en bicarbonato de óxido de rubidio. Esta materia se disuelve en alcohol como la potasa cáustica, y da un líquido de aspecto de jarabe: en su reacción y sabor alca- linos se parece bastante á la potasa. El hidrato de óxido de ru- bidio no puede fundirse en vasijas de platino, porque las ata- ca lo mismo que la potasa. 0sr,7200 de este cuerpo dieron 0,9286 de sulfato. Su composición es, por consiguiente: Calculado. Hallado. 93,36 91,21 90,29 9,00 8,79 9,71 102,36 100,00 100,00 El escedente bastante grande de agua que se observa en los resultados de la análisis proviene de la dificultad que se esperimenta en procurarse el compuesto perfectamente privado de ácido carbónico. No hemos investigado todavía si el rubi- bio da un óxido superior y un su b- óxido. C. Carbonato de óxido de rubidio. RbO, C0\ El procedimiento mejor consiste en tomar el sulfato de óxido de rubidio, en precipitarle con agua de barita, en tratar la disolución cáustica después de filtrada con carbonato de amoniaco, y evaporarla hasta sequedad. Para quitar el esceso de barita se disuelve la masa en el agua; la disolución evapo - rada produce cristales confusos y costras cristalinas de carbo- nato de óxido de rubidio hidratado, que á una temperatura mas elevada se funden en su agua de cristalización, y dejan enseguida una masa porosa, pulverulenta y anhidra. Esta ma- teria se funde al calor rojo, y por enfriamiento da una masa cristalina blanca y opaca. La sal anhidra es muy delicuescen- te, y se disuelve en agua, produciendo un notable desprendi- miento de calor. Obra sobre la piel como un corrosivo y un 2 cáustico: su reacción alcalina es tan fuerte, que un — en 1 10.000 agua hervida forma también un líquido sensiblemente alca- lino, que da color azul al papel de tornasol enrojecido. Es casi insoluble en alcohol absoluto hirviendo, puesto que 100 partes de alcohol disuelven tan solo 0,74 de sal. Fundido en un crisol de platino no pierde su ácido carbónico ni á una temperatura elevada: Ib1, 4632 de sal fundida, perfectamente seca y tratada con ácido sulfúrico, perdió 0s*‘,2748 de ácido carbónico. Su composición, según esto, es la siguiente: Calculado. Hallado. RbO 93,36 80,93 81,22 CO\. . . 22,00 19,07 18,78 115,36 100,00 100,00 {Continuará.) ilETEOROLOGU . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de mayo de 1862. La 1.a década de mayo fué en general muy nubosa, y mas bien tranquila y templada que revuelta ó de grandes variacio- nes atmosféricas. En ella se distinguieron como dias lluviosos el 1; mas particularmente el 8, en cuya tarde cayeron 16mm de agua, sin truenos ni relámpagos; el 4, un poco ventoso además, y el 6; no habiendo presentado los otros dias carácter alguno distintivo que merezca consignarse. La 2.a década ni fué tan nubosa, ni tan uniforme como la pri- mera. El dia 11 transcurrió bastante despejado, con viento sen- sible del N. E. alN. O.; á medio dia del 12 arreció considerable- mente este último, y luego que sus ráfagas se calmaron, llovió repetidas veces desde las dos de la tarde en adelante; en ios 1 3 y 14 hubo asimismo fuertes ráfagas de viento y amagos repetidos de lluvia; en los 15, 16, 17 y 18 se rasgaron y fueron disipan- do las nubes poco á poco, reinando completa calma ó brisa débil, de rumbo variable; en el 19, muy parecido al anterior, é igualmente hermoso dia, comenzó á entoldarse otra vez la atmósfera; y en el 20 aumentaron las nubes, amenazó llo- ver por la tarde, y relampagueó durante la noche por la parte del N. E. La 3.a decada fué casi tan nubosa por término medio como la primera, y mucho mas variable también que la 2.a El dia 21, primero de este periodo, tra’scurió despejado y tranquilo; en el 22 se cargó de nubes la atmósfera, lloviznó dos ó tres ve- ces, y se notaron algunos sintomas de próxima tempestad; ama- neció el 23 lloviendo y con gruesas nubes, y en la tarde del mismo tronó, volviendo á llover de nuevo por la noche, con numerosos relámpagos por la parte del S. O.; parecido al 23, aunque menos lluvioso, fué el 24; el 25 amaneció con grandes nubes, las cuales, después de soltar entre ocho y nueve de la ma- ñana una leve llovizna, se disiparon casi por completo á me- dio dia; peroá las dos de la tarde comenzaron á oirse algunos 345 truenos sordos, presentándose por el S., S. E. y E. inmen- sas nubes tempestuosas, que arrastradas hacia el zenit por un viento violentísimo del S. descargaron entre tres y cuatro de la tarde una abundante lluvia mezclada con granizo, despeján- dose en seguida la atmósfera, y conservándose la noche en tal estado aunque muy húmeda; el 26 fué nuboso y variable; casi del todo despejado el 27; despejado al principio, nuboso por la larde y tempestuoso al fin el 28; tempestuoso al amanecer y de lluvia continuada todo el dia el 29; ligeramente lluvioso aún el 30; y de los mas lluviosos del mes el 31 y último. La columna barométrica no esperimentó grandes oscila- ciones en todo el mes, habiendo correspondido su máxima al- tura de 710mm,63 al dia 7, muy encapotado y bastante tranquiío, y la mínima al 29, de lluvia no interrumpida ape- nas. El aguacero tempestuoso del 25, uno de los mas abun- dantes que se encuentran registrados en los libros del Observa- torio, no fue acompañado ó precedido de ninguna particulari- dad notable en la marcha del barómetro. El movimiento ascen- dente que venia efectuándose desde el dia 22, continuó sin interrupción hasta pasado el 26. Por término medio la temperatura aumentó poco á poco en el curso del mes; mas no sin ocurrir algunos retrocesos bruscos de vez en cuando. La 1.a mitad de la 2.a década y los 3 últimos dias del mes fueron los menos calurosos de todos; ha- llándose comprendido el periodo de temperatura mas eleva- da entre el 18 y el 22. Los vientos del S. al 0. y N., débiles por lo regular, y escepcionalmente, aunque siempre por breve tiempo, muy im- petuosos, dominaron en proporción manifiesta sobre los opues- tos del E. El viento del N. O., entre los primeros, no comenzó casi á reinar hasta el dia 8 , habiéndose prolongado su predo- minio hasta el 16. Del 20 en adelante fué principalmente cuando la veleta apuntó alguna que otra vez hacia el S. E. y N. E. 346 BARÓMETRO. -1 .' década. 2.a o.* Ara á las 6 m mm 707,04 mm 705,14 mm 705,08 Id. á las 9 707,28 705,39 705,34 Id. á las 12 . 706,69 704,95 704,95 Id. á las 3 t. 705,83 704,13 704,03 Id. á las 6 , . . . . 705,72 704.30 703,94 Id. á las 9 n 706,88 705,05 704,74 Id. á las 12 . . 706,35 705,34 704,83 Am por décadas rom 706,47 mm 704,90 mm 704,70 A. máx. (dias 7, 17 v 27) 710,63 709,27 708,93 A. mín. (dias 10, 12 v 29). 700,86 700,51 699,07 Oscilacioaes 9,77 8,76 9,86 Ara mensual » mm 705,33 » Oscilación mensual 0 11,56 )) TERMÓMETRO. Tm á las 6 m Id. á las 9 Id. á las 12 Id. á -las 3 t Id. á las 6 Id. á las 9 n. Id. á las 12. .................. 4 .n década. 2.a o.* 10°, 4 14 ,6 18 ,9 19 ,6 17 ,1 13 ,8 11 ,7 10°, 3 16 ,3 19 ,4 20 ,5 18 ,5 14 ,5 12 ,0 13", 7 17.9 21,5 22.3 19.4 15.9 14.4 Tm por décadas. Oscilaciones 15°, 2 18 ,9 15°, 9 27 ,1 17”, 9 20,4 T. máx. al sol (dias 2, 19 y 28) 35%7 37°, 3 41°, 2 T. máx. á la sombra (dias 2, 19 y 28). 25 ,0 29 ,4 30,4 Diferencias medias 7 ,7 7 ,7 8,0 T. mín. en el aire (dias 7, 1 4 y 29). . . • 6°,1 2°, 3 10", 0 Id. por irradiación (dias7, 14, 30 y 31)- 5 ,6 0,6 9,0 Diferencias medias - 1 ,3 1 ,2 1,1 Tm mensual )) 16°, 4 )) Oscilación mensual )) 28 ,1 )> 347 PSICRÓMETRO. i década. 2.a 5.a Hm á las 6 m 93 81 88 Id. á Jas 9. ......... 77 67 76 Id. á las 12 63 33 66 Id. á las 3 t 60 33 62 Id. á las 6 69 33 69 Id. á las 9 n 77 71 80 Id. á las 12 83 77 84 Hm por décadas.. . ............... 73 66 73 ÍIm mensual. ................... )) 72 » ATMÓMETRO. & mm mm mm Em por décadas 3,7 3,3 3,4 E . máx. (dias 9, 17 18, y 27). ...... 5,7 6,8 6,1 E. mín. (dias 3, 12 23, y 31) 1.0 2,3 0,0 E . m ensual. .. )) m m 4,1 )•» PLUVÍMETRO. Dias de lluvia 12 Agua total recojicla , . . . . 82mm,3 Id. en el dia 25 (máximum). ................ . 24 ,3 ANEMÓMETRO. Tientos reinantes en el mes (1). N 36 horas. s 91 N. N. E 31 S. S. 0 35 N. £ 37 S. 0 108 E. N. E )) O. S. 0 44 E............ 33 0 55 E. S. E, , 2 O. N. O 17 S.E. : 32 N. O 155 Se Í3. E. «».»*« ® 28 iv n n i " e i. > e V/ 32 (1) Faltan 8 horas, correspondientes al dia l.° 348 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real * Observatorio de Madrid en el mes de junio de 1862. El temporal lluvioso de la última década de mayo cesó al comenzar el mes de junio, en cuyos dos primeros dias varió la dirección del viento, y arreció en intensidad, disipándose con esto las nubes poco á poco. Los 3 y 4 trascurrieron des- pejados en general, aunque un poco turbios y bastante Irán- q.uilos; y el 5 con celajes espesos, que á medio dia y por la lárdese condensaron en nubes de aspecto tempestuoso, las cuales á su vez se disolvieron y dispersaron á la entrada de la noche. En los 6 y 7, variables y algo revueltos, hubo asimis- mo algunas nubes sueltas muy voluminosas, que se disiparon pasadas las horas de calor, conservándose siempre turbio el horizonte y la atmósfera poco diáfana; y en los 8, 9 y 10 fue- ron en aumento la calina y las nubes, relampagueó por el S. y el E. al cerrar las noches, y sopló á ralos el viento con mar- cada impetuosidad . El dia 11 fué parecido al anterior, esto es, muy nuboso y revuelto; pero en cambio los 12 y 13 se conservaron despeja- dos por completo, con viento del S. O. y 0. fuerte y fresco; volviendo á entoldarse la atmósfera el 14, en cuya tarde hubo aparato de lluvia, y relámpagos por el E. tras la postura del sol. Hubo en el dia 13 celajes y calina; los 16 y 17 se distin- guieron por lo despejados y ventosos, carácter el último deque también participó el anterior; y en los 18, 19 y 20, ligera- mente nubosos, sopló el viento, del N. E. por lo regular, to- davía con mayor constancia é ímpetu que en los precedentes. Trascurrió el 21 con muchos celajes, aunque ténues, y viento de mediana fuerza; y mas tranquilos aún que este, despejados y calurosos fueron los 22, 23 y 24. Amaneció el 25 con espesa calina; á medio dia comenzaron á levantarse nubes por el N. y de otros varios puntos del horizonte; á las dos de la tarde se descubrió una estensa nube tempestuosa por el S. E., y á las tres se oyeron algunos truenos sordos; entre tres y media y cuatro comenzó á descargar la tempestad, con truenos fuertí- simos y viento huracanado, cuya dirección cambió con fre~ 349 cuencia durante aquella tarde, cayendo hasta la entrada de la noche, con intervalos de descanso, una copiosa lluvia, á razón en determinados momentos de 1 milímetro por minuto. En la noche del 2o y mañana del 26 todavía continuó lloviendo ó lloviznando, y, aunque con menos fuerza que en el primero, la tempestad se reprodujo en la noche del segundo y en la tar- de del siguiente dia 27, como los dos precedentes muy nuboso. Por fin, en los dias 28, 29 y 30 las nubes se fueron disol- viendo poco á poco á impulsos de un viento del N. E., fuerte y seguido; y el mes concluyó con un temporal medianamente despejado y poco caluroso. La columna barométrica, que comenzó á elevarse en los últimos dias de mayo, adquirió su máximo valor de 711mm,6 el 3 de junio, despejado y tranquilo, fluctuando luego por tér- mino medio entre 703 y 709mm. En la 2.a década fueron de pequeña amplitud sus variaciones, tanto en el curso de un dia, como al pasar de un dia á otro, con la particularidad, pocas veces observada, de haber superado con algún esceso la altura máxima de la noche á la del propio nombre de la mañana. ¥ en la 3.a, mas accidentada que las dos precedentes, esperi- mentó también el barómetro mayores y mas- irregulares alter- nativas, mereciendo entre ellas señalarse la subida de 4mm,5 ocurrida en la tarde del 23 durante las horas críticas de la tempestad. Desde principios de junio fué aumentando la tempera- tura hasta el 8 inclusive, y en ios 3 siguientes, en muy gran parte nubosos, descendió unos 7o. Del 12 al 18 se mantuvo casi estacionaria; disminuyó sensiblemente el 19, dia de viento muy fuerte del N. E.; volvió á subir con rapidez hasta el 21; y á consecuencia sin duda de las tempestades del 23 y siguien- tes esperimentó un nuevo descenso en los últimos dias del mes. Hasta mediados de junio reinaron con predominio mani- fiesto sobre los demás, los vientos del S. al 0. y N. O.; del 16 al 23 y del 28 al 30 apuntó la veleta hácia el N. E.; y en el intérvalo del 23 al 27 al S. O. y N. O. En general ha sido el mes ventoso, quedando en las precedentes líneas mencionados los dias particularmente revueltos ó agitados por ráfagas fuer» tes de viento, cualquiera que fuera su dirección. 350 BARÓMETRO. 1 \ .* década. 2.a 5.a Am á las 6 m mru 707,82 mm 707,20 rom 706,64 Id. á las 9 708,12 707,37 706,74 Id. á las 12 707,70 706,97 706,36 Id. á las 3 t 706,96 706,19 703,89 Id. á las 6 706,73 706,12 705,28 Id. á las 9 n 707,38 707,02 706,33 Id. á las 12 707,69 707,60 706,46 Am por décadas rom 707,49 mm 706,92 mm 706,17 A, máx. (dias 3, 19 y 30) 711,57 709,23 711,01 A. mín. (dias 10, 11 y 271 .^ 708,70 703,70 702,12 Oscilaciones 7'87 5,53 8,89 Am mensual » mm 706,86 » Oscilación mensual » 9,45 )> TERMÓMETRO. 4 ,a década. 2.a 3.a rra á las 6 m. 15°, 6 12", 9 15°, 2 Id. á las 9 20,8 18,8 20 ,3 Id. á las 12 24,8 23 ,1 24,9 Id. á las 3 t. 26,2 25,2 27 ,4 Id. a las 6 ... .' 28 ,9 23,4 23 ,9 Id. á las 9 n . . , 19 ,7 18,5 19 ,6 Id. á las 12 16 ,9 15 ,1 17 ,4 Tm por décadas. 21°, 1 19,6 21°, 2 Oscilaciones 25,9 24,1 28 ,1 T. máx. al sol (dias 4, 17 y 23) 39°, 4 40,3 44% 2 T. máx. á la sombra (dias 8, 18 y 25). . 31 ,7 30,9 35 ,9 Diferencias medias 8,2 6o, 2 9 ,2 T. mín. en el aire (dias 2, 19 y 20, 29). 5o, 8 6,8 7S8 Id. por irradiación (dias 2, 19 y 29). . . . 4,6 4,0 6,0 Diferencias medias 1 ,8 2°, 3 1 ,4 Tm mensual )) 20°, 6 f) Oscilación mensual )) 30 ,11 )) 351 PSICRÓMETRO. 1 década. 2.a 3 a Hm á las 6 m 87 76 76 Id. á las 9 > . . . 71 57 67 Id. á las 12. . . . 88 39 54 Id. á las 3 t. 55 36 47 Id. á las 6. ... , 55 42 53 Id. á las 9 n. . . ... . 65 49 59 Id. á las 12. ...... 72 65 65 IIm por décadas. 66 52 60 Hm mensual » 59 n ATMÓMETRO. i tmu mm mm L m por decadas. 6,5 ! 9,6 7,1 E. máx. (dias 10, 17 y 23). ...... . 9,0 10,9 10,2 E. mín. (dias 1, 14 y 26) ..... 2,8 7,6 1.8 Em mensual ..................... n mm 7,7 )) PLUVÍMETRO. Días de lluvia • ¿4.. ... 3 Agua total recojida 40mm,1 Id. en el dia 25 (máximum) ..................... 32 ,2 ANEMÓMETRO (1). Vientos reinantes en el mes . N. ........... . 28 horas. s. ........... 55 N. N. E. 57 S. S. 0... 12 N. E ... 212 S. 0. ........ . 107 E. N. E 13 O. S. 0 34 E 14 0 33 E. S. E. ...... . )3 O.’N.O. ...... 25 S E c—' • JLJ • ••CC*4*CG 4 N O i- 1 • V/ e ce® 100 S. S. E. .... . í . >> tmé N. N. 0 12 (l) Faltan 12 horas, correspondientes al dia 3. Observatorio físico y meteorológico «le los alumnos «leí Real Colegio de Belén. Observaciones hechas en el mes de enero de 1862. 352 CJ> o a 4© ©3 «s* s© <© 30 30 i© •V ^ 40 SO 40 4© 5© 40 I> t'* !> t- 1- t'" OOH(NO 04 =í© ©Te© ©i ío ©T ©3 ©3 ©3 ©3 rH ©i oo ^ zrs G3 ©3 ©3 e© e© oo 0©0«í'»-''iM ^ I *— i OO E© IT" ■S W co O 1> ííí O ^ ©1 = ©1 ÍO (?J 40 rH W i oo" *jsT ío ¿a . ©í ©T 40 4© 40 40 E© 40 I'" IT'' IT'' E'* t'' f* eo©3 o^h 4©^ CE© — T «sí ©f 40 o ©3 ©3 ©3 ©3 <-i ©3 oo e© t" -© i '’ r— 0 40^®“^ 4©^ oT <-T zS oc t'T ©T rtí OO E© C'" s ®1 O© tí C CJ u CJ en s t£> ^ ^ w - 5 <—«—£©_ C©. 5r- ©f saco 40* coT oT ©3 ©3 ©3 ©3 « — ©J ©| r-" «oí *«í ^ 40 WI>OOí-COO cT es" e©" e©" c©*' c©' t— ; O rl OC «sH 40 ©1 *^T M 2 O £h Ed en ■© O OO ©I O ©I 40 rÍOI^OC5r-?? « r r r r. »s ^ s oo c© «sí :© c— ©i “ 40 SO 40 40 E© 40 IT" L^> t'' r-> L'* 04 OjOOJ^-sívsí °r^ erf t¿>©T t'T o” ©I ©1 ©1 ©1 r-i ©3 ©> 40 40 OO 5© ©4 e© ©i *- ^^5- ^ ■5-gá • O 7 ©r c« r— ^ i o r- r-T c-T ts ^ S • O **3 co r— : *— i 0 00 0 OKI^OOW^ O O 4© 4© O O ©3 O ©3 ^.O ri 04 *3? £© '40 — 0© 40 i© 40 45 1© 4© 1- l ” L^> I ^ L ’’ c 30 ©3 4© ©T t-í o ©1 ©3 ©3 ©1 T-l ©3 C© 04* ©3 4© — 04 O r— i ^ ^ 4o «SÜ C© ^5 40 04 ^Xt>Cr-0 ©1©J©rHh©J 04 40 ©3 t-* OO 4© C© ^ C4 4© 40 <©> o s© 40 co" e© ^ 1T^ 4© 40 40 4© 40 °l> © ^jí ©©r'40'¿ ©3 ©3 ©3 ©3 r-( ©3 oT ©3 C4r ©3 4© OO 4© 0¿ rH ^ r~* 4© 40 30 -4 C <- 4) C ©3 == - - r¿j - -, í— , i””1 o C/5 § O v — H O IT" L'* r~« L - L- L - 1© a -* C ^ ““ £ ©I g = O 05 C C3 ü c ^ s rc H ^ « W co P=J 03 »CJ creí O r"* 00 wsS ©3 ©3 _ S© ©3 ©3 04 r- 30 ^ 40 04 93 OC 0© rv r r e- r r- r© r> = ©3 ©3 30 4© w«* ~ ^ O 30 t— 30 40 04 ©© ;© 40 co ^ O e = 04 í© 40 40 ©3 ©© r> cm í© 04 c rcS CQ ^Z3 “ '40 4© 40 40 a© 40 IT' l©> !©■ !©■ ©3 nSISIr'n ©3 r^OO 43 ^ QJ O ZTj o 03 i> 43 GO H O C 5© ^ ©3 O t" 04 04 ©3 O i© ^ _ 40 eooseo^oao© £o" e© os e© ©3 40 30 04" í— " í© 04 ^ E¿3 1— 1 0 en el ñute. 30 ‘íí 4© 40 — " ©í ce©" t-T o ©3" í©" oc - s n 40 ■© 40 40 4© 40 t'* ir- 1©< ©3 r— ©3 ©3 r— OO 40 OO w ü CJ cr> ^ a ! 2 re • S § «Ja S.2 es J * es S | es S es •" S.2 es © e • ‘S ’= "2 »cS ® -eS — ® -es v5 O-© C-3 — O -3 eo X •« S ^ S ^ S § CS r— © • S g rt ’S T « • m 1 eS • es • • es • £-i O • ■3 • 40 * t£ •• © • © * es • s es ““ • © • es • S-i -eS "© • • • • ^3 2 • • m • © O > • es -© • • c co 0 zn o> . r-< . ©a es C3 O o-a O © O -eS eS © * > bN "© ©3 eS © -eS © 02 * © ' "© ‘ w > 0 r*~* ©3 © © - — ■ ] • — - '’CS O 4 C 0 04 •o © ü © rJl 2 4 n O • 4/2 G ~ 2 >* -a © -o © 0 © O © • H É-H G # • 2 « . © 0 2 © © © eS H ta tí 0 H < tí tí 53 -© ^ 2^2 £ 0 0 173 tí H tí s a © es aSj 2 H © § z tí tí tí tí .2 © 'o tí tí 4¡Ó ea H p cu o c c3 s o o © © ”C ©3 © © “ es a © IJT* ’-o 353 i ¡j 354 Si miramos el aspecto que en el trascurso de este mes ha presen- tado el estado atmosférico, podemos dividirlo en tres períodos dominan- tes, de los cuales el primero contó unos 20 dias de duración, 4 el segun- do y unos 7 el último. Durante el primer período amanecía general- mente con el cielo ya completamente sereno, ya empañado con ligeras neblinas, que dejaban el suelo cargado de rocío, ya también con algunos cirro-cúmulos sueltos*, á cosa de las diez desvanecíase la neblina, car- gábase el cielo algún tanto mas de los mencionados cirro-cúmulos, llegando á su mayor cantidad entre doce y dos de la tarde; iban estos desapareciendo paulatinamente en lo restante de la tarde, y al fin se presentaban las noches ordinariamente claras. Los dos últimos dias de este período fueron mas bien dias de transición, pues ofrecióse ya lluvioso el 19 por la tarde, y lloviznó en efecto á eso de las seis de la misma. Esta marcha notablemente regular con respecto al nefelismo, no lo fué menos si se atiende al rumbo de los vientos. Soplaba á la madrugada E. ó bien E. S. E. calmoso, cuya velocidad iba en incremento hasta el medio dia*. por la tarde se declinaba el viento hácia el N., dominando por lo común E. N. E., cuya fuerza iba decreciendo hasta la noche, en que reinaron algunas calmas completas. En todo este período el viento no pasó los límites dé moderado; solo el 1 7 una que otra ráfaga corrió unos 7 metros por segundo. En los cuatro dias lluviosos, que duró el segundo período, los nimbos mantuvieron el cielo cubierto durante la mañana, en cuyo trascurso llovió los tres últimos días*, las tardes se ofrecían mas despejadas con es- cepcion de la primera, en que llovió: las tres noches primeras fueron anubarradas y de lluvia. Fué notable el cambio de humedad relativa ocurrida el 21; en el intervalo que medió entre dos y cuatro de la tarde subió de 59,94 á 83,14, el viento giró de S. O. á N. E., y llovió: á pesar de esto las oscilaciones barométricas y termométricas fueron regu- lares é insignificantes. Los vientos de O. N. O. á S., dominantes en estos cuatro dias, soplaron con fuerza algo mayor que moderada, habiendo cor- rido ráfagas de O. con unos I7m de velocidad. El 22 á las tres y me- dia de la mañana se sucedían con rapidez los relámpagos y truenos, que seoian después de 20" á 3 0 f ' de vistos aquellos; con todo la lluvia reco- jida durante esa noche no fué mas que l,5mmEl 23 por la mañana ca- yeron algunos turbiones de corta duración; á las seis de la tarde relam- pagueaba de N. á O; entre siete y ocho de la noche la humedad bajó de 73 á 54, y el termómetro subió de 2í á 23, variaciones irregulares, que por el momento no se vieron influir sobre el estado atmosférico, pues á pesar de todo, el cielo se mantuvo lluvioso, y el barómetro siguió su rumbo ascendente de costumbre. En este período se notaba que los vientos do- minantes én los cúmulos ó nimbos solian á veces descender á la superfi- 355 cíe terrestre*, y otras, que los de esta subían á dominar en las regiones superiores. El último período fue en un todo análogo al primero, y escep- tuamos el 25 y 26, que ya con respecto al nefelismo, ya también con relación á los Tientos, se pueden considerar como dias de transición. Las oscilaciones barométricas de este mes fueron cinco, de las cuales los dias de duración siguieron la relación 7, 6, 3, 10, 4. En la última ocurrió la máxima del mes, 768mm,08, á las diez de la mañana del 27, mientras el termómetro medía la temperatura 2 2o, 8 bajo la influencia del E. moderado, que corria en una atmósfera despejada; la presión mínima, 751 mm, 12, tuvo lugar durante la baja de la penúltima ondulación, el 2 3 á las dos de la tarde; á esta hora el termómetro acusaba 23°, 3, y soplaba O. algo fuerte en un cielo claro, bien que cruzado de una que otra nube lluviosa. Escepto la primera y última oscilaciones termométricas, que duraron esta 6 dias y aquella 5, las demás fueron de corta duración. La máxima, 28°,0, se observó el 12 á las doce del dia, cuando el barómetro indicaba la presión 7 63,32, el cielo estaba medio cubierto de cúmulos, y se sen- tía E. moderado. El 24 á las seis de la mañana tuvo lugar la temperatura mínima, 17,2: á esta misma hora el cielo estaba enteramente encapotado, y soplaba O. S. O. con unos 7 metros de velocidad. =ÍIabana l.° de fe- brero de 1862. Observatorio fásico y meteorológico de los alumnos del Eenl Colegio fie Belén. Observaciones hechas en el mes de febrero de 1862. 356 4© SO ©5 ©í __ r^i SO OS O© ~ r~~T 55 SO *3* O ©5 “COISCCCS i. '' F^ F^> F" ©500^ o 5 f-'" f-T e©" *=& F"" r-T eíeq^cMr-©^ f-« f- e© n* e© ©j f-> “ F'» os so f- so £ *'~=> r-Sít^OCCCO ©J r*^ t~i 0© SO F" K £ '3 U O© C© <(— I SO F" SO .OOCSOWH 2 í' r r. r r «V = SO ©í SO S5Ü CO ©J ■ « -o o o w o L'' F" F"* I© F-< i-"» ©J *— i 5© "do <— i© c© i© fh ©i ©í ©l ©l <— ©í 00©H«Cff? «»s¡< F-* fF *5? ©1 0© p f~ »s ^ r rv ^ S c 5>i © © ©4 30 SO 5© ©I O 3 3 O ' = .3 W ”3 " O S -3 «¡H *33 »aS © S© ^ © © LO © ‘íí © F" S© 00 1 O. '©I £ = F'" *— *5* 3© e©3 f— SO 30 rH '“ so so so so so so ©i ©J ©i ©i r- i ©i f^ f- f^ f-* f-« so ©3 O© O© ©5 ©í ® F" CS £— . SO >— S© <5* <® ,-T so ©l so e© (Mri«00>3í© ■ CrtT pa tai 3 .2 « 3 a 3 '3 s-3 ©í O o© ©o SO .©lo© <— i *=s< f- 3 F" F-* *3?< O© £“* o©o©lo© f-« F" f^ F" *3# SO «!?l C© *-( » ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ SOS ©I so s© o© *— so ©( ©I ©( ©I T— , ©-J C© SO O O SO IT" 2 m F" ® ©í *sj< . £ * ©M©^©.© i“? g — <í— i *-i r— i 3© v-( ©3 ^ CJ « a F"* *5?l ©O *>3S 3© O s ©J^C© SO S© ©I DO 3 3©~©f SO~ SO" ®r ©r "©©©©LO© lo* c^> ir"' io» F'» F'» s© ^ ■ soo" s© c© p* «\ r» so e© do --' ©i ©i ©l ©i ©i so s© SO M O C5 O ^ =C© OO T— ©I ©5 C© S© r . r . . . r_'] O ©I O O Sí o »— 1 ©I T— I «— i o© *5¡i SO ^ ta J ~ C»/ w c=¡ cc5 LO I> F1 Sí 05 O O 0 ^ LO tí OO _ s© r© v-t ve-, ©HOt^íOOO 0© F- SO SO 30 33 C© S a H co" 5©" s© ©"0* "crs 0 tíT — ' so" o©" do" oT *íoT <-T ©r tíT «©" d©" CT3 ^ ©í ©J ©í ©1 r-l ©I c© CMrtmOOíOSO r ' p ^ c co Esa c/i ta a 3 i) s 3 c/o CC S=3 cc3 SO CO 00 05 <5jí SO SO H DO SO ©5 rH G _ 30 ©í 30 r© 5© ^ O F" SO SO SO SO SSFSíC • 3° § d »\ r r ín r> n = 3© c© so so 0 r© «v rv ^ rs ^ 0 9 SO O ©i ©1 SO 33 CS ©l SO 3© so 00 a 03 03 TZ3 “ so ^ so so SO SO F' F'1 F^ F^ F^ ©1 ©1 ©1 ©l OI^ so" so" ©T s©©©©©© F'» E^« F' 1 ' F' IT^ OOSíiOlOO^ l^t-.^OSí !?1 n ©1 IM n O LO ^ Sí LO S ©LOLO^MO Ge" C©" L© ►^¡í I "" ■ r—, 3 c n -O C o ~ o •os o cí es 3: s o co es -eS O o o _o 1 o o ¡73 O -c© «o «o CG ©5 O CG O O £-5 * S3 ■ a s «a a o m© O '© '1— 1 C3 C3 Sd « O •a o 03 es > O CG c © H © > © o © ■o © o es H © s o c 5 c© o o £S O H < a tí s a o S * z tí H W o — » CG tí O - — .- tí cS ó 0 -2 tí tí tí tí c/3 H tí O SG s *J O © O tí ítí 3 4S H tí M *n 0, •o © 03 es rs • O O © ® = > rt =3.S CG Q ?>-> O ©"3 tí ^ © © g — ; •—> © o © "3 "3 O O ■^"3 tí rt CP tfl ^¡a 357 JL ¿ ÜJ Os w •qqaiM có cd S í© co" CD M a“ s® co CO o© E co s( ©í J £ < I” M 'Á °l &3 2 .( / Pd fes « c 1 a a fes £ 2 \ ©i £ % ¡ . a i w \ fes M i© GQ P¿ XOíO Chr-JCh C^> Csí ***=rf ^=*j mmsaaBB. tobbbs ^ CO ' co ce co co" co oí ¡ co o 03 co <— oo o ra «- cv rs <5* CO so o Oí ^ Oí o o o 07 ^ O* ÍO ZO ec Oí t*— ; Oí o ^3 ^ o G© C'' *aa< ce ©! co § E© ©éVí’ cow !©■ i© o -3 O U ©I 2© t- ©1 = : co c© o© ©i co í© i ' r- co L- 33 O i© ® E© _ co a© o© co g r f r- r* a ce •— 1© 2© - CO CO co ! - !'■* í© Z id a » efl ta tí Pluvímetro. Días de lluvia, 5; cantidad de agua llovida durante el mes 29mm,7, ó sea 1 pulgada, 3 líneas 4 187 puntos Evaporador. Cantidad de agua evaporada en todo el raes 175'».», ó sean 7 pulgadas, 6 líneas, 5,290 puntos Nota. Posición geográfica del observatorio: Latitud N. 23° 8' 14", 5. Longitud 79° 9' 42", 8 0. de Sao Fernando Altura sobre el nivel del mar 20*u,175. 358 Notáronse en este mes unos cuatro períodos suficientemente marcados: el primero, cuya duración llegó á unos ocho dias, no fué mas que con- tinuación del último del mes anterior. Amanecía la mañana neblinosa, permanecía empañada hasta cosa de las nueve, en que se despejaba: presentábase entonces el cielo sereno y cruzado de algunos cúmulos sueltos, crecía el número de estos amontonándose mas ó menos hasta eso de las cuatro, en cuya hora empezaban á desvanecerse, concluyendo por ofrecerse las noches bastante claras y algunas completamente despe- jadas. Si con respecto al nefelismo asemejóse este al primero y último período de enero, no fué menos parecido por lo que mira á la marcha re- gular seguida por el rumbo de los vientos'. Soplaba al amanecer E. S. E. apenas sensible, y una que otra vez reinaba perfecta calma; iba la velo- cidad en incremento hasta el medio dia, cuando dicho viento era gene- ralmente desalojado por el E. N. E. de igual fuerza, el cual dominaba durante la tarde, y desaparecía al anochecer para dejar las noches en calma. El segundo período fue lluvioso. El 9, dia de transición, es- tuvo el cielo medio cubierto de cúmulos, y corrieron los vientos de S. á O. S. O. moderados. El 10 por la tarde, á la influencia de los mencionados vientos, se cargó la atmósfera de nubes lluviosas, em- pezó á lloviznar cerca de las tres, llovía á las cuatro, y á las seis con- tinuaba la lluvia entre relámpagos y truenos. El 1 J, aunque permaneció el cielo constantemente encapotado, no tuvo lugar la lluvia que al pare- cer amagaba, habiéndose sentido durante todo el dia N. N. E., cuya fuerza osciló al rededor de 5 metros por segundo. El 12 y 14 llovió también. A este período lluvioso siguió un tercero algo parecido al pri- mero con relación á los cambios de las nubes, mas no por lo que toca á los vientos. El E. dominaba á la madrugada; E. S. E. moderado á eso de las diez, el cual por la tarde era sustituido por varios, entre los cuales corría con alguna frecuencia el S. y S. S. O., ya en la baja ya en la alta atmósfera. El último período fué lluvioso, y aunque se asomó repetidas veces lluvia en el horizonte, en la ciudad no tuvo efecto sino el 23 y 27. En este posterior dia á las seis de la tarde se veian al poniente nubes acumuladas, que se dirijian lentamente al E. N. E. : á cosa de las siete se observaban ya relámpagos lejanos, que poco mas tarde fueron seguidos de fuertes detonaciones; á las diez el viento N. N. E. soplaba con violen- cia, caia una que otra gota, y las nubes corrían impelidas de N. N. O.: en este intervalo se notaron algunas descargas eléctricas acompañadas de sus truenos respectivos, pero lo mas singular era que al cruzar ciertas nubes cenicientas el zénit, fuertemente cargado de vapor acuoso, al tra- vés del cual sin embargo se distinguían varias estrellas, arrojaban en su trayecto repetidas y débiles chispas sin que se percibiera esplosion nin- 359 guna. Cerróse el mes cambiando el tiempo, y con una noche completamen- te despejada. De las oscilaciones barométricas, que en este mes fueron bastante fre- cuentes, solo una merece nombrarse por su duración, la cual con todo no duró sino unos siete dias, cinco de baja, habiendo descendido de 7 65ram,10 á 7 5 9m,n,9 5, y dos de incremento, en los cuales subió á 763rara,69. El 5 á su hora correspondiente, diez de la mañana, se apuntó la máxima pre- sión atmosférica, 766mm,62; á la misma hora correspondióla altura má- xima observada; se notó la temperatura 24°6', el cielo estaba despejado, y reinaba E. S. E. muy suave. Al tiempo en que se observó la presión mínima, 758mm,45, dos de la tarde del 10, dia en que se concluyó la baja de la onda referida, el termómetro media 29,1, una de las mayores temperaturas del mes, corria O. S. O. con unos 8 metros de velocidad, y el cielo estaba anubarrado. Si repetidas fueron las oscilaciones acusadas por el barómetro, las termométricas lo fueron mucho mas; pues si esceptuamos unas dos oscilaciones, que duraron unos cuatro dias cada una, en las demás se puede decir que el termómetro marcaba alza un dia y otro baja. La tem- peratura mínima, 17°, 9, cayó al dia siguiente de la máxima barométrica, el dia 6 á las seis de la mañana; conservábase á esta hora el barómetro á una altura elevada, la atmósfera cubierta de niebla, y el viento en calma. La mayor temperatura del mes fué 29, °4, notóse el 26 á las dos de la tarde, á cuya sazón la presión de la atmósfera era 7 59,04, y rei- naba S. O. bajo una atmósfera medio nublada. =ílabana t.° de marzo de 1862. 360 Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Colegio - Guatemala el 1861. Temperatura del aire libre. MESES. \ Mínima. \ 1 Máxima. j Intérvalo corrí- j do en el mes. ■ H. M. 7. H. T. 2. H. N. 9. Media. j a Enero 7o, 7 27°, 4 19°, 7 12°, 57 21°, 3o 14°, 58 16°, 17 Febrero 7 ,3 27 ,7 20,4 12 ,64 22,41 14,72 16,59 Marzo 9 ,8 29 ,2 49 ,4 14,08 23 ,91 16,50 18,16 Abril 9 ,7 30,6 20,9 15,75 23,76 17,01 18,84 Mayo 13 ,5 26,0 12,5 16,21 21 ,04 16,98 18,08 Junio 13 ,2 26,8 13,6 16,30 20,99 16 ,85 18,05 Julio 13 ,3 24,7 11,4 15,89 20,16 16,41 17,49 Agosto 13 ,0 27,4 14,4 15,64 21 ,88 16,59 18,04 Setiembre. . 13 ,3 25,6 12 ,1 15,56 21 ,04 16,62 17,74 Octubre. . . . 12 ,8 25,6 12,8 15,45 20,56 16,56 17,52 Noviembre.. 11 ,1 26,1 15,0 14 ,14 20,93 15 ,49 16,85 Diciembre. . 9 ,2 24,4 15,2 12,64 19,78 14,10 15,51 Del año. . . . 7 ,3 30 ,6 23 ,3 14,74 21 ,48 16,03 17,42 361 Seminario á cargo de los PP. de la Compañía de Jesús de año 1861, Termómetro húmedo. Fracción de humedad del aire, cion 100. satura- H. M. H. T. H. N. H. M. H. T. H. N. 7. 2. 9. .2 'O 7. 9. .ú o £ 11°, 80 14°, 63 n°M 13°, 16 90,9 44,5 83,1 72,8 ti ,91 14, 88 12 ,93 13 ,24 91,1 40,9 80,4 70,8 13 ,12 16 ,37 14 ,44 14 ,64 88,4 42,5 79,0 70,0 14 ,83 17 ,39 15 ,82 16 ,08 90,1 52,4 87,8 76,7 15 ,68 18 ,17 16 ,24 16 ,70 94,6 75,2 92,3 87,4 15 ,75 17 ,96 16 ,31 16 ,67 94,4 73,5 94,6 87,5 15 ,21 17 ,30 15 ,84 16 ,12 92,7 75,0 93,8 87,2 14 ,93 17 ,71 15 ,96 16 ,20 : 92,3 65,2 93,6 83,7 15 ,66 17 ,74 16 ,00 13 ,27 ú 94,6 75,5 93,6 86,6 15 ,13 18 ,62 16 ,11 16 ,42 96,6 78,2 95,5 90,1 13 ,69 17 ,13 14 ,63 15 ,21 94,9 67,0 92,7 84,9 11 ,99 15 ,45 13 ,26 13 ,37 92,3 65,4 90,7 82,9 14 ,09 16 ,91 15 ,06 15 ,36 92,8 62,6 89,8 81,7 362 Siguen las observaciones 1861. Faerza elástica del vapor de milímetros. agua en Barómetro reducido á 0 grados en milímetros. — MESES. H. M. 7. « ~ 1 H. T. 2. H. N. 9. • « *• ^ rs O s H. M. 7 H. T. 2. Enero, .... 9,90 8,96 10,40 9,75 642,54 640,67 Febrero. , . . 10,16 8,72 10,17 9,68| j 642,26 640,38 Marzo 10,74 9,94 11,19 10,62 i 642,09 640,03 Abril. ..... 12,07 11,76 12,76 12,20 641,29 639,47 Mayo 12,9o 14,00 13,35 13,43 640,47 639,22 Junio 12,95 13,81 13,51 13,42 640,79 639.59 Julio 12,56 13,20 13,12 12,96 641,12 640,01 Agosto 12,26 12,89 13,17 12,77 641,78 640,54 Setiembre . . 12,48 12,42 13,22 12,71 641,23 639,86 Octubre. . . . 12,63 14,05 13,40 13,36 640,10 638,59 Noviembre.. 11,41 12,57 12,29 12,09 641,56 640,06 Diciembre. . 10,12 10,82 11,23 10,72 642,66 641,18 Del año 11,68 '• 7 11,98 12,32 11,98 641,49 639,97 363 meteorológicas de Guatemala . Barómetro reducido á 0 grados eu milímetros. Lluvia en milímetros. | Número de los dias de - H. N. 9. Media. / es > S 3 Granizo. _ i Niebla. j \ Relámpagos. ^ Truenos. ^ i Tempestad. Temblor. j 642,33 641,92 3,1 3 » 0 11 2 2 0 1 642,33 641.66 3,9 2 0 7 1 0 0 2 641,84 641,31 13,3 2 1 5 4 0 2 0 641,26 640,68 174,5 n 1 3 16 4 9 ¡ 0 640,39 640,03 207,0 19 0 5 11 3 4 0 640,93 640,44 326,7 26 1 2 2 6 11 1 641,39 640,84 333,8 27 0 7 7 4 8 0 642,02 641,45 232,0 22 0 11 10 2 10 4 641,38 640,89 241,3 24 0 9 13 3 6 0 640,31 639,6" 232,9 26 0 13 7 1 6 0 641,88 641,17 16,6 11 0 10 6 0 1 0 642,97 642,27 16,7 6 0 7 3 0 1 0 641,62 641,03 1821,8 183 3 90 82 25 38 ' 8 Latitud N., 14° 37' 32”. Longitud 0= del Observatorio de Madrid, 86° 43r 45", 364 Siguen las observaciones 1861. Número de los dias en que el viento ha sido Número de los dias en que el cielo ha estado Evaporación en mi- límetros. MESES. H a ¡25 • o 02 c/¿ Variable. Calma. j ) Sereno. Nublado. Cubierto. Mínima. Máxima. Media. i-- Enero 22 4 3 2 22 6 3 8,1 8,3 6,0 Febrero. . . . 17 3 7 1 19 6 3 4,0 8,9 6,6 Marzo 15 4 12 0 13 13 5 4,6 9,9 7,3 Abril ii 9 9 1 5 12 13 3,2 8,1 6,1 Mayo 9 13 3 6 0 11 20 2,4 6,5 4,2 Junio 8 8 7 7 0 6 24 3,0 5,9 4,4 Julio 14 8 6 3 0 14 17 1,4 6,6 4,4 Agosto. .... 21 2 6 2 4 16 11 2,6 8,0 5,1 Setiembre. . 15 6 6 3 2 10 18 2,5 6,5 4,8 Octubre . . . 14 10 7 0 0 10 21 1,1 5,9 3,4 Noviembre.. 27 1 2 0 9 14 7 2,9 6,5 4,5 Diciembre. . 29 0 2 0 15 11 5 3,1 9,2 4,8 Del año .... 202 68 70 25 89 129 147 1.1 9,9 5,1 Altura sobre el nivel del mar, 1.480 metros. 365 meteorológicas de Guatemala. Variación magnética . Declinación magnética al Este. Mínima. _ j C8 a § 1 Media. ¡ i Mínima. i • es a X -es S f •eipofít i 1 ’U" 911' 3r 33” 6°4fi' 9" 6°56r35" 6°50,13,/ 2 28 6 14 3 54 6 46 47 6 54 15 6 50 22 1 14 1 10 4 13 6 45 32 6 54 15 6 49 50 1 52 8 45 5 42 6 44 16 6 54 15 6 49 19 2 28 7 47 4 25 6 45 13 6 54 24 6 49 38 2 39 6 14 4 41 6 45 32 6 53 57 6 49 27 2 11 7 28 4 48 6 45 13 6 53 57 6 49 18 2 49 9 39 6 22 6 44 26 6 55 48 6 49 27 2 21 7 48 5 18 j 6 44 59 6 54 14 6 49 27 1 34 6 6 3 39 6 45 51 6 53 1 6 49 4 1 25 5 18 3 6 6 45 32 6 52 33 6 48 35 1 52 5 36 3 42 6 45 51 6 52 42 6 48 55 1 14 9 39 4 27 J 6 44 16 6 56 35 6 49 28 (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Rüiz.) CIENCIAS NATURALES. — *-»-ti>s3K2h -<¡[mSXíh>»— FISIOLOGIA VEGETAL, Investigaciones experimentales sobre las conexiones de las plantas con el rocío y las nieblas; por SL P. Duchartre, del Instituto. (Aúnales des sclenees naturelles, í. A 5, miras. 2 y 3.) (Continuación.) * * '• ' 1 - §. II. Método empleado. El método de que me valí fué el siguiente: escojí las plan- tas que debian ser objeto de mis investigaciones en un buen estado de vegetación, sin desgarraduras ni cicatrices; en una palabra, libres de todo lo que hubiera podido producir una desecación parcial ó una imbibición local. Todas se habian cultivado en tiestos pequeños, aunque bastante capaces para ellas, y en los cuales hacia tiempo que estaban plantadas. Cada una tenia el aparato descrito antes, que por formar al rededor del tiesto y de la tierra una cubierta exactamente cerrada, permitia hacer abstracción de esta. Se pesaron con cuidado á la entrada de la noche, después de lo cual se colocaron en medio de un gran jardin expuestas á cielo descubierto en una gran estension, de modo que radiasen libremente, y por lo tanto se cubriesen de rocío cuando las circunstancias fuesen favorables para la producción de este fenómeno. Al dia siguiente por la mañana se pesaron de nuevo, después que toda la superficie de su aparato se habia enjugado con cuidado. Cuando se pusieron en este estado en la balanza mojadas todas ellas por el rocío, el peso total que indicaban era evidentemente la suma de su i 367 peso real, y el del agua que llevaban. Quedaba por consi- guiente, y esto era lo mas delicado, aunque al mismo tiempo lo mas esencial, determinar el peso del agua superficial, que restada de la cifra total, debía dar el peso real en el momento de la operación. Si, como creo haber demostrado, cada planta no había podido perder sensiblemente nada de su peso por la respiración ni por la traspiración durante la noche en que se había cubierto de rocío, si además el rocío quitado descubría un peso igual ó inferior al que se había comprobado la víspera á la entrada de la noche, me parece lógico deducir que no se había impregnado nada de él para aumentar su peso, ó en otros términos, que no había absorbido ninguna porción del agua condensada en las partes aéreas, es decir, que no había absorbido rocío; y esto es precisamente lo que he reconocido. Por espacio de cinco años seguidos he practicado un número considerable de experimentos sobre plantas variadas, anuales, vivaces, leñosas, con hojas herbáceas, coriáceas, carnosas, y hasta el dia no he visto que alguna de las plantas pesase mas que la víspera después de haber caído sobre ella el rocío du- rante la noche. Convencido, como todos, al principio de mis observaciones de que el rocío fuese absorbido directamente por los órganos que cubre, he debido forzosamente, á la vista de hechos tan demostrativos, renunciar á esta opinión, para adop- tar otra enteramente contraria. Si, por un motivo que me es imposible sospechar, esta opinión fuese errónea, creo que na* die podrá acusarme de haberla adoptado con ligereza, ni de haber descuidado nada para darle una base sólida y científica. Para privar á mis plantas, después de pesarlas primero por la mañana, del rocío de que estaban impregnadas, procedí de dos maneras diversas. Cuando sus hojas eran lisas, anchas, po» cas y bastante espaciadas, las secaba esmeradamente con es- ponjas finas y trapos usados y finos; pero así nunca pude que* dar satisfecho de que se hubiese quitado completamente el agua de la superficie, á causa de las rugosidades de las hojas, y también por la gran dificultad que había en quitar el líquido reunido en la axila de estas. El peso que se encontró debió ser, por consiguiente, algo mayor que el peso real; pero si con esta ligera adición apenas ha escedido al de la víspera, ó sobre to* 368 do, ha sido igual ó inferior, es evidente que no ha habido ab- sorción. Este procedimiento, cómodo y fácil, no puede emplearse con las plantas que tienen muchísimas hojas, pequeñas y apro- ximadas, ni con aquellas cuya epidermis no es lisa; y respecto de unas y otras me vi precisado á recurrir al medio de eva- porar el rocío naturalmente. Después de pesarlas enteramente mojadas, las coloqué en una habitación medio oscura, porque se sabe que la falta de luz disminuye considerablemente la traspiración. Cuando al cabo de dos ó tres horas de permanen- cia en este sitio, la superficie de las plantas quedó limpia de rocío, las pesé de nuevo, y este segundo peso me dió el peso real de cada planta, escepto una ligera corrección que crei ne- cesario hacer. Efectivamente, mientras que subsistia en esta habitación, la planta no traspiraba tanto como cuando estaba mojada, y la traspiración solo debia comenzar cuando la su- perficie quedó seca y por lo tanto descubierta; es decir, en un corto intervalo de las dos ó tres horas. Sin embargo, para que no pueda tachárseme de haber forzado el resultado en sentido favorable á mis conclusiones, lo exajeré en sentido inverso, suponiendo que la traspiración en todo este tiempo habia sido igual á la que existia cuando las hojas estaban privadas de agua en su superficie; y para saber lo que la planta habia per- dido en esta suposición, la dejé en el mismo sitio todo el dia. Pesándola otra vez por la tarde, vi lo que habia traspirado en todo este tiempo; y de aquí, con un cálculo muy sencillo, pude llegar á la cantidad á que hubiera podido subir la pérdida en las dos ó tres horas que se necesitaron para evaporar el rocío. Repito que esta corrección es evidentemente exajerada, pero creo que debo hacerla para evitar toda objeción. Con cualquiera de los dos procedimientos seguidos para hacer desaparecer el rocío depositado en su superficie, presen- taron las plantas por la mañana un peso poco mas ó menos igual ó algo menor que el de la víspera, y la diferencia entre ambos resultados se esplica sin dificultad. En un tiempo se- reno, y con un cielo puro, empieza á formarse el rocío desde la caída del dia, y continúa produciéndose toda lá noche; así en estas circunstancias, desde el momento en que las plantas 369 que acaban de pesarse se colocan á la entrada de la noche en medio del jardín, comienza á verificarse la radiación en su superficie, y por consecuencia un depósito inmediato de rocío suprime su traspiración: la pérdida, es, por lo tanto, nula, como lo indican por lo demás los pesos. Por el contrario, en otro caso la formación del rocío solo se verifica á una hora mas ó menos avanzada de la noche; desde entonces hasta el momento en que haya comenzado á formarse, las plantas deben esperi- mentar una ligera pérdida á causa de la traspiración, que no por ser débil deja de producir un efecto apreciable en la ba- lanza; y de aquí resulta en tal caso la disminución indicada por el peso de la mañana comparado con el de la víspera. Esta disminución ha llegado á ser bastante notable, cuando en una parte de la noche el viento caliente que sopla, estando el cielo cubierto de nubes, hace la traspiración nocturna ma- yor que de costumbre. Se ve, por consiguiente, que la dife- rencia de circunstancias esplica la que existe entre los resul- tados en ambas ocasiones. CAPITULO IV. Circunstancias que pueden esplicar por qué las hojas no ab- sorben el roclo . Parece estraño que las hojas queden impregnadas de ro- cío toda una noche sin absorber una cantidad apreciable de él con peso sensible; sin embargo, me atrevo á creer que algunas consideraciones harán desaparecer el carácter estraordinario que á primera vista presenta este hecho. A. Diferencia entre las ramas ú hojas desprendidas y las plantas vivas . Con frecuencia se comete el error de confundir los vegetales vivos que arraigan en la tierra, de la cual absorben líquidos sin cesar, con las ramas ú hojas desprendidas, que pierden cons- tantemente sin recibir nada por la via natural, y en las cuales, por consiguiente, se halla alterada la marcha natural de los 24 TOMO XII. 370 fenómenos. Desgraciadamente, como siempre es difícil hacer los experimentos con individuos vivos y que vegeten en las condiciones normales, los fisiólogos por lo común han recurrido ¿simples ramas cortadas, creyendo poder generalizar en seguida y aplicar á las plantas enteras fijas en la tierra, las conclusio- nes deducidas de las observaciones que con estos fragmentos hayan hecho. Pero es fácil demostrar que no hay paridad entre una planta viva y las partes que se desprenden de ella; y que desde luego (me refiero al momento de la absorción del agua) estas últimas no autorizan á ninguna conclusión relativa- mente á la primera. Los esperimentos muy conocidos de Bonnet respecto de las hojas desprendidas, que puestas en agua se conservaban frescas generalmente por mucho tiempo, habían conducido á este céle- bre naturalista á creer que en el presente caso estos órganos habían absorbido agua por su contacto; y sin embargo la ma- yor parte de los fisiólogos han rechazado tal esplicacion del he- cho observado. Entre otros De Candolle consideró interpreta- ción mas probable la que consiste en decir: «que la posición de los estomas sobre el agua suspende la evaporación de los jugos que la hoja contiene, conservando asi su frescura (1). J. J. P. Moldenhawer había propuesto anteriormente (2) una es- plicacion análoga de los mismos esperimentos; y Meyen(3), lo mismo que Treviranus (4), han asegurado con mucha for- malidad que la supresión de la traspiración era la única causa de los hechos observados por Bonnet. Pero cuando he repeti- do los experimentos de Bonnet con auxilio de la balanza, he comprobado que la esplicacion dada por el sabio ginebri- no era fundada, y que las hojas desprendidas echadas sobre el agua absorbían por una ú otra de sus caras, rara vez por las dos, una cantidad de líquido muy apreciable: solo que he reconocido que lo que en ellas sucede en este caso no es mas que una sencilla imbibición local, supuesto que al lado (1) Physiologie végétale , t. i, p. 6l. (2) Beitrage, p. 98 y 99, 1812. (3) Núes System, der Pflanzenphysiologie , t. 2, p. Ii9< (4) Physiologie der Gewaechse , t. 1, p. 510. O i 1 de ias partes de una hoja que permanecían frescas, merced al contado del líquido , las que no estaban espueslas á este contacto no tardaban en secarse (1). También he visto en otra ocasión (2), que ramas cubiertas de hojas y sumerjidas en agua después de haber barnizado cuidadosamente el corle, se im- pregnaban también de una cantidad notable de este líquido. Por el contrario, cuando sumerjí enteramente en agua la sumidad con hojas de una Verónica Lindley ana viva, y coloca- da en un tiesto metido en un aparalo exactamente cerrado, vi que esta planta permaneció en él por espacio de 48 horas se- guidas sin aumentar de peso; también he comprobado que en toda esta larga inmersión traspiró sensiblemente por el dia. La disminución total que esperimenló en estas 48 horas íué de 2&r,6 (3). Si las hojas de una planta viva completamente sumerjidas por espacio de dos dias enteros no han absorbido la menor partícula del líquido que las bañaba, ¿causará sor- presa ver que se conducen del mismo modo cuando quedan cubiertas de rocío por la noche? B. Por qué razón el rodo no moja exactamente las hojas. Me parece posible esplicar esta falta de absorción si se consideran el modo como se forma el rocío sobre las plantas, la naturaleza de la epidermis de las hojas y el barniz que pre- sentan, y por último la estructura de estos órganos. l.° Manera como se forma el rocío sobre las plantas. Me ha llamado la atención sobre ello un sabio profesor de física, y después de esta deferente comunicación, he verificado bas- tantes observaciones, cuyos resultados son los siguientes. Se sabe que el aire moja en cierto modo los cuerpos que rodea, y también que se adhiere con bastante fuerza á su su- perficie: los botánicos particularmente han tenido frecuentes ocasiones de reconocer esta adherencia del aire, al observar (1) Duchartre,, Expériences sur Cabsortion de í eau par les feuilles au contact. ( BulL déla Soc. botan, de France , í. 3, 1856, p. 221-223.) (2) BulL de la Soc. botan . de France , t. 5, 1858, p. 1 i 0 . ) (3) BulL de la Soc . botan, de France, t. 5, 1858, p. 105-411. 372 ia epidermis de las hojas con el microscopio; pero al conden- sarse el rocío gradualmente sobre la superficie de las plantas, no lanza la capa de aire adherente. He visto varias veces y en distintas especies (rosales, pentstemones, vides, gladiolos, li- ses, etc., pétalos del pelargonio zonal, etc.), que el líquido pro- ducido de este modo formaba primero muchas gotitas globulo- sas, distintas y separadas, que desde luego no mojaban com- pletamente las hojas; y estas gotitas, que aumentaban de vo- lumen á medida que continuaba la condensación del vapor, no tardaban en reunirse en una capa continua. Parece que á consecuencia del modo que tiene de formarsq esta cubierta líquida, puede quedar una capa de aire mas ó menos completa interpuesta entre ella y la epidermis, y por de pronto el con- tacto no es enteramente inmediato. 2.° Estado de la superficie de la epidermis. La epidermis se encuentra habitualmente en un estado que le dificulta mas ó menos el ser mojada: este estado es una consecuencia de la evaporación que se verifica cada dia en su superficie, es decir de 1a traspiración. «Solo el agua, dice Mr. Schleiden (1), se evapora en su superficie, y asi se deposita una capa cada vez mas espesa de las sustancias que se habían disuelto en el jugo de las células, la cual cubre la superficie externa de las células epidérmicas. Al mismo tiempo, bajo la acción del oxígeno at- mosférico estas sustancias se modifican químicamente, y se convierten en una materia que cada vez hace mas difícil el paso del líquido. Así es como la cera y la resina vienen por últi- mo á manifestarse sobre esta superficie. Como la traspiración se halla directamente relacionada con la intensidad de la luz y del calor solar, se deduce que la producción de la capa de cera que barniza la cutícula epidérmica, se verifica con la mayor ener- gía posible en un buen dia; pero también en tal caso se suele formar con mas abundancia el rocío, y esto no favorece segu- ramente la absorción del agua, que se deposita de la manera indicada. Los experimentos de Mr. Garreau, que se hicieron sobre trozos de epidermis separados de su lugar y no fijos en las bo- íl) THe ptiysiologie der P flamen und Thiere , p. 118. 373 jas vivas, habiendo sido arrancados y adheridos á un endos- Enómetro, manifestaron cómo, aun en estas circunstancias en- teramente distintas del estado natural de las cosas, la falla de la cubierta cérea dificulta que en la membrana penetre el agua con la cual se halla en contacto. Este observador, cuyo testi- monio es tanto menos sospechoso cuanto que el objeto de su trabajo es demostrar, fundándose en simples experimentos ve- rificados con el endosmómetro, la existencia de la facultad en- dósmica en las epidermis, se espresa del siguiente modo. «Si la materia grasa es ya un obstáculo para la absorción dél agua en las plantas cuyas hojas están en parte enterradas en el suelo, desde luego es casi seguro que aquellas cuyas espansio- nes flotan constantemente en el aire, y exhalan bajo la influencia del calor del verano una fuerte proporción de materia grasa, no deben ser mas endósmicas que las anteriores (1).» La existencia de esta cubierta grasa en la superficie de la epidermis permite también comprender la razón por qué las hojas no absorban el rocío depositado en sus dos caras. 3.° Estructura anatómica de las hojas. La estructura ana- tómica de las hojas, á consecuencia de la cual se encuentra el aire en cantidad mas ó menos considerable entre las células de su parénquima, me parece que puede producir un nuevo obs- táculo para la penetración del agua desde lo esterior hácia lo interior de estos órganos. Resumiendo, atendidos los tres motivos espresados, la no ab- sorción del rocío por los órganos que humedece, me parece ser un hecho algo difícil de esplicar. CAPÍTULO V. Las plantas marchitas no recobran su lozanía por la acción directa del rocío . Un hecho curioso, pero desgraciadamente poco raro en la historia de las ciencias, es que á veces se introducen sin fun- (1) Gareeaü , Recherches sur f ab sor pt ion et Cexhatalion des sur- faces aériennes. ( Ann . des Se. natur 3.a serie, t. 13, 1849, p. 325.) 374 damento creencias populares y aun errores graves hasta en las obras mas justamente apreciadas, perpetuándose por una especie de tradición que cada uno acepta sin examen, como si se tratase de verdades demostradas. Una circunstancia análoga ocurre en cuanto á los efectos que se atribuyen al rocío sobre las plantas marchitas, solo que en este caso hay el error de atribuir un efecto real á una causa distinta de la que le pro- duce, y desde luego hay confusión mas bien que error propia- mente dicho. Viendo que las plantas marchitas por la acción del calor del dia recobran la rijidez de sus tejidos y su fres- cura por la noche, durante la cual se cubren de rocío, se ha creído que este cambio importante en su existencia consistía en una absorción del agua depositada en su superficie. Bajo tal punto de vista, los sabios han creído lo mismo que el vulgo; así es que Senebier, á quien han seguido en esta parte todos los fisiólogos, dice hablando de las gotas de rocío: «Las plan- tas marchitas por el calor de un sol ardiente recobran su fres- cura por la noche, cuando se hallan cubiertas de gotas (1).» Pero en esta conclusión, relativa á la acción del rocío so- bre las plantas marchitas, Senebier, y los que como él se han espresado, han atribuido equivocadamente á una absorción lo- cal y directa lo que era debido á la simple humedad del suelo por la condensación del vapor acuoso de la atmósfera. He lo- grado aclarar este punto por medio de dos clases de observa- ciones, que me parecen suficientes para descubrir perfecta- mente la confusión existente, y las cuales voy á exponer. l.° Espuse á la acción del rocío plantas marchitas, cuya tierra estaba resguardada del contacto del aire con el sistema de aparato herméticamente cerrado. En este caso, como la tierra no podía absorber la humedad, y por lo seca que estaba se habían marchitado las plantas sometidas á los experimen- tos, no cambió el estado de las hojas, aunque en su superficie había un abundante rocío, y se necesitó regar la planta para que recobrase su frescura. Pesando las plantas marchitas, tuve una nueva prueba en apoyo de esta observación demostrativa, (l) Senebier, Physiologie végétaíey t. 3, p. 94. 375 porque no aumentaron de peso, á pesar de haber permanecido en sus hojas la cubierta líquida que el rocío había formado en ellas. Mis experimentos fueron hechos principalmente con la hortensia, el girasol de los jardines (. Helianthus annuiis) y la Verónica Lyndleyana, y casi todos los reuní en la nota titulada Observaciones sobre el estado de marchitez de las plantas , y las causas que lo producen (1). 2.° Coloqué también al aire libre por la noche, y bajo un cielo sereno, plantas de diversas especies ( Verónica Lyndle- yana,, Aloysia citriodora, etc.), cultivadas en tiestos, pero cuya tierra no se había regado desde algunos dias anteriores, y por consiguiente se había secado y endurecido hasta el punto de que costaba mucho trabajo humedecerla. Las plantas estaban sumamente lacias, y se pusieron con sus tiestos á descubierto, en condiciones que permitían una radiación considerable, y por consiguiente un abundante depósito de rocío; pero en este caso, no habiendo podido la tierra endurecida absorber bas- tante humedad jiara modificar tal estado de cosas, encontré al siguiente dia por la mañana cubiertas las hojas de rocío, y sin embargo tan marchitas como la víspera; por lo cual se nece- sitó mojar la tierra, reglándola, para que recobrasen estas plan- tas la rijidez de sus órganos. Me parece evidente que en ambas observaciones, si las ho- jas hubieran podido verificar una absorción directa y local del agua con que estaban humedecidas, habrían reparado pronta- mente sus pérdidas, y no permanecerían marchitas bajo su cubierta acuosa. No será inútil añadir que uno de nuestros mas distinguidos jardineros me ha dicho haber observado va- rias veces hechos análogos al que acabo de consignar. No creo que sea necesario hacer resaltar la demostración que resulta de los experimentos referidos en este capítulo: me limitaré á notar que, como lo demuestran estas observaciones, las hojas, aun en el estado en que parecen muy ávidas de agua, no introducen directamente en su tejido el rocío depo- sitado en la superficie durante la noche. \sí se manifiesta cla- (i) Journal de la Société impériale et céntrale d' JIort iculture, t. 3, 1857, p. 77-87. 376 ramente, lo que creo resultar del conjunto de mis observacio- nes, esto es, la importancia del papel que desempeña la ab- sorción verificada mediante la tierra movible en todas las cir- cunstancias en que se forma rocío. CAPITULO VI. Exposición detallada de mis experimentos . Las variadas consideraciones que acabo de exponer, des- arrollándolas lo que me ha parecido necesario, creo, si no me equivoco, que han debido desvanecer la sorpresa que á pri- mera vista pudiera ofrecer el enunciado de que el rocío cubre las plantas vivas sin ser absorbido directamente por ellas. Me falta solo para fundarlo manifestar el detalle de los experimentos que me han conducido á él, los cuales he repetido con asidui- dad por espacio de cinco años, y que son numerosos , no pu- diendo por tanto referirlos en totalidad sin dar á esta Memoria demasiada estension; y pasaré en silencio, por consiguiente, muchos de ellos, limitándome á hablar aquí de casi todas las especies de plantas de que me he valido. Recordaré ante todo que los resultados de algunos de es- tos experimentos se han referido ya en una nota de poca esten- sion que se insertó en el Balletin de la Société botanique de France en 1857 (1). Yer onica Lyndleyana , Hort. Los pies de este arbusto, que han servido para mis obser- vaciones, eran todos jóvenes, y se hallaban en buen estado de vegetación. Consistían en plantas obtenidas el mismo año, ó mas bien el año anterior; algunas de ellas no tenían mas que un tallo sencillo de 3 ó 4 decímetros de alto; otras estaban mas ó menos ramificadas. Sucesivamente he sometido á la observación (l) Duchartre, Recherches sur les rapports des plantes avec la rosee , t. 4, 1857, p. 940-946. 377 las hojas anchas, espaciadas y lisas de este arbusto, que son fáciles de enjugar, y forman por consiguiente individuos có- modos para los experimentos. Verónica Lyndleyana, A. El pie que designo tenia linos 25 centímetros de alto poco mas ó menos, algo ramoso, acopado, y cargado de hojas bastante numerosas. El 6 de setiembre de 1857, á las siete y media de la tar- de, la planta pesaba l(>30&r,0. El dia siguiente 7, á las seis de la mañana, estaba cubierta de un rocío bastante abundante. Habiéndola pesado cargada de este líquido, dio un peso igual al de la víspera, ó sea de 163Qsr,0. Se ve, por consiguiente, que en vez de ganar por la noche había perdido sensiblemen- te, porque si del peso total que se encontró el 7 por la ma- ñana se hubiese restado el del rocío que tenia hasta ponerla suore la balanza, se hubiera tenido ciertamente una cifra in- ferior á la de la víspera. El 9 de setiembre de 1857, á las ocho de la larde, se vió que el peso de la Verónica era de 1648sr,4 (1). El 10, á las seis y media de la mañana, estaba cubierta de un rocío abun- dante, con el cual pesó 1649sr,2. La enjugué entonces hoja por hoja, sin que pudiera lisonjearme de haberle quitado toda la humedad: enjugada así, pesó de nuevo 1 648sr,4, dando un número igual al de la víspera. Experimentó, por consiguiente, por la noche una ligera pérdida, supuesto que este último nú- mero comprendía, además del peso de la planta seca, el de la pequeña cantidad de humedad que no haya sido posible qui- tarle. El 12 de setiembre de 1857, á las siete y media de la tar- de, el peso que dió la misma planta fué 1677sr,4. Al dia si- guiente, á las seis y media de la mañana, tenia mucho rocío, y pesaba entre todo lf>79&r,4. La encerré entonces en una ha- bitación con poca luz, en la cual permaneció hasta las nueve (1) Quizá no sea inútil advertir, que si el mismo individuo presentó pesos diversos cuando fué observado en fechas mas ó menos distantes unas de otras, esto consistió simplemente en los riegos recibidos en el intervalo, habiendo influido además las pérdidas ocasionadas por la tras- piracion. 378 y media: habiendo desaparecido en este momento el rocío que la habia cubierto, la pesé de nuevo, y volví á hallar 1677sr,4, ó sea el peso de la víspera. Me propuse entonces reconocer si para bajar á esta cifra habia perdido al mismo tiempo que el agua del rocío una porción de su propio peso por efecto de la traspiración; la dejé con este objeto en el mismo sitio hasta las siete y media de la tarde. En estas 10 horas del dia la tem- peratura subió de 17°, 5 á 20°, y por consiguiente la traspira- ción debió aumentar: no obstante, mi Verónica no perdió mas que 0&r,6. Por consiguiente, aun suponiendo que por la ma- ñana hubiese traspirado con igualdad en todo el intervalo del primero al segundo peso, lo cual no puede verificarse, se ve que habría perdido en este tiempo menos de { de gramo, can- tidad demasiado pequeña para que la balanza, que entonces usaba yo, me permitiese apreciarla con exactitud. El 14 de setiembre de 1837, á las siete de la tarde, el peso de la misma planta era l()7oBr,6. A las seis de la mañana del dia siguiente estaba cubierta de un rocío muy abundante, y pesó en este estado 1678&r,2. Enjugada con cuidado hoja por hoja, descendió inmediatamente á 1673sr,6, peso déla víspera. El 16 de setiembre, á las ocho de la tarde, la planta pesaba 1668sr,6; el 17, á las seis de la mañana, se pesó enteramente cubierta de un rocío abundante, y dió entonces 1670b1', 4: en- jugada inmediatamente volvió á bajar á 1668sr,6, peso pri- mitivo. El 17, á las siete y media, pesaba 1 665^r, 6; el 18, á las seis de la mañana, se volvió á pesar con el abundante rocío que tenia, y dió el guarismo 1667&r,2: enjugada con cuidado vol- vió á tener inmediatamente el primer peso de 1665&r,6. Por último, el 18, á las ocho y media de la tarde, pesaba 1664&r,0; y al siguiente dia, á las seis y media déla mañana, se pesó, teniendo en sus hojas superiores un leve rocío, y dió en este estado 1663&l’,8: habia perdido, por consiguiente, en toda la noche una porción apreciable de su peso primitivo. ( Continuará .) 379 VARIEDADES. — m — SOCIEDAD ECONOMICA MATRITENSE. — ’s&Sg) Programa de los premios que ofrece esta Sociedad con arreglo á lo que previenen sus Estatutos, para el año de 1863, EN AGRICULTURA. i .6 Título de Socio sin cargas al autor de la mejor memoria sobre la enumeración, costumbres y esterminio de los insectos que atacan al ar- bolado de los paseos de Madrid. 2. ° Título de Socio sin cargas al autor de la mejor memoria sobre los análisis de los trigos de la provincia de Madrid. 3. ° Título de Socio sin cargas al autor de la mejor memoria en que se manifiesten los medios mas convenientes de mejorar nuestras razas de ganado vacuno, hasta utilizarlas para el abasto público y lechería, según las exigencias de la población. 4. ° Medalla de plata ai autor de la -mejor memoria en que se expon- ga el modo de crear en España Bancos agrícolas* refundiendo en ellos los Pósitos. EN ARTES. 1. ° Medalla de oro de dos onzas al que introduzca y aplique á una industria el sistema de motor de gas, conocido en Francia con el nom- bre de Lenoir. 2. ° Medalla de plata ai que por un nuevo procedimiento obtenga la mejor elaboración del pan, con mas baratura en su precio, y demuestre ios medios mas fáciles de conocer su adulteración. 3. ° Medalla de plata al autor del mejor sistema científico y económi- co de bonificar los vinos de Castilla, EN COMERCIO. 1. ° Título de Socio sin cargas al autor de la mejor memoria en que se expongan las ventajas é inconvenientes del libre-cambio con nuestras posesiones de América y Africa. 2 . ° Título de Socio sin cargas al autor de la mejor memoria sobre las ventajas ó inconvenientes de la multiplicación de los puertos de mar ha- bilitados para el comercio nacional ó extrangero. 3. ° Medalla de plata al autor de la mejor memoria en que se presen- ten las bases de una Sociedad de Crédito hipotecario. ADVERTENCIAS. i .a El plazo para la presentación de memorias será hasta el 3 1 de *• octubre de 1863. 2.a Las memorias se han de presentar en la Secretaría de esta So- ciedad, calle del Turco, núm. 5, cuarto 2.°, en pliego cerrado y sin firma, y en el sobre un lema cualquiera. Acompañará otro pliego con el mismo lema, sellado y lacrado, conteniendo la firma del autor, y solo será abierto en caso de merecer su trabajo alguno de los premios. Los pliegos cuyas memorias no resulten premiadas, serán quemados en sesión pública el dia de la adjudicación de los premios. Madrid íO de junio de 1862.=E1 Secretario general, Pablo Abejón . — Estension y coste de los ferro- carriles existentes en todo el globo . De un artículo que publica la Presse scientifique de Deux Mondes to- mamos el siguiente resúmen de la estension de los ferro-carriles que hay en todo el globo, y lo que ha costado su construcción. Europa 52.476 kilóm. que han costado 20.779.000.000 fr. Asia 2.295 » 868.500.000 Africa 371 » 112. 500. 000 América del Norte. 54.388 » 6.769.200.000 América del Sur... 794 » 245.500.000 Australia....... 560 » 248.500.000 110.884 kilóm. que han costad o29.023.200. 000 fr. En estos números figura España con una estension de ferro- carriles de 2.183 kilóm., que han costado 640.000.000 de fr. — Sociedad etnológica de Londres. M. Crawfurd, Presidente de la So- ciedad etnológica de Londres, ha leído en una de las últimas sesiones una 381 Memoria muy curiosa, en la que intenta demostrar que la barbarie y la civilización del hombre dependen de la capacidad de su raza y del carác- ter físico de las localidades en que se encuentra, y sostiene esta tesis va- liéndose de ejemplos notables y concluyentes, presentados de un modo progresivo. Así es que la mera influencia del clima, sin contar con otro obstáculo alguno, basta para entorpecer toda especie de progreso, y para mante- ner al hombre en estado de salvajismo perpetuo, de lo que pueden ser ejemplo los habitantes polares. Efectivamente, en aquellas regiones el año se compone de un solo dia y una sola noche? y como el hielo y la nieve ocupan el lugar de los vegetales, no puede criarse planta alguna que sirva de alimento al hombre, y fuera del perro no hay otro animal doméstico que allí pueda vivir. Admirable es por tanto que los esquimales, en ta- les circunstancias, hayan podido adelantar en los trabajos manuales, sin otros materiales que piedras, huesos y pieles de los monstruos marinos, ó los pedazos de madera que el mar arroja. Hay también otros países que solo por su temperatura parecen abso- lutamente impropios para la vida humana, como son Spitzberg y la Nueva- Zembla, mas allá del círculo ártico, y las Nuevas-Shetland, mas abajo del antártico. La misma Islandia, ahora mas clemente, jamás tuvo aborí- genes, y no ha llegado á ser habitada sino por la colonización que hácia el décimo siglo hizo en ella una de las razas mas fuertes, la que dos ve- ces conquistó la Inglaterra y la Francia. Si aquellos colonos, en vez de ser Scandinavos hubiesen sido Esquimales ó Colorados, no hubiese que- dado de ellos otra posteridad que pescadores, ó cazadores vagabundos? y como hombres de la raza blanca, no han podido sostenerse sino valiéndose de las artes rudimentarias de la Scandinavia. Muy diverso es el carácter que presenta la Australia, cuyo clima, en las regiones hasta hoy conocidas, es el mas hermoso del globo, y que no está recargada de bosques, que son una traba terrible para la civiliza- ción? no habiendo tampoco grandes rios ni altas montañas, aunque sí grandes desiertos de arena. En la época de su descubrimiento no poseia planta alguna propia para el alimento del hombre, ni animal alguno ca- paz de domesticarse, fuera del perro. En tales circunstancias, sin comu- nicación con el mundo esterior, la mas elemental civilización hubiera si- do del todo imposible aun para una raza de calidades muy superiores? y la que formaba la población indígena se halla física y moralmente en lo mas bajo de la escala de los salvajes peor formados y mas repug- nantes. Ejemplo aun mas triste ofrecen las islas de Andaraan, en el golfo de Bengala, en el trópico de Cáncer, pues sus primitivos habitantes son unos 382 negros débiles y raquíticos, allí al lado del Hindú, que de antiguo es un tipo de belleza y de civilización. En el hemisferio austral, después de la Australia, se halla un pais mu- cho menos estenso, pero también mucho mejor dotado, que es la Nueva- Zelanda. Su suelo es fértil y provisto de aguas, que le aseguran sus al- ias montañas: y sin embargo, ni tenia vegetales alimenticios ni animales útiles. Sus primeros habitantes llegaron emigrando de las islas intertropi- cales del Océano Pacífico, y estrechados por el hambre se verían reducidos á esterminar las gigantescas aves indígenas, y luego á devorarse unos á otros, adquiriendo así la mas declarada reputación de antropófagos. A pesar de este bárbaro carácter, es constante que los Zelandeses son mas animosos, y tienen mas capacidad que ninguna otra raza salvaje, lo que solo puede esplicarse por la influencia del clima. El vasto continente americano, que se contiene en la zona templada, en la tropical y la ecuatorial, reúne la mayor parte de los requisitos ne- cesarios para llegar á una civilización de primer orden. Estaba, sin em- bargo, cubierto de selvas inaccesibles á la escasa industria de los salvajes; no contaba mas que un cereal; y su fauna doméstica solo un animal con la sesta parte de la fuerza del camello, y que tampoco podía vivir fuera de las regiones montuosas. Pero el mayor obstáculo consistía en la raza de sus habitantes, que inferior á la negra en lo físico y á la malaya en la inteligencia, cubría, con insignificantes modificaciones, todo el conti- nente desde la Tierra del Fuego hasta las fronteras de los Esquimales. En la planicie de la cordillera se encontraba el grado mas alto de civili- zación de la raza americana, y aun era muy inferior al que ocupan las asiáticas de tercer orden. Al frente de la raza blanca desaparece la colora- da, como las fieras ante el hombre; pero si llegan á mezclarse las dos ra- zas la superior decae rápidamente. El enorme continente de 7 0 grados, que llamamos Africa, con Costas mucho menos accidentadas que las demás del globo, ni tiene altas montañas, ni grandes rios y lagos ó mares interiores, abundando los vas- tos desiertos y las selvas tropicales, que son poderosas trabas para la comunicación. Así es que el estado de las razas de Africa se halla en re- lación de su geografía física. Egipto y Berbería gozan de un clima templado, y aquel de una fer- tilidad particular, que debe á las crecidas del Nilo. Los primeros habi- tantes de su gran valle eran de raza asiática, con lo que se esplica, cómo en un punto tan favorable para el desarrollo de la civilización, faltó á la sociedad egipcia el vigor y el espíritu de empresa. Sigue Mr. Crawfurd pasando revista á las demás razas y paises del globo, y en cada ejemplo pone de relieve la relación que guarda la geo- 383 grafía física con la civilización de los habitantes, demostrando que posee la Europa una geografía física y una raza de orden superior, lo que es- plica la causa de su avanzada civilización. La esperiencia de 30 siglos atestigua la superioridad de la raza euro- pea, y que sin ella la China hubiera permanecido incógnita, así como el Japón, el gran archipiélago Indico y la América. Una sección mista de esta raza, llamada Inglesa , ha conquistado en el corto espacio de un siglo á 200 millones de una de las razas mas civilizadas del Asia, y los ha te- nido sujetos con una fuerza que nunca ha pasado de 1 0 0.000 horn.. bres. Ultimamente, dos naciones de Europa enviaron un reducido ejército á 4.0 00 leguas, que llegando á la capital de su imperio dictó un trata- do é impuso una fuerte contribución al señor de 40 0 millones de súb- ditos. Prueba evidente de la debilidad de las razas asiáticas es que han to- mado poco de Europa, á escepcion de dos cosas, las armas de fuego y el ta- baco. Desechan la imprenta, y se obstinan en copiar los manuscritos, de cuyo sistema está Europa ya libre hace 5 siglos. Rara vez usan la brú- jula, y se limitan á navegar á lo largo de las costas, guiados por los as- tros y los monzones, cuando, por el contrario, la Europa se apropia en todas partes lo que encuentra bueno, y justamente el Asia es donde mas hemos podido tomar. De allí nos han venido el algodón, la seda, el papel, sin el cual la imprenta nada valdría, el arte de destilar las cañas de azúcar y sus productos, el te, el café, las especias y el opio, sin olvidar tampoco la gallina doméstica. La América nos ha dado la patata, el maiz, el tabaco y el pavo, así como las mas hermosas materias para tintes. El Africa apenas ha contribuido con otra cosa que con aceite de palma, y en cuanto á animales, con el asno y sus congéneres. Las naciones de la Europa que ahora están al frente de la literata ra, eran hace 2.000 años tan ignorantes como los Mejicanos en la época del descubrimiento de América* En esto, así como en la arquitectura, han sido hábiles imitadoras, y forman singular contraste con las razas precoces del Asia, que siendo mucho mas rudas y menos civilizadas que los Galos, los Germanos y los Bretones, tenian ya desde tiempo inmemorial sus al- fabetos nacionales. Hay que notar, no obstante, que las partes mas favo* recidas de Europa, aun aquellas que hoy son asiento de la mas alta civi- lización, ofrecen, como la China y la India, ejemplos de progreso retrasado por las desventajas consiguientes de su geografía física, sin que haya dis- minuido la superioridad de la raza. De ello hay dos ejemplos en Inglaterra, que son el pais de Gales y las montañas de Escocia. Si toda la superfi- cie de la Gran-Bretaña hubiera sido semejante á estas dos regiones, á la verdad jamás hubiera adquirido la superioridad que la distingue, porque 384 solo lentamente, y por la influencia y el ejemplo de una nación mas adelantada, puede estar en la esfera del progreso un pueblo en posición tan desfavorable. Bien lo prueban las citadas montañas de Gales y de Escocia, pero ha sido menester el trascurso de mas de 18 siglos. De todo lo que precede se deduce la escelente enseñanza de que no se deben establecer colonias á la casualidad, y que su prosperidad depen- derá sobre todo de la geografía física, de las comunicaciones, y de 1^ raza que se introduzca. Asi, pues, si en Córcega y Argelia las inmensas ven- tajas del clima y vegetación pierden algo por los accidentes topográficos, la ciencia del siglo XIX sabrá vencer los obstáculos; y puesto qne para ello hay medios, no falta mas que ponerlos en práctica. — Carta celeste de tres metros de diámetro par a colocar la en el techo de una habitación. Mr. C. Thomas acaba de publicar, en casa de Mr. Andriveau Goujon, una nueva Carta celeste, cuyas dimensiones permiten que puedan señalarse en caracteres legibles las estrellas mas impor- tantes. Los cielos rasos de las habitaciones y los gabinetes de estudio pue- den tener con esta carta una aplicación útil. Las estrellas y las conste- laciones marcadas con diferentes colores permitirán reconocer y seguir los fenómenos celestes anunciados por los astrónomos, y servirán para conservar en la memoria los conocimientos adquiridos sobre astronomía, los cuales con frecuencia se olvidan, por no tener ocasión de aplicarlos en la vida común. Recomendamos el uso de estas cartas á los establecimientos de ins- trucción, porque con ellas pueden adquirirse los conocimentos prelimi- nares de astronomía, y reconocer el lugar que ocupan en el cielo los as- tros visibles á la simple vista. En cuanto á los conocimientos superiores de astronomía, siempre quedarán reservados á estudios especiales; pero se apreciará mejor su im- portancia. — Nuevo planeta. M. Tuttle ha descubierto el 8 de abril, desde el ob- servatorio de Cambridge (Massachusetts), un 73° asteroide de 13.a mag- nitud, y muy inmediato á la estrella (¿ de la Virgen. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Rüiz.) Editor responsable, Ricardo Rüiz. N.° 7.°— REVISTA DE CIENCIAS. -Octubre 1862. TOPOFOTOGRAFU. Aplicaciones de la plancheta fotográfica; por D. A. Tt En el número 5 de este periódico (lomo 12, página 258) hemos hecho una ligera descripción del aparato topofotográfico ideado por M. Á. Chevalier, y conocido con el nombre de plancheta fotográfica. Dijimos allí, y conviene recordar aquí, que consistía en una cámara de Daguerre, cuya placa sensible era circular, y mediante dos ruedas dentadas iguales que en- granaban en escuadra, giraba sobre un eje horizontal perpen- dicular en su centro, al propio tiempo y con igual velocidad angular que lo verificaba la cámara misma alrededor de un eje vertical: que el objetivo podia colocarse en dos distintas posi - dones, una á la altura del punto medio del radio vertical su- perior de la placa, y la otra á la del punto medio del vertical inferior, resultando representada hácia el centro en aquella la parte superior de los objetos, y en esta la inferior, por lo que las vueltas de horizonte ejecutadas con el objetivo en la pri- mera posición se decian zenitcdes , y en la segunda nadirales: por último, que ambas vueltas de horizonte podían hacerse por estaciones ó sectores fijos, ó por movimiento continuo, á cuyo efecto había inmediatamente delante de la placa dos válvulas ú obturadores, uno de los cuales dejaba descubierto un sector conveniente, y el otro una ranura vertical muy estrecha, y además una cruz filar compuesta de dos crines, de las cuales la vertical se suprimía para el movimiento continuo; y diji- mos, finalmente, que las vueltas por sectores fijos eran una serie de perspectivas planas, que dejaban de comprender parte TOMO XII. 386 del panorama cerca del centro de la placa, mientras lo dupli- caban hacia la circunferencia; y que las vueltas por movi- miento continuo daban por resultado el abatimiento de los elementos planos del cilindro vertical en que se hubiera obte- nido la perspectiva panorámica. El levantamiento con la plancheta, del mismo modo que con la cámara ordinaria, debe empezar por un reconocimiento para elegir las estaciones, con la notable diferencia que si en el empleo de la cámara era conveniente establecer estas esta- ciones sobre los puntos mas elevados, y que descubriesen mas estension del terreno, para que reduciendo su número, se dis- minuyese en lo posible el laborioso trabajo del goniómetro y de las vistas; con la plancheta, por el contrario, siendo tan fá- cil el trabajo de las pruebas fotográficas, reducido á una ó dos vueltas de horizonte en cada estación, y no teniendo que me- dir ángulos, pueden elegirse de modo que correspondan á los vértices de una red de triángulos bien conformados, procu- rando atenuar de este modo los errores de la planimetría, á que tanto se presta la plancheta, dando los ángulos azimutales con una admirable precisión. Medida después y orientada la base, y hechas en las estaciones las vueltas de horizonte, el trabajo de campo quedará concluido. Cuando la estación no está dominada por el terreno que la rodea hasta las estaciones vecinas, bastará hacer en ella una sola vuelta de horizonte; pero bien se ejecute esta por sectores fijos ó por movimiento continuo, dicha vuelta deberá ser zeni- tal, para evitar en la de sectores fijos la supresión de algunos puntos notables, y tener en las de movimiento continuo, deter- minados sobre la prueba los ángulos azimutales por lados de mayor estension: y á fin de evitar en aquella la repetición de imágenes, ó sea la superposición de los sectores aparentes, de- berá abrirse el obturador de las ranuras hasta que intercepte la misma parte de horizonte que el de los sectores , según se representa en la figura 1.a Si la estación se encuentra muy dominada por el terreno que la rodea, preciso será hacer ade- más en ella una vuelta de horizonte nadiral, á fin de compren- der en la de sectores fijos los puntos suprimidos, y determinar mejor los azimutes en las de movimiento continuo. 387 La trasformacion en plano topográfico de las vueltas por sectores fijos, tomadas en dos estaciones inmediatas, toda vez que cada sector es una perspectiva plana, en nada difiere de la esplicada en nuestro artículo anteriormente citado; mas es pre- ciso tener presente, que hallándose abatidas dichas perspecti- vas sobre los horizontes de sus respectivas estaciones, es pre- ciso referirlas á uno mismo, y alejarlas al efecto del centro de la prueba una distancia igual á la altura de cada estación sobre el plano de comparación elejido para todas. Para conseguir esta trasformacion con dos vueltas de ho- rizonte ejecutadas por movimiento continuo, después de to- mada con arreglo á escala la distancia horizontal 00 ' (J¡g. üj.a) entre las dos estaciones, y los alturas Oo , Ofor de estas sobre el plano de comparación, sobrepónganse las pruebas positivas zenitales de modo que sus centros caigan respectivamente en O, 0\ y que las imágenes recíprocas a'® de las mismas esta- ciones se encuentren sobre la línea de tierra hácia sus origi- nales, y cálquense en esta posición los círculos de horizonte BES , B'HrS' , y iodos los puntos y líneas notables. Para en» contrar ahora la proyección horizontal de un punto (y, u) tí- rense las Ou, OV, y en su intersección X se tendrá la pro- yección pedida. Si se quiere determinar la altura de este punto sobre el plano de comparación, se levantarían ála OXlas per- pendiculares Oíl~Oo, Ug=.Oo — Uu y XY, y tirando la íly, y prolongándola basta cortar en Y á la XY, esta XY seria la altura que se buscaba. Réstanos únicamente encontrar la proyección horizontal y las alturas de una línea no interrumpida con accidentes que señalen sobre ella un número de puntos suficiente á determi- narla. He aquí una cuestión muy difícil de resolver sobre la representación fotográfica de Chevalier. Sería para ello preciso construir las líneas determinadas por los planos visuales, y es- tas líneas son de cuarto grado. Es, pues, indispensable para resolver este problema, trasformar en perspectivas planas los abatimientos elementales que nos ocupan. Sea ( fg , fgf) la lí- nea en cuestión. Elíjase sobre la fg la serie de punios que parezca mas conveniente para determinar su configuración, y sobre la fg' otra en que se encuentren estos muy inmediatos: 388 tírense 4 los círculos de horizonte RHS, R’H’S \ dos tangentes HP , H'P , que se corten entre sí y á la línea de tierra en puntos P, E, E\ que se encuentre dentro de la hoja del dise- ño, y sean estas rectas HP, H'P las trazas y proyecciones horizontales de los dos cuadros pianos en que se deben buscar tas perspectivas de ( fg , fg'). Para abatir estos cuadros, corla- remos Hh^zOo, H'lt'—O'o'; h, k serán sus centros, Hh, H'E sus verticales, y las perpendiculares rs, r's á estas sus líneas de horizonte. A fin de encontrar ahora el abatimiento de la perspectiva plana del punto, cuya perspectiva cilindrica se en- cuentra abatido en u, prolongúese la Ou hasta cortar en Y á la traza del cuadro PH , levántense á la O Fias perpendicula- res On=Oo Uy=Oo—Uu y Vw; tírese la £ly prolongándola hasta cortar en w á la Vw, y tomando sobre el abatimiento Vv de la vertical en V la Vv=Vw, el punto v será el pedido. Lo mismo se ejecutará con todos los elejidos sobre la fg, y en el otro cuadro con los de la fg'. La prueba obtenida por movimiento continuo no es otra cosa que el límite de la ejecutada por sectores fijos cuando es- tos van disminuyendo de amplitud, y aumentando por consi- guiente su número; aquella es á esta lo que el círculo al polí- gono regular inscrito ó circunscrito, cuyos lados aumentan indefinidamente en número, y disminuyen del mismo modo en estension. Los errores producidos por aberración del obje- tivo en sentido azimutal van disminuyendo con la amplitud de los sectores, y acaban por anularse en la vuelta por movi- miento continuo. Así, pues, el procedimiento por sectores fijos da la planimetría con tanta mas aproximación, cuanto mas agudos son estos sectores; y con precisión en el límite, esto es, en el procedimiento por movimiento continuo. De todos modos, el aparato inventado por Mr. A. Chevalier ha proporcionado un adelanto positivo al arte de levantar planos topográficos, y con especialidad á la agrimensura. (Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Rujz.) , . CIENCIAS FISICAS. QfJIlf B €/&. Análisis química fundada en las observaciones del espectro; por Mr. G. Kirchhoff y R. Bünsen (1). (Annalcs de Poggendorff, t. FIO, j». 161.) (Continuación .) D. Bicarbonato de óxido de rubidio . RbO, %CO\ HO . El bicarbonato se produce con facilidad poniendo una di- solución acuosa de la sal neutra en una atmósfera de ácido carbónico. Evaporando esta disolución á la temperatura ordi- naria sobre ácido sulfúrico, se deposita una sal en forma de cristales de aspecto vitreo* inalterables al aire, que parecen pertenecer al sistema prismático; pero de los cuales no liemos podido obtener un ejemplar bastante voluminoso para poderle medir. Estos cristales tienen una pequeña reacción alcalina, y sabor análogo al del salitre, fresco y no cáustico: si se los ca- lienta, pierden fácilmente su segundo equivalente de ácido carbónico: son muy solubles en agua: su disolución pierde ácido carbónico hirviéndola, produciendo probablemente ses- quicarbonato de óxido de rubidio. Se pusieron 0e'r,M16 de carbonato de óxido de rubidio en un crisol de platino tarado, y disueltos en agua se abandona- ron por espacio de 15 dias en una atmósfera de ácido carbó» (I) V. los números 4, 5 y 6 de este tomo de la Revista , 390 nico, que se renovaba lentamente. Después de haber evapo- rado la disolución sobre ácido sulfúrico á la temperatura ordi- naria, se humedeció de nuevo la masa con agua cargada de ácido carbónico, y luego se secó del mismo modo, hasta que su peso no se alteraba. La sal obtenida pesaba entonces 0ur,G878, y presentaba una composición análoga á la del bi- carbonato de potasa. Calculado. Hallado. RbO o .......... 93,36 63,79 63,72 %CO\ .......... 44,00 30,06 íl. • •*«©*«» ©o* 9,00 6,15 100,00 E. Nitrato de óxido de rubidio. RbO , AzO“\ Enfriando rápidamente la disolución acuosa de esta sal, se obtienen agujas largas y confusas; pero si se cristaliza con mas lentitud, se depositan prismas di-exagonales, que pueden me- dirse, y pirámides di-exagonales no tan bien formadas; de modo que los cristales tienen una manifiesta tendencia á pre- sentar un aspecto prismático predominante. En el sistema exa- gonal, al cual pertenecen, la relación de los ejes es la si- guiente. 1 : a=\ : 0,7097, al cual corresponde un dodecaedro exagonal obtuso, cuyos ángulos culminantes son de 78° 40', y los de la base de 143° 0\ Las caras de las pirámides están incompletamente desarrolla- das, de manera que la medida de los ángulos no puede ser muy exacta. El azoato de óxido de rubidio es anhidro; retiene como el nitro agua interpuesta en las cavidades de los cristales; asi que cuando se calienta, decrepita violentamente. Al rojo incipiente se funde sin descomponerse, produciendo un líquido claro como el agua, que por enfriamiento se cuaja formando una masa cristalina radiada: á una temperatura mas elevada pierde oxígeno, y pasa ai estado de nitrito, mezclado 391 con el óxido de rubidio cáustico, lo cual hace que ataque fuer- temente al platino. Puesto sobre un hilo de platino en la lla- ma, desaparece sin dejar residuo. Es mucho mas soluble en agua que el salitre: 100 partes de agua á 0o centígrados* di- suelven 20,1 partes, y á 10° centígrados 435 partes. El agua, á estas mismas temperaturas, disuelve únicamente 13,3 y 20,4 partes de salitre. 2sr,3543 de sal dieron con el tratamiento, por medio de ácido sulfúrico, 2,1306 de sulfato de óxido de rubidio. El nitrato tiene por lo tanto la siguiente composición. Calculado. Hallado, RbO. ...... 93,36 63,35 63,36 As O5 54,00 36,65 36,64 147,36 100,00 moF F. Sulfato de óxido de rubidio. RbO , SO\ El bisulfato RbO 3 2 SOz se funde al rojo incipiente como la sal correspondiente de potasa: á una temperatura mas ele- vada pierde con efervescencia la mitad de su ácido sulfúrico, y deja un residuo sólido fusible al rojo blanco. Por evapora- ción lenta de su disolución acuosa se deposita la sal neutra fácilmente en hermosos cristales voluminosos, duros y- con lustre vitreo, que pertenecen al sistema rómbico, en el cual la relación de los ejes es a : b : c = 0,5723 : 1 : 0,7522, y al que corresponde un octaedro rómbico con los ángulos de la base de 113° 6’ y los del vértice 131° 6' y 87° 8r Esta sal es isomorfa con el sulfato de potasa, cuyos ejes, según Mitscheriich, presentan las relaciones siguientes : a : b : c = 0, 5727 : 1 : 0,7464. El sulfato de rubidio es anhidro, y completamente inalte- rable al aire; tiene un sabor particular, parecido al del sulfato / 392 de potasa; decrepita por la acción del calor, y pierde su tras- parencia; puesto en la llama, en un hilo de platino, se volati- liza completamente: 100 partes de agua disuelven 42,4 partes de el á 70° centígrados. En iguales condiciones, el agua no di- suelve mas que 9,58 partes de sulfato de potasa. l&r,0098 de sulfato de rubidio dieron 0sr,8872 de sulfato de barita. De lo cual se deduce : Calculado. Hallado. RbO 93,36 70,01 69,86 SO*>. .......... 40,00 29,99 30,14 133,36 TOO, 00 TOO, 00 Esta sal se combina con el sulfato de alúmina, y da una sal doble, el alumbre de rubidio, RbO, S&+AP 0\ 3S03+24 //O, que se separa fácilmente en gruesos cristales brillantes, tras- parentes, que corresponden al sistema regular. Estos cristales son inalterables al aire, y por lo demás se conducen como la sal de potasa correspondiente. Con los sulfalos de protóxidos de níquel, de cobalto, de magnesia, etc., forma también el sulfato de óxido de rubidio sales dobles , que corresponden al notable grupo del tipo KO, SOz-\-NiO , £Os-f 6#0, y que son isomorfas con las sa- les dobles correspondientes del potasio. Estas sales dobles de rubidio son menos solubles que el sulfato de óxido de rubi- dio, y pueden obtenerse fácilmente en gruesos cristales bien marcados. G. Perclorato de óxido de rubidio (1). RbO, CIO1 *. Para prepararle, se trasforma en sulfato el cloruro de ru- bidio, se precipita por la barita cáustica, y se hace pasar el (i) Annalen cler Chemie uncí Pharmacie (enero 1862). Wr. Longui- nine ha preparado y estudiado esta sal en el laboratorio de Heidelberg, y 393 óxido al estado de carbonato por medio del carbonato de amo- niaco. Se descompone hasta saturación este último por el ácido perclórico puro, y se obtiene un polvo cristalino poco soluble en agua, y (fue se purifica por medio de cristalizaciones repe- lidas en agua hirviendo. El perclorato de óxido de rubidio forma un polvo arenoso, que visto con el microscopio parece compuesto de cristalitos duros, brillantes y confusos. Los cristales obtenidos por la eva- poración de la disolución sobre ácido sulfúrico concentrado corresponden al sistema rómbico, y presentan las mismas ca- ras que el perclorato de potasa, con el cual parecen isomorfos. La rugosidad de las caras no ha permitido medir estos cris- tales. Los cristales de perclorato son anhidros, é inalterables por su esposicion al aire. A 21°, 3 centígrados, una parte de esta sal exije 92,1 de agua para disolverse, mientras que á la mis- ma temperatura una parte de perclorato de potasa se disuelve en 57,9 de agua. Esta sal tiene un sabor desagradable, algo salado; calentada se funde con facilidad, y se descompone al rojo oscuro en oxí- geno y cloruro de rubidio. ]8r,1994 de la sal desecada á 150°, calentados en un tubo de vidrio poco fusible hasta que todo el oxígeno haya desapa- recido, perdieron 0,4147 gramos. La disolución del residuo dió 0&r,925 en 1,1994 de la sal: calculado según la pérdida de oxí- geno, se eleva á 0,5917; calculado según el cloruro de plata obtenido, á 0,5899, ó sea por término medio á 0,5908. El perclorato de óxido de rubidio tiene por lo tanto la si- guiente composición: Hallado. Calculado. RbO 93,36 50,74 50,55 CIO1 , .......... 91,46 49,26 49,45 184,82 100,00 100,00 me ha parecido interesante intercalar con su consentimiento la descrip- ción de ella en la Memoria de MM. Bunsen y Kirchhoff, (L. Grandeau.) * 394 H. Cloruro de rubidio. RbCl. Este compuesto da cristales muy confusos por el enfria* miento ó evaporación rápida de su disolución acuosa, y solo por una evaporación muy lenta da cubos con lustre vitreo, que pueden fácilmente descomponerse en hojas. Estos cristales son inalterables esponiéndolos al aire; decrepitan cuando se calien- tan; á una temperatura mas elevada, al rojo incipiente, entran en fusión; puestos en la llama en un hilo de platino se volati- lizan perfecta y completamente, 100 partes de agua disuelven á Io centígrado 76,38 partes de él, y á +7° centígrados 82,89 partes. En estas condiciones el agua no disuelve masque 29,47 y 31,12 partes de cloruro de potasio. 0sr,9740 de esta sal dieron 1,1541 de cloruro de plata. Calculado. Hallado. Rb= 85,36 70,65 70,30 C/= 35,46.... 29,35 29,70 120,82 100,00 100,00 L Cloroplatinato de rubidio . PtCF RbCl Las disoluciones de rubidio se precipitan con el cloruro de platino. El precipitado es amarillo claro; se deposita fácilmente hirviéndolo en forma de un polvo pesado, que visto con el microscopio consiste en octaedros pequeños, regulares, tras- parentes, brillantes, de color amarillo de miel. Este cloruro doble es completamente insoluble en alcohol, y mucho menos soluble en agua que el cloroplatinato de potasio. 100 partes de agua disuelven de él á 0o, 0.... o 0,193 partes. 13 ,5..... 0,135 48,0..... 0,195 60 ,0 0,263 100 ,0 0,641 395 Estos números representan los términos medios de varios experimentos, cuyos resultados concuerdan de tal manera en- tre sí, que se puede considerar como segura la existencia de un mínimo de solubilidad correspondiente á unos 14°. De aquí puede deducirse que la sal, áuna temperatura baja, cristaliza reteniendo cierta cantidad de agua. En frió el cloruro de pla- tino que contiene la sal pierde ya una parte de su cloro cuando se le trata con hidrógeno: calentado en una corriente del mis- mo gas abandona fácilmente la totalidad de su cloro, lo cual produce una mezcla de platino y de cloruro de rubidio. Para analizarle se preparó l&r,9398 de esta sal con cloruro de platino puro; en seguida, habiéndola secado perfectamente á 150°, se la redujo en una corriente de hidrógeno, operación que le hizo esperimentar una pérdida de peso de 0sr,4850. El cloruro de rubidio, estraido por el agua, pesaba 0sr,7891; dió 0sr,9252 de cloruro de plata. El platino aislado pesaba 0sr,6620: la composición de la sal doble es, por lo tanto, la siguiente: Calculado. Hallado. Pt .... 99,10 34,08 34,13 Cl 70,92 24,38 25,00 Bb.... 85,36 29,35 28,88 CL ... 35,46 12,19 11,79 Cloruro de platino. Cloruro de rubidio. 290,84 100,00 99,80 La diferencia bastante considerable que se observa entre los números que da el cálculo y los que resultan de la expe- riencia, consiste en que la reducción por el hidrógeno se hizo en un crisol con lapa de agujero, por el cual se volatilizó una pequeña cantidad de cloruro de rubidio. 111. Difusión en la naturaleza y equivalente del cesio.— Pre- paración del metal y de sus combinaciones . Hasta ahora no habíamos encontrado este metal en la na- turaleza mas que acompañado del sodio, del potasio, del litio y del rubidio. En las aguas madres de los manantiales salados 396 de Dürkheim es donde le hemos hallado en mayor cantidad (1): también hemos estraido de estas aguas toda la materia que ha servido para nuestros experimentos. Para buscar un método de separación de los* compuestos del cesio en estado de pureza, hemos tomado como punto de partida las observaciones siguientes. Si por los métodos conocidos se quitan las tierras alcalinas que se encuentran en las aguas madres de Dürkheim, de tal manera que la masa salina privada por el calor de sales amo- niacales no contiene mas que las bases que corresponden al grupo de los álcalis, y si se precipita la disolución de esta masa salina por el cloruro de platino, se obtiene un precipitado ama- rillo cristalino, que da en el aparato la reacción mas intensa del potasio, pero que no presenta vestigio de las rayas azules del cesio. Se lava unas 20 veces con una corta cantidad de agua hirviendo el precipitado de platino, que del mismo modo que en la estraccion del rubidio pierde por estas lociones cada vez mas el color amarillo. Si el producto se ensaya en este caso en el aparato espectral, se ve que cada vez van siendo mas ténues las líneas K* y K{¿, mientras que por el contrario las rayas azules del cesio destacan poco sobre el espectro con- tinuo del potasio, que cada vez va disminuyendo mas en in- tensidad. El cloruro doble de platino y de cesio se ve que es, como la sal correspondiente del rubidio, menos soluble en agua que el cloroplatinato de potasio. Aunque en nuestros primeros ensayos hechos sobre 50 gramos de agua madre no hayamos obtenido apenas mas que 1,2 miligramos de cloruro de cesio impuro, fundándonos en la claridad y sensibilidad de la reac- ción del espectro, no hemos vacilado en emprender el trata- miento en grande; así es que hemos operado inmediatamente sobre 240 kilogramos de agua madre, procedente de 44,200 kilogramos de agua ( soolvaser ). Gracias á la afectuosa cooperación del Dr. Mr. Gundelach (1) El precipitado obtenido directamente en el agua madre de Bour- bonne-íes-Bains da antes de lavarle las rajas características del cesio y del rubidio: lo que demuestra que el agua de Bourbonne contiene canti- dades muy notables de estos metales. (L. Grandeau.) 397 hemos podido operar sobre una cantidad bastante grande de primera materia, con objeto de preparar los compuestos del ce- sio. El primer tratamiento de las aguas madres se ha verifi- cado en una fábrica de sosa del modo siguiente. Se trataron las aguas madres con ácido sulfúrico en un horno de sulfalos, y se hirvió por algún tiempo la sal obtenida con agua, habiéndola añadido préviamenle cal cáustica. Se eliminó la cal de esta disolución por medio del oxalalo de po- tasa, y la mayor parte del ácido sulfúrico por el nitrato de ba- rita. El resto del ácido sulfúrico y la magnesia, que todavía existia en el líquido, se separó por medio del hidrato de barita, y después de haberlo filtrado, se neutralizó el líquido con ácido nítrico; y luego se evaporó, lo cual dió una masa salina, que pudo tratarse en seguida en nuestro laboratorio. La estraccion por medio del alcohol concentrado dejó un residuo salino bastante rico en cesio, cuyo peso subía á fik,h; y esta es la materia cuyo tratamiento se indica mas adelante con el título de Residuo L Tratando la disolución alcohólica con otra acuosa y concern Irada de carbonato de amoniaco, se le privó de la mayor parte de la lilina que contenia: después de haber separado el preci- pitado de lilina se evaporó el líquido en una vasija de hierro, y se calentó el residuo hasta la volatilización completa de las sales amoniacales. La materia parda obtenida, privada de amo- niaco y mezclada con bastante óxido de hierro, se trató con agua, y la disolución se evaporó hasta sequedad. La última sal constituye, según estas operaciones, el Residuo II , sobre cuyo tratamiento sucesivo volveremos á hablar. Echando bicloruro de platino en el estrado alcohólico, se produjo un precipitado amarillo, que después de lavado con agua, pesaba 8si, 51 34. Este precipitado, que no manifestó al- teración aunque se hirvió con agua, dió en el aparato espec- tral las rayas del rubidio y del cesio con una gran intensidad. No estaba, por consiguiente, casi compuesta mas que de cloro* platínalo de rubidio y de cloroplatinato de cesio. Por la reducción en una corriente de gas hidrógeno, los 8er,ol 84 perdieron l&r,8719. Tomemos 8sr,5134 = A, jgr ,8719 = /?. 398 El residuo contenia platino puro y cloruros neutros de ce- sio y de rubidio. Designando por x la cantidad de cloroplati- nato de rubidio, por y el peso del cloroplatinato de cesio (1); tendremos ¡c+y=A, m m Pt- \-Rb + 367 X+Pt + Cs + 36/ y~ De donde se saca ¿==35,4975#— 7,65588A, y= 8, GbbOA— 35, 4975$. Si en la fórmula se reemplazan A y B por sus valores, se obtienen los números siguientes, que representan la composi- ción del precipitado. Cloruro de platino y de cesio 1&1',2701 Cloruro de platino y de rubidio... 7 ,2433 8 ,5134 Prescindiendo del cloruro de platino, se halla que 100 par- les de la mezcla de los dos cloruros alcalinos contienen Cloruro de cesio. I 6,93 Cloruro de rubidio 83,07 100,00 El residuo II de la segunda estraccion alcohólica, disuelío en el agua, dió con el bicloruro de platino un precipitado amarillo, que se lavó diez ó doce veces con agua hirviendo. Su peso subia entonces á 23 gramos. 13sr, 83 (—A) de este preci- pitado, perdieron por la calcinación en una corriente de hidró- geno 3sr,18 2=#. Los 23 gramos contenían por consiguiente Cloruro de platino y de cesio. . . . . , lis1', 76 Cloruro de platino y de rubidio 11 ,24 23 ,00 (1) Se supone que el equivalente del cesio es igual á 12 3,35, según las investigaciones que hemos indicado. 399 Los cloruros alcalinos contenidos en el precipitado, se en- cuentran entre sí en las proporciones siguientes: Cloruro de cesio . . . . . 54,89 Cloruro de rubidio. 45,11 100,00 El residuo 1 pesaba 6k,5, y se componía en su mayor parte de cloruro de potasio y de cloruro de sodio. Para estraer de él el cesio que todavía podía contener, se disolvió la sal en agua, y la disolución hirviendo se trató con una cantidad de cloruro de platino, que subia poco mas ó menos á 8 ó 10 milésimas del peso total del residuo empleado. Después de haber sepa- rado por decantación la parle líquida del precipitado de plati- no, se le lavó 15 ó 20 veces con agua hirviendo, con lo cual el color primitivo de la disolución, primero muy amarillo, perdió una parte de su intensidad, y se depositó un segundo precipitado de platino, que se trató como el primero. Esta ope- ración se repitió hasta que el precipitado de platino no dejó, hirviéndole, residuo amarillo claro poco soluble. Se reunieron todos los precipitados de platino, y después de reducirlos por el hidrógeno, se trataron con agua. La disolución acuosa ob- tenida de este modo, consistía en una mezcla de cloruro de cesio y de rubidio. Por este procedimiento se sacaron de 1 kilogramo de resi- duo salino lur, 0348 de una mezcla de cloruro de cesio y de cloruro de rubidio, que tratado con nitrato de plata dió un precipitado de cloruro de plata, que pesaba tsr,1404. Si se designa por Al la mezcla de cloruro de rubidio, y de yl cloruro de cesio, por B, el peso del cloruro de plata ob- tenido con At, tendremos para xi y yi las igualdades si- guientes : xt— 3,50963^-3,169064,, ^=4,16906^—3,50963^. Por medio de estas espresiones, conociendo Ai y Btl se ve que el residuo 1 contiene para í>\5 400 Cloruro de cesio. 0 2sr,0267 Cloruro de rubidio, c 4 ,6995 6, 7262 lo que corresponde en céntimos á Cloruro de cesio 30,14 Cloruro de rubidio. . . 69,88 100,00 Reuniendo todos los resultados de estos experimentos, se ve que las aguas madres procedentes de 44,209 kilogramos de agua mineral de Dürkheim, contienen en totalidad 9&r,237 de cloruro de rubidio 7 ,272 de cloruro de cesio. Estas determinaciones no pueden naturalmente tener la exactitud que sería de desear. Sin embargo, los números hallados son bastante exactos para dar aproximadamente la riqueza en cesio y en rubidio de las aguas minerales de Dürk- heim. Según una análisis ejecutada en nuestro laboratorio, hemos hallado que estas aguas minerales contenían en cada 1000 partes : Bicarbonato de cal 0sr5 28350 Bicarbonato de manganeso. 0, 01460 Bicarbonato de protóxiclo de hierro 0, 00840 Bicarbonato de protóxido de manganeso. vestigios. Cloruro de calcio 3, 03100 Cloruro de magnesio 0, 39870 Cloruro de estroncio 0, 00810 Sulfato de estronciana 0, 01950 Cloruro de sodio 12, 71000 Cloruro de potasio 0, 09660 401 Bromuro de potasio 0sr, 02220 Cloruro de litio o.... 0 ,03910 Cloruro de rubidio 0 ,00021 Cloruro de cesio 0 ,00017 Alúmina 0 ,00020 Sílice 0 ,00040 Acido carbónico libre 1 ,64300 Azoe 0 ,00460 Hidrógeno sulfurado. vestigios. Vestigios de fosfatos 0 ,00000 Vestigios de sales amoniacales 0 ,00000 Vestigios de sustancias orgánicas indeterminadas. 0 ,00000 18 ,28028 Por las investigaciones efectuadas sobre pequeñas cantida- des no hemos podido encontrar todavía el rubidio y el cesio ni en las cenizas de las plantas marinas y terrestres, ni en el salitre de Chile, ni en ninguno de los alcalinos que circulan en el comercio. Después de estas consideraciones sobre el estado natural del cesio y sobre su diseminación-, vamos á tratar del método de extracción que hemos empleado para obtener puros los diver- sos compuestos de este metal. Casi siempre se trata de una mezcla de sales que contienen potasio, cesio y rubidio, sodio y litio, y en este caso se separan los tres primeros de los otros dos por medio del cloruro de platino. El precipitado que con- tiene los tres cloruros dobles se lava unas 26 veces, y cada vez con una pequeñísima cantidad de agua hirviendo; gracias á la solubilidad relativamente grande de la sal de potasio, este último se halla así eliminado en mucha parte. Se reduce en seguida el precipitado de platino, que contiene todavía un po- co de potasio, por una corriente de hidrógeno á la temperatu- ra del rojo incipiente, á la cual no se funden todavía los cloru- ros de rubidio y de cesio. Se separan lavándolo los cloruros metálicos, que se disuelven en unas 70 veces su peso de agua. Con el platino de los residuos se prepara nuevamente cloruro de platino, y se hace una disolución concentrada poco mas ó TOMO XII. 2 6 402 menos como los cloruros alcalinos: se hierven ambos líquidos, y se mezclan. Cuando al cabo de algunos momentos, y por en- friamiento del líquido, se ha reunido suficientemente el preci- pitado, se echa sobre un filtro y se seca. Este tratamiento se repite hasta que con el aparato espectral no da el producto la raya Ka, ó al menos hasta que apenas es perceptible. La ma- teria no consiste mas que en cloruro de rubidio y en cloruro de cesio. Para quitar el primero hay que fundarse en la solu- bilidad del carbonato de oxido de cesio en el alcohol absoluto, líquido que no disuelve el carbonato de óxido de rubidio. La separación del sodio por el tratamiento repetido de los carbonatos por el alcohol es, sin embargo, difícil, porque los dos carbonatos parece que forman una sal doble que no es en- teramente insoluble en alcohol; por esto nosotros hemos pre- ferido el procedimiento siguiente. Tratamos los sulfatos de es- tas bases con agua de barita, á fin de hacer álcalis cáusticos, y evaporamos estos álcalis en una cápsula de plata con carbo- nato de amoniaco, de modo que se carbonatase cerca de un quinto de su masa. El alcohol quita entonces de esta mezcla cierta cantidad de óxido de cesio, y deja el carbonato de óxido de rubidio, que contiene todavía cesio. Por este tratamiento repe- tido cinco ó seis veces, teniendo cuidado de no emplear en cada una sino la menor cantidad posible de alcohol, se obtiene hi- drato de óxido de cesio privado de hidrato de óxido de rubidio, de lo cual podemos cerciorarnos fácilmente en el aparato es- pectral. Apenas necesitamos decir aqui que los numerosos re- siduos obtenidos en el curso de esta preparación deben tratarse como la sustancia primitiva, y que de ellos se puede extraer sin mucha pérdida el platino que ha servido para las operaciones. Para determinar aproximadamente el equivalente del cesio, hemos hecho los ensayos siguientes. Separamos el cloruro de cesio, como acabamos de decir, de cierta cantidad de cloroplatinato de rubidio y de cesio, priva- do en lo posible del potasio por haberle lavado varias veces en agua hirviendo, y calculamos la dosis de cloro que contenia en estado de cloruro de plata. 0sr,5219 de sal dieron 0,4995 de cloruro de plata. 403 Se sometió este cloruro por segunda vez al mismo tratamiento. lsr,7690 dieron 1,6548 de cloruro de plata. En un tercer tratamiento quedó una materia, de la cual 0sr,3727 produjeron 0,3402 de cloruro de plata. Repitiendo todavía por cuarta vez la misma operación, el cloruro nos dió para lsr,3860 de sal 1,2518 de cloruro de plata. Después del quinto tratamiento, la sustancia obtenida dió para lsr,0124 de materia, 0,9144 de cloruro de plata. Por último, al cabo de una sesla operación semejante, 0or,4572 de sustancia produjeron 0,4126 de cloruro de plata. 100 partes de la materia tratada de esta manera dieron por consiguiente: Después de la primera purificación, 95,708 de cloruro de plata » segunda.. . ........ 93,486 » tercera 91,280 »> cuarta. ........... 90,318 » quinta. . .......... 90,320 » sesta... ........... 90,245 Estos números indican que á contar desde el cuarto trata- miento de la masa salina por el alcohol, se obtiene una sal que presenta una composición constante. Si según los últimos ex- perimentos se calcula el equivalente del cesio, se hallan los números siguientes: 123,31 123,31 123,44 Medio. 123,35 Gomo la mayor parte de las sales de rubidio y de cesio son isomorfas con las sales de potasio, no se puede admitir que el número 123,35 sea un múltiplo ó un su b -múltiplo del equiva- lente del cesio. Este nuevo metal presenta la notabilidad de 404 tener el equivalente mas alto después del oro y del yodo entre todos los cuerpos simples conocidos. IV. Del cesio metálico , ij de algunos de sus compuestos. A . Metal. Haciendo pasar la corriente de una fuerte pila por cloruro de cesio fundido, se ve que se producen absolutamente los mis- mos fenómenos que con el cloruro de potasio y el de rubidio. Por el contrario, la amalgama de cesio se produce con mas dificultad que la amalgama de rubidio en una disolución acuosa de cloruro, colocada por otra parte en iguales condiciones. No se la puede obtener en forma sólida y cristalina mas que con auxilio de una corriente muy enérgica: esta amalgama en tal caso, de color blanco de plata, granujienta y cristalina, se oxida espuesta al aire con mucha mayor rapidez que la amalgama de rubidio, y descompone el agua con mucha mas facilidad. Respecto de las amalgamas de sodio, de potasio y de ru- bidio, en presencia ael cloruro de potasio como líquido conduc- tor, es electro-positivo. Según esto, debe considerarse el cesio como el mas electro-positivo de todos los cuerpos simples co- nocidos. B. Hidrato de óxido de cesio . CsO , HO. La manera con que se conduce el cloruro de cesio fundido en el circuito de la pila apenas permite dudar que este metal, lo mismo que el potasio, forma un sub-óxido. ¿Se combina con el oxígeno para dar un peróxido como base presumido por su gran- de analogía con el potasio? Esto es lo que no hemos buscado to- davía. El óxido hidratado que hemos preparado, como el com- puesto correspondiente del rubidio, es en todos puntos análogo á este último. Contiene 1 equivalente de agua, que no se le puede quitar por el calor. Es sumamente delicuescente; en con- tacto del agua se calienta muy fuertemente, y por lo menos es tan caustico como la potasa ó el hidrato de óxido de rubidio. Se 405 disuelve fácilmente en alcohol, produciendo en él un líquido en forma de jarabe. C. Carbonato de óxido de cesio. CsO, CO> Se prepara como el carbonato de óxido de rubidio, tratan- do una disolución hirviendo de sulfato de óxido de cesio por agua de barita, evaporando hasta sequedad el líquido alcalino en presencia del carbonato de amoniaco, y quitándole por filtra- ción la pequeña cantidad de carbonato de barita que se ha for- mado. La disolución en forma de jarabe del carbonato de cesio da cristales hidratados, confusos, que espuestos al aire se vuel- ven con facilidad delicuescentes. Calentados estos cristales se fun- den fácilmente en su agua de cristalización, y abandonan la sal anhidra en forma de una masa blanca, arenosa, quebradiza que absorbe con gran avidez el vapor de agua de la atmósfera y se li- quida. La sal anhidra se funde ya al rojo, y se puede elevar hasta el blanco, á cuya temperatura empieza á volatilizarse sin hacerle perder su ácido carbónico. Calentado en un hilo de platino se volatiliza con facilidad y completamente. Su disolu- ción acuosa tiene una reacción y sabor fuertemente alcalinos; produce al tacto la misma impresión que un cuerpo graso, y cor- roe la piel al cabo de algún tiempo. El agua que contenga 1 solamente — — — — de sal, obra también sensiblemente sobre el 10.000 papel de tornasol enrojecido. El carbonato de óxido de cesio tiene la propiedad, notable para un carbonato alcalino, de ser soluble en alcohol absoluto. 100 partes de alcohol á 19° disuelven 11,1 de él, y al punto de ebullición del alcohol unas 20,1 partes. La sal cris- taliza en la disolución alcohólica enfriada prontamente, en cris- talitos granujientos y confusos. Enfriándola lentamente, y hasta una temperatura inferior á 0o, hemos visto que se pro- ducían en una disolución alcohólica, que además del bicarbo- nato contenia también bastante óxido de cesio cáustico, agujas de 1 pulgada de largas y en forma de láminas: 0or,7921 de carbonato fundido pierden por la acción del ácido sulfúrico 406 diluido 0sr,1120 de ácido carbónico. Esla sal tiene, por lo tan- to, la composición siguiente: Calculado. Hallado. CsO, 131,35 85,65 85,86 CO 2 22,00 14,35 14,14 153,35 100,00 100,00 D. Bicarbonato de óxido de cesio. CsO, 2 CO’+HO. Poniendo una disolución de carbonato de óxido de cesio en una atmósfera de ácido carbónico, se trasforma la sal al cabo de algunos dias en bicarbonato. El líquido evaporado en el aire sobre ácido sulfúrico a la temperatura ordinaria deposita gruesos cristales agrupados confusamente, estriados, inaltera- bles al aire, y que tienen forma prismática; manifiestan una pequeña reacción alcalina; su disolución desprende ácido car- bónico cuando se hierve; en cuanto al aspecto no hay diferen- cia entre este bicarbonato y la sal correspondiente del rubidio. 0?r, 8155 de carbonato de óxido de cesio fundido, colocados por mucho tiempo en una atmósfera de ácido carbónico, y secos en seguida sobre ácido sulfúrico á la temperatura ordi- naria y al aire libre, esperimentaron un aumento de peso de 0^,1606. La composición de la sal es por consiguiente: Calculado. Hallado CsO.. 131,35 71,25 71,56 2CO\ HO. . 44,00 9,00 23, 87 ) 4,88 ) 28,44 184,35 100,00 100,00 E. Nitrato de óxido de cesio . CsO, AzO5. Esta sal apenas contiene agua de cristalización; es inalte- rable al aire; se deposita de su disolución acuosa en cristalitos 407 trasparentes de aspecto prismático; las caras del prisma están generalmente mejor desarrolladas que las caras terminales. Los cristales que se obtienen por una evaporación lenta á 14° pertenecen al sistema exagonal, y son isoformos con el nitrato de óxido de rubidio. La forma fundamental es un dodecaedro exagonal truncado, cuyos ángulos son de 142°56', y los de las aristas laterales de 78°58' La relación de los ejes es 1 : a = 1 : 0,71348. Si se considera la forma fundamental designada como un dodecaedro exagonal del segundo orden, el dodecadro exagonal del primero correspondiente da por una modificación semiédrica un romboedro de 166° 40'. En esta forma se ve que el nitrato de óxido de cesio y el de rubidio son isoformos con ios de sosa y potasa, porque tendremos Nitrato de óxido de cesio. .... 106°4(K Nitrato de potasa 106 30' Nitrato de sosa 106 36' Por una cristalización mas rápida se deposita la sal en for- ma de largos prismas agudos, que llevan muchas estrías lon- gitudinales. Tiene un sabor salado, fresco, amargo, tan pare- cido al del nitro, que no pueden por este carácter distinguirse las dos sales una de otra. Calentado este nitrato se funde á una temperatura infe- rior al rojo, formando un líquido movible que á otra mas ele- vada desprende oxígeno, trasformándose primero en nitrito de óxido de cesio, y después por la acción del agua contenida en el aire en hidrato de óxido de cesio cáustico, que ataca al platino y al vidrio. Esta sal es muy poco soluble en alcohol. El nitrato de óxido de cesio es algo menos soluble en agua que la sal correspondiente de potasa: mientras que 100 partes de agua á 3o, 2 disuelven 16,1 partes de este último, no di- suelven en iguales condiciones mas que 10,58 de sal de cesio. 3sr,0567 de nitrato de óxido de cesio puro, tratados con ácido sulfúrico y fuertemente calcinados, dieron 0sr, 3823 de sulfato; tendremos por consiguiente: 408 Calculado. Hallado. CsO 131,35 70,87 70,80 AzOs 54,00 29,13 29,20 185,85 100,00 100,00 F. Bisulfato de óxido de cesio. CsO , 2S0\ Tratando el carbonato de óxido de cesio con un esceso de ácido sulfúrico, y calentando en seguida progresivamente la mezcla, se desprende ácido sulfúrico hasta que la temperatura llega casi al calor rojo. La materia presenta entonces el aspecto de un líquido claro como el agua, que por enfriamiento se cuaja en una masa cristalina. La sal acida obtenida así, di- suelta en agua y después sometida á una evaporación lenta, se deposita en forma de pequeños prismas rómbicos, cortos, truncados, de ángulos rectos en sus estremos, y que presentan truncaduras tangentes en las aristas laterales. Estos cristales corresponden al sistema rómbico; la relación de los ejes hori- zontales es casi la siguiente : a : b = 1 : 1,38. Son también son muy mal formados, demasiado pequeños, y sus caras muy poco brillantes para que hayan podido me- dirse exactamente con el goniómetro de reflexión. No se ha podido determinar demasiado la relación existente entre el eje principal y los horizontales, porque no se encuen- tra cara suficientemente limpia sobre las aristas terminales del prisma. EL bisulfato de óxido de cesio tiene una reacción y un sa- bor muy fuertemente ácidos: sin embargo, es inalterable al aire. A una temperatura bastante baja (inferior al rojo) se funde tranquilamente; á otra mas elevada desprende ácido sulfúrico anhidro hinchándose, y queda sulfato neutro de óxido de cesio sólido, que se vuelve líquido al rojo amarillo. 409 G. Sulfato neutro de óxido de cesio. CsO , SO\ La disolución acuosa de esta sal tiene un sabor primero fastidioso y con un dejo algo amargo. La solubilidad en el agua del sulfato de óxido de cesio es mucho mayor que la del com- puesto correspondiente de potasa: 100 partes de agua á —2o centígrados no disuelven menos de 158,7 partes de sulfato de cesio, mientras que disuelven únicamente 8,0 partes de sulfa- to de potasa. Por una evaporación lenta sobre el ácido sulfúri- co, la disolución acuosa deja depositar pequeños cristales con- fusos, duros, que tienen el aspecto de prismas cortos y aplas- tados, radiados, y agrupados en forma de haces. Estos cristales son anhidros, completamente inalterables al aire, é insolubles en alcohol. Hasta ahora no hemos podido procurarnos ejempla- res que puedan medirse. 0sr,7921 de carbonato de óxido de cesio fundido produjeron 0,8828 de sulfato fundido, lo cual da Calculado. Hallado. CsO 131,85 76,66 76,85 S O •••®©©e«©9#©* 40,00 23,34 23,15 171,35 100,00 100,00 El sulfato de óxido de cesio da con los sulfatos de protóxi- do de cobalto, de protóxido de niquel, de magnesia, etc., una serie de sales dobles muy hermosas, que cristalizan con mucha facilidad, y contienen 6 equivalentes de agua de cristalización: son isomorfas con las sales correspondientes de potasio y de ru- bidio. Con el sulfato de alúmina, el sulfato de óxido de cesio da una sal doble, que contiene 24 equivalentes de agua, que cristaliza en el sistema regular como los alumbres de potasa y de óxido de rubidio. H. Cloruro de cesto. CsCl. Si se neutraliza el carbonato de óxido de cesio con ácido clorhídrico, y se evapora la disolución, el cloruro de cesio cris- taliza en cubitos anhidros confusamente agrupados. Por una cristalización rápida, la sal da cristales agrupados en penachos como la sal amoniaco y el cloruro de potasio. El cloruro de cesio se funde ya al rojo incipiente, y se volatiliza á una tem- peratura mas elevada con mucha mayor facilidad todavía que el cloruro de potasio, dando vapores blancos. Por enfriamiento la sal fundida se cuaja en forma de masa blanca opaca, que atrae fuertemente la humedad del aire y se liquida. Guando se ca- lienta por espacio de mucho tiempo en contacto del aire, se vuelve ligeramente básica. En el experimento que hemos referido antes con motivo de la determinación del equivalente: l^1 ,0124 de cloruro de cesio, cuya disolución era perfec- tamente neutra, dieron 0,9133 de cloruro de plata y 0,0009 de plata metálica procedente de las cenizas del filtro, lo cual corresponde á Calculado. Hallado. Cs. . . 123,35 77,67 77,67 ci.... 35,46 22,33 22,33 158,81 100,00 100,00 I. Cloroplatinato de cesto. PtCr, CsCl Tratando una disolución acuosa de cloruro de cesio por bi- cloruro de platino, se produce un precipitado amarillo: el co- lor de este precipitado es algo mas claro que el del cloroplati- nato de potasio, porque se disuelve con mucha mas dificultad que este, y se precipita en un estado mayor de división. El 411 precipitado es anhidro; y examinado con el microscopio, con- siste en octaedros pequeños regulares, trasparentes, de color amarillo de miel. Cien partes de agua disuelven de este com- puesto A 0o centígrados 0,021 partes. All0.... 0,072 A 40°. 0,118 A 68° 0,234 A 100° 0,382 Estos números [representan los términos medios de varios experimentos ejecutados con el mayor cuidado, y que han dado resultados que concuerdan satisfactoriamente. Como casi todo el platino del comercio es muy impuro, y suele presentar un equivalente menor que el verdadero en G á 8 por 100, hemos empezado por purificar el que debia servirnos en estas inves- tigaciones, lo mismo que el que hemos usado en las análisis del cloroplatinato de rubidio. Para ello, hemos fundido primero en una cápsula de platino el cloroplatinato de potasio con la mez- cla muy fusible de partes iguales de carbonato de potasa y de carbonato de sosa: primero hemos lavado esta masa con agua, y disuelto el residuo en agua régia dilatada. Después de ha- ber repetido esta operación cinco veces, hemos obtenido plati» no, cuyo equivalente dista muy poco de 99,1. La análisis de la sal doble de platino se hizo del siguiente modo. Se colocó la sal doble pesada en un tubo de vidrio en figura de U, poco fusible, y se secó á 160° ó 170° en un baño de cloruro de zinc: se pesó de nuevo, y se calentó en seguida al rojo incipiente este tubo colocado en un lecho de magnesio, haciendo pasar una corriente de hidrógeno seco sobre la sal, y después se determinó la pérdida de peso; entonces se separó del platino el cloruro de cesio con agua hirviendo, y hecho esto, después de haber pesado separadamente el cloruro de cesio y el platino, se precipitó el cloro de aquel cesio por una disolución de plata. El experimento dio los números si- guientes: 412 Cloroplatinato de cesio empleado , . 8sr,6412 Pérdida por la reducción en hidrógeno. .. 1 ,8725 Platino obtenido. .. 2 ,6138 Cloruro de cesio aislado .. 4 ,1344 Cloruro de plata obtenido. . . . 3 ,7306 Del cual se deduce : Calculado. Hallado. Cloruro de platino.. . .« \pt {CP 99,10 70,92 30,14 21,57 30,25 21,67 Cloruro de sodio j Cs \ci . 123,35 . 35,46 37,51 10,78 37,35 10,53 328,83 100,00 99,80 No deja de ofrecer algún interés el comparar la solubilidad de los cloroplatinatos de cesio, de rubidio y de potasio. La so- lubilidad de este último se ha estudiado con un cuidado ente- ramente especial, y los números siguientes indican el término medio de los numerosos ensayos, cuyos resultados están muy conformes entre sí. 100 partes de agua disuelven A 0o, 0 centíg... 0,724 partes de cloroplatinato depotasio. A 6o, 8 0,878 » A 13°, 8 0,927 A 46°, 5 1,776 » A 71°, 0. 3,018 » A 100°, 0 5,199 » Si por interpolación se buscan las relaciones de solubilidad de los cloroplatinatos de rubidio, de cesio y de potasio de 10 en 10 grados, tendremos los números siguientes para 100 par- tes de agua. Sal de potasio. Sal de rubidio. Sal de cesio. 0o centígrados . . 0,74 0,184 0,024 10° 0,90 0,154 0,050 413 20° 1,12 0,141 0,079 30° 1,41 0,145 0,110 40° 1,76 0,166 0,142 50° .... 2,17 0,203 0,177 60° 2,64 0,258 0,213 70° 3,19 0,329 0,231 80° .... 3,79 0,417 0,291 90° .... 4,45 0,521 0,332 100° .... 5,18 0,634 0,377 V. Reacciones de los compuestos de rubidio y de cesio. El cesio y el rubidio no se precipitan ni por el ácido sulfhí- drico ni por el carbonato de amoniaco. Estos dos metales deben buscarse siempre en el grupo que contiene la magnesia, la li- tina, la sosa y la potasa. Se diferencian de la magnesia, de la litina y de la sosa en que como la potasa, se precipitan por el cloruro de platino. Ni el óxido de rubidio, ni el de cesio pue- den distinguirse de la potasa por los reactivos que descubren las bases. Estos tres óxidos dan un precipitado cristalino con el ácido tártrico, y un polvo opalino y trasparente con el ácido hidro- fluosilícico: con el ácido perclórico dan los tres un precipitado cristalino y granujiento. Todos tres, cuando no están combina- dos con los ácidos fijos, se volatilizan completamente sobre el hilo de platino, tiñendo la llama de color de violeta. Sin em- bargo, este color de violeta es mucho mas azulado respecto del potasio, mas rojizo con el rubidio, y todavía mas rojo con el cesio; pero estas pequeñas diferencias no son apreciables mas que cuando se producen las tres llamas, una al lado de la otra, y las sales que se volatilizan están perfectamente pu- ras. 9 (i Continuará .) Observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén. ©■i C© oo ^3 ■7S o e 7© *s <53 s F-f* © <55 «o e ■o <53 <>S£ «O <50 s O ©> <3 Sf. 'Si «o *c> o 8 de la noche. 414 ©HoaeieM „ o© «-<©*«© co *«< t-c i> ©í oo co a© os *-< os c© i oo ® g ¿ I o© ®'<ü*Tio ca© ® co co a© os * <©T ©T ce" co" co~ ce ® g C CC <© «O CO SC O ©1 ©1 ©1 CM r-i T—. ©1 r-1 OO a© S© .¥■ r- i- r- t- r- 63 co 6 de la tarde. oo^©sc©©sr'. c©eo®ooa©oo ^ ^ « p COCCI>Ci ©loo (M owsooo^ . J= S r> © « va o' coor-Tí© co'ciT® ~ os «Tao'r^os'eo' Ed = cosootosoco ©i ©i ©i ©i r-i ©i wwr(r oí ÍOCOWIXM^ C© ©1 *— 1 OS v# F- C© C© a© ©1 ® ^ Cp p m „2 C _ ^ _ *•* *\ o r. f- r IV «v í' *- »- «- í» ' *\ a CC 3 = os co »s# c© 0 °os ©1 c© co ;© ® os ©> a© c© c© os 3 OSOOOSO© ©1 ©l ©1 ©1 »— ©1 CO H^rtOOtJJiW rt '3 Ed 3 2 de la tarde. eo os co r** os ©lartooc©®?©^2®^ _ as ©i 00 os os D-. oo®v^i>.o® ® ©i©ic©»síioeos ^,>o 5 t^os eo'-^T s© 0 °® r-^cc'oe'i©'®' co ososas© 00 a© váT rvt 2 -©seoojo© CO ©1 ©1 ©1 r— 1 ©i CO rH WS t- 1- 1- ^ ¿ 3 12 del dia. O50©t^<á<©i0© n ®í. «i g a© co co^t-^r— : ao®®oo®a© co ©1 c£l0®. coo ® c xo*ííiei><-" °oT ^ao'co'a© ® co <©T ® 2© <© a© 00 ,*! 2 c©©©toM© ©i©l©i©l © © .a ©ia©^#a©oo©i ^fi„* 2 r^oo_® ©i l^ co 00 «© ® ©i o 00 a©^ ^ © *«# ® 1 co^ * 0 p 00 x-< a© ©T 00 ©f °oo *H'*5#'*nTa© oT oTosaífr^corH ® ® “©©©©JO© ©l©l©l©lr^rH CO ©1 r— 1 JT^ *>=3< C®> 7 § c- r- r- c- 1- 'v .u 8 de la mañana. S ^ • ®®^-l®í©C© 00CO®®®00 «—t 05 „ os_^ t^coaoco i>©©oo^^ ©i_ ® ^-h ® r^oo 00^ • a oo' í— T co"" c© oo" ©T °c© os co'co*'co"'os' oT o'ooa©os'r^'® ^ 2 - © © © « ¡O 5© <3<| t—1 S 1'' l'' t> t> ^ . U Ed 6 de la mañana. n * oo©<#^©© a©ooa©oo®oo _1 ca©^¡r^©i©ico ^aA^coOTCO 00 00 00 ® ® Su5 C . . . . ....... p 4F.F.4F... 8 S o co a© r- oa© ® — eocoo ®®-3#ico®a© ©3 o -p ©o©e;o© ©i t~i ©i ©i *“< th ©i r-i®a©r-» ce ss 0 L- Jr- U ea — ™F 1 ¡ He; jeq ^ 1 O) • ce • • • ©3 • a • • O ® O co - © -ce ce 73 © ce 73 -ce CS > 0 w 73 a? 3 © t/3 73 © a -Q 0 © © ai -3 O ©3 EB ce • «-H ■73 O I ce t-, co O -ce en «3 O» S3 &, co O . ® co © © a © © ce © -0 j= ce H H < Ed ce 1 0 M S ÜJ _ k-M 0 to S3 “O "O h a z .2 0 ce ce td -< Cd © O) ^ P3 H a ce Sce • _ ™ • g ce S g ce •<“* >“ • H «" I *3 41— « ¡*! 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ZO 1 Tensión del vapor acuoso. 50 CO 04 C5 a oo <— 1~* £ ’—'oo oí ;oT <34 O r— — < O OH3t^ co O ^ r ^ ^ Ibr't'rH CO <34 CO í o 1 ^3 S4 V3J( oo OO SfOO® 1 v=3 riH s CO 50 OO O § °o'o« V c n CO rH r- ©4 f' o 1T~' OO ©4 J^u uu ©4 1 lo - 50 co r-í _ £ 5© 50 1 ü "rt r- t^> | e£ - I o 0©h!0 1 -o _ CO SO CO co a ^ r - r V <1> bOMOH 1 f- c0 30 OS a 5 3 3 cryJ P 3 — 2 © — P.--3 <34 rH ~*rs * tfiooO 3 *> 3 3oo Cí5 o v ^ <— 3 (04 3 3^ P* 3 ©4 P- CO 3 •'i- 93 í«l ■o^"33 .«5 OO be— a-^3 bD S P 3 £ p-5 50 ^ ^ c« 3 Pío 3 3 . «- a Ojv ^< 3 sS '“' , 3 ^ *- *2 g O© p § o 2 ©> CO P r- <34 -P OI '—í • 3 3 S-3 >— 3 O 3 ^ ~ 3 3 > — 5 4 3 O*"”1 be*-* .. 3 a o 3 &•£ -3 3 0 33 -P «o 2 Su >■ O '— Cu © ir 3 ° . .. cd <— —< ^ 3 ^ ^ b£fO .2^3 >3 o 3 *P q=| — T3 '2 3 J2 bo -3 2 O « r/) uJ 3 50 3 © .2 3 fíu p a O <3> . . o O 3 •— < su tí O ^ C3 S S£ a a § ® > 3 2-0 3 C PhW^Í > ®i”*a a 03 3 -O H> 3 3 3 416 Los dos primeros dias de marzo dieron término al período despejado comenzado á fines del anterior: al tercero cambió el tiempo á la influen- cia del S. O., que dominó en la mayor parte del dia; y de seis á ocho del anochecer cubrióse enteramente el cielo, dando principio á un período llu- vioso. Presentábase á esta hora con mal aspecto hácia el N. y N. 3X. E.; y al S. E. se divisaban los cirros en forma de radios que partían de un centro común. A cosa de las 6h 30m arreció notablemente el viento ar- rafagado, habiéndose ofrecido momentos en que corría unos 30 me- tros por segundo: las nubes corrían también con suma velocidad, unas impulsadas por el N. N. O., y las superiores por el O. N. O. ú O. S. O. El 4 estuvo también anubarrado durante todo el dia, y soplaron N. N. E. y Tí. E. moderados por la mañana y E. Tí. E. suave por la tarde: an- tes de las seis del amanecer llovió como cosa de 1 0 milímetros. El dia siguiente, en que el N. N. E. fué desalojado por el S. á la madrugada y por el N. y N. O. en lo restante del dia, fué también de aspecto lluvioso, aunque no tanto como el anterior, mas solo ocurrió por la noche una ti- jera llovizna. Lloviznó también el 6 á eso de las seis de la tarde, habien- do llovido al S. E. á cosa de medio dia. El 7, dia en que el N. N. O. corrió con notable velocidad, cayó por la mañana una lijera lluvia. La mañana del 8 se ofrecía lluviosa todavía; mas las nubes lluvio- sas fueron luego desapareciendo para no volver á presentarse hasta el 1 5, salvo una que otra, que el 11 descargó al S. O. una corta llovizna. Du- rante el intérvalo de estos siete dias reinaba un cielo bastante claro; los vientos eran ya sosegados por la mañana y noche, ya suaves al trascur- so del dia. A este sucedió otro período de lluvias, en cuyo intermedio llo- vió unos tres dias en la ciudad. El 15 entre los cúmulos y nimbos se veia el cielo empañado de una densa niebla: el S. O. corrió con suma veloci- dad, habiéndose notado ráfagas que corrían mas de 20m por segundo. Tenia el cielo un aspecto tempestuoso el 1 6, y llovió la noche de este al 17. Los tres dias inmediatos presentaron el mismo semblante, si bienios vientos S. O. y S. S. O., que en los anteriores habían dominado, fueron sustituidos por el S. S. E. moderado. El 21 los amagos de lluvia fueron mas marcados: desde la madrugada estaba el cielo encapotado; llovió al- gunas veces durante el dia, mas principalmente cerca de las siete de la tarde, en que descargó un fuerte chaparrón: escepto alguna corriente de S. y 3N. apenas perceptible, reinó calma en todo el dia. Fueron también anubarrados el 22, 23 y 24, aunque no llovió masque en los dos últimos por la mañana. El 25 cambió el viento y el tiempo también: notóse en los siguientes días un cielo medianamente despejado durante las tardes, porque por la mañana se presentó empañado de niebla, al principio solo en las primeras horas, mas á medida que progresaba el mes se mantenía ne- 41 1 blinoso durante mas largo tiempo, hasta que el último dia permaneció así hasta cosa de las dos de la tarde. La duración de las oscilaciones barométricas guardó la relación 4,6, 8, 3, 4, 6; la mayor contó cinco dias de baja y tres de incremento? en este ocurrió la máxima presión deducida, 7 05,67, correspondiente al dia 10; la máxima observada correjida de temperatura y capilaridad fué 766,30, la cual tuvo lugar el II á las ocho de la mañana, mientras el termómetro media 2 3, 3U bajo un cielo completamente despejado, y á la in- fluencia de S. S. E. apenas sensible. La oscilación en que estuvo mas baja la columna barométrica fué la cuarta, en cuyo intervalo ocurrió igual- mente la mínima, 756,18, deducida de las cuatro menores del dia, y la observada, 755,99: esta acaeció á las dos de la tarde del 20, estando el cielo medio nuboso, corriendo S. S. O. fuerte, y sintiéndose la tempera- tura 2 9,4°, una de las mayores del mes. Cuatro fueron las ondulaciones completas marcadas por el termómetroen este mes, cuyaduracion respectiva, 4, 4, 13, 4 y 6 deincremento, correspon- diente á la última, cuyo descenso no se habia todavía manifestado al con- cluir el mes. La máxima fué 30°, 3 y í 6o, 5 la mínima-, anotóse esta el 27 á las seis de la mañana, á cuya sazón gravitaba la presión 7 63!Iim,63 bajo un cielo íijeramente empañado de niebla y calmoso: aquella verificóse á las dos de la tarde del 18, mientras el barómetro media 7 59,51, y so- plaba S. S. E. moderado en un cielo cubierto en su mayor parte de cirro cúmulos y cirro-estratos. =Habana l.° de abril de 1862. TOMO XII. Observatorio físico y meteorológico «Be los alumnos del Real Colegio de Relén. 418 03 '5 CD P3 i 03 r-» o o© F" r- £2 _i>coc ^ ; 1-- •— •« «i« I> (M c c© z£> © © SO © t— [-*« r- L- f* F" 04 04 F- > SO I^> 91 ^ 1> ^ X©1>C»« 04 ©^CO t— OO h 04" ©f r-T © r-" ©T 04 t- i r“< 0© «£5 IT" 00 £ • Ed M « u O te c o « s 3 ir— ■— — 'M -©^ , 50 3C I ' C ÍO L-5 *-< OO c© 04 04 = o <ü< t'» r- r-* F- ©O © r- SO OO ^ w* 1— ' © -Tí 04 i© T— C r-O r ev #• fs »v r* «- — © — ©r-04© . = ©4 r— T— 1 E" i© © — *— i © C© 04 C© 1" 30 ©t ©I ■ «— i 3© SO 5© »rH r-« -T* sr'Cv’í^r--^ 5© 5© 5© © so © IT- C"> F- F- F- 5© ft r- -TÍ I> «“H C© 04 ©4 ©4 wi ©1 ©C©©-t*©4© ^ • c© © c© f* <— i c ^ o - *- f & co — © © © © 04 © " 3 t-í *“i r-i OO SO pjQ 5 -t* f* c© o© f- © = O -=S* ÍO ©5 ^ C© © © © W5< -TÍ © = o© © -tí so f °r— «© f -tí oo — ^ © © © © SO 5© C© ©4 ©4 ©4 wí ©I F F 1 -« F F F 05 i— f -Tí v-pl O ©4 v— ©I ©4 ©4 OO ©I ©" ©4 S® -r* ©" © ©4 -— t— F 3© SO ao © § = -tí « "3 3 íd o ‘3 *“ .3 u 2Ü « » ©4 © OO í— I Si ©s 5- «O O Si ©3 «o Si S Sí Si se g Si Si Se Si ¡K o •*-> Si <3 S5 S-. 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V.W es o es ir- te G © 20 © © 3* 7” C s oe « ce O i* *<"• © oí oí © *“ * ce 5^- CS qj ^-h G -© ’> JZ G .2 ®.- G © l-J fcC~* .. « G © _© ©•- ^ es © ¡3 G es ¿r > © *- ©_ © ce o © > c3 © ° • • es — ^ G © ^ íc— .2 “ es > © o j© ©r te i'' W5 - ® S " .2 o » CrJ c®1 © fc. - ¿S 2 ce © tí c £ .¡I .2 > tí © © a < -2 > C-K3Í?: c '© 420 El período de nieblas, que empezado á fines del anterior iba tomando incremento en los últimos dias, llegó á su máxima en el trascurso de los ocho primeros de abril, durante los cuales pudo observarse: presentóse el cielo despejado en el primer dia por la tarde, mas en los demás de esta serie estuvo la atmósfera neblinosa mañana y tarde. Ya estuviera el cielo limpio de nubes ya se ofreciera nublado, cubria la niebla siempre el ho- rizonte y zenit, comunicándoles un color débilmente morado. Los vientos que en este período dominaron fueron los del E. al S. S. E. por la ma- ñana y los del E. N. E. al Tí. Tí. E. por la tarde; el 8, sin embargo, em- pezaron á soplar con notable velocidad los del S. al S. O., que desaloja- ron la niebla, y dieron principio á una serie de dias lluviosos. El 9 íbase retirando la niebla hácia el Tí., siendo reemplazada por cúmulos, que jun- tamente con los nimbos tuvieron cubierta la atmósfera en su mayor parte durante los cuatro dias siguientes. Asomóse ya la lluvia elE. S.E. el 11 después de medio dia? el 12, desde las ocho de la mañana, descargó ya en la ciudad, venida del Tí. Tí. O., habiendo por la tarde seguido lloviendo al S. E. y E. A las ocho de la noche del 13 se notaban frecuentes relámpa- gos al Tí. O. El 14 llovió: prosiguió el cielo lluvioso durante la tarde, y á las seis se ofrecía un aspecto tempestuoso hácia el S. y Tí. O. A las ocho de la noche las tempestades habían convergido hácia el O., dirigiéndose la del S. al S. S. O., y alO. Tí. O. la del Tí. o* Apareció de nuevo la niebla el 15 por la mañana para desaparecer el mismo dia, finalizando así el periodo lluvioso. Del 16 ai 25 no so presentaron indicios de lluvia, salvo el 21, en cuya tarde estuvo el cielo anubarrado y con un aspecto al parecer lluvioso, mas no se divisó lloviera en ningún punto del hori- zonte. En el intermedio de estos dias el viento fue muy variado, y por lo general moderado ó suave, pues solo hubo algunas ráfagas de E. S. E. y de Tí. Tí. O. cuya velocidad llegase á iO"1 por segundo. En los dias res- tantes del mes describió el tiempo á poca diferencia el mismo rumbo, con escepcion del 26 y 2 7, cuyas tardes fueron lluviosas, habiendo lloviznado el 26 y llovido el 27 de S. S. O. á S. S. E. á las dos de la tarde, mien- tras el Tí. estaba completamente despejado. De las oscilaciones barométricas, la que mas tiempo contó de duración fué la última, que tuvo un solo dia de incremento y siete de baja: de las demás solo dos tuvieron cinco dias entre subida y bajada. La máxima, 766 lira,7 6, tuvo lugar el 3 á las diez de la mañana, dia en que la prime- ra oscilación media subió á su mayor altura? á la misma hora media el termómetro la temperatura 25°, 5, mientras corría E. Tí. E. muy suave en una atmósfera empañada de densa niebla. 7 57nam,07 fué la altura baro- métrica mínima observada en este mes fuera de su hora de costumbre, 421 pues se notó á las ocho de la noche del 8 al reinar la temperatura 2 6o, 0, y al correr S. S. O. moderado en un cielo cubierto aún de niebla. Repetidas fueron las ondulaciones de la columna termométrica, pues solo una llegó á 5 dias de duración. La temperatura máxima, 31°, 6, acae- ció el 9 á las dos de la tarde bajo un cielo medio cubierto de cirro-cú- mulos, soplando S. S. O. moderado, y midiendo el barómetro la presión 7 58,0 1 . Cuando el termómetro acusaba la mínima, 18°, 3, el 24 á las seis de la mañana, divisábanse cúmulo -estratos en el horizonte, y reinaba una completa calma. =Habana l.° de mayo de 1862* (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Ruiz.) m CIENCIAS NATURALES. FISIOLOGIA 1ECETAL. Investigaciones experimentales sobre las conexiones de las plantas con el rocío y las nieblas; por M. P. Duchartre, del Instituto . (Anuales des Sciences uaturelles, l. 15, núras. 2 y 3.) (Conclusión.) Debe notarse que los roclos abundantes de que se acaba de tratar, observados cada mañana desde el 13 al 18 de setiem- bre, cayeron después de una fuerte lluvia que hubo el 10: la temperatura mínima de estas noches varió desde +10°, 5 á + 12°4: el cielo estaba cubierto en su mayor parte, y hacia un poco de aire. Verónica Lyndleyana , B. Este pie, con el cual se hicieron experimentos simultáneos con los anteriores, ofrecía mayor su- perficie de hojas que el primero. El 29 de agosto, á las ocho de la tarde, el peso del arbuslo era 1898&r,6; á las cinco y media de la mañana las hojas solo tenían un poco de humedad, y su peso no pasaba de 1897sr,8. Así, aun con este pequeño peso adicional, había disminuido por la noche 1 de gramo. El l.°de setiembre, á las siete y media de la tarde, la planta pesaba 193Csr,8; y al dia siguiente, á las seis de la mañana, pesó con el rocío abundante que la cubría 1932sr,8. Se dejó entonces en una habitación en que la temperatura era 20° y casi á oscuras: al cabo de hora y media, habiéndose di* sipado casi enteramente la humedad que cubría su superficie, tenia el mismo peso que la víspera, ó sea 1 930«r, 8, mientras 423 que permaneciendo otros dos dias en el mismo sitio no dismi- nuyó su peso mas que i de gramo ( 1 930sr, 6. ) El 13 de setiembre á las siete y media de la tarde la Veró- nica pesaba 1986sr,2, y al dia siguiente por la mañana á las seis y media, pesada con el rocío bastante abundante que la cubría, dio el número 1987or,2. Se dejó entonces casi á oscu- ras en una habitación cuya temperatura se mantuvo todo el dia á unos 19 grados: habiendo desaparecido toda su humedad superficial á la una, no pesó mas que 1985sr,8. Para saber la parte que en esta disminución de peso correspondía á la tras- piración, dejé la planta en el mismo sitio que estaba desde la mañana: todavía por la tarde, á las siete, pesaba 1985sr,6, y por consiguiente no había perdido en las seis horas mas que { de gramo; por lo cual, si se hace la suposición exagerada de que por efecto de la traspiración había esperimentado una pér- dida igual á esta en el intervalo del primero al segundo peso, se hallará que su peso real á las seis y media de la mañana, deduciendo el rocío, era también inferior en { de gramo al de la víspera. El 14 de setiembre de 1857, á las siete de la tarde, vi que el peso de mi planta era 1985órr,6; el 15, á las seis de la ma- ñana, estaba cubierta de un rocío muy abundante, con el cual pesó 1988sr,0; y después, al enjugarla, dió 1985sr,8. Gomo este esceso, apenas apreciable, de i de gramo sobre el peso pri- mitivo consistía en la pequeña cantidad de humedad que no se había podido quitar, es evidente que la planta no habia au- mentado de peso desde la víspera, á pesar de la abundancia del rocío que se habia condensado en toda su superficie; y la prueba de que así habia sucedido, fué el experimento siguiente. El 15 de setiembre, á las siete de la tarde, el peso era de 1984sr,2; y á las seis de la mañana siguiente el arbusto, pesado con el abundante rocío de que estaba cubierto, pesó 1980sr,6. Después de secarle cuidadosamente, se redujo inme- diatamente el peso á 1984sr?4. Aquí también el esceso de { de gramo de este peso sobre el de la víspera consistía en la hu- medad que no se habia podido quitar; porque habiéndola puesto tres horas en una habitación casi oscura, bajó la planta á 1983»r,8. Pero en la observación del 13 al 14 reconocí que no m traspiraba mas que i de gramo en seis horas: no había podido perder, por consiguiente, mas que una cantidad menor de | de gramo entre las seis y las nueve. De aquí resulta que el peso final de 1983gr, 8 debía ser con corta diferencia el que real- mente tenia la planta por la mañana á las seis, restando el del rocío. El 16 de setiembre, á las ocho de la noche, pesaba mi Verónica 1981sr,8: y á las seis de la mañana siguiente» im- pregnada de un abundante rocío, pesó 1983sr,4, Dejándola á media luz en una habitación, cuya temperatura estaba á 20°, pareció que perdía toda esta agua al cabo de tres horas poco mas ó menos, y entonces vi que había recobrado el peso de la víspera, ó 1 98 ls r, 8. Por último, el 17 de setiembre á las siete y media de la tarde, el peso de esta planta era 1980&r,0. A las seis de la ma- ñana del siguiente dia la cubria un abundante rocío, y en este estado pesó 1981sr,4. Dejándola por espacio de dos horas y media en una habitación con poca luz, volvió al peso de la víspera, 1980sr,0: sin embargo, es casi seguro que su superfi- cie no estaba todavía perfectamente seca. Verónica Lindleyana C. Este pie estaba mas desarrollado que los dos anteriores; su tallo ramificado tenia 49 hojas de 5 á 6 centímetros de largo por término medio, y las mayores de 0sr, 08 y aun 0m,685. El 21 de setiembre, á las siete de la tarde, esta planta pesaba 176 Ur, 2. El siguiente dia, á las seis y media de la mañana, tenia bastante agua, y sin embargo no pesaba mas que 1761 sr, 0, es decir, algo menos que la víspera. El 24 de setiembre, á las siete y media de la tarde, su peso era de 1744si',4. El 25, á las seis y media de la mañana» estaba enteramente cubierta de un abundante rocío, y pesaba mojada así 1748sr,4; enjugándola con cuidado, bajó inmedia- tamente á 1744sr,0. Verónica Lindleyana D. Este cuarto pie se componía de un tallo sencillo de la altura de Qm,33, con 16 hojas grandes, cuyo tamaño, por término medio, era 0m,08. El 21 de setiembre, á las siete de la tarde pesaba este ar- busto 1549sr,4. A las seis y media de la mañana siguiente» / 425 aunque cubierto por toda su superficie de una capa de rocío, pesó únicamente 1 549sr, 8. Ciertamente, este pequeño aumento de | de gramo no representaba el peso del rocío que llevaba, y desde luego debía haber perdido algo por la noche. El 24 de setiembre, á las siete y media de la larde, su peso fué 1540sr,2, y llegó á 1 543sr,8 cuando se pesó cubierta de rocío muy abundante á las seis y media de la mañana si- guiente, pero este peso se redujo á 1540sr?0 inmediatamente que se enjugaron con cuidado las hojas. Por último, el 25 de setiembre, á las siete y media de la tarde, el peso reconocido fué 1534sr,8. Al dia siguiente, á las seis y media de la mañana, fué 1535^,6, estando la planta cubierta de un abundante rocío; y se redujo inmediatamente á 1534sr,6 cuando se secaron las hojas. Verónica Lindleyana E. El pie designado así consistía en un tallo sencillo, que tenia II pares de hojas. El 29 de octubre de 1858, á las siete de la tarde, pesaba 1914sr,70: tenia á las siete de la mañana poco mas ó menos del siguiente dia un poco de rocío, con el cual pesó 1915sr,20: bastó enjugar imperfectamente las hojas para que el peso que- dase reducido á 191 4sr, 65. Verónica Lindleyana F y G, He creído que presentaría algún interés el hacer simultáneamente el experimento con dos pies, que fueran lo mas semejantes posible, poniendo el tiesto del uno en el aparato herméticamente cerrado, y quedando el del otro enteramente á descubierto. Presentaré algunos de los resultados obtenidos en estos experimentos comparativos, para lo cual designaré con la letra F el pie de Verónica cuyo tiesto estaba encerrado, y con G el que se hallaba expuesto al aire libre. Conviene advertir que este tiesto era un trozo de cono invertido de 0m, 1 1 de alto y otro tanto de ancho por su boca, estando lleno de tierra vegetal. El 11 de setiembre de 1859, á las nueve y media de la no- che, la Verónica F (del tiesto cerrado) pesaba 1570°'r,00, y la G (del tiesto descubierto) 969sr,50. El rocío fué muy abundante por la noche , y al siguiente dia, á las seis de la mañana , las dos plantas cubiertas por el agua produ- cida así , pesaron la primera F i 57 3 sr, 80 , la segunda G m 975sr,35. Después de haber enjugado ambas con cuidado se pesaron de nuevo, y manifestaron también que al quitar el agua depositada sobre sus hojas se habían reducido, la pri- mera F á 15Gl)sr,85, la segunda G á 97 2sr,b0. De modo que la primera contenia en sus hojas 3sr,95 de rocío y la segunda 3°r,85, es decir, una cantidad casi completamente igual; pero como la primera tenia el tiesto cerrado, disminuyó de peso algo mas que la víspera cuando se la enjugó, mientras que la segunda, cuyo tiesto y tierra habian experimentado la influen- cia del rocío, manifestó que había adquirido y conservado 3 gramos de él; pero la tierra de esta última estaba húmeda cuando se sometió al experimento, sin lo cual hubiera absor- bido una cantidad mayor de humedad. He obtenido la prueba directa de esto sometiendo á la misma influencia un tiesto de iguales dimensiones, lleno de la misma tierra vegetal mucho mas seca. Este tiesto aumentó de peso desde la noche del 11 al 12, desde 775er,85 á 782gr,10; es decir, que absorbió 6sr,25 de agua, ó algo mas del doble de la cantidad absorbida por el de G. El 10 de setiembre, á las nueve de la noche, el pie F pe- saba 1514?r,05, mientras que G pesaba 103Pr,95. por la no- che hubo un rocío sumamente abundante; y á las seis y media de la mañana siguiente, cubierto por el rocío que se había depositado, F pesó 1519sr,70 y G 1046sr,10. Se enjugaron con cuidado ambas plantas, pero la primera conservó cierta cantidad de humedad, particularmente sobre dos inflorescen- cias jóvenes, que no fué posible enjugar, y no obstante bajó inmediatamente á 1514»r,B5 , mientras G solo descendió á 104 1 sr, 85. Me parece, por lo tanto, evidente que F habría recobrado por lo menos el peso de la víspera si hubiera sido posible quitarle toda el agua que se había condensado en su superficie. Yese por tanto que F se había cargado por la noche de 4cr,63 de rocío, y que G había recibido en todo llsr,15, volviendo, por consiguiente, cerca de 7 gramos á la tierra y al tiesto que la contenía, mientras que sobre las hojas se ha- bian formado 4sr,25. Verónica Lindieyana H é I. El 17 de octubre de 1859, á las siete y media de la tarde, se sometieron otros dos pies de 427 Verónica Lindlegana á la misma clase de observación compa- rativa. El uno H tenia su tiesto en un aparato herméticamente cerrado, el otro I lo tenia á descubierto: el primero pesó 1665sp,40; el peso del segundo fué 876sr,35. Al siguiente d i a 18, á las siete de la mañana, estaban cubiertos de un abun- dante rocío, con el cual II pesaba 1673sp,55, é 1 889sr,20. Ambos se enjugaron, pero conservaron algo de humedad superficial; no obstante, el primero descendió inmediatamente á 1665sr,65, y el segundo á 881sr,05. Debo observar que la tierra de este último se había regado poco antes de hacer el esperimento, y desde entonces se encontraba bastante húmeda para no absor- ber mucho; así es que no resultaron mas que 4sr,76 sobre el peso total dei rocío. Reina Margarita , Estrellas ó Estrañas. ( Callistephus hor- t ensis, Cass .) Reina Margarita A. Esta planta tenia unos 0m,45 de alto, y estaba ramificada y cargada de muchas hojas. Se le quitaron las cabezuelas, porque como se empapaban de agua casi como una esponja, perjudicaban á la claridad délos resultados. El 14 de setiembre, á las siete de la tarde, su peso era de 2214sr,2. Al siguiente dia, á las seis de la mañana, estaba cu- bierta de un rocío muy abundante, y mojada de este modo pesaba 2219°r,8. Dejándola en seguida casi á oscuras en una habitación por espacio de tres horas, tiempo necesario para que se evaporase el agua, volvió al cabo de este tiempo á re- cobrar algo menos de su peso primitivo, ó sea 2214sp,0. El 15 de setiembre, á las siete de la tarde, pesaba 2238sr,2. Al siguiente dia, á las seis de la mañana, pesó con el rocío que la cubría 2243°r,0. Al cabo de tres horas, durante las cuales permaneció en una habitación con poca luz, su super- ficie parecía seca, y la planta no pesó mas que 2237sr,4. Por último, el 17 de setiembre, á las siete y media de la tarde, su peso era de 2 1 96ar,G, y á las seis de la mañana del siguiente dia, enteramente cubierta de rocío, pesaba 2203sr,6; pero se redujo á 2196gr,2 al cabo de tres horas pasadas en un 428 sitio casi oscuro, tiempo que exijia la evaporación de su cu- bierta líquida. Reina Margarita B. Este segundo pie de la misma especie se había elegido de modo que se diferenciase poco del pri- mero, con el cual se puso en observación varias veces, y se trató de la misma manera. El 28 de agosto, á las ocho de la noche, pesaba 2141sr,8: el 29, á las cinco y media de la mañana, tenia algo de rocío; no obstante, con este ligero peso adicional no pesaba mas que 2141sr,6, y este número se había reducido ya á 2l41gr,0 des- pués de haberlo dejado medio á oscuras en una habitación por algún tiempo. Del mismo modo, á pesar del ligero rocío que lo cubría, á las seis de la mañana del 17 no dió mas que un peso de 213osr,2, el mismo que había tenido la víspera á las siete y media de la tarde. El 14 de setiembre, á las siete de la tarde, esta planta te- nia un peso de 2191g^,6: el siguiente dia, á las seis de la ma- ñana, estaba cubierta de un rocío muy abundante, y entonces pesó 2198sr,4. Esta agua no se evaporó enteramente, aunque permaneció tres horas en una habitación bastante oscura con la temperatura de 18°, 5; sin embargo, su peso era 2191^,8. El lo de setiembre, á las siete de la tarde, pesaba 2209gr,2, y á las seis de la mañana siguiente tenia mucho rocío, con el cual pesó 2214sr,0. Al cabo de tres horas, dejándola en una oscuridad casi total, parecia que la superficie estaba seca, y la temperatura de la habitación era 19°, 5; entonces el peso llegó á ser algo menor que el de la víspera, ó sea 2207gr,6, sin duda porque las tres horas habían sido mas que suficientes para la evaporación del rocío, y las hojas privadas de él habían tras- pirado algo. Del 16 al 17 se hizo una observación análoga. Por último, el 17, á las siete y media de la tarde, la planta pesaba 2169sr,6, y á las seis de la mañana siguiente estaba cubierta de un rocío muy abundante, con el cual su peso fué de 2176gr,4: se dejó casi á la oscuridad en una habitación cuya temperatura era de 20°, y á las ocho y media, aun an- tes que la gran capa de agua formada por este rocío se hubiese disipado enteramente, no pesaba mas que 2169sr,2, ó algo menos que la víspera a la entrada de la noche. 429 Reina Margarita C. Esta plañía, á ia cual se habían qui- tado las cabezuelas y los brotes axilares, había quedado redu- cida á un tallo sencillo con 21 hojas de mediano tamaño. El 19 de agosto de 1859, á las ocho de la noche, pesaba 2284sr,80; y al siguiente dia, á las seis de la mañana, tenia bastante rocío, con el cual pesó 2286sr,35. Se enjugó imper- fectamente, después de lo cual no pesó mas que 2284gr,05. Hizo un poco de aire en las primeras horas de la noche. El 23 de agosto, habiendo quedado la planta expuesta al sol por el dia y bajo la influencia de un aire cálido, estaba bastante marchita, y sus hojas mas ó menos caídas; pesó en este estado 2208°r,B0 á las ocho de la tarde. Al siguiente dia, á las cinco y media de la mañana, no tenia mas que una leve capa de rocío, con el cual pesó 2208?;r,45. No obstante, las hojas se habían levantado, y la planta no parecía marchita, lo cual demuestra que no había podido encontrar en la tierra con que reparar las pérdidas de la víspera. Se enjugó, é inmedia- tamente un nuevo peso no dió mas que 2207sr,85: había ad- quirido por consecuencia la rigidez 'de sus tejidos sin absor- ber la menor cantidad de rocío. Hortensia. (Hydrangea Hortensia , D. C.) j Los dos pies de este arbusto que sometí á experimentos si- multáneamente en el mes de setiembre de 1857 eran estaqui- llas de aquel año, de la altura de 0m,25 á 0m,30, teniendo cada una siete pares de hojas grandes en perfecto estado. Hortensia A. El 13 de setiembre de 1857, á las siete y media de la tarde, el arbusto pesaba 2!82sr,2; el siguiente dia, á las seis y media de la mañana, con un leve rocío, pesó 2183sr,2, y su peso bajó inmediatamente á 2181sr,2 después de enjugadas las hojas. El 14 de setiembre, á las siete de la tarde, pesaba 2177sr,2? y ala mañana siguiente, á las seis, estaba inundada de rocío, y en este estado pesó 2184^,4. Se dejó entonces casi privada de luz en una habitación á la temperatura de 18°, 5, y al cabo de tres horas no había perdido enteramente su agua superficial, y sin embargo no pesaba mas que 2177sr,6. 430 El 15 de setiembre, á las siete de la tarde, pesaba esta Hortensia 2208sr,0; y á las seis de la mañana siguiente, con un abundante rocío, pesó 2215sr,2: dejándola por unas tres horas medio á oscuras en una habitación cuya temperatura era de 10°, o, se disipó casi enteramente el agua, y se redujo el peso de la planta á 2207sr,0. # El 16 de setiembre, á las ocho de la tarde, resultó tener de peso 2184sr,0, y á las seis de la mañana siguiente, el ar- busto estaba cargado de un rocío tan abundante, que se reunía en gotas en los puntos en que las hojas formaban concavida- des: pesado con toda esta agua dió 2191sr, 0, pero enjugado inmediatamente , sin que fuese posible no obstante quitarle todo el líquido, bajó á 2183sr,8, es decir, algo mas que el peso primitivo. El 17, á las siete y media de la tarde, pesaba la Hortensia 21 61sy ,4; el 18 á las seis de la mañana, enteramente cubierta de un rocío muy abundante, pesó 2168sr,0; pero enjugada con cuidado, y aunque conservaba todavía algo de humedad, bajó inmediatamente á 2161gr,4. El 22 de setiembre, á las siete de la tarde, pesaba 2187sr,8; el 23, á las seis de la mañana, tenia una leve capa de rocío, la cual hizo subir su peso á 2188brr,6; pero enjugada esta agua, no resultó en otro peso mas que 2187»rr,6. Por último, el 24 de setiembre, á las ocho y media de la tarde, el peso era de 221lsr,2; y al siguiente dia por la ma- ñana, á las seis y media, en razón del rocío abundante que habia en la superficie de la planta, su peso subió á 2216°r,2, y bajó á 2211°r,6 inmediatamente que le enjugué, quitándole alguna humedad. Hortensia B. El 6 de setiembre de 1857, á las siete y me- dia de la tarde, pesaba este arbusto 2213f,0, y tenia bastante rocío á las seis de la mañana del siguiente dia, pesando en este estado 2214sr,4, pero bastó enjugarlo para que bajase el peso á 2211s',6. El 9 del mismo mes, á las nueve de la noche, pesaba 2188sr,6; pesada de nuevo la planta á la mañana siguiente, con el rocío que enteramente la cubría, dió 2192?r,4, y des- pués de enjugada hoja por hoja nada mas que 2187°r,6. 431 Eli 2 de setiembre, á las siete y media de la tarde, su peso era de 2183^,0; y á las seis y media de la mañana siguiente había subido á 2186?r,4 con el rocío algo abundante que cu- bría sus hojas. A las diez, después de haber permanecido por espacio de tres horas y media en una habitación en que la temperatura era de 17°, 5, y habiendo desaparecido su agua superficial hacia algún tiempo, no pesó mas que 2182sr,4. Esta disminución considerable (2sp,6) respecto del peso de la víspe»- ra, se esplica bien por la pérdida que ha podido verificarse al principio de la noche antes de depositarse el rocío, ó bien porque en la mañana del 13 las hojas tuvieron tiempo de tras- pirar antes del ultimo peso y después que se evaporó su agua superficial. Puede apreciarse aproximadamente esta última causa de pérdida: efectivamente, en el mismo sitio la Horten- sia perdió por traspiración 6sr,2 desde las diez de la mañana hasta las siete y media de la tarde; y por consiguiente, si se supone que el rocío haya desaparecido hácia las ocho, se verá que desde las ocho hasta las diez la traspiración ha podido ser algo mayor de 1 gramo» El 14 de setiembre, á las siete de la tarde, hallé que mi planta tenia un peso ele 2169cr,8; y á las seis de la mañana del siguiente dia estaba cubierta de un rocío muy abundante, con el cual pesó 2176sr:6; inmediatamente se enjugó, pero sin que fuera posible quitarle toda la humedad, y también bajó in- mediatamente á 2170sr,2. Me cercioré deque este número era mayor que el peso real, dejando la planta por espacio de unas dos horas en una habitación casi oscura á una temperatura de 18®, 5, en cuyo tiempo su superficie acabó de secarse, y en se- guida su peso bajó á 2168sr,4, es decir, á isr,4 menos que el número obtenido la víspera á la entrada de la noche. El 14 de setiembre de 1837, á las siete de la tarde, mi Hortensia pesaba 2191sr,0, y á las seis de la mañana del si- guiente dia estaba inundada de rocío, pesando así mojada 2197sr,8. La enjugué con cuidado, pero como siempre, sin poder estar seguro de haberle quitado toda la humedad, é in- mediatamente hallé reducido su peso á 2191g%2. El 16 de setiembre, á las ocho de la noche, la planta pe- saba 2133^,0; y á las seis de la mañana siguiente, cubierta 4 m de un rocío muy abundante, pesó 2160°T,0. Con dejarla por espacio de tres horas en la parte mas oscura de una habitación con poca luz, donde la temperatura era de 20°, se consiguió que toda el agua qué la mojaba primero desapareciese, y su peso solo fué entonces de 2154sr,4. Por último, el 17 de setiembre, á las siete y media de la larde, su peso era de 2133°r,4; el rocío que la cubría por la mañana era de los mas abundantes, y con él pesó á las seis 2140°r,4; pero este peso se redujo á 2134sr,0 inmediatamente que enjugué las hojas sin quitarles toda la humedad. Fue U SI A GLOBOSA. (. Lindl .) Respecto de esta planta hice el experimento comparativa- mente entre dos tallos jóvenes y vigorosos, renuevos de aquel año, ya ramificados y que tenían muchas hojas todavía bas- tante delicadas para que pudieran absorber, si realmente tu» viesen esta facultad. En cuanto al uno, el tiesto, y por consi- guiente la tierra, estaban colocados en un aparato perfecta- mente cerrado, mientras que los del otro estaban al déScu- bierto. Designaré el primero con Á y el segundo con B. El 17 de octubre, á las siete de la larde, el pie A pesaba 2004sr,35, y el B% 1 330sr, 45; ambos al siguiente dia por la mañana á las seis estaban cubiertos de un rocío tan abun- dante, que una parte se habia corrido á lo largo de las ramas y del tallo. Con esta agua pesaron el primero A 2009sr,30, y el segundo B 1341sr, 80. Los dos individuos se dejaron en una pieza con poca luz hasta las nueve, y no habiéndose evaporado enteramente el rocío, fué necesario enjugar las hojas para qui- tar en lo posible la porción restante; un nuevo peso hecho en es- te momento descubrió 20Q4sr,30 parala primera, A, y 1336?r,10 para la segunda, B: por consiguiente se ve que la tierra y el tiesto habian tomado 5sr,65 de agua. FüCHSIA CORD1FOLIA. Hice el experimento con un pie joven y muy vigoroso de esta especie, cuyas numerosas hojas estaban como estampadas 433 en el intervalo de los nervios, lo cual hacia que no pudieran enjugarse bien. Tampoco en las dos observaciones que voy á referir, y en cada una de las cuales la planta se había carga- do por la noche de una gran cantidad de agua, pude quitar al enjugarla mas que cerca de los dos tercios ó tres cuartos de esta agua. Después de enjugada así, sus hojas todavía brilla- ban por efecto de la humedad, y una circunstancia particular no me permitió aplicar en este caso el método por evaporación, del cual ya se ha visto que he hecho uso con frecuencia para los demás: así se esplica bien que no haya hallado al fin del experimento el peso primitivo. El 6 de setiembre, á las ocho de la noche, el arbusto pe- saba 2 i G3sr, 30 ; y á las seis y media de la mañana siguiente el rocío que le cubría era tan abundante, que con este peso adicional pesaba 2172:sr,35. Enjugado muy imperfectamente con esponjas, y brillando por efecto de la humedad toda su superficie, no pesó mas que 21658^80. Conservó también un esceso de 2sr, 50 sobre el peso de la víspera; pero evidente” mente este esceso representaba solo el peso del agua, que for- maba una capa continua y de las mas perceptibles, que no se había podido quitar. El 9 de setiembre, á las ocho y media de la larde, esta Fuchsia pesaba 2145°r,25; y á las seis y media de la mañana siguiente estaba llena de rocío, con el cual pesó 2151sr,00. Se le pasó simplemente una esponja, de modo que su superficie quedó húmeda y brillante, y no obstante se vió que su peso se redujo á 2146sr,95. Este esceso de lsr,70 sobre el peso de la víspera no representaba seguramente mas que el peso del agua que quedó en toda la superficie de la planta. Phlox decussata. ( Ilort .) El pie de esta planta, objeto de las siguientes observacio- nes, empezaba á florecer cuando suprimí su inflorescencia, y por consiguiente quedó reducido á un tallo sencillo, en ¡el cual había 31 hojas de mediano tamaño. Et 19 de agosto de 1859, á las ocho de la noche, pesaba 2i83sr,75; el 20, á las seis de la mañana, con un rocío bas- TOMO XI r. n q 434 tante abundante, pesó 2485&',40, y después de enjugada, 2483gr,05. El 22 de agosto, á las ocho y media de la noche, pesaba 2406sr,85, y á las seis de la mañana del siguiente día tenia mucho mas rocío que en la primera observación, con el cual pesó 2409sr,15. Enjugada imperfectamente bajó en seguida á 2407^,20, y bastó dejarle por espacio de una hora en oscuri- dad casi total para que acabase de perder toda el agua super- ficial, y bajase á 2406sr,75, El 23 de agosto, á las ocho de la noche, pesó 2391sr,20. Entonces estaba muy marchita, y sus hojas mas ó menos caí- das; pero á las cinco y media de la mañana siguiente se ha- bían levantado, aunque no tenían mas que una leve capa de rocío, cuya presencia no impidió reconocer que el peso era 2390sp,60: enjugada esta pequeña cantidad de rocío, la planta no pesó mas que 2390§r,05. Esta observación me parece inte- resante, sobre todo porque demuestra claramente la equivoca- ción que hay en atribuir á la absorción local del rocío la lo- zanía que las plantas marchitas adquieren por la noche. En efecto, se ve que la planta de que ahora se trata recobró su lozanía por la noche, en que había algo de rocío, sin ganar nada, y aun perdiendo lsr,15 de su peso primitivo. Este cam- bio de aspecto se produjo sin duda á beneficio de la pequeña cantidad de agua que las raíces habían podido tomar á su al- rededor, ó por un simple desalojamiento de la sávia, y fuá favorecido por la supresión casi completa de la traspiración. Mercurialis annua. ( L .) Esta Mercurial era un pie femenino, que se habia sacado con la tierra del jardín para colocarlo en un tiesto, y con el cual no comencé los experimentos hasta unos 15 dias después de haberlo plantado en él. Le quité primeramente lodos los frutos, con objeto de que no conservase mas que el tallo ramoso y las hojas, las cuales en su mayor parte estaban agujereadas ó roídas por los insectos, de cuya circunstancia hago especial mención, porque parece que debía favorecer una absorción local. Haré notar que nunca he podido enjugar las hojas com- 435 pletamente por el lemor de separarlas, lo que indudablemente hubiera sucedido á pocos esfuerzos que se hicieran, en razón de lo débilmente que estaban adheridas. El 6 de setiembre, á las ocho de la noche, esta Mercurial pesaba 1848sr,90; y á las seis y media de la mañana siguiente estaba cargada de un rocío muy abundante, con el cual pesó 1854sr,20 : enjugada imperfectamente bajó en seguida á 1849"r,70, aunque quedó visiblemente mojada. El 9 de setiembre, á las ocho y media de la tarde, su peso era de 1836sr,35; y á las seis y media de la mañana siguiente tenia mucho rocío, con el cual pesó 1840sr,75, é inmediata- mente que se la pasó una esponja, aunque quedando visible- mente húmeda toda su superficie, no pesó mas que 1837«r,40. Pelargonio! peltatum. (Ait,) Hice la observación simultáneamente con dos pies de esta planta, de los cuales uno tenia cortas proporciones, y sostenía 10 hojas grandes ó medianas además de las pequeñas, mien- tras que el otro B era mucho mayor, y tenia 17 hojas grandes ó medianas y muchas pequeñas. Estas hojas carnosas no po- dían enjugarse perfectamente á causa del pliegue longitudinal formado en cada uno de los lóbulos, pliegue tanto mas pro- fundo cuanto mas pequeña es la hoja; y por otra parte era imposible tirar de ellas con alguna fuerza sin que se despren- diesen. Por este motivo, en los experimentos que voy á refe- rir, el número producido por el peso de la planta enjugada no indica nunca el resultado real, y debería quitarse del peso del agua restante sobre la planta, cuya superficie hacia muy brillante. Pelargonium peltatum A. El 6 de setiembre de 1860, á las ocho de la tarde, esta planta pesaba 2010^,20; y á las seis de la mañana siguiente, con un rocío muy abundante, pesó 2014sr,85, y bajó hasta 2010&r,85 después de enjugarla im- perfectamente. El 9 del mismo mes, á las ocho y media de la noche, su peso era 200osr,50, y subió á 26O9sr,0O; pero á las seis y media de la mañana siguiente, cubierta de un abundante ro- 436 cío, subió á 2009sr,0; y enjugada imperfectamente, volvió á disminuir su peso á 2006sr,05. Pelargonhm peltatum B. El 9 de setiembre, á las nueve de la noche, este pie pesaba 2169sr,05, y á las seis y media de la mañana siguiente, con un rocío abundante, pesó 2175^,05; pero enjugadas imperfectamente las hojas, de modo que toda- vía quedaron algo húmedas, no pesó mas que 2169sr,90. Rochea falcata. (DC.) Esta especie era para mis observaciones un escelente re* presentante de la categoría de las plantas crasas. El pie que sirvió para los experimentos era muy vigoroso, y tenia primero cuatro grandes renuevos, que se arrancaron para formar con ellos plantas separadas, después de lo cual se desarrollaron otros cinco, que se dejaron en su lugar. La forma que tenían las hojas de esta planta, y lo suma- mente unidas que estaban entre sí , no permitían enjugarlas bien para quitar el rocío después del primer peso de la ma- ñana. He debido, por consiguiente, en todos los casos dejar que esta agua superficial se evaporase al aire libre en la ha- bitación poco cerrada y con poca luz, de que diversas veces hemos hablado en varios de los experimentos antes mencio- nados. Para saber qué influencia podría ejercer sobre el resul- tado definitivo la traspiración que se verifica en una parte del tiempo necesario para la evaporación del rocío, deter- miné primero la pérdida que podría ocasionarse en esta planta en semejante sitio. Con tal objeto dejé mi Rochea en la habitación de que se trata el 9 de setiembre de 1857, desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde, du- rante cuyo tiempo la temperatura se mantuvo á 20° por tér- mino medio, es decir, un poco mas alta que en la mayor parte de los experimentos siguientes. En este tiempo la pérdida fué de 2?r,4, lo cual da i de gramo por hora, número que es pre- ciso considerar también como un máximum. El 20 de setiembre de 1857, á las ocho de la tarde, esta Rochea pesaba 3201s[\6; y á las seis y media de la mañana siguiente, sin el menor vestigio de rocío, pesaba 3200sr,2. 437 Había perdido, por lo tanto, lsr,4 en una noche, durante la cual las circunstancias fueron favorables para la traspiración. Este dato puede tener interés para la interpretación de alguna de las observaciones siguientes. Así he creido que debía men- cionarlo antes de ellas. El 6 de setiembre de 1857, á las siete y media de la tarde, la planta pesaba 3208sr,4; y á las seis de la mañana siguiente estaban un poco mojadas las 4 ó 5 hojas superiores; no obs- tante, en este estado su peso no era superior á 3208sr,6, ó i de gramo mas que el número obtenido la víspera. El 12 de setiembre á las siete y media de la tarde, su peso era 3188&r,2; y á la mañana siguiente, á las seis y media, se pesó mojada de rocío, y descubrió 3!90sr,i. En seguida se dejó en una habitación con poca luz á la temperatura de 17°, 5, y al cabo de tres horas pareció que quedaba privada del agua superficial que la cubría, y pesada de nuevo resultó el nú- mero 3188?r,2> peso idéntico al de la víspera. El 15 de setiembre, á las siete de la tarde, el peso que se reconoció era 3179§r,0; y a las seis de la mañana siguiente la planta estaba cubierta de un rocío muy abundante, con el cual pesó 3184sr,0. Puesta en un paraje algo oscuro á la tempera- tura de unos 19°, todavía manifestaba en ciertos sitios alguna humedad al cabo de tres horas; sin embargo, su peso no esce- dia de 3 1 79sr, 4. El 16 de setiembre, á las ocho de la tarde, pesaba esta planta 3172sr,4; y á las seis de la mañana siguiente, con un rocío muy abundante, pesó 3179sr,4. A las tres horas de per- manencia en la misma habitación, y á la temperatura de 20°, parecia seca, y su peso se había reducido á 3172gr,2. El 17 de setiembre, á las siete y media de la tarde, pesaba 3168sr,0; y á las seis de la mañana siguiente estaba cubierta de una capa de rocío muy espesa, en cuyo estado pesó 3174sr,0’ La dejé, según costumbre, medio á oscuras en una habitación á la temperatura de 20°; pero desgraciadamente una circuns- tancia particular no me permitió esperar á que se evaporase toda la capa de rocío; pesé la planta poco después de las ocho, cuando todavía estaba visiblemente mojada, y entonces vi que su peso se había reducido á 3169sr,4. 438 Por último, el 26 de setiembre, á las siete y media de la tarde, la Rochea pesaba 3162sr,6; y á las seis y media de la ma- ñana siguiente estaba muy mojada por el rocío, con el cual se halló que su peso era 3164sr,0 Después de dejarla tres horas en oscuridad casi total se evaporó su agua superficial, y no pesó mas que 3162er,4. % CAPITULO VII. Conclusión y Consecuencias respecto de la acción del rodo sobre la vegetación. Los experimentos que acabo de referir son bastante numero- sos, y se han hecho con plantas muy diversas y en varias condi- ciones; además, sus resultados están muy conformes entre sí, y por tanto la conclusión que de ellos se deduce me parece muy legítima: pero esta conclusión es que las plantas no absorben el rocío condensado en su superficie, y desde luego se desprende que las ideas hasta ahora admitidas sobre este punto carecen de fundamento. El rocío no ejerce, por consiguiente, sobre la ve- getación una influencia inmediata y directa; su acción sobre los vegetales es menos importante en un gran número de casos, pero se verifica siempre, y se esplica de otro modo distinto de que se ha creído. El primer efecto que produce sobre los vegetales vivos es suprimir enteramente, ó casi por completo, la traspiración, que aunque muy debilitada á consecuencia de la oscuridad y del descenso de temperatura que produce la noche, continuaría, sin embargo, en cierta proporción á no ser por esta causa. Bajo tal punto de vista hace que suceda un período de reposo á otro de actividad; y merced á esta falta de pérdida acuosa, por poca humedad que las raíces todavía encuentren en la profundidad del terreno, hallan bastante, sin embargo, para apoderarse de ella, y reparar las pérdidas que haya producido la traspira- ción diurna de las hojas. También á veces, aunque no haya absorción por las raíces, el estado aparente de la planta puede modificarse notablemente á consecuencia de una simple espul- sion de los líquidos nutritivos, que desde el tallo y la raíz se 439 lijan en las hojas marchitas, y la hacen recobrar la rigidez de sus tejidos. Pero el rocío obra sobre la vegetación , especialmente por el intermedio del suelo. Bajo este punto de vista se ejerce su ac- ción de dos modos distintos. l.° La tierra, por su cualidad de cuerpo poroso é higroscópico, toma del aire la humedad que en seguida cede á las raíces: es casi seguro, como Hales lo ha- bía deducido de uno de sus experimentos (el 19, p. 46, loe. cit.), que la humedad que la tierra pueda absorber directamente de esta manera no basta en general para esplicar el efecto tota del rocío; pero me parece difícil contradecir que no sea un ele- mento esencial de la cuestión. 2.° El agua depositada sobre las hojas á consecuencia de la radiación nocturna, no puede que- dar en ella mas que en masa poco considerable; y por lo tanto, si se condensa en gran cantidad no tarda en correr, cayendo por consecuencia sobre la tierra, y formando así una especie de lluvia local: aun en nuestros climas templados, y en las lla- nuras, es fácil ver que gotea el rocío de las hojas, ó corre á lo largo de las ramas y del tallo; pero este resultado adquiere mucha mayor importancia en las montañas y en los países cálidos. En las montañas, el suelo, formado por la tierra per- meable, está continuamente húmedo, dice Olio Sendtner, que ha hecho sus observaciones en Baviera; el rocío en las monta- ñas elevadas, añade este distinguido observador, es regular en sus apariciones, y mas abundante que la lluvia. En los países cálidos el agua gotea continuamente de los árboles hasta el punto de que llueve abundantemente en los bosques, según dice Mr. Boussingault en el pasaje antes citado; y este segundo efecto me parece de gran interés para los vegetales. Por lo demás, se exajera seguramente la cantidad de agua que queda en las hojas de las plantas cuando se mojan, mien- tras que puedan serlo por el rocío, es decir, cuando conser- van en su superficie toda la cantidad de agua que puede depo- sitarse en ellas sin correr ni caer en la tierra. Será conve- niente presentar algún ejemplo para aclarar esto. Una de las dos Hortensias anles mencionadas, que he de- signado con A, tenia catorce hojas grandes, cuya extensión era por lo menos de 1 decímetro cuadrado en cada cara, como 440 pude cerciorarme de ello midiéndolas; y por lanío, mas bien contaré menos que mas al valuar en 28 decímetros cuadrados [oda la superficie de hojas de este arbusto. Después de la no- che del 14 al 15 de setiembre de 1857, de la del 15 al 16 y de la del 16 al 17 siguientes, el rocío que cubría esta Horten- sia estaba en tanta abundancia, que se había reunido en gotas en todos los puntos en que había alguna concavidad: sin em- bargo, esta capa líquida entera no pesó mas que 7sr,2 en los dos primeros caso», 7 gramos en el último, y por con- siguiente no tenia mas que 7 centímetros cúbicos de volumen. Se ve, por tanto, que cada hoja tenia por su parte medio cen- tímetro cúbico de agua estendida en 2 decímetros cuadrados de superficie. Esta corta cantidad de líquido, que basta para cu- brir enteramente las dos caras de una hoja, formando en ellas una capa tan gruesa como es posible, esplica muy bien la llu- via de rocío que recibe la tierra siempre que se verifica con energía la condensación de la humedad atmosférica. En resumen, las partes de los vegetales que se encuentran fuera de la tierra no chupan el rocío que cae en ellas, á pesar de lo que decía Hales, y todos han creído antes y después de él; pero esta agua, depositada en su superficie por efecto de la radiación nocturna, suprime del todo, ó casi por completo, la traspiración; y aun en el caso en que sea muy considerable, produce una especie de lluvia local, que puede llegar á ser abundante: finalmente, la tierra, al absorber por su parte la humedad del aire, agrega su acción á las dos primeras en be- neficio de los vegetales. Estas son las consecuencias que me parece poderse deducir de todo cuanto queda dicho. PARTE SEGUNDA. De las nieblas. Es bastante difícil en nuestros climas, y lejos de las mon- tañas, recojer observaciones concluyentes sobre el modo como se conducen las plantas respecto de las nieblas en que algunas veces están sumerjidas: efectivamente, es preciso que se ejerza 441 por mucho tiempo la acción de estas para que sea posible de* ducir una conclusión legítima, y por consiguiente que la nie- bla dure mucho tiempo. Es menester además que sea bastante densa y húmeda para que se deposite muy pronto una capa de humedad sobre las plantas; sin esto, la traspiración que con- tinúa haciéndose, aunque debilitada, interviene en el resultado del experimento, y lo altera notablemente. En el clima de París, aunque las nieblas se hallan en tales condiciones, apenas se presentan mas que en el otoño, y aun entonces no son frecuentes. Por este motivo no he podido ha- cer mas que un corto número de observaciones sobre este pun- to; sin embargo, me atrevo á esperar que lasque voy á referir autorizarán la conclusión que deduzco, la cual desde luego puede presumirse, y aun justificarse á priori por mis experi- mentos sobre el rocío. Los aparatos que he usado, y el método que he seguido, son absolutamente los mismos que en mis investigaciones so- bre el rocío: es inútil, por consiguiente, presentar aquí nue- vos detalles, que ya he expuesto en la primera parte de este trabajo con la estension conveniente: me falta solo mani- festar los resultados de los experimentos hechos para aclarar esto. l.° El 28 de setiembre de 1857, á las siete de la tarde, un pie de Verónica Lyndleyana, que designaré con A, provisto de un aparato herméticamente cerrado alrededor del tiesto, pesaba I730sr, 6. La niebla cada vez mas espesa que la rodeaba la humedeció por la mañana lo mismo que un rocío muy abun- dante, y en este estado pesó el dia 29 á las siete 1733sr,2. Se la enjugó en seguida hoja por hoja, con cuya operación se re- dujo inmediatamente su peso á 17308^8, número casi idéntico al de la víspera, aunque la planta no hubiera quedado privada completamente de toda el agua con que la había cubierto la niebla. 2*° En las mismas circunstancias y momentos otro pie de esta Verónica, también con su tiesto cerrado, pesó el 28 de setiembre de 1857, á las siete de la tarde, 1529sr,6; y al si- guiente dia pesó con el agua que había depositado en él la niebla 1532sr,8, después de lo cual bastó enjugar las hojas con 442 cuidado unas después de otras, para ver que el peso de la planta bajaba inmediatamente á 1529?r,4. B.° El mismo dia y á la misma hora, aprovechando la ocasión que se presentaba, sometí á la acción de la niebla dos pies jóvenes de Hortensia con su tiesto perfectamente cerrado, los cuales distinguiré designando uno con A y otro con B. El pie A pesaba el 28 de setiembre á las siete de la tarde 220Gsr,2. El 29, á las siete de la mañana, enteramente mo- jado por la niebla, habia subido su peso á 2211sr,2, y bajó á 22068r,4 inmediatamente que se enjugaron sus hojas, conser- vando necesariamente todavía algo de humedad. El pie B tenia un peso de 2070sr,0 el mismo dia 28 de se- tiembre á las siete de la tarde. El 29, á las siete de la mañana, la niebla habia depositado bastante agua en sus hojas, para que con este peso adicional pesase 2074sr,0; pero bastó enju- garle cuidadosamente para reducir su peso á 20708r,0. La temperatura mínima de la noche en que se hicieron las cuatro observaciones anteriores fué +10°G. 4.° El 22 de octubre de 1858 desde por la mañana habia una niebla espesa y fría: la temperatura á las nueve solo era de +6°, 8. La niebla conservó su densidad hasta las dos; en- tonces se disipó un poco, y permaneció en el mismo estado por la larde, y aun en una parte de la siguiente noche. En la mañana del 23 aumentó y se hizo muy densa, mojando todos los cuerpos con los cuales estaba en contacto. En la noche del 22 al 23 de octubre, el mínimum de temperatura fué de +6°, 7 La niebla se mantuvo casi en el mismo estado el dia 23, y sub- sistió, disminuyendo algo la densidad, en toda la noche si- guiente y una parte de la mañana del 24, después de lo cual se disipó para manifestarse de nuevo por la noche del 24 al 25. y desaparecer por último en la mañana del 25. En este tiem- po, desde el 24 al 25, los resultados que me dieron dos pies jóvenes de Verónica Lipidleyana de dimensiones poco diver- sas, cada uno de los cuales tenia su tiesto en un recinto per- fectamente cerrado, y que se examinaron comparativamente, son los siguientes: El primero, que designaré con A, pesaba 1729sr,90 el 22 de octubre á las once y media de la mañana. Por la tarde, á 443 las cinco y media, sus hojas no estaban visiblemente mojadas, aunque se hallaban cubiertas de lluvia, y únicamente pesaba 1727sr,50: había perdido por consiguiente, por efecto de la traspiración, 2sr,40, á pesar de la niebla que en verdad no lo había cubierto de una capa de agua. El 23, á las siete y media de la mañana, estaba muy mojado por efecto de la niebla, cargado de esta agua adicional pesaba 1728sr,00: enjugándolo sin secar completamente la superficie, lo vi bajar inmediata- mente á 1727sr,60. La tarde del mismo dia 23, á las cinco y media, su superficie no estaba visiblemente mojada, aunque la niebla había sido espesa en lodo el dia, y su peso había ba- jado por efecto de la traspiración á 1725s<\00, A las siete de la mañana siguiente 24 no presentaba mas que un poco de humedad en sus hojas; asi es que no pesó mas que 1724,75, y bajó aún á 1723,30 inmediatamente que se enjugó. En cuanto á la Verónica B pesó 1 983sr, 40 el 22 de octu- bre á las once y media de la mañana; y por la tarde del mismo dia, sin haberse mojado por la niebla en la cual estaba sumer- jida, no pesó mas que 1981sr,00. En la mañana del 23, á las siete y media, su superficie estaba enteramente mojada, y con esta capa de agua pesó 1 983°r, 60; pero quitada inmediata- mente esta capa superficial, no pesó la planta mas que 1980sr,75. El mismo dia 23, aunque la niebla era muy espe- sa, no la mojó nada; y también á las cinco y media de la larde el peso del arbusto había bajado á 1977sr,15, y á las siete de la mañana siguiente hasta 1976srJ85, aunque la mayor parle de sus hojas tenia una ligera capa de humedad. El mismo dia 24, á las nueve de la tarde, no pesó mas que 1769^,75, habiendo estado el dia cubierto, pero sin niebla. El siguiente dia 25, á las siete y media, estaba muy mojada por el agua depositada por la niebla de la noche: cargada con esta hume- dad superficial pesó 1972sr,25; pero bastó enjugarla con cui- dado para que bajase inmediatamente su peso á 1969&r,00. Como se ve en las diversas observaciones cuyo detalle acabo de presentar, al condensarse la niebla en la superficié de las plantas, aun en una capa de agua que puede compa- rarse á la capa acuosa producida por un rocío abundante, nunca aumenta en su peso una cantidad apreciable. Las hojas 444 y los diversos órganos que flotan en el aire, se conducen por consiguiente, respecto de esta agua que se deposita en su su- perficie, absolutamente lo mismo que he manifestado respecto del rocío. Sin duda, apenas podría concebirse que sucedieran cosas diferentes respecto de uno y otro de estos fenómenos; pero es importante demostrar por experimentos positivos, que realmente se verifica lo mismo en ambos casos. En las circunstancias en que la niebla no llega á mojar las plantas, la traspiración de las hojas se disminuye, y no se su- prime particularmente por el dia; pero la supresión de este fenómeno fué absoluta ó poco menos, cuando el agua depositada por la niebla llegó á cubrir estos órganos de una capa completa de humedad. Fijados estos hechos, creo que debo decir que las nieblas en las circunstancias en que nos las presentan nuestras regio- nes, no ejercen sobre la vegetación mas que una influencia se- cundaria, porque nada suministran á las plantas, y solo dis- minuyen ó suprimen á lo mas momentáneamente la pérdida respecto de ellas. Sin embargo, es casi seguro que desempeñan un papel mas importante en ciertas localidades, particular- mente en la zona de altitud media sobre las montañas inter- tropicales, en la cual abundan las plantas epífitas, y en la que hay también, sobre todo por este motivo, una gran humedad; pero parece que faltan observaciones precisas sobre este punto, y las narraciones de los viajeros, aunque hacen sumamente probable este hecho, no dan , sin embargo, la demostración rigorosa de él que fuera de desear. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Ruiz.) # 345 Programa de premios de la Academia Pontificia de los Nuevos linces . La Academia, con el fin de adjudicar el premio anual fundado por la ge- nerosa disposición testamentaria de uno de sus miembros numerarios, el difunto doctor Pedro Carpi, propone desarrollar el siguiente tema. «Resúmen del método de Euler para la investigación de las raíces imaginarias de una ecuación cualquiera, y aplicación del mismo á las ecuaciones superiores al 2.° grado; exámen de la naturaleza délos resul- tados á que conduce la análisis propuesta; discusión completa y profunda de estos resultados; leyes generales que de ellos se derivan; conclusión final sobre la naturaleza y valor del método Euleriano en el estado actual de la ciencia.» ( Introductio in analysininfinitorum , auctore L. Eulero, tom. I, cap. IX, p. 107; Lugduni 1 797.) El incomparable Euler, después de haber deducido, con su habilidad acostumbrada, de las trascendentes del círculo un método nuevo para la investigación de los divisores imaginarios en una ecuación cualquiera, pa- ra comprobar su uso y eficacia prescindiendo de todos los demás, le aplicó á las ecuaciones binomias y derivadas trinomias, dando su resolu- ción general con algunas indicaciones sobre las derivadas de mayor nú- mero de términos, como mas por estenso se esplica en el capítulo 9 de su admirable introducción á la análisis de los infinitos. Este procedimiento inspiró espontáneamente el pensamiento de ensayar este método en las ecuaciones de un grado sucesivamente superior al segundo, á fin de descubrir su carácter y valor en las cuestiones de análisis algebráica. Con este objeto se ha redactado el tema, en el cual, conservando elprin- cipio de Euler, pero utilizando en su aplicación y en la discusión completa de los resultados de todos los nuevos recursos de la ciencia analítica y trigonométrica, se propone definir por medio de un juicio razonado la os- tensión y límites de dicho método en el estado actual de la ciencia, de lo cual debe resultar el principal mérito de la Memoria de que se trata. Aunque este estudio parezca que únicamente se refiere á la perfec- ción de la ánalisis, no es, sin embargo estranoálos progresos de la geo- metría, según la relación mútua que hay entre ios factores imaginarios de 446 las ecuaciones con propiedades homólogas de las secciones angulares, co- mo lo descubren en parte los célebres teoremas ciclométricos de Moivre y de Cotes. La Academia, al querer sobre este punto que los jóvenes matemáticos, principalmente de Italia, se entreguen á la meditación siempre fecunda de los clásicos, tiene la confianza de ver confirmada de nuevo con sus tra- bajos la verdad que el gran filósofo anunciaba álos geómetras de su siglo con su tratado original. Tanta materiarum diversitas in piara volumina facile excrescere potuisset , sed omnia quantum fieri potuit , tam succincte proposui , ut ubique fundamentum clarissime quidem exphcaretur , ube- rior vero amplificatio industrice Lectorum relinqureretur quo habeant quibus vires suas mas execeant , finesque Jnalyseos ulterius promoveant. Ñeque enim vereor profcteri , inhoc libro non solum multa plañe nova conti- neri , sed etiam fontes esse defectos unde plurima insignia inventa adhuc hauriri queant. (Eüler en el prefacio de la misma obra, p. X.) Condiciones . i .a Las Memorias sobre el tema propuesto deberán estar escritas en italiano, en latin ó en francés, no admitiéndose en ningún otro idioma. 2. a Cada Memoria llevará al frente un lema, que se repetirá en un sobre cerrado que contenga el nombre y las señas del autor. 3. a Solo se abrirá el sobre que corresponda á la Memoria que sea premiada. 4. a Si los autores que hayan obtenido mención honorífica desean que la Academia publique su nombre, será preciso que así lo manifiesten en los cuatro meses siguientes al dia en que se adjudique el premio, y expi*- rado este término, se quemarán los pliegos sin abrirlos. 5. a La Academia ha decidido que todas las personas, de cualquier pais que sean, puedan optar al premio, escepto los treinta miembros que la componen. 6. a Las Memorias, en su correspondiente pliego cerrado deberán di- rijirse franco á la Academia antes del último dia del mes de junio de 1863 en que se cierra el concurso. 7. ° La Academia adjudicará el premio en la primera sesión de di- ciembre de 1863, y consistirá en una medalla de oro del valor de qui- nientos francos . 8. a La Memoria premiada se publicará en las Jetas de la Academia, y se remitirán 50 ejemplares al autor. Roma 31 de julio de 1862 .=E1 Presidente, Buque Massimo.= El secretario P. Folpicelli. — La oruga vegetal . Los europeos que habitan la Nueva Zelanda han dado este nombre á una de las producciones mas curiosas de la natura- leza, y tanto que, al verla por primera vez, ha debido dudarse si era un ui / insecto ó una planta. Sábese que algunas aves se apoderan de los nidos de otras aves, y hay crustáceos que se cobijan en conchas vacías; pero sucede en el presente caso que una semilla germina en el cuerpo de una oruga, haciéndola perecer seguramente, ó por lo menos ninguna se ha en- contrado viva con la planta desarrollada: esta, por el contrario, sustituye al cuerpo del animal, llena su interior, y lo transforma en un verdadero vegetal, aunque dejando sus formas externas primitivas. Es la planta la Sphceria Robertsia , que los naturales de la Nueva Ze- landa llaman Jweto Hotete , género de hongos parásitos, ó mas bien hipo- xilones, que cuenta mas de 60 0 especies, y se dice que sobre la tierra en medio de las raíces del Rata [Metrosideros robusta), grande árbol común en las selvas del norte de la Nueva Zelanda, se encuentra el Jweto Hotete. La oruga, acaso de un Sphinx, tiene generalmente 6 ó 7 centímetros de largo, viéndose distintamente en los ejemplares bien conservados las pa- tas, las mandíbulas y el aguijón córneo de la cabeza. Déla nuca, y no de otra parte, sale un tallo delgado y fibroso, de 20 á 25 centímetros de lar- go, sin hojas con la fructificación en el estremo, pareciéndose en pequeño ála de los grandes juncos que se ven á orillas del agua en nuestras pra- deras; y de aqui proviene el nombre de Bulrush Caterpillar que los co- lonos ingleses le dan todavía. Si por cualquier accidente se rompe el ta- llo, sale uno nuevo en el sitio por el cual se ha roto, y poco después de estar madura la semilla muere la planta. Cuando se halla fresca tiene sa- bor de avellana; los naturales la comen; antiguamente la tostaban, y redu- cida á polvo en este caso daba una sustancia colorante que usaban para tintes. Al sacar la oruga de la tierra es blanda, y dividiéndola en dos en el sentido de la longitud, se ve distintamente el vestigio del conducto intestinal: siempre se encuentra enterrada en el suelo con una gran par- te del tallo. Este último, como se ha dicho, parte invariablemente de la nuca, y nunca de otro lugar. De aquí puede deducirse, dice el respetable Taylor en una obra notable, IKa-a-mawi , or New-Zealand and its inhabitants ; Londres, í 855), que la oruga al socavar la tierra en medio de los restos de vegetales, haciendo un agujero en el cual permanece durante su trans- formación en crisálida, reúne algunas semillas imperceptibles del citado hongo, que se introducen en las placas del cuello, y de las cuales no puede librarse en el estado morboso en que se encuentra*, estas semillas se de- sarrollan por la influencia del calor y de la humedad del cuerpo del ani- mal, que entonces se halla en completo reposo, y no solo le impiden su metamorfosis, sino que produce su muerte. Debe suponerse, por lo tanto, que empieza la vegetación cuando todavía vive la oruga, porque al con- vertirse esta en planta, conserva perfectamente la forma primitiva: to- 448 davia no se han visto ejemplos de individuos con un principio de descom- posición, ni cuya piel esté contraida ó estendida. En Australia, á orillas del rio Murrumbidgee, se ha encontrado tam- bién otra especie de oruga, trasformada de esta manera por la Sphceria Tay- lori Hooker. Es parecida la Sphceria Gunnii de la tierra de Yan Diemen á la de Nueva Zelanda, pero se diferencia de ella en que por lo común el tallo de la planta tiene mas grueso que el cuerpo del insecto donde se desarrolla. En la China se encuentra la Sphceria sinensis, y en el Oeste de Europa se halla representado este fenómeno por la Sphceria eniomor - hiza (l). No solo es en las orugas donde se ha reconocido la sustitución de un vegetal á un animal. Taylor cita la Sphceria Basili , que se apodera del cuerpo de una langosta, produciendo en su cuello un pequeño hongo blan- co semejante á ios que se ven en las maderas podridas. Cita también un gran escarabajo, que los naturales llaman Muniuteina , muy común en los mogotes de arena inmediatos al mar, y cuyo cuerpo se llena de una sus- tancia vegetal, que tiene la consistencia de una nuez, pero en el cual no se ha encontrado todavía tallo ninguno. En la isla de Cuba hay unas avispas vegetantes por desarrollarse acaso sobre ellas un honguillo semejante á los anteriores, que se ha tomado por el árbol llamado Gia, según puede verse en el Aparato para la his- toria natural española publicado por el Padre Torrubia en Madrid en el ano de 1 754, representando los insectos con los respectivos vegetales en la lamina 14 y última de la obra. La Abispa del Gia es el P olistes americanas Fabr. (t) Se dice que se encuentra otra Sphceria sobre una oruga en Nueva Caledonia, pero no puedo asegurarlo, porque no la lie visto. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Ruiz.) -o-o-OO-O- O-O-O-c-o- Editor responsable, Ricardo Ruiz. N.° 8.°— REVISTA DE CIENCIAS.— Noviembre 1862. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Determinación de la longitud del Havre, por M. Le Verrier. (Comples rendus, núm. 10 y Al; -i 8G2.) Los principales puntos del territorio de Francia se hallan ligados entre sí por medio de triángulos geodésicos medidos sucesivamente por los astrónomos franceses, por los ingenieros geógrafos y por los oficiales del cuerpo de Estado mayor» El cálculo de estos triángulos dió á conocer las longitudes y lati- tudes de sus vértices respecto del Observatorio de París, y así es como se han fijado las posiciones geográficas atribuidas á las torres y á los puntos notables de Francia. Como se ve, estas medidas dependen unas de otras; y el menor error cometido en un momento dado de la triangulación, influveen la exactitud de los resultados sucesivos. Pero tam- bien se puede determinar directamente la posición geográfica de una estación dada, por ejemplo Evaux, sin pasar por las estaciones intermedias. Para la latitud basta medir por medio de un círculo las distancias de las estrellas fundamentales al zenit cuando pasan por el meridiano del lugar. La determina- ción astronómica de las longitudes es mas compleja; no se pue- de obtener este elemento con exactitud mas que haciendo ob- servaciones simultáneas en la estación que se quiere comparar y en aquella á que se refiere. Así es que aunque se han deter- minado directamente las latitudes de muchísimos lugares, ape- nas se ha planteado formalmente la cuestión hasta ahora res- pecto de las longitudes. Las latitudes obtenidas para un mismo lugar, poruña par- TOMO XII» 29 450 te por los métodos geodésicos y por otra por los procedimientos de la astronomía, están muy lejos de guardar siempre confor- midad entre sí, como fuera de desear: por el contrario, sue- len presentar anomalías tan grandes, que nos inclinaríamos á atribuirlas, si no en totalidad al menos en su mayor parte, á las irregularidades del esferoide terrestre. Las longitudes astro» nómica y geodésica tampoco concuerdan mejor entre sí; pero la consecuencia es menos clara: los procedimientos astronómi- cos empleados en esta parte del trabajo no han tenido siempre tanta precisión, que puedan atribuirse con seguridad las dife- rencias comprobadas á anomalías en la figura de la tierra y no á errores en los instrumentos ó en los procedimientos de obser- vación. Interesa, sin embargo, ala ciencia que se resuelvan estas cuestiones, y que las graves dificultades que ofrecen las anoma- lías de las medidas geodésicas y astronómicas tengan, si es po- sible, una interpretación. Ademas, hace mucho tiempo que se reclama una nueva medida de las diferencias de longitud en- tre los puntos estremos de los arcos de paralelo: la precisión de este dato era indispensable para el rigor de las conclusiones que se sacan de la medida de estos arcos respecto de la figura geométrica de la tierra. En 1856 hice con el Sr. comandante Rozet, del cuerpo de Estado mayor, una determinación de la longitud de Bourges, determinación muy precisa, cuyos elementos y conclusiones daremos á conocer muy pronto en nuestros Anales . Habiendo abandonado estas importantes operaciones por el cuidado de trabajos urgentes de organización y publicaciones, el Ob- servatorio imperial de París las ha vuelto á emprender en 1861, con la autorización de S. E. M. Rouland, y con la intención de proseguirlas hasta el fin; y si en la actualidad no presento á la Academia mas que la longitud del Havre, la falta consiste en las intemperies de la estación y del año, que después de haber» nos obligado á suspender las operaciones en noviembre de 1861 aunque las hayamos vuelto á emprender desde el principio de la primavera, nos han precisado á llegar este año hasta julio, para encontrar algunas tardes igualmente buenas en el Havre y en París, de las cuales necesitábamos. 4M El Havre está colocado en el triángulo del primer orden, formado por las estaciones la lléve y Sainl-Romain, situadas en la orilla derecha del Sena, y Saint-Gatien en la izquierda- Según el Memorial (t. 7, p. 109) las coordenadas de la torre de Nuestra Señora son: Longitud occidental. . . ....... 8m55‘,00 Latitud. .................... 49Ü29,16'F,3 Altitud de la mira. ........... 41 m, 6 Las observaciones astronómicas emprendidas para la deter- minación de la longitud de esta torre se componen de dos se- ries distintas; unas hechas en noviembre de 1861 en una es- tacion situada un poco al Oeste sobre el puerto; otras ejecuta- das en julio y agosto de 1862 en una segunda estación situada en el mismo meridiano de la torre, y un poco al Norteen la costa de Ingouville. Por otra parte, en la segunda estación se ha segui- do una marcha enteramente diversa de la que se había emplea- do en la primera. En ambos casos, los instrumentos de pasos, por medio de los cuales se han hecho las observaciones astro- nómicas, son, en París el anteojo meridiano de Gambey, con el cual se han hecho los estudios que después diremos; en el Ha- vre un anteojo meridiano mas pequeño, perteneciente al Depó- sito de la Guerra, y que el Director de este, el general Mr. Blon- del, ha querido dejar á nuestra disposición. Las observaciones las hemos hecho, en el Havre Mr. Lepissier y en París yo, aun- que también he hecho en el Havre la triangulación, porta cual la estación de 1861 se lia podido referir á la torre. Para esta operación, el ingeniero Mr. Couclie se ha prestado á poner á mi disposición su brigada topográfica; después Mr. Bello! se ha encargado de mandarnos construir el pequeño observatorio de nuestra segunda estación, para el cual Mr. Pennet había tenido la suma atención de ceder un extremo de su terrado de Ingou- ville. No es posible referir aquí las observaciones astronómicas propiamente dichas, y las precauciones particulares á que han dado lugar, y por lo tanto entro inmediatamente en la compa- ración de las observaciones de París y del Havre. 452 En las operaciones ejecutadas para la determinación de la longitud deGreenwich y la de Bourges han hecho las observa- ciones dos observadores sucesivamente en las dos estaciones. Se ha querido eliminar así el efecto de los errores que les son propios. Este cambio de observadores, que complica mucho las condiciones de las observaciones, no nos ha parecido nece- sario, y hemos creído que seria igualmente ventajoso, si no pre- ferible, determinar directamente la diferencia del modo de ob- servar ambos astrónomos. Hemos hallado que deben aplicarse á los tiempos de los pa- sos observados por Mr. Lepissier, para poderlos comparar con los observados por Mr. Le Verrier, las correcciones siguientes. 1861 diciembre 1 * ....... . + 0S,25 » diciembre 2. +0,27 1862 marzo 20 +0,26 Se ha adoptado la corrección 0S,26, con la cual me parece que se puede contar. Ciertamente, podía temerse que el error personal de los observadores cambiase en el tiempo que trascurre entre las ob- servaciones hechas en ambas estaciones y la comparación de am- bos astrónomos; pero este inconveniente puede ser igual- mente temible cuando los observadores alternan en ambas es- taciones: la eliminación de las ecuaciones personales no resulla sino en tanto que no hayan variado en el intervalo. En especia- lidad se ve por las comparaciones anteriores, que de ninguna manera debe temerse que el estado relativo de los observado- res haya variado en los diez dias trascurridos entre las obser- vaciones hechas en las estaciones y las comparaciones de los astrónomos entre sí. Los dos anteojos meridianos empleados no eran entera- mente idénticos. El aumento que tenia el de París era de 150, mientras que el usado en el Havre no tenia mas que 108: si en esta circunstancia se quiere fundar alguna objeción, esta no podría desvanecerse cambiando los observadores. Ahora es preciso proceder á la comparación del estado re- lativo de los péndulos de París y del Havre. 453 Para esto se empleó una señal, que consistía en un peque- ño ruido, comparable al del escape de los péndulos, y produ- cido á la vez en ambas estaciones por dos electro-imanes so- metidos á la acción de una misma corriente eléctrica. De ante- mano nos cercioramos de que el retraso relativo de estos elec- tro-imanes, que designaremos para abreviar con el nombre de refuerzos, es absolutamente insignificante, y podrá juzgarse de ello por el experimento siguiente. Con el objeto de apreciar el retraso deque se trata, dispu- se, con la cooperación de la administración telegráfica que nos facilitó ai momento Mr. Vougy y sus dependientes, dos refuer- zos, á los cuales un mismo circuito abierto y cerrado por me- dio de un péndulo hacia marcar el segundo sideral. Este cir- cuito recorría en los hilos telegráficos, de que dispone la ad- ministración, una longitud de 400 kilómetros. El movimiento del segundo de estos refuerzos determinaba á su vez el paso de una segunda corriente eléctrica producida por otra pila, que ha- cia andar un tercer refuerzo después de un circuito de 400 kiló- metros, igualmente tomado de otras dos líneas telegráficas. Se trataba de apreciar el retraso de este tercer refuerzo sobre el primero. Con este objeto hice mover el segundo por un cuarto re- fuerzo, cuyo movimiento se determinaba por un péndulo que en 100 segundos adelantaba 1 sobre el movimiento del pén- dulo sideral. Observando las coincidencias de este cuarto re- fuerzo sucesivamente con el primero y el tercero, parecía posi- ble determinar, por consiguiente, el retraso del tercer refuer- zo sobre el primero. Como era importante no oir á la vez mas que uno solo de los dos refuerzos que debían compararse, el primero ó el ter- cero, se habían colocado á bastante distancia uno de otro en los extremos de una pequeña galería; pero sucedió que una vez, demostrada la coincidencia con el primer refuerzo, era imposi- ble llegar bastante á tiempo al tercero para no hallar que se había pasado esta coincidencia, lo que indicaba que el retraso era sumamente pequeño. No obstante, llegué á determinarla del siguiente modo. Cuando nos colocábamos cerca del primer refuerzo , mar- ) 454 caba notablemente antes del tercero; cuando nos trasladábamos al lado del segundo, era este el que á su vez parecía marcar el primero, pero una cantidad mucho menor que en el primer caso. Es fácil ver la razón de esto; el observador colocado cerca del primer refuerzo demostraba un retraso igual á la su- ma del retraso del tercer refuerzo y del tiempo que tardaba en manifestarse el ruido de este, colocado á unos 14 metros. Por el contrario, el retraso comprobado por el observador colocado cerca del tercer refuerzo era igual á la diferencia de los dos golpes que acabamos de indicar. Apreciando el punto en que es necesario colocarse en el in- tervalo de los dos refuerzos para que pareciese que marcaban juntos, comprobé que el retraso del tercer refuerzo sobre el primero era igual, á pesar de toda esta complicación, á O8, 03 solamente. Haciendo marcar dos refuerzos por intermedio de uno solo de estos largos circuitos, no se comprobaba entre ellos mas que una diferencia apenas sensible, siempre que arreglándolos se cuidase de que la paleta que producía el ruido no tuviese que recorrer mas que un corlo trecho y que vencer mas que una pequeñísima resistencia, con tal que se emplease una fuerte pila de 60 á 70 elementos. Las series de señales se han marcado de dos modos di- versos. 1. ° París daba dos series, cada una de diez señales; el ob- servador marcaba por sí mismo estas señales con una gran pre- cisión al segundo exacto de su péndulo sideral. Este golpe es- tablecía el circuito eléctrico, que ponía en movimiento el re- fuerzo del Havre; y el ruido que resultaba se observaba en el péndulo sideral de esta estación. En seguida se verificaba á la inversa, dándose las señales en el Havre y observándose en París. 2. ° Un péndulo que marchaba con mucha mas velocidad que el tiempo sideral, marcaba el segundo en los refuerzos de París y del Havre, y se observaban las coincidencias de es- tos con los péndulos siderales de ambas estaciones, cada una de las cuales tenia un aparato semejante, de modo que todas las observaciones han sido recíprocas. 455 El péndulo de París era un péndulo común, en cuya vari- lla coloca Mr. Winnerl un interruptor eléctrico, que funciona cuando la varilla está abajo, condición indispensable para que no se altere la marcha del péndulo. El que se usaba en el Havre era un pendulito construido por Mr. Granier, cuyo mo- vimiento se sostenía por medio de una débil corriente eléc- trica, que permitía distribuirla al mismo tiempo en cantidad algo mas considerable. Las primeras series de señales tenían principalmente por objeto dar la hora exacta hasta el segundo, y una fracción aproximada de él, mientras que el método de las coincidencias debía producir esta fracción de segundo con mayor exactitud; pero ha sucedido que las series de señales han producido por sí mismas resultados muy poco diferentes de los que se obtienen por el método de las coincidencias. Un retraso en la trasmisión de las señales debe hacer apa- recer mayor el esceso que se busca cuando las señales han sido dadas por el Havre. Efectivamente, esto es lo que sucede en todos los dias, escepto en el primero, en que las observa- ciones han tenido alguna menor exactitud. Del conjunto de los números obtenidos se deduce que la duración de la tras- misión varía muy poco, y es igual por término medio á O8, 017. Estos 0S,017 deben agregarse á la longitud que se determine por señales procedentes de París, y restarse de la longitud que se determine por señales procedentes del Havre. Este resul- tado se diferencia poco del que anteriormente hemos referido, y en que el uso de los dos circuitos habia indicado un re- traso de 0»,03 entre los refuerzos estreñios. Definitivamente, hemos hallado para la diferencia de Ion- gitud entre el anteojo de París y el dei Havre, situado en el puerto, los números siguientes. Anteojo de París. Anteojo del Havre. 1861 noviembre 17. . . . 8“ 58*, 06 inverso. Inverso. » 18. . . . 55 ,31 Directo. Directo. » 19. . . f 55,05 Directo. Inverso. » 20. . . . 54,95 Directo. Inverso. Las comparaciones de los dias 17, 19 y 20 de noviembre, 436 en los cuales el anteojo del Havre ha estado en posición in- versa, mientras que el de París ha ocupado dos posiciones dis- tintas, concuerdan cuanto puede desearse. La comparación del 18 de noviembre, por el contrario, presenta una diferencia bastante notable, que proviene de que el anteojo del Havre estaba colocado en posición directa. Para eliminar el error ocasionado por la posición del instrumento del Havre, tomaremos el término medio de las tres determi- naciones de los dias 17, 19 y 20, después la semisuma de este término medio y la determinación del 18, lo cual dará: Noviembre 17, 19, 20: media. ... 8m 55s,02 » 18. ... , 8 55,81 1 ■' 1 " 1 *- Media 8 55 ,17 La diferencia en longitud que acabamos de obtener debe también experimentar dos correcciones, si se quiere deducir de ella la longitud de la torre de Ntra. Sra. del Havre con relación al antiguo meridiano de Francia. Primeramente debe restarse Qs,12, distancia oriental del instrumento de pasos de París á la meridiana de Francia; des- pués restar la distancia occidental en longitud de la estación del Havre á la meridiana de la torre de esta villa. Por medio de estas correcciones se halla por último: Diferencia de los dos anteojos. 8m 55s,17 Reducción al meridiano de Francia. . . — 0 ,12 Reducción á la torre del Havre — 0 ,46 Longitud 0. de Ntra. Sra. del Havre. 8 54 ,59 Los péndulos que se emplearon en París y el Havre se compararon entre sí de dos modos diversos; por señales direc- tas, dispuestas de un modo particular, y además valiéndose del método de las coincidencias. Este último método, antigua- mente conocido por los astrónomos, le ha aplicado Mr. Encke para la investigación de las diferencias de longitud entre Ber- 457 lin y Koenigsberg por una parte, y entre Berlín y Bruselas por otra. Me falta esplicar las observaciones hechas en 1862. Nuestra estación del Havre se trasladó sobre la colina de Ingouville á 1400 metros al N. de la torre del Havre, y en la misma meridiana de esta torre; de modo que no hubo que ha- cer ninguna corrección en la determinación de la longitud. Además, nos era fácil en esta posición dejar vestigios seguros de la meridiana que habíamos así determinado, conformes en esta parte con el deseo manifestado por los señores ingenieros del Havre. Pero lo que particularmente distingue nuestras operacio- nes de las que les han precedido, es la suma sencillez que he introducido, suprimiendo completamente la operación com- pleja de la comparación de los péndulos. El mismo péndulo sideral ponía en movimiento dos refuerzos muy sensibles, que marcaban el uno en el Havre y otro en París: con estos re- fuerzos, y por consiguiente con el mismo péndulo sideral, se han hecho las observaciones astronómicas en ambas estaciones. Las diferencias de las horas observadas per los pasos de las mismas estrellas en las dos han dado directamente por conse- cuencia la diferencia de longitud, sin otra corrección ni cálculo que una diferencia de O3, 01o, que debe añadirse á la longitud determinada por los golpes del péndulo de París. Para que pueda apreciarse la exactitud que se obtiene por esta marcha, voy primero á referir los resultados que dan cada una de las estrellas observadas en ambas estaciones en la no- che del 31 de julio. Estrellas observadas. Longitud deducida. Observaciones. Julio 31. p Lira. . . , . . 8m 54s,45 El resultado medio 6300 B. A. C. oí ,60 obtenido por la obser- 6364 Id oí ,53 vacion de las*14 estre- llo Her culis.. 54 ,61 Has es 8ra 54s,54. 1 1 1 Lirce 54 ,52 Id.. . 54,55 K Aquilce . . . . . 54,69 458 19 Urce 54,55 « Aquilce 54 ,44 I Id 54,56 js Cygni 54 ,45 6718 B. A. C. 54,56 14 Cygni 54 ,52 y Aquilce 8 54 ,45 En esta segunda se- ciedad química, el resumen de sus trabajos acerca de la fer- mentación acética. Sábese que el alcohol contenido en el vino y en la cerveza es susceptible de oxidarse, y producir primero aldehida y des- pués ácido acético. < O H* Ü2+ 20=0 Hu 02+ 2 HO alcohol. aldehida. O 02+ 4 0=0 //* O4 + 2 HO. alcohol. a. acético. Esta oxidación puede producirse de muchos modos diferen- tes; puede tener lugar por influencias puramente químicas: así es como Edmond Davy demostró en 1823, que si se echa alcohol sobre negro de platino, este se calienta, y da origen á ácido acético. Así es también como el Sr. de Almeida y el autor de este 475 artículo han hecho ver, que una corriente eléctrica que pasa al través de una mezcla de alcohol y de ácido nítrico produce oxígeno naciente/ que oxidando el alcohol, da origen á alde- hido y ácido acético: y este, en fin, obrando sobre el alcohol, se presenta en forma de eter acético (1). El experimento de Mr. Ed. Davy viene á ser origen de un nuevo procedimiento de acetificación. So hace que los lí- quidos alcohólicos pasen por virutas de madera de haya colo- cadas en toneles, por los cuales puede circular el aire libre- mente. Estas virutas hacen el mismo oficio que el negro de platino; son un cuerpo poroso, que condensa el oxígeno del aire. Sin embargo, se observa que en los toneles en que se verifica la acetificación, se produce constantemente una masa de color gris verdoso, á la que los vinateros dan cierta importancia, puesto que la llaman madre del vinagre. Desma- ziére había observado también en el vino y en la cerveza las vegetaciones que antes se desarrollaban, y que se llaman flor de vino ó flor de cerveza , y había reconocido que eran idénti- cos los pequeños vegetales que se desarrollan en ambos líqui- dos, y les había dado el nombre de Mycoderma cervisice. Mr. Pasten!1, á quien había chocado la importancia de los micodermos en los fenómenos de fermentación, trató primero de cultivar la flor del vino ( Mycoderma cervisice). Los prime- ros resultados de estos estudios (2) dice que fueron directa- mente contrarios de lo que esperaba. Desarrollando la flor del vino en diversos líquidos alcohólicos en contacto del aire, no obtenía nada de ácido acético; y si introducía en el líquido directamente cierta proporción de este ácido, desaparecía poco á poco. Lo mismo sucedía con el alcohol. Es esencial observar que todos estos hechos estaban su- bordinados á la presencia y á la vida del micodermo. Culti- vando el Mycoderma aceti, la flor de! vinagre, reconocí esta vez, dice Mr. Pastear* que el orden de los fenómenos era (O Compies rendus , t. 2, p. 860. (2) Comptes rendus , t. 44, p. 266$ 1862. 476 constante, que el alcohol se acetificaba siempre, y se forma- ban por su intermedio pequeñas cantidades de aldehida. En cuanto á la correlación entre la manifestación de los fenó- menos químicos y la presencia de la planta, era tan rigurosa como respecto del pasado. Si en vez de operar al aire libre se hace el experimento en vasos tapados, de modo que sea posible apreciar las modi- ficaciones que puede producir esta vegetación sobre la atmós- fera circundante, se reconoce que el micodermo del vinagre toma oxígeno del aire, y le fija sobre el alcohol para fQrmar ácido acético; que el del vino verifica lo mismo, pero para formar vapor de agua y ácido carbónico. Por lo demás, el Micoderma aceti puede llevar su acción mas adelante, y quemar ácido acético que ha contribuido á formarle, trasformándole por medio del oxígeno en ácido car- bónico y agua. Mr. Pasteur ha reconocido, que para que la acetificación continúe es menester que la planta esté en la superficie del líquido: si está sumerjida, no tiene acción; así es que no cree que sean de utilidad los depósitos que se forman en el fondo de los toneles en que se hace el vinagre, y que equivocada- mente se llaman madre del vinagre: la verdadera madre del vinagre es el Micoderma aceti , la flor del vinagre. Si la ex- plicación antigua fuese exacta, si el alcohol se quemase incom- pletamente en el aire produciendo ácido, deberia obtenerse vi- nagre haciendo que cayese alcohol á lo largo de una cuerda, para que estuviese mucho en contacto con el aire, como se ve- rifica en el procedimiento de acetificación que se suele emplear en Alemania. Esto es lo que no sucede: las virutas de haya sobre las cuales cae el líquido, no sirven en concepto de Mr. Pasteur mas que para sostener la planta. Por lo demás, si se tiene cuidado de sumergir la cuerda en un líquido en cuya superficie exista una película micoclérmica que quede en parte sobre la cuerda cuando se la separa del líquido, el alcohol que se haga en seguida correr á lo largo de esta cuerda, en contacto del aire, se convierte en ácido acé- tico. La combustión que se produce de este modo por la influen- 477 cia de los micodermos es muy viva: mantiene la tempera- tura del vaso en que se hace el experimento constante- mente á algunos grados mas que la temperatura del aire am- biente. La transformación del alcohol en ácido acético es debida sin duda á la acción vital que ejerce el pequeño vegetal mico- dérmico, que tomando el oxígeno del aire puede fijarle sobre el alcohol, de modo que este arda incompletamente. También se nota en los toneles en que se produce el vina- gre una cantidad considerable de animalitos microscópicos, de anguilillas animadas de movimientos sumamente rápidos, que presentan una masa en movimiento muy curiosa. Mr. Pasteur no ha reconocido todavía la utilidad de estos animalillos para la formación del fenómeno; sin embargo, parece que la aceti- ficación marcha tanto mejor cuanto mas abundantes son aque- llos en las paredes de los toneles. Si los micodermos, añade Mr. Pastear, tuviesen únicamen- te la propiedad de ser los agentes de combustión pasa el alco- hol y el ácido acético, este popel era ya digno de fijar la aten- ción; pero he reconocido que esta propiedad tenia una gene- ralidad de acción que abre un nuevo campo de estudios á la fisiología y á la química orgánica. En efecto, los micodermos pueden llevar la acción comburente del oxígeno del aire sobre una multitud de materias orgánicas, los azúcares, los ácidos orgánicos, diversos alcoholes, las materias alhuminoideas, dando origen en ciertos casos á intermedios, algunos de los cuales he descubierto. Mientras los vegetales superiores se apoderan del ácido carbónico, le descomponen, y se asimilan el carbón, los infe- riores desempeñan un papel inverso, y desprenden constante- mente ácido carbónico en el aire, como lo verifican los ani- males superiores. Ciertamente este es un admirable descubri- miento. Se sabia que la fermentación producía ácido carbó- nico, que las materias vegetales ó animales muertas daban por su descomposición ácido carbónico, pero se ignoraba to- davía cómo la naturaleza había organizado esta trasformacion; y si se había adivinado hace mucho la influencia considerable de los fermentos en los fenómenos de putrefacción, no estaba 478 determinada su acción oxidante , como acaba de hacerlo Mr. Pasteur. Recuerda en seguida este aulor, que los glóbulos de la san- gre son para muchos fisiólogos seres vivos organizados, cuyo papel en la respiración debe ser análogo al que desempeñan los micodermos anteriores en los fenómenos de combustión. Estos pequeños seres microscópicos llenarían el objeto en el organismo animal de apoderarse del oxígeno para fijarle sobre los tejidos, oxidarlos, y producir calor. No hay necesidad de insistir sobre la importancia de esta última consideración. Añadiré también que la propiedad de ser agentes de combustión, dice Mr. Pastear, se encuentra en grado variable en las mucedineas, y todo me induce á creer que también en los infusorios mas pequeños: he reconocido que por el desarrollo de una mucedinea se podían trasformar en agua y en ácido carbónico cantidades relativamente consi- derables de azúcar, sin que quedase en el líquido la menor proporción de esta sustancia. Si desapareciesen los seres microscópicos de nuestro globo, se amontonaría en la superficie de la tierra gran cantidad de materia orgánica muerta y de cadáveres de toda clase (anima- les y vegetales), que son los que principalmente dan al oxí- geno sus propiedades comburentes-; sin ellos sería imposible la vida, porque la obra de la muerte quedaria incompleta. Después de la muerte vuelve á aparecer la vida en otra forma y con nuevas propiedades. Los gérmenes de los seres microscópicos esparcidos en (odas partes empiezan su evolu- ción, y con ellos, y por la estraña facultad, que es objeto de esta Memoria, se fija el oxígeno en masas enormes sobre las sustancias orgánicas que han invadido estos seres, y verifica poco á poco la combustión completa. No se nos dirá que no participamos completamente de la opinión de Mr. Pasteur, porque en el mes de setiembre último escribimos lo siguiente (1). «La naturaleza ha querido, con una cantidad determinada (1) Tievue nationale del 10 de setiembre. Ánnuaire scientifique , pág. 136. 479 de materia, producir en la serie de los siglos los seres mas variados; la destrucción viene á ser el complemento de la creación; la muerte es necesaria para la vida. La fuerza espe- cial que realiza este designio inmutable, es la fermentación. Todos esos seres microscópicos esparcidos con profusión en la atmósfera, caminan por ella buscando una presa; en todas partes en que hay un tejido enfermo, ó se encuentra una ma- teria compleja, todo este ejército se precipita, pulula, se gua- rece allí desorganizando; después muere á su vez, abando- nando la materia bajo una forma mas sencilla, mas propia para la nutrición de nuevos seres. Cuando llega á su último crecimiento, muere la gran en- cina rama por rama: esta imponente masa, si permaneciese entera, quedaría completamente inútil; es preciso, por lo tan- to, pulverizarla, hacerla que sirva para alimentar el árbol in- mediato; el moho y los hongos empiezan la obra, poco á poco se desprenden las ramas, despees se rompe el mismo tronco, se hunde y cae; sobre este gran cadáver continúa la destruc- ción, y bien pronto todo desaparece; el individuo queda des- truido, pero la materia perpélua se ve arrastrada á una nueva vida. Con mayor rapidez aún desaparecen los restos de los ani- males por la acción de estos seres microscópicos: es menester para que sea posible fa vida sobre este globo en que se amon- tonan los cadáveres, que queden rápidamente destruidos, que la descomposición se verifique con tanta rapidez como la muerte, y los fenómenos de fermentación y putrefacción son los que lo realizan. Los estudios que sirven para darlos á co- nocer se refieren á lo que hay de mas esencial en la economía del universo, y esos pequeños seres que la vista apenas puede percibir, no dejan de ser los agentes de un poder, del cual á nadie es dado librarse.» 480 METE*mOfc,OC¿IA . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de julio rfc 1862. El mes á que este resúmen se refiere se distinguió por una grande uniformidad de caracteres meteorológicos. Durante su trascurso no hubo, en efecto, un solo dia de lluvia, ni uno tampoco de verdadera tempestad, ni mas de tres, los 3, 21 y 22, en que se descubrieran relámpagos en el horizonte, con- servándose por lo general despejada la atmósfera, salvo en los dias 4, 3, 6, 10, 11 , 15, 16 y 22, en que las nubes cubrieron por término medio como una mitad del cielo. El barómetro, que desde el 27 de junio poseía un moví, miento ascendente, llegó á su máxima altura de 71 1 88 el dial.0 de julio; se mantuvo casi estacionario en el siguien- te 2, y descendió hasta 703mnb67 en el 5, hecho que coinci- dió con la aparición de algunas nubes de aspecto tempestuoso, y con un incremento sensible en la velocidad del viento. Desde el dia 5 al 8 la columna de mercurio se elevó mas de 8mm, habiéndose en el intermedio despejado por completo la atmós- fera y calmado el viento; comenzó á descender segunda vez el 9; y del 10 al 17, período algo nuboso y revuelto, osciló entre muy estrechos límites, conservándose las alturas medias de todos estos dias entre 707 y 705mm. Del 17 al 20 inclusive, dias cada vez mas calurosos, despejados y tranquilos, el baró- metro se elevó 7mm; se conservó á bastante altura, por término medio entre 709 y 707mm, del 21 al 26, período un poco va* riable; descendió levemente del 26 al 30; y se declaró en alza otra vez el 31. La temperatura, creciente por lo regular del principio al fin del mes, pasó por un valor máximo igual á 25°, 2 el dia 3, y por un mínimo de 18°, 0 el 6. El dia 9 fué ya de 29°,3; pero después de oscilar ligeramente, descendió el 16 hasta 21°, 8. El 19 pasó de 28° y de 30 el 20, no bajando de 26° ningún 481 dia en lo restante del mes. La tercera década de julio debe considerarse como el período mas caluroso del último verano. En ninguna época del mes sopló un viento determinado con predominio manifiesto sobre los demás, pasando con fre- cuencia la veleta de una posición á otra muy distinta en el curso de un mismo dia: del S. 0., por ejemplo, en que solia conservarse entre 10 de la mañana y 4 de la tarde, al N. O. hasta media noche, y al N. E. en las primeras horas de la ma- drugada siguiente. A pesar de de la variabilidad citada, en la sucesión de los vientos durante el mes se notó, aunque débil- mente, la siguiente regla: ligero predominio del S. O. en los 6 primeros dias; del S. E. en los 7 y 8; del N. O. y N. E. del 9 al 18; del S. O. al N. 0. hasta el 18; del N. E. y S. E. del 19 al 24; y del S. O. y 0. en los restantes hasta los 30 y 31 en que volvió á soplar el N. E. BARÓMETRO. 1 .a década. 2.a o.e Am á las 6 m , m tn 709,12 mm 707,83 mm 708,64 Id. á las 9.. .................... . 709,36 708,10 708,77 Id. á las 12 708,72 707,66 708,07 Id. á las 3 t. ............ . ...... , 707,96 706,95 707,16 Id. á las 6. .................... . 707,52 706,56 706,81 Id. á las 9 n ...... . ............ 708,19 707,21 707,65 Id. á las 12 708,36 707,52 708,12 Am por décadas .................. rmn 708,46 m m 707,40 mm 707,89 A. máx. (dias 8, 20 v 24) 712.76 712,45 710,81 A. rnín, (dias 5, 15 y 27). ......... 703,67 704,44 705,58 Oscilaciones.. 9,09 8,01 5,23 Am mensual » oj in 707,92 >5 Oscilación mensual. .............. 9,09 K Tono xii. 31 TERMÓMETRO. 1 .n década. 2.a 5.a Tmk las 6 m. ...... . 17°, 8 19°, 0 21", 2 Id. a las 9 23 ,0 23 ,4 27,7 Id. á las 12 27 ,4 29 ,9 32,3 Id. á las 3 t. 29 ,4 32 ,6 34,9 Id. á las 6 27 ,9 30 ,3 31,7 Id. á las 9 n 23 ,2 23 ,3 27,6 Id. á las 1 2 20 ,3 22 ,2 23,8 T¡ü por décadas 24", 1 20°, 4 28’, 5 Oscilaciones 28 ,0 24 ,4 23,2 T. máx. al sol (dias 8, 20 y 22) 48^,7 48°, 4 48", 3 T. máx. á la sombra (dias 9 y 10, 20, 21 y 24) 37 ,7 39 ,4 39 ,4 Diferencias medias 6 ,9 6 ,7 7.0 T mín. en el aire (clias 7, 17, 18 y 31 \ 9”, 7 1 3°,0 10 ,2 Id. por irradiación (dias 7, 18, 30 y 31) 8 ,0 11 .5 14,0 Diferencias medias. . 2 ,1 2,4 1,8 Tm mensual . )) 26°, 4 » Oscilación mensual » 29 ,7 » PSICRÓMETRO. \ ,a década. a 5.a Umk las 6 m 69 65 57 Id. á las 9 36 57 47 Id. á las 12 43 39 40 Id. á las 3 í 39 34 32 Id. á las 6 39 38 34 Id. á las 9 n.. 52 46 43 Id. á las 12 58 50 50 H i por décadas.. 51 47 43 II , mensual 47 » 483 ATMÓMETRO. m ¡n ¡llíll tu m Em por décadas 8,9 9.8 11,0 E. máx. (dias 10, 12 y 18, 29) 11,4*. 10,7 12,9 E . mín. (dias 6, 16, 31}. . . 6,5 7,2 9,8 E. mensual » mui 9.9 » ANEMÓMETRO. Vientos reinantes en el mes (1). N 1 5 hora e $ 80 N. N. E.. 45 S. S. 0 16 N. E 117 S. O 131 E. N. E. ...... . 12 O. s. 0 43 E.... 48 0 ..... 50 fí. S. E. , 14 O. N. O.. 22 S. E 45 N. 0. . . 89 S. S. E. . 20 N. N. 0 23 Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de agosto de 1862, En el mes de agosto los accidentes ó cambios atmosféricos ocurridos fueron algo mas numerosos que en el de julio, ha- biendo comenzado aquel con un dia despejado y tranquilo por la mañana, encapotado por la tarde, tempestuoso á la postura del sol, huracanado entre ocho y ocho y media de la noche, y de nuevo casi del todo despejado y tranquilo al final. En com- pensación de tanta variabilidad en tan breve tiempo, desde el dia 2 hasta el 10 inclusive, salvo por escepcion el 8, en cuya tarde se encapotó bastante la atmósfera, el temporal se man- (í) Faltan las horas correspondientes al dia 25. 184 tuvo despejado y uniforme, con brisa agradable de S. O. al N, 0. al principio y del N. E. al terminar este período, in- terrumpida alguna que otra vez por fuertes golpes de viento. En la 2.a década del mes aumentaron considerablemente las nubes, arreció el viento, y cambió con mayor frecuencia que en la 1.a de rumbo, descubriéndose á menudo amagos de pró- xima tempestad. Los dias mas despejados de este período fue- ron los 15, 16 y 17, en que predominaron los vientos del N. 0. al N. E.; en los anteriores hubo abundantes nubes, apa- rato de lluvia y frecuentes relámpagos en el horizonte; y en los posteriores se fué cargando la atmósfera cada vez mas, hasta que en la madrugada del 26 estalló una tempestad, acompa- ñada de lluvia escasa. En la 8.a década no abundaron tanto las nubes como en la 2.a, pero en cambio las variaciones atmosféricas fueron algo mas frecuentes y estremadas que en la anterior. Del 21 al 24, ambos inclusive, se conservó la atmósfera bastante despejada, con viento sensible, ordinariamente del S. 0. ó N. O.; pero en el dia 25 se presentó ya turbio el horizonte, y por la noche se encapotó á ratos el cielo casi por completo ; y en la tarde del 26 estalló una tempestad con lluvia, viento huracanado y granizo. Mejoró el temporal en el dia 27, soplando por enton- ces viento del N. E., y así continuó hasta el 86; mas en el 81 se encapotó de nuevo el cielo, y de nuevo volvió á caer en aquella tarde una lluvia tempestuosa y aturbonada, aunque poco abundante. Algo mayores que en los dos meses precedentes fueron las oscilaciones de la columna barométrica en agosto, si bien nin- guna alcanzó 4rara de amplitud en un solo dia. El ascenso que venia efectuándose á fines de julio se detuvo el l.° de agosto, convirtiéndose en un movimiento contrario, aunque muy len- to, hasta el 5 inclusive. El 6 volvió á ganar la pequeña altura perdida, descendiendo luego hasta el 9 con alguna mayor ra- pidez que al principio del mes. Pasó la columna de mercurio el 11 por un nuevo máximo de 709mra,51, y fué descendiendo en la 2.a década hasta 70imm,94, correspondiente á los dias 17 y 18, elevándose después hasta superar un poco su primitiva altura el dia 23, Desde esta fecha hasta el 30 inclusive las os- 485 cilaciones fueron frecuentes, aunque de escasa amplitud, sin declararse el movimiento en alza ó baja de una manera deci- dida; pero en el 31, tempestuoso, ocurrió un descenso súbito, el mayor de lodos, casi de 4mm. Entre la 3.a década de julio y la 1.a de agosto medió en las temperaturas una diferencia efe 3o, 5, que fué aumentando en el curso del mes. Comparando entre sí bajo este concepto los diferentes períodos del mes de agosto, échase de ver que en los diez primeros dias la temperatura esperimentó un rápido descenso, mientras que en la 2.a y 3.a década varió muy poco de un dia para otro. En el curso de un mismo dia las oscila- ciones medias fueron próximamente iguales en las tres déca- das, y se elevaron á 17°. De los demás fenómenos meteorológicos del mes queda ya hecha la necesaria mención en las líneas que preceden. BARÓMETRO» \ .a década. 2.a 5.a Am á las 6 m. .................. . m m 707,29 meo 705,60 rom 707,43 Id. á las 9. ..................... . 707,57 705,86 707,69 Id. á las 1 2 706,91 705,23 706,89 Id. á las 3 t. 706,02 704,10 705,91 Id. a las 6. ................... 705,77 703,77 705,62 Id. á las 9 n. 706,70 704,68 706,36 id. á las 12. ......... . ......... . 707,14 705,20 706,67 Ara por décadas mm 706,77 nina 704,92 rom 706,65 A. máx. (dias 1, 11 y 28). ....... . 709,41 709,51 710,05 A. mín. (dias 9, 17 y 18, 31).. ..... 703,21 701,94 699,63 Oscilaciones. ................... 6,20 7,57 10,42 Am mensual » m m 706,13 » Oscilación mensual. . » 10,42 >> 486 TERMÓMETRO. í .a década. 2.a 5.a Tm á las 6 m.. 16°, 7 ir, o 15\4 id. á las 9 25,5 22 ,4 21 ,8 Id. á las 12 29 ,5 27 ,0 26 ,5 Id. á las 3 t. . 30 ,9 29 ,5 27 ,2 Id. a las 6 28 ,9 27 ,) 25 ,4 Id. á las 9 ti 24 ,4 22 ,2 20 ,9 Id. á las 12 20 ,8 19 ,3 18 ,5 Tm por décadas.. ................ 25°. 0 25 ,5 22", 2 Oscilaciones. . 28,7 22 ,0 22 ,7 T máx. al sol (dias 1, 12 y 25) /j0°,1 45 ,5 41,8 T . max. á la sombra (dias 1, 15 y 25).. 59 ,5 34 ,(i 34 ,9 Diferencias medias. 6,4 7,8 7 ,2 T. min.en el aire (d ias 1 0, 11, 27 y 29). 10”, 6 12 ,6 1 2° 2 Id. por irradiación (dias 10, 11 y 30)... 8 ,0 9 ,3 10,0 Diferencias medias 5 ,4 2 ,1 1 ,3 Tm mensual. .................... » 23°, o Oscilación mensual. .............. 38 ,7 » t ■■Ti PSICRÓMETRO. ! ,a década. 2.a 5.a á las 6 m. 64 70 74 52 63 62 Id. á las 1 2 35 48 47 Id. á las 3 t. ................... . 30 42 45 Id. a las 6 32 43 48 Id. á las 9 n.. .................. . 40 53 56 47 64 63 f/t) por décadas. ................. 43 55 56 ZZin m ensiia!.. . » » « « . . ® • ® » « * • • » » * * » 51 )) 0OT 487 ATMÓMETRO. Em por décadas ID tu 9,8 nim 7,5 rara 7,3 E. máx. (dias 2, 12, 22 y 30) 13,8 9,0 8,7 E. mín. (dias 10, 19 y 31) ..... 7,7 8,4 4,9 Em mensual. )) ram 8,2 )) « PLUVÍMETRO. Dias de lluvia. 3 Agua total recojida. 6,mn,6 Id. en el dia 26 (máximum), 3 ,5 ANEMÓMETRO. Vientos reinantes en el mes. N ............ 33 horas. s 38 N. N. E 23 S. S. 0... . . . . . 37 N E. .... 139 S. 0, 133 E. N. E 21 0. S. 0 39 E 41 0...... ... 40 E. S. E 5 " 0, N. 0 24 S.' E. ........ . 29 N. 0.. ....... . 82 S. S. E. ....... 10 N. N. 0. ...... 8 Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de setiembre de 1862. A los meses de julio y agosto, secos y tranquilos en gene- ral, aunque no eslremadamente calurosos, sucedió el de se- tiembre, templado, muy húmedo, tempestuoso y revuelto. Amaneció el dia l.° encapotado, y en la tarde del mismo comenzó á descargar una tempestad, durando la lluvia hasta las once de la noche. Fué variable, aunque tranquilo, el 2, y anubarrado y ventoso el 3, encapotándose aún mas el cielo, y volviendo á llover por mañana y larde el 4. Del 5 al 8 inciu- 488 sive hubo un período de calma, durante el cual se conservó la atmósfera bastante despejada; pero en el 9 volvió á entol- darse el cielo, formándose por la noche una tempestad, que se prolongó hasta la mañana del 10, repitiéndose la lluvia de nuevo en el propio dia, pasadas algunas horas. En la 2.a década abundaron aún mas las nubes que en la 1.a; reinó viento mas fuerte también, y fué el temporal peor. Solo en los dias 11, 12 y 13 se conservó el tiempo va- riable y poco cargado de nubes, si bien en los tres sopló el viento con fuerza sensible, habiéndose además presentado al oscurecer el 2.°, por la parte del S. E., una tempestad, cuyos vestigios duraron hasta bien entrada la noche; pero desde el 14 al 19 el cielo se mantuvo de continuo encapotado, lloviendo también casi sin interrupción, con truenos y viento huraca- nado á veces, como sucedió en el citado dia 14. El 20, en fin, cesó la lluvia, se rasgaron y dispersaron en gran parte las nubes, se aplacó el viento, y pareció iniciarse un período mas bonancible que el pasado. No fué, sin embargo, la 3.a década del mes mucho mejor que la 2.a En el dia 21 volvieron á engrosar las nubes; el 22 trascurrió casi en totalidad cubierto; en los 23 y 24, aunque tranquilos, tampoco se despejó el cielo de un modo notable; lloviznó el 2o, y amaneció el 26 muy cargado, si bien al ano- checer se despejó la atmósfera casi por completo, merced á un fuerte viento del 0., que arrastró las nubes consigo. Despe- jada fué la madrugada del 27, pero bien pronto comenzó á nublarse el cielo; y antes de concluir el dia volvió de nuevo á lloviznar, siguiendo al anterior el 28, completamente encapo- tado y de abundantísima lluvia. En los dos últimos dias del mes fué cuando el temporal mejoró, aunque lentamente, ras- gándose y disipándose las nubes poco á poco. Del dia 1, de lluvia y tempestad, ai 2, variable y algo en- capotado, la columna barométrica esperimentó una subida de mas de término medio, ó de 9mm comparando las alturas estreñías. Del 3 al 5 las variaciones fueron poco importantes; pero desde el 5 al 8 inclusive, ó sea en la época mas despe- jada y apacible del mes, la subida fué continua, y la máxima altura pasó de 713ffita. El dia 10, tempestuoso, el barómetro 489 marcaba 7mm menos que el 8; el 11 experimentó una pequeña subida; y en los 12 y 18 permaneció casi estacionario. Con el temporal lluvioso que se inició el 14, descendió la columna de mercurio unos 4mm; pero aunque el estado atmosférico no me- joró basta el 20, ya el 10 había quedado aquel descenso com- pensado por un movimiento contrario de la propia amplitud. Del 16 al 22 las variaciones fueron pequeñas y de sentido in- deciso; del 23 al 25 ocurrió un máximo de altura muy sensi- ble; un ligero descenso del 26 al 28, y una subida rápida en los dos últimos dias del mes. En todo el curso de setiembre la temperatura se conservó benigna y bastante uniforme, no difiriendo de la media del mes, igual á 18°, la de ningún dia mas de 4o, o, sea por de- fecto ó esceso. El dia mas caluroso fué el 8, en el cual se elevó la máxima á 30°, 7, y uno de ios mas frescos el 5, cuya tem- peratura mínima, la mas baja de todas, no pasó de 7o, 3. En la sucesión de los vientos se notó en setiembre la mis- ma ó mayor variabilidad que en julio y agosto. En los seis primeros dias reinaron ios del S., por el 0. y N., al N. E.; un poco también los del E. y S. E. en los siguientes hasta el 12; de nuevo los de los tres cuadrantes citados hasta el 18; del S. E. al S. O. hasta el 22; y principalmente ios del S. 0. al O, en el resto del mes hasta el final. ( 490 BARÓMETRO. 1 .' década. 2.a 3.a * rara ram rara Am á las 6 m. 707,26 705,93 707,86 Id. á las 9 707,33 706,35 708,50 Id. á las 12 707,09 705,87 708,13 Id. á las 3 t 706,35 705,09 707,22 Id. á las 6. 706,26 705,40 707,52 Id. á las 9 n. * 707,10 706,09 708,24 Id. á las 12. 707,35 706,19 708,54 mra rara mm Am por décadas. 707,04 705,85 708,00 A. máx. (dias 8, 12 y 30) 713,10 708,65 712,74 A. mín. (dias 1 , 15 y 21) 700,71 700,61 704,26 Oscilaciones.- 12,39 8,04 8,48 Atn mensual. )3 rara 706,96 » Oscilación mensual. .............. » 12,49 TERMÓMETRO. 5 .a década. 2.a K 8 O , Tm a las 6 m 12°, 7 12 ,8 13», 5 Id. á las 9. 17 ,0 16 ,4 17 ,1 Id. á las 12.... '..... 21 ,5 20 ,5 21 ,9 Id. á las 3 t. 23 ,5 22 ,2 23 ,3 Id. á las 6 20 ,6 17 ,8 20 ,2 Id. á las 9 n. .................. . 17 ,0 15 ,8 17 ,3 Id. á las 12 15 ,0 14 ,3 15 ,5 l\u por décadas. 18", 2 17°, 1 18°, 4 Oscilaciones. . ................... 23 ,4 19 ,8 20 ,2 T. máx. al sol (dias 8, 13 y 27). . . . . 40”, 8 40°, 3 38°, 8 T. máx. á la sombra (dias 8, 13 y 27). 30 ,7 28 ,7 29 ,0 Diferencias medias. .............. 9 ,2 7 ,7 6 ,4 T. mín. en el aire (dias 3, 16 y 30). 7°, 3 8°, 9 8°, 8 Id. por irradiación (dias 5, 16 y 30). . 3 ,5 6 ,6 6 ,8 Diferencias medias. .............. 2 ,0 1 ,4 1 ,8 Tm mensual » 17°, 9 & Oscilación mensual . í> 23 ,4 » 491 PSICRÓMETRO. ] ,a década. 2.a 5.' H á las 6 m. 79 85 90 Id. á las 9 71 81 82 Id . a las 1 2 . . « 59 00 08 Id. á las 3 t 51 57 03 Id. á las 6 01 72 09 ÍJ. á las 9 n. .................. . 09 79 80 Id. á las 12 73 79 85 ffm por décadas. ................ 00 74 77 Ilm mensual. » 72 » ATMÓMETRO. Em por décadas mm 5,2 mm 3,9 mm 3,2 E máx. (días 7, 12 y 24). ........ 7,0 0,0 5,2 E. mío. (dias 10, 19 y 28). ....... 2,9 1.5 0,0 E m mensual ................ » mm 4,1 )> PLUVÍMETRO. Dias de lluvia. 14 Agua total recojida. 47mm,9 Id. en el día 28 (máximum). ... 15 ,í ANEMÓMETRO. Tientos remantes en el mes (1). N . ........ , , , 65 horas. • S. ........... 35 N. N. E. ... . . . 51 S. S. 0. ...... 17 N. E 99 S. 0. ........ . 90 E. N. E ... 18 O. S. 0. ...... 55 E . ........ 29 o. .......... . 45 E. S. E..... 3 0. N. O. 18 S. E. ..... . 35 N. 0 119 S. S. E 9 N. N. O. ..... . 32 (3) Las horas correspondientes á ios dias 20, 21 y 22 han sido apreciadas por aproximación, por no haber funcionado ei aparato. I Observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén. Observaciones hechas en el mes de mayo de 1862. ■ 492 oo <0 •X=J ff© ©| r-í a© *5# ©1 «© ©J ©1 vs# at oc C3 C~í C© 3© Gd 9© C© GO coeí^oeoei 3© 3© ©í 00 c^ co> a Ó f=3 1 a© 00 co ©r s© ©r 0t^ s-^s© co <©T ©f ® «— < 9© 00 ©1 3© C© a 0) cO BCÍOOOWW ©i ©a ©i ©i ©i ©j ©? ©s c© r~> . >_ 0 CO rTZ5 L^- L " 1" t - 1- W (Tj OOr-OOfCO .oíc&íoasfci S ^ r-T ©f crT CO « '-O M ^5 r- r" r" jo- r^ 9© oo ir- lo- 9© «sH t"** 9© iO *5# t** es 9© C© Gq 30 £ _r °G© CO co *Ü+I O ©q Gq Gq Oq ©q Gq Gq r-WOOOCSO ©q ri T--! oí 20 r-» W ¡zi w o o -5 -a B.i '3 a CCj co' T3 o© *5+1 ^ CO 30 *3# 3© , ©5 90 O F" t'» 32 s r- ©q — *5* os c 00 r-i©COI>®0 ©f *5+r 00" 06 ^ «•* ©? p— i r—í GO 2© co ® *5jT Cd fcj o o -3 -a S i .5 '3 B ( J K CO ©5 ©1 1—1 s*H _ s— < C© ©1 O OO H ©OOOíOH 90 *sj! t—< CO 0 3© C© GO O ©í 90 c© n r . • O b9©V ©f ©T *5+T ccT - C© 9©-C© C© 20 co ) " L^» IT" i ~ ¡ ^ 1^> 0 ^ CO C— O 3© 3© ©? ©i ©1 ©q ©í a «p-H *a# <0 05 «aT ecT ©1 s— s r— GO 9© C© &3 ja ¿ .i . 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(Anuales des Sciences naturelles, -1861, núm. 2.) Estas investigaciones se comenzaron en el año 1858, con objeto de determinar en qué época de la vegetación es cuando empieza á formarse la materia grasa de las aceitunas, y cuál ó cuáles son las sustancias que la producen. Es trabajo que prosigo constantemente, y que comprende investigaciones de fisiologia vegetal de ejecución larga y difícil, análisis nume- rosas de diversos productos que se refieren á épocas distintas de la vegetación del olivo y al desarrollo progresivo de las aceitunas. A las investigaciones químicas acompañan ó pre- ceden observaciones microscópicas; y tanto unas como otras solo pueden comprobarse con nuevos productos, es decir, que se necesita esperar un año, lo cual esplica lo largas que son semejantes investigaciones, que hacen conocer la sucesión de los cambios experimentados por la materia orgánica, la filiación de las sustancias que se trasforman , la influencia del medio y las condiciones en las cuales se verifican las meta- mórfoses. Se empezó por recojer las aceitunas cuando empezaban á formarse, y sucesivamente con intervalos de ocho dias hasta su completa madurez: una serie de ellas se conservó en alco- hol, otra en eter, y la tercera, después de seca en la estufa de Gay-Lussac se guardó en frascos bien tapados. La tabla si- guiente indica una de estas series, precisamente la conservada en alcohol, con datos referentes á la época de la recolección, al peso, al volumen y á la densidad de las aceitunas. ■ ord 1 2 3 4 5 0 7 8 9 10 11 12 13 14 13 16 17 18 19 20 21 22 23 24 23 26 27 28 29 30 31 497 en las aceitunas. ípoca de la recolección. 19 junio 1839 (1) >(} ir] Hl * ÍO id. 24 id U id 1 agosto. . . . 14 id l\ id © • • e 1 setiembre. . 11 id. ...... 18 id. ...... 23 id ...... . 2 octubre. . . . D id 23 id 30 id. ....... . 6 noviemb. 1839 13 id. 20 id. 27 id. ........ 4 diciemb. 1839 O O O ® « © fi t O • O 9 • 23 id . ..... 1 enero 1860 8 id . ...... 15 id. ..... • 9 • e 22 id. 29 id . ......... 5 febrero 1860.. . 12 id. ......... Núm. de aceitunas. 1 Peso to- tal. Peso de una aceituna. Volumen total. Densidad á \ 8o. Sr cc » )) )) )) )) 3.225 63,5 0,019 63,0 1,008 3.885 184,5 0,047 182,0 1,013 1.590 162,4 0,102 160,0 1,015 340 ! 227,0 0,609 220,0 1,031 357 279,5 0,783 267,0 1,040 262 234,0 0,893 219,0 1,068 330 283,3 0,859 260,0 1,090 237 236,0 0,995 215,0 1,097 236 246,3 1,044 226,0 1,090 238 287,0 1,206 266,0 1,079 236 288,5 1,222 269,0 1,072 189 254,0 1,344 239,0 1.062 209 275,0 1,315 260,0 1,057 191 252,0 1,319 242,0 1,041 1 53 249,0 1,627 239,0 1,041 132 240,0:1,819 232,0 1,034 153 261,0 1,705 251,0 1,039 138 255,0:1,614 346,0 1,037 145 253,0 1,745 245,0 1,032 119 235,5 1,979 226,0 1,039 115 241,5 2,100 232,0 1,040 140 249,0 1,778 240,5 1,035 118 255.0 2,1.61 245,0 1,040 110 258,5 2,350 230,0 1,034 138 254,0 1,841 247,5 1.025 134 272,0 2,030 265,0 1,026 131 280,5 2,141 271.5 1,033 103 249,5 2,422 241,0 1,035 124 277,5 2,223 269,0 1,031 98 262,0 1,652(2) » » 107 214,0 2,000 210,0 1,019 105 212,5 2,023 210,0 1,010 33 ¡ 68,0 ! 2,151 267,5 1,007 \ El fruto, apenas formado, estaba muy adherido á la flor, y eos- icho trabajo separarlo de ella. Estas aceitunas se pesaron después de tenerlas espuestas ai aire XII, 32 498 El peso de las aceitunas aumenta progresivamente según su desarrollo; de modo que siendo de algunos miligramos al principio, llega hasla 2 y mas gramos en la época de su ma- durez. Por el contrario, la densidad cuando empiezan á for- . marse las aceitunas es casi igual á la del agua, pero va au- mentando poco á poco hasta que están bien verdes, y en se- guida disminuye progresivamente hasla quedar reducida á la que tienen los frutos apenas formados. Las aceitunas que han llegado á su mas perfecta madurez, presentándola menor den- sidad, contienen un máximum de aceite. Como puede verse en la tabla siguiente, no se recojieron las aceitunas en el 17 de julio de 1859 , y por consecuencia se observa un repentino aumento en el peso y en la densidad de las recojidas el 24 del mismo mes. La cantidad de agua que se encuentra en las aceitunas, disminuye progresivamente en su madurez; así es que en las primeras fases de la vegetación es de 60 á 70 por 100, mien- tras que no sube mas que á 2o por 100 en el último período del crecimiento y de la madurez de los frutos. La tabla si- guiente indica estos números exactamente. 499 Números de orden. Epoca de la recolección. Peso total de i Sin secar. as aceitunas. Secas. Materia seca en cada -100 partes. Agua en 100 partes. 1 23 junio 1860. . . . 39,9 gr 14,7 43,3 56,7 2 2 julio 1860 41,8 18,3 43,7 56,3 3 8 id 111,4 37.9 34,0 66,0 4 16 id 144,0 46,5 39 2 60,8 u 0 22 id. 151,0 47,6 31,3 68,7 6 29 id 135,0 42,5 27,4 72,6 7 3 agoido 1860 162,0 53,6 33,0 67,0 8 12 id 180,0 64,3 35,7 64,3 9 19 id 208,0 88,9 42,7 37,3 10 26 id 139,2 63,7 45,7 54,3 11 2 setiembre 1860. . 182,0 86,9 47,7 52,3 12 9 id 191,3 96,7 50,5 49,5 13 16 id 188 1 93.0 49,4 50,6 14 23 id, 162,7 81,7 50.2 49,8 13 ^ 30 id 183,0 95,1 51,9 48,1 16 7 octubre 1860. . . 171,0 91,4 33,4 46,6 17 14 id. 170,0 88,5 52,0 48,0 18 21 id 177,4 97,0 54 6 43,4 19 28 id 138,0 85,0 53,1 46,9 20 4 noviembre 1860. 200,0 113,7 56,8 43,2 2t 11 id . 141,4 86,5 61,1 38,9 22 18 id. .......... 164,0 92,5 56,4 43,6 23 23 id 150,0 88,1 58,7 41,3 24 2 diciembre 1860.. 101,8 71,0 69,7 30,3 23 i 9 id 96,6 72,2 74,7 25,3 Parece que no dejan de tener influencia el aire, el oxígeno y la luz en la madurez de estos frutos y en la producción de materia grasa. Efectivamente, las aceitunas verdes en algunos puntos que se dejaron por varios dias á la luz difusa y al aire libre, como también bajo la influencia de la luz directa del sol y en contacto con el oxígeno, cedieron al sulfuro de car- bono una cantidad mucho mayor de materia comparativa- mente á la que este disolvente separa de las mismas aceitunas tratadas inmediatamente ó después de haberlas conservado en 500 una atmósfera de ácido carbónico húmedo. Parece, por consi- guiente, que las oxidaciones lentas contribuyen á la madurez de los frutos y á la formación del aceite. Véanse con este mo- tivo, algunos resultados que se obtuvieron en el presente año en el laboratorio de Pisa. El 14 de enero de 1861 se dividieron en cuatro porciones 100 aceitunas de color algo verdoso. La primera, formada por 25 aceitunas, y que pesaba 33&r,671, se trató inmediatamente después de haberla secado del todo, y produjo 66,9 por 100 de materia soluble en el sulfato de carbono. Las otras tres, que constaban también cada una de 25 aceitunas, y pesaban respectivamente, una 35§r,462, otra 35§r,672 y otra 34sr,062, después de 20 dias de esposicion dieron: la primera, con el ácido carbónico, 66,16 por 100 de materia soluble en el sul- furo de carbono; la segunda, con el oxígeno, 67,50 por 100; y la última, expuesta al aire y á la luz difusa, 69,86 por 100. Esta materia soluble en el sulfuro de carbono queda reducida al peso de la pulpa seca de las aceitunas. El 28 de enero del año actual se dividieron 48 aceitunas algo verdosas en cuatro porciones: la primera, compuesta de 12, y que pesaba 18sr,558, se trató inmediatamente después de haberla secado del todo, y produjo 65,38 por 100 de ma- teria soluble en el sulfuro de carbono. Las otras tres porcio- nes, compuestas también de 12 aceitunas cada una, y que pe- saban una !5&r?730, otra 17si’,559, y la tercera 18sr,871, al cabo de unos 80 dias de esposicion dieron: la que estaba en contacto con el oxígeno, 67 por 100 de materia soluble en el sulfuro de carbono; la otra, expuesta á la luz directa del sol, 69,2 por 100; y la última, expuesta solo á la luz difusa, 66 por 100. En las aceitunas se encuentra una materia amarga particu- lar, pero hasta ahora no se ha llegado á aislarla; sin embar- go, es soluble en agua y algo en alcohol, y se halla en tas aceitunas verdes, que la abandonan al agua aun á la tempera- tura ordinaria por un contacto mas ó menos prolongado. También existe en estos frutos la manila, y se puede fá- cilmente aislar de ellos tratándola con agua y alcohol: esta manila, extraida de las aceitunas, tiene las mismas propieda- 501 des y composición que la sacada del maná. La misma sustan- cia se encuentra en los diferentes órganos de la planta, y par- ticularmente en las hojas, de las cuales se extrae directa é in- mediatamente por medio del alcohol hirviendo, que la aban- dona al enfriarse. Esta manila parece ser esencial para la formación de la materia grasa, como la. presencia continua de las hojas parece indispensable al olivo en todas las fases de su vegetación; pero ah tes de decidirse sobre estas importantes cuestiones de fisiología vegetal, es necesario hacer muchos en- sayos y experimentos, y calcular la dosis de esta materia azu- carada, ó sea de ia manila, en las diversas épocas de la vege- tación y en los diferentes órganos del olivo. Estas investigaciones, que rara vez emprenden los quími- cos, son largas y de difscil ejecución, como todas las que se refieren al organismo de los vegetales y de los animales; pero como solo ellas pueden enterarnos de los fenómenos complejos de la vida orgánica, me propongo continuarlas con el auxilio inteligente de mis preparadores MM. Ubaldini y Silvestri. «eolocíia. Sobre tos metales preciosos de ¡a Cali forma. —Extracto de un informe dirijido al Ministro de Obras públicas; por Mr. Laur, ingeniero de minas . (LUnstitut, 20 marzo 4862.) Mr. P. Laur, ingeniero de minas, fué comisionado por el Ministro de Obras públicas para esplorar los criaderos de me- tales preciosos que hay en la California, y del estenso informe que dió á consecuencia del minucioso examen que practicó, vamos á tomar algunos resultados generales» Después de haber determinado la zona especial en que se halla oro en ía California, y la cual tiene una superficie de cerca de 19.000 kilómetros cuadrados, Mr. Laur observa que no se ha encontrado oro en las montañas del Coast-Range, for- madas por antiguos esquistos, que sirven de límite á la Cali' 502 forma por el O.; que las rocas cristalinas de las altas crestas de Sierra-Nevada, que forman el límite E., no contienen nada; y que soloen los mismos flancos de esta sierra, en las regiones montañosas de sus estribos inferiores, entre la llanura y las masas elevadas de la cadena central, es donde se ha encon- trado el precioso metal con la abundancia que admira en to- das partes. Mr. Laur dice lo siguiente sobre el origen de estos criaderos. «El oro de la California no es contemporáneo de las rocas que lo contienen, sino que ha penetrado en ellas después de formadas, probablemente cuando se verificó la erupción de una serie ele rocas ígneas, de la especie de ias traquitas, y de una naturaleza especial á la cadena de los Andes. Lo que he observado en la región comprendida entre la Sierra-Nevada y el gran desierto de las Montañas Roqueñas, donde todavía están en actividad los fenómenos volcánicos, me hace creer que á la aparición de estas rocas ígneas en la su- perficie acompañaron emanaciones subterráneas, formadas casi esclusivamente por vapores de agua y materias silíceas mez- cladas con una corta proporción de sulfuros metálicos y de oro; especialmente se manifestaron con mucha intensidad las deyecciones del interior á lo largo de las grietas abiertas en el suelo por el mismo levantamiento de la masa eruptiva, y todo induce á creer que estas materias se esparcieron mucho esteriormente en la misma forma. También estas emanaciones se condensaron en las hendiduras que servian de conductos, acabando de llenarlas, y formando en las profundidades del suelo filones de cuarzo mas ó menos mezclados con sulfuros y oro. Parece que el metal precioso procedente de las profundi- dades ha salido sin depositarse en ellas, de modo que las ma- terias esparcidas fuera de ios filones ó condensadas en sus regiones superiores, son las mas ricas. Todos estos fenómenos obraban al mismo tiempo sobre las rocas preexistentes, y producían profundas modificaciones, bien en su estado físico, bien en su composición elemental. En ciertos parajes se impregnaban estos terrenos de las ema- naciones que acompañaban á la roca eruptiva, la sílice pene- traba en los esquistos cambiando su naturaleza, Jas piritas 503 de hierro y de oro se esparcían y condensaban en la masa en- tera de algunas rocas, que llegaron á ser así un inmenso depó- sito del precioso metal. Este fué probablemente el origen de lo que podría llamarse criaderos auríferos primitivos. Los fenómenos eruptivos dieron lugar á erupciones marinas que parecen haber sido poco vio- lentas, pero prolongadas por espacio de mucho tiempo. Las aguas disgregaron entonces estos depósitos, probablemente poco resistentes y compuestos de sílice mezclada con oro, esparcida á lo largo de los filones, y destruyeron á cierta profundidad las rocas donde existían las venas de cuarzo aurífero, que en ciertos sitios estaban impregnadas de oro, esparciendo sus res- tos pulverizados en toda la estension de la región. El oro en libertad, que por este gran trabajo de pulveri- zación permaneció sin alterarse en medio de los arenales, pudo separarse de las arenas constantemente agitadas por la acción diluviana, y formar en la parte inferior de los aluviones nue- vos depósitos mucho mas ricos que los de los criaderos primi- tivos. Esta época geológica terminó con un nuevo levantamiento de la Sierra-Nevada, marcado por la irrupción de los basal- tos, siguiendo otras erosiones á esta nueva aparición de las rocas ígneas. Los aluviones y las rocas auríferas antiguas en ciertos puntos estuvieron cubiertos de materias estériles, que por otra parte quedaron destruidas, recompuestas y repartidas en otros parajes, donde se formaron nuevos depósitos de aluviones que todavía tenían oro, aunque estaba distribuido muy confusa- mente por capas sumamente ricas en medio de eslensos depó- sitos de arenas casi estériles. Después de los basaltos y de los fenómenos que siguieron á su aparición, volvió á tomar la región su aspecto primitivo, y empezó el nuevo orden de cosas de la época actual. Los agentes atmosféricos y las aguas del nuevo régimen continua- ron modificando esta distribución del oro en los terrenos de la región. La atmósfera alteraba y disgregaba las rocas; las aguas que penetraban en el suelo se llevaban las arenas y dejaban el oro, que por esta acción incesante se concen- 504 traba poco á poco en todas las direcciones en que corrían las aguas. Este trabajo de los agentes atmosféricos actuales, casi insig- nificante cuando eran atacadas las rocas duras que tenían el oro en su primitivo origen, fué haciéndose por el contrario muy poderoso cuando operaba sobre las tierras de aluvión; era entonces un verdadero trabajo para aumentar los minerales de oro ya molidos y preparados para lavarse. De este modo se concentraron en el lecho de los rios estas masas de oro, que pudo poner de repente en circulación la California. El oro existe en la California en cuatro especies de cria- deros muv distintos. 1. ° En depósitos primitivos, estando en las rocas todavía fijas. 2. ° En aluviones antiguos, que se encuentran en capas es- tén sas sobre los estribos elevados de la Sierra-Nevada. 3. ° En aluviones modernos, posteriores al basalto, que se hallan en los eslabones inferiores de la Sierra, formando ter- razos poco elevados sobre las llanuras del Sacramento ó de S. Joaquín. 4. ° Por último, en aluviones de la época actual. La producción natural del oro en California es el resultado de la esplolacion de cada uno de estos criaderos. Mr. Laur habla en seguida en su informe de las minas de plata situadas mas allá de Sierra-Nevada, en el desierto que la separa de las Montañas Roqueñas, y que descubrieron hace poco unos marineros franceses y del Canadá, que salieron de la California en virtud de la indicación hecha por algunos me- jicanos, de que mas allá de estas montañas había también oro, cuya esplotacion debia dar mucho fruto. Al buscar el oro se encontraron filones de cuarzo, cuya roca, visiblemente pene- trada por él, contenia también sulfures negros metálicos de naturaleza al principio desconocida, y que eran sulfuros de plata mezclados con oro, ofreciendo de 30.000 á 35.000 fr. por tonelada. Con tal noticia invadieron muy pronto este de- sierto 10.000 mineros, y empezó la esplotacion en varios pun- tos, especialmente cerca del sitio en que hoy está la ciudad de Virginia, ó algo mas al Sur, sobre una colina de cuarzo lia- 505 macla en la actualidad Gold-Hill, y en un valle en que está hoy Sil ver City. En menos de un año se esploró esta región del Utah occidental, hasta entonces desierta y desconocida,' en una estension de unos 380 kilómetros del S. al N. y 80 del E. al O., y se hicieron trabajos de mina en todas las venas que presen- taban algún vestigio de metales preciosos. Esta región forma una estensa esplanada, cuyo suelo está formado en su mayor superficie por llanuras de arena, en medio de las cuales se le- vantan islotes de montañas generalmente pequeñas, cuyas ro- cas suelen pertenecer á la formación volcánica. Pueden notarse pruebas de su aparición sucesiva: las montañas mas recientes son vitreas, escoriáceas, y tienen inmensos depósitos de piedra pómez y cenizas; las mas antiguas están formadas de basaltos compactos y sonoros. Estos terrenos volcánicos se hallan casi siempre sin agua y sin vegetación: algunas partes de estas ma- sas montañosas á que se elevan en medio de las llanuras están formadas de granito acompañado de esquistos antiguos, y en este caso hay en sus valles agua y algunas yerbas, existiendo también filones de oro y de plata. Por diversas observaciones barométricas que ha hecho Mr. Laur, deduce que estas espía- nadas tienen una altura de 1.567 metros sobre el nivel de¡ mar. El clima de las indicadas regiones es estremado: el cielo en verano está casi siempre sin nubes, las arenas sumamente ardientes, el aire muy seco, y la temperatura casi siempre es superior á 37° centígrados; hace, por el contrario, en invierno un frió muy rigoroso, y tan altas esplanadas se hallan cubier- tas de nieve desde fines de noviembre hasta mayo, de modo que en cuatro ó cinco meses no se puede hacer ningún trabajo esfcerior, ni las bestias de carga pasan por Sierra-Nevada desde diciembre hasta casi el mes de jimio. Los indios de estas re- giones son de los mas miserables; comen raices, semillas, yer- bas y mosquitos que cojeo en el cieno de los arroyos, se vis- ten con pieles de un conejo pequeño que cazan con flechas, y pasan el invierno en cuevas que hay en la tierra: diferéncianse lanío de las demás razas aborígenes de la cordillera de los Andes, que no tienen ningún valor para ellos el oro ni la plata. El número de los filones descubiertos en el Utah occiden- 506 tal desde fines de 1860 era muy considerable, y por su natu- raleza, así como por la edad, se dividen estos filones en dos sistemas muy distintos: los modernos y los antiguos. Los filones modernos se encuentran siempre á poca distan- cia de los basaltos ó de los demás terrenos volcánicos, y su curso no se ha alterado por la aparición de estas rocas ígneas; su grueso suele ser considerable, alcanzando de 4 á 5 metros, pero su estension es casi siempre limitada. La ganga que ge- neralmente tienen es el cuarzo, y los minerales que se hallan en ella son las especies oxidadas y sulfuradas de zinc, de plo- mo, y sobre todo de antimonio, que contienen de 1 á 2 milé- simas de plata y una porción de oro completamente insignifi- cante. Los filones antiguos, anteriores al basalto, se distinguen de los precedentes por el carácter de estar siempre dislocados ó desviados de su curso por la acción de los basaltos ó de las ro- cas volcánicas modernas: se los observa en los esquistos anti- guos, en los granitos y aun las dioritas, pero nunca en las ro- cas de pórfido traquítico, que se suelen encontrar en su inme- diación, y á las que por consecuencia se ha atribuido su ori- gen. Estos filones suelen presentar ganga de cuarzo, rara vez de arcilla ó de cal carbonatada: aun á flor de tierra contienen casi siempre oro metálico, plata naliva ó sulfurada, con óxidos de hierro sin mezcla de otras especies minerales; y en su pro- fundidad se ven aparecer sulfurosde hierro, de cobre, de zinc especialmente, y con menos abundancia en todo caso, el sulfuro de plomo. Por sus caracteres de yacimiento y composición, estos filones son idénticos á los que se esplotan en Méjico y en otras partes de la América septentrional; de modo que el des- cubrimiento de las minas del Utah ha venido á prolongar hacia el N. esta red de filones argentíferos, que desde su estremo meridional acompañan á la cordillera de los Andes en lodo su curso á lo largo de las dos Amérieas. En el trascurso del verano de 1860 se han descubierto otros minerales de plata en el pais de los Indios Mono, á 160 kilómetros de la ciudad de Virginia. A la nueva región argen- tífera se ha dado el nombre de Esmeralda, y á su futura ca- pital el de Aurora. La región que rodea estos nuevos filones 507 esta absolutamente desierta, y es árida: sea cualquiera el ca- mino que se tome, es preciso atravesar lo menos 80 kilómetros por un pais solitario, sin recurso alguno, y generalmente sin agua. Desde lo alto de las montañas de la Esmeralda hacia el E. no se descubren mas que grandes llanuras de arena, en las cuales sobresalen algunos montecillos de rocas volcánicas: algunos esploradores han penetrado en estos desiertos, pero no han vuelto mas. Las montañas de la Esmeralda se hallan des- nudas y sin vegetación: solamente á 8 millas hacia el E. se encuentra agua, y hay algunos bosques de abetos en un terreno de pizarras y granitos, estando los filones á 3.000 metros so- bre el mar. Los vientos del N. hacen que su clima sea intole- rable, haga frió ó calor; y en cuanto á la naturaleza geológica de este nuevo distrito, son de notar los granitos, los esquistos de estructura porfidea atravesados por venas de cuarzo, las rocas de traquitas inmediatas á estos filones, que sin embargo no contienen nada de ellos, y por último los basaltos, que atra- vesando todos los terrenos anteriores, han producido grandes perturbaciones en el trayecto de los filones. Toda esta masa montañosa está rodeada de basaltos, que limitan una espía- nada de esquistos metalíferos de una superficie de cerca de 25 kilómetros cuadrados. El informe de Mr. Latir trata en seguida de las minas de cinabrio que se hallaron en 1845 en la California, y que li- bran ahora á los mineros de este punto del tributo que paga- ban hasta estos últimos años á España. Estas nuevas minas de cinabrio están siiuadas en las montañas del Coast-Range, entre el Pacífico y el valle de San Joaquín, al S. de la bahía de San Francisco. En otro tiempo se esplotaron, como se ha recono- cido por anteriores observaciones; pero se había perdido la tradición. Ahora están en plena explotación, y han recibido el nombre de Nuevo Almadén , con el cual ha querido anunciarse su futura importancia: también se ha buscado, y se ha encon- trado, el cinabrio en las montañas inmediatas; de modo que en el día existen en la California cuatro centros de producción de mercurio, Nuevo Almadén, Nueva Idria, Enriqueta y Gua- dalupe. El criadero de Nuevo Almadén es un filón rnuv irregular t! O sos en su grueso, lleno de cal, de hierro carbonatado, de cuarzo ágata, de pirita de hierro y de cobre, y por último de cina- brio. El mineral de mercurio se ha visto que es rico y abun- dante en una estension y dirección de 60 metros próxima- mente; pero mas allá este mineral es pobre, y no se han se- guido por esta razón los trabajos de la mina : la dirección del criadero en el sentido de su prolongación horizontal no es co- nocida por consiguiente. Al contrario, según la profundidad, el cinabrio ha presentado una gran continuidad de riqueza y de abundancia: la esplotacion seguida en esta dirección se ha estendido á 110 metros según la inclinación del criadero, (cerca de 45°). En todo este trayecto el criadero forma mas bien una serie de grandes espacios ensanchados, ligados por estrechuras, que no la vena regular de un filón ordinario, va- riando el espesor de los minerales de 1 á 28 metros. Los espa- cios dilatados están llenos de masas de cinabrio sumamente ricas; la fábrica establecida en la misma mina produce anual- mente 900.000 kilogramos de mercurio, dando el mineral por lo menos un 18 por 100. Después de Nuevo Almadén, el centro de producción mas importante es Enriqueta. La mina se abrió en setiembre de 1859, habiéndose encontrado el cinabrio á flor de la tierra á 8 kilómetros N. O. de Nuevo Almadén, y situado en la misma colina. Las investigaciones modernas han demostrado la exis- tencia del mineral de mercurio casi sin interrupción entre es- tas dos esputaciones. El criadero esplotado en Enriqueta está como el de Almadén en pizarras antiguas, que pasan á serpen- tina según van acercándose á las minas; también está dispuesto en una serie de espacios ensanchados y otros estrechos, que forman reunidos una vena irregular, inclinada 70° sobre el horizonte, y la masa de que están llenos es cal carbonatada, hierro espático, óxidos de hierro hidratados amarillos, sílice en variedad de ágatas, y en corta proporción piritas de hierro y de cobre, todo mezclado con cinabrio. Las gangas y el mi- neral están frecuentemente manchados de aceites betuminosos. Desde que se instaló la fábrica de Enriqueta hasta fin de 1860 produjo 375.000 kilogramos de mercurio, siendo el producto del mineral por término medio de 12 á 13 por 100. 509 Las explotaciones de Nueva Idria y de Guadalupe son muy recientes, y de lina importancia relativamente secundaria: la primera fábrica produjo en cada mes por término medio 18.112 -kilogramos; la segunda 5.175. Los minerales dan en la pri- mera 11 por 100, y en la segunda de 9 á 10 por 100 de mer- curio. Nótase, por consiguiente, que la riqueza en mercurio de los minerales de la California escede á la que hasta ahora se ha encontrado en las antiguas esputaciones : efectivamente, los minerales de Almadén dan 10 por 100 de su peso de mer- curio; los de Idria de Corintia producen lo mas 2,3 por 100: los del Palatinado y de Toscana no pasan de 1,5. La produc- ción del mercurio en la California parece, por consiguiente, estar destinada á ser mas importante que en Europa. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Ruiz.) V 510 — © — Sustancias encontradas en el estómago de un avestruz. MM. Chau- veau y Preseux han encontrado en el estómago de un avestruz muerto desgraciadamente en ei Jardin Botánico de Lyon, 2 kilogramos de guijarros, 3 pipas de barro intactas, pero que habían tomado color verde, un cuchillo de unos 2 0 centímetros de largo con su mango de cobre, 2 5 botones de cobre de uniformes militares, mas ó menos gastados, 1 pieza de 50 céntimos, 32 sueldos ó céntimos muy destruidos, restos de cadenas de reloj, otros diversos objetos de metal, 6 nueces grandes enteras, y por último un pedazo de alambre de hierro de 10 centímetros de lar- go, que estaba para ser arrojado. La presencia de todos estos objetos no había producido la menor alteración en la salud del vigoroso avestruz. — Ballena del Mediterráneo. El Messager du Midi del 20 de junio último contiene un artículo de M. Paul Gervais, del cual tomamos las si- guientes noticias: Habiéndome avisado ei 18 de este mes M. Lande, gefe de la aduana de Port-Vendres, que acababa de encallar una ballena en la costa de Es- paña á poca distancia de la frontera francesa, conseguí llegar bastante á tiempo al punto que me indicó para ver aquel enorme cetáceo, y hacer algunas observaciones respecto de sus caracteres esteriores y varias par- tes de su anatomía, según las cuales podré indicar con alguna exactitud su especie. Según debía presumirse no era una ballena franca, especie de cetáceo que no está bien averiguado que se presente en el Mediterráneo, aunque muchas veces la hayan mencionado los autores. La forma alargada del animal, la existencia de una aleta dorsal, las rayas ó canales longitudinal las que surcaban su cuello y la parte inferior del pecho, finalmente la di- mensión de sus llamadas barbas ó ballenas, mucho menores que las de las ballenas francas, y su cráneo poco arqueado, no dejaban duda alguna acer- ca de sus verdaderas afinidades. Debe considerarse como perteneciente al grupo de los rorcuaies, denominados también falsas ballenas, bailenóp- teros ó ballenas arrugadas, y á la especie de este género que anteriormen- te se ha observado en el Mediterráneo. Esta especie de rorcual es bas- tante rara en nuestro mar, pero se ha visto en todas épocas, y ya los an- tiguos hicieron mención de ella. 511 La ciencia no ha podido conservar noticias de todos los animales de esta gigantesca especie que se han cojido en el mar interior, ó que los temporales han arrojado á las playas, porque solo desde fines del siglo último se ha tenido el cuidado de llevar nota de estas lucrativas pescas. Los rorcuales se han visto también de cuando en cuando en el litoral de los Pirineos orientales y en la costa del cabo de Greus. Entran hasta los ancones que hay en los diferentes cabos de esta región: en 182 8 uno de aquellos animales fué arrojado sobre ia costa de San Cipriano: tenia 2 5m,6 0 de largo, y solo su cabeza media 5»>,3 8. Algunos autores han dicho que los rorcuales del Mediterráneo cons- tituyen una especie aparte, enteramente diversa de la del Océano? pero esto no se ha demostrado, y hasta ahora ha sido imposible distinguir con exactitud los rorcuales cojidos en las costas meridionales de Europa, co- mo por ejemplo las de Francia, Italia, Cerdeña, etc., de los que acciden- talmente se cojen con harpon en el Océano y en el canal de la Mancha ó que encallan en nuestras costas del Oeste y del Norte. El rorcual del Mediterráneo, que algunas veces se ha llamado rorqualus antiquorum , < parece que no puede separarse de aquellos últimos, y sin duda correspon- de á la misma especie que el rorqualus rostratus del Océano, llamado también ballena francesa, falsa ballena, etc. No obstante, deberá distin- guirse del rorcual grande y pequeño del Atlántico, que parece no haber visitado jamás el Mediterráneo? y es mas fácil todavía separarlo del ke- porkak ó rorcual de grandes aletas, que sin embargo se ha encontrado en puntos muy distantes unos de otros? y de todos los cetáceos, este ke- porkak es el que nada con mas rapidez. Los grandes cetáceos cuya existencia se ha comprobado realmente en este mar, no se diferencian mucho en las especies. Son los siguientes. i.°El rorcual, especie de ballena estriada, con aleta dorsal y barbas cor- tas, como el individuo que se ha acaba de cojer en la costa española. 2.° El cifio, especie que Cuvier habia considerado primero como estinguida, pero de la cual he indicado yo varios individuos cojidos en épocas mas ó menos modernas en Niza, en Córcega y en el golfo de Mesina. Se parece al hyperoodon del Océano? no tiene barbas como este? la cabeza es alarga- da? y su mandíbula inferior esta provista de dos dientes terminales: se cojió un ejemplar de él en la playa de Aresquies (Herault) en 1850. 3.° La orea ó marsopa, que es de la familia de los delfines, tiene dientes en las dos mandíbulas, y es menos rara que los anteriores. Se indica su presen- cia en localidades muy distantes unas de otras? pero quizá se han confun- dido varias especies con este nombre, lo que seguramente ha sucedido con los rorcuales,* las ballenas, etc. Hace 20 años que se cojió una orea cer- ca de Gette? y este cetáceo es uno de los animales marinos mas temibles. M2 M. Eschricht disecó uno cojido en las costas del Jutland (Dinamarca), que tenia en el estómago los restos de trece delfines y quince focas. Por el contrario, las ballenas, sea cualquiera su género (ballenas francas, ba- llenas de los Vascongados ó rorcuales) no se alimentan mas que de anima- lillos pequeñísimos, peces, moluscos pelásgicos, zoófitos, etc.; los cuales encuentran flotando en grandísimas cantidades, y formando bancos por decirlo asi, y que tragan con sus inmensas fauces: las llamadas bar- bas, de que está guarnecida esta cavidad, los retienen en ella como por medio de un tamiz. Se ha dicho que también se encontraba en el Mediterráneo el cacha- lote, grandísimo cetáceo de cabeza hinchada y numerosos dientes solo en la mandíbula inferior; pero quizá se ha confundido con la orea de que acabamos de hablar*, al menos así parece respecto del ejemplar observado en Niza por Bayer al principio del último siglo. — Reloj ornitológico. Imitando á los botánicos que han dispuesto un reloj de Flora, cierto cazador naturalista ha ideado un reloj ornitológico, anotando las horas en que se despiertan y cantan ciertas aves. Después del ruiseñor, que canta casi toda la noche, el pinzón es el primero que da la señal por la mañana, oyéndosele cantar á la una ó dos de la madrugada; le sigue á las dos ó dos y media la curruca de cabeza negra; desde las dos y media á las tres la codorniz; desde esta hora hasta las tres y me- dia la curruca de vientre rojo; hasta las cuatro el mirlo negro; hasta las cuatro y media la mosquilla; desde las cuatro y media á las cinco el carbonero de cabeza negra; y desde esta hora á las cinco y media el gor- rión común, este pilluelo de París, goloso, perezoso y alborotador, pero atrevido, inteligente, y que divierte con su mismo descaro. (Bulletin mensuel de la Société protectrice des animaux.) (Por la Sección de Variedades, Ricardo Ruiz.) ■ -a o-o-o O- o -c-o-e-o- Editor responsable, Ricardo Ruiz. N.° 9.°— REVISTA DE CIENCIAS. -diciembre 1862 ASTRONOMIA. Noticia sobre algunas investigaciones recientes relativas á las nebulosas; por el profesor Gautier. (Archives des Sciences physiques et naturelles, 20 setiembre 4802.) No hay ninguna parle del vaslo campo de la astronomía de , observación que no sea objeto actual de perseverantes traba- jos. Me propongo dar aquí una ligera idea de los que se reite- ren á una clase de cuerpos celestes muy estensa y muy curio- sa, estudiada especialmente, primero por los dos ilustres astró- nomos Herschel y Messier, después por lord Rosse, por los PP. Vico y Seccíii, y por MM. Larnont, Lassell y Bond, que presenta dificultades particulares, y en que todavía resta mu- cho que aclarar. Hablo de las nebulosas, ó de esas pequeñas manchas blancas de luz débil, de las cuales pueden descu- brirse en el cielo un gran número con los anteojos, y que con fuertes instrumentos se han considerado como aglomera- ciones de estrellas situadas á inmensa distancia de la tierra. Seguiré, en general, el orden de fechas en esta rápida re- vista, y comenzaré por decir algunas palabras sobre un ca- tálogo de posiciones en el cielo de 53 nebulosas que resultan de observaciones hechas en el observatorio de París por Mr. Laugier principalmente en 1848 y 1849, y que presentó á la Academia de Ciencias de París en su sesión de 12 de diciem- bre de 1853. Este catálogo, publicado en los Comptes rendas de esta sesión , da con una precisión de segundos de grado las ascensiones rectas y las declinaciones medias del centro ó TOMO XII. 33 514 del punto mas brillante de estas nebulosas en l.° de enero de 1850, lo mismo que las diferencias de estas posiciones, con las que resultan de los catálogos de Herschel y de Messier. Este es un primer ensayo de las determinaciones exactas de las posiciones de un cierto número de nebulosas, emprendidas con objeto de servir para decidir en lo sucesivo la cuestión de si estos astros están realmente situados mas allá de las estre- llas fijas que son visibles para nosotros. Trabajos relativos á la nebulosa de Orion. \ . • Mr. Liapunoff, director del observatorio de Kazan, pre- sentó á principio de 1856 á la Academia de Ciencias de San Petersburgo, por intermedio de Mr. AY. Struve, una Memoria sobre la gran nebulosa de Orion, resultado de un trabajo de cuatro años, hecho con un anteojo ecuatorial de la misma fuerza que el de Dorpat, y un círculo meridiano de Repsold (1). Por un procedimiento de triangulación ha tratado de determinar con mucha exactitud las posiciones de todas las estrellas que sus instrumentos le han permitido ver sobre esta nebulosa, y seña- lar con el mayor cuidado todas las partes de este- notable fenó- meno celeste, del cual se han formado ya muchas cartas, dando nombres particulares á sus diversas regiones. Comparando los resultados de Mr. Liapunoff con los obtenidos anteriormente por Sir John Herschel y MM. Lamont y Bond, Mr. Struve ha emitido la opinión de que esta nebulosa debería estar sujeta á cambios de forma y de brillo relativo en sus diferentes partes. (i) No conozco esta Memoria mas que por la mención muy sucinta que se ha hecho al fin del número del 14 de marzo de 1856 de las Monthly Nolices de ia Sociedad astronómica de Londres, t. f 6, p. 139. Como tendré que citar frecuentemente esta colección, asi como la que se punlica en Altona por el Dr. Peters con el titulo de Astronomische Nachrichten , los designaré con sus letras respectivas iniciales M. N. y A. N. . 515 Mr. Otto Struve ha continuado en el observatorio de Poul- kowa el trabajo de Mr. Liapunoff, y ha dadocuenla de los pri- meros resultados de sus investigaciones en una comunicación fecha del l.° de mayo de 1857, presentada á la Sociedad as- tronómica por Mr. Airy el 1 *2 de junio del mismo año, y pu- blicada en el tomo 17 de los M. N. p. p. 225, 230. Mr. Struve empieza por indicar aquí la variabilidad de brillo de las diversas estrellas pequeñas situadas sobre la ne- bulosa de Orion, variabilidad que ha puesto en evidencia, bien por la comparación de sus observaciones con las de otros as- trónomos, bien en el curso mismo de sus observaciones (1). La existencia de tantas estrellas variables, dice él en seguida, en tan pequeño espacio de la parte central de la mas curiosa nebulosa del cielo, debe naturalmente inducirnos á suponer que estos fenómenos están intimamente ligados con la natura» leza misteriosa de este cuerpo. Admitiendo que los rápidog cambios de luz observados en estas pequeñas estrellas, ya en la región llamada de Huyghens, ya en la llamada subnebulo- sa, estén en conexión con la naturaleza de la nebulosa, podría presumirse que se observarían igualmente cambios en los as- pectos de la nebulosa y en la distribución de la materia de que se compone. Pero las observaciones de esta especie están sujetas á tantas ilusiones, que debe haber la mayor reserva en las conclusiones que de ellas se deduzcan. No creo que el ca- mino seguido generalmente por los astrónomos en las investi- gaciones de esta clase, á saber, la comparación entre sí de representaciones gráficas hechas en diferentes épocas por va- rios observadores, conduzca nunca á resultados que puedan mirarse como indudables. La fuerza óptica del telescopio, la trasparencia de la atmósfera, variable según las estaciones, las particularidades que dependen del ojo del observador, la ma- (í ) Ya he tenido ocasión de mencionar este trabajo de Mr. O. Struve en una Noticia sobre las estrellas de brillo variable , publicada en los mi- meros de setiembre y octubre de 1 857 de la Bibliotheque universel/e. ( Archives , t..36, p. 5 y 89.) Mr. Otto Struve ba reemplazado hace poco á su padre en la dirección del gran observatorio ruso de Foulkowa. 516 yor ó menor habilidad y esperiencia en las representaciones gráficas de esta clase; todo esto, unido á la influencia de la ima- ginación del observador, constituye obstáculos, que siempre serán difíciles de vencer, procediendo de este modo. Tal vez se podría, siguiendo este método por espacio de algunos siglos, descubrir si existen efectivamente cambios progresivos; pero nunca llegar á comprobar así los que se verifican en cor- tos intervalos de tiempo. Pero las rápidas variaciones de luz en las estrellas deben hacernos esperar otros semejantes, y quiza periódicos en los aspectos de la materia nebulosa. En los rápidos cambios de esta clase es en los que debemos fijar particularmente nuestra atención, y podremos comprobar me- jor su existencia por observaciones comparativas sobre el grado de luz y las formas de algunas porciones prominentes de la nebulosa, mejor que representándola por completo. Este sistema es el que he tratado de ensayar el invierno último, y en diferentes puntos he tenido una fuerte impresión de cambios considerables, que se han verificado en el corto período de mis observaciones. No me aventuro sin embargo á considerarlos como hechos positivos, hasta que hayan sido corroborados es- pecialmente por observadores colocados en climas mas favora- bles, y provistos de medios ópticos suficientes para este ob- jeto (1). Mr. Otto Struve menciona detalladamente ahora cuatro partes de la nebulosa de Orion, en las cuales ha descubierto mas distintamente en el intervalo de algunos meses cambios de forma ó de grado de luz. La primera es una bahía que se estiende desde el estrecho del Gentil en la dirección del trape- cio de estrellas situadas hácia el Mediodía de la nebulosa: esta bahía le ha parecido unas veces enteramente oscura como el estrecho, otras llena de nebulosidad ó poco inferior en claridad á las partes circundantes en la región de Huyghens. El Doctor Laraont es el primero que ha dibujado esta bahía, que no había (1) La Memoria de Mr. Otto Struve sobre este asunto creo que se ha publicado en el tomo 2 de una colección que lleva el título de Metan - ges Mathématiques et astronomiques . 517 visto nunca Sir J. Herscheí. La segunda es un puente nebu- loso que atraviesa el gran estrecho con un punto de luz con- centrada hacia su medio. Mr. Struve le ha visto en invierno, unas veces como le ha representado Herscheí, otras como Mr. Liapunoff, con mucha mas concentración de luz; pero siempre mucho mas dilatado que lo que le representan estos astróno- mos; y aproximándose mucho al línüite Sur del gran estrecho, Mr. Lamont no ha indicado mas que débiles vestigios de él, y Mr. Bond no ha podido verle. La tercera es una nebulosidad que circunda la estrella 75 del catálogo de Herscheí, y que ha parecido á Mr. Struve espuesta á grandes variaciones de bri- llo. Por ultimo, la cuarta parte es una especie de canal estre- cho , que une en línea recta el espacio oscuro situado alrede- dor de las estrellas 76, 80 y 84 del catálogo de Herscheí con el borde septentrional del gran estrecho , cerca del estremo esterior del puente antes mencionado. El canal, que no ha sido representado por ningún otro observador, le ha visto claramente Mr. Struve el 24 de marzo de 1857, mientras que en otras ocasiones no ha descubierto el menor vestigio de él. Al terminar su comunicación, añade este astrónomo que la impresión general que para él resulta de sus observaciones, es que la parte central de la nebulosa de Orion se halla en un estado de brillo variable continuamente en muchas de sus partes. En el caso en que las imágenes fuesen mas claras, no le parece que sus aspectos podrían ser enteramente iguales en noches diversas. Por lo demás, estas variaciones de intensidad de luz no pueden verse, en la mayor parte de casos, mas que con instrumentos de una fuerza óptica considerable, y no cree que los anteojos acromáticos de menos de 10 pulgadas de diá- metro puedan servir para comprobarlas, á menos que no haya circunstancias atmosféricas estraordinariamente favorables. El tomo 21 de los M. N. contiene (pp. 203, 207) la análi- sis de otra Memoria relativa á la misma nebulosa, que comunicó á la Sociedad astronómica el 10 de mayo de 1801 Mr. Jorge Bond, que ha sucedido á su padre en la dirección del obser- vatorio del colegio de Harvard, en Cambridge, cerca de Bos- ton, en América, con el título Sobre la estructura espiral de la gran nebulosa de Orion . 518 En una Memoria publicada en 1848, habia observado ya Mr. Bond, padre, que la luz de esta nebulosa tenia una dis- posición para radiar por la parte del Sur, á contar desde la inmediación del trapecio de estrellas situadas en su medio. Desde 1857 emprendió Mr. G. Bond la formación de un catá- logo de estrellas comprendidas en un cuadrado de 40 minutos de grado de lado , en cuyo centro estuviese la estrella 6 de Orion. Escojió como puntos de partida 121 estrellas brillan- tes para referir á ellos las estrellas mas pequeñas, y la ma- yor parte de ellas de luz demasiado débil para que pudie- sen verse iluminando fuertemente los hilos micrométricos. En la primera hoja colocó 262 estrellas; después se subdividió la misma superficie en cuatro hojas, reunidas en seguida en una sola. La forma y disposición de los penachos luminosos pro- longados que alternaban con espacios mas oscuros que par- tían de los lados del trapecio, se determinaron por dos pro- cedimientos independientes, habiéndose destacado primero la nebulosa como un objeto brillante* sobre un fondo oscuro, y después como un objeto oscuro sobre un fondo blanco. No puedo entrar aquí en los detalles descriptivos presenta- dos en la análisis de la Memoria de Mr. Bond, y me limitare á referir la conclusión. El aspecto general de la mayor parte de la nebulosa de Orion es un conjunto de penachos ó pince- les curvilíneos de materia luminosa, que parten de masas bri- llantes inmediatas al trapecio, que se estienden hacia el Sur, por cada lado de un eje que pasa por el vértice de la región llamada de Huyghens, y cuyo ángulo de posición está cerca de 180°. Se ha trazado claramente una veintena de estas cir- cunvoluciones, mientras que otras, que producen la misma im- presión, son muy débiles ó demasiado complicadas para po- derse describir con precisión. Según Mr. Bond, se puede cla- sificar la nebulosa de Orion entre las nebulosas espirales , tales como se han descrito por la primera vez por lord Rosse por medio de su gran telescopio de reflexión. La nebulosa núm. 51 del catálogo de Messier es la primera en que se ha descubierto esta disposición en espiral, que habia pasado desapercibida para los dos astrónomos Herschel. Mr. Bond ha observado en un gran número de casos, que 519 la reunión de materia nebulosa está asociada á estrellas fre- cuentemente en forma de pequeños penachos, que se estien- den por el lado del Sur. Cita dos casos notables en que hay- falta de materia luminosa cerca de estrellas bastante brillan- tes: el primero se refiere al mismo trapecio, cuyo centro os- curo se ha notado por varios observadores, y el otro á la es- trella v de Orion. Estas particularidades parecen á Mr. Bond favorables á la suposición de una reunión física de las estrellas con la nebulosa. La existencia de una disposición en forma es- piral de las partes que la componen concuerda con la idea de una constitución de estrellas; pues entre los cuerpos que pre- sentan esta particularidad de forma, se encuentran no solo ne- bulosas resolubles en estrellas, sino también masas de estre- llas propiamente dichas, como por ejernpk) la gran masa de estrellas de la constelación de Hércules, en que las esleriores tienen evidentemente una disposición curvilínea. Otros hechos relativos á las nebulosas . En 1860, y estando en el observatorio del Dr. Lee en fíart- well, observó Mr. Norman Pogson un cambio en la nebulosa ó aglomeración de estrellas núm. 80 del catálogo de Messier, situada en la constelación del Escorpión, y muy inmediata á un par de estrellas variables R y S del Escorpión, que Mr. Cha- cornac había ya estudiado desde 1853. El 9 de mayo esta ne- bulosa tenia su aspecto común, sin ninguna apariencia de es- trellas; y el 28 del mismo mes, Mr. Pogson vio en ella una estrella de 7.a á 8.a magnitud, que también observaron MM. Luther y Anwers en Koenigsberg el 21 de mayo, y que apre- ciaron como algo mayor de 7.a magnitud. El 10 de junio si- guiente, con un ocular que aumentaba 66 veces, el aspecto de estrellas brillaba mas que de ordinario, y tenia una condensa- ción central muy marcada. Mr. Pogson no cree que pueda atribuirse esta variación á un cambio en la misma nebulosa, pero le parece cosa singular que una nueva estrella variable, la tercera comprendida en el mismo campo de vista, se halle exactamente situada entre la tierra y esta nebulosa. Esta ob- 520 servacion se ha publicado en la página 32 del lomo 21 de los M. N. Mr. Chacornac ha observado hace muy poco con el gran telescopio de espejo de vidrio plateado de Mr. Foucault y una gran fuerza de aumento la nebulosa anular de la Lira, y ha de- mostrado que se resuelve realmente en una aglomeración de estrelliías muy apretadas unas contra otras, y délas cuales las mas brillantes ocupan los estreñios del diámetro menor. Exa- minada esta nebulosa varias noches presentó el aspecto de un cilindro hueco, visto en una dirección casi paralela á su eje; y su centro, como lo ha descrito lord Rosse, está cubierto por una especie de velo de materia nebulosa, que se trasforma en un estrato poco denso de estrellas pequeñas. Mr. Chacornac añade en su comunicación al Dr. Peters sobre este asunto, fe- chada en París el 9 de junio de 1862, y publicada en el nú- mero 1368 de las A. N., que cuando la vista queda resguar- dada de otra luz estraña, el centelleo de esta multitud de puntos luminosos que ocupan una gran porción de la super- ficie de la retina, produce un efecto vertiginoso bastante cu- rioso. Pasemos ahora á los trabajos de Mr. de Arrest sobre las nebulosas. Este astrónomo habia ya empezado á ocuparse en este asunto cuando estaba agregado al observatorio de Leipzig, y publicó desde 1857 en la colección de Memorias de la Socie- dad Real de Sajonia el resultado desús primeras observaciones de 230 nebulosas, hechas con un micrómetro doblemente anu- lar, construido por Fraunhofer, aplicado á un anteojo de 52 líneas de diámetro y de 6 pies de longitud focal (1). El profe- sor Mr. de Arrest es actualmente director del observatorio de Copenhague, y desde el mes de setiembre de 1861 ha conti- nuado sus observaciones de nebulosas con un gran anteojo acromático de 11 pulgadas de diámetro y 16 pies de longitud focal, por consiguiente cree que la fuerza óptica es intermedia entre la del telescopio de reflexión de 20 pies de Herschel y la del telescopio de la misma clase, con el cual Mr. Lassel ha (1) Véase M. N., t. 17, p. 48. m observado también las nebulosas de 1852 á 1854. El anteojo de Copenhague ha permitido á Mr. de Arrest no solo recono- cer todas las nebulosas de Herschel, sino también descubrir mas de un centenar de ellas entre 776 observadas en 8 me- ses. Ha podido ver también en circunstancias favorables, y con alguna dificultad, ciertas nebulosas indicadas por Mr. Lassel. Al hacer sus observaciones, solo Mr. Arrest ha descubierto prontamente que apenas podria combinar la observación de cuerpos celestes de luz muy débil con la lectura microscópica délos círculos de su instrumento. Deaquí resulta que su nuevo catálogo no procurará con toda la exactitud posible la posición absoluta de cada cuerpo sobre la esfera celeste. Esta posición no se da mas que en el minuto de grado en ascensión recta y en declinación; pero como las nebulosas se comparan muy cui- dadosamente con las estrellas pequeñas inmediatas por medio de micrómetros anular y filar, se tendrá así un buen medio de reconocer exactamente sus movimientos propios relativamente á estas estrellas, lo cual constituye uno de los fines principales de las investigaciones de Mr. Arrest. Este astrónomo ha pu- blicado en el núm. 1366 de las A. N. una noticia interesante * sobre sus últimos trabajos, con fecha del 20 de mayo de 1862. Yoy á tomar de ella algunos detalles para completar los anteriores. Variabilidad de brillo de las nebulosas . Mr. de Arrest admite como muy fundado uno de los resul- tados del gran trabajo de Argelander, que ha dado lugar á su nuevo catálogo de estrellas, y es que para 50.000 estrellas ya bien reconocidas, no existe mas que un pequeño número, cuyo brillo sea variable periódicamente; y cree que ya se puede, aunque con menos certidumbre, afirmar que sucede poco mas ó menos lo mismo con las nebulosas. Sir \Y. Herschel había subdividido las nebulosas en tres clases, atendiendo á su grado de claridad. Mr. de Arrest ha hallado un gran número de casos en que las nebulosas, según 822 ♦ habían sido primeramente clasificadas por Herschel, debían ahora variarse una ó dos unidades de clase. Este último había variado por sí propio en cierto número de años varias de sus apreciaciones. Pero atendida la gran diversidad de las influen- cias atmosféricas en los climas húmedos para observaciones de esta clase, Mr. de Arresf cree, como Mr. Otto Struve, que debe haber la mayor circunspección en las conclusiones que hay que deducir de las variabilidades de esta especie. Sin em- bargo, indica un corto número de casos, en que ha podido comprobar positivamente alguna variabilidad. El primero de estos casos es el que resulta de las observa- ciones de Mr. Otto Struve sobre la nebulosa de Orion, de que antes he hablado. Las observaciones de esta nebulosa que hace poco ha hecho Mr. de Arrest varias veces con su gran anteojo en noches favorables, han confirmado las de Mr. Struve, par- ticularmente en cuanto concierne al puente sobre el gran estre- cho, que algunas veces ha sido muy visible en Copenhague en el invierno último, y ha aparecido tal como lo ha representado Mr. Lassell. El segundo caso de variabilidad bien comprobada es la desaparición casi total de una pequeña y débil nebulosa des- cubierta por Mr. Hind el 11 de octubre de 1852 en la cons- telación del Toro, reconocida por otros astrónomos, y fácil- mente visible todavía á principios de 1856 con un anteojo de 6 pies de longitud focal. Dos años después solo se veia con mucha dificultad en el heliómetro del observatorio de Konigs- berg. Era invisible el 3 de octubre de 1861 con el gran an- teojo de Copenhague. Mr. Chacornac con el nuevo telescopio de Mr. Foucault, y Mr. Lassell, de Malta, con su telescopio de reflexión de 4 pies de diámetro, la han buscado inútilmente en 1862, mientras que todavía ha podido descubrirse con e gran anteojo acromático de Poulkowa. Una curiosa circuns- tancia, relacionada con la gran disminución de brillo de esta nebulosa, es que esta disminución ha coincidido con la de una pequeña estrella qué se hallaba casi en contacto con la nebu- losa. Mr. Árgelander calculaba en 1852 la magnitud de esta estrella en 9,4; no tenia mas que 16.a magnitud en 1858, 11.a en 1861, y de 13.a á i 4.a en febrero de 1862. 523 Sir John Hersekel ha creído encontrar últimamente otro ejemplo de desaparición de nebulosa, no viendo inscrita en el primer catálogo de Mr. de Arrest una muy débil inme- diata á otras dos en la cabellera de Berenice, y reconocida por Sir \V. Hersekel. Pero Mr. Ckacornac ha comprobado con el nuevo telescopio de Mr. Foucault que esta débil nebulosa era todavía muy visible, y Mr. de Arrest la ha observado tam- bién con su gran anleojo. Este astrónomo cita igualmente un corto número de casos en que podría haber habido variabili- dad de brillo y aun desaparición de nebulosas, pero estos casos no están tan bien comprobados como el de la nebulosa de Mr. Hind. Nebulosas dobles. Sir John Hersekel ha observado en su gran Memoria sobre las nebulosas, publicada en las Transacciones filosóficas de 1833, pág. 502, que el número de nebulosas físicamente unidas en- tre sí es verosímilmente mas considerable, relativamente al número total de nebulosas, de lo que lo es el de las estrellas dobles respecto de las estrellas fijas (1). Admitiendo una dis- tancia múluíá de 5 minutos de grado como la mayor para las nebulosas dobles, Mr. de Arrest cuenta ya cerca de 50 com- prendidas en este límite, y cree que puede haber 200 ó 300 de ellas en un número total de cerca de 3.000 nebulosas en la parte del cielo visible para nosotros (2). Esta proporción considerable de nebulosas dobles es propia para hacer presu- mir que hay aquí una conexión real entre estos grupos, y su aspecto confirma esta idea, particularmente en el caso en que (í) Un corto análisis de este esceleníe trabajo de Sir J. Herschel, al cual acompaña una lámina, se ha publicado en los cuadernos de junio y julio de 1834 de la Bibíioiheque universelle de Géneve. (2) Hace poco que ha publicado Mr. de Arrest, en el núm. 1369 de los A. K., un catálogo para principios de 1861 de las posiciones y aspee- tos de 50 nebulosas dobles que ya ha reconocido, una docena de las cua- les son nuevas. 524 se ve que se presentan formas raras á la vez en dos ejempla- res iguales. Sir W. Hersehel no parece que ha tenido idea de esta unión física entre las nebulosas, pero Sir John habla cla- ramente de ella repetidas veces. Apenas puede dudarse, por consiguiente, que haya que calcular mas ó menos tarde las ór- bitas de nebulosas dobles. Mr. de Arrest menciona algunos casos particulares de ne- bulosas de esta clase, una de las cuales es triple. No hay toda- vía mas que uno reconocido, ó comparando las distancias y las posiciones respectivas de las dos nebulosas de un mismo grupo observadas en 1785, 1827 y 1862 se encuentran cam- bios notables, que parecen indicar un movimiento de revolu- ción,de una al rededor de la otra. Esta doble nebulosa, par- ticularmente interesante, está situada á 109° 12' de ascensión recta y 29° 45' de declinación boreal. Mr. Lassell la ha repre- sentado con el núm. 9 de la lámina 11 que acompaña á su Memoria, inserta en el volumen 23 de la colección, en 4.°, de las de la Sociedad astronómica de Londres. Las dos componen- tes son muy distintas, aunque su distancia mútua no sea ac- tualmente mas que de 28 segundos de grado; pero son difíciles de ver cuando los hilos del micrómetro están iluminados. En- tre los dos se halla una estrella muy pequeña, exactamente en el mismo sitio en que la habia encontrado Mr. Lassell hace 10 años. Mr. de Arrest citará á su tiempo algunos otros casos análogos de cambio de posición relativa en nebulosas dobles, cuando termine su trabajo sobre este asunto. Según lo que hasta ahora ha podido ver, no presume que en ninguno de es- tos grupos se encuentren nebulosas de tan cortas duraciones de revolución como las que se han comprobado en algunas de las estrellas dobles. Por último, Mr. de Arrest refiere un cortísimo numero de casos en que ha podido, comparando una nebulosa con alguna pequeña estrella próxima, y repitiendo esta comparación ai cabo de cierto tiempo, comprobar ligeras diferencias de distan- cia ó de posición, que podrían indicar un movimiento propio en uno ú otro de estos astros. Termino aquí esta corta revista, en la cual no he podido hacer mas que una ligera reseña de los trabajos actuales de m observación sobre una de las partes mas difíciles y menos adelantadas de la ciencia astronómica. Post scriptum. Mr. de Arres! acaba de anunciar en el nú- mero 1378 de los A. N., que ha reconocido en la constela- ción del Toro la existencia de una segunda nebulosa de brillo variable. (Por la sección de Ciencias Exactas, Ricardo Rüiz.) CIENCIAS FISICAS. QUIMICA. Trasformacion de la aldehido en alcohol; por Mr. Wurtz. (L’Institul, 44 mayo 4862.) >.♦ De una nota presentada por Mr. Balard, en nombre de Mr. Wurtz, á la Academia de Ciencias de París, tomamos io si- guiente. Hace poco, dice Mr. Wurtz, que he logrado trasformar el óxido de elileno en alcohol añadiéndole directamente hidróge- no, es decir, haciendo obrar una solución acuosa de óxido de etileno sobre la amalgama de sodio, reactivo que ya en otro tiempo empleó Mr. Melsens para verificar sustituciones inver- sas, y á que diversos químicos han vuelto á dar importancia en estos últimos tiempos, bien para sustituir el hidrógeno al cloro, bien para agregarle á cuerpos orgánicos no saturados . También he dado á conocer un experimento que hace ya algunos años verifiqué, y en el cual traté inútilmente de tras- formar el cuerpo isomérico del óxido de etileno, ó sea la alde- hido, en alcohol por la acción del hidrógeno, tal como se des- prende de una mezcla de zinc y de ácido sulfúrico diluido. Este doble resultado me sorprendió tanto mas, cuanto que las relaciones del alcohol con la aldehida son seguramente mas íntimas que las del alcohol con el óxido de etileno. Temiendo, por consiguiente, que hubiese error en mis primeros experi- mentos con la aldehida, los he repetido, y he obtenido el mis- mo resultado. Se añadieron 5 gramos de aldehida pura á zinc y ácido sulfúrico diluido colocados en un matraz. Este estaba rodeado 527 de hielo, y tenia un tubo de desprendimiento doblado en dos ángulos rectos, cuyo brazo mayor se sumerjia en una probeta llena de mercurio. Esta disposición tenia por objeto aumentar la presión. Al dia siguiente la solución de sulfato exhalaba todavía un fuerte olor de aldehida. Se destiló el líquido, reci- biendo los productos en un recipiente bien frió, y suspendiendo la operación «cuando el termómetro se fijó por algún tiempo en 100 ó algo mas. Después de rectificar el líquido destilado, resultó que antes de los 40s pasaron 2* gramos de aldehida; lo que quedó se mezcló con carbonato de potasa seco, que pro- dujo la separación de una capa de un líquido ligero, poco abundante, y que todavía desprendía un fuerte olor de aldehi- da. En contacto con la potasa cáustica este líquido formó la re- sina de aldehida; por ia destilación no pudo separarse mas que vestigios de un líquido que tenia poco mas ó menos el punto de ebullición del alcohol, pero no su olor. Sin poder afirmar que no se forme alcohol en esta circunstancia, tengo por seguro que solo pueden producirse vestigios de él. El mismo resultado se obtuvo cuando se sustituyó el ácido clorhídrico al sulfúrico. El líquido mencionado en último lu- gar era quizá un poco mas abundante; pero la cantidad, insu- ficiente para una análisis, no ascendía á la vigésima parte de la aldehida hallada. Mezclado con ácido sulfúrico concentrado, subió la temperatura; pero la mezcla se ennegreció inmediata- mente espesándose. No he podido conseguir mejor la trasformacion de la alde- hida en alcohol, aunque reemplacé en los experimentos ante- riores el zinc por el hierro ó por una amalgama de zinc rica en zinc; en este último caso la acción del ácido fué lenta é in- completa. Por el contrario, con la amalgama de sodio es fácil conver- tir la aldehida en alcohol, y el experimento sale bien aun en las peores condiciones, es decir, poniendo simplemente una solución acuosa y diluida de aldehida en contacto con la amal- gama de sodio. La sosa formada en este caso resinifica una porción de la aldehida, pero otra porción de este cuerpo se convierte en alcohol. La cantidad de alcohol formada es notable cuando se tiene 528 cuidado de añadir al líquido convenientemente enfriado ácido clorhídrico en pequeñas porciones , de modo que el líquido conserve siempre una ligera reacción acida. En este caso se verifica rápidamente la trasformacion. Cuando termina la reacción, si se destila el producto, no se vuelve á encontrar vestigio alguno de aldehida, pero puede separarse por medio del carbonato de potasa seco, de los pri- meros productos que han pasado, una capa de un líquido que contiene una notable cantidad de alcohol. Este pasa primero cuando se rectifica el producto; pero al fin el termómetro sube poco á poco á mas de 90°, y queda una corta cantidad de un líquido, que tiene el olor y sabor de la acraldehida de Mr. Bauer, ó del cuerpo obtenido por Mr. Lieben por la acción de ciertas sales sobre la aldehida. El alcohol obtenido en esta circunstancia se purificó por destilación sobre el carbonato de potasa, después sobre la ba- rita cáustica: tenia exactamente el olor y el punto de ebulli- ción del alcohol común: tratado con el potasio desprendió hi- drógeno, y dió etilato de potasio. Como la análisis de este al- cohol no produjo resultados perfectamente correctos, se le tras- formó en yoduro de etilo, el cual pasó por la destilación entre 72° y 73°, y analizado dió C— 14,7, H— 3,4. La fórmula 02O//5 1 exije C— 15,2, iZ=3,l. En contacto con el etilato de potasio obtenido antes, este yoduro de etilo dió yoduro de po- tasio y eter. ti No queda, por consiguiente, ninguna duda con respecto al hecho de la formación del alcohol por la adición directa á los elementos del hidrógeno desprendido por la amalgama de so- dio. ¿Por qué no se verifica esta misma trasformacion, ó solo se verifica con dificultad por la acción del hidrógeno que queda en libertad con el zinc ó con el hierro? Esta cuestión es difícil de resolver: quizá esta diferencia tiene relación con el hecho de que un átomo de estos dos últimos metales 0=6 6, Fe O =5 4) desaloja que puede desprenderse en estado de hidrógeno libre, mientras que un átomo de sodio (Na— 23) desaloja H , que tiene necesidad de combinarse con H para formar hidró- geno libre, ó con un cuerpo ávido de hidrógeno; pero esto no es mas que una simple conjetura, en la cual no insisto. Debo añadir que no he obtenido vestigio alguno de alcohol, introduciendo óxido de etileno en una mezcla de ácido sulfú- rico diluido y de zinc. El nuevo metal tallo; por Mr. Lamy. (Cosmos, 21 junio -1862.) Examinando con el aparato de Kirchhoff y Bunsen para la análisis espectral un ejemplar de selenio, preparado en el la- boratorio de Mr. Kuhlman, en Loos, descubrió Mr. Lamy una raya verde perfectamente marcada, que no se le había presen- tado en ninguno de los muchos cuerpos simples ó compuestos minerales que había estudiado. Ignoraba entonces que un químico inglés, Mr. W. Crookes, había no solamente descubierto la misma raya verde en cir- cunstancias casi análogas, sino también dado el nombre de talio ( thallium ) al elemento nuevo, que suponía ser un meta- loide perteneciente ai grupo del azufre. Con gran sagacidad había indicado Mr. Crookes algunas de las propiedades quími- cas del elemento encerrado en estas combinaciones; pero la pequeña cantidad de materia primera sobre la cual había operado, no le había permitido aislar y reconocer su natura- leza. Por su parte Mr. Lamy ha tratado de aislar el nuevo ele- mento, buscándolo en los depósitos de las cámaras de plomo, de las cuales se había sacado el ejemplar de selenio que le ha- bía dado con el espectróseopo la raya verde característica. Esta raya es la que naturalmente ha servido de guia en sus inves- tigaciones, y le ha permitido llegar á la preparación de com- puestos cristalinos perfectamente definidos, de los cuales puede separarse el talio, empleando por la primera vez la pila eléc- trica. Propiedades del talio. El talio presenta todos los caracte- res de un verdadero metal, y por sus propiedades físicas se pa- rece mucho al plomo. Es algo menos blanco que la plata, y tiene un brillo muy vivo en su fractura cuanto está reciente: parece amarillento cuando se frota contra un cuerpo duro; pero este color es sin duda debido á una oxidación, porque el me- TOMO XII. 34 o30 tal que se acaba de precipitar por la pila de una disolución acuosa, ó fundido en una corriente de hidrógeno, es blanco con un tinte gris azulado, parecido al del aluminio. El talioes muy blando y muy maleable; puede rayarse con la uña, y cortarse fácilmente con el cuchillo. Mancha el papel, dejando una señal con reflejos amarillos. Su densidad, 11,9, es algo ma- yor que la del plomo. Se funde á 290°, y se volatiliza al rojo. Por último, el talio tiene una gran tendencia á cristalizar, pues los lingotes obtenidos por la fusión, producen el crujido del estaño al doblarlos. Pero la propiedad física por escelencia del talio, la que, según los admirables trabajos de MM. Kirchhoff y Bunsen, caracteriza al elemento metálico, es la facultad que tiene de dar ala llama pura del gas un color verde sumamente hermoso, y en el espectro de esta llama producir una raya verde única, también aislada, y tan claramente marcada, como la raya amarilla del sodio ó la raya roja del litio. La mas li- jera partícula de talio, ó de una de estas sales, hace aparecer la línea verde tan brillante, que parece blanca: ------ -- — de r 50.000.000 gramo puede todavía ser perceptible en un compuesto, según el cálculo de Mr. Lamy. El talio se empaña rápidamente por su esposicion al aire, cubriéndose de una película delgada de óxido, que preserva de alteración el resto del metal. Este óxido es soluble, manifiestamente alcalino, y tiene un olor análogo al de la potasa. Por este carácter, como por el carácter óptico, se asemeja á los metales alcalinos. El talio es atacado por el cloro lentamente á la temperatura ordinaria, y rápidamente á una temperatura superior á 240°. Entonces el metal fundido se pone candente, y da origen á un líquido amarillento, que se pierde por el enfriamiento en una masadle color algo mas bajo. Guando está recien preparado conserva su brillo metá- lico en el agua, no la descompone á la temperatura de la ebullición, pero separa de ella los elementos con auxilio de un ácido, desprendiendo hidrógeno. Los ácidos sulfúrico y nítrico son los que lo atacan con mas facilidad, sobre todo con auxilio del calor. El ácido clorhídrico, que hierve menos, le disuelve con mucha dificultad. En estas circunstancias se forman sales 53 i blancas, sulfato y nitrato solubles, que cristalizan con facili- dad, y un cloruro blanco muy poco soluble, pero que también es susceptible de cristalizar. El cloruro formado por la acción directa del cloro ó del agua regia se deposita de su disolución acuosa en forma de magníficas placas cristalizadas amarillas, que parecen pertenecer al sistema romboédrico. El zinc preci- pita al talio de sus disoluciones de sulfato y de nitrato. El ácido clorhídrico y los protocloruros dan con las mismas diso- luciones un precipitado blanco de cloruro de talio, parecido al cloruro de plata, pero algo soluble en agua, muy poco en el amoniaco, y por otra parle inalterable á la luz. El ácido sulfhí- drico no tiene acción sobre los líquidos puros neutros ó áci- dos; pero si son alcalinos produce un voluminoso precipitado, que se reúne fácilmente en el fondo de la vasija, y que es in- soluble en un esceso del precipitante. Por último, lo potasa, la sosa y el amoniaco no desalojan al óxido de talio en combi- nación con los ácidos sulfúrico y nítrico. Estado natural, y extracción. Mr. Lamy ha hallado talio en varias especies de piritas, de las cuales se esplotan en la ac- tualidad masas considerables para la fabricación del ácido sul- fúrico, especialmente en las piritas belgas de Iheux, de Na- mur y de Philippeville. Le ha encontrado también en ejempla- res procedentes de las cercanías de Nantes, y de Solivia en América. Pero no ha visto vestigios de él en las piritas de Chessy, cerca de Lyon, ni en otros doce ejemplares mineraló- gicos de diversas partes de Europa. En rigor, podría estraerse el talio de las piritas que lo con- tienen; pero la poca cantidad que hay en ellas, quizá una cien- milésima, hace que sea preferible buscarlo en los depósitos de las cámaras de plomo, en las cuales se acumula en cantidad notable durante la fabricación del ácido sulfúrico. De estos depósitos talíferos, ricos en muchas milésimas, es de los que ha estraido Mr. Lamy el nuevo metal talio, por medio del agua regia, y ha podido presentar á la Academia un pequeño lingote de él, de peso de 14 gramos, y otros hermosos ejem- plares de sulfato, nitrato y cloruro de talio cristalizados. Aplicaciones de la análisis espectral. (L/Ami des Sciences, \\ mayo 4 862, ) # A los dos metales que se han descubierto por el nuevo mé- todo de análisis química, el cesio y el rubidio, acaba de aña- dirse un metaloide del grupo del azufre, el talio (thallium), que halló Mr. Croockes en un depósito selenífero de Tilkerode, en las montañas del Hartz, y que está caracterizado por una sola línea verde sobre fondo negro entre dos rayas conoci- das del espectro. A la astronomía se la abre un campo de ilimitadas inves- tigaciones; penetramos en el secreto de la composición de ios astros mas distantes. Citaremos con este motivo una poética comparación de Mr. Foucault. ¿Qué importan, dice, los 30 millones de leguas que nos se- paran del sol? Cada sustancia reducida á vapor vibra como un arpa con una sonoridad propia, que lanza sus rayos en el es- pacio como notas luminosas dotadas de un timbre inalterable, y capaces de salvar las mayores distancias. El prisma esparce en el espectro sus innumerables rayos; están, por decirlo así, nu- merados por orden; y si encierran los signos característicos de sustancias conocidas entre nuestros elementos, la consecuencia es precisa: estas sustancias pertenecen necesariamente al sol. La raya que corresponde al sodio falta en Sirio y en Polux: este cuerpo no se encuentra en la atmósfera de estos soles; y está lejos de suceder lo mismo en la nuestra, en que se descubre casi constantemente. Su característica en los experi- mentos terrestres es una raya de color amarillo leonado. Por lo demás, esta es la reacción que escede en sensibilidad á to- das las demás. Un cálculo de Mr. Bunsen demuestra que la vista percibe con mucha claridad la presencia de menos de una tresmillonésima de miligramo de cloruro de sodio. El choque incesante de las olas del Océano, de que está cu- bierta la superficie del globo en sus dos tercios , produce continuamente polvo de agua salada, que se ha esparcido en la atmósfera por sus grandes corrientes. MM. Bunsen y Kirch- hoff emiten en la Memoria en que espolien su descubrimien- to (1) hipótesis muy interesantes sobre la presencia de este ele- mento en el aire. Quizá está destinado á suministrar á los se- res de organización inferior las sales que los animales superio- res y las plantas sacan del suelo. Si existen, dicen, como no es permitido dudarlo, influencias catalíticas susceptibles de pro- pagar infecciones miasmáticas, sería posible que una sustan- cia que tenga propiedades antisépticas, como la sal marina, ejerza una influencia contraria, aunque no exista mas que en cantidades sumamente pequeñas. Por observaciones seguidas y diarias será fácil reconocer si las variaciones de intensidad de las rayas del espectro que corresponden al sodio están en re- lación con la aparición y la marcha de las enfermedades en- démicas. Todas las aguas minerales podrán analizarse con una exac- titud hasta el dia desconocida, y se descubrirá la causa de sus cualidades, en que hay todavía tanto misterio. Uno de nuestros hábiles químicos, Mr. Grandeau, siguiendo las huellas de los sabios profesores de Heidelberg, ha encontrado cinco sustan- cias nuevas en el agua mineral de Bourbonne-les-Bains, á sa- ber: la litina, la eslronciana, el ácido bórico, el cesio y el ru- bidio. Estos últimos cuerpos existen en ella aun en cantidad considerable, porque se han exíraido cerca de 2 gramos de 10 litros de agua mineral (2). La análisis espectral ofrece sobre todo un vivo interés para la medicina homeopática, ála cual generalmente se censura porque no puede comprobar la presencia de los medicamentos en dosis infinitesimales. El Dr. Ch. Ozonam se ha apresurado á someterlos al nuevo procedimiento químico; yen un folleto que acaba de publicar (3), demuestra que puede reconocerse el litio en una gota de la sesta dilución, en que el cálculo solo indica la pre- sencia de 5 billonésimas de miligramo de este cuerpo. Un (í) Júnales de physique et de chimie , t. 62. (2) Bevue d'hydrologie . (3) Les doses infinitesimales devant la déeouverte de Bimsen. París, librería de Bailii-Baillíere^ 1862. 534 experimento con el cloruro de sodio escode considerablemente, en cuanto á la delicadeza de apreciación, al que ha hecho Mr. Bunsen, porque por él se ha averiguado la cantidad de 0.000.000.000.000.03 de miligramo, y este compuesto contiene un tercio de sodio y dos de cloro. Mr. Plucker, sabio aleman, había hecho en 1858 investi- gaciones acerca de los espectros de la luz que se manifiesta cuando se hace pasar la descarga eléctrica por tubos llenos de vapores ó de gases muy enrarecidos (1). Comprobó que exa- minando sus rayas brillantes ú oscuras se podia, no solo reco- nocer el gas contenido en los tubos, sino también, en el caso de los gases compuestos, seguir su descomposición, y en seguida la desaparición de uno de los elementos á consecuencia de su combinación con los electrodos. Se hallarán detalles sobre este asunto en el Cosmos , t. 13, p. 307. El magnífico espectro del ácido sulfúrico se trasforma poco á poco en el del ácido sulfuroso. Si se interrumpe la corriente, recobra su estado primitivo, porque el gas ácido sulfuroso es reemplazado por vapores de ácido sulfúrico. Lo mismo sucede- con el espectro del hidrógeno seleniado. Bajo la influencia de la corriente se descompone el gas, se deposita el selenio sobre las paredes del vidrio, y se ve aparecer el espectro del hidrógeno. Después de una interrup- ción bastante larga se verifica la recomposición , y vuelve á hallarse el espectro del hidrógeno seleniado. Hemos hablado en otra ocasión de la naturaleza eléctrica de las auroras polares (2). Después de haber espuesto la teo- ría de Mr. de la Bive, decíamos que este físico, haciendo pa- sar en un aire muy enrarecido una serie de descargas eléctri- cas bajo la influencia de un fuerte polo magnético, habia con- (!) Son tubos de vidrio, construidos por Mr. Geissler de Bonn. At cerrarlos se colocan en las condiciones de la cámara barométrica, y se hace pasar por ellos, antes de soldarlos, una cantidad bastante pequeña de un gas ó de un vapor, para que este gas ó este vapor no esté mas que á medio milímetro de presión. En los dos estremos de los tubos se sueldan dos hilos de platino, que penetran en él i ó 2 centí- metros. (2) Amides Sciences de 1860, núm. 41. 535 seguido dar una exacta representación en miniatura del fenó- meno natural. Este experimento ofrece una completa identidad en las formas, los colores y los movimientos de la superficie luminosa. Las partículas de platino son trasportadas en estado candente, siguiendo la dirección de las curvas magnéticas que pasan por el eslremo del hilo negativo. En un interesantísimo artículo del American Journal o f Science and art (1) demues- tra Mr. B. Marsh, por nuevas observaciones, que en la natu- raleza se verifica el hecho como en el gabinete de física. El globo es el imán que dirije los rayos eléctricos del anillo auro- ral siguiendo las curvas magnéticas, y dándoles movimiento de rotación. Los rayos ó corrientes del polo Norte siguen estas curvas, atravesando el espacio hasta el polo Sur, en que se verifica un fenómeno semejante, solo que no son luminosos mas que hasta la altura de unas 600 millas, pues la sustancia que las hace brillar, va siendo cada vez mas rara á medida que se alejan del globo. ¿Cuál es esta sustancia? ¿Pertenece solo á la atmósfera? Esta cuestión es sumamente importante para los que quieran llegar á una esplicacion completamente satis- factoria del mas magnífico y misterioso fenómeno de nuestro planeta. La respuesta, sin duda, se encontrará en la análisis de la luz de una aurora boreal por el método de MM. Bunsen y Kirchhoff. Es de esperar que sobre este punto se verá muy pronto satisfecha nuestra curiosidad científica. (í) Mayo 1861. QUIMICA ORGANICA. Sobre los micodermos , y un nuevo 'procedimiento industrial de fabricación del vinagre; por Mr. Pasteur. (Cosmos, 48 julio \ 862.) » Tuve el honor de dar á conocer á la Academia en una de sus sesiones del mes de febrero de este año la facultad que tienen los micodermos, especialmente la flor del vino y la flor del vinagre, de servir de medios de trasporte del oxígeno del aire sobre una multitud de sustancias orgánicas, y de produ- cir su combustión con una rapidez á veces sorprendente. El estudio de esta propiedad de los micodermos me ha conducido á un procedimiento nuevo de fabricación de los vi- nagres, que me parece destinado á ocupar un lugar en esta industria (1). He aquí este procedimiento, que ha llegado á ser suma- mente sencillo y económico después de numerosos experi- mentos. Pongo el Mycoderma aceti ó la flor del vinagre en la super- ficie de un líquido compuesto de agua común, qne contenga 2 por 100 de su volumen de alcohol y 1 por 100 de ácido acé- tico, procedente de una operación anterior, y además unas 10 milésimas de fosfatos alcalinos y térreos, según ahora diré. La pequeña planta se desarrolla, y cubre bien pronto la su- perficie del líquido, sin que quede en ella el menor lugar va- cío: al mismo tiempo se acetifica el alcohol. Guando la opera - (1) Como suele suceder que algunos principios científicos, publica- dos por sus autores, sirven en manos de otros para obtener privilegios de invención, fundados en añadir nuevas disposiciones al aparato ó mo- dificaciones insignificantes, yo he obtenido antes de mi comunicación del mes de febrero, y siguiendo el parecer de personas autorizadas, un pri- vilegio que precederia á todos los que pudiese producir mi trabajo, y añado que estoy resuelto desde ahora á abandonarle al dominio pú- blico. 53*7 cion ya marcha bien, y la mitad, por ejemplo, de la cantidad total de alcohol empleada desde el principio se trasforma en ácido acético, se añade todos los dias alcohol en pequeñas porciones, vino ó cerveza alcoholizados, hasta que el líquido haya recibido bastante alcohol para que el vinagre señale el grado comercial que se desee. Mientras la planta puede produ- cir la acetificación , se va añadiendo alcohol. Cuando su acción empieza á gastarse, es menester dejar que acabe la acetificación del alcohol que queda todavía en el líquido. Se separa entonces este último, en seguida se aparta la planta, que lavada, puede dar un líquido algo ácido y ni- trogenado, capaz de servir después. En seguida se pone otra vez en acción la cuba. Acabo de indicar una de las maneras de poner en acción la cuba, pero se modifican de diversos modos. Es indispensable hacer que no falte alcohol á la planta, porque la facultad de trasportar el oxígeno se aplicaría en este caso, por una parte al ácido acético, que se trasformaria en agua y en ácido carbónico, y por otra á principios volátiles mal determinados, cuya falla hace que el vinagre tenga sabor insípido, y carezca de aroma. Además, la planta separada de su oficio natural de acetificar, vuelve á él después con una energía mucho menor. Otra precaución no menos necesaria hay que tener, y consiste en no provocar un gran desarrollo de la planta, porque su actividad se aumentaría, y el ácido acético se trasformaria parcialmente en agua y ácido carbó- nico, aun cuando hubiese alcohol en disolución en el líquido. Una cuba de 1 metro cuadrado de superficie, que contenga de 50 á 100 litros de líquido, da cada dia el equivalente á 5 ó 6 litros de vinagre. Por medio de un termómetro dividido en dé- cimos de grado, cuyo recipiente se sumerje en el líquido y la varilla se deja que salga fuera de la cuba por un agujero practicado en la tapa, puede seguirse con facilidad la marcha de la operación. Creo que las mejores vasijas que pueden emplearse son cu- bas de madera, redondas ó cuadradas, poco profundas, aná- logas á las que sirven en las fábricas de cerveza para enfriar esta, y provistas de tapas que en sus extremos tengan peque» 538 ñas aberturas para que se renueve al aire. Dos tubos de guta- percha, fijados en el fondo de la cuba, y que tengan varios agujeritos laterales, sirven para añadir líquidos alcohólicos, sin que sea necesario quitar las planchas de la lapa, ó la capa que se forma en la superficie. Las cubas mayores que he podido utilizar, según lo que el local permitía, tenian 1 metro cuadrado de superficie y 20 centímetros de profundidad: las ventajas del procedimiento han sido tanto mas sensibles, cuanto mayores las dimensiones de las vasijas que he empleado, y menor la temperatura. He dicho que el líquido, en cuya superficie pongo el mico- dermo, debía tener fosfatos en disolución, los cuales son los alimentos minerales de la planta. Además, si entre estos fosfa- tos se halla el de amoniaco, la planta quita á la base de esta sal todo el nitrógeno que necesita, de tal manera que puede producirse la acetificación completa de un líquido alcohólico que contenga cerca de una diezmilésima de cada una de las sales siguientes: fosfatos de amoniaco, de potasa, de magne- sia, quedando disuelíos estos últimos á favor de una corta can- tidad de ácido acético, la cual produce al mismo tiempo que el alcohol todo el carbón necesario para la planta. Sin embargo, con objeto de tener un desarrollo algo mas rápido y un estado físico mas activo del micodermo, es conve- niente añadir al líquido que tiene fosfato una corta cantidad de materias albuminóideas, que le suministran nitrógeno y carbón, y sin duda también una parte de los fosfatos bajo una forma mas asimilable. Con este objeto uso agua de cebada, cerveza, agua de fermento, ó también el agua de maceracion de las raicillas de cebada germinada. También podrían utili- zarse el vino, la sidra, todos los líquidos fermentados, y aun la mayor parte de los zumos naturales. Pero con objeto de que se comprenda bien el papel de estos líquidos orgánicos albu- minosos, y cuán erróneas son las ideas que se han admitido en la ciencia sobre la pretendida trasformacion en fermentos de las materias albuminóideas por la alteración de estas últi- mas en contacto del aire, repito que se puede fácilmente hacer desarrollar el mycoderma aceti, y en condiciones en que es capaz de acetificar grandes cantidades de alcohol, suminis- 539 trándole únicamente amoniaco por alimento nitrogenado, por alimento carbonado ácido acético y alcohol, y por alimentos minerales, ácido fosfórico unido á las principales bases alca- linas y férreas. A la temperatura de 15 grados, si la semilla es buena, se necesitan dos ó tres dias á lo mas para que el micodermo cu- bra el líquido en cuya superficie se ha puesto, cualesquiera que sean las dimensiones de la cuba. Por buena semilla en- tiendo yo una planta joven, á propósito para multiplicarse, que aparezca, mirada con el microscopio, como formada por lar- gos rosarios, y no masas de granulaciones, como sucede cuando es un poco vieja, y ya ha servido por espacio de muchos dias como agente de combustión. En cuanto á la cantidad de la se- milla, un vasito de 1 decímetro de diámetro que contenga 100 centímetros cúbicos de líquido cubierto de la planta, basta para sembrar una cuba de 1 metro cuadrado de superficie. En este vaso se sumerje el estremo de una varilla de vidrio: la capa del micodermo se adhiere á ella en parte, y cuando en seguida se pone la varilla en el líquido de la cuba, se des- prende de ella, y queda en la superficie del líquido que hay que sembrar. Esta manipulación se repite mientras haya algo de tela en la superficie del vaso. En una fábrica en acción siempre habrá semilla preparada; pero si no la hubiese, bastará dejar en contacto del aire un lí- quido alcohólico y acético de la misma naturaleza del que he mencionado, para que aparezca el micodermo en él; solo que en este caso podrá suceder que haya que esperar varios dias y aun varias semanas antes que el aire de la atmósfera deposite el germen de la planta. ¿Cuáles son las ventajas de este nuevo procedimiento de acetificación? Antes de indicarlas recordaré que existen en la actualidad dos procedimientos industriales de fabricación del vinagre. El uno, conocido con el nombre de procedimiento de Orleans, se emplea especialmente en el Loiret y en la Meurfhe, y no es aplicable mas que al vino. Se pone vinagre de buena calidad en toneles de 200 litros de capacidad, colocados en hi- leras horizontales, calculando unos 100 litros por tonel, y 1 dé- cimo de volumen de vino común de calidad inferior, Al cabo 540 de 6 semanas ó 2 meses de espera mas ó menos se pueden apartar cada 8 ó 10 dias 10 litros de vinagre, y se añaden 10 litros de vino. Una vez en acción, cada tonel produce, por con- siguiente, cerca de 10 litros de vinagre cada 8 dias. No se toca á los toneles mas que cuando se necesita repararlos. Otro procedimiento hay que se conoce con el nombre de procedimiento de las virutas de haya ó procedimiento aleman. El líquido que se quiere acetificar cae gota á gota por tubos de paja ó cuerdas sobre virutas de madera de haya, amonto- nadas en grandes toneles, y que se hallan colocadas sobre un doble fondo dispuesto en la parte inferior, en que se reúne el líquido que se hace pasar varias veces sobre las virutas. El aire penetra por agujeros practicados en las duelas del tonel, y sale por la parte superior después de haber pasado por los intersticios de las virutas, en los cuales está en contacto con el líquido alcohólico que cae. Este procedimiento es muy có- modo, pero no puede aplicarse al vino ni á la cerveza en es- tado natural, y sus productos son de inferior calidad. El pre- cio de los vinagres de vino es casi doble del de los vinagres de alcohol, con cuyo nombre se designan generalmente los vina- gres fabricados por el procedimiento de las virutas de haya: además, este procedimiento produce pérdidas considerables de primera materia, porque el líquido alcohólico muy dividido está siempre sometido á la acción de una corriente de aire calentado á causa de la misma acetificación. Debe notarse además, que la superioridad de los vinares de Orleans no consiste únicamente, como podría creerse, en que están fabricados con vino, sino especialmente en el mismo método de fabricación que conserva al vinagre principios vo- látiles de olor agradable, que quita casi por completo la cor- riente de aire y la elevación de temperatura en la fabricación de los vinagres de alcohol. A causa de estos principios, el vi- nagre de Orleans parece que tiene olor y sabor mas fuertes que los vinagres de alcohol, aun cuando la proporción de ácido no sea mayor en ellos, y aun algunas veces sea menor. Se dice que el procedimiento de Orleans tiene el incon- veniente de ser lento, y solo aplicable al vino. Además, como está enteramente abandonado á la rutina por la insuficiencia 541 de los progresos de la ciencia en cuanto á él se refiere, lodos los accidentes de la fabricación son perjudiciales, y no se tie- nen medios seguros de remediarlos ó de evitarlos. No se piensa mas que en fabricar, cualquiera que sea el precio del vino ó del alcohol, y apenas se concibe la interrupción total ó parcial de una fábrica de vinagre en el sistema de Orleans. Pero la calidad de los productos, y la aplicación posible del procedi- miento esclusivamenle al vino, le permite luchar con ventaja con el procedimiento de las virutas, que no puede utilizarse para el vino, y en general para los líquidos cargados de prin- cipios albuminóideos, porque sin duda ninguna se formarían cantidades tan abundantes de madre de vinagre, que se obs- truirían los intersticios de las virutas, y no podiendo circular el aire, se interrumpiría la acetificación. Convendrá que entremos todavía en algunos detalles so- bre un inconveniente muy singular del procedimiento de Or leans, que ha pasado enteramente desapercibido hasta ahora. Este inconveniente es debido, como voy á esplicarlo, á la pre- sencia bien conocida en los toneles de fabricación, de las an- guilillas del vinagre. Todos ios toneles, sin escepcion, en el sistema de fabricación de Orleans, están llenos de ellas; y como nunca se tocan mas que parcialmente, puesto que de 100 li- tros de vinagre no se sacan mas que 10 cada 8 dias, aña- diendo otros 10 de vino, su número es algunas veces prodi- gioso. Pero esíos animalillos tienen necesidad de aire para vi- vir: por otra parle, mis experimentos establecen que la aceti- ficación no se produce mas que en la superficie del liquido en una capa delgada de Micoderma aceti, que se renueva sin ce- sar. Supongamos esta capa bien formada, y con una acetifica- ción activa, todo el oxígeno que llega á la superficie del lí- quido lo aprovecha la planta, y no queda casi nada para las anguilillas. Entonces estas, sintiendo que no pueden respirar, y guiadas por uno de esos instintos maravillosos, de los cuales todos los animales nos presentan en diversos grados tan curio- sos ejemplos, se refugian en las paredes del tonel, en las cuales vienen á formar una capa húmeda, blanca, de mas de 1 milí- metro de gruesa y muchos centímetros de alta, animada y que hormiguea. Solo allí pueden respirar estos pequeños seres; 542 pero se comprende bien que no cedan fácilmente su sitio at micodermo. Muchas veces he presenciado la lucha que se ve- rifica entre la planta y ellas: á medida que esta, siguiendo las leyes de su desarrollo, se estiende poco á poco en la superfi- cie del liquido, las anguilillas, reunidas debajo de ella y fre- cuentemente en grupos, se esfuerzan por hacerla caer al fondo en pedazos, en cuyo estado no puede hacerlas daño, porque una vez sumerjida la planta, su acción es nula ó insensible. No dudo que muchas averías de los toneles en el procedimiento de Orleans son causadas por las anguilillas, y que estas son las que detienen y á veces suspenden la acetificación. Dicho esto, desde luego pueden conocerse y presumirse las ventajas del procedimiento que tengo el honor de comuni- car á la Academia: opero en cubas con lapas á una baja temperatura. Estas son las condiciones generales del procedi- miento de Orleans, pero dirijo la fabricación según deseo. En aquel procedimiento solo hay una cosa que produce la acetifi- cación, y es la capa que se forma en la superficie; pero yo la hago desarrollarse en condiciones que determino, y de las cuales soy dueño. No tengo anguilillas, porque si se produje- sen, no tendrían tiempo para multiplicarse, en razón de que cada cuba se renueva después que la planta ha ejercido toda la acción que puede ejercer. También la acetificación es por lo menos tres ó cuatro veces mas rápida que en Orleans en condiciones iguales por otra parte. Comparado con el procedimiento de las virutas de haya, las ventajas que presenta son por una parle la conservación de los principios que dan fuerza al vinagre, porque la acetifi- cación se verifica á una baja temperatura, y por otra una gran disminución de la pérdida en alcohol, porque la evaporación es muy escasa respecto de un líquido colocado en una cuba tapada. Por último, el nuevo procedimiento puede aplicarse á todos los líquidos alcohólicos, y probablemente con tanta fa- cilidad en una cuba de 10 metros cuadrados de superficie, como en otra de 1 metro cuadrado. Bien sé, sin embargo, que todo autor de un nuevo proce- dimiento industrial está siempre dispuesto á exajerarse las ventajas, y no pretendo estar libre de igual preocupación. So- 543 meto los resultados de mis estudios a la discusión y á la ex- periencia de las personas competentes ó interesadas , sin bus- car en ello mas que el progreso de la ciencia y de sus aplica- ciones. m tl> Ul í ; ! í j t'f Observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén. ni4 O o í=l I CCS «— i ce t-* ®í ^ E-. OC CO a© ao í©_ a a© = c© aO e© a© a© 20 r- r^. e-* e- co oc a© aor^ o 5 OC «auT C©* a©** t— " x-T Oí Oí Oí Oí ©í Oí «xw©wi> E" os so«w©!nj> £ co oc — ' “ oo ao" oT . | Oí <-¡ Oí OO «O E"« Ed '§ U 6 de la tarde. © 05 ^ E-, OO 05 ^ C© 05 CO Oí O 05 % ao c© oí oí" <-5¡r oc c c© ao c© c© ao ao e^* ©í -i# I>« 00 ® -aH °<© xüT r-" «© oT x^T co oí oí oí oí «í A Oí C© © c© c© 4-4 IC44 -3?( xsje ^ C© WCí't-V ©5" ao" 01 <— 1 oí 05 ao 05 £ co . 0 Ctí 3 ¿ -i t¿ U 03 ao © r- oí c© ao 05 co -i-i © 00 ao 00 s oT 0 *— * £ oí «© c© 05 ao c© CO x-H 00 co oo © 00 ao xa» os c© ^ * 0 = mWrt -síT oc °CO xsjT oo" C©" CO*" X* CO 05 — 4— 1 *5* 0 w •« •“CZ5 c© ao c© e© ao ao E^ E^« E^> E" CÓ Oí Oí Oí Oí Oí Oí T-1 Gí 05 ao E- » ñ & Oí co oo r*r Ci G5 © S£ -o «■5 ' -© O oo co ce CO rH «Tí © © 5 ao' E-" oT — T v^T oo* a© ao «© c© ao ao e^ r- r-- e- e-» E" oí co Oí £ os r- ao ao^E- -a# i ao" t-" sí ©í v-í os coaooosoíO E- E^ L''< L'- i- os co a© x# oo 05 *t— T «© ofa© co ■ x^" CO Oí Oí Oí Oí OÍ C0 9J005«Crt ©cooooo ao* oT «— * ©5' x-T os" Oí Oí OO ao S© o ^ 6 ©f O O ■ =1 a I '3 O u ►> t=3 ¡z; O ao r- 1 05 x^t CO GÍ r~ O© <3> Oí E"- C© r-t 00 CO 00 05 c C© OO Oí CO ao 05 ©-— JO OO C© CO -a# = c© ao c© c© ao ao co Oí Oí Oí ©í Oí t'» c-* t'» t-* i"« t'' 05 x^l 05 C© IT- E"> a© C© ffl T¡ O c — ja ' • £ .§ m 3 o 5f5^(NXOt> ©5 s© ao oí e-« a© 2 r r í- C\ f> b ao r-« Oí Oí X5j< os a© ao a© c© ao ao t'» e^ e- i~« e~« E- 00 05 . 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Cejó en algo el tiempo llu- vioso el 7, habiendo ocurrido solo una leve llovizna, y observado lijeras ráfagas de lluvia al S. y S. E. entre doce y dos de la tarde, y lluvia constante de S. E. á S. O. á las cuatro de la misma. Si esceptuáramos una insignificante llovizna acaecida por la madrugada del 8, sería este dia escepcional en la serie de los días lluviosos que vamos recorriendo, pues la mañana y tarde fueron bastante despejadas y agradables. En los dias que trascurrieron hasta el fin de este período, si bien se presenta- ron algunas mañanas claras y hermosas con el suelo cargado de abun- dante rocío, pocas fueron las tardes en que no cayera copiosa lluvia, unas veces en la ciudad y varias en otros puntos del horizonte. El 18, en cuya tarde descargó una fuerte turbonada, observóse á las nueve y me- dia de la noche un fenómeno que debiera llamar la atención de los ob- servadores. Agrúpanse con frecuencia al S. O. d S. E. cúmulos, que son un manantial de numerosas descargas eléctricas: á dicha hora, pues, di- visábase al 8. O. una nube, que á intérvalos iguales era iluminada por relámpagos difusos; á cierto número de estas descargas, y por consi- guiente á intervalos próximamente isócronos, serpenteaban en la misma relámpagos en zigzag, que ofrecían siempre análogas formas, curvatura y orientación. El 22 fué dia de transición*, el 23, aunque á cosa de las dos, se notó turbonada al S. y lijera lluvia al O. S. O., fué uno de los dias mas despejados de los trascurridos en este mes, y dió principio á una serie de dias medio despejados, que duraban aún al terminar el mes. A pesar de que á las cuatro de la mañana del 2 8 estaba el cielo mas se- reno que lo acostumbrado á estas horas, y no obstante de ser el viento apenas perceptible y la temperatura regular, no se depuso tanto rocío como los dias anteriores y siguientes en que flotaban cirros por la atmós- fera. Cerca de las diez de la noche del 30 se notó de nuevo el isocronis- mo de los intervalos entre los relámpagos, que descargaban dos elevados cúmulos, uno al S. E. y otro al S. S. E.: en este, el intervalo que mediaba entre una y otra descarga eléctrica era de 40 ; á 45'r, al paso que el otro o4 i relampagueaba de 16" en 16 '' á poca diferencia, la cual, al parecer, era proporcional á la intensidad de la chispa. Si esceptuamos una de las seis oscilaciones barométricas occurridas en este mes, las demás parecen haber guardado cierta relación entre su duración y amplitud: la segunda fue la mayor, y duró seis dias; la últi- ma no osciló mas que entre 0mm,3 7 y 0,0 8, y fué la que contó menor tiempo de duración; así se ve que ningún cambio brusco debe haber ocurrido en las ondulaciones barométricas, como en efecto no ocurrió, ha- biendo solo tenido que notarse algún cambio en las horas de máxima y mínima uno que otro dia. La presión máxima, 7 63mm,09, tuvo lugar á las diez del 22, dia, como dijimos, de transición entre los períodos llu- vioso y despejado; á la misma hora corría S. muy suave, y el termóme- tro estaba bastante elevado, pues media 3 Io, 6. La mínima, 754ram,08, ocurrió á las seis de la tarde del 3, mientras reinaba una completa calma y la temperatura 2 6o, 6. Con escepcion de la primera y segunda oscilaciones termométricas, que duraron aquella 7 y esta 6 dias, las demás fueron todas de insigni- ficante duración, pues en la mayor parte los ascensos y descensos alter- naban cada dos dias. El mismo dia que el máximo de presión atmosfé- rica tuvo lugar la temperatura máxima, 3 3°,3, á las cuatro de la tarde soplando E. N. E. apenas sensible. El mínimo de temperatura, 23°, 8, se apuntó el 7 á las seis de la mañana cuando el barómetro media 755mm,f»8, y corría S. O. casi insensible bajo un cielo claro, cruzado solo por al- gunos cúmulos sueltos. =Habana l.° de julio de 1862. (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Ruiz.) CIENCIAS NATURALES. PALEOUTOLOCill . De la flora europea , y de la configuración de los continentes en la época terciaria , según el conjunto de los trabajos del profesor Mr. Heer; por Mr. Alf. De Candolle. (Archives des Sciences physiques et naturelles, majo A 862.) Una de las obras mas importantes que en los últimos años se han publicado sobre las ciencias naturales, es indudable- mente la del profesor Heer, de Zurich, titulada Flora terciaria de Suiza (1), porque no comprende solo una descripción exacta y bien estensa de fósiles vegetales, sino también una especie de reconstrucción, por medio de hechos tomados de diferentes ciencias, así como del estado físico y geográfico del hemisfe- rio boreal, durante el largo período que siguió á la época cre- tácea y precedió á la actual. Nadie duda que eran ya muchí- simos los dalos acumulados; p’ero Mr. Heer los ha aumentado todavía considerablemente , y ninguno mejor que él podría hacerlo, porque es á la vez zoólogo y botánico, y posee, por consiguiente, todos los conocimientos necesarios para compa- rar las especies antiguas y las actuales, y para hacer que se dirijan á un mismo punto las indicaciones que suministra la geología, propiamente dicha, y los seres organizados. Las ana- (l) Flora tertiaria ffelvetice. Dio terticere Flora der Schmiz , von Dr. Oswald Heer, prof., etc., en 4.°, 3 entregas de testo y 1 volumen que comprende 156 láminas y un mapa geográfico. Winterthour, 1854—59. 549 logias que encuentra suelen ser ingeniosas, y sus conclusiones merecen llamar mucho la atención de los sabios, aun de los mas agenos á las investigaciones de la historia natural. La úl- tima parte de la obra, enteramente consagrada á las generali- dades sobre el clima, la vegetación y la fauna de los países de la época terciaria, hace comprender los resultados á que ha llegado el autor, y sus opiniones sobre ciertos puntos tan im- portantes como controvertidos. Faltaba algo para poder apreciar como se merece esta parte del gran trabajo de Mr. Heer, y era que se tradujese del a lemán á uno ó dos idiomas, por ejemplo el francés y el in- glés, familiares á la mayor parle de los hombres instruidos que no son de Alemania, porque pocos poseen los tres, si bien saben generalmente alguno de ellos además del suyo; y los sabios rusos, italianos, etc., leen siempre el francés, el inglés ó el aleman, de modo que un libro traducido en cualquiera de estos tres idiomas, se hace universal por decirlo así. Mr. Ch. Gaudin nos ha prestado un verdadero servicio traduciendo al francés la parte general de la Flora terciaria; y como ha pu- blicado su traducción á la vista del autor, con notas nuevas y un importante capítulo adicional, ha hecho realmente una se- gunda edición muy mejorada de la obra primitiva alemana. Las notas son, unas de Mr. Heer, y otras de Mr. Gaudin: el capí- tulo adicional es un trabajo de consideración, debido al conde Mr. Gastón de Saporta sobre las floras terciarias de la Proven- za, trabajo que contiene también una noticia geológica sobre la época terciaria de esta región, por Mr. Ph. Matheron. La tra- ducción, con todas estas adiciones, forma un tomo de 220 pági- nas en 4.°, con dos tablas y dos mapas geográficos (1); es por lo tanto un gran conjunto de hechos presentados bajo puntos de vista generales, mas bien que un resúmen. Aquí, por el contrario, nos proponemos concretar y resumir, reservando al lector el derecho de acudir á la obra, si desea noticias mas completas. (O Recherches sur le climat el la végétation du pays Urtiairc , por Oswal Heert traducción de Cfaarles-Th. -Gaudin, Í86Í, en casa de J. Cherbuliez, en Ginebra y en París. 550 Las formaciones llamadas terciarias se hallan sobrepues- tas á los terrenos cretáceos ó á los jurásicos, según las locali- dades: algunas veces descansan en terrenos mas antiguos, como el trias, el carbonífero y también el siluriano (1); á ellas han seguido las formaciones modernas, que los geólogos suponen datar desde el levantamieuto de los Alpes en su forma actual, sin que todavía se sepa si el espresado levantamiento fué rápido ó muy lento. Este cambio, de inmensa importancia para Eu- ropa, al que han seguido otros mas ó menos graves, consti- tuye un límite formal, aunque vago en cuanto á su duración; pero en los Estados-Unidos, en Australia y en otras partes, las formaciones terciarias no han sido trastornadas ni cubiertas por las aguas del mar, de modo que la época actual es una continuación de la anterior con poca alteración. El período larguísimo de las formaciones terciarias de Eu- ropa se divide, según los geólogos, en eoceno (inferior ó anti- guo), mioceno (medio) y plioceno (superior). Abundan los fó- siles principalmente en el terreno mioceno, que es el princi- pal objeto de la obra de Mr. Heer , y en él se distinguen tres y aun cuatro capas ó grados de sobreposicion, que se han de- positado en miles de años. La superior se halla representada por la célebre localidad de Oemingen, en Ja Suiza oriental, una de las mas ricas en fósiles vegetales y animales. El con- junto de los terrenos terciarios entre los Alpes y el Jura com- prende la quinta parte de Suiza : el vulgo los conoce con el nombre de molasa, que los geólogos han adoptado fijándolo. Existen formaciones análogas en diferentes puntos de Fran- cia, de Alemania y de Italia, y Mr. Heer ha estudiado siempre sus fósiles en unión con los de Suiza, los cuales distingue y compara, fundando sus conclusiones generales en todo lo que se conoce de la época terciaria europea; es decir, en numerosos datos para la Europa central y meridional, que son muy raros todavía respecto del resto y de los países adyacentes. La Flora de Suiza parece que fué muy rica en toda la 0) Véase la Carta geológica de la tierra , por Jules Marcou, publi- cada por Ziegler. WiDíerthour, í86í; 8 hojas en folio. i 551 época terciaria. Mr. [leer ha descrito y representado 920 es- pecies de ella, de las cuales 700 eran absolutamente descono- cidas antes de él. Solo unas 20 localidades son las que han po- dido esplorarse bien, entre él lago de Ginebra y el de Cons- tanza; en las demás, menos conocidas ó mas pobres en fósiles, se han hallado solamente algunas especies esparcidas. Los Al- pes y el Jura pertenecen á otras formaciones; la molasa se en- cuentra en una faja estrecha intermedia. En esta línea, dice Mr. Heer, hay algunos puntos que presentan claridad, mien- tras que el conjunto queda todavía envuelto en la oscuridad de las rocas. Las plantas puramente herbáceas ó carnosas de- ben haber pasado desapercibidas con frecuencia en las inves- tigaciones, porque los fragmentos descubiertos de plantas an- tiguas solo han debido su conservación á un depósito en el li- mo de los ríos ó de los lagos. La Flora actual de Suiza, con una estension mas vasta, con todas sus especies frágiles ó her- báceas, cuenta en cierto tiempo y no en una serie mayor ó menor de millares de años, mas de 2.181 especies faneróga- mas espontáneas, de lo cual puede inferirse una gran riqueza, al menos de especies leñosas, en la época terciaria. El solo depósito de Oemingen (mioceno superior) ha suministrado 422 fanerógamas, de las cuales 136 corresponden á grupos natura- les siempre leñosos: la llanura actual del cantón de Zurich pre- senta 894 especies, y de ellas son 91 las leñosas. Teniendo en cuenta, sobre todo, estas últimas, que se pueden creer conoci- das casi en el mismo grado en las dos épocas, juzga Mr. Heer que se conoce cerca de la cuarta parte de especies faneróga- mas suizas de la época terciaria, y que su número total sería próximamenle el de 3.000. Sicilia cuenta en el dia 2.550 es- pecies simultáneamente existentes; el Mediodía de los Estados- Unidos posee casi el mismo número; ciertas provincias de los paises intertropicales contienen en una superficie análoga 3.000 especies; y con estas regiones, favorecidas por la naturaleza, es con las que debe compararse la Suiza de la época terciaria, como pronto lo veremos mejor. La proporción de insectos en las dos épocas confirma la idea de que la época terciaria fué mucho mas rica, y desde luego debe decirse que es admirable la relación que halla Mr. 552 Heer entre los datos que suministra uno de estos reinos y el oíro. «Solo se encuentra, dice, un hongo carnoso entre los fó- siles terciarios;» pero como se han hallado muchos insectos propios de los hongos, puede suponerse que las antiguas selvas terciarias producian una rica vegetación de estas criptógamas. Sabemos que una pequeña hormiga negra {Fórmica fuliginosa ) trepa en filas muy largas por los troncos de las encinas, su- hiendo hasta donde se hallan los pulgones, y aprovechándose de su miel. La hormiga fósil mas común del terreno terciario de Radoboj ( Fórmica occultatá) es muy semejante á esta pe- queña hormiga negra, y se encuentra con los pulgones fósiles en la misma relación de dependencia, pues, como la especie viva, fijaba su morada en las viejas encinas de los bosques. Probablemente se reunía con ella para esta especie de banquete un pequeño coleóptero, como sucede con la hormiga fuliginosa, porque en Radoboj se halla una especie ( Ámpholis bella) muy parecida á la A. limbata , que tiene un género de vida pareci- do. Radoboj y Oemingen han suministrado no solo pulgones, sino también grandes especies de Cercopis, que en el dia se encuentran esclusivamente en la zona tropical, y que segregan un líquido azucarado, que buscan y recojen las hormigas; es probable, por lo tanto, que las larvas de estas especies tercia- rias las hayan domesticado y lamido las hormigas, como su- cede en nuestros dias. No se han hallado todavía en los fósiles terciarios, dice Mr. Heer, algunas familias de plantas, pero hay insectos cuyos análogos viven en la actualidad sobre las plantas de tales familias, y que inducen á crehr que debieron existir. Semejantes inducciones, sacadas de hechos en sí muy áridos, dan á las investigaciones de paleontología cierto en- canto inesperado. En cuanto al número délas especies de insectos, Mr. Heer, que se ha ocupado mucho en la determinación de estos anima- les, da en su Flora terciaria el resúmen siguiente, basado en tablas por géneros y localidades. La época terciaria ha sumi- nistrado hasta ahora 1.322 especies de insectos: la sola locali- dad de Oemingen ha dado 844 especies de ellos; la de Radoboj, en Croacia, 312; la de Aix, en Provenza, 96; encontrándose en 553 ellas las hormigas y los mosquitos, como también los coleópte- ros y las grandes libélulas: hanse hallado en la cantera de Ra- doboj 57 especies de hormigas. Sin embargo, á cada momento se descubren nuevas especies de insectos, bien en esta locali- dad, bien en Oemingen; y Mr. Heer cree que solo se conoce poco mas ó menos el tercio de los insectos que existían aquí en la época terciaria. Dos circunstancias deben, sin embargo, dificultar que po- damos deducir una riqueza estraordinaria de especies en un reino ó en otro: una es la sucesión de las formas específicas en toda la duración escesivamente larga del período terciario, y aun de la subdivisión llamada miocena; así es que las especies comunes á las cuatro capas del período terciario mioceno me- dio de Suiza forman únicamente la undécima parle del número total de las especies: sin duda los descubrimientos posteriores cambiarán este número, pero evidentemente hay aquí una su- cesión de especies en cada pais, sucesión probablemente muy lenta, como en nuestra época, y que apenas podría notar un observador que solamente hubiese vivido 60 ú 80 años. La otra causa de error es la uniformidad probablemente mayor de la vegetación en el hemisferio boreal en la época de que se trata: conócense desgraciadamente pocos fósiles vegetales fuera del centro de Europa; pero parece, según los datos reunidos por Mr. Heer, que una misma especie se solia encontrar á grandes distancias, en las que ahora no la vemos. Este hecho es cierto respecto de una época mas antigua, la déla hulla, y es curioso ver que los resúmenes,, ya considerables, del período terciario, indican una disminución bastante continua del área media de las especies; es decir, de la estension de su habitación en la superficie de la tierra desde la primera aparición de los seres organizados. Las plantas fanerógamas de los terrenos miocenos de Suiza corresponden á un número mayor de diferentes familias que las que ahora existen en este pais, lo cual es también una prueba de la riqueza superior de las formas de la antigua época. Las familias mas numerosas en especies, y que juntas componen la mitad de las conocidas en el terreno mioceno suizo, son 9, 554 proporción que se encuentra en las Floras actuales tropicales, y que es un indicio de riqueza, como en otra parte he demos- trado (1). La primera familia es la de las leguminosas, como sucede en el dia en los paises cálidos: se conocen ya 186 especies per- tenecientes á ella en el terreno mioceno suizo; varias son mi- moseas, análogas á las de las regiones ecuatoriales de la actua- lidad, es decir, árboles ó arbustos de muy buen aspecto, con hojas compuestas, y legumbres á veces muy largas. Una espe- cie ( Acacia Parschlugiana , Unger) era muy común en algunas localidades de la segunda capa del terreno mioceno, y se en- contraba también á orillas del mar, cerca de Groiseltes (2). Existia en Europa en una considerable estension, pues se ha encontrado en el Mediodía hasta Senegaglia, en el E. hasta Tokay, y en el O. hasta Auvernia. Las leguminosas papilio- náceas corresponden especialmente á los géneros que en la ac- tualidad crecen en los paises meridionales, ó al menos fuera de Europa, como, por ejemplo, los Indigo [era, Robinia , Te - phrosia, etc. El grupo de las leguminosas cesalpíneas era el mas importante: se hallaba representado por muchas Cassias y Ceesalpinias , como sucede en el dia en la América meridional: habia por lo menos en él cinco Gleditschias , género actual de la América septentrional, y otro hermoso género llamado Po - dogonium. Las amentáceas, y particularmente las cupulíferas, consti- tuían la familia mas numerosa después de las leguminosas. En los bosques miocenos ocupaban el prim.er lugar las encinas, y habia también muchos sauces y álamos, probablemente en los sitios húmedos. La misma abundancia de amentáceas se halla hoy en los Estados- Unidos de América, en Méjico y en el Japón. En seguida vienen las ciperáceas; pero como son herbá- ceas y bastante difíciles de determinar, aun cuando pertenez- can á las plantas vivas, es probable que su proporción real sea (í) Alf. De Candolle, Geographie botanigue raisonnée , p. 123 5» (2) Aldea dei cantón de Vaud, 555 mayor de lo que parece. Otro lanío debe decirse de las gra- míneas, sesla familia en el orden de las especies descubiertas: y como estas viven en los sitios húmedos menos que las cipe- ráceas, es probable que fallen bastante en los limos de los an- tiguos lagos de Oeningen. Después de las amentáceas vienen dos familias exóticas y leñosas, que son las proteaceas, limitadas ahora casi única- mente al Cabo de Buena-Esperanza y á Nueva-Holanda, y las lauríneas, esparcidas en todos los países cálidos y húmedos: eran bastante comunes dos especies de Banksia en Saint-Gall y en Lode, como otras lo son hoy en Australia, y un hermoso árbol afine á la Dryandra abundaba en Suiza y en Austria: mucho mas abundaban todavía los laureles y el árbol del al- canfor {Cinnamomum). El Cinnamomum polymorphum apenas se distingue del árbol del alcanfor actual del Japón (Cinn. camphora) sino en cuanto á las flores y los frutos , porque las hojas son casi idénticas. En el séptimo orden se encuentran las compuestas; pero es- tas plantas son generalmente herbáceas, y suelen estar en las colinas secas, lejos de los rios y de los pantanos, y por conse- cuencia han debido alterarse en los limos depositados, ó fallar en las localidades inmediatas al sitio de donde provenían. Se ha necesitado toda la sagacidad y la perseverancia de Mr. Heer para volverlas á encontrar, y el resultado á que ha llegado es tanto mas interesante, cuanto que la familia de las compues- tas, por su número y estructura particular, se ha considerado por mucho tiempo como el rasgo mas distintivo de nuestra ve- getación actual. La última familia de las que componen juntas la mitad de las especies esta familia de las aceríneas, que hoy corresponde principalmente á la América septentrional. Citaremos también un gran número de coniferas, que establecen una analogía con el Nordeste de América ó el Japón; y por último muchas hi- gueras, como poco mas ó menos en la actualidad existen en las islas del Archipiélago y en el mediodía de Asia. En suma, la naturaleza y la proporción de las familias, como también la comparación detallada de las especies con sus análogas vivas, demuestran en el conjunto de la vegetación mío- 556 cena europea muchas semejanzas con la flora actual del me- diodía de los Estados-Unidos, de Méjico y del Japón, modifi- cada por la presencia de formas que hoy son de la región del Mediterráneo, de las regiones intertropicales mas cálidas, y aun de la Australia ó del Cabo de Buena-Esperanza. Esta mez- cla es, no obstante, algo mas aparente que real: proviene en parte de la larguísima duración de las formaciones terciarias, aun en Europa, en que han sido precedidas ó seguidas de su- cesos que las han separado de las formaciones sucesivas mas completamente que en las restantes regiones del globo. Si se considera el conjunto de las capas terciarias de Europa, los vegetales análogos á los de la Australia y de las regiones ecua- toriales vivían principalmente en las capas mas antiguas, lla- madas eocenas, de las cuales hay fósiles procedentes de Bolea, de Provenza y de las islas de Wight y Sheppey, en Inglaterra. Allí se encuentran palmeras, muchas higueras, protáceas, etc., y en Provenza un grupo curioso de grandes monocotiledóneas, afines á las restiáceas de Nueva-Holanda, que Mr. Saporta lla- ma rizocáuleas. Faltan las cicádeas y otras formas análogas que existían en la época anterior cretácea, y que en la actualidad viven en el Cabo de Buena-Esperanza y en la Australia, ó al menos no se han encontrado hasta ahora. Casi en medio de las formaciones eocenas luchan las formas de las regiones cálidas y húmedas, como las higueras, las lauríneas y ciertas legu- minosas con las de la Australia; pero están poco representados los tipos actuales de la América septentrional ó del Japón. Este carácter tropical de la vegetación continúa en el período mio- ceno inferior; pero en su paso al mioceno medio abundan las formas del Norte de América, como por ejemplo los sauces, abedules, arces, alisos y liquidámbares. En el período mioceno superior abundan todavía mucho mas las formas americanas, y aparecen introducidas otras, que figuran actualmente en la región mediterránea y en las islas de la Madera, Azores y Ca- narias. En la flora pliocena, sobrepuesta al período mioceno que se ha estudiado especialmente en Italia, han desaparecido los tipos tropicales, sustituyéndolos formas de regiones templa- das, conservando siempre el carácter americano, y sin presen- tar nunca una sola especie que se pueda decir idéntica á otra 557 viva en la actualidad. Por último, después del levantamiento, acaso muy lento, que ha colocado los Alpes y el Cáucaso á la altura que hoy tienen, y que ha dado al continente europeo la mayor parte de las condiciones que posee, se encuentra en los mas antiguos depósitos cuaternarios, como las tobas de Massa, nuestra vegetación actual con muy pocas diferencias; es decir, muchas especies que actualmente viven en Europa, como la yedra, haya, árbol de Judea, etc., con especies esíinguidas de naturaleza americana (1). Desde que se estudian los vegetales fósiles se ha observado cierta sucesión de formas, empezando por las mas sencillas; es decir, que las criptógamas están solas en las capas inferiores, las monocotiledóneas y dicotiledóneas gimnospermas (conife- ras, cicádeas, etc.) aparecen en las formaciones sucesivas; y por último, las dicotiledóneas mas complicadas existen sola- mente en nuestra época. El descubrimiento de las compuestas y de otras varias familias dicotiledóneas habia destruido este sistema; pero un conocimiento mas profundo viene por el con- trario á confirmarlo notablemente. Las tablas de MM. Heer y Saporta demuestran que en el período terciario, al pasar de las capas inferiores (eocenas) á las superiores (pliocenas), y aun comparando los diversos lechos de las capas intermedias ó miocenas, las formas vegetales se han ido haciendo cada vez mas complicadas, ó para hablar con mayor exactitud, las for- mas complicadas se han ido haciendo mas numerosas. Esto se nota aún en las subdivisiones de las dicotiledóneas, que, como se sabe, no son grupos muy naturales, ni cuyas relaciones de superioridad sean evidentes. Desde la primera formación á la última del período mioceno suizo hay igualdad entre las mo- nocotiledóneas y las dicotiledóneas gimnospermas (coniferas); las dicotiledóneas apétalas han aumentado un poco; las polipé- talas casi han duplicado; y las gamopétalas triplicado. Respecto á la época actual la diferencia es también muy grande: se co» nocen en el conjunto de la época terciaria suiza 24 giranosper- (í) V. Ch. Th. Gaudin y ei Marqués Strozzi: 4.a Memoria. 00 Uüger, Genera et sp. fossil , 1 850. 558 mas, 189 apétalas, 319 polipétalas y 84 gamopétalas, mien- tras que en la flora actual de Suiza y Alemania se cuentan 18 gimnospermas, 185 apétalas y 1.010 gamopétalas: este último grupo no se ha descubierto todavía entre los fósiles anteriores á la época terciaria. El aumento sería todavía mucho mas cho- cante si entre las gamopétalas quisieran distinguirse las de ovario infero, como las compuestas y familias próximas, cuya flor dista seguramente mucho del tipo sencillo de la yema con un punto de vegetación central y hojas distintas á su alrede- dor: este grupo falta, lo mismo que todas las gamopétalas, en la época cretácea. Empieza en la formación liguriana de Pro- venza (inferior á los miocenos suizos) por 1 valeriana, 3 com- puestas y 4 vaccinieas: en el Norte de los Alpes, en el mio- ceno medio de Rodoboj (1), por 1 docena de rubiáceas; después el mioceno superior suizo ha suministrado en la loca- lidad de Oeningen 35 compuestas y vaccinieas. Por último, en la época actual las compuestas, campanuláceas, vaccinieas, rubiáceas, etc., cuentan 568 especies en Suiza y Alemania. Supongamos que únicamente se conozca la tercera ó cuarta parte de los vegetales fósiles de la época terciaria; siempre se- rá, sin embargo, muy considerable la diferencia en cuanto á las gamopétalas. Las condiciones físicas y la configuración probable de los continentes en las épocas terciarias, han sido objeto de inves- tigaciones muy profundas y muy ingeniosas por parle de Mr. Heer. Evidentemente, entonces era mas elevada que ahora la tem- peratura de Europa: para convencerse de ello basta ver la composición del reino vegetal y del animal bajo el punto de vista de los órdenes y de las familias, y el predominio de los árboles siempre verdes, con hojas anchas, que debian dar á nuestros paises el aspecto de la Luisiana ó del Asia meridio- nal; pero para apreciar la diferencia en grados del termóme- tro, es menester descender á detalles. Mr. Heer ha buscado entre nuestros vegetales actuales las especies que mas se pare- (l) Unger, Gen. et spec. fossil., 1850, p. 428. Heer, trad., p. 46. 559 cen á las de las formaciones terciarias, y bajo este punto de vista distingue especies homologas tan semejantes, que se puede suponer que las modernas descienden délas antiguas (1), y especies simplemente análogas , cuya semejanza es menos notable. En el conjunto de las plantas del terreno terciario suizo hay 131 especies homologas ó análogas á las plantas ac- tuales de las regiones templadas, 206 á las de la zona cálida (Asia Menor, Estados-Unidos ten el Mediodía de la Virginia, Japón, Chile, Cabo, Nueva-Holanda exlralropical, etc.), y 85 a las de la zona tórrida. Así es que el clima debía ser poco mas ó menos el de las regiones situadas entre el 45° de latitud N. y el trópico de Cáncer, ó sea entre las líneas isotermas de 15° y 25°. Las homologas de esta zona prosperan, por ejemplo, en Madera, en la Carolina, en California, etc., países en los cua- les se encuentran igualmente algunas formas mas meridiona- les ó mas septentrionales, que son escepciones. El autor exa- mina de cerca la habitación actual de varias de estas homolo- gas, manifestando la estension de los países que ocupan, y por consecuencia la que podían tener las antiguas especies, sin ad- mitir circunstancias muv diversas de las nuestras. De este modo, el clima se presume por el término medio de las espe- cies, y por algunas de ellas mas ó menos escepcionaíes. El clima se ha modificado en todo el tiempo que duró el período mioceno. En la formación inferior las especies homo- logas ó análogas que habitan en la actualidad en la zona tór- rida son 15 por 100 del número total, y en la superior no son mas que 7 por 100, En el depósito de las tres primeras forma- ciones del período mioceno el clima ha cambiado poco; pero en el cuarto, ósea superior, la proporción de árboles siempre verdes ha disminuido sensiblemente, como también las homo- logas ó análogas de las especies actuales intertropicales, mien- tras que las homologas ó análogas de las plantas del N. de los Estados-Unidos ó de Europa han aumentado. Combinando lo- dos los hechos detallados, la capa inferior del mioceno suizo supone un clima suave é igual, semejante al de Nueva-Orleans, (l) Heer, trad., pág. 56. 560 las Canarias ó Túnez (término medio anual de 20 á 21° C.), y la capa superior, el clima de Madera, de Málaga, de Sicilia, del Japón meridional (18 á 19° C.) La mezcla de plantas tro- picales y de otras de la zona tórrida demuestra que el invierno era suave y el verano moderadamente cálido, lo cual indica un clima litoral ó insular. Sin embargo, es probable, según Mr. Heer, que el invierno fuese algo mas frió y el verano mas ca- liente que lo es ahora en las islas Canarias y en Madera. El autor llega á las mismas conclusiones por el estudio de los ani- males, particularmente por el de los insectos que eslán bas- tante fijos en sus localidades, y cuya presencia indica bien las condiciones del clima. La fauna fósil de Aix es la única que no concuerda exactamente con la flora en cuanto á su tempera- tura probable; pero por lo demás, los hechos tomados de am- bos reinos conducen á las mismas conclusiones. Las ciudades de Suiza tienen actualmente una temperatura de 10°, 84, reduciendo sus cifras termométricas á una elevación por término medio de 250 pies sobre el nivel del mar. Com- parando con las ciudades del N. de Italia, y haciendo la cor- rección debida á la diferencia de latitud, Mr. Heer cree que la proximidad de los Alpes cubiertos de nieve enfria nuestro clima hasta 0o, 5; y por consecuencia, que si fuesen colinas bajas, como en la época terciaria, la temperatura de Suiza se- ría de 11°, 34 á 250 pies de elevación. De aquí resulta que en toda la duración del período mioceno inferior la tempera- tura media anual sería probablemente de 9o, mientras la del mioceno inferior de Io centígrados mas caliente que en nuestra época. Parece que también fué mas considerable la humedad, lo cual demuestra una analogía con los climas de Madera, de la Luisiana y de algunas otras localidades análogas. La temperatura elevada podría consistir en causas genera- les, como un calor del globo terrestre mayor, ó en otras loca- les, como corrientes que viniesen de los mares meridionales bañando las costas de Europa, y en la presencia de los mares septentrionales que templaban los vientos del N. Para apre- ciar estas diversas influencias, y esplicar de un modo plausi- ble los hechos relativos á las floras y faunas sucesivas de Eu- ropa, el autor ha establecido un conjunto de hipótesis acerca 561 de la forma de las islas y de los continentes, que han debido existir y modificarse en tan larga serie desde la época eocena hasta nuestros dias. Los detalles que da sobre este punto son curiosos, y se encuentran con tanta facilidad en la obra, como que están representados por medio de una carta de Europa y del Océano Atlántico en la época miocena, y se reconocen á primera vista las superficies sumerjidas y las sobresalien- tes (1). La carta del terreno mioceno, con la distinción de tres de sus formaciones, parece fundarse en dalos bien precisos en cuanto á las regiones de Europa, que en la actualidad están al descubierto; pero naturalmente hay una causa de error en las que actualmente se hallan sumerjidas, porque solo es dable juzgar por las costas y las islas, y puede haber en algunas parles terrenos que anteriormente sobresaliesen, y después fue- sen sumerjidos, cuya posición ignoramos. A pesar de esto ofre- ceria bastante interés el tener para el terreno eoceno y para el plioceno cartas análogas á las del mioceno, porque entonces podrian seguirse mucho mejor los cambios que se han verifi- cado antes de nuestra época. Mr. Heer traza del siguiente modo la historia de la parte del globo que habitamos. La cadena de los Alpes era tierra firme desde época muy remota: ya en los tiempos del carbón de piedra existían en ella una serie de islas, que pueden comprobarse desde la Fran- cia oriental hasta Stiria. No obstante, este pais no ha tenido cierta importancia hasta el principio de la época terciaria, en la cual se ha formado, por la reunión de las islas y por un le- vantamiento inmediato, una isla mayor, mas cortada y proba- blemente mas montuosa que la que se esíendia desde la Pro- venza actual, por la Suiza, hasta Austria y aun hácia la Dal- macia hasta Grecia. El mar penetraba por golfos profundos en esta isla, y depositaba las nummulilas que en el día se encuen- tran cerca de Bex, en el cantón de Glaris y en otros parajes. Mr. Geer llama á esta isla Pennino-Carniana. Italia y Baviera se hallaban bajo el agua, pero la Alemania del N. constituía una superficie fuera de ella. Al fin de la formación nummulF (i) Esta carta está reproducida en la traducción. TOMO XI í. 36 562 tica eocena, el mar se retiró demasiado, y las dos islas se ha» liaron en comunicación continua por la Alemania central: la llanura suiza se encontró fuera del agua, pero continuó exis- tiendo un brazo de mar por el lado de Saboya hácia el actual mar Mediterráneo; otro gran golfo penetraba entonces hácia Suiza por el lacio de la Alsacia. Después se verificó un aplana- miento de la Europa central y meridional, lo cual sucedió en la época del mioceno medio, llamado helvético, que es el del tercer depósito de producciones marinas en Suiza. El mar in- vadió la llanura suiza, respetando ciertas alturas inmediatas, con lo cual ^e estableció una comunicación entre el Mediterrá- neo actual y el mar que cubría la Hungría. Es importante para el clima saber que este último mar, que se estendia al E. há- cia el mar Negro y el Caspio, se unía al Mediodía con el Océano índico, porque no existía el istmo de Suez. Corrientes cálidas, análogas al Gulf-stream actual, podían penetrar, por consi- guiente, en el corazón de Europa, bien por un estenso mar que cubría entonces el Egipto, y que chocaba en las costas de Sicilia y de Córcega unidas á Italia, bien por el Asia Menor oriental, entonces sumerjida, y por el mar Negro, que se esten- diaalO. hasta Yiena, rodeando un brazo de él los Alpes. Casi toda Rusia, la Península escandinavia, Islanda y las Islas Bri- tánicas formaban un continente muy vasto, corlado por gran- des golfos; había mares interiores en Holanda, yen el sitio en que se hallan actualmente los golfos de Bothnia y de Finlandia. España y una gran parte de Francia estaban unidas á este con- tinente por la Bretaña y la Mancha; pero había un mar á lo largo de Portugal y en el golfo de Gascuña, y otro brazo es- trecho del mismo entre Francia y los Alpes en el valle del Ró- dano. Todo esto se funda en hechos observados: la hipótesis prevista por Eduardo Forbes, desarrollada y apoyada fuerte- mente por Mr. Heer, y que parece necesaria para comprender la sucesión de los seres organizados en nuestro hemisferio bo- real, es que el continente europeo de la Bretaña, de las Islas Británicas, de la Escandinavia y de Islandia ha ocupado ade- más la mayor parte del mar Atlántico actual; las islas Azores, de la Madera y Canarias deben ser restos de él; y este conli- 563 nente, que se estendia hasla los Estados-Unidos de América, era la Allántida. Hemos dicho que un brazo de mar separaba la Península española y la Gascuña del supuesto continente europeo- ame- ricano: sábese, por otra parte, que el golfo de Méjico comuni- caba con el mar Pacífico, y penetraba hasla la Luisiana ac- tual. Los mares polares ya existían al N. de Islandia y del ac- tual continente americano, lo mismo que el mar interpuesto entre el Brasil y Africa. La gran profundidad de este, y la su- ma diversidad de los seres organizados de ambos continentes, demuestran que existia ya una separación desde época muy remota. Por último, todo induce á creer que el continente ter- ciario europeo- americano tocaba en el Asia oriental entre el Oregon, las Islas Aleutianas y el Japón. Las analogías de los seres organizados en las épocas sucesivas del terreno terciario y en los modernos conducen á estas diversas hipótesis, que por otra parte se apoyan en los fósiles de las islas y de las costas actuales del mar Atlántico, y en la distribución geográfica de las especies actuales. Séame permitido reclamar aquí una pe- queña parte en el trabajo de fijar las bases sobre que descansa todo este edificio. Hasta 1855 se ignoraba la influencia real de las corrientes, de los vientos y de las emigraciones de las aves en el trasporte de las semillas, y por consecuencia en la estension de las especies vegetales á través de los mares; los antiguos tratados de Botánica hablan mucho de ello, y desde luego se comprendía su posibilidad, aunque nadie había exa- minado si en realidad se verificaba. Un estudio minucioso de los documentos históricos sobre la vegetación de la Gran-Bre- taña y de Suecia, y sobre la manera de introducirse especies nuevas en las colonias, me ha permitido decir que los brazos mas pequeños de mar son un obstáculo insuperable para estos trasportes, á no ser respecto de algunas plantas marítimas, y que solo el hombre ha conducido especies ordinarias de un continente á una isla. Por consecuencia, sin el hombre es de toda necesidad indispensable admitir una continuidad de superficie terrestre, para que haya podido esparcirse la in- mensa mayoría de las especies vegetales: el razonamiento hacia 564 admitir mas bien lo contrario, y la observación es la que nos demuestra la verdad; así es que Mr. Heer no habla ya de es- tos pretendidos trasportes por agentes naturales mas allá de los mares. Considera necesaria la continuidad de .continentes cuando la vegetación es uniforme en cuanto á las especies; y tiene razón: este es un punto conocido, cuya importancia no ofrece duda. Quizá se oponga á ello la antigüedad del hombre, mayor que la supuesta hace algunos años; pero esta antigüedad no puede subir á mucho mas en los tiempos geológicos, sino que datará de algunos millares de años, que han seguido á la época terciaria y precedido á la histórica. Por otra parte , estos hombres primitivos, de una civilización casi nula, no pudieron emplear los medios de trasporte y de cultivo que llevan desde hace 2.000 años cada vez mas especies de un continente á otro. Una notila de Mr. Heer, añadida á la traducción fran- cesa de su obra, indica, con motivo de las cuestiones que ac- tualmente llaman la atención del público, la marcha de sus ideas á medida de los progresos de la ciencia.» En mi Memoria sobre las plantas fósiles de San Jorje de Madera, dice (Nene Denhchrifí : Schweiz , naíurf. Gessellschaft, 1855, vol. 15), he propuesto para este continente (el europeo-americano) el nombre de Atlantis, ó mas bien he dado al nombre empleado por Alburquerque y E. Forbes una significación mas estensa. La Atlántida que yo había tratado de reconstruir, partiendo de los datos suministrados por la historia natural, la ha referido Mr. Charles-Th. Gaudin en sus Contnbutions á la flore fossile italienne á la Atlántida de Platón (4.a Memoria: Travertinos toscanos, 1860, pág. 12), y lo mismo ha hecho Mr. Ungen ( Die versunkene Insel Atlantis , Yiena 1860). Así, mientras que no se ha tenido ninguna prueba segura de la existencia del hombre en la época cuaternaria, la historia de la Atlántida de Platón ha debido corresponder al dominio de las leyendas, Pero después, que, gracias á descubrimientos recientes, se tiene por muy probable que el hombre ocupase ya la Atlántida en esta época, y que además habitase el Nordeste de Francia y el Mediodía de Inglaterra, no hay razón para dejar de admitir que la tradición conservada por Platón en el Cridas y en el 565 Timeo se funda sobre un hecho real. Parece que esla tradición oscura, embellecida en las leyendas, corresponde á un gran acontecimiento geológico, que así como el diluvio de Noé, se ha verificado durante la fase diluviana. La configuración de las tierras, demostrada en parte por los hechos, y en parle supuesta desde el principio de la época terciaria hasta los primeros tiempos de la época actual, con- cuerda bien con los datos sobre el clima y sobre la sucesión de los seres organizados. El océano Indo -europeo debia enviar corrientes que elevasen la temperatura de la Europa meridio- nal y oriental. Se puede juzgar del efecto que debían tener por el Gulf-stream actual. Esta corriente eleva 4o la media termométrica sobre las costas Oeste de la Francia, 6o á T so- bre las de Irlanda y Escocia, y 10° sobre las de Islandia y Noruega. Si se supone para la acción de la corriente indo- europea terciaria una influencia tan grande, los V a 9o de diferencia respecto á la época actual podrían esplicarse; pero Mr. Heer se fija en la hipótesis de los 4o, y atribuye á cau- sas generales, como el enfriamiento del globo, los oíros cinco. Mr. Heer no insiste sobre esta cuestión, que considera como demasiado oscura; pero si se quieren llevar mas adelante las reflexiones que origina, he aquí un término de comparación, que no dejará de presentar interés. Según los experimentos de Bischoff acerca del enfriamiento de una bola de basalto fun- dido, la tierra perdería Io centígrado de temperatura en 500.000 años (1), y para 5o se necesitarían 2.500.000 años. Este número no está discorde con las ideas modernas de los geólogos acerca de la duración de las épocas moderna y ter- ciaria; sin embargo, antes de darle la menor importancia, es menester recordar cuántas cosas inciertas é hipotéticas se hallan en las diferentes partes de una analogía tan aven- turada. En cuanto á la sucesión de los seres organizados, Mr. Heer desarrolla las ideas que había emitido desde 1855, particular- (i) Vezían, Prodrome de Géologie^ pág. 93. 566 mente en la Biblioteca universal (1). El gran continente euro- peo-americano de la época terciaria tenia, según él, una flora y una fauna mas americanas que asiáticas, al menos muy di- versas de las floras y faunas del Asia occidental, á causa de la continuidad de las tierras al Oeste de Europa, y del brazo de mar, ó mas bien del mar Indo europeo, que separaba enton- ces este continente del Asia en el sitio actual de la Anatolia oriental y del mar Negro. «La flora terciaria, dice nuestro au- tor, estaba esparcida en esta vasta región; y gracias á un gran número de especies y de géneros comunes, presentaba casi en todas partes el mismo carácter. Modificada mas ó menos por las diferencias del clima, tomaba un carácter particular en las diversas regiones de este inmenso dominio. Es muy probable que las plantas hayan procedido de varios focos diferentes, de modo que la mezcla de las especies no habrá sido la misma en todas partes, y se habrá modificado según las diversas latitu- des, aunque el área geográfica de las especies parece haber sido entonces mayor que en nuestros dias. De esta flora ter- ciaria ha salido el mundo de plantas actualmente vivas, sien- do, por decirlo así, su madre, y sobre todo la de las especies homologas. De ella vienen esas numerosas especies que, dando á la flora americana un carácter terciario tan marcado, nos demuestran la íntima conexión que existe entre la flora ameri- cana y la terciaria de Europa, de modo que la flora terciaria, en otro tiempo esparcida en esta última, se encuentra que es la base del mundo vegetal norte-americano. Es probable que en Europa, durante la época pliocena y diluviana, se hayan producido cambios mas considerables que en América, y que la naturaleza haya experimentado en ella modificaciones mas profundas; en todo caso la configuración del continente ame- ricano, que se estiende sobre ambos hemisferios, y comprende inmensos territorios nunca cubiertos por el mar desde los tiem- (1) Carta á Mr. Alf. De Candolle sobre el origen de los seres orga- nizados actuales de las islas Azores, Madera y Canarias. ( Bibliot . univ., abril 1856.) 567 pos paleozoicos, ha debido ser mucho mas favorable para la conservación de los tipos terciarios que Europa lan pequeña y cortada. Si los tipos terciarios se han destruido en ella en su mayor parte, los que no obstante han sobrevivido se han man- tenido en la zona mediterránea, en la que se han convertido en plantas madres para las especies que unen la flora de esta zona con la terciaria. Acaso ciertos tipos terciarios han dado origen á la vez en América y en el antiguo continente á nue- vas formas, y quizá puede esplicarse de este modo el origen de varios pretendidos representantes del antiguo y del nuevo mundo. Así del Liquidambar europmm, de la época terciaria, podrían descender el L. styracifluum, L., de América, y el L. oriéntale , Ait., de Siria, que se parecen mucho á él, siendo la especie terciaria un medio entre las dos vivas.» Yese por lo anterior cómo el profesor de Zurich admite cierta mudanza en las formas especificas: podría haberse veri- ficado respecto de formas muy parecidas, separadas y en parte estinguidas á consecuencia de un tiempo muy largo. Esto es lo mismo que nosotros habíamos sostenido, solo que considera- mos como raro lo que el autor cree muy frecuente. General- mente los geólogos paleon tologistas están mas dispuestos que los naturalistas puros á creer en las trasformaciones de los se- res organizados, quizá porque están mas habituados á consi- derar tiempos muy remotos, y porque el estudio constante de las especies y de los géneros que se suceden prepara para esta idea. Mr. Heer no ha podido comprobar la identidad completa de ninguna especie de la época terciaria con una especie viva en la actualidad; pero añade que en muchas de estas especies es tan marcada la analogía, que pudiera preguntarse si existe un lazo de origen entre ellas, de modo que las especies ter- ciarias fuesen, por decirlo así, abuelas de las actuales. Si así sucediese, sería necesario admitir que las diferencias compro- badas se han producido en el trascurso de los siglos, á conse- cuencia de alguna influencia prolongada por mucho tiempo, ó por el hecho de que en un momento dado los tipos hayan ad- quirido una nueva efigie. Yo me inclino á esta opinión, juz- gando que en un momento dado las especies homologas han 568 descendido en línea recia de las terciarias. Y aunque nos sea imposible esplicarel modo como se verificó esto (1), no puede rechazarse la idea de que á ello han contribuido las antiguas especies terciarias. Dice además Mr. Heer en una ota de la misma página: «La idea de que esta modificación de los anti- guos tipos y su recomposición solo se han verificado en mo- mentos determinados, y que por tanto han existido épocas de creación, se halla confirmada por la persistencia de las mis- mas especies durante periodos geológicos enteros.» Así una creación de seres organizados es, según el autor, una evolu- ción nueva y rápida de antiguas formas análogas, evolución sin causa conocida, y que se propaga por herencia. Yendria á ser lo que sucede con las monstruosidades, las cuales aparecen repentinamente sin causa conocida, y son algunas veces here- ditarias; solo que por una infinidad de causas no han ocupado un lugar, ó por lo menos no se ha demostrado que le ocupa- sen entre las antiguas formas, á menos que el hombre las haya aislado ó protejido. Pero dejando estas cuestiones, que nos ale- jarían de nuestro propósito, volvamos á la historia de la flora terciaria, tal como la ha descrito Mr. Heer al través de los cam- bios de configuración de los continentes. La vegetación actual del Asia oriental, y en particular la del Japón, se parece á la de la California y de los Estados- Unidos. Todas tienen la mayor analogía con la flora terciaria europeo-americana, de lo cual se ha inferido una comunica- ción de los dos continentes de la América septentrional y del Asia oriental, que ha podido existir en los primeros tiempos de nuestra época terciaria europea ó antes; y debía haber ade- más uno ó varios centros diversos de vegetación en el Asia occidental, porque la flora es muy diferente al Este ó al Oeste del continente actual de Asia. Los tipos mas difíciles de esplicar en la flora terciaria eu« (O Esta frase demuestra, que aun aceptando la mudanza de las for- mas específicas, no admite ci autor el modo que supone Mr. Ch. Darwin para esplicar las trasformaciones, esto es, la selección natural suce- siva (natural selection). 569 ropea son los de la Australia. «Han sujerido, dice Mr. Heer» la idea de que Nueva-Holanda contiene tipos de la an- tigua flora terciaria, y que por lo estraño de su naturaleza forma una especie de prolongación del antiguo mundo en el nuevo. En efecto, no puede negarse que antiguamente, desde el período carbonífero, cuando la Araucaria poblaba las mon- tañas, se encontraban en el hemisferio septentrional los tipos vegetales que en nuestros dias corresponden esclusivamente al hemisferio meridional; pero este hecho no significa mas sino que estos tipos, antes muy esparcidos, han quedado reducidos ahora á una área mas limitada. En la época de la creta los ti- pos de la Australia eran todavía muy numerosos en Europa, y en la terciaria menos; sin embargo, se los puede seguir hasta en las formaciones pliocenas de la Toscana. Dos de estos tipos se encuentran también en la creación actual de Madera y en las Canarias (1), pero están próximos á estinguirse. Nuestra flora terciaria contiene muchos tipos semejantes esparcidos en el hemisferio septentrional; casi todos han desaparecido, sin dejar como últimos descendientes mas que un corto número de especies en las islas esparcidas de la Allántida, las cuales no podrán sostenerse por mucho tiempo en ellas, mientras que los tipos americanos que allí se manifiestan en toda la plenitud de su vida desafiarán miles de años.» Las Islas Canarias, de la Madera y Azores son, para nuestro autor, las últimas tierras de la antigua Allántida; y las especies americanas, á que alude como propias de estas islas, son principalmente las lauríneas y las mirsineas, y quizá también las numerosas especies co- munes con las de la cuenca del Mediterráneo, que considera procedentes del antiguo continente europeo-americano. Estas últimas generalmente son comunes á todas las islas del Atlán- tico, lo cual demuestra su existencia anterior sobre una misma tierra continua. Trastornos geológicos de una gran importancia para En- (1) El Pittosporum coriaceum , Ait de una familia casi esclava- mente del hemisferio septentrional, con una especie, sin embargo, en el Japón, y la Dracena Braco , L., que corresponden á un grupo inter- tropical, sobre todo austral. 570 ropa alteraron hacia el fin de la época terciaria y al principio de la nuestra la existencia, en cierto modo pacífica, de los se- res organizados del terreno terciario medio. Mr. Heer supone que uno de los primeros fenómenos fué la separación de Amé- rica y de la Atlánlida, que habrá precedido á la separación de los restos de la Atlánlida respecto de Europa. Se funda en que las islas Azores, Madera y Canarias, según las recientes observaciones de los geólogos, solo datan del terreno terciario superior (plioceno), y en que sus especies con mayor frecuen- cia son comunes al Mediodía de Europa que á los Estados- Unidos. La unión de los continentes ha debido continuar mu» cho mas tiempo por el Norte; así es que las especies suelen aún en la actualidad ser idénticas en Escandinavia, en Escocia, en las islas Shetland y Feroe, en Islandia y en el Norte de Amé- rica. En la Europa central y oriental el levantamiento defini- tivo de los Alpes y el del Cáucaso, que Mr. Abich ha probado ser contemporáneo, han cambiado el clima, y abierto una nueva comunicación á las especies del Asia occidental y cen- tral, porque las tierras elevadas de la Armenia y el Cáucaso reemplazaron al mar Indo-europeo. Estos cambios, posterio- res á U separación de la Atlánlida de América, y contempo- ráneos de un hundimiento gradual de la Atlántida del Sur al Norte, han producido condiciones enteramente nuevas para Europa. Su fauna y su flora se han hecho mas asiáticas, sobre todo en el centro, en que el clima se enfriaba por efecto de la elevación del terreno y de la supresión de los mares inmedia- tos á las corrientes cálidas. Después, al principio de la época actual, se halla en los lignitos de Kannstadt y en las lobas de Massa y de Lípari (1) una mezcla completa de especies extin- guidas del plioceno y de las que actualmente viven. Las lobas dei Etna, según las investigaciones del profesor Mr. Torna- bene (2), no contienen absolutamente mas que especies actua- les. Entre los primeros depósitos modernos y estos, una gran (1) Ch.-Th. Gaudin, Contrih. d la Flore foss. italienn e,* mem. 4 y 5. (2) Francisco Tomabene, Flora fossile deWFtna , í vol. en 4.% i 49 pág. y 10 p!. Catane, 1859. 571 estension de hielos ha debido favorecer la difusión de las es- pecies boreales hasta la inmediación del mar Mediterráneo, y las antiguas especies del período terciario no han podido que- dar mas que en las localidades inferiores al rededor de este mar, en Portugal, en las inmediaciones del golfo de Gascuña, en las Islas Canarias, en la de Madera, así como en las Azo- res, y por último en el Mediodía de Irlanda. Su presencia en cortísimo número en este último pais es lo que había llamado la atención de Eduardo Forbes, de este hombre cuyo genio, guiado por los principios de Sir Charles Lyell, ha impulsado la ciencia por un camino en el cual acaba de difundir tanta luz Mr. Heer, auxiliado por Mr. Charles Gaudin y el conde de Saporta. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Ruiz.) i 372 VARIEDADES. Globo luminoso. El Sr. D. Gabriel Aparicio, Catedrático de física y química de la Universidad de Salamanca, y encargado de la estación me- teorológica creada por la junta general de Estadística en aquella capital, participa que el dia 16 del actual, á las seis horas y cincuenta minutos de la tarde, apareció en la atmósfera un globo luminoso, que, marchando en dirección Norte Sur, vino á estallar, sin esplosion, cerca del Zenit, iluminando toda la población con una luz blanca azulada, muy semejante á la del gas del alumbrado, que estinguiéndose poco á poco, desapareció á los dos segundos próximamente. Inmediatamente después se presentó un pequeño núcleo luminoso, que se fué trasformando en una ráfaga de la misma naturaleza y el mis- mo color, semejante á la cola de un cometa, que se fué estendiendo cada vez mas de Oeste á Este, afectando una forma sinuosa, contrayéndose después, y perdiendo intensidad, hasta desaparecer como una ligera nube débilmente iluminada. Inmediatamente después de su desaparición, se presentó otro núcleo análogo al anterior, pero de color rojizo, que fué propagándose también en forma sinuosa, pero siendo mas ancha la faja que le formaba, y es- tando oscurecida por el centro. Esta faja se fué contrayendo después, aumentando su anchura, y disminuyendo en longitud y en intensidad hasta desaparecer con las mismas circunstancias que la anterior. El fe- nómeno habrá durado en su totalidad mas de cuatro minutos; y la cir- cunstancia de estar el cielo casi cubierto á la hora en que acaeció, lo hizo mas imponente. Y creyendo la Junta que podrá ser de algún interés para la ciencia reunir el mayor número de datos posibles sobre este fenómeno, que quizás haya sido visible en algún otro punto, lo pone en conocimiento del pú- blico, rogando á cuantos hayan tenido noticia de él, se sirvan dirijirle las observaciones que hayan podido recojer. — Vidrio de arroz del Japón. Entre las curiosidades de la corte japonesa que hay en la esposicion internacional de Londres, se observan ciertos ejemplares presentados con el nombre de vidrio de arroz. Algu- nos periódicos han creído que este vidrio estaba hecho con la albúmina del arroz, y causaba admiración cómo una materia tan insignificante ha* 573 Lia podido recibir tan maravillosa trasformacjon. Un corresponsal del Diario de la Sociedad de Artes dice que ha examinado el vidrio de que se trata con el mayor cuidado, habiéndose convencido de que en nada se diferencia de los silicatos comunes de sosa ó de potasa, á no ser en que está fabricado con la sílice procedente de las cubiertas ó cáscaras del arroz, sílice muy abundante en ellas y tan sumamente dividida, que la hace muy á propósito para la fusión y combinación con los álcalis. — Premio propuesto por la Academia de Ciencias , Artes y Bellas Letras de Dijon. — Próroga del concurso. En su sesión de 31 de julio de 1861 acordó esta Academia proponer para concurso la cuestión si- guiente. Apreciación de las lecciones de filosofía de Laromiguiere sobre los principios de la inteligencia , ofreciendo un premio de 600 francos á la Memoria que se juzgase digna de éí. S. E. el Ministro de Instrucccion pública y de Cultos, tomando en consideración la importancia del asunto, ha querido aumentar el premio á 1.20 0 francos con la condición de que en vez de cerrarse el concurso el 15 de agosto de 1862, como se habia anunciado, se cierre en el mismo dia correspondiente al año 1 863, sin cambiar en nada el programa, que es el siguiente. I. Analizar la 7.a edición de la obra. II. Apreciar su valor absoluto en cuanto al fondo y la forma, sin perder de vista las verdaderas necesidades de la enseñanza pública en nuestra época y en nuestro pais, como también los medios de satisfa- cerla con la economía, saber y gusto necesarios. III. Demostrar el valor relativo de esta obra, comparándola particu- larmente: 1. ° En cuanto á la psicología con el tratado del Conocimiento de Dios y de nosotros mismos , de Bossuet? con el Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos , y el Tratado de las sensaciones , de Condilíac. 2. ° En cuanto á la lógica con el Discurso sobre el método , de Descar- tes, el Arte de pensar (lógica de Port-Royal), la parte de Pascal y de Mallebranche relativa á la lógica, y los tratados de Condilíac sobre las mismas materias. 3. ° En cuanto á la metafísica general (Ontologia) y la Teología ra- cional en particular, con el Tratado de la existencia de Dios de Fe- nelon. IV. Desenvolver bajo el título común de Reseñas históricas , y si- guiendo el orden cronológico, los juicios que forma el autor sobre los filó- sofos que le han precedido. V . Indicar, si hubiese lugar para ello, el progreso de las Lecciones con respecto á la fiíosofia francesa de ios dos últimos siglos. 574 VI. Resúmen y conclusión. Los manuscritos, acompañados de un pliego cerrado en que se con- tenga el nombre y domicilio del autor, y en el sobre el lema que se baya puesto á la cabeza de la Memoria, deberán dirijirse, francos de porte, á Mr. Brulet, secretario de la Academia , antes del 1 5 de agosto de 1863. La Academia espera poder dar su dictamen en la primera quincena de enero de 1864.— El Secretario , Brulet. — Animales sin cuernos- posibilidad de obtener los en las especies bovina , ovina y caprina. Después de elogiar como se merece al consejero Mr. Dutrone por la perseverancia en los esfuerzos que ha hecho, y no deja de hacer, para crear y propagar especies sin cuernos, Mr. Charlier enu- mera sucesivamente los procedimientos antiguos de amputación, que son dolorosos y peligrosos para los animales, y en seguida encarece y des- cribe un nuevo método, que consiste en la extracción del cornezuelo en estado rudimentario. Con esto, dice, se obtienen animales desarmados, se- gún se quiera, por una operación tan sencilla como poco peligrosa, que pueden practicar fácilmente los labradores, los boyeros y los pastores, que es muy poco dolorosa para el animal que la sufre, y completamente inocente, no habiendo tenido que lamentar el menor accidente desagra- dable siempre que la ha practicado. Para apreciar las ventajas de la operación, Mr. Charlier empieza por hacer notar todos los inconvenientes que presenta el tener cuernos los animales, tanto para ellos mismos como para las personas que deben cuidarlos, bien esten completamente enteros ó bien se rompan, en cuyo caso se irritan, se inflaman, y se producen en ellos catarros, que se cono- cen con el nombre de catarros de los cuernos. * Con estas armas peligrosas, que incomodan á los animales mas bien que les sirven de utilidad, se pelean, se hieren y aun á veces se matan; y en cuanto á las personas, todos los dias se ve que suceden desgracias á los que se aproximan á ellos, los cuidan ó los encuentran. Por el contra- rio, con los animales desarmados ó sin cuernos se evitan todos estos in- convenientes, y ademas las enfermedades, heridas y accidentes de tales órganos, que siempre son de temer. Las únicas objeciones de .importancia que pueden hacerse contra el método de suprimir los cuernos en la especie bovina, dice también Mr. Charlier, consisten en no poder reconocer por ellos la edad de los animales, ni uncirlos al yugo*, pero contesta á la primera satisfactoriamente, dicien- do que es mas fácil reconocer la edad por la inspección de los dientes que por la de los cuernos; y á la segunda, que le parece ser mas venta- joso uncirlos por el cuello en la mayor parte de los casos, que no con el 575 yugo actualmente usado, que es defectuoso, é impone á los animales un tormento inútil. Además de ser necesario desarmar á los animales de que se trata para su seguridad y la del hombre, dice Mr. Charlier que le parece tener también esto ventajas para la producción de la carne, de la leche y de la lana en virtud de la ley fisiológica, de que la economía se aprovecha siempre de la supresión de una secreción innecesaria. Fundándose en las observaciones de Mr. Numam, de la escuela vete- rinaria de Utrecht, y de Mr. Dupon, veterinario nombrado por el Gobier- no en Tournay, que es el primero que ha dado á conocer este método y lo ha puesto en práctica hace algún tiempo, añade Mr. Charlier que las vacas á quienes se hayan quitado artificialmente los cuernos dan mas le- che que las que han conservado sus apéndices; y en confirmación de esto cita algunos hechos referidos en el nuevo Diccionario de medicina y de higiene veterinaria de MM. Bonley y Raynal. Su deseo es ver propagado el método que propone, al menos como ensayo, y el porvenir decidirá si debe ó no practicarse. (Anuales de C Agrie. francaise.) —Labranza al vapor. La labranza al vapor hace cada dia nuevos progresos en Inglaterra : una sola localidad alrededor de Overtown, centro agrícola situado cerca de Swinsten, cuenta lo menos 15 apa- ratos de vapor que labran con regularidad la tierra, y seguramente hay mas de ciento trabajando en toda Inglaterra. La experiencia ha demos- trado, que empleando el sistema de Mr. Jowler resulta economía, no solo de hombres y caballos sino también de tiempo y de dinero, Francia adop- ta también al cabo estos aparatos, y en la actualidad se construyen diez por orden del Emperador; Mr. Charles de Meixmoron-Dombasle está en- cargado de construir el aparato de labor propiamente tal, y Mr. Dick- hoff de Barle-Duc (Meuse) el aparato motor. (Journal de agriculture pratique.) — Enfermedad de las patatas. Mr. Martilliere indica un medio sen- cilio y eficaz para preservar las patatas de la enfermedad que les ataca desde 1847, y consiste en llevar á pastar las ovejas en las tierras sem- bradas de patatas, inmediatamente después de la floración, hácia el 15 de agosto, dejarlas por la primera vez cerca de dos horas, después una, luego media hora cada dia hasta el fin de agosto, y enviarlas aún alguna vez en el mes de setiembre: debe recomendarse al pastor que las haga recorrer todo el campo. Cien ovejas pueden preservar cuatro hectáreas de patatas, y en las huertas conviene abonar las patatas con el estiércol de aquellas. Mr. Hallard, labrador de Malignes, concejo de Crucheroy, cerca de Vendóme, ha usado este método por espacio de cinco anos con- 57 (i secutivos con un éxito completo 5 y para comprobar este experimento, cuyos resultados es el primero que ha reconocido, dejó de llevar á pastar en las patatas á las ovejas en 1860, y se le perdió completamente la co- secha. ( Journal d' ¿4 gr iculture pratique.) — Publicaciones . En la actualidad se publican en Londres tres obras, que se completan mútuaracnte y de un modo notable. Sir Charles Lyell ha reunido todas las pruebas de la existencia del hombre antidiluviano, cuya presencia han revelado tan maravillosamente las hachas de piedra de Picardía, las montañas de huesos de Escandinavia, testimonio irrecu- sable de su voracidad, y las habitaciones lacustres de los grandes lagos de la Suiza. El profesor Daniel Wiison de Toronto, piensa trazar en un libro que se va á publicar en casa de Roberto Hardwich, la historia del hombre antehistórico , es decir, los anales de las poblaciones heroicas que debieron luchar con el oso de las cavernas, y los trabajos de Hércules que nos han librado de la hidra de Lerna y de los demás monstruos que en- jendró el húmedo caos. Al lado de la historia de la naciente civilización, se colocará el ulte- rior trabajo de conquista de la serie animal, de la cual, bajo el punto de vista físico, formamos el último escalón. Acaban de reunirse en un solo volamen las doce lecciones que el Doctor Lancaster ha pronunciado en el museo de Hensigton sobre el Uso de los productos animales , de modo que cada cual viene, por decirlo así, á presentar su ofrenda en las aras del progreso. El catálogo de la misma librería de Roberto Hardwich ofrece una se- rie de libros, que pueden considerarse en cierto modo análogos á los an- teriores. Nuestras abejas sociales , por Andreus Winter, presenta el cua- dro animado de las diversas ocupaciones de nuestros grandes grupos pro- ductores. Las Curiosidades de la civilización , del mismo autor, contiene una serie de detalles interesantes de igual género. M. P. L. Simmonds ha reunido la descripción de todas las materias desperdiciadas que nuestro genio industrial desdeña todavía, de todas cuantas esperan que de ellas se apodere la actividad moderna, pudiendo ser que unas después de otras lleguen á ocupar al fin un lugar en las exposiciones del porvenir. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Rüiz.) Editor responsable, RicahdoRuiz. 1 JUR 1885 . ííHIí - ' ---v ’ *VW'» » ' '/* / >- ¿ V íS8 ' P !g :* • ^ ’ ;:¡>/V •Á'-t-V;- ••',;•*• •'.•.• 7* 7 7,:. ' ■ ' ■ •■ '" ' - - - '■■-•..•■ :•••: 7 .í'-. -■ - .*■ • yv'Ví'vVí/1' :■•• -Tí-- 7S77;7V . ■' ' / : % ■ 7-í ■; :-;í ” • 'ií ‘¿^jX^Í ^ - ;V'.Q. ’-v mu7k7:v v' :vS«r ■ ' - A • ..•; ' ; ' v ■ ■ • . v r ' ; .: -7 i¿m>$ rmmwm >;? J ' /I * * ■ ;5 • 4 >$$»&* k?- ••«*>■*■»«* V • - ■ -. - ' . V . /•’. \ . • v'.'tf- ?"¿ ' Sí* '* ■ ■■'-••* • Í-. *£&&£&& *: , .'I ■ ",VV : • - ■* v ‘ ■■■■»'• ... * ’• >7 - 7. - - ,,'t •; ‘ fy >. • r ■ /, .-.■ ■"•' ¿f. vv.>; ■•.*•• ; / '■ V ■ -H?. ,>•. 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